Los Ordenes de La Ayuda
Los Ordenes de La Ayuda
Los Ordenes de La Ayuda
Ayudar es un arte. Como todo arte, es necesario conocerlo, se lo puede aprender y practicar.
Como seres humanos dependemos de la ayuda de otros. Solo así nos podemos
desarrollar. También necesitamos ayudar a otros. Quien no es necesitado, quien no puede
ayudar a otros, se aisla y atrofia. El ayudar entonces, no solo sirve a los otros, sino a nosotros
mismos. En regla general la ayuda es recíproca, p.ej. en una pareja; y se regula según la
necesidad de compensación. Quien recibió de otros lo que desea o necesita, quiere retribuir, es
decir quiere dar y con este acto compensar la ayuda recibida.
Para poder ayudar, primero tenemos que haber recibido y tomado. Solo entonces
sentimos la necesidad y la fuerza, de ayudar a otros, especialmente cuando esta ayuda nos
exige mucho. Esto presupone, que aquellos, a quienes queremos ayudar y lo que estamos
dispuestos y capaces de dar, lo necesiten y quieran recibir. Si no, nuestra ayuda cae en el
vacío. En este caso separa en lugar de
unir.
El primer orden de la ayuda sería que uno da solamente lo que tiene y solo espera o
toma, lo que necesita. El primer desorden de la ayuda comienza allí, donde uno quiere dar lo
que no tiene, y el otro quiere tomar, lo que no necesita; o cuando uno espera y exige del otro,
lo que éste no puede dar, pues no lo tiene, pero también donde alguien no debe dar algo, pues
con este dar le quitaría al otro algo, que solo él debe o puede llevar y puede o debe hacer. El
dar y el tomar tiene sus límites. El arte de ayudar consiste en percibir esos límites y someterse
a ellos.
Esta forma de ayuda es humilde, renuncia a la exigencia y también al dolor. En las
constelaciones familiares se muestra con qué se debe confrontar tanto el que ayuda como el
que pide la ayuda, por ejemplo cuando el constelador renuncia a la ayuda interrumpiendo la
constelación. Tenemos que saber asimismo, que esta humildad y esta renuncia contradicen las
formas tradicionales de ayuda verdadera, y el que ayuda de esta manera se expone a reproches
y fuertes ataques.
Para muchos “ayudadores“ parece difícil soportar el destino del otro y lo quieren
cambiar. Pero no porque el otro lo necesita o lo quiere, sino porque ellos mismos lo aguantan
con dificultad. Cuando el otro permite la ayuda, no es porque lo necesita, sino porque le
quiere ayudar al “ayudador“. Entonces este ayudar se convierte en tomar y el recibir ayuda, en
dar.
El segundo orden de la ayuda sería entonces, que se someta a las circunstancias y solo
interfiera apoyando, mientras éstas lo permitan. Esta ayuda es cuidadosa y tiene fuerza.
Pero qué sucede cuando los “ayudadores“ responden a estos deseos? Ellos comienzan
una larga relación con sus clientes, y se encontrarán en la misma situación que los padres;
paso a paso le tienen que poner límites al cliente.
Muchos “ayudadores“ quedan atrapados en la transferencia y contra transferencia del hijo a
los padres y de esta manera obstaculizan la despedida de los padres, así como la de ellos
mismos. Solamente en situaciones donde el “ayudador“ lleva a cabo un movimiento
interrumpido puede ponerse en el lugar de uno de los padres.
El tercer orden de la ayuda sería entonces que un “ayudador“ se enfrente a una persona
adulta, que busca ayuda de manera adulta, y que rechace ubicarse en la posición de sus
padres.
El desorden aquí sería, permitirle a un adulto pedir ayuda como un niño, tratarlo como
un niño y decidir algo, por lo que él mismo debe tomar la responsabilidad y encarar las
consecuencias.
El “ayudador“ debe ver a la persona que pide ayuda como parte de un sistema.
Solamente de esta manera puede ver lo que necesita y a quién en la familia le debe algo. Así
también puede percibir quién en la familia necesita su respeto y su ayuda, y a quién tiene que
dirigirse el cliente, para reconocer y dar los pasos decisivos.
Es decir que la empatía del “ayudador“ no tiene que ser personal, sino tiene que
ser sistémica. El “ayudador“ no debe establecer una relación personal con el cliente.
Las constelaciones familiares unen lo que antes estaba en oposición. En este sentido
están al servicio de la reconciliación, especialmente de la reconciliación con los padres.
Solo puede estar al servicio de la reconciliación, quien puede dar en su propia alma un
lugar a aquello, que es conflictivo para el cliente o de lo que se queja y lamenta. De esta
manera el terapeuta se anticipa, a lo que el cliente aún tiene que realizar.
El quinto orden de la ayuda sería entonces el amor hacia cada persona, tal cual es, aún
cuando sea muy distinta. De esta manera le abro mi corazón y le doy un lugar. Lo que se
reconcilia dentro de mi corazón, también puede reconciliarse en el sistema del cliente.
La percepción
A fin de poder actuar de acuerdo con los órdenes de la ayuda, se necesita una
percepción especial. Es importante no querer aplicarlos de manera metódica y exacta. El que
trata de hacer esto, piensa, en lugar de percibir.
Con la percepción me dirijo hacia una persona, sin querer algo en especial. Esta
percepción nace cuando estamos centrados, sin reflexiones, sin intenciones.
La ayuda empieza cuando el otro la pide y llega hasta yo la entrego. Entrego lo que tengo y
hasta donde el otro puede tomar.