Cuento Pedrito
Cuento Pedrito
Cuento Pedrito
grado, que ella siempre trataba a todos por igual, que no tenía preferencias ni
tampoco maltrataba ni despreciaba a nadie.
Muy pronto comprendió lo difícil que le iba a resultar cumplir sus palabras.
Llegaba al colegio sucio, no hacía las tareas, pasaba todo el tiempo molestando o
dormitando, era un verdadero dolor de cabeza.
La directora la escuchó con atención, y sin decirle nada, revisó los archivos y puso en
las manos de doña Tomasa el libro de vida de Pedrito. La profesora lo comenzó a leer
por deber, sin convicción. Sin embargo, la lectura le fue arrugando el corazón:
Doña Tomasa fue abriendo los regalos de sus alumnos y cuando mostró el de Pedrito,
todos los compañeros se echaron a reír al ver su contenido: un viejo brazalete al que
le faltaban algunas piedras y un frasco de perfume casi vacío.
Para cortar por lo sano con la risa de los alumnos, Doña Tomasa se puso con gusto el
brazalete y se echó unas gotas de perfume en cada una de las muñecas.
Esa tarde, sola en su casa, Doña Tomasa lloró un largo rato. Y decidió que en
adelante, no solo iba a enseñar a sus alumnos lectura, escritura, matemáticas… sino
sobre todo, que los iba a querer y les iba a educar el corazón.
Al final del curso, a Doña Tomasa le costaba cumplir sus palabras de que, para ella,
todos los alumnos eran iguales, pues sentía una evidente predilección por Pedrito.
Pasaron los años, Pedrito se fue a continuar sus estudios en la universidad y doña
Tomasa perdió contacto con él. Un día recibió una carta del doctor Pedro Altamira, en
la que le comunicaba que había terminado con éxito sus estudios de medicina y que
estaba a punto de casarse con una muchacha que había conocido en la universidad. En
la carta le invitaba a la boda y le rogaba que fuera su madrina de boda.
El día de la boda, Doña Tomasa volvió a ponerse el brazalete sin piedras y el perfume
de la mamá de Pedrito.