1 - Por Una Historia Conceptual de Lo Político

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COLECCION POPULAR 638 Por una historia conceptual de lo politico ‘Traduccién de MARCOS MAYER Serie Breves dirigida por ENRIQUE TANDETER Pierre Rosanvallon Por una historia conceptual de lo politico Leccién inaugural en el Collége de France FONDO DE CULTURA ECONOMICA México - Argentina - Brasil - Chile - Colombia Espaha - Estados Unidos de América Peru - Venezuela Primera edicién en francés, 2003 Primera edicidn en espafiol, 2003 Pour une histoire conceptuelle du politique © 2003, Editions du Seuil ISBN de la edicién original: 2-02-057932-4 © 2002, ndo de Cultura Econémica, S. A. Salvador 5665; 1414 Buenos Aires Ay, Picacho Ajusco 227; Delegacién ‘Tlalpan, 14.200 México D. F. ISBN: 950-557-545-9 Fotocopiar libros est penado por la ley. Prohibida su re- produccicn total o parcial por cualquier medio de impre- sion o digital, en forma idéntica, extractada o m da, en castellano 0 cualquier otro idioma sin autorizacién expresa de la editorial Impreso en Argentina - Printed in Argentina Hecho el depésito que previene la ley 11.723 Sefior director, mis queridos colegas: Les agradezco que me reciban entre ustedes. Hoy, en este momento inau- gural, estoy absolutamente consciente de la responsabilidad que me corres- ponde ante vuestra decision de abrir también vuestras ensefianzas al mds acuciante de los problemas de la po- is contemporénea. Pero me interesa aun més la formidable posibilidad que se me da de este modo. Una po- sibilidad, en lo que espero que sea la mitad del recorrido de mi trabajo, de poder insuflar un nuevo aliento a mis investigaciones inscribiéndolas, a partir de ahora, en un sitio intelec- tual vinico por su radical libertad, mas alla de cual sea el programa, y que no esta empefiado en la busque- da de grados y diplomas ni siente que sea obligatorio acotar los trabajos a las habituales barreras disciplinarias. Esta oportunidad de un nuevo inicio no habré de tener para mi el aspecto ambiguo y melancélico de balance que implica inevitablemente eso que se conoce como “honores académicos’, que suelen estar destinados a poner en evidencia que se juzga una obra a la que se considera acabada al menos en lo esencial. Por eso haré mias las palabras de Roland Barthes: “Mi ingre- so al Collége de France es mas una alegria que un honor; pues el honor puede ser inmerecido pero la alegria no lo es jamés”.! Evidentemente, es- 1 College de France. Catedra de semiologia literaria, Leccién inaugural impartida el viernes 7 de enero de 1977 por Roland Barthes. Incluida en El placer del texto seguido de Leccién inaugu- ral, Mexico, Siglo Xx1, 1979. ta alegria se debe al hecho de poder hablar de una investigacién en el mis- mo momento en que se la realiza, ale- gria que nace de estar ante una prue- ba movilizadora, ante una obligacién positiva. Mi reconocimiento se dirige muy particularmente a Marc Fumaroli, quien les presenté a ustedes este proyecto de catedra de historia moderna y con- temporanea de lo politico. Es en prin- cipio a la amplitud de sus intereses y a su elocuente conviccién que debo el estar esta noche entre ustedes. Sefioras y sefiores, quiero agregar sin demora a esta lista de agradecimientos a alguien que no esta aqui esta noche para escucharme, Francois Furet. En efecto, fue él quien me ayudé a dar un paso decisivo a comienzos de los ochen- ta al ingresar a la Escuela de Altos Es- tudios en Ciencias Sociales cuando yo era un joven doctorado, al margen de la Universidad, en una posicion de fran- cotirador intelectual y en una situa- cién un tanto precaria. También me permitié encontrar una cierta uni- dad en mi vida y realizar aquello alo que aspira todo hombre o mujer: ha- cer de su pasién un oficio. Fue con él y con Claude Lefort, uno historiador y el otro filésofo, que aprendi a tra- bajar sin caer en rutinas académicas y en modas intelectuales. Ambos fue- ron grandes maestros para mi, ade- mas de inseparables amigos y compa- fieros de trabajo. Los miembros del Centro de Investigaciones Politicas Raymond Aron, con quienes nos pro- pusi ios hace veinte afios renovar el estu.lio tanto tiempo aletargado de lo politico, saben también cuanto le debo a cada uno de ellos. Me siento feliz de que esta pequeiia comuni- dad de historiadores, socidlogos y fi- lésofos vea de algun modo reflejada la originalidad de su trabajo en el mio. Aun cuando la lista de todos aque- 10 Ilos a los que debo agradecer seria muy grande, me limitaré a citar a ese gran medievalista que fue Paul Vig- naux. En efecto, fueron probable- mente los lazos de amistad fraternal que mantuve a comienzos de los afios setenta con quien fuera uno de los padres fundadores del sindicalismo democratico en Francia los que hi- cieron que el joven militante que era yo por entonces pudiera tomar pro- gresiva conciencia —a contramano del recorrido de una gran parte de la ge- neracién de 1968- de que una vida consagrada a la comprensién riguro- sa del mundo implica la capacidad de cambiarlo; que hay una complemen- tariedad absoluta entre la vita activa y la vita contemplativa. oe Historia moderna y contemporanea de lo politico. Aun de manera lateral, ry el estudio de lo politico encontré a veces un lugar en el Collage, bajo titu- los que lo aludian de un modo mas 0 menos oblicuo. Naturalmente, hay que mencionar aqui de manera particu- lar a André Siegfried, el autor de Ta- bleau politique de la France de l'Quest [Cuadro politico del oeste de Francia] quien, siendo titular de una catedra de geografia econdémica y politica, fue uno de los pioneros del anilisis elec- toral en este pais. La cuestién del po- der y de su génesis estuvo en el cen- tro de las ensefianzas vinculadas con la sociologia y con la filosofia. Basta con pensar en los trabajos de Raymond Aron o de Michel Foucault que tan- to han influido en mi generacién, aun- que de manera muy diferente. Se co- noce también el papel decisive que ha jugado mas recientemente Mauri- ce Agulhon con su estudio de las men- talidades y culturas politicas del siglo XIX francés, 12 Esta nueva catedra se inscribe en esta historia, aun cuando estos ante- cedentes inmediatos no constituyen una genealogia en sentido estricto. También esta catedra esta proxima, sino en contenido al menos en espi- ritu, a ciertas ensefianzas impartidas aqui durante el siglo xix. Pienso so- bre todo en los intentos de Miche- let por esclarecer las vicisitudes del presente reconstruyendo la génesis del Estado y de la nacién en Fran- cia. Debo hacer referencia también a Renan. Aun siendo titular de una catedra tan especializada como la de lenguas hebrea, caldea y siria, el gran sabio se hizo tiempo para dedicarse a reflexionar sobre la orientacién a largo plazo de la polis, esclareciendo e interpelando a su tiempo, oponién- dose asi a toda ceguera y a todo fa- cilismo. En muchos aspectos, la pers- pectiva de mi investigacion no esta muy alejada de esa “filosofia de la 13 historia contemporanea” a la que pre- tendia llegar. Finalmente, Edgar Qui- net. El también entra al Collége de France, en 1841, a cargo de una mate- ria tradicional. Pero los cursos de es- te ardiente republicano se aventuran muy pronto en tierras mas arriesga- das, pues se ocupa sucesivamente de los jesuitas (al igual que Michelet), del ultramontanismo, de las relacio- nes del cristianismo con la Revolucion Francesa. Me siento muy a gusto con uno de los célebres planteos del au- tor de La Révolution: “La democra- cia francesa ha perdido su equipaje. Es necesario que rehaga todo su ba- gaje de ideas”.2 Adopto de buen gra- do este programa de Quinet y me siento préximo a su intento por ayu- dar a fundar el futuro vinculando el 2 Edgar Quinet, Critique de la Revolution (1867), en La Revolution, 54 ed., Paris, 1868, to- mol, p. 11. 14 analisis del presente con la compren- sion de las desdichas del pasado. Con la apreciable diferencia de que la cuestién sdlo tendria hoy sentido dentro de un cuadro comparativo mucho mis vasto. eee No es la primera vez, stricto sensu, que el término “politica” figura en el titulo de una catedra del College de France. Pero ahora se considera al ob- jeto politico moderno y contempo- raneo como lo central de un progra- ma, Al inscribirse plenamente en la continuidad que acabamos de men- cionar, el proyecto de una historia de lo politico tiene a ese solo titulo una originalidad. Conviene precisar- la ateniéndose a la propia definicin de su objeto. Lo politico, tal como lo entiendo,_ corresponde ala’ vez a un campo y a_ un trabajo. Como campo, designaun adopte un ptinto de vista falsamente lugar donde se entrelazan los multi- } reduccionista. En efecto, la compren- ples hilos de la vida de los hombres _sién de la sociedad no podria limi- _ y las mujeres, aquello que brinda un tarse a la suma y a la articulacién de marco tanto a sus discursos como a : os subsistemas de accién (el _sus acciones. Remite al hecho de la econémico, el social, el cultural, et- existencia de una “sociedad” que apa- cétera) que estén lejos de ser inme- rece ante los ojos de sus miembros diatamente inteligibles salvo cuando formando una totalidad provista de __son relacionados dentro de un mar sentido. En tanto que trabajo, lo po- interpretativo mas amplio. Mas alla Titico califica el proceso por el cual ‘de la toma de decisiones culturales y _un agrupamiento humano, que no es sociales, de las variables econémicas | en si mismo més que una simple “po- y de las légicas institucionales, la so- blacién”, toma progresivamente los ciedad no puede ser entendida en rasgos de una verdadera comunidad. sus nticleos esenciales si no se actua- ~ Una comunidad de una especie cons- liza ese centro nervioso del cual tituida por el proceso siempre con- procede el hecho mismo de su insti- flictivo de elaboracién de las reglas tucién, Uno 0 dos ejemplos bastaran explicitas o implicitas de lo parti para convencernos. | _pable y lo compartible y que dan | Para comprender la especificidad i forma a la vida de la poli de un fenémeno como el del nazis- No se puede aprehender el mun- mo, se ve claramente que no alcanza do sin darle un lugar a este orden sim- con analizar las diferentes tensiones _bélico de lo politico, salvo que se y los multiples bloqueos de la Ale- 16 v7 mania de los afios treinta -salvo que se lo banalice paradéjicamente, con- siderandolo como una simple respues- ta exacerbada a la crisis del régimen de Weimar-. El objetivo del nazismo de hacer surgir un pueblo Uno y ho- mogéneo no es comprensible si no se lo relaciona con las condiciones de resimbolizacién y de recomposicién perversas de este orden global de lo politico que traté de establecer. Para tomar otro ejemplo, la crisis que atra- viesa hoy un pais como la Argentina no puede interpretarse simplemente a partir de factores econdmicos y fi- ancieros que son su causa inmedia- ta. No tiene sentido a menos que se “Ta site en la historia prolongada de una declinacién ligada a la dificultad recurrente en hacer existir una na- cién fundada en el reconocimiento de las obligaciones compartidas. Por lo tanto, conviene analizar las cosas en un nivel que podriamos ca- 18 lificar como “globalizante” para es- clarecer de manera fructifera mu- chas de las mas acuciantes preguntas contemporaneas. Ya sea que se trate de pensar las formas futuras en Eu- ropa, de analizar las transformacio- nes de la democracia en la era de la mundializacién, de aprehender el des- tino: de le forma naciényde coneprlens der las mutaciones del Estado de bienestar, de evaluar las condiciones en que se tomen en cuenta los pro- blemas de largo plazo en las socieda- des que estén sometidas a la dictadura del presente, es siempre a esa cues- tion clave de lo politico que regresan nuestras perplejidades e inquietudes actuales. Al hablar sustantivamente de lo po- litico, califico también de esta mane- —ta.auuna modalidad de existencia de la vida comunitaria y a una forma de la accion colectiva que se diferencia 19 _implicitamente del ejercicio de la po- litica. Referirse a lo politico y no ala politica es hablar del poder y de la ley, del Estado y de la nacién, de la igual- dad y de la justicia, de la identidad y de la diferencia, de la ciudadania y de la civilidad, en suma, de todo aque- Ilo que constituye a la polis mas alla del campo inmediato de la competen- cia partidaria por el ejercicio del po- _der, de la accién gubernamental del dia a dia y de la vida ordinaria de las instituciones. Esta cuestién adquiere la mayor im- portancia en las sociedades democra- ticas, es decir, en aquellas donde las condiciones para la vida en comtin no estan definidas a priori, establecidas Por una tradicién o impuestas por una autoridad. En efecto, la democracia constituye a la politica en un campo sumamente abierto a partir de las ten- siones e incertidumbres que subya- 20 cen en ella. Si después de mas de dos siglos sigue apareciendo como el in- dispensable principio organizador de todo orden politico moderno, el im- perativo que traduce esa evidencia es también tan intenso como impreci- so, Dado que es fundadora de una ex- periencia de libertad, la democracia no deja nunca de constituir una solu- cién problematica para instituir una polis de hombres libres. En ella se unen desde hace mucho tiempo el suefio del bien y la realidad de lo confuso. Esta coexistencia tiene de particular que no se trataria de un ideal lejano con el cual estaria de acuerdo todo el mundo. Las divergencias sobre su definicién remiten al orden de me- dios empleados para realizarla. Sélo por esto, la historia de la democracia no es una experiencia fracasada o una utopia traicionada. Bien lejos de corresponder a una simple incertidumbre practica sobre 21 sus distintos modos de funcionamien- to, el sentido flotante de la democra- cia participa fundamentalmente de su esencia. Alude a un tipo de régi- men que no ha dejado de resistirse a una categorizacién que resulte libre de discusiones. De alli procede, ade- mas, la particularidad del malestar que subyace en su historia. El corte- jo de decepciones y la sensacién de traicién que la han acompaiiado des- de siempre han sido tan intensos co- mo consecuencia de que su defini- cién no ha logrado completarse. Una vacilacién como ésta constituye el impulso de una busqueda y de una insatisfaccion que pugnan simulta- neamente por explicitarse. Hay que partir de este hecho para compren- der la democracia: en ella se encabal- _gan la historia de un desencanto y la historia de una indeterminacién. Esta indeterminacién se inserta en un sistema complejo de equivocos y 22 sobre el sujeto mismo de esta dei de tensiones que estructuran desde su origen a la modernidad politica, como lo muestra el estudio de las re- voluciones inglesa, norteamericana y francesa. En principio, un equivoco cracia, pues el pueblo no existe sino a través de representaciones aproxi- mativas y sucesivas de si mismo. El pueblo es un amo indisociablemen- te imperioso e inapresable. Es un “no- sotros” o un “se” cuya figuracion es- ta siempre en disputa. Su definicién constituye un problema al mismo tiempo que un desafio. En segundo lugar, una tensi6n entre el nimero y Ta razon, entre la ciencia y la opi- nin, pues el régimen moderno ins- tituye la igualdad politica a través del sufragio universal al mismo tiem- po que plantea su voluntad de cons- truir un poder racional cuya objeti- vidad implica la despersonalizacién. _En tercer lugar, incertidumbre sobre 23 Qe formas adecuadas del poder so- ___cial, pues la soberania popular trata __ de expresarse a través de institucio- _fes representativas que no logran e en- Ta manera de llevarla ala prac- : inalmente, una dualidad que convive en la idea moderna de eman- cipacién entre un deseo de autono- ‘on el derecho como vector privilegiado) y un pro- yecto de participacién en el ejercicio del poder social (que, en consecuen- cia, pone a la politica en el lugar de ‘mando). Una dualidad entre la liber- tad y el poder, o entre liberalismo y de- mocracia, para decirlo de otro modo. Esta concepcién de lo politico con- duce a que el enfoque histérico sea la condicién necesaria para su comple- ta comprensién. En efecto, no se pue- de aprehender lo politico tal como 24 | | | acabo de definirlo mas que restitu- yendo de manera evidente el espe- sor y la densidad de las contradic- ciones y ambigiiedades que subyacen en ello. Por lo tanto, mi ambicién es pensar la democracia retomando el hilo de su historia. Pero es necesario precisar enseguida que no se trata so- lamente de decir que la democracia tiene una historia. Hay que conside- rar més radicalmente que la demo- cracia es una historia, indisociable de un trabajo de investigacién y ex- perimentacién, de comprensi6n y de elaboracin de si misma. Entonces, el objetivo es rehacer la genealogia extensa de las cuestio- nes politicas contemporaneas para que resulten totalmente inteligibles. La historia no consiste solamente en apreciar el peso de las herencias, en “esclarecer” simplemente el presen- te a partir del pasado, sino que in- tenta hacer revivir la sucesién de 25 presentes tomandolos como otras ex- periencias que informan sobre la nues- tra. Se trata de reconstruir la mane- ra como los individuos y los grupos han elaborado su comprensi6n de las situaciones, de enfrentar los recha- zos y las adhesiones a partir de los cuales han formulado sus objetivos, de volver a trazar de algun modo la manera como su vision del mundo ha acotado y organizado el campo de sus acciones, El objeto de esta historia, para decir las cosas de otra manera, es seguir el hilo de las experiencias y de los tanteos, de los conflictos y las controversias, a través de los cuales la polis ha buscado encontrar su for- ma legitima, Para dar una imagen, consiste en publicar el texto real de la pieza en la cual se insertan las pues- tas en escena sucesivas de la vida en comun. Ademias, al tratar de encon- trar este hilo conductor, este reco-_ rrido me lleva en parte a seguir los 26 i _pasos de los publicistas e historia- dores del siglo xIx -como Guizot, Quinet o ‘Tocqueville, por no citar més que tres nombres— que inten- taron concienciar a sus contempora- neos desarrollando aquello que ha- bian definido como una historia de la civilizacion. Comparto con ellos una misma preocupacién, que es la de es- cribir una historia que se pueda cali- ficar como global. La historia asi concebida es el labo- ratorio en actividad de nuestro pre- sente y no solamente el esclarecimien- to de su trasfondo. Por esta misma razon, la atencién a los problemas con- tempordaneos mas explosivos y mas urgentes no puede disociarse de una meticulosa reconstruccién de su gé- nesis. Partir de una cuestién contem- poranea para reconstruir su genealo- gia antes de hacerla regresar al final de la investigacion, rica en ensefian- zas del pasado, ése debe ser el mé- 27 todo a desarrollar para alcanzar la profundidad indispensable en un ana- lisis politico. Es en ese dialogo per- manente entre el pasado y el pre- sente que puede volverse legible el proceso instituyente de las socieda- des y que puede surgir una compren- sion sintética del mundo. Esto im- plica postular una historia a la que se podria calificar de comprensiva: inteleccién del pasado e interroga- cién del presente participan en ella de un mismo recorrido. Actualiza las resonancias entre nuestra experien- cia de lo politico y la de los hombres y mujeres que nos han precedido, dan- do de esta manera su sentido mas fuerte a la formula de Marc Bloch: “La incomprensién del presente nace fa- talmente de la ignorancia del pasado”.3 3 Mare Bloch, Apologie pour l'histoire ou mé- tier d'historien, 7* ed., Paris, Armand Colin, 1974, p47. 28 En efecto, hay que ir por partes, de manera estructural, entre la busque- da apasionada de la actualidad y la atencién escrupulosa a la historia. Se trata, por lo tanto, de historia que tiene como funcién restituir pro- blemas mas que describir modelos. Su trabajo termina en cierta manera por mezclarse con el de la filosofia Be politica. ©: sours Antes que nada, entonces, la his- toria de lo politico enfocada con es- te espiritu se distingue por su propio objeto de Ia historia de la politica propiamente dicha. Esta ultima, ade- mas de la reconstruccién de la suce- sion cronoldgica de los aconteci- mientos, analiza el fu amiento de las instituciones, desmenuza los mecanismos de toma de decisiones ptiblicas, interpreta el resultado de "as elecciones, echa luz sobre las ra- zones de los actores y el sistema de sus interacciones, describe los ritua- 29 les y los simbolos que organizan la vi- da. La historia de lo politico incorpo- ra, obviamente, esos diferentes apor- tes. Con todo lo que puede acarrear de batallas subalternas, rivalidades en- tre personas, confusiones intelectua- les, calculos de corto alcance, la activi- dad politica stricto sensu es, en efecto, aquello que limita y permite en la practica la realizacion de lo politico, Es inseparablemente una pantalla y un medio. Las deliberaciones racio- nales y las reflexiones filos6ficas ele- vadas_no_se _pueden « disociar de las. pasiones y de los intereses. El majes-_ tuoso teatro de la voluntad general esta atravesado permanentemente por escenas tomadas en préstamo a los pasos de comedia més habituales del poder. Refugiarnos en el cielo supues- tamente apacible de las ideas tampo- co nos garantizara comprender los mecanismos y las dificultades de la institucion de la polis. No se los puede 30 aprehender més que examinando las contingencias ordinarias, envueltas co- mo siempre estan en la minucia de los acontecimientos. Esto debe decir- se con claridad. Pero al mismo tiem- po hay que subrayar con fuerza que no se puede permanecer alli si se pre- tende resolver el enigma de lo politi- co. Por ejemplo, no se podria com- prender la inestabilidad estructural de un régimen conformandose con hacer el relato de las crisis ministe- riales que pueden llegar a ocurrir en la zona visible de la escena.4 4 Recordemos que es exactamente por esta razén que los historiadores de los Annales no se in- teresaban en la politica. Notemos también que es por ese mismo motivo que Durkheim no conside- raba que la politica stricto sensu fuera un objeto pertinente para el soci6logo. “Las guerras, los trata~ dos, las intrigas, los gabinetes o las asambleas, los actos de los hombres de Estado”, escribe, “son com- binaciones que jamas se parecen a si mismas; no se puede hacer otra cosa que contarlas, no parecen surgir de ninguna ley definida” ("Sociologia y cien- 31 De una manera mas general, se puede ademas considerar que la his- toria de lo politico tal como preten- do practicarla se nutre de los aportes de diferentes ciencias sociales y que procura unificar sus recorridos, pero, al mismo tiempo, investiga con una atencién particular, un conjunto de hechos y de problemas que se sittan en aquello que se podria llamar su “angulo muerto”. Para poder compren- derlo y no quedarse en consideracio- nes de método demasiado abstractas, puede ser util mostrar, a partir de unos pocos ejemplos, la contribucién a la comprensién de nuestras sociedades que propone esta perspectiva distinta de los aportes de la historia social, de cias sociales”, texto de 1903 escrito en colabora- cién con Paul Fauconnet, en Emile Durkheim, Tex- tes, Paris, Ed. de Minuit, 1975, tomo 1, p. 147) (el destacado es mio). [Trad. esp.: Obras completas, to- mo I, Madrid, Planeta-Agostini, 1985.] 32 la sociologia y de la teoria politica tanto como de la historia de las ideas. _En principio, la historia social. Ella ne el acento sobre la interpreta- _cién de los conflictos de poder y de la oposicién de intereses. Provee asi una grilla explicativa que establece un vinculo entre las posiciones y las conductas dentro del campo propia- mente politico -el de las elecciones 0 las filiaciones partidarias— y las varia- bles culturales, econémicas o sociales que caracterizan a los diferentes gru- pos. El problema es que este enfoque no da cuenta mas que de una parte de la realidad. Tomemos el ejemplo de la conquista del sufragio universal. Una historia social reconstruiré el conflicto entre las “impaciencias” del pueblo y los “temores” de las elites, describira las estrategias de las fuer- zas Cuya presencia resulta visible. Se podra analizar efectivamente en estos términos al movimiento de la refor- 33 ma electoral que polariza en sucesi- vas oportunidades la atencién duran- te la monarquia de Julio. Pero la in- terpretacién sigue siendo parcial. No da cuenta de la posicién de los ultras ni de los legitimistas que se erigen en ese momento en campeones de la so- berania del pueblo. Tampoco explica la vacilacin de una gran parte del cam- po republicano que se percibe a tra- vés de la defensa que algunos de ellos hacen del sufragio en dos niveles o incluso la reticencia permanente a em- plear el término sufragio universal, prefiriendo la férmula de reforma electoral y traduciendo asi una incer- tidumbre sobre el objetivo inmediato a alcanzar y no sélo una prudencia tactica. En este caso, la historia no es- t4 nicamente atravesada por un coi flicto entre lo alto y lo bajo de la s« edad; esta igualmente estructurada por una tension subyacente en la no- cién misma de sufragio politico: ten- 34 sién entre el sufragio como simbolo de la inclusién social, expresion de la igualdad entre Ios ciudadanos (y que, jor lo tanto, exige imperativamente su universalizacion) y el sufragio co- mo expresién del poder social, forma “del gobierno de la sociedad (y que, “esta vez, invita a plantear la pregun- ta por la relacién entre numero y ra- zon, entre derecho y capacidad). Es esta tltima historia, a la que podemos calificar de “interna”, la que también hay que reconstruir. La sociologia, por su parte, se pro- pone “desenmascarar” a la politica, ha- cer manifiestos los mecanismos so- ciales reales que estructuran su campo, mas alla de las doctrinas explicitas, de los discursos de los actores y del funcionamiento visible de las insti- tuciones. A comienzos del siglo xx, algunas obras pioneras trazaron el mar- co de esta disciplina. Roberto Mi- chels fue el primero en desarrollar 35 una exposicion minuciosa de las con- diciones en las cuales un poder oli- garquico se instala inevitablemente dentro de las organizaciones demo- craticas. Moisei Ostrogorski, en otra obra fundadora, muestra por su par- te cémo el advenimiento y la am- pliacién de los partidos politicos con- ducen en la practica a transformar a fondo el conjunto del sentido de un gobierno representativo. Se po- dria nombrar la obra de Max Weber y de otros si hubiera que reconstruir la formacion de esta disciplina. Na- die se atreveria a discutir su fecundi- dad cientifica y su importancia ciu- dadana; algunos de estos “pesimistas publicos” (la expresion es de Michels) que acabamos de citar han sido muy litiles profesores de lucidez. Yo mis- mo he trabajado durante los afios se- tenta para que vuelvan a estar dispo- nibles algunas de estas obras. Pero este enfoque también deja escapar algu- 36 nas cosas. Tomemos como ejemplo el anilisis del funcionamiento real del gobierno representativo, que es el niicleo de la mayoria de estas obras. _La sociologia politica va a “develar” los modos de confiscacién del poder, las formas de manipulacién que se desarrollan a la sombra del mecanis- mo representativo. Pero no se ocupa de comprender aquello que consti-_ tuye en cierta manera el nucleo del problema de Ia representacién mo- derna: es decir, la dificultad de fig racion de la democra Al pe zar Ia voluntad por sobre el orden de la naturaleza o de la historia, la poli- tica moderna confia efectivamente el poder al pueblo, al mismo tiempo que el proyecto de emancipacién que vehicula conduce a convertir a lo so- cial en abstracto. El desarrollo de las convenciones y ficciones juridicas es- ta asi ligado a la busqueda por asegu- rar una igualdad de tratamiento y 37 por instituir un espacio comin entre hombres y mujeres muy diferentes. En este sentido, la abstraccién es una condicién necesaria de la ‘tegracion Social en un mundo de individuos, mientras que, por el contrario, en las sociedades tradicionales son las dife- rencias concretas las que constituyen el factor de insercién (el orden jerar- quico tiene por principio reunir tan- to las particularidades como las com- plementariedades). La democracia se inscribe doblemente en el régimen de la ficcién. En principio sociologi- camente, al reformar de manera sim- bélica el cuerpo artificial del pueblo, Pero también técnicamente, pues el desarrollo de un Estado de derecho Presupone “generalizar lo social”, vol- verlo abstracto si se prefiere, para ha- cerlo gobernable por medio de leyes universales. Si esta formalidad es un Principio de construccién social en la democracia, al mismo tiempo vuelve 38 més incierta la constitucién de un pueblo concreto. Aparece aqui mis- mo una contradiccién que se instala entre el principio politico de Ja demo- cracia y su principio sociologico: el prin- cipio politico consagra el poder de un_sujeto colectivo cuyo principio sociologico tiende a disolver su con- sistencia y a reducir su visibilidad. Es desde el punto de vista de esta otra “contradiccién interna” que el historiador de lo politico tal como lo propongo aborda la cuestién del go- bierno representativo. Por ejemplo, estudia también la historia de las téc- nicas electorales como una sucesién de intentos por dar una respuesta a este déficit originario de figuracién. Este enfoque presenta ademas la ventaja de superar una cierta contra- diccién estructural de la sociologia po- litica y de las ciencias sociales en ge- neral: en efecto, los términos con los cuales dan cuenta del funcionamien- 39 to social conducen implicitamente a considerarlo en un estado estable, es decir, en sus regularidades. Por lo tan- to, para comprender el cambio hay que apelar a otros conceptos. La historia de lo politico entrelaza las dos dimensio- nes, estructura e historia (al margen, se puede sefialar que esta caracteristi- ca formal ha constituido por mucho tiempo uno de los principales atrac- tivos analiticos del marxismo). Debo subrayar, en tercer lugar, en qué difiere mi proyecto del de la teo- ria politica, al menos tal como se la comprende hoy de manera dominan- te. Como para movernos con una re- ferencia accesible, se puede aludir aqui a las obras de Rawls y de Habermas que durante los setenta y los ochen- ta otorgaron una nueva centralidad a este enfoque. Su caracteristica es la de ser esencialmente normativas. Di- ‘cen en qué deberia consistir una de- liberaci6n racional, lo que habria que 40 entender por soberania del pueblo, aquellos que podrian ser los criterios universalmente aceptables de justi- cia o aquellos sobre los cuales debe- ria reposar la legitimidad de las reglas juridicas. Todos conocemos el papel saludable que cumplieron estas obras al plantear como actuales estas cues- tiones que las ciencias sociales no ha- bian considerado util abordar. Tam- bién constituyeron el nucleo de una innegable renovacién del pensamien- to politico, Ilevando asi a que en los. setenta se acostumbrara a hablar de un. “retorno de lo politico”. Pero, de cier- ta manera, estos emprendimientos in- telectuales tampoco se ocupan de la esencia aporética de lo politico. Lo demuestra el hecho de que su _pers- EaeSta coeacialecatoce ted oak procedimientos los ha llevado a acer- carse al derecho y a la moral. Se ad- vierte claramente en los autores que acabamos de citar cémo el desplie- 4 gue de una vision racionalizadora del establecimiento del contrato social los leva a “formalizar” la realidad. En Rawls, aquel que decide en estado de ignorancia adopta un punto de vista acabadamente universal-racional aun- que disponga de poca informacién sobre los hechos del mundo real. La raz6n no se afirma en esta perspecti- va sino pagando el precio de la abs- traccién, de la toma de distancia con los sonidos y las furias del mundo, Por el contrario, partir de la com- *plejidad de lo real y de su dimension aporética conduce a interesarse por a “cosa misma’ de lo politico. Asi, en primer lugar, hay que considerar el caracter problematico del régimen politico moderno para comprender su funcionamiento y no para buscar re- solver su enigma imponiéndole una normatividad, como si una ciencia pu- ra del lenguaje o del derecho pudie- ta indicar a los hombres aquella solu- 42 cién razonable a la cual no tendrian otro remedio que adecuarse. Por lo tanto, es también tomar un camino falso tratar de exorcizar la movediza complejidad de la busqueda demo- cratica por medio de un ejercicio ti- poldgico. Lo interesante no es distin- guir distintas maneras de gobierno “tepresentativo o de buscar cémo ha- cer encajar en algunos casos bien de- “ finidos las posiciones de los actores 0 “Tas caracteristicas de las institucio- nes. Por el contrario, hay que tomar como objeto el caracter siempre abier- to y “bajo tensién” de la experiencia democratica. El objetivo no es ya s lamente oponer banalmente el uni- verso de las pricticas con el de las normas. De lo que se trata es de par= ~ tir de las antinomias constitutivas de lo politico, antinomias cuyo caracter se revela unicamente en el transcur- so de la historia. Si se toma el ejem- plo de la justicia social, se tratara de 43 mostrar a través de una historia del Estado de bienestar como han evolu- cionado en la practica las percepcio- nes de una redistribucion considera- da como legitima y cusles fueron las determinaciones de esas Ppercepcio- nes. Asi, habra que partir de la con- tradiccién que esta en la matriz del problema: por un lado, el principio de ciudadania impone el reconoci- miento de una deuda social “objeti- va"; mientras que, por el otro, los Principios de autonomia y de res- Ponsabilidad personales conducen a valorar los comportamientos indivi- duales, “subjetivos”. Es tnicamente la historia, una vez més, la que pue- de en este caso conducir al “concep- to”. Es por esto que la historia es la materia y la forma necesaria de un Pensamiento total de lo politico. Los Conceptos politicos (se trate de la lemocracia, la libertad, la igualdad, “tcétera) no pueden comprenderse. 44 sino en el trabajo histérico de su pues- le sus intentos de elu- cidacién. Me siento cercano en este ~ sentido al proyecto de “fenomenolo- gia empirica” recientemente plantea- do por Anne Fagot-Largeault.5 Por ultimo, en cuarto lugar, esta historia de To politico se sitia bien lejos de Ia historia de las ideas y de las doctrinas. Por cierto, ambas histo- rias se interesan por las mismas obras fundamentales. Pero estas obras no pueden seguir siendo comprendidas en si mismas como simples “teorias’ auténomas, imponentes carcasas de navios naufragados en las costas del pasado, Deben ser analizadas como elementos de un imaginario social mas global. Constituyen “casos testi- go” que hay que recolocar en un con- 5 College de France, citedra de filosofia de las ciencias biolégicas y médicas: *Leccién inau- gural impartida el jueves 1° de marzo de 2001 por Anne Fagot-Largeault’, p. 29 texto mas general de interpretacién y de investigacién. Dentro de esta pers- pectiva, las representaciones y las ideas Onstituyen una materia estructuran- Sreedeiigentetiencis sor oor de poder ser comprendidas de manera au- ténoma, en estrechas genealogias, con- sideradas dentro del circulo cerrado de sus relaciones 0 de sus diferencias, estas representaciones constituyen rea- les y poderosas “infraestructuras” de la vida de las sociedades. A diferencia de una visién desencarnada que se i desentiende de tomar en cuenta las i fuerzas que modelan el marco de la accién de los hombres, su objetivo es, H por el contrario, enriquecer y com- plejizar la nocion de “determinacion”, i Se trata de tener en cuenta todas las Tepresentaciones “activas” que orientan la accién, que limitan el campo de lo posible a través del campo de lo pen- sable y delimitan el marco de las con- troversias y los conflictos. “Al igual 46 que las fetiales romanas” -sefiala su- gestivamente Michel de Certeau— los relatos marchan por delante de las practicas para abrirles un territorio.”6 Es un planteo que hago mio con pla- cer. En efecto, los relatos y las repre- sentaciones tienen como una clara funcién posible abrir “un teatro de le- gitimidad a las acciones efectivas”.? Contrariamente a la historia de las ideas, la materia de esta historia de lo politico, a la que califico de “con- ceptual”, no puede por lo tanto limi- tarse al andlisis y comentario de las grandes obras, aun cuando se las pue- da considerar habitualmente y con justicia como “grandes momentos” que cristalizan las preguntas que se plan- © Michel de Certeau, L'Iinvention du quoti- dien, tomo 1, Ans de faire, nueva edicion, Paris, Gallimard, 1990, p. 185. (Trad. esp.: La invencion de Io cotidiano, tomo 1, Artes de hacer, México, ITESO/UIA/CFEMC, 1996.] 7 Ihid., p. 183. tea una época y las respuestas que in- tenta darse. Imprime claramente a la historia de las ideas la preocupacién Por incorporar el conjunto de elemen- tos que componen ese objeto com- plejo que es una cultura politica: el modo de lectura de los grandes tex- tos tedricos, la recepcién de las obras literarias, el andlisis de la prensa y de los movimientos de opinién, el des- tino de los panfletos, la construccién de los discursos de circunstancias, la Presencia de las imagenes, la impron- ta de los ritos e, incluso, el rastro efi- mero de las canciones. Pensar lo po- litico y hacer la historia viviente de las representaciones de la vida en co- min se superponen en este enfoque. Pues es a un nivel “bastardo” que hay que aprehender siempre lo politico, en los entrelazamientos de las prac- ticas y las representaciones. Es siempre en las condiciones de su puesta a prueba que puede descifrar- se lo politico, Su historia es por esto, en principio, atencién al trabajo de sus antinomias, andlisis de sus limites y sus puntos de equilibrio, examen de las decepciones y los desarraigos que suscita. Por esta raz6n, mi trabajo toma co- mo objetos privilegiados lo inacaba- do, las fracturas, las tensiones, los li- mites y las negaciones que dibujan la imagen en huecograbado de la de- mocracia. En efecto, el fondo de lo po- litico no se deja realmente aprehender mas que en esos momentos y situacio- nes que subrayan que la vida en demo- cracia no es una vida de confrontacién con un modelo ideal sino la investi- gacion de un problema a resolver. Ya he hecho breve mencién de algu- nas de las antinomias estructurantes de la democracia que he tenido la 49 ocasion de estudiar. Hay muchas otras que deben tomarse en conside. racion. Pienso en especial en todo lo que se vincula con las “contradiccio- nes de forma”. Hasta hoy no han si- do investigadas. Habria que aprehen- der sobre todo de manera minuciosa aquello que Iamé el problema del “tercer organizador’. Nombro de es- ta manera el hecho de que la expre- sidn colectiva es Practicamente incon- cebible sin que intervenga una cierta exterioridad. Por ejemplo, no hay co- micios posibles sin la existencia de candidaturas que obliguen automa- ticamente a los ciudadanos a elegir. Esta imposibilidad logica de una de- mocracia inmediata y directa ha sido objeto desde hace dos siglos de mul- tiples interrogantes cuya historia me- receria ser reconstruida. Esta historia conduciria a una mejor apreciacién del sentido que conviene atribuir al caracter consecuentemente reflexivo 50 del régimen representativo y pene tiria evaluar de manera oes Be fundamentos de la legitimidad de- yer sciree te deseatn lama a atencién sobre otra ee forma que me parece que no is a tomada demasiado en cuenta: aS le la cuestion de las relaciones de la . mocracia con el tiempo. En efecto, el estudio de lo politico es seein te focalizado sobre el analisis de a actores, de los procedimientos y de las instituciones considerando al tiem- po como una variable esencialmente neutra (la duracién). Si la democra- cia define un régimen de autoinsti- tucién de lo social, me parece nece- sario considerar al tiempo como bi? variable activa y constructiva. Enel oe to, la politica esta también ame en forma de tiempo social, ne i simultaneamente por el trabajo ce memoria y por las impaciencias de 51 la voluntad, es arraigo e invencién. Desearia comprender a la democra- cia a partir del examen de sus apo- rias, partiendo de la tensién entre el tiempo-recurso y el tiempo-obliga- cin. La pregunta esta ejemplarmente planteada desde los finales del siglo Xvill_en el gran debate entre Ed- mund Burke y Thomas Paine sobre el sentido de los derechos del hom- bre. Paine formula el programa mo- derno de una emancipaci6n radical de Ia tradicion al oponerse a las opinio- nes de Burke: “Es imposible que exis- ta alguna vez o en algun pais un Par- lamento que tenga derecho a atar ala posteridad hasta el final de los siglos [...]. Cada siglo, cada generacién de- be tener la misma libertad de accion, en todos los casos, que los siglos y Beneraciones que la precedieron”’ La afirmacion de la voluntad gene- ral presupone para los revoluciona- rios norteamericanos o franceses una capacidad permanente -al aaeem cada generacién- de invencién del futuro de manera tal que lo que una generacién ha elegido libremente no se convierta para las siguientes en un destino inexorable. De alli el de- bate, central en ambos margenes del Atlantico durante el siglo XVII, S0- bre el buen uso de un texto constitu- cional a fin de que no tome la forma de lo que se asemejaria a un precon- trato (el problema sigue vigente hoy, como lo muestran los términos en los cuales suele seguir siendo abor- dada la cuestion del caracter demo- cratico del control de la constitucio- nalidad). Todas las democracias han hecho suyas las inquietudes de Marx 8 Thomas Paine, Les Droits de Uhomme i 1984.) (1791), Paris, Belin, 1987, p. 74. [ Trad. esp.: De- rechos del hombre, Madrid, Alianza, 52 cuando se lamenta de que “la tradi- cién de todas las generaciones muer- tas pesa como una pesadilla sobre el cerebro de los vivos”.9 La atraccién actual por el corto plazo que deploran muchos no provie- ne solamente de una especie de acele- racién de la historia artificialmente impulsada por las impaciencias del mundo medidtico. Se trata mas bien de un fendémeno estructural. En efecto, para dar fuerza visible a la voluntad general, la democracia esta constan- temente tentada de hacer prevalecer los “caprichos del instante” (la expre- sién es de Renan), que se imponen a su vez como un amo destructor. Por otro lado, el derecho -percibi- do por todos como una necesaria pro- teccién- no puede tomar forma sino ® Karl Marx, Le 18 Brumaire de Louis Na- poléon (1852), Paris, Editions sociales, 1969, p. 15. [Trad. esp.: El 18 Brumario de Luis Bonapar- te, Barcelona, Ariel, 1968.) 34 introduciendo una temporalidad lar- ga en la vida comunitaria. Es también evidente que vivimos en un mundo en el que la vitalidad econémica esta ligada a la capacidad de las politicas piblicas de planificar sobre periodos cada vez mas extensos (en materia de investigacién, entre otras) y en las cuales tomar en cuenta los proble- mas del medio ambiente conduce a razonar con horizontes que no pue- den compararse con los de los ritmos electorales. Los tiempos de la demo- cracia aparecen asi susceptibles de un doble desfase: demasiado inmediatos para una preocupacién de largo pla- 20, demasiado lentos para la gestion de lo urgente. En ambos casos, queda cuestionada la pertinencia de la idea de voluntad general. Esta tensién entre temporalidades no cesa de profundizarse y de ali- mentar un conjunto de perplejidades y de conflictos. Las posiciones pue- 55 den oscilar entre una vision radical- mente instantaneista de la democracia, Presta en consecuencia a aferrarse a un poder ejecutivo que se autojustifi- caria en la fuerza de lo excepcional, y una justificacién opuesta de su po- der por parte de los expertos, consi- derados como los tinicos aptos para “representar” los intereses sociales de largo plazo en nombre del conoci- miento que pudieran llegar a poseer. La historia extendida de esos con- flictos permitiria aclarar numerosos interrogantes contemporaneos. Abri- ria también el camino a una compren- sién renovada de la democracia como conjugacién de tiempos. En efecto, quisiera demostrar que el sujeto de la democracia debe ser comprendi- do como un sujeto indisociablemen- te juridico (el pueblo de los ciudada- nos-electores) ¢ histérico (la nacién que vincula la memoria con la prome- sa de un futuro compartido). 56 Pero las formas de la democracia mantienen también una relacion con la pluralidad del tiempo. Lejos de to- da aproximacién univoca que se fo- calizaria Gnicamente en el procedi- miento de la legitimacion electoral, se podria elegir subrayar de qué mo- do la perspectiva de una complejiza- cion de las formas de soberania (yen- do desde la simple toma de posicién contestataria a la institucién de esa especie de memoria de la voluntad general que representa una constitu- cién) va necesariamente unida al to- mar en cuenta y ocuparse de la mul- tiplicidad de las temporalidades que constituyen la experiencia humana. Estos diferentes aspectos de la in- determinacién democratica, me gus- taria subrayarlo, se prolongan en una crisis permanente del lenguaje poli- tico. En efecto, definir esas nociones esenciales —la igualdad, la ciudada- nia, la soberania, el pueblo, etcétera— 57 be genera problemas, Esta franja de pa- labras ha sido significativamente considerada como dramatica duran- te la Revolucion Francesa. En el mo- mento en que lanza junto a Sieyés su Journal d'instruction sociale (1793), Condorcet comprueba que “la alte- racién del sentido de las palabras ha- bla de una alteracién en las Propias cosas”.!0 Uno de los observadores mas perspicaces del Terror puede llegar también a sefialar a propésito de Ro- bespierre y de sus amigos que “le sustraen a todas las palabras de la len- gua francesa su verdadero sentido”,!1 10 Condorcet, “Sur le sens du mot révolu- Uonnaire’, en Journal d'instruction sociale, nim, 1, 1* de junio de 1793, p. 10. 11 Edme Petit, Discurso del 28 de fructidor, ano 1! (14 de septiembre de 1794), Archives par. lamentaires, 1+ serie, tomo XCVu, p. 175, “Tras ha- ber desparramado el desastre en todas partes, la incertidumbre y la ignorancia ~continia— intro- dujeron en el lenguaje una infinidad de palabras nuevas, de denominaciones con las cuales desig- 58 mientras que Brissot, por su lado, apostrofa con encono a aquellos alos que llama “ladrones de palabras”.! Es por esta razon que Camille Des- moulins se fija como programa, en Le Vieux Cordelier, hacer de la liber- tad de prensa, con la confrontacion permanente entre las palabras y las cosas que implican, la clave de la cons- truccién de la experiencia democra- tica. “El caracter de la democracia -subraya entonces- es llamar a los hombres y a las cosas por su nom- bre”.3 Por el contrario, la ideologia es la manifestacion mds evidente- nan a su voluntad a los hombres y las cosas segun el odio o el amor del pueblo engafiado” (ibid.). 12 CE Brissot, “De quelques erreurs dans les idées et dans les mots relatifs a la Révolution Fran- saise”, La Chronique du Mois 2 les Cahiers Pa triotiques, vol. 5, marzo de 1793. 3 Camille Desmoulins, Le Viewx Cordelier, mum. 7, edicién establecida por Pierre Pachet, Pa~ ris, Belin, 1987, p. 123. 59 | mente perversa de un divorcio calcu- lado 0 consentido entre las palabras y las cosas. En efecto, llega para ne- gar y disimular las contradicciones del mundo bajo la aparente coherencia de las doctrinas, Se desentiende de la rea- lidad poniendo en escena un orden fantasmatico y dejando en evidencia lo forzado de su instauracion. El trabajo del historiador es ac- tualizar estas cuestiones y los inten- tos por comprender el movimiento de la democracia en su problematica definicion. Es en esta medida que su camino puede, adems, cruzarse con el de aquellos cuyo oficio es explorar las palabras y dominar por medio del lenguaje una realidad paca. Si la li- teratura y la poesia tienen como fun- Gion abrirnos a la presencia del mun- do con la ayuda tambaleante de las palabras, encuentran una nueva ra- z6n de existir en medio de las incer- tidumbres de la era democritica, El 60 novelista y el poeta son a su singular manera agrimensores de ambigiieda- des y descifradores de silencios. Per- manecen abiertos a las contradiccio- nes del mundo y jamas permiten que el concepto escape a la carnadura a lo real. La historia de lo Politico, al igual que la literatura, trabaja junto a ella en los intersticios de las ciencias sociales. Comparten un movimiento constante de desciframiento, No po- dria ademas olvidar el papel ocupa- do por la escritura en tantos historia- dores del siglo xIx, siendo Michelet quien supo decir mucho mejor a tra- vés de su lenguaje y su estilo aquello que los documentos apenas podian explicar. Una historia de las aporias, pero tam- bién una historia de los limites y los bordes. En efecto, es en estos momen- tos de equilibrio, en sus puntos de retroceso, que la democracia es cada 61 vez esclarecida en su brutal desnu- dez. Asi, de Hanna Arendt a Claude Lefort, se ha operado toda una reno- vacion del pensamiento de lo politi- co, desde los afios cincuenta a los se- tenta, a partir del anilisis del hecho totalitario. Lejos de los enfoques pu- ramente descriptivos que no veian en él mas que el resurgimiento agrava- do de las figuras conocidas de la tira- nia o la dictadura, la originalidad de estos autores ha sido mostrar que los regimenes implicados debian ser com- prendidos como formas desviadas de la modernidad democratica, como una especie de realizacion negativa de és- ta. En efecto, se puede analizar el fan- tasma activo de un poder que absor- ba totalmente a la sociedad -que es Jo que caracteriza al totalitarismo-co- mo una exacerbacién utépica del principio representativo, que en un mismo movimiento pretende cons- truir artificialmente una sociedad per- 62 fectamente legible en su unidad y un poder con el que se supone que esta totalmente identificada, tratando de resolver en su origen el hecho mis- mo de la separacién entre lo social y lo politico, El impulso de la empresa totalitaria deriva de esta pretensién que se prolonga en la utopia de hacer existir un poder totalmente confun- dido con la sociedad, no disociado en absoluto de ella. Por esta razén, el poder totalitario esta marcado por una imperiosa légica de la identifica- cion. Al radicalizar y erigir en abso- luta la figura del partido de clase, pre- tende superar las aporias primeras de la representacion e instituir un po- der que “represente realmente” a la sociedad. Es el partido el que organi- za esta cadena imaginaria de identi- ficacién que conduce a hacer del bu- reau politico e, incluso, del primer secretario -ése al que Solzhenitsyn lamaba el egécrata- la perfecta en- 63 carnacién del pueblo. Por lo tanto, el partido excede en este caso la fun- cién de representacién: es la sustan- cia misma del pueblo. La aprehensién de los limites mis- mos de lo politico ha consistido esen- cialmente hasta hoy en explorar las zonas tempestuosas y de desvio en las cuales se hunde la democracia. Es- ta “expedicién por los abismos” sigue constituyendo un camino de compren- sién privilegiado. Naturalmente, de- ben continuarse las investigaciones por esta direccién, los acontecimien- tos nos obligan a hacerlo de manera acuciante, me doy cuenta y hago mi parte. Sin embargo, hay que recono- cer que hoy nos enfrentamos también. a lo inverso, a un desgaste y ya no a una exacerbacion de lo politico. Com- probamos una aparente disolucién y un desvanecimiento: sensacién de una declinacién de la soberania, percep- cién de un desvanecimiento de la vo- 64 luntad y de un aumento paralelo en potencia de las fuerzas de derecha 0 del mercado. Las fronteras del gobier- no y de la administracién, de la ges- tién y de la politica se han vuelto si- multaneamente mas débiles. Habria que precisar bien este diagnéstico. Pe- ro lo esencial es subrayar que tam- bién desde ahora habra que abordar lo politico partiendo de estas zonas gri- ses, tomando en consideracién estas escasas energias, estas derivas inmévi- les, estas descomposiciones discretas. Sin embargo, los sobresaltos del mundo contemporéneo no incitan so- lamente a reflexionar sobre las for- mas limites de lo politico. También el espacio de lo politico esta hoy so- metido a tremendas pruebas. Esta cues- tién es abordada desde hace veinte afios por miltiples autores que par- tieron de la constatacion de la diso- ciacién y de la diferenciacién cre- cientes de las relaciones de fuerza y 65

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