Práctico 4 - Eghinardo, Vita Karoli
Práctico 4 - Eghinardo, Vita Karoli
Práctico 4 - Eghinardo, Vita Karoli
Prefacio de Eginhardo.
Habiendo resuelto escribir un libro sobre la vida, las costumbres y las principales gestas del
reino del seor que me ha alimentado, el muy excelente rey Carlos, tan justamente famoso,
lo he hecho con la mayor sobriedad que he podido, atenindome siempre a no omitir nada
de lo que ha alcanzado mi conciencia y a no fatigar con la extensin de mi relato el espritu
de aquellos a quienes repugna todo aquello que es nuevo -si es de algn modo posible,
verdaderamente, proponer, sin disgustarlo, un libro nuevo a un pblico al que fastidian
tambin las obras de los mejores y doctos escritores.
Ms de alguno de entre ellos, lo s, que ha consagrado su tiempo libre al culto de las letras
estimar que la poca que vivimos no merece ser considerada como indigna de todo
recuerdo y ofrecida en masa al olvido; ms de uno tambin, celoso de pasar a la posteridad,
se inquietar menos por la calidad de sus escritos que por su deseo de asegurar a las
generaciones futuras, narrando las grandes gestas de sus contemporneos, la gloria de su
propio nombre. No he credo por lo tanto deber renunciar a esta obra, consciente de que yo
poda aportar ms de verdad que otra persona, porque particip en los acontecimientos que
relato, he sido, como se dice, el testigo ocular y porque, adems, no puedo saber de una
manera positiva como sera el cuadro si fuese trazado por otro. He juzgado, en fin, que ms
vala en mi exposicin respetar en otros trminos las cosas ya dichas que dejar la vida
ilustre del mejor y ms grande rey de esta poca y sus hazaas, hoy casi inimitables,
perderse en las tinieblas del olvido.
A estos motivos para componer mi libro se agrega otro -razonable, pienso, y que podra
bastar con l solo: el reconocimiento hacia el hombre que me aliment y a la amistad
indefectible entablada tanto con l como con sus hijos desde que comenc a vivir en su
corte. La deuda que he contrado as hacia l y hacia su memoria es tal que sera justo que
se me juzgase como un ingrato si, olvidando todos los bienes con los que fui gratificado,
mantuviera silencio acerca de los hechos gloriosos e ilustres de aquel con quien tengo
tantas obligaciones y si soportara que su vida permaneciera, como si no hubiera existido,
ignorada y privada de las alabanzas que le son debidas.
Para contarla y expresarla, hara falta algo mejor que mi pobre espritu, dbil casi hasta la
nulidad; hara falta la elocuencia de un Cicern. Sin embargo, de todos modos, he aqu este
libro destinado a perpetuar la memoria del clebre gran hombre. Fuera de sus grandes
hechos, nada hay all que pueda impresionar al lector, sino tal vez la audacia de un brbaro
que, apenas iniciado en la frase latina, ha credo sin embargo poder escribir de forma
decente o conveniente en esta lengua y que ha llevado la impudicia hasta el desprecio de
aquel precepto de Cicern, en el primer libro de sus Tusculanas, donde hablando de los
autores latinos, se expresa en estos trminos: : "Consignar por escrito sus pensamientos
cuando se es incapaz de ordenarlos, de darles valor y de procurar el menor agrado al lector
es el acto de un hombre que abusa sin medida de sus horas libres y de las letras". Tal
precepto del clebre orador habra podido apartarme de escribir si no hubiese resuelto
arriesgar mi reputacin sometiendo este ensayo al juicio del pblico, antes que narrar la
historia de un tan gran hombre a fin de arreglarla.
Ascendencia de Carlos.
La familia de los merovingios, de la cual los francos acostumbraban a escoger sus reyes,
rein hasta Childerico. Este, con el consentimiento del pontfice romano, fue depuesto y
encerrado en un monasterio despus de haberle cortado los cabellos. Pero si la familia
termin con l, desde haca mucho tiempo que haba perdido el vigor y no se distingua ms
que por el ttulo real. La fortuna y el poder pblico estaban en manos de los jefes de su
casa, que se llamaban mayordomos de palacio y a quienes perteneca el poder supremo;
adems del ttulo, el rey no tena otra satisfaccin que ocupar el trono, con su larga
cabellera y su barba colgante. Desde all figuraba como soberano, dando audiencias a los
embajadores de los diversos pases y encargndoles a su regreso que transmitiesen en su
nombre las respuestas que se le haba sugerido o dictado. Salvo este ttulo real que haba
llegado a serle intil, y los precarios medios de subsistencia que le conceda el mayordomo
de palacio, no posea sino un dominio propio, de escaso provecho, con su casa y algunos
reducidos servidores a su disposicin para proveerlo de lo necesario.
En sus viajes empleaba una carreta tirada por bueyes y dirigida rsticamente por un
carretero. As acostumbraba ir a palacio, dirigirse a la Asamblea Pblica de su pueblo que
se reuna anualmente para tratar asuntos del reino, y regresar a su residencia. La
administracin y todas las decisiones y medidas referentes a lo interno y externo del reino,
eran de exclusiva incumbencia del mayordomo de palacio.
Este cargo, en la poca de la deposicin de Childerico, le perteneca a Pipino, padre del rey
Carlos, en virtud de un derecho ya casi hereditario. En efecto, antes que l, dicho cargo lo
haba desempeado en forma brillante otro Carlos, del cual era hijo, y que se haba
distinguido derrotando a los tiranos cuyo poder intentaban imponer en toda Francia, y
obligando a los sarracenos -mediante dos grandes victorias: una en Aquitania, en Poitiers;
la otra cerca de Narbona- a renunciar a la ocupacin de las Galias y a replegarse a Espaa.
Y ste lo haba recibido de manos de su propio padre, tambin llamado Pipino. Pues el
pueblo se haba acostumbrado a no confiarlo sino a quienes se distinguan por el brillo de
su nacimiento o la extensin de sus riquezas.
Campaa contra los sajones.
Ninguna fue tan larga, ms atroz, ms penosa para el pueblo franco. Pues los sajones, como
casi todos los pueblos germnicos, eran de una naturaleza feroz; practicaban el culto a los
demonios, se mostraban enemigos de nuestra religin y no consideraban deshonroso violar
o transgredir las leyes divinas o humanas. El trazado de las fronteras dejaba cada da la paz
a merced de un incidente; siendo llanas, excepto en algunos puntos, donde bosques y
montaas forman una separacin neta, las fronteras eran escenario constante de muertes,
rapias e incendios, respondindose recprocamente...
Una vez declarada la guerra, fue llevada por ambas partes con igual animosidad, aunque
con mayores prdidas de los sajones, y mantuvo una duracin de treinta aos consecutivos.
No pudo terminar pronto por la perfidia de los sajones.
No dej de vengar su perfidia e imponerles un justo castigo, marchando l mismo contra
ellos o enviando tropas dirigidas por sus condes. Habiendo terminado por triunfar sobre los
ms intransigentes, reducindolos a su merced, deport con sus mujeres y sus hijos a dos
mil que habitaban las dos riberas del Elba, y los dispers en pequeos grupos por las Galias
y Germania. Y se sabe que la guerra, despus de tantos aos de lucha, no termin sino
cuando los sajones hubieron aceptado las condiciones exigidas por el rey; abandono del
culto a los demonios y de las ceremonias nacionales, adopcin de la fe y sacramentos de la
religin cristiana, fusin con el pueblo franco en un solo pueblo.
Vida privada de Carlos.
Quiso que sus hijos, los varones como las nias, fuesen desde el comienzo iniciados en las
artes liberales, estudios a los cuales l mismo se aplicaba; despus a sus hijos, cuando les
lleg la edad, hizo ensear a montar a caballo, siguiendo la costumbre franca, a manejar las
armas y a cazar; en cuanto a sus hijas, para evitarles embotarse en la ociosidad, las hizo
aprender el trabajo de la lana as como el manejo de la rueca y el huso e hizo que se les
enseara todo lo que permita formar una mujer honesta.
De todos sus hijos, no perdi ms que dos hijos y una hija: Carlos, el primognito; Pipino,
que haba hecho rey de Italia; y a Rotruda, la ms vieja de sus hijas, que haba sido
prometida al emperador griego Constantino. Pipino dej un hijo -Bernardo- y cinco hijas Adelaida, Atula, Gondrada, Bertraida, Teodrada- a las cuales el rey testimoni su afecto
decidiendo que el hijo sucediera a su difunto padre y que las hijas fueran educadas con las
suyas propias. Soport la muerte de sus hijos y de su hija con menos resignacin de la que
se hubiera esperado de su extraordinaria fortaleza de espritu: su corazn era tan bueno que
no pudo contenerse y se deshizo en llanto.
Asimismo, cuando se le anunci el deceso del pontfice romano Adriano, su amigo
predilecto, llor como si hubiera perdido un hermano o un hijo querido. Puesto que, en la
amistad, era perfectamente equilibrado: dndose fcilmente, con una fidelidad a toda
prueba, prometindose a aquellos con los que lo ligaba el afecto ms sagrado.
Tom en la educacin de sus hijos tal cuidado que, cuando estaban con l, no cenaba nunca
sin ellos y que, sin ellos, nunca se pona en marcha. Sus hijos cabalgaban a su lado; sus
hijas les seguan cerrando la marcha, con algunos guardias encargados de velar por ellas.
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Llevaba el vestido nacional de los francos: sobre el cuerpo, una camisa y un calzoncillo de
lino; encima, una tnica bordada de seda y un pantaln; unas cintillas alrededor de las
piernas y los pies; un chaleco de piel de nutria o de rata le protega en invierno la espalda y
el pecho; se envolva en un sayo azul y tena siempre colgando a un costado una espada
cuya empuadura y vaina eran de oro o plata. Algunas veces cea una espada decorada con
pedreras, pero slo los das de grandes fiestas o cuando tena que recibir a embajadores
extranjeros. Si embargo, desdeaba los vestidos de otras naciones, incluso los ms bellos,
y, cualquiera que fuesen las circunstancias, se rehusaba a ponrselos. No hizo excepcin
sino en Roma donde, una primera vez a peticin del Papa Adriano y una segunda vez a
instancias de su sucesor Len, visti la larga tnica y la clmide y calz zapatos a la moda
de los romanos. Los das de fiesta llevaba un vestido tejido de oro, calzados decorados con
pedreras, una fbula de oro para abrochar su sayo, una diadema del mismo metal y
decorada tambin con pedrera; pero los dems das, su vestimenta difera poco de las de
los hombres del pueblo o del comn.
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Se mostraba sobrio en el comer y el beber, sobre todo en el beber: ya que la embriaguez,
que proscribi tanto para l como para los suyos, le causaba horror en quienquiera que
fuese. En la comida, le era difcil limitarse tanto, y se quejaba con frecuencia por serle
incmodos los ayunos.
Se regalaba con banquetes muy raramente, y solamente en las grandes fiestas, y siempre
con gran compaa. Normalmente, la cena no se compona sino de cuatro platos, fuera del
asado que los monteros tenan costumbre de poner en la asadera y que era su plato
predilecto. Durante la comida, escuchaba un poco de msica o alguna lectura. Se le lea la
historia y los relatos de la Antigedad. Le gustaba tambin hacerse leer las obras de San
Agustn y, en particular, aquella titulada La Ciudad de Dios.
Era tan sobrio en el vino y en toda clase de bebidas que beba raramente ms de tres veces
por comida. En verano, despus de la comida del medioda, tomaba algunas frutas, se
volcaba una vez ms a beber, despus, desvistindose y descalzndose cuando ya era de
noche, reposaba dos o tres horas. En la noche su sueo era interrumpido cuatro o cinco
veces, y no slo se despertaba, sino que se levantaba cada vez.
Una vez vestido, reciba diversas personas fuera de sus amigos. Si el conde de palacio le
sealaba un proceso que reclamaba una decisin de su parte, haca rpidamente introducir a
palacio a los litigantes y, como si estuviera en un tribunal, escuchaba la exposicin del
asunto y pronunciaba sentencia. Era tambin el momento cuando regulaba el trabajo de
cada servicio y daba sus rdenes.
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Tena una elocuencia copiosa y exuberante, expresando con suma facilidad todo lo que
quera. No contento con su lengua, se afan en aprender extranjeras. Aprendi el latn tan
bien que se expresaba indiferentemente en esa lengua o en la lengua materna. No fue lo
mismo con el griego, que poda comprenderlo mejor que hablarlo. Ms encima, tena una
soltura de palabra que rayaba casi en el exceso.
Cultivaba con pasin las artes liberales y, lleno de veneracin hacia quienes las enseaban,
los colmaba de honores. En el estudio de la gramtica, segua las lecciones del dicono
Pedro de Pisa, entonces en su vejez; en las otras disciplinas, su maestro fue Alcuino,
llamado Albinus, dicono tambin, un sajn originario de Bretaa, el hombre ms sabio que
exista entonces. Consagr mucho tiempo y esfuerzo en aprender junto a l la retrica, la
dialctica y sobre todo la astronoma. Aprendi el clculo y se aplic con atencin y
sagacidad a estudiar el curso de los astros. Quiso tambin aprender a escribir y tena el
hbito de colocar bajo el almohadn de su cama tablas y hojas de pergamino, con el fin de
aprovechar sus instantes de ocio para ejercitarse dibujando letras; pero como se aplic
tardamente, el resultado fue mediocre.
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Practic escrupulosamente y con gran fervor la religin cristiana, en la cual haba estado
imbuido desde su ms tierna infancia. Incluso construy en Aquisgrn una baslica de gran
belleza, que adorn de oro y plata y candelabros, como tambin de balaustradas y de
puertas de bronce macizo; y, como no poda procurarse de otra parte las columnas y los
mrmoles necesarios para su construccin, los hizo traer de Roma y Ravenna.
No dejaba nunca, cuando gozaba de buena salud, de ir a aquella Iglesia maana y tarde;
volva para el oficio de noche y para la misa. Velaba con solicitud en todo lo que all
pasaba con el ms grande decoro, y frecuentemente recomendaba a los sacristanes velar en
lo que all se aportaba para no dejar nada impropio o indigno de la santidad del lugar. La
provey ampliamente de vasos sagrados de oro y de plata y de una cantidad suficiente de
vestidos sacerdotales para que nadie -ni los porteros, que estn en el ltimo escaln de la
jerarqua eclesistica- se encontrara en la necesidad de ejercer su ministerio en vestidos
comunes.
Se emple tambin con diligencia en corregir la manera de leer y de salmodiar, siendo l
mismo muy experimentado en la materia, aunque no lea en pblico y no cantaba sino a
media voz con el resto de la concurrencia.
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Solcito en socorrer a los pobres y en hacer aquellas larguezas desinteresadas que los
griegos llaman "limosnas" (eleemosyne), no la emple solamente en su patria y su reino,
sino que tena la costumbre de enviar dinero ms all de los mares: a Siria, a Egipto y a
Africa -a Jerusaln, Alejandra y Cartago, donde l haba sabido que vivan en la pobreza
cristianos en quienes la miseria excitaba su compasin; y si busc la amistad de los reyes de
ultramar, fue sobre todo para procurar a los cristianos que se encontraban bajo su
dominacin algn alivio y algn consuelo.
Ms que todos los otros lugares santos y venerables, la Iglesia del bienaventurado apstol
Pedro en Roma era objeto de su devocin. Consagr para dotarla cantidades de oro, de
plata y de piedras preciosas; envi a los pontfices ricos e innumerables presentes; y en
ningn momento de su reinado nada le agrad ms a su corazn que el trabajar con todos
sus medios y emplear todas sus fuerzas en restablecer el antiguo renombre de Roma y
asegurar por su generosidad a la Iglesia de San Pedro, adems de la seguridad y la
proteccin, los ornamentos y una fortuna que la colocaran por sobre todas las otras. Y, sin
embargo, l no fue sino cuatro veces en el curso de los cuarenta y siete aos de su reinado
para cumplir con sus votos y hacer sus devociones.
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El ltimo viaje que Carlos hizo a Roma tuvo, pues, otras causas. Los romanos haban
colmado de violencias al pontfice Len -saltndole los ojos y cortndole la lengua- y le
haban constreido a implorar la ayuda del rey. Viniendo pues a Roma para restablecer la
situacin de la Iglesia, fuertemente comprometido por estos incidentes, pas all el
invierno. Fue entonces que recibi el ttulo de emperador y de augusto. Se mostr al
principio tan descontento que habra renunciado, afirmaba, a entrar en la Iglesia ese da,
bien que era da de gran fiesta, si hubiera sabido de antemano el plan del pontfice. No
soportaba sino con una gran paciencia la envidia de los emperadores romanos, que se
indignaron por el ttulo que haba tomado, y gracias a su magnanimidad que tanto lo
elevaba por sobre ellos, lleg, envindoles numerosas embajadas y dndoles el ttulo de
"hermanos" en sus cartas, a vencer finalmente su resistencia.
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Cuando hubo adquirido el ttulo imperial, observando que haba en las leyes de su pueblo
mltiples lagunas -pues los francos tenan dos leyes, muy diferentes entre s en muchos
puntos- se propuso completarlas, hacindolas concordar al mismo tiempo que corrigiendo
los errores y las faltas de redaccin; pero no llev a cabo su proyecto, sino que se content
al menos con insertar en el texto, sin tampoco acabarlo, un pequeo nmero de artculos
adicionales. Al menos hizo reunir y consignar por escrito las leyes, transmitidas hasta
entonces por tradicin oral, de todos los pueblos que estaban bajo su dominio.
Transcribi tambin, para que el recuerdo no se perdiera, los ms antiguos poemas brbaros
que cantaban la historia y las guerras de los viejos reyes. Concibi, por otra parte, una
gramtica de la lengua nacional.
A todos los meses dio nombre en su lengua materna, y hasta ahora entre los francos se les
designa a unos por su nombre latino y a otros por su nombre brbaro; lo mismo hizo para
cada uno de los doce vientos, de los cuales cuatro a lo ms eran designados antes que l en
su lengua. Para los meses los nombres elegidos fueron los siguientes: enero, wintarmanoth;
febrero, hornung; marzo, lentzinmanoth; abril, ostarmanoth; mayo, winemanoth; junio,
brachmanoth; julio, heuvimanoth; agosto, aranmanoth; septiembre, witumanoth; octubre,
windumemanoth; noviembre, herbistmanoth; diciembre, heilagmanoth. Para los vientos,
decidi que el viento del este sera llamado ostroniwint, el del sudeste ostsundroni, el del
sudsudeste sundostroni, el del sur sundroni, el del sudsudoeste sundwestroni, el del
sudoeste westsundroni, el del oeste westroni, noroeste westnordroni, el del nornoroeste
nordwestroni, el del norte nordroni, el del nornordeste nordostroni, el del nordeste
ostnordroni.
La muerte de Carlomagno
Al final de su vida, cuando ya se encorvaba bajo el peso de la enfermedad y la vejez, hizo
llamar cerca de s al rey Luis de Aquitania, el nico hijo que le quedaba de su matrimonio
con Hildegarda, y, en presencia de los principales de todo el reino franco, reunidos en
asamblea general, con el consentimiento de todos, lo asoci al gobierno del conjunto del
reino y lo design como heredero del ttulo imperial; despus, habindole puesto la
diadema sobre la cabeza, prescribi llamarle en adelante emperador y augusto. La decisin
fue recibida muy favorablemente por toda la concurrencia, pues pareca inspirada por Dios
para el bien del reino. Su majestad se acrecent entonces y las naciones extranjeras
experimentaron un gran terror. Despus, envi a su hijo a Aquitania y, en cuanto a l, a
pesar de su edad, parti, como de ordinario, a la cacera en los alrededores de su palacio de
Aquisgrn, empleando as el otoo, para volver enseguida a Aquisgrn hacia las calendas
de noviembre.
Como pas all el invierno, fue presa, en el mes de enero, de una fuerte fiebre y debi
guardar cama. Inmediatamente, como haca habitualmente en caso de fiebre, se puso a
dieta, pensando poder as eliminar la enfermedad o al menos atenuarla. Pero la fiebre se
complic con un dolor al costado -lo que los griegos llaman pleuresa- y como continuaba
observando la dieta y no sostena su cuerpo ms que con ciertas raras bebidas, el sptimo
da despus de haberse acostado, habiendo recibido la santa comunin, muri a los setenta
y dos aos y en el cuadragsimo sptimo de su reinado, el cinco de las calendas de febrero,
en la hora tercia del da.
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Su cuerpo, siguiendo el rito, una vez lavado y amortajado, fue llevado a la iglesia e
inhumado en medio de la desolacin del pueblo todo. Se dudaba primero sobre el lugar
donde debera reposar, ya que, en vida, nada haba prescrito al respecto. Finalmente se
acord reconocer que ningn emplazamiento podra convenir mejor para su tumba que la
baslica que l mismo haba construido a su costa en Aquisgrn por amor de Dios y de
Nuestro Seor Jesucristo y en honor de su Santa Madre, eternamente virgen. Se le enterr
el mismo da de su muerte y se puso su tumba bajo un arco dorado con su retrato y una
inscripcin, cuyo texto era ste:
BAJO ESTA PIEDRA REPOSA EL CUERPO DE CARLOS, GRANDE Y ORTODOXO
EMPERADOR, QUE NOBLEMENTE ACRECENTO EL REINO DE LOS FRANCOS Y
DURANTE XLVII AOS LO GOBERNO FELIZMENTE. MURIO SEPTUAGENARIO
EL AO DEL SEOR DCCCXIV, INDICCION VII, EL V DE LAS CALENDAS DE
FEBRERO
Numerosos presagios haban marcado la aproximacin de su fin, no dejando duda alguna a
nadie -a l mismo ms que a ningn otro- sobre la inminencia del instante decisivo.
Los tres aos antes, en los ltimos tiempos de su vida, hubo frecuentes eclipses de sol y de
luna; durando siete das, se not en el sol una marca de color negro. Un prtico que el rey
haba hecho levantar con gran cantidad de materiales entre la baslica y el palacio se
derrumb sbitamente por completo el da de la Ascensin del Seor. Despus, habiendo el
fuego tomado por azar el puente de madera que l haba puesto sobre el Rhin en Maguncia
-ese puente que haba demandado ms de diez aos de ruda labor y que haba sido tan
admirablemente construido que pareca iba a ser eterno- el incendio creci tan rpido que al
cabo de tres horas, excepcin hecha de aquellas partes cubiertas por el agua, se consumi
por entero y de l no qued ni una tabla.
Carlos mismo fue vctima de un accidente significativo en el curso de una expedicin a
Sajonia contra el rey dans Godefrido. Un da que haba dejado el campo y se haba puesto
en marcha antes de que el sol se levantara, vio repentinamente una antorcha descender
milagrosamente desde un cielo sereno y atravesar el aire de derecha a izquierda. Y mientras
se preguntaba qu es lo que significaba ese fenmeno, el caballo que montaba baj
bruscamente la cabeza y cay precipitndolo a tierra con tal violencia que la fbula de su
manto se rompi y la vaina de su espada fue arrancada. Cuando sus servidores, testigos del
accidente, se precipitaron para levantarlo, le encontraron sin armas, sin manto, y se recogi
al menos a veinte pies de distancia un venablo que se le haba escapado de las manos en el
momento de su cada.
A ello se vinieron a sumar frecuentes sacudidas que remecieron el palacio de Aquisgrn y
continuos crujidos en el techo de las habitaciones donde l estaba. Despus un rayo cay
sobre la baslica donde ms tarde fue enterrado, arrancando el remate de oro que pasaba por
encima del techo y lo proyect sobre la casa vecina, que serva de residencia al obispo. Por
otra parte, haba all en la baslica, sobre el contorno de la parte del muro comprendida
entre los arcos de la base y aquellos de la parte superior, una inscripcin en letras rojas
indicando el nombre del fundador de la iglesia. En el ltimo verso se lean las palabras
"...KAROLUS PRINCEPS" ("...el prncipe Carlos"). Pues bien, ciertas personas hicieron
notar que el ao mismo de su muerte, algunos meses antes, las letras de la palabra
PRINCEPS estaban de tal forma borradas que no se podan descifrar.