Salvador Díaz Mirón

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A Berta

Ya que eres grata como el cario


ya que eres bella como el querub,
ya que eres blanca como el armio,
s siempre ingenua, s siempre t!
El torpe engao que el vicio fragua
nunca se aviene con la virtud.
S transparente como es el agua,
como es el aire, como es la luz
Que tu palabra -dulce armona
que tu alma exhala como un lad,
como una alondra que anuncia el da
presa en la sombra que flota ansea un arroyo sereno y puro
do, al inclinarme como un saz,
mire las guijas del fondo oscuro
y las estrellas del cielo azul.

A Blanca
Tu belleza mirfica no asoma
y en xtasis escucho tu voz clara,
que llega del jardn cual un aroma,
pero cual un aroma que cantara!
Endulzas con tu acento un mar de acbar
y en xtasis escucho tu voz clara,
que viene de un amor, cual un almbar,
pero cual un almbar que cantara!

A Dltima
Vuelve a m la odorfera corola
y acoge la oblacin de mis gorjeos,
oh t, la rosa mstica, la sola
flor viva del jardn de mis deseos!
Tu esencia, en que mi anhelo se sacia,
es tu cliz ntido, que adoro,
gota de miel en nfora de gracia,
grano de mirra en incensario de oro.
A ti van los suspiros y las quejas
del nostlgico mal que me consume.
Las ansias de mi afn son las abejas
y t eres la dulzura y el perfume.
***
Mas estas notas que mi angustia exhala
son las ltimas ay! que habr de darte...
Son los batidos lgubres del ala
de la ilusin que se despide y parte.
Mujer, entre mi afecto y tu cario
hay un abismo que mi orgullo ensancha,
y s que tu virtud es un armio
que no consiente ni soporta mancha!
Altivez infernal! Deber penoso!
Escollos de dolor en nuestra va...!
Yo no puedo sin mengua ser tu esposo
y t no puedes con honor ser ma!
***
Oh memoria... gloriosa infortunada,
llvame hacia el edn que mi alma quiso!
Oh mi pobre pasin... Eva enlutada,
toma con el recuerdo al paraso!

Anda! Riega y evoca con tu llanto


tus agostadas primaveras puras,
ngel apocalptico en el santo
valle de Josafat de las venturas!
Despus... oh triste mrtir que palpitas
de nuevo bajo el pao de la muerte!
Noble Cristo interior que resucitas,
huye del cautiverio de la suerte!
Roco abrasador, quema mis ojos!
Lluvia de tempestad, inunda el suelo!
Plegaria funeral, ponte de hinojos!
Volcn, arroja tu erupcin al cielo!
Oh, mi amor...! Sal del fretro en que yaces!
Brota del corazn que has hecho trizas!
Sube a Dios, fnix gneo que renaces
cantando de tus mgicas cenizas!

A ella
Semejas esculpida en el ms fino
hielo de cumbre sonrojado al beso
del sol, y tienes nimo travieso,
y eres embriagadora como el vino.
Y mientras: no imitaste al peregrino
que cruza un monte de penoso acceso,
y prase a escuchar con embeleso
un pjaro que canta en el camino.
Obrando t como rapaz avieso,
correspondiste con la trampa del trino,
por ver mi pluma y torturarme preso.

No as al viandante que se vuelve a un pino


y prase a escuchar con embeleso
un pjaro que canta en el camino.

A Gloria
No intentes convencerme de torpeza
con los delirios de tu mente loca!
Mi razn es al par luz y firmeza,
firmeza y luz como el cristal de roca!
Semejante al nocturno peregrino
mi esperanza inmortal no mira el suelo:
no viendo ms que sombra en el camino,
slo contempla el esplendor del cielo!
Vanas son las imgenes que entraa
tu espritu infantil, santuario oscuro!
Tu numen, como el oro en la montaa,
es virginal y por lo mismo impuro!
A travs de este vrtice que crispa,
y vido de brillar, vuelo o me arrastro,
oruga enamorada de una chispa
o guila seducida por un astro!
Intil es que con tenaz murmullo
exageres el lance en que me enredo:
yo soy altivo, y el que alienta orgullo
lleva un broquel impenetrable al miedo!
Fiado en el instinto que me empuja
desprecio los peligros que sealas.
El ave canta aunque la rama cruja:
como que sabe lo que son sus alas!
Erguido bajo el golpe en la porfa

me siento superior a la victoria.


Tengo fe en m: la adversidad podra
quitarme el triunfo pero no la gloria!
Deja que me persigan los abyectos!
Quiero atraer la envidia aunque me abrume!
La flor en que se posan los insectos
es rica de matiz y de perfume!
El mal es el teatro en cuyo foro
la virtud, esa trgica, descuella:
es la sibila de palabra de oro;
la sombra que hace resaltar la estrella!
Alumbrar es arder! Estro encendido
ser el fuego voraz que me consuma!
La perla brota del molusco herido
y Venus nace de la amarga espuma1
Los claros timbres de que estoy ufano
han de salir de la calumnia ilesos.
Hay plumajes que cruzan el pantano
y no se manchan... Mi plumaje es de sos!
Fuerza es que sufra mi pasin! La palma
crece en la orilla que el oleaje azota.
El mrito es el nufrago del alma:
vivo se hunde, pero muerto, flota!
Depn el ceo y que tu voz me arrulle!
Consuela el corazn del que te ama!
Dios dijo al agua del torrente: bulle!,
y al lirio de la margen: embalsama!
Confrmate, mujer! Hemos venido
a este valle de lgrimas que abate,
t como la paloma para el nido,
y yo, como el len, para el combate1

A M...
Detenerme? Cejar? Vana congoja!
La cabeza no manda al corazn.
Prohibe al aquiln que alce la hoja,
no a la hoja que ceda al aquiln!
Cuando el torrente por los campos halla
de pronto un dique que le dice: atrs,
podr saltar o desquiciar la valla
pero pararse o recular... jams!
Por qu te adoro y a tus pies me arrastro?
Por qu se obstinan en volverse as
la aguja al norte, el heliotropo al astro,
la llama al cielo y mi esperanza a ti?

A Margarita
Qu radiosa es tu faz blanca y tranquila
bajo el dosel de tu melena blonda!
Qu abismo tan profundo tu pupila,
prfida y azulada como la onda!
El fulgor sooliento que destella
en tus ojos donde hay siempre un reproche,
viene cual la mirada de la estrella,
de un cielo ennegrecido por la noche.
Tu rojo labio en que la abeja sacia
su sed de miel, de aroma y embeleso,
ha sido modelada por la gracia
ms para la oracin que para el beso!
Tu voz que ora es aguda y ora grave,

llena de gratitud suena en mi odo


como el saludo arrullador del ave
al sol naciente que despierta el nido!
La palabra mordaz y libertina,
en tu boca, que el sculo consume,
es una flor de punzadora espina,
pero que tiene un mgico perfume!
Tu discurso es amargo, licencioso
y repugnante, pero extrao ejemplo!tu acento es dulce, arrobador y uncioso,
como el canto del rgano en el templo!
Tu lenguaje, a cuyo eco me emociono,
lastima al mismo tiempo que recrea:
es el salmo de un ngel por el tono
y el alma de un demonio por la idea!
Tu mano esconde un cetro: el albo lirio,
y fue tallada con primor no escaso
ms para la limosna y para el cirio
que para la caricia y para el vaso!
Tu cuerpo...! Qu a menudo la locura
rasg ante m tus hbitos discretos,
y tu estatuaria y lbrica hermosura
me revel sus ntimos secretos!
Cuntas veces a la hora del tocado
penetr hasta tu estancia encantadora!
Y en un tibio misterio plateado
por una claridad como de aurora,
te hall al salir del agua derramando
un roco de lquidos cambiantes
-escultura de nieve, comenzando
a deshelarse ya verter diamantes-.
Y vi a la sierva que te adorna y peina
ajustar con destreza cuidadosa
tu magnfica tnica de reina
a tu soberbia desnudez de diosa!

..............................
Qu miseria o qu afn o qu flaqueza
te arroj del Edn, Eva proscrita?
Qu Fausto asi tu virginal belleza
y la acost en el fango, Margarita?
...............................
Inexplicable suerte, buena y mala,
la que a ti me llev y a m te trajo!
Nuestro insensato amor es una escala
y por ella t asciendes y yo bajo!
Oculta y sola, mi pasin huraa
crece en mi corazn herido y yerto;
oculta, como el cncer en la entraa;
sola, como la palma en el desierto!

A Piedad
Llegas a m con garbo presumido,
tierna y gentil. Cun vario es el orgullo!
Ostenta en el len crin y rugido,
y en la paloma tornasol y arrullo.
Brillas y triunfas, y a carnal deseo
cierras la veste con seguro alarde,
y en el fulgor de tu mirada veo
sonrer al lucero de la tarde.
Hay minutos de gracia, que suspenden
el dolor con alivio soberano,
que de la paz divina se desprenden
para cruzar el infortunio humano.

Virtud celeste a la miseria ma


viene contigo, y en el antro asoma
y entra y cunde como una meloda,
como una claridad, como un aroma.
Al triste impartes, como buena maga,
tregua feliz, y en dulce desconcierto,
bendigo por el blsamo la llaga
y amo por el oasis el desierto.
Y me vuelvo a mi ctara y la enfloro
y la pulso, y el son que arranco a ella
se va, tinto en la prpura y el oro
del puesto sol, a la primera estrella.

A ti
Portas al cuello la gentil nobleza
del herldico lirio; y en la mano
el puro corte del cincel pagano;
y en los ojos abismos de belleza.
Hay en tus rasgos acritud y alteza,
orgullo encrudecido en un arcano,
y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza.
Quiero pugnar con el amor, y en vano
mi voluntad se agita y endereza,
como la grama tras el pie tirano.
Humillas mi elacin y mi fiereza;
y resulto en mi prez un vil gusano
que a un astro empina la bestial cabeza.

A una dama
Bailas por antojo que al mancebo engre;
y "escotada" luces dos hechizos fuera,
y en el rubio monte de tu cabellera
una flor de grana bruscamente re.
Pasas, huyes, tornas y el placer desle
fsforo combusto que te pinta ojera,
y tu maridazo mira errar la hoguera
y nada barrunta que le contrare!
Y en el rubio monte de tu cabellera
una flor de grana bruscamente re!

Al separarnos
Nuestras dos almas se han confundido
en la existencia de un ser comn,
como dos notas en un sonido,
como dos llamas en una luz.
Fueron esencias que alz un exceso,
que alz un exceso de juventud,
y se mezclaron, al darse un beso,
en una estrella del cielo azul.
Y hoy que nos hiere la suerte impa,
nos preguntamos con inquietud:
cul es la tuya? cul es la ma?
Y yo no acierto ni aciertas t.

Cancin medioeval
Oh t la de crin rubia, luenga y rizada,
que cada en torrente barre las losas,
y que volando incita las mariposas,
porque as luce aspecto de llamarada!
Linajuda Regina que, por taimada,
finges al viejo duque modelo a esposas,
y de sus canas dices honestas cosas,
ms dignas de la espuma de una cascada.
Ven y place al que tiene la voz dorada,
y perennes ortigas y eternas rosas,
y en el taln espuela y al cinto espada.
No ignores que los himnos hacen las diosas.
Oh t la de crin rubia, luenga y rizada,
que cada en torrente barre las losas!

Cleopatra
La vi tendida de espaldas
entre prpura revuelta.
Estaba toda desnuda,
aspirando humo de esencias
en largo tubo, escarchado
de diamantes y de perlas.
Sobre la siniestra mano
apoyada la cabeza;
y como un ojo de tigre,
un palo daba en ella

vislumbres de fuego y sangre


el oro de su ancha trenza.
Tena un pie sobre el otro
y los dos como azucenas;
y cerca de los tobillos
argollas de finas piedras,
y en el vientre un denso tringulo
de rizada y rubia seda.
En un brazo se torca
como cinta de centellas,
un spid de filigrana
salpicado de turquesas,
con dos carbunclos por ojos
y un dardo de oro en la lengua.
A menudo suspiraba;
y sus altos pechos eran
cual blanca leche, cuajada
dentro de dos copas griegas,
y en alabastro vertida,
slida ya, pero an trmula.
Oh! Yo hubiera dado entonces
todos mis lauros de Atenas,
por entrar en esa alcoba
coronado de violetas,
dejando ante los eunucos
mis coturnos a la puerta.

Con qu dolor, y vlgame ser franco...


Con qu dolor, y vlgame ser franco,
trazo los versos que a mi lado impetras!
Esta cuartilla de papel en blanco
me parece una lpida sin letras.

Tristsimo recuerdo me acongoja


y pienso, visionario como un zafio,
que escribo, no una endecha en una hoja,
sino sobre un sepulcro un epitafio.
No extraes, no, que mi razn sucumba
a esta ilusin que envuelve algo de cierto
porque, ay, tu corazn es una tumba
desde el instante en que tu amor fue un muerto.
Tu amor! Ve el mo que cual mbar de oro
parceme que nunca se consume,
que ni siquiera sufre deterioro
aunque despida sin cesar perfume.
Mas a dnde me lleva mi extravo?
Perdona a mi amargura ese reproche.
Por ti puedo decir como el judo:
un ngel ha pasado por mi noche!
Por ti en el molde general no cupe;
quise ovaciones, codici oropeles
y en la tribuna y con la lira supe
ganar aplausos y obtener laureles.
Despus... mi gloria huy con mi ventura
y, como nube tenebrosa, el duelo
ha cerrado en mi alma la abertura
que daba grande y esplendente al cielo!
Adis. Dejo a tus plantas un gemido
y retorno a la sombra ms espesa
pues vuelvo a la que reina en el olvido,
y no hay otra tan negra como sa.

Confidencias
Una flor por el suelo,
un cielo de hojas empapado en lloro
y encima de ese cielo, el otro cielo
lleno de luna y de brillantes y oro...
Un arroyo que el aura acariciaba;
un banco... sobre el banco
as, como quien flota, se sentaba;
y vestida de blanco,
bella como un arcngel, me esperaba.
An flotan en mis noches de desvelo
con la luz de una luna como aqulla,
el verde y el azul de cielo y cielo,
y aura y arroyo y flor y banco y ella.
No te acuerdas, mujer, cuntos delirios
yo me forjaba, junto a ti de hinojos,
al resplandor de los celestes cirios,
al resplandor de tus celestes ojos?
Te acuerdas, alma ma?
Entonces inocente
me jurabas amor y yo poda
besar tu corazn sobre tu frente!
Ayer, unos tras otros,
mil delirios as pude fingirme;
hoy no puede haber nada entre nosotros,
hoy t vas a casarte... y yo a morirme!
Y tanto sol y porvenir dorado,
tanto cielo soado,
en una inmensa noche se derrumba!
Hoy me dijiste t: no hay esperanza;
hoy te digo: en paz goza; y, en mi tumba,
maana me dirs: en paz descansa!
Nueva York, 1876

Consonancias
A M...*
Tu traicin justifica mi falsa
aunque lo niegues con tu voz de arrullo;
mi amor era muy grande, pero haba
algo ms grande que mi amor, mi orgullo.
Calla, pues. Ocultemos nuestro duelo,
la queja es infecunda y nada alcanza;
agonicemos contemplando el cielo
ya que el cielo es nuestra nica esperanza.
No creas que este mal decrezca y huya:
cada vez menos parco y ms despierto
imperar en mi vida y en la tuya
como reina el len en el desierto.
Los aos rodarn en el abismo
sin que recobres la perdida calma.
T siempre llevars, como yo mismo,
un cadver en lo ntimo del alma!
El tiempo no es el mdico discreto
que, por medio del frceps del olvido,
saca del fondo de la entraa el feto
muerto all como el pjaro en su nido.
*Matilde Saulnier

Copo de nieve
Para endulzar un poco tus desvos
fijas en m tu angelical mirada
y hundes tus dedos plidos y fros

en mi oscura melena alborotada.


Pero en vano, mujer! No me consuelas.
Estamos separados por un mundo.
Por qu, si eres la nieve, no me hielas?
Por qu, si soy el fuego, no te fundo?
Tu mano espiritual y transparente,
cuando acaricia mi cabeza esclava,
es el copo glacial sobre el ardiente
volcn cubierto de ceniza y lava.

Date Lilia
Clava en m tu pupila centellante
en donde el toque de la luz impresa
brilla como una chispa de diamante
engastada en una hmeda turquesa!
Tal fulgura una perla de roco
en el esmalte azul de una corola!
Tal radia en el crepsculo sombro
la estrella del amor, plida y sola!
Deja que ruede libre tu cabello
como la linfa que desborda el cauce,
para que caiga en torno de tu cuello
como el follaje alrededor del sauce;
para que flote, resplandor de aurora
sobre tu rostro que el sonrojo empaa
como esas tintas con que el sol colora
la nieve que circunda la montaa;
para que al soplo de mi aliento vuele
y tu gneo labio, cuya esencia adoro,
ra a travs cual la amapola suele,

roja y vivaz, en el trigal de oro.


Habla! Mas slo de placer! Exhala
el arrullo nupcial de la paloma!
Fuera el temor! La rosa de Bengala
no tiene espinas, mas tampoco aroma!
Tu acento de sirena me embelesa...
Tu palabra es miel hblea derramada...
Tu boca, que cerrada es una fresa,
se abre como se parte una granada.
Pero guardas silencio y te estremeces.
Por qu te aflige la mundana insidia?
Consulate pensando que los jueces
que nos condenen, nos tendrn envidia!
No me oyes? Cul ha sido nuestra falta?
Es culpable la sed que apura el vaso?
Comete un crimen el raudal que salta
cuando halla un dique que le corta el paso?
Por qu triste y glacial como la muda
estatua del dolor bajas la vista,
mientras tu mano anuda y desanuda
las puntas del pauelo de batista?
Por que esa gota en que expir un reproche
corre por tu mejilla ruborosa
corno un hilo de aljfar de la noche
por un tmido ptalo de rosa?
Por qu tu pecho en que el candor anida
tiembla con ansia cual batiendo el vuelo
palpita el ala de la garza herida
que pugna en vano por alzarse al cielo?
Ya est, vamos! Que cese tu quebranto!
Alza tu bella cabecita rubia,
quiero ver tu sonrisa entre tu llanto
como un rayo de sol entre la lluvia!
La palma vuelve su cogollo espeso

a aspirar aire con gentil donaire


y ebria de amor en el festn del beso,
estalla en flores, perfumando el aire.
Imita al rbol del desierto! Sacia
tu afn de dicha y que tu canto vibre!
Ave Mara, en plenitud de gracia:
joven, hermosa, idolatrada y libre!

Dedicatoria
Cuanto en m vierte luz y armona
ha nacido a tus besos de miel;
yo soy bardo y tribuno, alma ma,
porque t eres aliento y laurel.
Si he lanzado una piedra a los cielos,
si fui cruel, no me guardes rencor;
confesando que ha sido por celos,
harto digo que fue por amor.
No te aflijas si el nauta suspira
tanto nombre en las noches del mar;
si son muchos los astros que mira,
uno solo es la Estrella Polar.
La esperanza, luchando y venciendo,
me promete sin par galardn;
a ti vaya, sangrando y gimiendo,
este libro, que es un corazn!
Cuanto en m vierte luz y armona
ha nacido a tus besos de miel;
yo soy bardo y tribuno, alma ma,
porque t eres aliento y laurel.

Dentro de una esmeralda


Junto al pltano sueltas, en congoja
de doncella insegura, el broche al sayo.
La fuente re, y en el borde gayo
atisbo el tumbo de la veste floja.
Y all, por cima de tus crenchas, hoja
que de vidrio parece al sol de mayo,
toma verde la luz del vivo rayo,
y en una gema colosal te aloja.
Recatos en la virgen son escudos;
y echas en tus encantos, por desnudos,
cauto y rico llover de resplandores.
Despeas rizos desatando nudos;
y melena sin par cubre primores
y acaricia con puntas pies cual flores.

Deseos
Yo quisiera salvar esa distancia,
ese abismo fatal que nos divide,
y embriagarme de amor con la fragancia
mstica y pura que tu ser despide!
Yo quisiera ser uno de los lazos
con que decoras tus radiantes sienes!
Yo quisiera, en el cielo de tus brazos,
beber la gloria que en tus labios tienes!
Yo quisiera ser agua y que en mis olas,
que en mis olas vinieras a baarte,

para poder, como lo sueo a solas,


a un mismo tiempo por doquier besarte!
Yo quisiera ser lino, y en tu pecho,
all en las sombras, con ardor cubrirte,
temblar con los temblores de tu pecho
y morir del placer de comprimirte1
Oh, yo quisiera mucho ms! Quisiera
llevar en m, como la nube, el fuego;
mas no, como la nube en su carrera,
para estallar y separarnos luego!
Yo quisiera en m mismo confundirte,
confundirte en m mismo y entraarte;
yo quisiera en perfume convertirte,
convertirte en perfume y aspirarte!
Aspirarte en un soplo como esencia,
y unir a mis latidos tus latidos,
y unir a mi existencia tu existencia,
y unir a mis sentidos tus sentidos1
Aspirarte en un soplo del ambiente,
y as verter sobre mi vida en calma,
toda la llama de tu pecho ardiente
y todo el ter de lo azul de tu alma!
Aspirarte mujer... de ti llenarme,
y en ciego y sordo y mudo constituirme,
y ciego, y sordo y mudo, consagrarme
al deleite supremo de sentirte
y a la suprema dicha de adorarte!

Despedida al piano
Tristes los ojos, plido el semblante,

de opaca luz al resplandor incierto,


una joven con paso vacilante
su sombra traza en el saln incierto.
Se sienta al piano: su mirada grave
fija en el lago de marfil que un da
aguard el beso de su mano suave
para rizarse en olas de armona.
Agitada, febril, con insistencia
evoca al borde del teclado mismo,
a las hadas que en rtmica cadencia
se alzaron otra vez desde el abismo.
Ya de Mozart divino ensaya el estro,
de Palestrina el numen religioso,
de Weber triste el suspirar siniestro
y de Schubert el canto melodioso.
-Es vano! -exclam la joven bella,
y apag en el teclado repentino
su ltimo son, porque saba ella
que era intil luchar contra el destino.
-Adis -le dice-, eterno confidente
de mis sueos de amor que el tiempo agota,
t que guardabas en mi edad riente
para cada ilusin alguna nota;
hoy mudo ests cuando tu amiga llega,
y al ver mi triste corazn herido,
no puedes darme lo que Dios me niega:
la nota del amor o del olvido!

El arroyo

No descansas jams... y alegre y puro,


murmurador y manso,
corriendo vas sobre tu cauce duro...
Yo tambin como t corro y murmuro,
yo tambin como t jams descanso!
Yo camino al vaivn de mis dolores,
t con ala de cfiro caminas,
t feliz ms que yo, por entre flores,
yo helado ms que t, por entre espinas!
T pasas como sombra por el suelo,
siempre en eterno viaje;
vas a la mar con incesante anhelo,
vienes del cielo en volador celaje
y en un rayo de sol vuelves al cielo.
Yo voy... dnde? No s... voy arrastrando
mi fe perdida y mi esperanza trunca,
sombra de un alma entre la luz temblando
y sin poder iluminarse nunca!
T cumples con pasar... Yo, si te imito,
no cumplo con vivir... por eso lloro,
y en el infierno de mi afn me agito
cuando ilumina con visiones de oro
las sombras de mi lecho, el infinito.
En mi delirio ardiente
sueo a mis pies el pedestal: la gloria
me envuelve con su luz, y mi alma siente
el fuego del aplauso en la memoria
y la frialdad del tmulo en la frente!
Y luego, al despertar de mi locura,
al volver de mi ardiente desvaro,
desesperado en realidad oscura
y agonizante de dolor, me ro!
Mas qu importa? Sigamos, arroyuelo;
el aura guarda para ti su anhelo
si la borrasca en mi cerebro zumba...
T eres surco de cielo
y yo surco de tumba!
A veces me imagino que en tu arrullo
la voz de un ngel invisible canta;
a veces me imagino que en mi orgullo
la eternidad del genio se levanta!
Delirios, ilusin de mis querellas,

el ltimo eco morir en mi lira.


Yo paso como t, fingiendo estrellas,
tomo pensador que a todo aspira!
Nacer, pensar, morir. Oh suerte! Oh suerte!
Para qu tanto afn, si en ese abismo
de tinieblas polares, en la muerte,
se ha de abismar el pensamiento mismo!
Nacer, pensar, morir! Y en la existencia
divinizada la impotente duda,
y en el labio entreabierto de la ciencia
una palabra muda!
Oh gentil arroyuelo cristalino!
Quisiera, en tu camino,
ser una flor abandonada y sola;
rambla de arena en tu brillante cauce,
sombra de un cisne, atravesar en tu ola,
o en tu orilla temblar, sombra de un sauce;
y0 quisiera ser tu brisa lisonjera,
ser no ms una gota de tu lodo,
un eco de tu voz... porque quisiera,
menos alma que piensa, serlo todo!

En el lbum de la seorita Ana Markoe


Esplndida rosa de mgico prado
que entreabre sus hojas al sol del amor,
eso eres, Anita. Yo soy, a tu lado,
la espina en la rosa, la nube en el sol.
Dej mis riberas, mi nido de palma,
colgado de un rbol dej mi rabel;
tend en el espacio las alas de mi alma
y llego y murmuro mi nombre a tus pies.
Es flor de los cielos la plida estrella,
es flor de las ondas la espuma del mar,

es flor del recuerdo mi dulce querella,


es flor que se muere si en tu alma no est.

En el lbum de la seorita Luz Landero


Tus trovas dejan profundos rastros...
Son arroyuelos y ruiseores:
aves que trinan entre los astros
y ondas que cantan entre las flores!
Nada conozco que inspire tanto
como tus versos blondos y suaves,
en que producen divino encanto
flores y astros, ondas y aves!
Pero la perla yace en las simas
y la violeta bajo las frondas...
Cun pocos saben que hay en tus rimas
astros y flores, aves y ondas!
Rompe las nieblas que te circundan
y s la envidia de tus cantores,
y en tierra y cielo vibren y cundan
aves y astros, ondas y flores!
Muestre tu numen, cual luz disuelta,
todos sus tonos: ya no lo escondas!
Canse los ecos tu voz, que suelta
astros y aves, flores y ondas!
Llena estas hojas como alabastros,
con tus arpegios arrolladores:
aves que trinan entre los astros
y ondas que cantan entre las flores!

En el lbum de Matilde
Si yo tuviera aliento como el guila
que se remonta a la regin azul,
me elevara a la mansin esplndida
donde se sienta el Padre de la luz!
Y postrado a sus pies como los ngeles
que bendicen su altsima bondad,
le pidiera la msica del cfiro
y el murmullo pacfico del mar;
le pidiera la voz dulce y montona
del viento en la desierta soledad,
y el gemido del aura melanclica
cuando calma la ronca tempestad.
Y le pidiera ms: la voz magnfica
y el arpa melodiosa de David;
y mucho ms: la inspiracin proftica,
y todo, todo, por cantarte a ti!
S, por cantarte a ti, beldad serfica,
por cantarte, dulcsima mujer,
aunque dejaras mi plegaria trmula
en alas de la brisa perecer.
Cuando tus ojos de paloma tmida
se humedecen al tacto del dolor,
y se desprende de ellos una lgrima
que pasa y moja tu mejilla cndida,
me pareces un ngel del Seor!
Y cuando miro tu cabello undvago
de tus blancas espaldas en redor,
cayendo como leve manto de bano
y sombreando tu semblante lnguido,
me pareces un ngel del Seor!

Cuando te veo que la frente humillas


balbuceando una mstica oracin,
y empapadas en llanto tus mejillas,
me pareces un ngel de rodillas
demandando con lgrimas perdn!
Lloras? Acaso entre tu pecho gime
tu leal e inocente corazn,
o algn recuerdo de dolor le oprime?
Llora, s, que llorando eres sublime,
y an eres ms sublime en la oracin!

En un lbum
Dicen que el nauta que frecuenta el hielo
del yermo boreal, venciendo el fro,
recibe a veces de ignorado cielo
una olorosa rfaga de esto.
Qu beso el de tal hlito de paso!
Qu fruicin! Qu delicia! Qu embeleso!
Slo un beso de amor produce acaso
mayor placer que semejante beso!
Pues bien, yo experimento a tus miradas
lo que en el polo el peregrino siente,
cuando una de esas brisas perfumadas
va de otro clima a acariciar su frente.
En mi noche invernal, Dios ha querido
que el resplandor de tus pupilas fuera
un efluvio de rosas difundido
en un rayo de sol de primavera.

Engarce
El misterio nocturno era divino.
Eudora estaba como nunca bella,
y tena en los ojos la centella,
la luz de un gozo conquistado al vino.
De alto balcn apostrofme a tino;
y rostro al cielo depart con ella
tierno y audaz, como con una estrella...
!Oh qu timbre de voz trmulo y fino!
Y aquel fruto vedado e indiscreto
se puso el manto, se quit el decoro,
y fue conmigo a responder a un reto!
Aventura feliz! La rememoro
con intil afn; y en un soneto
monto un suspiro como perla en oro.

Epstola
A Dltima *
Me hallo solo y estoy triste.
Tu viaje -que no maldigo
porque t lo decidiste-,
me hundi en la sombra. Partiste,
y la luz se fue contigo!
Somos, en este momento
en que el afn nos consume,
dos flores de sentimiento
separadas por el viento
y unidas por el perfume!
Ay de los enamorados

que estn en diversos puntos


y viven -infortunados!con los cuerpos apartados
y los espritus juntos!
Pero el mal de que adolece
nuestra pasin, que Dios veda,
en ti mengua y en m crece.
Aqul que se va padece
menos que aqul que se queda!
Sufres, pero no ha de ser
cual tu ternura me avisa.
Tu dolor ha de tener
a menudo una sonrisa:
lo nuevo causa placer!
Mas yo, pobre abandonado,
no encuentro paz ni consuelo.
Desde que te has alejado
estoy ausente del cielo.
Sin duda te lo has llevado!
Extraars que hable as,
pero qu quieres! te juro
que no miento. Para m,
cuanto es halageo y puro
empieza y termina en ti.
Y fuera de ti, bien mo,
la infinita creacin
no es ms que un inmenso hasto:
el espantoso vaco
del alma y del corazn!
T resucitaste a un muerto.
Yo era -recuerdo importuno!algo montono y yerto,
tal como un campo desierto
y sin accidente alguno.
Era un ente sin historia,
una conciencia en asomo,

cuando -esplendente memoria!tu presencia hizo en m como


un cataclismo de gloria!
Derramaste en mi existencia
-en una mstica esencia-,
la desgracia y la ventura,
el deleite y la tortura,
la razn y la demencia.
El ideal canta y gime:
es un abrazo que oprime.
Lo dichoso y lo funesto
constituyen lo sublime.
El amor est compuesto
de todas las agonas,
de todas las inquietudes,
de todas las armonas,
de todas las poesas
y de todas las virtudes.
Es el fanal y es la tea;
es el hlito que orea
y es el soplo que alborota;
es la calma que recrea
y es la tormenta que azota.
Es
es
es
es
es

un galvnico efecto;
lo rudo y es lo suave;
lo noble y es lo abyecto;
la flor y es el insecto;
el reptil y es el ave.

Semejante al aluvin
resulta de la fusin
de la rastra y de la pluma,
de la hez y de la espuma,
del ptalo y del pen.
Tu belleza seductora
dio un destello a mi ansia negra,
como el rayo que colora

pone en la nube que llora


el arcoiris que alegra.
Tu imagen grata y radiante
fue un rpido meteoro:
una hermosa estrella errante
que abri en mi noche incesante
un ardiente surco de oro.
Lgubre suerte me cabe,
contemplar un gneo rastro!
Infeliz de m! Quin sabe,
si cuando el eclipse acabe,
ver como antes el astro!
*Dltima, anagrama de Matilde,
amor del poeta por muchos aos.

Estrofas varias
A ti la de radiante y anglica hermosura,
la rubia de ojos negros que lleva el traje azul,
la del lunar lascivo junto a la boca pura,
mujer hecha de aroma, msica y de luz.
***
A la Sra. Sofa de Gonzlez Llorca
Voz que adoras me ruega que escriba
aqu en esta hoja mi nombre manchado:
el atraiga y reciba
de tus ojos el lustre dorado!
***

hurgo el arte que admiro y reverencio,


y as doy con exgesis gloriosas
que unir a la hermosura y el silencio
de las calladas y divinas cosas.
***
El odio que alimentas no me extraa,
slo pagas rindiendo cual valiente
el sentimiento indmito y ardiente
que se retuerce en mi convulsa entraa.
Por eso...
en medio de mis odios te venero,
por firme, por valiente,
por sincero.
***
San Antonio y Cantoche son dos puntas
que se presentan en la mente ma
como dos manos que estuvieron juntas
y se siguen buscando todava.
***
Bendita t, la del cantar que admiro,
la que muestra una fe libre de peste,
y en la pblica fuente echa el zafiro,
la gota azul, el talismn celeste.
***
En tu recado encontr
ortogrficos excesos;
y no me explico por qu,
al pedirme veinte besos,
pusiste besos con pe.

Idilio

( Fragmentos )

A tres leguas de un puerto bullente


que a desbordes y grescas anima,
y al que un tiempo la gloria y el clima
adornan de palmas la frente,
hay un agrio breal, y en la cima
de un alcor un casucho acubado,
que de lejos diviso a menudo,
y rindose apoya un costado
en el tronco de un mango copudo.
Distante, la choza resulta montera
con borla y al sesgo sobre una mollera.
El sitio es ingrato, por ftido y hosco.
El cardn, el nopal y la ortiga
prosperan; y el aire trasciende a boiga,
a marisco y a cieno; y el mosco
pulula y hostiga.
La flora es enrgica para
que indemne y pujante soporte
la furia del soplo del Norte,
que de octubre a febrero no es rara,
y la prdiga lumbre febea,
que de marzo a septiembre caldea.
El Oriente se inflama y colora,
como un palo inmenso en un lampo,
y difunde sus tintes de aurora
por pilago y campo.
y en la magia que irisa y corusca,
una perla de plata se ofusca. (...)
***
Y a la puerta del viejo boho
que oblicuando su ruina en la loma
se recuesta en el rbol sombro,
una rstica grcil asoma,
como una paloma.

Infantil por edad y estatura,


sorprende ostentando sazn prematura;
elsticos bultos de tetas opimas;
y a juzgar por la equvoca traza,
no semeja sino una rapaza
que reserva en el seno dos limas!
Blondo y grifo e inculto el cabello,
y los labios turgentes y rojos,
y de trtola el garbo del cuello,
y el azul de zafiro en los ojos.
Dientes albos, parejos, enanos,
que apagado coral prende y liga,
que recuerdan, en curvas de granos,
el maz cuando tierno en la espiga.
La nariz es impura, y atesta
una carne sensual e impetuosa;
y en la faz, a rigores expuesta,
la nieve da en mbar, la prpura en rosa,
y el jbilo es gracia sin velo,
y en cada carrillo produce un hoyuelo.
La payita se llama Sidonia;
lleg a Mxico en una barriga:
en el vientre de infecta mendiga
que, del fango sacada en Bolonia,
form parte de cierta colonia,
y acab de miseria y fatiga.(...)
(...) La luz torna las aguas espejos;
y en el mar sin arrugas ni ruidos
reverbera con tales reflejos,
que ciega, causando vahdos.
El ambiente sofoca y escalda;
y encendida y sudando, la chica
se despega y sacude la falda,
y as se abanica.
Los guiapos revuelan en hondas...
La grey pace y trisca y holgando se tarda...
y al amparo de umbrticas frondas
la palurda se acoge y resguarda.

Y un borrego con gran cornamenta


y pardos mechones de lana mugrienta,
y una oveja con bucles de armio
-la mejor en figura y aliose copulan con ansia que tienta.
La zagala se turba y empina...
y alocada en la fiebre del celo,
lanza un grito de gusto y de anhelo...
Un cambujo patn se avecina!
Y en la excelsa y magnfica fiesta,
y cual mcula errante y funesta,
un vil zopilote resbala
tendido e inmvil el ala.

Infeliz el cnyuge, ay del que se fe!


Infeliz el cnyuge, ay del que se fe
de joven hermosa, dulce y hechicera
en brazos de un mozo que apriete y porfe!
Ella dulcemente mueve la cadera,
y l no mira cosa que la contrare,
y en los pardos bucles de la cabellera
una flor de fuego bruscamente re.
Y la esposa baila con los senos fuera
y l no mira cosa que la contrare,
y en los pardos bucles de la cabellera
una flor de fuego bruscamente re.

La cancin del paje


Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.
Dejo al mueble la plaza por el decoro
y contemplo caricias a hurgarme tiernas.
A tu ardor me figuras y subalternas
en la intencin del alma que bien exploro,
y en el roce del cuerpo con el sonoro
y opulento artefacto que mal gobiernas.
Y tanto me convidas, que ya me infiernas;
y refrenado y mudo finjo que ignoro,
para que si hay ultraje no lo disciernas.
Por fiel a un noble amigo pierdo un tesoro...
Tan abierta de brazos como de piernas,
tocas el arpa y ludes madera y oro.

La cita
Adis, amigo, adis! El sol se esconde,
la luna sale de la nube rota,
y Eva me aguarda en el estanque, donde
el cisne nada y el nelombo flota!
Voy a estrechar a la mujer que adoro.
Cul me fascina mi delirio extrao!
Es el minuto del ensueo de oro
de la cita del sculo en el bao!
Es la hora en que los juncos oscilantes
de la verde ribera perfumada
se inclinan a besar los palpitantes
pechos desnudos de mi dulce amada!

Es el momento azul en que la linfa


tornasolada, transparente y pura,
sube hasta el blanco seno de la ninfa
como una luminosa vestidura!
Es el instante en que la hermosa estrella
crepuscular se asoma con anhelo
para ver a otra venus que descuella
sobre el hmedo esmalte de otro cielo!
Es ya cuando las trtolas se paran
y se acarician en los mirtos rojos,
y los ngeles castos se preparan
a ponerse las manos en los ojos!

La estrella mensajera
Al fin te asomas entre las nubes,
al fin te asomas y a verte voy...
Estrella ma que a oriente subes
qu tal te ha ido de ayer a hoy?
Toda la tarde lloviendo estuvo,
toda la tarde, para mi mal,
por las regiones del aire anduvo
rodando nieblas el vendaval.
Ah, no es posible que yo te diga
cunto he sufrido, cunto tem
que no pudieras, mi dulce amiga,
con este tiempo brillar aqu!
T eres el solo consuelo mo,
t me recuerdas mi grato ayer,
t eres mi sueo, mi desvaro...
Cuando me faltas no s qu hacer.

A tu destello se alzan dos frentes


y se coronan de resplandor,
t eres la cita de los ausentes...
Yo te bendigo, cita de amor!
Cuando no vienes, estrella, gimo;
t eres mi solo, mi solo bien,
t eres el beso que yo le imprimo
todas las noches sobre la sien.
Tu luz, calmando mi amargo duelo,
dentro de mi alma se hace cancin;
tu luz, efluvio de flor de cielo,
trasciende a esencia de corazn.
***
Dime, Lucero, t que la viste,
si la encontraste pensando en m,
si estaba alegre o estaba triste...
Habla, Lucero... contesta, di.
Habla, Lucero; tu voz escucho.
Acaso estaba durmiendo ya?
Acaso estaba soando mucho?
Leyendo un libro de amor quiz?
Quiz en un claro del bosque umbro
cogiendo rosas para el placer
o en la ventana mirando el ro,
mirando el ro correr, correr?
Siguiendo la ola que en las riberas,
que en las riberas parece hablar,
y en las neblinas de las quimeras
dejando su alma volar, volar?
............................
Cuando distantes los dos estemos
y eche la sombra su gran capuz,
all en el ter nos juntaremos
al par mirando la misma luz.

Eso juramos cuando partiste,


cuando el destino nos separ.
Y hoy he sabido que no cumpliste...
La misma estrella me lo cont.

La giganta
II
Cules piernas! Dos columnas de capricho, bien labradas,
que de pas amarillas resplandecen espinosas,
en un prfido que finge la vergenza de las rosas,
por estar desnudo a trechos ante lbricas miradas.
Albos pies, que con eximias apariencias azuladas
tienen corte fino y puro. Merecieran dignas cosas!
En la Hlade soberbia las envidias de las diosas,
o a los templos de Afrodita engrer mesas y gradas!
Qu primores! Me seducen; y al encfalo prendidos,
me los llevo en una imagen, con la luz que los proyecta
y el designio de guardarlos de accidentes y de olvidos.
Y con mtrica hipertrofia, no al azar del gusto electa,
marco y fijo en un apunte la impresin de mis sentidos,
a presencia de la torre mujeril que los afecta.

La nube
Qu te acongoja mientras que sube
del horizonte del mar la nube,
negro capuz?

Tendrn por ella frescura el cielo,


pureza el aire. verdor el suelo,
matiz la luna.
No tiembles. Deja que el viento amague
y el trueno asorde y el rayo estrague
campo y ciudad;
tales rigores no han de ser vanos...
Los pueblos hacen con rojas manos
la Libertad!

Los parias
Queris que entre el arrullo de mis brazos
tiemble el dormido corazn de Helena
como entre sus asiticas murallas
y el vulnerable hijo de Peleo
otra vez en su lecho halle al amigo
por el que rugi hermoso? Ay, quin pudiera
con su soplo alentar tales prodigios
y devolver la vida con su canto
a quienes se mostraron por la tierra
con tal deseo esplndido! Una aurora
puedo mecer en vuestros corazones
despertando la rosa en las mejillas
de aquellos hechos, dando a sus miradas
glaucos ojos y finas como liebres
piernas aventureras que recorran
con pasmo el verde mundo y, al regreso
de sus trabajos, bellos cual conquistas
de extraos soles, darles el acanto
como fresco cojn de sus placeres.
Mas debe el hombre transmitir el culto
de sus demencias? Debe en sus delirios
arrancar de la nada los secretos
del caudaloso manantial antiguo
sobre el cual las voraces primaveras
desfilaron cual mrmoles de sueo

su gentil pubertad? Aquellos seres,


aquellas enigmticas hazaas,
aquel juego de dioses sometidos
All en el claro, cerca del monte
bajo una higuera como un dosel,
hubo una choza donde habitaba
una familia que ya no es.
El padre, muerto; la madre, muerta;
los cuatro nios muertos tambin:
l, de fatiga; ella de angustia;
ellos de fro, de hambre y de sed!
Ha mucho tiempo que fui al boho
y me parece que ha sido ayer.
Desventurados! All sufran
ansia sin tregua, tortura cruel.
Y en vano alzando los turbios ojos,
te preguntaban, Seor, por qu?
Y recurran a tu alta gracia
dispensadora de todo bien!
Oh Dios! Las gentes sencillas rinden
culto a tu nombre y a tu poder:
a ti demandan favores lo pobres,
a ti los tristes piden merced;
mas como el ruego resulta intil
pienso que un da, pronto tal vez
no habr miserias que se arrodillen,
no habr dolores que tengan fe!
Rota la brida, tenaz la fusta,
libre el espacio qu har el corcel?
La inopia vive sin un halago,
sin un consuelo, sin un placer.
Sobre los fangos y los abrojos
en que revuelca su desnudez,
cra querubes para el presidio
y serafines para el burdel!
El proletario levanta el muro,
practica el tnel, mueve el taller;
cultiva el campo, calienta el horno,
paga el tributo, carga el broquel;

y en la batalla sangrienta y grande,


blandiendo el hierro por patria o rey,
ensea al prcer con noble orgullo
cmo se cumple con el deber!
Mas, ay! qu logra con su herosmo?
Cul es el premio, cul su laurel?
El desdichado recoge ortigas
y apura el cliz hasta la hez.
Leproso, mustio, deforme, airado
soporta apenas la dura ley,
y cuando pasa sin ver al cielo
la tierra tiembla bajo sus pies!

Mstica
Si en tus jardines, cuando yo muera,
cuando yo muera, brota una flor;
si en un celaje ves un lucero,
ves un lucero que nadie vio;
y llega un ave que te murmura,
que te murmura con dulce voz,
abriendo el pico sobre tus labios,
lo que en tu tiempo te dije yo:
aquel celaje y el ave aquella,
y aquel lucero y aquella flor
sern mi vida que ha transformado,
que ha transformado la ley de Dios.
Sern mis fibras con otro aspecto,
ala y corola y ascua y vapor;
mis pensamientos transfigurados:
perfume y ter y arrullo y sol.
Soy un cadver, cundo me entierran?
Soy un viajero, cundo me voy?
Soy una larva que se transforma.

Cundo se cumple la ley de Dios,


y soy, entonces, mi blanca nia,
celaje y ave, lucero y flor?
Nueva York, 1876

Mudanza
Ayer, el cielo azul, la mar en calma
y el sol ignipotente y cremesino,
y muchas ilusiones en mi alma
y flores por doquier en mi camino.
Mi vida toda jbilos y encantos,
mi pecho rebosando de pureza,
mi carmen pleno de perfume y cantos
y muy lejos, muy lejos, la tristeza.
Ayer, la inspiracin rica y galana
llenando mi cerebro de fulgores;
y t, sonriente y dulce en tu ventana,
hablndome de dichas y de amores.
Ayer, cuanto era luz y poesa,
las albas puras y las tardes bellas
henchidas de sutil melancola,
y las noches pletricas de estrellas...
Y hoy... la sombra y el ansia y el desierto,
perdida la esperanza, y la creencia,
y el amor en tu espritu ya muerto,
y sembrada de espinas la existencia.

Msica de Schubert
Crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece a mis ahogos humo en fogata;
y del arpa desprendes la serenata
divinamente triste, como la luna.
Y del celo ardoroso despides una
fragancia de resina; y l te dilata
ojo que resplandece con luz de plata,
como en la sombra el vidrio de la laguna.
Mas tu marido llega, con su fortuna,
nos dice dos lisonjas, va por su bata,
y al dormido chicuelo besa en la cuna.
Y mientras que te ties en escarlata,
crin que al aire te vuela, rizada y bruna,
parece a mis ahogos humo en fogata.

Nox
Noy hay almbar ni aroma
como tu charla...
Qu pastilla olorosa
y azucarada
disolver en tu boca
su miel y su mbar,
cuando conmigo a solas
oh virgen! hablas?
La fiesta de tu boda
ser maana.

A la nocturna gloria
vuelves la cara,
linda ms que las rosas
de la ventana;
y tu guedeja blonda
vuela en el aura
y por azar me toca
la faz turbada...
La fiesta de tu boda
ser maana.
Un cometa en la sombra
prende una cbala.
Es emblema que llora,
signo que canta.
El astro tiene forma
de punto y raya:
representa una nota,
pinta una lgrima.
La fiesta de tu boda
ser maana.
En invisible tropa
las grullas pasan,
batiendo en alta zona
potentes alas;
y lgubres y roncas
gritan y espantan...
Parece que deploran
una desgracia!
La fiesta de tu boda
ser maana.
Nubecilla que flota,
que asciende o baja,
languidecida y floja,
solemne y blanca,
muestra seal simblica
de doble traza:

finge un velo de novia


y una mortaja!
La fiesta de tu boda
ser maana.
Junto al cendal que toma
figura mgica,
Escorpin interroga,
mientras que su alfa
es carmes que brota,
nuncio que sangra...
Y Amor y Duelo aprontan
distintas armas!
La fiesta de tu boda
ser maana.
Ah! Si la tierra srdida
que por las vastas
oquedades enrolla
su curva esclava,
diese fin a sus rondas
y resultara
desvanecida en borlas
de tenue gasa...
La fiesta de tu boda
ser maana.
El mar con dbil ola
tiembla en la playa,
y no inunda ni ahoga
pueblos, ni nada.
Del fuego de Sodoma
no miro brasa,
y la centella es rota
flecha en aljaba.
La fiesta de tu boda
ser maana.

Oh, Tirsa! Ya es la hora.


Valor me falta;
y en un trino de alondra
me dejo el alma.
Un comienzo de aurora
tiende su ncar,
y Lucifer asoma
su perla plida.

Pepilla
Como viste ropaje tan leve
me da pesadumbres,
pues l filtra y ensea vislumbres
de la carne de rosa y de nieve.
Y qu andar! La mocita se mueve
con garbo de chula.
Viene y va, y en la marcha modula
un canto de lneas,
y en las formas, apenas virgneas,
una gracia de sierpe le undula.
Como el sndalo emite una esencia,
la chica reboza
acre aroma de opima y jugosa
pubertad en febril abstinencia.
Se revuelve con mucha violencia
y a veces me humilla.
Bien aprecia su gran pantorrilla
y as, no le importa
que propulse la falda ya corta
y eche a vuelo por alto la orilla.
Con sus ojos de ardiente demonio
que ven al soslayo,
quebrantara de un golpe de rayo

la virtud de cualquier San Antonio.


En la espuma del mar sacro al jonio
deidad menos bella
sacudi, remedando una estrella,
el suelto y profuso
y dorado borln cuando impuso
con el iris al ncar la huella.
Si en celoso y colrico ensayo
increpo y rezongo
por traer al misterio del hongo
flor triunfal en su pompa de mayo,
la doncella me tira del sayo
y a besos me aguisa;
pero no sin mostrarse insumisa
y osada y segura;
y con timbre de plata murmura
entre granas y perlas de risa:
Hembra linda no pierde la gloria
por macho importuno:
debe ser a los ms y no a uno,
esplendor y delicia y memoria.
La hermosura inhonesta y notoria
contenta el Destino,
que quien hace con mgico tino
labor esmerada,
no la tiene para una mirada
y un placer en el breve camino.

Por qu?
Cuando a mis ojos tristes la alegre mariposa,
como una flor errante discurre en el vergel,
por qu se me figura que es tu alma caprichosa
que flota en la maana y va de rosa en rosa

bebiendo hasta saciarse roco, esencia y miel?


Cuando la tarde cae, cendal de color lila,
y Vspero aparece en el etreo tul,
por qu pienso en el ncar que irradia tu pupila
y que es como una perla preciosa que cintila,
expuesta en un destello sobre una concha azul?
Cuando la noche llega y en sus tinieblas lloro,
llamando a m una dicha que para siempre huy,
por qu miro en la sombra, blanca ilusin que adoro,
tu cabecita alada, tu cabecita de oro,
como uno de esos ngeles que Rafael so?
Cuando entre la penumbra de las acacias veo
cmo los fuegos fatuos saltan aqu y all,
por qu, presa insensata de mi tenaz deseo,
los sigo ansiosamente de tumba en tumba y creo
que son tus pies de slfide que danzan ante m?
Si la pasin que abrigo, doliente y sin consuelo,
no ha de salvar la sima que media entre los dos,
por qu a ti se dirige mi inextinguible anhelo
como la aguja al norte, como la llama al cielo,
como la espira de humo del incensario a Dios?

Rimas
Al ver mi honda afliccin por tus desvos,
fijas en mi tu angelical mirada
y hundes tus dedos plidos y fros
en mi oscura melena alborotada.
Pero en vano, mujer! No me consuelas.
Estamos separados por un mundo.
Por qu, si eres la nieve, no me hielas?
Por qu, si soy el fuego, no te fundo?
Me aproximo... y te ties de escarlata

y huyes... oh nia pudorosa y bella!


Sensitiva que tiembla y se recata
hasta de sospechar que pienso en ella!
Te llamo, abro los brazos... y no vienes...
intilmente solicito y lloro.
T no alientas pasin! por eso tienes
ojos de cielo y cabellera de oro.
Tu mano espiritual y transparente,
cuando acaricia mi cabeza esclava,
es el copo glacial sobre el ardiente
volcn cubierto de ceniza y lava.
Tu mano espiritual y transparente
cuando acaricia mi cabeza esclava,
es el copo glacial sobre el ardiente
volcn cubierto de ceniza y lava.

Vigilia y sueo
La moza lucha con el mancebo
-su prometido y hermoso efeboy vence a costa de un traje nuevo.
Y huye sin mancha ni deterioro
en la pureza y en el decoro,
y es un gran lirio de nieve y oro.
Y entre la sombra solemne y bruna,
yerra en el mate jardn, cual una
visin compuesta de aroma y luna.
Y gana el cuarto, y ante un espejo,
y con orgullo de amargo dejo,
cambia sonrisas con un reflejo.

Y echa cerrojos, y se desnuda,


y al catre asciende blanca y velluda,
y an desvestida se quema y suda.
Y a mal pabilo, tras corto ruego,
sopla y apaga la flor de fuego,
y a la negrura pide sosiego.
Y duerme a poco. Y en un espanto,
y en una lumbre, y en un encanto,
forja un suceso digno de un canto.
Suea que yace sujeta y sola
en un celaje que se arrebola,
y que un querube llega y la viola!

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