Zizek Contra Los DDHH
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Suma de Negocios
Vol. 2 N 2,diciembre de 2011, 115-127
RESUMEN
Coartada para intervenciones militares, sacralizacin para la tirana del mercado, fundamento
ideolgico para el fundamentalismo de lo polticamente correcto: puede la ficcin simblica
de los derechos humanos recuperarse para la politizacin progresiva de las actuales relaciones
socioeconmicas?
ABSTRACT
Alibi for militarist interventions, sacralization for the tyranny of the market, ideological foundation
for the fundamentalism of the politically correct: can the symbolic fiction of universal rights be
recuperated for the progressive politicization of actual socio-economic relations?
RESUMO
Desculpa para intervenes militares, sacralizada pela tirania dos mercados e fundamento ideolgico
para o fundamentalismo do politicamente correto: a fico simblica dos direitos humanos pode
ser recuperada por meio de uma politizao progressiva das relaes scio-econmicas reais?
INTRODUCCIN
Las aproximaciones contemporneas a los derechos humanos descansan por lo general, en
nuestras sociedades liberales capitalistas, en
tres supuestos. Primero, que tales acercamientos
operan en oposicin a tipos de fundamentalismos
que naturalizaran o esenciaran rasgos contin*
Ttulo original: Against Human Rights. Artculo publicado en New Left Review 34, july-aug 2005, pp. 115-131. Traducido al espaol por Juan
Pablo Bohrquez, -profesor de la Facultad de Ciencias Econmicas y Sociales, Programa de Trabajo Social, Universidad de la Salle- y Mara
Carlota Ortiz, historiadora, Pontificia Universidad Javeriana, Bogot. Correo electrnico: [email protected]
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luz solar desde lo alto. La influencia poltica de los pequeos propietarios campesinos encuentra por tanto su
expresin ltima en el poder ejecutivo que subordina la
sociedad (Marx & Engels, 1975, pp. 187-188).
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Balibar aduce que, por razones estructurales necesarias, el Marxismo es incapaz de reflexionar o
pensar sobre el exceso de violencia que no puede
incorporarse a la narracin del progreso histrico.
Ms especficamente, es incapaz de proveer una
teora adecuada del fascismo y el estalinismo y sus
desenlaces extremos, shoah y gulag. Nuestra
tarea, por consiguiente, es doble: implica desplegar una teora de la violencia histrica como algo
que no puede ser instrumentalizado por ningn
agente poltico, que amenaza con engolfar a ese
mismo agente en crculo vicioso autodestructivo;
e introducir el interrogante de cmo transformar el
proceso revolucionario en una fuerza civilizadora.
Como ejemplo contrario tomemos el proceso que
condujo a la Masacre del Da de San Bartolom.
El objetivo de Catalina de Mdicis era limitado y
preciso: la suya era una confabulacin maquiavlica para asesinar al almirante de Coligny un
poderoso protestante que alentaba la guerra contra
Espaa en los Pases Bajos y hacer recaer la
culpa en la influyente familia catlica de Guise.
De este modo busc precipitar la cada de las dos
casas que suponan una amenaza a la unidad
del Estado francs. Pero su tentativa de enfrentar
a sus dos enemigos degener en un frenes de
sangre incontrolable. Su implacable pragmatismo
la cegaba para ver la pasin con que los hombres
se aferran a sus creencias. Las agudas reflexiones de Hannah Arendt son cruciales para el caso
puesto que enfatizan en la distincin entre el
poder poltico y el simple ejercicio de la violencia.
Las organizaciones regidas por un poder apoltico
directo ejrcito, Iglesia, escuela representan
ejemplos de violencia (Gewalt)12 mas no de poder
poltico en el sentido estricto del trmino (Arendt,
1970). En este punto, sin embargo, debemos recordar la diferencia entre la ley pblica y simblica
y su obsceno complemento. La idea del doble
complemento obsceno del poder implica que no
existe poder sin violencia. La esfera poltica no
es jams pura, sino que involucra algn tipo de
12 Del original en ingls. Gewalt es una palabra del alemn que significa violencia (nota del traductor).
LA PUREZA HUMANITARIA
Es en este contexto que podemos ubicar la temtica
en derechos humanos ms saliente: los derechos
de quienes padecen hambre o estn expuestos a
la violencia homicida. Rony Brauman, quien coordin la ayuda para Sarajevo, ha demostrado que la
sola presentacin de la crisis como humanitaria,
y la reconfiguracin del conflicto poltico-militar en
trminos humanitarios, se sustent en una eleccin
eminentemente poltica, en esencia, tomar partido
por los serbios en el conflicto. La celebracin de la
intervencin humanitaria en Yugoslavia remplaz
el discurso poltico, segn argumenta Brauman,
descalificando as por anticipado cualquier debate
conflictivo (2004, pp. 398-399 y 416).
A partir de esta percepcin particular podemos
problematizar, en un nivel general, la poltica aparentemente despolitizada de los derechos humanos
y plantearla como la ideologa del intervencionismo
militar que sirve finalidades poltico-econmicas.
Segn ha sugerido Wendy Brown (2004, p. 453.)
a propsito de Michael Ignatieff, tal humanitarismo
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Sin embargo, la pregunta es: Qu tipo de politizacin, en contra de los poderes a que se oponen,
movilizan aquellos quienes intervienen a favor de
los derechos humanos? Estn del lado de una
formulacin distinta de la justicia, o se oponen
a los proyectos de justicia colectiva? Est claro,
por ejemplo, que el derrocamiento de Saddam
Hussein, liderado por Estados Unidos y legitimado
en trminos de conclusin del padecimiento del
pueblo iraqu, estuvo motivado no solo por intereses poltico-econmicos prcticos sino que se
sustent en una idea particular de las condiciones
polticas y econmicas bajo las cuales deba llevarse la libertad al pueblo iraqu: el capitalismo
liberal-democrtico, la insercin en la economa
de mercado mundial, etctera. El humanitarismo
puro, la poltica apoltica de prevenir simplemente
el sufrimiento, conllevan as una prohibicin implcita de elaborar un proyecto colectivo positivo de
transformacin socio-poltica.
En un plano an ms general, podemos problematizar la oposicin entre los derechos humanos universales (pre-polticos) que posee el ser humano
en cuanto tal y los derechos particulares de un
ciudadano o miembro de una comunidad poltica
especfica. En este sentido, Balibar (2004, pp.
320-321) se inclina por la reversin de la relacin
histrica y terica entre hombre y ciudadano
argumentando que es la ciudadana la que hace
al hombre y no el hombre a la ciudadana. Balibar
alude aqu a la apreciacin de Arendt (1958, p.
297) respecto de la condicin de los refugiados:
La concepcin de los derechos humanos que descansa
sobre la supuesta existencia de un ser humano como
tal, se derrumb en el instante mismo cuando aquellos
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quienes proclamaban creer en ella enfrentaron, por
vez primera, a personas que haban perdido todas las
dems cualidades y relaciones especficas, excepto su
condicin de humanos.
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EL RETORNO DE LA UNIVERSALIDAD
La interpretacin sintomtica marxista permite
evidenciar, de modo convincente, los contenidos
que dan al concepto de derechos humanos su
particular giro ideolgico burgus: los derechos
humanos universales son, de hecho, el derecho de
los propietarios blancos varones de intercambiar
libremente en el mercado, explotar a los trabajadores y a las mujeres y ejercer la dominacin
poltica. Esta identificacin del contenido particular
que hegemoniza la forma universal es, no obstante, apenas una parte de la historia. Su otra parte
crucial consiste en introducir una pregunta complementaria ms difcil: aquella que se relaciona
con la aparicin de la forma de universalidad en
s misma. Cmo en qu condiciones histricas
especficas logra la universalidad abstracta convertirse en un hecho de la vida (social)? En qu
condiciones se sienten los individuos sujetos de los
derechos humanos universales? Es precisamente
en esto donde reside el meollo del anlisis de Marx
del fetichismo de la mercanca: en una sociedad
en la que predomina el intercambio mercantil, los
individuos se relacionan diariamente consigo mismos, y con los objetos que se encuentran, cual si
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en que esta se cimenta. En este nivel, la argumentacin contraria, esgrimida, entre otros autores, por
Lefort y Rancire, de que la forma jams es pura
forma sino que involucra dinmicas propias que
dejan rastros en la materialidad de la vida social, es
enteramente vlida. Fue precisamente la libertad
formal burguesa la que puso en marcha las muy
materiales demandas y prcticas polticas del
feminismo o el asociacionismo obrero. Rancire
enfatiza bsicamente en la extrema ambigedad de
la idea marxista de una brecha entre la democracia
formal los Derechos del Hombre, las libertades
polticas y la realidad econmica de explotacin y
dominacin. Esta diferencia puede interpretarse a
la manera sintomtica convencional: la democracia formal es una expresin necesaria ms ilusoria
de una realidad social concreta de explotacin y
dominacin de clase. Pero puede leerse, tambin,
en el sentido ms subversivo de una tensin en la
cual la apariencia de galibert no es mera apariencia sino una ficcin simblica que, como tal,
posee una eficacia propia que le permite movilizar
la rearticulacin de relaciones socioeconmicas
reales a travs de su politizacin gradual. Por
qu no se deba permitir a las mujeres votar tambin? Por qu no deberan elevarse asimismo
las condiciones de trabajo a un asunto de inters
pblico?
Deberamos aplicar aqu el viejo trmino, acuado
por Lvi-Strauss, de eficiencia simblica: la apariencia de galibert es una ficcin simblica que
posee, como tal, una eficiencia real propia. Por
tanto, es preciso resistirse a la cnica pero comprensible tentacin de reducirla a una pura ilusin
que encubre una realidad diferente. No basta tan
solo con proponer una articulacin genuina de
una experiencia de la vida y el mundo de la que
luego se apropian nuevamente quienes detentan
el poder a fin de servir sus intereses particulares o
convertir a sus sbditos en dciles eslabones de la
maquinaria social. El proceso opuesto resulta ms
interesante en el sentido que algo que originalmente fue una estructura ideolgica impuesta por los
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BIBLIOGRAFA
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