Jaime Torres Bodet
Jaime Torres Bodet
Jaime Torres Bodet
La Primavera de la Aldea
La primavera de la aldea
baj esta tarde a la ciudad,
con su cara de nia fea
y su vestido de percal.
Invitacin al Viaje
Con las manos juntas,
en la tarde clara,
vmonos al bosque
de la sien de plata.
Bajo los pinares,
junto a la caada,
hay un agua limpia
que hace limpia el alma.
Bajaremos juntos,
juntos a mirarla
y a mirarnos juntos
Msica Oculta
Como el bosque tiene
tanta flor oculta,
parece olorosa
la luz de la luna.
Como el cielo tiene
tanta estrella oculta,
parece mirarnos
la noche de luna.
Como el alma tiene
su msica oculta,
(parece que el alma
llora con la luna!...
Medioda
Tener, al medioda, abiertas las ventanas
del patio iluminado que mira al comedor.
Oler un olor tibio de sol y de manzanas.
Decir cosas sencillas: las que inspira el amor...
Beber un agua pura, y en el vaso profundo
ver coincidir los ngulos de la estancia cordial.
Palpar, en un durazno, la redondez del mundo.
Saber que todo cambia y que todo es igual.
Sentirse, (al fin!, maduro, para ver en las cosas
nada ms que las cosas: el pan, el sol, la miel...
Ser nada ms el hombre que deshoja unas
rosas,
y graba, con la ua, un nombre en el mantel...
Paz
No nos diremos nada. Cerraremos las puertas.
Deshojaremos rosas sobre el lecho vaco
y besar, en el hueco de tus manos abiertas.
la dulzura del mundo, que se va, como un ro...
Agosto
Va a llover... Lo ha dicho al csped
el canto fresco del ro;
el viento lo ha dicho al bosque
y el bosque al viento y al ro.
Va a llover... Crujen las ramas
y huele a sombra en los pinos.
Naufraga en verde el paisaje.
Pasan pjaros perdidos.
Va a llover... Ya el cielo empieza
a madurar en el fondo
Ro
Ro en el amanecer!
Agua en tus ojos claros!
Caer -subir!- en lo azul
transparente, casi blanco.
Cielo en el ro del alba
-mi amor en tus ojos vagosoh, naufragar -ascender!siempre ms hondo! Ms alto!
...Ro en el amanecer...
El puente
Cmo se rompi, de pronto,
el puente que nos una
al deseo por un lado
y por el otro a la dicha?
Y cmo -en la mitad del puente
La Colmena
Colmena de la tarde, dilogo del vergel:
la palabra es abeja, pero el silencio es miel.
Ambicin
Nada ms, Poesa:
la ms alta clemencia
est en la flor sombra
que da toda su esencia.
No busques otra cosa.
Corta, abrevia, resume;
no quieras que la rosa
d ms que su perfume!
Ddalo
Enterrado vivo
en un infinito
ddalo de espejos,
me oigo, me sigo,
me busco en el liso
muro del silencio.
Pero no me encuentro.
Palpo, escucho, miro.
Por todos los ecos
de este laberinto,
un acento mo
est pretendiendo
llegar a mi odo.
Pero no lo advierto.
Alguien est preso
aqu, en este fro
lcido recinto,
ddalo de espejos...
Alguien, al que imito.
Si se va, me alejo.
Si regresa, vuelvo.
Si se duerme, sueo.
"Eres t?", me digo...
Pero no contesto.
Perseguido, herido
por el mismo acento
-que no s si es mocontra el eco mismo
del mismo recuerdo
en este infinito
ddalo de espejos
enterrado vivo.
Lied
La maana est de fiesta
porque me has besado t
y al contacto de tu boca
todo el cielo se hace azul.
El arroyo est cantando
porque me has mirado t
y en el sol de tu mirada
toda el agua se hace azul.
SONETOS
Continuidad
I
No has muerto. Has vuelto a m. Lo que en la
tierra
-donde una parte de tu ser reposasepultaron los hombres, no te encierra;
porque yo soy tu verdadera fosa.
Dentro de esta inquietud del alma ansiosa
II
Me toco... y eres t. Palpo en mi frente
la forma de tu crneo. Y, en mi boca,
es tu palabra an la que consiente
y es tu voz, en mi voz, la que te invoca.
Me toco... y eres t, t quien me toca.
Es tu memoria en m la que te siente;
ella quien, con lgrimas, te evoca;
t la que sobrevive; yo, el ausente.
Me toco... y eres t. Es tu esqueleto
que yergue todava el tiempo vano
de una presencia que parece ma.
III
Todo, as, te prolonga y te seala:
el pensamiento, el llanto, la delicia
y hasta esa mano fiel con que resbala,
ingrvida, sin dedos, tu caricia.
Oculta en mi dolor eres un ala
que para un cielo pstumo se inicia;
norte de estrella, aspiracin de escala
y tribunal supremo que me enjuicia.
Como lo eliges, quiero lo que ordenas:
actos, silencios, sitios y personas.
Tu voluntad escoge entre mis penas.
Y, sin leyes, sin frases, sin cadenas,
Eres t quien, si caigo, me perdonas,
Si me traiciono, t quien te condenas...
Y quien, si te olvido, me abandonas.
IV
Aunque si nada en mi interior te altera,
todo, fuera de m te transfigura
y, en ese tiempo que a ninguno espera,
vas ms de prisa que mi desventura.
Del rbol que cubri tu sepultura
quisiera ser raz, para que fuera
abrazndote a cada primavera
con una vuelta ms, lenta y segura.
Pero en la soledad que nos circunda
ella te enlaza, te defiende, te ama,
mientras que yo tan slo te recuerdo.
Y al comparar su terquedad fecunda
con la impaciencia en que mi amor te llama,
siento por primera vez que te pierdo.
V
Porque no es la muerte orilla clara,
margen visible de invisible ro;
lo que en estos momentos nos separa
es otro litoral, aun ms sombro.
VI
S, cuanto ms te imito, ms advierto
que soy la tenue sombra proyectada
por un cuerpo en que est mi ser ms muerto
que el tuyo en la ficcin que lo anonada.
Sombra de tu cadver inexperto,
Sombra de tu alma an poco habituada
A esa luz ulterior a la que he abierto
Otra ventana en m, sobre otra nada...
Con gestos, con palabras, con acciones,
crea perpetuarte y lo que hago
VII
Y sin embargo, entre la noche inmensa
con que me cie el luto en que te imploro,
aflora ya una luz en cuyo azoro
una ilusin de aurora se condensa.
No es el olvido. Es una paz ms tensa,
una fe de acertar en lo que ignoro;
algo -tal vez- como una voz que piensa
y que se asla en la unidad de un coro.
Y esa voz es mi voz. No la que oste,
viva, cuando te habl, ni la que al fino
metal del eco ajustar en su engaste,
sino la voz de un ser que an no existe
y al que habr de llegar por el camino
que con morir tan slo me enseaste.
VIII
Voz interior, palabra presentida
que, con promesas tcticas, resume
-como en la gota ltima, el perfumeen su paciente formacin, la vida.
Voz en ajenos labios no aprendida
-ni siquiera en los tuyos! -; voz que asume
la realidad del alba estremecida
que alcanzar cuando de ti me exhume.
Voz de perdn, en la que al fin despunta
esa bondad que me entregaste entera
y que yo, a trechos, voy reconquistando;
voz que afirma tan bien lo que pregunta
y que ser la ma verdadera
aunque no s decir cmo ni cundo...
IX
Ni cundo?... S, lo s. Cuando recoja
de la ceniza que en tu hogar remuevo
esa indulgencia inmune a la congoja
que, al fuego del dolor, pongo y atrevo.
Civilizacin
Un hombre muere en m siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.
Un hombre como yo; durante meses
en las entraas de una madre oculto;
nacido, como yo,
entre esperanzas y entre lgrimas,
y -como yo- feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
NARANJAS
Naranjas que caan
al corral de mi casa
de una casa vecina,
rodando por las tapias...
Encendidas naranjas
que trae, en su canasta,
una nia que viene
cantando desde el alba:
"Naranjitas de China,
no me compra naranjas?..."