Moorcock, Michael - El Libro de Los Martires (1.1)
Moorcock, Michael - El Libro de Los Martires (1.1)
Moorcock, Michael - El Libro de Los Martires (1.1)
MICHAEL MOORCOCK
El Libro de los mrtires de Moorcock es una nueva coleccin preparada por el propio
Michael Moorcock de algunos de sus relatos favoritos. Su campo de accin abarca
eras y universos y el nico tema comn, si es que lo hay, es el del martirio. (Cmo
podra ligar sino relatos sobre Jesucristo, Alejandro Magno y Jimi Hendrix?) De la
epopeya espacial al rock-and-roll alucinado, del 29 despus de Cristo al da del Juicio
Final, de los contenidos claustrofbicos de la mente de un loco a la infinitud
agorafbica del universo, Moorcock halla ideas que a nadie ms que a l podran
habrsele ocurrido, pero que harn gozar a todo el mundo.
INTRODUCCIN
Podra alegarse que uno de los temas principales de la literatura del siglo XIX se
relacionaba con el intento del individuo de hallar libertad personal en lo que hoy
llamaramos una sociedad represiva, mientras que, en las democracias de
Occidente, el problema de muchos individuos contemporneos, herederos de los
grandes movimientos radicales y libertarios de principios de este siglo, es el de
cmo deberamos usar nuestra libertad. Como escritores que inventasen represiones
alternativas para seguir escribiendo de un modo tradicional, algunos prefieren
prescindir de esa libertad en vez de enfrentar el problema, identificndose con
cualquier tipo de ortodoxia, sea poltica, religiosa o semirreligiosa, para imponer una
negacin de su individualidad. Irnicamente, otros pierden su libertad consintiendo
que les utilicen como imgenes totmicas los que les ven como personificaciones
del espritu libre que ellos mismos anhelan ser: se es el destino de muchos artistas
que se convierten en imgenes pblicas, con el nico resultado de que acaban
destruidos de modos diferentes por el mismo pblico que les adora. La timidez, que
nos convierte a todos en actores, convierte al Bufn inocente en el Demonio
autodestructor.
Cuanta ms atencin recibe uno del pblico, ms difcil resulta conservar una
imagen clara de la propia identidad. Aunque Glogauer en "He aqu el hombre" tiene
una necesidad profundamente enraizada de ver afirmadas las verdades del
Evangelio, pasa a estar manipulado desde el momento en que se encuentra con
Juan el Bautista, convirtindose en el Mesas que el pueblo necesita.
Mis relatos de Cornelio tratan, entre otras cosas, de la bsqueda del espritu libre
a travs de una moral individual que no choca con las exigencias de la sociedad,
pues hacer una virtud del distanciamiento {al modo byroniano) es perder
perspectiva tan fcilmente como convertir en virtud la ortodoxia (a la manera de
Kipling). La ortodoxia, por supuesto, empuja al individuo a una pose byroniana; los
hombres agresivos pueden crear mujeres "duras"; autoridades histricas pueden
convertir manifestaciones pacficas en motines. La autoridad represiva crea
violencia. Caos frente a Norma: ha de lograrse un equilibrio entre ambos. Mis relatos
tratan en general de individuos que buscan ese equilibrio. Desde Elric, a lo largo de
las pocas novelas de ciencia ficcin concreta, y del ciclo completo del Paladn
Eterno, a Jerry Cornelius, los hroes y heronas (Bufones todos) intentan hallar un
equilibrio entre lo que creen y lo que el mundo desea que acepten; y los que
fracasan (al menos en mis primeras obras) suelen morir como resultado de su
fracaso. La familia Cornelius sobrevive para seguir buscando porque, como yo, es
bsicamente optimista. Yo creo que al final todos hallaremos un medio de ser
nosotros mismos sirviendo al mismo tiempo a la sociedad: llegar un tiempo en que
la ortodoxia aprender a tolerar a la heterodoxia, y viceversa, en lo que no sera
ms, creo yo, que la democracia liberal ideal.
Algunos de los "mrtires" de estos relatos son, ante todo, individuos que
pretenden imponer una visin personal al mundo y que, en consecuencia, padecen.
Algunos de ellos (hay por lo menos un ejemplo obvio) acaban creando una ortodoxia
tan extremada como la que pudiesen haber intentado derrocar. Tanto Karl Glogaeur
como Max File pretenden crear una realidad nueva. Ambos lo logran (aunque en el
caso de "Flujo", que reescrib cuando era joven a peticin de un director de revista,
el tema est un tanto simplificado) y ambos pagan un precio por ese xito. Otro
tema ms simple que puede hallarse en varios de estos relatos es el del individuo
sin muchas tendencias agresivas innatas, que se ve aplastado por un mundo
intolerante. El nico relato claramente fantstico, "El gran conquistador", utiliza casi
plenamente la metfora y el simbolismo para transmitir su mensaje (est en la
UN CANTANTE MUERTO
En memoria, entre otros, de Smling Mke y John the Bog
CAPITULO UNO
No es la velocidad, Jimi dijo Shakey Mo, es la H que saliste a buscar.
Jimi no estaba animado.
S, desde luego, no me hizo mucho bien.
Ni mucho mal, en realidad, a la larga dijo Shakey Mo rindose. Apenas poda
sujetar el volante.
La gran ranchera Mercedes con remolque enfil otra curva mal iluminada. La lluvia
caa abundante sobre el parabrisas. Encendi los faros. Con la mano izquierda sac
un cartucho de la caja que haba en el suelo, a su lado, y lo meti en el estreo. El
tamborileo enrgico y firme y los caprichosos sintetizadores del ltimo lbum de
Hawkwind, le hicieron sentirse mucho mejor.
Esto s da energa dijo Mo.
Jimi se retrep en su asiento. Cabece, relajado. La msica llen el vehculo.
Shakey Mo segua teniendo alucinaciones anfetamnicas que se formaban ante l
en la carretera. La cruzaban ejrcitos desfilando; haba nazis instalando puestos de
control; de pronto aparecan nios persiguiendo pelotas; y se alzaban grandes
fuegos y aparecan y desaparecan vampiros y espectros. Le costaba trabajo
controlarse lo suficiente para seguir conduciendo entre todo aquello. Eran imgenes
familiares ya para l y no iba a desmoronarse por ellas. Se senta, adems, muy
satisfecho de estar con Jimi. Desde su vuelta (o resurreccin, como Mo la llamaba en
privado) Jimi no haba tocado una guitarra ni cantado una nota, prefiriendo escuchar
la msica de otros. Le estaba costando mucho superar lo que le haba pasado en
Ladbroke Grove. Haca poco que haba empezado a recuperar el color y an llevaba
la camisa de seda blanca y los vaqueros de cuando Shakey Mo le vio por vez
primera, apoyado en la capota de aquel hidroavin de Imperial Airways que iba
camino del campo de aterrizaje de Derwentwater. Qu verano aquel, pensaba Mo.
Maravilloso.
La cinta empez a girar por segunda vez. Mo se dispuso a cambiar de msica,
pero luego lo pens y apag el estreo.
Estupendo Jimi estaba caviloso de nuevo. Pareca casi dormido, all tumbado
sobre el asiento, fijos los ojos en aquella sombra carretera.
Tiene que empezar a moverse pronto el asunto otra vez dijo Mo. No puede
durar, verdad? Quiero decir, est todo tan muerto. De dnde va a llegar la
marcha, Jimi?
Lo que a m me preocupa, amigo, es de dnde sigue llegando. Entiendes?
Supongo que tienes razn Mo no entenda.
Pero Jimi tena que tener razn.
Jimi haba sabido muy bien siempre lo que haca, incluso cuando muri. Eric
Burdon haba ido a la televisin a decirlo. "Jimi saba que era el momento de irse",
dijo; lo mismo pasaba con los discos y las actuaciones. Algunos no parecan tan
integrados como otros. Algunos eran incluso algo dispersos. Resulta difcil conectar.
Pero Jimi saba muy bien lo que se haca. Haba que tener fe en l.
Mo senta el peso de sus responsabilidades. Era un buen pipa, pero los haba
mejores. Gente ms equilibrada a la que se poda confiar un gran secreto. Aunque
Jimi no lo haba dicho era evidente que pensaba que an no estaba el mundo
preparado para su regreso. Pero, por qu no habra elegido a un roadie de primera
fila? Haba que prepararlo todo para la gran actuacin. Quizs en el Estadio Shea o
en el Albert Hall o en el Olympia de Pars... de cualquier modo, un lugar clsico. O
en un festival? Un festival especial celebrando la resurreccin. Woodstock o
Glastonbury. Algo completamente nuevo, un nuevo lugar sagrado. La India, acaso?
Ya lo dira Jimi cuando llegase el momento. Cuando Jimi se haba puesto en contacto
con l y le haba dicho donde recogerlo, Mo haba dejado muy pronto de hacer
preguntas. Con toda su antigua suavidad, Jimi haba dejado a un lado las preguntas.
Haba sido amable, pero era evidente que no quera contestar.
Mo respetaba su silencio.
La nica peticin realmente dolorosa que Jimi le haba hecho haba sido la de que
Mo dejase de poner sus viejos discos, incluido Hey Joe!, el primer sencillo
Hasta entonces Mo haba odo todos los das algo de Jimi. En su habitacin de
Lancaster Road, en el camin cuando trabajaba para Light y ms tarde para The
Deep Fix, incluso cuando se fue a la Residencia durante su breve conversin a la
cientologa, haba conseguido enchufar los auriculares al cassette una hora o as.
Aunque la presencia fsica de Jimi significaba mucho y eliminaba los peores sntomas
del sndrome de abstinencia, resultaba difcil. No exista cantidad de mandrax,
anfetas o alcohol capaz de contrarrestar la necesidad que tena de msica y, en
consecuencia, los temblores eran cada da peores. Mo a veces pensaba que era
como si pagase un precio por la confianza que Jimi depositaba en l. Era buen
karma, as que no le importaba. De todos modos, estaba acostumbrado a los
temblores. Uno poda acostumbrarse a cualquier cosa. Contempl los nervudos y
tatuados brazos que se extendan ante l, las manos que sujetaban el volante. La
serpiente del mundo se agitaba de nuevo. Negra, roja y verde, serpeaba lentamente
por su piel abajo, rodeaba su mueca y empezaba a subir lentamente otra vez hacia
el codo. Fij de nuevo los ojos en la carretera.
CAPITULO DOS
Jimi haba cado en un sueo profundo. Estaba tumbado en el asiento, detrs de
Mo, la cabeza apoyada en el estuche vaco de la guitarra. Respiraba despacio, casi
como si algo le presionase el pecho.
Arriba, el cielo amplio y rosado, a lo lejos, una hilera de azules colinas. Mo estaba
cansado. Senta alzarse la vieja paranoia. Cogi otro porro de la guantera y lo
encendi, pero saba que la yerba no le ayudara gran cosa. Necesitaba dormir un
par de horas.
Sin despertar a Jimi, desvi el vehculo a un lado de la carretera, junto a un ro
ancho de poco fondo lleno de piedras arcillosas, lisas y blancas. Abri la puerta y
baj despacio hasta la yerba. No estaba seguro de dnde se encontraba; quizs en
algn punto del Yorkshire. Haba colinas a todo alrededor. Era una tibia maana de
otoo, pero Mo tena fro. Baj hasta la orilla y se arrodill all; cogi con las manos
agua clara y bebi. Luego se tumb y se tap la cara con el rado sombrero de paja.
La situacin era muy difcil en aquel momento. Quizs por eso tardase Jimi tanto en
recuperarse.
Mo se senta mucho mejor cuando despert. Deba ser cerca de medioda. Notaba
el calor del sol en la piel. Aspir una buena bocanada de aire fresco y se quit
cautelosamente el sombrero de la cara. El vehculo con sus accesorios de cromo an
segua all sobre la yerba, junto a la carretera. Mo senta la boca seca. Bebi otro
trago de agua y se levant, sacudiendo las gotas plateadas de sus dedos marrones.
Se acerc lentamente hasta el vehculo, abri la puerta y mir por el borde del
asiento del conductor. Jimi no estaba all, pero llegaron sonidos de detrs de la
mampara de separacin. Mo cruz los dos asientos y corri la puerta. Jimi estaba
sentado en una de las camas. Haba colocado la mesa y dibujaba en un gran
cuaderno rojo. Cuando entr Mo, sonrea remoto.
Dormiste bien? le pregunt.
Mo asinti.
Lo necesitaba dijo.
Claro dijo Jimi. Deba conducir un poco yo.
No te preocupes, salvo que quieras mejorar la velocidad.
No.
Voy a preparar algo de desayuno dijo Mo. Tienes hambre?
Jimi neg con un gesto. No haba comido nada en todo el trayecto desde que
haba dejado el hidroavin y haba pasado a aquel vehculo junto a Mo. Mo se
prepar unas salchichas con judas en el pequeo hornillo, abriendo la puerta de
atrs para que el remolque no se llenara de olor a comida.
Quiz vaya a darme un bao dijo mientras llevaba el plato a la mesa y se
sentaba lo ms lejos posible de Jimi para no molestarle.
Bueno dijo Jimi, absorto en su dibujo.
Qu haces? Parece una historieta. Yo estoy muy metido en el rollo de los
comics.
Jimi se encogi de hombros.
Son slo garabatos.
Mo termin de comer.
Cuando volvamos a parar en la autopista, comprar unos tebeos. Hay algunos
de esos nuevos que son demasiado, sabes.
De veras? la sonrisa de Jimi era sardnica.
Fantsticos de veras. Guerras csmicas, cambios temporales. Todo el rollo de
siempre pero distinto, sabes. Mejor, ms grande, ms espectacular. Algo
sensacional, amigo. Tengo ganas de que los veas. Comprar algunos.
Muy bien dijo Jimi, distante; pero era evidente que no haba escuchado.
Cerr el cuaderno y se retrep en los almohadones, cruzando los brazos sobre el
peto de la camisa de seda blanca. Como si pensara de pronto que podra haber
herido los sentimientos de Mo, aadi:
S, a m tambin me enrollaban mucho los tebeos. Conoces los japoneses?
Esos libros gordos. Amigo, eso si que es demasiado. Chavales ardiendo. Violaciones,
todo el rollo se ech a rer de pronto, moviendo la cabeza. Oh, amigo!
S? Mo se ri tambin, vacilante.
De veras! Jimi se acerc a la puerta, puso una mano en ella y contempl el
da. Dnde estamos, Mo? Esto se parece a Pennsylvania. El valle Delaware. Lo
conoces?
No he estado nunca en Estados Unidos.
Dnde estamos exactamente?
Creo que en algn sitio de Yorkshire. Probablemente al norte de Leeds. Eso de
all podra ser el Lake District.
CAPITULO TRES
Las cimas del acantilado estaban cubiertas de una yerba tan suave como la de
una pista de golf. Bajo ellos suspiraba el mar. Jimi y Mo estaban muy animados y
cabrioleaban por all como crios.
A lo lejos, bordeando la curva de la Baha, se vean las torres metlicas y las
atracciones y los puestos de fuegos de Morecambe, pero all estaba desierto y
silencioso, salvo por los espordicos gritos de las gaviotas.
Mo se ech a rer, luego lanz gritos nerviosos mientras Jimi bailaba tan cerca del
borde del acantilado que pareca que iba a caerse.
Calma, Jimi.
No te preocupes, hombre. Ya no pueden matarme.
Sonrea, una sonrisa amplia, eufrica; daba la sensacin de notable salud.
No pueden matar a Jimi, hombre!
refrigerado?
La fantasa pareca animarle.
Crees que si le descongelramos nos tocara algo? aadi, moviendo la
cabeza y sonriendo.
Est sentado ah detrs. Vivo. Soy su chfer.
De veras?
S.
Fantstico.
Chris estaba ya medio convencido. Mo solt una carcajada. Chris mir la puerta.
Despus guard un rato de silencio.
Como una media hora despus, dijo: Hendrix fue el mejor, sabes. Era el rey,
amigo. No slo la msica, sino tambin el estilo. Todo. Cuando me dijeron que haba
muerto, no poda creerlo. An no puedo creerlo, sabes.
Claro dijo Mo. Bueno, est ah detrs.
S? Chris volvi a rerse, inseguro. Ah dentro? Puedo verle?
An no esta preparado.
Claro dijo Chris.
Era ya de noche cuando llegaron a Fort William. Chris baj tambaleante del
vehculo.
Gracias, hombre. Esto est muy bien, sabes. T dnde paras?
Yo sigo ruta dijo Mo. Ya nos veremos.
S. Ya nos veremos.
Chris an tena aquella expresin de desconcierto. Mo sonri para s mientras
arrancaba, en direccin a Odan. En cuanto el vehculo se puso en marcha se abri la
puerta y Jimi salt sobre los asientos para sentarse al lado.
Le hablaste a ese chico de m?
No me crey dijo Mo.
Jimi se encogi de hombros.
Empezaba a llover otra vez.
CAPITULO CINCO
Estaban tumbados, all, entre el brezo hmedo, mirando hacia las colinas. No
haba nadie en kilmetros a la redonda, ni caminos ni pueblos ni caseros. El aire
estaba quieto y vaco salvo por un halcn que planeaba tan arriba, tan alto, que casi
se perda de vista.
Esto est bien, eh? dijo Mo. Es fantstico.
Jimi sonri levemente.
Es magnfico dijo.
Mo sac del bolsillo una barrita de caramelo y le ofreci a Jimi, que rehus. Mo se
puso a comer la barrita de caramelo.
Qu crees t que soy? dijo Jimi.
Qu quieres decir?
Si soy un demonio o un ngel, comprendes...
T eres Jimi dijo Mo. Para m eso basta.
hacer sesiones benficas, conciertos gratuitos, muy bien, all t. Pero tus opiniones
deberan ser privadas. Quieren convertirnos en polticos.
Yo creo que no dijo Mo, mirando fijamente sus brazos, que nadie pide eso.
Que haces lo que quieres hacer.
Nadie lo pide, pero t siempre tienes la sensacin de que has de drselo Jimi
dio vuelta, se qued boca arriba, se rasc la cabeza. Y luego les culpas de ello.
No todos piensan que le deben algo a alguien dijo suavemente Mo mientras la
piel de sus brazos se ondulaba sobre la carne.
Quiz sea eso dijo Jimi. Quiz sea eso lo que te mata. Dios mo, s, y
psicolgicamente eso significa que te ves metido en un lo espantoso. Dios, es como
suicidarse, amigo. Horrible.
Te mataron ellos dijo Mo.
No, hombre, no. Fue suicidio.
Mo vea culebrear brazos arriba a la serpiente del mundo. Poda ser aquel
Hendrix un impostor?
CAPITULO SEIS
Qu vas a hacer entonces? dijo Mo.
Estaban en la carretera, camino de Skye y se les estaba acabando la gasolina.
Fue una pijada volver dijo Jimi. Pens que, en cierto modo, era mi deber.
Mo se encogi de hombros.
Quiz lo sea, sabes.
Y quiz no.
S, claro.
Mo vio que se acercaban a una gasolinera. La aguja sealaba Vaco y parpadeaba
en el panel una luz roja. Siempre pasaba aquello. Pero nunca se haba quedado
varado. Mir al espejo y vio sus propios ojos demenciales mirndose. Por un instante
se pregunt si debera girar un poco el espejo para ver si reflejaba tambin la
imagen de Jimi. Apart el pensamiento. Ms paranoia. Tena que superarla.
Mientras el encargado llenaba el depsito, Mo fue al lavabo. Entre otras pintadas
ms comunes que haba en la pared, ley: "Hawkwind es el As". Quiz Jimi tuviese
razn. Quiz su tiempo hubiese terminado, quiz debiera haber seguido muerto. Mo
se senta muy mal. Hendrix haba sido su nico hroe. Se subi la cremallera de la
bragueta y el esfuerzo agot la poca energa que le quedaba. Se derrumb contra la
puerta y empez a deslizarse hacia el suelo encharcado. Tena la boca seca. Le
palpitaba el corazn muy deprisa. Intent recordar cuntas pastillas haba tomado
ltimamente. Quiz estuviese al borde de la sobredosis.
Alz las manos hasta el picaporte de la puerta y consigui ponerse de pie. Se
inclin sobre el inodoro y meti los dedos hasta la garganta. Todo giraba. El inodoro
estaba vivo. Una boca vida que intentaba tragarle. Las paredes se movan
aprisionndole. Oy un ruido silbante. No pas nada. Dej de intentar vomitar. Se
volvi, se seren lo ms que pudo, apart a un lado al hombrecillo blanco que
intentaba agarrarle, abri la puerta, sali de all. Fuera, el ayudante estaba cerrando
ya el depsito de gasolina. Luego se limpi las manos con un trapo y volvi a
guardarse el trapo en el mono, diciendo algo. Mo encontr algo de dinero en el
bolsillo de atrs y se lo dio. Oy una voz.
CAPITULO SIETE
Cuando lleg a Ladbroke Grove, despus de ir en autoestop hasta la estacin de
metro ms prxima, Mo estaba totalmente agotado. Tena la cabeza llena de
imgenes: imgenes de Jimi, de la primera vez que le haba visto en televisin
interpretante Hey, Joe (Mo an estaba estudiando entonces), imgenes de Jimi
actuando en Woodstock, en festivales y conciertos por todo el pas. Jimi, con
grandes sombreros de plumas, extraas camisas multicolores, varios anillos en cada
dedo, con la Strat blanca, lanzando la guitarra sobre la cabeza, pulsando las cuerdas
con los dientes, metindola por debajo de las piernas abiertas, hacindola gemir y
aullar y palpitar, haciendo lo que nadie haba logrado hacer con la guitarra. Slo Jimi
poda hacer que una guitarra cobrase vida de aquel modo, convertir la mquina en
una criatura orgnica, polla y mujer al mismo tiempo, serpiente deslizante. Mo se
mir los brazos, pero estaban quietos. El sol empezaba a ponerse cuando enfil
Lancaster Road, arrastrado ms por una mezcla de costumbre e impulso que por
cualquier energa o sentido de la finalidad. Ahora tena otra imagen en su cabeza, la
imagen de Jimi como un ladrn espiritual, Jimi sorbiendo la energa del pblico. En
vez de un mrtir, pasaba a ser un vampiro. Mo saba que la paranoia no se haba
asentado an del todo y que cuanto antes consiguiese unos estimulantes mejor. No
poda culpar a Jimi de sentirse como se senta. Llevaba dos das sin dormir. No era
ms que eso. Jimi se lo haba dado todo al pblico, incluso la propia vida. Cuntos
haban muerto por Jimi en cambio?
Subi penosamente las escaleras de la casa de Lancaster Road y toc el tercer
timbre de abajo. No hubo respuesta. Mo temblaba mucho. Se afirm en las escaleras
de hormign e intent calmarse, pero empeoraba. Le pareci que iba a desmayarse.
Se abri tras l la puerta.
Mo?
Era la chica de David, Jenny, llevaba un vestido de brocado prpura. Tena el pelo
embadurnado con alea hmeda.
Mo? Te encuentras bien?
Mo trag saliva y dijo:
Hola, Jenny. Dnde est Dave?
Baj al Mountain Grill a comer algo. Se fue hace una media hora. Te
encuentras bien, Mo?
Cansado. Dave tiene estimulantes?
Tena un montn de mandis.
Mo asimil la noticia.
Puedes darme un par de libras de ellos t misma?
Sera mejor que se los pidieras t, Mo. No s los compromisos que tiene.
Mo asint, se irgui lentamente.
Quieres entrar y esperar, Mo? dijo Jenny.
Mo neg con un gesto.
CAPITULO OCHO
Mo no poda recordar como empez la pelea. El estaba sentado tranquilamente
en un rincn del bar bebindose su bitter, cuando aquel mierda grande y gordo que
andaba siempre armando los decidi meterse con l. Recordaba que se haba
levantado y le haba pegado al mierda aquel. Luego se organiz un gran folln y l
tir al gordo por encima de la barra, aunque no recordaba cmo. Y unos cuantos
conocidos le sacaron de all y le llevaron a un stano de Oxford Carden, donde
escuch un poco de msica.
Fue Band of Gypsies lo que le despert. Oyendo Machine Gun comprendi de
pronto que no le gustaba. Fue adonde estaban los discos y busc otros lbumes de
Hendrix. Puso Are You Experienced, el primer lbum, y Electric Ladyland y le
gustaron mucho ms. Luego puso otra vez Band of Gypsies.
Examin la habitacin a oscuras. Todos parecan absolutamente pirados.
Muri en el momento justo se dijo. Su tiempo haba acabado, s. No debera
haber vuelto.
Busc en el bolsillo el tubo de pastillas. No parecan quedar ya muchas. Quizs
alguien le hubiese birlado algunas en el bar. Tom unas cuantas ms y cogi la
botella de vino de la mesa y bebi un trago para pasarlas. Puso Are You Experienced
otra vez y volvi a tumbarse.
Eso era bueno, s dijo, y se qued dormido.
Tembl un poco. Su respiracin se hizo ms y ms lenta. Cuando empez a
vomitar dormido nadie se dio cuenta. Por entonces, todos estaban idos ya. Tosi
quedamente y luego qued inmvil.
CAPITULO NUEVE
Ms o menos una hora despus, entr en la habitacin un negro. Alto, elegante.
Irradiaba energa. Vesta camisa blanca de seda y vaqueros blancos. Calzaba
brillantes botas de charol. Una chica empezaba a incorporarse cuando l entr en la
habitacin. Pareci sorprenderse.
Hola dijo el recin llegado. Busco a Shakey Mo. Tenamos que irnos.
Mir los cuerpos dormidos y luego examin ms detenidamente uno que estaba
algo apartado de los otros. Tena la cara y la camisa vomitadas. La piel de un verde
sucio y espectral. El negro pas por encima de los otros y se arrodill junto a Mo, le
puso una mano en el corazn, le tom el pulso.
EL GRAN CONQUISTADOR
CAPITULO UNO
Senta que era mucho ms que un hombre. No era un dios, siquiera, sino
muchos... Pareca haber un centenar de entidades distintas retorcindose en su
interior, agitndose para liberarse. Cada miembro, cada proyeccin de hueso
pareca ser parte de otro ser.
Estaba tendido sobre el lecho cubierto de pieles, sudando, dominado por una
actividad mental y corporal que era incapaz de controlar. Alejandro el Grande gema
atormentado.
La rolliza corintia escupi en los juncos del suelo de la taberna.
Esto para el rey-dios!
Pero el silencio que la rode le hizo desistir de ampliar el tema. El tracio llamado
Simn de Bizancio alz la copa de bronce, la manga de su camisa de seda bordada
se desliz brazo abajo mostrando la atezada piel, mientras tomaba un sorbo de
dulce vino persa. Percibi la inquietud que se reflejaba en los otros juerguistas por lo
que haba dicho la mujer y, como era hombre cauto, retir el brazo de la rolliza
cintura de la corintia y la apart de s.
Baj la vista. Volvi el rostro lleno de cicatrices y sonri dirigindose a un viejo
soldado persa.
Dices que estuviste en el ejrcito que Daro lanz contra Alejandro?
As es... conduca un carro. Su caballera nos rode.
Y qu piensas de l?
De Alejandro? No s. En determinado momento, estuve muy cerca de l y vi
que un lancero le asestaba un golpe. Le alcanz en el muslo. Alejandro lanz un
grito... no por el dolor sino cuando vio manar su propia sangre. No poda creerlo. Por
unos breves instantes fue un blanco fcil, mientras estaba all mirndose fijamente
el muslo, tocando la sangre con el dedo e inspeccionndola. Luego, grit algo (no
entend en qu lengua) y otra vez recuper el control de s mismo. Dijeron que la
herida haba sanado con rapidez sobrenatural.
Afirma ser hijo de Zeus dijo desde las sombras la corintia, pero hay muchos
persas que dicen que es un engendro del malvado Ariman.
Simn frunci los labios y cogi la copa de vino.
Quiz sea slo un mortal sugiri. Un mortal de vitalidad extraordinaria.
Quiz dijo el soldado persa. Yo slo s que ha conquistado el mundo.
Me dijeron que haba interrumpido su campaa india en el ro Indo... por qu lo
hizo? dijo Simn.
Sus macedonios dicen que ellos le obligaron a hacerlo, pero yo no lo creo. Hasta
Alejandro debe cansarse... sa es mi teora. Creo que necesitaba descansar y
recuperarse. Apenas si ha dormido durante su campaa; debemos movernos
continuamente, arrastrados por la conquista. Quin sabe lo que le impulsa a
conquistar... o lo que le fuerza a hacer un alto temporal y a no proseguir con sus
victorias...
Los indios tienen una religin muy antigua y muy profunda de la que sabemos
muy poco dijo un comerciante cartagins de mediana edad, enjuto y huesudo.
No ser que sus dioses son ms poderosos que los nuestros? Ms poderosos que
Alejandro?
contena todos los conocimientos, todos los secretos. Sus calles, las altas casas, los
palacios y templos, sorban los ltimos rayos de sol por sus paredes bruidas. Subi
Simn la empinada escalera y lleg hasta una pequea casa blanca sin ventanas.
Llam.
Esper pacientemente un rato mientras iba extendindose la noche. Por fin
alguien corri la aldaba, al otro lado, y se abri la puerta. Brill un ojo. La puerta se
abri ms.
El enjuto Hano sonri, dndole la bienvenida.
Entra, Simn. As que llegaste a nuestra esplndida Babilonia!
Simn entr. Estaba muy oscuro, haca mucho calor; en la casa flotaba el olor
desagradablemente acre del metal. El viejo fenicio le cogi del brazo y le condujo
por aquel oscuro pasillo.
Piensas quedarte en Babilonia, hijo? dijo Hano, y luego, antes de que Simn
pudiera responder a su pregunta, aadi: Qu tal la espada?
Quiero ver a Alejandro dijo Simn; le desagradaba que el viejo le cogiese del
brazo, pese a estimarle mucho. Y la espada es magnifica, conserva el filo despus
de una docena de combates... Mi propsito es ponerla al servicio de Alejandro.
Hano le apret el brazo con ms fuerza cuando entraron en una estancia oscura
llena de humo. En el centro brillaba un rojo brasero. En las paredes, tiznadas por el
humo, haba armas (espadas, escudos, lanzas) y repartidos por la estancia varios
lechos y mesas pequeas. A Simn le entr el humo en los plumones y se puso a
toser. Hano seal un lecho.
Sintate, Simn dijo.
Y se fue arrastrando los pies a otro lecho, al otro lado del brasero. Se estir en l,
se rasc la huesuda nariz y luego dijo:
Alejandro tiene muchas espadas.
Lo s... pero quiero que me hagas el favor de facilitarme una entrevista con l.
Te debo amistad y ms an dijo Hano, pues me salvaste de una muerte
terrible aquella vez, en Tebas hace nueve aos. Pero aunque supongo lo que
pretendes de m me siento reacio a ayudarte.
Por qu?
Quiz sean slo recelos de viejo, pero las cosas que he odo ltimamente son
muy inquietantes. Alejandro se proclama hijo de Zeus, Jpiter, Amn. Otros dicen
que el demonio persa Ariman le posee. Todo lo cual puede ser o no ser cierto... pero
todos los orculos, de aqu a Pela, profetizan tribulaciones y conflictos para el
mundo y el rey que lo rige. Quiz fuera ms prudente que te unieses a una caravana
cualquiera de las que van a Oriente...
Y dicho esto, Hano apart la tnica de lana, mostrando una pierna plida y
repugnante. Luego alz una mano arrugada y casi la lanz contra la pierna y
empez a rascar all con uas como garras.
Estoy harto de esta chachara de dioses y demonios. Es que nadie puede
contentarse simplemente con creer en los hombres y en lo que los hombres podran
ser si no atribuyesen sus desdichas a dioses invisibles en vez de a su propia
ineficacia? La vida no es fcil, vivirla bien y con gracia es ardua tarea... pero, por
Hades!, no permitamos que se complique an ms con deidades y ninfas acuticas.
Simn escupi en el brasero, que llame y chisporrote.
Hano se rasc el muslo, abriendo an ms la tnica para poder hacerlo,
mostrando una extensin mayor de carne repugnante.
He visto manifestaciones sobrenaturales del mal, hijo mo.
CAPITULO DOS
Aunque raras veces lo admita, a Simn le inquietaba la idea de un mundo
sobrenatural de dioses y de espritus. De haber sido factible, se habra hecho sin
duda ateo militante, pero mantena en secreto sus opiniones y haca lo posible por
no analizarlas e incluso por no pensar en ellas.
Cuando lleg al gran palacio dorado de Alejandro, se detuvo y lo contempl muy
admirado. Le iluminaban cientos de antorchas, muchas de las cuales rodeaban sobre
largos postes el palacio; otras llameaban en sus muchos bastiones.
Salieron a su encuentro dos guardianes. Eran babilonios de altos yelmos y pelo y
barba aceitados. Le amenazaron con las jabalinas.
Simn dijo en torpe babilonio:
Vengo a ver al rey Alejandro... traigo una seal y una carta para l!
Le trataron con cierto respeto aunque le despojaron de la espada y le condujeron
a la puerta principal, donde, tras interrogarle, fue admitido.
Le hicieron esperar varias veces, mientras le examinaban atentamente e
interrogaban una serie de visires y esbirros del rey, pero al final le pasaron a una
gran cmara.
Las grandes ventanas dejaban entrar la vacilante luz de las antorchas. En el
centro haba un gran lecho de bronce, plata y oro cubierto de sedas y pieles.
Alejandro estaba reclinado en aquel lecho. Haba estado sudando. Simn se dio
cuenta. Su nariz le contaba adems la misma historia.
Ola muy mal aquello. Mucho peor que la transpiracin ordinaria. Simn no era
capaz de identificar aquel olor.
Se acerc al inmenso lecho con cierto nerviosismo.
Y de pronto, el rey Alejandro sonri y extendi una mano perfecta.
Tengo entendido que tienes una carta para m... y una seal.
As es, aqu estn Simn le dio la carta y el pequeo talismn a Alejandro,
estudiando el extrao rostro del rey. Era en parte infantil y en parte viejo y sensual.
Tena la nariz larga y anchos los labios, ojos de gruesos prpados y el pelo castao y
rizado. A Simn le turbaba un poco la falta de ceremonial, la cordial sonrisa del rey.
Era aqul el rey-dios? El engendro del mal?
Alejandro ley la carta enseguida, cabeceando para s.
Te habl Hano de mi deuda con l?
No, seor dijo Simn prudentemente.
Hano tiene muchos secretos... pero es un viejo y es generoso y se reserva
pocos, segn tengo entendido.
Me pareci extraamente reservado, seor contest Simn, preocupado por
la vida de su amigo. Ni siquiera yo, que le salv la vida una vez en Tebas, puedo
conseguir que me responda claramente a las preguntas que le hago.
Alejandro alz los ojos curioso, mirando fijamente a Simn a la cara.
tericamente, no tienen ninguna relacin entre s, son los cultos de Orfeo, Dionisios
y Demeter. Se dice que Alejandro fue concebido en uno de esos ritos. En cierto
modo es verdad, pues Olimpia fue elegida por el Seor de las Tinieblas cuando era
muchacha y participaba en los ritos de un culto similar.
Simn movi la cabeza impaciente al or esto.
Te ped hechos, no suposiciones.
Masiva pareci sorprendido.
No me he permitido ninguna suposicin, amigo mo. Toda la ciudad vive
aterrada por Olimpia y sus amigos y servidores. El mal es tan denso aqu que la
gente normal apenas si puede respirar debido a su hedor.
Bueno dijo cortante Simn, espero que la informacin te sea til. Yo cumpl
mi deber. Puedes recomendarme ahora algn lugar para hospedarme?
No hay ninguno que sea absolutamente recomendable en esta maldita ciudad.
Puedes probar en La Torre de Cimbria. Tengo entendido que es buen sitio. Pero no te
fes, duerme con la espada en la mano.
Lo hara de cualquier modo dijo Simn sonriendo. Con Alejandro
persiguindome y estando aqu en su ciudad natal.
Eres valiente, tracio... no seas estpido.
Por m no te preocupes, amigo mo.
Simn sali de la casa, volvi a montar en su caballo y se encamin al bario de
las tabernas, donde acab localizando La Torre de Cimbria.
Estaba a punto de entrar, cuando oy rumor de gente corriendo en una calleja, a
un lado del edificio. Luego grit una chica. Simn sac la espada y se lanz por la
calleja y, como se haba endurecido tanto con sus espantosas visiones, apenas se
fij en los deformes seres que amenazaban a una asustadsima muchacha; slo
advirti que iban armados y que eran evidentemente poderosos. La chica estaba
aterrada y al borde del desmayo. Uno de aquellos seres deformes sac una tosca
manaza para sujetarla, pero lanz un gri de dolor cuando la espada de Simn se
clav en su omoplato.
Los otros se volvieron, empuaron sus armas. Simn puso a dos fuera de combate
antes de que pudieran desenvainarlas. El cuarto le lanz una estocada, pero
torpemente. Muri al instante, con el cuello tajado.
En vez de darle las gracias, la chica contempl aterrada los cadveres.
Eres un necio murmur.
Un necio? dijo Simn asombrado.
Has matado a cuatro servidores de la reina Olimpa. Es que no les reconociste,
o no reconociste su uniforme?
Acabo de llegar a Pela.
Entonces huye de inmediato... si quieres seguir vivo.
No sin dejarte en un lugar seguro. De prisa... tengo un caballo esperando en la
calle.
La sostuvo con un brazo, aunque ella protestase, y la ayud a acomodarse en la
silla.
Luego se coloco detrs.
Dnde vives?
Junto a la muralla oeste... pero date prisa, por Hera, pues de lo contrario
descubrirn los cadveres y nos darn caza.
CAPITULO CUATRO
Simn se retrep en un banco y acarici los clidos hombros de Camila.
Acaso no reclaman siempre los hroes legendarios esa recompensa a las
doncellas que salvan? le pregunt burln.
Ella le sonri con afecto.
No s si recuerdas que la legendaria Camila nunca quiso nada con los hombres.
Tengo el propsito de emularla.
Una verdadera lstima.
Quiz para ti, pero no para m...
Simn simul suspirar.
Muy bien dijo. Ya veo que tendr que esperar hasta que acabes
sucumbiendo a mi indudable encanto.
Sonri ella de nuevo.
Llevas una semana aqu y an no he sucumbido.
Fue bueno que tu padre me diese el puesto de capitn de su cuerpo de guardia,
sobre todo considerando que se arriesga a que le detengan si Olimpia descubre
alguna vez que mat a sus sirvientes.
Merates es un hombre bueno y sabio dijo seria Camila. Uno de los pocos
que quedan en Pela. Fue ntimo de Filipo, que le admiraba mucho. Pero el hijo de
Filipo no quiso saber nada de los consejeros de su padre, as que ahora Merates vive
en tranquilo apartamiento.
Simn se haba enterado ya de que Camila era hija adoptiva de Merates, que
haba sido engendrada por una esclava peoniana muy amada y querida de sus amos
que haba muerto siendo ella nia.
Simn senta un profundo respeto por el anciano noble y aunque resultase
peligroso, pensaba quedarse en Pela y quizs establecerse all. Ya se haba
enamorado de Camila.
Y, en fin, la cortejaba y si bien ella no le daba razn alguna para que dejara de
hacerlo, tampoco le alentaba demasiado, por otra parte. Le consideraba un soldado
de fortuna y un aventurero. Quiz quisiese llegar a estar segura de l.
Pero eran tiempos sombros y Simn, pese a su racionalismo, no poda por menos
de advertirlo. Senta que se arremolinaba la tormenta y estaba inquieto.
Un da que estaba instruyendo a un grupo de esclavos en el arte de usar el
escudo, entr Merates precipitadamente en el patio.
Simn... quiero hablar un momento contigo.
El tracio apoy la espada en la pared y entr con Merates en la casa.
Y con lgrimas en los ojos Merates le dijo:
Camila ha desaparecido. Tena que ir al mercado... es una visita que hace todos
los meses para liquidar nuestras cuentas con los mercaderes con quienes
comerciamos. Hace cuatro horas que se fue y an no ha vuelto... nunca suele tardar
ms de una...
Simn se puso tenso.
Olimpia? T crees que...?
Merates asinti.
Simn se volvi, fue rpidamente a su aposento, donde se puso el cinturn de
cuero en que llevaba la espada que le haban dado los magos.
Ech una manta sobre la grupa del caballo, sali montado en l del establo
agachando la cabeza en el umbral, cruz el portn de la casa y enfil las calles de
Pela camino del centro.
En el mercado pregunt por ella. Haca unas dos horas que haba salido de all.
Medit unos instantes y se dirigi luego hacia los barrios pobres de la ciudad,
desmont delante de una puerta y llam.
Masiva, el negro sacerdote nmida, abri personalmente. Llevaba ropas de
esclavo... era un disfraz.
Entra, Simn. Es una alegra verte.
Necesito ayuda, Masiva. Y a cambio, quiz pueda ayudarte en algo.
Masiva le hizo pasar.
De qu se trata?
Estoy seguro de que la reina Olimpia ha raptado a Camila, la hija de Merates.
Masiva le mir imperturbable.
Es posible... Camila tiene fama de ser virgen y de ser muy hermosa. Olimpia
busca esas cualidades. Corromper a Camila o la obligar a participar activamente
en los ritos... o si no, le har desempear un papel pasivo.
Pasivo? Qu quieres decir?
La sangre de las vrgenes es necesaria para ciertos hechizos.
Simn se estremeci.
Puedes ayudarme? Dime dnde puedo encontrarla!
Pero no era eso lo que le haba repugnado tanto, sino la visin de las cosas que
hormigueaban alrededor del ara. No eran ni hombres ni mujeres, eran neutros.
Quiz hubiesen sido hombres alguna vez. Eran jvenes y bien parecidos. Tenan el
pelo largo y rostros afilados, huesos prominentes, y en los ojos chispeaba un gozo
maligno. A un lado del altar, Simn vio a una anciana desnuda. Su cara corresponda
a una mujer de unos sesenta aos, pero el cuerpo pareca ms joven. Alrededor se
entrelazaban grandes serpientes, acaricindola. Ella tarareaba y diriga el canto.
Haba muchachas bailando con los neutros, cabrioleando y movindose.
Cotis. Cotis. Cotis.
Las velas chisporroteaban luz y proyectaban saltarinas sombras por las paredes
de la cueva. Luego, apareci en la cima de la columna a la que estaba atada Camila,
una extraa luminosidad de un naranja dorado que pareci retorcerse y enroscarse
al pie mismo de ella.
Otras formas se unieron a los bailarines humanos. Formas retorcidas con grandes
cuernos y rostros de animales y patas de cabra.
Simn avanz hacia la columna esgrimiendo la espada como medio instintivo de
proteccin contra el denso mal que haba en la caverna.
Basta! acudi a sus labios un nombre y lo grit: En el nombre de Ormuz,
basta ya!
Una inmensa agitacin de risa inhumana lleg de la hirviente claridad de sobre la
columna y Simn vio que se perfilaban en ella figuras. Figuras que tenan forma
humana y parecan al mismo tiempo ser parte integrante de un inmenso rostro,
arrugado e hinchado, la gran boca desdentada abierta y los ojos cerrados.
De pronto se abrieron los ojos y parecieron clavarse en Simn. Las imgenes ms
pequeas se retorcan por aquel rostro, que se rea de nuevo. Con bilis en la
garganta, la cabeza estallando, Simn enarbol la espada y se abri paso a travs
de los cuerpos sudorosos de los adoradores. Estos sonrean malvolamente, pero no
intentaban detenerle.
Simn tema el hechizo infernal de aquellos ojos.
Ormuz es demasiado dbil para protegerte, mortal dijo la boca. Aqu reina
Ariman... que pronto regir el mundo a travs de su instrumento, Alejandro.
Simn sigui su camino hacia la columna, hacia Camila y hacia aquel rostro
burln que haba sobre ella.
Ormuz no te ayudar, mortal. Somos muchos y ms fuertes. Mrame! Qu
ves?
Simn no contest. Apret con ms fuerza la empuadura de su espada y se
aproxim ms.
Nos ves a todos? Ves a quien los celebrantes llaman Cotis? Ves al maligno?
Simn sigui avanzando tambaleante, recorriendo los ltimos pasos que le
separaban del ser enroscado que haba en la columna. Olimpia ech entonces la
cara hacia adelante, las serpientes silbando, chasqueando las bfidas lenguas.
Cgela, tracio... mi hijo te conoce... cgela y tendremos un sacrificio doble aqu
esta noche.
Con su mano libre, Simn empuj los cuerpos escamosos de las culebras e hizo
retroceder tambalendose a la mujer.
Con una parsimonia como de trance, cort luego las ligaduras que ataban a
Camila a la columna. Pero de la columna brotaron muchas manos, manos naranja y
oro, que le asieron en un tembloroso pero extasiado abrazo.
Aull y golpe aquellas manos que, al contacto con el acero, retrocedieron de
CAPITULO CINCO
El cuerpo era bastante fuerte. Ariman lo haba probado a su satisfaccin. Habia
dado a su instrumento fuerza y vitalidad sobrehumanas y ste lo haba utilizado
para los que crea sus propios propsitos.
haberles capturado muchas veces. Ariman (tal como haba amenazado) estaba
jugando con ellos.
Pero an as, seguan espoleando sus caballos y por fin llegaron al Bosforo.
Alquilaron una embarcacin y salieron a mar abierto.
Entonces llegaron a acosarles los nuevos fantasmas. Formas marinas, monstruos
rectiliformes, seres de relumbrantes ojos que nadaban justo bajo la superficie y que
de vez en cuando posaban manos como zarpas en los costados de su embarcacin.
Simn comprendi al fin que todo aquello estaba calculado para atormentarles y
enloquecerles, para que cediese a la maligna voluntad de Ariman.
Camila, Simn lo perciba, empezaba ya a vacilar.
Pero l segua mantenindose firme en su cordura... y en su objetivo. Quisieran o
no los hados, l saba lo que deba hacer. Haba asumido una misin. Se negaba a
atender lo que no fuese eso... y su fuerza ayudaba a Camila.
Pronto el maligno comprendera; Simn estaba convencido de que no poda
quebrantar su espritu y entonces estaran sentenciados, porque Ariman tena poder
para destruirle. Rez a Ormuz, en el que ahora crea con un fervor nacido de su
profunda necesidad de algo a lo que poder aferrarse, y rez por poder disponer de
un poco ms de tiempo... tiempo pera llegar a Babilonia y hacer aquello que se
haba propuesto.
Cabalgaron sobre las llanuras desoladas del Asia Menor y todas las noches de su
viaje aullaron tras ellos los fieros cazadores. Hasta que Simn pudo al fin volverse
de cuando en cuando y rerse de ellos, insultndoles con palabras que eran delirios
casi demenciales.
Tena poco tiempo y lo saba.
Una noche, mientras grandes nubes cruzaban el cielo, se perdieron.
Simn haba planeado seguir el Eufrates en cuyas riberas se hallaba Babilonia,
pero en la confusin de la ululante noche perdi el rumbo y no vieron el ro hasta la
maana siguiente. Cabalgaron hacia l aliviados. Los das les pertenecan; a la luz
del sol no salan los fantasmas a atormentarlos. Simn supo, con un sentimiento de
emocin, que pronto estaran en Babilonia con Abaris y los magos que les ayudaran
contra las hordas de Ariman.
Cabalgaron todo el da, siguiendo el reseco lecho del ro, agostado por el calor del
abrasador sol: Simn calculaba que al oscurecer estaran ya en los arrabales de
Babilonia. Y menos mal, porque sus caballos eran ya flacos esqueletos que
resbalaban vacilantes por el lecho del ro y Camila se tambaleaba, plida y dbil en
su montura.
El sol empez a hundirse lvido ya en el horizonte, y mientras espoleaban a los
agotados caballos, lleg a sus odos el lejano ulular de las mnades, los alucinantes
aullidos de la progenie de Cerbero. La pesadilla de las noches empezara muy pronto
otra vez.
Quiera Ormuz que lleguemos a tiempo a la ciudad dijo cansinamente Simn.
Otra noche as y pierdo la razn contest Camila.
Los gritos desgarradores e inhumanos de las bacantes aumentaban, y,
volvindose en la silla, Simn vio tras s las confusas formas de sus perseguidores,
formas que iban hacindose ms ntidas a medida que la oscuridad aumentaba.
Doblaron un recodo del ro y ante ellos se perfil la forma de una ciudad.
Pero luego, al aproximarse, las esperanzas de Simn se desvanecieron
bruscamente.
Aquellas ruinas desoladas, aquel inmenso lugar desierto, no era Babilonia!
Aquella ciudad muerta era un lugar donde un hombre poda morir, tambin!
Los ejrcitos de Alejandro estaban agrupndose ya. Y se agrupaban sin saberlo
ellos, no para una conquista material sino para una conquista mucho mayor: para
destruir el poder de la Luz y asentar el reino perdurable de los poderes de las
Tinieblas.
Se agrupaban grandes ejrcitos, todo metal y cuero y carne disciplinada.
Ao 323 antes de Cristo, un hombre enfermo, cuya vitalidad manaba de una
fuente sobrenatural, un poseso, rega el mundo conocido, controlaba a sus
habitantes, daba rdenes a sus soldados.
Alejandro de Macedonia. Alejandro Magno. Hijo de Zeus, Jpiter Amn. El haba
unido el mundo bajo un solo rey: l mismo. Y unido, caera...
En Babilonia, la ciudad ms antigua del mundo antiguo, Alejandro daba rdenes a
sus capitanes. Babilonia abarcaba 144 millas cuadradas, flanqueando por ambos
lados el gran ro Eufrates, rodeada de muros de ladrillo, cerrada por grandes puertas
de bronce. Dominaba la ciudad el Templo de Baal, que consista en ocho plantas
cuya anchura iba disminuyendo gradualmente. Se suba a l por unas escaleras que
ascendan en espiral por la parte exterior del edificio. Instalado en la cima de la
ltima torre, Alejandro contemplaba la poderosa ciudad que haba elegido como
base de sus operaciones militares. Desde all, poda ver los fabulosos jardines
colgantes construidos por Nabucodonosor, sobre terrazas alzadas una sobre otra por
medio de arcos. Las calles de la ciudad tenan un trazado geomtrico, se cortaban
todas en ngulos rectos.
Babilonia, cuya progenie abarcaba ya siglos, que haba producido cientficos,
sabios, artistas, grandes reyes y grandes sacerdotes, magnficos guerreros y
poderosos conquistadores; Babilonia, cuyos dueos, los caldeos, adoraban a los
cuerpos celestes y se guiaban por ellos para hacer sus leyes.
Babilonia, ciudad de grandes secretos y de iluminacin. Babilonia, que sera
abatida por la plaga considerada ms terrible y malvola de la historia del mundo.
Las fuerzas de la luz estaban todas dispersas, las conquistas de Alejandro las haban
quebrantado, y el mismsimo Alejandro se haba convertido en foco de las fuerzas
del mal. El mundo se hundira muy pronto en las tinieblas.
Los hijos de la luz luchaban desesperadamente por dar un medio de contenerlo,
pero estaban debilitados, eran slo un puado de forajidos. Pequeos grupos, el
principal formado por los magos de Persia, intentaban seguir luchando contra l...
pero era casi intil. Lentos, firmes, implacables, el malvado Ariman y sus servidores
ganaban terreno.
Y Simn de Bizancio no haba logrado llegar a Babilonia para ponerse en contacto
con los magos.
Simn y Camila jams haban visto una ciudad tan grande. Las murallas en ruinas
abarcaban una extensin fantstica... donde an seguan intactas, podan cruzarse
tres carros en su cima y tenan una altura de ms de treinta metros. Se alzaban por
todas partes centenares de torres destrozadas, y su altura era doble que la de la
muralla.
Pero el viento gema en las torres y grandes buhos de ojos inmensos y terribles,
que parecan los nicos habitantes de la ciudad, ululaban y volaban alrededor de
ellas.
Camila tendi su mano hasta encontrar la de Simn. El se la estrech para
CAPITULO SEIS
Alejandro mat a tu amigo Hano, el fenicio, hace una semana dijo Abaris a
Simn.
Ojal las arpas le saquen los ojos! grit Simn.
No evoques a las arpas dijo Camila. Ya tenemos bastantes enemigos que
combatir.
Con una leve sonrisa, Abaris indic una mesita que haba en un rincn.
Ser mejor que comis algo. Debis estar muy cansados.
La pareja se puso a comer agradecida, y a beber el especiado vino de los magos,
vino que proporcionaba un vigor sobrenatural. Mientras coman, Abaris dijo:
Ariman habita ya constantemente el cuerpo de Alejandro. Se propone realizar
su ltima campaa, por el norte y el este, para someter a las tribus brbaras de las
Calas y de la Isla de las sombras, aplastar a los reyes indios y regir luego el mundo
entero. Y parece que va a lograr hacerlo por mediacin de su instrumento, de
Alejandro... el mundo entero obedece ya los caprichos de Alejandro; l es quien
manda a los soldados y a una muchedumbre de reyes y prncipes tributarios. Ser
muy fcil...
Pero hay que impedirlo dijo Simn. No tenis ningn medio de impedirlo?
Llevamos meses intentando combatir a las fuerzas del mal sin xito. Casi
hemos renunciado ya y esperamos el advenimiento de las tinieblas.
Creo que s lo que se puede hacer dijo Simn, y ser un mtodo ms limpio
que el que hayis podido utilizar cualquiera de vosotros. Con vuestra ayuda, debo
llegar a Babilonia... y con vuestra ayuda har lo que debo.
Muy bien, amigo mo dijo Abaris. Dime qu necesitas.
Sonaban timbales y trompetas de bronce. Levantaban polvo por el aire ardiente
los pies de los soldados de Alejandro. speras voces de oficiales gritaban rdenes y
los capitanes cabalgaban con militar empaque al frente de sus tropas. Las cimeras
de pelo teido de caballo se balanceaban resplandecientes bajo el sol, piafaban los
caballos con sus jaeces y arreos rojos, azules y amarillos, brillaban las armaduras de
bronce como oro y repiqueteaban los escudos al chocar con las jabalinas, se alzaban
las lanzas como trigo sobre las cabezas de los soldados, las puntas cegadoras y
relampagueantes.
Los toscos guerreros avanzaban en ordenadas filas: hombres de Macedonia, de
Tracia, de Grecia, de Bactria, de Babilonia y Persia, asirios, rabes, egipcios,
hebreos.
Millones de soldados. Millones de almas preparadas para la destruccin y la
matanza.
Y al mando, un hombre: Alejandro Magno. Alejandro con su yelmo de oro en forma
de halcn, erguido sobre las escaleras del templo de Baal de Babilonia, preparaba a
sus huestes para la conquista final. Alejandro, con el atavo de un monarca persa,
regidor absoluto del mundo civilizado. En su mano derecha una espada
resplandeciente, en la izquierda el cetro del legislador. En su cuerpo, poseyndolo,
fluyendo a travs de l, dominndolo: el tenebroso mal; Arimn, Seor de las
Tinieblas, dispuesto a cometer el crimen total: la destruccin de la justicia, el
advenimiento del milenio tenebroso.
Los ejrcitos acampaban alrededor de Babilonia, y a Simn le result fcil entrar
en la ciudad, pues llegaban muchos mercenarios a alistarse bajo la bandera de
Alejandro.
El tracio iba envuelto en lo que pareca una sencilla capa negra de soldado, pero
dentro, forrndola, haba un material ms rico marcado con curiosos smbolos; la
Capa de los Magos serva para proteger del mal y para mantener a Simn, de
momento, a salvo de las atenciones de Arimn.
Aquel da permaneci en la plaza que rodeaba el templo de Baal y oy hablar a
Arimn a travs de Alejandro. Corra peligro haciendo esto, lo saba, pero tena que
ver de nuevo al hombre.
Alejandro hablaba al populacho:
Pueblo de Babilonia, soldados mos, maana se iniciarn nuestras ltimas
conquistas. Pronto no habr palmo de suelo ni gota del ocano independiente de
nosotros; yo, Jpiter Amn, he venido a la tierra a limpiarla de herejes, a destruir a
los incrdulos y a traer al mundo una era nueva. Los que murmuren contra m,
perecern. Los que se me opongan, sufrirn tortura, desearn la muerte. Los que
obstaculicen mis planes... esos no morirn, sino que sern enviados vivos al Hades.
Los ejrcitos estn ya organizados. Controlamos ya la mayor parte de mundo, slo
quedan algunos sectores al norte y algunos al este. Dentro de unos meses tambin
sern nuestros. Adrame, pueblo, pues Zeus, nacido de una mujer llamada Olimpia,
ha vuelto del Olimpo, padre del hijo, hijo y padre unificados. Soy Jpiter Amn y mi
voluntad es divina!
El pueblo gritaba entusiasmado ante estas palabras y todos se inclinaron ante el
dios-hombre que tan orgulloso se ergua sobre ellos.
Slo Simn sigui de pie, la capa astrosa y polvorienta, delgado, los ojos
brillantes. Miraba a Alejandro, que le vio casi de inmediato, abri la boca para
ordenar la destruccin del incrdulo y luego volvi a cerrarla.
Durante un largo instante, los dos hombres se miraron fijamente a los ojos: uno
representaba e mal absoluto, el otro las Fuerzas de la Luz.
En aquella gran ciudad enmudecida, nada pareca agitarse y el aire slo
arrastraba leves rumores de los preparativos militares que tenan lugar pasadas las
murallas.
Se produjo una extraa comunicacin entre ellos. Simn tena la sensacin de
estar asomndose a los Abismos del Infierno y perciba sin embargo algo ms que
acechaba en aquellos ojos: algo ms limpio, sumergido haca mucho, borracho casi.
Luego se puso en movimiento, subi corriendo las escaleras que ascendan en
espiral alrededor del templo.
Sigui subiendo, veinte, cincuenta, cien escalones y an no llegaba hasta
Alejandro, que segua all erguido como una estatua, esperndole.
El emperador-dios se volvi al fin cuando Simn lleg a la seccin ms alta. Como
si Simn no estuviese all, retrocedi por las columnas en sombras con paso seguro
y entr en el edificio. Fue all donde Simn se vio con l frente a frente.
La luz del sol penetraba a travs de las columnas y una red de sombra y luz
entrecruzaba el lugar. Alejandro estaba sentado ahora en un inmenso trono dorado,
el mentn apoyado en una mano, la espalda inclinada, como si meditase. Las
escaleras conducan hasta el estrado en el que estaba el trono. Simn se detuvo en
el primer escaln y contempl al conquistador del mundo.
Alejandro se irgui en su trono y uni las manos ante s. Sonri lentamente, una
sonrisa irnica al principio, que se crisp en una mueca de malicia y odio.
Hay en Menfis un toro sagrado dijo lentamente Alejandro llamado Apis. Es
un orculo. Hace siete aos fui a Menfis a or al toro sagrado para asegurarme de si
tena o no de verdad poderes profetices. Cuando me vio, recit un verso. Eso fue
hace siete aos, y no lo he olvidado.
Simn se envolvi an ms en la Capa de los Magos.
Qu deca ese verso? pregunt en un tenso semisusurro.
Alejandro cabece y dijo:
No lo entend hasta hace poco. Deca:
La
La
La
La
Ciudad
Ciudad
Ciudad
Ciudad
que
que
que
que
La lucha continu durante dos horas, siempre igualada. Lleg la oscuridad, la luz
del crepsculo invadi el templo con sus rayos de un rojo ensangrentado. Como
divinidades arquetpicas, ellos seguan luchando, parando, fintando, empleando
todas las tcticas que dominaban.
Luego, Alejandro, cuya anterior enfermedad le haba debilitado, tropez, y Simn
vio su oportunidad, se detuvo, cavilando qu hacer. De repente se lanz sobre su
adversario y le asest en el pecho un terrible golpe.
Vete... con Caronte! grit.
Alejandro retrocedi hasta derrumbarse con estruendo sobre los escalones del
estrado del trono. Los soldados que presenciaban la lucha se lanzaron de nuevo
hacia ellos, pero Alejandro les contuvo con un gesto.
No contis a nadie como fue mi fin balbuci. He unido el mundo... Dejadlo
unido, confiado en que un... un... dios cre, cre esa unidad. Quizs eso sirva para
asegurar la paz...
Despedidos, los guardias volvieron a bajar perplejos las escaleras del templo y
Simn y el agonizante Alejandro quedaron all solos en la penumbra, mientras se
alzaba el viento y arrojaba un aliento glido entre las silenciosas columnas.
Ahora te recuerdo dijo Alejandro, que empezaba a sangrar ya por la boca.
T eres el tracio. Qu pas?... recuedo que habl contigo, y luego el resto est
nublado de tinieblas y caos... qu pas luego?
Simn movi la cabeza y dijo:
Llmalo locura. Una locura que cay sobre ti.
En las sombras, detrs del trono, vio que empezaba a formarse una niebla negra.
Rpidamente grit:
Abaris! Deprisa!
Entonces apareci el sacerdote. Haba subido sigilosamente las escaleras y se
haba quedado detrs de una columna. Le seguan otros. Les hizo seas de que se
acercaran. Iniciaron un extrao y hermoso cntico, avanzando hacia la forma
nebulosa de detrs del trono, haciendo extraos pases en el aire.
Tras ellos, apareci Camila, que qued perfilada en un hueco entre dos columnas;
el viento agitaba su pelo.
Alejandro asi el brazo de Simn.
Recuerdo una profeca... una profeca del Orculo de Menfis. Cmo era?
Simn cit el orculo.
S balbuci Alejandro. Entonces, t eres la espada que empu la ciudad de
los necios, Abdera...
Qu hemos de recordar de ti, Alejandro? pregunt quedamente Simn.
Pareca haber una gran commocin detrs del trono, envuelto ahora en el cntico de
los Magos. Alejandro alz la vista. Los sacerdotes parecan esforzarse por mantener
a raya a una horrible fuerza que aunque gema y lloraba ante ellos era an muy
poderosa.
Recordar? Acaso no me recordar siempre el mundo? Mi sueo fue unirlo y
darle paz. Pero una pesadilla interrumpi ese sueo, creo...
El sueo de tu padre y el tuyo dijo Simn.
Mi padre... yo le odiaba... sin embargo fue un rey bueno y sabio, y me educ
con un objetivo. Aristteles fue mi maestro, como sabes. Pero tuve otro. Mi madre
Olimpia me ense cosas extraas que ya no puedo recordar.
HE AQU EL HOMBRE
No tiene ningn poder material como el que posean los emperadores-dioses; no
tiene ms seguidores que los pescadores y los habitantes del desierto. Ellos le dicen
que es dios. El les cree. Los seguidores de Alejandro decan: "Es imbatible, por tanto
es dios". Los seguidores de este hombre no piensan nada; l fue su acto de creacin
espontnea; ahora les dirije, este nazareno loco llamado Jess de Nazaret.
Y hablaba y les deca: S, verdaderamente yo era Karl Glogauer y ahora soy Jess
el Mesas, el Cristo.
Y era as.
CAPITULO UNO
La mquina del tiempo era una esfera llena de lquido lechoso en la que flotaba el
viajero encerrado en un traje de goma, respirando a travs de una mscara ligada a
un tubo conectado con la pared de la mquina. La esfera se rompi al aterrizar y el
fluido se derram por el polvo y lo absorbi la tierra. Instintivamente, Glogauer se
hizo una bola al descender el nivel del lquido y se hundi hasta el plstico flexible
del forro interno de la esfera. Los extraos instrumentos criptogrficos quedaron
quietos y silenciosos. La esfera se movi y rod cuando lo que quedaba del lquido
se derram por el gran corte de su costado.
Glogauer abri un instante los ojos y volvi a cerrarlos. Luego abri la boca en
una especie de bostezo y su lengua se agit y lanz un gruido que se convirti en
ululacin.
Se oy a s mismo. Hablaba en Lenguas. S, eso era, pens. El lenguaje del
inconsciente. Pero no poda adivinar lo que estaba diciendo.
Se le qued el cuerpo inerte y como dormido, se estremeci. Su viaje por el
tiempo no haba sido fcil y ni siquiera el espeso fluido le haba protegido por
completo, aunque era indudable que le haba salvado la vida. Deba tener algunas
costillas rotas, sin duda. Estir los brazos y las piernas laboriosamente y se arrastr
por el plstico resbaladizo hacia la abertura de la mquina. Vio la fuerte claridad del
sol, vio un cielo como acero relumbrante. Logr arrastrarse y auparse por la cintura
hasta la abertura y luego cerr aos despus de que su padre llegase a Inglaterra,
de animado tambin. Ahora lloraba.
Navidad, 1949. Tena nueve aos. Haba nacido dos aos despus de que su
padre llegase a Inglaterra, de Australia.
Los otros nios gritaban y rean en la grava del parque. El juego haba empezado
con bastante entusiasmo y Karl, algo nervioso, se haba unido a l muy animado
tambin. Ahora lloraba.
Bajadme de aqu! Basta, Mervyn, por favor!
Le haban atado con los brazos abiertos a la valla de alambre del parque. La valla
se inclinaba por su peso y uno de los postes amenazaba con soltarse. Mervyn
Williams, el muchacho que haba propuesto el juego, empez a mover el poste de
modo que Karl se vio lanzado violentamente adelante y atrs, fijado a la alambrada,
alambrada.
Se daba cuenta de que sus gritos no hacan ms que estimularle, as que apret
(Mateo 3:1-6)
Estaban lavndole. Senta correr el agua fra por su cuerpo desnudo. Haban
logrado quitarle su traje protector. Tena ahora capas gruesas de tela sobre las
costillas, en el costado, atadas con tiras de cuero.
Se senta dbil; el cuerpo le arda, pero el dolor se haba calmado.
Estaban en un edificio, o quizs una cueva, era demasiado oscuro para poder
saberlo. Estaba tendido sobre un montn de paja, empapado en agua. Sobre l, dos
hombres seguan remojndole con agua de unas vasijas.de barro cocido. Eran
hombres de rasgos duros y de tupidas barbas que vestan ropas de algodn.
Se pregunt si podra formar una frase que ellos pudieran entender. Conoca bien
el arameo escrito, pero no estaba seguro de la pronunciacin de ciertos sonidos.
Por fin, carraspe y dijo:
Dnde... ser... este... lugar...?
Ellos fruncieron el ceo, movieron la cabeza, y dejaron las vasijas de agua.
Yo... busco... un... nazareno... Jess...
Nazareno. Jess uno de los hombres repiti las palabras, aunque pareca que
no significaban nada para l. Se encogi de hombros.
Pero el otro slo repiti la palabra nazareno, muy despacio, como si para l
tuviera un significado especial. Murmur unas cuantas palabras al otro hombre y se
dirigi a la entrada de la estancia.
Karl Glogauer sigui intentando decr algo que pudiera entender el otro hombre.
Qu... aos... reinando... emperador... Roma? Era una pregunta confusa, lo
comprenda. Saba que Cristo haba sido crucificado en el quinceavo ao del reinado
de Tiberio, y por eso haba formulado aquella pregunta. Intent estructurar mejor la
frase.
Cuntos... aos... lleva remando Tiberio?
Tiberio? el hombre frunci el ceo.
El odo de Glogauer iba adaptndose ya al acento e intent imitarlo mejor.
Tiberio. Emperador de los romanos. Cuntos aos lleva reinando?
Cuntos? el hombre movi al cabeza. No s.
Glogauer haba conseguido al fin hacerse entender.
En qu lugar estamos? pregunt.
En el desierto, ms all de Maqueronte contest el hombre. No lo sabas?
Maqueronte quedaba al suroeste de Jerusaln, al otro lado del Mar Muerto. Era
evidente que estaba en el pasado, durante el reinado de Tiberio, pues aquel hombre
haba identificado el nombre con bastante facilidad. Volva ya su compaero, y con
l un individuo inmenso, de grandes brazos, velludos y musculosos, y pecho
enorme. Llevaba en una mano un gran bculo. Vesta pieles de animales y deba
medir casi uno noventa. El pelo, negro y rizado, lo llevaba muy largo, y tena una
barba negra y tupida, que le cubra la parte de arriba del pecho. Se mova como un
animal y sus ojos castaos, grandes y penetrantes, miraban cavilosos a Glogauer.
Habl con voz profunda, aunque demasiado rpido, y Glogauer no pudo seguirle.
Ahora le tocaba a l mover la cabeza.
El hombre grande se acuclill a su lado.
Quin eres t?
Glogauer hizo una pausa. No haba supuesto que le encontraran de aquel modo.
Su propsito era disfrazarse de viajero sirio, con la esperanza de que los acentos
locales fuesen lo bastante distintos para explicar su escasa familiaridad con el
idioma. Decidi que lo mejor era atenerse a aquella historia y esperar que diese
buen resultado.
Soy del norte dijo.
No eres de Egipto? pregunt el hombre grande.
Al parecer, haban supuesto que Glogauer era de all: Glogauer decidi que si era
eso lo que crea el hombre grande, tambin l podra aceptarlo.
Vine de Egipto hace dos aos dijo.
El hombre grande asinti, aparentemente satisfecho.
As que eres un mago de Egipto. Eso imaginamos. Y te llamas Jess, y eres
Nazareno.
Yo busco a Jess, el Nazareno dijo Glogauer.
Entonces, t cmo te llamas? pareca decepcionado.
Glogauer no poda darle su propio nombre. Les parecera demasiado extrao. Casi
por impulso, dio el de su padre:
Emmanuel dijo.
El hombre asinti, satisfecho de nuevo.
Emmanuel.
Glogauer comprendi demasiado tarde que la eleccin de nombres haba sido
desafortunada, dadas las circunstancias, pues en hebreo Emmanuel significaba
"Dios con nosotros" y tena sin duda una significacin mstica para su interlocutor.
Y tu nombre cul es? pregunt.
El hombre se irgui. Mir caviloso a Glogauer.
No me conoces? No has odo hablar de Juan, el que llaman el Bautista?
Glogauer intent ocultar su sorpresa, pero evidentemente Juan el Bautista vio que
su nombre le resultaba familiar. Movi su desgreada cabeza y dijo:
Veo que me conoces. Bien, mago, ahora yo debo decidir, no?
Qu debes decidir? pregunt nervioso Glogauer.
Si eres el amigo de las profecas o el falsario contra el que nos previno Adonai.
Los romanos me entregaran en manos de mis enemigos, los hijos de Herodes.
Pero por qu?
T debes saber por qu, pues yo hablo contra los romanos que esclavizan a
Judea y contra las injusticias que comete Herodes, y profetizo el tiempo en que
todos los impos sern aniquilados y se restaurar el reino de Adonai sobre la tierra,
tal como dijeron los profetas antiguos. Yo digo al pueblo: "Preparaos para el da en
que tendris que empuar la espada para cumplir la voluntad de Adonai". Los
impos saben que ese da perecern, y por ello me destruirn.
Pese a la fuerza de sus palabras, el tono de Juan era natural y sencillo. No haba la
menor sombra de locura o fanatismo en su rostro ni en su porte. Pareca un vicario
anglicano leyendo un sermn cuyo significado hubiese perdido fuerza para l.
Karl Glogauer comprendi que lo que deca era bsicamente que estaba
sublevando al pueblo para expulsar a los romanos y a su ttere Herodes y establecer
un rgimen ms "justo". El atribuir este plan a "Adonai" (uno de los nombres de Yav
y que significaba El Seor) pareca, como haban supuesto muchos eruditos del siglo
XX, un medio de dar ms fuerza a su plan. En un mundo en que la religin y la
poltica, incluso en Occidente, estaban inextricablemente entrelazadas, era
CAPITULO DOS
Cinco aos en el pasado. Casi dos mil en el futuro. Tendido en la cama, caliente y
pegajosa, con Mnica. Una vez ms, otra tentativa de hacer el amor de modo
normal que haba derivado en la ejecucin de pequeas aberraciones que parecan
satisfacerla ms que ninguna otra cosa.
An no haba llegado a una relacin plena, a culminar sus relaciones. Todo sera
verbal, como siempre. Y acabara, como siempre, en colricas discusiones.
Supongo que vas a decirme de nuevo que no estas satisfecho dijo ella,
aceptando el cigarrillo encendido que l le entregaba en la oscuridad.
Estoy perfectamente dijo l.
Se quedaron un rato en silencio, fumando.
Luego, pese a que saba cul sera el resultado si lo haca, se puso a hablar, casi
sin darse cuenta.
Resulta irnico, no crees? empez.
Esper su respuesta. Tardara un poco, lo saba.
Qu quieres decir? dijo ella al fin.
Todo esto, el que pases todo el da intentando ayudar a neurticos sexuales a
convertirse en personas normales. Y pases las noches haciendo lo que ellos.
No en la misma medida. Ya sabes que todo es cuestin de grados.
Eso es lo que t dices.
Volvi la cabeza y la mir a la luz de las estrellas que entraba por la ventana. Era
una pelirroja de rasgos afilados, con la voz tranquila, seductora y profesional de la
asistenta social psiquitrica que era; una voz suave, equilibrada y falsa. Slo de
olvidar sus principios, o quizs no supieran a ciencia cierta cul era, en realidad, el
motivo de su tolerancia, apenas caban dudas de que Juan el Bautista era
prcticamente su jefe.
La vida de los esenios consista en un bao ritual tres veces al da, la oracin y el
trabajo. El trabajo no era difcil. Glogauer guiaba a veces un arado del que tiraban
otros dos miembros de la secta, cuidaba las cabras, a las que dejaba pastar por las
laderas de los cerros. Era una vida pacfica y ordenada, e incluso los aspectos poco
saludables resultaban tan rutinarios que Glogauer apenas los adverta pasado ya un
tiempo.
Cuando iba a cuidar las cabras, se tumbaba en la cima de un cerro y contemplaba
el paisaje, que no era propiamente desierto sino pramos con maleza y roca en los
que podan ramonear y alimentarse animales como cabras y ovejas. Haba tambin
matorrales bajos que quebraban la monotona del paisaje y algunos arbolitos a las
orillas del ro, que deba desembocar sin duda en el Mar Muerto. El terreno era
irregular. Su perfil tena la apariencia de un lago tormentoso, congelado y teido de
amarillo y marrn. Pasado el Mar Muerto, estaba Jerusaln. Evidentemente, Cristo
an no haba entrado en la ciudad por ltima vez. Antes de que eso sucediera,
tendra que morir Juan el Bautista.
El sistema de vida de los esenios era bastante cmodo, pese a toda su
simplicidad. Le haban dado un taparrabos de piel de cabra y un bculo y, salvo por
el hecho de que estaba vigilado da y noche, parecan aceptarle como una especie
de miembro laico de la secta.
A veces, le preguntaban por su carro (la mquina del tiempo que se proponan
trasladar muy pronto del desierto al pueblo) y l les explicaba que le haba
trasladado de Egipto a Siria y luego hasta all. Aceptaban el milagro tranquilamente.
Tal com l haba sospechado, eran gentes acostumbradas a los milagros.
Los esenios haban visto, en realidad, cosas ms extraas que su mquina del
tiempo. Haban visto caminar a hombres sobre las aguas y bajar a los ngeles del
cielo. Haban odo la voz de Dios y de sus arcngeles, y tambin las voces
tentadoras de Satn y de sus servidores. Escriban todas estas cosas en sus rollos de
pergamino. Eran nicamente un registro de lo sobrenatural, lo mismo que sus otros
pergaminos lo eran de su vida diaria y de las noticias que les traan los miembros
itinerantes de la secta.
Vivan constantemente en presencia de Dios y hablaban con El y El les contestaba
cuando mortificaban lo suficiente su carne y ayunaban y salmodiaban sus oraciones
bajo el abrasador sol de Judea.
Karl Glogauer se dej crecer el pelo y la barba. Mortific tambin su carne y
ayun y cant las oraciones bajo el sol, tal como hacan ellos. Pero no oa a Dios y
slo una vez crey ver un arcngel con alas de fuego.
Pese a su afn de experimentar las alucinaciones de los esenios, Glogauer estaba
decepcionado, pero le sorprenda el sentirse tan bien, considerando todas las
penalidades voluntarias que tena que soportar, y se senta, adems, cmodo y
relajado en compaa de aquellos hombres y mujeres que eran sin duda dementes.
Quizs se debiese a que la locura de los esenios no era muy distinta de la suya
propia, pero lo cierto es que al cabo de un tiempo dej de plantearse tal problema.
Juan el Bautista volvi un anochecer seguido de unos veinte de sus discpulos
ms allegados. Glogauer le vio cuando se dispona a meter las cabras en la cueva
para la noche. Esper a que Juan se aproximase.
El Bautista estaba ceudo, pero su expresin se suaviz al ver a Glogauer. Sonri
y le cogi del brazo, al modo romano.
Bueno, Emmanuel, eres amigo nuestro, como yo supona. Enviado por Adonai
para ayudarnos a que se cumpla Su voluntad. T me bautizars maana, para
mostrar a todo el pueblo que El est con nosotros.
Glogauer estaba cansado. Haba comido muy poco y haba pasado la mayor parte
del da al sol, cuidando las cabras. Bostez. Le resultaba difcil contestar. Sin
embargo, se senta aliviado. Era evidente que Juan haba estado en Jerusaln
intentando descubrir si le haban enviado los romanos como espa; y pareca
tranquilizado, pareca confiar en l.
Le preocupaba, de todos modos, la fe del Bautista en sus poderes.
Juan empez. No soy ningn vidente...
La cara del Bautista se ensombreci por un instante. Luego se ech a rer.
No digas nada. Ven a comer conmigo por la noche. Tengo langostas y miel
silvestre.
Glogauer an no haba probado aquellos alimentos, que eran la dieta bsica de
los viajeros que no llevaban provisiones y vivan de lo que podan encontrar de
camino. Haba quien lo consideraba un manjar.
Lo prob ms tarde, cuando fue a casa de Juan. La casa slo tena dos
habitaciones, un comedor y un dormitorio. La miel y las langostas le parecieron un
plato demasiado dulce para su gusto, pero resultaba un cambio muy agradable
despus de la cebada y la carne de cabra.
Se sent con las piernas cruzadas frente a Juan el Bautista, que coma con
fruicin. Era ya noche cerrada. Llegaban de fuera los murmullos y los gemidos y
gritos de quienes se hallaban en oracin.
Glogauer sumergi otra langosta en el cuenco de miel que estaba colocado entre
los dos.
Piensas dirigir al pueblo de Judea contra los romanos? pregunt.
Al Bautista pareci inquietarle una pregunta tan directa. Era la primera de aquella
naturaleza que le haca Glogauer.
S tal fuese la voluntad de Adonai dijo, sin alzar la vista, mientras se inclinaba
hacia el cuenco de miel.
Lo saben los romanos?
No lo s, Emmanuel, pero Herodes, el incestuoso, sin duda les habr dicho que
hablo contra los inicuos.
Pero los romanos no te han detenido.
Pilatos no se atreve... sobre todo despus de la peticin que se envi al
emperador Tiberio.
Qu peticin?
Bueno, las que firmaron Herodes y los fariseos cuando Pilatos puso placas
votivas en el palacio de Jerusaln e intent profanar el templo. Tiberio reprendi a
Pilatos y, desde entonces, aunque an odia a los judos, nos trata con mucho ms
cuidado.
Dime, Juan, cunto tiempo lleva reinando Tiberio en Roma? no haba tenido
oportunidad de volver a formular aquella pregunta hasta entonces.
Catorce aos.
As que estaban en el 28 despus de Cristo; faltaba algo menos de un ao para la
crucifixin, y su mquina del tiempo estaba destrozada.
Juan el Bautista planeaba ya una rebelin armada contra los romanos, pero, si
haba de dar crdito a los Evangelios, pronto sera decapitado por Herodes. Desde
luego, no se haba producido por entonces ninguna rebelin en gran escala. Ni los
que afirmaban que la entrada de Jess y sus discpulos en Jerusaln y la invasin del
templo haban sido acciones de rebeldes armados, haban hallado pruebas que
sugiriesen que Juan el Bautista hubiese acaudillado una rebelin similar.
Glogauer haba acabado por estimar bastante al Bautista. Era, sencillamente, un
revolucionario endurecido que llevaba aos planeando la insurreccin contra los
romanos y que haba ido hacindose poco a poco con suficientes seguidores como
para que el xito pudiese coronar sus propsitos. A Glogauer le recordaba mucho a
los jefes de la Resistencia de la Segunda Guerra Mundial. Posea una dureza similar y
una comprensin similar de las realidades de su posicin. Saba que slo tendra una
posibilidad de aplastar a las cohortes que estaban de guarnicin en el pas. Si la
insurreccin no triunfaba de inmediato, Roma tendra tiempo suficiente para enviar
ms tropas a Jerusaln.
Cundo crees t que se propone Adonai destruir a los inicuos por mediacin
tuya? dijo prudentemente Glogauer.
Juan le mir curioso y burln. Sonri.
La Pascua es una poca en la que la gente est inquieta y odia ms a los
extranjeros dijo.
Cundo es la prxima Pascua?
No faltan muchos meses.
Cmo puedo ayudaros yo?
T eres un mago.
Yo no puedo hacer milagros.
Juan se limpi la miel de la barba.
No puedo creerlo, Emmanuel. Viniste aqu de un modo milagroso. Los esenios
no saban si eras un demonio o un mensajero de Adonai.
No soy ni una cosa ni otra.
Por qu deseas confundirme, Emmanuel? S que eres mensajero de Adonai.
Eres la seal que los esenios esperaban. Ya casi ha llegado el momento. Pronto se
establecer en la tierra el reino del cielo. Ven conmigo. Dile al pueblo que Adonai
habla por tu boca. Haz grandes milagros.
Tu poder estaba debilitndose, no es eso? Glogauer mir fijamente a Juan.
Acaso me necesitas para renovar las esperanzas de tus rebeldes?
Hablas como un romano, sin la menor sutileza dijo Juan, levantndose
bruscamente.
Evidentemente Juan, igual que los esenios con quienes viva, prefera una
conversacin menos directa. Haba una razn prctica para ello. Glogauer lo saba;
era que Juan y sus hombres teman la traicin. Los esenios escriban incluso sus
anales parcialmente en lenguaje cifrado, con una palabra o una frase, inocentes en
apariencia, que significaban algo completamente distinto.
Disclpame, Juan. Pero dime si tengo razn dijo Glogauer con voz suave.
No eres un mago que lleg en un carro que surgi de la nada? dijo el
Bautista agitando las manos y encogindose de hombros. Mis hombres te vieron.
Vieron a aquel objeto resplandeciente adquirir forma en el aire y romperse y te
vieron salir de l. No es eso magia? La ropa que llevabas... eran prendas terrenas?
Los talismanes que haba dentro del carro... no indicaban una magia poderosa? El
profeta dijo que vendra un mago de Egipto, que se llamara Emmanuel... as est
escrito en el libro de Micaj! Acaso no son ciertas esas cosas?
CAPITULO TRES
Juan estaba en el ro con l agua hasta la cintura. Casi todos los esenios estaban
en la orilla, mirndole. Glogauer tambin le miraba.
No puedo, Juan. No debo hacerlo.
Debes hacerlo murmur el Bautista.
Glogauer se estremeci al hundirse en el agua, al lado del Bautista. Sinti un
mareo. Qued temblando, incapaz de moverse.
Resbal de pronto en las piedras del ro y Juan le agarr por un brazo,
sujetndole.
El cielo estaba despejado y el sol, en su cnit, abrasaba su cabeza desnuda.
Emmanuel! grit de pronto Juan. El espritu de Adonai habita en ti!
A Glogauer an le resultaba difcil hablar. Asinti con un gesto. Le dola la cabeza
y apenas poda ver. Era el primer ataque de jaqueca desde que haba llegado all.
Senta ganas de vomitar. La voz de Juan le sonaba remota.
Se tambale.
Cuando empezaba a caer hacia el Bautista, todo el paisaje tembl alrededor suyo.
Percibi que Juan le coga y se oy decir desesperado:
Bautzame, Juan!
Luego not agua en la boca y en la garganta y acab tosiendo.
Juan gritaba algo. Fuese lo que fuese, sus palabras hallaron respuesta entre los
que se encontraron en la orilla. El rumor de las voces aument, cambi de tono.
Glogauer chapote en el agua, luego sinti que le ayudaban a incorporarse.
Los esenios se balanceaban al unsono, todas las caras alzadas hacia el sol
deslumbrante.
Glogauer empez a vomitar en el agua, tambalendose mientras Juan le agarraba
con mano firme por los brazos y le guiaba hacia la orilla.
Los esenios se balanceaban y entonaban un canturreo rtmico y extrao; se
bautizase. Fue simple honestidad o haba algo en l que se resista a engaar a los
esenios inducindoles a creerle una especie de profeta? Era difcil saberlo.
Enroll la piel de cabra a las caderas y la at firme justo por encima del muslo
izquierdo. Supona que lo mejor sera volver al campamento y buscar a Juan y
disculparse, ver si poda arreglar las cosas. Adems la mquina del tiempo estaba
all, ahora. La haban transportado utilizando slo sogas de cuero.
Exista como mnimo una posibilidad de lograr repararla si poda encontrar un
buen herrero u otro buen metalrgico. El viaje de vuelta sera peligroso.
Se preguntaba si debera volver enseguida o intentar pasar a un tiempo ms
prximo a la crucifixin. No haba retrocedido en el tiempo para presenciar en
concreto la crucifixin, sino para captar el ambiente de Jerusaln durante la fiesta
de la Pascua, cuando se supona que haba entrado Jess en la ciudad. Segn
Mnica, lo haba hecho violentamente, con un grupo armado. Ella deca que todas
las pruebas lo indicaban. Todas las pruebas de cierto gnero parecan indicarlo, pero
l no poda aceptar tales pruebas. Haba algo ms, estaba seguro. Si al menos
pudiera conocer a Jess. Juan, al parecer, jams haba odo hablar de l, aunque le
haba dicho a Glogauer que, segn la profeca, el Mesas sera un nazareno. Haba
muchas profecas, y algunas se contradecan entre s.
Empez a volver sobre sus pasos en la direccin del campamento de los esenios.
No poda haberse alejado mucho. Pronto vera las colinas donde tenan sus cuevas.
El calor se hizo pronto insoportable y la tierra pareca ms estril. El aire
temblaba ante sus ojos. La sensacin de agotamiento con que haba despertado
aumentaba. Notaba la boca seca, le fallaban las piernas. Tena hambre y no haba
nada que comer. No haba ni rastro de las colinas donde los esenios vivan.
Haba una colina unos tres kilmetros al sur. Decidi ir hacia ella. Desde all,
probablemente pudiese orientarse, quizs viese incluso una poblacin en la que
pudieran darle de comer. El suelo de arena, se converta en polvo flotante a su
alrededor al removerlo sus pisadas. Haba algunos matorrales a ras de tierra y
melladas rocas en que tropezaba.
Cuando empez a subir laboriosamente por la loma de aquella colina, sangraba y
estaba ya lleno de magulladuras.
Le cost trabajo alcanzar la cima (que estaba mucho ms lejos de lo que en
principio haba credo). Resbal en los pedregales de la ladera, cayendo de bruces, y
hubo de recurrir a pies y manos para no caer a vueltas, agarrndose a matas de
yerba y liqenes que crecan dispersos por all, abrazando salientes grandes de roca
donde poda; y parando cada poco a descansar, cuerpo y mente embotados por el
dolor y el cansancio.
Sudaba bajo aquel sol de fuego, y el polvo se pegaba al sudor en su cuerpo
semidesnudo, cubrindole de pies a cabeza. Tena el taparrabos destrozado.
Aquel mundo yermo giraba y vacilaba, el cielo pareca fundirse con la tierra, la
roca amarilla con las nubes blancas. Nada pareca quieto.
Lleg a la cima y se tumb en ella jadeante. Todo era irreal.
Oy la voz de Mnica; por un momento, pens que la vea con el rabillo del ojo.
Karl, no seas melodramtico.
Le haba dicho aquello muchas veces. Su propia voz contest luego.
Nac fuera de mi poca, Mnica. En esta edad de la razn no hay sitio para m.
Acabarn matndome.
Luego replic la voz de ella.
Te matan el miedo, los remordimientos y tu masoquismo. Podras ser un
magnfico psiquiatra, pero te has entregado hasta tal punto a tus propias neurosis...
Cllate!
Dio vuelta, se puso boca arriba. El sol caa torrencial sobre su cuerpo destrozado.
Cllate!
Todo el sndrome cristiano, Karl. Creo que acabars convirtindoe en catlico
convencido. Dnde est la fuerza de tu pensamiento?
Cllate! Y vete, Mnica.
El miedo condiciona tu pensamiento. No buscas un alma, ni siquiera un sentido a
la vida. Buscas comodidades y consuelo.
Djame en paz, Mnica!
Se tap los odos. Tena el pelo y la barba tiznados de polvo. En las leves heridas
que tena ya por todo el cuerpo, se le haba coagulado la sangre. Arriba, el sol
pareca palpitar al unsono con su corazn.
Te ests hundiendo, Karl, es que no te das cuenta? Cada da ests peor.
Recapacita. Eres perfectamente capaz de pensar de un modo racional.
Oh, Mnica! Cllate!
Empezaron a volar en crculos, sobre l, unos cuervos. Les oa llamarle con una
voz insistente que era como la de ella.
Dios muri en 1945...
No estamos en 1945. Estamos en el ao veintiocho despus de Cristo. Dios
vive an!
Cmo puede interesarte estudiar una religin sincrtica tan obvia como el
cristianismo: judaismo rabnico, moral estoica, cultos de los misteriosos griegos,
ritual oriental...
No importa!
No en tu estado psicolgico actual.
Necesito a Dios!
A eso se reduce en definitiva, verdad? Est bien, Karl, lbrate tus propias
entrepiernas. Y pensar lo que podras haber sido de haber sido capaz de analizarte...
Glogauer logr poner en pie su destrozado cuerpo y se irgui en la cima y lanz
un grito.
Los cuervos se espantaron. Giraron en el cielo y huyeron. El cielo iba ya
oscureciendo.
Luego fue Jess conducido por el Espritu al desierto para que el diablo le tentase. Y
despus de ayunar cuarenta das y cuarenta noches, tuvo hambre.
(Mateo 4:1-2)
CAPITULO CUATRO
El loco entr tambaleante en el pueblo. Sus pies removan el polvo y le hacan
bailar y. los perros ladraban a su alrededor mientras l avanzaba maquinalmente, la
cabeza alzada para mirar al sol, los brazos inertes a los lados, moviendo los labios.
Para los habitantes del pueblo, sus palabras eran de un idioma familiar; pero
aquel hombre las deca con tal intensidad y conviccin que pareca que el propio
Eres judo?
Esto pareci inquietar al loco. Se levant de un salto e intent abrirse paso entre
los soldados. Le dejaron marchar, entre risas. Era un loco inofensivo.
Le vieron correr camino adelante.
Debe ser uno de esos profetas dijo el oficial, caminando hacia su caballo.
El pas estaba lleno de profetas. Todos decan estar difundiendo el mensaje de su
dios.
No significaban un problema, y la religin pareca apartar el pensamiento de la
gente de la insurreccin. Deberamos estar agradecidos, pens el oficial.
Sus hombre an rean.
Reinciaron luego la marcha, en direccin opuesta a la que haba seguido el loco.
El loco estaba ya en Nazaret y los habitantes del pueblo le miraron con curiosidad
y no poco recelo cuando entr tambaleante en la plaza del mercado. Poda ser un
profeta ambulante o estar posedo por el diablo. A veces era difcil distinguir. Los
rabinos eran los que saban hacerlo.
Cuando pasaba junto a los grupos formados ante los puestos de los mercaderes,
todos se callaban hasta que se alejaba. Las mujeres se arropaban an ms en los
gruesos mantos de lana que cean sus cuerpos bien alimentados, y los hombres
recogan sus ropajes de algodn para que el loco no los rozara. Normalmente se
habran sentido movidos a preguntarle a qu haba venido al pueblo, pero haba un
brillo tal en la mirada, una vitalidad y una agudeza tales en su cara, pese a su
aspecto famlico, que les haca tratarle con cierto respeto y mantener distancias.
Cuando lleg al centro de la plaza del mercado se detuvo y mir alrededor.
Pareca costarle distinguir a la gente. Pestae, se humedeci los labios.
La mujer pas mirndole inquieta. El le habl con voz suave, con palabras
cuidadosamente pronunciadas.
Es esto Nazaret?
Lo es dijo ella, cabeceando y acelerando el paso.
Un hombre cruzaba la plaza. Vesta tnica de lana de tiras rojas y marrones.
Llevaba un gorrito rojo sobre el pelo negro y rizado. Era un hombre carirredondo, de
expresin afable. El loco se interpuso en su camino y le detuvo.
Busco a un carpintero.
Hay muchos carpinteros en Nazaret. El pueblo es famoso por sus carpinteras.
Yo mismo soy carpintero. Puedo ayudarte?
Su tono era benevolente y paternal.
Conoces a un carpintero que se llama Jos? Es de la estirpe de David. Tiene
una esposa llamada Mara y varios hijos. Uno de ellos se llama Jess.
El hombre alegre arrug la cara en un ceo burln y se rasc la nuca.
Conozco a ms de un Jos. Un pobre hombre que responde a esas seas vive en
aquella calle de all indic. Su mujer se llama Mara. Prueba all. No tardars en
encontrarle. Busca a un hombre que nunca se re.
El loco mir en la direccin que sealaba el hombre. En cuanto vio la calle,
pareci olvidarse de todo lo dems y enfil hacia all.
Al entrar en ella le lleg an ms fuerte el olor a madera cortada. Se hundi hasta
los tobillos en virutas. En todas las casas resonaba el repiqueteo de los martillos y el
rinchar de las sierras. Haba tablas de todos los tamaos apoyadas contra las
plidas y sombreadas paredes de las casas y apenas haba sitio para pasar entre
ellas. Muchos carpinteros tenan los bancos junte a las puertas. Tallaban cuencos
manejando tornos simples, moldeando la madera en todas las formas imaginables.
Todos alzaron la vista cuando el loco entr en la calle y se acerc a un viejo
carpintero de mandil de cuerpo que tallaba una estatuilla en su banco. El hombre
tenia el pelo gris y pareca corto de vista. Mir al loco.
Qu quieres t?
Busco a un carpintero que se llama Jos. Su mujer se llama Mara.
El viejo indic con la mano en la que sostena la estatuilla a medio tallar.
Dos casas ms all, al otro lado de la calle.
La casa a la que lleg el loco tena muy pocas tablas apoyadas en la pared y la
calidad de la madera pareca inferior a la de la que haba visto antes. El banco que
haba junto a la entrada estaba alabeado por un lado y el hombre que trabajaba en
l reparando un taburete tambin pareca deforme. Se irgui cuando el loco le toc
en el hombro. Tena un rostro arrugado y torturado por la miseria. Sus ojos
expresaban cansancio y haba en su rala barba prematuras vetas canosas. Tosi
suavemente, quiz sorprendido de que le molestaran.
Eres t Jos? pregunt el loco.
No tengo dinero.
No quiero nada... slo hacerte unas preguntas.
Soy Jos. Qu quieres saber?
Tienes un hijo?
Varios. Y tambin hijas.
Tu mujer se llama Mara? Eres de la estirpe de David?
El hombre hizo un gesto de impaciencia con la mano.
S, pero total, para lo que me vale...
Me gustara conocer a uno de tus hijos. A Jess. Puedes decirme dnde est?
Ese intil. Qu ha hecho ahora?
Dnde est?
En los ojos de Jos, cuando mir al loco, alumbr un brillo ms calculador.
Eres acaso un visionario? Has venido a curar a mi hijo?
Soy una especie de profeta. Puedo predecir el futuro.
Jos se levant con un suspiro.
Puedes verle si quieres. Ven.
E introdujo al loco en el atestado patio de la casa. Estaba lleno de piezas de
madera, muebles rotos, implementos, sacos de virutas pudrindose. Entraron en la
casa, que estaba en penumbra. En la primera habitacin (evidentemente una
cocina) haba una mujer junto a un gran fogn de barro. Era alta y muy gorda. El
pelo, largo y negro, desgreado y grasiento le caa sobre unos ojos grandes y
brillantes que an conservaban el calor de la sensualidad. Examin al loco.
No hay comida para los mendigos gru. Ya come l bastante.
Y seal con una cuchara de madera a un pequeo ser que estaba sentado en la
oscuridad de un rincn. El ser se movi al orle hablar.
Busca a Jess, el nuestro dijo Jos a la mujer. Quizs venga a aliviar nuestra
carga.
La mujer mir de reojo al loco y se encogi de hombros. Se lami luego los rojos
Una mquina del tiempo dijo Glogauer, con una alegre sonrisa.
Tienes que verla.
Por qu yo?
Cre que te interesara. S que no atiendes a los puntos de vista ortodoxos en el
terreno de la ciencia...
A Glogauer le daba pena de l.
Tienes que verla dijo Headington.
Baj hasta Banbury al da siguiente. Ese mismo da dej 1976 y lleg al ao 28
despus de Cristo.
La sinagoga estaba fresca y tranquila, un sutil aroma de incienso impregnaba el
ambiente. Los rabinos le condujeron hasta el patio. No saban, al igual que los
habitantes del pueblo, qu hacer con l, pero estaban seguros de que no era un
hombre posedo por el demonio. Tenan por costumbre dar cobijo a los profetas
itinerantes que abundaban por entonces mucho en Galilea, aunque, desde luego,
aquel era ms extrao que el resto. Su rostro pareca siempre inmvil e inexpresivo,
el cuerpo rgido, las lgrimas recorran sus sucias mejillas. Nunca haba visto tanta
afliccin en los ojos de un hombre.
La ciencia puede decir cmo, pero nunca pregunta por qu le haba dicho a
Mnica. No puede responder.
Quin quiere saber el porqu? haba contestado ella.
Yo.
Bueno, pues, nunca lo sabrs, comprendes?
Sintate, hijo mo dijo el rabino. Qu quieres preguntarme?
Dnde est Cristo? dijo. Dnde est Cristo?
No entendan lo qu hablaba.
Es griego? pregunt uno; pero otro neg con un cabeceo.
Kyrios: El Seor.
Adonai: El Seor.
Dnde estaba el Seor?
Frunci el ceo, mirando vagamente a su alrededor.
Debo descansar dijo, ya en su lengua.
De dnde eres?
No se le ocurra una respuesta.
De dnde eres? repiti un rabino.
Ha-Olam Hab-Bah... murmur al fin.
Se miraron.
Ha-Olam Hab-Bah; Ha-Olam Haz-Zeh: el mundo que ha de ser y el mundo que
es.
Nos traes un mensaje? dijo uno de los rabinos. Estaban acostumbrados a los
profetas, desde luego, pero no haban conocido a ninguno como aquel. Un
mensaje?
No s dijo speramente el profeta. He de descansar; tengo hambre.
Ven. Te daremos alimento y un sitio para dormir.
Slo pudo comer un poco de la sabrosa comida que le dieron, y el lecho, que
tena un colchn de paja, le result demasiado blando. No estaba acostumbrado a
aquello.
Durmi mal, gritando en sueos, y, a la puerta, los rabinos escuchaban, pero poco
pudieron entender de lo que dijo.
Karl Glogauer estuvo varias semanas alojado en la sinagoga. Dedic casi todo el
tiempo a leer en la biblioteca buscando en los grandes rollos de pergamino alguna
solucin a su dilema. Las palabras de los libros santos, que se prestaban en muchos
casos a una docena de interpretaciones, no hicieron sino confundirle ms an. No
haba nada a lo que agarrarse, nada que le dijese que se haba equivocado.
Los rabinos se mantenan a distancia casi siempre. Le haban aceptado como a un
santo. Estaban orgullosos de tenerle en la sinagoga. Estaban convencidos de que
era uno de los elegidos de Dios y esperaban pacientemente que les hablase.
Pero el profeta hablaba poco, slo murmuraba para s frases en su idioma y frases
en aquel idioma incomprensible que sola utilizar, aun cuando se dirigiese
directamente a ellos.
Los habitantes de Nazaret no hablaban de otra cosa que de aquel profeta
misterioso de la sinagoga, pero los rabinos no respondan a sus preguntas. Decan a
los curiosos que se preocupasen de sus asuntos, que haba cosas que ellos no tenan
an por qu saber. De este modo, tal como siempre haban hecho los sacerdotes,
evitaban preguntas que no podan responder y al mismo tiempo aparentaban poseer
mucha ms ciencia de la que posean en realidad.
Luego, un sbado, el supuesto profeta apareci en el sector pblico de la
sinagoga y ocup su lugar con los dems que haban ido a rendir culto.
El hombre que lea a su izquierda, confundi las palabras, mirando al profeta por
el rabillo del ojo.
El profeta escuchaba sentado, con expresin remota.
El rabino jefe le miraba dubitativo, luego indic que le pasasen el texto al profeta.
As lo hizo, vacilante, un muchacho que lo coloc en sus manos.
El profeta contempl las palabras largo rato y luego empez a leer. Lea sin
comprender al principio lo que estaba leyendo. Era el libro de Isaas.
El espritu del Seor est sobre m, puesto que me ungi para evangelizar a los
pobres, me ha enviado para anunciar a los cautivos la liberacin, a los ciegos la
recuperacin de la vista; a dar la libertad a los oprimidos. A anunciar el ao de las
misericordias del seor. Y, enrollado el libro, entrgaselo al ministro y sentse y en
la sinagoga todos tenan los ojos fijos en l.
(Lucas 4:18-20)
CAPITULO CINCO
Le seguan ya, le siguieron cuando sali de Nazaret hacia el mar de Galilea. Vesta
una tnica de lino blanco que le haban regalado y aunque todos crean que les
diriga l, no hacan sino empujarle delante de ellos.
Es nuestro Mesas decan a quienes preguntaban. Y haba ya rumores de
milagros.
CAPITULO SEIS
El profeta estaba viviendo en la casa de un hombre llamado Simn, aunque l
prefera llamarle Pedro. Simn estaba agradecido al profeta porque haba curado a
su mujer de un mal del que llevaba mucho padeciendo. Haba sido una enfermedad
misteriosa, pero el profeta la haba curado sin esfuerzo.
Haba, por entonces, muchos forasteros en Cafarnan. Muchos acudan a ver al
profeta. Simn le advirti que algunos eran conocidos agentes de los romanos y de
los fariseos. Los fariseos no haban sido, en conjunto, opuestos al profeta, aunque
desconfiaban de los rumores de milagros que haban llegado a sus odos. Sin
embargo, la atmsfera poltica estaba enrarecida y en las tropas de ocupacin
romanas de Pilatos, desde los oficiales a los soldados mismos, reinaba la inquietud.
Esperaban un estallido y no podan ver signos palpables de lo que se fraguaba.
Pilatos, por su parte, deseaba en realidad disturbios a gran escala. Demostraran
a Tiberio que haba sido demasiado benigno con los judos en la cuestin de las
placas votivas. Pilatos quedara as vengado y su poder sobre los judos aumentara.
De momento, estaba en malas relaciones con todos los tetrarcas de las provincias,
sobre todo con el inquieto Herodes Antipas, que, en otros tiempos, haba parecido su
nico apoyo. Aparte de la situacin poltica, su propia situacin domstica era
inquietante, pues su neurtica esposa volva a tener pesadillas y le exiga mucha
ms atencin de la que l poda permitirse prestarle.
Quizs fuese posible, pensaba, provocar un incidente, pero tendra que cuidar
mucho que Tiberio no llegase a enterarse. Aquel nuevo profeta podra proporcionar
un punto focal pero, de momento, aquel individuo no haba hecho nada contra las
leyes de los judos ni de los romanos. No exista ley alguna que prohibiese a un
hombre proclamarse mesas, como decan que haba hecho aquel nuevo profeta,
que, por otra parte, no incitaba al pueblo a la rebelin, ms bien lo contrario.
Mirando por el ventanal de su cmara, por el que se vean los minaretes y torres
de Jerusaln, Pilatos analizaba la informacin que sus espas le haban llevado.
Poco despus del festival que los romanos llamaban Saturnalia, el profeta y sus
seguidores dejaron de nuevo Cafarnan y se lanzaron otra vez a recorrer el pas.
Haba ya menos milagros, porque no haca tanto calor, pero sus profecas tenan
gran audiencia. Aquel nuevo profeta adverta a sus oyentes de todos los errores que
se produciran en el futuro, de todos los crmenes que se cometeran en su nombre.
Vag por Galilea y por Samara, siguiendo los magnficos caminos romanos hacia
Jerusaln.
Se acercaba la Pascua.
En Jerusaln, los oficiales romanos analizaban la inminente festividad. Era por
entonces cuando se producan siempre los peores disturbios. Ya habia habido
motines antes, en la fiesta de Pascua y habra problemas, sin duda, tambin aquel
ao.
Pilatos habl con los fariseos, pidiendo su cooperacin. Los fariseos dijeron que
haran lo que pudieran pero que no podran evitar que el pueblo actuase
neciamente.
Pilatos frunci el ceo y les despidi.
Sus agentes le llevaban informes de todo el territorio. Algunos mencionaban al
nuevo profeta pero decan que era inofensivo de momento, pero que si llegaba a
Jerusaln durante la Pascua, quiz ya no lo fuese.
Jerusaln.
Qu he de hacer, Maestro?
Has de llevar un mensaje a los romanos.
Los romanos? Iscariote pareca sorprendido. Por qu?
Han de ser los romanos. No pueden ser los judos... utilizaran la hoguera o el
hacha. Ya te explicar ms cuando llegue el momento.
El cielo estaba oscuro, brillaban las estrellas sobre el Monte de los Olivos. Haca
ya fro. Glogauer temblaba.
Oh hija de Sin! Regocjate. Salta de Jbilo,
Oh hija de Jerusaln! he aqu
que a ti viene tu rey; es justo y victorioso
viene pobre y montado en una asna y su potrillo.
(Zacaras 9:9)
Osh'na! Osh'na! Osh'na!
Cuando Glogauer entr a lomos del asno on la ciudad, sus seguidores corran
delante echando en el suelo ramas de palma. Haba gente a ambos lados de la calle,
avisada de la llegada del profeta por sus propios seguidores.
El nuevo profeta cumpla as las profecas de los textos antiguos y eran muchos
los que crean que haba ido a acaudillarles contra los romanos. Quizs en aquel
momento se dirigiese a casa de Pilatos, a enfrentarse a l.
Ohs'nal Ohs'na!
Glogauer miraba distrado a su alrededor. La grupa del asno, aunque estaba
acolchada por las capas de sus seguidores, era realmente incmoda. Se senta
inseguro all arriba y tena que sujetarse a la crin del animal. Oa las palabras, pero
no poda diferenciarlas claramente.
Osh'na! Osh'na!
Al principip pens que decan "hosana", pero luego se dio cuenta de que lo que
gritaban era "libranos", en arameo.
Libranos! Libranos!
Juan haba planeado alzarse en armas contra los romanos aquella Pascua. Eran
muchos los que estaban esperando para participar en la rebelin.
Crean que l iba a ocupar el puesto de Juan como caudillo de los rebeldes.
No les murmuraba, contemplando sus rostros expectantes. No, yo no soy el
Mesas, no puedo liberaros, no puedo...
No le oan, ensordecidos por sus propios gritos.
Karl Glogauer entr en Cristo. Cristo entr en Jerusaln. La historia se acercaba a
su culminacin.
Osh'na!
No estaba en la historia. No podia ayudarles.
En verdad, en verdad os digo que quien recibe o que yo enviare, a m me recibe, y
quien a m me recibe, recibe a aquel que me ha enviado. Habiendo dicho Jess
estas cosas, se turb en su espritu y declar y dijo: En verdad, en verdad os digo,
que uno de vosotros me entregar.
Al or esto, los discpulos, mirbanse unos a otros, dudando de quin hablara.
Estaba uno de ellos, al cual Jess amaba, recostado a la mesa sobre el seno de
Jess. A este discpulo, pues, Simn Pedro le hizo una sea, dicindole: De quin
habla? El entonces, recostndose sobre el pecho de Jess, le dijo: Seor, quin es?
Jess le respondi: Es aquel a quien yo dar pan mojado. Y, habiendo mojado pan,
se lo dio a Judas, hijo de Simn Iscariote.
Y despus que tom ste el bocado, Satans entr en l. Y Jess le dijo: Lo que has
de hacer, hazlo pronto.
(Juan 13.20-27)
Judas Iscariote frunci el ceo, inseguro, sali de la habitacin a la calle atestada,
abrindose paso hacia el palacio del gobernador. Iba a desempear, un papel en un
plan destinado a engaar a los romanos y a hacer al pueblo sublevarse para
defender a Jess, aunque el plan le pareciese un disparate. La atmsfera era tensa
en aquellas calles atestadas. Haba muchos ms soldados romanos de los
habituales, patrullando.
Pilatos era un hombre corpulento, de cara bonachona y ojos lisos y duros. Mir
desdeoso al judo.
No pagamos a los delatores que dan informacin falsa advirti.
No busco dinero, seor dijo Judas, fingiendo la actitud servil que parecan
esperar los romanos de los judos. Soy un leal subdito del emperador.
Quin es el rebelde?
Jess de Nazaret, seor. Entr hoy en la ciudad...
Lo s. Le vi. Pero tengo entendido que en sus predicaciones habla de paz y de
respeto a la ley.
Con el fin de engaaros, seor.
Pilatos frunci el ceo. Era probable. Pareca el tipo de artimaa que haba
empezado a sospechar de aquellas gentes que hablaban tan suave.
Tienes pruebas?
Soy uno de sus lugartenientes, seor. Estoy dispuesto a atestiguar su
culpabilidad.
Frunci Pilatos sus gruesos labios. No poda permitirse ofender a los fariseos en
aquel momento. Ya le haban causado bastantes problemas. Caifas, en concreto, se
lanzara enseguida a clamar "Injusticia" si detena a aquel hombre.
Afirma ser el verdadero rey de los judos, el descendiente de David dijo Judas,
repitiendo lo que le haba dicho su maestro que dijera.
De veras? Pilatos miraba pensativo por el ventanal.
En cuanto a los fariseos, seor...
Qu me dices de ellos?
Los fariseos desconfan de l. Preferiran verle muerto. Habla contra ellos.
Pilatos cabece. Entrecerr los ojos mientras consideraba aquella informacin. Los
fariseos quizs odiasen al loco, pero aprovecharan enseguida polticamente su
detencin.
Los fariseos quieren que se le detenga sigui Judas. La gente acude en
masa a escuchar al profeta y hoy unos cuantos organizaron un motn en el templo
en su nombre.
Es verdad eso?
Es verdad, seor.
Era cierto. Una media docena de individuos haban atacado a los cambistas del
templo y haban intentado robarles. Cuando les detuvieron, dijeron que cumplan la
voluntad del Nazareno.
No puedo detenerlo dijo caviloso, Pilatos.
La situacin era ya peligrosa en Jerusaln, pero si se atrevan a detener a aquel
"rey", podra resultar que precipitasen la insurreccin. Tiberio le pedira cuentas a l,
no a los judos. Deba implicar a los fariseos en el asunto.La detencin deban
hacerla ellos.
Aguarda aqu un momento le dijo a Judas. Enviar un mensaje a Caifas.
En esto llegan a un lugar llamado Getseman. Y dice a sus discpulos: Sentaos aqu
mientras hago oracin. Y llevndose consigo a Pedro, y a Santiago y a Juan,
comenz a atemorizarse y angustiarse. Y djoles: Mi alma est triste hasta la
muerte. Aguardad aqu y velad.
(Marcos 14:32-4)
Glogauer vea ya aproximarse a la multitud. Por primera vez desde Nazaret se
senta fsicamente exhausto y dbil. Iban a matarle. Tena que morir; aceptaba eso,
pero tema el dolor que se avecinaba. Se sent all, en la ladera de la colina,
contemplando las antorchas que iban aproximndose.
El ideal del martirio no existi nunca ms que en el pensamiento de algn que
otro asceta haba dicho Mnica. Parlo dems, era simple masoquismo mrbido,
un fcil medio de eludir la responsabilidad ordinaria, un mtodo para mantener
controlados a los reprimidos...
No es tan simple al asunto...
Lo es, Karl.
Ahora vera Mnica. Lo nico que lamentaba era el que resultase tan improbable
que Mnica llegase alguna vez a saberlo. Haba pensado escribirlo todo y ponerlo en
la mquina del tiempo con la esperanza de que pudiese recuperarse. Qu extrao,
l no era un hombre religioso en el sentido habitual, era un agnstico. No le haba
llevado la conviccin a defender la religin frente al cnico menosprecio de Mnica
hacia ella. Haba sido, ms bien, la falta de conviccin en el ideal en que haba
asentado ella su propia fe, el ideal de la ciencia como panacea de todos los males.
No poda compartir aquella fe y nada quedaba sino la religin, aunque no poda
creer en el tipo de Dios del cristianismo. El dios concebido como una fuerza mstica,
de los misterios cristianos y de otras grandes religiones, nunca haba sido para l
bastante personal. Su mente racional le haba dicha que Dios no exista en ninguna
forma personal. Su inconsciente le haba dicho que no bastaba con la fe en la
ciencia.
La ciencia es algo bsicamente opuesto a la religin le haba dicho una vez
Mnica con aspereza. Por muchos jesutas que se renan a racionalizar su
enfoque de la ciencia, queda en pie el hecho de que la religin no puede aceptar las
actitudes bsicas de la ciencia y que en la ciencia hay una oposicin implcita a los
principios bsicos de la religin. El nico terreno en el que no existe diferencia ni
necesidad de enfrentamiento es el del supuesto ltimo. Uno puede admitir o no
admitir que haya un ser sobrenatural llamado Dios, pero en cuanto empiezas a
defender cualquiera de los dos supuestos, tiene que haber conflicto.
CAPITULO SIETE
Fue un juicio sucio, una mezcla arbitraria de normas romanas y normas judas que
no satisfizo por completo a nadie. El objetivo se logr tras varias conferencias entre
Poncio Pilatos y Caifas, y tres tentativas de fusionar sus sistemas legales diversos,
con el fin de resolver la situacin. Ambos necesitaban un chivo expiatorio para sus
diversos objetivos y as se alcanz al fin el resultado y se conden al loco, de un
lado por rebelin contra Roma y del otro por hereja.
Una caracterstica peculiar del juicio fue que los testigos eran todos seguidores
del reo y que parecan, pese a ello, ansiosos de que le condenaran.
Los fariseos aceptaron que se aplicase en aquella situacin y aquel momento el
mtodo romano de ejecucin, y se decidi crucificarle. El individuo tena, sin
embargo, bastante prestigio, por lo que se hara imprescindible utilizar algunos de
los mtodos garantizados de humillacin de los romanos, con el fin de convertirle
ante los peregrinos en una imagen pattica y ridicula. Pilatos asegur a los fariseos
que se cuidara personalmente de ello, pero se asegur tambin de que firmasen
documentos aprobando sus actos.
Los soldados le llevaron entonces al patio del pretorio, y, reunindose all toda la
cohorte, vstenle de prpura y le ponen una corona de espinas entretejidas. Y
comenzaron enseguida a saludarle: salve, oh Rey de los Judos! y al mismo tiempo,
heran su cabeza con una caa, y escupanle, e hincados de rodillas, le adoraban.
Despus de haberse mofado de l, le desnudaron de la prpura y, volvindole a
poner sus vestidos, le condujeron afuera para crucificarle.
(Marcos 15:16-20)
Vio claramente las luces de Jerusaln que se extendan abajo. An haba algo de
luz en el cielo, pero no mucha ya. Pronto sera de noche. Haba un pequeo grupo
mirando. Una de las mujeres le record a Mnica. La llam.
Mnica?
Pero se le quebr la voz y slo pudo emitir un susurro. La mujer ni siquiera
levant los ojos.
Senta la presin del cuerpo en los clavos que le sujetaban. Crey sentir un
pinchazo doloroso en la mano izquierda. Sangraba mucho, al parecer.
Era extrao, reflexion, que hubiese de ser l quien estuviese all colgado. Aquel
era el acontecimiento que haba ido a presenciar. No haba duda, s. Todo haba
salido perfectamente.
Aument el dolor de la mano izquierda.
Baj la vista hacia los guardias romanos que jugaban a los dados al pie de su
cruz. Parecan absortos en su juego. No poda ver las marcas de los dados desde
aquella altura.
Suspir. El movimiento del pecho pareci lanzar una tensin suplementaria hacia
las manos. El dolor era ya muy intenso. Pestae e intent aliviar de algn modo
aquel dolor apoyndose contra la madera.
El dolor empez a extenderse por todo el cuerpo. Rechin los dientes. Era
espantoso. Jade, grit. Forceje.
Ya no haba luz alguna en el cielo. Tapaban las estrellas y la luna espesas nubes.
De abajo llegaron voces susurradas.
Bajadme dijo. Bajadme, por favor!
Le inundaba el dolor. Se ech hacia adelante, pero nadie le liberaba.
Poco despus, alz la cabeza. El movimiento hizo que volviese el dolor y empez
de nuevo a forcejear en la cruz.
Bajadme. Por favor. Basta ya!
Toda su carne, todos sus msculos y tendones y huesos de su cuerpo estaban
sumergidos a un nivel casi imposible de dolor.
Saba que no sobrevivira hasta el da siguiente, como haba pensado que podra.
No haba comprendido la magnitud de su dolor.
Y a la hora nona exclam Jess, dando un fuerte grito: "Elo, Elo, Jama sabacfani"
que signfica: Dios mo, Dios mo! Por qu me has desamparado?
(Marcos 15:34)
Glogauer tosi. Fue un sonido seco, apenas audible. Debajo de la cruz, los
soldados le oyeron, porque el silencio de la noche era ya muy intenso.
Es curioso dijo uno. Ayer le adoraban. Hoy parecan desear que le
matramos... hasta los que estaban ms prximos a l.
Tengo ganas de dejar este pas dijo otro.
Oy de nuevo la voz de Mnica.
Son la debilidad y el miedo, Karl, los que te llevan a eso. El martirio es vanidad.
Es que no te das cuenta?
Debilidad y miedo.
Tosi otra vez y volvi el dolor, pero ms apagado.
Justo antes de morir, empez a hablar de nuevo, murmurando palabras hasta que
qued sin aliento.
Es mentira. Es mentira. Es mentira.
Ms tarde, despus de que robasen su cadver los siervos de doctores que crean
que deba tener propiedades mgicas, corri el rumor de que no haba muerto. Pero
el cadver estaba ya pudrindose en las salas de diseccin de los mdicos y muy
pronto estara destruido.
ADIS MIRANDA
Adis, Miranda
Adis, Miranda.
Miranda.
Giraba y planeaba sobre el agua gris como un ave marina. Estaba completamente
loco.
Adis, Miranda.
Su quejumbrosa risa era desagradable, en contraste con los sonidos del mar.
Contenia excesivo dolor. Quien la oa, slo poda reaccionar contra semejante
sonido, intentar que cesara lo antes posible. Pero no podan cogerle. Nicholas saba
volar.
Miranda!
Ojal tuviese un arma, Miranda.
Le mataras, padre?
Pues claro que le matara. Por qu har esto?
Porque est loco, padre. Le matars si consigo un arma?
Claro que s. Es insoportable. Nos est atormentando deliberadamente.
Le amaba.
Ya lo s. Le amaste. Pero eso no excusa el que venga a rondar aqu aullando.
Como un pjaro de mal agero, que es lo que parece.
Es amor, padre... amor hecho locura. Habra que pegarle un tiro. Creo que es lo
que quiere.
Por lo menos es lo que quiero yo.
Seguan all encerrados, en la casita del promontorio. No queran salir. El llevaba
fuera ya dos das y dos noches. El loco volador. Bueno, no debera haberles contado
lo de aquella... levitacin... debera habrselo guardado para l solo. Un hombre no
tiene por qu saber. Pero una vez que sabe, ha de actuar en consecuencia. El no
poda dejar que su hija se casara con un, un... espectro.
Y ahora mira lo que haba pasado. Al fin haba dado con ellos. Miranda ya haba
dicho que les encontrara.
Dios mo, si al menos tuviera un arma...
Por favor, sal y dime adis, Miranda.
Estaba otra vez en el tejado.
Soy yo... Nicholas.
Junto a la chimenea, s, chillando con voz estertrea, como si fuera un pjaro.
Dime adis, Miranda.
Ella se tap los odos. Tena la cara crispada por el dolor que le causabe la voz de
l. Un dolor fsico.
Detnle, padre!
Cmo? Si tuviera un arma... le matara a tiros.
Adis, Miranda.
Se fue volando, gritando an, aunque, extraamente, en el grito ya no haba
dolor.
FLUJO
Max File se ech hacia delante y dirigi una pregunta impaciente hacia el
compartimento del conductor.
Cunto falta para que lleguemos? Luego record que aquel coche no tena
conductor. Normalmente, como comandante en jefe de la Fuerza Nuclear Defensiva
Europea, se permita el lujo de un chfer, pero aquel da su lugar de destino era
secreto y ni siquiera l lo saba.
El plan de ruta estaba guardado en la computadora del controlador automtico
del vehculo.
Se retrep en el asiento, considerando que era intil preocuparse.
El coche dej la Ruta Principal como unos ochocientos metros antes de llegar al
circuito central de trfico, que lanzaba vehculos y mercancas al sistema urbano
circundante como una gigantesca rueda giratoria. El coche se diriga a los sectores
ms viejos de la ciudad, los ms prximos al suelo. File agradeca esto, aunque no
se lo confesase a s mismo. Sobre l segua an aquel zumbar que abarcaba todo el
horizonte y aquel vibrante murmullo de aquel paraso de ingenieros, pero era, al
menos, ms difuso. El ruido era de igual intensidad, pero ms catico. Y a File le
resultaba por ello ms agradable. El coche se vio obligado a detenerse por dos
veces, ante las densas avalanchas de peatones que brotaban de las estaciones
ferroviarias pblicas a presin, las caras crispadas y sudorosas, camino del trabajo.
File se mantena impasible en estas paradas, aunque ya iba con retraso a la
reunin. Qu sentido poda tener, se preguntaba, aquel Garganta que se asentaba
aullando sin cesar, sobre el continente? Jams dorma; nunca cesaba de aullar,
orgulloso, su propio poder. Y por muy benvola que Europa fuese hacia sus cientos
de millones de habitantes, no haba duda de que estos eran, todos y cada uno, sus
esclavos.
Cmo habra surgido, cul sera su fin? El exceso de desarrollo era ya tan notorio
internamente que los seres humanos apenas encontraban sitio para vivir all.
Mirando desde el espacio, pensaba, no deban verse seres humanos. Deba parecer
slo una mquina de movimientos rpidos y maravillosa potencia, sin ningn
objetivo.
Max File no tena gran fe en la capacidad de la Comunidad Econmica Europea
para prolongar indefinidamente su existencia. Se haba desarrollado muy deprisa,
pero lo haba hecho sola, sin las ventajas de una planificacin humana racional. Por
eso podan percibirse ya, pensaba, las semillas del derrumbe inevitable.
Pacientemente, el coche se lanz a toda marcha a travs de la multitud, enfil un
canal despejado y sigui luego su complicada ruta. Ms tarde, se abri camino por
un laberinto de seales, direcciones y cruces elevados antes de parar frente a un
pequeo edificio de tres plantas que posea un spero pero slido sello de autoridad.
Haba guardias a la entrada, claro indicio de la gravedad de la emergencia. File
fue escoltado hasta la quinta planta. All le hicieron pasar a una cmara sin
ventanas, con artesonado de madera e iluminacin agradable y prdiga. En la mesa
oval se haba reunido ya el gobienro de la Comunidad Econmica Europea, que
esperaba silencioso su llegada. Los ministros alzaron la vista cuando entr.
Constituan un grupo extraamente tranquilo y serio, con sus clsicos trajes,
todos oscuros, el papel en blanco ante ellos en limpios cuadrados. Predominaba una
atmsfera de prudente contencin. La mayora de los ministros slo dirigieron a File
cabeceos distantes cuando entr y luego bajaron parcamente los ojos, como antes.
File devolvi los cabeceos. Les conoca a todos, aunque no ntimamente. Todos
tendan siempre, por alguna razn, a guardar las distancias con l, pese a la elevada
posicin de que disfrutaba... y a la que pareca destinado desde la niez.
Slo el primer ministro, Strasser, se levant a darle la bienvenida.
Sintese File, por favor dijo.
File estrech la mano que le ofreca el viejo y luego se dirigi a su sitio. Strasser
empez a hablar de inmediato; era evidente que pretenda que la reunin fuese
breve y fructfera.
Como todos sabemos empez, la situacin en Europa ha llegado al borde de
la guerra civil. Sin embargo, la mayora de nosotros sabe tambin que no estamos
hoy aqu para analizar un plan de accin. Me dirijo especialmente a usted, File.
Estamos aqu para comprender nuestra posicin y para proponer una misin.
Strasser se sent e hizo un gesto protocolario al individuo que estaba a su
derecha. Standon, plido y huesudo, inclin la cabeza hacia File y dijo:
Cuando nos sentamos por primera vez a analizar este problema, pensamos que
no difera de las dems crisis de la Historia... consideraramos primero los objetivos
y la intencin de las facciones polticas y econmicas enfrentadas, y luego,
decidiramos a quien respaldar y a quien combatir. Pronto descubrimos nuestro
error. Comprendimos primero que Europa es slo una entidad poltica, no una
entidad nacional, con lo que desaparcela la base ms elemental de actuacin.
Luego intentamos abarcar todo el sistema que consideramos Europa... y
fracasamos. Europa es inviable como una economa industrial!
Hizo una pausa y pareci brotar justo debajo de la superficie de su cara una
extraa emocin. Se agit inquieto y sigui luego con tono ms firme.
Somos el primer gobierno de la Historia que tiene conciencia de no saber
controlar los acontecimientos y est dispuesto a admitirlo. El continente que
tenemos a nuestro cargo se ha convertido en el fenmeno ms descomunal,
complejo y tenso que haya existido jams en la superficie del planeta. No sabemos
controlarlo, como no sabemos controlar el mecanismo que rige el crecimiento de un
organismo vivo concreto. Algunos somos de la opinin de que la industria europea
se ha convertido en realidad en un organismo vivo... pero un organismo que no tiene
la sensatez y la certeza de un buen desarrollo que tiene un organismo natural. Naci
al azar y sigui luego sus propias leyes. Hay uno entre nosotros indic al severo
Brown Gothe, que se sentaba al otro lado de la mesa que compara a Europa con
un cncer.
A File le pareci curiosa la gran similitud que haba entre las conclusiones del
ministro y sus propios pensamientos de unos minutos antes.
Europa sufre de compresin continu Standon. Todo est tan presurizado,
energas y procesos estn tan slidamente apoyados unos en otros, que todo el
sistema se ha fundido en un plenum slido. En el plano poltico, no hay
sencillamente espacio para maniobrar. No podemos determinar, por tanto, el curso
de los acontecimientos ni por computacin ni por clculo ni por sentido comn, y no
podemos conocer las consecuencias de ninguna accin determinada. En suma,
ignoramos por completo el futuro, participemos o no en l.
File ech un vistazo a los reunidos. La mayora de los ministros an contemplaban
pasivamente sus cuadernos de notas. Uno o dos, con Strasser y Standon, le miraban
expectantes.
una vez arruinada, ser presa fcil de conquista, y cuando Amrica y el Oriente
Unido pongan fun a sus pleitos, por la fuerza o por la negociacin pacfica, la nica
salvacin de Europa quizs sea ponerse al abrigo de una de esas potencias. Aunque,
como sabemos, ambas potencias tienen problemas similares a los de esta Europa
agonizante.
File frunci los labios, consult la otra tarjeta y puls una serie de teclas.
Nadie podra haber predicho esto. Pero parece que an empeorar la situacin.
Veamos qu es esto: RESULTADOS DEL COMIT VINER PARA LA INVESTIGACIN DE
LA DESINTEGRACIN SOCIAL EN EL SUR DE EUROPA.
Los objetivos del Comit eran los siguientes: Investigar la desintegracin de la
sociedad europea pre-experimental en el sur de Europa y proponer medidas para
reorganizar la sociedad y convertirla en un conjunto operativo.
Como es del dominio pblico, el Consejo Europeo concedi permiso al Grupo de
Faseo Demogrfico para realizar un experimento en Grecia. El grupo, utilizando los
principios de la animacin suspendida, descubiertos unos aos antes por
Batchovski, introdujo un control absoluto de la natalidad y coloc a tres cuartas
partes de la poblacin griega en animacin suspendida, considerndose que la otra
cuarta parte sera suficiente para desempear los servicios pblicos y sociales y as,
razonando, muy racionalmente al parecer, que de este modo se evitara una mayor
explosin demogrfica, el exceso de poblacin sera menor y podra aminorarse el
crecimiento de nuestra sociedad. Despus de un tiempo, pasara la primera cuarta
parte a animacin suspendida y sera sustituida por la cuarta parte siguiente, etc.
Este proceso fsico, pareca la solucin ms razonable al llamado Problema de
Europa.
Sin embargo, al librar a la poblacin de la claustrofobia, el sistema produjo un
efecto de agorafobia extrema. La gente, acostumbrada a vivir muy agrupada,
empez a mostrarse inquieta y la tensin que haba precedido a la aplicacin del
Experimento del Grupo de Paseo Demogrfico, se orient por nuevos canales. Las
masas, con indicios de neurosis extrema completamente enloquecidas y sordas a
cualquier razn, atacaron las llamadas Bvedas de Animacin Suspendida y
exigieron la liberacin de sus parientes y amigos. Las autoridades intentaron
dialogar, pero, en el tumulto que sigui, fueron o asesinadas o puestas en fuga. Las
masas, incapaces de manejar las mquinas que mantenan al resto de la poblacin
en animacin suspendida, las destruyeron, matando a los que haban intentado
despertar.
Cuando el Comit lleg al sur de Europa, se encontr con una sociedad en
decadencia. Se haban hecho pocas tentativas de remontar la situacin, la gente
viva en las aglomeraciones urbanas, inmensas y despobladas, en pequeos grupos,
combatiendo el azote de las bandas errantes de Francia, Espaa e Italia, donde un
fantico religioso haba iniciado antes, inesperadamente, una guerra santa contra
una sociedad automatizada pero manejable. Este movimiento de "vuelta a la
naturaleza", creci como bola de nieve. Se destruyeron las instalaciones energticas
y se importaron millones de toneladas de tierra de frica para sepultar las ruinas. En
el caos que sigui, la gente se disputaba por la fuerza, los escasos restos de
alimentos que podan cultivarse en la tierra seca importada y en los Espacios de
Vacaciones. Inglaterra, que sufra ya los efectos de este desastre y no poda obtener
suministros suficientes para alimentar de modo adecuado a su propia poblacin,
envi ayuda al principio, pero se vio obligada a prescindir de esta medida para
resolver sus propios problemas: La propagacin sbita de una enfermedad
desconocida, similar al tifus, que, segn se descubri, haba llegado a travs de
Luna? Y sin embargo, irse con aquellos extraos seres cuando su nico objetivo era
volver al Complejo de Ginebra, pareca el ms disparatado de los absurdos.
Le embargaba una sensacin agobiante de fracaso.
Empezaba a darse cuenta de que no podra volver nunca a Ginebra. Los
cientficos ya saban que haba un fallo en su sistema de transmisin temporal.
Estaba ya seguro de que la silla, con sus tres varillas, haba perdido todo contacto
con el equipo del laboratorio. De hecho, ya no era una mquina del tiempo, lo cual
significaba que estaba condenado a quedarse all el resto de su vida.
Desesperado, dio su consentimiento. Cuatro guerreros cargaron con la silla y el
grupo se lanz a cruzar el ocre desierto, examinndolo nervioso mientras lo
recorran.
Siempre que podan evitaban las mviles nubes, pero a veces los bancos de vapor
prpura pasaban sobre ellos, arrastrados por la brisa, y tenan que cruzar a travs
de una niebla bermeja. File se dio cuenta de que aquellos seres extraos
empuaban con ms fuerzas sus armas cuando pasaba esto. Qu temeran? Hasta
en aquel mundo desolado y semidesierto haba conflictos v dramas...
Un viaje de una hora les llev hasta un poblado de tiendas arracimadas en la
ladera de una colina baja. Hacia la mitad de la ladera, se vea un sector
cuidadosamente cultivado de una vegetacin tan rala que pareca que slo a duras
penas poda mantenerse en aquel estril desierto. Sobre el campamento haba cinco
vehculos areos, todos de ms de treinta metros de longitud, unas grciles
mquinas de popas anchas y achatadas y aguzadas proas. Una corta cubierta
despejada se proyectaba de popa a proa por la parte superior de cada vehculo, y
delante, haba como un encaje de ventanas.
File contempl asombrado aquellas embarcaciones. Eran un curioso contraste con
las viviendas claramente nmadas de abajo, entre las que haba plidas hogueras y
se secaban pieles de animales.
Acababan de preparar una comida. La mquina del tiempo de File la llevaron a
una tienda vaca y a l le convidaron a comer con el jefe. Cuando entr en la mayor
tienda del poblado y vio a la nobleza de aquella pequea tribu agrupada en torno a
una cazuela de verduras, con las armas al lado, se dio cuenta de qu le evocaban.
Saurios.
Empezaron a comer en cuencos de cristal. Daba la sensacin de que aquella
gente saba trabajar los silicatos del desierto y con la misma destreza con la que
construan vehculos areos... si es que no se lo haban robado a gente ms
civilizada.
File descubri, tambin, en el curso de la comida, que la mquina con la que el
guerrero le haba disparado en el desierto era sumamente eficaz. Le haba
reeducado totalmente, de modo que pudiese hablar y pensar en otro idioma,
aunque al mismo tiempo pudiese, si quera, distanciarse ligeramente, apreciar la
ajenidad de los sonidos que brotaban tanto de su boca como de las de los yulks.
El jefe se llamaba Gzerhteak, un sonido casi imposible para odos europeos.
Respondi mientras coman, a las preguntas de File, con la mayor frialdad.
Por lo que le explicaron, File supuso que aquello era la Tierra en una poca
remota, una Tierra millones, quizs billones de aos por delante de su propia poca,
y que estaba casi totalmente desierta. Haba unas ocho tribus viviendo en un radio
de unos cuantos cientos de kilmetros, y cuando no estaban disputando entre ellas,
estaban librando una lucha interminable por la existencia, tanto contra las
condiciones penosas de un mundo agonizante, como con los raxas, criaturas que no
El mundo del que haba llegado all, o cualquier otro mundo, en realidad, poda
disociarse en sus elementos componentes en cualquier instante; o poda haber
accedido al ser en cualquier instante anterior, con los recuerdos de todos incluidos?
quin sera el ms sabio? Toda la Comunidad Econmica Europea quizs hubiese
existido slo en el medio segundo que le haba llevado presionar la palanca de
puesta en marcha de la mquina del tiempo. No era extrao que no lograse
encontrarla!
Caos, flujo, muerte eterna. No haba solucin a ningn problema. Cuando File
comprendi esto, aull horrorizado. No poda contenerse. Su velocidad aument
proporcionalmente a su desesperacin y su miedo, ms y ms rpido, hasta que se
precipit demencialmente por un remolino.
Ms deprisa, ms all...
El universo informe empez a desvanecerse a su alrededor, mientras l recorra
una inmensa distancia ms all de los lmites de la velocidad. La materia se
desintegraba, desapareca. Y l, aterrado, segua an hasta que la mquina del
tiempo se derrumb bajo l y la materia de su cuerpo se desintegr y se
desvaneci.
Era una inteligencia desencarnada que cruzaba el vaco. Luego, empezaron a
desvanecerse sus emociones. Sus pensamientos. Su identidad. La sensacin de
movimiento se desmoron. Max File haba muerto. Nada poda sentir, or, ver, ni
saber.
Colgaba all, slo conciencia. No pensaba: ya no tena ningn aparato con el que
pensar. No tena nombre. No tena recuerdos. Ni cualidades, atributos o
sentimientos. Estaba solo all. Ego puro.
Lo mismo que la nada.
No haba tiempo. Una dcima de segundo era igual que un billn de eras.
Por eso no haba podido File, asignar, ms tarde, periodo alguno a su intermedio
de vaco, sin matizaciones. Slo percibi algo cuando empez a salir.
Al principio, era slo un vago sentimiento, como algo nebuloso. Luego, empezaron
a ligarse a l ms cualidades. Empez el movimiento. La materia catica se hizo
remotamente perceptible... partculas desorganizadas, energas fluyentes y lneas
ondulantes.
Brot un nombre en su conciencia: Max File. Luego, un pensamiento: yo soy eso.
La materia se congreg poco a poco a su alrededor y pronto tuvo de nuevo
cuerpo y una serie completa de recuerdos. Poda ya aceptar la existencia de un
universo sin organizacin. Suspir: al mismo tiempo, la mquina del tiempo se
configur bajo l.
Lo nico que poda hacer ya, era intentar volver a Ginebra, por muy remota que
fuese la posibilidad. Qu curioso que toda Europa, con todos sus problemas
considerados graves, no fuese ms que una agrupacin catica de partculas sin
organizacin! Pero al menos era el hogar... aunque slo existiese unos segundos.
Y ante la posibilidad de poder volver a aquellos dos segundos, pens con
angustioso gozo, se disolvera con ellos y se vera libre de aquella odiosa extensin
de vida que recorra.
Y, sin embargo, pensaba, cmo regresar? Slo buscando, slo buscando...
Calcul (aunque sus clculos estaban sujetos, por supuesto, a un considerable
margen de error) que dedic varios siglos a buscar en aquel torbellino insensato. No
se hizo ms viejo; no sinti sed ni hambre: no respiraba... cmo segua latiendo su
corazn sin respirar era para l un misterio, pero era en eso, en el centro de su
sentido del tiempo en lo que basaba su clculo de la duracin de su bsqueda. De
habitacin, ms all de las barreras de bastidores. La mquina del tiempo, con las
varillas traslcidas sealando dramticamente en tres direcciones, descansaba
sobre un tosco pedestal de madera.
File se incorpor, agarrotado, dolorido y polvoriento, en el spero asiento.
Appletoft se avalanz hacia l, le ayud a bajar ansioso, entusiasmado.
Lo conseguiste, amigo! Fue perfecto como viaje de prueba... al menos, desde
aqu.
Hizo una sea por encima del hombro:
Coac para el amigo! Pareces agotado, Max. Tienes que descansar, ya lo
contars todo...
File asinti sonriendo, sin contestar. Era casi perfecto...
Pero no habia sospechado siquiera con qu eficacia le haban enseado un nuevo
idioma.
Appletoft le haba hablado en la lengua torturante de los yulks.
ISLAS
Querr usted decirle que he trado al doctor Schmeling y que nos gustara
verle en el saln?
Entramos en un saln grande y claro decorado con un estilo vagamente
Victoriano. Un pesado secretaire haba sido convertido en mueble bar, y la seora
Thornton me ofreci bebida. Acept un jerez seco y all me qued dndole sorbos
mientras esperbamos a Nicholas Davenport. La seora Thornton se movi nerviosa
por la estancia un momento y por fin se sent en el brazo de un silln.
Entr Nicholas: plido, abatido, desafiante. Era un joven de pelo oscuro y
apariencia claramente frentica, que me estrech la mano con demasiada firmeza
cuando nos presentaron, y se dirigi de inmediato al mueble bar y se sirvi un trago.
Yo esperaba que proclamase que no necesitaba ningn mdico, pero, por el
contrario, se volvi, an mirndome desafiante, y dijo:
Ojal pueda usted hacer algo para resolver esto, doctor.
Aquella actitud de desafo era, al parecer, algo permanente y dirigido al mundo
en general ms que a un individuo concreto.
Quiz pueda dije mirndole con cierto nerviosismo, preguntndome qu
pensara de m Le importara explicarme qu le pasa?
Muchas cosas dijo, adoptando una pose romntica junto a las cortinas.
Esto, decid entusiasmado, va a ser una escena de alto nivel dramtico. Pero, en
aquel momento, subestimaba a Daventport. Ms tarde sabra que era un buen actor,
en el sentido al que sabes que me refiero. Pero, por alguna razn, haba confundido
completamente los versos, haba perdido las notas... o, al menos, aplicaba versos y
notas propias a una obra que los rechazaba y se senta incmoda con ellos. Mi
primer vislumbre de esto lleg poco despus de que la seora Thornton abandonase
prudentemente la estancia y l y yo nos quedsemos mirndonos con los vasos en
la mano, como si nos hubisemos desafiado a un duelo y nos dispusisemos ya a
abrir fuego.
Tengo entendido que usted no es psiclogo, doctor Schmeling.
No, slo soy mdico. Pero tengo cierta inclinacin personal hacia la psicologa.
Sin embargo, si quiere usted consultar con un hombre ms cualificado...
No, no... perdone, pero temo que una persona que no est muy familiarizado
con... trastornos mentales... podra calificar de absurdo lo que le dijera.
Negu con un gesto, curioso.
No suceder eso le dije. Aunque quizs me vea forzado a recomendarle un
especialista, si no me considero competente para tratar su caso.
Me parece muy bien dijo l. Mi problema es que tengo ensueos, ilusiones.
Reprim el impulso de discutir filosficamente el significado de ambas palabras y,
en vez de hacerlo, enarqu las cejas.
De qu clase, seor Daventport? De muchas clases. Tengo ilusiones de un
distanciamiento fsico completo, en el que mi mente mira hacia abajo y contempla
mi cuerpo y lo observa con objetividad clnica. Ilusiones de tamao, en que soy a
veces tan pequeo como la punta de alfiler en la inmensidad del espacio infinito y,
al mismo tiempo, tan grande como para empequeecer el universo. Ilusiones de or
voces que dicen frases que yo no podr or hasta das despus o que debera haber
odo das antes; ilusiones en las que un lugar me parece conocido pese a no haberlo
visitado nunca... deja vu, creo que le llaman... ilusiones en las que un lugar que
conozco desde hace aos, por ejemplo esta casa, se vuelve de pronto extrao, como
si lo viese por primera vez. Le he enumerado algunas, muy pocas, doctor...
Frunc el ceo, pensativo. En realidad, todas las ilusiones que me haba
Soplaban vientos crudos sobre Tanet-tur-Taac, y el hedor a sal del mar llegaba a la
nariz de Suron y la impregnaba da y noche porque las aguas estaban subiendo
mientras la luna caa.
Vientos crudos desgajaban las nubes sobre Tanet y a veces llevaban nieve y a
veces llevaban lluvia caliente y a veces slo hacan olas en el mar.
Con el largo pelo flotando al viento, Suron-riel-J'ryec miraba fijamente la luna y
tras ella a la estrella Kadel, que en otros tiempos haba estado tan lejos de Tanet, el
ltimo mundo del Borde. Haba varias estrellas grandes en el cielo ahora, y pronto
ellas y sus planetas seran un cuerpo inmenso. Tambin Tanet formara pronto parte
de aquel cuerpo.
Desde donde estaba, en la torre ms alta de la ciudad, Suron poda ver las
montaas distantes y alter su visin para captar cierta zona concreta con una
perspectiva ms detallada. Estaba seguro de haber visto moverse algo, all, de
nuevo. Pero el viento revolva la nieve en las laderas. Quizs hubiera sido eso lo que
haba visto.
Suron mir tras s, hacia las esbeltas torres de la ciudad que se llamaba Rion-vamy (Esperanza Inevitable), una ciudad que era tambin una mquina. Suron haba
construido Rion-va-my y haba bautizado a la ciudad-mquina diseada para hacer
de Tanet un mundo completamente independiente de su sol, para apartarlo de la
fuerza de atraccin de la Masa antes de que fuera demasiado fuerte para cruzar el
espacio intergalctico y hallar una galaxia que an siguiera en equilibrio. Por eso
haban elegido para su experimento aquel mundo del Borde, porque era el mundo
menos habitable que haba en los confines de la galaxia.
Y la galaxia estaba condenada a sufrir un cambio monstruoso en el que nada
seguira como antes.
La galaxia estaba condensndose.
Ellos ya saban qu iba a suceder, pues sus cientficos haban llegado a
desentraar la naturaleza de los cuerpos inmensos y oscuros que yacan en el
centro de la galaxia. Megaquasares con una masa tan grande que ni siquiera los
fotones podan escapar a ellos, haban empezado a engrosar su masa con todos los
cuerpos que penetraban en su campo gravitatorio.
Y ahora, toda la galaxia vaca dentro de aquel campo y todos los soles y sus
satlites eran arrastrados inexorablemente hacia all, mientras los megaqasares se
consolidaban en una sola masa, tan inmensa, que no poda inventarse ningn
nombre real para denominarla. Los que aludan a ella, no podan darle ms nombre
que el de Masa.
Suron contempl de nuevo el cielo, mientras el da se iba oscureciendo
rpidamente. Su plan haba fracasado al hacerse evidente que era demasiado tarde.
Rion-va-my, era la mquina ms perfeccionada que hubiese inventado nunca la
humanidad. Poda proporcionar un medio artificial complejo, alterar un planeta tan
fcilmente como una nave espacial, pero jams podra utilizarse para su propsito
bsico. Lo nico que le caba hacer, era ayudar a Tanet a eludir la inevitable colisin
unos cuantos das ms.
Apenas funcionaba ya como una ciudad, pues la mayora de sus ciudadanos se
haban ido al comprender que el plan de Suron haba fracasado. Se haban ido con la
esperanza de llegar a sus mundos natales antes de que sus soles se los tragasen,
soles que seran a su vez tragados por otros soles mayores hasta que la Masa se lo
tragase todo.
Suron se haba quedado, Tanet era ya su mundo. Lo amaba. Y aqul que amaba a
Suron se qued con l.
Al principio, el proceso haba sido gradual. Unos cuantos miles de aos atrs
apenas si haba sido perceptible. Haca mil aos, sin embargo, que se haba hecho
patente lo que se fraguaba. Cien aos antes, la Masa haba absorbido a la mitad de
los soles y planetas de la galaxia y ahora los soles y planetas del Borde iban
aproximndose entre s.
Unos das ms, pensaba Suron, e iniciaremos el ltimo viaje hacia el interior. Y en
menos de un ao, si eran correctas las teoras de los cientficos, la Masa se
desmoronara debido a su propia gravitacin y se iniciara de nuevo el proceso
entrpico. Nuevas estrellas, nuevos planetas: un nuevo ciclo.
Se repetira a s mismo el ciclo?, se preguntaba Suron. Estaba programada la
galaxia para formarse y reformarse eternamente? Renacera la humanidad y
recreara su historia quizs por millonsima vez?
Desde la cspide de la torre ms alta, con el cuerpo plido expuesto a los
elementos, Suron contemplaba las aguas. Haban alcanzado ya algunas de las
estructuras ms lejanas. Mir de nuevo hacia la luna que dominaba el cielo. Estaba
un poco ms cerca que el da anterior; y Tanet estaba un poco ms cerca de su sol,
y las estrellas estaban reunidas en un grupo algo ms compacto.
Falta poco, pens.
Pas la breve noche. El color del cielo pas de azul oscuro a violeta y a verde
claro y las nubes se alejaron por el horizonte y desaparecieron. Asom el sol y Suron
sinti al instante su calor.
Se oy un susurro detrs de Suron.
As que no sirvi de nada.
Mis'rn-bur-Sen, coloc una mano suave sobre el brazo de Suron.
El sol est ms cerca, Suron.
Suron se volvi y sonri a su marido.
So con la humanidad. Qu fue lo que no sirvi de nada?
Mis'rn se acerc a la balaustrada. Su piel era transparente como la de Suron y
mostraba las venas y rganos de su cuerpo hermafrodita. El clido viento ondulaba
su pelo claro.
Toda la lucha, y el dolor, y la muerte. Todos los esfuerzos de quienes aspiraban
a ayudar al gnero humano a lograr la tranquilidad y la seguridad, que tan
recientemente conseguimos. Todo intil, Suron. La humanidad ha sido engaada.
Cuando triunfaba sobre su condicin, sobre la mortalidad, sobre el entorno, la
naturaleza an sigue gastando sus bromas, an logra hallar un medio de
destruirnos.
Suron sonri y dijo:
Una visin un poco antropomrfica del universo. No nos basta saber que la
humanidad triunf al fin, que logr alcanzar lo que los antiguos haban llamado "un
estado de gracia"? No es el afecto que nos tenemos, una especie de recompensa
por tantos milenios de lucha?
Mis'rn inclin la cabeza.
Quizs dijo.
La torre tembl. Se oscureci el cielo al llegar nuevas nubes barriendo el
horizonte. El estruendo del mar ahog el rumor del viento. Suron puso la punta de
un largo dedo sobre la balaustrada y traz un crculo.
Un campo de fuerza form una cpula invisible sobre la torre y el azotar del
viento y el aullar del mar quedaron bloqueados. Suron y Mis'rn se miraron fijamente,
en el nuevo silencio.
Pero nuestros hijos han muerto dijo al fin Mis'rn.
Haca unos cincuenta aos que ambos haban dado a luz al hijo del otro,
simultneamente. Los dos vastagos haban permanecido en el planeta en el que
haban nacido y los dos estaban ya consumidos.
Suron haba aceptado este hecho sin amargura, pero Mis'rn, cuyo temperamento
se complementaba con el de Suron, an se afliga. Y por eso Suron confortaba ahora
a su marido. Expresaba sin palabras su comprensin y Mis'rn comunicaba sin
palabras su gratitud. La torre volvi a estremecerse.
Cul fue tu sueo sobre la humanidad? pregunt Mis'rn.
No recuerdo las imgenes, slo el ambiente. Yo estaba all y soaba y luego
despertaba y, Mis'rn, me senta feliz.
Has compartido eso conmigo. Ojal pudiese tener un sueo as. Pero todos mis
sueos, cuando los tengo, son de conflictos y desastres.
Suron seal hacia las montaas.
Despus de mi sueo, cre ver moverse algo all, en las laderas. Quizs formase
parte del sueo.
Eso creo. Somos los nicos que quedamos en Tanet. Y aqu no hay animales. De
eso se encargaron nuestros ancestros.
Sin embargo, sent el impulso de ir a las montaas... a mirar.
Es demasiado peligroso, Suron. Toda la energa de la ciudad se est utilizando
para resistir la fuerza de atraccin de nuestro sol y para impedir que la luna nos
caiga encima. Si sales de su radio de accin, quiz no pudiara protegerte.
Lo s.
Suron cogi una mano de Mis'rn y susurr algo.
Fueron transportados inmediatamente al corazn mismo de la torre, a una
estancia de luz suave y cambiante, que irradiaba elementos nutritivos en sus
organismos. Luego, hicieron el amor de un modo tierno y dulce... apenas sin
tocarse,mientras se movan por la habitacin en un gracioso y emocionante ballet.
Y la torre tembl una vez ms y la luz parpade, un instante antes de reanudar
sus transformaciones.
Mis'rn detuvo su danza y Suron vio los rastros de una emocin olvidada que
empezaban a surgir en su rostro. La emocin era miedo.
Hemos de aceptarlo, Mis'rn dijo. Bautizamos esta ciudad con el nombre de
Esperanza Inevitable, porque era inevitable que tuvisemos esperanza. Pero ahora
esa esperanza est muerta. Hemos de aceptarlo.
No puedo murmur Mis'rn. El sueo ayud a nuestros ancestros de este
modo cuando no podan tolerar las implicaciones de la realidad. Por eso dorman.
Lo intentar.
Suron traz un signo determinado sobre la pared de luz cambiante, y el aire del
centro de la estancia cuchiche y susurr y apareci un lecho.
Mis'rn se dirigi hacia el lecho y se tendi en l, mirando, desde all, a Suron.
Cierra los ojos dijo Suron, y Mis'rn los cerr. Yo vendr a despertarte
prometi.
Y Suron volvi a lo alto de la torre, pestaeando ante la intensa luz. Hizo que la
cpula se oscureciera para poder contemplar el paisaje.
En las montaas se haba fundido la nieve. El mar se mova inquieto alrededor de
las torres ms bajas. El monstruoso sol cruzaba el cielo.
Suron centr los ojos de modo que la ladera de la montaa pareci acercarse.
Cuidadosamente, inspeccion cada roca amarillenta, cada sombra de un negro
intenso, todas las hendiduras. Pero slo se movan las sombras por la rpida carrera
del sol por el cielo.
Y luego, cuando Suron dirigi su mirada a las lomas ms altas, vio una sombra
que se mova en direccin opuesta y que desapareca tras uno de los largos
colmillos de roca que un temblor reciente de tierra haba cortado del cuerpo
principal de la montaa.
As que era cierto, haba all una criatura viva. Un hombre?
Suron estaba seguro de que ningn hombre poda sobrevivir bajo el calor a menos
que llevara ropa protectora adecuada.
Un visitante, entonces, de uno de los mundos internos?
Imposible. Ninguna nave espacial poda soportar las inmensas fuerzas
gravitatorias que existan ya en el espacio. Y no haba ningn receptor de materia
en funcionamiento en Tanec-tur-Taac.
Suron se pregunt si la criatura habra venido de una galaxia prxima.
Tom una decisin. Sin dejar de mirar fijamente hacia la ladera, esper con toda
calma a que llegase el oscurecer.
Ahora la oscuridad era ya completa en Tanet, pero cuando el sol lleg al extremo
del horizonte y la luna empezaba a asomar su masa monstruosa sobre las cimas de
los montes y el cielo se volva de un azul intenso y las estrellas hacan su aparicin
de nuevo, Suron dej Rion-va-mey, la ciudad-mquina de Esperanza Inevitable.
Sobre la espalda desnuda, llevaba un equipo de campo de fuerza ligero que le
protegera contra los elementos y le servira de medio de propulsin sobre las rocas.
Se elev unos centmetros del suelo, vol contra el viento, mientras las nubes se
espesaban y el cielo se oscureca, trayendo las primeras nieves del anochecer.
Suron aument la temperatura de su cuerpo para contrarrestar el fro, y los copos
de nieve que caan sobre sus hombros desnudos, se fundieron inmediatamente.
Tras l, la ciudad haba cambiado de color. Ahora tenia un peculiar tono
anaranjado. Suron saba que sus recursos estaban casi agotados. El mar cubra an
ms las torres, y las que quedaban, haban empezado de nuevo a balancearse y a
estremecerse.
Suron lleg al pie de las laderas de las montaas y empez a ascender.
El cielo se volvi de una prpura intenso y el viento rasg las nubes, de modo que
la luna pudo verse otra vez. Estaba an ms cerca. Suron tuvo casi la sensacin de
que si alzaba una mano podra tocarla. Dominaba el paisaje.
Mirando al frente, crey ver la sombra mvil, cerca de la cima de la montaa.
Aument su velocidad.
Lleg a la cima. El viento era ya tan fuerte que se vio obligado a utilizar ms
potencia para que no le desplazase de su condicin. La luna pareca amenazar
aplastarle. Pareca llenar todo el cielo.
Justo debajo de l, surgi un cuadrpedo antropoide de detrs de una roca. Se
Se lo tiene merecido.
Supongo que s.
T no eres como mi amigo dijo Mollei sealando el crneo. Eres ms
tranquilo... tienes un aspecto distinto.
Nuestra raza haba empezado a evolucionar hacia especies completamente
distintas. Eramos casi inmortales, lo mismo que t. No tenamos conflictos entre
nosotros ni enemigos que nos amenazasen. Dedicbamos nuestro tiempo a
adaptarnos a lo que veamos. Habramos evolucionado an ms, pero Suron hizo
una pausa habamos aprendido el hbito del amor, y habamos olvidado el hbito
del odio.
Yo an no he aprendido a odiar dijo Mollei. Y ahora ya es demasiado tarde.
Lo siento.
Crees que es bueno odiar?
Creo que es bueno conocer todos los sentimientos el crneo atraa de nuevo
la mirada de Suron.
Mollei se sacudi la nieve derretida de la piel. De pronto, solt con expresin
meditabunda:
Antes haba msica. Hace tanto que no oigo msica.
Quizs vuelvas a orla.
Qu quieres decir?
Hay quien cree que la galaxia pasa por un ciclo perpetuo de nacimiento, muerte
y renacimiento... que su historia se repite una y otra vez con diferencias slo
secundarias.
Pero eso significa que volver a conocer el dolor. Tus palabras no me traen
ningn consuelo, Suron-riel-J'ryec.
Admito dijo Suron con un suspiro que la idea tambin es aterradora.
No parece afectarte lo que est a punto de suceder.
Es inevitable, Mollei Coyshkaery.
La caverna se balance. A pesar de su campo de fuerza, Suron se vio lanzado
contra la pared. Con l se desplazaron objetos. El crneo choc contra la pared y se
fragment. Mollei intent salvarse, pero qued atrapado justo debajo de Suron,
gritando de dolor e intentando incorporarse. Caan piedras del techo. Un gran
estruendo lo llen todo, mientras la caverna segua estremecindose. Luego, todo
volvi a quedar quieto.
Suron descendi hasta el ngulo que formaban el suelo y la pared, donde estaba
tendido Mollei. Su mirada expresaba dolor. Era evidente que tena algunos huesos
rotos.
Ha sido el peor de todos murmur Mollei. Me pregunto qu lo provocara...
Ha cado ya la luna. Creo que a cierta distancia de nosotros.
Qu significa eso?
Significa que dentro de poco tu planeta se hundir en su sol, casi en el mismo
instante en que el sol se una a otras estrellas. Estamos desplazndonos todos hacia
el centro, Mollei. Unas cuantas horas despus de morir, nuestra galaxia no ser ms
que una masa. Despus, se cree que la masa explotar y la galaxia empezar de
nuevo.
La muerte llega rpido balbuci la criatura, pero la vida tarda tanto tiempo
en formarse...