073 CastilloM Extrema Derecha PDF
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Unidad Azcapotzalco.
T E S I S
Para obtener el grado de:
DOCTOR EN HISTORIOGRAFA
P R E S E N T A
DAVID BENJAMIN CASTILLO MURILLO
Mxico, D. F.
Febrero de 2012.
Agradecimientos.
En primer lugar quiero dejar constancia por el apoyo recibido para la culminacin de este
proyecto, de la Dra. Silvia Pappe Willenegger quien estuvo al frente de la coordinacin
del posgrado en historiografa de Mxico de la Universidad Autnoma Metropolitana,
unidad Azcapotzalco. Durante mi trayecto acadmico en el posgrado recib de su parte
una invaluable ayuda en el plano acadmico y en la gestin institucional. A lo largo de mi
estancia en el posgrado he contrado una deuda con diversos profesores quienes
contribuyeron a mi formacin; en primer lugar quiero agradecer a la Dra. Danna Levin
Rojo por su ayuda paciente y permanente durante la etapa de maestra, y por ayudarme a
solventar mis deficiencias acadmicas, tambin estoy en deuda con la maestra Martha
Ortega Soto, quien me ense la importancia de la disciplina y el rigor en el ejercicio
acadmico.
La presente investigacin tom su rumbo definitivo gracias a la ayuda de mi
asesora la Dra. Nora Prez-Rayn Elizundia, quien me alent a encarar esta empresa con
una temtica arriesgada, pero mucho ms rica y compleja de la que originalmente me
haba planteado. Tambin deseo externar mi agradecimiento al Dr. Sal Jernimo
Romero, por su apoyo constante y por sus observaciones a las ideas aqu desarrolladas.
Al Dr. Miguel ngel Hernndez por sus valiosos comentarios y por ayudarme a seguir
pensando en cmo terminar diversas temticas de la presente investigacin. Al Dr.
Roberto Gutirrez Lpez, por ayudarme a clarificar el enfoque terico sobre cultura
poltica y por su disposicin para leer el presente trabajo.
A Cristina Vargas Guerra, Nancy Ortega Jimnez y a Julio Cesar Villar por su
apoyo y colaboracin constante sin la que los alumnos forneos no hubiramos podido
7
estudiar a la distancia. Dedico este trabajo a mis compaeros Jorge Alberto Rivera Mora,
Norberto, Luz Mary, Denise, y Elsa, por haberme acompaado en este trayecto que por
momentos se torn accidentado. A los directivos de la Escuela Normal Estatal de
Ensenada por haberme brindado el apoyo necesario para la culminacin de esta tesis, en
especial a la Dra. Gema Lpez Gorosave, por su apoyo constante, al Mtro. Jos Manuel
Garca Hernndez y al profesor Reynaldo Peralta por su generosa gestin. De igual
manera quiero expresar mi agradecimiento a la actual directora Mara de la Paz Boni
Acua, por el apoyo institucional brindado. A la Facultad de Humanidades de la
Universidad Autnoma de Baja California, por las facilidades administrativas prestadas
durante el tiempo dedicado a mis estudios.
A mi familia materna, por su apoyo econmico, y sobre todo a la generosidad de
mi abuela que me ha permitido contar un espacio para desarrollar mi vocacin. Estoy en
deuda. La presente investigacin no hubiera podido terminarse sin el apoyo que recib
como becario del Consejo Nacional para la Ciencia y la Tecnologa (CONACyT). A
Diana Mendoza por su apoyo moral durante estos aos. De igual manera he contrado una
deuda permanente con la seora Guadalupe Hernndez Bravo quien me hizo ms
llevaderos mis continuos y ajetreados viajes al Distrito Federal. La presente tesis est
dedicada en primer lugar a mi madre Ofelia Murillo Iiguez quien ha sido la principal
animadora de esta vocacin. A Mara Rodrguez Linares por haberme abierto un
horizonte, por su generosidad y afecto siempre estar en deuda.
ndice.
Introduccin. . 10
1.1. Derechas y conservadurismo en la historia de Mxico: una breve mirada
historiogrfica.. 19
1.2. Los conservadores o los villanos de la historia patria 23
1.3. El horizonte de la democracia en Mxico
o la redencin de la derecha partidista...30
1.4. La ultraderecha en Mxico 35
Captulo I. El conflicto entre la Iglesia y el Estado: origen y desarrollo
de la cultura poltica extremista..42
1.5. El catolicismo social46
1.6. La radicalizacin de la militancia catlica.... 51
1.7. La consolidacin del discurso conspirativo entre la militancia catlica.54
1.8. El cardenismo y el resurgimiento del radicalismo catlico: la formacin de
Los Tecos y de la Unin Nacional Sinarquista.. ....58
1.9 La militancia catlica ante la coyuntura fascista 65
Captulo II. El pensamiento contrarrevolucionario de Salvador Abascal..72
2.1. Ascenso y cada de un lder extremista.. 78
2.2. Mara Auxiliadora y el fin de la aventura sinarquista..81
2.3. El sinarquismo un fascismo mexicano?.................................................................85
2.4. Editor e idelogo de la extrema derecha..92
2.5. Paplatras y papfobos.97
2.6. Contra la Iglesia comunista.102
2.7. Nacionalismo contrarrevolucionario y la tesis del complot judeomasnico. 110
2.8. La verdadera naturaleza del liberalismo mexicano: el marxismo de Jurez.. 117
2.9. De la democracia cristiana al Estado autoritario... 124
Captulo III. Salvador Borrego: el espectro del anticomunismo en Mxico.. 130
3.1. El judo como smbolo del mal absoluto..133
3.3. La negacin del Holocausto.....138
3.4. El nazismo contra la barbarie comunista. 141
3.5. Hitler: el nuevo Constantino. .....144
3.6. Terror totalitario147
3.7. La guerra fra y la difusin del anticomunismo en Mxico.... 150
3.8. 1968: el clmax del anticomunismo mexicano..... 155
3.9. El derrumbe del bloque comunista y el comienzo del Apocalipsis global.. .160
3.10. Hacia la disolucin social163
Conclusin..170
Bibliografa..178
Introduccin.
A mediados de septiembre de 1968, cinco trabajadores de la Benemrita Universidad
Autnoma de Puebla se prepararon para una excursin al volcn de la Malinche; un da
antes del ascenso, el 14 de septiembre, decidieron pasar la noche en el pueblo de San
Miguel Canoa, debido al mal tiempo buscaron alojamiento en la Iglesia y en la tienda del
pueblo respectivamente.1 En ninguno de los dos lugares fueron admitidos, y pronto se
percataron de que eran objeto de una marcada hostilidad por parte de los lugareos y del
sacerdote Enrique Meza Prez, no obstante, siguieron buscando acomodo hasta que un
habitante de nombre Lucas Garca, los aloj en su casa. Hacia la media noche, en medio
de una fuerte tormenta, el prroco Enrique Meza anunci a los pobladores por medio de
un alto parlante que haban llegado los comunistas por lo que deban organizar la
defensa de San Miguel Canoa. Azuzados por el sacerdote, los lugareos se lanzaron
contra los excursionistas a quienes identificaron como los supuestos comunistas que
venan de fuera a robarse el ganado y a profanar las reliquias del templo, de inmediato se
dirigieron hacia la vivienda de Lucas Garca para apresarlos, ya cerca de la puerta
comenzaron a gritar: !Entrgalos!, !Ahora si se los va a llevar la chingada!, !Mueran
los comunistas, !Mueran los bandidos!, !Comunismo no; cristianismo si!....2 El
desenlace fue terrible pues la turba enardecida dio muerte a Lucas Garca y a dos de los
Se trataba de Miguel Flores Cruz, Julin Gonzlez Bez, Jess Carrillo Snchez, Roberto Rojano Aguirre
y Ramn Calvario Gutirrez.
2
La descripcin corresponde al testimonio de Miguel Flores Cruz, uno de los sobrevivientes de Canoa,
recogido por Guillermina Meaney, Canoa el crimen impune, Puebla, Gobierno del Estado de Puebla,
BUAP, 2000, p. 120. Los pobladores Canoa dieron muerte a Ramn Calvario Gutirrez, a Jess Carrillo
Snchez, a Lucas Garca y a su hermano Odiln. Los tres sobrevivientes acusaron al prroco Meza Prez de
haber provocado el ataque en el que murieron tres personas, sin embargo, ste nunca fue llamado a declarar
por las autoridades. Agradezco a la Dra. Silvia Pappe por haberme sealado el paralelismo que existe entre
los sucesos de Canoa y el tema de la presente investigacin.
10
El drama de Canoa se dio a conocer a travs de la prensa nacional, pero fue sin duda la pelcula de Felipe
Cazals filmada en 1975 la que mejor ha significado este episodio en la memoria nacional. En la propuesta
de Cazals los acontecimientos de Canoa constituyen una denuncia simblica del autoritarismo
gubernamental que deriv en la masacre estudiantil del 2 de octubre de 1968.
4
El trmino cultura poltica fue acuado originalmente por Sidney Verba y Gabriel Almod en The Civic
Culture (1963) para analizar las bases culturales de la conducta poltica en diversos contextos nacionales.
Roberto Gutirrez seala que este enfoque busca tomar en cuenta la cultura para explicar la accin poltica
determinada por valores interiorizados, rutinas sociales, comportamientos, expresiones discursivas y
cdigos que acompaan la praxis poltica, en Identidades polticas y democracia en Mxico, Mxico, IFE,
2001, p. 25. Para Serge Berstein, la cultura poltica debe entenderse como una suerte de cdigo discursivo
interiorizado y largamente adoptados por una tradicin poltica, al mismo tiempo puede verse como un
11
que pueda parecer, tienen un trasfondo doctrinal e ideolgico largamente cultivado, pues
comenzaron a extenderse entre los miembros de la Accin Catlica de la Juventud
Mexicana (1913) y de la Unin de Catlicos Mexicanos (1915). Dichas organizaciones
catlicas sern el semillero de los combatientes cristeros y de nuevos grupos con un perfil
semiclandestino, paramilitar y extremista como las Legiones, los Tecos (1934), los
Conejos, la Unin Nacional Sinarquista (1937), El Yunque y el Movimiento de
Renovadora Orientacin (MURO). La radicalizacin de la militancia catlica se puede
atribuir a la derrota cristera y a la inconformidad con los llamados arreglos de 1929,
adems de los conflictos propios del periodo cardenista.
La interpretacin de la realidad poltica que realizan estos grupos se caracteriza
por sostener que existe un siniestro plan orquestado por los enemigos de Cristo: judos,
masones y comunistas, para destruir la estructura social cristiana. Se trata de una visin
paranoica de la historia que ve en las instituciones polticas surgidas de la modernidad,
la causa de todos los males de la cristiandad. De ah que vean conspiradores contra la
Iglesia catlica entre los revolucionarios, liberales, comunistas y todos aquellos que
apoyan la construccin de un sistema poltico laico. La retrica del complot tan
extendida entre los grupos catlicos arriba mencionados, no es ms que una forma
simblica de negar la modernidad con todas sus consecuencias. 5 El miedo al comunismo,
sistema de representacin relacionado con normas, valores, ritos y smbolos que constituyen la identidad de
las grandes familias polticas, en Serge Berstein, Nature et fonction des cultures politiques, en Serge
Berstein, Les cultures politiques en France, Paris, Editions Du Seuil, 1999, p. 9. Para una visin crtica de
este concepto vase Alan Knigth, Encuestas, cultura poltica y democracia: una mirada histrica hertica,
en Roderic Ai Camp, (coord.), Visiones ciudadanas de la democracia en Amrica Latina, Mxico, Siglo
XXI, 2005, p. 317.
5
Este argumento conspirativo se encuentra muy arraigado entre los sectores fundamentalistas de las tres
grandes religiones monotestas: el islam, el judasmo y el cristianismo. Para Karen Armstrong, el
fundamentalista se apega a la tradicin religiosa y ve en los procesos de secularizacin del mundo
moderno, una autntica amenaza para su forma de vida. De ah que reaccione de manera violenta ante
cualquier fuerza que impulse la laicidad de la sociedad, y viva sealando a los enemigos de Dios y de la
12
13
De Abascal tambin destacan las siguientes obras: La secta socialista en Mxico (1974), Contra herejes y
cismticos (1973), En legtima defensa y ms del papado (1973), La revolucin mundial. De Herodes a
Bush (1973), La espada y la cruz de la evangelizacin, (1993).
14
esa admiracin pblica en 1953 apareci Derrota Mundial, donde condena el avance del
comunismo judo en Occidente y representa al nazismo como la espada de la
cristiandad. Su fascinacin por la Alemania nazi puede constatarse en los siguientes
textos Infiltracin mundial (1968), Hitler: Pintor, Soldado, Fehrer. Semblanza (2005),
Waffen SS Criminales o soldados? (2010), y Alemania pudo vencer (2010), entre otros.
Adems de escribir sobre la Alemania nazi, Borrego, publica en 1963, Amrica Peligra
(1963), donde ofrece su propia versin sobre la historia de Mxico y una denuncia sobre
los efectos del comunismo revolucionario. En las ltimas tres dcadas ha seguido
publicando una buena cantidad de textos menores que sintetizan sus posiciones sobre
temas educativos, polticos y sociales.8
Los dos personajes en cuestin tienen como denominador comn la defensa de un
modelo de sociedad sustentada en los principios del catolicismo integral e intransigente,
pues rechazan de manera tajante la separacin entre la esfera poltica y la religiosa
establecida por el Estado liberal. En sus textos denuncian constantemente la erosin de
las costumbres cristianas en el mundo moderno, y rechazan la democracia por
considerarla incompatible con el modelo social catlico. Borrego por ejemplo, cree ver en
el nacionalsocialismo, una autntica opcin para los cristianos en lugar del comunismo,
en tanto que Abascal prefiere un sistema similar al del Estado Nouvo de Antonio de
Oliveira Salazar; el punto de convergencia entre ambos est en sus posturas
contrarrevolucionarios, autoritarias y abiertamente antidemocrticas.
Sobre estas temticas destacan las siguientes obras del autor: Un posible fin de la crisis, Mxico, ed. del
autor, 1997; Arma econmica, Mxico, ed. del autor, 2000; Globalizacin. La ltima fortaleza a vencer: el
catolicismo, ed. del autor, 2007; La Cruz y la Espada, Mxico, ed. del autor, 2001; Dogmas polticos y
crisis, Mxico, ed. del autor, 2003; Juventud, 1977-2016, Mxico, ed. del autor, 2004; Disolucin social,
Mxico, ed. del autor, 2000; Panorama, Mxico, ed. del autor, 1999.
15
El universo textual de Borrego y Abascal lleva el sello del miedo al comunismo tan
arraigado entre los sectores extremistas del catolicismo mexicano, y en otros grupos
polticos laicos minoritarios, pero no por ello carecen de representatividad en el contexto
de la lucha entre la Iglesia catlica y el Estado mexicano. La propia jerarqua eclesistica
utiliz de manera continua el argumento anticomunista en diversas coyunturas polticas,
sobre todo en la etapa cardenista y durante la Segunda Guerra Mundial. Hacia 1961 se
volvi a integrar un nuevo frente anticomunista integrado por la Iglesia, los laicos
catlicos y ciertos grupos empresariales en contra del libro de texto gratuito por
considerarlo como parte de una estrategia comunismo para apoderarse de la niez
mexicana.
Los temores al comunismo como amenaza para la seguridad nacional tambin
fueron animados desde el Estado mexicano, pues los llamados contra la amenaza roja
se multiplicaron desde los medios oficiales entre 1940 y 1970. El punto culminante de
esta estrategia retrica fue la justificacin de la represin del movimiento estudiantil en
1968, porque supuestamente era parte de una conjura comunista internacional. De tal
manera que la paranoia anticomunista se utiliz en trminos prcticos para legitimar la
persecucin de los movimientos progresistas, una vez que fueron identificados
pblicamente como un peligro para la seguridad nacional en el Mxico
posrevolucionario. Estos ejemplos muestran que ms all de la estridencia retrica de las
tesis conspirativas, el miedo tiene un potencial represor al ser instrumentalizado en
trminos polticos. El miedo como una emocin colectiva surge cuando importantes
segmentos sociales enfrentan fenmenos como el crimen, el terrorismo, o incluso la
violencia desatada por el Estado. Ahora bien, estos temores colectivos son capitalizados
16
polticamente por un grupo social o bien por el propio Estado, para recortar las libertades
cvicas imperantes en una sociedad democrtica.9
Si bien en el presente trabajo nos avocamos a estudiar principalmente los miedos
catlicos a la descristianizacin que a la postre derivaron en el surgimiento de una
tendencia poltica de extrema derecha en el siglo XX, es necesario revisar sus posibles
conexiones con otros sectores polticos conservadores que usaron ms o menos los
mismo argumentos. En el caso concreto de Abascal y de Borrego como representantes de
este extremismo poltico, se puede advertir cierta convergencia con el anticomunismo
oficial, con respecto al tema de la izquierda, incluso se puede documentar que en ciertas
coyunturas polticas apoyaron las medidas gubernamentales autoritarias. En ese sentido,
ayudaron a construir en alguna medida atmsferas cargadas de ansiedad que legitimaron
la represin poltica. Aun y cuando sus temores derivan de una perspectiva religiosa,
ambos autores estuvieron bajo la influencia de la esfera poltica de la guerra fra, donde el
miedo al comunismo era moneda corriente.
Hasta donde ha sido posible, se ha buscado documentar su influencia ideolgica
entre los grupos de extrema derecha y sobre todo en sectores ms amplios de la sociedad.
A pesar de lo repetitivo de sus argumentos, sus textos funcionan como cajas de
resonancia pues amplifican las posiciones de diversos grupos conservadores y ponen de
manifiesto lo arduo y complejo que ha resultado establecer los principios de la tolerancia
Corey Robin revisa el origen y la trayectoria de la idea del miedo en la teora poltica clsica, pero al
mismo tiempo analiza los efectos de esta emocin como mecanismo de control poltico en Estados Unidos
durante macartismo y despus de los atentados terroristas del 2001. La leccin politica de estos eventos es
que el miedo colectivo siempre tiene un efecto represor, una vez que se amplifica y difunde en la opinin
pblica, pues en aras de la defensa de la soberana nacional se restringen los derechos y las libertades
civiles, en El miedo. Historia de una idea poltica, Mxico, FCE, 2009, p. 15. En el presente trabajo se va a
seguir la definicin de miedo poltico que propone el autor citado.
17
10
En el presente estudio se enfatiza los temores a la amenaza comunista, pero estas emociones rebasan esta
esfera temtica. Una importante contribucin a la cartografa de los miedos polticos en Mxico puede
encontrarse en Pilar Gonzalbo Aizpuru, Anne Staples y Valentina Torres Septin, (eds.), Historia de los
usos del miedo, Mxico, Colmex, UIA, 2009.
18
Jess Guisa y Acevedo. Estos personajes, afirma, son herederos de los historiadores
conservadores del siglo XIX como Lucas Alamn, Niceto de Zamacois, Luis Gonzaga
Cuevas, y Francisco de Paula Arrangoiz, quienes a su vez se vieron influenciados por las
ideas conservadoras de Edmund Burke y Joseph de Maistre.11 Esta misma caracterizacin
es utilizada por Edgar Gonzlez Ruiz pues seala que Abascal es un destacado
representante del conservadurismo mexicano, por sus planteamientos anacrnicos propios
de un mundo perdido y alejado en el tiempo.12
En cambio Hugo Vargas, identifica como idelogos de la extrema derecha a
Salvador Abascal y Salvador Borrego junto con Celerino Salmern, Jess Guiza y
Acevedo y Luis Pazos. A pesar de las diferencias que guardan entre s, casi todos se
distinguen por lucha obsesiva contra el aborto, la condena a la educacin pblica, la
cruzada antiestatista y la promocin de un capitalismo salvaje.13 Estas descripciones
tan encontradas con respecto al perfil ideolgico de los personajes en cuestin es una
muestra de lo complejo que resulta establecer lmites y diferencias entre el
conservadurismo y las derechas en la arena poltica. Cada uno de estos trminos tiene su
propia trayectoria y carga simblica, lo que parece conducir a quien busca definiciones
exactas y acabadas de estos trminos, a un laberinto sin aparente salida. Cuando se define
a Salvador Abascal como un conservador a ultranza, o bien como un ultraderechista, no
queda claro cul es su parentesco ideolgico con otros personajes que parecen tener las
mismas inclinaciones polticas como Jos Vasconcelos, o bien no se puede precisar si ese
mismo conservadurismo guarda algn parentesco con las ideas de un hombre del siglo
11
Jaime del Arenal Fenochio, La otra historia: La historiografa conservadora, en Conrado Hernndez
(Coord.), Tendencias y corrientes de la historiografa mexicana del siglo XX, Mxico, UNAM, Colmich,
2003, p. 63.
12
Edgar Gonzlez Ruiz, Los Abascal, conservadores a ultranza, Mxico, Grijalbo, 2002, p. 11.
13
Hugo Vargas, Cuando la derecha nos alcance, Mxico, Pangea, 1997, p. 100.
20
XIX como Lucas Alamn. Ante esta dificultad, especialistas como Erika Pani, cuestionan
la utilidad de dichas etiquetas polticas porque resultan anacrnicas y sin fundamento
cientfico. Desde su perspectiva, resulta infructuoso tratar de encontrar la esencia del
conservadurismo, o bien intentar elaborar el rbol genealgico de la derecha en Mxico.
As mismo, buscar reconstruir todas las conexiones entre los distintos proyectos
conservadores resulta una empresa que se antoja difcil e incluso intil, pues no existe un
hilo conductor que vincule a Iturbide con el Partido Accin Nacional. Ante este
panorama, cualquier intento de clarificacin conceptual parece naufragar entre las
numerosas definiciones cargadas de prejuicios sobre las fuerzas oscuras de la historia
patria. Como bien argumenta Pani, el juicio moral sobre estas tradiciones polticas pesa
ms en su definicin, que un inters por hacer una historia de las luchas polticas ms
compleja y abarcativa.14
Ahora bien, en un mundo globalizado y tecnocrtico, qu sentido tiene hablar de
conservadurismos y derechas? Tienen estos conceptos alguna utilidad ms all del plano
retrico?15 A manera de tesis se puede seguir el argumento de Norberto Bobbio, quien
afirma que la dada derecha-izquierda es todava la nica manera satisfactoria de hacer
14
Erika Pani, Las fuerzas oscuras: El problema del conservadurismo en la historia de Mxico, en Erika
Pani, (coord.), Conservadurismo y derecha en la historia de Mxico, tomo I, Mxico, CONACULTA,
FCE, 2009, p. 16. Pani plantea que la visin que se tiene de los conservadores ha sido deformada por la
tradicin liberal mexicana, lo cual impide una compresin real, amplia y compleja del problema
conservador, sostiene que ya no es posible utilizar estas nociones creadas por la historiografa liberal cuya
visin maniquea de la historia prevalece e impide una compresin de los fenmenos polticos. As pues
sobre la derecha no tenemos ms que un estereotipo, pero esta es una razn suficiente para abandonar la
categora?
15
Despus del colapso del bloque socialista se plante la tesis del fin de la historia y de las ideologas, de
igual modo la crisis de los partidos y la falta de representatividad de estos, ha erosionado de forma continua
y significativa las distinciones ideolgicas entre la izquierda y la derecha, tal como lo plantea Sal
Jernimo en De cmo se fueron perdiendo las definiciones polticas o de cmo a la utopa tecnocrtica le
estorba la poltica, en Representaciones polticas, cuatro anlisis historiogrficos, Cuadernos de Debate,
nm. 4, Mxico, UAM-A, 2004, p. 69. El autor hace referencia a dos grandes procesos del mundo
contemporneo: el descrdito de la partidocracia y el viraje de los Estados nacionales hacia las economas
de mercado, mismos que han contribuido a diluir las diferencias entre las fuerzas polticas.
21
16
Norberto Bobbio, Derecha e izquierda. Razones y significados de una distincin poltica, Madrid,
Taurus, 1995, p. 52.
17
Hctor Ghiretti, La distincin poltica izquierda-derecha y su difusin en la Europa occidental. Una
hiptesis de trabajo para la historia de las ideas polticas. Anuario de Filosofa, Facultad de filosofa,
Universidad de Navarra, p. 195 El autor utiliza las nociones de conservadurismo y derecha como sinnimo,
adems plantea que la dada izquierda-derecha es ms utilizada en la cultura poltica latina que en los pases
del norte de Europa. Sobre la vigencia de la dada despus del derrumbe del comunismo vase del mismo
autor Los muertos que vos matis, sobre la vigencia de la izquierda como identidad poltica, Cuadernos
de pensamiento poltico, nm, 2, 1997.
22
18
Vase por ejemplo la defensa del trmino totalitarismo que hace Simona Forti en El Totalitarismo:
trayectoria de una idea lmite, Barcelona, Herder, 2008.
19
Norberto Bobbio, Gian Franco Pasquino, Diccionario de Poltica, Madrid, Siglo XXI, 2000, p. 318.
23
20
Anthony Giddens, Ms all de la izquierda y la derecha. El futuro de las polticas radicales, Madrid,
Ctedra, 1999, p. 34. El autor considera en su tipologa otras variantes ideolgicas como el
neoconservadurismo consolidado despus de la posguerra, que acepta la hegemona del capitalismo y de la
democracia liberal, pero sigue defendiendo los smbolos y las prcticas tradicionales. Si bien ya no intentan
revertir los efectos del Estado laico y de la sociedad secular, pretenden conservar, a toda costa, ciertas
instituciones apartadas de la esfera secular como la familia o las iglesias.
21
Andrew Vincent, Modern Political ideologies, Oxford, Wiley-Blackwell, 2010, pp. 57, 67. Para Vincent,
estas variantes modernas del conservadurismo, estn representada por Irving Kristol, Daniel Bell y Nathan
Glazer, cuya perspectiva est centrada en la defensa de instituciones sin planificacin como el mercado y
en la doctrina moral cristiana. Esta ltima expresin es un rompecabezas, donde se amalgama un
liberalismo tradicional, la teora liberal austriaca (Ludwing Von Mises y Hayek) con un liberalismo que
aboga por un capitalismo salvaje.
22
Noel O Sullivan, Conservatism en Roger Eatwell y Anthony Wrigth, (edts.), Contemporary Political
Ideologies, Londres, Continuum, 1999, p. 58.
24
constitucionales del sistema ingls como replica de lo que haba sucedido en la Francia
revolucionaria. Su posicin lo llev a condenar el proceso revolucionario francs por
considerar que las instituciones polticas inglesas y sus medidas de pesos y contrapesos
eran absolutamente superiores a las que haba engendrado la Revolucin. Ms que un
pensador contrarrevolucionario, Burke es un defensor de la monarqua britnica
legitimada por el pueblo y del orden social originado tras la Revolucin de 1688. 23 Pero
tal y como veremos a continuacin estas expresiones no tuvieron una rplica exacta en el
contexto mexicano.
La primera imagen que se tiene del conservadurismo mexicano es una herencia
liberal, pues luego del triunfo de la repblica tras la intervencin francesa, los miembros
del
bando
derrotado
fueron
identificados
como
los
reaccionarios,
los
Demetrio Castro Alfin, Burke. Circunstancia poltica y pensamiento, Madrid, Tecnos, 2006, pp. 200-206.
Para el desarrollo de crtica de la historiografa liberal que sataniza a los conservadores vase Erika
Pani, El segundo imperio, pasados de usos mltiples, Mxico, CIDE, FCE, 2004.
24
25
25
26
Estados Unidos. No obstante ninguna de las dos era realmente plausible, pues ni una ni
otra opcin se poda materializar plenamente, no se poda continuar con la tradicin
colonial, ni se poda imitar al vecino pas del norte, esta indefinicin del ser nacional
ocasion una larga serie de conflictos y una indeterminacin siempre presente en el
destino nacional. A pesar de sus planteamientos matizados sobre la pugna entre liberales
y conservadores, se puede observar que OGorman todava parte de definiciones
conceptuales un tanto esquematizadas pero que bien pueden servir como el primer
antecedente de una revisin de la categora del conservadurismo en la historiografa
mexicana.
Uno de los primeros intentos de clasificar todas las expresiones polticas
conservadoras en la historia de Mxico desde la perspectiva liberal es desarrollado por
Gastn Garca Cant quien aglutina una gran cantidad de autores como reaccionarios y
enemigos de las causas populares.27 As mismo considera que el pensamiento de la
reaccin o de la derecha inicia con los realistas en el siglo XIX y termina con los
sinarquistas y los panistas en el siglo XX. Garca Cant lleva a cabo una importante labor
de sistematizacin de textos y documentos representativos del pensamiento
reaccionario mexicano, pero sin mucha articulacin analtica.
En los estudios sobre el conservadurismo mexicano tambin destacan los
estudiosos de la historia de la Iglesia catlica como Rene de la Torre y Marta Eugenia
Garca Ugarte, quienes interpretan al conservadurismo como un fenmeno que surge en
el siglo XIX se prolonga en el siglo XX. Desde su perspectiva, los conservadores
27
Gastn Garca Cant, El pensamiento de la reaccin mexicana (la derecha). Historia documental, cuatro
tomos, Mxico, UNAM, 1997. Se trata de cuatro volmenes que compendian, textos, manifiestos y
documentos fundamentales del universo reaccionario mexicano. Para el Mxico contemporneo destaca
el tomo III que incluye documentos relativos a la Iglesia catlica, de los grupos empresariales opositores a
Crdenas, de Manuel Gmez Morn, Jos Vasconcelos y Jess Guiza y Acevedo.
27
Rene de la Torre y Marta Eugenia Garca Ugarte, introduccin en Rene de la Torre, Marta Eugenia
Garca Ugarte y Juan Manuel Ramrez Saz (comp.), Los rostros del conservadurismo mexicano, Mxico,
Publicaciones de la Casa Chata, 2005, p. 16. El texto compendia artculos sobre el conservadurismo clsico
del siglo XIX y diversas expresiones contemporneas muy diferenciadas entre s, como pueden ser los
Legionarios de Cristo y el Movimiento Familiar Cristiano.
29
Ibidem, p. 463.
30
Tal como lo hace John W. Sherman, The Mexican Right. The end of revolutionary reform, 1929-1940,
Wesport, Praeger, 1997.
31
Como parte de esta tendencia revisionista tambin habra que agregar a Elas Jos Palti, a Jaime del
Arenal, y a Brian Connaughton por mencionar a los ms destacados.
28
religin catlica en la nueva nacin. Este mismo grupo rechazaba los valores liberales
como el individualismo, y en su lugar pretendan oponer la libertad colectiva, ordenada y
diferenciada, como base de Estado con un sesgo aristcrata.32
En ese mismo sentido, Humberto Morales Moreno y William Fowler, sealan que
debido a la pluralidad de expresiones polticas decimonnicas, la divisin entre
conservadores y liberales ha quedado rebasada. No obstante, sostienen que en el siglo
XIX existi un proyecto conservador articulado en torno a la figura de Lucas Alamn.
Este sector abogaba por los siguientes principios: establecimiento de un Estado
centralista, respaldo al monopolio moral de la Iglesia catlica, fomento de una poltica
econmica pragmtica, preservacin de privilegios y de las corporaciones tradicionales y
sufragio limitado a las clases cultas.33
Este somero anlisis del los diversos significados del conservadurismo permite
sealar que no alude especialmente a un cuerpo de doctrinas coherentes y mucho menos
unificadas. Los conservadores del siglo XIX se distinguen de los liberales por algunas
cuestiones en torno al modelo poltico propuesto para el nuevo Estado nacional. La
indeterminacin permanece sobre todo porque algunos personajes de la poltica
decimonnica pertenecieron a ambos bandos y resulta difcil establecer fronteras claras y
32
Erika Pani, Para mexicanizar el segundo Imperio. El imaginario poltico de los conservadores
mexicanos, Mxico, Colmex, Instituto Mora, 2000, pp. 27, 33, 38.
33
Humberto Morales Moreno y William Fowler, Gnesis y evolucin del pensamiento conservador en
Mxico durante el siglo XIX, en Dora Kanoussi, (comp.), El pensamiento conservador en Mxico, Puebla,
BUAP, Plaza y Valds, 2000, p. 64. De igual manera Conrado Hernndez Lpez seala que el
conservadurismo se organiza como fuerza poltica luego de la guerra de 1847, reconoce que Lucas Alamn,
el principal lder conservador recibi la influencia de Edmund Burke, y rechaz cualquier paradigma
revolucionario. Ante la grave crisis nacional, Alamn vio en la religin el factor de estabilizacin y sentido
esencial del nacionalismo mexicano, fue partidario de la diferenciacin poltica de los ciudadanos, del
constitucionalismo corporativista, y de la posesin de bienes races de la Iglesia, adems apoyaba las
regulaciones estatales en materia religiosa, siempre y cuando surgieran de un acuerdo con la Santa Sede en
La reaccin a sangre y fuego: los conservadores en 1855-1867, en Erika Pani, Conservadurismo y
derecha en la historia de Mxico, op. cit; p. 272.
29
30
Roger Bartra, Viaje al centro de la derecha, en Fango sobre la democracia. Textos polmicos sobre la
transicin mexicana, Mxico, Planeta, 2007, p. 283. Este artculo apareci originalmente en la revista
Nexos, nm. 64, abril de 1983.
31
reflexiones sobre el papel de la derecha en la poltica nacional, pero sobre todo le dio
nueva vida a categoras que parecan enterradas y carentes de significado.36
A pesar de estos juicios, la postura de Bartra hacia la derecha es ambivalente pues
si bien reconoce su modernizacin e integracin al juego democrtico, sigue observando
la contradiccin interna entre una corriente tradicional antiliberal y una tendencia liberal,
moderna y democrtica. Desde su perspectiva, para que la derecha panista adquiera una
legitimidad plena en el sistema democrtico, debe deshacerse de las herencias catlicas
intransigentes y antiliberales por ser un lastre del pasado que anida la tentacin
autoritaria.37 Bartra seala que tanto la derecha como la izquierda mexicana deben
modernizarse y aceptar la va democrtica, como la nica posibilidad para evitar posibles
regresiones al pasado autoritario representado por el viejo rgimen prista.38
Soledad Loaeza tambin inici el ciclo de reflexiones sobre la derecha partidista a
comienzos de los aos ochenta. En sus primeros anlisis seala que la derecha en Mxico
se caracteriza por defender la propiedad privada, la libre empresa y por el mantenimiento
de las estructuras verticales de autoridad. De igual manera, seala que la derecha nunca
ha alcanzado el grado de coherencia estructural y doctrinaria logrado en otros contextos,
pues siempre reacciona a las movilizaciones coyunturales de la izquierda. As, la derecha
36
Ibidem, p. 277.
Roger Bartra, Los lastres de la derecha mexicana, en Roger Bartra, Derecha moderna y democracia en
Mxico, Mxico, Herder, 2009, p. 13. Por derecha moderna Bartra se refiere a la que acepta las reglas del
sistema democrtico.
38
Roger Bartra, La fractura mexicana. Izquierda y derecha en una transicin democrtica, Mxico,
Debate, 2009, p. 64. Para acceder y sostener la anhelada normalidad democrtica es necesario trascender,
segn Bartra, los dogmas de una izquierda populista y de una derecha reactiva al liberalismo democrtico.
No obstante, esos lastres no parecen haber sido obstculo para arribar a una modernidad econmica, pues ni
el prismo ni los gobiernos panistas parecen tener demasiadas dificultades con un sistema estatal orientado
al libre mercado. En todo caso lo que se tiene es una modernidad econmica disociada de una modernidad
poltica que implica la democratizacin de la vida pblica.
37
32
se reduce a una expresin propia de la clase media que lucha contra el populismo
revolucionario.39
Igual que en el caso de Bartra, las reflexiones de Soledad Loaeza van de la mano
con el avance electoral del panismo, pues en trabajos posteriores destaca la importancia
de la derecha partidista en el desmantelamiento de la hegemona electoral prista. 40
Argumenta que la articulacin de un frente opositor de derecha se debe en buena medida
a la crisis poltica de 1981 y la nacionalizacin bancaria en septiembre de 1982. Las
protestas de los sectores medios y de los empresarios del norte, entonces fueron
canalizadas por Accin Nacional, que hasta ese momento haba diluido su potencial
poltico al seguir las reivindicaciones del sector catlico del partido. Gracias a esta
coyuntura, las clases medias conformaron una cultura de participacin ciudadana, lucha
cvica y promocin de respeto al voto, durante los aos ochenta.41 En opinin de Loaeza,
el triunfo de Accin nacional en las elecciones del 2000 tiene que ser visto como una
consecuencia casi natural de la insurgencia de las clases medias y de los empresarios que
mediante su participacin en el proceso de apertura democrtica acabaron por legitimar a
la derecha en su vertiente partidaria. Desde esta perspectiva se puede hablar de una franja
del electorado que se identifica con las posiciones de una derecha electoral en oposicin a
la izquierda.42
39
Soledad Loaeza, Conservar es hacer patria: (la derecha y el conservadurismo mexicano en el siglo
XX). Nexos, nm. 64, abril de 1983, p. 2. Por el artculo desfilan diversos actores que pueden ser
considerados como parte de la derecha en Mexico: La Iglesia, el vasconcelismo, las clases medias urbanas
y el panismo. Tambin reconoce a la extrema derecha secular representada por los camisas doradas y a una
ultraderecha catlica representada por la Unin Nacional Sinarquista.
40
Soledad Loaeza, Derecha y democracia en el cambio poltico mexicano: 1982-1988 en Foro
Internacional, Abril-junio- 1990, p. 632.
41
Soledad Loaeza, El fin del consenso autoritario y la formacin de una derecha secularizada, en Erika
Pani, Conservadurismo y derecha, op. cit; p. 587.
42
Soledad Loaeza, Accin Nacional en el poder: el triunfo de un electorado de derecha, en Roger Bartra,
(comp.), Gobierno, Derecha moderna y democracia en Mxico, Mxico, Herder, 2009, p. 75. Loaeza
33
Luego de revisar algunas concepciones sobre la derecha partidista se puede apreciar que
es un fenmeno que pas de ser marginal hasta convertirse en uno de los ejes de la
reflexin sobre la transicin mexicana la democracia. Las batallas electorales en el 2006,
volvieron a reavivar las retricas partidistas y el espectro poltico nacional se volvi a
polarizar entre la izquierda y la derecha. Pero al margen de estos debates y
caracterizaciones que se han explorado brevemente, queda claro que esta tradicin
poltica de derecha tampoco constituye el referente adecuado para comprender la gnesis
del pensamiento catlico-extremista en Mxico. Si bien pudiera haber puntos de
convergencia entre la corriente panista ligada al catolicismo, y personajes como Abascal
y Borrego, existe un tema que los aleja de manera definitiva: la democracia. De hecho el
mismo Salvador Abascal durante su etapa como dirigente de la Unin Nacional
Sinarquista se mostr reacio a colaborar con el panismo recin constituido como partido
opositor. La clave del disenso entre ambas tendencias era el camino elegido para luchar
contra la Revolucin mexicana, mientras que el panismo se abocara a dar la batalla por
la va electoral, Abascal representaba las pulsiones autoritarias del catolicismo
intransigente, y esa postura compartida en lo esencial por Salvador Borrego, los termina
por ubicar en la extrema derecha de la geometra poltica.
plantea que en el ao 2000, un porcentaje del electorado opt por un voto estratgico para lograr la derrota
del PRI, seis aos despus se consolida el voto partidista, lo cual qued ejemplificado en la coyuntura de
julio de 2006 cuando las preferencias ideolgicas guiaron el comportamiento electoral. Despus de estas
confrontaciones electorales, surge un electorado claramente diferenciado y orientado por ideologas de
derecha y de izquierda, cuyo origen debe situarse en una transformacin estructural del sistema poltico
mexicano que pasa de un autoritarismo a una pluripartidismo competitivo en el que los partidos polticos
tienen que diferenciarse entre s para ganar votos. De igual manera destaca el trabajo de Loaeza sobre el
Partido Accin Nacional en el que clarifica de manera notable la gnesis y la orientacin programtica de
este instituto poltico en El partido Accin Nacional: la larga marcha, 1939-1994. Oposicin leal y partido
de protesta, Mxico, FCE, 1999.
34
La ultraderecha en Mxico.
El fenmeno de la extrema derecha tambin presenta variantes histricas, aunque es
posible que sus significados sean ms acotados y menos ambiguos que derecha, izquierda
y conservadurismo por lo focalizado de esta expresin poltica. La mayor parte de los
movimientos de extrema derecha surgieron antes de la Segunda Guerra Mundial; en este
conjunto destaca la Accin Francesa de Charles Maurras, el falangismo espaol, La
Legin de San Miguel Arcngel y el rexismo belga por mencionar algunos ejemplos. La
mayora de estas expresiones polticas tuvieron algn vnculo con el fascismo o bien se
vieron favorecidas por su ascenso.
En las ltimas dcadas se habla del surgimiento de una nueva extrema derecha
que ha repuntado electoralmente en el contexto europeo. Entre los movimientos ms
visibles se encuentra el Frente Nacional Francs, el Bloque Flamenco en Blgica, el
Movimiento Social en Italia y el Partido de la Libertad en Austria. Estos grupos no
rechazan la participacin electoral, pero son activos promotores de un nacionalismo
xenofbico por lo que se oponen a cualquier proyecto de cosmopolitismo y la
constitucin de una entidad supranacional europea. En su mayor parte, rechazan
cualquier forma de inmigracin, por ser una amenaza para la seguridad nacional y las
fuentes de trabajo; su principal fuente de electores se nutre del voto conservador de
protesta, de las crisis econmicas y del descrdito de los polticos convencionales.43
En el caso mexicano, el fenmeno del extremismo de derecha ha sido abordado
mayormente por los periodistas, no sin cierta dosis de sensacionalismo. Manuel Buenda
fue el pionero en la investigacin de organizaciones de extrema derecha catlica como
43
Pascal Delwit, Jean-Michel De Waele y Andrea Rea, Comprende L Extreme Droite, Bruselas, Editions
Complexe, 1998, pp. 21, 23.
35
44
36
buen ejemplo de este fenmeno pblico pues gracias a sus investigaciones sobre El
Yunque es que este movimiento ha sido reconocido en la escena nacional.48
En el campo acadmico Ricardo Prez Montfort ha estudiado a los grupos
opositores al cardenismo como el Comit Pro-raza y la Confederacin de la Clase
Media.49 Estos movimientos eran apoyados por el sector empresarial descontento con las
medidas populistas del gobierno cardenista, y se caracterizaron por su retrica violenta,
nacionalista y anticomunista. Por su parte Alicia Gojman ha estudiado a los camisas
doradas de la Accin Mexicanista Revolucionaria (1933) que de igual manera se
oponan a las polticas cardenistas y buscaban imitar el estilo de las organizaciones
fascistas europeas.50 Los grupos mencionados tuvieron una existencia efmera y
coyuntural, pues una vez que termin el periodo cardenista desaparecieron de la esfera
pblica, por sus objetivos y planteamientos doctrinales pueden considerarse como la
vertiente secular de la extrema derecha en Mxico, ya que no mantuvieron nexos con los
sectores catlicos.
En lo que respecta a la vertiente catlica de la extrema derecha resalta el estudio
de Nora Prez-Rayn y Alejandro Carrillo quienes identifican a Salvador Abascal, a
Celerino Salmern, a Jess Guisa y Acevedo y a Salvador Borrego respectivamente,
48
37
como parte de esta cultura poltica. Los autores ofrecen un estudio pormenorizado de los
elementos discursivos que componen la visin ultraderechista con respecto a la historia,
la sociedad, la familia y el Estado. Desde su punto de vista, la extrema derecha catlica se
distingue por ser una minora que cree detentar el monopolio de la verdad poltica, lo que
la lleva a oponerse a toda forma de pluralismo, se trata de una fuerza hostil por naturaleza
a la diversidad de intereses y de grupos, su rasgo fundamental es su oposicin a toda
diferencia y disensin, postulando as la clausura del mercado de ideas.51 Por su parte
Mnica Uribe plantea que el origen de esta expresin poltica debe buscarse en la
militancia catlica de la primera mitad del siglo XX, y elabora un mapa muy bien logrado
de las variantes de la extrema derecha, en el que aparecen grupos como la Unin de
Catlicos Mexicanos, La legiones, La Base, La Unin Nacional sinarquista, Los Tecos,
Los Conejos, El Yunque, Movimiento de Renovadora Orientacin (MURO), Frente
Universitario Anticomunista (FUA), Antorcha, FLAMA y las Falanges Tradicionalistas
Mejicanas.52
Ambos estudios son particularmente significativos porque permiten trazar una
genealoga de la extrema derecha que emerge como una tradicin poltica con sus propias
races, doctrinas y objetivos distintivos, separada del resto de las variantes del
conservadurismo y de las derechas en el Mxico contemporneo. El surgimiento de esta
expresin poltica no puede entenderse sin la referencia a los conflictos entre la Iglesia
catlica y el Estado mexicano, pues la extrema derecha est compuesta por un sector de
51
38
la militancia catlica organizada para luchar contra la Revolucin mexicana. Para seguir
con este deslinde conceptual, investigadores como Roberto Blancarte sostiene que en
Mxico la derecha catlica no es otra cosa que la oposicin de la Iglesia al Estado laico
sustentado en las doctrinas liberales, por considerarlos una amenaza para el orden
social basado en los valores cristianos. La resistencia de las filas catlicas a la
modernidad poltica se nutre en particular de la Doctrina Social de la Iglesia, pero
tambin abreva del pensamiento contrarrevolucionario clsico representando por
Chateubriand, Joseph De Maistre, Luis de Bonald y Felicite de Lamennais, todos ellos
defensores de la monarqua y de la funcin social de Iglesia en el Antiguo Rgimen. 53
Jean Meyer tambin reconoce que existe un radicalismo conservador o de derecha
que proviene del catolicismo intransigente. Desde su punto de vista, esta corriente
poltica niega la autonoma de las actividades humanas con respecto a la religin y toda
posibilidad de secularizacin del campo social, de igual manera rechaza el liberalismo en
todas sus expresiones.54 Aunque matiza su posicin pues seala que la Iglesia catlica
trasciende cualquier etiqueta poltica, ya que siempre hay catlicos de derecha, de
izquierda y centristas, la Iglesia se encuentra en otra parte, en ningn punto de la lnea
que va de la izquierda a la derecha, o se pasa sobre esa lnea, yendo y viniendo en ambos
sentidos.55 Meyer sostiene que si existe una derecha catlica, debe buscarse en el sector
intransigente, en las filas cristeras y en los grupos que rechazaron los acuerdos de 1929
entre la Iglesia y el Estado.
53
Roberto Blancarte, La derecha catlica, Nexos, nm. 355, Julio de 2007, p. 38; y Las fuentes del
conservadurismo mexicano, en Rene de la Torre y Marta Eugenia Garca Ugarte y Juan Manuel Ramrez
Saz (comp.), Los rostros del conservadurismo mexicano, op. cit; p. 40.
54
Jean Meyer, Cincuenta aos de radicalismo: La iglesia catlica, la derecha y la izquierda en Amrica
Latina, Mxico, Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana, 1986, p. 12.
55
Jean Meyer, La Iglesia catlica en Mxico, en Erika Pani, (coord.), Conservadurismo y derecha en la
historia de Mexico, tomo II, op. cit; p. 600.
39
56
57
Jean Meyer, El sinarquismo, el cardenismo y la Iglesia, 1937-1947, Mxico, Tusquets, 2003, p. 56.
Fernando M. Gonzlez, Matar y morir por Cristo Rey, Mxico, UNAM/ Plaza y Valds, 2001.
40
41
Nancy Farris, La corona y el clero en el Mxico colonial. 1579-1821. La crisis del privilegio eclesistico,
Mxico, FCE, 1982, p. 17.
59
Jean Meyer, La cristiada, el conflicto entre la Iglesia y el Estado, 1926-1929, tomo segundo, Mxico,
Siglo XXI, 1994, p. 17. Segn Jean Meyer, las medidas regias afectaron de manera directa al bajo clero
americano de origen criollo, pues su prestigio social se vio minado al quedar subordinados a las autoridades
civiles. Por eso cuando inici la lucha independentista, los sacerdotes se integraron a la insurgencia al ver
amenazados sus privilegios. El mismo rechazo al reformismo borbnico fue sostenido por el alto clero,
pero tal parece, que dicha posicin no lo llev a romper de forma inmediata con la monarqua espaola.
60
Esta problemtica surge a partir del derrumbe del Antiguo Rgimen, cuando la Iglesia sufri los embates
de la Revolucin francesa y la ocupacin de los Estados pontificios. El papa Po VI se vio forzado a
reconocer la existencia de la nueva repblica francesa y a firmar la paz de Tolentino en 1797 que
posteriormente se vio interrumpida por lo que el mencionado pontfice muri en el destierro. Los siguientes
pontfices, de Po VII a Len XIII se enfrentaron a los cambios polticos y sociales propios del mundo
moderno y a la independencia de las antiguas colonias espaolas, por lo que debieron de renegociar su
estatuto en estas nuevas sociedades. Un panorama muy completo de estos acontecimientos puede verse en
Marta Eugenia Garca Ugarte, Tradicin y modernidad (1810-1840), en Rene de la Torre y Marta
Eugenia Garca Ugarte y Juan Manuel Ramrez Saz (comp.), Los rostros del conservadurismo mexicano,
op.cit, p. 38.
42
puede verse estas disposiciones constitucionales como una radicalizacin de las polticas
borbnicas, por lo menos en el aspecto referido a la subordinacin de la Iglesia al poder
del Estado. Tras el regreso de Fernando VII se aboli la Constitucin de Cdiz y en
alguna medida apoy a Po VII recin librado del asedio bonapartista.
La situacin para la Iglesia en Amrica se volvi a complicar cuando los liberales
espaoles volvieron retomar el poder en 1820 y aplicaron una poltica radical con
respecto a los bienes de la Iglesia: se orden la venta de la mitad de sus bienes, se
suprimieron las rdenes monsticas y hospitalarias, se redujo el diezmo a la mitad y se
aboli la inmunidad del clero en el campo criminal. En el contexto mexicano, los
miembros del alto clero y de las corporaciones decidieron apostar por la independencia,
pues sentan amenazados su poder y privilegios ante los cambios polticos en la
pennsula. Esta coyuntura poltica fue aprovechada por la Iglesia catlica para liberarse
del control del Estado, pero qued sin definirse de manera apropiada su estatuto jurdico
en la nueva nacin.61
En los primeros aos de vida independiente la Iglesia pareci acomodarse al
proyecto imperial de Agustn de Iturbide, ya que garantizaba el mantenimiento del fuero
eclesistico, la organizacin corporativa de la sociedad y su hegemona como religin de
Estado. Tal parece que tena ms afinidad con las facciones centralistas y
promonarquistas, porque los primeros choques comenzaron con los gobiernos de
inclinacin liberal. En 1833, el vicepresidente Valentn Gmez Faras intent poner en
marcha un programa liberal que prohiba a la Iglesia adquirir bienes races y celebrar
contratos civiles como el matrimonio, adems eliminaba la obligacin civil de pagar
61
Ibidem, p. 45.
43
diezmo y suprima las rdenes monsticas.62 La mayor parte de estas medidas, con
excepcin de las econmicas, no alcanzaron a ponerse en prctica, y luego fueron
revertidas por los sucesivos gobiernos conservadores.
La Iglesia rechazaba de manera tajante los planteamientos de los polticos
liberales como Jos Mara Luis Mora quien retom algunos aspectos del reformismo
borbnico espaol, para cuestionar los privilegios del fuero eclesistico.63 El proyecto
liberal buscaba el desmantelamiento de la sociedad corporativa colonial, por ser un
obstculo para la modernizacin capitalista. La consecuencia ms trascendente de la
Reforma liberal, es que la Iglesia dej de ocupar su lugar como fuente de legitimidad
poltica y rectora de la vida social propia del Antiguo rgimen, al mismo tiempo los
privilegios del clero fueron abolidos y la institucin eclesial fue despojada de gran parte
de sus bienes. As mismo, el catolicismo pas de religin de Estado a conviccin privada,
y el espacio de accin eclesial, que se haba confundido con la totalidad de la vida social,
fue acotado al espacio privado y a la esfera espiritual.64
Despus de la promulgacin de las Leyes de Reforma, el enemigo de la Iglesia y
de los catlicos mexicanos ser el liberalismo y toda expresin de cultura secular que
contribuya a la prdida de la centralidad religiosa en el mundo moderno. La reforma
liberal sienta las bases del Estado laico, que supone la autonoma de lo poltico frente a lo
religioso, independientemente de las diversas formas de relacin entre el Estado y las
Iglesias o de las convicciones religiosas institucionales.65 Lo laico, supone antes que nada
la transicin de un rgimen con una autoridad basada en el poder sagrado, hacia otro cuya
62
Ibidem, p. 54.
Charles Hale, El liberalismo mexicano en la poca de Mora, Mxico, Siglo XXI, 1995, p. 128.
64
Laura O Dogherty, La Iglesia catlica frente al liberalismo, en Erika Pani (coord.), Conservadurismo
y derechas en la historia de Mxico, tomo I, op. cit; p. 363.
65
Roberto Blancarte, Para entender el Estado laico, Mxico, Nostra, 2008, p. 7.
63
44
Ibidem, p. 23.
Marta Eugenia Garca Ugarte, op.cit; p. 67.
68
Laura ODogerthy, op. cit; p. 370.
67
45
segundo imperio, pues Maximiliano sigui los mismos principios liberales contenidos en
la Reforma. Pero la delicada situacin del prncipe austriaco le oblig a ceder en buena
medida a las pretensiones de la Iglesia y acept un proyecto de concordato que reconoca
al catolicismo como religin nica de Estado, la enseanza catlica bajo la direccin de
los religiosos, su derecho a la propiedad, adems de la independencia financiera. 69 Este
arreglo que pareca el ideal para la Iglesia, se vio truncado luego del triunfo de la
repblica liberal.
El catolicismo social.
La historia del Segundo Imperio y del Partido Conservador termin con el fusilamiento
de Maximiliano el mes de junio de 1867, y de paso acab con las pretensiones
eclesisticas. En ese momento, la Iglesia catlica se encontraba en una situacin precaria
en trminos econmicos y su presencia social era muy reducida. La mayora de los
miembros del partido conservador tuvieron que exiliarse o retirarse de la vida pblica,
hasta que el gobierno de Jurez suaviz las medidas en su contra. Para entonces, algunos
prelados catlicos Clemente de Jess Murgua y Pelagio Antonio de Labastida y Dvalos,
ya se apoyaban en tericos franceses y espaoles contrarrevolucionarios como Maistre,
Bonald, Balmes y Donoso Corts para descalificar el orden liberal.70
Fue hasta el porfiriato cuando la Iglesia catlica aprovech para volver a
fortalecer sus posiciones inspirada en el Syllabus (1864) de Po IX. En este documento
quedan resumidos todos los errores propios de la ideologa moderna, como la negacin
de la accin de Dios sobre los hombres y la supremaca de la razn por encima de la
69
Ibidem, p. 378.
Jorge Adame Goddard, El pensamiento poltico y social de los catlicos mexicanos, 1867-1914, Mxico,
UNAM, 1981, p. 87.
70
46
Po IX, Encclica Sillabus Errorum (1864), en Gastn Garca, El pensamiento de la reaccin, op. cit;
p. 359.
72
Roberto Blancarte, La historia de la Iglesia en Mxico, Mxico, FCE, 1992, p. 29.
47
Manuel Ceballos Ramrez, La democracia cristiana en el Mxico liberal: un proyecto alternativo (18671929), Mxico, IMDOSOC, 1987, p. 10.
74
Ibidem, p. 19.
48
75
49
77
Rene de la Torre, La Ecclesia Nostra. El catolicismo desde la perspectiva de los laicos: el caso de
Guadalajara, Mxico, FCE, CIESAS, 2006, p. 46.
78
Roberto Blancarte, Modernidad, secularizacin y religin, en Jos Joaqun Blanco y Jos Woldenberg,
(comp.), Mxico a fines de siglo, tomo II, Mxico, CONACULTA, FCE, 1995, p. 155.
79
Los pormenores del conflicto entre la Iglesia y el Estado callista pueden verse en Jean Meyer, La
cristiada, el conflicto entre la Iglesia y el Estado, 1926-1929, op. cit; p. 143, y Historia de la Revolucin
mexicana, 1924-1928, tomo 11, Mxico, Colmex, 1981, p. 210.
50
80
51
52
84
Yves Solis, Asociacin espiritual o masonera catlica: la U Istor, nm. 33, 2008, p. 123.
Gonzlez, Integralismo, persecucin y secreto en algunos grupos catlicos en Mxico, en el siglo XX,
en Alberto Aziz Nassif y Jorge Alonso, (coords.), Sociedad civil y diversidad, op. cit; p. 234.
86
Fernando M. Gonzlez, Matar y morir por Cristo Rey, op. cit; p. 37.
85
53
87
Mnica Uribe seala el periodo que va de 1900 a 1940 como determinante en la formacin y desarrollo
de la ultraderecha catlica, en La ultraderecha en Mxico: el conservadurismo moderno, op. cit; p. 41.
88
Andrs Barqun y Ruiz, Cristo, Rey de Mxico, Mxico, ed. Jus, 1967, p. 102. El texto fue escrito a
principios de la dcada de 1940, lo curioso es que en la edicin de Jus Abascal inserta una nota aclaratoria
donde explica que el antisemitismo de Barquin se debe a que escribi el texto antes del Concilio Vaticano
II donde se conden el prejuicio religioso antisemita, siendo que l mismo ha sido un divulgador de dicho
prejuicio.
89
Andrs Barqun y Ruiz, Bernardo Bergend S. J. Mxico, Jus, 1967.
90
Joaqun Blanco Gil, El clamor de la sangre, Mxico, Jus, 1967. p. 72.
54
Por su parte, Antonio Rius Facius ofrece los pormenores de diversos conflictos entre
catlicos y obreros comunistas en la ciudad de Guadalajara entre los que destaca una
balacera en 1921 donde result muerto Isaac Arriaga, jefe local de la Comisin Nacional
Agraria a manos de militantes cristeros. En respuesta a este hecho, la Confederacin
Regional Obrera Mexicana organiz una marcha de protesta cuyo destino final fue la
sede del poder legislativo estatal donde los contingentes obreros plantaron una bandera
roja al grito de viva el bolchevismo! Segn el relato de Rius Facius, otro evento similar
sucedi durante la marcha del primero de mayo del mismo ao, cuando los obreros
bolcheviques tapatos marcharon hasta la catedral y plantaron una bandera roja en una
de las torres del campanario.91 Estos testimonios parecen evidenciar que al menos entre
un sector de los catlicos mexicanos, el temor al comunismo comenzaba a ser un factor
de movilizacin.92 La perspectiva internacionalista del comunismo sovitico mucho
habra de contribuir a darle credibilidad al miedo anticomunista de la prensa mexicana y
los catlicos mexicanos.
Para la dcada de los aos treinta ya era evidente que el discurso catlico haca
suyos los argumentos del complot judeomasonico y de la amenaza comunista
personificada en el gobierno revolucionario mexicano. El jesuita Jess Garca Gutirrez
denunciaba en 1937 la presencia de fuerzas extranjeras cuyo objetivo siniestro era
91
Antonio Rius Facius, La ACJM y la revolucin mexicana, Mxico, Jus, 1960, p. 175. Hechos similares
fueron protagonizados entre obreros y catlicos en la ciudad de Morelia en 1922, con saldo de varios
muertos y heridos por parte de ambos bandos. En este caso un grupo de jvenes de la ACJM encabezados
por Ren Capistrn Garza chocaron con obreros de la Confederacin General de Trabajadores quienes
festejaban el da del trabajo. Este episodio es relatado por Yves Sols en El origen de la ultraderecha en
Mxico, El Cotidiano, nm, 149, mayo-junio de 2008, p. 36.
92
Segn Daniela Spenser, esta paranoia anticomunista haba comenzado a ser cultivada por la prensa
estadounidense desde los tiempos de Carranza cuando su gobierno estableci relaciones diplomticas con la
Unin Sovitica. Otro hecho a destacar fue la llegada a Mxico el ruso Mijael Boridin en 1919 enviado por
Lenin para establecer un vnculo con los comunistas mexicanos, su presencia fue determinante para que el
Partido Socialista Mexicano se transformara en el Partido Comunista Mexicano, convirtindose en la
seccin mexicana de la Internacional Comunista, en El tringulo imposible: Mxico, Rusia sovitica y los
Estados Unidos en los aos veinte, Mxico, CIESAS, Miguel ngel Porra, 2004, pp. 15, 56.
55
socavar la fe cristiana de los mexicanos. Ese mismo planteamiento era compartido por
Miguel Palomar y Vizcarra, el lder de la Liga Nacional para la Defensa de los Derechos
Religiosos, despus de la derrota cristera, cuando afirmaba que la masonera, el judasmo
y el comunismo eran los enemigos mortales de la religin catlica. En el discurso de
Palomar y Vizcarra se aprecia ya la sntesis nacionalista y paranoica que se difunde entre
los sectores ms radicales del catolicismo mexicano, pues seala que Estados Unidos ha
permitido que el comunismo sea ensayado al otro lado del ro Bravo para ver si as
cambia ese pueblo ignorante y fantico. A eso se debe que Washington haya
permanecido impasible ante las tendencias marcadamente comunistas de la revolucin
mexicana93 Tambin se puede percibir en su discurso, la influencia de las doctrinas
hispanistas difundidas por Juan Vzquez de Mella y Ramiro de Maeztu al mismo tiempo
que defiende la sntesis entre religin y nacionalismo planteada por el jesuita Bergend.94
En sus planteamientos Palomar y Vizcarra tambin define al rgimen revolucionario
como una tirana que debe ser derrocada, pero no apunta a ningn modelo poltico
especfico, aunque veladamente hace referencia el modelo franquista, pues considera que
el gobierno revolucionario debe ser sustituida por un estado fuerte, verdaderamente
soberano e independiente que, como la patria nuestra, fuera ntegramente catlico y pleno
de Hispanidad95
93
Miguel Palomar y Vizcarra, El caso ejemplar mexicano, Mxico, Jus, 1966, p. 16. El texto fue publicado
originalmente en 1937.
94
Ibidem, p. 32, Juan Vzquez de Mella (1861-1928) fue un poltico catlico de origen espaol que se
distingui por su antimasonismo y antiliberalismo, se caracteriz por ser un defensor de la tradicin
monrquica y por sostener que la sociedad deba de organizarse en torno a la familia, el municipio y la
regin. Mientras que Ramiro de Maeztu (1875-1936) se distingui por defender la tradicin catlica en
oposicin al liberalismo republicano, fue un activo promotor del nacionalismo hispanista por lo que se
integr a la dictadura de Primo de Rivera, muri fusilado en Madrid por el bando republicano durante la
guerra civil espaola.
95
Ibidem, p. 185.
56
Despus de haber revisado brevemente algunos aspectos del conflicto entre la Iglesia y el
Estado, se puede afirmar que la extrema derecha catlica deriva de la corriente integralintransigente que reacciona al proceso de secularizacin impulsado por el Estado liberal y
acentuado por el triunfo de la Revolucin mexicana. Se trata de una cultura poltica que
tiene como eje la defensa de una sociedad catlica integral que se resiste a cualquier
cambio inspirado en el liberalismo o en el socialismo. Al mismo tiempo combina las
enseanzas doctrinales de la Iglesia catlica, pero hace una recepcin de teoras y
doctrinas propias de un conservadurismo contrarrevolucionario. Esta construccin
ideolgica desemboca en una praxis poltica que rechaza el rgimen revolucionario y
justifica el uso de la violencia como nica posibilidad de preservar un orden social
cristiano.
El miedo de los catlicos a los judos y los comunistas bien pudieron tener como
fuente los planteamientos de Charles Maurras, asimilados y difundidos por el jesuita
Bernard Bergend en el contexto del Mxico cristero, si bien existen posturas similares
en otros autores como por ejemplo en Joseph de Maistre y en la propia tradicin catlica.
En trminos simblicos, la idea del complot judeomasnico interpreta los procesos de
secularizacin como la muerte del cristianismo a manos del ms antiguo de sus enemigos,
el pueblo deicida, encarnado en las instituciones liberales, en los protestantes y en los
masones. Se trata en todo caso de una visin de la historia universal que permanece
anclada en la esperanza de salvacin eterna, sin la cual la vida en el mundo moderno
pierde cualquier propsito y sentido existencial. Este ser el caldo de cultivo para las
siguientes generaciones de catlicos que seguirn oponindose al avance de la
secularizacin y la modernidad.
57
El conflicto cristero termin cuando el episcopado mexicano por orden directa del
Vaticano, acept la mediacin del embajador de Estados Unidos, para lograr la reapertura
de los templos y comenzar una nueva etapa en sus las relaciones con el Estado, conocida
como modus vivendi. Para Rene de la Torre, el modus vivendi puede entenderse como un
pacto de no agresin, entre la Iglesia y el Estado y se extiende de 1928 a 1992; se trata de
un modelo de relacin, que obliga a la Iglesia a no meterse en asuntos polticos, siempre
y cuando el Estado no aplique la legislacin constitucional de 1917 relativa a los asuntos
eclesisticos. A pesar de los mencionados acuerdos, los desencuentros entre el
episcopado y el gobierno mexicano continuaron de ah que los arreglos puedan ser
considerados como un simulacro, en la que ninguno de los dos actores implicados ha
respetado al pie de la letra el mencionado acuerdo.96
Despus de la derrota cristera, la Iglesia abandon cualquier pretensin de
promover una accin directa contra el Estado y en lugar de eso promovi desde 1930
nuevas organizaciones menos beligerantes como la Accin Catlica Mexicana, cuyo
objetivo era comenzar una tarea de apostolado. A pesar de los intentos del episcopado
mexicano por desactivar a los sectores cristeros y reintegrarlos al modelo de Accin
Catlica, no fue fcil apaciguar a las huestes cristeras convencidas de continuar la lucha
armada. Para los antiguos ligueros y acejotaemeros era incomprensible e inaceptable que
96
El llamado modus vivendi entre la Iglesia y el Estado est sujeto a diversas periodizaciones, Rene de la
Torre seala que para Roberto Blancarte comienza en 1938 y se rompe en 1950, para Soledad Loaeza inicia
en 1940 y termina en 1960, mientras que para Fernando M. Gonzlez dicho pacto inicia en 1929 y finaliza
en 1992, en La Ecclesia Nostra. El catolicismo desde la perspectiva de los laicos: el caso de Guadalajara,
op. cit, p. 40.
58
59
99
60
101
Pablo Serrano lvarez, La batalla del espritu. El movimiento sinarquista en el Bajo (1932-1951), tomo
I, Mxico, CONACULTA, 1992, p. 150.
102
Fernando M. Gonzlez, Los orgenes y el comienzo de una universidad catlica: sociedades secretas y
jesuitas, Historia y Grafa, nm. 20, 2003, p. 152. En la fundacin de los Tecos participaron los jesuitas
Jess Martnez Aguirre, Manuel Cordero y Manuel Figueroa.
103
Manuel Buenda examina con detalle el imaginario fascista que compartan algunas organizaciones de
origen catlico en el Occidente de Mxico, vase La ultraderecha en Mxico, Mxico, Rayuela, ed.
Fundacin Manuel Buenda, 1996.
104
Los Tecos rompieron su colaboracin con los jesuitas despus de que estos fundaron el Instituto
Tecnolgico y de Estudios Superiores de Occidente (ITESO) en 1958. La razn principal es que vean en
esta nueva universidad privada, una competencia para la Autnoma de Guadalajara fundada en 1935 y que
hasta entonces haba sido el nico centro de educacin superior catlico en Mxico. El deslinde de la
Compaa de Jess comenz hacia 1954 cuando el padre Manuel Aceves, viceprovincial del sector norte,
orden el fin de la colaboracin con los Tecos. En realidad, la posicin de la Compaa fue siempre
ambivalente hacia los grupos juramentados que se organizaron en la dcada de 1930, pues algunos jesuitas
vean con desconfianza sus actitudes radicales y violentas. Esos temores quedaron confirmados cuando un
61
comando de los Tecos atac las instalaciones del ITESO, accin que justificaron acusando a los jesuitas de
ser comunistas infiltrados en la Iglesia. En este conflicto mucho tuvo que ver el viraje de los propios
jesuitas hacia posiciones de izquierda en la segunda mitad del siglo XX, luego de haber sido los principales
organizadores de la resistencia catlica ante el Estado Revolucionario. Para mayores detalles de este
episodio vase Fernando M. Gonzlez, Los orgenes y el comienzo de una universidad catlica:
sociedades secretas y jesuitas, op. cit; p. 186.
105
Guillermo Zermeo y Rubn Aguilar Valenzuela, Hacia una interpretacin del sinarquismo actual,
Mxico, UIA, 1988. p. 73.
106
Jean Meyer, El sinarquismo, el cardenismo y la Iglesia. 1937-1947, op. cit; p. 189.
62
63
64
111
Jean Meyer, La Iglesia catlica en Mxico, 1929-1965, en Erika Pani, Conservadurismo y derechas en
la historia de Mxico, tomo II, op. cit; p. 622.
112
Graciela Ben-Dror, La Iglesia catlica ante el Holocausto. Espaa y Amrica latina, 1933-1945,
Madrid, Alianza, 2005, p. 22.
113
Ibidem, p. 51.
114
Ibidem, p. 157.
65
En tanto que en el contexto mexicano, tambin existi un marcado sentimiento progermnico entre los miembros del episcopado, y en algunos rganos oficiales catlicos,
pero dicha simpata se debi probablemente a una situacin coyuntural, pues vean en los
fascismos en ascenso una barrera de contencin para la expansin del comunismo
internacional. Ms que una verdadera adopcin del programa nacionalsocialista, la
esperanza de los catlicos mexicanos cuyos nimos estaban exacerbados por el desarrollo
del programa cardenista, era que los nazis detuvieran a los bolcheviques que parecan
ganar terreno en el escenario mundial. Otro elemento que pudo potenciar una inclinacin
profascista entre las filas catlicas fue un marcado sentimiento antiyanqui muy extendida
en ese tiempo, pues durante la etapa del cardenismo, adems del comunismo, la jerarqua
catlica senta la potencial amenaza norteamericana en los asuntos mexicanos; dicha
influencia simbolizaba la avanzada del protestantismo.115 La prensa conservadora
mexicana tambin jugo un papel decisivo en la representacin negativa de los yanquis y
comunistas que amenazaban a la patria catlica, por lo que le dio una mayor difusin a
corrientes prohispanistas y franquistas. En ese momento, el fascismo espaol era uno de
los modelos polticos ms aceptados entre la militancia catlica por motivos de afinidad
cultural. Lo que no se ha podido probar es si los grupos catlicos mexicanos iban ms
all de una simple admiracin o de una mera declaracin de principios, puesto que no
existi en el caso mexicano un programa poltico abiertamente fascista.
Con respecto, al nazismo, se presume que su aceptacin en el medio mexicano fue
menor que el hispanismo y el falangismo, pero existi una corriente de opinin pblica
del centro del pas que llevada por el antinorteamericanismo, el anticomunismo y el
115
66
116
Ibidem, p. 80
Ricardo Prez Montfort, Apuntes sobre el exilio alemn en Mxico, en Pablo Yanquelevich, (coord.),
Mxico, Pas refugio. La experiencia de los exiliados en el siglo XX, Mxico, Plaza y Valds,
CONACULTA, INAH, 2002, p. 51.
117
67
la revista Alemania Libre (Freies Deutschland) en 1941 como parte de una estrategia
para unir a las fuerzas latinoamericanas contra Hitler y preparar un regreso a una
Alemania liberada.118
Con la llegada de este conjunto de exiliados, se activ con mayor vehemencia el
furor anticomunista en los medios derechistas como Exclsior, ltimas Noticias y El
Universal. 119 En publicaciones menores como El Hombre Libre y Omega, se cuestionaba
de manera constante la llegada de exiliados europeos. Desde 1934, haba una campaa de
xenofobia contra la inmigracin de judos de origen ruso, de tal manera que atacar a los
inmigrantes era en realidad parte de la agenda de las derechas anticardenista.120 Uno de
los argumentos predilectos de la prensa derechista era la denuncia de supuesto complot
judeomasonico que esta detrs del cardenismo, periodistas como Jos Perdomo y
Salvador Borrego, se distinguieron en este periodo como sus principales cultivadores.
Estas versiones antisemitas y anticomunistas circulaban con mayor profusin en 1937
con el agravamiento de la crisis econmica y con la llegada del revolucionario
bolchevique Len Trotsky, pues haba una clara asociacin entre los judos y los procesos
revolucionarios.
En ese mismo tenor, El Universal exaltaba el triunfo de Franco y se pronunciaba
contra la llegada de los refugiados de la Repblica espaola, esa misma lnea era seguida
en la revista Timn dirigida por Vasconcelos que lanzaba su apoyo a la Espaa
118
Ibidem, p. 53. El activismo alemn de izquierda lleg a tener tanta repercusin en Mxico que fue visto
como una amenaza por parte de los aparatos de inteligencia de Estados Unidos obsesionados con la
amenaza comunista, sobre este aspecto vase Alexander Stephan, El FBI y los exiliados
germanoparlantes en Mxico, en Renata Von Hanffstengel, Cecilia Tercero, (coords.), Mxico, el exilio
bien temperado, Mxico, Instituto de Investigaciones Interculturales germano-mexicanas, A. C. 1995, p.
151.
119
Laura Perez Rosales, Anticardenismo and anti-semitism in Mexico, 1934-1940, en David Sheinin,
Lous Baer Barr, (coords,) The Jewish Diaspora in LatinAmerica. New Studies on History and Literature,
Londres, Routledge, 1996, p. 188.
120
Ibidem, p. 189.
68
Ricardo Prez Montfort, Hispanismo y Falange. Los sueos imperiales de la derecha espaola y Mxico
Mxico, FCE, 1992, p. 129.
122
Silvia Gmez Marn, Prensa y poder poltico en Mxico. La eleccin presidencial de 1940 en la prensa
mexicana, Mxico, UNAM, S. XXI, 2005, p. 24.
123
Vicente Lombardo Toledano, Los catlicos frente al fascismo, (1934), en Obras completas vol. XII,
Puebla, Gobierno del Estado de Puebla, 1991, p. 137.
124
Prez Montfort, Por la Patria y por la Raza, op. cit; p. 66.
69
avance del fascismo en Mxico y sus nexos con la Unin Nacional Sinarquista. Sus
textos sirvieron para hacer de la derecha nazifascista, una realidad en el periodo
cardenista.125
En todo caso, Alemania estaba interesada en mantener una corriente de opinin
favorable en Latinoamrica por estrategia geopoltica; Mxico por ejemplo, era
considerado un importante proveedor de materias primas, sobre todo de crudo.126 En este
sentido, Sthepen Niblo sostiene que Jos Vasconcelos reciban dinero del agente alemn
Arthur Dietrich para la revista Timn, de igual manera algunos periodistas como Miguel
Ordorica y Salvador Borrego que trabajaban en ltimas Noticias mantenan una lnea
editorial pronazi, pues la mayor parte de su informacin publicada provena de la agencia
alemana Transocean. Una vez que empez la Segunda Guerra mundial, Exclsior segua
siendo un bastin de la causa nazi y una fuente de preocupacin para los aliados.
Entonces el comit de prensa aliada forz a Exclsior a modificar su poltica editorial;
mediante presiones diplomticas y financieras obligaron al entonces director Rodrigo de
Llano a darle licencia indefinida al director pronazi de ltimas Noticias Miguel
Ordorica.127
Con la llegada al poder de Manuel vila Camacho, las retricas anticomunistas y
paranoicas del periodo cardenista habrn de atenuarse, en aras de mantener la unidad
nacional de cara a la guerra que se avecinaba. Sin embargo, el anticomunismo haba
demostrado ser un importante factor de movilizacin de las energas sociales de tal
manera que los propios medios oficiales comenzaron a instrumentalizarlo para someter
125
Vase Mario Gill, El sinarquismo. Su origen, su esencia, su misin, Mxico, ed. del Comit de Defensa
Revolucionaria, 1944.
126
Brgida Von Mentz, Verena Radkau, Daniela Spenser y Ricardo Prez Montfort, Los empresarios
alemanes, el Tercer Reich y la oposicin de derecha a Crdenas. Tomo II, Mxico, CIESAS, 1984, p. 141.
127
Stephen Niblo, Mxico en los cuarenta. Modernidad y corrupcin, Mxico, Ocano, 2008, p. 269.
70
128
71
el
catolicismo
social
los
elementos
clsicos
del
pensamiento
Para Jean-Marie Mayeur, la democracia cristiana surge como opcin poltica en las naciones donde el
catolicismo deja de ser la religin de Estado. En trminos generales expresa la voluntad de los catlicos de
luchar contra la poltica laicista del mundo moderno, para lo cual en la mayor parte de los casos se
organizaron en partidos cuyo programa se inspiraba en una concepcin social cristiana. Dicha propuesta
rechaza el individualismo, desconfa del industrialismo y hace una apologa del orden corporativo. Su
principal fuente de inspiracin es la encclica Rerum Novarum (1891) de Len XIII, que seala las vas de
participacin social y poltica para los catlicos en los nuevos Estados predominantemente laicos del
mundo occidental. A fines del siglo XIX surgen partidos, sindicatos y asociaciones de laicos catlicos que
integran lo que se ha venido a denominar catolicismo social, en Los partidos catlicos y demcratas
cristianos, un intento de definicin, Mxico, IMDOSOC, 1987, p. 16.
73
afirmaba en las reuniones familiares que los catlicos eran perseguidos por su falta de
unin. Si tanto se quejaba de los atropellos de la turba revolucionaria, pensaba Abascal,
entonces por qu no se defenda? An no saba que su padre junto con el entonces
cannigo Luis Mara Martnez amigo de la familia, trabajaban ya en expansin de una
organizacin clandestina, la Unin Catlica Mexicana conocida simplemente como la U.
Esta organizacin fundada por Martnez en mayo de 1915, tena como objetivo organizar
a los catlicos con fines electorales, no obstante, pronto tom un giro ms combativo
pues sus miembros actuaban de manera clandestina.131
Segn relata Abascal en sus memorias, su padre actuaba de manera encubierta
como promotor de la U por todo el pas, se haca pasar como visitador de los consejos de
los Caballeros de Coln, para organizar nuevas clulas de la organizacin secreta, con la
intencin de iniciar una rebelin armada contra el gobierno revolucionario.132 La
militancia de Adalberto Abascal en las filas de la U, muestra en alguna medida el
compromiso que su familia habra de tener con la causa del catolicismo ms radical e
intransigente. Abascal ofrece pocos datos sobre la formacin ideolgica de su padre o de
otros integrantes de la organizacin, ms all del carcter clandestino con el que
actuaban, lo que si queda evidenciado es el carcter militarista de la mencionada U, pues
131
La Unin Catlica Mexicana constituye el germen de la extrema derecha en Mxico, fue fundada en
1915 en Morelia por el entonces cannigo Luis Mara Martnez. Desde 1920 hasta 1925, Adalberto Abascal
se convirti en uno de sus principales promotores, sobre esta organizacin vase los siguientes artculos de
Yves Sols, El origen de la ultraderecha en Mxico: la U, y Asociacin espiritual o masonera catlica:
op. cit; de igual manera, Fernando M. Gonzlez afirma que La Unin de Catlicos Mexicanos fue el
semillero de los grupos radicales juramentados de inspiracin catlica como Las Legiones, La Base, Los
Tecos, los Conejos y El Yunque, entre otros organismos. Para una visin panormica de estos organismos
vase su artculo sociedades reservadas catlicas y democracia, en Roger Bartra (comp.), Gobierno,
derecha moderna y democracia en Mxico, op. cit; p. 131.
132
Salvador Abascal, Mis recuerdos. Sinarquismo y Mara Auxiliadora, Mxico, Tradicin, 1980, pp. 49,
143.
74
algunos lderes cristeros como Luis Navarro Origel y Jess Degollado Guizar pasaron por
sus filas.133
Mientras su padre organizaba la lucha contra la Revolucin atea, Salvador
Abascal ingres hacia 1921 al seminario de Morelia con la intencin de cumplir con su
pretendida vocacin sacerdotal. No obstante, despus de cinco aos como seminarista se
da cuenta, segn sus propias palabras, de que no posea la fuerza suficiente para cumplir
con las demandas de la vida religiosa. Una vez que abandon su pretensin de convertirse
en sacerdote en 1925, opt por ingresar a la Escuela Libre de Derecho para graduarse en
1931 con una tesis sobre la antijuricidad de las Leyes de Reforma. Para ese momento,
Abascal tena claro que el centro de la nacionalidad mexicana era la herencia catlica y
espaola que deba de ser defendida del liberalismo destructor de la fe cristiana. Ya
pesaba en su visin poltica la estancia en el seminario de Morelia y en una institucin
conservadora por excelencia como la Escuela Libre de Derecho, esa misma orientacin lo
llevara pronto a seguir los mismos pasos de su padre. A pesar sus tempranas
experiencias y del compromiso que tena su familia con la causa de la Iglesia, Abascal,
poco o nada tuvo que ver con la revuelta cristera, pues l mismo plantea que su padre
nunca lo involucr en sus actividades, ni estuvo al tanto del conflicto entre la Iglesia y el
Estado. Su misin era estudiar y no parece haber estado interesado en los avatares de la
revuelta cristera.
Despus egresar de la Libre de Derecho, toma la decisin de buscar suerte como
juez en Ayutla en 1931, donde se enfrent al poder de los caciques locales. Pronto se vio
desilusionado por el sistema de justicia imperante y prefiri renunciar en 1932 luego de
133
Segn Abascal, entre los miembros ilustres que formaron parte de la Unin Catlica Mexicana, se
encuentran Jess Degollado y Guizar general en jefe del ejrcito cristero, Miguel Palomar y Vizcarra,
vicepresidente de la Liga Nacional para la Defensa de los Derechos Religiosos y Luis Navarro Origel.
75
134
Ibidem, p. 65.
Ibidem, p. 122.
136
La segunda cristiada inici en abril de 1935 encabezada por un antiguo cristero, Lauro Rocha quien
como muchos catlicos, estaba inconforme con los arreglos de 1929 entre el Estado y la Iglesia catlica.
El alzamiento se debilit con la muerte de Rocha a fines de 1936 y con la posterior rendicin de Filiberto
Arredondo, otro de los lderes, en enero de 1937.
135
76
Santacruz quien desplaz de la jefatura al fundador Manuel Romo de Alba. Las Legiones,
ya bajo el control de Santacruz y los jesuitas, se transformaron en la Base, en adelante
ya no se buscara la accin directa sino la accin cvica.137
La consecuencia directa de esta nueva orientacin fue el estancamiento y el
desaliento de los militantes; para evitar una desbandada total, el 23 de mayo de de 1937
se funda oficialmente la Unin Nacional Sinarquista. Segn relata el propio Abascal, se
reuni en Len Guanajuato con Jos Antonio Urquiza, Jos Trueba Olivares y Manuel
Zermeo, legionarios como l, para afinar los detalles de la nueva organizacin. Los tres
ltimos personajes coincidan en que el sinarquismo deba comenzar una labor gradual,
mientras que Abascal era partidario de un ataque frontal al gobierno revolucionario, que
segn su parecer haba pasado de liberal a socialista durante el cardenismo.
Como Salvador Abascal, no logra ponerse de acuerdo con los otros miembros
fundadores del sinarquismo, sigue con sus labores de proselitismo en las Legiones; en
mayo de 1938 organiza la toma de Villahermosa, Tabasco. Al frente de una
contingente de campesinos libera los templos cerrados por orden del gobernador
Toms Garrido Canabal, para reiniciar el culto catlico, en la accin mueren varios
catlicos a manos de las fuerzas federales, por lo que el presidente Crdenas ordena la
suspensin de la ley anticlerical, el 22 de mayo del mismo ao. 138 A continuacin
Abascal se integra plenamente al sinarquismo y como fruto de esta experiencia, har de la
movilizacin, los mtines y los choques violentos la estrategia permanente de la
organizacin.
137
Servando Ortoll, La oposicin de los catlicos radicales, en Jos Mara Muri (dir.), Historia de
Jalisco, tomo IV, Guadalajara, Gobierno de Jalisco, 1982, p. 579.
138
Jean Meyer, El sinarquismo, el Cardenismo y la Iglesia, 1937-1947, op. cit, p. 51.
77
78
agosto de 1940 y de julio de 1941, en ese periodo, las milicias sinarquistas controlan
alrededor de cuatrocientas poblaciones. Cuando el presidente vila Camacho visita el 18
de mayo de 1941 la ciudad de Morelia, los sinarquistas aprovechan la ocasin para
mostrar su fuerza en ocasin de su cuarto aniversario, veinte mil sinarquistas marchan por
la ciudad, para luego dispersarse sin mayor contratiempo. Una semana ms tarde, el 25 de
mayo, cuarenta mil hombres festejan en Len Guanajuato, el cuarto ao de la era
sinarquista. Estas demostraciones prueban la vitalidad del sinarquismo, pues tiene
presencia en buena parte del territorio nacional y en sur de Estados Unidos, para ese
momento suma cerca de cuatrocientos mil miembros.141 De igual manera, se intensifican
los choques entre los sinarquistas y el ejrcito, dejando un saldo de numerosos muertos y
heridos de ambos bandos. No faltan entre los sinarquistas, quienes estn dispuestos a
enfrentar de manera directa al rgimen revolucionario, incluyendo a su lder Salvador
Abascal.
Cuando pareca que el sinarquismo iba a convertirse en un nuevo movimiento
armado de inspiracin catlica, Abascal fue destituido como jefe nacional y se vio
obligado a ceder el mando a un hombre moderado como Manuel Torres Bueno en octubre
de 1941.142 Como se mencion anteriormente, el sinarquismo no era una organizacin
independiente sino subordinada a la Base bajo el control de Antonio Santacruz quien al
ver el creciente radicalismo de Abascal decidi removerlo de su puesto. En la cima de su
podero Abascal decide abandonar la jefatura nacional, para evitar la posibilidad de
fragmentar la organizacin, nadie pareci oponerse ni sus ms cercanos colaboradores
141
79
como Alfonso Trueba y Juan Ignacio Padilla, porque segn dice l mismo, le dieron la
espalda por su tendencia autoritaria y extremista.143
Ms all de las tensiones internas existentes en el seno del sinarquismo, la
principal causa de la salida de Abascal de la jefatura nacional, fue la entrada de Estados
Unidos en la Segunda Guerra Mundial. El gobierno estadounidense vea en el
sinarquismo dirigido y modelado por Salvador Abascal, el germen del fascismo en
Amrica Latina. Ante la gravedad de la situacin internacional, se impuso un cambio de
agenda poltica en el frente nacional, de tal manera que el propio gobierno mexicano, el
episcopado y el lder de la Base Antonio Santacruz colaboraron estrechamente para
precipitar la eliminacin poltica de Abascal.144 En los primeros aos del gobierno de
Manuel vila Camacho, el sinarquismo sirvi para contener a la izquierda cardenista,
pero con el nuevo escenario internacional, el extremismo poltico de Abascal se convirti
en un obstculo para la alianza entre la Iglesia y el Estado. Cuando Abascal sale de la
dirigencia nacional sinarquista, se conjura un nuevo levantamiento armado de las filas
catlicas y su vertiginosa carrera se frena de golpe, pues como seala Jean Meyer, la
consecuencia inmediata de su salida, es la incorporacin del sinarquismo a las filas de la
oposicin leal del sistema poltico mexicano. La cada de Abascal significa el fin del
experimento contrarrevolucionario que constituye en su momento el sinarquismo, pero su
figura representa una mutacin en la militancia catlica de medio siglo, que deja de
alimentar su accin poltica exclusivamente de la doctrina social de la Iglesia, para buscar
soluciones ms autoritarias.
143
144
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145
146
81
147
148
82
sus colonos, pero en ningn momento parece flaquear ni dudar del eventual xito de la
colonia. Paradjicamente, quien ayuda en los momentos ms desesperados a los
sinarquistas, es ni ms ni menos que el general Francisco J. Mjica quien por aquel
entonces era el jefe poltico del territorio de Baja California sur.
Abascal tena cada vez ms conflictos con la jefatura nacional sinarquista por los
escasos resultados econmicos de la colonia; para defender su proyecto dej sus tareas en
California y asisti a una reunin en Morelia en diciembre de 1942 en la que recibi el
apoyo incondicional de los jefes nacionales. Gracias al amplio liderazgo que todava
conservaba entre las filas sinarquistas, pudo mantener el control de la colonia sinarquista,
a pesar de la marcada oposicin de Torres Bueno y de Antonio Santacruz. A mediados de
1943, el propio Abascal vio quebrantada su salud por el hambre y el agotamiento, por lo
que se vio obligado a convalecer en Morelia. Durante su estancia se da cuenta del viraje
ideolgico del sinarquismo, pues en lugar de la acostumbrada virulencia del nacionalismo
hispanista presente en las pginas de El Sinarquista, prevalece ahora una lnea editorial
pro-yankfila. Sobre este cambio de orientacin Abascal dira con honda decepcin:
Jams me haba imaginado que Torres Bueno sacrificara la dignidad del Movimiento, la
verdad histrica y la pureza de la doctrina.149
En julio de 1943, Abascal sostuvo una airada discusin con el mismo Manuel
Torres Bueno y con Antonio Santacruz, en la que rompe con la jefatura sinarquista, pues
estaba convencido de que ambos saboteaban el progreso de la colonia Mara
Auxiliadora.150 Ms tarde revelara en sus memorias que tena la firma intencin de
arrebatarle a Torres Bueno la jefatura sinarquista a fines de 1944, pero primero deba
149
150
Ibidem, p. 621.
Ibidem, p. 624.
83
salvar a Mara Auxiliadora. Sin embargo, antes de ejecutar su plan, Abascal es obligado a
salir de la colonia sudcaliforniana, en marzo de 1944, en su decisin final pes la
intervencin de un viejo amigo de su familia, su padrino el ahora arzobispo de Mxico
Luis Mara Martnez, el mismo personaje que fund y extendi la U junto con su
padre.151 Abascal reconoce en sus memorias, que en un principio se neg a entregar la
colonia, pero que no pudo rechazar la peticin del jefe de la Iglesia mexicana.
Abascal acata las disposiciones eclesisticas y se retira en silencio, sin embargo,
no tard mucho en acusar pblicamente de traidores a Manuel Torres Bueno y a Antonio
Santacruz, en el diario Novedades en mayo de 1944. Abascal est convencido de que
estos personajes sabotearon su proyecto colonizador y entregaron el movimiento
sinarquista al gobierno yanqui.152 Acto seguido, Abascal es expulsado de la UNS y
junto con l, se marchan algunos jefes importantes como los hermanos Trueba,
provocando una fractura definitiva en las filas sinarquistas. Luego de la tormenta
desatada por Abascal, Juan Ignacio Padilla, segundo de Torres Bueno, quiere recuperar la
credibilidad del sinarquismo y hace un llamado pblico al ejrcito para que detenga un
supuesto golpe comunista en marcha.153 Ante semejante error de clculo poltico, el
gobierno de vila Camacho vio llegado el momento de liquidar al sinarquismo que si
bien haba colaborado en el proyecto de unidad nacional durante el transcurso de la
guerra, no dejaba de ser incomodo para el rgimen revolucionario. Para tales efectos se
comenzaron a prohibir los mtines sinarquistas en los estados donde tena mayor
influencia y fue suspendida la publicacin de El Sinarquista. La embestida del gobierno
afect seriamente la capacidad operativa de la organizacin; a mediados de 1944 la
151
Ibidem, p. 680.
Ibidem, p. 697.
153
Garca de Len, op. cit; p. 268.
152
84
confusin era total entre las filas sinarquistas. La crisis se agudiza pues semana tras
semana Abascal denuncia la traicin de los dirigentes nacional. En medio de la debacle
sinarquista, la faccin abascalista se prepara para retomar el control y enfilar la
organizacin hacia la toma del poder, pero como seala Meyer, ya es demasiado tarde, la
hora del golpe ha pasado, pues entre las filas sinarquistas cunde la desorganizacin.154
Para evitar la desbandada general, Manuel Torres Bueno acab por romper con el
dominio de la Base en 1945, quedndose como nico lder de la organizacin.155 En
seguida, los miembros de la Base desconocen su jefatura y decide imponer como jefe a
Carlos Athie Carrasco. De esta divisin surgen tres grandes tendencias: el sinarquismo
cvico social de Antonio Santacruz dirigente de la Base, el sinarquismo mstico-social,
ligado a las Legiones representado por Salvador Abascal; y el sinarquismo cvico-poltico
que se transformase en Partido Demcrata Mexicano.156 Esta ltima corriente es la que ha
mantenido mayor presencia, al obtener su registro como partido poltico durante el
sexenio de Lpez Portillo. Sin embargo, el sinarquismo no logr recuperar la fuerza ni la
influencia que alguna vez lleg a tener bajo el mando Salvador Abascal.
El sinarquismo un fascismo mexicano?
Durante el gobierno cardenista, el sinarquismo fue acusado de ser la quinta columna
nazi en Mxico; su adhesin pblica al franquismo fue el combustible que aliment esta
versin. La izquierda cardenista difunda en la prensa nacional versiones sobre un
supuesto complot para derrocar al gobierno mexicano orquestado por las potencias del
Eje, en complicidad con las fuerzas de la reaccin integradas por la Iglesia catlica y los
empresarios. En vsperas de la Segunda Guerra Mundial, y dadas las circunstancias
154
85
Ricardo Prez Montfort, El discurso nacionalista en Mxico, en Brgida Von Mentz, Verena Radkau y
Daniela Spenser, Los empresarios alemanes, el Tercer Reich y la oposicin de derecha a Crdenas, tomo
II, Mxico, CIESAS, 1987, p. 311.
158
Mario Gill fue un destacado periodista miembro del Partido Comunista Mexicano, y cercano a Vicente
Lombardo Toledano, su nombre real era Carlos Velazco Gil (1900-1973).
159
Mario Gill, Sinarquismo, su esencia su misin, op. cit, p. 67 y del mismo autor La dcada brbara,
edicin facsimilar, Mxico, INERHM, 2003, p. 135. La versin de Gill sobre los presuntos nexos del
sinarquismo con la Alemania nazi, parece estar basada en los informes de la inteligencia estadounidense y
del propio gobierno mexicano. As parece confirmarlo Juan Alberto Cedillo en su reportaje Los nazis en
Mxico, Mxico, Debate, 2007, pp. 68, 69, 78. El autor coincide con la versin de Mario Gill sobre la
participacin de agentes nazis en la fundacin y financiamiento del sinarquismo, basndose en los reportes
de inteligencia naval estadounidense del 8 de abril de 1940, del 30 de marzo de 1942 y del 2 de febrero de
1944 respectivamente. Por su parte Salvador Abascal afirma que la propia embajada de Estados Unidos
recogi la historia del sinarquismo nazifascista del lder obrero Vicente Lombardo Toledano, vase Mis
Recuerdos, op.cit; pp. 402, 403, 404.
86
Estado. Para Mario Gill, el sinarquismo es fascista porque cultiva una ideologa que
exalta el peligro, la sangre, el sacrificio y la muerte. Desde su perspectiva, el sinarquismo
es una copia de la falange espaola, pues tiene una estructura paramilitar que exige la
formacin de cuadros y una oficialidad preparada tcnicamente con nociones de estado
mayor. La idea de la quinta columna lleg a tener sentido desde una perspectiva
geopoltica, pues antes de la guerra, Mxico tena un valor estratgico como productor de
petrleo para la Alemania nazi. No obstante, los informes de la inteligencia naval
estadounidense que confirman la estrecha colaboracin entre Abascal, el Sinarquismo y
la Alemania nazi, deben ser revisados con las reservas del caso, pues estaban redactados
en un tono alarmista o bien carecan de sustento.160
Ms all de las posibles relaciones entre el sinarquismo y el nazismo, las cuales
parecen inverosmiles, sigue sin quedar completamente claro el perfil ideolgico del
sinarquismo; desde su fundacin su rasgo distintivo ha sido la ambigedad de sus
objetivos polticos. Para Jean Meyer, el sinarquismo, no tiene ninguna relacin
doctrinaria con el nacionalsocialismo, si bien reconoce su carcter antidemocrtico y
anticomunista, prefiere definirlo como un nacionalismo-populista y catlico. La cercana
del sinarquismo con el fascismo, seala, Meyer, est en el estilo, en el ropaje exterior de
la organizacin.161
160
Prez Montfort, El discurso nacionalista en Mxico, en Brgida Von Mentz, Verena Radkau y Daniela
Spenser, Los empresarios alemanes, el Tercer Reich y la oposicin de derecha a Crdenas, op. cit; p. 317.
Segn el autor, la presencia de grupos nazis y su relacin con la oposicin cardenista es innegable, pero su
influencia se redujo al nivel propagandstico.
161
Meyer, op. cit; p. 176. La ambigedad del sinarquismo deriva la existencia de dos grandes corrientes al
interior de la dirigencia nacional; el grupo mayoritario de la Base encabezada por Antonio Santacruz era
partidario de la accin cvica, en cambio el sector ms joven y radical pensaban hacerse del poder por la va
armada. Esta tensin interna acab por neutralizar la fuerza que lleg a tener el sinarquismo.
87
162
Vase por ejemplo, la enorme gama de estudios y enfoques sobre los fascismos europeos en Aristotle A.
Kallis (edit.), The fascism Reader, Londres, Routledge, 2000.
163
Robert Paxton, Anatoma del fascismo, Barcelona, pennsula, 2003, p. 33.
164
Ibidem, p. 175. El rgimen fascista, dice Paxton, se ve obligado a seguir un empuje dinmico para
cumplir sus promesas y dar la sensacin de una espiral incesante y creciente de triunfos, de no ser as, se
arriesga a convertirse en un autoritarismo ms clsico en trminos polticos; el resultado es un paroxismo
final de autodestruccin. Algunos regimenes como el franquismo que pudieron seguir el camino de la
Alemania nazi, se detuvieron justo antes de llegar a la fase final de la radicalizacin, para derivar en una
forma poltica ms autoritaria que fascista. El franquismo desencaden una brutal represin que cost la
vida de alrededor de 200.000 personas, pero cuando tuvo la oportunidad continuar expandindose renunci
al dinamismo fascista. La clave parece estar segn Paxton, en el sistema de gobierno fascista que promueve
88
la competencia de sus funcionarios por estar a tono con el caudillo, de tal manera que stos siempre estn
deseosos de acelerar el paso, lo que detona una energa explosiva que debe ser canalizada en la guerra.
165
Meyer, op. cit; p. 160.
166
Austreberto Martnez Villegas, La legin de San Miguel Arcngel: nacionalismo y cristianismo
ortodoxo en la Rumania de entreguerras (1924-1941). (S/R) El autor define al movimiento legionario de
Codreanu como nacionalista de base religiosa, sin ser propiamente fascista.
89
167
Z. Barbu, Romania: The Iron Guard en Aristotle A. Kallis (edit.), The fascism Reader, op. cit; p. 200.
Nadie que haya vivido en ese periodo en Rumania, dice Barbu, olvida las demostraciones de los camisas
verdes, una mezcla de protesta poltica y procesin religiosa. El mayor periodo de esplendor legionario se
dio entre 1930 y 1940, pues lleg a obtener un buen porcentaje de la preferencias electorales, su ascenso
fue visto como potencial amenazada por el gobierno dictatorial del rey Carol, que dio muerte a Codreanu
en 1938. En 1940, La Legin de San Miguel integr un gobierno de coalicin con el general Antonescu
hasta 1941cuando los legionarios volvieron ser perseguidos y proscritos durante la ocupacin nazi.
168
Abascal, op. cit; 142.
169
Ibidem, p. 143.
90
Segn Abascal, la estrategia para terminar con el rgimen revolucionario era socavar sus
propias bases sociales; esa trasformacin deba comenzar con una nueva organizacin
integrada por obreros y campesinos que fueran al mismo tiempo monjes y soldados. Este
fue el comienzo de la milicia del espritu, que deba ser el ncleo de una cristiandad
renovada: Yo [menciona Abascal] quera edificar sobre roca, no sobre arena movediza.
Yo quera la conquista de los corazones antes de sonar en la conquista del Poder. Yo
quera que las quejas del pueblo no se quedaran al ras del suelo, sino que subieran al
trono del Altsimo hasta conmover sus entraas de Padre y hacer que nos suscitara al
libertador, como suscit a Moiss para librar a su pueblo- cuando a El clam- de la
esclavitud de Egipto.170 Desde esta perspectiva, la militarizacin del sinarquismo era
slo un medio para salvar a la patria: confiaba en que el Poder se nos vendra a las
manos con el inevitable uso de la fuerza, pero ms que nada como una consecuencia,
como fruto de la regeneracin espiritual del pueblo, que aun cuando a la sazn andaba ya
muy mal, muy lejos se hallaba todava de la espantosa corrupcin en que est en todos
sus estratos sociales, por lo cual no se puede esperar ya la salvacin sino de un diluvio de
fuego.171 Entre lneas se puede advertir que Abascal plane una fase inicial de
resistencia civil y de formacin cvica y religiosa de los contingentes sinarquistas, para
luego lanzarse a la lucha abierta contra el gobierno revolucionario. Se trata de una visin
parecida a la de Codreanu, pues suea con el surgimiento de un hombre nuevo, que
encarne los valores ms puros del catolicismo premoderno. Ese hombre nuevo, purificado
por medio de una vida asctica, es el sinarquista que mediante el ejemplo y el
proselitismo debe encabezar una contrarrevolucin desde abajo.
170
171
Ibidem, p. 263.
Ibidem, p.190.
91
172
El origen de Jus como proyecto editorial se remonta a 1938, cuando aparece la revista con el mismo
nombre. El consejo editorial estuvo integrado por destacados personajes del conservadurismo mexicano,
como Antonio Caso, Toribio Esquivel Obregn, Manuel Gmez Morn, Efran Gonzlez Luna y Manuel
Herrera Lasso.
92
173
Jaime Del Arenal La otra historia, en Conrado Hernndez Lpez, Tendencias y corrientes de la
historiografa mexicana del siglo XX, op. cit; p. 63.
174
Alberto Mara Carreo edit la revista Divulgacin Histrica en 1940 con una periodicidad mensual y
cuyo objetivo era difundir la historia colonial con una marcada tendencia hispanista muy similar a la que
imprimira Salvador Abascal en Jus.
93
dio un paso verdaderamente radical cuando public Derrota Mundial del periodista
Salvador Borrego.
Desde 1957 a 1970, las prensas de Jus sacaron a la luz el manifiesto antisemita y
pronazi de Borrego, quien tena una amistad con Abascal desde el sexenio cardenista.
Este evento no deja de tener cierta significacin, porque en el contexto del Mxico
moderno eran pocos los espacios que podan dar cabida a semejante planteamiento
ideolgico, pero lo ms notable es que el propio Abascal haya publicado una apologa al
nacionalsocialismo, lo que bien pudo haber dado lugar a nuevas especulaciones sobre la
relacin entre el sinarquismo y la Alemania nazi. La mayora de sus textos estn
impregnados de un fervor prohispanista muy propio del franquismo, pero se muestra
hostil hacia el nacionalsocialismo por considerarlo un sistema pagano y anticristiano por
qu entonces publica una apologa del nazismo? Es posible que Abascal no fuera
realmente partidario de la Alemania nazi, pero si coincida en las posturas antisemitas y
anticomunistas expresadas por Salvador Borrego en Derrota Mundial, y con eso bast
para que decidiera publicar sus libros.175 Ambos personajes compartan un feroz
antisemitismo que los llev a negar el holocausto como hecho histrico, adems tenan en
comn una visin muy similar del orden poltico mundial, por lo que habran de tener una
colaboracin muy estrecha durante varias dcadas.
La publicacin de Derrota Mundial, provoc una primera disputa entre Salvador
Abascal y Manuel Gmez Morn, entonces principal accionista de Jus, quien le
reprochaba al primero haber editado semejante panfleto antisemita. Las tensiones
aumentaron en 1969 pues Abascal no quiso editar un folleto de Adolfo Christlieb, porque
175
Para Edgar Gonzlez Ruiz, resulta poco creble que Salvador Abascal no tuviera simpatas por el
nazismo pues nunca publicaba textos contrarios a sus convicciones, en Los Abascal. Conservadores a
Ultranza, op. cit, p. 86.
94
176
Ibidem, p. 79.
Salvador Abascal, La Revolucin antimexicana, Mxico, editorial Tradicin, 1978, p. 76.
178
Este personaje fue un periodista cercano a la Accin Francesa de Maurras y se distingui por ser un
activo colaborador del gobierno del Mariscal Petain, durante la ocupacin alemana. De Jaques Ploncard,
se edit en Tradicin Salazar, Mxico, Tradicin, 1975, y Los Francmasones, Mxico, Tradicin, 1980,
respectivamente.
177
95
mexicanos. El mismo Abascal, se dio a la tarea de escribir una buena cantidad de obras
de corte histrico y poltico:
La Secta socialista (1971).
Contra Herejes y cismticos (1973).
En legtima defensa del Papado (1973).
La revolucin antimexicana (1978).
El papa nunca ha sido ni ser hereje (1979).
Mis recuerdos. Sinarquismo y colonia Mara Auxiliadora (1980).
Madero, dictador infortunado (1983).
La Constitucin de 1917, destructora de la nacin (1984).
La Revolucin de la Reforma de 1833 a 1848 (1983).
Jurez Marxista (1984).
Toms Garrido Canabal. Sin Dios, sin curas, sin Iglesias: 1919 a 1935 (1987).
Crdenas, presidente comunista. (1988-1989).
La Revolucin mundial, de Herodes a Bush (1992).
El cura Hidalgo de Rodillas (1996).
La Inquisicin en Hispanoamrica (1998).
El matrimonio a la luz del derecho natural y de la revelacin (1998).
Enrique Krauze, historiador? (1993).
La espada y la cruz de la evangelizacin, 1993.
La verdad sobre Chiapas -1523 a 1824- y el comandante Samuel. (1994).
La mayor parte de los textos arriba mencionados se apegan a una visin conservadora del
pasado, pues Abascal tiene como fuente principal el vasto corpus de textos histricos
publicados por Jus; su giro interpretativo est en la incorporacin de la tesis del complot
judeocomunista como principio explicativo de la realidad nacional. Su produccin puede
dividirse en tres grandes ejes temticos: historia de Mxico, problemas teolgicos, y
cuestiones ideolgicas y de actualidad poltica. La mayora de sus textos se caracterizan
por su rigor y erudicin, aun y cuando sus planteamientos no estn exentos de
simplificaciones y perspectivas maniqueas. El mrito de Abascal fue haber producido un
planteamiento ideolgico consistente y sistemtico en la etapa madura de su vida, el
origen de sus concepciones as como el alcance de sus planteamientos, sern revisados en
los prximos apartados.
96
Paplatras y papfobos.
Una de las constantes preocupaciones de Salvador Abascal en su produccin textual, es la
defensa del catolicismo desde una perspectiva integral e intransigente. Sus energas como
militante, escritor y polemista no solamente estuvieron dirigidas contra la Revolucin
atea y sus partidarios, tambin cuestion pblicamente a los sectores catlicos que se
desde su punto de vista se alejaban de la ortodoxia doctrinal. Sus principales blancos en
las filas catlicas fueron los propios grupos integristas que renegaron de la autoridad
papal y los partidarios de la teologa de la liberacin, a los primeros los llam
cismticos y a los segundos herejes.
El Concilio Vaticano II celebrado entre el 11 de octubre de 1962 y el 8 diciembre
de 1965, es la coyuntura que marca el inicio de la disputa entre Abascal y los sectores
catlicos arriba mencionados. Una vez que comenzaron a sentirse los efectos
posconciliares, Abascal fue de los primeros en sealar que la Iglesia estaba cediendo
frente a los progresistas y los comunistas, esta misma opinin era compartida por
Anacleto Gonzlez Flores hijo quien comandaba a los Tecos de Guadalajara.179 Abascal y
Gonzlez Flores llevaron una buena amistad hasta la publicacin del Nuevo Ordo Misae
de Paulo VI, momento en que el segundo desconoci la autoridad papal y declar que la
Santa Sede estaba vacante. Semejante postura result inaceptable aun para Salvador
Abascal, lo que le vali ser acusado de ser nada menos que judo.180 En respuesta,
Abascal public En Legtima defensa y ms en defensa del Papado (1973), donde
179
97
sostiene que ningn sucesor de Pedro puede ser hereje.181 La polmica continu en
ascenso hasta que un grupo de jvenes presuntamente enviado por Gonzlez Flores,
apedre la casa de los Abascal el 11 julio de 1973; en la barda de enfrente dejaron un
mensaje: Papoltras judos, mercenarios.182
Abascal continua con este debate en El Papa nunca ha sido ni ser un hereje
(1979), esta vez su contrincante es Joaqun Senz de Arriaga, un jesuita cismtico
seguidor de Marcel lefebvre, que se opona a las reformas conciliares en el escenario
nacional. Tambin polemiza con Gloria Riestra, una periodista cercana a organizaciones
catlicas, que comparta las posiciones lefebvristas.183 Para Abascal estos planteamientos
constituyen una verdadera hereja, porque el papa gobierna la Iglesia catlica por
mandato de Cristo por lo que no puede ser cuestionado si no por Cristo mismo.184 Como
seala Gonzlez Ruiz, esta conviccin lo lleva a ser demasiado indulgente con algunos
pontfices de la historia que no se distinguieron precisamente por su piedad cristiana. No
obstante, Abascal est convencido de que no importa si el papa es un terrible pecador,
pues la fe en Jesucristo basta para ser el sucesor de Pedro y cabeza de la Iglesia. 185 Para
181
98
Abascal, las posiciones lefebrvistas, y cismticas que defienden Sainz de Arriaga y Gloria
Riestra no tienen fundamento teolgico alguno, para respaldar sus aseveraciones hace una
extensa revisin de la historia de los concilios para llegar a una sola conclusin: Jess, no
puede permitir que su Vicario falle en lo esencial y necesario.186
En estas posiciones, Abascal parece anticipar la admiracin que importantes
sectores de la poblacin mexicana habran de profesarle a Juan Pablo II. La veneracin
que expresa Abascal por el pontfice parece tener como fuente de explicacin la
constitucin Pastor Aeternus, aprobada en el Concilio Vaticano I donde se defina la
infabilidad pontificia.187 Desde su punto de vista, la mayor parte de las innovaciones
posconciliares estn respaldadas por la historia de la doctrina y el derecho cannico,
incluso la sustitucin del latn en la misa por lenguas vernculas, era necesaria en
trminos prcticos para que todo el pueblo pueda escuchar y entender sus mensaje y no
solo algunos cuantos privilegiados.188 En cambio, para el sector catlico intransigente,
estos cambios litrgicos constituyen una traicin al espritu tridentino fortalecido por Po
IX en el Concilio Vaticano I, frente a las concepciones liberales de fines del siglo XIX.
Abascal, por su parte, no perciba ninguna traicin a los principios tridentinos en
el Concilio Vaticano II, pues consideraba que sus propuestas de renovacin eran
necesarias para hacerle frente a la crisis de la Iglesia en el mundo moderno. Este
diagnostico es acertado, pues hacia la segunda mitad del siglo XX el proceso de
secularizacin occidental haba llegado a tal grado de desarrollo que amenazaba con
eliminar cualquier rasgo religioso de las sociedades modernas, en ese contexto el
cristianismo pareca estar en franca decadencia, la que se manifestaba en un marcado
186
Ibidem, p. 139.
Metz, op. cit. p. 67.
188
Abascal, op. cit; p. 151.
187
99
189
Perrin, op. cit; p. 49. Para el caso mexicano el descenso de las vocaciones sacerdotales se hizo ms
evidente entre 1970 y 1980, los datos pueden verse en Jos Miguel Romero Sols, El aguijn del espritu,
Historia contempornea de la Iglesia en Mxico (1892-1992), Colmich, IMDOSOC, 2006, p. 516.
190
Abascal, op. cit; p. 223.
191
Ibidem, p. 341.
192
Ibidem, p. 493.
100
193
Sainz de Arriaga fue expulsado de la Compaa de Jess por el cardenal Miranda a fines de 1971 debido
a sus constantes ataques contra el Papa. No fue fcil para la jerarqua imponer el espritu conciliar, pues los
sacerdotes tradicionalistas tuvieron amplia influencia en el centro y sur de Mxico; la visita de monseor
Marcel Lefbvre a Mxico el 7 de enero de 1981, fue uno de los ltimos episodios de estas disputas
intraeclesiales. Para una exposicin detallada vase Roberto Blancarte, Historia de la Iglesia catlica en
Mxico. 1929-1982, op. cit; pp. 284, 332, 340.
101
194
102
103
Roberto Blancarte afirma que estas experiencias ajenas a la Iglesia mexicana sealan los lmites de la
misma experiencia conciliar, Lemercier fue obligado a suspender el trabajo psicoanaltico y finalmente se
vio orillado a colgar los hbitos. La misma suerte corri Illich quien luego de ser presionado por las
autoridades eclesisticas cerr el Cidoc y termin por abandonar el sacerdocio. Un panorama de estos casos
puede verse en Miguel Concha Malo, La participacin de los cristianos en el proceso de liberacin en
Amrica Latina, Mxico, S. XXI, 1986, pp. 67, 70.
202
Sergio Mndez Arceo fue el sptimo obispo de Cuernavaca, de 1952 a1983.
203
Abascal, La Revolucin antimexicana, op. cit; p. 221.
104
Ibidem, p. 216.
En este contexto circulaba el rumor de que la nueva Baslica de Guadalupe se haba construido con
dinero federal, lo cual es un hecho plausible pues el gobierno de Echeverra buscaba una nueva fuente de
legitimidad luego de la masacre del 2 de octubre de 1968 y del enfrentamiento con el sector empresarial a
raz de los asesinatos de los empresarios Eugenio Garza Sada y Fernando Aranguren. En esa misma
coyuntura, el presidente Echeverra viaj de manera sorpresiva en febrero de 1974 al Vaticano, lo cual tuvo
un efecto simblico notable pues rompi con la indiferencia histrica del Estado hacia la Santa Sede y
sent las bases para la futura visita de Juan Pablo II a Mxico. En este proceso la jerarqua ofreci un apoyo
coyuntural al gobierno echeverrista, sin dejar de cuestionar ciertos aspectos del desarrollo nacional, sobre el
periodo vase Roberto Blancarte, La Historia de la Iglesia en Mexico, op. cit; pp. 302, 306.
206
Abascal, La Revolucin antimexicana, op. cit; p. 216.
207
Blancarte, La Historia de la Iglesia en Mexico, op. cit; p. 304.
205
105
208
Ariel Rodrguez Kuri documenta de manera extensa las opiniones del obispo Sergio Mndez Arceo
sobre la restauracin de las catedrales de Cuernavaca y Mxico respectivamente. Sobre esta ltima luego
del incendio de 1967 se desarroll un intenso debate entre los partidarios de una restauracin apegada al
plano original, los neobarrocos, y los que planteaban la renovacin del espacio de la nave catedralicia con
fines litrgicos, los modernistas. La polmica, seala Rodrguez Kuri, cobr de manera inmediata tintes
polticos e ideolgicos, pues detrs de los planteamientos estticos de ambos bandos se esconde una disputa
en torno a una concepcin de lo nacional, para el bando neobarroco (OGorman, Arnaiz y Freg, De la
Maza) la restauracin original de la catedral era necesaria para perpetuar la esencia de los mexicano,
mientras que los modernistas deseaban darle un sentido funcional a la catedral. Rodrguez Kuri, sostiene
como hiptesis, que finalmente el gobierno de Echeverra apoy al bando neobarroco porque deseaba
frenar el protagonismo y la influencia del clero progresista, al mismo tiempo que buscaba legitimidad
poltica, en La Proscripcin del aura. Arquitectura y poltica en la restauracin de la catedral de Mxico,
1967-1971, Historia Mexicana, LVI: 4, 2007, pp. 1322, 1323, 1329, 1380.
209
Ibidem, p. 1326.
106
210
107
ateas
materialistas
del
marxismo,
para
sembrar
la
violencia
214
El obispo Mndez Arceo era hostilizado pblicamente, no solo por sus posturas polticas, sino por su
labor como interlocutor y mediador en algunos casos de secuestros perpetrados por organizaciones de
izquierda. Aprovechando esta situacin el entonces lder de la CTM Fidel Velsquez acus al prelado de
proteger al lder guerrillero Genaro Vsquez, luego del secuestro del doctor Castrejn. Ante las acusaciones
el obispo responda que se trataba de una campaa orquestada en su contra y que en sus homilas haba
rechazado el secuestro como un instrumento de lucha til, pues slo generaba ms represin contra el
pueblo, los pormenores de estos hechos son recogidos por Jos Reveles en Los riesgos del mediador,
Proceso, nm 19, 12 de marzo 1977.
215
Gonzlez Ruiz, op. cit, p. 179.
216
Es verdad que el ascenso de los regmenes dictatoriales en Amrica Latina a partir de 1964, lanz a un
sector de los cristianos por la senda revolucionaria, y politiz la teologa que deriv en un marxismo
cristiano y en un cristianismo rojo, tal como lo plantea Jean Meyer en la Historia de los cristianos en
Amrica Latina siglos XIX y XX, Mxico, Vuelta, 1991; no obstante, la corriente eclesistica progresista
vinculada con la teologa de la Liberacin agrupa a concepciones extremadamente diversas, como seala
108
del Concilio Vaticano II, Salvador Abascal simplifica la pluralidad religiosa en dos
grandes grupos antagnicos: los herejes progresistas y los cismticos lefebvristas.
Durante toda la dcada de 1970 se enfrasc en una polmica con todos aquellos sectores
que consideraba como ajenos al catolicismo integral e intransigente. El colofn de estos
debates intraeclesiales fue la III Conferencia Episcopal Latinoamericana realizada en
Puebla a principios de 1979. En esta reunin se cierra el ciclo de apertura y renovacin
que experiment la Iglesia latinoamericana impulsadas por el Concilio Vaticano II.
Tras la experimentacin pastoral y teolgica que caracteriza la etapa posconciliar,
comienza una etapa de neointransigencia impulsada por el pontificado de Juan Pablo II;
despus de la apertura posconciliar se produce el retorno hacia la disciplina, se limita el
pluralismo eclesistico y se enfatiza la bsqueda de un modelo de neocristiandad que
tiene fuertes coincidencias doctrinales con el catolicismo preconciliar.217 La recepcin de
dichas concepciones por parte de Abascal, no es automtica, pero es posible advertir que
sus posturas sobre el mundo secular y la defensa de los valores ticos recibi un nuevo
impulso a partir de la nueva intransigencia catlica. Como se ver ms adelante, sus
Blancarte, si bien existe un denominador comn que es el acercamiento con las clases populares, haba
expresiones que iban desde las abiertamente marxistas hasta las populistas y las que estaban a favor del
socialismo humanitario. El obispo Mndez Arceo por ejemplo, se vea as mismo como una persona libre
(no liberal) sin vnculos con una determinada corriente terica, mientras que Samuel Ruiz desarroll una
pastoral a partir de una concepcin progresista, y de su contacto con las comunidades indgenas pero en
el marco del magisterio eclesial de Medelln, en La Iglesia catlica en Mxico, op. cit; pp. 349, 343.
217
Bernardo Barranco traza una caracterizacin preliminar del pontificado de Juan Pablo II quien es electo
en 1978, y cuya trayectoria no deja de ser contradictoria porque utiliza las tcnicas modernas de
comunicacin para reafirmas posiciones tradicionales de la Iglesia, rechaza las reivindicaciones feministas,
y denuncia el naufragio de los valores de la catolicidad en las sociedades modernas, al mismo tiempo
encabeza una cruzada anticomunista y un rechazo a las teologas de la liberacin y a las expresiones de la
Iglesia popular. Su pontificado parece encabezar una restauracin del ideal preconciliar de cristiandad
revitalizando la doctrina social de la Iglesia y reforzando las posiciones antiliberales y anticomunistas, en
Juan Pablo II Restaurador o posmoderno? El Cotidiano, nm. 35, mayo-junio de 1990.
109
posturas sobre la organizacin social desde una perspectiva catlico integral, se vern
fortalecidas y revitalizadas por el fin de la renovacin conciliar.218
Nacionalismo contrarrevolucionario y la tesis de la conjura judeomasnica.
Salvador Abascal desde sus tiempos como dirigente nacional sinarquista, abandera la
causa del nacionalismo mexicano integrado por dos elementos centrales: la religin
catlica y la herencia cultural espaola.219 En ese horizonte, el hispanismo era visto como
el ltimo valladar cultural de los catlicos ante la ofensiva del protestantismo yanqui
que amenazaba con destruir a los pueblos cristianos. Esta peculiar sntesis nacionalista
fue reforzada por la influencia doctrinal de personajes afines a la causa franquista como
Pablo Antonio Quadra, cuyas ideas fueron difundidas regularmente en El Sinarquista.
Quadra de origen nicaragense, mostraba una fuerte inclinacin hacia el tradicionalismo
catlico y abogaba por el resurgimiento del imperio espaol, de igual manera combinaba
los principios del hispanismo con la simpata hacia las potencias del eje, que segn su
punto de vista, deban de conducir a las naciones catlicas a una nueva era en el mundo
occidental, una vez detenida la barbarie comunista.220
218
Para Rene de la Torre, este viraje se hizo sentir en la Iglesia mexicana una vez que el nuevo nuncio
apostlico Jernimo Prigione encabez una nueva geopoltica eclesial conservadora, como primer paso,
Juan Jess Posadas Ocampo desmantel la labor pastoral del obispo Mndez Arceo en Cuernavaca,
mientras que el obispo Juan Sandoval Iiguez hizo lo propio con el trabajo en pro de la democracia del
obispo Manuel Talams en Ciudad Jurez, en La Iglesia catlica, en Cristina Gutirrez Ziga, (coord.),
Atlas de la diversidad religiosa en Mxico, Guadalajara, El Colegio de Jalisco, 2007, p. 43.
219
El hispanismo, como ideologa, sostiene la existencia de una gran familia trasatlntica integrada por
todos los pueblos que alguna vez pertenecieron a la corona espaola; este planteamiento cobr auge durante
la dictadura espaola de Primo de Rivera, cuando algunos intelectuales conservadores como Jos Mara
Pemn y Ramiro de Maeztu, revivieron el viejo sueo de una Espaa imperial unida por una religin, un
lenguaje, un espritu y una cultura comunes, ms adelante esta doctrinas ser uno de los pilares ideolgicos
del franquismo. Las doctrinas hispanistas encontraron eco entre los conservadores mexicanos entre 1920 y
1940, en medio de las turbulentas relaciones entre la Iglesia y el Estado; vase Ricardo Prez Montfort,
Hispanismo y falange. Los sueos imperiales de la derecha espaola y Mxico, op. cit. pp. 22, 31. En
cambio, Pablo Serrano lvarez, seala que el hispanismo de la base sinarquista compuesta en su mayora
por campesinos del bajo, era endgeno o por lo menos ajeno al franquismo, en La Batalla del espritu, op.
cit; p. 203.
220
Ibidem, p. 100. Abascal recupera la correspondencia que sostuvo con Quadra, durante su periodo como
jefe del sinarquismo en Mis recuerdos, op. cit; pp. 231, 363, 365, 366.
110
De igual manera, para Abascal, la hispanidad era un antdoto contra la amenaza yanqui y
protestante que pretenda socavar las bases morales de las antiguas colonias espaolas,
para implantar sus instituciones liberales y ateas. Segn este argumento, la fidelidad a
la cultura hispnica y la integracin poltica de la Amrica hispana poda frenar el avance
del imperialismo judo-yanqui. Abascal ilustra esta ambicin cuando plantea que las
antiguas colonias espaolas y portuguesas deberan de formar una sola unidad poltica y
cultural denominada Cristianoamrica.
Dcadas ms tarde, ya al frente de su propia editorial, Abascal publica un
pequeo folleto titulado La Espada y la Cruz (2000) donde desarrolla su perspectiva
hispanista de la historia de Mxico. En un tono abiertamente racista, seala que el
objetivo fundamental de la corona espaola era liberar al indio de su sanguinaria
idolatra, pues la cultura prehispnica no era ms que un compendio de costumbres
demonacas, que incluan los sacrificios humanos, la poligamia y la homosexualidad.221
As, la espada de Corts tiene un efecto libertario, pues destruye los falsos dolos,
destierra las brbaras costumbres de la poblacin indgena, y termina por implantar en
suelo mexicano la nica religin verdadera.222 La conquista de Mxico, constituye para
Abascal, la liberacin de millones de indios de las garras del culto homicida a
Huitzilopochtli; gracias al paciente y arduo trabajo de los misioneros, las costumbres de
los indgenas fueron reformadas de manera gradual, y acabaron integrados en una
sociedad basada en los ms puros y nobles principios cristianos.223 Esta interpretacin fue
221
111
de la nacin mexicana, Mxico, Talleres Tipogrficos Modelo, 1940, pp. 62, 76, 92, 121; Jos Bravo
Ugarte, Historia de Mxico, tomo primero. Elementos prehispnicos, Mxico, Jus, 1957, pp. 82, 101; y
Joseph Schlarman, Mxico, tierra de volcanes, Mxico, Jus, 1950, pp. 60, 145. Estos tres autores tiene en
comn haber sido sacerdotes jesuitas, tambin los laicos escribieron en un tono similar, vase Ezequiel A.
Chvez, Apuntes sobre la colonia I. Problemas sociales y polticos, Mxico, Jus, 1994, p. 13; y Jos
Vasconcelos, Hernn Corts, creador de la nacionalidad, Mxico, Jus, 1985, y Breve Historia de Mxico,
Mxico, Trillas, 1998, pp. 66, 67.
224
Michael Sutton, Nationalism, Positivism, and Catholicism. The politics of Charles Maurrras and French
Catholics, 1890-1914, Cambridge, Cambridge University Press, 1982, p. 23.
225
Philippe Boutry, L Action Francaise, La Revolution et la Restauration, Michel Leymarie y Jacques
Prevotat (ds.), L Action Francaise. Culture, socite, Politique, Paris, Le Presses Universitaries du
Septentrion, 2008, p. 32.
112
los masones a los enemigos de la patria francesa.226 Las ideas de Maurras son producto en
buena medida de una cultura poltica que aora la restauracin del Antiguo Rgimen y
que tiene su punto culminante con el affaire Dreyfus.227
Al igual que Maurras, Salvador Abascal se revela como profundamente
antirrevolucionario, pues cree que el mundo idlico de la colonia se derrumb a causa del
movimiento independentista encabezado por Hidalgo, un cura sin vocacin, de
conducta licenciosa y seguidor de las doctrinas herticas surgidas en el siglo
XVIII.228 Para Abascal, el llamado padre de la Patria, es un agitador revolucionario que
rompe con la unidad del mundo colonial y prepara el camino para la secularizacin del
mundo colonial. De acuerdo esta interpretacin, Hidalgo no comulgaba con la ortodoxia
catlica, pues rechazaba el tomismo, y prefera el maridaje hertico entre el jansenismo
y filosofismo. Esa misma mezcla explosiva haba inspirado la Revolucin francesa con
todas sus terribles consecuencias tal como las enumera Abascal: los hijos pasaron a ser
tutelados por el Estado y no por su padres, la educacin se convirti en laica y
revolucionaria, y slo el Estado la imparta, el matrimonio se redujo a un mero contrato
civil, se nacionalizaron todos los bienes de la Iglesia, y la Iglesia catlica qued sujeta a
la autoridad estatal.229
226
Yves-Marie Hilarie, Lancrage des ideologies, Jean Francois Sirinelli, (ed.), Histoire des droites en
France. 1. Politique, Paris, Gallimard, 1996, p. 531.
227
Alfred Dreyfus fue un capitn de ascendencia juda del ejrcito francs acusado falsamente de traicin,
permaneci preso entre octubre de 1894 y septiembre de 1899 cuando recibi el indulto. En los aos
siguientes logr recuperar su posicin en las fuerzas armadas, pero el Estado nunca reconoci en trminos
jurdicos su inocencia, recibi la amnista, pero no la absolucin. La acusacin contra Dreyfus es una
prolongacin del antisemitismo imperante en la Francia de fines del siglo XIX, y sirvi para que Maurras y
sus seguidores atizaran el odio contra los judos. El caso Dreyfus despert un intenso debate sobre la
libertades polticas en la Francia republicana, una reflexin sobre su repercusiones actuales es la de Pierre
Vidal-Naquet, Dreyfus en el caso y en la historia, en Los judos, la memoria y el presente, Mxico, FCE,
1996, p. 127.
228
Salvador Abascal, El cura Hidalgo de rodillas, Mxico, Tradicin, 2004, p. 11.
229
Ibidem, p. 12.
113
Estos mismos efectos tuvieron su replica en la Nueva Espaa, luego de que Hidalgo
iniciara el movimiento de independencia, por rdenes de la conjura masnica. As
cualquier expresin revolucionaria es juzgada por Abascal como ajena y enemiga de las
tradiciones polticas de la patria mexicana, hispanista, monrquica y catlica por
definicin. Siguiendo con esta argumentacin, afirma que las doctrinas liberales fueron
introducidas por embajador de Estados Unidos Joel Poinssett, a travs de las logias
masnicas. Segn Abascal, el nico proyecto poltico verdaderamente nacional en ese
contexto, fue encabezado por Agustn de Iturbide, pero una vez derrotado qued sellado
el trgico destino de la patria mexicana, unido desde ese momento a los designios del
imperialismo protestante y judo.230 Esta interpretacin paranoica de la historia es
deudora en gran parte de la cultura poltica contrarrevolucionaria francesa cuyos
principales exponentes son Joseph de Maistre (1754-1821), Louis de Bonald (1754-1840)
y Felicite Lamennais (1782-1854). Estos personajes tienen en comn el rechazo absoluto
a los cambios sociales introducidos por la Revolucin francesa pues desde su concepcin
era necesario preservar un orden basado esencialmente en la autoridad de Dios y en la
tradicin poltica del Antiguo Rgimen.231
Maistre, por ejemplo, reivindica la primaca del instinto, de la sabidura cristiana,
el prejuicio, la fe ciega y el principio de autoridad, por encima de la razn atea.232 En
lugar de una sociedad abierta y liberada de las antiguas tutelas, el mundo de Maistre, es
oscuro y tenebroso, pues est profundamente desencantado del gnero humano, nada que
230
Salvador Abascal, La Revolucin de la Reforma de 1833 a 1848. Gmez Farias- Santa Anna, Mxico,
Tradicin, 1983, pp. 29, 30. La tesis de la gnesis masnica del rgimen liberal mexicano es reproducida en
buena parte de la tradicin historiogrfica conservadora, a manera de ejemplo vase Jos Fuentes Mares,
Poinsett, historia de una gran intriga, Mxico, Jus, 1951.
231
Jaques Prvotat, La culture politique traditionaliste, en Serge Berstein (dir.) Les Cultures Politiques en
France, Paris, Editions Du Seuil, 1999, p. 48.
232
Isaiah Berlin, Joseph de Maistre y los orgenes del fascismo, Vuelta, nm. 177, agosto de 1991, p. 12.
114
valga la pena puede ser realizado por los hombres, pues son corruptos y endebles por
naturaleza. Los seres humanos, afirma Maistre, son proclives a la disipacin y al libre
juego a sus pasiones, de ah que necesitan la disciplina y la perpetua vigilancia de sus
guardianes.233 Isahia Berlin, percibe en esta visin, la tentacin fascista de uniformar,
controlar y castigar al hombre, incapaz de poder controlar su naturaleza pecadora y
rebelde.
Para Maistre, los hombres deben permanecer cercados por el terror de la
autoridad, pues es la nica va para frenar de forma oportuna la anarqua que ronda de
manera constante las sociedades humanas. Cualquier reivindicacin libertaria es vista por
Maistre como un desafo al orden divino, y culpa a la secta subversiva integrada por
protestantes, francomasones, jacobinos y judos de haber volado los pilares del Antiguo
rgimen. Esta secta es la que nunca duerme y la que intriga desde el interior para
subvertir la autoridad y el orden establecido. En palabras de Isahia Berlin, la perspectiva
ideolgica de Maistre sigue impregnada an por la tradicin monrquica, pero anticipa
toda la monstruosidad del totalitarismo: el hombre incapaz de gobernarse a s mismo,
debe inmolarse en aras del bienestar colectivo y de la gloria de la nacin, renunciando a
cualquier principio de autonoma y a su condicin misma de humanidad.234
Abascal reproduce algunos elementos del universo paranoico de Joseph de
Maistre, aunque con menos densidad terica, pues cree ver en la masonera el
instrumento corruptor del mundo catlico. En su discurso aparece de manera continua la
referencia a la conjura masnica y juda que ms all de ser un principio explicativo,
233
Ibidem, p. 13. Esta concepcin del ser humano, nos dice Berlin, no deja de tener una profunda huella
agustiniana.
234
Ibidem, p. 16. Isahia Berlin se refiere a una de las caractersticas bsicas del totalitarismo, que concibe al
individuo como superfluo y supeditado a las necesidades del Estado.
115
tiene una funcin simblica en su universo conceptual. El masn y el judo son emisarios
de la modernidad, encarnan la ruptura de una sociedad orgnicamente constituida por
Dios. Ambos son para Abascal, los artfices del orden liberal que profana las costumbres
cristianas, y los constructores de una sociedad atea sin dogmas revelados. El masn es
un eterno vagabundo que busca la luz de la razn y de la verdad, es lo contrario al
catlico quien ya posee la Verdad, la Verdad Revelada, que lo explica todo,
absolutamente todo, nada tiene que ir a buscar a la masonera.235
En tanto que el judo, es culpable un crimen todava mayor, al haber crucificado
al Mesas, para Abascal, la nica explicacin para la secularizacin del mundo moderno
y sus transformaciones revolucionarias, es metafsica, pues slo el mal encarnado en el
pueblo deicida es capaz de poner en peligro la fe cristiana.236 Tal y como ocurri hace
dos mil aos, el movimiento sionista internacional, afirma Abascal, se vale de imperio
yanqui para obtener el dominio econmico, poltico y cultural del mundo: primero
mediante la Banca internacional; luego, tambin mediante el socialismo, financiado por
esa misma Banca.237 En ese sentido, el judo simboliza todo aquello que no se puede
adaptar a la tradicin, su carcter cosmopolita y sus vnculos con las expresiones
revolucionarias lo convierten en el agente perfecto de la modernidad, entendida desde
la perspectiva catlico-integrista como impulsora de la secularizacin de las sociedades
humanas.
235
116
117
potencia materialista y anticatlica como los Estados Unidos, cuyas rdenes obedeceran
ciegamente, nuestros capataces, los gobiernos revolucionarios, hasta Ernesto Zedillo.238
Este proceso continu con la promulgacin de la Constitucin de 1857, que segn
Abascal era jacobina y ajena al sentir nacional, pues destruy el equilibrio entre la Iglesia
y el Estado, al no reconocer a Dios como supremo Legislador, Autor, y Fin ltimo del
hombre y de la sociedad, sino que establece el derecho y aun la obligacin oficial de
negar su existencia misma a la niez, en la prensa, en conferencias y en todos los actos de
la vida poltica y social.239 En relacin a la interpretacin histrica del periodo, Abascal
reproduce los mismos argumentos consignados ya por la historiografa conservadora
decimonnica, pues la mejor prueba que exhibe del complot masnico y protestante
contra Mxico, es el Tratado Mclane-Ocampo, verdadera demostracin de la traicin
liberal a la Nacin catlica.240 Con respecto a Jurez, se esfuerza en presentarlo como un
dspota servil que sent las bases de una repblica laica atea y comunista.241
Continuando con esta perspectiva, la consecuencia palpable de esta traicin liberal es la
prdida de la identidad nacional, y el fin de la libertad religiosa; la Reforma liberal
238
118
saque los templos catlicos, y luego despoj a la Iglesia de sus funciones sociales,
relegndola a un papel de mera espectadora de la ruina espiritual de la nacin.
Antes del liberalismo, asegura Abascal, la devocin del pueblo mexicano era
ejemplar pues haba sido educado por la Iglesia; producto de esta formacin religiosa
exista un orden social basado en la solidaridad cristiana. As la Iglesia y la sociedad
colonial constituyen una sola unidad que permiti el progreso econmico del
virreinato.242 Ese mundo idlico asegura Abascal, qued destruido cuando los masones
comenzaron a infiltrarse en la propia monarqua espaola para imponer las reformas
borbnicas, y cuya prolongacin es el orden liberal del siglo XIX. El resultado de este
proceso fue la descristianizacin de la nacin mexicana y el sometimiento absoluto de
la Iglesia al poder civil.243
Lo que subyace en la condena de Abascal al rgimen liberal mexicano, es el
rechazo manifiesto a la modernidad con todos sus productos: la autonoma intelectual, la
democracia y la tolerancia religiosa. Estos principios surgen despus de las terribles
guerras de religin entre catlicos y protestantes en el siglo XVII que marcan el fin de la
unidad del cristianismo occidental.244 Para asegurar la convivencia en el mundo moderno
caracterizado por la pluralidad de creencias fue necesario concebir nuevos sistemas
sociales autnomos y separados por completo de cualquier confesin religiosa.
242
Ibidem, p. 288.
Ibidem, p. 292.
244
Roberto Blancarte plantea que la modernidad como etapa histrica produce la autonoma de lo secular
frente a lo religioso de ah que la Iglesia vea con recelo las expresiones de dicho proceso, en el
Cristianismo y mundo moderno; una relacin ambigua, en Rodolfo Casillas, (comp.), Problemas
sociorreligiosos en Centroamrica y Mxico. Algunos estudios de caso, Mxico, FLACSO, 1993. p. 42. Por
su parte Stephen Toulmin argumenta desde la perspectiva de la historia de la ciencia, que la modernidad
surge cuando el conocimiento logra emanciparse del mbito teolgico, Newton, Liebniz y Descartes
utilizan el lenguaje matemtico para construir una representacin abstracta y racional del universo sin
categoras teolgicas, pues todos ellos pretendan crear una nueva lingua franca luego de que el
cristianismo estall como sistema simblico de Occidente; no obstante como plantea el mismo autor
ninguno de estos personajes abandona los principios metafsicos al reconocer a Dios como principio y
creador del cosmos, en Cosmopolis, the Hidden Agenda of Modernity, University of Chicago press, 1990.
243
119
Emile Poulat, Libert, Lacit. La guerre des deux France et le principe de la Modernite, Paris, Editions
Du Cerf, 1987, pp. 20, 67.
246
Roberto Blancarte afirma que la laicidad se ha construido para defender la libertad de conciencia,
independientemente de la forma de gobierno que un Estado determinado adopte, aunque la laicidad tiene
una mayor compatibilidad con la democracia constitucional. En los pases latinos donde el catolicismo era
hegemnico, el establecimiento del Estado laico deriv en un enfrentamiento abierto con la Iglesia, es
entonces cuando el laicismo se volvi sinnimo de anticlericalismo. Para el caso especficamente
mexicano, se puede hablar de un laicismo a la defensiva que se transforma en ofensivo ante la
intransigencia de la Iglesia en el contexto de la reforma liberal del siglo XIX. El trmino laico, seala
Blancarte viene del griego laiks: del pueblo, se utiliz originalmente para diferenciar a los cristianos
bautizados, de los miembros del clero, sera hasta el siglo XIX cuando laico comenz a denotar aquel
espacio que escapa del control eclesistico, en Para entender el Estado laico, Mxico, Nostra ed. 2008, pp.
8, 9, 15.
247
Jean Bauberot, Transferencias culturales e identidad nacional en la laicidad francesa, en Roberto
Blancarte, (coord.), Los retos de la laicidad y la secularizacin en el mundo contemporneo, Mxico,
Colmex, 2008, pp. 49, 52, 56. Para Bauberot, que examina con detalle el caso francs, la laicidad fue
ganando terreno en el campo social, cuando Jules Ferry estableci la escuela pblica y laica en 1882, al
mismo tiempo que impuls una moral laica aconfesional y separada de implicaciones metafsicas. El
autor entiende el proceso de laicizacin como el lugar que ocupa la religin en el campo institucional y su
120
121
251
Emile Poulat, La Solution Laque et ses problmes. Fausses certitudes, vraies inconnues, Paris, Berg
International, 1997, pp. 51, 67. En los trminos de Poulat, la laicidad es un instrumento jurdico que
establece la separacin entre las confesiones religiosas y el Estado, lo que no impide el debate sobre
algunas instituciones seculares como el matrimonio civil y la enseanza pblica. Algunos temas como la
educacin privada, la naturaleza de las congregaciones religiosas, la relacin entre ciencia y religin y las
cuestiones relativas a la moral laica siguen sujetos a un intenso debate en el caso francs, y estn lejos de
resolverse en el plano de las sociedades modernas. Incluso puede haber retrocesos, pues el marco jurdico
de la laicidad es moldeable y dinmico siempre sujeto a la reinterpretacin y a determinadas presiones
polticas.
252
La importancia de Jurez como figura mtica de la cultura poltica republicana ha sido analizada por
Charles Hale quien plantea que los gobiernos emanados de la Revolucin mexicana se consideraban como
herederos de la tradicin liberal juarista, intelectuales del rgimen como Daniel Coso Villegas y Jess
Reyes Heroles sostenan la tesis de la continuidad del liberalismo, como parte de un discurso legitimador de
las acciones gubernamentales, el ltimo presidente prista en utilizar estos argumentos fue Carlos Salinas de
Gortari en su discurso del 4 de marzo de 1992 pronunciado en ocasin del 63 aniversario de la fundacin
122
figura de Jurez y del liberalismo mexicano parecen tener escasa representatividad, por
su tendencia maniquea y extremista, no dejan de tener actualidad pues se entrelazan con
las de aquellos actores del conservadurismo nacional que estn dispuestos a poner en
entredicho el pluralismo religioso consolidado tras el ciclo de reformas liberales
decimonnicas. La propia Iglesia mexicana, ha buscado ganar el terreno perdido luego
del modus vivendi, con la reforma constitucional de 1992, lo que ha dado pie a una nueva
serie de discusiones sobre la naturaleza del Estado laico y el papel de las confesiones
religiosas en el espacio social.
Los planteamientos de Abascal representan en alguna medida, las posiciones de
aquellos que ven en la legislacin laica, una amenaza para la Iglesia catlica, y de
aquellos que cuestionan de manera directa los fundamentos filosficos de un Estado que
garantiza la libertad de conciencia. Abascal nunca dej de sostener que la Iglesia haba
sido perseguida y profundamente agraviada por los gobiernos revolucionarios, lo cual no
deja de ser una interpretacin sesgada por sus inclinaciones ideolgicas. En ltima
instancia su pensamiento sigui anclado en una serie de frreas convicciones religiosas,
pues rechaz cualquier principio de tolerancia en materia religiosa. Su retrica antisemita
y su defensa de una sociedad catlica, cuestionan la viabilidad misma de las reglas de
convivencia en una sociedad democrtica, donde a nadie se le prohbe profesar su credo
religioso. En pocos aspectos, el pensamiento de Abascal es tan beligerante como en lo
referido al tema de la laicidad, y sus planteamientos siguen desafiando los marcos de
tolerancia propios de un Estado democrtico.
del PRI, en Los mitos polticos de la nacin mexicana: El liberalismo y la Revolucin, Historia
Mexicana, XLVI:4, 1996, pp. 828, 829.
123
253
254
124
255
Salvador Abascal, Lzaro Crdenas presidente comunista. Tomo I, Mxico, Tradicin, 1988, p. 47.
Ibidem, p. 49.
257
Ibidem, p. 117.
258
Ibidem, p. 175.
259
Ibidem, p. 176.
256
125
En sus textos sobre historia de Mxico, Abascal denuncia de manera insistente los males
de la Revolucin, pero no tiene ningn tratado o apartado especfico para exponer su
visin alternativa de Estado y sociedad. No obstante, en sus obras aparecen algunos
comentarios y sealamientos que permiten delinear su proyecto de sociedad. En sus
memorias, Abascal reconoce que la propuesta poltica de los sinarquistas es ambigua y
carece de definicin por lo tanto su tarea fue darle un rumbo y una meta especfica:
Les faltaba definirse en muchos puntos: que organizacin se les debera dar a las
fuerzas productoras para hacer posible el ideal de todos propietarios, en cuanto
al rgimen poltico, que no poda ser el actual de la falsa democracia
revolucionaria, ni un federalismo antinatural, cmo sera posible la libertad
municipal dentro de una prudente autonoma regional, como energa creadora, no
como botn de caciques y parsitos, sin quebrantar la unidad nacional; cmo
fomentar la verdadera cultura; cmo combatir la barbarie y por lo tanto el
atesmo; cmo devolverle a la Iglesia la libertad, su derecho a la enseanza; etc.
Para definir esos puntos no habra servido sino para exacerbar al enemigo. Y
nuestra gente an la ms sencilla, y la Revolucin antimexicana comprendan bien
a donde bamos: al Estado Catlico, que nosotros sabamos que por razn natural
tena que ser corporativo.260
Segn Abascal, el Estado corporativo no se compone de individuos sueltos, sino de
asociaciones naturales, anteriores al Estado, necesarias para la propagacin de la vida y el
desarrollo de la persona humana. Desde esta perspectiva, Estado es el coronamiento de
la asociacin de familias y de cuerpos de diversas clases: de caridad, de investigacin
filosfica, de enseanza, de ciencias experimentales, de comercio, de agricultura, de
artes, etctera; cuyas actividades no son de la incumbencia directa del gobierno, que tan
slo debe vigilar porque nada haya que frustre la consecucin del Bien Comn
temporal.261
260
261
126
Para Abascal es necesario crear un orden social que tome en cuenta la conciencia del
individuo, rechaza la constitucin de una colectividad annima que suprime la
personalidad del individuo. Todo orden social debe fundarse en el:
reconocimiento social y por lo tanto personal de un Orden sagrado superior, en
cuyo cumplimiento radica la felicidad social por constituir la nica felicidad
posible en los personal en este valle de prueba. La tragedia actual-o esclavitud o
anarqua-es la consecuencia lgica de la desacralizacin del Orden social y de la
desacralizacin, de la secularizacin, de la autonoma de la vida personal. El
retorno a Cristo en su Iglesia es el nico remedio: ser miembros los unos de los
otros en Cristo nuestra cabeza.262
Este planteamiento recoge la idea clsica de la democracia cristiana que se presentaba
como una tercera va entre socialismo y el capitalismo. El eje central de este proyecto es
el corporativismo que contempla la organizacin social de cuerpos naturales como la
familia, el municipio y la bsqueda del bien comn segn las enseanzas de las encclicas
papales.263 Desde luego el tipo de Estado que prefigura tiene un carcter confesional,
pues se caracteriza por tener sus cdigos, leyes e instituciones, pero pretende cumplir con
los mandamientos de la Iglesia para extender el Reino de Dios en el mundo.264
El problema con los planteamientos propios de la democracia cristiana es que no
se articulan con una teora social o una forma de gobierno en particular, puesto que
rechazaba la democracia liberal y el Estado socialista. El nico ejemplo histrico de este
modelo era la experiencia del franquismo y del salazarismo portugus. El nacionalismo
hispanista, la organizacin corporativa y la hegemona catlica del rgimen de Franco,
hicieron que muchos pensadores e idelogos catlicos lo tomaran como un ejemplo a
seguir. El propio Abascal seala que la situacin del pueblo catlico es tan desesperada
que no es posible imaginar soluciones moderadas:
262
Ibidem, p. 213.
Ibidem, p. 74.
264
Ibidem, p. 74.
263
127
265
Abascal, Lzaro Crdenas presidente comunista. Tomo I, op. cit; pp. 230-231.
Abascal, Mis memorias, op. cit, p. 184. Se trata de un modelo basado sobre todo en la dictadura de
Antonio de Oliveira Salazar, quien organiz Portugal en diversos cuerpos sociales dependientes de una sola
organizacin poltica: La Unin Nacional a partir de 1930.
267
Ibidem, p. 190.
266
128
desarticulado, en cuyo respeto por la banda de ladrones que los manipula han cifrado la
salvacin y la dicha de Mxico.268
Si bien Abascal nunca expres en trminos claros o demasiado tericos su modelo
de nacin, de manera reiterada manifiesta su simpata por los regmenes dictatoriales. Es
posible que esta inclinaciones estuvieran presentes entre la dirigencia sinarquista, pues en
un texto de Juan Ignacio Padilla, Mxico en 1960, se contempla que despus de la toma
del poder por medio de las armas, el jefe nacional sinarquista asumir el poder del Estado
con el objetivo de garantizar el bien comn e imponer todas las medidas necesarias para
la salvacin de la patria. La base de este rgimen imaginario sera el orden social
cristiano que descansara sobre tres pilares: la Iglesia, el ejrcito y el pueblo.269 El modelo
propuesto por Padilla est ms cerca de la Espaa franquista y el Estado Nuevo de
Portugal que de un Estado democrtico.
Esta postura poltica es ms visible cuando Abascal est al frente de su propia
editorial, Tradicin, donde se dedica a editar algunas obras relativas a la dictadura de
Oliveira Salazar y el Estado Nouvo portugus. Si bien nunca teoriz expresamente sus
posturas polticas, a lo largo de su obra existen una buena cantidad de pasajes que reiteran
su rechazo al Estado liberal democrtico y su admiracin por los sistemas polticos
autoritarios. Dichas posturas las mantuvo Salvador Abascal hasta su muerte, el 29 de
marzo de 2000.
268
269
Ibidem, p. 133.
Ibidem, p. 410.
129
Julio Scherer y Carlos Monsivais, Tiempo de saber. Prensa y poder en Mxico, Mxico, Aguilar, 2003,
p. 28. Poco se sabe del los datos familiares de Salvador Borrego, Scherer refiere que Salvador Borrego
junto con su hermano Enrique siempre destac por mantener una frrea conviccin anticomunista.
130
271
Silvia Gmez Marn, Prensa y poder poltico en Mxico. La eleccin presidencial de 1940 en la prensa
mexicana, op. cit; p. 29.
272
Al parecer en Mxico existi una red de propaganda nazi construida por Arthur Dietrich encargado de
prensa de la embajada alemana en Mxico, quien financiaba revistas como Timn de Jos Vasconcelos y
ofreca sobornos a periodistas de diversos medios con tal de que favorecieran al bando fascista. Sin
embargo no existe informacin que pueda vincular a periodistas como Ordorica y Borrego entre otros con
Dietrich o algn otro agente alemn. Sobre las actividades de este ltimo vase Sthepen Niblo, Mxico en
los cuarenta. Modernidad y corrupcin, op. cit, p. 256.
273
Lombardo Toledano fue uno de los ms notables animadores del debate nazismo vs comunismo durante
la turbulenta etapa del cardenismo y constantemente denunci que el dinero de Berlin financiaba a diarios
como Exclsior, ltimas Noticias, El Universal Grfico y La Prensa para promover una imagen favorable
a la Alemania nazi, en Los agentes nazis tratan de crear dificultades entre Mxico y los EE.UU. El
Popular, 9 de junio de 1939, Mxico, D. F. p. 7, en Obras Completas, Vol. XXII, Puebla, Gobierno del
Estado de Puebla, 1992. Lombardo Toledano seguira cultivando esta temtica dcadas despus, al firmar
que el imperialismo haba terminado por adoptar ciertas caractersticas del fascismo, vase El neonazismo,
sus caractersticas y peligros, Mxico, UNAM, 1960.
131
Segher escribi La Sptima Cruz en 1939, justo cuando los nazis invaden Polonia, despus huye hacia
Francia y llega posteriormente a Mxico, para integrarse a los movimientos antifascistas de los exiliados
germanoparlantes. Esta obra fue publicada en 1942 con el apoyo del presidente vila Camacho y recoge
los testimonios de artistas de 16 naciones sobre las atrocidades cometidas por los nazis.
132
los cristianos. Sin que se pueda establecer algn nexo entre Borrego y la Iglesia, el
trasfondo de sus planteamientos polticos es la pugna de los catlicos contra el Estado
laico. En ese momento personajes como Borrego, vieron en los fascismos una opcin
viable para los pueblos catlicos como el mexicano que supuestamente estaba a punto de
ser presa del comunismo ateo. A lo largo de los siguientes apartados, se examinarn de
manera cronolgica los principales temas que han obsesionado a Salvador Borrego; en la
medida de lo posible se ha buscado contextualizar sus obras y sus tesis polticas ms
significativas, con el fin de establecer posibles relaciones con otras expresiones del
pensamiento conservador del siglo XX.
El judo como smbolo del mal absoluto.
Salvador Borrego public Derrota Mundial en 1953, lo que result particularmente
provocador, en primer lugar porque se trat de la primera apologa del nazismo publicada
en el Mxico de la guerra fra y en segundo porque difundi una visin apocalptica de un
orden mundial dominado por el comunismo hebreo triunfante. En las primeras pginas
de Derrota Mundial, Borrego declara que los males del siglo XX comienzan cuando el
judo Vladimir Lenin encabeza la Revolucin bolchevique contra el gobierno de los
zares, para implantar la ideologa de los judos Marx y Engels:
La base ideolgica de la revolucin rusa la crearon los judos Marx y Engels, la
pusieron en movimiento social, Lenin, Zinoviev, Kamenev, Bronstein, y otros
israelitas; la solap y ejecut a medias el hebreo Kerensky; la ayudaron
econmicamente desde EE. UU. Los magnates Kuhn, Loeb, Felix Warburg, Otto
Kahn, Mortimer Schiff y Olef Asxhberg, y la hicieron posible agitando a las
masas proletarias un sinnmero de comisarios israelitas, como judos eran
simblicamente-10 de 12 revolucionarios que ejecutaron a la familia real de los
Romanof.275
275
Salvador Borrego, Derrota Mundial, Mxico, ed. del autor, 2007, p. 23. Es verdad que polticos como
Trostsky, Kerensky y Kamenev, entre otros lderes de la Revolucin rusa eran de ascendencia juda, no era
el caso de Lenin ni de Stalin como afirma Borrego.
133
As los judos se convierten para Borrego en la peor amenazada conocida para los
cristianos en los tiempos modernos. Su tesis es que en el mundo actual, los judos se
organizan en secreto para proseguir su batalla contra los cristianos igual que lo han
venido haciendo desde hace dos mil aos. En textos posteriores, menciona que los judos
se han infiltrado en todas las naciones con la nica finalidad de exterminar a los
cristianos mediante la organizacin de movimientos de fachada como el protestantismo,
la masonera, el liberalismo y por ltimo el comunismo.276 Desde esta perspectiva la
Revolucin francesa fue parte de la ofensiva judeomasnica contra el cristianismo; segn
Borrego, los israelitas no se detuvieron ah, puesto que una vez consumada la
independencia de Mxico por Iturbide, impulsaron las logias masnicas a travs del
embajador de Estados Unidos Joel R. Poinsset para derrocar al primer Imperio
mexicano.277 El propio Poinsset se vali de antimexicanos como Lorenzo de Zavala
lder de los yorkinos, para sabotear cualquier intento de consolidar un proyecto de nacin
independiente.
De tal manera que para el autor, la historia occidental no es otra cosa que una
interminable sucesin de conspiraciones organizadas por los judos para socavar
cualquier rgimen poltico compatible con el cristianismo. Continuando con esta lgica
conspirativa, Borrego afirma que casi todos los gobernantes mexicanos se han sometido a
los dictados de la masonera y del gobierno de Washington. Para el autor, la excepcin a
esta regla fue Porfirio Daz quien se apart de los dictados de la masonera yanqui. El
precio que pag por esta supuesta intentona de hacer valer la soberana nacional fue el
276
Salvador Borrego, Amrica peligra. 600 aos de azarosa historia, de 1419 a 2003, Mxico, ed. de autor,
2005, p. 62.
277
Ibidem, p. 125.
134
278
Ibidem, p. 303.
Len Poliakov, Historia del antisemitismo. La Europa suicida, 1870-1933, Barcelona, Muchnik, 1985,
p.51.
280
Ibidem, p. 125.
279
135
magnate automotriz Henry Ford.281 De este panfleto retoma el estereotipo del judo que
saquea naciones enteras mediante la usura, el control de la banca y de los medios de
comunicacin.
Los idelogos del nacionalsocialismo tambin abrevaron de las mismas fuentes
utilizadas por Borrego en sus argumentaciones, no obstante, aqu opera una distincin
fundamental pues este ltimo utiliza la figura del judo en un sentido religioso que lo
aleja definitivamente del antisemitismo pagano cultivado por los nazis.282 A pesar de la
admiracin manifiesta de Borrego por el nacionalsocialismo, su antisemitismo deriva de
la tradicin cristiana.283 Si en Derrota Mundial parece que su judeofobia se relaciona con
el universo ideolgico del nazismo, en sus obras posteriores aparece con mayor nitidez un
antisemitismo cristiano. Para Borrego, la lucha entre el bien y el mal comenz cuando los
judos del Sanedrn crucificaron a Cristo.284 Esta guerra espiritual ha continuado sin
tregua ni cuartel desde entonces y se ha manifestado en grandes acontecimientos
histricos como el cisma protestante y la Revolucin francesa. Dicho de otro modo, la
281
El judo internacional fue publicado por primera vez en 1920 en Estados Unidos y se difundi
ampliamente en el mundo entero, uno de sus lectores ms celebres fue nada menos que Adolf Hitler.
282
Jean Delumeau, El miedo en Occidente. Una ciudad sitiada, (siglos XIV-XVIII), Madrid, Taurus, 2005,
p. 423. El autor distingue dos tipos de antisemitismo en la Europa occidental: por un lado est la tradicin
religiosa que culpa a los judos de haber matado a Cristo, y en un sentido ms secular se culpa a los judos
de apoderarse de las riquezas de las naciones, de ser usureros y de provocar crisis econmicas, en algn
punto de la historia ambos discursos se intersectan, aunque es pertinente establecer que el nazismo por
ejemplo cultiv un antisemitismo estrictamente pagano.
283
James Carroll, Constatiness Sword, The Church and The Jews, op. cit; p. 76 En los evangelios, los
judos son culpados por los judos cristianos de crucificar a Cristo, cuando estos pasajes son ledos por los
cristianos gentiles, la historia tiene un potencial letal. A partir de entonces, la memoria cristiana reproduce
la imagen de Cristo, el Mesas crucificado por los judos. Roberto Blancarte, hace un interesante
comentario sobre como la imagen de los judos como deicidas ha sido perpetuada recientemente en la
pelcula de Mel Gibson, La Pasin de Cristo, la versin ms sanguinaria de las ltimas horas de Jess. La
interpretacin de Gibson sobre Pilatos y la actuacin de los judos corresponde con el mito catlico de los
judos como pueblo deicida. El texto de Blancarte Rudeza innecesaria aparece en Sexo, Religin y
democracia, op. cit. p. 189.
284
Salvador Borrego, La Cruz y la Espada, Mxico, ed. del autor, 2001, p. 23.
136
285
La mayor parte de los inmigrantes de origen judo llegaron a Mxico en los aos veinte y los treinta
hasta que los gobiernos revolucionarios comenzaron a restringir su entrada por considerarlos culturalmente
inasimilables, aunque no dejaron de llegar refugiados judos de distintas regiones de Europa durante la
Segunda Guerra Mundial. Cabe destacar que la comunidad juda ashkenazi radicada en Mxico fund
organizaciones como la Liga Juvenil Israelita Antifascista muy ligada a otras agrupaciones como Alemania
Libre de los judos germanoparlantes, con la finalidad de contrarrestar la campaa antisemita y pronazi de
Exclsior y Ultimas Noticias donde trabajaba Salvador Borrego; vase Natalia Gurvich Peretzman, Ni
muy asimilados ni tan aculturados. La juventud juda ashkenazi, su adaptacin y organizaciones, 19351945, en Shulamit Goldsmit y Natalia Gurvich (coords.), Sobre el judasmo mexicano. Diversas
expresiones de activismo comunitario, Mxico, UIA, 2009. Sobre las razones que provocaron la
restricciones a la inmigracin juda impuestas por el gobierno mexicano en esta coyuntura vase Daniela
Glazer Salzman, La poltica mexicana frente a la recepcin de refugiados judos (1934-1942), en Pablo
Yanquelevich (coord.), Mxico, pas de refugio. La experiencia de los exilios en el siglo XX, Mxico, Plaza
y Valds, CONACULTA, 2002.
137
prisioneros alemanes- militares y civiles, mientras que la aviacin aliada hizo lo propio
cuando bombarde las ciudades alemanas causando miles de bajas civiles. Desde su
punto de vista, los nazis no pretendan exterminar a los judos, sino segregarlos para que
dejaran de contaminar la vida cultural, econmica y poltica de Alemania.
138
Ibidem, 581.
Ibidem, p. 595.
288
Pierre Vidal-Naquet, Los asesinos de la memoria, Madrid, Siglo XXI, 1994, p. 31.
287
139
289
Nolte no vacila cuando seala que la mayor parte de la literatura sobre el Holocausto proviene de la
pluma de autores judos, y que en todo caso habra que darles el beneficio de la duda a idelogos como
Rassinier cuando ponen en duda las cifras de judos asesinados durante la ltima fase de la solucin final,
en La Guerra civil europea, 1917-1945. Nacionalismo y bolchevismo, Mxico, FCE, 1996, pp. 449, 461.
290
Ian Kershaw, Hitler, 1889-1936, Barcelona, Pennsula, 1999.
291
Michel Burleigh, El tercer Reich, Madrid, Taurus, 2005.
292
Marlis Steinert, Hitler y el universo hitleriano, Barcelona, Ed. B, 2006.
293
Salvador Borrego, Semblanza. Pintor, soldado, fehrer, Mxico, 2006, p. 24.
140
Jrn Rsen analiza de manera aguda uno de los aspectos ms problemticos de la memoria nacional,
cuando analiza la forma en que los alemanes de la posguerra han lidiado con el pasado nazi. Para
reconstituir su identidad traumatizada por la guerra, han tenido que aceptando su parentesco con los
victimarios, aun cuando no todos tengan este ascendente, como paso previo para elaborar un duelo histrico
que aligere su carga moral, en Holocaust experience and historical sense generation from a german
perspective, en Mamadou Diawara, Bernard Lategan y Jrn Rsen, (edts.), Historical memory in Africa.
Dealing with the Past, reaching for the Future in an intercultural context, Berghahn Books, 2010, p. 165.
295
Paul Ricoeur, La memoria, la historia y el olvido, Madrid, Trotta, 2003, p. 109 y 588. De manera similar
Dominick La Capra utiliza el lenguaje del psicoanlisis cuando equipara la representacin del Holocausto
con el proceso de transferencia, as el pasado y la memoria adquieren un sentido teraputico al socializar el
evento traumtico, lo que deriva en una eventual liberacin del pasado traumtico, en Representar el
Holocausto, Historia, teora, trauma, Buenos Aires, Prometeo libros, 2007, p. 64.
141
296
142
297
Nolte no tuvo mucho xito con sus obras acadmicas, pero el 6 de junio de 1986 public un artculo en
el Frankfurter Allgemeine Zeitung donde reprodujo sus antiguas tesis sobre la naturaleza nacionalista y
anticomunista del nacionalsocialismo, lo que desat un debate pblico sobre el pasado alemn, mejor
conocido como historikerstreit o querella de los historiadores.
298
Ernst Nolte, La Guerra civil europea, 1917-1945. Nacionalismo y bolchevismo, op. cit; pp. 49, 117. La
primera edicin de esta obra apareci en alemn en 1987, como respuesta la mencionada querella de los
historiadores sobre el periodo de la Alemania nazi.
299
Salvador Borrego, Derrota Mundial, op. cit; p. 50.
143
a los nazis y ocult los crmenes de los comunistas.300 As la verdadera amenaza contra
el mundo occidental qued latente y oculta, slo advertida por los nazis.
A pesar de las diferencias de formacin y argumentacin que existen entre un
idelogo como Salvador Borrego y un historiador acadmico como Ernest Nolte, y al
margen de los propios los contextos nacionales de los que ambos proceden, la intencin
compartida es la de relativizar los crmenes del nazismo. El punto retrico clave en la
argumentacin en ambos personajes, es la valoracin del comunismo como una fuerza
mil veces ms nociva y terrorfica que el nazismo. Estas representaciones del
nacionalsocialismo cuyo eje es el anticomunismo, revelan las pulsiones autoritarias del
pensamiento conservador y de extrema derecha de la posguerra, que busca rehabilitar las
formas ms extremas de terror poltico.301 En el caso especfico de Salvador Borrego, el
miedo al comunista y a los judos cuyo supuesto objetivo es expandir la Revolucin
mundial atea, determina su adhesin al nacionalsocialismo, convertido en la ltima
esperanza de la civilizacin cristiana.
Hitler: el nuevo Constantino.
Salvador Borrego sigue con su tarea revisionista, al presentar en sus textos, una imagen
de Hitler despojada de su condicin genocida. En su relato aparece un fhrer que
encabeza la reconstruccin econmica de la nacin alemana, al mismo tiempo que se
erige en el defensor de la cristiandad. Esta imagen de Hitler, es la misma que la propia
propaganda nazi se encarg de construir y difundir en el exterior gracias a Transocean, la
300
Ibidem, p. 89.
Este revisionismo es propio de la derecha europea que intenta impulsar una agenda politica represiva y
una cruzada contra las libertades civiles, tomando como base un nacionalsocialismo despojado de su
carcter genocida; para un anlisis de este proceso vase Pier Paolo Poggio, Nazismo y revisionismo
histrico, Madrid, Akal, 2006, p. 108.
301
144
fuente informativa que utilizaban diarios como Exclsior y ltimas Noticias donde
trabaj el propio Borrego como reportero.
Para Borrego, Hitler es un lder investido de una fuerza moral innegable al ser el
principal opositor de la barbarie comunista. Al mismo tiempo, posee cualidades nicas
que lo preparan para enfrentar la formidable tarea de enfrentar a los soviticos. En ese
sentido, Borrego est contagiado por el mismo entusiasmo fantico que un sector
mayoritario de la poblacin alemana le profesaba al fhrer en su momento de mayor
popularidad.302 En Derrota Mundial, Hitler aparece como un estadista capaz de realizar
proezas inimaginables, posee una voluntad inquebrantable y una capacidad de trabajo
sobrehumana puesta al servicio de la causa anticomunista.303 As mismo, Borrego seala
que su objetivo primordial fue la lucha contra los soviticos, y que si tuvo que abrir el
frente occidental fue porque el movimiento judo internacional convirti el
nacionalsocialismo en una amenaza mundial.
Luego de manera sutil, argumenta que Hitler sirve a la causa de la cristiandad,
pues su lucha no era material, sino espiritual, al combatir la expansin mundial del
marxismo.304 Desde su concepcin, Hitler respeta las creencias catlicas del pueblo
alemn, ya que no persigue sacerdotes, ni cierra templos, como sucede comnmente en
302
La representacin que Borrego hace de Adolf Hitler, coincide plenamente con el mito que la propia
propaganda del nacionalsocialismo se encarg de construir, es claro que muchas de las supuestas
cualidades que posea el fhrer eran completamente ficticias y carentes de sustento histrico. Sin negar las
cualidades carismticas que posea Hitler, su liderazgo no fue absoluto y al inicio de su movimiento
diversos sectores de la sociedad alemana entre los que destacan los propios catlicos alemanes lo
rechazaron por completo. Ian Kershaw muestra de manera contudente, lo frgil y ficticio que era el
liderazgo heroico de Hitler y como dependa de los xitos conseguidos en los primeros aos de la guerra;
luego con las derrotas en el frente oriental y las privaciones de la guerra, el entusiasmo por Hitler se
esfum, en El mito de Hitler. Imagen y realidad en el Tercer Reich, Barcelona, Paids, 2003, p. 29.
303
Borrego, Derrota Mundial, op. cit; p. 77.
304
Ibidem, p. 50. La adhesin del catolicismo alemn al rgimen nazi no fue automtica, pues Hitler debi
convencer a los catlicos alemanes de que su movimiento no era pagano ni hostil a la religin como se
crea en 1933. Los obispos catlicos, finalmente dieron su apoyo al fhrer con ciertas reservas, pues sin
estar realmente convencidos de su programa poltico, consideraban que era el menor de los males
comparado con el comunismo ateo, sobre este punto vase Kershaw, op. cit, p. 58.
145
los pases comunistas.305 As, los nazis adquieren el estatuto de modernos cruzados que se
adentran en la estepa rusa para restaurar la libertad religiosa y acabar con el reino del
terror judeocomunista.306 Borrego remata su argumento, al convertir la lucha de Hitler, en
la lucha de los cristianos:
No cabe duda que el judo mismo, en su milenario anhelo de grandeza, en su
intransigencia crucific a Jess porque no le daba el dominio del mundo; esa
intransigencia que los ha mantenido casi sin mezcla de sangre a pesar de su
constante peregrinar y que le impide asimilarse a ningn otro pueblo, aunque
reside en l durante siglos lleva los grmenes de las persecuciones peridicas de
que es vctima. Y jams podr evitar definitivamente esas reacciones en contra
suya mientras l mismo no se reconcilie con los goim (cristianos) y deje de
verlos como enemigos a los que es necesario corromper, debilitar, sojuzgar por
medio del Reino del Oro, de los venenos ideolgicos y del poder masn y
poltico. El antisemitismo de Hitler, el antisemitismo del nacionalsocialismo
alemn, no fue una causa, sino un efecto; una reaccin fantica ante el fanatismo
del movimiento poltico judo; y es evidente que el fenmeno no desaparece
suprimiendo simplemente el efecto. Las causas primarias del antisemitismo
anidan en la conducta misma del hebreo, y mientras l no la modifique, llevar
latente consigo los grmenes de nuevos movimientos en contra suya. Ni el
gigantesco poder que ha alcanzado lo librar de esa desgracia inherente a su
empecinada manera de ser.307
Mediante esta operacin retrica, Borrego justifica la persecucin del pueblo hebreo que
supuestamente est detrs del terror bolchevique. Desde que Borrego public Derrota
Mundial en 1953 en plena guerra fra, ha sostenido que la nica opcin para salvar el
catolicismo de los peligros del comunismo ateo, fue encabezada por el fhrer. Esta
devocin por la Alemania nazi, parece haber estado presente en crculos sociales ms
amplios entre 1930 y 1945. Algunos estudiosos sealan que el progermanismo era
moneda corriente entre los catlicos mexicanos, porque vean en las potencias del Eje, el
contrapeso de los Estados Unidos y de la Unin Sovitica en la escena mundial, sin que
305
Ibidem, p. 192.
Ibidem, p. 264.
307
Ibidem, p. 314.
306
146
esto signifique que estuvieran plenamente identificados con las doctrinas del
nacionalsocialismo.308 Todo parece indicar que el detonador principal de dichas
simpatas, fue el miedo al comunismo, y las huellas de la derrota cristera frente al Estado
laico.309
En el plano internacional la situacin es mucho ms complicada, pues si bien el
Vaticano conden por igual al comunismo y al nacionalsocialismo, se le acusa de haber
mantenido un silencio prolongado sobre la agresiva poltica expansionista del nazismo, y
de manera ms delicada sobre la persecucin de los judos y otras minoras religiosas.310
En todo caso, Salvador Borrego representa a un sector minoritario de catlicos que vieron
en el vertiginoso ascenso de los fascismos, la ltima esperanza para frenar el avance de
los sistemas polticos ateos. Desde su perspectiva, la derrota de los nazis, equivale a la
derrota de la cristiandad frente a su enemigo eterno, no quedando ms remedio que
esperar el auxilio divino prometido a la humanidad hace dos mil aos.311
Terror totalitario.
En Derrota Mundial, aparece una fascinacin macabra por la guerra, pues la mayor parte
de la narracin est dedicada a las acciones del ejrcito alemn. Para Borrego, la guerra
es un momento de prueba, ya que los peores defectos y las mayores virtudes de las
naciones afloran con ella. Argumenta que el conflicto blico expresa vitalidad, pues todo
308
147
lo que est vivo lucha, madura y crece.312 De ah, que no puede existir mayor virtud en
una nacin que la voluntad de luchar, puesto que la nica manera de trascender en la
historia es conquistando al oponente. Estas cualidades estn presentes en el pueblo
alemn, que
ante la imposibilidad de eludir la guerra con Occidente y ante su necesidad
ideolgica de hacer la guerra al Oriente bolchevique, cruz el umbral de la paz y
se intern en la siniestra grandeza de la guerra. Con sereno entusiasmo su
juventud lo sacrific todo y se precipit desde las fras tierras de Noruega hasta
los candentes desiertos de frica, y desde las floridas campias de Francia hasta
las polvorosas estepas de Rusia.313
Borrego celebra reiteradamente la voluntad presente en las tropas nazis de combatir sin
vacilar, hasta alcanzar la victoria contra el comunismo. En su narracin, la maquinaria de
guerra del nazismo se muestra avasalladora, primero avanza sobre Polonia e
inmediatamente despus se dirige a Noruega, Francia, Holanda y Blgica sucesivamente;
de un golpe Alemania haba conquistado la mitad de Europa. Segn Borrego, la
capacidad militar alemana hace la diferencia una vez ms cuando 5000 paracaidistas
toma la isla de Creta venciendo a una guarnicin aliada compuesta por 50, 000 efectivos.
As se expresaba el coraje militar con que el ejrcito alemn sacudi de uno al otro
confn de Europa las garras con que los protectores judos del marxismo queran asirlo
por la espalda y por los flancos para retardar y aminorar su golpe contra la URSS.314
Para 1941 comienza la ofensiva nazi contra Rusia, y en primera instancia, nada
parece detener a los contingentes alemanes. Borrego asegura que con todo y una supuesta
desventaja de numrica de 2 a 1, los ejrcitos alemanes se abrieron paso por el centro de
la Unin Sovitica. Pareca que Mosc estaba a punto de caer y con ello el ejrcito nazi
312
Ibidem, p. 149.
Ibidem, p. 151.
314
Ibidem, p. 229.
313
148
se alzara con la victoria, pero entonces aparecieron nuevos contingentes rusos, que segn
Borrego, nadie esperaba, para frenar el relampagueante avance alemn. Ante las duras
condiciones del frente oriental, el autor pondera la resistencia y la voluntad que
mostraban las tropas alemanas, mal equipadas para las inclemencias del crudo invierno
ruso y para enfrentar la superioridad numrica del ejrcito rojo. Segn Borrego, si la
moral de las tropas nazis no decay, fue porque Hitler animaba a resistir y a combatir. En
lugar de autorizar un repliegue general que hubiera acabado por desmoralizar a los
combatientes: Hitler derrot al invierno; fue su voluntad lo que en ltima instancia acer
el frente azotado por la nieve y por el fuego-un frente que habra de soportar tres aos y
medio de lucha-. En la desolacin de hielo, la sombra de Napolen alent a los rusos y
sobrecogi a los alemanes, pero el desastre de 1812 no se repiti.315 Para Borrego, fue
entonces cuando el ejrcito alemn alcanz las ms altas cumbres del espritu humano en
el frente ruso, pues cuando todo pareca perdido, los combatientes alemanes sacaban
fuerzas de flaqueza y lograban proezas inimaginables. Esta resistencia era animada y
provocada en buena parte por la propia voluntad del fehrer quien trabajaba sin descanso
en la estrategia ms adecuada para salvar la delicada situacin del frente oriental.
Hitler estabiliz el frente ruso gracias a su frrea voluntad, y logr impulsar de
nueva cuenta a las fuerzas alemanas que volvieron a la ofensiva, hasta que el general
Paulus comandante del VI ejrcito entr en la ciudad de Stalingrado a principios de
septiembre de 1942. Para el 19 de noviembre los rusos iniciaron un contraataque que dej
sitiados a 235, 000 soldados alemanes; despus de 71 das de sitio, Paulus se rindi el 31
de enero desobedeciendo las rdenes de Hitler de resistir hasta el ltimo hombre.316
315
316
Ibidem, p. 293.
Ibidem, p. 393.
149
Corey Robin, El miedo. Historia de una idea poltica, op. cit; p. 2007.
150
director pronazi de ltimas Noticias, Jos Vasconcelos, Ren Capistrn Garza, Jess
Guiza y Acevedo, Celerino Salmern, Antonio Rius Facius y Luis Reed Torres. 318 La
Cadena Garca Valseca lleg a contar con ms de treinta peridicos en toda la repblica
mexicana, por lo que jug un destacado papel en la difusin de los miedos anticomunistas
en el contexto nacional, durante el periodo de la guerra fra.
Salvador Borrego niega que la cadena Garca Valseca haya tenido una tendencia
oficialista, cuando asegura que naci como un proyecto nacionalista e independiente. No
obstante, el propio Jos Garca Valseca se convirti en uno de los pilares del gobierno en
su cruzada contra los elementos cardenistas y progresistas, al mismo tiempo que apoy
econmicamente a noticieros como Clasa y Nacional que reproducan las posturas
anticomunistas de Washington.319 De tal manera que Borrego acab trabajando para la
esfera ideolgica gubernamental, mientras que el espectro anticomunista iba tomando
forma lentamente en la opinin pblica mexicana.320
De manera paralela a su oficio periodstico y aprovechando la atmsfera cada vez
ms represiva de la guerra fra, Salvador Borrego va a publicar su siguiente obra en 1964
318
Salvador Borrego, Cmo Garca Valseca fund y perdi 37 peridicos y cmo Eugenio Garza trat de
rescatarlos y perdi la vida, ed. del autor, 1984, p. 54. La mayora de estos personajes estuvieron
vinculados a los movimientos sociales catlicos, como Ren Capistrn Garza y Antonio Rius Facius,
mientras que Jess Guiza y Acevedo y Celerino Salmern y el propio Jos Vasconcelos se destacaron como
idelogos de las derechas de inspiracin catlica.
319
Desde el gobierno de Manuel vila Camacho hasta el de Luis Echeverra se instrumentaliz el miedo al
comunista como parte de una constante represin hacia los movimientos progresistas. Este anticomunismo
oficial tena desde luego implicaciones geopolticas pues coincidi con la propaganda anticomunista
promovida por Estados Unidos en Amrica Latina. En la creacin del espectro anticomunista, la prensa y la
radio nacional jugaron una papel decisivo, sobre este proceso vase Seth Fein, Producing the Cold war in
Mxico. Public limits of covert communications, en Gilbert M. Joseph and Daniela Spenser, In from the
Cold, LatinAmericas new encounter with the Cold War, Duke University Press, 2008, p. 187, y Elisa
Servn, Propanga y Guerra fra: la campaa anticomunista en la prensa mexicana del medio siglo, Signos
Histricos, nm. 11, enero-junio, 2004, p. 22.
320
El propio gobierno mexicano encontr en la supuesta amenaza comunista, la excusa perfecta para
reprimir a cualquier movimiento de izquierda. De tal manera que si faltaba evidencia sobre la existencia de
una conjura internacional comunista contra la soberana nacional, el Estado la fabricaba, para luego ser
difundida masivamente en la prensa nacional. Las principales vctimas del poder del Estado en su cruzada
anticomunista fueron lderes sociales como Rubn Jaramillo, Demetrio Vallejo, y adems de los militantes
comunistas, los heriquistas, agraristas, ferrocarrileros, mdicos, profesores, estudiantes y sindicalistas.
151
con el llamativo ttulo de Amrica Peligra.321 Al igual que en su texto anterior, Derrota
Mundial, ste se nutre de la coyuntura poltica, pues hace eco de las protestas
encabezadas por la Iglesia catlica en 1958 contra el proyecto del libro de texto oficial.
La propuesta del gobierno de Adolfo Lpez Mateos, de implementar un texto nico para
la escuela primaria, reaviv una vez ms la vieja polmica por la educacin laica entre el
Estado y los grupos de laicos catlicos. Para 1960, la lucha contra el libro de texto se
convirti en una campaa anticomunista dirigida por la Iglesia catlica y el Movimiento
Familiar Cristiano (MFC), contra el gobierno de Lpez Mateos.322
En ese momento la retrica paranoica y un tanto repetitiva que Borrego usaba en
sus textos, tuvo su rplica en las manifestaciones anticomunistas contra el libro de texto
oficial. En varias ciudades del pas, a la salida de las Iglesias, escuelas y cines se
distribuan volantes anticomunistas con la leyenda Cristianismo s! Comunismo, no!
Mientras que la Unin Nacional de Padres de Familia (UNPF) aseguraba que la SEP
estaba en manos de los comunistas quienes haban puesto en marcha un proyecto
educativo ateo al servicio de Mosc.323 Tal parece como si las peores pesadillas de
Salvador Borrego comenzaran a materializarse, pues como parte de la resistencia contra
las polticas educativas oficiales, en las escuelas privadas los estudiantes eran informados
del horror que vivan las familias en los pases socialistas al no poder profesar su religin
libremente.
321
El peligro al que hace referencia Salvador Borrego es el comunismo que sienta sus bases en Cuba con la
Revolucin encabezada por Fidel Castro en 1959.
322
Soledad Loaeza, Clases medias y politica en Mxico. La querella escolar, 1959-1963, Mxico, Colmex,
1995, p. 187. Para Roberto Blancarte, la Iglesia catlica sale fortalecida luego de una dcada de alianza con
el Estado; una vez que se completa la rectificacin de las polticas cardenistas vuelve a la carga contra el
gobierno de Ruiz Cortines para reclamar ms espacios de participacin social, utilizando como bandera de
movilizacin el anticomunismo. Vase, La historia de la Iglesia en Mxico, op. cit, p. 179.
323
Valentina Torres Septien, La educacin privada en Mxico, 1903-1976, Mxico, Colmex, UIA, 1997,
p. 185.
152
El propio Borrego lleg a asegurar que Martn Luis Guzmn, entonces titular de la
Comisin Nacional de Libros de Texto era un comunista interesado en imponer un texto
de orientacin materialista, atesta y de categrica adhesin a los regmenes de Fidel
Castro Ruz, Lenin, Stalin, Mao Tse Tung, Salvador Allende, Brejnev, etc.324 Para
Borrego, la educacin impartida por el Estado debe respetar las creencias religiosas de la
poblacin mexicana.325 Desde su perspectiva, la enseanza basada en los principios de la
ciencia, no pueden estar por encima de las creencias religiosas. Para l, los dogmas de
la ciencia presentes en los planes y programas de la SEP, son en realidad parte del
programa marxista-leninista, para crear una sociedad atea y deshumanizada, sin respetar
la dignidad humana trascendente.326
Borrego interpreta estos acontecimientos como la prueba innegable de que
Mxico iba en ruta directa hacia el comunismo. En esa coyuntura, los acontecimientos y
debates de la Guerra fra, revitalizan sus ideas previamente desarrolladas durante el
cardenismo. La supuesta amenaza comunista era plausible entre las clases medias y la
Iglesia, pues gracias al ejemplo cubano la izquierda mexicana encabezada por el expresidente Lzaro Crdenas renov su presencia en la arena pblica.327 Crdenas
encontr en la Revolucin Cubana un nuevo smbolo para la izquierda agotada y
golpeada durante dos dcadas, primero viaj a Cuba a la primera celebracin del triunfo
de Fidel Castro el 26 de julio de 1959 en la Habana y luego encabez un mitin en el
324
Salvador Borrego, Cmo Garca Valseca fund y perdi 37 peridicos y cmo Eugenio Garza trat de
rescatarlos y perdi la vida, op. cit; p. 61.
325
Salvador Borrego, Dogmas polticos y crisis, Mxico, ed. del autor, 2003, p. 16.
326
Ibidem, p. 75.
327
Loaeza, op. cit; p. 194.
153
zcalo ante
Una de las primeras reacciones de la izquierda estudiantil tuvo lugar en el Colegio de San Nicols de
Hidalgo, cuando un grupo de estudiantes saque el Instituto Cultural Mxico-norteamericano en Morelia,
como protesta antiimperialista por los hechos de Playa Girn en abril de 1961. Sobre este evento vase
Eric Zolov, Cuba s, yanquis no!: el saqueo del instituto cultural Mxico-norteamericano en Morelia,
Michoacn, 1961, en Daniela Spenser (coord.), Espejos de la guerra fra: Mxico, Amrica central y el
Caribe, Mxico, Secretaria de Relaciones Exteriores, CIESAS, Miguel ngel Porra, 2004, p. 175.
329
Salvador Borrego, Amrica Peligra, op. cit; p. 542.
330
Ibidem, p. 549.
154
331
En 1961, entre la muestras de apoyo que recibi la Revolucin cubana, se puede citar la movilizacin de
17 estudiantes universitarios de Puebla que atacaron las instalaciones del Sol de Puebla, de la cadena
Garca Valseca, en respuesta el Frente Universitario Anticomunista y algunas organizaciones empresariales
con el apoyo del arzobispo Octaviano Mrquez Toriz convocaron a una manifestacin multitudinaria que
termin en un violento enfrentamiento con saldo de varios heridos.
332
lvaro Delgado, El yunque. La ultraderecha en el poder, Mxico, Debolsillo, 2006.
333
El Movimiento Universitario de Renovadora Orientacin (MURO), por ejemplo, apareci el 26 de julio
de 1961cuando sus miembros quemaron una efigie de Fidel Castro e intentaron detener los actos
conmemorativos de la Revolucin cubana. Su activismo dentro de la UNAM fue decisivo para precipitar la
cada del rector Ignacio Chvez. Sobre las actividades de este grupo de extrema derecha vase Mnica
Uribe, La ultraderecha en Mxico: el conservadurismo moderno, op. cit; p. 51.
155
medios empresariales, pues un personaje de la talla de Eugenio Garza Sada, era uno de
sus asiduos lectores. El empresario regiomontano haba encontrado en los textos de
Salvador Borrego, la clave para comprender el origen y la naturaleza del comunismo
que supuestamente se difunda con rapidez entre los jvenes estudiantes. Garza Sada,
tema que los rojos se infiltraran en el propio Tecnolgico de Monterrey, tal y como se
lo hizo saber a Jos Luis Sierra Villarreal,334 en una entrevista que tuvo lugar el seis de
septiembre de 1967. El empresario estaba molesto porque Sierra Villarreal haba querido
organizar un debate entre los candidatos de los tres partidos principales: PRI, PAN y PPS,
en el recinto de la masonera regiomontana:
Jos Luis Sierra (JLS): me recibi en su casa, que estaba situada en el cerro del
Obispado, arriba. Me llam para regaarme. Eugenio Garza: es usted un nio al
que todava le chorrea la leche. Usted no sabe lo difcil que ha sido construir este
Mxico. JLS: Reconozco las enormes dificultades y el mrito que tuvieron
ustedes, pero no estoy de acuerdo con su manera de pensar. Por qu nos la trata
de imponer a todos? Entonces, se levanta de su silln con brazos y me dice:
venga para ac, y abri la puerta que daba al balcn. Y me pregunt, sealando
hacia una casa: sabe usted quin vive ah? No s pues, el presidente de
Y all? Eso s s, el arzobispo. Y entonces, aadi: Y sabe por qu estn
viviendo debajo de mi?, porque aqu el que manda soy yo, y usted no va hacer
eso. Disclpeme, Don Eugenio, pero lo voy hacer. Entonces, me lleva hacia un
librero que tena puertas de cristal, lo abre y me da un libro de pastas amarillas,
Amrica Peligra, de Salvador Borrego. Todo un librero con los libros de
Borrego! Me dice: lalo! Le respondo: don Eugenio, ya lo le. Y sabe qu, me
sorprende que una persona tan inteligente como usted ande comprando estos
libros Se haba llevado a Salvador Borrego y le haban puesto un peridico, La
tribuna de Monterrey.335
El fragmento de la entrevista entre Garza Sada y Jos Luis Sierra Villareal es un ejemplo
del grado de polarizacin que haba en ese contexto, y de la forma en que la paranoia de
334
Jos Luis Sierra Villarreal era el presidente de la Confederacin de Estudiantes del Tec de Monterrey.
La entrevista aparece reproducida en Fernando M. Gonzlez, Algunos grupos radicales de izquierda y
de derecha con influencia catlica en Mexico (1965-1975), Historia y Grafa, nm, 29, 2007, p. 72. Garza
Sada, asiduo lector de la obra de Borrego, se empe en combatir la subversin comunista en el
Tecnolgico, hasta que de manera trgica fue asesinado en un fallido intento de secuestro por un comando
de la Liga comunista 23 de septiembre, el 17 de septiembre de 1973. Irnicamente uno de los lderes de la
Liga, era el propio Jos Luis Sierra Villareal quien haba sido presidente de la sociedad de alumnos del Tec,
antes de ser expulsado 1969 por sus inclinaciones marxistas.
335
156
un idelogo de extrema derecha como Salvador Borrego se haba extendido entre la elite
empresarial de Monterrey. Esta misma ansiedad ante la supuesta amenaza comunista, se
reproduca en el discurso oficial que satanizaba a los activistas universitarios, pues se les
consideraba como simples vndalos, y delincuentes que desafiaban la ley y la
autoridad.336
El colofn trgico para los miedos anticomunistas en el Mxico moderno habra
de ser la masacre del 2 de octubre. La paranoia anticomunista lleg a tal grado que el
propio Gustavo Daz Ordaz percibi que se estaba formando una corriente de opinin
favorable a una eventual medida represiva para terminar con el movimiento estudiantil
como finalmente sucedi. Ariel Rodrguez Kuri seala que en los meses previos al 2 de
octubre, el gobierno recibi numerosas muestras de apoyo de ciudadanos complacidos
por las medidas represivas contra los jvenes vndalos.337 En esa coyuntura incluso los
crticos ms acrrimos de la Revolucin mexicana apoyaron la represin gubernamental
ejercida contra los estudiantes; Salvador Abascal por ejemplo, escribi un telegrama a
Daz Ordaz, el da que Ciudad Universitaria fue tomada por el ejrcito, en el que le
brind su apoyo incondicional y su aprobacin ante su proceder enrgico, de paso le
336
157
avis que los principales focos de subversin estaban en las facultades de economa y
de ciencias polticas.338
En los meses previos a los trgicos sucesos del 2 de octubre de 1968, circulaba
con insistencia la versin de que la movilizacin estudiantil era una estrategia de los
comunistas para impedir la celebracin de los Juegos Olmpicos.339 Por lo tanto, era de
importancia capital para el gobierno de Daz Ordaz tener el apoyo del sector mayoritario
de la prensa escrita ante la eventual salida violenta del conflicto, como lo muestra el
siguiente testimonio de Salvador Borrego: el presidente Daz Ordaz invit a los
directores de peridicos del D. F. a una junta en Los Pinos. Les explic que los recientes
disturbios-que agitadores profesionales alentaban detrs de grupos llamados estudiantilesamenazaban con agravarse, y que les peda cooperacin para tranquilizar los nimos y
hacer posible que Mxico cumpliera con el compromiso de la Olimpiada. Y agreg: Una
vez terminado este evento, en noviembre, publquenme lo que quieran; atquenme, pero
por ahora es necesario que haya calma. Segn Borrego, la mayora de los directores de
de los diarios nacionales dieron su palabra de que as se hara, no obstante afirma que al
da siguiente de la reunin que tuvieron en Los Pinos, los directivos de Exclsior faltaron
a su palabra pues comenzaron a justificar las acciones de los estudiantes. Para Borrego tal
manejo de las notas era inaceptable pues a su juicio, eran los jvenes estudiantes quienes
338
Ibidem; p. 534.
Las autoridades mexicanas sentan una enorme presin al ser el primer pas del tercer mundo en
organizar unos juegos olmpicos, quiz esto aceler la decisin del gobierno de reprimir de manera violenta
el movimiento estudiantil. Adems la nominacin de Mxico como pas sede de las olimpiadas pudo haber
tenido un sentido geopoltico, debido a que era un pas del tercer mundo poda contribuir a distender los
conflictos propios de la guerra fra. Sobre esta hiptesis vase Ariel Rodrguez Kuri, El otro 68: poltica y
estilo en la organizacin de los juegos olmpicos de la ciudad de Mexico, Relaciones, nm. 76, 1998, vol.
XIX, p. 114.
339
158
provocaban motines en las calles e incluso balaceaban a policas y soldados, con las
falsas consignas de insurgencia y anhelo de justicia social.340
Las versiones que flotaban en la prensa anticomunista sobre la amenaza oculta
en el movimiento estudiantil, fueron recogidas posteriormente en El Mndrigo, que a la
postre result ser la versin de Estado sobre el movimiento estudiantil de 1968. Este
panfleto que simula ser el diario de un miembro del Consejo Nacional de Huelga,
revel que el movimiento estudiantil estaba infiltrado por agentes soviticos cuyo
propsito era desestabilizar a la nacin ante la inminente realizacin de la justa
olmpica.341 En los propios medios gubernamentales, circulaba la tesis del complot
comunista, promovida por los servicios de inteligencia del Estado mexicano. Sin
embargo, como apunta Sergio Aguayo, se trataba de amenazas ficticias, pues los mismos
agentes de la Direccin Federal de Seguridad, magnificaban los supuestos peligros de las
clulas comunistas que operaban en el pas, para incrementar su poder poltico,
aprovechndose de la paranoia de Gustavo Daz Ordaz.342 Este tipo de mecanismos de
representacin poltica tuvieron su efectividad, pues como seala Luis Gonzlez de Alba,
la versin oficial de los hechos era muy clara y no admita replica: todo el conflicto lo
causaban los comunistas y otros agitadores profesionales que haban iniciado otra
campaa de desprestigio contra Mxico...343
Como se ha visto en los anteriores apartados, la retrica del complot utilizada por
Salvador Borrego no estaba desligada de los conflictos sociales y polticos del Mxico
340
Salvador Borrego, Cmo Garca Valseca fund y perdi 37 peridicos op. cit; p. 86.
El Mndrigo. Bitcora del Consejo Nacional de Huelga, Mxico, Editorial Alba Roja, s/f. El texto es
particularmente interesante porque ofrece una explicacin oficialista del conflicto estudiantil y muestra lo
extendido que estaba la idea del complot comunista entre los propios servidores del Estado.
342
Sergio Aguayo Quezada, El impacto de la guerrilla en la vida mexicana. Algunas hiptesis,en
Vernica Oikin Solano y Marta Eugenia Garca Ugarte (edit.), Movimientos armados en Mxico, Siglo
XX, Vol. I, Mxico, CIESAS, Colmich, 2006, p. 94.
343
Luis Gonzlez de Alba, Los das y los aos, Mxico, ERA, 1971, p. 29.
341
159
344
Alan Knight plantea que el Estado prista tena dos caminos para controlar a la oposicin poltica: la
cooptacin y la represin, convirtindose as en un moderno Leviatn, en Mxico bronco, Mxico manso:
una reflexin sobre la cultura cvica mexicana, Poltica y Gobierno, vol. III, nm. 1, 1996, pp.12, 14, 19.
No obstante, el propio Knight matiza sus posturas, cuando seala que la fuerza del Estado revolucionario
tena limitaciones, pues dependa de buena medida de pactos y alianzas para sostenerse en el poder, vase
El Leviatn de papel, Letras Libres, julio de 2010, p. 81.
345
En el fondo la disputa entre los empresarios y Luis Echeverra deriva del agotamiento del modelo
sustitucin de importaciones. En este esquema econmico, el sector empresarial disfrutaba de enormes
beneficios fiscales que se terminaron abruptamente con la crisis del capitalismo global en la dcada de
1970; el rgimen prista se vio obligado a realizar ajustes econmicos, mismas que provocaron la respuesta
airada de los empresarios. As Echeverra muy proclive a la retrica populista termin acusado de ser
comunista y de intentar suprimir la propiedad privada. Vase Samuel Schmidt, The Deterioration of the
Mexican Presidency: The years of Luis Echeverra, Tucson, The University of Arizona Press, 1991, pp.
110.
160
Salvador Borrego, Qu pasa con EE .UU? Mxico, ed. del autor, 1985, p. 89.
Salvador Borrego, Soy la Revolucin neoliberalizada, Mxico, ed. del autor, 1999, p. 45.
348
Salvador Borrego, Arma econmica, Mxico, ed. del autor, 2000, p. 42.
347
161
Su visin negativa del mundo moderno presa de una decadencia moral sin precedentes en
la historia de la humanidad, se debe a que las ideologas modernas han negado la
existencia de un Dios trascendente, creador y omnipotente.349 Una vez ms reitera que el
mundo cristiano es amenazado por las fuerzas oscuras: Los de hoy todava no perciben
la magnitud del peligro y no recurren a Jess dicindole Slvanos, que perecemos! Los
de Hoy vuelven sus ojos a la democracia, al pluralismo o al dilogo, no al Seor, Dios de
Dios, Luz de Luz, Dios Verdadero, de Dios Verdadero.350
Al igual que otros extremistas, Borrego necesita de una figura para simbolizar el
mal lo suficientemente poderosa como para seguir cultivando el miedo poltico, pero ante
el hundimiento del horizonte de la guerra fra, se qued sin esa poderosa energa que
impulsaba su retrica paranoica. Despus del colapso del comunismo, otros exponentes
del conservadurismo y las derechas occidentales han sido ms afortunados que el
propio Borrego, pues despus de un impasse, encontraron en el terrorismo, un nuevo
enemigo poltico capaz de generar un miedo tan profundo como el que provoc el terror
rojo en su momento. En las sociedades poscomunistas, el miedo al terrorismo islmico,
despus de los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001, ha contribuido a relanzar
un nuevo ciclo de polticas conservadoras. Los idelogos de las derechas sustituyeron las
ansiedades de la guerra fra, por el miedo al musulmn que supuestamente constituye una
amenaza para la seguridad y para la identidad cultural del mundo occidental. En la ltima
dcada, el conflicto global ya no se plantea a partir de diferencias ideolgicas o
349
350
162
econmicas, sino culturales.351 Para Corey Robin, estas creaciones ideolgicas responden
a las necesidades de un liberalismo ansioso, que busca reactivar la produccin de nuevos
miedos polticos para sustituir el anticomunismo.352
Al cruzar el umbral del siglo XXI, el pensamiento de Salvador Borrego agot las
fuentes tradicionales del miedo poltico, debido a que el orden mundial que aliment su
ideario poltico desapareci; hoy en da ya no existe ms el dilema entre comunismo o
fascismo, entre democracia liberal y comunismo que alimentaron su imaginacin y su
retrica paranoica. Ante este escenario se vio obligado a replantear su esquema
interpretativo de la historia occidental, para explicar el papel y la funcin de la religin en
las sociedades poscomunistas.
Hacia la disolucin social.
Desde la perspectiva de Salvador Borrego, la civilizacin cristiana est siendo minada
por los procesos polticos y econmicos de la modernidad tarda. El ejemplo ms
palpable, segn l, es el grave deterioro sufrido por el modelo familiar patriarcal. En su
discurso, enfatiza la necesidad de preservar el rol tradicional de los gneros, al mismo
tiempo que defiende una concepcin de la sexualidad basada en la moral cristiana. De
igual manera, rechaza el uso de anticonceptivos, y proscribe todas aquellas prcticas
351
Samuel Huntington, por ejemplo, sostiene que la rivalidad entre las superpotencias de la guerra fra, ha
sido sustituida por el choque civilizatorio entre Occidente y el hemisferio oriental, en El choque de las
civilizaciones y la reconfiguracin del orden mundial, Barcelona, Paids, 1997, p. 30.
352
Corey Robin, El miedo. Historia de una idea poltica, op. cit; p. 270. Para el autor, la funcin del miedo
poltico fue teorizada originalmente por Thomas Hobbes, al sealar que el hombre cede su libertad al
Leviatn porque es la nica entidad que protege su vida. De tal manera que el miedo del hombre a perder su
vida se vuelve un factor de civilidad y cohesin social, pues sacrifica su propia libertad en aras de la
seguridad que le proporciona el poder estatal. En la actualidad el miedo poltico cumple ms o menos la
misma funcin, por ejemplo, cuando Estados Unidos perdi a su rival despus de la cada del comunismo,
qued a la deriva sin un referente para movilizar las energas sociales, hasta el atentado contra las torres
gemelas el 11 de septiembre de 2001, entonces los gobiernos conservadores tuvieron de vuelta un pretexto
lo suficientemente poderoso como para justificar un recorte de las libertades civiles y el despliegue de una
agresiva poltica internacional. As, el miedo represor magnificado por el propio Estado, qued legitimado
tras los ataques terroristas cuando se invoc el principio de la seguridad nacional amenazada por el Islam,
para irnicamente provocar ms terror.
163
353
Para Borrego la sexualidad humana debe tener como nico propsito la procreacin, este planteamiento
estn muy arraigadas en la moral cristiana. Segn Peter Brown, las races de esta visin se encuentran en
las primeras comunidades cristianas primitivas que seguan el ideal monstico de la continencia, pero quien
sent las bases de la sexualidad cristiana que prevalece hoy en da, es San Agustn, quien descubri la
concupiscencia de la carne como signo de corrupcin moral. As, las relaciones sexuales son concebidas
como periodos de desajuste corporal, donde se pierde la armona entre el hombre y Dios, entre cuerpo y
alma que existi antes de la cada de Adn, en La Antigedad tarda, en Philippe Aries y Georges Duby,
(edts.), Historia de la vida privada, tomo I, Del imperio romano al ao mil, Madrid, Taurus, 2001, p. 294.
354
Eric Hobsbawm, Historia del Siglo XX, 1914-1991, Barcelona, Crtica, 2000, p. 315-325.
355
Anthony Giddens, La transformacin de la intimidad. Sexualidad, amor y erotismo en las sociedades
modernas, Madrid, Ctedra, 1992, p. 36.
164
356
Estas asociaciones cuestionan el monopolio educativo del Estado revolucionario y las polticas de salud
pblica, al mismo tiempo defienden el modelo familiar tradicional. Sus planteamientos estn vinculados
con la doctrina social de la Iglesia y en particular con la corriente del catolicismo integral-intransigente. Un
panorama general de estos grupos aparece en Nora Prez-Rayn E. y Alejandro Carrillo, De la derecha
radical a la ultraderecha en el pensamiento social catlico, en Roberto Blancarte (comp.), El pensamiento
social de los catlicos mexicanos, op. cit; p. 115.
357
Los grupos laicos catlicos como Pro-vida y la Asociacin Nacional Cvica Femenina (ANCIFEM),
fueron particularmente activos contra las polticas de planificacin familiar instrumentadas por Echeverra.
Sus posturas antiabortistas se vieron reforzadas por la recepcin de la encclica Humanae Vita que
constituye la respuesta de la Iglesia al uso de los mtodos anticonceptivos. En los aos ochenta, estas
mismas agrupaciones tuvieron una fuerte presencia en el Primer Congreso General de Afirmacin de
Valores Familiares (1986), al mismo tiempo que siguieron manifestndose en contra de las polticas de
control de la natalidad y prevencin de enfermedades de transmisin sexual implementadas por el Estado.
Un panorama pormenorizado de sus relaciones con la Iglesia y el empresariado, puede verse en Estela
Snchez Albarrn, El quehacer poltico de los laicos catlicos, El Cotidiano, nm. 35, mayo-junio de
1990.
358
Rene de la Torre, El catolicismo y las concepciones sobre el derecho a la vida, en Rene de la Torre
(coord.), Los rostros del conservadurismo en Mxico, op. cit; p. 239.
165
Para Borrego, las polticas de salud pblica que tienen como eje la planificacin familiar,
buscan promover una cultura de la muerte al interferir con el carcter divino de la vida
humana. Por este motivo, los gobiernos ateos comunistas y capitalistas por igual,
relativizan la naturaleza divina que poseen los seres humanos para tratar a sus gobernados
como accidentes espontneos de la combinacin (por azar) de elementos y
substancias, no como prjimo con dignidad humana trascendente.359 As mismo,
considera que las teoras darwinistas sobre la evolucin de las especies constituyen
dogmas cientficos, que tiene como objeto debilitar las revelaciones de la fe cristiana.
De igual manera, afirma que la teora darwinista fue adoptada inicialmente por la Unin
Sovitica despus de 1959, y casi de inmediato difundidas por la ONU a nivel mundial,
para inculcar el atesmo y terminar por derruir las bases morales de las sociedades
cristianas. Segn Borrego, este tipo de proyectos educativos, son contrarios al
cristianismo porque niegan la existencia de un orden sobrenatural, siendo los causantes
de la crisis moral sin precedentes que prevalece en el mundo occidental.
Borrego no duda en sealar que la sociedad mexicana enfrenta un proceso de
disolucin social, pues carece de bases morales y espirituales. Desde su perspectiva, los
aliados ms poderosos de la disolucin social son los medios de comunicacin que a
travs de sus mensajes nocivos fomentan el materialismo, el consumismo, el hedonismo,
la desintegracin familiar, la violencia, la pornografa y las prcticas sexuales desviadas.
Estas posturas ideolgicas, tampoco son exclusivas de Salvador Borrego, La Legin
Mexicana de la Decencia, despleg una intensa campaa entre (1946-1958) para censurar
la creciente produccin cinematogrfica nacional. El objetivo de dicha organizacin
catlica era imponer un cdigo moral que excluyera del cine nacional temas relativos a la
359
Salvador Borrego, Dogmas polticos y crisis, ed. del autor, 2003, p. 16.
166
360
Guillermo Zermeo Padilla, Cine, censura y moralidad en Mxico. En torno al nacionalismo cultural
catlico, 1929-1960, Historia y Grafa, nm. 8, 1997, p. 87. La Legin, segn Zermeo, se convierte en
portavoz de una sociedad provinciana, semiilustrada o incrustada todava en un mundo cultural
construido antes de la aparicin de los nuevos medios de comunicacin.
361
Salvador Borrego, La cruz y la espada, op. cit; p. 110.
362
Salvador Borrego, Disolucin social, op. cit; p. 51. Hacia la dcada de 1950, preocupaciones similares
se vieron reflejadas en el cine nacional que condenaba el desenfreno de la juventud, la desintegracin
familiar y el rock n roll, y la crisis de valores. Para Eric Zolov, la contracultura juvenil es un desafo a
cultura patriarcal propia del nacionalismo revolucionario, habra que establecer si esa cultura patriarcal
no depende en buena medida de una moral cristiana. Vase Rebeldes con causa. La contracultura mexicana
y la crisis del Estado patriarcal, Mxico, Norma, 2002, p. 26.
167
Desde su perspectiva, existe un mecanismo muy sencillo para frenar la ola delincuencial:
la pena de muerte. Su argumento es que las penalidades ms elevadas inhiben la
delincuencia; al mismo tiempo se pronuncia porque el ejrcito participe en tareas
policiales y no duda en sealar que su actuacin en la represin estudiantil, fue correcta
ante el peligro comunista.
Desde la perspectiva de Borrego, ni siquiera la Iglesia se ha salvado de ser
contaminada por la modernidad, pues seala que los cambios posconciliares terminaron
con una tradicin teolgica de dos mil aos, cuando la Iglesia acept el dilogo con otras
denominaciones religiosas, y atenu su tradicional antisemitismo. Para Borrego, la Iglesia
catlica no puede renunciar al monopolio de la verdad que detenta por ser la nica que
representa la voluntad del mismo Redentor, ni puede retirar la condena contra los judos,
pues los evangelios muestran de manera incontrovertible son el pueblo deicida.363
Segn Borrego, estas modificaciones doctrinarias han sido inducidas por el movimiento
judeocomunista que ha llegado a las entraas de la propia Iglesia, para completar el
programa de la Revolucin mundial. Siguiendo con esta interpretacin afirma que, el
catolicismo preconciliar encarna el verdadero espritu de la Iglesia, y cualquier cambio
doctrinario equivale a claudicar ante los enemigos de la cristiandad. Desde esta
perspectiva la unidad de la cristiandad depende de seguir alimentado el antisemitismo
religioso. De ah que defienda una concepcin de catolicismo integral, pues la religin y
sus valores deben permear todas y cada una de las esferas de la sociedad. Por lo tanto
ninguna legislacin civil que limite este principio de integralidad, puede ser aceptada ni
legitimada.
363
168
169
Conclusin.
El origen de la cultura poltica de extrema derecha catlica surgi de manera paralela a
los conflictos entre la Iglesia y el Estado. Como se ha planteado a lo largo del presente
trabajo, los primeros ncleos del radicalismo catlico se pueden encontrar en la
Asociacin Catlica de la Juventud Mexicana (1913) y en la Unin de Catlicos
Mexicanos (1919). De sus filas salieron los principales dirigentes cristeros que pretendan
ver en el Estado liberal, la mano de una conspiracin masnica contra la fe cristiana. Los
mismos argumentos se pueden encontrar de manera reiterada en grupos como las
Legiones (1933), la Base (1936), los Tecos (1934) y la Unin Nacional Sinarquista
(1937), quienes comparten la conviccin de que la participacin de los catlicos por la
va democrtica en el Mxico pos revolucionario, es ineficaz y carente de sentido. En
buena medida su accin poltica deriva de la Doctrina Social de la Iglesia y estuvo
encaminada al establecimiento de una sociedad basada en la democracia cristiana. Este
proyecto nunca tuvo una clarificacin en trminos polticos y siempre mantuvo cierta
ambigedad, pero lo que s est claro es que la mayora de los militantes catlicos de esa
generacin se vieron seducidos por la opcin de la lucha armada.
Los herederos de estas concepciones polticas y sociales han sido precisamente
Salvador Abascal y Salvador Borrego, quienes reproducen en su discurso, los
planteamientos de un catolicismo integral e intransigente que se ha negado a sucumbir
ante la modernidad.364 Los dos rechazan de manera tajante las instituciones liberales
364
Roberto Blancarte argumenta que esta corriente del catolicismo social aparece a fines del siglo XIX
como ya se ha mencionado en apartados anteriores, es integral porque se resiste a ser reducido a prcticas
culturales y a convicciones espirituales, e intransigente porque rechaza el liberalismo como ideologa
oficial de la sociedad moderna, en El catolicismo social en el desarrollo del conflicto entre la Iglesia y el
Estado en el siglo XX; neoliberalismo y neointransigencia catlica, en Manuel Ceballos Ramrez y
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En trminos comparativos, la agenda moral de Abascal y de Borrego, es casi idntica a la que sigui la
Nueva Derecha protestante estadounidense que renace a fines de los aos setenta. Movimientos
fundamentalistas como el de la Mayora Moral encabezados por Jerry Falwell en 1979 siguen el mismo
patrn discursivo al hablar de America como una sociedad depravada y moralmente corrompida por las
polticas laicas. Para mas detalles vase Karen Armstrong, Los orgenes del fundamentalismo en el
judasmo, el cristianismo y el islam, op. cit, p. 383.
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Antonio Costa Pinto seala que Salazar no implant un Estado catlico en Portugal, pero le ofreci a
la Iglesia, la posibilidad de reposicionarse en amplios sectores sociales, luego de largas dcadas de vigencia
de un marco jurdico laico, durante etapa de la repblica laica, en Salazars Dictatorship and European
Fascism. Problems of Interpretation, New York, Social Science Monographs, and Columbia University
Press, 1995, p. 203.
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que reitera en la mayor parte de sus textos, que se inclina por las formas polticas
dictatoriales como las que azotaron el cono sur en la dcada de 1970. Su vocacin
autoritaria queda reafirmada en sus continuos llamados a sostener el imperio de la ley y el
orden, a costa de los derechos humanos.
En sntesis, los planteamientos de Abascal y Borrego se caracterizan por su
retrica beligerante y paranoica, por su antisemitismo de inspiracin religiosa y por su
rechazo al individualismo y a la democracia. En lugar de una sociedad abierta, proponen
una estructura social dominada por los valores y principios de la fe cristiana, establecidos
de manera homognea por un Estado autoritario por medio de la fuerza. Se trata de una
amalgama que combina los principios de la Doctrina Social de la Iglesia con las formas
ms autoritarias del poder poltico desarrolladas en el siglo XX. Ambos personajes
comparten una estructura ideolgica muy similar a la de los fundamentalistas religiosos,
pues comparten un temor a la aniquilacin espiritual, de ah su deseo de definir doctrinas
y fundamentos, erigir barreras, y segregar al pueblo catlico de cualquier contaminacin
con la modernidad.
Como se plante a lo largo del texto, los planteamientos extremistas de Abascal y
de Borrego encontraron un combustible poderoso en el clima de la guerra fra, donde el
anticomunismo fue uno de los temas dominantes en la poltica y en las relaciones
internacionales. Una cuestin no se estudi a fondo, fue la posible influencia que tuvieron
estos personajes en el Mxico de la posguerra, ms all los restringidos crculos de los
grupos de laicos catlicos y de las organizaciones estudiantiles de extrema derecha. El
ejemplo ms claro es el de Salvador Borrego quien desde su posicin como periodista de
importantes diarios y cadenas periodsticas difundi sus posturas anticomunistas entre la
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