Camino Neocatecumenal - Emiliano Jimenez Hernandez
Camino Neocatecumenal - Emiliano Jimenez Hernandez
Camino Neocatecumenal - Emiliano Jimenez Hernandez
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SIGLAS USADAS
AA Apostolicam Actuositatem
AAS Acta Apostolicae Sedis, Roma 1909s.
AG Ad Gentes
CD Christus Dominus
CEC Catechismus Ecclesiae Catolicae
DSch H. Denzinger - A. Schonmetzer, Barcelona 1976.
DV Dei Verbum
FC Familiaris Consortio
GS Gaudium et Spes
MR Misal Romano
LG Lumen Gentium
OICA Ordo Initiationis Christianae Adultorum
OT Optatam Totius
PG Patrologia Greca (Migne)
PL Patrologia Latina (Migne)
PO Presbyterorum Ordinis
QL Questions Liturgiques, Lovaina
SC Sacrosanctum Concilium
Schr Sources Chrtienne, Pars 1941s.
Sth Santo Toms, Summa Theologica
UR Unitatis Redintegratio
PRESENTACION
del lenguaje oral coloquial y circunstancial, encierra una sntesis kerigmtica-catequticaexistencial de un valor inestimable, que ha dado contrastados frutos en tantas parroquias
del mundo entero.
Adems se debe tener en cuenta adems que siempre que los catequistas reciben por
primera vez el volumen que nos ocupa, se les recuerda la naturaleza exacta del mismo y la
utilizacin interina que de l han de hacer, insistindoles positivamente en que no se lo
dejen a nadie, ni siquiera a los hermanos de su comunidad neocatecumenal que no son
catequistas. El motivo no es -como alguno precipitadamente puede pensar- una especie de
actitud secretista u ocultista propia de los grupos sectarios, sino sencillamente tratar de
evitar que el volumen, desvirtuado, desnaturalizado y malinterpretado al ser sacado fuera de
la nica utilizacin concreta para la que fue concebido, y en manos de quien no conoce su
gnesis, naturaleza y finalidad, sea fuente de perplejidades, malentendidos y crispaciones.
En estas circunstancias tan complejas y difciles, suscitar y despertar la fe de los
oyentes mediante la predicacin del Evangelio, slo es posible gracias a un milagro del
Espritu Santo. Es precisamente lo que Dios est haciendo en el mundo entero desde hace
30 aos mediante la sntesis catequtica del Camino Neocatecumenal. El excelente valor de
las catequesis iniciales lo han reconocido algunos expertos, como por ejemplo el P. G.
Groppo, especialista en la historia de la catequesis antigua, que afirma: "El intento de Kiko
de actualizar el catecumenado es un intento logrado. Su experiencia le ha hecho intuir
aquello de profundamente vlido contena esa institucin de la Iglesia de los primeros
siglos y esto le ha permitido encarnarla en una estructura, que, sin copiar a la letra la
antigua, recoge de ella los elementos ms importantes y los injerta en un contexto nuevo: el
de la conversin de los bautizados, pero que no han hecho nunca una opcin personal de
fe... Ciertamente, las frmulas usadas, proveniendo del lenguaje vivo, tomadas as como
suenan, pueden a veces dejarnos perplejos; pero integradas en el conjunto del discurso, son
plenamente ortodoxas... Este modo de proceder quizs a algunos no les agrade, pero, segn
mi parecer, representa una de las mejores vas para quien est empeado en un proceso de
conversin, como son los oyentes de estas catequesis".
Igualmente, Mons. Ricardo Blzquez, en su "Discernimiento teolgico", dice:
"Yo..., que he estado atento a la dimensin teolgica, me he quedado con frecuencia
sorprendido por su profundidad, coherencia y originalidad. Es como una intuicin
profundsima que se despliega coherentemente... En su dinamismo, cada realidad cristiana
recibe un toque peculiar y una progresiva integracin en el conjunto".2
La sntesis de las catequesis iniciales del Camino Neocatecumenal tiene el mrito de
haber logrado presentar en unos pocos "flash" los puntos centrales de la renovacin del
Concilio Vaticano II, que luego sern desarrollados progresivamente a lo largo de todo el
camino de conversin. As, por ejemplo, el misterio pascual como "axis" de la Palabra de
Dios, de las celebraciones litrgicas y de la vida moral; la Palabra de Dios (no slo la
Sagrada Escritura, sino tambin la experiencia y la tradicin viva de la Iglesia, que la
precede y la acompaa) colocada en el centro de la vida de la comunidad cristiana; la
recuperacin de las celebraciones sacramentales, de modo particular de la Eucarista y de la
Penitencia segn las riquezas de la reforma litrgica del Concilio; el kerigma de la muerte y
resurreccin de Jesucristo como alma de toda la vida y misin del cristiano; la visin
conciliar de la Iglesia como sacramento de salvacin para el mundo y no como mera tabla
individual de salvacin; el amor al enemigo y todas las actitudes del "Siervo de Yahweh"
como lo especfico de la moral cristiana y signos de la fe adulta que llaman a la fe a los
hombres, etc.
celebracin de los Salmos, del Smbolo Apostlico, del Padre Nuestro y del Sermn de la
Montaa, que se realizan en las fases sucesivas del camino.
La fuente central, bsica y fundamental de las catequesis, por consiguiente, no hay
que buscarla tanto en dicho volumen, como en la formacin intensa y en la experiencia
personal y comunitaria que de la Palabra de Dios, de la Liturgia y de la comunin fraterna en definitiva, del tesoro de la fe de la Iglesia Catlica- tienen los catequistas y su
comunidad neocatecumenal, adquirida a lo largo de aos en la enorme serie de
preparaciones y celebraciones de la Palabra y de la Eucarista, en las convivencias, en los
diferentes pasos del Camino Neocatecumenal vividos en la comunidad en el seno de la
Iglesia. Y, cuando hablamos de "experiencia", ciertamente nunca nos referimos a una
realidad subjetivista o particularista, sino al sentido experiencial eclesial que, por ejemplo,
transparenta San Juan en estas palabras: "Lo que exista desde el principio, lo que hemos
odo, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos
acerca de la Palabra de vida, -pues la Vida se manifest, y nosotros la hemos visto y damos
testimonio..." (1 Jn 1,1-2).
Las catequesis del Camino Neocatecumenal son siempre dadas por un equipo de
catequistas, del que forma parte fundamental un presbtero. Por su ministerio pastoral y por
su especfico conocimiento bblico, magisterial y teolgico, garantiza siempre la ortodoxia
doctrinal de las catequesis.
Despus de treinta aos del nacimiento del Camino, en los que esta praxis ha sido
confirmada y bendecida por Dios con tantos frutos, como el Papa Juan Pablo II reconoce en
su Carta a Mons Paul Cordes del 30 de agosto de 1990, por peticin de la Sagrada
Congregacin para la Doctrina de la Fe, presentamos las Lneas teolgicas fundamentales
del Camino Neoctecumenal.
Son fruto de una examen preciso de las diversas catequesis orales dadas a lo largo
de todo el Camino, reviviendo las diversas etapas de la iniciacin cristiana, en las
convivencias anuales para la formacin de los catequistas, en las convivencias de
itinerantes, hecho por testigos, que han experimentado todo esto en primera persona y, que
teniendo adems una preparacin teolgica especfica, han podido captar las lneas
fundamentales (Cf. Lc 1,1-4).
Estas son, pues, una breve sntesis de toda la riqueza teolgica que el Seor nos ha
concedido descubrir durante estos aos de Camino Neocatecumenal. La presentacin global
de la teologa del Camino -aunque no sea ms que un plido reflejo de la vida y de los
frutos de santidad que el Espritu Santo est suscitando en tantos hermanos- puede ayudar a
los Pastores de la Iglesia en su tarea de discernimiento sobre la ortodoxia y fidelidad al
Magisterio de la Iglesia.
Los textos patrsticos y los del Catecismo de la Iglesia Catlica son un
enriquecimiento y una garanta de ellas.
La naturaleza sinttica y sistemtica de las Lneas teolgicas constituyen tambin
una ayuda para los catequistas, al ofrecerles la posibilidad de una visin de conjunto de los
contenidos teolgicos de las catequesis y de los principales elementos doctrinales de la fe
de la Iglesia, que ellos han recibido y experimentado y que son llamados a anunciar, pero al
mismo tiempo hay que afirmar que no pueden sustituir a las "Orientaciones", dedicadas "ex
profeso" a la fase inicial y de conversin del Camino.
El lenguaje de los dos textos es necesariamente diverso, aunque sea
complementario. Las "Orientaciones" tienen un lenguaje ms directo y precario, propio de
la catequesis oral. Son como los apuntes de una leccin dados por el profesor, a los que
INTRODUCCION
las mismas condiciones, entre los pobres trabajando en un barrio de Barcelona. Pero
providencialmente en aquel ao de 1962, cuando ya el Papa Juan XXIII ha anunciado el
Concilio, se encuentra con el P. Farns -discpulo de los PP. Botte, Journel y Bouyer-, que
la ayuda a asimilar toda la renovacin litrgica y teolgica del Vaticano II, descubriendo el
Misterio Pascual, celebrado en la Eucarista, como el centro de la vida cristiana. Pero antes
de embarcarse para las misiones decide pasar en Tierra Santa un mes, mas Dios, dndola
grandes gracias, la detiene all del 63 al 64, recorriendo la geografa donde se desarrolla la
historia de la salvacin. De vuelta a Madrid encuentra a las compaeras en Palomeras altas
y que ya no quieren partir para las misiones. A travs de estos acontecimientos Dios la hace
encontrar a Kiko en las barracas de Madrid, unindolos para la misin a la que les ha
preparado.
Tanto Kiko como Carmen tienen su preparacin teolgica, cuando Dios les hace
encontrarse, pero la catequesis del Camino no es la aplicacin deductiva de los tratados
teolgicos al hombre actual, sino que es, ms bien, una sntesis creadora entre las lneas
teolgicas del Vaticano II y la cultura de nuestro tiempo. En realidad el Camino no tiene
una teologa particular, sino la misma teologa de la Iglesia. Se puede decir que, ante la
confusin de tantas ideologas y teologas, el Camino dirige su mirada a las fuentes de la fe,
la Escritura como es recogida y vivida por la Iglesia primitiva, donde la verdad nace limpia,
como fundamento de identidad del cristiano. Volver a los fundamentos de nuestra fe,
dejndola resonar en nuestro interior, ilumina la vida de los neocatecmenos;
interiorizndola, hacindola propia, vivencial, hace que en la comunidad, y a travs de la
comunidad, la verdad de la fe siga hablando y salvando a nuestra generacin y pase a la
siguiente generacin. Es lo que pretendi tambin el Vaticano II. Sagrada Escritura, Santos
Padres y Magisterio de la Iglesia son, pues, las fuentes de la Teologa del Camino.
Por otra parte, al tratar de hacer la sntesis de las lneas teolgicas del Camino
Neocatecumenal, hay que tener en cuenta que Kiko no es un telogo de profesin, sino un
pintor de vocacin. El no presenta nunca una estructuracin sistemtica de la teologa, da
pinceladas, revestidas de color y armona existencial. Slo al final, con acentuaciones y
matizaciones, sale el cuadro completo.
Habiendo recorrido todo el proceso Neocatecumenal, hoy vemos el cuadro
completo de la teologa del Camino, fruto del desarrollo de una intuicin original que ha
ido tomando cuerpo y formulndose a la luz de la Sagrada Escritura, la Liturgia, los Santos
Padres y el Magisterio de la Iglesia en el Concilio, Snodos posteriores y documentos del
Papa. La Tradicin viva de la Iglesia ha sido recogida en el Camino con fidelidad a su
contenido, aunque formulada con un toque artstico original, que responde a la forma
pictrica que Dios ha deseado al elegir a Kiko para llevar a cabo esta obra. De este modo,
como dice Ricardo Blzquez en su discernimiento teolgico sobre las comunidades
neocatecumenales, "en el Camino aparece una sntesis doctrinal de la totalidad del
cristianismo. En el dinamismo pedaggico de las diversas etapas del Camino, cada realidad
cristiana recibe un enfoque peculiar y una progresiva integracin en el conjunto.
Coherencia doctrinal y originalidad en su presentacin son dos notas caractersticas de todo
el desarrollo teolgico del Camino".6
nios vino a ser la forma habitual de celebracin de este sacramento, ste se ha convertido
en un acto nico que integra de manera muy abreviada las etapas previas a la iniciacin
cristiana. Por su naturaleza misma, el Bautismo de nios exige un catecumenado
postbautismal. No se trata slo de la necesidad de una instruccin posterior el bautismo,
sino del desarrollo de la gracia bautismal en el crecimiento de la persona. Es el momento
propio de la catequesis" (1231).
La nueva eclesiologa que aparece en el Concilio, en las comunidades se hace
realidad. La vida cristiana se hace espejo de la Iglesia: "La liturgia, y sobre todo la
Eucarista, contribuye en sumo grado a que los fieles expresen en su vida y manifiesten a
los dems el misterio de Cristo y la naturaleza autntica de la Iglesia" (SC, n.2). Una
comunidad, que vive bajo el soplo del Espritu, hace aparecer el rostro de Cristo glorioso
presente en la historia, como sacramento universal de salvacin para los hombres, en
camino hacia el Padre con toda la creacin. El Espritu es y crea la conciencia de la Iglesia,
en cuanto le "recuerda" las palabras de Cristo y le hace transparente su persona. El Espritu
Santo sigue presente en la Iglesia a lo largo de los siglos cumpliendo esta misin. Como
deca Pablo VI al inaugurar la segunda sesin del Concilio:
"Nos parece que ha llegado el momento en que la verdad acerca de la Iglesia de
Cristo debe ser ms y mejor estudiada, comprendida y formulada, quizs no a travs de
esas afirmaciones solemnes que se llaman definiciones dogmticas, pero s mediante
declaraciones por las que la Iglesia manifieste con ms claras y ponderadas enseanzas lo
que piensa de s misma...Esperamos que el Espritu de verdad otorgue una mayor luz en
este Concilio ecumnico de la Iglesia docente e inspire una doctrina ms clara sobre la
misma Iglesia, de modo que, como Esposa de Cristo que es, busque su imagen en El mismo
y en El mismo trate, movida por su encendido amor, de descubrir su propia naturaleza, es
decir, esa hermosura que El mismo quiso que resplandeciera en su Iglesia".10
d) PALABRA-LITURGIA-COMUNIDAD
En su formacin, desarrollo y meta, el Camino se basa en el trpode: PalabraLiturgia-Comunidad. Es la Palabra anunciada, acogida y celebrada la que convoca,
alimenta y sostiene a la comunidad. Es la Liturgia la que hace viva y eficaz la Palabra,
llevando a los hermanos de la divisin a la Comunin, haciendo de los hermanos un
Cuerpo, que tiene a Cristo como cabeza. Es la comunidad la que anuncia y celebra
agradecida la Palabra cumplida en ella. En todas sus etapas est presente este Trpode.
Tambin en la teologa est presente el Trpode: se trata de una teologa, no especulativa,
sino narrativa, histrica, donde la Palabra se hace historia de salvacin; se trata de una
teologa celebrativa, expresada en un lenguaje simblico ms que conceptual; y es una
teologa eclesial, fruto de la comunin en el Espritu ms que de la enseanza o el estudio.
"Quienes con la ayuda de Dios han acogido la llamada de Cristo y han respondido
libremente a ella, se sienten por su parte urgidos por el amor de Cristo a anunciar por
todas partes en el mundo la Buena Nueva. Este tesoro recibido de los apstoles ha sido
guardado fielmente por sus sucesores. Todos los fieles de Cristo son llamados a
transmitirlo de generacin en generacin, anunciando la fe, vivindola en la comunin
fraterna y celebrndola en la liturgia y la oracin" (CEC 3).
El kerigma, que convoca, suscita la respuesta del Amen en la liturgia y en la vida,
en la Eucarista y en el amor fraterno, que hace de la comunidad sacramento de Jesucristo,
que llama a los alejados a la fe. Los signos del amor y la unidad manifiestan a Jesucristo
como Salvador del mundo
El cristianismo es un acontecimiento y no un conjunto de ideas o exigencias
morales. A Dios se le encuentra en la historia y en la existencia concreta e histrica de
Jess. El hombre para creer en Jess, Hijo de Dios encarnado, debe pasar no tanto por la
coherencia racional cuanto por la locura de la cruz, por la aceptacin de una predicacin,
por la audicin de la fe transmitida, por la debilidad de los signos, que impulsan al hombre,
pero no le fuerzan. Pero esa debilidad de Dios, esa necedad, esa obediencia de la fe, son
fuerza de Dios y poder salvador. La comunicacin de Dios se ofrece al hombre
personalmente y no mediante razonamientos, principios o ideas. La fe ms que razonarla se
la testimonia. Lo sorprendente de los caminos de Dios en Jesucristo no puede ser invento
humano ya que rompe todos los esquemas y contrasta, superndolas, con todas las
expectativas humanas. "Dichoso el que no se escandaliza de m!", proclam el mismo
Jess.
Esto mismo ya aparece en el Antiguo Testamento. Dios se revela actuando y acta
hablando. Palabra -Dabar Yahveh- es accin y palabra, es acontecimiento y no
manifestacin de verdades abstractas. Dios ms que hablarnos de s, se nos ha dado a
conocer actuando y comunicndose en su palabra y acciones. De aqu -como se subraya en
el Camino- que la Palabra de Dios anteceda, acompae y supere a la Escritura. La Palabra
se conserva viva en la Iglesia, que, al proclamarla, reviste el esqueleto de la Escritura de
carne y la da viva. Es el cuerpo eclesial de Cristo el que hace que la Escritura sea Palabra
de Dios viva y eficaz. No es la Escritura sola sino la Escritura y la Tradicin son las que,
unidas, mantienen la Revelacin de Dios. Por ello, en la celebracin, en la asamblea, al ser
proclamada la Escritura, es Dios mismo quien habla: "Pues cuando se proclama en la
Iglesia la Sagrada Escritura es El (Cristo) quien habla" (SC, n.7). "En la Liturgia Dios habla
a su pueblo; Cristo sigue anunciando el Evangelio. Y el pueblo responde con el canto y la
oracin" (Ibidem, n.33).14
"El Antiguo Testamento es una parte de la Sagrada Escritura de la que no se puede
prescindir. Sus libros son divinamente inspirados y conservan un valor permanente, porque
la Antigua Alianza no ha sido revocada" (121). "En efecto, el fin principal de la economa
antigua era preparar la venida de Cristo" (122). "Los cristianos veneran el Antiguo
Testamento como verdadera Palabra de Dios" (123). "La Palabra de Dios, que es fuerza
de Dios para la salvacin del que cree, se encuentra y despliega su fuerza de modo
privilegiado en el Nuevo Testamento" (124). "Los cristianos, por tanto, leen el Antiguo
Testamento a la luz de Cristo muerto y resucitado... Por otra parte, el Nuevo Testamento
exige ser ledo tambin a la luz del Antiguo... El Nuevo Testamento est escondido en el
Antiguo, mientras que el Antiguo se hace manifiesto en el Nuevo" (129).
"Sin embargo, la fe cristiana no es una 'religin del Libro'. El cristianismo es la
religin de la 'Palabra' de Dios, 'no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado
y vivo' (S. Bernardo). Para que las Escrituras no queden en letra muerta, es preciso que
Cristo, Palabra eterna del Dios vivo, por el Espritu Santo, nos abra el espritu a la
e) TEOLOGIA CELEBRATIVA
constantemente el reino de Dios, predicado y vivido por l, con la "alegra de las bodas".
Como "primognito de los muertos" y "conductor de la vida" contra los poderes de la
muerte, l es "el que gua las danzas nupciales" y la comunidad es "la esposa que danza con
l", como deca S. Hiplito. l es "el Seor de la gloria" (1Cor 2,8). La gracia,
experimentada en el perdn, se manifiesta en las comunidades en la fiesta, en el banquete,
en el canto, en las salas tapizadas y llenas de luces y flores, en las danzas, en la alegra de la
celebracin y de la vida (Cf. Lc 15,11ss).
En las comunidades se expresa la propia fe principalmente orando y celebrando,
segn el axioma "lex orandi, lex credendi".25 La liturgia es la "didascalia de la Iglesia", es
decir, "el rgano ms importante del magisterio ordinario de la Iglesia", como dijo ya Po
XI.26 O en la repetida frase del telogo ruso Cipriano Kern: "El coro de la Iglesia es la
ctedra de la teologa".27 Que es lo que leemos tambin en la Sacrosanctum Concilium:
"Aunque la sagrada liturgia sea principalmente culto de la divina Majestad,
contiene tambin una gran instruccin para el pueblo fiel...Los mismos signos visibles han
sido escogidos por Cristo o por la Iglesia para significar realidades divinas invisibles. Por
tanto, no slo cuando se lee 'lo que ha sido escrito para nuestra enseanza' (Rm 15,4), sino
tambin cuando la Iglesia ora, canta o acta, la fe de los participantes se alimenta y sus
mentes se elevan a Dios a fin de tributarle un culto racional y recibir su gracia con mayor
abundancia" (n.33).
El hombre secularizado de nuestra poca no busca ya en la religin la solucin a
problemas que le resuelve la ciencia y la tcnica. Pero este cientificismo y tecnicismo no
dan tampoco un sentido a sus problemas existenciales. Entrar en el proceso de produccin y
consumo, -"vivir para trabajar y trabajar para vivir"-, le hace sentir el sin-sentido de la vida.
Slo la experiencia viva de la gratuidad de la liturgia le hace sentir que la vida vale la pena.
Da una respuesta a sus interrogantes.
"Catequizar es descubrir en la persona de Cristo el designio eterno de Dios... Se
trata de procurar comprender el significado de los gestos y de las palabras de Cristo, los
signos realizados por El mismo' (CT 5). El fin de la catequesis: conducir a la comunin
con Jesucristo: slo El puede conducirnos al amor del Padre en el Espritu y hacernos
partcipes de la vida de la Santsima Trinidad" (CEC 426).
"Es el Misterio de Cristo lo que la Iglesia anuncia y celebra en su liturgia a fin de
que los fieles vivan de l y den testimonio del mismo en el mundo. En efecto, la liturgia, por
medio de la cual 'se ejerce la obra de nuestra redencin', sobre todo en el divino sacrificio
de la Eucarista, contribuye mucho a que los fieles, en su vida, expresen y manifiesten a los
dems el misterio de Cristo y la naturaleza genuina de la verdadera Iglesia' (SC 2)"
(1068).28
f) LENGUAJE SIMBOLICO
sacado de ella por Dios como hombre nuevo resucitado, as el hombre, entrando y saliendo
del agua muere y resucita, realizndose en l la muerte y resurreccin de Jesucristo. El que
sale del agua es un hombre nuevo, "nacido del agua y del Espritu" (Jn 3,5; Cf. Rm 6,1ss).
El catecumenado es ese descendimiento hasta las aguas del Bautismo, es decir, es el camino
de conversin, de desnudamiento del hombre viejo, hombre de pecado, para dejarle
sepultado en las aguas y renacer de nuevo con Cristo.
"La catequesis litrgica pretende introducir en el Misterio de Cristo (es
'mistagogia'), procediendo de lo visible a lo invisible, del signo a lo significado, de los
'sacramentos' a los 'misterios'" (1075).
La renovacin litrgica, impulsada por el Vaticano II y que el Camino
Neocatecumenal est llevando a las parroquias, ha dado una gran importancia al lenguaje
de los signos y gestos litrgicos, un lenguaje al que es tan sensible el hombre actual, cuando
son realizados con dignidad y arte, con fe y uncin autntica. El hombre actual siente el
vaco interior, que ha creado en l la civilizacin cientfico-tcnica, con su positivismo y
pragmatismo materialista, por ello es sensible al lenguaje simblico, cuando una catequesis
adecuada le introduce existencialmente en la participacin litrgica de la Iglesia. No le
cansan las celebraciones largas, sino las celebraciones sin vida.
El lenguaje simblico tiene un valor primordial en el Camino, como lo tiene en
Vaticano II, que ms que darnos una definicin de la Iglesia, la describi mediante la
integracin de mltiples imgenes tomadas de la vida pastoril, agrcola, familiar o de la
construccin.29 El smbolo orienta ms que analiza; inspira ms que explica. Habla a todo el
hombre, incidiendo directamente en la vida de fe. Algo necesario para el hombre de hoy,
como para el de todos los tiempos.
Incluso en nuestro mundo tcnico, eficiencista y desacralizado, el hombre en los
momentos fundamentales de su existencia no puede por menos de recurrir a los smbolos,
es decir, dar un significado no material a las cosas. Nacimiento y muerte, la comida y la
misma relacin sexual son algo ms que pura biologa, se cargan de significado interno. El
comer, por ejemplo, no es en el hombre un simple engullir alimentos; el comer se hace
banquete, celebracin, comunin con los dems. El hombre, espritu encarnado en el
mundo, hace de las cosas smbolos, cuyo significado transciende su valor material
inmediato. En esta realidad de la existencia humana entra Jesucristo en su encarnacin.
Dios se comunica al hombre entero, en su ser corpreo y espiritual, sin dualismo alguno.
Hechos, palabras y cosas, sacramentos, son signos visibles que manifiestan y realizan en la
Iglesia lo que significan.
Los smbolos en la liturgia constituyen un lenguaje que prolonga e intensifica la
palabra; su poder evocador ilumina la palabra y saca a la luz los sentimientos interiores del
hombre. La alianza de Dios con su pueblo santo se sella con gestos y ritos y no solamente
mediante palabras. Ms an, palabra y accin -dabar- estn ntimamente vinculadas.
"Toda celebracin sacramental es un encuentro de los hijos de Dios con su Padre,
en Cristo y en el Espritu Santo, y este encuentro se expresa como un dilogo a travs de
acciones y palabras. Ciertamente, las acciones simblicas son ya un lenguaje, pero es
preciso que la Palabra de Dios y la respuesta de fe acompaen y vivifiquen estas acciones,
a fin de que la semilla del Reino d su fruto en la tierra buena. Las acciones litrgicas
significan lo que expresa la palabra de Dios: a la vez la iniciativa gratuita de Dios y la
respuesta de fe de su pueblo" (1153). "La palabra y la accin litrgica, indisociables en
cuanto signos y enseanza, lo son tambin en cuanto que realizan lo que significan"
(1155).
1. ANTROPOLOGIA
T con todas las cosas eres indulgente, porque son tuyas, Seor, que amas la vida, pues tu
espritu incorruptible est en todas ellas" (Sb 11,24-12,1). Si Dios crea el mundo
libremente, lo crea amorosamente: "Del amor del Creador surgi glorioso el universo"
(Dante). Dios comunica su bondad en su amor libre: eso es la obra de la creacin. La
complacencia con que el Creador celebra la fiesta de la creacin, el Sbado (Gn 2,3),
expresa claramente que la creacin fue llamada a la existencia por su amor gratuito.
Y entre los seres de la creacin, el hombre, en su bipolaridad "hombre-mujer",
aparece como la expresin mxima del amor creador de Dios: "La razn ms alta de la
dignidad humana consiste en la vocacin del hombre a la unin con Dios. Desde su mismo
nacimiento, el hombre es invitado al dilogo con Dios: pues no existe si no es porque,
creado por amor, por ese mismo amor es siempre conservado. Ni vive plenamente segn la
verdad a no ser cuando reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador" (GS 19).
El hombre, creado por el amor de Dios y abierto al amor fecundo y a la comunin,
ha sido llamado a la existencia como imagen de Dios amor y comunin en su vida
intratrinitaria. Como imagen de Dios en la tierra, los hombres responden a las relaciones
trinitarias y tambin a las relaciones de Dios con los hombres y con toda la creacin. Pero
la "imagen del Dios invisible", creada en el principio, est destinada a convertirse en
"imagen del Hijo de Dios encarnado". El destino inicial de los hombres, segn el designio
de Dios, se revela plenamente a la luz de Cristo: "Aquellos que han sido llamados segn su
designio, de antemano los conoci y tambin los llam a reproducir la imagen de su Hijo,
para que El fuera el primognito" (Rm 8,28-29).35
Todos los seres de la creacin son buenos, pero sin el hombre, el mundo es mudo
(Gn 2,4-7). El hombre es el liturgo de la creacin, contemplando las obras de Dios y dando
nombre a las criaturas de Dios. Extremadamente sugestivo es el salmo 148, que nos ofrece
una liturgia csmica en la que el hombre es sacerdote, cantor universal, predicador y
poeta. El hombre aparece como el artfice de la coreografa csmica, el director del coro en
el que participan los monstruos marinos, los abismos, el sol, la luna, las estrellas, los cielos,
el fuego, el granizo, la nieve, la niebla, los vientos, los montes, las colinas, los rboles, las
fieras, los animales domsticos, los reptiles, las aves...Dios ha creado todos los seres y el
hombre, dndoles nombre, les conduce a la celebracin litrgica.
"Salida de la bondad divina, la creacin participa de esa bondad. Porque la
creacin es querida por Dios como un don dirigido al hombre, como una herencia que le
es destinada y confiada. La Iglesia ha debido, en repetidas ocasiones, defender la bondad
de la creacin" (299). "El Sabbat (es la) culminacin de la obra de los seis das. Dios
concluy en el sptimo da la obra que haba hecho y as el cielo y la tierra fueron
acabados; Dios, en el sptimo da, descans, santific y bendijo este da" (345). "Pero
para nosotros ha surgido un nuevo da: el da de la resurreccin de Cristo. El sptimo da
acaba la primera creacin. Y le octavo da comienza la nueva creacin. As la obra de la
creacin culmina en una obra todava ms grande: la Redencin. La primera creacin
encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creacin en Cristo, cuyo esplendor
sobrepasa el de la primera" (349).
mundo" (401).
El hombre, creado como imagen de Dios, colocado en la cima del universo, en
dilogo con Dios y en comunin con el otro, su ayuda adecuada, contrasta dolorosamente
con la experiencia inmediata: el miedo, la tristeza, la violencia, la incomunicacin, el odio,
la muerte. El pecado encierra al hombre en un crculo de muerte. Atrapado en este crculo
es incapaz de salir de s mismo, de abrirse al otro, de transcenderse en el otro, ya que la
experiencia de muerte que posee le impide amar en la medida en que el otro le mata, le
destruye, al ser otro, distinto. El hombre ama mientras el otro le construye; pero no puede
amar ms all de un lmite, que est colocado all donde aparece el otro como otro con sus
ideas, gustos, concepcin de la vida...El hombre quisiera amar, pero no puede, est
interiormente esclavizado. Es la experiencia descrita por san Pablo:
"Sabemos, en efecto, que la ley es espiritual, mas yo soy de carne, vendido al poder
del pecado. Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino
que hago lo que aborrezco. Y, si hago lo que no quiero, estoy de acuerdo con la Ley en que
es buena; en realidad, ya no soy yo quien obra, sino el pecado que habita en m. Pues bien
s yo que nada bueno habita en m, es decir, en mi carne; en efecto, querer el bien lo tengo
a mi alcance, mas no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el
mal que no quiero. Y, si hago lo que no quiero, no soy yo quien lo obra, sino el pecado que
obra en m. Descubro esta ley: aun queriendo hacer el bien, es el mal el que se me
presenta. Pues me complazco en la ley de Dios segn el hombre interior, pero advierto otra
ley en mis miembros que lucha contra la ley de mi razn y me esclaviza a la ley del pecado
que est en mis miembros. Pobre de m!Quin me librar de este cuerpo que me lleva a
la muerte?" (Rm 7,14-24).
Si no se rompe este crculo de muerte, el hombre no puede ser fiel a Dios; son
intiles los propsitos, exhortaciones o amenazas. "El hombre persuadido por el Maligno,
abus de su libertad desde el comienzo de la historia. Sucumbi a la tentacin y cometi el
mal. Conserva el deseo del bien, pero su naturaleza lleva la herida del pecado original. Ha
quedado inclinado al mal y sujeto al error. De ah que el hombre est dividido en su
interior" (CEC 1707). "Segn la tradicin cristiana, la Ley santa, espiritual y buena es
todava imperfecta. Como un pedagogo muestra lo que es preciso hacer, pero no da de suyo
la fuerza, la gracia del Espritu para cumplirlo. A causa del pecado, que ella no puede
quitar, no deja de ser una ley de servidumbre. Segn S. Pablo tiene por funcin principal
denunciar y manifestar el pecado, que forma una 'ley de concupiscencia' (Rm 7) en el
corazn del hombre" (1963). Slo Jesucristo,-"participando de la misma carne y sangre del
hombre, para aniquilar mediante la muerte al seor de la muerte, el Diablo" (Hb 2,14)-,
puede librarnos de ese cuerpo que nos lleva a la muerte, como exclama Pablo: "Gracias
sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Seor!" (Rm 7,25).
Esta situacin del hombre pecador la presentar el Camino con todo su realismo
existencial como la situacin de todo hombre. Es la realidad de Adn, es decir, del hombre.
"Adn soy yo y eres t", se repetir en las catequesis. En el Camino la realidad del pecado
original es presentada, con todo su realismo existencial, pero a la luz de la redencin de
Jesucristo, en fidelidad a san Pablo:
"Como por un solo hombre entr el pecado en el mundo y por el pecado la muerte y
as la muerte alcanz a todos los hombres, por cuanto todos pecaron...Pero, si por el delito
de uno solo murieron todos, cunto ms la gracia de Dios y el don otorgado por la gracia
de un solo hombre, Jesucristo, se han desbordado sobre todos!... As, pues, como el pecado
de uno solo trajo sobre todos los hombres la condenacin, as tambin la obra de la
justicia de uno solo procura la justificacin que da la vida. En efecto, as como por la
desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores, as tambin por la
obediencia de uno solo todos sern constituidos justos. La ley, en verdad, intervino para
que abundara el delito; pero donde abund el pecado, sobreabund la gracia; as, lo
mismo que el pecado rein en la muerte, as tambin reinara la gracia en virtud de la
justicia para vida eterna por Jesucristo nuestro Seor" (Rm 5,12-21).
El realismo paulino, con que se presenta en las comunidades neocatecumenales la
realidad del pecado, no lleva al pesimismo protestante, sino a la efusin exultante de la
accin de gracias a Jesucristo, que nos ha liberado de la muerte y del pecado, como ha
observado el Papa Juan Pablo II en varios encuentros con los miembros de las
comunidades.39
Pero, para que brote la exultacin agradecida a Jesucristo, es preciso tomar
conciencia antes del pecado y sus consecuencias. Al pecar Adn y Eva, -todo hombre-,
hicieron una experiencia de muerte ntica, de alienacin interior del propio ser. El diablo es
mentiroso y homicida desde el principio (Cf. Jn 8,44). El pecado engendra la muerte; no
conduce a la libertad ni a "ser como dioses". Rechazando a Dios, la vida pierde el sentido,
ya que el hombre es en la medida en que Dios, por amor, le da el ser. Si rompe por el
pecado con Dios, en adelante se encuentra como vendido al pecado, esclavo que no puede
hacer lo que quiere. El pecado le ha pagado con muerte, porque "el salario del pecado es la
muerte" (Rm 6,23).
'El misterio de la iniquidad' (2Ts 2,7) slo se esclarece a la luz del 'misterio de la
piedad' (1Tim 3,16). La revelacin del amor divino en Cristo ha manifestado a la vez la
extensin del mal y la sobreabundancia de la gracia. Debemos, por tanto, examinar la
cuestin del origen del mal fijando la mirada de nuestra fe en el que es su nico Vencedor"
(CEC 385). "La doctrina del pecado original es, por as decirlo, el reverso de la Buena
Nueva de que Jess es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvacin y
que la salvacin es ofrecida a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de
Cristo, sabe bien que no se puede lesionar la revelacin del pecado original sin atentar
contra el Misterio de Cristo" (389).
Sin esta concepcin y explicitacin de la situacin existencial del hombre bajo el
pecado, no cobra fuerza real la gracia de Dios en Jesucristo muerto y resucitado. Jesucristo
es el nuevo Adn. La revelacin de Dios en Jesucristo descubre al hombre su verdad
profunda, tanto en el abismo de la perdicin como en la grandeza de la salvacin. Como
leemos en la Gaudium et spes:
"En realidad, el misterio del hombre slo se esclarece en el misterio del Verbo
encarnado. Porque Adn, el primer hombre, era figura del que haba de venir (Rm 5,14),
es decir, Cristo nuestro Seor. Cristo, el nuevo Adn, en la misma revelacin del misterio
del Padre y de su amor, manifiesta plenamente el hombre al propio hombre y le descubre
la sublimidad de su vocacin" (n.22).
Ante la cruz de Cristo aparece el pecado en toda su monstruosidad y el amor de
Dios en toda su sublimidad.40 Denunciar el pecado para poder confesarlo es una gracia del
amor de Dios. El pecado confesado se transforma en celebracin del perdn de Dios. Pero,
sin Dios, el hombre no encuentra salida a su culpa. Es vano su intento de negarla o
autojustificarse con excusas o acusaciones a los dems. La liberacin de la culpa no est en
la propia absolucin. Slo cuando se escucha de la boca de Dios la palabra del perdn el
hombre se siente perdonado, reconciliado, en paz.
Aqu radica el drama de nuestro mundo. Hoy, en el mundo y entre algunos llamados
El hombre, al romper con Dios por el pecado, siente miedo y se descubre desnudo.
En esta situacin trata de cubrirse con lo que el mundo, el demonio y la carne le ofrecen.
Son las tentaciones del Pueblo de Israel en el desierto y las tentaciones de todo hombre: el
hedonismo, el deseo de autonoma y el afn de dinero, como fuente de poder y gloria.
La primera tentacin es la tentacin del pan, de la seguridad. El hombre sin Dios,
sin confiar en la providencia de Dios, busca asegurarse por s mismo la vida. Ante el
hambre, la sed, la incomodidad, el sufrimiento, el hombre murmura en su corazn contra
Dios, renuncia a toda promesa de libertad, aorando las cebollas de Egipto. De este modo el
hombre reduce su vida a su estmago. Es la tentacin de la sensualidad, que empuja al
hombre a la bsqueda del placer, viviendo bajo el impulso del hedonismo como ley de vida:
es bueno lo que produce placer, es malo lo que conlleva sufrimiento. La vida as reducida
queda privada de valor y sentido. Esta es una tentacin tpica del hombre de nuestra poca
tecnolgica y de la sociedad de consumo, que multiplica sus productos y con ellos las
necesidades artificiales y su deseo de posesin. La publicidad ofrece la vida y la felicidad,
sembrando el deseo de poseer cosas. Con cosas el hombre intenta llenar el vaco interior,
que crece en l de da en da. El ser se pierde en el tener. Al final, la insatisfaccin y la
depresin son el fruto de esta idolatra de las cosas, como huida del sufrimiento.
La publicidad con su carga ertica, la pornografa, la droga, como ofrecimiento de
felicidad o evasin de la vida real, seducen al hombre y le llevan a la degeneracin. Bajo la
ley del placer, de lo que me gusta, el hedonismo, que niega el espritu en funcin del
cuerpo, termina por degradar al cuerpo. El cuerpo termina siendo reducido a una posesin
ms de la que se dispone segn el propio capricho...
"El apetito sensible nos impulsa a desear las cosas agradables que no poseemos"
(CEC 2535). "La idolatra no se refiere slo a los cultos falsos del paganismo. Es una
tentacin constante de la fe. Consiste en divinizar lo que no es Dios. Hay idolatra desde el
momento en que el hombre honra y reverencia a una criatura en lugar de Dios. Trtese de
poder, de placer, de la raza, de los antepasados, del Estado, del dinero... (CEC 2113).
La tentacin del hedonismo est enlazada y es consecuencia de la tentacin de
autonoma. El hombre quiere ser Dios, prescindiendo del Dios que le da la vida. De aqu
que la independencia de Dios, que el hombre busca, se traduzca en esclavitud, en prdida
de la libertad, que slo se vive en la verdad (Jn 8,32-44). La tentacin de rebelin contra
Dios tiene una doble manifestacin: tentar a Dios o negarle.42 Ante la historia concreta del
hombre, en su condicin de criatura con sus limitaciones, el hombre tienta a Dios para que
le cambie la historia, le quite la cruz. Es la tentacin de utilizar a Dios para los propios
fines, poner a Dios al propio servicio. Y la segunda forma es su negacin o atesmo. El
hombre ante la pregunta del desierto "est Dios en medio de nosotros o no?", al no
entender ni aceptar la vida con sus limitaciones, responde con la negacin. Es el fenmeno
que describe la Gaudium et spes con estas palabras:
"Con frecuencia, el atesmo moderno reviste la forma sistemtica, que lleva el afn
de autonoma humana hasta negar toda dependencia del hombre respecto de Dios. Los que
profesan este atesmo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el hombre es el
fin de s mismo, el nico artfice y creador de su propia historia. Lo cual no puede
conciliarse, segn ellos, con el conocimiento del Seor, autor y fin de todo" (n.20).
Pero cuando el hombre niega al nico Dios, el vaco y desnudez que experimenta le
llevan a venderse a los poderes del seor del mundo. Por eso, el hombre sin Dios se
construye sus dioses, su becerro de oro, hacindose esclavo de la obra de sus manos. Se
vende al dinero, al poder, a la gloria, a la ciencia... Por eso, a pesar de todo el progreso de la
ciencia y la tcnica, el hombre de hoy, como el de todos los siglos, se siente oprimido por la
angustia y la inseguridad, dominado por los demonios de la codicia, la lujuria obsesiva y la
violencia, es decir, "esclavo de por vida por el temor a la muerte".
"La bienaventuranza prometida, invitndonos a buscar el amor de Dios por encima
de todo, nos ensea que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en
la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por til que sea, como las
ciencias, las tcnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino slo en Dios, fuente de todo
Hoy, en nuestro mundo actual, estamos pasando por una fuerte crisis de fe. "El
hombre ha huido de Dios en todos los tiempos. Pero lo que distingue la huida de hoy de
cualquier otra poca es que antiguamente la fe era predominante. Haba un mundo objetivo
de la fe y la huida tena lugar en el individuo. Este, por un acto de decisin, se desligaba del
mundo de la fe...Hoy acontece al revs. La fe, como mundo circundante, se ha derruido. El
individuo tiene que crearse la fe a cada instante con un acto libre, desligndose al mismo
tiempo del mundo de la huida. Pues es la huida y no la fe el mundo circundante".45
El siglo XVIII suele ponerse como momento decisivo de la quiebra histrica, que
desencadena la serie de revoluciones que llenan el siglo XIX y llegan hasta nuestros das.
Todas las tradiciones religiosas y culturales se conmueven desde los cimientos. En sntesis:
del cristianismo se pasa a una religin natural; del espiritualismo al materialismo; de la
metafsica a la ciencia emprica, al positivismo; del estaticismo social a la dinmica de la
lucha de clases y cambios revolucionarios; de la religin y la cultura, como claves de la
historia, a la programacin econmica; de la atencin a la conciencia al anlisis del
subconsciente, como clave de la conducta humana; de unas civilizaciones agrarias,
contemplativas y estticas a unas sociedades urbanas, tecnificadas y dinmicas; de una
cosmovisin inmutable a una cosmognesis en devenir temporal e histrica; de unos
regmenes autoritarios a la bsqueda de formas organizativas de la libertad...
En este contexto de ruptura, la fe ha perdido todas las condiciones ambientales,
sociales y culturales que la apoyaban. La visin sacral del cosmos ha quedado
desmantelada en la civilizacin moderna, superada por obra de la investigacin cientficotcnica. Ha entrado en crisis igualmente la religiosidad sociolgica, que antes daba
respaldo sagrado a las instituciones del poder poltico.
La visin sacral del mundo es propia de la religiosidad natural. Esta acenta, en
su vivencia de lo sagrado, la separacin y el terror. Dentro del mundo separa una zona
sagrada, intocable, para Dios. Es el lugar sobrecogedor y terrible. De aqu que sacral hoy
sea casi sinnimo de "tab", algo que no puede tocarse. La vida religiosa, segn esta visin,
se organiza segn estas dos zonas separadas entre s: por un lado est lo sagrado del culto,
separado de la vida, y por otro, lo profano fuera de la esfera religiosa. Este divorcio implica
espacios y tiempos sagrados y profanos, y personas sagradas y profanas. La religiosidad
natural tiene adems un inters egosta, un intento de ganarse a Dios para estar mejor en
este mundo, para que se ponga a nuestro servicio y nos resuelva los problemas inmediatos.
Por esto no resiste cuando la ciencia y la tcnica con su inmediatez los resuelven.
En realidad el proceso actual de desacralizacin lleva a la culminacin y a la
radicalizacin algo que ya comienza en la fe bblica. Es Dios quien confa el mundo al
hombre para que lo domine y lleve a plenitud su obra creadora. No hay en el cosmos un
solo rincn oculto reservado a Dios.
Pero si es verdad que Dios ha puesto todas las cosas en manos del hombre, el
hombre mismo, creado a imagen y semejanza de Dios, lleva en s mismo la impronta de
Dios, pertenece a Dios y a El debe orientar su vida: "Todo es vuestro; y vosotros, de Cristo
y Cristo de Dios" (1Cor 3,22-23). Por ello con la desacralizacin va unido el proceso de
secularizacin o secularismo, que implica la dominacin cientfica de la naturaleza, la
voluntad de cambiar radicalmente la condicin humana y la transformacin de la sociedad
confesional en profana o laica. La secularizacin abarca, pues, junto a la desacralizacin
csmica, los aspectos de liberacin y autonoma del hombre y las sociedades frente a la
tutela religiosa.
El fenmeno cultural de la Ilustracin, endiosando la razn, rompe con los valores
anteriores, dando lugar a la aparicin de la modernidad, que se define por el gusto por lo
individual (individualismo), por la vuelta a la naturaleza (naturalismo), por la bsqueda del
riesgo y la aventura (nuevos descubrimientos), por el deseo de devolver al hombre el
centro perdido con los descubrimientos de Coprnico y Galileo, por el inters de la
observacin (experimentacin)...La Ilustracin hereda del Racionalismo cientficofilosfico el culto de la Razn...
Se da, pues, en la secularizacin el paso de unas concepciones o experiencias
nacidas de la fe al dominio de la razn humana. En este proceso desaparece el mundo
metafsico o trascendente y no queda ms que el mundo histrico, social, humano, finito.
La secularizacin, en su radicalidad, se hace secularismo, como ideologa tendenciosa y
cerrada que, para afirmar la absoluta autonoma del hombre y la ciencia, excluye toda
referencia o vinculacin a Dios en las diversas esferas de la vida.
De estas races brota el atesmo actual. La afirmacin de s mismo del hombre
moderno, llevada hasta el extremo, ha desembocado en la negacin de Dios. Con Feuerbach
y Marx y, ms tarde, con Nietzsche y Freud, el atesmo se convierte en una visin del
mundo, que penetra en todos los estratos de la poblacin y alcanza dimensiones
universales. Este atesmo del hombre actual se manifiesta, no slo en el atesmo declarado,
sino en la indiferencia o alejamiento prctico de la vida de fe. Son muchos los que
anagrficamente son considerados creyentes o cristianos, pero su vida no tiene nada que ver
con Dios. Dios es completamente irrelevante para su existencia. Viven en un divorcio total
entre "fe" y vida. La fe no tiene nada que ver con la vida. Una fe inmadura, apoyada en el
ambiente social, no resiste los embates de la secularizacin, la urbanizacin, el anonimato,
las relaciones funcionales despersonalizadoras o movilidad de la sociedad actual. El xodo
del campo a la ciudad, la emigracin a un pas extranjero como refugiado o exilado o por
razones de trabajo...han quitado el apoyo sociolgico de la fe, y el aislamiento o el nuevo
ambiente adverso o indiferente a la fe han provocado el abandono o el alejamiento de la
propia creencia. El bombardeo de ideas, costumbres y valores del nuevo ambiente sacuden
la fe del hombre, sumindolo en el indiferentismo. El hombre actual es vctima constante de
los medios de comunicacin que le inoculan un nuevo estilo de vida, en el que la fe en Dios
se sustituye por otros valores como el consumismo "el afn de poseer", "el poder", "el
placer". Los dolos de la riqueza, el dominio y el sexo se levantan hasta sustituir a Dios que
no admite que "se sirva a dos seores".
Hoy el atesmo se ha impuesto en la sociedad. Ha invadido todos los sectores de la
cultura: filosofa, moral, ciencias naturales, artes, literatura, cine, poltica, sociologa,
historia, que se cultivan prescindiendo o negando a Dios. No es que hayan aparecido
nuevas razones para dejar de creer. Pero hoy son ms los altavoces del atesmo, de forma
que ha cobrado una mayor vigencia social y hasta se presenta con un cierto prestigio de
independencia de criterios, de autonoma de pensamiento, de modernidad y progresismo. El
Vaticano II es consciente de esta realidad, que considera "como uno de los fenmenos ms
graves de nuestro tiempo" y que, por ello, "debe ser examinado con toda atencin". Dice
as:
"La razn ms alta de la dignidad humana consiste en la vocacin del hombre a la
unin con Dios. Desde su mismo nacimiento, el hombre es invitado al dilogo con Dios.
Existe pura y simplemente por el amor de Dios que lo cre, y por el amor de Dios que lo
conserva. Y slo se puede decir que vive en la plenitud de la verdad cuando reconoce
libremente ese amor y se confa por entero a su Creador. Muchos son, sin embargo, los que
hoy da se desentienden del todo de esta ntima y vital unin con Dios o la niegan en forma
explcita. Es este atesmo uno de los fenmenos ms graves de nuestro tiempo. Y debe ser
examinado con toda atencin.
La palabra atesmo designa realidades muy diversas. Unos niegan a Dios
expresamente. Otros afirman que nada puede decirse acerca de Dios. Los hay que someten
la cuestin teolgica a un anlisis metodolgico tal que reputan como intil el propio
planteamiento de la cuestin. Muchos, rebasando indebidamente los lmites de las ciencias
positivas, pretenden explicarlo todo sobre la base puramente cientfica o, por el contrario,
rechazan sin excepcin toda verdad absoluta. Hay quienes exaltan tanto al hombre que
dejan sin contenido la fe en Dios. Hay quienes se imaginan un Dios por ellos rechazado
que nada tiene que ver con el Dios del Evangelio. Otros ni siquiera se plantean la cuestin
de la existencia de Dios, porque, al parecer, no sienten inquietud religiosa alguna y no
perciben el motivo de preocuparse por el hecho religioso. Adems el atesmo nace a veces
como violenta protesta contra la existencia del mal en el mundo o como adjudicacin
indebida del carcter absoluto de ciertos bienes humanos que son considerados
prcticamente como sucedneos de Dios. La misma civilizacin actual, no en s misma,
pero s por la sobrecarga de apego a la tierra, puede dificultar en grado notable el acceso
del hombre a Dios" (GS 19).
"Con frecuencia, el atesmo moderno reviste tambin la forma sistemtica, la cual
lleva el afn de autonoma humana hasta negar toda dependencia del hombre respecto de
Dios. Los que profesan este atesmo afirman que la esencia de la libertad consiste en que el
hombre es el fin de s mismo, el nico artfice y creador de su propia historia. Lo cual no
puede conciliarse, segn ellos, con el conocimiento del Seor, autor y fin de todo, o, por lo
menos, tal afirmacin de Dios es completamente superflua. El sentido de poder que el
progreso tcnico actual da al hombre puede favorecer esta doctrina" (GS 20).
El atesmo actual aparece, pues, ntimamente ligado a la cultura actual. La evolucin
del pensamiento, al convertir al hombre en el centro del conocer y del ser, ha desembocado
en el atesmo, desplazando a Dios, fundamento del ser. El progreso de las ciencias exactas
ha llevado al hombre a no admitir ms que aquello que se puede probar empricamente y a
negar, por tanto, a Dios. El avance de la tecnologa, al suministrar al hombre poder sobre la
naturaleza y an sobre los mecanismos psicolgicos y sociales, persuade al hombre de su
omnmoda capacidad de reemplazar o sustituir a Dios para organizar su vida. Dios es una
hiptesis intil e innecesaria. La creciente independencia o autonoma a todos los niveles ha
confirmado en el hombre actual el sentimiento de autosuficiencia. El hombre se basta a s
mismo, sin necesidad de recurrir infantilmente a un Dios, que est en el cielo. As el
hombre autnomo niega, porque no necesita o le molesta, toda religacin con Dios. El
protagonismo del hombre en el acontecer histrico le lleva a su autoexaltacin, hasta
endiosarse, sustituyendo a Dios. Este atesmo moderno se manifiesta, pues, como un
humanismo cerrado, que niega a Dios para afirmar al hombre.
Pero todos los esfuerzos de la tcnica moderna, por muy sorprendentes y tiles que
sean, no pueden calmar la ansiedad del hombre. La tcnica, con sus avances, est
transformando la faz de la tierra e intenta la conquista de los espacios interplanetarios. La
medicina curativa y preventiva, puede alargar la vida del hombre, pero la prrroga de la
longevidad no puede satisfacer ese deseo de vida sin fin que surge ineluctablemente en el
corazn del hombre.
La Iglesia hoy, en su evangelizacin, se enfrenta con este hombre moderno, racional
y secularizado, tcnico y hedonista, pero que no ha resuelto el problema de su vida, pues no
sabe cul es el sentido de su existencia. Cmo salvar a este hombre? Cmo anunciarle el
amor de Dios? Hoy, ms que nunca, cobran valor las palabras de Orgenes: "Siempre es
peligroso hablar de Dios. Ciertamente que todo lo que decimos de El nos parece
inmediatamente despreciable en comparacin con lo que es en realidad. Y nos asalta en
seguida el temor de que lo que decimos, en lugar de descubrirlo, lo oculta, y que, ms que
ser una ayuda, sea un obstculo".46
Con frecuencia, al hablar de Dios con un lenguaje muerto, en lugar de revelar a
Dios, se le silencia, se le vela. Pero Dios, en su deseo de acercarse al hombre, ha entrado en
la historia del hombre. La encarnacin del Hijo de Dios es la culminacin de la historia del
amor de Dios a los hombres. Por ello, como cualquier historia de amor, est pidiendo ser
narrada. Como dice Paul Gerhardt, "quiero contar, mientras viva, delante de tu pueblo y de
todo el mundo, desde un alma llena de alegra, tu obrar".
Esta teologa narrativa es la teologa de las comunidades neocatecumenales que,
desde su experiencia de salvacin, no se cansan de contarla, testimoniarla ante los
hermanos y ante el mundo entero. La fe es el encuentro con una persona que viene a
buscarnos y nos llama a travs de evangelizadores. La fe, por ello, es vocacin a la
comunin con Dios y la comunicacin de Dios. El ncleo de la fe es la conviccin
existencial de que Dios es amor y nos ha buscado por amor. De aqu la respuesta humana
como un fiarse totalmente de Dios, que quiere ser reconocido y amado libremente. En un
mundo cargado de sospechas acerca de Dios, la nueva Evangelizacin, que hacen las
Comunidades, levanta la luz de la fe en el Dios amor, manifestado en la cruz de Jesucristo y
presente en su cuerpo eclesial en medio del mundo.
En esta situacin existencial del hombre, esclavo por el temor a la muerte, resuena
espontneamente, sino por aquel que las someti" (Rm 8,20). Con el poder de Dios, que
regenera al hombre y lo hace hijo suyo, quedan tambin exorcizadas todas las realidades en
las que antes el hombre se apoyaba idoltricamente. Por la conversin del hombre a Dios,
las cosas pasan de ser dolos, a los que se pide la vida, a ser criaturas de Dios, por las que el
hombre bendice a Dios. La creacin es buena; todo lo que ha salido de las manos de Dios
es bueno. El hombre, al pecar, las degrad a la condicin de dolos (de cosa vana). El
hombre redimido las rescata de esta condicin, devolvindolas a su condicin original,
motivo de bendicin. As el neocatecmeno comienza a ver realizada su vocacin:
"llamado a heredar la bendicin" (Cf. 1P 3,9), a decir-bien de Dios ante su vida y ante todas
las cosas de la historia y de la creacin.
Por eso, del segundo escrutinio, como renuncia a los dolos, el Neocatecmeno pasa
a la iniciacin a la Oracin, a la alabanza a Dios con los salmos. Paso a paso, la comunidad
es el mbito en que la Palabra de Dios resuena y acta con poder. Dentro de la Iglesia, cuya
fe como Esposa de Cristo est garantizada y cuya comprensin est prometida por la uncin
del Espritu Santo, cobra vida la Escritura que se proclama, llamando a la fe y a la
conversin al hombre. Y, al aparecer Jesucristo, vencedor de la muerte, libera al hombre del
pecado y de sus esclavitudes o idolatras.
f) FAMILIA Y SEXUALIDAD49
En el cuadro de la Virgen del Camino, como inspiradora de l, hay una frase: "Hay
que hacer comunidades como la Sagrada Familia de Nazaret que vivan en humildad,
sencillez y alabanza, donde el otro es Cristo". La antropologa del Camino no ve al hombre
en solitario. El hombre -y el cristiano- vive con el otro y para el otro. Como dice la
Familiaris consortio:
"Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: llamndolo a la existencia
por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. Dios es amor (1Jn 4,8) y vive en s
mismo un misterio de comunin personal de amor. Crendola a su imagen y conservndola
continuamente en el ser, Dios inscribe en la humanidad del hombre y de la mujer la
vocacin del amor y de la comunin. El amor es por tanto la vocacin fundamental e
innata de todo ser humano" (n.11).50
Y el 30 de Diciembre de 1988, fiesta de la Sagrada Familia, el Papa Juan Pablo II
deca a las familias del Camino Neocatecumenal: "No hay en este mundo otra imagen ms
perfecta, ms completa de lo que es Dios que la familia: unidad y comunin. No hay otra
realidad humana que corresponda mejor a ese misterio divino".51 La imagen de Dios uno y
trino, unidad y comunin, se manifiesta en la diferencia y comunin del hombre y la mujer
que en el matrimonio se hacen una sola carne, engendrando la vida. "La familia cristiana
es una comunin de personas, reflejo e imagen de la comunin del Padre y del Hijo en el
Espritu Santo. Su actividad procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios"
(CEC 2205).
No cabe vivir de manera solitaria la semejanza con el Dios-Amor. Slo es posible
en la comunin humana. Dios es Amor y como Dios-Amor crea al hombre a su imagen: "A
imagen de Dios le cre, varn y mujer los cre" (Gn 1,27). El hombre y la mujer, en su
diferencia y mutua referencia, en el don mutuo del uno al otro, son imagen de Dios. Pero
hay que afirmar, hoy que se banaliza frecuentemente la sexualidad, que se trata de la
sexualidad humana, en la que est implicada toda la persona:
"En el contexto de una cultura que deforma gravemente o incluso pierde el
verdadero significado de la sexualidad humana, porque la desarraiga de su referencia a la
persona, la Iglesia siente ms urgente e insustituible su misin de presentar la sexualidad
como valor y funcin de toda la persona creada, varn y mujer, a imagen de Dios" (FC
32).
A esta luz se vive y expresa la teologa en las comunidades neocatecumenales. As
como Dios es un ser personal en la comunidad amorosa de tres personas, as tambin el
hombre es imagen personal de Dios en su referencia esencial al "otro", a vivir
personalmente con l y para l, tal como se pone de manifiesto en la relacin matrimonial
del hombre y la mujer. El matrimonio aparece de este modo en la comunidad como un
carisma: es el sacramento, que hace visible a todos aquello a lo que Dios nos llama en
relacin a Cristo y en la relacin de unos con otros. El Matrimonio aparece como el "signo
visible del amor de Cristo a la Iglesia" y como signo de la relacin de los hermanos entre s,
donde cada uno conserva su personalidad propia y singular, pero no "vive para s", sino
para Cristo y para los dems.
"Toda la vida cristiana est marcada por el amor esponsal de Cristo y de la Iglesia.
Ya el bautismo, entrada en el Pueblo de Dios, es un misterio nupcial. Es, por as decirlo,
como el bao de bodas que precede al banquete de bodas, la Eucarista. El matrimonio
cristiano viene a ser por su parte signo eficaz, sacramento de la alianza de Cristo y de la
Iglesia" (CEC 1617).
El hombre, al abrirse a otra persona, hace el descubrimiento del "t" y, al mismo
tiempo, se descubre a s mismo como "yo". En esta apertura del "yo al t" que crea la
unidad entre ellos, formando un "nosotros", nace tambin la apertura al "vosotros". En el
matrimonio, el "una sola carne" de los esposos les abrir a la vida, a la aceptacin del hijo;
en la comunidad la comunin de los hermanos les abrir a la misin. Dios es amor y vida;
su imagen completa se manifestar en el amor que engendra hijos para el mundo y para
Dios. "La familia en misin es la cosa ms fundamental y ms importante en la misin de la
Iglesia: es la misin del amor y de la vida", deca Juan Pablo II en la homila citada. La
concepcin neocatecumenal, que no es otra que la que la Iglesia ha expresado en sus
documentos,52 se puede resumir, por no alargarnos ms en un tema que podra llenar
pginas, en este texto de la Familiaris consortio:
"Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza: Dios es amor y vive en s
mismo un misterio de comunin personal de amor. En cuanto espritu encarnado, es decir,
alma que se expresa en el cuerpo informado por el espritu, el hombre est llamado al
amor en esta su totalidad unificada. El amor abarca tambin el cuerpo humano y el cuerpo
se hace partcipe del amor espiritual.
En consecuencia la sexualidad, en la que el hombre y la mujer se dan el uno al otro
con los actos propios y exclusivos de los esposos, no es algo puramente biolgico, sino que
afecta al ncleo ntimo de la persona en cuanto tal. Ella se realiza de modo
verdaderamente humano, solamente cuando es parte integral del amor con el que el
hombre y la mujer se comprometen totalmente entre s hasta la muerte. La donacin fsica
total sera un engao si no fuese signo y fruto de una donacin en la que est presente toda
la persona, incluso en su dimensin temporal; si la persona se reservase algo o la
posibilidad de decidir de otra manera en orden al futuro, ya no se donara totalmente. Esta
totalidad, exigida por el amor conyugal, corresponde tambin con las exigencias de una
fecundidad responsable, la cual, orientada a engendrar una persona humana, supera por
su naturaleza el orden puramente biolgico y toca una serie de valores personales, para
cuyo crecimiento armonioso es necesaria la contribucin durable y concorde de los
padres. El nico 'lugar' que hace posible esta donacin total es el matrimonio, es decir, el
pacto de amor conyugal o eleccin consciente y libre, con la que el hombre y la mujer
aceptan la comunidad ntima de vida y amor, querida por Dios mismo, que slo bajo esta
luz manifiesta su verdadero significado" (n.11).
De esta visin teolgica del Matrimonio y la familia, el Camino saca todas las
consecuencia morales que inculca y ayuda a vivir a sus miembros: el valor esponsal del
cuerpo, que queda negado en el autoerotismo; el valor sacramental del matrimonio, como
carisma para la comunidad, que excluye toda relacin prematrimonial, es decir, antes de
sellar el amor pblicamente ante la Iglesia; la indisolubilidad del matrimonio, como signo
del amor irrompible de Cristo a la Iglesia, que sera negado con el divorcio; la unin
inseparable de los dos significados -unitivo y procreador- del acto sexual, que excluye el
uso de anticonceptivos y los recursos a la fecundacin artificial; y si el hijo es don de Dios,
llamado a la vida eterna, ningn motivo puede justificar el aborto...Un aspecto particular,
que vive la familia cristiana, -frente al aborto o la fecundacin artificial, en los que el
hombre se coloca como rbitro y seor de la vida-, es el de la adopcin. Son muchas las
familias de las comunidades neocatecumenales que han adoptado hijos. La adopcin la
viven desde la fe. As como su vida conyugal es reflejo del amor nupcial de Cristo y la
Iglesia, la adopcin se hace espejo del amor adoptivo de Dios Padre; en Cristo nos ha
adoptado como hijos suyos.
La sexualidad, en el plan original de Dios, era la expresin del amor trinitario. Pero
el pecado, al romper la relacin del hombre con Dios, introdujo tambin la ruptura entre el
hombre y la mujer. En una misma frase el hombre acusa a la mujer y a Dios: "La mujer que
T me diste..." (Gn 3,12). Todo pecado ofende a Dios, al destruir su plan de amor, y ofende
al pecador mismo y a los dems. Por ello tiene tan graves consecuencias en el campo de la
sexualidad. La atraccin mutua entre el hombre y la mujer, desde el pecado, se carga de
miedo, vergenza, concupiscencia, dominio del uno sobre el otro...
Pero, frente a la realidad de desorden que introduce el pecado en la sexualidad,
aparece luminosa la esperanza del protoevangelio: "La descendencia de la mujer aplastar
la cabeza de la serpiente". Jesucristo viene a devolver al hombre y a la mujer a la situacin
del "principio", al designio original de Dios (Cf. Mt 19,8). Cristo, en su obra redentora,
asume la sexualidad, la sana y la restituye a su bondad original de gracia y santidad. En las
comunidades neocatecumenales se ensear a vivir a las familias su sacramento como un
carisma, como una vocacin de Dios, como camino da santidad, es decir, como fuente de
gracia. A travs del matrimonio, engendrando hijos y transmitindoles la fe, las familias
edifican la Iglesia, viviendo en su casa como "Iglesia domstica", donde se celebra la
liturgia en el tlamo nupcial, se bendice a Dios en la mesa por los alimentos y se transmite
la fe a la siguiente generacin con el testimonio de fe y con las celebraciones y catequesis
de los padres...
"La familia cristiana constituye una revelacin y una actuacin especficas de la
comunin eclesial; por eso puede y debe decirse iglesia domstica. Es una comunidad de
fe, esperanza y caridad, posee en la Iglesia una importancia singular como aparece en el
Nuevo Testamento" (CEC 2204). "La familia cristiana es llamada a participar en la
oracin y sacrificio de Cristo. La oracin cotidiana y la lectura de la Palabra de Dios
fortalecen en ella la caridad. La familia cristiana es evangelizadora y misionera" (2205).
"La fecundidad del amor conyugal no se reduce a la sola procreacin de los hijos" (2221).
"Por la gracia del sacramento del matrimonio, los padres han recibido la responsabilidad
y el privilegio de evangelizar a sus hijos. Desde la primera edad debern iniciarlos en los
misterios de la fe de los que ellos son para sus hijos los 'primeros heraldos de la fe' (LG
11)" (2225). "La catequesis familiar precede, acompaa y enriquece las otras formas de
enseanza de la fe. Los padres tienen la misin de ensear a sus hijos a orar y a descubrir
su vocacin de hijos de Dios" (2226).
Para concluir, en relacin a la sexualidad, como en otros campos de la moral, el
Camino aplica la ley de la gradualidad, segn es presentada en la Familiaris consortio:
"Se pide una conversin continua, permanente que, aunque exija el alejamiento
interior de todo mal y la adhesin al bien en su plenitud, se acta sin embargo
concretamente con pasos que conducen cada vez ms lejos. Se desarrolla as un proceso
dinmico, que avanza gradualmente con la progresiva integracin de los dones de Dios y
de las exigencias de su amor definitivo y absoluto en toda la vida personal y social del
hombre. Por esto es necesario un camino pedaggico de crecimiento con el fin de que los
fieles, las familias y los pueblos, es ms, la misma civilizacin, partiendo de lo que han
recibido ya del misterio de Cristo sean conducidos pacientemente ms all hasta llegar a
un conocimiento ms rico y a una integracin ms plena de este misterio en su vida" (n.9).
Esta "ley de gradualidad o camino gradual, como la comenta el Papa Juan Pablo
II, no puede identificarse con la gradualidad de la ley, como si hubiera varios grados o
formas de preceptos en la ley divina para los diversos hombres o situaciones".53 Fiel a este
principio, el Camino Neocatecumenal propone, desde el principio, la vida moral en toda su
plenitud y grandeza, sin rebajas minimalistas que suponen un menosprecio del hombre y
una desconfianza del poder de Dios. La Iglesia, como Madre y Maestra, ofrece la vida en
plenitud a sus hijos, presentando la verdad moral en su radicalidad. Pero, al mismo tiempo,
en el Camino se acoge al pecador y se le conduce, con paciencia y sin escndalos, paso a
paso hasta esa vida plena.54
"En la Iglesia, las realidades espirituales estn simbolizadas por las realidades
corporales. Pero como quiera que las realidades espirituales son mucho ms ricas que los
signos visibles que las expresan, en ocasiones se precisa de varias realidades visibles que
simbolicen una misma realidad espiritual. Tal es el caso de la unin de Cristo con su
Iglesia; ella es fecunda porque nos engendra como hijos de Dios. Pero es tambin virginal,
'sin mancha ni arruga' (Ef 5,27), 'pues os tengo desposados con un solo esposo para
presentaros cual casta virgen a Cristo' (2Cor 11,2). Ahora bien, en las realidades
corporales, la fecundidad es incompatible con la virginidad. De aqu que necesitemos dos
imgenes terrenas para expresar la significacin total de la unin de Cristo con su Iglesia;
una para reflejar su fecundidad -esta finalidad se cumple mediante el sacramento del
matrimonio- y otra para su virginidad, y sta es la consagracin de vrgenes".56
Algo parecido dir la Familiaris consortio:
"La virginidad y el celibato por el Reino de Dios no slo no contradice la dignidad
del matrimonio, sino que la presuponen y la confirman. El matrimonio y la virginidad son
dos modos de expresar y de vivir el nico Misterio de la Alianza de Dios con su pueblo.
Cuando no se estima el matrimonio no puede existir tampoco la virginidad consagrada;
cuando la sexualidad humana no se considera un gran valor donado por el Creador,
pierde significado la renuncia por el Reino de los cielos" (n.16).
Tambin el Catecismo dice:
"Estas dos realidades, el sacramento del Matrimonio y la virginidad por el reino de
Dios, vienen del Seor mismo. Es El quien les da sentido y les concede la gracia
indispensable para vivirlos conforme a su voluntad. La estima de la virginidad por el Reino
y el sentido del Matrimonio son inseparables y se apoyan mutuamente: 'Denigrar el
matrimonio es reducir a la vez la gloria de la virginidad; elogiarlo es realzar a la vez la
admiracin que corresponde a la virginidad' (S. Juan Crisstomo)" (1620).
En las comunidades neocatecumenales, como reconoce el Papa Juan Pablo II, "se ve
cmo del bautismo provienen todos los frutos del Espritu Santo, todas las vocaciones, toda
la autenticidad de la vida cristiana en el matrimonio, en el sacerdocio, en las diversas
profesiones, finalmente en el mundo".57 Es la riqueza de la Iglesia que se visibiliza en la
pequea comunidad. Y en la Iglesia, como comunin de los renacidos en Cristo, los estados
de vida estn de tal modo relacionados entre s que estn ordenados el uno al otro. Son
modalidades diversas y complementarias de vivir la vocacin universal a la santidad en la
perfeccin del amor. Los dos estados de vida estn al servicio del crecimiento de la Iglesia.
Los dos se unifican en el "misterio de comunin" de Cristo y la Iglesia y se coordinan en su
nica misin: ser imagen del amor de Dios. En los diversos carismas de la Iglesia se refleja
la infinita riqueza del misterio de Cristo. Como repiten los Padres, la Iglesia es como un
campo esplndido por su variedad de plantas, flores y frutos. As lo canta San Ambrosio:
"Un campo produce muchos frutos, pero es mejor el que abunda en frutos y flores.
Ahora bien, el campo de la santa Iglesia es fecundo en unas y otras. Aqu puedes ver
florecer las gemas de la virginidad, all la rica cosecha de las bodas bendecidas por la
Iglesia colmar de mies abundante los grandes graneros del mundo, y los lagares del Seor
Jess sobreabundar de los frutos de la vid lozana, frutos de los cuales estn llenos los
matrimonios cristianos".58
Y San Agustn, aadiendo el carisma de las viudas, que tambin en el Camino
cobran una gran importancia, dice:
"En el huerto del Seor no slo hay las rosas de los mrtires, sino tambin los lirios
de las vrgenes y las yedras de los casados, as como las violetas de las viudas".59
2. CRISTOLOGIA
verdadero Dios y como verdadero hombre. Reducir a Cristo a una de las dos naturalezas es
desvirtuar el misterio pascual de Cristo, centro de toda la teologa y vida de las
comunidades neocatecumenales. Porque si Jess no es realmente Dios encarnado,
verdaderamente hombre, no tienen sentido ni la muerte ni la resurreccin: no nos ha
redimido y seguimos en nuestro pecado Cf 1Cor 15,12-17).
"Jesucristo se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser Dios. Es verdadero
Dios y verdadero hombre. La Iglesia debi defender y aclarar esta verdad de fe durante los
primeros siglos frente a unas herejas que la falseaban" (464).67 "La fe en la verdadera
encarnacin del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana" (463). "La Iglesia
confiesa as que Jess es inseparablemente verdadero Dios y verdadero hombre. El es
verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar
de ser Dios, nuestro Seor" (469).
Jess es el Hijo de Dios que hizo suyo desde dentro nuestro nacer y nuestro morir.
El Hijo de Dios no fingi ser hombre, no es un "dios" que con ropaje humano se pasea por
la tierra. Como nio fue dbil, llor y ri. Dios se hizo hombre que tuvo hambre y sed, se
fatig y durmi, se admiraba y enojaba, se entristeca y lloraba, padeci y muri. "En todo
igual a nosotros menos en el pecado". Como dice Orgenes:
"Entre todos los grandes milagros, uno nos colma de admiracin, sobrepujando
toda la capacidad de nuestra mente. La fragilidad de nuestra mente no logra comprender
cmo la Potencia de Dios, la Palabra y Sabidura de Dios Padre, 'en la que fueron creadas
todas las cosas visibles e invisibles' (Col 1,16), se encuentre delimitada en el hombre que
apareci en Judea, y cmo la Sabidura de Dios haya entrado en el vientre de una mujer,
naciendo como un nio y gimiendo como los nios...Y no logramos comprender cmo haya
podido turbarse ante la muerte (Mt 26,38), haya sido conducido a la ms ignominiosa de
las muertes humanas, aunque luego resucit al tercer da. En El vemos aspectos tan
humanos que no difieren de la fragilidad comn a todos los mortales, y otros tan divinos
que slo corresponden a Dios...De aqu el embarazo -admiracin- de nuestra mente: Si le
cree Dios, le ve sujeto a la muerte; si le considera hombre, le contempla volver de entre los
muertos con los despojos de la muerte derrotada...De ah que, con temor y reverencia, le
confesemos verdadero Dios y verdadero hombre".68
Jesucristo era hombre como nosotros y Dios estaba actuando en El, haciendo signos
para demostrar que El era el enviado de Dios, el elegido de Dios, el Mesas, Hijo de Dios,
Dios, que hace obras de Dios. El himno a la knosis de Flp 2,6-11 se canta, como profesin
de fe, frecuentemente en las comunidades. Hay una correspondencia entre Gn 3 y Flp 2.
Cristo, recorre el camino inverso del hombre para liberar al hombre de la ley, el pecado y la
muerte. El orgullo del hombre, que quiere ser "como Dios", le lleva a la desobediencia y
con ella a perder la vida, que le viene de Dios, experimentando la esclavitud de la
concupiscencia, el pecado y la muerte. Cristo, siendo Dios, por el camino de la humillacin,
se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz, siendo por ello exaltado como Seor.
Cristo abri as al hombre el acceso a Dios: el que se humilla ser exaltado. No es la
autonoma de Dios lo que lleva al hombre a la libertad y a la gloria, sino la obediencia al
Padre, que se complace en sus hijos, que confan en El, y les hace partcipes de su misma
naturaleza, concedindolos vivir en su seno con el Hijo Amado (Cf. Jn 17,24).
El Camino Neocatecumenal, en sus tres fases -HUMILDAD, SIMPLICIDAD,
ALABANZA- ensea y conduce al neocatecmeno por este camino de la knosis a la gloria
del Padre. Descendiendo con Cristo hasta el infierno de su pecado, se siente simplificado en
sus pretensiones prometeicas y pasa de la maldicin a la bendicin, de la ley a la gracia, del
esfuerzo por asegurarse la vida en el dinero, afectos, fama, poder... a la alabanza a Dios,
que como Padre le da gratuitamente todo. Si todo es gracia, la vida se llena de gratitud y
alabanza por todo. Donde abund el pecado sobreabund el poder de la gracia.
Renovar el propio bautismo -"sumergirse en el agua" (Cf Rm 6,3)- supone la
conversin como un "descenso" interior. Bajar los peldaos de la fuente bautismal es el
smbolo de esta conversin, de la knosis a la autntica realidad del hombre. Bajando
encuentra el hombre su verdad. "Humildad, dir santa Teresa, es andar en verdad".69
Frente a tantos riesgos de ciertos intentos de inculturacin de la fe cristiana, el
Camino Neocatecumenal afirma con firmeza que el cristianismo no es un mito sino
historia; no es apariencia sino verdad; no es smbolo, sino realidad; no es filosofa sino
noticia; no es elocuencia sino testimonio. El cristianismo no parte del hombre, de su cultura
y tradiciones, sino que es don, envo y autoridad de Dios; no es ascensin del hombre sino
condescendencia divina; no es sabidura sino necedad; no es demostracin sino
escndalo...El cristianismo es Jesucristo.
Jess es el Siervo de Yahveh, que segn los cantos de Isaas es sostenido por Dios,
ha recibido una lengua de discpulo, no tiene aspecto humano, ha cargado con los pecados
del mundo...Jess, como Siervo de Yahveh, es la piedra de escndalo, rechazada por los
constructores, pero preciosa a los ojos de Dios y constituida en piedra angular. Para unos es
piedra de tropiezo y cada y para otros es levantamiento salvador. Este Siervo de Yahveh
fue presentado desde el principio en las catequesis bautismales (Cf. 1P 2,21-25) y es
presentado repetidamente en las catequesis del Neocatecumenado.
"Los rasgos del Mesas se revelan sobre todo en los Cantos del Siervo (Isaas).
Estos Cantos anuncian el sentido de la Pasin de Jess. Tomando sobre s nuestra muerte,
puede comunicarnos su propio Espritu de Vida" (713). "La muerte redentora de Jess
cumple, en particular, la profeca del Siervo doliente. Jess mismo present el sentido de
su vida y de su muerte a la luz del Siervo doliente (Mt 20,28). Despus de su Resurreccin
dio esta interpretacin de las Escrituras a los discpulos de Emas y luego a los propios
apstoles" (601). "Juan Bautista, despus de haber aceptado bautizarle en compaa de los
pecadores, vio y seal a Jess como el 'Cordero de Dios que quita los pecados del mundo'
(Jn 1,29). Manifest as que Jess es a la vez el Siervo doliente que se deja llevar en
silencio al matadero y carga con el pecado de las multitudes y el cordero pascual smbolo
de la redencin de Israel cuando celebr la primera pascua. Toda la vida de Cristo
expresa su misin: 'Servir y dar su vida en rescate por muchos' (Mc 10,45)" (608).
Jess, como Siervo de Yahveh e Hijo de Dios (pais), dijo amn incondicionalmente
a la voluntad del Padre, haciendo de ella su alimento. En obediencia al Padre consumar la
redencin en la cruz, cargando con nuestros pecados. Muri como un cordero llevado al
matadero sin resistencia. Por ello agrad a Dios y salv a los hombres. El Padre,
resucitndolo de la muerte, acredit el camino de su Siervo como el camino de la vida y de
la resurreccin de la muerte.
En el Siervo de Yahveh encuentra el cristiano cumplido el Sermn del Monte,
fotografa del cristiano adulto; es la promesa que se le hace al comienzo del Camino, como
la obra que realizar en l el Espritu Santo. Viendo cmo Dios se ha portado con l, podr
l, por obra del Espritu Santo, hacer lo mismo con los dems. La comunidad cristiana
adulta es aquella en la que los hermanos "llevan los unos las cargas de los otros" (Ga 6,2).
"La Cruz es el nico sacrificio de Cristo 'nico mediador entre Dios y los hombres'
(1Tm 2,5). Pero, porque en su Persona divina encarnada, 'se ha unido en cierto modo con
todo hombre' (GS 22), El ofrece a todos la posibilidad de que, en la forma de Dios
conocida, se asocien a este misterio pascual. El llama a sus discpulos a 'tomar su cruz y a
seguirle' (Mt 16,24), porque El 'sufri por nosotros dejndonos ejemplo para que sigamos
sus huellas' (1p 2,21)" (618). "Todo lo que Cristo vivi hace que podamos vivirlo en El y
que El lo viva en nosotros" (521). "Las bienaventuranzas dibujan el rostro de Jesucristo y
describen su caridad; expresan la vocacin de los fieles asociados a la gloria de su Pasin
y Resurreccin; iluminan las acciones y las actitudes caractersticas de la vida cristiana"
(1717).
c) LA CRUZ GLORIOSA72
Aquel que iba a ser crucificado para liberarnos de las mordeduras de la serpiente:
idolatras y dems iniquidades".74
La cruz es el smbolo del cristiano por excelencia. Marcado con la cruz en el
bautismo, el cristiano levanta la cruz en todo tiempo y lugar, como smbolo de su
pertenencia a Cristo crucificado. Como Pablo no quiere "conocer cosa alguna sino a
Jesucristo, y ste crucificado" (1Cor 2,2). En la cruz de nuestra vida es donde nos ha salido
Dios al encuentro. Sin la cruz no le hubiramos conocido. Por ello, San Cirilo de Jerusaln
dir a los catecmenos:
"Gloria de la Iglesia catlica es toda accin de Cristo. Pero la gloria de las
glorias es la cruz!, como deca Pablo: 'En cuanto a m, Dios me libre de gloriarme si no
es en la Cruz de nuestro Seor Jesucristo!' (Ga 6,14). La brillante corona de la cruz
ilumin a los que estaban ciegos por la incredulidad, libr a los que estaban prisioneros
del pecado y redimi a todos los hombres...Pues, si entonces nuestros primeros padres
fueron arrojados del paraso por haber comido del rbol, no entrarn ahora ms
fcilmente en el paraso los creyentes, por medio del Arbol de Jess?...No nos
avergoncemos, pues, de confesar al Crucificado. Que nuestros dedos graben su sello en la
frente, como gesto de confianza. Y la seal de la cruz acompae todo: sobre el pan que
comemos y la bebida que bebemos, al entrar y al salir, antes de dormir, acostados y al
levantarnos, al caminar y al reposar. La fuerza de la cruz viene de Dios y es gratuita. Es
seal de los fieles y terror de los demonios. Con ella los venci Cristo 'exhibindolos
pblicamente, al incorporarlos a su cortejo triunfal' (Col 2,15). Por eso, cuando ven la
cruz recuerdan al Crucificado y temen a Quien 'quebrant la cabeza del dragn' (Sal
74,14). No desprecies, pues, tu sello por ser gratuito. Toma la cruz, ms bien, como
fundamento inconmovible y construye sobre ella el edificio de la fe".75
Pero la cruz es tambin el escndalo del cristianismo. La cruz es signo de salvacin
y signo de contradiccin, piedra de escndalo. Ante ella se define quienes estn con Cristo
y quienes en contra de Cristo. A cada paso nos encontramos con la cruz en la vida, como
piedra, en que nos apoyamos, o como piedra, en la que tropezamos y nos aplasta: Cristo
crucificado es la seal de contradiccin, "puesto para cada y elevacin de muchos" (Lc
2,34). Ante la cruz quedan al descubierto las intenciones del corazn (Lc 2,35; Mt 2,1ss).
Es inevitable "mirar al que traspasaron" (Jn 19,37), "como escndalo y necedad" o "como
fuerza y sabidura de Dios" (1Cor 1,17-25). La cruz es la piedra "que desecharon los
arquitectos, pero que ha venido a ser piedra angular".
"La fe en Dios Padre Todopoderoso puede ser puesta a prueba por la experiencia
del mal y del sufrimiento. A veces Dios puede parecer ausente e incapaz de impedir el mal.
Ahora bien, Dios ha revelado su omnipotencia de la manera misteriosa en el
anonadamiento voluntario y en la Resurreccin de su Hijo, por los cuales ha vencido el
mal. As, Cristo crucificado es 'poder de Dios y sabidura de Dios. Porque la necedad
divina es ms sabia que la sabidura de los hombres, y la debilidad divina, ms fuerte que
la fuerza de los hombres' (1Co 2,24-25)" (CEC 272). "Slo la fe puede adherir a las vas
misteriosas de la omnipotencia de Dios. Esta fe se glora en las debilidades con el fin de
atraer sobre s el poder de Cristo" (273). "El camino de la perfeccin pasa por la cruz"
(2015).
En las Comunidades no slo se predica la Cruz de Cristo, sino que se ilumina la
cruz de cada cristiano, como camino de salvacin, lugar del encuentro con Dios. La
salvacin de Dios no se nos ofrece sino bajo la forma de cruz. Slo por la cruz seguimos a
Cristo: "El que quiera venir en pos de m, niguese a s mismo, tome su cruz y que me siga"
(Mc 8,34). "Confesar a Cristo crucificado significa decir que estoy crucificado con
Cristo", dice Orgenes. El bautismo nos incorpor a la muerte de Cristo, para seguirle con
la propia cruz hasta la gloria, donde El est con sus llagas gloriosas (Rm 6,3-8). Por eso,
como dice San Ambrosio, comentando a San Pablo:
"Llevamos siempre y por todas partes en nuestro cuerpo el morir de Jess, para que
tambin la vida de Jess se manifieste en nuestro cuerpo...(2Cor 4,10-12). El primero en
levantar, como Vencedor, el trofeo de la cruz es Cristo. Despus se lo entrega a los
mrtires, para que a su vez lo levanten ellos. Quien lleva la cruz, sigue a Cristo, como est
escrito: 'Toma tu cruz y sgueme' (Mc 8,34p)".76
En el Camino, en sus catequesis, se anuncia la Cruz gloriosa y tambin en las
celebraciones se la canta con el texto de un annimo cristiano antiguo:
es el rbol de la salvacin;
De l yo me nutro, en l me deleito,
Su roco me da fuerza,
En el hambre es la comida,
en la desnudez es mi vestido
En el temor es mi defensa,
en el tropiezo me da fuerzas,
en la victoria la corona,
columna de la tierra,
con nuestros pecados subi al madero, para que, muertos al pecado, vivamos para la
justicia. Sus heridas nos han curado" (1p 2,21-24).
La hora de la pasin es la hora de Cristo, la hora sealada por el Padre para la
salvacin de los hombres: "Porque tanto am Dios al mundo, que entreg a su Hijo nico,
para que no perezca ninguno de los que creen en El, sino que tengan vida eterna" (Jn 3,16).
Siendo, pues, la hora sealada por el Padre, la pasin es la hora de la glorificacin del Hijo
y de la salvacin de los hombres (Cf Jn 12,23-28). La pasin es la hora de pasar de este
mundo al Padre y la hora del amor a los hombres hasta el extremo (Jn 13,1). Por ello
tambin la hora de la glorificacin del Padre en el Hijo (Jn 17,1). Con la entrega de su Hijo
a la humanidad, Dios se manifiesta plenamente como Dios: Amor en plenitud. No cabe un
amor mayor, como dice San Agustn en un bello texto:
"Cree, pues, que bajo Poncio Pilato fue crucificado y sepultado el Hijo de Dios.
'Nadie tiene un amor ms grande que el que da la vida por los amigos' (Jn 15,13). De
veras es el amor ms grande? Si preguntamos al Apstol, nos responder: 'Cristo muri
por los impos' y aade: 'Cuando ramos enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la
muerte de su Hijo' (Cf Rm 5,6-10). Luego en Cristo hallamos un amor mayor, pues dio la
vida por sus enemigos, no por sus amigos".80
Dios no se ha dejado vencer en su amor por el pecado del hombre. Su amor se ha
manifestado en la resurreccin de Jess, -hecho pecado-, ms fuerte que todos nuestros
pecados. En realidad Dios no nos ha visto como malvados, a pesar de nuestros pecados.
Dios nos ha amado porque nos ha visto esclavos del pecado, sufriendo bajo el pecado. El
hombre, ms que pecador, es un cautivo del pecado.
"Cristo muri por amor a nosotros cuando ramos todava enemigos. El Seor nos
pide que amemos como El hasta a nuestros enemigos, que nos hagamos prjimos del ms
lejano, que amemos a los nios y a los pobres como a El mismo" (1825). "Jess invita a los
pecadores al banquete del Reino: 'No he venido a llamar a justos sino a pecadores' (Mc
2,17). Les invita a conversin, sin la cual no se puede entrar en el Reino, pero les muestra
de palabra y con hechos la misericordia sin lmites de su Padre hacia ellos y la inmensa
'alegra en el cielo por un solo pecador que se convierta' (Lc 15,7). La prueba suprema de
este amor ser el sacrificio de su propia vida 'para remisin de los pecados' (Mt 26,28)"
(545).
Esta es una de las intuiciones teolgicas del Camino Neocatecumenal. A veces en la
Teologa Moral, una concepcin exclusivamente tica del pecado ha impedido ver la
dimensin teolgica y existencial del pecado. Jess reprochar a los fariseos el
cumplimiento de la Ley como pretensin de autojustificacin ante Dios y defender, en
cambio, a los pecadores que estn agobiados por el peso de la Ley y del pecado. Dios en
Cristo nos ha manifestado su amor al pecador. Este es el verdadero rostro de Dios y no el
que el tentador insina, ni el que el hombre pretendidamente justo se forja.
Lo que en Rm 5,6-11 confiesa Pablo sobre la bondad radical de Dios hacia nosotros,
siendo an pecadores, aparece en la actuacin de Jesucristo. El trato de Jess con los
pecadores, con los pobres, con los ignorantes -los am-ha-aretz, que ni conocen la Leysuscit la conversin de la primera comunidad de Palomeras y sigue llamando a la
conversin gozosa a tantos otros destruidos por la droga, alcoholismo o situaciones
angustiosas de destruccin y pecado.
La muerte en cruz era una maldicin. Cristo se hizo maldito para librarnos de la
maldicin a nosotros, a quienes la Ley condenaba a muerte: "Cristo nos rescat de la
maldicin de la Ley, hacindose El mismo maldicin por nosotros, pues dice la Escritura:
Maldito el que es colgado de un madero. As, en Cristo Jess, pudo llegar a los gentiles la
bendicin de Abraham" (Ga 3,13-14).
En fidelidad al Evangelio, para el Camino Neocatecumenal, la conversin brota de
la gracia y no al revs. El Dios de la misericordia, que ofrece el Reino a los pobres, es la
esperanza de todos los oprimidos por el mal. Dios nos ha amado primero (1Jn 4,19). Por
ello la teologa del Camino es Evangelio, anuncio del Reino de Dios conquistado para
nosotros no con oro ni nada corruptible, sino con la sangre de Jesucristo. "Dios nos acoge
como somos sin escandalizarse de nosotros", se repite en las Comunidades. Este ncleo del
cristianismo est fuertemente acentuado en la Teologa y praxis del Camino. Borrachos,
drogadictos, asesinos, prostitutas, ladrones... encuentran en las comunidades la esperanza
de su regeneracin, al ser acogidos sin sentirse acusados. All se les "acoge porque todos
nos hemos sentido acogidos por Cristo Jess para gloria de Dios" (Cf Rm 15,7). Este
sentirse acogido, que transparenta el amor de Dios, es el gran impulso regenerador. Dios
ama al pecador y ese amor lleva a la obediencia y fidelidad a Dios.
Este anuncio de la muerte y resurreccin de Jesucristo, como camino abierto al
Reino de Dios para los pecadores y pobres de la tierra, es la base del Camino
Neocatecumenal. Con este anuncio se inicia la formacin de la Comunidad y la
reconstruccin de la Iglesia. Frente al mundo secularizado, impregnado de atesmo, es
preciso potenciar este primer anuncio kerigmtico, que ya no se puede presuponer como en
pocas pasadas de cristiandad. El kerigma de Jesucristo, vencedor de la muerte, que ni la
tcnica ni el progreso puede vencer, es imprescindible en esta hora de Nueva
Evangelizacin.
Como buen Pastor, Cristo "da su vida por las ovejas" (Jn 10,15). "Se entrega a s
mismo como rescate por todos" (1Tim 2,6), "entregndose El por nuestros pecados, para
librarnos de este mundo perverso" (Ga 1,4), que "yace en poder del Maligno" (1Jn 5,19).
El, que no conoci pecado, se hizo por nosotros pecado, para que en El furamos justicia de
Dios (2Cor 5,21). En resumen, "El, siendo rico, se hizo pobre por nosotros, para
enriquecernos con su pobreza" (2Cor 8,9). Este intercambio admirable suscit la
admiracin constante de los Santos Padres: "Por su infinito amor, El se hizo lo que somos,
para transformarnos en lo que El es".81
Y no slo buen Pastor, Jess es tambin nuestro Cordero pascual inmolado (1Cor
5,7), "Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29), "rescatndonos de la
conducta necia heredada de nuestros padres, no con algo caduco, oro o plata, sino con la
sangre preciosa de Cristo, Cordero sin defecto ni mancha" (1p 1,18-19). Por ello, en las
Comunidades se repite en tantas formas el icono de Cristo Buen Pastor y de Cristo Cordero
de Dios y se canta, con el texto del Apocalipsis:
"Digno eres, Cordero degollado, de tomar el libro y abrir sus sellos porque fuiste
degollado y compraste para Dios con tu sangre hombres de toda raza, lengua, pueblo y
nacin; y has hecho de ellos para nuestro Dios un reino de sacerdotes sobre la tierra"
(5,9-10).
e) CRISTO KYRIOS82
Con el anuncio de Cristo muerto y sepultado, que descendi a los infiernos y fue
que el adltero abandone sus adulterios, el homicida sus crmenes, el injusto sus
injusticias, y que el impo se convierta en piadoso?...Todo eso no es obra de un muerto,
sino de un Viviente!".84
Ser cristiano es experimentar y reconocer a Jesucristo como Seor, vivir slo de l
y para l, caminar tras sus huellas, en unin con l, en obediencia al Padre y en entrega al
servicio de los hombres, en primer lugar anuncindoles a Cristo como Seor. Ser en Cristo,
vivir con Cristo, por Cristo y para Cristo es amar en la dimensin de la cruz, como El nos
am y nos posibilit con su Espritu.
Los cristianos -que han repetido millones de veces la oracin del corazn: "Seor
Jess, ten piedad de m que soy un pecador"-, reconocen y confiesan que "para nosotros no
hay ms que un solo Seor, Jesucristo" (1Cor 8,6; Ef 4,5). Con la confesin de Cristo como
Seor excluyen, por tanto, toda servidumbre a los dolos y seores de este mundo, viviendo
la renuncia a ellos que hicieron en su bautismo y confesando el poder de Cristo sobre ellos.
"Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmacin del seoro de Jess
sobre el mundo y sobre la historia significa tambin reconocer que el hombre no debe
someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningn poder terrenal sino slo a Dios
Padre y al Seor Jesucristo: Csar no es el 'Seor'. La Iglesia cree que la clave, el centro y
el fin de toda historia humana se encuentra en su Seor y Maestro" (450).
En efecto, quienes antes de creer en el Seor Jess sirvieron a los dolos (Ga 4,8;
1Ts 1,9; 1Cor 12,2; 1P 4,3) y fueron esclavos de la ley (Rm 7,23.35; Ga 4,5), del pecado
(Rm 6,6.16-20; Jn 8,34) y del miedo a la muerte (Hb 2,14), por el poder de Cristo fueron
liberados de ellos, hacindose "siervos de Dios" y "siervos de Cristo" (Rm 6,22-23; 1Co
7,22), "sirviendo al Seor" (Rm 12,11) en la libertad de los hijos de Dios, que "cumplen de
corazn la voluntad de Dios" (Ef 6,6), "conscientes de que el Seor los har herederos con
El" (Col 3,24; Rm 8,17).
El Resucitado se presenta como vencedor de la muerte y as se revela como Kyrios,
como el Seor, cuya glorificacin sanciona definitivamente el mensaje de la venida del
Reino de Dios con El. Con la Ascensin, sentndolo a su derecha, el Padre sell toda la
obra del Hijo:
"El cual, siendo de condicin divina, no retuvo vidamente el ser igual a Dios, sino
que se despoj de s mismo, tomando la condicin de siervo, hacindose semejante a los
hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humill a s mismo, obedeciendo
hasta la muerte y muerte de cruz. Por lo cual Dios le exalt y le otorg el Nombre que est
sobre todo nombre. Para que al nombre de Jess toda rodilla se doble en los cielos, en la
tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo es SEOR para gloria de Dios
Padre" (Flp 2,6-11)
El Salvador, habiendo aniquilado a los enemigos con su pasin, sube victorioso a
sentarse a la derecha del Padre, como canta San Ireneo (y tantos otros Padres):
"Esto mismo anunci David: 'Alzaos, puertas eternas, que va a entrar el Rey de la
gloria' (Sal 24, 7). Las 'puertas eternas' son los cielos. Y, porque maravillados, los
prncipes celestiales preguntaban: 'Quin es el Rey de la gloria?', los ngeles dieron
testimonio de l, respondiendo: 'El Seor fuerte y potente: l es el Rey de la gloria'.
Sabemos, por lo dems que, resucitado, est a la derecha del Padre, pues en l se ha
cumplido lo otro que dijo el profeta David: 'Dijo el Seor a mi Seor: sintate a mi
derecha hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies'".85
A la derecha del Padre est Cristo "sentado en el trono de la gloria" como Seor (Cf.
Mt 19,28;25,3) o "en pie", como Sumo Sacerdote, que ha entrado en el Santuario del cielo,
donde intercede por nosotros en la presencia de Dios (Hb 9,24; 10,12ss...). San Ambrosio
lo comentar, diciendo:
"Esteban vio a Jess, que 'estaba en pie a la derecha de Dios' (Hch 7,55). Esta
sentado como Juez de vivos y muertos, y esta en pie como abogado de los suyos (1Jn 2,1;
Hb 7,25). Est en pie, por tanto, como Sacerdote, ofreciendo al Padre la vctima del mrtir
bueno, lleno del Espritu Santo. Recibe tambin t el Espritu Santo, como lo recibi
Esteban, para que distingas estas cosas y puedas decir como dijo el mrtir: Veo los cielos
abiertos y al Hijo del Hombre en pie a la derecha de Dios! Quien tiene los ojos abiertos,
mira a Jess a la derecha de Dios, no pudiendo verle quien tiene los ojos cerrados:
Confesemos, pues, a Jess a la derecha de Dios, para que tambin a nosotros se nos abra
el cielo! Se cierra el cielo a quienes lo confiesan de otro modo".86
Con la resurreccin y exaltacin de Jesucristo a la derecha del Padre, se inaugura el
mundo nuevo: somos ya hombres celestes, porque Cristo, Cabeza de la Iglesia est en el
cielo. Pero el Reino de Dios se halla todava en camino hacia su plenitud. La Iglesia
peregrina en la tierra, esperando anhelante la consumacin final, confesando y deseando la
Parusa del Seor, la segunda venida de Jesucristo: Maranath, ven, Seor Jess!, cantan
con fervor las Comunidades Neocatecumenales.
3. ECLESIOLOGIA
a) LA IGLESIA ES COMUNION87
en la unidad y amor de los salvados con Cristo, en el Espritu, cuando "Dios sea todo en
todos" (1Cor 15,28).90
La Iglesia aparece como cuerpo visible de Cristo resucitado, por la accin del
Espritu Santo en aquellos que acogen la Palabra. La predicacin kerigmtica est dirigida a
la constitucin de la comunidad, para que en ella, como en un seno materno, los
neocatecmenos sean gestados en la fe. Las catequesis del Camino no son un ciclo de
charlas sin continuidad posterior, sino el punto de partida de la formacin de la Comunidad.
La Comunidad, nacida del Anuncio kerigmtico, no es un grupo espontneo, ni una
asociacin de laicos, ni un movimiento de espiritualidad, ni un grupo de lite o de reflexin
dentro de la parroquia. La Comunidad es la Iglesia de Jesucristo que se realiza en un lugar
determinado. En esto el Camino Neocatecumenal participa de la teologa del Vaticano II
sobre la Iglesia local. El Concilio, al revalorizar el significado sacramental de la Iglesia, ha
revalorizado tambin el significado de la Iglesia local, en la que el misterio total de la
Iglesia se hace acontecimiento en la asamblea litrgica y en el amor cristiano que ella
comporta.
Es cierto que la Lumen Gentium ha tomado como punto de partida a la Iglesia
universal como comunin de todos los fieles con el Papa y con el cuerpo de los Obispos.91
Pero dentro de esta comunin, el Concilio ha vuelto a hablar de la Iglesia local, presidida
por el Obispo (n.26) o por el presbtero (n.28). "La Iglesia de Cristo, que en el Smbolo
confesamos una, santa, catlica y apostlica, es la Iglesia universal, es decir, la universal
comunidad de los discpulos del Seor, que se hace presente y operativa en la particularidad
y diversidad de personas, grupos, tiempos y lugares".92
En la Comunidad en la que se proclama la Palabra de Dios, se celebra la Eucarista,
-presidida por un presbtero en comunin con el Obispo, que a su vez est en comunin con
el Papa, que "preside la comunin de todas las Iglesias"-, all donde en concreto los
hombres viven la comunin con Dios en su Hijo Jesucristo bajo la accin del Espritu
Santo...all se hace presente y se manifiesta la nica Iglesia de Dios, santa, catlica y
apostlica. La Iglesia universal no es la suma de las Iglesias locales, sino la comunin de
las Iglesias locales.93 Ms an, la Iglesia Madre es la Iglesia universal, es decir, la
universal comunidad de los discpulos del Seor (Cf. Mt 16,18; 1Co 12,28).
"La Iglesia es catlica porque ha sido enviada por Cristo en misin a la totalidad
del gnero humano" (CEC 831). "Esta Iglesia de Cristo est verdaderamente presente en
todas las legtimas comunidades locales de fieles, unidas a sus pastores. Estas, en el Nuevo
Testamento, reciben el nombre de Iglesias. En ellas se renen los fieles por el anuncio del
Evangelio de Cristo y se celebra el misterio de la Cena del Seor. En estas comunidades,
aunque muchas veces sean pequeas y pobres o vivan dispersas, est presente Cristo,
quien con su poder constituye a la Iglesia una, santa, catlica y apostlica" (832).
Y como Iglesia Madre es ontolgica y temporalmente anterior a cada Iglesia
particular concreta. Ella "da a luz a las Iglesias particulares como hijas, se expresa en ellas,
es madre y no producto de las Iglesias particulares". Esta visin teolgica de la Iglesia tiene
su fundamento en su mismo origen: "La Iglesia se manifiesta el da de Pentecosts en la
comunin de los ciento veinte reunidos en torno a Mara y a los doce Apstoles,
representantes de la nica Iglesia y futuros fundadores de las Iglesias locales". Las Iglesias
locales "naciendo en y a partir de la Iglesia universal, en ella y de ella reciben su propia
eclesialidad".94 "Cada fiel, mediante la fe y el bautismo, es incorporado a la Iglesia una,
santa, catlica y apostlica..., aunque el ingreso y la vida se realizan necesariamente en una
Iglesia particular".95
la muerte, superando las barreras de separacin que el miedo a la muerte levanta entre los
hombres, amndose en la dimensin de la cruz y siendo perfectamente uno, todos
conocern que son discpulos de Cristo y que Cristo es el Enviado, el Salvador.
Jesucristo se hace visible en la Iglesia. La Iglesia aparece realmente como
sacramento de Cristo, "signo e instrumento de la ntima unin con Dios y de la unidad de
todo el gnero humano" (LG, n.1). La comunidad, congregada en el amor y la unidad, se
hace presencia salvadora de Cristo en el mundo. Pablo, al perseguir a los cristianos, sentir
la voz de Cristo, que le dice: "Saulo, Saulo, por qu me persigues?... Quin eres, Seor?
Yo soy Jess a quien t persigues" (Hch 9,4-5). Todo lo que se hace a los discpulos de
Jess, se hace al mismo Jess (Cf. Mt 10,40). De tal modo se identifica Cristo con los
cristianos, que la Iglesia es el Cuerpo visible de Jesucristo Resucitado.
En el lenguaje existencial del Camino se dice que tres son los amores que viven las
comunidades neocatecumenales: Amor a la Palabra, amor a la Eucarista y amor a la
Iglesia, concretizndose ste tercer amor en el amor a Mara, figura y madre de la Iglesia, y
en el amor al Papa, fundamento de la unidad de toda la Iglesia, como "quien preside la
comunin universal de la caridad".97
"Los creyentes que responden a la Palabra de Dios y se hacen miembros del
Cuerpo de Cristo, quedan estrechamente unidos a Cristo" (CEC 790). "El fin ltimo de la
misin no es otro que hacer participar a los hombres en la comunin que existe entre el
Padre y el Hijo en su Espritu de amor" (850)."As puede desarrollarse entre los cristianos
un verdadero espritu filial con respecto a la Iglesia. Es el desarrollo normal de la gracia
bautismal, que nos engendr en el seno de la Iglesia y nos hizo miembros del Cuerpo de
Cristo. En su solicitud materna, la Iglesia nos concede la misericordia de Dios que va ms
all del simple perdn de nuestros pecados y acta especialmente en el sacramento de la
Reconciliacin. Como madre previsora, nos prodiga tambin en su liturgia, da tras da, el
alimento de la Palabra y de la Eucarista del Seor" (2040).
All donde aparece una comunidad de hermanos que, en su amor y unidad, hacen
visible a Cristo como Salvador, el hombre sin fe lo descubre y lo desea. Como Pablo,
preguntar: "Qu he de hacer, Seor?" (Hch 22,10). Entonces se le podr dar razn de la
esperanza cristiana, explicitando el anuncio de Jesucristo (Cf.1P 3,15).
La comunidad, que ama como Cristo nos ha amado y participa de la unidad del
Padre y del Hijo en el Espritu Santo, es la Iglesia sacramento de Cristo en el mundo, signo
visible de la resurreccin de Cristo, como victoria de la muerte y del pecado. Esto es lo
especfico del cristianismo: el amor al enemigo hasta dar la vida por l, como Cristo nos
am, cuando an ramos pecadores: "La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo
nosotros todava pecadores, muri por nosotros" (Rm 5,8). Este amor -"como Cristo nos ha
amado"- es el signo de su presencia en el cristiano. As como el resumen de toda la Ley y
los Profetas es el amor al prjimo como a uno mismo, del mismo modo el resumen de todo
el Cristianismo es el amor a los hermanos en la dimensin de la cruz, "como Cristo nos ha
amado
Las comunidades neocatecumenales explicitan esta eclesiologa en sus catequesis,
en sus liturgias y en la vida de comunidad. La catequesis busca la formacin de pequeas
comunidades, que hagan posible el amor concreto y visible de los hermanos, que no es
posible a nivel de masa. En las celebraciones litrgicas con la educacin a la participacin
viva en la asamblea. A ello contribuye la misma arquitectura y organizacin del lugar de la
celebracin. El canto, con el que la "una vox", lleva al "cor unum". Y la vida, que brota de
la participacin litrgica, compartiendo los dones de Dios, incluso los econmicos.
Slo la comunin con Dios puede ofrecer un fundamento firme a la unin entre los
cristianos. Los otros intentos de comunidad se quedan en intentos de comunin; en realidad
dejan a cada miembro en soledad o le reducen a parte annima de una colectividad, a
nmero o cosa. Comunin de amor en libertad personal slo es posible en el Espritu de
Dios. El Espritu Santo crea la comunin entre los cristianos, introducindolos en el
misterio de la comunin del Padre y del Hijo, de la que El es lazo y expresin. El Espritu
Santo es el misterio de la comunin divina y eterna del Padre y del Hijo. El mismo Espritu
Santo nos introduce en esa comunin.102 Luego, de esta comunin, nacen los lazos de amor
entre los hermanos: "porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por
el Espritu Santo que nos ha sido dado" (Rm 5,5) "no se cansan de hacer el bien,
especialmente con los hermanos en la fe" (Ga 6,10), "siendo todos del mismo sentir, con un
mismo amor y unos mismos sentimientos, considerando a los dems como superiores a s
mismo, buscando cada cual no su propio inters sino el de los dems" (Flp 2,1ss). Este es el
amor que han recibido de Cristo y el que, en Cristo, viven sus discpulos da a da en su
fragilidad. Quien ha sido amado puede, a su vez, amar: "Ammonos, porque El nos am
primero" (1Jn 4,19) o como dice Pablo:
"En cuanto a vosotros, que el Seor os haga progresar y sobreabundar en el amor
de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros,
para que se consoliden vuestros corazones con santidad irreprochable ante Dios, nuestro
Padre, en la venida de nuestro Seor Jesucristo, con todos los santos" (1Ts 3,12-13).
La comunin de los santos supera las distancias de lugar y de tiempo. La Iglesia es
la comunin de los creyentes esparcidos por todo el orbe, la comunin de las Iglesias en
comunin con el Papa. Pero la comunin de los santos supera tambin los lmites de la
muerte y del tiempo. El Espritu Santo une la Iglesia peregrina con la Iglesia triunfante en
el Reino de los cielos. En la Eucarista podemos cantar unidos -asamblea terrestre y
asamblea celeste- el mismo canto: "Santo, Santo, Santo!". Es en la liturgia donde vivimos
plenamente la comunin con la Iglesia celeste, porque en ella, junto con todos los ngeles y
santos, celebramos la alabanza de la gloria de Dios y nuestra salvacin:
"Nuestra unin con la Iglesia celestial se realiza de modo excelente cuando en la
liturgia, en la cual la virtud del Espritu Santo obra en nosotros por los signos
sacramentales, celebramos juntos con alegra fraterna la alabanza de la divina Majestad, y
todos los redimidos por la sangre de Cristo de toda tribu, lengua, pueblo y nacin (Ap 5,9),
congregados en una misma Iglesia, ensalzamos con un mismo cntico de alabanza al Dios
Uno y Trino. Al celebrar, pues, el sacrificio eucarstico es cuando mejor nos unimos al
culto de la Iglesia en una misma comunin" (LG 50).
"Adems, la Iglesia introdujo en el crculo anual el recuerdo de los mrtires y de
los dems santos que, llegados a la perfeccin por la multiforme gracia de Dios, y
habiendo alcanzado ya la salvacin eterna, cantan la perfecta alabanza a Dios en el cielo
e interceden por nosotros. Porque, al celebrar el trnsito de los santos de este mundo al
cielo, la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos, que sufrieron y fueron
glorificados con Cristo, propone a los fieles sus ejemplos, los cuales atraen a todos por
Cristo al Padre, y por los mritos de los mismos implora los beneficios divinos" (SC 104).
All donde los cristianos celebran la Eucarista se hacen presentes todos los fieles
del mundo, los vivos y "los que nos precedieron en la fe"103 y "se durmieron en la
esperanza de la resurreccin",104 los santos del cielo, que gozan del Seor: "Mara, la
Virgen Madre de Dios, los apstoles y los mrtires, y todos los santos",105 "por cuya
intercesin esperamos obtener la vida eterna y cantar las alabanzas del Seor", en "su Reino
donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de su gloria", "junto con toda la
creacin libre ya del pecado y de la muerte".106
La comunin de los santos la vivimos tambin con los hermanos que han muerto y
an estn purificndose, por quienes intercedemos al Padre. La comunin no se interrumpe
con la muerte. El lmite de divisin no es la muerte, sino el estar con Cristo o contra Cristo
(Flp 1,21). Los santos interceden por sus hermanos que viven an en la tierra y los vivos
interceden por sus hermanos que se purifican para presentarse ante el Seor "como Esposa
resplandeciente sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa e inmaculada" (Ef 5,27;
2Co 11,2; Col 1,22), "engalanada con vestiduras de lino, que son las buenas acciones de los
santos" (Ap 19,8; 21,2.9-11).
"La unin de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron
en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Ms an, segn la constante fe de la
Iglesia, se refuerza con la comunicacin de los bienes espirituales" (955). "Todos los hijos
de Dios y miembros de una misma familia en Cristo, al unirnos en el amor mutuo y en la
misma alabanza a la Santsima Trinidad, estamos respondiendo a la ntima vocacin de la
Iglesia" (CEC 959). "En la liturgia terrena pregustamos y participamos en aquella liturgia
celestial que se celebra en la ciudad santa, Jerusaln, hacia la cual nos dirigimos como
peregrinos, donde Cristo est sentado a la derecha del Padre, como ministro del santuario
y del tabernculo verdadero: cantamos un himno de gloria al Seor con todo el ejrcito
celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos participar con ellos y
acompaarlos; aguardamos al Salvador, nuestro Seor Jesucristo, hasta que se manifieste
El, nuestra vida, y nosotros nos manifestemos con El en la gloria" (1090). "En esta liturgia
eterna el Espritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la
salvacin en los sacramentos" (1139).
La comunin de los santos significa que existe una mutua relacin entre la Iglesia
peregrina en la tierra y la Iglesia celeste. De ah la importancia eclesiolgica de Mara -y
dems santos-, como intercesora nuestra, junto a la gran intercesin de Cristo, que est en
pie como Sumo Sacerdote ante el Padre, "siempre vivo para interceder en nuestro favor"
(Cf. Hb 7,25; Hch 7,55). "La maternidad de Mara perdura sin cesar en la economa de la
gracia...En efecto, con su asuncin a los cielos, no abandon su misin salvadora, sino que
contina procurndonos con su mltiple intercesin los dones de la salvacin eterna" (CEC
969).
c) MISION DE LA IGLESIA107
misionera y ecumnica, pues ha sido enviada al mundo para anunciar, actualizar y extender
el misterio de comunin que la constituye: a reunir a todos y a todo en Cristo; a ser para
todos sacramento inseparable de unidad".109
"La Iglesia por s misma es un grande y perpetuo motivo de credibilidad y un
testimonio irrefutable de su misin" (CEC 812). "La fidelidad de los bautizados es una
condicin primordial para el anuncio del Evangelio y para la misin de la Iglesia en el
mundo. Para manifestar ante los hombres su fuerza de verdad y de irradiacin, el mensaje
de la salvacin debe ser autentificado por el testimonio de vida de los cristianos. 'El mismo
testimonio de la vida cristiana y las obras buenas realizadas con espritu sobrenatural son
eficaces para atraer a los hombres a la fe y a Dios' (AA 6)" (2044).
El pueblo de Dios, que tiene por Cabeza a Cristo, "tiene como fin la dilatacin del
Reino de Dios, incoado por el mismo Dios en la tierra, hasta que sea consumado por El
mismo al fin de los tiempos, cuando se manifieste Cristo, nuestra vida (Cf. Col 8,21), y la
misma criatura ser libertada de la servidumbre de la corrupcin para participar en la
libertad de los hijos de Dios (Rm 8,21). Aquel pueblo mesinico, por tanto, aunque de
momento no contenga a todos los hombres y muchas veces aparezca como una pequea
grey, es, sin embargo, el germen firmsimo de unidad, de esperanza y de salvacin para
todo el gnero humano. Constituido por Cristo en orden a la comunin de vida, de caridad y
de verdad, es empleado tambin por El como instrumento de la redencin universal y es
enviado a todo el mundo como luz del mundo y sal de la tierra (Cf. Mt 5,13-16)" (LG 9).
"Del amor de Dios por todos los hombres la Iglesia ha sacado en todo tiempo la
obligacin y la fuerza de su impulso misionero: 'porque el amor de Cristo nos apremia'
(2Cor 5,14)" (CEC 851). "La misin comienza con el anuncio del evangelio a los pueblos y
grupos que an no creen en Cristo; contina con el establecimiento de comunidades
cristianas, 'signo de la presencia de Dios en el mundo' (AG 15), y en la fundacin de
Iglesias locales" (854).
Debido al carcter sacramental de la Iglesia, se hace luz sal y fermento. En ella se
refleja y acta la fuerza del Seor resucitado. La Iglesia existe por el amor que Dios tiene a
todos los hombres; no existe para s misma sino para la humanidad. La Iglesia salva al
mundo mostrando el amor al enemigo, hecho posible por el Espritu de Jess. Los signos,
como ya se ha dicho, a travs de los cuales testificar a Jesucristo de modo que los hombres
puedan reconocerlo, son el amor y la unidad. El amor, como Jess nos am, es decir, en la
dimensin de la cruz, y la unidad de los antes dispersos por el pecado, son perceptibles por
todos los hombres; tambin por los que no tienen fe, por los alejados. El amor y la unidad
son, por otra parte, siempre buscados y anhelados por todo hombre, como expresin de
felicidad, de salvacin y realizacin de su vida. Los signos del cristiano son elocuentes a
todos los hombres y le hablan a lo ntimo de su espritu.
En el fondo el Camino Neocatecumenal, con su teologa sobre la misin de la
Iglesia, concretada en ser luz, sal y fermento, busca el mostrar el amor de Dios a los
distanciados, a los no cristianos. Estos no son sensibles a ningn otro signo de Dios, sino a
la forma nueva de amor, que pueden ver con sus ojos. "Mirad cmo se aman", decan los
paganos de los primeros cristianos. Para dar este testimonio de amor no es suficiente el de
un hombre excepcional, se requiere la manifestacin eclesial: hombres y mujeres, jvenes y
adultos, casados y solteros, cultos e ignorantes, ricos y pobres...El que todas las barreras de
edad, sexo, cultura, dinero, que dividen a los hombres y crean la infelicidad, caigan gracias
a Jesucristo es un signo de esperanza para todos los hombres.
La comunidad neocatecumenal, viviendo esta comunin eclesial, se hace camino de
d) IMAGENES DE LA IGLESIA111
e) IGLESIA Y MINISTERIOS115
son responsables del anuncio del Evangelio en todos los campos de la vida "para que la
virtud del Evangelio brille en la vida cotidiana, familiar y social" (LG, n.35). "Cristo, gran
Profeta, que proclam el Reino de Dios no slo por el testimonio de su vida, sino tambin
por la fuerza de su palabra, contina cumpliendo su misin proftica hasta la plena
manifestacin de la gloria, no slo por medio de la jerarqua, que ensea en su nombre y
con su autoridad, sino tambin por medio de los seglares, a los que con este fin ha
constituido testigos y dotado con el sentido de la fe y con la gracia de la palabra (Cf. Hch
2,17-18; Ap 19,10)" (LG 35):
"Con este sentido de la fe que el Espritu Santo mueve y sostiene, el pueblo de Dios
bajo la direccin del magisterio, al que sigue fidelsimamente, recibe no ya la palabra de
los hombres, sino la verdadera palabra de Dios (Cf 1Ts 2,13); se adhiere indefectiblemente
a la fe dada de una vez para siempre a los santos; penetra profundamente con rectitud de
juicio y la aplica ms ntegramente en la vida" (LG 12).
Esta misin sacerdotal y proftica est unida a la funcin real que Cristo vino a
realizar y de la que tambin hace partcipe a la Iglesia. Entrando en la gloria de su Reino,
Cristo, a quien todo est sometido, comparte sus atribuciones con sus discpulos (Cf LG
36). La dignidad real de los discpulos de Cristo comporta, en primer lugar, una libertad de
orden espiritual. Los discpulos de Cristo encuentran en Cristo la fuerza para vencerse a s
mismos y logran, por la santidad de vida, poner trmino al dominio del pecado (Rm 6,12).
Esta libertad les posibilita la accin apostlica: sirviendo a Cristo en la persona del prjimo,
los fieles llevan a sus hermanos, en la humildad y la paciencia, hacia el Rey, cuyos
servidores son ,a su vez, reyes. Cristo se sirve de sus servidores para extender su Reino, que
es "reino de verdad y de vida, reino de santidad y de gracia, reino de justicia, de amor y de
paz",117 reino en el que la creacin misma ser liberada de la esclavitud, de la corrupcin e
introducida en la libertad de los hijos de Dios (Rm 8,12).
Si este punto lo hemos presentado casi exclusivamente con textos conciliares es por
la absoluta coincidencia no slo de contenido, sino tambin de lenguaje entre el Concilio y
el Camino Neocatecumenal. Slo nos queda aadir, citando tambin al Concilio:
"Adems, el mismo Espritu Santo no solamente santifica y dirige al pueblo de Dios
por los sacramentos y los ministerios y lo enriquece con las virtudes, sino que,
distribuyndolas a cada uno segn quiere (1Cor 12,11), reparte entre los fieles gracias de
todo gnero, incluso especiales, con que los dispone y prepara para realizar variedad de
obras y de oficios provechosos para la renovacin y una ms amplia edificacin de la
Iglesia, segn aquellas palabras: 'A cada uno se le otorga la manifestacin del Espritu
para comn utilidad' (1Cor 12,7). Estos carismas, tanto los extraordinarios como los ms
sencillos y comunes, por el hecho de que son muy conformes y tiles a las necesidades de
la Iglesia, hay que recibirlos con agradecimiento y consuelo" (LG 12).
En el interior de la Comunidad, en la medida en que cada cristiano se deja recrear
por la Palabra de Dios y los Sacramentos, van apareciendo diversos ministerios y carismas.
La Iglesia como Cuerpo de Cristo resucitado tiene muchos miembros y en cada uno de ellos
se manifiesta el Espritu para comn utilidad. Presbteros, diconos, responsables,
catequistas, cantores, lectores, ostiarios, didscalos, garantes, viudas, vrgenes, casados...
La comn vocacin cristiana se manifiesta multiformemente en sus miembros. Unos
ministerios y carismas ya recibidos antes de entrar en la Comunidad se redescubren y otros
se descubren dentro de ella como llamada personal.
"Como todos los fieles, los laicos estn encargados por Dios del apostolado en
virtud del bautismo y de la confirmacin y por eso tienen la obligacin y gozan del
4. IGLESIA Y SACRAMENTOS
sacramento admirable de la Iglesia entera" (SC 5). En efecto, "lo que era visible en nuestro
Seor ha pasado a sus misterios".120 Los sacramentos perpetan en el tiempo de la Iglesia el
misterio de Cristo. Mediante los sacramentos de la Iglesia llega al hombre de todos los
tiempos la obra de salvacin de Cristo.
El Espritu de Dios une la Palabra y los Sacramentos. El Espritu da testimonio de
Cristo junto con los apstoles y actualiza para nosotros la palabra anunciada,
interiorizndola en los corazones de quienes la escuchan y la acogen con fe. As el anuncio
de Cristo, muerto y resucitado, se hace presente, se realiza para nosotros en los
sacramentos. Sin los sacramentos, Cristo se reducira a un modelo externo a nosotros, que
tendramos que reproducir en la vida con nuestro esfuerzo.121 Tambin vale lo contrario: los
sacramentos sin evangelizacin previa se convierten en puro ritualismo vaco, que no
agrada a Dios ni da vida a los hombres. El comienzo de la vida filial se da en el bautismo,
pero, como dice Orgenes: "Cuanto ms entendamos la Palabra de Dios ms seremos hijos
suyos, siempre y cuando esas palabras caigan en alguien que ha recibido el Espritu de
adopcin".122
El Espritu Santo hace eficaces las acciones sacramentales de la Iglesia,
actualizando e interiorizando la salvacin de Cristo en los creyentes.123 En los sacramentos
se da un movimiento de Dios hacia nosotros y de nosotros hacia Dios; este movimiento
parte del Padre por el Hijo en el Espritu Santo y asciende desde el Espritu por el Hijo
hasta introducirnos en la gloria del Padre. La salvacin, como vida del Padre en Cristo, nos
se nos da en el Espritu Santo. Y el Espritu santo nos lleva siempre a Cristo, que nos
presenta como hermanos suyos al Padre, que nos acoge como hijos.124
El Espritu Santo es el don pascual de Cristo a la Iglesia. Por ello, es la Iglesia,
animada por el Espritu Santo, la que realiza la salvacin. "Como Cristo fue enviado por el
Padre as El a su vez envi a los apstoles, llenos del Espritu Santo, no slo para que
predicando el Evangelio a toda criatura anunciasen que el Hijo de Dios, con su muerte y
resurreccin, nos libr del poder de Satans y de la muerte y nos condujo al reino del Padre,
sino tambin a realizar la obra de salvacin que proclamaban mediante el sacrificio y los
sacramentos, en torno a los cuales gira toda la vida litrgica" (SC 6).
"Para llevar a cabo una obra tan grande, Cristo est siempre presente en su Iglesia,
principalmente en los actos litrgicos. Est presente en el sacrificio de la misa, no slo en la
persona del ministro, 'ofrecindose ahora por ministerio de los sacerdotes el mismo que
entonces se ofreci en la cruz', sino tambin, sobre todo bajo las especies eucarsticas. Est
presente con su virtud en los sacramentos, de modo que, cuando uno bautiza, es Cristo
quien bautiza" (SC 7).125 "El ministerio ordenado o sacerdocio ministerial" (LG 10), que
est al servicio del sacerdocio bautismal, garantiza que, en los sacramentos, sea Cristo
quien acta por el Espritu Santo en favor de la Iglesia. La misin de salvacin confiada por
el Padre a su Hijo encarnado es confiada a los apstoles y por ellos a sus sucesores, que
reciben el Espritu de Jess para actuar en su nombre y en su persona (Cf Jn 20,21-23; Lc
24,47; Mt 28,18-20).126 En efecto, "Cristo resucitado, dando el Espritu Santo a los
apstoles, les confa su poder de santificacin; se convierten en signos sacramentales de
Cristo. Por el poder del mismo Espritu Santo confan este poder a sus sucesores. Esta
sucesin apostlica estructura toda la vida litrgica de la Iglesia. Ella misma es
sacramental, transmitida por el sacramento del Orden" (CEC 1087).127
Los sacramentos son realizaciones concretas de la sacramentalidad de la Iglesia.
Cada sacramento es un acto visible y eficaz realizado por la Iglesia como comunidad de
salvacin. O, dicho de otro modo, un sacramento es un acto personal de Cristo, que nos
abraza en el plano de la visibilidad terrestre de la Iglesia. Los sacramentos son, por tanto,
expresin de la voluntad salvfica de Cristo ofrecida a todo hombre bajo una forma eclesial
visible. Son el don eficaz de la gracia de Cristo en el seno de la Iglesia.
"Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que
significan.128 Son eficaces porque en ellos acta Cristo mismo; El es quien bautiza, El
quien acta en sus sacramentos con el fin de comunicar la gracia que el sacramento
significa. El Padre escucha siempre la oracin de la Iglesia de su Hijo que, en la epclesis
de cada sacramento, expresa su fe en el poder del Espritu. Como el fuego transforma en s
todo lo que toca, as el Espritu Santo transforma en vida divina lo que se somete a su
poder" (CEC 1127).
En los sacramentos, la gracia viene a nosotros en la visibilidad eclesial. Por ello, los
sacramentos no son autnticos si no son eclesiales. Sacramentos e Iglesia son realidades
coextensivas. Donde hay sacramentos hay Iglesia y donde hay Iglesia hay sacramentos. "La
Iglesia afirma que para los creyentes los sacramentos de la Nueva Alianza son necesarios
para la salvacin.129 La gracia sacramental es la gracia del Espritu Santo dada por Cristo y
propia de cada sacramento. El Espritu cura y transforma a los que lo reciben
conformndolos con el Hijo de Dios. El fruto de la vida sacramental consiste en que el
Espritu de adopcin deifica (Cf 2p 1,4) a los fieles unindolos vitalmente al Hijo nico, el
Salvador" (CEC 1129).
As puede desarrollarse entre los cristianos un verdadero espritu filial con
respecto a la Iglesia. Es el desarrollo normal de la gracia bautismal, que nos engendr en
el seno de la Iglesia y nos hizo miembros del Cuerpo de Cristo. En su solicitud materna, la
Iglesia nos concede la misericordia de Dios que va ms all del simple perdn de nuestros
pecados y acta especialmente en el sacramento de la Reconciliacin. Como madre
previsora, nos prodiga tambin en su liturgia, da tras da, el alimento de la Palabra y de
la Eucarista del Seor (2040).130
Los sacramentos, como ha enseado siempre la Iglesia, obran ex opere operato, es
decir, independientemente de la santidad personal del ministro. Sin embargo, hay que
afirmar que "los frutos de los sacramentos dependen de las disposiciones del que los recibe"
(CEC 1128)131. La catequesis del Camino se orienta a crear estas disposiciones para que los
cristianos reciban toda la inmensa riqueza de gracia de los sacramentos. Volviendo a
proponer, por etapas, el bautismo recibido de pequeos, se pretende llevar al
neocatecmeno a acoger y hacer fructificar la gracia recibida. Y con la renovacin del
bautismo se descubren tambin los otros sacramentos. La iniciacin a la fe cristiana adulta
en un rgimen de pequeas comunidades lleva a descubrir que los sacramentos "no slo
suponen la fe, sino que, a la vez, la alimentan, la robustecen y la expresan por medio de
palabras y cosas; por esto se llaman sacramentos de la fe" (SC 59).
Por esto, los sacramentos celebrados en las Comunidades van precedidos y
acompaados por catequesis mistaggicas. As, mediante los sacramentos, los cristianos,
renacidos como hijos de Dios en el bautismo, se encuentran con el amor de Dios, que
perdona y reconcilia, que dona su Espritu, que invita al banquete eucarstico, renovacin
del sacrificio de Cristo en la cruz, que purifica, eleva y consagra el amor humano del
hombre y la mujer, haciendo de l un signo del amor de Cristo a la Iglesia, su esposa, y que,
finalmente, santifica y alivia el dolor humano asocindolo al sacrificio de Cristo,
restituyendo al enfermo la salud inmediata o escatolgicamente, asocindolo a su victoria
en la resurreccin.
La salvacin viene slo de Dios; pero puesto que recibimos la vida de la fe a travs
BAUTISMO
agua reciba, por el Espritu Santo, la gracia de tu Unignito, para que el hombre, creado a
tu imagen y limpio en el bautismo, muera al hombre viejo y renazca, como nio, a nueva
vida por el agua y el Espritu.
Te pedimos, Seor, que el poder del Espritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el
agua de esta fuente, para que los sepultados con Cristo en su muerte, por el bautismo,
resuciten con El a la vida inmortal.138
El Espritu Santo nos es dado, en primer lugar, en el bautismo. El Espritu, que
resucit a Jess (Rm 1,4;8,11), hace que el cristiano entre en la pascua del Seor; en l son
bautizados los fieles para formar un solo cuerpo, que es cuerpo de Cristo (1Cor 12,13). El
bautismo es el "nuevo nacimiento del agua y del Espritu Santo" (Jn 3,5). Para hacernos
nacer de nuevo y poder entrar en el Reino del Padre ha venido Jesucristo, "que bautiza con
Espritu Santo" (Jn 1,33), "en Espritu Santo y fuego" (Mt 3,11). Acogido el Evangelio, es
preciso "que cada uno se haga bautizar en el nombre de Jesucristo para remisin de los
pecados y para recibir el don del Espritu Santo" (He 2,38). Pues el bautismo es "el bao de
regeneracin y de renovacin del Espritu Santo" (Tt 3,5-6);en l "hemos sido lavados,
santificados y justificados en el nombre del Seor Jesucristo y en el Espritu de nuestro
Dios" (1Cor 6,11).
Incorporado a Cristo por el Bautismo, el bautizado es configurado con Cristo. El
Bautismo imprime en el cristiano un sello espiritual indeleble (carcter) de su pertenencia
a Cristo. Este sello no es borrado por ningn pecado, aunque el pecado impida al
Bautismo dar frutos de salvacin. Dado una vez por todas, el Bautismo no puede ser
reiterado (CEC 1272).
Esto es el Bautismo. As lo celebra la Iglesia y lo da a quien, nio o adulto, lo
recibe. El Camino Neoctecumenall es una "praxis" que ofrece las riquezas de esta teologa
bautismal a quienes, habiendo recibido ya el Bautismo, les ha faltado aquella iniciacin
necesaria para que lo signos visibles conduzcan al misterio invisible contenido en el
sacramento.139 Es inmenso el trabajo que el Camino ha desarrollado para restaurar en la
Iglesia el Bautismo por inmersin, praxis que de hecho haba desaparecido en la Iglesia
latina y que varios documentos postconciliares vuelven a proponer como la forma "que
expresa ms claramente la participacin en la muerte y resurreccin de Cristo".140
En la Vigilia pascual, el bautismo por inmersin de los nios -y de los adultos en los
pases paganos- ofrece a la noche de Pascua un nuevo signo sacramental del paso de la
muerte a la vida. De este sacramento, celebrado de Pascua en Pascua, brota todo el proceso
catecumenal. En l se inspiran todos los pasos del Camino, en los que se reviven las
diversas etapas del Bautismo. Por ello la Vigilia pascual, celebrada con la plenitud de los
signos propuestos por la renovacin conciliar, es tan vital para el Camino Neoctecumenal.
En las Comunidades neocatecumenales no se repite, ciertamente, el Bautismo, sino
que se intenta hacer gradualmente realidad en la vida del cristiano lo que la liturgia
bautismal y pascual celebra, reproduciendo en nosotros la muerte de Cristo, para que
tambin se manifiesta en nosotros su resurreccin (Cf 2Co 4,10). Es lo que ya el Papa Pablo
VI dijo a las Comunidades neocatecumenales: "Vivir y promover este despertar es
considerado por vosotros como una forma de catecumenado postbautismal, que podr
renovar en las comunidades cristianas de hoy aquellos efectos de madurez y de
profundizacin que en la Iglesia primitiva eran realizados en el perodo de preparacin para
el bautismo. Vosotros lo hacis despus: yo dira que el antes o despus es secundario. El
hecho es que vosotros miris a la autenticidad, a la plenitud, a la coherencia, a la sinceridad
de la vida cristiana. Y esto tiene un mrito grandsimo, repito, que nos consuela
enormemente".141
CONFIRMACION
El bautismo y el "sello del Espritu" o "uncin con el crisma" son dos momentos de
un mismo proceso sacramental. En la Iglesia antigua, los dos sacramentos se realizaban en
una sola celebracin. Hoy, en cambio, en la Iglesia latina, estn separados.142 Pero tanto en
la invitacin a la oracin, como en la oracin que acompaa la imposicin de manos en el
sacramento de la confirmacin aparece la unin entre los dos sacramentos:
Oremos, hermanos, a Dios Padre todopoderoso y pidmosle que derrame el
Espritu Santo sobre estos hijos de adopcin, que renacieron ya a la vida eterna en el
Bautismo, para que los fortalezca con la abundancia de sus dones, los consagre con su
uncin espiritual y haga de ellos imagen perfecta de Jesucristo.
Y, a continuacin, el Obispo, imponiendo las manos sobre los confirmandos, ora:
Dios todopoderoso, Padre de nuestro Seor Jesucristo, que regeneraste, por el
agua y el Espritu Santo, a estos siervos tuyos y los libraste del pecado: escucha nuestra
oracin y enva sobre ellos el Espritu Santo Parclito; llnalos de espritu de sabidura y
de inteligencia, de espritu de consejo y de fortaleza, de espritu de ciencia y de piedad; y
clmalos del espritu de tu santo temor.143
Y, luego, mientras reciben la uncin del crisma, que se hace con la imposicin de
las manos, dice a cada uno: "Recibe el sello del don del Espritu Santo".144
El bautismo cristiano es bautismo en el Espritu Santo; confiere la regeneracin,
introduce en la vida de Cristo, en su cuerpo eclesial.145 Qu aade la confirmacin? La
confirmacin sella el bautismo con el don del Espritu Santo. Con el bautismo y la
Eucarista, el sacramento de la Confirmacin constituye el conjunto de los "sacramentos de
la iniciacin cristiana", cuya unidad debe ser salvaguardada:
En efecto, a los bautizados "el sacramento de la confirmacin los une ms
ntimamente a la Iglesia y los enriquecen con una fortaleza especial del Espritu
Santo...para difundir y defender la fe con sus palabras y su vida" (LG 11), como
verdaderos testigos de Cristo (Cf CEC 1285).
La Confirmacin, como el Bautismo del que es la plenitud, slo se da una vez. La
Confirmacin, en efecto, imprime en el alma una marca espiritual indeleble, el "carcter",
que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espritu
revistindolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo (CEC 1304).
Esta unidad de la iniciacin cristiana se subraya en las Comunidades con la
renovacin del sacramento de la Confirmacin inmediatamente despus de la renovacin de
la ltima etapa del Bautismo, es decir, la renovacin de las promesas bautismales.146 A
partir de este momento, adems de las catequesis mistaggicas, los hermanos de las
Comunidades comienzan a celebrar los diversos temas sobre el Espritu Santo: uncin,
sello, crisma, imposicin de manos, dones, frutos...147
El sacramento de la Confirmacin es visto en el Camino como la plena efusin del
Espritu Santo. Esta efusin del Espritu Santo confiere crecimiento y profundidad a la
gracia bautismal, como es descrito en el CEC:
-nos introduce ms profundamente en la filiacin divina que nos hace decir "Abba,
Padre" (Rm 8,15);
-nos une ms firmemente a Cristo;
EUCARISTA153
La Eucarista para el Camino Neocatecumenal es, como para el Vaticano II, "fuente
y culmen de la vida cristiana".155 Desde el comienzo se celebra como fuente de comunin
entre los hermanos. Es la Eucarista la que hace presente la pascua del Seor, arrastrando a
los hermanos de su muerte por el pecado a una novedad de vida. Pero, luego, en el proceso
neocatecumenal, la Eucarista ser la ltima etapa del camino, como culminacin de la
iniciacin cristiana. Las tres etapas del camino son Humildad-Sencillez-Alabanza. El que
ha recorrido todo el camino vive su vida en alabanza a Dios, en Eucarista, en accin de
gracias, porque ha descubierto que todo en l es gracia de Dios. Su vida ser un "culto
espiritual", "una liturgia de santidad", entregando su cuerpo a la evangelizacin y al
servicio de Dios y de los hombres, como hostia viva, santa e inmaculada ofrecida a la
voluntad del Padre.
La Eucarista aparece como fuente y culmen de toda la predicacin evanglica,
como quiera que los catecmenos son poco a poco introducidos a la participacin de la
Eucarista, y los fieles, sellados ya por el sagrado bautismo y la confirmacin, se insertan
por la recepcin de la Eucarista plenamente en el cuerpo de Cristo (PO 5; Cf AG 9; PO 5;
CD 30).
La Eucarista tiene sus races en la Pascua juda, memorial de la liberacin de
Egipto (Ex 12,1-14), de la alianza del Sina y de la entrada en la Tierra Prometida. El Dios
de Israel ha visto la miseria de su pueblo, ha odo su grito y ha descendido para liberarlo,
para ponerlo en camino hacia la libertad (Cf Ex 3,7-8): la aparicin de Dios, su
intervencin como podemos ver en la historia de la salvacin, abre un camino, pone en
tensin la historia, convoca un pueblo que celebra en la exultacin, en la "berakkah", en la
"eucarista, las grandes hazaas de Dios.
La Eucarista, que Jesucristo instituye en la ltima cena, no es una cena de
despedida, sino su Pascua, memorial, no ya de la liberacin de la esclavitud de Egipto, sino
de la liberacin de la muerte, de la que era figura la esclavitud de Egipto: "Antes de la fiesta
de la Pascua, sabiendo Jess que haba llegado su hora de pasar de este mundo al Padre,
habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los am hasta el extremo" (Jn 13,1).
Jesucristo dice: "Ha llegado mi hora", la hora de pasar de este mundo al Padre; "he deseado
ardientemente come esta Pascua con vosotros" (Lc 22,15). Para esto he venido. Jesucristo
ha venido para realizar este paso de la muerte a la vida. Por tanto ha llegado su hora. El
Concilio de Trento afirma que al celebrar la antigua Pascua, que toda la comunidad de
Israel celebraba en memoria de su salida de Egipto, Cristo instituy en s mismo la nueva
Pascua, "en memoria de su paso de este mundo al Padre, cuando a travs de la efusin de su
sangre nos redimi y nos arranc del poder de las tinieblas para trasladarnos a su reino".156
Nuestro Salvador, en la ltima cena, la noche que le traicionaban, instituy el
sacrificio eucarstico de su cuerpo y de su sangre para perpetuar as el sacrificio de la cruz
a lo largo de los siglos hasta su vuelta, confiando de este modo a su amada Esposa, la
Iglesia, el memorial de su muerte y resurreccin; sacramento de piedad, signo de unidad,
vnculo de caridad, banquete pascual, "en el cual se come a Cristo, el alma se llena de
gracia y se nos da la prenda de la gloria futura"157 (SC 47).
"Haced esto en memoria ma", dice Jess a sus discpulos (Cf 1Co 11,24.25).
Cristo, en la Eucarista, lleva a cumplimiento, sustituye el antiguo memorial con el de su
Pascua, que l realiza mediante su muerte y resurreccin. Cristo "no se aleja en su
'eucarista' de los 'signos pascuales' del pan y del vino, que el ritual judo le presentaba,
porque es a travs de ellos, llevando a cumplimiento su significado, como su pascua ritual
se convierte en continuacin, pero en el plano de la realidad, del rito antiguo".158
San Juan hace coincidir la muerte de Jess con el momento en que en el templo eran
inmolados los corderos pascuales (Cf Jn 19,13-14). Jess sobre la cruz se da en sacrificio
por nosotros, derrama su sangre por todos los hombres, para el perdn de los pecados. La
cena pascual depende de aquel sacrificio; por ello, como afirma el Catecismo de la Iglesia
Catlica: "La misa es, a la vez e inseparablemente, el memorial sacrificial en que se
perpeta el sacrificio de la cruz, y el banquete sagrado de la comunin en el Cuerpo y la
Sangre del Seor" (1382).159 En la Eucarista se hace presente esta donacin de Cristo "por
nosotros": en la fraccin del pan se expresa significativamente esta donacin sacrificial de
Cristo.160
"Porque cuantas veces comis este pan y bebis este cliz, anunciis la muerte del
Seor hasta que venga" (1Cor 11,26). La renovacin litrgica del Concilio Vaticano II, una
vez superadas las tensiones originadas por la reforma acerca de la participacin del cliz,161
ha podido volver a la tradicin neotestamentaria y patrstica, proponiendo de nuevo a toda
la Iglesia la plenitud de los signos: "La santa Comunin expresa con mayor plenitud su
forma de signo si se hace bajo las dos especies".162 Y el mismo texto pide a los pastores de
almas que "exhorte" a los fieles "a participar ms intensamente en el sagrado rito en la
forma en que mejor se evidencia el signo del banquete".163
"La riqueza inagotable de este sacramento se expresa mediante los distintos
nombres que se le da. Se le llama: Eucarista, porque es accin de gracias a Dios;
banquete del Seor, porque se trata de la Cena que el Seor celebr con sus discpulos la
vspera de su pasin y de la anticipacin del banquete de bodas del Cordero en la
Jerusaln celestial; fraccin del pan, porque este rito, propio del banquete judo, fue
utilizado por Jess cuando bendeca y distribua el pan como cabeza de familia, sobre todo
en la ltima Cena... Con l se quiere significar que todos los que comen de este nico pan,
partido, que es Cristo, entran en comunin con l y forman un solo cuerpo en l; asamblea
eucarstica, porque la Eucarista es celebrada en la asamblea de los fieles, expresin
visible de la Iglesia; memorial de la pasin y de la resurreccin del Seor; santo
Sacrificio, porque actualiza el nico sacrificio de Cristo Salvador; o tambin santo
sacrificio de la misa, sacrificio de alabanza, sacrificio espiritual, sacrificio puro y santo,
puesto que completa y supera todos los sacrificios de la Antigua Alianza" (CEC 1328s)
Para acercarse dignamente a este admirable sacramento ya San Pablo exhortaba:
"Quien coma el pan o beba la copa del Seor indignamente, ser reo del Cuerpo y de la
Sangre del Seor. Examnese, pues, cada cual, y coma as el pan y beba de la copa. Pues
quien come y bebe sin discernir el Cuerpo, come y bebe su propio castigo" (1Co 11,27-29).
Por tanto "quien tiene conciencia de estar en pecado grave debe recibir el sacramento de la
Reconciliacin ante de acercarse a comulgar".164
El Camino Neoctecumenall est haciendo un gran esfuerzo para llegar esta teologa
del Concilio a las parroquias: se trata de llevar a los fieles, habituados tantas veces a asistir
estticamente a la misa y ver en ella nicamente el Sacrificio de Cristo o slo un banquete
fraterno, a una dinmica ms pascual de muerte y resurreccin. La Eucarista es un
verdadero sacrificio,165 "un sacrificio visible (como la naturaleza humana exige" mediante
el que se representa el nico sacrificio de Cristo sobre la cruz.166 Pero es tambin
"memorial de su paso de este mundo al Padre".167 Los signos litrgicos del pan y del cliz
de libertad nos introducen en el misterio de muerte y resurreccin de Cristo, hacindonos
participar de su muerte, de su resurreccin liberadora, de la plenitud del misterio pascual de
Cristo.
"El misterio de la Resurreccin, en el cual Cristo ha aplastado a la muerte, penetra
en nuestro viejo tiempo con su poderosa energa, hasta que todo le est sometido" (CEC
1169).
La riqueza de los signos litrgicos ofrece a la mistagoga de la iniciacin cristiana,
que el Camino Neoctecumenall abre en las parroquias, toda su fuerza para entrar en
contacto y vivir el misterio celebrado. Por esto, la Eucarista que se celebra en el Camino se
inspira directamente en la Vigilia pascual, "fiesta de la fiestas", "solemnidad de las
solemnidades".168 La riqueza de los signos litrgicos de esta noche santa -la luz, las nueve
lecturas, la espera escatolgica durante toda la noche, los bautismos por inmersin y, sobre
todo, la celebracin en la Eucarista, "antes del alba", de la resurreccin de Cristo, en la
exultacin y en la fiesta- se ha revelado un medio insustituible para catequizar,169 a travs
de la Liturgia, a tanta gente, sobre todo a aquellos que se haban alejado de la Iglesia. La
luz de este centro glorioso ha llevado a acentuar al mximo la dimensin pascual de la
celebracin eucarstica, celebrndola al comienzo del domingo, en la noche entre el sbado
y el domingo,170 como una pequea vigilia, que introduce semanalmente en el da del
Seor, en el descanso dominical.
"La Iglesia, desde la tradicin apostlica que tiene su origen en el mismo da de la
resurreccin de Cristo, celebra el misterio pascual cada ocho das, en el da que se llama
con razn da del Seor o domingo" (CEC 1166). "A partir del triduo pascual, como de su
fuente de luz, el tiempo nuevo de la resurreccin llena todo el ao litrgico con su
resplandor" (1168). "Por ello, la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la
Fiesta de las fiestas, Solemnidad de solemnidades; como la Eucarista es el sacramento de
los sacramentos, el gran sacramento" (1169).
Con la riqueza ms plena de los signos, tal celebracin se ha manifestado una ayuda
fundamental para poder vivir la propia fe en una tensin moral seria. Para cada hermano,
llegar a la Eucarista el sbado en la tarde significa ver la misericordia del Seor que, en su
ternura, nos ha dejado el sacramento de su Pascua para que podamos pasar con l del
egosmo al amor, de la tristeza a la alegra, del pecado a la gracia. Mientras a lo largo de
toda la semana el demonio ha intentado, mediante las dificultades y el sufrimiento,
convencernos de que Dios no nos ama, en la Pascua del Seor, celebrada cada domingo,
Dios vuelve a revelarse, a pasar, a mostrar toda la grandeza y poder de su amor para con
nosotros, a comunicarnos su vida inmortal, que nos permite subir a la cruz y seguir las
huellas de su Hijo hacia la casa del Padre. En este contexto, los signos litrgicos desarrollan
al mximo su eficacia salvfica. Cada uno se siente ayudado por el amplio espacio dedicado
a la liturgia de la Palabra, (en la que los hermanos son invitados por el Presidente a poner,
antes de la Homila, su vida a la luz de la Palabra, para que esta pueda penetrar hondamente
en ella, iluminndola) y por la mesa preparada, sobre la que se hace presente el sacrificio de
Cristo, donde Cristo se hace pan que se parte y ofrece para cada uno, para destruir la
muerte, para resucitarlo y transportarlo a su reino glorioso, a la tierra prometida de la vida
eterna, significada por la copa de la Nueva Alianza, sangre de Cristo derramada por
nuestros pecados.
Pan zimo, que puede recordar la afliccin y esclavitud de Israel en Egipto,
prototipo de toda afliccin y esclavitud nuestra; pan partido, que hace presente la
inmolacin del verdadero cordero sin mancha, Cristo, nuestro Seor, que nos llama a
abandonar toda levadura de pecado e hipocresa; pan que, segn las indicaciones de los
Principios y normas para el uso del Misal Romano, debe aparecer realmente en forma de
alimento que se parte y distribuye a los fieles.171 Copa de vino de la que se invita a
participar, vino del Reino que anuncia la fiesta de la entrada en la Tierra prometida, en la
vida eterna, donde tenemos acceso en la Nueva Alianza sellada en la sangre de Cristo, vino
nuevo profetizado por la Virgen en las bodas de Can.172
La catequesis, que acompaa y nutre toda la iniciacin cristiana, incluye las
celebraciones litrgicas. El motivo por el que se hacen en el seno de la pequea comunidad
no es ni por elitismo ni por gusto del secreto, sino para favorecer una participacin ms
perfecta en lo que los sacramentos significan y realizan en nosotros. La praxis de las
comunidades neocatecumenales de celebrar la Eucarista dominical en pequeas
comunidades no contradice ni rompe la unidad de la Parroquia, sino todo lo contrario,
realizando una sntesis entre Palabra (catequesis), cambio de vida y Liturgia, contribuye al
crecimiento progresivo de la autntica asamblea cristiana a la que se orienta la renovacin
del Concilio.
El domingo es el da de la resurreccin del Seor. Es tambin el da en que Cristo
resucitado se presenta en medio de sus discpulos y bebe con ellos el vino nuevo del Reino
(Lc 22,18). Por ello el domingo evoca tres aspectos: es memorial de la resurreccin, que
celebramos en la fe; es espera del retorno del Seor, que vivimos en la esperanza; y es el
da de la asamblea cristiana, en la que, a travs de la Palabra y la Eucarista, se da una
presencia actual del Seor entre los suyos, en la que comulgamos en la caridad. La
comunidad cristiana, congregada en el amor y la unidad, es la visibilizacin sacramental de
la resurreccin del Seor.
Por ello no hay domingo sin Eucarista. Lo que hace que el primer da de la semana
sea el da del Seor y el da de la comunidad del Seor es la celebracin de la Eucarista. En
la asamblea cristiana existe y se realiza la Iglesia. La tradicin cristiana ha credo siempre
que, si es verdad que la Iglesia hace la Eucarista, tambin es verdad que la Eucarista hace
la Iglesia: "Porque el pan es uno, somos muchos un solo cuerpo, pues todos participamos de
ese nico pan" (1Cor 10,17). Comiendo de ese pan, que es el cuerpo de Cristo, los
creyentes son asimilados a Cristo y se transforman en su cuerpo. El cliz de la bendicin es
comunin con la sangre de Cristo y el pan que partimos es comunin con su cuerpo (Cf
1Cor 10,16).
El cuerpo de Cristo "entregado" y su sangre "derramada" conectan la Eucarista con
la pasin de Cristo para nuestra redencin: "El cual se entreg por nosotros a fin de
rescatarnos de toda iniquidad y purificar para s un pueblo que fuese suyo" (Tt 2,14). Esto
es lo que nos transmite San Pablo, lo mismo que l ha recibido: "que Cristo muri por
nuestros pecados" (1Cor 15,3). Esta es la prueba del amor que Dios nos tiene: "que Cristo,
siendo nosotros todava pecadores, muri por nosotros" (Rm 5,8). Y San Pedro dir:
"Sabiendo que habis sido rescatados...no con algo caduco, oro o plata, sino con una sangre
preciosa, como de cordero sin tacha ni mancilla" (1P 1,18-19). El sentido pasivo empleado
en la frmula "entregado por vosotros" es la manifestacin de que Cristo es, como Siervo
de Yahveh, entregado por el Padre para nuestra redencin. Es Dios mismo quien nos
proporciona el sacrificio de Cristo como don. Comulgar del cuerpo de Cristo entregado por
nosotros y beber la sangre de Cristo derramada por nosotros es acoger la redencin de
Cristo, hacer que "Cristo no haya derramado su sangre en vano". Esto supone aceptar la
cruz nuestra de cada da y seguir a Cristo con la entrega de nuestra vida a Dios por los
hombres, "completando en nuestra carne lo que falta a la pasin de Cristo" (Cf Col 1,24).
Y, si la pascua y la alianza antigua crearon el pueblo de Dios en el Antiguo
Testamento, ahora la Iglesia se crea y recrea como comunidad, nuevo pueblo de Dios, en la
Eucarista. La Iglesia es la comunidad que nace de la Pascua de Cristo y de la nueva y
eterna alianza que El sella con su sangre. La Eucarista es el signo visible del don del
Espritu Santo, que crea la comunin de los cristianos. Unos hombres distintos, separados y
opuestos por todos los grmenes de divisin que llevan consigo por su condicin de
pecadores, pero lavados en el bao de regeneracin y trasladados al Reino que inaugur la
resurreccin del Seor y vivificados por el Espritu, se convierten en Iglesia que bendice
con una sola voz y un solo corazn al Padre.
La dimensin comunitaria de la Eucarista la resaltan sobre todo los Padres de los
primeros siglos, cuando la Eucarista se celebraba en pequeas comunidades (Didach). La
comunin del nico pan y del nico cliz hace de nosotros los miembros de Cristo. Esto
significa descubrir a la Iglesia como cuerpo de Cristo, como comunin divina de personas.
La celebracin de la Eucarista en pequeas comunidades resulta una educacin ptima
para descubrir el misterio de la Iglesia como cuerpo visible de Cristo, en el que realizan los
signos del amor y de la unidad, que llaman a la fe al mundo secularizado.
El da del Seor es, pues, el da de la Iglesia, su esposa, que se congrega para
escuchar la Palabra, celebrar la Eucarista y vivir fraternamente la alegra de Cristo
resucitado. Los cristianos se alegran celebrando a Jess como su Seor. No celebran su
vida, su amistad o su convivencia. Esto sera banalizar la celebracin cristiana. La Iglesia se
goza en el Seor, fuente de su vida, de su comunin y de su unidad. El encuentro con Jess
resucitado es manantial de fraternidad porque antes es reconciliador (1Jn 3,14).
La asamblea cristiana, templo del Espritu de Dios, hace del cuerpo de cada
cristiano templo del Espritu Santo (1Cor 6,19). Y as el cristiano eleva en su vida un "culto
espiritual" a Dios (Rm 12,1). Toda su vida es una "liturgia de santidad", de alabanza a Dios.
El Espritu Santo, que procede del Padre y del Hijo, es la gracia personificada del amor de
Dios. Los creyentes reciben el Espritu Santo, y sus dones, de la riqueza de la vida trinitaria.
Y ante este don slo cabe la gratitud: "La vida cristiana, vida de gracia, de fe y amor, nace
de la plenitud y, por consiguiente, es una vida en agradecimiento, una vida eucarstica"173:
"El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en m y yo en l. Lo mismo que el
Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, tambin el que me coma vivir por
m" (Jn 6, 56-57). Como Cristo tiene una comida, que es hacer la voluntad del que le ha
mandado, y esta es la esencia de su sacrificio sobre la cruz, tambin se le da un pan al
discpulo: la carne de Cristo. El pan que el Hijo del hombre da es un pan que da la vida
eterna. Dice el Seor: "Yo soy el pan bajado del cielo" (Jn 6,41). Es l que ha hecho la
voluntad de Dios. El no se ha vuelto atrs, sino que entrando en el mundo ha dicho: He aqu
que vengo para hacer tu voluntad (Cf Hb 10,5ss). Nosotros, comiendo el pan de Cristo en la
Eucarista nos incorporamos a l y aprendemos con l a comer el pan de la voluntad de
Dios en la historia, en la vida de todos los das: "Yo tengo un alimento que vosotros no
conocis... Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha mandado y llevar a cabo su
obra" (Jn 4,32s).
La asamblea eucarstica es fuente de esperanza, alimento de la fidelidad y aceite
para las lmparas con que aguardamos el retorno del Seor. De aqu que la Pascua y la
Eucarista dominical, como pascua semanal, sea el centro de toda la vida de la comunidad
cristiana. De Eucarista en Eucarista, a lo largo de la historia, hasta que el Seor vuelva, el
acontecimiento pascual de su muerte y resurreccin va transformando el corazn de los
creyentes y liberando a la creacin entera de la vanidad y corrupcin a que est sometida,
llevndola a "la participacin en la gloriosa libertad de los hijos de Dios" (Rm 8,20). As
todo tiempo (cronos) es "tiempo de gracia" (kairs) para el cristiano. En todo momento, a
travs de todos los hechos de la historia, Dios manifiesta al cristiano su amor y su voluntad.
De la experiencia pascual de Cristo en la celebracin de la Eucarista ha brotado la
adoracin del Seor, realmente presente bajo las especies eucarsticas. "La piedad que
impulsa a los fieles a postrarse ante la Eucarista, les atrae a participar ms profundamente
en el misterio pascual y a responder con agradecimiento al don de quien con su humanidad
infunde incesantemente la vida divina en los miembros de su cuerpo. Permaneciendo junto
a Cristo Seor, ellos escuchan de su ntima familiaridad y ante l abren su corazn, orando
por s mismos, por sus seres queridos y por todos, por la paz y la salvacin del mundo.
Ofreciendo toda su vida con Cristo al Padre en el Espritu Santo, alcanzan por ese
admirable intercambio, un aumento de fe, de esperanza y de caridad. Alimentan, pues, de
este modo las justas disposiciones para celebrar con la devocin conveniente el memorial
del Seor y recibir frecuentemente el pan que nos ha sido dado por el Padre".174 En el
Camino Neoctecumenal se da particular relieve a la adoracin del Santsimo Sacramento,
adems de en la celebracin eucarstica y en otros momentos fuera de ella, sobre todo en la
novena de preparacin a la fiesta del Corpus Domini, en la que todas las comunidades, a
partir de un cierto momento del camino, son invitadas a hacer, en pequeos grupos, una
vigilia nocturna de adoracin ante el santsimo Sacramento, solemnemente expuesto.
A la celebracin eucarstica, la Iglesia ha vinculado la liturgia de las horas en la que
se expresa la "alabanza perenne", como santificacin del tiempo. Las Comunidades
Neocatecumenales, a partir de una etapa del Camino, se incorporan a esta alabanza perenne
de la Iglesia, anticipacin de la alabanza eterna del Reino de los cielos, pues la alabanza
perenne a Dios ser el eterno oficio gozoso de la asamblea celeste. La liturgia de las horas
introduce al hombre, en cuanto bautizado, nacido de lo alto, en el coro celeste de la
alabanza divina.175 La salmodia de la Iglesia es "hija del canto que resuena incesantemente
ante el trono de Dios y del Cordero".176
entre los hombres perdonando los pecados (Mc 2,5; Lc 7,48) y otorg a los hombres ese
poder (Mt 9,8). Es el gran poder que deja a la Iglesia: "Recibid el Espritu Santo; a quienes
perdonis los pecados, les quedan perdonados" (Jn 20,22; Mt 16,19). Es su misin: vino "a
llamar a los pecadores", a "proclamar el ao de gracia" o "el tiempo del perdn de Dios"
(Lc 4,18-19). Como dir San Basilio en una homila sobre la Penitencia:
"Llamar a conversin es utilsimo a los hombres. Pues nadie hay sin pecado (Is
53,9; 1P 2,22; Jn 8,46; 2Cor 5,21). Recomendamos la conversin no para fomentar el
pecado, sino deseando que el cado se levante. Pues la desesperacin induce al cado a
revolcarse en sus pecados, mientras que la esperanza de la penitencia le impulsa a
levantarse y no pecar ms. Quines somos nosotros para imponer una ley a Dios? El
quiere perdonar los pecados, quin puede prohibirlo?...Y si preguntamos al Salvador por
el motivo de su venida, nos responde: 'No vine a salvar a los justos, sino a llamar a los
pecadores a conversin' (Mt 9,13). Pregntmosle: Qu llevas sobre tus hombros? y nos
responde: 'La oveja perdida' (Lc 15,4-6). Por qu hay alegra en el cielo?, nos responde:
'Por un pecador que se convierte' (Lc 15,7). Los ngeles se alegran, y t sientes envidia?
Dios recibe al pecador con gozo, y t lo prohbes? Y si te indigna que sea recibido con un
banquete el hijo prdigo despus de haber pastoreado cerdos y haber malgastado todo,
recuerda que tambin se indign el hermano mayor y se qued fuera, sin participar de la
fiesta...De pecador, Pablo se convirti en evangelizador, y qu dice de s mismo?
'Jesucristo vino al mundo a salvar a los pecadores, de los que yo soy el primero' (1Tim
1,15). Confiesa su propio pecado para, as, mostrar la grandeza de la gracia. Pedro, que
haba recibido la bendicin de Cristo con su confesin de fe (Mt 16,16), sin embargo le
neg tres veces, no para que Pedro cayese, sino para que t fueses consolado pues 'llor'
(Mt 26,69-75)...Te queda algo que oponer a la penitencia? Para qu se nos lee la
Palabra? Para que nos convirtamos del pecado. Para qu somos regados? Para que
fructifiquemos. Para qu oramos? Para que nos perdonen los pecados (Mt 6,12)".186
La Iglesia celebra el don del Espritu Santo como perdn de los pecados. El amor de
Dios, Padre misericordioso, que ha reconciliado al mundo consigo, por la muerte y
resurreccin de Jesucristo, ha enviado el Espritu Santo a la Iglesia para hacer presente y
actual esta obra en el perdn de los pecados, como recoge la frmula de la absolucin del
sacramento de la Penitencia. Por ello el Espritu Santo trae al cristiano la verdadera
liberacin: "Donde est el Espritu del Seor, hay libertad" (2Cor 3,17). "Vosotros,
hermanos, fuisteis llamados a la libertad...Si os dejis guiar por el Espritu, no estis ya
bajo la ley" (Ga 5,13.18). Es lo que canta Pablo en la carta a los Romanos:
"Por consiguiente, ninguna condenacin pesa ya sobre los que estn en Cristo
Jess. Porque la ley del Espritu, dador de la vida en Cristo Jess, nos liber de la ley del
pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la
carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y
en orden al pecado, conden al pecado en la carne, a fin de que la justicia se cumpliera en
nosotros, no segn la carne, sino segn el Espritu. Efectivamente, los que viven segn la
carne, desean lo carnal; mas los que viven segn el Espritu, lo espiritual. Pues las
tendencias de la carne son muerte; mas las tendencias del Espritu, vida y paz, ya que las
tendencias de la carne llevan al odio a Dios; no se someten a la ley de Dios, ni siquiera
pueden; as, los que estn en la carne, no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no estis
en la carne, sino en el Espritu, ya que el Espritu de Cristo est en vosotros, aunque el
cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el Espritu es vida a causa de la justicia...As
que, hermanos mos, no somos deudores de la carne para vivir segn la carne, pues, si
vivs segn la carne, moriris. Pero si con el Espritu hacis morir las obras del cuerpo,
viviris. En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espritu de Dios, stos son hijos de
Dios. Pero no recibisteis un espritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien,
recibisteis un Espritu de hijos adoptivos que nos hace clamar: Abba, Padre!" (Rm 8,115).
fruto bendito" a los hombres por la potencia de la gracia creadora de Dios. Abraham y
Mara aparecen constantemente ante los ojos y odos de los Neocatecmenos en su
itinerario de fe. Pues Mara hace tambin el itinerario de la fe. Ha recibido una noticia, la ha
credo, ha concebido virginalmente en su seno, ha gestado y dado a luz al Hijo de Dios.
Precisamente por esta fe colmada de fidelidad se convierte Mara en tipo de la Comunidad
de los que escuchan la palabra de Dios y la guardan (Cf LG, n.58). En el cristiano se
reproduce el mismo camino fecundo; tambin a l, por el poder del Espritu, le nacer "un
hombre nuevo" si cree en la Palabra, la conserva en el corazn. En el seno de la Iglesia ser
gestado el catecmeno hasta que nazca en la fuente bautismal. La grandeza de Mara
consiste en su fe, en haber concebido en la fe, antes que en su seno al Hijo de Dios:189
"Feliz la que ha credo que se cumpliran las cosas que le fueron dichas de parte del Seor"
(Lc 1,45).
"Slo la fe puede adherir a las vas misteriosas de la omnipotencia de Dios. Esta fe
se glora de sus debilidades con el fin de atraer sobre s el poder de Cristo. De esta fe, la
Virgen Mara es modelo supremo: ella crey que 'nada es imposible para Dios' (Lc 1,37) y
pudo proclamar las grandezas del Seor: 'el Poderoso ha hecho en mi favor maravillas,
santo es su nombre' (Lc 1,49" (CEC 273).
Mara "recibi, al anuncio del ngel, al Verbo de Dios en su corazn y en su cuerpo"
(LG 53). Concibi a Jesucristo, por la fe, en su corazn antes de concebirlo en su seno; ms
an "por la fe concibi la carne de Cristo", dir San Agustn en varios lugares.
Como imagen del cristiano, tipo de la Iglesia, Mara muestra al cristiano -as es
presentada al neocatecmeno en todas las etapas de su iniciacin cristiana- el camino de la
fe. Ella dice: "Hagan lo que El les diga". Y como ella tiene un amor maternal, lleno de
ternura, hacia el Hijo de Dios, ensea al cristiano ese amor, esa ternura maternal y virginal,
de la que todo cristiano participa por obra del Espritu Santo. Este amor maternal de Mara
la llevar a acompaar al Hijo en su misin, dndolo constantemente por los hombres; por
ello, en el amor maternal de Mara hacia su Hijo, est incluido su amor hacia nosotros, los
pecadores. De esta forma, cada cristiano, en cuyo corazn habita Cristo, sabe que como
Mara, madre de Cristo, deber darlo al mundo y acompaarlo en su misin, porque amar a
Cristo es amar a los pecadores, amar la misin de Cristo, de forma que cada cristiano es
"madre de Cristo", al darle a luz para la salvacin de los hombres, para la redencin de los
pecadores. Es la nota ms significativa del Camino Neocatecumenal: el amor a los
pecadores, la preocupacin por los alejados de la Iglesia, la itinerancia en busca de la oveja
perdida para llevarla a Cristo, nico Salvador.
"La Virgen Mara realiza de la manera ms perfecta la obediencia de la fe. En la fe,
acogi el anuncio y la promesa que le traa el ngel Gabriel, creyendo que nada es
imposible para Dios" (CEC 148). "Durante toda su vida, y hasta la ltima prueba, cuando
Jess, su Hijo, muri en la cruz, su fe no vacil. Mara no ces de creer en el cumplimiento
de la palabra de Dios. Por todo ello, la Iglesia venera en Mara la realizacin ms pura de
la fe" (149).
Ser madre del Mesas, de Jesucristo, implica acompaarle en su misin, participar
de su misin, participando de sus sufrimientos, como dir San Pablo: Sufro en mi carne lo
que falta a la Pasin de Cristo". Mara, como verdadera hija de Abraham, ha aceptado el
sacrificio de su Hijo, el Hijo de la Promesa, pues Dios, que sustituy la muerte de Isaac por
un carnero, "no perdon a su propio Hijo, sino que lo entreg a la muerte por todos
nosotros" (Rm 8,32), como el verdadero Cordero que Dios ha provisto para que "cargue y
quite el pecado del mundo" (Jn 1,29; Ap 5,6).
Mara, pues, como hija de Abraham, acompaa a su Hijo que, cargado con la lea
del sacrificio, la cruz, sube al Monte Calvario. El cuchillo del sacrificio de Abraham, en
Mara se ha transformado en "una espada que la atraviesa el alma". Abraham sube al Monte
con Isaac y vuelve con todos nosotros, segn se le dice: "Por no haberme negado a tu nico
hijo, mira las estrellas del cielo, cuntalas si puedes, as de numerosa ser tu descendencia".
La Virgen Mara sube al Monte Calvario con un Hijo, que es Jess, y descender con todos
nosotros, porque desde la cruz Cristo le dir: "He ah a tu hijo" y, en Juan, nos seala a
nosotros, los discpulos por quienes El entrega su vida. La Virgen Mara, acompaando a su
Hijo a la Pasin, acompandolo en su misin, nos ha recuperado a nosotros los pecadores
como hijos, pues estaba viviendo en su alma la misin de Cristo, que era salvarnos a
nosotros.190
Este es el final del itinerario de la fe del neocatecmeno. Si en l se cumple el
paradigma de Mara, el cristiano ama y muere dando la vida a los pecadores, participando
de la misin de Cristo: "Como el Padre me envi a m, yo os envo a vosotros". El discpulo
de Cristo, madre de Cristo, entrega su vida a la evangelizacin para la salvacin de los
hombres. No se puede separar el amor a Cristo del amor a su misin. Si Cristo ha sido
enviado al mundo para salvar a los hombres, no se puede separar a Cristo de su misin. Al
unir el nombre -Jess- y la misin-Cristo- estamos afirmando la identificacin en
Jesucristo de la persona y la misin: El es pan que se da, donacin total, salvacin para los
hombres. El cristiano, esto es, el seguidor de Cristo es el que "pierde su vida" por la
salvacin del mundo.
Jess dir: "Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la Palabra de Dios
y la cumplen" (Lc 8,21). La experiencia de ser, por una parte, madre de Cristo y, por otra,
hermano de Cristo, es decir, hijo de Mara, es intrnseca al proceso de gestacin de la fe
que se produce en cada hombre que es evangelizado por la Iglesia. La maduracin cristiana
en el neocatecmeno implica ya esta realidad de "maternidad" que experimenta el hombre
llamado por Dios a convertirse en cristiano, hijo de Dios, en el seno de la Iglesia. El
cristiano es hijo de Dios, hijo de la Iglesia, hijo de Mara, es decir, hermano de Cristo, lo
que supone ser hijos de la misma madre de Cristo, del mismo Padre, por obra del Espritu
Santo.192
El cristiano es gestado por la Iglesia en un tero celeste, en un seno divino, el
Bautismo: "A todos los que le recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios...nacidos no
de sangre ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios" (Cf. Jn 1,12-13). Todo
hombre, que acoge la Buena Nueva del Kerigma, que la Iglesia le anuncia, escucha como la
Virgen Mara: "Algrate, el Seor est contigo. No temas, porque has hallado gracia a los
ojos de Dios. Concebirs en el seno y dars a luz un hijo, a quien pondrs por nombre
Jess" (Cf. Lc 1,28ss).
Como Mara, este hombre se sentir sorprendido por semejante Anuncio y se
preguntar: "Cmo es posible?, no conozco varn". El Angel, como el Apstol, enviado
de Dios, dar siempre la misma respuesta: "No ser obra de varn, de la carne ni de la
sangre. Ser obra del Espritu Santo, que te cubrir con su sombra, de modo que el que ha
de nacer ser Santo, Hijo de Dios". Aadiendo: "Mira, tambin Isabel, a la que todos
llamaban la estril, ha concebido un hijo en su vejez porque nada es imposible para
Dios". En Dios lo imposible para el hombre se hace posible. El hombre, en su pequeez,
puede responder con Mara: "He aqu la esclava del Seor, hgase en m segn tu palabra".
El mismo mensajero acompaa su Anuncio con el testimonio de su vida y de los millares
de testimonios, de mrtires y santos, que eran estriles del verdadero amor y, sin embargo,
han dado a luz el amor mismo de Dios en su vida.
De este modo, acogiendo el kerigma, comienza la gestacin de un hijo, del Hijo de
Dios. De la Iglesia, es decir, de todos aquellos que constituyen la Iglesia, de cada cristiano
que se ha credo la Buena Noticia podemos decir: "Bendita t que has credo la Palabra del
Seor". Dichoso porque realmente se cumplirn en l las cosas que le han sido dichas de
parte del Seor. La Palabra, fecundada por el poder del Espritu Santo, comenzar la
gestacin de la nueva creatura. Realmente comienza a ser "madre de Jess": en l se
formar el hijo de Dios e hijo de la Iglesia. "El misterio de Navidad se realiza en nosotros
cuando Cristo 'toma forma' en nosotros (Ga 4,19). Navidad es el Misterio de este 'admirable
intercambio'" (CEC 526). "La Iglesia es una con Cristo. Felicitmonos -dice San Agustn- y
demos gracias por lo que hemos llegado a ser no solamente cristianos sino el propio Cristo"
(795).
"La fe de Mara es la que la hace llegar a ser madre del Salvador: Ms
bienaventurada es Mara al recibir a Cristo por la fe que al concebir en su seno la carne
de Cristo" (CEC 506). "Jess, el nuevo Adn, inaugura por su concepcin virginal el
nuevo nacimiento de los hijos de adopcin en el Espritu Santo por la fe. 'Cmo ser
esto?' (Lc 1,34). La participacin en la vida divina no nace 'de la sangre, ni de deseo de
carne, ni de deseo de hombre, sino de Dios' (Jn 1,13). La acogida de esta vida es virginal
porque toda ella es dada al hombre por el Espritu. El sentido esponsal de la vocacin
humana con relacin a Dios se lleva a cabo perfectamente en la maternidad de Mara"
(505).
Aparece cumplida la bienaventuranza de Jess: "El que escucha la Palabra y la
guarda es mi madre y mi hermano". Es madre de Cristo y hermano de Cristo. Es madre,
porque en l se gesta Cristo, su vida ser un "ser en Cristo", un "vivir en Cristo" hasta poder
decir con San Pablo: "No soy yo quien vive, sino que Cristo vive en m". Y es hermano, en
cuanto que es engendrado por la misma madre: la Virgen-Madre, Mara, la Iglesia. As, el
que descendi del Padre como Unignito podr volver a l como primognito de muchos
hermanos.
En Cristo, el Hijo, Dios se nos ha mostrado como Padre y, al mismo tiempo, nos ha
permitido conocer su designio sobre el hombre: llegar a ser hijos suyos acogiendo su
Palabra, es decir, a su Hijo. Cierto que Cristo dir "mi Padre y vuestro Padre". Pues El es
por naturaleza lo que nosotros somos por adopcin. Pero hermanos, ya que El no se
avergenza de llamarnos ante el Padre "sus hermanos". Es lo que ya San Cirilo de Jerusaln
explicaba a los catecmenos en sus catequesis:
"Cristo es Hijo natural. No como vosotros, los que vais a ser iluminados, sois
hechos ahora hijos, pero en adopcin por gracia, segn lo que est escrito: 'A todos los
que lo recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre.
Ellos no nacieron de sangre, ni de deseo de carne, sino que nacieron de Dios' (Jn 1,12-13).
Y nosotros nacemos ciertamente del agua y del Espritu (Jn 3,5), pero no es as como
Cristo ha nacido del Padre".193
Esta es la gran novedad del cristianismo, que se anuncia desde el comienzo en el
Cristo, nuevo Adn, nace "de Dios", en el seno virginal de Mara. La promesa de
Isaas se cumple concretamente en Mara. Israel impotente, estril, ha dado fruto. En el
seno virginal de Mara, Dios ha puesto en medio de la humanidad estril e impotente de
salvarse por s misma un comienzo nuevo, una nueva creacin, que no es fruto de la
historia, sino don que viene de lo alto. Sara, Raquel, Ana, Isabel, las mujeres estriles de la
historia de la salvacin, figuras de Mara, muestran la gratuidad de la vida, don de la
potencia creadora de Dios.
San Juan ve en Mara la nueva Eva, la mujer, como la llama significativamente en
las bodas de Can, anticipo del misterio del nacimiento de la Iglesia como esposa de Cristo
en la cruz, donde volver a llamarla mujer.
Ser cristiano significa entrar en el misterio del nacimiento virginal de Cristo, nacer
de la madre-virgen, la Iglesia, que tiene su tipo y figura en Mara. Mara es, adems, madre
de la Iglesia. A la hora de perder a su Hijo vuelve a ser de nuevo madre, madre de los
discpulos. La Madre del Mesas da a luz a un nuevo pueblo (Is 66,7ss). Lo mismo que Eva
recibi otro hijo (Gn 4,25) en "lugar de Abel", asesinado por Can, a Mara se le entrega, en
lugar de Cristo muerto por los pecados de los hombres, la familia de los discpulos en la
persona de Juan. Mara asume la maternidad de la Iglesia, en la que seguirn naciendo
nuevos hijos del agua y del Espritu (Cf. Jn 19,34).
Los padres de la Iglesia han relacionado la fuente bautismal de la que salen los
regenerados por el agua y el Espritu Santo con el seno virginal de Mara fecundada por el
Espritu Santo. Mara Virgen est junto a toda piscina bautismal. As dir san Len Magno:
"Para todo hombre que renace, el agua bautismal es una imagen del seno virginal, en la cual
fecunda a la fuente del bautismo el mismo Espritu Santo que fecund tambin a la
Virgen".203
Frente a una sociedad que se degrada con el nmero cada vez ms creciente de
divorcios, con la plaga del aborto y el desprecio de la virginidad, el Camino
Neocatecumenal presenta a sus miembros a Mara, fiel esposa, virgen casta y madre
fecunda, para que "de la misma manera que ya glorificada en los cielos en cuerpo y en alma
es la imagen y principio de la Iglesia que ha de ser consumada en el futuro siglo, as en la
tierra, hasta que llegue el da del Seor, anteceda con su luz al pueblo peregrinante como
signo de esperanza segura" (LG 68).
As el Camino Neocatecumenal, con su inspiracin en la Iglesia primitiva, mira,
celebra, canta y vive el paralelismo entre Mara, la Iglesia -comunidad- y cada cristiano.
Vive as lo que dice el clsico texto del beato Isaac de Stella:
"Uno y nico es Cristo: cabeza y cuerpo. Es nico, Hijo del nico Dios en el cielo,
Hijo de la nica Madre en la tierra. Hay muchos hijos y, sin embargo, un solo Hijo. Como
la cabeza y los miembros juntamente son muchos hijos y, sin embargo, un solo Hijo, as
Mara y la Iglesia son una sola madre y, sin embargo, dos; una sola virgen y, sin embargo,
dos. Una y otra es madre, una y otra es virgen. Ambas han concebido del mismo Espritu.
Ambas sin falta han engendrado para Dios Padre un nio. Aquella sin pecado ha
engendrado al cuerpo la Cabeza; sta, con el poder de perdonar todos los pecados, ha
regalado a la Cabeza el cuerpo. Cada una es Madre de Cristo, pero ninguna sin la otra le
engendra totalmente. Por eso, en las Escrituras se entiende con razn como dicho en
singular de la Virgen Mara lo que en trminos universales se dice de la virgen madre
Iglesia y se entiende como dicho de la virgen madre Iglesia en general lo que en especial
se dice de la Virgen Madre Mara. Tambin se considera con razn a cada alma fiel como
esposa del Verbo de Dios, madre de Cristo, hija y hermana, virgen y madre fecunda. Todo
lo cual la misma sabidura de Dios, que es el Verbo del Padre, lo dice universalmente de la
Iglesia, especialmente de Mara y singularmente de cada alma fiel".204
Con estas pinceladas sobre la Mariologa del Camino Neocatecumenal quizs se
comprenda la unidad estrecha que existe entre el cristiano y Mara y el porqu en las
Comunidades existe un amor tan grande a la Iglesia -expresada de un modo particular en el
amor al Papa- y a la Virgen Mara. Durante el recorrido de la iniciacin cristiana, como es
el Neocatecumenado, despus de haber hecho la experiencia de la Iglesia como madre que
te gesta, te ayuda, cuida de ti, te da leche, te ensea a hablar, a caminar, te ensea quin es
tu padre y a decir "Abba, pap"..., al Neocatecmeno se le presenta en un rito especfico a
Mara, la madre de Jess, como madre suya, que Cristo le ha entregado desde la cruz, y
desde aquel da la acoge en su casa (en su espritu) como San Juan y establece con ella una
verdadera relacin de hijo con su madre.
Acoger a Mara es abrirse a ella, introducirla en la propia vida, considerndose hijo
de Mara. Este amor a Mara es considerado en las Comunidades como signo de
pertenencia a la Iglesia. Quien ama a Mara se halla vinculado a la Iglesia. En cambio quien
rechaza o desprecia a la Iglesia, como quien no ama a Mara, se endurece en su corazn: no
es hijo de una madre. Este amor a Mara se expresa en la riqueza de los iconos y cantos
marianos. A partir de ellos se podra presentar toda la Mariologa del Camino. Mara es
cantada con textos bblicos y patrsticos. As es vista como "arca de la alianza", lugar
privilegiado de la epifana de Dios; Mara embarazada es la "shekinah" de Dios; cubierta
por la sombra del Espritu Santo es la morada del Altsimo, cuya presencia irradia gozo y
alegra. Cada da, adems de la plegaria del "Angelus" y del Rosario, los neocatecmenos
(despus de algunos aos de camino), en las Vsperas se unen al canto de Mara,
bendiciendo a Dios que ha elegido, para realizar su designio de salvacin, a los pequeos y
sencillos, en vez de los potentes, sabios y orgullosos.
Como en Can, Mara, movida a compasin por la indigencia humana, sin vino,
dispone el corazn de los catecmenos a la fe, llevndoles a Cristo -"haced lo que El os
diga"-, y con su intercesin mueve a Cristo a darles el vino "nuevo y mejor" de la fiesta
nupcial. Mara, Madre de Jess, en medio de los discpulos concordes y constantes en la
oracin es la ltima imagen que nos ofrece la Escritura de su vida terrena (Cf He 1,14). Es
como la imagen perenne de Mara: su presencia orante en el corazn de la Iglesia naciente y
de todos los siglos, invitndonos a orar con ella y a cobijarnos bajo su amparo.
"Mara es la orante perfecta, figura de la Iglesia. Cuando le rezamos, nos
adherimos con ella al designio del Padre, que enva a su Hijo para salvar a todos los
hombres. Como el discpulo amado acogemos a la Madre de Jess, hecha madre de todos
los vivientes. Podemos orar con ella y a ella. La oracin de la Iglesia est sostenida por la
oracin de Mara. La Iglesia se une a Mara en la esperanza" (2679). "Esta maternidad de
cntico de la Hija de Sin y del nuevo Pueblo de Dios, cntico de la accin de gracias por
la plenitud de gracias derramadas en la Economa de la salvacin, cntico de los 'pobres'
cuya esperanza ha sido colmada con el cumplimiento de las promesas hechas a nuestros
padres 'en favor de Abraham y su descendencia por siempre'" (2619).
6. PNEUMATOLOGIA
a) DE LA CRISTOLOGIA A LA PNEUMATOLOGIA207
Espritu Santo para fundar la familia de sus hijos. San Atanasio ve la obra de Cristo como
una preparacin de la venida del Espritu Santo a los hombres: "El Verbo asumi la carne
para que nosotros pudiramos acoger al Espritu Santo. Dios se ha hecho sarcforo para que
el hombre llegara a ser pneumatforo".216 Por ello dir Cristo: "Os conviene que yo me
vaya...Yo rogar al Padre y El os dar otro Parclito". La ascensin de Cristo es la gran
epclesis divina, en la que el Hijo pide al Padre que enve al Espritu Santo y el Padre, como
respuesta a la oracin del Hijo, enva el Espritu Santo con toda la fuerza de Pentecosts
sobre la Iglesia de los discpulos reunidos en torno a Mara en el Cenculo.
"La misin de Cristo y del Espritu Santo se realiza en la Iglesia, Cuerpo de Cristo
y Templo del Espritu Santo. Esta misin conjunta asocia desde ahora a los fieles de Cristo
en su Comunin con el Padre en el Espritu Santo: El Espritu Santo prepara a los
hombres, los previene por su gracia, para atraerlos hacia Cristo. Les ensea al Seor
resucitado, les recuerda su palabra y abre su mente para entender su Muerte y su
Resurreccin. Les hace presente el Misterio de Cristo, sobre todo en la Eucarista, para
conducirlos a la Comunin con Dios, para que den mucho fruto" (CEC 737).
Cristo ascendido a la derecha del Padre, como sumo Sacerdote, cumple
perennemente su intercesin sacerdotal, lo que hace de la Iglesia un Pentecosts continuado
en la evangelizacin y los sacramentos. En Pentecosts, Cristo bautiza a los Apstoles "en
Espritu Santo y fuego" (Mt 3,11), segn la promesa que les haba hecho: "Seris
bautizados en el Espritu Santo dentro de pocos das" (He 1,5). En Pentecosts, cuando los
Apstoles "quedaron llenos del Espritu Santo" (He 2,4), "se da la revelacin del nuevo y
definitivo bautismo, que obra la purificacin y santificacin para una vida nueva: el
bautismo, en virtud del cual nace la Iglesia".217
El da de Pentecosts, la Iglesia, surgida del costado abierto de Cristo en la cruz, se
manifiesta al mundo, por obra del Espritu Santo. Cristo, transmitiendo a los Apstoles el
Reino recibido del Padre (Cf. Lc 22,29; Mc 4,11), coloca los cimientos para la construccin
de la Iglesia. Pero estos cimientos, los Apstoles, reciben la fuerza para anunciar y realizar
el Reino en Pentecosts, mediante la efusin del Espritu Santo. Como dir Juan Pablo II,
Cristo anunci la Iglesia, la instituy y, luego, definitivamente la "engendr" en la cruz. Sin
embargo, la existencia de la Iglesia se hizo patente el da de Pentecosts, cuando vino el
Espritu Santo y los Apstoles comenzaron a dar testimonio del misterio pascual de Cristo.
Podemos hablar de este hecho como de un nacimiento de la Iglesia, como hablamos del
nacimiento de un hombre en el momento en que sale del seno de la madre y "se manifiesta"
al mundo.218
"Fue en Pentecosts cuando empezaron los hechos de los Apstoles" (AG 4). De
este modo la Iglesia naci misionera. Bajo la accin del Espritu Santo, "las lenguas de
fuego" se convirtieron en palabra en los labios de los Apstoles: "Quedaron todos llenos
del Espritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas segn el Espritu les conceda
expresarse" (He 2,4). En la evangelizacin de la Iglesia por el mundo, "hasta los extremos
de la tierra" y hasta el final de los tiempos, el Espritu Santo sigue cumpliendo esta misin,
"guiando a la Iglesia hasta la verdad completa" (Jn 16,13). El Espritu Santo -Dominum et
vivificantem- sigue actuando en la Iglesia como Seor y Dador de vida y de toda gracia,
operando la santificacin de los creyentes y distribuyendo sus dones en la comunidad.
Nadie quizs lo ha expuesto mejor que San Ireneo:
"La predicacin de la Iglesia fundamenta nuestra fe. Hemos recibido sta de la
Iglesia y la custodiamos mediante el Espritu de Dios, como un depsito precioso
contenido en un vaso de valor, rejuvenecindose siempre y rejuveneciendo el vaso que la
contiene. A la Iglesia, pues, le ha sido confiado el don de Dios (Jn 4,10;7,37-39; Hch
8,20), como el soplo a la criatura plasmada (Gn 2,7), para que todos los miembros tengan
parte en El y sean vivificados. En ella Dios ha colocado la comunin con Cristo, es decir,
el Espritu Santo, arra de la incorruptibilidad (Ef 1,14; 2Co 1,22), confirmacin de nuestra
fe y escala de nuestra ascensin a Dios (Gn 28,12), pues est escrito que 'Dios coloc en la
Iglesia apstoles, profetas y doctores' (1Cor 12,28) y todo el resto de la operacin del
Espritu (1Cor 12,11). De este Espritu se excluyen cuantos, no queriendo acudir a la
Iglesia, se privan ellos mismos de la vida por sus falsas doctrinas y sus malas acciones.
Pues donde est la Iglesia, all tambin est el Espritu de Dios, y donde est el Espritu
de Dios, all tambin est la Iglesia y toda gracia. Ahora bien, el Espritu es la verdad (Jn
14,16;16,13; 1Jn 5,6). De ah que quienes no participan de El, no se nutren de los pechos
de la Madre, para recibir la vida".219
Sobre esta pneumatologa que se predica, celebra, canta y vive en las Comunidades
Neocatecumenales, quisiramos sealar cmo se muestra en el icono de la Ascensin, ya
aludido anteriormente: "Cristo enva el Espritu, que aparece ya como una realizacin
concreta en esta imagen de la Iglesia bajo la fuerza del Espritu Santo. La bendicin de
Cristo significa su poderosa intercesin, porque El est siempre vivo para interceder por
nosotros; y la eficacia de su oracin se traduce en una ininterrumpida efusin del Espritu...
La imagen de la ascensin es ya un anticipo del misterio de Pentecosts. El Espritu
est en la Virgen, Esposa, Madre de Dios. Toda santa, con su vestido de prpura y las
estrellas que indican su virginidad antes, durante y despus del parto, est en actitud orante
de acogida, de ofrecimiento, de intercesin. En la fuerza que imprime su verticalidad est
expresado el signo de la garanta de la verdad, como Virgen fiel a la verdad y a la vida de
Cristo. El Espritu est presente en la Iglesia apostlica que es el cuerpo de Cristo, unido,
vivificado, animado por el Espritu.
El es el artfice de la unidad y variedad de los carismas. Es l quien mantiene al
mismo tiempo la comunin jerrquica y la riqueza carismtica de la Iglesia. Es l quien la
enriquece con sus dones y frutos: l es quien la hace fuerte en los mrtires, intrpida en los
Apstoles y en los misioneros, fiel en los consagrados, generosa en quienes con amor
sirven al prjimo. Contemplando este icono podemos repetir lo que expresa un bello texto
del Vaticano II: 'El Espritu gua a la Iglesia hacia la verdad plena, la unifica en la
comunin y en el ministerio, la provee de diversos dones jerrquicos y carismticos con los
que la dirige y la embellece con sus frutos. Con la fuerza del Evangelio la rejuvenece
continuamente y la conduce a la perfecta unin con su Esposo. Porque el Espritu y la
Esposa dicen al Seor Jess:Ven!'. La Iglesia vive bajo el signo del Espritu que desciende
sobre ella por la Ascensin del Seor y la proyecta hacia la Parusa. La Iglesia es un
Pentecosts perenne, una inefable apertura a la recepcin del Espritu de Cristo, el
Resucitado que ha subido al cielo".220
Madre de Jess, baj el Espritu Santo prometido y "quedaron llenos del Espritu Santo y se
pusieron a hablar en otras lenguas, segn el Espritu les conceda expresarse" (He 2,4),
"volviendo a conducir de este modo a la unidad las razas dispersas, ofreciendo al Padre las
primicias de todas las naciones".222
"Esta es la Iglesia de Cristo, de la que profesamos en el Credo que es una, santa,
catlica y apostlica. Estos cuatro atributos, inseparablemente unidos entre s, indican
rasgos esenciales de la Iglesia y de su misin. La Iglesia no los tiene por ella misma; es
Cristo, quien, por el Espritu Santo, da a la Iglesia el ser una, santa, catlica y apostlica"
(CEC 811).
El Espritu Santo crea la koinona de la Iglesia, une los fieles a Cristo y entre s.
Pues el Espritu distribuye la variedad de sus dones en la unidad de la Iglesia. El Espritu
Santo es el vnculo de unin del misterio de la Trinidad, modelo y fuente de la unidad de la
Iglesia. As lo expresa el Papa Juan Pablo II:
"La unidad de comunin eclesial tiene una semejanza con la comunin trinitaria,
cumbre de altura infinita, a la que se ha de mirar siempre. Es el saludo y el deseo que en la
liturgia se dirige a los fieles al comienzo de la Eucarista, con las mismas palabras de San
Pablo: 'La gracia de nuestro Seor Jesucristo, el amor del Padre y la comunin del
Espritu Santo estn con todos vosotros' (2Cor 13,13). Estas palabras encierran la verdad
de la unidad en el Espritu Santo como unidad de la Iglesia".223
Y citando a San Agustn aade:
"La comunin de la Iglesia es casi una obra propia del Espritu Santo con la
participacin del Padre y del Hijo, pues el Espritu mismo es en cierto modo la comunin
del Padre y del Hijo. El Padre y el Hijo poseen en comn el Espritu Santo, porque es el
Espritu de ambos".224
El Espritu Santo, como principio de unidad de la Iglesia, es quien forma el Cuerpo
del que Cristo es la Cabeza. La Cabeza es la primera en tener el Espritu y la nica que lo
posee en plenitud. De ella desciende a los miembros. Y como Espritu de Cristo, con la
diversidad de sus dones, hace que los miembros sean muchos y distintos, pero que no haya
ms que un solo Cuerpo, que es el Cuerpo de Cristo (1Cor 12,12-13). As en la Iglesia se
armoniza la singularidad de cada miembro y la unidad de todos en el nico Cuerpo de
Cristo. El Espritu crea la unidad en la multiplicidad. De aqu la exhortacin de San Pablo a
"conservar la unidad del Espritu con el vnculo de la paz" (Ef 4,3). En la comunidad
neocatecumenal cada uno es conocido por su nombre, tiene su carisma propio, aunque
nunca para l, sino para la edificacin de la Iglesia. En ella se rompe el individualismo y el
colectivismo, se vive personalmente la comunin eclesial, fruto del Espritu.225
El Espritu Santo, creando la unidad en la diversidad, hace a la Iglesia catlica. El
Espritu Santo hace que la Iglesia sea una tanto en el espacio del ancho mundo como a lo
largo del tiempo de la historia. La unidad de la Iglesia catlica es fruto del nico Espritu,
que hace de ella el nico Cuerpo de Cristo. La unidad del Espritu crea el vnculo entre
todos los cristianos dispersos por el mundo, por encima de sus diferencias de edad, sexo,
condicin social e ideas. El Espritu Santo hace de la Iglesia el signo e instrumento de la
unidad que supera todas las divisiones y diferencias culturales y generacionales y une
naciones y razas diversas. San Agustn, citando a San Pablo, dice con fuerza:
"Sed siempre humildes y amables, sed comprensivos, sobrellevaos mutuamente con
amor, esforzndoos en mantener la unidad del Espritu con el vnculo de la paz. Un solo
cuerpo y un solo Espritu, como una sola es la esperanza de la vocacin a la que habis
sido llamados. Un solo Seor, una sola fe, un bautismo, un Dios, Padre de todos, que lo
transforma todo y lo invade todo (Ef 4,2-6)...Que formen parte del Cuerpo de Cristo, si
quieren vivir del Espritu de Cristo! Hemos recibido el Espritu Santo, si amamos a la
Iglesia, si estamos unidos por la caridad, si nos alegramos del nombre y fe catlica.
Cremoslo, hermanos: se tiene el Espritu Santo en la medida en que se ama a la Iglesia!
Nada debe temer tanto un cristiano como el ser separado del Cuerpo de Cristo! Pues, si lo
fuese, ya no sera su miembro ni sera vivificado por su Espritu: 'Quien no tiene el Espritu
de Cristo no le pertenece' (Rm 8,9)".226
El Espritu, en Pentecosts, restaura lo que destruy el pecado de Babel, la
comunin de los hombres y la comunin de las naciones. La Iglesia, por obra del Espritu
Santo, nace misionera y desde entonces permanece "en estado de misin" en todas las
pocas y en todos los lugares de la tierra. El Espritu es el que da fuerza y poder a la palabra
dbil del apstol y el que la sella en los oyentes. Con conviccin plena repiten los
catequistas de las Comunidades Neocatecumenales lo que dice San Pablo:
"Conocemos, hermanos queridos de Dios, vuestra eleccin; porque nuestro
Evangelio no lleg a vosotros slo con palabras, sino tambin con poder y con el Espritu
Santo...y vosotros acogisteis la palabra, en medio de tantas tribulaciones, con alegra del
Espritu Santo" (1Ts 1,4-6).
"Mi palabra y mi predicacin no consistan en hbiles discursos de sabidura, sino
que fueron una demostracin del Espritu y del poder...Nuestro lenguaje no consiste en
palabras enseadas por humana sabidura, sino en palabras enseadas por el Espritu,
expresando las cosas del Espritu con lenguaje espiritual" (1Cor 2,4-5.13).
Y as como el Espritu acompaa a los apstoles y potencia su palabra, irrumpe
igualmente sobre los oyentes, sellando la palabra oda en sus corazones (Cf He 10,44;19,6):
"Con razn se dice que el Espritu Santo 'os ensear todo', porque si el Espritu no
asiste interiormente al corazn del que oye, de nada sirve la palabra del que le ensea. Por
tanto, nadie atribuya al hombre que ensea lo que de sus labios entiende, porque si no
acude el que habla al interior, en vano trabaja el que habla por fuera".227
Pentecosts hizo, en conclusin, nacer a la Iglesia universal, abierta a todas las
naciones, haciendo que en todas las lenguas se proclamen las maravillas de Dios (He 2,611), como se testimonia en todas las convivencias anuales de los Itinerantes del Camino,
viendo realizado lo que el Concilio expres en su Documento Ad gentes:
"Lo que el Seor haba predicado una vez o lo que en El se ha obrado para la
salvacin del gnero humano, hay que proclamarlo y difundirlo hasta las extremidades de
la tierra (He 1,8), comenzando por Jerusaln (Lc 24,47), de suerte que lo que se ha
efectuado una vez para la salvacin de todos, consiga su efecto en todos a lo largo de la
sucesin de los tiempo. Y para conseguir esto, envi Cristo al Espritu Santo de parte del
Padre, para que realizara interiormente su obra salvadora e impulsara a la Iglesia a su
propia dilatacin. Sin duda alguna, El Espritu Santo obraba ya en el mundo antes de la
glorificacin de Cristo. Sin embargo, descendi sobre los discpulos en el da de
Pentecosts, para permanecer con ellos eternamente (Jn 14,16); la Iglesia se manifest
pblicamente delante de la multitud, empez la difusin del Evangelio entre las gentes por
la predicacin y, por fin, qued presignificada la unin de los pueblos en la catolicidad de
la fe por la Iglesia de la Nueva Alianza, que habla en todas las lenguas, entiende y abarca
todas las lenguas en la caridad y supera de esta forma la dispersin de Babel" (n.3 y 4).
El Espritu Santo, principio de la catolicidad de la Iglesia, es el mismo Espritu de
Cristo, el mismo Espritu que recibieron los Apstoles y que mantiene por los siglos la
apostolicidad de la Iglesia. La apostolicidad de la Iglesia es la expresin de la unidad de la
Iglesia con Cristo a travs de los tiempos. La Iglesia, edificada por el Espritu de Cristo, se
mantiene una, en continuidad con la Iglesia "edificada sobre el fundamento de los apstoles
y los profetas" (Ef 2,20). A esta Iglesia ha sido dado el Espritu de Cristo. Slo en ella
acta, suscitando carismas para mantener su edificacin a lo largo de los siglos; en ella,
junto con los apstoles, el Espritu da testimonio de Cristo como Seor, y en ella ora con
gemidos inenarrables, testificando al espritu de los fieles que Dios es Padre. Con esta
Iglesia, el Espritu implora la venida gloriosa de Cristo, el Esposo, que introducir a la
Iglesia, como Esposa, en las bodas del Reino.
"Cuando el Hijo termin la obra que el Padre le encarg realizar en la tierra, fue
enviado el Espritu Santo el da de Pentecosts para que santificara constantemente a la
Iglesia. Es entonces cuando la Iglesia se manifest pblicamente ante la multitud; se inici
la difusin del Evangelio entre los pueblos mediante la predicacin. Como ella es
'convocatoria' de salvacin para todos los hombres, la Iglesia es, por su misma naturaleza,
misionera enviada por Cristo a todas las naciones para hacer de ellas discpulos suyos"
(CEC 767). "El Espritu Santo es en verdad el protagonista de toda la misin eclesial. l es
quien conduce a la Iglesia por los caminos de la misin" (852).228
Hoy, frente a tantos peligros de ciertas teologas sobre la Iglesia popular o nacional,
sobre la inculturacin, democracia, religiosidad natural...en el Camino Neocatecumenal se
insiste en la unidad de la fe en comunin con Pedro de un extremo a otro del universo. Esta
unidad de fe lleva en su corazn la impronta del Espritu Santo, que crea la catolicidad de la
Iglesia sobre la apostolicidad. Con San Ireneo se cree y confiesa que:
"La predicacin del kerigma, que la Iglesia ha recibido, ella, esparcida por todo el
mundo, la conserva con esmero, como si morase en una sola casa; cree de tal modo en lo
mismo como si tuviera un solo corazn y una sola alma. En una perfecta comunin
predica, ensea y transmite en todas partes lo mismo, como si tuviera una sola boca. En
efecto, aun siendo diversos los idiomas a lo ancho del mundo, la fuerza de la tradicin es
la misma e idntica en todas partes. De este modo, las Iglesias fundadas en Germania no
creen de un modo distinto de como creen las Iglesias Celtas, o las Iberas, o las del Oriente,
de Egipto o de Libia o las fundadas en el centro del mundo. Sino que, como el sol, criatura
de Dios, es nico y el mismo en todo el mundo, as el kerigma de la verdad resplandece en
todas partes e ilumina a todos los hombres que quieren llegar al conocimiento de la
verdad".229
La Iglesia se confiesa en el Credo apostlica, es decir, en continuidad y comunin
con los Apstoles. Esta comunin apostlica en torno a Pedro, que "preside en la caridad a
todos los congregados",230 goza de la promesa del Seor: "T eres Pedro y sobre esta piedra
edificar la Iglesia y los poderes del infierno no prevalecern contra ella" (Mt 16,18). Quien
construye fuera de esta comunin con Pedro, sin "ser confirmado por l" (Lc 22,32), "corre
en vano" (Ga 1,18;2,2-10). La Iglesia se apoya sobre la piedra de la fe de Pedro:
"Simn Pedro proclama: 'T eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo' (Mt 16,16-18).
Esta fe es la base sobre la que descansa la Iglesia. En virtud de esa fe 'las puertas del
infierno no prevalecern contra ella'; esta es la fe que tiene 'las llaves del Reino de los
cielos'. Pedro es 'bienaventurado' porque confes a Cristo 'Hijo de Dios vivo': en esta
verdad est la revelacin del Padre; en esta verdad est la base de la Iglesia, en ella est
la certeza de la eternidad; por esta verdad se confirma en el cielo lo que ella decide en la
tierra".231
Esta Iglesia es confesada en el Smbolo de la fe santa. La santidad de la Iglesia es la
expresin de su unidad con Cristo en un mismo Espritu. El Espritu de Cristo, presente en
la Iglesia, su Cuerpo, libera a la Iglesia del espritu del mundo. El Espritu suscita en la
Iglesia y en cada uno de sus miembros la santidad, unindolos a Cristo crucificado y
resucitado. Es la santidad que no viene de nosotros, de las obras de la carne, sino del Padre,
que en su Hijo nos hace partcipes de su santidad, infundindonos su Espritu. El Vaticano
II puso de relieve la relacin que existe en la Iglesia entre el don del Espritu Santo y la
vocacin y aspiracin de todos los fieles a la santidad:
"Pues Cristo, el Hijo de Dios, que con el Padre y el Espritu Santo, es proclamado
el 'nico santo', am a la Iglesia como a su Esposa, entregndose a s mismo por ella para
santificarla (Ef 5,25-26), la uni a s como su propio Cuerpo y la enriqueci con el don del
Espritu Santo para gloria de Dios. Por ello en la Iglesia, todos estn llamados a la
santidad. Esta santidad de la Iglesia se manifiesta y sin cesar debe manifestarse en los
frutos de la gracia que el Espritu Santo produce en los fieles. Se expresa multiformemente
en cada uno de los que, con edificacin de los dems, se acercan a la perfeccin de la
caridad en su propio gnero de vida" (LG 39).
La santidad de la Iglesia tiene su inicio y fuente en Jesucristo. Pero la santidad de
Jess en su misma concepcin y en su nacimiento por obra del Espritu Santo est en
profunda comunin con la santidad de aquella que Dios eligi para ser su Madre, Mara, "la
llena de gracia", "totalmente santa e inmune de toda mancha de pecado, como plasmada y
hecha una nueva criatura por el Espritu Santo" (LG 56). Mara es la primera y ms alta
realizacin de santidad en la Iglesia, por obra del Espritu, que es Santo y Santificador.232
Y Mara, la santa Madre de Dios, es figura de la Iglesia. Lo que se dice
especialmente de Mara, se dice en general de la Iglesia y en particular de cada fiel.233
"Jess, constituido Hijo de Dios con poder, segn el Espritu de santidad, por su
resurreccin de entre los muertos" (Rm 1,4), hace partcipe a la Iglesia de su mismo
Espritu de Santidad.
San Pablo presenta a la Iglesia como Esposa de Cristo, que "la am y se entreg a s
mismo por ella, para santificarla, purificndola mediante el bao del agua, en virtud de la
palabra, y presentndosela resplandeciente a s mismo, sin mancha ni arruga ni cosa
parecida, sino santa e inmaculada" (Ef 5,26-27), y tambin como Templo santo de Dios (Cf
1Cor 3,16-17). Y, siendo la Iglesia santa, a sus miembros se les llama "santos", "sacerdocio
santo, nacin santa", "templo santo".234
En realidad slo Dios es santo. Pero el Dios Santo nos santifica derramando su
Espritu en nuestros corazones: "Dios os ha escogido como primicias para la salvacin por
la santificacin del Espritu y por la fe en la verdad" (2Ts 2,13). "Fuisteis santificados,
fuisteis justificados en el nombre del Seor Jesucristo y en el Espritu de nuestro Dios"
(1Cor 6,11; Rm 15,16; Hb 2,11). El Espritu de nuestro Dios es Santo y, como fuente de
santidad, es Santificador.
La accin santificadora del Espritu comienza en el bautismo, donde crea nuestro ser
en Cristo (1Cor 6,11; Tt 3,5), hacindonos hijos de Dios (Ga 4,6-8; Rm 8,14,16). Despus
del bautismo permanece en nosotros como don del Padre (Ga 3,5): habita establemente en
los fieles (Rm 8,11-14), enriquecindoles con sus dones y frutos de santidad (Ga 5,22), el
primero de los cuales es el amor. Con esta presencia, el Espritu Santo nos transforma en
Templo de Dios (1Cor 6,16-19), impulsndonos a ofrecer "nuestro cuerpo como vctima
viva" en culto espiritual (Rm 6,19;12,1-2). Nos santifica siendo en nosotros fuerza interior
que lucha contra los deseos de nuestra carne (Ga 5,17; Rm 5,8), sosteniendo nuestra
debilidad en la oracin, intercediendo en y por nosotros "segn la voluntad de Dios" (Rm
8,26-27). El Espritu nos hace libres: del pecado (2Cor 3,17; Ga 5,13; Rm 8,2), de la
muerte, siendo principio de resurreccin (Rm 8,11), de la carne, llevndonos a suspirar por
las cosas del Espritu (Rm 8,5-6); incluso nos libera de la ley, pasndonos a la economa de
la gracia, que es economa del Espritu (2Cor 3,6)...
Toda la vida litrgico-sacramental se realiza en la Comunidad bajo la accin del
Espritu Santo. Sin la accin del Espritu Santo, la liturgia sera una simple evocacin y no
la actualizacin en el memorial de los misterios de la salvacin. El misterio pascual de
Cristo nos llega a travs del Espritu Santo, que es el don pascual de Cristo muerto y
resucitado a su Iglesia. En el bautismo "en el agua y el Espritu" entramos en comunin con
la muerte y resurreccin de Cristo. En la Eucarista, por las palabras de la consagracin y la
invocacin del Espritu Santo sobre el pan y el vino y luego, en la segunda epclesis, sobre
la asamblea, se hace presente entre nosotros Cristo "entregado por nuestros pecados" y
"resucitado para nuestra justificacin", de modo que "fortalecidos con el Cuerpo y la
Sangre de Cristo y llenos de su Espritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un
solo espritu" (III Plegaria Eucarstica). Por el Espritu Santo, "derramado para la remisin
de los pecados", mediante el ministerio de la Iglesia recibimos el perdn de los pecados en
el Sacramento de la Penitencia (Cf. Frmula de la absolucin)...
Esta es la vida de la Comunidad a lo largo del Camino en sus celebraciones de la
Palabra y de los Sacramentos y como renovacin de toda la vida cristiana. Pero este don de
la santidad de Dios le llevamos siempre en vasos de barro, "para que se manifieste que
este tesoro tan extraordinario viene de Dios y no de nosotros" (2Cor 4,7). Como miembros
de la Iglesia, todos somos invitados a vivir lo que somos: "sed santos" (Lv 11,44).235 Pero
la Iglesia santa comprende tambin a los pecadores y los acoge en su seno; todos los das
tenemos que rogar a Dios: "perdnanos nuestras deudas" (Mt 6,12): "La Iglesia encierra en
su propio seno a los pecadores y, siendo al mismo tiempo santa y necesitada de
purificacin, avanza continuamente por la senda de la penitencia y de la renovacin" (LG
8).
"Ahora bien, esta vida la llevamos en 'vasos de barro' (2Co 4,7). (Pero) el Seor
Jesucristo... quiso que su Iglesia continuase, con la fuerza del Espritu Santo, su obra de
curacin y de salvacin, incluso de sus propios miembros" (CEC 1421). "La Iglesia, unida
a Cristo, est santificada por El; por El y con El, ella tambin ha sido hecha santificadora"
(824).
"El Bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace tambin del nefito 'una
nueva creacin', un hijo adoptivo de Dios que ha sido hecho 'partcipe de la naturaleza
divina', miembro de Cristo, coheredero con El y templo del Espritu Santo" (1265). "La
conciencia que tenemos de nuestra condicin de esclavos nos hara meternos bajo tierra,
nuestra condicin terrena se deshara en polvo, si la autoridad de nuestro mismo Padre y
el Espritu de su Hijo no nos empujasen a proferir este grito: 'Abba, Padre' (Rm 8,15)"
(2777). "Podemos invocar a Dios como Padre porque El nos ha sido revelado por su Hijo
hecho hombre y su Espritu nos lo hace conocer. Lo que el hombre no puede concebir..., es
decir, la relacin personal del Hijo hacia el Padre, he aqu que el Espritu del Hijo nos
hace participar de esa relacin a quienes creemos que Jess es el Cristo y que hemos
nacido de Dios" (2780)."Este don gratuito de la adopcin exige por parte nuestra una
conversin continua y una vida nueva" (2784).241
Hablando de la oracin, Lucas dice: "Porque si vosotros, siendo malos, sabis dar a
vuestros hijos cosas buenas, cunto ms el Padre del cielo dar el Espritu Santo a quienes
se lo pidan!" (11,12-13). El Espritu Santo es el Don del Padre, compendio de todos los
dones o "cosas buenas" que el cristiano puede recibir de Dios. El Espritu Santo es el
verdadero Don, que no hay que olvidar, mirando slo a los dones o manifestaciones de su
accin en nosotros.243
Los siete dones del Espritu Santo, que recoge la teologa y la vida espiritual de la
Iglesia, aparecen en el texto mesinico de Isaas:
"Saldr un renuevo del tronco de Jes,
un retoo brotar de sus races.
Reposar sobre l el Espritu de Yahveh:
espritu de sabidura y de inteligencia,
espritu de consejo y de fortaleza,
espritu de ciencia y de piedad,
y lo llenar el espritu de temor del Seor" (11,1-3).244
El Espritu que, desde antes de la creacin, se cerna sobre el caos (Gn 1,2), da vida
a todos los seres,245 suscita a los Jueces246 y a Sal (1S 11,6), da la habilidad a los artesanos
(Ex 31,3;35,31), discernimiento a los Jueces (Nm 11,17), la sabidura a Jos (Gn 41,38) y,
sobre todo, inspira a los profetas,247... este mismo Espritu ser dado al Mesas,
confirindole la plenitud de sus dones: la sabidura e inteligencia de Salomn, la prudencia
y fortaleza de David, la ciencia, piedad y temor de Yahveh de los Patriarcas y Profetas...
Pero el mismo Isaas no separa los siete dones del Espritu mismo. No habla del don
de sabidura o del don de inteligencia, sino del Espritu de sabidura o Espritu de consejo.
As nos invita a ver en los dones la presencia y actuacin personal del Espritu Santo. Es el
Espritu mismo quien, en cada caso, en las innumerables situaciones, se comunica, dando
sabidura, inteligencia, piedad o santo temor de Dios.248
El nico Espritu enriquece a la Iglesia con la diversidad de sus dones249: "El
Espritu Santo habita en la Iglesia y en el corazn de los fieles como en un templo...Gua a
la Iglesia y la provee con diversos dones jerrquicos y carismticos y la embellece con sus
frutos" (LG 4). La accin vivificante del Espritu inspira con la multiforme variedad de su
dones toda la vida del cristiano. El es el inicio de la justificacin, moviendo al pecador a
conversin:250
"Tambin el inicio de la fe, ms an, la misma disposicin a creer tiene lugar en
nosotros por un don de la gracia, es decir, de la inspiracin del Espritu Santo, quien lleva
nuestra voluntad de la incredulidad a la fe".251
"Nadie puede acoger la predicacin evanglica sin la iluminacin y la inspiracin
del Espritu Santo, que da a todos la docilidad necesaria para aceptar y creer en la
verdad".252
"Con este sentido de la fe, que el Espritu de verdad suscita y mantiene, el pueblo de
Dios se adhiere indefectiblemente a la fe...y penetra ms profundamente en ella con juicio
certero" (LG 12).
"El Espritu predic acerca de Cristo en los profetas. Actu en los Apstoles. El,
hasta el da de hoy, sella las almas en el bautismo. Y el Padre da al Hijo y el Hijo
comunica al Espritu Santo. Y el Padre por medio del Hijo, con el Espritu Santo, da todos
los dones. No son unos los dones del Padre y otros los del Hijo y otros los del Espritu
Santo, pues una es la salvacin, uno el poder, una la fe (Ef 4,5). Un solo Dios, el Padre; un
solo Seor, su Hijo unignito; un solo Espritu Santo, el Parclito".253
Entre los dones del Espritu Santo cabe destacar en el Camino el don de la parresa
que hace a los apstoles anunciar con fuerza el Evangelio.254 El es el Parclito, que
defiende en la persecucin e inspira el testimonio ante jueces y magistrados (Mt 10,20). El
Espritu Santo, con el don de fortaleza, otorga al cristiano la fidelidad, la paciencia y la
perseverancia en el camino del Evangelio (Ga 5,22).
Y tambin se resalta, con Orgenes, el don del discernimiento como el ms
necesario y permanente en la Iglesia.255 Este discernimiento se basa, no en criterios de
sabidura humana, que es necedad ante Dios, sino en la sabidura que viene de Dios. Y
Novaciano, antes de su cisma de la Iglesia, escribi esta bella pgina:
"El Espritu que dio a los discpulos el don de no temer, por el nombre del Seor, ni
los poderes del mundo ni los tormentos, este mismo Espritu hace regalos similares, como
joyas, a la esposa de Cristo, la Iglesia. El suscita profetas en la Iglesia, instruye a los
doctores, anima las lenguas, procura fuerzas y salud, realiza maravillas, otorga el
discernimiento de los espritus, asiste a los que dirigen, inspira los consejos, dispone los
restantes dones de la gracia. De esta manera perfecciona y consuma la Iglesia del Seor
por doquier y en todo".256
Pero conviene insistir, con San Pablo, en que la riqueza de los dones del Espritu
Santo, al ser suscitados por el nico Espritu, hace que todos ellos converjan en "la
edificacin del nico Cuerpo" de Cristo, que es la Iglesia (1Cor 12,13): "Ya que aspiris a
los dones espirituales, procurad abundar en ellos para la edificacin de la asamblea" (1Cor
14,12).
Por ello, es evidente que el don ms excelente del Espritu Santo es el amor (1Cor
14,1), al que Pablo eleva el himno del captulo 13 de esta carta, "himno a la caridad que
puede considerarse un himno a la influencia del Espritu Santo en la vida del cristiano".257
En el cristiano hay un amor nuevo, participacin del amor de Dios: "El amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones por el Espritu Santo que se nos ha dado" (Rm 5,5).
El Espritu Santo hace al cristiano partcipe del amor de Dios Padre y del amor filial
del Hijo al Padre. Amor que lleva al cristiano a amar, no slo a Dios, sino tambin al
prjimo como Cristo le ama a l. Es el amor signo y distintivo de los cristianos (Jn 13,34-
35).
"Gracias a este poder del Espritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que
nos ha injertado en la Vid verdadera har que demos 'el fruto del Espritu...' (Ga 5,22s)"
(736). "La vida moral de los cristianos est sostenida por los dones del Espritu Santo.
Estos son disposiciones permanentes que hacen al hombre dcil para seguir los impulsos
del Espritu Santo" (1830).
Los dones, que el Espritu siembra en el cristiano, producen su fruto, que es "la
cosecha del Espritu".258 Frente a las obras de la carne, San Pablo enumera los frutos del
Espritu: "Las obras de la carne son conocidas: fornicacin, impureza, libertinaje, idolatra,
hechicera, odios, discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias,
embriagueces, orgas y cosas semejantes. En cambio el fruto del Espritu es: amor, alegra,
paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza" (Ga 5,19-23).259
Entre todos estos frutos, San Pablo coloca como fruto primero del Espritu el amor.
Este fruto no es el primero de una lista, sino el generador de los dems, que engloba y da
sentido a los otros. El que ama, cumple la totalidad de la ley (Rm 13,8). Pero no se trata de
un amor cualquiera, sino del amor de Dios "que ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espritu Santo que se nos ha dado" (Rm 5,5). Este Espritu nos constituye hijos de
Dios, hace que nuestra vida sea santa, como participacin de la santidad de Dios.
Este amor se manifiesta en la alegra, fruto genuino del Espritu (Ga 5,22); es la
alegra profunda, plena, a la que aspira el corazn de todo hombre. Es la alegra del saludo
del ngel a Mara, la alegra que el Espritu suscita en la visitacin de Mara a Isabel (Lc
1,44);la alegra que canta Mara en el Magnificat: "mi espritu se alegra en Dios, mi
Salvador" (Lc 1,47);es la alegra de Simen, al contemplar al Mesas (Lc 2,26,32). Es la
alegra en el Espritu que experimenta Jess hasta exclamar en exultacin al Padre: "Jess,
en aquel momento, se estremeci de gozo en el Espritu Santo y exclam: Yo te bendigo,
Padre, Seor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes
y las has revelado a los sencillos" (Lc 10,21).
Esta es la alegra, "gozo colmado", que desea Jess para sus discpulos (Jn
15,11;17,13). Esta alegra, la misma alegra de Jess, el Espritu Santo la da a los
discpulos, la alegra de la fidelidad al amor que viene de Dios: "Los discpulos quedaron
llenos de gozo y de Espritu Santo" (He 13, 52).260
San Cirilo de Jerusaln eleva un bello canto al Espritu, describiendo con riqueza de
imgenes la accin del Espritu en el cristiano. En su catequesis XVI, podemos leer:
"La accin del Espritu Santo penetra en los fieles y en la vida de la Iglesia. Es la
gran luz que se esparce por doquier y rodea con su fulgor a todas las almas y las enriquece
con sus dones. Ensea el pudor a unos, convence a otros a mantenerse vrgenes, a los de
ms all les comunica la fuerza para ser misericordiosos, pobres, fuertes contra los asaltos
del demonio. Ilumina las mentes, fortalece las voluntades, purifica los corazones, nos hace
estables en el bien, libra las almas del demonio, nos somete a todos a la caridad de Dios.
Es verdaderamente bueno y comunica al alma la salvacin; se acerca con suavidad y
ligereza; su presencia es dulce y fragante. Viene para salvar, sanar, ensear, advertir,
reforzar, consolar, iluminar la mente de quien lo recibe en primer lugar y, luego, por
medio de ste, de los dems. La docilidad al Espritu eleva al alma a contemplar, como en
un espejo, los cielos y a ser revestida con toda su potencia del mismo Espritu Santo.261
Concluyamos la presentacin de la pneumatologa del Camino, que no es otra que la
de la Iglesia, con las palabras con que termina San Cirilo sus catequesis sobre el Espritu
Santo:
"Que el mismo Dios de todas las cosas, que habl en el Espritu Santo por medio de
los profetas, que lo envi sobre los Apstoles el da de Pentecosts, que ese mismo os lo
enve a vosotros y que por El nos guarde, concedindonos a todos nosotros su comn
benignidad, para que demos siempre los frutos (Ga 5,22) del Espritu Santo: amor, alegra,
paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia, en Cristo Jess Seor
nuestro, por quien y con quien juntamente con el Espritu Santo sea la gloria al Padre
ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amn".262
7. VIDA TRINITARIA
(1Jn 4,4.6;5, 19; 3Jn 11). Como El es engendrado por el Padre, ellos son engendrados por el
Padre (Jn 1,13). Como El permanece en el Padre y el Padre en El, tambin ellos
permanecen en el Padre y el Padre en ellos. En una palabra, renaciendo en Cristo por el
Espritu, nacen en Dios (1Jn 5,1.18).
Y dado que Dios Padre, origen inagotable de todo ser y de toda vida, quiere ser
nuestro propio Padre y lo es por Cristo en su Espritu, tenemos abierto el acceso a la
plenitud de la vida divina en su misma fuente, Dios Padre. Por el Hijo en el Espritu Santo,
somos partcipes de la vida divina y eterna del Padre, fuente inagotable de vida, que nunca
dejar de manar (Rm 8,26-39).
"La entrega (traditio) de la Oracin del Seor significa el nuevo nacimiento a la
vida divina. Como la oracin cristiana es hablar con Dios con la misma Palabra de Dios,
'los que son engendrados de nuevo por la Palabra del Dios vivo' (1P 1,23), aprenden a
invocar a su Padre con la nica Palabra que El escucha siempre. Y pueden hacerlo de
ahora en adelante porque el Sello de la Uncin del Espritu Santo ha sido grabado
indeleble en sus corazones, sus odos, sus labios, en todo su ser filial" (CEC 2769).267
La inauguracin de la vida filial, que constituye el bautismo, ha de prolongarse a lo
largo de toda una existencia filial. "Cuanto ms entendamos la palabra de Dios, ms
seremos hijos suyos, siempre y cuando esas palabras caigan en alguien que ha recibido el
Espritu de adopcin" (Orgenes). En efecto, sigue diciendo Orgenes, uno se convierte en
hijo de aquel cuyas obras practica:
"Todos los que cometen el pecado han nacido del diablo (1Jn 3,8); por
consiguiente, nosotros hemos nacido, por as decirlo, tantas veces del diablo cuantas
hemos pecado. Desgraciado aquel que nace siempre del diablo, pero dichoso el que nace
siempre de Dios. Porque yo digo: el justo no nace una sola vez de Dios. Nace sin cesar,
nace segn cada buena accin, por la que Dios lo engendra...De igual manera, tambin t,
si posees el Espritu de adopcin, Dios te engendra sin cesar en el Hijo. Te engendra de
obra en obra, de pensamiento en pensamiento. Esta es la natividad que t recibes por la
que te conviertes en hijo de Dios engendrado sin cesar en Cristo Jess".268
b) DIOS UNO269
en su totalidad. Se trata de confrontar la fe en Dios con las tres tentaciones que vivi y
venci Jess, que son las tentaciones de Israel y, en definitiva, de todo hombre. El Tentador
instiga al hombre para que se asegure el pan (confort, comodidad, sensualidad) en el dinero,
para que rechace la historia (con la necedad o absurdo de la cruz) y, para ello, le invita a
postrarse ante los dolos. Todas estas tentaciones atentan contra el puesto nico debido slo
a Dios.
El hedonismo -bsqueda del placer como ley de vida-, el deseo de autonoma -la
libertad autnoma como aspiracin absoluta- y el afn de dinero -como fuente y fuerza de
realizacin humana- es la triple tentacin de todo hombre.
El hombre, como el pueblo de Israel, quiere asegurarse por s mismo la vida, sin
depender de Dios. En lugar de confiar en la providencia del Padre, busca la seguridad en el
dinero. Esta tentacin no es simplemente de orden moral; es la prueba de la fe; entra en
juego la libertad del hombre frente a Dios. El hambre, la sed, la incomodidad, el
sufrimiento ponen al hombre en la situacin de decidirse por Dios -"por toda palabra que
sale de la boca de Dios"- o por el placer inmediato, por el plato de lentejas de Esa, las
carnes y cebollas de Egipto, aunque suponga renunciar a la promesa, a la bendicin del
futuro. La obsesin por la seguridad impide al hombre abrirse al futuro, a la esperanza, a
Dios. Es una de las tentaciones tpicas del hombre actual, de la era tecnolgica y de la
sociedad de consumo.
Como ya queda dicho la tentacin del hedonismo brota de la tentacin de la
autonoma. El hombre rechaza la historia que Dios le presenta porque quiere l "ser Dios",
"conocedor del bien y del mal". El hombre niega a Dios para constituirse en Dios de su
vida, decidiendo por s mismo lo que es bueno y lo que es malo para l. Es la tentacin de
Mass y Merib, "donde los israelitas tentaron a Dios, diciendo: est Yahveh entre
nosotros o no?" (Ex 17,7). Ante el desierto, ante la historia concreta del hombre, en su
condicin de creatura con sus limitaciones, ante la cruz de la existencia, el hombre tienta a
Dios, intimndole a poner fin a la prueba, a quitarle la cruz, a cambiarle la historia.272 En
vez de aceptar la vida que Dios le ha dado -"no tentars al Seor tu Dios"-, el hombre o
pretende utilizar a Dios para sus intereses o niega a Dios. Es lo que hace el atesmo, "uno
de los fenmenos ms graves de nuestro tiempo" (GS 19).
Pero, cuando el hombre niega al nico Dios, para sentirse autnomo, sin depender
de l, entonces experimenta la desnudez y el miedo (Gn 3,10). Esto le obliga a venderse a
los poderes del "seor del mundo", entregndole todas sus fuerzas. Por eso el hombre sin
Dios se construye sus dolos, su becerro de oro. El hombre se vende a las obras de sus
manos, experimentando la esclavitud del xito, de la gloria, del dinero, del poder, de la
ciencia, de la tcnica...
Jess, "en todo semejante a los hombres excepto en el pecado" (Flp 2,6-7) y
"habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados" (Hb
2,18; 4,15). El neocatecmeno, desvelando estas tres tentaciones que le acechan cada da,
acogiendo la victoria de Jesucristo sobre el Tentador, puede reconocer a Dios como el
nico Dios de su vida: "Al Seor tu Dios adorars y slo a l dars culto" (Mt 4,10).273
Creer en Dios, como nico Dios, significa retirar nuestra confianza absoluta a
cualquier otra cosa. Significa superar la tentacin de idolatra que nos lleva a poner la
confianza en las riquezas (Mt 6,24), en el placer (Flp 3,19), en el poder (He 4,19; Mc
12,17). Pues "sabemos que el dolo no es nada y no hay ms que un nico Dios. Pues an
cuando se les de el nombre de dioses, ya sea en el cielo ya sea en la tierra -y de hecho hay
numerosos dioses y seores-, para nosotros no hay ms que un Dios, el Padre, del cual
proceden todas las cosas y para el cual somos, y un solo Seor, Jesucristo, por quien son
todas las cosas y por el cual somos nosotros" (1Cor 8,4-6).
Creer en Dios significa llevar grabado en el corazn y vivir en la historia el Shem:
"Escucha, Israel: El Seor, nuestro Dios, es el nico Seor, y amars al Seor, tu Dios, con
todo tu corazn, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas" (Mc 12,2930).
Creer en Dios significa estar, como Abraham, como Mara, abiertos a lo imposible,
"esperando contra toda esperanza", "pues nada es imposible" "al poder del Altsimo" (Lc
1,35-37) y reconocer agradecidamente, como creacin de Dios, lo imposible acontecido:
"Proclama mi alma la grandeza del Seor... porque el Poderoso ha hecho obras grandes en
m" (Lc 1,46ss).
c) COMBATE ESPIRITUAL274
De este modo la vida del cristiano es un combate entre la carne y el Espritu. Para
este combate en el Camino se entregan las armas, que posee la Iglesia. Contra la tentacin
de la comodidad y sensualidad la Iglesia ofrece el arma del ayuno, de la mortificacin,
como un negarse a s mismo, dar muerte a las apetencias del hombre de pecado. Contra la
tentacin de la autonoma frente a Dios, est el arma de la oracin, el reconocimiento en
adoracin de Dios como Dios. Y frente a los dolos, que hallan su sntesis en el dinero, la
limosna. La esperanza en Dios en medio del sufrimiento y de las privaciones, la fe en Dios
ante lo absurdo de la historia para la razn humana y el amor a Dios por encima de todas
las cosas es el triunfo de Cristo hecho vida en el cristiano. Es el Shem cumplido: "Amar a
Dios con el corazn, con la mente y con las fuerzas", como Cristo con el corazn
atravesado por la lanza, con la mente coronada de espinas y manos y pies -las fuerzas del
hombre- clavados en la cruz.
"En el hombre existe, porque es un compuesto de espritu y cuerpo, existe cierta
tensin, y se desarrolla una lucha de tendencias entre el 'espritu' y la 'carne'. Pero, en
realidad, esta lucha pertenece a la herencia del pecado. Es una consecuencia de l, y, al
mismo tiempo confirma su existencia. Forma parte de la experiencia cotidiana del combate
espiritual" (CEC 2516). "Para poder poseer y contemplar a Dios, los fieles cristianos
mortifican sus concupiscencias y, con la ayuda de Dios, vencen las seducciones del placer
y del poder" (2549). "El camino de la perfeccin pasa por la cruz. No hay santidad sin
renuncia y sin combate espiritual" (2015). "Este combate y esta victoria slo son posible
con la oracin. Por medio de su oracin, Jess es vencedor del Tentador, desde el
principio y en el ltimo combate de su agona. En esta peticin a nuestro Padre, Cristo nos
une a su combate y a su agona" (2849). "Orar es una necesidad vital: si no nos dejamos
llevar por el Espritu caemos en la esclavitud del pecado" (2744).
Este es el combate de todos los das en la vida del discpulo de Cristo. El cristiano,
renacido del agua y del Espritu, tiene ya el Espritu, es hijo de Dios, pero se encuentra an
en la carne; experimenta dentro de s una resistencia al Espritu, a la vida filial de
obediencia al Padre. Esta lucha no termina nunca en esta vida. El amor de Dios no suprime
la libertad del hombre. Es ms, con la manifestacin del Espritu en el cristiano, es cuando
comienza realmente la lucha. Espritu y carne son antagnicos, enemigos irreconciliables
mundo de pecado". Como abogado del Padre, al revisar el proceso injusto hecho por los
hombres al Hijo querido, condenndolo como malhechor y blasfemo y sentencindolo a la
ignominiosa muerte de cruz, el Espritu convence a los hombres de su injusticia,
declarndoles culpables, declarando igualmente a Jess inocente, acogido por el Padre. De
este modo el Parclito manifestar el sentido de la muerte de Jess, derrota y condenacin,
no del hombre, sino del Prncipe de este mundo:
"Cuando venga el Parclito, que yo os enviar, convencer al mundo de pecado,
por no haber credo en m, y de injusticia porque voy al Padre y har el juicio del Prncipe
de este mundo, que ya est condenado" (Jn 16,7-11).
El mismo da de Pentecosts hall cumplimiento esta promesa de Cristo. Pedro,
"lleno del Espritu Santo", convence a sus oyentes de pecado, por no haber credo en Cristo,
condenndolo a muerte de cruz. Les anuncia la justicia que ha hecho el Padre, resucitando a
su Hijo y exaltndolo a su derecha como Seor. Y les anuncia la condena de Satans,
llamndoles a acoger el perdn de Cristo.
Esto sigue hacindolo hasta hoy en la Iglesia. Actuando en el interior del hombre, el
Espritu Santo, nos descubre los engaos de nuestra vida. Iluminndonos la cruz de Cristo
nos hace sentirnos juzgados y, al mismo tiempo, perdonados por el amor de Dios, que es
ms grande que nuestro pecado. Ante la luz penetrante del Espritu, caen todas nuestras
falsas excusas; se derrumba todo intento de autojustificacin. El fariseo, que no quiere
reconocerse pecador, tendr siempre la tentacin de "apagar el Espritu", para no "dar
gracias en todo, que es lo que Dios, en Cristo Jess, quiere de nosotros" (1Ts 5,18-19). La
conversin comienza por el reconocimiento del propio pecado.
convierte..."Dichoso, pues, el hombre a quien Dios perdona su pecado" (Sal 31,2; Rm 4,5).
Por ello, quien ha experimentado el pecado -"tu hermano estaba muerto"- y, luego, ha
experimentado la alegra del perdn, no desea perderla y comprende que el Seor, al
perdonarlo, le diga: "No peques ms" (Jn 8,11).
"Jess invita a los pecadores al banquete del Reino... mostrndoles de palabra y
con hechos la misericordia sin lmites de su Padre hacia ellos y la inmensa 'alegra en el
cielo por un solo pecador que se convierta' (Lc 15,7). La prueba suprema de este amor
ser el sacrificio de su propia vida 'para remisin de los pecados' (Mt 26,28)" (CEC 545).
"(En la parbola del hijo prdigo), el mejor vestido, el anillo y el banquete de fiesta son
smbolos de esta vida nueva, llena de alegra, que es la vida del hombre que vuelve a Dios
y al seno de su familia, que es la Iglesia. Slo el corazn de Cristo, que conoce las
profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su misericordia de una
manera tan llena de simplicidad y de belleza" (1439).
Slo el fariseo, el hermano mayor, no puede comprender la fiesta del perdn
ofrecida al hermano menor, porque para l el pecado supone "orgas de placer,
despilfarrando la herencia del Padre" y no muerte. Como no comprenden el perdn de Jess
a la mujer sorprendida en adulterio (Jn 8,1-11) quienes, con las piedras en las manos
hipcritas, se presentan como cumplidores de la ley. Lo entender Pablo, que dice: "la vida
que vivo al presente, la vivo en la fe del Hijo de Dios que me am y se entreg por m" (Ga
2,20). En este "por m" est concentrada toda la profundidad personal del pecado, la
gratuidad del perdn y el amor agradecido por el perdn. Morir por un justo entra en las
posibilidades humanas, pero dar la vida por el impo, morir por el perseguidor, por el
enemigo, es "la prueba del amor de Dios en Cristo" (Rm 5,7-8).
"La Ley nueva es la gracia del Espritu Santo dada a los fieles mediante la fe en
Cristo" (1965). "La Ley nueva es llamada ley de amor, porque hace obrar por el amor que
infunde el Espritu Santo ms que por el temor; ley de gracia, porque confiere la fuerza de
la gracia para obrar mediante la fe y los sacramentos; ley de libertad, porque... nos inclina
a obrar espontneamente bajo el impulso de la caridad y nos hace pasar de la condicin
del siervo 'que ignora lo que hace su seor', a la de amigo de Cristo, 'porque todo lo que
he odo a mi Padre os lo he dado a conocer' (Jn 15,15)" (1972).
El perdn es la fuente de un amor ms grande; con su gratuidad crea la gratitud en el
pecador perdonado. Es la experiencia de tantas Familias en misin del Camino
Neocatecumenal, que habindose sentido perdonados, reconciliados con Dios y sacados del
infierno de su vida anterior, lo dejan todo y parten a anunciar ese amor, del que son testigos
en su propia familia. Cuantas veces han repetido lo que ya deca San Ireneo:
"Dios fue magnnimo cuando el hombre le abandon, anticipndose con la victoria
que le sera concedida por el Logos. Pues, como permiti que Jons fuese tragado por el
monstruo marino (Jon 2,1-11), no para que pereciera totalmente, sino para que, al ser
vomitado (2,1), glorificase ms a quien le haba otorgado tan inesperada salvacin, as
desde el principio permiti Dios que el hombre fuese tragado por el gran monstruo,
Satans, autor de la transgresin (Gn 3,1-6.14), no para que pereciera totalmente, pues
tena preparado de antemano el don de la salvacin en Quien la realizara por el signo de
Jons (Mt 12,39-40). Quiso que el hombre pasase por todas las situaciones y gustase el
conocimiento de la muerte, para llegar por ella a la resurreccin de los muertos (Jn 5,25;
Ef 5,14) y experimentar de qu mal haba sido librado. As sera siempre grato al Seor,
por haber recibido de El el don de la incorrupcin, y le amara mucho ms, pues 'ama ms
aquel a quien ms se le perdona' (Lc 7,42-43)".282
La Iglesia celebra el don del Espritu Santo como perdn de los pecados. El amor de
Dios, Padre misericordioso, que ha reconciliado al mundo consigo, por la muerte y
resurreccin de Jesucristo, ha enviado el Espritu Santo a la Iglesia para hacer presente y
actual esta obra en el perdn de los pecados, como recoge la frmula de la absolucin del
sacramento de la Penitencia. Por ello el Espritu Santo trae al cristiano la verdadera
liberacin: "Donde est el Espritu del Seor, hay libertad" (2Cor 3,17). "Vosotros,
hermanos, fuisteis llamados a la libertad...Si os dejis guiar por el Espritu, no estis ya
bajo la ley" (Ga 5,13.18). Es lo que canta Pablo en la carta a los Romanos:
"Por consiguiente, ninguna condenacin pesa ya sobre los que estn en Cristo
Jess. Porque la ley del Espritu, dador de la vida en Cristo Jess, nos liber de la ley del
pecado y de la muerte. Pues lo que era imposible a la ley, reducida a la impotencia por la
carne, Dios, habiendo enviado a su propio Hijo en una carne semejante a la del pecado, y
en orden al pecado, conden al pecado en la carne, a fin de que la justicia se cumpliera en
nosotros, no segn la carne, sino segn el Espritu. Efectivamente, los que viven segn la
carne, desean lo carnal; mas los que viven segn el Espritu, lo espiritual. Pues las
tendencias de la carne son muerte; mas las tendencias del Espritu, vida y paz, ya que las
tendencias de la carne llevan al odio a Dios; no se someten a la ley de Dios, ni siquiera
pueden; as, los que estn en la carne, no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no estis
en la carne, sino en el Espritu, ya que el Espritu de Cristo est en vosotros, aunque el
cuerpo haya muerto ya a causa del pecado, el Espritu es vida a causa de la justicia...As
que, hermanos mos, no somos deudores de la carne para vivir segn la carne, pues, si
vivs segn la carne, moriris. Pero si con el Espritu hacis morir las obras del cuerpo,
viviris. En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espritu de Dios, stos son hijos de
Dios. Pero no recibisteis un espritu de esclavos para recaer en el temor, antes bien,
recibisteis un Espritu de hijos adoptivos que nos hace clamar: Abba, Padre!" (Rm 8,115).
La ley nueva del cristiano no es sino el Espritu Santo o su efecto propio en
nosotros, es decir, la fe que obra por el amor.283 El Espritu es tan interior a nosotros que El
es nuestra espontaneidad. As el Espritu nos hace libres en la verdad. Santiago puede
llamar a esta ley del cristiano "ley de libertad" (1,5;2,12). Y San Pablo dir: "Porque
vosotros hermanos, fuisteis llamados a la libertad. Solamente que esta libertad no d
pretexto a la carne; sino al contrario, por medio del amor poneos los unos al servicio de los
dems. Pues toda la ley queda cumplida con este solo precepto: amars a tu prjimo como a
ti mismo" (Gl 5,13-14;Cfr Rom 7,5-6).284
Es la libertad, hecha capacidad de servicio a los dems. Como la vive San Pablo:
"No soy libre? Y, siendo libre respecto de todos, me hice esclavo de todos para ganar al
mayor nmero posible" (1Cor 9,1.19). Esta libertad, don del Espritu, lleva al Apstol a
anunciar a Jesucristo con parresa.285 Es la libertad e intrepidez que da el Espritu a los
mrtires frente a los torturadores. Es la libertad de los hijos de Dios, para quienes servir es
reinar.
8. ESCATOLOGIA
Nuestra sociedad es fruto de los tres "maestros de la sospecha", los tres falsos
profetas de nuestro tiempo, Marx, Freud y Nietzsche, que nos han cerrado con compuertas
de plomo el cielo y la esperanza. El hombre actual recoge, amalgama o confunde las
crticas de estos espritus, eliminando a Dios de nuestro mundo y, con El, la esperanza del
mundo futuro. El hombre del ocio, engendrado por la civilizacin de los mass media prensa, radio, televisin, cine- exige "panem et circenses", que le divierten y distraen de s
mismo y ms an de Dios y de la aspiracin al "pan del cielo". El hombre del progreso y
de la tcnica, perdido en el laberinto de la gran ciudad tecnopolita, es absorbido por los
ordenadores, que le codifican, haciendo de l una computadora de horarios y funciones,
sometido a la esclavitud del consumo de lo que la publicidad le presenta como
imprescindible para vivir el paraso en la tierra, sin tiempo ni posibilidad de alzar los ojos al
cielo. Reducido a la tierra, a este hombre slo le queda la posibilidad de dar culto al
cuerpo o a la ecologa.
Sin embargo "el deseo de Dios est inscrito en el corazn del hombre, porque el
hombre ha sido creado por Dios y para Dios" (CEC 27). "Pero esta 'unin ntima y vital
con Dios' (GS 19) puede ser olvidada, desconocida e incluso rechazada explcitamente por
el hombre" (29). Pero "los hombres de todos los tiempos se han formulado la pregunta
bsica: D dnde venimos? A dnde vamos? Cul es nuestro origen? Cul es nuestro
fin?...La fe cristiana explicita la respuesta" (282). "Las bienaventuranzas descubren la
meta de la existencia humana: Dios nos llama a su propia bienaventuranza" (1719). "Esta
bienaventuranza... nos ensea que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el
bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por til que sea,
como las ciencias, las tcnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino slo en Dios"
(1723).
Hoy, quin habla o piensa siquiera en la vida eterna? En nuestro mundo
secularizado, angustiado por lo inmediato, quin piensa en algo ms all de lo que tocan
sus manos o la prolongacin de ellas: la tcnica? En nuestro mundo cientfico, quin se
atreve a hablar de lo que se sustrae a la verificacin de los laboratorios humanos? A
muchos, incluso en ciertos ambientes de la teologa, les parece una fbula del pasado hablar
del cielo y del infierno. No ha sustituido la ciencia a la fe, la seguridad social a la
esperanza y la organizacin estatal a la caridad? Qu predicador se atreve hoy a
escandalizar nombrando las verdades escatolgicas? Hoy hablar de la resurreccin causa,
en vez de la risa del Arepago de Atenas (He 17,32), la sonrisa, que es una burla mayor,
Creer en Dios Padre, como origen de la vida; creer en Jesucristo, como vencedor de
la muerte; creer en el Espritu Santo, como Espritu vivificante en la Iglesia, donde
experimentamos la comunin de los santos y el perdn de los pecados, causa de la muerte,
nos da la certeza de la resurreccin y de la vida eterna. La vida surgida del amor de Dios,
manifestado en Jesucristo e infundido en nuestros corazones por el Espritu Santo, es vida
eterna, pues "su amor es ms fuerte que la muerte":
"El Seor ora al Padre: 'Quiero que donde estoy yo, estn tambin ellos, para que
vean mi gloria' (Jn 17,24), deseando que a quienes plasm y form, estando con El,
participen de su gloria. As plasm Dios al hombre, en el principio, en vistas de su gloria;
eligi a los patriarcas en vistas de la salvacin; form y llam a los profetas para habituar
al hombre sobre la tierra a llevar su Espritu y poseer la comunin con Dios...Para quienes
le eran gratos diseaba como arquitecto el edificio de la salvacin; guiaba en Egipto a
quienes no le vean; a los rebeldes en el desierto les dio una ley adecuada; a los que
entraron en la tierra les procur una propiedad apropiada; para quienes retornaron al
Padre mat un 'novillo cebado' y les dio el 'mejor vestido', disponiendo as, de muchos
modos, al gnero humano a la msica (Lc 15,22-23.25) de la salvacin...Pues Dios es
poderoso en todo: fue visto antes profticamente, luego fue visto adoptivamente en el Hijo,
y ser visto paternalmente en el Reino de los cielos (1Jn 3,2; 1Co 13,12); pues el Espritu
prepara al hombre para el Hijo de Dios, el Hijo lo conduce al Padre, y el Padre le da la
incorrupcin para la vida eterna, que consiste en ver a Dios".288
La muerte es consecuencia del pecado. El hombre, llamado a la vida por Dios,
quiere alcanzar por s mismo, contra Dios, el rbol de la vida. Al intentarlo halla la muerte.
As "por un hombre entr el pecado en el mundo y, por el pecado, la muerte" (Rm 5,12). En
esta muerte entra Cristo, como nuevo Adn, y sale vencedor de la muerte. "Se humillo
hasta la muerte y muerte de cruz" (Flp 2,8); por esta kenosis, en obediencia al Padre, Jess
venci el poder de la muerte (Cf. 2Tm 1,10; Hb 2,14); la muerte, de esta manera, ha
perdido su aguijn (1Cor 15,55). El que cree en Cristo "ha pasado de la muerte a la vida"
(Jn 5,24) pues "el que cree en m, aunque haya muerto, vivir; y el que est vivo y cree en
m, no gustar la muerte por siempre" (Jn 11,25-26), siendo el mismo Cristo "la
resurreccin y la vida" (Jn 11,25;14,6).
"Si es verdad que Cristo nos resucitar 'el ltimo da', tambin lo es, en cierto
modo, que nosotros ya hemos resucitado con Cristo. En efecto, gracias al Espritu Santo,
la vida cristiana en la tierra es, desde ahora, una participacin en la muerte y resurreccin
de Cristo" (CEC 1002). "Unidos a Cristo por el Bautismo, los creyentes participan ya
"La fe nos hace gustar de antemano el gozo y la luz de la visin beatfica, fin de
nuestro caminar aqu abajo" (163). "Ahora, sin embargo, 'caminamos en la fe y no en la
visin' (2Cor 5,7), y conocemos a Dios 'como en un espejo, de una manera...imperfecta'
(1Cor 13,12). Luminosa por aquel en quien cree, la fe es vivida con frecuencia en la
oscuridad" (164). "Cuando la Iglesia ora diciendo 'Padre nuestro que ests en el cielo,
profesa que somos el Pueblo de Dios 'sentado en el cielo, en Cristo Jess' (Ef 2,6), 'ocultos
con Cristo en Dios' (Col 3,3), y, al mismo tiempo, 'gemimos en este estado, deseando
ardientemente ser revestidos de nuestra habitacin celestial' (2Cor 5,2)" (2796).
La existencia del cristiano, -se confiesa en el Camino Neocatecumenal-, es
escatolgica; est transida por la Vida Eterna y desemboca en la plenitud de ella. Rasgos de
la existencia escatolgica son todos aquellos que no encajan en los criterios de quien
prescinde de Dios y reduce su vida y esperanzas a este mundo. A la luz de la fe en la
escatologa se iluminan tantas experiencias de las Comunidades, como la aceptacin de la
cruz y el dolor, como camino de salvacin y encuentro con la luz radiante del rostro de
Dios, la renuncia a los bienes como seguridad de la vida, la apertura a la vida, la no
resistencia al mal, remitiendo la justicia a Dios, el dejar "familia y patria" para vivir como
itinerantes, "viviendo sin patria propia y sintindose en cualquier lugar en su propia
patria",290 es decir, estando en este mundo como peregrinos, al sentirse ciudadanos del
cielo...
dice San Agustn: "En Cristo se realiz ya lo que para nosotros es todava esperanza. No
vemos lo que esperamos, pero somos el cuerpo de aquella cabeza en la que ya se hizo
realidad lo que esperamos".293
El cielo, que esperamos, es nuestra casa paterna, nuestra patria, donde nos concibi
desde siempre el amor de Dios. Ir al cielo es volver al cielo, acabar el exilio y tornar a casa.
La Revelacin, partiendo del Gnesis, discurre desde la creacin, a travs de las vicisitudes
de la historia, hasta el Apocalipsis. Dios, de quien procede todo, al final ser "todo en
todo". La historia en Cristo une el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin: El es el Primero y
el Ultimo. Y con Cristo, tras El, los que fueron creados en El y en vista de El. Con la frase
de San Agustn: "Nos hiciste, Seor, para ti y nuestro corazn est inquieto hasta que
descanse en ti".294 O con San Pablo: "Quienes han sido llamados segn su designio, de
antemano los conoci y tambin los predestin a reproducir la imagen de su Hijo, para que
El fuera el primognito entre muchos hermanos" (Rm 8,29; Cf Ef 1,3-14).
"La Iglesia slo llegar a su perfeccin en la gloria del cielo, cuando Cristo vuelva
glorioso. Hasta ese da, la Iglesia avanza en su peregrinacin a travs de las
persecuciones del mundo y de los consuelos de Dios. Aqu abajo, ella se sabe en exilio,
lejos del Seor, y aspira y desea con todas sus fuerzas reunirse con su Rey en la gloria"
(CEC 769). "La Iglesia slo entrar en la gloria del Reino a travs de la ltima Pascua en
la que seguir a su Seor en su muerte y su resurreccin. El Reino no se realizar, por
tanto, mediante un triunfo histrico de la Iglesia, en forma de un proceso creciente, sino
por una victoria de Dios sobre el ltimo desencadenamiento del mal que har descender
desde el cielo a su Esposa" (677).
Cristo, el Hijo Unignito de Dios, al volver al Padre en la ascensin, subi al cielo
como Primognito, como el primero de muchos hermanos; subi "a prepararnos el sitio" (Jn
14,2), para "estar donde El est", "en el seno del Padre". En eso consiste el cielo, en la vida
eterna con Dios. Es algo que "ni el ojo vio, ni el odo oy, ni nadie lleg a imaginar nunca
lo que Dios tiene preparado para quienes le aman" (1Cor 2,9). Todos los sufrimientos de
esta vida no son nada en comparacin de la gloria que ha de manifestarse en nosotros (Rm
8,18). "Por su muerte y resurreccin Jesucristo nos ha abierto el cielo. La vida de los
bienaventurados consiste en la plena posesin de los frutos de la redencin realizada por
Cristo, quien asocia a su glorificacin celestial a aquellos que han credo en El y que han
permanecido fieles a su voluntad. El cielo es la comunidad bienaventurada de todos los que
estn perfectamente incorporados a El" (CEC 1026).
Para hablar de la vida de resucitados en el cielo, tenemos que servirnos de lo que
ven nuestros ojos en este mundo, pero slo como imgenes o smbolos de otra realidad. En
toda analoga hay semejanza y desemejanza, quiz ms desemejanza que semejanza, pues
cuanto decimos del cielo es siempre menos de lo que dejamos de decir. Pero la semejanza
existe. Toda imagen terrena de la realidad celeste es algo as como la vara de oro que
sirvi para medir el permetro del cielo, "la medida humana que usan los ngeles" (Ap
21,17). Los smbolos son indispensables para expresar lo inefable, son la forma ms
transparente de la verdad, pues en lugar de esconderla, la revelan, al decir lo indecible,
ponindonos en contacto con el misterio, dejndolo como lo que es: misterio. Esto no lo
hace el lenguaje conceptual, por ms exacto que parezca, pues ste es siempre neutro y fro.
Los intentos de la teologa racional de "desmitologizar" el Evangelio, pretendiendo encerrar
en una frmula abstracta el misterio, no hacen ms que desnaturalizar el misterio, negarle
finalmente. Es el absurdo incongruente de los iconoclastas que, despus de barrer el templo
de imgenes, se arrodillan ante la pared desnuda o la hornacina vaca. La imagen no es
tenemos por patria el paraso (Flp 3,20; Hb 11,13-16;13,13) y por padres a los patriarcas.
Nos esperan all muchas de nuestras personas queridas, seguras de su salvacin, pero
preocupadas por la nuestra. Qu alegra tan grande para ellos y nosotros llegar a su
presencia y abrazarlos! All est el coro glorioso de los apstoles, el grupo de los profetas
gozosos, la innumerable multitud de los mrtires coronados por la victoria, las vrgenes
que triunfaron en el combate de la castidad, los que socorrieron a los pobres, transfiriendo
su patrimonio terreno a los tesoros del cielo. Corramos, hermanos amadsimos, con
insaciable deseo tras stos, para estar en seguida con ellos! Deseemos llegar pronto a
Cristo!".296
Cristo "es la resurreccin y la vida" (Jn 11,25). Quien se une a Cristo, es conocido y
amado por Dios y tiene, por tanto, "vida eterna" (Jn 3,15): "Pues tanto am Dios al mundo
que dio a su Hijo nico para que todo el que crea en El no perezca, sino que tenga vida
eterna" (Jn 3,16). Esta certeza del amor de Dios lleva al neocatecmeno a poner su
confianza en Dios y no en s mismo. El temor de Dios le hace vivir en vigilancia para que
no le sorprenda dormido la venida del Seor. La catequesis de las vrgenes, que aguardan al
Seor con aceite en sus alcuzas, y de las necias que no se proveyeron de l acompaa al
neocatecmeno desde la etapa del primer escrutinio.
d) JUICIO
para juzgar en juicio y ser testigo rpido contra los que juran en mi Nombre con mentira'
(Malq 3,1-5). Tambin Pablo seala las dos venidas, escribiendo a Tito: 'La gracia de
Dios, nuestro Salvador, apareci a todos los hombres, ensendonos a negar toda
impiedad y pasiones humanas, para vivir sobria y piadosamente en este siglo, esperando la
manifestacin de la gloria del Dios grande y Salvador nuestro, Jesucristo' (Tit 2,11-13)".298
Frente a un silencio bastante generalizado en la predicacin del juicio y el infierno,
en las Comunidades se proclama abierta y frecuentemente. Dios toma en serio al hombre y
su libertad. La vida no es un juego y el hombre una marioneta en las manos de Dios. Negar
el infierno es no creer en el hombre ni en la libertad. Dios, en Cristo, ofrece la luz y la vida
al hombre. Pero el amor y la salvacin no se imponen. Dios respeta absolutamente la
libertad del hombre, que puede acoger o rechazar la salvacin. El amor de Dios, amor
gratuito, no anula nunca la libertad del hombre y, por ello, le deja siempre la posibilidad
real de rechazar ese amor.
Ya en el Antiguo Testamento el juicio de Dios era un artculo de fe. Yahveh
"sondea las entraas y los corazones" (Jr 11,20;17,10), distinguiendo entre justos y
culpables. Los justos escapan a la prueba y los culpables son castigados (Gn 18,23ss). A El
confan su causa los justos como Juez supremo.299 Los salmos estn llenos de las llamadas
angustiosas y confiadas que le dirigen los justos perseguidos.300 Pero en su juicio Dios
discierne la causa de los justos de la de los culpables: castiga a los unos para salvar a los
otros (Ez 35,17-22). Dios es enemigo del pecado y el Da de Yahveh, da de juicio, es da
de fuego que destruye el mal (Is 66,16). En el valle de Josafat -"Dios juzga"-, Dios reunir
a las naciones; entonces ser la siega y la vendimia escatolgica (Jl 4,12ss). Slo los
pecadores debern temblar, pues los justos sern protegidos por Dios mismo (Sb 4,15ss);
los santos del Altsimo tendrn parte en el reinado del Hijo del Hombre (Dn 7,27).
El justo, que ha puesto su confianza en Dios, apela al juicio de Dios suplicante:
"Levntate, Juez de la tierra, da su salario a los soberbios" (Sal 94,2). Y canta por
anticipado la gloria del juicio de Dios;301 el pobre, que confa en Dios, tiene la certeza de
que Dios le har justicia (Sal 140,13s). As los fieles del Seor, oprimidos por los impos,
aguardan con esperanza el juicio de Dios, el Da de Yahveh. Pero, quin es justo ante
Dios? (Sal 143,2): "Si llevas cuenta de las culpas, oh Dios, quien se salvar? Pero de ti
procede el perdn...Mi alma espera en el Seor, porque del Seor viene la misericordia, la
redencin copiosa: El redime a Israel de todos sus delitos" (Sal 130).
"Siguiendo a los profetas y a Juan Bautista, Jess anunci en su predicacin el
juicio del ltimo Da. Entonces, se pondrn a la luz la conducta de cada uno y el secreto de
los corazones. Entonces ser condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la
gracia ofrecida por Dios" (CEC 678). "El Padre ha entregado todo juicio al Hijo. Pues
bien, el Hijo no ha venido para juzgar sino para salvar y para dar la vida que hay en l. Es
por el rechazo de esta gracia en esta vida por lo que cada uno se juzga ya a s mismo"
(679). "Cuando Cristo venga en su gloria acompaado de todos sus ngeles y sean
congregadas ante l todas las naciones..." (1038) "frente a Cristo, que es la verdad, ser
puesta al desnudo definitivamente la verdad de la relacin de cada hombre con Dios"
(1039).
En el Nuevo Testamento, "el Da de Yahveh" pasa a ser el Da de Jesucristo,
porque Dios le entreg el juicio y le confi la consumacin de la salvacin: es el Da de
Cristo Jess (Flp 1,6.10;2,16), "Da del Seor" (1Ts 5,2; 1Co 1,8) o "Da del Hijo del
Hombre" (Lc 17,24). En la venida gloriosa del Seor se centra la esperanza de la
comunidad cristiana. Esta venida -parusa del Seor- llevar a plenitud consumada la obra
vuestros lomos, porque no sabis la hora en que vuestro Seor va a venir (Lc 12,35-40; Mt
24,42-44p; 25,1-13). Reunos frecuentemente, inquiriendo lo conveniente a vuestras almas,
pues de nada os servir todo el tiempo de vuestra fe, si no sois perfectos en el ltimo
momento".305
"Recordmoslo, no sea que, echndonos a descansar como llamados, nos
durmamos (Mt 25,5; Rm 13,11) en nuestros pecados y, prevaleciendo sobre nosotros el
'prncipe malo', nos empuje lejos del reino del Seor (Mt 22,14)".306
"Es preciso, pues, que estemos preparados para que, al llegar el da de partir, no
nos coja impedidos y embarazados (Lc 12,35-37; Mt 25,1-13). Debe lucir y resplandecer
nuestra luz en las 'buenas obras' (Mt 5,14-16), para que ella nos conduzca de la noche de
este mundo a los resplandores eternos".307
El cristiano sabe que su vida no es algo arbitrario ni un juego poco serio que Dios
pone en sus manos; los escrutinios dentro del Camino son una ayuda para tomar en serio la
vida y las gracias del Seor. Como administrador de los "dones de su Seor" se le pedir
cuentas de lo que se le ha confiado. Al siervo fiel, aunque sea "en lo poco", se le "invitar a
entrar en el gozo eterno de su Seor"; al "siervo malo y perezoso, que entierra el talento del
Seor, que le ha sido confiado, sin hacerlo fructificar, se le arrojar a las tinieblas de afuera,
donde experimentar el llanto y rechinar de dientes" (Mt 25,14ss). El artculo de fe sobre el
juicio pone ante nuestros ojos el examen al que ser sometida nuestra vida. No podemos
tomar a la ligera el inaudito alcance de nuestra vida y libertad ante Dios. El es el nico que
nos toma en serio.
"Feliz quien da y noche no se deja oprimir por otra preocupacin que la de saber
dar cuenta -sin angustia alguna- de la propia vida en aquel gran da, en el que todas las
criaturas se presentarn ante el Juez para darle cuenta de sus acciones. Pues quien tiene
siempre ante la vista aquel da y aquella hora, se no pecar jams. La falta del temor de
Dios es causa de que pequemos! Acurdate, pues, siempre de Dios, conserva en tu corazn
su temor e invita a todos a unirse a tu plegaria. Es grande la ayuda de quienes pueden
aplacar a Dios. Mientras vivimos en esta carne, la oracin nos ser una preciosa ayuda,
sindonos vitico para la vida eterna. Y, tambin, as como es buena la soledad; en
cambio, el desnimo, la falta de confianza o desesperar de la propia salvacin es lo ms
pernicioso para el alma. Confa, pues, en la bondad del Seor y espera su recompensa! Y
esto, sabiendo que si nos convertimos sinceramente a El, no slo no nos rechazar para
siempre, sino que, encontrndonos an pronunciando las palabras de la oracin, nos dir:
'Heme aqu!'" (Is 58,9).308
El Anticristo arrastra consigo a la perdicin a los que se dejan llevar de sus
promesas. El se alza "contra todo lo que es de Dios y contra su culto", tratando de
"instalarse en el templo de Dios, proclamndose l mismo Dios" (2Ts 2,4-10). El
Apocalipsis nos lo describe vestido de "jactancia, arrogante y blasfemo" (Ap 13). Su
verdadera esencia es el orgullo, la voluntad de poder y de dominio que se manifiesta en la
violencia y la opresin, en el egosmo, la envidia, el odio y la mentira (1Jn 2,18-22; 2Jn 7).
Es hijo del Prncipe de este mundo, el Diablo, mentiroso y asesino desde el principio (Jn
8,44); rechaza a Cristo, condenndolo a muerte. Pero el rechazo de Jess, su condena,
clama justicia ante el Padre, que juzga con justicia y "a quien se remiti Jess" (1P 2,23):
"Vendr, pues, a juzgar a los vivos y a los muertos. Vendr como Juez Quien fue
sometido a juicio. Vendr en la forma en que fue juzgado para 'que vean a quien
traspasaron' (Za 12,10; Jn 19,37): 'He aqu al Hombre a quien crucificasteis. He aqu a
Dios y al Hombre en quien no quisisteis creer. Ved las heridas que me hicisteis y el costado
que traspasasteis'. Pues por vosotros se abri y, sin embargo, rehusasteis entrar. Quienes
no fuisteis redimidos al precio de mi Sangre (1p 1,18-19) no sois mos: 'Apartaos de m al
fuego eterno, preparado para el diablo y sus ngeles' (Mt 25,41)...Vendr...Quien antes
vino ocultamente, vendr de modo manifiesto; quien fue juzgado, vendr a juzgar. Quien
estuvo como reo ante el hombre juez, juzgar a todo hombre...sin que pueda ser
corrompido con dinero ni ablandado por satisfaccin alguna. Aqu, aqu debe hacer cada
uno lo que pueda, mientras hay lugar a la misericordia! Pues no podr hacerlo all. Haz
aqu penitencia, para que aquel cambie tu sentencia! Da aqu limosna, para que de aquel
recibas la corona. Otorga aqu el perdn, para que all te lo conceda el Seor. Ahora es el
tiempo de la fe. Quien quiera vivir para siempre y no temer la muerte, conserve la Vida
que vence la muerte. Quien quiera no temer al Juez divino, le considere ahora su
Defensor".309
No es que Jesucristo haya venido al mundo para juzgar al mundo, sino para salvarlo
(Jn 3,17; 8,15s). Pero el juicio se opera ya por la actitud que cada cual adopte para con El.
Quien no cree ya est juzgado por haber rechazado la luz (Jn 3,18ss). El juicio, ms que una
sentencia divina, es una revelacin del interior de los corazones humanos: "Este est puesto
-dir Simen- para cada y elevacin de muchos, como seal de contradiccin, a fin de que
se manifiesten las intenciones de muchos corazones" (Lc 2, 34-35). Aquellos cuyas obras
son malas prefieren las tinieblas a la luz (Jn 3,19s) y Dios no hace ms que dejarles en la
ceguera con la que creen ver claro, satisfechos en su jactancia.310 En cuanto a los que
reconocen su ceguera, Jess les abre los ojos (Jn 9,39), para que actuando en la verdad
lleguen a la luz (Jn 3,21).
En realidad "todos somos culpables ante Dios" (Rm 3,10-20). Desde la entrada del
pecado en el mundo, por nuestro padre Adn, se pronunci un veredicto de condena contra
todos los hombres (Rm 5,16-18). Nadie poda escapar a esta condena por sus mritos. Pero,
cuando Jess muri por nuestros pecados, Dios destruy el acta de condenacin, clavndola
en la cruz. A quien no conoci el pecado le hizo pecado por nosotros, para que vinisemos
a ser justicia de Dios en El (2Cor 5,21). "Conden el pecado en la carne de Cristo, a fin de
que la justicia de la ley se cumpliera en nosotros segn el espritu" (Rm 8,3-4). As Cristo
"nos rescat de la maldicin de la ley hacindose El maldicin por nosotros" (Ga 3,13).
Para quienes confan en Jesucristo el juicio ser, o mejor lo es ya, un juicio de
gracia y misericordia. El es nuestra justificacin: "al que cree en Aquel que justifica al
impo su fe se le reputa como justicia" (Rm 4,5), "porque el fin de la ley es Cristo para
justificacin de todo creyente" (Rm 10,4). Por ello, la profesin de fe en Jesucristo "como
juez de vivos y muertos" es Buena Nueva y expresin de la esperanza cristiana. En Cristo
se nos ha revelado la justicia de Dios, no la que castiga, sino la que justifica y salva (Rm
3,21-24). Para los creyentes no hay ya condenacin (Rm 8,1): si Dios los justifica, quin
los condenar? (8,34). Nada temen quienes han experimentado la vida de Cristo, porque
Cristo viva en ellos y toda su vida ha sido testimonio de Cristo:
"Como hay muchas persecuciones (Sal 118,157), tambin hay muchos mrtires.
Cada da eres testimonio de Cristo. Has sido tentado por el espritu (Os 4,12; 5,4; 1Jn 4,16) de fornicacin, pero, temiendo el futuro juicio de Cristo (Hb 10,27), no has violado la
pureza de la mente y del cuerpo (1Cor 6,9-20): eres mrtir de Cristo. Has sido tentado por
el espritu de avaricia y, sin embargo, has preferido dar ayuda a hacer injusticias: eres
testigo de Cristo. Has sido tentado por el espritu de soberbia, pero, viendo al pobre y al
necesitado, con corazn benigno has sentido compasin, has amado la humildad antes que
la jactancia (Flp 2,3-4): eres testigo de Cristo, dando testimonio no slo con la palabra,
sino con los hechos (Mt 7,21; Jn 12,47). De hecho, quien escucha el Evangelio y no lo
guarda (Mt 7,26), niega a Cristo; aunque lo reconozca con las palabras, lo niega con los
hechos. Sern posiblemente muchos los que dirn: 'Seor, Seor! No profetizamos en tu
nombre y en tu nombre arrojamos demonios, y en tu nombre no hicimos muchos
prodigios?', pero el Seor les responder: 'Jams os conoc; apartaos de m, ejecutores de
maldad' (Mt 7,22-23). Testigo es, pues, aquel que, en armona con los hechos, da
testimonio del Seor Jess. Cuan numerosos son pues, cada da, aquellos que en secreto
son mrtires de Cristo y confiesan a Jess como Seor! Cristo les confesar a ellos ante el
Padre!".311
Es Cristo el "juez de vivos y muertos". Los primeros cristianos con su oracin
"maranath, ven, Seor Jess", han visto el retorno de Jess como un acontecimiento
lleno de esperanza y alegra. Han visto en l el momento anhelado de toda su vida, hacia el
que han orientado su existencia. Y, por otra parte, eran conscientes de que el juez es nuestro
hermano. No es un extrao, sino el que hemos conocido en la fe. Vendr, por tanto, "para
unirnos con El, pues lo esperamos del cielo para hacernos semejantes a su gloria" (Flp 3,2021).312 Cristo Juez es el mismo Cristo Salvador, cuya misin fue purificar al pecador y
llevarle a la vida y a la visin del Padre. De aqu el celo y gozo con que Jess invita a todos
a entrar en la gloria, segn lo que Melitn pone en labios de Cristo:
"Venid, pues, todas las estirpes de hombre que estis amasados en el pecado (1Cor
5,6-8; Mt 16,6) y habis recibido la remisin de los pecados. Soy yo vuestra remisin (Ef
1,7), yo la pascua de salvacin, el cordero degollado por vosotros, vuestro rescate, vuestra
vida, vuestra resurreccin, vuestra luz, vuestra salvacin, yo vuestro rey. Soy yo quien os
elevo hasta el cielo, yo quien os mostrar al Padre que vive desde la eternidad, yo quien os
resucito con mi diestra".313
Sobre el juicio se alza, pues, la aurora de la esperanza. Con esperanzado asombro, el
creyente se encontrar aquel da con quien le ha dicho tantas veces en su vida y en sus
celebraciones: "No temas, soy Yo, el Primero y el Ultimo, el Viviente; estuve muerto, pero
ahora estoy vivo por los siglos, y tengo las llaves de la Muerte y del Hades" (Ap 1,17-18):
"La santa madre Iglesia en el crculo del ao celebra la obra de su divino Esposo,
desarrollando todo el misterio de Cristo, desde la Encarnacin y la Navidad hasta la
Ascensin, Pentecosts y la expectativa de la dichosa esperanza y venida del Seor". (SC
102)
"En la liturgia terrena pregustamos y tomamos parte en aquella liturgia celestial
que se celebra en la santa ciudad de Jerusaln, hacia la cual nos dirigimos como
peregrinos y donde Cristo est sentado a la derecha de Dios como ministro del santuario y
del tabernculo verdadero (Ap 21,2; Col 3,1; Hb 8,2); cantamos al Seor el himno de
gloria con todo el ejrcito celestial; venerando la memoria de los santos, esperamos tener
parte con ellos y gozar de su compaa; aguardamos al Salvador, nuestro Seor Jesucristo,
hasta que se manifieste El, nuestra vida, y nosotros nos manifestemos tambin gloriosos
con El (Flp 3,20; Col 3,4)". (Ibd 8; Cf LG 48ss).
Para los creyentes, la promesa de la venida del Seor es esperanza de redencin
plena, de liberacin de todas las angustias y adversidades de la vida presente. La aparicin
del Seor significa el fin de la muerte y de la corrupcin del pecado. "Cuando empiece a
suceder esto..., alzad vuestra cabeza: se acerca vuestra liberacin" (Lc 21,28).
"El Seor prometi a los Apstoles que seran partcipes de su gloria celeste,
dicindoles: 'As ser el fin del mundo: el Hijo del hombre enviar a sus ngeles, los cuales
recogern de su reino todos los escndalos y todos los operadores de iniquidad para
arrojarlos al horno del fuego. All habr llanto y crujir de dientes. Entonces los justos
brillarn como el sol en el reino de su Padre...Seremos partcipes de aquel esplendor, en el
que mostr a los apstoles el aspecto de su reino, cuando se transfigur sobre el monte (Mt
17,1-2p). Entonces Cristo nos entregar, como su reino, al Padre (1Cor 15,24), pues
nosotros seremos elevados a la gloria de su cuerpo, hacindonos as reino de Dios. Nos
consignar, pues, como reino, segn estas palabras: 'Venid, benditos de mi Padre, a
heredar el Reino preparado para vosotros desde la creacin del mundo' (Mt 25,34)".314
Mientras esperamos esta liberacin plena y definitiva, en medio del combate de
cada da, el Seor nos conforta con su gracia: "Dios os mantendr firmes hasta el final, para
que no tengan de qu acusaros en el da del Seor Jesucristo" (1Cor 1,8). Todos los que
pertenecen a la Iglesia sern congregados de todo el mundo (Mc 13,27) y, entonces la
Iglesia, purificada con la sangre del Cordero, celebrar sus bodas como "novia ataviada
para su Esposo" (Ap 21,2). Este es su deseo y plegaria constante: El Espritu y la novia
dicen: Ven! y el que oiga que repita: Ven! (Ap 22,17.20; 1Co 16,22).
Esta splica nace de la fe esperanzada de que Cristo vendr con gloria a buscar a los
suyos para llevarlos con El. "Y as estaremos siempre con el Seor" (1Ts 4,18):
"Pues nuestro Seor estuvo sobre la tierra, est ahora en el cielo y vendr en gloria
como Juez de vivos y muertos. Vendr, en efecto, como ascendi, segn el testimonio de los
Hechos de los Apstoles (He 1,11) y tambin del Apocalipsis: 'Esto dice El que es, El que
fue y El que vendr' (1,8). 'De all vendr a juzgar a los vivos y a los muertos'.
Confesmosle ahora como Salvador, para no temerlo entonces como Juez! A quien ahora
cree en El y le ama no le har palidecer el miedo, cuando El llame a juicio a 'los vivos y a
los muertos' (2Tm 4,1; 1P 4,5). Lejos de temerlo, anhelar su venida. Puede haber mayor
felicidad que la llegada del Amado y Deseado (Ct 2,8)? No temamos, porque es nuestro
Juez: Abogado nuestro ahora (1Jn 1,8-9;2,1; Hb 7,22;9,24), entonces ser nuestro Juez.
Supongamos que te hayas en la situacin de ser juzgado por un juez. Nombras un abogado,
quien te acoge benvolo y, haciendo cuanto le sea posible, defiende tu causa. Si antes del
fallo recibes la noticia de que este abogado ha sido nombrado juez tuyo, qu alegra tener
por juez a tu mismo defensor! Pues bien, Jesucristo es quien ahora ruega e intercede por
nosotros (1Jn 1,2), vamos a temerlo como Juez? Tras haberle enviado nosotros delante
para interceder en favor nuestro, esperemos sin miedo que venga a ser nuestro Juez!".315
Frente a la mentira y la muerte, en el Juicio de Cristo triunfar la vida y la verdad
del amor, que comenz con su resurreccin y exaltacin a los cielos. Se har manifiesto a
todos que El es el nico Seor, que su amor y su vida es la nica verdad (Jn 16,8-11). Con
la venida gloriosa de Jesucristo quedarn juzgados, vencidos y depuestos los poderes del
mal, el ltimo de ellos la muerte y Dios ser todo en todas las cosas (1Cor 15,28).
"El fin del mundo es la prueba de que todas las cosas han llegado a su plena
realizacin y tendr lugar cuando todos los enemigos sean sometidos a Cristo y, destruido
tambin el ltimo enemigo -la muerte-, Cristo mismo entregue el Reino a Dios Padre (1Cor
15,24-26). Entonces 'pasar la figura de este mundo' (1Cor 7,31), de modo que 'la creacin
ser liberada de la esclavitud de la corrupcin' (Rm 8,21), 'recibiendo la gloria del Hijo de
Dios, para que Dios sea todo en todos' (1Cor 15,28)".316
e) INFIERNO
Pero una condenacin rigurosa aguarda a los hipcritas (Mc 12,40p), a quienes se
han negado a escuchar la predicacin de Jess (Mt 11,20-24), a los incrdulos que,
escuchando, no se han convertido (Mt 12,39-42), a quienes no acojan a sus enviados (Mt
10,14s), que son enviados a las naciones "sin oro, ni plata, ni alforja, ni dos tnicas, ni
sandalias, ni bastn" (Mt 10,9s), "como los hermanos ms pequeos de Jess", con quienes
El se identifica (Mt 25,35-46):
"Cristo es formado, por la fe, en el hombre interior del creyente, el cual es llamado
a la libertad de la gracia, es manso y humilde de corazn, y no se jacta del mrito de sus
obras, que es nulo, sino que reconoce que la gracia es el principio de sus mritos; a ste
puede Cristo llamar su humilde hermano, lo que equivale a identificarlo consigo mismo,
ya que dice: 'cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos, conmigo lo
hicisteis'. Cristo es formado en aquel que recibe la forma de Cristo, y recibe la forma de
Cristo el que vive unido a El con un amor espiritual".317
El infierno, siempre posible para todos, da seriedad a la vida y es garanta de
libertad. Su existencia adems da fuerza e impulso misionero a quien se ha visto merecedor
de l por sus pecados y se siente alcanzado por la gracia de Cristo. Quisiera que lo mismo
llegara a todos los hombres. Sin el infierno, todo se convierte en apariencia, juego; nada es
real. Ya San Justino deca:
"Y no se nos objete lo que suelen decir los que se tienen por filsofos: que cuanto
afirmamos sobre el castigo reservado a los impos en el fuego eterno no es ms que ruido y
fantasmagoras; a estos respondemos que si no es como nosotros decimos, o Dios no existe
o, si existe, no se cuida para nada de los hombres; y ni la virtud ni el vicio seran nada".318
El que cree tiene vida eterna, "pero el que no cree, ya est condenado, porque no ha
credo en el Nombre del Hijo de Dios. Y el juicio est en que vino la luz al mundo y los
hombres amaron ms las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas" (Jn 3,18-21).
Dios, en Cristo, ofrece la luz y la vida al hombre. Pero el amor y la salvacin no se
imponen. Dios respeta absolutamente la libertad del hombre. Le ofrece gratuitamente, en
Cristo, su amor y salvacin, pero deja al hombre la libertad de acogerlo o rechazarlo.319 Es
ms, el amor de Dios capacita al hombre para acoger el don, pero sin anularle la libertad y,
por ello, dejndole la posibilidad de rechazar el amor. La idea del infierno, como
condenacin eterna, puede chocar con la lgica sentimental del hombre, pero es necesario
para comprender a Dios, a Cristo, al Espritu Santo, a la Iglesia y al hombre. El infierno
existe y es eterno, como aparece en el Evangelio320 y en los escritos apostlicos.321
"La enseanza de la Iglesia afirma la existencia del infierno y su eternidad" (CEC
1035). "Las afirmaciones de la Escritura y las enseanzas de la Iglesia a propsito del
infierno son un llamamiento a la responsabilidad con la que el hombre debe usar su
libertad en relacin con su destino eterno. Constituyen al mismo tiempo un llamamiento
apremiante a la conversin" (1036). "Ahora bien, la llamada de Cristo a la conversin
sigue resonando en la vida de los cristianos. Esta segunda conversin es una tarea
ininterrumpida para toda la Iglesia que 'recibe en su propio seno a los pecadores' y que
siendo 'santa al mismo tiempo que necesitada de purificacin constante, busca sin cesar la
penitencia y la renovacin' (LG 8)" (CEC 1428).
"Qu significa la amenaza del fuego eterno (Mt 25,41) lo insina el profeta Isaas,
al decir: 'Id a la lumbre de vuestro propio fuego y a las brasas que habis encendido' (Is
50,11). Creo que estas palabras indican que cada uno de los pecadores enciende la llama
del propio fuego, no siendo echado a un fuego encendido por otros: Yesca y alimento de
este fuego son nuestros pecados, designados por el Apstol 'madera, heno, paja' (1Cor
3,12), de modo que cuando el pecador ha reunido en s gran nmero de obras malas y
abundancia de pecados, toda esta cosecha de males al tiempo debido hierve para el
suplicio y arde para la pena".325
"Pues ningn otro acusador tendrs ante ti aquel da, fuera de tus mismas
acciones! Cada una de ellas se presentar con su peculiar cualidad: adulterio, hurto,
fornicacin..., apareciendo cada pecado con su inconfundible caracterstica, con su tcita
acusacin. 'Bienaventurados, en cambio, los misericordiosos, porque alcanzarn
misericordia'(Mt 5,7)".326
ms posible a una persona, va contra el derecho del hombre a morir con dignidad,
circundado y sostenido por el afecto de sus familiares. El poder mdico debe reconocer sus
propios lmites y guiarse por otros imperativos que no sean el simple rechazo de la muerte a
cualquier precio. Ninguna persona humana puede desear que se retrase en estas condiciones
su muerte. El progreso de los conocimientos mdicos no puede justificar tal ensaamiento
teraputico.330
Frente al encarnizamiento teraputico, hay que defender la muerte digna del
hombre. El muro de tantos aparatos sofisticados, que se interpone entre el moribundo y los
familiares, le privan de la atencin adecuada para entrar en un acontecimiento de tanta
importancia como es la muerte. No se trata, por ello, de disimularla, ocultando al enfermo
la realidad. Las falsas esperanzas, las mentiras son una falta de respeto y de consideracin
para el moribundo. Vivir la verdad con el moribundo, quiz en el silencio de la escucha
atenta de sus suspiros o deseos, mostrndole la cercana a su dolor, sosteniendo con l el
combate entre la angustia y la confianza, recibiendo su ltimo suspiro y sus ltimas
palabras...todo esto es dar a la vida humana, que se acaba, toda su dignidad. De este modo,
el moribundo no siente nicamente angustia y sufrimiento; vive tambin la presencia
afectuosa de quienes lucharon con l en la vida. Gracias a esta presencia, la prdida de la
vida, con toda la ruptura que significa, se transforma en un lazo ms ntimo e intenso con
quienes le circundan. La dignidad humana se expresa como nunca en esta solidaridad en
el ltimo momento de la vida.
En el umbral de la muerte, el moribundo echa una mirada sobre su vida, buscando el
sentido de ella. Es el momento de sumar xitos y fracasos, de averiguar la trama de tantos
acontecimientos aparentemente desligados. Es el momento en que siente la necesidad de
reconciliacin consigo mismo, del reconocimiento y comprensin de los dems, del perdn
de sus faltas: de dar un significado a su vida y a su muerte. En esta recapitulacin siente la
necesidad de ser escuchado y ayudado. Puede an corregir, con una splica, con el
desvelamiento de un secreto, con una palabra que nunca dijo, dar el verdadero significado a
su vida.
El asalto tcnico es un abuso. En la prctica puede significar una orgullosa actitud
de confianza en la tcnica, una idolatra de la vida, un miedo a enfrentar la muerte de cara.
Por otra parte, es un ataque a la dignidad de la persona, que puede quedar subordinada a
unos procedimientos tcnicos y una injusticia a la sociedad por un uso injustificado de
energas y recursos. El enfermo o moribundo es una persona humana, cuya dignidad y
libertad hay que respetar y amar siempre. Nunca se le podr tratar como un mero "caso
clnico", como un mero objeto de observacin. En la actuacin tcnica y cientfica en
relacin al enfermo, el mdico, sin prescindir en nada de sus conocimientos tcnicos o
cientficos que puedan mejorar el diagnstico y terapia del paciente o aliviar sus dolores,
sabe que el nico lmite con que se encuentra es el hecho de estar tratando a una persona, a
la que debe respetar siempre y en todas sus formas.
Los cristianos ven la muerte como un "morir en el Seor". Dios es el Dios de la vida
y de la muerte. Incorporado a Cristo por el bautismo, el cristiano en su agona y muerte se
siente unido a la muerte de Cristo para participar de su victoria sobre la muerte en el gozo
de la resurreccin. El bien morir es la entrega, en aceptacin y ofrenda a Dios, del don de
la vida, recibido de l. Como Cristo, sus discpulos ponen su vida "en las manos de Dios"
en un acto de total aceptacin de su voluntad.
El derecho del hombre a bien morir supone, como exigencias para los dems, la
atencin al enfermo con todos los medios que posee actualmente la ciencia mdica para
g) VISION DE DIOS
La fe cristiana llama justamente "vida eterna" a la victoria del amor sobre la muerte.
Esta vida eterna consiste en la visin de Dios, incoada en el tiempo de la fe y consumada
en el "cara a cara" del Reino. Pero visin, -"ver a Dios", "conocer a Dios cara a cara"-,
recoge toda la fuerza del verbo conocer en la Escritura. No se trata del conocer intelectual,
sino de convivir, de entrar en comunin personal, gozar de la intimidad, compartiendo la
vida de Dios, participando de la divinidad:"seremos semejantes a El porque le veremos tal
cual es" (1Jn 3,2). Conocer a Dios es recibir su vida, que nos deifica:"Esta es la vida eterna:
que te conozcan a Ti, el nico Dios verdadero, y al que t has enviado, Jesucristo" (Jn
17,3).331
El estar con Cristo, vivir en Cristo, que nos da la fe y el bautismo, es el comienzo de
la resurreccin, como superacin de la muerte.332 Este dilogo de la fe es vida que no puede
destruir ni la muerte: "Pues estoy seguro que ni la muerte...podr separarnos del amor de
Dios manifestado en Cristo Jess Seor nuestro" (Rm 8,38-39). San Policarpo puede
bendecir a Dios en la hora de su martirio:
"Seor, Dios omnipotente, Padre de tu amado y bendito siervo Jesucristo, por
quien hemos nacido de ti, yo te bendigo por haberme considerado digno de esta hora y
poder ser contado entre tus mrtires, tomando parte en el cliz de Cristo (Mt 20,2223;26,39) para resurreccin de vida eterna, mediante la incorrupcin del Espritu Santo!
(Rm 8,11). Sea yo recibido hoy con ellos en tu presencia, como sacrificio aceptable,
conforme previamente me lo preparaste y me lo revelaste, cumplindolo ahora T, el
infalible y verdadero Dios".333
La visin de Dios es el cumplimiento del deseo que Jess expresa en su oracin:
"Padre, los que T me has dado, quiero que donde yo est estn tambin conmigo, para que
contemplen mi gloria, la que me has dado porque me has amado antes de la creacin del
mundo" (Jn 17,24). Ms an, que lleguen a "ser uno como nosotros", "como T, Padre, en
m y yo en Ti, que ellos tambin sean uno en nosotros...,para que el mundo sepa que los has
amado a ellos como me has amado a m" (Jn 17,11. 21-23).
"Qu nos dio aqu?Qu recibisteis? Nos dio la exhortacin, nos dio su palabra,
nos dio la remisin de los pecados; recibi insultos, la muerte, la cruz. Nos trajo de
aquella parte bienes y, de nuestra parte, soport pacientemente males. No obstante nos
prometi estar all de donde El vino, diciendo: 'Padre, quiero que donde voy a estar, estn
tambin conmigo los que me has dado' (Jn 17,24) Tanto ha sido el amor que nos ha
precedido!. Porque donde estbamos nosotros El tambin estuvo, dnde El est tenemos
que estar tambin nosotros. Qu te ha prometido Dios, oh hombre mortal? Que vivas
eternamente. No lo crees? Crelo, crelo. Es ms lo que ya ha hecho que lo que ha
prometido. Qu ha hecho? Ha muerto por ti. Qu ha prometido? Que vivirs con El. Es
ms increble que haya muerto el eterno que el que un mortal viva eternamente. Tenemos
ya en mano lo que es ms increble. Si Dios ha muerto por el hombre, no ha de vivir el
hombre con Dios? No ha de vivir el mortal eternamente, si por l ha muerto Aquel que
vive eternamente? Pero, cmo ha muerto Dios y por qu medio ha muerto? Y puede
morir Dios? Ha tomado de ti aquello que le permitiera morir por ti. No hubiera podido
morir sin ser carne, sin un cuerpo mortal: se revisti de una sustancia con la que poder
morir por ti, te revestir de una sustancia con la que podrs vivir con El. Dnde se
revisti de muerte? En la virginidad de la madre. Dnde te revestir de vida? En la
igualdad con el Padre. Aqu eligi para s un tlamo casto, donde el esposo pudiera unirse
a la esposa (2Cor 11,2; Ef 5,22-23...). El Verbo se hizo carne (Jn 1,14) para convertirse en
cabeza de la Iglesia (Ef 1,22-23; Col 1,18). Algo nuestro est ya all arriba, lo que El
tom, aquello con lo que muri, con lo que fue crucificado: ya hay primicias tuyas que te
han precedido, y t dudas de que las seguirs?".334
El Hijo entregar al Padre los elegidos salvados por El (1Cor 15,24), pasndoles de
su Reino al Reino del Padre (Mt 25,35). "Entonces los justos brillarn como el sol en el
Reino de su Padre" (Mt 13,43):
"El justo recibir un 'cuerpo celeste' (1Cor 15,40), capaz de estar en compaa de
los ngeles con el 'vestido' limpio de su cuerpo, recibido en el bautismo, al ser inscrito en
el libro de la vida (Ap 3,4-5). La otra vida es una espiritual cmara nupcial".335
Esta es la esperanza cristiana: "vivir con Cristo eternamente" (Flp 1,23). Esta es la
fe que profesamos: "los muertos en Cristo resucitarn...yendo al encuentro del Seor...y as
estaremos siempre con el Seor" (1Ts 4,16-17). "Porque Cristo muri y resucit para ser
Seor de vivos y muertos" (Rm 14,9). Estar en Cristo con el Padre en la comunin del
Espritu Santo con todos los santos es la victoria plena del Amor de Dios sobre el pecado y
la muerte: es la vida eterna:
"Por eso estn ante el trono de Dios, dndole culto da y noche en su templo. El que
se sienta en el trono acampar entre ellos. Ya no pasarn hambre ni sed, ni les har dao
el sol ni el bochorno. Porque el Cordero, que est delante del trono, ser su Pastor, y los
conducir hacia fuentes de aguas vivas. Y Dios enjugar las lgrimas de sus ojos (Ap 7,1517).
'Quin es el hombre, que apetece la vida y anhela ver das felices?' (Sal 34,13). El
profeta se refiere, no a esta vida, sino a la verdadera vida, que no puede ser cortada por la
muerte. Pues 'ahora -dice el Apstol- vosotros estis muertos y vuestra vida est escondida
con Cristo en Dios; pero cuando Cristo, vuestra Vida, se manifieste, tambin vosotros
apareceris con El en la gloria' (Col 3,3-4). Cristo es, pues, nuestra verdadera vida,
siendo sta vivir en El...De aqu que cuando oyes hablar de 'das felices' no debes pensar
en la vida presente, sino en los sbados alegres, santos, hechos de das eternos...Ya desde
ahora, el justo bebe 'agua viva' (Jn 4,11;7,37-39), pero beber ms abundantemente de
ella, cuando sea ciudadano de la Ciudad de Dios (Ap 7,17;21,6;22, 1.17), es decir, de la
asamblea de quienes viven en los cielos, constituyendo todos la ciudad alegrada por la
inundacin del Espritu Santo, estando 'Dios en medio de ella para que no vacile' (Sal
45,6)...All, encontrar el hombre 'su reposo' (Sal 114,7), al terminar su carrera de la fe y
recibir la 'corona de justicia' (2Tm 4,7-8). Un reposo, por lo dems, dado por Dios no
como recompensa de nuestras acciones, sino gratuitamente concedido a quienes esperaron
en El".336
"Esta ser la meta de nuestros deseos, amaremos sin hasto, alabaremos sin
cansancio. Este ser el don, la ocupacin comn a todos, la vida eterna. Pues, como dice el
salmo, 'cantarn eternamente las misericordias del Seor' (Sal 88,2). Por cierto, aquella
Ciudad no tendr otro cntico ms agradable que ste, para glorificacin del don gratuito
de Cristo, por cuya sangre hemos sido liberados. All se cumplir aquel 'descansad y ved
que yo soy el Seor' (Sal 45,11). Este ser el sbado mximo, que no tiene ocaso;
descansaremos, pues, para siempre, viendo que El es Dios, de quien nos llenaremos
cuando 'El sea todo en todos'. En aquel sbado nuestro, el trmino no ser la tarde sino el
Da del Seor, como octavo da eterno, que ha sido consagrado por la Resurreccin de
Cristo, santificando el eterno descanso. All descansaremos y contemplaremos,
contemplaremos y amaremos, amaremos y alabaremos".337
Un solo amor de Dios, un solo Espritu unir a todos los bienaventurados en un solo
Cuerpo de Jesucristo, en la gloria de Dios y de sus obras, el cielo nuevo y la tierra nueva (Is
65,17; 66,22; 2P 3,13):
"Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra
han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusaln, que descenda
del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo. Y
escuch una voz potente que deca desde el trono: Esta es la morada de Dios con los
hombres: acampar entre ellos. Ellos sern su pueblo y Dios estar con ellos y ser su
Dios. Enjugar las lgrimas de sus ojos. Ya no habr muerte ni luto ni dolor. Porque lo de
antes ha pasado. Y el que estaba sentado en el trono dijo: Todo lo hago nuevo" (Ap 21,25).
Prueba de ello Catecismo), dos aos despus pidi que se aadiesen al volumen
las citas del CEC que confirman las catequesis.es el hecho de que la Congregacin para la
Doctrina de la Fe, que haba recibido la primera redaccin de estas Lneas teolgicas
fundamentales del Camino Neocatecumenal el 10 de diciembre de 1992 (por tanto antes de
la publicacin del Catecismo), dos aos despus pidi que se aadiesen al volumen las
citas del CEC que confirman las catequesis.
4
Pablo VI, audiencia general del 12 de enero de 1977 (Insegnamenti di Paolo VI,
15, 1977). El texto lleva como ttulo "Despus del bautismo" y el Papa lo dedic "ex
profeso" a las Comunidades neocatecumenales presentes (citamos el texto de la
transcripcin original de Radio Vaticana).
5
Francisco Argello (Kiko) y Carmen Hernndez son los iniciadores del Camino
Neocatecumenal..
6
Juan Pablo II, carta "Ogniqualvolta" al venerado hermano Mons. Paul Josef
Cordes, encargado "ad personam" para el apostolado de las Comunidades
neocatecumenales, vicepresidente del Pontificio Consejo de Laicos, del 30 de agosto de
1990 (AAS 82 (1990) 1513. Tambin en el Catecismo se afirma: "El ministerio de la
catequesis saca energa siempre nuevas de los concilios" (CEC 9). "No es extrao, por
ello, que, en el dinamismo del Concilio Vaticano II, la catequesis de la Iglesia haya atrado
de nuevo la atencin" (CEC 10).
8
10
11
AAS 55(1963)848-849.
12
Cf Rm 5,12. El Concilio de Trento (DSch 1512), citado por CEC 403, habla de la
"muerte del alma": "Siguiendo a San Pablo, la Iglesia ha enseado siempre que la inmensa
miseria que oprime a los hombres y su inclinacin al mal y a la muerte son
incomprensibles sin su conexin con el pecado de Adn y con el hecho de que nos ha
transmitido un pecado con que todos nacemos afectados y que es 'muerte del alma'".
13
16
18
19
Cf. Catechesi tradendae, n. 31. Esto mismo hizo ya San Agustn en su poca "con
su famosa obra De catechizandis rudibus" (Cf. Catechesi tradendae, n. 59).
21
Esto explica algunas expresiones de las Catequesis iniciales, que fuera de este
contexto pudieran parecer chocantes, pero que responden a lo que el Papa Pablo VI deca
precisamente a las Comunidades Neocatecumenales en la audiencia del 12-1-1977: "El
mundo est sordo y es necesario elevar la voz, es necesario encontrar la manera de
hacerse entender, es necesario insistir, es necesario convocar a todos a una nueva
escuela".
22
24
25
Cf DSch 246.
26
29
30
31
32
33
Cf CEC 343,356,635,1989-1992.
34
Cf. Col 3,10; 1Cor 15,49; Ef 1,3-14; 2Cor 3,18; flp 3,21.
36
La realidad del hombre esclavo del pecado se explicita en todos los Kerigmas,
Cf. Catequesis iniciales 6 y 7 y Kerigmas de toda convivencia..
37
38
Ibd. DS 1512.
39
41 Sobre este punto pueden verse las catequesis de la Convivencia del 2 Escrutinio
y Los Anuncios de Cuaresma..
42
46
47
48
49
Cf CEC 272,371,1604.
51
53
54
55
57
59
60
62
CEC 924.
63
1Sent 11,2,2.
64
Cf CEC 458,516,604,609.
66
67
Cf los nmeros siguientes del CEC sobre las diversas herejas cristolgicas.
68
69
70
72
Cf. Catequesis del primer Escrutinio, repetida en mltiples ocasiones del Camino,
por ejemplo, ver Convivencia de Catequistas de principio de curso de 1991.
73
CEC 542,550,555,617,1741,
74
S. JUSTINO, 40,1-5;94,1-2..
75
76
77
Imposible dar referencias sobre este punto, pues se halla en todas las catequesis.
78
79
Cf CEC 599-602;613-615.
80
Sermn 215,5..
81
82
83
Cf CEC 446-451.
84
85
86
87
Cf. Catequesis Iniciales 2 y en toda presentacin del Camino como, por ejemplo,
a la Asamblea Plenaria de la Sagrada Congregacin para la Evangelizacin de los
Pueblos o a la Asamblea del Snodo de los Obispos sobre "Penitencia y Reconciliacin o la
hecha a los Obispos de Amrica en Santo Domingo en 1992.
88
89
Cf CEC 772,775,2790.
90
92
Cf LG 4,8,13-15,18,21,24-25.
93
Algunos aspectos..., 9.
95
Ibd., 10.
96
"Hacis apostolodo siendo lo que sois", dijo ya Pablo VI en uno de los primeros
encuentros con las Comunidades neocatecumenales..
97
98
Cf Algunos aspectos..., 6.
100
Cf CEC 948,1474-1475,2658.
101
102
103
104
Ibd., Anfora II
105
Ibd., Anfora I.
106
107
108
"Hay una palabra que siempre se repite en los encuentros con los grupos
neocatecumenales, es la palabra 'itinerante'. 'Iter', como se sabe, quiere decir camino.
Pero aqu se trata de un camino apostlico. Itinerantes son aquellos que emprenden un
camino, comienzan un camino para llevar su descubrimiento... El cristiano que ha
descubierto el valor de su ser cristiano, de su fe, de su filiacin divina, de su semejanza con
Cristo, en fin, ha descubierto la realidad de Cristo en s, ha descubierto su Bautismo.
Entonces uno es capaz de transmitir, no slo es capaz, sino que se siente empujado, no
puede quedarse callado, sino que debe caminar, debe caminar, es un movimiento, podemos
decir, natural" (Visita a la parroquia de la Inmacolata Concezione en la "Cervetella",
Roma.
109
Algunos aspectos..., 4.
110
No hay una catequesis especfica sobre las imgenes de la Iglesia, pero de todas
ellas se habla en mltiples ocasiones.
112
LG 6ss.
113
Cf CEC 753-757.
114
118
119
120
121
123
Cf LG 50; PO 5.
124
125
126
Cf CEC 1120.
127
129
Cf DSch 1604.
130
131
Cf CEC 1303.
134
135
Expresin de esta teologa son tambin los edificio de la Iglesias renovadas por
el Camino neocatecumenal, construyendo la piscina bautismal con siete gradas para
descender y siete para ascender.
136
138
139
140
141
142
Cf CEC 1290-1293.
143
Rito de la Confirmacin.
144
146
Cf CEC 1321.
147
Cf CEC 1293ss.
148
CEC 1303.
149
150
151
152
Cf. SAN HIPOLITO, Tradicin apostlica 22,23; SAN CIPRIANO, Ep. 73,9,2;
VATICANO II, LG .26.; AA 3.
153
155
"La Sagrada Eucarista culmina la iniciacin cristiana. Los que han sido
elevados a la dignidad del sacerdocio real por el Bautismo y configurados ms
profundamente con Cristo por la confirmacin, participan por medio de la Eucarista con
toda la comunidad en el sacrificio mismo del Seor" (CEC 1322).
156
157
154.
159
pueda partir realmente la hostia en varias partes y distribuirla al menos a algunos de los
fieles... El gesto de la fraccin del pan, con el que simplemente era designada la Eucarista
en el tiempo apostlico, manifestar siempre mejor la fuerza y la importancia del signo de
la unidad de todos en un nico pan, y del signo de la caridad por el hecho que un nico
pan es distribuido entre los hermanos".
161
163
Ibd, 241.
164
165
167
168
Cf CEC 1169.
169
Cf CEC 1074-1075.
170
172
los discpulos que aquel pan es ya signo de su sufrimiento, que culmina en la muerte que l
afronta para su liberacin. El pan que los discpulos comern les comunicar aquella
liberacin a que l ha venido a realizar definitivamente en el mundo. Igualmente, al final
de la cena, al orar sobre el cliz del vino, la accin de gracias de Cristo se dirige a Dios
no tanto porque ha mantenido la alianza conduciendo su pueblo a la bella tierra, buena y
espaciosa, donde crece el fruto de la vid, cuanto porque ha hecho de la humanidad de
Cristo la santa vid (crecida sobre la raz) de David, para sellar en su vino-sangre
exprimida en la pasin la alianza nueva y eterna" (S. Marsili, Anammesis, 3/2. La Liturgia,
Eucarista, Casale Monferrato 1983, p. 154).
173
174
175
176
179
180
181
182
Cf CEC 1422,1440.
184
185
186
187
188
190
de 1986.
192
Cf CEC 495.
193
Catequesis XI,9.
194
198
199
Cf CEC 757,2619.
200
202
Sermo 25,5.
204
205
206
207
"El Espritu Santo con su gracia es el 'primero' que nos despierta a la fe y nos
inicia en la vida nueva... No obstante, es el 'ltimo' en la revelacin de las personas de la
Santsima Trinidad" (CEC 684). "Cuando Cristo es glorificado puede a su vez, de junto al
Padre, enviar el Espritu a los que creen en l" (690).
209
Orationes XXXI,26.
210
211
212
213
Cf CEC 683.
214
215
Cf He 16,6-7;19,1; 20,3.22-23;21,4.11.
216
217
218
219
220
221
223
225
Cf CEC 791,813.
226
227
228
Cf CEC 424,552,768,849,850.
229
230
231
233
CEC 823.
234
235
236
Lo mismo con otras palabras dicen otros muchos Padres, que se citan en las
catequesis del Camino sobre el PADRENUESTRO, que se entrega a los neocatecmenos al
final de un largo camino de conversin.
237
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239
240
241
242
244
246
Ju 3,10;6,34;11,29.
247
Cuando el Nuevo Testamento habla del "don del Espritu Santo" usa casi
siempre el genitivo epexegtico o explicativo, con el sentido: don que es el Espritu Santo.
249
250
DSch 1525.
251
Concilio de Orange (529), can. 5:DSch 375. Ya San Pablo dice: "A vosotros se
os ha dado la gracia de que creis en Cristo" (Flp 1,29); esta fe en Cristo es suscitada por
el Espritu Santo: 1Cor 12,3.
252
253
254
255
256
257
258
"Los frutos del Espritu son perfecciones que forma en nosotros el Espritu
Santo como primicias de la gloria eterna. La tradicin de la Iglesia enumera doce:
caridad, gozo, paz, paciencia, longanimidad, bondad, benignidad, mansedumbre, fidelidad,
modestia, continencia, castidad" (CEC 1832).
259
La alegra en el Espritu llena la vida de la comunidad primitiva: He 2,4647;5,41-42; Lc 24, 52-53; 1Ts 1,6. Es la alegra de la bienaventuranzas: Mt 5,4.10-12; Col
1,24; 1P 4,13. Juan Pablo ha visto en la alegra de las comunidades neocatecumenales un
signo del Espritu Santo y una llamada para quienes la ven a iniciar el camino.(Cf
L'Osservatore Romano, 3-4 de noviembre de 1980.
261
263
De todos modos, dado que no se poda decir todo a la vez, algn orden haba
que seguir en este intento de sntesis teolgica del Camino.
266
SANTO TOMAS, Contra Gentiles IV, 24,1. Y antes haba dicho: "La adopcin,
aunque es comn a toda la Trinidad, es apropiada al Padre como a su autor, al Hijo como
a su ejemplar, al Espritu Santo como a quien imprime la semejanza de este ejemplar en
nosotros" (III, 23,2).
267
"El bautismo no solamente purifica de todos los pecados, hace tambin del
nefito 'una nueva creacin', un hijo adoptivo de Dios, 'partcipe de la naturaleza divina',
miembro de Cristo, coheredero con El y templo del Espritu Santo" (1265). "Podemos
invocar a Dios como Padre porque El nos ha sido revelado por su Hijo hecho hombre y su
Espritu nos lo hace conocer" (2780). "El hombre nuevo, que ha renacido y vuelto a su
Dios por la gracia, dice primero Padre, porque ha sido hecho hijo" (2782).
268
269
270
271
272
273
Mt 13,38; Jn 8,38-44.
276
277
279
Cf en particular Catequesis a los jvenes del Camino con ocasin de los jubileos
convocados por el Papa.
280
281
282
284
286
Para la Escatologa del Camino ver las Catequesis del Kerigma, Convivencia
del Shem y, de modo particular, los Anuncios de Adviento de cada ao. Ver tambin
Convivencia de principio de curso de 1991 y moniciones al canto "Llvame al cielo".
287
Cf CEC 638,655.
288
289
290
291
Cf CEC 989,2795,661.
292
294
295
"Este misterio de comunin bienaventurada con Dios y con todos los que estn
en Cristo sobrepasa toda comprensin y toda representacin. La Escritura nos habla de
ella en imgenes: vida, luz, paz, banquete de bodas, vino del reino, casa del Padre,
Jerusaln celeste, paraso: 'Lo que ni el ojo vio, ni el odo oy, ni al corazn del hombre
lleg, Dios lo prepar para los que le aman' (1Cor 2,9)" (CEC 1027).
296
297
299
300
Sal 9,20;26,1;35,1.24;43,1...
301
302
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304
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306
307
308
309
VIII 3-7.
310
Cf CEC 1041,1470.
311
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313
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315
316
317
318
319
"Salvo que elijamos libremente amarle no podemos estar unidos con Dios...
'Quien no ama permanece en la muerte. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino;
y sabis que ningn asesino tiene vida eterna permanente en l' (1Jn 3,15). Morir en
pecado mortal sin estar arrepentido ni acoger el amor misericordioso de Dios, significa
permanecer separado de El para siempre por nuestra propia y libre eleccin. Este estado
de autoexclusin definitiva de la comunin con Dios y con los bienaventurados es lo que se
designa con la palabra infierno" (CEC 1033).
320
321
2ts 1,9; 2,10; 1Ts 5,3; Rm 9,22; Flp 3,19; 1Co 1,18; 2Co 2,15; 4,3; 1Tm 6,9; Ap
14,10;19,20;20,10-15;21,8...
322
323
325
326
327
328
Cf CEC 1006-1113.
329
Cf CEC 2258,2268,2271,2277.
330
Cf CEC 2278.
331
Cf CEC 1023,1028,1045,1721,2548.
332
333
334
335
336
337
8.