Cuentos Breves Latinoamericanos
Cuentos Breves Latinoamericanos
Cuentos Breves Latinoamericanos
Prlogo
. ........ A
orgenes mismos de la literatura. En sus comienzos, los relatos breves se intercalaban en las narraciones ms extensas hasta que comenzaron a perfilarse con
un sentido relativamente autnomo. Un cuento puede ser tan breve como un ttulo. Aun as, el cuento breve no pierde su carcter de texto ntegro, de manera
lal que la brevedad se suma a la integridad.
Actualmente se considera que un cuento es breve cuando el narrador trabaja con elementos muy precisos y concretos, es decir, cuando potencia un mnimo de elementos. Para Flannery O'Connor: "un cuento breve debe ser extenso en profundidad, y debe darnos la experiencia de un significado" Para Juan
Armando Epple estas formas narrativas de variada filiacin cultural tienen un
1
O'Connor, Flanncry: 'Writing short-slories". En Mystery and Manners. Occasional Prose. N.York,
(i Giroux, 1989.
forrar, Straus
' Epple, Juan Armando:"Bmsima relacin sobre d mini-cuento en /Iispanomrica' en Revista Puro cuento, Mayo/Junio dr
1988.
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nes son discutidas por la crtica, Howe coincide en que el poderoso efecto que tiene este brevsimo cuento en el lector -al igual que la poesa- se relacionara con
la intensidad. Asimismo, considera que el enfoque nico, que se construye en una
sola escena, es otra de las tcnicas que se relaciona directamente con la brevedad.'
Un cuento breve, entonces, ms all de los intentos de definicin -por ejemplo, Enrique Anderson Imbert los bautiz "cuentos en miniatura"-, se construye con una sola ancdota, un slo incidente, y el poderossimo efecto que tiene
en el lector depende de su intensidad.
Durante el siglo XIX, el cuento tuvo un gran desarrollo en Amrica Latina.
Sus races pueden encontrarse ya en las crnicas y en algunos textos narrativos
de la poca colonial. Pero su auge comienza fundamentalmente con el cuadro de
costumbres que, combinado con otros elementos, dar como resultado un relato breve. Sin embargo, ser con los modernistas como Manuel Gutirrez Njera,
Rubn Dara y leopoldo Lugones con quienes el cuento alcanzar autonoma y
un mayor desarrollo.
En la segunda mitad del siglo XX el cuento tuvo un notable crecimiento con
figuras consagradas por la crtica y los lectores. Importantes escritores renovaron la ficcin breve. En este sentido, la escritura de Juan Rulfo seala uno de los
momentos claves de la literatura latinoamericana junto con Juan Carlos Onetti,
Julio Cortzar, Jorge luis Borges, Juan Jos Arreola, Augusto Monterroso y Joao
Guimaraes Rosa, entre otros.
la presente antologa se preocupa por atender al desarrollo de las formas
breves en Amrica Latina. Para ello, rene no slo a las figuras ms conocidas
de nuestro continente sino que tambin, junto con los narradores consagrados,
pone en circulacin cuentistas provenientes de diversos pases y cuya produccin
Howe, IIVing t llana Wienes Howe, (editores): Short Sh orts: An Anthology of the Shortest
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Dentro del eje de lo fantstico que venimos considerando, hallamos algunos de los temas ms frecuentados por los autores, tales como las relaciones
entre los elementos de este mundo que rompen el orden reconocido: espacios,
tiempos, causalidades, elementos inexplicables y absurdos que irrumpen en la
vida de los personajes y que obligan al lector a dudar entre una explicacin
realista y una sobrenatural del mundo representado en el relato. Como exponentes del gnero fantstico, los siguientes cuentos presentan, en pocas lneas,
inquietantes universos de sentido. As, nos encontramos con "Bifurcaciones",
del cubano Flix Snchez Rodrguez, "El hombre-espejo", del ecuatoriano Vladimiro Rivas Iturralde, "Bsqueda", del chileno Daniel Pizarro y "Ropa usada J",
de su compatriota Pa Barros, "Tiempo libre", del mexicano Guillermo Sarnperio, "La otra muralla china", del costarricense Jos Ricardo Chaves, "Nocin del
alquimista llamado Dios y sus 500 jarrones", del hondureo Julio Escoto. "Tatuaje", "Los brazos de Kalym" y "Escena de un spaguetti western circus", de los
venezolanos Ednodio Quintero, Gabriel Jimnez Emn y Jos Sequera respectivamente, son otros ejemplos anlogos.
Entre los cuentos de ciencia ficcin, caracterizados por una lgica cientfica
que intenta sustentar la trama del relato, sealamos el cuento del brasileo Moacyr
junto con toda su descendencia. Asimismo, el cuento "El contrato" del portornqueo Celestino Cotto Medina, nos enfrenta al mundo de los "hampones" que
Scliar, "lgrimas congeladas', dado que es un ejemplo tpico. Asimismo, encontramos en varios cuentos rasgos de lo siniestro, tal como lo caracteriz Freud, como
lo inquietante, lo desconocido, lo oculto, lo que aparece cuando lo familiar se vuel-
en estos momentos parecen muy ocupados por el "maritaje entre narcos y polticos". Dentro del mismo eje, en "De las propiedad<;s del sueo", del conocido
ve amenazador. As, "La broma pstuma" del dominicano Virgilio Daz Grulln, "La
casa muda" del panameo Dimas lidio Pitty o "El fabricante de mscaras" de su
compatriota Enrique Jaramillo levi son daros exponentes de este motivo.
En esta seleccin no dejan de "mostrarse" algunas escenas urbanas, como la
que se representa en el cuento "Una yunta" del costarricense Fernando Contreras Castro o en el de su compatriota Rodrigo Soto en "Microcosmos II l'', donde
se nos remite a un tema que atraviesa a todos los pases latinoamericanos, co-
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ria, un pas indeterminado donde haban ocurrido cosas irrecordables". Este personaje que "sabe" porque ha vivido, es el encargado de transmitir la historia para que la narradora-protagonista la "comprenda". El cuento "La noche" del dominicano Manuel Rueda, nos enfrenta a un tema caro a todos los pueblos del
continente en horas de dictaduras: el miedo a ser testigo. El cuento nos refiere
que, en una "noche oscura como el antifaz de los asesinos", un grito de terror
queda ahogado por un disparo y, mientras agoniza'fa vtima, el vecindario queda paralizado por el miedo. Asimismo, el mundo del arte y su relacin con Ja
poltica queda representado en el personaje de Erasto que da vida a la escultura El inconforme en el cuento "Sudar como un caballo" de] nicaragense Lizan dro
Chvez Alfara.
En otro de los ejes de esta seleccin vemos cmo el contenido de los relatos primigenios sirve a algunos autores como intertexto para la recreacin, para
el re-relato, para la inclusin de la ancdota. As, nos encontramos con el cuen-
dado" del dominicano Marcio Veloz Maggiolo o "El pequeo rey zaparrastroso"
to "Los animales en el arca" del argentino Marco Denevi, con "Fbula con joro-
aquellos consagrados por lecturas y crtica, esta antologa lograr cautivar nue-
ba" del venezolano Wilfredo Machado, con "Seal de los tiempos" del brasileo
Joao Carrascoza, con "El encuentro", del peruano Jorge Daz Herrt>ra
tos en Latinoamfrica.
lenguaje y su sistema de seleccin, la relacin en tre significado y significante, aparecen tematizados: "En el origen", del paraguayo Mario Halley Mora y "Bautizar
las palabras", del chileno Alfonso Alcalde son ejemplos de estas indagaciones metalingsticas. Asimismo, el registro de la oralidad y los distintos tipos de lenguaje quedan plasmados en los dos cuentos del peruano Antonio Glvez Ronceros,
"Miera" y "El mar, el machete y el hombre", as como tambin en "La carta", del
portorriqueo Jos Luis Gonzlez. En algunos otros relatos, podemos apreciar la
leve frontera que los separa del chiste, ya sea por la ancdota o por el empleo
inusual de trminos, como en el cuento 'Padre Nuestro que ests en Jos cielos",
del chileno Jos Leandro Urbina o en "Ernesto el embobado", del salvadoreo Jo-
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SANTIAGO D AVOB E
SANTIAGO D AVOBE
Tren
.. E
1 tren era el de todos los das a la tardecita, pero vena moroso, como
sensible al paisaje.
Yo iba a comprar algo por encargo de mi madre.
Era suave el momento, como si el rodar fuera cario en los lbricos rieles. Sub y me puse a atrapar el recuerdo ms antiguo, el primero de mi vida. El tren se retardaba tanto que encontr en mi memoria un olor maternal: leche calentada, alcohol encendido. Esto hasta la primera parada: Haedo. Despus record mis juegos
pueriles y ya iba hacia la adolescencia, cuando Ramos Meja me ofreci una calle
sombrosa y romntica, con su nia dispuesta al noviazgo. All mismo me cas, despus de visitar y conocer a sus padres y el patio de su casa, casi andaluz. Ya salamos de la iglesia del pueblo, cuando o tocar la campana; el tren prosegua el viaje.
Me desped, y como soy muy gil, lo alcanc. Fui a dar a Ciudadela, donde mis esfuerzos queran horadar un pasado quizs imposible de resucitar en el recuerdo.
El jefe de estacin, que era mi amigo, acudi para decirme que aguardara buenas nuevas, pues mi esposa me enviaba. un telegrama anuncindolas. Yo pugnaba
por encontrar un terror infantil (pues los tuve), que fuera anterior al recuerdo de la
lech e calentada y del alcohol. En eso llegamos a Liniers. All, en esa parada tan abundante en tiempo presente, que ofrece el ferrocarril Oeste, pude ser alcanzado por mi
esposa que traa los mellizos vestidos con ropas caseras. Bajamos y, en una de las
resplandecientes tiendas que tiene Liniers, los proveamos de ropas estndares, pero
elegantes, y tambin de buenas carteras de escolares y libros. En seguida alcanzamos
el mismo tren en que bamos y que se haba demorado mucho, porque antes haba otro tren descargando leche. Mi mujer se qued en Liniers, pero ya en el tren,
gustaba de ver mis hijos tan floridos y robustos hablando de ftbol y haciendo los
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chistes que la juventud cree inaugurar Pero en Flores me aguardaba lo inconcebible; una demora por un choque con vagones y un accidente en un paso a nivel. El
jefe de la estacin de liniers, que me conoca, se puso en comuniG:1cin telegrfica
con el de Flores. Me anunciaban malas noticias. Mi mujer haba muerto, y el cortejo fnebre tratara de alcanzar el tren que estaba detenido en esta ltima estacin.
Me baj atribulado, sin poder enterar de nada a mis hijos, a quienes haba mandado adelante para que bajaran en Caballito, donde estaba la escuela.
En compaa de unos parientes y allegados, rnterrarnos a mi mujer en el cementerio de Flores, y una sencilla cruz de hierro nombra e indica el lugar de su detencin invisible. Cuando volvimos a Flores, todava encontramos el tren que nos
acompaara en tan felices y aciagas andanzas. Me desped en el Once de mis parientes polticos y, pensando en mis pobres chicos hurfanos y en mi esposa difunta, fui como un sonmbulo a la "Compaa de Seguros. donde trabajaba No encontr el lugar.
Preguntando a los ms ancianos de las inmediaciones, me enter de que haban demolido haca tiempo la casa de la "Compaa de Seguros". En su lugar se eriga un edificio de veinticinco pisos. Me dijeron que era un ministerio donde todo
era inseguridad, desde los empleos hasta los decretos. Me met en un ascensor, y ya
en el piso veinticinco, busqu furioso una ventana y me arroj a la calle. Fui a dar
al follaje de un rbol coposo, de hojas y ramas como de higuera algodonada. Mi
carne, que ya se iba a estrellar, se dispers en recuerdos. La bandada de recuerdos,
junto con mi cuerpo. lleg hasta mi madre. "iA que no' recordaste lo que te encargu!", dijo mi madre, al tiempo que haca un ademn de amenaza cmica: 'Tienes
cabeza de pjaro.
Santiago Dabove naci en Morn, provincia de Buenos Aires, en 1889 y muri en 195 1
Obras: La muerte y su traje. Cumtos (1961)
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M ARI NA (OLASANTI
MARINA (OLASANTI
La tejedora
S e despertaba cuando todava estaba oscuro, como si pudiera or al sol llegando por detrs de los mrgenes de la noche. Luego, se sentaba al telar.
Comenzaba el da con una hebra dara. Era un trazo delicado del color de la luz
que iba pasando entre los hilos extendidos, mientras afuera la claridad de la maana dibujaba el horizonte.
Despus, lanas ms vivaces, lanas calientes iban tejiendo hora tras hora un largo
tapiz que no acababa nunca.
Si el sol era demasiado fuerte y los ptalos se desvanecan en el jardn, la joven mujer pona en la lanzadera gruesos hilos grisceos del algodn ms peludo. De la penumbra que traan las nubes, elega rpidamente un hilo de plata que bordaba sobre el tejido con gruesos puntos. Entonces, la lluvia suave llegaba hasta la ventana a
saludarla.
Pero si durante muchos das el viento y el fro peleaban con las hojas y espantaban los pjaros, bastaba con que la joven tejiera con sus bellos hilos dorados para
que el sol volviera a apaciguar a la naturaleza.
De esa manera, la muchacha pasaba sus das cruzando la lanzadera de un lado
para el otro y llevando los grandes peines del telar para adelante y para atrs.
No le faltaba nada. Cuando tena hambre, teja un lindo pescado, poniendo especial cuidado en las escamas. Y rpidamente el pescado estaba en la mesa, esperando
que lo comiese. Si tena sed, entremezclaba en el tapiz una lana suave del color de la
leche. Por la noche, dorma tranquila despus de pasar su hilo de oscuridad.
Tejer era todo lo que haca. Tejer era todo lo que quera hacer.
Pero tejiendo y tejiendo, ella misma trajo el tiempo en que se sinti sola, y por primera vez pens que sera bueno tener al lado un marido.
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No esper al da siguiente. Con el antojo de quien intenta hacer algo nuevo, cownz a entremezclar en el tapiz las lanas y los colores que le daran compaa. Po' , , ,1 poco, su deseo fue apareciendo. Sombrero con plumas, rostro barbado, cuerpo
,1rmonioso, zapatos lustrados. Estaba justamente a punto de tramar el ltimo hilo de
l.1 punta de los zapatos cuando llamaron a la puerta.
Ni siquiera fue preciso que abriera. El joven puso la mano en el picaporte, se qui1<'i d sombrero y fue entrando en su vida.
Aquella noche, recostada sobre su hombro, pens en los lindos hijos que tendra
1.ira que su felicidad fuera an mayor.
y fue feliz por algn tiempo. Pero si el hombre haba pensado en hijos, pronto lo
lvid. Una vez que descubri el poder del telar, slo pens en todas las cosas que
~le poda darle.
-Necesitamos una casa mejor- le dijo a su mujer. Y a ella le pareci justo, porque
.illora eran dos. Le exigi que escogiera las ms bellas lanas color ladrillo, hilos verill's para las puertas y las ventanas, y prisa para que la casa estuviera lista lo antes
posible.
Pero una vez que la casa estuvo terminada, no le pareci suficiente.
i.Por qu tener una casa si podemos tener un palacio?- pregunt. Sin esperar res1uesta, orden inmediatamente que fuera de piedra con terminaciones de plata.
Das y das, semanas y meses trabaj la joven tejiendo techos y puertas, patios y
,"'caleras y salones y pozos. Afuera caa la nieve, pero ella no tena tiempo para llamar al sol. Cuando llegaba la noche, ella no tena tiempo para rematar el da. Teja Y
mtristea, mientras los peines batan sin parar al ritmo de la lanzadera.
Finalmente el palacio qued listo. Y entre tantos ambientes, el marido escogi par;\ ella y su telar el cuarto ms alto, en la torre ms alta.
-Es para que nadie sepa lo del tapiz -dijo. Y antes de poner llave a la puerta le
;1dvirti: -Faltan los establos. iY no olvides los caballos1
La mujer teja sin descanso los caprichos de su marido, llenando el palacio de lujos, los cofres de monedas, las salas de criados. Tejer era todo lo que haca. Tejer era
todo lo que quera hacer.
y tejiendo y tejiendo, ella misma trajo el tiempo en que su tristeza le pareci ms
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MARINA (OLASANTI
grande que el palacio, con riquezas y todo. Y por primera vez pens que sera bueno estar sola nuevamente.
Slo esper a que llegara el anochecer. Se levant mientras su marido dorma soando con nuevas exigencias. Descalza, para no hacer ruido, subi la larga escalera
of'. lil torre y se sent al telar.
Esta vez no necesit elegir ningn hilo. Tom la lanzadera del revs y, pasando velozmente de un lado para otro. comenz a destejer su tela. Desteji los caballos, los
carruajes, los establos, los jardines. Luego desteji a los criados y al palacio con todas
las maravillas que contena. Y nuevamente se vio en su pequea casa y sonri mirando el jardn a travs de Ja ventana
La noche estaba terminando, cuando el marido se despert extraado por la dureza de la cama. Espantado, mir a su alrededor. No tuvo tiempo de levantarse. Ella
ya haba comenzado a deshacer el oscuro dibujo de sus zapatos y l vio desaparecer sus pies, esfumarse sus piernas. Rpidamente la nada subi por el cuerpo, tom
el pecho armonioso, el sombrero con plumas.
Entonces, como si hubiese percibido la llegada del sol, la muchacha eligi una hebra clara. Y fue pasndola lentamente entre los hilos, como un delicado trazo de luz
que la maana repiti en la lnea del horizonte.
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Pequeo mo
A la dama de Shangai
. . . .A
1 afeitarse esa maana descubri que tena cara de gato: se eriz. La esp.mtosa imagen lo persigui durante el da, en cada pausa del trabajo: los ojos cla11 ).5 de dilatadas pupilas, los bigotes enhiestos, las orejas puntiagudas y su grito, su
1>
ropio grito, que le descubri un par de pequeos y finos colmillos. En la noche,
o,obre el cuerpo jadeante de la mujer, maull: tuvo sueos horribles con ratas y perros y otras bestias. Al despertar se desliz entre las sbanas, lami los tobillos blanrns y dulces y luego, perezoso, mientras los dedos de sangrientas uas le recorran
d lomo, bebi la leche que Ja mujer le trajo en el platito. ........ !
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Hermano Lobo
Una buena accin es aquella que en s tiene bondad
y que exige fuerza para realizarla. (Montesquieu)
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R ODRIGO SOTO
A prs.ir de la visin perifrica de sus cuatro ojos, la agudeza de sus cuatro o,, s Y d akrla constante, la yunta irremediablemente cay una maana. Era tan
lrwpr.1110 an que todava alcanzaron ellos a soltarse velozmente y huyeron por
111.,111ilo 111 d1r~rnones opuestas, pero no fueron lejos... Jos cuerpos separados ya
1111
..i1p1tTDll rnmo actuar: correr en dos piernas resultaba tan ajeno a su natural11o1 rnmo niirnr con dos ojos o asustarse con un solo corazn.
J.:n lujnon la velocidad hasta quedarse queditos, se sentaron en el pavimen'" 111ir<111closc en aquella corta distancia sin oponer resistencia, slo miraban c11111 " 1o1d.i uno le arrastraban su otro cuerpo. mientras les creca y les creca Ja
1l 1'. f ol l ltld .
1J/rn.<:
Microcosmos 111
.. ... . e
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' 1
Afma en pena
. . . . . . . . . . _
E1 paisano que hizo esta pregunta apareci sin que le visemos llegar. Vesta luto riguroso, por lo cual era de suponerle seminarista o viudo, muerto o recin llegado de provincia, aunque, a decir verdad, nadie hubiera atinado el acertijo a primera vista. Mas no puede negarse que su semblante enigmtico nos pareci raro al extremo de sobrecogemos tremebunda la duda de que fuera un alma
en pena. Amarillento, barbilampio, de nariz afilada y brillantes ojos, daba idea de
cargar consigo alguna terrible preocupacin funeral.
,
matrero como l solo, Teodoro Teos me aguard a la
.
Ch1mecate donde existe un immujer? Es Jo que no se. Pero,
.
h
, t al Motagua, cammo a
'
salida de C oyoyo, un
h
ali de las sombras un corprovisado funicular de cana,stita. ; y unt :~~o es~::ng el maldito, mas, a quin
'
vo traicionero que :e sembro ~qui; :~c~npdnd~le muerte a Reginaldo, mi hermadara muerte? c:Sera que vengo m
R . ld me mat a mi? Es lo que no
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en vez de matar a egma o,
no gemelo, o, e veras, .
b e iAhl iMaldita mi desgracia! iNo sabr quin fue
s. Por eso pregunto m1 nom r
h t
dar con un conocido 1
el muerto das a no d. culp y quitndose el sombrero de fieltro para saludarOICien o esto, se 1s
,
.
o ca
........
nos, e1 espectr o de Baudilio Bautista se fue desvaneuendo poco a p
9
80
. 1 B Vi
en 1929 y muri rn 1975.
Josi A1aria Lpez ~a~~n iw:~~:~:~:~~~s ~ c{ar~~ida rota. Cumtos (1960);
Obras. u o y p
La sangre del maz. Novela (1 966).
tf 53
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--------____.._--------~
- - -- ..
A UGUSTO MONTERROSO
AUG USTO MONT ERROSO
El eclipse
gre vehemente sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un
sol eclipsado) mientras uno de los indgenas, recitaba sin ninguna inflexin de voz.
sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se produciran eclipses solares y
lunares, que los astrnomos de la comunidad maya haban previsto y anotado en
-. . . . . . . . .e
i~
uando fray Bartolom Arrazola se sinti perdido acept que ya nada po-
dra salvarlo. La selva poderosa de Guatemala lo haba apresado, implacable y definitiva. Ante su ignorancia topogrfica se sent con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir all, sin ningun a esperanza, aislado, con el pensamiento fijo en la
Espaa distante, particularmente en el convento de Los Abrojos, donde Carlos
Quinto condescendiera una vez a bajar de su eminencia para decirle que confiaba
en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontr rodeado por un grupo de indgenas de rostro impasible que se disponan a sacrificarlo ante u n altar, un altar que a Bartolom le pareci como un lecho en el que descansara, al fin, de sus temores, de su destino,
de s mismo.
Tres aos en el pas le haban conferido un mediano dominio de las lenguas
nativas. Intent algo. Dijo algunas palabras que fu eron comprendidas.
Entonces floreci en l una idea que tuvo por digna de su talento y de su cultura universal y de su arduo conocimiento de Aristteles. Record que para ese
da se esperaba un edipse total de sol. Y d ispuso, en lo ms ntimo, valerse de aquel
conocimiento para engaar a sus opresores y salvar la vida.
-Si me matis - les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indgenas lo miraron fijamente y Bartolom sorprendi la incredulidad en
sus ojos. Vio que se produjo un pequeo consejo y esper confiado, no sin cierto desdn.
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La migala
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r ,J
JUAN J OS ARREOLA
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MARTHA (ERDA
Amenazaba tormenta
1
. ......... .
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1
1
MARTHA CERDA
B ARBARA JACOBS
bin me permita rerme sin que me vieran y eludir las respuestas a la misma re
gunta : De dnde diablos sacaste esa cosa?
P -
Un justo acuerdo
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SERGIO RAMREZ
SERG IO RAMREZ
Aunque el experimento comenz a efectuarse hace mucho ~empo'. no h a sido osible obtener ningn resultado, pues Maimnides prevema (~aragrafo XII)
quepen el caso que el objeto de los sueos fuera una persona, debena ser sorprendida durmiendo.
y los tiranos nunca duermen......... !
- 5
i
I
.I
so se ofrece a todos: es un orculo que siempre est dispuesto a ser nuestra terrible y silenciosa arma".
La misma teora fue afirmada por los judos aristotlicos de los siglos XII y
una noche hizo a toda su secta soar que terminaba la sequa. Al amanecer, al
salir de sus aposentos se encontraron los campos verdes y un suave roco humedeca sus barbas
La oposicin poltica de un pas que estaba siendo gobernado por una larga
tir.ma quiso experimentar siglos despus las excelencias de esta creencia y distrili11 y entre la poblacin de manerea secreta unas esquelas en las que se daban las
111strucciones para el sueo conjunto: en una hora de la noche claramente con;ignada, los ciudadanos soaran que el tirano era derrocado y que el pueblo to111.ilia el poder.
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La broma pstuma
...............
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La noche
lado, haba abierto la puerta de la alacena e iniciaba los primeros pasos de una
nueva existencia.
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GLEY E YHERABID E
Enano
................ \ \ M e llamo Hernn. Soy enano. Estoy acostado en la cama de mi cuarto. El cuarto (en verdad es una bohardilla alquilada a la duea de casa), es mi
casa. Muevo la vista, los ojos, miro a la mesa de luz cuadrada chata, amarronada, oscura, con los diarios encima; miro el cielorraso, con el mismo revoque blanco y las mismas manchas hmedas. Vuelvo a mover mis ojos, la vista, y a ver las
cuadradas paredes, con dos ventanas que dan a la calle, a travs de las cuales veo
el mismo techo gris pizarra de la casa que est frente a la ma (perdn, de la duea de casa}. Pero nada de eso me importa ya. En unos pocos das ms, me caso.
Tengo con mi novia (]a que va a ser mi mujer), amueblada, la nueva casa. Compr muebles 'Provenzal Francs'. No me gustan los americanos modernos. Est en
un barrio residencial, si se quiere, y a pocas cuadras del mar. Problemas econmicos no vamos a tener. No. Tengo un quiosco de ventas de cigarrillos, revistas,
bueno, todo eso; y adems llevo quinielas y vendo lotera. No, problemas econmicos no vamos a tener. Ya s lo que estn pensando No. No es eso. Tengo, tenemos, buenos amigos. Dira yo, muy buenos amigos. Lp que me preocupa (me
aterroriza) es otra cosa (cuando 'veo' que vamos a entrar a la Capilla y despus
para toda la vida). Es que mi novia es alta. No muy alta. Pero es alta; casi normal. Y yo soy enano~
"Mi nombre es Elena (Mara Elena). Ahora, es casi de noche y coso. Soy rn..
turera. Durante ocho horas trabajo en una fbrica. Y al volver a rns.i, lr.1l1,ij11 111
una cosedora que compr con mis ahorros, unas horas ms. No, 110 sim1pn li w
as. No se puede trabajar todo el da. No hay quien lo pueda soporl.ir. l 11 l1l1~1 1
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GLEY EYHERABIDE
EDUARDO G ALEANO
ahora, por una cosa que vale la pena: me voy a casar Cualquier trabajo, por ms
duro que sea (estoy trabajando catorce horas diarias), vale con tal de salir de aqu,
de este cuarto donde vivo desde hace once aos, Once aos en un cuarto, un altillo (con un jarrn y una sola rosa roja), Viendo un da tras otro las mismas tejas de la casa de enfrente, ante mL Sola, No, por favor ,,, no crean que me caso
slo por esa, Y por no ver ms a la duea de casa, No, Me caso porque pienso, ,,
Pienso que estoy enamorada de L Lo quiero, Vamos a tener una casa amueblada, A trabajar corno Dios manda, A pasear los sbados de tarde y los domingos,
Y vamos,, no,,, a tener hijos, no s,, Pero eso no importa, Ya se ver Lo q ue
me preocupa (me aterra a ratos; cuando 'veo' Ja entrada en la Capilla, l alto de
traje negro y yo pequeita, de vestido blanco y todos los aos por venir despus);
es que l es alto, Alto: norrnaL Y yo, yo soy enana'.'""""!
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,,,,,,.,,,,,,... T.rde a tarde, lo vean. Lejos de los dems, el gur se sentaba a la sombra
de la enramada, con la espalda contra el tronco de un rbol y la cabeza gacha.
Los dedos de su mano derecha le bailaban bajo el mentn, baila que te baila como si l estuviera rascndose el pecho con alevosa alegra, y al mismo tiempo su
mano izquierda, suspendida en el aire, se abra y se cerraba en pulsaciones rpidas. Los dems le haban aceptado, sin preguntas, la costumbre.
El perro se sentaba, sobre las patas de atrs, a su lado, Ah se quedaban hasta que caa la noche, El perro paraba las orejas y el gur, con el ceo fruncido por
detrs de la cortina del pelo sin color, les daba libertad a sus dedos para que se
movieran en el aire, Los dedos estaban libres y vivos, vibrndole a la altura del
pecho, y de las puntas de los dedos naca el rumor del viento entre las ramas de
los eucaliptos y el repiqueteo de la lluvia sobre los techos, nacan las voces de las
lavanderas en el ro y el aleteo estrepitoso de los pjaros que se abalanzaban, al
medioda, con los picos abiertos por la sed. A veces a los dedos les brotaba, de
puro entusiasmo, un galope de caballos: los caballos venan galopando por la tierra, el trueno de los cascos sobre las colinas, y los dedo's se enloquecan para celebrarlo. El aire ola a h inojos y a cedrones.
Un da le regalaron, los dems, una guitarra. El gur acarici la madera de la
caja, lustrosa y linda de tocar, y las seis cuerdas a lo largo del diapasn. La prob, la guitarra sonaba bien. Y l pens: qu suerte. Pens ahora, tengo dos....... .
Eduardo Galeano naci m Montevideo en 1940.
Obras: Los fantasmas del da del len y otros relatos (1967);
las venas abiertas de Amrica latina, Ensayo (1971); Vagamundo, Cuentos (1 973);
La cancin de nosotros, Novela (1975); Las palabras andantes. Prosa potica (1993);
El ftbol a sol y sombra. Ensayo (1995); Las aventuras de los jvenes dioses (1998).
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Punto final
... . . ... . . . e
uando nos conocimos, ella me dijo: "Te doy el punto final. Es un punto
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WiLFREDO MACHADO
WiLFREDO MACHADO
1
!
. . . . . . . . . . . . . Los
bra sobre la arena y la luz tena la consistencia del oro derretido. Vestan con cierto lujo. En el turbante del ms viejo refulga un diamante del tamao de un higo.
No observ que en medio de los caballos -enjaezados lujosamente- traan atado a un viejo camello de pelo grisceo con la nariz perforada por una argolla. de
la que tiraba un esclavo tan flaco como el animal. ste haba soportado con resignacin todos los maltratos y abusos que se cometan contra l. Sobre la joroba del
camello vena atado un pesado bulto, oculto bajo una lona grasienta.
No dej a un lado el trabajo y les trajo agua a las bestias y a los hombres.
Mir sus ropas radas y sinti un poco de vergenza. El peor de los caballos
vesta mejor que l. Luego se adelant y haciendo a un lado el temor se atrevi
a preguntar:
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d al descubierto una enorme aguja de varios metros, que necesit ser movid,1
t ' ll-
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ANTONIO J OS 5EQUERA
Escena de un spaguetti
western circus
Tatuaje
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orientales, el marido haba aprendido con esmero el arte del tatuaje. La noche misma de la boda, y ante el asombro de su amada, puso en prctica sus habilidades:
armado de agujas, tinta china y colorantes vegetales dibuj en el vientre de Ja mujer un hermoso, enigmtico y afilado pual.
La felicidad de la pareja fue intensa, y como ocurre en esos casos: breve. En
el cuerpo del ho mbre revivi alguna extraa enfermedad contrada en las islas
pantanosas del este. Y una tarde, frente al mar, con la mirada perdida en la lnea
vaga del horizonte, el marino emprendi el ansiado viaje a la eternidad.
En la soledad de su aposento, la mujer daba rienda suelta a su llanto, y a ratos, como si en ello encontrase algn consuelo, se acariciaba el vientre adornado
por el precioso pual.
El dolor fue intenso, y tambin breve. El otro, hombre de tierra firme, comenz a rondarla. Ella, al principio esquiva y recatada, fue cediendo terreno. Concertaron una cita. La noche convenida ella lo aguard desnuda en la penumbra del
cuarto. Y en el fragor del combate, el amante, recio e impetuoso, se le qued muerto encima, atravesado por el pual......... :
. . ......A
del da. La brisa trae ese aroma estival de las reses que tanto gusta a los coyotes.
Alguien propone jugar a las cartas y un mazo de stas surge de una alforja.
Tras varias partidas, uno de los cowboys se levanta indignado y sealando
con el dedo, como el to Sam, a otro de los presentes, le increpa con desprecio:
-iEres un tramposo: te vi sacar ese as de la manga!
- iNo - respondi el increpado- : ningn tramposo. Soy prestidigitador!
- iPeor! -rugi el otro, extrayendo del cinto su colt
Una detonacin despert al ganado de sus quimeras alpinas. Un alarido espant a las lechuzas y puso en guardia a las cascabeles. Un as de corazones sr
precipit a las brasas, causando un chisporroteante estampido escarlata.
-(rno saldremos de este cadver? - quiso saber uno de los testigos.
- No hay problema, yo me encargo de eso - larg el prestidigitador. Y rn11
un pase mgico envi al cuerpo, an tibio, a reunirse con conejos. pauelos y
flores. en el limbo de los magos ......... ,
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