Moorcock, Michael - El Libro de Los Martires (1.1)

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EL LIBRO DE LOS MRTIRES

MICHAEL MOORCOCK

Traduccin: Alvarez Flores y Angela Prez


Ttulo original: Book of Martyrs
Michael Moorcock, 1976
Producciones Editoriales, 1980

El Libro de los mrtires de Moorcock es una nueva coleccin preparada por el propio
Michael Moorcock de algunos de sus relatos favoritos. Su campo de accin abarca
eras y universos y el nico tema comn, si es que lo hay, es el del martirio. (Cmo
podra ligar sino relatos sobre Jesucristo, Alejandro Magno y Jimi Hendrix?) De la
epopeya espacial al rock-and-roll alucinado, del 29 despus de Cristo al da del Juicio
Final, de los contenidos claustrofbicos de la mente de un loco a la infinitud
agorafbica del universo, Moorcock halla ideas que a nadie ms que a l podran
habrsele ocurrido, pero que harn gozar a todo el mundo.

INTRODUCCIN
Podra alegarse que uno de los temas principales de la literatura del siglo XIX se
relacionaba con el intento del individuo de hallar libertad personal en lo que hoy
llamaramos una sociedad represiva, mientras que, en las democracias de
Occidente, el problema de muchos individuos contemporneos, herederos de los
grandes movimientos radicales y libertarios de principios de este siglo, es el de
cmo deberamos usar nuestra libertad. Como escritores que inventasen represiones
alternativas para seguir escribiendo de un modo tradicional, algunos prefieren
prescindir de esa libertad en vez de enfrentar el problema, identificndose con
cualquier tipo de ortodoxia, sea poltica, religiosa o semirreligiosa, para imponer una
negacin de su individualidad. Irnicamente, otros pierden su libertad consintiendo
que les utilicen como imgenes totmicas los que les ven como personificaciones
del espritu libre que ellos mismos anhelan ser: se es el destino de muchos artistas
que se convierten en imgenes pblicas, con el nico resultado de que acaban
destruidos de modos diferentes por el mismo pblico que les adora. La timidez, que
nos convierte a todos en actores, convierte al Bufn inocente en el Demonio
autodestructor.
Cuanta ms atencin recibe uno del pblico, ms difcil resulta conservar una
imagen clara de la propia identidad. Aunque Glogauer en "He aqu el hombre" tiene
una necesidad profundamente enraizada de ver afirmadas las verdades del
Evangelio, pasa a estar manipulado desde el momento en que se encuentra con
Juan el Bautista, convirtindose en el Mesas que el pueblo necesita.
Mis relatos de Cornelio tratan, entre otras cosas, de la bsqueda del espritu libre
a travs de una moral individual que no choca con las exigencias de la sociedad,
pues hacer una virtud del distanciamiento {al modo byroniano) es perder
perspectiva tan fcilmente como convertir en virtud la ortodoxia (a la manera de
Kipling). La ortodoxia, por supuesto, empuja al individuo a una pose byroniana; los
hombres agresivos pueden crear mujeres "duras"; autoridades histricas pueden
convertir manifestaciones pacficas en motines. La autoridad represiva crea
violencia. Caos frente a Norma: ha de lograrse un equilibrio entre ambos. Mis relatos
tratan en general de individuos que buscan ese equilibrio. Desde Elric, a lo largo de
las pocas novelas de ciencia ficcin concreta, y del ciclo completo del Paladn
Eterno, a Jerry Cornelius, los hroes y heronas (Bufones todos) intentan hallar un
equilibrio entre lo que creen y lo que el mundo desea que acepten; y los que
fracasan (al menos en mis primeras obras) suelen morir como resultado de su
fracaso. La familia Cornelius sobrevive para seguir buscando porque, como yo, es
bsicamente optimista. Yo creo que al final todos hallaremos un medio de ser
nosotros mismos sirviendo al mismo tiempo a la sociedad: llegar un tiempo en que
la ortodoxia aprender a tolerar a la heterodoxia, y viceversa, en lo que no sera
ms, creo yo, que la democracia liberal ideal.
Algunos de los "mrtires" de estos relatos son, ante todo, individuos que
pretenden imponer una visin personal al mundo y que, en consecuencia, padecen.
Algunos de ellos (hay por lo menos un ejemplo obvio) acaban creando una ortodoxia
tan extremada como la que pudiesen haber intentado derrocar. Tanto Karl Glogaeur
como Max File pretenden crear una realidad nueva. Ambos lo logran (aunque en el
caso de "Flujo", que reescrib cuando era joven a peticin de un director de revista,
el tema est un tanto simplificado) y ambos pagan un precio por ese xito. Otro
tema ms simple que puede hallarse en varios de estos relatos es el del individuo
sin muchas tendencias agresivas innatas, que se ve aplastado por un mundo
intolerante. El nico relato claramente fantstico, "El gran conquistador", utiliza casi
plenamente la metfora y el simbolismo para transmitir su mensaje (est en la

naturaleza de la forma) pero, no obstante, Alejandro puede considerarse un individo


manipulado y destruido por las exigencias de una poderosa voluntad pblica.
Al individuo moderno, inevitablemente desorientado entre el yo y la sociedad, el yo
y el entorno, le resulta cada vez ms difcil hallar la frontera satisfactoria entre las
exigencias de la sociedad y las exigencias del instinto. No hay males fcilmente
aislables. En lo que respecta a sus conclusiones concretas, los grandes radicales de
los siglos XVIII y XIX han resultado ser como mnimo toscos. Han muerto en este
siglo demasiados idealistas visionarios porque sus visiones personales se
consideraron incompatibles con las aterradoras ortodoxias que ellos mismos
ayudaron a imponer. Hay demasiada gente que parece incapaz de ofrecer otra
respuesta a los sufrimientos y brutalidades de este mundo que la de la accin
poltica violenta o el refugiarse en mximas estilo "S fiel a ti mismo". Mi solucin,
por supuesto, es escribir libros, y, mientras los escribo, esperar hallar algunas claves
que ayuden al menos a resolver el dilema; fomentar un poco ms la tolerancia entre
quienes mantienen una actitud ortodoxa y los que no, pues la sociedad, segn mi
opinin, puede hacer buen uso de ambos tipos de individuos. Probablemente el
mundo necesite santos y pecadores: pero yo anhelo el da en que ya no necesite
mrtires de ningn gnero.
Michael Moorcock
Ladbroke Grove
Enero 1976

UN CANTANTE MUERTO
En memoria, entre otros, de Smling Mke y John the Bog
CAPITULO UNO
No es la velocidad, Jimi dijo Shakey Mo, es la H que saliste a buscar.
Jimi no estaba animado.
S, desde luego, no me hizo mucho bien.
Ni mucho mal, en realidad, a la larga dijo Shakey Mo rindose. Apenas poda
sujetar el volante.
La gran ranchera Mercedes con remolque enfil otra curva mal iluminada. La lluvia
caa abundante sobre el parabrisas. Encendi los faros. Con la mano izquierda sac
un cartucho de la caja que haba en el suelo, a su lado, y lo meti en el estreo. El
tamborileo enrgico y firme y los caprichosos sintetizadores del ltimo lbum de
Hawkwind, le hicieron sentirse mucho mejor.
Esto s da energa dijo Mo.
Jimi se retrep en su asiento. Cabece, relajado. La msica llen el vehculo.
Shakey Mo segua teniendo alucinaciones anfetamnicas que se formaban ante l
en la carretera. La cruzaban ejrcitos desfilando; haba nazis instalando puestos de
control; de pronto aparecan nios persiguiendo pelotas; y se alzaban grandes
fuegos y aparecan y desaparecan vampiros y espectros. Le costaba trabajo
controlarse lo suficiente para seguir conduciendo entre todo aquello. Eran imgenes
familiares ya para l y no iba a desmoronarse por ellas. Se senta, adems, muy
satisfecho de estar con Jimi. Desde su vuelta (o resurreccin, como Mo la llamaba en
privado) Jimi no haba tocado una guitarra ni cantado una nota, prefiriendo escuchar
la msica de otros. Le estaba costando mucho superar lo que le haba pasado en
Ladbroke Grove. Haca poco que haba empezado a recuperar el color y an llevaba
la camisa de seda blanca y los vaqueros de cuando Shakey Mo le vio por vez
primera, apoyado en la capota de aquel hidroavin de Imperial Airways que iba
camino del campo de aterrizaje de Derwentwater. Qu verano aquel, pensaba Mo.
Maravilloso.
La cinta empez a girar por segunda vez. Mo se dispuso a cambiar de msica,
pero luego lo pens y apag el estreo.
Estupendo Jimi estaba caviloso de nuevo. Pareca casi dormido, all tumbado
sobre el asiento, fijos los ojos en aquella sombra carretera.
Tiene que empezar a moverse pronto el asunto otra vez dijo Mo. No puede
durar, verdad? Quiero decir, est todo tan muerto. De dnde va a llegar la
marcha, Jimi?
Lo que a m me preocupa, amigo, es de dnde sigue llegando. Entiendes?
Supongo que tienes razn Mo no entenda.
Pero Jimi tena que tener razn.
Jimi haba sabido muy bien siempre lo que haca, incluso cuando muri. Eric
Burdon haba ido a la televisin a decirlo. "Jimi saba que era el momento de irse",
dijo; lo mismo pasaba con los discos y las actuaciones. Algunos no parecan tan
integrados como otros. Algunos eran incluso algo dispersos. Resulta difcil conectar.
Pero Jimi saba muy bien lo que se haca. Haba que tener fe en l.

Mo senta el peso de sus responsabilidades. Era un buen pipa, pero los haba
mejores. Gente ms equilibrada a la que se poda confiar un gran secreto. Aunque
Jimi no lo haba dicho era evidente que pensaba que an no estaba el mundo
preparado para su regreso. Pero, por qu no habra elegido a un roadie de primera
fila? Haba que prepararlo todo para la gran actuacin. Quizs en el Estadio Shea o
en el Albert Hall o en el Olympia de Pars... de cualquier modo, un lugar clsico. O
en un festival? Un festival especial celebrando la resurreccin. Woodstock o
Glastonbury. Algo completamente nuevo, un nuevo lugar sagrado. La India, acaso?
Ya lo dira Jimi cuando llegase el momento. Cuando Jimi se haba puesto en contacto
con l y le haba dicho donde recogerlo, Mo haba dejado muy pronto de hacer
preguntas. Con toda su antigua suavidad, Jimi haba dejado a un lado las preguntas.
Haba sido amable, pero era evidente que no quera contestar.
Mo respetaba su silencio.
La nica peticin realmente dolorosa que Jimi le haba hecho haba sido la de que
Mo dejase de poner sus viejos discos, incluido Hey Joe!, el primer sencillo
Hasta entonces Mo haba odo todos los das algo de Jimi. En su habitacin de
Lancaster Road, en el camin cuando trabajaba para Light y ms tarde para The
Deep Fix, incluso cuando se fue a la Residencia durante su breve conversin a la
cientologa, haba conseguido enchufar los auriculares al cassette una hora o as.
Aunque la presencia fsica de Jimi significaba mucho y eliminaba los peores sntomas
del sndrome de abstinencia, resultaba difcil. No exista cantidad de mandrax,
anfetas o alcohol capaz de contrarrestar la necesidad que tena de msica y, en
consecuencia, los temblores eran cada da peores. Mo a veces pensaba que era
como si pagase un precio por la confianza que Jimi depositaba en l. Era buen
karma, as que no le importaba. De todos modos, estaba acostumbrado a los
temblores. Uno poda acostumbrarse a cualquier cosa. Contempl los nervudos y
tatuados brazos que se extendan ante l, las manos que sujetaban el volante. La
serpiente del mundo se agitaba de nuevo. Negra, roja y verde, serpeaba lentamente
por su piel abajo, rodeaba su mueca y empezaba a subir lentamente otra vez hacia
el codo. Fij de nuevo los ojos en la carretera.
CAPITULO DOS
Jimi haba cado en un sueo profundo. Estaba tumbado en el asiento, detrs de
Mo, la cabeza apoyada en el estuche vaco de la guitarra. Respiraba despacio, casi
como si algo le presionase el pecho.
Arriba, el cielo amplio y rosado, a lo lejos, una hilera de azules colinas. Mo estaba
cansado. Senta alzarse la vieja paranoia. Cogi otro porro de la guantera y lo
encendi, pero saba que la yerba no le ayudara gran cosa. Necesitaba dormir un
par de horas.
Sin despertar a Jimi, desvi el vehculo a un lado de la carretera, junto a un ro
ancho de poco fondo lleno de piedras arcillosas, lisas y blancas. Abri la puerta y
baj despacio hasta la yerba. No estaba seguro de dnde se encontraba; quizs en
algn punto del Yorkshire. Haba colinas a todo alrededor. Era una tibia maana de
otoo, pero Mo tena fro. Baj hasta la orilla y se arrodill all; cogi con las manos
agua clara y bebi. Luego se tumb y se tap la cara con el rado sombrero de paja.
La situacin era muy difcil en aquel momento. Quizs por eso tardase Jimi tanto en
recuperarse.
Mo se senta mucho mejor cuando despert. Deba ser cerca de medioda. Notaba
el calor del sol en la piel. Aspir una buena bocanada de aire fresco y se quit
cautelosamente el sombrero de la cara. El vehculo con sus accesorios de cromo an

segua all sobre la yerba, junto a la carretera. Mo senta la boca seca. Bebi otro
trago de agua y se levant, sacudiendo las gotas plateadas de sus dedos marrones.
Se acerc lentamente hasta el vehculo, abri la puerta y mir por el borde del
asiento del conductor. Jimi no estaba all, pero llegaron sonidos de detrs de la
mampara de separacin. Mo cruz los dos asientos y corri la puerta. Jimi estaba
sentado en una de las camas. Haba colocado la mesa y dibujaba en un gran
cuaderno rojo. Cuando entr Mo, sonrea remoto.
Dormiste bien? le pregunt.
Mo asinti.
Lo necesitaba dijo.
Claro dijo Jimi. Deba conducir un poco yo.
No te preocupes, salvo que quieras mejorar la velocidad.
No.
Voy a preparar algo de desayuno dijo Mo. Tienes hambre?
Jimi neg con un gesto. No haba comido nada en todo el trayecto desde que
haba dejado el hidroavin y haba pasado a aquel vehculo junto a Mo. Mo se
prepar unas salchichas con judas en el pequeo hornillo, abriendo la puerta de
atrs para que el remolque no se llenara de olor a comida.
Quiz vaya a darme un bao dijo mientras llevaba el plato a la mesa y se
sentaba lo ms lejos posible de Jimi para no molestarle.
Bueno dijo Jimi, absorto en su dibujo.
Qu haces? Parece una historieta. Yo estoy muy metido en el rollo de los
comics.
Jimi se encogi de hombros.
Son slo garabatos.
Mo termin de comer.
Cuando volvamos a parar en la autopista, comprar unos tebeos. Hay algunos
de esos nuevos que son demasiado, sabes.
De veras? la sonrisa de Jimi era sardnica.
Fantsticos de veras. Guerras csmicas, cambios temporales. Todo el rollo de
siempre pero distinto, sabes. Mejor, ms grande, ms espectacular. Algo
sensacional, amigo. Tengo ganas de que los veas. Comprar algunos.
Muy bien dijo Jimi, distante; pero era evidente que no haba escuchado.
Cerr el cuaderno y se retrep en los almohadones, cruzando los brazos sobre el
peto de la camisa de seda blanca. Como si pensara de pronto que podra haber
herido los sentimientos de Mo, aadi:
S, a m tambin me enrollaban mucho los tebeos. Conoces los japoneses?
Esos libros gordos. Amigo, eso si que es demasiado. Chavales ardiendo. Violaciones,
todo el rollo se ech a rer de pronto, moviendo la cabeza. Oh, amigo!
S? Mo se ri tambin, vacilante.
De veras! Jimi se acerc a la puerta, puso una mano en ella y contempl el
da. Dnde estamos, Mo? Esto se parece a Pennsylvania. El valle Delaware. Lo
conoces?
No he estado nunca en Estados Unidos.
Dnde estamos exactamente?
Creo que en algn sitio de Yorkshire. Probablemente al norte de Leeds. Eso de
all podra ser el Lake District.

Es de all de donde vine yo?


De Derwentwater.
Bien, bien dijo Jimi.
Jimi pareca ms animado aquel da. Quiz le llevase tiempo almacenar toda la
energa que necesitaba para cuando decidiese por fin mostrarse al mundo. Haban
viajado de forma completamente errtica. Jimi haba dejado que Mo decidiese la
ruta. Haban cruzado Gales, los Picos, el Territorio Oeste, la mayor parte de los Home
Countjnes, haban estado en todas partes salvo en Londres. Jimi haba mostrado
cierta resistencia a ir a Londres. El motivo era claro: malos recuerdos. Mo haba ido
varias veces a la ciudad, dejando el vehculo con Jimi a las afueras y yendo hasta
Londres caminando y en auto-stop para conseguir anfetas. Cuando poda compraba
algo de coca. Le gustaba echar una esnifada o dos de vez en cuando. Haba tenido
ganas de explicar a sus viejos camaradas lo de Jimi en casa de Finch, en la esquina
de Portobello Road, pero Jimi le haba dicho que no contase nada, as que cuando la
gente le preguntaba qu andaba haciendo, dnde viva ltimamente, tena que dar
respuestas vagas. Por el dinero no haba problema. Jimi no tena, pero Mo haba
conseguido mucho con la venta del descapotable Dodge blanco. Se lo haban dado
los de The Deep Fix al poner punto final a sus giras. Y haba una gran bolsa de droga
en el vehculo, adems, era suficiente para dos personas durante varios meses,
aunque a Jimi tampoco pareca atraerle aquel rollo.
Jimi volvi a la oscuridad del interior del vehculo.
Qu te parece si nos ponemos otra vez en marcha?
Mo cogi el plato, el cuchillo y el tenedor, baj al ro, los lav y volvi a guardarlos
en el armario. Luego se coloc al volante y puso en marcha el vehculo. El motor
encendi de inmediato. El vehculo se puso en marcha suavemente, hacia el norte,
saltando sobre la yerba hasta volver al asfalto. Estaban en una carretera estrecha
que slo permita el trfico en una direccin, pero no apareci nadie detrs de ellos,
ni delante, hasta que la dejaron y entraron en la A-65, en direccin a Kendal.
No te importa que vayamos al Lake District? pregunt Mo.
Me parece estupendo dijo Jimi. Yo soy el Guerrero Gaviota Loco, hombre
sonri. Por qu no vamos hacia el mar?
No est lejos de aqu Mo seal hacia el oeste. La Baha de Morecambe?

CAPITULO TRES
Las cimas del acantilado estaban cubiertas de una yerba tan suave como la de
una pista de golf. Bajo ellos suspiraba el mar. Jimi y Mo estaban muy animados y
cabrioleaban por all como crios.
A lo lejos, bordeando la curva de la Baha, se vean las torres metlicas y las
atracciones y los puestos de fuegos de Morecambe, pero all estaba desierto y
silencioso, salvo por los espordicos gritos de las gaviotas.
Mo se ech a rer, luego lanz gritos nerviosos mientras Jimi bailaba tan cerca del
borde del acantilado que pareca que iba a caerse.
Calma, Jimi.
No te preocupes, hombre. Ya no pueden matarme.
Sonrea, una sonrisa amplia, eufrica; daba la sensacin de notable salud.
No pueden matar a Jimi, hombre!

Mo le record en escena. Control absoluto. Movindose entre las luces


estroboscpicas, la gran guitarra adelantada, sealando a todos y cada uno de los
miembros del pblico, haciendo que todos se sintiesen en contacto personal con
Jimi.
S seor! Mo empez a rer.
Jimi segua corriendo por el borde del acantilado, moviendo los brazos extendidos.
Estn en bote. S, amigo! No pueden hacernos nada!
S seor!
Jimi se acerc con los brazos abiertos, planeando, y se dej caer en la yerba junto
a Mo. Jadeaba. Sonrea.
La cosa vuelve a ponerse en marcha, Mo, fresca y nueva.
Mo asinti, riendo an entre dientes.
S muy bien que ya est ah, amigo.
Mo alz la vista. Haba gaviotas por todas partes. Chillaban. Parecan un pblico.
Sinti que las odiaba. Haba tantas en el cielo.
No dejes que esos avechuchos de mierda se te metan en la garganta dijo Mo,
ceudo de pronto. Se levant, volvi al vehculo.
Mo. Qu pasa, hombre?
Jimi se mostraba solicito, como siempre, pero a Mo cada vez le deprima ms. La
bondad de Jimi haba sido la causa de su muerte. Haba estado corts con todo el
mundo, no poda evitarlo. Y se le haban echado encima. Le haban dejado seco.
Volvern a engancharte, hombre dijo Mo. S que lo harn. Siempre. Y no
podrs hacer nada. Por mucha energa que acumules, sabes, te la chuparn toda y
pedirn ms. Quieren tu sangre, amigo. Quieren tu esperma y tus huesos y tu carne,
amigo. Volvern a agarrarte. Volvern a devorarte.
No. Esta vez... esta vez no.
Veremos dijo burln Mo.
Es qu quieres hundirme, hombre?
Mo empezaba a crisparse.
No, pero...
No te preocupes, hombre, vale? la voz de Jimi tena un tono suave y seguro.
No puedo expresarlo con palabras, Jimi. Es una especie de premonicin, sabes.
Es qu crees que las palabras han servido alguna vez para algo? dijo Jimi
soltando su vieja risa, su risa profunda. Ests loco, Mo. Vamos, pongmonos en
marcha. Adonde quieres ir?
Pero Mo no contest. Sentado al volante, contempl a travs del parabrisas el
mar y las gaviotas.
Jimi estaba conciliador.
Mira, Mo dijo. Procurar tener cuidado, de acuerdo? Me lo tomar con
mucha calma, o crees quiz que no te necesito?
Mo no saba por qu pero se senta de pronto muy deprimido.
Mo, t estars conmigo vaya adonde vaya dijo Jimi.
CAPITULO CUATRO
Al salir de Carlisle vieron a un autoestopista. Un chaval joven flaco y demacrado.

Se apoyaba en un cartel de trfico. Tuvo energa suficiente para alzar la mano. Mo


pens que deban recogerle. Jimi dijo "Como quieras" y pas a la parte de atrs,
cerrando la puerta, mientras Mo paraba para recoger al chaval.
Adonde vas? dijo Mo.
Vale Fort William? dijo el autoestopista.
Sube dijo Mo.
El chaval dijo llamarse Chris.
Eres de un grupo musical? pregunt. Ech un vistazo a la cabina y vio las
viejas etiquetas y el estreo y lo tatuajes de Mo y las huellas de la pintura en la
cara, su camiseta Cawthorn, la chaqueta de cuentas, los gastados vaqueros con
remiendos descoloridos, las botas vaqueras de cuero que Mo haba comprado el ao
anterior en el Emperador de Wyoming, en Notting Hu Gate.
Estuve con The Deep Fix dijo Mo.
El autoestopista tena los ojos enrojecidos y hundidos en las cuencas. El pelo,
negro, largo y tupido, le caa a los lados del plido rostro. Llevaba una rada camisa
de dril, una cazadora vaquera blanca bastante sucia y las dos perneras de los
vaqueros estaban agujereadas en las rodillas. Calzaba mocasines. Estaba nervioso e
inquieto.
S?
S dijo Mo.
Qu hay detrs? dijo Chris, volvindose para mirar la puerta corredera.
Equipo?
Podramos decir que s.
Llevo tres aos haciendo auto-stop, noche y da dijo Chris. Llevaba sobre las
piernas una bolsa caqui gastada y manchada de aceite.
Te importa que d una cabezada de vez en cuando?
No dijo Mo.
Llegaron a una gasolinera. Mo decidi parar all y llenar el depsito. Cuando volvi
a subir, Chris estaba dormido.
Mientras esperaba para volver a incorporarse al trfico, Mo tom un puado de
pildoras. Algunas se le cayeron de la mano. No se molest en cogerlas. Tena una
sensacin lgubre y depresiva.
Chris despert cuando atravesaban Glasgow.
Esto es Glasgow?
Mo asinti. No poda calmar su paranoia. Miraba irritado los coches que iban
delante mientras avanzaban despacio por las calles. Todos los escaparates de todas
las tiendas tenan un enrejado metlico de proteccin. Los bares eran como
casamatas. Se senta muy irritado, sin saber por qu.
Adonde vas t? pregunt Chris.
Fort William.
Es una suerte para m. Sabes dnde puedo conseguir yerba en Fort William?
Mo estir el brazo y empuj hacia el autoestopista una lata de tabaco.
Qudate con eso.
Chris cogi la lata y la abri.
Magnfico! De veras puedo? Todo?
Claro dijo Mo. Le resultaba odioso Chris, le resultaba odioso todo el mundo.
Saba que aquel estado de nimo se disipara.

Caramba, muchas gracias, hombre Chris meti la lata en su bolsa.


Liar uno cuando salgamos de la ciudad, vale?
Vale.
Para quien ests trabajando ahora? dijo Chris. Para una banda?
No.
Ests de vacaciones?
El chaval pareca un poco acelerado. Probablemente fuese slo la falta de sueo.
Ms o menos dijo.
Yo tambin. Bueno, la cosa empez as, estoy en la universidad, en Exeter. O
estaba, decid dejarlo. No voy a volver a ese saco de mierda. Me bast con un curso.
Pensaba ir hasta las Hbridas. Conozco a uno que vive all en una comuna, en una
de las islas. Tienen ganado propio, ovejas, cabras, una vaca, no tienen que aguantar
a nadie. Ya sabes. Libertad autntica. A m me parece estupendo.
Mo asinti.
Chris se ech hacia atrs el pelo negro y grasiento.
Quiero decir, compara algo como eso con un sitio como ste. Cmo lo
soportar la gente? Es un infierno.
Mo no contest. Se inclin hacia adelante, cambiando de marcha al cambiar las
luces.
Es terrible, s dijo Chris; luego vio la caja de cartuchos a sus pies. Puedo
poner algo de msica?
Adelante dijo Mo.
Chris cogi un lbum viejo, Who's Next. Intent meterlo en la ranura al revs. Mo
se lo quit de la mano y lo meti bien. La msica le hizo sentirse mejor. Por el rabillo
del ojo advirti que Chris intentaba hablar hasta que se dio cuenta de que no poda
hacerse or.
Mo dej que la cinta se repitiese una y otra vez mientras salan de Glasgow. Chris
li unos porros y Mo fum un poco; empezaba a superar la paranoia. Hacia las
cuatro de la tarde se senta mejor y apag el estreo. Iban ya por Loch Lomond. El
helechal se volva marrn y brillaba como bronce donde daba el sol. Chris se haba
quedado otra vez dormido, pero despert al cesar la msica.
Demasiado dijo contemplando el paisaje. Increble.
Baj el cristal de la ventanilla.
Es la primera vez que vengo a Escocia dijo.
De veras? dijo Mo.
Cunto falta para que lleguemos a Fort William?
Unas horas. Por qu vas a Fort William?
Conozco a una chica. Es de all. Su padre es qumico o algo parecido.
Mo dijo entonces suavemente, casi sin darse cuenta:
Adivina a quin tengo ah detrs.
Una chica?
No.
Quin?
Jimi Hendrix.
Chris abri la boca. Mir a Mo, resopl queriendo incorporarse al juego.
De veras? No me digas? As que Hendrix, eh? Qu es, un vehculo

refrigerado?
La fantasa pareca animarle.
Crees que si le descongelramos nos tocara algo? aadi, moviendo la
cabeza y sonriendo.
Est sentado ah detrs. Vivo. Soy su chfer.
De veras?
S.
Fantstico.
Chris estaba ya medio convencido. Mo solt una carcajada. Chris mir la puerta.
Despus guard un rato de silencio.
Como una media hora despus, dijo: Hendrix fue el mejor, sabes. Era el rey,
amigo. No slo la msica, sino tambin el estilo. Todo. Cuando me dijeron que haba
muerto, no poda creerlo. An no puedo creerlo, sabes.
Claro dijo Mo. Bueno, est ah detrs.
S? Chris volvi a rerse, inseguro. Ah dentro? Puedo verle?
An no esta preparado.
Claro dijo Chris.
Era ya de noche cuando llegaron a Fort William. Chris baj tambaleante del
vehculo.
Gracias, hombre. Esto est muy bien, sabes. T dnde paras?
Yo sigo ruta dijo Mo. Ya nos veremos.
S. Ya nos veremos.
Chris an tena aquella expresin de desconcierto. Mo sonri para s mientras
arrancaba, en direccin a Odan. En cuanto el vehculo se puso en marcha se abri la
puerta y Jimi salt sobre los asientos para sentarse al lado.
Le hablaste a ese chico de m?
No me crey dijo Mo.
Jimi se encogi de hombros.
Empezaba a llover otra vez.
CAPITULO CINCO
Estaban tumbados, all, entre el brezo hmedo, mirando hacia las colinas. No
haba nadie en kilmetros a la redonda, ni caminos ni pueblos ni caseros. El aire
estaba quieto y vaco salvo por un halcn que planeaba tan arriba, tan alto, que casi
se perda de vista.
Esto est bien, eh? dijo Mo. Es fantstico.
Jimi sonri levemente.
Es magnfico dijo.
Mo sac del bolsillo una barrita de caramelo y le ofreci a Jimi, que rehus. Mo se
puso a comer la barrita de caramelo.
Qu crees t que soy? dijo Jimi.
Qu quieres decir?
Si soy un demonio o un ngel, comprendes...
T eres Jimi dijo Mo. Para m eso basta.

O slo un espectro dijo Jimi. Quiz sea slo un espectro.


Mo empez a temblar.
No dijo.
O un asesino? Jimi se incorpor e hizo una pose: El Asesino Snico. O el
Mesas, quizs solt una carcajada. Quieres escuchar mis sabias palabras?
Ese no es el asunto dijo Mo, ceudo. Palabras. T donde tienes que estar,
Jimi, es en el escenario. Con tu guitarra. T ests por encima de toda esa mierda...
De todo ese rollo. Hagas lo que hagas, est bien hecho, sabes.
Si t lo dices, Mo.
Jimi estaba en una especie de bajada. Se agach y se sent con las piernas
cruzadas entre los helchos, y se alis los blancos vaqueros y se sacudi el barro de
las botas negras de charol.
Qu es todo este rollo Easy Rider en realidad? Qu coo hacemos aqu?
No te gust Easy Rider? dijo Mo, asombrado.
Lo mejor desde Lassie viene a casa dijo Jimi encogindose de hombros. Lo
nico que demostr fue que Hollywood an poda desconectarlos, sabes. Cogieron a
un par de friquis de mentira y ganaron un montn de pasta. Un autntico robo. Y los
chavales se lo tragaron. En qu me convierte a m eso?
T nunca engaaste a nadie, Jimi.
No? Cmo lo sabes?
Bueno, nunca lo hiciste.
La misma mierda insulsa en todas partes. Estn muy mal las cosas.
Jimi haba cambiado de tema, dando un salto que Mo no poda seguir.
No tocan ms que mierda falsa de los aos cincuenta, Simn and Garfunkel.
Dios mo! Eso nunca vali nada.
Las cosas van en olas. No puedes estar arriba siempre.
Claro dijo Jimi zumbn. Este para todos los soldados que luchan en Chicago.
Y Milwaukee. Y Nueva York... Y Vietnam. Abajo la guerra y la contaminacin. Qu
signific todo eso?
Bueno... Mo trag los restos de la barrita de caramelo. Bueno... es
importante, hombre. Quiero decir, tantos chavales que murieron...
Mientras nosotros hacamos una fortuna. Y soltbamos mucha mierda
sentimental. Ah fue donde nos equivocamos. O ests en el asunto de la conciencia
social o en el negocio del espectculo. Es una estupidez pensar que se pueden
combinar ambas cosas.
No, hombre, puedes decir cosas que la gente las oiga.
Dices siempre lo que quiere el pblico. El pblico de Frank Sinatra lo nico que
recibe es su propia mierda transmitida por Frank Sinatra. Jimi Hendrix da a su
pblico lo que ese pblico quiere or. Y es a eso a lo que quiero volver yo?
Pero Mo se haba perdido. Mo observaba cmo suban culebreando por sus brazos
los tatuajes. Dijo vagamente:
Necesitas una msica para cada momento. Los New Riders no tienen nada de
malo, por ejemplo, si quieres salir de un viaje paranoico. Y con Hendrix subes. Ese
es el asunto. Como los estimulantes y los calmantes, sabes.
Vale dijo Jimi. Tienes razn. Pero lo estpido es lo otro. Por qu quieren que
digas cosas continuamente? Si eres slo un msico, basta con que lo seas cuando
ests actuando o grabando un disco. Todo lo dems debera eliminarse. Si quieres

hacer sesiones benficas, conciertos gratuitos, muy bien, all t. Pero tus opiniones
deberan ser privadas. Quieren convertirnos en polticos.
Yo creo que no dijo Mo, mirando fijamente sus brazos, que nadie pide eso.
Que haces lo que quieres hacer.
Nadie lo pide, pero t siempre tienes la sensacin de que has de drselo Jimi
dio vuelta, se qued boca arriba, se rasc la cabeza. Y luego les culpas de ello.
No todos piensan que le deben algo a alguien dijo suavemente Mo mientras la
piel de sus brazos se ondulaba sobre la carne.
Quiz sea eso dijo Jimi. Quiz sea eso lo que te mata. Dios mo, s, y
psicolgicamente eso significa que te ves metido en un lo espantoso. Dios, es como
suicidarse, amigo. Horrible.
Te mataron ellos dijo Mo.
No, hombre, no. Fue suicidio.
Mo vea culebrear brazos arriba a la serpiente del mundo. Poda ser aquel
Hendrix un impostor?

CAPITULO SEIS
Qu vas a hacer entonces? dijo Mo.
Estaban en la carretera, camino de Skye y se les estaba acabando la gasolina.
Fue una pijada volver dijo Jimi. Pens que, en cierto modo, era mi deber.
Mo se encogi de hombros.
Quiz lo sea, sabes.
Y quiz no.
S, claro.
Mo vio que se acercaban a una gasolinera. La aguja sealaba Vaco y parpadeaba
en el panel una luz roja. Siempre pasaba aquello. Pero nunca se haba quedado
varado. Mir al espejo y vio sus propios ojos demenciales mirndose. Por un instante
se pregunt si debera girar un poco el espejo para ver si reflejaba tambin la
imagen de Jimi. Apart el pensamiento. Ms paranoia. Tena que superarla.
Mientras el encargado llenaba el depsito, Mo fue al lavabo. Entre otras pintadas
ms comunes que haba en la pared, ley: "Hawkwind es el As". Quiz Jimi tuviese
razn. Quiz su tiempo hubiese terminado, quiz debiera haber seguido muerto. Mo
se senta muy mal. Hendrix haba sido su nico hroe. Se subi la cremallera de la
bragueta y el esfuerzo agot la poca energa que le quedaba. Se derrumb contra la
puerta y empez a deslizarse hacia el suelo encharcado. Tena la boca seca. Le
palpitaba el corazn muy deprisa. Intent recordar cuntas pastillas haba tomado
ltimamente. Quiz estuviese al borde de la sobredosis.
Alz las manos hasta el picaporte de la puerta y consigui ponerse de pie. Se
inclin sobre el inodoro y meti los dedos hasta la garganta. Todo giraba. El inodoro
estaba vivo. Una boca vida que intentaba tragarle. Las paredes se movan
aprisionndole. Oy un ruido silbante. No pas nada. Dej de intentar vomitar. Se
volvi, se seren lo ms que pudo, apart a un lado al hombrecillo blanco que
intentaba agarrarle, abri la puerta, sali de all. Fuera, el ayudante estaba cerrando
ya el depsito de gasolina. Luego se limpi las manos con un trapo y volvi a
guardarse el trapo en el mono, diciendo algo. Mo encontr algo de dinero en el
bolsillo de atrs y se lo dio. Oy una voz.

Se encuentra bien, amigo?


El hombre le haba dirigido una mirada de autntico inters.
Mo murmur algo y entr torpemente en el vehculo.
El hombre corri al arrancar Mo agitando monedas y billetes verdes.
Qu? dijo Mo.
Consigui bajar el cristal de la ventanilla. La cara del encargado de la gasolinera
se convirti en una mscara diablica y perversa. Mo saba lo suficiente como para
no preocuparse por ello.
Qu?
Crey or al encargado decir: "Ya ha pagado tu amigo".
S, pagu yo dijo Jimi a su lado.
Qudeselo de todos modos dijo Mo.
Tena que llegar pronto a la carretera. En cuanto empezase a conducir recuperara
el control de s mismo. Cogi un cartucho al azar de la caja. Lo meti en la ranura.
La cinta empezaba hacia la mitad de un lbum de los Stones. Jagger cantando Lel it
bleed ejerci sobre Mo un efecto calmante. Las culebras dejaron de subir y bajar por
sus brazos y la carretera se hizo ante l ms firme y clara. Nunca le haban gustado
demasiado los Stones. Eran unos mierdas, en realidad, aunque haba que admitir
que Jagger tena un estilo propio que nadie poda copiar. Pero, en el fondo, mierdas
como los dems malos viajeros actuales, como Morrison y Alice Cooper. De pronto
pens que estaba perdiendo el tiempo con aquello de no pensar ms que en grupos
musicales, pero en qu otra cosa poda pensar? cmo, si no, podas ver tu vida?
Para l el rollo mstico no significaba gran cosa. La cientologa era un cuento. O al
menos l no poda ver nada interesante all. Los tipos que andaban en aquel rollo
parecan ms colgados que la gente a la que tericamente queran ayudar. Esto era
muy corriente. Casi todos los que te decan que queran ayudarte queran comerte
el coco de una u otra forma. Haba conocido ya a muchos tipos de friquis. Sufes,
Har Krishnas, nios de Jess, meditadores, los de la Luz Divina. Todos saban hablar
mejor que l, pero todos parecan necesitar ms de l de lo que podan darle.
Llegabas a la gente cuando viajabas. El cido le haba ayudado mucho en ese
sentido. Gracias a l, poda desenmascarar fcilmente a los farsantes. Y
precisamente por esa prueba, Jimi no poda ser un farsante. Jimi era un tipo legal. Tal
vez estuviera ya jodido, pero era legal, s.
La carretera, larga y blanca, se convirti de pronto en una piedra enorme. Mo no
poda saber si la piedra era o no real. Sigui hacia ella, luego cambi de idea y fren
bruscamente. Un coche rojo que iba detrs hizo un viraje brusco y pas aullando a
travs de la piedra, que desapareci. Mo se estremeci de pies a cabeza. Sac la
cinta de los Stones y la cambi por American Beauty de los Grateful Dead. La puso
muy baja.
Te encuentras bien? dijo Hendrix.
Claro. Un poco nervioso Mo volvi a poner en marcha el vehculo.
Quieres parar y dormir un poco?
Ya veremos, ms tarde.
Anocheca cuando Jimi dijo:
Parece que nos dirijimos hacia el sur.
S dijo Mo. Necesito volver a Londres.
Tienes que comprar?
S.

A lo mejor esta vez voy contigo.


S?
Bueno, puede que no.

CAPITULO SIETE
Cuando lleg a Ladbroke Grove, despus de ir en autoestop hasta la estacin de
metro ms prxima, Mo estaba totalmente agotado. Tena la cabeza llena de
imgenes: imgenes de Jimi, de la primera vez que le haba visto en televisin
interpretante Hey, Joe (Mo an estaba estudiando entonces), imgenes de Jimi
actuando en Woodstock, en festivales y conciertos por todo el pas. Jimi, con
grandes sombreros de plumas, extraas camisas multicolores, varios anillos en cada
dedo, con la Strat blanca, lanzando la guitarra sobre la cabeza, pulsando las cuerdas
con los dientes, metindola por debajo de las piernas abiertas, hacindola gemir y
aullar y palpitar, haciendo lo que nadie haba logrado hacer con la guitarra. Slo Jimi
poda hacer que una guitarra cobrase vida de aquel modo, convertir la mquina en
una criatura orgnica, polla y mujer al mismo tiempo, serpiente deslizante. Mo se
mir los brazos, pero estaban quietos. El sol empezaba a ponerse cuando enfil
Lancaster Road, arrastrado ms por una mezcla de costumbre e impulso que por
cualquier energa o sentido de la finalidad. Ahora tena otra imagen en su cabeza, la
imagen de Jimi como un ladrn espiritual, Jimi sorbiendo la energa del pblico. En
vez de un mrtir, pasaba a ser un vampiro. Mo saba que la paranoia no se haba
asentado an del todo y que cuanto antes consiguiese unos estimulantes mejor. No
poda culpar a Jimi de sentirse como se senta. Llevaba dos das sin dormir. No era
ms que eso. Jimi se lo haba dado todo al pblico, incluso la propia vida. Cuntos
haban muerto por Jimi en cambio?
Subi penosamente las escaleras de la casa de Lancaster Road y toc el tercer
timbre de abajo. No hubo respuesta. Mo temblaba mucho. Se afirm en las escaleras
de hormign e intent calmarse, pero empeoraba. Le pareci que iba a desmayarse.
Se abri tras l la puerta.
Mo?
Era la chica de David, Jenny, llevaba un vestido de brocado prpura. Tena el pelo
embadurnado con alea hmeda.
Mo? Te encuentras bien?
Mo trag saliva y dijo:
Hola, Jenny. Dnde est Dave?
Baj al Mountain Grill a comer algo. Se fue hace una media hora. Te
encuentras bien, Mo?
Cansado. Dave tiene estimulantes?
Tena un montn de mandis.
Mo asimil la noticia.
Puedes darme un par de libras de ellos t misma?
Sera mejor que se los pidieras t, Mo. No s los compromisos que tiene.
Mo asint, se irgui lentamente.
Quieres entrar y esperar, Mo? dijo Jenny.
Mo neg con un gesto.

Bajar hasta el Mountain. Hasta luego, Jenny.


Adis, Mo. Ten cuidado.
Mo subi penosamente Lancaster Road y dobl por Portobello. Crey ver la
ranchera Mercedes con remolque, negra y cromada, cruzar al fondo de la calle. Los
edificios parecan echrsele encima. Los vea sonrer y mirarse burlones. Les oa
hablar de l. Todo estaba desdibujado y confuso. Una mujer le tir algo. Sigui
caminando hasta que lleg al Mountain Grill y cruz vacilante la puerta. El caf
estaba lleno de friquis pero no conoca a nadie. Todos tenan expresiones malvolas,
recelosas; cuchicheaban.
Cabrones murmur, pero ellos fingieron no or. Vio a Dave.
Dave! Dave, amigo!
Dave alz la vista, sonriendo burln.
Qu hay, Mo? Cundo volviste a la ciudad?
Llevaba unos pantalones de dril nuevos y limpios con remiendos nuevos. Uno de
ellos deca: "Star Rider".
Acabo de llegar.
Mo se inclin sobre la mesa, sin hacer caso de los que estaban por medio y
murmur en el odo de Dave:
Creo que tienes mandis.
Dave se puso serio.
S. Quieres ahora?
Mo asinti.
Dave se levant muy despacio y pag la cuenta a la mujer gorda y morena de la
caja.
Gracias, Mara.
Dave cogi a Mo por el hombro y le sac del caf. Mo se preguntaba si Dave se
propondra entregarle. Recordaba que haban corrido rumores sobre l ms de una
vez.
Mientras caminaban, Dave dijo suavemente:
Cuntas necesitas, Mo?
A cunto?
Puedo drtelas a diez peniques pieza dijo Dave.
Me llevar cinco libras. Cien, no?
Cincuenta.
Volvieron a enfilar Lancaster Road y Dave abri la puerta con dos llaves, una yale
y otra de cerradura embutida. Subieron por una escalera peligrosa y oscura. La
habitacin de Dave era sombra, haba un intenso olor a incienso, las contras que
cerraba la ventana estaban pintadas. Jenny, sentada en un colchn en el rincn, oa
a los Ases en el estreo. Estaba cosiendo.
Hola, Mo dijo. Veo que le encontraste.
Mo se sent en el colchn del rincn opuesto.
Cmo van las cosas, Jenny? dijo.
No le gustaba Dave, pero Jenny le agradaba. Se esforzaba mucho por ser
educado. Dave sac de un mueble de cajones una caja, de debajo de un montn de
cortinas de borlas. Mo mir ms all de l y vio a Jimi all de pie. Vesta una camisa
de seda pintada a mano toda llena de rosas. Llevaba al cuello un talismn de jade
con cadena de plata. Tena la Strat blanca en la mano. La tocaba, con los ojos

cerrados. Mo dedujo casi inmediatamente que estaba mirando un cartel.


Dave cont cincuenta mandis y los meti en un tubo de aspirinas. Mo sac dinero
del bolsillo de los vaqueros. Le dio un billete de cinco libras a Dave y Dave le dio el
tubo. Mo abri el tubo y sac un puado de pastillas y se las trag enseguida. El
efecto no era demasiado, pero en cuanto las tom se sinti mejor. Se levant.
Ya nos veremos, Dave.
Hasta cuando quieras, hombre dijo Dave. Puede que nos veamos en casa
de Finch esta noche.
S.

CAPITULO OCHO
Mo no poda recordar como empez la pelea. El estaba sentado tranquilamente
en un rincn del bar bebindose su bitter, cuando aquel mierda grande y gordo que
andaba siempre armando los decidi meterse con l. Recordaba que se haba
levantado y le haba pegado al mierda aquel. Luego se organiz un gran folln y l
tir al gordo por encima de la barra, aunque no recordaba cmo. Y unos cuantos
conocidos le sacaron de all y le llevaron a un stano de Oxford Carden, donde
escuch un poco de msica.
Fue Band of Gypsies lo que le despert. Oyendo Machine Gun comprendi de
pronto que no le gustaba. Fue adonde estaban los discos y busc otros lbumes de
Hendrix. Puso Are You Experienced, el primer lbum, y Electric Ladyland y le
gustaron mucho ms. Luego puso otra vez Band of Gypsies.
Examin la habitacin a oscuras. Todos parecan absolutamente pirados.
Muri en el momento justo se dijo. Su tiempo haba acabado, s. No debera
haber vuelto.
Busc en el bolsillo el tubo de pastillas. No parecan quedar ya muchas. Quizs
alguien le hubiese birlado algunas en el bar. Tom unas cuantas ms y cogi la
botella de vino de la mesa y bebi un trago para pasarlas. Puso Are You Experienced
otra vez y volvi a tumbarse.
Eso era bueno, s dijo, y se qued dormido.
Tembl un poco. Su respiracin se hizo ms y ms lenta. Cuando empez a
vomitar dormido nadie se dio cuenta. Por entonces, todos estaban idos ya. Tosi
quedamente y luego qued inmvil.

CAPITULO NUEVE
Ms o menos una hora despus, entr en la habitacin un negro. Alto, elegante.
Irradiaba energa. Vesta camisa blanca de seda y vaqueros blancos. Calzaba
brillantes botas de charol. Una chica empezaba a incorporarse cuando l entr en la
habitacin. Pareci sorprenderse.
Hola dijo el recin llegado. Busco a Shakey Mo. Tenamos que irnos.
Mir los cuerpos dormidos y luego examin ms detenidamente uno que estaba
algo apartado de los otros. Tena la cara y la camisa vomitadas. La piel de un verde
sucio y espectral. El negro pas por encima de los otros y se arrodill junto a Mo, le
puso una mano en el corazn, le tom el pulso.

La chica le miraba con expresin estpida.


Est bien?
Sobredosis dijo quedamente el recin llegado. Est muerto. Quieres un
mdico o algo, querida?
Oh, Dios mo dijo ella.
El negro se levant y se encamin hacia la puerta.
Eh dijo ella. Eres igual que Jimi Hendrix, lo sabas?
Claro.
No puedes ser... no lo eres, verdad? Quiero decir, Jimi est muerto.
Jimi movi la cabeza y esboz su vieja sonrisa.
Cuentos, nena. No pueden matar a Jimi y se fue, con una carcajada.
La chica baj la vista hacia aquel cuerpo pequeo y destrozado cubierto de su
propio vmito. Se tambale un poco, frotndose los muslos. Frunci el ceo. Luego,
sali de la habitacin todo lo deprisa que le permita el vestido largo de algodn y se
lanz a la calle. Estaba casi amaneciendo y haca fro. El hombre alto de la camisa y
los vaqueros blancos no pareca notar el fro. Subi a una ranchera Mercedes grande
con remolque que estaba aparcada en la esquina.
La chica ech a correr tras la ranchera cuando sta arranc y rod un poco, hasta
que tuvo que parar en la luz roja del cruce de Ladbroke Grove.
Espera grit. Jimi!
Pero el vehculo se puso en marcha antes de que pudiera alcanzarlo.
Vio que se diriga hacia el norte, hacia Kilburn.
Se enjug el sudor fro de la cara. Tena que ser una pasada. Ojal aquel tipo no
estuviese muerto cuando volviera al piso.
No le haca ninguna falta un muerto.

EL GRAN CONQUISTADOR
CAPITULO UNO
Senta que era mucho ms que un hombre. No era un dios, siquiera, sino
muchos... Pareca haber un centenar de entidades distintas retorcindose en su
interior, agitndose para liberarse. Cada miembro, cada proyeccin de hueso
pareca ser parte de otro ser.
Estaba tendido sobre el lecho cubierto de pieles, sudando, dominado por una
actividad mental y corporal que era incapaz de controlar. Alejandro el Grande gema
atormentado.
La rolliza corintia escupi en los juncos del suelo de la taberna.
Esto para el rey-dios!
Pero el silencio que la rode le hizo desistir de ampliar el tema. El tracio llamado
Simn de Bizancio alz la copa de bronce, la manga de su camisa de seda bordada
se desliz brazo abajo mostrando la atezada piel, mientras tomaba un sorbo de
dulce vino persa. Percibi la inquietud que se reflejaba en los otros juerguistas por lo
que haba dicho la mujer y, como era hombre cauto, retir el brazo de la rolliza
cintura de la corintia y la apart de s.
Baj la vista. Volvi el rostro lleno de cicatrices y sonri dirigindose a un viejo
soldado persa.
Dices que estuviste en el ejrcito que Daro lanz contra Alejandro?
As es... conduca un carro. Su caballera nos rode.
Y qu piensas de l?
De Alejandro? No s. En determinado momento, estuve muy cerca de l y vi
que un lancero le asestaba un golpe. Le alcanz en el muslo. Alejandro lanz un
grito... no por el dolor sino cuando vio manar su propia sangre. No poda creerlo. Por
unos breves instantes fue un blanco fcil, mientras estaba all mirndose fijamente
el muslo, tocando la sangre con el dedo e inspeccionndola. Luego, grit algo (no
entend en qu lengua) y otra vez recuper el control de s mismo. Dijeron que la
herida haba sanado con rapidez sobrenatural.
Afirma ser hijo de Zeus dijo desde las sombras la corintia, pero hay muchos
persas que dicen que es un engendro del malvado Ariman.
Simn frunci los labios y cogi la copa de vino.
Quiz sea slo un mortal sugiri. Un mortal de vitalidad extraordinaria.
Quiz dijo el soldado persa. Yo slo s que ha conquistado el mundo.
Me dijeron que haba interrumpido su campaa india en el ro Indo... por qu lo
hizo? dijo Simn.
Sus macedonios dicen que ellos le obligaron a hacerlo, pero yo no lo creo. Hasta
Alejandro debe cansarse... sa es mi teora. Creo que necesitaba descansar y
recuperarse. Apenas si ha dormido durante su campaa; debemos movernos
continuamente, arrastrados por la conquista. Quin sabe lo que le impulsa a
conquistar... o lo que le fuerza a hacer un alto temporal y a no proseguir con sus
victorias...
Los indios tienen una religin muy antigua y muy profunda de la que sabemos
muy poco dijo un comerciante cartagins de mediana edad, enjuto y huesudo.
No ser que sus dioses son ms poderosos que los nuestros? Ms poderosos que
Alejandro?

Se acarici la barba veteada de gris. Sus varios anillos relampaguearon en la


penumbra del local.
Esta conversacin es hereja en los tiempos que corren previno el persa, pero
se vea claramente que estaba considerando la idea.
La gente no habla ms que del macedonio dijo el enjuto comerciante. Le
alaban o le maldicen desde el Bosforo al Nilo. Pero qu es sino un hombre que ha
tenido suerte? Los acontecimientos le han moldeado, no l a ellos. Debe mucho al
rey Filipo, que fue un padre previsor y a su extraa madre, la reina Olimpia, pues los
dos, cada uno a su modo, prepararon el mundo para sus conquistas. Qu motivo
tena, por ejemplo, para sus vagabundeos por Persia de hace unos aos? Por qu,
en vez de seguir avanzando, se embarc en una persecucin intil de Daro? La
nica razn posible era que las circunstancias an no le eran propicias.
Me gusta pensar tambin eso de los grandes hombres dijo Simn, sonriendo
. Pero me incorporara a su ejrcito por mi propio inters.
As que para eso ests en Babilonia... me preguntaba qu haras t aqu, amigo.
De dnde eres? el cartagins se sirvi ms vino de un pellejo.
Nac en Tracia, pero soy bizantino de adopcin. All estuve siete aos de capitn
de infantera. Pero luego me entr el deseo de conocer Oriente y como Alejandro va
hacia Oriente, decid unirme a su ejrcito. Tengo entendido que ahora est en
Babilonia...
As es. Pero puede que te resulte difcil verle... lgicamente l no se encarga en
persona de la contratacin de mercenarios.
El tono del persa era amistoso.
He odo hablar tanto de ese hombre, o ese dios, que me he hecho el propsito
de conocerle, si eso es posible.
Que tengas buena suerte, amigo. Puede matarte o ascenderte. Es hombre de
actitudes extremas.
No lo son acaso todos los grandes conquistadores?
Eres muy culto para ser mercenario dijo el cartagins, sonriendo.
Simn recogi del banco la espada corta enfundada.
Y t muy curioso, amigo. Has de saber que en Bizancio se fomentan todas las
artes, igual que se haca en la antigua Grecia... incluidas las de la cultura y la
filosofa.
El persa solt una carcajada.
Eso es lo que dicen en Bizancio. Yo por mi parte no creo que ninguna ciudad
pueda ser tan ilustrada. Vosotros los occidentales sois con una Grecia que no
existi nunca... toda vuestra filosofa se basa en una necesidad de perfeccin. Una
perfeccin que nunca se puede alcanzar porque no existi nunca. Creme, los
albaales de Bizancio apestan!
No tanto como la envidia persa dijo Simn, y se fue antes de que la discusin
llegase a su trmino.
Pero el persa a quien dej atrs, all en la taberna, no estaba enfadado. Se rea a
carcajadas limpindose la boca con el mun del brazo.
Simn oy la risa cuando cruzaba la sombreada plaza del bar en la que apenas se
vean mercaderes y pblico. Era ya casi de noche. Algunos mercaderes que
empaquetaban sus mercancas alzaron la vista cuando pas l, alto, delgado, un
luchador, vestido de cuero viejo y gastado, hacia la calle de los artesanos del
bronce, donde tena un amigo.
La dorada Babilonia se acuclillaba a su alrededor como un monstruo muy viejo,

contena todos los conocimientos, todos los secretos. Sus calles, las altas casas, los
palacios y templos, sorban los ltimos rayos de sol por sus paredes bruidas. Subi
Simn la empinada escalera y lleg hasta una pequea casa blanca sin ventanas.
Llam.
Esper pacientemente un rato mientras iba extendindose la noche. Por fin
alguien corri la aldaba, al otro lado, y se abri la puerta. Brill un ojo. La puerta se
abri ms.
El enjuto Hano sonri, dndole la bienvenida.
Entra, Simn. As que llegaste a nuestra esplndida Babilonia!
Simn entr. Estaba muy oscuro, haca mucho calor; en la casa flotaba el olor
desagradablemente acre del metal. El viejo fenicio le cogi del brazo y le condujo
por aquel oscuro pasillo.
Piensas quedarte en Babilonia, hijo? dijo Hano, y luego, antes de que Simn
pudiera responder a su pregunta, aadi: Qu tal la espada?
Quiero ver a Alejandro dijo Simn; le desagradaba que el viejo le cogiese del
brazo, pese a estimarle mucho. Y la espada es magnifica, conserva el filo despus
de una docena de combates... Mi propsito es ponerla al servicio de Alejandro.
Hano le apret el brazo con ms fuerza cuando entraron en una estancia oscura
llena de humo. En el centro brillaba un rojo brasero. En las paredes, tiznadas por el
humo, haba armas (espadas, escudos, lanzas) y repartidos por la estancia varios
lechos y mesas pequeas. A Simn le entr el humo en los plumones y se puso a
toser. Hano seal un lecho.
Sintate, Simn dijo.
Y se fue arrastrando los pies a otro lecho, al otro lado del brasero. Se estir en l,
se rasc la huesuda nariz y luego dijo:
Alejandro tiene muchas espadas.
Lo s... pero quiero que me hagas el favor de facilitarme una entrevista con l.
Te debo amistad y ms an dijo Hano, pues me salvaste de una muerte
terrible aquella vez, en Tebas hace nueve aos. Pero aunque supongo lo que
pretendes de m me siento reacio a ayudarte.
Por qu?
Quiz sean slo recelos de viejo, pero las cosas que he odo ltimamente son
muy inquietantes. Alejandro se proclama hijo de Zeus, Jpiter, Amn. Otros dicen
que el demonio persa Ariman le posee. Todo lo cual puede ser o no ser cierto... pero
todos los orculos, de aqu a Pela, profetizan tribulaciones y conflictos para el
mundo y el rey que lo rige. Quiz fuera ms prudente que te unieses a una caravana
cualquiera de las que van a Oriente...
Y dicho esto, Hano apart la tnica de lana, mostrando una pierna plida y
repugnante. Luego alz una mano arrugada y casi la lanz contra la pierna y
empez a rascar all con uas como garras.
Estoy harto de esta chachara de dioses y demonios. Es que nadie puede
contentarse simplemente con creer en los hombres y en lo que los hombres podran
ser si no atribuyesen sus desdichas a dioses invisibles en vez de a su propia
ineficacia? La vida no es fcil, vivirla bien y con gracia es ardua tarea... pero, por
Hades!, no permitamos que se complique an ms con deidades y ninfas acuticas.
Simn escupi en el brasero, que llame y chisporrote.
Hano se rasc el muslo, abriendo an ms la tnica para poder hacerlo,
mostrando una extensin mayor de carne repugnante.
He visto manifestaciones sobrenaturales del mal, hijo mo.

T has visto lo que deseaba que vieses un cerebro aturdido.


Qu pasa? Vamos, pongamos fin a esta conversacin antes de que digas ms
herejas y nos detengan a los dos.
Hereja y traicin, si es cierto lo que se dice de Alejandro.
Simn apart la vista de las piernas del viejo, la fij en el brasero.
Hano cambi de tema.
En Utopa le dijo a Simn, an tendras que seguir buscando mayor
perfeccin. Y te llamas realista, Simn... la perfeccin no es una realidad.
Las realidades pueden crearse dijo Simn.
Cierto acept Hano. Pero, por el mismo principio, pueden hacerse irreales
las realidades... y reales las irrealidades. Y si hubiese seres sobrenaturales? Cmo
los encuadraras dentro de tu teora?
Nunca se plantear ese problema.
Espermoslo.
El fenicio volvi hacia Simn su viejo y arrugado rostro. La luz del brasero le tea
de un marrn rojizo, mostrando unos rasgos que mezclaban cinismo, fatalismo y
buen carcter. Por fin, Hano dijo:
Est bien.
Y se levant y recorri la atestada estancia cogiendo una jarra de una estantera,
un tarro de otra y un pellejo de vino de otra de ms all.
Pronto le lleg a Simn el aroma de las yerbas de la cazuela que estaba en el
brasero, en la que Hano preparaba vino para su husped.
Me ayudars dijo Simn.
Alejandro me debe un favor. Pero tiene extraas formas de pagar sus deudas y
en circunstancias normales no sera tan tonto como para recordrselo.
Qu hiciste por l?
Cubrir de palos negros la empuadura de una espada hecha con metal de las
estrellas.
Menudo favor! dijo Simn rindose.
Hano frunci el ceo, pero afablemente.
No te das cuenta de lo que eso significa? Significa que no podas tocar
directamente el hierro ni cualquier cosa que pudiese transmitir su fuerza hasta su
cuerpo. El palo negro es una de las pocas gemas que sirven para cortar el flujo.
De veras?
De veras. Alejandro tiene un punto dbil. El hierro le hace dao.
Si yo tuviese un secreto as, matara al hombre que lo guardase dijo Simn
caviloso.
No si fueses Alejandro y el hombre fuese muy caro a Olimpia.
Conoces t a la reina Olimpia!
Olimpia quiere mantenerme vivo para que pueda transmitirle secretos.
Oscuros secretos, han de ser sin duda, si tienen algo de cierto las historias que
cuentan de ella.
Ni siquiera rozan la verdadera realidad de lo que es ella.
De verdad utiliza serpientes en esos ritos?
Claro... y tambin cabras negras.
Simn lanz un juramento.

Hano le entreg una copa de vino. Despus de beber, dijo:


Estoy impaciente por conocer al rey-dios... cmo puedes ayudarme?
Te dar una carta y una seal que has de llevar a Alejandro. Pero s prudente,
hijo mo, s prudente.

CAPITULO DOS
Aunque raras veces lo admita, a Simn le inquietaba la idea de un mundo
sobrenatural de dioses y de espritus. De haber sido factible, se habra hecho sin
duda ateo militante, pero mantena en secreto sus opiniones y haca lo posible por
no analizarlas e incluso por no pensar en ellas.
Cuando lleg al gran palacio dorado de Alejandro, se detuvo y lo contempl muy
admirado. Le iluminaban cientos de antorchas, muchas de las cuales rodeaban sobre
largos postes el palacio; otras llameaban en sus muchos bastiones.
Salieron a su encuentro dos guardianes. Eran babilonios de altos yelmos y pelo y
barba aceitados. Le amenazaron con las jabalinas.
Simn dijo en torpe babilonio:
Vengo a ver al rey Alejandro... traigo una seal y una carta para l!
Le trataron con cierto respeto aunque le despojaron de la espada y le condujeron
a la puerta principal, donde, tras interrogarle, fue admitido.
Le hicieron esperar varias veces, mientras le examinaban atentamente e
interrogaban una serie de visires y esbirros del rey, pero al final le pasaron a una
gran cmara.
Las grandes ventanas dejaban entrar la vacilante luz de las antorchas. En el
centro haba un gran lecho de bronce, plata y oro cubierto de sedas y pieles.
Alejandro estaba reclinado en aquel lecho. Haba estado sudando. Simn se dio
cuenta. Su nariz le contaba adems la misma historia.
Ola muy mal aquello. Mucho peor que la transpiracin ordinaria. Simn no era
capaz de identificar aquel olor.
Se acerc al inmenso lecho con cierto nerviosismo.
Y de pronto, el rey Alejandro sonri y extendi una mano perfecta.
Tengo entendido que tienes una carta para m... y una seal.
As es, aqu estn Simn le dio la carta y el pequeo talismn a Alejandro,
estudiando el extrao rostro del rey. Era en parte infantil y en parte viejo y sensual.
Tena la nariz larga y anchos los labios, ojos de gruesos prpados y el pelo castao y
rizado. A Simn le turbaba un poco la falta de ceremonial, la cordial sonrisa del rey.
Era aqul el rey-dios? El engendro del mal?
Alejandro ley la carta enseguida, cabeceando para s.
Te habl Hano de mi deuda con l?
No, seor dijo Simn prudentemente.
Hano tiene muchos secretos... pero es un viejo y es generoso y se reserva
pocos, segn tengo entendido.
Me pareci extraamente reservado, seor contest Simn, preocupado por
la vida de su amigo. Ni siquiera yo, que le salv la vida una vez en Tebas, puedo
conseguir que me responda claramente a las preguntas que le hago.
Alejandro alz los ojos curioso, mirando fijamente a Simn a la cara.

As que deseas incorporarte a mi ejrcito. Hano te recomienda como soldado...


sugiere que te incorpore a mi estado mayor. Yo elijo a mis oficiales con mucho
cuidado, Simn de Bizancio.
Slo quiero una prueba, seor.
La tendrs.
Alejandro examin de nuevo la carta.
Eres de Bizancio, segn veo. Mi padre Filipo fue rechazado por esa ciudad hace
unos aos... Pero eso no significa que yo no pueda estimar a esa ciudad... quiz lo
contrario. Es bien sabido que la detestaba y puedo admirar a una ciudad que
resistiese su ataque Alejandro volvi a sonrer. Aunque no resisti mucho contra
el hijo de Filipo, verdad?
No, seor.
Alejandro tenia una vitalidad casi tangible, pero evidentemente no estaba bien.
Aquella enfermedad no se limitaba slo a su cuerpo, segn pudo apreciar Simn.
Alejandro meditaba, acariciando un pequeo amuleto.
Necesito un heraldo... un hombre que pueda viajar entre el sitio donde yo est
de campaa y la capital de Macedonia.
Cre que ahora vuestra base era Persia, seor.
Has odo sin duda las crticas de los griegos y de los macedonios. Dicen que he
olvidado mis propias tierras por los lujos y placeres del Oriente. Es mentira. No
puedo regresar continuamente a Pela, queda demasiado lejos. Persia es una base de
operaciones mucho mejor. An me faltan por conquistar algunos acres del mundo,
Simn... y todos estn en Oriente.
Alejandro se hundi en sus sedas, contemplando al tracio.
Nos servirs como mensajero a mi madre y a m.
Simn se llevo la mano a los labios y dijo cortesmente:
Yo esperaba ms bien incorporarme al ejrcito.
Alejandro frunci ligeramente el ceo.
Y eso hars, por supuesto. No te preocupes, tendrs que luchar... y que
aprender cosas nuevas. Me satisface que seas hombre ilustrado. La mayora de mis
capitanes son elegidos por varias cualidades: valor, lealtad... y conocimientos. T
pareces reunir valor y conocimiento... pero tengo que comprobar tu lealtad, me
entiendes?
Simn cabece, asintiendo.
Es natural, seor.
Bueno, entonces... Alejandro se interrumpi al abrirse las puertas de la
cmara detrs de Simn. El tracio se volvi a mirar a la puerta.
Entr un visir que vesta una larga tnica dorada.
Se postr ante el lecho del rey.
Hijo de Zeus murmur, un mensaje.
Es secreto?
No, seor... dicen que es ya del dominio pblico.
Habla entonces... de qu se trata? Alejandro se incorpor de nuevo en el
lecho.
Una matanza, seor... en Lonarten... una unidad de vuestra caballera
macedonia perdi el control... mataron a varios centenares de mujeres y nios. Hay
rumores de canibalismo, de ritos repugnantes...

El visir se detuvo al ver dibujarse una sonrisa en los labios sensuales de


Alejandro.
La gente continu el visir pide que intervengis... una compensacin.
Alejandro volvi a sonrer. A Simn le repugnaba aquello. Advirti que el rey
apretaba las ropas de la cama como si intentase controlarse. Gru una vez,
levemente.
Luego, con gran esfuerzo, dijo:
Debemos poner fin a... debemos parar...
Luego ech hacia atrs la hermosa cabeza y lanz una carcajada. Era una risa
maligna, una alegra malvola y horrible que llen la estancia, resonando y
atronando en los horrorizados odos de Simn.
No dejes escapar a los que han venido a quejarse grit Alejandro. Les
venderemos como eunucos a los harenes de Turqua. Hay que ensearles que un
dios no acta como un simple rey... Tienen que aprender a no poner en entredicho
la palabra o las acciones del Hijo de Zeus!
El visir volvi a salir apresuradamente de la habitacin.
Simn, olvidando su propia seguridad, se inclin hacia Alejandro y le grit en la
cara crispada:
Ests loco... por tu propia seguridad, no permitas que continen esas matanzas.
Tus soldados pueden provocar una revolucin... Perders tu imperio.
Alejandro abri an ms los ojos. De entre las sedas y las pieles brot una mano
que asi la oreja de Simn. Crisp la boca Alejandro e incluso se le movieron los
dientes cuando mascull:
Inventar una muerte para ti!
Simn asi la mueca intentando librarse de la mano de Alejandro. Estaba
atnito, temblaba, le estremeca ver la fuerza en alguien claramente enfermo.
Senta la presencia de algo ms que la locura. Qu haba convertido al cordial y
eficaz soldado en aquella manifestacin de mal? Cmo podan coexistir en un
cuerpo cualidades tan distintas? El terror nubl su mente.
Con un tirn brusco, se libr de la presa del rey y retrocedi jadeante.
Dicen que eres un engendro de Ariman... y yo no lo crea balbuci.
Alejandro frunci el ceo, apart las ropas del lecho y salt al suelo, avanzando
hacia Simn con las manos extendidas.
Soy Hijo de Zeus... nac de un dios y de una mortal para regir el mundo.
Humllate, hereje, pues tengo poder para enviarte al Hades.
Todos los hombres tienen ese poder dijo Simn, y se volvi y corri hacia las
grandes puertas, las abri y antes de que pudieran detenerle, huy por los pasillos,
ciego a todo salvo a la necesidad de escapar de aquel aullante loco que le segua.
Recordaba poco la huida, de las dos luchas (en la primera haba obtenido, no
saba muy bien cmo, un arma), de su agotadora carrera por las calles de Babilonia,
seguido por hordas de soldados.
Corra.
Haba corrido prcticamente hacia la muerte, pues varios guerreros le acorralaron
en un callejn sin salida. Se volvi, resollando como un animal para defenderse.
Acuclillado, la espada dispuesta, esper mientras avanzaban hacia l cautelosos.
No haban previsto tanta ferocidad. Al primero lo derrib en un abrir y cerrar de
ojos. Taj el brazo de otro.
Frente a l, como flotando sobre la escena real, delante vea la gran cabeza

sensual de Alejandro atronando an con una risa demencial.


Simn haba visto locos muchas veces. Pero lo de Alejandro era algo ms que
locura. Dio un mandoble y err, cay hacia adelante, dio una voltereta, cruz la
espada en la cara para rechazar un golpe que brot de la confusa noche. Se hizo a
un lado, lanz otro tajo, se irgui y el borde de su espada seccion la yugular de un
hombre.
Luego, corra de nuevo. Le dolan todos los miembros, pero un miedo terrible,
miedo a algo ms que la muerte o la tortura, le empujaba y le empujaba hacia
adelante, hacia la huida.
Cuando aquellos hombres silenciosos de oscuros ropajes surgieron de la noche y
le rodearon, hiri a uno, pero su espada pareci chocar con metal, su mano qued
inerte. Cay la espada sobre las piedras de la calle.
Ante l se alz la cara de Alejandro, riendo, riendo. Aquel gozo estruendoso y
maligno le llen la cabeza. Luego todo el cuerpo. Hasta que le pareci que l, Simn,
era Alejandro, que disfrutaba de aquel chiste sangriento, de aquella alegra
malvola y perversa que flua incontrolable del temblor de su cuerpo.
Luego, una especie de paz y nebulosos y misteriosos sueos en que vio extraas
formas que se movan entre el humo de un milln de braseros rojos y fulgurantes.
Sinti una superficie dura y lisa bajo la espalda.
Abri los ojos receloso.
Un rostro flaco, blanco y de labios muy finos le miraba solcito.
Soy Abaris dijo.
Yo Simn de Bizancio dijo el tracio.
Has visto las tinieblas? era una pregunta slo a medias.
S contest Simn, intrigado.
Nosotros somos seres de la luz. Los magos te dan la bienvenida. Aqu estamos
seguros.
Magos? Son sacerdotes de Persia... pero t no eres persa.
As es.
Abaris? Hay un Abaris legendario... un hechicero, segn creo... un sacerdote de
Apolo que cabalgaba en una flecha...
El mago no respondi a esto, se limit simplemente a sonrer.
Has incurrido en la clera de Alejandro. Cunto diras que te quedaba de vida?
Una extraa pregunta. Dira, que el tiempo que mi ingenio y mi habilidad me
permitiesen eludir la persecucin de sus soldados.
Te equivocas.
Simn se incorpor en el amplio banco y mir a su alrededor. Haba otros dos
sacerdotes sentados mirndole al otro lado de la desnuda habitacin. Por un agujero
del techo se filtraba la luz.
Te debo de veras la vida?
Creemos que s... pero nada nos debes. Nos gustara ayudar del mismo modo a
todos los enemigos de Alejandro.
Yo no soy enemigo suyo... l lo es mo.
Has podido ver lo que l es... An puedes decir eso?
Cabece Simn.
Soy enemigo suyo acept, y luego corrigi: O al menos enemigo de lo que
l representa.

Exacto... tambin nosotros somos enemigos de lo que Alejandro representa.


Simn lade la cabeza, sonri levemente.
Bueno... hemos de tener cuidado. Est loco, eso es todo. Representa un mal
material, no sobrenatural.
Por unos instantes, Abaris apart la vista impaciente y ceudo. Luego, sus rasgos
volvieron a asumir la expresin anterior.
Es una audacia ser incrdulo en estos tiempos.
Audacia o no, es lo que soy Simn baj las piernas del banco. Se senta
increblemente dbil.
Nosotros los magos adoramos a Ormus dijo Abaris. Y Alejandro representa
simplemente a Ariman.
Esas son las facetas gemelas de vuestra deidad nica, no es cierto? dijo
Simn; luego aadi, con un cabeceo: s algunas cosas de vuestro culto... es ms
limpio que la mayora. Adoris al Fuego, al Sol y a la Luz... con un mnimo de ritual.
Cierto. Poco ritual necesita el que confa en su alma.
A Simn le satisfizo esto.
Nos gustara que te aliases con nosotros, los magos dijo quedamente Abaris
. A cambio, te protegeremos de los esbirros de Alejandro.
Ya te dije, y no es que quiera parecer ingrato, que mi ingenio y mi habilidad
sern los que me salven de los guerreros del macedonio.
Nos referimos a sus servidores sobrenaturales.
Simn movi la cabeza.
Respeto vuestras creencias... pero personalmente no puedo aceptarlas.
Abaris se inclin hacia delante y dijo, suave pero firme:
Tienes que ayudarnos. Alejandro y su madre son dos posesos. Hace aos que lo
sabemos. Hace aos que intentamos combatir a las fuerzas que les poseen... y
estamos perdiendo. Ya has visto que Ariman controla a Alejandro. Tienes que
ayudarnos!
Simn dijo entonces:
Habis envuelto el simple hecho de la locura de Alejandro en un sudario de
especulacin sobrenatural.
Abaris movi la cabeza y no dijo nada. Simn contino:
He visto a muchos hombres volverse locos por las riquezas y el poder...
Alejandro es distinto. Cuando muera sobrevivirn sus buenas obras, pero el tiempo
eliminar las malas.
Eres ingenuo, joven. S, tambin Aquiles crea que... Abaris se mordi los
labios y guard silencio.
Aquiles? Muri hace mil aos. Cmo sabes lo que crea?
Abaris apart la vista.
No puedo saberlo, por supuesto dijo, con los ojos bajos.
Me das motivos para pensar que eres realmente el Abaris de la leyenda dijo
Simn, sonriendo. Bromeaba. Pero la broma son a veras incluso a sus odos.
Puede un hombre vivir ms de mil aos? dijo Abaris.
No dijo Simn. Imposible.
Lo dijo con ferocidad casi, porque era lo que deseaba creer.
All fuera, en un palacio de Babilonia, estaba el mal, pensaba. Pero no era, no

poda ser... no deba ser sobrenatural.


Abaris dijo entonces:
Alejandro ha reinado casi trece aos: un nmero mstico. Nuestros orculos
profetizaron que el momento decisivo sera a los trece aos de reinado. Ahora,
segn tememos, Alejandro y las fuerzas que actan a travs de l, impondrn el
dominio incontrolado en el mundo del mal... si alguien no se lo impide, y las
posibilidades son muy remotas.
Queris que os ayude en esto. He de contestaros que no. Para ayudaros, tendra
que creeros... y no puedo creeros.
Abaris pareci aceptarlo. Cuando volvi a hablar lo hizo con voz remota, como en
un trance.
Ariman... la multiplicidad de Ariman a los que designamos por ese nombre
nico, eligieron a Olimpia hace muchos aos. Ariman necesitaba un canal a travs
del cual actuar y, por entonces, no haba nacido ningn mortal que mejor sirviese
para sus propsitos. As que tom posesin de Olimpia. Filipo, aquel gran hombre,
grande y equivocado, iba habitualmente a la isla de Samotracia en peregrinaje y un
ao, Olimpia procur estar all. A Olimpia le bast con una pocin amorosa. Filipo se
enamor de ella. Tuvieron un hijo: Alejandro.
Eso es pura murmuracin dijo cansinamente Simn. Es como las charlas de
las viejas en los mercados.
Ormuz te proteja si alguna vez descubres la verdad fue todo lo que le dijo
Abaris.
Simn se incorpor tembloroso.
Si puedo hacer algo para pagar lo que habis hecho por m, un acto
cualquiera... estoy dispuesto.
Abaris medit un instante. Luego sac de la tnica un pergamino. Lo despleg y
examin la extraa escritura. No era persa, segn apreci Simn, que no pudo
determinar qu era.
Abaris le entreg el pergamino.
Te proporcionaremos un caballo y un disfraz. Podrs llevar esto hasta Pela?
Entregars este mensaje a nuestros hermanos?
Contad con ello dijo Simn, aunque se daba cuenta de que el viaje hasta la
ciudad de Macedonia sera muy peligroso.
Viven ocultos explic Abaris, pero te explicaremos cmo encontrarlos.
Tambin te proporcionaremos armas, un caballo, y un disfraz especial.
Os lo agradezco mucho dijo Simn, sonriendo.
Te concederemos un da para descansar y para que las yerbas que te demos a
beber cumplan su funcin... luego podrs partir. No tendrs problema, nuestra
magia te proteger y conocemos un camino secreto para salir de la ciudad.
Simn volvi a echarse en el banco.
Las yerbas medicinales sern bien recibidas dijo, y algo que me ayude a
dormir sin soar.
Fuera, los cortesanos se miraban sin atreverse a entrar en la sala donde un
hombre grua.
Un individuo bajo, de aire inteligente, que llevaba atuendo militar, se volvi a otro
de rostro tranquilo.
Por qu estaba tan deseoso de atrapar al tracio, Anaxarco?
El otro cabece y dijo:

No tengo ni idea. Tengo entendido que era de mi ciudad natal, de Abdera,


aunque despus ese fue a Bizancio. Mi gente dice que los de Abdera son estpidos,
pero han nacido all hombres muy ilustres.
Y t, por supuesto, eres uno de ellos dijo el soldado, sonriendo irnicamente.
He de serlo por fuerza, siendo como soy un filsofo del squito de Alejandro
dijo Anaxarco.
El guerrero dio varios pasos nerviosos pasillo arriba, se irgui, luego solt una
maldicin.
Por el aliento de la salamandra, es que nunca vamos a acabar nuestras
conquistas? Qu le pasa a Alejandro, Anaxarco? Cunto tiempo lleva as? Llegaron
rumores a Egipto, y yo los desech.
Est enfermo, Ptolomeo, eso es todo dijo Anaxarco, pero no crea en sus
propias palabras.
Eso es todo!
Aunque no hubiese odo al orculo de Libia hablar de los terribles conflictos de
este mundo y los otros, estara inquieto. Estn pasando muchas cosas, Anaxarco...
cubren el mundo nubes de tragedia.
La situacin es difcil, Ptolomeo... pero slo est enfermo. Es una fiebre.
De detrs de las puertas lleg otro espantoso gruido, un gruido terrible,
aterrador, de afliccin espantosa. No pareca deberse a dolor fsico, sino a un
calvario del espritu mucho ms pofundo.
Una fiebre inslita dijo Ptolomeo. Se dirigi hacia las puertas, pero Anaxarco
le impidi el paso.
No, Ptolomeo... no saldras de ah con la razn intacta, te lo advierto.
Ptolomeo mir un instante al filsofo, luego se volvi y se alej casi corriendo
pasillo abajo.
En la estancia cerrada, el hombre (o el dios) grua espantosamente. Era como si
los huesos de su rostro estuviesen fragmentndose para formar seres individuales.
Qu era l? Ni l poda estar seguro. Haba tenido certeza muchos aos de su
propio poder, seguridad de que su grandeza era suya propia. Pero ahora, al pobre y
atormentado Alejandro se le haca patente que no era nada, slo un instrumento, un
agente a travs del cual actuaban muchas fuerzas, e incluso aquellas fuerzas
estaban unidas bajo un nombre comn. Supo luego tambin que aquellas fuerzas
haban penetrado en muchos otros en el pasado y que, si fallaban sus fuerzas,
penetraran en muchos ms hasta realizar del todo su misin.
Parte de l suplicaba la muerte.
Parte de l intentaba combatir lo que estaba en l.
Parte de l planeaba... crimen.
Simn, envuelto en una capa y armado, pic espuelas a su caballo y se lanz al
galope por las resecas llanuras de Babilonia, los pliegues de la capa flotando como
las alas de un halcn que se abatiese sobre su presa.
Bufaba el caballo, relumbraban sus firmes patas, sus grandes ojos, le palpitaba el
corazn.
Simn llevaba dos horas cabalgando sin novedad.
Pero de pronto el aire fro de la noche se pobl de espantosos sonidos.
Desenvain la espada y sigui cabalgando, dicindose que aquel ruido eran los
buitres batiendo las alas.
Luego se dibuj frente a l una forma. Simn tuvo el vislumbre de un rostro

humano demacrado y plido. Pero no era totalmente humano. Se agitaban culebras


sobre su cabeza, goteaba sangre de sus ojos. El caballo se detuvo de pronto y
retrocedi relinchando. Simn cerr los ojos ante aquella visin.
Las yerbas que me dieron los magos me provocan visiones dijo con voz
sonora y temblorosa.
Pero no era capaz de creerlo. Las haba visto.
Las Eumnides: Las Furias de la leyenda!
Porque la cara que haba visto era un rostro de mujer.
Los sonidos parecan aproximarse ms, parecan ms amenazadores. Simn
espole al aterrado caballo. Afilados rostros femeninos con serpientes por pelo,
manando sangre de unos ojos malignos, las manos como garras, volaban y chillaban
alrededor suyo. Era una pesadilla.
Luego, de pronto, se oy a lo lejos un sordo retumbar, como rumor lejano de
oleaje. Y fue acercndose cada vez ms, hasta que la noche se abri a la claridad,
una extraa luz dorada que pareca atravesar el negro, partindolo en fragmentos.
Los seres alados, atrapados en la claridad, giraron vagamente, chillando y gimiendo.
Desaparecieron.
La luz se apag.
Simn sigui cabalgando. Y sigui insistiendo para s que lo que haba
presenciado era una alucinacin. Algo que provocaba en su cerebro exhausto la
pocin de los magos.
El resto de la noche estuvo lleno de asquerosos sonidos, de vislumbres de cosas
que volaban o se retorcan. Pero, convencido de que soaba, horrorizado pero
aferrndose a la razn y a la cordura, Simn sigui espoleando su caballo camino de
Pela.
Corcel y jinete descansaban slo unas horas de vez en cuando.
El viaje dur das hasta que, al fin, con los ojos hundidos en las cuencas por el
cansancio, demacrado y plido, embotado el pensamiento, lleg a la capital de
Macedonia y busc al mago en los barrios pobres de casas de adobe de la ciudad.
Masiva, jefe de la orden secreta en Pela, era un nmida alto y apuesto. Recibi
cordial a Simn.
Nos informaron de tu llegada e hicimos todo lo posible, cuando estabas ya lo
bastante cerca, por guardarte de los peligros que enviaron contra ti los servidores
de Alejandro.
Simn no contest. Le entreg el pergamino en silencio.
Masiva lo abri, lo ley, frunci el ceo.
Esto no lo sabamos dijo. Olimpia ha enviado ayuda a Alejandro a Babilonia.
El sacerdote no dio ninguna explicacin, as que Simn tampoco la pidi.
Masiva cabece pensativo.
No comprendo como un ser humano puede soportar tanto dijo. Pero en fin,
ella dispone de ayuda que no es humana...
Qu hay de las historias que se cuentan de ella? pregunt Simn, pensando
que al fin podra hallar cierta verdad donde antes no haba odo ms que rumores y
alusiones.
Los simples hechos relacionados con sus actividades son aqu conocidos de
todos le explic Masiva. Una ardiente iniciada en una serie de cultos misteriosos,
en todos los cuales se adoran a las fuerzas de las tinieblas. Son los ritos nefandos
habituales, las iniciaciones secretas, las fiestas orgisticas. Tres de las principales,

tericamente, no tienen ninguna relacin entre s, son los cultos de Orfeo, Dionisios
y Demeter. Se dice que Alejandro fue concebido en uno de esos ritos. En cierto
modo es verdad, pues Olimpia fue elegida por el Seor de las Tinieblas cuando era
muchacha y participaba en los ritos de un culto similar.
Simn movi la cabeza impaciente al or esto.
Te ped hechos, no suposiciones.
Masiva pareci sorprendido.
No me he permitido ninguna suposicin, amigo mo. Toda la ciudad vive
aterrada por Olimpia y sus amigos y servidores. El mal es tan denso aqu que la
gente normal apenas si puede respirar debido a su hedor.
Bueno dijo cortante Simn, espero que la informacin te sea til. Yo cumpl
mi deber. Puedes recomendarme ahora algn lugar para hospedarme?
No hay ninguno que sea absolutamente recomendable en esta maldita ciudad.
Puedes probar en La Torre de Cimbria. Tengo entendido que es buen sitio. Pero no te
fes, duerme con la espada en la mano.
Lo hara de cualquier modo dijo Simn sonriendo. Con Alejandro
persiguindome y estando aqu en su ciudad natal.
Eres valiente, tracio... no seas estpido.
Por m no te preocupes, amigo mo.
Simn sali de la casa, volvi a montar en su caballo y se encamin al bario de
las tabernas, donde acab localizando La Torre de Cimbria.
Estaba a punto de entrar, cuando oy rumor de gente corriendo en una calleja, a
un lado del edificio. Luego grit una chica. Simn sac la espada y se lanz por la
calleja y, como se haba endurecido tanto con sus espantosas visiones, apenas se
fij en los deformes seres que amenazaban a una asustadsima muchacha; slo
advirti que iban armados y que eran evidentemente poderosos. La chica estaba
aterrada y al borde del desmayo. Uno de aquellos seres deformes sac una tosca
manaza para sujetarla, pero lanz un gri de dolor cuando la espada de Simn se
clav en su omoplato.
Los otros se volvieron, empuaron sus armas. Simn puso a dos fuera de combate
antes de que pudieran desenvainarlas. El cuarto le lanz una estocada, pero
torpemente. Muri al instante, con el cuello tajado.
En vez de darle las gracias, la chica contempl aterrada los cadveres.
Eres un necio murmur.
Un necio? dijo Simn asombrado.
Has matado a cuatro servidores de la reina Olimpa. Es que no les reconociste,
o no reconociste su uniforme?
Acabo de llegar a Pela.
Entonces huye de inmediato... si quieres seguir vivo.
No sin dejarte en un lugar seguro. De prisa... tengo un caballo esperando en la
calle.
La sostuvo con un brazo, aunque ella protestase, y la ayud a acomodarse en la
silla.
Luego se coloco detrs.
Dnde vives?
Junto a la muralla oeste... pero date prisa, por Hera, pues de lo contrario
descubrirn los cadveres y nos darn caza.

Siguiendo las instrucciones de la muchacha, Simn gui el caballo a la luz difusa


del anochecer.
Llegaron a una casa grande y acogedora, rodeada de un jardn de altos muros.
Cruzaron la entrada y ella desmont y cerr. Apareci un viejo a la entrada del patio.
Camila? Qu pasa?
Ya te explicar luego, padre. Que los criados lleven el caballo a la cuadra y
asegrate de que todas las puertas estn cerradas: los servidores de Olimpia
intentaron raptarme. Este hombre me libr de ellos... pero murieron cuatro.
Muertos? Dios mo!
El viejo frunci los labios. Llevaba una toga suelta y tena un firme y duro rostro
de patricio. Era evidente que se trataba de un noble. Su hija no se pareca a l.
Pasaron enseguida a Simn a la casa. Pidieron a los sirvientes que llevasen pan,
queso y fruta. Simn comi a satisfaccin. Mientras coma, cont lo que quiso
divulgar de su historia. Merates, el patricio, escuchaba sin hacer comentarios.
Cuando acab Simn, Merates no hizo tampoco ningn comentario directo, sino
que dijo, medio para s:
Si el rey Filipo no hubiese seguido su plan, habra paz y progreso en este mundo
asolado por la guerra. Maldigo el nombre de Alejandro... y a la serpiente que lo
engendr. Si hubiese quedado Alejandro en manos de su padre como educador, es
probable que hubiese sido capaz de llevar a la prctica el gran plan de Filipo. Pero su
tortuosa madre introdujo en su mente otras ideas, le volvi contra su padre. Ahora
sopla el mal en todos los vientos, sopla en el este y el oeste, y en el sur y en el
norte... y los perros de las tinieblas babean y muerden y aullan tras la estela
sangrienta de Alejandro.
Camila se estremeci. Haba cambiado su ropa de calle por un vestido de seda
azul, holgado y difano, llevaba su negro y largo pelo suelto y le caa por la espalda
y brillaba como vino oscuro.
Aunque Alejandro est fuera, en sus conquistas dijo, Olimpia aterroriza Pela
ms que nunca. Busca a todos los jvenes que le parecen adecuados para que
participen en sus lgubres rituales. Lleva diez meses o ms que intenta que yo me
una tambin, y hoy perdi la paciencia e intent raptarme. Se enterar de que
alguien mat a sus servidores... pero no tiene por qu saber que fuiste t, Simn.
Simn asinti con un gesto. Le resultaba difcil hablar en presencia de la oscura
belleza de aquella muchacha, nada le haba embriagado nunca tanto como aquella
belleza.
Eran tiempos de tribulaciones. Eran tiempos de grandes hazaas y logros
cientficos. Tiempos de obsceno mal y desmesurada osada. Alejandro reflejaba su
poca. Ordenaba una matanza y acto seguido honraba a una ciudad conquistada
por el valor que haba desplegado combatindole. El soberbio caballo Bucfalo haba
llevado a su dueo con su resplandeciente armadura por todo el mundo conocido. El
fuego destrua antiguos emporios y civilizaciones, perecan degollados los sabios y
se ahogaban los inocentes en la oleada arrasadora de aquellas conquistas. Hizo, sin
embargo, que se edificasen nuevas ciudades y que se construyesen bibliotecas.
Hubo sabios que le siguieron (l era discpulo de Aristteles) y constituy un enigma
para todos. Grecia, Persia, Babilonia, Asira, Egipto, cayeron a sus pies. Cuatro razas
poderosas, cuatro antiguas civilizaciones perecieron bajo el yugo de Alejandro. La
gente especulaba sobre si sera fuerza de tinieblas o de luz, si destrozara el mundo
o lo unira en una paz perdurable. Un enigma.
Pero corra ya el ao 323 antes de Cristo y Alejandro tena treinta y dos aos y
llevaba doce reinando. Pronto habra reinado los trece...

En las oscuras cavernas de la creacin, habitando en una multitud de


dimensiones, el mal prosperaba, incubando y planeando... crimen.
Las fuerzas de la luz y las de las tinieblas haban combatido durante trece aos
en el alma y el cuerpo del pobre Alejandro, sin que el orgulloso, grandioso y
arrogante conquistador del mundo lo supiera. Pero ya proclamaban las estrellas
llegado el momento.
Y Alejandro sufra...
Galopaban jinetes hacia los confines del orbe. Brillantes pendones ondeaban al
viento, mientras los ejrcitos cruzaban las tierras ribereas del Mediterrneo.
Geman las naves con el peso de guerreros armados. Corra la sangre como vino y el
vino como agua. Se pudran los cadveres en las ruinas de fortalezas calcinadas y la
tierra se estremeca al paso de Alejandro.
Y ahora cabalgaban mensajeros a los campamentos de sus capitanes, para
convocarlos. Era preciso hacerlo. La conquista final deba iniciarse. Pero no sera el
triunfo de Alejandro. El triunfo pertenecera a un conquistador ms grande. Algunos
le llamaban Ariman. Los capitanes de Alejandro montaron enseguida en sus carros y
partieron hacia Babilonia. Muchos hubieron de cruzar ocanos, continentes.
Los orculos todos, profetizaban desastre... unos decan que para Alejandro, otros
que para el mundo. Jams, decan, haba nublado el mal al mundo tanto como
entonces.
Ariman haba preparado el mundo por medio de Alejandro. Pronto Las Fuerzas de
la Luz seran destruidas definitivamente, y, aunque pudiese llevar varios siglos ms
concluir su obra, Ariman podra iniciar sus planes de conquista y luego de
destruccin.
Dispona de ms instrumentos para sus planes.

CAPITULO CUATRO
Simn se retrep en un banco y acarici los clidos hombros de Camila.
Acaso no reclaman siempre los hroes legendarios esa recompensa a las
doncellas que salvan? le pregunt burln.
Ella le sonri con afecto.
No s si recuerdas que la legendaria Camila nunca quiso nada con los hombres.
Tengo el propsito de emularla.
Una verdadera lstima.
Quiz para ti, pero no para m...
Simn simul suspirar.
Muy bien dijo. Ya veo que tendr que esperar hasta que acabes
sucumbiendo a mi indudable encanto.
Sonri ella de nuevo.
Llevas una semana aqu y an no he sucumbido.
Fue bueno que tu padre me diese el puesto de capitn de su cuerpo de guardia,
sobre todo considerando que se arriesga a que le detengan si Olimpia descubre
alguna vez que mat a sus sirvientes.
Merates es un hombre bueno y sabio dijo seria Camila. Uno de los pocos
que quedan en Pela. Fue ntimo de Filipo, que le admiraba mucho. Pero el hijo de
Filipo no quiso saber nada de los consejeros de su padre, as que ahora Merates vive

en tranquilo apartamiento.
Simn se haba enterado ya de que Camila era hija adoptiva de Merates, que
haba sido engendrada por una esclava peoniana muy amada y querida de sus amos
que haba muerto siendo ella nia.
Simn senta un profundo respeto por el anciano noble y aunque resultase
peligroso, pensaba quedarse en Pela y quizs establecerse all. Ya se haba
enamorado de Camila.
Y, en fin, la cortejaba y si bien ella no le daba razn alguna para que dejara de
hacerlo, tampoco le alentaba demasiado, por otra parte. Le consideraba un soldado
de fortuna y un aventurero. Quiz quisiese llegar a estar segura de l.
Pero eran tiempos sombros y Simn, pese a su racionalismo, no poda por menos
de advertirlo. Senta que se arremolinaba la tormenta y estaba inquieto.
Un da que estaba instruyendo a un grupo de esclavos en el arte de usar el
escudo, entr Merates precipitadamente en el patio.
Simn... quiero hablar un momento contigo.
El tracio apoy la espada en la pared y entr con Merates en la casa.
Y con lgrimas en los ojos Merates le dijo:
Camila ha desaparecido. Tena que ir al mercado... es una visita que hace todos
los meses para liquidar nuestras cuentas con los mercaderes con quienes
comerciamos. Hace cuatro horas que se fue y an no ha vuelto... nunca suele tardar
ms de una...
Simn se puso tenso.
Olimpia? T crees que...?
Merates asinti.
Simn se volvi, fue rpidamente a su aposento, donde se puso el cinturn de
cuero en que llevaba la espada que le haban dado los magos.
Ech una manta sobre la grupa del caballo, sali montado en l del establo
agachando la cabeza en el umbral, cruz el portn de la casa y enfil las calles de
Pela camino del centro.
En el mercado pregunt por ella. Haca unas dos horas que haba salido de all.
Medit unos instantes y se dirigi luego hacia los barrios pobres de la ciudad,
desmont delante de una puerta y llam.
Masiva, el negro sacerdote nmida, abri personalmente. Llevaba ropas de
esclavo... era un disfraz.
Entra, Simn. Es una alegra verte.
Necesito ayuda, Masiva. Y a cambio, quiz pueda ayudarte en algo.
Masiva le hizo pasar.
De qu se trata?
Estoy seguro de que la reina Olimpia ha raptado a Camila, la hija de Merates.
Masiva le mir imperturbable.
Es posible... Camila tiene fama de ser virgen y de ser muy hermosa. Olimpia
busca esas cualidades. Corromper a Camila o la obligar a participar activamente
en los ritos... o si no, le har desempear un papel pasivo.
Pasivo? Qu quieres decir?
La sangre de las vrgenes es necesaria para ciertos hechizos.
Simn se estremeci.
Puedes ayudarme? Dime dnde puedo encontrarla!

Esta noche empiezan los Ritos de Coticia. Ah has de buscarla.


Dnde se celebran?
Ven, te trazar un plano. Es muy probable que perezcas en el intento, Simn.
Pero te convencers de que lo que te dijimos era cierto.
Simn mir fijamente al negro. Masiva le mir a su vez, imperturbable.
La llamaban Cotis y se la adoraba como a una diosa en Tracia, Macedonia, Atenas
y Corinto. Su nombre haba estado ligado durante siglos a fiestas licenciosas... pero
jams se le haba rendido tanto culto como entonces, en Pela, donde la reina
Olimpia danzaba con serpientes en su honor. Aunque slo era parte de un Poder
Maligno mayor, floreca y se desplegaba en las almas atormentadas de sus aclitos
y de sus vctimas.
La casa se alzaba aislada en la cima de un cerro.
Simn la identific gracias a la descripcin de Masiva. Era de noche, una noche
plateada por la escarcha y la luz de la luna, pero haba actividad entre las sombras y
haba formas de malignos augurios. Simn, el aliento blanco en la oscuridad, sigui
subiendo la ladera camino de la casa.
A la puerta le recibi un esclavo.
Bien venido. Eres Bapte o hereje?
Bapte, segn Simn haba sabido por Masiva, era el nombre que a s mismos se
daban los adoradores de Cotis.
Vine a participar en la coticia de esta noche, esa es la verdad dijo Simn, y
liquid al esclavo.
Dentro ya de la casa, alumbrado por una sola lmpara el aceite, Simn localiz la
puerta que dio acceso a una negrura ftida. Se inclin y entr all abajo deslizndose
hacia las entraas del cerro. Las paredes del tnel estaban resbaladizas de pegajoso
musgo, el aire era espeso y resultaba difcil respirar. El agudo silbar de la espada al
salir de la funda fue muy confortante.
Resbalaba en las piedras cubiertas de musgo del pasadizo, y a medida que se
acercaba a su objetivo, el corazn le palpitaba ms fuerte y senta agarrotada la
garganta, pues perciba parte de la emocin que haba sentido al enfrentarse a la
locura de Alejandro.
Oy entonces un sordo canturreo, mitad gimiente xtasis, mitad triunfal
encantamiento. El sonido aument, insinundose en sus odos hasta que qued
atrapado un instante en aquel xtasis terrible y maligno en que estaban sumidos los
participantes. Control los deseos de huir, los deseos an ms fuertes de unirse a
ellos, y sigui avanzando, la espada flameando en el puo. El hierro resultaba al
menos confortante, aunque an se negaba a creer que actuase all una fuerza
sobrenatural.
El mal danzaba alrededor, casi tangible, mientras segua avanzando. Su
temperamento, tan racional y escptico, era una ventaja. Sin sta habra sucumbido
fcilmente.
El cntico se hinch en un gran estruendo de goce maligno y en l oy un nombre
que se repeta una y otra vez:
Cotis. Cotis. Cotis. Cotis.
Medio hipnotizado por el sonido, se acerc tambaleante a una cortina y la corri.
Lo que vio le hizo retroceder.
La atmsfera estaba muy cargada de humo de incienso. Una luz dorada llameaba
en altas velas negras sobre un ara. Del ara se elevaba una columna, y atada a la
columna vio a Camila. Pareca desmayada.

Pero no era eso lo que le haba repugnado tanto, sino la visin de las cosas que
hormigueaban alrededor del ara. No eran ni hombres ni mujeres, eran neutros.
Quiz hubiesen sido hombres alguna vez. Eran jvenes y bien parecidos. Tenan el
pelo largo y rostros afilados, huesos prominentes, y en los ojos chispeaba un gozo
maligno. A un lado del altar, Simn vio a una anciana desnuda. Su cara corresponda
a una mujer de unos sesenta aos, pero el cuerpo pareca ms joven. Alrededor se
entrelazaban grandes serpientes, acaricindola. Ella tarareaba y diriga el canto.
Haba muchachas bailando con los neutros, cabrioleando y movindose.
Cotis. Cotis. Cotis.
Las velas chisporroteaban luz y proyectaban saltarinas sombras por las paredes
de la cueva. Luego, apareci en la cima de la columna a la que estaba atada Camila,
una extraa luminosidad de un naranja dorado que pareci retorcerse y enroscarse
al pie mismo de ella.
Otras formas se unieron a los bailarines humanos. Formas retorcidas con grandes
cuernos y rostros de animales y patas de cabra.
Simn avanz hacia la columna esgrimiendo la espada como medio instintivo de
proteccin contra el denso mal que haba en la caverna.
Basta! acudi a sus labios un nombre y lo grit: En el nombre de Ormuz,
basta ya!
Una inmensa agitacin de risa inhumana lleg de la hirviente claridad de sobre la
columna y Simn vio que se perfilaban en ella figuras. Figuras que tenan forma
humana y parecan al mismo tiempo ser parte integrante de un inmenso rostro,
arrugado e hinchado, la gran boca desdentada abierta y los ojos cerrados.
De pronto se abrieron los ojos y parecieron clavarse en Simn. Las imgenes ms
pequeas se retorcan por aquel rostro, que se rea de nuevo. Con bilis en la
garganta, la cabeza estallando, Simn enarbol la espada y se abri paso a travs
de los cuerpos sudorosos de los adoradores. Estos sonrean malvolamente, pero no
intentaban detenerle.
Simn tema el hechizo infernal de aquellos ojos.
Ormuz es demasiado dbil para protegerte, mortal dijo la boca. Aqu reina
Ariman... que pronto regir el mundo a travs de su instrumento, Alejandro.
Simn sigui su camino hacia la columna, hacia Camila y hacia aquel rostro
burln que haba sobre ella.
Ormuz no te ayudar, mortal. Somos muchos y ms fuertes. Mrame! Qu
ves?
Simn no contest. Apret con ms fuerza la empuadura de su espada y se
aproxim ms.
Nos ves a todos? Ves a quien los celebrantes llaman Cotis? Ves al maligno?
Simn sigui avanzando tambaleante, recorriendo los ltimos pasos que le
separaban del ser enroscado que haba en la columna. Olimpia ech entonces la
cara hacia adelante, las serpientes silbando, chasqueando las bfidas lenguas.
Cgela, tracio... mi hijo te conoce... cgela y tendremos un sacrificio doble aqu
esta noche.
Con su mano libre, Simn empuj los cuerpos escamosos de las culebras e hizo
retroceder tambalendose a la mujer.
Con una parsimonia como de trance, cort luego las ligaduras que ataban a
Camila a la columna. Pero de la columna brotaron muchas manos, manos naranja y
oro, que le asieron en un tembloroso pero extasiado abrazo.
Aull y golpe aquellas manos que, al contacto con el acero, retrocedieron de

nuevo hundindose en su centelleante cuerpo original.


Luego sinti Simn por su cuerpo las manos pegajosas de los aclitos. Simn sac
entonces un puado de yerbas de su ropa, yerbas que le haba dado Masiva, y las
arroj en las llamas de las velas. Brot un humo acre que hizo retroceder a los
desnudos celebrantes. La aparicin misma pareci desvanecerse levemente, perder
luz.
Luego Simn dio un salto, la espada centelleando como plata, y cruz a travs de
la cara nebulosa que bufaba y rea alternativamente. La espada golpe la piedra de
la columna. Desesperadamente, ech hacia atrs el brazo para asestar un nuevo
golpe, pero no tuvo fuerzas. Se senta como un hombre viejo y cansado.
Ormuz! grit, mientras golpeaba una vez ms.
De nuevo el rostro se burlaba de l; de nuevo las manos doradas brotaron a
abrazarle de modo que su cuerpo se estremeca con un gozo terrible, debilitante.
Luego, Simn sinti como si fuese todos sus ancestros y lleg a l la visin de la
oscuridad y el caos que haban posedo sus antepasados.
Y este conocimiento, aunque aterrador, contena un conocimiento superior: la
conciencia de que las Fuerzas de las Tinieblas haban sido vencidas en el pasado y
podan ser vencidas de nuevo.
Esto le dio fuerzas. Ariman-Cotis comprendi que, de algn modo, Simn haba
logrado renovada energa y su forma se concentr en s misma y empez a bajar por
la columna hacia Camila.
Pero Simn asi a Camila, la apart de la columna y la deposit en el suelo. Luego
lanz las yerbas llameantes en la cara de la aparicin.
Un gruido horroroso inund el aire. Y por un instante, la cara se desvaneci por
completo.
Simn cogi a Camila y cruz entre la multitud, tajando los cuerpos desnudos con
su brillante espada. Manaba la sangre y reaparecan rostros, aullando de risa.
Muchos pequeos rostros se unieron a la fiesta, gorjeando su alegra y
apartndose de la entidad mayor para caer sobre la sangre de los heridos.
Simn observ, con cierto alivio, que aquellos seres no podan pasar a travs del
humo de las yerbas, y por entonces, toda la estancia estaba llena de aquel olor acre.
Nada puede destruirlo, mortal! aull Ariman-Cotis. Acuchilla a ms!
Dame ms! Podrs escapar ahora, pero muy pronto jugar con los dos. Los
cazadores de mi servidora Olimpia os seguirn por toda la tierra. No podris
escapar. Y cuando seis nuestros... ambos os convertiris en mis ms dciles
esclavos...
Simn lleg a la entrada de la caverna con la inconsciente Camila en brazos, y
corri por el resbaladizo tnel arriba. Ahora Simn saba. Ya no poda racionalizar.
Haba visto demasiado.
Ahora saba que la razn haba abandonado el mundo y que los antiguos dioses
haban vuelto para reinar una vez ms.

CAPITULO CINCO
El cuerpo era bastante fuerte. Ariman lo haba probado a su satisfaccin. Habia
dado a su instrumento fuerza y vitalidad sobrehumanas y ste lo haba utilizado
para los que crea sus propios propsitos.

Aunque Alejandro posea ya escasa personalidad propia, estaba preparado.


Pronto, pueblos enteros seran esclavos de Ariman, sus cuerpos todos quedaran
sometidos a l. Caeran sobre el mundo unas tinieblas nunca vistas. Ormuz y las
potencias de la luz seran vencidas para siempre.
Ariman tena muchas facetas, muchos nombres. Satn era uno de ellos.
Los capitanes de Alejandro estaban reunidos. Le eran leales, cumpliran sus
rdenes: se convertiran en asentes de Ariman e impondran el infierno en la tierra.
Ao 323 antes de Cristo. poca de lgubres presagios. Encrucijada de la historia.
Alejandro se levant del lecho. Camin como un autmata y llam a sus esclavos.
Le lavaron, le vistieron, le pusieron su armadura dorada.
Salve, Jpiter Amn! entonaron cuando sali de la estancia y se encamin
con paso firme a la cmara donde le aguardaban sus generales y consejeros.
Ptolomeo se levant al entrar Alejandro. Su amo no pareca distinto, y, sin
embargo, tena un aire extrao y remoto.
Salve, Jpiter Amn dijo, con una profunda inclinacin. Normalmente, se
negaba a designar a Alejandro con el nombre del Dios, pero en esta ocasin senta
temor, quiz recordase cmo haba matado Alejandro a su ntimo amigo Clito en
Bactria.
Anaxarco tambin se inclin. Los otros diez hicieron lo mismo.
Alejandro se sent en el centro de la gran mesa. Las juntas de cuero de la
armadura dorada rechinaron cuando se inclin. Sobre la mesa haba comida y
mapas. Alejandro se meti un trozo de pan en la boca y desenroll un mapa,
masticando. Los doce hombres esperaban nerviosos a que hablara. Mientras
estudiaba el mapa, Alejandro alz la copa. Ptolomeo la llen de vino de una botella
de bronce de largo cuello. Alejandro bebi el vino de un trago. Ptolomeo volvi a
llenar la copa.
Simn y Camila haban huido de Pela. La noche era como tener una capa
pegajosa encima y hendan el cielo los relmpagos. La lluvia les daba en la cara y
les azotaba. Las gotas eran como pequeas lanzas.
Camila cabalgaba detrs de Simn, siguindole en una fuga aterradora hacia
Oriente.
No podan seguir otra direccin y Simn necesitaba encontrar a Abaris el Mago y
pedirle ayuda, aunque Alejandro siguiese an viviendo en Babilonia.
De pronto, oyeron tras ellos a los cazadores de Olimpia, grandes perros aullando,
el rumor de los cuernos de caza y gritos salvajes azuzando a los perros. Y aquellos
cazadores no eran mortales... Ariman se los haba prestado a Olimpia para que
ambos pudiesen jugar con los humanos fugitivos.
Camila y Simn captaban vislumbres de sus perseguidores... seres de leyenda.
Vastagos de Cerbero, el can de tres cabezas que guardaba las puertas de Hades...
perros con cola de serpiente y culebras enroscadas al cuello; grandes cabezas lisas
con repugnantes ojos y con dientes inmensos.
Los cazadores cabalgaban en la progenie de Pegaso, caballos alados que se
deslizaban sobre el suelo, blancos, maravillosos, rpidos como el viento del norte.
Y sobre los caballos: los cazadores. Los sonrientes espectros de malvados
muertos, vomitados del Hades para que actuasen por Ariman. Tras ellos iban las
mujeres leopardo, las mnades, las adoradoras de Baco.
Y tras todo esto iba una vociferante multitud de espectros de malvados muertos
vomitados del Hades profundidades del infierno. Llevaban dos semanas
persiguiendo as a Simn y Camila y stos tenan plena conciencia de que podran

haberles capturado muchas veces. Ariman (tal como haba amenazado) estaba
jugando con ellos.
Pero an as, seguan espoleando sus caballos y por fin llegaron al Bosforo.
Alquilaron una embarcacin y salieron a mar abierto.
Entonces llegaron a acosarles los nuevos fantasmas. Formas marinas, monstruos
rectiliformes, seres de relumbrantes ojos que nadaban justo bajo la superficie y que
de vez en cuando posaban manos como zarpas en los costados de su embarcacin.
Simn comprendi al fin que todo aquello estaba calculado para atormentarles y
enloquecerles, para que cediese a la maligna voluntad de Ariman.
Camila, Simn lo perciba, empezaba ya a vacilar.
Pero l segua mantenindose firme en su cordura... y en su objetivo. Quisieran o
no los hados, l saba lo que deba hacer. Haba asumido una misin. Se negaba a
atender lo que no fuese eso... y su fuerza ayudaba a Camila.
Pronto el maligno comprendera; Simn estaba convencido de que no poda
quebrantar su espritu y entonces estaran sentenciados, porque Ariman tena poder
para destruirle. Rez a Ormuz, en el que ahora crea con un fervor nacido de su
profunda necesidad de algo a lo que poder aferrarse, y rez por poder disponer de
un poco ms de tiempo... tiempo pera llegar a Babilonia y hacer aquello que se
haba propuesto.
Cabalgaron sobre las llanuras desoladas del Asia Menor y todas las noches de su
viaje aullaron tras ellos los fieros cazadores. Hasta que Simn pudo al fin volverse
de cuando en cuando y rerse de ellos, insultndoles con palabras que eran delirios
casi demenciales.
Tena poco tiempo y lo saba.
Una noche, mientras grandes nubes cruzaban el cielo, se perdieron.
Simn haba planeado seguir el Eufrates en cuyas riberas se hallaba Babilonia,
pero en la confusin de la ululante noche perdi el rumbo y no vieron el ro hasta la
maana siguiente. Cabalgaron hacia l aliviados. Los das les pertenecan; a la luz
del sol no salan los fantasmas a atormentarlos. Simn supo, con un sentimiento de
emocin, que pronto estaran en Babilonia con Abaris y los magos que les ayudaran
contra las hordas de Ariman.
Cabalgaron todo el da, siguiendo el reseco lecho del ro, agostado por el calor del
abrasador sol: Simn calculaba que al oscurecer estaran ya en los arrabales de
Babilonia. Y menos mal, porque sus caballos eran ya flacos esqueletos que
resbalaban vacilantes por el lecho del ro y Camila se tambaleaba, plida y dbil en
su montura.
El sol empez a hundirse lvido ya en el horizonte, y mientras espoleaban a los
agotados caballos, lleg a sus odos el lejano ulular de las mnades, los alucinantes
aullidos de la progenie de Cerbero. La pesadilla de las noches empezara muy pronto
otra vez.
Quiera Ormuz que lleguemos a tiempo a la ciudad dijo cansinamente Simn.
Otra noche as y pierdo la razn contest Camila.
Los gritos desgarradores e inhumanos de las bacantes aumentaban, y,
volvindose en la silla, Simn vio tras s las confusas formas de sus perseguidores,
formas que iban hacindose ms ntidas a medida que la oscuridad aumentaba.
Doblaron un recodo del ro y ante ellos se perfil la forma de una ciudad.
Pero luego, al aproximarse, las esperanzas de Simn se desvanecieron
bruscamente.
Aquellas ruinas desoladas, aquel inmenso lugar desierto, no era Babilonia!

Aquella ciudad muerta era un lugar donde un hombre poda morir, tambin!
Los ejrcitos de Alejandro estaban agrupndose ya. Y se agrupaban sin saberlo
ellos, no para una conquista material sino para una conquista mucho mayor: para
destruir el poder de la Luz y asentar el reino perdurable de los poderes de las
Tinieblas.
Se agrupaban grandes ejrcitos, todo metal y cuero y carne disciplinada.
Ao 323 antes de Cristo, un hombre enfermo, cuya vitalidad manaba de una
fuente sobrenatural, un poseso, rega el mundo conocido, controlaba a sus
habitantes, daba rdenes a sus soldados.
Alejandro de Macedonia. Alejandro Magno. Hijo de Zeus, Jpiter Amn. El haba
unido el mundo bajo un solo rey: l mismo. Y unido, caera...
En Babilonia, la ciudad ms antigua del mundo antiguo, Alejandro daba rdenes a
sus capitanes. Babilonia abarcaba 144 millas cuadradas, flanqueando por ambos
lados el gran ro Eufrates, rodeada de muros de ladrillo, cerrada por grandes puertas
de bronce. Dominaba la ciudad el Templo de Baal, que consista en ocho plantas
cuya anchura iba disminuyendo gradualmente. Se suba a l por unas escaleras que
ascendan en espiral por la parte exterior del edificio. Instalado en la cima de la
ltima torre, Alejandro contemplaba la poderosa ciudad que haba elegido como
base de sus operaciones militares. Desde all, poda ver los fabulosos jardines
colgantes construidos por Nabucodonosor, sobre terrazas alzadas una sobre otra por
medio de arcos. Las calles de la ciudad tenan un trazado geomtrico, se cortaban
todas en ngulos rectos.
Babilonia, cuya progenie abarcaba ya siglos, que haba producido cientficos,
sabios, artistas, grandes reyes y grandes sacerdotes, magnficos guerreros y
poderosos conquistadores; Babilonia, cuyos dueos, los caldeos, adoraban a los
cuerpos celestes y se guiaban por ellos para hacer sus leyes.
Babilonia, ciudad de grandes secretos y de iluminacin. Babilonia, que sera
abatida por la plaga considerada ms terrible y malvola de la historia del mundo.
Las fuerzas de la luz estaban todas dispersas, las conquistas de Alejandro las haban
quebrantado, y el mismsimo Alejandro se haba convertido en foco de las fuerzas
del mal. El mundo se hundira muy pronto en las tinieblas.
Los hijos de la luz luchaban desesperadamente por dar un medio de contenerlo,
pero estaban debilitados, eran slo un puado de forajidos. Pequeos grupos, el
principal formado por los magos de Persia, intentaban seguir luchando contra l...
pero era casi intil. Lentos, firmes, implacables, el malvado Ariman y sus servidores
ganaban terreno.
Y Simn de Bizancio no haba logrado llegar a Babilonia para ponerse en contacto
con los magos.
Simn y Camila jams haban visto una ciudad tan grande. Las murallas en ruinas
abarcaban una extensin fantstica... donde an seguan intactas, podan cruzarse
tres carros en su cima y tenan una altura de ms de treinta metros. Se alzaban por
todas partes centenares de torres destrozadas, y su altura era doble que la de la
muralla.
Pero el viento gema en las torres y grandes buhos de ojos inmensos y terribles,
que parecan los nicos habitantes de la ciudad, ululaban y volaban alrededor de
ellas.
Camila tendi su mano hasta encontrar la de Simn. El se la estrech para

tranquilizarla, para transmitirle una tranquilidad que l mismo no senta.


An se oan, detrs, los cazadores. Agotados, no podan seguir ya y sus cerebros
exhaustos les decan que all, entre las ruinas, no encontraran refugio.
El lento repiqueteo de los cascos de sus cabalgaduras renonaba en la ciudad
vaca, mientras seguan una ancha avenida llena de matorrales entre las sombras de
los desmoronados edificios. Simn ya se haba dado cuenta de que la ciudad haba
sido destruida por el fuego. Pero haca fro all, un fro estremecedor bajo la luz de
aquella luna inmensa que colgaba en el cielo como un fatal presagio. Los gritos de
los cazadores se unieron al ulular de los buhos, una horrenda sinfona de msica
lgubre y aterradora.
Pero ya no podan correr ms delante de sus perseguidores. Deban esperar... a
que les capturasen.
Luego, de pronto, Simn vio que se perfilaba ante ellos una forma oscura
iluminada por la luna. Sac la espada y detuvo al caballo. Estaba demasiado
cansado para atacar, esper que aquel ser se aproximase.
Pero cuando estuvo ms cerca, ech hacia atrs la capucha que ocultaba su
rostro y Simn lanz un suspiro de alivio y de asombro.
Abaris! Iba a buscarte a Babilonia! Qu haces aqu?
Te esperaba, Simn.
El sacerdote sonri cordial y afable. Tambin l pareca muy cansado. Su rostro
alargado estaba muy plido y se marcaban profundas arrugas bordeando su boca.
Esperndome? Cmo podas saber que iba a perderme e iba a acabar aqu?
Los hados ordenaron que as fuese. No me preguntes ms.
Dnde estamos?
En las ruinas de la olvidada Nnive.Fue una gran ciudad en otros tiempos, mayor
que Babilonia, casi tan poderosa. Los medos y los babilonios la asolaron hace
trescientos aos.
Nnive murmur Camila. Hay leyendas sobre ella.
Olvida las que hayas odo y recuerdo esto: aqu estaris seguros, pero no por
mucho tiempo. Los restos de los seguidores de Ormuz se refugiaron aqu y estn
aqu agrupados... pero no tienen fuerza suficiente para resistir mucho a los terribles
servidores de Ariman.
Ahora comprendo qu pas dijo Simn. Seguimos la ribera del Tigris en vez
de la del Eufrates.
As es.
Tras ellos, ms cerca cada vez, llegaban los terribles aullidos. Abaris hizo seas de
que le siguieran.
Les llev por una oscura calle lateral y luego por un laberinto de callejas llenas de
escombros, matorrales y fango. Se detuvo ante una casita de dos plantas que an
estaba prcticamente intacta, corri un cerrojo, les indic que entrasen. Entraron a
caballo. La casa era mucho ms grande de lo que pareca y Simn supuso que la
componan varias. Haba unas doscientas personas en una gran estancia detrs de
la casa por la que haban entrado. Estaban sentados en el suelo, con las piernas
cruzadas, en posturas que indicaban extremo cansancio. Muchos de ellos eran
sacerdotes. Simn identific varios cultos.
Haba caldeos, la casta rectora de Babilonia, orgullosos y arrogantes, sacerdotes

egipcios de Osiris, un rabino hebreo. A otros, Simn no les identificaba y Abaris


cuchiche respuestas a sus preguntas. Haba brahamanes de la India, pitagricos de
Samos y Crotona de Truria, parsis de los desiertos de Kerman y del Indostn, druidas
del lejano norte, de las islas sombras del lmite del mundo. Sacerdotes ciegos de los
cimerios, que, segn la historia, eran los antepasados de los tracios y de los
macedonios.
Alejandro haba destruido sus templos, los haba dispersado. Slo en el lejano
norte y en el lejano oriente seguan organizados los sacerdotes de la luz y haban
enviado representantes a Nnive para ayudar a sus hermanos.
La clera de Alejandro se haba centrado sobre todo en los seguidores de
Zoroastro, los magos persas y caldeos, la ms fuerte de las sectas que adoraban a
las fuerzas de la luz y la justicia.
All estaban todos, hombres cansados, agotados por un combate que no exiga
armas materiales pero que sorba su vitalidad mientras pugnaba por mantener a
raya a Ariman.
Abaris present a Simn y a Camila a los reunidos, y pareca saber la mayor parte
de su historia, cmo haban estado presentes en la Coticia, cmo haban huido de
Pela y acosados por las hordas infernales, cruzado el Bosforo y llegado, al fin, a la
destruida Nnive.
Afuera, las calles de Nnive estaban henchidas de una muchedumbre repugnante,
bestias extraas de todo gnero, nimas en pena y malvolos moradores del
infierno. Perros de tres cabezas y colas de serpiente, caballos alados, quimeras,
basiliscos, esfinges, centauros y grifos, salamandras que vomitaban fuego. Todos
vagaban por las calles en ruinas, persiguiendo la presa de Ariman. Pero haba un
sector al que no podan pasar, una zona que desprenda emanaciones que
significaban muerte para ellos, as que la evitaban.
Simn y Camila estaban seguros de momento. Pero slo era una tregua, pues
mientras estaban en Nnive, a salvo de las fuerzas del mal, Alejandro paseaba por
las torres doradas de Babilonia y preparaba el mundo para la conquista final.

CAPITULO SEIS
Alejandro mat a tu amigo Hano, el fenicio, hace una semana dijo Abaris a
Simn.
Ojal las arpas le saquen los ojos! grit Simn.
No evoques a las arpas dijo Camila. Ya tenemos bastantes enemigos que
combatir.
Con una leve sonrisa, Abaris indic una mesita que haba en un rincn.
Ser mejor que comis algo. Debis estar muy cansados.
La pareja se puso a comer agradecida, y a beber el especiado vino de los magos,
vino que proporcionaba un vigor sobrenatural. Mientras coman, Abaris dijo:
Ariman habita ya constantemente el cuerpo de Alejandro. Se propone realizar
su ltima campaa, por el norte y el este, para someter a las tribus brbaras de las
Calas y de la Isla de las sombras, aplastar a los reyes indios y regir luego el mundo
entero. Y parece que va a lograr hacerlo por mediacin de su instrumento, de
Alejandro... el mundo entero obedece ya los caprichos de Alejandro; l es quien
manda a los soldados y a una muchedumbre de reyes y prncipes tributarios. Ser
muy fcil...

Pero hay que impedirlo dijo Simn. No tenis ningn medio de impedirlo?
Llevamos meses intentando combatir a las fuerzas del mal sin xito. Casi
hemos renunciado ya y esperamos el advenimiento de las tinieblas.
Creo que s lo que se puede hacer dijo Simn, y ser un mtodo ms limpio
que el que hayis podido utilizar cualquiera de vosotros. Con vuestra ayuda, debo
llegar a Babilonia... y con vuestra ayuda har lo que debo.
Muy bien, amigo mo dijo Abaris. Dime qu necesitas.
Sonaban timbales y trompetas de bronce. Levantaban polvo por el aire ardiente
los pies de los soldados de Alejandro. speras voces de oficiales gritaban rdenes y
los capitanes cabalgaban con militar empaque al frente de sus tropas. Las cimeras
de pelo teido de caballo se balanceaban resplandecientes bajo el sol, piafaban los
caballos con sus jaeces y arreos rojos, azules y amarillos, brillaban las armaduras de
bronce como oro y repiqueteaban los escudos al chocar con las jabalinas, se alzaban
las lanzas como trigo sobre las cabezas de los soldados, las puntas cegadoras y
relampagueantes.
Los toscos guerreros avanzaban en ordenadas filas: hombres de Macedonia, de
Tracia, de Grecia, de Bactria, de Babilonia y Persia, asirios, rabes, egipcios,
hebreos.
Millones de soldados. Millones de almas preparadas para la destruccin y la
matanza.
Y al mando, un hombre: Alejandro Magno. Alejandro con su yelmo de oro en forma
de halcn, erguido sobre las escaleras del templo de Baal de Babilonia, preparaba a
sus huestes para la conquista final. Alejandro, con el atavo de un monarca persa,
regidor absoluto del mundo civilizado. En su mano derecha una espada
resplandeciente, en la izquierda el cetro del legislador. En su cuerpo, poseyndolo,
fluyendo a travs de l, dominndolo: el tenebroso mal; Arimn, Seor de las
Tinieblas, dispuesto a cometer el crimen total: la destruccin de la justicia, el
advenimiento del milenio tenebroso.
Los ejrcitos acampaban alrededor de Babilonia, y a Simn le result fcil entrar
en la ciudad, pues llegaban muchos mercenarios a alistarse bajo la bandera de
Alejandro.
El tracio iba envuelto en lo que pareca una sencilla capa negra de soldado, pero
dentro, forrndola, haba un material ms rico marcado con curiosos smbolos; la
Capa de los Magos serva para proteger del mal y para mantener a Simn, de
momento, a salvo de las atenciones de Arimn.
Aquel da permaneci en la plaza que rodeaba el templo de Baal y oy hablar a
Arimn a travs de Alejandro. Corra peligro haciendo esto, lo saba, pero tena que
ver de nuevo al hombre.
Alejandro hablaba al populacho:
Pueblo de Babilonia, soldados mos, maana se iniciarn nuestras ltimas
conquistas. Pronto no habr palmo de suelo ni gota del ocano independiente de
nosotros; yo, Jpiter Amn, he venido a la tierra a limpiarla de herejes, a destruir a
los incrdulos y a traer al mundo una era nueva. Los que murmuren contra m,
perecern. Los que se me opongan, sufrirn tortura, desearn la muerte. Los que
obstaculicen mis planes... esos no morirn, sino que sern enviados vivos al Hades.
Los ejrcitos estn ya organizados. Controlamos ya la mayor parte de mundo, slo
quedan algunos sectores al norte y algunos al este. Dentro de unos meses tambin
sern nuestros. Adrame, pueblo, pues Zeus, nacido de una mujer llamada Olimpia,
ha vuelto del Olimpo, padre del hijo, hijo y padre unificados. Soy Jpiter Amn y mi

voluntad es divina!
El pueblo gritaba entusiasmado ante estas palabras y todos se inclinaron ante el
dios-hombre que tan orgulloso se ergua sobre ellos.
Slo Simn sigui de pie, la capa astrosa y polvorienta, delgado, los ojos
brillantes. Miraba a Alejandro, que le vio casi de inmediato, abri la boca para
ordenar la destruccin del incrdulo y luego volvi a cerrarla.
Durante un largo instante, los dos hombres se miraron fijamente a los ojos: uno
representaba e mal absoluto, el otro las Fuerzas de la Luz.
En aquella gran ciudad enmudecida, nada pareca agitarse y el aire slo
arrastraba leves rumores de los preparativos militares que tenan lugar pasadas las
murallas.
Se produjo una extraa comunicacin entre ellos. Simn tena la sensacin de
estar asomndose a los Abismos del Infierno y perciba sin embargo algo ms que
acechaba en aquellos ojos: algo ms limpio, sumergido haca mucho, borracho casi.
Luego se puso en movimiento, subi corriendo las escaleras que ascendan en
espiral alrededor del templo.
Sigui subiendo, veinte, cincuenta, cien escalones y an no llegaba hasta
Alejandro, que segua all erguido como una estatua, esperndole.
El emperador-dios se volvi al fin cuando Simn lleg a la seccin ms alta. Como
si Simn no estuviese all, retrocedi por las columnas en sombras con paso seguro
y entr en el edificio. Fue all donde Simn se vio con l frente a frente.
La luz del sol penetraba a travs de las columnas y una red de sombra y luz
entrecruzaba el lugar. Alejandro estaba sentado ahora en un inmenso trono dorado,
el mentn apoyado en una mano, la espalda inclinada, como si meditase. Las
escaleras conducan hasta el estrado en el que estaba el trono. Simn se detuvo en
el primer escaln y contempl al conquistador del mundo.
Alejandro se irgui en su trono y uni las manos ante s. Sonri lentamente, una
sonrisa irnica al principio, que se crisp en una mueca de malicia y odio.
Hay en Menfis un toro sagrado dijo lentamente Alejandro llamado Apis. Es
un orculo. Hace siete aos fui a Menfis a or al toro sagrado para asegurarme de si
tena o no de verdad poderes profetices. Cuando me vio, recit un verso. Eso fue
hace siete aos, y no lo he olvidado.
Simn se envolvi an ms en la Capa de los Magos.
Qu deca ese verso? pregunt en un tenso semisusurro.
Alejandro cabece y dijo:
No lo entend hasta hace poco. Deca:
La
La
La
La

Ciudad
Ciudad
Ciudad
Ciudad

que
que
que
que

tu padre perdi caer en tus manos,


engendra necios empuar una espada.
tu padre perdi ser su hogar.
convertiste en tu hogar sentir su filo.

Simn cavil un momento y asinti luego, comprendiendo.


Bizancio, Abdera, Bizancio... Babilonia dijo.
Tiene buen filo esa espada tuya? pregunt Alejandro, y cambi de forma.
Una deslumbrante niebla dorado-anaranjada brot de pronto y se elev, y una

figura negra y escarlata se perfil en el centro. Se pareca vagamente a Alejandro,


pero era el doble de alto, el doble de ancho y sostena un bculo con extraas
figuras talladas en la mano.
Bien! grit Simn. Al fin muestras tu verdadera forma. Llevas el Cetro de
Ariman, ya lo veo!
As es, mortal, slo Ariman puede sustentarlo.
De debajo de la Capa de los Magos, sac Simn una jabalina corta y un pequeo
escudo de unos veinte centmetros de dimetro. Situ el escudo ante su cara y a
travs de l pudo ver formas inquietantes y extraas all donde se ergua la forma
de Ariman. Estaba viendo la verdadera forma de Ariman, no el cuerpo alterado y
metamorfoseado de Alejandro.
Ech hacia atrs el brazo y lanz la jabalina hacia un punto concreto de aquella
intrincada forma sobrenatural.
Y brot de la figura un gruido ultraterreno. Ariman alz los brazos y relampague
el cetro y lanz un rayo, una centella negra y cegadora contra Simn, que alz de
nuevo el escudo y la rechaz, aunque se vio lanzado hacia atrs y fue a dar de
espaldas contra una lejana columna. Se puso en pie de un salto, sac la espada, y
vio que, tal como Abaris le haba dicho, Alejandro haba recuperado su forma
habitual.
El rey-dios se tambaleaba ceudo. Se volvi y vio a Simn all de pie, con la
espada en la mano.
Qu es esto? dijo.
Disponte a luchar conmigo, Alejandro! grit Simn.
Pero por qu?
Nunca sabrs el por qu.
Simn salt hacia l.
Alejandro sac su hermosa espada, un arma delicada pero de firme temple, hecha
de un luminoso metal cado de las estrellas; la empuadura era de nix negro.
Repiquete el hierro con tono musical, tan finas eran las dos hojas. Fintaron los
dos hombres, pararon, lanzaron estocadas a la manera griega, utilizando las puntas
de las espadas en vez de los filos.
Alejandro se adelant gilmente, agarr a Simn por la mueca y ech hacia
atrs su espada, luego lanz la suya, pero Simn esquiv justo a tiempo y la espada
slo le roz el muslo. Alejandro lanz una maldicin muy humana y sonri a Simn
al viejo estilo.
Eres rpido, amigo.
A Simn le desagrad esto. Resultaba ms duro combatir a un guerrero tan
cordial y animoso, mucho ms que al Alejandro de antes. Casi era injusto... tenia
que hacerlo, sin embargo.
Entrando y saliendo de la red de luz y sombra, los dos hombres bailaban, se
deslizaban, se aproximaban, las espadas relampagueando, y la msica de su choque
retumbaba en el templo de Baal.
Luego entraron corriendo soldados de Alejandro, pero ste les grit:
Atrs... no s por qu me atac este hombre, pero jams combat con un
espadachn tan excelente y no quiero perder esta ocasin. Si gana l, dejadle libre.
Los guardias retrocedieron desconcertados.

La lucha continu durante dos horas, siempre igualada. Lleg la oscuridad, la luz
del crepsculo invadi el templo con sus rayos de un rojo ensangrentado. Como
divinidades arquetpicas, ellos seguan luchando, parando, fintando, empleando
todas las tcticas que dominaban.
Luego, Alejandro, cuya anterior enfermedad le haba debilitado, tropez, y Simn
vio su oportunidad, se detuvo, cavilando qu hacer. De repente se lanz sobre su
adversario y le asest en el pecho un terrible golpe.
Vete... con Caronte! grit.
Alejandro retrocedi hasta derrumbarse con estruendo sobre los escalones del
estrado del trono. Los soldados que presenciaban la lucha se lanzaron de nuevo
hacia ellos, pero Alejandro les contuvo con un gesto.
No contis a nadie como fue mi fin balbuci. He unido el mundo... Dejadlo
unido, confiado en que un... un... dios cre, cre esa unidad. Quizs eso sirva para
asegurar la paz...
Despedidos, los guardias volvieron a bajar perplejos las escaleras del templo y
Simn y el agonizante Alejandro quedaron all solos en la penumbra, mientras se
alzaba el viento y arrojaba un aliento glido entre las silenciosas columnas.
Ahora te recuerdo dijo Alejandro, que empezaba a sangrar ya por la boca.
T eres el tracio. Qu pas?... recuedo que habl contigo, y luego el resto est
nublado de tinieblas y caos... qu pas luego?
Simn movi la cabeza y dijo:
Llmalo locura. Una locura que cay sobre ti.
En las sombras, detrs del trono, vio que empezaba a formarse una niebla negra.
Rpidamente grit:
Abaris! Deprisa!
Entonces apareci el sacerdote. Haba subido sigilosamente las escaleras y se
haba quedado detrs de una columna. Le seguan otros. Les hizo seas de que se
acercaran. Iniciaron un extrao y hermoso cntico, avanzando hacia la forma
nebulosa de detrs del trono, haciendo extraos pases en el aire.
Tras ellos, apareci Camila, que qued perfilada en un hueco entre dos columnas;
el viento agitaba su pelo.
Alejandro asi el brazo de Simn.
Recuerdo una profeca... una profeca del Orculo de Menfis. Cmo era?
Simn cit el orculo.
S balbuci Alejandro. Entonces, t eres la espada que empu la ciudad de
los necios, Abdera...
Qu hemos de recordar de ti, Alejandro? pregunt quedamente Simn.
Pareca haber una gran commocin detrs del trono, envuelto ahora en el cntico de
los Magos. Alejandro alz la vista. Los sacerdotes parecan esforzarse por mantener
a raya a una horrible fuerza que aunque gema y lloraba ante ellos era an muy
poderosa.
Recordar? Acaso no me recordar siempre el mundo? Mi sueo fue unirlo y
darle paz. Pero una pesadilla interrumpi ese sueo, creo...
El sueo de tu padre y el tuyo dijo Simn.
Mi padre... yo le odiaba... sin embargo fue un rey bueno y sabio, y me educ
con un objetivo. Aristteles fue mi maestro, como sabes. Pero tuve otro. Mi madre
Olimpia me ense cosas extraas que ya no puedo recordar.

Esperemos que nadie vuelva nunca a conocerlas murmur Simn.


Qu ha pasado? volvi a preguntar Alejandro. Luego cerr los ojos. Qu
hice?
Nada hiciste que no fuese para bien del mundo le dijo Simn.
Alejandro haba muerto.
Pero aadi quedamente el tracio mientras el emperador aflojaba la mano y
su brazo inerte caa sobre el escaln de mrmol lo que te posea caus grandes
males. No pudiste evitarlo. Naciste para morir...
Luego, se incorpor y llam:
Abaris, Abaris... ha muerto.
Cesaron los cnticos. La forma negra an planeaba all; venas naranja y oro,
negras y escarlata, palpitaban en ella como vasos sanguneos. Simn y los
sacerdotes retrocedieron.
La forma se lanz hacia el cadver de Alejandro, se abati sobre l. El cadver se
estremeci espasmdicamente, pero luego volvi a quedar inmvil. Y un rostro, el
rostro que Simn haba visto en los ritos de Cotis en Pela, apareci ntido un
instante.
Habr otros, no temis! dijo Ariman, y se desvaneci.
Abaris se acerc al cadver de Alejandro e hizo un pase magntico sobre la
herida. Cuando Simn mir, vio que no haba rastro ya de ella; ni cicatriz siquiera.
Diremos que muri de una fiebre dijo suavemente Abaris. Todo el mundo
saba que estaba enfermo. Nos creern... Dejaremos que sean los caldeos quienes
hablen al pueblo, pues rigieron durante mucho tiempo la ciudad antes de que
llegase aqu Alejandro.
Saba que un limpio acero pondra fin a este asunto dijo Simn.
Abaris le mir con una sonrisa levemente cnica.
Si nuestra magia no hubiese expulsado a Ariman del cuerpo de Alejandro
durante el tiempo que t necesitabas, jams se habra logrado.
Supongo que es cierto lo que dices.
No haba otra solucin continu Abaris. Ariman acta a travs de muchas
personas, pero necesita un instrumento humano nico para llevar a cabo su Gran
Plan. Nacieron varios en el pasado.Y nacern ms en el futuro. Conquistadores
fanticos dispuestos a dominar el mundo. Hombres de vitalidad sobrehumana, con
energa suficiente para dominar grandes masas de individuos y empujarles a hacer
la voluntad de uno solo. S, Ariman, sea cual sea el nombre que tome, volver a
intentarlo, eso es seguro.
Entretanto dijo Simn mientras Camila se le acercaba, hemos logrado
detener a Ariman esta vez.
Quin sabe? dijo Abaris: La historia mostrar si lo hicimos a tiempo o no.
No estoy seguro dijo Simn muy serio de lo que en realidad era Alejandro.
Pudo haber sido una fuerza benfica o malfica. Fue ambas cosas al principio. Pero
el mal se impuso al fin. Obr bien matndole? No se habran alterado las fuerzas
dentro de l, de modo que el bien pudiese haber seguido con su plan de unir al
mundo en paz?
Quiz fuese posible dijo pensativo el sacerdote. Pero los hombres ponemos
lmites a nuestros propsitos... as es ms fcil. Quiz con el tiempo no nos
quedemos cortos, sino que aprendamos a elegir los senderos ms duros y logremos
as resultados ms positivos. Tal como estn las cosas, procuramos nicamente

lograr un equilibrio. Quizs un da se realice el sueo de Alejandro y se una el


mundo. Ojal sea una unidad inspirada por Ormuz. Entonces, quiz sea posible
construir.
Suspir Simn ya ms tranquilo.
Entretanto, tal como dices, procuramos nicamente mantener el equilibrio.
Reza a Ormuz, sacerdote, y reza para que los hombres dejen un da de necesitar a
sus dioses.
Ese da puede llegar y si no me equivoco, los propios dioses lo agradecern.
Abaris se inclin y dej a Simn y a Camila mirndose. Siguieron hacindolo largo
rato, hasta que se abrazaron.

HE AQU EL HOMBRE
No tiene ningn poder material como el que posean los emperadores-dioses; no
tiene ms seguidores que los pescadores y los habitantes del desierto. Ellos le dicen
que es dios. El les cree. Los seguidores de Alejandro decan: "Es imbatible, por tanto
es dios". Los seguidores de este hombre no piensan nada; l fue su acto de creacin
espontnea; ahora les dirije, este nazareno loco llamado Jess de Nazaret.
Y hablaba y les deca: S, verdaderamente yo era Karl Glogauer y ahora soy Jess
el Mesas, el Cristo.
Y era as.

CAPITULO UNO
La mquina del tiempo era una esfera llena de lquido lechoso en la que flotaba el
viajero encerrado en un traje de goma, respirando a travs de una mscara ligada a
un tubo conectado con la pared de la mquina. La esfera se rompi al aterrizar y el
fluido se derram por el polvo y lo absorbi la tierra. Instintivamente, Glogauer se
hizo una bola al descender el nivel del lquido y se hundi hasta el plstico flexible
del forro interno de la esfera. Los extraos instrumentos criptogrficos quedaron
quietos y silenciosos. La esfera se movi y rod cuando lo que quedaba del lquido
se derram por el gran corte de su costado.
Glogauer abri un instante los ojos y volvi a cerrarlos. Luego abri la boca en
una especie de bostezo y su lengua se agit y lanz un gruido que se convirti en
ululacin.
Se oy a s mismo. Hablaba en Lenguas. S, eso era, pens. El lenguaje del
inconsciente. Pero no poda adivinar lo que estaba diciendo.
Se le qued el cuerpo inerte y como dormido, se estremeci. Su viaje por el
tiempo no haba sido fcil y ni siquiera el espeso fluido le haba protegido por
completo, aunque era indudable que le haba salvado la vida. Deba tener algunas
costillas rotas, sin duda. Estir los brazos y las piernas laboriosamente y se arrastr
por el plstico resbaladizo hacia la abertura de la mquina. Vio la fuerte claridad del
sol, vio un cielo como acero relumbrante. Logr arrastrarse y auparse por la cintura
hasta la abertura y luego cerr aos despus de que su padre llegase a Inglaterra,
de animado tambin. Ahora lloraba.
Navidad, 1949. Tena nueve aos. Haba nacido dos aos despus de que su
padre llegase a Inglaterra, de Australia.
Los otros nios gritaban y rean en la grava del parque. El juego haba empezado
con bastante entusiasmo y Karl, algo nervioso, se haba unido a l muy animado
tambin. Ahora lloraba.
Bajadme de aqu! Basta, Mervyn, por favor!
Le haban atado con los brazos abiertos a la valla de alambre del parque. La valla
se inclinaba por su peso y uno de los postes amenazaba con soltarse. Mervyn
Williams, el muchacho que haba propuesto el juego, empez a mover el poste de
modo que Karl se vio lanzado violentamente adelante y atrs, fijado a la alambrada,
alambrada.
Se daba cuenta de que sus gritos no hacan ms que estimularle, as que apret

los dientes y permaneci callado.


Luego, qued inerte, fingiendo un desmayo; las cuerdas con que le haban atado
se le clavaban en las muecas. Percibi que las voces de los otros nios cesaban.
Le pasar algo? susurraba Molly Turner.
Hace comedia contest Williams, no muy seguro.
Sinti que le desataban, sinti dedos hurgando en los nudos. Se dej caer
deliberadamente, cay de rodillas, rozndose en la grava; luego se desplom de
bruces en el suelo.
Oy, remotas, sus voces preocupadas. Hasta l mismo se haba convencido de su
propia comedia.
Williams le zarande.
Despierta, Karl. Basta ya de comedia.
Sigui donde estaba, perdiendo el sentido del tiempo hasta que oy la voz del
seor Matson por encima de la algaraba general.
Qu demonios estabais haciendo, Williams?
Era un juego, seor, jugbamos a Jess. Karl era Jess. Le atamos a la valla. Fue
idea suya, seor. No era ms que un juego, seor.
Aunque tena el cuerpo agarrotado, Karl logr mantenerse inmvil, respirando
muy despacio.
No es un chico fuerte como t, Williams, deberas haber tenido ms cuidado.
Lo siento, seor. Lo siento de veras.
Pareca que Williams estaba llorando.
Karl se senta henchido, rebosante de triunfo...
Se lo llevaban. Le dolan tanto la cabeza y el costado que se senta enfermo. No
haba tenido oportunidad de descubrir exactamente a donde le haba llevado la
mquina del tiempo, pero al volver la cabeza, pudo ver por el atuendo del hombre
que iba a su derecha que estaba al fin en el Oriente Medio.
Se haba propuesto desembarcar en el ao 39 d. C., en el desierto, fuera de
Jerusaln, cerca de Beln. Le conduciran ahora a Jerusaln?
Iba en unas parihuelas, hechas, al parecer, con pieles de anmale, lo cual indicaba
que deba estar sin duda en el pasado. Dos hombres llevaban sostenidas las
parihuelas en los hombros. Otros caminaban a ambos lados. Ola a sudor y a grasa
animal y a un aroma mohoso que no poda identificar. Se dirigan hacia una sucesin
de colinas que se perfilaban a lo lejos.
Pestae al inclinarse las parihuelas y el dolor del costado aument. Se desmay
otra vez.
Despert unos instantes y oy voces. Hablaban lo que sin duda era una forma de
arameo. Pareca haber anochecido, pues la oscuridad era total. No caminaban ya.
Not paja debajo. Se sinti aliviado. Se durmi.
En aquellos das se present Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea.
Deca: Haced penitencia porque el reino de los cielos est cerca. Este es aqul de
quien se dijo por el profeta Isaas: Voz que clama en el desierto: Preparad el camino
del Seor, enderezad sus sendas. Y ese Juan traa ropa de pelo de camello y ceidor
de cuero a la cintura; y se alimentaba de langostas y de miel silvestre, iban, pues, a
verle, las gentes de Jerusalen y de toda Judea y de toda la ribera del Jordn. Y l les
bautizaba y confesaban sus pecados.

(Mateo 3:1-6)
Estaban lavndole. Senta correr el agua fra por su cuerpo desnudo. Haban
logrado quitarle su traje protector. Tena ahora capas gruesas de tela sobre las
costillas, en el costado, atadas con tiras de cuero.
Se senta dbil; el cuerpo le arda, pero el dolor se haba calmado.
Estaban en un edificio, o quizs una cueva, era demasiado oscuro para poder
saberlo. Estaba tendido sobre un montn de paja, empapado en agua. Sobre l, dos
hombres seguan remojndole con agua de unas vasijas.de barro cocido. Eran
hombres de rasgos duros y de tupidas barbas que vestan ropas de algodn.
Se pregunt si podra formar una frase que ellos pudieran entender. Conoca bien
el arameo escrito, pero no estaba seguro de la pronunciacin de ciertos sonidos.
Por fin, carraspe y dijo:
Dnde... ser... este... lugar...?
Ellos fruncieron el ceo, movieron la cabeza, y dejaron las vasijas de agua.
Yo... busco... un... nazareno... Jess...
Nazareno. Jess uno de los hombres repiti las palabras, aunque pareca que
no significaban nada para l. Se encogi de hombros.
Pero el otro slo repiti la palabra nazareno, muy despacio, como si para l
tuviera un significado especial. Murmur unas cuantas palabras al otro hombre y se
dirigi a la entrada de la estancia.
Karl Glogauer sigui intentando decr algo que pudiera entender el otro hombre.
Qu... aos... reinando... emperador... Roma? Era una pregunta confusa, lo
comprenda. Saba que Cristo haba sido crucificado en el quinceavo ao del reinado
de Tiberio, y por eso haba formulado aquella pregunta. Intent estructurar mejor la
frase.
Cuntos... aos... lleva remando Tiberio?
Tiberio? el hombre frunci el ceo.
El odo de Glogauer iba adaptndose ya al acento e intent imitarlo mejor.
Tiberio. Emperador de los romanos. Cuntos aos lleva reinando?
Cuntos? el hombre movi al cabeza. No s.
Glogauer haba conseguido al fin hacerse entender.
En qu lugar estamos? pregunt.
En el desierto, ms all de Maqueronte contest el hombre. No lo sabas?
Maqueronte quedaba al suroeste de Jerusaln, al otro lado del Mar Muerto. Era
evidente que estaba en el pasado, durante el reinado de Tiberio, pues aquel hombre
haba identificado el nombre con bastante facilidad. Volva ya su compaero, y con
l un individuo inmenso, de grandes brazos, velludos y musculosos, y pecho
enorme. Llevaba en una mano un gran bculo. Vesta pieles de animales y deba
medir casi uno noventa. El pelo, negro y rizado, lo llevaba muy largo, y tena una
barba negra y tupida, que le cubra la parte de arriba del pecho. Se mova como un
animal y sus ojos castaos, grandes y penetrantes, miraban cavilosos a Glogauer.
Habl con voz profunda, aunque demasiado rpido, y Glogauer no pudo seguirle.
Ahora le tocaba a l mover la cabeza.
El hombre grande se acuclill a su lado.
Quin eres t?
Glogauer hizo una pausa. No haba supuesto que le encontraran de aquel modo.

Su propsito era disfrazarse de viajero sirio, con la esperanza de que los acentos
locales fuesen lo bastante distintos para explicar su escasa familiaridad con el
idioma. Decidi que lo mejor era atenerse a aquella historia y esperar que diese
buen resultado.
Soy del norte dijo.
No eres de Egipto? pregunt el hombre grande.
Al parecer, haban supuesto que Glogauer era de all: Glogauer decidi que si era
eso lo que crea el hombre grande, tambin l podra aceptarlo.
Vine de Egipto hace dos aos dijo.
El hombre grande asinti, aparentemente satisfecho.
As que eres un mago de Egipto. Eso imaginamos. Y te llamas Jess, y eres
Nazareno.
Yo busco a Jess, el Nazareno dijo Glogauer.
Entonces, t cmo te llamas? pareca decepcionado.
Glogauer no poda darle su propio nombre. Les parecera demasiado extrao. Casi
por impulso, dio el de su padre:
Emmanuel dijo.
El hombre asinti, satisfecho de nuevo.
Emmanuel.
Glogauer comprendi demasiado tarde que la eleccin de nombres haba sido
desafortunada, dadas las circunstancias, pues en hebreo Emmanuel significaba
"Dios con nosotros" y tena sin duda una significacin mstica para su interlocutor.
Y tu nombre cul es? pregunt.
El hombre se irgui. Mir caviloso a Glogauer.
No me conoces? No has odo hablar de Juan, el que llaman el Bautista?
Glogauer intent ocultar su sorpresa, pero evidentemente Juan el Bautista vio que
su nombre le resultaba familiar. Movi su desgreada cabeza y dijo:
Veo que me conoces. Bien, mago, ahora yo debo decidir, no?
Qu debes decidir? pregunt nervioso Glogauer.
Si eres el amigo de las profecas o el falsario contra el que nos previno Adonai.
Los romanos me entregaran en manos de mis enemigos, los hijos de Herodes.
Pero por qu?
T debes saber por qu, pues yo hablo contra los romanos que esclavizan a
Judea y contra las injusticias que comete Herodes, y profetizo el tiempo en que
todos los impos sern aniquilados y se restaurar el reino de Adonai sobre la tierra,
tal como dijeron los profetas antiguos. Yo digo al pueblo: "Preparaos para el da en
que tendris que empuar la espada para cumplir la voluntad de Adonai". Los
impos saben que ese da perecern, y por ello me destruirn.
Pese a la fuerza de sus palabras, el tono de Juan era natural y sencillo. No haba la
menor sombra de locura o fanatismo en su rostro ni en su porte. Pareca un vicario
anglicano leyendo un sermn cuyo significado hubiese perdido fuerza para l.
Karl Glogauer comprendi que lo que deca era bsicamente que estaba
sublevando al pueblo para expulsar a los romanos y a su ttere Herodes y establecer
un rgimen ms "justo". El atribuir este plan a "Adonai" (uno de los nombres de Yav
y que significaba El Seor) pareca, como haban supuesto muchos eruditos del siglo
XX, un medio de dar ms fuerza a su plan. En un mundo en que la religin y la
poltica, incluso en Occidente, estaban inextricablemente entrelazadas, era

necesario atribuir al plan un origen sobrenatural.


Glogauer pens que en realidad era bastante probable que Juan creyese que su
idea la haba inspirado Dios, pues los griegos, al otro lado del Mediterrneo, an
seguan discutiendo los orgenes de la inspiracin, si naca en la cabeza del hombre
o si la colocaban all los dioses. El que Juan le aceptase como una especie de mago
egipcio, tampoco sorprendi particularmente a Glogauer. Sin duda las circunstancias
de su aparicin deban haber parecido extraordinariamente milagrosas y al mismo
tiempo aceptables, sobre todo para una secta como los esenios, que practicaban la
penitencia y el ayuno y que deban estar muy acostumbrados a tener visiones en
aquel desierto abrasador. No haba duda ya de que aquellos individuos eran los
neurticos esenios, cuyo lavatorio ritual (el bautismo) y cuyas penitencias y ayunos
se correspondan con el misticismo casi paranoico que les llevaba a inventar idiomas
secretos y cosas parecidas, seguro indicio de su estado de desequilibrio mental.
Todo esto pensaba Glogauer, el psiquiatra fallido, pero Glogauer, el hombre,
vacilaba entre los polos del racionalismo extremo y el deseo de dejarse convencer
por el misticismo.
Debo meditar dijo Juan, volvindose hacia la entrada de la cueva. Debo
rezar. Permanecers aqu hasta que reciba instrucciones.
Y abandon la cueva con rpidas zancadas.
Glogauer volvi a hundirse en la paja hmeda. Se hallaba sin duda en una cueva
de piedra caliza, y la atmsfera del interior era sorprendentemente hmeda. Deba
hacer mucho calor fuera. Se senta sooliento.

CAPITULO DOS
Cinco aos en el pasado. Casi dos mil en el futuro. Tendido en la cama, caliente y
pegajosa, con Mnica. Una vez ms, otra tentativa de hacer el amor de modo
normal que haba derivado en la ejecucin de pequeas aberraciones que parecan
satisfacerla ms que ninguna otra cosa.
An no haba llegado a una relacin plena, a culminar sus relaciones. Todo sera
verbal, como siempre. Y acabara, como siempre, en colricas discusiones.
Supongo que vas a decirme de nuevo que no estas satisfecho dijo ella,
aceptando el cigarrillo encendido que l le entregaba en la oscuridad.
Estoy perfectamente dijo l.
Se quedaron un rato en silencio, fumando.
Luego, pese a que saba cul sera el resultado si lo haca, se puso a hablar, casi
sin darse cuenta.
Resulta irnico, no crees? empez.
Esper su respuesta. Tardara un poco, lo saba.
Qu quieres decir? dijo ella al fin.
Todo esto, el que pases todo el da intentando ayudar a neurticos sexuales a
convertirse en personas normales. Y pases las noches haciendo lo que ellos.
No en la misma medida. Ya sabes que todo es cuestin de grados.
Eso es lo que t dices.
Volvi la cabeza y la mir a la luz de las estrellas que entraba por la ventana. Era
una pelirroja de rasgos afilados, con la voz tranquila, seductora y profesional de la
asistenta social psiquitrica que era; una voz suave, equilibrada y falsa. Slo de

cuando en cuando, cuando se pona muy nerviosa, asomaba a su voz su carcter


real. Sus rasgos jams parecan en reposo, ni cuando dorma. Tena los ojos siempre
tensos, y sus movimientos no eran espontneos casi nunca. Una capa protectora la
cubra por completo, y probablemente se debiese a ello el escaso placer que le
producan las relaciones amorosas normales.
Lo que pasa es que no puedes entregarte, verdad? dijo l.
Oh, cllate de una vez, Karl. chate un vistazo a ti mismo si quieres ver un
ejemplo de neurosis.
Los dos eran psiquiatras aficionados, ella asistenta social psiquitrica, l un
simple lector, un diletante, aunque haba estudiado un curso tiempo atrs, cuando
haba decidido hacerse psiquiatra. Utilizaban profusamente la terminologa
psiquitrica, se sentan ms felices si podan nombrar algo.
El se volvi y se apart de ella, cogiendo el cenicero de la mesita de noche y
vindose de pasada en el espejo del tocador. Era un vendedor de libros judo,
moreno, de ojos profundos y de carcter melanclico, la cabeza llena de imgenes y
obsesiones sin resolver, el cuerpo lleno de emociones. Siempre perda en aquellas
discusiones con Mnica. Ella era la dominante en el terreno verbal. Esta especie de
intercambio le pareca a veces ms perversa que su forma de hacer el amor, en que,
normalmente al menos, su papel era el masculino. Comprenda que era bsicamente
un individuo pasivo, masoquista e indeciso. Incluso su clera, que apareca con
frecuencia, era impotente. Mnica le llevaba diez aos, diez aos de amargura.
Como persona, por supuesto, tena mucho ms dinamismo del que pudiese tener l;
pero como asistenta social psiquitrica haba tenido exactamente tantos fracasos
como l. Continuaba esperando an, cada vez ms cnica en apariencia, quizs unos
cuantos xitos espectaculares con los pacientes. Ambos intentaban hacer
demasiado, se era el problema, pensaba l. Los sacerdotes suministraban una
panacea con la confesin; los psiquiatras intentaban curar y casi siempre
fracasaban, pero al menos lo intentaban. Eso pensaba l, y se preguntaba si,
despus de todo aquello sera una virtud.
Ya me he mirado contest.
Se haba dormido ella? Se volvi. Los ojos vivaces an seguan abiertos, miraba
por la ventana.
Ya me mir a m mismo repiti. Tal como hizo Jung "Cmo puedo ayudar a
esas personas si yo mismo soy un fugitivo y quizs sufra tambin del morbus sacer
de una neurosis?" Eso fue lo que Jung se pregunt a s mismo...
Ese viejo sensacionalista. Ese viejo racionalizador de su propio misticismo. No
es raro que no pudiese llegar a ser psiquiatra.
No habra sido un buen psiquiatra. Pero eso no tiene nada que ver con Jung...
No te desquites conmigo...
T me has dicho que sentas lo mismo... que te pareca intil...
Despus de una semana de duro trabajo, quizs pueda haberlo dicho. Dame
otro cigarrillo.
El abri la cajetilla que tena en la mesita y se puso dos cigarrillos en la boca, los
encendi y le pas uno.
Casi distradamente, se dio cuenta de que la tensin aumentaba. La discusin,
como siempre, no tena objeto. Pero lo importante no era la discusin, la discusin
era simple expresin de su relacin bsica. Se pregunt si sta sera o no
importante en algn sentido.
No me dices la verdad se daba cuenta de que no haba ya modo de parar el
asunto, una vez iniciado todo el ritual.

Te estoy diciendo la verdad prctica. No siento ninguna compulsin que me


empuje a dejar el trabajo. No tengo el menor deseo de fracasar en la vida...
Fracasar en la vida? Eres ms melodramtica que yo.
Eres demasiado vehemente, Karl. Quieres salir un poco de ti mismo.
Si yo fuese t dijo l burln abandonara mi trabajo, Mnica. No ests ms
dotada para l de lo que estaba yo.
Eres un cabroncete dijo ella, encogindose de hombros.
No te tengo envidia, si te refieres a eso. Nunca he entendido qu es lo que
busco.
La risa de ella era frgil y artificial.
El hombre moderno a la bsqueda de un alma, verdad? El hombre moderno a
la bsqueda de una entrepierna, dira yo. Y puedes tomrtelo como quieras.
Estamos destruyendo los mitos que hacen girar el mundo.
Ahora di: "Y por qu los estamos sustituyendo?" Eres un rancio y un imbcil,
Karl. Nunca has sido capaz de considerar racionalmente nada. Ni siquiera a ti
mismo.
Y qu? T dices que el mito no tiene importancia.
Jung saba que el mito tambin puede crear la realidad.
Lo cual demuestra que era un pobre imbcil que no saba lo que deca.
El estir las piernas. Al hacerlo, roz las de ella y se encogi de nuevo. Se rasc la
cabeza. Ella segua tendida all fumando, pero ya sonrea.
Vamos dijo. Hablemos un poco de Cristo.
El no contest. Le pas la colilla y l la coloc en el cenicero. Mir el reloj. Eran las
dos de la maana.
Por qu lo hacemos? dijo.
Porque debemos dijo ella. Y le coloc la mano en la nuca y atrajo hacia s su
cabeza colocndola sobre los pechos. Qu otra cosa podemos hacer?
Nosotros los protestantes debemos, tarde o temprano, afrontar esta cuestin:
Hemos de entender la "Imitacin de Cristo" en el sentido de que debemos copiar
su vida y, si se me permite utilizar la expresin, remedar sus estigmas? O en el
sentido ms profundo de que hemos de vivir nuestras propias vidas con la misma
autenticidad con que l vivi la suya en todas sus implicaciones? No es cosa fcil
vivir una vida modelada sobre la de Cristo, pero es muchsimo ms difcil vivir la
propia vida con la misma autenticidad con que l vivi la suya. Quien as lo hiciere...
sera incomprendido, escarnecido, torturado y crucificado... Una neurosis es una
disociacin de la personalidad...
(Jung: El hombre moderno a Ja bsqueda de un alma)
Juan el Bautista estuvo fuera un mes y Glogauer vivi con los esenios,
resultndole sorprendentemente fcil, una vez que se le curaron las costillas,
adaptarse a la vida diaria de la comunidad. El pueblo de los esenios consista en una
mezcla de casas de una sola planta, hechas de piedra caliza y ladrillos de barro, y
las cuevas que se hallaban a ambos lados del pequeo valle. Los esenios
compartan entre s sus posesiones y aquella secta concreta tena mujeres, aunque
muchos esenios llevasen vidas absolutamente monsticas. Los esenios eran
tambin pacifistas y se negaban a poseer o a hacer armas, pese a que aquella secta
concreta tolerase al belicoso Bautista. Quizs su odio a los romanos les hiciese

olvidar sus principios, o quizs no supieran a ciencia cierta cul era, en realidad, el
motivo de su tolerancia, apenas caban dudas de que Juan el Bautista era
prcticamente su jefe.
La vida de los esenios consista en un bao ritual tres veces al da, la oracin y el
trabajo. El trabajo no era difcil. Glogauer guiaba a veces un arado del que tiraban
otros dos miembros de la secta, cuidaba las cabras, a las que dejaba pastar por las
laderas de los cerros. Era una vida pacfica y ordenada, e incluso los aspectos poco
saludables resultaban tan rutinarios que Glogauer apenas los adverta pasado ya un
tiempo.
Cuando iba a cuidar las cabras, se tumbaba en la cima de un cerro y contemplaba
el paisaje, que no era propiamente desierto sino pramos con maleza y roca en los
que podan ramonear y alimentarse animales como cabras y ovejas. Haba tambin
matorrales bajos que quebraban la monotona del paisaje y algunos arbolitos a las
orillas del ro, que deba desembocar sin duda en el Mar Muerto. El terreno era
irregular. Su perfil tena la apariencia de un lago tormentoso, congelado y teido de
amarillo y marrn. Pasado el Mar Muerto, estaba Jerusaln. Evidentemente, Cristo
an no haba entrado en la ciudad por ltima vez. Antes de que eso sucediera,
tendra que morir Juan el Bautista.
El sistema de vida de los esenios era bastante cmodo, pese a toda su
simplicidad. Le haban dado un taparrabos de piel de cabra y un bculo y, salvo por
el hecho de que estaba vigilado da y noche, parecan aceptarle como una especie
de miembro laico de la secta.
A veces, le preguntaban por su carro (la mquina del tiempo que se proponan
trasladar muy pronto del desierto al pueblo) y l les explicaba que le haba
trasladado de Egipto a Siria y luego hasta all. Aceptaban el milagro tranquilamente.
Tal com l haba sospechado, eran gentes acostumbradas a los milagros.
Los esenios haban visto, en realidad, cosas ms extraas que su mquina del
tiempo. Haban visto caminar a hombres sobre las aguas y bajar a los ngeles del
cielo. Haban odo la voz de Dios y de sus arcngeles, y tambin las voces
tentadoras de Satn y de sus servidores. Escriban todas estas cosas en sus rollos de
pergamino. Eran nicamente un registro de lo sobrenatural, lo mismo que sus otros
pergaminos lo eran de su vida diaria y de las noticias que les traan los miembros
itinerantes de la secta.
Vivan constantemente en presencia de Dios y hablaban con El y El les contestaba
cuando mortificaban lo suficiente su carne y ayunaban y salmodiaban sus oraciones
bajo el abrasador sol de Judea.
Karl Glogauer se dej crecer el pelo y la barba. Mortific tambin su carne y
ayun y cant las oraciones bajo el sol, tal como hacan ellos. Pero no oa a Dios y
slo una vez crey ver un arcngel con alas de fuego.
Pese a su afn de experimentar las alucinaciones de los esenios, Glogauer estaba
decepcionado, pero le sorprenda el sentirse tan bien, considerando todas las
penalidades voluntarias que tena que soportar, y se senta, adems, cmodo y
relajado en compaa de aquellos hombres y mujeres que eran sin duda dementes.
Quizs se debiese a que la locura de los esenios no era muy distinta de la suya
propia, pero lo cierto es que al cabo de un tiempo dej de plantearse tal problema.
Juan el Bautista volvi un anochecer seguido de unos veinte de sus discpulos
ms allegados. Glogauer le vio cuando se dispona a meter las cabras en la cueva
para la noche. Esper a que Juan se aproximase.
El Bautista estaba ceudo, pero su expresin se suaviz al ver a Glogauer. Sonri
y le cogi del brazo, al modo romano.

Bueno, Emmanuel, eres amigo nuestro, como yo supona. Enviado por Adonai
para ayudarnos a que se cumpla Su voluntad. T me bautizars maana, para
mostrar a todo el pueblo que El est con nosotros.
Glogauer estaba cansado. Haba comido muy poco y haba pasado la mayor parte
del da al sol, cuidando las cabras. Bostez. Le resultaba difcil contestar. Sin
embargo, se senta aliviado. Era evidente que Juan haba estado en Jerusaln
intentando descubrir si le haban enviado los romanos como espa; y pareca
tranquilizado, pareca confiar en l.
Le preocupaba, de todos modos, la fe del Bautista en sus poderes.
Juan empez. No soy ningn vidente...
La cara del Bautista se ensombreci por un instante. Luego se ech a rer.
No digas nada. Ven a comer conmigo por la noche. Tengo langostas y miel
silvestre.
Glogauer an no haba probado aquellos alimentos, que eran la dieta bsica de
los viajeros que no llevaban provisiones y vivan de lo que podan encontrar de
camino. Haba quien lo consideraba un manjar.
Lo prob ms tarde, cuando fue a casa de Juan. La casa slo tena dos
habitaciones, un comedor y un dormitorio. La miel y las langostas le parecieron un
plato demasiado dulce para su gusto, pero resultaba un cambio muy agradable
despus de la cebada y la carne de cabra.
Se sent con las piernas cruzadas frente a Juan el Bautista, que coma con
fruicin. Era ya noche cerrada. Llegaban de fuera los murmullos y los gemidos y
gritos de quienes se hallaban en oracin.
Glogauer sumergi otra langosta en el cuenco de miel que estaba colocado entre
los dos.
Piensas dirigir al pueblo de Judea contra los romanos? pregunt.
Al Bautista pareci inquietarle una pregunta tan directa. Era la primera de aquella
naturaleza que le haca Glogauer.
S tal fuese la voluntad de Adonai dijo, sin alzar la vista, mientras se inclinaba
hacia el cuenco de miel.
Lo saben los romanos?
No lo s, Emmanuel, pero Herodes, el incestuoso, sin duda les habr dicho que
hablo contra los inicuos.
Pero los romanos no te han detenido.
Pilatos no se atreve... sobre todo despus de la peticin que se envi al
emperador Tiberio.
Qu peticin?
Bueno, las que firmaron Herodes y los fariseos cuando Pilatos puso placas
votivas en el palacio de Jerusaln e intent profanar el templo. Tiberio reprendi a
Pilatos y, desde entonces, aunque an odia a los judos, nos trata con mucho ms
cuidado.
Dime, Juan, cunto tiempo lleva reinando Tiberio en Roma? no haba tenido
oportunidad de volver a formular aquella pregunta hasta entonces.
Catorce aos.
As que estaban en el 28 despus de Cristo; faltaba algo menos de un ao para la
crucifixin, y su mquina del tiempo estaba destrozada.
Juan el Bautista planeaba ya una rebelin armada contra los romanos, pero, si

haba de dar crdito a los Evangelios, pronto sera decapitado por Herodes. Desde
luego, no se haba producido por entonces ninguna rebelin en gran escala. Ni los
que afirmaban que la entrada de Jess y sus discpulos en Jerusaln y la invasin del
templo haban sido acciones de rebeldes armados, haban hallado pruebas que
sugiriesen que Juan el Bautista hubiese acaudillado una rebelin similar.
Glogauer haba acabado por estimar bastante al Bautista. Era, sencillamente, un
revolucionario endurecido que llevaba aos planeando la insurreccin contra los
romanos y que haba ido hacindose poco a poco con suficientes seguidores como
para que el xito pudiese coronar sus propsitos. A Glogauer le recordaba mucho a
los jefes de la Resistencia de la Segunda Guerra Mundial. Posea una dureza similar y
una comprensin similar de las realidades de su posicin. Saba que slo tendra una
posibilidad de aplastar a las cohortes que estaban de guarnicin en el pas. Si la
insurreccin no triunfaba de inmediato, Roma tendra tiempo suficiente para enviar
ms tropas a Jerusaln.
Cundo crees t que se propone Adonai destruir a los inicuos por mediacin
tuya? dijo prudentemente Glogauer.
Juan le mir curioso y burln. Sonri.
La Pascua es una poca en la que la gente est inquieta y odia ms a los
extranjeros dijo.
Cundo es la prxima Pascua?
No faltan muchos meses.
Cmo puedo ayudaros yo?
T eres un mago.
Yo no puedo hacer milagros.
Juan se limpi la miel de la barba.
No puedo creerlo, Emmanuel. Viniste aqu de un modo milagroso. Los esenios
no saban si eras un demonio o un mensajero de Adonai.
No soy ni una cosa ni otra.
Por qu deseas confundirme, Emmanuel? S que eres mensajero de Adonai.
Eres la seal que los esenios esperaban. Ya casi ha llegado el momento. Pronto se
establecer en la tierra el reino del cielo. Ven conmigo. Dile al pueblo que Adonai
habla por tu boca. Haz grandes milagros.
Tu poder estaba debilitndose, no es eso? Glogauer mir fijamente a Juan.
Acaso me necesitas para renovar las esperanzas de tus rebeldes?
Hablas como un romano, sin la menor sutileza dijo Juan, levantndose
bruscamente.
Evidentemente Juan, igual que los esenios con quienes viva, prefera una
conversacin menos directa. Haba una razn prctica para ello. Glogauer lo saba;
era que Juan y sus hombres teman la traicin. Los esenios escriban incluso sus
anales parcialmente en lenguaje cifrado, con una palabra o una frase, inocentes en
apariencia, que significaban algo completamente distinto.
Disclpame, Juan. Pero dime si tengo razn dijo Glogauer con voz suave.
No eres un mago que lleg en un carro que surgi de la nada? dijo el
Bautista agitando las manos y encogindose de hombros. Mis hombres te vieron.
Vieron a aquel objeto resplandeciente adquirir forma en el aire y romperse y te
vieron salir de l. No es eso magia? La ropa que llevabas... eran prendas terrenas?
Los talismanes que haba dentro del carro... no indicaban una magia poderosa? El
profeta dijo que vendra un mago de Egipto, que se llamara Emmanuel... as est
escrito en el libro de Micaj! Acaso no son ciertas esas cosas?

La mayora de ellas. Pero hay explicaciones... se interrumpi, incapaz de dar


con el sinnimo exacto de "racional". Soy un hombre normal, como t. No tengo
ningn poder de hacer milagros! Soy slo un hombre!
Juan le mir furioso.
Quieres decir con eso que te niegas a ayudarnos?
Os estoy muy agradecido a ti y a los esenios. Me salvasteis la vida. Si pudiese
pagaros...
Juan cabece pausadamente.
Puedes, Emmanuel.
Cmo?
Siendo el gran mago que yo necesito. Djame presentarte a todos los que se
impacientan y se apartan de la voluntad de Adonai. Djame explicarles cmo viniste
hasta nosotros. Luego podrs decir que todo es voluntad de Adonai y que deben
prepararse todos para cumplirla.
Juan le miraba fijamente.
Lo hars, Emmanuel?
Lo har por ti, Juan. Y, a cambio, t enviars hombres que traigan aqu mi carro
lo antes posible. Quiero ver si puede arreglarse.
Lo har.
Glogauer se sinti de pronto entusiasmado. Se ech a rer. El Bautista le mir
sorprendido. Luego, tambin l se ech a rer.
Glogauer no paraba de rer. Aunque la historia no lo mencionase, l junto con Juan
el Bautista, preparara el camino de Cristo.
Cristo an no haba nacido. Quizs Glogauer lo supiese, un ao antes de la
crucifixin.
Y el Verbo se hizo carne y habit entre nosotros y hemos visto su gloria, la gloria del
unignito del padre, lleno de gracia y de verdad. De l da testimonio Juan y exclama
diciendo: "He aqu aqul de quien os deca que ha de venir despus de m, ha sido
preferido a n; por cuanto era antes que yo".
(Juan 1:14-15)
Haba tenido grandes discusiones con Mnica desde que la conoca. Entonces su
padre an no haba muerto y no le haba dejado el dinero con que compr ms tarde
la Librera Ocultista de la calle Great Russell, frente al Museo Britnico. El andaba
haciendo, por entonces, todo tipo de trabajos eventuales y esto le deprima mucho.
Mnica pareca significar una gran ayuda, una excelente gua en la oscuridad mental
que le cercaba. Los dos vivan cerca de Holland Park e iban a pasear all casi todos
los domingos del verano de 1962. El, con veintids aos, estaba ya obsesionado por
la extraa rama de misticismo cristiano de Jung. Ella, que despreciaba a Jung, habia
empezado muy pronto a denigrar todas las ideas de Glogauer. Nunca le convenca
realmente, pero, al cabo de un tiempo, habia logrado confundirle. Tardaran an
otros seis meses en acostarse juntos.
Haca un calor incmodo.
Se sentaron bajo el toldo de la cafetera a contemplar el lejano partido de criquet.
Junto a ellos, haba dos chicas y un chico sentados en la yerba, bebiendo naranjada
en vasos de plstico. Una de las chicas tena una guitarra en el regazo y pos el
vaso y empez a tocar y a cantar una cancin popular con voz sonora y elegante.

Glogauer intent enterarse de la letra. De estudiante, siempre le haba gustado la


msica popular tradicional.
El cristianismo est muerto dijo Mnica tomando un sorbo de t. La religin
agoniza. A Dios le mataron en 1945.
An puede haber una resurreccin dijo l.
Ojal no la haya. La religin naci del miedo. El conocimiento destruye el
miedo. Y sin miedo, la religin no puede sobrevivir.
Y crees que en estos tiempos no hay miedo?
No del mismo gnero, Karl.
Nunca has considerado la idea de Cristo? pregunt l, cambiando de tctica
. Lo que eso significa para los cristianos?
Tambin la idea del tractor significa mucho para un marxista contest ella.
Pero, dime, qu fue primero? La idea o la realidad de Cristo?
Ella se encogi de hombros.
La realidad, si es que eso importa algo. Jess fue un agitador judio que organiz
una rebelin contra los romanos y que acab crucificado. Eso es todo lo que
sabemos y todo lo que necesitamos saber.
Una gran rebelin no pudo empezar de modo tan simple.
Cuando se necesita, se saca una gran religin de los principios ms impropios.
Vienes a lo mo, Mnica dijo con una mueca mientras ella retroceda
ligeramente. La idea precedi a la realidad de Cristo.
Oh, Karl, no sigamos. La realidad de Jess precedi a la idea de Cristo.
Pas una pareja que les mir mientras discutan.
Mnica se dio cuenta de que les miraban y se call. Luego se levant y tambin l
se levant, pero ella movi la cabeza y dijo:
Me voy a casa, Karl. No hace falta que me acompaes. Nos veremos dentro de
unos das.
La vio alejarse camino de las puertas del parque.
Al da siguiente, cuando lleg a casa, del trabajo, encontr una carta. Mnica
deba haberla escrito despus de haberle dejado y deba haberla echado al buzn el
mismo da.
Querido Carl:
El hablar y conversar no parece influir gran cosa en ti, sabes. Es como si
escuchases el tono de la voz, el ritmo de las palabras, sin or nunca lo que se
pretende comunicar. Eres como un animal sensible incapaz de entender lo que se le
dice aunque de saber si la persona que habla est satis/echa o enfadada. Por eso te
escribo: para intentar transmitirte mis ideas. Reaccionas con demasiada emotividad
cuando estamos juntos.
Cometes el error de considerar el cristianismo como algo que se desarroll en el
curso de unos aos, desde la muerte de Jess a la poca en que se escribieron los
Evangelios. Pero el cristianismo no era nuevo. Lo nico nuevo era el nombre. El
cristianismo slo fue un estadio de la fusin y de la influencia mutua de la
metamorfosis de la lgica occidental y el misticismo oriental. Considera cmo
cambi la propia religin a lo largo de los siglos, reinterpretndose a s misma para
adaptarse a los diversos cambios. El cristianismo no es ms que un nombre nuevo
para un conglomerado de mitos y filosofas que ya son viejas. Lo nico que hacen
los Evangelios es recontar el mito solar y aadirle algunas de las ideas de los

griegos y los romanos. Todava en el siglo segundo, afirmaban y demostraban los


eruditos judos que se trataba de un simple baturrillo. Denunciaban las grandes
similitudes existentes entre los diversos mitos solares y el mito de Cristo. No hubo
ningn milagro, se inventaron ms tarde, se tomaron prestados de aqu y de all.
Recuerdas que los viejos Victorianos solan decir que en realidad Platn era
cristiano porque anticip el pensamiento cristiano? Pensamiento cristiano! El
cristianismo fue un vehculo para ideas que llevaban circulando varios siglos antes
de Cristo. Era cristiano Marco Aurelio? Se enmarcaba en la tradicin directa de la
filosofa occidental. Por eso el cristianismo prendi en Europa y no en Oriente/
Deberas ser telogo, dadas tus tendencias, no psiquiatra. Y lo mismo podra decirse
de tu amigo Jung.
Procura despejar tu cabeza de todos esos absurdos mrbidos y sers muchsimo
mejor en tu trabajo.
Tuya Mnica
Arrug la carta y la tir. Aquella misma noche, ms tarde, sinti tentaciones de
volver a leerla. Pero las resisti.

CAPITULO TRES
Juan estaba en el ro con l agua hasta la cintura. Casi todos los esenios estaban
en la orilla, mirndole. Glogauer tambin le miraba.
No puedo, Juan. No debo hacerlo.
Debes hacerlo murmur el Bautista.
Glogauer se estremeci al hundirse en el agua, al lado del Bautista. Sinti un
mareo. Qued temblando, incapaz de moverse.
Resbal de pronto en las piedras del ro y Juan le agarr por un brazo,
sujetndole.
El cielo estaba despejado y el sol, en su cnit, abrasaba su cabeza desnuda.
Emmanuel! grit de pronto Juan. El espritu de Adonai habita en ti!
A Glogauer an le resultaba difcil hablar. Asinti con un gesto. Le dola la cabeza
y apenas poda ver. Era el primer ataque de jaqueca desde que haba llegado all.
Senta ganas de vomitar. La voz de Juan le sonaba remota.
Se tambale.
Cuando empezaba a caer hacia el Bautista, todo el paisaje tembl alrededor suyo.
Percibi que Juan le coga y se oy decir desesperado:
Bautzame, Juan!
Luego not agua en la boca y en la garganta y acab tosiendo.
Juan gritaba algo. Fuese lo que fuese, sus palabras hallaron respuesta entre los
que se encontraron en la orilla. El rumor de las voces aument, cambi de tono.
Glogauer chapote en el agua, luego sinti que le ayudaban a incorporarse.
Los esenios se balanceaban al unsono, todas las caras alzadas hacia el sol
deslumbrante.
Glogauer empez a vomitar en el agua, tambalendose mientras Juan le agarraba
con mano firme por los brazos y le guiaba hacia la orilla.
Los esenios se balanceaban y entonaban un canturreo rtmico y extrao; se

elevaba de tono cuando se balanceaban hacia un lado, descenda cuando se


balanceaban hacia el otro.
Glogauer se tap los odos cuando Juan le solt. An tena vmitos, pero ya no
tena nada que vomitar y era an ms desagradable que antes.
Empez a alejarse vacilante, casi no poda mantener el equilibrio, luego ech a
correr, sin destaparse las orejas; corri y corri por aquel pramo de rocas y secos
matojos; corri mientras el sol arda en el cielo y el calor arda en su cabeza; corri
alejndose de all.
Pero Juan se resista diciendo, Yo debo ser bautizado por ti y t vienes a m? Y Jess
le contest diciendo: Djame hacer ahora; que as es como conviene que nosotros
cumplamos lo que es justo. Entonces Juan accedi. Bautizado, pues, Jess, al
instante que sali del agua se le abrieron los cielos y vio bajar al espritu de Dios en
forma de paloma y posar sobre l; y oyse una voz del cieJo que deca: Este es mi
hijo amado en quien tengo puesta mi complacencia.
(Mateo 3:14-17)
Tena entonces quince aos, estudiaba en el instituto. Haba ledo en los
peridicos lo de las pandillas de teddy boys que vagaban por el sur de Londres, pero
el extrao joven que haba visto con ropas seudoeduardianas le haba parecido
bastante inofensivo y estpido.
Haba ido al cine a Brixton Hill y haba decidido volver andando a casa porque se
haba gastado casi todo el dinero del autobs en un helado. Salieron del cine al
mismo tiempo. Apenas advirti que le seguan.
Luego, de pronto, le rodearon. Muchachos plidos de expresin malvola, casi
todos un ao o dos mayores que l. Se dio cuenta entonces de que conoca
vagamente a dos. Iban a aquella escuela municipal grande de la misma calle de su
colegio. Utilizaban el mismo campo de ftbol.
Hola dijo dbilmente.
Hola, hijo dijo el teddy boy mayor; mascaba chicle y se haba plantado all
ante l, de pie, con una rodilla doblada, y le sonrea.
Adonde vas?
A casa.
A casa dijo el mayor, imitando su acento. Y qu vas a hacer cuando llegues
a casa?
Acostarme Karl intent abrirse paso, pero no le dejaron.
Le arrinconaron junto a la entrada de una tienda. Tras ellos, los coches pasaban
atronando por la calle. Haba bastante luz, de las farolas y de los letreros luminosos
de las tiendas. Pasaba gente, pero nadie paraba. Karl empez a sentir pnico.
No tienes que hacer los deberes, hijo? dijo el que estaba al lado del jefe. Era
pelirrojo y tena pecas y los ojos de un color gris duro.
Quieres pelear con uno de nosotros? pregunt otro chico. Era uno de los que
l conoca.
No, no peleo. Dejadme marchar.
Tienes miedo, hijo? dijo sonriente el jefe.
Luego, con mucha parsimonia, estir el chicle que tena en la boca con los dedos,
y volvi a metrselo de nuevo en la boca y sigui mascando.

No. Por qu habra de querer pelear contigo?


Te crees mejor que nosotros, es eso, hijo?
No empezaba a temblar; estaban a punto de saltrsele las lgrimas. Claro
que no.
Claro que no, hijo.
Intent de nuevo abrirse paso, pero volvieron a empujarle hacia la entrada de la
tienda.
T eres el que tiene nombre alemn, no? dijo el otro chico al que conoca.
Cagongaer o algo as...
Glogauer. Dejadme marchar.
No le gusta a tu mam que vuelvas tarde?
Parece ms un nombre judo que un nombre alemn.
Eres judo, hijo?
Eres un chico judo, hijo?
Callaos ya! grit Karl. Y se lanz contra ellos decidido a abrirse camino como
fuese. Uno le peg un puetazo en el estmago. Lanz un grito de dolor. Otro le
empuj, se tambale l.
La gente segua pasando por la acera. Miraban al grupo y seguan su camino. Par
un hombre, pero su mujer le hizo seguir. "Son chicos que juegan", le dijo.
Bjate los pantalones dijo uno de los chicos con una carcajada. As lo
sabremos.
Karl intent abrirse paso otra vez y no se lo impidieron. Ech a correr cuesta
abajo.
Hay que darle un poco de ventaja oy decir a uno.
Sigui corriendo.
Empezaron a seguirle, rindose.
Cuando lleg a la Avenida en que viva, no le haban alcanzado. Lleg a la casa,
corri por el pasaje oscuro de al lado. Abri la puerta trasera. Su madrastra estaba
en la cocina.
Qu te pasa? le pregunt.
Era una mujer alta y delgada, nerviosa e histrica. Llevaba el pelo negro
desgreado.
Pas delante de ella.
Qu ocurre, Karl? le dijo. Haba un tono nervioso en su voz.
Nada le contest.
No quera una escena.
Haca fro cuando despert. El falso amanecer era gris y slo poda ver paisaje
desolado en todas direcciones. Poda recordar muy poco del da anterior, slo que
haba corrido mucho.
Tena el taparrabos empapado de roco.
Se humedeci los labios y se frot la piel de la cara. Como siempre despus de
una de aquellas jaquecas, se senta dbil y totalmente agotado. Al bajar los ojos y
contemplar su cuerpo desnudo, se dio cuenta de lo mucho que haba adelgazado.
Sin duda se deba a su vida con los esenios.
Se pregunt por qu le habra entrado tanto miedo cuando Juan le pidi que le

bautizase. Fue simple honestidad o haba algo en l que se resista a engaar a los
esenios inducindoles a creerle una especie de profeta? Era difcil saberlo.
Enroll la piel de cabra a las caderas y la at firme justo por encima del muslo
izquierdo. Supona que lo mejor sera volver al campamento y buscar a Juan y
disculparse, ver si poda arreglar las cosas. Adems la mquina del tiempo estaba
all, ahora. La haban transportado utilizando slo sogas de cuero.
Exista como mnimo una posibilidad de lograr repararla si poda encontrar un
buen herrero u otro buen metalrgico. El viaje de vuelta sera peligroso.
Se preguntaba si debera volver enseguida o intentar pasar a un tiempo ms
prximo a la crucifixin. No haba retrocedido en el tiempo para presenciar en
concreto la crucifixin, sino para captar el ambiente de Jerusaln durante la fiesta
de la Pascua, cuando se supona que haba entrado Jess en la ciudad. Segn
Mnica, lo haba hecho violentamente, con un grupo armado. Ella deca que todas
las pruebas lo indicaban. Todas las pruebas de cierto gnero parecan indicarlo, pero
l no poda aceptar tales pruebas. Haba algo ms, estaba seguro. Si al menos
pudiera conocer a Jess. Juan, al parecer, jams haba odo hablar de l, aunque le
haba dicho a Glogauer que, segn la profeca, el Mesas sera un nazareno. Haba
muchas profecas, y algunas se contradecan entre s.
Empez a volver sobre sus pasos en la direccin del campamento de los esenios.
No poda haberse alejado mucho. Pronto vera las colinas donde tenan sus cuevas.
El calor se hizo pronto insoportable y la tierra pareca ms estril. El aire
temblaba ante sus ojos. La sensacin de agotamiento con que haba despertado
aumentaba. Notaba la boca seca, le fallaban las piernas. Tena hambre y no haba
nada que comer. No haba ni rastro de las colinas donde los esenios vivan.
Haba una colina unos tres kilmetros al sur. Decidi ir hacia ella. Desde all,
probablemente pudiese orientarse, quizs viese incluso una poblacin en la que
pudieran darle de comer. El suelo de arena, se converta en polvo flotante a su
alrededor al removerlo sus pisadas. Haba algunos matorrales a ras de tierra y
melladas rocas en que tropezaba.
Cuando empez a subir laboriosamente por la loma de aquella colina, sangraba y
estaba ya lleno de magulladuras.
Le cost trabajo alcanzar la cima (que estaba mucho ms lejos de lo que en
principio haba credo). Resbal en los pedregales de la ladera, cayendo de bruces, y
hubo de recurrir a pies y manos para no caer a vueltas, agarrndose a matas de
yerba y liqenes que crecan dispersos por all, abrazando salientes grandes de roca
donde poda; y parando cada poco a descansar, cuerpo y mente embotados por el
dolor y el cansancio.
Sudaba bajo aquel sol de fuego, y el polvo se pegaba al sudor en su cuerpo
semidesnudo, cubrindole de pies a cabeza. Tena el taparrabos destrozado.
Aquel mundo yermo giraba y vacilaba, el cielo pareca fundirse con la tierra, la
roca amarilla con las nubes blancas. Nada pareca quieto.
Lleg a la cima y se tumb en ella jadeante. Todo era irreal.
Oy la voz de Mnica; por un momento, pens que la vea con el rabillo del ojo.
Karl, no seas melodramtico.
Le haba dicho aquello muchas veces. Su propia voz contest luego.
Nac fuera de mi poca, Mnica. En esta edad de la razn no hay sitio para m.
Acabarn matndome.
Luego replic la voz de ella.
Te matan el miedo, los remordimientos y tu masoquismo. Podras ser un

magnfico psiquiatra, pero te has entregado hasta tal punto a tus propias neurosis...
Cllate!
Dio vuelta, se puso boca arriba. El sol caa torrencial sobre su cuerpo destrozado.
Cllate!
Todo el sndrome cristiano, Karl. Creo que acabars convirtindoe en catlico
convencido. Dnde est la fuerza de tu pensamiento?
Cllate! Y vete, Mnica.
El miedo condiciona tu pensamiento. No buscas un alma, ni siquiera un sentido a
la vida. Buscas comodidades y consuelo.
Djame en paz, Mnica!
Se tap los odos. Tena el pelo y la barba tiznados de polvo. En las leves heridas
que tena ya por todo el cuerpo, se le haba coagulado la sangre. Arriba, el sol
pareca palpitar al unsono con su corazn.
Te ests hundiendo, Karl, es que no te das cuenta? Cada da ests peor.
Recapacita. Eres perfectamente capaz de pensar de un modo racional.
Oh, Mnica! Cllate!
Empezaron a volar en crculos, sobre l, unos cuervos. Les oa llamarle con una
voz insistente que era como la de ella.
Dios muri en 1945...
No estamos en 1945. Estamos en el ao veintiocho despus de Cristo. Dios
vive an!
Cmo puede interesarte estudiar una religin sincrtica tan obvia como el
cristianismo: judaismo rabnico, moral estoica, cultos de los misteriosos griegos,
ritual oriental...
No importa!
No en tu estado psicolgico actual.
Necesito a Dios!
A eso se reduce en definitiva, verdad? Est bien, Karl, lbrate tus propias
entrepiernas. Y pensar lo que podras haber sido de haber sido capaz de analizarte...
Glogauer logr poner en pie su destrozado cuerpo y se irgui en la cima y lanz
un grito.
Los cuervos se espantaron. Giraron en el cielo y huyeron. El cielo iba ya
oscureciendo.
Luego fue Jess conducido por el Espritu al desierto para que el diablo le tentase. Y
despus de ayunar cuarenta das y cuarenta noches, tuvo hambre.
(Mateo 4:1-2)

CAPITULO CUATRO
El loco entr tambaleante en el pueblo. Sus pies removan el polvo y le hacan
bailar y. los perros ladraban a su alrededor mientras l avanzaba maquinalmente, la
cabeza alzada para mirar al sol, los brazos inertes a los lados, moviendo los labios.
Para los habitantes del pueblo, sus palabras eran de un idioma familiar; pero
aquel hombre las deca con tal intensidad y conviccin que pareca que el propio

Dios pudiese estar utilizando a aquella criatura demacrada y desnuda como su


portavoz.
Se preguntaban de dnde habra salido aquel loco.
El pueblo blanco estaba formado principalmente por casas de una o dos plantas,
de piedra y ladrillos de barro, construidas alrededor de una plaza de mercado
presidida por una antigua y humilde sinagoga, a cuya puerta charlaba sentado un
viejo vestido con ropaje oscuro. Era un pueblo prspero y limpio, rebosante de
comercio romano. Slo haba uno o dos mendigos en las calles y parecan bien
alimentados. Las calles seguan las subidas y bajadas de la colina en la que se
asentaban. Eran calles tortuosas, sombreadas, tranquilas. Calles de pueblo. Llenaba
el aire un aroma a madera recin cortada y el rumor de las carpinteras, pues el
pueblo era famoso por sus hbiles carpinteros. Se alzaba al borde de la llanura de
Jezreel. Y salan continuamente, carros cargados con el trabajo de los artesanos
locales. El pueblo se llamaba Nazaret.
El loco lo haba buscado preguntando a cuantos viajeros encontraba. Haba
cruzado otros pueblos (Filadelfia, Gerasa, Pella y Escitpolis, siguiendo las vas
romanas) haciendo la misma pregunta con su extico acento. "Dnde est
Nazaret?"
Algunos le haban dado comida para el camino. Otros le pidieron su bendicin y l
les haba impuesto las manos, hablando en aquella lengua extraa. Otros le haban
apedreado y le haban echado.
Haba cruzado el Jordn por el viaducto romano y seguido luego hacia el norte,
hacia Nazaret.
No haba sido difcil dar con el pueblo, pero s lo haba sido arrastrarse hasta all.
Haba perdido mucha sangre y comido muy poco durante el viaje. Caminaba hasta
caer y all se quedaba hasta que poda seguir, hasta que alguien le encontraba y le
daba un poco de vino o de pan para reanimarle. En una ocasin, haban parado unos
legionarios romanos y le haban preguntado con spera cordialidad si tena
parientes a los que pudieran llevarle. Le hablaron en un tosco arameo y se haban
sorpendido al contestarles l en un latn de extrao acento, ms puro que el que
ellos mismos hablaban.
Le preguntaron si era un rabino o un letrado. El les dijo que no era ni una ni otra
cosa. El oficial le haba ofrecido un poco de carne seca y vino. Aquellos romanos
formaban parte de una patrulla que pasaba por all una vez al mes. Eran hombres
morenos y atezados, corpulentos, de rostros duros y afeitados. Vestan faldillas de
cuero teido y petos y sandalias, y llevaban a la cabeza yelmos de hierro, y a la
cintura espadas cortas en sus fundas. Ni siquiera cuando le rodeaban, all al sol del
crepsculo, parecan relajados. El oficial, que hablaba con tono ms suave que sus
hombres, aunque era muy parecido a ellos, salvo por el hecho de llevar un peto de
metal y una capa larga, pregunt al loco cmo se llamaba.
El loco hizo una breve pausa, abriendo y cerrando la boca como si intentase
recordar su nombre.
Karl dijo al fin, indeciso. Era ms una sugerencia que una afirmacin.
Casi parece un nombre romano dijo uno de los legionarios.
Eres ciudadano romano? pregunt el oficial.
Pero el pensamiento del loco divagaba, evidentemente. Apart la vista de ellos,
murmurando.
De pronto, volvi a mirarles y dijo:
Nazaret?
Por all el oficial seal hacia el camino que cortaba entre las colinas.

Eres judo?
Esto pareci inquietar al loco. Se levant de un salto e intent abrirse paso entre
los soldados. Le dejaron marchar, entre risas. Era un loco inofensivo.
Le vieron correr camino adelante.
Debe ser uno de esos profetas dijo el oficial, caminando hacia su caballo.
El pas estaba lleno de profetas. Todos decan estar difundiendo el mensaje de su
dios.
No significaban un problema, y la religin pareca apartar el pensamiento de la
gente de la insurreccin. Deberamos estar agradecidos, pens el oficial.
Sus hombre an rean.
Reinciaron luego la marcha, en direccin opuesta a la que haba seguido el loco.
El loco estaba ya en Nazaret y los habitantes del pueblo le miraron con curiosidad
y no poco recelo cuando entr tambaleante en la plaza del mercado. Poda ser un
profeta ambulante o estar posedo por el diablo. A veces era difcil distinguir. Los
rabinos eran los que saban hacerlo.
Cuando pasaba junto a los grupos formados ante los puestos de los mercaderes,
todos se callaban hasta que se alejaba. Las mujeres se arropaban an ms en los
gruesos mantos de lana que cean sus cuerpos bien alimentados, y los hombres
recogan sus ropajes de algodn para que el loco no los rozara. Normalmente se
habran sentido movidos a preguntarle a qu haba venido al pueblo, pero haba un
brillo tal en la mirada, una vitalidad y una agudeza tales en su cara, pese a su
aspecto famlico, que les haca tratarle con cierto respeto y mantener distancias.
Cuando lleg al centro de la plaza del mercado se detuvo y mir alrededor.
Pareca costarle distinguir a la gente. Pestae, se humedeci los labios.
La mujer pas mirndole inquieta. El le habl con voz suave, con palabras
cuidadosamente pronunciadas.
Es esto Nazaret?
Lo es dijo ella, cabeceando y acelerando el paso.
Un hombre cruzaba la plaza. Vesta tnica de lana de tiras rojas y marrones.
Llevaba un gorrito rojo sobre el pelo negro y rizado. Era un hombre carirredondo, de
expresin afable. El loco se interpuso en su camino y le detuvo.
Busco a un carpintero.
Hay muchos carpinteros en Nazaret. El pueblo es famoso por sus carpinteras.
Yo mismo soy carpintero. Puedo ayudarte?
Su tono era benevolente y paternal.
Conoces a un carpintero que se llama Jos? Es de la estirpe de David. Tiene
una esposa llamada Mara y varios hijos. Uno de ellos se llama Jess.
El hombre alegre arrug la cara en un ceo burln y se rasc la nuca.
Conozco a ms de un Jos. Un pobre hombre que responde a esas seas vive en
aquella calle de all indic. Su mujer se llama Mara. Prueba all. No tardars en
encontrarle. Busca a un hombre que nunca se re.
El loco mir en la direccin que sealaba el hombre. En cuanto vio la calle,
pareci olvidarse de todo lo dems y enfil hacia all.
Al entrar en ella le lleg an ms fuerte el olor a madera cortada. Se hundi hasta
los tobillos en virutas. En todas las casas resonaba el repiqueteo de los martillos y el
rinchar de las sierras. Haba tablas de todos los tamaos apoyadas contra las
plidas y sombreadas paredes de las casas y apenas haba sitio para pasar entre

ellas. Muchos carpinteros tenan los bancos junte a las puertas. Tallaban cuencos
manejando tornos simples, moldeando la madera en todas las formas imaginables.
Todos alzaron la vista cuando el loco entr en la calle y se acerc a un viejo
carpintero de mandil de cuerpo que tallaba una estatuilla en su banco. El hombre
tenia el pelo gris y pareca corto de vista. Mir al loco.
Qu quieres t?
Busco a un carpintero que se llama Jos. Su mujer se llama Mara.
El viejo indic con la mano en la que sostena la estatuilla a medio tallar.
Dos casas ms all, al otro lado de la calle.
La casa a la que lleg el loco tena muy pocas tablas apoyadas en la pared y la
calidad de la madera pareca inferior a la de la que haba visto antes. El banco que
haba junto a la entrada estaba alabeado por un lado y el hombre que trabajaba en
l reparando un taburete tambin pareca deforme. Se irgui cuando el loco le toc
en el hombro. Tena un rostro arrugado y torturado por la miseria. Sus ojos
expresaban cansancio y haba en su rala barba prematuras vetas canosas. Tosi
suavemente, quiz sorprendido de que le molestaran.
Eres t Jos? pregunt el loco.
No tengo dinero.
No quiero nada... slo hacerte unas preguntas.
Soy Jos. Qu quieres saber?
Tienes un hijo?
Varios. Y tambin hijas.
Tu mujer se llama Mara? Eres de la estirpe de David?
El hombre hizo un gesto de impaciencia con la mano.
S, pero total, para lo que me vale...
Me gustara conocer a uno de tus hijos. A Jess. Puedes decirme dnde est?
Ese intil. Qu ha hecho ahora?
Dnde est?
En los ojos de Jos, cuando mir al loco, alumbr un brillo ms calculador.
Eres acaso un visionario? Has venido a curar a mi hijo?
Soy una especie de profeta. Puedo predecir el futuro.
Jos se levant con un suspiro.
Puedes verle si quieres. Ven.
E introdujo al loco en el atestado patio de la casa. Estaba lleno de piezas de
madera, muebles rotos, implementos, sacos de virutas pudrindose. Entraron en la
casa, que estaba en penumbra. En la primera habitacin (evidentemente una
cocina) haba una mujer junto a un gran fogn de barro. Era alta y muy gorda. El
pelo, largo y negro, desgreado y grasiento le caa sobre unos ojos grandes y
brillantes que an conservaban el calor de la sensualidad. Examin al loco.
No hay comida para los mendigos gru. Ya come l bastante.
Y seal con una cuchara de madera a un pequeo ser que estaba sentado en la
oscuridad de un rincn. El ser se movi al orle hablar.
Busca a Jess, el nuestro dijo Jos a la mujer. Quizs venga a aliviar nuestra
carga.
La mujer mir de reojo al loco y se encogi de hombros. Se lami luego los rojos

labios con una lengua gorda.


Jess!
El ser del rincn se incorpor.
Ese es dijo la mujer, con cierta complacencia.
El loco frunci el ceo, movi la cabeza.
No.
El ser era deforme. Tena una pronunciada joroba y el ojo izquierdo gacho. Su
expresin era ausente y estpida. Le asomaba una espumilla de saliva en los labios.
Ri entre dientes cuando se repiti su nombre. Dio un paso cojeante.
Jess dijo.
Su voz era pastosa e imprecisa.
Jess repiti.
Es lo nico que sabe decir mascull la mujer. Siempre ha sido as.
Es la voluntad de Dios dijo Jos con amargura.
Pero, qu le pasa? haba una nota desesperada y pattica en la voz del loco.
Ha sido siempre as repiti la mujer, volviendo al fogn. Puedes llevrtelo si
lo quieres. No sirve para nada. Le llevaba en mi seno cuando mis padres me casaron
con este medio hombre...
Desvergonzada... Jos se contuvo ante la mirada furiosa de su mujer. Se
volvi al loco. Qu es lo que quieres de nuestro hijo?
Quera hablar con l... Yo...
No tiene ningunos poderes profetices... no es un vidente... Antes pensbamos
que podra llegar a serlo. An hay gente en Nazaret que acude hasta l para ver si
cura o si les predice el futuro, pero lo nico que hace es rerse de ellos y repetir su
nombre continuamente una y otra vez...
Estis seguros... de que no hay en l algo... que no hayis percibido?
Por supuesto! mascull sardnicamente Mara. Siempre necesitamos
dinero, si tuviese algn poder mgico lo sabramos.
Jess volvi a rer entre dientes y se fue cojeando a otra habitacin.
Es imposible murmur el loco.
Podra la propia historia haber cambiado? Estara acaso en otra dimensin
temporal, en la que nunca hubiese existido Cristo?
Jos pareci percibir el doloroso brillo de los ojos del loco.
Qu pasa? dijo. Qu ves? Dijiste que sabas predecir el futuro. Qu nos
reserva, dnos.
Ahora no dijo el profeta, dando la vuelta. Ahora no.
Sali corriendo de la casa y baj la calle llena de olor a roble, cedro y ciprs
debastados. Volvi corriendo a la plaza del mercado y all se detuvo mirando
desconcertado a su alrededor. Vio la sinagoga all justo en frente. Se dirigi hacia
ella.
El hombre con quien antes haba estado hablando, estaba an en la plaza del
mercado, comprando ollas para regalar a su hija que iba a casarse. Indic con un
gesto al forastero, cuando ste entraba en la sinagoga.
Es un pariente de Jos el carpintero dijo al de al lado. Un profeta, segn
tengo entendido.
El loco, el profeta, Karl Glogauer, el hombre que viajaba en el tiempo, el neurtico

psiquiatra frustrado, el perseguidor de significados, el masoquista, el individuo con


deseo de muerte y complejo de mesas, un verdadero anacronismo, entr en la
sinagoga sin aliento. Haba visto al hombre que buscaba. Haba visto a Jess, el hijo
de Jos y Mara. Haba visto a un hombre al que haba identificado sin posible duda
como imbcil congnito.
Todos los hombres tienen complejo de mesas, Karl haba dicho Mnica.
Los recuerdos eran ya menos completos. Su sentido del tiempo y de la identidad
iban hacindose confusos.
Hubo docenas de Mesas en la Galilea de aquella poca. El que Jess fuese el
nico que encarnase el mito y la filosofa, fue una coincidencia de la Historia.
No pudo ser slo eso, Mnica.
Todos los martes, en el saln que haba sobre la Librera Ocultista, se reuna el
grupo de estudios jungianos para hacer terapia y anlisis de grupo. Glogauer no
haba sido el organizador de aquel grupo, pero haba prestado muy gustosamente el
local y se haba incorporado a l muy contento. Era un gran alivio hablar una vez por
semana con gente de mentalidad parecida. Una de las razones de que hubiese
comprado la Librera Ocultista era que con ello conocera a gente interesante como
la que asista al grupo de estudios jungiano.
Les una una mutua obsesin por las ideas de Jung, pero cada uno tena otra
obsesin personal propia. La seora Rita Blenn, reseaba y estudiaba las rutas de
los platillos volantes, aunque no estaba claro si crea o no en ellos. Hugh Joyce, crea
que todos los arquetipos junganos provenan de la raza original de atlantes
extinguidos haca milenios. Alan Cheddar, el ms joven del grupo, estaba interesado
en la mstica india y Sandra Peterson, la organizadora, era una gran especialista en
la brujera. A James Headington le interesaba el tiempo. Era el orgullo del grupo; era
en realidad, Sir James Headington, inventor en poca de guerra, muy rico y con
condecoraciones de todas clases por sus aportaciones a la victoria aliada. Haba
tenido fama de ser un gran improvisador durante la contienda, pero tras ella, se
haba convertido en una especie de problema embarazoso para el Departamento de
Guerra. Pensaban que era un chiflado y, peor an, que desplegaba su locura en
pblico sin el menor rubor.
Cada poco, Sir James hablaba al grupo de su mquina del tiempo. Le seguan la
corriente, burlones. Eran, la mayora, muy aficionados a exagerar sus propias
experiencias en relacin con sus diferentes obsesiones.
Un martes por la noche, cuando todos los dems ya se haban ido, Headington
explic a Glogauer que su mquina estaba lista.
No puedo creerlo dijo sinceramente Glogauer.
Eres la primera persona a quien se lo digo.
Por qu a m?
No s. Me agradas... y tambin la librera.
No se lo has comunicado al gobierno?
Headington se ech a rer.
Por qu habra de hacerlo? Mientras no la pruebe a mi satisfaccin, no se lo
comunicar. Podra darles ocasin de mandarme a paseo.
No sabes si funciona?
Estoy seguro de que s. Quieres verla?

Una mquina del tiempo dijo Glogauer, con una alegre sonrisa.
Tienes que verla.
Por qu yo?
Cre que te interesara. S que no atiendes a los puntos de vista ortodoxos en el
terreno de la ciencia...
A Glogauer le daba pena de l.
Tienes que verla dijo Headington.
Baj hasta Banbury al da siguiente. Ese mismo da dej 1976 y lleg al ao 28
despus de Cristo.
La sinagoga estaba fresca y tranquila, un sutil aroma de incienso impregnaba el
ambiente. Los rabinos le condujeron hasta el patio. No saban, al igual que los
habitantes del pueblo, qu hacer con l, pero estaban seguros de que no era un
hombre posedo por el demonio. Tenan por costumbre dar cobijo a los profetas
itinerantes que abundaban por entonces mucho en Galilea, aunque, desde luego,
aquel era ms extrao que el resto. Su rostro pareca siempre inmvil e inexpresivo,
el cuerpo rgido, las lgrimas recorran sus sucias mejillas. Nunca haba visto tanta
afliccin en los ojos de un hombre.
La ciencia puede decir cmo, pero nunca pregunta por qu le haba dicho a
Mnica. No puede responder.
Quin quiere saber el porqu? haba contestado ella.
Yo.
Bueno, pues, nunca lo sabrs, comprendes?
Sintate, hijo mo dijo el rabino. Qu quieres preguntarme?
Dnde est Cristo? dijo. Dnde est Cristo?
No entendan lo qu hablaba.
Es griego? pregunt uno; pero otro neg con un cabeceo.
Kyrios: El Seor.
Adonai: El Seor.
Dnde estaba el Seor?
Frunci el ceo, mirando vagamente a su alrededor.
Debo descansar dijo, ya en su lengua.
De dnde eres?
No se le ocurra una respuesta.
De dnde eres? repiti un rabino.
Ha-Olam Hab-Bah... murmur al fin.
Se miraron.
Ha-Olam Hab-Bah; Ha-Olam Haz-Zeh: el mundo que ha de ser y el mundo que
es.
Nos traes un mensaje? dijo uno de los rabinos. Estaban acostumbrados a los
profetas, desde luego, pero no haban conocido a ninguno como aquel. Un
mensaje?
No s dijo speramente el profeta. He de descansar; tengo hambre.
Ven. Te daremos alimento y un sitio para dormir.

Slo pudo comer un poco de la sabrosa comida que le dieron, y el lecho, que
tena un colchn de paja, le result demasiado blando. No estaba acostumbrado a
aquello.
Durmi mal, gritando en sueos, y, a la puerta, los rabinos escuchaban, pero poco
pudieron entender de lo que dijo.
Karl Glogauer estuvo varias semanas alojado en la sinagoga. Dedic casi todo el
tiempo a leer en la biblioteca buscando en los grandes rollos de pergamino alguna
solucin a su dilema. Las palabras de los libros santos, que se prestaban en muchos
casos a una docena de interpretaciones, no hicieron sino confundirle ms an. No
haba nada a lo que agarrarse, nada que le dijese que se haba equivocado.
Los rabinos se mantenan a distancia casi siempre. Le haban aceptado como a un
santo. Estaban orgullosos de tenerle en la sinagoga. Estaban convencidos de que
era uno de los elegidos de Dios y esperaban pacientemente que les hablase.
Pero el profeta hablaba poco, slo murmuraba para s frases en su idioma y frases
en aquel idioma incomprensible que sola utilizar, aun cuando se dirigiese
directamente a ellos.
Los habitantes de Nazaret no hablaban de otra cosa que de aquel profeta
misterioso de la sinagoga, pero los rabinos no respondan a sus preguntas. Decan a
los curiosos que se preocupasen de sus asuntos, que haba cosas que ellos no tenan
an por qu saber. De este modo, tal como siempre haban hecho los sacerdotes,
evitaban preguntas que no podan responder y al mismo tiempo aparentaban poseer
mucha ms ciencia de la que posean en realidad.
Luego, un sbado, el supuesto profeta apareci en el sector pblico de la
sinagoga y ocup su lugar con los dems que haban ido a rendir culto.
El hombre que lea a su izquierda, confundi las palabras, mirando al profeta por
el rabillo del ojo.
El profeta escuchaba sentado, con expresin remota.
El rabino jefe le miraba dubitativo, luego indic que le pasasen el texto al profeta.
As lo hizo, vacilante, un muchacho que lo coloc en sus manos.
El profeta contempl las palabras largo rato y luego empez a leer. Lea sin
comprender al principio lo que estaba leyendo. Era el libro de Isaas.
El espritu del Seor est sobre m, puesto que me ungi para evangelizar a los
pobres, me ha enviado para anunciar a los cautivos la liberacin, a los ciegos la
recuperacin de la vista; a dar la libertad a los oprimidos. A anunciar el ao de las
misericordias del seor. Y, enrollado el libro, entrgaselo al ministro y sentse y en
la sinagoga todos tenan los ojos fijos en l.
(Lucas 4:18-20)

CAPITULO CINCO
Le seguan ya, le siguieron cuando sali de Nazaret hacia el mar de Galilea. Vesta
una tnica de lino blanco que le haban regalado y aunque todos crean que les
diriga l, no hacan sino empujarle delante de ellos.
Es nuestro Mesas decan a quienes preguntaban. Y haba ya rumores de
milagros.

Cuando vea a los enfermos, se compadeca de ellos y procuraba hacer lo que


poda, pues esperaban algo de l. Por muchos, nada poda hacer, pero a otros, que
evidentemente padecan trastornos psicosomticos, s poda ayudarles. Crean en su
poder con ms fuerza que en su enfermedad. Por eso les curaba.
Cuando lleg a Cafarnan, le seguan por las calles de la ciudad unas cincuenta
personas. Era ya sabido que estaba asociado de algn modo con Juan el Bautista,
que gozaba de prestigio inmenso en Galilea y que haba sido declarado autntico
profeta por muchos fariseos. Pero, en muchos sentidos, aquel hombre tena mayor
poder que Juan. No tena la fuerza oratoria del Bautista, pero haba hecho milagros.
Cafarnan era una ciudad muy dispersa, situada junto al cristalino Mar de Galilea.
Separaban sus casas grandes huertos. Haba barcas de pesca ancladas en la blanca
orilla, as como embarcaciones comerciales que recorran los pueblos de las orillas
del lago. Aunque ste estaba rodeado de verdes colinas, el pueblo de Cafarnan se
alzaba sobre un terreno llano, protegido por las propias colinas. Era un pueblo
tranquilo y, como casi todos los de Galilea, contaba con una gran poblacin de
gentiles; comerciantes griegos, romanos y egipcios recorran sus calles y muchos
posean all, hogares permanentes. Haba una prspera burguesa de mercaderes,
artesanos y navieros, adems de mdicos, letrados y maestros, pues Cafarnan
estaba en los lmites de las provincias de Galilea, Tracontide y Siria y, aunque era
una poblacin relativamente pequea, constitua un nudo muy importante de
comercio y transporte.
Aquel extrao profeta loco, con sus ropas de lino, seguido por aquella
heterognea multitud bsicamente compuesta de pobres, pero en la cual se incluan
tambin hombres de cierta posicin, irrumpi en Cafarnan. Se propag la noticia de
que aquel hombre poda realmente predecir el futuro, de que haba predicho ya que
Herodes Antipas hara prender a Juan y poco despus lo haba hecho as en Perea.
No predeca en trminos generales, utilizando palabras vagas, como lo hacan los
profetas. Hablaba de cosas que haban de suceder en un futuro prximo y hablaba
de ellas con detalle.
Nadie saba su nombre. Era simplemente el profeta de Nazaret, o el Nazareno.
Segn algunos, era pariente, hijo quizs, de un carpintero de Nazaret, pero esto
podra deberse a que en lenguaje escrito "Hijo de un carpintero" y "mago" eran casi
lo mismo y la confusin se deba a aquello. Haba quien deca que se llamaba Jess.
El nombre haba sido utilizado una o dos veces, pero cuando le preguntaban si era
se realmente su nombre, bien lo negaba o bien, con su aire ausente, se negaba en
redondo a contestar.
Sus predicaciones solan carecer del fuego incendiario de la oratoria de Juan.
Aquel hombre hablaba con suavidad, tambin con vaguedad, y sonrea a menudo.
Hablaba de Dios de una forma extraa, tambin, y pareca estar relacionado, lo
mismo que Juan, con los esenios, pues predicaba contra la acumulacin de riquezas
personales y hablaba del gnero humano como una hermandad, tal como hacan los
esenios.
Pero cuando le guiaban hacia la hermosa sinagoga de Cafarnan, de lo que
estaban pendientes, sobre todo, era de los milagros. Ningn profeta hasta l haba
curado a los enfermos, y pareca entender los problemas de los que el pueblo raras
veces hablaba. Era aquel espritu comprensivo y afable lo que les haca reaccionar,
ms que las palabras concretas que deca.
Por primera vez en su vida Karl Glogauer se haba olvidado de Karl Glogauer.
Tambin, por primera vez en su vida, estaba haciendo lo que siempre haba querido
hacer como siquiatra.
Pero no era su vida. Estaba dando vida a un mito... una generacin antes de que

el mito naciera. Estaba completando cierto tipo de circuito squico. No estaba


cambiando la historia, sino dndole ms substancia.
No poda soportar la idea de que Jesucristo fuese nada ms que un mito. El poda
hacer que Jess fuese una realidad fsica y no el resultado de un proceso de
autognesis.
Y hablaba en las sinagogas y hablaba de un Dios ms benigno que los dioses de
que la mayora haban odo hablar, y les explicaba parbolas cuando poda
recordarlas.
E iba desvanecindose gradualmente la necesidad de justificar lo que estaba
haciendo y hacindose ms tenue su sentido de la identidad, sustituido
gradualmente por otro sentido de la identidad distinto, en el que conceda un peso
cada vez mayor al papel que haba elegido. Era un papel arquetpico. Era un papel
que tena que atraer a un discpulo de Jung. Era un papel que iba ms all de la
mera imitacin. Era un papel que deba interpretar ya hasta la mismsima gran
escena final. Karl Glogauer haba descubierto la realidad que haba estado
buscando.
Hallbase en la sinagoga cierto hombre posedo de un demonio inmundo, el cual
grit con grande voz, diciendo: Djanos en paz, qu tenemos que ver nosotros
contigo, oh, Jess Nazareno? has venido a exterminarnos? Ya s quin eres, eres el
santo de Dios. Mas Jess increpndole le dijo: Enmudece y sal de ese hombre. Y el
demonio, habindole arrojado al suelo en medio de todos, sali de l sin hacerle el
menor dao; con lo que todos se atemorizaron y, conversando unos con otros,
decan: Qu es esto? Con autoridad y podero manda a los espritus inmundos y
ellos salen. Con esto se iba esparciendo la fama de su nombre por todo aquel pas.
(Lucas 4:33-37)
Alucinacin colectiva. Milagros, platillos volantes, apariciones, todo es lo mismo
haba dicho Mnica.
Es muy posible haba contestado l. Pero por qu los vean?
Porque lo deseaban.
Por qu lo deseaban?
Porque tenan miedo.
Y crees que fue slo eso?
No es suficiente?
Cuando sali la primera vez de Cafarnan le acompaaba mucha ms gente. Se
haba hecho ya imposible seguir en la ciudad, pues la gente que acuda a verle
realizar sus sencillos milagros haba paralizado prcticamente las actividades
comerciales de all.
Les hablaba fuera de las poblaciones, en los campos. Hablaba con hombres
inteligentes e ilustrados que parecan tener algo en comn con l. Algunos eran
propietarios de embarcaciones de pesca, como Simn, Santiago y Juan. Otro era
mdico, otro un funcionario pblico que le haba odo hablar por primera vez en
Cafarnan.
Han de ser doce les haba dicho un da. Como los signos del Zodaco.
No se preocupaba por lo que deca. Muchas de sus ideas les resultaban extraas.
Muchas de las cosas de que hablaba eran desconocidas para ellos. Algunos fariseos
pensaban que era en realidad un blasfemo por lo que deca.
Un da encontr a un hombre a quin reconoci como uno de los esenios de la

colonia prxima a Maqueronte.


Juan quiere hablar contigo dijo el esenio.
An vive Juan? le pregunt l.
Est confinado en Perea. Creo que Herodes tiene demasiado miedo y no se
atreve a matarle. Le deja pasear por los muros y jardines de palacio, le deja hablar
con sus hombres, pero Juan teme que Herodes rena valor suficiente para ordenar
que le lapiden o le decapiten. Necesita que le ayudes.
Cmo puedo ayudarle? Ha de morir. Para l no hay esperanza ya.
El esenio mir sin comprender a los alucinados ojos del profeta.
Pero maestro, no hay nadie ms que pueda ayudarle.
He hecho ya todo lo que l quera que hiciese dijo el profeta. He curado a
los enfermos y he predicado a los pobres.
Yo no saba que l quisiese eso. Pero ahora necesita ayuda, maestro. T podras
salvarle la vida.
El profeta haba apartado al esenio de la multitud.
No puede salvarle nadie ya.
Es voluntad de Dios?
Si yo soy Dios, entonces es voluntad de Dios.
El esenio se alej, decepcionado y triste.
Juan el Bautista tena que morir. Glogauer no tena el menor deseo de cambiar la
historia, slo quera fortalecerla.
Sigui recorriendo Galilea con los que le seguan. Haba seleccionado a los doce
ms ilustrados, y los dems que le seguan an, predominantemente eran pobres. El
les ofreca su nica esperanza de fortuna. Muchos eran de los que estaban
dispuestos a seguir a Juan contra los romanos, pero Juan estaba encarcelado ya.
Quizs aquel hombre pudiese dirigir la insurreccin para saquear las riquezas de
Jerusaln y Jeric y Cesrea. Cansados y hambrientos, los ojos vidriosos por el sol
ardiente, seguan al hombre de la tnica blanca. Necesitaban una esperanza y
descubran motivos de esperanza. Le vean realizar grandes milagros.
En una ocasin en que les predic desde una barca como era su costumbre,
cuando volva andando hacia la orilla, como haba muy poca agua, les pareci que
caminaba por encima.
Anduvieron por toda Galilea en el otoo, oyendo en todas partes la noticia de la
ejecucin de Juan el Bautista. La desesperacin que caus el hecho se convirti en
esperanza renovada en aquel nuevo profeta que le haba conocido.
En Cesrea les expulsaron de la ciudad los soldados romanos, acostumbrados ya
a aquellos salvajes que vagaban por el pas voceando sus profecas.
A medida que creci la fama de aquel profeta fueron echndoles de ms
ciudades. Y no slo las autoridades romanas, sino que tambin las judas parecan
reacias a tolerar al nuevo profeta como haban tolerado a Juan. Estaba cambiando el
clima poltico.
Resultaba difcil conseguir alimentos. Vivan de lo que podan encontrar, andaban
tan hambrientos como los animales salvajes.
El les ense a fingir comer y a borrar el hambre del pensamiento.
Karl Glogauer, brujo, hechicero, siquiatra, hipnotizador, mesas.
A veces su fe en el papel que haba elegido se tambaleaba y sus seguidores se
inquietaban al ver que se contradeca. Solan aplicarle ya el nombre que haban
odo, Jess el Nazareno. Casi nunca se opona a que utilizasen aquel nombre, pero a

veces se pona furioso y gritaba un nombre extrao y gutural.


Karl Glogauer! Karl Glogauer!
Y ellos decan: Mirad, habla con la voz de Adonai.
Llamadme por ese nombre! les gritaba, y se asustaban y le dejaban hasta
que se disipaba su clera.
Cuando cambi el tiempo y lleg el invierno, volvieron a Cafarnan, que se haba
convertido en reducto de sus seguidores.
Y en Cafarnan pas el invierno, haciendo profecas.
Varias de estas profecas se referan a l y al destino de quienes le seguan.
Entonces mand a sus discpulos que a nadie dijesen que l era Jess el Cristo. Y
desde entonces empez a decir a sus discpulos que deba ir a Jerusaln y que
padecera all mucho a causa de los ancianos y de los escribas y de los prncipes de
los sacerdotes, y que le mataran y que resucitara al tercer da.
(Mateo 16:20-21)
Estaban viendo la televisin en el piso de ella. Ella coma una manzana. Era entre
las seis y las siete de una clida tarde de domingo. Mnica seal a la pantalla con
su manzana a medio comer.
Mira que disparate dijo ella. No puedes decirme honradamente que significa
algo para ti.
Era un programa religioso, una pera pop en una iglesia de Hampstead. La pera
narraba la historia de la crucifixin.
Grupos pop en el pulpito dijo Mnica. Qu degradacin.
El no contest. El programa le pareci obsceno, de un modo oscuro. No se senta
capaz de discutir con ella.
El cadver de Dios empieza ya a pudrirse, sin duda dijo Mnica alegremente
. Uf! Qu peste!
Apgalo, anda dijo l quedamente.
Cmo se llama este grupo? Las Larvas?
Muy divertido. Apagar yo la televisin, si no te importa.
No, quiero verlo. Es divertido.
Oh, vamos, apaga!
Imitacin de Cristo! se burl Mnica. Qu asquerosa caricatura.
Un cantante negro que estaba interpretando a Cristo y que cantaba con voz lisa y
vulgar y acompaamiento intrascendente, empez a perorar letras mortecinas sobre
la hermandad del hombre.
Si l se pareca a eso, no me extraa que lo crucificaran dijo Mnica.
Karl se acerc al televisor y lo apag.
Vaya, estaba divirtindome dijo ella con burlona decepcin. Era un canto de
cisne encantador.
Ms tarde le dijo con un tono afectuoso que a l le preocup:
Viejo carca. Qu lstima. Podras haber sido John Wesley o Calvino o alguien as.
No puedes ser un Mesas en estos tiempos, al menos con el enfoque que le das al
asunto. Nadie te escuchara.

CAPITULO SEIS
El profeta estaba viviendo en la casa de un hombre llamado Simn, aunque l
prefera llamarle Pedro. Simn estaba agradecido al profeta porque haba curado a
su mujer de un mal del que llevaba mucho padeciendo. Haba sido una enfermedad
misteriosa, pero el profeta la haba curado sin esfuerzo.
Haba, por entonces, muchos forasteros en Cafarnan. Muchos acudan a ver al
profeta. Simn le advirti que algunos eran conocidos agentes de los romanos y de
los fariseos. Los fariseos no haban sido, en conjunto, opuestos al profeta, aunque
desconfiaban de los rumores de milagros que haban llegado a sus odos. Sin
embargo, la atmsfera poltica estaba enrarecida y en las tropas de ocupacin
romanas de Pilatos, desde los oficiales a los soldados mismos, reinaba la inquietud.
Esperaban un estallido y no podan ver signos palpables de lo que se fraguaba.
Pilatos, por su parte, deseaba en realidad disturbios a gran escala. Demostraran
a Tiberio que haba sido demasiado benigno con los judos en la cuestin de las
placas votivas. Pilatos quedara as vengado y su poder sobre los judos aumentara.
De momento, estaba en malas relaciones con todos los tetrarcas de las provincias,
sobre todo con el inquieto Herodes Antipas, que, en otros tiempos, haba parecido su
nico apoyo. Aparte de la situacin poltica, su propia situacin domstica era
inquietante, pues su neurtica esposa volva a tener pesadillas y le exiga mucha
ms atencin de la que l poda permitirse prestarle.
Quizs fuese posible, pensaba, provocar un incidente, pero tendra que cuidar
mucho que Tiberio no llegase a enterarse. Aquel nuevo profeta podra proporcionar
un punto focal pero, de momento, aquel individuo no haba hecho nada contra las
leyes de los judos ni de los romanos. No exista ley alguna que prohibiese a un
hombre proclamarse mesas, como decan que haba hecho aquel nuevo profeta,
que, por otra parte, no incitaba al pueblo a la rebelin, ms bien lo contrario.
Mirando por el ventanal de su cmara, por el que se vean los minaretes y torres
de Jerusaln, Pilatos analizaba la informacin que sus espas le haban llevado.
Poco despus del festival que los romanos llamaban Saturnalia, el profeta y sus
seguidores dejaron de nuevo Cafarnan y se lanzaron otra vez a recorrer el pas.
Haba ya menos milagros, porque no haca tanto calor, pero sus profecas tenan
gran audiencia. Aquel nuevo profeta adverta a sus oyentes de todos los errores que
se produciran en el futuro, de todos los crmenes que se cometeran en su nombre.
Vag por Galilea y por Samara, siguiendo los magnficos caminos romanos hacia
Jerusaln.
Se acercaba la Pascua.
En Jerusaln, los oficiales romanos analizaban la inminente festividad. Era por
entonces cuando se producan siempre los peores disturbios. Ya habia habido
motines antes, en la fiesta de Pascua y habra problemas, sin duda, tambin aquel
ao.
Pilatos habl con los fariseos, pidiendo su cooperacin. Los fariseos dijeron que
haran lo que pudieran pero que no podran evitar que el pueblo actuase
neciamente.
Pilatos frunci el ceo y les despidi.
Sus agentes le llevaban informes de todo el territorio. Algunos mencionaban al
nuevo profeta pero decan que era inofensivo de momento, pero que si llegaba a
Jerusaln durante la Pascua, quiz ya no lo fuese.

Dos semanas antes de la fiesta de Pascua, el profeta lleg al pueblo de Betania,


junto a Jerusaln. Algunos de sus seguidores galileos tenan amigos en Betania y
estos amigos estaban ms que deseosos de hospedar al hombre del que haban odo
hablar a otros peregrinos que iban camino de Jerusaln y del gran templo.
El motivo de que hubiesen ido a Betania era que el profeta estaba inquieto por el
gran nmero de gente que le segua.
Son demasiados le haba dicho a Simn. Demasiados, Pedro.
Glogauer estaba demacrado, ojeroso. Hablaba muy poco.
A veces, miraba a su alrededor vagamente, como si no supiese muy bien dnde
estaba.
Llegaron noticias a la casa de Betania de que haba agentes romanos haciendo
preguntas sobre l. No pareci inquietarle. Por el contrario, cabece pensativo,
como si esto le complaciera.
En una ocasin, fue caminando con dos de sus seguidores por el campo, para
contemplar a Jerusaln. Las murallas amarillo claro de la ciudad eran un gozoso
espectculo a la luz de la tarde. Las torres y los altos edificios, muchos de ellos
decorados con mosaicos rojos, amarillos y azules, podan verse a varios kilmetros
de distancia.
El profeta volvi luego otra vez a Betania.
Cundo iremos a Jerusaln? le pregunt uno de sus seguidores.
Todava no dijo Glogauer. Caminaba encorvado y se protega el pecho con los
brazos y con las manos como si tuviese fro.
Dos das antes de la fiesta de Pascua de Jerusaln, el profeta llev a sus hombres
al Monte de los Olivos, por un arrabal de Jerusaln que se trazaba en su ladera y que
se llamaba Betfage.
Conseguidme un asno les dijo. Un pollino de asno. Ahora debo hacer que se
cumpla ya la profeca.
Entonces, todos sabrn que eres el Mesas dijo Andrs.
S.
Glogauer suspir. Tena miedo de nuevo, pero esta vez no era un miedo fsico. Era
el miedo del actor que est a punto de interpretar la escena final, la ms dramtica,
y que no est seguro de si podr hacerla bien. Glogauer tena el labio superior
cubierto de un sudor fro. Se lo enjug.
A la escasa luz, mir a los hombres que le rodeaban.
An no saba con certeza los nombres de algunos. No le interesaban sus nombres
en especial. Slo su nmero. Haba diez all con l. Los otros dos buscaban el
borrico.
Estaban all en en la herbosa ladera del Monte de los Olivos, mirando hacia
Jerusaln y el gran templo que se alzaba abajo. Soplaba una brisa clida y leve.
Judas? dijo inquisitivamente Glogauer.
Haba uno llamado Judas.
S, maestro dijo.
Era alto y apuesto, pelo rojizo y rizado, ojos inteligentes y neurticos. A Glogauer
le pareca epilptico.
Glogauer mir pensativo a Judas Iscariote.
Quiero que me ayudes, ms tarde dijo, cuando hayamos entrado en

Jerusaln.
Qu he de hacer, Maestro?
Has de llevar un mensaje a los romanos.
Los romanos? Iscariote pareca sorprendido. Por qu?
Han de ser los romanos. No pueden ser los judos... utilizaran la hoguera o el
hacha. Ya te explicar ms cuando llegue el momento.
El cielo estaba oscuro, brillaban las estrellas sobre el Monte de los Olivos. Haca
ya fro. Glogauer temblaba.
Oh hija de Sin! Regocjate. Salta de Jbilo,
Oh hija de Jerusaln! he aqu
que a ti viene tu rey; es justo y victorioso
viene pobre y montado en una asna y su potrillo.
(Zacaras 9:9)
Osh'na! Osh'na! Osh'na!
Cuando Glogauer entr a lomos del asno on la ciudad, sus seguidores corran
delante echando en el suelo ramas de palma. Haba gente a ambos lados de la calle,
avisada de la llegada del profeta por sus propios seguidores.
El nuevo profeta cumpla as las profecas de los textos antiguos y eran muchos
los que crean que haba ido a acaudillarles contra los romanos. Quizs en aquel
momento se dirigiese a casa de Pilatos, a enfrentarse a l.
Ohs'nal Ohs'na!
Glogauer miraba distrado a su alrededor. La grupa del asno, aunque estaba
acolchada por las capas de sus seguidores, era realmente incmoda. Se senta
inseguro all arriba y tena que sujetarse a la crin del animal. Oa las palabras, pero
no poda diferenciarlas claramente.
Osh'na! Osh'na!
Al principip pens que decan "hosana", pero luego se dio cuenta de que lo que
gritaban era "libranos", en arameo.
Libranos! Libranos!
Juan haba planeado alzarse en armas contra los romanos aquella Pascua. Eran
muchos los que estaban esperando para participar en la rebelin.
Crean que l iba a ocupar el puesto de Juan como caudillo de los rebeldes.
No les murmuraba, contemplando sus rostros expectantes. No, yo no soy el
Mesas, no puedo liberaros, no puedo...
No le oan, ensordecidos por sus propios gritos.
Karl Glogauer entr en Cristo. Cristo entr en Jerusaln. La historia se acercaba a
su culminacin.
Osh'na!
No estaba en la historia. No podia ayudarles.
En verdad, en verdad os digo que quien recibe o que yo enviare, a m me recibe, y
quien a m me recibe, recibe a aquel que me ha enviado. Habiendo dicho Jess
estas cosas, se turb en su espritu y declar y dijo: En verdad, en verdad os digo,
que uno de vosotros me entregar.
Al or esto, los discpulos, mirbanse unos a otros, dudando de quin hablara.

Estaba uno de ellos, al cual Jess amaba, recostado a la mesa sobre el seno de
Jess. A este discpulo, pues, Simn Pedro le hizo una sea, dicindole: De quin
habla? El entonces, recostndose sobre el pecho de Jess, le dijo: Seor, quin es?
Jess le respondi: Es aquel a quien yo dar pan mojado. Y, habiendo mojado pan,
se lo dio a Judas, hijo de Simn Iscariote.
Y despus que tom ste el bocado, Satans entr en l. Y Jess le dijo: Lo que has
de hacer, hazlo pronto.
(Juan 13.20-27)
Judas Iscariote frunci el ceo, inseguro, sali de la habitacin a la calle atestada,
abrindose paso hacia el palacio del gobernador. Iba a desempear, un papel en un
plan destinado a engaar a los romanos y a hacer al pueblo sublevarse para
defender a Jess, aunque el plan le pareciese un disparate. La atmsfera era tensa
en aquellas calles atestadas. Haba muchos ms soldados romanos de los
habituales, patrullando.
Pilatos era un hombre corpulento, de cara bonachona y ojos lisos y duros. Mir
desdeoso al judo.
No pagamos a los delatores que dan informacin falsa advirti.
No busco dinero, seor dijo Judas, fingiendo la actitud servil que parecan
esperar los romanos de los judos. Soy un leal subdito del emperador.
Quin es el rebelde?
Jess de Nazaret, seor. Entr hoy en la ciudad...
Lo s. Le vi. Pero tengo entendido que en sus predicaciones habla de paz y de
respeto a la ley.
Con el fin de engaaros, seor.
Pilatos frunci el ceo. Era probable. Pareca el tipo de artimaa que haba
empezado a sospechar de aquellas gentes que hablaban tan suave.
Tienes pruebas?
Soy uno de sus lugartenientes, seor. Estoy dispuesto a atestiguar su
culpabilidad.
Frunci Pilatos sus gruesos labios. No poda permitirse ofender a los fariseos en
aquel momento. Ya le haban causado bastantes problemas. Caifas, en concreto, se
lanzara enseguida a clamar "Injusticia" si detena a aquel hombre.
Afirma ser el verdadero rey de los judos, el descendiente de David dijo Judas,
repitiendo lo que le haba dicho su maestro que dijera.
De veras? Pilatos miraba pensativo por el ventanal.
En cuanto a los fariseos, seor...
Qu me dices de ellos?
Los fariseos desconfan de l. Preferiran verle muerto. Habla contra ellos.
Pilatos cabece. Entrecerr los ojos mientras consideraba aquella informacin. Los
fariseos quizs odiasen al loco, pero aprovecharan enseguida polticamente su
detencin.
Los fariseos quieren que se le detenga sigui Judas. La gente acude en
masa a escuchar al profeta y hoy unos cuantos organizaron un motn en el templo
en su nombre.
Es verdad eso?
Es verdad, seor.

Era cierto. Una media docena de individuos haban atacado a los cambistas del
templo y haban intentado robarles. Cuando les detuvieron, dijeron que cumplan la
voluntad del Nazareno.
No puedo detenerlo dijo caviloso, Pilatos.
La situacin era ya peligrosa en Jerusaln, pero si se atrevan a detener a aquel
"rey", podra resultar que precipitasen la insurreccin. Tiberio le pedira cuentas a l,
no a los judos. Deba implicar a los fariseos en el asunto.La detencin deban
hacerla ellos.
Aguarda aqu un momento le dijo a Judas. Enviar un mensaje a Caifas.
En esto llegan a un lugar llamado Getseman. Y dice a sus discpulos: Sentaos aqu
mientras hago oracin. Y llevndose consigo a Pedro, y a Santiago y a Juan,
comenz a atemorizarse y angustiarse. Y djoles: Mi alma est triste hasta la
muerte. Aguardad aqu y velad.
(Marcos 14:32-4)
Glogauer vea ya aproximarse a la multitud. Por primera vez desde Nazaret se
senta fsicamente exhausto y dbil. Iban a matarle. Tena que morir; aceptaba eso,
pero tema el dolor que se avecinaba. Se sent all, en la ladera de la colina,
contemplando las antorchas que iban aproximndose.
El ideal del martirio no existi nunca ms que en el pensamiento de algn que
otro asceta haba dicho Mnica. Parlo dems, era simple masoquismo mrbido,
un fcil medio de eludir la responsabilidad ordinaria, un mtodo para mantener
controlados a los reprimidos...
No es tan simple al asunto...
Lo es, Karl.
Ahora vera Mnica. Lo nico que lamentaba era el que resultase tan improbable
que Mnica llegase alguna vez a saberlo. Haba pensado escribirlo todo y ponerlo en
la mquina del tiempo con la esperanza de que pudiese recuperarse. Qu extrao,
l no era un hombre religioso en el sentido habitual, era un agnstico. No le haba
llevado la conviccin a defender la religin frente al cnico menosprecio de Mnica
hacia ella. Haba sido, ms bien, la falta de conviccin en el ideal en que haba
asentado ella su propia fe, el ideal de la ciencia como panacea de todos los males.
No poda compartir aquella fe y nada quedaba sino la religin, aunque no poda
creer en el tipo de Dios del cristianismo. El dios concebido como una fuerza mstica,
de los misterios cristianos y de otras grandes religiones, nunca haba sido para l
bastante personal. Su mente racional le haba dicha que Dios no exista en ninguna
forma personal. Su inconsciente le haba dicho que no bastaba con la fe en la
ciencia.
La ciencia es algo bsicamente opuesto a la religin le haba dicho una vez
Mnica con aspereza. Por muchos jesutas que se renan a racionalizar su
enfoque de la ciencia, queda en pie el hecho de que la religin no puede aceptar las
actitudes bsicas de la ciencia y que en la ciencia hay una oposicin implcita a los
principios bsicos de la religin. El nico terreno en el que no existe diferencia ni
necesidad de enfrentamiento es el del supuesto ltimo. Uno puede admitir o no
admitir que haya un ser sobrenatural llamado Dios, pero en cuanto empiezas a
defender cualquiera de los dos supuestos, tiene que haber conflicto.

T hablas de la religin organizada...


Hablo de la religin como algo opuesto a una creencia. Qu falta nos hace el
ritual de la religin cuando tenemos un ritual muy superior, el de la ciencia, que
puede reemplazarlo? La religin es un sustituto razonable del conocimiento. Pero ya
no hay necesidad de sustitutos, Karl. La ciencia nos proporciona una base ms
slida para formular sistemas ticos y racionales. No necesitamos la zanahoria del
cielo y el garrote del infierno, la ciencia puede mostrarnos ya las consecuencias de
los actos, y los hombres pueden juzgar fcilmente por s mismos si esas acciones
son justas o injustas.
No puedo aceptarlo.
No puedes porque ests enferma. Yo tambin estoy enferma, pero al menos
puedo ver una posibilidad de curacin.
Yo slo puedo ver la amenaza de la muerte...
Tal como haban acordado, Judas le bes en la mejilla y la fuerza conjunta de
guardianes del templo y soldados romanos le rode.
A los romanos les dijo, con cierta torpeza:
Soy el rey de los judos.
A los guardianes del templo les dijo:
Soy el Mesas que ha venido a destruir a vuestros amos los fariseos.
Y entonces se lo llevaron, ya condenado, y se inici el ritual definitivo.

CAPITULO SIETE
Fue un juicio sucio, una mezcla arbitraria de normas romanas y normas judas que
no satisfizo por completo a nadie. El objetivo se logr tras varias conferencias entre
Poncio Pilatos y Caifas, y tres tentativas de fusionar sus sistemas legales diversos,
con el fin de resolver la situacin. Ambos necesitaban un chivo expiatorio para sus
diversos objetivos y as se alcanz al fin el resultado y se conden al loco, de un
lado por rebelin contra Roma y del otro por hereja.
Una caracterstica peculiar del juicio fue que los testigos eran todos seguidores
del reo y que parecan, pese a ello, ansiosos de que le condenaran.
Los fariseos aceptaron que se aplicase en aquella situacin y aquel momento el
mtodo romano de ejecucin, y se decidi crucificarle. El individuo tena, sin
embargo, bastante prestigio, por lo que se hara imprescindible utilizar algunos de
los mtodos garantizados de humillacin de los romanos, con el fin de convertirle
ante los peregrinos en una imagen pattica y ridicula. Pilatos asegur a los fariseos
que se cuidara personalmente de ello, pero se asegur tambin de que firmasen
documentos aprobando sus actos.
Los soldados le llevaron entonces al patio del pretorio, y, reunindose all toda la
cohorte, vstenle de prpura y le ponen una corona de espinas entretejidas. Y
comenzaron enseguida a saludarle: salve, oh Rey de los Judos! y al mismo tiempo,
heran su cabeza con una caa, y escupanle, e hincados de rodillas, le adoraban.
Despus de haberse mofado de l, le desnudaron de la prpura y, volvindole a
poner sus vestidos, le condujeron afuera para crucificarle.
(Marcos 15:16-20)

Tena ya el cerebro embotado, por el dolor y por el ritual de humillacin; por


haberse entregado completamente a su papel.
Se senta demasiado dbil para soportar la pesada cruz de madera, y caminaba
tras ella, arrastrndose hacia el Glgota, mientras la llevaba un cirineo al que los
romanos haban obligado a hacerlo.
Mientras avanzaba tambaleante por las calles silenciosas y atestadas de gente,
contemplado por los que haban credo que les acaudillara contra los dominadores
romanos, los ojos se le llenaban de lgrimas, con lo que se le nublaba totalmente la
vista y tropezaba y se sala del camino y los guardias romanos le volvan a l a
empellones.
Eres un individuo demasiado emotivo, Karl. Por qu no usas ese cerebro que
tienes, de vez en cuando, y te analizas.
Recordaba las palabras, pero le resultaba difcil recordar quin las haba dicho y
quin era Karl.
El camino que ascenda por la ladera de la colina, era pedregoso y a veces
resbalaba, recordando otra colina a la que haba subido haca mucho: Le pareca que
entonces era un nio, pero el recuerdo se funda con otros y era imposible
determinarlo.
Respiraba pesada y laboriosamente. Apenas senta ya el dolor de las espinas en
la cabeza, pero todo su cuerpo pareca palpitar al unsono con su corazn. Era como
un tambor.
Anocheca. Se pona el sol. Cay de bruces, hacindose un corte en la cara con
una piedra, cuando llegaba ya a la cima de la colina. Se desmay.
Y le condujeron al lugar llamado Glgoa, que significa lugar de la calavera. All le
daban a beber vino mezclado con mirra, mas l no quiso bebera.
(Marcos 15:22-3)
Apart la copa. El soldado se encogi de hombros y le cogi un brazo. El otro ya
se lo tena cogido otro soldado.
Cuando recuper la conciencia empez a temblar violentamente. Sinti un dolor
intenso al clavrsele las sogas en la carne de las muecas y de los tobillos. Forceje.
Sinti que le colocaban algo fro contra la palma. Aunque slo cubra un pequeo
sector del centro de su mano, pareca muy pesado. Oy un sonido que segua
tambin el ritmo del latir de su corazn. Volvi la cabeza para mirar la mano.
Un soldado que enarbolaba un mazo iba clavando aquel gran clavo de hierro en
su mano mientras l yaca sobre la cruz que an estaba horizontal en tierra. Mir,
preguntndose por qu no senta dolor. El soldado alz ms el mazo cuando el clavo
encontr resistencia en la madera. Err por dos veces, machacndole los dedos a
Glogauer.
Glogauer mir hacia el otro lado y vio que el segundo soldado clavaba tambin.
Era evidente que tambin haba errado varias veces, porque Glogauer tena aquellos
dedos magullados y ensangrentados.
El primer soldado termin de clavar su clavo y pas a ocuparse de los pies.
Glogauer sinti que el hierro se deslizaba taladrando su carne, oy el martilleo.
Utilizando una polea, empezaron a alzar la cruz para ponerla vertical. Glogauer
advirti que estaba solo. No crucificaban aquel da a nadie ms.

Vio claramente las luces de Jerusaln que se extendan abajo. An haba algo de
luz en el cielo, pero no mucha ya. Pronto sera de noche. Haba un pequeo grupo
mirando. Una de las mujeres le record a Mnica. La llam.
Mnica?
Pero se le quebr la voz y slo pudo emitir un susurro. La mujer ni siquiera
levant los ojos.
Senta la presin del cuerpo en los clavos que le sujetaban. Crey sentir un
pinchazo doloroso en la mano izquierda. Sangraba mucho, al parecer.
Era extrao, reflexion, que hubiese de ser l quien estuviese all colgado. Aquel
era el acontecimiento que haba ido a presenciar. No haba duda, s. Todo haba
salido perfectamente.
Aument el dolor de la mano izquierda.
Baj la vista hacia los guardias romanos que jugaban a los dados al pie de su
cruz. Parecan absortos en su juego. No poda ver las marcas de los dados desde
aquella altura.
Suspir. El movimiento del pecho pareci lanzar una tensin suplementaria hacia
las manos. El dolor era ya muy intenso. Pestae e intent aliviar de algn modo
aquel dolor apoyndose contra la madera.
El dolor empez a extenderse por todo el cuerpo. Rechin los dientes. Era
espantoso. Jade, grit. Forceje.
Ya no haba luz alguna en el cielo. Tapaban las estrellas y la luna espesas nubes.
De abajo llegaron voces susurradas.
Bajadme dijo. Bajadme, por favor!
Le inundaba el dolor. Se ech hacia adelante, pero nadie le liberaba.
Poco despus, alz la cabeza. El movimiento hizo que volviese el dolor y empez
de nuevo a forcejear en la cruz.
Bajadme. Por favor. Basta ya!
Toda su carne, todos sus msculos y tendones y huesos de su cuerpo estaban
sumergidos a un nivel casi imposible de dolor.
Saba que no sobrevivira hasta el da siguiente, como haba pensado que podra.
No haba comprendido la magnitud de su dolor.
Y a la hora nona exclam Jess, dando un fuerte grito: "Elo, Elo, Jama sabacfani"
que signfica: Dios mo, Dios mo! Por qu me has desamparado?
(Marcos 15:34)
Glogauer tosi. Fue un sonido seco, apenas audible. Debajo de la cruz, los
soldados le oyeron, porque el silencio de la noche era ya muy intenso.
Es curioso dijo uno. Ayer le adoraban. Hoy parecan desear que le
matramos... hasta los que estaban ms prximos a l.
Tengo ganas de dejar este pas dijo otro.
Oy de nuevo la voz de Mnica.
Son la debilidad y el miedo, Karl, los que te llevan a eso. El martirio es vanidad.
Es que no te das cuenta?
Debilidad y miedo.
Tosi otra vez y volvi el dolor, pero ms apagado.

Justo antes de morir, empez a hablar de nuevo, murmurando palabras hasta que
qued sin aliento.
Es mentira. Es mentira. Es mentira.
Ms tarde, despus de que robasen su cadver los siervos de doctores que crean
que deba tener propiedades mgicas, corri el rumor de que no haba muerto. Pero
el cadver estaba ya pudrindose en las salas de diseccin de los mdicos y muy
pronto estara destruido.

ADIS MIRANDA

Adis, Miranda
Adis, Miranda.
Miranda.
Giraba y planeaba sobre el agua gris como un ave marina. Estaba completamente
loco.
Adis, Miranda.
Su quejumbrosa risa era desagradable, en contraste con los sonidos del mar.
Contenia excesivo dolor. Quien la oa, slo poda reaccionar contra semejante
sonido, intentar que cesara lo antes posible. Pero no podan cogerle. Nicholas saba
volar.
Miranda!
Ojal tuviese un arma, Miranda.
Le mataras, padre?
Pues claro que le matara. Por qu har esto?
Porque est loco, padre. Le matars si consigo un arma?
Claro que s. Es insoportable. Nos est atormentando deliberadamente.
Le amaba.
Ya lo s. Le amaste. Pero eso no excusa el que venga a rondar aqu aullando.
Como un pjaro de mal agero, que es lo que parece.
Es amor, padre... amor hecho locura. Habra que pegarle un tiro. Creo que es lo
que quiere.
Por lo menos es lo que quiero yo.
Seguan all encerrados, en la casita del promontorio. No queran salir. El llevaba
fuera ya dos das y dos noches. El loco volador. Bueno, no debera haberles contado
lo de aquella... levitacin... debera habrselo guardado para l solo. Un hombre no
tiene por qu saber. Pero una vez que sabe, ha de actuar en consecuencia. El no
poda dejar que su hija se casara con un, un... espectro.
Y ahora mira lo que haba pasado. Al fin haba dado con ellos. Miranda ya haba
dicho que les encontrara.
Dios mo, si al menos tuviera un arma...
Por favor, sal y dime adis, Miranda.
Estaba otra vez en el tejado.
Soy yo... Nicholas.
Junto a la chimenea, s, chillando con voz estertrea, como si fuera un pjaro.
Dime adis, Miranda.
Ella se tap los odos. Tena la cara crispada por el dolor que le causabe la voz de
l. Un dolor fsico.
Detnle, padre!
Cmo? Si tuviera un arma... le matara a tiros.

Tenemos que conseguir un arma.


Dnde? Dnde podemos conseguir un arma?
Tendrs que ir al pueblo.
Estando l ah fuera no.
Oh, Miranda. Slo adis.
Adis, adis, adis! Vete, Nicholas! Vete! Por favor!
Lo mismo dijiste ayer.
S, pero maana ir. Es que l no duerme?
Miranda! Adis!
Salt sobre su padre, desgarrando con sus plidas manos.
Vete, padre. Consigue el arma! Un arma! Un arma!
Maana dijo el padre, forcejeando con ella. Estte quieta ya. Dije que iba
maana y lo har.
Sus dedos amarillos la agarraron con fuerza.
Basta ya, Miranda!
El arma!
Vete Nicholas!
Su respiracin era un rumor apenas audible. Estaba sucia, con la cara arrugada,
el cuchillo an en la mano. La sangre de su padre empapaba el cadver de su padre.
Slo adis, Miranda. Nada ms. Te quiero.
Su cuerpo delgado se estremeci.
Fue hacia la puerta, caminando con mucho cuidado. Estir el brazo hacia el
cerrojo y la manga marrn de su vestido se desliz por un brazo magullado.
Descorri el cerrojo.
Vete, Nicholas!
Le lleg la voz de l de entre las nubes rotas.
Miranda!
El aire era cortante, tan cortante como su voz.
Alz la vista sobre el tejado de la casa y vislumbr su cuerpo loco volando muy
deprisa, planeando. Oy pasar su cuerpo sobre ella, le vio girando sobre el mar, oy
la voz, aguda, dolorida: Adis, Miranda. Y advirti que el corazn golpeaba con
fuerza su carne bajo el pecho. Cogi el cuchillo.
Miranda!
Oh... dijo, cuando el cuchillo la atraves y empez a desplomarse, primero
contra la balanceante puerta, luego hacia atrs. Cay con ruido sordo sobre las
piedras del suelo.
Cuando l volvi, vio que la luz se derramaba por la puerta, libre ya de la casa,
perdindose en la noche. Aterriz junto a la puerta, pero estaba fsicamente
demasiado dbil para caminar, as que entr en la casa deslizndose y vio los
cadveres.
Qued desconcertado. Su rostro oscuro, ajado y flaco, se agit con el esfuerzo de
pensar, pero el pensar ya no estaba a su alcance.
Miranda?
Movi despacio la cabeza, pero de nada sirvi.
Su cuerpo retrocedi, cruz la puerta, deslizndose a unos centmetros del suelo.

Adis, Miranda.
Se fue volando, gritando an, aunque, extraamente, en el grito ya no haba
dolor.

FLUJO

Max File se ech hacia delante y dirigi una pregunta impaciente hacia el
compartimento del conductor.
Cunto falta para que lleguemos? Luego record que aquel coche no tena
conductor. Normalmente, como comandante en jefe de la Fuerza Nuclear Defensiva
Europea, se permita el lujo de un chfer, pero aquel da su lugar de destino era
secreto y ni siquiera l lo saba.
El plan de ruta estaba guardado en la computadora del controlador automtico
del vehculo.
Se retrep en el asiento, considerando que era intil preocuparse.
El coche dej la Ruta Principal como unos ochocientos metros antes de llegar al
circuito central de trfico, que lanzaba vehculos y mercancas al sistema urbano
circundante como una gigantesca rueda giratoria. El coche se diriga a los sectores
ms viejos de la ciudad, los ms prximos al suelo. File agradeca esto, aunque no
se lo confesase a s mismo. Sobre l segua an aquel zumbar que abarcaba todo el
horizonte y aquel vibrante murmullo de aquel paraso de ingenieros, pero era, al
menos, ms difuso. El ruido era de igual intensidad, pero ms catico. Y a File le
resultaba por ello ms agradable. El coche se vio obligado a detenerse por dos
veces, ante las densas avalanchas de peatones que brotaban de las estaciones
ferroviarias pblicas a presin, las caras crispadas y sudorosas, camino del trabajo.
File se mantena impasible en estas paradas, aunque ya iba con retraso a la
reunin. Qu sentido poda tener, se preguntaba, aquel Garganta que se asentaba
aullando sin cesar, sobre el continente? Jams dorma; nunca cesaba de aullar,
orgulloso, su propio poder. Y por muy benvola que Europa fuese hacia sus cientos
de millones de habitantes, no haba duda de que estos eran, todos y cada uno, sus
esclavos.
Cmo habra surgido, cul sera su fin? El exceso de desarrollo era ya tan notorio
internamente que los seres humanos apenas encontraban sitio para vivir all.
Mirando desde el espacio, pensaba, no deban verse seres humanos. Deba parecer
slo una mquina de movimientos rpidos y maravillosa potencia, sin ningn
objetivo.
Max File no tena gran fe en la capacidad de la Comunidad Econmica Europea
para prolongar indefinidamente su existencia. Se haba desarrollado muy deprisa,
pero lo haba hecho sola, sin las ventajas de una planificacin humana racional. Por
eso podan percibirse ya, pensaba, las semillas del derrumbe inevitable.
Pacientemente, el coche se lanz a toda marcha a travs de la multitud, enfil un
canal despejado y sigui luego su complicada ruta. Ms tarde, se abri camino por
un laberinto de seales, direcciones y cruces elevados antes de parar frente a un
pequeo edificio de tres plantas que posea un spero pero slido sello de autoridad.
Haba guardias a la entrada, claro indicio de la gravedad de la emergencia. File
fue escoltado hasta la quinta planta. All le hicieron pasar a una cmara sin
ventanas, con artesonado de madera e iluminacin agradable y prdiga. En la mesa
oval se haba reunido ya el gobienro de la Comunidad Econmica Europea, que
esperaba silencioso su llegada. Los ministros alzaron la vista cuando entr.
Constituan un grupo extraamente tranquilo y serio, con sus clsicos trajes,

todos oscuros, el papel en blanco ante ellos en limpios cuadrados. Predominaba una
atmsfera de prudente contencin. La mayora de los ministros slo dirigieron a File
cabeceos distantes cuando entr y luego bajaron parcamente los ojos, como antes.
File devolvi los cabeceos. Les conoca a todos, aunque no ntimamente. Todos
tendan siempre, por alguna razn, a guardar las distancias con l, pese a la elevada
posicin de que disfrutaba... y a la que pareca destinado desde la niez.
Slo el primer ministro, Strasser, se levant a darle la bienvenida.
Sintese File, por favor dijo.
File estrech la mano que le ofreca el viejo y luego se dirigi a su sitio. Strasser
empez a hablar de inmediato; era evidente que pretenda que la reunin fuese
breve y fructfera.
Como todos sabemos empez, la situacin en Europa ha llegado al borde de
la guerra civil. Sin embargo, la mayora de nosotros sabe tambin que no estamos
hoy aqu para analizar un plan de accin. Me dirijo especialmente a usted, File.
Estamos aqu para comprender nuestra posicin y para proponer una misin.
Strasser se sent e hizo un gesto protocolario al individuo que estaba a su
derecha. Standon, plido y huesudo, inclin la cabeza hacia File y dijo:
Cuando nos sentamos por primera vez a analizar este problema, pensamos que
no difera de las dems crisis de la Historia... consideraramos primero los objetivos
y la intencin de las facciones polticas y econmicas enfrentadas, y luego,
decidiramos a quien respaldar y a quien combatir. Pronto descubrimos nuestro
error. Comprendimos primero que Europa es slo una entidad poltica, no una
entidad nacional, con lo que desaparcela la base ms elemental de actuacin.
Luego intentamos abarcar todo el sistema que consideramos Europa... y
fracasamos. Europa es inviable como una economa industrial!
Hizo una pausa y pareci brotar justo debajo de la superficie de su cara una
extraa emocin. Se agit inquieto y sigui luego con tono ms firme.
Somos el primer gobierno de la Historia que tiene conciencia de no saber
controlar los acontecimientos y est dispuesto a admitirlo. El continente que
tenemos a nuestro cargo se ha convertido en el fenmeno ms descomunal,
complejo y tenso que haya existido jams en la superficie del planeta. No sabemos
controlarlo, como no sabemos controlar el mecanismo que rige el crecimiento de un
organismo vivo concreto. Algunos somos de la opinin de que la industria europea
se ha convertido en realidad en un organismo vivo... pero un organismo que no tiene
la sensatez y la certeza de un buen desarrollo que tiene un organismo natural. Naci
al azar y sigui luego sus propias leyes. Hay uno entre nosotros indic al severo
Brown Gothe, que se sentaba al otro lado de la mesa que compara a Europa con
un cncer.
A File le pareci curiosa la gran similitud que haba entre las conclusiones del
ministro y sus propios pensamientos de unos minutos antes.
Europa sufre de compresin continu Standon. Todo est tan presurizado,
energas y procesos estn tan slidamente apoyados unos en otros, que todo el
sistema se ha fundido en un plenum slido. En el plano poltico, no hay
sencillamente espacio para maniobrar. No podemos determinar, por tanto, el curso
de los acontecimientos ni por computacin ni por clculo ni por sentido comn, y no
podemos conocer las consecuencias de ninguna accin determinada. En suma,
ignoramos por completo el futuro, participemos o no en l.
File ech un vistazo a los reunidos. La mayora de los ministros an contemplaban
pasivamente sus cuadernos de notas. Uno o dos, con Strasser y Standon, le miraban
expectantes.

Yo he llegado a la misma conclusin dijo. Pero supongo que habrn decidido


ustedes algo.
No dijo vigorosamente Standon. Esa es la base del asunto. Si las cosas
estuviesen tan claramente definidas, no habra este problema... no tendramos ms
que elegir uno de los dos campos. Pero no hay dos facciones... hay tres o cuatro...
tres o cuatro, con ms de fondo. La idea misma de qu es mejor pierde sentido
cuando no sabemos lo que va a pasar. Lgicamente, el nico criterio de lo
indeseable es la destruccin de la Comunidad, pero incluso en tal caso, quin
sabe? Quiz nuestro crecimiento haya llegado a ser tan monstruoso que no
tengamos ya posibilidad de seguir existiendo. No hay ideales que nos guen y, en
cualquier caso, ya no hay una direccin deliberada en lo que a Europa se refiere.
Standon apart los ojos de File y pareci meditar un instante.
Podan aadir dijo, que despus de disponer de varias semanas para pensar
sobre el asunto, opinamos que ha sucedido siempre esto en los asuntos polticos. Lo
que le dio al estadista del pasado la ilusin de que tena libertad para determinar los
acontecimientos, fue slo el que quedaba espacio libre an para maniobrar. Ahora
ya no lo hay, y la ilusin se ha disipado, y nos damos cuenta de nuestra impotencia,
y todo resulta mucho ms aterrador, al mismo tiempo.
Hizo otra pausa, se encogi de hombros, y luego continu:
Por ejemplo, Europa, debido a su inmensidad, podra absorber gran nmero de
explosiones nucleares de fusin y seguir funcionando. No hace falta que aada que,
en el momento actual, puede adquirir tales armas cualquier empresa grande.
Creemos incluso que hay algunas bombas de pequea potencia en manos de grupos
minoritarios.
File reflexion con la mayor tranquilidad posible. De pronto, la crisis haba saltado
los lmites de las consideraciones prcticas para caer en los dominios de la filosofa.
Pareca absurdo, pero no caba ms que admitir el hecho.
File apreciaba la cautela de aquellos hombres tan serenos. Tema como ellos la
tirana, pero haba muchas advertencias en la Historia contra las medidas
preventivas precipitadas. Fue para evitar la tirana para lo que asesinaron a Csar
los conspiradores, y al cabo de unas horas, las consecuencias de su estpida accin
haban sumergido al estado en un caos aterrador peor an de lo que ellos haban
imaginado. Los ministros tenan razn: no haba lo que llaman voluntad libre, y el
estado slo era manejable si era tan simple como para no salirse nunca de sus
rales.
Supongo que se habr hecho todo lo posible por intentar determinar el curso de
los acontecimientos dijo. Que se habr recurrido a la ciberntica...
Standon le dirigi una sonrisa tolerante.
Se ha hecho todo dijo.
Como si esto fuese una clave, habl un tercer hombre. Appeltoft, cuyo sector
concreto era el de la ciencia y la tecnologa, era ms joven que los otros y algo ms
apasionado. Alz la vista para dirigirse a File.
Nuestra nica esperanza estriba en destruir a tiempo como se estructuran los
acontecimientos... esto puede parecer sumamente terico, considerando que se
trata de un problema grave y real, pero as estn las cosas. Con el fin de emprender
una accin eficaz en el presente, es necesario que conozcamos antes el futuro, y
esta es la misin que pensamos encomendarle a usted. El Complejo Investigador de
Ginebra ha descubierto un medio de depositar a un hombre unos cuantos aos en el
futuro y volverle a traer. Le enviaremos a usted a diez aos en el futuro para que

descubra qu va a suceder, cmo van a evolucionar los acontecimientos. Luego


volver usted, y nos informar de lo que descubra y utilizaremos esa informacin
para encauzar nuestras acciones y tambin para analizar, cientficamente, las leyes
que rigen el discurrir del tiempo. Esperamos dar as con un mtodo de gobierno
humano que puedan utilizar las generaciones futuras y eliminar, quizs, el elemento
azar de los asuntos humanos.
A File le impresionaba mucho aquel mtodo tan directo y tan poco convencional
que haba adoptado el Gabinete para resolver su dilema.
Saldr usted inmediatamente le dijo Appletoft, interrumpiendo sus
pensamientos. Despus de esta conferencia, volaremos usted y yo a Ginebra,
donde los tcnicos tienen dispuesto el aparato.
Y aadi, con una sombra de amargura en la voz:
Hubiese preferido ir yo mismo, pero... se encogi de hombros e hizo un dbil
gesto de decepcin, indicando al resto del Gabinete.
Una pregunta dijo File. Por qu me han elegido a m?
Los ministros se miraron. Habl Starsser.
El motivo es su educacin, Max dijo respetuoso. Las dificultades con que
nos enfrentamos ahora empezaron a aparecer hace una generacin. El gobierno de
entonces decidi educar a un pequeo grupo de nios segn un nuevo sistema
pedaggico. El propsito era lograr individuos capaces de comprender con detalle y
abarcar la inmensidad de la civilizacin moderna, a travs del aprendizaje
compulsivo de cada materia. El experimento fue un fracaso. Todos los compaeros
suyos perdieron la razn. Usted sobrevivi, pero no se convirti en el producto que
habamos previsto. Para impedir un desequilibrio mental se elimin, en su caso, por
medios hipnticos, gran parte de la informacin inoculada. El resultado es usted tal
como es: un super-diletante, con una profunda curiosidad y una capacidad
realmente grande de mando. Le asignamos el puesto que ostenta en la actualidad, y
nos olvidamos totalmente de usted. Ahora es la persona ideal para nuestros
propsitos.
File sinti un sobresalto en su interior: sobre todo porque aquel relato coincida
perfectamente con sus propias sospechas respecto a sus orgenes. Consigui
recuperarse de la sorpresa y no sumergirse en la introspeccin.
As que fui el nico que consigui superarlo. No entiendo por qu.
Standon mir fijamente a File a la tenue luz. Una vez ms aquella extraa capa de
emocin pareci agitarse en l, por debajo de sus rasgos, pero sin afectar a los
msculos ni a la piel.
Por su tenacidad, seor File. Porque suceda lo que suceda, tiene usted
capacidad para dar con una salida.
File sali del edificio an ms consciente de sus especulaciones que antes.
Appletoft sali con l, y el coche les llev suavemente hacia el centro areo ms
prximo.
Ahora tena ya un clavo del que colgar sus pensamientos. El orden de sucesin
del tiempo. S, no haba duda de que la explicacin de los titnicos fenmenos a
travs de los cuales le estaban llevando, se hallaba en el orden de sucesin del
tiempo.
Mir a su alrededor, comprobando lo literalmente cierto que era lo que acababan
de explicarle los ministros.

Tras la formacin de la Comunidad Econmica, a la que acabaron incorporndose


todos los pases europeos, haba aumentado fantsticamente la capacidad del
continente. El desarrollo econmico se haba potenciado tanto, que lleg a hacerse
imprescindible apuntalar toda la estructura desde abajo. Poco a poco, este
apuntalamiento lleg a hacerse inmenso, hasta que la Comunidad qued ligada al
suelo, un monstruo rgido e inmutable, canturreando y bramando de energa.
No se haba materializado siquiera la airosa promesa arquitectnica del siglo
anterior. Las construcciones ante las que pasaba el vehculo tenan un aire de
pesadez wagneriana y bloqueaban la luz del sol.
Se volvi a Appletoft:
As que dentro de una hora estar a diez aos en el futuro. Es una proposicin
absurda!
Appletoft se ech a rer, como para indicar que perciba la paradoja.
Pero, dgame continu File. Ignoramos la naturaleza del tiempo hasta el
punto que me dijo y podemos llegar, sin embargo, a viajar en l?
Sabemos ms de lo que usted cree sobre la naturaleza del tiempo, lo que
ignoramos es su estructura y su orden le explic Appletoft. Lo que nos permite
transmitir a travs del tiempo, no nos da ninguna clave de esto... en realidad, nos
indica que no hay orden de sucesin en el tiempo, lo que es prcticamente absurdo.
Appletoft hizo una pausa. Su actitud hacia File haca pensar a ste que el
cientfico an no aceptaba la idea de que no le dejasen ser el primero que viajase en
el tiempo, aunque intentase ocultarlo. File no se lo reprochaba, desde luego. Cuando
un hombre ha trabajado fanticamente por algo, debe ser un golpe serio ver que un
completo desconocido se aprovecha de los frutos de su trabajo.
Persisten dos teoras continu al fin Appletoft. La primera, que es la que yo
apoyo, es el enfoque racional de sentido comn: pasado, presente y futuro
sucedindose en una lnea interminable, en la que cada acontecimiento tiene una
posicin definida. La idea no se ha prestado, por desgracia, a la formulacin
matemtica. La otra idea, que sostienen algunos de mis colegas, es la siguiente: El
tiempo no es en absoluto un flujo que avanza hacia delante. Existe como una
constante: todas las cosas estn sucediendo en realidad al mismo tiempo, pero los
seres humanos an no han logrado percepciones innatas que les permitan verlo as.
Imagnese un escenario circular con una sucesin de elementos desarrollndose en
torno, representando, digamos, periodos de la vida de un hombre. En ese caso, los
interpretaran distintos autores, pero, en la realidad del tiempo, es el mismo hombre
quien interpreta todos los papeles. Segn esto, una alteracin de una escena afecta
a todas las escenas subsiguientes, en circulo completo hasta el principio.
As que el tiempo es cclico... lo que hagas en el futuro puede influir en tu
pasado futuro, como si dijsemos?
S, segn la teora... Se han deducido algunas frmulas, pero no son totalmente
correctas. Todo lo que sabemos, en realidad, es que podemos llegar a depositarle a
usted en el futuro y probablemente volver a traerle.
Probablemente! Han tenido fallos?
El 33 por ciento de los animales que utilizamos en los experimentos no
volvieron dijo tranquilamente Appletoft.
Desde el centro areo, tardaron menos de una hora en llegar al complejo
investigador de Ginebra. Desde el receptor areo del tejado, Appletoft le condujo
hasta los laboratorios subterrneos, recorriendo un trayecto de casi un kilmetro
hacia abajo. Por ltimo, sac del bolsillo una anticuada llave-cadena, unida a una

pequea radio-llave. Accion el mecanismo y a unos metros de ellos se abri una


puerta.
Entraron en una cmara pintada de azul con las paredes cubiertas de lo que
parecan entradas de programas computados. All estaban esperando varios
tcnicos vestidos de blanco.
En el centro de la habitacin haba una silla, instalada sobre un pedestal. Un
pequeo brazo giratorio contena una cajita con indicadores e instrumentos sobre
las superficies externas. Pero lo ms notable eran tres barras traslcidas que
parecan irradiar desde detrs de la silla, una dirigida totalmente en linea recta
hacia arriba, y las otras dos en ngulos rectos a ambos lados.
El suelo estaba cubierto de bastidores en los que se apoyaba una red de hlices y
canales electrnicos semiconductores, que salan de la silla como tela de araa. File
intent interpretar la instalacin en la jerga seudocientfica, que era su medio de
comprender la tecnologa contempornea. Electrones... indeterminacin. .. para
qu seran aquellas tres varillas?
Este es el aparato de transmisin en el tiempo le dijo Appletoft sin
prembulos. El aparato concreto permanecer aqu en el presente: slo se
transmitir en el tiempo esa silla, con usted encima.
As que lo controlarn todo ustedes desde aqu?
No exactamente. Ser un "vuelo potenciado", como si dijsemos, y llevar
usted los controles. Pero la unidad energtica seguir aqu. Si la misin se complica,
puede que podamos hacer algo y puede que no. Probablemente ni siquiera lo
sepamos. Las tres varillas acopladas a la silla, representan las tres dimensiones
espaciales. Cuando giren fuera del verdadero espacio, empezar el movimiento en
el tiempo.
Cruzando con cuidado entre los bastidores, llegaron a la silla. Appletoft explic
para qu servan los controles y los instrumentos.
Este es el indicador de velocidad... no podr usted controlarlo, es todo
automtico. Este mando de aqu es el de "parada" y "arranque"... est indicado,
como puede ver. Y ste indica el punto en el tiempo que ocupa usted, en aos, das,
horas y segundos. Todo lo dems est programado. Como ve, ahora el marcador
indica cero. Cuando llegue usted, indicar aproximadamente diez aos.
Unidad de tiempo, verdad? repuso File. Lo que podra tener dos
significados, segn lo que acaba usted de explicarme.
Es usted astuto dijo Appletoft con un cabeceo. Desde un punto de vista
pragmtico, mi visin pesonal del tiempo en lnea recta est ms prxima al
funcionamiento del transmisor temporal. Y, de cualquier modo, es ms fcil de
entender.
File estudi el aparato, casi un minuto, sin decir palabra. El silencio se
prolongaba. Aunque l no se diese cuenta, creca la tensin.
Bueno, no podemos seguir as eternamente cort Appletoft con sbita
ferocidad. Pongamos en marcha este trasto! No disponemos de todo el da!
File le mir con perplejo reproche.
Perdneme dijo Appletoft tranquilizndose, pero si viese usted la envidia
que le tengo. Ser el primero que tenga oportunidad de descubrir el secreto del
tiempo, que es el secreto del universo mismo.
Bueno, pens File, contemplando la cara vivaz y flaca del joven ministro, si
hubiese tenido su resolucin, podra haber sido un cientfico y haber hecho
descubrimientos en vez de ser un diletante de mierda.

Un diletante murmur en voz alta.


Eh? dijo Appletoft. Bueno, adelante, empecemos.
File se coloc en el asiento de la parte posterior de la silla. Unas lentes de cmara
apoyadas en los hombros.
Sabe usted lo que tiene que buscar? pregunt por fin Appletoft.
Por supuesto. Adems... tengo tantas ganas de ir como usted.
Entonces de acuerdo. La mquina est lista. Presione la palanca de "puesta en
marcha". Pasar automticamente a "parada" al final del viaje.
File obedeci. Al principio no pas nada. Luego le dio la impresin de que las
varillas traslcidas, que poda ver por el rabillo del ojo, giraban en el sentido de las
agujas del reloj, aunque no pareciesen cambiar de posicin. La estancia pareca
girar al mismo tiempo en direccin opuesta... se trataba de nuevo de movimiento
sin cambio de posicin.
El efecto era exactamente como el de haber bebido demasiado. File se senta
mareado. Mir el indicador de velocidad. Un minuto por minuto... marcando tiempo!
Uno y medio, dos...
El laboratorio se esfum con un extrao parpadeo. Estaba en una neutra niebla
gris, abandonado a las sensaciones.
La primera sensacin fue la de que participaba en el movimiento rotatorio... que
le impulsaba con fuerza hacia la izquierda. Al aumentar su ngulo con la vertical,
aument la segunda sensacin: un impulso creciente, una velocidad acumulada
hacia un destino sin nombre.
000001.146.15.0073... los nmeros se deslizaban deprisa a la derecha, despacio
a la izquierda. 000002-3-4-5-6-7.
Luego, volvi la nusea, la sensacin de estar girando.. .en la otra direccin ya.
Las luces le cegaban.
000010.000.00.0000
En cuanto se acostumbr a ella, la luz pas a resultar en realidad poco intensa.
An estaba en el laboratorio, pero el laboratorio estaba desierto, iluminado por luces
de emergencia que brillaban dbilmente en el techo. No estaba en ruinas, no haba
indicio alguno de violencia, pero aquello llevaba tiempo deshabitado, era evidente.
Baj de la silla, se dirigi a la puerta, utiliz la radio-llave que le haba dado
Appletoft, sali y cerr luego la puerta. Sigui por el pasillo, cruz los otros
departamentos.
No poda estar desierto todo el recinto, slo haban transcurrido diez aos. Deba
haber sucedido de pronto algo terrible.
Frunci el ceo, irritado consigo mismo. Claro que tena que haber ocurrido algo,
por eso estaba all.
Las calles de los niveles altos de Ginebra estaban tambin desiertas. Divis a lo
lejos las cimas de los montes, que asomaban entre las carreteras metlicas. Faltaba
el estruendo de la ciudad. Se oan algunos ruidos, pero eran apagados e irregulares.
Al montar en una rampa intermedia, vio a una o dos personas, solas. Nunca haba
visto tan poca gente. El medio ms rpido de averiguar lo sucedido sera localizar la
biblioteca y leer algo sobre la historia reciente. Eso podra darle alguna pista.
Lleg al edificio que se alzaba a travs de varias capas de calle desierta. Sobre la
entrada haba un inmenso letrero negro que deca:
HOMBRES SOLO

Desconcertado, File entr en la fresca penumbra y se acerc al tenso joven de la


ventanilla de informacin.
Perdone dijo, y dio un respingo al ver que el individuo sacaba una pistola de
debajo del mostrador y le apuntaba.
Qu quieres?
He venido a consultar textos recientes que traten del desarrollo de Europa en
los ltimos diez aos dijo File.
El joven frunci los finos labios. Sin dejar de apuntarle con el arma, dijo:
Desarrollo?
Soy un investigador serio... lo nico que quiero es conseguir cierta informacin.
El joven dej el arma y, con una mano, puls las teclas de un archivador. Sac dos
tarjetas y se las entreg a File.
Planta quinta, sala 543. La llave es sta. Cierre la puerta cuando entre. La
semana pasada, un grupo de mujeres consigui atravesar las barricadas y
estuvieron a punto de achicharrarnos. Se ve que les gusta la carne precocida.
File frunci el ceo pero no dijo nada. Se dirigi hacia los ascensores.
No sabes demasiado de nuestra biblioteca para ser un investigador dijo el
joven. El ascensor lleva ya cuatro aos sin funcionar. Las mujeres controlan todas
las fuentes bsicas de energa.
An en un dilema, File subi andando hasta la quinta planta, localiz la sala que
quera, abri la puerta, entr, cerr luego con llave...
Se sent ante el visor, puls los botones adecuados en el cuadro de mandos y
empezaron a aparecer las pginas en la pantalla.
'Mmmmmm... Veamos... Investigaciones de los miembros de la Fundacin
Dalmeny. Artculo VII: RESULTADOS PARCIALES DEL EXPERIMENTO BAVARO...
Guerra civil inminente, el Consejo la evita de modo temporal prometiendo que a
travs de la investigacin podran satisfacerse las peticiones de que se diese
solucin a los problemas de la Sobrecompresin. Esto, como hoy sabemos, era una
maniobra de obstruccin, pues, ms tarde, admitieron que no tenan capacidad para
predecir el resultado de ninguna tendencia. La faccin encabezada por el difunto
Stefan Untermeyer, una de las ms poderosas, exigi que se le permitiese llevar a
cabo un experimento controlado.
El Consejo, impotente, cedi al fin y se seleccion una gran parte de Baviera
para que pudiese realizarse el plan de la faccin Untermeyer. Este plan exiga la
segregacin sexual. Se separaba a hombres y mujeres y se aplicaba a ambos un
psicocondicionamiento intensivo destinado a que odiasen al sexo opuesto. Luego se
aprobaron leyes que castigaban con la pena de muerte, el contacto con el sexo
opuesto. Esta ley hubo de aplicarse con frecuencia, aunque no con la que en
principio se haba imaginado. Curiosamente Untermeyer fue uno de los primeros a
quienes hubo de aplicarse la ley.
Resulta difcil hoy realizar una valoracin clara de los resultados de este
experimento (del que tan deprisa se perdi el control y que condujo a una verdadera
guerra entre los sexos, an vigente, con tantos casos de canibalismo en que cada
sexo considera perfectamente legal devorar a los miembros del otro) pero es
evidente que las medidas de reasimilacin han tenido hasta ahora escaso xito y
que, dado que este credo se ha extendido ya por Alemania, Escandinavia y por
todas partes, es muy probable que se produzca una reduccin espectacular de la
vida en el norte de Europa. A la larga, claro est, se producir una repoblacin
cuando las hordas nmadas de Francia y Espaa presionen hacia el norte. Europa,

una vez arruinada, ser presa fcil de conquista, y cuando Amrica y el Oriente
Unido pongan fun a sus pleitos, por la fuerza o por la negociacin pacfica, la nica
salvacin de Europa quizs sea ponerse al abrigo de una de esas potencias. Aunque,
como sabemos, ambas potencias tienen problemas similares a los de esta Europa
agonizante.
File frunci los labios, consult la otra tarjeta y puls una serie de teclas.
Nadie podra haber predicho esto. Pero parece que an empeorar la situacin.
Veamos qu es esto: RESULTADOS DEL COMIT VINER PARA LA INVESTIGACIN DE
LA DESINTEGRACIN SOCIAL EN EL SUR DE EUROPA.
Los objetivos del Comit eran los siguientes: Investigar la desintegracin de la
sociedad europea pre-experimental en el sur de Europa y proponer medidas para
reorganizar la sociedad y convertirla en un conjunto operativo.
Como es del dominio pblico, el Consejo Europeo concedi permiso al Grupo de
Faseo Demogrfico para realizar un experimento en Grecia. El grupo, utilizando los
principios de la animacin suspendida, descubiertos unos aos antes por
Batchovski, introdujo un control absoluto de la natalidad y coloc a tres cuartas
partes de la poblacin griega en animacin suspendida, considerndose que la otra
cuarta parte sera suficiente para desempear los servicios pblicos y sociales y as,
razonando, muy racionalmente al parecer, que de este modo se evitara una mayor
explosin demogrfica, el exceso de poblacin sera menor y podra aminorarse el
crecimiento de nuestra sociedad. Despus de un tiempo, pasara la primera cuarta
parte a animacin suspendida y sera sustituida por la cuarta parte siguiente, etc.
Este proceso fsico, pareca la solucin ms razonable al llamado Problema de
Europa.
Sin embargo, al librar a la poblacin de la claustrofobia, el sistema produjo un
efecto de agorafobia extrema. La gente, acostumbrada a vivir muy agrupada,
empez a mostrarse inquieta y la tensin que haba precedido a la aplicacin del
Experimento del Grupo de Paseo Demogrfico, se orient por nuevos canales. Las
masas, con indicios de neurosis extrema completamente enloquecidas y sordas a
cualquier razn, atacaron las llamadas Bvedas de Animacin Suspendida y
exigieron la liberacin de sus parientes y amigos. Las autoridades intentaron
dialogar, pero, en el tumulto que sigui, fueron o asesinadas o puestas en fuga. Las
masas, incapaces de manejar las mquinas que mantenan al resto de la poblacin
en animacin suspendida, las destruyeron, matando a los que haban intentado
despertar.
Cuando el Comit lleg al sur de Europa, se encontr con una sociedad en
decadencia. Se haban hecho pocas tentativas de remontar la situacin, la gente
viva en las aglomeraciones urbanas, inmensas y despobladas, en pequeos grupos,
combatiendo el azote de las bandas errantes de Francia, Espaa e Italia, donde un
fantico religioso haba iniciado antes, inesperadamente, una guerra santa contra
una sociedad automatizada pero manejable. Este movimiento de "vuelta a la
naturaleza", creci como bola de nieve. Se destruyeron las instalaciones energticas
y se importaron millones de toneladas de tierra de frica para sepultar las ruinas. En
el caos que sigui, la gente se disputaba por la fuerza, los escasos restos de
alimentos que podan cultivarse en la tierra seca importada y en los Espacios de
Vacaciones. Inglaterra, que sufra ya los efectos de este desastre y no poda obtener
suministros suficientes para alimentar de modo adecuado a su propia poblacin,
envi ayuda al principio, pero se vio obligada a prescindir de esta medida para
resolver sus propios problemas: La propagacin sbita de una enfermedad
desconocida, similar al tifus, que, segn se descubri, haba llegado a travs de

unos refugiados yugoeslavos, vctimas de la introduccin en el mercado de un


producto alimenticio sinttico que contena los grmenes. Cuando llegamos al sur de
Europa, se haban desintegrado los servicios pblicos de todo el continente y slo la
Fundacin Dalmeny (que nos haba patrocinado) y media docena de grupos menores
bien organizados, lograban mantener realmente alguna actividad acadmica...
File iba leyendo estos textos deprimentes, plido y serio. Comprob
minuciosamente los documentos una y otra vez; se retrep en su asiento y medit.
El carcter brutal de los experimentos le dejaba atnito. No poda haber mejor
confirmacin de lo que se haba dicho en la reunin del Gabinete, y le haca dudar
ya de que pudiese hacerse algo para evitar la catstrofe. Si tan ciegos y necios eran
los hombres, cmo iba a poder salvarles ni siquiera la mente incisiva de Appletoft?
An suponiendo que lograse hacer un anlisis claro y manejable de los
acontecimientos, a partir de la informacin obtenida por File...
Comprenda que ese aspecto del asunto quedaba fuera de su competencia y
quizs la confianza de Appletoft tuviese sentido. Se apresur a regresar al
laboratorio, mont en la silla de la mquina del tiempo y apret la palanca de
"puesta en marcha". 000009.000. 0000003...
Pronto le rode como antes una niebla griscea. Rotacin e impulso empezaron a
grabase en sus sentidos.
Luego, empezaron a bailar como locos los indicadores, 009000.100,02.40 000175.000.03.08000 - 630946. 020.44.1125.
Algo haba ido mal. Intent desesperadamente parar la mquina e inspeccionar
los controles, pero todos los indicadores marcaban cero.
Y el laboratorio haba desaparecido. Le rodeaba la oscuridad.
Estaba en el limbo.
00000.000.00.0000
File no supo cunto estuvo viajando por el vaco.
Poco a poco, la niebla empez a volver, y luego, tras lo que le pareci un tiempo
interminable, gir ante sus ojos una masa confusa de impresiones.
Por ltimo, la mquina del tiempo qued quieta, pero File no se par a ver qu
haba. Apret de nuevo el botn de "puesta en marcha".
No pas nada. File inspeccion todos los indicadores, uno tras otro, mirando
detenidamente uno, que, segn le haba dicho Appletoft. registraba el "potencialtiempo" de la mquina, es decir, su capacidad de viajar por el tiempo.
El indicador marcaba cero. File estaba varado.
El treinta y tres por ciento de nuestros animales no regresan. El comentario de
Appletoft se desliz sardnicamente en su memoria.
Las cmaras que tena sobre los hombros canturreaban casi imperceptiblemente,
mientras grababan la escena en microcinta. File alz sombramente la cabeza y ech
un vistazo alrededor.
La vista era maravillosa pero extraa. El paisaje consista en un polvo de un
naranja oscuro, sobre el que vagaban lo que parecan nubes, masas prpura que
rodaban y corran por la superficie del desierto. En el horizonte de aquel estril
escenario, se vean los perfiles de edificios grotescos... o eran slo formaciones
rocosas?
Mir hacia arriba. No haba en el cielo nubes; eran, evidentemente. demasiado
densas para flotar en aire libre. Un pequeo sol colgaba, bajo y rojo, en un cielo azul
oscuro, donde atisbabn unas estrellas desvadas.

Le lata el corazn muy aprisa: cuando lo advirti, se dio cuenta de que su


respiracin era ms profunda de lo habitual, y que cada tercera inspiracin era casi
un jadeo. Estara tan alejado de su propia poca que era diferente hasta la
atmsfera?
Skrrak! El sonido llegaba con un tono frgil y quebradizo, atravesando el fino
aire. File volvi la cabeza, sorprendido.
Avanzaba hacia l un grupo de bpedos, sustentados en huesudas y delicadas
extremidades entre estratos de nubes prpuras que les cubran hasta la rodilla;
estaban a unos cientos de metros de distancia. Eran humanoides, pero huesudos,
feos y claramente no humanos. El jefe, que deba medir unos 2,10 de altura, gritaba
y sealaba a File y a la mquina.
Otro haca seas con las manos: "So Skrrak -dek svala yaa!"
Eran unos diez individuos y llevaban lanzas largas y finas. Tenan el torso y las
piernas cubiertos de vello tupido. En la cabeza triangular, destacaban grandes arcos
de huesos sobre los ojos y bajo ellos, de modo que parecan llevar casco. Cuando se
acercaron ms, con cautela, como en cmara lenta, vio que se agitaban en sus
cabezas finos mechones de pelo.
Cuando se aproximaron, File vio que algunos llevaban extraas armas, como
rifles, y que el jefe llevaba un instrumento en forma de caja con una especie de
lente a un lado, con la que estaba apuntando en su direccin.
File sinti el calor de un plido rayo verde e intent esquivarlo. Pero la extraa
criatura le sigui habilidosamente.
Tras uno o dos segundos, se alz un ronroneo en su cerebro. Bloquearon su mente
fantsticos colores, que se disgregaban en ondas blancas y doradas. Llamearon
luego detrs de sus ojos formas geomtricas. Luego palabras. Al principio en el
cerebro, luego en los odos.
Cual es tu tribu, forastero?
Estaba oyendo el lenguaje gutural de aquel extrao ser y tratando de
comprenderlo. La criatura puls una palanca de la parte superior de la caja y el rayo
se apag.
Soy de otro tiempo dijo File con naturalidad.
Los guerreros agitaron las armas, inquietos. El jefe hizo un torpe gesto, como si su
estructura sea le quitase facilidad de movimiento.
Eso sera una explicacin.
Explicacin?
Conozco a todas las tribus, y t no correspondes a ninguna de ellas.
El guerrero desvi su enorme cabeza para examinar brevemente el horizonte.
Luego continu:
Nosotros somos los yulks. A menos que pienses irte de inmediato, ser mejor
que nos acompaes.
Pero, mi mquina...
Tambin nos la llevaremos. No querrs que la destruyan los raxas, que no
permiten que exista ms criatura o artefacto que ellos.
File cavil unos segundos. La silla y sus tres varillas eran fciles de transportar,
pero, era prudente moverla?
Y volvi a pulsar, tranquilamente, el intil mecanismo de "puesta en marcha".
Maldita sea! Si la mquina no funcionaba ya, qu ms daba que le llevase a la

Luna? Y sin embargo, irse con aquellos extraos seres cuando su nico objetivo era
volver al Complejo de Ginebra, pareca el ms disparatado de los absurdos.
Le embargaba una sensacin agobiante de fracaso.
Empezaba a darse cuenta de que no podra volver nunca a Ginebra. Los
cientficos ya saban que haba un fallo en su sistema de transmisin temporal.
Estaba ya seguro de que la silla, con sus tres varillas, haba perdido todo contacto
con el equipo del laboratorio. De hecho, ya no era una mquina del tiempo, lo cual
significaba que estaba condenado a quedarse all el resto de su vida.
Desesperado, dio su consentimiento. Cuatro guerreros cargaron con la silla y el
grupo se lanz a cruzar el ocre desierto, examinndolo nervioso mientras lo
recorran.
Siempre que podan evitaban las mviles nubes, pero a veces los bancos de vapor
prpura pasaban sobre ellos, arrastrados por la brisa, y tenan que cruzar a travs
de una niebla bermeja. File se dio cuenta de que aquellos seres extraos
empuaban con ms fuerzas sus armas cuando pasaba esto. Qu temeran? Hasta
en aquel mundo desolado y semidesierto haba conflictos v dramas...
Un viaje de una hora les llev hasta un poblado de tiendas arracimadas en la
ladera de una colina baja. Hacia la mitad de la ladera, se vea un sector
cuidadosamente cultivado de una vegetacin tan rala que pareca que slo a duras
penas poda mantenerse en aquel estril desierto. Sobre el campamento haba cinco
vehculos areos, todos de ms de treinta metros de longitud, unas grciles
mquinas de popas anchas y achatadas y aguzadas proas. Una corta cubierta
despejada se proyectaba de popa a proa por la parte superior de cada vehculo, y
delante, haba como un encaje de ventanas.
File contempl asombrado aquellas embarcaciones. Eran un curioso contraste con
las viviendas claramente nmadas de abajo, entre las que haba plidas hogueras y
se secaban pieles de animales.
Acababan de preparar una comida. La mquina del tiempo de File la llevaron a
una tienda vaca y a l le convidaron a comer con el jefe. Cuando entr en la mayor
tienda del poblado y vio a la nobleza de aquella pequea tribu agrupada en torno a
una cazuela de verduras, con las armas al lado, se dio cuenta de qu le evocaban.
Saurios.
Empezaron a comer en cuencos de cristal. Daba la sensacin de que aquella
gente saba trabajar los silicatos del desierto y con la misma destreza con la que
construan vehculos areos... si es que no se lo haban robado a gente ms
civilizada.
File descubri, tambin, en el curso de la comida, que la mquina con la que el
guerrero le haba disparado en el desierto era sumamente eficaz. Le haba
reeducado totalmente, de modo que pudiese hablar y pensar en otro idioma,
aunque al mismo tiempo pudiese, si quera, distanciarse ligeramente, apreciar la
ajenidad de los sonidos que brotaban tanto de su boca como de las de los yulks.
El jefe se llamaba Gzerhteak, un sonido casi imposible para odos europeos.
Respondi mientras coman, a las preguntas de File, con la mayor frialdad.
Por lo que le explicaron, File supuso que aquello era la Tierra en una poca
remota, una Tierra millones, quizs billones de aos por delante de su propia poca,
y que estaba casi totalmente desierta. Haba unas ocho tribus viviendo en un radio
de unos cuantos cientos de kilmetros, y cuando no estaban disputando entre ellas,
estaban librando una lucha interminable por la existencia, tanto contra las
condiciones penosas de un mundo agonizante, como con los raxas, criaturas que no

eran vida orgnica en absoluto, sino que consistan en cristales minerales,


conglomerados en formas geomtricas, y dotados, de algn modo misterioso, de
capacidad de percepcin y de movimiento.
Hace cincuenta generaciones le explic el jefe de los yulks, no haba raxas
en el mundo. Luego, empezaron a crecer. Prosperan en el desierto estril, que es
todo alimento para ellos, mientras que nosotros vamos extinguindonos. Nada
podemos hacer, salvo luchar.
Adems, la atmsfera de la Tierra se estaba volviendo irrespirable. Se produca
muy poco oxgeno fresco, dado que no haba ya ms vegetacin que la de las
plantaciones. Aparte de eso, brotaban vapores nocivos, por una accin
qumicogeolgica del terreno y afloraban a travs de la arena, procesos volcnicos
muy lentos que se originaban en las profundidades. Slo en algunos sectores, como
aquella regin en la que vivan las tribus, se poda respirar an la atmsfera, y eso
por que la relativa inmovilidad de sta impeda que se mezclasen los diversos gases.
A File le agobiaba aquella imagen deprimente de valor y desesperacin. Sera
aquel el resultado final de la incapacidad del hombre para controlar los
acontecimientos, o sera el derrumbe de la Comunidad Econmica Europea un
suceso insignificante perdido en una historia mucho ms amplia? Se senta inclinado
a pensar que era asi; pues estaba seguro de que las criaturas que estaban sentadas
all, comiendo con l, no eran siquiera descendientes del gnero humano.
Saurios. El antiguo orden del mundo animal se haba desvanecido.
Los hombres haban muerto. Slo quedaban aquellos restos, saurios elevados a
un estado humanoide, que intentaban sobrevivir en un mundo que haba cambiado
de idea. Probablemente las otras tribus de las que hablaban los yulks, fuesen
tambin humanoides, procedentes de diversos animales inferiores.
Maana es la gran batalla dijo el jefe de los yulks. Emplearemos todos
nuestros recursos contra los raxas, que vienen decididos a destruir las ltimas
plantaciones de las que dependemos. Pasado maana sabremos de veras lo que nos
queda de vida.
Max File apret los puos impotente. Su destino estaba decidido. Al final, tambin
l ocupara su puesto con los guerreros yulks en la ltima batalla contra el enemigo
de la humanidad.
Appletoft hizo un gesto de impotencia y mir a Strasser. Qu poda hacer l? El
haba hecho todo lo posible.
Qu pas? dijo el primer ministro.
Le trasladamos a diez aos en el futuro. Conectamos con l al principio del viaje
de vuelta y luego, de repente... desapareci... Nada. Ya le dije que habamos perdido
el treinta y tres por ciento de los animales que utilizamos en los experimentos, ya le
advert del riesgo.
Lo s... pero, lo ha intentado usted todo? Ya sabe lo que puede significar el que
no vuelva...
Por supuesto que lo hemos intentado todo. Seguimos investigando, intentando
localizarle, pero en cuanto salimos de la va-tiempo de la Tierra, todo es catico para
nuestros instrumentos... debe haber algn fallo en nuestra concepcin del tiempo.
Podemos seguir tanteando... pero buscar una aguja en un pajar, no es nada,
comparado con esto...
Bueno, hay que seguir intentndolo. Porque si no lo recuperamos pronto, nos
veremos obligados a permitir a la faccin Untermeyer que siga adelante en Baviera
y no tenemos medio de predecir los resultados.

Appletoft lanz un profundo suspiro y volvi a su laboratorio.


Pobre diablo dijo Standon cuando sali de la cmara.
Este no es el momento ni el lugar apropiados para sentimentalismos, Standon
dijo Strasser en tono culpable...
La Tierra an giraba en el mismo espacio de tiempo y tras un sueo de unas ocho
horas File dej la tienda y estir sus miembros en aquel aire sutil, despertado por un
rumor de tintineante metal. Acababa de amanecer y los soldados de la tribu se
disponan a salir al combate. Las mujeres y los nios contemplaban, temblando, a la
procesin de hombres que iba perdindose en el desierto. Unos cuantos iban a
caballo de una especie de reptiles, todos ellos enjaezados para el combate. A unos
siete metros por encima de sus cabezas, flotaban las cinco aeronaves, que seguan
impacientemente la direccin que marcaba el jefe desde abajo.
File vagaba por el campamento, nervioso e inquieto. Hacia una hora despus del
amanecer, volvieron los restos de las fuerzas.
Volvan derrotados. Slo haban sobrevivido un tercio. No regres ninguna
aeronave y File se haba enterado la noche antes, de que, aunque la tribu
conservaba los conocimientos cientficos y tecnolgicos necesarios para construir
ms, era una empresa que agotaba al mximo sus recursos y era casi seguro que no
se iniciase la construccin de otra.
La humanidad haba agotado su fuerza y era imposible ya recuperarla. Las
inteligencias minerales llamadas Raxas, continuaran su implacable avance sin que
nadie las detuviese.
El ltimo en regresar fue el jefe yulk. Magullado, cubierto de sangre y
chamuscado por los rayos energticos que le haban rozado, se someti a los
cuidados de las mujeres y luego, como siempre, reuni a los nobles para su comida
vespertina.
Por fin, fueron saliendo uno tras otro los cansados guerreros camino de sus
tiendas. Y File qued slo con Gzerhteak.
Mir al viejo a los ojos.
No hay esperanza dijo bruscamente.
Lo s. Pero no tienes ninguna necesidad de quedarte.
No hay eleccin contest, con un suspiro. Mi mquina est rota. Debo
compartir vuestra suerte.
Quizs podamos reparar tu mquina. Pero te lanzars a lo desconocido...
File hizo un gesto con la mano y dijo:
Cmo, vais a poder arreglar mi mquina!
El jefe se levant y le gui a la tienda donde estaba la mquina. Una breve orden
en la noche hizo que llegase un muchacho con una caja de herramientas. El jefe
estudi la mquina de File, alz un panel para ver detrs de los instumentos. Hizo
por ltimo unos cuantos ajustes, aadiendo un artilugio que tard unos veinte
minutos en fabricar con resplandecientes trozos de alambre. El medidor del
potencial-tiempo, empez a elevarse por encima de cero.
File miraba atnito.
Nuestra ciencia es muy antigua y muy sabia dijo el jefe, aunque en la
actualidad slo tengamos un conocimiento rutinario de ella. An as, yo, como padre
de la tribu, s lo suficiente para cuando un hombre como t me dice que se ha

quedado varado en el tiempo, conocer la causa.


File estaba perplejo ante el curso de los acontecimientos.
Cuando llegue a casa... empez a decir.
Jams llegars a casa. Ni vuestros cientficos conseguirn nunca desvelar el
tiempo. Nuestra antigua ciencia tiene una mxima: ningn hombre comprende el
tiempo. Tu mquina viaja ya por su propia potencia. Si te vas de aqu, no hars ms
que escapar de este lugar y probar fortuna en otro.
Debo intentarlo dijo File. No puedo seguir aqu, mientras haya esperanza de
volver.
Pero an as, se resista.
El jefe pareci adivinar sus pensamientos.
No te pese abandonarnos dijo. Tu posicin es clara... lo mismo que la
nuestra. Ni a ti ni a nosotros puede ayudarnos nadie.
File asinti y se acomod en la silla de la mquina. Mientras limpiaba el polvo y la
arenilla con las mangas de la camisa, se le ocurri mirar en el grabador de datos. No
tena mucha esperanza de que fuera posible, pues no haba cifras para indicar la
antigedad de aquella Tierra.
Pero cuando ley el indicador qued asombrado. 000008.324.01.7954. Haban
pasado menos de nueve aos desde su salida del Complejo de Ginebra!
Se acomod en la mquina del tiempo y apret la palanca.
Rotacin interna en el sentido de las agujas del reloj. Rotacin externa en sentido
contrario... luego el impulso hacia adelante. Se sumergi en el curso del Tiempo.
Pasaron minutos sin que apareciera indicio alguno de que fuese a salir
automticamente de su viaje. Prob fortuna apretando la palanca de "parada".
Con un giro residual de las varillas traslcidas, la mquina se deposit a s misma
en una orientacin espaciotemporal normal. Alrededor de File, se form un paisaje
asombroso, jams haba soado nada igual.
Era cristal? La victoria definitiva de los cristalinos raxas. Por un instante, aquel
fantstico paisaje, con su brillante y matemtica exuberancia, le hizo pensar,
deslumbrado, que as era. Pero luego vio que no poda ser... o que si era, los raxas
haban superado su herencia mineral.
Era un mundo de forma geomtrica, pero tambin era un mundo de movimiento
continuo... o, ms bien, dado que el movimiento era tan sbito como para resultar
instantneo, de transformacin constante. Deslumbrantes extensiones y repliegues,
todos en los planos horizontal y vertical, cegaban sus ojos. Cuando mir ms
detenidamente, vio que, en realidad, no estaba presente por parte aguna la forma
tridimensional. Todo eran formas bidimensionales, que se unan transitoriamente
para dar la ilusin de forma.
Los colores, tambin... experimentaban transformaciones y gradaciones que
proclamaban la accin de principios matemticos regulares: como la separacin
prismtica en el espectro ideal. Pero aqu las manifestaciones eran infinitamente
ms sutiles e ingeniosas, eran como msica tenue y sutil, de cincuenta
instrumentos, que pudiese brotar de los siete tonos de la escala diatnica.
File mir la grabadora de datos. Le deca que se encontraba a 15 aos de
distancia de Appletoft, que esperaba ansioso su regreso en el Complejo de Ginebra.
Prob de nuevo.
Se ondul y se estremeci, azotado por una clida brisa, un mundo exuberante de

frondosa vegetacin ante l. Un rebao de animales como armadillos, pero del


tamao de caballos, pasaron cruzando el claro donde haba ido a posarse la
mquina de File. Sin detenerse, el jefe volvi la cabeza para hacerle una dcil y
despectiva inspeccin y se volvi luego a gruirles algo a los que le seguan.
Tambin ellos le dirigieron una mirada superficial y se perdieron luego tras una
pantalla de ondulantes rboles-yerba. Oy el rumor de sus movimientos, por el
bosque, a lo lejos.
Otra vez.
Roca pelada. El cielo colgaba arriba con rastros de lo que parecan nubes de
polvo. All, el terreno estaba limpio hasta de la ms fina mota de polvo, pues soplaba
un viento intenso y fro. Deba barrer el polvo hacia la atmsfera e impedirle
precipitarse, araando las rocas hasta convertirlas en una superficie bruida y
chispeante. Le costaba trabajo creer que aquel azotado paisaje luminoso fuese, en
realidad, la superficie de un planeta. Era como una exposicin.
Otra vez.
Ahora estaba en el espacio, protegido por algn campo que la mquina del
tiempo pareca crear a su alrededor. Algo tan inmenso como Jpiter colgaba donde
debera haber estado la Tierra.
Otra vez.
De nuevo el espacio. Un sol escarlata derramando sangrienta luz sobre l. A su
izquierda, una pequea y luminosa estrella, como una bengala de magnesio
ardiendo, alance sus ojos. Un imposible tro de planetas giraba majestuoso sobre
l, y no haba entre ellos ms distancia que entre la Tierra y la Luna.
Mir de nuevo la grabadora de datos: A veintitantos aos del punto de partida.
Dnde estaba el orden de sucesin del tiempo? Dnde estaba el proceso que
haba ido a descubrir? Qu poda sacar Appletoft de aquello?
Cmo iba a encontrar a Appletoft?
Puso otra vez la mquina en marcha, desesperado. Su desesperacin pareci dar
resultados: adquiri velocidad, lanzndose con insensata energa y ya no estaba en
el Limbo, poda ver algo del universo que cruzaba.
Al cabo de un rato, tuvo la impresin de que estaba quieto, de que era la mquina
la que se mantena esttica mientras que el tiempo y el espacio no. El universo se
derramaba a su alrededor, desordenado tumulto de fuerzas y energa, sin direccin,
sin propsito.
Y sigui viajando, hora tras hora, como si intentase escapar de algo que no poda
afrontar. Pero al fin no pudo ya eludirlo. Y mientras contemplaba el caos a su
alrededor, comprendi.
El tiempo no tena orden! No era un flujo continuo. Careca de una direccin
positiva: no iba ni hacia adelante ni hacia atrs, no giraba en crculo; tampoco
permaneca quieto. Era un puro azar.
El universo careca de lgica. Era slo caos.
No tena propsito, ni principio, ni fin. Slo exista como una masa anrquica de
gases, slidos, lquidos, formas accidentales y fragmentarias. Se conformaba a
veces en formas como un caleidoscopio, de modo que pareca tener leyes, pareca
tener direccin y forma.
Pero, en realidad, no haba ms que caos, ms que estado de flujo permanente:
eso era lo nico constante. El tiempo no se gobernaba por leyes! La ambicin de
Appletoft era un imposible!

El mundo del que haba llegado all, o cualquier otro mundo, en realidad, poda
disociarse en sus elementos componentes en cualquier instante; o poda haber
accedido al ser en cualquier instante anterior, con los recuerdos de todos incluidos?
quin sera el ms sabio? Toda la Comunidad Econmica Europea quizs hubiese
existido slo en el medio segundo que le haba llevado presionar la palanca de
puesta en marcha de la mquina del tiempo. No era extrao que no lograse
encontrarla!
Caos, flujo, muerte eterna. No haba solucin a ningn problema. Cuando File
comprendi esto, aull horrorizado. No poda contenerse. Su velocidad aument
proporcionalmente a su desesperacin y su miedo, ms y ms rpido, hasta que se
precipit demencialmente por un remolino.
Ms deprisa, ms all...
El universo informe empez a desvanecerse a su alrededor, mientras l recorra
una inmensa distancia ms all de los lmites de la velocidad. La materia se
desintegraba, desapareca. Y l, aterrado, segua an hasta que la mquina del
tiempo se derrumb bajo l y la materia de su cuerpo se desintegr y se
desvaneci.
Era una inteligencia desencarnada que cruzaba el vaco. Luego, empezaron a
desvanecerse sus emociones. Sus pensamientos. Su identidad. La sensacin de
movimiento se desmoron. Max File haba muerto. Nada poda sentir, or, ver, ni
saber.
Colgaba all, slo conciencia. No pensaba: ya no tena ningn aparato con el que
pensar. No tena nombre. No tena recuerdos. Ni cualidades, atributos o
sentimientos. Estaba solo all. Ego puro.
Lo mismo que la nada.
No haba tiempo. Una dcima de segundo era igual que un billn de eras.
Por eso no haba podido File, asignar, ms tarde, periodo alguno a su intermedio
de vaco, sin matizaciones. Slo percibi algo cuando empez a salir.
Al principio, era slo un vago sentimiento, como algo nebuloso. Luego, empezaron
a ligarse a l ms cualidades. Empez el movimiento. La materia catica se hizo
remotamente perceptible... partculas desorganizadas, energas fluyentes y lneas
ondulantes.
Brot un nombre en su conciencia: Max File. Luego, un pensamiento: yo soy eso.
La materia se congreg poco a poco a su alrededor y pronto tuvo de nuevo
cuerpo y una serie completa de recuerdos. Poda ya aceptar la existencia de un
universo sin organizacin. Suspir: al mismo tiempo, la mquina del tiempo se
configur bajo l.
Lo nico que poda hacer ya, era intentar volver a Ginebra, por muy remota que
fuese la posibilidad. Qu curioso que toda Europa, con todos sus problemas
considerados graves, no fuese ms que una agrupacin catica de partculas sin
organizacin! Pero al menos era el hogar... aunque slo existiese unos segundos.
Y ante la posibilidad de poder volver a aquellos dos segundos, pens con
angustioso gozo, se disolvera con ellos y se vera libre de aquella odiosa extensin
de vida que recorra.
Y, sin embargo, pensaba, cmo regresar? Slo buscando, slo buscando...
Calcul (aunque sus clculos estaban sujetos, por supuesto, a un considerable
margen de error) que dedic varios siglos a buscar en aquel torbellino insensato. No
se hizo ms viejo; no sinti sed ni hambre: no respiraba... cmo segua latiendo su
corazn sin respirar era para l un misterio, pero era en eso, en el centro de su
sentido del tiempo en lo que basaba su clculo de la duracin de su bsqueda. De

vez en cuando tropezaba con otras breves manifestaciones, otros fugaces


conglomerados de caos. Pero ya no le interesaba, no encontraba la Tierra de la
poca de la Comunidad Econmica Europea.
No haba esperanza. Poda buscar eternamente.
Empez, desesperado, a retirarse de nuevo, a convertirse en una entidad
desencarnada y buscar el olvido, escapar de sus tormentas por la muerte en vida. Y,
cuando estaba a punto de prescindir del ltimo vestigio de identidad, descubri su
nuevo e insospechado poder.
Dirigi casualmente su inteligencia a una agrupacin de forcejeantes partculas
distantes. Bajo el impacto de su voluntad... se movi!
Interesado, dejo de retirarse, pero no intent volver de nuevo a su propio yo...
tena la sensacin de que, como Max File, era impotente. Como un yo casi sin
identidad... quiz...
Permiti que se formara en su mente una imagen (fue casualmente la de una
mujer). La dirigi hacia el caos informe. Instantneamente, frente al flujo oscuro,
encendida por desordenados ramalazos de luz, brot una mujer de la materia
catica. Se movi, le mir, le dirigi una sonrisa lnguida.
No haba duda. No era slo una imagen. Era viva, perfecta y sensible.
Se desprendi, asombrado, automticamente de la imagen mental y transmiti
una cancelacin. Se disip la mujer, sustituida por el caos de partculas y energa de
antes. La nube permaneci unida un momento, luego se dispers.
Era un gozo recin descubierto. Poda hacer cualquier cosa! Se pas eras
experimentando, creando todo cuanto pudo crear... una vez se form un mundo
completo a sus pies, con civilizaciones, un pequeo sol y astronaves investigando.
Lo cancel inmediatamente. Bastaba saber que todas sus intenciones, incluso su
pensamiento ms vago y ms grande, se traduca con todo detalle.
Ahora tena medios de regresar a casa... y ahora poda resolver, de una vez por
todas, el problema del gobierno.
Pero, si no poda encontrar Europa, no poda acaso crearla entera? No sera eso
algo equivalente? El de si sera o no en realidad la misma Europa era, sin duda, un
problema fisiolgico. Eso crea Nietzsche, record File... su esperanza de
inmortalidad personal. Dado que habra de volver en el universo interminable, los
descubrimientos de File haban reforzado en realidad este punto de vista, no morira.
Dos objetos idnticos compartan la misma existencia.
Y por qu no resolver el problema del gobierno en esta segunda Europa? Haba
alguna razn por la que no pudiese crear una comunidad que no tuviese las semillas
de la destruccin? Una Comunidad Econmica con estabilidad, cuyo prototipo haba
faltado.
Empez a emocionarse. Derrotara al Flujo, lograra alzar, as, frente al caos del
resto del universo, una estructura que perdurara. Por lo dems, sera todo igual
hasta en sus ms mnimos detalles...
Se puso a trabajar, agrupando pensamientos, recuerdos e imgenes, grabndolos
en el caos circundante. Empez a formarse materia. Puso en movimiento la mquina
del tiempo, viajando por el mundo que estaba creando...
De pronto, se vio de nuevo envuelto en brumas. Girando... rotacin sin cambio de
posicin... impulso hacia delante...
Corrieron los nmeros en el indicador: 000008 -7-6 -5-4...
Luego, todo se estabiliz a su alrededor y pos la mquina. Estaba en el
laboratorio de Appletoft, en Ginebra. Los tcnicos vagaban por los extremos de la

habitacin, ms all de las barreras de bastidores. La mquina del tiempo, con las
varillas traslcidas sealando dramticamente en tres direcciones, descansaba
sobre un tosco pedestal de madera.
File se incorpor, agarrotado, dolorido y polvoriento, en el spero asiento.
Appletoft se avalanz hacia l, le ayud a bajar ansioso, entusiasmado.
Lo conseguiste, amigo! Fue perfecto como viaje de prueba... al menos, desde
aqu.
Hizo una sea por encima del hombro:
Coac para el amigo! Pareces agotado, Max. Tienes que descansar, ya lo
contars todo...
File asinti sonriendo, sin contestar. Era casi perfecto...
Pero no habia sospechado siquiera con qu eficacia le haban enseado un nuevo
idioma.
Appletoft le haba hablado en la lengua torturante de los yulks.

ISLAS

Schmeling volvi a la penumbra de su sala de estar y acomod su elegante y


voluminoso cuerpo en el silln opuesto al mo.
Disculpa por haberte dejado tan bruscamente dijo, refirindose a la llamada
telefnica que le haba hecho salir de la habitacin.
Pareces nervioso dije, advirtiendo el brillo emocionado de su mirada.
Lo estoy dijo. Claro que lo estoy.
Tuve que dejarlo en eso, pues no pareca dispuesto a hablar del asunto.
Pareci rechazar lo que estuviese pensando y me concedi una breve sonrisa.
Bueno dijo, cmo van las cosas en los crculos sociolgicos?
En crculos, para m, en este momento dije animadamente. Tengo ahora un
caso particularmente interesante. Segn todos los datos, medio ambiente,
antecedentes familiares, ndice de inteligencia, etc., debera corresponder
directamente a determinada categora amplia, Pero no es as. Muestra, en su
pensamiento y en su conducta, todos los sntomas clsicos de un nio de barrio bajo
y pobre, un nio de un hogar destrozado... cuando, en realidad, su origen es casi
exactamente el contrario.
Schmeling pareca slo ligeramente interesado por mi trabajo, pero se aferr a
algo que dije y eso le desvi por otra ruta.
De veras? Crees realmente que todas esas influencias superficiales ejercen
un efecto profundo en el individuo?
Normalmente s. No las considero superficiales. Pueden tener un significado
profundo y perdurable para una persona.
Sonri paternalista.
Yo considero los llamados rasgos heredados tambin superficiales... por no decir
inexistentes.
Eso me asombra! dije, animosamente.
Schmeling pareca a punto de entregarse a uno de sus ejercicios verbales en los
que adoptaba una postura dogmtica respecto a un tema que en el fondo no le
interesaba seriamente. Tal ejercicio sola ser entretenido y me dispuse a participar
en el asunto, adoptando una posicin contraria a la suya e igualmente dogmtica.
Hablamos de la herencia dijo Schmeling agitando una mano, como de un
hecho, y hablamos de experiencia mutua como un hecho. Sin embargo, cunta
experiencia se comparte?
Toda dije de inmediato.
Schmeling inclin pensativo su cabeza alargada y aguilea y luego me mir con
una seriedad inslita.
A la gente le resulta muy fcil atribuir una pauta a la psique humana, pues hay
muchas similitudes superficiales entre los hombres. Creo, sin embargo, que
deberamos ms bien aceptar una pauta que explique las cosas cmodamente, en
vez de intentar captar la idea de la variedad y la complejidad infinitas de la
experiencia humana. Una variedad slo limitada por el nmero de individuos que
existen en el mundo. Yo sostengo que cada hombre es, mental y fsicamente, un
individuo total, nico.

No existe eso que se llaman individuos seal. Slo existen pequeas


diferencias superficiales de conducta.
Yo digo que hay pequeas similitudes superficiales que hemos llegado a aceptar
como constitutivas de la psique humana total. Pero hay abismos, amigo mo, cuya
exploracin an no se ha iniciado. Y adems dijo, con una nota de triunfo en la voz
cmo explicaras el aumento que ha experimentado en este siglo la
esquizofrenia? No hay dos esquizofrnicos iguales.
Eso es discutible dije.
Schmeling frunci el ceo.
Y t te dices individualista!
Y lo soy... dentro de ciertos lmites dije, algo acalorado.
T eres un individuo contest l, retrepndose en su asiento y estirando los
pies ante el fuego. Me daba cuenta de que empezaba a disfrutar con la discusin, lo
cual quera decir que estaba muy seguro de poder derrotarme.
Lo eres, realmente insisti. La misma imposibilidad de comunicacin plena
entre nosotros lo demuestra de forma concluyente. Cunto tiempo es un elefante?
Eh?
Puedes contestar?
La pregunta es absurda!
Para ti quizs, pero no para quienes conciben el tiempo en trminos de masa...
que son muchos. Experimentos recientes han demostrado que la pregunta obtiene
tantas respuestas como individuos a quienes se formula. Hay muchos otros datos
que demuestran mi teora, los que ven el domingo como un color determinado,
mientras que otros lo ven como una lnea de determinada longitud; todo lo visto con
los ojos de la mente, odo con los odos de la mente, inhalado con la nariz de la
mente, tocado con el tacto de la mente, saboreado con el paladar de la mente,
significa algo completamente distinto para cada cual. Yo sostengo que es ah donde
est la realidad, en los sentidos de la mente, donde experimentamos lo que
queremos experimentar y no lo que nos han dicho.
Esta conversacin no nos lleva a ninguna parte dije. Las preguntas
abstractas respecto a la naturaleza humana, slo pueden llevar a respuestas
abstractas.
Cierto dijo mirndome triunfalmente, como si deliberadamente me hubiese
inducido a admitir algo. Pero cuando aparece una solucin concreta, produce el
efecto de hacer tambin concreto el problema. Ests de acuerdo?
S.
Bueno, recib prueba concreta, no hace mucho, del hecho de que cada hombre
existe como individuo, total e irreversiblemente, de que, aunque el medio y la
"herencia" acten sobre l desde el nacimiento, actan para hacerle parecer un no
individuo. Captas la diferencia? Empieza por ser un individuo completo, pero
influencias superficiales le fuerzan a no ser, comprendes?
Decas que la sociedad impone al individuo una pauta que, en general,
consideramos inherente a l. Tu ejemplo extremo sera el individuo de clase media
que se adapta rigurosamente, imagino.
Podran citarse ejemplos ms trgicos... el Zeitgeist que domin Alemania en
los aos treinta, por ejemplo.
Hizo una pausa, aparentando pensar en su pas natal, que haba abandonado
haca ya tantos aos.
Un trmino alemn musit para describir la Enfermedad Germana: la

necesidad de aplicar pautas y generalizaciones a todos los aspectos de la existencia


humana. Al insidioso Freud, el alemn deba resultarle un idioma, hecho a la medida,
para sus doctrinas. Un idioma con tantas palabras inconcretas, lleva a una especie
de pensamiento inconcreto que a m me parece detestable.
Se encogi de hombros y cabece.
Pero el burgus es un buen ejemplo.
Se levant. Su cuerpo grande y vital se tens como si fuese un actor a punto de
soltar un parlamento, pero en vez de hablar de inmediato, me dej en suspenso,
mientras se serva una porcin de su horrible tabaco de yerbas de una caja del
aparador. Una vez cargada y encendida su pipa de boquilla metlica, invadi mis
narices el humo dulzn, mucho menos agradable que el tabaco ordinario; volvi a
ocupar su asiento junto al fuego.
Y quizs el psicpata esquizofrnico (el rebelde sin causa) sea el ejemplo
extremo del individuo que experimenta el evidente error que entraa este
conformismo, y reacciona contra l violentamente.
Un milln de burgueses no puede equivocarse dije irnicamente, y l sonri
sin sacar la pipa de la boca.
Un solo psicpata tampoco puede equivocarse. Un psicpata aislado, segn su
propio y pequeo universo, est absolutamente en lo cierto, absolutamente
justificado para adoptar cualquier curso de accin que elija... simplemente porque
l lo elige!
Pero, por desgracia, esta actitud desemboca en la anarqua dije. Si el
individuo no se adapta hasta un cierto grado, sus acciones interfieren con las de
otras personas, produciendo caos si tiene xito, o una mayor limitacin de su
libertad. Tengo razn yo.
Tienes razn hasta cierto punto dijo, con un cabeceo. Pero si todos
aceptasen el derecho del individuo a ser un individuo y se eliminase la tirana del
conformismo, quizs pudisemos dar a la existencia una mayor dignidad... y seguir
trabajando juntos como individuos que ayudan a individuos...
Casi ests hablando de poltica le advert con una sonrisa, aadiendo: O de
religin... las dos pertenecen al reino de lo indemostrable.
Las dos atraen a los psicpatas, en cierto modo. La prueba es el hecho de que
tanto los movimientos religiosos como los polticos, tienden claramente a
disgregarse casi en tantos grupsculos como los individuos que los componen.
De acuerdo dije yo. Pero dijiste que tenas pruebas concretas de que todos
los hombres son distintos!
No seor... siempre que entre en esta discusin "la igualdad", yo dira que haba
demostrado que todos los hombres son iguales en que todos son distintos y existen
hizo una pausa teatral y le envidi por su gesto, por su voz resonante existen
en universos fsicamente distintos!
Vamos, qu dices...
El tiempo y el espacio son relativos. Y el tiempo y el espacio de un individuo son
relativos al tiempo y el espacio de los dems. Pero no son lo mismo. Tengo pruebas
de que cada hombre existe en su continuo espacio temporal propio, as como en el
ms amplio que todos compartimos. Por qu una hora para un hombre pasa
lentamente y para otro rpidamente?
Depende de su estado mental en el momento que experimenta el transcurso de
esa hora, sin duda...
Su estado mental... exactamente. Impone su propio sentido temporal al tiempo

que le dicen que es correcto.


Pero qu me dices de esa prueba de que hablbamos? contest, viendo que
la conversacin perda dinamismo.
Est bien dijo, mirando el reloj. Se retrep en su asiento y empez, a la
manera de un narrador de cuentos, eligiendo cuidadosamente todas las frases. Yo
tambin me acomod, esperando que me entretuviese, pues Schmeling era un buen
narrador que slo necesitaba pblico atento para desplegar su habilidad.
Hace unos cuantos meses (dijo, con su voz profunda y levemente acentuada),
estaba yo gozando de un da de ocio en mi clnica de la calle Harley, distribuyendo
simpata y aspirina disfrazada a las ancianas que financian mi investigacin privada,
cuando la arpa de la recepcionista entr a toda prisa, hecho sumamente raro, dada
su edad. A mis cuentas no les gustan las recepcionistas jvenes.
Est en la sala de espera la seora Thornton cloque.
Pero si no tiene cita dije irritado. Esas mujeres son hipocondracas o
incurables. Las elijo con cuidado, puesto que en cualquiera de los casos me dan muy
poco trabajo.
La seora Thornton era un poco ambas cosas: Una hipocondraca incurable, y, por
otra parte, una mujer encantadora, al final de la mediana edad, muy rica y animosa
an, siempre que descansaba de sus ataques de jaqueca, que ella misma se
provocaba. S, era realmente muy rica y, adems, me agradaba bastante. En
consecuencia, tras una breve deliberacin, dije a mi recepcionista que la hiciera
esperar un poco ms y la mandara pasar luego.
En una actividad como la ma, no debe atenderse de inmediato la visita
inesperada de una paciente. Si sacan la conclusin de que ests all a disposicin de
todo el mundo, creen que no vales nada como mdico.
As que pas por fin la seora Thornton, piel deliciosa y un poquito de perfume
demasiado caro. La cara habilidosamente maquillada y el pelo gris teido dispuesto
en un lindo peinado. Pero advert que estaba alterada, percib un pequeo chorrete
de cosmtico en la comisura de su ojo izquierdo.
Ella, la equilibrada seora Thornton, pareca haber estado llorando en pblico.
Me levant y le indiqu una silla para sentarse. Se sent al borde.
Parece usted enferma, seora Thornton dije solcito, percibiendo que haba
deseado tener una jaqueca especialmente grave.
No es nada fsico, doctor Schmeling dijo ella, pero no estoy segura de que el
dolor espiritual que sufro me producir otra jaqueca.
Me sent de nuevo irritado.
Mis pacientes suelen traerme sus problemas emotivos y esperan que los resuelva.
En realidad, suele bastar orles con comprensin y decirles unas palabras ambiguas
y suaves de consuelo. As pues, me prepar para orla, tomando mentalmente nota
de aadir aquella consulta a la prxima factura.
Ahora clmese dije con la voz ronca y cordial que da, al mismo tiempo, la
impresin de integridad profesional y calor humano.
Explqueme el problema, antes de pedirme que lo resuelva.
Esboz una breve sonrisa agradecida, respondiendo maravillosamente a las
claves emotivas que yo estaba aplicndole.
Se trata de mi sobrino, doctor; l es quien tiene problemas, no yo.
Est enfermo?
No me agrada tratar a los pacientes masculinos, porque siempre hay grandes

posibilidades de que logren atravesar mi fachada, tan necesaria para poder


continuar con mi trabajo privado. Me dispuse, sin embargo, para lo peor,
considerando que la aportacin de la seora Thornton era mucho mayor que las de
mis otras pacientes.
Fsicamente no dijo la seora Thornton dirigindome la mirada conmovedora
de quien confa en un amigo y espera ayuda.
Mentalmente apunt, slo con el nfasis justo y prudente.
Asinti con un gesto.
Pero, mi querida seora Thornton, dse usted cuenta de que no soy psiclogo.
No soy ms que un simple mdico...
Estaba mintiendo, por supuesto, puesto que aunque slo tengo ttulo de mdico,
mi trabajo en realidad se centra en captar las peculiaridades psicolgicas de mi
clientela.
Lo s, lo s dijo ella con vehemencia. Pero es usted tan comprensivo,
doctor, en mi propio caso. Usted se da cuenta de que la jaqueca se debe a la tensin
mental, nerviosa y emotiva, as que pens...
Control el impulso de sonrer. Todos los que sufren de jaqueca tienden a atribuir
causas no fsicas a su estado, cuando, por regla general, un simple acto fsico de
agacharse o comer un alimento inadecuado es la causa de tal dolencia.
As que en vez de sonrer, asent firme y cordial.
Cierto, cierto, cierto murmur a la manera mstica de tantos psiquiatras,
aludiendo a cosas que slo podran saber los discpulos plenamente ilustrados de
Freud. No hay duda al respecto. Son el nuevo sacerdocio.
Entonces... hgame un favor, doctor, venga a verle. Intente ayudarle. Le suplico
que sea discreto en este asunto... habra un verdadero escndalo pblico si...
Por supuesto dije en tono conspiratorio. Y si yo no puedo ayudarle, puedo
recomendarle a un amigo sumamente discreto, un especialista de trastornos
mentales. Un hombre extraordinario, se lo aseguro, de inteligencia e integridad
indudables.
Pero ella me quera a m. Me dispuse, pues, a interpretar un papel
particularmente largo. Has advertido alguna vez cmo acta la gente, de modo
totalmente inconsciente, en pautas establecidas de expresin y emocin que se
ajustan a categoras concretas, simpata, justa indignacin, desconcertada afliccin,
etc., cuando en realidad, bajo la supercie, aunque no lo admitan ante s mismos ni
un instante, no sienten nada de lo que expresan hacia el exterior? Gestos, gestos...
apuntalando el absurdo disparatado de la vida moderna. Y gracias a las modernas
comunicaciones, nos convencen cada vez ms, del Modo Correcto de Sentir en una
Situacin Dada. Lo cual sin duda resulta confortante. Dios mo, somos como
escarabajos acuticos que patinan por la viscosa superficie que cubre el agua clara
y pura de abajo. Y, peor an, contribumos a la propagacin y el crecimiento del
cieno, amontonndolo ms y ms hasta que, de cualquier modo, nos hundimos con
su peso hacia el fondo. Qu crees que suceder luego? Locura? Pero me desvo...
La casa que la seora Thornton tiene en la ciudad se encuentra en la tranquila
Plaza Belgravian. La llev all mismo, yo, en el coche, dejando una nota a mi
recepcionista para que cancelara las dems visitas del da.
En la entrada principal se alzaban dos columnas de mrmol y cruzamos la gruesa
puerta de roble que daba a un fro e imponente vestbulo, tambin del mismo
mrmol desnudo. Entregamos los abrigos a una atractiva doncella, a quien la seora
Thornton pregunt dnde estaba el seor Davenport.
En el estudio, seora contest la doncella mirndome inquieta.

Querr usted decirle que he trado al doctor Schmeling y que nos gustara
verle en el saln?
Entramos en un saln grande y claro decorado con un estilo vagamente
Victoriano. Un pesado secretaire haba sido convertido en mueble bar, y la seora
Thornton me ofreci bebida. Acept un jerez seco y all me qued dndole sorbos
mientras esperbamos a Nicholas Davenport. La seora Thornton se movi nerviosa
por la estancia un momento y por fin se sent en el brazo de un silln.
Entr Nicholas: plido, abatido, desafiante. Era un joven de pelo oscuro y
apariencia claramente frentica, que me estrech la mano con demasiada firmeza
cuando nos presentaron, y se dirigi de inmediato al mueble bar y se sirvi un trago.
Yo esperaba que proclamase que no necesitaba ningn mdico, pero, por el
contrario, se volvi, an mirndome desafiante, y dijo:
Ojal pueda usted hacer algo para resolver esto, doctor.
Aquella actitud de desafo era, al parecer, algo permanente y dirigido al mundo
en general ms que a un individuo concreto.
Quiz pueda dije mirndole con cierto nerviosismo, preguntndome qu
pensara de m Le importara explicarme qu le pasa?
Muchas cosas dijo, adoptando una pose romntica junto a las cortinas.
Esto, decid entusiasmado, va a ser una escena de alto nivel dramtico. Pero, en
aquel momento, subestimaba a Daventport. Ms tarde sabra que era un buen actor,
en el sentido al que sabes que me refiero. Pero, por alguna razn, haba confundido
completamente los versos, haba perdido las notas... o, al menos, aplicaba versos y
notas propias a una obra que los rechazaba y se senta incmoda con ellos. Mi
primer vislumbre de esto lleg poco despus de que la seora Thornton abandonase
prudentemente la estancia y l y yo nos quedsemos mirndonos con los vasos en
la mano, como si nos hubisemos desafiado a un duelo y nos dispusisemos ya a
abrir fuego.
Tengo entendido que usted no es psiclogo, doctor Schmeling.
No, slo soy mdico. Pero tengo cierta inclinacin personal hacia la psicologa.
Sin embargo, si quiere usted consultar con un hombre ms cualificado...
No, no... perdone, pero temo que una persona que no est muy familiarizado
con... trastornos mentales... podra calificar de absurdo lo que le dijera.
Negu con un gesto, curioso.
No suceder eso le dije. Aunque quizs me vea forzado a recomendarle un
especialista, si no me considero competente para tratar su caso.
Me parece muy bien dijo l. Mi problema es que tengo ensueos, ilusiones.
Reprim el impulso de discutir filosficamente el significado de ambas palabras y,
en vez de hacerlo, enarqu las cejas.
De qu clase, seor Daventport? De muchas clases. Tengo ilusiones de un
distanciamiento fsico completo, en el que mi mente mira hacia abajo y contempla
mi cuerpo y lo observa con objetividad clnica. Ilusiones de tamao, en que soy a
veces tan pequeo como la punta de alfiler en la inmensidad del espacio infinito y,
al mismo tiempo, tan grande como para empequeecer el universo. Ilusiones de or
voces que dicen frases que yo no podr or hasta das despus o que debera haber
odo das antes; ilusiones en las que un lugar me parece conocido pese a no haberlo
visitado nunca... deja vu, creo que le llaman... ilusiones en las que un lugar que
conozco desde hace aos, por ejemplo esta casa, se vuelve de pronto extrao, como
si lo viese por primera vez. Le he enumerado algunas, muy pocas, doctor...
Frunc el ceo, pensativo. En realidad, todas las ilusiones que me haba

mencionado eran del mismo gnero. Eran lo que llamamos "imgenes


hipnaggicas", las ilusiones que se experimentan antes de dormirse, las ilusiones
que se producen en el estado de duermevela, entre el dormir y el soar. He ledo
que tales ilusones se parecen muchsimo a las provocadas por la mescalina y otras
sustancias similares.
Todos padecemos ilusiones de ese tipo dije a regaadientes, al ver,
desilusionado, que su problema no era, en realidad, tan espectacular. Yo mismo
las tengo a veces.
S claro dijo rpidamente. A veces. A veces, doctor. Pero, las tiene usted
siempre? Se ve usted obligado, como yo, a ejercer un control rgido y deliberado
sobre s mismo, a forzarse a un comportamiento normal, para poder conversar
razonable y lgicamente, para caminar unos metros hasta un quiosco y comprar un
peridico, a ejercer una tremenda concentracin si desea ver ese peridico en sus
manos y leerlo?
No, por supuesto que no dije, sintindome ya interesado.
Por supuesto que no dijo l.
Con el plido rostro crispado, frunci los labios, los humedeci y continu:
Hace algn tiempo, en circunstancias ms o menos parecidas a las que le he
descrito, me tropec con la fuente de una cita muy utilizada. Un poema de John
Donne, ese charlatn, ese mstico estpido... "Ningn hombre es una isla"... sin
duda lo recuerda usted, ese absurdo sermoneante y pantesta. Pues bien, yo soy
una isla, doctor, estoy aislado de mis semejantes la mayor parte del tiempo por
mares ms impenetrables que la inmensidad del espacio intergalctico... soy una
isla que existe en mi propio espacio, en mi propio tiempo... En realidad, en mi propio
universo, que tiene escaso contacto con el universo que le rodea.
Debes darte cuenta de que por entonces, aunque interesado, no estaba tan
convencido como ahora de lo que es literalmente la individualidad fsica. Buscaba
intilmente algo que decir. Slo pude formular un tpico:
Y cuando empez a experimentar todo esto? le pregunt.
Hace algunos aos dijo con impaciencia. Al principio, como usted indica,
slo entre la vigilia y el sueo, luego entre el sueo y el despertar, luego
continuaron a lo largo de la maana y luego todo el da y toda la noche. No estoy
loco, doctor. S que no lo estoy. Pero pronto me volver loco con la tensin de tener
que mantenerme anclado a la realidad.
Bien, haga una cosa le dije. No aplique ningn control, para que yo pueda,
digamos, observar los sntomas como hara en un caso mdico normal.
No aplicar ningn control... Doctor, ni siquiera estoy seguro de poder recuperar
luego el control, si lo hiciese.
Pareci cavilar un instante y luego alz los ojos hacia m; el apagado brillo
desafiante sustituido por la mirada de splica que he visto en los agonizantes que
temen la muerte.
Si eso significa que podr usted curarme, lo har.
No puedo garantizrselo hasta ver de qu se trata dije casi con la misma
vehemencia que l.
Entonces, vea, por dios!
Los msculos de su rostro parecieron relajarse hasta tal punto que pareca que se
le alargara toda la cara. Se tambale y le ayud a sentarse en un silln.
Ya te lo he dicho, ta, no tengo ningn deseo de ver a un psiquiatra su ta no
estaba all, por supuesto. Estara reviviendo la discusin que haba inducido a la

seora Thornton a consultarme?


Retroced cuando l se levant del silln e inici una extraa e inquietante
pantomima. He visto escenas similares en casos de conmocin extrema, en que el
paciente reproduce la fase que conduce a la experiencia traumtica una y otra vez.
Pero incluso en esto haba algo extrao.
Sus labios formaban frases, pero yo no poda or que deca. Luego hizo todos los
movimientos de quitarse la ropa, aunque su ropa segua sobe su cuerpo. Luego se
sent.
Se sent tranquilamente en el aire!
Asombrado, por no decir aterrado, me acerqu a l y le cog, me arrodill y palp
el aire bajo suyo, vi que tena los pies ligeramente alzados del suelo.
Luego sus brazos se movieron y le cay la cabeza sobre el pecho, como si hubiera
perdido el conocimiento. No poda seguir all contemplando aquello, as que le cog y
le zarande suplicndole que despertase.
Abri los ojos y mir a su alrededor, pero pareca que no me vea.
Doctor dijo Creo que lo ha conseguido.
Pero miraba ms all de m, a mi izquierda, dirigindose quizs a alguna imagen
invisible de m mismo.
Antes de que yo perdiera por completo el control, le agarr de nuevo por los
hombros y le dije con angustia al odo:
Daventport... Daventport... Soy el doctor Schmeling... est usted en el saln de
casa de su ta. Puede orme? Me entiende?
Su plido rostro se volvi lentamente y su cuerpo temblaba. Los msculos se
tensaron una vez ms mientras miraba con dificultad hacia m.
Le entiendo. Recuerdo. Pero, qu he hecho? No localizo ningn recuerdo de...
Escuche dije con vehemencia. Quiero que venga usted conmigo a visitar a
un ntimo amigo mo, un fsico llamado King... este caso no pueden resolverlo ni los
psiclogos ni los mdicos, estoy seguro. Iremos a verle ahora... est de acuerdo?
Me ayudar?
Si hay alguien que pueda ayudarle, slo puede ner King promet nervioso.
Est bien.
Expliqu a la seora Thornton una vaga historia de que su sobrino necesitaba que
le examinase en mi consultorio y le met en mi coche. Cruzamos Londres y fuimos al
Instituto de Investigaciones Especiales que diriga King.
Pronto estuvimos en el despacho de King y le expliqu cuanto saba. Luego l
escuch la historia de Davenport.
Habis hecho muy bien en venir aqu dijo. Te lo agradezco, Schmeling, pues
sabes que actualmente estoy investigando los diversos grados de conciencia fsica.
Hay varios psiclogos trabajando con nosotros, claro est, y entre todos podremos
ayudar al seor Davenport, y de paso aadi sonrindome, obtener algunas
informaciones valiosas de los experimentos que quizs tengamos que realizar para
hallar una cura.
As que voy a ser una especie de conejillo de Indias, verdad? dijo con
aspereza Davenport.
S contest King. Debe recordar usted que cuanto ms sepamos sobre su...
ejem... trastorno, ms fcil ser la tarea de ayudarle a readaptarse a la realidad.
Poco despus se acord con la seora Thornton que Nicholas Daventport
permanecera en el Instituto hasta que estuviese curado. Prometimos mximo

secreto y preferamos realmente mantenerlo, porque el trastorno de Daventport era


tan asombroso que si llegaba cualquier rumor a los voraces odos de la prensa
sensacionalista, nos caeran encima los informadores.
Pas el tiempo y, por fin, King y su equipo lograron construir un prodigioso
ejemplar de mquina capaz de registrar las experiencias de Daventport mientras
ste sufra sus ilusiones y de retornarlo, al menos en cierto grado, a la realidad.
Los datos se acumularon, se seleccionaron y se investigaron. Y poco a poco
fuimos llegando a ciertas conclusiones respecto al carcter del problema de
Daventport.
Daventport no slo habitaba en un universo privado escasamente relacionado con
nuestro comn y compartido tiempo y espacio, sino que si se le dejaba por entero
dentro de l, comprobamos que adoptaba un rumbo y una forma definidas, como s
su existencia tuviera una progresin lgica a travs del tiempo y del espacio. Sus
experiencias pasadas, presentes y futuras, estaban dispuestas de forma
perfectamente ordenada salvo en un detalle: sus experiencias pasadas existan, a
veces, en nuestro futuro, y sus experiencias presentes o futuras existan a menudo
en nuestro pasado.
En fin, el caso era que habamos investigado a Nicholas Daventport y caba la
posibilidad de que fuera slo un caso raro y nico, que no hubieran otros como l.
Pero tenamos que ponerlo a prueba... as que me ofrec voluntario. Por entonces,
sus experimentos con la primera mquina, les haban capacitado para crear otra
que, si operaba de acuerdo con el principio que ellos haban previsto, podra tener el
efecto de lanzarme a lo que empezbamos a llamar "el estado hipnagtico
permanente".
La mquina, una obra maestra, produca en el metabolismo humano los efectos
controlables de ciertas drogas, como la mescalina, el cido lisrgico o el adrenolitn,
ejerciendo control electrnico directo sobre la mente y sobre el torrente sanguneo.
As pues, pasase lo que pasase, seguro que iba a disfrutar de algunas
experiencias personales interesantes.
Me sent en la silla mientras enfocaban la mquina sobre el cuerpo. Tambin
haba un instrumento del tipo que ya he mencionado.
Empezaron las pruebas.
Las ilusiones eran muy claras, de hecho bastante ms ntidas que la mayora de
las experiencias ordinarias. Incluan voz, imgenes, accin, olores y mi sentido del
tacto, as como un cierto estado de suave xtasis emotivo que rpidamente poda
convertirse en estado suavemente depresivo. Esta confusin, luego empez a
aclararse, y las ilusiones y las impresiones empezaron a formar una pauta definida
hasta que sent que viva una vida ordenada apenas distinta a la que viva
normalmente, salvo por el hecho de que pareca saber mucho mejor cmo era todo;
pareca, si lo prefieres, ms familiarizado con todo.
Segn supe ms tarde, me soltaron luego de mi asiento y me permitieron
moverme a mi gusto y me situaron frente a Daventport, que se hallaba en un estado
similar.
Aunque le vi con toda claridad, no sent el menor inters por l, no sent el menor
deseo de acercarme a l ni de interferir verbal o fsicamente en su existencia
personal. Sin embargo, al cabo de un rato, l se me acerc y me dijo cortsmente:
As que es usted tambin libre, doctor Schmeling. Sin duda nos han puesto en
contacto deliberadamente y no s cmo, pero si nos permiten seguir en este estado,
deseo comunicarme con usted en algn periodo en que el tiempo y el espacio del
universo sean favorables para otro encuentro... quizs nos hayamos encontrado ya

en su pasado y en mi futuro, no cree?


An no contest.
Te das cuenta del nuevo estado de nuestra existencia? Estbamos viviendo sin
estar directamente implicados en lo que eran universos privados separados
prcticamente por completo. La naturaleza del tiempo haba cambiado, o al menos
nosotros habamos cambiado en relacin con la naturaleza del tiempo, y era muy
posible que un individuo recordase un encuentro que para otro an no haba tenido
lugar! Eramos libres! Eramos absolutamente libres y estoy convencido de que
vivamos lo que es la verdadera y natural existencia del ser humano.
No s qu extrao azar se produjo en la tierra, que nos llev por el mal camino.
Pero la verdad, quedaba patente y clara. Los torpes tanteos de msticos, filsofos y
cientficos para desvelar esta revelacin, haban sido bloqueados por el mundo en
general durante siglos.
Realizamos pruebas similares con grupos amplios. King estaba tan emocionado
como yo. No hicimos tentativa alguna de "curar" a Davemport, y en cuanto
comprendimos lo que le haba sucedido, lo que debe haberles sucedido a miles de
pobres "esquizofrnicos" y "vctimas de la locura" encerrados en todo el mundo,
aceptamos su estado como normal... y nuestros estados como anormales.
Observando los experimentos con grupos amplios, vimos el paraso, vimos el
infierno, amigo mo; bandadas de ngeles viviendo una existencia personal pacfica
y ordenada, libres de las cadenas de la supuesta uniformidad, de la posicin de
actores interpretando papeles en una mala obra, hombres reales realizando
acciones reales significativas e importantes para su existencia personal.
Aquel estado exclua, adems, cualquier interferencia en las vidas de sus
semejantes.
Es lo que los polticos han estado proclamando durante aos, sin lograrlo nunca.
Gracias al joven Nicholas Daventport, hemos logrado que la humanidad se libere
de la esclavitud de la uniformidad. Morir la tribu, morir la nacin: habr slo
hombres y mujeres independientes.
Schmeling, estirando su alargada y aguilea cabeza se inclin hacia m y apoy
sus dedos largos de uas cuadradas sobre la tapicera del silln.
Libertad repiti. Libertad autntica!
Pero yo no comparta su entusiasmo. En realidad, la idea me horrorizaba. Era
imposible, para empezar. Pero la sola idea, aquel concepto irresponsable, bastaba
para enfurecerme. Me control lo mejor que pude.
Un buen cuento, Schmeling intent sonrer. Ests en forma. Pero, amigo
mo, la idea misma de una existencia tal, resulta pasmosa para un hombre
inteligente. La sociedad, tal como la entendemos, se derrumbara. Sin organizacin
no puede haber civilizacin, no podra haber edificios ni ferrocarriles, ni siquiera
peridicos.
Pero podramos tener libros... libros amorosamente producidos por un hombre
con su propia imprenta!.
Cuntos libros? Y cmo se distribuiran? Cmo conseguira su tinta, sus tipos,
las piezas de repuesto para su imprenta? Y quin los leera?
Qu quieres decir?
Acaso tienen los animales deseos de leer libros, Schmeling?
Qu tiene eso que ver?
Claro que tiene que ver... ese estado que te parece tan deseable es una

existencia animal, es que no te das cuenta?


Tienes una visin limitada dijo l, y pareci relajarse deliberadamente en su
silln. En realidad, la clase de comunicacin a que me refiero no necesita ningn
tipo de libros. Es un estado de xtasis, amigo mo... es el cielo en la tierra. Es lo que
nos han prometido durante aos!
Muy bien, no hacen falta libros. Pero el hombre no vive slo de libros... Tambin
vive de pan!
El individuo encuentra las vitaminas que necesita por... bueno, por una especie
de instinto que no puedo explicar.
Lanc una sonora carcajada ante esta afirmacin tan ingenua en un fsico culto.
Lo siento, Schmeling, pero nuestra conversacin es cada vez ms ridicula. Me
met demasiado en tu historia. Olvidemos toda esta charla de "estados perfectos" y
"experiencia trascendente", pues de lo contrario acabaremos como dos viejos
sacerdotes budistas disputando en un monasterio.
Pero no quiso acceder a mi deseo de dejar el tema antes de que la discusin se
enconase y amenazase nuestra amistad.
No insisti. Mralo de este modo: eres un hombre humanitario y liberal, no
es cierto? Das al individuo derecho a sostener sus propias ideas siempre que no
interfieran perjudicialmente con otro individuo.
Asent sin escuchar, en realidad, pues ya me aburra la discusin.
Las ideas son grandes o pequeas segn el individuo continu. Aceptaras
que si criticamos sus ideas segn nuestra propia escala de valores, estamos siendo
injustos con este hombre?
S.
Lo mismo que es posible que un nmero infinito de cosas ocupen el mismo
espacio que nuestro planeta, teniendo espacio y tiempo como nosotros pero
existiendo asimismo en una serie de dimensiones distintas, as tambin todo ser
humano tiene "dimensiones" individuales propias. Hay muchos casos en que se
comparten dimensiones comunes, pero precisamente por ser esto cierto no tenemos
ms remedio que concluir que en consecuencia se comparten todas las
dimensiones! Has de admitir , luego, que el derecho de ese Hombre a ser un
individuo es una necesidad tanto fsica como filosfica. Que el aceptar las
dimensiones compartidas como las nicas importantes o "reales" y rechazar las
individuales deJ individuo como "antinaturales" o "errneas" es negar una verdad
fsica!
Vamos, Schmeling. Te has enredado en tu especulacin demasiado para que
podamos seguir con este asunto. Clmate, llena esa pipa que yo ya me ir dentro de
un momento. He de admitir que nunca esper or decir tantos disparates a un
hombre de tu inteligencia y tu sentido comn. Lo que postulas t es la anarqua
total... un estado odioso para cualquier criatura racional. Gracias a Dios, las cosas
no son as.
Mir con curiosidad a Schmeling, que se haba relajado del todo y llenaba su pipa
como le haba propuesto. Ri para s, como por algn chiste particular.
Veo que te das cuenta de que tengo razn dije, sonriendo y levantndome.
Ya vers t como la tengo yo dijo, riendo entre dientes.
Qu quieres decir?
Bueno, mi querido amigo, hemos construido ya varas mquinas como la que te
describ. Grandes. Estn situadas en puntos estratgicos del mundo. Dentro de unas
horas inundaremos el planeta con sus efectos y empezar la vida real para los seres

humanos, la Nueva Era... La era de la salvacin!


No pude aguantar ms.
Conmovido y alterado al ver un comportamiento tan infantil en una inteligencia
tan magnfica, me volv a casa. Pero sin poder liberarme del presentimiento de que
lo que me haba dicho no era ms que la libertad.
Ahora estoy en casa y sentado en mi estudio stas escribo para notas anlisis era
en ello lo que mi nutrida esa conviccin orden...

ESPERANDO EL FIN DEL TIEMPO...

Soplaban vientos crudos sobre Tanet-tur-Taac, y el hedor a sal del mar llegaba a la
nariz de Suron y la impregnaba da y noche porque las aguas estaban subiendo
mientras la luna caa.
Vientos crudos desgajaban las nubes sobre Tanet y a veces llevaban nieve y a
veces llevaban lluvia caliente y a veces slo hacan olas en el mar.
Con el largo pelo flotando al viento, Suron-riel-J'ryec miraba fijamente la luna y
tras ella a la estrella Kadel, que en otros tiempos haba estado tan lejos de Tanet, el
ltimo mundo del Borde. Haba varias estrellas grandes en el cielo ahora, y pronto
ellas y sus planetas seran un cuerpo inmenso. Tambin Tanet formara pronto parte
de aquel cuerpo.
Desde donde estaba, en la torre ms alta de la ciudad, Suron poda ver las
montaas distantes y alter su visin para captar cierta zona concreta con una
perspectiva ms detallada. Estaba seguro de haber visto moverse algo, all, de
nuevo. Pero el viento revolva la nieve en las laderas. Quizs hubiera sido eso lo que
haba visto.
Suron mir tras s, hacia las esbeltas torres de la ciudad que se llamaba Rion-vamy (Esperanza Inevitable), una ciudad que era tambin una mquina. Suron haba
construido Rion-va-my y haba bautizado a la ciudad-mquina diseada para hacer
de Tanet un mundo completamente independiente de su sol, para apartarlo de la
fuerza de atraccin de la Masa antes de que fuera demasiado fuerte para cruzar el
espacio intergalctico y hallar una galaxia que an siguiera en equilibrio. Por eso
haban elegido para su experimento aquel mundo del Borde, porque era el mundo
menos habitable que haba en los confines de la galaxia.
Y la galaxia estaba condenada a sufrir un cambio monstruoso en el que nada
seguira como antes.
La galaxia estaba condensndose.
Ellos ya saban qu iba a suceder, pues sus cientficos haban llegado a
desentraar la naturaleza de los cuerpos inmensos y oscuros que yacan en el
centro de la galaxia. Megaquasares con una masa tan grande que ni siquiera los
fotones podan escapar a ellos, haban empezado a engrosar su masa con todos los
cuerpos que penetraban en su campo gravitatorio.
Y ahora, toda la galaxia vaca dentro de aquel campo y todos los soles y sus
satlites eran arrastrados inexorablemente hacia all, mientras los megaqasares se
consolidaban en una sola masa, tan inmensa, que no poda inventarse ningn
nombre real para denominarla. Los que aludan a ella, no podan darle ms nombre
que el de Masa.
Suron contempl de nuevo el cielo, mientras el da se iba oscureciendo
rpidamente. Su plan haba fracasado al hacerse evidente que era demasiado tarde.
Rion-va-my, era la mquina ms perfeccionada que hubiese inventado nunca la
humanidad. Poda proporcionar un medio artificial complejo, alterar un planeta tan
fcilmente como una nave espacial, pero jams podra utilizarse para su propsito
bsico. Lo nico que le caba hacer, era ayudar a Tanet a eludir la inevitable colisin
unos cuantos das ms.
Apenas funcionaba ya como una ciudad, pues la mayora de sus ciudadanos se
haban ido al comprender que el plan de Suron haba fracasado. Se haban ido con la
esperanza de llegar a sus mundos natales antes de que sus soles se los tragasen,

soles que seran a su vez tragados por otros soles mayores hasta que la Masa se lo
tragase todo.
Suron se haba quedado, Tanet era ya su mundo. Lo amaba. Y aqul que amaba a
Suron se qued con l.
Al principio, el proceso haba sido gradual. Unos cuantos miles de aos atrs
apenas si haba sido perceptible. Haca mil aos, sin embargo, que se haba hecho
patente lo que se fraguaba. Cien aos antes, la Masa haba absorbido a la mitad de
los soles y planetas de la galaxia y ahora los soles y planetas del Borde iban
aproximndose entre s.
Unos das ms, pensaba Suron, e iniciaremos el ltimo viaje hacia el interior. Y en
menos de un ao, si eran correctas las teoras de los cientficos, la Masa se
desmoronara debido a su propia gravitacin y se iniciara de nuevo el proceso
entrpico. Nuevas estrellas, nuevos planetas: un nuevo ciclo.
Se repetira a s mismo el ciclo?, se preguntaba Suron. Estaba programada la
galaxia para formarse y reformarse eternamente? Renacera la humanidad y
recreara su historia quizs por millonsima vez?
Desde la cspide de la torre ms alta, con el cuerpo plido expuesto a los
elementos, Suron contemplaba las aguas. Haban alcanzado ya algunas de las
estructuras ms lejanas. Mir de nuevo hacia la luna que dominaba el cielo. Estaba
un poco ms cerca que el da anterior; y Tanet estaba un poco ms cerca de su sol,
y las estrellas estaban reunidas en un grupo algo ms compacto.
Falta poco, pens.
Pas la breve noche. El color del cielo pas de azul oscuro a violeta y a verde
claro y las nubes se alejaron por el horizonte y desaparecieron. Asom el sol y Suron
sinti al instante su calor.
Se oy un susurro detrs de Suron.
As que no sirvi de nada.
Mis'rn-bur-Sen, coloc una mano suave sobre el brazo de Suron.
El sol est ms cerca, Suron.
Suron se volvi y sonri a su marido.
So con la humanidad. Qu fue lo que no sirvi de nada?
Mis'rn se acerc a la balaustrada. Su piel era transparente como la de Suron y
mostraba las venas y rganos de su cuerpo hermafrodita. El clido viento ondulaba
su pelo claro.
Toda la lucha, y el dolor, y la muerte. Todos los esfuerzos de quienes aspiraban
a ayudar al gnero humano a lograr la tranquilidad y la seguridad, que tan
recientemente conseguimos. Todo intil, Suron. La humanidad ha sido engaada.
Cuando triunfaba sobre su condicin, sobre la mortalidad, sobre el entorno, la
naturaleza an sigue gastando sus bromas, an logra hallar un medio de
destruirnos.
Suron sonri y dijo:
Una visin un poco antropomrfica del universo. No nos basta saber que la
humanidad triunf al fin, que logr alcanzar lo que los antiguos haban llamado "un
estado de gracia"? No es el afecto que nos tenemos, una especie de recompensa
por tantos milenios de lucha?
Mis'rn inclin la cabeza.
Quizs dijo.
La torre tembl. Se oscureci el cielo al llegar nuevas nubes barriendo el

horizonte. El estruendo del mar ahog el rumor del viento. Suron puso la punta de
un largo dedo sobre la balaustrada y traz un crculo.
Un campo de fuerza form una cpula invisible sobre la torre y el azotar del
viento y el aullar del mar quedaron bloqueados. Suron y Mis'rn se miraron fijamente,
en el nuevo silencio.
Pero nuestros hijos han muerto dijo al fin Mis'rn.
Haca unos cincuenta aos que ambos haban dado a luz al hijo del otro,
simultneamente. Los dos vastagos haban permanecido en el planeta en el que
haban nacido y los dos estaban ya consumidos.
Suron haba aceptado este hecho sin amargura, pero Mis'rn, cuyo temperamento
se complementaba con el de Suron, an se afliga. Y por eso Suron confortaba ahora
a su marido. Expresaba sin palabras su comprensin y Mis'rn comunicaba sin
palabras su gratitud. La torre volvi a estremecerse.
Cul fue tu sueo sobre la humanidad? pregunt Mis'rn.
No recuerdo las imgenes, slo el ambiente. Yo estaba all y soaba y luego
despertaba y, Mis'rn, me senta feliz.
Has compartido eso conmigo. Ojal pudiese tener un sueo as. Pero todos mis
sueos, cuando los tengo, son de conflictos y desastres.
Suron seal hacia las montaas.
Despus de mi sueo, cre ver moverse algo all, en las laderas. Quizs formase
parte del sueo.
Eso creo. Somos los nicos que quedamos en Tanet. Y aqu no hay animales. De
eso se encargaron nuestros ancestros.
Sin embargo, sent el impulso de ir a las montaas... a mirar.
Es demasiado peligroso, Suron. Toda la energa de la ciudad se est utilizando
para resistir la fuerza de atraccin de nuestro sol y para impedir que la luna nos
caiga encima. Si sales de su radio de accin, quiz no pudiara protegerte.
Lo s.
Suron cogi una mano de Mis'rn y susurr algo.
Fueron transportados inmediatamente al corazn mismo de la torre, a una
estancia de luz suave y cambiante, que irradiaba elementos nutritivos en sus
organismos. Luego, hicieron el amor de un modo tierno y dulce... apenas sin
tocarse,mientras se movan por la habitacin en un gracioso y emocionante ballet.
Y la torre tembl una vez ms y la luz parpade, un instante antes de reanudar
sus transformaciones.
Mis'rn detuvo su danza y Suron vio los rastros de una emocin olvidada que
empezaban a surgir en su rostro. La emocin era miedo.
Hemos de aceptarlo, Mis'rn dijo. Bautizamos esta ciudad con el nombre de
Esperanza Inevitable, porque era inevitable que tuvisemos esperanza. Pero ahora
esa esperanza est muerta. Hemos de aceptarlo.
No puedo murmur Mis'rn. El sueo ayud a nuestros ancestros de este
modo cuando no podan tolerar las implicaciones de la realidad. Por eso dorman.
Lo intentar.
Suron traz un signo determinado sobre la pared de luz cambiante, y el aire del
centro de la estancia cuchiche y susurr y apareci un lecho.
Mis'rn se dirigi hacia el lecho y se tendi en l, mirando, desde all, a Suron.
Cierra los ojos dijo Suron, y Mis'rn los cerr. Yo vendr a despertarte
prometi.

Y Suron volvi a lo alto de la torre, pestaeando ante la intensa luz. Hizo que la
cpula se oscureciera para poder contemplar el paisaje.
En las montaas se haba fundido la nieve. El mar se mova inquieto alrededor de
las torres ms bajas. El monstruoso sol cruzaba el cielo.
Suron centr los ojos de modo que la ladera de la montaa pareci acercarse.
Cuidadosamente, inspeccion cada roca amarillenta, cada sombra de un negro
intenso, todas las hendiduras. Pero slo se movan las sombras por la rpida carrera
del sol por el cielo.
Y luego, cuando Suron dirigi su mirada a las lomas ms altas, vio una sombra
que se mova en direccin opuesta y que desapareca tras uno de los largos
colmillos de roca que un temblor reciente de tierra haba cortado del cuerpo
principal de la montaa.
As que era cierto, haba all una criatura viva. Un hombre?
Suron estaba seguro de que ningn hombre poda sobrevivir bajo el calor a menos
que llevara ropa protectora adecuada.
Un visitante, entonces, de uno de los mundos internos?
Imposible. Ninguna nave espacial poda soportar las inmensas fuerzas
gravitatorias que existan ya en el espacio. Y no haba ningn receptor de materia
en funcionamiento en Tanec-tur-Taac.
Suron se pregunt si la criatura habra venido de una galaxia prxima.
Tom una decisin. Sin dejar de mirar fijamente hacia la ladera, esper con toda
calma a que llegase el oscurecer.
Ahora la oscuridad era ya completa en Tanet, pero cuando el sol lleg al extremo
del horizonte y la luna empezaba a asomar su masa monstruosa sobre las cimas de
los montes y el cielo se volva de un azul intenso y las estrellas hacan su aparicin
de nuevo, Suron dej Rion-va-mey, la ciudad-mquina de Esperanza Inevitable.
Sobre la espalda desnuda, llevaba un equipo de campo de fuerza ligero que le
protegera contra los elementos y le servira de medio de propulsin sobre las rocas.
Se elev unos centmetros del suelo, vol contra el viento, mientras las nubes se
espesaban y el cielo se oscureca, trayendo las primeras nieves del anochecer.
Suron aument la temperatura de su cuerpo para contrarrestar el fro, y los copos
de nieve que caan sobre sus hombros desnudos, se fundieron inmediatamente.
Tras l, la ciudad haba cambiado de color. Ahora tenia un peculiar tono
anaranjado. Suron saba que sus recursos estaban casi agotados. El mar cubra an
ms las torres, y las que quedaban, haban empezado de nuevo a balancearse y a
estremecerse.
Suron lleg al pie de las laderas de las montaas y empez a ascender.
El cielo se volvi de una prpura intenso y el viento rasg las nubes, de modo que
la luna pudo verse otra vez. Estaba an ms cerca. Suron tuvo casi la sensacin de
que si alzaba una mano podra tocarla. Dominaba el paisaje.
Mirando al frente, crey ver la sombra mvil, cerca de la cima de la montaa.
Aument su velocidad.
Lleg a la cima. El viento era ya tan fuerte que se vio obligado a utilizar ms
potencia para que no le desplazase de su condicin. La luna pareca amenazar
aplastarle. Pareca llenar todo el cielo.
Justo debajo de l, surgi un cuadrpedo antropoide de detrs de una roca. Se

aferraba a la ladera, el cuerpo peludo cubierto de nieve, el pelo alisado por el


viento. Sus ojos inteligentes miraron a Suron y Suron lo identific.
Se le escap un grito de sorpresa.
El antropoide movi la cabeza y le observ receloso. Abri la boca y habl, y el
aullar del viento ahog sus palabras.
Suron descendi por la ladera hacia la criatura.
El ser retrocedi y desapareci. Suron vio que la roca ocultaba una fisura de la
ladera... una cueva.
Entr en la cueva sin vacilar.
Lleg luz. La cueva era artificial. Era una habitacin o quizs una ms de una
serie, y su contenido haba sido destrozado y dispersado por los temblores de tierra.
La criatura estaba plantada sobre sus cuatro piernas en medio de la habitacin,
rodeada de desperdicios y sentada en una silla de extraa forma. Miraba muy seria
a Suron.
Cre que tu especie estaba extinta dijo Suron, luego aadi ceudo:
Entiendes mi lengua?
La respuesta fue clara, firme, musical:
La entiendo. Mi especie fue... extinguida. La destruy la tuya hace mucho
tiempo.
No lo saba dijo Suron.
Haba vegetacin y belleza. Haba paz. Hace eras, tu gente lleg con fuego y
quem toda la belleza, asesin a todos los mos. Yo me ocult en las profundidades
de la tierra. Luego tu gente se fue. Nunca pude descubrir por qu destruyeron
nuestro mundo.
Cmo aprendiste nuestra lengua?
Un viajero dijo la criatura, sealando con una mano. Suron vio un crneo. Era
el crneo de un hombre pre-hermafrodita. Deba tener siglos.
Le mataste t?
Muri. Eramos amigos, creo.
Y l no saba por qu quemaron vuestro planeta?
Hablaba de una guerra. Dijo que este mundo probablemente ocupase una
importante posicin tctica... algo parecido. Dijo que si hubieran sabido de nosotros
quizs no lo hubiesen quemado, pero supusieron que criaturas que caminaban con
cuatro patas no eran inteligentes... como si tuviera algo que ver.
Mis ancestros hacan en otros tiempos diferenciaciones entre seres que
razonaban como ellos y otros de carcter menos inquisitivo,
Los que estaban contentos fueron destruidos.
As fue, s. Pero t sobreviviste todos estos aos.
S... al parecer, para morir con los que me robaron la felicidad. Se debe esta
catstrofe a otra de vuestras acciones?
No lo creo. Yo me llamo Suron-riel-J'ryec.
Yo soy Mollei Coyshkaery. Cul es entonces la causa de esto?
Suron se lo explic.
La criatura antropoidea pareci animarse.
As que nadie gan. Lo que nos pas a nosotros os est pasando a vosotros.
Con una diferencia: no quedar nadie para recordar a la humanidad, cuando
desaparezca.

Se lo tiene merecido.
Supongo que s.
T no eres como mi amigo dijo Mollei sealando el crneo. Eres ms
tranquilo... tienes un aspecto distinto.
Nuestra raza haba empezado a evolucionar hacia especies completamente
distintas. Eramos casi inmortales, lo mismo que t. No tenamos conflictos entre
nosotros ni enemigos que nos amenazasen. Dedicbamos nuestro tiempo a
adaptarnos a lo que veamos. Habramos evolucionado an ms, pero Suron hizo
una pausa habamos aprendido el hbito del amor, y habamos olvidado el hbito
del odio.
Yo an no he aprendido a odiar dijo Mollei. Y ahora ya es demasiado tarde.
Lo siento.
Crees que es bueno odiar?
Creo que es bueno conocer todos los sentimientos el crneo atraa de nuevo
la mirada de Suron.
Mollei se sacudi la nieve derretida de la piel. De pronto, solt con expresin
meditabunda:
Antes haba msica. Hace tanto que no oigo msica.
Quizs vuelvas a orla.
Qu quieres decir?
Hay quien cree que la galaxia pasa por un ciclo perpetuo de nacimiento, muerte
y renacimiento... que su historia se repite una y otra vez con diferencias slo
secundarias.
Pero eso significa que volver a conocer el dolor. Tus palabras no me traen
ningn consuelo, Suron-riel-J'ryec.
Admito dijo Suron con un suspiro que la idea tambin es aterradora.
No parece afectarte lo que est a punto de suceder.
Es inevitable, Mollei Coyshkaery.
La caverna se balance. A pesar de su campo de fuerza, Suron se vio lanzado
contra la pared. Con l se desplazaron objetos. El crneo choc contra la pared y se
fragment. Mollei intent salvarse, pero qued atrapado justo debajo de Suron,
gritando de dolor e intentando incorporarse. Caan piedras del techo. Un gran
estruendo lo llen todo, mientras la caverna segua estremecindose. Luego, todo
volvi a quedar quieto.
Suron descendi hasta el ngulo que formaban el suelo y la pared, donde estaba
tendido Mollei. Su mirada expresaba dolor. Era evidente que tena algunos huesos
rotos.
Ha sido el peor de todos murmur Mollei. Me pregunto qu lo provocara...
Ha cado ya la luna. Creo que a cierta distancia de nosotros.
Qu significa eso?
Significa que dentro de poco tu planeta se hundir en su sol, casi en el mismo
instante en que el sol se una a otras estrellas. Estamos desplazndonos todos hacia
el centro, Mollei. Unas cuantas horas despus de morir, nuestra galaxia no ser ms
que una masa. Despus, se cree que la masa explotar y la galaxia empezar de
nuevo.
La muerte llega rpido balbuci la criatura, pero la vida tarda tanto tiempo
en formarse...

Vendrs conmigo a Rion-va-my, mi ciudad? pregunt Suron. Hay all


medios para aliviar tu dolor.
Estoy mundome dijo Mollei. Djame morir solo.
Como quieras.
Suron busc la entrada de la cueva, pero haba quedado bloqueada al caer la
luna. Volvi junto a la criatura agonizante.
Parece que estoy atrapado.
Mollei se incorpor sobre un codo y seal una entrada.
Hay varias salidas. Quizs alguna no est bloqueada.
Gracias.
Adis, Suron-riel-J'ryec.
Suron se dio cuenta de que empezaba a debilitarse la potencia de su campo
magntico. Cruz el oscuro umbral y ensanch los ojos para poder ver en el negror
de la sala contigua. Haba all cuadros y artefactos de todas clases. Se dio cuenta de
que Mollei haba utilizado el sistema de cuevas como museo: un monumento a su
raza asesinada. Suron experiment lo que imagin podra ser sentido de
culpabilidad.
Se abri paso a travs de varias cmaras similares, detenindose slo a
contemplar un relieve muy antiguo que pareca indicar que la raza de Mollei haba
tenido en otros tiempos enemigos indgenas... era una escena de guerra. Las
criaturas simiescas expulsaban triunfalmente a un tipo de gente asexual
similarmente armadas.
Y luego vio una hendidura en el techo por la que entraba luz.
Suron aument la potencia y subi hasta el techo, cruz la hendidura y sali a la
superficie del planeta.
Gimi cuando la luz golpe sus ojos y se los tap con las manos. Saba que le
quedaba poca potencia en su campo magntico, pero aument la intensidad del
campo an ms y se aisl del calor asfixiante y de la luz lo ms que pudo.
Mir hacia abajo, hacia la montaa, y luego hacia el mar.
El mar herva. Nubes de vapor rodeaban lo que quedaba de Rion-va-my.
Inmensas fisuras negras se abran en la montaa. Empez a descender todo lo
rpido que se atreva.
La pantalla que cubra su cuerpo, temblequeaba. Suron saba que si se
estropeaba, morira... morira con peores sufrimientos y mucho ms deprisa de
como haban muerto sus ancestros, de piel ms gruesa.
Cruz sobre una grieta recin formada y, mientras la cruzaba, el extremo ms
alejado de l empez a pandearse y a ensancharse ms y ms. Inund sus odos un
estruendo monstruoso. Todo el planeta se estremeci.
Con una sensacin de pnico creciente, lleg por fin al otro lado.
Una de las torres cay y luego, otra se balance y se desplom tambin. Suron se
dio cuenta de que al fin la mquina se haba estropeado.
El cielo se hizo an ms brillante y pareca que el calor calcinaba su piel. La
superficie del lejano mar burbujeaba ya y pudo or el silbar de sus aguas al
convertirse en vapor.
La pantalla volvi a fallar y los pies de Suron golpearon las ardientes rocas.
La torre ms alta, que an segua en pie, se hallaba a cierta distancia. Vio que
uno de los grandes haces de energa que haban mantenido unido el planeta, se
pandeaba y luego se quebraba como cuando se corta un alambre de acero. Las

diversas secciones saltaron en el aire vibrando y retorcindose y luego cayeron. Se


desplom otra torre en el mar hirviente.
Suron se sinti mareado. Se le nubl la vista. Se dio cuenta de que iba a morir
muy pronto, sin poder regresar a la habitacin donde yaca dormido Mis'rn.
El caos absoluto le rodeaba, una confusin aterradora de rocas volando y de
remolinos de vapor.
Ya no poda ver Rion-va-my. Quizs haba desaparecido para siempre la ciudad
de Esperanza Inevitable. El sol se hizo an mayor. Suron gritaba de dolor. Luego, sin
cejar en su avance se desmay.
Suron!
Haca ms fresco. Abri los ojos y vio los de Mis'rn-bur-Sen. Haba en ellos
ansiedad.
Suron. Ests vivo!
S, estoy vivo. Pero debera estar muerto.
Despert y te busqu. Me di cuenta de que te habas ido a la montaa. Cog una
nave y te busqu hasta hallarte sin sentido. Te traje a nuestra torre.
Entonces sigue an en pie?
Por poco tiempo. He desviado hacia ella toda la energa que quedaba.
Cre que estabas dormido, marido mo.
Algo me despert... imagino que fue la luna al caer, o la sensacin de que
estabas en peligro. O quizs ambas cosas. Tuve sueos profundos, Suron... sobre la
humanidad.
Y te angustiaban? Suron se levant del lecho e intent mantenerse de pie
sobre el suelo tambaleante. La luz de las paredes ya no cambiaba de color. Era de
un verde claro continuo.
Me consolaron, Suron. Es mejor morir amando a la humanidad que odindola.
Suron asinti con un cabeceo.
Mollei estar ya muerto.
Mollei?
Encontr en la montaa a una criatura, Mis'rn. El ltimo habitante indgena de
Tanet-tur-Taac. Nuestros ancestros destruyeron a los suyos con fuego. Destruyeron
toda la vegetacin del planeta. El sobrevivi durante siglos y sin embargo nunca
conoci el odio... slo la inseguridad y el desconcierto. No saba por qu matamos a
su pueblo.
Lo sabes t?
Slo s que la humanidad mat a muchas otras razas al extenderse por la
galaxia.
Y ahora t odias a la humanidad?
No. Pero comprendo el desconcierto de Mollei. Pues ahora la humanidad est
destruida. Probablemente seamos los ltimos que siguen vivos. Y pronto habremos
muerto.
Pero nos destruye una naturaleza irracional.
Y no fue esa fuerza la que elimin a los habitantes de este planeta?
Les matamos nosotros.
S. Pero puede que slo nos imaginemos que realmente lo hicimos. Utilizamos
nuestros pensamientos para justificar acciones que tenamos que realizar de todos
modos...

Mis'rn cabece. Se traslad a uno de los dos lechos y se tumb en l.


Es cierto que no conquistamos nada dijo. Y ahora estamos conquistados.
Nos conquistamos a nosotros mismos. Y una vez logrado eso, morimos.
Crees que se fue el objetivo de nuestra existencia?
Jams pens que nuestra existencia tuviese un "objetivo". Y sin embargo
nuestros ancestros crean en ello. Que habamos nacido para aprender a amar y que
hacindolo nos integrbamos con el universo.
Mis'rn cerr los ojos.
Por qu no dejas entrar un poco de luz, Suron, para que podamos ver una vez
ms este mundo?
Suron toc la pared y traz un signo. El muro exterior se hizo opaco y luego
transparente y la luz cegadora inund la estancia. Con ella lleg el calor, pero esta
vez le dieron la bienvenida.
Suron ocup su lugar en su lecho y se tendi. Extendi la mano y toc la de
Mis'rn.
Y ahora vamos a dormir dijo. Y se durmieron en amor.
Y entonces Suron y Mis'rn soaron con la humanidad.
Soaron con todo lo que haba luchado por ser, con todo lo que haba logrado ser,
con todos sus fracasos. Y era un sueo de amor.
Soaron con las estrellas y los planetas de su galaxia y con los que haban
abandonado el planeta Tierra haca muchos milenios, con los que haban explorado
y destruido y se haban embrutecido por creer que el conocimiento proporcionaba
amor y tranquilidad.
Y pareci que soaban la historia toda de la galaxia, desde su nacimiento hasta
su muerte, que presenciaban la formacin de cada estrella y de cada planeta, que
vivan la vida de toda criatura individual que haba alcanzado la existencia en
aquellos planetas.
Y en sus sueos acabaron comprendiendo que el Tiempo era una idea sin sentido
y que la Muerte no significaba nada y apenas muy poco la Identidad.
Y mientras ellos soaban ardi la ltima torre y Tanet-tur-Taac cay en el rugiente
corazn de su sol. Luego este sol se uni a la Estrella Kadel y un centenar de soles
ms se agruparon para formar un globo ardiente y nico.
Fue el ltimo fuego que fugazmente ardi en la oscuridad. Luego, tambin l cay
en la Masa.
Y donde haba habido una galaxia hubo slo tinieblas.
Pero ya empezaba a sucederle algo a la Masa, empez a implosionar bajo su
propio inmenso peso.
Quiz Suron y Mis'rn o algo que haba sido ellos siguiese soando, al menos hasta
el momento en que empezasen a reaparecer relmpagos de luz y la galaxia
empezase a renacer tal como podran renacer tambin Suron y Mis'rn, una eternidad
despus.
Pues Tiempo nada significaba y nada significaba Muerte e Identidad significaba slo
un poco.

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