El Arte Romanico

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El arte romanico en España es tan solo una variedad regional del estilo arquitectónico,

escultórico y pictórico de los siglos XI, XII y parte del XIII, desarrollado en Europa.

Es fruto de la combinación armónica de diversas


influencias como la romana, prerrománica, bizantina,
germánica, árabe, etc.
Tradicionalmente se atribuyen una serie de
características generales al estilo romanico: solidez de
la construcción, gran anchura de muros para poder
resistir las fuerza y tensiones de la estructura, uso del
arco de medio punto y bóveda de medio cañón,
escasez de vanos, tendencia a la horizontalidad frente
a la verticalidad del gótico (aunque esto es bastante
cuestionable). Lo más atrayente de este arte es sin
duda la combinación de formas arquitectónicas de un
gran equilibrio y elegancia, dada su sencillez, sentido
de la simetría y el orden y la utilización de escultura de
una extraña belleza, muy alejada de los cánones
clásicos. Esta escultura es empleada para transmitir
mensajes catequéticos y simbólicos a los feligreses
que podían "leer" en la piedra las enseñanzas de las
Sagradas Escrituras.

En las mejores catedrales e iglesias, las fachadas,


tímpanos de las puertas y ventanas, capiteles de
columnas y canecillos reflejan todo un apasionante
mundo teofánico donde se combinan detallados episodios del Antiguo y Nuevo Testamento con
escenas pletóricas de misterio donde aparecen monstruos fabulosos de increíble imaginación
que obsesivamente persuaden del peligro del pecado y sus consecuencias. Un motivo
recurrente en la mayoría de las grandes iglesias y catedrales de las rutas de peregrinación es
el Juicio Final en que Cristo en Majestad (dentro de la mandorla mística) aparece en los Cielos
rodeado por el Tetramorfos (representación zoomórfica de los cuatro Evangelistas) dispuesto a
hacer justicia entre justos y pecadores. La puerta principal de Conques es, sin duda, una de
sus mejores materializaciones.

Tímpano de la portada de la catedral de Conques (Francia)

La distribución geográfica de este arte es muy amplia y alcanza buena parte de Europa con una
muy alta densidad de construcciones en el norte de España, Francia, Gran Bretaña, Alemania e
Italia, alcanzando otras regiones más septentrionales y orientales del continente.
Las variedades regionales propiciaron construcciones tan "originales" como la catedral
de Pisa y su famoso "campanile" (Italia)

En España, dado el reparto geográfico de la península entre cristianos y musulmanes durante


los siglos de su desarrollo, se extiende principalmente por su mitad septentrional. De esta
manera, el romanico en Galicia (sobre todo Orense y Lugo, en La Ribera Sacra) es destacable
por sus monasterios, EL romanico en Castilla y León sobre todo en Palencia, Burgos, Soria y
Segovia es densísimo. Asturias, Cantabria, La Rioja, Alava, Navarra, Aragón y Cataluña
también cuentan miles de construcciones.

El interés creciente que ha despertado este estilo en las últimas dos décadas ha permitido la
divulgación de las construcciones más importantes, aunque un viaje por comarcas rurales en
estas regiones deparará al viajero incontables sorpresas de este maravilloso arte.

Normalmente, se distinguen tres fases en la evolución del estilo, clasificación que también se
hace válida para el romanico español.

 Primer Romanico
Nacido en el norte de Italia y extendido por el sur de Francia y norte de Cataluña y Aragón.
Evoluciona a lo largo de todo el siglo XI y comienzos del XII.

Se emplea la piedra escuadrada pero no pulida, las cabeceras son de semitambor adornadas
con arquillos y bandas (lesenas) rítmicamente dispuestas. Los templos se cubren con bóvedas
pétreas de cañón y horno, las naves son más amplias y elevadas que los edificios
prerrománicos precedentes. Se emplean el pilar y no la columna y no hay figuración
escultórica.

Además de la belleza y valor histórico de estas construcciones, su combinación con un marco


geográfico inigualable, como los valles pirenaicos, ha hecho de este estilo uno de los más
visitados.
 

 Segundo Romanico
Procedente de Francia y difundido al principio por el Camino de Santiago, es la fase más noble
del estilo, de gran belleza y equilibrio de formas. Llega a España a finales del siglo XI y
comienzos del XII.

Es un estilo armonioso y pleno de escultura en canecillos, capiteles tímpanos y otras partes de


la arquitectura. Su arquitectura es sobria pero de una gracia y equilibrio no alcanzados en otros
estilos.
Son las principales estaciones del Camino de Santiago las primeras que van a ver levantar en
este estilo puro y consolidado las primeras iglesias y monasterios. De este periodo datan la
catedral de Jaca, la iglesia monástica de San Martín de Frómista, la basílica de San Isidoro de
León y las primeras piedras de la catedral compostelana.

Interior y capitel de San Martín de Frómista

Además de estas construcciones, son muy destacables, dentro de esta fase, el comienzo de
algunos edificios de las ciudades fronterizas de Salamanca, Segovia y Ávila, y por supuesto,
los primeros monasterios burgaleses, como Santo Domingo de Silos y San Pedro de Arlanza.
 

 Tardorromanico
Es la evolución tardía del estilo. en lo arquitectónico se combinan formas romanicas y otras
decididamente  góticas. Se desarrolla a partir de mediados del siglo XII y comienzos del XIII.
Tanto en España como en el resto de Europa esta última fase presenta dos variantes muy
diferentes:
 

 Romanico de características preciosistas. El tardorromanico evoluciona hacia formas


más recargadas y preciosistas.

El dominio de la arquitectura y escultura


permite inventar o desarrollar volúmenes
nuevos. La escultura se despega del
carácter simbólico y se acerca
decididamente al naturalismo.
En Francia esta fase final del romanico
condujo a la construcción de templos
realmente espectaculares por su
barroquismo. EL ejemplo más
estereotipado es la espectacular iglesia de
Notre Dame la Grande de Poitiers.
En España se desarrolla de manera
desigual este estilo tardío. Citaremos, sin
embargo, como construcción
emblemática, la iglesia de Santo Domingo
de Soria, que contrastando con la sobriedad de esa ciudad castellana, muestra algo de
la exuberancia de algunos templos franceses de Poitiers.

Fachada de Santo Domingo de Soria. (Tardorromanico)

 Romanico de influencia cisterciense. Los monasterios cistercienses tuvieron un


desarrollo espectacular a lo largo y ancho de Europa durante el siglo XII y parte del
XIII. Francia fue de nuevo el foco de irradiación.

Parte del claustro del monasterio cisterciense de Fontenay (Francia)


se construyen a partir de la cuarta década del siglo XII en España. Como
contraposición al barroquismo que el tardorromanico va introduciendo en Francia, las
monasterios de los "monjes blancos" se construyen con arreglo a una gran sobriedad
ornamental. Prácticamente las escenas bíblicas y sobre todo el bestiario medieval es
erradicado de la escultura. Por contra, sus arquitectura es de gran calidad, con naves
grandes y espaciosas, empleando abundantemente las innovaciones vanguardistas de
la época, como el arco apuntado y las bóvedas protogóticas.
Por influencia de estos monasterios, veremos en todas partes iglesias no monasteriales
que siguiendo los preceptos cistercienses de monasterios cercanos se acogen a esta
sobriedad de líneas, como en la provincia de Guadalajara.
 Romanico Mudéjar
Estilo exclusivamente español en el que se combinan formas estructurales románicas con
decoraciones musulmanas propias de los alarifes mudéjares que iban quedando en los
territorios conquistados por los cristianos a los musulmanes. 
Aunque el origen de estas construcciones parece que hay que buscarlo en constructores
musulmanes de Toledo, los primeros edificios se construyen en Tierra de Campos, en las
provincias de León y Valladolid.

Más tarde se extiende al territorio que hoy ocupan las provincias occidentales de Castilla y
León, con la mayor densidad de estas construcciones en la comarca llamada "Tierra de
Pinares" que se encuentra a caballo de Valladolid, Salamanca, Ávila y Segovia

Los volúmenes son básicamente los mismos que los románicos de piedra, limitados por las
diferencias de material. Se usa mucho el juego de arcos ciegos, alfices, frisos de esquinillas o
ladrillos a sardinel para adornar los muros, que pierde -sin embargo- la figuración escultórica,
tan querida por el románico pétreo
En el año 987, con el ascenso al trono de Hugo Capeto, la dinastía capetiana sucedió a la
carolingia. Todo el siglo XI quedó marcado por la instauración del régimen feudal y la división
de la sociedad en tres estamentos (campesinos, caballeros y clérigos). En los albores del siglo
XII, el poder capetiano se reafirmó en Francia con Luis VI el Gordo (1108-1137) que restableció,
ayudado por Suger, el orden en los dominios reales. El auge de las ciudades, en aquella época
a costa, normalmente, de los poderes feudales, se basó en el comercio de artesanos,
mercaderes y burgueses.
     Durante este periodo se produjeron algunos acontecimientos históricos importantes, entre
los que destacan la fundación de la orden cluniacense a finales del siglo X y la cisterciense en
1098; la conquista de Inglaterra por los normandos en 1066 tras la batalla de Hastings; en
1099, los cruzados tomaron Jerusalén; en 1130 llegó al poder en Sicilia Rogerio II; en 1122 se
produjo el fin de la querella de las investiduras y, a partir de 1138, la presencia de la dinastía
de los Hohenstaufen y el comienzo de la lucha entre los güelfos y los gibelinos; en 1152,
Federico I, Barbarroja, fue coronado emperador germánico y en 1154 los Plantagenet
consolidaron su presencia en Inglaterra, donde Ricardo Corazón de León fue nombrado rey
(1189-1199). Por último, a finales del siglo, Felipe II Augusto de Francia (1180-1223) disolvió la
coalición creada por Juan, rey de Inglaterra, al derrotar al emperador y al conde de Flandes en
Bouvines (1214). En el sur de Italia, la dinastía de los Hohenstaufen estaba representada por
Federico II, que llegó a ser rey de Sicilia (1198), rey de Alemania (1212) y emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico (1220-1250). Además, actuaba en Oriente la cuarta cruzada,
desviada de su objetivo inicial debido a la toma de Constantinopla en 1204.
     El arte medieval, muy marcado por esta evolución histórica, también se caracteriza por una
diacronía que se observa en varias zonas. Por ejemplo, en el transcurso de la segunda mitad
del siglo XII, mientras el arte románico todavía experimentaba una época de plenitud en el sur
de Francia, la península Ibérica e Italia, el periodo gótico ya se anunciaba en el norte de Francia
a partir de 1140. Del mismo modo, la construcción del pórtico de la Gloria de Santiago de
Compostela o las fachadas del monasterio de Ripoll y las grandes iglesias del norte de Italia se
llevó a cabo bastante tiempo después de las creaciones esculpidas de Saint-Denis o Chartres.
     Sólo teniendo en cuenta esta dualidad se llega a comprender totalmente el arte
monumental de finales del siglo XII y comienzos del XIII. Lo mismo podría comentarse de la
diferencia entre la temprana aparición del renacimiento en Italia, poco antes de mediados del
siglo XV y la duración del arte gótico en la mayoría del resto de países, en los que abarca por lo
menos todo el siglo, como demuestra la difusión de los retablos flamencos. Todas estas
cuestiones se traslucen en la circulación de los modelos artísticos y en las relaciones
estilísticas.
     Nuestro conocimiento del arte románico de Europa occidental se remonta tan sólo a
mediados del siglo XIX, época en que se inventó el término «románico» para definir el arte del
primer periodo medieval, anterior al gótico. La denominación se refería al arte romano, del
que se creía que derivaba.
El periodo de transformaciones en torno al año 1000 dio lugar a un nuevo estilo  
arquitectónico llamado «prerrománico», que constituyó un puente entre el arte
carolingio y el románico. Sus construcciones civiles sólo se conocen a través de la
arqueología; su arquitectura religiosa, en cambio, incluye las muestras mejor
conservadas de este periodo en el terreno monumental. En efecto, Occidente se
cubrió de iglesias nuevas gracias a los numerosos donativos y a la gran devoción de
los constructores. Estas obras, que sustituían los edificios destruidos durante las
invasiones, prefirieron la piedra a la madera. Sus mayores dimensiones se
adaptaban al aumento de fieles y miembros de las comunidades monásticas.
Además, presentaban ante el pueblo una riqueza arquitectónica innovadora que
pretendía honrar con dignidad la gloria divina y constituir un lugar apropiado para
las preciosas reliquias. Partiendo de las herencias antigua, bizantina y carolingia, el
mundo del año 1000 nos dejó, pues, una creación artística muy original.
     La Italia del siglo X se vio marcada por algunas innovaciones arquitectónicas
que superaron su propio patrimonio paleocristiano. Apareció la cripta, que elevaba
el nivel del suelo en el coro. La noción de deambulatorio o girola se introdujo en
Ravena y Verona durante la segunda mitad del siglo X. Las iglesias de Ivrea y
Aosta presentan asimismo un coro rodeado de torres. Por su parte, la ciudad de
Roma continuó fiel a la tradición paleocristiana, como demuestra la iglesia de San
Bartolomeo all'lsola, construida por Otón II, que conserva la planta basilical. Sin
embargo, el norte de Italia ya presentaba, en pleno siglo X, unos rasgos
característicos del primer arte románico meridional, que se extendería por el sur de
Francia y Cataluña medio siglo después.
     En Francia se edificaron monumentos muy destacados durante este periodo,
como la antigua catedral de Reims, reconstruida por Adalberón hacia 976, o las
construcciones de Roberto el Piadoso en Orleans, relatadas a principios del siglo
XI por Helgaut, monje de Fleury. No obstante, las reconstrucciones posteriores
hicieron desaparecer, al menos en parte, un buen número de iglesias importantes
del siglo X, como la antigua catedral de Chartres (edificada por Fulberto), la de
Orleans, la abadía de Saint-Aignan, también en dicha ciudad, San Víctor de
Marsella, en el sur, o incluso, las grandes abadías del sudoeste.
  FIGURA 1:        A pesar de todo, se han conservado restos de  
Nuestra Señora monumentos destacados de esa primera época: la iglesia
de la Basse- abacial de Cluny II (963-981), que inauguró la cabecera
CEuvre con ábsides escalonados; su nave central con laterales
simples se prolonga con un transepto bastante estrecho,
provisto de cimborrio en el crucero. Hacia los años
1000-1010 se construyó, en el extremo occidental de la
nave, un nártex formado por un nivel inferior y un
santuario alto y enmarcado por dos torres. Esta
concepción arquitectónica resultaba innovadora y
desempeñaría un papel importante en la evolución de la
arquitectura de la segunda mitad del siglo X. La iglesia
de Saint-Vorles de Châtillon-sur-Seine ilustra a la
perfección el modelo cluniacense. En Beauvais
(departamento francés de Oise), la iglesia de Nuestra
Señora de la Basse-CEuvre [FIGURA 1], constituye
otra muestra importante de la arquitectura del siglo X, a
pesar de sus lagunas y numerosas reparaciones. Su
planta adopta el modelo carolingio: la nave principal
con laterales, precedida por un imponente pórtico, se
prolonga con tres ábsides; se halla dividida en tramos
por soportes cuadrangulares en la parte norte y
octogonales en la sur; el alzado, muy sencillo, muestra
altas ventanas abiertas en el eje de las arcadas para
iluminar todas las naves. El conjunto se completa con
un transepto con cimborrio y una cabecera recta.
FIGURA 2:      En Normandía, la abadía de Nuestra Señora de
JumiÉges Jumièges (1040-1067) [FIGURA 2], que por desgracia
nos ha llegado en estado de ruina, es también un edificio
característico de este periodo: una nave de 25 m de
altura con naves laterales sencillas estaba dividida en
cuatro tramos por pilares con medias columnas
adosadas. Presentaba un alzado de tres plantas con
grandes arcadas, tribunas y ventanales, y estaba cubierta
por una estructura de madera, excepto las naves
laterales y las tribunas, formadas por bóvedas de arista
    entre arcos fajones. Los brazos del transepto  
sobresaliente estaban divididos en dos tramos y
coronados por tribunas [FIGURA 3]. Un cimborrio se
elevaba sobre el crucero [FIGURA 4]. Al oeste, un
macizo con un pórtico y dos tribunas superpuestas se
hallaba flanqueado por dos altas torres de base firme,
rematadas por dos niveles de planta cuadrada con
arquerías y otros dos octogonales. Este remate marca
una etapa esencial en la evolución que va del macizo
carolingio occidental a la fachada armoniosa del
románico.
  Nuestra Señora de JumiÉges
FIGURA 3 FIGURA 4

     
     

     
          Del mismo modo, en la región de Champaña, la  
iglesia de San Esteban de Vignory [FIGURA 5] ,
FIGURA 5: consagrada en 1050, anuncia la cabecera con girola de
Vignory las iglesias románicas. El edificio se compone de nave
central [FIGURA 6] y naves laterales, que cubiertas
con estructura de madera conducen a un coro muy
amplio, también con naves laterales, dividido en dos
tramos por imponentes pilares que debían servir,
seguramente, para sostener un campanario no muy
elevado. La cabecera, construida entre 1051 y 1057,
presenta un deambulatorio arcaico con tres capillas
radiales. Esta concepción arquitectónica [FIGURA 7]
parte de la necesidad de circular en el interior de la
iglesia —alrededor de las reliquias situadas sobre el
altar mayor o ante las reliquias dispuestas en las capillas
radiales— y quedará elaborada en plenitud durante la
época románica. Los elementos de la decoración son,
 
además, primicias de la escultura monumental del
románico. El alzado de la nave presenta, en efecto,
falsas tribunas [FIGURA 8] sobre las grandes arcadas,
con vanos abiertos a las naves laterales y divididos por
pequeñas columnas con capiteles [FIGURA 9] cuya
decoración geométrica anuncia los primeros
procedimientos románicos, los cuales también se
reflejan en la decoración esculpida de las impostas
situadas sobre los pilares, de las que surgen los grandes
arcos. Las columnas del coro, que alternan con pilares
cuadrados, se hallan coronadas por capiteles decorados
con cuadrúpedos enfrentados o adosados, con aspecto
muy propio del románico [FIGURA 10].
  San Esteban de Vignory  
FIGURA FIGUR
  FIGURA 6   FIGURA 7   FIGURA 8      
9 A 10

   
           

           
           En Île-de-France, la iglesia abacial de Saint  
Germain-des-Prés también destaca por su importancia
en la difusión de la escultura románica primigenia y las
formas arquitectónicas de la torre-campanario.
     La arquitectura meridional anterior al siglo X se
inscribe en la continuidad de la Antigüedad tardía. Se
siguieron utilizando las basílicas paleocristianas durante
toda la Alta Edad Media. Puede apreciarse una buena
muestra de las diferentes etapas de esta arquitectura en
el grupo episcopal de Tarrasa (Cataluña): las cabeceras
de Santa María y San Pedro presentan una sillería
pequeña y bien alineada que debe datar del siglo IX,
aunque en ocasiones las han adscrito a la época
visigótica. San Miguel, que se utilizó posteriormente
como baptisterio, es de planta central y presenta el
mismo tipo de aparejo. Este conjunto permite, además,
estudiar el emplazamiento de las construcciones
religiosas episcopales en las poblaciones del sur y
hacernos una idea del aspecto de los otros similares de
Cataluña (en La Seo de Urgel y Vic).
     En el sur de Francia, la arquitectura del siglo X sólo
nos ha dejado, en esencia, edificios menores que
presentan, por lo general, planta rectangular con nave
única o en ocasiones con naves laterales (Arles-sur-
Tech), y una cubierta de armazón. Los ábsides suelen
ser pequeños y estar cubiertos con bóveda de cascarón o
de cañón; en un primer momento, su planta estaba
realzada en el interior y era cuadrada o poligonal en el
exterior; más tarde, realzada por completo, para
terminar en la planta semicircular característica del
ábside románico. Esta evolución apareció, al principio,
en las absidiolas laterales, como en Sant Quirze de
Pedret (en el Pirineo catalán), y se definió después en el
ábside principal, como en Saint Genis-des-Fontaines y
Saint André-de-Sorède. Sin embargo, a lo largo del
siglo X, las formas más comunes de los ábsides eran
rectangulares y trapezoidales. Es posible encontrar un
transepto más alto que la nave, como en San Pedro de
Tarrasa o en Canapost, o, al contrario, más bajos, como
en Saint-Genis-des-Fontaines. La escultura es
básicamente arquitectónica y los capiteles constituyen
aprovechamientos antiguos o derivados del corintio.
       En cualquier caso, la construcción más coherente de
la segunda mitad del siglo X de entre las que se
FIGURA 11: conservan en la actualidad continúa siendo la iglesia
San Miguel de abacial de San Miguel de Cuixá, en el departamento
CuixÁ francés de los Pirineos Orientales. [FIGURA 11]
     El edificio [FIGURA 12] presenta tres naves cortas
—la anchura de la central es el doble que la de las
laterales— divididas en tres tramos por pilares
rectangulares y arcos. El conjunto se abre a un transepto
de escasa elevación cuyo extremo norte no se ha
conservado. La cabecera presenta un ábside central
rectangular, típico de la arquitectura del siglo X, pero
  completado por cuatro ábsides laterales semicirculares
que ya anuncian la llegada del románico. En un
     
principio, dos puertas situadas a ambos lados del ábside
principal se abrían al exterior. La nave central cuenta
con una estructura de madera y está iluminada por
ventanas abocinadas. A estas características de la
arquitectura del siglo X se añaden los muros de aparejo
irregular, embebido en el mortero y reforzado en las
esquinas con grandes sillares. Este edificio se reconoce,
en especial, por los arcos túmidos [FIGURA 13] que
presentan sus arcadas, construidos en su parte inferior
mediante desplomo de sus piezas, para adquirir en la
superior su estructura radial (arcos enjarjados). Este tipo
de arcadas no está vinculado a ninguna escuela islámica,
sino que deriva de una tradición clásica, hispánica y
local.
         San Miguel de Cuixá    
  FIGURA 12   FIGURA 13  

     

     
       Este edificio nos informa sobre la importante
arquitectura prerrománica y hace referencia a
  monumentos desaparecidos, como las antiguas
catedrales de Vic y La Seo de Urgel y la antigua iglesia
de Ripoll. En el Rosellón, esta última fase del
prerrománico catalán se aprecia en las cabeceras con
tres ábsides y los anchos transeptos de las iglesias de
    Saint-Genis-des-Fontaines o Saint-André-de-Soréde.  
Este prerrománico catalán se extendió por las zonas más
cercanas a la región languedociana, como los
departamentos de Hérault y Aude. En definitiva, la
abadía de San Miguel de Cuixá desempeña un papel
fundamental porque permite seguir la evolución de la
arquitectura prerrománica a la del primer arte románico
meridional.

La primera etapa  
del románico
corresponde a
una realidad
arquitectónica
meridional.
Desde el norte
de Italia hasta
Cataluña,
pasando por el
sur de Francia,
se difundió con
rapidez un tipo
de edificio
religioso muy
característico:
sillería más bien
pequeña, con
piedras
obtenidas
simplemente a
golpe de martillo
y dispuestas en
hileras bastantes
regulares para
imitar un aparejo
de ladrillos
[FIGURA 1 y
2]. A menudo,
los edificios
adoptaron una
planta basilical
clásica de una o
varias naves
(Ripoll,
Cardona,
Tournus), pero
también nos han
llegado edificios
de planta central
inspirados en la
Antigüedad
clásica tardía. En
ocasiones se
añade un
transepto,
aunque de
dimensiones
reducidas, tanto
por su altura
como por su
longitud. La
principal
innovación de
este período fue
la utilización de
bóvedas de
piedra en todas
las partes de la
construcción.
Las primeras
naves
abovedadas
presentan una
bóveda de cañón
continua, sin
arcos fajones e
inspirada en los
modelos
romanos. Con el
tiempo, la nave
central adoptó
una bóveda de
cañón de arcos
fajones, y en las
laterales se
recurrió a la
bóveda de arista.
     La iglesia de
San Martín del
Canigó,
consagrada en
1009, constituye
uno de los
primeros
edificios
cubiertos
completamente
por bóvedas.
Cuenta con una
iglesia inferior y
otra superior,
que se
superponen, y
adoptan la
misma planta:
tres naves con
bóvedas de
cañón
prolongadas en
los ábsides. Los
problemas de
equilibrio que
supone esta
superposición de
dos
construcciones
abovedadas
obligaron a
modificar el
proyecto inicial:
los tres tramos
orientales de
ambos niveles
presentan
pequeñas
columnas
monolíticas de
granito; las
columnas de la
plataforma se
incluyen en
macizos de
mampostería y
los arcos están
reforzados. En
los tramos
occidentales de
la iglesia inferior
aparecen
poderosos
pilares
cruciformes y las
tres bóvedas de
cañón quedan
reforzadas por
arcos fajones; en
cambio, se
mantienen las
columnas
monolíticas y las
bóvedas de
cañón continuas
de la iglesia
superior.
     En los inicios
del románico,
estas primeras
experimentacion
es con la técnica
de la bóveda se
limitaron a naves
de pequeñas
dimensiones.
Con la aparición
del arco fajón, el
pilar adoptó
forma de cruz y
se vio reforzado
gracias a los
resaltes y las
columnas
adosadas:
además, servía
de soporte a las
grandes arcadas
de los tramos
que imprimían
ritmo al espacio
interno. En
efecto, los
tramos dieron
lugar a una
arquitectura
articulada que
caracterizaría
toda la Edad
Media. Los
muros
presentaban un
gran espesor y
las escasas
ventanas eran
estrechas. El
ábside quedaba
elevado por la
presencia de la
cripta, la cual
disponía de una
sala columnada,
baja y
abovedada, poco
profunda, con la
misma forma y
dimensiones que
la cabecera del
edificio. Las
criptas de los
primeros
tiempos del
románico
meridional
resultaban muy
apropiadas para
el culto de las
reliquias, que no
cesaba de
aumentar. En
contadas
ocasiones, las
criptas se
extendían bajo la
superficie del
transepto. Así
pues, el ejemplo
de la cripta de la
iglesia de San
Martín del
Canigó, del
mismo tamaño
que la iglesia
superior, resulta
excepcional.
     Otro aspecto
característico de
este estilo lo
constituye la
torre octogonal
que se eleva
sobre el crucero,
encima de una
cúpula
construida sobre
trompas; sin
olvidarnos de los
campanarios que
completan estas
composiciones
arquitectónicas:
situados junto a
la cabecera o la
fachada, suelen
ser de planta
cuadrangular y
presentan
registros
superpuestos.
Este
procedimiento se
encuentra con
frecuencia en
Italia. Por
ejemplo, la
fachada
occidental de la
iglesia de Santa
María de
Pomposa, en
Emilia, presenta
un pórtico y un
campanil de
mediados del
siglo XI, con no
menos de nueve
niveles
delimitados por
una decoración
de lesenas. En
los dos últimos
de ambos
elementos se
abren
sucesivamente
de uno a cuatro
vanos.
[FIGURAS 3-4]
     En estos
edificios de la
primera mitad
del siglo XI,
desprovistos de
decoración
esculpida, los
arquitectos
crearon una
ornamentación
arquitectónica
original que
anima el aparejo
mural. Por
ejemplo, los
muros interiores
presentan
grandes
hornacinas,
empleadas
antaño en los
mausoleos y las
salas termales de
Roma, así como
en las rotondas
de los
baptisterios o los
martyria de la
época cristiana.
Más adelante se
adaptarían
también a las
criptas y a los
ábsides de las
basílicas.
     El exterior de
los edificios del
primer arte
románico se
caracterizó por
una
ornamentación
de arcaturas y
molduras
llamadas
«lombardas».
Este último
motivo se
compone de
molduras
verticales
colocadas bajo
las cornisas de
arquillos
encuadrados por
finas pilastras
llamadas
lesenas. Entre
dos lesenas, el
número de arcos
varía: dos, tres,
cuatro o incluso
más. Esta
decoración se
halla en los
ábsides, muros
laterales de la
nave o paredes
de los
campanarios
para señalar los
diferentes
niveles, y en las
fachadas para
marcar su
estructura.
     Las diferentes
características de
este primer
románico
meridional
alcanzan una
enorme
perfección
técnica y
artística en la
colegiata de San
Vicente de
Cardona
[FIGURAS 5-6-
7], en Cataluña,
consagrada en
1040: una nave
amplia y
elevada, con
bóveda de cañón
y arcos fajones
que descargan en
los almohadones
de macizos
pilares, se
encuentra
dividida en tres
tramos
cuadrados de la
misma
dimensión que el
crucero, que
sirve de módulo.
Sobre el crucero
se alza, por
medio de
trompas, una
cúpula bastante
baja y repleta de
estrechas
aberturas. En el
exterior
constituye un
verdadero centro
en torno al cual
se disponen las
estructuras de la
cabecera y los
brazos del
transepto. El
edificio, sobrio
en extremo,
presenta una
decoración
limitada en el
exterior por
bandas
lombardas y
hornacinas
ciegas que
señalan las
cornisas del
coro; éstas se
hallan a mayor
altura en los
muros de la
cabecera y el
ábside.
     Otra
construcción de
Cataluña, el
monasterio de
San Pedro de
Roda,
consagrado en
1022, se
caracteriza por
su planta
ambiciosa e
innovadora, cuya
peculiaridad es
la presencia de
un
deambulatorio,
todavía muy
arcaico en su
trazado y
desprovisto de
capillas radiales
pero que
aspiraba, al igual
que la cripta
acondicionada
bajo la cabecera,
a facilitar el
culto a las
reliquias, uno de
los aspectos
fundamentales
de la vida
religiosa de la
época. Pese a las
importantes
dimensiones de
la iglesia, que
incluye un
alzado de dos
niveles, el
edificio utiliza la
bóveda en su
totalidad.
[FIGURAS 8-9-
10]
  San Pedro de Roda  
FIGURA 8:
FIGURA 9: FIGURA 10:
  CAMPANARI      
BOVEDA CAPITEL
O

     
       

       
     En Castilla y León, la influencia del primer arte
  románico se muestra más tardía con el monasterio
románico de San Martín de Frómista. Este monumento
de tres naves, prolongadas en tres ábsides escalonados,
FIGURA 11:
se caracteriza por su pequeña sillería y la presencia, en
Frómista
el crucero, de una cúpula sobre trompas rematada por
     
una torre octogonal. Además, la fachada encuadrada por
dos torrecillas cilíndricas manifiesta la influencia
carolingia. La riqueza de la decoración de los capiteles y
modillones anuncia, por otra parte, el comienzo de la
gran escultura monumental del románico. [FIGURA
11]
           Uno de los rasgos que más distinguen la arquitectura  
románica catalana es la perennidad del primer arte
románico meridional. Las iglesias de Santa María y San
Clemente de Tahull [FIGURA 12-13] se consagraron en
1123 y, pese a la fecha, conservan muchos elementos de
las construcciones de la primera mitad del siglo XI, como
la sillería pequeña, la decoración de lesenas y los
enhiestos campanarios. Más tarde, se produciría cierta
evolución en el aparejo mural hacia modelos más
elaborados. Lo más común era que las novedades
procedieran del norte de Italia. La catedral de Santa María
de La Seo de Urgel, comenzada en 1131, presenta, por
ejemplo, una cabecera provista de una alta galería con
arcadas, que algunas fuentes relacionan con un arquitecto
italiano. Esta concepción arquitectónica se encuentra en
numerosos edificios románicos del valle del Po, como la
catedral de Módena, san Miguel de Pavía, Santa María la
Mayor de Bérgamo o, incluso, la iglesia de los Santos
María y Donato de Murano.
    San Clemente de Tahull  
  FIGURA 12   FIGURA 13  

     
     

     
     La abadía de San Filiberto, en Tournus, manifiesta
con sus estructuras arquitectónicas y su decoración
mural la expansión de las influencias meridionales
hasta Borgoña [FIGURA 14]. El edificio se halla
precedido por un imponente nártex [FIGURA 15] que
reproduce el modelo del cuerpo occidental carolingio
con dos niveles, pero recurre a la decoración de bandas
  lombardas y arcaturas características del primer arte
románico del sur. Ese nártex es alargado, con tres
FIGURA 14/15: tramos, abovedado y dividido en tres naves por medio
San Filiberto de pilares cilíndricos aparejados y coronados por
simples impostas. La iglesia cuenta con tres naves
    separadas por dos hileras de pilares similares a las de la  
entrada porticada pero de mayor altura. La bóveda de
cañón transversal de la nave central transmite el empuje
al arco diafragma del muro lateral, a ambos lados de la
nave, y permite la abertura de ventanales. La
iluminación directa deviene así posible al sobrepasar el
muro de la nave central la altura de las naves laterales.
La cabecera, elevada sobre una cripta, se prolonga con
un gran ábside, rodeado por una girola que se abre a
tres capillas rectangulares de fondo recto. De esta
manera se configura la cabecera típica de la época
románica con deambulatorio y capillas radiales.
[FIGURAS 16-17-18-19-20-20-21]
   San Filiberto de Tournus    
FIG. 17: FIG. 20: FIG. 21:
FIG. 16: FIG. 18: FIGURA 19:
    BOVED       DECORAC   CAPIT  
PLANTA ATRIO PILARES
AS ION AL
             
             
       Las construcciones se adaptaban a las nuevas
necesidades litúrgicas. La iglesia prerrománica de San
Miguel de Cuixá también fue ampliada por el abad Oliba,
un poco antes del año 1040. La cabecera se dotó con un
deambulatorio alrededor del ábside principal, terminado
al este por tres absidiolas. Al oeste se superponen dos
iglesias: la inferior, llamada del Nacimiento y dedicada a
la Virgen, presenta planta circular con un ábside
parcialmente sobresaliente y una bóveda anular en torno a
un pilar central rodeada por varios tramos. El cuerpo
   
superior, consagrado a la Trinidad, es también de planta
central y está separado de la nave principal de San Miguel
por un atrio. Dos campanarios se elevan en ambos
extremos del transepto aunque sólo el meridional se ha
conservado hasta nuestros días. Este edificio conserva una
decoración de lesenas muy característica en la cara sur de
la iglesia de la Trinidad y del atrio. Los diferentes
santuarios de esta construcción manifiestan una gran
unidad litúrgica que anuncia la que se adoptaría en la
época románica.
Al mismo tiempo que en  
el sur se desarrollaba ese
primer románico, en las
regiones del norte
apareció una
arquitectura muy
diferente, tanto en la
técnica como en la
decoración y la
concepción del espacio
arquitectónico. El estilo
otoniano se caracterizó,
en efecto, por edificios
particularmente amplios
de tradición
paleocristiana. Esta
monumentalidad del
espacio interior de las
iglesias se explica por la
conservación de la
cubierta con estructura
de madera en la nave
central. A mediados del
siglo XI, sólo las
laterales presentaban
estructura abovedada.
Los primeros edificios
del románico meridional
eran, en cambio, bajos y
estrechos, pues los
arquitectos no debieron
disponer las técnicas
suficientes para
construir bóvedas de
piedra en edificios de
grandes dimensiones.
Estas pruebas iniciales
con las bóvedas
impusieron la división
del espacio interior y la
adaptación de los
soportes que las
sostenían.
     Estas características
del tratamiento dividido
del espacio se hallan
ausentes de los edificios
otonianos, que
conservan una gran
continuidad mural en las
paredes de las naves, así
como soportes que dan
preferencia a la columna
y al pilar cuadrangular.
Sin embargo, en
numerosas ocasiones se
crea un ritmo por la
alternancia de los
soportes. La mayoría de
las veces se trata de una
columna entre dos
pilares cuadrados. Esta
disposición aparece
sobre todo en la zona
del Rin; Sajonia, en
cambio, presenta un
ritmo triple o ternario en
el que se intercalan dos
columnas entre dos
pilares cuadrangulares.
Es un modelo visible en
la iglesia otoniana de
San Ciriaco, en
Gernode, fundada en en
el año 961 [FIGURAS
1-2-3-4]. El edificio
presenta tres naves
abiertas a un transepto
continuo concebido en
la más pura tradición
carolingia. No obstante,
la presencia de tribunas
y los soportes alternados
resulta innovadora. Los
muros laterales de la
nave central muestran,
entre dos pilares
rectangulares, dos arcos
de medio punto
sustentados por una
columna intermedia. En
el nivel superior, a la
altura de las tribunas,
encontramos los mismos
pilares rectangulares —
superpuestos a los de la
planta inferior— entre
los que se insertan una
serie de arcadas
sustentadas por
pequeñas columnas. El
ritmo que se introduce
con tales técnicas rompe
de forma radical con la
tradición de la superficie
alta y desnuda de los
muros utilizados hasta
ese momento.
     El alzado de dos
niveles de los edificios,
con las grandes arcadas
y los ventanales de la
nave central, presenta
elementos salientes que
facilitan la división del
espacio en tramos: las
columnas, adosadas a
los pilares, y los
almohadones reciben, a
través de capiteles
cúbicos, las arcadas que
encuadran los
ventanales. El conjunto
está tratado con gran
vigor. La proyección de
los arcos fajones
transversales y de la
bóveda sobre la nave
llevó a la utilización de
la estructura de tramos
románica.
    San Ciriaco  
  FIGURA 2   FIGURA 3   FIGURA 4  

     
       

       
     Por otra parte, la ornamentación se inspira en el arte
antiguo, transmitido de manera directa o indirecta a
FIG. 5: SAN través del arte carolingio. A diferencia del la decoración
JORGE homogénea del primer románico del sur, la otoniana del
siglo XI es muy variada, prevalece en el exterior e
interior de las construcciones y perduraría a pesar de la
    llegada de las influencias meridionales entre los años  
1025 y 1035 [FIGURA 5]. Éstas afectaron, en primer
lugar, a las obras del curso medio y alto del Rin
(Limburgo, Spira, Ottmarsheim, Santa María y San
Marcos de Reichenau), donde se iniciaron ya varias
innovaciones arquitectónicas que permitieron la
transición del arte otoniano al románico.
  FIG. 6: SAN        La estructura exterior de los edificios también se  
PANTALEON modificó. La arquitectura otoniana había heredado uno
de los modelos arquitectónicos carolingios que
desarrollaba los dos extremos de las iglesias. La
cabecera oriental se adaptó al culto a las reliquias. En la
parte encarada al oeste, la iglesia se amplió de manera
considerable bajo la forma de un cuerpo occidental o
westwerk (formado por un pórtico y varias plantas, a
veces con tribunas), o por medio de un contracoro con
un ábside, más o menos opuesto al coro oriental
[FIGURA 6].
     La ilustración perfecta de esta bipolaridad de los
edificios, en su estado más elaborado, lo constituye la
iglesia de San Miguel de Hildesheim [FIGURAS 7-8],
fundada en 996 por San Bernardo, preceptor de Otón III
y obispo de la ciudad de 993 a 1022. El edificio
presenta dos polos análogos con un transepto y un
cimborrio sobre el crucero. Éste es regular y uno de los
más antiguos ejemplos que se conservan de este tipo de
crucero, que tendría un papel destacado en la
arquitectura románica, al igual que el cimborrio. Este
remate se eleva en el crucero encima de una cúpula
sobre trompas, como muestran la catedral de Spira o la
iglesia abacial de Limburgo, en el Hardt, terminada en
1045. Adquirió planta octogonal como las torres del
transepto de los primeros edificios del primer románico
del sur. De todas formas, la fuerza que de ellas emana
en los edificios meridionales queda aquí compensada
por las torres del coro o las altas torrecillas con
escaleras de caracol.
  San Miguel de Hildesheim  
  FIGURA 7   FIGURA 8  

     
     

     
  INDICE  
  CAPITULO ANTERIOR  
  II. NUEVAS FORMAS  
Prerrománico
Meridional
Septentrional
Románico
  CAPITULO SIGUIENTE  
  GLOSARIO  
 
San Jorge

FIGURA 1: San Ciriaco


El término  
«románico»
apareció a
principios del
siglo XIX en
Normandía, en
el marco de un
gran impulso de
la arqueología
monumental y
de una nueva
lectura del arte
medieval. En
Occidente, el
arte religioso
románico ofreció
desde el siglo XI
unas formas
arquitectónicas
muy elaboradas:
el edificio,
completamente
abovedado y
reforzado por
contrafuertes; la
cabecera, de
numerosos
ábsides, se
convierte en un
elemento
primordial, y la
fachada suele
encontrarse
flanqueada por
torres. Además,
la decoración
esculpida
formaba parte,
en la época
románica, de las
características de
la arquitectura
religiosa.
Toulouse y el
norte de España
fueron dos cunas
de esta nueva
arquitectura. Si
antaño se
pretendía
averiguar a cuál
de las dos había
que atribuir la
paternidad de los
orígenes, en la
actualidad
sabemos que las
relaciones y los
intercambios
ocuparon un
lugar destacado
en la difusión
del arte
románico.
     La
arquitectura
románica de
Francia se puede
resumir en dos
grandes grupos
estilísticos. El
primero se
extendió a
finales del siglo
XI y durante las
primeras
décadas del XII,
y respondía a
exigencias
técnicas y
funcionales. Se
trata de edificios
con planta de
tres o cinco
naves, transepto
sobresaliente
dividido en tres
naves con
absidiolas,
cabecera con
deambulatorio y
capillas radiales,
y una fachada
encuadrada por
torres. Las naves
laterales
cubiertas por
bóvedas de arista
están rematadas
por tribunas de
bóveda de cañón
apuntada. Tanto
estas naves
como las
tribunas
presentan una
iluminación
abundante. Una
bóveda de cañón
cubre la nave
principal, que
sólo recibe
iluminación
indirecta. Este
modelo
arquitectónico
abarca
colegiatas,
abadías y
catedrales, y sus
ejemplos más
destacados se
encuentran en el
Camino de
Santiago de
Compostela: San
Saturnino de
Toulouse, Santa
Fe de Conques,
San Marcial de
Limoges o San
Martín de Tours.
     El segundo
grupo engloba
iglesias con
cúpulas seriadas
que aparecen en
el oeste y sur de
Francia y en las
que se ha
querido ver,
equivocadament
e, una influencia
directa del arte
musulmán y
bizantino. Se
trata de
construcciones
de nave única
muy amplia y,
en ocasiones,
con un transepto
saliente
(Solignac,
Souillac y la
catedral de
Angulema) y un
ábside tan ancho
como la nave,
que no siempre
dispone de
capillas. La nave
central está
cubierta por una
serie de cúpulas
sobre pechinas
sustentadas por
arcos amplios y
un tanto
apuntados que, a
su vez,
descansan sobre
recios pilares.
Los mejores
ejemplos de este
grupo son, en el
oeste, las
catedrales de
Périgueux,
Cahors y
Angulema,
además de una
serie de
monumentos en
las regiones de
Lemosín,
Saintogne,
Périgord y
Guyena, y en
Moissac
(Quercy). Todas
estas
construcciones
se erigieron
durante las dos
primeras
décadas del siglo
XII.
     La catedral
de Angulema
[FIGURAS 1-2-
3], comenzada
en 1110, ilustra a
la perfección
este grupo de
iglesias con la
serie de cúpulas
sobre pechinas.
Presenta, en
efecto, el tipo de
cúpula más
antigua, que
también aparece
en el tramo
occidental de la
primera catedral
de Saint-Front
de Périgueux, en
la nave de
Cahors y en la
de la antigua
abadía de
Souillac. La
investigación de
Pierre Dubourg-
Noves ha
demostrado que,
en los primeros
momentos, los
cuatro arcos que
sustentaban la
cúpula se
apoyaban en
robustos pilares
y que la base de
los muros
laterales incluía
una arcada sobre
pilastras. Por
desgracia, las
obras del siglo
XIX otorgaron a
esta cúpula el
mismo aspecto
que a las otras,
que ya no están
construidas con
mampuesto sino
aparejadas y
montadas sobre
arcos doblados
sostenidos por
pilares con
columnas. Los
muros laterales
presentan una
arquería
decorada con
capiteles
esculpidos. El
transepto, muy
amplio, cuenta
con una cúpula
en el crucero y
sus brazos
disponían
originalmente de
dos campanarios
de importancia
desigual. El
situado en el sur,
más pequeño, no
se ha
conservado; sin
embargo, el del
norte, muy
restaurado en el
siglo XIX,
conserva en la
planta baja unos
capiteles
excelentes. El
conjunto
desemboca en
una cabecera
muya alargada,
en cuyo fondo se
abren cuatro
capillas.
    CATEDRAL DE ANGULEMA  
  FIGURA 1   FIGURA 2   FIGURA 3  

     
       

       
           Otra construcción importante, la catedral románica de
Saint-Front de Périgueux (1120-1173), nos muestra los
procedimientos arquitectónicos originales de las cúpulas.
Dos edificios están unidos entre sí por un eje diferente:
una basílica rematada por un campanario y la iglesia de
planta de cruz griega con cúpulas. Las importantes
reparaciones del siglo XIX afectaron en especial al alzado
y el tratamiento de la mampostería. En un principio, las
cúpulas de dimensiones diferentes se construyeron con
mampuesto, y sólo tres o cinco hileras aparejadas
reforzaban su base. Las cúpulas actuales son semejantes y
aparejadas. Las pechinas, remontadas de manera uniforme
en hilada, presentaban en sus orígenes once hileras en la
base y las otras perpendiculares a la curva de las pechinas.
De todas formas, se han conservado la galería de
circulación con el apoyo de las ventanas y los huecos
cruciformes de los pilares que sostenían las cúpulas.
     Este tipo de cubierta es totalmente diferente del
utilizado en la catedral de Le Puy, que recurre a cúpulas
que utilizan trompas en lugar de pechinas. Este edificio,
que desde el siglo XI ha sido un importante centro de
peregrinación mariana, consta de una nave principal con
naves laterales, dividida en cuatro tramos y cubierta por
una bóveda de cañón. El ancho transepto, también
cubierto con el mismo tipo de bóveda, presenta en sus
extremos dos absidiolas yuxtapuestas, incrustadas en el
espesor del muro y rematadas por profundas tribunas. En
el crucero se eleva un campanario encima de una cúpula
sobre trompas en cascarón. El coro, alargado y terminado
en forma de semicírculo en el interior, adquiere una forma
rectangular en el exterior, y está encuadrado por dos
capillas muy estrechas. Este modelo se mantiene fiel a las
características de la época prerrománica. En el siglo XII,
la bóveda de cañón de la nave central se sustituyó por
cúpulas de ocho casquetes sobre trompas hemisféricas,
sostenidas por una cornisa en cuarto de esfera volada en
su parte central. Al norte y al sur, unos amplios vanos
situados entre las trompas iluminan la nave. Esta
concepción, como ha demostrado Marcel Durliat, no se
emparenta con la arquitectura musulmana, sino con las
cúpulas de San Martín de Ainay, en Lyón (consagrada en
1107). Esta estructura se desarrolló en Auvernia, en los
alrededores de Lyón y en Provenza desde la segunda
mitad del siglo XI hasta finales del XII.
La Edad Media, en especial los siglos XI y XII, se caracterizó por un gran  
movimiento de peregrinaciones que convirtió esta época en una de las más intensas
de la civilización cristiana. La peregrinación es un viaje a un lugar sagrado, de
devoción, en el que los fieles esperan, por lo general, la obtención de una gracia
divina. El peregrino sólo decide la fecha y el destino. La ruta incluye numerosas
etapas en lugares de piedad, verdaderas peregrinaciones parciales. Se trata de un
acto de fe que lleva a cabo el creyente, pues el Camino es peligroso, hasta el punto
de arriesgar la vida. Los lugares de peregrinación crecieron a la vez que el número
de peregrinos. De todas formas, hubo tres destinos que destacaron sobre los demás:
el Santo Sepulcro de Tierra Santa [FIGURA 1], el sepulcro de San Pedro en Roma
y, por último, el del apóstol Santiago en Compostela.
     Santiago el Mayor, uno de los discípulos de Jesucristo, aparece constantemente
en los pasajes más importantes de los Evangelios. Tras su decapitación hacia los
años 41-44 d.C., el emplazamiento de su tumba había caído en el olvido. Sin
embargo, según la tradición relatada en la Concordia de Antealtares (1077), el
lugar fue revelado, de forma milagrosa a principios del siglo IX, a una ermitaño
llamado Pelagio, que se había instalado cerca de la iglesia de San Félix. Cuando el
rey Alfonso II el Casto se enteró del descubrimiento, ordenó construir tres iglesias
sobre tan sacra ubicación.
     En una época de guerras y luchas incesantes, sobre todo entre cristianos y
musulmanes, Alfonso II aportó a su reino un resurgimiento artístico y cultural, de
mayor valor si cabe porque significaba la vuelta a la prosperidad y se unía a
numerosos intercambios con la corte de Carlomagno. El descubrimiento de las
reliquias de Santiago convirtió al santo en un símbolo de protección de la España
cristiana. Se le representaba con la apariencia de un poderoso caballero que
luchaba contra los musulmanes; de ahí su apelativo de «matamoros». De esta
manera, la afluencia de personas, y sobre todo de donativos, permitió que se
construyera una ciudad alrededor del mausoleo.
     Los lugares hacia los que se dirigían los peregrinos se convirtieron en el origen
de una importante producción de guías de peregrinación, que aconsejaban al
viajero y le ayudaban a lo largo del camino. La Guía del peregrino de Santiago de
Compostela, extracto del libro V del Codex Calixtinus, que se remonta a 1139, es
la obra que, sin duda, presenta mayor interés por lo que respecta a los diversos
itinerarios. Describe cuatro principales: la Via Tolosona, la ruta de Le Puy a
Ostabat, la Via Lemovicensis y la Via Turonensis.
  FIGURA 2:        La Tolosana constituía la ruta que solían seguir los  
SAN peregrinos procedentes de Italia u Oriente, así como los
TRÓFIMO que venían de la costa mediterránea. De Arles llegaba a
Puente la Reina pasando por Toulouse. La primera etapa
del peregrino era la catedral de Arles, en la que se
recogía ante los restos de San Trófimo [FIGURA 2]. En
su camino hacia el oeste, llegaba a Saint Gilles-du-Gard
[FIGURA 3] para venerar a San Gil, el santo patrón.
Antes de llegar a Toulouse, encontraba numerosos
lugares sagrados que conservaban reliquias preciosas,
como Saint-Guilhem-le-Désert, con el cuerpo de San
Guillermo, Murat-sur-Vèbre y Castres. En Toulouse, se
acercaba al cuerpo de San Saturnino, obispo y mártir; la
guía precisa además que, en la misma ruta, «hay que
visitar los cuerpos de los bienaventurados mártires
FIGURA 3: Tiberio, Modesto y Florencio [...]. Descansan a la orilla
Saint-Gilles-du- del Hérault, en un sepulcro muy hermoso». El Camino
Gard continuaba por Pibrac, Auch, Morlaas, Lescar, Pau, La
Commande y Oloron-Sainte-Marie, antes de jalonar el
valle de Aspe y atravesar el puerto de Somport. Los
fieles procedentes del este, que pasaban por
Montpellier, a veces preferían atravesar Cataluña en
lugar del Languedoc, desde donde llegaban también a
Puente la Reina.
FIGURA 4: LE      El segundo itinerario propuesto era el de Le Puy a
PUY Ostabat, punto de encuentro de las cuatro rutas, vera el
que solían tomar los peregrinos de Lyón, Vienne,
Valence o de Clermont-Ferrand, Issoire, Sauxillanges y
Brioude. Desde Le Puy [FIGURA 4], lugar de partida,
se atravesaba el macizo del Aubrac, Perse, Bessuejouls
y las gargantas del Dourdour. El peregrino descansaba
en Conques, en cuya basílica se conservan las reliquias
de Santa Fe, virgen y mártir [FIGURA 5]. Continuaba
hacia Figeac, desde donde era opcional dar un rodeo por
Rocamadur, Marcilhac, Cahors y Le Montat, antes de
dirigirse a Moissac, Lectoure, Condom, Eauze, Aire-
sur-Adour, Orthez, Sauveterre-de-Béarn y, por último,
Ostabat.
FIGURA 5:      La Vía Lemocivensis partía de Vézelay [FIGURA 6]
CONQUES y transcurría por Saint-Léonard-de-Noblat. En primer
lugar, el peregrino tenía la obligación de recogerse ante
la reliquia de María Magdalena. Después continuaba su
camino pasando o bien por La Charité-sur-Loire,
Nevers, Noirlac, Neuvy-Saint-Sépulcre y Gargilesse, o
bien por Bourges, Charost, Déols, Châteauroux y
Argenton-sur-Creuse para llegar a Saint Léonard, donde
oraba ante las reliquias del ermitaño San Leonardo.
Desde allí, el caminante se dirigía a Limoges y seguía
luego a La Reóle y Mont-de-Marsan pasando por Saint-
Jean-de-Côle y deteniéndose en Périgueux, donde se
conservan las reliquias de Saint-Front. Desde este punto
se podía dar un rodeo por Trémolat sur la Dordogne
antes de llegar a Ostabat.
     La Vía Turonensis era el cuarto itinerario propuesto.
De París se dirigía a Orleans —donde se hallan «en la
iglesia de la Santa Cruz, el madero de la cruz y el cáliz
de San Euverto, obispo y confesor»—, o a Chartres y
llegaba a Tours, escenario de varios milagros de San
Martín. El peregrino se encaminaba a continuación
hacia Ingrandes y se detenía en Poitiers para venerar las
reliquias de San Hilario. En este punto podía elegir
entre salir para Angulema o para Saintes. Si se decidía
por esta segunda opción, hacía una parada en Saint-
Jean-d'Angély para rezar ante «la cabeza venerable de
San Juan Bautista, traída por religiosos desde Jerusalén
hasta un lugar llamado Angély, en Poitou». El
caminante volvía a parar en Saintes ante el cuerpo de
San Eutropio, obispo y mártir. Continuaba hacia Blaye
«junto al mar, [donde] hay que pedir la protección de
San Román», y se detenía en Burdeos para orar ante el
cuerpo de San Seurín. Después de atravesar Saint-Paul-
les-Dax, se llegaba por fin a Ostabat.
       A partir de aquí, el peregrino tomaba el Camino
Francés: atravesaba el actual País Vasco francés y llegaba
FIGURA 6: a la cruz de Carlomagno, primer lugar de oración en el
VÉzelay Camino de Compostela. Los itinerarios de España para
llegar a Santiago eran relativamente fáciles y el
caminante, una vez en territorio hispánico, no podía dejar
de visitar «el cuerpo del bienaventurado Domingo,
confesor, que construyó la calzada entre Nájera y
Redecilla, donde ahora descansa. Hay que visitar los
restos de los santos Facundo y Primitivo, cuya basílica fue
erigida por Carlomagno [...]; desde allí hay que dirigirse a
 
León para ver el cuerpo del bienaventurado Isidoro,
obispo, confesor y doctor, que instituyó una regla muy
devota para los sabios eclesiásticos, impregnó con su
doctrina a todo el pueblo español y honró a la Santa
Iglesia con sus obras fecundas». El peregrino proseguía su
camino hacia Pamplona y llegaba, luego, a Puente la
Reina. A continuación atravesaba Estella y se dirigía
    hacia La Rioja. La travesía de Castilla y León también se
efectuaba al ritmo de etapas santas.
     El caminante llegaba al final de su aventura al entrar
en Galicia e irse acercando a Santiago de Compostela. El
Camino de Santiago en territorio hispánico constaba de 16
etapas, cada una con sus propios rituales. En Compostela,
el peregrino tenía que cumplir con unos ritos: de entrada,
plantaba una cruz en la cumbre del puerto de Cize, tras
«arrodillarse mirando hacia la patria de Santiago y orar»;
después, se sumergía en agua fría para purificarse y «por
amor al apóstol». Ya podía entrar en la ciudad. Además,
tenía que transportar una piedra caliza desde el monte
Cebrero hasta Castañeda. Estas piedras se transportaban
luego con carros hasta Compostela. Los peregrinos traían
ofrendas que enriquecían el tesoro del santuario. Se
vestían con ropa nueva antes de purificar el alma y
recibían un documento que demostraba su paso por
Santiago de Compostela, señal de la expiación de sus
pecados.
Desde finales del siglo XI y a lo largo del siglo XII, el Camino de Santiago
provocó un anhelo de construir que permitió un importante despliegue
arquitectónico. Monasterios, abadías, basílicas y colegiatas aparecen a lo largo de
la ruta del peregrino y manifiestan un románico de total madurez, magnificado por
la nueva escultura que prolifera en los claustros y las fachadas.
     El gran fervor religioso de este periodo engendró construcciones grandiosas y,
en ocasiones, muy ambiciosas. En la segunda mitad del siglo XII, la catedral de Le
Puy [FIGURAS 1-2-3-4] se amplió en respuesta al culto mariano que no cesaba de
crecer y que se concentraba en aquel lugar. Se añadieron dos tramos adicionales en
el lado oeste de la nave central, elevados sobre un pórtico importante precedido por
una escalera monumental que servía para salvar el desnivel del terreno. Este
modelo arquitectónico se asemeja al de la abadía de San Michele della Chiusa,
cerca de Avigliana, construida en la punta rocosa del Monte Pirchiriano, que
además limita su implantación. A diferencia de Le Puy, el santuario se amplió
hacia el este con el añadido de una cabecera que se apoyaba en una escalera  
monumental. También cabe mencionar, aunque en un período más tardío (a
comienzos de la época gótica), la iglesia del Mont-Saint-Michel.
  Le Puy  
  FIGURA 2   FIGURA 3   FIGURA 4  

       

       
           En esta efervescencia arquitectónica, aparece una  
nueva tipología en los caminos que se dirigen a
Santiago que parece haber influido en gran medida en
SANTA FE las iglesias de San Martín de Tours, San Miguel de
DE Limoges, Santa Fe de Conques [FIGURA 5], San
CONQUES Saturnino de Tolusouse e, incluso, el santuario de
Santiago de Compostela. A finales del siglo XI y
FIGURA 5
principios del XII, muchas abadías, colegiatas y
catedrales adoptaron un mismo modelo de planta, con
tres o cinco naves y transepto, el cual disponía también
de tres naves, cabecera con deambulatorio y capillas
radiales. La fachada con sus altas torres cuadradas
resulta imponente. La cabecera, por su parte, crea una
relación de volúmenes muy matizada a la altura de la
girola y las absidiolas radiales, cuya orientación
contrasta con la de los ábsides añadidos a los brazos del
transepto. La nave principal, mucho más alta que las
laterales, está cubierta por una bóveda de cañón sobre
arcos fajones, mientras que en las laterales, coronadas
por amplias tribunas que se abren a la nave principal
  mediante arcadas, se imponen las bóvedas de arista. La
FIGURA 6 luz entra a raudales no sólo gracias a las aberturas de las
tribunas, sino también de las naves laterales.
     No resulta sencillo encontrar los orígenes de este
estilo de basílica de peregrinación, pero se admite que
Santa Fe de Conques [FIGURA 6] fue su punto de
partida, aunque sea anterior a finales del siglo XI y que
el nuevo modelo no se implante hasta 1120. Por otra
parte, esta zona de Francia de clima riguroso y suelo
  poco fértil debe su salvación a la llegada del cuerpo de
Santa Fe, fuente de gracias divinas y garantía de
FIGURA 7
ingresos materiales. La abadía presenta todas las
características propias de las iglesias de peregrinación,
en especial las altas tribunas [FIGURA 7] que rematan
los laterales de la nave principal, del transepto y del
coro. No obstante, se establecen diferencias por las
dimensiones reducidas de su planta [FIGURA 8]: la
nave principal, muy corta y con dos naves laterales, sólo
dispone de seis tramos, y el transepto, poco
desarrollado, contrasta con los ejemplos evolucionados
de santiago de Compostela y San Saturnino de
Toulouse. Cuenta con naves laterales al este y al oeste,
esta última más estrecha. La nave central, cubierta por
  una bóveda de cañón con amplios arcos fajones, está
contrarrestada por las bóvedas de cuarto de esfera de las
tribunas, las cuales poseen ventanales de medio punto.
Las naves laterales están cubiertas de arista.
     La cúpula del crucero consta de ocho nervios y no se
construyó hasta el siglo XIV, al igual que el campanario
[FIGURA 9]. Los rasgos más originales se hallan, de
todas formas, en la cabecera [FIGURA 10]. Dos
absidiolas unidas y escalonadas se abren en cada uno de
los brazos del transepto: una, muy desarrollada, se
encuentra junto a una especie de hornacina abierta en el
muro derecho. Este esquema recuerda el tipo de
cabecera llamado «benedictina», que se caracteriza por
un ábside axial aislado por absidiolas escalonadas. El
coro incluye, sin embargo, un deambulatorio con tres
capillas radiales, de las cuales la axial es más profunda
que las otras. Este conjunto combina, pues, la planta
benedictina con capillas escalonadas, abiertas al
transepto, y la planta con girola y capillas radiales,
aunque sean cinco capillas la cantidad que suela
prevalecer en las iglesias de peregrinación. Para explicar
esta conjunción hay que pensar en un cambio de los
esquemas constructivos o en la existencia de dos
estadios sucesivos, como en La Carité-sur-Loire, donde
la planta benedictina primitiva se enriqueció con una
amplia girola con capillas radiales. No obstante, esta
última hipótesis se critica por la homogeneidad del
material. El conjunto de la cabecera presenta, en efecto,
sillares de piedra arenisca roja procedente de las
canteras de Nauviale.
    SANTA FE DE CONQUES  
  FIGURA 8   FIGURA 9   FIGURA 10  

     
       

       
     Las iglesias de San Saturnino de Toulouse
FIG. 11: SAN [FIGURAS 11-12-13-14-15] y Santiago de
SATURNINO Compostela, monumentos contemporáneos aunque no
lo parezcan, debieron de tratarse de los primeros
ejemplos de esta arquitectura de las peregrinaciones. La
    consagración de la cabecera de San Saturnino, en 1096,  
demuestra que en ese año ya estaba casi terminada y las
obras de Santiago, empezadas en 1075, se encontraban
en estado avanzado. Esta contemporaneidad transmitía
al peregrino del siglo XII la sensación de no sentirse
extraño entre Toulouse y Compostela.
    San Saturnino de Toulouse  
  FIGURA 12   FIG. 13   FIG. 14   FIG. 15  

     
         

         
  SANTIAGO        La catedral de Santiago de Compostela se erigió en  
DE el mismo emplazamiento de la antigua iglesia de
COMPOSTEL Antealtares, construida por Alfonso II. La planta
A simétrica y regular de la basílica [FIGURA 16] es
idéntica a la de Santa Fe de Conques, como la mayoría
FIGURA 16
de basílicas de peregrinación: con forma de cruz latina,
la nave principal —precedida por un nártex y
flanqueada por naves laterales— conduce a un
transepto, abierto a cuatro capillas, y organiza el coro y
el deambulatorio con cinco capillas radiales. La nave
central está cubierta por una bóveda de cañón con arcos
fajones y contrarrestada por las bóvedas de cuarto de
  cañón de las tribunas [FIGURA 17]. El amplio
transepto está rodeado de naves laterales por tres lados.
FIGURA 17 La cabecera consta de una gran capilla axial, de planta
semicircular en su interior y cuadrada en el exterior. La
novedad estriba en las tribunas altas y profundas, con
grandes ventanas, que se comunican con la nave por
medios de anchos vanos, divididos en dos por dobles
columnas y encuadrados por un arco de descarga. El
edificio recibe, pues, iluminación indirecta, a la que
contribuyen las ventanas de las naves laterales. El
antiguo cimborrio románico se sustituye por un
cimborrio en el crucero. El conjunto se completa con las
dos torres de la fachada y las que se elevan en los
ángulos de la intersección del transepto y la nave.
     Las obras comenzaron hacia el año 1075, en la
cabecera, y concretamente en la capilla axial, llamada
capilla del salvador. Se interrumpieron en 1088 debido a
desavenencias entre el obispo Diego Peláez y el cabildo,
y se reanudaron en 1110 con el obispo Diego Gelmírez.
Cinco años después, se concluyeron la cabecera, la
girola y los brazos del transepto con sus dos absidiolas,
y se consagraron ocho altares de la cabecera. El
claustro, que no se ha conservado, se comenzó en 1124
con el arzobispo Gelmírez, y se volvió a reconstruir en
el siglo XVI en estilo gótico. En 1112 ó 1124, la
basílica estaba terminada. El arzobispo Pedro Muñiz la
consagró en 1211.
           La iglesia de San Saturnino de Toulouse se ajusta en
gran medida a la planta de Santiago, de la que sólo se
distingue por la presencia de naves laterales dobles a la
altura de la nave principal, aparte de un emplazamiento
distinto de las torres de la fachada. Lo mismo sucede con
la iglesia de San Martín de Tours, que por desgracia fue
arrasada en 1798. Con todo, se conserva una torre de la
fachada, llamada torre del Tesoro o torre del Reloj, y la
del brazo norte del transepto llamada popularmente torre
de Carlomagno. Las excavaciones muestran los cimientos
de un deambulatorio con capillas radiales. Por otra parte,
los trabajos del arqueólogo Charles Lelong han definido
una nave central que se alzaba a más de 21 m. de altura,
semejante a la de San Saturnino de Toulouse, que alcanza
21,10 m., y a la de santiago de Compostela, de 22 m. Los
grandes arcos, en cambio, se elevaban hasta una altura de
10,80 m., mientras que los de San Saturnino y Santiago
no llegaban a 9,50 m. La iglesia de San Marcial de
Limoges corrió la misma suerte que San Martín de Tours,
y sólo la conocemos por planos anteriores a su demolición
y por una sección del transepto y otra longitudinal del
conjunto del edificio. Debió diferenciarse del resto de
iglesias de peregrinación por la presencia de un
campanario en el centro de la fachada occidental. La nave
poseía la misma longitud que la de Santiago y contaba
también con dos naves laterales.
     Las importantes proporciones de estos edificios
respondían a las necesidades de la gran multitud que se
congregaba (la basílica de Compostela mide 97 m.); esta
afluencia, unida al culto de las reliquias, llevó a
multiplicar los altares de las capillas de la cabecera y a
establecer circuitos precisos en el interior del edificio: los
fieles recorrían las naves laterales y la girola por las naves
del transepto; como entraban por un lado y salían por el
otro, la circulación era fluida. Esta fórmula también
facilitaba que las diferentes actividades litúrgicas de la
comunidad monástica se desarrollaran con tranquilidad,
pese a la aglomeración de fieles.
Aunque estas páginas tratan de arquitectura, resulta difícil en el arte románico  
establecer la separación entre ésta y la escultura monumental que, sobre todo en el
siglo XII, constituyó la decoración prestigiosa de la mampostería y el arte de
construir. A finales del siglo XI, la escultura románica volvía a descubrir la
Antigüedad, de la que empezó a aprovechar el capitel corintio y la monumentalidad
de la ornamentación. Y fue el Camino de Santiago donde aparecieron los grandes
modelos de la escultura románica, que se difundieron definitivamente durante el
siglo XII con una total diversidad. En Francia, el Languedoc se vio influenciado
por Toulouse. Sin embargo, en la parte española del llamado «Camino Francés», se
aprecia una semejanza clara entre la diversa decoración esculpida románica, como
demuestran las iglesias de San Martín de Frómista [FIGURA 1], Santiago de
Compostela [FIGURA 2], San Isidoro de León [FIGURA 3] o, incluso, las
catedrales de Pamplona y Jaca. Podríamos añadir otros edificios situados ya fuera
del Camino, pero también utilizados por los peregrinos; por ejemplo, Santa maría
de Iguacel y San Juan de la Peña, así como la capilla principal del castillo de
Loarre y la iglesia de San Salvador de Nogal de Las Huertas. Las de Saturnino de
Toulouse y San Pedro de Moissac, emplazadas al otro lado de los Pirineos,
completarían el grupo. La existencia de un esquema monumental común se
observa, en particular, en tres obras importantes de la misma época: las de
Toulouse, León y Compostela. Es probable que los escultores de la colegiata de
León aprovecharan la continuidad de la escultura ornamental de la Alta Edad
Media hispánica, y los de Toulouse, por su parte, conocieran la escultura de la
Antigüedad tardía regional.
     En cualquier caso, los diversos centros creadores muestran una misma
preferencia acentuada por la Antigüedad. Recurren al modelo corintio y utilizan
una decoración de palmetas y florones. Las hojas de acanto aparecen a menudo
combinadas con bolas y piñas. A estas fuentes decorativas de gusto antiguo, los
escultores románicos añadieron otro motivo: la lacería. Esta ornamentación fue
evolucionando hasta convertirse, ya en un románico totalmente elaborado, en un
sistema de entrelazado muy separado de la campana del capitel. En estos elementos
florales, los artistas introdujeron los animales, en su mayoría leones o aves tratados
de modo muy esquemático. En realidad son meros motivos ornamentales que se
adaptan a la estructura de los capiteles y acentúan su función arquitectónica. Esta
deformación también se aplica a la figura humana, que vuelve a incluirse en la
decoración esculpida, aunque los escultores se inspiran en modelos diferentes. En
Moissac y Toulouse se basa en objetos de marfil o en orfebrería. Esta característica
se manifiesta con claridad en los pilares del claustro de San Pedro de Moissac y en
las planchas esculpidas en el taller de Bernardo Gilduino para San Saturnino de
Toulouse. Los personajes se adaptan a la arquitectura por medio de arcadas, bajo
las cuales se tienen en pie, y suelen estar esculpidos en superficies planas. Este
modelo se emplea para los relicarios de marfil, como el de San Isidoro de León. En
la catedral de Jaca y en San Martín de Frómista, en cambio, los artistas se inspiran
en los sarcófagos romanos. Uno de los capiteles de Frómista presenta diversas
caras, las cuales, unas a lado de las otras, forman una composición que aparece en
un sarcófago romano de la época de Adriano, procedente de Husillos, localidad
situada a unos veinte kilómetros de Frómista. Unos personajes blandiendo
serpientes, que adornan algunos capiteles de la catedral de Jaca, se inspiran
asimismo en obras romanas. También a partir de modelos romanos con relieve
destacado o en alto relieve se elabora la decoración esculpida de las iglesias de San
Isidoro de León y Santiago de Compostela.
      En un principio, la primera ornamentación esculpida  
apareció en el interior de los edificios, en el bisel de los
capiteles y sus ábacos, que el escultor del románico no
cesó de enriquecer y diversificar. Los 260 capiteles de
San Saturnino de Toulouse colocados en el arranque de
los arcos de medio punto del interior del edificio
presentan una gran continuidad estilística. Los de las
partes inferiores y el transepto contienen una decoración
espesa que incluye todos los tipos de palmetas; los del
deambulatorio derivan del corintio; la cabecera, a su
vez, presenta capiteles historiados cuyo estilo se
encuentra hasta en las tribunas del coro y, por último, en
las naves laterales exteriores aparecen tan sólo
adornados con hojas. Las fechas de todos estos
elementos esculpidos pueden establecerse teniendo en
cuenta que, por una parte, el escultor Raymond Gayrard
trabajó en esa iglesia desde el último cuarto del siglo XI
hasta su muerte en 1118, y que, por otra, el también
escultor Bernardo Gilduino realizó una mesa de altar
consagrada en 1096, cuyas formas esculpidas
caracterizan un género propio de finales de siglo. En
España aparecieron unas creaciones parecidas a estas
últimas unas décadas antes del final del siglo XI. En San
Saturnino de Toulouse, la gran importancia otorgada al
mobiliario del altar recuerda la abundancia de la
orfebrería y el lujo que aparece alrededor de la basílica
de Compostela. Los capiteles más antiguos están
adornados con una decoración animalística exquisita,
muy inspirada en las estructuras vegetales.
     A la vez que se desarrollaba esta escultura
arquitectónica y mobiliaria, el edificio se enriqueció en
el exterior, sobre todo en la entrada, la fachada, la
portada o el tímpano. El escultor románico disponía ya
de superficies más amplias, aptas para acoger grandes
concepciones iconográficas. Una de las portadas más
antiguas es la puerta de los Condes del transepto de San
Saturnino de Toulouse. Se halla desprovisto de tímpano
y la fachada presenta sólo tres figuras de santos, en
dimensión reducida y bajo arcadas, entre los que se
encuentra San Saturnino. Lo esencial de la decoración
historiada se reserva todavía a los capiteles, situados en
los abocinamientos de dos ajimeces. Un paso adelante
supuso la portada occidental de la catedral de Jaca, en la
que el artista intentó plasmar el simbolismo religioso.
Con todo, los personajes resultan difíciles de identificar
y sólo se conocen gracias a las numerosas inscripciones.
  FIGURA 4:        La gran portada románica apareció en realidad hacia  
PUERTA DE 1100-1115, en la catedral de Santiago de Compostela,
LAS con la puerta de Francia y la puerta de las Platerías
PLATERIAS [FIGURA 4], en San Saturnino de Toulouse, con la
puerta de Miégeville, y en San Isidoro de León con la
portada del Cordero y la del Perdón. A ambos lados de
la arquivolta, suelen aparecer dos santos en alto relieve
o exentos. En San Saturnino de Toulouse se trata de San
Pedro y San Santiago; la iglesia de San Isidoro de León
acoge las reliquias de San Isidoro y San Vicente,
representados en la portada del Cordero. El tema de la
Ascensión queda plasmado en la portada del Perdón de
León y la puerta de Miégeville de Toulouse. Ambas
composiciones se caracterizan por una originalidad
iconográfica poco frecuente: los ángeles se sitúan a
ambos lados de Cristo, al que ayudan físicamente a
  elevarse a los cielos. En León, esta escena se acompaña
con un Descendimiento de la Cruz y una Resurrección,
en la que se recuerda la visita de las santas mujeres al
sepulcro vacío el día de Pascua. En Toulouse, sin
embargo, la representación invade el tímpano y llega
hasta el dintel: los apóstoles con la cabeza inclinada
hacia atrás contemplan cómo Cristo desaparece entre las
nubes. Los diferentes elementos de estas composiciones
esculpidas adoptaron, desde entonces, un lenguaje
comprensible de inmediato.
     Esta evolución encuentra su plasmación completa en
el tímpano de Toulouse: en el centro aparece Cristo con
los pies en tierra y los brazos levantados sostenidos por
los ángeles; su rostro, vuelto al cielo, nos indica que está
a punto de ascender a lo alto. Lo encuadran cuatro
ángeles, con las caras mirando también hacia arriba. El
tema de la Ascensión se representa, pues, con gran
acierto. Además, el escultor recurre al marco
arquitectónico para distinguir el mundo terrenal del
celeste: los apóstoles se colocan, por tanto, en el dintel
mientras que Cristo ocupa el centro del tímpano.
     Entre todas estas composiciones, las más ricas
proceden de la catedral de Santiago, que contaba, como
mínimo, con tres portadas. Dos arcos de medio punto y
de iguales dimensiones configuraban la portada
septentrional, llamada Puerta de Francia y desaparecida
en la actualidad. Según los textos, sabemos que Cristo
aparecía en majestad rodeado por los cuatro
evangelistas. El Paraíso Terrenal y la Caída de Adán y
Eva estaban esculpidos en el tímpano de la derecha, y la
Expulsión del Paraíso y la Anunciación en el de la
izquierda. La portada meridional o puerta de las
Platerías consta asimismo de dos arcos de medio punto.
Se inscribe en un rectángulo rematado por una cornisa
en la que figuran numerosos santos esculpidos, los
cuales cubren el espacio arquitectónico. A la derecha se
representa la Pasión y la Infancia de Cristo y, a la
izquierda, la Tentación en el desierto. Al oeste, la
portada románica mostraba la Transfiguración de Cristo
pero fue reemplazada por el pórtico de la Gloria a
finales del siglo XII, el cual se organiza tomando como
referencia un parteluz con la estatua de Santiago. El
tímpano ilustra el Juicio Final y el Apocalipsis. La
escultura es rica y abundante y ya se vislumbra con
fuerza la influencia del gótico. Estos conjuntos se
caracterizan por una profusión de la decoración
historiada y figurativa, que sobresale de los tímpanos y
cubre parte de la fachada. En las columnas salomónicas
se insertan asimismo representaciones figurativas.
  MISSAC        La escultura también invadió los claustros. La abadía  
de Moissac [FIGURA 5] presenta el más antiguo de los
FIGURA 5
claustros románicos historiado del sur de Francia. Su
fecha de construcción nos ha llegado grabada en el pilar
central de la galería occidental: «El año de la
Encarnación del Príncipe Eterno 1100, se concluyó este
claustro, en la época del señor abad Ansquitil. Amén.»
Las galerías porticadas presentan pequeñas columnas de
mármol, alternando simples y duplicadas, coronadas por
unos capiteles exquisitos esculpidos con motivos
geométricos, vegetales y animales. Los florones
antiguos se combinan con un diseño de tallos y follaje
  para recubrir por completo las dos hileras de hojas de la
campana del capitel. Este entrelazado tan tupido no deja
FIGURA 6 espacios vacíos y, al estar tratado en superficie plana, se
asemeja a un bordado. Esta tendencia se manifiesta aún
más en los capiteles, pues ya no descansan en un
modelo corintio sino en otro cúbico.
     Las escenas historiadas ilustran la Redención, con la
historia de la caída de Adán y Eva y la de Caín y Abel.
Otras menos numerosas representan episodios del
  Antiguo Testamento con Isaac, Sansón, David y Daniel.
DETALLES La infancia de Cristo y su vida pública aparecen con
DE LA frecuencia [FIGURA 6]. La Pasión, en cambio, sólo se
PORTADA Y trata en dos capiteles, con el Levantamiento de los pies
EL y la doble representación de la Cruz. Este conjunto se
PARTELUZ completa con las escenas relativas al ciclo del
Apocalipsis. Por último algunos capiteles recuerdan el
martirio de los santos (San Esteban, San Lorenzo, San
Saturnino, San Fructuoso, etc.) y los milagros de la vida
de San Benito y San Martín.
     Una de las características más originales de este
  claustro radica en los pilares, que están construidos en
ladrillo y revestidos con placas de mármol esculpidas en
bajo relieve. Ocho figuras de los apóstoles bajo las
arcadas, reagrupadas de dos en dos, ocupan los pilares
de los ángulos. El pilar central de la galería este se
encuentra decorado por una efigie conmemorativa de
Durand de Bredons (1048-1072), primer abad
cluniacense de Moissac, el cual restableció la vida
espiritual y material de la abadía. El emplazamiento
elegido para la imagen de este santo varón posee una
gran significación: atestigua la voluntad de los monjes
de instaurar un ideal de vida imitando a los discípulos
de Cristo después de la Ascensión, lo que sugiere, por
otra parte, la importancia que pretendía adquirir esta
orden monástica en el seno de la Iglesia.
     Así pues, los capiteles de Moissac presentan ricas
composiciones, sobre todo muy equilibradas. Las
figuras, de dimensiones reducidas, sobresalen con
donaire de un fondo desnudo, a menudo importante, lo
que les concede una gran legibilidad. Además, están
trabajadas con muchos detalles de una enorme
precisión. Cabe señalar que estos capiteles historiados
del claustro de Moissac no están dispuestos en
secuencias continuas. Los diferentes episodios bíblicos
se encuentran diseminados por las cuatro galerías del
claustro. El escultor suele representar una escena por
cara en los capiteles simples o dobles, en función de si
coronan una o dos columnillas. Algunas escenas, no
obstante, invaden las caras adyacentes, y otras están
unidas por un elemento decorativo o un motivo
figurativo común.
     Cuando terminaron el claustro de Moissac, algunos
de los escultores realizaron una serie de capiteles para el
priorato de La Daurade, que poseía la abadía en
Toulouse. Estos trabajos se interrumpieron y se
reanudaron con un proyecto muy ambicioso —como
mínimo de 12 capiteles— que tenía que relatar la
historia de la Pasión y la Resurrección de Cristo, desde
el Lavamiento de los pies hasta Pentecostés. Por
desgracia, ese claustro quedó destruido durante la
Revolución Francesa, pero los elementos que se han
conservado muestran que el maestro de La Daurade
decidió agrupar en una misma campana del capitel el
desarrollo de las escenas. En un mismo capitel se
aprecia, por ejemplo, el Beso de Judas, el Arresto y el
Juicio de Cristo, la Flagelación ya Cristo con la Cruz a
cuestas. La mayoría de las escenas se suceden bajo
arcadas, en ocasiones desprovistas de columnas, para
poder ampliar el campo de la acción. Otras se
desarrollan sobre un fondo guilloqueado que, al igual
que los arcos, recuerda el labrado de los objetos de
orfebrería o marfil. Durante las primeras décadas del
siglo XII, los claustros historiados aún parecen hallarse
poco extendidos, según se aprecia en los restos que nos
han llegado. En Conques, por ejemplo, el claustro,
ordenado construir por el abad Bégon (1087-1107),
incluye todavía escasos capiteles historiados.
     A caballo entre los dos siglos, diríase que estas
diversas composiciones ilustran la aparición de una
iconografía propia del claustro románico. La
arquitectura y la escultura se combinan de forma
inevitable en su elaboración y, a partir de entonces, en la
de cualquier edificio románico religioso importante. De
este modo, la escultura invadió los capiteles, las
fachadas, los claustros y, en general, el ámbito
arquitectónico de la iglesia, que acogía al creyente y, al
mismo tiempo, le enseñaba lo esencial de la liturgia
católica. Según parece, las rutas de peregrinación
desempeñaron un papel importante en la elaboración de
un modelo iconográfico. En esa época también resurgió
el tímpano, que a través de sus esculturas ofrecía a los
fieles una síntesis de la doctrina cristiana, así como la
visión católica del orden del mundo. La fachada
arquitectónica ya no se consideraba acabada si no
contaba con decoración esculpida. El escultor románico
puso su arte al servicio de la religión y creó sus obras
para gloria de Dios, por lo que se convirtió en un
personaje muy apreciado en la sociedad de su tiempo.
Lo más normal es que nos hayan llegado en obras
religiosas, aunque los escultores también trabajaban
para los señores ricos que deseaban decorar sus
viviendas privadas.
 Fachada oeste de la catedral de Santiago de Compostela: el pórtico de la Gloria, construido
entre 1188 y 1200. Se articula en torno a un parteluz con la estatua de santiago. Los temas del
Juicio Final y del Apocalipsis aparecen representados en el tímpano, en el que Cristo está
rodeado por los evangelistas con sus símbolos. La arquivolta muestra a los ancianos del
Apocalipsis. Sobre el dintel, unos ángeles portan los símbolos de la Pasión. En el parteluz,
Santiago, el patrón de la iglesia, acoge a los visitantes.
http://www.almendron.com/arte/arquitectura/r
omanico/rom_03/rom_033/portico.jpg
  Como demuestran  
numerosos ejemplos
de España y Francia,
las ciudades
medievales se
formaron, en su
mayoría, a partir de un
núcleo antiguo que,
por norma general,
solía respetarse. En el
mundo mediterráneo,
el peso de la estructura
urbana clásica resulta
primordial. En el norte
del continente, sin
embargo, las
excavaciones
realizadas tras las
destrucciones de la
Segunda Guerra
Mundial han aportado
una nueva perspectiva
sobre el
funcionamiento de la
ciudad medieval
septentrional. Sin
olvidar la idea que
tenemos de la vida en
el campo, podemos
afirmar con
rotundidad que en la
época del románico se
vivía en las ciudades.
     Las ciudades
medievales contaban
con un barrio judío,
cuyo nombre variaba
según el lugar y la
época. La densidad de
esta zona urbana no
excluía la presencia de
judíos en otros barrios.
Normalmente estaba
situado en la periferia
del núcleo urbano y
disponía de sus
propias instalaciones
comunitarias, como el
hospital, los talleres,
etc. El barrio judío de
Perpiñán, el Call,
constituye un buen
ejemplo de este
fenómeno de
concentración, aunque
data ya del siglo XIII.
En 1243 se ofreció un
barrio a los judíos de
la localidad, a pesar de
que si lo deseaban
podían seguir viviendo
en otras zonas, hasta
que en 1251, Blanca
de Castilla, regente
durante la minoría de
edad de su hijo Luis
IX y bajo la presión de
las reivindicaciones
populares, les impuso
la orden de residir en
ese barrio. En otros
núcleos como
Carpentras (Francia)
se produjo, al
contrario, un
fenómeno de
dispersión a cambio,
sin duda, de un pago.
El reagrupamiento
voluntario de la
población judía en una
localidad se suele
explicar por la
necesidad de estar
cerca de los edificios
religiosos judíos;
incluso cuando se
trataba de una
concentración
obligatoria, las
razones invocadas
también eran
religiosas. La sinagoga
era el edificio más
importante del barrio.
A pesar de los
múltiples testimonios
escritos sobre las
sinagogas de Francia,
apenas se conservan
algunos vestigios.
     El descubrimiento
en Ruán de una
sinagoga en 1976 ha
permitido un mejor
conocimiento del arte
judío del periodo que
nos ocupa. Esa
construcción muestra
una estructura
semejante a la de los
palacios normandos,
pero su identificación
se ha conseguido
gracias a los grafitos
de los muros y a su
posición. Fechada
hacia el año 1100, esta
sinagoga presenta
planta rectangular
[FIGURA 1], y el
exterior de sus muros
aparece reforzado por
contrafuertes y
flanqueado por
columnas [FIGURA
2]. La luz entraba en
la sala a través de
cuatro ventanas de
doble abocinado,
rasgo poco común en
esta región, y el nivel
superior se iluminaba
de la misma manera.
Su decoración era
magnífica, aunque de
la escultura exterior
sólo se conservan las
bases, las cuales nos
permiten evaluar la
calidad del trabajo
[FIGURA 3]. Por
último, la decoración
de motivos
geométricos y
vegetales se asemeja a
la de otros edificios
normandos
contemporáneos,
como en San Jorge de
Boscherville. No
existe, en cambio,
resto alguno de
ornamentación
interna, lo que
confirma aún más la
identidad del edificio.
       SINAGOGA DE RUÁN    
  FIGURA 1   FIGURA 2   FIGURA 3  
       
       
  GERONA:        Por lo que respecta a los baños públicos conservados  
BAÑOS en territorio cristiano, los baños árabes de Gerona
constituyen uno de los mejores ejemplos que han
FIGURA 4
llegado hasta nuestros días. Se concluyeron en 1194 y
presentan una planta muy parecida a la de las antiguas
termas y, por tanto, a la de algunos baños árabes
occidentales. El frigidarium muestra un alzado con
corredor anular y columnas que sostienen el tambor
central, bajo el cual se halla una piscina con forma de
octógono [FIGURAS 4 y 5].
     La circulación en torno a la ciudad era de suma
importancia. El uso de los transportes rodados iba en
aumento gracias a un mejor aprovechamiento del
caballo, que a partir de entonces se empezó a herrar y
  enganchar con más facilidad. Las puertas de la ciudad,
los muros, la creación y reparación de las vías y la
FIGURA 5
construcción de puentes se cuentan entre las grandes y
prestigiosas obras urbanas de la época. Los puentes
romanos, poco numerosos o en estado deplorable,
fueron sustituidos por otros nuevos con pilares de piedra
[FIGURA 6].
     Un canónigo de Saint-Salvi describió, poco después
de 1402, la construcción del puente de Albi. Como esta
  obra la reclamaban los ciudadanos y los habitantes del
burgo, de los castillos y las aldeas vecinas, así como los
obispados de Nimes, Cahors y Rodez, el puente se
financió con el alodio de Saint-Salvi, situado a orillas
del Tarn, y los peajes del trasbordador. También cabe
mencionar el puente de Châtellerault sobre el río Vienne
(anterior a 1060), el de Mâcon (anterior a 1077), el de
Lyón sobre el Saône (hacia 1077) y el de Grenoble
(1100). A partir de mediados del siglo XII, esta
arquitectura manifestó una fuerza mayor; por ejemplo,
en Ruán (1144-1145), Aviñón /1177-1185) —puente
sufragado únicamente con las limosnas—, e incluso
Narbona, donde, a principios del siglo XIII, un puente
nuevo sustituyó el de la época romana. El aumento de
los portazgos permitió, además, la mejora de la red
viaria. Arquitectos famosos, como el maestro Mateo de
Santiago de Compostela o Petrus Deustamben de León
trabajaron en estas obras.
     Este desarrollo importante de los caminos estuvo
acompañado de la creación de un sistema de parroquias
rurales. Se produjeron múltiples ocasiones de
intercambio entre el campo y la ciudad, a partir de
entonces interdependientes.
  FIG. 6: Puente Valentré  
   

 
Durante los siglos XI y XII, se formaron nuevas ciudades. Fuera de sus límites nacieron nuevos
burgos en torno a los monasterios que poseían, en ocasiones, su propio recinto amurallado,
como el burgo de Saint-Martin-des-Champs en París o el de Saint-Martin en Tours. No
obstante, hay que precisar que la ciudad podía poseer territorios fuera de sus murallas y que
éstas también podían proteger pueblos, por lo que no constituyen un rasgo definitorio de la
ciudad, ni desde un punto de vista territorial ni simbólico. Por su parte, los monasterios
emplazados cerca de las ciudades se unían a éstas por medio de amplias calles sinuosas que
convergían en el monasterio (Charlieu, Saint-Denis) o sencillamente la localidad los absorbía
(Aurillac, Figeac). Además, se formaron burgos monásticos independientes alrededor de
algunos monasterios aislados (Cluny, Saint-Denis, Conques). De todas formas, ciertas abadías
nunca llegaron a crear pobalciones a su alrededor; tal es el caso, por ejemplo, de San Miguel
de Cuixá [FIGURA 1].
     Otras ciudades se crearon a partir de burgos que se desarrollaron en torno a los castillos.
Estos burgos, muy numerosos en Francia, presentaban planos muy variados según la
configuración del terreno donde se asentaban. En ese caso, castillo y ciudad podían situarse
con relación a un río que influía en la estructura urbana, como en Château-Thierry o en
Chinchón. La población podía rodear el castillo (Montluçon, Gourdon) en el llano
(Châteauroux) o en una elevación (Pau). La ciudad de Caen constituye, quizá, un caso aparte,
algo más complejo. En efecto, los dos burgos de Saint-Jean y Saint-Pierre ya existían en el siglo
XI con su propia iglesia parroquial, además del castillo, que constaba asimismo de un núcleo
urbano. Este ejemplo demuestra que no había una solución única en la formación de los
burgos surgidos alrededor de un castillo.
     Aunque se manifiesta un importante desarrollo de las ciudades francesas a lo largo de los
siglos XI y XII, el porcentaje es claramente inferior al de Europa central. En el sur obre todo, el
fenómeno de las jurisdicciones permitió la protección de algunos núcleos con la concesión de
salvaguardias y seguridades. Se delimitaba un terreno más o menos amplio, al que se concedía
una carta por medio de una orden militar o religiosa que autorizaba la fundación de un pueblo.
Estos núcleos suelen presentar dos tipos de planos: si es lineal (Villefranche-sur-Cher,
Sauveterrede-Béarn), se desarrolla sobre un eje (calle o camino) y la iglesia se halla en uno de
los extremos; si es radial, se organiza alrededor de la iglesia (Couvertoirade, Beaumont-en-
Argonne). Este desarrollo de las ciudades se prolongó más allá del siglo XII con los pueblos
fortificados. Ya en 1144, la fundación de Montauban anunciaba este nuevo tipo de estructura
cuadriculada limitada por dos ejes, en cuya intersección se situaba la plaza mayor.
ITALIA
     En Italia se puede hablar de continuidad urbana a partir del siglo XI, y las grandes ciudades
se encuentran en su mayor parte en el norte. Algunas murallas no se construyeron hasta el
siglo XIII, forzadas por la inestabilidad militar pero también para simbolizar el poder de las
ciudades y sus prerrogativas. De todas formas, la mayoría de las ciudades conservaron los
recintos de la Antigüedad tardía. Caserta Vecchia en Campania y San Gimignano en Toscana
[FIGURA 1] constituyen ejemplos de ciudades medievales de importancia intermedia.
     La ciudad medieval conservó, en general, la planta rectangular o cuadrada del último
período de la Edad Antigua, aunque en ocasiones se inscribía en una planta concéntrica. Al
igual que en Tréveris, la catedral, el conjunto episcopal y los monasterios constituían núcleos
autónomos dentro de la población. En el siglo XIII, la ciudad adoptó forma circular, con una
estructura central en forma de octógono. Se conservó la idea del foro clásico, por lo que en la
ciudad encontramos una plaza central con edificios religiosos y administrativos a su alrededor.
Los habitantes de los grandes núcleos preferían organizarse en barrios según su oficio o etnia.
     En Italia, Venecia constituye la única creación medieval importante [FIGURA 2], pues todas
las otras ciudades ya existían en la Antigüedad. Las de tamaño medio presentan, en cambio,
todas las posibilidades urbanas y suelen datar del siglo XIII. Unas se desarrollaron en las
colinas, otras en las llanuras; entre estas últimas, algunas crecieron radialmente como Aversa,
cerca de Nápoles. Otras seguían un esquema lineal (Castel San Pietro, en Emilia) o presentaban
dos ejes que se entrecruzaban (Massa Lombarda).
     En Roma, la densidad y la nueva importancia que tomaba la ciudad se superponían a la
tradición y a los monumentos antiguos. El peso del papado y las órdenes monásticas, así como
el prestigio ligado a su reputación de caput mundi, llevaron a su transformación, pero también
a conservaciones no desprovistas de interés. El siglo XII fue un período de renacimiento en el
que Roma ocupó un papel mítico para el occidente de la cristiandad, en una época de
construcciones y desarrollo urbano. Se erigieron nuevos barrios e iglesias entre San Pedro de
Roma y el castillo de Sant'Angelo. El Capitolio volvió a ser un lugar habitado desde el que se
dominaba el Foro. Por último, la estructura de la ciudad quedó prácticamente intacta y, con
ella, el recinto romano que la rodeaba.
     Conocemos el plano de Roma del primer cuarto de siglo XIII a través de dos versiones. La
ciudad, orientada hacia el este, se hallaba rodeada por una muralla elíptica jalonada por
torres. En el interior se encontraba el Tíber, la isla, las siete colinas en la orilla izquierda y el
Janículo a la derecha. Los monumentos y las calles aparecen marcados con claridad, entre los
que destacan el castillo de Sant'Aneglo, el Panteón y el Coliseo. Una calle recta flanqueada de
arcadas unía San Juan de Letrán con el Coliseo. Las casa solían contar con pórticos abiertos a la
calle, con arquitrabes y capiteles que se estilaban mucho en el siglo XII. Por último, cabe
destacar la importancia del aprovechamiento de material antiguo en la plástica urbana, como
ilustra a la perfección la casa llamada «Casa di Crescenzio», de principios del siglo XII,
emplazada entre el Capitolio y el Tíber.         INGLATERRA
     El urbanismo se desarrolló en Inglaterra a partir de 1066, con numerosas anexiones al
abrigo de monasterios y castillos. Las ciudades también adoptaron mayoritariamente un plano
lineal o radial, pero este último tipo (como en Sarum) se halla, en proporción, menos
extendido que el primero. En Oxford, la plaza del mercado está unida a la calle, por lo que tuvo
que alargarse. Las ciudades monásticas de Peterborough y Bury Saint Edmuns (Suffolk) ilustran
la yuxtaposición del monasterio y la ciudad. La localidad feudal de Ludlow presenta un trazado
longitudinal en cuyos extremos se sitúan, en un lado, el castillo y en el otro, la iglesia, unidos
por una calle que se alargó para incluir el mercado. Bristol y Durham se instalaron en el
meandro de un río. En las pequeñas ciudades inglesas construidas en una encrucijada de
caminos, el mercado ostentaba un lugar destacado. El trazado radial permitía la edificación de
fachadas en los caminos que conducían a él, así como a la plaza del mercado, lo que explica en
gran medida el éxito de este tipo de trazado.

San Gimignano. Esta ciudad de Toscana se caracteriza por la longitud de sus calles principales,
que la dividen en dos separando los barrios artesanos de las zonas de comercio, pero, sobre
todo, por sus casa-torre. Constituyen un buen ejemplo de la ciudad mediana de la época
medieval.
Vista aérea de Venecia. Esta ciudad fue creciendo y extendiéndose de forma progresiva por las
islas, así que su urbanismo ha quedado limitado por la topografía natural del terreno. La
arteria principal era la Merceria, que unía la plaza de San Marcos con el puente de Rialto. Se
construyeron monumentos públicos, como el palacio Ducal, el Arsenal para los fines marítimos
de la ciudad y los almacenes Fondaco dei Turchi para las actividades comerciales. Venecia es la
única gran ciudad medieval, pues el resto presenta orígenes romanos.

l palacio abacial de Pomposa, llamado Palazzo della Ragione, resulta muy


representativo de la arquitectura civil prestigiosa, debido sobre todo a su fachada con
dos niveles de arcadas superpuestas, en los que los huecos y la sensación de
profundidad parecen predominar sobre el muro. Se trata del palacio en el que el abad
impartía justicia [FIGURA 1].
     En el aspecto arquitectónico, el Palacio de Pomposa no tiene relación con lo que
sería poco después el modelo de sede municipal italiana; en cambio, puede compararse
con los palacios y viviendas Venecia. El uso del ladrillo en los muros y del mármol en
columnas y capiteles es una de las características de la laguna veneciana. La sobriedad
generalizada de la fachada del atrio, con su gran abertura central en el nivel inferior,
flanqueada por galerías laterales más bajas, y la logia porticada continua del primer piso
permiten aventurar que se construyó en el siglo XII. El aspecto actual del edificio es el
resultado de la restauración que le ha devuelto su línea original y que no ha tenido en
cuenta las modificaciones que, a partir de 1396, emprendió el abad Bonaccorso.
     En la arquitectura medieval románica, el aspecto exterior de los palacios aparece
especialmente cuidado, incluso cuando no contiene decoración esculpida o
enriquecimiento arquitectónico particular. Más allá de la articulación formal, hay
siempre una intención tras la forma que determina la voluntad monumental y la
presencia pública del edificio [FIGURA 2]. El palacio imperial o señorial urbano se
caracteriza por la voluntad de aparentar y se identifica por la aparición de una galería
abierta en la fachada. Los palacios ilustrados en el tapiz de Bayeux constan de una
planta baja y un piso superior, representado por una hilera de arcadas. El palacio de la
Wartburg (1157-1165), algo más tardío, manifiesta un aspecto contundente, sobre todo
en los niveles inferiores. En el interior, la gran sala que distingue los palacios puede
dividirse en dos naves por una fila de columnas que, a veces, alternan con pilares. En
Alemania, la fachada del palacio de la Wartburg o las de Bad Wimpfen o Münzenberg
plasman en el exterior los ritmos interiores. El palacio principesco de Goslar ,
construido en la época de los Salier y los Staufen, constituye un ejemplo de palacio
fortificado imperial dentro de la tradición carolingia, al que Enrique II (1015-1019)
añadió un anexo [FIGURAS 3 y 4]. La mayor parte de las obras se llevaron a cabo
durante el reinado de Enrique III, a mediados del siglo XI, entre las que destaca la
vivienda señorial y la colegiata. La primera fue transformada por Federico I, Barbarroja,
con la construcción de la capilla de San Ulrich [FIGURAS 5 y 6] y de un corredor.
     La edificación de las viviendas privadas de la ciudad se desarrolló con el
enriquecimiento de la burguesía urbana. Estos edificios, que alcanzaban alturas
considerables, con sótanos o bodegas, concentraron todo el esfuerzo ornamental en la
decoración de la fachada exterior. Con esa voluntad de aparentar ya comentada, se creó
una rivalidad entre burgueses, señores y eclesiásticos por ver quién poseía la fachada
exterior más cuidada. La de las viviendas privadas imitaba a la de los palacios: una gran
portada situada en la planta baja, ajimeces con arcos apuntados o de medio punto, a
menudo protegidos por un arco de descarga en la planta noble, y, por supuesto, una rica
decoración de capiteles, basamentos, tímpanos y relieves. En cambio, la organización
interior de estas viviendas se caracterizaba, en general, por su funcionalidad. El sótano
solía presentar planta rectangular, en ocasiones con pilares intermedios, y la planta baja
estaba abierta y podía servir de almacén o tienda; por último, el primer piso —y el
segundo cuando lo había— se reservaba para la vida privada y social. Las paredes se
hallaban decoradas con pinturas murales o tapices. Estas construcciones se realizaban en
piedra.
     Se conservan pocos ejemplos de esta arquitectura civil de la época románica. La casa
urbana de Saint-Antonin, en el departamento francés de Tarn-et-Garonne, resulta
excepcional, con su alzado de tres pisos. La ordenaron edificar en el siglo XII los
Granolhet, familia de ricos burgueses, con esa preocupación por aparentar [FIGURA
7], lo que les condujo a construir esta vivienda fastuosa en la plaza del Ayuntamiento,
hacia el oeste. En 1175, el conde de Toulouse Raimundo V se detuvo aquí y, en el siglo
XV este edificio privado se convirtió en la sede del Consulado de la ciudad. La vivienda
incluye un cuerpo, unido a una torre, con una serie de tres arcos apuntados sobre los que
se abre un ventanal armonizado por tres grupos de tres pequeñas columnas, separadas
por pilares con esculturas de gran calidad (Adán y Eva, el Juicio de Salomón). Otro
ventanal ilumina la gran sala de recepción. En el último piso aparecen tres ajimeces de
medio punto, tras los cuales se encuentran las estancias en las que se habitaba. En un
principio, la fachada estaba adornada con incrustaciones de cerámica que, en la
actualidad, han desaparecido. La torre, por su parte, constituía todo un símbolo de poder
utilizado a menudo por los nobles y los burgueses, como en Toulouse. La casa románica
de Cluny, la de Dol (Bretaña) y el pabellón de Adelaida en Burlats son otras
ilustraciones de esta arquitectura civil románica. Los palacios abaciales o episcopales
[FIGURA 8 y 9] presentan una disposición semejante a la de las viviendas señoriales
con varias plantas.    
CASA
PALACIO EPICOPIAL DE
  CAPILLA DE SAN ULRICH GRANOLH  
AUXERRE
ET
  FIGURA FIGURA 6 FIGURA 7 FIGURA 8 FIGURA 9  
5

   

   
   
FIGURA 10: BRAGANZA

       La Inglaterra de los siglos XI y XII contaba con una arquitectura civil muy
parecida. En Hampshire, la casa románica de Cristchurch es una vivienda de dos pisos
que forma parte del castillo y se halla cubierta por una estructura de madera. La planta
baja, destruida y restaurada, quizás se reservaba al servicio. Una escalera interior
conducía a la planta noble, iluminada por ventanales. A partir de mediados del siglo
XII, las grandes residencias judías empezaron a parecerse a las del continente. Cabe
mencionar, por ejemplo, el Moyses Hall en Bury Saint Edmunds y la Jew´s House y la
Aaro´s House en Licoln. Estas casas manifiestan la riqueza de la poderosa buguesía
judía, que se construyó suntuosas viviendas, como la del notable Richard de Leicester
en Southampton, de principios del siglo XIII.
     Los ejemplos de arquitectura civil urbana que se conservan resultan escasos para
realizar un estudio por regiones. Entre los edificios públicos, la fachada de la casa de la
Paeria, en Lérida, muy restaurada, anuncia las grandes fachadas góticas de los edificios
administrativos de la ciudad. La Domus Municipalis de Braganza, que se remonta a
finales del siglo XII o los albores del XIII, se halla emplazada sobre una gran cisterna
abovedada. Las reuniones del Senado se celebraban en una amplia sala iluminada por
ventanas de medio punto [FIGURA 10].

FIGURA 1:
Palazzo della Ragione
 

FIGURA 2: ESTELLA

FIGURA 3: GOSLAR

 
En la época románica, el castillo cumplía una importante función social: contribuyó
junto con las iglesias parroquiales y los monasterios a la transformación del paisaje rural
y a la reagrupación de núcleos de población. Su primera función, no obstante, era la
defensiva, sin olvidar que era la residencia del señor feudal. Su estructura tenía que
responder, pues, a unas pautas de vivienda y de recepción. Por último, el castillo podía
contar con otras funciones si se trataba de un centro administrativo o si dominaba una
explotación agrícola. La vida se organizaba desde el castillo. Su construcción, ordenada
a menudo por el señor, fue desde el siglo XII el objeto de la codicia de las autoridades,
de luchas e insubordinaciones. Por eso los señores tuvieron que recurrir a la fuerza para
conseguir que prevalecieran sus derechos en materia de fortificaciones. Los castillos de
multiplicaron y se convirtieron en el símbolo del poderío señorial.
     La riqueza de los castellanos procedía normalmente de las explotaciones agrícolas.
Con la reorganización de la administración local, adquirieron verdadero poder. Un
grupo de caballeros, vinculados al castillo, siempre se hallaba en los alrededores y
participaba en las expediciones militares. Estos diversos elementos afianzaban la
estructura feudal.
     El emplazamiento del castillo se elegía por su papel estratégico, pues desde él se
tenían que defender las tierras del señor feudal, a la vez que se manifestaba su poder.
Algunos recintos fortificados se abandonaban en ocasiones en beneficio de otros más
adecuados, por motivos de la estructura social regional y de los cambios violentos que
experimentaba. Cabe añadir que, a veces, se producía la reagrupación de varios
castillos.    
ALMOUROL

 
CHÂTEAU-GAILLARD

       Estas construcciones contribuyeron a la transformación del paisaje rural atrayendo


enseguida a su alrededor a grupos de población; además, con frecuencia fueron el origen
de la creación de burgos o aldeas. De todas formas, no resulta sencillo establecer en
cada caso si fue el castillo el que dio lugar al pueblo o al revés. El castillo solía sustituir
a una curtis estableciéndose en el centro de una explotación. En ocasiones, el castillo
intentaba instalarse cerca de un monasterio. Su establecimiento no tenía por qué ocupar
a la fuerza el lugar de un antiguo núcleo de población. Cuando se decidía su
construcción en un lugar poco poblado y bastante aislado, se requerían penosos trabajos
de desbroce y de organización de la ocupación del suelo.
     Su distribución, forma y estructura varían según las regiones. El emplazamiento para
la vivienda revestía especial importancia en las zonas fronterizas. Estos territorios no
poseían límites lineales sino que estaban definidos por la ubicación de plazas fuertes,
desde las cuales los señores podían atacar y asegurar la protección de los habitantes. El
castillo fronterizo constituía el mayor símbolo del poder de un soberano frente a
enemigos y vecinos. Otros castillos velaban por la vigilancia de los caminos y se
enriquecían gracias a los portazgos, exigidos como derecho de paso a través de las
tierras del señor.
     En el terreno táctico, el castillo tenía que disponer de todos los elementos necesarios
para la defensa del lugar. El adversario podía atacar escalando, arrojando artillería o con
atalayas móviles. También podía excavar una mina subterránea o abrir una brecha en la
muralla. La táctica del sitio se utilizaba con mucha frecuencia, por lo que la plaza fuerte
debía estar preparada para afrontar un largo periodo de aislamiento. El profundo foso
que rodeaba al castillo era la solución más eficaz contra la escalada. El donjón central se
hallaba rodeado de varios muros que permitían una resistencia aún más efectiva. Los
baluartes protegían las cortinas, y las torres de los ángulos facilitaban la defensa radial.
Además, las puertas eran escasas y se encontraban muy protegidas. La muralla solía
construirse con sillería de tamaño medio, en él se abrían numerosas troneras, y estaba
rematado por un parapeto almenado, en ocasiones con matacanes. Los muros estaban
reforzados en la base, sobre todo los de las torres y el donjón, por medio de taludes.
     Gautier de Thérouanne nos dejó una descripción de los años 1100-1130 del castillo
de Merckem, en Flandes: «Junto al cementerio de la iglesia se elevaba una torre alta,
que podríamos llamar castillo o fortaleza, construida ya hace años por unos señores
según el uso de la región; pues en esta comarca es costumbre de los más pudientes y
nobles acumular una mota, lo más elevada posible, excavar un foso alrededor, mejor
cuanto mayor fuere la anchura y la profundidad, y rodear por completo la cumbre de la
mota con una empalizada de planchas unidas, de una gran solidez, que forma una
muralla flanqueada, en la medida de lo posible, por cierto número de torres. Dentro del
muro construyen, en el centro, una vivienda o, mejor dicho, una fortaleza que tiene que
controlar todo el perímetro; y se dispone de tal manera que la puerta de entrada al
castillo sólo resulte accesible a través de un puente que surge de la contraescarpa del
foso y asciende en suave pendiente, sostenido en los intervalos deseados por maderos
emparejados o, en ocasiones, en grupos de tres; su inclinación está calculada de tal
modo que, una vez se atraviesa el foso, llega a la cresta de la empalizada y toca su borde
en el punto que corresponde justamente al umbral de la puerta.» Esta descripción tan
instructiva proporciona una definición del castillo románico de mota, en el que destaca
el donjón.
     En los albores del siglo XI, apareció el castillo de mota en Europa occidental, entre
el Loira y el Rin. Los más antiguos de Inglaterra fueron construidos por los emigrantes
normandos y datan de mediados de ese mismo siglo. Este tipo de fortificaciones no
aparecen en la península Ibérica. La forma más extendida fue la colina troncocónica; en
el siglo siguiente, la forma de cuadrilátero con esquinas redondeadas se fue convirtiendo
en la más corriente. Para llegar a la mota, desde el interior o el exterior del recinto, se
utilizaba una pasarela sostenida por grandes maderos, que unía el exterior del foso con
la cumbre de la mota. En ocasiones, se reunían dos o tres motas por razones defensivas
o en función de la situación familiar de los señores.    
DONJON CUBICO

DONJON RESIDENCIAL

       Se puede establecer una evolución continua desde la mota primitiva del siglo X
hasta la casa fortificada de mediados de siglo XIII. Las primeras se situaban en los altos
y son anteriores a las que se construyeron en el llano, que no aparecieron hasta
principios del siglo XIII. Las motas situadas en esos cerros son circulares y esbeltas, con
una pequeña superficie en la cubierta y fosos sin agua muy profundos. Las motas de
espolón se adaptaban a las condiciones naturales mientras que los otros tipos, en general
de forma ovalada, se construían en pendiente. Un tercer tipo de mota se alzaba en el
borde de una meseta y dominaba toda la ladera que descendía hasta el valle o vigilaba el
camino. La mayoría de las motas de los llanos presentaban forma rectangular o circular.
La planta se adaptaba al relieve natural, y la muralla menos elevada y el foso menos
profundo seguían su forma.
     Las excavaciones de la mota de la capilla, en Doué-la-Fontaine, permiten reconstituir
el esquema de la evolución de un emplazamiento medieval fortificado. El aula
residencial del primer tercio del siglo X se reconstruyó en piedra tras un incendio
acontecido poco antes de la mitad de dicho siglo. Asistimos entonces al nacimiento del
donjón monumental: los muros de la sala rectangular (convertida en bodega) están
realzados, las puertas se sitúan a 5 m de altura y las viguetas sobre las que descansa el
suelo del piso (iluminado por ventanas) están sostenidas por maderos. Otras viviendas
señoriales (Langeais) adoptarían este tipo de planta hacia mediados del siglo X. Por
último, durante la primera mitad del siglo XI, las dos plantas inferiores del donjón de
Doué se vieron rodeadas por una importante capa de tierra y se realzaron las partes
elevadas: el donjón quedaba «enmotado».
     En el siglo X, el donjón de piedra románico evolucionó paralelamente al de madera
en la región del curso medio del Loira y en Anjou, pero no adoptó su forma definitiva
hasta el siglo XI, como muestran los ejemplos de Langeais, Vendóme y Montbazon.
Hasta finales del siglo XII, el donjón cuadrangular fue la fortificación más utilizada
(Gisors, Houdan), o bien aislado o bien integrado en una fortaleza. En el castillo,
diferentes obras se disponían a su alrededor. El recinto era triple: el primero rodeaba el
corral, las granjas y las dependencias; el segundo, la capilla, las tiendas y el alojamiento
de la guarnición; el último, protegía la vivienda del donjón.    
DONJON REFORZADO

LA TORRE-VIVIENDA

       Los grandes donjones cúbicos normandos se asemejan a los ingleses. Los de Caen,
Arques y Falaise se remontan a los años 1115-1130, durante el reinado de Luis VI el
Gordo (1108-1137). La difusión de torres cilíndricas o prismáticas como remates de los
cuerpos de los edificios (París, Provins) también aparece en el sudoeste de Francia, en
los castillos de Foix, Dax y Pau. Fue sobre todo a partir del siglo XIII que la
construcción militar avanzó en el Langúedoc y la región del Aude, como muestran
Peyrepertuse, Aguilar y Quéribus.
     El donjón con contrafuertes se extendió por Inglaterra y el oeste de Francia. Las
aberturas se practicaban a una altura considerable y la puerta, que se situaba en el
primer o segundo piso, estaba a 5 m del suelo como mínimo. Las diferentes plantas
contenían una única sala. Las inferiores eran abovedadas y no disponían de aberturas: se
accedía por una trampilla dispuesta en la bóveda. El primer piso era la planta noble,
mientras que el segundo se destinaba a vivienda normal (Loches). Con el tiempo, se
prefirió el donjón circular o poligonal, que facilitaba el tiro y la defensa.
     El cronista Lamberto d'Ardres ofrece una descripción de la fortificación que Arnul,
señor de Ardres (en el departamento francés de Pas-de-Calais) erigió hacia 1099. La
mota estaba coronada por un «cuerpo de madera, de estructura magnífica, cuya belleza
excedía a todos los castillos de Flandes de la época. Por su empresa, podríamos
comparar al constructor, un carpintero de Bourbourg llamado Lodewick, con Dédalo, ya
que la obra era un verdadero laberinto en el que se acumulaban cavas, habitaciones,
pasillos, graneros que daban paso a las bodegas, y una capilla situada en la cúspide, del
lado de levante. La construcción constaba de tres plantas, con suelos diáfanos separados
por inmensos intervalos. La primera se encontraba a ras de suelo y en ella se hallaban
los cuartuchos destinados a las diversas cosechas y a todos los utensilios del castillo,
como canastos, toneles, cubas y otros similares. En la segunda, reservada para vivienda
y reuniones de toda la familia, se encontraban los cuartillos de paneteros y coperos, así
como la gran cámara en la que dormían el señor y su esposa. Junto a esa estancia estaba
el escusado de las señoritas y la habitación o dormitorio común de los hijos. A través de
la gran cámara se accedía, por una puerta falsa, a otro escusado, donde se encendía un
fuego por la mañana y por la noche, cuando había enfermos, para su curación, e incluso
para que no se enfriaran los niños durante la época de lactancia. A esta planta se unía
exteriormente la cocina, que disponía de dos pisos. En la parte inferior se criaban por
separado cerdos, ocas, capones y aves de corral, siempre en cantidad suficiente para el
consumo. En la superior vivían los cocineros y ayudantes de cocina, y se preparaba la
delicada comida de los señores y la del servicio. La última planta del castillo estaba
dividida, por desvanes de varias alturas, en habitaciones con diferentes accesos. Allí
dormían las hijas y los hijos del señor; las primeras, permanentemente, los segundos
cuando les parecía. También era el lugar de descanso, por turnos, de los vigías y
guerreros encargados de la custodia del castillo. Un buen número de escaleras y pasillos
comunicaban los pisos y las estancias entre sí, el cuerpo del edificio con la cocina o la
logia (lugar así llamado con mucho acierto porque, al estar destinado al placer de la
conversación, deriva su nombre de logos, «4discurso»), o, también, la logia con el
oratorio o capilla, cuya decoración de pintura y escultura era comparable con el
tabernáculo de Salomón». Esta descripción tan precisa de la organización interna podía
aplicarse a cualquier tipo de donjón.
CARCASONA

  

FIGURA 1

FIGURA 2

FIGURA 3

FIGURA 4

  

 
FIG. 1: WHITE TOWER

FIG. 2: WHITE TOWER


En España, la construcción militar estuvo vinculada durante el románico a la
Reconquista y la repoblación. Desde finales del siglo X hasta finales del XI —e incluso
principios del XII— se produjo en Aragón y Cataluña una colonización agrícola y
militar. En una primera fase de la conquista aparecieron construcciones defensivas en
las tierras ocupadas, erigidas para albergar núcleos que potenciaran la agricultura. Este
aspecto defensivo se haría más presente a finales del siglo X y principios del XI, tras las
expediciones del visir Almanzor.
     El modelo más común presentaba una torre que en algunos casos se hallaba adosada
a una capilla y a las murallas. Cataluña se distinguió del resto de Europa por su
predilección por la torre redonda, aunque se mantuvo la planta cuadrada. En la torre y la
capilla se utilizaba mortero y en las dependencias, piedra en seco. El donjón residencial
se extendió desde finales del siglo XI en los edificios del rey de Aragón y en los del
vizconde Arnau Mir de Tost en Llordá.
     En Aragón se erigió una serie de castillos a lo largo de la zona fronteriza. Constaban,
en su mayor parte, de una sola torre rectangular, pentagonal o hexagonal, rodeada por
un somero muro. Estas estructuras albergaban diversos edificios, pequeñas capillas,
depósitos y pozos. El más famoso de estos castillos continúa siendo el de Loarre
[FIGURAS 1 y 2], conocido por su iglesia y emplazado a más de 1.000 m de altitud.
Una parte importante de esta construcción es contemporánea del primer arte románico
meridional. El conjunto de los diversos edificios se halla rodeado por una muralla ante
la cual se eleva el imponente donjón rectangular de más de 22 m de altura, formado por
seis plantas, con la puerta situada en la quinta. Es probable que se edificara durante la
construcción de la iglesia, a finales del siglo XII, tras la fundación de un monasterio
fortificado en 1072. Este último constituye, junto con el pueblo que lo rodea, un buen
ejemplo de la arquitectura militar románica.
     Las fortalezas de Castellar y Montearagón se transformaron, tras la unificación de
Aragón y Castilla, en verdaderos campos fortificados destinados a contener las armas
mientras se organizaba la reconquista de las ciudades de Huesca y Zaragoza.
     En Castilla existen, asimismo, donjones románicos idénticos a los franceses. La torre
de Doña Urraca en Covarrubias [FIGURA 3], quizá date del siglo X en sus partes más
antiguas. Mide 15 m de longitud, con una amplitud de 8 m y una altura de 18 m, y su
distribución interna se asemeja a algunos donjones del norte. Al igual que en Francia,
ilustra la importancia de las viviendas palatinas.
     De todos modos, el recinto amurallado de la ciudad de Ávila sigue siendo la obra
maestra de la fortificación castellana del siglo XII. Construido tras la reconquista de la
zona, presenta planta rectangular irregular y descansa sobre el mismo suelo, sin foso
alrededor. La cortina alcanza los 12 m de altura y se halla jalonada y reforzada cada 20
m por torres semicirculares macizas por las que transcurre el camino de ronda. La
ciudad se transformó en una auténtica fortaleza colectiva. La catedral se integra en la
muralla adoptando su forma, al igual que las casas de los notables, para así garantizar la
defensa.  
  FIG. 3: COVARRUBIAS  

   

 
FIGURA 1

FIGURA 2
En Borgoña convivieron, durante el siglo XII, dos tendencias arquitectónicas. La
primera se manifiesta en la prestigiosa abadía de Cluny III, cuya iglesia abacial se
comenzó a construir en 1088. Siete años más tarde, el papa Urbano II consagró varios
altares de la iglesia mientras se encontraba todavía en plena obra. Hasta 1130 no llegó la
consagración de este edificio monumental y prestigioso a la vez. En la actualidad sólo
se conserva el brazo sur del transepto y los capiteles del coro, pues fue destruida entre
1798 y 1823. Además de esos elementos, conocemos el edificio por antiguas
ilustraciones y por los importantes trabajos arqueológicos del estadounidense Kenneth J.
Conat.
     Esta abadía ilustraba la vitalidad económica del centro fundador de la orden
cluniacense: la planta de la iglesia, así como las construcciones adyacentes, respondían
a las necesidades de la orden. El edificio, de formas esbeltas, constaba de cinco naves
—precedidas por un nártex—, un doble transepto y un ábside con girola y capillas
radiales. Dos torres jalonaban la fachada [FIGURA 1].
     El esplendor de la abadía inspiró muchos edificios regionales, como Saulieu, Autun,
Semur-en-Brionnais y Langres. La Charité-sur-Loire se asemeja, de modo indiscutible,
tanto a Cluny II como a Cluny III. La iglesia de Nuestra Señora, en Paray-le-Monial,
reconstruida antes de 1109, también copia la planta de Cluny III pero con algunas
diferencias: un solo transepto y un número de naves limitado a tres; además, este
edificio se eleva en tres niveles y su deambulatorio se estrecha en comparación con las
naves laterales de Cluny III [FIGURA 2]. Lo mismo sucede con San Lázaro de Autun,
cuya estructura de tres plantas está cubierta por una bóveda apuntada.

 
FIGURA 1: FIGURA 2:
     
CLUNY III PARAY-LE-MONIAL

     

     
   

     La otra tendencia arquitectónica de Borgoña, contemporánea de la ya expuesta, se


caracteriza sobre todo por la cubierta uniforme de la nave con bóvedas de arista. El
monumento más representativo es la Magdalena de Vézelay y, en segundo lugar, la
iglesia del priorato de Anzy-le-Duc. La nave de la primera se reconstruyó a partir de
1120, mide 10,20 m de anchura por 18,50 de altura, y recibe una bóveda de arista entre
arcos fajones de medio punto. Está precedida por un nártex de tres naves que presenta la
misma anchura. Este elemento ocupó un lugar importante en la arquitectura románica
borgoñona. La cabecera, elevada sobre una cripta, incluye cinco capillas semicirculares
y cuatro cuadradas. Aunque la iglesia posee una planta menos, la iluminación directa no
quedó alterada. A diferencia del tipo cluniacense, la Magdalena de Vézelay presenta una
gran horizontalidad [FIGURAS 3-4-5-6-7].

  
  LA MAGDALENA, VÉZELAY  
FIGURA
FIGURA 4: FIGURA
FIGURA 3: FIGURA 5: 6:
    FACHAD       7:  
PLANTA TIMPANO PORTAD
A CAPITEL
A

           
           
   
FIGURA 8: CLERMONT

FIGURA 9: CLERMONT

     Por lo que respecta al Languedoc, cabe distinguir dos zonas geográficas: el
Languedoc tolosano al sudoeste y el Languedoc mediterráneo. A través de Périgord se
produjeron numerosos intercambios artísticos entre el sudoeste y las regiones de Poitiers
y Saintonge. Como se aprecia en la fachada de la catedral de Burdeos y en la del Petit
Palais, en el departamento francés de Gironda, dos vanos ciegos —que parecen señalar
la entrada de las naves laterales— encuadran las portadas, y los contrafuertes-columnas
y las hileras de arcadas refuerzan la cabecera.
     En las regiones de Toulouse, Quercy y Albigeois se extendió la moda de la cabecera
con deambulatorio y capillas radiales (como en Figeacy en Gaillac), y el estilo de la
cubierta con cúpula. En Albigeois cabe destacar los vestigios de la catedral románica de
Albi y en Quercy, la torre porticada de Moissac, cuya recia cubierta se encuentra
reforzada por imponentes ojivas que descienden más de lo normal, sostenidas por
columnas adosadas a los muros de la sala cuadrada.
     En el Languedoc mediterráneo, el estilo románico del siglo XII sustituyó la técnica
de sillarejos de piedra partida por la de los sillares perfectamente aparejados. Las nuevas
construcciones adoptaron en su mayoría la planta de nave única, muy ancha, cubierta
con bóveda de cañón continua o, a veces, apuntada. La persistencia de este gusto por la
nave única se manifiesta en Saint-Pons, Agde, Saint-Papoul o incluso en Maguelonne.
Las cabeceras, a su vez, se caracterizan por formas más complejas y seguían las
corrientes estilísticas más amplias, como en Santiago de Béziers o San Nazario de
Carcasona. Por último, hay que mencionar las iglesias fortificadas diseminadas por todo
el sur francés.
     La arquitectura románica presenta múltiples variantes locales y regionales. En
Auvernia, la catedral de Clermont-Ferrand ejerció su influencia sobre toda una serie de
edificios auverneses; por ejemplo, San Pablo de Issoire, Nuestra Señora del Puerto en
Clermont, Nuestra Señora de Orcival, San Nectario y San Saturnino. En su mayor parte
se remontan a la primera mitad del siglo XII y se caracterizan por la planta de tres
naves, el transepto saliente con una absidiola en cada brazo, la cabecera con girola y las
capillas radiales. El alzado del edificio presenta, sobre la bóveda de arista de las naves
laterales, tribunas que contrarrestan la nave central, a la que se abren por medio de
ajimeces. La ubicación de estas tribunas supone la iluminación débil e indirecta de la
nace central, cubierta por una bóveda de cañón continua, hasta el crucero, el cual se
halla rematado por una cúpula sobre trompas. Debido a la utilización de piedra
volcánica y la piedra arenisca de la llanura, estos edificios transmiten efectos de
policromía que animan las cabeceras.
     La iglesia de Nuestra Señora del Puerto [FIGURAS 8-9], en Clermont-Ferrand,
comenzada hacia 1100, esta, considerada como el prototipo de la arquitectura románica
de Auvernia: planta de tres naves, transepto sobresaliente con dos absidiolas
semicirculares y ausencia de capilla axial. La nave central, cubierta con una bóveda de
cañón continua sin arcos fajones, se halla dividida en cinco tramos por pilares cuadrados
o circulares alternos que disponen de tres o cuatro columnas adosadas.
     El alzado consta de dos pisos, con tribunas muy iluminadas y abovedadas en cuarto
de esfera. Las naves laterales, cubiertas por bóvedas de arista, también presentan anchos
vanos que contribuyen a la iluminación indirecta de la nave central. En el crucero se
alza una cúpula con trompas contrarrestada, al norte y al sur, por un estrecho tramo con
bóveda de cuarto de cañón de una altura muy inferior.
     El coro dispone de una bóveda de cascarón más baja que la de la nave. El fondo,
muy cuidado, cuenta con esbeltas columnas coronadas por capiteles sobre los que se
apoyan unas arcadas peraltadas y las ventanas con arquerías que iluminan el coro. En el
exterior, los volúmenes se distribuyen de forma muy equilibrada y la presencia de
contrafuertes se ve aligerada por las cornisas y modillones esculpidos, así como por la
rica decoración policroma de los muros.
     San Julián de Brioude se halla en el sur de Auvernia y es un lugar de peregrinación.
Tiene tres plantas de tres naves, transepto que no sobresale, y cabecera con
deambulatorio y capillas radiales. Le Puy-en-Velay conserva una serie básica de
edificios románicos: la catedral, el baptisterio de San Juan, San Miguel de Aiguilhe
[FIGURAS 10-11-12-13] y la capilla de Saint-Clair. La catedral de Le Puy se
caracteriza por la ausencia de la planta utilizada normalmente en las iglesias de
peregrinación. Ahora sabemos que los arcos polibulados no son de influencia
musulmana, sino que se empleaban con frecuencia en la región y forma parte, desde
principios del siglo XII, del repertorio decorativo románico tanto mediterráneo como
atlántico.

  
SAN MIGUEL DE AIGUILHE, LE PUY
FIGURA
FIG. 10: FIGURA 11: FIGURA 12:
        13:  
GIROLA CORO FRISOS
FACHADA
         

         

     En  
torno al
año
1000, la
renovaci
ón del
monacat
o
occident
al
desempe
ñó un
papel
primordi
al en la
creación
artística.
Desde
los
albores
del siglo
IX a los
del XIII,
el
movimi
ento
benedict
ino,
basado
en la
regla de
San
Benito
de
Nursia,
elaborad
a en
Monteca
ssino
hacia el
año 534,
vivió
una
época de
apogeo.
En
efecto,
durante
la
primera
mitad
del siglo
X vieron
la luz
unas
tentativa
s
reformis
tas
gracias a
hombres
de gran
carisma,
como
Mayolo
u
Odilón,
que
viajaban
de
abadía
en
abadía
extendie
ndo la
depuraci
ón y el
respeto
de la
disciplin
a
benedict
ina. El
núcleo
reformis
ta más
importa
nte de
este
periodo
fue la
abadía
borgoño
na de
Cluny,
fundada
en 910
por
Guiller
mo el
Piadoso
de
Aquitani
a, la
cual no
tardó en
crear
una
verdader
a
estructur
a de
depende
ncias
monásti
cas que
impulsar
on la
difusión
del arte
románic
o.
      El
prestigio
de la
orden se
plasmó
a la
perfecci
ón en el
carácter
monume
ntal de
las
construc
ciones
de
Cluny II
(consagr
ada en
981) y
Cluny
III
(consagr
ada en
1130).
La
planta
de la
iglesia
de
Cluny
III
disponía
de doble
transept
o, coro
con
capillas
radiales
y
bóvedas
que se
alzaban
a gran
altura.
La
influenc
ia de
estos
edificios
se
observa
en
muchas
iglesias
de
Borgoña
, como
las de
San
Lázaro
de
Autun o
de
Paray-
le-
Monial,
que
arrojan
luz
sobre el
aspecto
de la
iglesia
de
Cluny
III. Ésta
poseía,
además,
un coro
cuyo
estilo y
calidad
de los
capiteles
historiad
os se
encuentr
an en la
Magdale
na de
Vézelay
o
incluso
en San
Lázaro
de
Autun.
El
priorato
de
Berzé-
la-Ville,
por su
parte,
recuerda
la
decoraci
ón de la
abadía
cluniace
nse.
    
Como
reacción
a los
excesos
de la
vida de
Cluny,
dedicad
a por
complet
o a la
oración
y
acompa
ñada por
una
ascesis
moderad
a, nació
en
Oteaux
(Borgoñ
a) la
orden
cistercie
nse,
creada
por San
Roberto
de
Molesm
es en
1098.
La regla
cistercie
nse
proponí
a la
pobreza,
el
trabajo y
el
silencio
y, en el
ámbito
arquitect
ónico,
engendr
ó un
nuevo
tipo de
edificio,
muy
sobrio
pero
magnífi
co por la
pureza
de las
líneas y
la
perfecci
ón del
aparejo.
Este
modelo
arquitect
ónico
experim
entó un
gran
desarroll
o con el
impulso,
sobre
todo, de
San
Bernard
o, monje
de
Claraval
hacia
1130.
La
abadía
de
Fontena
y,
construi
da entre
1139 y
1147, es
de una
gran
sencillez
.
Constitu
ye un
claro
ejemplo
de los
concept
os del
Císter:
planta
crucifor
me y un
alzado
desprovi
sto de
naves.
Los
capiteles
reciben,
en
ocasione
s, una
decoraci
ón
esculpid
a que
sólo
presenta
motivos
geométr
icos.
     Los
claustro
s
cistercie
nses
denotan,
además,
una
hermosa
austerid
ad
arquitect
ónica, a
imagen
de las
activida
des que
allí se
acometí
an:
meditaci
ón,
oración
y trabajo
manual.
Asimis
mo, los
scriptor
ia de los
monaste
rios
cistercie
nses
muestra
n una
severida
d que se
contrapo
ne al
lujo
desplega
do en
otros
lugares.
El
empleo
precoz
de la
bóveda
de
crucería
—que
precisa
mente
propaga
ron los
monjes
cistercie
nses—
permitió
el paso
del
románic
o al
gótico
(Pontign
y).
     La
arquitect
ura de
Fontena
y
[FIGU
RAS 1-
2-3-4-5-
6] revela
un arte
innovad
or, de
líneas
severas,
propias
del
espíritu
anticluni
acense
que
pretendi
ó
imponer
la orden.
La
iglesia
consta
de una
planta
con tres
naves,
transept
o
sobresal
iente y
cabecera
recta
con una
cubierta
de
bóveda
de
cañón
apuntad
a sobre
arcos
fajones.
Los
amplios
vanos
del arco
triunfal
y la
fachada
ilumina
n la
nave
principa
l, que
también
recibe
luz de
las
naves
laterales
. Este
tipo de
construc
ción se
asemeja
a la
arquitect
ura
borgoño
na
románic
a y su
papel
fue
decisivo
en la
introduc
ción del
gótico
en
Cataluñ
a y en
España.
MONASTERIO CISTERCENSE DE FONTENAY
FIGUR FIGUR FIGU
FIGUR
FIGURA 1: A 2: FIGURA 3: A 5: RA 6:
        A 4:      
PLANTA CABEC CLAUSTRO CLAUS CAPIT
NAVE
ERA TRO EL
   

             

             
           La abadía de Sénanque constituye un bello  
ejemplo de conjunto cisterciense meridional.
Fundada en 1148 y protegida por la casa madre
de Simiane, bienhechora provenzal, la abadía
prosperó con rapidez tras la llegada de los
primeros monjes procedentes de Mazan, en la
comarca del Vivarais.
     La iglesia se comenzó una década después
de la fundación y su construcción duró unos 40
años. Su planta, orientada excepcionalmente al
norte, se parece a la de Le Thoronet: tres naves,
un amplio transepto y cinco ábsides. Es
probable que se trate de la parte más antigua
del edificio; en cualquier caso, resulta muy
original con su saliente ábside semicircular y
dos absidiolas de la misma forma a cada lado
pero integradas en el muro septentrional del
transepto. La nave, algo más tardía, está
cubierta por una bóveda de cañón apuntada sin
arcos fajones.
     El claustro y sus edificios anjeos datan de
finales del siglo y se ubican al este de la
iglesia. Siempre se ha destacado la
preocupación particular de este claustro por la
ornamentación y la riqueza decorativa que,
como en Fontenay y L´Escale-Dieu, es superior
a la de la basílica. Los capiteles están
esculpidos con hojas y flores, espirales,
palmetas y entrelazos. El cabildo, el
calefactorio, el dormitorio común, el refectorio
y el edificio de los legos completan uno de los
conjuntos monásticos cistercienses más
sugerentes.
  LA ABADIA DE SÉNANQUE
FIG. 8:
FIGURA 7: FIG. 9:
    CAPITE    
ABADIA CLAUSTRO
L

 
       

       
  IGLESIA DE        Le Thoronet es una abadía casi  
SILVACANE contemporánea de Sénanque que también
fundaron, en 1136, los monjes de la abadía de
Mazan [FIGURAS 10-11-12]. La iglesia
abacial, construida con aparejo irregular de
tamaño medio perfectamente organizado,
también se comenzó hacia 1160 pero se alzó
con mayor rapidez que su hermana gemela de
Sénanque, la cual se terminó un cuarto de siglo
  más tarde. La planta, que prácticamente podría
superponerse —al menos en lo que se refiere a
la cabecera— ilustra la elección de las primeras
iglesias del Císter. Una nave ancha y dos naves
laterales, divididas en tres tramos, conducen a
un transepto saliente que integra, en el espesor
del muro de la cabecera, las cuatro absidiolas
laterales, las cuales, al igual que el ábside
principal, son semicirculares y están precedidas
por un tramo recto. Se prefiere la bóveda de
cañón apuntada, excepto en las naves laterales,
donde aparecen bóvedas de cuarto de esfera
sobre arcos fajones que contrarrestan las de la
nave principal.
     Por el extremo del brazo norte del transepto
se accedía a la sacristía y, subiendo por una
escalera, al dormitorio común. Los edificios
monásticos se sitúan al norte, alrededor de un
claustro del que parece derivar el de Silvacane.
     El claustro de Le Thoronet es famoso por su
aspecto austero y su sobriedad arquitectónica.
Sobre una planta trapezoidal alargada, los arcos
se agrupan por parejas, separados por una recia
columna decorada con un capitel sin adornos.
En medio de la galería septentrional, en el
patio, se encuentra el pabellón con la fuente,
elemento fundamental en el ritmo cotidiano de
la vida monástica. Como en Sénaque y
Silvacane, el dormitorio resume los aspectos
esenciales de la arquitectura utilitaria: una
amplia sala cubierta por una bóveda de cañón
apuntada, sobre arcos fajones que alcanzan los
8 m. de altura, e iluminada por ambos lados a
través de estrechas ventanas de medio punto.
ABADIA DE Le Thoronet
FIGURA
FIGURA
10: FIGURA 11:
      12:  
CAPITE GALERIAS
PATIO
L
       

       

       
 
     En España, el arte románico abarca más de dos siglos y se centra en los siglos XI y
XII. Se extiende por un territorio que fluctúa en función de los avances de la
Reconquista. Podemos dividirlo en tres grandes periodos: el primer arte románico, el
románico pleno y, por último, coincidiendo ya con los comienzos del gótico, el
románico tardío.
     En el siglo XI, los reinos del norte de la península Ibérica, y en particular el condado
de Barcelona, mostraron, por una parte, un fuerte espíritu de independencia frente a los
musulmanes y los francos, y por otra, entre ellos mismos. Este estado de ánimo
desembocó en luchas individuales contra el islam. En el terreno artístico, el románico
siguió una evolución «regional» vinculada a la situación política y social, aunque
también a los progresos técnicos y a la economía de los notables. Estos motivos
explican la aparición del románico en las zonas con un marco político y unas fronteras
más establecidos.
     Durante esa época, y más precisamente durante el primer cuarto del siglo XI, surgió
la arquitectura del primer arte románico en el reino de Navarra y el condado de
Barcelona. Puig i Cadafalch fue el primero en definir y localizar este estilo. A su modo
de entender, varias construcciones catalanas están relacionadas con conjuntos del sur de
Francia y el norte de Italia, pues en todas ellas se destacan rasgos comunes, como las
arcaturas y las lesenas, la sillería pequeña y las bóvedas de piedra. Henri Focillon
estableció que el primer románico meridional derivaba del arte otoniano del norte. La
arquitectura románica se extendió con rapidez por Cataluña en el periodo comprendido
entre los años 1000 y 1075 gracias, por una parte, a los numerosos intercambios con el
exterior durante el mandato de los abades Garín, Oliba, y sus sucesores y, por otra, a las
diferentes peregrinaciones que trajeron a Cataluña algunas influencias artísticas. Estos
contactos permiten atribuir los primeros edificios románicos a los maestros-albañiles
lombardos. Suelen ser construcciones de planta basilical, de tres naves y un transepto
que las separa de la cabecera.
     Este estilo presenta diversos aspectos. Por ejemplo, la iglesia abacial de San Miguel
de Cuixá, ampliada a petición del abad Oliba antes de 1040, se dotó con dos torres
monumentales alzadas en los extremos del transepto y una falsa girola con absidiolas en
torno a la cabecera. La basílica del monasterio de Ripoll, consagrado en 1032, con cinco
naves y transepto, dispone de siete ábsides alineados, muy semejantes a los de San
Pedro de Roma. Cabe citar, asimismo, la basílica del monasterio de San Pedro de Roda,
consagrada en 1022, de cabecera con deambulatorio y órdenes superpuestos que se
inspiran en los cánones clásicos y las proporciones lombardas; la colegiata de San
Vicente de Cardona, que se caracteriza por sus bóvedas y el escalonamiento de sus
volúmenes, y la colegiata de Ager, de soluciones múltiples. Apenas quedan vestigios de
las grandes catedrales del primer románico, como Barcelona, Vic o Gerona, pues se
sustituyeron por construcciones góticas o neoclásicas. Resulta, pues, difícil reconstituir
estos conjuntos monumentales, de los que, con frecuencia, sólo se conservan ciertos
elementos arqueológicos o algunos restos.
     Por lo que respecta a los reinos occidentales de España, encontramos las primeras
huellas del románico en la época de los intentos de unificación política de Sancho III el
Grande (1000-1035), hombre abierto y relacionado con los clérigos de origen catalán.
Los primeros edificios románicos navarros se asemejan en gran medida a los
monumentos catalanes. En esas fechas se comenzaron grandes obras, como la
construcción de la catedral de Pamplona, la ampliación de San Juan de la Peña o,
incluso, la reconstrucción de la abadía de San Salvador de Leire, cuyo monasterio está
considerado como el edificio principal del primer románico. Esta construcción
monumental de sillería de gran tamaño se caracteriza por una cripta de proporciones
sorprendentes. El reinado de Fernando I el Grande (1037-1065), repleto de
contradicciones políticas, dejó su huella en las producciones artísticas que favoreció. La
iglesia de San Pedro de Taverga introdujo un nuevo tipo de capiteles en la nave central
y en el pórtico, si bien de estilo visigótico. La penetración del románico pleno se vio
facilitada por distintas circunstancias históricas durante el reinado de Alfonso VI (1072-
1109). En 1080 se adaptó la liturgia romana; se crearon lazos matrimoniales entre
Castilla, León, Aragón y Navarra; lo que había caracterizado hasta entonces la
Reconquista se convirtió en cruzada, y se organizó el camino de Santiago de
Compostela según el flujo de los peregrinos. Todo esto tiende a relativizar el papel que
desempeñó Francia en la implantación del arte románico en España.
     En el Camino de Santiago aparecieron las primeras construcciones románicas de
plena madurez durante el primer cuarto del siglo XI, que se extenderían por el territorio
a medida que avanzaba la Reconquista.
     En el siglo XII, coexistieron dos formas del románico: una, derivada del primer
románico meridional, se limitó a Cataluña mientras que la otra, más completa, se
desarrolló en los territorios navarro-aragoneses que acababan de reconquistarse. Las
innovaciones francesas entraron lentamente en España. Las donaciones a la orden del
Cister (La Espina y Las Huelgas, Osera, Poblet y Santes Creus) se multiplicaron durante
los reinados de Alfonso VII (1126-1157), Alfonso VIII (1158-1214) Y del conde de
Barcelona, Ramón Berenguer IV (1131-1162). Algunos elementos arquitectónicos
góticos, como la bóveda de crucería o el arco apuntado, se introdujeron en las catedrales
de Tarragona, Lérida, Zamora y Salamanca, aunque se trata de edificios románicos
tardíos en su conjunto.
     En Cataluña, la arquitectura del siglo XII fue producto de las experiencias del primer
arte románico. Se erigieron o se restauraron las catedrales de Vic, Lérida, Barcelona,
Gerona y Tarragona, y los monasterios urbanos de San Pablo del Campo en Barcelona y
San Pedro de Galligants en Gerona [FIGURA 1]. La catedral de La Seo de Urgel,
empezada en 1131, parece que fue el edificio más respetuoso con la tradición
constructora del primer románico, al que añadió elementos italianos (el cabildo de la
catedral contrató al arquitecto de origen italiano Raimundo Lombardo a partir de 1175)
[FIGURAS 2-3-4-5-6]. Las iglesias de San Pedro de Besalú o de San Juan de las
Abadesas ilustran, por su parte, los contactos artísticos con Francia, mientras que el
estilo gótico ya se anuncia en las grandes basílicas de Lérida, Tarragona o Sant Cugat
del Vallés [FIGURA 7].
     Esta última iglesia, empezada a construir al final de la época románica se terminó en
estilo gótico durante el siglo XIV. El rosetón principal es un buen ejemplo de los
rosetones góticos catalanes de formas pesadas y llenas, cuya decoración deja mucho
espacio al labrado de la piedra en detrimento del vidrio. Además, aquí se encuentra uno
de los claustros románicos esculpidos más importantes del románico catalán: cuatro
galerías muy abiertas a un inmenso patio central se hallan decoradas por destacados
capiteles que atestiguan la gran calidad conseguida por el románico de finales del siglo
XII.
     En los reinos de León y Castilla, la planta central se extendió hasta Salamanca y
Segovia, donde la iglesia de la Vera Cruz (1208) constituye una muestra excelente de
dos niveles [FIGURAS 8-9]. San Vicente de Ávila, en cambio, testimonia las
influencias de Borgoña en tierras castellanas. En un primer momento se construyó una
planta parecida a la de San Isidoro de León: nave con cuatro tramos, abierta a un
transepto saliente, que conduce a tres ábsides paralelos. En la segunda fase se prolongó
con dos tramos la nave central, dotada de tribunas y una bóveda de crucería. Un pórtico
occidental con dos torres, que recuerda los grandes nártex borgoñones, precede el
conjunto [FIGURA 10-11-12-13]. Esta influencia también se aprecia en la decoración
esculpida de la gran portada, semejante a la de Avallon, San Benigno de Dijon o
Vermenton.  
SANT
     VERA CRUZ    SAN VICENTE  
CUGAT
FIGURA
FIGURA FIG. 10: FIG. 11: FIG. 12:
7: FIGURA 8: FIG. 13:
     9:    CABECE   PLANT   ESCULTU    
CLAUST PLANTA NAVE
CAPILLA RA A RA
RO
               

               
             No resulta fácil fechar la antigua catedral de Pamplona. Se erigió durante el
mandato episcopal de un prelado francés (1082-1114) y, al parecer, en 1101 ya se
comenzaron las obras bajo la dirección del arquitecto Esteban, responsable al mismo
tiempo de la catedral de Santiago. Sabemos que por fin se consagró en 1127. La catedral
se caracteriza por su cabecera con transepto sobresaliente y tres ábsides. Los dos
laterales, alejados del principal, son semicirculares en el exterior y poligonales en el
interior y, al igual que en Francia, tienen contrafuertes que sirven para sostener la
bóveda.
     La datación de Santo Domingo de Silos, en Castilla, también resulta incierta. La
iglesia, así como la parte más antigua del claustro (las galerías oriental y septentrional),
es probable que se remonten a finales del siglo XI. El monje Grimaldo habla en La vida
de Santo Domingo de Silos (entre 1088 y 1109) de la reconstrucción total del edificio.
Incluso precisa que, en 1073, el cuerpo del santo fue inhumando ante la puerta de la
iglesia, en el claustro del monasterio. Años más tarde, sin duda en 1076, sus reliquias se
debieron instalar en el interior de la iglesia, ante el altar de San Martín. La fecha de
consagración de 1088 no debió pertenecer a la iglesia superior como se creía, sino a la
inferior, como han demostrado I. Bango Torviso y J. Wiliams. Se deduce, pues, que el
claustro fue, en realidad, posterior a la muerte del santo. Diríase que el brazo meridional
del transepto de la iglesia superior ilustra, con sus capiteles esculpidos, un estilo más
evolucionado en esta parte del edificio, que incluye la portada de la Virgen, fechada por
P. Klein entre los años 1120 y 1130 [FIGURAS 14-15].    
  SANTO DOMINGO DE SILOS   SANTO DOMINGO, SORIA  
FIGURA 14: FIGURA 15: FIGURA 16: FIGURA 17:
         
CAPITEL CLAUSTRO FACHADA TIMPANO

         

         
   
FIGURA 18:
SALAMANCA

 
ZAMORA
FIG. 19: CUPULA

 
FIG. 20: CUPULA

       Las construcciones rurales castellanas manifiestan importantes vínculos con el


mundo islámico, sobre todo en los detalles ornamentales, como en los baldaquinos y las
arcadas del claustro del monasterio de San Juan de Duero, en Soria. Estas últimas se
asemejan a las formas de Amalfi (sur de Italia) o Sicilia. Los pórticos de entrada
también son característicos de esta arquitectura: forman una galería cubierta, abierta al
exterior por una serie de arcadas y, en ocasiones, acogen sepulcros, como en San Isidoro
de León. Estos pórticos poseían asimismo un papel funcional, pues servían de lugar de
reunión a los laicos (San Esteban de Gormaz, Sepúlveda, San Miguel y Nuestra Señora
del Rivero, Rebolledo de la Torre). En realidad, esta arquitectura se acercaba mucho a la
vida cotidiana de la época románica.
     Otra creación hispánica surgió de los contactos entre los mundos occidental y
oriental: las cúpulas de los cimborrios que se erigían sobre el crucero. Las más
características son las de las catedrales de Salamanca [FIGURA 18] y Zamora
[FIGURAS 19-20]. El primero de los dos edificios adopta la misma planta que San
Isidoro de León o San Vicente de Ávila: un transepto emergente se abre a tres ábsides
semicirculares, con bóvedas de cascarón y precedidos por un tramo recto. La
construcción comenzó en 1151 y duró unos 75 años, razón por la que presenta claras
influencias de la arquitectura gótica. Las bóvedas de crucería sustituyen a las de cañón
románicas del transepto y cubren la nave central y las laterales. El cimborrio que se
eleva sobre el crucero se llama torre del Gallo y presenta un tambor circular sobre
pechinas con dos hileras de ventanas. En Toro se siguió el mismo modelo.
     La cúpula de la «vieja» catedral de Salamanca presenta en el exterior algunas
afinidades con los campanarios lemosines, sobre todo la alternancia de linternas en los
ángulos con gablete muy puntiagudo y forma alargada. Asimismo, está relacionada con
la cúpula de la catedral de Zamora, que deriva más bien de modelos bizantinos. El
edificio se empezó en 1151 y se concluyó en 1174, por lo que la huella gótica resulta
menos evidente. Sólo la nave central está cubierta de bóvedas de crucería; el transepto
dispone de bóveda de cañón, y las naves laterales, de bóvedas de arista. En el crucero,
un tambor circular sobre pechinas sirve de apoyo a una cúpula constituida por dieciséis
plementos cóncavos. Dichos plementos se manifiestan mediante los nervios de las
ojivas decoradas que convergen en una clave central.
     Galicia y Portugal se vieron influidos por la arquitectura de Santiago de Compostela,
como demuestran las catedrales de Lugo, Orense, Tuy y Coimbra [FIGURAS 21-22].
Esta última, abovedada por completo, adopta una planta basilical provista de un
transepto sobresaliente con absidiolas y una cabecera sin girola. Como en la catedral de
Santiago de Compostela, también aparece el alzado de tribunas en la nave central,
modelo que se repite en la catedral de Lisboa. Aparte de estos dos grandes edificios,
algunos monumentos del norte de Portugal poseen una única nave que se prolonga con
un ábside rectangular, de tradición prerrománica, y se halla cubierta por una estructura
de madera. En el sur, en cambio, la catedral de Évora [FIGURA 23-24], cuyo alzado
presenta un falso triforio y una bóveda de cañón apuntada de tradición completamente
románica, ya anuncia con sus dimensiones la evolución hacia la arquitectura gótica.      
  SÉ VELHA, COIMBRA     CATEDRAL DE ÉVORA  
FIG. 23:
FIGURA 21: FIGURA 22: FIG. 24:
       VISTA    
FACHADA CLAUSTRO NAVE
EXTERIOR

          

        
En esa época, Italia se encontraba políticamente fragmentada. Su arquitectura románica
se caracterizó por un desarrollo regional muy variado. Abierta a las influencias y a los
contactos con Oriente, el sur y Europa occidental, era una tierra rica en experiencias y
soluciones. La tradición clásica y el aprovechamiento de materiales antiguos son dos
características específicas de esta zona que contribuyeron a las grandes innovaciones
arquitectónicas. El uso frecuente del ladrillo, sin excluir la piedra, las grandes naves
abovedadas y la abundancia de la decoración mural constituyen rasgos comunes a varias
regiones.
     En el norte de Italia se desarrolló una arquitectura sobria y abierta a las influencias
del sur de Francia. La arquitectura románica lombarda se vio, a la vez, alimentada y
frenada por una tradición arquitectónica ininterrumpida que se remontaba a la época
romana y paleocristiana y que incluye los monumentos de Ravena. En Como, la iglesia
de San Abundio presenta una nave principal y cuatro laterales, cubiertas por una
estructura de madera y prolongadas en un amplio coro. La influencia del primer arte
románico se observa en la pequeña sillería, las arcadas exteriores y las dos torres
campanario de planta cuadrada. Este edificio sirvió de modelo a San Giacomo, en la
misma ciudad, y a Santa Eufemia de la isla de Comacina, hoy en ruinas.
     En San Ambrosio de Milán [FIGURAS 1-2-3], la iglesia adopta también planta
basilical con dos naves laterales, sin transepto, y abierta a una cabecera con tres ábsides
semicirculares. Un atrio, fiel a la herencia paleocristiana, precede al conjunto. El alzado
con tribunas y la expansión de las bóvedas de crucería por todo el edificio anuncian, sin
embargo, los nuevos modelos arquitectónicos del románico, que se repiten en la iglesia
de San Miguel de Pavía (1100-1160), aunque ésta presenta un transepto ancho y un coro
elevado. El conjunto se caracteriza por las bóvedas de crucería de perfil cuadrado que
experimentaron un gran éxito en el norte de Italia. Estos rasgos arquitectónicos
influyeron en otros edificios de Pavía, como San Pietro in Ceil d´Oro, San Teodoro, San
Lázaro, San Esteban y Santa María del Pueblo (1076-1106), iglesias destruidas en la
actualidad.

  
  SAN AMBROSIO  
FIG. 2: ATRIO Y
  FIG. 1: PLANTA     FIG. 3: CIBORIO  
FACHADA

       

       
    

     Entre Lombardía y Emilia se establecieron vínculos, como atestigua la catedral de


Módena (1099-1184). En efecto, aquí aparecen tres naves que, tras un transepto que no
sobresale, concluyen en tres ábsides semicirculares, y se alternan soportes y vanos
tripartitos, parecidos a las aberturas de las tribunas pero abiertos directamente a las
naves laterales [FIGURAS 4-5-6-7-8-9]. En esa misma época se construyó la catedral
de Parma (1076-1106), que basa su originalidad en la cabecera, sobreelevada debido a
una alta cripta, semejante a de Spira, con un transepto con dos absidiolas en cada brazo.
Una de las absidiolas se encuentra en el extremo septentrional o meridional, al este. El
coro rectangular termina en hemiciclo y el conjunto queda rematado por un cimborrio
octogonal sobre el crucero. Los muros exteriores están adornados con arcaturas y
galerías de arcadas. De nuevo encontramos un alzado de tres niveles y bóveda de
crucería sobre la planta oblonga aunque sólo en la nave central, pues las laterales
presentan bóvedas de arista.
     Estas iglesias suelen completarse con un campanario aislado o un baptisterio
monumental. El norte de Italia vio cómo se alzaban un gran número de baptisterios, en
Biella, Asti o incluso Cremona. El más destacado de todos es, sin duda, el de Parma
(1196). Se trata de una recia torre octogonal rematada por una cúpula nervada. El alzado
consta de tres niveles: la base, con tres portadas, se encuentra decorada en su interior
con hornacinas semicirculares y, en el exterior, con arcadas ciegas; el registro
intermedio muestra contrafuertes en los ángulos, pilares verticales y galerías
superpuestas, y el último nivel está decorado con una serie de arcos.

  
  CATEDRAL DE MODENA  
FIGURA
FIG. 4: FIGURA 7:
5: FIGURA 6: FIG. 8: FIGURA 9:
  CABECE       FACHAD      
FACHA PLANTA NAVE PORTADA
RA A
DA

             

             
   
SAN MIGUEL, PAVIA
FIGURA 10: NAVE

 
FIGURA 11: PLANTA

     Los edificios del norte de Italia presentan, además, un tratamiento original de las
fachadas. La de la iglesia de San Miguel de Pavía (consagrada en 1155) constituye un
ejemplo magnífico [FIGURAS 10-11]. Se halla segmentada en tres anchas divisiones
por haces de columnas y presenta un hastial triangular acentuado por una galería de
arcadas. Cada división dispone de una puerta con arco de medio punto: la central posee
tres registros (con ajimeces, ventanales y dos óculos) y las laterales, un solo ajimez.
Además, el conjunto demuestra que la arquitectura no define con rigurosidad un marco
para la escultura. Los motivos esculpidos se insertan, en efecto, en las hiladas de piedra
de forma dispersa, con aspecto de molduras y sin preocupación alguna por la estructura.
Este modelo calado de la fachada se repite en Parma (1076-1106): dos hileras
horizontales de vanos tripartitos recorren la fachada, y una galería continua sigue el
trazado del hastial. En el centro de la fachada, un pórtico con dos plantas se sustenta con
columnas provistas de leones esculpidos en su base. Este tipo de entrada se utilizó con
frecuencia.
     El centro de Italia se distingue por una decoración muy abundante en detrimento de
la propia arquitectura, y presenta diferencias locales considerables, por ejemplo entre
los monumentos pisanos y florentinos. Encontramos un rasgo propio del Imperio
Romano: el revestimiento de mármol blanco incrustado en bandas horizontales y
motivos ornamentales del mismo material color verde oscuro. Esta técnica sólo aparece
en Italia central. En el exterior se combina con arcaturas y galerías, lo que produce un
efecto muy elegante, de encaje, muy distinto de los exteriores paleocristianos, tan
sobrios y austeros.

  
PISA
FIG. 12: BAPTISTERIO

 
FIG. 13: CAMPANIL

 
FIG. 14: CATEDRAL
 

SAN MINIATO
FIG. 15: interior

 
FIG. 16: interior

SAN CLEMENTE
FIG. 17: NAVE

 
FIG. 18: ABSIDE

 
     Toscana continuó fiel a su herencia clásica durante toda la Edad Media. Los
arquitectos de Pisa [FIGURAS 12-13-14] consiguieron un gran número de
innovaciones, perfectamente ilustradas en el conjunto de la catedral, el baptisterio, el
campanil o Torre Inclinada y el Campo Santo. La catedral, consagrada en 1118, de
planta de cruz latina, tiene una nave central y cuatro naves laterales que conducen a un
transepto bajo, muy sobresaliente, que también dispone de naves laterales y una cúpula
en el crucero. El edificio destaca, en especial, por su decoración exterior de mármol que,
entre el ábside y la fachada, se dispone en tres registros delimitados por cornisas en
función de los diferentes volúmenes de la estructura (nave central, laterales y tribunas).
Encontramos, de forma sucesiva, una serie de grandes arcadas ciegas, un nivel de
pilastras y, por último, otra sucesión de arquería. El conjunto se completa con rosetas e
incrustaciones de mármoles policromos. El registro de las arcadas superiores se halla en
el primer nivel de la fachada occidental y cuenta con tres aberturas. Encima se ubican
cuatro galerías de logias sostenidas por finas columnas.
     Este modelo decorativo experimentó un gran éxito en Toscana. Por ejemplo, las
galerías pisanas aparecen de nuevo en Luca y Pistoya, así como en la fachada de la
Pieve de Arezzo. El baptisterio de Pisa, proyectado por Diotisalvi y comenzado en
1152, es de planta circular y su decoración se basa en la de la catedral. Está rodeado por
una especie de deambulatorio de dos niveles, con bóvedas sostenidas por pilares y
columnas alternativamente. Un siglo después se añadieron adornos góticos. La cúpula,
por su parte, data del siglo XIV. El campanil, obra de Bonnano, es una torre cilíndrica,
decorada con galerías de arcadas al estilo de la catedral. El conjunto se completa con el
Campo Santo, decorado en el exterior por arcaturas y en el interior por un pórtico
ubicado dentro de un recinto rectangular.
     La mayoría de las iglesias de Pisa se inspiran en estos modelos arquitectónicos y
decorativos (San Frediano o San Paolo a Ripa d'Arno). Se extiende, además, por las
islas y los puertos dominados por Pisa. La basílica de San Gavino, en Porto Torres,
constituye un buen ejemplo —doble ábside, alternancia de los soportes y riqueza de la
decoración— que inspiró más tarde otros monumentos, como Santa María de Silanus o
Santa Justa de Oristano.
     La arquitectura románica florentina exploró otros derroteros ornamentales basados
en los aplacados de mármol policromos y los elementos antiguos. Una muestra perfecta
es la iglesia de San Miniato al Monte [FIGURAS 15-16], terminada en 1150. Se trata
de una basílica con dos naves laterales, subrayada por columnas y pilares con columnas
adosadas y cubierta por una estructura de madera sustentada por arcos diafragma. Se
prolonga por un coro elevado sobre una alta cripta. La singular decoración mural de la
fachada juega con mármoles blancos y verdes: el registro inferior presenta arquerías de
medio punto que encuadran composiciones lineales —diríase que dos constituyen falsas
puertas—; encima, unas composiciones que utilizan el círculo y la línea se disponen a
ambos lados de una ventana; el conjunto está rematado por un frontón decorado con los
mismos motivos pero de dimensiones reducidas. Esta combinación de mármol blanco y
verde también se emplea en la decoración interior de la nave. En la fachada de Badia, en
Fiesole, encontramos asimismo este modelo ornamental. Sin embargo, la construcción
más perfecta que utiliza este procedimiento es el baptisterio de Florencia, totalmente
revestido, tanto en el exterior como en el interior, de incrustaciones de mármol blanco y
verde.
     Otros edificios del centro de Italia manifiestan la influencia de Cluny, como
Sant'Antimo, que posee un coro con capillas radiales. La iglesia de Spoleto y la catedral
de Todi dependen aún más de los modelos lombardos. El ejemplo de la planta basilical
toscana se encuentra, en cambio, en las catedrales de Spoleto, Narni o en Asís. En
cualquier caso, bastantes monumentos comenzarían a experimentar enseguida la
influencia de la arquitectura gótica, como atestigua la iglesia de San Francisco de Asís,
que se comenzó a construir en 1228 según los modelos góticos.
     Roma y la región del Lacio, aunque marcadas por las influencias de la Italia
septentrional, mantuvieron la planta de la basílica paleocristiana. El atrio apareció en la
iglesia de los Santi Quattro Coronati, y en la de San Clemente [FIGURAS 17-18] está
precedido por un pórtico de columnas. La parte occidental de la iglesia de Santa María
in Cosmedin [FIGURA 19], compuesta por un nártex, un pórtico y un campanario
cuadrado, deriva de los edificios romanos medievales. La decoración antigua de arcadas
y lesenas anima las paredes de la iglesia de Santa María  in Trastevere. Sólo los
campaniles con aberturas, como en Santa María in Cosmedin, reflejan los nuevos
modelos arquitectónicos.
     En Apulia [FIGURA 20], Calabria y a veces incluso en Campania, la mezcla de
estilos procede de las aportaciones normandas, orientales y clásicas. La planta basilical
se observa en Carinola y en Sessa Aurunca, así como en las catedrales de Salerno y
Capua. El sur de Italia refleja asimismo las influencias del arte árabe, como demuestra
el claustro de la ciudad de Amalfi: finas columnas coronadas por arcos entrecruzados,
tres a tres. Este esquema ornamental se utiliza también en los campanarios de Amalfi y
Gaeta. Los edificios de Ravello son igualmente reveladores de las aportaciones
musulmanas. La influencia bizantina, en cambio, se hace más sensible en Apulia y en
Calabria. La catedral de Canosa (Apulia), consagrada en 1101, presenta planta de cruz
latina con cinco cúpulas en la cubierta. Calabria se caracteriza por numerosos
monumentos de planta cuadrada y cruz griega (la Católica o San Giovanni, en Stilo). No
obstante, la introducción de las tendencias septentrionales puede apreciarse en el recurso
al deambulatorio con capillas radiales en Venosa, Acerenza y Aversa. El coro
desarrollado, propio de las iglesias normandas del tipo de Bernay, aparece en la iglesia
Roccelletta de Squillace. A sus rasgos arquitectónicos importados se une una decoración
muy específica, como demuestran las arquerías entrelazadas —ya mencionadas en
Amalfi— de la iglesia de San Giovanni de Stilo. Este procedimiento ornamental
también aparece en la ciudad inglesa de Durham.

 
  FIG. 19: COSMEDIN   FIG. 20: APULIA  

     
Esta diversidad arquitectónica resulta más compleja todavía en Sicilia, que muestra
influencias bizantinas, árabes y normandas. El mecenazgo de Rogerio II y su hijo
Guillermo I favorecieron la construcción de un gran número de edificios magníficos. La
parte occidental de la isla conserva diversos monumentos árabes construidos con
sillares; en el este, al contrario, se impuso el ladrillo. Ante todo, fue en Palermo donde
se manifestó la protección de los reyes normandos de Sicilia a través de su arte y su
corte. La Capilla Palatina, fundada por Rogerio II en 1132 y consagrada en 1140,
constituye un buen ejemplo: planta basilical provista de transepto con dos absidiolas. El
arco peraltado y apuntado aparece en el nivel de las grandes arcadas, de los arcos que
sostienen la cúpula sobre trompas de la cabecera y de los arcos de entrada al ábside y las
absidiolas. La nave central, mucho más ancha que las laterales, está cubierta por un
espléndido techo en madera de inspiración musulmana, con celdillas de abeja o
estalactitas. El conjunto se halla recubierto por mosaicos que muestran, a la vez,
influencias bizantinas y sicilianas, aunque estas últimas no sean de una factura tan
perfecta.
     Durante la transformación del condado en reino, se construyeron edificios fastuosos.
En 1131 empezó la edificación de la catedral de Cefalù, que presenta una nave principal
con dos naves laterales, y un transepto sobresaliente abierto a tres ábsides escalonados
muy profundos. La fachada occidental presenta un pórtico flanqueado por dos torres
imponentes. Esta estructura se repite en Monreale [FIGURAS 1-2], construida a partir
de 1174, que destaca sobre todo por un transepto muy amplio y alargado, abierto a una
cabecera tripartita cuyos ábsides están cubiertos por bóvedas. Este edificio se
caracteriza por una gran riqueza decorativa: en el interior, al revestimiento de mármoles
policromos se añade una decoración de mosaicos que ocupa más de 6.300 m2; en el
exterior, la cabecera se encuentra adornada con altas arcadas apuntadas y entrecruzadas,
organizadas en tres registros (los dos primeros enriquecidos con pequeñas columnas) y,
finalmente, el conjunto se completa con incrustaciones. El claustro unido a la nave
lateral sur constituye una muestra perfecta de la escultura románica siciliana. Este
edificio combina varias corrientes que definen el románico tardío de Sicilia: la planta
muestra influencias septentrionales; la decoración exterior, influencias islámicas, y los
mosaicos se mantienen fieles a la tradición bizantina.
     Además, existen unos estrechos vínculos entre Sicilia y Campania (Amalfi, Salerno,
Caserta Vecchia), como sugieren las plantas centrales coronadas por cúpulas, los
alzados, la decoración de arcos entrecruzados y el uso de la policromía. La torre de la
iglesia La Martorana [FIGURA 3], en Palermo, y la portada de Santa María de los
Alemanes de Mesina traicionan, en cambio, las aportaciones de Provenza y Poitiers.
     En Venecia se aprecia, asimismo, una mezcla de elementos bizantinos y aportaciones
occidentales. La basílica de San Marcos, con planta de cruz griega, formada por tres
naves cortas, un transepto también de tres naves y una cabecera con tres ábsides
provistos de hornacinas en el interior, manifiesta su tradición bizantina por el empleo
del ladrillo, la presencia de las tribunas y las cuatro cúpulas sustentadas por pilares. Un
nártex con cinco portadas monumentales precede al conjunto. Este modelo define una
tradición arquitectónica propia de la laguna veneciana que se aprecia en las catedrales
de Jesolo o Torcello. Esta corriente llegó a su apogeo en la catedral de Santa María y
San Donato de Murano [FIGURA 4], concluida en 1141. El coro elevado se prolonga
con tres ábsides, de los cuales el del eje de penetración más amplio estaba flanqueado en
un principio por dos ábsides laterales. Por otra parte, el edificio está cubierto por una
estructura de madera. En el exterior, la decoración de hornacinas y galerías es
abundante.
     Esta mezcla de tradiciones de Lombardia y Ravena aparece también en Verona
alrededor del año 1000. La iglesia de San Lorenzo adopta planta basilical y dispone de
un transepto con absidiolas orientadas abierto a un coro; enmarcado por otras dos
absidiolas. La decoración de bandas lombardas anima los muros del ábside y la fachada
de la catedral, ornamentación que también decora la fachada del monasterio benedictino
de San Zenón: una galería con pequeñas arcadas se dispone a media altura, a ambos
lados del pórtico; dos contrafuertes de sección triangular sostienen la parte elevada
opuesta al frontón, aislado a su vez por una moldura ligera sobre modillones, y el
pórtico se halla rodeado de relieves esculpidos insertados en el muro como piezas
ornamentales [FIGURAS 5-6-7-8-9].    
  MONASTERIO DE SAN ZENON  
FIGURA FIGURA FIGURA 9:
FIGURA 5: FIGURA 6:
      7:   8:   CLAUSTR  
FACHADA PLANTA
PUERTAS MUROS O

           

           
             Por último, Italia quedó muy marcada por la orden del Cister. Las creaciones
cistercienses que nos han llegado datan de finales del siglo XII y principios del XIII.
Las del norte de Italia se construyen en ladrillo y recurren a la bóveda de crucería.
Todas presentan la misma planta: tres naves, un transepto que sobresale y varios ábsides
con cabecera recta, de los cuales el axial es el que más sobresale. Las abadías de
Chiaravalle Milanese y Chiaravalle della Colomba constituyen obras características de
este grupo. Las iglesias cistercienses del centro de Italia y del Lacio desempeñaron un
papel esencial en los comienzos de la arquitectura gótica. Los edificios más destacados
son los de Fossanova y Casamari. Ambos adoptan una planta análoga, muy semejante a
la de la abadía de Fontenay: una nave separada de las laterales por pilares cruciformes,
un ancho transepto sobresaliente con cuatro absidiolas laterales y una cabecera de fondo
recto.
En 1066  
Guillermo
de
Normandí
a,
reivindica
ndo la
corona
inglesa
que le
prometió
Eduardo el
Confesor,
conquistó
la
Inglaterra
del rey
Haroldo
II,
derrotado
y muerto
cerca de
Hastings,
y se hizo
coronar
rey de
Inglaterra
en la
abadía de
Westminst
er (1066-
1087).
Con la
conquista
se impuso
en la isla
el sistema
feudal y,
además, se
introdujo
el arte
románico
normando.
    
Durante
este
periodo, la
actividad
arquitectó
nica
inglesa fue
especialm
ente
fecunda.
Se
construyer
on
destacados
monument
os en
Canterbur
y, Lincoln,
Old
Sarum,
Rochester,
Bury Saint
Edmunds,
Saint
Albans,
Wincheste
r,
Worcester,
Gloucester
, Norwich,
Ely y
Durham;
aunque
anteriores
al año
1080 sólo
se han
conservad
o la nave
principal
de Saint
Albans y
el
transepto
de
Wincheste
r. Los
edificios
se
caracteriza
n por
monument
ales
basílicas
alargadas,
abiertas a
coros muy
profundos.
Las
bóvedas
de crucería
apareciero
n aquí de
forma muy
temprana.
Una de las
característi
cas de la
arquitectur
a románica
inglesa
estriba en
el
tratamient
o
esmerado
de las
torres,
tanto si se
alzan en la
fachada, el
crucero o
en la
entrada del
santuario.
La más
famosa es
la de Saint
Albans
[FIGURA
S 1-2-3],
que se
remonta a
mediados
del siglo
XII; la del
crucero de
la catedral
de
Norwich
demuestra
gran
monument
alidad; la
de Bury
Saint
Edmunds
(Suffolk)
remataba
el pórtico
de entrada
de la
abadía,
desapareci
da en la
actualidad,
y se
caracteriza
ba por la
riqueza
decorativa
de sus
arcadas.
    SAINT ALBANS  
FIGURA 1: FIGURA 2: FIG. 3:
       
PLANTA VISTA NAVE

     
       

       
  CATEDRAL        La catedral de Durham [FIGURAS 4-5],  
DURHAM consagrada en 1133, ilustra la arquitectura
anglonormanda de principios del siglo XII. Se
FIG. 4:
trata del primer edificio inglés con bóveda de
PLANTA
crucería, en todas sus partes. Consta de tres
naves, un transepto sobresaliente con una nave
lateral y un coro particularmente profundo
terminado en tres ábsides, de los cuales el axial
es mucho más importante. Un enorme cuerpo
occidental, jalonado por dos torres, precede
este conjunto en su cara oeste. La nave central
presenta un alzado de tres pisos: grandes
arcadas, amplias tribunas cubiertas por bóvedas
de cuarto de esfera con vanos divididos por una
columna intermedia, y ventanales con una
galería de circulación. La influencia normanda
se observa también en los soportes alternos de
la nave central: columnas y pilares circulares
con medias columnas adosadas.
     Este procedimiento procedente de Jumièges
se propagó, sin duda, a través de Westminster y
Ely. Los soportes aún no se adaptan bien a la
recepción de las bóvedas de crucería, las cuales
se construyen con mampuestos, mientras que
  los plementos de las cubiertas góticas serían
FIG. 5: aparejados. No obstante, estas primeras
SOPORTES experiencias con bóvedas desembocaron en la
bóveda sexpartita y, más tarde, en la bóveda
gótica oblonga. En Normandía, al igual que en
Inglaterra, estas experiencias fueron numerosas
(transepto de Winchester, Gloucester, Lessay,
Caen) y muy tempranas. Las bóvedas de
crucería, de planta cuadrada u oblonga, se
sustentan en muros espesos y presentan nervios
consistentes. Sin embargo, la estructura de
madera no se abandona por completo como
demuestra la catedral de Ely (1093-1190). Este
edificio se compone de una nave de doce
tramos y se caracteriza por una alternancia de
soportes simplemente decorativa. La parte más
destacada son los tres niveles del alzado. Un
pórtico alto y elegante se dispone delante de los
ventanales. El conjunto se prolonga al oeste
con un transepto constituido por una torre
central y absidiolas laterales orientadas. Este
modelo sigue, a la vez, el modelo del cuerpo
occidental carolingio y las innovaciones
arquitectónicas románicas del Imperio
[FIGURAS 6-7-8-9-10-11-12].
  CATEDRAL DE ELY  
FIGUR
FIGUR FIGURA FIG. FIG.
FIGUR FIGUR A 11:
A 7: 8: 10: 12:
  A 6:       A 9:     4    
MURO DECORA PLAN MURO
TORRE NAVE NIVEL
S CION TA S
  ES  

               

               
           Este edificio es muy similar a la catedral de  
PETERBORO Norwich (1096-1145), que adopta la misma
UGH estructura en las naves. Con todo, una de las
originalidades de esta construcción reside en su
FIG. 13: NAVE
cabecera. La arquitectura románica inglesa
empleó indiferentemente la cabecera llamada
benedictina —con capillas escalonadas— y la
compuesta por deambulatorio y capillas
radiales. La de Norwich es una especie de
solución entre estos dos procedimientos
arquitectónicos: cuenta con deambulatorio y
tres absidiolas. La central se sustituyó en el
  siglo XIII por una gran capilla, y luego, por una
FIG. 14: segunda en 1430. Las dos absidiolas conservan,
CRUCERO sin embargo, su trazado original, están
orientadas y presentan dos círculos unidos.
Unos arcos ciegos decoran estas absidiolas,
muy elevadas, en todo su contorno. El alzado
del coro incluye tres niveles: grandes arcadas,
tribunas con vanos sin subdividir y ventanales
de un gótico posterior a 1362. Un alzado
  análogo se observa en la nave, en la que los
FIG. 15: ventanales disponen de un ándito de escasa
INTERIOR altura, abierto a la nave central mediante arcos.
Esta construcción ilustra, además, la tendencia
a la prolongación, característica de la
arquitectura románica inglesa: la nave central
cuenta con 14 tramos y el coro, con cuatro. El
esfuerzo por aligerar los muros a la altura de las
tribunas y la multiplicación de pasillos abiertos
en los muros alcanzaron su apogeo en la
catedral de Peterborough [FIGURAS 13-14-
15]. Excepto las naves laterales, con bóveda de
  crucería, todo el edificio se halla cubierto con
estructura de madera. El arquitecto, libre de los
riesgos de inclinación derivados del empuje de
TEWKESBUR las bóvedas, amplió el alzado a tres niveles en
Y el conjunto del edificio. Los brazos del
FIG. 16: transepto recibieron, de este modo, tres niveles
TORRE de ventanas, de las cuales, las del segundo y el
último presentan ánditos. De esté modo, los dos
niveles de circulación se extendían por todo el
perímetro del edificio sin interrupción. Este
sistema llevó al recio muro normando a su
pleno desarrollo.
     Alrededor de 1130 y durante todo el siglo
XII, un número importante de iglesias adoptó
planta circular, modelo que ya prevalecía antes
de la conquista, pero que adquirió proporciones
muy amplias. Los edificios de Clerkenwell,
Little Maplestead y el templo de Londres
constituyen una buena prueba. Además, la
planta de la iglesia del Santo Sepulcro de
Jerusalén, que experimentó un gran éxito en
Occidente, se reprodujo en la rotonda del Santo
Sepulcro de Cambridge, provista de un pasillo
anular y una torre central sobreelevada.
     Desde la primera mitad del siglo XII se
llevaron a cabo intentos de levantar cuatro
niveles en Tewkesbury (Gloucestershire):
grandes arcadas, tribunas, triforio y ventanales.
Además, una nueva tendencia se manifestó con
la reducción de la cabecera, que pasó a adoptar
forma rectangular [FIGURAS 16-17]. Este
modelo se vio impulsado, con toda seguridad,
por la implantación de las grandes fundaciones
del Císter. Se observa hacia 1120 en Southwell
Minster y en Romsey Abbey, y más tarde en
Hereford, Llandaff, Southwell y Old Sarum. La
  orden del Císter se introdujo enseguida en Gran
FIG. 17: NAVE Bretaña, como atestiguan los monasterios de
Waverley, fundado en 1128 a instancias de
Giffard, obispo de Winchester, y el de
Rievaulx, construido en 1132 por Claraval.
     En 1135, se erigió la abadía de Fountains, en
Yorkshire: tres naves, transepto sobresaliente
con cuatro capillas rectangulares unidas a los
brazos, y coro con tres ábsides escalonados de
forma también rectangular. El alzado de dos
niveles presenta grandes arcadas un tanto
apuntadas. La nave central, en un principio
cubierta con bóveda de cañón apuntada, se
reemplazó por un techo con estructura de
madera. Las naves laterales disponen de
bóvedas de cañón dispuestas transversalmente.
Este edificio que, por desgracia, nos ha llegado
en estado de ruina, sirvió de modelo a un gran
número de construcciones de Inglaterra e
Irlanda.
     Dos edificios ilustran la arquitectura inglesa
del románico tardío. El de Chichester (Sussex),
reconstruido después de 1186, presenta coro
gótico y arbotantes en el exterior. Conserva, de
todas formas, el alzado de tres niveles con una
parte superior muy perforada. La catedral de
Ely, por su parte, dispone de una decoración
mural de arcaturas realizada en un estilo casi de
filigrana que se desarrollaría en la primera
arquitectura gótica inglesa (Peterborough,
Wells, Salisbury).
 
Lo más importante en el estudio de la arquitectura románica reside en el papel que
desempeñaron las diversas áreas geográficas e históricas en la elaboración del
estilo. Las experiencias arquitectónicas del románico permitieron la evolución de la
arquitectura gótica. El románico de Normandía e Inglaterra enseguida imaginó un
tipo de bóveda para cubrir sus amplias naves que legaría al estilo gótico: la bóveda
de crucería. Con el fin de cubrir espacios más amplios, los arquitectos incluyeron
una ojiva adicional que pasaba por la clave y dieron, de esta manera, con la bóveda
sexpartita. En el siglo XIII, la planta cuadrada se sustituyó por otra oblonga, y las
ojivas y los arcos fajones, antes de medio punto, se tornaron apuntados. En el siglo
XIV; el diseño de las bóvedas se complicó con la aparición de nervaduras que
enlazaban la clave de las bóvedas con la cabeza de los arcos fajones, cuyas bases
estaban unidas por arcos terceletes. Más tarde, este procedimiento se desarrolló y
condujo a bóvedas con numerosos pequeños paneles y múltiples nervios.
     El otro elemento esencial de la arquitectura gótica es el arbotante, derivado del
contrafuerte disimulado bajo la armazón del tejado de las naves laterales y que
servía para contener los empujes de las bóvedas de la nave.
     La importancia del campanario durante la época del románico continuó, pero
agraciado con la tendencia general del gótico por destacar la verticalidad. El origen
 
del arte esculpido gótico se localizó en la abadía real de Saint-Denis, cuya fachada
occidental (anterior a 1140) presenta la primera consecución definida de la portada
gótica, con las estatuas-columnas que sustituyen a los personajes, situados en los
vanos abocinados del románico. Mientras que en el norte, el estilo gótico se formó
rápidamente, con sus bóvedas de crucería, sus portadas con estatuas-columnas y
sus vidrieras cada vez más presentes en el monumento, el sur e Italia continuaron
fieles al románico. Las estatuas de los santos Pedro y Pablo de la fachada de Ripoll,
hacia 1170-1180, no recuerdan precisamente a las estatuas-columnas de la portada
de Saint-Denis, como muestra el tratamiento de la cabeza un poco adelantada y el
del nimbo que esconde la columna. Estas figuras mantienen una función
iconográfica básica y la representación prevalece sobre la función. El arte
meridional continuó siendo, pues, románico, mientras que el arte septentrional ya
era gótico.
    Entre 1120 y 1130 se concluyeron de manera paralela, y casi al mismo tiempo, el
nártex de la iglesia abacial de Vézelay y la portada real de Chartres. Las
características formales, más que las cronológicas, sitúan a cada uno de estos dos
monumentos en un contexto diferente, el uno románico y el otro gótico. Asimismo,
señalan profundos cambios en el emplazamiento y las funciones de la imagen.
 
Fachada de la abadía real de Saint-
Denis, anterior a 1140. La fachada occidental presenta un rosetón central, tres portadas y dos
torres laterales. Se trata de la primera obra definida de la portada gótica, con las estatuas-
columnas que reemplazan a los personajes de los vanos abocinados del románico: en el gótico
se integran en la arquitectura de la fachada a través de la columna. Así pues, el origen del arte
gótico se localiza en la abadía real de Saint-Denis, en torno a la persona del abad Suger.
Historia del arte románico
Este estilo es el resultado de la integración de fórmulas constructivas y e
diversa procedencia: romana, prerrománica, bizantina, germánica y árab
alcanzar una unidad de criterios y una personalidad considerables.
Pero no se puede considerar este estilo como algo completamente homo
doble plano espacial y cronológico, puesto que se dan “variedades regio
una evolución temporal de maduración y decadencia.
En España, la peculiar situación política y geográfica en los siglos en qu
desarrolla, va a imponer una serie de condicionantes especiales, con resp
otros estados vecinos. La convivencia, a menudo bélica y en otras ocasio
pacífica con el mundo musulmán limita la difusión geográfica de la arqu
románica a los territorios no sólo conquistados, sino establemente repob
por esta razón que el románico español sólo se desarrolla en la mitad no
peninsular.
Desde su nacimiento en el siglo X, hasta su lenta y desigual desaparición
XIII, el estilo, sigue el ciclo vital de cualquier estilo artístico: fase arcaic
románico), fase clásica (románico pleno) y por ultimo una fase decadent
barroquizante (tardorrománico).
La “primera etapa” se desarrolla en las décadas finales del siglo X y a lo
buena parte del XI. En él juega un papel predominante la arquitectura an
Nace en el norte de Italia y se extiende por el sur de Francia y noreste de
Por su procedencia y desarrollo se le ha denominado también estilo lombardo.
Es así como durante el siglo XI comienzan a construirse en el norte de Cataluña un elevado número de tem
estilo lombardo, en Lérida, Gerona y Barcelona. Este primer impulso llega también al reino de Aragón, co
buenos ejemplares en la provincia de Huesca. Salvo algún caso aislado de Galicia y Valladolid, el primer r
frenado por la tradición artística hispánica de lo astur-leonés y lo mozárabe, no tendrá en el resto de nuestr
ninguna implantación.
Como características más distintivas se puede citar el empleo de piedra escuadrada pero no pulida, las cabe
de semitambor adornadas con arquillos y bandas rítmicamente dispuestas, los templos se cubren con bóved
de cañón y horno, las naves son más amplias y elevadas, al menos en comparación con antiguos edificios
prerrománicos; se emplean los pilares como sustentación, en lugar de la columna, y no hay figuración escu
Una segunda fase, que constituye la época dorada del estilo por su calidad y belleza, se extiende en la últim
siglo XI y la primera del XII, procedente de Francia y transmitido principalmente por las rutas de peregrin
esta fase del gran románico se le ha denominado "pleno".
Es el momento en que se levantan los principales monasterios, las grandes catedrales románicas de las ruta
peregrinación y otras importantes iglesias en las ciudades de mayor poder económico e influencia.
Es un estilo de líneas y volúmenes armónicos, ricos en escultura en fachadas, puertas, ventanas, canecillos
pintura complementa la expresividad de la figuración tallada en la piedra. Los programas iconográficos no
azar, sino en función de un mensaje catequético y simbólico
preciso.
Aunque existe algún caso aislado anterior, se puede afirmar que
hasta la sexta o séptima década del siglo XI el románico pleno no
se asienta en España. Es, por tanto, a partir de los reinados de
Sancho Ramírez en Aragón y Alfonso VI en Castilla y León,
incluyendo las actuales las actuales provincias de Asturias y
Cantabria, cuando el nuevo estilo foráneo comienza a desplazar al
arte castizo. La tración del nuevo estilo es favorecida por la
intensificación de las peregrinaciones de aquellas décadas, la
reforma litúrgica y el asentamiento de monasterios de origen
francés.
La asimilación de este arte considerado extranjero no se llevará a
cabo sin fuertes resistencias como consecuencia del fuerte arraigo
de la cultura y tradición hispanovisigoda en los reinos españoles, mantenida y alentada por el combativo re
leonés y por la población mozárabe.
Las principales estaciones del Camino de Santiago ven lev
estilo puro y consolidado las primeras iglesias y monasteri
Comenzando por Aragón y Navarra (catedral de Jaca, Loa
Juan de la Peña en Huesca o el Monasterio de Leyre en Na
estilo pasa a Castilla a través de la Rioja (Con la soberbia
Santo Domingo de la Calzada) como una arteria de vida y
La iglesia monástica de San Martín de Frómista (Palencia)
basílica de San Isidoro de León son buenos ejemplos. El fi
Camino es Santiago y en esta época se colocan las primera
de la catedral compostelana.
Los importantes monasterios ubicados en Burgos van a ten
influencia fundamental en todo el románico castellano, esp
en Soria. Sobre todo el de Santo Domingo de Silos, cuyo c
va a irradiar su concepto estético y simbólico por grandes territorios castellanos y aún fuera de Castilla. No
para muchos autores existe un antes y un después de Silos. A pesa
lejanía con el Camino de Santiago, otras importantes ciudades fr
repobladas por Alfonso VI y Don Raimundo de Borgoña como Áv
Vicente y San Andrés), Segovia (San Millán) y Sepúlveda (Sa
reciben este influjo erigiéndose importantes iglesias. Poste
de forma tardía alcanza tierras de Guadalajara, como Atienza o
Con el tiempo, y a medida que las soluciones arquitectónicas se a
mejoran, aparecen volúmenes nuevos y la escultura comie
barroquizarse. Con el cambio de la mentalidad medieval, el s
definitivamente el XIII, trae con sigo un despertar del interés d
por la naturaleza y sus estímulos físicos. La figuración trata d
más a la realidad. La estética desplaza al simbolismo. Se lle
se ha venido en denominar tardorrománico.
En Francia, esta fase terminal del estilo dejó ejemplos verdaderamente exuberantes, como la impresionante
Notre Dame la Grande de Poitiers, lo que provocó una corriente completamente antagónica de la mano de
del Císter. Las construcciones de los monasterios de los monjes blancos se despojan de todo ornato e impo
estética sobria y basada en la línea.
El primer gótico, nacido en el siglo XII, y desarrollado en el XIII, convive
formas tardorrománicas, a menudo fundiéndose entre sí en construcciones
llamado “de transición”.
Si el gótico con su nuevo concepto de la belleza y simbolismo, se impone r
en las grandes ciudades, incluso sustituyendo templos anteriores, en otras z
aisladas, como consecuencia del apego a unas formas tradicionales, se segu
construyendo en un arte inercial durante varias décadas más.
En España, sumida en las circunstancias políticas especiales de la reconqui
arquitectura románica tarda en popularizarse. Aunque vastas zonas geográf
reconquistadas por las armas durante el final del siglos XI y la primera mit
la repoblación efectiva de muchos de estos territorios, sobre todo las zonas
se materializa de forma masiva hasta varias décadas más tarde.
Será cuando los repobladores alcancen una suficiente estabilidad en lo org
lo económico, cuando comiencen a construir en todas las aldeas de nueva fundación pequeñas parroquias e
de moda, como sucedió en Guadalajara durante los siglos XIII y XIV. En este momento, y en algunas zona
territorio castellano y leonés se erigen también iglesias que siguiendo las pautas del románico popular se e
técnicas y estética mudéjar con el uso del ladrillo, como en Cuéllar (Segovia) y Arévalo (Ávila), etc..
Arquitectura románica
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Iglesia de Sant Climent en Taüll, Lérida

Se llama estilo románico en arquitectura al resultado de la combinación razonada y


armónica de elementos constructivos y ornamentales de procedencia latina, oriental
(bizantinos, sirios, persas y árabes) y septentrional (celtas, germánicos, normandos) que
se formó en la Europa cristiana durante los primeros siglos de la baja Edad Media.

Contenido
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 1 Origen del nombre


 2 Épocas del románico
 3 Tipos de edificios
 4 Componentes del estilo
o 4.1 Planta
o 4.2 Contrafuertes
o 4.3 Pilares y arcos
o 4.4 Cubierta interior
o 4.5 Cubierta exterior
o 4.6 Puertas y ventanas
o 4.7 Cornisas
o 4.8 Ornamentación
o 4.9 Estructura
 5 La arquitectura románica en Europa
o 5.1 España
o 5.2 Francia
o 5.3 Italia
o 5.4 Alemania
o 5.5 Reino Unido
o 5.6 Escandinavia
o 5.7 Bélgica
 6 Véase también
 7 Referencias
 8 Enlaces externos

Origen del nombre [editar]


Recibe el nombre de «románica» por coincidir su floración con la aparición de las
lenguas románicas o romances. Otras fuentes afirman que fue en el siglo XIX cuando el
arqueólogo Carlos de Gerville dio este nombre a la arquitectura cristiana occidental de
los siglos V al X, por alusión a la arquitectura romana en la que se suponía que se había
inspirado.

Épocas del románico [editar]


La época en que se considera que se desarrolla el estilo románico comprende los siglos
XI y XII sin exclusión de otros siglos pues aunque algunos edificios del siglo X tal vez
ya puedan calificarse de románicos, se erigieron otros verdaderamente tales en diversas
zonas (especialmente, en Asturias y Galicia) durante la época gótica hasta casi alcanzar
el Renacimiento.
Exterior de la Colegiata de Santa Cruz en Castañeda, en Cantabria.

La división más común que puede mantenerse del estilo románico es entre el románico
sencillo y el románico de transición dando a este segundo grupo un valor secundario y
considerándolo como una variante del primero, con tal de incluir en él los edificios de
aspecto románico que ostenten algunos arcos ojivales o apuntados sin cubrirse con
bóvedas de crucería. Este segundo grupo empieza en el siglo XI pero no se hace común
hasta mediados del mismo siglo e incluso entonces coexiste con el primero.

Cabe también distinguir por otro concepto el estilo románico en dos variantes con los
nombres de sencillo y florido pues se observa que en la primera época del estilo hasta ya
entrado el siglo XII, se presentan los edificios con relativa sencillez en los adornos de
puertas y ventanas y con cierto aspecto de pesadez y tosquedad que van perdiendo a
medida que avanza dicho siglo mas no puede establecerse esto como una norma
constante por obedecer a muy diferentes causas regionales o locales la perfección y
elegancia en las construcciones o por corresponder su filiación a distinta escuela
artística. No obstante, la división entre románico sencillo y románico florido servirá en
multitud de casos para determinar la cronología de los edificios de este tipo en una
misma región o localidad que haya de estudiarse y desde luego se pueden atribuir en
España al segundo grupo (correspondiente a mediados del siglo XII hasta bien entrado
el siguiente) los edificios románicos que ostenten exuberancia ornamental o gran finura
de ejecución de los detalles.

Tipos de edificios [editar]


Véase también: Edificios románicos

Componentes del estilo [editar]


Véase también: Catedrales de España

Entre los elementos arquitectónicos que destacan en el estilo románico los más
característicos del mismo son:

 el pilar compuesto y de núcleo prismático.


 el arco de medio punto.
 la cubierta de bóveda de medio cañón y de arista.
 la cúpula poligonal sobre trompas.
 los ábsides semicirculares en planta de cruz latina en las Iglesias.

A continuación otros de los elementos arquitectónicos propios el estilo románico:

Planta [editar]
Planta de la iglesia de San Martín en Frómista, Palencia (s. XI)

La planta típica de una iglesia románica es la basilical latina con tres o cuatro naves y
crucero de brazos salientes. En el testero o cabecera, que siempre mira a Oriente, se
hallan tres o cinco ábsides semicirculares de frente o formando corona, llevando cada
uno de ellos tres ventanas en su muro. Y en los pies o entrada del templo se alza un
pórtico o nárthex flanqueado por dos torres cuadradas. Pero así como las iglesias rurales
o menores sólo constan de una sencilla nave y un ábside sin crucero saliente y sin torres
junto a la portada, así las mayores sobre todo, las de grandes monasterios o los
santuarios visitados por numerosas peregrinaciones suelen ofrecer muy amplio el
transepto y crucero, como también tienen prolongadas las naves laterales en torno a la
capilla mayor constituyendo la girola o nave semicircular que da paso a diferentes
capillas absidiales, abiertas en torno de ella a modo de corona. Algunas iglesias tienen
los brazos del crucero convertidos en sendos ábsides que con el central forman una
especie de gran trifolio. Las iglesias de templarios y de otras órdenes caballerescas
afines se hallan, por lo común, sobre planta poligonal o circular y son de escasas
dimensiones. Asimismo, existen pequeños oratorios de planta circular que fueron
capillas funerarias o que estuvieron unidas a fortificaciones como oratorios militares y
no faltan otras que siguiendo el estilo o inspiración bizantina se disponen a modo de
cruz griega y de cuadrifolio.

Contrafuertes [editar]

Los soportes característicos de un edificio románico son el pilar compuesto y el estribo


o contrafuerte adherido exteriormente al muro. Los contrafuertes tienen por objeto
reforzar los muros y servir a la vez de estribo o contrarresto a los arcos y bóvedas
(servicio que también prestan los pilares compuestos): son visibles al exterior, lisos y de
forma prismática. Pero cuando se adhieren a los ábsides aparecen frecuentemente a
modo de columnas que sostienen el alero. Los muros están formados de sillarejo o de
sillares desiguales con poca regularidad en las hiladas.

Pilares y arcos [editar]

Capitel románico.
El referido pilar monta ordinariamente sobre un zócalo cilíndrico o de poca altura y se
compone de una pilastra simple o compuesta que lleva adosadas a cada frente o a
alguno de ellos una o dos columnas semicilíndricas (o en vez de éstas, otras pilastras
más estrechas) con objeto de dar pie a los arcos formeros y a los transversales o fajones.
Dichas columnas tienen basa y capitel igualmente adosados al núcleo central prismático.
Hay también columnas exentas y pareadas, de dos en dos, o de cuatro en cuatro pero no
se hallan de estas formas ordinariamente sino en los claustros, pórticos, galerías y
ajimeces.

Arcos en la iglesia de Saint-Saturnin, Francia.

Los capiteles románicos ofrecen especial interés por lo variado de sus formas y por las
curiosísimas labores con que suelen decorarse. Algunos de ellos conservan
reminiscencias clásicas de sabor corintio degenerado pero en su gran mayoría se forman
de un grueso prisma o de un tronco piramidal o de cono invertido en cuyos frentes lleva
esculpidas labores geométricas entrelazadas o motivos vegetales que en forma de hojas
le rodean o asuntos simbólicos e históricos. Va coronado el capitel por un ábaco grueso,
denominado cimacio, el cual se halla casi siempre decorado con molduras u otros
ornamentos propios del estilo y frecuentemente lleva por su parte inferior una serie de
modillones cuadrados que parecen almenas. En las columnas geminadas o yuxtapuestas
suele cubrir el ábaco a todo el grupo de ellas uniendo así sus capiteles.

Las basas de las columnas tienen la forma toscana o ática pero con el toro inferior ancho
y aplastado y suelen llevar en las enjutas o ángulos del plinto una figurilla caprichosa o
bien una garra que aparenta sujetar con el plinto la moldura curva o toro que en él
descansa. En el siglo XII se ornamentan frecuentemente las basas con diferentes labores
propias del estilo lo cual ya se usó alguna vez en la arquitectura visigoda (y mucho más
en la romana) según se observa en la iglesia de San Pedro de la Nave.

Los arcos de construcción se apoyan inmediatamente sobre el referido ábaco y son de


medio punto o peraltados y casi siempre dobles o triples, es decir, que cada uno de ellos
consta de dos o tres semianillos adheridos uno debajo de otro siendo más ancho el de
encima. Cuando se adorna con molduras propiamente dichas, se denuncia la segunda
época del estilo y se presentan ellas en forma de un baquetón grueso, bordeando la
esquina del arco. Propio asimismo de la segunda época (siglo XII) es el arco apuntado,
también llamado ojival, que a veces se halla en edificios románicos como medio
constructivo para disminuir el empuje lateral (sin que por esto sea indicio de estilo
gótico si falta la bóveda de crucería) y nunca como ornamento. Se hallan, no obstante,
en algunos edificios románicos, influidos por la arquitectura arábiga, arcos lobulados y
entrelazados, ya ornamentales, ya constructivos. Pero estos últimos sólo en arcadas de
claustros o en obras equivalentes.

Cubierta interior [editar]

Cubierta interior con bóveda de medio cañón.

La cubierta interior de la naves y estancias diferentes consiste por lo general en la


bóveda de medio cañón —a veces, apuntada como los arcos— para la nave central; de
arista o de cuarto de cañón para las laterales y de concha o de cuarto de esfera para los
ábsides, alzándose sobre el crucero una cúpula poligonal apoyada en trompas (a estilo
persa) que se colocan en los ángulos o rincones resultantes del encuentro de los arcos
torales. Dichas trompas se constituyen por una bovedilla semicónica o por una serie de
arquitos en degradación que hacen el mismo oficio. Algunas veces, según la escuela a
que pertenezca el edificio, la nave central lleva techumbre de madera o carece de cúpula
o por el contrario, la tiene verdaderamente esférica y elevada sobre pechinas a estilo
bizantino. La dificultad y la diferencia mayor que se hallan en estos edificios estriban en
el problema de combinar el abovedamiento de todas las naves con la iluminación
suficiente de la central y, además, en dar al crucero o al encuentro de las naves un
equilibrio muy estable y una cubierta proporcionada: las soluciones varias que se dan a
este doble problema constituyen las diferencias principales de la escuelas
arquitectónicas del estilo románico.

Cubierta exterior [editar]

La cubierta exterior o tejado insiste sobre las bóvedas mediante una armadura sencilla
de madera que se apoya en ellas pero en el siglo XII se hace independiente esta
armadura y es sostenida sólo por los muros para no cargar de peso las bóvedas y
cúpulas. Sobre la cúpula poligonal del crucero se eleva una linterna prismática ya
formando cuerpo con ella, ya estando independiente a modo de domo. Dicha linterna se
termina por una cubierta piramidal, semejando el conjunto una torre de base ancha y
poca altura que, a veces, ejerce también funciones de campanario.

Puertas y ventanas [editar]


Portada de la Colegiata de Castañeda, Cantabria.

Las puertas se hallan formadas por una serie de arcos redondos concéntricos y en
degradación apoyados en sendas columnillas de suerte que todo el conjunto forma una
especie de arco abocinado y moldurado contribuyendo al mayor efecto visual el mismo
grosor del muro que suele formar allí un cuerpo saliente. Algunas portadas carecen de
dintel y de tímpano pero por lo general se hallan provistas de uno y otro y entonces se
esculpen sobre el último relieves simbólicos o iconísticos y a los lados de la portada o
en las jambas y aun en el mismo arco abocinado se disponen variadas series de labores
ornamentales en relieve, flanqueándose, a veces, con estatuas el ingreso en las iglesias
más suntuosas.

Las ventanas se abren casi siempre en la fachada y en el ábside y algunas veces en los
muros laterales. Son bastante más altas que anchas y terminan por arriba en arco doble,
generalmente plano o de arista viva apoyado sobre columnitas como las de la portada y
cuando estos arcos se rodean de molduras finas o baquetones o bien las ventanas han
dejado la primitiva estrechez, pertenecen a la segunda época del estilo. Hay también
ajimeces, óculos y pequeños rosetones, correspondiendo estos últimos al último
periodo.

Se cierran las ventanas con vidrieras incoloras o de color en algunas iglesias suntuosas o
con láminas traslúcidas de alabastro o yeso cristalino o con simples celosías de piedra
perforada y en las iglesias pobres con simples telas blancas enceradas o impregnada con
trementina. De aquí que hayan de ser poco extensas las ventanas de esta época (lo
mismo que en la precedente) hasta que se fue ensayando y generalizando el uso de
grandes vidrieras.

Cornisas [editar]

Las cornisas, lejano recuerdo de los clásicos arquitrabes forman como una imposta
corrida sobre pilastras y muros y a continuación de los ábacos de los capiteles y adornan
el frontispicio colocadas encima de la portada o debajo de la ventanas. Llevan adornos y
molduras y a menudo (al igual que el frontón y el alero o tejaroz, que también son
cornisas) están sostenidas por canecillos o por series de arquitos ciegos.

Ornamentación [editar]
Esculturas en el iglesia de Santa María, en Piasca, Cantabria.

La ornamentación típica del estilo románico se manifiesta principalmente en las


cornisas, arquivoltas, capiteles, puertas y ventanas y consiste en un conjunto de líneas
geométricas quebradas o en sisas, billetes, ajedrezados, dientes de sierra, puntas de
diamante, lacerías, arquerías o arquitos ciegos, rosetoncitos, follaje serpenteante y otros
motivos vegetales siempre estilizados o con escasa imitación de la naturaleza. También
se utilizan los relieves y estatuas iconísticas, los mascarones o canecillos, los bestiarios
(monstruosas figuras de animales) y los relieves simbólicos.

Se decoraban los muros interiores con varias pinturas de dichos motivos y de escenas
religiosas o bíblicas y los pavimentos alguna vez con mosaicos. Por regla general, se
halla íntimamente unida con la estructura en los edificios románicos su decoración
escultórica, de modo que sirva ésta para acentuar los miembros más salientes de aquélla
y no sea como vestidura postiza del edificio. No obstante, se observan en algunos
edificios esculpidas varias figuras de monstruos como aplastados por las basas de las
columnas o de relieve en el zócalo de las fachadas con idea evidentemente simbólica o
moral ya que no la tienen arquitectónica.

Estructura [editar]

La estructura general de una iglesia románica puede inferirse de lo dicho sobre la planta,
soportes y bóvedas. Sólo falta advertir que toda la composición interior se acusa
exteriormente por los contrafuertes que señalan los tramos de la planta. Asimismo, por
las impostas corridas que indican las divisiones de la alzada. Por las ventanas y
arquerías, que responden a los triforios interiores o a sus equivalentes y a las diferencias
de altura en las naves, etc.

En las fachadas bien dispuestas se advierte una gran cornisa sostenida por canecillos
sobre la portada, una o tres ventanas o un rosetoncito en lo alto, dos o tres series de
arquerías ciegas a diferentes niveles y un frontón o piñón bordeado por una cornisa en el
término superior del muro.

La arquitectura románica en Europa [editar]


España [editar]

Artículo principal: Arquitectura románica en España


En España el románico está muy desarrollado, sobre todo en el norte. Se difunde a
través del camino de Santiago, el más importante en las peregrinaciones. La conquista
de Toledo asegura la paz al norte del Duero.

En Cataluña se conjuga el tradicional estilo carolingio con el recién importado


románico de los primeros años del siglo XI. Los primeros tiempos de la arquitectura se
vieron fuertemente influenciados por el arte carolingio y el árabe de la península
Ibérica. Se estima como caso excepcional y modélico la fundación del monasterio
benedictino de San Pedro de Roda en Gerona. A comienzos del siglo XI se advierte una
gran actividad arquitectónica por parte de los grupos compuestos de maestros y canteros
lombardos que trabajan por todo el territorio catalán, erigiendo templos bastante
uniformes.

En Navarra y Aragón se nota más la influencia de Cluny. Destacan las iglesias de San
Juan de la Peña, San Salvador de Leyre, San Millán de la Cogolla (La Rioja) y San
Pedro de Lárrede. Son iglesias rurales de una sola nave, ábside semicircular y arcos
ciegos. Es frecuente la presencia de torres altas y cuadradas, con ventanas en lo alto, que
recuerdan a los minaretes árabes.

En Valencia no existen edificios puramente románicos, ya que la reconquista durante el


siglo XIII, y el cambio de gusto arquitectónico hacen que algunos edificios de planta
románica sean finalizados en período gótico. Ejemplo de ello es la iglesia San Juan del
Hospital[1] de Valencia, iniciada en 1238 por la orden hospitalaria tras la conquista de la
ciudad por Jaime I.

En León el románico engarza con la tradición asturiana, en la que se obtuvieron logros


notables. Destaca la Real Colegiata de Santa María de Arbás, en pleno puerto de
Pajares, a medio camino entre Oviedo y la que era la capital del reino, León. También
es notable la iglesia de Coladilla por la poco usual temática erótica de los canecillos y
por la simplicidad de sus líneas.

El románico del camino de Santiago es el más importante. Aparece la alternancia de


pilares y columnas, el taqueado jaqués como motivo decorativo y la cúpula en el
crucero. En España representa el románico pleno. Es un estilo auténticamente
internacional, con un modelo clásico y un lenguaje común al del resto de Europa. El
prototipo es la abadía de Cluny. Aquí encontramos las típicas iglesias de peregrinación,
con tres o cinco naves, crucero, girola, absidiolos, tribuna, bóvedas de cañón y arista,
etc. En Castilla y León predomina la planta basilical de tres naves. La central es más
alta y ancha, y tienen triple ábside. En el camino de Santiago las iglesias son urbanas: la
catedral de Jaca, monasterio de Silos,la Basílica Real de San Isidoro de León, la iglesia
de San Martín de Frómista(en Palencia, tomada como ejemplo para el estudio del
Románico) y la catedral de Santiago de Compostela, aunque también las hay rurales;
claro que son más pequeñas y de una sola nave, como las de San Esteban de Corullón,
Santa Marta de Tera o San Esteban de Gormaz.

Hacia el sur encontramos influencias islámicas. Se trata de un románico tardío que dará
paso al gótico. Ahora aparecen novedades técnicas inducidas por la reforma
cisterciense, como las cúpulas sobre trompas o pechinas.También son interesantes las
influencias provenientes del Périgord.Éste fenómeno se va a dar especialmente en el
Reino de León, donde encontraremos el Grupo de Cimborrios Leoneses compuesto por
la Catedral de Zamora, la Catedral Vieja de Salamanca, la Colegiata de Toro y la
Catedral Vieja de Plasencia. Por otro lado, el románico se hace definitivamente urbano,
siendo fruto de esa transformación las mencionadas catedrales de Zamora, Salamanca,
Plasencia, Ciudad Rodrigo,Ávila, etc. En estos lugares, además de las catedrales, se
construyen numerosas iglesias parroquiales.

También hacia el norte se extiende el románico, con un sentido más rural. Como las
catedrales de Tuy y Lugo, y las iglesias de la colegiata de Santillana del Mar, San
Estíbaliz de Lasarte o Santa María de Arbás.

Pero donde más se nota la influencia islámica es en el románico mudéjar, un arte


urbano cuyos templos tienen la estructura de las iglesias cristianas y los motivos
decorativos del arte islámico. Sin embargo, este arte no está dominado por la
concepción cristiana de la vida, ya que son conversos, musulmanes y judíos, los que
construyen estos templos. Destacan las iglesias de Sahagún, Arévalo, Olmedo y Toro.
Aunque en su conjunto el arte mudéjar es contemporáneo del gótico.

Francia [editar]

Artículo principal: Arquitectura románica en Francia

En Francia se dan todas las tipologías, y presenta el tipo clásico, no en vano aquí nace el
estilo románico. Las fachadas de la escuela de Provenza son las más antiguas. Se
construye en piedra. Las naves laterales hacen las veces de contrafuertes de la central.
En el crucero se levanta torres o cimborrios de dos pisos. Su aspecto exterior es austero.
Las iglesias más destacadas son las de San Trófimo de Arlés, San Víctor de Marsella y
la catedral de Aviñón. En la escuela de Languedoc aparecen las primeras iglesias de
peregrinación, con cinco naves y girola. Templos importantes son: San Sernin de
Toulouse y Santa Fe de Conques. El tipo clásico de románico se encuentra en la región
central: la escuela de Auvernia. Las iglesias tienen ábside y girola. Las naves laterales
tienen dos pisos, en los que se encuentra el triforio. La nave central tiene bóveda de
cañón. Los arcos son de grandes dimensiones. Y las piedras utilizadas son de colores.
Destaca la catedral de Puy y la iglesia Notre-Dame la Grande en Poitiers. En la escuela
de Aquitania y el Perigord aparecen las cúpulas, como en la catedral de Angulema y San
Front de Perigueux. La escuela de Borgoña posee el modelo típico románico, el que más
se difundió. Aquí se encuentran la abadía de Cluny, la catedral de Autun y la iglesia de
Vezelay. La escuela del dominio real en la que se encuentra la iglesia de San Denis. Y
la escuela de Normandía, que influiría en Inglaterra. Sus iglesias son más altas,
armoniosas y, por la tanto, con más luz. En el exterior destacan las tres portadas, que
corresponden a sendas naves. Destacan las iglesias de Sant-Etienne de Caen y la
Trinidad de Caen.

Italia [editar]

Artículo principal: Arquitectura románica en Italia

En Italia hay una profunda influencia bizantina y de la arquitectura clásica. Se dan las
escuelas de: Piamonte, Toscana y Lombardía con construcciones de ladrillo y un
sistema triple de edificios, a la manera paleocristiana, de: iglesia, baptisterio y
campanario. Destacan las iglesias de San Ambrosio de Milán, San Abundio de Como,
San Zenón de Verona, San Miguel de Lucca, y las catedrales de Parma, Pisa y Módena.
En la escuela toscana el mármol es el material constructivo por excelencia. En el
exterior destaca la combinación de elementos arquitectónicos repetidos: franjas
horizontales, arquillos ciegos y frontones y columnas.

Alemania [editar]

En Alemania los edificios son muy grandes, altos y desarrollados en longitud,


construidos en ladrillo. Los muros se rematan con arquerías. Persisten, aquí, las formas
carolingias, con la planta basilical y las columnas de imitación clásica. La cubierta es
plana, de madera y está pintada. Las naves se dividen por medio de hileras de columnas,
que se alternan con pilares. Poseen dos ábsides, uno a cada extremo de la nave, esto
obliga a abrir las puertas en los laterales del templo, por lo que carecen de fachada.
Posee, también, doble transepto. Destacan las iglesias de Santa María de Laach en
Colonia, el grupo de Ratisbona y las catedrales de Worms, Maguncia y Espira, y la
capilla palatina de Aquisgrán.

Reino Unido [editar]

En Inglaterra se siente la influencia normanda, hasta el punto de conocerse también


como «estilo anglonormando». Los templos alcanzan una mayor altitud y longitud. Las
naves laterales están separadas de la central por sendas hileras de pilares alternando con
gruesas columnas. Los fustes tienen una decoración en zigzag. En el crucero aparece
una torre que hace las veces de linterna. La cabecera suele ser cuadrada o utiliza el arco
ojival. Destacan las catedrales de Winchester, Worcester y Durham, y la cripta de la
catedral de Canterbury.

Escandinavia [editar]

En Escandinavia también se nota el influjo normando. Las plantas son de cruz latina,
con una torre en el crucero que hace de linterna. Destacan las catedrales de Lund,
Uppsala y Trondheim.

Bélgica [editar]

En Bélgica la catedral de Tournai anticipa el gótico.

Véase también [editar]


 Edificios románicos
 Arquitectura cisterciense
 Arquitectura gótica

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