Consumidores Argentinos

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C. 923. XLIII.

Consumidores Argentinos c/ EN - PEN - Dto.


558/02-SS - ley 20.091 s/ amparo ley 16.986.

Buenos Aires, 19 de mayo de 2010.


Vistos los autos: "Consumidores Argentinos c/ EN - PEN -
Dto. 558/02-SS - ley 20.091 s/ amparo ley 16.986".
Considerando:
1°) Que "Consumidores Argentinos, Asociación para la
Defensa, Educación e Información del Consumidor", promovió
acción de amparo, en los términos del art. 43 de la
Constitución Nacional y de la ley 16.986, contra el Poder
Ejecutivo Nacional, con el objeto de que se declare la
inconstitucionalidad del decreto de necesidad y urgencia
558/02, en cuanto modifica en forma sustancial la ley
20.091 de entidades de seguros y su control; y "lesiona,
restringe, altera y amenaza con arbitrariedad e
ilegitimidad manifiesta los derechos y garantías
contemplados en la Constitución Nacional", en concreto los
previstos en sus arts. 17, 18, 42, 75, inciso 12, y 109.
Puso de resalto, por un lado, que el art. 1° del decreto
558/02 incorporó, a continuación del último párrafo del
art. 29 de la ley 20.091, la posibilidad de que las
aseguradoras,ante una situación de iliquidez transitoria,
realicen y constituyan deuda subordinada a los privilegios
generales y especiales derivados de los contratos de
seguro; y por otro lado,
que el art. 21 del decreto impugnado sustituyó el art. 31
de la ley por la disposición que establece cesiones de
cartera sin la exigencia de la publicidad, la exclusión de
activos de la aseguradora, la imposibilidad de iniciar
actos de ejecución forzada sobre los activos excluidos y de
trabarse medidas cautelares sobre dichos activos. En el
plano sustancial, tales modificaciones, según su criterio,
provocan, concretamente, las siguientes alteraciones: (i)
privan de ejercer el derecho de oposición fundada en un
caso de transferencia de cartera y, en consecuencia,
atentan contra el art. 42 de la Constitución Nacional, (ii)
permiten la exclusión de activos de la aseguradora sin dar
ninguna noticia a los asegurados, en violación al derecho
de propiedad (art. 17 de la Constitución Nacional), (iii)
restringen el ejercicio del derecho a ejecutar al deudor en
sus activos por deudas impagas con afectación del derecho
de propiedad (art. 17 de la Constitución Nacional), (iv)
limitan la traba de medidas cautelares sobre los bienes del
deudor e imponen a los jueces la obligación de ordenar el
levantamiento de las medidas trabadas sobre los bienes
excluidos por voluntad de las empresas aseguradoras, en
violación a los derechos de propiedad y de igualdad, al
debido proceso y al principio de división de poderes (arts.
17, 18 y 109 de la Constitución Nacional), (v) eliminan la
autorización judicial para solicitar la anulación de actos
ineficaces y permitir la exclusión de los activos aun
cuando exista un estado de insolvencia, atentando contra
los derechos de propiedad y de igualdad, del debido proceso
y del principio de división de poderes (arts. 17, 18 y 109
de la Constitución Nacional), (vi) limitan el derecho de
los acreedores de la aseguradora respecto de los bienes
excluidos de su patrimonio, lo cual es violatorio de los
derechos de propiedad, de igualdad y de la garantía del
debido proceso. Respecto de la índole de la disposición
normativa utilizada por el Poder Ejecutivo Nacional para
introducir las modificaciones controvertidas, sostuvo que
no se hallaban configurados los recaudos que habilitan el
ejercicio de la potestad para dictar decretos de necesidad
y urgencia. Más que urgencia (dijo), hubo "lisa y
llanamente la intención del Poder Ejecutivo Nacional de
brindar un 'salvataje' al sector empresario del seguro más
comprometido en su situación patrimonial" (fs. 6 vta.).
2º) Que la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Contencioso Administrativo Federal, al confirmar la
sentencia del juez de primera instancia, hizo lugar a la
demanda. En su decisión sostuvo que no basta que la
situación
sea de emergencia, sino que debe haber una circunstancia
excepcional
en grado tal de hacer imposible el trámite legislativo,
y que en el caso, si bien se había dado lo primero, no
se cumplía con lo segundo, toda vez que el Congreso
Nacional
se encontraba en sesiones. Asimismo, señaló que el decreto
contiene normas de regulación permanente, modificatorias de
leyes del Congreso Nacional, las que traducen un
apartamiento
de los derechos reconocidos por los arts. 14, 17, 18 y 42
de
la Constitución Nacional.
31) Que contra esa decisión, el demandado dedujo
recurso extraordinario (fs. 211/225, replicado a fs. 228/
229), que fue concedido (fs. 233). Los agravios han sido
adecuadamente
reseñados en el punto II del dictamen de la señora
Procuradora Fiscal, al que cabe remitir para evitar
repeticiones
innecesarias.
41) Que el remedio federal es admisible, toda vez que
se halla en tela de juicio el alcance, la interpretación y
la
validez constitucional de un decreto del Poder Ejecutivo
Nacional Cde inequívoca naturaleza federalC, a la luz del
art.
99, inciso 31, de la Ley Fundamental (art. 14, incisos 1° y
31,
de la ley 48).
51) Que en cuanto a la constitucionalidad de este
tipo de decretos resulta de suma trascendencia fijar los
requisitos
que se deben cumplir a los efectos de considerarlos
válidamente emitidos.
A tal fin es necesario recordar los propósitos que
guiaron a los convencionales constituyentes de 1994 al
resolver
incorporar a la Constitución Nacional en forma expresa la
facultad que se analiza.
El dato relevante para la decisión fue la sistemá-
4-
tica extralimitación del ejercicio de tal facultad por
parte
de los titulares del Poder Ejecutivo. Si bien es cierto que
la
Constitución formal no receptaba norma alguna en tal
sentido,
la realidad institucional mostraba aquella tendencia y su
consecuencia natural, que no era otra que el debilitamiento
del sistema republicano democrático. Por tal razón, y con
la
convicción de que el ejercicio legítimo del poder y la
plena
vigencia de las instituciones requieren la optimización del
accionar político mediante la incorporación de reglas de
estructura y funcionamiento que garanticen la
transparencia,
la celeridad y la eficacia, los convencionales
constituyentes
consideraron conveniente reglar en forma explícita aquella
facultad, sustentando tal decisión en la necesidad de
introducir
parámetros de interpretación restrictiva y que se adecuen
a las normas, valores y principios del sistema
constitucional
argentino (Debate Parlamentario de la ley 24.309 de
Declaración de la necesidad de la reforma CDiario de
Sesiones,
Cámara de Diputados de la NaciónC diciembre 21 y 22 de 1993
Cpágs. 4093/4110C).
En tal sentido, la reforma constitucional enunció
entre sus objetivos el de "atenuar el presidencialismo", al
mismo tiempo que consignó la necesidad de "modernizar y
fortalecer
el Congreso" y "fortalecer los mecanismos de control",
todo ello directamente relacionado con el fin de
"perfeccionar
el equilibrio de poderes". La metodología a la que se
acudió
fue la de incorporar ciertas facultades excepcionales de
los
poderes constituidos, con el fundamento de que aquéllo
significaba la institucionalización de los mecanismos de
control a los que se los sometía.
En el debate constituyente, el convencional García
Lema, en oportunidad de referirse a aspectos de la reforma
constitucional, manifestó que "los contenidos del Núcleo de
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Coincidencias Básicas responden, al igual que la
habilitación
de los temas que están incluidos en el artículo 3° de la
ley
declarativa, a ciertas finalidades, a ciertas ideas-fuerza,
que constituyen los grandes objetivos de la presente
reforma.
La primera es sin duda la necesidad de obtener una
consolidación
y perfeccionamiento del sistema democrático (Y) La segunda
gran idea-fuerza es generar un nuevo equilibrio en el
funcionamiento de los tres órganos clásicos del poder del
Estado Cel Ejecutivo, el Legislativo y el JudicialC; y a
ella
responden, a su vez, la atenuación del régimen
presidencialista,
el fortalecimiento del rol del Congreso, la mayor
independencia
del Poder Judicial" (Diario de Sesiones de la
Convención Nacional Constituyente, Santa Fe-Paraná, 1994,
Secretaría Parlamentaria, Tomo II, págs. 2210/2211).
En línea con los conceptos de que da cuenta el párrafo
anterior, el convencional Paixao señaló que "(Y) dos
realidades de nuestra historia institucional justifican por

solas Cy en forma suficienteC la reforma de la Constitución
Nacional (Y) Se trata de dos realidades que encarnan dos
formas distintas de concentración del poder en nuestra
Constitución
histórica y en la vida institucional de esa Constitución
(Y) Una de ellas está vinculada con la concentración de
poder en el Poder Ejecutivo nacional (Y)". Por ello,
continuó
diciendo, el conjunto de reformas "(Y) significa asumir
como
hecho que la actual etapa histórica de la Argentina no es
la
etapa del hiper presidencialismo al servicio de la
organización
nacional, sino la de una descentralización del
poder que posibilite un avance armónico y por consenso de
la
mayor cantidad posible de integrantes de la sociedad
políticaY"
("Diario de SesionesY", op. cit., Tomo II, págs.
2211/2212).
Por su parte, el convencional Alfonsín sostuvo que
-6-
la intención del constituyente fue la de "(Y) atenuar el
presidencialismo
y desconcentrar las facultades del Presidente";
y que al sancionar estas reformas buscó "(Y) evitar la
degradación
de la democracia y de las instituciones que ponía en
peligro nuestra República (Y)". Agregó, refiriéndose a la
concentración de poder en el Ejecutivo, que "(Y) Dicha
concentración
de poder distorsiona la representatividad y el
sistema de separación de poderes, y debilita el control de
la
validez y legitimidad de las acciones del Ejecutivo por
parte
de los otros poderes del EstadoY" (Convención Nacional
Constituyente,
1994, Ministerio de Justicia de la Nación, Tomo V,
págs. 5155/5156).
61) Que la interpretación de la Constitución Nacional,
en cuanto regula los decretos de necesidad y urgencia,
debe ajustarse a los principios del estado constitucional.
Ello es así porque los constituyentes decidieron
sujetarse a unos principios fundamentales para convivir en
sociedad, pensados para que sean perdurables e inmunes a
las
tentaciones de cambiarlos frente a las previsibles mudanzas
de
opinión. Este común sentir se edifica sobre algunas bases
que
deben ser aceptables para quienes están distanciados por
una
controversia particular, que lo serán en los conflictos
subsiguientes cuando cambien sus posiciones de poderío o
debilidad
y que serán aplicadas por las generaciones futuras
porque se habrán transformado en una práctica
constitucional
consolidada.
71) Que el principio que organiza el funcionamiento
del estatuto del poder es la división de funciones y el
control
recíproco, esquema que no ha sido modificado por la reforma
constitucional de 1994. Así, el Congreso Nacional tiene
la función legislativa, el Poder Ejecutivo dispone del
reglamento
y el Poder Judicial dicta sentencias, con la eminente
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atribución de ejercer el control de constitucionalidad de
las
normas jurídicas. Desde esta perspectiva, no puede
sostenerse,
en modo alguno, que el Poder Ejecutivo puede sustituir
libremente la actividad del Congreso o que no se halla
sujeto
al control judicial.
8°) Que todo lo aquí expuesto no permite albergar
dudas en cuanto a que la Convención reformadora de 1994
pretendió
atenuar el sistema presidencialista, fortaleciendo el
rol del Congreso y la mayor independencia del Poder
Judicial
(confr. en igual sentido "Verrocchi", Fallos: 322:1726, y
sus
citas). De manera que es ese el espíritu que deberá guiar a
los tribunales de justicia tanto al determinar los alcances
que corresponde asignar a las previsiones del art. 99,
inciso
31, de la Constitución Nacional, como al revisar su
efectivo
cumplimiento por parte del Poder Ejecutivo Nacional en
ocasión
de dictar un decreto de necesidad y urgencia.
91) Que, en este orden de ideas, es menester señalar
que en el referido art. 99, inciso 31, se establece que el
Poder Ejecutivo sólo podrá emitir disposiciones de carácter
legislativo "Ycuando circunstancias excepcionales
hicieran
imposible seguir los trámites ordinarios previstos por
esta
Constitución para la sanción de las leyes, y no se trate
de
normas que regulen materia penal, tributaria, electoral
o el
régimen de los partidos políticos". Estos decretos
"Yserán
decididos en acuerdo general de ministros que deberán
refrendarlos,
conjuntamente con el jefe de gabinete de ministros".
A continuación, en el último párrafo, la norma
constitucional regula exigencias formales para la
comunicación
del decreto que se hubiera emitido a una Comisión Bicameral
Permanente del Congreso, y para su tratamiento en ambas
cámaras. Allí se establece que "Yel Jefe de Gabinete de
mi-
8-
nistros personalmente y dentro de los diez días someterá
la
medida a consideración de la Comisión Bicameral
Permanente,
cuya composición deberá respetar la proporción de las
representaciones
políticas de cada Cámara. Esta comisión elevará su
despacho en un plazo de diez días al plenario de cada
Cámara
para su expreso tratamiento, el que de inmediato
considerarán
las Cámaras. Una ley especial sancionada con la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara
regulará el trámite y los alcances de la intervención
del
Congreso".
En el mismo sentido el art. 100, inciso 13, dispone
que corresponde al Jefe de Gabinete "Refrendar
conjuntamente
con los demás ministros los decretos de necesidad y
urgencia
(Y)"; y establece que aquel funcionario "(Y) someterá
personalmente
y dentro de los diez días de su sanción estos decretos
a consideración de la Comisión Bicameral Permanente".
10) Que el texto transcripto es elocuente y las
palabras escogidas en su redacción no dejan lugar a dudas
de
que la admisión del ejercicio de facultades legislativas
por
parte del Poder Ejecutivo se hace bajo condiciones de
rigurosa
excepcionalidad y con sujeción a exigencias formales, que
constituyen una limitación y no una ampliación de la
práctica
seguida en el país ("Verrocchi"). Así, para el ejercicio
válido
de esta facultad de excepción, el constituyente exige
Cademás de la debida consideración por parte del Poder
LegislativoC
que la norma no regule materia penal, tributaria,
electoral o del régimen de los partidos políticos, y que
exista un estado de necesidad y urgencia.
11) Que en lo que respecta a la existencia de un
estado de necesidad y urgencia, es atribución de este
Tribunal
evaluar, en este caso concreto, el presupuesto fáctico que
justificaría la adopción de decretos que reúnan tan exC.
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cepcionales presupuestos.
Si esta Corte, en ejercicio de esa facultad de control
ante el dictado por el Congreso de leyes de emergencia,
ha verificado desde el precedente de Fallos: 136:161
("Ercolano")
la concurrencia de una genuina situación de emergencia
que imponga al Estado el deber de amparar los intereses
vitales
de la comunidad Cesto es, corroborar que la declaración
del legislador encuentre "debido sustento en la realidad"C
(Fallos: 172:21 C"Avico"C; 243:449 C"Nadur"C; 313:1638
C"Videla
Cuello"C; 330:855 C"Rinaldi"C, entre muchos otros) con
mayor razón debe ejercer idéntica evaluación respecto de
las
circunstancias de excepción cuando ellas son invocadas
unilateralmente
por el Presidente de la Nación para ejercer facultades
legisferantes que por regla constitucional no le pertenecen
(arts. 44 y 99, inciso 31, párrafo 21, de la Constitución
Nacional).
En este aspecto, no puede dejar de advertirse que el
constituyente de 1994 explicitó en el art. 99, inc. 31,
del
texto constitucional estándares judicialmente verificables
respecto de las situaciones que deben concurrir para
habilitar
el dictado de disposiciones legislativas por parte del
Presidente de la Nación. El Poder Judicial deberá entonces
evaluar si las circunstancias invocadas son excepcionales,
o
si aparecen como manifiestamente inexistentes o
irrazonables;
en estos casos, la facultad ejercida carecerá del sustento
fáctico constitucional que lo legitima.
12) Que, por lo demás, corresponde aclarar que la
previsión en el texto constitucional de pautas susceptibles
de
ser determinadas y precisadas en cada caso concreto
autoriza
al Poder Judicial a verificar la compatibilidad entre los
decretos dictados por el Poder Ejecutivo y la Constitución
Nacional, sin que ello signifique efectuar una valoración
que
-10-
reemplace a aquella que corresponde al órgano que es el
competente en la materia o invada facultades propias de
otras
autoridades de la Nación.
En ese sentido, ha afirmado esta Corte desde siempre
que es un principio fundamental de nuestro sistema político
la
división del gobierno en tres altos poderes políticos
independientes y soberanos en su esfera, pero siempre
respetando
las atribuciones de cada uno de ellos ("Criminal c/
Ríos, Ramón y otro"; Fallos: 1:32); específicamente
referido a
las atribuciones del Poder Judicial, el senador Zapata,
miembro informante en el Senado de la Nación del proyecto
de
ley de organización de la justicia federal, antecedente de
la
ley 27, sostenía en 1857 que el poder de los jueces
federales
"emana del derecho que tienen de fundar sus fallos en la
Constitución con preferencia a las leyes o, en otros
términos,
de no aplicar las leyes que les parezcan
inconstitucionales, y
de juzgar también la constitucionalidad de los actos
gubernativos (Y) Este inmenso poder público que a primera
vista y en tesis general podría parecer muy alarmante y
peligroso,
no lo es en realidad desde que se tenga en cuenta que
los jueces federales se han de mover siempre dentro de la
órbita en que está encerrado todo Poder Judicial" (Cámara
de
Diputados de la Nación, El Poder Legislativo de la Nación
Argentina por Carlos Alberto Silva, Tomo VI, pág. 97).
13) Que una vez admitida la atribución de este Tribunal
de evaluar el presupuesto fáctico que justificaría la
adopción de decretos que reúnan tan excepcionales
características,
cabe descartar de plano, como inequívoca premisa, los
criterios de mera conveniencia del Poder Ejecutivo que, por
ser siempre ajenos a circunstancias extremas de necesidad,
no
justifican nunca la decisión de su titular de imponer un
derecho
excepcional a la Nación en circunstancias que no lo son.
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El texto de la Constitución Nacional no habilita a elegir
discrecionalmente entre la sanción de una ley o la
imposición
más rápida de ciertos contenidos materiales por medio de un
decreto.
En el precedente "Verrocchi", esta Corte resolvió
que para que el Presidente de la Nación pueda ejercer
legítimamente
las excepcionales facultades legislativas que, en
principio, le son ajenas, es necesaria la concurrencia de
alguna de estas dos circunstancias: 1) que sea imposible
dictar
la ley mediante el trámite ordinario previsto por la
Constitución, vale decir, que las cámaras del Congreso no
puedan reunirse por circunstancias de fuerza mayor que lo
impidan, como ocurriría en el caso de acciones bélicas o
desastres
naturales que impidiesen su reunión o el traslado de
los legisladores a la Capital Federal; o 2) que la
situación
que requiere solución legislativa sea de una urgencia tal
que
deba ser solucionada inmediatamente, en un plazo
incompatible
con el que demanda el trámite normal de las leyes
(considerando
9°).
14) Que este caso se refiere a un decreto dictado
con anterioridad a la creación de la Comisión Bicameral
Permanente
a la que hace referencia el art. 99, inciso 31, de la
Ley Fundamental que, por la materia que aborda Cde
naturaleza
comercialC no trata de una de las prohibidas por el texto
constitucional.
Que a los efectos de evaluar en el sub examine la
existencia de un estado de necesidad y urgencia, mediante
el
decreto 558/02 el Poder Ejecutivo Ccomo ya se indicóC
introdujo
diversas modificaciones a las previsiones de la ley
20.091. En concreto, incorporó un último párrafo al
artículo
29 de esa ley, por el cual se faculta a la Superintendencia
de
Seguros de la Nación a eximir a las aseguradoras de la
-12-
prohibición del inciso 'g' de ese mismo precepto legal ante
situaciones de iliquidez transitoria (art. 1°); sustituyó
los
textos de los arts. 31 y 86, inciso 'a', de la ley (arts.
2° y
3°); e incorporó un último párrafo al art. 33 de aquélla
(art.
41).
En la motivación del decreto, el Poder Ejecutivo
sostuvo que la ley 25.561 había modificado sustancialmente
el
"(Y) escenario económico del país, que incluye al mercado
del
seguro, de gran implicancia en las economías individuales,
de
la producción, de las personas y de la seguridad social"
(considerando 11); y que las medidas derivadas de la
referida
ley habían afectado "(Y) significativamente a la operatoria
que desarrollan las entidades aseguradoras"; de modo que
resultaba
"(Y) perentorio e impostergable" dictar normas que
permitieran a la Superintendencia de Seguros de la Nación,
como organismo de control de la actividad, "(Y) manejar
distintas
alternativas de regularización y saneamiento del mercado,
en resguardo de los intereses de los asegurados"
(considerando
21). Al mismo tiempo, tras tener en cuenta "(Y) el
impacto de las últimas medidas económicas dictadas",
consideró
"(Y) procedente habilitar a las compañías para que puedan
recurrir al crédito en situaciones de iliquidez" y
autorizarlas
"(Y) bajo determinadas condiciones a recurrir al crédito
subordinado a los privilegios de los asegurados"
(considerando
31). Asimismo, señaló que resultaba necesario reforzar las
facultades y atribuciones del mencionado organismo de
control
para "(Y) posibilitar su eficaz y oportuna intervención en
los
procesos de reestructuración de entidades de seguros"
(considerando 41).
Empero, en cuanto aquí más interesa, el Poder Ejecutivo
destacó que "(Y) la crítica situación de emergencia
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económica y financiera por la que atraviesa el país, en la
que
se desenvuelve el mercado asegurador, configura una
circunstancia
excepcional que hace imposible seguir los trámites
ordinarios previstos por la CONSTITUCIÓN NACIONAL para la
sanción de las leyes, resultando de toda urgencia y
necesidad
el dictado del presente decreto" (considerando 51), a cuyo
fin
invocó "(Y) las atribuciones conferidas por el art. 99,
inciso
3°", del texto constitucional (considerando 71).
Por lo demás, cabe señalar que las modificaciones
introducidas por el Poder Ejecutivo a la ley 20.091 no
traducen
una decisión de tipo coyuntural destinada a paliar una
supuesta situación excepcional en el sector, sino que, por
el
contrario, revisten el carácter de normas permanentes
modificatorias
de leyes del Congreso Nacional.
En estas condiciones, cabe concluir en la invalidez
del decreto cuestionado en el sub lite, por cuanto no han
existido las circunstancias fácticas que el art. 99, inciso
31,
de la Constitución Nacional describe con rigor de
vocabulario
(conf. "Verrocchi", considerando 10).
Por ello, y lo concordemente dictaminado por la señora
Procuradora Fiscal, se declara admisible el recurso
extraordinario
y se confirma la sentencia apelada. Con costas. Notifíquese
y, oportunamente, devuélvase. RICARDO LUIS LORENZETTI
- ELENA I. HIGHTON de NOLASCO (según su voto)- CARLOS S.
FAYT
- ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHI (según su voto)- JUAN CARLOS
MAQUEDA (según su voto)- E. RAUL ZAFFARONI - CARMEN M.
ARGIBAY
(según su voto).
ES COPIA
VO-//-
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-//-TO DE LA SEÑORA VICEPRESIDENTA DOCTORA DOÑA ELENA I.
HIGHTON de NOLASCO
Considerando:
Que la infrascripta concuerda con los considerandos
1° a 13 del voto que encabeza este pronunciamiento, que se
dan
íntegramente por reproducidos.
14) Que en este caso el decreto cuestionado Cde
naturaleza comercialC no aborda una de las materias
expresamente
prohibidas por el texto constitucional.
Por otra parte, la norma cuestionada fue dictada con
anterioridad a la creación de la Comisión Bicameral
Permanente
a la que hace referencia el art. 99, inciso 31, de la
Constitución Nacional. Esta circunstancia, habilita a
este
Tribunal Cante la inexistencia del debido control
legislativo
exigido por la Ley FundamentalC, a evaluar el
presupuesto
fáctico Cla configuración de un estado de necesidad y
urgenciaC
que justificaría la adopción de decretos que reúnan tan
excepcionales presupuestos.
15) Que, en el marco de este análisis y a los efectos
de evaluar en el sub examine la existencia de un estado de
necesidad y urgencia, mediante el decreto 558/02 el Poder
Ejecutivo Ccomo ya se indicóC introdujo diversas
modificaciones
a las previsiones de la ley 20.091. En concreto, incorporó
un último párrafo al art. 29 de esa ley, por el cual se
faculta a la Superintendencia de Seguros de la Nación a
eximir
a las aseguradoras de la prohibición del inciso g de ese
mismo
precepto legal ante situaciones de iliquidez transitoria
(art.
1); sustituyó los textos de los arts. 31 y 86 inciso a, de
la
ley (arts. 2 y 3); e incorporó un último párrafo al
artículo
33 de aquélla (art. 4). En la motivación del decreto, el
Poder
Ejecutivo sostuvo que la ley 25.561 había modificado
-16-
sustancialmente el "(Y) escenario económico del país", que
incluye al mercado del seguro, de gran implicancia en las
economías individuales, de la producción, de las personas y
de
la seguridad social"; y que las medidas derivadas de la
referida ley habían afectado "(Y) significativamente" a la
operatoria de las entidades aseguradoras de modo que
resultaba
"perentorio e impostergable" dictar normas que permitieran
a
la Superintendencia de Seguros de la Nación, como organismo
de
control de la actividad, "(Y) manejar distintas
alternativas
de regularización y saneamiento del mercado, en resguardo
de
los intereses de los asegurados". Al mismo tiempo, tras
tener
en cuenta "(Y) el impacto de las últimas medidas económicas
dictadas" consideró "(Y) procedente habilitar a las
compañías
a que puedan recurrir al crédito en situaciones de
iliquidez";
y autorizarlas "(Y) bajo determinadas condiciones a
recurrir
al crédito subordinado a los privilegios de los
asegurados".
Asimismo, señaló que resultaba necesario reforzar las
facultades y atribuciones del mencionado organismo de
control
para "(Y) posibilitar su eficacia y oportuna intervención
en
los procesos de reestructuración de entidades de seguros".
16) Que el decreto 558/02 fue dictado en el contexto
de acontecimientos políticos, sociales y económicos que
dieron
lugar a una de las crisis más agudas en la historia
contemporánea de nuestro país, hecho público y notorio cuya
gravedad fue reconocida por el Tribunal en reiterados
pronunciamientos
(Fallos: 328:690 "Galli"; 330:855 "Rinaldi"; y
330:5345 "Longobardi", entre otros).
Sin embargo, las presentaciones efectuadas por el
Estado Nacional en el curso del proceso no aportan ningún
elemento que permita al Tribunal llegar a la convicción de
que
el complejo contexto económico general en el que fue
dictado
el precepto impugnado haya afectado al sector asegurador de
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forma tal que exigiera, a los efectos de salvaguardar los
intereses generales de la sociedad, un reordenamiento y
regularización
que no pudiera ser implementado por los cauces
ordinarios que la Constitución prevé. Máxime si se repara
en
que el decreto examinado contiene disposiciones de
regulación
permanente sobre la actividad mencionada Cmateria propia
del
poder de policía que ejerce el legisladorC cuya aplicación
excedería a la situación de emergencia en la que se
pretende
justificar su dictado.
En este contexto, no es posible concluir en que en
el caso se tornaba necesaria la adopción de medidas
inmediatas,
pues no se ha demostrado el riesgo existente en el sector,
que no sólo afectase a las entidades aseguradoras sino
que, en atención al interés general que la actividad
involucra,
pudiera repercutir en el universo de los asegurados y en
el resto de la sociedad.
Por tales razones, no cabe tener por configurada en
el sub examine Ctal como lo postuló el decreto impugnado
en
sus considerandosC la existencia de las circunstancias
fácticas
que el art. 99, inciso 3°, de la Constitución Nacional
describe con rigor de vocabulario (conf. doctrina de la
causa
"Verrocchi" antes citada, considerando 10), circunstancia
que
pone de manifiesto la invalidez constitucional del decreto
impugnado.
-//-
-18-
-//-Por ello, y concordemente con lo dictaminado por la
señora
Procuradora Fiscal, se declara admisible el recurso
extraordinario
y se confirma la sentencia apelada. Con costas.
Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. ELENA I. HIGHTON
de
NOLASCO.
ES COPIA
VO-//-
C. 923. XLIII.
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558/02-SS - ley 20.091 s/ amparo ley 16.986.

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-//-TO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON JUAN CARLOS MAQUEDA
Considerando:
Que el infrascripto concuerda con los considerandos
1° a 13 del voto que encabeza este pronunciamiento, que se
dan
íntegramente por reproducidos.
14) Que en este caso el decreto cuestionado fue
dictado con anterioridad a la creación de la Comisión
Bicameral
Permanente a la que hace referencia el art. 99, inciso 3°,
de la Constitución Nacional, sin que existan constancias o
manifestaciones del recurrente, durante el curso del
proceso,
de que ese acto haya sido ratificado por el Poder
Legislativo.
En nuestro sistema constitucional el Congreso Nacional
es el único órgano titular de la función legislativa.
Por lo tanto, no cabe sino concluir en que los actos
emanados
del Poder Ejecutivo Nacional en ejercicio de las facultades
conferidas en la disposición aludida sólo pueden
identificarse
con una ley a partir de su ratificación por aquél, pues es
desde ese momento, y no antes, que existe la voluntad
legislativa
plasmada en una norma (arg. Fallos: 331:1927 "Caligiuri",
disidencia del juez Maqueda).
En consecuencia, la ausencia en el sub examine de
una intervención legislativa que permita inferir la
voluntad
del Congreso Nacional de ratificar o derogar el decreto
558/
02, resulta suficiente para determinar su invalidez
constitucional.
Ello es así, pues no se encuentra cumplida una de las
condiciones que resultan exigibles para admitir la
legalidad
del ejercicio de la excepcional atribución concedida al
Poder
Ejecutivo, para el caso de decretos dictados con
anterioridad
a la creación de la Comisión Bicameral Permanente regulados
en
el art. 99, inciso 3°, de la Constitución Nacional (Fallos:
331:1927, cit.).
-20-
15) Que, sin perjuicio de ello, cabe advertir que el
decreto aquí examinado tampoco supera un test de validez
constitucional fundado en el examen de la concurrencia de
razones de necesidad y urgencia. Al respecto, creo oportuno
reiterar que fue intención de los convencionales
constituyentes
al sancionar la reforma constitucional fijar rigurosos
límites al Poder Ejecutivo en materia de decretos de
necesidad
y urgencia, con el objeto de establecer frenos formales al
voluntarismo presidencial imperante en la materia con
anterioridad
al año 1994.
En este sentido, resulta oportuno citar nuevamente
la opinión del miembro informante por la mayoría,
convencional
García Lema, que con el objeto de justificar la decisión
adoptada en la materia, sostuvo que "(Y) Correspondió
entonces
discernir si era conveniente que los decretos de necesidad
y
urgencia se mantuviesen como una práctica
paraconstitucional,
reconocida por sectores importantes de la doctrina y de la
jurisprudencia o si debían ser reglamentados en la propia
Constitución. Se optó por esta segunda solución porque
parece
lógico que aun las cuestiones que ofrecen dificultades para
su
tratamiento constitucional, sean previstas en la ley
fundamental pese a los conflictos que se generenY".
Agregó dicho convencional que "(Y) La ventaja principal
de reglamentar los decretos de necesidad y urgencia en
la Constitución es que permite delinearlos sujetos a
determinados
procedimientos que importarán profundas modificaciones
respecto de las prácticas anteriores. Así la necesidad de
que
el presidente de la Nación deba dictarlos en acuerdo
general
de ministros; que el jefe de gabinete además de suscribir
ese
decreto deba exponerlo personalmente ante la Comisión
Bicameral
de control que se creará en esta materia; que luego la
comisión tenga un tiempo también abreviado de diez días
para
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expedirse y que la cuestión sea sometida a los plenarios de
las Cámaras para que decidan expresamente sobre ella
parecen
mecanismos que innovan profundamente sobre las mencionadas
prácticas anterioresY" ("Diario de SesionesY", op. cit.,
Tomo
II págs. 2217/2218).
A su vez, el convencional Ortiz Pellegrini al analizar
el texto propuesto para la reglamentación de los decretos
de necesidad y urgencia, manifestó que "(Y) En la etapa
procedimental podemos distinguir dos subetapas: la
ejecutiva y
la legislativa (Y). En esta etapa legislativa el diseño
constitucional nos coloca en el marco del Poder Legislativo
queY [con remisión expresa al artículo 82 de la
Constitución
Nacional] tiene obligación de expresarse. En todos los
casos
ha sido prohibida la sanción ficta o tácita. La primera es
el
silencio y, la otra, la expresión por otros medios. Esto
reviste
una enorme trascendencia para el derecho constitucional
argentino. No podrá haber más decretos con el silencio del
Congreso, que deberá hablar, decir y expresarse, según la
Constitución, con lo cual derogamos para siempre la triste
doctrina sentada en el caso Peralta, que le dio valor
positivo
al silencio como expresión del Congreso. No hay más
silencio
del Congreso que pueda interpretarse como consentimiento al
Poder EjecutivoY El caso Peralta ha fenecido, ha muerto. Y,
en
este sentido, no dudo de que prestamos un enorme servicio a
la
Argentina y al funcionamiento democrático de mi país. De
modo
que existe una etapa ejecutiva, en donde se decide el
dictado
del decreto de necesidad y urgencia y tiene ejecutoriedad.
Existe una etapa legislativa porque el Congreso debe,
necesariamente, aprobarlo o revocarlo. Si falta la segunda
etapa que quede claro que el decreto será nulo de nulidad
absoluta. Concluyo diciendo que la Corte Suprema de
Justicia
de la Nación podrá ejercer el control jurisdiccional en los
-22-
requisitos sustantivos que mencioné recién; en el
procedimiento,
valga la tautología, de la etapa procedimental
para ver si se han cumplido todos los requisitos. Si falta
alguno, la pena será la nulidadY" ("Diario de SesionesY",
op.
cit., Tomo II págs. 2451/2453).
16) Que es por ello evidente que el texto del art.
99, inciso 3°, de la Constitución Nacional ha establecido,
como
principio general, que el Presidente tiene prohibido dictar
normas de sustancia legislativa. En consecuencia, la regla
que
gobierna todo lo relacionado con los decretos de necesidad
y
urgencia es que están prohibidos "bajo pena de nulidad
absoluta e insanable". Dicho principio sólo podrá ceder,
según
el propio texto constitucional, frente a una circunstancia
excepcional que hiciere "imposible seguir los trámites
ordinarios previstos por la Constitución para la sanción de
las leyes".
En este punto, no es ocioso reiterar que el texto
constitucional no habilita a concluir en que la necesidad y
urgencia a la que hace referencia el inciso 3° del art. 99
sea
la necesidad y urgencia del Poder Ejecutivo en imponer su
agenda, habitualmente de origen político circunstancial,
sustituyendo
al Congreso de la Nación en el ejercicio de la actividad
legislativa que le es propia.
Aún así, la realidad de la praxis constitucional
muestra que el Poder Ejecutivo no se siente condicionado
por
la norma suprema, ni por principios tales como la división
de
poderes, la forma republicana de gobierno, la distribución
de
competencias y los controles inter órganos, entre otros
(Fallos:
331:1927 cit.).
17) Que debe reiterarse que es al Poder Judicial a
quien incumbe en cada caso concreto puesto a su
consideración
ponderar si existe verdaderamente un estado de necesidad y
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urgencia que habilite el ejercicio de las facultades
legislativas
extraordinarias atribuidas al Presidente de la Nación.
Esta responsabilidad implica ejercer una facultad
fiscalizadora
de modo claro y rotundo respecto de la preexistencia de
la situación invocada por el Poder Ejecutivo, cuya
resistencia
a reconocer tal atribución ha sido históricamente rechazada
por la más calificada doctrina.
Así, la competencia para controlar jurídicamente las
circunstancias que motivan este tipo de decreto ya había
sido
sostenida por Hans Kelsen, quien aseguraba que "el control
de
su constitucionalidad es bastante importante pues toda
violación de la Constitución significa, a este respecto,
una
alteración a la línea que divide a las esferas del gobierno
y
del Parlamento, tan importante políticamente. Mientras más
estrictas son las condiciones en que la Constitución los
autoriza, más grande es el peligro de una aplicación
inconstitucional
de estas disposiciones, y tanto más necesario
un control jurisdiccional de su regularidad. La experiencia
enseña, en efecto, que donde quiera en que la Constitución
autoriza tales reglamentos, su constitucionalidad es
siempre,
con o sin razón, apasionadamente discutida" (La garantía
jurisdiccional
de la Constitución, págs. 61/62, Edición de la
Universidad Nacional Autónoma de México, 2001).
En el mismo sentido autorizada doctrina constitucional
argentina ha afirmado la posibilidad de efectuar una
valoración judicial respecto de las razones de necesidad y
urgencia que alega el Poder Ejecutivo al dictar un decreto
invocando las facultades del art. 99, inciso 3°, de la
Constitución
Nacional. Germán Bidart Campos ha señalado que las
excepciones contempladas en el artículo citado "Yhan de
recibir
una interpretación sumamente estricta para no desvirtuar
el principio general prohibitivo. Ello nos da pie, a la
vez,
-24-
para afianzar la necesidad de que los controles políticos y
el
control judicial de constitucionalidad no se inhiban sino
que,
al contrario, se ejerzan en plenitud e intensamente, a
efecto
de que las excepciones no se utilicen para burlar las
prohibicionesY" (Tratado Elemental de Derecho
Constitucional
Argentino, Tomo II-B, pág. 213). Agrega que la justicia
debe
diagnosticar con objetividad y buena fe cuando se producen
las
circunstancias excepcionales que tornan imposible seguir el
trámite ordinario de sanción de las leyes (Manual de la
Constitución reformada, Tomo III, pág. 254). También
Miguel
Ángel Ekmekdjian, en su Tratado de Derecho
Constitucional,
Tomo V, pág. 97, advierte que la retracción del control del
Poder Judicial respecto de los decretos de necesidad y
urgencia
habilita al Poder Ejecutivo a dictar por decreto el Código
Civil, el Código de Comercio o las leyes laborales ante la
probable pasividad del Congreso. Alberto Spota, por su
parte,
afirma que reconocer la atribución que la Constitución
otorga
a los tribunales federales para juzgar la validez de los
decretos
de necesidad y urgencia es una expresión del principio
de supremacía constitucional ("La Corte Suprema de
Justicia de
la Nación como parte del poder político del Estado", La
Ley,
1990-B, 979).
18) Que, a los efectos de evaluar en el sub examine
la existencia de un estado de necesidad y urgencia, procede
recordar que el decreto 558/02 fue dictado en el contexto
de
acontecimientos políticos, sociales y económicos que dieron
lugar a una de las crisis más agudas en la historia
contemporánea
de nuestro país, hecho público y notorio cuya gravedad
fue reconocida por el Tribunal en reiterados
pronunciamientos
(Fallos: 328:690 "Galli"; 330:855 "Rinaldi" y 330:5345
"Longobardi",
entre otros). Sin embargo, las presentaciones efectuadas
por el Estado Nacional en el curso del proceso no
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aportan ningún elemento que permita al Tribunal llegar a la
convicción de que el complejo contexto económico general en
el
que fue dictado el precepto impugnado haya afectado al
sector
asegurador de forma tal que exigiera, a los efectos de
salvaguardar los intereses generales de la sociedad, un
reordenamiento
y regularización que no pudiera ser implementado
por los cauces ordinarios que la Constitución prevé. Máxime
si
se repara en que el decreto examinado contiene
disposiciones
de regulación permanente sobre la actividad mencionada
Cmateria propia del poder de policía que ejerce el
legisladorC
cuya aplicación excedería a la situación de emergencia en
la
que se pretende justificar su dictado.
En este contexto, no es posible concluir en que en
el caso fuera necesaria la adopción de medidas inmediatas
pues
más allá de la situación particular de cada empresa
aseguradora,
no se advierte cuál era el riesgo existente en el
sector que pudiera comprometer el interés general y
repercutiera
en el universo de los asegurados y el resto de la sociedad.
Por tales razones, no cabe tener por configurada en
el sub examine Ctal como lo postuló el decreto impugnadoC
la
existencia de las circunstancias fácticas que el art. 99,
inciso 3°, de la Constitución Nacional describe con rigor
de
vocabulario (Fallos: 322:1726 cit.).
19) Que todo lo hasta aquí expuesto pone de manifiesto
la invalidez constitucional del decreto 558/02 en tanto
no constituye Cpor ausencia de ratificación del CongresoC
un
acto complejo en el que concurran la voluntad del Poder
Ejecutivo con la del Poder Legislativo (confr. Fallos:
331:1927 cit.), circunstancia a la que cabe agregar la
ausencia
de la situación excepcional de necesidad y urgencia que
prescribió el constituyente de 1994.
-26-
Por ello, y concordemente con lo dictaminado por la señora
Procuradora Fiscal, se declara admisible el recurso
extraordinario
y se confirma la sentencia apelada. Con costas.
Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. JUAN CARLOS
MAQUEDA.
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-//-TO DE LA SEÑORA MINISTRA DOCTORA DOÑA CARMEN M. ARGIBAY
Considerando:
Que la infrascripta concuerda con los considerandos
1° a 10 del voto que encabeza este pronunciamiento, que se
dan
íntegramente por reproducidos.
11) Como ya lo he expresado al expedirme en el precedente
"Massa" (Fallos: 329:5913), el art. 99, inciso 31,
segundo párrafo, de la Constitución Nacional, establece la
siguiente prohibición general: "El Poder Ejecutivo no podrá
en
ningún caso bajo pena de nulidad absoluta e insanable,
emitir
disposiciones de carácter legislativo". El Presidente, por
ser
el funcionario que desempeña el Poder Ejecutivo (art. 87
Constitución Nacional) está especialmente alcanzado por
esta
prohibición.
Por lo tanto, cualquier disposición de carácter
legislativo emitida por el Poder Ejecutivo debe reputarse
prima facie inconstitucional, presunción ésta que sólo
puede
ser abatida por quien demuestre que se han reunido las
condiciones
para aplicar la única excepción admitida en la Constitución
a la prohibición general antes sentada, a saber, la
descripta en los párrafos tercero y cuarto del art. 99,
inciso
31, de la Constitución Nacional, ya transcriptos en el
considerando 91 del presente fallo.
12) De acuerdo con los propios términos del decreto
558/2002, resulta inequívoco que se trata de una
disposición
de carácter legislativo, lo cual por otro lado es patente
si
se tiene en cuenta que introdujo modificaciones permanentes
a
las reglas establecidas por la ley n1 20.091, denominada
"Ley
de Entidades de Seguros y su Control".
Ahora bien, en el presente caso y luego del dictado
del decreto impugnado no tuvo lugar nada similar al
procedimiento
legislativo previsto en el tercer párrafo del art. 99.3
-28-
de la Constitución Nacional y, por lo tanto, no hubo
pronunciamiento oportuno por parte de las Cámaras del
Congreso.
Respecto a esto último, no se me escapa que por la
época del decreto 558/02, el Congreso no había dictado
ninguna
disposición organizando el funcionamiento de la Comisión
Bicameral mencionada en el art. 99.3 de la Constitución,
situación
que se mantuvo hasta que en el año 2006 entró en vigencia
la ley 26.122. Tengo también presente la opinión según
la cual esta demora del Congreso habría habilitado al
Presidente
para dictar decretos de necesidad y urgencia sin seguir
el procedimiento constitucional, pues lo contrario
implicaría
acordar a uno de los poderes (el legislativo) la
posibilidad
de bloquear indefinidamente el ejercicio de una atribución
que
es propia de otro poder (el ejecutivo) (Fallos: 320:2851
"Rodríguez", considerando 13 y Fallos: 322:1726,
"Verrocchi",
disidencia de los jueces Nazareno, Moliné O' Connor y
López,
especialmente considerandos 81 y 91).
Dada la aceptación que ha ganado este argumento,
diré brevemente por qué creo que no es plausible.
13) Ante la ausencia de la ley reglamentaria mencionada
en el art. 99.3 de la Constitución, dos estándares
distintos pueden adoptarse como base para juzgar sobre la
validez de las disposiciones legislativas dictadas por el
Presidente conocidas como "decretos de necesidad y
urgencia",
a saber, o bien uno que parte de la presunción de
constitucionalidad
o, por el contrario, otro que presume su
inconstitucionalidad.
El primero se apoya en el supuesto cumplimiento
de la norma excepcional permisiva (art. 99.3, párrafos
tercero
y cuarto), mientras que el segundo se apoya en el
desconocimiento
del principio general prohibitivo (art. 99.3, párrafo
segundo). Ambas posiciones tienen sus implicancias: la
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primera, que el Congreso, mediante una demora indefinida en
dictar la ley reglamentaria, tendría la posibilidad de
transformar
la excepción en regla y, de ese modo, acordar al Presidente
una amplitud de atribuciones que la Constitución quiso
negarle; la segunda, que, mediante esa misma demora, el
Congreso logre la cancelación o restricción máxima de las
atribuciones excepcionales acordadas al Presidente.
Como puede apreciarse, no hay opciones libres de
implicancias y es en ese contexto que me inclino por tomar
como punto de partida el sistema constitucional tal como
fue
creado: si el ejercicio de la función legislativa por el
Presidente
está condicionado al cumplimiento del procedimiento
previsto en el art. 99.3, tercer y cuarto párrafo de la
Constitución,
y no se ha probado en el caso que dicha condición se
haya cumplido, entonces las disposiciones legislativas
dictadas por el Presidente no consiguen superar la pena
establecida
por la misma Constitución, esto es, su nulidad absoluta
e insanable.
Esta es la decisión que entiendo más acorde con los
propósitos que inspiraron la acción de la Convención
Nacional
Constituyente de 1994. Por otra parte, una demora
legislativa
no era del todo imprevisible para el constituyente, si se
tiene en cuenta que no fijó plazo alguno para la sanción de
la
ley reglamentaria Ccomo sí lo hizo en otros temasC y la
sometió a una mayoría calificada que es, obviamente, más
difícil
de alcanzar. No puede decirse lo mismo de la interpretación
con la cual discrepo, que desemboca en una continuidad
sin mayores cambios del estado de cosas reinante hasta
1994,
como si nunca hubiese habido una Convención Constituyente
que
sancionó normas constitucionales con el fin de atenuar el
presidencialismo; atenuación que sólo puede ser entendida
en
relación con la situación anterior.
-30-
En consecuencia, no habiéndose cumplido con el mecanismo
constitucional propio de la excepción, el decreto
558/02 debe reputarse dictado en transgresión al principio
general establecido en el art. 99, inciso 31, segundo
párrafo,
de la Constitución Nacional.
14) Por todo lo expuesto, corresponde declarar que
el decreto 558/02 es absoluta e insanablemente nulo en los
términos del art. 99.3, segundo párrafo, de la Constitución
Nacional.
Por ello, y habiendo dictaminado la señora Procuradora
Fiscal, se declara admisible el recurso extraordinario y se
confirma la sentencia apelada. Con Costas. Notifíquese y,
oportunamente, devuélvase. CARMEN M. ARGIBAY.
ES COPIA
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-31-
-//-TO DEL SEÑOR MINISTRO DOCTOR DON ENRIQUE SANTIAGO
PETRACCHI
Considerando:
1°) Que la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones
en lo Contencioso Administrativo Federal confirmó la
sentencia de primera instancia que había declarado que el
decreto "de necesidad y urgencia" 558/02 estaba viciado de
nulidad absoluta e insanable (conf. fs. 137/139 vta. y 205/
208 vta.).
Contra esa sentencia la parte demandada interpuso
recurso extraordinario (fs. 211/225 vta.), que fue bien
concedido
por el a quo con fundamento en el art. 14, inciso 1°, de
la ley 48 (fs. 233).
2°) Que resulta indiscutible que el P.E.N. dictó el
decreto 558/02 como decreto de necesidad y urgencia (art.
99,
inciso 3°, de la Constitución Nacional). En los
considerandos
del decreto se menciona que "la crítica situación de
emergencia
económica y financiera por la que atraviesa el país
[...]
configura una circunstancia excepcional que hace
imposible
seguir los trámites ordinarios previstos por la
Constitución
Nacional, para la sanción de las leyes, resultando de
toda
urgencia y necesidad el dictado del presente decreto".
Después
se indica "(q)ue el presente se dicta en uso de las
atribuciones conferidas por artículo 99, inciso 3, de la
Constitución Nacional".
3°) Que, a la luz de lo expresado en el voto del juez
Petracchi en la causa "Verrocchi" (Fallos: 322:1726,
1738),
que se da aquí por reproducido, corresponde concluir en la
invalidez del decreto de necesidad y urgencia 558/02. En
efecto, como se sostuvo en aquel voto, la vía establecida
en
el art. 99, inciso 3° de la Constitución Nacional, exigía
que
-32-
el Congreso sancionara la "ley especial" que hiciera
operativo
el articulado, sin que correspondiese discutir las bondades
del criterio elegido, pues el Tribunal sólo debía atender a
su
significado y a sus consecuencias. Hasta que no fue
sancionada
la ley que reclamaba el art. 99, inciso 3°, de la
Constitución
Nacional, no podía cumplirse con la "subetapa" legislativa
prevista por aquélla y ello determinaba la imposibilidad de
recurrir a esos remedios de excepción que son los decretos
de
necesidad y urgencia.
Como se sabe, sólo en el año 2006 fue sancionada la
ley especial que la Constitución exigía Cque lleva el n°
26.122C razón por la cual el decreto de necesidad y
urgencia
558/02 es insanablemente nulo.
Por ello, de conformidad con lo dictaminado por la señora
Procuradora Fiscal, se declara formalmente procedente el
recurso extraordinario y se confirma la sentencia apelada.
Con
costas. Notifíquese y, oportunamente, devuélvase. ENRIQUE
SANTIAGO PETRACCHI.
ES COPIA
Recurso extraordinario interpuesto por el Estado Nacional, representado por la
Dra.
Beatriz Pernas.
Traslado contestado por la parte actora, representada por su apoderado Dr.
Clemente
Etchegaray.
Tribunal de origen: Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo
Federal, Sala 2.
Tribunales que intervinieron con anterioridad: Juzgado Nacional en lo
Contencioso
Administrativo Federal n° 11.
C. 923. XLIII.
Consumidores Argentinos c/ EN - PEN - Dto.
558/02-SS - ley 20.091 s/ amparo ley 16.986.

Año del Bicentenario


-33-
Para acceder al Dictamen de la Procuración General de la
Nación ingrese a:
http://www.mpf.gov.ar/dictamenes/2008/monti/consumidores_argentinos_c_923_l_xliii.pdf

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