Teóricos Del Cine
Teóricos Del Cine
Teóricos Del Cine
"En 1911 y durante muchos años aún, cuando las películas práctica y teórica-
mente eran una distracción para colegiales, una diversión y un juego de física
algo oscuro, Canudo -escribe Jean Epstein- había comprendido que el cine
podía y debía ser un maravilloso instrumento de un lirismo nuevo, sólo en po-
tencia por entonces; él previó inmediatamente sus evoluciones posibles e inde-
finidas".
Así, escribe un Manifiesto de las siete artes y una Estética del séptimo arte,
que demuestran que el cine no es melodrama ni teatro; puede servir de diver-
sión fotográfica en algunas de sus formas degradadas, pero, en su esencia, es
un arte nacido para ser la representación total del alma y del cuerpo; un drama
visual hecho con imágenes y pintado con pinceles de luz; una abstracción, co-
mo la tragedia escrita o el drama que se lee.
En algunas ocasiones, Germaine Dulac pasa por ser “la primera mujer ci-
neasta de la historia del cine”. Esto no es cierto ya que, hacia comienzos de
siglo, contemporáneamente a George Melies, Alice Guy había realizado innu-
merables cortometrajes para la compañía productora Gaumont y luego para la
Metro. Lo que ocurre es que, en ese momento, todavía no estaba constituida la
figura del “director de cine” y los realizadores no pasaban de ser anónimos ope-
radores o encargados de la producción.
Poco tiempo después, hacia fines de 1918, conocerá al citado Luis Delluc
cuyo guión de “La fiesta española” (la fête espagnole) llevará a la pantalla en
1919. Para su filme, Delluc se había inspirado directamente en los westerns de
su admirado Thomas Ince. Como no era posible realizar una locación real en el
Far- West, Dulac y Delluc decidieron trasladar la acción a un medio más cerca-
no y mejor conocido e igual de exótico, la campiña española. Ese es el medio
para el desarrollo de un intenso melodrama que, en ocasión de su estreno, fue
acompañado por la música de “Carmen” de Bizet, junto con fragmentos de
“Caballería rusticana” de Rossini. Los ecos de las novelas de Prosper Mérimée
y de Giovanni Verga estaban claramente presentes en el guión de Delluc.
Dulac sistematiza sus ideas sobre el cine en libros y artículos como “Films
visuales et antivisuals” y “Le cinéma au service de l´Historie”. Para Dulac, “El
cine y la música tienen un lazo en común: el movimiento, por su ritmo y desa-
rrollo, puede por sí solo crear la emoción”.
Para Dulac, el cine como totalidad orgánica ideal, esto es, el cine que mejor
expresa el movimiento, se actualiza en cinco puntos que expresan más una
voluntad, una intención subjetiva que una verdadera sistematización teórica:
Asegura que: "No soy realista. Soy materialista. Creo que las cosas materiales,
la materia misma, nos da las bases de nuestras sensaciones. Me aparto del
realismo para ir hacia la realidad"
Esta frase del director y teórico soviético podría resumir su ideario, su manera
de interpretar y ver el cine. Eisenstein rechaza el realismo en sus obras para ir
hacia la realidad, una realidad que se expresa a través del estímulo, de la sen-
sación: estímulos visuales a cambio de una creación y producción de sentido
concreta. Es lo que se conoce como montaje de atracciones: una propuesta
alternativa a la narración clásica de Griffith, una nueva concepción del lenguaje
cinematográfico orientada hacia un determinado efecto dramático final.
Kulechov, considerado el padre del cine soviético, dice que la expresión del
pensamiento es el elemento principal del artista y que éste emplea el montaje
en cuanto forma de expresión de su realidad. Esta forma puede ser lógica, me-
tafórica o asociativa.
“Cine ojo”- Cine-yo veo (yo veo con la cámara) + Cine-yo escribo (yo grabo
con la cámara sobre la película) + Cine-organizo (yo monto).
El cine ojo utiliza todos los medios de montaje posibles yuxtaponiendo y ligan-
do entre sí cualquier punto del universo en cualquier orden temporal, violando,
si es preciso, todas las leyes y hábitos que presiden la construcción del fiIm.
El cine ojo es “un medio de hacer visible lo invisible, claro lo oscuro, evidente
lo oculto, desnudo lo disfrazado”
El espectador llevado de un plano a otro por la tiranía del montaje sigue la na-
rración mientras consume espacio y pierde contacto con la globalización del
escenario. La orientación se consigue entre otras cosas por la dirección de las
miradas y por el movimiento en el encuadre, y a esto es lo que denomina el
montaje constructivo.
Como Eisenstein, Rudolf Arnheim arguye que el cine debe tomar el camino de
las otras artes modernas y concentrarse no en contar historias y representar la
realidad, sino en investigar el tiempo y el espacio de una manera pura y con-
cientemente abstracta. Otros, como André Bazin y Siegfried Kracauer, sostie-
nen que el cine debe por completo y cuidadosamente desarrollar sus conexio-
nes con la naturaleza de modo que pueda retratar los sucesos humanos tan
reveladora y excitantemente como sea posible.
En sus libros aplicó la teoría de la gestalt, que estudia cómo la percepción del
todo es más grande que la suma de sus partes integrantes. Entre las ‘partes'
estudiadas estaban las estructuras de las formas y colores de los trabajos artís-
ticos y la reacción emocional que causaban. "Considero al arte como un medio
de la percepción, un modo de conocimiento", dijo una vez. "La percepción hace
posible estructurar la realidad y, de ese modo, obtener conocimiento. El arte
nos revela la esencia de las cosas, la esencia de nuestra existencia. Esa es su
función". Publicó cientos de ensayos en publicaciones académicas y populares
desde que empezara a trabajar como crítico de cine en la Alemania de Weimar,
en los años veinte. En una época en que las películas eran consideradas en
gran parte como diversiones populares dispensables, insistió en debían compa-
rarse más favorablemente con las bellas artes. Arnheim admiraba la "pureza de
expresión artística" del cine mudo -las palabras, dijo, "limitan considerablemen-
te la expresión de la imagen". Sin embargo, uno de sus ensayos más perdura-
bles, ‘The Film Critic of Tomorrow' (1935), se burló de sus colegas críticos que
lamentaban el fin del período mudo. Jim Hoberman, el importante crítico de
cine del Village Voice en Nueva York dijo: "No se puede sentir nostalgia por
algo que ya no existe. Ahora para nosotros esto es perfectamente obvio. Pero
en el contexto de entonces, era un importante argumento sobre cómo el mer-
cado y la tecnología cambiaban las cosas". En un bien considerado ensayo de
1998, titulado ‘The Film Critic of Tomorrow, Today', Hoberman esgrimió muchos
de los argumentos de Arnheim para reprochar a los críticos modernos que pen-
saban que el cine de calidad había muerto con las películas de aventuras que
cosechaban grandes éxitos de taquilla. Dijo que el ensayo original de Arnheim
conservaba su frescura porque siempre habría gente nostálgica de cosas que
ya no existen.
Más valorado por su teoría del cine (Film als Kunst, 1932), Rudolf Arnheim es
menos reconocido por sus trabajos sobre la radio y la televisión. El oído, sos-
tiene, es un instrumento de razonamiento calificado para admitir material pre-
viamente procesado; la vista, en cambio, es una experiencia directa, releva-
miento de materia prima sensorial. “A través de la televisión, la radio se con-
vierte en medio documental” escribe en «Pronóstico de la televisión» (1935).
Esto último, al “hacernos testigos inmediatamente de lo que ocurre en ese an-
cho mundo que hay en torno nuestro”. Entonces Arnheim ofrece una enumera-
ción dispar al estilo de la narrativa borgeana:
Vemos los ciudadanos de una población vecina reunidos en la plaza del mer-
cado, al primer ministro de un país extranjero que pronuncia un discurso, a dos
boxeadores que combaten por el campeonato del mundo en un “ring” situado al
otro lado del océano, a las bandas británicas de baile ejecutando, a una can-
tante italiana de “coloratura”, a un profesor alemán, los restos humeantes de un
tren descarrilado, las multitudes disfrazadas en las calles durante el carnaval,
las montañas coronadas de nieve en los Alpes tales como aparecen a través
de las nubes desde un aeroplano, peces tropicales a través de las ventanas de
un submarino, las máquinas de una fábrica de autos, el barco de un explorador
abriéndose paso entre los hielos polares. Vemos el sol que brilla sobre el Ve-
subio y, un segundo después, las luces de neón que iluminan a Broadway al
mismo tiempo.
Multiplicidad y simultaneidad.
“Nuestros lentos cuerpos y nuestros ojos mediocres ya no nos fastidian”,
apunta: “nos volvemos más modestos, menos egocéntricos”. La televisión es
una nueva victoria sobre el tiempo y el espacio. Algo capaz de hacernos saltar
sobre el continuo espacio-tiempo. Capaz, por otra parte, de dopar la
inteligencia entre otros rasgos asociales. El famoso Pronóstico Arnheim.
Para Arnheim, los sentidos permiten entender la realidad externa, pero no co-
mo meros instrumentos mecánicos, sino como instancias activas de la percep-
ción, como puentes del pensamiento visual. La mente se enriquece mediante
las percepciones sensoriales, que sirven para crear conocimiento. Estudia dife-
rentes expresiones del arte, entre ellas el cine, la radio y la televisión. El arte no
se limita a reproducir la fielmente la realidad, sino que explora y recrea artifi-
cialmente otras soluciones, que pueden llegar a suplantar la propia percepción
de la realidad. Esta consideración la hizo a partir del análisis del cine, enten-
diendo que el espectador podría llegar a confundir la realidad sensorial de los
flujos rápidos de imágenes con la interpretación reflexiva, esto es, confundir el
ver por el pensar. Aspecto que podría acentuarse con el desarrollo de la televi-
sión como medio masivo, poniendo en riesgo el proceso cognitivo. De ahí que
entendiese que la televisión "podrá enriquecer nuestros espíritus, o volverlos
letárgicos". Respecto de la radio, Arnheim repara en la preponderancia de la
percepción visual, no sólo en las prácticas de comunicación, sino en la misma
preocupación de la investigación, por lo que el estudio de los procesos de co-
municación auditiva, el arte de las 'voces sin cuerpos', más allá de los estudios
musicales, quedan relegados a un plano secundario.
Victor Perrot en 1919 fue uno de los primeros en preguntarse acerca de la artis-
ticidad del Cine: ¿son un arte las palabras, los colores, las notas? La manera
de servirse de estas constituye el arte de escribir, de pintar, el arte musical.
La estética del Cine es pues el estudio del Cine como Arte, como mensaje es-
tético. Esta contiene implícita la noción de lo "bello" y por consiguiente, la bús-
queda del gusto y del placer tanto en el espectador como en el realizador. De-
pende, además, de la estética general, de la disciplina filosófica que concierne
al conjunto de las artes.
La estética del Cine presenta dos aspectos: una vertiente general que contem-
pla el efecto estético propio del Cine, y otra vertiente específica centrada en el
análisis de filmes o de la crítica en el sentido pleno del término, tal como se
aplica en las artes plásticas y en musicología. Aspectos como el espacio, la
profundidad de campo, el plano, el papel del sonido, el montaje, el ritmo,... son
tratados en la mayoría de estudios estéticos del Cine. Todos estos aspectos
combinados en perfecta armonía constituyen el ya conocido Séptimo Arte.
El Cine, en tanto que nuevo Arte, es diferente a todas las demás incluyendo en
sí ciertos aspectos propios de cada una de ellas
Ezra Pound estuvo comprometido durante un tiempo con H.D. y creó el pseu-
dónimo H.D.Imagist para sus primeros trabajos
Doolittle era una de las figures que lideraban la cultura bohemia en Londres
durante las primeras décadas del siglo. Su obra se reconoce por la utilización
de modelos de la literatura clásica y la exploración del conflicto entre la atrac-
ción y el amor lésbico y heterosexual, estando estos temas fuertemente conec-
tados con su vida. Aunque posteriormente se casaría y tendría hijos, su
bisexualidad resurge de forma intermitente a lo largo de su vida y de forma re-
gular buscó amantes de ambos sexos además del compañero/a que tuviese en
ese momento.
En 1912, durante una reunión con H.D. en la sala de té del Museo Británico,
Pound firmó una poesía de ésta con el nombre H.D. Imagiste, creando un
nombre para la artista que la acompañaría durante el resto de su carrera como
escritora, a pesar de que más adelante ya solo se quedara con las siglas. Ese
mismo año, Harriet Monroe comezó a publicar la revista “Poetry”y pidió a
Pound que actuara como editor de los artículos traducidos. En octubre, éste
añadió tres poemas bajo el título “Imagistas” cortesía de H.D y Richard Alding-
ton. En noviembre, otros tres de poemas de Aldington aparecieron en la sec-
ción de Poesía y en junio tres de H.D.: "Hermes of the Ways" ("Hermes de los
caminos"), "Orchard" ("Huerto") y "Epigram". El Imaginismo como movimiento
literario fue lanzado proponiendo a H.D. como su principal exponente.
Aunque sus obras tuvieron gran prestigio en la Rusia de los años sesenta, su
pensamiento sólo se conoció en Occidente tras su muerte en 1975. Hizo con-
tribuciones originales a la nueva lingüística, la sociolingüística, la narratología,
la antropología literaria e, incluso, a los estudios culturales y las construcciones
hipertextuales.
Esto es contrario a lo dicho por Saussure ya que este tenia la idea de que el
dialogo o enunciado solo era posible de analizar mientras estuviese aislado y
de forma gramática, mientras Bajtin creia firmemente que se podia clasificar y
analizar los dialogos o enunciados por medio de su separacion en dos grupos
por estructura, la preparación del acto y su estilo.
En La obra de arte en la época de la reproductibilidad técnica, Walter Benja-
min despliega su célebre noción de aura. El arte inicial, el oriundo de las cultu-
ras arcaicas, se manifestó imbuido de un aura, de un fulgor lejano, único, irre-
petible. La obra en lo moderno, en cambio, se distingue por su reproducibilidad.
De un original surgen inacabables copias. La obra no conserva la distinción de
un aquí y ahora únicos. Esta transformación empobrece la extrañeza y singula-
ridad del arte. Pero, a un mismo tiempo, genera nuevas condiciones para el
poder revelador de lo otro, para la revelación de una sensibilidad y conciencia
aún no experimentadas. Este es el caso del cine. Según Benjamin el cine am-
plia el poder perceptivo del ojo. La imagen cinematográfica revela un inconcien-
te visual. Habitualmente no percibimos numerosos perfiles y ángulos de los
objetos y de los seres. Los primeros planos nos restituyen ese universo físico
no percibido. Benjamin habla de un inconciente óptico como equivalente de un
inconciente pulsional psicoanalítico.
Bazin, en cambio, pensaba que una acción no puede ser interrumpida por un
corte, por que amenaza la credibilidad de la misma y denomina al corte como
montaje prohibido. El amor se vive no se representa, no se muere dos veces.
Los textos de André Bazin son unos de los más importantes de la teoría cine-
matográfica realista, como los de Eisenstein son unos de los más importantes
de la teoría formativa. Igual que Eisenstein, Bazin nunca construyó un claro
sistema deductivo, pero sus ideas poseen una sólida lógica y coherencia, que
por su misma diversidad y complejidad les dan una riqueza y un impacto cultu-
ral comparables solamente a las de Eisenstein.
Hemos visto que los teóricos partidarios de una tradición cinemática formativa
no tenían prácticamente oposición hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Esto se debió a que la teoría formativa del cine era coherente con las teorías
tradicionales sobre el arte, y a que la mayoría de los primeros estetas del cine
(Munsterberg, Malraux, Arnheim, Balázs y Eisenstein) habían estado vincula-
dos a otras artes. Mientras Marcel L'Herbier, Dziga Vertov y la escuela Grierson
del documental inglés eran defensores influyentes de las propiedades "fotográ-
ficas" del cine, André Bazin fue el primer crítico que efectivamente desafió a la
tradición formativa. Era sin discusión la voz más importante e inteligente que
haya propuesto una teoría y una tradición cinematográficas basadas en la
creencia en el poder desnudo de la imagen registrada mecánicamente y no en
el poder adquirido del control artístico sobre tales imágenes.
Entre 1945 y 1950 la voz de Bazin se hizo más y más notoria en la crítica ci-
nematográfica europea. Su exposición teórica sobre el cine realista coincidió
precisamente con el apogeo del neorrealismo italiano. Las teorías de Bazin ga-
naron su popularidad junto a esos films y al mismo tiempo las condujeron hasta
su público adecuado. En 1951, él y Jacques Doniol-Valcroze iniciaron Cahiers
du Cinéma, la revista crítica más influyente en la corta historia del cine.
Cahiers du Cinéma dio a Bazin el cuartel general que necesitaba para implan-
tar una tendencia crítica en el cine. Hacia él llegaron críticos jóvenes, buscando
un cine nuevo y revivificado. Hombres como Francois Truffaut, Jean-Luc Go-
dard, Pierre Kast, Eric Rohmer y Claude Chabrol escucharon a Bazin y escri-
bieron bajo su tutela. Más tarde crearon desde luego, el cine de la Nueva Ola
en Francia. Cuando Chabrol y Truffaut estaban preparando los films pioneros
de este movimiento, a fines de 1958, Bazin falleció. Tenía cuarenta años.
Bazin comenzó a coleccionar sus ensayos más importantes en 1957 bajo el
título ¿Qué es el cine? Esta colección alcanzó póstumamente cuatro tomos,
abarcando unos sesenta ensayos. Desde 1954 hasta su muerte, Bazin se es-
forzó en completar un libro sobre el realizador Jean Renoir. Sus notas y frag-
mentos para el mismo han sido publicadas recientemente. Aunque esa obra es
fragmentaria, queda como un formidable tratado crítico, conteniendo algunas
de las más importantes ideas de Bazin.
La “teoría de autor” llegó a ser una frase popular, y un sujeto frecuente de de-
bate, normalmente denunciado por personas que nunca habían leído ni a Truf-
faut ni a Sarris. En cuanto a la idea de que la teoría es eurocentrista, basta citar
lo que Godard escribió acerca del gran director japonés, Kenji Mizoguchi: “Uno
de los más grandes en cualquier parte, igual a Murnau y a Rossellini”. Con res-
pecto a la idea de que una película, o cualquier obra de arte, no resulta de la
inspiración creadora del artista individual, quizás alguien se atreva a decir a
Sebastián Cordero o a Tania Hermida que sus películas no fueron hechas por
ellos, sino por la sociedad y la cultura.
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