La Santa Misa (Tratado Litúrgico)
La Santa Misa (Tratado Litúrgico)
La Santa Misa (Tratado Litúrgico)
LA SANTA MISA
9. Las intenciones. Los fieles, al encargar una Misa y dar por ella el
correspondiente "estipendio", señálanle al Sacerdote una intención, la
cual tiene él en cuenta al celebrar. Esta intención puede ser una o
varias, según la voluntad del donante.
Al encargar una Misa, conviene sepan los fieles que puede ofrecerse el
Santo Sacrificio por los vivos. y por los difuntos. De los vivos a
'nadie excluye el Derecho Canónico (4), ni siquiera a los infieles y
acatólicos; si bien por los excomulgados sólo permite aplicar la Misa en
forma privada, es decir, sin público anuncio y sin nombrar para nada al
interesado, y precaviendo el escándalo.
También pueden celebrarse misas por los privados de sepultura
eclesiástica, como son, entre otros, los suicidas y los duelistas; pero
no la Misa exequial ni la de aniversario ni otro cualquier funeral (5).
Tratándose de los Santos y Bienaventurados, la Misa se aplica, no "por
ellos", ya que ellos nada necesitan, sino "en su honor", para dar a Dios
gracias por sus victorias y para interponer su intercesión.
Hay no pocas ni pequeñas ventajas en hacer celebrar misas por uno mismo,
o por otros, durante la vida, sin esperar a que se le apliquen después
de la muerte. Así lo enseña el Breve "Sodalitatem" del 31 de mayo de
1921, del Papa Benedicto XV, que dice: "Los frutos de la Misa son de
mayor eficacia durante la vida que después de la muerte, porque la
aplicación hecha en vida a los fieles bien intencionados y bien
dispuestos, es más directa, más cierta y más abundante. En consecuencia:
la Misa, además de la virtud de asegurarnos la gracia de la
perseverancia final, tiene la de ofrecernos, ya en vida, el medio eficaz
de aplacar la justicia de Dios y de cancelar enteramente, o a lo menos
de abreviar notablemente, la expiación de las penas del Purgatorio. Gran
número de fieles ignora, con perjuicio de sus intereses espirituales,
que el Sacrificio de la Misa les sería de mayor provecho, si en vida lo
hiciesen ofrecer por sí, en lugar de dejar a sus herederos el cuidado de
hacerlo celebrar, después de la muerte, para alivio de sus almas."
Las misas aplicadas a un alma después de la muerte ya no contribuyen,
como antes, a ayudarle a la salvación; ni le acarrean la plenitud de los
frutos: adoración de Dios, acción de gracias e impetración, y sí sólo la
expiación o sufragio; ni le aumentan los méritos para la vida eterna y
la ayuda actual para ésta; ni implican sacrificio o desprendimiento,
puesto que se pagan con dinero que ya no es propio, sino de los
herederos.
12. Su número. Son innumerables las Misas que cada día se celebran en el
mundo, hasta el punto de que no hay instante del día ni de la noche en
que no se esté diciendo alguna. Cada sacerdote no impedido celebra una
todos los días. Donde el clero escasea, los domingos y fiestas muchos
sacerdotes, con la competente autorización, dicen dos y aun tres misas,
para facilitar el cumplimiento del precepto.
Antiguamente sólo había misa los domingos. En seguida se añadió los
miércoles, los viernes y los sábados; y finalmente todos los días.
Actualmente las hay todos los días .del año, a, excepción del Viernes
Santo, que la substituye la ceremonia llamada "Misa de presantificados".
Hubo tiempo en que fue permitido celebrar varias veces al día; y se sabe
del Papa León II, en el siglo VIII, que celebraba hasta siete y ocho
misas diarias. Solamente la escasez de sacerdotes y la extraordinaria
devoción de algún particular podían justificar entonces esta práctica.
Ahora tan sólo el día de Difuntos y el de Navidad pueden celebrar tres
misas todos los sacerdotes, sin especial licencia.
En Europa y África se dice Misa desde las 12 de la noche del reloj de
Buenos Aires, hasta las 6 de la mañana.
En América, desde las 5 de la mañana del reloj de Buenos Aires hasta las
2 de la tarde.
En Oceanía, desde las 11 de la mañana del reloj de Buenos Aires, hasta
las 9 de la noche. En Asia, desde las 6 de la tarde del reloj de Buenos
Aires, hasta las 3 de la madrugada. Desde el Oriente hasta el Occidente
mi nombre es grande entre las naciones y en todo lugar se sacrifica y
ofrece en mi nombre una oblación pura. (Malach., I, 11.)
15. Otros medios legítimos de participación. Más como quiera que esos
tres medios clásicos de participación señalados por el documento
pontificio no son siempre ni para todos posibles ni ventajosos, se puede
recurrir legítimamente a otras maneras más sencillas, por ejemplo: al
rezo del Santo Rosario, a la meditación de los divinos Misterios, o al
uso de otras oraciones. Todo esto -dice el Pontífice-, aunque diferente
de los sagrados ritos en la forma, concuerda sin embargo con ello por su
misma naturaleza.
Es un .error, tratándose de la participación de los fieles en la
Liturgia, hacer tanto caso de las circunstancias externas de la misma
que se crea que si ellas se descuidan la acción sagrada no puede
alcanzar su propio fin. En realidad, lo que importa sobre todo es que
los asistentes a la Misa se unan del modo más íntimo posible con el
Divino Redentor, que crezca cada día en ellos su grado de santidad y se
aumente la gloria del Padre Celestial.
17. Dos "medias" Misas. En rigor, de verdad: ¿pueden dos "medias" misas
hacer "una" Misa "entera'? Ciertamente no, porque la Misa no es una cosa
material, resultante de la yuxtaposición de varias partes, sino un acto
espiritual, una unidad mística moralmente indivisible. Aunque, es
cierto, que la Misa se compone de actos sucesivos, no constituye su
esencia la sucesión de esos actos, sino la oblación de Cristo que los
acopla, los vivifica y los unifica y hace de ellos un solo Sacrificio,
cuyas dos partes principales son la Consagración y la Comunión., Ambas
son necesarias para la integridad del Sacrificio, y ninguna de las dos
es la Misa propiamente dicha. Por eso, dividir la Misa es destruirla, y
no basta juntar de nuevo los fragmentos para reconstruirla en su
integridad:
Desde el punto de vista del Sacrificio, el principio de una Misa trunca,
es cero, y lo mismo el final: y cero más cero es cero, y no una unidad.
Dos "medias" misas no forman, pues, una Misa "entera"; luego el que las
oye, no oye ni la una ni la otra,: no oye propiamente Misa; aunque la
Iglesia, que obliga al cristiano a honrar a Dios, los domingos y
fiestas, por lo menos con una parte notable del culto público, considere
cumplido su precepto con dos "medias" misas, en la forma antedicha.
Dos ejemplos aclararán y probarán esta doctrina: Una unidad puramente
material, que resulta de la unión de partes homogéneas, puede dividirse,
y luego reconstruírse un kilómetro puede dividirse en metros; un
decálitro en litros; un montón de tierra en montoncitos, etc. Una unidad
orgánica, formada por partes heterogéneas, no puede dividirse sin
destruírse : un árbol dividido en dos, ya no es árbol; un hombre
decapitado, ya no es hombre; porque ni el árbol ni el hombre son un
simple compuesto de moléculas, sino organismos vivos, cuya división
produce su muerte. Una unidad espiritual tampoco puede dividirse sin
destruirse: dos medias verdades no constituyen una verdad, sino dos
errores; dos medios dogmas, dos herejías; dos medias virtudes no
equivalen a una virtud.
Todo esto, aunque sólo sean comparaciones, prueba que las cosas
espirituales no se rigen por la aritmética ni por la geometría, y que el
Sacrificio y los Sacramentos no se miden con regla ni con metro. Dos
mitades, pues, no siempre constituyen un entero. Luego no es extraño que
dos medias misas no formen una Misa entera.
NOTAS
(1) P. Allard: Julien L Ápostat, t. II, p. 54.
(2) Enc. "Mediator Dei", 2ª parte, I.
(3) Enc. "Mediator Dei", 3ª parte, 1.
(4) Canon 809.
(5) Canon 1241.
(6) Id., íd., II.
Por el R.P. Andrés Azcárate. "La flor de la liturgia".
STAT VERITAS
EL SACRIFICIO EUCARISTICO
STAT VERITAS
Si la santa misa es verdadero sacrificio
Corolarios.
1º. El sacrificio de la cena fue también en sí mismo
verdadero y propio sacrificio, aunque por orden al sacrificio de la cruz
que había de realizarse al día siguiente. La razón es porque hubo en él
todos los elementos esenciales del sacrificio: sacerdote oferente,
víctima e inmolación mística o sacramental, significada por la
separación de las dos especies.
2°. Luego el sacrificio de la cena, el de la cruz y el del altar son
específicamente idénticos, aunque haya entre ellos un conjunto de
diferencias accidentales, que en nada comprometen aquella identidad
específica esencial. El de la cena anunció el de la cruz, cuyos méritos
nos aplica el del altar.
3°. El sacrificio del altar recoge, elevándolas al infinito, las tres
formas de sacrificio que se ofrecían a Dios en el Antiguo Testamento: a)
el holocausto, porque la mística oblación de la Víctima divina significa
el reconocimiento de nuestra servidumbre ante Dios mucho más
perfectamente que la total combustión del animal que inmolaban los
sacerdotes de la Antigua Ley; b) la hostia pacífica, porque el
sacrificio eucarístico es incruento y carece, por lo mismo, del horror
de la sangre; y c) del sacrificio por el pecado, porque representa la
muerte expiatoria de Cristo y nos la aplica a nosotros. Un tesoro, en
fin, de valor rigurosamente infinito.
STAT VERITAS
LA ESENCIA DEL SACRIFICIO DE LA MISA
STAT VERITAS
La Misa en Latín
STAT VERITAS
Sobre el Sacrificio de la Misa y su Rito contra los Luteranos
Capítulo Primero
De qué trata esta obra
Quae sitintentio operis
El único Maestro de todos, Nuestro Señor Jesucristo, al refutar a los
saduceos sólo argüía a partir de los libros de Moisés, que eran los
únicos que éstos aceptaban. Así nos mostró que contra los herejes no
empleemos pruebas que ellos no admiten, sino sólo los testimonios
sagrados que ellos no niegan.
Por esto, al escribir sobre el sacrificio de la Misa contra los herejes
denominados luteranos que se apoyan únicamente en los testimonios de la
Sagrada Escritura, pretendo llevar a cabo toda la discusión y la
explicación apoyándome sólo en las [mismas] Sagradas Escrituras. No sólo
para que no se gloríen diciendo que al negar el sacrificio de la Misa se
basan en el sólido fundamento de las Sagradas Escrituras, sino también
para que los que tienen menos instrucción no vayan a pensar que el
Sacrificio de la Misa no se funda en la autoridad de la Escritura sino
sólo en la institución de la Iglesia; y también para que los luteranos
que yerran por ignorancia puedan recapacitar.
Para que todos puedan conocer claramente la verdad, se va a explicar
primero en qué están de acuerdo y en qué se diferencian los luteranos de
los católicos; luego, qué se encuentra en las Sagradas Escrituras acerca
del sacrificio de la Misa; y finalmente, se van a resolver las
objeciones luteranas.
Capítulo Segundo
Coincidencias y diferencias entre católicos y luteranos sobre el
sacrificio de la Misa
Convenientia et differentia Lutheranorum cum Catholicis circa sacrifcium
Missae
Los luteranos están de acuerdo en que la Misa se puede llamar
‘sacrificio memorial’, porque el verdadero Cuerpo de Cristo, con su
verdadera Sangre, se consagra, venera y recibe en memoria del sacrificio
ofrecido en la cruz; pues dice el Señor: Haced esto en memoria de Mí
[Luc. 22, 19; 1 Cor. 11, 24-25].
Pero niegan dos cosas. La primera: que el cuerpo y la sangre de Cristo
se ofrezcan a Dios. De modo que aunque admiten que en el altar está el
verdadero cuerpo de Cristo, niegan sin embargo que se ofrezca a Dios
este verdadero Cuerpo.
La segunda: que en el altar haya una hostia o sacrificio para la
expiación de los pecados, tanto de los vivos como de los difuntos.
Ambas cosas las fundan en la doctrina de la Epístola a los Hebreos,
donde aparece claramente que para los pecados de todo el mundo basta el
ofrecimiento del Cuerpo de Cristo hecho una sola vez en la Cruz. De ahí
concluyen que, aunque el culto al Cuerpo de Cristo en memoria de su
pasión y muerte fue instituido por Cristo mismo, sin embargo el
ofrecimiento de su Cuerpo como hostia por el pecado es un invento
humano, contrario a los textos de la Sagrada Escritura.
¿Por qué los fieles se sienten atraídos por la liturgia tradicional?
—¿Pero los fieles no tienen interés en comprender las oraciones que son
re-citadas por el celebrante?
—La cuestión es más compleja. En efecto, los promotores de la liturgia
en lengua vernácula dicen dar prioridad a la preocupación por una mejor
participación de los fieles y sobre todo de su comprensión del
significado de las oraciones pronunciadas en el curso de la misa; pero
debemos preguntarnos si la demanda de los fieles va efectivamente en
esta dirección. En cuanto a la participación, ya hemos visto que muchos
católicos prefieren sobre todo una participación interior en la oración
y el recogimiento, que a una participación demasiado activa que
desnaturaliza la substancia misma del santo sacrificio. El uso
sistemático de oraciones traducidas durante el curso de las ceremonias
puede resultarles totalmente insatisfactorio. En efecto, si la finalidad
de una traducción es una mejor comprensión, es porque se está persuadido
que todo es explicable. Ahora bien, sabemos que frente a los misterios
de la fe esto no es siempre exacto. De modo tal que a muchos fieles les
parece preferible conservar el uso de la lengua latina en la celebración
de los oficios, porque ella permite que los misterios conserven la parte
incomprensible que les es propia, y no imponer a los fieles
explicaciones o traducciones que no son sino el empobrecimiento de la
doctrina al presentarla de una manera demasiado profana, demasiado
humana.
—Me sorprende que en pleno siglo XX se piense así.
—Ello obedece, probablemente, a que nuestro siglo XX es particularmente
orgulloso y obtuso. En efecto, si nos volvemos hacia las grandes
tradiciones religiosas siempre vivientes de nuestros días, se advierte
que casi siempre y en todas partes los fieles han comprendido que los
misterios religiosos, al no pertenecer al dominio de lo inmediatamente
inteligible, tienen necesidad, para expresarse, de utilizar lenguas
santas ordinariamente muertas, como garantía de la perennidad y de la
salvaguarda de las creencias, lo que no obsta a que los fieles deseen
además hacer el esfuerzo necesario para aproximarse más a estos
misterios. Es lo que ocurre entre los judíos, fieles en su liturgia al
hebreo antiguo, y lo mismo ocurre con los musulmanes observantes del
Corán, cuya lengua es muy distinta al árabe hablado de nuestros días, y
también es sabido que todavía actualmente los textos sagrados del
hinduismo se encuentran conservados en sánscrito... Por lo que se
comprende que la actitud de los católicos adheridos a la latinidad de la
misa tradicional, aun cuando no comprendan inmediatamente toda su
significación, no tiene nada de extraordinario: ellos saben bien que
participan en un misterio de fe que los supera y del cual solo pueden
admirar la celebración. La preocupación contraria de vulgarizar y
desritualizar a ultranza, a la que asistimos desde hace treinta años en
el seno de la Iglesia Católica, es lo que en realidad puede aparecer
como una "novedad original" por demás chocante.
–¿Pero por qué defender una lengua incomprensible para la mayoría de los
fieles?
–Vivimos verdaderamente en este fin del siglo XX una época
extraordinaria. Cada día se nos habla de Europa, cada día se nos repite
que es necesario dominar una o dos lenguas extranjeras que a menudo nos
son bien extranjeras para el "éxito en la vida", ¡y cuando los fieles
recuerdan las virtudes del latín como lengua universal de la Iglesia, se
los acusa de ser inadaptados al mundo contemporáneo!
STAT VERITAS
RITUS ROMANUS ET RITUS MODERNUS
STAT VERITAS