Shibumi - Trevanian PDF

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SHIBUMI

por Trevanian
PLAZA & JANES, S.
EDITORES
Ttulo original:
SHIBUMI
Traduccin de
MONTSERRAT SOLANAS DE GUINART
Primera edicin: Octubre, 1980
1979 by Trevanian
By arrangement with Crown Publishers, Inc. New York
1980, PLAZA & JANES, S. A., Editores
Virgen de Guadalupe, 21-33. Esplugues de Llobregat (Barcelona)
Este libro se ha publicado originalmente en ingls con el titulo de SHIBUMI
(ISBN: 0-517-53243-3. Crown Publishers, Inc. New York. Ed. original.)
Printed in spain - Impreso en Espaa
ISBN: 84-01-30306-0- Depsito Legal: B. 28.914 -1980
A la memoria de los hombres que aqu aparecen como:
Kishikawa
Otake
e !handes
!e "a#ot
Todos los otros persona$es % or#ani&aciones mencionados en el
libro carecen de cualquier base en la realidad' aunque al#unos de
ellos no se dan cuenta(
JUGADAS DE SHIBUMI
PRIMERA PARTE
Fuseki - apertura de una $u#ada cuando se toma en
consideraci)n todo el tablero(
SEGUNDA PARTE
Sabaki - intento de resolver una situaci)n di*cil de un modo
r+pido % *le,ible(
TERCERA PARTE
Seki - posici)n neutral en que nin#uno de los $u#adores tiene
venta$a( -n Mexican stand-off
1
.
CUARTA PARTE
Uttegae - lance de sacri*icio' #ambito(
QUINTA PARTE
Shicho - ataque acelerado(
SEXTA PARTE
Tsuru no Sugomori - .El con*inamiento de las #rullas en su
nido/' maniobra ele#ante con la captura de las pie&as del contrario(
1
Literalmente un mantenerse a distancia mexicano. 01( del T(2
PRIMERA PARTE
FUSEKI
Trevanian Shibumi
WASHINGTON
La pantalla relampague 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3... Se desconect
despus el proyector, y se encendieron las luces de la instalacin
elctrica disimulada a lo largo de las paredes de la sala de
proyecciones particular.
Se oy la voz del maquinista, fina y metlica, a travs del
intercomunicador.
-A punto para cuando usted quiera, Mr. Starr.
T. Darryl Starr, nico miembro de la sala, puls el botn de
comunicacin de la consola que tena frente a l.
-Eh, muchacho! Dime una cosa. Para qu sirven todos esos
nmeros antes de comenzar la pelcula?
-Se llama al guin personal, seor -respondi el operador-. Lo
ajust a la pelcula como una especie de broma.
-Broma?
-S, seor... Quiero decir... considerando la naturaleza de la
pelcula... resulta gracioso contar con una gua comercial, no cree
usted?
-Por qu, gracioso?
-Bueno, quiero decir... con todas esas quejas sobre la violencia
en las pelculas y todo eso.
T. Darryl Starr gru y se frot la nariz con el dorso del puo,
haciendo deslizar despus hasta ella las gafas de sol estilo piloto que
antes haba acomodado sobre su cabello corto cuando las luces se
haban apagado por primera vez.
Broma? Sera condenadamente mejor que no fuese una broma,
maldita sea tu estampa! Si algo no est bien, ya puedo ir
preparando mi funeral. Y si la cosa ms mnima no est bien, ya
puedes apostar tus pelotas que Mr. Diamond y su pandilla se darn
cuenta en seguida. Bastardos quisquillosos! Desde que se hicieron
cargo de las operaciones de la CIA en el Medio Oriente, parece que su
misin consista en ir descubriendo el ms pequeo fallo.
Starr mordi el extremo de su cigarro, que escupi al suelo
alfombrado, colocando despus el habano entre sus apretados labios
y encendindolo a continuacin con una cerilla de madera que frot
en la ua de su dedo pulgar. En su calidad de oficial decano de
operaciones tena acceso a cigarros habanos. Despus de todo, RHIP.
Se repantig con las piernas apoyadas en el respaldo del asiento
que tena frente a l, como sola hacer cuando era muchacho e iba a
ver pelculas en el Teatro Lone Star. Y si el muchacho que se
sentaba delante de l protestaba, Starr se ofreca a darle un puntapi
en el trasero que se lo hara subir hasta los hombros. El otro chico
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siempre terminaba callando, pues todos en Flat Rock saban que T.
Darryl Starr era una especie de fiera y muy capaz de patear a
cualquier chico dejndole el pecho hecho un fangal.
Haba transcurrido mucho tiempo desde entonces, pero Starr
continuaba siendo una especie de fiera. Y as se deba ser para llegar
al puesto de oficial decano de operaciones de la CIA. Se necesitaba
eso, y experiencia. Y algunos movimientos astutos.
Y, patriotismo, naturalmente.
Starr comprob la hora: faltaban dos minutos para las cuatro. Mr.
Diamond haba convocado una sesin para las cuatro, y llegara
exactamente a las cuatro. Si el reloj de Starr no marcaba las cuatro
en punto cuando Diamond entrara en el teatro, lo ms seguro es que
el reloj no marchaba bien.
Presion nuevamente el botn para comunicar.
-Cmo ha salido la pelcula?
-No ha salido mal, teniendo en cuenta las condiciones en las que
filmamos -respondi el operador-. La luz en la Roma Internacional
es difcil... una mezcla de luz natural y fluorescente en el techo. Tuve
que utilizar una combinacin de filtros CC que convirtieron el enfoque
en un autntico problema. En cuanto a la calidad del color...
-No quiero or tus malditos problemas!
-Lo siento, seor. Slo estaba respondiendo a su pregunta.
-Pues no lo hagas!
-Seor?
La puerta del fondo del teatro particular se abri de un portazo.
Starr observ su reloj: la manecilla del segundero haba pasado cinco
segundos de las cuatro en punto. Por el pasillo se acercaron
rpidamente tres hombres. En cabeza iba Mr. Diamond, un hombre
nervudo, de movimientos rpidos y precisos, cuyos trajes de corte
impecable reflejaban la disposicin ordenada de su mente.
Siguindole de cerca, vena el primer ayudante de Mr. Diamond, un
individuo alto, de articulaciones flexibles, con cierto vago aire
acadmico. No siendo hombre al que gustase perder el tiempo,
Diamond sola dictar comunicaciones, incluso cuando estaba de
camino entre una y otra reunin. El primer ayudante llevaba en la
cadera una grabadora de cinturn, cuyo micrfono, tan pequeo
como una cabeza de alfiler, iba sujeto a la montura metlica de sus
gafas. Caminaba siempre muy cerca de Mr. Diamond, o se sentaba
junto a l, con la cabeza inclinada para recoger la expresin de sus
montonas instrucciones espordicas.
Considerando la rigidez herldica de la mentalidad de la CIA, era
inevitable que su versin de ingenio sugiriese una relacin
homosexual entre Diamond y su ayudante, en todo momento solcito.
La mayor parte de los chistes que corran hacan referencia a lo que
le sucedera a la nariz del ayudante si alguna vez Mr. Diamond se
detena de repente.
El tercer hombre, a remolque detrs de ellos y algo confuso ante
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Trevanian Shibumi
la viveza de accin y pensamiento que le rodeaban, era un rabe,
ataviado con un traje occidental, oscuro y caro, y que no le sentaba
bien. El sastre no tena la culpa de su aspecto desaliado; el cuerpo
del rabe no estaba hecho para un traje que requera cierta postura y
disciplina.
Diamond se desliz en el asiento del pasillo al otro lado de Starr;
el primer ayudante se sent directamente detrs de l, y el palestino,
frustrado cuando nadie le indic dnde deba sentarse, finalmente se
dej caer en un asiento en la parte de atrs.
Volviendo la cabeza de modo que el diminuto micrfono recogiera
enteramente su dictado rpido y tono, Diamond concluy los
pensamientos a los que le haba estado dando vueltas.
-Dentro de las tres prximas horas hay que recordarme: uno,
accidente equipo petrolero mar del Norte; silenciar el asunto ante la
Prensa. Dos, profesor que est investigando los daos ecolgicos a lo
largo de la conduccin de Alaska: terminar asunto con supuesto
accidente.
Ambos asuntos se encontraban en su fase final, y Mr. Diamond
confiaba en poder jugar un poco al tenis aquel final de semana.
Naturalmente, siempre que aquellos imbciles de la CIA no hubiesen
desbaratado la accin en Roma Internacional. Se trataba de una
incursin directa que no poda presentar dificultades, pero durante los
seis meses transcurridos desde que la Organizacin Madre le haba
ordenado dirigir las actividades de la CIA en el Oriente Medio, haba
aprendido que ninguna accin era lo bastante sencilla como para
poder escapar de la capacidad de error de la CIA.
Diamond comprenda por qu la Organizacin Madre prefera
mantenerse en segundo trmino actuando detrs de la pantalla de la
CIA y la NSA, pero esto no facilitaba en absoluto su trabajo. Tampoco
le pareci especialmente divertida la sugerencia despreocupada del
presidente cuando le dijo que considerara que la Organizacin Madre
utilizaba a los agentes de la CIA como su parte de contribucin en el
contrato laboral de los deficientes mentales.
Diamond no haba ledo todava el informe de la accin redactado
por Starr, as que se inclin para cogerlo. El primer ayudante se le
anticip poniendo el documento en su mano.
Mientras echaba una ojeada a la primera pgina, Diamond dijo sin
alzar la voz.
-Apaga el cigarro, Starr. -Levant entonces la mano con un
breve gesto, y las luces murales comenzaron a desvanecerse.
Darryl Starr desliz las gafas de sol hasta su cabello cuando el
teatro qued a oscuras y el rayo del proyector atraves las espirales
flotante de humo azulado. En la pantalla apareci una espasmdica
panormica del interior de un gran y atareado aeropuerto.
-Esto es Roma Internacional -inform Starr lentamente-. Hora
de referencia: las trece y treinta y cuatro GMT. El vuelo 414
procedente de Tel Aviv acaba de llegar. Pasar un rato antes de que
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comience la accin. Esos individuos de las aduanas italianas no tienen
ninguna prisa.
-Starr? -dijo Diamond con pereza en su voz.
-Seor?
-Por qu no has apagado el cigarro?
-Bueno, para decirle la verdad, seor, no he odo que usted me
lo hubiese pedido.
-Yo no se lo he pedido(
Avergonzado por recibir rdenes en presencia de un extrao,
Starr baj la pierna del asiento delantero y aplast el cigarro habano
casi entero, apagndolo sobre la alfombra. Tratando de salvar su
dignidad, sigui explicando como si nada hubiera ocurrido.
-Espero que nuestro amigo rabe, aqu presente, quede
impresionado por la manera en que se realiz esta accin. Fue tan
suave como mierda de gato sobre el linleo.
3ran plano4 aduana % puerta de inmi#raci)n( -na *ila de
pasa$eros espera' con diversos #rados de impaciencia' pasar las
*ormalidades( A la vista de la incompetencia e indi*erencia o*icial' los
5nicos via$eros que sonren % se muestran amistosos son aquellos
que temen problemas con su pasaporte o con su equipa$e( -n
anciano' con barbita de pelo blanco' se inclina sobre el mostrador
e,plicando al#o al o*icial de aduanas' por tercera ve&( etr+s de 6l'
en la *ila' ha% dos hombres $)venes de veintitantos aos' mu%
tostados por el sol' que llevan pantalones cortos de color caqui %
camisas desabrochadas( A medida que avan&an' empu$ando sus
mochilas con el pie' la c+mara los apro,ima en zoom para aislarlos en
un plano casi cerrado(
-Son nuestro objetivo -explic Starr innecesariamente.
-As es -confirm el rabe con voz frgil de falsete-. Reconozco
a uno de ellos, a ese que dentro de su organizacin llaman Avrim.
"on una reverencia #alante' c)micamente e,a#erada' el primer
$oven cede el paso al mostrador a una linda $oven pelirro$a( Ella le
sonre d+ndole las #racias' pero sacude la cabe&a ne#ativamente( El
o*icial italiano' con su #orra de visera demasiado pequea' co#e el
pasaporte del primer $oven con #esto de aburrimiento % lo abre
bruscamente' mientras sus o$os se desvan una % otra ve& hacia los
pechos de la muchacha' obviamente libres ba$o la camisa de al#od)n(
Observa la *oto#ra*a % mira el rostro del $oven' una % otra ve&'
*runciendo el entrece$o(
Starr hizo una aclaracin.
-La fotografa del pasaporte fue tomada antes de que se dejara
crecer esa estpida barba.
El *uncionario de inmi#raci)n se enco#e de hombros % estampilla
el pasaporte( El se#undo $oven es tratado con i#ual combinaci)n de
descon*ian&a e incompetencia( 7u pasaporte es estampillado por
duplicado' pues el *uncionario est+ tan absorto contemplando la
delantera de la muchacha que la primera ve& se olvid) de utili&ar la
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Trevanian Shibumi
almohadilla del tamp)n( !os $)venes co#en sus mochilas del suelo %
las cuel#an de sus hombros por un solo tirante( 8urmurando e,cusas
% haciendo contorsiones' lo#ran desli&arse a trav6s de un #rupo
desordenado de italianos e,citados' una numerosa *amilia que se
apretu$a mientras espera de puntillas a un pariente que lle#a(
-Muy bien! Ahora despacio! -orden Starr por el
intercomunicador-. Ahora viene el jaleo.
El proyector redujo la velocidad a un cuarto.
!os $)venes se mueven de un plano vacilante al si#uiente como si
el aire *uese #elatinoso( El que va delante se vuelve para sonrer a
al#uien que est+ en la *ila' % el movimiento adquiere la calidad de
una dan&a reali&ada ba$o la #ravedad lunar( El se#undo lan&a una
o$eada sobre la multitud( 7u despreocupada sonrisa se con#ela( Abre
la boca % #rita silenciosamente' al mismo tiempo que la parte *rontal
de su camisa caqui estalla % escupe san#re( Antes de que ha%a cado
sobre s9 rodillas' una se#unda bala le destro&a la me$illa( !a c+mara
busca verti#inosamente antes de locali&ar al otro $oven' que ha
de$ado caer su mochila % est+ corriendo con un movimiento lento de
pesadilla hacia los armarios con cerradura( :ace una pirueta en el
aire cuando una bala le #olpea en el hombro( "ae #raciosamente
contra los armarios % rebota( En la cadera *lorece la san#re % se
desli&a de lado hacia el suelo de #ranito pulido( -na tercera bala le
destru%e la parte posterior de la cabe&a(
!a c+mara nuevamente recorre la terminal' buscando' perdiendo
y encontrando de nuevo a dos hombres -desen*ocados- que se
diri#en a la carrera hacia las puertas de vidrio de la entrada( 7e
corri#e el *oco' vi6ndose que se trata de orientales( -no de ellos lleva
un arma autom+tica( e s5bito' arquea la espalda' levanta los
bra&os' % cae hacia delante sobre los dedos de los pies durante un
se#undo antes de #olpearse la cara contra el suelo( 7ilenciosamente'
6l arma cae a su lado( El se#undo hombre ha lo#rado lle#ar a las
puertas de vidrio' cu%a lu& embadurnada pone un halo alrededor de
su oscura silueta( 7e lan&a al suelo cuando una bala rompe el vidrio
detr+s de su cabe&a; cambia de direcci)n % corre hacia un ascensor
por cu%a puerta abierta va saliendo un #rupo de escolares( "ae una
nia' el cabello *lotante como si estuviese ba$o el a#ua( -na bala
perdida le ha herido en el est)ma#o( !a bala si#uiente acierta al
oriental entre las paletillas % lo enva #entilmente contra la pared al
lado del ascensor( "on una mueca de an#ustia en el rostro' el
oriental tuerce el bra&o hacia arriba % a la espalda' como si quisiera
e,traerse la bala( El si#uiente pro%ectil le a#u$erea la palma %
penetra en su columna vertebral( 7e desli&a por la pared % cae con la
cabe&a dentro del ascensor( 7e cierra la puerta' pero se abre de
nuevo cuando las almohadillas de presi)n tropie&an con el obst+culo
de la cabe&a( 7e cierra nuevamente contra la cabe&a' % se abre de
nuevo( 7e cierra( 7e abre(
Panor+mica lenta nuevamente de la terminal( <n#ulo alto(
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Trevanian Shibumi
- -n #rupo de nios asustados % con*usos rodeando a la nia en
el suelo( -n muchachito #rita en silencio(((
- os #uardias del aeropuerto
'
con sus pequeas armas
autom+ticas italianas en la mano' corren hacia los orientales cados(
-no de ellos est+ disparando todava(((
El vie$o de barbilla blanca como la nieve est+ sentado aturdido'
en medio de un charco de su propia san#re' las piernas estiradas
*rente a 6l' como un chiquillo $u#ando en un cuadrado de arena(
Tiene una e,presi)n de absoluta incredulidad( Estaba se#uro de
haberlo aclarado todo ante el *uncionario de aduanas(((
-no de los $)venes israeles %ace boca aba$o sobre su me$illa
desaparecida' con la mochila precariamente quieta en su hombro(((
7e aprecia un minueto lar#o de con*usi)n estili&ada entre el
#rupo ca)tico de italianos que esperaban a un pariente( Tres de ellos
han cado( Otros se lamentan' o est+n arrodillados' % un adolescente
#ira una % otra ve& sobre sus talones' buscando una direcci)n en la
que huir' buscando a%uda' o se#uridad(((
!a $oven pelirro$a est+ mu% r#ida' de pie' los o$os mu% abiertos
e,presando horror' mientras contempla al $oven cado que pocos
se#undos antes le o*reca su turno en la *ila(((
!a c+mara en*oca al $oven despatarrado $unto a los armarios de
cerradura' al que le *alta la parte posterior de la cabe&a(((
-Esto... esto... esto... esto es todo amigos! -dijo Starr. Se
apag el rayo del proyector y se encendieron del todo las luces de las
paredes.
Starr gir en su asiento para responder a las preguntas de Mr.
Diamond o del rabe.
-Bien?
Diamond segua mirando la blanca pantalla, apretndose
ligeramente los labios con tres dedos, y el informe de la accin en su
regazo. Desliz los dedos hasta su barbilla.
-Cuntos? -pregunt suavemente.
-Seor?
-Cuntos murieron en la accin?
-Entiendo lo que quiere decir, seor. Las cosas se pusieron algo
ms feas de lo que esperbamos. Habamos arreglado que la Polica
italiana no estuviera presente en esa zona, pero le dieron las
instrucciones un tanto confusamente, y no es que eso sea nada
nuevo. Yo mismo tuve algunos problemas. Me vi obligado a utilizar
una Beretta para que las balas estuvieran de acuerdo con las
italianas. Y en cuanto a pistolas, una Beretta no vale ni un eructo
en un huracn, como dira mi abuelito. Con una S & W, hubiera
podido derribar a esos orientales con dos disparos, y no hubiese dado
a esa pobre nia que se meti en mi lnea de fuego. Naturalmente,
nuestros muchachos Nisei haban recibido instrucciones para provocar
un poco de confusin, hacer aparecer el asunto como si fuera cosa de
Setiembre Negro. Pero fueron esos dos guardias italianos los que
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Trevanian Shibumi
empezaron a disparar a tontas y a locas, presa del pnico,
repartiendo balas como una vaca meando sobre una roca plana,
como mi viejo...
-Starr? -la voz de Diamond expresaba una gran irritacin-.
Cul ha sido la pregunta que te he hecho?
-Usted me pregunt cuntos haban muerto. -El tono de Starr
se hizo decisivo de pronto, dejando de lado la fachada de buen chico
detrs de la que sola ocultarse, para arrullar a su interlocutor,
suponiendo que estaba tratando con algn bobo buclico-. Nueve
muertos en total. -Una mueca otra vez, y recuper el tono
campechano anterior-. Veamos. Estaban los dos judos, el objetivo,
naturalmente, entonces nuestros agentes Nisei que yo deba eliminar.
Y esa pobre nia que tropez con una de mis balas. Y ese viejo que
dio contra una bala perdida. Y tres de esa familia indgena que
andaban por ah cuando ese segundo muchacho judo pas corriendo
por su lado. Andar por ah es peligroso. Debera ser sancionado por la
ley.
-Nueve? Nueve muertos para conseguir dos?
-Bien, seor, debera usted recordar que nos dieron
instrucciones de que esto deba parecer una accin del tipo
Setiembre Negro. Y su estilo es abrir los huevos con un martillo...
sin querer ofender a Mr. Haman aqu presente.
Diamond alz la mirada del informe que estaba leyendo
velozmente. Haman? Entonces record que al observador rabe
sentado detrs de l le haba sido dado por la imaginativa CIA el
nombre de Haman como cobertura.
-No me ha ofendido, Mr. Starr -replic el rabe-. Estamos aqu
para aprender. Por este motivo algunos de nuestros muchachos estn
entrenndose con sus hombres en la Riding Academy, bajo el ttulo
de la beca Title Seventeen para un intercambio cultural. En realidad,
estoy impresionado de que un hombre de su veterana dedicara su
tiempo a ocuparse personalmente de este asunto.
Starr agit su mano rechazando el cumplido con falsa modestia.
-No vale la pena. Si uno quiere que un trabajo se haga bien, hay
que confiarlo a la persona ms atareada.
-Tambin eso sola decirlo su abuelito? -pregunt Diamond sin
desviar la mirada del informe que recorra verticalmente con los ojos,
de arriba abajo por el centro de la pgina en lectura rpida.
-De hecho, as es, ahora que usted lo menciona.
-Era realmente el filsofo popular.
-Cuando me acuerdo de l, creo que ms bien era un bastardo
insoportable. Pero saba manejar las palabras.
Diamond suspir nasalmente, y dedic su atencin al informe de
la accin. Durante aquellos meses desde que la Organizacin Madre
le haba asignado el control de todas las actividades de la CIA,
concernientes a los intereses de los poderes productores de petrleo,
haba aprendido que, a pesar de su ineptitud institucionalizada, los
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Trevanian Shibumi
hombres como Starr no eran imbciles. De hecho, eran
sorprendentemente inteligentes en el sentido mecnico, de solucin
de problemas, de la palabra. En los informes escritos de Starr sobre
misiones sangrientas, como la presente, nunca figuraban eufemismos
ni la parquedad escatolgica del lenguaje. Por el contrario, su prosa
era rida y concisa, calculada para endurecer la imaginacin.
Diamond haba repasado los datos biogrficos de Starr y saba
que ste haba adquirido una especie de imagen de hroe ante sus
colegas operativos ms jvenes de la CIA, siendo el ltimo de la vieja
hornada de la poca preordenadores, desde los tiempos en que las
operaciones de la Compaa tenan que ver mucho ms con
intercambiar disparos a travs del Muro de Berln que en controlar los
votos de los congresista acumulando evidencia de sus irregularidades
fiscales y sexuales.
T. Darryl Starr era de la misma clase que su audaz
contemporneo que dej la Compaa para dedicarse a escribir
novelas de espionaje desarticuladas y entrometerse hasta el cuello en
crmenes polticos. Cuando le cogieron, debido a su gran ineptitud, se
encerr en un silencio truculento, mientras su cohorte cantaba
estrepitosamente el mea culpa a coro y segua publicando y
enriquecindose. Despus de haber permanecido un corto tiempo en
la prisin federal, procur ennoblecer su silencio asustado recitando
el viejo Cdigo no escrito que declara No te chivars... si no es en
letra impresa. El mundo suspir como ante un viejo chiste, pero
Starr admir a ese bobo chapucero. Compartan la caracterstica
heterognea de bo%=scout y pillo tpica de los veteranos de la CIA.
Diamond alz los ojos del informe.
-De acuerdo con esto, Mr... Haman, usted estuvo presente en
esa incursin como observador.
-S. Es cierto. Como observador y para entrenamiento.
-En ese caso, por qu ha querido ver esta pelcula de
confirmacin antes de enviar el informe a sus superiores?
-Ah... s... Bueno... si he de ser preciso con los hechos...
-No le sera posible informar sobre lo que vieron sus ojos, seor
-explic Starr-. Estaba con nosotros en el entresuelo cuando todo
comenz, pero diez segundos ms tarde no pudimos verle por parte
alguna. Un hombre que dejamos atrs para dar el repaso le localiz
finalmente dentro de un retrete de los lavabos pblicos.
El rabe solt una risita breve y melanclica.
-Es verdad. Las llamadas de la Naturaleza son tan inoportunas
como empricas.
El primer ayudante frunci el entrecejo y gui los ojos.
Empricas? Querra decir imperativas? Imperiosas?
-Ya entiendo -dijo Diamond, y retorn a su lectura veloz del
informe de setenta y cinco pginas.
Sintindose inquieto ante el silencio, el rabe se apresur a
aadir:
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Trevanian Shibumi
-No quisiera ser inquisidor, Mr. Starr, pero hay algo que no
comprendo.
-Dispare, amigo.
-Exactamente, por qu utilizamos a los orientales para esa
accin?
-Qu? Oh! Bueno, recordar usted que estuvimos de acuerdo
en que haba de parecer como si sus propios hombres daban el #olpe(
Pero no disponemos de rabes, y los chicos que estamos entrenando
en la Academia no estn preparados para ese tipo de funcin. -Starr
no consider oportuno aadir que, con sus insuficiencias genticas,
probablemente nunca lo estaran-. Pero sus muchachos de
Setiembre Negro han sido miembros del Ejrcito Rojo japons en
sus operaciones... as que contratamos japoneses.
El rabe frunci el entrecejo confuso.
-Quiere usted decir que los japoneses eran sus propios
hombres?
-Exacto. Un par de chicos Nisei contratados por la agencia en
Hawai. Buenos chicos. Es una verdadera lstima que tuvisemos que
perderlos, pero su muerte pone lo que usted podra llamar su marca
de verosimilitud en lo que sera de otro modo una historia vaca y
poco convincente. Las balas que les extraern sern de una
Beretta y su muerte ser atribuida a los disparos de la Polica local.
Llevaban documentos que les identificaban como miembros del
Ejrcito Rojo, que ayudaban a sus hermanos rabes en lo que
ustedes llaman su lucha interminable contra los quien sea
capitalistas.
-Sus propios hombres? -repeta el rabe asombrado.
-No se asuste. Sus documentos, sus ropas, hasta la comida que
hallarn en sus estmagos... todo confirma que proceden del Japn.
De hecho, vinieron en avin desde Tokio un par de horas antes del
golpe, o el sopapo, como algunas veces decimos nosotros.
Los ojos del rabe brillaron de admiracin. sta era precisamente
la clase de organizacin que su to -y presidente- le haba mandado
estudiar en los Estados Unidos, con el fin de crear una organizacin
similar, y poner fin a su dependencia de aliados recin encontrados.
-Pero, seguramente, sus agentes japoneses no saban que iban a
ser... cmo ha dicho usted?
-Eliminados? No, no lo saban. Tenemos una norma rgida
respecto a que los activos no han de saber ms de su trabajo, sino la
necesidad de cumplirlo. Eran buenos hombres, pero, a pesar de ello,
si hubiesen sabido que iban a hacer un Nathan Hale, quizs hubieran
perdido un poco de su entusiasmo, si es que me entiende.
Diamond continu leyendo, el deslizamiento vertical de su mirada
siempre a la cabeza de las operaciones de anlisis y mezcla en su
mente, que acortaba y revisaba los datos de un modo que podra
describirse como una visin perifrica intelectual. Cuando algn
detalle no encajaba, o sonaba a falso, Diamond se detena y
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Trevanian Shibumi
retroceda en su lectura, revisando el fragmento dudoso.
Estaba en la ltima pgina cuando su alarma interna se dispar.
Se detuvo, volvi a la pgina anterior, y reley cuidadosamente, esta
vez de modo horizontal. Los msculos de su mandbula se
contrajeron. Alz los ojos y produjo una exclamacin caracterstica no
proferida: dej de respirar durante un momento.
Los ojos del primer ayudante parpadearon. Conoca las seales.
Haba surgido un problema.
Diamond profiri un prolongado suspiro penoso, mientras
devolva el informe por encima de su hombro. Hasta que no hubiese
evaluado el problema, no alertara al observador rabe. Su
experiencia le deca que no era sensato y constitua una prdida de
tiempo proporcionar a los rabes informacin innecesaria. No es una
carga que los rabes soporten con gracia.
-Bueno? -pregunt, volviendo ligeramente la cabeza-. Est
usted satisfecho, Mr. Haman?
Durante un momento, el rabe no se acord de su nombre en
cdigo, y cuando lo hizo se ri nerviosamente.
-Oh, s. Bueno, digamos que estoy impresionado por la evidencia
de las pelculas.
-Quiere usted decir impresionado, pero no satisfecho?
El rabe encogi el cuello, lade la cabeza y alz las palmas,
sonriendo oblicuamente como un mercader de alfombras.
-Mis queridos amigos, no es a m a quien corresponde estar
satisfecho o insatisfecho, insatisfecho? Yo soy, simplemente, un
mensajero, un punto de contacto, lo que ustedes podran llamar...
un...
-Lacayo? -insinu Diamond.
-Quiz. No conozco esa palabra. Hace poco tiempo, nuestros
agentes de espionaje supieron de una conspiracin para asesinar a
los dos ltimos hroes del Desagravio de la Olimpada de Munich.
Mi to -y presidente- expres su deseo de que esa conjura se
estancara... es sa la palabra adecuada?
-Es un modo de decirlo -admiti Diamond, con voz aburrida. Ya
no le quedaba paciencia para soportar a aquel imbcil, que era ms
bien una amplia caricatura tnica que un ser humano.
-Como usted recordar, el estancamiento de esa conjura
malvola era la condicin sealada para continuar unas relaciones
amistosas con la Organizacin Madre en los asuntos relacionados con
el suministro de petrleo. Con su sensatez, la Organizacin Madre
decidi que fuese la CIA la que manejase el asunto, bajo su estricta
supervisin personal, Mr. Diamond. No quiero ofender a mi valiente
amigo, Mr. Starr, pero hay que admitir que desde que ciertos enredos
de hombres entrenados por la CIA produjeron la cada de un
presidente amigo y colaborador, nuestra confianza en esa
organizacin ha conocido algunos lmites. -El rabe inclin la cabeza
hacia su hombro haciendo una mueca de excusa para Starr, que
15
Trevanian Shibumi
estaba examinando sus uas con el mayor inters.
El rabe continu:
-Nuestro rgano de espionaje pudo proporcionar a la CIA los
nombres de los dos bandidos sionistas designados para este ataque
criminal, y la fecha aproximada de su salida de Tel Aviv. A esta
informacin, Mr. Starr aadira indudablemente sus propias fuentes
informativas, y decidi evitar la tragedia por la tcnica que ustedes
llaman una incursin inutilizante, determinando que los criminales
sean ejecutados antes de que hayan cometido su crimen, un proceso
judicial muy econmico. Ahora ustedes me han demostrado ciertos
medios audiovisuales demostrativos de que esta incursin resulta
satisfactoria. Informar de esto a mis superiores. Ellos sern quienes
se sentirn satisfechos o insatisfechos; no es a m a quien
corresponde decidir.
Diamond, cuyo pensamiento haba estado en otro lugar durante la
mayor parte del montono monlogo del rabe, se levant.
-Muy bien, esto es todo, entonces. -Sin otra palabra camin a
grandes pasos por el pasillo, seguido inmediatamente por su primer
ayudante.
Starr coloc nuevamente la pierna sobre el asiento frente a l y
sac un cigarro.
-Quiere verlo otra vez? -le pregunt al rabe por encima del
hombro.
-Me gustara, s.
Starr puls el botn de comunicacin de su consola.
-He, muchacho? Vemoslo de nuevo. -Se desliz las gafas de
sol hasta su corto cabello mientras las luces se apagaban-. All
vamos. Revisin. En tiempo exacto -termin en tono alegre.
Mientras caminaba rpidamente por el pasillo de blancas paredes
del Centro, la furia de Diamond slo quedaba manifiesta por el fuerte
taconeo de sus tacones de cuero sobre el mosaico. Se haba
entrenado en disimular sus emociones estrictamente, pero la ligera
tensin de su boca y su mirada medio desenfocada bastaban para
que el primer ayudante se diese cuenta de que en su interior bulla la
furia.
Entraron en el ascensor y el primer ayudante insert una tarjeta
magntica en la ranura que remplazaba el botn para el piso 16. La
caja descendi rpidamente del vestbulo principal hasta la suite
subterrnea codificada como piso 16. Lo primero que Diamond hizo
cuando tom a su cargo las actividades de la CIA por encargo de la
Organizacin Madre, fue crear un rea de trabajo para s mismo en
las entraas del Centro. Ningn empleado de la CIA tena acceso al
piso 16; la suite de oficinas estaba rodeada por unas planchas de
plomo con alarmas antimicrfonos, destinadas a conservar aquella
organizacin en su estado tradicional de ignorancia. Como mayor
seguridad contra la curiosidad gubernamental, la oficina de Diamond
dispona de un enlace directo por computadora con la Organizacin
16
Trevanian Shibumi
Madre, a travs de cables protegidos contra el mtodo de escucha
por medio de cables incidentales en lnea paralela a travs de los
cuales los monitores NSA comunican telegrfica y telefnicamente
con los Estados Unidos.
En contacto permanente con las facilidades de investigacin y
comunicacin de la Organizacin Madre, Diamond slo necesitaba
disponer de dos personas: su primer ayudante, hbil artista en la
investigacin por ordenador; y su secretaria, Miss Swivven.
Entraron en un gran espacio abierto de trabajo, cuyas paredes y
alfombras eran de un blanco mate. En el centro haba un rea de
discusin, consistente en cinco sillas ligeramente tapizadas alrededor
de una mesa con superficie de cristal grabado al agua fuerte que
serva de pantalla sobre la que se proyectaban las imgenes de
televisin generadas por un complejo ordenador. De las cinco sillas,
slo una poda girar: la de Diamond. Las otras estaban fijas al suelo y
diseadas para proporcionar la mnima comodidad. El lugar estaba
pensado para sostener discusiones rpidas, ingeniosas, y no para
conversaciones placenteras o sociales.
Empotrada en la pared y al otro lado de la zona de conversacin,
haba una consola entre su ordenador y el sistema principal de la
Organizacin Madre: >at ?o%
@
( La consola tena tambin televisin,
telfono y teletipo transmitidos a >at ?o% para la impresin de datos
verbales y visuales, as como banco de memoria local para retencin
a corto plazo y referencia cruzada. El lugar del primer ayudante
estaba siempre frente a esta consola, con la cual el hombre se
desenvolva con mano privilegiada de artista y gran aficin.
Ligeramente elevado sobre una plataforma, el escritorio de
Diamond era modesto con toda evidencia, con su superficie de
plstico blanco, de cincuenta por sesenta y cinco centmetros
nicamente. No dispona de cajones ni de estantes, ni de lugar
alguno en donde perder o traspapelar material, ni de medios para
posponer un asunto al dejarlo a un lado con la excusa de atender a
alguna otra cosa. Un sistema de prioridades, reglamentado por un
complicado juego de estrictos criterios, traa a su escritorio cada
problema nicamente cuando se dispona de suficientes datos para
poder adoptar una decisin, que se tomaba rpidamente, y se
liquidaba el asunto. Diamond despreciaba el desorden tanto fsico
como emocional.
Cruz la habitacin hasta el silln de su escritorio (construido por
un especialista ortopdico para reducir la fatiga sin proporcionar una
comodidad narcotizante), y se sent dando la espalda a la ventana
que ocupaba toda la pared, desde el suelo hasta el techo, y detrs de
la que se poda ver una gran porcin de parque y la columna del
monumento a Washington a media distancia. Permaneci sentado un
momento, con las palmas unidas, en actitud de plegaria, con las
2
Chico Gordo. 01( del T(2
17
Trevanian Shibumi
puntas de los dedos ndice tocndole ligeramente los labios. El primer
ayudante automticamente ocup su puesto frente a la consola de
datos y esper instrucciones.
Advertida de su llegada, Miss Swivven entr en la zona de trabajo
desde su anteoficina y se sent en su silla, al lado y ms abajo de la
plataforma de Diamond, preparada con su bloque de notas. Tendra
unos veintitantos aos, un cuerpo lozano y cabello espeso color de
miel, que se peinaba cuidadosamente en un moito recogido en lo
alto. Su caracterstica ms sobresaliente era la extraordinaria palidez
de su piel que dejaba transparentar el dibujo ligeramente azulado de
sus venas.
Sin alzar los ojos, Diamond separ de sus labios las manos
suplicantes dirigiendo las puntas de los dedos hacia el primer
ayudante.
-Esos dos muchachos israeles. Pertenecan a alguna
organizacin. Nombre?
-Los Cinco de Munich, seor.
-Misin?
-Vengar la muerte de los atletas judos en la Olimpada de
Munich. Especficamente, dar caza y matar a los terroristas palestinos
implicados. Nada oficial. Ninguna relacin con el Gobierno de Israel.
-Entiendo. -Diamond dirigi los dedos hacia Miss Swivven-.
Esta noche cenar aqu. Algo rpido y ligero, pero necesitar una
dosis elevada de protenas. Prepare levadura de cerveza, vitaminas
lquidas, yemas de huevo y ocho onzas de hgado crudo de ternera.
Mzclelo en la batidora.
Miss Swivven asinti. Iba a ser una larga noche.
Diamond hizo girar su silln y mir distradamente hacia el
monumento a Washington. Caminando por el csped alrededor de la
base, se vea el mismo grupo de escolares que pasaba cada da
exactamente a la misma hora. Sin darse la vuelta, de cara a la
ventana, dijo por encima del hombro:
-Facilteme informacin sobre esos Cinco de Munich.
-Cules son los ndices, seor? -pregunt el primer ayudante.
-Es una pequea organizacin. Reciente. Empecemos con la
historia y sus miembros.
-Hasta dnde he de llegar?
-Decdalo usted mismo. Eso lo hace muy bien.
El primer ayudante dio la vuelta a su silla y comenz a dar
instrucciones a >at ?o%( Su rostro pareca inmvil, pero sus ojos
detrs de las gafas redondas, brillaban de jbilo. >at ?o% contena
una diversidad de informacin procedente de todos los ordenadores
del mundo occidental, adems de ciertos informes robados a los
satlites de los poderes del bloque oriental. Era una mezcla de
informacin militar altamente secreta y registros de telfono; de
material de extorsin de la CIA y los permisos de conducir de Francia,
de los nombres ocultos detrs de cuentas en Bancos suizos y listas de
18
Trevanian Shibumi
correos de compaas publicitarias de Australia. Contena la
informacin ms delicada, y la ms mundana. Si uno viva en el
Oeste industrializado, >at ?o% le tena fichado. Saba su promedio de
crdito, su tipo de sangre, su historia poltica, sus inclinaciones
sexuales, su historial mdico, los resultados de sus estudios escolares
y universitarios, muestras al azar de sus conversaciones telefnicas
personales, una copia de todos los telegramas mandados o recibidos
por uno, todas las revistas a las que estaba suscrito, todos los
registros de la declaracin de impuestos, permisos de conducir,
huellas dactilares, certificados de nacimiento, todo esto, si se trataba
de un ciudadano particular en el que la Organizacin Madre no tena
un inters especial. Sin embargo, si la Organizacin Madre o
cualquiera de sus subsidiarias, como la CIA, la NSA o sus
contrapartidas en otras naciones democrticas, se interesaban
especialmente por uno, entonces >at ?o% saba mucho, muchsimo
ms, sobre uno.
Programar hechos que alimentasen a >at ?o% era trabajo
constante de un ejrcito de mecnicos y tcnicos, pero obtener
informacin til de l, era tarea para un artista, para una persona
experta, con tacto e inspiracin. El problema radicaba en que >at ?o%
saba demasiado. Si uno indagaba superficialmente en un tema
determinado, poda no descubrir lo que deseaba saber. Si indagaba
con excesiva profundidad, poda quedar ahogado en una ilegible
acumulacin de minucias: resultados de antiguos anlisis de orina,
las medallas de honor ganadas siendo bo%=scout' las predicciones en
los anuales universitarios, o la marca preferida de papel higinico. El
nico don del primer ayudante era su delicado tacto al preguntar a
>at ?o% precisamente lo que convena saber, y pedir las respuestas
profundizando en la medida adecuada. La experiencia y el instinto
combinados le aconsejaban los ndices exactos, las permutaciones
exactas, las rbricas exactas y la exacta profundidad. El ordenador
era un instrumento que utilizaba con maestra, y lo amaba. Trabajar
en su consola era, para l, lo que el sexo para otros hombres, es
decir lo que supona era el sexo para otros hombres.
Diamond se dirigi por encima del hombre a Miss Swivven.
-Hablar con ese individuo, Starr, y con el rabe que llaman Mr.
Haman, en el momento que me convenga. Diles que estn
preparados.
Bajo la manipulacin del primer ayudante, la consola se calentaba
y zumbaba. Ya llegaban las primeras respuestas; los fragmentos se
almacenaban en el banco de memoria local; el dilogo haba
comenzado. No haba dos conversaciones con >at ?o% que fuesen
iguales; cada una tena su propia jerga, y las delicias del problema
comenzaban a hacer mella en el considerable, aunque
exclusivamente frontal, intelecto del primer ayudante.
Pasaran veinte minutos antes de poder disponer de un cuadro
completo. Diamond decidi aprovechar ese tiempo. Hara un poco de
19
Trevanian Shibumi
ejercicio y tomara un poco el sol, entonara su cuerpo y aclarara su
mente para la larga tarea que se presentaba. Con la punta de un
dedo, hizo un gesto a Miss Swivven para que le siguiera al pequeo
cuarto de ejercicios junto al rea principal de trabajo.
Mientras se desvesta quedando con unos cortos calzoncillos, Miss
Swivven se cubri los ojos con unos protectores opacos y entreg a
Diamond otro par semejante, conectando la hilera de luces solares
instaladas a lo largo de las paredes. Diamond comenz a hacer
ejercicios de incorporacin, tendido sobre una plataforma inclinada
sujetndose los tobillos en unas anillas de cuerda recubiertas de
terciopelo, mientras Miss Swivven se apoyaba fuertemente contra la
pared, procurando mantener su delicada y plida piel tan lejos como
le era posible del resplandor intenso de los rayos ultravioleta.
Diamond se incorporaba lentamente, obteniendo el mximo
rendimiento con el mnimo de repeticiones. Estaba en excelente
forma para un hombre de su edad, pero el estmago le exiga una
constante atencin.
-Escuche -dijo, la voz tensa con un gruido contenido al tiempo
que se incorporaba y tocaba su rodilla derecha con el codo izquierdo
-. Tendr que meter a algn chapucero de la CIA en este asunto.
Avise a quien corresponda de los que hayan quedado en las alturas
despus de ese ltimo asalto de sacudidas administrativas
cosmticas.
El administrador de mayor categora a salvo de los batacazos
polticos que iban y venan a modo de sacrificio del cordero pascual
para calmar la ofendida opinin pblica, era el eput% International
!iaison ut% O**icer
A
, a quien, tpicamente, se designaba por sus
siglas. Miss Swivven inform a su superior que el oficial se hallaba
todava en el edificio.
-Servir. Dgale que est preparado. Ah... y cancele mi cita de
tenis para este fin de semana.
Las cejas de Miss Swivven se alzaron por encima de los
protectores opacos. Deba de tratarse de un asunto realmente grave.
Diamond comenz sus ejercicios con las pesas.
-Quiero tambin prioridad de consulta para >at ?o%' para el
resto de la tarde, quiz para ms.
-S, seor.
BOka%( Qu tiene anotado en el bloque?
-Toma elevada de protenas en forma lquida. Avisar y congelar
Mr. Starr y Mr. Haman. Avisar y congelar oficial. Solicitar prioridad
consulta >at ?o%(
-Bien. Antes de todo eso tome un mensaje para el presidente. -
Diamond respiraba fuerte por el esfuerzo del ejercicio-. Mensaje:
Posible imperfeccin en incursin inutilizante Roma Internacional.
Buscaremos, escogeremos e informaremos alternativas.
Cuando Miss Swivven regres, unos siete minutos despus, traa
3
Oficial Encargado del Enlace con el Delegado Internacional. 01( del T(2
20
Trevanian Shibumi
un gran vaso con un lquido espumoso, espeso y purpurceo, color
que le haba dado el hgado crudo pulverizado. Diamond estaba en la
ltima fase de sus ejercicios rutinarios, trabajando isomtricamente
junto a un tubo fijo de acero. Se detuvo y acept la cena, mientras
Miss Swivven se arrimaba a la pared todo lo posible para evitar las
lmparas solares lo mejor que poda, aunque ya saba que haba
estado expuesta el tiempo suficiente para quemar su delicada piel.
Aunque su trabajo con la Organizacin Madre tena muchas ventajas,
horas extras, buena jubilacin, asistencia mdica, ciudad de veraneo
de la Compaa en las Rocosas canadienses, fiestas de Navidad, Miss
Swivven lamentaba dos aspecto de su carrera: tener que quemarse la
piel cada semana aproximadamente, y el uso impersonal que Mr.
Diamond haca de ella para aliviar sus tensiones. Sin embargo, lo
aceptaba filosficamente. Ningn trabajo es perfecto.
-Bloque de notas aclarado? -pregunt Diamond, con un ligero
temblor al terminar su bebida.
-S, seor.
Sin hacer caso de la presencia de Miss Swivven, Diamond dej
caer los calzoncillos y se dirigi a un compartimiento de ducha con
puerta frontal de vidrio, donde abri a gran presin el agua fra que
cay sobre l en forma de lluvia abundante. Por encima del ruido del
agua, Diamond pregunt a Miss Swivven.
-Ha respondido el presidente a mi mensaje?
-S, seor.
Tras un corto silencio, Diamond aadi:
-Dgame libremente cul ha sido la respuesta, Miss Swivven.
-Perdn, seor?
Diamond cerr el paso del agua, sali de la ducha y comenz a
secarse con las toscas toallas destinadas a estimular la circulacin
sangunea.
-Quiere que le lea el mensaje del presidente, seor?
Diamond suspir profundamente. Si aquella melindrona no
hubiese sido la nica chica atractiva entre el grupo de las de ms de
cien palabras por minuto...
-Me gustara, Miss Swivven.
Miss Swivven mir su bloque de notas, inclinndolo hacia el
resplandor de las lmparas solares.
-Respuesta: Presidente a Diamond, J. O. Fracaso en este asunto
inaceptable.
Diamond asinti con la cabeza mientras se secaba
meditativamente sus genitales.
Eso era lo que esperaba.
Cuando volvi a la zona de trabajo, tena la mente alerta y estaba
preparado para tomar decisiones. Se haba cambiado vistiendo su
traje de trabajo, un chndal amarillo plido, suelto y cmodo, que
pona de relieve el bronceado que le favoreca.
El primer ayudante estaba trabajando en la consola con gran
21
Trevanian Shibumi
concentracin y apasionamiento fsico, a medida que iba
completando, a modo de rompecabezas, con los datos de >at ?o%' la
informacin impresa sobre los Cinco de Munich.
Diamond se sent en su silln giratorio, superior a la superficie
lechosa de vidrio de la mesa.
-Perfore el RP -orden-. Deme un promedio de quinientas
palabras por minuto.
No poda absorber informacin a mayor velocidad, porque los
datos procedan de media docena de fuentes internacionales, y las
traducciones mecnicas de >at ?o% al ingls eran tan enfticas y poco
refinadas de lenguaje como una pelcula de Clint Eastwood.
CINCO DE MUNICH, LOS...
ORGANIZACIN... NO OFICIAL... OBJETIVO ELIMINACIN
MIEMBROS SETIEMBRE NEGRO IMPLICADOS EN MATANZA ATLETAS
ISRAELES EN OLIMPADAS DE MUNICH...
JEFE Y HOMBRE CLAVE STERN, ASA
MIEMBROS Y SATLITES LEVITSON, YOEL... YARIV, CHAIM...
ZARMI, CHAIM... ZARMI, NEHEMIAH... STERN, HANNA...
-Un momento -dijo Diamond-. Dmosle una ojeada uno a uno.
Deme slo algunos detalles.
STERN, ASA
NACIDO 13 ABRIL 1!... BROOKLYN, NUEVA YORK, EE.UU...
13"#, CLINTON AVENUE... APARTAMENTO 3B...
El primer ayudante apret los dientes.
-Lo siento, seor. -Haba profundizado algo ms de lo que
deba. Nadie quera enterarse del nmero del apartamento en donde
Asa Stern haba nacido. Todava no, de todas maneras. Subi el
registro un micrn.
STERN EMIGRA AL PROTECTORADO DE PALESTINA... 131...
PROFESIN Y$O COBERTURA... GRANJERO, PERIODISTA,
POETA, HISTORIADOR...
IMPLICADO EN LUCHA POR INDEPENDENCIA... 1%"&1%'
()*+,--*. )/.012/3-*.4...
ARRESTADO POR LAS FUERZAS BRIT5NICAS DE OCUPACIN
()*+,--*. )/.012/3-*.4...
LIBERADO SE CONVIERTE EN PUNTO DE CONTACTO PARA
ORGANIZACIN STERN Y GRUPOS SIMPATIZANTES E6TERIOR
()*+,--*. )/.012/3-*.4...
SE RETIRA A LA GRANJA... 1"7...
REACTIVADO CON EL ASUNTO OLIMPADA DE MUNICH
()*+,--*. )/.012/3-*.4...
ACTUAL POTENCIAL IRRITANTE PARA ORGANIZACIN MADRE
IGUALA COEFICIENTE .!!1...
RAZN PARA COEFICIENTE BAJO MOTIVO8
ESTE HOMBRE AHORA DIFUNTO, .93 C5NCER, .93
GARGANTA.
-Slo es una informacin superficial, seor -dijo el primer
22
Trevanian Shibumi
ayudante-. Quiere que profundice algo ms? Es obvio que se trata
del hombre clave.
-Evidentemente. Pero est muerto. No, guarde el resto de la
informacin en el banco de memoria. Ms tarde lo examinar otra
vez. Veamos los otros miembros de este grupo.
-En este momento pasa por su pantalla, seor.
LEVITSON, YOEL
NACIDO #" DICIEMBRE 1"%... NEGEV, ISRAEL...
PADRE MURI... COMBATE... GUERRA SEIS DAS... 17'...
SE UNE A CINCO MUNICH... OCTUBRE 1'#...
MUERTO... #" DICIEMBRE 1'7... (IDENTIDAD ENTRE
FECHAS NACIMIENTO Y MUERTE OBSERVADAS Y
CONSIDERADAS COINCIDENCIA4.
-Un momento! -exclam Diamond-. Profundice algo ms
sobre la muerte de este muchacho. -S, seor.
MUERTO... #" DICIEMBRE 1'7...
VCTIMA (PROBABLEMENTE BLANCO PRINCIPAL4 DE BOMBA
TERRORISTA...
LUGAR CAF DE JERUSALN... BOMBA MAT TAMBIN SEIS
5RABES ACCIDENTALMENTE. DOS NI:OS CIEGOS...
-Oka%' djalo. No tiene importancia. Vuelve a la informacin
ligera.
ACTUAL POTENCIAL IRRITANTE PARA ORGANIZACIN
MADRE IGUALA COEFICIENTE .!!1...
RAZN PARA COEFICIENTE BAJO MOTIVO8
ESTE HOMBRE AHORA MUERTO, .93 FRACTURAS M;LTIPLES,
.93 PULMONES HUNDIDOS...
YARIV CHAIM
NACIDO 11 OCTUBRE 1"#... ELATH, ISRAEL...
HURFANO$AMBIENTE KIBBUTZ ()*+,--*. )/.012/3-*.4...
SE UNE A CINCO MUNICH... ' SETIEMBRE 1'#...
ACTUAL POTENCIAL IRRITANTE PARA ORGANIZACIN
MADRE IGUALA COEFICIENTE .7%<...
MOTIVO COEFICIENTE MEDIO CAUSA8
ESTE HOMBRE DEVOTO A CAUSA PERO NO LDER NATO...
ZARMI, NEHEMIAH
NACIDO 11 JUNIO 1%=... ASHDOD, ISRAEL...
KIBBUTZ UNIVERSIDAD EJRCITO ()*+,--*. )/.012/3-*.4...
GUERRILLA ACTIVA, .93 NO PATROCINADA ()*+,--*.
)/.012/3-*. )* ,>>/12*. >121>/),.$0?13,3-*.$01./3-*.4...
SE UNE A CINCO MUNICH... ' SETIEMBRE 1'#...
ACTUAL POTENCIAL IRRITANTE PARA ORGANIZACIN
MADRE IGUALA COEFICIENTE .7<...
MOTIVO COEFICIENTE ALTO CAUSA8
ESTE HOMBRE DEVOTO A CAUSA Y TIPO LDER...
-ATENCIN- @ATENCINA @ATENCINA @ATENCINA ESTE
HOMBRE PUEDE SER ELIMINADO
23
Trevanian Shibumi
STERN, HANNA
NACIDA 1 ABRIL 1"#... SKOKIE, ILLINOIS, EE.UU...
UNIVERSIDAD$SOCIOLOGIA Y LENGUAS
ROM5NICAS$RADICAL ACTIVA CAMPUS (NSA$ARCHIVOS CIA
DISPONIBLES4...
RECTIFICOA @RECTIFICOA @RECTIFICOA @RECTIFICOA
Diamond alz la mirada de la pantalla de la mesa de conferencias.
-Qu es lo que sucede?
-Hay algn error, seor. >at ?o% est rectificndose.
-Y bien?
-Lo sabremos dentro de un minuto, seor. >at ?o% est
preparndolo.
Miss Swivven entr procedente de la sala de mquinas.
-Seor? He solicitado telefotos de los miembros de los Cinco
de Munich.
-Trigalas tan pronto como reciba los impresos.
-Si, seor.
El primer ayudante alz la mano indicando atencin.
->at ?o% se corrige en base al informe de Starr sobre la incursin
en Roma. Acaba de digerir la informacin.
Diamond ley la informacin ltima del ordenador.
NEGACIN PREVIO, REFERENCIA8 YARIV, CHAIM .93
ACTUAL POTENCIAL IRRITANTE PARA ORGANIZACIN
MADRE... COEFICIENTE CORREGIDO IGUALA .!!1... MOTIVO
PARA COEFICIENTE BAJO CAUSA8 ESTA PERSONA
ELIMINADA...
NEGACIN PREVIO, REFERENCIA8 ZARMI, NEHEMIAH .93
ACTUAL POTENCIAL IRRITANTE PARA ORGANIZACIN
MADRE... COEFICIENTE CORREGIDO IGUALA .!!1... MOTIVO
PARA COEFICIENTE BAJO CAUSA8 ESTA PERSONA
ELIMINADA...
Diamond se inclin hacia atrs y sacudi la cabeza.
-Ocho horas de retraso. Algn da, esto nos va a causar daos.
-No es por culpa de >at ?o%' seor. Es un efecto de la
crecientepoblacin mundial, y de nuestra propia explosin de
informacin. Algunas veces creo que sabemos demasiado sobre la
gente! -El primer ayudante solt una risita al expresar ese
pensamiento-. A propsito, seor, ha notado usted la rectificacin
de fraseo?
-Qu rectificacin?
-STE HOMBRE ha sido expresado ahora como ESTA PERSONA.
>at ?o% habr digerido que la Organizacin Madre se est
convirtiendo en un patrono con iguales oportunidades. -El primer
ayudante no poda ocul tar en su voz el orgullo que senta.
-Eso es maravilloso -coment Diamond en tono indiferente.
Miss Swivven entr procedente de la sala de mquinas y coloc
cinco telefotos en el despacho de Diamond, y se sent despus en su
24
Trevanian Shibumi
puesto, al lado de la plataforma, con el bloque de notas preparado.
Diamond busc entre las fotografas la del nico miembro de los
Cinco de Munich del que no se conoca hubiese muerto: Hanna
Stern. Examin el rostro, asinti para s mismo, y suspir con
fatalidad. Esos imbciles de la CIA!
El primer ayudante se volvi desde su consola y se ajust
nerviosamente las gafas.
-Qu es lo que est mal, seor?
Con los ojos medio cerrados mientras miraba por la ventana del
suelo a la cspide del monumento a Washington que amenazaba
violar aquella esponjosa nube que siempre estaba en el cielo
crepuscular a esta hora, Diamond daba golpecitos a su labio superior
con un nudillo.
-Ha ledo el informe de Starr sobre la operacin?
-Lo revis, seor. Principalmente comprobando las faltas de
ortografa.
-Cul era el destino evidente de esos dos jvenes israeles?
El primer ayudante siempre se inquietaba ante el retrico estilo
de Mr. Diamond cuando pensaba en voz alta. No le gustaba
responder preguntas sin la ayuda de >at ?o%(
-Segn recuerdo, su destino era Londres.
-Exacto. Probablemente para intentar interceptar ciertos
terroristas palestinos en el aeropuerto de Heathrow antes de que
stos pudieran apoderarse de un avin en ruta a Montreal. De
acuerdo. Si los Cinco de Munich iban a Londres, por qu
desembarcaron en Roma? El vuelo 414 desde Tel Aviv es un vuelo
directo a Londres con escalas en Roma y en Pars.
-Bueno, seor, podra haber varios...
-Y por qu se dirigan a Londres ocho das antes de que sus
objetivos de Setiembre Negro emprendieran su proyectado vuelo a
Montreal? Por qu permanecer esperando abiertamente todo ese
tiempo en Londres cuando podan haberse quedado en casa a salvo?
-Bueno, quizs ellos...
-Y por qu llevaban billetes con destino a Pau?
-A Pau, seor?
-El informe de Starr. Final de la pgina treinta y dos hasta mitad
de la pgina treinta y cuatro. Descripcin de lo que contenan las
mochilas y los bolsillos de las vctimas. Lista hecha por la Polica
italiana. Incluye dos billetes de avin para Pau.
El primer ayudante no mencion que no tena ni la ms ligera
idea de dnde poda estar Pau. Tom nota mentalmente para
preguntrselo a >at ?o% en la primera oportunidad.
-Qu significa todo esto, seor?
-Significa que, una vez ms, la CIA ha vivido dentro la tradicin
de la Baha de los Cochinos y Watergate. Una vez ms, lo han
enredado todo. -La mandbula de Diamond se endureci-. Los
votantes sin seso de este pas se equivocan al preocuparse de los
25
Trevanian Shibumi
peligros de la corrupcin interna de la CIA. Cuando la CIA lleve el pas
al desastre, no ser a causa de su maldad, sino por culpa de su
torpeza. -Regres junto a su despacho y cogi la telefoto de Hanna
Stern-. >at ?o% se interrumpi con esa correccin mientras estaba
ponindonos al corriente sobre esta Hanna Stern. Que empiece de
nuevo. Y profundice un poco ms.
Evaluando tanto los informes como los claros, Diamond sac la
conclusin de que Hanna Stern era una especie bastante corriente al
borde de la accin terrorista. Joven, inteligencia del americano medio,
orientada hacia una causa. Conoca el tipo. Miss Stern hubiese sido
liberal en la poca en que ser liberal estaba de moda. Era de ese tipo
que buscaba pertinencia en todo; que expresaba su falta de juicio
crtico como una libertad de prejuicios; que se preocupaba del
hambre en el Tercer Mundo, pero se paseaba por el campus de una
Universidad con un gran perro devorador de protenas, smbolo de su
amor por todas las cosas vivientes.
Un viaje de verano programado para visitar un kibbutz, la llev a
Israel por primera vez, siendo el propsito de Hanna visitar a su to y,
segn sus propias palabras citadas en un extracto de NSA de una
carta de ella a su casa, descubrir mi identidad de juda.
Diamond no pudo reprimir un suspiro al leer esa frase. Miss Stern
sufra obviamente el engao democrtico segn el cual todas las
personas tienen una parte interesante.
>at ?o% fijaba un coeficiente bajo de potencial irritante a Miss
Stern, considerndola como la tpica mujer joven intelectual
americana a la bsqueda de una causa que justifique su existencia,
hasta que el matrimonio, una carrera o aficiones ms o menos
artsticas distraigan su capricho. El anlisis de su personalidad no
puso de manifiesto ninguna de las caractersticas psicpatas que
producen la guerrilla urbana en la que se encuentra expresin sexual
en la violencia. Tampoco la empujaba un afn desesperado de
notoriedad que estimula a los actores y animadores, los cuales,
incapaces de mantener su popularidad ante el pblico por la exclusiva
virtud de su talento, de repente se descubren ciertas convicciones
sociales anteriormente ignoradas.
No, en la hoja informativa sobre Miss Stern no haba nada que la
hiciera especialmente notable, excepto dos hechos: era sobrina de
Asa Stern. Y era el nico miembro superviviente de los Cinco de
Munich.
Diamond se dirigi a Miss Swivven:
-Llame a Starr y a ese rabe... Mr. Haman que estn en la sala
de proyecciones dentro de diez minutos.
-S, seor.
-Y avise tambin al oficial de enlace. -Se volvi hacia el primer
ayudante-. Usted siga trabajando con >at ?o%( Quiero una amplia
informacin sobre el lder, ese Asa Stern. ste ser el primero que
nos dir alguna cosa. Deme una lista de sus contactos de primera
26
Trevanian Shibumi
generacin: familia, amigos, cmplices, asociados, conocidos,
asuntos, etctera.
-Un momento, seor, por favor. -El primer ayudante introdujo
dos preguntas en el ordenador, y una modificacin despus-. Ah...
seor? La lista de la primera generacin tendr... ah... trescientos
veintisiete nombres, acompaados de una breve resea. Y habr que
multiplicar al pasar a las listas de la segunda generacin, amigos de
amigos, etc. Esto nos proporcionar casi treinta y cinco millones de
nombres. Evidentemente, seor, hemos de fijar algn tipo de criterio
selectivo.
El primer ayudante tena razn; una decisin crtica; literalmente,
existen millares de sistemas por los que se puede ordenar una lista.
Diamond medit un poco en la resea de Asa Stern. Su intuicin
estaba aguijoneada por una lnea: profesin y/o cobertura...
granjero, periodista, poeta, historiador. Por consiguiente, no se
trataba de un terrorista tpico, sino de algo peor: de un patriota
romntico.
-Ordene la lista emocionalmente. Busque en los ndices que
indican amor, amistad, confianza... en esa lnea. Vaya del ms
cercano al ms distante.
Los ojos del primer ayudante brillaron mientras haca una
profunda inspiracin y se frotaba ligeramente las puntas de los
dedos. Era un trabajo sutil que exiga virtuosidad frente a >at ?o%(
Amor, amistad, confianza... Estas abstracciones y sombras no podan
ser localizadas por aproximaciones parecidas a las teoras de
Schliemann, Backbit y Nonbit. No haba en el mundo ordenador
alguno, ni tan siquiera >at ?o%' que pudiera responder directamente
a semejantes cuestiones. Las preguntas tenan que plantearse en
trminos de captulos no frecuentes o intercambio de relaciones
discontinuas o espordicas. Las acciones llevadas a cabo en su forma
ms simple sin una razn aparente, o contrarias a la lgica lineal,
podra indicar motivos ocultos de amor, amistad o confianza. Pero
haba que emplear un gran tacto, porque acciones idnticas podran
derivar del odio, de la locura o de la extorsin. Adems, en el caso de
amor, la naturaleza de la accin raramente ayuda a identificar el
impulso motivacional. Es especialmente difcil separar el amor de la
extorsin.
Se trataba de un trabajo delicioso, infinitamente complicado. Al
comenzar a introducir las primeras preguntas de tanteo, los hombros
del primer ayudante se movieron hacia delante y hacia atrs como si
guiase la imaginaria bolita de una mquina tragaperras y gesticulase
al mismo tiempo.
Miss Swivven regres para anunciar:
-Le estn esperando en la sala de proyecciones, seor.
-Perfecto. Traiga las telefotos. Qu demonios le pasa, Miss
Swivven?
-Nada, seor. Me pica la espalda, eso es todo.
27
Trevanian Shibumi
-Por el amor de Dios...!
Darryl Starr presinti algn problema en el aire cuando l y el
rabe recibieron rdenes tajantes de presentarse inmediatamente en
la sala de proyecciones. Sus temores se confirmaron cuando vio a su
inmediato superior sentado melanclicamente en el auditorio. El
delegado internacional de la Oficina de Servicios salud brevemente
con la cabeza a Starr y lanz un gruido en direccin al rabe.
Culpaba a los jeques rabes enriquecidos por el petrleo de la mayor
parte de sus problemas actuales, el menor de los cuales no era la
presencia interventora de Mr. Diamond en las entraas de la CIA, con
su sarcstica actitud cuando se cometa el menor error en alguna
operacin.
Cuando, al principio, los rabes productores de petrleo haban
llevado a cabo un boicot contra la industria occidental para obligarles
a retirar sus compromisos morales y legales con Israel, el delegado y
olios jefes de la CIA propusieron poner en marcha el Plan de Urgencia
NE385/8 (Operacin Seis Segunda Guerra). Siguiendo este plan,
tropas patrocinadas por la CIA, llamadas Falange Maosta Islmica
Ortodoxa, salvaran a los estados rabes de la tentacin de la avaricia
ocupando ms del ochenta por ciento de sus instalaciones
petrolferas, en una accin que se calculaba durara menos de un
minuto de combate real, aunque se admita universalmente que se
necesitaran tres meses ms para organizar esas tropas egipcias y
rabes, ya que, en su pnico, haban llegado a dispersarse hasta
Rodesia, por una parte, y Escandinavia, por otra.
Qued acordado que la Operacin Seis Segunda Guerra se
llevara a cabo sin cargar al Presidente o al Congreso con las
responsabilidades de tener que adoptar una decisin tan
trascendental en un ao de elecciones. Se instituy la Fase Una y se
experiment una epidemia de asesinatos entre los lderes polticos del
frica negra y musulmana igualmente, uno o dos de ellos a manos de
miembros de la propia familia de la vctima. La Fase Dos estaba a
punto de ponerse en marcha, cuando, sbitamente, todo tuvo que
detenerse. La evidencia que confirmaba las actividades de la CIA
lleg a manos de los comits de investigacin del Congreso; los
peridicos de izquierdas de Francia, Italia y el Oriente Prximo,
publicaron listas de agentes de la CIA; las comunicaciones internas
de la CIA comenzaron a atascarse; en los bancos de memoria de la
CIA se produjeron correcciones masivas en las cintas que dejaron de
suministrar los datos usuales biogrficos por medio de los cuales
se controlaban los funcionarios americanos seleccionados.
Una tarde, Mr. Diamond y su modesto personal entraron en el
Centro con rdenes e instrucciones que concedan a la Organizacin
Madre el pleno control sobre todas las operaciones concernientes,
directa o indirectamente, a las naciones productoras de petrleo. Ni el
delegado ni sus colegas haban odo hablar anteriormente de esta
Organizacin Madre, as que hubo que informarles rpidamente. Se
28
Trevanian Shibumi
enteraron de que la Organizacin Madre era un importante consorcio
de corporaciones de transporte, comunicaciones y petrleo
internacional, que controlaba efectivamente la energa e informacin
del mundo occidental. Tras algunas consideraciones, la Organizacin
Madre haba decidido que no poda permitir que la CIA siguiese
interviniendo en asuntos que pudieran perjudicar o irritar a sus
amigos productores de petrleo, con los cuales haba podido obtener
beneficios triples en dos aos.
Nadie de la CIA pens seriamente en oponerse a Mr. Diamond y a
la Organizacin Madre, que controlaba las carreras de la mayora de
las figuras gubernamentales, no solamente con una ayuda directa,
sino tambin utilizando sus subsidiarios de comunicaciones pblicas,
para oscurecer y desmoralizar a los candidatos potenciales y para dar
forma a lo que las masas americanas crean era la Verdad.
Qu posibilidades tena una CIA hundida en el escndalo para
resistir una fuerza con poder suficiente para construir conductos
petrolferos a travs de una tundra que haba demostrado ser
ecolgicamente frgil? Quin poda alzarse en contra de la
organizacin que haba conseguido reducir los trabajos de
investigacin del Gobierno respecto a la energa solar, del viento, de
las mareas y geotrmica a una simple parodia justificante de
pesquisas para eliminar la competicin con su propio consorcio de
combustibles fsiles y atmicos? Cmo poda la CIA enfrentarse
eficazmente a un grupo con tal poder que esa Organizacin haba
sido capaz, en colaboracin con sus compinches del Pentgono, en
hacer que el pblico americano aceptase el almacenamiento de los
residuos atmicos cuya peligrosidad mortal era tan duradera que el
fracaso y el desastre quedaban absolutamente asegurados por las
leyes de la mala suerte?
Al asumir la supervisin de la CIA, la Organizacin Madre no tuvo
ninguna interferencia por parte de la rama ejecutiva del Gobierno,
por estar prximas las elecciones y quedar interrumpidos, durante el
ao anterior de campaas agotadoras, todos los otros asuntos
pblicos. De todas maneras, la Organizacin no se preocup mucho
por los tres aos que seguiran a las elecciones antes de producirse la
prxima convulsin democrtica, pues la versin americana del
gobierno representativo confirma que cualidades tales como la
inteligencia y la tica, atributos propios para que un hombre pudiera
guiar con responsabilidad una nacin poderosa, son precisamente las
cualidades que le impiden someterse a un comportamiento rastrero,
suplicando votos y repartiendo nombramientos. Es un axioma de la
poltica americana el que ninguno de los que ganan en las elecciones
se lo merece.
Surgi un momento de inquietud para la Organizacin Madre,
cuando un grupo de jvenes e ingenuos senadores decidieron
investigar los millones rabes en valores a corto plazo que les
permita manipular los Bancos americanos, sosteniendo como rehn
29
Trevanian Shibumi
la economa de la nacin, contra la posibilidad, por remota que
pareciera, de que los Estados Unidos intentaran cumplir sus
compromisos morales con Israel. Pero estas pesquisas quedaron
pronto interrumpidas ante la amenaza de Kuwait de retirar su dinero
y arruinar a los Bancos, en caso de que la investigacin del Senado
siguiera adelante. Con una retrica excepcionalmente hbil, el Comit
inform que no podan declarar con certeza que la nacin estaba
expuesta a un chantaje, ya que no se le haba permitido continuar las
investigaciones.
stos eran los antecedentes de los sentimientos malhumorados
del delegado por la prdida de control de su organizacin cuando oy
que se abran de golpe las puertas del auditorio. Se puso en pie
cuando Diamond entr con paso decidido, seguido por Miss Swivven,
que llevaba algunas hojas arrancadas de la informacin impresa por
>at ?o%' y el pliego de fotografas de miembros de los Cinco de
Munich.
En un reconocimiento mnimo por la llegada de Diamond, Starr
alz la mayor parte del peso de su trasero, y se arrellan
nuevamente con un gruido. La reaccin del rabe ante la llegada de
Miss Swivven fue ponerse en pie de un salto, hacer una mueca, e
inclinarse en una imitacin espasmdica de la cortesa europea. Una
mujer muy bonita -se dijo-. Muy exuberante. Piel como la nieve. Y
muy bien dotada, en aquello que, en ingls, es llamado
discretamente knockers/
C
.
-Est el operador en la cabina? -pregunt Diamond,
sentndose algo apartado de los otros.
-S, seor -repuso Starr lentamente-. Quiere ver otra vez la
pelcula? -Quiero que vosotros, estpidos, la veis otra vez.
Al delegado le disgust que le incluyeran en el grupo con un
simple agente, y mucho ms que lo hicieran con un rabe, pero ya
haba aprendido a sufrir en silencio. sa era su mayor habilidad de
veterano.
-No nos haba avisado que quisiera ver otra vez la pelcula -dijo
Starr-. No creo que el operador la haya enrollado todava.
-Pues que d marcha atrs. No importa.
Starr dio instrucciones a travs del intercomunicador, y las luces
de las paredes se apagaron.
-Starr?
-Seor?
-Apaga ese cigarro.
(((la puerta del ascensor se abre % se cierra aprisionando la
cabe&a del pistolero $apon6s muerto( El hombre retorna a la vida % se
desli&a subiendo por la pared( El a#u$ero en la palma de su mano
desaparece % e,trae la bala de su espalda( Detrocede corriendo en
medio de un alborotado #rupo de escolares' entre los que una nia
4
Literalmente, noquear. 01( del T(2
30
Trevanian Shibumi
*lota elev+ndose del suelo' al mismo tiempo que una mancha ro$a de
su vestido queda absorbida por su est)ma#o( "uando el $apon6s lle#a
a la entrada principal con manchas de lu&' se lan&a a trav6s de ella
mientras que *ra#mentos de vidrio roto se $untan apresuradamente
*ormando un cristal entero( El se#undo pistolero salta desde el suelo
% a#arra al vuelo un arma autom+tica' % los dos $aponeses corren
hacia atr+s' hasta que un cambio de perspectiva les abandona
descubriendo a un muchacho israel que %ace en el suelo de
mosaicos( -n vaco rea$usta la parte superior de su cr+neo; el
manantial de san#re retrocede hasta su cadera( 7e levanta de un
salto % corre hacia atr+s' reco#iendo su mochila al pasar( !a c+mara
recorre un trecho hasta en*ocar al se#undo israel' $ustamente en el
momento en que su me$illa queda enca$ada en su rostro( 8ientras
est+ arrodillado' se incorpora' % la san#re queda absorbida por su
pecho mientras que su camisa caqui se remienda por s misma( !os
dos $)venes caminan hacia atr+s( -no se vuelve % sonre(
Detroceden' pasando entre un #rupo de italianos que se empu$an %
ponen de puntillas para saludar a al#5n pariente reci6n lle#ado( 7i=
#uen retrocediendo por 6l vestbulo hasta 6l mostrador de
inmi#raci)n' % el *uncionario italiano utili&a su sello de #oma para
absorber los permisos de entrada marcados en sus pasaportes( -na
muchacha pelirro$a sacude la cabe&a' % sonre dando las #racias(((
-Para! -grit Mr. Diamond, sobresaltando a Miss Swivven que
nunca le haba odo anteriormente alzar la voz.
La muchacha en la pantalla qued inmvil y la imagen se
oscurece do pronto al producirse el golpe abrasador.
-Ves esa chica, Starr?
-Claro.
-Puedes decirme algo sobre ella?
Starr qued confuso ante aquella peticin aparentemente
arbitraria.
Presenta que estaba envuelto en algn tipo de problema y cay
en su vieja costumbre de protegerse detrs de la fachada de buen
chico, sencillo y campechano.
-Bueno... veamos. Posee un buen par de tetas, no queda duda
alguna. Un trasero pequeo y compacto. Algo flacucha de brazos y de
cintura, para mi gusto, pero, como mi viejo pap sola decir: cuanto
ms cerca del hueso, ms sabrosa la carne! -solt una risa forzada
en la que el rabe le hizo coro, pues estaba ansioso de demostrar que
se hallaba al corriente de lo que se deca.
-Starr? -La voz de Diamond era tensa y uniforme-. Quiero
que hagas algo por m. Durante las prximas horas, intenta
decididamente no ser un asno. No quiero que me entretengas y no
quiero que adornes tus respuestas con comentarios populares. No
hay nada divertido en lo que est sucediendo aqu. Fiel a las
tradiciones de la CIA lo has embrollado todo. Has entendido?
Se produjo un silencio mientras el delegado consideraba la
31
Trevanian Shibumi
oportunidad de oponerse a esa difamacin, pero opt por el silencio.
-Starr? Has entendido eso?
Un suspiro, y repuso con un hilo de voz:
-S, seor.
El delegado se aclar la garganta y habl con voz casi autoritaria.
-Si hay alguna cosa que la Agencia puede...
-Starr? Reconoces a esa chica? -pregunt Diamond.
Miss Swivven sac la fotografa de su carpeta y se acerc por el
pasillo hasta Starr y el rabe.
-Quin es?
-Es la chica que est en la pantalla.
-As es. Se llama Hanna Stern. Su to era Asa Stern, organizador
de los Cinco de Munich. Ella era el tercer miembro del comando.
-El tercer? -balbuce Starr-. Pero... si nos dijeron que slo
haba dos de ellos en el avin.
-Quin os proporcion esa informacin?
-Figuraba en el informe del Servicio de Espionaje que este sujeto
nos hizo llegar.
-As es, Mr. Diamond -interrumpi el rabe-. Nuestro Servicio
de Espionaje...
Pero Diamond haba cerrado los ojos y sacuda lentamente la
cabeza.
-Starr? Ests dicindome que has llevado a cabo una
operacin basndote en la informacin que te proporcionaron los
+rabesE
-Bueno, nosotros... s, seor -respondi Starr dbilmente.
Presentado de aquel modo, resultaba un modo de actuar estpido.
Era como confiar a los italianos la organizacin poltica, o a los
britnicos el manejo de relaciones industriales.
-Me parece -intervino el delegado- que si hemos cometido un
error basado en una informacin falsa suministrada por sus amigos
rabes, a ellos corresponde aceptar una buena parte de la
responsabilidad.
-Se equivoca usted -replic Diamond-. Pero supongo que ya
est acostumbrado. Ellos no tienen por qu aceptar nada. Ellos son
los dueos del petrleo.
El representante rabe sonri mientras asenta con la cabeza.
-Lo que usted acaba de decir refleja exactamente el
pensamiento de mi presidente y mi to, que a menudo ha comentado
que...
- Muy bien. -Diamond se levant-. Estn los tres dispuestos y
en contacto. Volver a llamarles dentro de una hora. En estos
momentos estoy recibiendo datos ampliatorios. Quiz pueda todava
arreglar el lo que han armado. -Se alej por el pasillo, seguido de
cerca por Miss Swivven.
El delegado se aclar la garganta dispuesto a decir algo,
decidiendo seguidamente que la mayor demostracin de fuerza se
32
Trevanian Shibumi
basaba en el silencio. Mir unos segundos a Starr, dedic un breve
vistazo al rabe desestimndolo, y luego sali de la sala.
-Bueno, compaero -dijo Starr mientras se incorporaba de su
butaca-, ser mejor que comamos algo mientras podamos hacerlo.
Parece que la mierda ya ha dado en el ventilador.
El rabe ri bajito, afirmando con la cabeza mientras trataba de
imaginar a un ardiente simpatizante de los deportes cubierto de
estircol de camello.
Durante algn tiempo, la sala vaca qued dominada por la
imagen inmvil de Hanna Stern, sonriendo desde la pantalla. Cuando
el operador comenz a pasar la pelcula para sacarla, se le qued
atascada. Por encima de la joven, se esparci rpidamente un ameba
de costra tostada y espumosa, que la consumi.
33
Trevanian Shibumi
ETCHEBAR
Hanna Stern estaba sentada a una mesa del caf situado debajo
de los porches de la plaza principal de Tardets. Miraba soolienta los
posos de su caf, gruesos y granulados. La luz cegadora del sol se
reflejaba en los blancos edificios de la plaza; las sombras, debajo de
los porches, eran negras y fras. Desde el interior del caf, a su
espalda, le llegaban las voces de cuatro viejos vascos que estaban
jugando al mus, acompaados por una letana de bai((( paso(((
paso((( alla FainkoaG((( paso((( alla Fainkoa((( esta ltima frase
pasando por todos los matices de tensin y acento cuando los
jugadores fanfarroneaban, sealaban, mentan y clamaban a Dios
ponindole por testigo de la mierda que les haba tocado, o para que
castigara a ese idiota de compaero con el que Dios les haba
castigado a ellos.
Durante las ltimas siete horas, Hanna Stern haba estado
alternando entre contender con una realidad de pesadilla o flotar en
fantasas de evasin, entre la confusin y el vrtigo. Estaba aturdida
por un choque emocional, espiritual mente vaca. Y ahora, al borde de
un colapso nervioso, se senta infinitamente sosegada... hasta un
poco soolienta.
Lo real, lo irreal; lo importante, lo insignificante; el Ahora, el
Entonces; el frescor debajo del porche, el calor envolvente de la plaza
pblica ahora vaca; esas voces continuas expresndose en el
lenguaje ms antiguo de Europa... todo estaba indiferentemente
mezclado. Todo estaba sucediendo a otra persona, a alguien por
quien ella senta una gran piedad y simpata, pero a quien ella no
poda ayudar. Alguien a quien ya no se poda ayudar.
Despus de la matanza en el aeropuerto de Roma Internacional,
Hanna consigui de alguna manera llegar desde Italia hasta este caf
en una ciudad comercial vascuence. Confusa, y la mente llena de
vacilaciones, Hanna haba recorrido mil quinientos kilmetros en
nueve horas. Pero ahora, cuando slo le quedaban cuatro o cinco
kilmetro que recorrer, haba agotado toda su capacidad de energa
nerviosa. Su reserva de adrenalina estaba vaca, y pareca como si
fuese a derrumbarse, vencida, por el simple capricho de un
propietario de caf zumbn.
Al principio fue el terror y la confusin al ver a sus camaradas
muertos de un disparo, una incredulidad neurastnica durante la cual
permaneci inmvil, mientras la gente la atropellaba, pasando por su
lado, empujndola. Ms disparos. Fuertes lamentos de la familia de
italianos que esperaban a un pariente. El pnico hizo presa en ella en
aquel momento; camin ciegamente hacia delante, hacia la entrada
principal de la terminal, hacia la luz del sol. Respiraba por la boca,
jadeante. Los policas pasaban corriendo por su lado. Ella se repeta
34
Trevanian Shibumi
que tena que seguir caminando. Se dio cuenta entonces de que los
msculos de la parte inferior de su espalda le dolan, agarrotados,
anticipndose a la bala que nunca lleg. Pas junto a un anciano de
barbilla blanca, sentado en el suelo con las piernas estiradas frente a
l, como un nio jugando. No le vio herida alguna, pero el charco de
sangre oscura en el cual el viejo estaba sentado se ampliaba
lentamente. No pareca estar sufriendo. Alz los ojos y mir a Hanna
interrogativamente. Hanna no pudo detenerse. Entrelaz su mirada
con la del anciano al pasar por su lado. Y murmur estpidamente:
-Lo siento. Lo siento de verdad.
Una mujer gruesa del grupo de parientes que esperaban se haba
puesto histrica, lamentndose y ahogndose. Estaba consiguiendo
ms atencin ella sola que los miembros cados de la familia. Despus
de todo, era la mamma(
Por encima de la confusin, de las carreras y los gritos, una voz
montona anunci la primera llamada para los pasajeros del vuelo
470, de Air France, con destino a Toulouse, Tarbes y Pau. Esa voz,
de registro, ignoraba el caos reinante debajo de los altavoces.
Cuando el anuncio se repiti en francs, su parte final lleg hasta la
conciencia de Hanna. Puerta nmero once. Puerta nmero once.
La azafata record a Hanna que deba poner en posicin normal el
respaldo inclinado de su asiento.
-S, s, lo siento. -Un minuto despus, cuando volvi a recorrer
el pasillo de regreso, recomend a Hanna que se abrochara el
cinturn del asiento-. Qu? Oh, s! Lo siento.
El avin penetr en una nube algodonosa, y sali despus al
lmpido azul infinito. El zumbido de los motores; la vibracin del
fuselaje. Hanna temblaba, vulnerable y sola. A su lado estaba
sentado un hombre de mediana edad, que lea una revista. De vez en
cuando, su mirada se deslizaba por encima de la pgina y echaba una
ojeada rpida a las piernas bronceadas de Hanna ms abajo de su
pantaloncito caqui. Hanna senta aquella mirada sobre ella, y se
abroch uno de los dos botones de arriba de la blusa. El hombre
sonri y se aclar la garganta. iba a hablar con ella! Aquel bastardo
imbcil iba a intentar conquistarla! iDios mo!
Y de repente se sinti enferma.
Corri hasta el lavabo, arrodillndose en el pequeo espacio y
vomitando en el vaso del retrete. Cuando sali, plida y frgil,
impreso en sus rodillas el dibujo del mosaico, la azafata se mostr
solcita, pero ligeramente superior, creyendo que un vuelo tan corto
como aquel haba podido marearla.
El avin se inclin al virar al acercarse a Pau, y Hanna contempl
por la ventanilla el panorama de los Pirineos, con sus picos agudos y
nevados en el aire cristalino, como un mar de picos blancos helados
en medio de una tormenta. Bello y terrible.
En algn lugar de all, en la parte vasca de la cordillera, viva
Nicholai Hel. Si consiguiera llegar hasta Mr. Hel...
35
Trevanian Shibumi
Slo despus de haber abandonado la terminal del aeropuerto y
encontrarse de pie bajo el sol, con el frescor de los Pirineos, Hanna se
dio cuenta de que no tena dinero. Avrim era el que llevaba el dinero
de los tres. Tendra que hacer autostop y no conoca el camino.
Bueno, podra preguntar a los conductores. Saba que no habra
problema en conseguir que la llevaran. Cuando se es joven y bonita...
y con un esplndido busto...
El primer automvil que la acept la llev hasta Pau, y el
conductor se ofreci para encontrarle un lugar en donde pudiera
pasar la noche. En vez de ello, la joven le convenci para que la
llevara hasta los suburbios indicndole el camino de Tardets. Deba
de ser un automvil con un cambio de marchas muy duro, pues la
mano del conductor por dos veces resbal de la palanca y roz la
pierna de Hanna.
Casi inmediatamente, otro conductor par. No, no iba a Tardets.
nicamente hasta Olron. Pero poda buscarle un lugar donde pasar
la noche...
Otro auto, otro conductor con sugerencias, y Hanna lleg
finalmente al pueblecito de Tardets, en donde pregunt la direccin
en el caf. El primer obstculo con que tropez fue el acento local,
lan#ue dHoc' con la marcada influencia de soultine vasco, que para
referirse a une petite cuillIre
J
utiliza una palabra de ocho slabas.
-Qu es lo que est buscando usted? -le pregunt el dueo del
caf, desviando la mirada de sus senos para fijarla en sus piernas.
-Estoy buscando el castillo de Etchebar. La casa de Monsieur
Nicholai Hel.
El propietario frunci el entrecejo, mir de reojo los porches hacia
arriba, y se rasc con un dedo por debajo de la boina vasca que los
hombres slo se quitan para irse a la cama, o cuando adjudican el
juego de rebot
K
( No, no crea haber odo antes ese nombre. Hel, ha
dicho usted? (Poda pronunciar la h a causa de su sonido vascuence).
Quiz su esposa lo supiera. Se lo preguntara. Tomara alguna cosa
la seorita mientras esperaba? Hanna encarg un caf que le traje-
ron, espeso y amargo, y a menudo recalentado, en un pote de
aluminio, la mitad de cuyo peso corresponda a las soldaduras del
calderero remendn, a pesar de las cuales segua goteando. El dueo
pareca lamentar el goteo, pero lo aceptaba con un profundo
fatalismo. Confiaba en que el caf que haba goteado sobre la pierna
de Hanna no la haba quemado. No estaba lo bastante caliente para
quemar? Bien. Bien. Desapareci en las profundidades del caf,
ostensiblemente a preguntar por Monsieur Hel.
Esto haba sucedido haca ya quince minutos.
Los ojos de Hanna se dilataban penosamente al mirar hacia la
plaza deslumbrante, vaca si se exceptuaban los automviles en
catico desorden, en su mayora euHches con placa de 1964,
5
Una cucharilla. En francs en el original. 01' del T(2
6
Juego de pelota vasca. 01( del T(2
36
Trevanian Shibumi
estacionados de cualquier manera, en diversos ngulos de acuerdo
con la posicin en que sus conductores aldeanos haban conseguido
detenerlos.
Con un ruido ensordecedor de motores, chirridos de engranajes y
desprendimiento de gases nocivos, un camin $u##ernaut alemn se
introdujo penosamente en una esquina, dejando apenas diez
centmetros entre el vehculo y la fachada cr6pi de los edificios
7
.
Sudando, dando frenticas vueltas al volante, y con silbidos
constantes de sus frenos de aire, el conductor alemn consigui
introducir el monstruo en la vieja plaza, slo para enfrentarse con la
barrera ms formidable. Anadeando una junto a otra, en mitad de la
calle, don mujeres vascas de rostro moreno y tosco, intercambiaban
sus chismes murmurando a travs de un extremo de los labios. De
mediana edad, rgidas, enormes, avanzaban sobre sus piernas cortas
y regordetas, indiferentes a la frustracin y la furia del conductor del
camin, que las segua arrastrndose y soltando maldiciones y dando
puetazos contra el volante.
Hanna Stern no estaba en condiciones de apreciar la escena de
esta representacin iconogrfica de las relaciones franco-germanas
en el Mercado Comn, y en aquel momento apareci el dueo del
caf, su rostro, tpicamente vasco, iluminado por una sbita
comprensin.
-Usted est preguntando por Monsieur Hel -dijo a Hanna.
-Eso es lo que le he dicho antes.
-Ah, si hubiera sabido que era a Monsieur :el a quien usted
estaba buscando...! -Se encogi desde la cintura, alzando las palmas
de las manos en un gesto que significaba que si Hanna se hubiese
explicado con mayor claridad ambos se hubieran ahorrado mucho
tiempo.
Le dio instrucciones seguidamente para llegar al castillo
d'Etchebar: primero cruzar el #ave
L
desde Tardets (r arrastrada, y la
t y la s pronunciadas), pasar despus por el pueblo de Abense-de-
Haut (cinco slabas, la h y la t pronunciadas), siguiendo hasta Lichans
(no nasal, s pronunciada) y tomando entonces el camino de la
derecha hasta las colinas de Etcheber; cuidado con el camino de la
izquierda, que le llevara a Licq.
-Est lejos?
-No, no est muy lejos. Pero usted no quiere ir a Licq, de todos
modos.
-Quiero decir a Etchebar! -En su estado de fatiga y tensin
nerviosa, la formidable tarea de obtener informacin simple de un
vasco resultaba demasiado para Hanna.
-No, no est lejos. Quiz dos kilmetros despus de Lichans.
-Y a qu distancia est Lichans?
El hombre se encogi de hombros.
7
Revocada. En francs en el original. 01( del T(2
8
Cualquier torrente del Pirineo central. En francs en el original. 01( del T(2
37
Trevanian Shibumi
-Oh!, podran ser dos kilmetros despus de Abense-de-Haut.
No puede usted equivocarse. A menos que tuerza a la izquierda en el
cruce. Entonces s que se equivocar de pleno! Se equivocara
porque ira a Licq, no se da cuenta?
Los viejos $u#adores de mus han olvidado su $ue#o a#rup+ndose
alrededor del dueo del caf, intrigados por la confusin que esta
turista extranjera estaba causando. Sostuvieron una breve discusin
en vasco, llegando finalmente a un acuerdo de que si la chica torca a
la izquierda acabara realmente en Licq. De todas maneras, si as
suceda, Licq no era un mal lugar. No haba esa famosa historia del
puente de Licq construido con la ayuda de los Pequeos Seres de las
montaas que entonces...
-Escuchad! -suplic Hanna-. Hay alguien que quiera llevarme
en automvil hasta el castillo de Etchebar?
Hubo una conferencia rpida entre el dueo del bar y los
jugadores de mus. Hubo discusin y una cantidad considerable de
aclaraciones y puntos sobre las es. Finalmente, el propietario dio a
conocer la opinin de consenso.
-No.
Se haba decidido que esta muchacha extranjera, de pantaln
corto y con mochila, era uno de esos jvenes turistas atlticos,
populares por su amistosa actitud, y conocidos tambin por sus
escasas propinas. Por tanto, no haba nadie que quisiera llevarla
hasta Etchebar, excepto el ms viejo de los jugadores de mus, que
estaba dispuesto a arriesgarse con la generosidad de Hanna, pero
que desgraciadamente no posea automvil.
De todos modos, tampoco saba conducir.
Con un suspiro, Hanna recogi su mochila. Pero cuando el dueo
del bar le reclam el pago de la taza de caf, Hanna record que no
tena dinero *ranc6s( Se lo e,plic) con cierto aire de contrici)n'
tratando de dar un aire cmico a la situacin. Pero el dueo del bar
sigui mirando severamente la taza de caf impagado, y permaneci
lgubremente silencioso. Los jugadores de mus discutieron este
nuevo giro de los acontecimientos, muy animados. Qu? La turista
haba tomado caf sin tener dinero para pagarlo? Probablemente, la
ley tendra que ver en esta cuestin.
Al final, el dueo del caf exhal un susurrante suspiro y mir a
Hanna con expresin trgica en sus hmedos ojos. Estaba ella
dictndole de verdad que no tena los dos francos para pagar el caf,
y olvidemos la propina, simplemente los dos francos para el caf? En
este asunto haba una cuestin de principios. Despus de todo, 6l
haba pagado el caf, 6l haba pagado el gas para calentar el agua; y
cada dos aos 6l tena que pagar al calderero los remiendos del pote.
Ml era un hombre que pagaba sus deudas. No como otras personas
que poda nombrar.
Hanna se debata entre la irritacin y la risa. No poda creer que
toda aquella comedia fuese provocada por dos francos. (Ella ignoraba
38
Trevanian Shibumi
que el precio real de una taza de caf era de un franco.) Nunca, con
anteriormente, se haba tropezado con esa determinada versin de la
avaricia francesa, por la que el dinero, la propia monedita, es el
centro de toda consideracin, ms importante que la mercanca, la
comodidad o la dignidad.. En verdad, ms importante que la propia
riqueza. Hanna no haba tenido oportunidad de saber que, aunque
llevaran nombres vascos, las gentes de aquel pueblo se haban
convertido en autntico franceses bajo las presiones culturales
corrosivas de la Radio, la Televisin y una educacin controlada por el
Estado, en la que la historia moderna est interpretada creativamente
para confeccionar ese analgsico nacional, la v6rit6 a la "inqui6me
D6publique
N
(
Dominado por la mentalidad del petit commerOant
P9
, estos pue-
blos vascos compartan el punto de vista glico por el que el placer de
ganar cien francos queda reducido a nada ante el intenso sufrimiento
por la prdida de un cntimo.
Finalmente, dndose cuenta de que aquella estpida
demostracin de pena y desilusin no conseguira arrancar los dos
francos a esta jovencita, el propietario se excus con una cortesa
sarcstica, diciendo a Hanna que en seguida volvera.
Cuando regres, veinte minutos ms tarde, despus de una
dramtica conferencia con su mujer, en el cuarto de atrs, el dueo
del caf pregunt a Hanna:
-Es usted amiga de Monsieur Hel?
-S -minti Hanna, no queriendo entrar en detalles.
-Entiendo. Bueno, en este caso, supongo que Monsieur Hel
pagar, si usted falla. -Arranc una hoja del bloque de propaganda
distribuido por Byrrh y escribi algo en ella antes de doblarla un
par de veces, marcando los dobleces con la ua de su pulgar-. Haga
el favor de entregar esto a Monsieur Hel -dijo a Hanna framente.
Sus ojos ya no se detuvieron en los senos y las piernas de Hanna.
Algunas cosas son ms importantes que el romance.
Hanna haba caminado ms de una hora, cruzando el Pont
d'Abense por encima del reluciente gave de Saison, y subiendo
despus por las colinas vascas para recorrer una estrecha carretera
asfaltada suavizada por el sol y limitada por viejos muros de piedra
sobre los que las lagartijas se deslizaban ante la proximidad de
Hanna. Los rebaos pacan en los prados, los corderitos brincaban
alrededor de las ovejas y las rojizas vacas de los Pirineos
holgazaneaban a la sombra de los manzanos descuidados, vindola
pasar, con sus ojos infinitamente gentiles, infinitamente estpidos.
Los helechos daban un aspecto lozano a las suaves colinas animando
el estrecho valle, y, ms all de las redondeadas elevaciones, se
alzaban las montaas con sus picos nevados, sus aristas dentadas
destacando duramente contra el lmpido azul del cielo. En lo alto, un
9
La verdad segn la Quinta Repblica. En francs en el original. 01( del T(2
10
Pequeo comerciante. 01( del T(2
39
Trevanian Shibumi
halcn se columpiaba al borde de una corriente ascendente, con las
plumas de sus alas desplegadas como dedos en constante
comprobacin del viento mientras observaba el suelo en busca de
una presa.
El calor creaba un fuerte aroma mezclado: soprano de las flores
silvestres, me&&otones de la hierba segada y los excrementos frescos
del rebao y el insistente basso profundo del asfalto reblandecido.
Hanna continuaba su camino, aislada en su fatiga de las vistas y
los olores a su alrededor, con la cabeza baja y absorta en la
contemplacin de las puntas de sus botas de montaa. Su mente,
huyendo de la sobrecarga sensorial de las ltimas diez horas,
encontraba refugio en una visin tnel de su subconsciente. No se
atreva a pensar, o a imaginar, o a recordar; porque, all, en los
lmites del momento presente, estaban al acecho aquellas visiones
que le haran dao si les daba entrada. No pensar. Slo caminar, y
contemplar las puntas de las botas. Todo consiste en llegar al castillo
d'Etchebar. Todo consiste en ponerse en contacto con Nicholai Hel.
No queda nada ms, antes o ms all de eso.
Hanna lleg a una bifurcacin del camino y se detuvo. A la
derecha, el camino ascenda bruscamente hasta el pueblo de
Etchebar en lo alto de la colina y ms all del racimo de casas de
piedra y cr6pi' Hanna vio la gran fachada de una mansin que deba
de ser el castillo que asomaba entre los altos pinos y estaba rodeado
por un alto muro de piedra.
Suspir profundamente, y se esforz en seguir, sintiendo que su
fatiga se amalgamaba con su neurastenia emocional protectora. Si
pudiera llegar hasta el castillo... llegar nada ms hasta Nicholai Hel...
Dos aldeanas vestidas de negro interrumpieron su charla al lado
de un muro de piedra bajo y observaron a la muchacha extranjera
con manifiesta curiosidad y desconfianza. Adnde iba aquella
descarada que enseaba las piernas? Hacia el castillo? Ah!, bueno,
eso lo explicaba todo. Al castillo iban gentes muy extraas desde que
ese extranjero lo compr... Y no es que Monsieur Hel fuese un mal
hombre. Realmente, sus maridos les haban dicho que el movimiento
para la libertad vasca senta una gran admiracin por l. Pero, a
pesar de eso... continuaba siendo un recin llegado. Slo haba vivido
en el castillo catorce aos, mientras que en el pueblo (noventa y tres
almas) todos podan leer su nombre en docenas d lpidas cerca de
la iglesia, algunas veces recin talladas de granito de los Pirineos,
algunas veces casi ilegible en viejas piedras que cinco siglos de lluvia
y viento haban alisado. Fjate! Esa descarada ni tan siquiera se
sujeta los pechos! Quiere que los hombres la miren, esto es lo que
ella quiere. Si no tiene cuidado, pronto tendr un hijo sin padre! Y
quin se casara entonces con ella? Acabar cortando verduras y
fregando el suelo en casa de su hermana. Y el marido de su hermana
la perseguir cuando est borracho! Y un da, cuando la hermana
est embarazada, demasiado gorda para hacerlo, sta sucumbir
40
Trevanian Shibumi
ante el marido! Probablemente, en el pajar. Siempre sucede as. Y la
hermana lo descubrir y la echar de casa! Y adnde ir entonces?
Se convertir en una mujerzuela en Bayona. Esto es lo que
suceder!
Una tercera mujer se uni a las otras dos. Quin es esa chica
que ensea las piernas? No sabemos nada de ella... excepto que es
una puta de Bayona Y ni tan siquiera es vasca! Crees que debe ser
protestante? Oh no, yo no ira tan lejos. Slo es una pobre putain que
se ha acostado con el marido de su hermana. Es lo que siempre
sucede cuando andas por ah sin llevar sostn.
Muy cierto, muy cierto.
Al pasar junto a ellas, Hanna alz los ojos y las vio.
-?on$our' mesdames -salud.
-?on$our' 8ademoiselle -respondieron las tres mujeres a coro,
sonriendo abiertamente al estilo vasco-. Est usted dando un
paseo? -pregunt una de ellas.
Si, Madame.
Esto est bien. Tiene usted suerte de disponer de tiempo.
Dio un codazo a su vecina que le fue devuelto. Era una muestra
de atrevimiento e inteligencia acercarse tanto a la verdad.
-Est usted buscando el castillo, Mademoiselle?
-S, as es.
-Siga adelante, y ya encontrar lo que est buscando.
Un codazo; otro codazo. Era peligroso, pero deliciosamente
ingenioso acercarse tanto a la verdad.
Hanna se detuvo frente a las pesadas puertas de hierro. No se
vea a nadie, y no pareca haber ningn medio para hacer sonar un
timbre o una aldaba para llamar. El chQteau estaba a unos cien
metros, al final de una larga avenida curvada flanqueada por rboles.
Vacilante, Hanna decidi probar una de las puertas ms pequeas,
ms abajo del camino, cuando una voz son detrs de ella
preguntndole con acento cantarn:
-Mademoiselle?
La joven regres junto al portaln en donde un viejo jardinero,
con un delantal azul de trabajo, la estaba observando desde el otro
lado de la barrera.
-Busco a Monsieur Hel -explic Hanna.
-S -respondi el jardinero, con ese oui inspirado que puede
significar cualquier cosa, menos s. Le dijo que esperara un momento,
y desapareci entre la hilera curvada de rboles.
Un minuto despus Hanna oy el chirrido de los goznes de una de
las puertas laterales, y el jardinero le hizo ademn de entrar dando
vueltas a su brazo y haciendo una profunda reverencia que casi le
hizo caer. Al pasar por el lado del viejo, Hanna se dio cuenta de que
el hombre estaba medio borracho. De hecho, Pierre nunca estaba
borracho. Pero tampoco estaba nunca sobrio. Los doce vasos de vino
rojo que se beba diariamente a intervalos regulares le protegan de
41
Trevanian Shibumi
cualquiera de ambos estados.
Pierre le indic el camino, pero no la acompa a la casa; l
volvi a su trabajo de recortar los setos cuadrados que formaban un
laberinto. Pi erre nunca trabajaba aprisa, y nunca hua del trabajo,
marcando los hitos de su jornada, frescos y confusos, por su vasito
de rojo cada inedia hora aproximadamente.
Hanna poda or el clip-clip-clip de sus tijeras, amortigundose el
ruido a medida que avanzaba por la avenida entre los altos cedros
azuladoverdosos, cuyas ramas colgantes geman y ondeaban,
cepillando las sombras con largas pasadas a modo de algas marinas.
Un viento susurrante silbaba en lo alto de los rboles, como la marea
en la arena, y la sombra, espesa, era muy fresca. Hanna sinti un
escalofro. Estaba algo mareada despus del largo paseo bajo el sol
sin haber tomado otra cosa en todo el da que el caf en el pueblo.
Sus emociones haban quedado paralizadas por el miedo, y despus
se fundieron en su desesperacin. Paralizadas, y despus fundidas.
Estaba perdiendo su contacto con la realidad.
Cuando lleg al pie de una doble escalinata de mrmol que
conduca a las terrazas, Hanna se detuvo, insegura del camino que
deba tomar.
-Puedo ayudarte? -le pregunt una voz femenina desde arriba.
Hanna se hizo sombra en los ojos y alz la mirada hacia la
soleada terraza.
-Hola, soy Hanna Stern.
-Bien, sube, Hanna Stern. -La mujer tena el sol a su espalda y
Hanna no poda ver el rostro, pero, a juzgar por el vestido y sus
modales, pareca ser oriental, aunque su voz, suave y modulada,
contradeca el estereotipado gorjeo del habla femenina oriental-.
Tenemos una de esas coincidencias que se supone traen suerte. Me
llamo Hana, casi igual que t. En japons, hana significa flor. Qu es
lo que tu Hanna significa? Quiz, como tantos otros nombres
occidentales, no significa nada. Qu delicioso es que hayas llegado
justo a la hora del t!
Se dieron las manos al estilo francs. Hanna qued impresionada
por la serena belleza de aquella mujer, cuyos ojos parecan
contemplarla con una mezcla de bondad y humor. Tambin sus
modales daban a Hanna la sensacin de estar extraamente
protegida y a sus anchas. Mientras caminaban juntas por la amplia
terraza enlosada, hacia la casa, con su fachada clsica de cuatro
puertas-ventana que flanqueaban la entrada principal, la mujer
escogi las mejores entre las flores que haba estado cortando y se
las ofreci a Hanna, con un gesto tan natural como agradable.
-Debo poner stas en agua -dijo-. Despus tomaremos el t.
Eres una amiga de Nicholai?
-No, no realmente. Mi to era amigo suyo.
-Y t has venido a saludarle de paso. Qu amabilidad por tu
parte!
42
Trevanian Shibumi
Abri las puertas de cristales que daban a un saln soleado, en
medio del cual, sobre una mesita baja frente a una chimenea de
mrmol con pantalla de latn, haba un servicio de t. En el momento
en que entraron, se oy cerrar suavemente una puerta al otro lado de
la habitacin. Durante los pocos das que Hanna permaneci en el
castillo de Etchebar, todo lo que pudo or o ver del personal y de los
sirvientes, fue puertas que se cerraban cuando ella entraba, o un
caminar de puntillas al otro lado del vestbulo, o la aparicin de caf o
de flores en una mesilla de noche. Las comidas eran preparadas de
tal manera que el ama de la casa poda servirse personalmente. Para
ella, era una oportunidad de mostrarse bondadosa y solcita.
-Deja tu mochila ah en el rincn, Hanna -indic la mujer-. Y
podras servir el t mientras yo arreglo estas flores?
Con la luz del sol entrando a raudales por los ventanales, las
paredes de un azul plido, las molduras doradas, el mobiliario
combinado Luis XV y marquetera oriental, las espirales de vapor gris
elevndose retorcidas desde la tetera a travs de un rayo de sol,
espejos por todas partes, alumbrando, reflejando, duplicando y
triplicndolo todo; esta habitacin no era de aquel mismo mundo en
el que se dispara contra jvenes en los aeropuertos. Mientras Hanna
verta el t de la tetera de piala en la porcelana de Limoges con cierto
vago sentimiento chino, Hanna not que el vrtigo de la realidad se
apoderaba de ella. Haba sucedido demasiado en estas ltimas horas.
Tema desmayarse.
Sin moti vo aparente, Hanna record sentimientos de
desquiciamiento, como el de este momento, experimentados en sus
aos escolares... Fue durante el verano y ella se aburra, y senta
latente a su alrededor una pereza general hacia el estudio. Miraba
fijamente los objetos a su alrededor hasta que stos se convirtieron
en grandes/pequeos. Y ella se haba preguntado: Soy yo misma?
Estoy aqu? Soy realmente yo quien est pensando? Yo? Yo?
Y ahora, mientras contemplaba los movimientos parcos y
graciosos de aquella esbelta mujer oriental que volva sobre sus
pasos para criticar el arreglo floral y hacer una ligera correccin,
Hanna intent desesperadamente encontrar un ancla contra la marea
de confusin y fati ga que estaba arrastrndola lejos.
Es extrao, pens. De todo lo que le haba sucedido aquel da: las
cosas horribles en el aeropuerto, el vuelo hacia Pau como en sueos,
el parloteo invitador de los conductores que la haban llevado en sus
autos, aquel imbcil propietario del caf en Tardets, la larga caminata
por la carretera hasta Etchebar... de todo ello, la imagen ms
profunda que conserv fue la del corto trecho que camin bajo las
sombras acuosas de la avenida flanqueada de cedros... en la
densidad de esas sombras, temblorosa, mientras los gemidos del
viento entre los rboles sugera ruidos del mar. Era otro mundo. Un
extrao mundo.
Era posible que ella estuviera sentada all, llenando de t unas
43
Trevanian Shibumi
tacitas de Limoges, probablemente con aspecto de bufn, con sus
pantaloncitos cortos de excursin y torpe ademn? Con sus botas
claveteadas?
Haban transcurrido solamente algunas horas desde que haba
pasado aturdida junto al viejo sentado en el suelo de Roma
Internacional?
-Lo siento -haba murmurado estpidamente.
-Lo siento -repiti ahora nuevamente, en voz alta.
La bella mujer dijo algo que no haba podido penetrar en las
capas de pensamiento e introversin de Hanna.
La mujer sonri al sentarse junto a ella.
-Estaba diciendo solamente que es una pena que Nicholai no
est aqu. Ha estado en las montaas algunos das, arrastrndose en
esas cuevas que ama tanto. Una aficin escalofriante. Pero espero
que regrese esta tarde, o maana por la maana. Esto te dar
oportunidad de baarte, y hasta de dormir un poco. Supongo que te
ir bien, no crees?
Imaginar un bao caliente y unas sbanas frescas result de una
seduccin casi desfallecedora para Hanna.
La mujer sonri y acerc su silla a la mesa de mrmol donde
estaba el servicio de t.
-Cmo te gusta tomarlo? -Sus ojos eran tranquilos y honestos.
De forma oriental, pero de color avellana con puntitos dorados.
Hanna no hubiera podido adivinar su raza. Sus movimientos
seguramente eran orientales, delicados y controlados; pero su piel
tena un tono caf con leche, y el cuerpo, envuelto en un traje chino
de seda verde y cuello alto, mostraba un desarrollo claramente
africano en el pecho y las nalgas. Sin embargo, su boca y su nariz
eran caucasianas. Y su voz era cultivada, baja y modulada, como lo
fue su risa al decir-: S, ya lo s. Es muy confuso.
-Perdn? -replic Hanna, avergonzada, al ver que sus
pensamientos haban sido interpretados tan claramente.
-Yo soy aquello que las personas bondadosas llaman
cosmopolita, y otras llamaran una mestiza. Mi madre era
japonesa, y, por lo visto, mi padre era mulato, un soldado americano.
Nunca tuve la suerte de conocerle. Tomas leche?
-Cmo?
-En el t. -Hanna sonri-. Prefieres que hablemos ingls? -le
pregunt en ese idioma.
-S, me expreso mejor -admiti Hanna tambin en ingls, pero
con acento americano.
-As lo he deducido de tu acento. Muy bien. Hablaremos en
ingls. Nicholai casi nunca habla ingls en casa y me temo que estoy
olvidndolo. -De hecho, Hanna tena un acento ligeramente
perceptible; no una mala pronunciacin, sino una articulacin
ligeramente mecnica de su ingls britnico. Es posible que su
francs tambin mostrara rasgos de ese acento pero Hanna, al ser
44
Trevanian Shibumi
extranjera, no poda apreciarlo.
Pero se le ocurri algo ms.
-Hay dos tazas en la mesa. Estaba esperndome Mrs. Hel?
-Llmame Hana. Oh, s, te estaba esperando. El hombre del caf
de Tardets me llam por telfono para pedir permiso antes de darte
la direccin. Y recib otra llamada cuando pasaste por Abense-de-
Haut, y otra cuando llegaste a Lichans. -Hana ri ligeramente-.
Nicholai est muy bien protegido aqu. Sabes, no le gustan
demasiado las sorpresas.
-Por cierto, eso me recuerda algo. Traigo una nota para usted. -
Sac del bolsillo la nota doblada que el propietario del caf le haba
entregado.
Hana la abri y le lanz una ojeada, echndose a rer con su voz
profunda, en clave menor.
-Es una factura. Escrita con todo detalle, adems. Ah, estos
franceses...! Un franco por la llamada telefnica. Otro franco por tu
caf. Y un franco y medio adicionales, una estimacin de la propina
que t hubieras dejado. Dios mo, hemos hecho un buen negocio! El
placer de tu compaa nos costar solamente tres francos y medio. -
Se ech a rer, dejando a un lado la nota. Alarg entonces la mano,
tibia y seca, sobre el brazo de Hanna-. Jovencita? Creo que no te
das cuenta de que ests llorando.
-Qu? -Hanna se puso la mano en la mejilla. Estaba hmeda
de lgrimas. Dios mo, cunto rato haba estado llorando?- Lo
siento. Es que... Esta maana mis amigos estaban... Rebo ver a Mr.
Hel!
-Lo s, querida nia, lo s. Ahora acaba tu t. Hay algo que te
har dormir. Te acompaar despus a tu habitacin en donde
podrs baarte y dormir. Y cuando veas a Nicholai, estars fresca y
bella. Deja aqu mismo tu mochila. Una de las muchachas cuidar de
ella.
-Debera explicar...
Pero Hana alz la mano.
-Todo se lo contars a Nicholai cuando venga. Y l me contar lo
que quiera que yo sepa.
Hanna sollozaba todava y se senta como una nia mientras
suba detrs de Hana por la amplia escalinata de mrmol que
dominaba el vestbulo de entrada. Pero en su interior senta que la
invada una paz deliciosa. Lo que hubiera en el t estaba suavizando
la corteza de sus recuerdos y haca que se desvanecieran en la
distancia.
-Es muy amable conmigo, Mrs. Hel -dijo con sinceridad.
Hana ri suavemente.
-Llmame Hana. Despus de todo, no soy la esposa de Nicholai.
Soy su concubina.
45
Trevanian Shibumi
WASHINGTON
La puerta del ascensor se abri en completo silencio y sali
Diamond seguido de Miss Swivven, los cuales entraron en el rea
blanca de trabajo del piso 16.
-...y quiero que estn dispuestos diez minutos despus de
haberles llamado: Starr, el delegado, y ese rabe. Ha anotado eso?
-S, seor. -Miss Swivven se introdujo en su cubculo
inmediatamente, para dar las rdenes necesarias, mientras el primer
ayudante se levantaba de junto a la consola.
-Tengo el informe de las conexiones primera generacin de Asa
Stern, seor. Ahora estn llegando. -Se senta orgulloso con razn.
No haba diez hombres en el mundo con suficiente habilidad para
obtener de >at ?o% una lista basada en unas relaciones emocionales
amorfas.
-Envalo a la pantalla -orden Diamond mientras se sentaba en
su silla giratoria a la cabeza de la mesa de conferencias.
-En seguida. Up...! Slo un momentito, seor. La lista est
invertida en un ciento ochenta por ciento. En un momentito la pongo
en orden.
Era tpico de la ineficacia sistemtica del ordenador el no
distinguir entre amor y odio, afecto y extorsin, amistad y
parasitismo, y que una lista basada en trminos de semejantes
conceptos emocionales tuviera todas las probabilidades de resultar
invertida. El primer ayudante haba previsto este peligro, insertando
en la lista de entrada de datos nombres como Maurice Herzog y
Heinrich Himmler (ambos con la inicial H). Cuando el impreso deca
que Asa Stern admiraba profundamente a Himmler y detestaba a
Herzog, el primer ayudante se atrevi a suponer que >at ?o% haba
hecho un 180.
-No ser una lista escueta, verdad? -pregunt Diamond.
-No, seor. He solicitado datos. Los hechos ms destacados
respecto a cada nombre, para que podamos identificarlos claramente.
-Llewellyn, usted es un autntico genio con esa mquina.
El primer ayudante asinti vagamente con la cabeza mientras
observaba la lista que ascenda por la pantalla en los tipos gticos
IBM.
SERN, DAVID
RELACIN HIJO... TARJETA BLANCA... ESTUDIANTE...
AMATEUR, ATLETA... MUERTO, 1'# .93 OLIMPIADA MUNICH...
STERN, JUDITH
RELACIN ESPOSA... TARJETA ROSA... ERUDITA,
INVESTIGADORA...
MUERTA, 1"7 .93 CAUSAS NATURALES...
ROTHMANN, MOISHE
46
Trevanian Shibumi
RELACIN AMIGO... TARJETA BLANCA... FILSOFO,
POETA... MUERTO, 1"= .93 CAUSAS NATURALES...
KAUFMANN, S. L.
RELACIN AMIGO... TARJETA ROJA... ACTIVISTA
POLTICO... RETIRADO...
HEL, NICHOLAI ALE6ANDROVICH. RELACIN AMIGO...
-Detngalo! -orden Diamond-. Prelo ah!
El primer ayudante revis los siguientes fragmentos de
informacin.
-Oh, Dios mo!
Diamond se inclin hacia atrs en su silln y cerr los ojos.
Cuando la CIA embrolla las cosas, ciertamente las embrolla con
mucho estilo.
-Nicholai Hel -pronunci Diamond, con voz montona.
-Seor? -dijo suavemente el primer ayudante, recordando la
antigua prctica de ejecutar al mensajero portador de malas noticias
-. Este Nicholai Hel se identifica con una tarjeta lila(
-Lo s... lo s.
-Ah... Supongo que desear usted un informe completo sobre
Hel, Nicholai Alexandrovich? -pregunt el primer ayudante, casi
disculpndose.
-S -Diamond se levant de la silla y se acerc a la gran
ventana detr+s de la que el monumento a Sashin#ton' iluminado' se
al&aba contra la noche estrellada, mientras dobles hileras de luces de
los automviles se deslizaban por la larga avenida hacia el Centro, los
mismos automviles que siempre estaban en el mismo lugar cada
tarde a la misma hora-. Lograr un informe sorprendentemente
escaso.
-Escaso, seor? Con una tarjeta lila?
-Con esta tarjeta lila, s.
Dentro del sistema de cdigo de colores, las tarjetas perforadas
de color lila indicaban a los hombres ms peligrosos y evasivos,
desde el punto de vista de la Organizacin Madre: los que operaban
sin referirse a prejuicios nacionalistas o ideolgicos, agentes libres y
asesino que no podan ser controlados haciendo presin a sus
gobiernos: aquellos que mataban para cualquiera de ambos bandos.
Originalmente, el cdigo de colores de las tarjetas perforadas se
introdujo en >at ?o% con el propsito de que inmediatamente se
hicieran evidentes determinadas caractersticas sealadas de la vida y
el trabajo del sujeto. Pero, desde el principio, la torpeza sistemtica
de >at ?o% para tratar con abstracciones y matices redujeron el valor
del sistema. El problema estribaba en el hecho de que se permita
que >at ?o% elaborara el cdigo por s mismo, basndose en
principios determinados que se le haban suministrado.
El primero de estos principios era que solamente aquellas
personas que constituan una amenaza potencial o real para la
Organizacin Madre y los gobiernos que ella controlaba, estaran
47
Trevanian Shibumi
representadas por las tarjetas codificadas en color, mientras que
todas las dems se identificaran con los tarjetas normales de color
blanco. Otro principio era que existiera una relacin simblica entre el
color de la tarjeta y la naturaleza de la afiliacin del sujeto. Esto
funcionaba bastante bien en sus formas ms simples: los agitadores
y terroristas de la izquierda estaban representados en tarjetas rojas;
los polticos y activistas de la derecha reciban tarjetas azules; los
simpatizantes de la izquierda tenan tarjeta rosa; los fomentadores y
los ultraconservadores tenan azul claro. (Durante algn tiempo, se
asign tarjetas amarillas a los fervientes liberales, en competicin con
el simbolismo poltico britnico, pero cuando >at ?o% evalu el
potencial para una accin efectiva, se les reasignaron tarjetas blancas
indicadoras de su impotencia poltica.).
La vala del sistema de cdigo de colores era discutible cuando se
aplicaba a problemas ms complejos. Por ejemplo, los partidarios
activos del IRA provisional y de las diferentes organizaciones de
defensa del Ulster reciban, al azar, tarjetas verdes o anaranjadas,
porque el registro de >at ?o% respecto a las tcticas, filosofa y
eficacia de los dos grupos los confunda sin posibilidad de identificar
uno de otro.
Otro problema ms grave surgi con el empeo indiscriminado de
>at ?o% al asignar los colores. Para diferenciar a los agentes
comunistas chinos y europeos, se asignaba a los chinos el amarillo, y
a los europeos bajo su dominio se les daba una mezcla de rojo y
amarillo que produca tarjetas anaranjadas, idnticas a las de los
irlandeses del Norte. Semejantes prcticas azarosas provocaban
algunos enojosos errores, no siendo el menor la suposicin de
siempre de >at ?o% de que Ian Paisley era un albans.
El error ms dramtico se refera a los nacionalistas africanos y a
los activos del Poder Negro norteamericano. Con cierta lgica racial, a
estos sujetos se les asignaban tarjetas negras. Durante varios meses,
estos hombres pudieron actuar a sus anchas sin ser observados, y sin
ninguna intervencin de la Organizacin Madre y sus subsidiarias
gubernamentales, por la simple razn de que la impresin negra
sobre tarjetas negras resulta bastante difcil de leer.
Lamentndolo mucho, se decidi terminar con el mtodo del
cdigo de colores a pesar de los millones de dlares del dinero de los
contribuyentes americanos que se haban dedicado al proyecto.
Pero es mucho ms fcil introducir un sistema en >at ?o% que
eliminarlo puesto que su memoria es eterna y su insistencia en lgica
lineal, implacable. Los agentes de la izquierda seguan siendo
identificados con rojo y rosa; mientras que los criptofascistas, como
los miembros del Ku-Kux-Klan se identificaban en color azul, y los
Legionarios Americanos con azul plido. Y con bastante lgica, los
sujetos que trabajaban indistintamente para ambos bandos se
identificaban con el prpura, pero >at ?o% recordaba su problema con
los activistas del Poder Negro, y redujo el color prpura al lila.
48
Trevanian Shibumi
Adems, >at ?o% reservaba la tarjeta de color lila para los
hombres que trataban especficamente con el asesinato.
El primer ayudante alz su mirada interrogativa de la consola.
-Ah... No s qu es lo que no est bien, seor. >at ?o% est
dando respuestas declaracin/correccin/declaracin/correccin.
Incluso en la informacin ms bsica, sus diversas fuentes de datos
no estn de acuerdo. Este Nicholai Hel ha estado siempre vacilando
entre los cuarenta y siete y los cincuenta y dos. Y vea esto! Bajo el
concepto nacionalidad podemos escoger entre rusa, alemana, china,
japonesa, francesa y costarricense. Escogemos Costa Rica, seor?
-Las dos ltimas tienen que ver con sus pasaportes; Hel tiene
pasaporte de Francia y de Costa Rica. En este momento vive en
Francia, o, por lo menos, viva recientemente. Las otras
nacionalidades tienen relacin con sus antecedentes genticos, su
lugar de nacimiento y la parte ms importante de su educacin.
-Por tanto, cul es su nacionalidad real?
Mr. Diamond sigui mirando por la ventana, sin ver nada
realmente.
-Ninguna.
-Parece que usted sabe algunas cosas sobre esta persona, seor.
-El tono del primer ayudante era interrogativo, pero un tanto
especulativo. Senta curiosidad, pero saba bien que no convena ser
inquisitivo.
Durante algunos momentos, Diamond no respondi. Y despus
dijo:
-S. S algunas cosas de este hombre. -Se alej de la ventana y
se sent pesadamente ante su mesa-. Contina con la investigacin.
Saca todo lo que puedas. La mayor parte ser contradictoria, vaga o
errnea, pero necesitamos saber todo lo que podamos descubrir.
-Cree usted que este Nicholai Hel est implicado en el asunto?
-Con nuestra suerte? Probablemente.
-De qu modo, seor?
-No lo s! Contina las pesquisas!
-S, seor. -El primer ayudante revis los datos que siguieron-.
Eh... Seor? Tenemos tres lugares posibles de nacimiento para Hel.
-Shanghai.
-Est usted seguro del lugar, seor?
-S! -Y despus de una pausa-. Es decir, razonablemente
seguro.
49
Trevanian Shibumi
SHANGHAI: 193?
Como es habitual en esta poca del ao, llegan sobre la ciudad
las frescas brisas marinas del atardecer, hacia la masa tibia de la
tierra china, y ondean las cortinas de las puertas de vidrio que dan a
la galera de la gran casa de la avenida Joffre en la Concesin
Francesa.
El general Kishikawa Takashi retira una pieza de su 3o=ke lacado
y la sostiene ligeramente entre la punta de su dedo medio y la ua de
su dedo ndice. Transcurren algunos minutos en silencio, pero su
concentracin no est en el juego, que ha llegado a la posicin
nmero 176 y ha comenzado a concretarse hacia lo inevitable. Los
ojos del general estn en su contrincante, quien, por su parte, est
totalmente absorto en la posicin de las piezas negras y blancas
sobre el tablero de un plido color amarillo. Kishikawa-san ha
decidido que el muchacho debe ser enviado al Japn, y que esta
noche deba comunicrselo. Pero no en este momento.
Estropeara el placer del juego; y es no sera justo, porque, por
primera vez, el muchacho est ganando.
El sol se ha puesto por detrs de la Concesin francesa sobre el
continente chino. Se han encendido linternas en la vieja ciudad
amurallada, y las calles estrechas, labernticas, estn llenas del olor
de los millares de cenas que se estn preparando. Por el Whangpoo y
la ensenada Soochow, las casas-sampn de la ciudad flotante reviven
con sus plidas luces, mientras viejas mujeres con los pantalones
atados en el tobillo nivelan las piedras dispuestas en los fuegos para
cocinar sobre las cubiertas inclinadas, pues el ro est en la marea
baja y los sampanes se han ladeado con sus vientres de madera
clavados en el lodo amarillento. La gente que llega con retraso a
cenar, camina de prisa por el puente Stealing Hen. Un amanuense
florea despreocupadamente su pincel, ansioso por terminar su
jornada de trabajo, y conocedor de que su despreocupacin
caligrfica no ser descubierta por la joven analfabeta para la que
est escribiendo una carta de amor basndose en el modelo de una
de sus Diecisis Frmulas que nunca fallan. El Bund, esa calle de
hoteles y casas imponentes, ostentacin del poder y la confianza
imperiales, est silenciosa y oscura, pues los taipans britnicos han
huido; el Dorth "hina ail% 1ews ya no imprime su cotilleo, sus
piadosas reprimendas, sus agradables afirmaciones de la situacin
mundial. Hasta Sasson House, la fachada ms elegante del Bund,
construida con los beneficios del comercio del opio, ha perdido su
categora para asumir la mundana misin de albergar el cuartel
general de las Fuerzas de ocupacin. Los avariciosos franceses, los
fanfarrones ingleses, los pomposos alemanes, los oportunistas
americanos, todos se han ido. Shanghai est bajo el control de los
50
Trevanian Shibumi
japoneses.
El general Kishikawa piensa en el gran parecido entre este
hombre joven al otro lado del tablero G y su madre; casi como si
Alexandra Ivanovna hubiese producido a su hijo
partenogenticamente, proeza de la que la creeran posible todos
aquellos que hubiesen experimentado la abrumadora presencia social
de la dama. La mandbula del muchacho tiene la misma lnea
angulosa, su frente es igualmente amplia y sus pmulos salientes, y
la nariz fina carece de esa maldicin eslava que hace que sus
interlocutores crean que estn mirando a los caones de un fusil.
Pero lo que ms intriga a Kishikawa-san, son las comparaciones entre
los ojos del muchacho y los ojos de su madre. Comparaciones y
contrastes. Fsicamente, ambos tienen unos ojos iguales: grandes,
profundos y de un sorprendente color verde botella exclusivo de la
familia de la condesa. Pero las diferencias polares en la personalidad
de madre e hijo son manifiestas en la articulacin e intensidad de la
mirada, en la expresin y cristalizacin de esos ojos sinoples. La
mirada de la madre es hechicera; la del hijo es fra. La madre emplea
los ojos para fascinar; el muchacho los utiliza para rechazar. Lo que
en la mirada de ella es coquetera, en la de l es arrogancia. La luz
que muestran los ojos de ella es interna y quieta en la de l. Los ojos
de la madre expresan humor; los del hijo, ingenio. Ella, encanta; l,
turba.
Alexandra Ivanovna era una eglatra; Nicholai es un egosta.
Aunque el punto de referencia oriental del general no le permite
apreciarlo, segn criterios occidentales, Nicholai parece muy joven
para sus quince aos. nicamente la frialdad de sus ojos demasiado
verdes, y cierta expresin firme de la boca evita que su rostro sea
demasiado delicado, con una formacin excesivamente refinada para
ser de un varn. Cierto sentimiento confuso de malestar con respecto
a su belleza fsica, impuls a Nicholai a dedicarse, desde muy joven,
a los deportes ms vigorosos y combativos. Se entren en el jiujitsu
clsico, algo pasado de moda, y jug al rugby en el bando
internacional contra los hijos de los taipans britnicos con una
eficiencia que bordeaba la brutalidad. Aunque Nicholai entenda la
rgida charada del juego limpio y el espritu deportivo con que los
britnicos se protegen de la autntica derrota, l prefera las
responsabilidades de la victoria a las comodidades de perder con
elegancia. Pero en realidad no le gustaban los deportes en equipo,
prefiriendo perder o ganar en virtud de su propia habilidad o dureza.
Y su dureza emocional era de tal ndole, que casi siempre ganaba,
como una cuestin simple de voluntad.
Alexandra Ivanovna casi siempre ganaba tambin, no por
cuestin de voluntad, sino como cuestin de derecho. Cuando
apareci en Shanghai, en el otoo de 1922, con una sorprendente
cantidad de equipaje y sin medios visibles de subsistencia, se apoy
en su anterior posicin social en San Petersburgo para asegurarse el
51
Trevanian Shibumi
liderazgo en la creciente comunidad de rusos blancos desplazados,
llamados as por los gobernantes britnicos, no porque viniesen de
Belorosskiya, sino porque evidentemente ellos no eran rojos.
Alexandra cre inmediatamente a su alrededor una corte de
admiradores que incluan los hombres ms interesantes de la colonia.
Para ser interesante ante Alexandra Ivanovna, uno tena que ser rico,
atractivo o ingenioso; y le resultaba muy enojoso el encontrar
raramente dos de estas cualidades reunidas en un solo hombre, y
jams las tres.
Cerca del ncleo de su sociedad no haba otras mujeres; la
condesa opinaba que las mujeres eran aburridas, y las crea
superfluas, ya que ella era capaz de mantener totalmente ocupadas
las mentes y las atenciones de una docena de hombres al mismo
tiempo, manteniendo ingenioso, vivo y con un punto justo de picarda
el ambiente de una soir6e(
En venganza, las damas desdeadas de la colonia internacional
declaraban que nada de este mundo podra tentarlas a aparecer en
pblico al lado de la condesa, y deseaban fervientemente que sus
esposos y prometidos compartiesen su fino sentido de la propiedad.
Con encogimientos de hombros, gruidos y muecas significativas,
esas damas de la periferia daban a entender que sospechaban de una
relacin causal entre dos paradojas sociales: la primera, que la
condesa mantena una lujosa mansin, aunque haba llegado sin
ningn dinero; y la segunda, que estaba rodeada constantemente por
los hombres ms deseados de la comunidad internacional, a pesar del
hecho de que careca de todas aquellas virtudes rgidas que, segn
esas damas haban sido informadas por sus madres, eran ms
importantes y duraderas que el simple encanto y la belleza. Estas
mujeres hubieran sido felices incluyendo a la condesa en ese cuerpo
de mujeres rusas blancas que huan a China desde Manchuria,
vendan las escasas pertenencias y joyas que haban conseguido
llevarse al escapar, y finalmente se vean obligadas a buscar el
sustento comerciando con la tibieza de sus regazos. Pero a esas
mujeres justicieras y ridas les era negada esa fcil salida, pues
saban que la condesa constitua una de esas anomalas corrientes de
la corte del zar, una mujer noble rusa, sin una gota de sangre eslava
en todo su cuerpo, demasiado expuesto (y posiblemente al alcance).
Alexandra Ivanovna (cuyo padre se llamaba Johann como nombre de
pila) era una Hapsburgo, emparentada con una familia real alemana
que haba emigrado a Inglaterra sin nada, excepto su protestantismo
a manera de recomendacin, y que recientemente haba cambiado su
nombre por otro con un acento menos brbaro, como un gesto
demostrativo de patriotismo. Sin embargo, las damas dignas de la
colonia afirmaban que ni tan siquiera esos antecedentes tan slidos
eran garanta de rectitud moral en aquellos das de frivolidad; ni
tampoco, a juzgar por la conducta aparente de la condesa, un
sustituto adecuado para tal moralidad.
52
Trevanian Shibumi
Durante la tercera temporada de su reinado, la condesa fij
aparentemente sus atenciones en un joven prusiano presumido,
poseedor de una difana inteligencia superficial, libre de las trabas de
la sensibilidad comn a su raza. El conde Helmut von Keitel zum Hel
se convirti en su acompaante ms asiduo: su mascota y su
juguete. Era diez aos ms joven que ella, y posea una gran belleza
fsica y eficiencia deportiva. Era un experto jinete y un notable
espadachn. Alexandra pensaba que Helmut representaba un
excelente marco decorativo para ella, y la nica declaracin pblica
que hizo respecto a sus relaciones fue para referirse a l como de
una adecuada raza de cra.
Alexandra sola pasar los meses pesados y hmedos del verano
en una villa en las tierras altas. Un otoo regres a Shanghai ms
tarde de lo usual, y a partir de entonces hubo un recin nacido varn
de la casa. El joven Von Keitel zum Hel propuso el matrimonio como
una frmula de cortesa. Alexandra ri ligeramente y le respondi
que, aunque siempre haba tenido la intencin de producir un nio
como argumento viviente contra el igualitarismo mestizo, no senta el
menor deseo de tener dos nios en casa. Von Keitel hizo una
inclinacin con la rgida petulancia con que los prusianos sustituyen la
dignidad, y arregl las cosas para regresar a Alemania al mes
siguiente.
Lejos de ocultar al nio o las circunstancias de su nacimiento,
Alexandra lo convirti en el adorno de su saln. Cuando requisitos
oficiales hacan necesario aplicarle un nombre, Alexandra lo llamaba
Nicholai Hel, tomando el ltimo nombre de un riachuelo que limitaba
las posesiones de los Keitel. El punto de vista de Alexandra Ivanovna
sobre su propio papel en la produccin del muchacho quedaba
demostrado por el hecho del nombre total del nio: Nicholai
Alexandrovich Hel.
En la casa se sucedieron una serie de nieras inglesas, de modo
que el ingls se uni al francs, el ruso y el alemn, como lenguajes
de su cuna, sin que destacara una preferencia demostrada, excepto
por la conviccin de Alexandra Ivanovna de que ciertos lenguajes
eran ms adecuados para expresar ciertos tipos de pensamientos. Se
hablaba de amor y otras frivolidades en francs; la tragedia y el
desastre se discutan en ruso; se llevaban a cabo negocios en
alemn; y uno se diriga a los sirvientes en ingls.
Siendo sus nicos compaeros los hijos de los sirvientes, el chino
fue tambin una lengua de la infancia para Nicholai Hel, y adquiri la
costumbre de pensar en esa lengua porque su mayor temor infantil
era que su madre pudiera leer sus pensamientos, y ella no saba
chino.
Alexandra Ivanovna consideraba las escuelas propias nicamente
para los hijos de los comerciantes, de modo que la educacin de
Nicholai fue confiada a una serie de tutores, todos ellos hombres
jvenes de buen ver, todos devotos de su madre. Cuando se hizo
53
Trevanian Shibumi
evidente que Nicholai mostraba gran inters y una considerable
capacidad por las matemticas puras, su madre no se sinti
satisfecha. Pero cuando el tutor de ese momento le asegur que las
matemticas puras era un estudio sin aplicacin prctica o comercial,
Alexandra decidi que la asignatura era adecuada para su educacin.
Los aspectos ms prcticos de la educacin social de Nicholai, y
toda su diversin, consistieron en su costumbre de escaparse de la
casa y vagabundear con otros chicos de la calle por las callejuelas
estrechas y los patios ocultos de la malsana, bulliciosa y ruidosa
ciudad. Con sus ropas corrientes sueltas de color azul, su cabello
recortado bajo un gorro redondo, caminaba errante, solo o con
amigos del momento, y regresaba a casa para aceptar
amonestaciones o castigos, con gran calma y una irritante expresin
de ausencia en sus ojos verde botella.
En las calles, Nicholai aprendi la meloda de la ciudad que los
occidentales haban creado para ellos. Vio jvenes britnicos
altaneros, #ri**ins' acomodados en los rickshaw de los que tiraban
bo%s cadavricos, caqucticos por la tuberculosis, sudando por el
esfuerzo y la desnutricin, cubrindose con mscaras de gasa para no
ofender a sus amos europeos. Vio a los compradores
PP
' hombres de
mediana edad, gordos y grasientos, que se aprovechaban de la
explotacin que los europeos hacan a su propia gente, y que
imitaban los modos y la tica del Occidente. Despus de hacer un
buen negocio y hartarse de comidas exticas, el mayor placer de
estos compradores consista en procurarse la desfloracin de nias de
doce a trece aos que haban sido compradas en Hangchow o
Soochow y que estaban dispuestas para entrar en los burdeles
establecidos por los franceses. Sus tcticas de desfloracin eran...
irregulares. La nica venganza que la jovencita poda disfrutar era, si
tena dones para el arte dramtico, la provechosa comedia de ser
desflorada a menudo. Nicholai supo que todos los mendigos que
amenazaban a los viandantes con el contacto de sus extremidades
putrefactas, o que clavaban alfileres en sus hijos para hacerlos llorar
lastimosamente, o que se agrupaban y asustaban a los turistas con
sus demandas de kumshah' todos ellos, desde los viejos que rogaban
por ti o te maldecan, hasta los nios medio hambrientos que se
ofrecan para realizar actos poco naturales entre ellos para que uno
se divirtiera, estaban bajo el control de su nefasta Majestad, el Rey
de los Mendigos, que haba organizado un peculiar esquema
fraudulento de hermandad y proteccin. Cualquier cosa que se
perdiera en la ciudad, cualquiera que se ocultara, cualquier servicio
que se deseara de la ciudad, todo poda encontrarse por medio de
una modesta contribucin a las arcas de Su Majestad.
En los muelles, Nicholai observ a los sudorosos estibadores
cruzando a buen paso, subiendo y bajando de las pasarelas de los
11
En castellano en el original. 01( del T(2
54
Trevanian Shibumi
barcos metlicos y los juncos de madera con ojos estrbicos pintados
en sus proas. Al atardecer, despus de haber estado trabajando
durante once horas, cantando su constante y narcotizante hai=%o'
hai=%o' los estibadores comenzaban a debilitarse, y algunas veces
caan bajo el peso de su carga. Los #urkhas se aproximaban en ese
caso, con sus porras y sus barras de hierro, y el perezoso encontraba
nuevas fuerzas... o su descanso eterno.
Nicholai observ cmo la Polica aceptaba abiertamente
propinas de arrugadas amahs' alcahuetas de prostitutas
adolescentes. Aprendi a reconocer los signos secretos de los
Verdes y los Rojos, que eran las sociedades secretas ms
importantes del mundo, y cuyas organizaciones de proteccin y
asesinato iban de los mendigos a los polticos. El propio Chiang Kai-
shek era un Verde, que haba jurado obediencia a su pandilla. Y
fueron los Verdes los que mataban y mutilaban a los jvenes
estudiantes universitarios que intentaban organizar el proletariado
chino. Nicholai saba distinguir un Verde de un Rojo por la
manera de sostener el cigarrillo, por su modo de escupir.
Durante el da, Nicholai aprenda de sus tutores: matemticas,
literatura clsica y filosofa. A la cada de la tarde, aprenda de las
calles: comercio, poltica, imperialismo iluminador y humanidades.
Durante la noche se sentaba junto a su madre, mientras ella se
dedicaba a los hombres ms inteligentes que controlaban Shanghai
apurando los beneficios de sus clubs y casas comerciales del Bund. Lo
que la mayora de estos hombres crean era timidez en Nicholai, y
otros ms avispados consideraban distanciamiento, era en realidad
un odio fro hacia los comerciantes y la mentalidad del comerciante.
Pas el tiempo; las inversiones cuidadosamente colocadas bajo
experto consejo, florecieron, mientras que disminua el ritmo de su
vida social. Su cuerpo se hizo ms cmodo, ms lnguido y sensual;
pero su vivacidad y su belleza maduraron en vez de marchitarse,
pues Alexandra haba heredado ese rasgo familiar que haba
conservado a su madre y a sus tas con un aspecto vago de seguir en
la treintena mucho despus de haber pasado la marca del medio
siglo. Los antiguos amantes se convirtieron en viejos amigos, y la
vida en la avenida Joffre se suaviz.
Alexandra Ivanovna comenz a experimentar ligeros desmayos,
pero no se preocup por ello, ms all de la aceptacin del
desfallecimiento oportuno como esencial en el arsenal amoroso de
cualquier dama que se precie. Cuando un doctor de su crculo que
durante aos haba estado ansioso por examinarla atribuy los
desfallecimientos a un corazn dbil, Alexandra se acomod
nominalmente a lo que ella consideraba una molestia fsica,
reduciendo las reuniones de su saln a una vez por semana, pero
sigui sin conceder ningn descanso a su cuerpo.
-...y me han dicho, joven, que tengo un corazn dbil. Es una
flaqueza esencialmente romntica, y debe usted prometerme que no
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Trevanian Shibumi
se aprovechar con frecuencia de ella. Ha de prometerme tambin
que buscar un sastre responsable. Ese traje que lleva, joven!
El da 7 de julio de 1937, el 1orth "hina ail% 1ews informaba
que se haban intercambiado disparos entre los japoneses y los
chinos en el puente Marco Polo, cerca de Pekn. En el nmero 3 del
Bund, los taipans britnicos que disfrutaban sus ocios en el Club
Shanghai estuvieron de acuerdo en que este ltimo acontecimiento
en la intil lucha entre orientales, podra alcanzar mayores
dimensiones si no se intervena rpidamente. Informaron al
generalsimo Chiang Kai-shek que ellos habran preferido que hubiera
llevado su lucha al Norte para pelear all con los japoneses, a fin de
que sus casas comerciales quedaran alejadas de la maldita molestia
de la guerra.
Sin embargo, el generalsimo decidi esperar a los japoneses en
Shanghai con la esperanza de que, al poner en peligro la colonia
internacional, conseguira beneficiarse de una intervencin
extranjera.
Al no dar resultado su estratagema, Chiang Kai-shek comenz un
hostigamiento sistemtico de las compaas japonesas y de los civiles
de la comunidad internacional, que culmin cuando a las seis y media
de la tarde del da 9 de agosto, el subteniente Isao Oyama y su
chfer, el marinero de primera clase Yozo Saito, quienes se dirigan
en su automvil a inspeccionar las fbricas de algodn japonesas
instaladas en los suburbios de la ciudad, fueron detenidos por
soldados chinos.
Los encontraron junto al Monumento Road, con numerosas balas
y mutilados sexualmente.
Como respuesta, los navos de guerra japoneses se adentraron en
el Wangpoo. Un millar de marineros japoneses desembarcaron para
proteger su colonia comercial en Chapei, al otro lado de la ensenada
Soochow. A su paso tuvieron que enfrentarse con diez mil soldados
chinos escogidos, atrincherados detrs de barricadas.
Los clamores de los taipans britnicos que se lo haban pasado
tan cmodamente hasta aquel momento, fue reforzado por los
mensajes procedentes de los embajadores europeos y americanos en
Nanking y Tokio, exigiendo que Shanghai quedase excluida de la zona
de hostilidades. Los japoneses aceptaron la demanda con la condicin
de que tambin las fuerzas chinas fuesen retiradas de la zona
desmilitarizada.
Pero el 12 de agosto, los chinos cortaron todas las lneas
telefnicas del Consulado japons y de las firmas comerciales
japonesas. Al da siguiente, el viernes 13, la 88 Divisin del Ejrcito
Chino lleg a la estacin del Norte y bloque todos los caminos que
conducan a la colonia. Su intencin era provocar el mayor
embotellamiento posible de civiles entre ellos y los japoneses muy
superiores en nmero.
El 14 de agosto, los pilotos chinos, a bordo de Northrop de
56
Trevanian Shibumi
fabricacin norteamericana, volaron sobre Shanghai. Una bomba de
gran potencia cay sobre el tejado del Palace Hotel; otra explot
en la calle, junto al Caf Hotel. Murieron setecientas veintinueve
personas y ochocientas sesenta y una resultaron heridas. Treinta y un
minutos ms tarde, otro avin bombarde el Gran Parque Mundial de
diversiones que haba sido convertido en un campo de refugiados
para mujeres y nios. Mil doce personas muertas; mil siete, heridas.
Para los chinos atrapados, no haba huida posible de Shanghai;
las tropas del generalsimo haban cortado todos los caminos. Sin
embargo, para los taipans extranjeros siempre haba huida posible.
Los sudorosos coolies gruan y cantaban hai=%o' hai=%o' mientras
suban por las pasarelas cargados con el botn de China bajo la
supervisin de jvenes #ri**ins
P@
vestidos de blanco, con sus listas de
comprobacin, y de los #urkhas' con sus porras recubiertas de cuero.
Los britnicos, a bordo del Da$ Putana; los alemanes, en el
Oldenbur#; los americanos, en el President 8cKinle%' y los
holandeses, en el Tasman' se despedan unos de otros; las mujeres,
secndose los ojos con primorosos pauelos, y los hombres, lanzando
diatribas contra los orientales, ingratos e irresponsables, mientras las
bandas de los barcos armaban un terrible guirigay de himnos
nacionales.
Aquella noche, desde detrs de sus barricadas de sacos de arena
y civiles ti naos atrapados, la artillera de Chiang Kai-shek dispar
contra los navos japoneses anclados en el ro. Los japoneses
devolvieron el fuego, destruyendo las dos clases de barricadas.
Mientras suceda todo esto, Alexandra Ivanovna se neg a
abandonar su casa de la avenida Joffre, ahora una calle desierta, con
sus ventanas destrozadas abiertas a las brisas del atardecer y a los
saqueadores. Sin nacionalidad, ni sovitica, ni china, ni britnica,
Alexandra estaba al margen de los sistemas oficiales de proteccin.
De cualquier manera, a su edad, no tena la menor intencin de
abandonar su casa. As que recogi cuidadosamente sus cosas para
restablecerse Dios sabe dnde. Despus de todo, razon Alexandra,
los japoneses, que ella conoca no eran peores que los otros, y
difcilmente podran ser unos administradores menos eficientes que
los ingleses.
Los chinos mantuvieron sus posiciones en Shanghai con ms
firmeza que en ningn otro lugar durante la guerra; hubieron de
transcurrir tres meses antes de que las fuerzas japonesas, superiores
en nmero, pudieran arrojarles de all. En sus intentos para atraer la
intervencin extranjera, los chinos permitieron cierto nmero de
errores de bombardeo para sumar a la tasa de vidas humanas y
destruccin fsica causadas por los disparos japoneses.
Y mantuvieron sus barricadas en las carreteras, conservando en
su lugar el embotellamiento protector de decenas de millares de
civiles... sus propios conciudadanos.
12
Una persona blanca recin llegada a Oriente. 01( del T(2
57
Trevanian Shibumi
Durante aquellos meses terribles, los acomodaticios chinos de
Shanghai continuaron la rutina diaria de sus vidas lo mejor que
pudieron, a pesar de la artillera de los japoneses y del bombardeo de
los aviones chinos de fabricacin norteamericana. Los medicamentos
primero, y despus la comida y el alojamiento, y finalmente el agua,
escasearon, pero la vida continu en la ciudad, populosa y asustada.
Y las pandillas de muchachos vestidos de algodn azul, con los cuales
Nicholai recorra las calles, encontraron nuevos juegos, aunque
siniestros, trepando por las ruinas de los edificios y gateando
desesperadamente en busca de refugio contra los bombardeos y
jugando con los giseres que brotaban de las caeras principales.
Una vez tan slo, Nicholai se roz con la muerte. Se hallaba con
otros pillos de la calle en el distrito de los grandes almacenes de
departamentos, el Wing On y The Sincere, cuando uno de los
errores corrientes trajo los bombarderos chinos sobre el camino de
Nanking denso con un gran gento. Era la hora del lunch y haba all
una numerosa concurrencia cuando The Sincere recibi un impacto
directo y estall un costado del Wing On. Los techos adornados se
hundieron sobre los rostros de las personas que miraban horrorizados
hacia arriba. Los ocupantes de un ascensor abarrotado gritaron como
una sola voz cuando el cable se cort y se precipit al stano. Una
anciana que estaba de cara a una ventana que explot, fue despojada
de su carne anterior mientras que la posterior apareca intacta. Los
ancianos, los invlidos y los nios fueron pisoteados por las personas
que huan presas del pnico. El chico que haba estado junto a
Nicholai lanz un gruido y se sent pesadamente en medio de la
calle. Estaba muerto; se le haba clavado una astilla de piedra en el
pecho. A medida que el tronar de las bombas y el ruido de los
edificios que se derrumbaban disminua, iba surgiendo el agudo grito
de millares de voces. Una compradora aturdida gema mientras
buscaba entre trozos de vidrio que antes haban sido el mostrador de
una tienda. Era una delicada mujer joven, vestida a la moda del
Shanghai occidental, un vestido hasta los tobillos de seda verde,
abierto en los costados hasta ms arriba de la rodilla, y un pequeo
cuello rgido rodeando su curvado cuello de porcelana. Su extrema
palidez poda ser el producto de los plidos polvos de arroz de moda
entre las hijas de los comerciantes chinos ricos, pero no lo era.
Estaba buscando la estatuilla de marfil que haba estado examinando
en el momento del bombardeo, y tambin la mano con la que la
sostena.
Nicholai huy a la carrera.
Un cuarto de hora ms tarde, se hallaba sentado en un montn
de ruinas de un barrio tranquilo, en el que, semanas de bombardeo,
haban convertido los bloques de casas en escombros y cascotes.
Unos sollozos sin lgrimas le sacudan el cuerpo y ahogaban sus
pulmones, pero no llor; no se desliz lgrima alguna por el polvo
enyesado que cubra su rostro. En su mente, repeta una y otra vez:
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Trevanian Shibumi
-Bombarderos Northrop. Bombarderos americanos.
Cuando finalmente los soldados chinos fueron expulsados de la
ciudad y destruidas sus barricadas, millares de civiles huyeron de la
ciudad de pesadilla, con sus edificios bombardeados, en el interior de
los cuales poda verse el diseo de los apartamentos destrozados. Y
entre los escombros: un calendario roto con una fecha dentro de un
crculo, la fotografa carbonizada de una mujer joven, una nota de
suicidio y un billete de lotera dentro del mismo sobre.
Por una cruel perversidad del destino, el Bund, monumento al
imperialismo extranjero, se encontraba relativamente indemne. Sus
ventanas vacas miraban la desolacin de la ciudad que los taipans
haban creado, apurado y abandonado despus.
Nicholai estaba entre el pequeo grupo de chiquillos chinos
vestidos de azul que se aline en las calles para contemplar el primer
desfile de las tropas de ocupacin japonesas. Los fotgrafos de los
noticiarios del Ejrcito haban repartido barritas de caramelo pegajoso
y pequeas hinomaru' banderitas con el Sol Naciente, ordenando a
los chiquillos que las ondearan cuando las cmaras registrasen su
desconcertado entusiasmo. Un joven oficial entremetido dirigi el
acontecimiento, aumentando mucho ms la confusin con sus gritos,
lanzando instrucciones en chino con un pesado acento. Inseguro de lo
que deba hacer con un rapazuelo de cabello rubio y ojos verdes,
orden a Nicholai que se desplazara detrs de la multitud.
Nicholai no haba visto nunca soldados como stos, rudos y
eficientes, pero, ciertamente, no modelos para un desfile. No
marchaban con la sincronizacin de robot de los alemanes o los
britnicos; pasaban en hileras derechas, pero apretujadas,
caminando espasmdicamente detrs de jvenes oficiales con bigote
y unos largos y cmicos sables.
A pesar de que muy pocas casas estaban intactas en las zonas
residenciales cuando los japoneses entraron en la ciudad, Alexandra
Ivanovna qued sorprendida, y molesta, cuando un vehculo oficial,
con banderitas ondeando en los parachoques, se acerc por la
avenida y un joven oficial anunci, en un metlico francs, que el
general Kishikawa Takashi, gobernador de Shanghai, se alojara en su
casa. Pero su rpido instinto de autopresentacin la convenci de que
poda obtener alguna ventaja en cultivar una relacin amistosa con el
general, especialmente en aquellos momentos en que escaseaban
tantas cosas buenas de la vida. Ni por un instante dud que este
general se alistara automticamente entre sus admiradores.
Estaba equivocada. El general dedic un rato de su atareado
tiempo para explicar a Alexandra, en un francs de curioso acento,
pero intachablemente gramatical, que lamentaba cualquier
inconveniente que las necesidades de la guerra pudieran causar en su
vida domstica, pero dej claro que ella era un invitado en la casa de
l y no l en la de ella. Mostrndose siempre correcto en su actitud
hacia ella, el general estaba demasiado ocupado con su trabajo para
59
Trevanian Shibumi
perder tiempo en devaneos. Al principio, Alexandra Ivanovna estaba
asombrada, despus se sinti molesta, y finalmente intrigada por la
indiferencia corts de aquel hombre, una respuesta que jams haba
inspirado anteriormente a un hombre heterosexual. Por su parte, l la
encontr interesante, pero superflua. Y no se impresion demasiado
por la herencia que, a su pesar, haba inspirado miedo incluso a las
mujeres ms altaneras de Shanghai. Desde el punto de vista de sus
mil aos de estirpe samurai' el linaje de Alexandra pareca reducido a
un par de siglos de caudillaje huno.
Sin embargo, como una cuestin de cortesa, el general dispuso
una cena semanal al estilo occidental, durante la cual la ligera
conversacin le revel mucho sobre la condesa y su callado y
reservado hijo; mientras que ellos supieron muy poco sobre el
general. Estaba adentrado en la cincuentena, joven para un general
japons, y era viudo, con una hija que viva en Tokio. Aunque
intensamente patritico, en el sentido de que amaba los aspectos
fsicos de su pas, los lagos, las montaas, los valles brumosos, el
general no haba considerado su carrera en el Ejrcito como la
realizacin natural de su personalidad. En su juventud, haba soado
con ser escritor, aunque en su corazn siempre supo que las
tradiciones de su familia le llevaran finalmente a la carrera militar. La
estimacin de s mismo y su sentido del deber le convirtieron en un
oficial administrativo consciente y duro trabajador, pero, a pesar de
que haba pasado ms de la mitad de su vida en el Ejrcito, sus
hbitos mentales le hicieron pensar en su carrera militar como en un
empleo. Su mente y no su corazn; su tiempo, y no sus pasiones,
fueron dedicados a su trabajo.
Como resultado del esfuerzo ilimitado que con frecuencia retena
al general en su despacho en el Bund desde muy temprano hasta la
medianoche, la ciudad comenz a recuperarse. Se restauraron los
servicios pblicos, se repararon las fbricas, y los campesinos chinos
comenzaron a hacer su aparicin en la ciudad. La vida y el ruido
volvieron lentamente a las calles, y, a veces, hasta se oa una risa.
Aunque las condiciones de vida para el trabajador chino no eran
buenas segn las normas civilizadas, eran ciertamente mejores a las
que haba tenido bajo el dominio de los europeos. Haba trabajo,
agua limpia, servicios sanitarios bsicos, facilidades higinicas
rudimentarias. Se prohibi la profesin de mendigo, pero
naturalmente, la prostitucin aument, y se produjeron muchos
pequeos actos de brutalidad, pues Shanghai era una ciudad ocupada
y los soldados, como mnimo, suelen ser bestiales.
Cuando la salud del general Kishikawa comenz a resentirse por
la excesiva carga de trabajo autoimpuesta, comenz una rutina ms
sana que le llev cada noche a su casa de la avenida Joffre con
tiempo para la cena.
Una noche despus de la cena, el general mencion casualmente
que tena aficin al juego G. Nicholai, que hablaba muy raramente,
60
Trevanian Shibumi
excepto para dar breves respuestas a las preguntas directas del
general, admiti que l tambin conoca ese juego. El general se
sinti complacido y algo impresionado tambin por el hecho de que el
muchacho hubiese hablado en un japons correcto. Se ri cuando
Nicholai le explic que haba estado aprendiendo japons en libros de
texto y con la ayuda del propio ordenanza del general.
-Lo hablas bien, para haber estudiado slo seis meses -dijo el
general.
-Es mi quinta lengua, seor. Todos los idiomas son
matemticamente semejantes. Cada idioma nuevo es ms fcil de
aprender que el anterior. Tambin -el chico se encogi de hombros-
poseo un don para las lenguas.
A Kishikawa-san le gust la manera en que Nicholai dijo esto, sin
fanfarronera y sin recato britnico, del mismo modo que hubiera
podido decir que era zurdo o tena los ojos verdes. Al mismo tiempo,
el general sonri para s mismo al darse cuenta de que el muchacho
obviamente haba ensayado su primera frase, pues aunque sta haba
sido totalmente correcta, sus declaraciones siguientes revelaron
errores de lenguaje y de pronunciacin. Pero el general guard para
s su divertimiento, reconociendo que Nicholai tena una edad en la
que se tomaba a s mismo muy en serio y su sensibilidad poda
resultar herida muy profundamente.
-Si quieres, te ayudar con el japons -ofreci Kishikawa-san-.
Pero, primero, veamos si eres un contrincante interesante en el G.
Concedi a Nicholai una ventaja de cuatro piezas, y jugaron una
partida rpida, de tiempo limitado, pues al general le esperaba una
jornada llena de trabajo al da siguiente. Muy pronto, ambos estaban
enfrascados en el juego, y Alexandra Ivanovna, que nunca haba
apreciado los acontecimientos sociales de los que ella no era el
centro, se quej de estar algo cansada y se retir.
Gan el general, pero no le result tan fcil como se haba credo.
Siendo un jugador aficionado, capaz de combatir duramente con los
jugadores profesionales con un mnimo de dificultades, el general
qued muy impresionado por el peculiar estilo de juego de Nicholai.
-Cunto tiempo hace que juegas al G? -pregunt, hablando
en francs para aliviar a Nicholai de la tarea de expresarse en una
lengua extraa.
-Oh, cuatro o cinco aos, supongo, seor.
El general frunci el entrecejo.
-Cinco aos? Pero... cuntos aos tienes?
-Trece, seor. Ya s que parezco ms joven de lo que soy. Es un
rasgo familiar.
Kishikawa-san asinti y sonri para s al pensar en Alexandra
Ivanovna que, al rellenar sus documentos de identidad para las
autoridades de ocupacin, se haba aprovechado de este rasgo
familiar, lijando descaradamente una fecha de nacimiento que
indicaba que ella haba sido la amante de un general del Ejrcito
61
Trevanian Shibumi
Blanco a los once aos de edad, y haba dado a luz a Nicholai siendo
todava una adolescente. El servicio de espionaje del general haca
mucho tiempo que le haba proporcionado los datos y hechos
respecto a la condesa, pero l le permiti ese gesto trivial de
coquetera, sobre todo teniendo en cuenta lo que saba de su
desafortunada historia mdica.
-A pesar de esto, incluso para un joven de trece aos, juegas
muy bien, Nikko. -Durante el juego, el general haba creado este
diminutivo que le permita eludir la molestosa 1. A partir de
entonces, fue su manera de llamar a Nicholai.
-Supongo que nunca te has entrenado en serio?
-No, seor. No he recibido ninguna instruccin. Todo lo he
aprendido de la lectura de los libros.
-Realmente? Nunca lo haba odo.
-Quiz sea as, seor. Pero yo soy muy inteligente.
Durante algunos instantes, el general observ el rostro impasible
del muchacho, cuyos ojos verdes devolvieron la mirada al oficial.
-Dime, Nikko. Por qu escogiste el estudio del G? Es casi
exclusivamente un juego japons. Ciertamente, ninguno de tus
amigos lo juega. Seguro que nunca habrn odo hablar de l.
-Precisamente por eso lo eleg, seor.
-Ya entiendo. -Qu muchacho tan extrao, a la vez
sensiblemente honrado y arrogante!-. Y la lectura te ha permitido
comprender las cualidades necesarias para ser un buen jugador?
Nicholai estuvo pensando un momento antes de responder.
-Bueno, naturalmente uno ha de tener concentracin. Audacia.
Autocontrol. Todo eso ya se comprende. Pero es ms importante que
uno tenga... no s cmo explicarlo. Se ha de ser al mismo tiempo
matemtico y poeta. Como si la poesa fuese una ciencia; o las
matemticas, un arte. Se ha de ser aficionado a la proporcin para
poder jugar bien al G. No me estoy expresando correctamente,
seor. Lo siento.
Al contrario. Ests hacindolo muy bien en tu intento de explicar
lo inexplicable. Entre todas las cualidades que has nombrado, Nikko,
en cul de ellas crees radica tu fuerza?
- En las matemticas, seor. En la concentracin y autocontrol.
-Y tus debilidades?
-En lo que he llamado poesa.
El general frunci el ceo y alej su mirada del muchacho. Era
extrao que el chico reconociera eso. A su edad, no debera ser capaz
de salir de s mismo y examinarse con tanta frialdad. Se poda
esperar que Nikko se diese cuenta de la necesidad de ciertas
cualidades occidentales para jugar bien al G, cualidades como
concentracin, autocontrol, audacia. Pero reconocer la necesidad de
las cualidades sensitivas, receptivas, de lo que l llamaba poesa,
estaba fuera de esa lgica lineal en la que radica la fuerza de la
mente occidental... y su limitacin tambin. Pero, en este caso,
62
Trevanian Shibumi
considerando que Nicholai llevaba la mejor sangre europea, pero se
haba criado en el crisol de China, era realmente occidental?
Ciertamente, no era tampoco oriental. No posea ninguna cultura
racial. O era ms adecuado pensar de l como el nico miembro de
una cultura racial propia?
-Usted y yo compartimos esa debilidad, seor. -Los ojos de
Nicholai se contrajeron humorsticos-. Ambos tenemos debilidades
en el rea que yo he llamado poesa.
El general alz la cabeza sorprendido.
-Eh?
-S, seor. Mi juego carece mucho de esa cualidad. Y su juego
tiene demasiado de ella. Tres veces, durante la partida, usted ha
suavizado su ataque. Ha preferido la jugada graciosa, antes que la
implacable.
Kishikawa-san ri suavemente.
-Y cmo sabes que no estaba pensando en tu edad y relativa
inexperiencia?
-Eso hubiera significado condescendencia y poca amabilidad, y
no creo que usted sea de ese modo. -Los ojos de Nicholai sonrieron
otra vez-. Lamento, seor, que en francs no haya expresiones
respetuosas. Mi conversacin debe parecerle brusca e insubordinada.
-S, un poco. As es. De hecho, eso mismo estaba pensando.
-Lo lamento, seor.
El general asinti.
-Supongo que has jugado al ajedrez occidental?
Nicholai se encogi de hombros.
-Un poco. No me interesa.
-Cmo lo compararas con el G?
Nicholai estuvo pensando un momento.
-Ah... lo que el G es para los filsofos y los guerreros eso
mismo es el ajedrez para los contables y comerciantes.
-Ah! La intolerancia de la juventud... Sera ms amable, Nikko,
decir que el G atrae a lo que hay en cada hombre de filsofo, y el
ajedrez atrae en l su parte de mercader.
Pero Nicholai no rectific.
-S, seor, eso sera ms amable. Pero menos verdadero.
El general se alz de su cojn, dejando que Nicholai colocara las
piezas en su sitio.
-Es tarde y necesito descansar. Jugaremos pronto otra vez...
-Seor? -dijo Nicholai, cuando el general llegaba a la puerta.
-S?
Nicholai mantuvo bajos los ojos, protegindose del dao de un
posible rechazo.
-Vamos a ser amigos, seor?
El general dio a la pregunta la consideracin exigida por su tono
grave.
-Podra ser, Nikko. Esperemos a ver.
63
Trevanian Shibumi
Fue aquella misma noche cuando Alexandra Ivanovna,
comprendiendo que el general Kishikawa no perteneca a la misma
clase de hombres que ella haba conocido en el pasado, decidi ir a
llamar a la puerta del dormitorio del general.
Durante el ao y medio siguiente, vivieron corno una familia.
Alexandra Ivanovna se hizo ms dcil, ms conformista, quizs
engord algo. Lo que perdi en efervescencia, lo gan en una calma
atractiva que hizo que Nicholai, por primera vez en su vida, se
sintiera atrado hacia su madre. Sin ninguna prisa, Nicholai y el
general establecieron una relacin tan profunda como poco
demostrativa El primero nunca haba tenido un padre, y el militar, un
hijo. Kishikawa-san posea un carcter al que le gustaba guiar y
moldear a un joven de mente gil e inteligente, incluso a un joven
que algunas veces era demasiado descarado al expresar sus
opiniones, demasiado confiado en sus atributos.
Alexandra Ivanovna encontr un refugio emocional al amparo de
la personalidad gentil y fuerte del general. Por su parte, el general
hall estmulo y diversin en los despliegues de temperamento e
ingenio de ella. Entre el general y la mujer, cortesa, generosidad,
gentileza y placer fsico. Entre el general y el muchacho, confianza,
honestidad, franqueza, afecto y respeto.
As ocurri que una noche, despus de la cena, Alexandra
Ivanovna brome como de costumbre sobre las molestias de sus
ataques de desfallecimiento y se march temprano a la cama...
donde muri.
Ahora el cielo es negro hacia el Este y purpreo sobre China.
Fuera, en la ciudad flotante, brillan las linternas anaranjadas y
amarillentas, mientras la gente se prepara la cama en los rincones de
las cubiertas de los sampanes encallados en el lodo. El aire se ha
enfriado en las oscuras llanuras de la China de tierra firme, y ya no
llegan las brisas del mar. Tampoco las cortinas se mecen hacia
dentro, cuando el general juguetea con su pieza de G sobre la ua
del dedo ndice, con su pensamiento muy lejos del juego frente a l.
Han transcurrido dos meses desde que Alexandra Ivanovna
muriera, y el general ha recibido rdenes de traslado. No puede
llevarse con l a Nicholai, pero tampoco quiere dejarlo en Shanghai
en donde el muchacho no tiene amigos y en donde su falta de
ciudadana oficial le niega incluso la proteccin diplomtica ms
rudimentaria. El general ha decidido mandar a Nicholai al Japn.
El general observa el rostro refinado de la madre, expresado con
ms sobriedad, ms angularmente, en el muchacho. Dnde
encontrar amigos este hombre joven? Dnde encontrar un suelo
apropiado para sus races, este muchacho que habla seis idiomas y
piensa en cinco, pero que carece absolutamente del ms pequeo
adiestramiento til? Dnde encontrar, en el mundo, un lugar
apropiado para l?
-Seor?
64
Trevanian Shibumi
-Qu? Oh... ah...! Has jugado ya, Nikko?
-Hace rato, seor.
-Ah, s. Disclpame. Te importa decirme en dnde has jugado?
Nicholai seal su pieza, y Kishikawa-san puso mal gesto porque
esa colocacin forzada saba a tenuki( Concentr su desperdigada
atencin y examin cuidadosamente el tablero, revisando
mentalmente el resultado de todos los movimientos que le eran
factibles. Cuando alz la mirada, los ojos verde botella de Nicholai
estaban fijos en l, sonriendo con fruicin. Podan estar jugando
durante varias horas y el resultado estara cerca. Pero era inevitable
que Nicholai ganase. sta era la primera vez.
El general mir a Nicholai apreciativamente durante algunos
segundos, y despus se ech a rer.
-Eres un demonio, Nikko!
-Eso es cierto, seor -admiti Nicholai, sumamente complacido
con s mismo-. Su atencin no estaba en el juego.
-Y t te has aprovechado de ello?
-Naturalmente.
El general comenz a recoger sus piezas devolvindolas el 3T ke(
-S -dijo para s mismo-. Naturalmente. -Y ri de nuevo-.
Qu te parece una taza de t, Nikko?
El mayor vicio de Kishikawa-san resida en su costumbre de beber
un t fuerte y amargo a todas horas del da y de la noche. En la
jerarqua de su relacin afectuosa pero reservada, el ofrecimiento de
una taza de t sealaba una conversacin. Mientras el ordenanza del
general preparaba el t, ambos salieron a la galera, al aire fresco de
la noche, llevando los dos %ukatas(
Despus de un silencio durante el cual la mirada del general vag
por la ciudad, donde la luz ocasional en la vieja ciudad amurallada
indicaba que alguien estaba celebrando, o estudiando, o muriendo, o
vendindose, el general pregunt a Nicholai, sin que, al parecer,
viniera a cuento:
-Has pensado alguna vez en la guerra?
-No, seor. No tiene nada que ver conmigo.
El egosmo de la juventud. El egosmo confiado de un adolescente
criado sabiendo que era el ltimo y el ms singular de un linaje
selectivo, cuyos orgenes se remontaban a una poca anterior, mucho
antes de que los chatarreros se convirtieran en Henry Ford, mucho
antes de que los cambistas de moneda se convirtieran en Rothschild,
antes de que los mercaderes se convirtieran en Mdici.
-Me temo, Nikko, que nuestra pequea guerra va a tener que
ver contigo, a pesar de todo. -Y con esta introduccin el general
cont a Nicholai que haba recibido rdenes que le mandaban a
combatir, y le habl de sus planes de enviarlo al Japn, en donde
vivira en casa de un famoso jugador y maestro de G.
-...mi ms viejo e ntimo amigo, Otake-san, a quien t conoces
por su reputacin como Otake del sptimo dan(
65
Trevanian Shibumi
Nicholai reconoci efectivamente el nombre. Haba ledo los
lcidos comentarios de Otake sobre el juego medio.
-He dispuesto que vivas con Otake-san y su familia, entre otros
discpulos de su escuela. Es un gran honor, Nikko.
-Me doy cuenta de ello, seor. Y estoy entusiasmado por
aprender con Otake-san. Pero, no sentir desprecio el maestro por
desperdiciar sus enseanzas con un aficionado?
El general ri entre dientes.
-El desprecio no es un estilo de la mente al que recurrira mi
viejo amigo. Ah! Nuestro t ya est preparado.
El ordenanza se haba llevado el 3T ban de ka%a y en su lugar
haba una mesita baja preparada para el t. El general y Nicholai
volvieron a sentarse en sus cojines. Despus de la primera taza, el
general se ech ligeramente hacia atrs y habl en trminos de
negocio.
-Ha resultado que tu madre tena muy poco dinero. Sus
inversiones estaban divididas entre varias compaas locales de poca
importancia, la mayor parte de las cuales se hundieron en vsperas de
nuestra ocupacin. Los propietarios de esas compaas simplemente
regresaron a Gran Bretaa con el capital en sus bolsillos. Al parecer,
para los occidentales, las grandes crisis morales de la guerra
ensombrecen las consideraciones ticas menores. Queda esta casa...
y poco ms. He arreglado que la casa se venda en tu nombre. El
importe servir para tu mantenimiento e instruccin en el Japn.
-Como usted crea ms conveniente, seor.
-Bien. Ahora, dime, Nikko, sentirs aoranza de Shanghai?
Nicholai estuvo pensando un momento.
-No.
-Te sentirs solo en el Japn?
Nicholai estuvo pensando un momento.
-S.
-Te escribir.
-A menudo?
-No, no ser a menudo. Una vez al mes. Pero t debes
escribirme tantas veces como sientas necesidad de hacerlo. Quiz no
te sientas tan slo como temes. Hay otros jvenes que estn
estudiando con Otake-san. Y cuando tengas dudas, ideas, problemas,
encontrars en Otake-san una persona valiosa para poder discutirlas.
l te escuchar con inters, pero no te abrumar con consejos. -El
general sonri-. Aunque creo que algunas veces encontrars algo
desconcertante la manera de hablar de mi amigo. Se refiere a todo
en trminos de G. Para l, toda su vida es un paradigma simplificado
del G.
-Creo que va a gustarme, seor.
-Estoy seguro de que as ser. Siento el mayor respeto por ese
hombre. Posee una cualidad de... cmo lo dira...?, de shibumi(
-U7hibumi' seor? -Nicholai conoca la palabra, pero solamente
66
Trevanian Shibumi
en su relacin con la jardinera o la arquitectura, en donde implicaba
que no se haba declarado en verdad su autntica belleza con todo el
nfasis o la fuerza merecidos-. Cmo aplica usted ese trmino,
seor?
-Oh, vagamente! Y, sospecho, que de modo incorrecto. Un
torpe intento para describir una cualidad inefable. Como sabes,
shibumi tiene que ver con un gran refinamiento fundamental bajo una
apariencia corriente. Es un concepto tan correcto que no tiene que
ser audaz; tan sutil, que no tiene que ser bonito; tan verdadero, que
no tiene que ser real. 7hibumi es comprensin mas que
conocimiento. Silencio elocuente.
En el comportamiento, es modestia sin recato. En el arte, en
donde el espritu de shibumi toma la forma sabi' es elegante
simplicidad, brevedad articulada. En la filosofa, en la que el shibumi
emerge como wabi' es un sosiego espiritual que no es pasivo; es el
ser sin la angustia de la conversin. Y hablando de la personalidad de
un hombre es... cmo podra explicarse? Autoridad sin dominio?
Algo parecido.
La imaginacin de Nicholai se adentr en el concepto de shibumi(
Nunca ningn otro ideal le haba emocionado tanto.
-Cmo se puede alcanzar este shibumi' seor?
-No se logra, se... descubre. Y nicamente unos pocos hombres
de infinito refinamiento son capaces de ello. Hombres como mi amigo
Otake-san.
-Lo que significa que uno ha de aprender muchsimo antes de
llegar a shibumi(
-Lo que significa, ms bien, que uno ha de pasar por el saber y
llegar a la simplicidad.
A partir de aquel momento, el objetivo principal de la vida de
Nicholai fue convertirse en un hombre de shibumi; una personalidad
preponderantemente tranquila. Era una vocacin que se le ofreca
mientras que, por razones de crianza, educacin y temperamento, se
le negaban la mayor parte de otras vocaciones. Para llegar al
shibumi' poda superarse invisiblemente, sin atraer la atencin y la
venganza de las masas tirnicas.
Kishikaw-san tom de debajo de la mesita del t una pequea
caja de madera de sndalo envuelta en un sencillo tejido y la puso en
manos de Nicholai.
-Es un regalo de despedida, Nikko. Una bagatela.
Nicholai inclin la cabeza aceptando y sostuvo el paquete con
gran ternura; no expres su gratitud con palabras inadecuadas. se
fue su primer acto consciente de shibumi(
Aunque aquella ltima noche estuvieron hablando hasta muy
tarde de lo que significaba shibumi y poda significar, en su
esencialidad ms profunda no se comprendieron. Para el general,
shibumi era una especie de sumisin; para Nicholai, una especie de
poder.
67
Trevanian Shibumi
Ambos eran cautivos de su propia generacin.
Nicholai embarc para el Japn en un navo que transportaba
soldados heridos que regresaban con permiso, honores,
hospitalizacin, una vida bajo la carga de la mutilacin. El lodo
amarillento del Yang-ts sigui al barco durante algunas millas
mientras se adentraba en el mar. Hasta el momento en que el agua
comenz a cambiar su color caqui por el azul, Nicholai no despleg la
tela que envolva el regalo de despedida de Kishikawa-san. Dentro de
la frgil caja de sndalo, envueltos en rico papel para impedir que
sufrieran daos, haba dos 3T ke de laca negra, con incrustaciones de
plata segn el mtodo Heidatsu. En las tapaderas de los cuencos, se
adivinaban casas de t envueltas en la bruma anidada en las orillas
de lagos insinuados. Dentro de un cuenco haba las piezas negras de
Nichi de kishiu( En el otro, las piezas blancas de concha de molusco
mi%a&aki((( lustrosas, curiosamente fras al tacto bajo cualquier clima.
Ninguna persona que observara en aquel momento al delicado
adolescente de pie junto a la barandilla del viejo buque de carga,
contemplando con sus velados ojos verdes la elevacin y depresin
del oleaje, mientras meditaba pensativo en los dos regalos que le
haba hecho el general, aquellos 3T ke y su meta para toda la vida
del shibumi' hubiera sospechado que estaba destinado a convertirse
en el asesino mejor pagado del mundo.
68
Trevanian Shibumi
WASHINGTON
El primer ayudante se apoy hacia atrs en su asiento frente al
panel de control de la consola y lanz un largo suspiro mientras se
alzaba las gafas y frotaba ligeramente los puntos enrojecidos del
puente de su nariz.
-Va a ser difcil obtener buena informacin de >at ?o%' seor.
Cada programa que se introduce, ofrece datos conflictivos y
contradictorios. Est usted seguro de que naci en Shanghai?
-Razonablemente seguro, s.
-Bueno, sobre eso no hay nada. En el aspecto cronolgico, lo
primero que he obtenido indica que viva en Japn.
-Muy bien. Pues empiece por ah!
El primer ayudante crey que deba defenderse de la irritacin
que demostraba la voz de Mr. Diamond.
-No es tan fcil como puede creer, seor. Aqu tengo un ejemplo
del tipo de los que estoy obteniendo. Bajo la rbrica de lenguajes
hablados me indica ruso, francs, chino, alemn, ingls, japons y
vasco. UVascoE Eso no puede ser cierto, verdad?
-Es cierto.
-Vasco? Y por qu estudiara nadie el vasco?
-No lo s. Lo estudi mientras estaba en prisin.
-En prisin, seor?
-Pronto llegar ah. Estuvo tres aos confinado en solitario.
-Al parecer, est usted muy familiarizado con los datos, seor.
-Hace aos que estoy vigilndole.
El primer ayudante estuvo pensando en preguntar por qu este
Nicholai Hel haba recibido una atencin tan especial, pero crey
mejor no hacerlo.
-Muy bien, seor. Pues dejemos el vasco. Y ahora, qu me dice
de esto? Nuestro primer dato en firme surge inmediatamente
despus de la guerra, cuando, al parecer, trabaj para las fuerzas de
ocupacin como criptgrafo y traductor. Ahora bien, aceptando que
saliera de Shanghai cuando nosotros suponemos lo hizo, quedan seis
aos no explicados. La nica ventana que >at ?o% me abre al
respecto no parece tener ningn sentido. Sugiere que Nicholai Hel
pas esos seis aos estudiando alguna especie de juego. Un juego
llamado G, cualquiera que sea ese juego.
-Creo que la respuesta es correcta.
-Es posible eso? Durante toda la Segunda Guerra Mundial ese
hombre dedic su tiempo a estudiar un juego de saln?
El primer ayudante movi la cabeza. Ni l ni >at ?o% se sentan a
gusto con conclusiones que no fuesen consecuencia de una slida
lgica lineal. Y no era lgico que un asesino internacional con tarjeta
lila se hubiese pasado cinco o seis aos (Cristo!, ni tan siquiera
69
Trevanian Shibumi
saban cuntos...) aprendiendo a jugar algn juego estpido!
70
Trevanian Shibumi
JAPN
Durante casi cinco aos, Nicholai vivi en la casa de Otake-san
como estudiante y miembro de la familia. Otake del sptimo dan era
un hombre de dos personalidades contradictorias; en la competicin
era astuto, calculador, conocido por su incansable explotacin de las
debilidades del juego o la firmeza mental de su contrincante. Pero en
su hogar, en donde reinaba ms bien la desorganizacin y el
desconcierto, y entre su numerosa familia desperdigada, que adems
de su esposa inclua a su padre y tres hijos, y sus alumnos
aprendices, cuya cifra nunca era inferior a seis, Otake-san era
paternal y generoso, y hasta dispuesto a hacer el payaso para divertir
a sus pequeos hijos y a sus alumnos. El dinero no abundaba nunca,
pero vivan en un pequeo pueblo de montaa con pocas diversiones
caras, de modo que esa escasez nunca constituy un problema.
Cuando tenan menos, vivan con menos; cuando tenan ms, lo
gastaban ms libremente.
Ninguno de los hijos de Otake-san posea dones superiores a los
normales para el arte de G. Y entre sus alumnos, slo Nicholai
posea esa inefable gama de aptitudes que crean al jugador de
categora: don para concebir posibilidades esquemticas abstractas;
sentido de poesa matemtica a cuya luz se cristaliza en capullos
geomtricos el caos infinito de probabilidad y permutacin bajo la
presin de una intensa concentracin; implacable foco de fuerza
sobre la debilidad ms sutil de un contrincante.
Con el tiempo, Otake-san descubri una cualidad adicional en
Nicholai que hizo su juego formidable: en medio de una partida,
Nicholai era capaz de descansar profundamente tranquilo durante un
breve perodo, retornando despus al juego con la mente fresca.
Fue Otake-san el primero que se dio cuenta del hecho de que
Nicholai era un mstico.
Como la mayora de los msticos, Nicholai no se percataba de este
rasgo suyo, y al principio no poda creer que los otros no poseyeran
experiencias similares. Nicholai no poda imaginar la vida sin el
transporte mstico, y ni tan siquiera senta compasin por aquellos
que vivan sin gozar de semejantes momentos, pues los consideraba
como de un orden enteramente diferente.
El misticismo de Nicholai se hizo evidente un atardecer, mientras
estaba jugando una partida de prctica con Otake-san, una partida
muy ajustada y clsica, en la que slo vagos matices de desarrollo
diferenciaban su juego de los modelos de los libros de texto. Estando
en la tercera hora, Nicholai se sinti dispuesto a recibir el reposo y la
unidad, y se dej transportar. Al cabo de un rato, su sentimiento se
desvaneci y Nicholai continuaba sentado, inmvil y descansando,
pensando vagamente por qu el maestro estaba entretenindose en
71
Trevanian Shibumi
hacer el movimiento adecuado. Cuando alz la mirada, qued
sorprendido al ver que Otake-san le estaba mirando a l y no al 3T
ban(
-Qu sucede, maestro? He cometido algn error?
Otake-san examin fijamente el rostro de Nicholai.
-No, Nikko. Tus dos ltimas jugadas no han sido particularmente
brillantes, pero no haba ningn error. Pero... cmo puedes estar
jugando y soando despierto al mismo tiempo?
-Soando despierto? Yo no estaba soando despierto, maestro.
-No lo estabas? Tus ojos estaban desenfocados y tu expresin
vaca. De hecho, ni siquiera miraste el tablero mientras hacas las
jugadas. Colocaste las piezas mientras estabas mirando hacia el
jardn.
Nicholai sonri e inclin la cabeza. Ahora comprenda.
-Oh, ya entiendo. De hecho, acabo de retornar de mi reposo.
Naturalmente, no tena por qu mirar al tablero.
-Explcame, por favor, por qu no tienes que mirar al tablero,
Nikko.
-Yo... eh... bueno, estaba descansando. -Nicholai se daba
cuenta de que Otake-san no le entenda, y esto le confundi,
suponiendo, como supona, que la experiencia mstica era algo
corriente.
Otake-san se acomod en su asiento y cogi otra de las pastillas
de menta que habitualmente chupaba para aliviar los dolores de su
estmago como resultado de los aos de rgido control bajo las
presiones del juego profesional.
-Ahora explcame lo que quieres decir, cuando te refieres a que
estabas descansando.
-Supongo que descansando no es la palabra correcta para
explicarlo, maestro. No s cul ser la palabra. Nunca he odo a nadie
que lo haya mencionado. Pero usted debe conocer la sensacin a
queme refiero. Partir sin salir. El... sabe... dejarse llevar dentro de
todas las cosas y... eh... la comprensin de todas las cosas.
Nicholai se senta confuso. La experiencia era demasiado simple y
bsica para ser explicada. Era como si el maestro le pidiera que
explicase la respiracin, o el olor de las flores. Nicholai estaba seguro
de que Otake-san saba exactamente lo que l quera decir; despus
de todo, slo tena que recordar sus propios momentos de reposo.
Por qu le haca estas preguntas?
Otake-san estir el brazo y toc ligeramente el de Nicholai.
-S bien, Nikko, que te resulta muy difcil explicar esto. Y creo
que entiendo un poco lo que has experimentado, no porque yo
tambin sea capaz de experimentarlo, sino porque he ledo sobre ello,
pues esto ha atrado siempre mi curiosidad. Se llama misticismo.
Nicholai se ech a rer.
-Misticismo! Pero, seguramente, maestro...
-Has hablado alguna vez con alguien sobre esto... como has
72
Trevanian Shibumi
dicho...? Partir sin salir?
-Bueno... no. Por qu le interesara a nadie hablar de ello?
-Ni tan siquiera a nuestro buen amigo Kishikawa-san?
-No, maestro. Nunca sali a relucir. Y no entiendo bien por qu
me est haciendo tantas preguntas. Estoy aturdido. Y empiezo a
sentirme avergonzado.
Otake-san hizo presin en el brazo de Nicholai.
-No, no. No sientas vergenza. No te asustes. Sabes, Nikko, esa
experiencia tuya... eso que t llamas reposo... no es muy
corriente. Muy pocas personas experimentan estas cosas, excepto de
un modo ligero y parcial cuando son muy jvenes. Esta experiencia
es la que los hombres santos intentan lograr por la disciplina y la
meditacin, y los hombres necios, por las drogas. A travs de todas
las edades y en todas las culturas, unos pocos afortunados han
podido alcanzar este estado de calma y unidad con la Naturaleza
(empleo estas palabras para describirlo porque son las palabras que
he ledo) sin aos de rgida disciplina. Evidentemente, para ellos es
algo muy natural, absolutamente sencillo. Semejantes afortunados
son llamados msticos. Es una etiqueta desafortunada, porque lleva
en s connotaciones de religin y de magia. De hecho, todas las
palabras usadas para describir esta experiencia son ms bien
teatrales. Lo que t llamas un descanso, otros lo llaman xtasis.
Nicholai sonri incierto ante esta palabra. Cmo poda llamarse
misticismo la cosa ms real del mundo? Cmo poda llamarse xtasis
la emocin ms sosegada que pudiera imaginarse?
-Ests sonriendo ante esa palabra, Nikko. Pero seguramente la
experiencia es agradable, no es as?
-Agradable? Nunca pens en ella de esa forma. Es... necesaria.
-Necesaria?
-Bueno, cmo sera posible vivir da tras das sin esos
momentos de reposo?
Otake-san sonri.
-Algunos de nosotros hemos de seguir luchando sin disfrutar de
tales reposos.
-Perdneme, maestro. Pero no me es posible imaginar una vida
como sa. Cul sera el objeto de vivir una vida as?
Otake-san aprob con la cabeza. Haba descubierto en sus
lecturas que los msticos solan presentar una incapacidad para
entender a las personas que carecan del don mstico. Se sinti algo
intranquilo al recordar que cuando los msticos perdan su don, y la
mayora de ellos lo perdan en uno u otro momento, experimentaban
pnico y una profunda depresin. Algunos se refugiaban en la religin
para redescubrir la experiencia por medio de las formas de
meditacin. Otros llegaban a suicidarse, incapaces de soportar una
vida sin ese transporte mstico.
-Nikko? Siempre he sentido una intensa curiosidad por el
misticismo, de modo que permteme que te haga algunas preguntas
73
Trevanian Shibumi
sobre este reposo tuyo. En mis lecturas, los msticos que hablan
sobre sus transportes utilizan siempre tantos trminos sutiles, tantas
contradicciones aparentes, tantas paradojas poticas... Es como si
quisieran intentar describir algo demasiado complicado para ser
expresado con palabras.
-O demasiado sencillo, seor.
-S. Quiz sea eso. Demasiado sencillo. -Otake-san apret su
puo contra el pecho para aliviar la presin y tom otra pastilla de
menta-. Dime. Cunto hace que tienes estas experiencias?
-Desde siempre.
-Desde que eras pequeo?
-Siempre.
-Ya entiendo. Y cunto suelen durar estas experiencias?
-Eso no tiene importancia, maestro. All no existe el tiempo.
-No existe el tiempo?
-No. Ni existe ni no existe.
Otake-san sonri y sacudi la cabeza.
-Tambin t te expresars en trminos sutiles y paradojas
poticas?
Nicholai se dio cuenta de que este enfrentamiento paralgico
transformaba en catico aquello que era infinitamente simple, pero
no supo expresarse utilizando el torpe instrumento de la palabra.
Otake-san acudi en su ayuda.
-De modo que me dices que no tienes sentido del tiempo
durante estas experiencias. Por tanto, no sabes cunto duran?
-S exactamente el tiempo que duran, seor. Cuando parto, no
me voy. Estoy en donde est mi cuerpo, as como en todas partes.
No estoy soando despierto. Algunas veces, mi reposo dura uno o
dos minutos. Otras, dura horas. Dura todo el tiempo que es
necesario.
-Y se presentan a menudo estos... reposos?
-Eso vara. Como mximo, dos o tres veces al da. Pero algunas
veces paso todo un mes sin un descanso. Cuando sucede esto, los
echo mucho de menos. Me asusta pensar que nunca ms vuelvan.
-Puedes provocar a voluntad uno de estos perodos de
descanso?
-No. Pero puedo bloquearlos. Y he de tener cuidado en no
bloquearlos cuando necesito uno.
-Y cmo puedes bloquearlos?
-Enfadndome. U odiando.
-No puedes tener esa experiencia cuando ests sintiendo odio?
-Cmo podra? El reposo es todo lo contrario del odio.
-Es amor, entonces?
-Sera amor, si fuese respecto a las personas. Pero no se trata
de personas.
-De qu se trata entonces?
-De todo. De m. Los dos somos lo mismo. Cuando estoy en
74
Trevanian Shibumi
reposo, lodo y yo... somos... no s cmo definirlo.
-Te conviertes en una unidad con todo?
-S. No, no exactamente. No me convierto en una unidad con
todo, sino que retorno a ser unidad con todo. Comprende lo que
quiero decir?
-Lo estoy intentando. Por favor, reflexiona sobre este reposo
que acabas de experimentar, mientras estbamos jugando.
Descrbeme lo que sucedi.
Nicholai levant las palmas de las manos en gesto impotente.
-Y cmo puedo hacerlo?
-Intntalo. Comienza con: estbamos jugando y usted acababa
de mover la pieza cincuenta y seis... y... Sigue.
-Era la pieza cincuenta y ocho, maestro.
-Muy bien, cincuenta y ocho entonces. Y qu sucedi?
-Bueno... la continuidad del juego era ajustada, y comenz a
transportarme al prado. Siempre comienza con alguna especie de
movimiento continuo... la corriente de un ro, a veces el viento que
mece el trigal maduro, el brillo de las hojas movidas por la brisa, las
nubes que van pasando. En cuanto a m, si la estructura de las piezas
de G transcurre clsicamente, tambin eso puede llevarme al prado.
-Al prado?
-S, se es el lugar de mi expansin. As reconozco que estoy en
reposo.
-Es un prado autntico?
-S, naturalmente.
-Un prado que algn da visitaste? Un lugar en tu memoria?
-No est en mi memoria. Nunca he estado ah mientras estoy
disminuido.
- Disminuido ?
-S, sabe... cuando estoy en mi cuerpo, pero no en reposo.
-Entonces consideras la vida normal como un estado de
disminucin.
-Considero que el tiempo que se pasa en el reposo es el normal.
El otro tiempo como ahora... provisional, y... s, disminuido.
-Cuntame sobre el prado, Nikko.
-Es triangular. Y est en declive, montaa arriba, lejos de m. La
hierba es alta. No hay animales. Nada ni nadie ha pisado esa hierba o
la ha comido. Hay flores, una brisa... tibia. Un cielo plido. Siento
siempre un gran jbilo cuando soy otra vez hierba.
-T eres la hierba?
-Uno somos l otro. Como la brisa, y la luz dorada del sol. Todos
estamos... mezclados, juntos.
-Entiendo. Entiendo. Tu descripcin de la experiencia mstica me
recuerda otras que he ledo. Y ese prado es lo que los escritores
llaman tu acceso o camino. Has pensado alguna vez en el
prado en esos trminos?
-No.
75
Trevanian Shibumi
-Bien. Y qu sucede entonces?
-Nada. Descanso. Estoy en todas partes al mismo tiempo. Y
nada tiene importancia y todo es delicioso. Y entonces... comiendo a
disminuir. Me aparto de la luz del sol y del prado y me reduzco de
nuevo de regreso a mi propio cuerpo. Y termina el descanso. -
Nicholai sonri inseguro-. Supongo que no lo describo muy bien,
maestro. No es... la clase de cosa que uno describe.
-Al contrario, lo describes muy bien, Nikko. Has evocado en m
un recuerdo que casi ya tena perdido. Una o dos veces, cuando era
nio... en verano, creo recordar... experiment breves transportes
como los que me has descrito. Una vez le que la mayora de las
personas pasan por experiencias msticas ocasionales durante la
niez, pero muy pronto las dejan atrs al ir creciendo. Y las olvidan.
Querrs responder otra pregunta? Cmo es que puedes seguir
jugando a G mientras ests en transporte... mientras ests en tu
prado?
-Bueno, estoy aqu del mismo modo que estoy all. Parto, pero
no me voy. Formo parte de esta habitacin y de aquel jardn.
-Y yo, Nikko? Formas tambin parte de m?
Nicholai neg con la cabeza.
-En mi lugar de reposo no hay animales. Yo soy la nica cosa
que puede ver. Veo por todos nosotros, por la luz del sol, por la
hierba.
-Entiendo. Y cmo puedes mover las piezas sin mirar el tablero?
Cmo puedes saber en dnde se cruzan las lneas? Cmo sabes en
dnde coloqu yo mi ltima pieza?
Nicholai se encogi de hombros. Era demasiado evidente para ser
explicado.
-Yo soy parte de todo, maestro. Yo comparto... no... yo floto con
todo. El 3T ban' las piezas. El tablero y yo estamos uno entre otro.
Cmo podra ignorar las jugadas?
-Por consiguiente, ves desde dentro del tablero?
-Dentro y fuera son la misma cosa. Pero tampoco ver es
exactamente correcto. Si uno est en todas partes, no tiene por qu
ver. -Nicholai movi la cabeza-. No puedo explicarlo.
Otake-san presion ligeramente el brazo de Nikko, y despus
retir su mano.
-No voy a hacerte ms preguntas. He de confesar que siento
envidia de esa paz mstica que t encuentras. Y ms que nada,
envidio ese don tuyo de creer tan natural ese estado, sin la
concentracin y el ejercicio que hasta los hombres santos han de
ejercitar cuando desean esa unidad. Pero, aunque te envidie, siento
tambin temor por ti. Si el xtasis mstico se ha convertido, como
sospecho, en parte natural y necesaria de tu vida interior, en ese
caso, qu sera de ti si tal don desapareciera, si estas experiencias
te fuesen negadas?
-No puedo imaginar que eso suceda alguna vez, maestro.
76
Trevanian Shibumi
-Lo s. Pero mis lecturas me han revelado que estos dones
pueden desvanecerse; los caminos hacia una paz interior pueden
perderse. Puede suceder algo que te llene constantemente de un odio
o un temor continuos, y en tal caso, habra desaparecido.
Imaginar la prdida de la actividad psquica ms importante y
ms natural de su vida, turb a Nicholai. Presa del pnico
momentneamente, se dio cuenta de que el miedo de perderlo ya
podra ser un temor suficiente para causar precisamente su prdida.
Quiso alejarse de esta conversacin, de esas nuevas e increbles
dudas. Baj la mirada al 3T ban' reflexionando sobre su reaccin
ante la amenaza de la prdida.
-Qu haras entonces, Nikko? -repiti Otake-san, tras un
momento de silencio.
Nicholai alz sus verdes ojos del tablero, su mirada tranquila y sin
expresin.
-Si alguien me robara mis momentos de reposo, le matara.
Pronunci estas palabras con una calma fatalstica que revel a
Otake-san que no se trataba de ira. Era, sencillamente, la verdad. Y
fue esa seguridad tranquila de la declaracin lo que ms preocup a
Otake-san.
-Pero, Nikko. Supongamos que no fuese un hombre el que te
quitara este don. Supongamos que fuese una situacin, un
acontecimiento, una condicin de la vida. Qu haras entonces?
-Procurara destruirla, fuera lo que fuese. La castigara.
-Y con eso conseguiras el retorno del camino a tu reposo?
-No lo s, maestro. Pero sera la venganza mnima que podra
aplicar a una prdida tan grande.
Otake-san suspir, en parte lamentando la especial vulnerabilidad
de Nikko, y en parte por compasin hacia el agente, cualquiera que
fuese, causante de la prdida de su don. No albergaba duda alguna
de que el joven hara lo que haba dicho. La personalidad de un
hombre no poda revelarse mejor en ninguna ocasin como en el
juego de G, cuando su estilo era interpretado por una persona con
suficiente experiencia e inteligencia. Y el juego de Nicholai, aunque
brillante y audaz, presentaba la mancilla esttica de la frigidez y una
concentracin voluntaria casi inhumana. Por su interpretacin del
estilo de juego de Nicholai, Otake-san saba que su mejor alumno
podra lograr la grandeza, podra convertirse en la primera persona
no japonesa que se elevara hasta los dans ms altos; pero saba
tambin que el muchacho nunca conocera la paz o la felicidad del
juego menor de la vida. Era una bendita compensacin que Nikko
poseyera el don de retirarse en un transporte mstico. Pero era un
don de corazn envenenado.
Otake-san suspir de nuevo y observ la posicin de las piezas.
La partida ya haba transcurrido en su tercera parte.
-Te importa, Nikko, si no la terminamos? Mi viejo estmago
machacn est molestndome. Y el desarrollo ya est
77
Trevanian Shibumi
suficientemente dentro de un clasicismo cuyas semillas han enraizado
ya para marcar el resultado. No creo que ninguno de nosotros
cometamos un grave error. No opinas como yo?
-S, seor. -Nicholai se sinti aliviado de alejarse del tablero, y
de retirarse de aquella pequea habitacin en donde por primera vez
haba sabido que sus retiros msticos eran vulnerables... que algo
podra suceder exponindole a perder una parte esencia! de su vida
-. De todos modos, maestro, creo que usted habra ganado por seis
o siete piezas.
Otake-san ech una nueva ojeada al tablero.
-Tantas? Yo hubiera dicho nicamente cinco o seis. -Sonri a
Nikko. Era una broma particular entre ellos.
De hecho, Otake-san hubiera ganado al menos por doce piezas, y
los dos lo saban muy bien.
Pasaron los aos, y las estaciones se sucedan suavemente en la
casa de Otake-san en donde los papeles tradicionales, las lealtades,
el trabajo duro y el estudio se equilibraban con el juego, las diabluras
y el afecto, ste ltimo no menos sincero por ser grandemente tcito.
Hasta en su pequeo pueblo montas, en donde las cuerdas
dominantes de la vida vibraban al unsono del ciclo de las cosechas,
la guerra constitua una constante msica de fondo. Los jvenes que
todos conocan abandonaron el pueblo para unirse al Ejrcito, y
algunos nunca regresaron. La austeridad y el trabajo se hicieron de
rigor. Se produjo una gran excitacin cuando lleg la noticia del
ataque a Pearl Harbor, el 8 de diciembre de 1941; los hombres ms
entendidos estaban de acuerdo en que la guerra no durara ms de
un ao. Voces entusiastas anunciaban una victoria tras otra por la
radio, mientras el Ejrcito barra el imperialismo europeo del Pacfico.
A pesar de ello, algunos campesinos refunfuaban en privado
cuando se les exigan cuotas de produccin casi imposibles y
sufrieron las presiones del descenso de los artculos de consumo.
Otake-san dedic ms tiempo a la escritura de comentarios a medida
que los torneos de G se restringan, como un gesto patritico dentro
de la austeridad general. En ocasiones, la guerra tocaba ms
directamente la casa de Otake-san. Un atardecer de invierno, el hijo
mediano de la familia Otake volvi a casa de regreso de la escuela
derrotado y avergonzado porque sus compaeros de clase le haban
ridiculizado llamndole %owa=mushi' gusano dbil, porque llevaba
mitones para proteger sus manos sensibles durante los duros
ejercicios de gimnasia de la tarde, mientras que los dems
muchachos los realizaban en el patio cubierto de nieve, desnudos
hasta la cintura, para demostrar fortaleza fsica y espritu de
samurai/(
Y, de vez en cuando, Nicholai oy hablar de l como de un
extranjero, un #ai $in' un pelirrojo, con acento de desconfianza que
reflejaba la xenofobia practicada por agresivos maestros de escuela.
Pero, en realidad, no sufri por su condicin de extranjero. El general
78
Trevanian Shibumi
Kishikawa tuvo cuidado en que sus documentos de identidad
sealaran a su madre como rusa (una neutral) y a su padre como a
un alemn (aliado). Adems, Nicholai estaba protegido por el gran
respeto que en el pueblo se senta por Otake-san, el famoso jugador
de G que honraba al pueblo al escogerlo como su lugar de
residencia.
Cuando el juego de Nicholai mejor alcanzando cierto nivel y se le
permiti jugar partidos preliminares y acompaar a Otake-san, en
calidad de discpulo, cuando ste participaba en campeonatos en
lugares de recreo apartados, donde los jugadores podan retirarse
de las distracciones del mundo, tuvo oportunidad para observar
directamente el espritu con que el Japn fue a la guerra. En las
estaciones del ferrocarril se despeda afectuosa y ruidosamente a los
reclutas, con grandes estandartes que decan:
FELICIDADES EN TU INCORPORACIN A LOS COLORES, y
ROGAMOS POR UNA DURADERA FORTUNA MILITAR.
Oy hablar de un muchacho de un pueblo vecino, que, declarado
intil en el reconocimiento mdico, rog que le aceptaran como
fuese, antes que tener que afrontar el indecible ha$i de no ser
merecedor de prestar servicio en filas. Sus ruegos fueron ignorados y
se le devolvi a casa en tren. Permaneci de pie, mirando por la
ventanilla, murmurando una y otra vez: .:a$i desu' ha$i desu(/ Dos
das despus se encontr su cadver entre los rales. Haba decidido
no afrontar la desgracia de regresar junto a sus parientes y amigos
que le haban despedido con tanto jbilo y celebracin.
Para la gente del Japn, igual que para la gente de sus enemigos,
se trataba de una guerra justa a la que se haban visto forzados.
Haba cierto orgullo desesperado en saber que el diminuto Japn, sin
contar casi con otros recursos naturales sino el espritu de su pueblo,
afrontaba solo las hordas de los chinos y el gran podero industrial de
Norteamrica, Inglaterra y Australia, y tambin de todas las naciones
europeas, excepto cuatro. Y todas las personas conscientes saban
que, cuando Japn se hubiese debilitado por las abrumadoras
circunstancias que le eran adversas, caera sobre el pas la masa
aplastante de la Unin Sovitica.
Pero al principio slo hubo victorias. Cuando en el pueblo se supo
que Tokio haba sido bombardeado por Doolittle, la noticia fue
recibida con asombro e indignacin. Asombro, porque se les haba
asegurado que el Japn era invulnerable. Indignacin, porque aunque
el efecto del bombardeo fue ligero, los bombarderos norteamericanos
haban esparcido sus bombas incendiarias al azar, destruyendo casas
y escuelas y sin tocar, por un irnico destino, ni una sola fbrica o
instalacin militar. Cuando Nicholai oy hablar de los bombarderos
norteamericanos, record los aviones Northrop que haban
bombardeado el bloque de apartamentos The Sincere de Shanghai.
Vea claramente en su imaginacin la muchacha japonesa, como una
mueca, con su vestido de seda verde, y el pequeo cuello rgido
79
Trevanian Shibumi
alrededor de su nuca de porcelana, el rostro plido bajo los polvos de
arroz mientras buscaba su mano.
Aunque la guerra afectaba a todos los aspectos de la vida, no fue
el tema dominante durante los aos formativos de Nicholai. Haba
tres cosas que eran ms importantes para l: mejorar regularmente
su juego; sus retornos ricos y vivificantes al estado de calma mstica
cuando su vigor fsico enflaqueca, y, a los diecisiete aos, su primer
amor.
Mariko era una de las discpulas de Otake-san, una muchachita
tmida y delicada, solamente un ao mayor que Nikko, que careca de
la dureza mental necesaria para convertirse en una gran jugadora.
pero cuyo juego era complicado y refinado. Ella y Nicholai jugaron
muchas partidas de prctica juntos, especialmente prcticas de
abertura y medio juego. La timidez de ella y la reserva de l les haca
sentirse a gusto, y con frecuencia, en los atardeceres, permanecan
sentados en el pequeo jardn, hablando un poco y compartiendo
largos silencios.
A veces iban al pueblo juntos para hacer algn recado, y cuando
sus brazos se rozaban por accidente, la conversacin cesaba,
quedando un embarazoso silencio. Pero, en cierta ocasin, con un
atrevimiento que contradeca la media hora de lucha consigo mismo
que haba precedido aquel gesto, Nicholai estir el brazo por encima
del tablero y cogi la mano de Mariko. Tragando con dificultad, y
concentrando desesperadamente su atencin en el tablero, Mariko le
devolvi la presin de los dedos sin alzar la mirada hasta Nicholai, y
durante el resto de la maana estuvieron jugando una partida
desigual y desorganizada, mientras permanecan cogidos de la mano,
la palma de ella hmeda por el miedo de ser descubiertos, y la de l
temblando, fatigada por la forzada posicin de su brazo, pero no
poda aflojar la fuerza de su puo, y mucho menos soltarle la mano,
por temor de que este gesto significara un rechazo.
Ambos se sintieron aliviados al liberarse cuando les llamaron para
la comida de medioda, pero el hormigueo del pecado y el amor bull
en su sangre durante todo el da. Al da siguiente intercambiaron un
ligero beso.
Una noche de primavera, Nicholai, a punto de cumplir los
dieciocho aos, se atrevi a visitar a Mariko en su pequeo
dormitorio. En una casa en donde vivan tantas personas, en tan poco
espacio, un encuentro nocturno significaba una aventura de
movimientos cautelosos, suaves murmullos y respiraciones
contenidas en la garganta, mientras los corazones latan el uno
contra el pecho del otro al ms ligero ruido real o imaginario.
Su acto de amor fue torpe, experimental, infinitamente gentil.
Aunque Nicholai intercambiaba cartas mensualmente con el
general Kishikawa, slo dos veces, durante los cinco aos de su
aprendizaje, pudo el general liberarse de sus deberes administrativos
para disfrutar de un corto permiso.
80
Trevanian Shibumi
El primero de estos permisos solamente dur un da, pues el
general pas la mayor parte de l en Tokio, junto a su hija, viuda
reciente de un oficial de Marina que se hundi con su barco durante
la victoria del mar del Coral, dejndola embarazada de su primer hijo.
Tras compartir su duelo y disponer lo necesario para su seguridad, el
general se detuvo en el pueblo para visitar a la familia Otake y llevar
a Nicholai un regalo: dos cajas de libros escogidos en libreras
requisadas, que le ofreci con la recomendacin de que el muchacho
no deba permitir que se le atrofiara su don para las lenguas. Los
libros estaban escritos en ruso, ingls, alemn, francs y chino. Estos
ltimos no eran tiles para Nicholai, porque, aunque posea un
conocimiento fluido del chino coloquial en las calles de Shanghai, no
haba aprendido nunca a leerlo. La limitacin del general en la lengua
francesa qued demostrada por el hecho de que las cajas incluan
cuatro ejemplares de !es 8iserables' en cuatro lenguas distintas, y
quizs haba un quinto ejemplar en chino, cosa que Nicholai no poda
asegurar.
Aquella noche, el general cen con Otake, y ambos evitaron
cualquier alusin a la guerra. Cuando Otake-san elogi el trabajo y
los progresos de Nicholai, el general asumi el papel del padre
japons, pasando por alto los dones de su protegido y asegurando
que Otake demostraba una gran bondad al encargarse de un alumno
tan perezoso e inepto.
Pero no pudo ocultar el orgullo que brillaba en sus ojos.
La visita del general coincidi con $usan%a' el festival Moon-
Viewing de otoo, cuando las ofrendas de flores y plantas otoales se
colocaban en un altar en el jardn, sobre el que caeran los rayos de
la luna. En tiempos normales, entre las ofrendas hubieran figurado
frutas y alimentos, pero, con la escasez impuesta por la guerra,
Otake-san acomodaba su tradicionalismo con el sentido comn. Igual
que sus vecinos, hubiera podido ofrecer alimentos, volvindolos al da
siguiente a la mesa familiar, pero tal cosa era inconcebible en l.
Despus de la cena, Nicholai y el general se sentaron en el jardn,
contemplando la luna creciente que se enredaba en las ramas de un
rbol.
-Y bien, Nikko? Dime. Has conseguido el objetivo de shibumi'
tal como me dijiste en cierta ocasin? -En su voz haba un tono
ligero de burla.
Nicholai baj los ojos.
-Yo era descarado, seor. Era joven.
-Ms joven, s. Supongo que tu objetivo encuentra considerables
obstculos en la carne y la juventud. Quiz sers capaz, con el
tiempo, de adquirir el loable refinamiento de conducta y aspecto que
podra llamarse shibusa( Es discutible que alguna vez llegues a lograr
la profunda simplicidad de espritu que es el shibumi( Pero,
naturalmente, intntalo. Aunque has de estar preparado para aceptar
con gracia menos que eso. La mayora de nosotros hemos debido
81
Trevanian Shibumi
hacerlo as.
-Agradezco su consejo, seor. Pero preferira fracasar en mi
intento de convertirme en hombre de shibumi' que lograr xito fcil
en cualquier otro propsito.
El general aprob con la cabeza sonriendo para s mismo.
-S, naturalmente que lo preferiras. Haba olvidado algunas
facetas de tu carcter. Hemos estado separados demasiado tiempo.
-Durante un rato disfrutaron del jardn en silencio-. Dime, Nikko,
mantienes vivos los idiomas que hablas?
Nicholai tuvo que confesar que, despus de hojear algunos de los
libros que el general le haba trado, descubri que su alemn y su in-
gls estaban algo oxidados.
-No has de permitir que eso suceda. Especialmente, el ingls.
Cuando la guerra termine, mi posicin no me permitir ayudarte y
slo podrs confiar en tus conocimientos de ese idioma.
-Me habla usted como si la guerra estuviese perdida, seor.
Kishikawa-san permaneci callado durante un largo rato, y
Nicholai vio en su rostro, con*uso % p+lido a la lu& de la luna' los
signos de la tristeza y de la fatiga.
-ltimamente, todas las guerras estn perdidas. Por ambos
bandos, Nikko. La poca de las batallas entre guerreros profesionales
ya se ha terminado, Nikko. Ahora, las guerras son entre poderes
industriales opuestos, poblaciones opuestas. Los rusos, con su mar de
gente sin rostro, derrotarn a los alemanes. Los norteamericanos,
con sus factoras annimas, nos derrotarn a nosotros. Finalmente.
-Qu es lo que har usted cuando esto suceda, seor?
El general movi lentamente la cabeza.
-Esto no importa. Hasta el ltimo momento, cumplir con mi de-
ber. Continuar trabajando diecisis horas en problemas administra-
tivos menos importantes. Continuar representando el papel de un
patriota.
Nicholai le mir intrigado. Nunca haba odo hablar anteriormente
a Kishikawa-san de patriotismo.
El general sonri dbilmente.
-Oh, s, Nikko! Despus de todo, yo soy un patriota. No un pa-
triota en poltica, o ideologa, o bandas militares, o el hinomaru( Pero,
de todas maneras, un patriota. Un patriota de jardines como ste, de
festivales de la luna, de las sutilidades del G, del canto de las
mujeres mientras estn sembrando el arroz, de los capullos de los
cerezos en su breve floracin, de cosas japonesas. El hecho de que
sepa que no podemos ganar la guerra no tiene nada que ver con el
hecho de que yo debo continuar cumpliendo con mi deber. Entiendes
eso, Nikko?
-nicamente las palabras, seor.
El general ri suavemente entre dientes.
-Quizs eso es todo lo que hay. Vete a la cama ahora, Nikko.
Djame aqu sentado solo durante algn tiempo. Me ir antes de que
82
Trevanian Shibumi
t te levantes por la maana, pero me ha complacido mucho estar
este breve rato contigo.
Nicholai inclin la cabeza y se levant. Mucho despus de haberse
marchado, el general continuaba all sentado, contemplando quieta-
mente el jardn iluminado por la luna.
Mucho despus, Nicholai supo que el general Kishikawa haba
intentado que Otake-san aceptara dinero por la manutencin y
entrenamiento de su pupilo, pero aqul haba renunciado diciendo
que, si Nicholai era un alumno tan inmerecedor como el general haba
dicho, no sera muy tico por su parte aceptar dinero por su
enseanza. El general sonri a su viejo amigo e inclin la cabeza.
Estaba obligado a tener que aceptar su bondad.
La marea de la guerra se volvi contra los japoneses que haban
jugado a una sola carta todas sus limitadas fuerzas de produccin,
confiando en una lucha corta que terminara en una paz favorable. En
todas partes se vea el testimonio de la derrota incipiente: en el fana-
tismo histrico de las emisiones de radio del Gobierno para infundir
moral, en los informes de los refugiados referentes a unos bombar-
deos alfombra devastadores, y en la creciente escasez de los
artculos de consumo ms corrientes.
Incluso en su pueblo agricultor, la comida escaseaba despus que
los granjeros haban entregado sus cuotas de produccin; y a
menudo, la familia Otake subsisti con &osui' unas gachas de
zanahorias y nabos cortados y hervidos con arroz, comestibles
nicamente gracias al sentido del humor burln de Otake-san. Otake-
san coma con muchos gestos y ruidos placenteros, haciendo girar los
ojos y dndose golpeci tos en el estmago, de tal modo que sus hijos
y sus alumnos rean y se olvidaban del sabor dulzn y gredoso de la
comida que tenan en la boca. Al principio, se ayud compasivamente
a los refugiados de las ciudades; pero a medida que pasaba el
tiempo, estas bocas adicionales que alimentar se convirtieron en una
carga; se hablaba de los refugiados utilizando el trmino ligeramente
despectivo de sokai$in; y los campesinos murmuraban entre s contra
aquellos haraganes urbanos que eran suficientemente ricos o
importantes para poder escapar de los horrores de la ciudad, pero no
eran capaces de trabajar para mantenerse ellos mismos.
Otake-san se haba permitido un lujo, su pequeo jardn
modlico. Avanzada la guerra, arranc las plantas para convertirlo en
huerto. Pero, tpico de su modo de ser, arregl los nabos, los rbanos
y las zanahorias mezclados en sus campos, de manera que resultaran
gratos a la vista.
-Confieso que resultan ms difciles de cuidar y arrancar los hier-
bajos. Pero si nos olvidamos de la belleza en nuestra lucha desespe-
rada por la vida, entonces el brbaro ya nos habr ganado.
A veces, las noticias oficiales de la radio se vean forzadas a
admitir la prdida ocasional de una batalla o de una isla, porque, de
no hacerlo, a la vista de la contradiccin del retorno de los soldados
83
Trevanian Shibumi
heridos les hubiera costado la ltima imagen de credibilidad. Cada
vez que se anunciaba una de tales derrotas (siempre con una
explicacin de una retirada tctica, o reorganizacin de las lneas de
defensa, o reduccin intencionada de lneas de suministro), la
emisin se terminaba radiando la vieja y querida cancin -mi
Wukaba' cuyas dulces notas otoales llegaron a identificarse con esta
poca de oscuridad y prdida.
Ahora, Otake-san viajaba muy raramente para atender torneos de
G, pues el transporte se dedicaba a las necesidades militares e
industriales. Pero nunca cesaron por completo las partidas del juego
nacional y los peridicos seguan informando sobre las partidas
importantes, pues se daban cuenta de que ste era uno de los
refinamientos tradicionales de la cultura por la que estaban luchando.
En las ocasiones en que acompa a su maestro en estos torneos
poco frecuentes, Nicholai contempl los efectos de la guerra.
Ciudades derruidas; gentes sin casa. Pero los bombardeos no haban
quebrantado el espritu del pueblo. Es una ficcin irnica que un
bombardeo estratgico puede quebrantar el deseo de lucha de una
nacin. En Alemania, Inglaterra y Japn, el efecto de los bombardeos
estratgicos fue proporcionar a la gente una causa comn, endurecer
su voluntad para resistir en la encrucijada de dificultades
compartidas.
En cierta ocasin en que el tren en que viajaba permaneci dete-
nido durante horas en una estacin a causa de los daos en las vas
frreas, Nicholai camin lentamente arriba y abajo del andn. A todo
lo largo de la fachada de la estacin haba hileras de camillas en las
que yacan soldados heridos de camino a los hospitales. Algunos
tenan color grisceo por el dolor y estaban rgidos en sus esfuerzos
para soportarlo, pero ninguno de ellos gritaba; no se oa ni un simple
gemido. Los viejos y los nios iban de una camilla a otra, con
lgrimas compasivas en los ojos, inclinando la cabeza ante cada
soldado herido y murmurando:
-Gracias. Gracias. 3okuro sama( 3okuro sama(
Una mujer anciana encorvada se acerc a Nicholai y mir
fijamente su rostro occidental con sus singulares ojos verde botella.
En la expresin de la mujer no haba odio, nicamente una mezcla de
desilusin y asombro. Sacudi con tristeza la cabeza y se volvi para
alejarse.
Nicholai encontr un rincn tranquilo al extremo del andn en
donde se sent a contemplar una nube hinchada. Se relaj
concentrndose en su lento giro interior y al cabo de pocos minutos
encontr escape en un breve transporte mstico, en cuyo estado era
invulnerable a la escena de su alrededor y a su culpabilidad racial.
La segunda visita del general tuvo lugar bastante avanzada la
guerra. Lleg sin anunciarse una tarde de primavera, y despus de
una conversacin privada con Otake-san, invit a Nicholai para hacer
un viaje con l y ver los cerezos en flor junto al ro Kajikawa cerca de
84
Trevanian Shibumi
Niigata. Antes de adentrarse en las montaas, el tren les llev al
Norte, cruzando la franja industrializada entre Yokohama y Tokio, por
donde avanzaba vacilante una va debilitada por los bombardeos y el
uso excesivo, pasando por milla tras milla de ruina y destruccin
causadas por el bombardeo indiscriminado que haba arrasado casas
y fbricas, escuelas y templos, tiendas, teatros y hospitales. Nada
haba en pie ms arriba de la altura del pecho de un hombre, excepto
el ocasional tubo mellado de una chimenea rota.
El tren fue desviado alrededor de Tokio, por los esparcidos subur-
bios. En todas partes quedaba el testimonio del gran ataque areo del
9 de marzo, durante el cual ms de trescientos B-29 lanzaron una
cobertura de bombas incendiarias sobre la parte residencial de Tokio.
Cuarenta kilmetros cuadrados de la ciudad se convirtieron en un in-
fierno, alcanzando temperaturas superiores a los 980 C, derritiendo
las tejas de los tejados y curvando el pavimento. Muros de llamas
saltaban de una casa a otra, por encima de los canales y los ros,
rodeando grupos de paisanos aterrorizados que corran de un lado a
otro por las zonas seguras continuamente decrecientes, buscando sin
esperanza una brecha en el slido anillo de fuego. Los rboles de los
parques siseaban y echaban vapor antes de incendiarse con un gran
ruido que estallaba en una inmensa llamarada desde el tronco hasta
la copa en un instante. Las multitudes vadearon las orillas de los
canales para evitar el terrible calor; pero fueron empujadas ms all,
hasta que el agua les cubra la cabeza, por otras multitudes
vociferantes que presionaban desde las orillas. Las mujeres que se
ahogaban ya no podan sujetar a sus hijos mantenidos en alto hasta
el ltimo momento.
El vrtice de las llamas aspir el aire en su base, creando una
tempestad de fuego de fuerza huracanada que rugi hacia dentro
para alimentar la conflagracin. Los vientos de ese horno alto fueron
tan potentes, que los aviones norteamericanos que volaban por
encima para tomar fotografas de propaganda fueron lanzados
millares de metros hacia arriba.
Muchos de los que murieron aquella noche fue por sofocacin. Los
fuegos voraces literalmente arrancaron la respiracin de sus pul-
mones.
Al no disponer ya de aviones de proteccin eficaces, los japoneses
no pudieron defenderse de las continuas oleadas de bombarderos que
lanzaban su fuego gelatinoso sobre la ciudad. Los bomberos lloraban
con frustracin y vergenza mientras arrastraban las intiles
mangueras hacia los muros de llamas. Las caeras principales haban
reventado y la humeante agua slo se escurra gota a gota.
Cuando lleg la aurora, la ciudad arda en rescoldos, y en cada
montn de ruinas pequeas lenguas de fuego laman a su alrededor
buscando fragmentos combustibles. En todas partes haba muertos.
Ciento treinta mil. Los cuerpos cocidos de los nios estaban amonto-
nados como lea en los patios de las escuelas. Parejas de ancianos
85
Trevanian Shibumi
moran uno en brazos del otro, uniendo sus cuerpos en un abrazo
final. Los canales estaban rebosantes de muertos, balancendose en
el agua tibia todava.
Grupos silenciosos de supervivientes iban de una pila a otra de
cuerpos calcinados en busca de sus parientes. Al fondo de cada pila
se encontraron monedas que haban sido calentadas hasta el rojo
blanco abrindose camino quemando a travs de los cuerpos. Se
descubri a una joven sin carne con un quimono, al parecer intacto
por las llamas, pero cuando se toc el tejido se convirti en cenizas.
Aos despus, la conciencia occidental se sentira avergonzada
por lo que haba sucedido en Hamburgo y Dresde, en donde las
vctimas fueron caucasianas. Pero, despus del bombardeo del 9 de
marzo, de Tokio, la revista Time describi el acontecimiento como
un sueo hecho realidad, un experimento que demostr que
adecuadamente avivadas, las ciudades japonesas ardern como
hojas de otoo.
Y todava no haba llegado Hiroshima.
Durante todo el viaje, el general Kishikawa se mantuvo rgido y
silencioso, respirando tan suavemente que no poda verse ningn
movimiento debajo del arrugado traje de civil que vesta. Incluso
despus de haber dejado atrs el horror del rea residencial de Tokio,
y estar el tren ascendiendo por la belleza incomparable de las
montaas y los valles altos, Kishikawa no habl. Para romper el
silencio, Nicholai pregunt cortsmente por la hija y el nieto del
general que residan en Tokio. Al pronunciar la ltima palabra, se dio
cuenta de lo que deba de haber sucedido. Por qu otra causa podan
haberle concedido permiso al general durante los ltimos meses de la
guerra?
Al hablar, los ojos de Kishikawa-san eran bondadosos, pero
heridos y vacos.
-Los he buscado, Nikko. Pero el distrito en donde vivan fue... ya
no existe. He decidido despedirles entre las flores de los cerezos de
Kajikawa, adonde una vez traje a mi hija cuando era todava una nia
y adonde siempre haba pensado que traera a mi... nieto. Me
ayudars a despedirme de ellos, Nikko?
Nicholai se aclar la garganta.
-Cmo podr ayudarle, seor?
-Caminando conmigo entre los cerezos. Permitindome que te
hable cuando ya no me sea posible soportar el silencio. T casi eres
mi hijo, y t... -El general trag saliva varias veces seguidas y baj
los ojos.
Media hora despus, el general se frot las cuencas de los ojos
con los dedos y aspir. Mir entonces al otro lado, a Nicholai.
-Bueno! Cuntame de tu vida, Nikko. Ests desarrollando bien
tu juego? Tienes todava el shibumi como objetivo? Cmo se las
arreglan los Otake para salir adelante?
Nicholai atac el silencio con un torrente de trivialidades que pro-
86
Trevanian Shibumi
tegieron al coronel del silencio fro en su corazn.
Durante tres das permanecieron en un viejo hotel de Niigata, y
cada maana se iban a las orillas del Kajikawa y caminaban lenta-
mente entre las hileras de cerezos en plena floracin. Vistos a
distancia, los rboles parecan nubes de vapor teidas de rosado. El
camino y la carretera estaban cubiertos por una capa de hojas de flor
que flotaban cayendo por todas partes, muriendo en su momento de
mayor belleza. Kishikawa-san encontr consuelo en el simbolismo.
Mientras caminaban, hablaban poco y muy bajo. Su comunicacin
consista en fragmentos de pensamiento fluido concretado en
palabras simples o frases interrumpidas, pero perfectamente
comprendidas. Algunas veces se sentaban en las altas riberas del ro
y contemplaban el correr del agua hasta que pareca que la corriente
se haba quedado quieta, y ellos estaban flotando ro arriba. El
general vesta quimonos en tonos marrones y rojizos, y Nicholai, el
uniforme azul marino del estudiante, con su cuellecito rgido y una
gorra con visera que cubra su cabello claro. Se parecan tanto al
tpico padre e hijo, que cuantos pasaban por su lado quedaban
sorprendidos al observar el extraordinario color de los ojos del joven.
En su ltimo da, permanecieron entre los cerezos ms tiempo de
lo que acostumbraban, caminando despacio por la ancha avenida
hasta el atardecer. A medida que la luz del da se desvaneca en el
cielo, del suelo pareca alzarse un resplandor sobrenatural que
iluminaba los rboles por debajo, acentuando la cada de los ptalos
rosados. El general habl en tono suave, tanto para l como para
Nicholai:
-Hemos sido afortunados, al poder gozar de los tres das mejores
de la floracin de los cerezos. El da de la promesa, cuando todava
no son perfectas. El da perfecto del encanto. Y hoy, ya ha pasado su
mejor momento. De modo que ste es el da del recuerdo. El da ms
triste de los tres... pero el ms rico. Hay una especie de,
consuelo...?, no... quiz conformidad, en todo eso. Y una vez ms
me asombran los vistosos trucos mgicos del tiempo. Ya tengo
sesenta y seis aos, Nikko. Visto desde tu posicin ventajosa, de cara
al futuro, sesenta y seis aos es mucho tiempo. Es toda la
experiencia de tu vida multiplicada por tres. Pero, visto desde mi
posicin ventajosa, encarado hacia el pasado, estos sesenta y seis
aos son la cada vacilante de un ptalo de flor de cerezo. Siento que
mi vida fue un cuadro diseado en cuatro trazos, pero nunca
completado... por falta de tiempo. Tiempo. Fue slo ayer, y hace ya
ms de cincuenta aos, cuando estuve caminando junto a este ro
con mi padre. Por aquel entonces no haba riberas; no haba cerezos,
Fue solamente ayer... pero en otro siglo. Nuestra victoria sobre la
marina rusa estaba todava a una distancia de diez aos en el futuro.
Nuestra lucha al lado de los aliados en la Gran Guerra quedaba
todava a ms de veinte aos de distancia. Puedo ver todava el
rostro de mi padre. (Y en mi memoria siempre estoy mirndole.)
87
Trevanian Shibumi
Puedo recordar todava el tamao y la fortaleza de su mano entre mis
dedos pequeos. Todava siento en mi pecho... como si los nervios
tuviesen recuerdos independientes... la profunda melancola que sent
entonces ante mi incapacidad para decir a mi padre cunto le amaba.
Nosotros no tenemos la costumbre de comunicarnos en trminos tan
abiertos y mundanos. Veo todava las lneas del perfil severo, pero
delicado, de mi padre. Cincuenta aos. Pero todas las cosas
insignificantes, actividades, las cosas sumamente importantes y
ahora olvidadas que llenaron el tiempo intermedio se desvanecen de
mi memoria. Pens muchas veces cunto senta por mi padre por no
haberle podido decir nunca cunto le amaba. Pero era por m mismo
por quien senta pena. Necesitaba ms decrselo que l necesitaba
orlo.
Se debilitaba la luz en la tierra, y el cielo estaba tornndose pr-
pura, excepto por el Oeste, donde los vientres de las tempestuosas
nubes tenan tonos malva y salmn.
-Y recuerdo otro ayer cuando mi hija era una nia pequea.
Caminbamos por aqu mismo. En este momento, los nervios de mi
mano recuerdan la sensacin de sus deditos rollizos agarrados a un
dedo mo. Estos rboles maduros eran entonces arbolillos recin
plantados, unos troncos larguiruchos sujetos a unos palos de soporte
con tiras de tela blanca. Quin poda haber sospechado que esas
ramas adolescentes, torpes, pudieran llegar a viejas y adquirir la
sabidura de consolar sin presumir de dar consejo? Me pregunto... me
pregunto si los norteamericanos harn cortar todos stos porque no
parecen producir frutos. Es muy probable. Y probablemente con la
mejor de las intenciones.
Nicholai se senta un poco turbado. Kishikawa-san nunca le haba
hablado en estos trminos de franqueza. Su relacin siempre se
haba caracterizado por una reticencia comprensiva.
-Cuando te visit por ltima vez, Nikko, te recomend que con-
servaras vivo tu don de lenguas. Lo has hecho?
-S, seor. No tengo oportunidad de hablar ms que el japons,
pero he ledo todos los libros que me trajo usted, y algunas veces me
hablo a m mismo en las diversas lenguas.
-Especialmente en ingls, espero.
Nicholai mir el agua.
-Con menos frecuencia en ingls.
Kishikawa-san movi la cabeza para s mismo.
-Acaso porque es el idioma de los norteamericanos?
-S.
-Has conocido a algn norteamericano?
-No, seor.
-Pero, a pesar de ello, los odias?
-No es difcil odiar a los mestizos brbaros. No tengo que cono-
cerles individualmente para odiarles como raza.
-Ah, pero, mira Nikko, los norteamericanos no son una raza.
88
Trevanian Shibumi
Eso, de hecho, constituye su falla principal. Son, segn t has dicho,
mestizos.
Nicholai alz la cabeza sorprendido. Estaba el general
defendiendo a los norteamericanos? Slo haca tres das que haban
pasado por Tokio y visto los efectos del mayor bombardeo de la
guerra, un bombardeo especficamente dirigido contra las zonas
residenciales y los civiles. La propia hija de Kishikawa-san... su
pequeo nieto todava...
-Yo he conocido norteamericanos, Nikko. Estuve durante algn
tiempo como agregado militar en Washington. No te lo haba
contado?
-No, seor.
-Bueno, no fui un diplomtico muy eficiente. Hay que desarrollar
cierta oblicuidad de conciencia, y una actitud elstica con respecto a
la verdad, para ser eficiente en la diplomacia. Yo careca de esos
dones. Pero llegu a conocer a los norteamericanos y a apreciarles,
con sus virtudes y sus defectos. Son hbiles comerciantes, y sienten
un gran respeto por los logros fiscales. Estas virtudes te pueden
parecer vanas y superficiales, pero concuerdan con las estructuras del
mundo industrial. Llamas brbaros a los norteamericanos, y,
naturalmente, tienes razn. Esto lo s yo mucho mejor que t. S
que han torturado y mutilado sexualmente a los prisioneros. S que
han hecho arder hombres con sus lanzallamas slo para comprobar
hasta dnde podan correr antes de caer. S, brbaros. Pero, Nikko,
nuestros propios soldados han hecho cosas parecidas, cosas horribles
y crueles, que van ms all de la descripcin. La guerra, el odio y el
miedo han convertido en bestias a nuestros propios compatriotas. Y
nosotros no somos brbaros; nuestra moralidad debiera haberse
fortalecido por los mil aos de civilizacin y cultura. En cierta manera,
el propio barbarismo de los norteamericanos es su excusa... no, esas
cosas no tienen excusa. Su explicacin. Cmo podemos condenar la
brutalidad de los norteamericanos cuya cultura es un engrudo claro y
un patchwork aunados en un puado de dcadas, mientras que
nosotros mismos somos unas bestias feroces, sin compasin ni
humanidad, a pesar de nuestro millar de aos de cultura y tradicin
puras? Despus de todo, Norteamrica fue poblada por los
desahuciados y aventureros de Europa. Si reconocemos esto,
debemos juzgarles inocentes. Tan inocentes como la vbora, tan
inocentes como el chacal. Peligrosos y traidores, pero no pecadores.
Has hablado de ellos como de una raza despreciable. Ellos no son una
raza. No son ni tan siquiera una cultura. Son el guisado cultural de
los restos y desperdicios del banquete europeo. Cuanto ms, son una
tecnologa amanerada. En lugar de tica, poseen normas. El tamao
es para ellos lo que es para nosotros la cualidad. Lo que para
nosotros es honor y deshonor, para ellos es ganancia o prdida. No
has de pensar en ellos ciertamente en trminos de raza; la raza no es
nada; la cultura lo es todo. T eres caucasiano, por raza; pero no lo
89
Trevanian Shibumi
eres culturalmente, y, por consiguiente, no lo eres. Cada cultura tiene
sus fuerzas y sus debilidades; no pueden ser evaluadas una con otra.
La nica crtica segura que puede hacerse es que una mezcla de
cultura siempre resulta en una mescolanza de lo peor de ambas. Lo
que es malo en un hombre o en una cultura es el animal interior,
fuerte y vicioso. Lo que es bueno en un hombre o en una cultura es el
frgil acrecentamiento artificial de la civilizacin coercitiva. Y cuando
las culturas se mezclan, los elementos bsicos y dominantes
inevitablemente prevalecen. De modo, que ya ves, cuando acusas a
los norteamericanos por su barbarie realmente los defiendes contra la
responsabilidad por su ligereza e insensibilidad. Tan slo cuando te
refieres a su mescolanza, es cuando hablas de su autntica
imperfeccin. Es imperfeccin la palabra adecuada? Despus de
todo, en el mundo del futuro, un mundo de mercaderes y mecnicos,
los impulsos bajos del mestizo son los que dominarn. El occidental
es el futuro, Nikko. Un futuro feo e impersonal de tecnologa y
automatismo, es cierto... pero el futuro a pesar de ello. T tendrs
que vivir en este futuro, hijo mo. Y no te har ningn bien rechazar a
los norteamericanos con desprecio. Has de procurar entenderles,
aunque slo sea para evitar que puedan perjudicarte.
Kishikawa-san haba estado hablando muy en tono suave, casi
para s mismo, mientras caminaban lentamente por el amplio camino
a la luz moribunda del atardecer. El monlogo tena la calidad de una
leccin, de un maestro complaciente a un alumno retrasado; y
Nicholai haba estado escuchndole con plena atencin, con la cabeza
inclinada. Al cabo de uno o dos minutos de silencio, Kishikawa-san se
ech a rer ligeramente y dio una palmada.
-Ya basta con esto! El consejo slo ayuda al que lo da y tan slo
en lo que respecta a aligerar las cargas de la conciencia. Finalmente,
tu hars lo que te dicten el destino y tu educacin, y mi consejo afec-
tar tu futuro de la misma manera que una flor de cereza cada en el
ro altera su curso. Hay algo ms de lo que realmente deseaba
hablarte y he estado evitndolo con la tctica de divagar sobre
culturas y civilizaciones y el futuro... temas tan profundos y vagos
que me han permitido ocultarme en ellos.
Siguieron paseando en silencio mientras se haca de noche y con
ella una brisa vespertina que hizo caer los ptalos como una espesa
nevada rosada que les roz las mejillas y les cubri los cabellos y los
hombros. Al final del amplio camino llegaron a un puente y se
detuvieron en su parte ms alta para contemplar abajo la espuma
ligeramente fosforescente donde el ro se arremolinaba alreredor de
las rocas. El general respir hondo dejando salir despus el aire por
sus labios apretados, mientras se fortaleca para poder decir a
Nicholai lo que deba comunicarle.
-sta es nuestra ltima charla, Nikko. He sido trasladado a Man-
churia. Esperamos el ataque de los rusos tan pronto como seamos
tan dbiles que ellos puedan participar en la guerra, y, por
90
Trevanian Shibumi
consiguiente, en la paz, sin riesgo. No es probable que los oficiales
sobrevivan a su captura por los comunistas. Muchos prefieren el
seppuku antes que enfrentarse con la ignominia de la rendicin. Yo
he decidido tambin hacer lo mismo, y no porque quiera evitar el
deshonor. Mi participacin en esta guerra bestial me ha denigrado
ms all de la capacidad de un seppuku para purificarme, como ha
sucedido, me temo, con todos los soldados. Pero, aunque no haya
santificacin en el acto, por lo menos hay... dignidad. He tomado esta
decisin durante los tres ltimos das, mientras pasebamos por
entre los cerezos. Hace una semana no me senta con libertad para
buscar el alivio de la indignidad, mientras mi hija y mi nieto fuesen
rehenes del destino. Pero ahora... las circunstancias me han liberado.
Siento abandonarte a las tempestades del azar, Nikko, ya que eres
un hijo para m. Pero... -Kishikawa-san suspir profundamente-.
Pero... no s de ningn medio para protegerte de lo que va a venir.
Un viejo soldado desacreditado y derrotado no podra protegerte. T
no eres ni japons ni europeo. Dudo que nadie pueda protegerle. Y,
como no puedo protegerte quedndome, me siento libre para partir.
Cuento con tu comprensin, Nikko? Y con tu permiso para
abandonarte?
Nicholai estuvo contemplando durante algunos momentos los
rpidos antes de encontrar las palabras adecuadas para expresar lo
que senta.
-Su gua y su afecto siempre estarn conmigo. En ese aspecto
nunca podr abandonarme.
Con los codos apoyados en la barandilla mientras contemplaba el
fantasmal resplandor de la espuma, el general movi lentamente la
cabeza.
Las ltimas semanas en la casa de Otake fueron tristes. No por
causa de los rumores de reveses y derrotas en todas partes, y
tampoco porque la escasez de alimentos y el mal tiempo combinados
se unieran para hacer del hambre un compaero constante. Sino
porque Otake del sptimo dan se estaba muriendo.
Durante aos, las tensiones del juego profesional al ms alto nivel
se haban manifestado en unos calambres en el estmago casi conti-
nuos, que el anciano controlaba con su hbito de tomar pastillas de
menta; pero el dolor se hizo cada vez ms intenso, y finalmente fue
diagnosticado como un cncer de estmago.
Cuando Nicholai y Mariko se enteraron de que Otake-san se
estaba muriendo, interrumpieron su unin romntica, sin discusin y
con la mayor naturalidad. Esa carga universal de ilgica vergenza
que marca al adolescente japons, les impidi dedicarse a una
actividad tan vital como hacer el amor mientras su maestro y amigo
estaba muriendo.
Como resultado de una de esas ironas de la vida que
continuamente nos sorprenden, aunque la experiencia afirma que la
irona es la figura oratoria ms corriente, no fue hasta despus de
91
Trevanian Shibumi
haber puesto fin a su relacin fsica, cuando los moradores de la casa
comenzaron a sospechar de ellos. Mientras haban estado ocupados
en su romance peligroso y excitante, el miedo a ser descubiertos les
hizo mostrarse muy cautos en su comportamiento pblico del uno
para con el otro. Cuando ya se liberaron de la culpabilidad de
acciones vergonzosas, comenzaron a pasar juntos ms tiempo,
paseando abiertamente por el camino o sentndose en el jardn; y
fue entonces cuando se insinuaron rumores burlones, pero
afectuosos, sobre los dos, expresados por los miembros de la familia
con miradas de reojo y cejas alzadas.
Con frecuencia, despus de partidas de prctica interrumpidas,
hablaban de lo que podra traer el futuro, cuando la guerra se hubiese
perdido y su querido maestro hubiera muerto. Cmo sera la vida
cuando ya no fuesen miembros de la casa de Otake, cuando los sol-
dados norteamericanos ocupasen la nacin? Sera verdad, segn ha-
ban odo, que el Emperador les ordenara morir en las playas en un
ltimo esfuerzo para rechazar al invasor? No sera preferible esa
muerte, despus de todo, a una vida bajo el dominio de los brbaros?
Estaban discutiendo sobre estos temas, cuando el hijo menor de
Otake-san llam a Nicholai y le dijo que el maestro quera hablar con
l. Otake-san le esperaba en su estudio particular con las seis esteras
y las puertas corredizas que daban al pequeo jardn ahora
convertido en huerto con las verduras plantadas decorativamente.
Aquel atardecer, los tonos verdes y marrones estaban envueltos en
una neblina insalubre que haba descendido de las montaas. En la
habitacin, el aire era hmedo y fresco, y el olor dulzn de las hojas
podridas quedaba compensado por el aroma deliciosamente acre de
la lea encendida. Flotaba tambin en el aire una suave fragancia de
menta, pues Otake-san segua tomando las pastillas de menta que no
haban podido controlar el cncer que estaba consumiendo su vida.
-Es usted muy bondadoso al recibirme, maestro -dijo Nicholai
tras unos instantes de silencio.
No le complaca el tono formal de sus palabras, pero no pudo
encontrar el equilibrio entre el afecto y la compasin que senta y la
solemnidad de la ocasin. Durante los ltimos tres das, Otake-san
haba tenido largas conversaciones por turno con cada uno de sus
hijos y sus alumnos; y Nicholai, su aprendiz ms prometedor, fue el
ltimo.
Otake-san indic la estera junto a la de l, en donde Nicholai se
arrodill en el ngulo adecuado con respecto al maestro, en una
posicin corts que diera visibilidad a su rostro mientras que
protegera la intimidad del anciano. Inquieto por el silencio que se
prolong durante algunos minutos, Nicholai se sinti impulsado a
llenarlo con trivialidades.
-La niebla de las montaas no es corriente en esta poca del
ao, maestro. Algunos dicen que no es sana. Pero aporta una nueva
belleza al jardn y a...
92
Trevanian Shibumi
Otake-san alz su mano y movi levemente la cabeza. No haba
tiempo para esto.
-Hablar en plan de juego amplio, Nikko, reconociendo que mis
generalizaciones se acomodarn a las pequeas exigencias y
condiciones del juego localizado.
Nicholai aprob con la cabeza y permaneci silencioso. El maestro
sola hablar en trminos de G siempre que se refera a alguna cosa
importante. Como el general Kishikawa haba dicho una vez, para
Otake-san la vida era una metfora simplista del G
-Es esto una leccin, maestro?
-No exactamente.
-Una correccin entonces?
-Quiz te lo parezca. Pero, en realidad, es una crtica. Pero no
solamente de ti. Una crtica... un anlisis... de lo que me doy cuenta
ser una mezcla sutil y peligrosa: t y tu vida futura. Empecemos
reconociendo que eres un jugador brillante. -Otake-san alz la mano
-. No. No te molestes con frmulas de negacin corteses. He visto
un juego brillante parecido al tuyo, pero nunca en un hombre de tu
edad, y no en ningn jugador que ahora viva. Pero existen otras
cualidades adems del lucimiento en la persona que, tiene xito, de
modo que no voy a abrumarte con cumplidos inmerecidos. En tu
modo de jugar hay algo que inquieta, Nikko. Algo abstracto e
implacable. Tu juego es algo inorgnico... mortal. Posee la belleza del
cristal, pero carece de la belleza del capullo.
Las orejas de Nicholai se calentaban, pero no dio muestra alguna
de sentir turbacin o enfado. Corregir y sancionar es el derecho, el
deber, de un maestro.
-No estoy diciendo que tu juego sea mecnico y previsible,
porque raramente lo es. Lo que impide que lo sea es tu
sorprendente...
Otake-san aspir de repente y contuvo la respiracin, dirigiendo
su mirada, sin ver, al jardn. Nicholai mantuvo los ojos bajos, no
queriendo apenar a su maestro al observar su lucha con el dolor.
Transcurrieron unos largos segundos, y Otake-san segua
conteniendo la respiracin. Despus, con un sonido entrecortado,
expuls el aire del nudo que se le haba formado y lo liber
lentamente, pendiente del dolor durante toda la exhalacin. Pas la
crisis y respir dos veces profundamente con la boca abierta.
Parpade varias veces y...
-...lo que impide que tu juego sea mecnico y previsible es tu
sorprendente audacia, pero incluso ese rasgo tiene un matiz
inhumano. Slo juegas contra la situacin del tablero; niegas la
importancia, y hasta la existencia, de tu adversario. No me has
dicho t mismo que, cuando ests en uno de tus transportes msticos,
de los que logras descanso y fortaleza, juegas sin tener en cuenta a
tu adversario? Hay algo diablico en esto. Algo cruelmente superior.
Hasta arrogante. Y en desacuerdo con tu objetivo de shibumi( No te
93
Trevanian Shibumi
llamo la atencin sobre esto para que te corrijas y mejores, Nikko.
Estas cualidades estn en ti mismo y son inmutables. Y tampoco
estoy seguro de que deseara hacerte cambiar, aunque pudiera;
porque esto que son tus debilidades, tambin constituyen tu fuerza.
-Estamos hablando nicamente del G, maestro?
-Estamos hablando en trminos de G. -Otake-san introdujo la
mano en su quimono y se apret la palma contra el estmago
mientras se tomaba otra pastilla de menta-. Querido discpulo, a
pesar de toda tu brillantez, tambin eres vulnerable. Por ejemplo,
tenemos tu falta de experiencia. Desperdicias concentracin al
reflexionar en abrirte camino a travs de problemas ante los que un
jugador con ms experiencia reacciona por costumbre y de memoria.
Pero esta debilidad no es significativa. Puedes obtener experiencia si
tienes cuidado en evitar una redundancia hueca. No caigas en el error
del artesano que fanfarronea de veinte aos de experiencia en su
oficio cuando, de hecho, nicamente posee un ao de experiencia:
veinte veces. Y nunca sientas resentimiento por la ventaja que tus
mayores poseen de la experiencia. Recuerda que ellos han pagado
por esa experiencia con la moneda de la vida y la han vaciado un
portamonedas que no puede rellenarse. -Otake-san sonri
dbilmente-. Recuerda tambin que los viejos han de sacar mucho
provecho de su experiencia. Es todo que poseen.
Durante unos momentos, los ojos de OTtake-san se
ensombrecieron con una triste expresin interior mientras
contemplaba el desolador jardn, cuyos detalles se perdan en la
niebla. Con un esfuerzo, desvi su mente de las cosas eternas para
continuar su ltima leccin.
-No, no es tu falta de experiencia tu mayor debilidad. Es tu
desprecio. Tus derrotas no vendrn de aqullos ms brillantes que t:
vendrn del paciente, del aplicado, del mediocre.
Nicholai frunci el entrecejo. Esto encajaba con lo que Kishikawa-
san le haba dicho mientras paseaban por entre los cerezos del Kaji-
kawa.
-Tu desprecio por la mediocridad te ciega dejndote a merced de
su gran poder primitivo. Permaneces en el resplandor de tu propio
brillo, incapaz de ver en los oscuros rincones de la habitacin, de dila-
tar tus ojos y apreciar los peligros potenciales de la masa, del con-
junto de la Humanidad. En este mismo momento en que estoy dicin-
dotelo, querido discpulo, t no puedes creer que hombres inferiores,
sea cual fuere su nmero, puedan vencerte realmente. Pero estamos
en la poca del hombre mediocre. Es un hombre estpido,
descolorido, fastidioso, pero inevitablemente victorioso. La ameba
sobrevive al tigre porque se divide y contina en su monotona
inmortal. Las masas son los tiranos postreros. Fjate cmo, en las
artes, el Kabuki se desvanece y el 1o progresa, mientras que las
novelas populares de violencia y accin insensata impregnan la
mente del lector de la masa. E incluso en ese gnero tmido, ningn
94
Trevanian Shibumi
autor se atreve a producir un hombre genuinamente superior a su
hroe, pues, en su irritada vergenza, el hombre de la masa enviar
su %o$imbo' el crtico, para defenderle. El rugido de los afanosos es
inarticulado, pero ensordecedor. No tienen cerebro, pero poseen un
millar de brazos para agarrarte y sujetarte, y derribarte al suelo.
-Estamos hablando todava de G, maestro?
-S. Y de su sombra: la vida.
-Qu es lo que me aconseja entonces que haga?
-Evita su contacto. Ocltate detrs de la cortesa. Presntate
torpe y distante. Vive apartado y estudia shibumi( Y, por encima de
todo, no permitas que te haga caer en la trampa de la ira y la
agresin. Escndete, Nikko.
-El general Kishikawa me dijo casi lo mismo.
-No lo dudo. La ltima noche que estuvo aqu hablamos de ti
largamente. Ninguno de nosotros pudo adivinar cul sera la actitud
del occidental hacia ti, cuando llegue el momento. Y ms que eso
todava, tememos cul ser tu actitud hacia l. T eres un converso a
nuestra cultura, y pones el fanatismo del converso. Es una debilidad
de tu carcter. Y las debilidades trgicas conducen a... -Otake-san
se encogi de hombros.
Nicholai inclin la cabeza y baj los ojos, esperando
pacientemente que el maestro le despidiera.
Tras un prolongado instante de silencio, Otake-san tom otra
pastilla de menta y aadi:
-Quieres compartir un secreto conmigo, Nikko? Durante todos
estos aos he dicho a la gente que me tomaba estas pastillas de
menta para aliviar mi estmago. El hecho es que me #ustan( Pero no
hay dignidad en un adulto que mastica caramelos en pblico.
-Ningn shibumi en eso, seor.
-Justamente. -Otake-san pareci quedarse absorto un momento
-.
S. Quiz tienes razn. Quiz la niebla de la montaa es
perjudicial para la salud. Pero pone una belleza melanclica en el
jardn, as que debemos estarle agradecidos.
Despus de la cremacin, se llevaron a cabo los planes de Otake-
san respecto a su familia y a sus estudiantes. La familia recogi sus
pertenencias para irse a vivir con un hermano de Otake. Los
estudiantes se dispersaron y regresaron a sus hogares Nicholai, que
ya haba cumplido los veinte aos, aunque no pareca tener ms de
quince, recibi el dinero que el general Kishikawa haba dejado para
l para que le diera el uso que quisiera, para marcharse adonde
quisiera. Nicholai sinti el excitante vrtigo social que acompaa a la
libertad absoluta en un contexto de insustancialidad.
Al tercer da de agosto de 1945, todos los residentes de la casa
de Otake estaban reunidos con sus maletas y bultos en el andn de la
estacin. No quedaba tiempo ni ocasin propia para que Nicholai ex-
presara a Mariko sus sentimientos. Pero se las arregl para poner un
95
Trevanian Shibumi
nfasis especial, y mucha gentileza, en su promesa de visitarla
cuanto antes, despus que l se hubiera instalado en Tokio. Nicholai
esperaba ansiosamente hacerle esta visita, porque Mariko siempre
habl con mucho entusiasmo de su familia y sus amigos en su ciudad
natal, Hiroshima.
96
Trevanian Shibumi
WASHINGTON
El primer ayudante se ech hacia atrs desde su consola y
sacudi la cabeza:
-No hay muchos datos con los que poder trabajar, seor. >at
?o% no tiene nada en firme sobre este Hel antes de que llegue a
Tokio. -En el tono del primer ayudante se descubra la irritacin; le
exasperaban esas personas cuyas vidas eran tan crepusculares o
corrientes que negaban a >at ?o% la oportunidad de conocer y
revelar.
-Hum... -gru distradamente Mr. Diamond, mientras segua
tomando notas para s-. No se preocupe, a partir de este momento
los datos se enriquecern. Hel se puso a trabajar para las fuerzas de
ocupacin poco despus de la guerra, y desde entonces ha estado
ms o menos dentro de nuestro radio de observacin.
-Est usted seguro de necesitar esta informacin, seor? Parece
que ya lo conoce todo sobre l.
-Una revisin puede servirme. Mire, se me acaba de ocurrir algo.
Todo lo que tenemos que relacione a Nicholai Hel con los Cinco de
Munich y esa Hanna Stern es una relacin de primera generacin
entre Hel y el to de Hanna. Asegurmonos de que no andamos tras
una pista falsa. Pregunte a >at ?o% dnde vive ahora Hel. -Puls un
botn a un lado de su escritorio.
-S, seor -respondi el primer ayudante, volviendo a su
consola.
Miss Swivven entr en la zona de trabajo respondiendo a la
llamada de Diamond.
-Seor?
-Dos cosas. Primero: consgame todas las fotografas disponibles
de Hel, Nicholai Alexandrovich. Llewellyn le proporcionar el cdigo
de la tarjeta de identidad lila. Segundo: pngase en relacin con Mr.
Able, del Grupo de inters de la OPEC y pdale que venga tan pronto
como le sea posible. Cuando llegue, hgale bajar aqu, junto con el
delegado y esos dos idiotas que lo han enredado todo. Tendr que
acompaarles; ellos no tienen acceso al piso 16.
-S, seor.
Al salir, Miss Swivven cerr con demasiada fuerza la puerta que
daba a la habitacin de fotocable, y Diamond alz la mirada, pregun-
tndose qu demonios le pasaba a su secretaria.
>at ?o% estaba respondiendo al interrogatorio. La respuesta
llegaba repiqueteando a la mquina del primer ayudante.
-Ah... parece que este Nicholai Hel tiene diversas residencias. Un
apartamento en Pars, una propiedad en la costa dlmata, una villa
de verano en Marruecos, un apartamento en Nueva York, otro en
Londres... ah! Aqu llega. La ltima residencia conocida es un castillo
97
Trevanian Shibumi
en el sangriento pueblo de Etchebar. sta parece ser su residencia
principal, considerando el tiempo que ha pasado all durante los
ltimos quince aos.
-Y dnde est ese Etchebar?
-Ah... est en los Pirineos vascos, seor.
-Y, por qu lo ha llamado un pueblo sangriento?
-Eso mismo estaba pensando, seor. -El primer ayudante exigi
una respuesta al ordenador, y, cuando la obtuvo, ri divertido para s
mismo-. Sorprendente! Al pobre >at ?o% le cost trabajo traducir
del francs al ingls. La palabra bled es evidentemente la denomina-
cin francesa para referirse a una pequea aldea. >at ?o% se equi-
voc al traducirla por bleedin#
PA
( Demasiadas aportaciones de fuentes
britnicas ltimamente, sospecho.
Mr. Diamond lanz una mirada furibunda a la espalda del primer
ayudante.
-Aceptemos que esto sea interesante. Muy bien. Hanna Stern
tom un avin desde Roma hasta la ciudad de Pau. Pregunte a >at
?o% cul es el aeropuerto ms cercano a Etchebar. Si se trata de Pau,
seguro que tenemos problema.
La pregunta pas a la computadora. La pantalla de respuestas
qued en blanco y despus reflej una lista de aeropuertos ordenados
de acuerdo con su proximidad a Etchebar. El primero de la lista era
Pau.
Diamond inclin la cabeza con gesto fatalstico.
El primer ayudante suspir y se introdujo el dedo ndice por
debajo de sus lentes metlicos, para frotarse ligeramente los surcos
enrojecidos.
-As que ya lo tenemos. Todo hace presumir que Hanna Stern
est en este momento en contacto con un hombre de tarjeta lila.
nicamente quedan vivos en todo el mundo tres hombres que tengan
tarjeta lila y nuestra chica ha tenido que dar con uno de ellos.
Maldita suerte!
-As es. Muy bien, ahora tenemos la seguridad de que Nicholai
Hel est mezclado en ese asunto. Vuelva a la mquina y extraiga
todo lo que haya de l para que podamos informar ampliamente a Mr.
Able cuando venga. Comience con su llegada a Tokio.
JAPN
La ocupacin estaba en pleno auge; los evangelistas de la demo-
cracia estaban dictando su credo desde el edificio Dai Ichi y al otro
lado del foso del Palacio Imperial, aunque significativamente fuera de
su vista. Japn se haba convertido en una ruina emocional,
13
En ingls, sangriento, sangra. 01( del T(2
98
Trevanian Shibumi
econmica y fsica, pero la ocupacin haca prevalecer su idealstica
cruzada por encima de los asuntos mundanos para el bienestar de los
pueblos conquistados; una mente ganada tena ms valor que una
vida perdida.
Junto a millones de personas, Nicholai Hel era pecio en el caos de
la lucha de posguerra para sobrevivir. La elevada inflacin muy
pronto redujo su pequea reserva de dinero a un fajo de papeles sin
valor. Busc trabajo manual entre los equipos de obreros japoneses
que retiraban los escombros de los edificios bombardeados, pero los
encargados desconfiaban de sus motivos y dudaban de su necesidad,
considerando su raza. Tampoco poda recurrir a la ayuda de ninguno
de los poderes ocupantes, puesto que l no era ciudadano de sus
pases. Se uni a la corriente de los sin hogar y sin trabajo, de los
hambrientos que vagaban por la ciudad, que dorman en los parques,
bajo los puentes y en las estaciones del ferrocarril. Haba un exceso
de trabajadores y escasez de empleo y nicamente las mujeres
jvenes tenan valiosos servicios para ofrecer a los soldados groseros
y sobrealimentados que eran los nuevos amos.
Cuando Nicholai acab el dinero, pas dos das sin tomar
alimento, y cada noche, despus de haber estado buscando trabajo
durante el da, regresaba a la estacin Shimbashi junto a otros
centenares de individuos hambrientos y a la deriva. All se procuraba
un lugar, encima o debajo de los bancos, o en apretadas filas que
llenaban los espacios vacos, y dormitaban a intervalos, o
estremecidos por las pesadillas, atormentados por el hambre. Cada
maana, la Polica los echaba de all para que la gente pudiera
circular libremente. Y cada maana, ocho o diez entre ellos no
respondan al apremio de la Polica. El hambre, la enfermedad, la
vejez y la prdida del deseo de vivir haban llegado durante la noche
para aligerarles de la carga de la vida.
Nicholai vagaba por las calles lluviosas con millares de otras per-
sonas, buscando cualquier clase de trabajo; buscando, finalmente,
cualquier cosa que robar. Pero no haba trabajo ni nada que valiera la
pena robar. Su uniforme de estudiante de cuello alto tena manchas
de barro y siempre estaba hmedo, y sus zapatos rezumaban. Haba
arrancado la suela de un zapato porque estaba despegada y la
indignidad del flap-flap era inaceptable. Despus, dese haberla
atado con un trapo.
La noche de su segundo da sin comer, volva tarde, bajo la lluvia,
a la estacin Shimbashi. Apiados bajo la gran bveda de metal, fr-
giles ancianos y mujeres desesperadas con nios, que llevaban sus
mseras pertenencias enrolladas en pedazos de tela, se preparaban
un pequeo espacio con una dignidad silenciosa que llen de orgullo a
Nicholai. Nunca, anteriormente, haba apreciado la belleza del espritu
japons. Amontonados, asustados, hambrientos, fros, el trato de
unos con otros en estas circunstancias de friccin emocional se
desenvolva con la suavidad social de las formas murmuradas de
99
Trevanian Shibumi
cortesa. Durante la noche, un hombre intent robar algo a una mujer
joven, y en una refriega breve, casi silenciosa en un rincn oscuro de
la inmensa sala de espera, se le aplic justicia breve y definitiva.
Nicholai tuvo la suerte de encontrar un lugar debajo de uno de los
bancos en donde no sera pisado por las personas que durante la
noche buscasen un lugar donde aliviar sus necesidades. En el banco,
encima de l, haba una mujer con dos nios, uno de ellos un lactante
todava. Ella les habl dulcemente hasta que se durmieron, despus
de recordar a su madre, sin insistencia, que tenan hambre. sta les
cont que el abuelo no estaba realmente muerto, despus de todo, y
que pronto vendra para llevrselos con l. Despus, les describi
vivamente su pequeo pueblo costero. Cuando los nios se hubieron
dormido, la mujer se puso a llorar en silencio.
El viejo que estaba en el suelo, al lado de Nicholai, se afan
muchsimo para acomodar sus posesiones en un pedazo de tela
plegada junto a su rostro, antes de acurrucarse. Consistan en una
taza, una fotografa y una carta que se haba doblado tantas veces
que las dobleces eran delgadas y vellosas. Era una carta formulario
de psame del Ejrcito. Antes de cerrar los ojos, el viejo dio las
buenas noches al joven extranjero tendido junto a l, y Nicholai
sonri y le respondi.
Antes de entregarse a su sueo espasmdico, Nicholai dispuso su
mente y escap de la corrosin cida del hambre en un transporte
mstico. Cuando regres de su pequeo prado con su mar de hierba y
la dorada luz del sol, estaba satisfecho, aunque hambriento;
sosegado, aunque desesperado. Pero saba que al da siguiente deba
encontrar trabajo o dinero, o muy pronto morira.
Cuanto poco antes del amanecer la Polica les hizo marchar, el
anciano haba muerto. Nicholai envolvi la taza, la fotografa y la
carta en su propio fardo, porque pareca una cosa terrible dejar que
aquello que era un tesoro para el viejo fuese barrido y arrojado a la
basura. A medioda, Nicholai vagaba por el parque Hibiya en busca de
trabajo o de algo que robar. El hambre ya no era una cuestin de
apetito Insatisfecho. Era ya un calambre agudo y una debilidad
general que duba pesadez a sus piernas y ligereza a su cabeza. En su
vagar siguiendo la marea de los desesperados, sobre l planearon
olas de irrealidad. La gente y las cosas se alternaban entre formas
indiscriminadas y objetos de asombrosa fascinacin. Algunas veces se
descubra a s mismo flotando entre un ro de gentes sin rostro,
dejando poseerse por la energa y la direccin de ellos, permitiendo
que sus pensamientos se enrollaran y chocaran en un carrusel
soador carente de significado. Su hambre trajo el transporte mstico
junto a la superficie de su conciencia, y los jirones de evasin
finalizaban con repentinos saltos a la realidad. Se encontr de pie,
inmvil, mirando fijamente una pared o el rostro de una persona,
sintiendo que aqul era un momento memorable. Nadie, con
anterioridad, haba examinado aquel determinado ladrillo con amor y
100
Trevanian Shibumi
atencin. l era el primero! Nadie, antes, haba mirado atentamente
la oreja de aquel hombre. Eso deba significar alguna cosa. No deba
ser as?
El hambre que aligeraba su cerebro, el espectro esparcido de la
realidad, ese vagar sin rumbo, todo resultaba tentadoramente
agradable, pero algo dentro de l le adverta que era peligroso. Deba
escapar de ese estado o morira. Morir? Morir? Tena algn
significado ese sonido?
Una densa riada de humanidad le sac del parque por una
entrada en donde se cruzaban dos grandes avenidas congestionadas
por vehculos militares, automviles que funcionaban con carbn,
tranvas que rechinaban y bicicletas vacilantes que tiraban de carritos
de dos ruedas increblemente sobrecargados bajo el peso de
voluminosas y pesadas cargas. Se haba producido un pequeo
accidente y el trfico estaba interrumpido en todas direcciones,
mientras un guardia de trfico japons, con enormes guantes
blancos, intentaba infructuosamente arreglar el desacuerdo entre un
ruso que conduca un jeep americano y un australiano que conduca
otro jeep americano.
Nicholai fue empujado sin querer por la curiosa multitud que se
introduca en los huecos alrededor del trfico interrumpido, aumen-
tando la confusin. Los rusos slo hablaban en ruso, y los
australianos, en ingls, el polica slo hablaba japons; y los tres
estaban lanzados a una vigorosa discusin de culpas y
responsabilidades. Nicholai qued apretado contra el jeep australiano,
cuyo oficial ocupante permaneca sentado, mirando hacia delante con
estoica incomodidad, mientras su conductor vociferaba que estaba
dispuesto a arreglar alegremente este asunto de hombre a hombre
con el conductor ruso, el oficial ruso, los dos al mismo tiempo, o con
todo el jodido Ejrcito Rojo si era necesario!
-Tiene usted prisa, seor?
-Qu? -El oficial australiano qued sorprendido ante aquel mu-
chacho andrajosamente vestido con un deslucido uniforme de estu-
diante japons que se le diriga en ingls. Transcurrieron un par de
segundos antes de que se diese cuenta, por los ojos verdes de aquel
enflaquecido joven rostro, de que el muchacho no era oriental-. Na-
turalmente que tengo prisa! Tengo una reunin... -Descubri brus-
camente la mueca y mir su reloj de pulsera-. Hace doce minutos!
-Le ayudar -ofreci Nicholai-. Por dinero.
-Cmo ha dicho?
El acento era de raja britnico en una pera bufa, como sucede a
menudo con los coloniales que se sienten inclinados a mostrarse ms
britnicos que los propios britnicos.
-Deme algn dinero, y le ayudar.
El oficial mir de nuevo su reloj arrogantemente.
-Bueno, muy bien. Adelante.
El australiano no comprendi lo que Nicholai deca, primero en
101
Trevanian Shibumi
japons al guardia urbano, despus en ruso al oficial rojo, pero
entendi el nombre MacArthur varias veces. El efecto de evocar el
nombre del emperador fue inmediato. Al cabo de cinco minutos, entre
la maraa de vehculos se haba abierto un paso y el jeep australiano
fue llevado hasta el csped del parque por donde pudo cruzar hasta
una amplia avenida enarenada cruzando por entre los atnitos vian-
dantes hasta llegar, saltando por encima del bordillo, a una calle late-
ral ms all del embotellamiento del trfico, dejando atrs un enma-
raado caos de vehculos que tocaban la bocina airadamente. Nicholai
haba saltado al jeep junto al conductor. Cuando estuvieron libres del
problema, el oficial orden al conductor que se detuviera.
-Muy bien, ahora, dime. Qu te debo?
Nicholai no tena ninguna idea del valor actual de la moneda
extranjera. Dijo una cifra.
-Cien dlares.
-U"ien d)laresE Ests loco?
-Diez dlares -rectific Nicholai rpidamente.
-Dispuesto a agarrar lo que sea, eh? -dijo en tono
despreciativo el oficial. Pero sac su cartera del bolsillo-. Oh, Dios
mo! No llevo ningn vale. Conductor?
-Lo siento, seor. Sin blanca.
-Hum! Mira. Te dir lo que vas a hacer. Al otro lado est mi
edificio. -Indic el edificio San Shin, centro de comunicaciones de las
Fuerzas Aliadas de Ocupacin-. Ven conmigo, y har que te
atiendan.
Cuando hubieron llegado al edificio San Shin, el oficial mand a
Nicholai a la oficina de pagadura con instrucciones para que le entre-
garan un vale de diez dlares. Despus se dispuso a asistir a lo que le
quedara de reunin, pero antes dirigi a Nicholai una rpida mirada
-. Oye. T no eres britnico, verdad?
En aquella poca, el ingls de Nicholai tena el acento de sus
tutores britnicos, pero el oficial no lograba congeniar el acento de
escuela pblica del muchacho con su traje y su apariencia fsica.
-No -respondi Nicholai.
-Ah! -dijo con evidente alivio el oficial-. As lo he credo. -Y
se dirigi dando zancadas a los ascensores.
Durante media hora, Nicholai permaneci sentado en un banco de
madera, fuera de la oficina, esperando su turno; mientras tanto, en el
pasillo a su alrededor, la gente charlaba en ingls, ruso, francs y
chino.
El edificio San Shin era uno de los pocos lugares donde se reunan
las diversas fuerzas de ocupacin, y donde uno poda percibir la
reserva y la desconfianza que marcaban una camaradera superficial.
Ms de la mitad de la gente que trabajaba all eran funcionarios
civiles, y los americanos excedan en nmero a los otros en la misma
proporcin en que sus soldados excedan la combinacin de los otros.
Fue la primera vez que Nicholai escuch las erres gruidas y las
102
Trevanian Shibumi
vocales metlicas del modo de hablar de los yanquis.
Se senta mal y sooliento cuando una secretaria americana abri
la puerta y pronunci su nombre. Ya en la antesala, recibi un formu-
lario que tena que rellenar mientras la joven secretaria volva a su
mquina de escribir, mirando de reojo, de vez en cuando, a aquella
dudosa persona con un traje tan sucio. Pero su curiosidad era
superficial; su autntico inters estaba en una cita que tena aquella
noche con un mayor, que era, segn las otras chicas decan,
encantador y siempre te llevaba a un restaurante de lujo y te haca
pasar un buen rato de verdad antes.
Cuando Nicholai le entreg el formulario, la secretaria le ech una
ojeada, alz las cejas y aspir, pero lo llev a la mujer que estaba a
cargo de la Pagadura. Al cabo de pocos minutos, Nicholai fue llamado
a la oficina interior.
La mujer encargada tendra unos cuarenta aos, y era ms bien
regordeta y amable. Se present como Miss Goodbody
14
. Nicholai no
sonri.
Miss Goodbody seal el formulario que Nicholai haba rellenado.
-Ha de rellenar todo esto, sabe?
-No puedo. Quiero decir, no puedo llenar todos los espacios.
-No puede? -Sus aos de funcionario civil se rebelaron ante la
respuesta-. Qu quiere decir usted...? -Mir la lnea superior del
formulario-. ...Nicholai?
-No puedo escribir una direccin. No tengo domicilio. Ni tengo
nmero de tarjeta de identificacin. Ni una... cmo se llama...?, ni
una institucin que responda de m.
-Una institucin o alguien que responda, s. La empresa u
organizacin para la que trabajas, o para la que tus padres trabajan.
-No tengo organizacin alguna que responda de m. Importa
mucho eso?
-Bueno, no puedo pagarle sin un formulario rellenado correcta-
mente. Supongo que entender eso, verdad?
-Estoy hambriento.
Durante un momento, Miss Goodbody no se inmut. Se inclin
hacia delante.
-Tus padres, Nicholai, estn en las fuerzas de ocupacin?
Haba llegado a la conclusin de que se trataba de un rapazuelo
del Ejrcito que haba escapado de casa.
-No.
-Ests aqu solo? -pregunt ella incrdula.
BS.
-Bueno... -La mujer frunci el entrecejo y se encogi
ligeramente en un gesto de superficialidad-. Nicholai, cuntos aos
tienes?
-Tengo veintin aos.
14
Goodbody significa buen cuerpo. 01( del T(2
103
Trevanian Shibumi
-Oh!, vaya, excsame. Yo cre... quiero decir, usted no parece
tener ms de catorce o quince aos. Bien, en ese caso, es una
cuestin diferente. Ahora, veamos. Qu vamos a hacer?
En Miss Goodbody se despert un fuerte impulso maternal, la
sublimacin de una vida de sexualidad intacta. Se sinti
extraamente atrada hacia aquel hombre joven con aspecto de
muchacho hurfano, y con la edad de un macho potencial. Miss
Goodbody identific esta mescolanza de sentimientos contradictorios
como un inters cristiano por un ser humano.
-No podra darme sencillamente mis diez dlares? Quiz cinco
dlares?
-Las cosas no se hacen as, Nicholai. Aun suponiendo que encon-
tremos la manera de rellenar este formulario, pasarn diez das antes
de que est listo para el cobro.
Nicholai sinti que la esperanza se desvaneca. Careca de
experiencia para saber que las sutiles barreras de la impotencia
burocrtica eran tan impenetrables como el pavimento sobre el que
erraba durante todo el da.
-Entonces, no puedo disponer ahora de dinero? -pregunt des-
mayadamente.
Miss Goodbody medio se alz e hizo un gesto.
-Lo siento, pero... Mire. Tengo mi hora del lunch( Venga conmigo
a la cafetera de los empleados. Comeremos algo y veremos si pensa-
mos cmo se puede arreglar. -Sonri a Nicholai y le puso una mano
en el hombro-. Est de acuerdo?
Nicholai afirm con la cabeza.
Los tres meses siguientes antes de que Miss Goodbody fuese
trasladada de regreso a Estados Unidos permanecieron para siempre
en la memoria de la mujer como un perodo excitante y esplendoroso.
Nicholai fue lo que ms la acerc al hijo que no tendra jams, y fue
su nico amor duradero. Nunca se atrevi a hablar, ni tan siquiera
analizar, del complejo de sentimientos que confundieron su mente y
su cuerpo durante esos meses. Ciertamente, se sinti feliz al ser
necesitada por alguien, disfrut de la seguridad de la dependencia.
Adems, era una persona genuinamente buena que gozaba ayudando
a los que pudieran necesitarlo. Y en sus relaciones sexuales haba
cierto matiz de deliciosa vergenza, la excitacin de ser a un mismo
tiempo madre y amante, una temeraria mezcla de afecto y pecado.
Nicholai no lleg a recibir sus diez dlares; la tarea de hacer
circular el formulario sin un nmero de tarjeta de identificacin fue
demasiado, incluso para los veintitantos aos de experiencia
burocrtica de Miss Goodbody. Pero consigui presentarle al director
de los servicios de traducci n, y, al cabo de una semana, Nicholai
trabajaba ocho horas diarias, traduciendo documentos, o sentado en
interminables conferencias, repitiendo en dos o tres idiomas las
declaraciones cargadas de oratoria y de precaucin que los
representantes se atrevan a hacer en pblico. Aprendi que, en
104
Trevanian Shibumi
diplomacia, la funcin principal de la comunicacin es disimular el
significado.
Sus relaciones con Miss Goodbody fueron amistosas y corteses.
Tan pronto como le fue posible, le devolvi, a pesar de las protestas
de ella, el dinero gastado en vestirle y en artculos de higiene,
insistiendo, adems, en compartir los gastos de la casa. Nicholai no la
apreciaba lo bastante para desear quedar en deuda con ella. No es
que no le gustara, no era del tipo de mujer capaz de desagradar; no
poda provocar sentimientos de semejante intensidad. Algunas veces,
su charla insulsa molestaba; y sus afables atenciones podan ser
abrumadoras; pero Miss Goodbody intent tan firmemente, aunque
con torpeza, mostrarse considerada, y se senta tan sensiblemente
agradecida por sus experiencias sexuales, que l la toleraba como un
afecto bastante real, afecto del tipo que se suele sentir por una
mascota torpe.
Nicholai slo tuvo un problema importante al vivir con Miss Good-
body. A causa de la elevada concentracin de grasa animal en su
dieta, los occidentales tienen un olor ligeramente desagradable que
ofende el sentido del olfato japons y disminuye muchsimo la
virilidad. Antes de acostumbrarse a ese olor, Nicholai experiment
algunas dificultades para entregarse a los transportes fsicos, y
necesit de algn tiempo untes de poder conseguir llegar al clmax.
Claro est que Miss Goodbody se benefici experimentalmente de su
matiz inconsciente; pero, disponiendo de tan poco en donde poder
comparar, supuso que la resistencia sexual de Nicholai era corriente.
Iluminada por su experiencia con Nicholai, despus de regresar a los
Estados Unidos se embarc en varios los amorosos de corta
duracin, todos ellos bastante desilusionadores. Acab convirtindose
en la importante veterana del Movimiento Feminista.
Nicholai despidi a Miss Goodbody a bordo del navo que la lleva-
ra de vuelta a su pas, sintiendo cierto alivio. Despus regres a las
habitaciones que el Gobierno haba asignado a la mujer, para trasla-
darse a una casa alquilada en el distrito Asakusa, en la parte
noroeste de Tokio, donde, al ser un barrio ms bien pasado de moda,
podra vi vi r con invisible elegancia, aproximndose al shibumi' y
tratar con occidentales slo durante las cuarenta horas semanales
que le daban para vivir, a un nivel lujoso de vida segn el punto de
vista japons a causa de su salario relativamente alto, y, mucho ms
importante, su acceso a diversos artculos en los puestos americanos
de intercambio y en las comisaras. Pues Nicholai estaba ya en
posesin del ms importante de los atributos humanos: documentos
de identificacin. Haban podido obtenerse por medio de cierto
contubernio conspiratorio entre Miss Goodbody y sus amigos en el
Servicio Civil. Nicholai posea una tarjeta de identificacin que le
confirmaba como empleado civil americano, as como otra que le
identificaba como ruso. En el caso Improbable de ser requerido por la
Polica Militar norteamericana, pod a mostrar su identidad rusa; y
105
Trevanian Shibumi
para todos los dems curiosos de otros pases, su documentacin
norteamericana. Las relaciones entre norteamericanos y rusos
estaban basadas en la desconfianza y el temor mutuo, y ambos
evitaban interferir en los pequeos asuntos del otro del mismo modo
que un hombre que cruzara la calle para robar un Banco evitara el
peligro de ser atropellado.
Durante el ao siguiente, se ampliaron la vida y el trabajo de Ni-
cholai. Con respecto a su trabajo, algunas veces fue llamado para
colaborar en la seccin criptogrfica de Sphinx/FE, antes de que esa
organizacin de informacin fuese absorbida por el nuevo e insaciable
infragobierno burocrtico de la CIA. En cierta ocasin, no fue posible
traducir el mensaje descifrado al ingls porque el ruso en que estaba
escrito resultaba casi incoherente. Nicholai solicit ver la criptografa
original. Combinando su tendencia infantil por la matemtica pura,
con su habilidad para concebir en permutaciones abstractas segn
desarrollaba y aplicaba en su entrenamiento de G, y su innata
facilidad en seis idiomas, pudo localizar fcilmente los errores del
cifrado. Descubri que el mensaje original haba sido cifrado
equivocadamente por alguien que escriba un ruso enftico, dispuesto
en buena parte en el orden del fraseo chino, resultando por
casualidad un mensaje que confundi las complicadas mquinas de
descifrar de Sphinx/FE. Nicholai haba conocido chinos que hablaban
un ruso mal aprendido en ese mismo estilo pomposo, de modo que,
cuando dio con la clave, el contenido de la comunicacin pudo ser
ordenado con facilidad. Pero las mentalidades de funcionario/contable
de la Seccin de Criptografa quedaron impresionadas, y Nicholai fue
calificado de chico maravilloso, pues la mayora de ellos suponan
que se trataba todava de un chico. Uno de los minuciosos jvenes
hepticos descifradores de la Seccin seal ostentosamente a
Nicholai y le llam fenmeno infantil, describiendo el trabajo que
acababa de descifrar como claro, concreto y completo.
De modo que Nicholai fue trasladado de modo permanente a
Sphinx/FE, aument de categora y de salario, y se le permiti que
pasara los das en una pequea oficina reservada, en donde se
divirti con el juego de desenmaraar y traducir unos mensajes en
los que no tena el ms mnimo inters.
Con el tiempo, y con alguna sorpresa por su parte, Nicholai lleg
a una especie de tregua emocional con los norteamericanos con quie-
nes trabajaba. Esto no quiere decir que consiguiera apreciarlos o con-
fiar en ellos; pero lleg a darse cuenta de que no eran esas personas
amorales y depravadas que pareca deducirse de su conducta poltica
y militar. En verdad, estaban inmaduros culturalmente, eran impul-
sivos y torpes, materialistas y miopes histricamente, vocingleros,
descarados y cargantes en las reuniones sociales; pero, en el fondo,
tenan buen agrazn y eran hospitalarios; les gustaba compartir,
insistan realmente en compartir, su riqueza y su ideologa con el
mundo entero.
106
Trevanian Shibumi
Por encima de todo, Nicholai acab reconociendo que tipos los
norteamericanos eran comerciantes, que el ncleo del Genio Ameri-
cano, del Espritu Yanqui, era la compra y la venta. Vendan su
ideologa democrtica como mercachifles, respaldados por la gran
proteccin de los tratados de armamentos y las presiones
econmicas. Sus guerras constituan unos monumentales ejercicios
en produccin y suministro. Su gobierno era una serie de contratos
sociales. Su educacin se venda a tanto por unidad/hora. Sus
matrimonios eran tratados emocionales, contratos que se rompan
fcilmente si uno de los contratantes fallaba en el servicio de su
dbito. El honor era para ellos el comercio honesto Y no eran, como
ellos crean, una sociedad sin clase; eran realmente una sociedad de
una sola clase: la clase mercantil. Sus escogidos eran los ricos; sus
trabajadores y granjeros se consideraban ms bien como aspirantes
fracasados e imperfectos en la escalera econmica de la clase media.
Los campesinos y el proletariado de Norteamrica tenan valores
idnticos a los de los agentes de seguros y ejecutivos de negocios,
consistiendo su nica diferencia en que estos valores quedaban ex-
presados en trminos fiscales ms modestos: la canoa motora y no el
yate; la sociedad de bolos y no el countr% club
PJ
; Atlantic City y no
Mnaco.
El entrenamiento y la inclinacin se haban combinado para que
Nicholai sintiera respeto y afecto por todos los miembros de las clases
genuinas: granjeros, artesanos, artistas, guerreros, eruditos y
sacerdotes. Pero no poda sentir sino desprecio por la clase artificial
del comerciante, que chupa su vida por medio de la compra y la
venta de cosas que no crea, que amontona poder y riqueza
desproporcionadamente a su discriminacin, y que es responsable de
todo lo que es kitsch' de todo lo que es cambio sin progreso, de todo
lo que es consumo sin uso.
Siguiendo el consejo de sus mentores de mantener una fachada
comedida de distante shibumi' Nicholai era muy cuidadoso en disi-
mular su modo de ser ante sus compaeros de trabajo. Evitaba su
envidia pidindoles consejo de vez en cuando sobre algn sencillo
problema de descifrado, o formulaba de tal manera sus preguntas
que sugera ya la respuesta correcta. Por parte de aqullos, Nicholai
era tratado como una especie de monstruo, un fenmeno intelectual,
un chico fenmeno que haba cado de otro planeta. En cuanto a su
categora, se daban cuenta vagamente del abismo gentico y cultural
que exista entre Nicholai y ellos, pero, desde su punto de vista, ellos
eran los que estaban dentro, y Nicholai, el marginado.
Punto de vista muy conveniente para Nicholai, pues su autntica
vida se centraba en su casa, construida alrededor de un patio, en una
calle estrecha del distrito Asakusa. La americanizacin tardaba en in-
troducirse en el antiguo barrio del distrito noroeste de la ciudad. Ha-
ba, claro est, pequeas tiendas que vendan imitaciones de los
15
Club campestre. 01( del T(2
107
Trevanian Shibumi
encendedores Zippo y pitilleras con la imagen de un billete de dlar
y de algunos bares sala la msica de orquestas japonesas imitando
el sonido de la bi# band y de animadoras femeninas que daban
chillidos cantando onHt 7it -nder The Apple Tree Sith An%one Else
?ut 8e
PK
' y do vez en cuando se vea por la calle algn joven vestido
como un gan#ster de pelcula, credo sin duda de que su aspecto era
moderno americano, y tambin por la radio se oan anuncios en
ingls prometiendo que el vino Akadama le hara a uno mu=mu
feliz. Pero ese revestimiento era muy fino, y todava, a ltimos de
mayo, se celebr en el distrito el festival de Sanja Matsuri, y las
calles quedaron bloqueadas por hombres jvenes sudorosos y
vacilantes bajo el peso de los palanquines lacados en negro,
profusamente dorados, con los ojos brillantes y en trance por el
refuerzo de saki' mientras se tambaleaban bajo el peso de sus cargas
y cantaban washoi' washoi' washoi bajo la direccin de hombres con
tatuajes sorprendentes que llevaban nicamente una especie de
taparrabos, el *undoshi' que dejaban al descubierto los complicados
vestidos de tinta que les cubran los hombros, las espaldas, los
brazos y las caderas.
Nicholai regresaba a casa bajo la lluvia, algo confuso por el saki
despus de haber participado en el festival, cuando se encontr con
Mr. Wanatabe, un impresor retirado que venda fsforos en la calle
porque su orgullo no le permita mendigar, aunque tena setenta y
dos aos y toda su familia haba desaparecido. Nicholai se declar en
desesperada necesidad de fsforos y se ofreci para comprarle toda
la mercanca. Mr. Wanatabe se sinti muy complacido en poderle
serle til, pues la venta alejara otro da al hambre. Pero cuando
descubri que la lluvia haba estropeado los fsforos, su sentido del
honor no le permiti venderlos, a pesar del hecho de que Nicholai
declar que estaba especialmente interesado en fsforos empapados
para un experimento que tena en proyecto.
A la maana siguiente, Nicholai se despert con un dolor de
cabeza, a causa de la resaca del saki' y con un recuerdo muy confuso
de su conversacin con Mr. Wanatabe mientras cenaban soba de pie
junto a un quiosco de comidas, e inclinados hacia delante para que la
lluvia no cayera en la sopa de pasta; pero muy pronto descubri que
tena un invitado permanente en la casa. Al cabo de una semana, Mr.
Wanatabe presinti que era esencial para Nicholai y la rutina diaria de
la casa de Asakusa, y que sera una descortesa por su parte el
abandonar a aquel joven sin amigos.
Un mes despus, las hermanas Tanaka formaban parte de la
casa. Nicholai estaba dando una vuelta por el parque Hibiya durante
su tiempo para desayunar, cuando se encontr con las hermanas,
muchachas robustas del campo, de dieciocho y veintin aos, que
haban escapado al hambre consecuencia de las inundaciones en el
16
No te sientes debajo del manzano con nadie ms sino conmigo. Ttulo de
una cancin. 01( del T(2
108
Trevanian Shibumi
Norte, y que quedaron sin ms recurso que ofrecerse ellas mismas a
los paseantes. Nicholai fue su primer cliente potencial y se acercaron
a l tan torpe y tmidamente que la compasin de Nicholai se mezcl
con la risa, pues busconas ms experimentadas las haban instruido
con un limitado vocabulario ingls que consista nicamente de los
nombres ms grficos y vulgares de las partes anatmicas y las
variantes sexuales. Una vez instaladas en la casa de Asakusa,
volvieron a ser las campesinas afanosas, alegres y risueas,
constituyendo la constante preocupacin, y el objeto de un afecto
acosador, por parte de Mr. Wanatabe, que tena unos rgidos puntos
de vista sobre la conducta adecuada de las jovencitas. En el curso
natural de los hechos, las hermanas Tanaka compartieron el lecho de
Nicholai, en donde su natural vigor se manifestaba en juguetonas
exploraciones de complicadas combinaciones muchas veces
balsticamente improbables. Ellas satisficieron las necesidades
sexuales del joven, sin imponerle la carga de una complicacin
emocional ms all del afecto y la gentileza.
Nicholai nunca descubri claramente cmo fue que Mrs. Shimura,
la ltima adicin a la casa, logr incorporarse a la familia. Sencilla-
mente, cuando l regres una noche, estaba all, y all se qued. Mrs.
Shimura tendra sesenta y tantos aos, y era spera y malhumorada
en su trato, gruendo sin cesar, pero infinitamente bondadosa y una
excelente cocinera. Entre Mr. Wanatabe y Mrs. Shimura se entabl
una breve lucha por el dominio territorial, que se entabl en el campo
de la compra diaria, pues, aunque Mr. Wanatabe estaba encargado
de los fondos de la casa, Mrs. Shimura era responsable de las
comidas diarias. Finalmente, acordaron realizar juntos la compra de
la comida, encargndose ella de la calidad y l, del precio; y pobre
del vendedor que quedaba atrapado en la lnea de fuego de sus
ataques!
Nicholai nunca pens que aquellos invitados fuesen su
servidumbre personal,
porque ellos mismos jams se consideraron
servidores de Nicholai. Realmente, era Nicholai el que pareca falto de
un papel concreto con derechos concomitantes, excepto que l
proporcionaba el dinero con el que todos ellos vivan.
Durante estos meses de libertad y nueva experiencia, la mente y
las sensaciones de Nicholai se ejercitaron en muchas direcciones.
Mantuvo su tono corporal con el estudio y la prctica de una rama
oculta de las artes marciales que acentuaba el uso de los artculos
comunes en una casa como armas letales. Le atraa la claridad
matemtica y la precisin calculada de este singular sistema de
combate, cuyo nombre, por tradicin, nunca se pronunciaba en voz
alta, y que estaba compuesto por una superimposicin de los
smbolos hoda (desnudo) y korosu (malar). En toda su vida futura,
aunque raras veces iba armado, jams estaba sin armas; pues un
peine, una caja de cerillas, una revista enrollada, una moneda, e
incluso un pedazo de papel de escribir doblado, podan ser en sus
109
Trevanian Shibumi
manos un arma mortal.
Para su mente, dispona de la fascinacin y el cojn intelectual del
G. Ya no jugaba, pues para l el juego estaba ntimamente ligado a
su vida con Otake-san, a las cosas ricas y gentiles que haban
desaparecido; y era ms seguro cerrar las puertas de la lamentacin.
Pero lea todava los comentarios sobre partidas y resolva problemas
en el tablero para su propio beneficio. El trabajo en el edificio San
Shin era mecnico y no tena mayor reto intelectual que el de
resolver crucigramas; por ello, para que absorbiera algo de su
energa mental, Nicholai comenz a escribir un libro llamado
?lossoms and Thorns on the Path Toward 3T
PX
' que se public con un
seudnimo y goz de cierta popularidad entre los aficionados ms
avanzados en el juego. El libro consista en una chanza elaborada en
forma de reportaje y comentarios del juego ficcional de un maestro al
iniciarse el siglo. Aunque el juego de los maestros pareca clsico,
y hasta brillante, para el jugador medio, haba algunos pequeos
errores y colocaciones desatinadas que provocaron mal gesto en los
lectores ms experimentados. El encanto del libro estaba en el
comentario de un bobo bien informado que encontr un medio para
que cada uno de los errores pareciera un lo que de brillante audacia,
y que ampliaba los lmites de la imaginacin haciendo de los
movimientos metforas de la vida, la belleza y el arte, todos
planteados con gran refinamiento y demostracin erudita, pero todos
ellos carentes de significado. De hecho, el libro era una parodia sutil y
elocuente del parasitismo intelectual del crtico, y buena parte de su
encanto radicaba en que tanto los errores de juego como las tonteras
articuladas del comentario eran tan oscuras que la mayora de los
lectores hubiera estado de acuerdo aprobando con gravedad.
El da primero de cada mes, Nicholai escriba a la viuda de Otake-
san y en respuesta reciba fragmentos de noticias familiares respecto
a los ex alumnos y a los hijos de Otake. Fue a travs de ella como se
confirm la muerte de Mariko, en Hiroshima.
Cuando Nicholai se enter del bombardeo atmico, temi que
Mariko pudiera estar entre las vctimas. Escribi varias veces a la
direccin que ella le haba dado. Las primeras cartas desaparecieron
simplemente en la vorgine del desorden consecuencia del
bombardeo, pero la ltima le fue envuelta con una nota indicando
que aquella direccin ya no exista. Durante algn tiempo, Nicholai
jug con evasivas mentales, imaginando que Mariko poda haber
estado de visita en casa de una pariente cuando cay la bomba, o
poda hallarse en aquel momento en alguna bodega profunda adonde
haba ido a buscar alguna cosa, o poda... se forj docenas de
explicaciones improbables que justificaran su supervivencia. Pero ella
haba prometido escribirle por medio de Mrs. Otake y no recibi carta
alguna.
Nicholai estaba preparado emocionalmente para recibir las
17
Flores y espinas en el camino hacia el G. 01( del T(2
110
Trevanian Shibumi
noticias definitivas, cuando escribi la viuda de Otake-san. Sin
embargo, durante algn tiempo se sinti vaco y sin estmulo, con un
spero odio hacia los norteamericanos con los que trabajaba. Pero
luch por liberarse de ese odio, puesto que tales pensamientos
sombros bloqueaban el camino al transporte mstico que le salvaba
de los mezquinos efectos de la depresin y la tristeza. Por ello,
durante todo un da vag, solo y aislado, por las calles de su distrito,
recordando a Mariko, complacindose con su mente con las diversas
imgenes de ella, recordando la delicia, el miedo y la vergenza de
sus uniones sexuales, sonriendo para s de sus momentos
particulares de chanzas y bobadas. Despus, hacia finales de la tarde,
se despidi de ella y la dej a un lado con afecto gentil. Qued un
vaco otoal, pero no una pena obsesiva, ni odio, de modo que pudo
de nuevo penetrar en su prado triangular y unificarse con la luz del
sol y la ondeante hierba, y all encontr fortaleza y reposo.
Tambin haba encontrado ya la paz por la prdida del general
Kishikawa. Despus de su larga conversacin entre los cerezos
floridos del Kajikawa, Nicholai no tuvo ms noticias. Saba que el
general haba sido trasladado a Manchuria; se enter de que los rusos
haban atacado cruzando la frontera durante los ltimos das de la
guerra, cuando la accin no supona riesgo militar y s, en cambio,
una fuerte ventaja poltica; y saba, por haber hablado con
supervivientes, que algunos oficiales de rango haban escapado por el
seppuku' y que ninguno de los capturados por los comunistas haban
sobrevivido los rigores de los campos de reeducacin.
Nicholai se consol pensando que Kishikawa-san por lo menos
haba escapado de la indignidad de tener que enfrentarse a la
maquinaria brutal de la Comisin contra los crmenes de guerra
japoneses, donde la Justicia estaba pervertida por ese tipo de
racismo profundamente arraigado que haba confinado a los
japoneses-americanos en campos de concentracin mientras que los
germanoamericanos y los italoamericanos (formidables bloques de
votos) eran libres de beneficiarse en la industria de defensa; teniendo
en cuenta, adems, que los soldados Nisei del Ejrcito
norteamericano haban demostrado su patriotismo al ser la unidad
ms condecorada y con ms bajas, a pesar de haber sido insultada al
restringirla al teatro europeo dudando de su lealtad si se enfrentaban
con tropas japonesas. Los juicios por los crmenes de guerra
japoneses estaban infectados por las mismas suposiciones racistas de
subhumanidad que haba permitido el lanzamiento de una bomba de
uranio sobre una nacin derrotada en demanda ya de paz, y el
posterior lanzamiento de una bomba de plutonio, mayor todava, por
razones de curiosidad cientfica.
Lo que ms inquietaba a Nicholai era que la masa de los
japoneses toleraban el castigo de sus lderes militares, no por la
razn japonesa de que muchos de ellos haban colocado su
glorificacin personal y sus ansias de poder por encima de los
111
Trevanian Shibumi
intereses de su nacin y de su gente, sino por la razn occidental de
que estos hombres haban pecado o alguna manera contra las
normas retroactivas de la conducta humana basadas en unas
nociones de moralidad extranjera. Muchos japoneses parecan no
darse cuenta de que la propaganda del vencedor se convierte en la
historia del vencido.
Joven, y solo emocionalmente, sobreviviendo precariamente a la
sombra de las fuerzas de ocupacin, cuyos valores y mtodos no se
preocup en aprender, Nicholai necesitaba de una salida para sus
energas y frustraciones. Durante su segundo ao en Tokio encontr
una vlvula, un deporte que le sacara de la ciudad srdida y ruidosa,
llevndole a las montaas no ocupadas, libres de americanos: la
espeleologa.
Nicholai sola desayunar con el joven japons que trabajaba en la
sala de motores del San Shin, ya que se senta ms a gusto con los
motores que con los escarnecedores americanos de voz metlica del
Centro de Criptografa. Puesto que el conocimiento de la lengua
inglesa era requisito indispensable para ocupar incluso el puesto ms
humilde, la mayora de los hombres de la sala de motores haban
estado en la Universidad, y algunos de los que lavaban jeeps y
trabajaban como chferes de los oficiales, eran ingenieros mecnicos
graduados, incapaces de encontrar otro trabajo en una economa
arruinada y sin empleos.
Al principio, los jvenes japoneses se mostraban rgidos y
molestos en compaa de Nicholai, pero no pas mucho tiempo sin
que le aceptaran, al estilo franco y libre de la juventud, como un
japons de ojos veriles que haba tenido la desgracia de extraviar sus
ojos oblicuos. Fue admitido en su crculo y hasta se les uni en sus
risas vulgares y groseras respecto a las desgracias sexuales de los
oficiales americanos de los que eran chferes. Todas las burlas tenan
siempre la misma figura ridcula central: el norteamericano
estereotipado que estaba voluptuoso, constante y ciegamente, pero
que era tcticamente incompetente.
El tema de la espeleologa surgi durante uno de esos descansos
del desayuno, cuando todos ellos estaban sentados en cuclillas bajo
el tejado de chapa ondulada de un refugio para la lluvia mientras
coman de las fiambreras la racin de arroz y pescado destinado a los
trabajadores japoneses. Tres de los ex universitarios eran entusiastas
de la espeleologa, o lo haban sido, antes del ltimo ao desesperado
de la guerra y el caos de la ocupacin. Estuvieron hablando de la
diversin y la dificultad de sus expediciones a las montaas y
lamentaron su falta de dinero y de suministros bsicos para volver a
ellas. Por aquel entonces, la larga estancia de Nicholai en la ciudad y
el ruido y la congestin estaban borrando algunas de las delicadezas
de la vida rural. Nicholai pregunt a los jvenes sobre el tema de la
exploracin de cuevas y los suministros y el equipo necesarios.
Result que los pertrechos eran mnimos, aunque inaccesibles con el
112
Trevanian Shibumi
escaso sueldo que reciban de las fuerzas de ocupacin. Nicholai
sugiri que l se encargara de recoger lo necesario, si ellos le
llevaban consigo y le introducan en ese deporte. La oferta fue
aceptada ansiosamente, y dos semanas despus cuatro de ellos
pasaron un final de semana en las montaas, explorando cuevas
durante el da y pasando las noches en econmicos albergues de la
montaa en donde beban demasiado saki y hablaban hasta entrada
la noche, como lo hacen todos los jvenes inteligentes del mundo,
pasando la conversacin de la Naturaleza al Arte, al doble entendi-
miento impdico a planes para el futuro, a equvocos y agudezas, a
un haiku improvisado, a juegos bulliciosos, a la poltica, al sexo, a los
recuerdos y al silencio.
Tras pasar su primera hora bajo tierra, Nicholai saba que aqul
era su deporte. Su cuerpo, flexible y musculoso, pareca designado
para deslizarse por lugares estrechos. Los clculos ajustados y
rpidos del mtodo y el riesgo coincidan con el entrenamiento mental
que el G le haba proporcionado. Y la fascinacin del peligro le
resultaba muy seductora. Nunca hubiera podido escalar montaas,
porque la fanfarronada pblica que supona ofendan su sentido de
shibumi y de recato dignificado. Pero los momentos de riesgo y de
osada en las cuevas eran personales, silenciosos y no observados, y
posean el atractivo especial de invocar primitivos temores animales.
Al descender verticalmente por un pozo, exista la excitacin y el
miedo de caer, innato en todos los animales, y ms agudizado al
saber que tal cada sera a un abismo oscuro en vez de a un
panorama decorativo que quedaba a los pies del escalador
montaero. En las cuevas reinaba la presencia constante de la
humedad y el fro, temores primordiales del hombre, y reales para el
explorador subterrneo, ya que los accidentes ms graves y las
muertes eran consecuencia de la hipotermia. Haba tambin el terror
animal a la oscuridad, a la negrura infinita y el pensamiento siempre
presente de quedar perdido en el laberinto de las grietas y los
arrastres sobre el vientre, tan apretados, que era imposible
retroceder a causa de las articulaciones del cuerpo humano. Una
inundacin rpida poda llenar las estrechas cuevas en unos pocos
minutos, con poco aviso de tiempo, o sin ninguno. Y exista la
constante presin mental de saber que por encima de l, muchas
veces rascndole la espalda cuando se introduca reptando por algn
paso estrecho, haba toneladas de roca que inevitablemente algn da
obedeceran las leyes de la gravedad y rellenaran el pasaje.
Era el deporte perfecto para Nicholai.
Los peligros subjetivos, especialmente, los encontr atractivos y
excitantes. Goz enfrentando el control mental y la habilidad fsica
con los temores ms profundos y ms primitivos del animal que
llevaba en s mismo, la oscuridad, el miedo a caer, el miedo a
ahogarse, el fro, la soledad, el riesgo de perderse para siempre en
las entraas de la tierra, la constante erosin mental de aquellas
113
Trevanian Shibumi
toneladas de roca encima de l. El mayor aliado del espelelogo es la
lgica y el planeamiento lcido. Sus mayores enemigos, la
imaginacin y los perros del pnico. Para el explorador subterrneo,
es fcil ser cobarde, y difcil ser valiente, pues trabaja solo, sin ser
visto, sin crticas ni elogios. Nicholai disfrutaba con sus antagonistas y
con la arena particular en donde se enfrentaba con ellos. Le
encantaba la idea de que la mayora de ellos estaban dentro de s
mismo, y las victorias calladas.
Haba tambin las delicias inefables de emerger. Las cosas rutina-
rias, cotidianas, adquiran un nuevo color y un nuevo valor despus
de haber permanecido varias horas en el interior de la tierra,
especialmente si haba existido peligro y victoria fsica. El aire dulce
era absorbido con aspiraciones voraces. Una taza de t amargo era
algo que calentaba unas manos entumecidas, algo para deleitar la
vista con su rico color, algo que oler deliciosamente, una oleada de
calor que se deslizaba por la garganta, un banquete de sutiles gustos
variados. El azul del cielo era expresivo; el verde, la hierba
importante. Era bueno que un camarada os diera un golpecito en la
espalda, que una mano humana os tocara. Era bueno escuchar voces
y emitir sonidos que revelaban sentimientos, que compartan ideas,
que divertan a los amigos. Todo era novedad a punto para ser
saboreada.
Para Nicholai, la primera hora despus de surgir de una cueva
casi tena la calidad de la vida que l conoca durante un transporte
mstico. Durante esa hora breve antes de que los objetos y las
experiencias volviesen a colocarse en su lugar habitual, Nicholai se
senta casi unido con la dorada luz del sol y la fragante vegetacin.
Los cuatro jvenes se iban a las montaas todos los fines de
semana libres, y aunque su categora de aficionados y su equipo
sencillo les obligaba a limitar sus exploraciones subterrneas,
modestas segn los cnones internacionales de espeleologa, siempre
resultaba ser una prueba completa de su voluntad, resistencia y
habilidad, seguida por noches de camaradera, charla, saki y chistes
malos sumamente apreciados. Aunque ms tarde Nicholai adquirira
una amplia reputacin por su participacin en expediciones
importantes bajo tierra, esas salidas de aprendiz nunca fueron
superadas en su aspecto puro por diversin y aventura.
Cuando cumpli los veintitrs aos, Nicholai tena un estilo de
vida que satisfaca la mayor parte de sus necesidades y le
compensaba por la mayora de sus prdidas, excepto la del general
Kishikawa. Para sustituir a los miembros de la casa de Otake-san,
haba llenado su casa en Asakusa con gentes que adoptaron en cierto
modo los papeles territoriales de miembros de la familia. Haba
perdido el amor de su adolescencia en buena parte su amor infantil;
pero satisfaca las necesidades de su cuerpo con las imaginativas e
incorregibles hermanas Tanaka. Las disciplinas mentales y las delicias
del G, que en otra poca le haban obsesionado, haban sido
114
Trevanian Shibumi
sustituidas por las delicias emocionales y fsicas de la espeleologa. En
cierto modo singular, y no muy sano, su entrenamiento en combate
1aked=Kill
PL
daba rienda suelta a los aspectos ms corrosivos de su
odio hacia aquellos que haban destruido su nacin y su juventud;
puesto que durante sus perodos de prctica fantaseaba sobre sus
enemigos de ojos redondos, con lo cual se senta mucho mejor.
La mayor parte de lo que haba perdido era personal y orgnico,
la mayor parte de sus sustitutos eran mecnicos y externos, pero la
diferencia de calidad quedaba compensada en gran parte por sus reti-
ros ocasionales en el descanso que daba a su alma la experiencia
mstica.
La parte ms opresiva de su vida eran las cuarenta horas
semanales que pasaba en el stano del edificio San Shin, con su
desagradable trabajo remunerado.
La crianza y el entrenamiento le haban proporcionado recursos
interiores para satisfacer sus necesidades sin disipar energas en un
empleo lucrativo, tan vital para los hombres conformistas errabundos
que tienen dificultades para llenar su tiempo y justificar su existencia
sin trabajar. El placer, el estudio y la comodidad eran adecuados para
l; no necesitaba la muleta del reconocimiento, la seguridad del
poder, el narctico de la diversin. Desgraciadamente, las
circunstancias le haban obligado a ganarse la vida, y ms irnico
todava, a ganrsela entre los norteamericanos. (Aunque los
compaeros de trabajo de Nicholai formaba una mescolanza de
norteamericanos, britnicos y australianos, dominaban los mtodos,
valores y objetivos norteamericanos, de modo que muy pronto
Nicholai consider a los britnicos como norteamericanos
incompetentes y a los australianos como norteamericanos en perodo
de entrenamiento.)
El ingls era el idioma del centro donde trabajaba, pero el sentido
de eufona de Nicholai rechazaba la deglucin blanda o gimoteo cas-
cado del modo de hablar de los britnicos de la clase alta, y el
martilleo metlico y sonido elstico de cuerda de arco del lenguaje
norteamericano, as que desarroll un acento propio, que quedaba a
medio camino entre los sonidos britnicos y norteamericanos. El
efecto de este artificio fue que sus asociados anglofnicos creyeran
que la lengua nativa en el futuro de Nicholai era el ingls, pero de
algn otro lugar.
De vez en cuando, sus compaeros de trabajo procuraban incluir
a Nicholai en sus planos de fiesta o excursin, sin que nunca pudiera
sospechar que lo que para ellos supona una condescendencia
benevolente hacia el extranjero, era considerado por Nicholai como
un igualitarismo presuntuoso.
Y no era tanto su enojosa suposicin de igualdad lo que irritaba a
Nicholai, sino sus confusiones culturales. Los norteamericanos pare-
can confundir el modo de vida con la cualidad de vida, igualaban la
18
Literalmente, asesino desnudo. 01( del T(2
115
Trevanian Shibumi
oportunidad con la mediocridad institucionalizada, la valenta con la
firmeza, el machismo con la virilidad, la libertad con el libertinaje, la
verbosidad con la pronunciacin, la diversin con el placer, en una
palabra, todos los falsos conceptos comunes a aquellas personas que
suponen que la justicia implica una igualdad para todos, en vez de
igualdad para los iguales.
En sus momentos de mayor benevolencia, consideraba a los
norteamericanos como nios, enrgicos, curiosos, ingenuos, de buen
corazn, nios muy malcriados, en cuyo aspecto notaba una
diferencia mnima entre norteamericanos y rusos. Ambos eran gente
de fsico sano y vigoroso, ambos sobresalan en las cosas materiales,
ambos confundan la belleza, ambos gallardeaban confiadamente en
que su ideologa era la mejor y definitiva, ambos eran infantiles y
pendencieros, y ambos, en fin, terriblemente peligrosos. Peligrosos
porque sus juguetes eran armas csmicas que amenazaban la
existencia de la civilizacin. El peligro radicaba menos en su malicia
que en su estupidez. Resultaba irnico considerar que la destruccin
del mundo no sera obra de un Maquiavelo, sino de un Sancho Panza.
Nunca se sinti a gusto al tener que depender de esa gente para
su subsistencia, pero no le quedaba otra alternativa, y se adaptaba a
su irritacin ignorndola. No fue hasta aquel marzo hmedo y
tempestuoso de su segundo ao cuando se vio forzado a aprender
que cuando, uno come con los lobos, es cuestin discutible si uno es
invitado o visitante.
A pesar del tiempo desapacible, la resistencia eterna del espritu
japons quedaba de manifiesto en la cancin ligera y optimista Din#o
no -ta' que se oa en toda la nacin a media voz o canturreada por
millares de personas rehacindose de la ruina emocional o fsica de la
guerra. Haban pasado los crueles inviernos del hambre; haban que-
dado atrs las inundaciones y las cosechas miserables; y en el
extranjero dominaba el sentimiento de que el mundo estaba
recuperndose, Incluso sufriendo los vientos hmedos de marzo, los
rboles comenzaban a mostrar un dbil verdor, promesa de una
temprana primavera, el fantasma de la abundancia.
Cuando Nicholai lleg a su oficina aquella maana, su humor era
tan benevolente que incluso encontr un cmico encanto en el
precioso oscurantismo militar del rtulo de su puerta:
SCAP/COMCEN/SPHINX-FE, (N-CODE/D-CODE).
Con el pensamiento en otra parte, se dispuso a ordenar los
mensajes de la mquina, mensajes interceptados de las fuerzas de
ocupacin soviticas de Manchuria, comunicaciones rutinarias
redactadas en un cdigo sencillo. No sintiendo ningn inters por los
juegos polticos y militares de los rusos y norteamericanos, Nicholai
sola traducir los mensajes sin fijarse en su contenido, del mismo
modo que una buena mecangrafa escribe sin leer. Fue por este
motivo que haba comenzado ya a dedicarse a otro problema, cuando
el significado de lo que acababa de leer floreci en su mente. Cogi la
116
Trevanian Shibumi
hoja de papel de su cesta de salida y lo ley de nuevo.
Los rusos mandaban a Tokio, en avin, al general Kishikawa Ta-
kashi, para ser juzgado como criminal de guerra de la Clase A.
117
Trevanian Shibumi
WASHINGTON
Acompaados por Miss Swivven, los cuatro hombres entraron en
el ascensor y permanecieron en silencio mientras ella insertaba su
tarjeta magntica en la ranura marcada Piso 16. El rabe,
entrenado en terrorismo, cuyo nombre cdigo era Mr. Haman, perdi
el equilibrio, cuando, al contrario de lo esperado, el ascensor
descendi rpidamente a las entraas del edificio. Cay sobre Miss
Swivven, que dio un chillido cuando el hombro del rabe golpe el
hombro de ella.
-Lo siento mucho, Madame. Supona que la direccin del piso 16
sera ascendente. Debera ser as, matemticamente hablando,
pero...
El ceo fruncido de su superior de la OPEC control su charla en
falsete, de modo que concentr su atencin en la estirada nuca de
Miss Swivven. El hombre de la OPEC (en cdigo Mr. Able) se senta
molesto por la voz indecisa y las maneras torpes de su colega rabe.
Perteneciendo a la tercera generacin de una familia cuyos miembros
haban estudiado todos en Oxford y participado ampliamente con los
britnicos de las ventajas culturales en la explotacin de su gente,
Mr. Able despreciaba a este oportunista, hijo de un pastor de cabras,
que probablemente haba descubierto petrleo por casualidad al
clavar en el suelo con demasiado empeo una estaquilla de la tienda.
Estaba irritado, adems, por haber tenido que suspender un asuntillo
social ntimo, para venir a colaborar en algn problema desconocido,
consecuencia, sin duda alguna, de la incompetencia de su
compatriota y de aquellos rufianes de la CIA. En verdad, si la llamada
no hubiese llevado el signo de autoridad del Presidente y de la
Organizacin Madre, l la hubiese ignorado, pues, en el momento de
ser interrumpido, estaba disfrutando de una charla brillante y
encantadora con un adorable joven cuyo padre era senador
norteamericano.
Reaccionando ante el fro desdn del hombre de la OPEC, el dele-
gado permaneci quieto en lo ms profundo del ascensor, fingiendo
estar preocupado por asuntos ms importantes que aquel pequeo
contratiempo.
Darryl Starr, por su parte, procur mantener un aspecto de fra
indiferencia, haciendo sonar las monedas en su bolsillo mientras
silbaba entre dientes.
El ascensor se detuvo, y Miss Swivven insert una segunda
tarjeta magntica en la ranura para que las puertas se abrieran. El
pastor de cabras aprovech la oportunidad para darle una palmada
en el trasero. Miss Swivven apart el cuerpo y retrocedi.
Vaya -pens el palestino-. Una mujer modesta. Probablemente
virgen. Tanto mejor. La virginidad es importante para los rabes, que
118
Trevanian Shibumi
temen la comparacin, con buenas razones para ello.
Darryl Starr, abiertamente, y el delegado con ms disimulo,
examinaron los alrededores, pues con anterioridad nunca haban sido
admitidos en el piso 16 del edificio. Pero Mr. Able estrech
brevemente las manos de Diamond y exigi:
-De qu se trata? No me gusta en absoluto que se me llame
aqu sin ms explicaciones, especialmente una noche que tena otros
planes.
-Le gustar menos todava cuando me explique -repuso
Diamond. Se volvi hacia Starr-. Sintese. Quiero que se entere de
la importancia del lo que organizaron en Roma.
Starr se encogi de hombros con pretendida indiferencia y se dej
caer en una butaca moldeada de plstico blanco junto a la mesa de
conferencias, con su cristal grabado al aguafuerte para proyeccin de
datos del ordenador. El palestino estaba absorto admirando la vista
que ofreca la ventana.
-Mr. Haman? -dijo Diamond.
La nariz del rabe toc el cristal mientras contemplaba
embelesado los dibujos de los faros de los automviles que
avanzaban lentamente junto al monumento a Washington, los
mismos coches que siempre pasaban por la avenida precisamente a
aquella misma hora cada noche.
-Mr. Haman? -repiti Diamond.
-Qu? Oh, s! Siempre olvido este nombre en cdigo que me
han asignado. Qu humorada por mi parte!
-Sintese -indic Diamond con voz sorda.
-Cmo? Qu ha dicho?
-Sintese!
Con una mueca de torpeza, el rabe se sent junto a Starr ante la
mesa, mientras que Diamond indicaba al representante de la OPEC la
cabecera de la mesa, sentndose l, a su vez, en su butaca giratoria
de diseo ortopdico, en la plataforma elevada.
-Dgame, Mr. Able, qu sabe usted acerca de la desgraciada
incursin de esta maana en el aeropuerto de Roma Internacional?
-Casi nada. Yo no tengo por qu molestarme con los detalles
tcnicos. Mi preocupacin es la estrategia econmica. -Sacudi de la
impecable raya de sus pantalones una imaginaria mota de polvo.
Diamond inclin la cabeza bruscamente.
-Ninguno de nosotros debera tener que tratar de estos asuntos
pero la estupidez de su gente y la incompetencia de la ma nos
obliga...
-Bueno, un momento, un momento... -comenz a decir el
delegado.
-...nos obliga a intervenir en el asunto. Quiero presentarle una
perspectiva de fondo, as que se dar perfecta cuenta. Miss Swivven,
por favor, tome nota. -Diamond alz la mirada y mir fijamente al
delegado de la CIA-. Por qu se agita de esa manera?
119
Trevanian Shibumi
Con los labios apretados, y las aletas de la nariz dilatadas, el
delegado respondi:
-A lo mejor es que estaba esperando que me ordenara
sentarme, como ha hecho con los dems.
-Muy bien. -La mirada de Diamond era vaca y cansada-. Sin-
tese.
Con aire de haber obtenido una victoria diplomtica, el delegado
tom asiento al lado de Starr.
En ningn momento durante la conferencia, Diamond dedic su
tono ligeramente sarcstico y autoritario a Mr. Able, pues ambos
haban trabajado juntos en muchos proyectos y problemas y se
profesaban cierto respeto mutuo, basado, no precisamente en la
amistad, sino en cualidades compartidas de habilidad administrativa,
anlisis lcido de los problemas y una eficiencia para tomar
decisiones libre de los conceptos romnticos de la tica. Su papel
consista en representar los poderes que tenan detrs, en todas las
relaciones paralegales y extra-diplomticas entre las naciones rabes
productoras de petrleo y la Organizacin Madre, cuyos intereses
estaban ligados ntimamente, aunque Jams uno de ellos lleg a
confiar en el otro ms all de los lmites de su mutuo beneficio. Las
naciones representadas por Mr. Able eran poderosas en la palestra
internacional ms all de los dones y la capacidad limitada de su
gente. El mundo industrializado haba permitido descuidadamente
llegar a tener que depender del petrleo rabe para supervivencia,
aunque saban que el suministro tendra un fin, y era, en efecto, muy
limitado. Pero las naciones primitivas, sabiendo que el mundo
tecnolgico los mimaba nicamente porque ellos posean ese petrleo
tan necesario, tenan el propsito de convertir ese petrleo y el poder
poltico concomitante en fuentes ms durables de riqueza antes de
haber extrado del subsuelo ese jugo pernicioso, a cuyo efecto
estaban comprando decididamente tierras en todo el mundo y apode-
rndose de compaas, infiltrndose en los sistemas bancarios, y
ejerciendo un control financiero sobre figuras polticas en todo el
Occidente Industrializado. Disfrutaban de ciertas ventajas para sus
proyectos. En primer lugar, podan maniobrar rpidamente porque no
tenan el obstculo de los viscosos sistemas polticos de la
democracia. En segundo lugar, los polticos occidentales son
corruptos y egostas. Y en tercer lugar, la gran masa de occidentales
son avariciosos, holgazanes y desprovistos del menor sentido
histrico, estando condicionados a vivir al borde de la catstrofe a
causa de la era atmica, y, por tanto, preocupados nicamente por la
vida fcil y la prosperidad durante su propio tiempo de vida. El grupo
de corporaciones de energa que formaban la Organizacin Madre
hubieran podido destruir en cualquier momento deseado la opresin
chantajista de las naciones rabes. El petrleo bruto no tena valor
hasta ser convertido en un contaminante provechoso y nicamente
ellos controlaban la distribucin y almacenamiento. Pero el objetivo a
120
Trevanian Shibumi
largo plazo de la Organizacin Madre era utilizar el arma de la
inevitable escasez de petrleo, para apoderarse del control de todas
las fuentes de energa: carbonferas, atmica, solar y geotrmica.
Como ejemplo de su relacin simbitica, OPEC favoreca a la
Organizacin Madre restringiendo los suministros cuando la Organiza-
cin quera construir oleoductos sobre la frgil tundra, o bloquear una
inversin gubernamental de importancia en la investigacin de la
energa solar o area, o crear restricciones en el gas natural cuando
presionaba la desaparicin de los controles de precio. A cambio, la
Organizacin Madre serva a las naciones de la OPEC de muchas
maneras, no siendo la menor la presin poltica durante el embargo
del petrleo para impedir que las naciones occidentales dieran el paso
decisivo de ocupar territorios y liberar el petrleo para el beneficio
comn. Llevar a cabo esta tarea requiri una sutilidad retrica mucho
mayor de lo que los rabes crean, puesto que, al mismo tiempo, la
Organizacin Madre estaba preparando unos vastos programas de
propaganda para hacer creer a las masas que ella, la Organizacin,
trabajaba para independizar Norteamrica de las importaciones de
petrleo extranjero, utilizando los accionistas ms importantes, que
eran tambin figuras famosas del mundo del espectculo, para que
consiguieran la ayuda popular para su exploracin de petrleo fsil,
su amenaza contra la Humanidad con los residuos atmicos y su
contaminacin de los mares con las perforaciones dentro del mar y el
manejo descuidado de los petroleros.
Tanto la Organizacin Madre como los poderes de la OPEC
estaban pasando por un delicado perodo de transicin; la primera,
tratando de convertir su monopolio de petrleo en una hegemona
sobre todas las fuentes de energa, para que su poder y sus
beneficios no se desvanecieran con el agotamiento de los suministros
mundiales de petrleo; y los otros, luchando por transformar su
riqueza petrolfera en riqueza industrial y posesiones territoriales en
todo el mundo occidental. Para facilitar su paso por este perodo difcil
y vulnerable, Mr. Able y Mr. Diamond haban recibido autoridad
ilimitada para tratar con tres de los obstculos ms amenazadores
para su xito: los viciosos esfuerzos de la OLP utilizando su valor
conflictivo para ganar una parte de los beneficios rabes; la
interferencia torpe e insensata de la CIA y su rgano sensorial la
NSA; y la tenacidad e insistencia egosta de Israel para sobrevivir.
En resumen, el papel de Mr. Diamond consista en controlar la
CIA, y, a travs del poder internacional de la Organizacin Madre, las
acciones de los estados occidentales; mientras que Mr. Able tena
asignada la tarea de mantener en lnea a los Estados rabes
individuales. Cosa que le resultaba especialmente difcil por cuanto
estos poderes son una mezcolanza extraa de dictaduras medievales
y caticos socialismos militares.
Mantener la OLP en lnea era su mayor problema. Ambos, la OPEC
y la Organizacin Madre, estaban de acuerdo en que los palestinos
121
Trevanian Shibumi
eran una pesadilla totalmente desproporcionada a su significado, pero
los caprichos de la Historia han hecho de su pequea causa y de ellos
mismos un punto de partida para las naciones rabes divergentes.
Todos se hubieran liberado alegremente de su estupidez y su
malignidad, pero, por desgracia, esas enfermedades, aunque
contagiosas, no son fatales. Sin embargo, Mr. Able haca todo lo
posible para mantenerlos al margen e impotentes, habiendo agotado
recientemente mucha de su fuerza al crear el desastre de Lebanon.
Pero no pudo impedir a los terroristas palestinos el ataque en las
Olimpadas de Munich, que ech a perder aos de propaganda
antijuda que haba estado floreciendo sobre la base de un
antisemitismo latente en lodo el Occidente. Mr. Able haba hecho lo
que pudo: alert a Mr. Diamond de lo que iba a suceder. Y Diamond
envi la informacin al Gobierno de Alemania Federal, suponiendo
que podran controlar la situacin. En vez de eso, los alemanes
quedaron al margen y permitieron que el ataque se produjera, dado
que la proteccin de los judos nunca ha sido un tema dominante en
la conciencia alemana.
Aunque exista una larga historia de colaboracin entre Diamond
V Mr. Able, y cierta admiracin mutua, no exista ninguna amistad.
Diamond se senta inquieto ante la ambigedad sexual de Mr. Able.
Adems, detestaba las ventajas culturales y el ambiente social del
rabe, pues Diamond se haba criado en las calles del West Side
neoyorquino, y al igual que muchos de los plebeyos que llegaron a un
nivel ms alto, ava, impulsado por un esnobismo a la inversa, que la
crianza noble era una tara de la personalidad.
Por su parte, Mr. Able contemplaba a Diamond con un desprecio
que nunca se molest en disimular. Mr. Able se vea a s mismo en un
papel patritico y noble, trabajando para crear una base de poder
para su gente para cuando desapareciera el petrleo. Pero Diamond
era una prostituta, dispuesta a ahogar los intereses de su gente a
cambio de riqueza y de una oportunidad para participar en el juego
del poder. Despreciaba a Diamond como prototipo del
norteamericano, del norteamericano cuya visin del honor y la
dignidad quedaban circunscritos a una ambicin de ganancias.
Opinaba que los norteamericanos eran una gente decadente, cuya
idea del refinamiento se limitaba a un papel higinico blando. Nios
ricos que se lanzaban por sus carreteras, jugando con sus radios CB y
pretendiendo ser pilotos de la II Guerra Mundial. Dnde est la fibra
de una gente cuyo poeta ms vendido es Rod McKuen, el Howard
Cosell del verso?
La mente de Mr. Able divagaba en semejantes pensamientos
mientras permaneca sentado a la cabeza de la mesa de conferencias,
con su rostro impasible, y en sus labios una leve sonrisa de distancia
corts. Jams permiti que su aversin trasluciera, sabiendo que su
gente tena que continuar colaborando con los norteamericanos,
hasta que hubiesen terminado la tarea de apoderarse de su nacin
122
Trevanian Shibumi
sin que ellos se dieran cuenta.
Mr. Diamond estaba repantigado en su butaca, examinando con
atencin el techo mientras reflexionaba sobre la manera de introducir
este problema de modo que no pareciera que la culpa era
enteramente suya.
-Bien -dijo al final-, primero un poco de historia. Despus del
embrollo de las Olimpadas de Munich, ustedes se comprometieron a
controlar a la OLP para evitar ese tipo de mala Prensa en el futuro.
Mr. Able suspir. Menos mal que Diamond no haba comenzado su
historia con la huida de los israelitas a travs del mar Rojo.
-Como consolacin -continu Diamond-, conseguimos que se
permitiera a ese no-s-cmo-se-llama, comparecer ante la ONU y
desatar sus babosas fulminaciones contra los judos. Pero, a pesar de
las seguridades que ustedes nos dieron, hemos descubierto
recientemente que una clula de miembros de Setiembre Negro,
incluidos dos que participaron en la incursin de Munich, tenan
permiso de ustedes para llevar a cabo un estpido secuestro de avin
a la salida de Heathrow.
Mr. Able se encogi de hombros.
-Las circunstancias modifican las intenciones. No le debo a usted
explicaciones por todo lo que hacemos. Baste aclarar que este ltimo
ejercicio vengativo era su precio por aguantar algn tiempo hasta que
la presin americana socave los poderes defensivos de los judos.
-Y en ese aspecto estuvimos de acuerdo con ustedes. Como
ayuda pasiva, orden a la CIA que se abstuviera de ninguna accin
contra los miembros de Setiembre Negro. Probablemente, estas
rdenes eran superfluas, pues la incompetencia ya tradicional de esa
organizacin hubiera neutralizado, de todas maneras, cualquier
accin emprendida.
El delegado se aclar la garganta para intervenir, pero Diamond
lo detuvo alzando la mano, y prosigui:
-Dimos un paso ms all de la ayuda pasiva. Cuando supimos
que un grupo pequeo y no oficial de israeles estaba en la pista de
los responsables de la matanza de Munich, decidimos detenerlos con
una incursin inutilizante. El jefe de este grupo era un tal Asa Stern,
un ex poltico, cuyo hijo se hallaba entre los atletas asesinados en
Munich. Al saber que Stern sufra de cncer, muri hace dos
semanas, y que su pequeo grupo consista nicamente de un
puado de jvenes idealistas aficionados, cremos que las fuerzas
combinadas de su organizacin de espionaje rabe y nuestra CIA
bastaran para destruirlos.
-Y no ha sido as?
-No ha sido as. Esos dos hombres sentados a esa mesa eran
responsables de la operacin, aunque el rabe realmente slo era un
agente en entrenamiento. Mediante una accin muy aparatosa y muy
torpe, consiguieron terminar con dos de los tres miembros del grupo
de Stern... acabando al mismo tiempo con siete personas ms. Pero
123
Trevanian Shibumi
un miembro, una muchacha llamada Hanna Stern, sobrina del difunto
lder, consigui escabullirse.
Mr. Able suspir y cerr los ojos. Es que nunca poda salir nada
bien en este pas con su fastidiosa forma de gobierno? Cundo
descubriran que el mundo se halla en una era de posdemocracia?
-Dice usted que una joven escap de esa desgraciada
incursin? Seguramente eso carece de importancia. No puedo creer
que una mujer vaya a Londres y consiga ella sola matar a seis
terroristas palestinos bien entrenados y con mucha experiencia, y que
adems cuentan con la proteccin, no slo de su organizacin y la
ma, sino adems, por la recomendacin de ustedes con la del MI-5 y
MI-6 britnicos. Es simplemente ridculo.
-Sera ridculo, en efecto. Pero Miss Stern no ha ido a Londres.
Estamos seguros de que se ha marchado a Francia. Y estamos
seguros tambin de que en este momento se halla en contacto, o lo
estar muy pronto, con un tal Nicholai Hel, un hombre de tarjeta lila,
perfectamente capaz de introducirse entre su gente, la ma y todos
los britnicos, de acabar con Setiembre Negro, y de estar de
regreso en Francia a tiempo para una cita de almuerzo.
Mr. Able mir intrigado a Diamond.
-Es admiracin lo que me parece notar en su voz?
-No! Yo no dira que eso es admiracin. Pero Hel es un hombre
que no podemos ignorar. Voy a ponerles al corriente de sus antece-
dentes para que puedan apreciar las medidas especiales a que
tendremos que recurrir para solucionar este embrollo. -Diamond se
dirigi al primer ayudante, que estaba discretamente sentado junto a
su consola-. Ponga en marcha el informe sobre Hel.
Mientras aparecan los datos escuetos y prosaicos de >at ?o% pro-
yectados en la superficie de la mesa que tenan frente a ellos,
Diamond hizo rpidamente un resumen de los detalles biogrficos
que explicaban cmo Nicholai Hel se enter de que el general
Kishikawa se hallaba en manos de los rusos y estaba a punto de ser
juzgado por la Comisin contra los crmenes de guerra.
124
Trevanian Shibumi
JAPN
Nicholai solicit un permiso, que le fue concedido, para poder
dedicar su tiempo y energas a la tarea de localizar al general. La
semana siguiente constituy una pesadilla, una lucha desesperada en
movimiento lento contra las impenetrables, aunque suaves,
barricadas de Helios rojos, secreto autonmico, desconfianza
internacional, inercia burocrtica e indiferencia individual. Sus
esfuerzos a travs del gobierno civil japons no dieron ningn
resultado. Sus sistemas eran estticos y quedaban frenados por
contrariar la tendencia japonesa sobre organizacin y autoridad
compartida destinada a aliviar la carga de la responsabilidad
individual hacia el error, eran elementos de democracia extranjera
que llevaban inherentes la diligente inaccin caracterstica de
semejante forma intil de gobierno.
Nicholai recurri entonces a los gobiernos militares, y con
perseverancia, consigui hacerse una idea parcial de los
acontecimientos que condujeron al arresto del general. En el proceso,
tuvo que ponerse peligrosamente a la vista, aunque se daba cuenta
de que, para una persona que viva con documentos falsos de
identidad, que careca de la proteccin de una nacionalidad oficial,
representaba un gran riesgo irritar a los burcratas que medran con
el status quo disfuncional.
Los resultados de esta semana de bsqueda y acoso fueron
pobres. Nicholai supo que Kishikawa-san haba sido entregado por los
soviticos a la Comisin contra los crmenes de guerra, que estara
encargada de dilucidar su caso, y que el general estaba confinado en
la prisin de Sugamo. Supo que un oficial del cuerpo jurdico
norteamericano se haba encargado de su defensa, pero no consigui
entrevistarse con ese hombre hasta despus de haberle inundado con
cartas y llamadas telefnicas, y la entrevista consisti en media hora
rpida por la maana.
Nicholai se levant antes del amanecer y subi a un tranva
abarrotado que le llev al distrito de Yotsuya. El amanecer, hmedo y
grisceo, tiznaba el cielo por el Este, mientras Nicholai cruzaba el
Akebono-bashi, por el Puente de la Aurora, ms all del cual se
alzaba el imponente edificio Ichigaya Barracks, que se haba
convertido en el smbolo de la inhumana maquinaria de la justicia
occidental.
Durante tres cuartos de hora, permaneci sentado en un banco
de madera, haciendo antesala junto a la oficina del abogado, situada
en el stano. Finalmente, una atareada secretaria malhumorada le
hizo pasar al desordenado despacho del capitn Thomas. El oficial le
hizo un gesto invitndole a sentarse sin alzar los ojos de la
declaracin que estaba revisando. Solamente cuando hubo terminado
125
Trevanian Shibumi
y escrito una nota marginal, el capitn Thomas alz la vista.
-Y bien?
En su tono haba ms cansancio que brusquedad. l se encargaba
personalmente de la defensa de seis acusados de crmenes de guerra,
y tena que trabajar con personal y recursos limitados, en
comparacin con la vasta maquinaria de investigacin y organizacin
de que dispona el fiscal instalado en sus oficinas ms arriba del
edificio. Desgraciadamente para la paz de su espritu, el capitn
Thomas tena sus ideales sobre la honestidad de la ley anglosajona, y
todas sus palabras y gestos estaban impregnados de un amargo
fatalismo. Lo que ms deseaba en aquel momento era terminar con
todo aquel enredo, y regresar a su vida civil y a ejercer su profesin
en su pequea ciudad de Vermont.
Nicholai le cont que estaba buscando informacin sobre el
general Kishikawa.
-Por qu?
-Es amigo mo.
-Amigo? -El capitn se mostraba dudoso.
-S, seor. l... l me ayud mucho cuando yo estaba en
Shanghai.
El capitn Thomas extrajo la carpeta de Kishikawa de debajo de
un montn de pliegos similares.
-Por entonces, usted debera ser un nio.
-Tengo veintitrs aos, seor.
Las cejas del capitn se elevaron. Como todo el mundo, se haba
engaado por la disposicin gentica de Nicholai hacia una apariencia
juvenil.
-Lo siento. He credo que era mucho ms joven. Qu es lo que
quiere decir cuando se refiere a que Kishikawa le ayud?
-Cuid de m al morir mi madre.
-Ya entiendo. Usted es britnico, verdad?
-No.
-Irlands? -De nuevo ese acento que siempre se identificaba
como de algn otro lugar.
-No, capitn. Trabajo para el SCAP como traductor. -Era mejor
escabullirse del inoportuno enredo de su nacionalidad, o, mejor dicho,
de su falta de nacionalidad.
-Y se est usted ofreciendo como testigo de descargo? No es
eso?
-Me gustara ayudar en lo que pudiera.
El capitn Thomas asinti y busc a tientas un cigarrillo.
-Hablndole con franqueza, no creo que pueda ayudarle
demasiado. Tenemos demasiado trabajo y poco personal. He tenido
que decidir concentrar mis energas en aquellos casos que presenten
alguna posibilidad de xito. Y, francamente, no incluira a Kishikawa
en esa categora. Probablemente, esto le parecer a usted muy fro,
pero es preferible que le hable con honradez.
126
Trevanian Shibumi
-Pero... yo no puedo creer que el general Kishikawa fuese culpa-
ble de nada. De qu se le acusa?
-Est en el grupo de la Clase A: crmenes contra la Humanidad...
cualquiera que sea lo que esa maldita frase signifique.
-Pero, quin va a testificar contra l? Qu es lo que dicen que
ha hecho?
-No lo s. Los rusos se encargan de la acusacin, y no me
permiten examinar sus documentos, ni las fuentes de informacin,
hasta el da anterior al juicio. Supongo que los cargos se centrarn en
torno a sus ilones como gobernador militar de Shanghai. Los
encargados de su propaganda han utilizado diversas veces el ttulo:
El Tigre de Shanghai.
-El Tigre de...! Eso es una locura! l era administrador. Puso de
nuevo en marcha el suministro de agua... los hospitales. Cmo
pueden ellos...?
-Durante el tiempo de su gobierno se sentenciaron y ejecutaron
cuatro hombres. Saba usted eso?
-No, pero...
-Por lo que a m respecta, esos cuatro hombres podan haber
sido asesinos o violadores o saqueadores. 76 que el promedio de
ejecuciones por crmenes mayores durante los diez aos de control
britnico fue del catorce coma seis. Cualquiera creera que la
comparacin sera en favor de su general. Pero los hombres que l
mand ejecutar son descritos como hroes del pueblo. Y no se
puede andar ejecutando hroes del pueblo y salir con bien del trance.
Especialmente, cuando se es conocido como El Tigre de Shanghai.
-Jams fue llamado as!
-As le llaman ahora. -El capitn Thomas se inclin hacia atrs,
apretando los dedos contra las cuencas de sus ojos hundidos. Se tir
levemente del cabello color arena en un esfuerzo para reanimarse-.
Y puede usted apostar la vieja peluca de su ta Tilly a que ese ttulo
ser utilizado un centenar de veces durante el juicio. Siento parecerle
derrotista, pero la verdad es que s que para los soviticos es muy
importante ganar esta causa. Se est montando una gran
propaganda en torno a este juicio. Como ya debe saber, los soviticos
estn recibiendo muchas censuras por no proceder a la repatriacin
de los prisioneros de guerra. Han estado retenindolos en campos
de reeducacin, en Siberia, hasta que puedan devolverlos
plenamente adoctrinados. Y no han devuelto ni un solo criminal de
guerra, aparte de Kishikawa. De modo que sta es una pieza clave
para ellos, una oportunidad para que la gente de todo el mundo sepa
que estn cumpliendo con su deber, realizando vigorosas purgas con
los imperialistas capitalistas japoneses, procurando la seguridad en
el mundo para el socialismo. Ahora bien, al parecer, usted cree que
Kishikawa es inocente. Oka%, quiz sea as. Pero le aseguro que ser
calificado como criminal de guerra. Sabe, la primera condicin para
recibir ese honor es estar en el lado del perdedor, y l lo estaba. -El
127
Trevanian Shibumi
capitn Thomas encendi un cigarrillo con la punta del otro que
despus aplast en un cenicero repleto de colillas. Lanz una especie
de bufido acompaado de una risita melanclica-. Se imagina lo
que le hubiera sucedido a Mac Arthur o al general Patton si hubiera
ganado el otro bando? Suponiendo que se hubiesen mostrado tan
legalistas como para establecer juicios por crmenes de guerra.
Demonios, los nicos que hubieran escapado de ser considerados
como responsables de la guerra seran esos patanes aislacionistas
que nos mantuvieron alejados de la Sociedad de Naciones, y
seguramente ellos hubieran sido nombrados gobernantes de paja, del
mismo modo que nosotros hemos colocado justamente lo contrario
en la Dieta Y as son las cosas, hijo. Ahora he de volver al trabajo.
Maana tengo que asistir a un juicio representando a un viejo que
est murindose de cncer y que declara que l nunca hizo nada sino
obedecer las rdenes de su emperador. Pero probablemente ser
llamado El Leopardo de Luzn o El Puma de Pago-Pago. Y,
sabes qu, chico? Por lo que yo s, podra haber sido realmente el
Leopardo de Luzn. De todos modos, no importa demasiado que
sea una cosa u otra.
-Puedo verle por lo menos? Visitarle?
La cabeza del capitn Thomas estaba inclinada; ya estaba
revisando el pliego del juicio prximo.
-Qu?
-Quisiera visitar al general Kishikawa. Puedo?
-No puedo hacer nada al respecto. Se trata de un prisionero
ruso. Tendr que conseguir usted permiso de los rusos.
-Bueno, y usted' cmo se las arregla para verle?
-Todava no le he visto.
-Ni siquiera ha hablado con l?
El capitn Thomas alz los ojos confusamente.
-Me quedan seis semanas antes de que Kishikawa comparezca a
juicio. Maana tenemos al Leopardo de Luzn. Vaya a ver a los
rusos. Quizs ellos puedan ayudarle.
-A quin debo ver?
-Mierda, muchacho, no lo s!
Nicholai se levant.
-Ya entiendo. Gracias.
Ya haba llegado a la puerta cuando el capitn Thomas, aadi:
-Lo siento, hijo. De verdad.
Nicholai inclin la cabeza y sali.
Durante los meses siguientes, Nicholai tendra ocasin de
comparar las diferencias entre el capitn Thomas y su colega ruso, el
coronel Gorbatov. En los superpoderes haba variaciones simblicas
en su modo de pensar y tratar a los hombres y a los problemas. El
norteamericano se haba mostrado genuinamente preocupado,
compasivo, acosado, mal organizado... en definitiva, intil. El ruso
era desconfiado, indiferente, bien preparado e informado, y
128
Trevanian Shibumi
finalmente de algn valor para Nicholai, arrellanado en una gran
butaca tapizada mientras el coronel mova pensativamente su t con
la cucharilla hasta que los dos grandes terrones de azcar se
desintegraron arremolinndose en el fondo, sin terminar de
disolverse.
-Est usted seguro de no querer t? -pregunt el coronel.
Gracias, no quiero. -Nicholai prefera evitar prdidas de tiempo en
cortesas sociales.
-En cuanto a m, soy un adicto al t. Cuando muera, el sujeto
que me haga la autopsia descubrir mis interiores curtidos como
cuero de botas. -Gorbatov sonri automticamente por el viejo
chiste, y coloc el vaso en su portavasos de metal. Desenganch de
las orejas las patillas de la montura metlica de sus gafas, y las
limpi, o, mejor dicho, distribuy la suciedad por todo el cristal con
su pulgar e ndice. Al hacerlo, fij sus ojos saltones en el joven
sentado frente a l. Gorbatov era corto de vista y poda apreciar
mucho mejor el rostro juvenil de Nicholai y sus asombrosos ojos
verdes, si se quitaba las gafas-. De modo que usted es amigo del
general Kishikawa? Un amigo preocupado por su bienestar. No es
eso?
-As es, coronel. Y quisiera ayudarle, si es posible.
-Se comprende muy bien. Despus de todo, para qu son los
amigos?
-Por lo menos, me gustara tener permiso para visitarle en la pri-
sin.
-S, naturalmente, le gustara. Eso se comprende muy bien. -El
coronel se coloc de nuevo las gafas y sorbi su t-. Habla usted
muy bien el ruso, Mr. Hel. Con un acento muy refinado. Ha recibido
usted un entrenamiento muy cuidadoso.
-No es cuestin de entrenamiento. Mi madre era rusa.
-S, naturalmente.
-Nunca he aprendido el ruso formalmente. Fue mi lengua
materna.
-Entiendo, entiendo.
El estilo de Gorbatov consista en cargar a la otra persona el peso
de la comunicacin, hacer que el otro se expresara, contribuyendo l
mismo muy poco, aparte de indicaciones constantes de su poco con-
vencimiento. Nicholai permiti que esa transparente tctica diera
resultado, porque estaba cansado de los rodeos, frustrado de los
atajos y caminos que no conducan a ninguna parte, y ansioso por
tener noticias de Kishikawa-san. Brind ms informacin de la
necesaria, pero mientras hablaba se dio cuenta de que su historia no
tena el timbre de la verdad. La realizacin hizo que se explicara ms
cuidadosamente todava, y las meticulosas explicaciones cada vez
parecan ms falsas.
-En mi pas, coronel, el ruso, el francs, el alemn y el chino,
todas eran lenguas de la cuna.
129
Trevanian Shibumi
-Debi de resultar algo incmodo tener que dormir en una cuna
tan atiborrada.
Nicholai trat de rer, pero el sonido fue dbil y poco convincente.
-Pero, naturalmente -prosigui Gorbatov-, usted habla
tambin el ingls. -La pregunta se la hizo en ingls con un ligero
acento britnico.
-S -respondi Nicholai en ruso-. Y japons. Pero estas lenguas
s fueron aprendidas.
-Quiere decir no de cuna?
-Eso justamente. -Nicholai lament en el acto el tono sarcstico
que haba adquirido su voz.
-Ya entiendo. -El coronel se inclin hacia atrs en el silln de su
escritorio y mir a Nicholai mostrando cierto punto de humor en sus
ojos de forma monglica-. S -dijo al final-, muy bien entrenado. Y
joven para desarmar. Pero, a pesar de todos sus idiomas de cuna y
posteriores, Mr. Hel, usted es norteamericano, no es verdad?
-Yo traba$o para los americanos. Como traductor.
-Pero usted ense una tarjeta de identidad norteamericana a
los hombres de la entrada.
-Se me dio esa tarjeta a causa de mi trabajo.
-Oh, naturalmente, ya entiendo. Pero, segn yo recuerdo, mi
pregunta no ha sido para qui6n trabaja usted, eso ya lo sabamos,
sino cul es su nacionalidad. Usted es norteamericano, no es
verdad?
-No, coronel, no lo soy.
-Qu es, entonces?
-Bueno... supongo que soy ms japons que otra cosa.
-Oh! Me perdonara si le digo que usted no tiene especialmente
aspecto de japons?
-Como ya le he dicho, mi madre era rusa. Mi padre era alemn.
-Ah! Eso lo aclara todo. De ascendencia tpicamente japonesa.
-No veo qu diferencia puede haber en cuanto a cul sea mi
personalidad!
-No es importante que usted pueda o no pueda verlo. Responda
mi pregunta, por favor.
La repentina frialdad de su tono hizo que Nicholai calmara en el
acto su creciente frustracin e ira. Respir profundamente.
-Nac en Shanghai. Vine aqu durante la guerra, bajo la
proteccin del general Kishikawa, un amigo de la familia.
-Entonces, de qu nacin es usted ciudadano?
-De ninguna.
-Qu embarazoso le debe resultar eso.
-S, efectivamente lo es. Y me cre muchas dificultades para
poder encontrar un trabajo con el que poder vivir.
-Claro, estoy seguro de que sera as, Mr. Hel. Y teniendo esas
dificultades, creo que estara dispuesto a hacer cualquier cosa para
asegurarse un empleo y el dinero.
130
Trevanian Shibumi
-Coronel Gorbatov, yo no soy agente de los norteamericanos.
Tengo un empleo con ellos, pero no soy agente de ellos.
-Est usted haciendo unas diferencias de matiz, que, confieso
francamente, no logro entender.
-Pero, por qu habran de querer los americanos entrevistar al
general Kishikawa? Qu motivo podran tener para recurrir a una
complicada charada con el nico propsito de ponerse en contacto
con un oficial con una carrera ampliamente administrativa?
-Eso precisamente es lo que esperaba que usted me aclarase,
Mr. Hel. -El coronel sonri.
Nicholai se levant.
-Coronel, es evidente para m que usted est divirtindose con
nuestra conversacin ms que yo. No debo aprovecharme de su
valioso tiempo. Seguramente habr algunas moscas esperando que
les arranquen las alas.
Gorbatov solt una carcajada.
Hace aos que no oa ese tono! No slo el acento cultivado de la
nobleza rusa, sino incluso el desdn ligeramente sarcstico. Es
maravilloso! Sintese, joven. Sintese. Y cunteme por qu ha de ver
usted al general Kishikawa.
Nicholai se dej caer en el mullido silln, vaco, cansado.
-Es mucho ms sencillo de lo que usted est dispuesto a creer.
Kishikawa-san es un amigo. Casi un padre. Ahora est solo, sin
familia y en prisin. Debo ayudarle, si puedo. Por lo menos, debo
hablar con l.
-Un sencillo gesto de compasin filial. Perfectamente
comprensible. Est usted seguro de no querer un vaso de t?
-Perfectamente seguro, gracias.
Mientras volva a llenar su vaso, el coronel abri una carpeta de
papel manila y ech una ojeada a su contenido. Nicholai supuso que
la preparacin de ese archivo haba sido la razn para sus tres horas
de espera en las oficinas exteriores del Cuartel General de las fuerzas
de ocupacin soviticas.
-Veo que usted tambin lleva documentos que le identifican
como ciudadano de la URSS. Seguramente eso es lo bastante extrao
como para merecer una explicacin...
-Sus fuentes de informacin dentro de SCAP son buenas.
El coronel se encogi de hombros.
-Son adecuadas.
-Tena una amistad... una mujer... que me ayud a conseguir
empleo con los norteamericanos. Fue ella quien consigui mi tarjeta
de identidad norteamericana...
-Perdneme, Mr. Hel. Parece que esta tarde estoy expresndome
muy mal. No le he preguntado por sus documentos de identidad
norteamericanos. Es su tarjeta de identidad rusa la que me interesa.
Me perdonar mi poca precisin?
-Estaba tratando de explicarle eso.
131
Trevanian Shibumi
-Oh, perdneme!
-Iba a aclararle que esa mujer se dio cuenta de que poda
meterme en algn lo si los norteamericanos descubran que yo no
era un ciudadano yanqui. Para evitarlo, tambin me consigui
documentos falsificados que me concedan la nacionalidad rusa, de
manera que pudiera mostrarlos a la Polica Militar norteamericana que
se mostrase curiosa, y poder evitar el interrogatorio.
-Y cuntas veces ha tenido que recurrir a esta barroca estrata-
gema?
-Ninguna.
-Una frecuencia que casi no justifica el esfuerzo. Y por qu
ruso? Por qu no escogi ninguna otra nacionalidad entre las de su
atestada cuna?
-Como usted ha sealado, no tengo aspecto convincente de
oriental. Y la actitud de los norteamericanos hacia los ciudadanos
alemanes resulta muy poco amistosa.
-Mientras que su actitud hacia los rusos, por otra parte, es fra-
ternal y compasiva? Es eso?
-Naturalmente que no. Pero los norteamericanos desconfan de
ustedes, y les temen, por lo cual no tratan mal a los sbditos rusos.
-Esa mujer, esa amiga suya, fue muy astuta. Cunteme ahora
por qu se expuso tanto por usted. Por qu haba de arriesgarse?
Nicholai no repuso, lo que fue respuesta suficiente.
-Vaya, entiendo -replic el coronel Gorbatov-. Naturalmente.
Teniendo en cuenta, adems, que Miss Goodbody ya no tena el peso
de la primera juventud.
Nicholai enrojeci de ira.
-Est usted enterado de todo!
Gorbatov se quit las gafas y redistribuy la suciedad.
-S ciertas cosas. Sobre Miss Goodbody, por ejemplo. Y sobre el
personal de su casa, en el distrito Asakusa. Vaya, vaya, vaya. Uos
jovencitas para compartir su cama? Juventud desenfrenada! Y s
tambin que su madre fue la condesa Alejandra Ivanovna. S.
Conozco ciertas cosas sobre usted.
-Y me ha credo desde el principio, verdad?
Gorbatov hizo un gesto con los hombros.
-Sera ms exacto decir que he credo los detalles con los que ha
adornado usted su historia. S que visit al capitn Thomas, miembro
del tribunal contra los crmenes de guerra, el pasado... -ech una
ojeada a la carpeta-...el pasado martes por la maana, a las siete
treinta. Y supongo que l le dira que no poda hacer nada en el
asunto del general Kishikawa, quien, aparte de ser un importante
criminal de guerra culpable de crmenes contra la Humanidad, es
tambin el nico alto oficial del Ejrcito imperial japons que ha
conseguido sobrevivir los rigores de un campo de reeducacin, y es,
por tanto, una figura valiosa para nosotros, desde el punto de vista
de prestigio y propaganda. -El coronel se coloc las gafas
132
Trevanian Shibumi
comenzando por una oreja y acabando por la otra-. Me temo que no
puede hacer nada por el general, joven. Y si sigue en su propsito, se
arriesga a que el Servicio de Informacin norteamericano investigue
sobre usted, y Servicio de Informacin es ms un ttulo de lo que
buscan que no de lo que poseen. Y si mi hermano de armas, el
capitn Thomas, no pudo hacer nada por usted, ciertamente,
tampoco puedo yo. El capitn, despus de todo, representa la
defensa. Yo represento la acusacin. Est usted seguro de no querer
un vaso de t?
Nicholai se agarr a lo que pudiera conseguir.
-El capitn Thomas me dijo que necesitara del permiso de usted
para visitar al general.
-Eso es cierto.
-Entonces?
El coronel hizo girar su silln encarndolo a la ventana y se dio
unos golpecitos en los dientes con el dedo ndice mientras
contemplaba el hmedo da.
-Est usted seguro de que el general se sentira complacido con
su visita, Mr. Hel? He estado hablando con l. Es un hombre
orgulloso. Es posible que no le gustase aparecer ante usted en su
estado actual.
Ha intentado suicidarse dos veces, y ahora se le vigila
rigurosamente. Su condicin presente es degradante.
Debo intentar verle. Le debo... muchsimo. El coronel hizo un
signo de aprobacin sin desviar la vista de la ventana. Pareca
inmerso en sus propios pensamientos.
-Y bien? -pregunt Nicholai transcurrido un momento.
Gorbatov no respondi.
-Me concede usted el permiso para visitar al general?
Con voz distante y montona, el coronel respondi:
-S, naturalmente. -Se volvi hacia Nicholai y sonri-. Voy a
dar las rdenes oportunas en el acto.
A pesar de encontrarse tan apretado entre el gento a bordo de la
vagoneta que se balanceaba en el aire de la lnea Yamate, que poda
notar el calor de sus cuerpos filtrndose a travs de las ropas
hmedas, Nicholai se senta aislado entre sus dudas y confusiones.
Por entre los espacios que dejaba la gente vislumbraba la ciudad que
quedaba a sus pies, sombra por el da hmedo y fro, desprovista de
color bajo el cielo plomizo.
Haba cierta amenaza sutil en el permiso concedido framente por
el coronel Gorbatov para visitar a Kishikawa-san, y durante toda la
maana Nicholai se haba sentido incapaz e impotente ante el presen-
timiento que albergaba. Quiz Gorbatov haba tenido razn al sugerir
que su visita, a fin de cuentas, pudiera no ser un acto altruista. Pero,
cmo poda Nicholai permitir que el general afrontara solo su juicio
inmediato y la desgracia? Sera un acto de indiferencia que l,
Nicholai, nunca se perdonara. Entonces, sera cierto que se diriga a
133
Trevanian Shibumi
la prisin de Sugamo nicamente para conseguir su propia paz
espiritual? Seran sus motivos bsicamente egostas?
En la estacin Komagone, una parada antes de la prisin de
Sugamo, Nicholai sinti un repentino impulso de bajar del tren y
regresar a casa o, por lo menos, caminar un poco y reflexionar sobre
lo que estaba haciendo. Pero su instinto de supervivencia fue tardo.
Antes de que me pudiera abrirse camino hasta las puertas, stas se
haban cerrado de golpe, y el tren reemprendi la marcha. Nicholai
estaba seguro de que hubiera debido apearse. Estaba igualmente
seguro de que ahora continuara adelante hasta el final.
El coronel Gorbatov haba sido generoso, al conceder que Nicholai
pudiera visitar a Kishikawa-san durante una hora. Pero en aquel mo-
mento, mientras Nicholai esperaba sentado en la fra sala de visitas,
contemplando la pintura verde de las paredes que se desprenda en
lamini l l as, le asalt el pensamiento de si habra algo que decir que
pudiera llenar toda una hora de conversacin. Junto a la puerta haba
un guardin japons y un MP norteamericano, los cuales se ignoraban
mutuamente, el japons mirando el suelo frente a l, mientras que el
norteamericano concentraba su atencin en arrancarse pelillos de la
nariz. Nicholai haba sido registrado, con una minuciosidad
embarazosa en una antesala, antes de ser admitido en la sala de
visitas. Los pastelillos de arroz que haba trado envueltos en papel,
se los haba quedado el polica militar americano, que crey que
Nicholai era un compatriota suyo, a la vista de su tarjeta de
identidad, y se excus:
-Lo siento, chico, pero no puedes entrar manduca contigo.
Este... cmo se llama... este general #ook((( ha intentado dos veces
ya darse el pasaporte. No podemos correr riesgos con veneno 1 lo
que sea. Comprendido?
Nicholai respondi que comprenda. Y brome con el polica
militar dndose cuenta de que deba colocarse en un buen lugar con
las autoridades si es que quera ayudar de algn modo a Kishikawa-
san.
-S, entiendo lo que quiere decir, sargento. A veces me pregunto
cmo algn oficial japons ha conseguido sobrevivir a la guerra con
sus tendencias suicidas.
-Exacto. Y si le ocurriera algo a este tipejo, yo me vera en
dificultades. Eh! Qu demonios es esto?
El sargento sostena en alto un pequeo tablero magntico de G
que Nicholai haba pensado en traer consigo en el ltimo momento,
para el caso de que no hubiera nada que decir y el silencio se hiciera
muy pesado. Nicholai hizo un gesto de indiferencia.
-Oh, un juego. Una especie de ajedrez japons.
-Ah, s?
El guardin japons, que se hallaba en una situacin incmoda
01? su convencimiento de estar un tanto marginado, sinti cierto
alivio al poder confirmar a su colega americano, en un ingls
134
Trevanian Shibumi
sincopado, C9*, efectivamente, se trataba de un juego japons.
-Bueno, no s, chico. No s si podrs entrar esto.
Nicholai repiti su gesto indiferente.
-Como usted quiera, sargento. He supuesto que sera algo con
que pasar el tiempo si el general no tena ganas de charlar.
-Vaya! Sabes hablar #ookE
Nicholai, a menudo, haba pensado cmo esa palabra, una corrup-
cin del nombre coreano para su gente, se haba convertido en el tr-
mino vulgar despreciativo del vocabulario militar norteamericano para
referirse a todos los orientales.
-S, hablo japons. -Nicholai reconoca la necesidad de recurrir
a la duplicidad cuando la sensibilidad tropezaba con una cerrada igno-
rancia-. Probablemente se habr dado cuenta, por mi tarjeta de
identidad, que trabajo para Sphinx. -Mir con gesto significativo al
sargento, inclinando ligeramente la cabeza hacia el guardin japons,
indicando que no quera entrar demasiado en detalles sobre ese
asunto cuando haba cerca odos indiscretos.
El polica militar frunci el entrecejo mientras se esforzaba por
pensar, y despus aprob con la cabeza como participando de la in-
triga.
-Entiendo. S, ya me pareca extrao que un norteamericano
visitara a ese tipo.
-El trabajo es el trabajo.
-As es. Muy bien, supongo que es oka%( Qu dao puede hacer
un juego?
Acto seguido, devolvi a Nicholai el diminuto tablero de G y con-
dujo a Nicholai a la sala de visitas.
Cinco minutos despus se abri la puerta y entr el general
Kishikawa, seguido por dos guardianes ms, otro japons y un ruso
de rasgos marcados, con el rostro carnoso e impasible del campesino
eslavo. Nicholai se alz para saludar al general, mientras los dos
nuevos protectores tomaban posiciones apoyados contra la pared.
Mientras Kishikawa-san se acercaba, Nicholai, automticamente,
inclin un poco la cabeza en gesto demostrativo de obediencia filial.
El gesto fue apreciado por los guardianes japoneses, que
intercambiaron una breve mirada, pero permanecieron en silencio.
El general se acerc arrastrando los pies y tom una silla frente a
Nicholai, al otro lado de la tosca mesa de madera. Cuando finalmente
alz la mirada, el joven se impresion ante la apariencia del general.
Haba esperado una alteracin en el rostro de Kishikawa-san, una
erosin en sus maneras gentilmente viriles, pero no tanto.
El hombre que tena sentado frente a l era un hombre viejo,
frgil, derrotado. Su piel transparente y sus movimientos lentos e
inseguros adquiran un extrao aspecto sacerdotal. Cuando habl
finalmente, su voz era suave y montona, como si el esfuerzo de la
comunicacin le resultara una carga sin sentido.
-Por qu has venido, Nikko?
135
Trevanian Shibumi
-Para estar con usted, seor.
-Entiendo.
Sigui un silencio durante el cual Nicholai no acert a decir nada,
mientras que el general no tena nada que decir. Por ltimo, con un
largo y leve suspiro, Kishikawa-san asumi la responsabilidad de la
conversacin porque no quera que Nicholai se sintiera incmodo con
el silencio.
-Tienes buen aspecto, Nikko. Ests bien?
-S, seor.
-Bien. Bien. Cada da te pareces ms a tu madre. En tus ojos
veo los suyos -sonri dbilmente-. Alguien deba haber avisado a tu
familia de que este color verde tan especial estaba destinado al jade
o al cristal antiguo, y no a los ojos humanos. Es desconcertante.
Nicholai se esforz en sonrer.
-Hablar con un oftalmlogo, seor, para ver si existe remedio a
este desatino.
-S. Hazlo.
-Lo har.
-Hazlo. -El general desvi la mirada y durante un segundo
pareci olvidar la presencia de Nicholai. Y despus aadi-: As,
qu? Cmo te las arreglas para salir adelante?
-Bastante bien. Trabajo para los norteamericanos. Como
traductor.
-S? Y te han aceptado?
-Me ignoran; lo que me va muy bien.
-Realmente es mejor.
Sigui otro breve silencio que Nicholai iba a romper con charla
inconsecuente, cuando Kishikawa-san alz la mano.
-Naturalmente tienes preguntas que hacer. Te contar, sencilla y
rpidamente, las cosas, y dejaremos de hablar de ellas.
Nicholai inclin la cabeza en seal de obediencia.
-Estaba en Manchuria, como ya sabes. Contraje una pulmona.
Me encontraba con liebre y en coma cuando los rusos atacaron mi
hospital. Al recobrarme, me encontr en un campo de reeducacin,
bajo constante vigilancia e impotente para usar la puerta por la que
tantos de mis hermanos oficiales haban escapado a la indignidad de
la rendicin y de las humillaciones de la... reeducacin. nicamente
fueron capturados unos cuantos oficiales ms. Se los llevaron a
alguna parte y nunca ms se supo de ellos. Nuestros guardianes
creyeron que los oficiales eran incapaces o inmerecedores de...
reeducacin. Cre que se sera tambin mi destino, y lo esper con
toda la calma de que fui capaz. Pero no. Evidentemente, los rusos
pensaron que un oficial con categora de general, cuidadosamente
reeducado, sera algo muy til de introducir en el Japn para
ayudarles en sus planes con respecto al futuro de nuestro pas.
Utilizaron muchos... muchos... muchos mtodos de reeducacin. Los
de tipo fsico fueron los ms fciles de soportar... hambre, sueo,
136
Trevanian Shibumi
palizas. Pero yo soy un viejo testarudo, y no me reeduco fcilmente.
Y como no tena familia con vida en Japn, para usarlos como
rehenes, no pudieron emplear el ltigo emocional que utilizaron en la
reeducacin de otros. Pas mucho tiempo. Creo que ao y medio. Es
difcil saber la estacin cuando nunca se ve la luz del da, y cuando la
resistencia se mide en cinco minutos ms... cinco minutos ms...
Puedo soportar esto durante cinco minutos ms. -El general se
perdi por unos momentos entre los recuerdos de torturas
especficas. Despus, comenzando dbilmente, reanud su historia-.
Algunas veces perdieron la paciencia conmigo y cometieron el error
de concederme perodos de descanso en la inconsciencia. As, de este
modo, pas un largo tiempo. Meses medidos en minutos. De repente,
dejaron de hacer ningn esfuerzo para continuar mi reeducacin.
Naturalmente, supuse que me mataran. Pero tenan algo en su
mente mucho ms degradante para m. Me lavaron y despiojaron. Un
viaje en avin. Un largo recorrido en tren. Otro viaje areo. Y me
encontr aqu. Durante un mes me retuvieron aqu sin mostrar
ninguna idea de sus intenciones. Despus, hace dos semanas, me
visit un tal coronel Gorbatov. Fue completamente franco conmigo.
Todas las naciones ocupantes han ofrecido su parte de criminales de
guerra. Los soviticos no tenan parte que ofrecer, ninguna
participacin directa en la maquinaria de la justicia internacional. Es
decir, con anterioridad a m.
-Pero, seor...
Kishikawa-san alz la mano indicando silencio.
-Decid que no afrontara esa humillacin final. Pero no tena nin-
gn medio para liberarme. No tena cinturn. Mis ropas, como puedes
ver, son de lona gruesa que no tengo fuerza suficiente para rasgar.
Como con una cuchara y un cuenco de madera. Slo me permiten
afeitarme con una maquinilla elctrica, y bajo estrecha vigilancia. -El
general sonri con tristeza-. Al parecer, los soviticos me valoran.
Se preocupan por no perderme. Hace das dej de comer. Result
mucho ms fcil de lo que puedas imaginar. Me amenazaron, pero
cuando un hombre decide dejar de vivir elimina el poder de las
amenazas de los otros. As que... me sujetaron tendido en una mesa
y me introdujeron un tubo por la garganta. Y me alimentaron con
lquidos. Fue horrible... humi l l ante... comiendo y vomitando al
mismo tiempo. No haba ninguna dignidad. De manera que promet
comer nuevamente. Y aqu estoy.
Humille el resumen de su explicacin, Kishikawa-san haba fijado
su mirada, intensa y desenfocada, en la rstica superficie de la mesa.
Las lgrimas a punto de brotar escocan en los ojos de Nicholai.
Miraba frente a l, sin atreverse a parpadear porque las lgrimas des-
cenderan por sus mejillas y avergonzaran a su padre... es decir a su
amigo.
Kishikawa-san aspir profundamente y alz la mirada.
-No, no. No sirve para nada eso, Nikko. Los guardianes estn
137
Trevanian Shibumi
mirando. No les des esa satisfaccin. -Alarg la mano y propin unas
palmaditas en la mejilla de Nicholai con una firmeza que casi
resultaba como un bofetn de aviso.
En este momento, el sargento norteamericano se puso rgido,
dispuesto a proteger a su compatriota de Sphinx de este general
#ook(
Pero Nicholai se frot el rostro con las manos, como si estuviera
fatigado, y con este gesto se libr de las lgrimas.
-Bien! -dijo Kishikawa-san con renovada energa-. Ya casi es
tiempo para la floracin de Kajikawa. Tienes intencin de visitarla?
Nicholai trag saliva.
-S.
-Esto est bien. Entonces, las fuerzas de ocupacin no los han
derribado?
-No fsicamente.
El general aprob con la cabeza.
-Tienes amigos en tu vida, Nikko?
-Yo... yo tengo algunas personas que viven conmigo.
-Segn recuerdo por una carta que nuestro amigo Otake me es-
cribi poco antes de su muerte, haba una muchacha en su casa, una
estudiante... lo siento, pero no recuerdo su nombre. Evidentemente,
t no eras indiferente a sus encantos. La ves todava?
Nicholai reflexion un momento antes de responder.
-No, seor, no nos vemos.
-Espero que no sera por una pelea.
-No. No por una pelea.
-Bueno, a tu edad los afectos rebosan y fluyen. Cuando seas
ms viejo descubrirs que te aferras a algunos afectos con
desesperacin.
El esfuerzo para que Nicholai se sintiera aliviado con una
conversacin social, pareca agotar a Kishikawa-san. No haba nada
realmente que deseara decir, y, tras sus experiencias de los dos
ltimos aos, nada que deseara saber. Inclin la cabeza y mir
fijamente la mesa, deslizndose en el apretado ciclo de sus
impresiones breves y recuerdos escogidos de su infancia con el que
haba aprendido a narcotizar su imaginacin.
Al principio, tambin Nicholai se sinti aliviado con el silencio.
Despus se percat de que no estaban juntos en silencio, sino
aislados y aparte. Sac entonces de su bolsillo el pequeo tablero de
G y el paquete de piezas metlicas y lo coloc encima de la mesa.
-Nos permiten estar juntos una hora, seor.
Kishikawa-san regres al presente.
-Cmo? Ah, s! Oh, una partida! S, muy bien. Es algo que
podemos hacer juntos sin esfuerzo. Pero no he jugado durante mucho
tiempo, y no ser un adversario interesante para ti, Nikko.
-Seor, yo tampoco he jugado desde la muerte de Otake-san.
-Vaya! Es eso verdad?
138
Trevanian Shibumi
-S. Me temo que he desperdiciado muchos aos de
entrenamiento.
-No. Es una de las cosas que uno no puede desperdiciar. Has
aprendido a concentrarte profundamente, a pensar con sutilidad, a
sentir afecto por las abstracciones, a vivir distanciado de las cosas
cotidianas. No es un desperdicio. S, juguemos.
Regresando automticamente a sus primeros das juntos, y
olvidndose de la superioridad actual de Nicholai en el juego, el
general Kishikawa le ofreci la ventaja de dos piezas que Nicholai
acept naturalmente. Durante un buen rato desarrollaron un juego
vago y corriente, concentrndose en la medida justa para absorber la
energa mental que de otro modo les hubiera atormentado con
recuerdos y con la anticipacin de los sucesos prximos. A veces, el
general alzaba la mirada y suspiraba sonriendo.
-No es una buena partida. He jugado mal y he eliminado todo el
a$i del juego.
-Tambin yo lo he hecho.
Kishikawa-san asinti.
-S. T tambin.
-Jugaremos otra vez, si usted lo desea, seor. En mi prxima
visita. Quiz jugaremos mejor.
-Oh! Tienes permiso para visitarme otra vez?
-S. El coronel Gorbatov ha accedido a que vuelva maana. Des-
pus de eso... se lo pedir de nuevo y ya veremos.
El general sacudi la cabeza.
-Es un hombre muy astuto ese Gorbatov.
-En qu aspecto, seor?
-Ha conseguido eliminar mi pieza de refugio del tablero.
-Seor?
-Por qu crees que te ha permitido venir, Nikko? Compasin?
Sabes, cuando me quitaron todos los medios de escapar por una
muerte honorable, decid que me enfrentara al juicio en silencio, con
un silencio tan digno como fuese posible. No luchara, como lo han
hecho otros, para salvarme comprometiendo a amigos y superiores.
Simplemente, me negara a hablar, y aceptara su sentencia. Esto no
complaca al coronel Gorbatov y a sus compatriotas. Les quitaba el
valor publicitario de su nico criminal de guerra. Pero no podan hacer
nada. Yo estaba ms all de las sanciones del castigo y de las
atracciones de la clemencia. No disponan de los rehenes emocionales
de la familia, porque, segn ellos saban, mi familia haba muerto en
el bombardeo de Tokio. Entonces... entonces el destino les ofreci tu
persona.
-A m, seor?
-Gorbatov fue lo bastante clarividente para darse cuenta de que
t no expondras tu delicada situacin ante las fuerzas de ocupacin
esforzndote para obtener permiso de visitarme a menos que
quisieras honrarme y me amases. Y razon, acertadamente, que yo
139
Trevanian Shibumi
corresponda a esos sentimientos. As que ahora ya dispone de su
rehn emocional. Te permiti que vinieras aqu para mostrarme que
te tena a ti. Y te tiene, Nikko. T eres singularmente vulnerable. No
tienes nacionalidad, no tienes Consulado que te proteja, amigos que
se preocupen de ti, y has vivido con documentos de identidad
falsificados. l me lo cont. Me temo, hijo mo, que ha confinado las
grullas en su nido
19
.
El impacto de lo que Kishikawa-san estaba diciendo creca en Ni-
cholai. Todo el tiempo y los esfuerzos que haba empleado en sus
intentos de ver al general, toda su desesperada lucha contra la indife-
rencia institucional, haba provocado el efecto final de despojar al
general de su escudo de silencio. l no haba representado un
consuelo para Kishikawa-san, sino un arma contra l. Nicholai
experiment una mezcla de ira, vergenza, indignacin,
autocompasin y tristeza por Kishikawa-san.
Los ojos del general se contrajeron en una sonrisa aptica.
-T no tienes la culpa, Nikko. Y tampoco yo. Slo el destino.
Mala suerte. No volveremos a hablar de ello. Jugaremos cuando
vuelvas, y te prometo que mi juego habr mejorado.
El general se levant y se dirigi hacia la puerta, en donde esper
para salir escoltado por los guardianes ruso y japons, que le hicieron
esperar hasta que Nicholai hizo un signo al polica militar norteameri-
cano, y ste lo hizo, a su vez, a sus colegas opuestos.
Nicholai permaneci sentado durante un rato, aturdido, golpeando
las piezas de metal del tablero magntico con la ua de su dedo
ndice.
El sargento norteamericano se aproxim y le pregunt en voz
baja, intrigante.
-Qu? Has podido averiguar lo que te interesaba?
-No -respondi Nicholai distrado. Y aadi con ms firmeza-:
No, pero hablaremos otra vez.
-Vas a ablandarle jugando otra vez a ese estpido juego #ookE
Nicholai mir fijamente al sargento, con extrema frialdad en sus
verdes ojos.
Inquieto frente a esa mirada, el polica militar aclar:
-Quiero decir... bueno, slo es una especie de ajedrez o damas,
o algo as, no es verdad?
Intentando aleccionar a este plebeyo por su desprecio hacia las
cosas orientales, Nicholai respondi:
-La relacin entre el G y el ajedrez occidental es igual a la rela-
cin que pueda haber entre la filosofa y la tenedura de libros.
Pero la estupidez entraa su propia proteccin, tanto contra las
lecciones como los castigos; la respuesta del sargento fue ingenua y
honesta:
-No jodas!
19
Una jugada del 7hibumi 0Tsuru no 7u#omori2' maniobra elegante que termina
con la captura de las piezas del adversario. 01( del T(2
140
Trevanian Shibumi
Una lluvia fina como alfileres cay en la mejilla de Nicholai mien-
tras contemplaba, desde el Puente de la Aurora, la masa gris de Ichi-
gaya Barracks, vaga, pero no suavizada, por la neblina, con sus
hileras de ventanas visibles por una luz fantasmal amarillenta, que
indicaba que los juicios por crmenes de guerra japoneses se haban
iniciado ya.
Se apoy contra el parapeto, con la mirada distrada, y la lluvia
cayndole desde el cabello, deslizndose por su rostro y la nuca. Su
primera intencin al salir de la prisin de Sugamo fue solicitar ayuda
del capitn Thomas contra los rusos, contra aquel chantaje emocional
del coronel Gorbatov. Pero, ya en el mismo momento de nacer ese
pensamiento, se dio cuenta de la inutilidad de apelar a los
norteamericanos, cuyas actitudes y objetivos bsicos con respecto al
destino de los lderes japoneses eran idnticos a los de los soviticos.
Al bajar del tranva y caminar sin rumbo bajo la lluvia, se detuvo
en el puente para descansar unos momentos y concentrar sus pensa-
mientos. Eso ocurri haca ya media hora, y an se senta incapaz de
actuar, presa de una furia ardiente y una impotencia
descorazonadora.
Aunque su furia tena como origen el aprecio que senta por su
amigo y la obligacin filial, haba tambin algo de autocompasin.
"Resultaba angustioso que fuese precisamente l el medio por el cual
Gorbatov negara a Kishikawa-san la dignidad de su silencio. La
irnica injusticia de esta circunstancia resultaba abrumadora. Nicholai
era joven todava y supona que la justicia era el impulso bsico del
Destino. Que el karma era un sistema y no un mecanismo.
Mientras permaneca en el puente bajo la lluvia, con los
pensamientos sumidos en una autocompasin agridulce, era natural
que le asaltara la idea del suicidio. Era consolador pensar que poda
negar a Gorbatov su arma principal. Hasta que se percat de que el
gesto sera vano.
Seguramente, el general no sera informado de su muerte. Se le
dira que Nicholai estaba arrestado como rehn a cambio de su cola-
boracin y, probablemente, despus que Kishikawa-san se hubiese
humillado confesando y comprometiendo a sus compaeros, recibira
el castigo definitivo: le diran que Nicholai haba muerto haca algn
tiempo y que se haba humillado y comprometido a amigos inocentes
en vano.
Soplaba el viento y la lluvia fina le golpeaba las mejillas. Nicholai
vacil, agarrndose al borde del parapeto al sentir que unas oleadas
de impotencia le hacan perder el sentido. Despus, con un escalofro
involuntario, record el terrible pensamiento que le haba asaltado
durante su conversacin con el general. Kishikawa haba hablado de
su intento de morir de hambre y de la indigna humillacin de ser
alimentado a la fuerza por un tubo introducido entre nuseas en su
garganta. En ese momento, a la mente de Nicholai acudi el
pensamiento de que si l hubiese estado con el general durante esa
141
Trevanian Shibumi
humillacin, hubiera intervenido para permitirle escapar mediante la
muerte. La tarjeta de identidad en el bolsillo de Nicholai hubiera
bastado como arma, utilizada al estilo de 1aked=Kill( Todo hubiera
terminado en un instante
20
.
La imagen de liberar a Kishikawa-san de la trampa de la vida
apenas habase formulado en la mente de Nicholai, cuando la rechaz
como demasiado horrible ni para ser tan slo considerada. Pero
ahora, bajo la lluvia, contemplando aquella mquina de venganza
racial, los juicios por crmenes de guerra, la idea se insinu de nuevo,
y esta vez permaneci. Era especialmente lamentable que el destino
exigiera que matase a la nica persona a quien amaba. Pero una
muerte honorable era el nico don que poda ofrecerle. Y Nicholai
record el viejo proverbio: (Juln ha de hacer las cosas
desagradables? El que pueda.
Naturalmente, ese acto sera el ltimo acto de Nicholai. Atraera
haci a s toda la furia y frustracin de los guardianes de Kishikawa-
san, los cuales le castigaran. Evidentemente, para Nicholai era ms
fcil el suicidio que la liberacin del general con sus propias manos.
Pero no tendra utilidad... y sera un acto de egosmo.
Aquella noche, Nicholai no pudo dormir, aunque tampoco pudo
evitar la compaa de las hermanas Tanaka, vigorosas y vivificantes,
cuya energa campesina pareca formar parte de un mundo extrao
de luz y esperanza, y por esa razn resultaba, al mismo tiempo,
vulgar e irritante.
Solo en la oscuridad de un cuarto que daba al pequeo jardn, y
corridos los paneles para poder escuchar el ruido de la lluvia, las
gotas cayendo sobre las plantas de hoja ancha, y siseando
suavemente sobre la arena gruesa, protegindose del fro con un
quimono acolchado, Nicholai se arrodill junto a un brasero de carbn
consumido haca largo rato y poco tibio al contacto. Por dos veces
trat de retirarse en un transporte mstico, pero en su mente haba
demasiado miedo y odio para que pudiera cruzar el sendero inferior.
Aunque en aquel momento Nicholai lo ignoraba, no podra encontrar
de nuevo su paso al pequeo prado de la montaa en donde se
enriqueca unificndose con la hierba y la clorada luz del sol. Los
acontecimientos le dejaran impregnado de una barrera impenetrable
de odio que bloqueara su paso al xtasis.
20
En el curso del relato, Nicholai Hel utilizar en su beneficio las tcticas del Naked/Kill,
pero stas no se describirn en detalle. En una obra anterior, el autor describi un peligroso
ascenso a una montaa; cuando esta novela se convirti en una insulsa pelcula, un joven y
buen alpinista perdi la vida. En otro libro posterior, el autor detallaba un mtodo para robar
cuadros de cualquier museo bien protegido. Poco despus de haber aparecido la versin
italiana de ese libro, en Miln fueran robadas tres pinturas exactamente siguiendo el mtodo
descrito, y dos de ellas quedaron irreparablemente mutiladas.
La ms elemental responsabilidad social exige, por tanto, que el autor evite
descripciones exactas de las tcticas y los acontecimientos, porque, aunque pudieran
interesar a un buen nmero de lectores, podran tambin contribuir a causar perjuicios a (y
por) los no iniciados.
Igualmente, el autor mantendr semiocultas ciertas tcnicas sexuales avanzadas, puesto que
podran resultar peligrosas y, ciertamente, seran dolorosas para el nefito.
142
Trevanian Shibumi
Por la maana temprano, Mr. Wanatabe encontr a Nicholai arro-
dillado todava en el cuarto del jardn, ignorante de que la lluvia haba
cesado, dando paso a un fro intenso. Mr. Wanatabe cerr
ruidosamente los paneles y encendi el brasero, murmurando
entretanto sobre los jvenes negligentes que finalmente pagaran su
torpeza al precio de una salud precaria.
-Quisiera hablar con usted y con Mrs. Shimura -dijo Nicholai en
un tono sosegado que detuvo la corriente de opiniones gruonas de
Mr. Wanatabe.
Una hora ms tarde, despus de tomar un ligero desayuno, los
tres se arrodillaron alrededor de una mesita baja sobre la cual
apareca el ttulo de propiedad de la casa y un documento redactado
bastante informalmente que Nicholai haba escrito repartiendo sus
posesiones y mobiliario en partes iguales entre los dos viejos; les
inform que a ltima hora de aquella tarde se ira y que
probablemente nunca regresara. Se presentaran dificultades;
vendran extranjeros que haran preguntas y les complicaran la vida
durante algunos das; despus de eso, no era probable que los
forasteros se preocuparan ms de los habitantes de la casa. Nicholai
no tena mucho dinero, pues sola gastar la mayor parte de su salario
a medida que lo reciba. Lo poco que tena estaba envuelto en una
tela y encima de la mesa. Si Mr. Wanatabe y Mrs. Shimura no
pudieran ganar lo suficiente para mantener la casa, Nicholai les daba
permiso para venderla utilizando el importe como les pareciera bien.
Fue Mrs. Shimura la que insisti en que apartaran una parte como
dote de las hermanas Tanaka.
Cuando se lleg a un acuerdo tomaron juntos el t y hablaron de
detalles de negocios. Nicholai haba confiado evitar la carga de
silencio, pero muy pronto agotaron el tema de sus modestos asuntos,
y no qued nada por decir.
La cultura japonesa estima como imperfeccin la expresin
genuina de sus emociones. Algunos disimulan sus sentimientos detrs
de un silencio estoico o detrs de la barricada de unas maneras
exageradamente corteses; otros se ocultan en una hiprbole
emocional, en manifestaciones extravagantes de gratitud o de
tristeza.
Mrs. Shimura se sumergi en el silencio, mientras que Mr. Wana-
tabe llor descontroladamente.
Con la misma exagerada consideracin de seguridad del da ante-
rior, los cuatro guardianes quedaron de pie junto a la pared al lado de
la puerta de la pequea sala de visitas. Los dos japoneses parecan
en tensin e inquietos; el polica militar norteamericano bostezaba de
aburrimiento, y el fornido ruso pareca estar absorto, aunque cierta-
mente no lo estaba. En su conversacin inicial con Kishikawa-san, Ni-
cholai puso a prueba a los guardianes hablando en japons. Evidente-
mente, el norteamericano no lo entenda, pero ya no estaba tan
seguro del ruso, de modo que dijo algo sin sentido y percibi un
143
Trevanian Shibumi
ligero fruncimiento en su ancha ceja. Cuando Nicholai pas al francs,
confundiendo a los guardianes japoneses, pero no al ruso, Nicholai
tuvo la seguridad de que aquel hombre no era un vulgar soldado a
pesar de su apariencia de viscosidad intelectual eslava. Por tanto, se
haca necesario encontrar algn otro cdigo en que poder hablar, y
escogi la criptografa del G, recordando al general, mientras sacaba
el pequeo tablero magntico, que Otake-san haba utilizado siempre
el vocabulario de su amado juego cuando deseaba discutir cosas
importantes.
-Quiere que continuemos con el juego, seor? -pregunt
Nicholai-. La fragancia se ha estropeado: A$i #a warui(
Kishikawa-san alz la mirada algo confundido, Haban hecho slo
cuatro o cinco jugadas en aquella partida; lo que haba dicho Nicholai
era muy raro.
Hicieron tres jugadas en silencio antes de que el general se diese
cuenta del significado de las palabras de Nicholai. Quiso comprobarlo
diciendo:
-Creo yo que la partida est en kori#atachi' que estoy congelado
en mi posicin sin libertad de desarrollo.
-No es enteramente as, seor. Veo la posibilidad de un sabaki'
pero, naturalmente, usted se unira al hama(
-No te resultara eso peligroso? No es, realmente, una situa-
cin koE
-En verdad, es ms un utte#ae( Y no veo nada ms para su
honor... y el mo.
-No, Nikko. Eres demasiado amable. No puedo aceptar tu gesto.
Para ti, esa jugada sera una agresin muy peligrosa, un de suicida.
-No estoy solicitando su permiso. No podra colocarle en esa
posicin imposible. Habiendo decidido cmo debo jugar, slo estoy
explicndole la configuracin. Ellos creen que tienen tsuru no
su#omori( De hecho, se enfrentan con un seki( Intentan acorralarle
en la pared con un shicho' pero yo tengo el privilegio de ser su shicho
atari(
Con el rabillo del ojo, Nicholai vio que uno de los guardianes japo-
neses frunca el entrecejo. Evidentemente, conoca un poco el juego y
Me daba cuenta del poco sentido de esta conversacin.
Nicholai alarg l brazo por encima de la rstica mesa de madera
y coloc su mano en el brazo del general.
-Padre adoptivo, la partida terminar dentro de dos minutos.
Permtame guiarle.
Los ojos de Kishikawa-san se llenaron de lgrimas de gratitud.
Pareca ms frgil que nunca, a un mismo tiempo muy viejo y como
un nio.
-Pero yo no puedo permitirte...
-Acto sin su permiso, seor. He decidido llevar a cabo una
desobediencia de amor. Ni tan siquiera pido su perdn.
Despus de reflexionar un momento, Kishikawa-san aprob con la
144
Trevanian Shibumi
cabeza. Una ligera sonrisa hizo brotar las lgrimas de sus ojos y por
cada lado de su nariz descendi una.
-Guame, pues.
-Vuelva la cabeza y mire por la ventana, seor. El tiempo es h-
medo y sombro, pero pronto estar con nosotros la estacin del
cerezo.
Kishikawa-san volvi la cabeza y mir serenamente el rectngulo
de cielo gris y hmedo. Nicholai sac un lpiz de su bolsillo y lo sos-
tuvo cutre los dedos. Mientras hablaba, se concentr en la sien del
general, en la que palpitaba un pulso ligero bajo la piel transparente.
-Recuerda usted cuando paseamos por debajo de los cerezos
floridos de Kajikawa, seor? Piense en eso. Recuerde cmo paseaba
por all hace muchos aos con su hija, cuya pequea mano usted
llevaba entre las suyas. Recuerde cmo haba visitado con su padre
esa misma ribera, la pequea mano de usted entre la de su padre.
Concntrese en esas cosas.
Kishikawa-san baj la mirada y dej su mente en reposo,
mientras Nicholai segua hablando calmosamente, el rumor montono
de su voz ms importante que el contenido. Al cabo de unos
momentos, el general mir a Nicholai, sus ojos contrados por la
insinuacin de una sonrisa. Hizo un signo de aprobacin. Y se volvi
nuevamente hacia la escena tempestuosa y gris ms all de la
ventana.
Cuando Nicholai sigui hablando suavemente, el polica militar
norteamericano estaba absorto en extraer con su ua algo encallado
entre los dientes; pero Nicholai poda sentir la tensin en la actitud
del ms despierto de los guardianes japoneses, que se senta inquieto
y asombrado con el tono de esta conversacin. De repente, con un
grito, el guardin ruso dio un salto abalanzndose.
Pero lleg demasiado tarde.
Durante seis horas, Nicholai permaneci sentado en el cuarto de
interrogatorios despus de rendirse sin lucha ni explicaciones a los
asombrados, confusos y, por consiguiente, violentos guardianes. En
su arranque de furia, el sargento norteamericano le haba golpeado
dos veces con su porra, una en el extremo del hombro y otra en el
rostro, partindole la ceja. No le doli mucho, pero la ceja sangr en
abundancia, y Nicholai sufri por el indigno desalio que caus la
sangre.
Asustados por anticipado por las consecuencias que tendra el
haber permitido que mataran al prisionero en su presencia, los
guardianes amenazaban a Nicholai a gritos, mientras daban la alarma
y llamaban al mdico de la prisin. Cuando lleg el mdico japons,
inseguro y solcito, no pudo hacer nada por el general, cuyo sistema
nervioso muri a los pocos segundos del golpe de Nicholai y su
cuerpo al cabo de un minuto. Sacudiendo la cabeza y aspirando entre
los dientes, como si riera a un muchacho travieso, el mdico cur la
ceja partida de Nicholai, aliviado al poder hacer algo que entrara en
145
Trevanian Shibumi
el mbito de su competencia.
Mientras dos nuevos guardianes japoneses vigilaban a Nicholai,
los otros se presentaron ante sus superiores para informar, dando
versiones del acontecimiento que les dejaran limpios de cualquier tipo
de culpa, mientras que sus colegas de otra nacionalidad quedaran en
lugares entre incompetentes y alevosos.
Cuando regres el sargento de la Polica Militar, lo hizo acompa-
ado por otros tres miembros de su nacionalidad; ni rusos, ni japone-
ses. Tratar con Nicholai corresponda a los norteamericanos.
En medio de un silencio malhumorado, se registr y desnud a
Nicholai, y se le visti con el mismo tipo de uniforme de tejido grueso
a prueba de suicidios que el general haba llevado. Luego fue con-
ducido hasta el vestbulo para quedar finalmente descalzo y con las
muecas esposadas a la espalda, en el oscuro cuarto de
interrogatorios, en donde Nicholai permaneci sentado
silenciosamente en una silla de metal fijada al suelo.
Para dominar su imaginacin, Nicholai centr su mente en las
jugadas intermedias de una famosa partida entre maestros de las
escuelas mayores del G, una partida que haba memorizado como
parte de su entrenamiento con Otake-san. Revis las posiciones,
pasando por turno de una perspectiva a la otra, y examinando las
implicaciones de cada una de ellas. El considerable esfuerzo de
memoria y de concentracin fueron suficientes para alejarlo del
mundo catico y extrao que le rodeaba.
Se oyeron voces al otro lado de la puerta y despus ruido de
llaves y de cerrojos, y entraron tres hombres. Uno de ellos era el
sargento que se hurgaba tan afanosamente los dientes cuando
Kishikawa-san muri. El segundo era un hombre corpulento, vestido
de paisano, cuyos ojos porcinos tenan esa mirada nerviosa de
inteligencia superficial debilitada por la insensibilidad materialista que
se aprecia en los polticos, en los productores de pelculas y en los
vendedores de automviles. El tercero, con las insignias de mayor en
sus hombros, era un hombre fuerte, concentrado, con grandes labios
plidos y los prpados Interiores cados. Fue este tercer hombre el
que ocup la silla frente a Nicholai, mientras el paisano corpulento se
qued de pie detrs de la Milla de Nicholai y el sargento se situ
cerca de la puerta.
-Soy el mayor Diamond.
El oficial sonri, pero en su acento haba una nota de vulgaridad,
ese sonido metlico de la mandbula que mezcla las energas del
acento de barrio con las capas de refinamiento adquirido, el tipo de
voz que uno suele relacionar con las locutoras de noticias de los
Estados Unidos.
En el momento de su llegada, Nicholai haba estado reflexionando
sobre un movimiento recordando el juego de los maestros que tena
la fragancia de un tenuki' pero que, de hecho, era una reaccin sutil
al Juego precedente del adversario. Antes de levantar la mirada, se
146
Trevanian Shibumi
concentr en el tablero, fijando en su memoria las posiciones para
poder volver ms tarde a reanudar su reflexin. Slo entonces dirigi
sus Inexpresivos ojos verde botella al rostro del mayor.
-Qu ha dicho usted?
-Soy el mayor Diamond, CID.
-Ah! -la indiferencia de Nicholai era fingida.
El mayor abri su cartera de agregado y extrajo tres hojas de
papel mecanografiado unidas por una grapa.
-Si firma esta confesin, ya podremos proceder.
Nicholai lanz una ojeada al papel.
-Creo que no deseo firmar nada.
Los labios de Diamond se tensaron irritados.
-Niega usted que ha matado al general Kishikawa?
-Yo no niego nada. Ayud a mi amigo a escapar de... -Nicholai
se detuvo. De qu servira explicar a este hombre algo que su
cultura mercantil no poda comprender?-. Mayor, no veo que sirva
de nada continuar esta conversacin.
El mayor Diamond mir al paisano corpulento que estaba detrs
de Nicholai, el cual se inclin y dijo:
-Oye. Vale ms que firmes la confesin. Lo sabemos todo sobre
tus actividades por cuenta de los rojos!
Nicholai no se molest en mirar al hombre.
-No irs a decirnos que no has estado en contacto con cierto
coronel Gorbatov? -insisti el paisano.
Nicholai aspir profundamente, y no respondi. Era demasiado
complicado de explicar, y no importaba que lo comprendieran o no.
El paisano agarr a Nicholai por el hombro.
-Ests metido en el peor de los los, chico! As que es mejor que
firmes este papel, o...
El mayor Diamond frunci el entrecejo y sacudi bruscamente la
cabeza. El paisano afloj su presa. El mayor se puso las manos en las
rodillas y se inclin hacia delante, mirando a los ojos de Nicholai con
una compasin inquieta.
-Deje que le explique todo esto. En este momento, usted est
muy confuso, lo cual es perfectamente comprensible. Sabemos que
los rusos estn detrs del asesinato del general Kishikawa. He de
confesarle que no sabemos el motivo. Y sa es una de las cosas en
que deseamos que usted nos ayude. Permtame ser franco con usted.
Sabemos que ha estado usted trabajando para los rusos durante
algn tiempo. Sabemos que usted se infiltr en un departamento
muy especial en Sphinx/FE con documentos falsificados. Se le ha
encontrado encima una tarjeta de identidad rusa, junto con una
tarjeta norteamericana. Sabemos tambin que su madre era
comunista y su padre, nazi; que usted estuvo en el Japn durante la
guerra; y que sus contactos incluan elementos militaristas del
Gobierno japons. Uno de estos contactos era con este Kishikawa. -
El mayor Diamond sacudi la cabeza y se ech hacia atrs-. As que,
147
Trevanian Shibumi
ya ve, sabemos mucho sobre usted. Y me temo que todo ello es
bastante comprometedor. Esto es lo que mi compaero quiere decir
cuando indica que est usted metido en un buen lo. Es posible que
yo pueda ayudarle.., si est dispuesto a colaborar...
Nicholai qued abrumado por el desatino de todo lo dicho.
Kishikawa-san haba muerto; l haba hecho lo que un hijo deba
hacer; estaba dispuesto a afrontar el castigo; el resto no importaba.
-Niega lo que le he dicho? -pregunt el mayor.
-Usted cuenta con un puado de hechos, mayor, y de ellos ha
sacado ridculas conclusiones.
Los labios de Diamond se tensaron.
-El propio coronel Gorbatov nos proporcion la informacin.
-Ya entiendo.
De manera que Gorbatov iba a castigarle por haberle arrebatado
su presa de propaganda, proporcionando a los norteamericanos
ciertas verdades a medias y permitindoles que ellos hicieran el
trabajo sucio. Qu esclavo en su duplicidad, en su intrincada
oblicuidad!
-Naturalmente -continu Diamond-, no creemos al pie de la
letra todo lo que los rusos nos han contado. Por este motivo
deseamos concederle a usted una oportunidad de contarnos su
versin de la historia.
-No hay historia que contar.
El paisano le toc de nuevo en el hombro.
-Niegas que conociste al general Kishikawa durante la guerra?
-No.
-Niegas que l formaba parte de la mquina militar/industrial
japonesa?
-El general era un soldado. -Una respuesta ms precisa hubiera
sido que era un guerrero, pero esa distincin no hubiera significado
nada para estos norteamericanos con sus mentalidades mercantiles.
-Niegas que tenas una estrecha relacin con l?-prosigui el
civil.
-No.
El mayor Diamond prosigui el interrogatorio, indicando con su
tono y expresin que estaba sinceramente inseguro y deseaba poder
comprender.
-Sus documentos *ueron falsificados, no es cierto, Nicholai? -
S.
-Quin le ayud a conseguir documentos falsificados? Nicholai
permaneci en silencio. El mayor asinti y sonri. -Comprendo. No
quiere comprometer a un amigo. Lo comprendo muy bien. Su madre
era rusa, no es as?
-Su nacionalidad era rusa. No tena sangre eslava. El paisano
intervino.
-Admites, entonces, que tu madre era comunista?
Nicholai descubri cierto humor amargo en la suposicin de que
148
Trevanian Shibumi
Alexandra Ivanovna era comunista.
-Mayor, en el grado de inters que mi madre pudiera tener por
la poltica, y ciertamente fue un grado muy pequeo, ella se situaba
en el derecho poltico de Atila. -Repiti Atila nuevamente,
pronuncindolo mal, acentuando la segunda slaba, para que los
norteamericanos le entendieran.
-Seguro -coment el paisano-. Y supongo que vas a negar que
tu padre era nazi.
-Pudo haberlo sido. Por lo que me han dicho, era bastante est-
pido. No llegu a conocerlo.
Diamond sacudi la cabeza.
-De modo que lo que est usted diciendo es que el conjunto de
nuestras acusaciones es cierto.
Nicholai suspir y movi la cabeza. Haba estado trabajando con
la mentalidad militar norteamericana durante dos aos, pero no poda
comprender su inclinacin inflexible a forzar los hechos para que
encajaran adecuadamente en sus preconceptos.
Si le entiendo bien, mayor, y francamente no me preocupa mucho
que sea as, est usted acusndome de ser al mismo tiempo
comunista y nazi, de ser un buen amigo del general Kishikawa y, al
mismo tiempo, su asesino a sueldo, de ser a un tiempo un militarista
japons y un y un espa sovitico. Y, al parecer, usted cree que los
rusos desearan el asesinato de un hombre que trataban de someter
a las indignidades de un juicio por crmenes de guerra, con el fin de
obtener su pequea porcin de gloria propagandstica. No hay nada
de eso que ofenda su sentido de la probabilidad racional?
-No pretendemos entender todas las complejidades del asunto.
-Realmente no lo desean? Qu humildad ms conveniente! El
paisano apret dolorosamente su hombro.
-No necesitamos esta maldita charla filosfica tuya! Te has
metido en un buen enredo! Este pas est bajo ocupacin militar y t,
chico, no eres ciudadano de ninguna parte. Podernos hacer lo que
queramos contigo, sin la interferencia de Consulados y Embajadas!
El mayor sacudi la cabeza, y el paisano afloj el apretn y
retrocedi un paso.
-No creo que ese tono nos haga ningn bien. Es evidente que
Nicholai no se asusta fcilmente. -Sonri con cierta timidez, y aadi
-: A pesar de ello, lo que dice mi compaero es cierto. Ha cometido
usted un crimen en primer grado, cuyo castigo es la muerte. Pero
existen medios por los cuales usted puede ayudarnos en nuestra
lucha contra el comunismo internacional. Con un poco de
colaboracin por su parte, podramos hacer algn pequeo arreglo en
su beneficio.
Nicholai reconoci el tono de regateo del mercado. Como todos
los norteamericanos, este mayor era un comerciante en el fondo de
su ser. Todo tena un precio, y el hombre mejor era el que
mercadeaba bien.
149
Trevanian Shibumi
-Est usted escuchndome? -pregunt Diamond.
-Puedo orle -contest Nicholai.
-Y qu? Colaborar usted?
-Significa esto firmar su confesin?
-Eso y algo ms. La confesin involucra a los rusos en el
asesinato. Queremos tambin que nos hable de quines le ayudaron
a infiltrarse en Sphinx/FE. Y sobre el grupo de espionaje organizado
aqu, y sus contactos con militaristas japoneses purgados.
-Mayor, los rusos no tuvieron nada que ver con mis acciones. Le
aseguro que la poltica rusa no tiene para m el menor inters, como
tampoco me interesa la de ustedes. Ustedes y los rusos son
nicamente formas diferentes de una misma cosa: la tirana de los
mediocres. No tengo razn alguna para proteger a los rusos.
-Entonces est dispuesto a firmar la confesin?
-No.
-Pero usted mismo acaba de decir...
-He dicho que no protegera ni ayudara a los rusos. Y tampoco
tengo la menor intencin de ayudarles a ustedes. Si desean
ejecutarme, pasando por/o prescindiendo de la burla de un juicio
militar, le agradecer que procedan a ello.
-Nicholai, conse#uiremos tu firma en esa confesin. Creme.
Los ojos verdes de Nicholai se fijaron serenamente en los ojos del
mayor.
-Dejo de tomar parte en esta conversacin.
Baj la mirada y retorn a su concentracin en las posiciones de
las piezas de la partida de G que haba congelado provisionalmente
en su memoria. Comenz a reflexionar de nuevo las respuestas alter-
nativas a ese inteligente movimiento aparentemente tenuki(
Entre el mayor y el paisano se intercambiaron gestos de cabeza,
y el ltimo sac del bolsillo un estuche de cuero negro. Nicholai no
sali de su concentracin cuando el sargento MP le arremang y el
paisano extrajo el aire de la jeringuilla lanzando al aire un chorro ar-
queado.
Cuando, mucho despus, Nicholai trat de recordar los aconteci-
mientos de las siguientes setenta y dos horas, slo consigui traer a
su mente un mosaico roto de experiencias, una mezcla triturada de
las secuencias cronolgicas disueltas por las drogas que introdujeron
en su organismo. La nica analoga til que poda formular de su
experiencia, era la de una pelcula en la que l era al mismo tiempo
actor y pblico, una pelcula con movimiento rpido y movimiento
lento al mismo tiempo, con planos fijos y planos superpuestos, con el
sonido de una secuencia acompaando las imgenes de otra, con
destellos subliminales en un marco simple que se presentan ms que
se perciban, y con largas tiras de pelcula fuera de foco y con poca
luz, y dilogos desarrollados veloz y confusamente, y a sotto voce(
En aquella poca, el espionaje norteamericano haba comenzado
a experimentar con el uso de drogas en los interrogatorios, y con fre-
150
Trevanian Shibumi
cuencia se cometan errores, algunos de los Cuales llegaban a
destruir la mente. El corpulento paisano, doctor, prob muchos
productos qumicos y combinaciones con Nicholai, algunas veces
sumiendo accidentalmente a su vctima en la histeria o en una
indiferencia letrgica, otras veces creando efectos mutuos anuladores
que dejaban a Nicholai perfectamente sereno y lcido, pero tan
desplazado de la realidad que, aunque responda de buen grado a las
preguntas, las respuestas no tenan ninguna relacin con aqullas.
A lo largo de tres das, durante los momentos que Nicholai
entraba en contacto consigo mismo, senta un intenso pnico.
Estaban atacando su mente, y probablemente dandola; y la
superioridad gentica de Nicholai era tan intelectual como sensual. Le
aterrorizaba pensar que pudieran destrozar su mente, pues
centenares de aos de crianza selectiva quedaran reducidos a su
nivel de basura humanoide.
Con frecuencia sala de s mismo, y Nicholai, el hombre del
pblico, senta compasin por Nicholai, el actor, pero no poda hacer
nada por ayudarle. Durante los breves perodos de raciocinio, intent
dejarse llevar por las distorsiones de pesadilla, aceptar y colaborar
con la locura de sus percepciones. Saba instintivamente que si
luchaba contra la red palpitante de la irrealidad, algo dentro de l
poda quebrarse con el esfuerzo y que nunca encontrara el camino
del retorno.
Por tres veces, durante las setenta y dos horas, se termin la pa-
ciencia de sus interrogadores, y permitieron al sargento de la Polica
Militar que continuara el interrogatorio utilizando estilos ms
convencionales de tercer grado. El sargento lo hizo ayudado por un
tubo de lona de treinta centmetros, lleno de limaduras de hierro El
impacto de esta arma era terrible. Apenas rompa la superficie de la
piel, pero destrozaba el hueso y el tejido que haba debajo.
Un hombre civilizado no poda realmente Soportar este tipo de
tratamiento. El mayor Diamond abandon el interrogatorio durante
cada una de las palizas, no deseando contemplar la tortura que l
mismo haba ordenado. El doctor sigui all, curioso por comprobar
los efectos del dolor aplicado en las condiciones de una droga
profunda.
Las tres fases de tortura fsica tuvieron distintos efectos sobre la
percepcin de Nicholai. De la primera, no recordaba nada. De no
haber sido por su ojo derecho cerrado bajo la hinchazn, y un diente
flojo con el sabor salino de la sangre, la cosa pudo no haber sucedido
nunca. La segunda paliza fue sumamente dolorosa. Los efectos
residuales y combinados de las drogas hicieron que Nicholai fuese
intensamente consciente de la sensacin. Su piel estaba tan sensible
que hasta le dola el roce de los vestidos, y el aire que respiraba le
irritaba la nariz. Ansi la inconsciencia, pero la habilidad del sargento
era tan grande que hubiera podido negar infinitamente la bendicin
del vaco.
151
Trevanian Shibumi
La tercera paliza no result dolorosa en absoluto, pero s la ms
pavorosa. Nuevamente, Nicholai fue pblico y actor al mismo tiempo,
contemplando lo que suceda con un moderado inters. No senta
nada; las drogas haban establecido un cortocircuito en sus nervios.
El terror resida en el hecho de que Nicholai poda escuchar los golpes
como si el sonido se amplificara a travs de unos poderosos
micrfonos instalados en su carne. Oa el desgarramiento lquido del
tejido; el spero deslaminado de la piel; el raspado granuloso del
hueso roto; oa el desenfrenado palpitar de su sangre. En el reflejo
del espejo de su conciencia, se senta serenamente aterrorizado. Se
percat de que el poder or todo aquello sin sentir nada era insano, y
experimentar una indiferencia anestesiada hacia ese acontecimiento
iba ms all de los lmites de la locura.
Por un instante, su mente surgi a la superficie de la realidad y
habl al mayor, dicindole que l era hijo del general Kishikawa, y
que cometeran un grave error si no le mataban, porque, si l segua
con vida, no podran escapar de l. Habl oscuramente; las drogas le
haban dejado espesa la lengua y con la paliza le haban partido los
labios; pero sus verdugos tampoco le hubieran entendido. Sin darse
cuenta, haba hablado en francs.
Varias veces, durante los tres das de interrogatorio, le quitaron
las esposas que le sujetaban las muecas a la espalda. El doctor
not que sus dedos estaban plidos y fros por falta de circulacin, de
modo que le quitaron las esposas durante algunos minutos mientras
le daban masaje en las muecas, pero luego se las colocaban de
nuevo. Durante el resto de su vida, Nicholai luci unos brazaletes de
piel oscura brillante de las cicatrices que le dejaron las esposas.
A las setenta y tres horas, no sabiendo lo que haca, ni
importndole, Nicholai firm la confesin que involucraba a los rusos.
Estaba tan alejado de la realidad que la firm con caracteres
japoneses y en medio de la pgina mecanografiada, aunque
intentaron guiar su temblorosa mano hacia el final. Era tan intil esta
confesin que al final los norteamericanos se vieron obligados a
falsificar su firma, lo que, naturalmente, hubieran podido hacer al
principio.
El destino final de esta confesin es digno de ser mencionado
como una metfora de la chapucera del llamado Servicio de
Informacin.
Algunos meses ms tarde, cuando los norteamericanos de Sphinx
creyeron que era el momento oportuno para lanzar un disparo
amenazador a sus colegas rusos, el mayor Diamond present el
documento ante el coronel Gorbatov y permaneci silencioso, sentado
al otro lado del escritorio del coronel, esperando su reaccin ante
aquella prueba condenatoria de espionaje activo.
El coronel ech una ojeada a las pginas con una indiferencia
teatral, y despus desenganch sus gafas de montura metlica de las
orejas, limpindolas a continuacin entre el pulgar y el ndice con
152
Trevanian Shibumi
exagerada minuciosidad antes de colocrselas de nuevo. Aplast con
la cucharilla el terrn de azcar que tena entero en su taza de t, se
bebi el brebaje de un largo trago, y coloc nuevamente la taza
exactamente en el centro del plato.
-Y bien? -replic perezosamente.
Y eso fue todo. Se haba hecho el gesto amenazador, pero haba
sido ignorado, y no caus el menor efecto en las operaciones secretas
de los dos poderes en el Japn.
Para Nicholai, las ltimas horas del interrogatorio se convirtieron
en sueos confusos, pero no desagradables. Su sistema nervioso
estaba tan alterado por las diversas drogas que prestaba una mnima
funcin, y su mente se haba recogido en s misma. Dormit del nivel
de la irrealidad al nivel de la irrealidad y muy pronto se encontr
paseando por las orillas del Kajikawa bajo una lluvia de flores. A su
lado, pero a suficiente distancia para que entre los dos hubiera
podido pasear el general Kishikawa, haba una nia. Aunque nunca
lleg a conocerla, Nicholai saba que era la hija del general. La nia le
deca que algn da se casara y tendra un hijo. Y, conversando
tranquilamente, la nia mencion que ambos, ella y su hijo, moriran,
quemados en el bombardeo de Tokio. Despus de mencionarlo, era
lgico que la nia se convirtiera en Mariko, que haba muerto en
Hiroshima. Nicholai se regocij al verla otra vez, as que jugaron una
partida de G como entrenamiento, y Mariko us como piezas ptalos
negros de flor de cerezo, y Nicholai los us blancos. Despus, Nicholai
se convirti en una de las piezas, y desde su posicin microscpica en
el tablero, mir a su alrededor las piezas enemigas que formaban
muros cada vez ms gruesos. Intent formar ojos defensivos, pero
todos resultaron ser falsos, de modo que huy, apresurndose por la
superficie amarilla del tablero, confundindose las lneas negras a
medida que l adquira velocidad, hasta que sali disparado por el
borde del tablero sumergindose en una densa oscuridad que se
dispers en su celda...
... En donde abri los ojos.
Haba sido pintada recientemente de gris y no tena ventanas. La
luz empotrada en el techo era tan brillante que Nicholai mir de reojo
para mantener clara la visin.
Nicholai vivi en aquella celda, encerrado solitario, durante tres
aos. La transicin de la pesadilla del interrogatorio a los aos de
existencia solitaria bajo el cargo de tratamiento silencioso, no fue
brusca. Al principio diariamente, y despus, con menos frecuencia,
Nicholai recibi la visita del mismo mdico japons de la prisin,
solcito y aturdido, que haba confirmado la muerte del general. Los
tratamientos consistieron nicamente en unos vendajes profilcticos
sin ningn esfuerzo cosmtico para cerrar heridas o quitar huesos o
cartlagos rotos. En cada sesin, el doctor sacuda repetidamente la
cabeza y sorba los dientes murmurando para s, como expresara su
desaprobacin por participar en aquella violencia insensata.
153
Trevanian Shibumi
Los guardianes japoneses haban recibido rdenes de mantener
un silencio absoluto en su trato con el prisionero, pero durante los
primeros das fue necesario que le instruyeran en los rudimentos de
la rutina y el comportamiento. Cuando hablaban con l, utilizaban las
formas bruscas del verbo y un tono de spero staccato que no
significaba una antipata personal, sino nicamente el reconocimiento
del abismo social entre el prisionero y su carcelero. Cuando la rutina
ya qued establecida, dejaron de hablarle, y durante la mayor parte
de tres aos, Nicholai slo escuch su propia voz, excepto media hora
cada tres meses en que le visitaba un funcionario menor de la prisin
responsable del bienestar social y psicolgico de los prisioneros.
Pas casi un mes entero antes de que los ltimos efectos de las
drogas desaparecieran de su mente y sus nervios, y slo entonces
pudo Nicholai atreverse a descuidar su vigilancia contra las
inesperadas zambullidas en las pesadillas de insomnio con distorsin
de tiempo y espacio en que se encontraba de repente y que le
llevaban a la locura, dejndole jadeante y sudoroso en un rincn de
su celda, sin energa y asustado ante el temor de que el dao que
sufra su mente se hiciera crnico.
No se hizo ninguna investigacin respecto a la desaparicin de
Hel, Nicholai Alexandrovich (TA/737804). No se hicieron intentos en
favor de su libertad, ni para acelerar su juicio. Era el ciudadano de
ninguna nacin; careca de documentos de identidad; ningn
funcionario de Consulado compareci para defender sus derechos
civiles.
La nica onda en la superficie de la rutina causada por la
desaparicin de Nicholai Hel fue la breve visita de Mrs. Shimura y Mr.
Wanatabe al edificio San Shin, algunas semanas ms tarde; ambos
haban pasado noches de conversacin susurrante, armndose de
valor para realizar este gesto desesperanzador en pro de su
benefactor. Atendidos por un modesto funcionario, preguntaron por
Nicholai, hablando rpidamente y en voz baja, con una tmida
humildad. Mrs. Shimura fue quien habl todo el rato, y Mr. Wanatabe
se limit a inclinarse y mantener los ojos bajos en vista del
incalculable poder de las fuerzas de ocupacin y sus misteriosas
maneras. Saban que, al acudir a la guarida de los norteamericanos,
se exponan al peligro de perder su casa y la pequea seguridad que
Nicholai les haba proporcionado, pero su sentido del honor y la
honradez les dict que deban correr ese riesgo.
El nico efecto de esa tentativa atemorizada de investigacin fue
que un equipo de la Polica Militar se present en la casa ce Asakusa
para buscar pruebas de la culpabilidad de Nicholai, y el oficial que lo
encabezaba se apoder, como material de la investigacin, de la pe-
quea coleccin de grabados que Nicholai haba ido adquiriendo a
medida que poda, entristecido ante el hecho de que sus propietarios
se viesen forzados a vender estos tesoros nacionales a causa de la
anarqua econmica y moral de la ocupacin, y ansioso por hacer lo
154
Trevanian Shibumi
poco que pudiera para evitar que cayesen en manos de los brbaros.
El resultado fue que estos grabados tuvieron una influencia
mnima en el camino de descenso del arte igualitario norteamericano.
El oficial que los envi a su casa, y el zoquete de su hijo pequeo se
apresur a pi ul ar en colores los espacios claros, y lo hizo con tanta
habilidad, sin sobresalir de las lneas, que su amantsima madre se
convenci del creativo potencial de su pequeo y encamin su
educacin hacia el arte. Este joven dotado, con los aos se convirti
en el lder del movimiento Pop Art, a causa de su precisin mecnica
en la reproduccin de alimentos envasados.
Durante los tres aos de su encierro, Nicholai estuvo esperando
tcnicamente el juicio por espionaje y asesinato, pero no llegaron a
establecerse los procedimientos legales; nunca se le juzg ni se le
sentenci, y por esta razn no lleg a gozar ni tan slo de los
espartanos privilegios a que cualquier otro prisionero tena derecho.
Los administradores japoneses de la prisin de Sugamo estaban bajo
la autoridad de las fuerzas de ocupacin, y mantuvieron a Nicholai en
estricto confinamiento, porque as se lo haban ordenado, a pesar del
hecho de que Nicholai constitua una molesta excepcin en el rgido
desarrollo de su organizacin. Era el nico prisionero que no tena
ciudadana japonesa, el nico que no haba sido sentenciado y el
nico que deba permanecer en solitario sin tener ni una nota de mala
conducta en prisin. Nicholai se hubiera convertido en una molesta
anomala administrativa, si los que le custodiaban no le hubiesen
tratado como los empleados de las instituciones tratan las
manifestaciones de la individualidad inquietante: lo ignoraban.
Cuando Nicholai dej de atormentarse con sus espordicos
temores de la droga, comenz su adaptacin a las rutinas y
circunstancias cronolgicas de la vida en solitario. Su celda era un
cubo de cemento gris, de uno ochenta metros, sin ventanas, con una
luz en lo alto empotrada en el techo y cubierta con un grueso cristal
irrompible. La luz permaneca encendida las veinticuatro horas del
da. Al principio, Nicholai odiaba aquel resplandor constante que le
negaba retirarse en el aislamiento de la oscuridad y pona inquietud y
ligereza en su sueo. Pero cuando por tres veces, en el transcurso de
su encierro, la bombilla se quem y tuvo que permanecer en una
oscuridad total hasta que el guardin se dio cuenta, Nicholai
descubri que estaba tan acostumbrado a la luz constante que se
asustaba por la opresin de la oscuridad absoluta que le envolva.
Estas tres visitas de un compaero de prisin para sustituir la
bombilla bajo la estrecha vigilancia de un guardin, fueron los nicos
acontecimientos aparte de la rutina establecida y organizada en la
vida de Nicholai, excepto por una breve falla de electricidad ocurrida
en medio de la noche, durante su segundo ao de permanencia. La
repentina oscuridad despert a Nicholai, quien se sent al borde de
su camastro metlico, contemplando con fijeza la negrura, hasta que
la luz regres y l pudo volverse a dormir.
155
Trevanian Shibumi
Adems de la luz, solamente destacaban otras tres caractersticas
en la celda gris en forma de cubo en donde viva Nicholai: la cama, la
puerta y el retrete. La cama consista en una especie de panel
estrecho de acero sujeto a la pared y con las dos patas delanteras
clavadas en el suelo de cemento. Por razones de higiene, el camastro
estaba elevado del suelo al estilo occidental, pero tan slo veinte
centmetros. Por razones de seguridad, y para evitar que dispusiera
de medios que pudiera emplear para suicidarse, la cama no tena
barrotes ni rejillas, nicamente la plancha de metal lisa sobre la que
haba dos almohadillas acolchadas para proporcionar calor y
comodidad. Esta cama se hallaba colocada al lado opuesto de la
puerta, que era la caracterstica ms complicada de la celda. Estaba
construida de acero, y se abra hacia fuera, silenciosamente, con los
goznes bien engrasados, y encajaba tan exactamente en el marco
que el aire de la celda se comprima al cerrarse la puerta y el
prisionero experimentaba momentneamente ciertas molestias en el
tmpano. En la puerta se haba insertado una mirilla de grueso cristal
reforzado con metal, por el que los guardianes controlaban
rutinariamente los movimientos del prisionero. En la parte baja de la
puerta haba una ventanilla de acero remachada y con goznes en su
parte inferior para pasar los alimentos. La tercera caracterstica de la
celda consista en un hueco en el suelo, con mosaico, que era el
retrete. Siguiendo la discrecin japonesa en su preocupacin por la
dignidad, esta depresin se haba hecho junto a la misma pared de la
puerta, de modo que el prisionero poda atender sus necesidades
fsicas fuera del radio de observacin. Directamente encima del
retrete, haba un tubo de ventilacin de ocho centmetros de dimetro
colocado a nivel del cemento del techo.
Dentro el contexto estricto de su confinamiento solitario, la vida
de Nicholai estaba llena de acontecimientos que marcaban y medan
su tiempo. Dos veces al da, por la maana y al atardecer, Nicholai
reciba comida a travs de la ventanilla inferior, y por las maanas
tambin se le proporcionaba un cubo de agua y una pequea pastilla
de jabn arenoso que formaba una espuma pobre y grasienta. Cada
da, Nicholai se lavaba de pies a cabeza, cogiendo el agua con sus
manos juntas para aclararse y secndose con la tosca camisa
acolchada; el resto del agua lo utilizaba para limpiar el retrete.
Su dieta era mnima, pero sana: arroz con cscara, guiso de
verduras y pescado, y un t clarito tibio. Las verduras variaban
ligeramente segn la estacin, y siempre tenan la consistencia
demostrativa de que su cocimiento haba sido exacto y conservaban
todo su valor alimenticio. Se le serva la comida en una bandeja de
metal con separaciones, y un juego de palillos de madera unidos por
su base para tirar despus de ser usados. Cuando la ventanilla se
abra, el prisionero que serva siempre se esperaba hasta que Nicholai
devolva la bandeja utilizada junto con los palillos y el envoltorio de
papel (incluso de esto se deba dar cuenta), antes de servir la
156
Trevanian Shibumi
siguiente comida.
Dos veces por semana, a medioda, se abra la puerta de la celda
y un guardin le indicaba que saliera. Puesto que los guardianes
tenan prohibido hablarle, todas las comunicaciones se realizaban por
medio de la antieconmica mmica, algunas veces cmica. Nicholai
segua al guardin hasta el final del pasillo en donde se abra una
puerta de acero (cuyos goznes siempre crujan) y se le permita salir
a la zona de ejercicios, una callejuela estrecha entre dos edificios, sin
rasgos caractersticos, cuyos extremos estaban bloqueados por altos
muros de ladrillo, y all Nicholai poda estar paseando solo durante
veinte minutos, con un rectngulo de cielo abierto encima de l y aire
fresco para respirar. Saba que estaba bajo la constante vigilancia de
los guardianes de la torre al final de la callejuela, pero los cristales de
sus ventanas reflejaban siempre el cielo y Nicholai no poda verlos, de
modo que mantena la ilusin de estar solo y casi libre. Excepto en
dos ocasiones que enferm y tuvo fiebre, nunca rechaz sus veinte
minutos al aire libre, aunque lloviera o nevara; y despus del primer
mes, siempre aprovech ese tiempo para correr arriba y abajo de la
estrecha franja, estirando sus msculos y quemando toda la energa
que poda de la que tena acumulada dentro.
Al terminar el primer mes de encierro, cuando los prolongados
efectos de las drogas desaparecieron, Nicholai tom la decisin de
sobrevivir, en parte por el impulso dictado por una profunda tozudez,
desde el tutano de sus huesos, y en parte acariciando ciertos
pensamientos de venganza. Se coma hasta el ltimo bocado de
alimento, y dos veces al da, despus de cada comida, realizaba
vigorosos ejercicios dentro de la celda, desarrollando hbitos que
mantuvieran tensos y rpidos cada msculo de su nervioso cuerpo.
Despus de cada perodo de ejercicios, se sentaba en un rincn de la
celda, en la posicin de lotus, y se concentraba en la pulsacin de su
sangre en las sienes hasta que consegua la paz de la meditacin de
media densidad, que, aunque representaba un pobre sustitutivo por
la prdida del descanso de la mente en su transporte mstico, bastaba
para mantener su mente sosegada y controlada, intocable para la
desesperacin y la autocompasin. Se entren en no pensar nunca en
el futuro, s a suponer que habra un futuro, porque la alternativa le
llevara a una desesperacin destructiva.
Al cabo de algunas semanas, decidi llevar una cuenta mental de
los das, como un gesto de confianza de que algn da saldra de la
prisin y reanudara su vida. Arbitrariamente decidi llamar lunes al
da siguiente y a suponer que sera el da primero de abril. Se
equivoc en ocho das, pero no pudo descubrir su error durante tres
aos.
Su vida solitaria estaba ocupada. Dos comidas, un bao, dos
tandas de ejercicios y dos momentos de meditacin todos los das.
Dos veces por semana, el placer de correr arriba y abajo por la
estrecha callejuela. Y quedaban otros dos hitos bien marcados en su
157
Trevanian Shibumi
tiempo. Una vez al mes, le visitaba un prisionero barbero, que le
afeitaba y le cortaba el cabello con unas tijeras dejndoselo con dos
milmetros de longitud. Este anciano preso obedeca las instrucciones
de no hablarle, pero guiaba los ojos y haca muecas constantemente
expresando su compaerismo. Tambin una vez al mes, siempre dos
das despus de la visita del barbero, cuando Nicholai volva a su
celda despus de los ejercicios de atletismo, se encontraba cambiada
la ropa de la cama, y las paredes y el suelo de su celda chorreando
de agua mezclada con desinfectante, cuyo olor persista durante tres
y hasta cuatro das.
Una maana, despus de haber pasado seis meses de silencio en
aquella celda, le sobresalt, sacndole de su meditacin, el ruido del
cerrojo de la puerta. Su primera reaccin fue de fastidio, y algo de
temor, ante la ruptura de una rutina tranquilizadora. Despus supo
que esta visita no era un quebrantamiento de la rutina, sino
nicamente el elemento concluyente de los ciclos por los cuales su
vida poda medirse. Una vez cada seis meses, le visitara un anciano
funcionario civil, sobrecargado de trabajo, cuyo deber consista en
atender las necesidades sociales y psicolgicas de los presos de esta
civilizada prisin. El anciano se present como Mr. Hirata y le dijo a
Nicholai que tena permiso para hablar. Se sent al borde del bajo
estante-cama de Nicholai, coloc la cartera de mano atiborrada de
papeles junto a l, la abri, busc un cuestionario y lo sujet a la
tabla con un clip que tena en el regazo. Con voz montona y
aburrida, le pregunt a Nicholai por su salud y bienestar, y con cada
inclinacin de cabeza de Nicholai, hizo una marca al lado de la
pregunta pertinente.
Despus de repasar con la punta de su pluma para asegurarse de
que haba comprobado todas las preguntas de rigor, Mr. Hirata alz
sus ojos hmedos y fatigados y pregunt si Mr. Hel (Heru) tena al-
guna peticin o queja formal que formular.
Nicholai neg automticamente con la cabeza..., pero al momento
cambi de opinin.
-S -trat de decir. Pero senta la garganta reseca y nicamente
profiri una especie de gruido. De pronto, se le ocurri que haba
perdido la costumbre de hablar. Se aclar la garganta y lo intent de
nuevo-. S, seor. Me gustara tener libros, papel, pinceles y tinta.
Se arquearon las cejas ganchudas y gruesas de Mr. Hirata, y
desvi los ojos mientras respiraba con una profunda inspiracin.
Claramente, la peticin era extravagante. Sera muy difcil. Causara
problemas. Pero, fiel a su deber, anot la peticin en el espacio
previsto para aquel propsito.
Nicholai qued sorprendido al darse cuenta de cun desesperada-
mente necesitaba los libros y el papel, aunque saba que estaba
cometiendo el error de esperar algo y se arriesgaba a la desilusin,
perjudicando con ello el delicado equilibrio de su existencia precaria
en la que el deseo haba sido ahogado y la esperanza reducida al
158
Trevanian Shibumi
tamao de expectativa. Temerariamente se lanz a fondo:
-Es mi nica oportunidad, seor.
-Cmo? nica oportunidad?
-S, seor. No tengo nada... -Nicholai gru y se aclar de
nuevo la garganta. Era tan difcil hablar!-. No tengo nada en que
ocupar mi mente. Y creo que me estoy volviendo loco.
-Cmo?
-A menudo he estado pensando en el suicidio.
-Ah! -Mr. Hirata mir con gesto ceudo y sorbi el aire. Por
qu siempre se haban de presentar problemas como ste?
Problemas para los cuales el manual de normas no daba
instrucciones claras?-. Informar de su peticin, Mr. Heru.
Por su tono, Nicholai dedujo que el informe se hara sin energa, y
su peticin caera en el abismo burocrtico. Haba notado que la
mirada de Mr. Hirata se fijaba con frecuencia en su golpeado rostro,
en el que las cicatrices y los bultos de las palizas que le haban dado
aparecan morados todava, y cada vez que le observaba, Mr. Hirata
haba desviado rpidamente la mirada, inquieto y avergonzado.
Nicholai se toc su ceja partida con los dedos.
-No fueron los guardianes japoneses, seor. La mayor parte de
estas heridas son el resultado de mi interrogatorio a manos de los
norteamericanos.
-La ma%or parte? Y el resto?
Nicholai mir al suelo y se aclar la garganta. Su voz era rasposa
y dbil, pero en aquel momento necesitaba toda la soltura y
persuasin. Se prometi que no permitira que su voz cayera de
nuevo en desuso por falta de ejercicio.
-Si, la mayor parte. El resto... Debo confesar que me he hecho
algn dao yo mismo. Desesperado, me he golpeado contra la pared.
Ha sido una cosa estpida y vergonzosa, pero sin nada con que poder
ocupar mi mente... -Dej que su voz se apagara lentamente,
manteniendo los ojos en el suelo.
Mr. Hirata se inquiet mientras consideraba las consecuencias de
la locura y el suicidio en su carrera, sobre todo ahora, cuando slo le
faltaban pocos aos para jubilarse. Prometi que hara todo lo que
pudiera y sali de la celda preocupado por el ms perturbador de los
tormentos para un funcionario civil: la necesidad de tomar una
decisin independiente.
Dos das ms tarde, al regresar de sus veinte minutos de aire
fresco, Nicholai encontr un paquete envuelto en papel al pie de su
cama de hierro. Contena tres libros viejos que olan a moho, un
bloque con cincuenta hojas de papel, una botella de tinta de tipo
occidental y una pluma estilogrfica barata, pero nueva.
Al examinar los libros, Nicholai se desanim. Eran intiles. Mr.
Hirata haba ido a una librera de segunda mano y haba comprado
(con su propio dinero para evitar la complicacin administrativa de
una peticin oficial de artculos que podan resultar prohibidos) los
159
Trevanian Shibumi
tres libros ms baratos que haba. No conociendo ms idioma que el
japons, pero sabiendo, por la ficha de Hel, que ste saba leer
francs, Mr. Hirata compr lo que l crey eran libros franceses de
una pila que en otro tiempo haba formado parte de la biblioteca de
un sacerdote misionero, confiscados por el Gobierno durante la
guerra. El sacerdote era vasco, y lo libros estaban escritos en vasco.
Todos impresos antes de 1920; uno de ellos era una descripcin de la
vida vasca, escrita para nios, con fotografas retocadas, rgidas, y
aguafuertes de escenas rurales. Aunque el libro estaba en francs, no
tena valor aparente para Nicholai. El segundo libro era un volumen
delgado de dictons
@P
vascos, parbolas y cuentos populares escritos
en vasco en las pginas pares y en francs en las impares. El tercero
era un diccionario francs/vasco, recopilado en 1898 por un
sacerdote de Haute Soule, que intentaba, en una introduccin larga y
ampulosa, identificar la erudicin de la lengua vasca con las virtudes
de la piedad y la humildad.
Nicholai dej a un lado los libros y se agach en el rincn de la
celda que destinaba a la meditacin. Habiendo cometido el error de
esperar algo, haba pagado el castigo del desencanto. Llor
amargamente, y pronto se le escaparon los sollozos sin darse cuenta.
Se traslad al rincn del retrete para que los guardianes no pudieran
verle abatido de aquel modo. Qued sorprendido y asustado al
descubrir cun cerril de la superficie se hallaba esta terrible
desesperacin, a pesar del hecho de que se haba entrenado para
vivir mediante una rgida rutina evitando cualquier pensamiento
sobre el pasado o el futuro. Finalmente, cansado y agotadas las
lgrimas, logr adentrarse en una meditacin de densidad media, y
cuando se tranquiliz, afront el problema.
Pregunta: Por qu haba puesto tantas esperanzas en aquellos
libros hacindose vulnerable a la pesadumbre de la desilusin?
Respuesta: Sin admitirlo para s mismo, se haba dado cuenta de que
su intelecto, agudizado por el entrenamiento de G, tena algo de las
caractersticas de un motor en serie que, si no llevaba carga, corra
ms y ms hasta quemarse. Por esto haba reducido su vida a travs
de una rgida rutina, y por lo cual pasaba ms tiempo de lo que era
necesario en el agradable vaco de la meditacin. No tena nadie con
quien hablar, y hasta evitaba el pensar. Claro est que las
impresiones pasaban por su mente sin ser llamadas, pero en su
mayor parte eran imgenes irracionales que carecan de la lgica
lineal del pensamiento formulado. No haba sido consciente de que
evitaba utilizar su mente ante el temor de que pudiera caer en el
pnico y la desesperacin en aquella celda silenciosa y solitaria, y fue
por este motivo por lo que haba saltado ante la oportunidad de tener
libros y papel, por ello haba ansiado terriblemente la compaa y la
ocupacin mental que los libros podan proporcionarle.
21
Palabra o frase a modo de proverbio. En francs en el original. 01( del T(2
160
Trevanian Shibumi
Y 6stos eran los libros? Un librito de viajes infantil; un librito de
sabidura popular, y un diccionario recopilado por un sacerdote
extremadamente piadoso!
Y en su mayor parte escritos en vasco, un idioma del que Nicholai
apenas saba nada, la lengua ms antigua de Europa y sin ms
relacin con ningn otro idioma del mundo que el pueblo vasco, con
su singular distribucin de grupo sanguneo y formacin craneal, que
no guardan relacin con ninguna otra raza.
Nicholai continu agachado, en silencio, afrontando su problema.
Slo haba una respuesta: de un modo u otro deba utilizar estos
libros. Con estos libros aprendera vasco. Despus de todo, aqu tena
mucho ms que la piedra Rosetta: tena una traduccin pgina por
pgina, y un diccionario. Su mente estaba entrenada en la geometra
abstracta cristalina del G. Haba trabajado en criptografa.
Construira una gramtica vasca. Y mantendra vivos tambin sus
otros idiomas. Traducira los cuentos populares al ruso, ingls,
japons y alemn. En su mente, podra traducirlos tambin a su chino
vulgar de la calle, pero no poda hacer ms con este ltimo, pues no
aprendi los caracteres de esa lengua.
Despoj la cama de las ropas y se hizo un escritorio de la plancha
de hierro al lado de la cual se arrodill mientras ordenaba los libros y
la pluma y el papel. Al principio, trat de disimular su excitacin, para
que no le quitaran sus tesoros, sumergindole en lo que Saint-
Exupry haba denominado la tortura de la esperanza. En verdad, su
prxima sesin de ejercicio en la callejuela estrecha constituy un
tormento, y regres dispuesto a soportar que le hubiesen confiscado
los libros. Pero los libros seguan all y Nicholai se abandon a los
goces del trabajo mental.
Despus de haber descubierto que casi haba perdido el uso de la
voz, se inici en la prctica de hablar consigo mismo durante algunas
horas cada da, inventando situaciones sociales o contando en voz
alta las historias polticas o intelectuales de cada una de las naciones
cuya lengua hablaba. Al principio, tena conciencia de que estaba
hablando consigo mismo, temiendo que los guardianes creyeran que
estaba perdiendo la razn. Pero muy pronto adquiri el hbito de
pensar en voz alta, y se pasaba el da murmurando para s. De sus
aos en prisin, Hel adquiri la costumbre, que perdur durante toda
su vida, de hablar en voz tan baja que era casi un susurro,
comprensible nicamente gracias a su pronunciacin muy precisa.
Aos despus, esa voz tan precisa y medio susurrante, causaba
un efecto escalofriante e intimidador en las personas con las que su
extraa profesin le puso en contacto. Y para aquellos que cometan
el fatal error de traicionarle, la esencia de sus pesadillas era or esa
voz precisa y suave hablndoles desde las sombras.
El primer refrn en el libro de proverbios era Yahar hit&ak' &uhur
hit&ak' que se traduca como Antiguos refranes son sabios
refranes. Su diccionario inadecuado slo le proporcion la palabra
161
Trevanian Shibumi
&ahar que significa viejo.
Y las primeras notas de su pequea gramtica de aficionado
fueron:
Yuhur = sabio(
Plural del vasco' .ak/ o .&ak/(
Dadical para .proverbiosZre*ranes/ es .hit/ o .hit&/( 1ota4 verbo
.decirZhablar/ probablemente derivado de esta radical( 1ota4 es
posible que las estructuras paralelas no necesiten el verbo au,iliar
ser(
Y partiendo de este exiguo principio, Nicholai construy una
gramtica del idioma vasco palabra por palabra, concepto por
concepto, estructura por estructura. Desde el principio se oblig a
pronunciar el idioma que estaba aprendiendo, para mantenerlo vivo y
constante en su mente. Sin tener quien le guiara, cometi algunos
errores presentes para siempre en su vasco hablado, con gran
regocijo de sus amigos vascos. Por ejemplo, decidi que la h sera
muda, como en francs. Tambin tuvo que decidir cmo pronunciar la
vasca, escogiendo entre diversas posibilidades. Podra ser una z, o
sh' o tch' o la ch alemana gutural. A su arbitrio, eligi la ltima.
Equivocadamente, para su con fusin posterior.
Su vida ahora estaba llena, hasta se haba convertido en
atareada, con acontecimientos que tena que dejar antes de cansarse
de ellos. Su da comenzaba con el desayuno y el bao de agua fra.
Despus de haber quemado el exceso de sus energas fsicas con
ejercicios gimnsticos, se permita media hora de meditacin de
mediana densidad. El estudio del vasco le ocupaba despus hasta la
cena, despus de la cual se dedicaba otra vez a ejercicios fsicos
hasta que su cuerpo quedaba agotado y cansado. Otra media hora de
meditacin. Y el sueo.
Sus carreras bisemanales en la callejuela estrecha le privaban de
un tiempo precioso para el estudio del vasco. Y cada da, mientras
coma o haca ejercicios, hablaba consigo mismo en uno de los
idiomas que saba para mantenerlos frescos y disponibles. Como
hablaba siete lenguas, asign una de ellas a cada da de la semana y
su calendario semanal personal deca: 8onda%' ?TOP:1K' lai=bai=
sam' $eudi' >reita#' !arunbat y 1iti%oo=bi(
El suceso ms importante de los aos de prisin solitaria de
Nicholai Hel fue el desarrollo de su sentido de la proximidad. Esto
sucedi sin que interviniera absolutamente su voluntad, y al principio,
sin que l mismo se diera cuenta. Los que estudian el fenmeno
paraperceptivo suponen que el sentido de la proximidad era tan
vigoroso y comn al comienzo del desarrollo del hombre, como los
otros cinco sentidos de percepcin, pero que se debilit por el desuso
a medida que el hombre fue dejando atrs su existencia de presa-
cazador. Adems, la naturaleza extrafsica de este sexto sentido se
derivaba de la energa de la corteza central, que estaba en
contradiccin diametral con el razonamiento racional cuyo estilo de
162
Trevanian Shibumi
comprensin y experiencia coordinada eran definitivas para
caracterizar al hombre animal. Evidentemente, algunas culturas
primitivas siguen manteniendo instintos rudimentarios de la
proximidad, e incluso, personas sumamente cultas a veces reciben
impulsos de los antiguos residuos de su sistema de proximidad y
descubren con inquietud que alguien est observndoles por la
espalda, o que alguien est pensando en ellos, o experimentan una
sensacin generalizada y confusa de bienestar o de desastre; pero
stas son sensaciones pasajeras y sutilsimas que se rechazan porque
no pueden ser ni son comprendidas en el marco de la comprensin
lgica del hombre, y porque el aceptarlas socavara la cmoda
conviccin de que todos los fenmenos quedan dentro del espectro
del raciocinio.
En ocasiones, bajo circunstancias slo comprendidas a medias, el
sentido de la proximidad se desarrolla plenamente en un hombre
moderno. En muchos aspectos, Nicholai Hel era un individuo
caracterstico de los pocos que poseen sistemas de proximidad
florecientes. Toda su vida haba sido intensamente mental e interna.
Haba sido un mstico y experimentado el transporte del xtasis, no
sintindose inquieto, por consiguiente, ante lo extralgico. El G
haba adiestrado su intelecto en concebir en trminos de
permutaciones fluidas en lugar de plantear el simple problema-
solucin de las culturas occidentales. Entonces, un acontecimiento
traumtico de su vida le haba dejado a solas consigo mismo durante
un largo perodo de tiempo. Todos estos factores concuerdan con los
que caracterizan que una persona entre varios millones, que existe
en nuestra poca, posea el don adicional (o la carga) del sentido de
proximidad.
Este sistema de percepcin primordial se desarroll tan lenta y
regularmente, que Nicholai no se dio cuenta de l durante todo un
ao. Su existencia en prisin estaba medida en tantos fragmentos
cortos y montonos, que no tena sentido del paso del tiempo fuera
de los muros de la prisin. Nunca se preocupaba de s mismo, y
nunca estaba aburrido. En aparente contradiccin con las leyes
fsicas, el tiempo pesa nicamente cuando est vaco.
Su reconocimiento consciente del don lo provoc una visita de Mr.
Hirata. Nicholai estaba trabajando con sus libros cuando alz la
cabeza y dijo en voz alta para s mismo (en alemn, pues era
viernes):
-Es raro. Por qu vendr a verme Mr. Hirata?
Mir entonces a su calendario improvisado, y se dio cuenta de
que, en realidad, haban pasado seis meses desde la ltima visita de
Mr. Hirata.
Algunos minutos despus, se distrajo nuevamente de su estudio
para preguntarse quin sera el extranjero que vena con Mr. Hirata,
porque la persona cuyo acercamiento presenta no era uno de los
guardianes de costumbre, cada uno de los cuales tena una presencia
163
Trevanian Shibumi
caracterstica que Nicholai les reconoca.
Poco despus, el cerrojo de la puerta fue descorrido y entr Mr.
Hirata, acompaado por un hombre joven que estaba preparndose
para el trabajo social dentro del sistema de prisiones y que se
mantuvo cortsmente apartado mientras el anciano segua la rutina
de sus preguntas de costumbre, marcando cuidadosamente cada
respuesta en la hoja sujeta con un clip a su tablero.
Al responder a la pregunta final, que resuma todas las dems,
Nicholai solicit ms papel y tinta, y Mr. Hirata encogi el cuello y
absorbi el aire entre los dientes para sealar la abrumadora
dificultad de semejante solicitud. Pero haba algo en su actitud que
hizo que Nicholai quedara convencido de que su peticin sera
cumplida.
Cuando Mr. Hirata estaba a punto de marcharse, Nicholai le pre-
gunt:
-Perdneme, seor. Pas usted cerca de mi celda har unos
diez minutos?
-Hace diez minutos? No. Por qu lo pregunta?
-No pas usted cerca de mi celda? Bueno, entonces, pens
usted en m por casualidad?
Los dos funcionarios de la prisin intercambiaron sendas miradas.
Mr. Hirata haba informado a su aprendiz de la precaria condicin
mental de este prisionero, al borde del suicidio.
-No -comenz a decir el veterano-. No creo que yo... ah, un
momento! Claro que s! Justamente antes de entrar en este ala
habl con este joven sobre usted.
-Vaya! -respondi Nicholai-. Esto lo explica todo.
Nuevas miradas intercambiadas entre los dos hombres.
-Explica el qu?
Nicholai se percat de que sera al mismo tiempo difcil y poco
amable introducir un tema tan abstracto y etreo, como el sentido de
la proximidad, en la mentalidad de un funcionario civil, de modo que
sacudi la cabeza y repuso:
-Nada. No es importante.
Mr. Hirata hizo un gesto de indiferencia y sali.
Durante el resto de aquel da, y todo el siguiente, Nicholai refle-
xion sobre la habilidad que se haba descubierto para interceptar
parasensorialmente la proximidad fsica y la concentracin dirigida de
las personas. Durante sus veinte minutos de ejercicio en la callejuela,
bajo un rectngulo de cielo tempestuoso, cerr los ojos mientras
caminaba y prob a ver si poda concentrarse en alguna caracterstica
de los muros y saber cundo se haba aproximado a ella. Descubri
que poda hacerlo, y de hecho, que poda dar vueltas sobre s mismo
con los ojos cerrados para desorientarse, y seguir concentrndose en
una grieta de la pared o en una piedra de forma extraa caminando
directamente hacia esos lugares, alargar la mano y tocarlos a algunos
milmetros de distancia. De modo que su sentido de proximidad
164
Trevanian Shibumi
tambin funcionaba con los objetos inanimados. Mientras lo haca,
not una corriente de concentracin humana dirigida hacia l, y supo,
aunque no poda ver a travs del cristal que reflejaba el cielo de la
torre del guardin, que sus acciones haban sido observadas y
estaban siendo comentadas por los hombres que haba all. Pudo
distinguir entre las cualidades de su concentracin interrumpida, y
sealar que se trataba de dos hombres, uno de voluntad fuerte y otro
de voluntad ms dbil, o, quiz, relativamente indiferente a los actos
de un preso enloquecido.
Cuando estuvo de nuevo en su celda, se dedic a pensar en esta
facultad. Cunto haca que la tena? De dnde proceda? Cules
eran sus usos potenciales? Segn recordaba al principio, se haba
desarrollado durante su ltimo ao en prisin. Y con tanta lentitud
que no poda recordar cundo se inici. Durante algn tiempo haba
sabido, sin fijar su atencin en ello, cundo se aproximaban los
guardianes a su celda, y si se trataba del bajito con los ojos tristes o
del que tena aspecto polinsico, aquel que probablemente tena
sangre Ainu. Y saba cul de los prisioneros le traa el desayuno casi
inmediatamente al despertar.
Pero, haba habido algn indicio antes de estar en prisin? S,
record vagamente. Siempre hubo indicios modestos, primarios, de
este sistema de proximidad. Incluso siendo nio al entrar en una casa
haba sabido de inmediato si estaba vaca u ocupada. Incluso en el
mayor silencio, saba si su madre haba recordado u olvidado algn
deber o encargo para l. Poda percibir la carga remanente en el aire
de una discusin reciente o del acto del amor en cualquier habitacin
en donde entraba. Pero Nicholai haba credo que estas experiencias
eran corrientes y compartidas por todos. Y en cierto sentido, tena
razn. Muchos nios, y algunos adultos, en ocasiones presienten esas
impalpables vibraciones por los restos de sus sistemas de
proximidad, aunque las justifican y rechazan llamndolas humor, o
corazonada o intuicin. La nica cosa que no era comn en el
contacto de Nicholai con su sistema de proximidad era su
correspondencia. Nicholai siempre haba sido sensible a los mensajes.
En sus excursiones espeleolgicas con sus amigos japoneses, fue
cuando este don de paraperceptividad se manifest abiertamente,
aunque en esos momentos Nicholai no le concedi importancia ni
intent darle un nombre. Sujeto a las singulares condiciones de
oscuridad total, temor primitivo concentrado y extraordinario
esfuerzo fsico, los poderes primitivos del ncleo de la corteza de
Nicholai interferan en su circuito sensorial. Estando con sus
compaeros en un profundo laberinto desconocido, deslizndose por
una hendidura con millones de toneladas de roca a pocos centmetros
por encima de su columna vertebral, las sienes palpitantes por el
esfuerzo, Nicholai slo tena que cerrar los ojos (para librarse del
impulso dominador del sistema sensorial que diriga su energa a
travs de los ojos, aunque estuviese en una oscuridad absoluta) y
165
Trevanian Shibumi
enviando su sentido de la proximidad poda decir, con una seguridad
injustificable, en qu direccin estaba el espacio vaco y en dnde se
hallaba la roca slida. Al principio, sus amigos bromeaban sobre sus
presentimientos. Una noche, mientras acampaban a la entrada de
unas cuevas subterrneas que aquel da haban estado explorando, la
soolienta conversacin deriv hacia la indiscutible habilidad que
Nicholai posea para orientarse. Uno de los jvenes expres la
conjetura de que, sin saberlo, Nicholai traduca los ecos sutiles de su
respiracin y de sus deslizamientos, y quiz tambi n las diferencias
de olor en el aire subterrneo, y de esas seales ligeras, pero nada
msticas ciertamente, derivaba sus famoso presentimientos.
Nicholai acept de buen grado esta explicacin en realidad no le
importaba mucho.
Otro muchacho del grupo, que estaba aprendiendo ingls con el
fin de obtener un empleo mejor con las fuerzas de ocupacin, dio una
palmadita a Nicholai en el hombro, y gru: -Inteligentes, estos
occidentales, en orientarse( Y otro, un tipo irnico con cara de mono
que era el payaso del grupo, dijo que no era nada extrao que
Nicholai pudiera ver en la oscuridad. Despus de todo, se trataba de
un hombre del crepsculo
22
. El tono de su declaracin indicaba que se
trataba de una broma, pero durante algunos segundos rein el
silencio en torno al fuego de campamento, mientras todos trataban
de descifrar la broma tortuosa y oblicua, fruto corriente del humor del
joven con cara de mono, a medida que todos se dieron cuenta,
hicieron protestas y splicas de que estaban excluidos de la broma, y
uno de los muchachos arroj su gorra al ofensor ingenioso
23
.
Durante el da y medio que dedic en la celda a reflexionar sobre
su sentido de la proximidad, Nicholai pudo descubrir diversos
aspectos sobre su naturaleza. En primer lugar, no se trataba de un
sentido simple, como la vista o el odo. El sentido del tacto ofreca
una analoga mejor, ese sentido que constituye una compleja
constelacin de reacciones que incluye de la sensitividad al calor y a
la presin, dolor de cabeza y nuseas, los sentimientos del ascenso y
descenso y los controles de equilibrio por medio del lquido del
laberinto del odo, todo lo cual se ha agrupado bastante
inadecuadamente con la denominacin de tacto. En el caso del
sentido de proximidad, existen dos tipos destacados de reaccin
sensorial: el cualitativo y el cuantitativo; y hay dos divisiones
espaciadas de control, la activa y la pasiva. El aspecto cuantitativo
trata ampliamente de la proximidad simple, la distancia % la direccin
de los objetos animados e inanimados. Nicholai supo muy pronto que
la distancia de sus interceptaciones era muy limitada en EL caso de un
22
Expresin de origen alemn (en su versin inglesa) y que significa una condicin de
anestesia parcial o subconsciente, una especie de adormecimiento de los sentidos. 01( del
T(2
23
La broma fue casi shakespeariana en su oblicuidad de broma estudiantil. Se basaba en el
hecho de que sus amigos japoneses le llamaban Nikko, para evitar la difcil l de Nicholai. Y la
pronunciacin japonesa ms conveniente de Hel es heru(
166
Trevanian Shibumi
objeto pasivo, inanimado, un libro, una piedra, o una persona que
estuviera inmvil soando despierta. La presencia de ese objeto
poda ser sentida pasivamente hasta una distancia de cuatro o cinco
metros, ms all de los cuales las seales eran demasiado dbiles
para ser apreciadas. Sin embargo, si Nicholai se concentraba en el
objeto y construa un puente de fuerza, la distancia efectiva poda
duplicarse. Y si el objeto era un hombre (o, en ciertos casos, un
animal) que estaba pensando en Nicholai y enviando su propio
puente de fuerza, la distancia poda duplicarse otra vez. El segundo
aspecto del sentido de proximidad era cualitativo, y perceptible
nicamente en los casos de un objeto humano. Nicholai, no slo
poda fijar la distancia y la direccin de una fuente emisora, sino que,
adems, poda sentir, por medio de las vibraciones afines de sus
propias emociones, la cualidad de las mismas: amistosas,
antagnicas, amenazadoras, amorosas, asombradas, airadas, o
sensuales. Y todo el sistema estaba generado por la corteza cerebral
desde donde eran transmitidas las emociones ms primitivas con la
mayor claridad: miedo, odio y deseo.
Despus de haber descubierto estos hechos a grandes rasgos
sobre su sexto sentido, Nicholai los apart de su mente y se dedic
de nuevo a sus estudios y a la tarea de mantener vivas las lenguas
que hablaba. Reconoci que, mientras permaneciera en prisin, estas
facultades extraordinarias no tendran una utilidad mayor que la de
juegos de saln. No poda saber por anticipado que, aos despus, su
sentido de la proximidad, altamente desarrollado, no slo le ayudara
a alcanzar fama mundial como el ms audaz de los exploradores
subterrneos, sino que le servira, al mismo tiempo, como arma y
escudo en su vocacin de exterminador profesional de los terroristas
internacionales.
167
Trevanian Shibumi
SEGUNDA PARTE
SABAKI
168
Trevanian Shibumi
WASHINGTON
Mr. Diamond alz los ojos de la ltima parte de la proyeccin
giratoria y se dirigi al primer ayudante:
-Muy bien, corte aqu y vuelva a la poca anterior. Hganos un
ligero resumen de sus actividades antiterroristas desde el momento
que sali de la prisin hasta ahora.
-S, seor. Slo tardar un minuto en ajustarlo.
Con la ayuda de >at ?o% y las manipulaciones sensitivas del
primer ayudante, Diamond haba presentado ante sus invitados, a
grandes rasgos, los hechos de la vida de Nicholai Hel hasta la mitad
del tiempo que pas en prisin, aadiendo ocasionalmente algunos
detalles ms de la situacin, que procedan de sus propios recuerdos.
Slo haba tardado veintids minutos en compartir esta informacin
con ellos, porque >at ?o% quedaba limitado a incidentes y hechos
registrados; los motivos, las pasiones y los ideales eran ajenos a su
lenguaje vernculo.
Durante esos veintids minutos, Darryl Starr se haba repantigado
en su butaca de plstico blanco, anhelando fumarse un cigarro puro,
pero sin atreverse a encenderlo. Supuso lgubremente que se le
estaban imponiendo los detalles de la vida amorosa de ese #ook
como una especie de castigo por haber fallado en el golpe de Roma al
permitir que la chica escapara. Haciendo un esfuerzo por mantener su
dignidad, asumi una actitud de resignacin aburrida, chupndose los
dientes y soltando de vez en cuando un ligero suspiro. Pero haba
algo que le inquietaba ms que el ser castigado como un escolar
recalcitrante. Presenta que el inters de Diamond en Nicholai Hel iba
ms all del profesionalismo. Haba algo personal en todo aquello, y
los aos de experiencia de Starr en las trincheras de las operaciones
de la CIA le hacan desconfiar y temer que la misin pudiera
contagiarse con sentimientos personales.
Por su parte, el palestino, adoptando una actitud adecuada a su
condicin de sobrino de un hombre importante y aprendiz de
terrorista de la CIA, al principio prest suma atencin a la
informacin proyectada en el cristal de la mesa de conferencias, pero
muy pronto su concentracin se desvi hacia la piel rosada y tersa de
las pantorrillas de Miss Swivven, a la que de vez en cuando haca una
mueca en su versin de galantera seductora.
El delegado haba respondido a cada fragmento de la informacin
con un breve movimiento de la cabeza para dar la impresin de quila
CIA se hallaba al corriente de toda aquella informacin, y de que l
simplemente estaba haciendo una revisin mental. De hecho, la CIA
no tena acceso a >at ?o%' aunque el sistema de ordenador biogrfico
de la Organizacin Madre haca largo tiempo que haba consumido y
digerido todo lo que haba en los bancos de memoria de la CIA y de la
169
Trevanian Shibumi
NSA.
Mr. Able, por su parte, mantuvo una apariencia de ligero
aburrimiento y cortesa marginal, aunque ciertos episodios de la
biografa de Hel le haban intrigado, especialmente aquellos que
revelaban el misticismo y la extraa facultad del sentido de la
proximidad, pues este hombre refinado tena aficin al ocultismo y al
exotismo, apetitos manifestados en sus ambigedades sexuales.
En el cuarto de mquinas anexo, son un timbre en sordina, y
Miss Swivven se levant para ir a recoger las telefotos de Nicholai Hel
que Mr. Diamond haba solicitado. Durante un minuto, rein el
silencio en la sala de conferencias, con excepcin del zumbido y los
clics de la consola del primer ayudante, que estaba investigando en
los bancos de memoria internacional de >at ?o% y registrando ciertos
fragmentos en su propia unidad de almacenamiento a corto plazo.
Mr. Diamond encendi un cigarrillo (se permita fumar cuatro al da) y
dio la vuelta a su silln para contemplar el monumento a Washington,
iluminado con focos ms all de la ventana, mientras se daba
golpecitos en los labios con los nudillos sumido en meditacin.
Mr. Able suspir ruidosamente, estir con elegancia la raya de
una de las perneras de su pantaln y ech una mirada a su reloj.
-Confo en que esto no dure mucho. Tengo ciertos planes para
esta noche. -Durante toda la sesin haban estado acudiendo a su
mente visiones de aquel hijo del senador Ganymede.
-Ah! -dijo Diamond-, ya las tenemos. -Alarg la mano hacia
las fotografas que Miss Swivven traa del cuarto de mquinas y las
oje rpidamente-. Estn en orden cronolgico. Esta primera es una
ampliacin de la fotografa de identificacin que se le hizo cuando
comenz a trabajar para la seccin criptogrfica de Sphinx/FE.
La pas a Mr. Able, que examin la fotografa, granulosa por la
excesiva ampliacin.
-Interesante rostro. Altanero. Delicado. Severo.
Pas la fotografa al delegado, quien la mir brevemente como si
ya estuviera familiarizado con ella y la pas a su vez a Darryl Starr.
-Co...o! -exclam Starr-. Si parece un muchacho! Quince o
diecisis aos!
-Su aspecto confunde -coment Diamond-. Cuando se hizo
esta fotografa, tendra ya unos veintitrs aos. La juventud es un
rasgo familiar. En este momento, Hel debe de estar entre los
cincuenta y los cincuenta y tres aos, pero me han dicho que tiene el
aspecto de un hombre de poco ms de treinta aos.
El pastor de cabras palestino alarg la mano para coger la
fotografa, pero sta fue devuelta a Mr. Able, que la observ
nuevamente y coment:
-Qu pasa con los ojos? Parecen raros. Artificiales.
Incluso en blanco y negro, los ojos tenan una transparencia
anormal, como si la exposicin hubiera sido escasa en ellos.
-S -confirm Diamond-. Sus ojos son extraos. Poseen un
170
Trevanian Shibumi
raro tono verde brillante, como el color de las botellas antiguas. Son
su caracterstica fsica ms sobresaliente.
Mr. Able mir de reojo a Diamond. -Ha visto usted
personalmente a este hombre? Yo... yo he estado interesado en este
hombre durante muchos aos -replic Diamond en tono evasivo,
mientras pasaba la segunda fotografa.
Mr. Able resping al contemplar aquella fotografa. Hubiera sido
imposible reconocerle como el mismo hombre. Tena la nariz rota y
estaba inclinada hacia la izquierda. A lo largo de su mejilla derecha,
se vea el borde alzado del tejido de una cicatriz, su frente apareca
cruzada por otra cicatriz en diagonal, que le llegaba hasta la ceja par-
tindola. El labio inferior se vea hinchado y partido, y debajo del
pmulo izquierdo haba una fea hinchazn. Tena los ojos cerrados, y
el resto de su cara relajado. Mr. Able pas la fotografa delicadamente
al delegado, como si no desease tocarla.
El palestino alarg la mano, pero la fotografa fue pasada a Starr.
-La madre que lo p...! Parece como si hubiese ido a la ciudad
de los puos en un tren de carga!
-Lo que ustedes estn viendo -explic Diamond- es el efecto
de un intenso interrogatorio por el Servicio de Informacin del
Ejrcito. La fotografa fue tomada unos tres aos despus de la
paliza, mientras el sujeto era anestesiado preparndole para la
ciruga plstica. Y aqu est el hombre una semana despus de la
operacin. -Diamond hizo circular la siguiente fotografa por la mesa
de conferencias.
El rostro estaba todava algo hinchado como resultado de la
reciente operacin, pero se haban borrado todas las seales de la
desfiguracin, y cierta tirantez general haba quitado incluso las
suaves lneas y marcas de la edad.
-Qu edad tena en esta poca? -pregunt Mr. Able.
-Entre veinticuatro y veintiocho aos.
-Asombroso. Parece ms joven que en la primera fotografa.
El palestino trat de poner su cabeza al revs para ver la
fotografa cuando pasaba por delante de l.
- Esto son ampliaciones de fotografas de pasaporte. La de Costa
Rica fue hecha poco despus de la ciruga plstica, y la francesa, un
uno despus. Creemos que posee tambin un pasaporte albans,
pero no tenemos copia.
Mr. Able mir rpidamente las fotografas de pasaporte que,
confirmando su clase, tenan demasiada luz y poca calidad. Una
caracterstica llam su atencin, por lo que observ de nuevo la
fotografa francesa.
-Est usted seguro de que es el mismo hombre?
Diamond tom de nuevo la fotografa, y la observ.
-S, es Hel.
-Pero estos ojos...
-Ya s a lo que se refiere. Como el color singular de sus ojos
171
Trevanian Shibumi
descubrira cualquier disfraz, Hel utiliza varios pares de lentillas no
correctoras, claras en el centro y coloreadas en el iris.
-As presenta el color de ojos que quiere. Interesante.
-Oh, s! Hel es muy ingenioso.
El hombre de la OPEC sonri.
-sta es la segunda vez que he notado cierta admiracin en su
voz.
Diamond le mir framente.
-Est usted equivocado.
-Realmente? Entiendo. Son stas las fotografas ms recientes
que tienen ustedes del ingenioso... pero no admirado... Mr. Hel?
Diamond cogi el resto del mazo de fotografas y lo arroj sobre
la mesa de conferencias.
-Claro. Tenemos muchsimas. Y constituyen un ejemplo tpico de
la eficiencia de la CIA.
Las cejas del delegado se arquearon con resignacin de mrtir.
Mr. Able repas las fotografas con el ceo fruncido, y despus las
empuj en direccin a Starr.
El palestino se levant y dio una palmada sobre el montn;
cuando todos le miraron ante aquel sorprendente gesto de rudeza,
hizo una mueca disimulando su vergenza. Acerc las fotografas
hacia l y las examin cuidadosamente.
-No lo comprendo -admiti-. Qu es esto?
En cada una de las fotografas, la figura central apareca
desenfocada. Haban sido tomadas en diferentes lugares, cafs, calles
de la ciudad, en la costa, en las gradas de una partida de jai-alai, en
un aeropuerto, y todas ellas presentaban la concentracin de imagen
caracterstica de una lente con teleobjetivo; pero en ninguna de ellas
era posible reconocer al hombre fotografiado, pues de pronto se
haba movido en el instante en que se haba apretado el pulsador.
-Realmente, esto es algo que no logro entender -confes el
pastor de cabras, como si se tratara de algo extraordinario-. Es algo
que mi comprensin no llega a... entender.
-Al parecer -explic Diamond-, Hel no puede ser fotografiado a
menos que l lo desee, aunque tenemos motivos para creer que los
esfuerzos de la CIA para seguir sus huellas y vigilar sus acciones le
son indiferentes.
-En este caso, por qu estropear todas las fotografas? -
pregunt Mr. Able.
-Accidentalmente. Tiene algo que ver con su sentido de
proximidad. Hel puede percibir la concentracin de alguien en su
persona. Evidentemente, el sentimiento de ser perseguido por la
lente de una cmara es idntico al de ser observado a travs del
teleobjetivo de un rifle, y el momento de apretar el pulsador equivale
al de apretar el gatillo.
As que se lanza en el instante en que se toma la fotografa -
explic Mr. Able-. Sorprendente. Realmente asombroso.
172
Trevanian Shibumi
-Es admiracin lo que noto ahora? -pregunt sarcsticamente
Diamond.
Mr. Able sonri e inclin la cabeza, aceptando la irona. Hay algo
que quiero preguntarle. El mayor que estuvo presente en ese
interrogatorio, que yo llamara brutal, de Hel, se llamaba Diamond.
Naturalmente, ya s la tendencia de su gente a identificarse con
piedras preciosas y metales, el mundo mercantil est ricamente
adornado con Pearls, Rubys y Golds
24
; sin embargo, la coincidencia
de nombres me inquieta un poco. Despus de todo, la coincidencia es
el arma ms importante del destino.
Diamond nivel el mazo de fotografas dando a los bordes contra
no despacho; despus las dej a un lado y dijo con indiferencia:
-El mayor Diamond en cuestin era mi hermano. - Entiendo -
replic Mr. Able.
Darryl Starr mir inquieto a Diamond, habindose confirmado sus
sospechas sobre un inters personal en el asunto.
-Seor? -dijo el primer ayudante-. Tengo a punto el informe
de las actividades antiterroristas de Hel.
-Muy bien. Mndelo a la mesa. Slo lo ms relevante. Sin
detalles. nicamente quiero que estos caballeros se den cuenta de lo
que estamos afrontando.
Aunque Diamond haba pedido una informacin superficial de las
actividades antiterroristas conocidas de Hel, el primer asunto que
apareci en la mesa de conferencias estaba tan resumido, que
Diamond crey necesario complementarlo.
La primera operacin de Hel no fue antiterrorista, hablando en
sentido estricto. Como pueden ver, fue un atentado contra el jefe de
una misin comercial sovitica en Pekn, poco despus de que los
chinos comunistas hubieran afirmado su control en ese pas. La
operacin fue tan ntima y secreta que la mayor parte de las cintas
fueron aisladas por la CIA antes de la que la Organizacin Madre
comenzara a solicitar un duplicado de todos los asuntos para
alimentar a >at ?o%( En resumen, el asunto fue como sigue: el
Servicio de Informacin norteamericano estaba preocupado por la
perspectiva de una coalicin rusochina, a pesar del hecho de que
entre ellos existan muchos motivo de divergencia: cuestiones de
frontera, ideologa, desigual desatollo Industrial, desconfianza racial.
Los muchachos del Departamento de ideas presentaron un plan para
sacar provecho de sus diferencias de opinin y romper cualquier
proyecto de unin que estuviera en marcha. Propusieron que se
enviara un agente a Pekn para matar al jefe de la Comisin sovitica,
siguiendo instrucciones comprometedoras, recibidas aparentemente
de Mosc. As, los chinos pensaran que los rusos haban sacrificado a
uno de los suyos para crear un incidente como excusa para
suspender las negociaciones. Los soviticos, ms enterados, creeran
que los chinos haban dado el golpe por las mismas razones. Y
24
Portal, rubes, y oros. 01( del T(2
173
Trevanian Shibumi
cuando los chinos mostraran las instrucciones como evidencia de la
duplicidad de los rusos, los soviticos clamaran que Pekn haba
falsificado los documentos para justificar su cobarde ataque. Los
chinos, sabiendo perfectamente que esto no era cierto, quedaran
convencidos de que todo el asunto no era nada ms que una
conspiracin rusa.
Prueba de que el plan tuvo xito, es el hecho de que las
relaciones chino-soviticas nunca se afirmaron, y hoy da se
caracterizan por la desconfianza y la hostilidad, y los poderes del
bloque occidental pueden utilizar a cualquiera de ellos contra el otro,
evitando as una alianza abrumadora.
La pequea dificultad en el ingenioso plan de los muchachos de
las Ideas era encontrar un agente que conociera el chino lo suficiente
para moverse por el pas sin ser descubierto, que pudiera pasar por
ruso, si llegaba el caso, y que estuviera dispuesto a aceptar un
trabajo que tena pocas probabilidades de xito, y casi ninguna
oportunidad de escapar despus de dar el golpe. Ese agente deba ser
brillante, polglota, un asesino con experiencia y lo bastante
desesperado como para aceptar una misin que no ofreca ni una
posibilidad de vivir entre ciento.
La CIA hizo una especie de clasificacin, y slo encontraron una
persona entre todas las que tenan bajo control que encajara en la
descripcin...
174
Trevanian Shibumi
JAPN
Comenzaba el otoo, el cuarto otoo que Hel pasaba en su celda
de la prisin de Sugamo. Estaba arrodillado en el suelo, frente a su
escritorio-cama, perdido en un intrincado problema de la gramtica
vasca, cuando not cierto cosquilleo en las races de los pelos de su
nuca. Alz la cabeza y se concentr en las proyecciones que estaba
interceptando. El aura de la persona que se aproximaba no le era
conocida. Se oy un ruido en la puerta, que se abri. Entr un
sonriente guardin, con una cicatriz triangular en la frente, un
guardin que Nicholai nunca haba visto o sentido anteriormente.
El guardin se aclar la garganta.
-Venga conmigo, por favor.
Hel frunci el entrecejo. La forma O((( nasaiE Lenguaje
respetuoso de un guardin a un prisionero? Orden cuidadosamente
sus notas y cerr el libro antes de levantarse. Se recomend calma y
cuidado. Esta ruptura sin precedentes de la rutina poda significar
esperanza... o peligro. Se levant y precedi al guardin fuera de la
celda.
-Mr. Hel? Encantado de conocerle.
Un joven educado se levant para estrechar la mano de Hel
cuando ste entr en la sala de visitas. El contraste entre su traje de
Ivy League y la corbata estrecha, y el arrugado uniforme gris de Hel,
no era mayor que el que haba entre sus fsicos y temperamentos. El
cordial agente de la CIA era robusto y atltico, capaz de la
congenialidad del primer nombre y el golpe en la rodilla distintivos del
vendedor americano. Hel, delgado y nervudo, se mostraba reservado
y distante. El agente, que tena fama de ganarse inmediatamente la
confianza, era una buena persona de palabras y razones. Hel era una
criatura de significado y matiz. Era el hombre del garrote y el del
espadn.
El agente indic con la cabeza que el guardin poda marcharse.
Hel se sent en el borde de la silla, pues durante tres aos slo haba
podido sentarse en el camastro y haba perdido la facilidad de
sentarse cmodamente y descansar. Despus de tanto tiempo de no
haber tenido una charla social, la conversacin del agente le pareci
menos inquietante que desatinada.
-He pedido que nos traigan un poco de t -dijo el agente,
sonriendo con una mueca de personalidad retorcida que siempre le
haba dado resultados en las relaciones pblicas-. Es algo que no se
les puede negar a estos japoneses, saben hacer una buena taza de
t, lo que mis amigos lime%
@J
llaman una taza exquisita. -Se ech a
25
Marinero o soldado ingls; y, por extensin, cualquier ingls. 01( del T(2
175
Trevanian Shibumi
rer ante su incapacidad de pronunciarlo con un acento cockne%
reconocible.
Hel le observaba sin hablar, gozando un poco por el hecho de que
el americano haba quedado desconcertado por la apariencia
desfigurada del rostro de Hel, desviando inquieto su mirada, al
principio, y despus forzndose a contemplarle sin demostrar su
repugnancia.
-Tiene usted muy buen aspecto, Mr. Hel. Crea que mostrara los
efectos de la inactividad fsica. Naturalmente, usted tiene una
ventaja. No come demasiado. La mayora de la gente come ms de lo
que necesita, si quiere saber mi opinin. El viejo cuerpo humano ira
mucho mejor con mucha menos comida de la que le damos. Como si
embutisemos los tubos con la pitanza, no cree usted? Bueno, aqu
vienen! Aqu tenemos el t.
El guardin entr con una bandeja en la que traa una tetera
gruesa y dos tazas sin asa japonesas. El agente verti el t
torpemente, como un oso amistoso, como si carecer de gracia fuese
una prueba de virilidad. Hel acept la taza, pero no bebi.
-"heers
@K
-dijo el agente, tomando su primer sorbo. Sacudi la
cabeza y se ech a rer-. Supongo que no se dice cheers cuando se
bebe t. Qu opina usted?
Hel dej la taza en la mesa que tena al lado.
-Qu es lo que desea de m?
Habiendo hecho cursillos sobre la persuasin individual y en
pequeos grupos, el agente crey notar cierto tono de frialdad en la
actitud de Hel, de modo que sigui las reglas de su entrenamiento y
procedi con el ambiente del retroceso.
-Creo que tiene razn. Sera mucho mejor ir directamente al
grano. Mire, Mr. Hel, he estado revisando su caso, y, si desea conocer
mi opinin, le traigo una magnfica proposicin. Por lo menos, sa es
mi opinin.
Hel fij su mirada en el rostro abierto y franco del joven.
Controlando sus impulsos de romperle la cara, baj los ojos y dijo:
-Esa es su opinin, de verdad?
(1) El agente rectific la expresin de su rostro. Ya no poda darle
ms vueltas. Haba un proverbio que haba memorizado durante sus
cursos de persuasin: no desprecies la verdad. Manejada hbilmente,
puede ser un arma efectiva. Pero recuerda siempre que las armas se
estropean si se usan demasiado.
Se inclin hacia delante y habl en tono franco, preocupado.
-Creo que puedo sacarle de aqu, Mr. Hel.
-A cambio de qu?
-Importa eso?
Hel medit un momento.
-S.
26
Frmula de brindis invitando a la alegra. 01( del T(2
176
Trevanian Shibumi
-Oka%( Necesitamos que se haga un trabajo. Usted es capaz de
hacerlo. Le pagaremos con su libertad.
-Yo tengo mi libertad. Usted quiere decir que me liberarn.
-Como sea que se diga.
-Qu clase de libertad me est usted ofreciendo?
-Cmo?
-Libertad para hacer qu?
-No s si le entiendo. Libertad, hombre. Libre; usted podr hacer
lo que quiera, ir adonde quiera.
-Oh!, ya entiendo. Me estn ofreciendo la ciudadana y,
adems, una suma importante de dinero.
-Bueno... no... Lo que quiero decir es que... Mire, estoy
autorizado a ofrecerle su libertad, pero nadie ha dicho nada sobre
dinero o ciudadana.
-Djeme estar seguro de que le comprendo bien. Usted me est
ofreciendo la oportunidad de vagabundear por el Japn,
arriesgndome a ser arrestado en cualquier momento, al no ser
ciudadano de ninguna nacin, y libre para ir adonde quiera y hacer
cualquier cosa que no cueste dinero. Es eso exactamente?
La confusin del agente complaci a Hel.
-Ah...!, yo slo estoy diciendo que la cuestin de ciudadana y
de dinero no ha sido discutida.
-Entiendo. -Hel se levant-. Por qu no vuelve usted a verme
cuando se hayan completado los detalles de su proposicin?
-No va usted a preguntarme sobre el trabajo que queremos que
realice?
-No. Supongo que tendr las mximas dificultades. Y ser muy
peligroso. Probablemente, se tratar de algn asesinato. De otro
modo, usted no estara aqu.
-Oh!, creo que no lo llamara asesinato. Mr. Hel. Yo no utilizara
esa palabra. Es ms como... como un soldado luchando por su pas y
matando a uno de sus enemigos.
-Esto es lo que yo he dicho: asesinato.
-Bueno, pues como usted quiera.
-De acuerdo. Buenas tardes.
El agente empez a tener la impresin de que se le estaba
manejando, a pesar de que todo su entrenamiento en persuasin
haba insistido en que fuese l el que manejara los hilos. Volvi a su
actitud de buen muchacho, su sistema de defensa natural.
-De acuerdo, Mr. Hel. Hablar con mis superiores y ver lo que
puedo sacar en su favor. En este asunto estoy de su lado, sabe
usted... Oh, qu olvido imperdonable! No me he presentado. Lo
siento.
-No se moleste. No me interesa saber quin es usted.
-Muy bien, de acuerdo. Pero siga mi consejo Mr. Hel. No deje
que se le escape esta oportunidad. La suerte no llama dos veces,
sabe usted?
177
Trevanian Shibumi
-Una observacin muy profunda. El epigrama es suyo?
-Le ver maana.
-Muy bien. Y pida al guardin que llame dos veces a mi puerta.
No quisiera confundirle con la oportunidad.
En el Cuartel General de la CIA, en el Lejano Oriente, en los
stanos del edificio Dai Ichi, se discutieron las demandas de Hel.
Concederle la ciudadana era fcil. Naturalmente, no la ciudadana
norteamericana. Ese alto privilegio estaba reservado para los
bailarines soviticos que desertaban. Pero se poda arreglar la
ciudadana de Panam, o Nicaragua, o Costa Rica, cualquiera de las
zonas controladas por la CIA. Resultara algo caro en propinas
locales, pero se poda conseguir.
En cuanto al pago, se mostraron ms reacios, no porque tuvieran
necesidad de hacer economas en su flexible presupuesto, sino
porque por un respeto protestante hacia el lucro como un signo de la
gracia de Dios, sentan que el dinero se malgastara, y probablemente
sera un despilfarro vistas las escasas posibilidades matemticas de
que Hel regresara con vida. Otra consideracin fiscal fueron los
gastos del viaje de Hel a los Estados Unidos para que le hicieran la
ciruga esttica, pues no tendra ninguna probabilidad de llegar a
Pekn con una cara tan fcil de recordar como aqulla. Sin embargo,
al final se decidieron, pues realmente no tenan otra alternativa. La
clasificacin por computadora slo haba liberado una tarjeta
perforada de un hombre cualificado para llevar a cabo el trabajo.
Oka%( Ciudadana de Costa Rica y 100 K.
Problema siguiente...
Pero cuando al otro da por la maana se encontraron en la sala
de visitas, el agente norteamericano descubri que Hel tena otra
peticin. Se hara cargo del trabajo nicamente si la CIA le
proporcionaba las direcciones actuales de los tres hombres que le
haban interrogado: el doctor, el sargento de la Polica Militar y el
mayor Diamond.
-Bien, un momento, Mr. Hel. No podemos estar de acuerdo con
eso. La CIA cuida de los suyos. No podemos ofrecrselos en bandeja
de esa manera. Sea razonable. Dejemos que lo pasado quede atrs.
Qu dice usted?
Hel se levant y le pidi al guardin que lo llevara nuevamente a
su celda.
El joven norteamericano de rostro franco suspir y movi la
cabeza:
-De acuerdo. Djeme llamar a la oficina para el visto bueno.
UOka%E
178
Trevanian Shibumi
WASHINGTON
-...y supongo que Mr. Hel tuvo xito en su empresa -dijo Mr.
Able-. Pues, si no fuese as, en este momento nosotros no
estaramos aqu sentados preocupndonos por su causa.
-Exactamente -respondi Diamond-. No tenemos los detalles,
pero unos cuatro meses despus de haber sido introducido en China a
travs de Hong Kong, nos enteramos que una patrulla de la Legin
Extranjera, en la Indochina francesa, lo haban recogido en la selva.
Estaba bastante mal... Pas un par de meses en un hospital de
Saign... despus desapareci de nuestro radio de vigilancia durante
algn tiempo antes de surgir de nuevo como un antiterrorista
independiente. Lo hemos relacionado con una larga lista de golpes
contra grupos terroristas e individuales, normalmente pagados por
los Gobiernos a travs de sus servicios de espionaje. -Se dirigi al
primer ayudante-. Demos un repaso muy por encima.
En la superficie de la mesa aparecieron detalles superficiales de
una accin exterminadora tras otra a medida que >at ?o% desgranaba
la carrera de Nicholai Hel, desde principios de la dcada de 1950
hasta mediados de la de 1970. De vez en cuando, alguno de los
presentes peda una congelacin, mientras indagaba algn detalle
aclaratorio de Diamond.
-Jesucristo! -exclam Darryl Starr en cierto momento-. Este
tipo trabaja realmente en ambos lados de la calle! En los Estados
Unidos se ha atrevido igualmente contra los Weathermen que contra
los Tri-Kas; en Belfast, ha ido contra ambos bandos del guisado
irlands; parece que haya estado trabajando para todo el mundo,
excepto los rabes, los griegos de la Junta de los coroneles, los
espaoles y los argentinos. Y, habis ojeado las armas que utiliza
para dar sus golpes? Junto a los artefactos convencionales,
revlveres y boquillas de gas nervioso, figuran armas tan extraas
como un peine de bolsillo, una pajita para sorber, una hoja de papel
plegado, una llave, una bombilla elctrica... Este sujeto te
estrangulara con tus propios calzoncillos si no tuvieras cuidado!
-S -dijo Diamond-. Es a causa de su entrenamiento en 1aked=
Kill( Se ha calculado que, para Nicholai Hel, una habitacin occidental
corriente contiene casi doscientas armas mortales.
Starr sacudi la cabeza y sorbi ruidosamente sus dientes.
-Suprimir a un to como ste sera ms duro que intentar
endurecer una ua con mocos.
Mr. Able palideci ante una imagen tan grosera.
El hombre de la OLP movi la cabeza y susurr:
-No llego a comprender estas sumas tan extravagantes que el
hombre percibe por sus servicios. En mi pas, la vida de un hombre
puede comprarse por lo que, en dlares, seran dos pavos treinta y
179
Trevanian Shibumi
cinco centavos.
Diamond le mir con aire de cansancio.
-se es un precio justo para cualquiera de sus conciudadanos.
Los motivos bsicos por los que los Gobiernos estn dispuestos a
pagar a Hel esas extraordinarias sumas para exterminar terroristas,
es que el terrorismo es el medio de luchar ms econmico.
Consideremos el coste de organizar una fuerza capaz de proteger a
todos los individuos de una nacin de ser atacados en la calle, en su
casa, en su automvil. Slo el buscar la vctima de un secuestro
terrorista cuesta millones de dlares. Es una ganga para el Gobierno,
cuando consigue exterminar a un terrorista por unos cuantos
centenares de miles, evitndose, al mismo tiempo, la propaganda
antigubernamental de un juicio. -Diamond se volvi hacia el primer
ayudante-. Cul es el precio promedio que Hel percibe por dar un
golpe?
El primer ayudante present la sencilla pregunta a >at ?o%(
-Justo por encima del cuarto de milln, seor. En dlares. Pero,
al parecer, desde 1963 se ha negado a aceptar dlares americanos.
Mr. Able ri burlonamente.
-Un hombre astuto. Aunque uno corra todo el camino hasta el
Banco para cambiar dlares por dinero autntico, su valor de
inmersin le costar alguna erosin fiscal.
-Naturalmente -prosigui el primer ayudante-, ese precio pro-
medio es oblicuo. Tendran una mejor idea de su sueldo si
consideraran el medio.
-Cmo es eso? -pregunt el delegado, satisfecho por tener
algo que decir.
-Al parecer, de vez en cuando acepta misiones sin cobrar nada.
-Vaya! -exclam Mr. Able-. Eso es algo sorprendente.
Considerando sus experiencias a manos de las fuerzas de ocupacin y
su deseo de vivir en un estilo adecuado a sus gustos y crianza, yo
hubiera supuesto que Hel trabajaba para el mejor postor.
-No por completo -corrigi Diamond-. Desde 1967, ha
aceptado trabajos para varios grupos de judos militantes sin cobrar
nada, una especie de maquiavlica admiracin por su lucha contra
fuerzas superiores.
Mr. Able sonri levemente.
-Veamos otro caso -continu Diamond-. Ha prestado servicios
sin cobrar a ETA-6, la organizacin terrorista vasca. A su vez, ellos
protegen a Hel y su castillo de las montaas, proteccin que hay que
decir es muy efectiva. Sabemos de tres incidentes de hombres que se
dirigieron a las montaas buscando retribucin a alguna actividad de
Hel, y en cada uno de los casos esos hombres simplemente han
desaparecido. De vez en cuando, Hel acepta un trabajo sin otra razn
que su repugnancia por las acciones de algn grupo terrorista. No
hace mucho acept uno del Gobierno de Alemania Federal. Transmite
se, Llewellyn.
180
Trevanian Shibumi
Los hombres alrededor de la mesa de conferencias examinaron
cuidadosamente los detalles de la penetracin de Hel en un famoso
grupo de terroristas urbanos alemanes, que dio como resultado el
arresto del individuo que daba nombre al grupo y la muerte de la
mujer.
-Hel estaba implicado en ese asunto? -pregunt Mr. Able con
un ligero tono de asombro.
-se fue un nmero muy pesado -admiti Starr.
-S, pero la retribucin ms elevada por una sola accin la
recibi en Estados Unidos -dijo Diamond-. Y, lo que resulta
bastante interesante, fue que un individuo particular se hizo cargo de
la factura. Vamos a ver ese caso, Llewellyn.
-Cul es, seor?
-Los ngeles... mayo de 1974.
Al llegar la proyeccin, Diamond explic:
-Esto lo recordarn ustedes. Cinco miembros de una pandilla de
vndalos urbanos y ladrones, que se hacan llamar Ejrcito Simbitico
de Liberacin, de tendencia maosta, fueron acorralados durante una
larga hora de disparos en la que trescientos cincuenta policas de las
fuerzas SWAT, hombres del FBI y consejeros de la CIA estuvieron
haciendo fuego contra la casa en la que haban sido sitiados.
-Y qu tuvo que ver Hel con eso? -pregunt Starr.
-Cierta persona le haba contratado para que localizara a los
guerrilleros y los suprimiera. Se traz un plan por el cual la Polica y
el FBI recibiran aviso, pero estaba calculado de tal modo que ellos
deban llegar despus de haberse hecho el trabajo sucio, de modo
que ellos recogeran la gloria y... la responsabilidad. Por desgracia
para Hel, llegaron media hora antes de lo previsto, cuando Hel se
encontraba an en la casa cuando la rodearon y abrieron fuego,
lanzando al mismo tiempo bombas de gas e incendiarias. Hel tuvo
que ocultarse y escapar reptando en un espacio del subsuelo
mientras todo arda en la casa. En la confusin del ltimo minuto,
pudo salir y unirse al grupo de los policas. Como es natural, iba
vestido como un hombre de la SWAT: chaleco, gorra de bisbol y
dems.
-Pero segn recuerdo -dijo Mr. Able- se inform que desde el
interior de la casa se dispar durante la accin.
-Esa fue la historia para la Prensa. Afortunadamente, a nadie se
le ocurri considerar por qu, aunque se encontraron dos
ametralladoras y un arsenal de revlveres y rifles en las ruinas
quemadas, ninguno de los trescientos cincuenta policas (y Dios sabe
cuntos mirones) no recibieron ni un araazo despus de una hora de
fuego.
-Pero creo recordar haber visto una fotografa de una pared de
ladrillos con destrozos causados por las balas.
-Seguro. Cuando se rodea un edificio con ms de trescientos
sujetos vidos de accin y se abre fuego, un buen nmero de balas
181
Trevanian Shibumi
entrarn por una ventana y saldrn por la otra.
Mr. Able se ech a rer.
-Est usted diciendo que la Polica, el FBI y la CIA disparaban
unos contra otros?
Diamond hizo un gesto de indiferencia.
-Por veinte dlares al ao, no se compran genios.
El delegado crey que deba hablar en defensa de su
organizacin.
-Creo que debo recordar a usted que la CIA se encontraba all
solamente en calidad de consejera. La ley nos prohbe hacer el
trabajo domstico sucio.
Todos le miraron en silencio, hasta que Mr. Able lo rompi con
una pregunta dirigida a Diamond:
-Por qu ese individuo corri con el gasto de contratar a Mr. Hel
para el golpe, cuando la Polica estaba perfectamente dispuesta a ha-
cerse cargo?
-La Polica hubiese podido hacer algn prisionero. Y ese
prisionero hubiera podido prestar declaracin en el juicio que
seguira.
-Vaya, s. Ya entiendo.
Diamond se volvi hacia el primer ayudante.
-Escoja el grado resumido y pase rpidamente el resto de las
operaciones conocidas de Hel.
En rpido orden cronolgico pasaron por la superficie de la mesa
resmenes de una accin tras otra. San Sebastin, patrocinador ETA-
6; Berln, patrocinador el Gobierno alemn; El Cairo, patrocinador
desconocido; Belfast, patrocinador IRA; Belfast, patrocinador UDA;
Belfast, patrocinador Gobierno britnico... y as sucesivamente. De
pronto, el registro se detuvo.
-Hace dos aos que se retir -explic Diamond.
-Bueno, si est retirado... -Mr. Able alz las palmas de las
manos en un gesto que preguntaba por qu estaban tan preocupados
si ste era el caso.
-Por desgracia, Hel posee un sentido muy desarrollado del deber
hacia sus amigos. Y Asa Stern es un amigo.
-Aclreme algo. En el impreso ha aparecido algunas veces la
palabra stunt( No la entiendo.
-Tiene que ver con el sistema de Hel para poner precio a sus
servicios. Hel llama stunts a sus acciones
27
y les pone el precio del
mismo modo que lo hacen los especialistas del cine, basndose en
dos factores: primero, la dificultad del trabajo, y segundo, el peligro
de fracasar. Por ejemplo, si un golpe resulta complicado por motivos
de acercamiento difcil al objetivo o difcil acceso a la organizacin, el
precio ser ms elevado. Pero si las consecuencias del acto no son
muy arriesgadas a causa de la incompetencia de la organizacin
27
En cinematografa, se llama stunt (especialista) a la persona que acta como doble
del protagonista en escenas de peligro o riesgo. 01( del T(2
182
Trevanian Shibumi
contra la que se realiza la accin, el precio es menor (como en el caso
del IRA, por ejemplo, o la CIA). O bien, tomemos un caso a la
inversa: el ltimo stunt de Hel antes de retirarse. Haba un hombre
en Hong Kong que deseaba sacar a su hermano de la China
comunista. Para alguien como Hel, la cosa no era muy difcil, de
manera que se poda imaginar que la tarifa sera relativamente
modesta. Pero el precio de la captura sera la muerte, de modo que
esa circunstancia hizo elevar el precio. Se da cuenta cmo funciona?
-Y cunto recibi por ese determinado... stuntE
-Bueno, es bastante raro, pero no recibi nada... en dinero. El
hombre que lo contrat tiene una academia de entrenamiento para
las concubinas ms caras del mundo. Compra nias, lactantes
todava, en todo el Oriente y las educa para un discreto trato social.
Slo una de cada cincuenta alcanza el grado de belleza y habilidad
requeridas para este comercio exclusivo. El resto sencillamente lo
dedica a ocupaciones tiles y las libera a los dieciocho aos. De
hecho, todas las muchachas son libres de marcharse cuando lo
deseen, pero como perciben el cincuenta por ciento de su tarifa
anual, entre cien mil y doscientos mil dlares, normalmente siguen
trabajando para l durante unos diez aos ms o menos, y entonces,
se retiran en la flor de la vida, con quinientos mil dlares en el Banco.
Este hombre tena una alumna especialmente notable, su estrella,
una mujer de unos treinta aos que sala al mercado por un cuarto de
milln al ao. Como pago por haber sacado a su hermano, Hel la
tom dos aos a su servicio. Ella vive con Hel ahora en su castillo. La
mujer se llama Hana, parte japonesa, parte negra, parte caucasiana.
Como nota interesante al margen, esta academia de entrenamiento
pasa por ser un orfanato cristiano. Las muchachas llevan uniformes
de color azul marino, y las mujeres que las entrenan visten hbito de
monja. El lugar se llama Orfanato de la Pasin.
Starr profiri un suave silbido.
-Est usted diciendo que esta puta de Hel gana un cuarto de
milln al ao? Me pregunto, a cunto sale el revolcn?
-En su caso -respondi Diamond-, aproximadamente a ciento
veinticinco mil.
El palestino sacudi la cabeza.
-Ese Nicholai Hel debe de ser muy rico, desde el punto de vista
del dinero, eh?
-No tan rico como uno podra imaginar. En primer lugar, sus
stunts son muy caros de organizar. Especialmente cuando se trata de
neutralizar al gobierno del pas en el cual tiene lugar el stunt( Para
esto recibe informacin de un hombre que no hemos podido localizar,
un hombre conocido como el 3nomo( El 3nomo recoge hechos
comprometedores sobre los gobiernos y las figuras polticas. Hel
compra esta informacin y la utiliza como chantaje contra cualquier
intento por parte del gobierno para impedir sus actividades. Y esta
informacin es muy cara. Tambin gasta muchsimo dinero
183
Trevanian Shibumi
organizando expediciones espeleolgicas en Blgica, en los Alpes y en
sus propias montaas. Es un gran aficionado de la espeleologa, que
es un deporte muy caro. Finalmente, tiene su castillo. Durante los
quince aos que hace desde que lo compr, se ha gastado algo ms
de dos millones de dlares para restaurarlo a su condicin original,
importando a los mejores maestros albailes, tallistas, ceramistas, y
Dios sabe quin ms. Slo el mobiliario del castillo est valorado en
un par de millones ms.
-De modo que -dijo Mr. Able- ese Hel vive con gran esplendor.
-Esplendor, supongo. Pero primitivo. El chQteau est
completamente restaurado. Sin electricidad, sin calefaccin central,
nada moderno, excepto una lnea telefnica subterrnea que le
mantiene informado de la llegada y acercamiento de cualquier
extrao.
Mr. Able inclin la cabeza diciendo para s mismo:
-De modo que un hombre de la nobleza del siglo XVIII ha creado
un mundo del siglo XVIII para s mismo, esplndidamente aislado entre
montaas. Qu interesante...! Pero me sorprende que no regresara
al Japn para vivir al estilo en que fue educado.
-Segn tengo entendido, cuando sali de la prisin y descubri
hasta qu punto el americanismo haba pervertido los modos
tradicionales de vida y los cdigos de tica del Japn, decidi
marcharse. Y nunca ha regresado.
-Un acto de sabidura. Para l, el Japn vivir siempre en su
recuerdo en lo que fueron tiempos ms gentiles y ms nobles. Es una
lstima que sea un enemigo. Me hubiese gustado ese Mr. Hel suyo.
-Por qu le llama usted mi Mr. Hel?
Mr. Able sonri.
-Es que eso le irrita?
-Cualquier estupidez me irrita. Pero volvamos a nuestro
problema. No, Hel no es tan rico como usted podra imaginar.
Probablemente necesita dinero, y esto nos podra proporcionar cierto
acceso hasta l. Posee algunos millares de acres en Wyoming,
apartamentos en media docena de capitales del mundo, una cabaa
en los Pirineos, pero tiene menos de medio milln en un Banco suizo.
Y, adems, estn los gastos de sus expediciones subterrneas y de su
castillo. Aun suponiendo que vendiese los apartamentos y la tierra de
Wyoming, la vida en su chQteau sera, de acuerdo con sus normas,
una existencia modesta.
-Una vida de... cul era la palabra? -pregunt Mr. Able,
sonriendo levemente para s mismo convencido de que estaba
irritando a Diamond.
-No s lo que quiere decir.
-Esa palabra japonesa para cosas reservadas y declaradas como
menos de lo que en verdad es...
-R7hibumiG
-Ah, s! De modo que, sin aceptar ms stunts su, quiero decir,
184
Trevanian Shibumi
nuestro Mr. Hel podra vivir una vida de shibumi(
-Yo no estara tan seguro -intervino Starr-. No con un
escondrijo de cien K por un disparo.
-Querrs callar de una vez, Starr! -orden Diamond.
Incapaz de comprender lo que se estaba hablando all, el pastor
palestino se haba levantado de la mesa de conferencias para
acercarse a la ventana, por la que mir observando una ambulancia
con una luz en su parte superior que se abra paso entre el trfico
medio parado, igual que ocurra cada noche con aquella ambulancia
precisamente a la misma hora. El lenguaje colorido de Starr haba
llamado su atencin y estaba hojeando su diccionario de bolsillo
ingls-rabe murmurando, nookie' nookie((( cuando, sbitamente, el
monumento a Washington y la ancha avenida de automviles se
desvanecieron y la ventana se llen de una luz cegadora.
El palestino lanz un grito y se arroj al suelo, cubrindose la
cabeza antes de que se produjera la explosin.
Todos los presentes en la habitacin reaccionaron de modo
caracterstico. Starr se puso en pie de un salto, sacando rpidamente
su Magnum. Miss Swivven se dej caer en una silla. El delegado se
cubri el rostro con una hoja de papel de escribir. Diamond cerr los
ojos y sacudi la cabeza ante aquellos asnos que tena a su
alrededor. Mr. Able se examinaba las cutculas. Y el primer ayudante,
absorto en su cpula tecnolgica con >at ?o%' no se dio cuenta de lo
que ocurra.
-Levntese del suelo, maldita sea! -grit Diamond-. No es
nada. Simplemente, que se ha roto la pelcula de la escena callejera,
eso es todo.
-S, pero... -balbuce el palestino.
-Ha bajado usted en un ascensor. Deba saber que se hallaba en
un stano.
-S, pero...
-Crea usted que estaba mirando desde el piso 16?
-No, pero...
-Miss Swivven, desconecte el proyector y tome nota de que lo
reparen. -Diamond se volvi hacia Mr. Able-. Lo instal para crear
un mejor ambiente de trabajo, para que la oficina no pareciera
enclaustrada en las entraas de la tierra.
-Y ha sido usted capaz de engaarse a s mismo?
Starr se guard bruscamente el revlver en la funda y mir
agresivamente hacia la ventana, como si la advirtiera de que haba
tenido suerte... esta vez.
Con ambigedad de rumiante, el pastor palestino hizo una mueca
tmida mientras se pona en pie.
-Mu, mu, muchacho! sa fue buena! Supongo que la broma
iba por m!
En el cuarto de mquinas, Miss Swivven puls un interruptor y se
apag la luz de la ventana, dejando un rectngulo blanco mate que
185
Trevanian Shibumi
tena el efecto de sellar la habitacin y reducirla de tamao.
-Muy bien -dijo Diamond-, ahora ya tienen alguna idea del
hombre con quien debemos tratar. Quiero hablar un poco de
estrategia y preferira para eso que dos de los presentes salieran de
la habitacin. -Seal a Starr y al palestino, indicndoles el cuarto
de ejercicios y sol artificial-. Esperen all hasta que se les llame.
Aparentando indiferencia ante el despido, Starr se dirigi
lentamente hacia la habitacin indicada seguido por el rabe, que
insista en explicar otra vez que supona que haban querido gastarle
una broma.
Cuando la puerta se cerr detrs de ellos, Diamond se dirigi a
los dos hombres que estaban en la mesa de conferencias, hablando
como si el primer ayudante no estuviera presente, y, en verdad, no
estaba presente en algunos aspectos.
-Djenme exponer lo que creo que deberamos hacer. En primer
lugar...
-Un momento, por favor, Mr. Diamond -interrumpi Mr. Able-.
Me preocupa una cosa. Qu clase de relacin es la suya con Nicholai
Hel?
-Qu quiere usted decir?
-Oh, vamos! Es evidente que usted tiene un inters especial por
esa persona. Est usted familiarizado con tantos detalles que no apa-
recen en la informacin de la computadora...
Diamond se encogi de hombros.
-Despus de todo, se trata de un hombre con tarjeta lila; y es mi
trabajo estar al corriente de...
-Perdone que le interrumpa de nuevo, pero no estoy interesado
en evasivas. Usted ha admitido que el oficial encargado del
interrogatorio de Nicholai Hel era su hermano.
Diamond mir fijamente al agitador de OPEC durante un segundo.
-Es cierto. El mayor Diamond era mi hermano. Mi hermano
mayor.
-Estaba usted en buenas relaciones con su hermano?
-Cuando murieron nuestros padres, mi hermano se hizo cargo de
m. Me mantuvo mientras l trabajaba para poder pagarse los
estudios en la Universidad. Incluso cuando trabajaba con la OSS, una
conocida organizacin WASP, y ms tarde con la CIA, mi hermano
continu...
-Ahrrenos los detalles domsticos. Tengo razn al decir que
usted quera mucho a su hermano?
La voz de Diamond era tensa.
-Mucho.
-De acuerdo. Ahora, hay algo que usted mencion muy
ligeramente al hacer su esquema biogrfico de Nicholai Hel. Dijo
usted que Hel pidi, como parte de su pago por la misin de Pekn
que le sac de prisin, las direcciones actuales de los tres hombres
involucrados en las palizas y torturas del interrogatorio. Puedo
186
Trevanian Shibumi
suponer que Hel no quera esas direcciones con el propsito de enviar
felicitaciones de Navidad... o saludos de Hanukkah?
Los msculos de la mandbula de Diamond se contrajeron.
-Mi querido amigo, si este asunto es tan grave como usted
parece creer, y si est buscando mi ayuda para solucionarlo, debo
insistir en que he de saber todo cuanto concierne a la cuestin.
Diamond junt las palmas de sus manos y enganch los pulgares
bajo su barbilla. Habl desde detrs de los dedos, con voz mecnica y
montona.
-Aproximadamente un ao despus de que Hel apareciera en
Indochina, el doctor que se haba encargado de administrarle las
drogas durante el interrogatorio, fue hallado muerto en su clnica de
abortos en Manhattan. El informe del forense describi la muerte
como accidental, una cada desgraciada, que tuvo como consecuencia
que uno de los tubos de prueba que transportaba se partiera y se le
clavara en la garganta. Dos meses despus, el sargento de la Polica
Militar que haba tenido a su cargo la parte fsica del interrogatorio, y
que haba sido trasladado a los Estados Unidos, muri en un
accidente de automvil. Al parecer, se haba dormido al volante y
conducido el vehculo fuera de la carretera saltando por un
desfiladero. Exactamente tres meses despus, el mayor Diamond,
entonces teniente coronel Diamond, desempeaba su misin en
Baviera. Sufri un accidente de esqu. -Diamond hizo una pausa y se
dio golpecitos en los labios con los dedos ndices.
-Otro accidente desgraciado, supongo? -insinu Mr. Able.
-Exacto. Hasta donde pudieron averiguar, dio un mal salto. Fue
hallado con un palo de esqu clavado en el pecho.
-Hum... -dijo Mr. Able despus de un momento-. De modo
que as es como la CIA protege a su gente? Debe de ser muy
satisfactorio para usted controlar la organizacin que regal la vida
de su hermano como parte de un pago.
Diamond mir al otro lado, directamente al delegado.
-S, ha sido una satisfaccin.
El delegado se aclar la garganta.
-Precisamente, yo no ingres en la Agencia hasta la primavera
del...
-Dgame algo -dijo Mr. Able-. Por qu no ha actuado hasta
ahora en justo castigo contra Mr. Hel?
-Lo hice una vez. Y volver a hacerlo. Tengo tiempo.
-Lo hizo una vez? Cuando fue... Ah! Claro! Esos policas que
rodearon la casa en Los ngeles y abrieron fuego media hora antes
de lo planeado! Eso fue obra suya?
El asentimiento de Diamond tena la cualidad de una reverencia
ante el aplauso.
-De modo que en todo este asunto hay un motivo de venganza
por su parte, me parece a m.
-Estoy actuando segn conviene a los mejores intereses de la
187
Trevanian Shibumi
Organizacin Madre. Tengo un mensaje del Presidente
comunicndome que no se admite el fracaso en este asunto. Si Hel
ha de ser exterminado para asegurar el xito del secuestro del avin
por los del Setiembre Negro, tendr una satisfaccin personal en
cumplir las rdenes. Ser una vida por otra, y no, como l hizo, tres
asesinatos por una paliza!
-Duro que Hel considerara esas muertes como asesinatos. Es
ms probable que las considerara ejecuciones. Y si no estoy
equivocado, no era el dolor de las palizas lo que Hel estaba
vengando.
-Qu era, entonces?
-La indi#nidad de las palizas. Eso es algo que usted nunca podra
comprender.
Diamond lanz una breve risa.
-Cree usted realmente que conoce mejor a Hel que yo?
-En algunos aspectos, s, a pesar de los aos que usted ha
pasado estudindolo, a l y a sus acciones. Sabe usted, l y yo,
aceptando nuestras diferencias culturales, somos de la misma casta.
Usted nunca podr apreciar claramente a este Hel, observndole,
como lo hace, a travs de la barrera indefinida, pero insalvable, de la
raza, un gran golfo fijo, como lo llama el Corn o uno de esos libros.
Pero no nos detengamos en las personalidades. Supongo que ha
hecho salir a esos dos rsticos de la habitacin por otros motivos
diferentes que el deseo de mejorar la calidad de los reunidos.
Diamond sigui rgidamente sentado durante un momento, dio un
respingo despus, y declar:
-He decidido ir a visitar la casa de Hel en el Pas Vasco.
-Ser sta la primera vez que le habr visto cara a cara?
-S.
-Y ha considerado usted la posibilidad de que pueda ser ms
difcil salir de esas montaas que entrar?
-S. Pero creo que podr convencer a Mr. Hel de la estupidez que
cometera al tratar de ayudar a Miss Stern. En primer lugar, no hay
ninguna razn lgica para que se encargara de esta misin por
cuenta de una muchacha mal guiada de la clase media, que l ni tan
siquiera conoce. Los aficionados, de la especie que sean, slo inspiran
repugnancia a Hel, incluyendo los aficionados al terrorismo. Miss
Stern puede considerarse a s misma como un soldado noble al
servicio de lo que es justo en el mundo, pero le aseguro que Hel la
considerar sencillamente una espina en la garganta.
Mr. Able inclin la cabeza expresando sus dudas.
-Aun suponiendo que Mr. Hel considerara a Miss Stern como una
molestia engorrosa, queda el hecho de que Hel era amigo del difunto
Asa Stern, y usted mismo ha dicho que Hel muestra una gran
tendencia a ser leal con sus amigos.
-Cierto. Pero existen ciertas presiones econmicas que nosotros
podramos aplicar. Sabemos que se retir tan pronto como hubo
188
Trevanian Shibumi
acumulado suficiente dinero para vivir una vida cmoda. El montar un
stunt contra nuestros amigos palestinos sera un asunto costoso. Es
probable que Hel confe en la venta eventual de sus tierras en
Wyoming para tener seguridad financiera. Dentro de dos horas, sus
tierras ya no le pertenecern. Van a desaparecer todos los registros
de su compra, siendo sustituidos por documentos que prueban que
las tierras pertenecen a la Organizacin Madre. -Diamond sonri-. Y
como beneficios marginales, sucede que en aquellas tierras existe
carbn que puede ser extrado beneficiosamente. Para completar sus
apuros financieros, dos sencillos cablegramas a Suiza, enviados por el
Presidente, harn que el dinero que Hel guarda en un Banco suizo se
desvanezca por completo.
-Imagino que el dinero aparecer en el haber de la
Organizacin Madre?
-Slo parte de l. El resto quedar en poder de los Bancos como
gastos de la transaccin. Los suizos son sumamente frugales. Y es un
principio calvinista que para entrar en el cielo hay que pagar una
tarifa, para que la chusma quede fuera. Mi intencin es que estas
acciones de castigo econmicas se lleven a cabo, al margen de que
Hel decida o no aceptar el trabajo de Miss Stern.
-Un gesto a la memoria de su hermano?
-Piense que es eso, si as le place. Pero servir tambin como un
obstculo financiero para que Hel represente una molestia para la
Organizacin Madre y para las naciones cuyos intereses usted
representa.
-Y qu suceder si nicamente las presiones econmicas no
bastan para persuadirle?
-Naturalmente, tengo en la mente una segunda lnea de accin a
desarrollar en el caso de esa contingencia. La Organizacin Madre
presionar al Gobierno britnico para que ponga todo su esfuerzo en
proteger a los miembros de Setiembre Negro asegurando que
lleven a cabo su secuestro del avin a Montreal sin ser molestados.
Esto no necesitar tanta presin como usted supone, porque, ahora
que los campos petrolferos del mar del Norte estn produciendo, los
intereses econmicos de Inglaterra estn ms aproximados a los
intereses de la OPEC que a los intereses de Occidente.
Mr. Able sonri.
-Francamente, no puedo imaginarme a los muchachos del MI-5 y
al MI-6 como obstculos eficientes a las actividades de Mr. Hel. La
mayor parte de sus energas se dedican a escribir fantsticas
memorias de sus proezas heroicas durante la Segunda Guerra
Mundial.
-Cierto. Pero tendrn cierto valor de obstculo. Tambin
dispondremos de los servicios de la Polica secreta francesa para que
nos ayuden a mantener a Hel en Francia. Y ahora pasamos a otro
frente. Es inconcebible que Hel tratara de entrar en Inglaterra para
acabar con los de Setiembre Negro sin neutralizar, en primer lugar,
189
Trevanian Shibumi
a la Polica britnica. Ya le he dicho que Hel realiza sus golpes
comprando el material para poder hacer chantaje a un informador,
conocido como el 3nomo( Durante muchos aos, el 3nomo se ha
escabullido de los esfuerzos internacionales para localizarle e
inutilizarlo. No obstante, la Organizacin Madre, por medio de los
buenos servicios de sus subsidiarias, est comenzando a cerrar el
cerco en torno a ese hombre. Sabemos que vive en algn lugar cerca
de la ciudad de Bayona, y estamos haciendo activas gestiones para
localizarle. Si llegamos hasta l antes que Hel, podremos impedir que
ste utilice el arma del chantaje contra la Polica britnica.
Mr. Able sonri.
-Tiene usted una mente muy frtil, Mr. Diamond... cuando se
trata de venganza personal. -Mr. Able se volvi sbitamente hacia el
delegado-. Tiene usted algo con que contribuir?
Sorprendido, el delegado replic:
-Cmo? Perdn? Qu?
-No importa. -Mr. Able mir de nuevo su reloj-. Prosigamos.
Supongo que usted no me ha hecho venir para exhibir ante m su
despliegue de tcticas y prohibiciones. Evidentemente, usted necesita
de mi ayuda en el caso improbable de que fallaran todos los
mecanismos que ha puesto en marcha, y Hel consiguiera eliminar a
los terroristas de Setiembre Negro.
-Exactamente. Y porque se trata de un asunto delicado he
preferido que esos dos payasos salieran de la habitacin mientras
nosotros lo discutamos. Acepto el hecho de que las naciones que
usted representa estn comprometidas en proteger al OLP, y, por
consiguiente, tambin estn interesadas en ello la Organizacin
Madre y la CIA. Pero no nos engaemos. Todos nos sentiramos
mejor si el asunto de los palestinos (y los palestinos incluidos)
desaparecieran simplemente. Se trata de un grupo deshonesto,
indisciplinado y vicioso que, por un azar de la Historia, ha quedado
colocado en el puesto de smbolo de la unidad rabe. Tengo razn
hasta aqu?
Mr. Able movi la mano indicando que era evidente lo que deca.
-Muy bien. Consideremos nuestra postura si todo falla y Hel
consigue exterminar a los miembros de Setiembre Negro. Todo lo
que debera preocuparnos en ese caso es asegurar a los palestinos
que nosotros habamos actuado decididamente en favor de ellos.
Considerando su brbara naturaleza, creo que se ablandaran si
nosotros nos vengbamos en su nombre destruyendo a Nicholai Hel y
todo lo que Hel posee.
-Sembrando la tierra con sal? -brome Mr. Able.
-Justamente.
Mr. Able permaneci silencioso unos momentos, con los ojos
bajos, mientras se golpeaba ligeramente el labio superior con el dedo
ndice.
-S, creo que podemos confiar en la escasa mentalidad de los
190
Trevanian Shibumi
palestinos hasta ese punto. Ellos aceptaran un acto de venganza,
siempre que fuese lo bastante terrible, como prueba de nuestra
devocin hacia sus intereses. -Sonri para s mismo-. Y no imagine
que no me he dado cuenta de que semejante eventualidad le
permitira a usted matar dos pjaros de un tiro. Solucionara usted el
problema tctico que tiene pendiente, y, al mismo tiempo, vengara a
su hermano. No es posible que prefiriese que fallaran todos sus
planes y Nicholai Hel pudiera de alguna manera superar todos los
obstculos y dar el golpe contra Setiembre Negro, dejndole a
usted en libertad para ejecutar el castigo mximo que ha planeado
contra l?
-En primer lugar, har todo lo que est en mi mano para impedir
que Hel lleve a cabo el golpe. Eso sera lo mejor para la Organizacin
Madre, y sus intereses tienen prioridad por encima de mis
sentimientos personales. -Diamond ech una mirada de reojo al
primer ayudante. Era muy probable que ste informara al Presidente
de la devocin de Diamond hacia la Organizacin.
-No hay ms que hablar entonces -dijo Mr. Able levantndose
de la mesa de conferencias-. Si no me necesita ms, volver al
acontecimiento social que este asunto interrumpi.
Diamond llam a Miss Swivven para que acompaara a Mr. Able
hasta la salida del edificio.
El delegado se levant y se aclar la garganta.
-Supongo que no me necesitar usted?
-Le necesito alguna vez? Pero espero que est usted disponible
para ejecutar las instrucciones. Puede marcharse.
Diamond se dirigi al primer ayudante para que enrollara de
nuevo la informacin sobre Nicholai Hel y se preparase para
proyectarla con ms lentitud, a una velocidad que se acomodase a la
mentalidad de Starr y el palestino de la OLP, que ahora regresaban
del cuarto de ejercicios, el rabe frotndose los ojos inflamados
mientras se guardaba el diccionario ingls-rabe en el bolsillo.
-Dios del cielo, Mr. Diamond! Leer en ese cuarto es muy difcil
Las luces a lo largo de la pared son tan brillantes!
-Quiero que se sienten aqu los dos y aprendan todo lo que sean
capaces de aprender sobre Nicholai Hel. No me importa si necesitan
toda la noche. He decidido que me acompaen cuando vaya a visitar
a ese hombre... no porque me sean de ninguna utilidad, sino porque
ustedes son los responsables de este maldito lo y voy a obligarles a
seguir el asunto hasta el final.
-Esto es muy amable por su parte -murmur Starr.
Diamond habl a Miss Swivven cuando sta entr despus de
haber acompaado a Mr. Able.
-Anote lo siguiente. Uno: Tierras Hel, Wyoming, concluir. Dos:
Dinero suizo, concluir. Tres: el 3nomo' intensificar bsqueda. Cuatro:
MI-5 y MI-6, alertar e instruir. Muy bien, Llewellyn, comience a
proyectar nuevamente para nuestros aturdidos amigos. Y ustedes dos
191
Trevanian Shibumi
es mejor que recen para que Nicholai Hel no se haya escondido ya
bajo tierra.
192
Trevanian Shibumi
GOUFFRE PORTE-DE-LARRAU
En aquel momento, Nicholai Hel se encontraba a cuatrocientos
metros bajo tierra, girando lentamente al extremo de una cuerda de
medio centmetro de grosor. Invisible en la aterciopelada oscuridad
de la cueva, a setenta y cinco metros por debajo de l se hallaba la
punta de un gran cono roquizo formado durante millares de aos en
el fondo de aquel pozo natural. Y en la base de este cono de piedras,
le esperaba su compaero de exploracin, para terminar su descenso
al pozo tortuoso que serpenteaba por encima de l como un tornillo
de madera vuelto al revs.
Los dos muchachos vascos que manejaban la cabria al borde del
#ou**re' casi a cuatrocientos metros por encima, haban colocado
grapas de friccin dobles para mantener sujeto el cable mientras
cambiaban un cilindro desgastado por otro nuevo. ste era el
momento ms enervante del descenso... y el ms incmodo.
Enervante, porque ahora Hel dependa exclusivamente del cable,
despus de un recorrido de noventa minutos por el paso estrecho y
retorcido, con sus angosturas, estrechas plataformas, arriesgados
ngulos y pasadizos tan reducidos que tena que deslizarse
delicadamente no cediendo nunca a la gravedad porque el cable
estaba flojo para concederle libertad de movimientos. Durante todo el
descenso exista la constante preocupacin de procurar que el cable
no chocara o se enredara con el cable telefnico que colgaba a su
lado. Pero, a pesar de todos los problemas del descenso en el pozo,
algunos irritantes y otros simplemente un reto, contaba con el
consuelo permanente de los muros de roca, prximos y visibles a la
luz de la lamparilla del casco, tericamente disponibles para
agarrarse a ellos si algo le sucediera al cable o a la cabria.
Pero ahora Hel haba salido ya del pasadizo y estaba
balancendose bajo el techo de la primera gran cueva, las paredes de
la cual haban retrocedido ms all del rayo de luz de su casco y Hel
colgaba en el vaco infinito, y el peso combinado de su cuerpo, de
cuatrocientos metros de cuerda y de la caja hermtica y el equipo,
dependan de dos grapas de friccin situadas cuatrocientos metros
ms arriba. Hel tena entera confianza en el sistema de cabria y
grapa; l mismo lo haba diseado y construido en su taller. Era un
mecanismo sencillo, guiado por pedales que hacan funcionar las
vigorosas piernas de los montaeros vascos que haba arriba, y
engranado de manera que el descenso era muy lento. Finas grapas
de seguridad deslizantes se clavaban en el cable y lo detenan si ste
se exceda en su velocidad de descenso. El fulcro consista en un
trpode de tubos de aluminio que formaban un tepee
@L
directamente
28
Tienda cnica de los indios americanos. 01( del T(2
193
Trevanian Shibumi
sobre el estrecho agujero de entrada al fondo del #ou**re
@N
( Hel
confiaba en el sistema mecnico que le impeda precipitarse en la
oscuridad hasta la cima de aquel montn de piedras que llenaban casi
la mitad de la primera gran cueva, pero, de todos modos, maldeca
en voz baja a los muchachos de arriba para que terminasen pronto.
Tena que respirar con la boca abierta, porque colgaba en medio de
una cascada producida por una corriente de agua subterrnea que
caa en el pozo en el punto de los trescientos setenta metros,
convirtiendo los ltimos noventa y cinco metros en un descenso libre,
acompaado de las heladas salpicaduras que se filtraban por sus
brazos a pesar de las tiras estrechas de goma que llevaba en las mu-
ecas, escurrindose hasta llegar a la tibieza de las axilas y
causndole escalofros. La lamparilla de su casco era intil en la
cascada, de modo que la apag y colg inerte junto al rugido y el eco
siseante del agua, notando la presin molesta del equipo sobre sus
costillas y bajo vientre. En su ceguera exista cierta ventaja.
Inevitablemente, con las torsiones y arrastres en el descenso, el
cable siempre giraba y cuando finalmente penda del cable, con todo
su peso e iniciaba el descenso libre por el techo de la primera cueva,
la cuerda comenzaba a dar vueltas, lentamente primero y despus
cada vez ms aprisa, para terminar ms despacio, hasta detenerse,
empezando de nuevo a dar vueltas en direccin contraria. Si Hel
hubiese podido ver la oblicuidad de las rociaduras arremolinndose a
su alrededor, hubiera experimentado la sensacin de vrtigo, pero en
aquella oscuridad total slo tena la sensacin de estar navegando por
el aire, pues la velocidad de los giros le impulsaban a abrir piernas y
brazos.
Not que le estiraban hacia arriba una distancia corta, para aflojar
las grapas de seguridad, y despus sigui un descenso sbito de
varios centmetros que le agit el estmago, cuando su peso fue
trasladado al nuevo cilindro del cable; seguidamente, comenz un
descenso giratorio en medio de la cascada que muy pronto se
convirti en un espeso roco. Por ltimo, pudo distinguir un destello
de luz desde abajo, en donde su compaero de exploracin le
aguardaba, separado de la cada de rocas y agua, y, Dios no lo
permita, del posible derrumbamiento de Hel.
Cuando Hel oy el raspado de la caja de su equipo colgante,
supo que haba llegado a la cima del cono de piedras, y alz las
piernas para que el primer contacto con la roca fuese en posicin de
sentado, porque los muchachos arriba fijaran el cable al primer signo
de flojedad, y resultara cmicamente difcil desembarazarse del
arns estando de puntillas al borde de un peasco.
Le Cagot se encaram y le ayud a quitarse y desatar el equipo,
porque los brazos y las piernas de Hel estaban entumecidos por falta
de circulacin en la humedad helada, y sus dedos parecan gruesos e
29
Abismo, precipicio. En francs en el original. 01( del T(2
194
Trevanian Shibumi
insensibles mientras manoseaban desmaadamente las hebillas y las
correas.
-Vaya, Nikko! -voce Le Cagot, con su voz de bajo
reverberante en la cueva-. Finalmente has decidido dejarte caer por
aqu de visita! Dnde has estado? Por las barbas del Profeta que ya
crea que habas decidido renunciar y te habas ido a casal Ven. He
preparado t.
Le Cagot coloc la caja en su hombro, eligiendo el camino con
rapidez, por conocerlo de sobra, a la vez que evitaba las piedras
sueltas que podran provocar un alud. Abriendo y cerrando las manos
para recuperar la circulacin, Hel sigui los pasos exactos de su
compaero, porque Le Cagot conoca mejor que l aquel cono
inseguro y traidor. El viejo arisco poeta vasco haba estado all abajo
dos das acampado al pie del cono y haciendo pequeas salidas de
Teseo hacia las cuevas pequeas y las galeras que partan de la
cueva principal. La mayor parte de sus escapadas terminaban en
bloques y paredes macizas, o se contraan hasta convertirse en
grietas demasiado estrechas para poder pasar.
Le Cagot busc afanosamente en la caja del equipo que Hel haba
(rado consigo.
-Qu es esto? Prometiste traerme una botella de Izarra! No
me (lipas que te la has bebido mientras bajabas! Si me has hecho
esto, Nikko, por las pelotas epistolarias de Pablo te aseguro que voy a
hacerte dao, aunque despus esto me cause tristeza, ya que eres un
buen hombre, a pesar de la desgracia de tu nacimiento. -Le Cagot
estaba convencido de que cualquier hombre que hubiese tenido la
desgracia de no nacer vasco sufra de alguna trgica debilidad
gentica.
-Est ah, en alguna parte -contest Hel mientras se tenda en
una roca lisa y suspiraba con un placer doloroso a medida que sus
msculos agarrotados comenzaban a distenderse y relajarse.
Durante las ltimas cuarenta horas, mientras Le Cagot haba
estado acampado y haciendo ligeras exploraciones perifricas, Hel
haba realizado once viajes subiendo y bajando por el pozo del
abismo, bajando comida, equipo, cuerda de niln y cohetes de
seales. Lo que ms necesitaba en aquel momento eran unas horas
de sueo, que poda disfrutar en cualquier momento en la oscuridad
permanente de la cueva, a pesar del hecho de que en el exterior
estaba a punto de amanecer.
Nicholai Hel y Beat Le Cagot haban formado equipo de
espelelogos durante diecisis aos, habiendo explorado la mayor
parte de los sistemas de Europa, siendo de vez en cuando noticia en
el limitado mundo de la espeleologa por sus descubrimientos y
nuevas marcas de profundidad y distancia. Con los aos, el reparto
de las tareas a realizar se haba hecho automtico. Le Cagot, con la
resistencia y la fuerza de un toro a pesar de sus cincuenta aos,
siempre descenda el primero, allanando dificultades a medida que
195
Trevanian Shibumi
bajaba lentamente, limpiando las repisas y los ngulos de piedras
sueltas y suciedad que el cable pudiera arrastrar y hacer caer, y que
poda matar al hombre que bajara al pozo. Siempre bajaba consigo el
telfono de bateras, y estableca una especie de campamento,
alejado de la lnea de cada de agua o roca. Hel, por ser ms delgado
y conocer mejor las tcticas tericas, realizaba todos los viajes de
equipo cuando, como en el caso de este nuevo agujero, la galera de
acceso era sinuosa y retorcida, y el equipo no poda ser bajado sin la
gua de un compaero. Normalmente, esto requera tan slo dos o
tres viajes. Pero esta vez haban descubierto todos los signos de una
gran red de cuevas y galeras, la exploracin de las cuales requerira
una gran cantidad de equipo, de modo que Hel haba hecho cinco
apretados y horribles viajes. Y ahora que haba terminado su trabajo
y su cuerpo ya no estaba tenso por la energa nerviosa del peligro, la
fatiga le venca y sus msculos tensos estaban distendindose
dolorosamente.
-Sabes una cosa, Nikko? He estado dedicando a un gran
problema el beneficio de mi mente penetrante e iluminadora. -Le
Cagot se sirvi una buena racin de Izarra en la copita metlica del
frasco. Despus de permanecer solo durante dos das en la cueva
oscura, la personalidad de Le Cagot estaba hambrienta de una
conversacin que, para l, consista en monlogos dirigidos a un
pblico apreciativo-. Y esto es lo que he estado pensando, Nikko. He
decidido que todos los espelelogos estn locos, excepto,
naturalmente, los espelelogos vascos, en los que, lo que en otros es
locura, en ellos es una manifestacin de valenta y de sed por la
aventura. Ests de acuerdo?
Hel gru a medias mientras caa en una especie de coma-sueo
que pareca reblandecer la losa de piedra que tena debajo.
-Pero, t protestas, es justo decir que el explorador
subterrneo est ms loco que el escalador? Lo es!, y por qu?
Porque el espelelogo se enfrenta con una friccin ms peligrosa. El
escalador arrastra nicamente las fricciones de su cuerpo y de su
fuerza. Pero el espelelogo se enfrenta con las erosiones de los
nervios y los temores primitivos. La bestia primitiva que mora en lo
ms ntimo del hombre tiene ciertos temores, ms all de la lgica,
ms all de la inteligencia. Teme a la oscuridad. Teme hallarse bajo el
suelo, ese lugar que l siempre ha llamado la morada de las fuerzas
malignas. Teme estar solo. Teme quedarse atrapado. Teme el agua,
de la que, en tiempos antiguos, l sali para convertirse en hombre.
Sus pesadillas ms primitivas le hacen caer en la oscuridad, o errar
perdido por laberintos de un caos desconocido. Y el espelelogo, en
su locura, escoge voluntariamente enfrentarse con estas condiciones
de pesadilla. Por esto est ms loco que el escalador, porque lo que
arriesga en cada momento es su propia cordura. En esto he estado
pensando, Nikko... Nikko? Nikko? Vaya, ests durmiendo mientras
te hablo? Bastardo perezoso! Juro por las prfidas pelotas de Judas
196
Trevanian Shibumi
que no existe un hombre entre mil que se atreva a dormirse mientras
le estoy hablando! Insultas al poeta que hay en m! Es como cerrar
los ojos ante la puesta de sol, o taparte los odos cuando suena una
meloda vasca. Sabes una cosa, Nikko? Nikko? Ests muerto?
Contesta s o no. Muy bien, para castigarte voy a beberme tu racin
de Izarra.
La galera hasta las cuevas que se disponan a explorar haba sido
descubierta casualmente el ao anterior, pero lo haban mantenido en
secreto, porque una parte del abismo cnico superior se hallaba en
territorio espaol y exista el riesgo de que las autoridades espaolas
sellaran la entrada como lo haban hecho en el Gouffre Pierre-Saint-
Martin despus de la trgica cada y muerte de Marcel Loubens, en
1952. Durante el invierno, un equipo de jvenes vascos haba estado
cambiando poco a poco los hitos que marcaban la frontera, para que
el #ou**re quedara bien dentro del territorio francs, moviendo cada
vez un poco unas veinte marcas para engaar a los guardias
fronterizos espaoles que vigilaban rutinariamente la zona. Este
reajustamiento de la frontera les pareca perfectamente legtimo;
realmente, todo era tierra vasca, y no sentan ningn inters especial
por una frontera arbitraria establecida por las dos naciones
ocupantes.
Haba otro motivo para trasladar la frontera. Puesto que Le Cagot
y 108 dos muchachos vascos que cuidaban de la cabria eran
conocidos activistas de ETA, la aparicin de la Polica fronteriza
espaola mientras estaban explorando la cueva podra acabar con
que pasaran sus vidas en una crcel espaola.
Aunque el Gouffre Port-de-Larrau se hallaba bastante distante de
la vasta zona de depresiones en forma de embudo que caracteriza el
rea alrededor de Pic d'Anie y es conocido como la Gruyre de
Francia, haba sido visitada algunas veces por equipos curiosos de
espelelogos, cada uno de los cuales se haba desilusionado al
encontrarla seca, con la galera atascada por peascos y piedras
despus de algunos metros de descenso. Con el tiempo, corri la voz
entre la comunidad de exploradores subterrneos de la inutilidad del
largo ascenso hasta Gouffre Port-de-Larrau, cuando se poda explorar
mucho mejor en el vasto #ou**re' sobre Santa Engracia, en donde las
laderas de las montaas y los altiplanos estaban repletos de
depresiones cnicas de #ou**res' formados por socavones de roca
superficial y tierra cados en las cuevas interiores de roca caliza.
Pero haca un ao, dos pastores que guardaban sus rebaos en
los altos pastos estaban sentados al borde del Gouffre Port-de-
Larrau, comiendo su almuerzo de queso fresco, pan duro y ,orit&o'
ese embutido de color rojo oscuro, que con un solo mordisco da sabor
a un bocado de pan. Uno de los pastores arroj distradamente una
piedra hacia abajo naca la boca del #ou**re y qued sorprendido ante
el vuelo asustado de dos cuervos. Es bien sabido que los cuervos
nicamente hacen sus nidos en los pozos de considerable
197
Trevanian Shibumi
profundidad, de modo que era extrao que estos pjaros hubieran
anidado en la pequea depresin del Gouffre Larrau. Intrigados,
descendieron por el costado del embudo y dejaron caer piedras al
pozo. El eco repetido de las piedras y los cascajos que hicieron caer
en su cada no permita determinar la profundidad del pozo, pero algo
s era seguro: no se trataba de una pequea depresin.
Evidentemente, el gran terremoto de 1962, que casi haba destruido
el pueblo de Arrete, tambin haba apartado algunas de las piedras y
cascajos que obstruan el pozo.
Cuando, dos meses despus, la segunda trashumancia devolvi
los pastores al valle, informaron a Beat Le Cagot de su
descubrimiento, conocedores de que el rudo poeta del separatismo
vasco era tambin un fantico explorador subterrneo. Le Cagot les
hizo jurar que guardaran el secreto y comunic la noticia del
descubrimiento a Nicholai Hel, con quien viva seguro, aun cuando
actividades recientes hacan especialmente peligrosa su estancia en
Espaa.
Ni Hel ni Le Cagot se permitieron demostrar entusiasmo por el
descubrimiento. Se dieron cuenta de que existan muchas
posibilidades en contra de descubrir una gran cueva y sus galeras
correspondientes en el fondo del pozo, suponiendo que llegasen al
fondo. Probablemente, el terremoto slo haba aclarado las zonas
superiores del pozo. O, como sucede a menudo, podan encontrar que
los deslizamientos interiores en el #ou**re durante siglos, hubiesen
alzado un cono de piedras que se elevara hasta el techo de la cueva y
que su pico llegara a entrar en el pozo cerrndolo para siempre.
A pesar de todas estas dudas protectoras, decidieron realizar
inmediatamente una ligera exploracin preliminar, slo aclarar su
camino de descenso y dar una ojeada, nada ms importante.
Con el otoo, el mal tiempo lleg a las montaas, y eso signific
una ventaja, pues disminua cualquier inclinacin hacia la vigilancia
fronteriza intensa por parte de los espaoles (los franceses sienten
aversin congnita a tales rigores). Sin embargo, el mal tiempo
dificultara el trabajo de transportar hasta aquellas montaas
desoladas la cabria, los cilindros del cable, los telfonos de batera, el
trpode de tubo, y todo el equipo y alimentos que necesitaran para la
exploracin.
Le Cagot dio un respingo sealando la poca importancia del
trabajo y recordando a Hel que pasar el contrabando por aquellas
montaas era la ocupacin tradicional del Soultain vasco.
-Sabas que una vez transportamos un piano desde Espaa?
-Algo he odo sobre ello. Cmo lo hicisteis?
-Aj! No estaran poco contentos los del sombrero plano de
saber cmo! Realmente, fue muy sencillo. Otro problema sin solucin
que se derrumb frente al ingenio de los vascos.
Hel asinti fatalsticamente. Ahora ya no haba medio de evitar la
historia, pues las diversas manifestaciones de la superioridad racial
198
Trevanian Shibumi
de los vascos constituan el tema principal de la conversacin de Le
Cagot.
-Porque, Nikko, t tienes algo de vasco honorario... a pesar de
tu horrible acento... te contar cmo conseguimos traer el piano.
Pero has de prometerme que guardars el secreto hasta la muerte.
Lo prometes?
-Perdn, qu has dicho? -Hel haba estado atento a otra cosa.
-Acepto tu promesa. As es como lo hicimos. Trajimos el piano
nota por nota. Fueron necesarios ochenta y ocho viajes. El sujeto
tropez cuando traa la C media y le hizo una muesca, y el piano ha
tenido hasta el da de hoy dos B-bajas una al lado de la otra. sta es
la verdad! Lo juro por las pelotas sin esperanza de san Judas! Por
qu habra de mentir?
Pasaron dos das y medio transportando el equipo hasta el
#ou**re' tardaron un da en montarlo y probarlo, y seguidamente
iniciaron los trabajos de exploracin. Hel y Le Cagot se turnaron para
bajar a la sima, limpiando de detritos los estrechos bordes,
eliminando salientes cortantes que amenazaran cortar el cable,
rompiendo los cantos rectangulares de los peascos que bloqueaban
el paso. Cada uno de esos bordes hubiera podido estar demasiado
bien sujeto para poder romperse, cada uno de ellos poda ser la cima
del cono de derrumbamientos; y su exploracin hubiera finalizado sin
ninguna gloria. La cavidad de entrada no result ser una cada
abismal, sino ms bien un pasadizo que retorca tanto la cuerda que
cada vez que llegaban a un espacio de descenso libre su primera
tarea era dejar el cuerpo colgando de la cuerda aceptando los
vertiginosos giros y contragiros necesarios para rectificarla. Adems
de eliminar obstculos y limpiar de detritos los bordes, a menudo
tenan que limar astillas en la roca madre, especialmente en los pozos
estrechos y tortuosos, para conseguir una cada relativamente
vertical del cable a fin de que pudiera deslizarse sin Trotar con los
bordes de la piedra, friccin que, antes o despus, hubiera
estropeado y debilitado el cable, cuyo grosor ya era el mnimo. Un
lmite de seguridad ciento por ciento cuando soportaba los ochenta y
dos kilogramos de peso de Le Cagot ms su caja de equipo. Al
disear el torno de pedal, Hel haba elegido la cuerda ms delgada
posible por dos razones: flexibilidad en los pasos ms tortuosos y
peso. No le preocupaba tanto el peso de los cilindros del cable como
el peso del cable que se iba soltando. Cuando un hombre est abajo,
a trescientos o cuatrocientos metros, el peso del cable en el pozo
triplica el trabajo de los hombres que accionan el torno.
Como en la cavidad se estaba siempre en tinieblas, pronto
perdieron el sentido de la hora diurna, y algunas veces se
sorprendan al descubrir que era de noche. Cada uno de ellos
trabajaba para reducir el tiempo perdido en hacer subir a uno de los
hombres y bajar al otro. Haba momentos de excitacin cuando se
superaba un obstculo que dejaba al descubierto diez metros de pozo
199
Trevanian Shibumi
abierto; y se remontaban los nimos, al final de la cuerda y arriba, a
la escucha del telfono. Otras veces, un fragmento de piedra
atascada quedaba suelto nicamente para caer en la obstruccin
siguiente, uno o dos metros ms abajo, aumentando el
taponamiento.
Los hombres que manejaban el torno era la primera vez que lo
hacan y en una ocasin no sujetaron las grapas de seguridad para la
friccin. Hel estaba trabajando abajo, quebrantando con un pico de
mango corto un peasco obstructor, de unos sesenta kilogramos, en
forma de pirmide. De repente, la roca cedi bajo sus pies. La cuerda
que tena encima estaba floja. Cay...
Unos treinta centmetros hasta el siguiente obstculo.
Durante una fraccin de segundo, fue hombre muerto. Y durante
algunos momentos qued aturdido, en silencio, mientras la
adrenalina Hua vertiginosamente agitando su estmago. Despus se
coloc los auriculares y, con su voz suave de la prisin, dio
instrucciones, clara y lentamente, sobre el uso de las grapas. Y volvi
a su tarea.
Cuando Le Cagot y Hel estaban demasiado cansados, demasiado
speros sus rodillas y nudillos, demasiado rgido el antebrazo para
que el puo agarrara debidamente el mango del pico, dorman,
refugindose en una art&ain chola de pastor que se utilizaba durante
el pastoreo de verano, en la ladera del Pico d'Orhy, el ms alto de las
montaas vascas. Excesivamente agarrotados y tensos para dormirse
rpidamente, hablaban durante un rato mientras el viento gema en
el flanco sur del Pico d'Orhy. All fue donde Hel oy por primera vez el
dicho de que los vascos, en cualquier lugar del mundo donde
estuviesen, siempre ansiaban, con una ligera fiebre romntica,
regresar a Eskual-Herri.
Orhiko choria Orhin laket4 Los pjaros de Orly slo son felices en
Orhy.
Experimentaron el momento ms desagradable y desesperado a
los trescientos sesenta y cinco metros cuando se enfrentaron a una
gran obstruccin y tuvieron que trabajar bajo una lluvia constante de
agua helada que se iba filtrando. Podan escuchar el rugido y silbido
de un ro subterrneo que penetraba en el pozo, muy cerca, debajo
de ellos. Por el ruido era evidente que el ro tena una fuerte cada
despus de entrar en el pozo y probablemente el agua haba
mantenido libre de obstculos el resto del agujero.
Cuando Hel subi despus de tres horas de estar rompiendo el
pesado obstculo, estaba plido y temblaba con el fro metido hasta
el tutano de los huesos, los labios morados por una hipotermia
incipiente, y la piel de las manos y el rostro blanquecina y arrugada
por haber permanecido horas dentro del agua. Le Cagot se ri mucho
al verle y le dijo que se apartara a un lado y comprobara cmo la
roca temblaba y retroceda ante la fuerza de un vasco. Pero no haba
transcurrido mucho tiempo dentro del agujero cuando se oy su voz
200
Trevanian Shibumi
jadeante e indignada por los auriculares, maldiciendo el obstculo, la
lluvia helada, el estpido pozo, la montaa, la aficin a la
espeleologa, y toda la creacin por las vaporosas pelotas del Espritu
Santo! De pronto, hubo un silencio. Y lleg su voz por el hilo,
susurrante y sin aliento. -Se va a caer. Aseguraos de que las
malditas grapas estn colocadas. Si caigo y destrozo mi magnfico
cuerpo, volver a dar puntapis en algunos traseros!
-Espera! -grit Hel por el telfono. La cuerda superior estaba
floja todava para dar espacio al trabajo de Le Cagot.
Se oy un gruido, cuando dio el ltimo golpe, y la cuerda se
tens. Durante un momento, rein el silencio, y luego lleg su voz,
tensa y metlica:
-Ya est hecho, amigos mos y admiradores! Hemos pasado. Y
yo estoy colgando en una maldita cascada. -Sigui una pausa-. A
propsito, me he roto el brazo.
Hel respir profundamente e hizo un esquema mental del pozo.
Habl entonces por el auricular, con su voz suave y tranquila.
-Podrs pasar por el tirabuzn con una mano?
De abajo no lleg respuesta.
-Beat? Podrs subir?
-Considerando la alternativa, creo que es mejor que lo intente.
-Iremos despacio y con cuidado.
-Fantstico.
Siguiendo las instrucciones de Hel, los muchachos comenzaron a
pedalear. El sistema de engranajes era tal que resultaba fcil
mantener una velocidad lenta, y durante los primeros veinte metros
no hubo dificultades. Entonces, Le Cagot entr en la tortuosa galera
que se retorca casi ochenta metros. No poda ser izado por ella; las
oquedades y ranuras que haban cortado en la roca para dar paso a la
cuerda nicamente tenan unos centmetros de espesor. Le Cagot
tendra que trepar, detenindose algunas veces en precaria posicin,
mientras esperaba soltura en el cable para trepar un poco ms y
liberarlo de alguna ranura estrecha. Y todo ello con una sola mano.
Al principio, la voz de Le Cagot fue llegando regularmente por el
hilo telefnico, bromeando y canturreando, manifestaciones propias
de su fanfarronera explosiva. Tena la costumbre de hablar y cantar
sin cesar mientras estaba bajo tierra. Deca que gozaba, como poeta
y eglatra, escuchando el sonido de su voz enriquecida por la
reverberacin y el eco. Hel siempre haba sabido que la charla serva
como propsito adicional para llenar el silencio rechazando la
oscuridad y la soledad, pero nunca lo mencion. No pas mucho rato
antes de que la broma y el canto y los juramentos para presumir ante
los de arriba y su sentido del peligro, comenzaran a ser sustituidos
por la pesada estridencia de una respiracin jadeante; a veces, se le
oa rechinar los dientes cuando un movimiento provocaba oleadas de
dolor en su brazo roto.
La cuerda suba y bajaba. Unos pocos metros hacia arriba, y
201
Trevanian Shibumi
despus un poco de flojedad para que Le Cagot pudiera liberar algn
atascamiento del cable. Si hubiera podido valerse de las dos manos
habra podido mantener libre la cuerda por encima de l, subiendo
con bastante firmeza.
El primer muchacho se cans de darle al pedal; as que
aseguraron la cuerda que estaban aflojando con las grapas dobles,
mientras el segundo muchacho ocupaba su lugar. El pedaleo era ms
fcil ahora, porque ms de la mitad del peso de la cuerda estaba en
los cilindros, pero, a pesar de ello, la ascensin de Le Cagot era lenta
e irregular. Dos metros hacia arriba; tres metros de soltura para
liberar una sujecin; recuperar la soltura; un metro arriba; dos
metros abajo; dos metros y medio arriba.
Hel no habl con Le Cagot por la lnea telefnica. Eran viejos
amigos y Hel no quera insultarle dando la impresin de creer que Le
Cagot necesitaba la ayuda psicolgica de que se le hablara.
Sintindose intil y agotado por la tensin, intentando inocente pero
inevitablemente ayudar a Le Cagot por medios que no lastimaran su
orgullo, Hel permaneca al lado del cilindro de subida escuchando por
el hilo telefnico la agitada respiracin de Le Cagot. La cuerda haba
sido marcada con lneas rojas cada diez metros, de modo que
observando cmo entraban lentamente en los bloques de la polea,
Hel poda saber en dnde se hallaba exactamente Le Cagot dentro del
pozo. En su mente, segua las caractersticas alrededor de Beat; ese
pequeo saliente donde podra apoyar la punta del pie; ese ngulo en
donde la cuerda era seguro se encallara; ese estrechamiento en
donde su brazo roto sufrira.
La respiracin de Le Cagot se oa entrecortada. Hel calibr cable
con sus ojos: Le Cagot estara ahora en el punto ms difcil de su
ascenso, un ngulo doble a los cuarenta y cuatro metros. Justamente
debajo del doble ngulo para un saliente estrecho en donde se poda
ascender haciendo presin doblando las piernas, maniobra que ya era
difcil para un hombre que dispona de sus dos manos, y que consista
en escalar una chimenea tan estrecha en algunos lugares que todo lo
que se poda conseguir era una cua de taln-rodilla, y tan ancha en
otros que el apoyo se haca con las plantas de los pies y la nuca. Y
durante todo el rato el escalador tena que evitar que el cable que
estaba flojo se enredara encima de su cabeza.
-Deteneos -dijo la voz estrangulada de Le Cagot. Ahora estara
en el saliente, con la cabeza inclinada hacia atrs, mirando hacia
arriba el inferior de los dos ngulos a la luz de la lamparilla del casco
-. Creo que descansar aqu un momento.
Descansar? -se dijo Hel-. En un saliente de seis centmetros
de ancho?
Obviamente, aqul era el final. Le Cagot estaba exhausto. El es-
fuerzo y el dolor le haban agotado, y todava le quedaba la parte
peor. Cuando hubiese pasado el doble ngulo, la cuerda sostendra su
peso y podra ser izado como un saco de mijo. Pero esos ngulos
202
Trevanian Shibumi
deba superarlos por s solo.
El muchacho que maniobraba los pedales mir a Hel, mostrando
el temor en sus redondos ojos negros de vasco. Pap Cagot era un
hroe de leyenda para estos chicos. No haba presentado l a la
atencin del mundo una muestra de la poesa vasca en sus visitas a
las Universidades de Inglaterra y Estados Unidos, en donde hombres
jvenes con ideales aplaudieron su espritu revolucionario y escu-
charon con respetuosa atencin unos versos que jams podran
entender? No fue Pap Cagot el que fue a Espaa a rescatar con
este extranjero, Hel, a trece de los suyos que estaban en prisin sin
haber sido juzgados?
La voz de Le Cagot lleg por el telfono.
-Creo que permanecer aqu un rato. -Ya no jadeaba pero haba
en su voz una resignacin tranquila que no era propia de su
exuberante personalidad-. Este lugar me conviene.
No sabiendo exactamente lo que iba a hacer, Nicholai comenz a
hablar con su voz suave.
-Neandertales. S, probablemente son neandertales.
-De qu ests hablando? -quiso saber Le Cagot.
-De los vascos.
-Eso es bueno en s mismo. Pero qu ests diciendo de los
neandertales?
-He estado investigando un poco sobre los orgenes de la raza
vasca. T sabes los hechos tan bien como yo. Su lenguaje es la nica
lengua aria que ha sobrevivido. Y existe cierta evidencia de que son
una taza aparte del resto de Europa. El grupo sanguneo O slo se
encuentra en un cuarenta por ciento de los europeos, mientras que
aparece en casi un sesenta por ciento de los vascos. Y entre ellos casi
no se conoce el tipo B. Todo esto sugiere que nos encontramos ante
una raza totalmente aparte, una raza descendiente de algn antepa-
sado primate diferente.
-Deja que te advierta en este mismo momento, Nikko. Esta
conversacin est tomando un cariz que no me gusta!
-...queda tambin la cuestin de la forma del crneo. El crneo
redondo de los vascos se acerca ms al hombre de Neandertal que al
Cro-Magnon superior, del cual descienden las razas superiores del
mundo.
-Nikko? Por las dos pelotas hmedas de Juan Bautista, que
acabars hacindome enfadar!
-Yo no digo que sea una cuestin de inteligencia la que separa a
los vascos de los otros seres humanos. Despus de todo, han apren-
dido muchsimo a los pies de sus amos espaoles...
-Aug...!
-... no, es ms una cuestin fsica. Aunque tienen una especie de
valenta y de fuerza brillantes, muy adecuadas para un revolcn
rpido o una incursin de bandidos, los vascos se ponen en evidencia
cuando se trata de un poder sostenido, una resistencia...
203
Trevanian Shibumi
-Dame un poco de cuerda!
-Y no es que yo les culpe. Un hombre es como es. Un truco de la
Naturaleza, una arruga en el tiempo ha conservado esta raza inferior
en su rincn montaoso del mundo en donde han conseguido
sobrevivir porque, afrontmoslo, quin ms querra esta estril
tierra de Eskual-Herri?
-Voy a subir, Nikko! Goza entretanto de la luz del sol! Es tu
ltimo da!
-Fanfarronera, Beat. Incluso %o tendra dificultades con ese
doble ngulo. Y tengo dos brazos en condiciones y no llevo la tara de
ser un neandertal.
Le Cagot no respondi. Por el hilo telefnico slo llegaba su
pesada respiracin, y, de vez en cuando, un corto respingo nasal
cuando el brazo roto le dola.
Veinte centmetros ahora, y treinta despus, el muchacho del
torno iba halando la cuerda, concentrando su atencin en las marcas
rojas a medida que pasaban por los bloques del trpode, tragando
saliva con simpata ante el inhumano jadeo que llenaba sus
auriculares. El otro muchacho mantena el cable tenso en la mano, en
un gesto intil de ayuda.
Hel se quit los auriculares y se sent al borde del #ou**re( Ya no
poda hacer nada ms, y no quera or el final de Beat, si es que
acababa all. Baj la vista y se sumergi en una meditacin de media
intensidad, narcotizando sus emociones. No sali de ella hasta que
oy un grito del muchacho que manejaba el torno. Haba aparecido
la marca cuarenta! Ya podan izarle con la cuerda!
Hel estaba de pie en la angosta hendidura de la boca del #ou**re(
Poda or a Le Cagot all abajo, su cuerpo inerte rascando contra las
paredes del pozo. Muesca tras muesca, los muchachos le suban con
infini ta lentitud para no hacerle dao. La luz del sol penetraba
nicamente uno o dos metros en el oscuro agujero, de modo que slo
transcurrieron unos segundos entre la aparicin de las correas del
equipo de sujecin de Le Cagot y el momento en que colgaba
libremente, inconsciente y con el rostro grisceo, de la polea
superior.
Cuando se reanim, Le Cagot se encontr tendido en una
camalitera en la art&ain ,ola del pastor, con el brazo apoyado en un
improvisado cabestrillo. Mientras los muchachos encendan un fuego
con ramitas, Hel se sent en el borde de la cama, contemplando el
rostro curtido de su camarada, con los ojos hundidos, y la piel
arrugada por el sol, todava plida por el trance pasado bajo la
espesa barba rojiza y canosa.
-Te ira bien un poco de vino? -pregunt Hel.
-Es una virgen el Papa? -La voz de Le Cagot era dbil y ronca
-. Aprieta por m, Nikko. Hay dos cosas que un hombre no puede
hacer con un solo brazo. Y una de ellas es beber de un ,ahako(
204
Trevanian Shibumi
Beber de una sahako
A9
de piel de cabra es cuestin de coordinar
mano y boca. Nicholai dirigi torpemente un poco de vino a la barba
de Beat.
Le Cagot tosi y se atragant con el vino ofrecido tan
inexpertamente.
-Eres la peor enfermera del mundo, Nikko. Lo juro por las
engullidas pelotas de Jons!
Hel sonri.
-Cul es la otra cosa que un hombre con una sola mano no
puede hacer? -pregunt suavemente.
-No puedo decrtelo, Nikko. Es muy indecoroso y t eres
demasiado joven.
De hecho, Nicholai Hel era ms viejo que Le Cagot, aunque
pareca quince aos ms joven.
-Es de noche, Beat. Por la maana te llevaremos al valle.
Buscar un veterinario que te arregle ese brazo. Los mdicos slo
trabajan con el :omo sapiens(
En aquel momento, Le Cagot record.
-Espero que no te hiciera mucho dao cuando llegu a la
superficie. Pero te lo tenas merecido. Segn se dice: 1ola neurtcen
baituOu; :ala neurtuco Oare Ou(
-Sobrevivir a la paliza que me has dado.
-Bien. -Le Cagot hizo una mueca-. Realmente, eres un
simpln, amigo mo. Crees que no me di cuenta de tu treta tan
infantil? Tenas que conseguir que me enfadara para darme la fuerza
necesaria para subir. Pero no result, eh?
-No, no dio resultado. La mente vasca es demasiado sutil para
m.
-Es demasiado sutil para todo el mundo, excepto san Pedro,
quien, a propsito, tambin era vasco, aunque mucha gente no lo
sabe. As que dime! Qu aspecto tiene nuestra caverna?
-No he estado abajo.
-No has estado abajo? RAlla FainkoaG Pero yo no llegu al
fondo! No hemos marcado nuestro derecho sobre ella. Y qu pasar
si algn asno espaol tropezara con el agujero y lo reclamara para l?
-De acuerdo. Bajar otra vez al amanecer.
-Bien. Ahora dame un poco ms de vino. Y aguanta firme esta
vez! No como un muchachito tratando de orinar su nombre en la
nieve!
Al da siguiente, Hel descendi descolgndose. Todo el camino
estaba libre. Pas por la cascada y hasta el fondo en donde el pozo se
comunicaba con la gran cueva. Mientras colgaba, girando sujeto a la
cuerda cuando los muchachos le sujetaban con las grapas mientras
cambiaban los cilindros, pens que haban realizado un buen
descubrimiento. La caverna era tan grande que la luz de su casco no
llegaba a las paredes.
30
Bota para beber. En vasco en el original 01( del T(2
205
Trevanian Shibumi
Muy pronto se encontr en la cima del cono de deyecciones,
donde at su arns a un peasco para encontrarlo ms tarde.
Descendiendo cuidadosamente por el montn de cascotes, en el cual
las piedras se sostenan en un delicado equilibrio y contraequilibrio,
lleg hasta el suelo de la cueva, unos doscientos metros ms abajo
de la punta del cono. Encendi una lmpara de magnesio que sostuvo
por detrs de l para no quedar cegado con su luz. La cueva era
grande, mayor que el interior de una catedral, y en todas direcciones
partan multitud de brazos y ramas. Pero la corriente del ro
subterrneo se diriga hacia Francia, de modo que sa sera la ruta a
explorar cuando volvieran. Aunque senta la natural curiosidad de un
espelelogo veterano, Hel no poda permitirse continuar la
exploracin sin Le Cagot. No sera justo. Trep cuidadosamente por el
cono de cascotes y encontr la cuerda atada.
Cuarenta minutos despus emerga del #ou**re a la brumosa luz
del sol de la maana. Tras un breve descanso ayud a los muchachos
a desmontar el trpode de tubo de aluminio y los cables anclados por
el torno. Hicieron rodar algunas pesadas rocas hasta la abertura, en
parte para disimularla de alguien que pudiera pasar por all, pero
tambin para bloquear la entrada protegiendo de una cada a las
ovejas en la primavera prxima.
Dispersaron piedras y cantos para borrar las marcas del armazn
del torno y las sujeciones de la cuerda, pero saban que la mayor
parte del trabajo de ocultacin lo hara la cada de las primeras
nieves.
De nuevo en la art&ain ,ola' Hel inform a Le Cagot, quien se
entusiasm a pesar de su brazo hinchado palpitante de dolor.
-Bien, Nikko. Volveremos el prximo verano. Escucha, he estado
meditando algo mientras t estabas all abajo, en el agujero.
Tenemos que dar un nombre a nuestra cueva, no? Y quiero ser justo
al hacerlo. Despus de todo, t has sido el primer hombre que ha
estado en ella, aunque no debemos olvidar que mi valor y mi pericia
consiguieron suprimir el ltimo de los obstculos. De modo que,
teniendo todo esto en consideracin, creo que he dado con el nombre
perfecto para la cueva.
-Y cul es?
-La cueva de Le Cagot! Cmo suena?
Hel sonri.
-Dios sabe que eso es lo justo.
Esto haba ocurrido un ao antes. Cuando la nieve se aclar en la
montaa, ellos regresaron y comenzaron a realizar descensos de
exploracin y trazar mapas. Y ahora ya estaban dispuestos a
adentrarse profundamente, siguiendo el curso del ro subterrneo.
Hel haba dormido ms de una hora en la losa de piedra, vestido y
calzado, mientras Le Cagot haba pasado su tiempo hablando consigo
mismo y con Hel, que no le oa, dormido, mientras iba bebiendo
traguitos de la botella de Izarra, por turno. Un trago para l. Y el
206
Trevanian Shibumi
siguiente, a la salud de Nikko.
Cuando al fin Hel comenz a moverse, la dureza de la roca
penetrando incluso en el sueo comatoso de la fatiga que le
atenazaba, Le Cagot interrumpi su monlogo para tocar ligeramente
a su compaero con la bota.
-Eh! Nikko? Vas a pasarte toda la vida durmiendo? Despierta
y mira lo que has hecho! Te has bebido media botella de Izarra,
maldito glotn!
Hel se sent y estir sus agarrotados msculos. En su inactividad,
la fra humedad de la cueva le haba penetrado hasta los huesos.
Cogi la botella de Izarra, y la encontr vaca.
-Yo me he bebido la otra mitad -admiti Le Cagot-. Pero te
preparar un poco de t.
Mientras Beat preparaba el hornillo porttil de combustible
slido, Hel sac su arns y el mono de paracaidista modificado
especialmente con tiras de goma en el cuello y en las muecas para
que no penetrara el agua. Se quit los cuatro delgados jerseys que
mantenan caliente su cuerpo, y sustituy el interior por un jersey
seco, tejido a punto flojo, y se puso encima nuevamente los tres
jerseys hmedos. Eran de buena lana vasca y calentaban, aunque
estuviesen hmedos. Hizo todo esto a la luz de un mecanismo que l
mismo haba diseado, una sencilla conexin entre una bombilla de
diez watios y una batera de automvil protegida con cera, que, a
pesar de su naturaleza primitiva, tena el efecto de suprimir la
enervante oscuridad que presionaba de todos lados. Una batera
fresca alimentara la pequea bombilla da y noche durante cuatro
das, y, si fuese necesario, poda ser enviada arriba, ahora que haban
ensanchado el cuello de botella y el doble ngulo, para que fuese
recargada por la magneto accionada , pedal que alimentaba la
batera de su telfono.
Hel tir de sus polainas y botas.
-Qu hora es?
Le Cagot estaba sirvindole una taza de t.
-No podra decrtelo.
-Por qu no?
-Porque si giro la mueca, verter el t, burro! Toma. Coge la
taza! -Le Cagot hizo chasquear los dedos para aliviar la quemadura
-. Ahora voy a mirar mi reloj. La hora en el fondo de la cueva de Le
Cagot, y quizs en otras partes de! mundo, es exactamente las seis y
treinta y siete minutos, poco ms o menos.
-Bien. -Hel sinti un escalofro al probar la clara tisana que Le
Cagot sola preparar con el nombre de t-. Esto nos da cinco o seis
horas para comer y descansar antes de que sigamos la corriente
dentro de ese gran tnel en declive. Est todo preparado?
-Odia el diablo a la hostia?
-Has comprobado la brjula Brunton?
-Cagan los bebs de color amarillo?
207
Trevanian Shibumi
-Ests seguro que no hay hierro en la roca?
-Se dedicaba Moiss a incendiar los bosques?
-Est empaquetado el fluorescente?
-No es Franco un agujero del culo?
-Muy bien, entonces. Voy a meterme en el saco y a dormir un
poco.
-Cmo puedes dormir! ste es el gran da! Hemos estado
cuatro veces en este agujero, midiendo, trazando mapas, marcando.
Y cada vez hemos resistido nuestro deseo de seguir el curso del ro,
guardando la mayor aventura para lo ltimo. Y ahora ha llegado ese
momento! Seguramente no puedes dormir! Nikko? Nikko? Maldita
sea...! -Le Cagot se encogi de hombros y suspir-. No hay modo
de comprender a estos orientales.
Entre los dos cargaban veinte libras de tinte fluorescente para
arrojar al ro subterrneo cuando ya no lo pudieran seguir ms, bien
fuese porque el paso estuviera bloqueado por un derrumbamiento, o
porque el ro desapareciera por un sifn. Estimaban que la salida del
ro haba de ser al torrente de Holart, y durante el invierno,
mientras Le Cagot estaba haciendo diabluras patriticas en Espaa,
Hel haba Investigado la longitud de esa magnfica garganta en la que
el torrente haba cortado en la roca un canal de doscientos metros de
profundidad.
Encontr algunas cascadas y corrientes subterrneas, pero nica-
mente una pareca tener la velocidad de flujo y posicin para ser el
probable candidato. Dentro de un par de horas, dos jvenes vascos,
espelelogos entusiastas, acamparan a la cada de la tarde cerca de
la cascada, vigilando el arroyo por turnos. A la primera seal de tinte
coloreado en el agua, marcaran la hora en su reloj, sincronizado con
el de Le Cagot. Con esta comprobacin de tiempo, y por el
reconocimiento de su navegacin por el sistema de la cueva, Hel y Le
Cagot calcularan I era posible seguir el arroyo bajo el agua con un
equipo submarino y completar el final de cualquier minuciosa
exploracin subterrnea, un vi aje desde la sima vertical hasta la luz
y el aire de la cada de agua exterior.
Despus de cinco horas de sueo profundo, Hel se despert como
siempre haca, instantnea y completamente, sin mover un msculo
ni abrir los ojos. Su sentido de proximidad sumamente desarrollado le
inform en el acto. Slo haba una persona dentro el alcance del
aura, y las vibraciones de esa persona eran vagas, desenfocadas y
vulnerables. La persona estaba soando despierta, meditando, o
dormida. Entonces oy el ronquido de bartono de Le Cagot.
Le Cagot estaba dentro de su saco de dormir, totalmente vestido,
y Nulamente se vea su largo cabello alborotado y su barba rojizo-
canosa a la pl i da luz de la lamparilla de bateras de diez watios. Hel
se levant y encendi el hornillo de combustible slido con su
vacilante llamita azulada. Cuando el agua estaba a punto de hervir,
busc el t en las fiambreras, un fuerte cha tnico que l preparaba
208
Trevanian Shibumi
tan largamente que contena el doble de cafena que el caf.
Siendo un hombre que se entregaba plenamente a todas las
actividades fsicas, Le Cagot dorma con un sueo profundo. Ni se
movi cuando Hel le sac el brazo del saco para mirar la hora.
Deberan partir. Hel dio un puntapi al costado del saco de dormir de
Beat, pero la nica respuesta que obtuvo fue un gruido y una
maldicin en voz baja. Peg otro puntapi y Le Cagot dio una vuelta
sobre su costado y se acurruc, esperando que su torturador se
evaporara. Cuando el agua comenzaba a formar pequeas burbujas
en los bordes del pote, Hel dio a su camarada un nuevo puntapi,
mucho ms vigoroso. El aura cambi las longitudes de onda. Estaba
despierto.
Sin volverse, Le Cagot refunfu pesadamente:
-Hay un viejo proverbio vasco que dice que aquellos que dan
puntapis a un hombre dormido, morirn inevitablemente.
-Todo el mundo muere.
-Lo ves? Otra prueba de la verdad de nuestra sabidura popular.
-Vamos, levntate!
-Espera un minuto! Concdeme un momento para ordenar el
mundo dentro de mi cabeza, por el amor de Dios!
-Voy a terminar el t, y despus me marchar. Ya te contar de
la cueva cuando regrese.
-Muy bien! -Le Cagot, enfadado, sali dando patadas del saco
de dormir y se sent en la losa de piedra al lado de Hel, inclinndose
malhumorado sobre su t-. Jess, Mara, Jos y el asno! Qu clase
de t es ste?
-"ha de montaa.
-Sabe a meado de caballo.
-Tendr que creerte. Carezco de tu experiencia culinaria al
respecto.
Hel se bebi el resto del t, sopes las dos mochilas y escogi la
ms ligera. Recogi el rollo de cuerda Edelrid y una gruesa
carabina en la que estaban enhebradas una serie de carabinas ms
pequeas. Repas entonces rpidamente el bolsillo lateral de su
mochila para asegurarse de que llevaba el surtido normal de pitones
para diversos tipos de fisuras. Lo ltimo que hizo antes de ponerse en
marcha, fue sustituir las pilas de su lamparilla del casco por otras
nuevas. Este mecanismo tambin lo haba diseado l, basndose en
el uso de la pila experimental Gerard-Simon, un cilindro pequeo y
potente, de la cual se podan encajar ocho unidades dentro del casco,
entre la parte exterior y el forro. Una de las aficiones de Hel era
disear y construir equipo de espeleologa en su taller. Aunque nunca
haba considerado patentar o fabricar estos mecanismos, con
frecuencia los regalaba a viejos amigos espelelogos.
Hel mir hacia abajo, a Le Cagot, inclinado todava con
petulancia, sobre su t.
-Me encontrars al final del sistema de la cueva. Me reconocers
209
Trevanian Shibumi
fcilmente: yo ser el que tenga una mirada victoriosa en el rostro. -
Y comenz a caminar por el largo pasillo que era el canal del ro.
-Por las rocosas pelotas de san Pedro, tienes alma de negrero!
Lo sabas? -grit Le Cagot a Hel, mientras se colocaba rpidamente
el equipo, murmurando para s-: Seguro que lleva sangre falangista
en las venas!
Poco despus de haber entrado en la galera, Hel se detuvo y
esper que Le Cagot se le uniera. Toda esa comedia de gruidos y
protestas formaba parte de la jerarqua establecida en sus relaciones.
Hel era el jefe en virtud de su personalidad, su habilidad para
encontrar las ruin a seguir garantizadas por su sentido de
proximidad y por la destreza fsica de su flexible cuerpo. La fuerza
bovina de Le Cagot, y su resistencia, le convertan en el mejor
hombre de refuerzo en las exploraciones subterrneas. Desde el
principio de sus exploraciones haban establecido unas rutinas que
permitan que Le Cagot mantuviera su dignidad y autorrespeto. Era
Le Cagot el que contaba sus aventuras cuando emergan de las
cavidades. Era Le Cagot quien juraba constantemente, quien
fanfarroneaba y se lamentaba, como un nio maleducado. El poeta
que haba en Le Cagot haba creado, para l, el papel de miles
#loriosus' el payaso de Falstaff, pero con una nica diferencia: sus
bravatas se basaban en una larga lista de acciones valerosas e
implacables, en la lucha de guerrillas contra el fascismo que oprima a
su gente en Espaa.
Cuando Le Cagot alcanz a Hel, avanzaron juntos por la
hendidura en declive, de rpido estrechamiento, las paredes y suelos
pulidos y limpios por la accin del arroyo subterrneo, revelando la
formacin estructural del sistema de la caverna. La roca superior era
caliza, pero el suelo por el que flua la corriente de agua era de
antiguo esquisto laminado. A travs de las pocas, el agua que se
filtraba haba penetrado por los poros de la piedra caliza hasta lo ms
profundo del esquisto impermeable, por cuyo lecho transcurra,
buscando la profundidad y su cada final. Lentamente, el agua
rezumante, un poco cida, haba disuelto la piedra caliza junto al
esquisto, construyndose un canal. Y poco a poco haba desgastado
los bordes del canal de agua hasta socavar su estructura, causando
pequeos escapes, que, por absorcin y friccin, sufran el desgaste
gradual de los detritos, actuando stos tambin como elemento de
corrosin transportado por la corriente que colaboraba en la labor de
excavacin abriendo mayores escapes y multiplicando su efecto: y de
esta manera, por una progresin geomtrica en la que los efectos
eran tambin causas, durante centenares de miles de aos se haba
desarrollado el gran sistema de la caverna. La carga del trabajo
quedaba complementada por la tarea silenciosa, incansable y
minuciosa de frotamiento y disolucin, y slo en ocasiones esta
paciente accin quedaba subrayada por el alto drama ecolgico de
hundimientos mayores, la mayor parte de ellos provocados por
210
Trevanian Shibumi
terremotos corrientes en este sistema subterrneo de fallas y fisuras
que mostraban su expresin de superficie en un panorama de karst' y
escarpadas prominencias y frecuentes pozos de embudo y #ou**res
que haban dado a la regin gran renombre espeleolgico.
Durante ms de una hora avanzaron milmetro a milmetro por el
corredor, descendiendo suavemente, mientras los costados y el techo
del tnel se iban estrechando poco a poco a su alrededor hasta que
se encontraron deslizndose por una estrecha repisa a lo largo de la
corriente, cuyo lecho era un corte vertical inferior a los dos metros de
anchura, pero de unos diez metros de profundidad. El techo segua
cerrndose sobre ellos, y pronto se encontraron con grandes
dificultades, replegados e inclinados, y rozando la roca superior con
sus mochilas. Le Cagot lanzaba juramentos por el dolor que senta en
sus temblorosas rodillas a medida que avanzaban por la estrecha
repisa, medio acurrucados, con el consiguiente dolor en los msculos
de sus piernas.
Mientras el pasadizo continuaba hacindose ms angosto, un
mismo pensamiento les asalt a los dos. No resultara una estpida
irona el que, despus de tantos preparativos en equipo y alimentos
para la exploracin, terminase todo all? Que esta galera en declive
terminara en aquel punto y el ro desapareciera en el sifn?
La direccin del tnel giraba lentamente hacia la izquierda. De
pronto, la estrecha repisa qued bloqueada por una protuberancia
rocosa que sobresala por encima del caudaloso arroyo. Hel no poda
ver el otro lado del obstculo, ni tampoco vadear el lecho del ro; era
demasiado profundo, y aunque no lo hubiese sido, la posibilidad de
un sifn vertical ms all, en las tinieblas, bastaba para detenerle. Se
contaban historias de espelelogos que haban cado en el vaco al
vadear ros subterrneos. Se deca que eran engullidos directamente
hacia abajo, cien o doscientos metros, a travs de una rugiente
columna de agua al fondo de la cual sus cuerpos se agitaban en algn
enorme caldero gigante de agua espumosa y roca, hasta que
quedaban lo bastante destrozados para ser arrastrados ms all. Y
meses despus se encontraban fragmentos de su equipo y ropas en
los arroyos y los torrentes de los estrechos valles adonde afluan las
aguas subterrneas. Naturalmente, se trataba de historias contadas
alrededor del fuego de campamento, y en su mayor parte eran
mentiras y exageraciones. Pero, como todas las narraciones
populares, reflejaban amenazas reales, y para la mayora de los
espelelogos la pesadilla de ser engullido sbitamente era mucho
peor que el miedo a una cada al escalar paredes, o a los aludes, e
incluso a encontrarse bajo tierra durante un terremoto. Y no era
precisamente el temor de ahogarse lo que haca terrible esa cada,
sino la imagen de ser sacudido y descuartizado en aquel gigantesco
caldero bullente.
-Y bien? -pregunt Le Cagot desde atrs, retumbando su voz
en el estrecho pasaje-. Qu es lo que ves?
211
Trevanian Shibumi
-Nada.
-Esto es tranquilizador. Vas a quedarte simplemente ah? No
puedo quedarme aqu agachado para siempre como un pastor
bearns con diarrea!
-Aydame a quitarme la mochila.
En su posicin agazapada, rgida, desembarazar a Hel de la
mochila no fue empresa fcil, pero, una vez hecho, Hel pudo
enderezarse un poco. La repisa estrecha le permita encararse con el
arroyo, fijar los pies y dejarse caer hacia la pared del otro lado.
Hecho esto, dio cuidadosamente la vuelta ponindose de espaldas,
con los hombros apoyados contra un lado de la galera, los clavos de
sus botas Vibram sostenindole contra la repisa. Deslizndose de
lado en esta postura de presin, utilizando hombros y manos y las
plantas de los pies, en una escalada transversal de chimenea, avanz
centmetro a centmetro por la protuberancia de roca, con la
borboteante corriente de agua a pocos centmetros de sus nalgas. Era
un movimiento penoso y arduo, y perdi piel de la palma de las
manos, pero logr avanzar un poco.
La risa de Le Cagot reson, llenando la cueva.
-Ola! Y qu suceder si de pronto se ensancha, Nikko? Quiz
sera mejor que te quedars quieto ah y me dejases utilizarte como
un puente. De esta manera, por lo menos, uno de nosotros lo
conseguira! -Y comenz a rer de nuevo.
Afortunadamente, no se ensanch. Ms all del obstculo, la
galera se estrechaba, y el techo se elevaba a una altura que quedaba
ms all de los rayos de la lmpara de Hel. Pudo colocarse
nuevamente en la repisa interrumpida. Continu avanzando despacio,
siguiendo la curva hacia la izquierda. El corazn le dio un vuelco
cuando su linterna le revel que el corredor que haban estado
explorando se terminaba bruscamente por un hundimiento de
piedras, por debajo de las cuales el ro borboteaba y desapareca.
Cuando lleg a la base del precipicio, vio que se hallaba en el
fondo de una gran cua que tan slo tena un par de metros de
anchura en donde l estaba, pero que ascenda mucho ms all de su
rayo de luz. Descans un momento, y comenz despus a trepar por
un rincn del ngulo formado por el pasadizo y la pared bloqueadora
de piedras. Haba muchos lugares fciles donde agarrarse y apoyar
los pies, pero la roca estaba podrida y se desmenuzaba con facilidad,
por lo que cada paso y cada apoyo tenan que ser cuidadosamente
comprobados para asegurar que no se desmoronasen al contacto de
sus pies y manos. Despus de haberse encaramado unos treinta
metros, con paciencia y lentitud, se desliz por una grieta entre dos
rocas gigantescas apoyadas una contra otra. Se encontr entonces en
una plataforma lisa desde donde no vea nada, ni al frente ni a los
lados. Dio una palmada y escuch. El eco fue lento, hueco y repetido.
Se hallaba en la boca de una gran cavidad.
Regres rpidamente al obstculo; baj haciendo un rapel con
212
Trevanian Shibumi
cuerda doble, que dej fija para su ascenso posterior. Desde su lado
de la protuberancia rocosa, llam a Le Cagot, quien haba retrocedido
cierta distancia en el tnel hasta un lugar estrecho en donde poda
apoyarse sobre los talones y espalda, encontrando cierto alivio a su
fatigosa posicin previa medio agachado.
Le Cagot se acerc de nuevo al obstculo.
-Y qu? Seguimos?
-Hay una gran cavidad.
-Fantstico!
Pasaron las mochilas atadas con una cuerda alrededor del
obstculo, y Le Cagot repiti entonces la travesa de chimenea de Hel
para cruzar ese apretado paso, sin cesar de lamentarse amargamente
durante todo el rato, maldiciendo la roca por las pelotas trompeteras
de Josu y las dos inhspitas pelotas del Posadero.
La ascensin por el despeadero no les result difcil con ayuda
de la cuerda que Hel haba fijado y su limpieza previa de rocas
podridas. Cuando se encontraron juntos en la losa plana, despus de
penetrar por la grieta entre las dos rocas que ms tarde sera
conocido como el ojo de la cerradura, Le Cagot encendi una
lmpara de magnesio, y por primera vez, despus de innumerables
milenios de existencia, pudo ser contemplado el caos estigio de la
gran cueva.
-Por las ardientes pelotas del Arbusto -exclam Le Cagot en un
susurro asombrado-. Una cueva ascendente!
Era una visin fea, pero sublime. El crisol primitivo de creacin
que era esta cueva ascendente destrozaba los egos de aquellos dos
insectos humanoides que no llegaban a los dos metros de altura, de
pie en su pequea plataforma de piedra suspendida entre el suelo de
la caverna, unos cien metros ms abajo, y la bveda agrietada y
podrida, a ms de cien metros por encima de ellos. La mayor parte
de las cuevas dan la impresin de serenidad y eternidad, pero las
cuevas ascendentes son terribles en su caos orgnico. Aqu todo era
dentado y fresco; el suelo se perda en las profundidades bajo capas
de detritos y de rocas tan grandes como casas; la bveda mostraba
las cicatrices de recientes hundimientos. Era una caverna en proceso
de creacin, una caverna adolescente, torpe e insegura, en el
desarrollo de su ascenso, del alzamiento de su suelo por las cadas
y detritos de los hundimientos peridicos de la bveda. Pronto (veinte
mil o cincuenta mil aos) podra estabilizarse y convertirse en una
cueva corriente. O quiz continuara elevndose por el camino de sus
fracturas y fallas hasta llegar a la superficie, formando con su ltimo
hundimiento el corte en forma de embudo del clsico #ou**re seco.
Naturalmente, la juventud y la inestabilidad de la cueva eran
relativas, y deban considerarse expresadas en tiempos geolgicos.
Las cicatrices frescas de la bveda podan tener una juventud de
tres aos, o una vejez de cien aos.
La luz se desvaneci y transcurri algn tiempo antes de que
213
Trevanian Shibumi
recuperaran la visin subterrnea suficiente para poder ver el leve
resplandor de las lmparas de sus cascos. En la oscuridad de puntos
danzantes, Hel oy que Le Cagot deca:
-Yo bautizo esta cueva y le doy nombre! Se llamar la cueva de
Le Cagot!
Por el ruido de las salpicaduras, Hel supo que Le Cagot no
ahorraba el agua del bautizo.
-No resultar algo confuso? -pregunt.
--Qu quieres decir?
-La primera cueva tambin lleva ese nombre.
-Hum... Es verdad. Bueno, en este caso bautizo este lugar El
caos de Le Cagot! Qu te parece?
-Esplndido.
-Pero no he olvidado tu contribucin en este hallazgo, Nikko. Y
he decidido llamar esa excrecencia repugnante que hemos dejado
atrs, la que hemos tenido que franquear, la Protuberancia de Hel.
Qu te parece?
-No poda desear ms.
-As es. Continuaremos ahora?
-Tan pronto como termine. -Hel se arrodill con su librito de
notas y la brjula y a la luz de su lamparilla garrapate evaluaciones
de distancia y direccin como haba venido haciendo
aproximadamente cada cien metros desde que haban salido del
campamento de base al pie del cono de cascotes. Despus de
guardarlo todo nuevamente en la bolsa impermeable, dijo-: Muy
bien. Vmonos.
Pasando con muchas precauciones de un peasco a otro,
deslizndose por grietas y hendiduras, eligiendo su camino alrededor
de las grandes rocas macizas oscilantes, tan grandes como pajares,
comenzaron a cruzar El caos. El hilo de Ariadna del ro subterrneo
se haba perdido para ellos, bajo capas de peascos, filtrndose,
serpenteando, bifurcndose y confluyendo nuevamente, en una
trama de mil hilos a lo largo del suelo de esquisto de las
profundidades. Los derrumbamientos recientes y la falta de erosin
del tiempo que tan rpidamente modifica las caractersticas de la
superficie, se combinan para exhibir un disparatado desorden de
rocas y losas, en un equilibrio precario, cuya absurda inclinacin
pareca desafiar la gravedad, creando un efecto le fiesta burlesca de
carnaval en la que el agua pareca subir por la colina y lo que parece
nivelado est inclinado peligrosamente. El equilibrio tena que ser
mantenido a tientas, por presentimiento, y no por apreciarse a simple
vista, por lo que se vean obligados a avanzar con ayuda de la brjula
porque su sentido de la orientacin haba quedado mutilado por su
tortuoso camino al cruzar la vertiginosa absurdidad de El caos. Los
problemas de encontrar el camino eran totalmente opuestos a los que
surgiran caminando por un paisaje lunar sin rasgos caractersticos.
Era la abundante confusin de caractersticas sobresalientes lo que
214
Trevanian Shibumi
recargaba y obstrua la memoria. Y el enorme vaco negro sobre sus
cabezas presionaba su subconsciente, oprimido por aquella bveda
marcada con cicatrices, preada de hundimientos, de los cuales una
diezmilsima parte les hubiera aplastado como hormigas.
Unas dos horas despus, y quinientos metros ms adelante,
haban cruzado suficiente parte de El caos para poder ver el final
de la cueva en donde el techo se inclinaba para juntarse con la
confusin de jvenes rocas dentadas cadas recientemente. Durante
la ltima media hora haba estado aumentando el ruido a su
alrededor, creciendo tan lentamente en medio del sonido ambiental
de gorgoteo y siseo que vena de las profundidades, que no lo
notaron hasta que se detuvieron para descansar y marcar su avance.
Los mil ramales del arroyo del fondo se tejan cada vez ms
estrechamente, y el ruido que llenaba la caverna comprenda una
gama completa de notas, desde el fino siseo del cmbalo al bajo del
tmpano. Se trataba de una cada de agua, una gran cascada, en
algn lugar detrs del encuentro del techo y los derrumbamientos
que parecan bloquear la salida de la cueva.
Durante ms de una hora estuvieron recorriendo la pared de
derrubios, deslizndose por las grietas y las tiendas triangulares que
formaban las losas de toneladas de peso, pero no pudieron encontrar
una salida de aquel laberinto. En el extremo reciente de El caos no
haba peascos, slo jvenes losas, muchas de las cuales alcanzaban
el tamao de frontones, algunas de ellas apoyadas por el canto, otras
planas, otras inclinadas en improbables ngulos, y algunas
sobresaliendo tres cuartas partes por encima del abismo, sujetas por
el contrapeso de otra losa. Y, mientras tanto, el exuberante rugido de
la cascada al otro lado de este derrumbamiento les estimulaba a
buscar una salida.
-Descansemos y sosegumonos! -grit Le Cagot por encima
del ruido, mientras se sentaba en un pequeo fragmento de losa, se
quitaba la mochila y buscaba en su interior unas galletas de pan,
queso y ,orit&o(
-No tienes hambre?
Hel sacudi la cabeza. Estaba tomando notas en su libreta,
haciendo evaluaciones atrevidas de la direccin, e incluso unas
aproximaciones todava ms vagas de la inclinacin, pues el
cimmetro de su brjula Brunton haba sido intil en la
indomabilidad de El caos.
-Es posible que la cascada est detrs de la pared? -pregunt
Le Cagot.
-No lo creo. No estamos a mucho ms de medio camino del
torrente de Holart y todava debemos de estar unos doscientos
metros demasiado alto.
-Y ni tan siquiera podemos bajar hasta el agua para arrojar el
tinte en ella. Vaya complicacin con esta pared! Y lo que es peor,
hemos terminado el queso. Adnde vas?
215
Trevanian Shibumi
Hel se haba descargado de la mochila y estaba iniciando un
ascenso libre de la pared.
-Voy a echar una ojeada a la cima de esas rocas.
-Intntalo un poco a tu izquierda!
-Por qu? Ves algo por all?
-No. Pero estoy sentado justamente en la lnea de tu cada, y me
encuentro demasiado cmodo para moverme.
No haban prestado atencin a la posibilidad de subir a la cima del
montn de rocas, porque, aunque hallaran un paso por el que
introducirse, les llevara directamente a la parte superior de la
cascada, y probablemente sera imposible cruzarla, pero la base y los
costados del obstculo no ofrecan paso alguno, de modo que lo nico
que les quedaba era la cima.
Media hora despus, Le Cagot oy un ruido por encima de l.
Ech la cabeza hacia atrs para dirigir el rayo de su lmpara hacia
all. Hel estaba bajando en la oscuridad. Cuando lleg a la losa, se
dej caer sentado, y se apoy despus en su mochila, con un brazo
cubrindole el rostro. Estaba cansado y jadeando por el esfuerzo, y el
cristal de la lmpara de su casco se haba roto a causa de una cada.
-Ests seguro de que no quieres comer nada? -pregunt Le
Cagot.
Con los ojos cerrados, hinchando el pecho al tragar grandes
cantidades de aire, el sudor corrindole por la cara y el pecho, a
pesar del hmedo fro dentro de la cueva, Hel respondi al retorcido
sentido del humor de su compaero con un gesto, versin vasca del
lenguaje mmico universal para expresar animosidad: meti el pulgar
en el puo y lo ofreci a Le Cagot. Despus dej caer la mano y
sigui inmvil y jadeante. Intentaba tragar penosamente: la
sequedad de su garganta lo haca doloroso. Le Cagot le pas el
,ahako y Hel bebi vidamente, comenzando por tocar sus dientes
con la punta de la bota, porque no tena luz, y alejndola despus,
dirigiendo el chorro fino de vino hasta el fondo de su garganta.
Mantuvo la presin en la bota, tragando cuando se le llenaba la
garganta, y bebi durante tanto rato que Le Cagot comenz a
preocuparse por su vino.
-Y qu? -pregunt Le Cagot de mala gana-. Has encontrado
una salida?
Hel hizo una mueca y afirm con la cabeza.
-Y adnde saliste?
-Justamente en medio por encima de la cascada.
-Mierda!
-No, creo que habr un camino a la derecha, abajo, por entre las
salpicaduras.
-Lo has intentado?
Hel se encogi de hombros sealando la lmpara rota de su
casco.
-No poda hacerlo solo. Necesito que me protejas desde arriba.
216
Trevanian Shibumi
Hay un buen lugar para sujetarse.
-No debas haberte arriesgado, Nikko. Uno de estos das vas a
matarte y despus lo sentirs.
Despus de haber pasado, deslizndose por la absurda red de
grietas que le condujeron al exterior hasta una estrecha plataforma
directamente encima de la rugiente cascada, Le Cagot qued
maravillado. El salto tena mucha altura, y en el aire inmvil se
alzaba una bruma que retornaba a la columna de agua borboteando a
su alrededor como un bao de vapor a cuarenta grados de
temperatura. Todo lo que poda ver desde arriba a travs de la
neblina, era la parte superior de la cascada y algunos metros de roca
resbaladiza a los lados de la plataforma. Hel sigui haca la derecha,
donde el borde se estrechaba hasta alcanzar unos pocos centmetros,
pero continuaba alrededor de la roca de la boca de la cueva. Se
trataba de un borde desgastado, redondo, evidentemente, un antiguo
borde de la cascada. El estrpito cacofnico de la cascada les oblig a
comunicarse por medio de signos, cuando Hel indic a Le Cagot la
posicin de presa buena que haba encontrado: un saliente de la
roca, en donde Le Cagot entr apretadamente con dificultades, y
desde donde largara cuerda, el cabo de la cual estaba atado a la
cintura de Hel, a medida que ste bajara por el borde de la cascada.
La direccin natural de su camino le llevaba a cruzar la neblina de
agua, la cascada, y, era de esperar, hasta detrs del salto de agua.
Le Cagot gru acerca de esa buena posicin mientras se
apretujaba en el fondo del saliente y clavaba un pitn en la piedra
caliza que tena encima de l, quejndose de que un pitn clavado en
piedra caliza es principalmente una decoracin psicolgica.
Hel comenz su descenso, detenindose cada vez que encontraba
en coincidencia, un lugar donde apoyar el pie y una hendidura en la
roca en la que clavar un pitn y pasar la cuerda por la anilla.
Afortunadamente, la roca conservaba todava sus cantos agudos, y
ofreca muchos puntos en donde apoyar pies y manos. El curso del
salto de agua haba cambiado recientemente, y no haba habido
tiempo todava para alisar los bordes. El mayor problema radicaba en
la cuerda superior. Cuando haba descendido veinte metros, y
enlazado la cuerda en veinte anillas, tirar de esa cuerda empapada a
travs de unas anillas con las que tena una gran friccin, constitua
un esfuerzo peligroso, pues le obligaba a alzar parcialmente el cuerpo
fuera de los apoyos de los pies, y este debilitamiento de postura
coincida naturalmente con el momento en que Le Cagot aflojaba la
cuerda desde arriba y, por lo tanto, era cuando menos le sostendra
en el caso de resbalar.
Baj muy despacio, cruzando el grueso de la bruma hasta que la
aceitosa extensin de agua de la cascada, negruzca y plateada, se
encontraba nicamente a un palmo y medio de la lmpara de su
casco, y all se detuvo y se prepar para el momento ms delicado
del descenso.
217
Trevanian Shibumi
En primer lugar, tendra que fijar un grupo de pitones de modo
que pudiera moverse independientemente de Le Cagot, quien, al no
ver la cuerda, podra retenerla e impedir el avance de Hel mientras
ste se hallara bajo la cascada, cegado por la manga de agua y
buscando pliegues de cuerda que no poda ver. Y estara aguantando
el peso del agua sobre sus hombros y la espalda. Tena que darse
suficiente cuerda para cruzar de una vez toda la cascada, porque no
poda respirar hasta encontrarse detrs de ella. Por otra parte, cuanta
ms cuerda se diera, tanto mayor sera su cada si el agua le
derribaba. Decidi tomar unos tres metros de cuerda floja. Le hubiese
gustado una longitud mayor para evitar la posibilidad de llegar al final
de la cuerda mientras estuviera todava debajo de la columna de
agua, pero el sentido comn le indicaba que tres metros era la
longitud mxima que le llevara colgando fuera del alcance de la cada
del agua, en el caso de que cayera y quedara inconsciente, con el
peligro de ahogarse si permaneca colgado en la lnea del agua.
Hel se acerc para encararse con la sbana metlica % brillante
del agua, hasta que la tena slo a unos centmetros de su rostro, y
muy pronto comenz a sentir la sensacin de vrtigo como si el agua
estuviese inmvil y su cuerpo se elevara entre el rugido y la bruma.
Alarg la mano introducindola por la cara de la cascada, cuya agua
se abri formando un brazalete grueso y pesado alrededor de su
mueca y busc a tientas el asidero ms profundo al que pudiera
agarrarse. Introdujo los dedos en una pequea grieta invisible detrs
del agua. El asidero estaba ms bajo de lo que l hubiera deseado
porque saba que el peso del agua sobre su espalda le hara
doblegarse, y el mejor asidero hubiera sido en lo alto, de modo que el
peso hubiera aumentado todava ms la presin de los dedos. Pero
fue la nica hendidura que encontr y el hombro comenzaba a
mostrar cansancio por el golpeteo del agua en su brazo estirado.
Respir varias veces profundamente, porque saba que es ms la
acumulacin de dixido de carbono en los pulmones que la falta de
oxgeno, lo que hace sentir el ansia de aspirar el aire. Hizo una ltima
aspiracin, muy profunda, ensanchando al mximo su trax. Dej
escapar una tercera parte del aire y penetr en la cascada.
Casi result cmico, y seguramente ridculo.
La sbana del salto de agua tena un espesor de menos de veinte
centmetros, y el mismo movimiento de balanceo le hizo entrar y salir
del agua hasta detrs de la cascada, en donde se encontr en un
amplio borde debajo del cual haba un rincn tan lleno de broza y
desechos que cualquier nio sano hubiera podido bajar por all
fcilmente.
Evidentemente, una salida que Hel no crey necesario comprobar,
de modo que cruz de nuevo el salto de agua, y trep hasta el lugar
en donde Le Cagot le esperaba, al que inform de todo, gritndole en
la oreja, con el clic accidental de sus cascos, la feliz circunstancia.
Decidieron dejar la cuerda instalada para facilitar su retorno, y
218
Trevanian Shibumi
descendieron, uno detrs de otro, hasta encontrarse al pie del rincn
lleno de broza.
Por un singular fenmeno, cuando estuvieron detrs de la sbana
negruzcoplateada de la cascada, pudieron hablar en tono casi normal,
pues la cortina de agua pareca aislar el sonido, y haba ms silencio
detrs de la cascada que al otro lado. A medida que bajaban, el agua
del salto se iba partiendo lentamente, pues gran parte de su caudal
formaba bruma y el peso de la cascada al final del salto era inferior al
peso de arriba. Su masa quedaba esparcida, y al cruzarla se pareca
ms a una lluvia torrencial que a una cascada. Avanzaron con
precaucin por la cegadora y glida corriente, caminando sobre una
roca resbaladiza, limpia de detritos. Al avanzar, la neblina se hizo
ms clara hasta que se encontraron al aire libre, en la oscuridad,
dejando atrs el ruido de la cascada. Se detuvieron y miraron a su
alrededor. Se encontraban en una bella gruta diamante de
dimensiones ms humanas que la terrible caverna de El caos de Le
Cagot, una cueva para turistas, aunque ms all de las posibilidades
de acceso de cualquiera de ellos.
Aunque era un despilfarro, la curiosidad les impuls a encender
otra bengala de magnesio.
Una belleza abrumadora. Detrs de ellos, la creciente nebulosa de
bruma agitndose perezosamente en la succin del agua que caa. A
su alrededor y encima de ellos las paredes, hmedas y goteantes,
con incrustaciones de cristales de aragonita que lanzaban destellos
mientras Le Cagot mova la bengala hacia uno y otro lado. En la
pared norte, un salto de agua helada rezumaba por un lado formando
un charco como de caramelo osificado. Al este, delicadas y cortantes,
cortinas de calcita, recubrindose, unas sobre otras, parecan ondear
por la fuerza de un invisible viento espeleolgico. Junto a las paredes
pendan, en apretado grupo, delgadas estalactitas cristalinas
sealando hacia abajo las estalagmitas como cepas, y aqu y all,
dominando en ese bosque, haba una gruesa columna formada por la
unin de esos pacientes especimenes del subsuelo.
No hablaron hasta que el resplandor se volvi anaranjado y se
desvaneci, y el brillo de las paredes fue sustituido por puntos de luz
que danzaban ante sus ojos, que se vean obligados a dilatar para
acomodar la visin a la luz relativamente dbil de sus lmparas en el
casco. La voz de Le Cagot son extraamente contenida cuando dijo:
-Bautizaremos esta cueva con el nombre de Caverna del
Murcilago Yaspiak/(
Hel indic su conformidad con la cabeza. 8urci6la#o Yaspiak4 De
siete, dejemos uno, el lema de todos los que luchaban por la unin
de las siete provincias vascas para convertirlas en una repblica
transpirenaica. Un sueo impracticable, ni probable ni deseable, pero
un lema til para las actividades de los hombres que preferan el
romntico peligro a la aburrida seguridad, hombres capaces de ser
crueles o estpidos, pero nunca pequeos o cobardes. Y era cierto
219
Trevanian Shibumi
que ese sueo de una nacin vasca se representara por una cueva
fantstica que resultaba inaccesible.
Se agach y midi con su cimmetro la distancia aproximada
hasta la cima de la cascada, haciendo mentalmente unos clculos.
-Nos hallamos casi al nivel del Torrent de Holart. El salto no
puede estar muy lejos.
-S -respondi Le Cagot-, pero dnde est el ro? Qu has
hecho del ro?
Era cierto que el ro haba desaparecido. Interrumpido por las ca-
das, evidentemente se haba esparcido entre grietas y hendiduras y
deba circular por debajo de ellos en algn lugar. Haba dos
posibilidades. O surgira de nuevo dentro de la cueva en algn lugar
delante de ellos, o las hendiduras al pie de la cascada eran el punto
final por donde era engullido antes de su cada al barranco. Esta
ltima posibilidad era desafortunada porque les negaba cualquier
esperanza de una ltima conquista nadando para llegar al aire libre.
Adems, hara intil la larga vigilancia de los muchachos vascos
acampados en la cascada.
Le Cagot tom la delantera cuando avanzaron por la Caverna del
Murcilago Yaspiak/' como sola hacer siempre cuando la marcha era
razonablemente fcil. Ambos saban que Nicholai era el mejor tcnico
en cuanto a rocas; no era necesario que Le Cagot lo admitiera ni que
Hel lo acentuara. El puesto de gua cambiaba automticamente segn
la naturaleza de las caractersticas de la cueva. Hel tomaba la
delantera en las chimeneas, en las gateras estrechas, dando la vuelta
a las cornisas; mientras que Le Cagot actuaba de gua cuando
entraban en las cuevas o grutas inmensas, que, por lo tanto,
descubra y daba nombre.
Mientras abra camino, Le Cagot probaba su voz en la cueva
cantando una de esas canciones vascas, quejumbrosas y montonas,
demostracin de la resistencia de esa raza para soportar el dolor
esttico. La cancin contena una onomatopeya exclusiva vasca, que
va ms all de las imitaciones de los sonidos, llegando a las
imitaciones de los estados emocionales. El refrn de la cancin de Le
Cagot se refera a un trabajo hecho chapuceramente 0kirri=marra2 por
un hombre que trabajaba desordenadamente de prisa 0tarrapatakan2(
Dej de cantar cuando se acerc al final de la cueva y se qued
de pie frente a una galera, ancha y de techo bajo, que se pareca a
una mueca tenebrosa y sin dientes. En verdad, contena una broma.
Le Cagot dirigi su lmpara hacia abajo dentro de la galera. La
pendiente creca ligeramente, pero no exceda de los quince grados y
quedaba suficiente espacio en su parte superior para que un hombre
pudiera permanecer de pie. Era una avenida, un autntico paseo! Y,
ms interesante todava, probablemente era la ltima caracterstica
del sistema de la cueva. Dio un paso... y cay con un gran estrpito
de su equipo.
El suelo del pasadizo tena una gruesa capa de arcilla, resbaladiza
220
Trevanian Shibumi
y pringosa como grasa para ejes, y cado de espaldas, Le Cagot se
deslizaba por la pendiente, no muy aprisa al principio pero por
completo incapaz de detener su deslizamiento. Lanzaba juramentos y
agitaba las manos a su alrededor para sujetarse, pero todo estaba
cubierto por aquella materia resbaladiza y no haba roca o saliente a
donde agarrarse. En su lucha slo consigui girar un poco el cuerpo,
de modo que comenz a descender de espaldas, medio sentado,
impotente, furioso y cmico. El descenso adquiri ms velocidad.
Desde arriba, al borde de la galera de arcilla, Hel contemplaba la luz
del casco que se empequeeca a medida que se alejaba, dando
vueltas lentamente como el rayo de un faro. No poda hacer nada. La
situacin era bsicamente cmica, pero si al final de ese pasaje haba
un despeadero...
Al final de la galera no haba ningn despeadero. Hel no saba
de ninguna cada arcillosa a esta profundidad. A una buena distancia,
quizs unos sesenta metros, la luz detuvo su movimiento. No se oy
ruido alguno, ninguna llamada de socorro. Hel temi que Le Cagot se
hubiese dado un golpe contra un lado de la galera y yaciera en el
fondo, herido.
En aquel momento, por el pasadizo lleg un sonido, la voz de Le
Cagot rugiendo, furiosa e indignada, confusas las palabras a causa de
las reverberaciones que la cubran, pero muy claro el acento de la
dignidad herida, nicamente una frase era descifrable entre el eco del
torrente de palabras;
-...por las perforadas pelotas de san Sebastin!
De modo que Le Cagot no haba sufrido dao. La situacin
hubiera podido ser hasta divertida, si no fuese porque con l se haba
ido el nico rollo de cuerda, y ni tan siquiera ese buey de Urt poda
arrojar hacia arriba un rollo de cuerda de sesenta metros.
Hel lanz un profundo suspiro. Tendra que retroceder por la Ca-
verna del Murcilago Yaspiak/' hasta el pie de la cascada, trepando
por el rincn de broza, a travs de los saltos de agua, y encaramarse
por la difcil pendiente en medio de las finas salpicaduras de agua
hasta poder recuperar la cuerda que haban dejado sujeta para
facilitar su retroceso. Slo el pensarlo le puso de mal humor.
Pero... Se quit la mochila. No tena por qu llevarla con l. Grit
por la galera de arcilla pronunciando despacio para ser comprendido,
a pesar de los sordos ecos.
-Me... voy... a... buscar... la... cuerda!
El punto de luz lejano all abajo se movi. Le Cagot estaba le-
vantndose.
-Vaya... no... lo... hagas! -fue la respuesta.
De repente, la luz desapareci y se oy el sonido y el eco
duplicado de chapoteo, seguido por una mezcolanza de voces de
enfado, esfuerzos violentos, escupitajos y maldiciones. Despus, la
luz reapareci.
La carcajada de Hel reson llenando la cueva y la galera. Era
221
Trevanian Shibumi
obvio que Le Cagot haba cado en el ro que all abajo sala
nuevamente a la superficie. Suerte de principiante!
La voz de Le Cagot lleg en eco subiendo por la pendiente
arcillosa:
-Puede... ser... que... te... mate... cuando... bajes...!
Hel se ech a rer de nuevo y emprendi el retroceso hacia los
saltos de agua.
Tres cuartos de hora despus estaba de nuevo en la entrada de la
galera, sujetando la cuerda en una grieta segura con un nudo
estrangulado.
Al principio, Hel intent dejarse resbalar por los pies
controlndose con la cuerda, pero no era posible. La arcilla era
demasiado resbaladiza. Casi en seguida se encontr sentado sobre
sus nalgas, resbalando hacia abajo con los pies delante, los cuales,
surcando en la arcilla, alzaban una especie de proa negra que se
acumulaba en la ingle de Hel y rebosaba por encima de sus caderas.
Era una materia desagradable, un obstculo innoble, de suficiente
importancia, pero careciendo de la dignidad neta de los retos de una
cueva: abismos y rocas podridas, pozos verticales y sifones difciles.
Era un problema de escasa importancia, estpido e irritante, y
vencerlo no supona gloria alguna. Las cadas por el fango son
despreciadas por todos los espelelogos que han debido soportarlas.
Cuando Hel se desliz silenciosamente hasta su lado, Le Cagot
estaba sentado en una piedra lisa, comindose una galleta seca y una
rodaja de ,orit&o( Ignor la proximidad de Hel, enojado todava por
su propio descenso indigno y chorreando humedad por el remojn.
Hel mir a su alrededor. No haba duda alguna; aquello era el
final de la cueva. La cmara tena el tamao de una casa pequea, o
de una de las salas de recepcin de su castillo en Etchebar.
Evidentemente, algunas veces se llenaba de agua, pues las paredes
eran lisas y en el suelo no haba broza. La losa sobre la que Le Cagot
estaba comiendo cubra dos tercios del suelo y en el rincn ms
distante haba una depresin cbica, neta, de unos cinco metros en
cada borde, un sumidero normal de bodega que constitua el punto
ms bajo en todo el sistema de la cueva. Hel se acerc al borde de la
bodega y dirigi hacia abajo su rayo de luz. Los costados eran
lisos, pero el descenso no pareca ofrecer dificultades y Hel se
pregunt por qu Le Cagot no haba bajado para ser el primero en
llegar al final de la cueva.
-Lo he guardado para ti -explic Le Cagot.
-Un impulso de juego limpio?
-Exactamente.
Haba algo que no encajaba. Aunque vasco hasta el tutano de los
huesos, Le Cagot haba sido educado en Francia, y el concepto de
juego limpio es totalmente extrao a la mentalidad francesa, un
pueblo que ha producido generaciones de aristcratas, pero ni un solo
caballero; una cultura en la cual legalidad sustituye a limpieza; un
222
Trevanian Shibumi
lenguaje en el que la nica palabra para juego limpio es tomada del
ingls.
Sin embargo, no serva de nada quedarse all de pie y dejar
virgen el suelo de aquella bodega final. Hel mir hacia abajo,
buscando los mejores asideros.
... Un minuto! Ese chapoteo. Le Cagot haba cado dentro del
agua. Dnde estaba?
Hel baj cuidadosamente su bota dentro de la bodega. A unos
pocos centmetros, rompi la superficie de una agua tan clara que
daba la impresin de ser aire. Las caractersticas de la roca dentro del
agua eran tan agudas que nadie sospechara que se hallaban bajo el
agua.
-Eres un mal nacido -murmur Hel. Y se ech a rer-. Y t
bajaste directamente al agua, eh?
En el instante en que sac su bota, desaparecieron del agua las
ondas, alisadas por la succin inferior consecuencia de un gran sifn.
Hel se arrodill al lado del sumidero y lo examin fascinado. La
superficie no estaba totalmente inmvil; la fuerte corriente interior la
mantena lisa y tirante. En verdad, se arqueaba un poco, y cuando
Hel meti el dedo en el agua not un fuerte tirn y el inicio de un
remolino debajo.
Percibi una abertura triangular en el fondo del sumidero, que
deba de ser la salida del ro al exterior. Hel haba visto antes
estanques como ste dentro de las cuevas, estanques en los que el
agua entraba sin formar burbujas delatoras de la corriente, un agua
tan purificada por aquellos minerales y microorganismos que le daban
un tinte de color.
Hel examin las paredes de la pequea cmara, buscando seales
de la lnea de agua. Evidentemente, la salida por aquel orificio trian-
gular del fondo deba de ser constante, mientras que el caudal del ro
subterrneo variaba con la lluvia y el agua de las filtraciones. Toda
esta cmara, y la galera de arcilla que tenan detrs de ellos,
actuaban como una especie de cisterna que equilibraban la diferencia
entre la afluencia y la salida. Esto explicara la arcilla presente a tanta
profundidad. Sin duda, muchas veces la cmara en la que ahora
estaban sentados estaba cubierta por el agua que filtraba de la
cascada. Seguramente, en las pocas ocasiones que llova
abundantemente, la cascada converta en un lago poco profundo el
fondo de la Caverna del Murcilago Yaspiak/( Eso explicara las
estalagmitas gruesas y cortas de la cueva. Si hubiesen llegado en
algn otro momento, por ejemplo despus de haber cado grandes
lluvias que hubiesen filtrado, quiz su excursin hubiera debido
terminar en la Caverna Yaspiak/( Haban pensado en la posibilidad
de una exploracin futura de la cascada con equipo submarinista, si
el tiempo resultante de la prueba del tinte demostraba que ello era
practicable. Pero si un lago bajo les hubiera detenido en la cueva
superior, difcilmente Hel hubiera descubierto la galera arcillosa
223
Trevanian Shibumi
debajo del agua, la hubiera cruzado a nado, localizado el sumidero de
la bodega, pasado por la abertura triangular y conseguido cruzar la
fuerte corriente hasta el salto. Haban tenido suerte en realizar el
descenso despus de un largo perodo de sequa.
-Y bien? -dijo Le Cagot, mirando su reloj-. Echamos o no el
tinte?
-Qu hora es?
-Falta poco para las once.
-Esperemos la hora en punto. Facilitar los clculos. -Hel mir
hacia abajo, a travs del agua invisible. Resultaba difcil creer que all
en el fondo, entre las lmpidas caractersticas del suelo, se precipitaba
y succionaba una corriente de agua de enorme fuerza-. Me gustara
saber dos cosas -dijo.
-Dos nicamente?
-Quisiera saber la velocidad del agua. Y si esa canal triangular
tena el paso libre.
-Supongamos que nos da un buen tiempo, por ejemplo diez
minutos. Vas a intentar cruzarlo a nado la prxima vez que
vengamos aqu abajo?
-Naturalmente. Incluso en quince minutos.
Le Cagot sacudi la cabeza.
-Eso es mucha cuerda, Nikko. Quince minutos cruzando un tubo
como se es mucha cuerda para m, si debo recuperarte contra la
corriente en caso de que surjan dificultades. No, creo que es
demasiado tiempo. Diez minutos es lo mximo. Si da un tiempo
superior, deberamos dejarlo. No es tan malo dejar vrgenes algunos
de los misterios de la Naturaleza.
Naturalmente, Le Cagot tena razn.
-Tienes un poco de pan en tu mochila? -pregunt Hel.
-Qu vas a hacer?
-Tirarlo al agua.
Le Cagot arroj un pedazo de su barrita; Hel lo deposit
suavemente en la superficie del agua del sumidero y vigil el
movimiento. Se hundi lentamente, al parecer, cayendo en
movimiento lento por el aire claro, mientras pulsaba y vibraba en
remolinos invisibles. Era una visin irreal y sobrenatural, que los dos
hombres contemplaban fascinados. De repente, como por arte de
magia, desapareci. Haba tocado la corriente del fondo, siendo
arrastrada dentro del tubo con mayor rapidez de la que el ojo poda
apreciar.
Le Cagot silb por lo bajo.
-No s, Nikko. Eso no tiene buen aspecto.
Pero Hel ya estaba tomando decisiones preliminares. Tendra que
entrar en el tubo metiendo primero los pies, sin llevar aletas, pues
sera un suicidio dejarse arrastrar por aquel canal triangular con la
cabeza por delante, ante la eventualidad de encontrar una roca que
obstruyera el paso. El encontronazo poda ser grave. Adems, en
224
Trevanian Shibumi
caso de que no pudiera continuar era mejor que la cabeza fuese
delante para poder ayudar el tirn de Le Cagot con la cuerda de
seguridad dando impulso con los pies.
-No me gusta, Nikko. Ese pequeo agujero de ah podra
despacharte, y, lo que es peor, reducir en uno el nmero de mis
admiradores. Y, recurdalo, morir no es cosa de risa. Si un hombre se
muere con un pecado en su alma, se va a Espaa.
-Disponemos de un par de semanas para pensarlo. Cuando
hayamos salido de aqu, hablaremos del asunto y veremos si vale la
pena arrastrar el equipo submarino hasta aqu. Por lo que sabemos
ahora, la prueba del tinte puede demostrarnos que el canal es
demasiado largo para poder intentarlo. Qu hora es?
-Estamos llegando a la hora en punto.
-Entonces echemos el tinte.
El tinte fluorescente que haban trado estaba en bolsas de dos
kilogramos. Hel las sac de sus mochilas, y Le Cagot cort los bordes
y los aline al borde del sumidero de la bodega. Cuando la segunda
manecilla marc las doce, los empujaron dentro. De los cortes de las
bolsas se escap un humo verde brillante cuando cayeron en el agua
cristalina. Dos de ellas desaparecieron al instante a travs del tubo
triangular, pero las otras dos quedaron en el fondo, y las flameantes
lneas de color corrieron horizontalmente hacia el tubo hasta que las
bolsas casi vacas fueron arrastradas por la corriente. Tres segundos
ms tarde, el agua era clara de nuevo, e inmvil.
-Nikko? He decidido llamar a este pequeo estanque el Alma
de Le Cagot.
-Por qu?
-S, porque es claro, puro y lcido.
-Y traidor y peligroso?
-Sabes, Nikko, empiezo a sospechar que eres un hombre
materialista. Es una tara que tienes.
-Nadie es perfecto.
-Habla por ti mismo.
El regreso hasta la base del cono de derrubios fue relativamente
rpido. Despus de todo, el sistema de cueva que haban descubierto
era fcil y limpio, y no requera arrastrarse a lo largo de estrechas
gateras o de grietas profundas, ni tampoco sifones con que
enfrentarse porque el ro subterrneo tena su cauce en la superficie
de un lecho de duro esquisto.
Los muchachos vascos que dormitaban junto al torno se
sorprendieron al or las voces de los exploradores por los auriculares
de los telfonos porttiles mucho antes de lo que esperaban.
-Tenemos una sorpresa para vosotros -dijo uno de los
muchachos por telfono.
-De qu se trata? -pregunt Le Cagot.
-Esperad hasta que salgis y lo veris vosotros mismos.
La larga tarea de izar desde la cima del cono de derrubios hasta
225
Trevanian Shibumi
el primer tirabuzn resultaba agotadora para los hombres. La tensin
del diafragma y el pecho al colgar de un arns de paracaidista es muy
grande, y se sabe de hombres que han llegado a quedar sofocados.
Fue esa constriccin del diafragma lo que caus la muerte de Cristo
en la cruz, hecho cuya pertinencia no escap a la atencin de Le
Cagot, ni a su comentario.
Para acortar la tortura de estar colgando de las correas luchando
por respirar, los muchachos que manejaban el lento torno pedalearon
heroicamente hasta que el hombre en el interior pudo tomarse un
descanso en el tirabuzn, devolviendo un poco de oxgeno a su
corriente sangunea.
Hel subi en ltimo lugar, dejando la mayor parte de su equipo
abajo para futuras exploraciones. Aunque gan el doble ngulo con el
cable flojo, quedaba un trecho corto, recto, hasta el punto alto del
#ou**re' y emergi de una oscuridad cegadora... a una blancura
cegadora.
Mientras haban permanecido dentro de la cueva, las montaas
haban sufrido una transmutacin atmosfrica poco corriente, creando
el ms peligroso de los fenmenos meteorolgicos:
Desde haca algunos das, Hel y sus amigos montaeros saban
que las condiciones atmosfricas estaban desarrollndose hacia la
boira porque como todos los vascos de Haute Soule, constantemente,
aunque de modo inconsciente, estaban atentos a las manifestaciones
atmosfricas visibles en el elocuente cielo vasco, cuando los vientos
dominantes formaban crculo en los radios de la rosa de los vientos.
Primero, el Ipharra' el viento del Norte, que barre las nubes del cielo
y pone una luz fra verdeazulada en el cielo vasco, tiendo
confusamente las lejanas montaas. El tiempo de Ipharra es breve,
pues muy pronto el viento se inclina hacia el Este y se convierte en el
fro Idu&ki=hai&ea' el viento soleado, que se alza por la maana y
se detiene a la puesta del sol, produciendo la paradoja de tardes fras
y noches tibias. La atmsfera es al mismo tiempo hmeda y clara,
agudizando los contornos del panorama, especialmente cuando el sol
est bajo y su luz oblicua pone de relieve las configuraciones de los
arbustos y los rboles; pero la humedad tie de azul las montaas
lejanas y enturbia los detalles, suavizando sus relieves y debilitando
la lnea divisoria entre montaa y cielo. De pronto, una maana la
atmsfera es cristalina, y las montaas distantes han perdido su halo
azulado, cerrndose en crculo por encima del valle, y sus lneas,
afiladas como navajas, destacan en el azul profundo del cielo. Ha
llegado el tiempo del :e#o=churia' el viento blanco del Sudeste.
Durante el otoo, el :e#o=churia con frecuencia domina el tiempo
durante muchas semanas, proporcionando al Pas Vasco su ms
gloriosa estacin. Como una especie de justicia de karma
AP
' la gloria
del :e#o=churia es seguida por la furia del :ai&e=he#oa' el desecado
31
En el hinduismo y el budismo, la consecuencia tica total de los actos de una persona,
considerados como determinantes en el destino de una existencia futura.
226
Trevanian Shibumi
viento del Sur, que ruge en las laderas de las montaas, estrellando
las persianas en los pueblos, arrancando las tejas y doblando los
rboles jvenes, alzando del suelo remolinos cegadores de polvo.
Tpicamente vasco, siendo la paradoja el sistema normal de las cosas,
este peligroso viento del Sur es tibiamente aterciopelado al tacto. Aun
cuando ruja por los valles y haga crujir las casas durante toda la
noche, las estrellas siguen brillantes y claras en el cielo. Es un viento
caprichoso, que de repente cae en silencios que ondean como el
silencio que sigue al disparo, volviendo despus con renovada furia,
destruyendo cuanto es obra del hombre, poniendo a prueba y
moldeando las obras de Dios, creando malos humores y estados
nerviosos con sus chillidos y gemidos, en los rincones o en las
chimeneas. Porque el :ai&e=he#oa es caprichoso y peligroso, bello e
implacable, excitante y sensual, es mencionado frecuentemente en
los proverbios de los vascos como smbolo de mujer. Agotado
finalmente, el viento del Sur toma rumbo hacia el Oeste, acarreando
lluvia y pesadas nubes de hinchados vientres grises y relucientes
bordes plateados. En la tierra de los vascos existe, como siempre
sucede, un viejo adagio que describe ese fenmeno: :e#oak he#ala
urean du4 el viento del Sur vuela con un ala en el agua. La lluvia
del viento del Sudoeste cae espesa y vertical y es buena para la
tierra. Pero gira de nuevo y trae el :ai&e=bel&a' el viento negro,
con sus fuertes rfagas que impulsan horizontalmente la lluvia,
hacindole intiles los paraguas, y, en verdad, cmicamente
traicioneros. Una tarde entonces, inesperadamente, el cielo se aligera
y el viento de la superficie se detiene, aunque en las alturas las
corrientes siguen embistiendo las capas de nubes, dividindolas en
jirones. Y cuando el sol se pone, quimricos archipilagos de nubes
aborregadas son impulsados hacia el Sur, en donde se amontonan,
en rojizos y dorados, contra los flancos de las altas montaas.
Esta belleza slo pertenece a un atardecer. La maana siguiente
trae la luz verdosa del Ipharra( El viento del Norte ha vuelto. Y el
cielo comienza de nuevo.
Aunque los vientos suelen girar en crculo, cada viento, con su
personalidad caracterstica, no es posible decir que el tiempo vasco
puede predecirse, ya que algunos aos se han producido tres o
cuatro de esos crculos, y otros aos tan slo uno. Adems, dentro el
contexto de cada viento dominante hay diferencias de fuerza y
duracin. Algunas veces, el viento cambia totalmente de personalidad
durante una noche, y al da siguiente parece que haya saltado una de
las fases dominantes. Tambin existen equilibrios de tiempo entre el
dominio de dos vientos, cuando ninguno de ellos es lo bastante fuerte
para imponerse. En esas pocas, el vasco de la montaa dice: Hoy
no existe el tiempo.
Y cuando el tiempo no existe, ningn movimiento de viento en las
montaas, algunas veces se presenta el bello asesino: la boira. Se
forman gruesas capas de niebla, de un blanco deslumbrante porque
227
Trevanian Shibumi
estn iluminadas por el sol brillante encima de ellas. Ofuscadoras,
impenetrables, tan densas y brillantes que la mano extendida es un
dbil fantasma y los pies quedan perdidos en el brillo lechoso, la
traidora boira provoca unas condiciones mucho ms peligrosas que la
simple ceguera; produce el vrtigo y la inversin sensorial. Un
hombre conocedor de las montaas de la tierra vasca puede marchar
por ellas en la noche ms oscura. Su ceguera le compensa
agudizando una hipersensibilizacin de sus otros sentidos; el
movimiento del viento en sus mejillas le indica que se est
aproximando a un obstculo; los ligeros sonidos del rodar de los
cantos le seala la inclinacin de la pendiente y la distancia hasta la
base. Y la negrura nunca es completa; siempre hay un ligero brillo del
cielo que recogen los ojos muy dilatados.
Pero durante la boira no se reciben ninguna de estas reacciones
sensoriales compensatorias. Los nervios de la visin, torpes,
inundados y ofuscados por la luz, persisten en decir al sistema
nervioso central que pueden ver, y los sistemas del odo y el tacto se
relajan, se adormecen. No hay viento que ofrezca una indicacin sutil
de la distancia, pues el viento y la boira no pueden coexistir. Y
cualquier ruido es prfido, pues llega hasta muy lejos claramente
transportado por el aire cargado de humedad, pero parece provenir
de todas direcciones al mismo tiempo, como el sonido debajo del
agua.
Y fue a una cegadora y espesa boira adonde Hel emergi al
dejarlas tinieblas de la sima de la cueva. Mientras se desabrochaba el
arns de paracaidista, la voz de Le Cagot le lleg desde algn lugar al
borde del #ou**re(
-sta es la sorpresa de que nos han hablado.
-Qu bonito! -Cuando Hel se encaram por el lado del #ou**re'
apenas pudo distinguir cinco formas vacilantes cerca del torno. Tuvo
que acercarse a menos de un metro antes de reconocer las otras dos
como los muchachos que haban estado acampando en el torrente
Holarte, esperando el salto de agua teida procedente de la
corriente subterrnea-. Habis subido cruzando esto? -pregunt
Nicholai.
-Se estaba formando cuando vinimos. Llegamos con el tiempo
justo.
-Qu aspecto tiene ms abajo?
Todos eran montaeses; saban lo que Hel quera decir.
-Es ms gris.
-Mucho ms?
-Mucho.
Si la capa de niebla era ms gris, ms abajo, intentar cruzarla
sera una locura en aquella ladera de la montaa parecida a un queso
suizo, con sus traidoras grietas y sus profundos #ou**res( Deberan
trepar hacia arriba, confiando en salir de la niebla antes de terminar
de subir. Esto era lo ms sensato en caso de boira, pues resulta difcil
228
Trevanian Shibumi
caerse montaa arriba(
Estando solo, Hel hubiera conseguido descender por la montaa,
a pesar de la cegadora niebla, utilizando su sentido de radar. Hubiera
confiado en una combinacin de su sentido de proximidad y su
conocimiento minucioso de las caractersticas de la montaa para
moverse con precauciones a travs de un terreno oculto en la
cegadora niebla. Pero no poda responsabilizarse de Le Cagot y los
cuatro muchachos vascos.
Siendo imposible ver claramente ms all de un metro, y no
vindose absolutamente nada ms all de tres, se ataron con
cuerdas, y Hel se puso a la cabeza de un ascenso lento y cuidadoso,
eligiendo el camino ms fcil y ms largo, rodeando los salientes de
las rocas, cruzando los desprendimientos acumulados, ms all de los
bordes de los profundos #ou**res( La capa de niebla no se espes,
pero se hizo ms cegadoramente brillante a medida que se acercaban
ms al sol. Despus de tres cuartos de hora, He] de repente surgi a
la luz del sol bajo el difano cielo azul, y la escena que contempl era
de una terrible belleza. En la inmovilidad absoluta de la capa de
niebla, el movimiento ascendente de su cuerpo que la cruzaba cre
lnguidas espirales y remolinos que se agitaron perezosamente
detrs de l, y ms abajo, por donde su cuerda pasaba al siguiente
escalador, nicamente diez metros por debajo de Hel, pero oculto
detrs de la blanca pared.
Su mirada estaba casi a nivel de una plataforma de densa niebla
blanca que, llena y firmemente, se prolongaba centenares de
kilmetros, llenando todos los valles como una gigantesca nevada.
Por entre esta capa de niebla, se alzaban los picos de los Pirineos
Vascos, de lnea aguda y clara bajo la ardiente luz del sol, como
fragmentos de mosaico encajados en un yeso aborregado. Y por
encima estaba el azul fuerte del cielo, caracterstico del Pas Vasco. El
silencio era tan absoluto que Hel poda or el golpeteo de la sangre en
sus sienes.
Oy entonces otro sonido, la voz de Le Cagot desde abajo
inquiriendo:
-Vamos a quedarnos aqu para siempre? Por las quejumbrosas
pelotas de Jeremas, podas haberte descargado antes de que
partiramos! -Y cuando surgi de la capa de niebla exclam-: Vaya,
ya entiendo. Ests admirando el espectculo vasco, todo para ti,
mientras que nosotros estamos ah abajo colgados de la cuerda como
cebos! Eres un egosta, Nikko.
El sol comenzaba a ponerse, de modo que se dieron prisa en
recorrer la ladera de la montaa, para alcanzar el ms alto de los
refugios art&ain ,ola antes de que se hiciese de noche. Cuando
llegaron all, lo encontraron ocupado ya por dos viejos pastores a los
que la niebla oblig a alejarse del otro lado de la montaa. Sus
pesadas mochilas les denunciaban como pequeos contrabandistas.
El temperamento vasco se siente ms a gusto con el contrabando que
229
Trevanian Shibumi
con el comercio; con la caza furtiva que con la legal, Las actividades
socialmente permitidas carecen de estmulo.
Hubo un intercambio de saludos y de vino. Cuando se oy el ruido
del motor de un avin, hubo maldiciones para el intruso, declarando
que, si su voluntad tena poder, aquel avin caera del cielo como un
pjaro herido, esparciendo sobre el suelo espaol los cuerpos de
doscientos turistas estpidos, caminos de Lisboa, y aliviando al
mundo de la carga del exceso de poblacin, pues cualquiera que
volara en un momento tan perfecto, era, por definicin, un ser del
que poda prescindirse.
Hostigada la malicia de Le Cagot, continu extendiendo su
maldicin a todos aquellos extranjeros que violaban las montaas: los
turistas, los excursionistas, los cazadores, y especialmente los
esquiadores, que traan viles mquinas a aquellos lugares porque
estn demasiado viciados para subir la montaa, y que construan
hoteles horribles y se divertan ruidosamente despus de esquiar.
Asquerosas mierdas! Fue para tratar con esos esquiadores
fanfarrones y sus ridculas compaeritas que Dios dijo, en el octavo
da, que se hagan tambin las pistolas!
Uno de los viejos pastores asinti gravemente y estuvo de
acuerdo en que los extraos eran universalmente malignos. At&erri;
ot&erri(
Siguiendo el rito de conversacin entre extraos, Hel acopl este
viejo dicho con pero supongo chori bakhoit&ari eder bere ohant&ea/(
-Cierto -confirm Le Cagot-. Yahar hit&ak' &uhur hit&at(
Hel sonri. stas eran las primeras palabras vascas que l haba
aprendido haca aos en su celda de la prisin de Sugamo.
-Con la posible excepcin -dijo- de aqul.
Los viejos pastores estuvieron meditando un momento en esa
respuesta y despus se echaron a rer dando palmadas en sus
rodillas.
-:ori phensatu &uenak' on#i a*aldu &uenG (Un ingls con una
buena historia da un convite. En la cultura vasca, es el oyente el
que disfruta de la fiesta.)
Permanecieron sentados en silencio, bebiendo y comiendo
pausadamente, mientras el sol se pona, arrastrando detrs de l el
rojizo dorado de la capa de nubes. Uno de los jvenes exploradores
estir las piernas con un gruido satisfecho y declar que esto era
vivir. Hel sonri para s, sabiendo que esto no sera probablemente la
vida de ese joven, contaminado como estaba por la televisin y la
radio. Como todos los jvenes vascos, probablemente terminara
atrado por un trabajo en alguna fbrica de la gran ciudad, en donde
su esposa podra disponer de un refrigerador, y l podra beber
Coca-Cola en un caf con mesas de plstico, la buena vida que era
el producto del Milagro Econmico Francs.
-Es la buena vida -dijo perezosamente Le Cagot-. He viajado,
y he dado la vuelta al mundo en mi mano, como una piedra de
230
Trevanian Shibumi
atractivas vetas, y esto es lo que he descubierto: un hombre se
siente feliz cuando hay un equilibrio entre sus necesidades y sus
posesiones. La cuestin es: cmo lograr este equilibrio. Podra
buscarse aumentando las posesiones al nivel de sus apetitos, pero
eso sera una estupidez. Requerira la accin de cosas no naturales,
regatear, negociar, trabajar, escatimar. UEr#oE Ergo, el hombre sabio
logra el equilibrio reduciendo sus necesidades al nivel de sus
posesiones. Y esto se consigue mucho mejor aprendiendo a valorar
las cosas libres de la vida: las montaas, la risa, la poesa, el vino
que ofrece el amigo, las mujeres ms viejas y ms gordas. En
cuanto a m? Yo soy perfectamente capaz de ser feliz con lo que
tengo. El problema est en tener lo bastante en primer lugar!
-Le Cagot? -pregunt uno de los viejos contrabandistas,
mientras se acomodaba en un rincn de la art&ain ,ola-. Cuntanos
una historia antes de dormir.
-S -aadi su compaero-. De los viejos tiempos.
Como un autntico poeta popular, que prefera contar una historia
que escribirla, Le Cagot comenz a tejer fbulas con su rica voz de
bajo, mientras los otros escuchaban o dormitaban. Todos conocan
las historias, pero el placer resida en el arte para contarlas. Y el
vasco es un lenguaje ms adecuado para contar historias que para
intercambiar informacin. Nadie puede aprender a hablar bellamente
el vasco: como el color de los ojos, o el grupo sanguneo, es algo con
lo que uno ha de nacer. El lenguaje es sutil y sus normas libres, con
las circunlocuciones en la ordenacin de sus vocablos, sus vagas
declinaciones, sus conjugaciones dobles, sintticas y perifrsticas,
con sus viejas formas de historia mezcladas con modelos formales
de verbo. El vasco es una cancin y aunque los extranjeros puedan
aprender la letra, nunca dominarn la msica.
Le Cagot cont sobre la ?asa=andere' la Dama Salvaje que
mata a los hombres del modo ms maravilloso. Es ampliamente
sabido que la ?asa=andere es bella y perfectamente formada para el
amor, y que el suave pelo dorado que recubre todo su cuerpo es
extraamente seductor. Si un hombre tuviera la desgracia de
encontrarla en el bosque (siempre se la encuentra arrodillada junto a
un arroyo peinndose el pelo del pubis con un peine dorado), ella se
volver de cara al hombre y le inmovilizar con una sonrisa. Despus
se tender y alzar sus rodillas, ofreciendo su cuerpo. Pues bien, todo
el mundo sabe que el placer que se recibe de ella es tan intenso que
un hombre muere durante el orgasmo, pero, a pesar de ello, muchos,
muchsimos, han preferido morir, arqueando sus espaldas en la
agona de un placer inimaginable.
Uno de los viejos contrabandistas declar que l haba encontrado
una vez en las montaas a un hombre que haba muerto de ese
modo, y en sus opacos ojos fijos se reflejaba una horrible mezcla de
terror y placer. Y el ms callado de los jvenes rog para que Dios le
diera la fuerza de resistir, si alguna vez se encontraba con la ?asa=
231
Trevanian Shibumi
andere del peine de oro.
-Dices que est cubierta enteramente de cabello dorado, Le
Cagot? No puedo imaginar pechos cubiertos de pelo. Pueden verse
los pezones?
Le Cagot aspir ruidosamente y se tendi en el suelo.
-En verdad, yo no puedo hablar por experiencia propia, chico
Estos ojos nunca han visto a la ?asa=andere( Y me alegro de ello,
pues si nos hubisemos encontrado, esa pobre seora ya estara
muerta de placer.
El viejo se ech a rer y arranc un manojito de hierbas que
arroj al poeta.
232
Trevanian Shibumi
233
Trevanian Shibumi
-Realmente, Le Cagot, ests tan lleno de mierda como Dios de
misericordia!
-As es -admiti Le Cagot-. Es verdad. Me has odo contar
alguna vez la historia de...
Al amanecer, la niebla haba desaparecido, arrastrada por los
vientos nocturnos. Antes de partir, Hel pag a los muchachos por su
ayuda y les pi di que desmontaran el torno y el trpode y los llevaran
a una granja de Larrau, donde quedaran guardados, mientras ya
comenzaban a hacer planes para la prxima exploracin en la cueva,
esta vez llevando trajes y equipo de submarinista, pues los
muchachos que haban acampado en el torrente de Holarte, en el
salto del ro subterrneo, sealaron la aparicin del tinte en el agua al
cabo de unos ocho minutos. Aunque ocho minutos no es un tiempo
demasiado largo, poda indicar una distancia considerable teniendo en
cuenta la velocidad del agua en aquel tubo triangular, en el fondo de
la bodega. Pero si el canal del agua no presentaba obstculos, o
era demasiado estrecho para un hombre, podran tener el placer de
explorar su cueva desde la sima de entrada hasta el salto final antes
de compartir el secreto de su existencia con la fraternidad
espeleolgica.
Hel y Le Cagot bajaron con celeridad, saltando y deslizndose por
la ladera de la montaa hasta el estrecho camino en donde Hel haba
estacionado su Volvo. Segn su costumbre, Hel dio un formidable
puntapi con su bota a la puerta del auto, y despus de examinar la
satisfactoria muesca, entraron en el vehculo y se dirigieron al pueblo
de Larrau, en donde se detuvieron para desayunar pan, queso y caf,
despus de haberse limpiado restregando la mayor parte del barro
que los cubra.
La duea era una robusta viuda, de cuerpo generoso y fuerte y
risa descarada, que dedicaba dos habitaciones de su casa como caf-
restaurante y estanco. Ella y Le Cagot haban tenido relaciones
durante muchos aos, pues cuando las cosas se ponan demasiado
feas para Le Cagot en Espaa, sola cruzar la frontera por el bosque
de Irraty que lindaba con el pueblo. Desde tiempos remotos, el
bosque de Irraty haba sido al mismo tiempo santuario y avenida
para los contrabandistas y bandidos que cruzaban la frontera de las
provincias vascas en terreno espaol a las situadas en Francia. Por
una antigua tradicin, se considera descorts, y peligroso, demostrar
reconocer a nadie que se ha encontrado en este bosque.
Cuando entraron en el caf, mojados todava por la bomba de
agua en la espalda, la media docena de hombres que estaban
tomando su vasito de vino matinal les hicieron preguntas. Cmo
haba ido en el #ou**reE Haba una cueva debajo del agujero?
Le Cagot estaba encargando el desayuno, con la mano apoyada
en la nalga de su patrona, en actitud posesiva. No tuvo que pensar
dos veces la conveniencia de guardar el secreto de la nueva cueva,
pues automticamente cay en el hbito vasco de responder
234
Trevanian Shibumi
preguntas directas con una vaguedad confusa que no es enteramente
una mentira.
-No todos los agujeros conducen a cuevas, amigos mos.
Los ojos de la patrona brillaron ante esas palabras que ella
interpret doblemente intencionadas. Retir la mano de Le Cagot con
una complaciente coquetera.
BU Habis encontrado patrullas espaolas fronterizas? -pregunt
un viejo.
-No, no me ha sido preciso sobrecargar el infierno con ms
almas de fascistas. Le complace eso, padre?
Le Cagot dirigi sus ltimas palabras a un flaco sacerdote
revolucionario sentado en el rincn ms oscuro del caf, que haba
desviado la cara al entrar Le Cagot y Hel. El padre Xavier alimentaba
un odio amortiguado hacia Le Cagot y un odio ardiente hacia Hel.
Aunque nunca se haba enfrentado personalmente con el peligro,
visitaba los pueblos a lo largo de la frontera, predicando la revolucin
e intentando unir los objetivos de la independencia vasca con los de
la Iglesia, la manifestacin vasca de ese esfuerzo general por parte
de los mercaderes de Dios para ramificarse en empresas sociales y
polticas, ahora que el mundo ya no era buen mercado para el temor
del infierno y la salvacin de las almas.
El odio del sacerdote (que l calificaba de justa ira) por Le
Cagot se basaba en el hecho de que las alabanzas y el culto a los
hroes que por derecho deban corresponder a los lderes escogidos
por la revolucin, estaban siendo acaparados por este hombre,
blasfemo y escandaloso, que haba pasado buena parte de su vida en
la Tierra de los Lobos, fuera del Pas Vasco. Pero, Le Cagot, por lo
menos, era un nativo. Hel era otra cuestin. Era un forastero que
nunca iba a misa y que viva con una mujer oriental. Y era un descaro
para el sacerdote, que los jvenes exploradores vascos, muchachos
que hubieran debido escoger sus dolos en las filas del sacerdocio,
contaban proezas espeleolgicas, y hablaban de cuando haban
cruzado la frontera con Le Cagot y haban irrumpido en una prisin
militar de Bilbao para liberar presos de la ETA. ste era el tipo de
hombre que contaminara la revolucin y desviara sus energas del
establecimiento de una teocracia vasca, la ltima fortaleza del
catolicismo fundamentalista en una tierra en donde las prcticas
cristianas eran primitivas y profundas, y en donde la llave para la
puerta del cielo era un arma poderosa de control.
Poco despus de haber comprado su castillo en Etchebar, Hel
comenz a recibir amenazas sin firma y notas de odio. En dos
ocasiones, le dieron cencerradas espontneas a media noche frente
al castillo, y contra los muros de la casa fueron arrojados gatos vivos
atados a gavi l l as de paja ardiendo, que lanzaban aullidos en su
agona de muerte. Aunque la experiencia de Hel le aconsejaba
despreciar semejantes sacerdotes fanticos del Tercer Mundo que
incitan a los nios a ir a la muerte con el propsito de unificar la
235
Trevanian Shibumi
causa de la reforma social con la Iglesia, para salvar a esta
institucin de su atrofia natural frente al conocimiento y la cultura, de
cualquier modo hubiera ignorado ese hostigamiento. Pero tena la
intencin de establecer su hogar permanente en el Pas Vasco, ahora
que la cultura japonesa estaba infectada con los valores occidentales,
y tena que poner fin a estos insultos, porque la mentalidad vasca
ridiculiza a aquellos que son ridiculizados.
Las cartas annimas y el frenes de la cencerrada son
manifestaciones de cobarda, y Hel senta un razonable temor de los
cobardes, que siempre son ms peligrosos que los valientes, cuando
son superiores en nmero o tienen oportunidades de dar el golpe por
la espalda, ya que as se ven forzados a causar el mayor dao
posible, temiendo, como temen, las consecuencias de la venganza, en
caso de que la vctima sobreviva.
A travs de los contactos de Le Cagot, Hel descubri el autor de
estos actos de cobarda, y un par de meses despus tropez con el
sacerdote en el cuarto trasero de un caf de Santa Engracia, en
donde ste coma gratuitamente en silencio, mirando ferozmente a
Nicholai de vez en cuando, mientras ste se beba un vaso de vino
rojo con algunos hombres del pueblo, hombres que antes haban
estado sentados a la mesa del sacerdote, escuchando su sabidura y
su farisesmo.
Cuando los hombres se marcharon a su trabajo, Hel se acerc a la
mesa del sacerdote. El padre Xavier comenz a levantarse, pero Hel
le agarr del antebrazo y le hizo sentar nuevamente.
-Usted es un buen hombre, padre -dijo Hel con su voz suave de
la prisin-. Un hombre santo. De hecho, en este momento usted
est mucho ms cerca del cielo de lo que cree. Termine de comer y
escuche con atencin. No habr ms cartas annimas, no ms cence-
rradas. Ha comprendido usted?
-Me temo que no...
-Coma.
-Qu?
-Coma!
El padre Xavier se llev a la boca el tenedor lleno de piperade %
comenz a masticar con gesto malhumorado.
-Coma ms aprisa, padre. Llene su boca con esa comida que no
se ha ganado.
Los ojos del cura estaban hmedos, de miedo y furia, pero
continu llevndose el tenedor a la boca engullendo tan aprisa como
poda.
-Si usted decide permanecer en este rincn del mundo, padre, y
si no se siente dispuesto a reunirse con su Dios, en ese caso, esto es
lo que usted deber hacer. Cada vez que nos encontremos en un
pueblo, usted saldr inmediatamente del pueblo. Cuando nuestros
caminos se crucen, usted saldr del camino y se pondr de espaldas
mientras yo paso. Puede usted comer mucho ms aprisa!
236
Trevanian Shibumi
El cura se atragantaba con la comida, y Hel le dej jadeante y
ahogndose. Aquella noche, Hel cont la ancdota a Le Cagot, con
instrucciones para que se asegurara de que corriera la voz. Hel
consideraba necesaria la humillacin pblica de este cobarde.
-Eh, por qu no me contesta, padre Esteka? -pregunt Le
Cagot. El cura se levant y sali del caf, mientras Le Cagot le
gritaba: -Hola! No va a terminar de comerse su piperadeE Por ser
catlicos, los hombres viejos que estaban en el caf no podan rer;
pero sonrieron maliciosamente, por ser vascos.
Le Cagot dio una palmadita en el trasero de la patrona y la mand
a por su comida.
-No creo que hayamos conseguido hacer un gran amigo, Nikko.
Y es hombre de temer. -Le Cagot se ech a rer-. Despus de todo,
su padre era un francs, y muy activo en la Resistencia.
Hel sonri.
-Has conocido alguno que no lo fuese?
-Cierto. Resulta sorprendente que los alemanes pudieran
mantenerse en Francia con tan pocas divisiones, si consideramos que
todos los que no mermaban los recursos alemanes con la astuta
maniobra de entregarse en masa obligando a los nazis a que les
alimentaran, estaban vigorosa y valientemente enrolados en la
Resistencia. Queda algn pueblo sin su plaza de la Resistencia? Pero
uno ha de ser honesto: ha de comprender el concepto glico de la
Resistencia. Cualquier hotelero que sobrecargaba la tarifa a un
alemn, estaba en la Resistencia. Cada mujerzuela que contaminaba
a un soldado alemn con la gonorrea, era una defensora de la
libertad. Todos aquellos que obedecan mientras malignamente se
abstenan de sus alegres bon$our maaneros, eran hroes de la
libertad!
Hel se ech a rer.
-Ests siendo muy duro con los franceses.
-En la Historia la que se muestra dura con ellos. Y quiero decir la
autntica historia, no la verit6 [ la cinquiIme Depublique
A@
que ellos
ensean en sus escuelas. En honor a la verdad, admiro a los fran-
ceses mucho ms que a otros extranjeros. Durante los siglos que han
convivido con los vascos han absorbido ciertas virtudes, comprensin,
discernimiento filosfico, sentido del humor, y esto les hace ser los
mejores entre los otros. Pero, incluso yo, me veo obligado a
admitir que es un pueblo ridculo, del mismo modo que uno ha de
confesar que los britnicos son chapuceros, los italianos
incompetentes, los alemanes romnticamente salvajes, los
americanos neurticos, los rabes viciosos, los rusos brbaros y los
holandeses fabrican el queso. Fjate en la especial demostracin de la
ridiculez francesa cuando intentan combinar su mipica devocin al
dinero con la persecucin de una gloire fantasmal. Ese mismo pueblo
que diluye su borgoa para sacar un modesto beneficio, se gasta
32
La verdad al estilo de la V Repblica. En francs en el original. 01( del T(2
237
Trevanian Shibumi
gustosamente millones de francos en la contaminacin atmica del
ocano Pacfico, con la esperanza de que se les considere en
tecnologa al mismo nivel que los americanos. Se consideran un
David retozn contra un Goliat codicioso. Tristemente para su imagen
exterior, el resto del mundo les ve como una hormiga enamorada
trepando por la pata de una vaca y asegurndole que ser gentil.
Le Cagot contempl la superficie de la mesa pensativamente.
-En este momento, no sabra qu ms decir de los franceses.
La viuda se haba unido a ellos en la mesa, sentndose junto a Le
Cagot y apretando su rodilla contra la de l.
-Ah, s! Tienes un visitante en Etchehelia -inform a Hel
usando el nombre vasco de su castillo-. Es una chica. Una
extranjera. Lleg ayer por la tarde.
A Hel no le sorprendi que esta noticia hubiera llegado ya a
Larrau, a tres montaas y quince kilmetros de su hogar. No haba
duda de que a las pocas horas de la llegada de la visitante, todos los
pueblos de los alrededores conocan la noticia.
-Qu sabes de ella? -pregunt Hel.
La viuda se encogi de hombros y torci la boca indicando que
slo conoca los hechos ms simples.
-Tom caf che& Jaureguiberry y no tena dinero para pagar. Fue
andando todo el camino desde Tardets hasta Etchebar y se la vio
varias veces en las colinas. Es joven, pero no demasiado joven.
Llevaba pantaloncitos y enseaba las piernas, y se dice que es
pechugona. La recibi tu mujer, que pag la cuenta de Jaureguiberry.
Tiene acento ingls. Y las viejas chismosas de tu pueblo cuentan que
es una puta de Bayona que la echaron de su granja por acostarse con
el marido de su hermana. Como ves, se sabe muy poco de ella.
-Dices que es joven y pechugona? -pregunt Le Cagot-. No
hay duda alguna de que me est buscando a m, la experiencia
definitiva.
La viuda le pellizc la cadera.
Hel se levant de la mesa.
-Creo que voy a irme a casa, a tomar un bao y dormir un poco.
Vienes?
Le Cagot mir de reojo a la viuda.
-Qu dices t? Debo ir?
-A m no me importa lo que hagas, amigo mo.
Pero cuando Le Cagot comenzaba a incorporarse, ella le tir del
cinturn.
-Bueno, me quedar un poco por aqu. Nikko. Ya ir esta noche
y echar una ojeada a tu jovencita de piernas desnudas y tetas
gordas. Vaya, y si me gusta, puede ser que te conceda el honor de
prolongar mi visita. Ugh!
-Hel pag la nota y se encamin a su Volvo, al que dio un
puntapi en el guardabarros posterior, dirigindose despus hacia su
hogar.
238
Trevanian Shibumi
CASTILLO DE ETCHEBAR
Despus de estacionar en la plaza de Etchebar (Hel no permita la
entrada de automviles en su propiedad), y de propinar un puetazo
de despedida en el techo del automvil, Hel tom el camino particular
que conduca a su castillo, experimentando, como siempre le suceda
al regresar al hogar, un afecto paternal por aquella casa perfecta del
siglo XVI a la que haba dedicado aos de cuidados y millones de
francos suizos. Era lo que ms amaba en el mundo, una fortaleza
fsica y emocional contra el siglo xx. Se detuvo en el sendero que
parta del pesado portaln para aplanar la tierra alrededor de un
arbusto recin plantado, y mientras lo haca sinti la proximidad de
esa aura vaga y esparcida que slo poda corresponder a Pierre, su
jardinero.
-?on$our' 8Hsieur -le salud Pierre a su manera cantarina, al
reconocer a Hel a travs del ofuscamiento mental, consecuencia de
sus tragos regulares de vino rojo que se iniciaban al amanecer
cuando dejaba el lecho.
Hel hizo un signo con la cabeza.
-Me han dicho que tenemos una invitada, Pierre.
-As es. Una muchacha. Todava duerme. Las mujeres me han
dicho que se trata de una mujerzuela de...
-Lo s, Est despierta Madame?
-Seguro que s. Hace veinte minutos le avisaron de su regreso.
-Pierre mir al cielo y movi la cabeza con aire de entendido-. Ah,
ah, ah... -exclam, sacudiendo la cabeza.
Hel se dio cuenta de que Pierre se estaba preparando para hacer
una prediccin del tiempo, como acostumbraba cada vez que se
encontraban. Todos los vascos de Haute Soule estn convencidos de
poseer un don gentico especial para la prediccin meteorolgica
basada en su herencia montaesa y los numerosos refranes
populares dedicados a interpretar las seales del tiempo. Las
predicciones de Pierre, proferidas con una tranquila seguridad que no
disminua su invariable desacierto, se haban constituido en el tpico
principal de su conversacin con M'sieur Hel durante quince aos,
desde que el borracho del pueblo haba sido elevado a la categora de
jardinero del extranjero y su defensor oficial de las habladuras del
pueblo.
-Ah, M'sieur, llover antes de terminar el da -enton Pierre,
asintiendo para s, con una conviccin resignada-. De modo que es
intil que hoy plante estas flores.
-Lo crees as, Pierre? -Cuntos centenares de veces haban
sostenido la misma conversacin?
-S, as es. La noche pasada, a la puesta de sol, cerca de las
montaas haba nubes rojizas y doradas. Es una seal segura de
239
Trevanian Shibumi
lluvia.
-S? Pero, el adagio no dice precisamente lo contrario? No es
arrats #orriak e#uraldiE
-Eso es lo que dice el adagio, M'sieur. Sin embargo... -Los ojos
de Pierre brillaron con una astucia maquinadora mientras se golpeaba
ligeramente el costado de la nariz-... todo depende de la fase de la
luna.
-Ah...
Pierre cerr los ojos y afirm lentamente con la cabeza, sonriendo
benvolo ante la ignorancia de todos los forasteros, incluso de
hombres tan bsicamente buenos como M'sieur Hel.
-Cuando la luna est en creciente, la regla es como usted ha
dicho; pero cuando la luna est en menguante, sucede lo contrario.
-Ya entiendo. Entonces, cuando la luna est en menguante debe
ser: 3oi& #orriak dakarke uriE
Pierre frunci el entrecejo, inquieto por verse obligado a formular
una prediccin en firme. Estuvo un momento pensativo antes de
responder.
-Esto vara, M'sieur.
Y... hay una complicacin adicional.
-Cuntamela.
Pierre mir a su alrededor, nervioso, y se puso a hablar en
francs, para evitar el riesgo de ofender a los espritus de la tierra,
quienes, naturalmente, slo entienden el vasco.
-Vous vo%e&' 8Hsieur' de temps en temps' la lune se trompeG
AA
Hel suspir profundamente y sacudi la cabeza.
-Buenos das, Pierre.
-Buenos das, M'sieur. -Pierre se alej vacilando por el sendero,
para comprobar si haba algo que reclamase su atencin inmediata.
Hel, con los ojos cerrados y la mente abstrada, estaba sentado
dentro de la baera japonesa de madera con el agua hasta el cuello,
un agua tan caliente que meterse en ella haba sido una experiencia
en el umbral entre el dolor y el placer. Los sirvientes haban
encendido la lea del calentador de agua tan pronto como supieron
que M. Hel vena de Larrau, y cuando Hel se hubo frotado
minuciosamente y tomado una corta ducha de agua helada, su
baera japonesa estaba llena y el reducido cuarto de bao lleno de
un vapor espeso.
Hana dormitaba frente a l, sentada en un taburete ms alto para
que el agua le llegara tambin al cuello. Como siempre hacan al ba-
arse juntos, tenan los pies unidos en un abrazo casual.
-Quieres que te hable de la visitante, Nicholai?
Hel movi suavemente la cabeza, no deseando interrumpir su
relajamiento comatoso.
-Despus -murmur.
Al cabo de un cuarto de hora, el agua se enfri lo suficiente para
33
Sabe, seor, de vez en cuando la luna se equivoca! (1. del T(2
240
Trevanian Shibumi
poder moverse en ella sin sentir molestias. Hel abri los ojos y sonri
letrgicamente a Hana.
-Amiga ma, uno se hace viejo. Despus de un par de das en las
montaas, el bao es ms una necesidad mdica que un placer.
Hana le devolvi la sonrisa y apret el pie de Hel entre los suyos.
-Ha sido una buena cueva?
Hel asinti.
-Realmente, una cueva fcil. Una cueva para entrar caminando,
sin largas gateras, sin sifones. Sin embargo, fue casi todo el esfuerzo
que mi cuerpo poda soportar.
Hel subi los escalones a un lado de la baera e hizo correr el
panel acolchado que separaba el cuarto de bao del diminuto jardn
japons que haba estado perfeccionando durante los ltimos quince
aos, y que Hel supona sera aceptable dentro de otros quince. El
vapor se escapaba, rodendole, hacia el aire fro que Hel sinti sobre
su piel, apretada y estremecida por el calor. Saba que un bao
caliente, veinte minutos de meditacin ligera, una hora de amor y
una ducha rpida restauraban su cuerpo y su espritu mucho mejor
que una noche de sueo; y despus de una exploracin subterrnea,
o, en los viejos tiempos, de una actividad antiterrorista, haba hecho
un hbito de esa rutina.
Hana sali de la baera y se puso un quimono acolchado sobre el
cuerpo mojado todava. Ayud a Hel a ponerse su quimono de bao,
y eliminaron por el jardn, donde Hel se detuvo un instante para
ajustar una piedra cantarina del arroyo procedente de un pequeo
estanque, porque el agua corra baja y el sonido era demasiado dbil
para complacerle. El cuarto de bao, con su grueso entablado, estaba
medio escondido en un espesor de bambes que limitaban el jardn
por tres lados.
Al otro lado se alzaba una estructura baja de madera oscura y
paneles deslizantes de papel, en donde haba el cuarto japons de
Hel, en donde estudiaba y meditaba, y su cuarto de armas en el
que guardaba los tiles de la profesin de la que se haba retirado
recientemente. El cuarto costado del jardn quedaba cerrado por la
parte posterior de su chQteau( Ambas construcciones japonesas
quedaban separadas, para no romper la perfeccin de su fachada de
mrmol. Haba estado trabajando en ellas durante todo un verano,
construyendo la. estructuras japonesas con dos artesanos que haba
hecho venir de Kyushu con tal propsito, hombres suficientemente
viejos para recordar cmo se trabajaba la madera y la cua.
Arrodillados ante una mesita baja laqueada, de cara al jardn ja-
pons, tomaron un refrigerio consistente en bolitas de meln
(calientes, para acentuar el sabor almizclado), ciruelas agridulces
(pelusillas, heladas y llenas de jugo), pastelitos de arroz sin sabor y
medio vaso de Iroulguy fro.
Terminada la comida, Hana se levant de la mesa.
-Quieres que cierre los paneles?
241
Trevanian Shibumi
-Deja uno medio abierto, para que podamos ver el jardn.
Hana sonri. Nicholai y su jardn... como un padre con un hijo
delicado, pero voluntarioso. El jardn era lo ms importante de sus
posesiones, y con frecuencia, despus de un viaje, volva a casa sin
avisar, se cambiaba de traje y trabajaba en el jardn durante horas
antes de que nadie supiera que haba regresado. Para l, el jardn con
sus articulaciones sutiles era una declaracin concreta de shibumi' y
haba cierta correccin otoal en el hecho de que Hel no vivira
probablemente lo bastante para poder contemplarlo en su momento
de plenitud.
Hana dej caer su quimono.
-Haremos una apuesta?
Hel se ech a rer.
-De acuerdo. El ganador recibe... veamos. Qu te parece media
hora de la delicia de la navaja?
-De acuerdo. Estoy segura que voy a gozar mucho con ello.
-Tan segura ests de ti misma?
-Mi buen amigo, t has estado en las montaas durante tres
das. Tu cuerpo ha estado fabricando amor, pero no ha tenido escape.
Ests en gran desventaja al apostar.
-Veremos.
Con Hana y Nicholai, el juego preliminar al acto era tanto mental
como fsico. Ambos haban alcanzado el nivel IV en el juego del amor,
ella en virtud de su excelente entrenamiento, y l, a causa del control
mental que haba aprendido a tener desde su adolescencia, y su don
del sentido de proximidad, que le permita darse cuenta de las
sensaciones de su compaera y saber precisamente en qu momento
estaba ella en relacin a las contracciones del orgasmo. El juego
consista en hacer que el otro llegara primero al orgasmo, y se jugaba
sin restriccin de trucos o tcnicas. Para el ganador quedaba la delicia
de la navaja, un estremecedor y profundo masaje relajante, en el que
la piel de los brazos, las piernas, el pecho, la espalda, el estmago y
el pubis, se roza ligeramente con una navaja muy afilada. La delicia
de cosquilleo, % el miedo que lo acompaa de un desliz, se combinan
para obligar a la persona que recibe el masaje a relajarse por
completo como nica alternativa a la insoportable tensin y placer.
Tpicamente, la delicia de la navaja se inicia por las extremidades,
enviando ondas de estremecimiento interior a medida que la navaja
se acerca a las zonas ergenas, cuyo ardor se inflama a causa del
placer recibido y la sombra del miedo. Hay unas sutilezas tcnicas
cuando la navaja llega a estas zonas, peligrosas para ser descritas.
La delicia de la navaja culmina en un rpido acto de amor sexual oral.
Aquel que ganara la apuesta haciendo que el otro llegara primero
al orgasmo, se beneficiara de la delicia de la navaja, pero haba
cierta caracterstica peculiar en su estilo de llevar el juego. Los dos se
conocan lo suficientemente bien para conseguir que el otro llegara
rpidamente, y a la vez, al umbral del clmax, y era en ese punto en
242
Trevanian Shibumi
donde el juego se desarrollaba, en la frontera vacilante entre el
control y el placer. Slo despus de haber salido de la prisin de
Sugamo e iniciar su vida en el Oeste, la experiencia sexual de Hel
adquiri forma y articulacin. Anteriormente slo haba sido un juego
de aficionados. Su relacin con Mariko no haba sido fsica en esencia;
fue un afecto juvenil, y sus torpes experiencias sexuales slo
representaron la rbrica fsica de su afecto gentil e inseguro.
Con las hermanas Tanaka, Hel entr en la fase I del acto sexual,
al nivel simple de la curiosidad sexual, durante la cual los vigorosos
jvenes animales, estimulados por el instinto de continuar la especie,
se ejercitan mutuamente con sus cuerpos. Aunque montona y
plebeya, la fase I es honesta y sincera, y Hel goz de ese perodo de
tiempo, lamentando tan slo que muchas personas estuvieran
extraordinariamente mutiladas con sus culturas y aceptasen el acto
de amor, sudoroso y vigoroso, de la fase I, nicamente cuando lo
disfrazaban con palabras de romance, amor, afecto, o incluso
autoexpresin. En su confusin, esas personas fundamentaban una
relacin sobre la arena de la pasin. Hel consideraba una verdadera
lstima que el hombre en general entrara en contacto con la
literatura romntica que haca nacer en l esperanzas que iban ms
all de las probabilidades de realizacin y contribuan a esa
delincuencia marital caracterstica de los adolescentes sexuales
occidentales.
Durante su breve estancia en la fase II, utilizacin del sexo como
una aspirina psicolgica, un narctico social, una especie de sangui-
juela para disminuir fiebres y presiones, Hel comenz a vislumbrar el
cuarto nivel de la experiencia sexual. Dndose cuenta de que la acti-
vidad sexual sera una parte importante de su vida, y detestando
todas las formas de la aficin, se dedic a prepararse. Recibi
entrenamiento tctico profesional en Ceiln y en los burdeles
exclusivos de Madagascar, en donde vivi durante cuatro meses,
aprendiendo de mujeres de todas las razas y culturas.
La fase III, sibaritismo sexual, es el nivel ms elevado al que han
podido llegar los occidentales, y, ciertamente, la mayora de los
orientales. Hel pas por esta fase cmodamente, y con buen apetito
porque era joven, de cuerpo fuerte y tenso y frtil imaginacin. No
corra el peligro de verse arrastrado a las oscuras masas sexuales de
la estimulacin artificial, que con sus artilugios excitantes y las
blanduras intelectuales del mundo de la literatura y la cinematografa,
procuraban compensar nervios e imaginaciones encallecidos,
enturbindolos con carne tibia y fluidos lubricantes.
Aun estando en el bu**et sexual de la fase III, Hel comenz a
experimentar con tcticas tan refinadas como clmax suspendido y
copulacin mental. Le divirti asociar las tcnicas sexuales con la
nomenclatura del G. Palabras como a$i keshi' ko' *urikawari y hane
se prestaban fcilmente a imgenes ilustrativas; mientras que otras,
como kaket=su#i' no&oki y %osu=miru' slo podan aplicarse al acto
243
Trevanian Shibumi
sexual con una visin metafrica liberal y proencostrada.
Al llegar a los treinta aos, los intereses sexuales de Hel, y sus
capacidades, le llevaron naturalmente a la fase IV, la fase final del
juego en la que la excitacin y el clmax son gestos terminales
relativamente triviales en una actividad que exige todo el vigor y el
control mental de un campen de G; la habilidad de una prostituta
ceilanesa y la resistencia y la agilidad de un escalador bien dotado del
grado VI. El juego que prefera lo haba inventado l, y lo llamaba
sexo kikashi( Slo] poda jugarse con otra persona que estuviera
tambin en la fase IV y tan slo cuando ambos se sintieran
singularmente fuertes. El juego se desarrollaba en una pequea
habitacin, de unos seis tatami( Ambos jugadores se vestan
formalmente con el quimono y se arrodillaban encarados, con la
espalda apoyada en sus paredes opuestas. Cada uno de ellos,
exclusivamente por medio de la concentracin, deba llegar al) borde
del clmax, detenindose en ese momento. No se permita contacto
alguno, nicamente concentracin y los gestos que pudieran hacerse
con una mano.
El objetivo del juego era provocar el orgasmo al otro antes que
uno mismo, y se desarrollaba mejor cuando llova.
Con el tiempo, Hel abandon el sexo kikashi por ser demasiado
exigente, y tambin porque era una experiencia solitaria y egosta,
que careca del afecto y las caricias posteriores al acto que adornan lo
mejor de la relacin amorosa.
Hana cerraba los ojos apretndolos con fuerza, con los labios
tensos sobre los dientes. Intentaba escapar de la posicin envolvente
en que Hel la tena presa, pero l no la soltaba.
-Crea que estbamos de acuerdo en que t no podas hacer eso
-reclam ella.
-Yo no he hecho ningn acuerdo.
-Oh, Nikko... no puedo... No puedo aguantar ms! Maldito
seas!
Arque la espalda, emitiendo un gruido de esfuerzo final para
evitar el orgasmo.
Su deleite contagi a Hel, que afloj su control para permitirse el
orgasmo justamente despus que ella. De repente, su sentido de
proximidad son la alarma. Ella estaba fingiendo! El aura de Hana no
danzaba, como sera corriente, en el orgasmo. Hel intent proteger
su mente y detener su orgasmo, pero ya era demasiado tarde. Haba
superado la frontera del control.
-Diablillo! -grit durante la culminacin.
Hana se rea, y termin unos pocos segundos despus que l.
Hana estaba tendida sobre el estmago, canturreando en tono
suave apreciativo, mientras la navaja, muy lentamente, rozaba su
nalga, perfecta expresin de la delicadeza de su sangre japonesa, con
la til forma de su sangre negra. Hel la bes cariosamente y
continu con la delicia.
244
Trevanian Shibumi
-Dentro de dos meses termina tu contrato conmigo, Hana. -
Hum, hum, mmm! -Hana no quera interrumpir su languidez
hablando.
-Has pensado en mi sugerencia de quedarte aqu conmigo? -
Hum, hum, mmm! -Y...?
-Unh-nh-nh-nh-nh! -El sonido prolongado a travs de sus
labios entreabiertos significaba: no me hagas hablar.
Hel ri suavemente y le hizo dar la vuelta, continuando el
excitante masaje con minuciosa atencin a la tcnica y al detalle.
Hana estaba en un estado perfecto. A sus treinta y pico de aos, lo
ms joven que puede ser una mujer poseyendo ya el entrenamiento
y la experiencia amatorias de la amante ideal. Dedicando a su cuerpo
un excelente cuidado, y a causa de los efectos amoladores de tiempo
por su mezcolanza ideal de rasgos orientales, negros y caucasianos,
se mantendra perfectamente durante otros quince aos. Hana era
una delicia para la lula y para hacer el amor. Su mayor cualidad
estaba en su pericia para recibir graciosamente un placer total.
Cuando la delicia de la navaja se concentr en los puntos clave,
dejndola hmeda y pasiva, Hel concluy el tratamiento con su
clsico final rpido. Despus, permanecieron tendidos durante un
buen rato, enlazados amorosamente, en un abrazo cmodo y
agradable.
B:e estado pensando en quedarme, Nikko -declar Hana, con
voz zumbona contra el pecho de Hel-. Hay muchas razones que me
lo aconsejan. ste es el lugar ms hermoso de la Tierra. Siempre te
entur agradecida por haberme mostrado este rincn del Pas Vasco.
Y, ciertamente, aqu has construido una vida de lujo shibumi que es
atractiva. Y ests t, tan silencioso e inflexible cuando tratas con el
inundo exterior, y tan juvenil cuando hacemos el amor. No te falta
cierto encanto. -Gracias.
-Debo confesar, adems, que es mucho ms raro encontrar un
hombre bien entrenado que una mujer habilidosa. Pero... uno se
siente solo aqu. Ya s que puedo ir libremente a Bayona o a Pars
siempre que lo desee, y me divierto realmente cuando voy, pero da a
da, a pesar de tus atenciones y de tu conversacin deliciosa, y a
pesar de la energa exuberante de nuestro amigo Le Cagot, resulta
solitario para una mujer cuyos intereses y apetitos han sido tan
perfilados como los mos.
-Entiendo eso perfectamente.
-Para ti es distinto, Nikko. Por naturaleza, t eres un recluso.
Desprecias el mundo exterior, y no lo necesitas. Tambin la mayora
do la gente de ese mundo me aburre o me molesta. Pero yo no soy
reclusa por naturaleza, y siento una viva curiosidad. Y adems...
queda Otro problema.
-Qu es ello?
-Bien, cmo lo explicar? Las personalidades como la tuya y la
ma son para dominar. Cada uno de nosotros dos debera moverse en
245
Trevanian Shibumi
una gran sociedad, dando sabor y calidad al conjunto. Nosotros dos
reunidos en un solo lugar es como una concentracin intil de
especias en un solo plato de una comida que de otra manera sera
sosa. Comprendes lo que quiero decir?
-Significa esto que has decidido marcharte cuando acabe el
tiempo convenido?
Hana sopl sobre el pecho de Hel alborotndole el vello.
-Significa que todava no me he decidido. -Permaneci
silenciosa un buen rato, y despus continu-: Supongo que
realmente lo que me gustara es tener lo mejor de los dos mundos,
pasar aqu la mitad de cada ao, descansando y aprendiendo contigo,
y la otra mitad fuera de aqu, dejando boquiabierta a mi audiencia.
-No veo nada de malo en esa combinacin.
-Eso significa que tendras que arreglrtelas durante seis meses
de cada ao con las ninfas bronceadas, de piernas largas, y mente
vaca de la Cote Basque. Actrices, y modelos, y dentro esa lnea.
Podras hacerlo? -dijo Hana.
-Con la misma facilidad que t lo haras con muchachos de
brazos redondos, de msculos en excelente forma y ojos honestos y
vacos. Para ambos, para ti y para m, sera como vivir de hors
dHoeuvres( Pero, por qu no? En los hors dHoeuvres hay cierta
diversin, aunque empalagan sin alimentar.
-Deja que piense en ello, Nikko. Es una idea atractiva. -Hana se
incorpor apoyndose en un codo y le mir a los ojos, medio cerrados
y divertidos-. Adems, la libertad tambin es atractiva. A lo mejor
no tomar ninguna decisin.
-Eso ya es una especie de decisin.
Se cubrieron yendo a la ducha bajo el casco de cobre perforado
para ese propsito diseado por el primer propietario del castillo unos
trescientos aos anteriormente.
Hasta que se sentaron a tomar el t en el saln del ala este,
dorado y beige, Hel no pregunt sobre la visitante.
-Todava duerme. Cuando lleg, anoche, estaba desesperada.
Vino caminando desde el pueblo despus de haber viajado de Roma a
Pau en avin, haciendo autostop hasta Tardets. Aunque intent
charlar y mostrarse corts, desde el principio me di cuenta de que
estaba muy alterada. Comenz a llorar mientras tomaba el t.
Lloraba sin saber lo que estaba haciendo. Le di algo para
tranquilizarla y la mand a la cama. Pero durante la noche se
despert con pesadillas; as que me sent al borde de su cama
acaricindole el cabello y hablndole bajito hasta que se soseg y se
durmi otra vez.
-Cul es su problema?
-Habl de ello mientras le acariciaba el cabello. Ocurri algo
terrible en el aeropuerto de Roma. Dos de sus amigos recibieron
disparos y murieron.
-Quin les dispar?
246
Trevanian Shibumi
-Ella no lo dijo. Quiz no lo saba.
-Y por qu dispararon contra ellos?
-No tengo la menor idea.
-Dijo la muchacha por qu ha venido a nuestra casa?
-Evidentemente, los tres venan hacia aqu. Ella no tena dinero,
slo el billete del avin.
-Te dijo cmo se llama?
-S. Hanna Stern. Me dijo que su to era amigo tuyo. Hel
deposit su taza en la mesa, cerr los ojos y solt un prolongado
suspiro nasal.
-Asa Stern era un amigo. Est muerto. Tengo una deuda con l.
Hubo un momento en que, sin su ayuda, yo hubiera muerto.
Y esta deuda, se extiende tambin a la chica?
Ya veremos. Has dicho que el tiroteo en Roma Internacional
ocurri ayer por la tarde?
-O por la maana, de eso no estoy segura.
-Entonces debera aparecer en las noticias de medioda. Cuando
la chica despierte, dile, por favor, que venga a verme. Estar en el
jardn. Oh, y, creo que Le Cagot vendr a cenar con nosotros, si
termina a tiempo su asunto en Larrau.
Hel estuvo trabajando durante hora y media en el jardn,
recortando, controlando, buscando efectos ms sencillos y sutiles. No
era un artista, pero posea sensibilidad; de modo que su jardn, la
mayor manifestacin de su impulso creativo, careca de sabi' pero
tena las caractersticas shibui que separan el arte japons de la
dinmica mecnica del arte occidental y la florida hiprbole china.
Tena esa melancola dulce, esa tristeza misericordiosa que
caracteriza la belleza en la mente japonesa. Haba una imperfeccin
intencional y una simplicidad orgnica que creaban, y satisfacan
despus, las tensiones estticas, actuando ms bien como una
funcin de equilibrio y desequilibrio en el arte occidental.
Justo antes de medioda, un sirviente trajo un transistor y Hel
estuvo escuchando en su cuarto de armas las noticias del Servicio
Mundial de la BBC, de las doce del medioda. La locutora que lea las
noticias era una mujer cuya notable voz ha sido motivo de diversin
para la comunidad anglfila internacional, durante muchos aos. A la
peculiar pronunciacin que distingue a la BBC, ella le aada un
sonido medio ahogado, cortante, que los oyentes de todo el mundo
han interpretado como consecuencia de un supositorio molesto,
aunque se mantiene una viva discusin, e importantes apuestas,
entre los que insisten en que el supositorio est hecho de papel de
lija y los que estn en favor de la teora del cubito de hielo.
Enterrado entre la trivialidad de gobiernos derrocados, la cada
del dlar y los atentados de Belfast, se describi la atroz escena en el
aeropuerto de Roma Internacional. Dos japoneses, identificados
despus por los documentos de identidad que llevaban encima como
miembros del Ejrcito Rojo actuando en favor del grupo de
247
Trevanian Shibumi
Setiembre Negro, abrieron fuego con armas automticas, matando
a dos jvenes israeles, cuyas identidades no se mencionaron. Los
asesinos del Ejrcito Rojo murieron tambin en un intercambio de
disparos con la Polica italiana y los agentes especiales, y se
produjeron otras vctimas entre los civiles presentes. Y pasemos
ahora a noticias ms agradables... -Mr. Hel?
Hel desconect la radio e indic a la joven que estaba en el dintel
del cuarto de armas, que se acercara. Llevaba unos pantaloncitos
cortos limpios, de color caqui, y una camisa de manga corta,
desabrochados los tres botones superiores. Como aperitivo, resultaba
un bocado apetitoso; piernas fuertes y largas, cintura fina, pecho
agresivo y cabello rojizo alborotado por el lavado reciente. Ms
secundaria que herona, en aquel breve momento deseable estuvo
entre juguetona y &a*ti#( Pero su rostro era suave y sin las seales de
la experiencia, denunciando la tensin bajo la que se hallaba oculto
tras su mirada displicente.
-Mr. Hel? -dijo de nuevo, insegura.
-Entre y sintese, Miss Stern.
Hanna se sent en una silla debajo de un armero de ingenios
metlicos que ella no reconoci como armas, y sonri dbilmente.
-No s por qu, pero cre que usted sera ms viejo. Mi to Asa
hablaba de usted como un amigo, un hombre de su misma edad.
-Pertenecamos a una poca; compartimos una era. Aunque eso
no tiene importancia alguna. -La mir abiertamente, evalundola.
Descubriendo sus debilidades.
Inquieta bajo la inexpresiva mirada de los ojos verdes de Hel,
Hanna se refugi en una charla inconsecuente.
-Su esposa... es decir, Hana... ha sido muy amable conmigo. La
pasada noche estuvo a mi lado y...
Hel le cort la palabra con un gesto.
-Comience por hablarme de su to. Por qu la mand aqu?
Despus, deme los detalles de lo que sucedi en el aeropuerto de
Roma Internacional. Y hbleme de sus planes, y de la relacin que
sus planes puedan tener conmigo.
Sorprendida por su tono directo, Hanna respir hondo, orden sus
pensamientos, y comenz su historia, tpicamente, hablando de s
misma.
Le cont que haba sido criada en Skokie, haba asistido a la
Universidad Northwestern, se haba interesado grandemente por los
asuntos polticos y sociales, y despus de graduarse, haba decidido
visitar a su to, que estaba en Israel, para encontrar sus races,
descubrir su identidad de juda.
Hel baj los prpados ante esta ltima declaracin, suspirando
brevemente. Con un leve ademn, le indic que continuara.
-Usted ya saba, naturalmente, que mi to Asa estaba empeado
en castigar a los culpables de los asesinatos de Munich.
-Corran rumores de eso. En nuestras cartas nunca hablbamos
248
Trevanian Shibumi
de esas cosas. La primera vez que o hablar de ello pens que su to
era un insensato al salir de su retiro para intentar algo semejante con
sus viejos amigos y contactos, muchos de ellos muertos ya, y otros
decadentes con la poltica. Cre que se trataba del acto desesperado
de un hombre que saba que estaba en una enfermedad terminal.
-Pero, al principio, mi to organiz nuestra clula hace ao y
medio, y no se puso enfermo hasta hace unos pocos meses.
-Eso no es cierto. Su to ha estado enfermo durante varios aos.
Tuvo dos perodos breves de mejora. En la poca que usted dice que
organiz su clula, estaba luchando contra el dolor con drogas. Eso
poda justificar sus planes insensatos.
Hanna Stern frunci el entrecejo y desvi la mirada.
-No parece que usted tuviera en mucha estimacin a mi to.
-Al contrario, le quera mucho. Era un pensador brillante y un
hombre de espritu generoso, un hombre de shibumi(
-Un hombre de... qu?
-No importa. Su to no perteneca al mundo del terror. No estaba
emocionalmente equipado para ello, lo que, como es natural, dice
muchsimo en su favor como ser humano. En pocas ms felices
hubiera llevado la vida sosegada de un maestro y erudito. Pero tena
un apasionado sentido de la justicia, y no slo para su propia gente.
Tal como estaban las cosas hace veinticinco aos en lo que ahora es
Israel, los hombres apasionados y generosos, que no eran cobardes,
tenan pocas opciones donde elegir.
Hanna no estaba acostumbrada a la voz suave de Hel, casi susu-
rrante, de su poca en prisin, y sin darse cuenta se inclinaba
acercndose para or sus palabras.
-Est usted equivocada al creer que yo no estimaba a su to.
Hubo un momento, en El Cairo, hace diecisis aos, en que l
arriesg su seguridad, posiblemente hasta su vida, para ayudarme. Y
lo que es ms significativo, arriesg tambin el xito de un proyecto
al que estaba dedicado. Yo haba recibido un disparo en el costado.
La situacin era tal que no poda solicitar asistencia mdica. Cuando
le encontr, haca dos das que yo vagaba con un trapo empapado en
sangre debajo de mi camisa, errante por las calles del suburbio
porque no me atreva a entrar en un hotel. Tena fiebre. No, le
aprecio muchsimo. Y tengo una gran deuda con l. -Hel haba
pronunciado las ltimas palabras con una monotona suave, sin los
aspavientos que Hanna hubiera asociado con la sinceridad. l le
contaba esas cosas porque crea, que, correspondiendo
honestamente a su to, ella tena derecho a conocer la importancia de
su deuda de honor-. Su to y yo no nos hemos visto ms despus de
esa ocasin en El Cairo. Nuestra amistad creci con los aos por el
intercambio de cartas que ambos usbamos como vlvulas de escape
para nuestras ideas, compartir nuestra actitud hacia libros que
estbamos leyendo, para lamentarnos del destino y la vida.
Disfrutbamos de esa libertad, libre de pudores, que uno goza
249
Trevanian Shibumi
nicamente al hablar con extraos. Nosotros fuimos unos extraos
muy ntimos. -Hel pens si aquella mujer joven podra comprender
semejante tipo de relacin. Decidiendo que no podra, se concentr
en el momento presente-. Muy bien, despus que mataron a su hijo
en Munich, su to organiz una clula que le ayudara en su misin de
castigo. Cunta gente y dnde estn ahora?
-Soy la nica que queda.
-U-sted perteneca a esa clula?
-S. Por qu? Es que le parece que...?
-No importa. -Hel estaba ahora convencido de que Asa Stern
haba estado actuando ciegamente desesperado, si haba introducido
a aquella tierna universitaria liberal en una clula de accin-.
Cuntos eran en la clula?
-Cinco. Nos llambamos los Cinco de Munich.
Hel baj nuevamente los prpados.
-Qu teatral! Nada como anunciar el golpe.
-Perdn, no le he entendido.
-Una clula de cinco? Su to, usted, los dos que mataron en
Roma... quin es el quinto miembro? David O. Selznik?
-No s lo que quiere decir. El quinto hombre muri en un
bombardeo, en un caf de Jerusaln. l y yo ramos... ramos... -
Los ojos comenzaron a brillarle con las lgrimas.
-Estoy seguro de lo que eran. Es una variacin del romance de
vacaciones veraniegas: uno de los beneficios al margen por ser una
revolucionaria joven que asume el compromiso de defender a toda la
Humanidad como si se tratara de su propio rebao. Bien, cunteme
hasta dnde haban llegado antes de que Asa muriera.
Hanna estaba confusa y dolida. Este hombre no se pareca en
nada al hombre que su to le haba descrito, el profesional honrado
que era al mismo tiempo un gentilhombre de la cultura, que pagaba
sus deudas y que rechazaba trabajar en favor de poderes indignos,
comerciales o nacionales. Cmo haba podido su to tener tanta
amistad con un hombre que demostraba tan poca simpata humana?
Un hombre que no llegaba a comprender? Hel lo comprenda todo
demasiado bien. Varias veces haba sido requerido para poner las
cosas en orden entre aficionados como los de este grupo. Saba que
cuando la tempestad se desataba, echaban a correr, o, bajo impulsos
igualmente cobardes, disparaban contra todo lo que haba a su
alrededor.
Hanna se sorprendi por no echarse a llorar. Pero sus lgrimas
estaban controladas por la fra persistencia de Hel en conocer los
hechos y la informacin. Dio un respingo y respondi:
-Mi to Asa contaba con fuentes de informacin en Inglaterra.
Supo que los dos asesinos restantes de Munich pertenecan a un
grupo de Setiembre Negro que planeaba secuestrar un avin que
deba partir de Heathrow.
-Un grupo de cuntos?
250
Trevanian Shibumi
-Cinco o seis. Nunca lo supimos con certeza.
-Identificaron a los que haban participado en Munich?
-No.
-As que todo el grupo deba morir?
Hanna lo confirm con la cabeza.
-Entiendo. Y sus contactos en Inglaterra? Qu caracterstica
tienen y qu van a hacer por usted?
-Son guerrillas urbanas que trabajan para liberar a Irlanda del
Norte del dominio ingls.
-Oh, Dios!
-Hay una especie de hermandad entre todos los luchadores por
la libertad, sabe usted? Nuestras tcticas pueden ser distintas, pero
nuestros objetivos finales son los mismos. Todos miramos al futuro,
al da en que...
-Por favor -la interrumpi Hel-. Vamos a ver, que harn esos
miembros del IRA en favor de ustedes?
-Bueno... vigilan a los de Setiembre Negro. Nos iban a alojar
al llegar a Londres. Y tambin nos iban a proporcionar armas.
-Al decir nos, supongo se refiere a usted y a los dos
muchachos que murieron en Roma...
BS.
-Entiendo. Muy bien, ahora dgame qu sucedi en Roma. La
BBC Identifica a los agresores como tipos del Ejrcito Rojo japons
que actuaban en favor de la Organizacin de Liberacin de Palestina.
Es eso cierto?
-No lo s.
-No estaba usted all?
-S! Estaba all! -Hanna se control-. Pero en medio de la
confusin... gente que mora... tiroteo a mi alrededor... -En su
desesperacin, se levant y dio la espalda a aquel hombre que ella
presenta estaba atormentndola con toda intencin, ponindola a
prueba. Se dijo a s misma que no deba llorar, pero las lgrimas
acudan igualmente a sus ojos-. Lo siento. Estaba aterrorizada.
Aturdida. No puedo recordarlo todo. -Nerviosa y sin saber qu hacer
con las manos, cogi un tubo simple de metal del armero de la pared
frente a ella.
-No toque eso!
Ella separ bruscamente la mano, asustada al orle alzar la voz
por primera vez. Su dignidad herida la hizo exclamarse:
-No pensaba romperle su juguete!
-Es el juguete el que poda hacerle dao a usted. -Hablaba otra
vez con voz suave y modulada-. Se trata de un tubo con gas
nervioso. Si hubiera dado media vuelta al botn, en este momento ya
habra muerto. Y lo que es ms importante, tambin yo.
Ella hizo una mueca y se alej del armero, acercndose a la
puerta corrediza abierta que conduca al jardn, para apoyarse en el
umbral, intentando recuperar algo de su compostura.
251
Trevanian Shibumi
-Jovencita, pienso ayudarla, si es posible. Aunque debo confesar
que quiz no lo sea. Su pequea organizacin de aficionados ha
cometido todos los errores posibles, el menor de los cuales no ha sido
hacer tratos con los tteres del IRA. Sin embargo, debo a su to el
tratar de ayudarla. Quiz pueda protegerla y devolverla a la
comodidad burguesa de su hogar, en donde usted podr encauzar sus
pasiones sociales haciendo campaas contra la basura en los parques
nacionales. Pero si he de ayudarla, debo saber dnde estn las piezas
en el tablero. De modo que quiero que guarde su pasin y sus efectos
teatrales para sus recuerdos, y ahora responda a mis preguntas tan
concisa y brevemente como le sea posible. Si en este momento no
est dispuesta a ello, hablaremos otra vez ms tarde. Pero es posible
que tenga que moverme con rapidez. Normalmente, en incursiones
como sta, despus de una incursin inutilizante (probablemente eso
fue en realidad el laque de Roma Internacional) el tiempo favorece a
los otros tipos. Hablamos ahora, o comemos algo antes?
Hanna se dej caer sobre el suelo tatami' apoyando la espalda en
el umbral, poniendo en relieve su perfil contra el jardn iluminado.
Despus de pasar un momento dijo:
-Lo siento. He pasado un mal trago.
-No lo dudo. Ahora hbleme del golpe de Roma. Hechos e impre-
siones, no emociones.
Hanna baj la mirada y dibuj pequeos crculos en su bronceado
muslo con la ua, y despus dobl las piernas apretndolas contra el
pecho.
-De acuerdo. Avrim y Chaim pasaron el control de pasaportes
antes que yo. Un funcionario italiano me entretuvo, mientras flirteaba
y lanzaba miradas a mis pechos. Supongo que yo hubiera debido
abotonarme la blusa. Finalmente, el funcionario puso el sello en mi
pasaporte y yo me dirig hacia la terminal. En aquel momento
comenz el tiroteo. Vi correr a Avrim... y le vi caer... un lado de su
cabeza todo... todo. Un minuto. -Respir profundamente varias
veces, controlndose-. Yo tambin empec a correr... todo el mundo
corra y gritaba... un hombre viejo con barba blanca recibi una
bala... un nio... una mujer anciana, gorda. En aquel momento
dispararon desde el otro lado de la terminal y del entresuelo, y los
pistoleros orientales cayeron. De pronto ces el fuego y slo se oan
gritos, y gente que se agitaba, sangrando, herida. Vi a Chaim tendido
contra los armarios, con las piernas torcidas y en posicin extraa. Le
haban dado en la cara. De modo que... me fui. No saba lo que haca,
ni adnde iba. Entonces escuch que por el altavoz anunciaban la
salida del avin con direccin a Pau. Y segu caminando directamente
hasta que llegu a la puerta de salida. Y... eso es todo.
-Muy bien. As est bien. Ahora dgame algo, dispararon contra
usted?
-Cmo?
-Dispararon expresamente contra usted?
252
Trevanian Shibumi
-No lo s! Cmo podra saberlo?
-Empleaban los japoneses armas automticas?
-Cmo?
-Sonaba como rat-a-tat o bang! bang! bang!
La muchacha mir a Hel con suspicacia.
-S bien lo que es un arma automtica! Solamos practicar con
esas armas en las montaas!
-Rat-a-tat o bang bang?
-Eran ametralladoras,
-Cay alguna persona de las que estaban a su alrededor?
Hanna lo estuvo pensando, apretando las rodillas contra sus
labios.
-No. Nadie que estuviera cerca de m.
-Si profesionales que utilizaban armas automticas no derribaron
a nadie cerca de usted, es evidente que usted no era su blanco. Es
posible que no la hubieran identificado como la acompaante de sus
dos amigos. Especialmente si dej la fila de control un rato despus
que ellos lo hicieran. Muy bien, ahora, por favor, haga un esfuerzo
por recordar los disparos que llegaron del entresuelo y mataron a los
japoneses. Qu puede decirme sobre esto?
Hanna sacudi la cabeza.
-Nada. No recuerdo nada. Las armas no eran automticas. Mir
a Hel de reojo-. Sonaron bang bang.
Hel sonri.
-As ha de ser. El humor y la ira en este momento son ms tiles
que las emociones sensibleras. Veamos, el informe de la radio dijo
algo sobre agentes especiales que estaban con la Polica italiana.
Puede usted decirme algo de ellos?
-No. No llegu a ver a los que disparaban desde el entresuelo.
Hel inclin la cabeza en gesto de asentimiento, juntando las
palmas de las manos rozando sus labios con los ndices.
-Permtame un momento para que ponga todo esto en orden. -
Fij los ojos en el dibujo ondulado del tatami' perdiendo el foco
mientras revisaba mentalmente la informacin recibida.
Hanna sigui sentada en el suelo, perfilada en el umbral, y mir
hacia el jardn japons en donde la luz del sol reflejada en el arroyo
lanzaba destellos a travs de las hojas de bamb. Caracterstico de
su clase y cultura, Hanna careca de los recursos interiores necesarios
para gozar de las delicias del silencio, por lo que pronto se sinti
inquieta.
-Por qu no hay flores en su...?
Hel hizo un ademn con la mano para hacerla callar, sin levantar
la mirada.
Cuatro minutos despus, Hel alz la cabeza.
-Cmo?
-Perdn?
-Algo sobre flores.
253
Trevanian Shibumi
-Oh, nada importante. Estaba pensando por qu no tena usted
flores en su jardn.
-Hay tres flores.
-Tres variedades?
-No. Tres flores. Una para sealar cada una de las pocas de
floracin. Ahora estamos entre estaciones. Bien, revisemos lo que
sabemos y lo que podemos suponer. Es perfectamente evidente que
la incursin de Roma fue organizada por la Organizacin de
Liberacin de Palestina o por Setiembre Negro, y tambin que ellos
estaban enterados de sus intenciones, probablemente por sus
camaradas del IRA con base en Londres, que venderan sus madres al
serrallo turco si el precio era bastante bueno (y si algn turco con
autoestimacin quera utilizarlas...). La aparicin de los fanticos del
Ejrcito Rojo japons para sealar a los de Setiembre Negro, que
con frecuencia utilizan a los dems para que hagan su trabajo
peligroso, pues el riesgo personal no les atrae en absoluto. Pero las
cosas se complican un poco en este punto. Los hombres del golpe
fueron eliminados en unos segundos, por hombres apostados en el
entresuelo. Probablemente, no era la Polica italiana, pues la cosa se
hizo con eficiencia. Lo ms probable es que la denuncia fue
denunciada. Por qu? La nica razn que se me ocurre es que no
queran que los tiradores japoneses fuesen arrestados con vida. Por
qu? Probablemente porque no se trataba de miembros del Ejrcito
Rojo. Y eso, como es natural, nos conduce a la CIA. O a la
Organizacin Madre, que controla la CIA y todo lo dems en el
Gobierno americano, si es que hay que mencionarlo.
-Qu es la Organizacin Madre? Nunca he odo hablar de ellos.
-Muy pocos americanos la conocen. Es una organizacin que
controla las principales empresas internacionales del petrleo y de la
energa. Han sido siempre carne y ua con los rabes, utilizando a
esos benditos bastardos como peones al servicio de sus intrigas,
induciendo la escasez para su mayor beneficio. La Organizacin
Madre es un fuerte adversario; no se puede llegar hasta ella por
medio de presiones nacionalistas. Aunque ante el pblico aparecen
como leales compaas americanas (o britnicas, o alemanas u
holandesas), de hecho se trata de infragobiernos internacionales,
cuyo nico patriotismo es el beneficio. Es muy probable que su madre
tenga acciones de esas compaas, como ocurre con la mitad de las
dulces damas de cabello canoso de su pas.
Hanna sacudi la cabeza.
-No puedo imaginar a la CIA ponindose al lado de Setiembre
Negro. Los Estados Unidos ayudan a Israel; son aliados.
-Est usted subestimando la naturaleza elstica de la conciencia
de su pas. Desde el embargo del petrleo ha sufrido un notable
cambio. La devocin americana hacia el honor vara a la inversa que
su preocupacin por la calefaccin central. El norteamericano,
caractersticamente, slo puede mostrarse valiente y hacer sacrificios
254
Trevanian Shibumi
en perodos de corta duracin. Por este motivo, son mejores en una
guerra que durante una paz responsable. Pueden encararse con el
peligro, pero no soportan las molestias. Contaminan su atmsfera
para matar mosquitos. Agotan sus recursos de energa para disponer
de cuchillos elctricos para trinchar carne. No hemos de olvidar que
siempre hubo Coca-Cola para los soldados en Vietnam.
Hanna se sinti mortificada en su sentido patritico.
-Cree usted que es honesto generalizar de ese modo sobre un
pueblo?
-S. La generalizacin se equivoca nicamente cuando se aplica a
individuos. Es la manera ms precisa para detallar a las masas, la
plebe. Y su democracia es una dictadura de la plebe.
-Rechazo admitir que los norteamericanos estuvieran envueltos
en la sangre y el horror de lo que sucedi en aquel aeropuerto. Nios
inocentes y hombres ancianos...
-Significa algo para usted el 6 de agosto?
-Seis de agosto? No. Por qu? -Hanna apret con ms fuerza
las rodillas contra el pecho.
-No importa. -Hel se levant-. He de pensar un poco en todo
esto. Hablaremos de nuevo esta tarde.
-Piensa usted ayudarme?
-Probablemente. Pero es probable tambin que no en la forma
que usted pueda suponer. A propsito, podr resistir un consejo de
persona mayor?
-Qu consejo?
-Es una indiscrecin sartoria para una joven tan
abundantemente dotada de vello pbico como usted, llevar unos
shorts tan cortos y sentarse en una posicin tan reveladora. A menos,
naturalmente, que intente demostrar que su cabello rojo es natural.
Vamos a comer?
La comida fue servida en una pequea mesa redonda en el saln
del ala oeste que daba al prado ondulante y a la avenida que
conduca a la puerta principal. Las porte *en\tres
AC
estaban abiertas y
las cortinas se hinchaban perezosamente al soplo de las brisas que
traan fragancias de cedro. Hana se haba puesto un traje largo de
seda, de color ciruela, y cuando Hel y Hanna entraron les sonri
mientras daba los ltimos toques a un centro de delicadas flores en
forma de campanilla.
-Qu sincrona ms perfecta! En este mismo momento acaba de
ser servida la comida.
En realidad, Hana haba estado esperndoles diez minutos, pero
uno de sus encantos estribaba en que los otros se sintieran
socialmente a gusto. Una ojeada al rostro de Hanna le indic que las
cosas no le haban ido muy bien durante su conversacin con Hel, de
manera que llana se hizo cargo del peso de la conversacin.
Cuando Hanna abri su servilleta de hilo almidonado, observ que
34
Ventanas-puerta. En francs en el original. 01( del T(2
255
Trevanian Shibumi
no le haban servido lo mismo que a Hana y Hel. Ella tena un pedazo
de cordero, esprragos fros con mayonesa, y arroz pila*
AJ
' mientras
que ellos tenan vegetales frescos o ligeramente salteados, con arroz
integral.
Hana sonri y se explic.
-Nuestra edad, y algunas indiscreciones pasadas exigen que
nosotros comamos con alguna precaucin, querida. Pero no
obligamos a nuestros invitados a que compartan nuestro rgimen
espartano. De hecho, cuando estoy lejos de casa, en Pars por
ejemplo, paso por un perodo de glotonera. El comer, para m, es lo
que t podras llamar un vicio controlado. Un vicio especialmente
difcil de dominar cuando uno vive en Francia, en donde, segn tu
propio punto de vista, la comida es la segunda mejor del mundo, o la
peor del mundo.
-Qu quiere usted decir? -pregunt Hanna.
-Desde el punto de vista de un sibarita, la comida francesa viene
en segundo lugar despus de la cocina clsica china. Pero est
manipulada de tal modo, con sus salsas y aderezos, y picada, cortada
y rellena, que es un desastre nutritivo. Por esto ningn otro pueblo
occidental goza tanto con la comida como los franceses, ni tienen
tantos problemas con el hgado.
-Y qu opina usted de la comida norteamericana? -pregunt
Hanna, haciendo una mueca porque se hallaba entre ese tipo comn
de yanquis que, estando en el extranjero, tratan de aparentar
sofisticacin degradando todo lo que es norteamericano.
-Realmente, no podra opinar; nunca he estado en Norteamrica.
Pero Nicholai ha vivido all algn tiempo y me ha dicho que existen
ciertas zonas en las que destaca la cocina americana.
-S? -dijo Hanna, mirando interrogativamente a Hel-. Me
sorprende que Mr. Hel tenga algo amable que decir sobre
Norteamrica o los norteamericanos.
-No son los norteamericanos los que encuentro molestos; es el
norteamericanismo: una enfermedad social del mundo postindustrial
que Inevitablemente ha de contaminar cada una de las naciones
mercantiles por turno, y que es llamado norteamericana tan slo
porque mi pas se halla en el perodo ms avanzado de la enfermedad
del mismo modo que se habla de la gripe espaola, y la encefalitis
tipo B japonesa. Sus sntomas son una prdida de la tica en el
trabajo, un encogimiento de los recursos interiores y una necesidad
constante de estimulacin externa, seguida de un decaimiento
espiritual y una narcosis moral.
Se puede reconocer a la vctima por sus esfuerzos incesantes
para comunicarse con s misma, para creer que su debilidad espiritual
es una interesante perversin psicolgica, para construir su evasin
de la responsabilidad como testimonio de que l y su vida estn
35
(O pilau2 Del turco pil]w = plato oriental hecho de arroz (o trigo triturado) hervido
con carne, aves o pescado, especias, etc. 01( del T(2
256
Trevanian Shibumi
singularmente abiertos a las nuevas experiencias. En las ltimas
fases, el paciente queda reducido a procurarse la ms trivial de las
actividades humanas: la diversin. En cuanto a su comida, nadie
puede negar que los norteamericanos sobresalen en una pequea
rbrica: el snack
AK
( Y sospecho que en eso hay algo de simblico.
Hana desaprob el tono spero de Hel, de modo que tom el peso
de la conversacin durante la comida mientras llevaba el plato de
Hanna al bufete para llenarlo de nuevo.
-Mi ingls es imperfecto. Aqu hay ms de un esprrago, pero el
plural de esprrago en ingls me parece forzado. Se trata de uno de
esos extraos plurales latinos, Nicholai? Hay que decir aspera#ae o
algo parecido?
37

-Uno lo dira de esa manera tan slo si perteneca a ese tipo
excesivamente informado y escasamente instruido que va a los
conciertos para el celli y despus ordena tazas de capuccini( O, si se
trata de los norteamericanos, un postre de gelatina de frambuesas.
-Arr\tes un peu et sois sa#e
AL
-dijo Hana sacudiendo
ligeramente la cabeza. Sonri a Hanna-. No crees que es un pesado
con ese tema de los norteamericanos? Es una imperfeccin de su
personalidad. Su nica imperfeccin, me asegura l. Tena ganas de
preguntarte, Hanna, en qu te especializaste en la Universidad.
-En qu me especialic?
-En qu se gradu usted -aclar Hel.
-Ah! En sociologa.
Poda haberlo supuesto -pens Hel-. Sociologa, esa
seudociencia descriptiva que disfraza las incertidumbres en confusas
estadsticas, mientras insiste en el estrecho hueco de informacin que
queda entre la psicologa y la antropologa. La clase de no graduacin
que tantos norteamericanos utilizan para justificar sus vacaciones
intelectuales de cuatro aos designadas para prolongar su
adolescencia.
-Qu estudi usted? -pregunt Hanna a su anfitriona.
Hana sonri para s.
-Oh... psicologa informal, anatoma, esttica... esas cosas.
Hanna se dedic a los esprragos, preguntando casualmente:
-Ustedes no estn casados, verdad? Quiero decir... la otra
noche usted brome dicindome que era la concubina de Mr. Hel.
Los ojos de Hana se agrandaron atnitos. No estaba
acostumbrada a esa torpeza social inquisitiva que las culturas
anglosajonas confunden con una franqueza honesta. Hel abri la
palma de su mano hacia Hana, indicndole que respondiera, muy
abiertos los ojos con una inocencia maligna.
36
Refrigerio, comida ligera y apresurada.
37
En ingls, esprrago es aspara#us y formara el plural como aspara#ueses( 01ota
del traductor(2
38
Frena un poco y s sensato. En francs en el original. 01( del T(2
257
Trevanian Shibumi
-Bueno... -dijo Hana-... de hecho Mr. Hel y yo no estamos
casados. Y, en realidad, soy su concubina. Quieres el postre ahora?
Acabamos de recibir el primer envo de las magnficas cerezas de
Itxassou, de las que los vascos estn orgullosos con razn.
Hel saba que Hana no se zafara de la cuestin tan fcilmente y
le hizo un gesto cuando Miss Stern prosigui.
-No creo que usted quiera decir concubina. En ingls, concubina
significa alguien que se contrata por... bueno, por sus servicios
sexuales. Supongo que usted quiere decir amante. Y hasta esa
palabra es algo anticuada. Hoy da, la gente dice simplemente que
estn viviendo juntos.
Hana mir a Hel buscando ayuda. Hel se ech a rer,
intercediendo por ella.
-El ingls de Hana realmente es muy bueno. Slo estaba
bromeando cuando hablaba de los esprragos. Conoce la diferencia
entre una amante, una concubina y una esposa. Una amante no est
segura de su asignacin, una esposa no tiene ninguna asignacin, y
las dos son aficionadas. Ahora, vamos a probar esas cerezas.
Hel se sent en un banco de piedra en medio de los jardines, con
los ojos cerrados y el rostro vuelto hacia el cielo. Aunque la brisa de
la montaa era fresca, la dbil luz del sol penetraba por su %ukata y
le proporcionaba tibieza y somnolencia. Estaba en el lmite delicioso
de la modorra hasta que intercept el aura que se acercaba de alguna
persona preocupada y en tensin.
-Sintese, Miss Stern -dijo, sin abrir los ojos-. Debo elogiar la
manera en que usted se ha portado durante el almuerzo. Ni una sola
vez se ha referido a sus problemas, como si presintiera que en esta
casa no traemos el mundo a la mesa. Para ser sincero, no esperaba
que se comportase tan correctamente. La mayora de la gente de su
edad y condicin estn tan engredos de s mismos, tan preocupados
por las cosas en las que estn, que no pueden darse cuenta de que el
estilo y la forma lo son todo, y la sustancia, un mito pasajero. -Abri
los ojos y sonri mientras haca un ligero esfuerzo para imitar el
acento norteamericano-. No es lo que se hace, sino cmo se hace.
Hanna se acomod en la balaustrada de mrmol frente a Hel,
aplastando sus muslos con el peso de su cuerpo. Iba descalza y no
haba hecho caso de su consejo sobre vestir prendas menos
reveladoras.
-Dijo usted que hablaramos un poco ms?
-Hummm... S. Pero primero deje que me disculpe por mi tono
descorts, tanto durante nuestra pequea charla como durante el
refrigerio. Estaba enfadado y molesto. He estado retirado durante
casi dos aos, Miss Stern, y ya no estoy en la profesin de exterminar
terroristas; ahora me dedico a la jardinera, a la espeleologa, a
escuchar cmo crece la hierba y a buscar esa clase de paz profunda
que perd hace muchos aos, perd porque las circunstancias me
llenaron de odio y de ira. Y entonces se presenta usted reclamando
258
Trevanian Shibumi
legtimamente mi ayuda a causa de mi deuda con su to, y me
amenaza con presionarme de nuevo para que vuelva a mi antigua
profesin de violencia y de miedo. Y el miedo es, en buena parte, lo
que me molest al hablar con usted. En mi trabajo hay cierta
cantidad de antisuerte. Al margen del buen entrenamiento, la sangre
fra, las precauciones, con los aos se van acumulando las
disparidades; y llega un momento en que la suerte y la antisuerte
pesan notablemente en contra de uno. No es que haya tenido suerte
en mi trabajo, desconfo de la suerte, pero nunca me ha estorbado
mucho la mala suerte. De modo que por ah hay una pila de mala
suerte esperando su turno. He lanzado la moneda muchas veces, y
siempre me ha salido cara. Y quedan ms de veinte aos de cruces
esperando su turno. Por eso quera explicarle las razones por las
cuales he sido descorts con usted. En su mayor parte es por miedo.
Y cierta preocupacin. Ahora he tenido tiempo de pensarlo. Creo que
ya s lo que debera hacer. Afortunadamente, la accin adecuada
tambin es la ms segura.
-Significa eso que no piensa ayudarme?
-Al contrario. Voy a ayudarle envidndola a su casa. Mi deuda
para con su to se extiende a usted, puesto que l la envi a m; pero
no se extiende a ningn concepto abstracto de venganza o a ninguna
organizacin con la que usted se haya podido aliar.
Hanna frunci el entrecejo y mir a lo lejos, hacia las montaas.
-Su punto de vista de la deuda con mi to es muy conveniente
para usted.
-S, as resulta.
-Pero... mi to dedic los ltimos aos de su vida a la
persecucin de esos asesinos, y sera una gran ingratitud si no
intentara algo.
-No hay nada que usted pueda hacer. Carece usted del
entrenamiento, la pericia, la organizacin. Ni tan siquiera tiene un
plan que merezca ese nombre.
-S, lo tenamos.
Hel sonri.
-De acuerdo. Examinemos su plan. Usted dijo que los de
Setiembre Negro tienen intencin de secuestrar un avin que
saldr de Heathrow. Es de suponer que su grupo iba a atacarles en
ese momento. Iban ustedes a hacerlo dentro del avin, o antes de
subir al avin?
-No lo s.
-No lo sabe usted?
-Avrim era el lder despus que muri to Asa. Y no nos dijo ms
que lo que l crey debamos saber, en caso de que uno de nosotros
fuese capturado o algo parecido. Creo que bamos a ejecutarlos en la
terminal.
-Y cundo iba a ser eso?
-La maana del da 17.
259
Trevanian Shibumi
-Eso es dentro de seis das. Por qu iban ustedes a Londres tan
anticipadamente? Por qu exponerse durante seis das?
-No bamos a Londres. Venamos aqu. To Asa saba que no
tenamos muchas posibilidades de triunfar sin l. Confiaba en que
estara bastante fuerte para poder acompaarnos y guiarnos. El final
lleg demasiado pronto para l.
-De modo que l les mandaba aqu? No puedo creer eso.
-No nos mandaba exactamente aqu. Le haba mencionado a
usted muchas veces. Nos dijo que, si nos encontrsemos en algn
aprieto, podamos venir a verle y que nos ayudara.
-Estoy seguro de que l se refera a ayudarles a escapar despus
del acontecimiento.
Ella se encogi de hombros.
Hel suspir.
-De modo que ustedes tres iban a recoger las armas de sus
contactos del IRA en Londres, vagabundear por la ciudad durante seis
das, tomar un taxi a Heathrow, entrar en la terminal, localizar los
blancos en la sala de espera, y acabar con ellos. Era se su plan?
Hanna endureci la mandbula, y mir a los ojos. Pareca una
tontera, contado de aquella manera.
-De modo que, Miss Stern, a pesar de su disgusto y su horror
por el incidente en el aeropuerto de Roma Internacional, resulta que
usted estaba dispuesta a provocar un lo muy parecido: un ataque a
matar en una sala de espera llena de gente. Nios, ancianas, cuyos
fragmentos quedaran esparcidos por aqu y por all, mientras los
entusiastas jvenes revolucionarios, con los ojos centelleantes y el
cabello flotando al aire, se abran camino en la historia a tiros. Es
eso lo que usted tena proyectado?
-Las diferencias son muy obvias! Ellos estaban bien
organizados % eran profesionales!
Hel cort inmediatamente su perorata.
-Lo siento. Dgame: de qu recursos dispone usted?
-Recursos?
-S. Dejando aparte sus contactos del IRA, y creo que es ms
seguro que los olvidemos, con qu tipo de recursos contaba?
Estaban bien entrenados los muchachos que mataron en Roma?
-Avrim s lo estaba. Chaim, en cambio, no creo que
anteriormente se hubiera enredado en ningn asunto como ste.
-Y dinero?
-Dinero? Bueno, confibamos que usted nos proporcionara
algn dinero. No necesitbamos mucho. Esperbamos poder estar
aqu algunos das, hablar con usted y que nos aconsejara y diese
instrucciones. Despus, volar directamente a Londres, llegando el da
antes de la operacin. Todo lo que necesitbamos era el importe del
billete de avin y algo ms.
Hel cerr los ojos.
-Mi querida, boba y letal amiga, si yo tuviera que emprender
260
Trevanian Shibumi
algo semejante a lo que ustedes pensaban, el coste sera entre cien
mil y ciento cincuenta mil dlares. Y no hablo de mis honorarios. Ese
dinero slo sera para organizar el golpe. Cuesta mucho dinero
introducirse y cuesta mucho ms poder salir. Su to saba eso muy
bien. -Mir la lnea del horizonte de montaas y cielo-. Me estoy
dando cuenta de que lo que mi to organiz era un ataque suicida.
-No puedo creer eso! Mi to nunca nos hubiese enviado al
suicidio sin advertirnos!
-Probablemente, l no tena intencin de ponerles a ustedes al
frente. Lo ms probable es que quisiera utilizarles como retaguardia,
confiando en poder llevar a cabo el ataque l mismo, y as ustedes
tres hubieran podido alejarse en medio de la confusin. Adems...
-Adems, qu?
-Bueno, hemos de tener en cuenta de que su to haba estado
tomando drogas durante mucho tiempo para poder soportar los
dolores. Quin sabe lo que estaba pensando; quin sabe si haba
estado pensando en acelerar su final.
Hanna alz una rodilla y se la acerc al pecho, revelando
nuevamente su vello pbico. Apret los labios contra la rodilla y mir
por encima a travs del jardn.
-No s qu hacer.
Hel la observ con los ojos medio cerrados, Pobre muchacha
ridcula y confusa! Buscando en la vida un propsito y una exaltacin,
cuando su cultura y ambiente la condenaban a emparejarse con
mercaderes y a procrear ejecutivos publicitarios. Estaba asustada y
aturdida, pero no dispuesta por completo a renunciar a su aventura
con el peligro y la trascendencia, regresando a una vida de planes y
posesiones.
-Realmente, no tiene mucho donde elegir. Tendra que volver a
su casa. Me encantar pagarle el viaje.
-No puedo hacer eso.
-No puede hacer otra cosa.
Durante un momento, Hanna estuvo chupndose distrada la
rodilla.
-Mr. Hel... puedo llamarle Nicholai?
-Evidentemente, no.
-Mr. Hel, est usted dicindome que no tiene intencin de
ayudarme, lo he entendido bien?
-Estoy ayudndole cuando la aconsejo que regrese a su casa.
-Y si me opongo? Y si contino adelante con el plan por mi
cuenta y riesgo?
-Fracasara usted... y seguramente morira.
-Lo s. La cuestin es, me permitira usted que lo intentara yo
sola? Su sentido de la gratitud con mi to le permitira hacer eso?
-Est usted fanfarroneando.
-Y si no lo estoy?
Hel mir a lo lejos. Era posible que esta burguesita bobalicona
261
Trevanian Shibumi
fuese lo bastante torpe para arrastrarle a l en el asunto, o, por lo
menos, hacerle decidir hasta dnde llegaban la lealtad y el honor.
Estaba Hel disponindose a ponerla a prueba, y ponerse a prueba l
mismo, cuando presinti la prxima presencia que reconoci ser la de
Fierre, y se volvi para ver al jardinero que se acercaba arrastrando
los pies procedente del castillo.
-Buenas tardes, mHsieur' mHselle( Debe de ser agradable
disponer de tiempo libre para poder tomar el sol. -Y del bolsillo de
su bata azul de trabajo sac una hoja de papel doblada que entreg a
Hel con gran solemnidad, explicando despus que no poda quedarse
all, pues haba un millar de cosas que hacer, y se encamin hacia el
jardn y su portera junto a la entrada, pues era la hora de amenizar
el da con otro vasito.
Hel ley la nota.
La dobl y se golpe suavemente los labios con ella.
-Al parecer, Miss Stern, quiz no tengamos la libertad de elegir
como creamos. Han llegado a Tardets tres extranjeros que estn
haciendo preguntas sobre m, y, lo que es ms significativo, sobre
usted.
Me los describen como ingleses o am6rlos' la gente del pueblo no
podra distinguir esos acentos. La Polica especial francesa les
acompa, mostrndoles amplia colaboracin. -Pero, cmo pueden
saber ellos que estoy aqu? -Hay mil modos de saberlo. Sus amigos,
los que mataron en Roma, llevaban encima sus billetes de avin?
-Supongo que s. De hecho, s, los llevaban. Cada uno de
nosotros llevaba su billete. Pero no eran hasta aqu; slo hasta Pau.
-Est suficientemente cerca. No soy un desconocido total para Hel
sacudi la cabeza ante esta evidencia adicional de aficionado. Los
profesionales siempre compran los billetes hasta lugares mucho ms
all de su destino, porque las reservas quedan registradas en
computadoras y, por tanto, llegan al conocimiento de las organizacio-
nes del Gobierno y a la Organizacin Madre.
-Quines cree usted que sern esos hombres? -No lo s.
-Y qu va a hacer usted? Hel se encogi de hombros. -
Invitarles a cenar.
Tras separarse de Hanna, Hel permaneci durante media hora
sentado en su jardn, contemplando la acumulacin de panzudas
nubes tempestuosas alrededor de los peascos de las montaas y
meditando sobre la posicin de las piezas en el tablero. Lleg a dos
conclusiones casi al mismo tiempo. Aquella noche llovera, y el
proceder ms sensato sera el de acometer al enemigo.
Desde el cuarto de armas llam por telfono al Hotel Dabadie,
en donde los norteamericanos se haban alojado. Fueron necesarias
ciertas negociaciones. Los Dabadie enviaran los tres am6rlos al
castillo para que cenaran all aquella noche, pero quedaba el
problema de la comida que ellos haban preparado para sus
huspedes. Despus de todo, un hotel obtiene sus beneficios con las
262
Trevanian Shibumi
comidas, no con las habitaciones. Hel les asegur que la nica
manera correcta y justa de solucionarlo consista en incluir las cenas
no consumidas en su cuenta. Dios saba que no era por culpa de los
Dabadie por lo que los extranjeros decidieran en el ltimo momento
cenar con M. Hel. El negocio es el negocio. Y considerando que
desperdiciar la comida no es grato a los ojos de Dios, quiz lo mejor
sera que los Dabadie se comiesen pilos las cenas, invitando al cura a
compartirlas.
Encontr a Hana leyendo en la biblioteca, usando las extraas y
pequeas gafas rectangulares que necesitaba para trabajar de cerca.
Mir a Hel por encima de las gafas cuando l entr.
-Invitados a cenar? -pregunt.
Hel le acarici la mejilla con la palma de la mano.
-S. Tres. Norteamericanos.
-Qu bien...! Con Hanna y Le Cagot, ser una verdadera fiesta.
-Efectivamente.
Hana coloc un punto en el libro y lo cerr.
-Significa esto que hay problemas, Nikko?
-S.
-Tiene algo que ver con Hanna y su problema?
Hel asinti con la cabeza.
Hana le dedic una sonrisa.
-Y justamente esta maana estabas invitndome a quedarme
aqu contigo durante medio ao, intentando seducirme con la gran
paz y soledad de tu casa.
-Pronto estar tranquila. Despus de todo, me he retirado.
-Puede uno retirarse? Puede uno retirarse por completo de una
profesin como la tuya? En fin, si vamos a tener invitados, debo
enviar alguien al pueblo. Hanna necesitar algn vestido. No puede
asistir a la cena con esos pantaloncitos, especialmente si
consideramos su actitud desdeosa por las posturas modestas.
-Ah, s? No lo haba notado.
Un saludo escandaloso desde la alle6' un portazo de la porte=
*en\tre que hizo resonar el cristal, la bsqueda ruidosa hasta
encontrar a Hana en la librera, un fuerte abrazo con un beso
estrepitoso en cada mejilla, una voz reclamando un poco de
hospitalidad en forma de un vaso de vino, y todos en la casa ya
saban que Le Cagot haba regresado de sus asuntos en Larrau.
-Vamos, y dnde est esa jovencita pechugona de quien todo el
mundo habla en el valle? Tradmela. Dejad que se enfrente con su
destino!
Hana le dijo que la joven estaba durmiendo, pero que Nicholai se
encontraba trabajando en el jardn japons.
-No quiero ver a Nikko. Ya he tenido bastante con su compaa
durante los tres ltimos das. Te ha hablado de mi cueva?
Prcticamente, tuve que arrastrar a tu hombre por ella. Es triste
confesarlo, pero se est volviendo viejo, Hana. Ya es hora de que
263
Trevanian Shibumi
medites sobre tu futuro y busques a un hombre sin edad. Quizs un
robusto poeta vasco?
Hana se ech a rer y le dijo que su bao estara listo dentro de
media hora.
-Y despus del bao, podras acicalarte un poco; tenemos
invitados a cenar.
-Ah, pblico! Bien. Muy bien. Voy a buscar un poco de vino a la
cocina. Trabaja para vosotros todava aquella joven portuguesa?
-Hay varias.
-Voy a examinarlas. Y espera cuando me veas con mi traje
nuevo. Hace un par de meses me compr unas prendas de fantasa y
todava no he tenido ocasin de lucirlas. Una sola mirada hacia m, y
vas a derretirte, por las pelotas...
Hana le mir de soslayo, y Le Cagot al instante moder su
lenguaje.
-...por el xtasis de santa Teresa. De acuerdo, me voy a la
cocina. -Y march por la casa, dando portazos y gritando que quera
vino.
Hana sonri al marcharse Le Cagot. Desde el primer momento, Le
Cagot se sinti atrado hacia Hana, y su tosca manera de demostrar
su aprobacin consista en mantener un muro firme de galantera
hiperblica. Por su parte, a ella le complacan sus modales toscos y
honrado!, satisfecha de que Nicholai tuviera un amigo tan leal y
divertido como este vasco mtico. Hana pensaba en Le Cagot como en
una figura mtica, un poeta que se haba creado un carcter
romntico remoto y que se pasaba la vida desempeando el papel
que haba creado. Hana haba preguntado en cierta ocasin a Hel qu
haba sucedido para que el poeta se protegiera con aquella fachada
picaresca, de pera bufa. Hel no pudo darle detalles, pues hacerlo
hubiera significado traicionar una confidencia, confidencia que ni Le
Cagot se haba dado cuenta al hacer, porque la conversacin tuvo
lugar una noche en que Le Cagot estaba deprimido por la tristeza y la
nostalgia, y muy borracho. Haca muchos aos que el joven poeta
sensible que ltimamente asumi la persona de Le Cagot haba sido
un erudito de la literatura vasca y desempeaba un cargo en la
Universidad de Bilbao. Se cas con una muchacha vasco-espaola,
bella y gentil, y tuvieron un hijo. Una noche, por razones confusas, se
uni a una demostracin estudiantil contra la represin de la cultura
vasca. Su esposa iba con l, aunque ella no tena ningn inters
personal en la poltica. La Polica dispers la manifestacn abriendo
fuego. Mataron a su esposa. Le Cagot fue arrestado y pas los tres
aos siguientes en la crcel. Cuando escap, se enter que su hijo
haba muerto mientras l estaba preso. El joven poeta se entreg a la
bebida, participando en acciones anrquicas y terriblemente violentas
contra el Gobierno. Lo arrestaron otra vez, y cuando escap de
nuevo, el poeta joven haba dejado de existir. En su lugar estaba Le
Cagot, la invulnerable caricatura que se convirti en una leyenda
264
Trevanian Shibumi
popular por sus versos patriticos, su participacin en las causas
separatistas vascas y su personalidad ms imponente que la propia
vida, por la que reciba invitaciones para dar conferencias y leer su
poesa en todas las Universidades del mundo occidental. El nombre
que dio a su termina lo sac de los cagots, una antigua raza de
intocables que hallan practicado una variante de la cristiandad que les
atrajo el rencor y el odio de sus vecinos vascos. Los cagots buscaron
un alivio a las persecuciones en una peticin al Papa Len X en 1514,
que al principio se les garantiz, pero las indignidades y las
restricciones continuaron hasta finales del siglo XIX, cuando dejaron
de existir como una raza distinta. Su persecucin tom muchas
formas. Deban llevar en sus ropas el signo distintivo de Le Cagot, en
forma de una huella de ganso. No podan caminar descalzos. No
podan llevar armas. No podan frecuentar los lugares pblicos, e
incluso al entrar en la iglesia deban hacerlo por una puertecilla baja
lateral, construida especialmente para ese propsito, puerta que
puede encontrarse todava en muchas iglesias de, pueblo. Durante la
misa, no podan sentarse cerca de los dems o besar la cruz. Podan
arrendar tierras y cultivarlas, pero no podan vender el producto. No
podan casarse o tener relacin sexual con personas que no fuesen de
su raza, bajo pena de muerte.
Todo lo que les restaba eran los trabajos artesanales. Durante
muchos siglos, por restriccin y privilegio al mismo tiempo, fueron los
nicos leadores, carpinteros y ebanistas del pas. Ms tarde,
tambin se convirtieron en los albailes y tejedores vascos. A causa
de sus cuerpos contrahechos, se les consideraba divertidos, y se
convirtieron en los msicos ambulantes y comediantes de su tiempo,
y la mayor parte de lo que ahora es llamado arte popular vasco y
folklore fue creado por los despreciados cagots.
Aunque se supuso durante mucho tiempo que los cagots eran una
raza aparte, esparcida por la Europa Oriental huyendo del avance de
los visigodos hasta quedar depositados, como la morrena
transportada por el glaciar, en la indeseable tierra de los Pirineos, la
evidencia moderna indica que fueron grupos aislados de leprosos
vascos, separados al principio por razones profilcticas, disminuidos
fsicamente en razn de su enfermedad, y que con el tiempo
adquirieron unas caractersticas distintas a causa de sus matrimonios
consanguneos forzosos. Esta teora justifica las diversas limitaciones
impuestas en su libertad de accin.
La tradicin popular cuenta que los cagots y sus descendientes no
tienen lbulos en las orejas. Hoy da, todava, en los pueblos vascos
ms tradicionales, se perfora las orejas a las nias de cinco o seis
aos y se les cuelgan pendientes. Sin saber el origen de la tradicin,
las madres responden a la antigua prctica de demostrar que sus
hijas tienen lbulos de los cuales colgar pendientes.
En la actualidad, los cagots han desaparecido, ya sea por haberse
debilitado y extinguido, ya sea por haberse mezclado lentamente con
265
Trevanian Shibumi
la poblacin vasca (aunque es arriesgado sugerir esta ltima
posibilidad en un bar vasco), y su nombre ha cado en desuso,
excepto como un nombre despectivo para designar mujeres viejas
torcidas.
El joven poeta, cuya sensibilidad qued cauterizada por los
acontecimientos, escogi Le Cagot como su seudnimo para llamar la
atencin a la precaria situacin de la cultura vasca contempornea,
que se halla en peligro de desaparecer, como los desaparecidos
trovadores y juglares de los tiempos antiguos.
Un poco antes de las seis, Pierre caminaba tambalendose por la
plaza de Etchebar, y hasta tal punto los vasos de vino regulares que
haba tomado durante el da le haban liberado de la tirana de la
gravedad, que navegaba hacia el Volvo dando bandazos. Haba
sido enviado al pueblo para recoger dos conjuntos que Hana haba
encargado por telfono despus de pedirle a Hanna sus medidas
traducindolas a las normas europeas. Despus de los vestidos,
Pierre deba recoger en el Hotel Dabadie los tres invitados a cenar.
No habiendo acertado por dos veces la manecilla de la puerta, Pierre
inclin hacia el rostro el borde de su boina y concentr toda su
atencin en la tarea, que no era pequea, de meterse en el coche,
cosa que eventualmente consigui, pero se dio una palmada en la
frente al recordar una omisin. Sali nuevamente con muchas
dificultades, para dar un puntapi desviado al guardabarros posterior
imitando el ritual de M'sieur Hel, y de nuevo regres con muchas
dificultades al asiento del conductor. Con su instintiva desconfianza
vasca por las cosas mecnicas, Pierre limitaba sus opciones de
velocidad a retroceso y marcha corta, conduciendo con la mariposa
totalmente abierta, usando toda la carretera y ambos mrgenes.
Consegua esquivar las ovejas, las vacas, los hombres y a los
despistados que aparecan sbitamente frente a su auto, dando una
vuelta brusca al volante y regresando despus a la carretera por puro
reflejo. Haba renunciado a utilizar el freno de pedal, e incluso
consideraba el freno de mano como un mecanismo exclusivamente
para estacionarse. Sola detenerse sin desembragar, evitndose la
molestia de tener que desconectar el motor que siempre se calaba
cuando llegaban a su destino y Pierre tiraba del freno de mano.
Afortunadamente para los campesinos y los aldeanos, entre el castillo
y Tardets el ruido de la carrocera medio desmantelada del Volvo
resonando estridente y el rugido del motor a toda velocidad en
marcha corta preceda a Pierre en ms de medio kilmetro, y
normalmente haba tiempo para protegerse detrs de los rboles o
saltar por encima de los muros de piedra. Pierre estaba
justificadamente orgulloso de sus habilidades como conductor, pues
nunca haba tenido un accidente, cosa tanto ms notable cuanto que
haba que considerar a los conductores descuidados y locos que con
frecuencia pasaban por su lado y que Pierre muy a menudo vea
girando bruscamente y acabando en los mrgenes o en las aceras, o
266
Trevanian Shibumi
chocando entre s, mientras que l pasaba rugiendo por las seales
de stop o recorra una calle en contra direccin. Pero a Pierre no le
molestaba tanto la torpe negligencia de estos otros conductores,
como su grosera descarada, pues a menudo le haban insultado
vulgarmente a gritos, y eran incontables las veces que haba visto por
el retrovisor un dedo, un puo o incluso un antebrazo, indicndole
una irritada *i#ue(
Pierre detuvo el coche en la plaza de Tardets, con una sacudida
del motor que tosi y se cal, y despus sali como pudo del
vehculo, dndose un golpe en el dedo gordo del pie. Se dedic
seguidamente a hacer los encargos, el primero de los cuales fue
compartir un vasito amistoso con sus viejos amigos.
Nadie se extraaba de que Pierre siempre diera un puntapi al
automvil, despus de entrar o salir de l, pues golpear Volvos era
una prctica general en el sudoeste francs y hasta poda encontrarse
quien lo haca en Pars. Realmente, el rito de dar trastazos a los
Volvos, que los turistas llevaban a los centros cosmopolitas de todo
el mundo, se estaba convirtiendo poco a poco en una actividad
mundial de culto, y esto complaca mucho a Nicholai Hel, puesto que
l haba iniciado el rito.
Haca algunos aos, buscando un vehculo que sirviera para todo
uso en el castillo, Hel haba seguido el consejo de un amigo y compr
un Volvo, suponiendo que un automvil tan caro, que no ofreca
belleza, comodidad, velocidad y economa de combustible, deba
tener algo ms que lo recomendara. Y se le asegur que ese algo era
duracin y buen servicio. Al tercer da comenz su batalla con el
xido, y ciertos pequeos errores de construccin, diseo y montaje
(ruedas mal alineadas que desgastaban los neumticos a los cinco mil
kilmetros, un limpiaparabrisas que delicadamente esquivaba el
contacto con el cristal, un cierre en la portezuela posterior que exiga
dos manos para cerrarse, de modo que la carga y descarga era una
comedia burlesca de movimientos intiles) requirieron que Hel llevara
con frecuencia el coche al vendedor que viva a unos ciento cincuenta
kilmetros. El vendedor opinaba que estos problemas correspondan
al fabricante, y el punto de vista del fabricante era que la
responsabilidad recaa sobre el intermediario; y como despus de
algunos meses de estar recibiendo cartas corteses, pero vagas, en las
que la compaa le manifestaba su pesar, Hel decidi resignarse y
dedicar el auto a las tareas ms rudas de transporte de ganado y
para llevar equipos, subiendo por los difciles caminos de montaa,
con la esperanza de que pronto se destrozara y justificase la compra
de otro vehculo con una infraestructura de servicio ms segura.
Tristemente, aunque fall la propaganda de la empresa en cuanto al
servicio de mantenimiento, eran ciertas las afirmaciones respecto a
duracin del auto, pero ello le proporcion escaso consuelo ante la
amenaza de que sus problemas con el vehculo se mantendran
durante algunos aos.
267
Trevanian Shibumi
Habiendo observado las habilidades de Pierre como chfer, Hel
pens que acortara su tormento dejando que Pierre condujera el
automvil siempre que lo deseara. Pero su plan no dio resultado,
porque el irnico destino protegi a Pierre de accidentes. De modo
que Hel acab aceptando su Volvo como una de las cargas cmicas
de la vida, pero se permiti airear su frustracin dando puntapis o
trastazos al auto cada vez que suba o bajaba de l.
No pas mucho tiempo sin que sus compaeros de espeleologa
adquirieran el hbito de dar un trastazo al Volvo de Hel, siempre
que pasaban junto al vehculo, al principio como una broma y
despus como una costumbre. Muy pronto, ellos y los jvenes con los
que viajaban comenzaron a aporrear cualquier Volvo que pasara
por su lado. Y siguiendo ese ilgico sistema de la moda, comenz a
difundirse la costumbre de dar trastazos a los Volvos, como
manifestacin antiestacionamiento en un lugar, y en otros como
manifestacin de exuberancia juvenil, aqu como expresin de
antimaterialismo, y all como manifestacin de estar en el ajo del
culto.
Incluso los propietarios de los Volvos comenzaron a aceptar
esa obsesin aporreante, pues su aceptacin demostraba que se
movan en crculos que estaban al da internacionalmente. Y haba
casos de propietarios que en secreto golpeaban sus propios Volvos,
para ganar una inmerecida reputacin de cosmopolitas. Corran
insistentes rumores, aunque probablemente falsos, de que la fbrica
Volvo pensaba introducir un modelo a prueba de golpes,
esforzndose por interesar a los elegantes en un coche que lo haba
sacrificado todo por la seguridad del pasajero (a pesar de utilizar
neumticos Firestone 500 en muchos modelos) y atrayendo
principalmente a los egotistas acomodados que suponan que la
preservacin de sus vidas era importante para el destino del Hombre.
Despus de ducharse, Hel encontr preparado en el cuarto de
vestir su traje eduardiano negro de pao fino, destinado a proteger,
ya fuese a los invitados vestidos en traje corriente de negocios o a los
que vestan trajes formales de etiqueta, para que no se sintieran poco
o demasiado vestidos. Cuando encontr a Hana en la parte superior
de la escalera principal, ella llevaba un vestido largo de estilo
cantones, con la misma ambigedad social que el traje de Hel.
-Dnde est Le Cagot? -pregunt Hel mientras ambos bajaban
a un pequeo saln para esperar a sus huspedes-. He sentido su
presencia varias veces durante el da, pero no le he visto ni odo.
-Supongo que estar en su habitacin vistindose. -Hana ri
levemente-. Me ha dicho que voy a impresionarme tanto con su
nuevo traje que caer amorosamente en sus brazos.
-Oh, Dios! -El gusto de Le Cagot en cuanto a vestir, como en la
mayor parte de sus cosas, se inclinaba pesadamente hacia un nfasis
operstico-. Y Miss Stern?
-Ha permanecido en su habitacin la mayor parte de la tarde.
268
Trevanian Shibumi
Evidentemente, le has proporcionado un mal rato con tu charla.
-Hummm!
-Bajar poco despus de que llegue Pierre con los vestidos que
he encargado para ella. Quieres que te diga el men?
-No, estoy seguro que es perfecto.
-Perfecto, no, pero s adecuado. Esos invitados nos han brindado
la oportunidad de librarnos del corzo que el viejo Monsieur Ibar nos
regal. Ha estado colgando durante una semana, de modo que ya
estar a punto. Hay algo especial que yo deba saber de los
invitados?
-No los conozco. Supongo que son enemigos.
-Y cmo debo tratarles?
-Como a cualquier otro invitado en nuestra casa. Con ese
encanto especial tuyo que hace que todos los hombres se sientan
interesante o importantes. Quiero que esa gente quede sorprendida e
insegura. Son norteamericanos. Del mismo modo que t y yo no nos
sentiramos bien en una barbacoa, ellos sufren de vrtigo social en
una cena formal. Incluso su #ratin
AN
' la flor y nata, culturalmente son
tan falsos como la cocina de las aerolneas.
-Qu es una barbacoa?
-Un rito primitivo tribal, representado con platos de papel,
codos, Insectos voladores, carne pegada, hush puppies
C9
' y cerveza.
-No me atrevo a preguntarte qu es un hush pupp%(
-Es mejor que no lo hagas.
Se sentaron uno junto a otro en el saln a media luz, con sus
dedos en contacto. El sol haba descendido ya por detrs de las
montaas y a travs de las porte=*en\tres podan contemplar un brillo
plateado que pareca surgir del fondo del parque, llenando su ligera
luz los espacios entre los pinos negroverdosos, efecto que se
converta en mutable y valioso, por la amenaza de una prxima
tempestad.
-Cunto tiempo viviste en Norteamrica, Nikko?
-Unos tres aos, justamente despus de salir del Japn. De
hecho, poseo todava un apartamento en Nueva York.
-Siempre he deseado visitar Nueva York.
-Te desilusionara. Es una ciudad asustada en la que todo el
mundo est entregado a una persecucin, ardiente y limitada, del
dinero: los banqueros, los ladrones, los negociantes, las prostitutas.
Si caminas por las calles de Nueva York y te fijas en sus ojos, vers
dos cosas: miedo y furia. Son gentes que se refugian detrs de
puertas con tres cerrojos. Luchan con hombres que no odian, y hacen
el amor con mujeres que no aman. Sobre el mar, en una ciudad
mestiza, toman prestado las sobras y los desperdicios de las culturas
del mundo. El kir es una bebida popular entre aquellos desesperados
que quieren figurar y beben Perrier, aunque tienen una de las
39
La 6lite' la sociedad escogida. En francs en el original. 01( del T(2
40
Zapatillas de deporte. 01( del T(2
269
Trevanian Shibumi
mejores aguas del mundo en la ciudad de Saratoga. Sus mejores
restaurantes franceses ofrecen lo que nosotros clasificaramos como
una comida de treinta francos, aunque ellos pagan diez veces ms, y
el servicio se caracteriza por una insoportable insolencia por parte del
camarero que suele ser un campesino incompetente que slo sabe
leer el men. Pero a los norteamericanos les encanta que los
camareros les traten mal. Es su nica manera de apreciar la calidad
de la comida. Por otra parte, s uno ha de vivir en una ciudad
americana, en el mejor de los casos un castigo cruel y poco corriente,
es mejor que viva en Nueva York antes que en una de las ciudades
artificiales tierra adentro. Nueva York, por lo menos, tiene algunas
cosas buenas. Harlem posee un autntico ambiente. La biblioteca
municipal es adecuada. Hay un hombre llamado Jimmy Fox, que es el
mejor barman de Norteamrica. Y en dos ocasiones distintas hemos
conversado sobre la naturaleza del shibui' naturalmente, no del
shibumi( Es mucho ms apropiado a nivel de la mente mercantil
hablar de las caractersticas de lo bello que discutir la naturaleza de la
belleza.
Hana frot una larga cerilla y encendi una lmpara que haba
encima de la mesa, frente a ellos.
-Pero recuerdo que en cierta ocasin me dijiste que disfrutabas
en tu casa de Norteamrica.
-Oh!, eso no era en Nueva York. Poseo unas dos mil hectreas
en el Estado de Wyoming, en las montaas.
-Wy-om-ing. Un nombre con sabor romntico. Es bello?
-Ms sublime que bello, dira yo. Es demasiado escabroso y
spero para ser bello. Podra compararse a esta regin de los Pirineos
como un boceto a tinta y una pintura terminada. Buena parte de la
tierra abierta norteamericana, es atractiva. Desgraciadamente, est
poblada por los norteamericanos. Pero, naturalmente, se podra decir
algo parecido de Grecia o de Irlanda.
-S, entiendo lo que quieres decir. He estado en Grecia. Trabaj
all un ao, contratada por un magnate naviero.
-Ah, s? Nunca me lo has contado.
-Realmente, no haba nada que contar. Era muy rico y muy
vulgar, y andaba en pos de clase y categora, por lo general, por
medio de esposas espectaculares. Mientras estuve a su servicio, le
rode de una comodidad tranquila. No me hizo otras demandas. Por
aquel entonces, no haba otras demandas que pudiera hacerme.
-Entiendo. Ah... aqu viene Le Cagot.
Hana no haba odo nada, porque Le Cagot bajaba las escaleras
sigilosamente para sorprenderles con su esplendor ostentoso. Hel
sonri para s, porque el aura que preceda a Le Cagot contena las
caractersticas de travesura infantil y una divertida socarronera.
Le Cagot apareci en la puerta, medio llenando el umbral con su
volumen, los brazos en forma de cruz para exhibir su elegante
atuendo nuevo.
270
Trevanian Shibumi
Obviamente, aquel traje proceda de una tienda dedicada a trajes
de teatro. Era un conjunto eclctico, aunque dominaba el impulso *in=
de=si6cle' el cuello envuelto en seda blanca en vez de corbata v un
chaleco de rico brocado con hilera doble de lustrosos botoncitos de
piedra del Rin. La levita negra era larga y la vuelta de las solapas de
seda color gris. Con su cabello todava mojado, partido por el medio y
su poblada barba que le cubra la mayor parte de la corbata Le Cagot
tena cierta apariencia de un Tolstoi de mediana edad vestido como
un jugador del Mississippi. La gran rosa amarilla que haba prendido
en su solapa era correcta, por alguna extraa razn, de acuerdo con
aquella amalgama de slido mal gusto. Camin de uno a otro lado
agitando su largo makila como un bastn de paseo. El makila haba
estado en su familia durante muchas generaciones, y su vara de
fresno pulimentado presentaba algunas muescas y dientes, faltando
un poco del puo de mrmol, testimonio de su uso por abuelos y
tatarabuelos como arma defensiva. El puo de un makila se
desenrosca dejando al descubierto una hoja de veinte centmetros
designada para 'la estocada mientras que el extremo que queda en la
mano izquierda se utiliza para quites cruzados y su pesado puo de
mrmol es una contundente arma para golpear. Aunque actualmente
el uso del makila queda restringido a efectos decorativos y
ceremoniales, en otros tiempos goz de gran importancia en la
seguridad personal del hombre vasco que por la noche viajaba solo
por un camino o vagabundeando por las altas montaas.
-Es un traje maravilloso -exclam Hana con sinceridad
excesiva.
-No es verdad? No es verdad?
-Cmo has adquirido este... traje? -pregunt Hel.
-Me lo dieron.
-Como resultado de haber perdido una apuesta?
-Claro que no. Me lo regal una mujer en agradecimiento por...
bueno, entrar en detalles no sera muy galante. Y bien, cunto se
come' en esta casa? Dnde estn esos invitados tuyos?
-En este momento se acercan por la all6e -dijo Hel,
levantndose y cruzando hacia el vestbulo central.
Le Cagot ech una ojeada por la porte=*en\tre' pero no pudo ver
nada porque el atardecer y la tempestad haban presionado los
ltimos destellos dentro de la tierra. Sin embargo, se haba
acostumbrado va a la sensibilidad de Hel y, por tanto, crey que
afuera haba alguien. En el momento en que Fierre iba a alcanzar la
manecilla del tirador de la campanilla, Hel abri la puerta. Los
candelabros del vestbulo estaban detrs de l, de modo que l poda
observar las caras de sus tres invitados, mientras que su rostro
permaneca en la sombra Uno de ellos era obviamente el jefe; el
segundo era un tipo pendenciero de la CIA, de la clase del 53, y el
tercero, un rabe de personalidad indefinida. Los tres daban
muestras de un agotamiento emocional reciente, resultado de su
271
Trevanian Shibumi
viaje en automvil, montaa arriba, con los faros apagados y Pierre
haciendo demostraciones de sus extraordinarias habilidades como
conductor.
-Entren, por favor -les invit Hel, colocndose a un lado de la
puerta y dejndoles pasar ante l al vestbulo de recepcin, en donde
Hana sali a recibirles con una sonrisa.
-Han sido muy amables en aceptar nuestra invitacin con tan
breve tiempo. Soy Hana. ste es Nicholai Hel. Y ste es nuestro
amigo, Monsieur Le Cagot. -Hana les tendi la mano.
El jefe recuper el aplomo.
-Buenas noches. ste es Mr. Starr. Mr... Haman. Y yo soy Mr.
Diamond. -El primer rugido del trueno puntu su ltima palabra.
Hel se ech a rer.
-Esto habr sido molesto para usted. La Naturaleza parece
sentirse melodramtica.
272
Trevanian Shibumi
TERCERA PARTE
SEKI
273
Trevanian Shibumi
CASTILLO DE ETCHEBAR
Desde el momento en que pasaron por la angustiosa experiencia
de ser conducidos por Fierre en el abollado Volvo, los tres invitados
no consiguieron pisar firmemente el terreno social. Diamond haba
confiado en ir al grano inmediatamente con Hel, pero era evidente
que eso no iba a ser posible. Mientras Hana acompaaba el grupo
hasta el saln azul y dorado para saborear un vaso de Lillet antes
de la cena, Diamond se qued rezagado y le dijo a Hel:
-Supongo que usted se estar preguntando por qu...
-Despus de la cena.
Diamond se ensoberbeci casi imperceptiblemente, pero en
seguida sonri medio inclinando la cabeza en un gesto que lament al
instante, por considerarlo teatral. Ese maldito estruendo del trueno!
Hana llen los vasos y distribuy canaps mientras llevaba la
conversacin, de tal manera que Darryl Starr muy pronto se diriga a
ella llamndola Ma'am, convencido de que su inters por Texas y
las cosas de Texas descubra la fascinacin que l haba ejercido en
aquella bella mujer, y el miembro del Frente de Liberacin de
Palestina llamado Haman haca muecas y movimientos de cabeza
cada vez que ella se interesaba por su comodidad y bienestar. Incluso
Diamond muy pronto se encontr recordando impresiones sobre el
Pas Vasco sintindose a un mismo tiempo lcido y clarividente. Los
cinco hombres se levantaron cuando Hana se excus, dicindoles que
tena que atender a la joven que cenara con ellos.
Cuando Hana sali, rein un espeso silencio, y Hel dej que se
mantuviera ese ambiente ligeramente molesto, mientras observaba
divertido y distante a sus invitados.
Fue Darryl Starr quien hizo una observacin pertinente para llenar
el vaco.
-Bonito lugar tiene usted aqu.
-Le gustara ver la casa? -pregunt Hel.
-Bueno... no, no se moleste por m.
Hel dijo aparte algunas palabras a Le Cagot, que se acerc a Starr
y, con tosca afabilidad, le sac de la butaca cogindole por el brazo
ofrecindose a ensearle el jardn y el cuarto de armas. Starr explic
que se senta muy cmodo en donde estaba, gracias, pero la mueca
de Le Cagot iba acompaada de una dolorosa presin en la parte
superior del brazo del norteamericano.
-No ir usted a negarme este capricho, amigo mo -dijo el
vasco.
Starr se encogi de hombros, lo mejor que pudo, y le sigui.
Diamond estaba inquieto, dividido entre el deseo de controlar la
situacin, y un impulso, que reconoci como infantil, de demostrar
que sus gracias sociales estaban a la altura de la sofisticacin de Hel.
274
Trevanian Shibumi
Se dio cuenta de que ambos, l y la ocasin, estaban siendo
manejadas, y senta resentimiento. Por decir algo, mencion:
-Veo que usted no bebe nada antes de la cena, Mr. Hel.
-As es.
Hel no tena ninguna intencin de proporcionar a Diamond el
consuelo de seguirle la conversacin. Simplemente, absorbera cada
gesto y dejara en todo momento a Diamond la iniciativa. Diamond
ri suavemente y dijo:
-Creo que debera decirle que su chfer es realmente un
conductor muy raro.
-S?
-S. Aparc el automvil en la plaza del pueblo y tuvimos que
caminar el resto del camino. Estaba seguro de que nos sorprendera
la tormenta.
-Yo no permito automviles en mi propiedad.
-S, pero despus de haber estacionado el automvil dio un
puntapi a la puerta delantera, y estoy seguro que la habr abollado.
Hel frunci el entrecejo y dijo:
-Qu raro! Tendr que hablarle al respecto.
En ese momento, Hana y Miss Stern se unieron a los hombres, la
joven con aspecto elegante y deseable, con un vestido veraniego de
cctel que ella haba elegido entre los que Hana le haba comprado.
Hel observ atentamente a Hanna mientras era presentada a los dos
hombres, admirando a su pesar su control y tranquila indiferencia
frente a aquellos hombres que haban planeado la muerte de sus
camaradas en Roma. Hana indic a la norteamericana que se sentara
junto a ella e inmediatamente hizo que la atencin se concentrara en
la juventud y belleza de Hanna, guindola de tal manera que
nicamente Hel pudo percibir las trazas del vrtigo que Hanna estaba
experimentando ante la realidad. En cierto momento, se cruzaron sus
miradas y Hel movi la cabeza ligeramente demostrando su
aprobacin por el aplomo de ella. A fin de cuentas, aquella muchacha
tena madera. Quiz si estuviera en compaa de una mujer como
Hana durante cuatro o cinco aos... quin sabe?
Se oy una escandalosa carcajada desde el vestbulo y Le Cagot
regres, con su brazo alrededor de los hombros de Starr. El tejano
pareca algo aturdido y traa alborotado el cabello, pero la misin de
Le Cagot haba sido cumplida; la funda del revlver bajo la axila
izquierda de Starr estaba ahora vaca.
-No s cmo estaris vosotros, amigos mo -dijo Le Cagot con
su ingls recargado de acento con la r regruida del francoparlante
que finalmente ha conquistado esa difcil consonante-, pero yo
estoy famlico! R?ou**onsG
CP
Podra comer por cuatro!
La cena, servida a la luz de dos candelabros colocados sobre la
mesa y bombillas en candelabros de pared, no fue ostentosa, pero s
41
Popularmente, comer, y, por extensin, comer con avidez. En francs en el original. 01(
del T(2
275
Trevanian Shibumi
buena: salmn del #ave
C@
local, corzo en salsa de cereza, verduras
del huerto cocinadas al estilo japons y, finalmente, una ensalada de
verduras miles de los postres de fruta y quesos. Cada plato iba
acompaado de su vino correspondiente, y el problema especial de la
caza servida con una salsa de fruta se solucion con un vino rosado
fino, que, aunque no poda realzar los sabores, tampoco los
contradeca. Diamond observ, con un poco de inquietud, que Hel y
Hana slo coman arroz y verduras en la primera parte de la cena,
aunque se unieron a los dems en la ensalada. Adems, aunque la
anfitriona bebi vino con el cesto de los comensales, en el vaso de
Hel slo se verta una pequesima cantidad de cada botella, de modo
que finalmente haba bebido una cantidad inferior al contenido de un
vaso.
-No suele usted beber, Mr. Hel? -pregunt Diamond.
-Pero si estoy bebiendo, como usted puede ver. nicamente que
dos sorbos de vino no me parecen ms deliciosos que uno solo.
Opinar sobre vinos, siguiendo la moda, y disimular
seudopoticamente cuando no consiguen describir con lucidez los
sabores constituye una afectacin en la volubilidad social de los
norteamericanos. Y Diamond se ufanaba de ser algo parecido a una
autoridad en la materia. Tom un sorbo, palade y examin el rosado
que acompaaba el corzo, y despus dijo:
-Ah!, hay Tavels, y Tavels.
Hel frunci ligeramente el ceo.
-Ah..., claro! supongo que es verdad.
-Pero esto es un Tavel, no es cierto?
Ante el gesto dudoso de Hel, y su cambio diplomtico de tema,
Diamond sinti que la vergenza le pona los pelos de punta en la
nuca. Haba estado tan seguro de que era Tavel...
(1) Durante toda la cena, Hel mantuvo un silencio distante, sus
ojos dirigidos en todo momento a Diamond, aunque parecan estar
enfocados ligeramente en un punto por detrs de Diamond. Por su
parte, Hana consegua hbilmente que cada uno de los invitados por
turno contara historias y chistes y tanta era su demostracin de gozo
y diversin que todos ellos estaban convencidos de haberse superado
mostrando inteligencia y encanto. Incluso Starr, que se haba
mostrado retrado y altanero despus del rudo trato a que le haba
sometido Le Cagot, pronto estaba habindole a Hana de su infancia
en Flatrock, Texas, y de sus aventuras luchando contra los #ooks en
Corea.
Le Cagot, al principio, slo se preocup de saciar su apetito. Muy
pronto, los extremos de su corbata estaban colgando y la levita a un
lado, de modo que cuando lleg el momento en que estaba dispuesto
a dominar la fiesta dirigindose al pblico largamente con sus
historias vigorosas, y algunas veces vulgares, estaba luciendo con
42
Trmino genrico por el que se designan los torrentes procedentes de lo Pirineos
centrales. Le gave de Pau. En francs en el original. 1( del T(2
276
Trevanian Shibumi
toda esplendidez su espectacular chaleco con botones brillantes.
Estaba sentado junto a Hanna; de pronto, alarg su gruesa y tibia
mano, que coloc sobre el muslo de la muchacha, dndole un
amistoso apretn.
-Dime algo, francamente, bella muchacha. Ests luchando con
el deseo que mi persona te inspira? O ya has renunciado a luchar?
Slo te lo pregunto para saber cmo he de proceder mejor.
Entretanto, come, come! Necesitars tu fortaleza. Muy bien! De
modo que, ustedes, son norteamericanos, eh? Yo, yo he estado tres
veces en Norteamrica. Por eso hablo tan buen ingls.
Probablemente, podra pasar por norteamericano, eh? Quiero decir,
desde el punto de vista del acento.
-Oh!, sin duda alguna -repuso Diamond.
Estaba dndose cuenta de lo importante que era para hombres
como Hel y Le Cagot la dignidad del estilo puro, aun estando frente a
sus enemigos, y l tambin quiso demostrar que poda seguir
tambin cualquier juego que ellos quisieran.
-Pero, naturalmente, as que la gente percibiese la verdad que
brilla en mis ojos, y se oyese la msica de mis pensamientos se
descubrira el juego! Sabran en seguida que yo no era
norteamericano.
Hel disimul una ligera sonrisa detrs de su dedo.
-Es usted duro con los norteamericanos -coment Diamond.
-Quiz sea as -admiti Le Cagot-. Y a lo mejor no soy justo.
Aqu slo vemos lo peorcito de ellos; comerciantes de vacaciones con
sus ostentosas mujeres, militares con sus mujeres de papel pinocho
masticando goma de mascar, gente joven que busca encontrarse,
y los peores, acadmicos cargantes que consiguen convencer a las
organizaciones becarias de que el mundo mejorara si Europa reciba
el beneficio de su presencia. Algunas veces he pensado que el
producto ms exportado por los norteamericanos son los aturdidos
profesores en salidas de recreo. Es verdad que en Estados Unidos
cualquier persona que ha pasado de los veinticinco aos posee un
ttulo de doctor en Filosofa? -Le Cagot tena el bocado fuertemente
cogido entre los dientes, y comenz una de sus historias de aventura,
basada, como era normal, en un suceso real, pero adornando la
verdad simple con tantas fantasas como se le ocurran a medida que
iba hablando. Seguro en su experiencia de que Le Cagot dominara la
situacin durante algunos minutos, Hel dej su rostro congelado en
una expresin corts de diversin mientras su cerebro escoga y
organizaba los movimientos que comenzaran despus de la cena.
Le Cagot se volvi hacia Diamond.
-Voy a hacer un poco de historia para usted, el invitado
norteamericano de mi amigo. Todo el mundo sabe que los vascos y
los fascistas han sido enemigos desde antes del nacimiento de la
Historia. Pero muy pocos conocen el autntico origen de esta antigua
antipata. Fue por culpa nuestra, en realidad. Lo confieso finalmente.
277
Trevanian Shibumi
Muchos aos atrs, el pueblo vasco renunci a la costumbre de cagar
al lado del camino, y al hacerlo priv a la Falange de su principal
fuente de nutricin. Y sa es la verdad, lo juro por Matusaln y sus
arrugadas p...
-Beat? -interrumpi Hana, indicndole con la cabeza a la
joven Hanna.
-...por Matusaln y sus arrugadas ce$as( Qu te pasa? -
pregunt a Hana, mostrndose ofendido-. Crees que he olvidado
mis buenos modales?
Hel empuj su silla para atrs y se levant.
-Mr. Diamond y yo tenemos algo de que hablar. Os sugiero que
bebis el coac en la terraza. Quiz tendris tiempo antes de que
comience a llover.
Al bajar del vestbulo principal hasta el jardn japons, Hel cogi a
Diamond del brazo.
-Permtame que le gue; no me he acordado de traer una
linterna.
-No? Ya s que usted tiene un sentido mstico de la proximidad,
pero no saba que tambin pudiera ver en la oscuridad.
-No puedo. Pero estamos en mi terreno. Quiz le convendra a
usted no olvidarlo.
Hel encendi dos lmparas de petrleo en el cuarto de armas e
indic a Diamond una mesa baja sobre la que haba una botella y
vasos.
-Srvase usted mismo. En seguida estar con usted. -Acerc
una de las lmparas a un estante en el que haba cajones con
ficheros, con un total de unas doscientas mil tarjetas.
-Supongo que su nombre autntico es Diamond?
-S, as es.
Hel busc la ficha correspondiente a Diamond, con todas sus
referencias cruzadas.
-Cules son sus iniciales?
-Jack Q. -Diamond sonri para s al comprobar el fichero simple
de Hel con su sofisticado sistema de informacin, >at ?o%-. No cre
que hubiera ningn motivo para utilizar un alias, suponiendo que
usted notara un parecido familiar entre m y mi hermano.
-Su hermano?
-No se acuerda usted de mi hermano?
-No, al pronto. -Hel murmuraba para s mientras iba pasando
las fichas. Como la informacin en las tarjetas de Hel estaba en seis
idiomas, los encabezamientos estaban escritos fonticamente-. D.
D-A, D-AI, diptongo, D-AI-M... ah, aqu la tenemos. Diamond Jack O.
Srvase un trago, Mr. Diamond. Mi sistema de fichas es algo lento y
no he tenido que usarlo desde que me retir.
Diamond qued sorprendido al ver que Hel ni tan siquiera recor-
daba a su hermano. Para disimular su confusin momentnea, cogi
la botella y examin la etiqueta.
278
Trevanian Shibumi
-Armagnac?
-Hummm! -Hel tom nota mentalmente de la referencia
cruzada y busc las otras fichas-. Nos hallamos cerca del pas del
Armagnac.
Lo encontrar muy bueno y muy viejo. De modo que usted es
sirviente de la Organizacin Madre, no es verdad? Puedo suponer,
por tanto, que su ordenador le ha proporcionado mucha informacin
de mi persona. Tendr que concederme un momento para ponerme a
su nivel.
Diamond cogi su copa y pase por el cuarto de armas,
contemplando las singulares armas en los estantes y soportes de las
paredes. Reconoci algunas de ellas: el tubo de gas nervioso,
proyectores de astillas de cristal impulsadas por aire, pistolas de hielo
seco, etc. Pero otras eran totalmente extraas para l: simples discos
de metal, un mecanismo que pareca consistir en dos varitas cortas
de nogal americano conectadas por una anilla de metal, de cono
parecido a un dedal que colocado en el dedo terminaba en afilada
punta. Sobre la mesa, al lado de la botella de Armagnac, encontr
una pequea automtica, de fabricacin francesa.
-Un tipo de armas muy corriente entre tanta pieza extica -
coment.
Hel dio una ojeada alzando los ojos de la tarjeta que estaba
leyendo.
-Ah!, s, ya la observ al entrar. Realmente, no es ma.
Pertenece a su hombre, ese buclico duro de Texas. Pens que se
sentira ms a gusto sin el arma.
-El anfitrin considerado.
-Gracias. -Hel dej a un lado la tarjeta que estaba leyendo y
abri otro cajn en busca de otra ficha-. Esa pistola nos cuenta
muchas cosas. Evidentemente, usted decidi no viajar armado a
causa de las enojosas inspecciones al embarcar. As que su hombre
recibi el arma despus de haber llegado aqu. Su fabricacin nos
dice que recibi la pistola de las autoridades policiales francesas. Eso
significa que usted los tiene en el bolsillo.
Diamond se encogi de hombros.
-Francia tambin necesita petrleo, como cualquier otro pas
industrial.
-S. Ici on nHa pas dHhuile' mais on a des id6es
CA
(
-Qu significa?
-Realmente nada. Slo es un dicho de la propaganda interior
francesa. As que aqu leo que el mayor Diamond de Tokio era su
hermano. Eso es interesante... Bueno, tiene un poco de inters. -
Ahora que lo consider, Hel encontr cierto parecido entre los dos
hermanos, el rostro alargado, los intensos ojos negros ms bien
juntos, la nariz falciforme, el labio superior delgado y el inferior
43
Aqu no hay petrleo, pero s muchas ideas. 01( del T(2
279
Trevanian Shibumi
grueso y plido y cierta intensidad en su modo de actuar.
-Crea que usted lo habra adivinado cuando oy mi nombre por
primera vez.
-Realmente, ya lo tena bastante olvidado. Despus de todo,
saldamos nuestra cuenta. As que usted comenz a trabajar para la
Organizacin Madre en el Early Retirement Program
44
, no es verdad?
Esto ciertamente concuerda con la carrera de su hermano.
Haca algunos aos, la Organizacin Madre haba descubierto que sus
ejecutivos, al atravesar la barrera de los cincuenta aos, mostraban
un nivel de productividad muy inferior, justamente en el momento en
que la Organizacin les pagaba mejor. El problema fue llevado a >at
?o%' que present la solucin de organizar una Divisin de Pronto
Retiro, que llevara a cabo el despido accidental de un pequeo
porcentaje de aquellos hombres, normalmente mientras se hallaban
de vacaciones y que solan sufrir, por lo visto, un ataque cardaco. La
Organizacin ahorr considerables sumas. Diamond haba ascendido
a la cabeza de esta divisin antes de pasar a ejercer el control de la
Organizacin Madre sobre la CIA y la NSA.
-...as que, al parecer, tanto usted como su hermano
encontraron el medio de combinar su sadismo innato con los
consoladores beneficios al margen de trabajar para los grandes
negocios; l, el Ejrcito y la CIA, y usted, para las combinaciones
petroleras. Ambos son producto del sueo americano, esa
enfermedad mercantil infecciosa. Dos hombres jvenes intentando
abrirse camino.
-Por lo menos, ninguno de nosotros dos terminamos como
asesinos a sueldo.
-Bobadas. Cualquier hombre que trabaja para una organizacin
que crea la polucin, agota las minas y contamina el aire y el agua es
un criminal. El hecho de que usted y su no lamentado hermano
maten desde un ngulo institucional y patritico, no significa que no
son criminales... slo quiere decir que ustedes son cobardes.
-Cree usted que un cobarde habra venido a su cubil como yo lo
he hecho?
-Cierto tipo de cobarde s lo hara. Un cobarde que tuviese miedo
de su propia cobarda.
Diamond ri suavemente.
-Realmente, usted me odia, no es verdad?
-De ninguna manera. Usted no es una persona, usted es el
hombre de una organizacin. Uno no podra odiarle a usted como
individuo; slo podra odiarse el ph%lum
CJ
( De todas maneras, usted
no es el tipo de hombre que provoque una emocin tan intensa como
el odio. Decir asco sera ms apropiado.
-Sin embargo, a pesar de su menosprecio, a causa de su nobleza
y educacin privada, son personas como yo, lo que usted
44
Programa de Pronto Retiro. (1. del T(2
45
Una de las divisiones primarias de un reino animal o vegetal. 01( del T(2
280
Trevanian Shibumi
despreciativamente llama la clase comercial, los que le contratan y le
envan para que les haga su trabajo sucio.
Hel se encogi de hombros.
-Siempre ha ocurrido as. Durante todo el curso de la Historia,
los mercaderes se han agazapado detrs de los muros de sus
ciudades, mientras los paladines luchaban por protegerlos, y en
agradecimiento los mercaderes los han adulado y reverenciado
inclinndose ante ellos. Realmente, no se les puede culpar. No han
sido criados para el valor. Y, lo que es ms significativo, no se puede
tener valenta en un Banco. -Hel ley la ltima ficha informativa
apresuradamente y la arroj al montn para ser colocada de nuevo
en el fichero ms tarde-. Muy bien, Diamond. Ahora ya s quin es
usted y lo que es. Por lo menos s sobre usted todo lo que necesito, o
deseo, saber.
-Supongo que su informacin proviene de el 3nomoE
-Buena parte de ella proviene de la persona que usted llama el
3nomo(
-Daramos muchsimo por saber cmo llegan hasta ese hombre
los datos.
-No lo dudo. Naturalmente, yo no se lo dira, aunque lo supiera.
Pero el hecho es que no tengo ni la ms ligera idea.
-Pero usted conoce la identidad y la localizacin de el 3nomo(
Hel se ech a rer.
-Naturalmente que las conozco. Pero ese caballero y yo somos
viejos amigos.
-Ese hombre no es ms, ni menos, que un extorsionista.
-Bobadas. Es un artesano en el arte de la informacin. Nunca ha
recibido dinero de ningn hombre como pago por ocultar los hechos
que ha recogido de todo el mundo.
-No, pero proporciona la informacin a hombres como usted y
eso les protege del castigo de los gobiernos, y por esa informacin l
recibe mucho dinero.
-La proteccin vale mucho dinero. Pero, si es que eso puede
tranquilizarle, el hombre que usted llama el 3nomo est muy
enfermo. Probablemente, no conseguir vivir todo lo que queda de
ao.
-De modo que muy pronto usted estar sin su proteccin?
-Le echar de menos como un hombre ingenioso y encantador.
Pero la prdida de la proteccin es asunto que no me preocupa
mucho. Estoy, segn >at ?o% ya le ha informado, completamente
retirado. Y ahora, qu le parece si proseguimos con nuestro pequeo
asunto?
-Antes de empezar, he de hacerle una pregunta.
-Yo tambin tengo una pregunta que hacerle a usted, pero la
dejaremos para despus. Y a fin de que no perdamos tiempo con la
exposicin del caso, permtame que resuma la situacin con un par
de frases, y puede usted corregirme si no estoy acertado. -Hel se
281
Trevanian Shibumi
apoy en la pared, quedando su rostro en la sombra y con su suave
voz montona de la prisin dijo-: Empezaremos por los miembros de
Setiembre Negro que matan a los atletas israeles en Munich. Entre
los asesinados figuraba el hijo de Asa Stern. Asa Stern jura tomar
venganza. Organiza una pequea y lamentable clula de aficionados,
y no se forme mala opinin de Mr. Stern por la pobreza de su
esfuerzo; era un buen hombre, pero estaba enfermo y parcialmente
drogado. El espionaje rabe se entera de todo ello. Los rabes,
probablemente por medio de un representante de la OPEC, solicitan a
la Organizacin Madre que elimine el estorbo irritante. La
Organizacin Madre le encarga a usted de la misin, esperando que
usted utilizar sus fanfarrones de la CIA para hacer el trabajo. Se
entera de que la clula vengativa, creo que se llamaban a s mismos
los Cinco de Munich, va camino de Londres para matar a los
ltimos supervivientes del asesinato de Munich. La CIA organiza una
incursin inutilizante en el aeropuerto de* Roma Internacional. A
propsito, supongo que esos dos estpidos que hay en la casa
estaban envueltos en dicha incursin?
-S.
- Y usted los castiga hacindoles limpiar lo que han ensuciado?
-Algo as.
-Est usted arriesgndose, Mr. Diamond. Un asociado tonto es
mucho ms peligroso que un adversario inteligente.
-Eso es asunto mo.
-Sin duda. Muy bien, su gente lleva a cabo en Roma un trabajo
mal hecho e incompleto. Realmente, debera estar usted contento de
lo bien que lo hicieron, a pesar de todo. Con la combinacin del
espionaje rabe y la competencia de la CIA, ha tenido usted suerte
que no fuesen a otro aeropuerto. De todos modos, como usted ha
dicho bien, se es su problema. De alguna manera, probablemente
cuando esa Incursin fue evaluada en Washington, se descubri que
los muchachos israeles no iban a Londres. Llevaban billetes de avin
para Pau. Tambin descubrieron ustedes que uno de los miembros de
la clula, Miss Stern, con quien usted acaba de cenar, haba pasado
inadvertida a sus asesinos. Su ordenador pudo relacionarme con Asa
Stern, y el destino de Pau acab de redondear la informacin. Es
as?
-Ms o menos, es eso mismo.
-Muy bien. Ya me he puesto a nivel. La pelota, me parece a m,
ahora est en su campo.
Diamond no haba decidido todava cmo presentara su caso, qu
combinacin de amenaza y promesa servira para neutralizar a
Nicholai Hel. Para ganar tiempo, seal un par de pistolas de extrao
aspecto, con la culata curvada como las antiguas armas de duelo y
caones dobles de nueve pulgadas ligeramente ensanchadas en sus
extremos.
-Qu son?
282
Trevanian Shibumi
-Escopetas, en cierto modo.
-Escopetas?
-S. Un industrial holands las hizo fabricar para m. Un regalo
como agradecimiento por una accin bastante peligrosa que
involucraba a su hijo cautivo en un tren detenido por terroristas
moluqueos. Cada escopeta, como puede usted ver, tiene dos
percutores que golpean simultneamente unas balas de escopeta
especiales, con poderosa carga, que esparcen bolas de cojinete de
medio centmetro de dimetro. Todas las armas de este cuarto estn
diseadas para una situacin determinada. stas son para un trabajo
prximo en la oscuridad, o para eliminar una habitacin llena de
hombres en el momento de irrumpir. A dos metros del can, forman
un dibujo esparcido de un metro de dimetro. -Los ojos verdes de
Hel se fijaron en Diamond-. Piensa usted pasar la velada hablando
de armas?
-No. Supongo que Miss Stern le ha pedido que la ayude a matar
a los miembros de Setiembre Negro que ahora estn en Londres.
Hel asinti con la cabeza.
-Y ella estaba segura de que usted la ayudara, a causa de su
amistad con su to?
-Ella as lo supuso.
-Y qu piensa usted hacer?
-Tengo la intencin de escuchar la propuesta de usted.
-Mi propuesta?
-No es eso lo que hacen los comerciantes? Hacer propuestas?
-Yo no lo llamara exactamente una propuesta.
-Y cmo lo llamara usted?
-Yo lo llamara un despliegue de accin disuasiva, parcialmente
ya en lnea, y parcialmente dispuesta a entrar en accin, si es que
usted fuese tan tonto como para entrometerse.
Los ojos de Hel se contrajeron en una sonrisa que no lleg a sus
labios. Hizo un ademn circular con la mano, invitando a Diamond a
continuar.
-He de confesarle que, en diferentes condiciones, ni la
Organizacin Madre ni los intereses rabes con los que estamos se
preocuparan demasiado de lo que les ocurriera a los manacos
homicidas del Movimiento de Liberacin de Palestina. Pero stos son
tiempos difciles para la comunidad rabe, y el FLP se ha convertido
en algo as como un estandarte de conjunto, una manifestacin ms
en el terreno de las relaciones pblicas que en el de la voluntad libre.
Por este motivo, la Organizacin Madre est comprometida en
protegerles. Esto significa que no se le va a permitir a usted
intervenir con aquellos que piensan secuestrar ese avin de Londres.
-Y cmo se me va a impedir eso?
-Recuerda usted que posea varios miles de acres de tierra en
Wyoming?
-Supongo que el tiempo pasado del verbo no es una negligencia
283
Trevanian Shibumi
gramatical.
-En efecto. Parte de esa tierra estaba en Boyle County y el resto
en el Condado de Custer. Si se pone usted en contacto con las
oficinas del Condado, descubrir que no existe ningn registro de que
usted haya comprado esas tierras. De hecho, los registros
demuestran que la tierra en cuestin ahora pertenece, y ha
pertenecido durante muchos aos, a una de las afiliadas de la
Organizacin Madre. Bajo la tierra hay carbn, y existe un proyecto
para extraerlo.
-Debo entender que si coopero con ustedes se me devolver
esa tierra?
-De ningn modo. Esa tierra, siendo una representacin de lo
que usted ha ahorrado para su retiro, le ha sido arrebatada como
castigo por atreverse a intervenir en los asuntos de la Organizacin
Madre.
-Se me permite suponer que fue usted quien sugiri este
castigo?
Diamond inclin la cabeza a un lado.
-Yo tuve ese placer.
-Es usted un pequeo bastardo pervertido, no cree? Est usted
dicindome que si yo no intervengo en este asunto no ser minada la
tierra?
Diamond adelant su labio inferior con gesto petulante.
-Vaya, siento mucho no poder llegar a un acuerdo al respecto.
Norteamrica est necesitada de toda su energa natural para ser in-
dependiente de las fuentes extranjeras. -Sonri al repetir la gastada
frase del partido-. Adems, no se puede guardar la belleza en el
Banco. -Se estaba divirtiendo.
-No comprendo lo que est haciendo, Diamond. Si est
intentando quitarme la tierra y destruirla, al margen de lo que yo
pueda hacer, en ese caso, cmo podra cohibir mis actos con esa
tierra?
-Como ya le he dicho, quitarle esa tierra ha sido nicamente una
advertencia. Y un castigo.
-Ah, ya entiendo. Un castigo personal. De usted. Por su
hermano?
-As es.
-Se mereca la muerte, sabe? Me tortur durante tres das. Mi
rostro no ha recuperado todava su completa movilidad, a pesar de
todas las operaciones.
-Era mi hermano! Ahora, pasemos a las sanciones y multas que
le caern encima, si usted no quisiera colaborar. Bajo el grupo clave
KL443, Nmero de Cdigo 45-389-75, usted posea
aproximadamente un milln y medio de dlares en oro en barras en
el Banco Federal de Zurich. Esto representaba casi todo el resto con
lo que usted contaba retirarse. Srvase observar nuevamente el
tiempo pasado.
284
Trevanian Shibumi
Hel permaneci silencioso por un momento.
-Los suizos tambin necesitan petrleo.
-Los suizos tambin necesitan petrleo -repiti Diamond como
un eco-. Ese dinero reaparecer en su cuenta siete das despus de
que los de Setiembre Negro hayan secuestrado con xito el avin.
As que, en lugar de interrumpir sus planes y matar a alguno de ellos,
usted saldra beneficiado en hacer todo lo que estuviera en su mano
para que el plan de los secuestradores tenga xito.
-Y es de suponer que ese dinero sirve tambin para su
proteccin personal.
-Precisamente. Si algo sucediera a mis amigos o a m mientras
somos sus invitados, ese dinero desaparecer, vctima de un error
bancario.
Hel se sinti atrado hacia las puertas correderas que daban a su
jardn japons. Llova ya, y el agua siseaba sobre la gravilla y haca
vibrar las puntas del follaje negro y plateado.
-Y eso es todo?
-No por completo. Sabemos que usted tiene probablemente un
par de centenares de miles aqu o all, como fondos de emergencia.
El perfil psicolgico que >at ?o% nos ha dado de usted indica que es
posible que usted ponga cosas como la lealtad a un amigo difunto y a
su sobrina, por encima de todas las consideraciones de beneficio
personal. Consecuencia de haber sido educado e instruido
selectivamente en los conceptos japoneses del honor, sabe usted?
Tambin estamos preparados para esa eventualidad. En primer lugar,
el MI-5 y MI-6 britnicos estn advertidos para que le sigan los pasos
y le arresten en el momento en que ponga los pies en su pas. Para
ayudarles en la tarea las fuerzas francesas de Seguridad interna
estn comprometidas en asegurarse de que usted no salga de las
inmediaciones de este distrito. Se han distribuido descripciones de
usted. Si se le descubre a usted en otro pueblo que no sea el suyo, se
le disparar sin previo aviso. Ahora bien, conozco perfectamente la
historia de sus proezas frente a acontecimientos improbables, y s
que para usted las fuerzas que le hemos alineado en contra
constituyen ms una molestia que un obstculo. Pero, de todas
maneras, seguiremos con ellas.
Es necesario que se vea que la Organizacin Madre est haciendo
todo lo que est en su mano para proteger a los de Setiembre
Negro en Londres. Si esa proteccin fallara, y casi espero que as
sea, en ese caso la Organizacin Madre ha de ser vista aplicando un
castigo, un castigo de una intensidad tal que nuestros amigos rabes
se sientan satisfechos. Y usted ya sabe cmo es esa gente. Para
satisfacer su gusto por la venganza, nos veramos obligados a hacer
algo muy meticuloso y muy... imaginativo.
Hel permaneci silencioso un momento.
-Al iniciar nuestra conversacin, le he dicho que tena una
pregunta que hacerle, mercader. Es sta: Por qu ha venido usted
285
Trevanian Shibumi
aqu?
-Eso debera resultar evidente.
-Quiz no he acentuado adecuadamente mi pregunta. Por qu
ha venido usted aqu? Por qu no mand usted un mensajero? Por
qu traer su cara a mi presencia corriendo el riesgo de hacerme re-
cordarle?
Diamond mir fijamente a Hel unos instantes.
-Voy a ser franco con usted...
-No rompa usted sus costumbres por mi culpa.
-Quera contarle personalmente la prdida de su tierra de
Wyoming. Quera exponerle personalmente todo el castigo que yo
mismo he pensado, si es usted lo bastante atolondrado para
desobedecer a la Organizacin Madre. Es algo que debo a mi
hermano.
La mirada fra de Hel se fij en Diamond, que sigui rgido,
desafiante, con los ojos brillantes con una mirada hmeda reveladora
del miedo contenido en su cuerpo. Haba dado un paso peligroso este
mercader. Haba dejado atrs la cobertura de leyes y sistemas detrs
de la que los hombres se esconden, y de la que se deriva su poder, y
se haba precipitado a correr el riesgo de ensear su cara a Nicholai
Alexandrovich Hel. Diamond se daba cuenta en su subconsciente de
la dependencia de su anonimato, de su papel como insecto social,
araando en los frenticos nidos del beneficio y el xito. Como otros
de su casta, encontraba consuelo espiritual en el mito del vaquero. En
este momento, Diamond se vea como individuo viril cabalgando
valientemente por la polvorienta calle de un solar de Hollywood,
presta la mano a unos centmetros de la funda de su pistolera.
Resulta revelador que la cultura norteamericana haya hecho su hroe
tpico del cowbo%4 un trabajador del campo, emigrante Victoriano,
rstico y sin educacin. En el fondo, el papel de Diamond era ridculo:
el Tom Mix de los grandes negocios encarndose a un %o$imbo con un
jardn. Diamond posea el sistema de computadoras ms extenso del
mundo; Hel tena algunos ficheros. Diamond tena en el bolsillo a
todos los gobiernos industrializados occidentales; Hel contaba con
algunos amigos vascos. Diamond representaba la energa atmica, el
suministro mundial del petrleo, la simbiosis militar-industrial, los
gobiernos corruptos y corruptores establecidos por el Poder Monetario
para proteger su responsabilidad; Hel representaba el shibumi' un
concepto desaparecido de belleza renuente. Y, sin embargo, resultaba
obvio que Hel tena una considerable ventaja en cualquier batalla que
pudiera surgir.
Hel volvi el rostro y sacudi ligeramente la cabeza.
-Ser usted, debe resultar vergonzoso.
Durante el silencio, Diamond se clav las uas en las palmas de la
mimo. Se aclar la garganta.
-Sea lo que fuere lo que opine de m, no puedo creer que usted
sacrifique los aos que le quedan por un gesto que nadie apreciara,
286
Trevanian Shibumi
sino esa jovencita de la clase media que conoc a la hora de cenar.
Creo que ya s lo que va a hacer Mr. Hel. Va a considerar este asunto
con toda tranquilidad, y se dar cuenta de que un puado de rabes
sdicos no valen esta casa y la vida que usted se ha construido aqu;
se dar cuenta de que no est atado por el honor a las esperanzas
desesperadas de un hombre enfermo y drogado; y finalmente,
decidir echarse atrs. Y uno de los motivos por los cuales har esto
ser porque usted considerara humillante hacer un gesto vaco de
valor para Impresionarme a m, a un hombre que usted desprecia.
Pero, bueno, no espero que en este momento me diga que ha
decidido echarse atrs. Esto sera demasiado humillante, ofendera
demasiado su precioso sentido de la dignidad. Pero eso es lo que
usted har finalmente. Para ser sincero, casi deseo que persistiera en
este asunto. Sera una lstima que los castigos que he pensado para
usted queden desaprovechados. Pero, por suerte para usted, el
presidente de la Organizacin Madre insiste en que no se moleste a
los de Setiembre Negro. Estamos organizando lo que va a llamarse
las conversaciones de paz de Camp David, durante las cuales se
presionar a Israel para que deje desnudas sus fronteras del Sur y
del Este. Como producto secundario de estas conversaciones, el
Movimiento de Liberacin de Palestina quedar fuera del juego del
Medio Oriente. Han servido para su irritante propsito. Pero el
presidente quiere mantener a los palestinos sosegados hasta que este
golpe se lleve a cabo. Ya ve usted, Mr. Hel, que est usted nadando
en aguas profundas, rodeado por fuerzas que van un poco ms all
de las pistolas como escopetas y los lindos jardincitos.
Hel estuvo mirando a Diamond en silencio durante unos instantes.
Despus se volvi de nuevo hacia su jardn.
-Ha terminado esta conversacin -dijo en voz baja.
-Entiendo. -Diamond sac una tarjeta de su bolsillo-. Me
encontrar en este nmero. Dentro de diez horas estar de regreso
en mi oficina. Cuando usted me diga que ha decidido no intervenir en
este asunto, iniciar la liberacin de sus fondos en Suiza.
Como Hel pareca no darse cuenta de su presencia, Diamond dej
la tarjeta encima de la mesa.
-No tenemos nada ms que discutir ahora, de modo que me
marcho.
-Cmo? Ah, s! Estoy seguro de que sabr usted salir,
Diamond. Hana les servir caf antes de mandar a usted y sus
lacayos de vuelta al pueblo. No hay duda alguna de que Pierre habr
estado fortalecindose con vino durante las ltimas horas, y estar en
plena forma para proporcionarles un memorable paseo.
-Muy bien. Pero, primero... Hay una pregunta que quisiera
hacerle.
-Y bien?
-Ese ros6' de la cena. Qu era? -Tavel, naturalmente.
-Lo saba!
287
Trevanian Shibumi
-No, no lo saba usted. Casi lo supo.
El brazo de jardn que se extenda en direccin del edificio
japons haba sido diseado para escuchar la lluvia. Hel haba
trabajado semanas enteras durante la estacin de las lluvias,
descalzo y vestido solamente con unos pantalones cortos y
empapados, mientras armonizaba el jardn. Se haban excavado y
dado forma a desages y grgolas, las plantas se haban movido una
y otra vez, distribuido la gravilla, y las piedras cantarinas colocado
estratgicamente en el arroyo, hasta que la mezcla del sibilante
soprano de la lluvia en la gravilla, el goteo de bajo sobre las plantas
de hoja ancha, las resonancias agudas y delgadas de las temblorosas
hojas del bamb, el contrapunto del arroyo con su gorgoteo, todos
estaban equilibrados en su volumen, de modo que, si una persona se
sentaba precisamente en medio de la habitacin tatami' no haba ni
un sonido que predominase. El oyente concentrado poda extraer un
timbre del conjunto, o dejar que se fundiera de nuevo cuando dejaba
de dedicar su atencin, del mismo modo que en el insomnio una
persona sintoniza o no el tic tac del reloj. El esfuerzo exigido para
controlar el instrumento de un jardn bien afinado basta para reprimir
las inquietudes cotidianas y las ansiedades, pero esta anodina
propiedad no es el objetivo principal del jardinero, cuya devocin
para crear el jardn ha de ser mayor que su placer en usarlo. Hel
permaneci sentado en el cuarto de armas, escuchando la lluvia,
careciendo, no obstante, de la paz de espritu necesaria para ello. En
este asunto haba mal a$i( No era de una pieza y era traidoramente...
personal. El estilo de Hel era jugar contra una situacin dada en el
tablero y no contra oponentes de carne y hueso, vivos e
inconsistentes. En este tipo de negocios, los movimientos se haran
por razones ilgicas; habra filtros humanos entre causa y efecto.
Todo el asunto heda a pasin y a sudor.
Exhalando un chorro fino de aire, suspir largamente.
-Y bien? -pregunt-. Qu piensa usted de todo esto?
No hubo respuesta. Hel sinti que el aura de Hanna palpit como
animal asustado entre el ansia de huir y el temor a hacer un
movimiento. Hel hizo correr el panel que conduca a la sala de t y le
indic con el dedo que se acercara.
Hanna Stern qued de pie en el umbral, su cabello mojado por la
lluvia y su vestido empapado pegado a su cuerpo y piernas. Estaba
avergonzada de que la hubieran sorprendido escuchando, pero, en
actitud desafiante, no deseaba presentar excusas. Desde su punto de
vista, la importancia de los asuntos pendientes sobrepasaba cualquier
consideracin de buenas maneras y comportamiento corts. Hel
hubiera podido decirle que, al fin y al cabo, las virtudes menores
son las nicas que importan. Se puede confiar ms en la cortesa que
en las virtudes lacrimosas de la compasin, la caridad y la sinceridad;
el juego limpio es ms importante que la nocin de justicia. Las
virtudes mayores muestran tendencia a desintegrarse bajo las
288
Trevanian Shibumi
presiones de la racionalizacin conveniente. Pero las buenas maneras
son buenas maneras, y siguen inmutables en la tempestad de las
circunstancias.
Hel hubiera podido decirle todo esto, pero no estaba interesado
en su educacin espiritual y no tena ningn deseo de adornar lo
imperfectible. De todas maneras, es probable que Hanna slo hubiera
comprendido las palabras, y aunque pudiera penetrar en los
significados, de qu serviran las barreras y los fundamentos de las
buenas maneras a una mujer cuya vida transcurrira en un Scarsdale
o semejante?
-Y bien? -pregunt Hel nuevamente-. Qu opina usted de
todo eso?
Hanna sacudi la cabeza.
-Yo no tena ni idea de que ellos estaban tan... organizados; que
eran tan... despiadados. Le he causado muchas molestias, verdad?
-No la hago responsable de todo lo que ha sucedido hasta ahora.
Hace ya mucho tiempo que s que tengo una deuda de karma(
Considerando el hecho de que mi trabajo ha cortado oblicuamente el
grano de la organizacin social, era de esperar que se presentara un
poco de mala suerte. No he tenido antes esa mala suerte, de modo
que he estallo acumulando una deuda de karma; un peso de
antisuerte en contra ma. Usted ha sido el vehculo para el equilibrio
karma' pero no considero que usted sea la causa. Entiende algo de
lo que le digo?
Hanna se encogi de hombros.
-Qu piensa usted hacer?
La tempestad estaba pasando, y los vientos que la seguan
soplaron en el jardn haciendo estremecer a Hanna dentro de su
vestido mojado.
-En esa cmoda hay quimonos acolchados. Qutese el vestido.
-Estoy bien.
-Haga lo que le digo. La herona trgica estornudando es una
imagen demasiado ridcula.
Hanna baj la cremallera del vestido mojado dejndolo caer antes
de buscar el quimono seco, accin que estuvo de acuerdo con los
shorts demasiado cortos, la camisa desabrochada y la sorpresa que
ella misma manifestaba (y que ella crea era genuina), cuando los
hombres se acercaban a ella tratndola como un objeto. Hanna nunca
se haba confesado a s misma que obtena provecho social de tener
un cuerpo deseable, que aparentemente estaba al alcance. Si hubiera
meditado en ello, hubiese etiquetado su exhibicionismo instintivo
como una aceptacin sana de su cuerpo, una ausencia de
prejuicios.
-Qu piensa usted hacer? -pregunt Hanna de nuevo mientras
se cubra con el quimono.
-La autntica cuestin consiste en lo que usted har. Tiene
todava intencin de continuar adelante con este asunto? De
289
Trevanian Shibumi
arrojarse al agua esperando que tendr que saltar detrs de usted?
-Lo hara usted? Saltar detrs de m?
-No lo s.
Hanna mir fijamente a la oscuridad del jardn y se apret ms el
quimono protector.
-No lo s... No lo s. Todo pareca tan claro ayer mismo. Yo
saba lo que deba hacer, que era lo nico justo y razonable que poda
hacerse.
-Y ahora...?
Ella hizo un gesto de duda y sacudi la cabeza.
-Usted preferira que me fuese a casa y olvidase por completo
este asunto, no es verdad?
-S. Y tampoco eso puede resultar tan fcil como usted cree.
Diamond sabe sobre usted. Llevarla a casa sana y salva ser una
tarea difcil.
-Y qu suceder con los miembros del Setiembre Negro que
asesinaron a nuestros atletas en Munich?
-Oh, ellos morirn. Todo el mundo muere, eventualmente.
-Pero... si ahora yo vuelvo a casa, la muerte de Avrim y de
Chaim habr sido intil!
-Cierto. Hay muertes intiles, y nada de lo que usted pudiera
hacer cambiara eso.
Hanna se acerc a Hel y le mir directamente, mostrando
confusin y duda en su cara. Deseaba ser tomada en brazos,
consolada, que se le dijera que todo saldra bien.
-Tendr usted que decidir con rapidez lo que piensa hacer.
Volvamos a la casa. Podr usted reflexionar esta noche.
Encontraron a Hana y Le Cagot sentados al fresco de la hmeda
terraza. Despus de la tormenta se levant un fuerte viento y el aire
era fresco y lmpido. Hana se levant cuando ellos se acercaron y
cogi la mano de Hanna en un gesto inconsciente de bondad.
Le Cagot estaba tendido a todo lo largo en un banco de piedra,
con los ojos cerrados, la copa de coac suelta entre sus dedos, y su
pesada respiracin resonando ocasionalmente con un ligero ronquido.
-Se qued dormido justo en medio de una historia -explic Hana.
-Hana -dijo Hel-. Miss Stern no se quedar con nosotros
despus de esta noche. Dispondrs que por la maana recojan sus
cosas? Voy a subirla a la cabaa. -Se volvi hacia Hanna-. Tengo
un pequeo alojamiento en la montaa. Podr usted permanecer all,
fuera de peligro, mientras pienso cmo podr regresar segura a casa
de sus padres.
-An no he decidido que quiera volver a casa.
En lugar de respuesta, Hel dio un puntapi a la suela de la bota
de Le Cagot. El rudo vasco se sobresalt y se lami varias veces los
labios.
-Dnde estaba? Ah... estaba contndote lo de esas tres monjas
en Bayona. Bueno, pues las encontr...
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Trevanian Shibumi
-No, decidiste no contarlo, teniendo en consideracin la
presencia de las damas.
-Ah! Bueno, bueno! Sabes, muchachita, una historia como sa
hubiera inflamado tus pasiones. Y cuando vengas a m, quiero que lo
hagas por tu propia voluntad, y no llevada por una pasin cegadora.
Qu les sucedi a nuestros invitados?
-Se han ido. Probablemente, han regresado a los Estados
Unidos.
-Voy a decirte algo con franqueza, Nikko. No me gustan esos
hombres. En sus ojos hay cobarda, y eso les hace peligrosos. Debes
invitar a una clase mejor de gente, o arriesgarte a perderme a m.
Hana, mujer maravillosa y deseable, quieres venir a acostarte
conmigo?
Hana sonri.
-No, gracias, Beat.
-Admiro tu autocontrol. Y qu dices t, muchachita?
-Est cansada -dijo Hana.
-Ah, bueno, quiz sea mejor as. Estaramos algo apretados en
mi cama con esa rechoncha criada portuguesa de la cocina. Muy
bien! Siento mucho privaros del color y el encanto de mi presencia,
pero la excelente mquina que es mi cuerpo necesita desaguar y
despus un buen descanso. Buenas noches, amigos mos. -Se
levant con un gruido, y ya se iba, cuando observ el quimono de
Hanna-. Qu es esto? Qu le ha ocurrido a tu vestido? Oh, Nikko,
Nikko... La codicia es un vicio. En fin... buenas noches.
Hana afloj suavemente la tensin de su espalda y hombros
mientras Hel permaneca tendido boca abajo, y despus le acarici el
cabello hasta que l se adormil. Entonces, Hana cubri con su
cuerpo el de Hel, acomodando su regazo a las nalgas de l y los
brazos y piernas de ella sobre los del hombre, protegindole con su
peso tibio, consolndole y forzndole a relajarse.
-Es algo serio, verdad? -murmur.
Hel lo confirm con una voz inarticulada.
-Qu vas a hacer?
-No lo s -repuso Hel en un susurro-. En primer lugar, sacar a
la chica de aqu. Ellos pueden pensar que con su muerte queda
cancelada mi deuda con su to.
-Ests seguro que no la encontrarn? En estos valles no existe
nada secreto.
-nicamente los hombres de las montaas sabrn donde esta
Hanna. Son mi gente y no hablan con la Polica, por costumbre y por
tradicin.
-Y despus?
-No lo s. Tengo que pensarlo todava.
-Quieres que te proporcione placer?
-No. Estoy demasiado tenso. Djame ser egosta. Permteme que
sea yo quien te d placer.
291
Trevanian Shibumi
LARUN
Hel se despert al amanecer y estuvo trabajando dos horas en el
jardn antes de desayunar con Hana en la habitacin tatami' desde
donde se vea el sabln recin rastrillado que llegaba hasta la orilla
del arroyo.
-Con el tiempo, Hana, este jardn ser un jardn aceptable.
Espero que t ests aqu para disfrutarlo conmigo.
-He estado meditando en ese asunto, Nikko. La idea no deja de
tener sus atractivos. La pasada noche fuiste muy meticuloso.
-Estaba librndome de algunas tensiones. Eso es una ventaja.
-Si yo fuese egosta, deseara que siempre tuvieras tensiones
parecidas.
Hel ri bajito.
-A propsito, querrs llamar por telfono al pueblo y encargar
billete para Miss Stern en el prximo vuelo a Estados Unidos? Ha de
ser de Pau a Pars, Pars a Nueva York, Nueva York a Chicago.
-As que nos deja?
-Todava no. No quiero que est en campo abierto. Pero las
reservas quedarn archivadas en el banco de memoria del ordenador
de la compaa area, e inmediatamente estarn al alcance de >at
?o%( Les despistar.
-Y quin es >at ?o%E
-Un ordenador. El enemigo final. Proporciona las armas de la
informacin a los hombres estpidos.
-Esta maana hablas amargamente.
-Estoy amargado. Hasta me compadezco.
-Yo haba evitado esa frase, pero es la adecuada. Y no es
apropiada para un hombre como t.
-Lo s. -Hel sonri-. Nadie en el mundo se atrevera a
corregirme de ese modo, Hana. Eres un tesoro.
-Mi papel es precisamente ser un tesoro.
-As es. Y, por cierto, dnde est Le Cagot? No le he odo
todava gritando por ah.
-Hace una hora que sali con Miss Stern. Iba a ensearle
algunos de los pueblos abandonados. Debo decir que ella pareca de
muy buen humor.
-La gente superficial se repone rpidamente. No se puede
magullar un cojn. Cundo regresarn?
-Seguramente, a la hora del almuerzo. He prometido a Beat un
asado de #i#ot( Dijiste que ibas a llevar a Hanna a la cabaa.
Cundo saldris?
-Despus del crepsculo. Me estn vigilando.
-Pasars la noche con ella en el refugio?
-Hum... Supongo que s. No me gustara regresar bajando por
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Trevanian Shibumi
esos caminos en la oscuridad.
-Ya s que Hanna no te gusta, pero...
-No me gusta ese tipo de gente, bobalicones de la clase media
en busca de emociones, hacindose cosquillas con el estremecimiento
del terror y la revolucin. Su existencia ya me ha costado mucho.
-Piensas castigarla mientras estis ah arriba?
-No haba pensado en ello.
-No seas duro. Es una buena nia.
-Tiene veinticuatro aos. A esa edad no tiene ningn derecho de
ser una nia. Y no es buena. Cuando ms, es mona.
Hel saba lo que Hana haba querido decir al hablar de castigar
a la chica. En ocasiones, Hel se haba vengado de mujeres jvenes
que le molestaban, hacindoles el amor poniendo en prctica todas
sus habilidades tcticas y entrenamiento extico para crear una
experiencia que la mujer jams volvera a experimentar y que
perseguira en vano durante el resto de su vida, en relaciones
amorosas y matrimonios.
Hana no sinti celos con respecto a Hanna; eso hubiera sido
ridculo. Durante los dos aos que haban vivido juntos, tanto ella
como Hel haban sido libres para alejarse y hacer pequeos viajes, en
busca de una diversin sexual, ejercicios de curiosidad fsica que
haba mantenido a tono sus apetitos, y haca ms precioso, por la
comparacin, lo que ellos tenan. En cierta ocasin, Hana le increp
de buen humor, quejndose de que con ese arreglo a l le tocaba la
mejor parte, pues un hombre entrenado puede llegar a unos niveles
decentes de ejercicio con una aficionada de buena voluntad, mientras
que incluso la mujer ms bien dotada y con la mayor experiencia
tiene dificultades con el instrumento torpe de un hombre desmaado
sin llegar ms all de un lujurioso cosquilleo. Sin embargo, Hana
gozaba en ocasiones con los jvenes de buena musculatura de Pars o
de la Costa Azul, primariamente como objetos de belleza fsica:
juguetes para acariciar.
Recorrieron en el automvil el tortuoso camino del valle,
oscurecido ya por la noche que caa. Las escarpadas montaas que se
alzaban a la izquierda eran vagas figuras geomtricas, mientras que
las de la derecha eran rosadas y ambarinas a los rayos horizontales
del sol poniente. Cuando salieron de Etchebar, Hanna haba estado
muy animada contndole lo divertido que lo haba pasado aquella
tarde con Le Cagot, vagabundeando por los pueblos desiertos en las
tierras altas, en donde ella haba observado que todos los relojes de
las iglesias carecan de las manecillas que se haban llevado los
campesinos que partan. Le Cagot le haba explicado que se
consideraba necesario quitar las manecillas de los relojes porque no
habra nadie en las iglesias que cuidara de mantener bien atornilladas
las pesas del reloj y nadie poda permitir que el reloj de Dios no
marcase la hora exacta. El spero tono del catolicismo primitivo vasco
quedaba manifiesto en una inscripcin de memento mori en la torre
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Trevanian Shibumi
de una de las iglesias abandonadas: Cada hora hiere, la ltima
mata.
Despus qued silenciosa, abrumada por la belleza desolada de
las montaas que se alzaban tan bruscamente desde el estrecho valle
que parecan quedar colgadas. Por dos veces, Hel frunci el ceo y la
mir de reojo, para encontrarla con una mirada tranquila y una
sosegada sonrisa en los labios. Hel se haba sentido atrado y
sorprendido al mismo tiempo, por la saturacin de alfa en su aura,
extraa e inesperada en una persona que l haba considerado como
necia. Era el timbre del sosiego y la paz interior. Iba a preguntarle
sobre su decisin con respecto a los miembros de Setiembre
Negro, cuando su atencin se desvi hacia un coche que se
aproximaba por detrs llevando encendidas nicamente las luces de
posicin. Se le ocurri que Diamond o sus lacayos de la Polica
francesa podan haber averiguado que llevaba a Hanna a un lugar
seguro, y sus manos se agarraron fuerte al volante al recordar las
caractersticas de la carretera, decidiendo que forzara a aquel coche
a pasarle y lo empujara despus para hacerlo caer en el barranco
que tenan a su izquierda. Haba hecho un cursillo exhaustivo sobre
conduccin de ataque, como consecuencia del cual siempre conduca
coches pesados, como este condenado Volvo, en previsin de
emergencias como la presente.
La carretera no era recta en ningn momento, sino un recorrido
constante de curvas y giros siguiendo el curso del ro al fondo del
barranco. No exista ni un lugar donde un auto pudiera pasar a otro
con seguridad, pero eso, naturalmente, no detendra a un conductor
francs, cuyo impulso adolescente para pasar a los otros ya es
legendario. El vehculo que le segua continu acortando la distancia
hasta hallarse slo a un metro de su parachoques posterior. Hizo
seales con las luces y toc la bocina, y le pas mientras circulaban
por una curva cerrada.
Hel respir y dej que el otro coche le pasara. La bocina y las
luces le indicaron que no se trataba de un intento de asesinato.
Ningn profesional hubiera enviado seales de su propsito de aquel
modo. Simplemente, se trataba de otro conductor francs.
Sacudi paternalmente la cabeza cuando el infantil Peugeot con
fuerza insuficiente apret el motor en un esfuerzo para pasar, y los
nudillos del joven conductor estaban blancos apretando el volante y
los ojos se le salan de las rbitas en su afn de mantenerse en la
carretera.
Segn su experiencia, Hel haba descubierto que nicamente los
conductores norteamericanos ms viejos, con las largas distancias
que suelen recorrer por buenas carreteras y con mquinas
competentes, son inmunes al automvil considerado como un juguete
y como metfora viril. La inquietud infantil del conductor francs le
molestaba, aunque no tanto como el conductor tpico italiano que
utiliza su automvil como una extensin de su pene, o el conductor
294
Trevanian Shibumi
britnico, que lo utiliza como un sustituto.
Durante media hora, tras haber dejado la carretera del valle,
estuvieron ascendiendo hacia las montaas de Larun, por un camino
vecinal que serpenteaba como un reptil en su agona final. Algunos de
los cortes de la montaa quedaban dentro del radio de giro del
Volvo, y, para evitarlos, deban hacerse dos reducciones
resbalando un poco junto al borde de la gravilla suelta. Tenan puesta
en todo momento una marcha corta y la pendiente era tan inclinada,
que salieron de la noche que haba sumido el valle en la oscuridad,
para entrar en el crepsculo cebra de las altas montaas: un reflejo
cegador en el parabrisas al girar hacia el Oeste y la oscuridad cuando
los peascos bloqueaban el sol poniente.
Pero incluso este primitivo camino finaliz, y continuaron
subiendo por los dbiles surcos marcados en el rastrojo de los
prados. El sol poniente era en aquel momento enorme y rojo disco
con la base aplanada al fundirse con el horizonte. En los picos por
encima de ellos haba campos de nieve que tan pronto brillaban
rosados como malva o prpura, contra un cielo oscuro. Las primeras
estrellas refulgieron en el oscurecido Este, mientras que el cielo del
Oeste mantena todava un brumoso azul alrededor del borde rojo
sangre del sol que se hunda.
Hel detuvo el coche junto a una roca de granito y puso el freno de
mano.
-Desde aqu hemos de caminar. Quedan dos kilmetros y medio.
-Hacia arriba? -pregunt Hanna.
-En su mayor parte.
-Dios santo, ese refugio est ciertamente alejado del camino!
-sta es su misin. -Salieron del vehculo y descargaron la
mochila de Hanna, experimentando la caracterstica frustracin del
diablico cierre posterior del Volvo. Haban recorrido ya unos
veinte metros antes de que Hel se acordara de seguir su satisfactorio
rito de costumbre. En vez de retroceder el camino andado, cogi del
suelo una piedra aguzada y la arroj, un tiro afortunado que dio en
una ventana posterior dibujando una tela de araa de estras en el
cristal de seguridad.
-Por qu ha hecho usted eso? -pregunt Hanna.
-Un gesto nicamente. El hombre contra el sistema. Vmonos.
Sgame de cerca. Conozco de memoria el sendero.
-Cunto tiempo permanecer all completamente sola?
-Hasta que yo decida qu hay que hacer con usted.
-Se quedar usted esta noche?
-S.
Caminaron durante un inmuto antes de que Hanna dijera:
-Me alegro.
Hel mantuvo un paso rpido porque la luz estaba
desvanecindose rpidamente. Hanna era fuerte y joven y poda
seguirle con facilidad, lindando en silencio, embelesada por los
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Trevanian Shibumi
rpidos, pero sutiles cambios de color del crepsculo en la montaa.
Nuevamente, como haba ocurrido antes en el valle, Hel intercept un
sorprendente tono alfa en el aura de la muchacha, esa seal rpida, a
medio volumen, que Hel asociaba con la paz del alma y la
meditacin, y de ningn modo con los caractersticos timbres propios
de los jvenes occidentales.
Hanna se detuvo de pronto, mientras cruzaban el ltimo prado
antes de la estrecha garganta que conduca a la cabaa.
-Qu pasa?
-Mire. Estas flores. No he visto nada igual anteriormente. -
Hanna se inclin para acercarse a las campanillas de tallo fino, de un
suave dorado, escasamente visibles con el reflejo de la tierra.
Hel asinti con la cabeza.
-Slo se hallan en este prado y en aquel otro de all. -E indic
hacia el Oeste, hacia la Mesa de los Tres Reyes, que ya no se vea en
la oscuridad-. Nos encontramos por encima de los mil doscientos
metros. Tanto aqu como all, estas flores crecen nicamente a mil
doscientos. En la regin, las conocen como el ojo del otoo, y la
mayora de la gente nunca las han visto, porque tan slo florecen
durante tres o cuatro das.
-Son preciosas. Pero casi ya es de noche, y todava estn
abiertas.
-Nunca se cierran. Cuenta la tradicin que, al ser su vida tan
corta, no se atreven a cerrarse.
-Esto es triste.
Hel se encogi de hombros.
Se sentaron uno frente al otro en la pequea mesa, y terminaron
la cena, mientras contemplaban el exterior a travs de la pared de
cristal que daba a la garganta, la estrecha hondonada que era el
nico acceso a la cabaa. Normalmente, Hel se hubiese sentido
inquieto sentado frente a una pared transparente, alumbrando su
persona con una lmpara de petrleo, mientras detrs de l todo
quedaba en tinieblas. Pero saba que el panel doble de cristal era a
prueba de balas. El refugio haba sido construido con piedra local y su
diseo era simple. Una gran habitacin con balcn voladizo, en el que
l dorma. Al llegar, Hel puso a Hanna al corriente de las
caractersticas. El arroyo, que naca de un ventisquero, pasaba
directamente por debajo del refugio, de modo que se poda conseguir
el agua a travs de un escotilln sin tener que salir fuera. El depsito
de cuatrocientos litros de petrleo, que proporcionaba combustible a
la estufa y al fogn, estaba encajado en la misma piedra que el
refugio, de modo que ningn disparo exterior poda agujerearlo. Una
plancha de metal cerraba la nica puerta. La despensa se haba
instalado en un hueco cortado en la cara de granito que constitua
una pared de la cabaa y guardaba alimentos para treinta das. En la
pared de cristal haba un pequeo panel que se poda romper hacia
fuera para poder disparar contra alguien que se acercara al refugio y
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Trevanian Shibumi
que deba pasar forzosamente por la estrecha garganta. Las paredes
de la garganta eran lisas y todos los peascos que la recubran
haban sido desencajados y enviados al fondo.
-Dios mo, desde aqu se podra rechazar para siempre a un
ejrcito -exclam Hanna.
-No a un ejrcito, y no para siempre, pero sera una posicin
muy difcil de lomar. -Hel cogi del armero un rifle semiautomtico
con mira telescpica y lo entreg a Hanna.
-Sabe usted manejar este arma?
-Bueno... supongo que s.
-Entiendo. En fin, lo importante es que dispare si ve que alguien
se aproxima por la hondonada y no lleva un ,ahako( No importa que
le d o no. El sonido del disparo repercutir en las montaas y al
cabo de media hora habr recibido ayuda.
-Qu es un... ah...?
-Un ,ahako es una bota de cuero para vino, como sta. Todos
los contrabandistas y pastores de estas colinas saben que usted est
aqu. Son amigos mos. Y todos llevan su ,ahako( Un forastero no lo
llevara.
-Estoy realmente en tanto peligro?
-No lo s.
-Pero por qu querran matarme?
-No estoy seguro de que lo hicieran. Pero existe una posibilidad.
Podran suponer que yo no intervendra en el asunto si usted
estuviese muerta y yo no pudiera hacer ya nada ms para pagar la
deuda contrada con su to. se es un razonamiento estpido, porque
si la matan mientras est bajo mi proteccin, me obligan a proceder
a contrarrestar su accin. Pero estamos tratando con mentalidades de
comerciantes y de militares, y su idioma intelectual es la estupidez.
Ahora veamos si puede hacerse cargo de todo.
Hel le dio instrucciones para encender la estufa y el fogn, para
sacar agua del arroyo a travs del escotilln y a cargar el rifle.
A propsito, acurdese de tomar cada da una de estas pastillas
minerales. El agua que corre por debajo del suelo procede de la nieve
derretida. No contiene minerales, y con el tiempo agotara las
reservas minerales de su organismo.
-Dios, cunto tiempo voy a permanecer aqu?
-No estoy seguro. Una semana. O dos quiz. Cuando los
miembros de Setiembre Negro hayan llevado a cabo su secuestro
aflojarn su presin sobre usted.
Mientras Hel preparaba una cena con latas de conserva de la
despensa, Hanna estuvo curioseando por la cabaa, tocando las
cosas, y sumida en sus propios pensamientos.
Y despus se sentaron uno frente al otro, en la mesa redonda
junto a la pared de cristal, y la luz de la vela reverta las sombras del
suave rostro juvenil de Hanna en el que todava no se haban
desarrollado las arrugas del carcter y la experiencia. Durante la cena
297
Trevanian Shibumi
permaneci silenciosa, bebiendo ms vino del que tena por
costumbre y sus ojos estaban hmedos y tenan cierta vaguedad.
-Debera decirle que no tiene por qu preocuparse ms por m.
Ahora ya s lo que voy a hacer. Esta maana, temprano, he
decidido irme a casa y hacer todo lo que pueda para olvidar toda esta
ira y... fealdad. No es para m. Y ms que eso todava, ahora me doy
cuenta de que todo es, no s, como sin importancia. -Jug
distradamente ton la llamita de la vela, pasando su dedo por entre
ella con la rapidez justa para no quemarse-. La noche pasada me
sucedi algo extrao. Fantstico. Pero maravilloso. He estado
sintiendo sus efectos durante todo el da.
Hel se acord de los timbres alfa que haba estado interceptando.
-No poda dormir. Me levant y camin por su casa en la
oscuridad. Y sal despus al jardn. El aire era fro y no corra brisa
alguna. Me sent junto al arroyo y poda ver el oscuro centelleo del
agua. Lo estuve contemplando, sin pensar en nada especialmente, y
de pronto... experiment un sentimiento que casi recuerdo haber
tenido cuando era una nia. De pronto, todas las presiones, las
confusiones y los temores desaparecieron. Se desvanecieron, y me
sent ligera. Me sent como si me transportaran a algn otro lugar,
algn lugar en donde nunca he estado, pero que conozco muy bien.
Era soleado y tranquilo, y a mi alrededor todo era hierba. Y pareca
como si yo lo comprendiera todo. Como si yo fuese... no s. Como si
yo fuera... uf! -Retir la mano y se chup el dedo chamuscado.
Hel se ech a rer y sacudi la cabeza; Hanna se ri tambin.
-Fue estpido hacer eso -dijo ella.
-Cierto. Creo que iba usted a contarme que fue como si usted y
la hierba y el sol formasen parte de un solo ser, fuesen partes de una
misma cosa.
Hanna le mir, el dedo todava en los labios.
-Cmo lo ha sabido usted?
-Es una experiencia que otras personas han tenido. Dice usted
que recuerda haber tenido sentimientos parecidos cuando era una
nia?
-Bueno, no lo recuerdo con exactitud. No, no lo recuerdo en
absoluto. nicamente que, mientras estaba all, tena el
presentimiento de que aquello no era nuevo y extrao. Era algo que
haba hecho antes, pero no recuerdo cundo lo hice antes.
Comprende usted lo que quiero decir?
-Creo que s. Es posible que fuese parte del atavismo...
-Ya s! Lo siento, no quera interrumpirle. Pero ya s a lo que
se parece. Es como algo similar al mejor momento cuando se fuma
hierba o algo semejante, y uno se siente a la perfeccin y todo est
en su justo lugar. No es exactamente como eso, porque con la droga
nunca se llega tan lejos, pero all es adonde uno cree que est
llegando. Comprende lo que quiero decir?
-No.
298
Trevanian Shibumi
-Nunca ha fumado hierba o cosa parecida?
-No. Nunca tuve que hacerlo. Mis recursos internos estn
intactos.
-Bueno. Pues era algo como eso.
-Entiendo. Cmo est su dedo?
-Oh, est bien. La cosa es que, despus que pas ese
sentimiento, la noche pasada, me encontr sentada all en su jardn,
descansada y con la cabeza despejada. Y ya no me senta confusa.
Saba que no haba por qu castigar a los de Setiembre Negro. La
violencia no conduce a parte alguna. Es irrelevante. Ahora, creo que
lo nico que deseo es volver a casa. Pasar algn tiempo
descubrindome a m misma. Y, entonces, quiz... no s. Ver lo que
sucede a mi alrededor, quiz. Preocuparme de eso. -Se sirvi otro
vaso de vino y se lo bebi de un trago; despus puso su mano sobre
el brazo de Hel-. Creo que le he proporcionado muchas molestias.
-Creo que en Norteamrica hay un proverbio para eso: a pain in
the ass
CK
(
-Me gustara que hubiera algn modo de compensarle.
Hel la mir de reojo.
Hanna se sirvi otro vaso de vino y pregunt:
-Cree usted que a Hana le importa que usted se haya quedado
aqu?
-Por qu debera importarle?
-Bueno, quiero decir... cree usted que a ella le importa que
pasemos juntos la noche?
-Qu significado tiene esa frase para usted?
-Cmo? Bueno... vamos a dormir juntos.
-Dormir juntos?
-Quiero decir, en el mismo lugar. Usted sabe lo que quiero decir.
Hel la mir sin decir palabra. La experiencia reciente de Hanna en
transporte mstico, aunque fuese un acontecimiento aislado
impulsado por una sobrecarga de tensin y desesperacin, y no la
funcin de un espritu equilibrado y en paz, le conceda cierta vala
ante los ojos de l. Pero esa nueva aceptacin no era ajena a cierta
envidia, ante aquella bobalicona de mente confusa que poda alcanzar
un estado que l haba perdido haca muchos aos, y probablemente
para siempre. Hel reconoci que su envidia tena un matiz de
adolescente, pero este reconocimiento no bast para que el
sentimiento se desvaneciera por completo.
Hanna haba estado frunciendo el ceo mientras miraba fijamente
la llamita de la vela, intentando poner orden en sus emociones.
-Debera decirle algo.
-Debera usted?
-Quiero ser sincera con usted.
-No se moleste.
46
Literalmente, un dolor en el trasero. Coloquial americano. Podra traducirse como un
grano en el cogote. 01( del T(2
299
Trevanian Shibumi
-No, quiero serlo. Incluso antes de conocerle, sola pensar
muchas veces en usted... soando despierta, algo as. Sobre todas
las historias que mi to me contaba de usted. Qued realmente
sorprendida al ver lo joven que es... es decir, lo joven que parece. Y
supongo que si yo analizara mis sentimientos, hay una especie de
proyeccin paternal. Aqu est usted, el gran mito en persona. Estaba
asustada y confusa, y usted me ha protegido. Me es fcil ver todos
los impulsos psicolgicos que me empujaran hacia usted, no los ve
usted?
-Ha considerado la posibilidad de que es sencillamente una
mujer joven con apetitos sexuales y un deseo sano y sin
complicaciones de llegar al clmax? O cree que eso no es sutil
psicolgicamente?
Hanna le mir y afirm con la cabeza.
-Ciertamente, usted sabe bien cmo desarmar a una persona.
No le deja mucho con que poder protegerse.
-Es verdad. Y quiz no es muy corts por mi parte. Lo siento.
Creo que esto es lo que voy a hacer con usted. Usted est sola, se
siente sola y est confusa tambin. Quiere que la consuelen y la
mimen. No sabe cmo pedirlo, porque usted es un producto de la
cultura occidental, de modo que trata de ganarlo, cambiando sexo
por mimos. Es un trato muy corriente que la mujer occidental hace
con frecuencia. Despus de todo est limitada a negociar con el
macho occidental, cuyo concepto del intercambio social es quebradizo
y limitado y que exige el pago en forma de sexo, porque sa es la
nica parte del trato con el que se siente a gusto. Miss Stern, si usted
lo desea puede usted dormir conmigo esta noche. La sostendr y la
consolar, si eso es lo que desea.
Los ojos de Hanna se humedecieron de gratitud y por el exceso
de vino.
-Me gustara, s.
Pero el animal que acecha dentro difcilmente se controla con
buenas Intenciones. Cuando Hel se aviv ante las atenciones de
Hanna y not que de ella emanaba la sncopa alpha-theta que
acompaa a la excitacin sexual, la respuesta de Hel no qued
limitada a un deseo de protegerla de un rechazo.
Hanna se encontraba excepcionalmente dispuesta, con todos sus
nervios a flor de piel y sensible en su desesperacin. Siendo joven,
tuvo cierta dificultad en mantenerla lubricada, pero, aparte de esa
molestia mecnica, Hel pudo mantenerla en el clmax sin muchos
esfuerzos.
Los ojos de Hanna giraron una vez ms y suplic:
-No... por favor... no puedo otra vez! Voy a morir si lo hago
otra vez! -Pero sus contracciones involuntarias la precipitaban cada
vez ms cerca, y Hanna jade en su cuarto orgasmo, que Hel
prolong hasta que las uas de la muchacha araaban
frenticamente la lanilla de la alfombra.
300
Trevanian Shibumi
Hel record la recomendacin de Hana contra debilitar las futuras
experiencias de Hanna por comparacin, y como no senta ningn
impulso especial para llegar al orgasmo, la hizo volver lentamente,
dndole golpecitos y sosegndola a medida que los msculos de sus
caderas, vientre y muslos temblaban todava fatigados por los
repetidos orgasmos, y ella yaca quieta en el montn de cojines,
medio inconsciente y sintiendo que la carne se le derreta.
Hel se lav en agua helada, de nieve, y se dirigi despus al
balcn voladizo para dormir.
Algn tiempo despus, la oy que se acercaba silenciosamente.
Hel le hizo espacio y un nido con sus brazos y regazo. Sumergindose
ya en el sueo, Hanna dijo soolienta:
-Nicholai?
-Por favor, no me llame por mi nombre de pila -murmur l.
Ella permaneci silenciosa durante un rato.
-Mr. Hel? No se asuste por esto, porque es pasajero. Pero en
este momento estoy enamorada de usted.
-No sea boba.
-Sabe usted qu es lo que deseo?
Hel no respondi.
-Me gustara que fuese por la maana y que pudiera salir y
cogerle un ramillete de flores... Esos ojos de otoo que hemos
visto. Hel ri suavemente y la rode con sus brazos.
-Buenas noches, Miss Stern -le dese.
301
Trevanian Shibumi
ETCHEBAR
Era ya media maana antes de que Hana oyese el ruido de una
roca salpicando el agua en el arroyo y saliera del castillo para
encontrar a Hel arreglando de nuevo las piedras cantarinas con los
pantalones arremangados y los antebrazos chorreantes de agua.
-Acabar alguna vez de arreglar esto, Hana?
Ella sacudi la cabeza.
-Solamente t lo sabes. Est Hanna instalada segura en la
cabaa?
-S. Supongo que las chicas ya habrn preparado agua caliente.
Te apetece tomar un bao conmigo?
-Ciertamente.
Se sentaron uno frente al otro, con los pies unidos en la caricia
habitual, los ojos cerrados y los cuerpos ingrvidos.
-Espero que te portaras bien con ella -murmur Hana
amodorrada.
-Lo fui.
-Y t? Cmo fue para ti?
-Para m? -Hel abri los ojos-. Madame, tiene usted en su
programa alguna cosa urgente que hacer?
-Tendr que consultar mi carnet de bal' pero es posible que
pueda acomodarle.
Poco despus del medioda, cuando Hel poda esperar que el
servicio de telfonos funcionara, por lo menos marginalmente, hizo
una llamada transatlntica al nmero que Diamond le haba dejado.
Haba decidido comunicar a la Organizacin Madre que Hanna Stern
haba decidido volver a casa y no acercarse a los de Setiembre
Negro. Supuso que Diamond tendra una satisfaccin personal al
creer que haba conseguido asustar a Nicholai Hel, pero del mismo
modo que un elogio de semejante procedencia no le hubiera
complacido, tampoco el desprecio poda inquietarle.
Pas ms de una hora antes de que el sistema telefnico francs,
anticuado y viscoso, hiciera su llamada, y Hel decidi pasar el tiempo
de espera inspeccionando su propiedad. Se senta aligerado, bien
dispuesto hacia todo, disfrutando de esa euforia generalizada al
escapar de un peligro inmediato. Por toda una serie de razones
impalpables, tema enormemente verse envuelto en un asunto
preado de personalidades y pasiones.
Caminaba por el laberinto de alheas de los prados del Este
cuando tropez con Pierre, que se hallaba en su habitual estado
alcohlico confusamente contento. El jardinero mir al cielo y
pontific.
-Ah, 8Hsieur( Pronto habr tormenta. Todas las seales apuntan
hacia ello.
302
Trevanian Shibumi
-S?
-Oh, s, no hay duda alguna. Las pequeas nubes de la maana
se han acumulado al lado del ahue=mendi( El primero de los ursoa
vol hacia arriba del valle esta tarde. El viento ha hecho volar las
hojas del sa#arra( Todo eso son signos seguros. Es inevitable una
tempestad.
-Lstima. Hubiramos podido aprovechar un poco de lluvia.
-Cierto, 8Hsieur' pero fjese! Aqu llega 8Hsieur Le Cagot. Qu
bien viste!
Le Cagot estaba aproximndose por el prado, vestido todava con
el arrugado traje teatral de dos noches atrs. Al acercarse Le Cagot,
Pierre se alej vacilante, explicando que tena miles de cosas que exi-
gan su atencin inmediata.
Hel salud a Le Cagot.
-Haca mucho que no te haba visto, Beat. Dnde has estado?
-Uf! He estado en Larrau con la viuda, ayudndola a apagar el
fuego que lleva en su panza. -Le Cagot estaba inquieto, y su broma
habitual era mecnica y sin relieve.
-Un da, Beat, esa viuda te va a pillar en la trampa y t sers...
Qu pasa? Qu ha pasado?
Le Cagot puso las manos en los hombros de su amigo.
-Amigo mo, tengo malas noticias para ti. Ha sucedido algo
terrible. Aquella chica de los pechos grandes? Tu invitada...?
Hel cerr los ojos y volvi la cabeza a un lado. Al cabo de un rato,
pregunt suavemente:
-Muerta?
-As lo temo. Un contrebandier oy los tiros. Cuando lleg a tu
cabaa, ya estaba muerta. Haban disparado contra ella... muchas,
muchas veces.
Hel respir larga y pausadamente, y contuvo por un momento el
aire; despus lo expuls por completo, mientras absorba el primer
choque y evitaba el ardor de la furia turbadora de la mente.
Manteniendo vaca su mente, se encamin hacia el chQteau' mientras
Le Cagot le segua, respetando la coraza de silencio de su amigo.
Hel permaneci sentado durante diez minutos en el umbral de su
cuarto tatami' contemplando el jardn mientras Le Cagot estaba a su
lado cado en el suelo. Al cabo de este tiempo, Hel enfoc su mirada y
dijo con voz montona:
-Bien. Cmo consiguieron entrar en el refugio?
-No tuvieron que hacerlo. Ha sido hallada en el prado ms abajo
de la hondonada. Evidentemente, estaba cogiendo flores silvestres.
Tena un gran ramillete en su mano.
-Estpida boba -dijo Hel en un tono que pudiera ser carioso-.
Se sabe quin dispar contra ella?
-S. Esta maana temprano, en el pueblo de Lescun, fueron
vistos dos extranjeros. Sus descripciones concuerdan con la del
am6rlo de Texas que conoc aqu y ese pequeo rabe insolente.
303
Trevanian Shibumi
-Pero, cmo pudieron averiguar dnde estaba ella? nicamente
nuestra gente lo saba.
-Slo queda una posibilidad. Alguien debi de informarles.
-Alguien de nuestra gente?
-Lo s. Lo s! -Le Cagot habl entre los dientes-. He estado
preguntando por ah. Antes o despus, descubrir quin fue. Y
cuando lo haga, por las pelotas profticas de Jos en Egipto juro que
la hoja de mi makila har+ un agujero en su negro corazn! -Le Cagot
estaba avergonzado y furioso de que uno de los suyos, un montaero
vasco, hubiera deshonrado de este modo la raza-. Qu dices,
Nikko? Vamos a cogerlos, a ese am6rlo y el rabe?
Hel sacudi la cabeza.
-En estos momentos, ya estarn en un avin camino de Estados
Unidos. Ya llegar su hora.
Le Cagot dio un puetazo, una mano contra otra, levantndose la
piel de un nudillo.
-Pero, por qu6' Nikko! Por qu matar a esa muchacha? Qu
dao poda hacerles, pobrecilla boba?
-Queran impedirme a m que hiciera algo. Pensaron que poda
borrar mi deuda con su to, matando a la sobrina.
-Naturalmente, estn equivocados.
-En efecto. -Hel se sent muy derecho mientras su mente
comenzaba a funcionar con un timbre diferente-. Me ayudars,
Beat?
-Si yo te ayudar? Huelen mal tus orines si comes esprragos?
-Tienen fuerzas francesas de la Seguridad interna diseminadas
por toda esta parte del pas con orden de matarme si intento salir de
la zona.
-Uf! El nico encanto de las fuerzas de Seguridad es su pica
incompetencia.
-Sin embargo, sern una molestia. Y podran tener suerte.
Tendremos que neutralizarles. Recuerdas a Maurice de Lhandes?
-El hombre al que llaman el 3nomoE S, naturalmente.
-Tengo que ponerme en contacto con l. Necesitar de su ayuda
para poder entrar con seguridad en Inglaterra. Esta noche atravesa-
remos las montaas, iremos a Espaa, a San Sebastin. Necesito una
barca de pesca que me lleve a la costa de San Juan de Luz. Podrs
arreglarlo?
-Lamera una vaca la mujer de Lot?
-Pasado maana ir de Biarritz a Londres en avin. Vigilarn los
aeropuertos. Estn esparcidos, pero son pocos, y eso cuenta en
nuestro favor. Comenzando por maana al medioda, quiero que las
autoridades reciban informes de que he aparecido en Olorn, Pau,
Bayona, Maulon, Jean Pied de Port, Burdeos, Ste. Engrace y Dax...
todos al mismo tiempo. Quiero que su cruce de comunicaciones
quede tan confundido, que la informacin de Biarritz sea nicamente
una ms en un torrente de informacin. Puede arreglarse eso?
304
Trevanian Shibumi
-Si puede arreglarse? Es que...? No me acuerdo de ningn
viejo proverbio en este momento. S, puede arreglarse. Eso es como
en los viejos das, eh?
-As lo temo.
-Naturalmente, vas a llevarme contigo.
-No. No es tu tipo de actividad.
-Hola! No permitas que te engaen los pelos grises de mi barba.
Dentro de este cuerpo vive un muchacho! Un muchacho muy
travieso!
-No es eso. Si se tratara de entrar en una prisin o de volar un
punto de vigilancia, no hay nadie ms a quien prefiriera a mi lado,
sino a ti. Pero esto no ser cuestin de audacia. Debe llevarse a cabo
con habilidad.
Como era su costumbre cuando estaban al aire libre, Le Cagot se
haba vuelto y, tras desabrocharse los pantalones, orin mientras
hablaba.
-T no crees que soy capaz de ser hbil? Soy la propia
sutileza! Como el camalen, me confundo con el entorno!
Hel no pudo evitar una sonrisa. Ese autocreado mito popular all
frente a l, esplendoroso en su traje de fiesta arrugado *in de si6cle'
brillando al sol los botones de piedra de su chaleco de brocado, la
boina metida hasta las gafas de sol, su barba de acero rojiza
ocultando una corbata de seda y la vieja y usada makila bajo el
brazo, mientras sostena su pene en una mano y salpicaba orina a
uno y otro lado como un escolar, ese hombre estaba declarando que
era sutil y disimulado.
-No, no quiero que vengas conmigo, Beat. Puedes ayudarme
mucho ms disponiendo lo que te he pedido.
-Y despus de hecho eso? ^u6 voy a hacer yo, mientras t te
ests divirtiendo? Rezar y hacer girar mis pulgares?
-Te dir lo que puedes hacer. Mientras yo estoy fuera, contina
los preparativos para la exploracin de tu cueva. Baja el resto del
equipo que necesitamos. Trajes submarinos. Depsitos de aire.
Cuando regrese, intentaremos una exploracin rpida de luz a luz.
Qu te parece?
-Es mejor que nada. Pero no es mucho.
Una criada de la casa se acerc para decir a Hel que le
necesitaban en el castillo.
Hel encontr a Hana de pie con el telfono, en la despensa del
mayordomo, tapando el auricular con la palma de la mano.
-Es Mr. Diamond que te devuelve la llamada desde los Estados
Unidos.
Hel mir el telfono, y despus mir al suelo.
-Dile que pronto tendr noticias de m.
Haban terminado de cenar en el cuarto tatami y estaban
contemplando los cambios vespertinos de las sombras cambiantes del
jardn. Hel dijo a Hana que estara ausente durante una semana
305
Trevanian Shibumi
aproximadamente.
-Tiene esto que ver con Hanna?
-S. -Hel no vio motivo alguno para decirle que la muchacha
estaba muerta.
Tras un breve silencio, Hana dijo:
-Cuando vuelvas, yo estar casi al final de mi estancia contigo.
-Lo s. Para entonces, habrs tenido que decidir si ests
interesada en que continuemos nuestra vida juntos.
-Lo s. -Hana baj los ojos, y por primera vez, que Hel pudiera
recordar, se le cubrieron las mejillas con un suave rubor-. Nikko?
Sera mucha estupidez por nuestra parte considerar el matrimonio?
- Matrimonio?
-No importa. Ha sido un pensamiento estpido que me ha dado
vueltas por la cabeza. No creo que a m me interesara de todos
modos. Ella se haba referido delicadamente a la idea, retrocediendo
de inmediato ante la primera reaccin de Hel.
Durante algunos minutos, Hel permaneci sumido en el silencio.
-No, no es tan estpida. Si t decides entregarme los mejores
aos de tu vida, es natural que hicisemos algo para asegurar tu
futuro econmico. Hablaremos de ello a mi regreso.
-Es posible que ya no mencione nunca ms este asunto.
-Me doy cuenta de ello, Hana. Pero yo s puedo hacerlo.
306
Trevanian Shibumi
CUARTA PARTE
UTTEGAE
307
Trevanian Shibumi
SAN JUAN DE LUZ/BIARRITZ
La barca de pesca surc el sendero rizado de la luna poniente,
como mercurio en el mar, como un efecto del pincel de un acuarelista
de vanguardia. El motor diesel tosi roncamente y jade al ser
desconectado. La proa se puso al sesgo cuando la barca lleg a la
playa guijarrosa. Hel se desliz por un lado, quedando cubierto de
agua hasta las rodillas en la marea creciente, con su macuto al
hombro. Un saludo de su mano fue respondido con un movimiento
vago desde el bote, y vade hacia la playa desierta, pesados sus
pantalones de lona a causa del agua, y sus alpargatas de suela de
camo hundindose en la arena. El motor tosi e inici de nuevo su
rtmico sonido mientras la barca se adentraba en el mar, para
encaminarse hacia Espaa a lo largo de la costa.
Desde una duna, Hel poda ver las luces de los cafs y bares a lo
largo del pequeo puerto de San Juan de Luz, donde las barcas de
pesca se balanceaban soolientas en el agua aceitosa de los
embarcaderos de la drsena. Cambi el peso de la bolsa y se dirigi
al Caf de la Ballena, para confirmar su orden telegrfica para la
cena. El propietario del caf haba sido che* de cocina en Pars, antes
de retirarse a su villa natal. A veces gozaba exhibiendo sus
habilidades, en especial cuando Monsieur Hel le daba carta blanca en
cuanto al men y a su coste. La cena tena que ser preparada y
servida en casa de Monsieur De Lhandes, el pequeo caballero
distinguido que viva en una vieja mansin de la costa, y que nunca
se vea por las calles de San Juan de Luz, porque su fisonoma
hubiera provocado comentarios, y quizs el ridculo, por parte de
chiquillos mal educados. Monsieur De Lhandes era un enano, de poco
ms de un metro, aunque tena ya ms de sesenta aos.
Cuando Hel llam con los nudillos en la puerta, Mademoiselle
Pinard se acerc sigilosamente a la puerta para observar a travs de
la cortina. Una amplia sonrisa ilumin su rostro y abri ampliamente
la puerta.
-Ah, Monsieur Hel! Bien venido. Ha transcurrido demasiado
tiempo desde la ltima vez que le vimos! Entre, entre! Est usted
mojado! Monsieur de Lhandes est esperando con ilusin su cena.
-No quiero dejar gotas en el suelo, Mademoiselle Pinard. Puedo
quitarme los pantalones?
Mademoiselle Pinard enrojeci y dio una palmadita juguetona en
el hombro de Hel.
-Oh, Monsieur Hel! Cree usted adecuado decir esas cosas? Oh,
los hombres!
Fiel a su rutina establecida de casto flirteo, Mademoiselle Pinard
estaba a un tiempo ruborizada y divertida. Pasaba ligeramente de la
cincuentena, siempre haba tenido algo ms de los cincuenta. Alta y
308
Trevanian Shibumi
marchita, manos secas y nerviosas y paso rgido, tena el rostro
demasiado largo para sus pequeos ojos y su boca delgada, de modo
que buena parte de la cara estaba dedicada a la frente y barbilla. Si
hubiera habido mayor carcter en su rostro, hubiese sido fea; tal
como era, resultaba sencilla. Mademoiselle Pinard provena del molde
del que se hacen las vrgenes, y su formidable virtud no quedaba
disminuida en modo alguno por el hecho de que haba sido la
compaera, enfermera y amante de Bernard de Lhandes durante
treinta aos. Era de la clase de mujer que deca .RYutG/ o .R8a *oiG/
cuando se exasperaba ms all del control del buen gusto.
Mientras le conduca a la habitacin que sola ocupar siempre que
vena de visita, Mademoiselle Pinard le dijo en voz baja.
-Monsieur De Lhandes no est bien, sabe? Estoy muy contenta
de que esta noche disfrute de su compaa, pero ha de ser usted muy
cuidadoso. Est cerca de Dios. Cuestin de semanas, meses quiz,
me ha dicho el doctor.
-Tendr cuidado, cario. Ya hemos llegado. Quieres entrar
mientras me cambio la ropa?
-Oh, Monsieur!
Hel se encogi de hombros.
-Ah, bien. Pero, un da, sus barreras se derrumbarn,
Mademoiselle Pinard. Y entonces... Ah, entonces...
-Monstruo! Y Monsieur De Lhandes es su buen amigo!
Hombres!
-Somos vctimas de nuestros apetitos, Mademoiselle. Vctimas
indefensas. Dgame, est lista la cena?
-El che* y sus ayudantes han estado alborotando en la cocina
durante todo el da. Todo est listo.
-Entonces, la ver a la hora de la cena, y satisfaremos juntos
nuestros apetitos.
-Oh, Monsieur!
Cenaron en la habitacin mayor de la casa, en cuyas paredes se
alineaban los estantes de libros apilados en un desorden que daba
testimonio de la pasin de De Lhandes por el estudio. Considerando
ofensivo leer y comer al mismo tiempo, diluyendo una de sus
pasiones con la tilia, De Lhandes haba dado con la idea de combinar
biblioteca y comedor, y la larga mesa de refectorio serva para ambas
funciones. Se sentaron a un extremo de esta mesa, Bernard de
Lhandes a la cabeza; Hel, a su derecha, y Mademoiselle Pinard, a su
izquierda. Como la mayor parte del mobiliario, la mesa y las sillas se
haban rebajado y eran algo grandes para De Lhandes y un tanto
pequeas para sus escalios invitados. As era, le dijo De Lhandes en
cierta ocasin a Hel, la naturaleza del compromiso: una condicin que
no satisfaca a nadie, pero dejaba a todos con el sentimiento
consolador de que los otros tambin haban cado en la trampa.
La cena casi haba terminado, y los comensales descansaban y
charlaban entre plato y plato. Hubo caviar del Neva con blinis
309
Trevanian Shibumi
calientes todava en sus servilletas; St. Germain Royal (De Lhandes
opin con un algo en exceso de menta); supr\me de lenguado au
"hQteau Wquem; codorniz bajo las cenizas (De Lhandes mencion que
el castao hubiera proporcionado mejor lea para el fuego, pero era
aceptable, no obstante, el sabor que le daban los rescoldos de roble);
asado de cordero Edward VII (De Lhandes lament que no fuese
bastante fro, aunque se daba cuenta de que los arreglos de Hel
siempre se organizaban de sopetn); arroz la #rIcque (De Lhandes
atribuy al lugar de nacimiento del che* el punto excesivo de
pimentn); colmenillas (De Lhandes atribuy a la personalidad del
che* un pequeo exceso en el jugo de limn); fondos de alcachofa a
la florentina (De Lhandes atribuy a la perversidad del che* la gran
desproporcin entre el gruyere y el parmesano en la salsa Mornay,
pues ese error ya haba sido citado anteriormente), y ensalada
Danicheff (que De Lhandes encontr perfecta, ligeramente molesto).
De cada uno de estos platos De Lhandes cogi el bocado ms
pequeo que le permitiera tener en la boca todos los sabores al
mismo tiempo. Su corazn, su hgado y su aparato digestivo estaban
en tan malas condiciones, que su mdico le haba prescrito los
alimentos ms blandos. Hel, que sola seguir una dieta, comi muy
poco. El apetito de Mademoiselle Pinard era bueno, aunque su
concepto de las buenas maneras en la mesa la obligaban a tomar
pequeos bocados que deban masticarse a conciencia, con
movimientos circulares, acompaados de los labios, confinados en la
parte anterior de la boca, adonde con frecuencia ella se llevaba
delicadamente la servilleta para rozar sus finos labios. Uno de los
motivos por los cuales el che* del Caf de la Ballena gozaba
preparando estas cenas ocasionales para Hel, era por la gran fiesta
que su familia y amigos siempre disfrutaban ms tarde, aquella
misma noche.
-Es aterrador lo poco que comemos, Nicholai -dijo De Lhandes
con su sorprendente voz profunda-. T, con tu actitud monacal hacia
la comida, y yo, con mi constitucin forzada. Picando la comida de
este modo, me siento como un nio rico de diez aos en un lujoso
burdel!
Mademoiselle Pinard se ocult un momento detrs de su
servilleta.
-Y esos dedales de vino! -se lament De Lhandes-. Ah, que
haya tenido que descender hasta esto! Un hombre que, por el saber
y el dinero, convirti la glotonera en un arte mayor! El destino es
irnico o justo, no s exactamente qu. Pero, mrame! Comiendo
como si fuese una monja plida, haciendo penitencia por haber
soado despierta con el joven cura!
La servilleta disimul el rubor de Mademoiselle Pinard.
-Ests muy enfermo, viejo amigo? -pregunt Hel. La franqueza
era corriente entre ellos.
-No saldr de mi enfermedad. Este corazn mo es ms una
310
Trevanian Shibumi
esponja que una bomba. He estado retirado durante... cunto
tiempo? Cinco aos ya? Y durante cuatro de estos aos no he sido
de ninguna utilidad a la querida Mademoiselle Pinard... excepto como
observador, claro est.
La servilleta.
El gape termin con frutas, #lac6s vari6es' sin coac ni di#esti*s'
y Mademoiselle Pinard se retir para dejar que los hombres hablaran
solos.
De Lhandes se desliz de su silla y se acerc al hogar,
detenindose un par de veces para respirar. Tom asiento en una
silla baja de la que, no obstante, los pies le quedaron colgando.
-Todas las sillas son chaises=lon#ues para m, amigo mo. -Ri
su broma-. Muy bien, qu puedo hacer por ti?
-Necesito ayuda.
-Naturalmente. Aunque seamos buenos camaradas, t no
hubieras venido en medio de la noche en barco, con el nico
propsito de deshonrar una cena picando solamente de los buenos
manjares. Ya sabes que he estado durante varios aos alejado del
negocio de la informacin, pero tengo algunos fragmentos y sobras
de los viejos tiempos, y te ayudar si puedo.
-Debera decirte antes que me han quitado el dinero. No podr
pagarte en seguida.
De Lhandes agit la mano rechazando.
-Te enviar mi cuenta desde el infierno. La reconocers porque
estar chamuscada en los bordes. Se trata de una persona o de un
Gobierno?
-Gobierno. Tengo que entrar en Inglaterra. Me estarn
esperando. El asunto es muy pesado, de modo que mi contrapeso
tendr que ser fuerte.
De Lhandes suspir.
-Ah, demonios... Si fuese en Norteamrica... Tengo algo sobre
Norteamrica que hara que la Estatua de la Libertad se echara al
suelo y se abriese de piernas. Pero Inglaterra? Nada slido.
Fragmentos y retazos. Algunos bastante gordos, claro est, pero no
una cosa nica slida.
-Qu clase de cosas tienes?
-Oh, lo corriente. Homosexualidad en el >orei#n O**ice(((
-Eso no es novedad.
-A este nivel, es interesante. Y tengo fotografas. Hay pocas
cosas tan ridculas como las posturas que un hombre toma cuando
hace el amor... Especialmente, si ya no es joven. Y qu ms tengo
yo? Ah... un poco de descontrol en la familia real? Los pecadillos
polticos y sobornos de costumbre? Una investigacin bloqueada de
ese accidente de aviacin que cost la vida a... ya recordar. -De
Lhandes mir al techo para recordar lo que tena en los archivos-.
Ah, s, hay evidencia de que la conexin entre los intereses rabes
petrolferos y la City es ms ntima de lo que se cree generalmente. Y
311
Trevanian Shibumi
hay mucho material individual sobre gente del Gobierno...
principalmente irregularidades fiscales y sexuales. Ests
absolutamente seguro de que no deseas nada de los Estados Unidos?
Ah s que dispongo de una autntica alarma. Es un asunto no
vendible. Demasiado gordo para casi cualquier uso. Sera como partir
un huevo con un martillo.
-No, ha de ser ingls. No dispongo de tiempo para poner en
marcha una presin indirecta de Washington a Londres.
-Hum... Mira, te dir lo que puedes hacer. Por qu no te llevas
todo el lote? Organzalo para que sea publicado, un tiro despus del
otro. Escndalo tras escndalo, minando el edificio de la confianza...
ya sabes de qu se trata. Una flecha sola no basta, pero un manojo
de ellas... quin sabe? Es lo mejor que puedo ofrecerte.
-Entonces tendr que arreglarme con eso. Dispuesto del modo
habitual? Llevo fotocopias conmigo? Organizamos un sistema de
disparo con las revistas alemanas como receptores preliminares?
-Todava no ha fallado. Ests seguro de que no quieres el himen
de bronce de la Estatua de la Libertad?
-No sabra qu hacer con eso.
-Ah, bien, cuanto menos dar una imagen penosa. En fin...
puedes pasar la noche con nosotros?
-Si me lo permites. Voy a ir en avin a Biarritz maana a medio-
da, y tengo que mantenerme oculto. Los locales tienen premio por
mi cabeza.
-Lstima! Debieran protegerte como el postrer miembro
superviviente de tu especie. Sabes, ltimamente he estado pensando
en ti, Nicholai Alexandrovich. No con frecuencia, hay que confesarlo,
pero s con cierta intensidad. Y no con frecuencia, porque cuando se
llega al momento crucial de abandonar la vida uno no gasta mucho
tiempo contemplando los caracteres menores de tu farsa personal. Y
una de las cosas difciles con que el hombre egocntrico ha de
enfrentarse, es que l tambin es un carcter menor en todas las
biografas excepto la suya. Yo soy un poco jugador en tu vida; y t,
en la ma. Hace ms de veinte aos que nos conocemos, pero,
exceptuando los negocios (y los negocios siempre se deben
descontar), hemos compartido, quizs, un total de doce horas de
conversacin ntima, de investigacin honesta en la mente y
emociones del otro. Y te he conocido, Nicholai, por medio da,
Realmente, no est mal. La mayora de los buenos amigos y parejas
de casados (raramente la misma cosa) no podran jactarse de doce
horas de inters autntico despus de toda una vida de compartir
espacio e irritaciones, de defensas territoriales y querellas. De modo
que... te he conocido durante medio da, amigo mo, y he acabado
amndote. Tengo una opinin muy alta de m por haber logrado eso,
pues t eres hombre al que no se ama fcilmente. Admirarte? S,
naturalmente. Respetarte? Si el miedo forma parte del respeto, en
ese caso, naturalmente. Pero amarte? Ah! sa es ya una cuestin
312
Trevanian Shibumi
diferente. Porque en el amor hay una ansia para perdonar, y t eres
un hombre duro al que cuesta perdonar. Asctico medio santo,
bandido medio vndalo, no te prestas a ser perdonado. En una
persona, ests por encima del perdn; en otra, por debajo. Y siempre
resentido por ello. Uno tiene el presentimiento de que t nunca
perdonaras a un hombre por haberte perdonado a ti.
(Probablemente, eso no tiene mucho sentido, pero suena bien, y una
cancin, adems de palabras, ha de tener msica.) Y despus de mis
doce horas de conocerte te resumira, te reducira a una definicin,
llamndote antihroe medieval.
Hel sonri.
-Antihroe medieval. Qu demonios significa eso?
-Quin gana la partida ahora, t o yo? Tengamos un pequeo
silencio respetuoso por los que mueren. Es parte de tu propio ser
japons, es decir culturalmente japons. Tan slo en Japn el
momento clsico simultane con el medieval. En el Oeste, la filosofa,
el arte, los ideales sociales y polticos, todos se identifican con
perodos anteriores o posteriores al momento medieval, siendo la
nica excepcin ese glorioso puente de piedra que va hasta Dios, la
catedral. nicamente en el Japn el momento feudal fue tambin el
momento filosfico. Nosotros, en Occidente, estamos de acuerdo con
la imagen del sacerdote guerrero, el cientfico guerrero, hasta con la
del industrial guerrero. Pero, el filsofo guerrero? No. Ese concepto
irrita nuestro sentido de la propiedad. Hablamos de la muerte y de
la violencia como si fuesen dos manifestaciones del mismo impulso.
De hecho, la muerte es totalmente lo contrario de la violencia, que
siempre est relacionada con la lucha por la vida. Nuestra filosofa se
concentra en conducir la vida; la tuya, en conducir la muerte.
Nosotros buscamos la comprensin; t buscas la dignidad. Nosotros
aprendemos a apoderarnos; vosotros, a liberar. Incluso la etiqueta de
filsofo es errnea, pues mientras que nuestros filsofos siempre
han tenido el anhelo de compartir (en realidad imponer) sus puntos
de vista, vosotros os contentis (quizs egosticamente), en crear
vuestra paz particular y aislada. Para el occidental, hay algo
turbadoramente femenino (en un sentido tipo %an#
CX
' si es que esa
combinacin no ofende tu odo), en vuestro concepto de la virilidad.
Recin llegados del campo de batalla, os vests ropajes suaves y
paseis por vuestros jardines, admirando compasivamente el ptalo
que cae de la flor del cerezo, y estimis que la gentileza, igual que el
valor, son manifestaciones de virilidad. Para nosotros, eso parece
cuando menos caprichoso, por no decir una doblez. A propsito,
cmo va creciendo tu jardn?
-Est logrndose.
-Y eso significa?
-Que cada ao es ms sencillo.
47
En la filosofa china, %an# es el elemento activo, masculino, opuesto al %in' el
elemento pasivo, femenino. 01( del T(2
313
Trevanian Shibumi
-Exacto! Te das cuenta? Esa maldita tendencia japonesa a las
paradojas que resultan ser silogismos! Fjate en ti mismo. Un
guerrero jardinero! Realmente, eres un japons medieval, como he
dicho antes. Y eres tambin un antihroe, no en el sentido en que los
crticos y eruditos ambiciosos de ttulos que aadir despus de sus
nombres usan (mal usan) el trmino. Lo que ellos califican de
antihroes son, realmente, hroes improbables, o malvados
atractivos, el guardin gordo o Ricardo III. El verdadero antihroe es
una versin del hroe y no un payaso con un papel principal, no un
miembro del pblico al que se ha permitido expresar sus violentas
fantasas. Como el hroe clsico, el antihroe lleva la masa hacia la
salvacin. Hubo una poca en la comedia del desarrollo humano, en
que la salvacin pareca estar en la direccin del orden y la
organizacin, y todos los grandes hroes occidentales organizaban y
dirigan a sus seguidores contra el enemigo: el caos. Ahora estamos
aprendiendo que el enemigo definitivo no es el caos, sino la
organizacin; no la divergencia, sino la similitud; no el primitivismo,
sino el progreso. Y el nuevo hroe, el antihroe, es aquel que
convierte en virtud el atacar a la organizacin, destruir los sistemas.
Ahora nos damos cuenta de que la salvacin de la raza est en esa
direccin nihilista, pero no sabemos todava hasta dnde llega. -De
Lhandes hizo una pausa para respirar, y de nuevo estuvo dispuesto a
continuar. Pero su mirada se cruz de pronto con la de Hel, y se ech
a rer-. Oh, bueno... Dejemos que con eso baste. De todos modos,
no estaba hablando contigo realmente.
-Hace bastante rato que me he dado cuenta.
-En la tragedia occidental, es un tpico que a un hombre se le
permita un largo discurso antes de morir. Cuando haya dado el paso
sobre la maquinaria inevitable del destino que le lleve a su pattico
final, nada de lo que pueda decir o hacer variar ese destino. Pero se
le permite presentar su caso, maldecir largamente a los dioses...
incluso en pentmetro ymbico.
-Aunque al hacerlo interrumpa la fluidez de la narracin?
-Al demonio con ello! Por dos horas de narcosis contra la
realidad, de participacin vicaria y segura en el mundo de la accin y
de la muerte, uno debera estar dispuesto a pagar el precio de un par
de minutos de visin interior. Estructuralmente sano o no. Pero que
sea a tu modo. De acuerdo. Dime, es que el Gobierno recuerda
todava a el 3nomoE Estn araando todava la tierra para encontrar
su cubil, rechinando los dientes con su furia frustrada?
-Todava estn en ello, Maurice. Justo hace pocos das estuvo en
casa una basura am6rlo preguntando por ti. Hubiera dado hasta sus
genitales para saber cmo te las arreglabas para conseguir tu
informacin.
-Realmente los dara? Siendo un am6rlo' probablemente no
arriesgaba mucho. Y qu le dijiste?
-Le dije todo lo que saba.
314
Trevanian Shibumi
-Es decir, nada. Bien. El candor es una virtud. Sabes?
Realmente mis fuentes de informacin no son ni muy sutiles ni
complicadas. De hecho, la Organizacin Madre y yo nos alimentamos
de los mismos datos. Tengo acceso a >at ?o% a travs de los servicios
comprados a uno de sus esclavos veteranos de la computadora, un
hombre llamado Llewellyn. Mi habilidad est en saber cuntos son
dos ms dos mejor que ellos. O, para ser ms exacto, yo s sumar
uno y medio ms uno y dos tercios de modo que sume diez. No estoy
mejor informado que ellos; simplemente, soy ms listo.
-Daran cualquier cosa por localizarte y hacerte callar. Has sido
un bamb clavado en sus uas durante largo tiempo -dijo Hel.
-Ja, saber eso ilumina mis postreros das, Nicholai. Ser una
molestia para los lacayos del Gobierno ha hecho que mi vida valiese
la pena. Un vivir muy precario. Cuando negocias con la informacin,
tratas con una mercanca de vida corta. Al contrario del coac, la
informacin se abarata con la edad. Nada es ms aburrido que los
pecados del ayer. Y algunas veces sola adquirir piezas muy caras,
slo para ver cmo se arruinaban por filtraciones. Recuerdo haber
comprado un asunto candente de los Estados Unidos; lo que con el
tiempo se hizo famoso con el nombre de Watergate. Y mientras yo
tena la mercanca en mi estante, esperando que t o algn otro
internacional la comprara como arma contra el Gobierno
norteamericano, un par de periodistas ambiciosos olisquearon la
historia y vieron en ella la oportunidad de hacer su fortuna... y voil[G
De la noche a la maana, ese material se convirti en intil para m.
Con el tiempo, cada uno de los criminales escribi un libro o hizo un
programa de televisin describiendo su parte en la violacin de los
derechos civiles americanos, y cada uno de ellos recibi una
esplndida paga por parte del estpido pueblo americano, que parece
poseer un singular impulso a restregarse la nariz en su propia
mierda. No te parece injusto que yo terminara perdiendo varios
centenares de miles en valor de mercanca estropeada en mis
estantes, mientras que el propio villano haca una fortuna con series
de televisin con esa sanguijuela britnica que ha demostrado que
lamera a cualquiera por dinero, incluso a Idi Amin? Este negocio en
el que estoy metido es muy singular.
-Has sido agente de informacin toda tu vida, Maurice?
-Excepto un corto perodo que pas como jugador profesional de
baloncesto.
-Viejo loco!
-Oye, seamos formales por un momento. T has descrito lo que
ests haciendo como algo muy oficial. No quisiera que creas que
intento aconsejarte, pero, has considerado el hecho de que has
estado retirado durante un tiempo? Tu condicionamiento mental
sigue estando alerta?
-Razonablemente. Hago mucha espeleologa, para que el miedo
no obstaculice mi mente demasiado. Y, por suerte, tendr que
315
Trevanian Shibumi
enfrentarme con los britnicos.
-Claro est que eso es una ventaja. Los muchachos del MI-5 y
MI-6 mantienen la tradicin de ser tan sutiles que sus paparruchas
pasan inadvertidas. Sin embargo... Hay algo equivocado en este
asunto, Nicholai Alexandrovich. Hay algo en tu tono de voz que me
inquieta. No duda enteramente, sino cierto fatalismo peligroso. Has
decidido fracasar?
Hel permaneci silencioso durante un momento.
-Eres muy perspicaz, Maurice.
-"Hest mon m6tier
CL
(
-Lo s. Hay algo errneo, algo descuidado, en todo este asunto.
Reconozco que, al regresar de mi retiro, estoy desafiando el karma(
Creo que, al final, este asunto acabar conmigo. No la tarea que
tengo que hacer. Creo que puedo aliviar fcilmente de sus vidas a
estos miembros del Setiembre. Las complicaciones y los peligros
que esto acarree ya me son conocidos. Pero, despus de eso, el
asunto adquiere otro cariz. Habr un esfuerzo para castigarme. Yo
puedo, o no puedo, aceptar el castigo. Si no lo acepto, debo entrar de
nuevo en el campo. Presiento cierta...-se encogi de hombros-
...cierta fatiga emocional. No una resignacin fatalista exactamente,
sino una especie de indiferencia peligrosa. Es posible que, si las
indignidades se amontonan, no encuentre ninguna razn particular
para aferrarme a la vida.
De Lhandes asinti. sa era la clase de actitud que l haba per-
cibido.
-Entiendo. Permteme que te sugiera algo, viejo amigo. Dices
que el Gobierno me hace el honor todava de estar ansioso de mi
muerte. Que daran muchsimo por saber quin soy y dnde estoy. Si
te encuentras en un aprieto, tienes mi permiso para negociar con esa
informacin.
-Maurice...!
-No, no! No estoy sufriendo un ataque de valor quijotesco. Soy
demasiado viejo para contraer semejante enfermedad infantil. Sera
nuestra broma final para con ellos. Sabes? les entregarn slo un
saco vaco. Cuando ellos lleguen aqu, yo ya habr partido.
-Gracias, pero no podra hacerlo. No por causa tuya, sino ma. -
Hel se levant-. Bien, he de dormir un poco. Las prximas veinti-
cuatro horas sern de prueba. En su mayor parte juego de la mente,
sin el alivio del peligro fsico. Partir antes del alba.
-Muy bien. Por mi parte, creo que seguir despierto durante
algunas horas para reflexionar sobre las delicias de una vida
pecaminosa.
-Muy bien. Au revoir' viejo amigo.
-No au revoir' Nicholai.
-Tan cerca est?
De Lhandes afirm con la cabeza.
48
Es mi profesin. En francs en el original. 01( del T(2
316
Trevanian Shibumi
Hel se inclin y bes a su camarada en ambas mejillas.
-Adieu' Maurice.
-Adieu' Nicholai.
Al llegar a la puerta, Nicholai fue detenido por un:
-Ah, Nicholai! Querras hacer algo por m?
-Cualquier cosa.
-Estelle ha sido maravillosa para m durante estos ltimos aos.
Sabas que se llamaba Estelle?
-No, no lo saba.
-Bueno, quiero hacer algo especial para ella... una especie de re-
galo de despedida. Querras dejarte caer por su habitacin? Segunda
a la cabeza de la escalera. Y despus, dile que ha sido un regalo mo.
Hel inclin la cabeza. -Ser un placer para m, Maurice.
De Lhandes se qued contemplando el fuego que se extingua. -
Esperemos que para ella tambin -murmur.
Hel calcul su llegada al aeropuerto de Biarritz para reducir al
mnimo el tiempo que tendra que estar expuesto. Nunca le haba
gustado Biarritz, que es vasco slo geogrficamente; los alemanes,
los ingleses y todo el elegante grupo internacional lo haba pervertido
convirtindolo en una especie de Brighton situado en Guipzcoa.
No haca ni cinco minutos que se hallaba en la terminal cuando su
sentido de proximidad intercept la observacin directa e intensa que
haba esperado, sabiendo que estaran buscndole en todos los
puntos de partida. Se apoy en el mostrador del bar en donde estaba
bebiendo un $us dHananas y ech un rpido vistazo a la multitud.
Inmediatamente descubri al joven oficial de los Servicios Especiales
franceses vestido de paisano y con gafas de sol. Separndose del bar,
camin directamente hacia el hombre, percibiendo a medida que se
acercaba la tensin y la confusin del muchacho.
-Excseme, seor -dijo Hel en un francs cargado de acento
alemn-. Acabo de llegar, y no s qu debo hacer para mi conexin
con Lourdes. Podra ayudarme usted?
El joven polica observ inseguro el rostro de Hel. Este hombre
encajaba en la descripcin general, excepto por los ojos que eran
castao oscuro. (Hel llevaba lentes de contacto, no correctoras de
color marrn.) Pero en su descripcin nada indicaba que fuese
alemn. Y se supona que abandonaba el pas, no que entrara en l.
Con unas breves palabras bruscas, el agente de Polica envi a Hel a
la Oficina de Informacin.
Mientras se alejaba, Hel senta la mirada del agente fija en l,
pero la calidad de la concentracin se perda en la confusin.
Naturalmente, informara del hecho, pero sin mucha seguridad. Y las
oficinas centrales en este momento estaran recibiendo informaciones
sobre la aparicin de Hel en media docena de ciudades al mismo
tiempo. Le Cagot se haba encargado de ello.
Cuando Hel cruz la sala de espera, un muchacho pelirrojo se le
meti entre las piernas. Hel cogi al chico para evitarle una cada.
317
Trevanian Shibumi
-Rodney! Oh, lo siento' seor.
Una atractiva mujer de veintitantos aos apareci en escena al
instante, disculpndose ante Hel y riendo al nio al mismo tiempo.
Era britnica y llevaba un ligero vestido de verano, revelador no tan
slo de su piel bronceada, sino tambin de aquellos lugares de su piel
que el sol no haba bronceado. Farfullando en un francs de brutal
pronunciacin, consecuencia de la suposicin britnica de que si los
extranjeros tuvieran algo vlido para decir lo diran en una autntica
lengua, la joven se las arregl para mencionar que el muchacho era
su sobrino, que regresaba con l de unas cortas vacaciones y que
iban a tomar el primer vuelo para Inglaterra, que estaba soltera y
que se llamaba Alice Browne, con una e(
-Me llamo Nicholai Helm.
-Encantada de conocerle, Mr. Hel.
All estaba. Ella no haba odo la m porque no estaba preparada
para ello. Sera un agente britnico, cubriendo la accin de los
franceses.
Hel dijo que esperaba que se sentaran juntos en el avin, y ella
sonri seductoramente y contest que estaba dispuesta a hablar con
el empleado de los billetes para que lo arreglara. Hel se ofreci para
comprar un jugo de fruta para ella y el pequeo Rodney, y la mujer
acept, sin olvidarse de mencionar que normalmente no aceptaba
semejantes invitaciones de extraos, pero esta vez era una
excepcin. Despus de todo, ellos haban tropezado literalmente uno
contra otro (risita).
Mientras ella se encargaba de limpiar con su pauelo el cuello de
Rodney manchado de jugo, inclinndose hacia delante y ahuecando
los hombros para poner de relieve que no llevaba sostn, Hel se
excus por un momento.
En la tiendecita del aeropuerto compr un recuerdo barato de
Biarritz y una caja para colocarlo, un par de tijeras y papel para
envolverlo, una hoja de papel de seda blanco y otra de papel
metlico. Llev todos estos artculos al lavabo de caballeros, y trabaj
rpidamente envolviendo el regalo, que llev al bar y entreg a
Rodney, que ahora lloraba mientras se retorca colgado de la mano
de Miss Browne.
-Una chuchera de nada para que tenga un recuerdo de Biarritz.
Espero que a usted no le importe?
-Bueno, no debera aceptarlo. Pero siendo para el muchacho...
Ya han anunciado dos veces nuestro vuelo. No deberamos subir ya
a bordo?
Hel explic que estos franceses, por su compulsin anal por el
orden, siempre anunciaban los vuelos con anticipacin; no haba
ninguna prisa. Desvi la conversacin a la posibilidad de que se
encontraran en Londres. Cena, u otra cosa?
En el ltimo momento se aproximaron al mostrador de embarque,
y Hel tom su lugar en la fila delante de Miss Browne y el pequeo
318
Trevanian Shibumi
Rodney. Su pequeo macuto pas la revisin de rayos X sin ningn
Inconveniente. Mientras se encaminaba rpidamente al avin cuyos
motores ya estaban en marcha para la salida, Hel poda or las
protestas de Miss Browne y las airadas demandas de los guardias de
seguridad que quedaban detrs de l. Cuando el avin parti, Hel no
disfrut del placer de la compaa de la seductora Miss Browne y el
pequeo Rodney.
319
Trevanian Shibumi
HEATHROW
Los pasajeros que deban pasar la inspeccin de aduanas
recibieron instrucciones para unirse a las filas relacionadas con su
status4 Sbditos britnicos, Sbditos de la Commonwealth,
Ciudadanos del Mercado Comn, y Otros. Habiendo viajado con
su pasaporte costarricense, Hel era claramente un Otro, pero no
tuvo la oportunidad de ponerse en la fila indicada, pues
inmediatamente se le acercaron dos hombres jvenes sonrientes,
vistiendo trajes de Carnaby Street ms bien llamativos que
deformaban con sus robustos cuerpos, y sin expresin en sus
carnosos rostros ocultos detrs de los bigotes y las gafas de sol.
Segn sola hacer cuando trataba con jvenes modernos, Hel afeit y
cort el cabello mentalmente a esos hombres, para imaginar con
quin estaba tratando en realidad.
-Nos acompaar usted, Mr. Hel -dijo uno de ellos, mientras el
otro le quitaba el macuto de la mano. Le escoltaron muy de cerca,
uno a cada lado de Hel, dirigindose hacia una puerta sin manecilla al
extremo de la zona de desembarque.
Golpearon dos veces con los nudillos, y la puerta fue abierta
desde el otro lado por un agente uniformado, que se apart a un lado
cuando ellos entraron. Caminaron sin decir palabra hasta el final de
un largo pasillo sin ventanas pintado de color verde institucional, y
llamaron a una puerta. Un hombre joven, sacado de un molde igual al
de los guardianes, abri la puerta, y desde dentro lleg una voz
familiar.
-Entra, Nicholai. Slo tendremos tiempo de tomar una copita de
algo y charlar un poco antes de que tomes tu avin de regreso a
Franela. Dejen ah el equipaje, muy bien. Y ustedes tres, es mejor
que esperen fuera.
Hel se sent en una butaca junto a la mesa de caf, y rechaz
con la mano la botella de coac que se le ofreca.
-Crea que ya te haban jubilado, Fred.
Sir Wilfred Pyles lanz un chorro de sifn en su coac.
-Ms o menos, yo tena la misma idea respecto a ti. Pero aqu
estamos, dos valientes del pasado, sentados uno frente al otro, como
en los viejos tiempos. Ests seguro de que no te apetece un coac?
No? Bueno, imagino que el sol debe de brillar en algn patio en
alguna parte del mundo, de modo que... salud.
-Cmo est tu esposa?
-Mucho ms agradable que nunca.
-Dale recuerdos cuando la veas.
-Esperemos que no sea demasiado pronto. Muri el ao pasado.
-Lo siento.
-No lo sientas. Es ya suficiente como charla de introduccin?
320
Trevanian Shibumi
-Yo dira que s.
-Bien. Me extrajeron de entre mis bolas de naftalina para tratar
contigo, cuando nuestros amos petroleros nos mandaron aviso de que
t venas de camino. Supongo que pensaron que sabra manejarte
mejor que ellos sabiendo que t y yo hemos llevado este mismo
juego tantas veces. Me mandaron que te interceptara aqu,
descubriera lo que pudiese sobre lo que te ha trado a nuestra
brumosa isla, y despus comprobara que regresabas sano y salvo en
avin al lugar de donde has venido.
-Creyeron que todo sera as de fcil, eh?
Sir Wilfred agit su vaso.
-Bueno, t ya sabes cmo son esos chicos nuevos. Todo segn el
manual y sin complicaciones.
-Y qu opinas t, Fred?
-Oh, creo que no ser tan fcil. Supongo que has venido con la
influencia de algn tipo de informacin asquerosa que te habr dado
tu amigo el 3nomo( No me extraara que llevaras fotocopias en tu
equipaje.
-En efecto. Es mejor que le eches una ojeada.
-Lo har, si no te importa -dijo Sir Wilfred, a la vez que abra la
cremallera de la bolsa y sacaba un sobre manila-. No hay nada ms
aqu que yo debiera ver, puedo confiar? Drogas? Literatura
pornogrfica o subversiva?
Hel sonri.
-No? Eso me tema.
Abri el sobre y comenz a leer rpidamente la informacin, hoja
por hoja, moviendo las espesas cejas blancas hacia arriba y abajo a
medida, que iba pasando cada fragmento de informacin
desagradable.
-A propsito -pregunt entre pgina y pgina-, qu demonios
hiciste a Miss Browne?
-Miss Browne? No creo conocer a...
-Oh, vamos. No ha de haber engaos entre viejos enemigos.
Acabamos de saber que en este momento est sentada en un centro
de detenciones francs mientras esos caballeros de inclinacin
anfibia
49
registran una y otra vez su equipaje. El informe que hemos
recibido es muy detallado, incluyendo el detalle divertido de que el
muchachito que la acompaaba de tapadera, se ensuci encima, y el
Consulado ha tenido que comprarle ropas nuevas.
Hel no pudo evitar soltar la carcajada.
-Vamos. Entre nosotros, qu demonios hiciste?
-Bueno, se me ech encima con toda la sutileza de un tiburn en
un batiscafo, as que hube de neutralizarla. Ya no las entrenis como
en los viejos tiempos. La muy boba acept un regalo.
-Qu clase de regalo?
49
Nombre despectivo que los ingleses daban a los franceses. >ro#' ,ana( 01ota del
traductor(2
321
Trevanian Shibumi
-Oh, nada ms un recuerdo barato de Biarritz. Iba envuelto en
papel de seda. Pero recort la forma de una pistola en papel de
aluminio grueso y la deslic entre las hojas del envoltorio.
Sir Wilfred lanz una carcajada.
-De modo que el ojo de rayos X sealaba una pistola cada vez
que pasaba el paquete y los pobres funcionarios no encontraban
nada. Qu delicioso! Creo que debo brindar por esa idea. -Se sirvi
la otra mitad del coac y continu con la tarea de familiarizarse con
la Informacin de Hel, permitindose de vez en cuando interjecciones
como-: Realmente es as? Nunca lo hubiera credo de l. Ah, esto
ya hace algn tiempo que lo sabemos. Sin embargo, no servira de
nada darle publicidad. Oh, Dios! Esto s que es algo repugnante.
Cmo demonios pudo descubrirlo?
Cuando termin de leer el material, Sir Wilfred aline
cuidadosamente las hojas para igualar los extremos, y las coloc
nuevamente en el sobre.
-Aqu no hay ni una sola cosa suficiente para obligarnos a ir muy
lejos.
-Me doy cuenta de ello, Fred. Pero, y el conjunto? Dar a
conocer una noticia diariamente a la Prensa alemana?
-Hum...! S. Tendra un efecto desastroso en la confianza en el
Gobierno, en estos momentos, con las elecciones en el horizonte.
Supongo que la informacin es al estilo botn apretado?
-Naturalmente.
-Eso me he temido.
Mantener la informacin al estilo botn apretado supona
ciertos arreglos para que se diera a conocer a la Prensa
inmediatamente si cierto mensaje no era recibido a las doce horas
todos los das. Hel llevaba con l trece direcciones a las que todas las
maanas enviaba un telegrama. Doce de las direcciones eran falsas;
una de ellas perteneca a un socio de Maurice de Lhandes, quien, al
recibir el mensaje, llamara por telfono a otro intermediario, que a
su vez llamara por telfono a De Lhandes. El cdigo entre Hel y De
Lhandes era sencillo y se basaba en un oscuro poema de Barro, pero
los muchachos del espionaje necesitaran ms de veinticuatro horas
para localizar la letra precisa, en la palabra adecuada del mensaje
que era la seal activa. El trmino botn apretado se derivaba de
un tipo de bomba humana, Ingeniada de modo que el mecanismo no
estallara mientras el hombre mantuviera apretado un botn. Pero
cualquier intento de luchar con l, o de disparar contra l, traera
como consecuencia que el hombre unitaria el botn.
Sir Wilfred estuvo considerando su posicin durante unos
momentos.
-Ciertamente, esta informacin tuya puede ser muy perjudicial.
Pero tenemos rdenes muy estrictas de la Organizacin Madre de
proteger a esos bandidos de Setiembre Negro, y francamente no
tenemos ningn deseo de atraer sobre nuestras cabezas la ira de la
322
Trevanian Shibumi
Organizacin ni de ningn otro pas industrial. Al parecer, nos vemos
forzados a elegir entre calamidades.
-As parece.
Sir Wilfred avanz el labio inferior y mir de reojo a Hel, haciendo
una evaluacin.
-Lo que ests haciendo, Nicholai, es algo muy expuesto y
peligroso... echarte a nuestros brazos de esta manera! Habrn
tenido que ofrecerte una gran cantidad de dinero para arrancarte de
tu retiro.
-Para ser exactos, no recibo ningn dinero por lo que estoy
haciendo.
-Hum...! Naturalmente, eso es lo que hubiera supuesto en
segundo lugar. -Suspir hondo-. El sentimiento es criminal,
Nicholai. Pero eso t ya lo sabes, naturalmente. De acuerdo, te dir
lo que voy a hacer. Llevar tu mensaje a mis amos. Veremos lo que
dicen ellos. Entretanto, supongo que tendr que ocultarte en alguna
parte. Te gustara pasar uno o dos das en el campo? Har una o dos
llamadas telefnicas para que los chicos del Gobierno comiencen a
pensar, y despus te llevar en mi cacharro.
323
Trevanian Shibumi
MIDDLE BUMLEY
El inmaculado Rolls 1931 de Sir Wilfred hizo crujir la gravilla
que cubra la larga avenida particular hasta detenerse bajo la puerta
del garaje del heterogneo edificio, cuyo mayor encanto resida
precisamente en el desorden esttico de haberse construido sin
ningn plan previo y siguiendo nicamente muchos impulsos
arquitectnicos.
Una robusta mujer, de edad indefinida, y dos jvenes que
rondaran los veinte aos, atravesaron el prado para salir a recibirles.
-Creo que aqu te divertirs, Nicholai -le dijo Sir Wilfred-.
Nuestro anfitrin es un asno, pero no rondar por aqu. La mujer est
algo chiflada, pero las hijas son sumamente complacientes. De hecho,
han adquirido cierta fama por esa cualidad Qu te parece la casa?
-Considerando tu tendencia britnica hacia la fanfarronera
pasando por la humildad, esa clase de cosa que hace que llames a tu
Rolls un cacharro, me sorprende que no hubieras descrito la casa
como victoriana de estilo reciente.
-Ah, Lady Jessica! -exclam Sir Wilfred a la mujer mayor,
mientras sta se acercaba vestida con una frvola bata veraniega de
un color vago que ella hubiera llamado cenizas de rosas-. ste es
el invitado del que le he hablado por telfono. Nicholai Hel.
Lady Jessica apret con su mano hmeda la de Hel.
-Encantada de tenerle aqu. Es decir, de conocerle. sta es mi
hija, Broderick.
Hel estrech la mano de una muchacha demasiado delgada,
cuyos ojos parecan enormes en su enflaquecido rostro.
-S que no es un nombre corriente para una chica -continu
Lady Jessica-, pero mi esposo estaba decidido a tener un muchacho,
quiero decir que deseaba tener un chico en el sentido de ser padre de
un hijo, no en el otro sentido, Dios mo, qu va a pensar usted de
l?
Pero tuvo a Broderick en vez de un chico, es decir, tuvimos.
-En el sentido de que ustedes eran sus padres? -Hel trat de
soltar la mano de la joven flaca.
-Broderick es modelo -explic la madre.
Hel lo haba adivinado. Mostraba cierta expresin de vaco, cierta
flojedad en su postura y la curvatura de la espina dorsal, que
sealaban la modelo de moda del momento.
-Nada importante realmente -dijo Broderick, intentando rubori-
zarse bajo su pesado maquillaje-. nicamente algn trabajillo
ocasional para una revista internacional.
La madre dio un golpecito en el brazo de la hija.
-No digas que haces trabajillos! Qu va a pensar Mr. Hel?
Un aclaramiento de la garganta de la segunda hija impuls a Lady
324
Trevanian Shibumi
Jessica a decir:
-Ah, s! Aqu est Melpomene. Es probable que algn da llegue
a actuar.
Melpomene era una chica musculosa, de busto grueso, tobillo y
antebrazo, rosadas mejillas y de mirada clara. De algn modo,
pareca que estara incompleta sin su bastn de hocke%( Su apretn
de manos era firme y decidido.
-Llmeme Pom. Todos lo hacen.
-Ah...! Si pudiramos refrescarnos un poquito? -sugiri Sir
Wilfred.
-Oh, naturalmente! Las chicas se lo mostrarn todo... quiero
decir, naturalmente, en donde estn sus habitaciones y lo dems.
Qu pensarn ustedes?
Mientras Hel sacaba sus cosas de la bolsa de viaje, Sir Wilfred
llam a la puerta y entr.
-Bueno, qu piensas de este lugar? Durante un par de das
estaremos aqu como peces en el agua, mientras los amos
reflexionan sobre lo inevitable, eh? He hablado con ellos por
telfono, y me dicen que maana tomarn una decisin.
-Dime, Fred. Tus muchachos han estado vigilando a los de Se-
tiembre Negro?
-Tus blancos? Naturalmente.
-Suponiendo que el Gobierno acepte mi propuesta, necesitar
todo el material informativo que tengas.
-No esperaba menos. Y hablando de ello, asegur a los amos
que t podas acabar con xito este asunto, si ellos decidieran que lo
hicieras, sin que pudiera sospecharse remotamente de nosotros ni se
nos pudiera atribuir ninguna responsabilidad. Es as, no es verdad?
-No por completo. Pero puedo arreglarlo de modo que, cuales-
quiera que fuesen sus sospechas, la Organizacin Madre no podra
probar ninguna conclusin.
-Supongo que eso es lo mejor que puede esperarse.
-Afortunadamente, me detuviste antes de que pasara por el
control de pasaportes, de modo que mi llegada no estar en vuestros
ordenadores, y, por consiguiente, tampoco figurar en los suyos.
-Yo no confiara demasiado en eso. La Organizacin Madre tiene
un milln de orejas y ojos.
-Cierto. Ests absolutamente seguro de que esta casa es
segura?
-Oh, s! Las damas no son lo que pudiramos llamar sutiles,
pero poseen otra cualidad lo mismo de buena: son totalmente
ignorantes. No tienen ni la ms remota idea de lo que nosotros
estamos haciendo aqu. Y el hombre de la casa, si es que puedes
llamarle de ese modo, no representa problema alguno. Raramente le
permitimos estar en el pas, sabes?
Sir Wilfred continu explicando que Lord Biffen viva en Dordoa,
donde era el lder social de un hatajo de geritricos evasores de
325
Trevanian Shibumi
impuestos que infectaron esa zona de Francia, con gran disgusto e
inquietud de los campesinos de la localidad. Los Biffen eran un tpico
ejemplo de su especie: nobles irlandeses que en generaciones
alternadas fortalecan sus finanzas decrecientes introduciendo una
inyeccin de sangre de carnicero yanqui. El caballero se haba
excedido en su ansia por evadir los impuestos y se haba metido en
un par de asuntos turbios en los puertos libres de las Bahamas. Eso
haba proporcionado al Gobierno una oportunidad para ejercer
presin sobre l y sus fondos britnicos, de modo que se mostr
dispuesto a prestar la mxima colaboracin, permaneciendo en
Francia cuando as se le ordenaba, en donde practicaba su versin del
astuto comerciante engaando a las mujeres locales y adquiriendo
muebles antiguos o automviles, interceptando cuidadosamente las
cartas de su esposa para evitar que sta descubriera sus pequeas
villanas.
-Un viejo estpido, realmente. Ya conoces el tipo. Corbatas
extranjeras; pantalones cortos de paseo con zapatos de calle y
calcetines hasta el tobillo. Pero la mujer y las hijas, y su pequea
sociedad local de vez en cuando nos resultan tiles. Qu te ha
parecido la madre?
-Algo obsesionada.
-Hum... Ya entiendo lo que quieres decir. Pero si hubieras
pasado teniendo que conformarte con lo que su marido ofreca, t
tambin hubieras terminado con cierta obsesin espermtica. En fin,
vamos a reunirnos con ellas?
Despus del desayuno, al da siguiente, Sir Wilfred despach a las
damas y volvi a sentarse para tomar su ltima taza de caf.
-Esta maana he estado hablando por telfono con los amos.
Han decidido dejarte el campo libre, aunque, naturalmente, con un
par de condiciones.
-Mejor que sean menores.
-En primer lugar, quieren la seguridad de que esta informacin
nunca ser usada contra ellos en el futuro.
-Esta seguridad ya habras podido avanzarla. Sabes que el
hombre que t llamas el 3nomo siempre destruye los originales
cuando se ha hecho el trato. Su reputacin va en ello.
-S, tienes razn. Me encargar de darles esa seguridad al
respecto. Su segunda condicin es que yo les informe, una vez haya
examinado cuidadosamente tu plan y lo considere infalible y
absolutamente seguro para que no se vea implicado el Gobierno, ni
siquiera de modo indirecto.
-En estos asuntos nunca hay infalibilidad.
-De acuerdo. Lo ms infalible que sea razonable suponer. Por
tanto, me temo que tendrs que confiar en m, familiarizarme con los
detalles de las temerosas maquinaciones, y todo eso.
-Hay ciertos detalles que no podr darte hasta que haya visto
vuestros informes sobre Setiembre Negro. Pero puedo hacerte un
326
Trevanian Shibumi
esquema del asunto en general.
Al cabo de una hora, todos estaban de acuerdo con la propuesta
de Hel, aunque Sir Wilfred tena algunas reservas sobre la prdida del
avin, pues se trata de un "Concorde"... y bastantes problemas
hemos tenido ya para hacer pasar ese maldito aparato por la
garganta del mundo....
-Yo no tengo la culpa de que el avin en cuestin sea ese
monstruo antieconmico y contaminador.
-Ciertamente. Ciertamente.
-De modo que eso es todo, Fred. Si tu gente cumple bien su
parte, el golpe debera salir bien sin que la Organizacin Madre
cuente con prueba alguna de vuestra complicidad. Es el mejor plan
que he podido trazar, teniendo en cuenta que slo he tenido un par
de das para pensar en ello. Qu dices?
-No me atrevo a confiar a mis amos todos los detalles. Son
hombres polticos... en quienes menos se puede confiar. Pero
informar de que opino que el plan vale la pena y merece la
colaboracin.
-Bien. Cundo recibir los informes sobre Setiembre Negro?
-Esta misma tarde los traer un mensajero. Sabes?, acaba de
ocurrrseme algo, Nicholai. Considerando el carcter de tu plan,
realmente no tienes por qu mezclarte en absoluto. Nosotros
podramos disponer por nuestra cuenta de los rabes, y t podras
regresar en seguida a Francia.
Hel estuvo mirando fijamente el rostro de Sir Wilfred durante diez
buenos segundos. Despus, los dos se echaron a rer al mismo
tiempo.
-Ah, bueno! -dijo Wilfred, agitando una mano-. No puedes
culparme por haberlo intentado. Vayamos a comer algo. Y quiz
quede tiempo para hacer una pequea siesta antes de que venga el
mensajero.
-Casi no me atrevo a ir a mi habitacin.
-Oh...! Tambin te visitaron la noche pasada?
-S, y las ech fuera.
-Como yo digo siempre, lo que se desperdicia no se necesita.
Sir Wilfred estuvo dormitando en su butaca, confortado por el
calor del sol poniente ms all de la terraza. Al otro lado de la mesa
metlica blanca, Hel estaba examinando los informes de las
actividades de los terroristas de la Organizacin de la Liberacin de
Palestina.
-Aqu est -dijo finalmente.
-Qu? Hum... Qu es lo que est ah?
-Estaba buscando algo en la lista de los contactos y conocidos
que los del Setiembre Negro han visto desde su llegada.
-Y...?
-En dos ocasiones han pasado tiempo con el hombre que
vosotros identificis como Pilgrim Y. Trabaja en un servicio de
327
Trevanian Shibumi
preparacin de alimentos para las aerolneas.
-Realmente? No he ledo el expediente. Me arrastraron a este
asunto, podra decir de mala gana, cuando t te enredaste en l.
Qu es todo esto de la preparacin de alimentos?
-Bueno, es evidente que Setiembre Negro no intentar
introducir las armas pasando por vuestros mecanismos de deteccin.
Ellos ignoraban que cuentan con la colaboracin pasiva de tu
Gobierno. De modo que yo deba saber cmo iban a introducir sus
armas a bordo. Han recurrido a un mtodo muy usado. Las armas
subirn a bordo con las cenas preparadas. Los vehculos que
transportan la comida son revisados sumariamente. Se puede pasar
cualquier cosa con ellos.
-De modo que ahora ya sabes dnde estarn sus armas. Y qu?
-S dnde tendrn que ir a recogerlas. Y all es en donde yo
estar tambin.
-Y en cuanto a ti, cmo vas a conseguir entrar con tus armas
sin dejar ninguna huella de tu complicidad en todo esto?
-Mis armas pasarn simplemente por el control.
-Ah, claro. Ya me haba olvidado por un momento del 1aked=Kill
y todo eso. Apualar a un hombre con una pajita para beber. Cuntos
problemas nos ha proporcionado eso durante tantos aos...
Hel cerr el informe.
-Disponemos de dos das antes de que parta el avin. Cmo
emplearemos nuestro tiempo?
-Vagabundear por aqu, supongo. Tenerte oculto.
-Vas a vestirte formalmente para la cena?
-No. Creo que hoy no cenar. Debera haber seguido tu ejemplo
y renunciar a mi revolcn del medioda. Tuve que contender con las
dos. Probablemente, caminar cojo durante el resto de mi vida.
328
Trevanian Shibumi
HEATHROW
El avin estaba casi lleno de pasajeros, todos adultos, la mayora
de ellos de la clase social que poda pagar el sobreprecio por volar en
un Concorde. Las parejas charlaban, las azafatas y los camareros
se inclinaban sobre los asientos haciendo los ruidos tranquilizadores
de las nodrizas experimentadas; los hombres de negocios se
preguntaban mutuamente el artculo con que comerciaban; parejas
que no se conocan hablaban de esas cosas sin sentido calculadas
para terminar en una cita en Montreal; los manifestantes ocupados
tenan las narices metidas en documentos e informes, o manipulaban
ostentosamente agendas de bolsillo; los ms asustadizos charlaban
diciendo cunto les gustaba volar, e intentaban parecer indiferentes
mientras examinaban la tarjeta de Informacin que les indicaba
procedimientos y salidas en caso de emergencia.
Un joven rabe musculoso y una mujer rabe bien vestida se
sentaron juntos, al fondo, en donde una cortina les separaba del rea
de servicio en donde se guardaban los alimentos y las bebidas.
Detrs de la cortina se encontraba un ayudante de vuelo, que sonri
a la pareja rabe, sus ojos de color verde con una expresin ausente.
Dos rabes jvenes, con el aspecto de estudiantes ricos, subieron
al avin y se sentaron juntos hacia la mitad de la nave. Justo antes
de que se cerraran las puertas, un quinto rabe, vestido como
hombre de negocios, baj apresuradamente del autobs de pasajeros
y subi al avin, murmurando a la azafata que le recibi algo sobre
haber llegado a tiempo y no haber podido venir antes por algn
asunto de negocios. Se dirigi al fondo y tom asiento al otro lado
de la pareja de rabes, a quienes hizo una inclinacin amistosa de
cabeza.
Con un rugido increble, los motores remolcaron el avin por la
rampa de despegue y muy pronto la nariz curvada del pterodctilo
estaba en el aire.
Cuando la seal luminosa indicadora de la obligatoriedad del
cinturn se apag, la bella mujer rabe desabroch el suyo y se
levant.
-Se va por aqu al lavabo de seoras? -pregunt al ayudante
de ojos verdes, sonriendo tmidamente.
Tena una mano detrs de la cortina. Al corresponderle con una
sonrisa, apret el botn sobre el que tena el dedo y en la zona de
pasajeros resonaron suavemente dos gongs. Al orse este sonido,
cada uno de los ciento treinta y seis pasajeros, excepto los rabes del
Movimiento Palestino, bajaron la cabeza y miraron fijamente la parte
posterior del asiento que tenan delante.
-Cualquiera de stos, Madam -dijo Hel, manteniendo a un lado
la cortina para que ella pudiera pasar.
329
Trevanian Shibumi
En aquel instante, el hombre de negocios rabe hizo una pregunta
confusa a Hel, queriendo llamar su atencin mientras la muchacha
coga las armas del depsito de la comida.
-Ciertamente, seor -dijo Hel, pareciendo no entender la
pregunta-. Le traer uno.
Sac un peine de su bolsillo mientras se volva y segua a la
muchacha, cerrando de un golpe la cortina detrs de l.
-Pero, espere! -dijo el hombre de negocios rabe, pero Hel se
haba marchado.
Tres segundos despus apareci, con una revista en la mano.
-Lo siento seor, pero creo que no tenemos ningn ejemplar del
Pars 8atch( Le servir sta?
-Estpido idiota! -murmur el rabe, contemplando confuso la
cortina corrida. No habra visto este idiota a la chica? Se habra
metido en el retrete al or que l se acercaba? En dnde estaba ellaE
Pas un minuto completo. Los cuatro rabes a bordo estaban tan
preocupados ante la inexplicable ausencia de la muchacha que no
regresaba, con un arma automtica en las manos, que no se dieron
cuenta de que todos los pasajeros del avin estaban sentados con la
cabeza agachada, contemplando el asiento frente a ellos.
Incapaces de controlarse por ms tiempo, los dos estudiantes
rabes que se haban sentado juntos en el fondo del avin se
levantaron y se dirigieron hacia atrs por el pasillo. Al acercarse al
sonriente y distrado camarero de ojos verdes, intercambiaron
miradas de preocupacin con el hombre de negocios y con el joven
musculoso compaero de la mujer. El ms viejo hizo un gesto con la
cabeza, indicando a los jvenes que pasaran al otro lado de la
cortina.
-Puedo servirles en algo? -pregunt Hel, enrollando la revista
que convirti en un apretado cilindro.
-Lavabo -murmur uno de ellos, mientras el otro deca:
-Trago de agua.
-Yo se lo traer, seor -se ofreci Hel-. Naturalmente, no el
lavabo -brome con el ms alto.
Ambos pasaron por su lado, y Hel les sigui detrs de la cortina.
Cuatro segundos despus sali, con una expresin de inquietud
en el rostro.
-Seor -dijo confidencialmente al hombre de negocios- no
ser usted mdico por casualidad?
-Mdico? No. Por qu?
-Oh, no pasa nada! No hay por qu preocuparse. El caballero ha
tenido un pequeo accidente.
-Accidente?
No se preocupe. Pedir ayuda a un miembro de la tripulacin.
Nada grave, estoy seguro. -Hel tena en la mano un vaso de plstico
que haba aplastado y arrugado en el centro del fondo.
El hombre de negocios se levant y sali al pasillo -Si quisiera
330
Trevanian Shibumi
usted quedarse con l, mientras voy en busca de alguien -dijo Hel,
siguiendo al hombre de negocios dentro del rea de servicio.
Dos segundos despus estaba de nuevo de pie en su puesto
mirando a los pasajeros con esa expresin de vaga compasin que
adoptan los camareros de las lneas areas. Cuando su mirada se
detuvo en el joven musculoso que estaba a su lado, preocupado, Hel
le gui un ojo y le dijo:
-No ha sido nada. Un ligero mareo, supongo. Quizs es la
primera vez sube a un avin supersnico. El otro caballero est
ayudndole. Yo no hablo rabe, desgraciadamente.
Pas un minuto. Otro. Creca la tensin del joven musculoso
mientrase1 indiferente camarero permaneca de pie ante l
canturreando una tonadilla popular y mirando distradamente a su
alrededor jugueteando con la pequea tarjeta de plstico con su
nombre enganchada en la solapa. Pas otro minuto.
El muchacho musculoso ya no pudo ms. Dio un salto y descorri
de golpe la cortina. En el suelo se hallaban sus cuatro compaeros,
con las piernas desparramadas y el aspecto de tteres que les haba
conferido la muerte. El ltimo rabe no lleg a sentir el borde de la
tarjeta: sus nervios ya estaban muertos antes de que llegase al
suelo.
Con excepcin del rugido sibilante de los motores del avin rein
un silencio absoluto en el interior. Todos los pasajeros miraban
rgidamente al frente. La tripulacin de vuelo permaneca de cara a la
parteanterior del avin con los ojos fijos en el decorado panel de
plstico situado frente a ellos.
Hel puls el intercomunicador y su voz suave son metlica a
travs del altavoz.
-Descansad. No miris atrs. Aterrizaremos dentro de quince
minutos. -Coloco el auricular en su sitio y marc la cabina del piloto
-. Enve el mensaje exactamente como se le ha dicho. Hecho eso
abra el sobre que tiene en el bolsillo y siga las instrucciones de
aterrizaje que inclinando nuevamente su nariz de pterodctilo, el
Concorde se dirigi para aterrizar en un aeropuerto militar,
temporalmente evacuado en el norte de Escocia. Cuando se detuvo y
sus motores quedaron reducidos al silencio, se abri el portaln de la
segunda entrada y Hel descendi por la escalera mvil que haba sido
acercada a la puerta. Subi al Rolls 1931 que haba perseguido al
avin por la pista, y se alejaron de all.
Justamente antes de girar hacia un edificio de control, Hel se
volvi y vio a los pasajeros que bajaban y se alineaban en cuatro
hileras al lado del avin bajo la direccin de un hombre que haba
pasado como jefe de los camareros. Cinco autobuses militares ya
estaban cruzando el campo de aterrizaje para recogerles.
Sir Wilfred estaba sentado ante el escritorio de madera lleno de
cicatrices de la oficina de control, sorbiendo un whisky, mientras Hel
se quitaba las ropas de camarero para ponerse las suyas.
331
Trevanian Shibumi
-Cmo son el mensaje, bien? -pregunt Hel.
-Muy dramtico. Muy efectivo. El piloto del avin dijo que el
avin estaba siendo secuestrado y justamente en medio del mensaje
se interrumpi la comunicacin, dejando solamente el aire muerto y
el silbido de la esttica.
-Estaba en un canal claro, de modo que su informe haya podido
ser corroborado independientemente?
-Por lo menos ha sido odo por media docena de operadores de
radio por todo el Atlntico Norte.
-Muy bien. Ahora, maana sus aviones de bsqueda volvern
con informes de haber encontrado restos flotando, no es as?
-Cierto.
-Se informar que el accidente ha sido confirmado y las noticias
se darn por el Servicio Mundial de la BBC, comunicando que haba
pruebas de una explosin, y que se supone que un mecanismo de
explosin en poder de los secuestradores rabes fue detonado
accidentalmente, lo que caus la destruccin del avin.
-Justo.
-Cules son sus planes para ese avin, Fred? Seguramente las
compaas de seguros sentirn curiosidad.
-Deja eso para nosotros. Aunque no quede nada ms del
Imperio, por lo menos conservamos todava esa tendencia por la
duplicidad que nos hizo ganar el ttulo de la prfida Albin.
Hel se ech a rer.
-De acuerdo. Debe de haber sido una tarea difcil recoger tantos
operativos de toda Europa y hacerles pasar como pasajeros.
-Lo fue realmente. Y los pilotos y la tripulacin eran chicos de la
RAF que realmente tenan muy poca experiencia con el Concorde.
-Y me lo dices ahora.
-No hubiera servido de nada ponerte nervioso, viejo amigo.
-Lamento tu problema de tener que mantener a ciento cincuenta
personas en el secreto. Era el nico medio de que yo pudiera hacerlo
manteniendo al margen a tu Gobierno de la venganza de la
Organizacin Madre. Y, despus de todo, son tu propia gente.
-Totalmente cierto. Pero eso no asegura que podamos confiar a
largo plazo. Aunque ya he pensado en ese problema y tengo la
solucin.
-Ah, s? Qu solucin?
-Adnde te imaginas que van esos autobuses?
Hel se ajust la corbata y cerr la cremallera de su bolsa de viaje.
-Los ciento cincuenta al completo?
-No quedaba otro medio para una seguridad a toda prueba. Y
dentro de un par de das tendremos que ocuparnos tambin del
exterminio de la tripulacin. Pero todas las cosas tienen su lado
brillante, si te empeas en encontrarlo. En este momento sufrimos en
nuestro pas un problema menor de desempleo, y esto abrir
oportunidades en el Servicio Secreto para jvenes inteligentes de
332
Trevanian Shibumi
ambos sexos.
Hel sacudi la cabeza.
-Fred, realmente creo que eres un viejo fsil sin entraas, no es
as?
-Con el tiempo incluso el alma se endurece. Ests seguro que
no tomaras un pequeo trago de despedida?
333
Trevanian Shibumi
DUINTA PARTE
SHICHO
334
Trevanian Shibumi
CASTILLO DE ETCHEBAR
Ablandados los msculos en el agua casi hirviendo y el cuerpo
aligerado del peso, Hel dormitaba mientras sus pies rodeaban los de
Hana en un relajado abrazo. El da era fro para la estacin, y el
vapor denso creca llenando la pequea casa de bao.
-Estabas muy cansado cuando regresaste a casa anoche -dijo
Hana tras un sooliento silencio.
-Supone eso una crtica? -murmur Hel sin mover los labios.
Hana ri ligeramente.
-Al contrario. La fatiga es una ventaja en nuestros juegos.
-Cierto.
-Tu viaje... ha tenido xito?
Hel afirm con la cabeza.
Hana nunca se mostraba curiosa respecto a los asuntos de Hel;
su entrenamiento se lo prohiba, pero su entrenamiento tambin le
haba enseado a crear las oportunidades para que l le hablara de
su trabajo si deseaba hacerlo.
-Tu negocio? Era del mismo tipo que tu actividad en China
cuando nos conocimos?
-Mismo gnero, diferente ph%lum(
-Y esos hombres desagradables que nos visitaron, estaban
envueltos en ello?
-No estaban en el terreno, pero ellos eran el enemigo. -Cambi
su tono de voz-. Oye, Hana. Deseo que te tomes unas pequeas
vacaciones. Ve a Pars o al Mediterrneo durante unas semanas.
-Slo hace diez horas que has regresado y ya intentas liberarte
do m?
-Esos hombres desagradables pueden causarnos algunas
molestias. Y quisiera verte fuera de peligro. De todos modos -Hel
sonri-, probablemente podras aprovechar el estmulo de uno o dos
jvenes fuertes.
-Y qu pasar contigo?
-Oh, yo estar fuera del alcance del enemigo. Me ir a las
montaas y trabajar en esa cueva que Beat y yo descubrimos. No
es probable que me descubran all.
-Cundo quieres que me marche, Nikko?
-Hoy mismo. Tan pronto como puedas.
-No crees que estara segura aqu, con nuestros amigos en las
montaas protegindome?
-Esa cadena se ha roto. Algo le sucedi a Miss Stern. Alguien
inform.
-Entiendo. -Hana apret su pie entre los de ella-. Ten cuidado,
Nikko.
El agua se haba enfriado lo suficiente para permitir movimientos
335
Trevanian Shibumi
lentos y Hel mene los dedos enviando corrientes de agua caliente
hacia su estmago.
-Hana? Me dijiste que quiz t no mencionaras de nuevo el
tema del matrimonio, pero yo dije que s poda y lo hara. En este
momento lo hago.
Hana sonri y sacudi la cabeza.
-He estado pensando en ello durante los ltimos das, Nikko. No,
matrimonio no. Eso sera demasiado simple para personas como t y
yo.
-Quieres marcharte de aqu?
-No.
-Entonces?
-No hagamos planes. Estemos juntos durante un mes seguido.
Quiz para siempre... pero nicamente durante perodos de un mes.
Te parece bien?
Hel sonri y anid sus pies entre los de ella.
-Siento un gran afecto por ti, Hana.
-Yo siento gran afecto por ti, Nicholai.
-Por las pelotas escpticas de Toms! Qu es lo que ocurre
aqu? -Le Cagot haba abierto de golpe la puerta del bao y entr,
trayendo con l un desagradable aire fro-. Es que los dos estis
creando vuestra propia boira? Es bueno verte de nuevo, Nikko! Has
debido sentirte muy solo sin m. Se inclin sobre la baera de
madera, enganchando la barbilla en el borde-. Y tambin es bueno
verte a ti, Hana! Sabes, sta es la primera vez que te veo entera. Voy
a decirte la verdad... eres una mujer deseable. Y esto es un elogio
que proviene del hombre ms deseable del mundo, de modo que...
que te aproveche con salud.
-Vete de aqu! -gru Hel, no porque se sintiera incmodo al
estar desnudo, sino porque la importunidad de Le Cagot se
deshinchara si Hel no picara el cebo.
-Grita para disimular su alegra por verme de nuevo, Hana. Es
un viejo truco. Madre de Dios, tienes unos bonitos pezones! Ests
segura de que no hay un poco de vasco en ese cocido gentico tuyo?
Eh, Nikko, cundo comprobaremos si hay luz y aire al otro lado de la
Cueva de Le Cagot? Todo est a punto. El depsito de aire est
abajo, el traje impermeable. Todo.
-Estoy dispuesto a ir hoy mismo.
-Hoy, cundo?
-Dentro de un par de horas. Mrchate.
-Bien. Eso me da tiempo para visitar a tu criada portuguesa. De
acuerdo, me voy. Vosotros dos tendris que resignaros a continuar
sin mi compaa. -Dio un portazo detrs de l, haciendo arremolinar
el poco vapor que quedaba en el cuarto.
Despus de haber hecho el amor y desayunado, Hana comenz a
preparar el equipaje. Haba decidido marcharse a Pars porque a
finales de agosto la ciudad estara relativamente vaca de parisinos
336
Trevanian Shibumi
burgueses de vacaciones.
Hel trabaj un poco en el jardn, que durante su ausencia se
haba desordenado un tanto. All es donde Pierre le encontr.
-Oh, M'sieur, las seales del cielo estn muy confusas.
-Realmente?
-As es. Ha llovido durante dos das, y ahora no dominan ni el
viento del Este ni el del Norte, y usted ya sabe lo que eso significa.
-Confo en que me lo digas.
-Habr peligro en las montaas, M'sieur. sta es la estacin de
la boira.
-Ests seguro de eso?
Pierre golpe ligeramente con su dedo ndice la punta de su
rubicunda nariz de borracho, dando a entender que haba cosas que
nicamente los vascos conocan con seguridad, y el tiempo era una
de ellas.
Hel extrajo cierto consuelo de la seguridad de Pierre. Por lo
menos saba que no tendran que enfrentarse con una peligrosa boira.
El Volvo entr en la plaza del pueblo de Lanau, donde deban
recoger a los muchachos vascos que haran funcionar el pedal de la
cabria. Se estacionaron cerca del bar de la viuda, y uno de los nios
que jugaban a pala contra el muro de la iglesia se acerc corriendo e
hizo el favor a Hel de golpear la capota del automvil con un palo,
como haba visto a menudo hacer a los hombres. Hel le dio las
gracias y sigui a Le Cagot dentro del bar.
-Por qu llevas el makila contigo, Beat? -No haba notado
anteriormente que Le Cagot llevase consigo su viejo bastn-sable
bajo el brazo.
-Me he prometido llevarlo conmigo hasta que descubra quin de
mi gente dio el soplo sobre esa pobre chica. Entonces, por las pelotas
matanios de Herodes, le ventilar el pecho con el makila( Ven,
vamos a tomar un trago con la viuda. Voy a darle el gusto de poner
mi mano en su trasero.
Los muchachos vascos que les haban estado aguardando desde
la maana, se les unieron para tomar un trago, hablando
entusisticamente sobre las posibilidades de M'sieur Hel para cruzar a
nado el ro subterrneo y salir al aire libre. Cuando esa exploracin
aire-a-aire se hubiese hecho, el sistema de la cueva sera dado a
conocer de manera oficial, y podran bajar libremente a la cavidad, y
lo que es ms, hablar ms tarde de ello.
La viuda rechaz dos veces la mano de Le Cagot; despus,
claramente demostrada su virtud, dej que la mano permaneciera en
sus amplias nalgas mientras ella estaba de pie junto a la mesa,
llenando el vaso del poeta.
La puerta del fondo que daba al retrete se abri, y el padre Xavier
entr en el bar de techo bajo, con los ojos brillantes por el
reconfortante vino y el xtasis del fanatismo.
-Vaya! -dijo a los jvenes vascos-. Ahora os sentis con este
337
Trevanian Shibumi
extranjero y su lujurioso amigo? Os bebis su vino y escuchis sus
mentiras ?
-Esta maana parece que ha bebido mucha sangre de Cristo,
padre Esteka! -dijo Le Cagot-. Se ha tragado algo de valenta.
El padre Xavier murmur algo y se dej caer en una silla en la
mesa ms alejada.
-Hola! -continu Le Cagot-. Si su valenta es tan grande, por
qu no sube a la montaa con nosotros, eh? Vamos a bajar a un pozo
sin fondo del que no se puede salir. Para usted sera un goce por
anticipacin del infierno... para irse acostumbrando!
-Djale -murmur Hel-. Vmonos y dejemos a ese bastardo
imbcil que se consuma en su propio odio.
-Los ojos de Dios estn en todas partes! -grit el sacerdote,
mirando ferozmente a Hel-. Su furia es implacable!
-Cierra el pico, monjita -le dijo Le Cagot-, o te meter este
makila all donde molestara al obispo!
Hel coloc una mano en el brazo de Le Cagot para que frenara
sus palabras; acabaron de beber su vino, y se marcharon.
338
Trevanian Shibumi
GOUFFRE PORTE-DE-LARRAU
Hel estaba agachado en la losa plana que bordeaba su
campamento de base junto al cono de derrubios, con la luz de su
casco apagada para economizar bateras, escuchando por el telfono
porttil la verborrea incansable, las invectivas y las canciones de Le
Cagot, mientras descenda por el cable, lanzando vituperios y
divirtiendo constantemente a los muchachos vascos que manejaban
el pedal en la boca de la cavidad. Le Cagot tom un respiro, estirado
en el fondo del tirabuzn, antes de dejar que le bajaran en el vaco de
la Cueva de Le Cagot, por la cada de agua, en donde debera estar
colgado, dando vueltas en la cuerda, mientras los muchachos
trababan y remplazaban el tambor del cable.
Tras ordenarles que se apresurasen a realizar la tarea y no le
dejaran colgando all, suspendido como Cristo en la cruz, si no
queran que regresara y les causara daos corporales de
consideracin, Le Cagot prosigui:
-De acuerdo, Nikko, ya bajo!
-sa es la nica manera en que funciona la gravedad -coment
Hel, mientras miraba hacia arriba para percibir el primer vislumbre de
la luz en el casco de Le Cagot emergiendo en medio de la neblina de
la cascada.
Algunos metros ms abajo de la abertura de la cueva principal,
detuvo el descenso, y el muchacho vasco que estaba al telfono
anunci que estaban cambiando los tambores.
-Apresuraos! -orden Le Cagot-. Esta ducha fra est
abusando de mi virilidad!
Hel estaba pensando cmo transportaran el pesado depsito de
aire hasta la bodega al final del sistema, satisfecho de poder contar
con la fuerza de toro de Le Cagot, cuando le lleg un grito ahogado a
travs de los auriculares. Y un ruido agudo. Su primera reaccin fue
creer que se haba roto algo. Un cable? Un trpode?
Instintivamente, su cuerpo se tens participando de la difcil posicin
en que estaba Le Cagot. De nuevo, escuch dos ruidos secos.
Disparos!
Y silencio despus.
Hel poda ver la lmpara del casco de Le Cagot, confuso en medio
de la neblina del agua, apareciendo y desapareciendo a medida que
el poeta daba vueltas lentamente en el extremo del cable.
-Qu demonios est pasando? -pregunt Le Cagot por el
telfono.
-No lo s.
Por el telfono, lleg una voz, fina y distante.
-Le advert que no se mezclara en este asunto, Mr. Hel.
-Diamond? -pregunt Hel, innecesariamente.
339
Trevanian Shibumi
-En efecto. El comerciante. Aquel que no se atrevera a
enfrentarse contigo cara a cara.
-A esto le llama usted cara a cara?
-Es lo suficientemente cerca.
La voz de Le Cagot era ahogada por la tensin en su pecho y
diafragma que le causaba la presin del arns.
-Qu sucede?
-Diamond? -Hel haca esfuerzos para mantenerse tranquilo-.
Qu les sucedi a los muchachos de ah arriba?
-Han muerto.
-Entiendo. Oiga. Usted a quien quiere es a m, y yo estoy en el
fondo del pozo. Yo no soy el que est colgando del cable. Es mi
amigo. Puedo darle instrucciones para que le haga bajar.
-Y por qu motivo tendra que hacerlo?
Hel oy la voz de Darryl Starr que vena del fondo.
-se es el hijo de perra que me quit el hierro. Deje que
cuelgue ah en medio, dando vueltas al viento, ese jodedor de
mierda!
Se oy el ruido de una risita infantil, el rufin del Movimiento Pa-
lestino al que llamaban Haman.
-Qu le hace creer que me he mezclado en sus asuntos? -pre-
gunt Hel, en tono de conversacin, aunque estaba tratando
frenticamente de ganar tiempo para pensar.
-La Organizacin Madre mantiene fuentes de informacin muy
cercanas a nuestros amigos ingleses... slo para confirmar su buena
fe. Tengo entendido que usted se encontr con Miss Biffen, nuestra
joven modelo.
-Si consigo salir de aqu, Diamond...
-Ahorra tu respiracin, Hel. Ocurre que yo s bien que es un
pozo sin fondo del que no se puede salir.
Hel dio un respingo. sas haban sido las palabras de Le Cagot
aquella tarde en el bar de la viuda.
-Te advert -continu Diamond- que tendra que tomar unas
medidas de venganza que satisfacieran los retorcidos gustos de
nuestros amigos rabes. Tardars mucho en morir, y eso les va a
complacer. Y he dispuesto un monumento ms visible de tu castigo.
Ese castillo tuyo? Hace una hora y media que ha dejado de existir.
-Diamond... -Hel no tena nada que decir, pero deseaba
mantener a Diamond al otro lado de la lnea-. Le Cagot no es nada
para usted. Por qu dejarle ah colgando?
-Es un detalle que con toda seguridad divertir a nuestros
amigos rabes.
-Escuche, Diamond, otros hombres han de venir a sustituir a
esos muchachos vascos. Nos encontrarn y nos sacarn.
-Eso no es verdad. De hecho, es una desalentadora mentira
insignificante. Pero, para prevenir que alguien d con este lugar
accidentalmente, tengo la intencin de enviar aqu a alguien que
340
Trevanian Shibumi
entierre a tus amigos vascos, que desmonte este bric=[=brac y
empuje algunas rocas al pozo para cubrir la entrada. Te lo digo como
un acto de caridad... para que no pierdas el tiempo alimentando
vanas esperanzas.
Hel no respondi.
-Recuerdas el aspecto de mi hermano, Hel?
-Vagamente.
-Perfecto. Sigue recordndolo.
Por los auriculares llegaron sonidos chirriantes, cuando los
arrancaron y arrojaron a un lado.
-Diamond? Diamond? -Hel apretaba el cable telefnico entre
sus dedos. El nico sonido que le llegaba por el telfono era la
respiracin jadeante de Le Cagot.
Hel encendi la lamparilla de su casco y la bombilla de diez watios
conectada a la batera, para que Le Cagot pudiese ver algo debajo de
l y no se sintiera abandonado.
-Y bien, qu te parece, viejo amigo? -la voz medio
estrangulada de Le Cagot lleg por la lnea-. No es exactamente el
final que yo hubiera elegido para este carcter colorido que he creado
para m.
Durante un momento de desesperacin, Hel estuvo pensando en
intentar una escalada por las paredes de la cueva, para llegar quiz
ms arriba de Le Cagot, y tenderle una cuerda.
Imposible. Se requeriran horas de trabajo, perforando y
colocando clavillas de expansin para trepar por esa cara sin relieves,
colgante; y mucho antes de eso, Le Cagot ya estara muerto,
estrangulado por las correas que le sujetaban y que ya en este
momento estaban hacindole difcil la respiracin.
Podra Le Cagot desprenderse de su sujecin y subir por el cable
hasta la boca del tirabuzn? Desde all exista alguna posibilidad de
que pudiera ir subiendo hasta la superficie en un ascenso libre.
Sugiri esta posibilidad a Beat por el telfono.
La voz de Le Cagot era un dbil ronquido.
-No puedo... costillas... peso de... agua...
-Beat!
-Qu, por el amor de Dios?
Hel tuvo una ltima idea con la mnima posibilidad. El cable del
telfono. No estaba atado con firmeza, y haba muy pocas
probabilidades de que soportase el peso de un hombre; pero caba en
lo posible que se hubiera enredado en algn lugar, ms arriba, quiz
con el cable de descenso.
-Beat? Puedes agarrarte al cable telefnico? Puedes liberarte
del arns?
Le Cagot no tena suficiente respiracin para responder, pero, por
la vibracin en el cable del telfono, Hel supo que estaba intentando
seguir sus instrucciones. Pas un minuto. Dos. La luz del casco,
confuso entre la neblina, danzaba a sacudidas cerca del techo de la
341
Trevanian Shibumi
cavidad. Le Cagot estaba colgado del cable del telfono, recurriendo a
sus ltimas fuerzas antes de caer en la inconsciencia para cortar con
el cuchillo las correas hmedas de su arns. Se agarr con todas sus
fuerzas al cable mojado del telfono y cort la ltima atadura.
Traspas su peso al cable telefnico... que se desprendi quedando
suelto.
-Cristo! -grit el poeta.
La luz de su casco se precipitaba hacia abajo, hacia Hel. Durante
una fraccin de segundo, el cable del telfono que se enrollaba qued
a los pies de Hel. El cuerpo de Beat cay contra la cima del cono de
derrubios, rebot y fue dando tumbos en medio de un estrpito de
pedruscos y detritos, hasta que finalmente qued cabeza abajo a
unos diez metros de Hel.
-Beat!
Hel se precipit junto a su amigo. No estaba muerto. Tena el
pecho hundido y respiraba jadeante en medio de convulsiones que le
hacan arrojar una espuma sanguinolenta por la boca. El casco haba
recibido el impacto inicial, pero durante su cada por el cono se le
haba cado de la cabeza, rodando hasta el fondo. La nariz y las
orejas le sangraban. Cabeza abajo, se estaba ahogando con su propia
sangre.
Con toda la delicadeza posible, Hel alz entre sus brazos el torso
de Le Cagot procurando que estuviese lo ms cmodo posible. El
dao que pudiera hacerle al moverle ya no importaba; el hombre
estaba murindose. En verdad, Hel lamentaba la poderosa
constitucin del vasco que negaba a su amigo un alivio inmediato con
la muerte.
La respiracin de Le Cagot era rpida y entrecortada; sus ojos
abiertos se dilataban lentamente. Tosi, y la vibracin le produjo un
dolor insoportable. Hel acarici su peluda mejilla, viscosa por la
sangre.
-Cmo... -Le Cagot se atasc en la palabra.
-Descansa, Beat. No hables.
-Qu... aspecto tengo?
-Tienes buen aspecto.
-No pudieron con mi rostro?
-Ests bello como un dios.
-Bien. -Le Cagot apret los dientes ante un ataque de dolor. Los
dientes de la mandbula inferior se le haban roto en la cada-. El
cura...
-Descansa, amigo mo. No luches. Djate ir.
-El cura! -La espuma sanguinolenta de las comisuras de su
boca ya era pegajosa.
-Lo s. -Diamond haba citado la descripcin de Le Cagot
respecto a la cueva, como un pozo sin fondo. La nica persona de
quien haba podido orlo era el fantico padre Xavier. Y tambin debi
de ser el cura el que denunci el refugio de Hanna. El confesionario
342
Trevanian Shibumi
era su fuente de informacin, su >at ?o%(
Durante unos tres minutos interminables, los ronquidos
gorgojeantes de Le Cagot fueron el nico sonido en la cueva. Los
borbotones de sangre de sus orejas comenzaron a aumentar.
-Nikko?
-Descansa. Duerme.
-Qu aspecto tengo?
-Magnfico, Beat.
De repente, el cuerpo de Le Cagot se puso rgido y del fondo de
su garganta sali un dbil gemido.
-Cristo!
-Dolor? -pregunt Hel estpidamente, no sabiendo qu decir.
La crisis de agona pas, y el cuerpo de Le Cagot pareci
desplomarse en s mismo. Trag sangre y pregunt:
-Qu has dicho?
-Dolor -repiti Hel.
-No... gracias... tengo todo el que necesito.
-Bobo -dijo Hel muy suavemente.
-Sin embargo, no es un mal final.
-No, no es malo.
-Me apuesto algo a que el tuyo no ser tan elegante cuando te
llegue.
Hel cerr los ojos con fuerza, haciendo que brotaran las lgrimas,
mientras acariciaba la mejilla de su amigo.
Le Cagot dio un respingo y ces de respirar. Las piernas se le
contrajeron en espasmos. Le volvi la respiracin, jadeos rpidos en
el fondo de su garganta. Su destrozado cuerpo se contorsion en una
agona final y grit:
-Argh! Por las cuatro pelotas de Jess, Mara y Jos...
Escupi una bocanada de sangre rosada de sus pulmones y
muri.
Hel gru con alivio al liberarse de la opresin de las correas del
cilindro de aire que deposit en el ngulo formado entre dos losas de
roca spera cada desde el techo de la cueva ascendente. Se dej
caer sentado, apoyando la barbilla en el pecho, y a la vez que
aspiraba grandes bocanadas de aire con inhalaciones temblorosas y
exhalaciones que pasaban rpidas por sus pulmones producindole
tos. Le bajaba el sudor desde el cabello, a pesar de la fra humedad
de la cueva. Cruz los brazos sobre el pecho y, delicadamente, se
frot con los dedos las enrojecidas marcas de sus hombros, all donde
el depsito del aire y las correas de sujecin haban arrancado la piel,
a pesar de los tres jerseys que llevaba bajo el mono de paracaidista.
Un depsito de aire es una mochila muy incmoda para trasladar a
travs de pasos estrechos y speros, y ascensiones difciles. Si se ata
fuertemente, impide el movimiento y entorpece los brazos y las
manos; si est flojo, fricciona la piel y se balancea, amenazando
peligrosamente el equilibrio.
343
Trevanian Shibumi
Cuando recuper el aliento, bebi un largo trago de aguavino de
su sahako' y se tendi en una losa sin molestarse ni siquiera en
quitarse el casco. Transportaba el menor peso posible: el depsito,
toda la cuerda que poda manejar, los mnimos cacharros de cocina,
dos bengalas, su sahako' la mscara submarina en una bolsa
impermeable que contena tambin una linterna submarina, y un
bolsillo repleto de cubitos de glucosa para recuperar rpidamente las
energas. Aunque reducido a las necesidades ms estrictas, el peso
era todava excesivo. Estaba acostumbrado a moverse libremente por
las cuevas, guiando y transportando el mnimo peso, mientras que el
corpulento Le Cagot cargaba con la mayor parte del equipo. Echaba
de menos la fuerza de su amigo; echaba de menos el apoyo
emocional de su constante expresin de ingenio, invectivas y
canciones.
Pero ahora estaba solo. Se haban minado sus reservas de
fortaleza; sus manos estaban desgarradas y rgidas. El pensamiento
del sueo era delicioso, seductor... mortal. Saba bien que, si se
dorma, el fro penetrara, el fro atractivo y narcotizante. No deba
dormir. El sueo era la muerte. Descansar s, pero sin cerrar los ojos.
Cierra los ojos, pero no duermas. No. No debes cerrar los ojos!
Arqueaba las cejas esforzndose por mantener los prpados abiertos
por encima de los ojos, que giraban soolientos hacia arriba. Nada de
dormir. Slo cierra los ojos un momento. Slo... cierra... ojos...
Haba abandonado a Le Cagot junto al cono de cascotes, despus
de que muriera, pues no dispona de medios para enterrarle; la
propia cueva sera un vasto mausoleo ahora que haban tapado la
entrada con piedras. Le Cagot descansara para siempre en el
corazn de sus montaas vascas.
Cuando finalmente la sangre dej de brotar, Hel le haba limpiado
la cara suavemente antes de cubrir su cuerpo con un saco de dormir.
Despus de hecho esto, Hel haba permanecido junto a l,
agachado, meditando ligeramente para aclarar su mente y controlar
las emociones. Slo haba conseguido fugaces momentos de paz,
pero cuando trajo de nuevo su mente al momento presente, estaba
en condiciones de reflexionar sobre su situacin. La decisin era
simple: todas las alternativas haban quedado eliminadas. Sus
posibilidades de conseguirlo, solo y sobrecargado, cruzando el largo
pasaje descendente tras superar el obstculo de la Protuberancia de
Hel, a travs del caos gigantesco de la cueva ascendente, atravesar
el salto de agua hasta la Cueva de cristal y luego deslizarse por la
pendiente arcillosa hasta el pozo de la bodega; las posibilidades de
superar todos estos obstculos sin el soporte y la ayuda de Le Cagot
eran muy escasas. Pero era una especie de apuesta de Pascal.
Escasas o no, su nica esperanza resida en efectuar el esfuerzo. No
pensara en la tarea de cruzar a nado el tubo al fondo de la
bodega, aquel canal subterrneo por el que el agua flua con tal
volumen que dejaba la superficie lisa y arqueada. Enfrentara los
344
Trevanian Shibumi
problemas uno tras otro.
Superar la Protuberancia de Hel casi puso punto final a sus pro-
blemas. Haba atado una cuerda al depsito de aire balancendolo
por encima de la estrecha repisa a lo largo de la corriente que se
precipitaba por aquel canal de agudos bordes, y trat de salvar el
obstculo mediante un enorme esfuerzo de los talones y los hombros,
tendido de espaldas casi por completo, y temblndole las rodillas por
la tensin y el peso extra de la cuerda cruzada sobre su pecho en
bandolera. Despus de superado el obstculo, tuvo que enfrentarse
con la tarea de acercar el tanque hasta l. No haba ningn Le Cagot
que le halara la cuerda. No quedaba otro recurso que dejar caer el
depsito al agua y recuperarlo rpidamente cuando saltase en el
fondo de la corriente. No pudo recoger la cuerda con la suficiente
rapidez; el depsito mantuvo su posicin debajo del agua y continu
adelante, con la cuerda tirante y dando sacudidas. Hel no tena punto
de apoyo alguno; cuando la cuerda se puso tirante, Hel recibi el
tirn en el estrecho borde donde se encontraba. No poda soltarla.
Perder el depsito de aire significaba perderlo todo. Se espatarr
sobre el estrecho pasaje, con una bota apoyada en el borde y los
clavos de la otra presionando contra el muro opuesto de pared lisa,
en donde no tena en qu apoyarse. Concentr toda la fuerza de sus
piernas en esa posicin, y los tendones de las ingles resaltaron con
fuerza, tensos y vulnerables. La cuerda se le escapaba rpidamente
de las manos. Con la mandbula apretada, cerr con fuerza los puos
alrededor de la cuerda. Sinti un terrible dolor cuando las palmas de
sus manos sufrieron la friccin de la cuerda mojada que le cortaba la
piel. Detrs de sus puos quedaba el agua, y delante, la sangre. Para
dominar el dolor, rugi, y el eco de su grito recorri el angosto
pasadizo.
El depsito qued detenido.
Hel tir de l, hacia atrs, contra la comente, mano sobre mano,
la cuerda como hierro fundido en las palmas de sus manos en carne
viva, los tendones de sus ingles palpitantes y nudosos. Cuando su
mano toc la correa que sujetaba el depsito, lo sac del agua y se la
colg de la nuca. Con aquel peso balancendose en su pecho, el
regreso hasta el borde resultaba muy peligroso. Por dos veces intent
separarse de la pared lisa y las dos veces vacil y volvi a apoyarse,
haciendo fuerza con la suela de la bota, con la sensacin de que los
tendones de la ingle se le desgarraban. En la tercera tentativa lo
consigui, y permaneci jadeante contra la pared, apoyado
nicamente con los talones en el borde y los dedos de los pies
sobresaliendo por encima de la rumorosa corriente.
Recorri el ltimo y corto trayecto hasta la pared de deyecciones
que bloqueaba el camino hasta la cueva ascendente, y se dej caer
en un rincn, exhausto, con el depsito apoyado en el pecho y las
palmas de sus manos palpitantes a causa del dolor.
No podra permanecer all mucho rato. Las manos se le quedaran
345
Trevanian Shibumi
agarrotadas e intiles.
Se coloc de nuevo el depsito en la espalda y comprob los
complementos y la mascarilla. Si se hubiesen estropeado, aquello
sera el final. La mascarilla haba soportado bien los golpes contra el
depsito. Comenz entonces un lento ascenso por el rincn, entre un
lado del pozo y la pared de piedras bajo la cual haba desaparecido el
ro. Como antes, haba muchos lugares en los que agarrarse y apoyar
los pies, pero se trataba de roca podrida y desmenuzable, que se le
parta entre las manos, y de la que pequeos fragmentos penetraban
en sus despellejadas palmas. El corazn le saltaba alocadamente en
el pecho, enviando sangre palpitante a las sienes. Cuando, por fin,
consigui llegar al borde liso entre dos rocas en equilibrio que daban
entrada a la cueva ascendente, se dej caer plano sobre el vientre y
descans, con la mejilla contra la roca y escapndosele la saliva por
la comisura de los labios.
Se maldijo por permanecer all descansando demasiado rato. Las
palmas de las manos se le estaban poniendo viscosas por la
serosidad que manaba de las heridas, y se le contraan torpemente,
como pinzas de langosta. Se puso en pie y durante unos momentos
permaneci all, abriendo y cerrando las manos, respirando entre
ataques de dolor, hasta que de nuevo recuperaron su articulacin
suave.
Durante un tiempo indefinido, continu vacilante por la cueva
ascendente; avanzaba dando rodeos a los enormes peascos del
tamao de un edificio que le empequeecan, introducindose entre
losas que se apoyaban una contra otra, cadas recientemente del alto
techo rugoso, muy por encima del alcance de su linterna del casco,
avanzando precariamente junto a piedras vacilantes que hubieran
sucumbido mucho antes a la gravedad de haber estado expuestas a
la erosin exterior del tiempo. El ro no serva de gua, perdido all en
lo profundo entre la confusin de los desprendimientos, repartido en
millares de hilos mientras se abra camino entre el suelo de esquisto
de la caverna. Por tres veces, a causa de la fatiga y la tensin, perdi
el camino, y lo ms terrible de ello era el despilfarro de energa que
supona de algo tan precioso, mientras se tambaleaba ciegamente.
Cada vez se obligaba a detenerse y tranquilizarse, hasta que su
sentido de la proximidad le sugera el camino hacia el espacio abierto.
Finalmente, un ruido le gui. A medida que se aproximaba al final
de la cueva ascendente, las ramificaciones de agua, all lejos, en el
fondo, volvan a reunirse, y poco a poco, Hel tuvo conciencia del
rugido y del estrpito del gran salto de agua que conduca a la
Cueva de cristal. Frente a l, el techo de la cueva se inclinaba
juntndose con el obstculo de un muro dentellado de recientes
derrumbamientos. Trepar por aquel muro, a travs de la red
demencial de grietas y chimeneas, y bajar por el otro lado
atravesando la rugiente cascada de agua sin contar con la seguridad
del apoyo de Le Cagot, sera la parte ms peligrosa y difcil de la
346
Trevanian Shibumi
cueva. Debera descansar antes de emprenderla.
Fue entonces cuando Hel se quit las correas del depsito de aire
y se dej caer pesadamente en una roca, apoyando la barbilla en el
pecho mientras recuperaba el aliento y el sudor le caa desde la
cabeza y le penetraba en los ojos.
Bebi un largo trago de su ,ahako' y se tendi de espaldas en la
parte lisa de la roca, sin entretenerse en quitarse el casco.
Su cuerpo clamaba por un descanso. Pero no deba dormir.
Dormir era la muerte. Slo descansar un momento. No dormir. Slo
cerrar los ojos un momento. Slo... cerrar... ojos...
-Uff!
Se despert sobresaltado, arrancado de su sueo por la imagen
de la lamparilla del casco de Le Cagot precipitndose hacia l desde
el techo de la cueva. Se incorpor y qued sentado, tembloroso y
sudoroso. El sueo ligero no le haba descansado; en su cuerpo se
estaba acumulando la tensin de la fatiga; sus manos eran dos palas
rgidas; tena los hombros agarrotados; las nuseas producidas por
las descargas repetidas de adrenalina le obstruan la garganta.
Qued all sentado, cado, indiferente por seguir o continuar all. Y
en ese momento, por vez primera, tuvo conciencia de las desconcer-
tantes implicaciones de lo que Diamond haba estado diciendo por
telfono. Su castillo haba dejado de existir? Qu haban hecho
ellos? Habra escapado Hana?
Su preocupacin por Hana, y la necesidad de vengar a Le Cagot
proporcionaron a su cuerpo la energa que el alimento y el descanso
le hubieran dado. Agarr los restantes cubitos de glucosa de la bolsa
y los mastic, acompandolos con el resto de vino aguado. Se
necesitaran algunos minutos antes de que el azcar se abriera paso
hasta el torrente sanguneo. Entretanto, apret las mandbulas e
inici la dolorosa tarea de mover las manos, rompiendo la costra
reciente y soportando las fuertes punzadas del movimiento.
Cuando fue capaz de manejarlo, se colg el depsito de aire y
comenz la ardua ascensin por el montn de cascotes que
bloqueaban la boca de la Cueva de cristal. Record que Le Cagot
haba aconsejado que se desviara un poco a la izquierda, porque l
estaba sentado en la lnea de su cada y se hallaba demasiado
cmodo para moverse.
Por dos veces tuvo que quitarse el depsito de aire mientras se
sujetaba en puntos difciles, porque la grieta por la que deba
introducirse, era demasiado estrecha para permitir el paso a un
hombre y un depsito al mismo tiempo, sin correr el riesgo de daar
la mscara que llevaba colgada del pecho. Cada vez at
cuidadosamente el depsito, porque una cada poda destrozar los
complementos y hacer estallar el cilindro, dejndole sin aire para
cruzar a nado la cueva final convirtiendo en intiles tantos trabajos y
torturas.
Cuando alcanz el estrecho borde justamente encima del
347
Trevanian Shibumi
estrepitoso salto, dirigi su linterna hacia abajo, hacia la larga cada
de la que se elevaba una bruma que formaba nubecillas en el aire
tranquilo. Slo se detuvo el tiempo suficiente para recuperar el
aliento y calmar los latidos de su corazn. A partir de entonces, no
podra disfrutar ya de largos momentos de descanso, su cuerpo y sus
manos no tendran oportunidad de entorpecerse, ni su imaginacin
podra ahogar su decisin.
El ensordecedor rugido de la cascada y la bruma agitada a
cuarenta grados aislaron su mente de cualquier pensamiento que
fuese ms all de la tarea inmediata. Avanz poco a poco por el
estrecho borde resbaladizo, que en otro tiempo haba sido el inicio del
salto, hasta encontrar el saliente rocoso desde el cual Le Cagot le
haba sostenido durante su primer descenso a lo largo de la brillante
capa de agua. Esta vez no contara con un sostn protector. A medida
que bajaba, centmetro a centmetro, lleg al primero de los pitones
que haba clavado anteriormente, insert una anilla en el primero y
sujet en doble la cuerda, pasando y sujetando otra en cada pitn,
para disminuir su cada en caso de que sucediera. Nuevamente, como
antes, no pas mucho rato antes de que la friccin combinada de la
cuerda pasando por las anillas de sujecin hicieran difcil y peligroso
tirar de ella, pues el esfuerzo tenda a levantarlo de los escasos y
reducidos apoyos para las botas y presas para las manos, que la
pared brindaba.
El agua y la cuerda atormentaban las palmas de sus manos, y Hel
se agarraba cada vez ms fuertemente, como si quisiera mitigar el
dolor con un exceso del mismo. Cuando alcanz el punto en donde
debera atravesar la sbana de agua pasando detrs del salto,
descubri que la cuerda ya no ceda. El peso del agua en la cuerda, el
nmero de anillas por las que pasaba y su creciente debilidad, todo
se combinaba para hacer imposible el tiro. Tendra que abandonar la
cuerda y escalar libremente desde all. Como en la anterior ocasin,
introdujo la mano en la superficie plateada y negruzca del salto de
agua, que se parti, formando un brazalete palpitante y grueso
alrededor de su mueca. Palp, buscando, hasta que localiz, la
pequea grieta spera, invisible detrs de la capa lquida, en la que
anteriormente haba metido los dedos. Esta vez sera ms duro cruzar
la cascada. El depsito presentaba una superficie adicional, sus dedos
estaban torpes y desollados, y haba agotado sus reservas de
energa. Un movimiento suave. Slo un balanceo para cruzarlo.
Detrs de la cascada haba un borde, y en un rincn, un montn de
cascotes que facilitan el descenso. Respir profundamente tres veces
y se balance bajo la cada del agua.
Las lluvias recientes haban duplicado el espesor de la columna
lquida, y ms que duplicado su peso, el cual le golpe el casco y los
hombros, y trat de arrancarle el depsito de la espalda. Sus torpes
dedos se desprendieron de la spera grieta, y cay.
De lo primero que se dio cuenta fue de la quietud relativa. La
348
Trevanian Shibumi
segunda cosa fue el agua. Se hallaba detrs del salto de agua, en la
base del montn de derrubios, sentado en el agua que le llegaba a las
caderas. Debi de estar inconsciente durante algn tiempo, pero no
tena sentido de ello. Los acontecimientos se encadenaban en su
mente: el golpeteo del agua en su espalda y en el depsito; el dolor,
cuando sus dedos despellejados fueron arrancados de su presa; los
tumbos, el ruido, el dolor y el golpe cuando cay en el montn de
derrubios y rod por l y despus, el silencio relativo, y el agua hasta
la cintura, en donde anteriormente haba habido rocas hmedas. El
silencio no era ningn problema; no estaba asombrado. La ltima vez
haba observado cmo el rugido del salto de agua pareca quedar
ahogado cuando se estaba detrs de ella. Pero, y el agua?
Significaba eso que las lluvias recientes se haban infiltrado
convirtiendo en lago el suelo de la Cueva de cristal?
Estaba herido? Movi las piernas; se hallaban en perfecto
estado. Y tambin los brazos. El hombro derecho le dola. Poda
alzarlo, pero en la articulacin notaba un dolor punzante. Quiz se
haba roto un hueso. Doloroso, pero no debilitante. Decidi que haba
cruzado la cascada de agua milagrosamente sin daos, cuando not
una singular sensacin. Los dientes no le encajaban bien. Se tocaban
las puntas. El menor intento de abrir la boca le produca tanta agona
que sinti que se deslizaba hacia la inconsciencia. Se haba roto la
mandbula.
La mscara. Se habra roto con la cada? La sac de la bolsa y le
examin a la luz de su lamparilla, amarillenta, porque las pilas
estaban agotndose. Se haba roto la placa frontal.
Era una grieta fina como un cabello. Quiz resistira, si los
acoplamientos de caucho no estuvieran torcidos o desencajados. Y
qu posibilidades le quedaban en la arrolladora corriente al fondo de
la bodega? No muchas.
Al levantarse, el agua le llegaba nicamente a los tobillos. Pas
con dificultad y trabajo por el salto de agua, en aquel lugar muy
esparcido, hasta la Cueva de cristal. El agua se haca ms profunda
a medida que la bruma de agua fra se iba afinando detrs de l.
Una de las dos bengalas de magnesio se haba roto en la cada.
Su polvo grasiento haba recubierto la otra bengala, que tuvo que ser
cuidadosamente enjugada antes de encenderla, para evitar que la
llama se esparciera por los lados y le quemara la mano. Tir del
casquete; chisporrote y floreci convirtindose en una luz blanca y
brillante, que ilumin las lejanas paredes, con incrustaciones de
brillantes cristales, poniendo de relieve la belleza del recubrimiento
de calcita y las esbeltas estalactitas. Pero stas ya no sealaban las
estalagmitas como cepas, como haba sucedido en su anterior visita.
El suelo de la cueva se haba convertido en un lago de poca
profundidad que recubra los especmenes del subsuelo. Lo que Hel
haba temido en principio se haba confirmado: las lluvias recientes
haban llenado este extremo inferior del sistema de la cueva. La
349
Trevanian Shibumi
pendiente arcillosa en toda su longitud al extremo ms alejado de la
cueva se hallaba bajo el agua.
El primer impulso que le asalt fue el de renunciar, vadear al
borde de la cueva y encontrar un lugar donde sentarse, descansar y
sumergirse en meditacin. Ahora le pareca demasiado duro; las
posibilidades matemticas demasiado desorbitadas. Al principio haba
pensado que esta ltima tarea improbable, el atravesar a nado de la
bodega hacia la luz y el aire, sera la parte ms fcil desde el punto
de vista psicolgico. Sin tener otras alternativas, con el peso y la
expansin de todo el sistema de la cueva detrs de l, aquel esfuerzo
final a nado tendra el carcter de un acto desesperado. En realidad,
pensaba que tendra mayores posibilidades de cruzar estando solo de
las que hubiese tenido si Le Cagot estuviera con l, pues en este caso
slo hubiera debido recorrer hasta la mitad del lmite de su
resistencia, teniendo que reservar el resto para el regreso, en caso de
que el camino estuviera bloqueado o fuese demasiado largo. Ahora
confiaba en haber casi duplicado sus posibilidades, ya que no haba
ocasin alguna de retroceder contra la fuerte corriente de agua.
Pero ahora... se haba inundado la cueva de cristal y tena que
recorrer a nado un doble trayecto. La ventaja de la desesperacin
haba desaparecido.
No sera preferible sentarse y esperar la muerte dignamente,
antes que luchar contra el destino como un animal asustado? Con
qu posibilidades contaba? El ms leve movimiento de la mandbula
le produca una inmensa agona; tena agarrotado el hombro que le
dola horriblemente en la articulacin; tena las palmas desolladas;
incluso era muy probable que el maldito cristal de su mscara no
resistiera las corrientes del canal subterrneo. Esto ya no era siquiera
un juego de azar.
Era como lanzar monedas al aire contra el destino, y que el
destino contara a su favor con las dos caras de la moneda. Hel
ganara nicamente si la moneda caa de canto.
Vade pesadamente hacia la pared lateral de la cueva, en donde
el agua helada rezumaba como mermelada solidificada. Se sentara
all y esperara el desenlace.
La bengala chisporrote de nuevo y se apag, consumida, y la
eterna oscuridad subterrnea se cerr en su mente como un peso
insostenible. En la oscuridad, a cada movimiento de los ojos perciba
puntos de luz como diminutos organismos cristalinos. Pero pronto se
desvanecieron, y slo rein la ms absoluta oscuridad.
Nada en el mundo sera tan fcil como aceptar la muerte
dignamente, con shibumi(
UW Hana? Y aquel sacerdote demente del Tercer Mundo que
haba contribuido a la muerte de Le Cagot y de Hanna Stern? Y
Diamond?
Muy bien. Muy bien, maldita sea! Encaj la linterna impermeable
entre dos salientes de aragonita, y, a la luz de su rayo sujet la
350
Trevanian Shibumi
mscara al depsito de aire, gruendo ante el dolor que senta al
apretar las conexiones con sus dedos en carne viva. Despus de
colocar cuidadosamente las correas sobre su hombro magullado,
abri la vlvula de entrada y moj con saliva el cristal de la mscara
para limpiarlo del vaho de la respiracin. La presin de la mscara
contra su mandbula rota resultaba dolorosa, pero poda soportarlo.
Sus piernas seguan en buenas condiciones; poda nadar slo con
las piernas, sosteniendo la linterna con la mano sana. Tan pronto
como se hall a suficiente profundidad, se tendi en el agua y nad,
nadar era ms fcil que vadear.
En el agua translcida de la cueva, libre de organismos, la
linterna descubra las caractersticas subterrneas como si fuese al
aire libre. Cuando entr en la pendiente arcillosa, Hel sinti la
influencia de la corriente, ms bien en forma de una succin hacia
abajo que de un impulso desde atrs.
La presin del agua le taponaba los odos, haciendo resonar el
ruido de su respiracin en las cavidades de su cabeza.
La succin aument al acercarse al fondo de la pendiente
arcillosa, y la fuerza del agua le torci el cuerpo hacia la depresin de
la bodega. Desde all no tendra que nadar; la corriente le llevara,
le arrastrara; todos sus esfuerzos deban dirigirse a reducir la
velocidad y a controlar la direccin que seguira. El empuje de la
corriente era una fuerza invisible; en el agua no haba aire, ni
partculas, ninguna evidencia de las toneladas de fuerza que le
aprisionaban.
Slo en el momento en que trat de agarrarse al borde, para
detenerse un momento y prepararse para introducirse en el pozo, Hel
conoci plenamente la fuerza de la corriente. Se sinti arrancado de
su presa en el borde, girado sobre la espalda y arrastrado hacia el
sumidero. Luch por darse la vuelta, encogiendo el cuerpo y rodando,
porque deba entrar en el canal de desage con los pies por delante si
quera tener alguna posibilidad de salir con vida. Si se golpeara la
cabeza contra cualquier obstculo, se sera el final.
Inexplicablemente, la succin pareci disminuir cuando Hel
penetr en la depresin y lentamente pudo situarse hacia el fondo
dirigiendo los pies hacia el canal triangular que segua. Respir
profundamente y se relaj, recordando la manera en que aquella
misma corriente de agua haba arrebatado los paquetes de tinte, con
tanta rapidez que la mirada no pudo seguirlos.
Casi perezosamente, su cuerpo flot hacia el fondo del pozo. sa
fue su ltima imagen clara.
La corriente le apres, y entr como una bala en el canal. Su pie
golpe contra alguna cosa; la pierna se contrajo, y la rodilla le golpe
el pecho; daba vueltas en espiral; perdi la linterna; recibi un golpe
en la columna vertebral y otro en la cadera.
Y de pronto qued atascado contra el obstculo de una piedra,
mientras el agua pasaba estrepitosamente junto a l, arrancndole de
351
Trevanian Shibumi
all. Se torci la mscara y estall el cristal, cuyos trozos, arrastrados
por la corriente, le hicieron cortes en la pierna. Durante algunos
segundos contuvo la respiracin, asustado, y la necesidad de aspirar
aire le golpeaba las sienes. El agua corra por encima de su rostro y le
entraba por la nariz. Era el maldito tanque! Estaba all encajado,
porque el espacio era demasiado estrecho para su cuerpo y el
depsito al mismo tiempo! Empu con fuerza el cuchillo,
concentrando en su mano derecha toda la energa que le quedaba,
mientras el agua trataba de arrebatarle el cuchillo de la mano. Tena
que cortar y desprenderse del depsito! La fuerza de la corriente
contra el cilindro presionaba las correas contra sus hombros. No
haba medio de deslizar el cuchillo por debajo. Deba intentarlo por
debajo de las correas que le opriman el pecho.
El dolor resultaba horripilante, infrahumano.
El pulso le palpitaba con violencia, hacindole estallar el cerebro.
La garganta se le contraa en estertores en demanda de aire. Corta
en seguida! Crtala, maldita sea!
Se liber del depsito, aplastndose el pie al ser arrastrado por
debajo de l. Hel se mova de nuevo, torcindose. Haba perdido el
cuchillo. Algo le golpe en la parte posterior de la cabeza con un
terrible crujido. El diafragma trabajaba penosamente dentro de su
cuerpo aspirando aire. Los latidos del corazn le martilleaban las
sienes, mientras daba tumbos y se retorca en medio del caos de
espuma y burbujas.
Burbujas... Espuma! Poda ver! Comienza a nadar! Nada!
352
Trevanian Shibumi
SE6TA PARTE
TSURU NO SUGOMORI
353
Trevanian Shibumi
ETCHEBAR
Hel estacion el Volvo en la plaza desierta de Etchebar y sali
pesadamente, sin cerrar la puerta a su espalda, olvidando de dar al
automvil el golpe de ritual. Respir hondo, expulsando lentamente el
aire; luego comenz a recorrer el camino de curvas que conduca a su
chQteau(
Desde detrs de las persianas medio cerradas, las mujeres del
pueblo le vigilaban y recomendaban a sus hijos que no jugaran en la
plaza hasta que M. Hel se hubiese marchado. Haban pasado ocho
das desde que M. Hel se marchara a las montaas con Le Cagot y
aquellos hombres terribles vestidos de uniforme llegaran al pueblo e
hicieran cosas horribles en el castillo. Nadie haba visto a M. Hel
desde entonces; s rumoreaba que haba muerto. Ahora M. Hel
regresaba a su destrozado hogar, pero nadie se atreva a saludarle.
En este antiguo pueblo de la alta montaa, prevalecan los instintos
primitivos; todos saban que no era sensato asociarse con los
desafortunados, por si la desgracia fuese contagiosa. Despus de
todo, no era voluntad de Dios que sucedieran aquellas cosas
terribles? No era castigado el extranjero por vivir con una mujer
oriental, probablemente sin el sacramento del matrimonio? Y quin
poda saber por qu otras cosas Dios estara castigndole? S,
naturalmente, se poda sentir compasin, la Iglesia recomendaba que
se sintiera piedad, pero no sera sensato asociarse con aqullos a los
que Dios castiga. Uno ha de ser compasivo, pero no hasta el punto de
arriesgarse personalmente.
Mientras caminaba por la larga avenida, Hel no poda ver lo que le
haban hecho a su hogar; los pinos bajos le tapaban la visin. Pero,
desde el fondo de la terraza, la extensin del dao resultaba visible.
El cuerpo central del ala este haba desaparecido, destrozadas las
paredes y esparcidas las ruinas en todas direcciones, bloques de
granito y de mrmol cados y parcialmente enterrados en el prado
maltrecho hasta una distancia de cincuenta metros; un muro bajo,
dentellado, bordeaba el boquete de las bodegas, hundidas en las
sombras y hmedas por el agua que se filtraba de manantiales
subterrneos. La mayor parte del ala oeste continuaba en pie, con las
habitaciones expuestas a la intemperie en los lugares donde las
paredes haban sido destruidas. Se haban incendiado; los suelos
aparecan hundidos, y las vigas chamuscadas colgaban, rotas, en los
espacios inferiores. Todas las ventanas y porte=*en\tre haban
perdido los cristales, y, por encima de ellas, se vean grandes
manchas de humo por donde las llamas haban lamido las paredes. La
brisa traa el olor del roble quemado y haca revolotear los jirones de
las cortinas.
No haba otro sonido que el ruido del viento entre los pinos, y Hel
354
Trevanian Shibumi
avanz entre las ruinas para examinar los muros en pie del ala oeste.
En tres lugares encontr agujeros abiertos en los bloques de granito.
Las cargas que colocaran no haban estallado; as que tuvieron que
contentarse con la destruccin del fuego.
Lo que ms le doli fue el jardn japons. Resultaba evidente que
los atacantes haban recibido instrucciones para dedicarse
especialmente al jardn. Haban empleado lanzallamas. El arroyo
cantarino se deslizaba por entre restos chamuscados, y a pesar de
haber transcurrido una semana, en la superficie quedaban todava
residuos grasientos. Haban desaparecido la casa del bao y el
bosquecillo de bambes que la rodeaba, pero algunos brotes de
bamb, esa planta tenaz, ya eran visibles en el suelo ennegrecido.
El cuarto tatami y el cuarto de armas contiguo no haban sufrido
daos, excepto las puertas de papel de arroz que haban estallado en
la concusin. Aquellas frgiles estructuras se haban inclinado antes
de la tormenta de fuego y haban sobrevivido.
Mientras Hel caminaba por el jardn violado, con los zapatos
levantaba pequeas nubecillas de ceniza negra pulverulenta. Se dej
caer pesadamente en el umbral del cuarto tatami' con las piernas
colgando por el borde. Era raro, y algo conmovedor, que los
utensilios del t estuvieran todava ordenados en la mesita baja de
laca.
Continuaba sentado, con la cabeza baja profundamente fatigado,
cuando presinti la proximidad de Pierre.
La voz temblorosa del viejo demostraba su afliccin.
-Oh, M'sieur! Oh! M'sieur! Vea lo que nos han hecho! Pobre
Madame...! La ha visto usted? Est bien?
Durante los ltimos cuatro das, Hel haba permanecido en el
hospital en Olorn, apartndose del lado de Hana slo cuando los
mdicos se lo ordenaban.
Los ojos llorosos de Pierre se cerraron compasivos al darse cuenta
del estado fsico de su patrn.
-Pero fjese en usted, M'sieur!
Bajo la barbilla de Hel y rodendole la cabeza, mostraba un
vendaje para mantener la mandbula en su lugar mientras se
soldaba; en su rostro se vean todava magulladuras violceas; por
dentro de la camisa, la parte superior de su brazo estaba sujeto
fuertemente al pecho para impedir el movimiento del hombro, y sus
dos manos estaban vendadas desde las muecas hasta la segunda
falange de los dedos.
-Tampoco t tienes muy buen aspecto, Pierre -dijo Hel, con voz
susurrada.
Pierre se encogi de hombros. |Oh, pronto estar perfectamente!
Pero, vea nuestras manos estn iguales! -Alz las manos y mostr
los vendajes de gasa que cubran la pomada sobre sus chamuscadas
palmas. Tena una herida por encima de una ceja.
Hel observ una mancha oscura en la parte inferior de la pechera
355
Trevanian Shibumi
de la camisa desabrochada de Pierre. Era evidente que un vaso de
vino se le haba escapado entre las palas torpes del extremo de sus
muecas.
-Cmo te hiciste dao en la cabeza?
-Fueron los bandidos, M'sieur Hel. Uno de ellos me golpe con la
culata del rifle cuando trat de detenerlos.
-Cuntame lo que sucedi.
-Oh, M'sieur, fue demasiado horrible!
-Cuntamelo tranquilamente. Sosigate, y cuntamelo.
-Podramos ir hasta la portera? Le ofrecera un vasito de vino,
y quiz yo tambin me tome uno. Y entonces se lo contar.
-De acuerdo.
Mientras se dirigan hacia la portera, el viejo jardinero sugiri que
M. Hel se quedara con l, pues los bandidos no le haban destrozado
la casa.
Hel se sent en una butaca con los muelles rotos, de la que Pierre
retir diversos trastos para que su invitado pudiera sentarse en ella.
El viejo haba bebido de la botella, que era ms fcil de sostener, y
ahora contemplaba el valle desde la pequea ventana del segundo
piso de su alojamiento.
-Yo estaba, M'sieur, cuidando de un millar de cosas. Madame
haba llamado a Tardets para que le enviaran un auto que la llevara
all donde los aeroplanos aterrizan, y yo esperaba que el coche
llegase. O un zumbido lejano que vena de las montaas. El ruido se
hizo cada vez ms fuerte. Llegaron como enormes insectos voladores,
a ras de las colinas, cerca de la tierra.
-Quines llegaron?
-Los bandidos! En autogiros!
-En helicpteros?
-S. Dos de ellos. Con un gran ruido, aterrizaron en el parque, y
esas feas mquinas vomitaron unos hombres. Todos los hombres
iban armados. Vestan ropas con manchas verdes y marrones, y
llevaban boinas color naranja. Se gritaban unos a otros mientras
corran hacia el castillo. Yo les grit, dicindoles que se marcharan.
Las mujeres de la cocina chillaron y huyeron hacia el pueblo. Corr
hacia los bandidos y les amenac con contrselo a M'sieur Hel si no
se iban inmediatamente. Uno de ellos me golpe con el arma, y ca.
Un enorme ruido! Explosiones! Y durante todo el tiempo, los dos
grandes autogiros posados en el csped, con sus palas dando vueltas
y ms vueltas. Cuando pude levantarme, corr hacia el castillo.
Deseaba luchar con ellos, M'sieur. Quera pelear con ellos!
-Lo s.
-S, pero en aquel momento ellos ya se dirigan hacia sus
mquinas. Me derribaron otra vez! Cuando finalmente llegu al
chQteau((( Oh, M'sieur! Todo destruido! Humo y llamas por todas
partes! Todo! Todo! Y entonces M'sieur... Dios del cielo! Vi a
Madame en la ventana de la parte que estaba ardiendo. A su
356
Trevanian Shibumi
alrededor, todo eran llamas. Corr adentro. A mi alrededor, todo se
desplomaba sin cesar. Cuando llegu junto a ella, estaba all, inmvil.
No poda encontrar la salida! Los cristales haban estallado encima
de ella, y los trozos... Oh, M'sieur, los trozos! -Pierre haba estado
conteniendo las lgrimas. Se arranc la boina de la cabeza y se
cubri el rostro con ella. En su frente se vea una raya diagonal que
separaba la piel blanca de su cara profundamente curtida por el
tiempo. Durante cuarenta aos, nunca se haba quitado la boina
estando al aire libre. Se frot los ojos con ella, se sorbi
ruidosamente la nariz, y la coloc de nuevo en su cabeza-. Cog a
Madame y la saqu fuera. El camino estaba lleno de obstculos por
las cosas que ardan. Tuve que apartarlas con las manos. Pero
consegu salir! Consegu sacarla! Pero los vidrios...! -Pierre se
derrumb; tragaba mientras las lgrimas resbalaban por las aletas de
su nariz.
Hel se levant y estrech al viejo entre sus brazos.
-Pierre, fuiste valiente.
-Pero, yo soy el patr)n cuando usted no est aqu! Y no supe
detenerles!
-Hiciste todo lo que poda hacer un hombre.
-Intent luchar contra ellos!
-Lo s.
-Y Madame? Se pondr bien?
-Vivir.
-Y sus ojos?
Hel desvi la mirada de Pierre mientras inspiraba profundamente
y espiraba despacio. Durante un rato no respondi. Despus,
aclarndose la garganta, dijo:
-Tenemos trabajo, Pierre.
-Pero, M'sieur, qu trabajo? El castillo ha desaparecido!
-Limpiaremos esto y repararemos lo que queda en pie.
Necesitar tu ayuda para contratar a los hombres y dirigirles en su
trabajo.
Pierre sacudi la cabeza. Haba fracasado en proteger el chQteau(
No se poda confiar en l.
-Quiero que busques unos cuantos hombres, para limpiar las
ruinas. Proteger de la intemperie el ala oeste. Reparar lo que deba
repararse para poder pasar el invierno. Y en la primavera prxima,
comenzaremos a construir otra vez.
-Pero, M'sieur! Reconstruir el chQteau nos llevar toda la vida!
-Yo no he dicho que ese trabajo tuviera un fin, Pierre.
Pierre estuvo pensando en ello.
-De acuerdo -reconoci-, de acuerdo. Ah, s, tiene usted
correo, M'sieur. Una carta y un paquete. Estn en alguna parte. -
Busc entre la mezcla catica de sillas sin asiento, cajas vacas, y
desechos inindentificables con los que haba amueblado su casa-.
Ah! Aqu estn. Justo en donde los puse para que estuvieran
357
Trevanian Shibumi
seguros.
Tanto el paquete como la carta eran de Maurice de Lhandes.
Mientras Pierre se fortaleca con otro trago de la botella, Hel ley la
nota de Maurice.
8i querido ami#o4
espu6s de revisarlo' he destruido mi primer es*uer&o epistolar
porque comen&aba con una *rase tan melodram+tica que me ha
hecho rer' pero me temo que a ti te hubiera aver#on&ado( 7in
embar#o' no encuentro otro modo de e,presar lo que quiero decir(
e modo que' ah va la primera *rase rimbombante4
"uando leas esto' 1icholai' %o %a estar6 muerto(
0:a#amos una pausa' en este punto' para mi risa *antasmal % tu
ver#_en&a compasiva(2
E,isten muchas ra&ones' que podra citar' que $usti*ican mis
pro*undos sentimientos hacia ti' pero con tres bastar+( Primero4
"omo %o' t5 siempre has proporcionado a los #obiernos % a los
servicios motivos de inquietud % temor( 7e#undo4 :as sido la
se#unda persona' adem+s de Estelle' a quien he hablado durante mi
vida( W tercero4 T5 no s)lo nunca has aludido a mi peculiaridad *sica'
sino que tampoco la has i#norado' ni has a#redido mi sensibilidad
hablando de ello conmi#o' de hombre a hombre(
Te mando un re#alo 0que probablemente %a has abierto' cerdito
#lot)n2( Es al#o que al#5n da puede serte 5til( UDecuerdas que te
di$e que tena al#o re*erente a los Estados -nidos de Am6ricaE UAl#o
tan dram+tico que hara que la estatua de la !ibertad ca%era de
espaldas % te o*recera cualquier ori*icio que te viniera en #ana
esco#erE Pues bien' aqu est+(
7)lo te mando la *otocopia; he destruido los ori#inales( Pero el
enemi#o no sabr+ que lo he hecho' % el enemi#o i#nora tambi6n que
%a esto% muerto( 0REs notable lo e,trao que resulta escribir eso en
tiempo pasadoG2
Ellos no tienen posibilidad de averi#uar que los ori#inales no
est+n en mi poder para el sistema de bot)n apretado; as que' con un
poco de destre&a teatral por tu parte' conse#uiras mane$arlos a
voluntad(
"omo sabes' una inteli#encia innata me ha e,cluido siempre de la
necedad de creer en una vida despu6s de la muerte( Pero puede
e,istir un valor inquietante despu6s de la muerte((( % pensar eso me
satis*ace mucho(
Te pido' por *avor' que visites a Estelle' de ve& en cuando' % la
ha#as sentirse deseable( Te envo mi a*ecto para tu ma#n*ica
oriental(
"on todos mis sentimientos de amistad( P( 7( U8encion6 la otra
noche' durante la cena' que a las colmenillas les *altaba un poco de
$u#o de lim)nE ebera haberlo hecho(
Hel cort el bramante del paquete y examin su contenido.
Declaraciones juradas, fotografas, registros, todo revelador sobre las
358
Trevanian Shibumi
personas y las organizaciones gubernamentales implicadas en el
asesinato de John F. Kennedy, y el detalle de ciertos aspectos de
dicho asesinato. Resultaban especialmente interesantes las
declaraciones de una persona identificada como el Para#uas' otra
llamada el :ombre de la Escalera de Incendios' y de una tercera, el
"omando de la "olina(
Hel afirm con la cabeza. Ciertamente, elementos de considerable
presin.
Despus de una simple comida consistente en salchichn, pan y
cebolla, acompaado por el spero vino rojo, en la habitacin llena de
trastos de Pierre, ambos dieron un paseo por toda la propiedad,
permaneciendo bien alejados de la penosa cicatriz del chQteau(
Estaba cayendo la tarde, y junto a las montaas se amontonaban
nubes plumosas de color salmn y malva.
Hel mencion que estara ausente unos das, y que empezaran
los trabajos de reparaciones cuando l regresara.
-Confiara usted en m para hacerlo M'sieur? Despus de
haberle fallado? -Pierre estaba mostrndose autocompasivo. Haba
decidido que habra protegido mejor a Madame si hubiese estado
totalmente sobrio.
Hel cambi el tema.
-Qu podemos saber del tiempo que har maana, Pierre?
El viejo mir indiferentemente al cielo, y se encogi de hombros.
-No lo s, M'sieur. Confesando la verdad, no entiendo del
tiempo. Slo finjo entenderlo, para darme importancia.
-Pero, Pierre, tus predicciones son seguras. Yo confo en ellas, y
me han sido de mucha utilidad.
Pierre frunci el entrecejo, intentando recordar.
-De verdad, M'sieur?
-No me atrevera a irme a las montaas sin conocer antes tu
opinin.
-De verdad?
-Estoy convencido que es una cuestin de sabidura y edad y
sangre vasca. Con el tiempo, llegar a la edad, quizs a la sabidura.
Pero la sangre vasca... -Hel suspir y golpe un arbusto junto al que
pasaban.
Pierre permaneci silencioso durante un rato reflexionando en las
palabras de Hel. Finalmente dijo:
-Sabe? Creo que lo acaba de decir usted, M'sieur, es verdad.
Probablemente es un don. Incluso yo creo que son los signos del
cielo, pero, en realidad, es un don... una cualidad que slo tiene mi
gente. Por ejemplo, ha visto usted cmo el ganado del cielo
presenta vellones rojizos? Pues bien, es importante saber que la luna
est en fase menguante, y que esta maana los pjaros revoloteaban
muy bajos. Por estos signos, puedo asegurar que...
359
Trevanian Shibumi
LA IGLESIA DE ALOS
El padre Xavier tena la cabeza inclinada, los dedos apretados
contra las sienes y con la mano ocultaba parcialmente los rasgos
confusos de la anciana que estaba al otro lado de la rejilla del
confesionario. Era una actitud de comprensin compasiva, que le
permita dedicarse a sus propios pensamientos mientras el penitente
se explicaba, recordando y admitiendo cualquier pecadillo menor,
esperando convencer a Dios, por medio de la aburrida pequeez de
sus pecados, de que era nocente de cualquier pecado mayor. Haba
llegado al punto de confesar los pecados de los dems... de pedir
perdn por no haber sido lo suficientemente fuerte para impedir que
su marido bebiera, por haber escuchado la maldita fisgonera de la
seora Ibar, su vecina, por haber permitido que su hijo no hubiese
asistido a misa para unirse a la caza del oso.
Murmurando y profiriendo notas interrogativas automticamente,
la mente del padre Xavier estaba pensando en el problema de la
supersticin. Aquella maana, durante la misa, el sacerdote haba
recurrido a una antigua supersticin para ganarse la atencin de los
feligreses y subrayar su mensaje de fe y revolucin. Por su cultura y
educacin religiosa, l no crea en los temores primitivos que
caracterizan la fe del montaero vasco; pero, como soldado de Cristo,
crea que era su deber recurrir a cualquier arma que tuviera a mano y
dar el golpe como militante de la Iglesia. Conoca la creencia
supersticiosa de que si un reloj daba la hora durante la 7a#ara
(elevacin de la Hostia), era signo infalible de muerte inminente.
Colocando un reloj junto al altar, en donde l pudiera verlo, haba
hecho coincidir el 7a#ara con el sonido de la hora. Entre la
congregacin se haba producido un aspaviento audible, seguido de
un profundo silencio. Y utilizando su tema del pronstico de muerte
inminente, les haba dicho que significaba la muerte de la represin
contra el pueblo vasco, y la muerte de las influencias paganas dentro
del movimiento revolucionario. Se sinti satisfecho con el efecto,
expresado en parte con diversas invitaciones a cenar y pasar la noche
en los hogares de los campesinos locales, y en parte por una
concurrencia extraordinaria en las confesiones de la tarde, incluso
varios hombres, aunque, hay que admitirlo, slo hombres viejos.
Es que esta ltima mujer nunca terminara su lista de omisiones
triviales? Se estaba haciendo de noche, oscureciendo la antigua
iglesia, y el sacerdote ya senta cierto desasosiego de apetito.
Justamente antes de que aquella caja parlanchina y autocompasiva
hubiera colocado su voluminoso cuerpo ante el confesionario, el
sacerdote haba echado un vistazo fuera y descubierto que esta
anciana era la ltima penitente. El padre Xavier suspir y cort la
verborrea de faltas menores, llamndola hija suya y dicindole que
360
Trevanian Shibumi
Cristo comprenda y perdonaba, y echndole una penitencia de
muchas oraciones, para que ella se sintiera importante.
Cuando la mujer se alej del confesionario, el padre Xavier
permaneci sentado para darle tiempo a que saliera de la iglesia. No
sera muy digno demostrar prisa por conseguir su cena gratis
acompaada de vino. Estaba preparndose para levantarse, cuando
oy descorrerse la cortina y en las sombras del confesionario vio
aparecer otro penitente.
El padre Xavier suspir impaciente.
Una voz muy suave le dijo:
-Slo le quedan unos segundos para rezar, padre.
El sacerdote se esforz por ver a travs de la rejilla en las
sombras del confesionario, y dio un respingo. Era una figura con un
vendaje en la cabeza, como el trapo que se ata bajo la barbilla de los
difuntos para evitar que se les abra la boca. Un fantasma?
El padre Xavier, demasiado instruido para creer en supersticiones,
se alej de la rejilla y alz su crucifijo frente a l:
-Desaparece! RIG RAbiG
La voz suave dijo:
-Recuerde a Beat Le Cagot.
-Quin eres t? Qu...?
A travs de la rejilla, la punta del makila de Le Cagot se hundi
entre las costillas del sacerdote, traspasando su corazn y clavndolo
en la pared del confesionario.
Nunca ms sera posible hacer vacilar la fe del pueblo de Alos en
la supersticin del 7a#ara' pues haba quedado demostrada. Y
durante los meses que siguieron, en la trama del mito popular de Le
Cagot se introdujo un nuevo hilo colorido. Le Cagot que haba
desaparecido de forma misteriosa en las montaas, pero de quien se
rumoreaba que apareca sbitamente siempre que los luchadores por
la libertad vasca le necesitaban. Con propia voluntad vengativa, el
makila de Le Cagot haba acudido al pueblo de Alos para castigar al
prfido sacerdote que le habla delatado.
361
Trevanian Shibumi
NUEA YOR!
Mientras se encontraba en el elegante ascensor privado,
afortunadamente sin Musak, Hel movi suavemente su mandbula de
un lado a otro. Durante los ocho das que haba estado negociando
aquella reunin, su cuerpo se haba recuperado bien. La mandbula
mostraba todava alguna rigidez, pero ya no necesitaba de la indigna
sujecin de la gasa; tena tierna la piel de las manos, pero los
vendajes haban desaparecido, como asimismo las ltimas seales
amarillentas de las magulladuras de su frente.
El ascensor se detuvo y la puerta se abri directamente a una
oficina exterior, en la que un secretario se levant y le salud con
una sonrisa inexpresiva.
-Mr. Hel? El Presidente pronto estar aqu. El otro caballero
aguarda dentro. Quiere usted reunirse con l?
El secretario era un atractivo joven, que vesta una camisa de
seda, desabrochada hasta la mitad del pecho, y pantalones estrechos
de un tejido suave que revelaban el bulto de su pene. Acompa a
Hel hasta un saloncito interior decorado como la sala de estar de una
cmoda casa rural: butacas mullidas tapizadas con motivos florales,
cortinas de encaje, una mesita baja para el t, dos mecedoras
Lincoln, bric=[=brac en una 6ta#Ire
J9
con vidriera frontal, y fotografas
enmarcadas de tres generaciones familiares sobre un piano de cola.
El caballero que se incorpor del mullido sof tena rasgos
semticos, pero acento de Oxford.
-Mr. Hel? Hace tiempo que deseaba conocerle. Soy Mr. Able, y
represento los intereses de la OPEC en asuntos como el que nos
ocupa.
-Su apretn de manos acentu la presin de manera insinuante
de sus tendencias sexuales-. Sintese, Mr. Hel. El Presidente vendr
en seguida. En el ltimo momento se present algo, y ella tuvo que
ausentarse brevemente.
Hel eligi la butaca menos desagradable.
-Ella?
Mr. Able solt una risa musical.
-Ah! Usted no saba que el Presidente es una mujer?
-No, no lo saba. Pero, por qu no se la llama Presidenta o se
utiliza cualquiera de esas horribles locuciones con las que los
norteamericanos tranquilizan sus conciencias sociales aun
sacrificando la eufona?
51
.
50
?ric=[=brac' chucheras; 6ta#Ire' estantera. En francs en el original 01( del T(2
51
En el original ingls .the "hairman/' el Presidente, no indica el gnero, pero man'
por s solo, significa hombre. Hel insina que podra utilizarse la palabra chairwoman
0woman' mujer), del mismo modo que a veces utilizan palabras compuestas
semejantes 0mailperson' cartero, etc.). 01( del T(2
362
Trevanian Shibumi
-Oh, ya ver usted que el Presidente est libre de prejuicios.
Aunque se ha convertido en una de las personas ms poderosas del
mundo, ella no busca ninguna clase de reconocimiento; y alcanzar la
igualdad, para ella sera un gran paso de retroceso. -Mr. Able sonri
e inclin la cabeza coquetamente-. Sabe, Mr. Hel, saba muchas
cosas de usted antes de que 8a me convocara para asistir a esta
reunin.
BU8aE
-Todos los que estn cerca del Presidente, la llaman 8a( Una
especie de broma familiar. Cabeza de la Organizacin Madre, se da
cuenta?
-Comprendo, s.
Se abri la puerta que daba a la oficina exterior y entr un joven
musculoso con un excelente bronceado y cabello rubio ensortijado,
portando una bandeja.
-Djelo aqu -le indic Mr. Able. Y dirigindose a Hel-: Sin
duda, 8a me pedir que sirva yo.
El guapo muchacho bronceado se alej despus de ordenar la
tetera y las tazas del t, de una porcelana barata y gruesa, con un
dibujo azulado.
Mr. Able observ la mirada que Hel dirigi a la porcelana.
-S lo que est usted pensando. 8a prefiere que las cosas sean
segn ella califica de hogareas. Me enter de sus interesantes
antecedentes, Mr. Hel, hace poco tiempo, en una reunin informativa.
Naturalmente, nunca esper llegar a conocerle... claro est, no poda
esperarlo despus que Mr. Diamond inform sobre la muerte de
usted. Puede estar seguro de que lamento sinceramente lo que
hicieron a su casa los policas especiales de la Organizacin Madre. Lo
considero como un barbarismo imperdonable.
-Realmente? -Hel estaba impaciente por el retraso, y no tena
ningn deseo de pasar el tiempo charlando con aquel rabe. Se
levant y se acerc al piano con su exhibicin de fotografas
familiares.
En este momento se abri la puerta de la oficina interior, y entr
la Presidenta.
Mr. Able se puso en pie rpidamente.
-Mrs. Perkins, me permite que le presente a Nicholai Hel?
Mrs. Perkins cogi la mano de Hel, que estrech calurosamente
entre sus dedos cortos y regordetes.
-Por todos los demonios, Mr. Hel, no puede usted imaginarse
cunto he ansiado tener este encuentro con usted.
Mrs. Perkins era una mujer rechoncha, de cincuenta y tantos
aos. Ojos claros maternales, el cuello oculto entre los pliegues de su
papada, cabello gris recogido en un moo alto envuelto en una
redecilla, de la que escapaban algunas mechas de pelo, busto de
paloma, y antebrazos rollizos, codos con profundos hoyuelos. Vesta
un traje de seda color prpura.
363
Trevanian Shibumi
-Veo que est usted mirando a mi familia. Mi orgullo y mi ilusin,
les llamo yo. se es mi nieto. Un pilluelo. Y ste es Mr. Perkins. Un
hombre maravilloso. Cocinero cordonbleu y un mago con las flores. -
Sonri a las fotografas y sacudi la cabeza con un afecto posesivo-.
En fin, vamos a ocuparnos de nuestros negocios? Le gusta el t,
Mr. Hel? -Se acomod en una de las mecedoras Lincoln con un
bufido-. Yo no s lo que hara sin mi t.
-Ha examinado usted la informacin que le envi, Mrs. Perkins?
-Alz la mano en direccin a Mr. Able, indicndole que renunciaba a
una taza de t preparado con una bolsita de t.
Mrs. Perkins, el Presidente, se inclin hacia delante y coloc su
mano en el brazo de Hel.
-Por qu no me llama usted 8a' simplemente? Todos lo hacen.
-Ha examinado usted la informacin, Mrs. Perkins?
La clida sonrisa desapareci del rostro de la mujer y su voz se
hizo casi metlica.
-La he examinado.
-Recordar usted que, para que tuviera lugar esta conversacin,
puse la condicin previa de su promesa de que Mr. Diamond ignorara
el hecho de que contino con vida.
-Acept esa condicin previa. -Ech una ojeada a Mr. Able-. El
contenido de la informacin de Mr. Hel slo puede ser ledo por m.
Tendr usted que seguir mis instrucciones a ciegas en este asunto.
-Ciertamente, 8a(
-Y? -pregunt Hel.
-No pretender disimular el hecho de que nos ha puesto usted
en un aprieto, Mr. Hel. Por diversas razones, en este momento no nos
conviene enredar la situacin, ahora que nuestro Congreso est
desmantelando la propuesta de ley de la energa Cracker. Si
comprendo bien la situacin, no sera sensato adoptar una actitud de
contraataque dirigida contra usted, ya que eso canalizara la
informacin hacia la Prensa europea. Esa informacin est en las
manos de un individuo que >at ?o% identifica como el 3nomo( Lo he
entendido bien?
-S.
-De modo que slo es una cuestin de precio, Mr. Hel. Cul es
su precio?
-Mi precio abarca varias cosas. En primer lugar, ustedes me han
quitado tierras que tena en Wyoming. Quiero que me las devuelvan.
El Presidente agit una mano regordeta ante un asunto tan trivial.
-Y exigir que sus subsidiarias detengan las excavaciones
mineras en un radio de quinientos kilmetros alrededor de mis
tierras.
La mandbula de Mrs. Perkins se contrajo irritada, y fij sus ojos
fros en Hel. Parpade despus un par de veces y declar:
-De acuerdo.
-En segundo trmino, me han arrebatado todo el dinero que
364
Trevanian Shibumi
tena en Suiza. Me lo devolvern.
-Naturalmente. Naturalmente. Es eso todo?
-No. Reconozco que esas acciones que exijo podran ser
rectificadas a su voluntad. De modo que tendr que guardar esta
informacin compensadora durante un perodo indefinido. Si ustedes
me ofenden, con cualquier aspecto, soltaremos el botn.
-Entiendo. >at ?o% me ha informado que esta persona, el
3nomo' no goza de buena salud.
-He odo ese rumor.
-Se da usted cuenta de que, si ese hombre muriera, usted
perdera su proteccin?
-No exactamente, Mrs. Perkins. No slo debera morir ese
hombre, sino que su gente tendra que estar segura de su muerte. Y
s que ustedes nunca han podido localizarle y no tienen ni la ms
ligera idea de su apariencia fsica. Sospecho que intensificarn su
bsqueda de el 3nomo' pero me apuesto algo a que l se habr
ocultado en algn lugar en donde ustedes nunca podrn encontrarle.
-Veremos. No tiene usted ms exigencias?
-Tengo otras demandas. Su gente destruy mi casa. Es posible
que no pueda repararse, pues ya no quedan artesanos de la talla de
los que la construyeron. Pero lo intentar.
-Cunto?
-Cuatro millones.
-No existe ninguna casa que valga cuatro millones de dlares!
-Ya son cinco millones.
-Mi querido muchacho, yo comenc mi carrera profesional con
mucho menos de una cuarta parte de eso, y si usted cree...
-Seis millones.
Mrs. Perkins cerr la boca de un golpe. Sigui un silencio
absoluto, mientras Mr. Able desviaba nerviosamente la mirada de la
pareja que se miraba desde ambos lados de la mesita de t, uno con
una mirada fija y fra; el otro, con los prpados entrecerrados
cubriendo unos sonrientes ojos de color verde.
Mrs. Perkins respir lentamente, tranquilizndose.
-Muy bien. Pero le sugiero que es mejor que sa sea la ltima de
sus demandas.
-De hecho, no lo es.
-Su precio ha llegado al mximo del mercado. Hay un lmite en
el grado de que lo que es bueno para la Organizacin Madre lo sea
tambin para Norteamrica.
-Creo, Mrs. Perkins, que mi ltima demanda la complacer. Si su
Mr. Diamond ha realizado su trabajo eficientemente, si no ha
permitido que su enemistad personal conmigo interfiriese en su buen
juicio, usted ahora no estara enfrentada con un dilema. Mi ltima
demanda es sta:
-Quiero a Diamond. Y quiero tambin a ese pistolero de la CIA
llamado Starr, y a ese palestino que ustedes llaman Mr. Haman. No
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Trevanian Shibumi
piense en ello como en un pago adicional. Estoy hacindole un
favor... administrando castigos por incompetencia.
-Es sa su ltima demanda?
-Es mi ltima demanda.
El Presidente se volvi hacia Mr. Able.
-Cmo ha tomado su gente la muerte de esos hombres de
Setiembre Negro en el accidente areo?
-Hasta ahora, han estado creyendo que se trataba de eso
solamente, de un accidente areo. Nosotros no les hemos informado
que se trataba de un asesinato. Estbamos esperando sus
instrucciones, 8a(
-Entiendo. Ese Mr. Haman... creo que est emparentado con el
lder del Movimiento Palestino.
-As es, 8a(
-Cmo van a tomar su muerte?
Mr. Able estuvo reflexionando un momento.
-Creo que tendremos que hacer concesiones nuevamente. Pero
podr ser arreglado.
Mrs. Perkins se dirigi de nuevo a Hel. Estuvo mirndole
fijamente durante unos segundos.
-Hecho.
Hel afirm con la cabeza.
-As es como ir el plan. Mostrarn a Diamond la informacin
que ahora tienen en las manos respecto al asesinato de Kennedy. Le
dirn que cuentan con informacin respecto a el 3nomo' pero que no
pueden confiar en nadie, sino en l, para matar a el 3nomo y
apoderarse de los originales. Diamond se dar cuenta de lo peligroso
que sera el que otras personas, adems de l, pudieran ver este
material. Darn instrucciones a Diamond para que se dirija al pueblo
vasco de Oate, en Espaa. All se pondrn en contacto con un gua
que les conducir a las montaas en donde hallarn a el 3nomo( A
partir de ese momento, yo me har cargo de la situacin. Otra cosa...
y esto es de la mayor importancia. Quiero que los tres vayan muy
bien armados cuando vayan a las montaas.
-Ha anotado usted todo eso? -8a pregunt a Mr. Able sin dejar
de mirar fijamente a Hel.
-S, 8a(
Ella asinti. Se desvaneci entonces su expresin spera y sonri,
sealando a Hel con un dedo que movi ligeramente.
-Joven, usted es un to de verdad. Un autntico tratante de
caballos. En el mundo comercial, usted hubiera recorrido un largo
camino. Tiene usted madera fina de negociante.
-Pasar por alto ese insulto.
Mrs. Perkins se ech a rer, sacudiendo sus carnosidades.
-Hijo, me hubiese gustado disfrutar de una larga conversacin
con usted, pero hay algunos tipos que me esperan en la otra oficina.
Tenemos problemas con algunos chicos que se manifiestan contra
366
Trevanian Shibumi
una de nuestras plantas atmicas. Los jvenes ya no son como antes,
pero los amo igualmente, pequeos diablillos. -Se incorpor
pesadamente de la mecedora-. Dios santo!, es sumamente cierto lo
que dicen: el trabajo de una mujer nunca se acaba.
367
Trevanian Shibumi
CAMPO DEL GOUFFRE/PUERTO DE FIERRE ST"
MARTIN
Adems de la exasperacin y el cansancio fsico, Diamond
presenta que su aspecto era el de un necio avanzando vacilante
entre la cegadora niebla, agarrado obedientemente a una cuerda
atada a la cintura del gua, cuya figura fantasmal apenas perciba, a
unos diez pasos frente a l. Una cuerda atada en la cintura de
Diamond quedaba tirante en la neblina brillante, y Starr agarraba su
extremo nudoso; a su vez, el texano avanzaba unido a Haman, el
aprendiz de terrorista palestino, que se quejaba amargamente cada
vez que se detenan a descansar sentndose en los peascos
hmedos del elevado puerto. El rabe no estaba acostumbrado a
resistir durante horas un ejercicio pesado; sus botas de montaa
nuevas le haban irritado los tobillos, y los msculos de su antebrazo
palpitaban con fuerza por la tensin de andar aferrado, que le pona
los nudillos blancos, a la cuerda que le una a sus compaeros,
aterrorizado ante la perspectiva de perder el contacto y quedarse solo
y ciego en aquel paraje rido. Esto no era en absoluto lo que haba
imaginado dos das antes, haciendo posturas delante del espejo de su
cuarto en Oate, presentando una figura romntica con sus ropas y
botas de montaa, y una pesada Magnum en la pistolera de la
axila. Hasta practic sacando el arma con la mayor rapidez posible,
admirando al profesional de ojos duros reflejado en el espejo.
Record lo excitado que se haba sentido haca solamente un mes, en
aquel prado de la montaa, vaciando su pistola en el cuerpo
convulsivo de aquella juda despus que Starr la hubiera matado.
En cuanto a Diamond, le resultaba igualmente molesto la
incomodidad fsica como el canturreo y tarareo constante del viejo
gua que abra lentamente el camino, bordeando los mrgenes de
incontables pozos profundos, llenos de un vapor denso, cuyo peligro
el gua haba dado a entender con una mmica extravagante no
exenta de un humor negro cuando abra ampliamente los ojos y la
boca y agitaba los brazos imitando la cada de un hombre
precipitndose hacia la muerte, y despus juntaba las manos en
actitud de plegaria y diriga sus maliciosos ojos hacia lo alto. No era
nicamente el sonido nasal de las canciones vascas lo que agotaba la
paciencia de Diamond, sino el efecto de la voz que pareca provenir
de todos lados a un mismo tiempo, a causa del efecto submarino
peculiar de aquella helada niebla.
Diamond haba intentado preguntar al gua cunto durara todava
el andar a tientas a travs de aquella sopa, a qu distancia estaba el
escondrijo de el 3nomo( Pero la nica respuesta recibida fue una
mueca y un asentimiento. Cuando el vasco espaol con quien se
368
Trevanian Shibumi
haban puesto en contacto en el pueblo les pas al gua de la
montaa, Diamond pregunt si saba ingls, y el viejecillo haba
respondido con una mueca:
-Un poco.
Bien! Maravilloso!
Diamond comprenda bien por qu el Presidente le haba enviado
para tratar personalmente del asunto. Al confiarle una informacin
tan explosiva como aqulla, 8a le demostraba una confianza especial
que Diamond apreci enormemente, ya que las comunicaciones de
8a registraron cierta frialdad despus de la explosin area que
produjo la muerte de los terroristas de Setiembre Negro. Pero ya
haca dos das que estaban en las montaas, atados unos a otros
como nios jugando al hombre ciego, tanteando a travs de la
suspensin helada de aquellas partculas cuyo resplandor les escoca
en los ojos. Haban pasado una noche fra e incmoda durmiendo en
el suelo pedregoso, despus de una cena de pan duro, un salchichn
grasiento que quemaba en la boca y un vino spero de una bota
chorreante que Diamond no supo manejar. Cunto tardaran todava
antes de llegar al escondrijo de el 3nomoE Si por lo menos aquel
estpido campesino dejara de cantar!
En aquel momento, lo hizo. Diamond casi choc con el gua, que
sonrea maliciosamente y que se haba detenido en medio de un
pequeo altiplano lleno de rocas por entre las cuales haban
caminado, evitando los peligrosos #ou**res que le rodeaban.
Cuando Starr y Haman llegaron junto a ellos, el gua les indic
con gestos que deban permanecer all, mientras l se adelantaba por
alguna razn.
-Cunto tardar en regresar? -pregunt Diamond, acentuando
lentamente cada palabra, como si eso pudiera ayudarle.
-Un... poco -respondi el gua, y desapareci en la espesa
nube. Un momento despus, la voz del gua pareci llegar al mismo
tiempo de todos lados-. Pnganse cmodos, amigos mos.
-Ese cabrn habla ingls, a fin de cuentas -dijo Starr-. Qu
demonios es lo que pasa?
Diamond sacudi la cabeza, inquieto ante el absoluto silencio que
les rodeaba.
Transcurrieron unos minutos y la sensacin de abandono y peligro
se hizo tan intensa que incluso acall las continuas quejas del rabe.
Starr sac su revlver y le quit el seguro.
La voz caractersticamente suave de Nicholai Hel pareci llegar de
lejos y de cerca.
-Todava no te has dado cuenta de lo que sucede, Diamond?
Se esforzaron en ver a travs de la deslumbradora luz. Nada.
-Jesucristo! -susurr Starr.
Haman comenz a gimotear.
A menos de diez metros de distancia, Hel permaneca invisible en
la brillante niebla helada. Inclinaba la cabeza a un lado mientras se
369
Trevanian Shibumi
concentraba para distinguir los tres modelos diferentes de energa
que emanaban de los hombres. Su sentido de la proximidad le
indicaba el pnico que sentan, de distinta cualidad. El rabe se
desmoronaba. Starr estaba a punto de disparar sin ton ni son contra
el vaco cegador y Diamond luchaba por mantener su autocontrol.
-Dispersaos -murmur Starr. Era la voz del profesional.
Hel percibi que Starr se diriga hacia la izquierda, mientras el
rabe se agachaba y se iba hacia la derecha a gatas, tanteando
frente a l el borde de un profundo #ou**re que no poda ver.
Diamond se qued inmvil.
Hel solt los martillos dobles de cada una de las pistolas que el
industrial holands le haba regalado algunos aos atrs. El aura,
proyectora de Starr se acercaba por la izquierda. Hel empu tan
fuertemente como pudo la culata, apunt hacia el centro del aura del
texano, y apret el gatillo.
El estrpito de las dos balas disparadas al mismo tiempo fue
ensordecedor. La rfaga de las dieciocho bolas del cojinete abri un
espacio en la niebla, y, por un instante, Hel vio a Starr cuando caa
hacia atrs, abriendo los brazos, los pies fuera del suelo y su pecho y
el rostro destrozados. Inmediatamente se cerr la niebla y el espacio
qued cubierto.
Hel dej caer la pistola de su mano paralizada. El dolor de la
sacudida de retroceso palpitaba en su codo.
El rabe gimote nuevamente mientras en sus odos todava
resonaba la explosin. Todas las fibras de su cuerpo ansiaban la
huida, pero en qu direccin? Se arrodill, con las manos y las
rodillas heladas, mientras por sus pantalones de color caqui se
extenda una mancha marrn oscuro. Mantenindose tan cerca del
suelo como poda, avanz centmetro a centmetro, esforzndose por
distinguir entre la niebla cegadora. Frente a l vio la forma de una
roca, cuya silueta griscea fantasmagrica se hizo slida a pocos
centmetros antes de que pudiera tocarla. Se abraz a la piedra
buscando proteccin y sollozando en silencio.
La voz de Hel era suave, y cercana.
-Corre, pastor de cabras.
El rabe dio un respingo y salt a un lado. Su ltimo grito fue
prolongado, desvanecindose a medida que caa dando tumbos por la
boca de un profundo abismo, en el fondo del cual se destroz con un
crujido lquido.
A medida que iba desapareciendo el eco resonante de las piedras
desalojadas, Hel se apoy en la roca y espir profunda y lentamente,
sosteniendo en la mano la segunda pistola. Se concentr en
Diamond, agachado todava, inmvil en medio de la niebla,
ligeramente a la izquierda frente a l.
Despus de haber escuchado el desgarrador grito del rabe, el
silencio reson en los odos de Diamond. Respiraba jadeante por la
boca, para no hacer ruido, y deslizaba rpidamente la mirada por la
370
Trevanian Shibumi
cortina de la nube cegadora, sintiendo comezn en la piel por la
anticipacin del dolor.
Transcurri una eternidad de diez segundos, y a continuacin oy
la voz suave que Hel adopt en la prisin.
-Y bien? No es esto lo que t imaginabas, Diamond? Ests
experimentando las fantasas machistas del hombre de la
corporacin. El cowbo% cara a cara con el %o$imbo( Resulta
divertido?
Diamond giraba la cabeza de un lado a otro, intentando
desesperadamente identificar la direccin donde provena la voz.
Intil! Pareca llegar de todas direcciones.
-Deja que te ayude, Diamond. Aproximadamente ests a unos
ocho metros de m.
UEn qu6 direcci)nE UEn qu6 direcci)nE
-Tambin t podras recibir un balazo, Diamond. Tendras suerte.
R1o debo hablarG Risparar+ contra mi vo&G
Diamond sostuvo su pesada Magnum con las dos manos y
dispar contra la niebla. De nuevo hacia la izquierda, hacia la
derecha, E despus ms lejos, hacia la izquierda.
-Hijo de perra! -grit, disparando todava-. Hijo de perra!
Por dos veces, el martillo golpe el vaco.
-Hijo de perra!
Con un esfuerzo, Diamond baj la pistola mientras la parte
superior de su cuerpo temblaba fuertemente de emocin y
desesperacin.
Hel se toc el lbulo de la oreja con la punta del dedo. Estaba
pegajoso y le doli. Un fragmento de roca de una bala perdida le
haba acertado. Alz su segunda pistola centrndola en el punto de la
niebla del cual emanaba el pulso rpido del aura de pnico.
Se detuvo entonces y baj la pistola. Por qu molestarse?
Aquella niebla helada no prevista haba convertido la catarsis de
la venganza que l haba planeado en una matanza mecnica de
bestias atrapadas. No haba ninguna satisfaccin en esa venganza,
que no poda medirse en trminos de destreza y valenta. Sabiendo
que seran tres, y bien armados, Hel haba trado nicamente dos
pistolas, limitndose a dos disparos. Haba confiado en que esta
circunstancia hara del asunto un torneo.
Pero esto? Y ese comerciante emocionalmente destrozado all,
en medio de la niebla? Era demasiado despreciable incluso para ser
castigado.
Hel comenz a alejarse en silencio de la roca, dejando a Diamond
en medio de la niebla helada, solo, tembloroso y asustado, esperando
que en cualquier momento le llegara una muerte violenta.
Hel se detuvo. Record que Diamond era un servidor de la
Organizacin Madre, un lacayo corporativo. Hel record los pozos
petroleros en el mar, contaminando el agua, las excavaciones
mineras en tierras vrgenes, las tuberas de petrleo atravesando la
371
Trevanian Shibumi
tundra, las instalaciones de energa atmica construidas a pesar de
las protestas de aquellos que finalmente sufriran la contaminacin.
Record el dicho: Quin debe realizar las cosas difciles? Aquel que
posea los medios. Con un profundo suspiro, y sintiendo nuseas en el
fondo de la garganta, se volvi y alz el arma.
El grito manaco de Diamond qued ahogado por el rugido de la
pistola y su eco. A travs de un espacio agitado entre la niebla, Hel
vislumbr el cuerpo sacudido retorcindose en el aire mientras el
muro de vapor lo envolva de nuevo.
372
Trevanian Shibumi
CASTILLO DE ETCHEBAR
La postura de Hana era de extrema sumisin; sus nicas armas
en el juego eran sonidos voluptuosos y las olas de contracciones
vaginales en las que ella era una experta. Hel contaba con la ventaja
de la distraccin, reforzando su resistencia con la tarea de controlar
muy estrictamente su movimiento, y su posicin era complicada y
antigua, pudiendo lesionarse fsicamente al cometer el menor error. A
pesar de la ventaja, fue Hel el que tuvo que murmurar:
-Diablillo! -a travs de los dientes apretados.
Al instante, Hana supo que l haba sido vencido, presion hacia
fuera y se uni a Hel en el orgasmo, expresando su gozo en alta voz
y entusisticamente.
Al cabo de permanecer algunos minutos en agradable
anidamiento, Hel sonri y sacudi la cabeza.
-Me parece que he perdido otra vez.
-As parece. -Hana se ech a rer maliciosamente.
Hana estaba sentada en el umbral de la habitacin tatami de cara
a las ruinas chamuscadas del jardn, con el quimono recogido en las
caderas, y desnuda de cintura para arriba para recibir el masaje y
toques fijados como premio en aquel juego. Hel se arrodill detrs de
ella, frotando hacia arriba la columna vertebral con las puntas de los
dedos, enviando oleadas de hormigueo por la nuca de Hana hasta las
races de su pelo.
Con la mirada distrada y todos los msculos de su rostro
relajados, Hel permiti que su mente vagase con gozo melanclico y
paz otoal. La noche anterior haba tomado una decisin definitiva, y
haba recibido su premio.
Durante horas, haba permanecido arrodillado en el cuarto de
armas, repasando la posicin de las figuras en el tablero. Era
inevitable que, antes o despus, la Organizacin Madre consiguiera
penetrar en su frgil coraza. O bien sus continuadas investigaciones
les descubriran la muerte de Lhandes, o los hechos referentes a la
muerte de Kennedy acabaran por salir a la luz. Y sera en aquel
momento cuando se lanzaran tras l.
l podra luchar, extirpar muchos brazos de la hidra corporativa
sin rostro, pero finalmente ellos venceran. Y, probablemente, con
algo tan impersonal como una bomba, o tan irnico como una bala
perdida. Dnde estaba la dignidad en eso? El shibumiE
Finalmente, las grullas estaban confinadas en su nido. Vivira en
paz y en amor con Hana hasta que vinieran por l.
Entonces l se retirara del juego. Voluntariamente. Por su propia
mano.
Casi inmediatamente despus de haber llegado a esta
comprensin de la situacin del juego, y del nico camino a la
373
Trevanian Shibumi
dignidad, Hel sinti que desaparecan en l los aos del asco
acumulado y el odio. Recortado del futuro, el pasado se convierte en
una parada insignificante de acontecimientos triviales, que ya no son
orgnicos, ni potentes, ni dolorosos.
Sinti el impulso de dar cuenta de su vida, de examinar los
fragmentos que haba transportado consigo. Entrada ya la noche,
oyendo el clido viento del Sur gimiendo entre los aleros, se arrodill
ante la mesa de laca sobre la que haba dos cosas: los cuencos de G
que Kishikawa-san le haba regalado y la carta amarillenta de duelo
oficial, con los dobleces vellosos por efecto de abrirla y plegarla
frecuentemente, que Hel se haba llevado de la estacin Shimbashi
porque aquello era todo lo que quedaba de aquel digno anciano que
haba muerto durante la noche.
A travs de todos los aos que haba vagado sin rumbo por el
Oeste, Hel haba llevado consigo tres anclas espirituales: los cuencos
de G que simbolizaban el efecto hacia su padre adoptivo, la carta
descolorida que simbolizaba el espritu japons, y su jardn, no el
jardn que ellos haban destruido, sino la idea del jardn en la mente
de Hel, del cual el plan haba sido nicamente una declaracin
imperfecta. Con estas tres cosas, Hel se senta afortunado y muy
rico.
Su mente, nuevamente liberada, vagabunde, de un perfil de idea
a un perfil de la memoria, y muy pronto, con toda naturalidad, se
encontr de nuevo en el prado triangular, formando unidad con la luz
dorada del sol y la hierba.
El hogar... despus de tantos aos errantes.
-Nikko?
Hana acomod su espalda contra el pecho desnudo de Hel. Hel la
apret contra s y le bes el cabello.
-Nikko, ests seguro de que no me dejaste ganar?
-Y por qu motivo hara eso?
-Porque eres una persona muy extraa. Y bastante agradable.
-No dej que ganaras. Y para probrtelo, la prxima vez
jugaremos la penalidad mxima.
Ella ri suavemente.
-Se me ha ocurrido un equvoco... un equvoco en ingls.
-Cul?
-Te hubiera dicho: ests en ello...
52
.
-Oh, eso es terrible! -La abraz por atrs, acoplando sus
manos a los senos de ella.
-Lo mejor de todo este asunto ha sido tu jardn, Nikko. Estoy
muy contenta de que no te lo estropearan. Despus de los muchos
aos de dedicarle afanes y cario, me hubiera roto el corazn que
hubieran destrozado tu jardn.
-Lo s.
52
Se trata de un vulgarismo norteamericano, en un juego de vocablos que puede significar
igualmente estar excitado sexualmente o estar comprometido en lo que acaba de decir.
01( del T(2
374
Trevanian Shibumi
No serva de nada decirle a Hana que el jardn haba
desaparecido.
Haba llegado ya la hora de tomar el t que Hel haba preparado
para los dos.
375
Trevanian Shibumi
PRIMERA PARTE
FUSEKI..................................................... 9
Washington............................................... 11
Etchebar................................................... 37
Washington............................................... 49
Shanghai: 193?......................................... 53
Washington............................................... 71
Japn....................................................... 73
Washington............................................... 97
Japn....................................................... 99
Washington............................................... 117
Japn....................................................... 125
SEGUNDA PARTE
SABAKI..................................................... 165
Washington............................................... 167
Japn....................................................... 173
Washington............................................... 177
Gouffre Porte-de-Larrau.............................. 191
Castillo de Etchebar.................................... 233
TERCERA PARTE
SEKI......................................................... 265
Castillo de Etchebar.................................... 267
Larun........................................................ 285
Etchebar.................................................... 295
CUARTA PARTE
UTTEGAE ...........
San Juan de Luz/Biarritz
Heathrow...........
Middle Bumley....
Heathrow............
QUINTA PARTE
SHICHO...........
Castillo de Etchebar. Gouffre Porte-de-Larrau
SEXTA PARTE
TSURU NO SUGOMORI..................
Etchebar.....................................
La iglesia de Alos.........................
Nueva York.................................
Campo del Gouffre/Puerto de Pierre St. Martin.
Castillo de Etchebar......................
376
Trevanian Shibumi
Este libro se imprimi en los talleres
de GR F I C A S GU A D A , S. A.
Virgen de Guadalupe, 33
Esplugues de Llobregat.
Ba r c e l o n a
377

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