Renouvin - Historia de Las Relaciones Internacionales - Tomo II
Renouvin - Historia de Las Relaciones Internacionales - Tomo II
Renouvin - Historia de Las Relaciones Internacionales - Tomo II
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Maqueta RAG La presente OD''(i se public onf;inalnL ::e en francs por!:: Lihrairie lfochctte. de :'ars, con el !itulo de H!STO!RE DE'> RELAT!ONS JNTERNAT'ONALES Edicin original en espaliot, publicada por Ag11i/a1; S. A. de Ediciones. Juan Braio, 38. /\fadrid-1969.
2." edicin, 1990 Hachette, 1955 Para la presente edicin AKAL.editor, 1982 Ediciones 1\k<l!, S. A. Los Berrocales del Jarama Apartado 400 - Torrejn de Arcloz Madrid - Espaa Tels. 656 56 11 - 656 49 l l Fax: 656 49 95 ISBN: 84-7600-597-0 Depsito legal: M. 27.490-1990 Impreso en Anzos, 3. A. Fuenlabrada (~ iadrd)
~ AKAL
SlGLO XIX
DE 1815 A 1871
LA EUROPA DE LAS NACIONALIDADES Y EL DESPERTAR DE NUEVOS MUNDOS
PIERRE
RENOUV/N
TOMO
LA EDAD MEDIA:
POR FRAN<;;OIS
l.
GANSHOF
P.,11..JLCC!ON DE
TOMO
11
EL SIGLO XIX
l.
DE
1815 1871
1871; l\114:
LA
EUROPA
DE
LAS
NACIONALIDADES
IJ.
DE
EL APOGEO DE EUROPA
DE
1914
1929
DE 1929 A 1945
NTRODUCCION
En i815: fecha"en que se protl~ce ei hundimiento de l~ dominacin napolenica (1), el papel de Europa en la vida del mundo. qued disminuido. Amrica estaba a punto de escaprsele, pues las colonias espaolas y portuguesas se haban internado en la senda que los Estados Unidos haban confirmado con el xito alcanzado en 1781; ni Arica ni Asia, con la sola excepcin de la India, ofredan an compensacin alguna a 1a expansin europea. En este continente, trastornado por veinte aos de guerra, de transformaciones en l vida econmica y profuuda .turbacin de los espritus, el podero ruso se hizo preponderante, desde que Francia, vencida, qued reducida a la &potencia. El Imperio austrfaco recobr ciertamente, despus de las fuertes sacudidas sufridas, una influencia predominante en la pennsula italiana, ejerciendo, adems, un papel dirigente en los asuntos alemanes a pesar de los progresos de las ambiciones prusianas; pero se hallaba fatigado en exceso para tender sus miras hacia nuevos horizontes, por lo que, en consecuencia, se limit a desear el mantenimiento del estatuto territorial establecido por el Congreso de Viena. La decadencia de Espaa fue acentundose; y el Imperio otomano, despus de la revuelta srvia, vio cmo-crecan las amenazas en sus territorios balcnicos. Sigui subsistiendo l fraccionamiento poltico en los estados alemanes e italianos, aunque en forma muy diferente a la anterior al 1789. Con todos estos rasgos, la situacin pareca ofrecer favorables oportunidades para la expansin rusa. Gran Bretaa, que habfa compartido con el Imperio de los zares los grandes beneficios de la victoria de los aliados, pero que recibi su recompensa fuera de Europa, se inquietaba ante aquella perspectiva de hegemona continental ms que por un posible desquite francs. Para ell1, Rusia era el "principal enemigo". No obstante, en los siguientes decenios, as grandes modificaciones en las relaciones internacionales tuvieron un senti0o muy distinto. Rusia no intentaba aprovecharse de la superioridad que Je conceda su potencial demogrfico. Durante treinta y cinco aos Francia se mostr "prudente"; y cuando, al fin, quiso volver a desempear un papel importante, no logr ms que favorecer el xito de las nuevas fuerzas, que transformaron-por la consecucin de Ja unidad alemana y de la undad italiana-todo el mapa del centro del .Continente. En '871 dichas fuerzas nuevas haban conseguido el triunfo. Aun conservando intacta su potencia, gracias a la seguridad que le conceda su
(1) Vanse las conclusiones de "La Revolucin francesa y el Imperio napolenico", seccin de esta Histaria dt {a.'i rtloconts ntanocionala.
1815}. 1871
!NTIWDUCCION
preponderana naval, Gran Bretaa no soaba ya con desempear el papel de rbitro en los. conflictcs continentales. porque no contaba con medios militares adecuados 1Jara ello. Dej, pues, que se estableciera, en beneficio del Impeno alemn, esa hegemona continental que en 1815 haba temido que se produjera en favor. de Rusia. Pero tales cambios, por importantes que fueran para el porvenir de Europa y el del mundo, no podan borrar las nuevas caractersticas de las relaciones entre los continentes: el desarrollo de Jos Estados Unidos, que extendieron sus dominios hasta el Ocano Pacfico, y mostraban su voluntad de mantenerse distanciados de Europa, adquiriendo real'.llente, despus de la crisis de Secesin, rasgos de gran potencia; la independencia de Amrica latina, que, despus de haberse sacudido la dominacin de los estados ibricos, quedaba, sin embargo, ligada econmica e intelectualment(! a la Europa occidental; la "apertura" de China, Japn e indochina a la influencia econmico-poltica de Europa y Estados Unidos; el reparto de los archipilagos del Pacfico; los contactos establecidos entre los europeos y Afrca. lndicar el alcance de estos cambios y sealar sus causas, es la finalidad que debe proponerse una historia de las relaciones internacionales, pues su estudio es inseparable del de las fuerzas profundas, materiales o intelectuales, qu= contribuyen a determinar la poltica exterior de los estados. Por ello nos ha parecido indispensable trazar. en cada una de las partes de esta seccin, un esquema de tales fuerzas, refiriendo brevemente los caracteres de- la vida econmica o de los movimientos del pensamiento y tratando de mostrar Ja influenca de estos factores en las relaciones polticas entre los estados. Pero, en e.ste campo, ios trabajo~ bsicos resultan Insuficientes. Las cueslion'>f econmicas han sido estudiadas, sobre todo, desde el punto de vista de la poltica econmica di( los estados; en la mayora de los casos queda por hacer el estudio de las corrientes comerciales. Las investigaciones referentes a la estructura social son todava poco n'urnerosas. o demasiado suma'rias para que sea factible deducir de ellas interpretaciones que puedan aclarar ciertos aspectos de las relaciones internacionales. Los movnnientos intelectuales han sido objt:to de trabajos interesantes y sugestivos; pero, con frecuencia, su estudio se centra en los contactos personales entre aquellos if!ividuos que, en los diversos pases. dominaron la vida literaria o artstica u orientaron los grandes movimientos ideolgicos; las influencias recprocas de esos movimientos apenas han sido esbozadas. Una tentativa de inlerpre{acin ha de adaptarse a tal estado de las investigaciones histricas, ya que, ciertamente, el autor no puede aportar, salvo en algunas cuestiones, el resultado de sus investigaciones personales, debiendo limitarse a deducir de los_ resultados Y'!- .admitidos las explicaciones ge-. nerales o bien a presentar alguna sugerencia crtica. A los riesgos que sempre entraa un ensayo de sntesis-simpli-
ficaciones arbitrarias. resmenes impugnables, selecciones discutibles-, vienen a aadirse aqu las lagunas de informacin. Pero hacer constar estas insuficiencias es quiz orientar nuevas investigaciones; .!l papel de una sntesis, siempre mcompleta y provisional, es abrirles el .:amino.
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LIBRO
PRIMERO
DE 1815 A 1840
Los autores d~ los tratados de pai de 1815 haban consagrado su esfuerzo a la regulacin de las westones riginadas en -la Europa conrrnental por el hundimiento del lmpeno napolenico. Dos .haban sido las principales preowpaciones de los gobiernos vencedores: conseguir, por ww parte, zm relativo equilibrio de fuerzas; el trazado de las frorzteras fue prepgrado por una Comis6n de Estadstica, que bara cifras sin tener en cuenta las di{ erencias lirigiisticas y religiosas, las tradiciones, las simpatas o antipatas entre los grupos de poblacin. El mapa poltico se estableci,., pues, obedeciendo a una concepcin propia del siglo XV JI!, haciendo caso omiso del sentimiento naconal, que, no obstante, haba desempeiiado zm papel tan importante en la lucha contra /iJ dom111acin napolenica. Por otra parte, aquellos hombres proyectaban term111ar con los cambios p'oltzcos y sociales que el dominio fra11cs haba originado o favorecido, no solo en los territorios t;lemanes e italianos, smo hasta en Polo11ia y en llina. La restauracin de las dinastas legtimas deba favorecer, pues, a las autoridades tradicona/es--tales como los grandes terratementes y las Iglesias--. F.11 los pases catlicos, los gobiernos- vean e11 la Iglesia romana un baluarte contra las ideas revolucionarias; y la poltica de la Santa Sede les daba la razn: la alianza del trono y del altar, frmula adoptada por los eg1t1m1stas (ranceses, no era exclusiva de Francia. El arreglo de 1815 no estaba, pues, destinado solamente a destruir el imperialismo francs, sino talllbin a ifnpedir la expansin de las ideas francesas, ias de 17 89 y se le conside,raba como un parapeto, al abn'go del cual podran ser restauradas las fuerzas conservadoras. Serian duraclerus el! Europa tales resultados? Castlereagh. Cll!JO papel en el Congreso ele, Viena fue esencial, esperaba, por lo menos. haber asegurado la paz "para los siete aos prximos". Pero el Congreso de Viena izo haba intentado resolver las crisis rntenwcwnales del lmpen'o colonial espaol y del Imperio otomano (l ), a pesar de que s11 alcance rebasaba el marco de estos dos imperios. La uiestu5n de las colomas espmiolas apenas poda ser tratada en el momento en que las grandes potencias vencedoras restablecan en el trono de Mculrzd a Fernando Vil; cmo iban. pues, a rntervenir en favor de los rebeldes? El misma Castlereagh haba admitido, implcitamente --en alio ele 181-1--, que la dinast espaiiola tena el derecho de ahogar la revuelta de las colonias, habiendo obtenido de Espaa la promesa
(1) Vase la seccin "La Revolucin francesa y el Imperio napolenico". de esta fliJfuna de /a.r relociuru:s i11tcmacunii/es, Vol. l. pgi, 1020 a 1025 y 1107 a 1114.
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de que se coI:cedera a Gran Bretaa, e11 el aspecto :::omercia/, el trato de naci11 ms favorecida en los domi11ios espaoles. En la cuestin otomana, Mettemich y Castlereagh sugirieron a las otras grandes potencias que garantizasen las fronteras del lmperio; en consecuencia, se propusieron proteger al Estado turco contra la expansin rusa; pC;ro el zar logr apwzar la puesta en prctica de tal sugerencia, exigiendo la previa solucin de las disputas ruso-turcas en las zonas del mar Negro y del mar Caspio. El Sultn no accedi a ello. NC!t era, pues, probable que dichos problemas ocuparan pronto, de nuevo, la atendn? Haba que tener tambin en c11enta las 1wa,vas aspiraciones que se manifestaban en la vz'da espm'tual: decadencia del racionali~mo y despertar del sentido nacional, por el choque de los acontecimientos que, durante veinticinco mios, haban perturbado el cont.111ente. "Romanticis110 y nacionalismo--escribe el ms reciente historiador de la. Santa Alianza-van as 11110 al enc11entro del otro, o, con rns exactitud, brotan de la misma fuente."
CAPITULO PRIMERO
LAS
FUERZAS PROFllNDAS
Las rivalidades de itereses entre los estados durante el perodo 1815-1840 sofo tienen sentido en el cuadro de un esquema general del medio social y econmico, asf como de la!; tendencias del pensamiento poltico.
l. EUROPA CONTINENTA,L
En la Europa continental, el arreglo establecido en 1815 tro1>ez con la oposicin de aquellos grupos sociales cuyas aspiraciones e intereses se vean amenazados por la restauracin de los regmenes tradicionales; y tambin con la de aquellos pueblos cuyos sentimiento~ se veron desatendidos con ocasin del trazado de sus fronteras. Tales manifestaciones fueron, sin embargo, solamente espordicas. Los grupos sociales amenazdos por las tendencias reaccionarias eran los campesinos-alH donde se haban beneficiado de las reformas subsiguientes a la difusin de las ideas de la Revolucin francesa-, los comercian tes y los industriales-favorecidos por la disminucin de la influencia de Jos grandes terratenientes-; y los intelectuales, seducidos por los principios de 1789. Pero la reaccin de estos grupos era tnuy desigual. De hecho, los campesinos conservan, en la mayora de los estados, las ventajas materiales que haban conseguido bajo el rgimen francs (supresin de los derechos feudales y posibilidad de transmitir la propiedad): la restauracin no les discuti las 'ventajas adquiridas. l Estaban ms inquietos los artesanos, los comerciantes y los industriales? Ciertamente, deseaban poder desarrollar sus iniciativas sin temor a intervencin de Ja burocracia; sustraerse de las trabas que, en Prusia y Austria, limitaban la libertad de empresa; obtener, dentro del marco de- la libertad de asociacin, un rgimen favorable a la actividad comercial; podan temer, tambin, que ls gobiernos restaurados practicasen una poltica aduanera influida por los intereses de la gran propiedad territorial, aunque, en muchos casos~n Italia del Norte, pqr ejemplo-, habran de quejarse del sistema napolenico, que beneficiaba a los productores y al comercio francs, en perjuicio de la actividad econmica de los estados asociados o vasallos; Ja reconstrucci6n europea no sol les reservaba, pues, sinsabores. Eran numerosos los verdaderos descontentos, los que sufran bien en sus intereses inmediatos, bien en sus sentimientos 7 Nos faltan datos para juzgarlo cc>n exactitud. No es sorprendente que haya que contar entre ellos ~ los
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oficales que sirvieron 1 n las filas de la Grande Arme, sin empleo ahora; o a los funcionar os que participaron en la administracin francesa o en la de los gobie1 nos de los estados vasallos del Imperio francs. No es menos cierto que el restablecimiento de la preponderancia de la aristocraca y del clero :ue acogido con desconfianza por los intelectuales y por los dedicac os a las profes1011es liberales. As. pues, esta oposicin contab3. con cuadros. Pero dispona de tropas? No lo pareca. Los adversarios 't vos de ios regmenes restaurados eran poco numerosos en los estad >S italianos. Trataban de agruparse en asociaciones secretas; pero es :as apenas ejercan accin sobre las masas. En los pases alemanes, don je artesanos y campesinos parecan considerar como un mal inevitable ei estado de cosas distente. dicha oposicin, sin embargo, tena base! ms amplias, debido, principalmente, al proselitismo de las Umver ;idades, cuyos profesores conservaban cierta libertad de expresin, a ,:ausa del crecimiento-en Renania, principalmente--<le una burguesa <le negociantes, deseosa de combatir la organizacin feudal de la sociedad y temerosa de un retorno ofensivo de la nobleza. Pero tales grupos eran muy restringidos. No obstante, disponan de tuerza moral suficiente, ya que -mantuvieron, en dichos estados, sometidos a regmenes autoritarios, focos en los -que sobrevivan los pnncipios de 1789. Por conviccin o por inters, la oposcin pretendi adscribirse al liberalismo poltico. El programa general era asegurar al individuo !Js garantas esenciales: libertad de prensa, de reunin, de asociacin; derecho de participar en la admmistracin y, a travs de asambleas representativas, en la legislacin; reconocimiento de libertades y derechos en una Constitucin que limitase los poderes del soberano respecto al idividuo y tambin ante la representacin nacional. Y aunque en el seno de ese movimiento liberal no se alcan:z;ase la unidad de puntos de vista en relacin con la extensin del derecho de sufragio ni en io qu~ concerna a la organizacin de las instituciones representativ:is, o a las relaciones que deban establecerse entre el poder monrquico y la representacin nacional, exista, en ciertos medos, una mstica, una religin-de la libertad, que se consideraba condiciil necesaria para el progreso de la Humamdad. En principio, este programa tenda. nicamente a obtener una reforma del rgimen poltico en el mbito de los estados restaurados; no atacaba, pues, directamente al estatuto territorial e!tablecido por los tratados. Pero la existencia de aquellos hogares liberales tena una import<1ncia indiscutible para las relaciones internacionales. Su triunfo 1 en und de los estados del continente europeo afectara al orden establec1dlci; y podria convertirse en preludio de una nueva crisis revolucionaria, cuyas consecuencias desbordaran, con mucho, el mbito nacional. No es preciso decir que la accin de los grupos de poblacin que protestaban contra el trazado de las frontaas constitua una amenaza
ms directa e inmediata para el stati qud, En diversas reg10nes de Europa, tal protesta se apoyaba en la,s d~,f_rencias de idio;iia. religin, costumbres, tradiciones, recuerdos histricos; . desarrollo mtelectual y sentimient~s. Los grupos que posefan)n .~Qrn~!i,t:stos caracte.res o sentunentos. formaban una nacin, a la,;tje'"g7)?.[ioreconocrsele su derecho a llevar una existencia indepen~i,~1\t.C... L~:f.onciencia de la_ nacf?nalidad se haba afirmado en la resisteieia .. -.o:iu.esta a la dommac10n napoenica; pcr9 entonces SG hab~. ideriti,fiff9 con ~l sentimien~o patritico y con 'la reaccin ante lq oqup~~~~r; extranera. J:. partir de 1815, y esta fue 1a novedad, adot__.J.a f.o,~IT1.~ de una doctnna: los atdlad a poblaciones que gobiernos no tenan derecho a impon.t la consideraban como extranjera; y J fratcioii.amiento del mapa polftco era inadmisible, ya que obligaba a vivir n distintos estados a poblaciones pertenecientes a la m~sma naCii. Ms o menc)S C??Scientemente, se trataba, en suma, de hacer coincidir E~tado y nacwn. Pero en 1815 dicha doctrina an no se hab.a. abierto paso. La ide de nacionalidad era confusa todava; y Ja teora an no haba madurado. Cierto que Fichte afirmaba, en SI.\ Quii1t discurso a ,la nacin alemana: "Los que hablan la misma lengua forman un toao que la misma Naturaleza ha unido con fuertes lazos invisibles"; y, de hecho, la comunidad lingstica puede, por la estructura misma de la lengua, de su vocabulario y de su literatura, dar a. un grupo de poblacin una manera de pensar anloga, un patrimonio de conceptos comunes. Per9 el filsofo alemn ignoraba el otro aspecto del problema: la repulsa de una minora nacional a Ja dominacin de un Estado. Y esta imprecisin del concepto de nacionalidad era la dificultad fundamental. Buchez no logr vencerla cuando. en i 834, trat de definir ese concepto. . Por otra parle, faltaba mucho para. que la conciencia de los d.estinos nacionales estuviese alerta, por doquier, en 1815. En el Impeno austraco. en donde vivan mezcladas poblaciones de lengua, religin y tradiciones diferentes, apenas se manifest. Y lo mismo suceda en el nuevo reino de los Pases Bajos. Representaba una fuerza viviente, capaz de quebrantar las bases .del estatuto terri~orial_. en aquellas mis mas regiones do11de el movimiento de las nac10nal!dades posea una fuerza de atraccin 7 En los terntoros polacos, repartidos (con 'la sola excepcin de la pequea repblica de Cracoviai entre tres Impedos. la masa. cam~sina se mostraba pas~va; mientras que el deseo de mdependencia nac10n~l subsista entre Ja nobleza y el clero ca,tlico. El estatuto de autonomia que el Zar concedi a la Polonia del .Congreso satisfaca, de hecho, sin embargo, las preocupaciones ms urgentes, ya que .asegu:aba a _la. poblacin las garantas necesarias de~de los puntos de vista relt~1oso, lingstico y administrativo. La Polonia austriaca. en donde el gobierno imperial trataba de atraerse a los nobles, concedindoles gran prepondc;ancia en l seno de los estados provinciales instituidos en 1817,
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permaneci en calma hasta 1830. En aquel momento, la cuestin po!aca no presentaba, pues, perfiles agudos; y la misma existencia del r~parto establec'.a u;ia solidaridad entre las tres potencias que se adju dicaron los terntonos polacos. En la. pennsula italiana, transformada profundamente en la poca napolemca, los tratados restablecieron el fraccionamiento polftico.. instaurand~ siete esta~os, sin lazo f~deral alguno entre ellos. Aseguraron 3. A~stna la posesin de la regin lombardo-vneta v la influencia dommante sobre los principados de Parma y Mdena, ~sf como sobre el Gran D.uc~do de Toscana. Aquel arreglo territorial caus decepcin entr~ los !~altanos que durante el perodo francs haban considerado la perspectiv~ d~ ~a unidad nacional. Era lgico, pues, que protestasen contra los prmc1p1os y las consecuencias de la paz. Pero los que protestaban eran muy pocos. casi nicamente intelectuales, nobles liberales, Y burgueses u oficiales que sirvieron en los ejrcitos napolenicos Y no lograron apoyo en la masa campesina~las ms de las veces mi's~rable, y siempr~ indiferente a la v~da polfti~a-ni, con raras excepc10nes, en el n:ed10 artesa!1o de las C1Udades 1 activo e inteligente, pero apegado al espzr:tu mumczpal. En aqucH misma resistencia, Ja unidad de puntos de vista no era completa: unos soaban lnicarnente con ?segura~ la ind~pendcnca real de Jos estados italianos, eliminando Ja mfl~encia austnaca; otros, los menos, pretendan realizar la unidad nacional: re.ro sin conse~uir dar a sus proyectos una forma precisa. E;i la misma Alcmama, donde las poblaciones haban hecho en co~1~n Ja gue:ra. de. liberacin, y, en la que un gran movimiento de op1mn s.e habla mclmado, en la poca del Congreso de Viena. en favor de la umdad nacional, la aplicacin de las clusulas del Acta General del Congreso y la entrada en vigor del Estatuto de la Confederacin germnica !1, encontraron oposicin alguna. Y, sin embargo. aquella Confederac1on de estados, en la que cada uno de ellos conservaba sus der~.chos soberanos, no estab::i muy lejos de las sugerencias de un Stem, de un Arndt o de un Girres7 La Dieta de Francfort no era ms que una con~erencia de plenipotenciarios, que no dispona de medios para hacer eecutar sus decisiones. El Estatuto no prevea un ejrcito f,e~eral verdaderamente organizado, ni una representacin diplomtica un;ca cerca ele los estados extranjeros, ni una poltica etonmica comun. l cmo hablar de una, ~lemania? l y qu influencia podra ejer~er tal <fonfederac16n germamca en las relaciones internacionales? Los efes di;! m.ovir:1iento patri6ti~o expresaron su decepcin; pero no reclutaron .part1danos activos mas que entre Ja juventud universitaria:. la Bur-schenschaft. formada en cada universidad, fue, en los aos de 1817 Y 1818, ~l hogar .de.la idea nacional'. Aun ter:ien.c!o base ms slida que en los ~stados italianos, el mov11111ento umtano no era todava sno una oposicin de princi po. Al igual que el liberalismo, el movimiento de las nacionalidades no era lo bastante fuerte para quebrantar las bases de la paz. Ambas opo-
siciones, que reclutaban en los mismo~ drc~los, lo ms frcuentemente, sus efectivos, no constituan ms que una amenaza a largo plazo. No obstante, los gobiernos no descuidaban la vigilancia de aquellos focos de ideas subversivas. La experiencia\ de los aos de crisis les haca obrar con prudencia. Pero el peligro .solo era latente.
Por qu dichas amenazas laten~es iban a precisarse muy pronto? Basta tener presente el proselitismo intelectual de algunos hombres, la organizacin clandestina de la prbpaganda, el descontento y la irritacin provocados por los mtodos de vigilancia policaca? No; es preciso tambin tener en cuenta la influencia de los intereses econmicos. Inglaterra conservaba-y con mucho--. en la vida econmica de Europa, la preeminencia conseguida enelsiglo xvm. Estaba a la ~1beza en el progreso de la tcnica industrial, que la utilizacin de la mquina de vapor modificara pronto: posea, en la industria textil, un equipo mecnico que se desarrollaba rpidamente; utilizaba, considerablemente, en la metalurgia, la funcin de los altos hornos de coque, lo que permita reducir los precios de coste. Tom. tambin, la lnidativa de donde saldra, despus de 1840, la revolucin de los transportes terrestres: vas frreas y locomotoras fueron obra de sus ingenieros. A esa actividad industrial contribua la abundancia de la mano de obra, pues el desarrollo demogrfico era rpido-12.597.000 habitantes en 1811; 16.537.000 en 1831-, y estaba apoyada por una organzacin comerciai y bancaria de superioridad aplastante. En ninguna otra parte poda encontrar la industria tan fcilmente capitales y hacer descontar sus efectos de comercio; en ninguna estaban mejor organizados Jos exportadores para conocer los recursos de los mercados extranjeros. En fin; los capitalistas ingleses acumularon beneficios que les permitan efectuar inversiones en el extranjero: en 1827, su importe-formado, sobre todo. por fondos del Estado, en Francia, Alemania y Rusia-se estimaba en 93.000.000 de libras. ' Esta situacin de hegemona era tan fuerte, que el gobierno in~ls no temi educar a los pases del continente. Mientras en 1815 haba prohibido la exportacin de maquinaria, para salvaguardar la superioridad tcnica de su industria, quiso ahora renunciar a esas trabas, ya que sus fabricantes de material industrial deseaban nuevos mercados. en tan to que sus obreros especializados' anhelaban ser llamados al extranjero, para dar lecetones a los continentales. Durante los v'einte aos siguient~s a 1815, la influencia de los mtodos y de las tcnicas inglesas se dej sentir, con ms fuerza que en ninguna otra parte, en las provincias belgas'del reino de los Pases Bajos. Sus recursos en hulla y hierro, y la calidad de una mano de obra con experiencia de siglos en el campo de la hilatura y de los tejidos, ofrecan condiciones favorables para ello. Y la poltica del rey Guillermo 1 prest
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una ayuda p.oderosa, concediendo subsidios y efectuando pedidos del gobierno a la industria. La extrac:in de hulla se desarroll gracias al empleo de mquinas de vapor; la industria textil-en Gante, en Bruselas-se transform por el equi1.) mecnico. La metalurgia adquiri gran impulso en Namur, Charlerrn y Lieja. Por todas partes haba tcnicos ingleses. Aparecieron ya en ;tlgunos grandes establecimientos las formas del capitalismo moderno, i 1cluso la bancaria: la Socit gnrale se fund, en Bruselas, el ao J 822. El desarrollo industrial fue m: lento en los dems pases. Cierto que, en Francia, algunos jefes de t mpresa, sobre todo en la industria algodon~ra, _pidieron, a raz de 181:, ayuda a los tcnicos ingleses y a la experiencia de la mano de obra 1!el otro lado del Canal de la Mancha; se calcula qe en 1824 trabaj; ban en Francia 15 000 obreros ingleses; pero solo a partir de 1830 la. industrias extractivas hicieron un esfuerzo para incrementar su produt cin. Fue entonces cuando las industrias extractivas del Norte y de \lsacia adoptaron ampliamente el equipo mecnico, y se produjeron la~ ptmeras iniciativas en la industria qumica (jabonera) y en la indu ;tra azucarera; y la alta Banca, con Laffitte y Casimiro Prier, comen ~ a afirmar su poder. El vercladero lanzamiento de la produccin 11dustrial no se producira hasta 1840. En los Estados alemanes, la situacin apenas era diferente. Los establecimientos industriales modernos, que se--ereaban frecuentemente con la ayuda de los capitales extranjeros, y siempre con la de tcnicos ingleses, no existieron con anterioridad a 1830 ms que en algunas regiones: industria textil de Crefeld y Barmen; metalrgica en Efel, que usab~ coque mientras en Hesse-Cassel, y en los principados sajones. segutan quemando madera. Pero, a pesar de estas pocas iniciativas, la prod~ccin industrial sigui siendo, en' su conjunto, artesana; y solo en elilao de 1835-en que la Unin aduanera ampli el mercadocomenz su impulso. en la provincia renana, nica regin-de Prusia en que exista el rgimen de. libertad de empresa, y en el Rhur. En Italia-en donde, entre 1815 y 1830, todos los estados tenan un sistema aduanero proteccionista, los capitales disponibles eran esCi\sos y los medios de comunicacin, insuficientes en extremo, hasta 1840-, la industrializacin encontr mayores obstculos. Unicamente en Lombarda-es decir, un territorio unido al Imperio austriaco-se manifes,taron algunas iniciativas. En 1818 exista en la regin mililnesa una s9la hilatura equipada con telares mecnicos; en 1840 eran 20; pero 1estas empresas modernas no empleaban an la mquina de vapor v su produccin era insignificante. comparada con la del sector artesano. Y en el terrena de los textiles no se haba modificado la forma tradicional de produccin a tlorn1cilio. Fueta del Milanesado, aparecieron, hacia 1830, algunos hogares industriales en Bolonia, en Pisa y en Piamonte; pero ni en Liguna ni en Venecia se intent un esfuerzo para adoptar mtodos y tcnicas nuevos.
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En Austria, la industria nlgodonera de Bohemia y de la Ba a Austna, y la metalrgica de Estria y Ciiriritia, ~s!iban muy ret .asadas, desde el punto de vista tcnico, en relCion co~ Renania. En Rusia, por ltimo, en donde .nJr,e u11a poblacin mayor de 50.000.000 de habitantes, no existan, en .1825; Ts que 210.000 obreros, diseminados en ms de 5.000 fbricasi. l~ ptdutcin indust1 ial-metalurgia de los Urales, refineras e indi.i.td~ textU:-era todav arcaica. No obstante los progresos de la industria la economa agrcola ocupaba en todos los pases un papelp:epond~rante, incluso ~n Inglaterra. Todas las crisis econmicas-1817. 1828-32, 1839-40-'-< omenzaban por una cnsis agrcola. Por otra pii'tc, la. fisonoma de le agricultura apenas cambiaba. . . Entre la aparicin de las formas nuev~s de l Vida industrial J la marcha general de las relaciones intcrnadiii,ii'es, fos lazos eran mltiples. No solo porque el crecimiento de una burguesa industrial y mercantil favoreca el desarrollo de las ideas liberales en Francia. en Prusia o en el Lombardo-V foeto, sino tambin porque los intereses econmicos eerdan una inl uencia directa sobre 1<1 poltica exterior de los estado~ (al menos, en determinados casos). El desarrollo de la actividld industrial plante la cuestin de los mercados. Naturalmente, tal preocupncin se manifest primero en Inglaterra. ,Su produccin de textiles y la construccin de maquinaria sobrepasaron ias necesidades del mercado interior, y sus rndustriales vronse obligados a buscar mercados _ei) el extranjero. Los constructores de maqumana lograron un gran. xito, yi1 que los promotores de la industria moderna en el continente apenas podan procurarse su equipo ms que en Gran Bretar.a. Pero. los fabricantes de productos textiles comenzaron a encontrar resistencia .n algunas regiones de Europa; y tuvieron que procurarse nuevbs mercados. Esta expansin ocup la atencin de la Cmara de los. Comunes, sobre todo despus de la reforma electoral de 1832: . los miembros del Parlamento pedan con insistencia al Gobierno la firma de tratados de comercio en que se obtuviese la reduccin de las tarifas aduaneras y la supresin de las prohibiciones de importacin en los pases extranjeros. Aunque de manera menos absorbente, tambin exista aquella preocupacin en Frnncia. Pero antes de 1830 se la consideraba solnmente a ttulo de precaucin, con vistas a prepararse para las posibilidades futuras; despus de la revolucin de Julio se i\dvirti ms en los medios parlamentarios. En Prusia, el horizonte se limit, en esta poc, al espacio econmico alemn. Atribuir, pues, un ,,papel decisivo en la poltica exterior de los estados continentales a' esa influencia de los intereses materiales seria excesvo. Incluso en Gran Bretaa, en donde el gobierno tuvo siempre presentes tales exigencins, las preocupaciones econmicas no eran el mvil ms importnnte de las grnndes iniciativas d plom tic as. Pero tal influencia fue patente en el, movimiento de las naciona-
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Jidades. La oposicin beiga a la dominacin holandesa y la resistencia del Lombardo-Vneto a Ja presencia austraca. fueron determinadas, en gran medida, por circunstancias econmicas: Jos intereses de los comerciantes e industriales belgas se enfrentaban con los de los holandeses; y los industriales milaneses se quejaban de que sus productos estuvieran sometidos a impuestos aduaneros de importacin en Austria, al par que el mercado de Lombardfa se hallaba libremente abierto para las mercancas austracas. No es menos cierto que el desarrollo econmico incit a los comerciantes e industriales de Renania a desear el establecimiento de una unin aduanera que les asegurase mercados. La Zollverein, cuyos primeros indicios son de 1818, y cuya constitucin data de 1834, responda a este deseo. Y Ja unin aduanera poda preparar la unin polftica. En esto pensaba el gobierno prusiano al tomar la direccin de tal poltica econmica: "De esta unin, basndose naturalmente en una identidad de intereses, y extendindose, necesariamente. a Ja Alemania media, nacer una Alemania verdaderamente unida, libre. Jo mismo interior que exteriormente, bajo la direccin de Prusia", escriba en junio de 1829 el ministro de Hacienda, Motz,. en un informe al rey. Y aada: ''La unin de estos estados en una liga aduanera y comercial, originar, al mismo tiempo. la unin en un nico e idntico sistema poltico." Pero querer establecer una relacin constante entre las transformaciones de la vida econmica y el progreso de los movimientos nacionales. sera ir demasiado lejos. Apenas es posible observar esta relacin en Ja Polonia rusa, en donde las relaciones de la vida econmica no hacan presentir, en aquella poca, modificacin importante alguna. Tampoco se advierte en Ja pennsula italiana, de actividad econmica muy escasa. Las manifestaciones de la idea nacional parecen determinadas, aqu y all, nicamente por aspiracione~ sentimentales.
Para acabar de comprender en qu atmsfera, se desarrollaron las relaciones internacionales, es necesario observar, por ltimo, ms all de los intereses materiales; y tener en cuenta el ambiente intelectual. Durante los aos subsiguientes al de 1815, el movimiento romntico se. ex~endi de Alemania e Inglaterra a Francia e Italia: despus, a los pases polacos, checos, balcnicos y magiares; y a la pennsula ibdca, en fin. a favor de los colllactos personales entre grandes escritores. Hasta 1827, tal movimiento se mantuvo unido, esforzndose en romper con las tradiciones clsicas y. dar nuevo sentido a la obra literaria: el de expresar un estado anmico. Pero, despus de 1830. se produjo un csma, cuya importncia han puesto de manifiesto los es- tudios de Fernand Baldensperger. Unos, permanecieron fieles a Ja intencin inicial; otros, intentaron establecer una unin o relacin entre las nuevas tendencias literarias y el espritu radical. La tendencia eman-
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tambi.!n que "Prusia :10 quiere deber su rgimen al liberalismo". Al ao siguiente, la adverten.:ia de Enrique Ikine a Francia confirmaba estas inquietudes: "Teni5 ms que temer de la Alemania liberadJ que de toda la Santa Alia1 za." Pero n Heine ni Quinet fueron escuchados. La gran encuesta de ,erminier, profesor del Colegio lle Francia, que public, tambin en L 35, su libro Au-dela d11 Rhin, continuaba dominada por la magen <la la por madame de Stael; y no vacil en extraer de ella consecuencias polticas y en preconizar una alianz.a francoprusiana contra Austri, . Esta germanofilia, que dominaba los crculos intelectuales franceses, es un aspecto que no debe descuidarse en el estudio de las relaciorn; internacionales. Despus de la paz g neral, la alta socwdad francesa volvi a tener [recuntes contactos con los ingles~s. Los salones del Faubourg SantGermain estaban. en la ~poca de Carlos X, verdaderamente apasionados por las maneras y las ideas de la aristocracia mglesa. En los iliedios literarios era im >ortantsma la influencia de Byron, a partir de 1819; Walter Scott ) Shelley encontraron gran nmero de lectores despus de 1825. En 1827 exista en Pars un teatro ingls. que representaba, con gran : :ita, las principales obras de Shakespeim.: y otras producciones inglesa>. "El genio de Shakespeare-escriba un peridico-- ha triunfado de tos grandes preuicios de la nacin francesa y ha ifliciado, quiz, entr' las dos naciones, una reconciliacin que la poltica se ha empeado forante mucho tiempo en hacer imposible." Los liberales franceses, q ie al principio se haban mostrado hostiles a esta anglomana-aun si:!ndo exclusivamente literaria-, se volvieron ms conciliadores, e incluso la observaron con simpata al comprobar que la preponderancia poltica de la aristocracia inglesa se hallaba quebrantada por los esfuerzos del radicalismo. Despus de la revolucin de julio. en Pars, y de la reforma electoral de 1832. en Inglaterra, esta anglo~lia alcanz su apogeo hi.cia 1835; pero siempre en los mismos crculos restringidos: relaciones mundanas-esto es, superficiales-- de una parte; por otra, la curiosidad de algunos grandes escritores: f\!ichelet, Stendhal, Vigny sobre todo, que admiraban la civilizacin inglesa. Con excepcin de la Revue des Deux Mondes, no parece encontrarse en los peridicos estudios continuados e imparciales sobre Inglaterra. No consistan ms que en resmenes demasiado generales. Sera preciso poder apreciar la influencia que estos contactos eercieron sobre la ppinin pblica; pero no es todava posible en el estado actual de Ia investigacin histrica. No podra la influencia de estos contactos intelectuales abrir el can~ind a una orgarnzacin pacfica de la vida internacional 7 Alg1:nos innovadores reanimaban una idea que-del abate SallltPierre a Kant-haba sido ya Ja de lo~ grandes espritus del siglo XVIII: fur;dar bs relaciones entre los pueblos en una nueva concepcin de la vida internacional, de manera que los estados subordinasen sus inte-
reses privados a la idea de un inters sup.erior comn, que renunciaran al ejerccio completo de su soberana y consintiesen en someterse al control de un organismo en que tendran cabida las opiniones de la comunidad europea. En este camiho.se adentraron algunos innovadores: un alemn, Karl Krause; un polaco, el 'prncipe Czartoryski: un francs, Henri de Saint-Simon. En su' Essm.. sur la Diplomacie, Czartoryski quisiera fundar esta nocin de solidaridad europea en el respeto de las nacionalidades. Krause con un pacto de con{ ederaci11: los estados europeos renuritiarart la guerra, estableciendo una garanta mutua contra la agresin'. U.rtlcamente Henri de SaintSimon trataba de construir un plan ms amplio. En agosto de 181'1 publi~-en colaboracin con Augustin Thierry:-un libro, titulado De la reorga11izat1011 c{e la Soci6t eurojje1111e, Para asegurar la paz era indispensable "unir a todos los pt:ieblos europeos en una organizacin poltica", puesto que "en toda reun1rde pueblos, como en toda reunin de hombres, son necesarias las instituciones comunes". SaintSimon pensaba en un gobierno federl, que dirimira, a tt!lio de znico uez, las disputas entre los gobiernos y aun los conflictos interiores que originara el movimiento de las nacionalidades; que examinara todas "las cuestiones de inters general para la sociedad europea", y que desarrollara la expansin colonial. El principal rgano de este gobierno federal, "enteramente independiente .de los gobiernos nacionales", sera un "Parlamento europeo" formad_Q por eleccin ,directa, aunque el derecho de sufragio estara limitado a los sabios, a los magistrados, a los administradores y comerciantes, susceptibles de ideas menos limitadas que las de los otros grupos sociales. Saint-Simon se daba cuenta, claramente, de lo incompleto y quimrico de su plan; solo esperaba sembrar ideas e iniciar la ed1Jcacin de la opinin pblica. Sus frutos apareceran ms tarde. La influencia de Hegel ::e produjo en sentido totalmente opuesto. En 1820, en sus Bases de la Filosofa del Derecho, el maestro de 'Ja filosofa alemana desarrollaba un concepto del Estado que deba encarnar, dice. una unidad de cultura y una unidad nacional, y poseer poderes ilimitados, tanto para evitar "Ja invasin de los egosmos" como para limitar ;! arbitrio individual. El in'dividuo tiene por funcin suprema el servir' al Estado, y el deber <le este es de realizar una pultica de poder, La historia del mundo tiene por centro Ja historia de Jos estados, es decir;, la historia de esta poitica. El Estado que posee un grado superior de organizacin y de cultura tiene derecho a absorber al Estado rnferior, pues la nacin victoriosa ha demostrado, con su misma victoria. su superioridricl. No es preciso decir qua en tal concexin no podra subsistir la idea kantiana de upa sociedad de estados, falta de "realidad histrica", al decir de Hegel. Sin duda es comprimir el pensamiento hegeliano destacar solamente uno de sus aspectos. Pero no hay gue olvidar que esa teora de poder, esa justificacin de la tuerza, proporciona una base lgica a los imperialismos
so'aba a
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HORIZOli'l!.S
nacionales; y que las enseanzas de Hegel posean una radiacin proselitista que se extendi mucho ms all de las universidades alemanas.
II. LOS NUEVOS HORIZONTES
Es posible observar en los orgenes de la.s amenazas que pe~aban sobre el Imperio espaol y sobre el Imperio otomano las mismas fuerzas, materiales o espirituales, cuya influencia se ejerca en la vieja Europa? . . Sin duda, las fuerzas profundas tenan en el In:i;eno colonial espaol de Amrica-donde los movimientos de rebelton contra. la metrpoli comenzaron en 1810-una perspectiva por completo d 1ferente a las de Europa cbntinental. La rebelin no era. obra de. las n:as~s (los indios y los mestizos fueron siempre, y cntmuaron siendo, indiferentes a la lucha contra Espaa), sino de los criollos, es decir, de los espaoles nacidos en las colonias ame~canas. A fines del siglo xvm eran tres milhnes (en una poblacin de diecisis), y formaban _los cuadros dirigentes de la sociedad y de las activida~es econm~cas hacendados, dueos de explotaciones. abogados y mdicos. Su ob1eto era liberarse de un rgimen administrativo que conceda preponderancia a los funcionarios venidos de la metrpoli, y de un rgimen econmico que aseguraba a Espaa un monopolio comerc;ial. As', p~es, el conflicto entre la administracin espaola -y los criollos, s1 bien en el marco de las reivindicaciones liberales e influido por el gran movimiento ideolgico que sacudiera a Francia, era, en el fondo, muy diferente de los que se producan en la Europa continental. Los .jefes del movimiento de independencia luchaban, es cierto, contra el absobtismo; pero no invocaban los principios de la libertad ms que en su beneficio. Lo que deseaban era asegurar a esta sociedad criolla, rica v llena de vida. el derecho a desarrollar libremente sus inicativ~s. Pero aun as[. e~tre Jos mismos criollos eran ba-stantes los leales partidarios de seguir unidos a Ja metrpoli. Y el movimiento de independencia no hubiera podido tener xito si no se hubiera beneficiado C.e las circunstancias favorables de la gran crisis espaola de 18081810: la encenona de Byona, Ja instalacin de Jos Bon aparte en el trono y la resistencia de las Juntas al dominio francs, que permitieron' a la anslocracia criolla proclamar, en 1811, la independencia de :(Nueva Granada y, en 1813, la ele la regin del Plata. A partir de inayo de 1814, en que el rey Fernando volvi al trono cspanol, las perspectivas cambiaron; la monarqua espaola envi trop_as n Amrica; y comenz un esfuerzo de reconquista que hall apoyo entre los elementos leales. Podra Espaa proseguir tal esfuerzo?, Contaba para ello con Ja voluntad y medios materiales 7 Las condiciones de la poltica interior eran precarias, y escasos los recursos financieros de aquel reino que, durante seis aos, conoci la ocupa-
cin extranjera y la guen-a. Por otra parte, la suerte del Imperio espaol despertaba much:.>:: codici~s. . _ . El movimiento de independencia de las colonias espanolas abn6 nuevos borizntes a la vida econmica del mundo: era un vasto mercado el que' se ofreca a la actividad europea. Pero qu consecuencias tendra en eJ orden polftico? Poda tolerarse, en el. momento en que se produca en la Europa continental la restauracin d~ las autoridades. legtimas, el xito de la rebelin 1 contra la monarqua espaola 7 En este aspect. la cuestin de las colonias americanas entr a formar parte de los problemas europeos. En el Imperio otomano las fuerzas que entraban en juego eran de otro orden, pues la influencia de ios factores econmicos y sociales, no menos que la de las idea,s liberales se hallaban _entremezcladas y dominadas por las cuestiones religiosas. El pominio que, a ~rtir del siglo xvr, ejerca el sultn sobre 1<1s poblaciones cristianas de la pennsula balcnica, proceda de una concepcin del Estado que difera, profunda y esencialmente, de ,todas las- ideas occidentales. El sultn, soberano del lmperio, era, al mismo tiempo, califa, jefe religioso de los creyentes musulmanes, y ~u , gobierno estaba inspirado en los principios del Islam. Los turcos se instalaron como conquistadores, explotaban el pafs que haban sometido, y no perseguan convertir o asimilar a su poblacin, indigna de comprender el Corn. Los griegos, blgaros, servios y croatas conservaron la libertad del ejercicio de su culto; las Iglesias,. ortodoxas mantuvieron su organizacin; nicamente las tribus albanesas fueron parcialmente integradas en el Islam. Pero aquella tolerancia religiosa no era resultado del respeto por las creencias ajenas ni obedeca a consideraciones de prudencia; era, simplcmnte, fruto del desprecio: Por otra parte, Ja administracin otomana no sujetaba al servicio militar a sus sbditos no musulmanes, pues para constituir un elemento fiel al gobierno, el ejrcito deba ser exclusivamente turco. Por ltimo, la administracin apenas intervena en la vida econmica: no se preocupaba de mejorar la produccin agrcola ni de incrementar la produccin industrial; no tena ms preocupacin que el mantenimiento del orden y la recaudacin de los impuestos. Para lograrlo, los funci,pnarios musulmanes no vacilaban en emplear la fuerza: las razzias formaban parte de los procedimientos habituales de la administracin. . La resistencia a este rgimen no comenz a 'organizarse hasta fines del siglo XVIII. Logr xito en los pases servios, en donde la insurreccin dirigida por _Miloch Obrenovitch consigui formar, en 1812, un pequeo principado autnomo, en el valle del Save, que constitua una sera amenaza para la dominacin turca, pues aquel xito de una primera rebelin poda alentar otras. Ahora ya se perfilaba en el horizonte la perspectiva de una disgregacin de los territorios europeos del Imperio otoma110.
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Qu parte es necesa :io ad juditar n estas dificultades otomanas al movimiento ideolgico El llamamiento a Ja libertad, el principio de resistencia a .Ja opresin, incluidos en la Declaracin de los Derechos del Hombre, tuvieron un eco en la pennsula, principalmente desde que la administracin francesa entr en contacto con la poblacin eslava balcnica de las provincias ilirias. Es tambin probable que la idea de la independencia de las nacionalidades favoreciera el despertar de la conciencia colectiva en las poblaciones sometidas al Imperio otomano. Pero si bien estas consignas estaban enraizadas en el espritu de os jefes de los movimientos de resistencia, no lograron xito alguno entre la masa campesina, agitada nicamente por reflejos elementales: temor a los funcionarios y soldados turcos; deseo de proteger su vida y sus bienes contra excciones y represalias. De esta forma, liberalismo y nacionalismo no podan tener en los Balcanes el mismo sentido que en Ja Europa central. Unicamente la,s Iglesias eran capaces de proporcionar dirigentes a los movimientos de oposicin al dominio musulmn. Pero qu valor tendran en el pensamiento de un pope servio o griego las ideas liberales? _Cul era el sentido del concepto de nacionalidad en una regin en que la pertenencia a un grupo lingstico alcanzaba menos importancia que la fidelidad a una u otra de las Iglesias ortodoxas rivales? Sin duda alguna, los intereses materiales desempearon un papel ms activo en el deseo de independencia, por lo menos en la parte de la Turqua europea que mantena relaciones comerciales con el extranjero. Los comerciantes de las islas del mar Egeo, que haban logrado hacer fortuna y que siempte temieron la arbitrariedad del fisco otomano, fueron los primeros fautores del movimiento griego de resistencia. Aunque no exstfa analoga alguna entre estos problemas otomanos y la!\.I cuestiones europeas, las amenazas que pesaban sobre el porvenir del Imperio turco tenJn un alcance internacional. Las cuestiones de principio no eran, sin embargo, las que ejercan mayor influencia. La simpata que despertaban en la opinin pblica europea los movirmentos de resistencia a la dominacin turca no se limitaba a los hogares liberales o a los favorecedores. del movimiento de las nacionalidades; procedan, ante todo, de un sentimiento de ,piedad y de preocupaciones humanitarias. La tendencia inversa. que deseaba salvaguardar la existencia de una autoridad [egtrnw contra un movimiento revoluciqnaro, tampoco tena, en realidad, gran importancia: el inters colectivo de los soberanos en la conservacin del orden establecido se invocara. sin duda, cuando la ocasin se presentase; pero en el fondo, nadie crea verdaderamente que la- soberana del sultn mereciese la misma calificacin que las otras ni consideracin igual. As. pues, la crisis otomana evolucion en un plano totalmente dikrente a aquel en el que se movan los otros problemas de la epoca.
BUlLIOGRAFlA !Sobre cuestiones econmicas en general.- Adems d.: las obras citadas en la Bibliografa general, vase J. K. KuuscHER. A//gemeu1e Wir1sclw/1sgesch1chte des Mitte/alters 1md der Nwz.eit. t. IL Mund1, 1929.-C. BARDAGALLO: Le orlgi11e della gra11de industria co111e111pora11ea, 17 50-1850, V e necia, 1929-1930, 2 vols.-WERNER SoMDAJlT: Der Modane Kapitalis11111s, t. III, Mu ncb, 1928.-B. Noo.vw y W. Ow,Lto: L'Evol11t10 d11 Commerce. d11 Crdit et des Tra11sports depuis cwt ci11q11anle am. Pars, 1914.-T S. As1rroN: The Jndustna/ Revo/11tto11, Oxford, 1948.Adanse las historias econmicas na cionales: J. H. CLAPHAM: An Ecortomic Hisfory of Modem Brita111. T/1e early rai/way age, 1820-1850, Camlmdge, 1927.-A. D. GAYER: The Growlh and f/11ct1w11011s o/ rhe Brtish. Eco11omy, 1790-1850, Oxford, 1953, 2 vols. H. SEE: Histo1re co11omic111e de fo Fra11ce, P<uis, 1950.-DUNIL\M (A. L.): La Rivolu11011 I11d11srr1'e/le e.11 Fra11ce, I8I5-1848, Pars, 1953.-.S.rnTORIUS VON WALTERllAUSEN: De11tsclre Wirtschafrsgeschichte. 1815-I9!4. 2. cd., Jena, 1923. V. S. C!.ARK: Hisro,ry oi l\-Jm111Jact11 1ers in the U. S., 2 '.vols., Washington, 1928.-P. l,lENAERST: Les o;igines de la Grande Industrie 11/lema11de. flis1olre d11 Zo/l\'ere1n. Paris. 1933.-R. DEMOULIN: G11i/la11111e Jtr el la Tra11sform111io11 co1tomiq11e des PrOl'nces be/ges, Liea, 1938.-A. SLOKAll: Oesterreiscl11sc/1e iridustne w1ter, Fra11z l. Viena. 1914.-R. MRANDI Sforia della Grande lndurria in Italia, Bari, 1932.--Sobre el Zo//vere111. vase rnas adclante.W. 0. l-IENDEHSON: E11glalld 1i11tl die I nd11s1rlalis1er1111g DeulscMands, y del mismo. Der englische Ei11f/11ss a11f die Entwickl1111g rler /rtmz.asischen Textil i11d11slr1e, en "Zeitschrift fUr die ge samle Staa1sw1ssenschaft", 1952, paginas 264-295 y 717-743. Sobre IC>S intercambios intelectuals.- P. VAN Tll!GHEM: Le Mouve.ment io111a11tiqi/e, 2. ed., Pars, 1925; del mismo: L~ Romantlsme dar1s la LJttfotire" e11ropnne ("Evolution de l'Huinanit". t. LXXVI), Parfs; 1948.>, MONCJ!OUX: L' A lkmag11e devant /e! Le/tres . j~m1raises, 1815-1835. Pars, J'.53.-R,wf.tOND GUYOT: La Premi~re Er1e11te cordialt:. Pars, 1926.-M. Z. ELKINGTON:: Les relato11s de socl" erltre /'J!lig/alerre et la France so11s /cJ Restawa1io11. 1814-1830. Pars, 1929.G ..Wi!1LL; L'Evd/ des Nationalits et le Mo11ve111e111 Libra/. 1815-1848" ("Peuples e! Civillsat1ons", t. XV, l. III. captulo 11), Pars. 1930.-P. RENOUVIN: L'de de Fdraton europer111e da11s la pens politiille du X IX siec/e, Oxford. i949.-f TEil MEULEN: .Oer Gedallke dt:r foternario11ale11 Orgm11satio11 in sei ner Entwick/1111g, !. Il, La Haya, 1929. La "Revue le Littrature compare" ha publicado' numerosos estudios monognlficos, que es imposible Cllar aquf. lvlencicno so\amenlc. por su particular inters para el tema de este libro: ]<; BALDENSPERGl!R: Le Grand Schisme Je 1830: Romantsme el "Jrnne Europe". 19 30, pgs. 5-16. Sobre el movimiento de ias naclonalidades.-'PAUL HENRY y G. WEtLL, ciados anterionnentc.-F. MEINECK!l: 1Veflbiirger11m1 11r1d Nat1011alstaa1, 7. ed., lvlunch, 1928.-H. STRAUS: 1'/Jo Attude o/ Vienria Co11gre1s toward ncwona/ism. Londres. 1950. Sobre el 1lberalieymo politico.-BeNEou.rro CROCI!: Storia di Europa ne/ XlX seco/o. 1936.-01. MoRAZE: La F r anee bo11rgeose, Pars, 1946.J. DROZ. Le Libra/isme rhnan. Pars, 19<15.
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Las iniciativas o proyectos de los hombres de Estado son los que ocupan la escena ante el teln de fondo formado por las corrientes sentimentales, los intereses econmicos, los movimientos de las ideas. No pueden relegarse a un plano secundario . Cmo se podran desatender su temperamento, su estado de espritu, su concepcin de los destinos nacionales y su conocimiento o desconocimiento de las fuerzas profundas 7
I.
En 1815, Rusia ocupaba una posesin preponderante, como consecuencia del papel que haba desempeado en la derrota napolenica. Era. adems, el pas ms poblado del continente (55 000 000 de habitantes). Su potencial demogrfico le aseguraba Ja supremaca militar: el Zar tena un milln de hombres bajo las arl,llas.. Por qu impona a su Estado la carga de tales armamentos? Era evidente-pensaban los otros gobiernos europeos--que porque preparaba una poltica expensionista: Pero en qu direccin 7 En la de Europa central? Los compafieros de Rusia temieron tal eventualidad durante el Congreso de Viena: y, para oponerse a ella, crearon l;. Confederacin' germnica, destinada a apoyar a Austria y Prusia contra una tentativa ele expansin rusa. La barrera solo poda ser eficaz si estas potencias permanecan solidrias; pero ello estaba en su inters, mientras se hallasen amenazadas por el Este. El Imperio de los Zares tropezaba, pues, por este lado, con serios obstculos. Para vencerlos, le sera preciso jugar. la carta de las nac1011lidades, tratando de quebrantar a Austria, por un llamamiento a la solidaridad entre Js eslavos; pero tal sentimiento de solidaridad' apenas exista en 181; y el Gobierno del Zar no soaba, desde luego, con alentarlo, tanto renos cuanto que en aquella poca los escasos promotores del movimiento paneslavista eran polacos. En realidad. dicho plan no era tenido en cuenta, entre 1815 y 1840, por el Gobierno ruso. En la del Imperio otomano? Obtener el acceso al mar libre, es decir, el derecho de paso del Bsforo y de los Dardanelos, objetivo ya entrevisto poi Catalina JI, presentaba un inters econmico y estratgico: conseguir que Ja vfa martima, por donde se exportaba el trigo ruso, no pudiera ser cerrada; permitir la actuacin de una fuerza
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naval rusa en el Mediterrneo. A este respecto, la crisis del Imperio otomano presentaba perspectivas favorables. Pero la poltica rusa pareca tener miras ms ambiciosas, orientadas hacia el Pacfico septentrional. La compaa ruso-americana, fundada en 1799. tena su base en Sitka, en la costa de Alaska; y extenda su accin muy hacia el Sur, estableciendo, en 1816. una factora en Ja baha de Bodega (costa californiana): actividad comercial cier tamente pro tambin una velada intencin poltica; el Gobierno del Zar haba dado ya a entender que sus posesiones se extendan hasta la isla de Vancouver, pretensiones que confirm en septiembre de 1821, en que un decreto del Zar prohibi a los extranjeros el comercio y la pesca en aquella zona. El g9bierno ruso dispona de una libertad completa en la direccin de su poltica exterior; apenas haba_ de tener en cuenta a Ja opinin pblica rusa: la masa campesina era amorfa; . la nobleza, con es$sas excepciones, permaneca sumisa a la Corona; la burguesa, muy dbil numricamente, no tena medio alguno de exp:-esar su opinin. Sin duda el Zar sufra la influencia de aquenos que Je rodeaban; a causa de la lentitud de las comunicaciones, vease obligado a delegar en Sllls agentes gran parte de las iniciativas; y estos abusaban, frecuentemente, de ello. Pero la decisin dependa nicamente de l: en ninguna otra p;irte el soberano desempeaba un papel tan decisivo. En 1815 Alejandro I tena treinta y ocho aos. Reinara an -otros diez. Su inteligencia era brillante, pero superficial; y Ja singularidad de su carcter resultaba evidente. Sus rasgos dominantes eran la vanidad, el orgullo 'casi enfermizo; padeca locura de fama, el deseo de unir su nombre a una gran empresa y de que se le considerase como el jce de una Europa regenerada. Pero no era estable ni seguro; pasaba por perodos alternativos de mstica exaltacin y de depresin: era capaz-as lo atestiguan todos los que se le aproxlmaron-de una corazonada, sobre todo cuando .esta poda servir a su propia gloria: y, no obstante, incluso cuando parece que se dejaba llevar por ella, no perda de vista los intereses de su poltica. "Detrs del aparente abandono del emperador, S:! ocultan siempre la astucia y el clculo", observaba e1 embajador francs. Consciente o no, esta doblez era, en todo caso, bastante para despertar la inquietud de los otros gobernantes. Pero eran fundadas tales inquietudes? En realidad, de los documentos rusos no se desprende que Alejandro I hubiera acariciado los ambiciosos proyectos que sus contemporneos le atribuyeron; ni siquiera se hallaba completamente seguro de la solidez d su Imperio, no obstante la potencia de su ejrcito; tema ver reforzado el hl(Jque de las tres potencias signatarias del tratado de 3 de enero de 1815 O). Por ello conceda gran importJ.ncia a la actitud francesa, que le pareca destinada a servir de contrapeso a Austria o a Gran Bretaa.
( ll
Va,c tomo J. pg. 105R.
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Debemos creer que acariciase otras miras de mayor alcance y que proyectara formar una agrupacin de potencias atlnticas (Espaa y Estados Unidos incluidas) contra Gran Bretaa 7 Esta tesis, sostenida en una obra reciente (1), exigira confirmacin por documentos precisos. Ciertamente, Alejandro 1 tena inters en ampliar el concierto de potencas y extenderlo al otro hemiserio, ya que, en Europa, corra el peligro de enfrentarse con una resistencia conjunta de Austria y de Gran Bretaa. Pero tal eventualidad no poda ser bien acogida por la poltica inglesa, deseosa de tratar separadamente-para conservar su libertad de accin en los asuntos martimos y coloniales-las cuestiones europeas y las extraeuropeas. Por otra parte, Alejandro I no hizo tentativas en este sentido hasta. noviembre. de 1818. Parece tratarse -Oe una simple maniobra diplomtica ocasional. Cmo habra podido el Zar conciliar un entendimiento con los Estados Unidos con su poltica de la misma poca en las costas americanas del Pacfico y con el apoyo que se propona prestar a Espaa en la cuestin de las colonias americanas? El fracaso de esta tentativa era. pues, clarameme previsible. Es legtimo construir, sobre una tentativa ligada a circunstancias temporales, una interpretacin nueva de la poltica e'xtt:rior rusa? Nicols I, que subi al trono en 1825, cuando tena verntinueve aos, _era diferente por completo. Tena aspecto seora!: estatura elevada, rasgos enrgicos y mirada penetrante. Abrigaba ideas firmes respecto a la marcha de los asuntos de Estado, y tambin clara concencia de sus deberes de soberano. Pero su inteligencia era simplista. Convencido de que reinaba por la gracia de Dios, se vio confirmado en su sentimiento autocrtico por su formacin, casi exclusivamente militar; la insurreccin decembrista-que le pareci amenazar el trono en el mismo momento de su advenimiento-dej en su espritu un recuGtdo imborrable. "La revolucin est en las puertas de Rusia; pero yo juro que no entrar mientras yo tenga un soplo de vida." Detestaba aquella revolucin, no solo bajo su aspecto antidinstico, sino en el d~ una mera reivindicacin liberal. La monarq4a constitucional, rgimen falso, le pareca tan temible como la repblica. Cmo podran permitirse los sbditos crticas y objeciones a la voluntad del soberano, inspirada por Dios? Al. igual _que su poltica interior, la exterior se caracterizaba por una rigidez inquebrantable. Para evtar el peligro de una penetracin en Rusia de la influencia de las ideas occidentales, no era suficiente vigilav la entrada de libros extranjeros y restringir al mnimo la concesiqn de pasaportes a los sbditos rusos; necestbase, asimismo, adoptar medidas conducentes a evitar que la revolucin triunfase en la Europa central. Pero tal preocupacin ofensiva no le haca abandonar la idea de llevar a cabo, en provecho del Estado ruso, una accin
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ofensiva contra el Imperio otomano. Soaba, pues, con destruirlo? En aquel instante, no era tal su objeto. Rusia podra obtener, indudablemente, Constantinopla, en caso de hundniiento total y de reparto del Impero otomano. Pero estara en disposicin de asegurar el acceso al Mediterrneo, es decir, el dorilino de 1os Dardanelos? Se expondra, en tal caso, a una guerra gerieral; que era preciso evitar. Me1or sera explotar, en provecho de los intereses rusos, la debilidad de la Puerta otomar,ia, y obtener, mediante presin diplomtica o armada, resultados parciales. Las iniciativas de Rusia no cesaban de despertar, en Ja Europa restaurada, la preocupacin de las otras potencias. La posicin del Imperio austraco era, por el contrario, conservadora. Los tratados le haban adjudicado i.Jna preeminencia en la Confederacin germnica y una rnfluentia decisiva en los estados italianos. resultados que consideraba suficientes. Sin duda. podra soar con una expansin hacia los Balcanes; pero all se enfrentara con los intereses rusos, rompiendo as el entendimiento entre las grandes potencias, que segua siendo necesario. El Congreso ele Viena estableci un equilibrio conforme a los intereses del Imperio; y lo que deba desear la myinarqu danubiana era el mantenimiento del statu qua. Tal era l poltica del canciller Metternich. En plena madurez (cuarenta y dos aos en 1815), gozaba de gran pre.tigo. No obstante, no era un espfntu superior ni un temperamento vigoroso. No terHa opiniones profundas sobre el mtindo en que viva; ignoraba la fuerza dei sentimiento nacional y el religioso, tanto ms cuanto que solo estaba en contacto con la alta aristocracia; vacilaba ante las decisiones graves; y crea fcilmente en la virtud de la contemporizacin. Pero posea dominio sobre s mismo. sangre fra y dotas intelectuales; cultura extensa, facultad de asimilacin, finura, fcil exposicin de ideas y opiniones brillantes e ingeniosas y habfa adcjuirido una experiencia de los hombres de Esrndo y de las situaciones polticas, de la que se serva, en las negociaciones. con eficacia. Lo que desconcertaba en l era el contraste entre la finura de espritu y la tendencia a construir teoras rgidas. Aquel' maestro de compromisqs no cesaba de confesarse adepto a los principios de la filosofa poltica; y se complaca en declararse inmutable en sus ideas fundamentales, sin duela porque estimaba necesano oponer una doctnna a las ideas de la Revolucn francesa. Metternich crea que el Congreso de Viena haba establecido un "!quilibrio en las relaciones internacionaJ~s entre las potencias. que todos los gobiernos tenan inters en mantener. Por qu deseaba aquel reposo de las mismas? Porque le persegua el recuerdo de la gran crisis en la que el Estado austraco estuvo a punto de zozobrar antre 1805 y 18 l O. Su fundamental preocupacin era mantener el orden social contra la amenaza de un despertar del esprltll de rnbversin. No
La de Pirennc,
cll~da
en la Bibliog.rafa.
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era la revolucin "la r.ieor desgracia que puede ocurrir le a un pas" 7 Toda tentativa para establecer, incluso legalmer.,e, un rgimen liberal -y con mayor razn, democrtico-le pareca contener. en germen, graves peligros, pues demcratas y liberales "hacen la cama a la revolucin". La reivindicacin del derecho de las nacionalidades--en la que vea, nicamente, una fantasmagora-no era menos peligrosa, pues pona en tela de juicio la estabilidad de los estados. Las grandes potencias podran, mediante su intervencin concertada-s permanecan solidarias-ahogar aquellas amenazas; pero cmo se podra evitar el renacer del espritu revolucionario si dicha solidaridad se quebrantaba 7 Esta conviccin no se hallaba determinada nicamente por el estado de espritu o el temperamento del canciller. Obedeca, tambin. a las circunstandas. Los medios de accin militares de Austria no xidfan compararse con los de Rusia. Las condiciones de la poltica interior austraca no permitan exigir un gran esfuerzo del pas; el sentimiento de cohesin nacional apenas poda existir entre xiblaciones diferentes por Ja lengua, las tradiciones y Ja religin; lo nico que facilitaba un lazo de unin era Ja dinasta, creadora del imperio, y que se apoyaba en la burocracia, en Ja Iglesia catlica y en la alta nobleza; pero tenfa buen cuidado de evitar, incluso en estos crculos, la manifestacin de un espritu pblico; el rgimen policaco. ampliado a partir de 1817, trataba, sobre todo, de impedir la manifestacin -e incluso la formacin-de una opinin c..Qlectiva en relacin con la gestin de los asuntos pblicos, de Ja cual el gobierno tena, a su juicio, la responsabilidad exclusiva. Pero aquel gobierno careca de organizacin. coherente y no disxina de .fuerza. L.os complicados y enredados engranajes de Ja pesada mquina no reciban el impulso de un jefe nico. Metternich no era jefe del gobierno. y aunque frecuentemente interviniese en cuestiones de poltica interior, no mandaba en aquel terreno, donde, a partir de 1826, se enfrent con la influencia rival de Kolowrat. La situacin financiera fue siempre precaria; el gobierno no se atreva a incrementar los impuestos. por temor a suscitar el descontento; y, para obtener los fondos suplementarios que necesitaba, acuda a emprstitos bancarios, que agravaban el peso de la deuda pblica y aumentaban el dficit. El emperador Francisco II (que rein hasta 1835) segua los asuntos de cerca: pero con un espritu estrecho, hostil .a toda innovacin. Era una paradoja que aquel estado senil y arcac;~ siguiese conservando en Europa un pap! de primer orden. E.n aquella poca, Prusia no podfa desempear un papel comparable .1al de Jos otros grandes estados: con sus once millones de habitan tes, no dispona an sino de una fuerza ele segundo orden., Necesitaba tranquilidad para digerir sus anexiones territoriales; para resolver, sobre todo. las delicadas cuestiones planteadas por la asimilacin de Ja provincia renana. No obstante. la monarqua de los Hohenzollern abrigaba otras ambiciones, clelimtaclas en el mapa y respaldadas por el patriotismo prusiano. Tena, necesariamente, que pensar en realizar
la unidad geogrfica, de sus territorios, es decir, la unin entre Brandeburgo y Westfalia,. separados por el pasi.llo del Weser, en donde se hallaban los territorios- del Hesse-Cassel, del Hannover meridional, del ducado de Brnswick y los minsculos principados de Waldeck y de Lippe. Era lgico que quisiese asegurarse un xito territorial en el mar del Norte, a expensas de Hannover y de Oldemburgo. Poda prever, por ltimo, el momento en que le fuera factible oponerse, dentro de la Confederacin germnica, a la preponderancia austraca, reconcicida por el estatuto de 1815. Pero, por el momento, tales objetivos no estaban an a su alcance. El Acta federal protega la independencia de los principados del Weser. Hannover estaba ligado a la corona inglesa; y as seguira hasta 1837. Y Prusia no se bailaba an en condiciones de rivalizar con Austria en Jos asuntos alemanes. Ei estado de nimo del rey reforzaba tal prudencia. Federico Guillermo III permaneca dominado por el recuerdo de los aos de p.Ueba; y la ansiedad no le abandonaba, porque an consideraba posible el desquite francs. Tampoco ignoraba la debilidad de su Estado, conglomerada de provincias, cuya cohesin aseguraban solamente la corona, el ejrcito y la burocracia. l Cmo despertar un espritu pblico, un sen ti miento colectivo 7 Para reaVzar la fusin de aquellos territorios dispares, er'.1 preciso llegar a establecer una forma de representacin nacional? Esta fue la solucin preconizada, en 1815, por Hardenberg, primer ministro; pero el ministro del Interior y el de Polica se opusieron; el Estado, apenas constituido, no podra soportar un rgimen que permitiera la expresin de una oposicin poltica. El rey vacil. no solo porque era desconfiado y detestaba todo la que se saliera de lo ordinario, sino tambin porque, en su deseo de mantener estrictamente. el carcter protestante de su Estado, tema facilitar la ocasin a los catlicos renanos para tender la mano a los catlicos de la Prusia polaca. Admiti, corno mximo, en 1823, la institucin de estados provinciales; pero aplaz indefinidamente el establecimiento de una Constitucin. Aquella tendencia conservadora. asemejaba su poltica a la de Metternich.
H. LA GRAN IJRETAfiA
Las condiciones de la poltica exterior inglesa eran muy diferentes. Gran Bretaa necesitaba conservar la libertad :le trfico de las rutas martimas con el fin de asegurar la importacin de las materias primas necesarias para su industria y encontrar mercados de exportacin en Europa y fuera de ella. Su polftica tena, pues, a la vez, un horizonte extraeuropeo y otro continental. En sus relaciones con los otros continentes no reconoca rival, pues era la nica potencia europea poseedora de un gran imperio colonial, por sus puntos de apoyo en el mundo entero y por su indiscutible supremaca naval. Pero, en sus relaciones con el continente europeo. se
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sena menos .firme, debido a la carenciil de medios militares. La solucin ms sencilla y ms conforme a su tradicin insular sera p<::rmanecer al margen d\ los asuntos contin ~ntales; sin embargo, tal abstencin no poda se total nunca: no era concebible sino en la medida en que se produje1 a en el continente un estado de equilibrio entre las grandes potencias; s una .de ellas buscaba el establecimiento de una hegemona continental, la situacin se convertira en peligrosa para los intereses e incluso para la seguridad de Gran Bretaa, que corda el peligro de ver restringido o cerrado el mercado europeo y que incluso podra temer que e! Estado preponderante .se convirtiese en una potencia naval. La experiencia napolenica demostr que aquellos peligros no eran imaginarios. Para impedir la repeticin de tal cosa, era preciso que la poltica 111glesa participara, de grado o por fuerza, en los asuntos continentales; que aceptase las responsabilidades y que contrajera, si necesario fuere, los compromisos conducentes a mantener en el continente el equilibrio de fuerzas favor1ble a sus intereses. Sus estadistas tenan plena conciencia de ello. Vigilaban la eventualidad de un desquite francs; pero se inqmetaban asimismo por el desarrollo de la potencia rusa. En conjunto, la polticq. internacional se ori~ntaba al mantenimiento del statu quo territonal, y, por ello. el gobierno ingls no prestaba odos a las reivindicaciones de las nadonalidades. Era pacfica, tanto ms cuanto que aquel clima de paz internacional tenda a favorecer al desarrollo de una actividad econmica beneficiosa para los exportadores mgleses, dispuestos siempre a suministrar equip~ industrial a los pases contmentales. No obstante, aquel.Jas mismas preocupaciones econmicas podan condudr, fuera del continente europeo, a resultados muy diferentes. Gran Bretaa tena un gran inters en el hundimiento del Imperio espail.ol _en Amrica. pues la independencia de 'sus territorios le proporc10narJa mercados de exportacin. Pero no deseaba, ciertamt!nte, el hundimiento del Imperio otomano, puesto que Rusia gozara de buena posicin para asegurarse la parte del len en caso -de producirse su d1sgr_egac1n; .mas no se comprometa a la proteccin del sta/11 quo, e Incluso pod1a favorecer una modificacin territorial, en la que encontraran compensacin sus il1(ereses mediterrneos. ~na poltica realista, en suma. pero emprica, que evitaba lo rns posible las declaraciones de principios. ' _L,as influencias que se ejercan en la direccin de esta poltica exterior er~n .compleas, ya que el poder del soberano y el del gobierno est.aban limitados por el Parlamento. Tras de un perodo de regencia, durante la enfermedad de Jorge Ill. jorge IV rein de 1820 a 1837. No se trataba de un hombre msignificante: a pesar de sus vicios y lle sus extravagancias. era popular y posea cierta finura de espritu; pero, aunque se mantena al corriente de las cuestiones de polftica exterior, no ejerci una accin continuada y coherente. La opinin del cuerpo
electoral, es decir, de un nmero restringido de privilegiados, tena mayor influencia 7 Se expresaba en los debates. parlamentarios y en la prensa. La Cmara de los Comunes estaba todava, en 1815, dominada por los terratenientes, que se hallaban por, lo cc)mn en un estado de espritu "insular" y que, por tanto, .9~se~b~n reducir al mnimo los compromisos de Gran Bretaa en el_xtt,fjero: Sin embargo, los Il!edios industriales y comerciales adqufrfan infl.iencia cada vez. mayor, sobre todo despus de la reforma e!ectqral de 1832, que ampli el derecho de voto en beneficio de la pobladh urbana; tales crculos estaban directamente interesados en eI deslirrcillo de los intercambios con el extranjero. y ello les induca desear una activa poltica extenor. Pero las cuestiones coloniales. y martin-ias eran las que ocupaban preferentemente su atencin. En su conjlir\to, aquella opinin parlamentaria "frenaba" la accin gubernamental cuando se trataba de relaciones con las potencias europeas. Hay que tem.'T en cuenta, sin embargo, el estado de espfritu de aquellos miembros del Parlamento ante los regmenes polticos del continente; en realidad, no sentan simpata alguna por los movimientos revolucionarios, pero desconfiaban y despreciaban los sistemas autocrticos. Razn de tns para que su actitud fuese reservada ante los problemas europeos. En cuanto a los peridicos, desempeaban un activo papel, pues Gran Bretaa era el nico pas europeo en que exista libertad de prensa; en Londres haba diecisis peridicos, ledos incluso por las clases populares .. Sus redactores se interesaban por la poltica extranjera, y le concedan un lugar tanto mas importante cuanto que la pref,lsa inglesa contaba con suscriptores en el extranjero, quienes, por las corrientes de oplriin que provocaban, podan ejercer influencia sobre la orientacin de la poltica exterior. Pero, sin gnero alguno de duda. el papel dirigente perteneca al Gabinete, nico poseedor de i11formacn completa (cuya. esencia se guardaba bien de comunicar al Parlamento) y de medios para presionar a los directores de los peridicos. Ahora bien, en los gabinete que se sucedan. ya fueran ton'es (hasta 1832) o whigs, la cartera de Negocios Extraneros estaba casi constantemente en manos de fuertes personalidades. que posean ascendiente bastante sobre sus colegas para imponerles sus opiniones. Castlereagh. titular de la cartera desde 1812 (a los cuarenta y tres aos) a 1822 (focha de su muerte), gozaba de una autoridad excepcional en los medios parlamentarios debido a la fuerza de su carcter, a su valor cvico y a la solidez de sus puntos de vista. Era un realista que detestaba l~s generalidades y las abstraed<!' nes, y tambin un diplomtico de l vieja escuela, desdeoso de la opinin pblica. Crea necesario interesar a Gran Bretaa en los asuntos continentales y deseaba, por consiguiente, la celebracin de congresos peridicos en que se reuniesen los estadistas. Le pareca inevitable aquella ntervencin para obstaculizar las iniciativas de Rusia. que era, segn deca. el enemigo; pero quera mantener una posicin
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POLmcAS.-FRANC!J\
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intermedia, prudente, porque desconfiaba de las tendencias democ~ ticas y no experimentaba simpata alguna por los regmenes absolu~1~ tas. Cannng, que le sucedi de 1822 a !~37, despus ~e haber dmgido, como miembro del Gabinete. la .oficma 1de _1~ India, se mostr menos desconfiado hacia las tendencias demorrat1cas: y, por otra parte, era hostil al espritu de areop~go y. a los mtodos de. los congresos, pues crea que aquellas reuniones internac~m1ales podan proporCionar ocasin a los grandes estados del ?ontmente para .fi:mar su solidaridad. Canning observaba con desconanz.a tal cntencUm1ento entre las potencias continentales y trat de destruirlo. . Despus de tres aos de vacilaciones, el Foreig.n Offzce encontr,. partir .de noviembre de 1830, un. jefe de gran calidad, y lo conservo, salvo durante unos cuantos meses. hasta 1841. En el momento en que Palmerston tom posesin de su cargo tena cuarenta '! cin?o ~os. Era miembro de la Cmara de los Comuns desde hacia casi vemte, y durante la crisis napolenica ocup un puesto ministerial importan' te: el de secretario de Guerra. Aunque en. su circunscnpc1n e.lecto_ral mostraba apariencias de tribuno; se hallaba profundan;ente mflu~do por los rasgos de la alta arstocraci;i, a la que pertenecla, convencido de que esta tena el deber y el derecho de gobernar a Inglat~rra. Sus dotes eran notables: seguridad y agudeza en sus puntos de vista: capacidad de trabajo, que Je permita asombrar a sus mterlocutores. por lo extenso de sus conocimientos, su fuerza de voluntad y su rapidez de decisin. Pero su manera de conducirse resultaba ruda, desagra~a ble con frecuencia, porque su. expresin .era altiva y sus conversacio: nes y sus escritos adoptaban un .t?no de segundad .absoluta, como s1 estuviera convencido de su mf alzbzlzdad. Los extran1eros le reprochaban su orgullo, su arrogancia. su gusto apasi.onad? por la controversia, en Ja que hallaba ocasin para mostrar su mgemo; pero todos le .teman. Tales rasgos de su carcter y de su ter;iperamento .1~ hacian adoptar iniciativas en todos los campos de accion de la poh ti ca exterior, ms all todava de aquellos que interesaban directamente a la Gran Bretaa.
11!. FRANCIA
Aunque vencida, Francia continu .siendo el ccnt~o de la poltica interncional por su situacin geogrfica, por el nr;i~ro de sus ha~ tantes (29 700 000 en 1815) y por Ja fuerza proselitista de que dio mue~tras durante ms de veinte aos. Tratada de poner ~n. t.el~ de juicio el estatuto territorial que fuera establecido en su pequici? ! La eventualidad ele otra explosz'n inquietaba _sm ces.ar a Jos ?obiernos europeos. La garanta proporcionada por la ocupacin extranera esta-. ba limitada a cinco aos, plazo fijado por el segund? tratado de Pars; pero, de hecho, no dur ms de tres, pues los alzad~s teman que su prolongacin agravase el descontento por la ocupacion, y comprometiese Ja estabilidad de la monarqua restaurada. A partir de 1818,
Francia recobr la autonoma de su poltica exterior y reorganiz su ejrcito. Cules seran en adelante sus objetivos? El gobierno de la restauracin se hallaba necesitado sobre todo de prestigio. La pesada tara que sufra era la de haberse c~loca~o en la estela del extraniero. Deba, pues, pensar en dar una sat1sfacc1n a la opinin pblica y consolidar sli autoridad moral. Tal era el anhelo de los ultrarrealistas, que deseaban una gran poltica extranjera, si bien la conceban en funcin de su poltica interior, es decir, del triunfo de la contrarrevolucin. Pero los ministros no estuvieron interesados en satisfacer este anhelo hasta 1'827 (unos-los moderados. el duque de Richelieu sobre todo--, porque seguan intimidados, preocupados por tratar a Ioglaterr_a con miramientos: otros-tal el caso de Villele-, porque teman las cargas financieras que necesariamente acompaan a una accin militar) .. Entre este personal gobernante, que desconfiaba de las seduccio'nes de la imaginacin y de los riesgos de una avenq,p-a. Chateaubriand era una excepcin, y sus iniciativas no significaban sino un intermedio. Unicameihe en los ltimos aos del reinado de Carlos X cambi el espritu de l!- polftica exterior, pues el gobierno; amena:i:ado por una oposicin liberal ms activa, sentfa como nunca la necesidad de conseguir la adhesin de la opinin pblica, aunque lo persiguiera en la direccin en .que no tema encontrar una decidida resistencia. Sin embargo, en una ocasin se apart de la prudencia necesaria y so con discutir el estatuto territorial establecido en 1815, en caso de que pudiese contar con f!l concurso de Prusia y el de Rusia. Pero ello no fue sino una voluntaa antojadiza; todo lo ms, un sondeo (1). Despus de la cada de Carlos X, la sacudida que provoc en una parte del continente la revolucin de julio abri nuevas perspectivas a la poltica exterior francesa, y se quebrantaron las bases del estatuto territorial establecido en 1815. No haba llegado ei momento de aprovecharse de estas circunstancias para borrar el recuerdo de las derrotas, para que Francia volviese a la adopcin de la iniciativa y acaso al papel dirigente de la poltica europea 7 Tal era el anhelo de una importante fraccin de la opinin pblica, sobre todo en los partidos de izquierda. No obstante, e1;a necesario sealar matices. La oposicin republicana p_odfa fcilmente estudiar una guerra de propaganda revolucionan'a para liberar a los pueblos, ya que no corra el peligro de tener que cargar con las responsabilidades del poder y de rc;alizar su programa. lo que importaba, sobre todo, era la actitud de aquellos que, entre los mantenedores de Ja monarqua burguesa, impulsaban a la accin exterior-los hombres del Partido del movimiento, los miembros de la izquierda dinstica-. En la primavera de 183 l, Odilon Barrot afirm en la cmara de los Diputados que no deseaba la guerra por la guerra, puesto que no ignoraba los peligros que originara un posible conflicto para la libertad y la civilizacin; acept incluso, de
(1) Vase ms adclanlc, pilg. 87.
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hecho, los tratados de l815; pero aadi que Franca no deba adhenrse a una poltica de rw intervencin ni tolerar que otras potencias atent~r~n contra el dere ~ha de los pueblos. No invocaba las afinidades 1deo/og1cas, sno solame lte los intereses franceses en los pases vecinos, que habra que d' tender con las armas, si fuere preciso. Los mismos moderados, aun prefiriendo limitarse a una accin diplomtica, declararon que no retrae ederan ante el empleo de la fuerza si la dignidad de Francia lo exig :era . . Este .rebrote de , ~acic nalismo francs estaba contenido por el rey. Luis Felipe era pac1f1co ior temperamento y por conviccin. Conoca todos los peligros a que Francia se vera expuesta si acometiese una poltica de aventuras; s iba tambin que las divergencias entre las grandes potencias-;-aumentadas an desde la subida al poder, en Inglaterra, de un Gabinete liberal-no impediran el restablecimiento de una solidaridad contra Francia, s1 estimasen que la mona,rqua de julio amenazapa la paz. El rey no cesaba de moderar, personalmente, las iniciativas de sus ministros. As, pues, Francia fue prudente durante todo aquel perodo; resultado que no se haban atrevido a esperar sus vencedores en I 815.
BIBL!OGRAFIA
CAPITUL III
Cabe preguntarse si las potencias ,vidoribsas se preocuparon, en el momento en el que se alcanzab .la re~dnstruccin poltica de la Europa continental. de asegurar la cci11tiriuidad de una obra que saban era precaria, as como cul fue el eiip{rifo. c6n que trabajaban y cul el xito que consiguieron.
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En las semanas que siguieron a Waterloo y a la derrota definitiva de Napolen, Alejandro I y Castlereagh jnvocaron los intereses colectivos de Europa y pretendieron asegurar su conservacin. Uno era el autor del Pacto de la Santa Alianza, firmado entre Austria, Prusia y Rusia el 26 de septiembre de 1815: el otro, el promotor del Pacto de Garanta, concluido el 20 de noviembre de 1815. Pero tales iniciativas eran completament diferentes pov carcter y por su alcance. El Pacto de la Santa Alianza .era h documento personal de los soberanos. que expresaban. invocando los principios del cristianismo, su voluntad de mantener en sus relaciones polticas los "preceptos de justicia. de caridad y paz", de permanecer ' 1urtidos por los lazos de una fraternidad verdadera e indisoluble y de ayudarse y de socorrerse en cualquier ocasin y lugar". Los tres signatarios se declaraban dispuestos a aclmltr en su alianza a todas las potencias prestas a reconocer los "sagrados prnci pi os". Texto sin precedentes en la historia de las actas diplomticas. ya que pretenda fundar las relaciones internacionales en los preceptos de la "eterna religin del Dios salvador" y e la existencia de una "nacin cristiana". Era sincero el llamamiento? No estaba destinado a servir de mscara .a la satisfaccin de los intereses polticos? Al dirigirse "a todos los prncipes cristianos", pero. solo a ellos. Alejandro confiaba indudablemente en la adhesin de Francia y de Espaa, que podran servir de contrapeso, til a 10,s intereses rusos; pero pretenda tambin excluir de aquella amenaza 1 al Imperio otomano, porque, por ese lado, quera conservar su libertad de accin; la nocin de comuni'dad cn'stzcma estaba. pues, de acuerdo con los designios <le su poltca otomana. No obstante. los contemporneos acogieron la iniciativa del Zar sn manifestar inquietud alguna; se inclinaron nicamente a ironizar.
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Equivale esto a decir que no sospecharon -que el Zar conduca un frente de apostolado de apariencia anodina y una maniobra poltica 7 ?Fuero~ engaados? No; en Viena y en Berln el_ tratado parecfa 1~ofens1vo porque no contena clusula alguna que significase obligacin para los contratantes y porque se limitaba C"' suma a una declaraci~n ele principios. Por ello, los gobiernos austraco y prusiano no consideraron necesario presentar objecin alguna al proyecto del Zar, Y I~ con~edieron una corts adhesin que halagaba su vanidad, El gabinete ingls se mostr ms reticente. A Castlereagh le hubiera agradado hacer fracasar aquella manifestacin de "sublime misticismo", no solamente porque el tratado _era una "insensatez", sino porque poda tener resultados perjudiciales en cuanto estaba abierto a la adhesin de Francia. Como no haba logrado tmpedear el proyecto, deseaba que Gran Bretaa se mantuviera apartada de l, amparndose en los principios constitucionales ingleses, que prohben al soberano firmar solo un acta internacional; el prncipe regente se limit, pues, en carta personal al Zar, a declararse de acuerdo con los sentimientos de que se hada portavoz el tratado. Realmente, el porvenir dara la razn a Gentz: el pacto de 26 de septiembre de 1815 apenas desempeada papel alguno en las relaciones internacionales, no obstante el hecho de que el trmino Santa Alianza se convirtiese en el lema de una poHtica. El papel activo correspondi a la iniciativa inglesa. Castlereagh deseaba mantener, Ja solidaridad entre los vencedores en inters de Gran Bretaa y para impedir cualquier tentativa de desquite francs; pero deseaba tambin encuadrar a Rusia, cuyas ambiciones tema. El medio para ello era renovar el tratado de Chamount, con las modificaciones a que obligaba la restauracin en Francia. Tal era, en octubre de 1815, la sugerencia inglesa: una alianza de los Cuatro contra Francia, Durante las negociaciones entre los aliados, se ampli el proyecto, a iniciativa del Zar. En lugar de una alianza dirigida exclusivamente contra Francia, Alejandro sugiri que el acuerdo fuese considerablemente ~mpliado: las cuatro potencias se garantizaran tnutuamente el conjunt6 de sus posesiones: afirmaran tambin el dereGJho de ejercer una vigilancia en los asuntos interiores de los Estados y a intervenir colec.tivamente para reprimir las tentativas revolucionarias. Para coordinar su accin, los gobiernos de los cuatro Estados celebraran conferencias peridicas. Tales concepciones resultaban demasiado amplias y vagas para el gusto de Castlereagh. El gabinete ingls se limit a una garanta colectiva de las fronteras fijadas por el segundo tratado de Pars; es decir, a una proteccin establecida contra Francia, y rehus extender sus compromisos al conjunto del estatuto territorial. Rechaz, pues,
el proyecto de una ntervc1cin colectiva destinada a garantizar la estabilidad interior de los Estados; solamente deba , intervenirse en caso de que la paz general fuera amenazada por revueltas revolucionarias. No obstante, del programa ruso se retuvo la idea de reunir conferencias entre los representantes de los estados vencedores; pero se vaci esta idea :de su contenido por las restricciones que significaba para la accin colectiva. Cules fueron los motivos de su actitud 7 La oposicin que manifest a una vigilancia de los asuntos inttriores de los Estados respondfa ciertamente al e~tado de nimo de los medios polticos ingleses. Por qu Gran Bretaa, dotada de un rgimen. constitucional y parlamentario, se haba de asociar a un plan que tendiera a proteger en el continente los regmenes de monarqua absoluta? Pero no le preocupaba solamente aquella cuestin de principio; pensaba, sobr'e todo, en la situacin de Francia, en donde la Carta de 1814 estableci un sistema poltico inspirado en el rgimen inals, aunque caracterizado por una mayor independencia del poder ejecutivo respecto a la representacin nacional. No hara el proyecto ruso que las potencias tomasen partido en las dificultades interiores que, sin eluda, comportara el funcionamiento de las instituciones francesas? Castlerc;igh no deseaba lanzarse por aquel camino; no saba por qu medios y en provecho de qu intereses sera ejercida tal accin. Es menos fcil de comprender por qu la poltica inglesa se pronunci contra un proyecto de garanta general del estatuto territoriai. Ya que Castlereagh tema las ambiciones de Rusia, no tendra inters en ligar al Zar por una promesa y tomar las medidas propias parn asegurar su respeto, llegado el caso? S desech aquella solucin fue, sin duda, porque no quera imponer a Gran Bretaa responsabilidades o cargas demasiado pesadas en los asuntos continentales y porque contaba con que Austria y Prusia seran $Uficientes para impedir un intento de penetracin rusa en la Europa central. Pero tambin pudo ser porque, en defecto de un pacto general de garanta, las potencias europeas adoptasen, unas hacia otras, una actitud de inquieta vigilancia, y que tales rivalidades dejaran a Gran Bretaa mayor libertad de accin. Esta es, no obstante, una interpretacin muy hipottica. Pero Ja posicin de Gran Bretaa bast para hacer fracasar el proyecto ruso, ya que Metternich no apoy fas sugerencias del Zar. El canciller austraco tema, sin embargo--al igual que Alejandro-, los movimientos revolucionarios, y vea en la estabilidad interior de los Estados una condicin' indispensable para el mantenimiento de la paz general; pero desconfiaba de la poltica rusa y no quiso proporcionarle medios pari intervenir--<:on cualquier ocasin-en las cuestiones relativas a Italia o a la Europa central. El tratado de 20 de noviembre de .1815 estaba, pues, de acuerdo con el proyecto ingls: iba nicamente dirigido contra Francia. Las cuatro potencias signatarias formaron una liga pennanente para ase. gur;ir el respeto del segundo tratado de Pars, y. en aquella inteligencia,
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ponan de nue"Jo en v gor las estipulaciones de los tratados de l de marzo de .1.~.4 y de 25 d~. marz? de 1815,' ~ decidieron que "Napolen Y su fam1ha quedarf n exclmdos para siempre" del trono francs. Para el caso :n que os "principios revolucionarios" desgarraran de nuevo a Francia y "ar 1enazaran la tranquilidad de los otros estados" acor?aron "concertar t ntre ellos y c.on su Majestad Cristiansima la~ medidas que estimen 1 ecesarias para la seguridad de sus respectivos ~sta~os Y para la trai 1quilidad general de Europa". Nada hubo de .nd1to en :stas estipuh ciones. No obstante, el artculo 6. aada que, para consohd_a~ las mut ias relac10nes que los unan, los cuatro soberanos o sus. mtmstros ce! ~braran, en pocas determinadas conferencas en las 9u: se examinase l ~as medidas adecuadas no sola~ente para el mant:n1m1ento de la paz, smo acerca de los grandes intereses com1111es, espe~1almente el ,reposo y la prosperidad de los pueblos. En estas reum~nes no se tratara solamente de la cuestin di? las relaciones con Francia; los gobiernos de los estados vencedores podran ocuparse de todos los problemas. a fin de adoptar a su respecto una lnea comn de conducta. . En qu medida tales textos-compromisos, como todas las actas d1plomt1c~s-m_anifestaban el deseo de mantener la solidaridad entre las potencias v1ctonosas? Cul era el alcance de las obligaciones mutuas? Desde el punto de vista del estatuto territonal, el nco compromiso mutuo en que ~ntraron _los cuatro estados fue el de oponerse ~ toda tentativa que pudiera realizar Francia con vistas a la modificacin de sus fronteras. Pero aun este compromiso prevea solamente un concierto, no una verdadera alianza: el casus foedens no estaba exactamente definido y no se determinaban las fuerzas militares o navales con que cada estado debera contribuir. En cuanto a las fronteras de loslil.otros. grandes estados, no fueron objeto de ninguna garanta colectiva. Stn duda, el Pacto de. la Santa Alianza implic para Austria Rusia y Prusia el respeto mutuo de sus fronteras; pero esto no er~ m~ 9~e una declaracin de principios, sn que le acompaase promesa defm1t1va alguna. Aunque el artculo 6. del tratado de 20 de noviembre de 1815 implicab.a el de~eo d~ mantener la paz y, por consiguiente, el statu quo terntonal, no mclu1a tampoco clusula alguna de garanta. En fin, en caso de violacin de las otras fronteras-las de los estados se~1mdarios-, las grandes potencias tenan, induaablemente, derecho a mtervenr, en la medida que dichas fronters hubieran sido consideradas por el Acta general de 1815 (caso particular de Jos Pases Baj'os), aunque no haban contrado otro compromiso mutuo que el de ponerse de acuerdo sobre las medidas que debieran ser tomadas. La voluntad de mantener el estatuto territorial no estaba, pues, formulada claramente. Desde el punto de vista de la reconstruccin poltica y social, el proyecto ruso fue rechazado, a iniciativa de Gran Bretaa. Dcho pro-
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yecto implicaba un derecho general de intervencin de las cuatro potencias en los asuntos interiores de los estados: Segn el tratado de 20 de noviembre de 1815. solo Ja ameaz. de levantamientos revolucionarios en Francia obligaba a los Ci1qtro a ponerse de acuerdo sobre las medidas que debieran adoptarse. _Siri ernbiii"go, la intervencin era posible en los otros estados, en virt~d d,cl Pietp de la Santa Alianza (al que no se haba adherido Gran Bretaa); o del artculo 6. del tratado de 20 de nqviernbre de 1815, que_ co_nsid"cr "el reposo" de los pueblos y "el mantenimiento de la p;:-; Je.1 Estado". Pero tampoco aqu hay indicios de un compromiso taxativo. . . .. La innovacin ms notable fue la irisritticln de conferencias peridics en las qu: los cuatro gobi~rn'~s 1iHcambiarun sus puntos de vista sobre todas las cuestiones, , E,ste proedimiento diplomtico, que poda facilitar el entendimien.to- ehtrc los gobiernos, era incontestablemente nuevo; en lugar de limitarse a cambiar solamente notas, los hombres de estado responsables de. la conducta de la polftica extenor celebraran reuniones di1'ectas, en las que podran discutir ms fcilmente sus puntos de vista respectivos y .legar a un compromiso entre sus intereses. Los gobiernos se esforzaban en mantener, en ehas conferencias, los rntereses co1111111es, y ello era indicio de que comprendan la nocin de un deber colectvo o, por lo menos, que crean oportuno el invocarlo. Aqel co11czerto de las grandes potencias implicaba la idea de un control que podran eercer de comn acuerdo con vistas a mantener \; paz. Los nuevos 'rasgos dan una fionoma original a tales acuerdos. Pero puede verse en ello una nueva concepcin de las relaciones internacionales? Pensaban los hombres de estado de 1815 en el establecimiento de una Confederacin de Ewopa? Decididamente, no. No hay en dichos textos nada que implicase una !imitacin de la soberana de Jos estados en beneficio de un organismo supranacional; nada que organizase una proteccin mutua de la integridad territonal: nada que significase el compro miso de renunciar a la. guerra. las solucion~s propuestas no tuvieron otro objeto que conlrfI1~r la pr~p~nderancia dt las grandes potencias victoriosas; todo Jo mas, cons1stlan .en un esbozo de D1rectono, no un preludio de u,n esfuerzo de organ1zac1n inspirado en ideas federativas.
II. HEVUELTAS EUHOPE.AS Y POLIT!CA DE INTEHVENCION
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En noviembre de 1815, 1os gobiernos aliados haban estimado que la actitud del pueblo francs amen~Zab\ gra~demente su obr~. y haban tomado precauciones y previsto la necesidad de una accin co~ junta. Pero despus de esa fecha no fue Francia l.a que opus~ l~s dificultades ms serias a la polftica de Jos aliados, srno los mov1m1entos revolucionarios de Italia y de Espaa, as como las simples amenazas de revueltas en Alemania.
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PR!Ml!Jl.AS
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Est<1 pmdencia de Franca constituy una sorpresa para los aliados. Ciertamente, no tenan que temer un empuje brutal mientras durara la ocupacin del territorio francs; es decir, hasta el completo pago de la indemnizacin de guerra. Pero y despus? Luis XVIII era, sin duda, demasiado prudente para lanzarse a una poltica de aventuras. Pero sera capaz de continuar dominando la situacin? En el momento en que, despus de los Cien Dfas, haba recu pcrado el trono, los observadores extranjeros estaban convencidos de cun precaria era la Restauracin y teman ver a la monarqua atemperada sucumbir, bien a mano de los el<!mentos populares, bien por la presin que sobre ella ejerca la aristocracia terrateniente. Peligros, tn realidad, muy distintos. El xito de la oposicin de izquierda-campesinos y obreros, peque9s burgueses y antiguos oficiales del ejrcto napolenico, inquietos todos por las consecuencias --sociales de la restauracin-habra desarrollado el espritu de resistencia a los aliados: pero aquella oposicin no poda triunfar ms que por medios extralegales, dado que los elementos populares no tenan reconocido el derecho de voto. De la oposicin de la derecha los aliados no tenan que temer una tyntativa de desquite nacional, ya que dicha aristocracia terrateniente era la beneficiaria de la restauracin. Peto pensaban que, si los ultrarrealistas llegaban a dominar, su poltica interior provocara en los medios populares violentas reacciones que comprometeran la estabilidad del rgimn. El deseo unnime de los aliados era ver en el poder a los elementos realistas moderados; la tarea de estos se presentaba difcil, y aquellos tenan inters 'en ayudarlos. La presencia en el poder del duque de Richelieu, presidente del Consejo desde el 24 de septiembre de 1815, les satisfaca. Richelieu, que durante la ocupacin haba vvido en Rusia y all habfa sido gobernador de Odesa. posea la confianza personal del Zar. Por tanto, fue aceptado de buena gana, porque tena .reputacin de ser moderado y leal, y se haba hecho merecedor de tal confianza abstenindose de cualquier tentativa de enfrentar a unos aliados con otros. Y cuando el presidente del Consejo se encontr con la oposicin de los ultrarrealistas, que haban logrado mayora en la Chambre ntrouvable. Inglaterra y Rusia se pusieron de acuerdo para aconsejar a Luis XVIII Ja disolucin ele la misma (septiembre de 1816). Las _nuevas elecciones concedieron mayora a los moderados. La situaci11- interior de Francia pareca, pues, afirmada, en 1817, en el sentido quy los aliados deseaban. El duque de Richelieu se aprovech de aquel respiro para tratar de establecer la independencia de la poltica exterior francesa. Sus dos objetivos inmediatos eran obtener la evacuacin del territorio, sin tener que esperar el transcurso del plazo fijado por el segundo tratado de Pars, y conseguir que los alhdos admitiesen la entrada de Francia en el concierto europeo. Cmo lo consigui 7 Para decidir a los aliados a la evacuacin anticipada del territorio
francs, el gran argumento que esgrim~ era de poltica in~erior. Al prolongar la ocupacin-deca-. los aliados imponen a la poblacin cargas financieras, obligaciones materiales y morales, que contribuyen a aumentar el nmero de descontentos y a afpentar, eLreserttimiento contra el vencedor, favoreciendo, en consecuencia, el resurgir del espritu revolucionario. Los aliados, no obstante, vacilaban, porque se preguntaban si el gobierno francs no correra el r\esgo de ser derro"cado por un. movimiento bonapartista o republicano, el dfa que perdiese la proteccin de las tropas extranjeras. Los ultrarrealistas no hadan nada para vencer .dicha vacilacin; ms bien la confirmaban. Vitro1les aconsej, incluso--en nota dirigida a Wellington, comandante de las tropas de ocupacin-, el mantepimiento .de esta, pues si faltare--decia--Ja revolucin sera inevitable. Verdad es que otros-Bertier de Sauvgny entre ellos-declararon desear la retirada de las. tropas -extranjeras; pero con qu reticencias l La insistencia con que seal~~n Ja inestabilidad de la situacin interior francesa. tenda a agravar la inquietud de los aliados y a contrarrestar los deseos de Richelieu. Entre estos realistas, Ja pasin poltica preyaleca sobre el inters nacional. Ante las contradictorias afirmaciones del president~ del Consejo y de sus adversarios franceses, Wellington se decidi a enviar investigadores para que estudiasen el estado de la opinin pblica y valorasen sus nesgos. Aquella encuesta le hizo pensar. en la exactitud de los argumentos de Richelieu. En la primavera de 1818, Jos gobiernos de las cuatro potencias victoriosas se mostraron dispuestos a seguir el consejo de Wellington. Este asunto, pues, quedaba arreglado en principio, a reserva .de la ntegra satisfacci'n de la indemnizacin de guerra. Cuando decidieron convocar la Conferencia de Aquisgrn, primera de las reuniones previstas por el artculo 6. del tratado de 20 de noviembre de 1815, los aliados aceptaron incluir en su orden del da la retirada de las tropas de ocupacin; y tai solucin se acept sin mayor dificultad . No se veran obligados los aliados. despus de la evacuacin, a revisar su poltica respecto a Francia? Era la Cudruple Alianza, establecida por el tratado de 20 ele noviembre de 1815, necesaria an, en vista de que los aliados reconocan el buen comportamiento del Gobierno francs? Era an oportuna la repulsa forfIAulada contra Francia? Tan pronto como qued resuelta la cuestin de la liberacin del territorio, el duque de Richelieu pidi a los aliados la admisin de Francia en el grupo de las potencias dirigentes. "Si se concediera esta s;it isfaccin al amor propio nacional-dice-, se consolidara la monarqua." Crea tambin seguro el xito de los moderados en las elecciones, en perjuicio de los ultrarrealistas. Pero Ja desconfianza de los aliados pareca impedir el xito de aquel proyecto. La poltica ru;,a cleseaba hacer entrar a Francia en el concierta europeo para que sirviera de contrapeso a Inglaterra y a Austria. Gran Bretaa preferira m;i ntener la repulsa de J 818 hacia Francia, no tanto porque con ti-
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n_uaba creyendo :::n d peligro francs, sno porque tema una colaboracin ru~o-ftancesi1. Dicho temor era compartido por Austria y Prusia, que esttm~ban, n i obstante, que se agravara el peligro si se rechazase la ~retenstn. trances~: el gob~~no francs. decepcionado, podra en~onces orientarse hacia una poht1ca de "alianza particular con Rusia". tn las Conversac:ones de Aquisgrn se lleg a1 un compromiso, el 12 de ~~tubre de 1818. Por una parte, el Zar acept mantener la Cwidruple ianza: los cuatro. :e compro.metieron, pues. a mantenerse solidarios, en caso de r_eap~nc10n del. peligro de un desquite francs. Por la otra, el gobierno mgle " consmtl en admitir a Francia en las conferencias previstas por el <irtculo 6. 0 d(<l. tratado de 20 de novembre de 1815 De a~ora en adelante, el gobierno de Luis XVIII tendra ocasin d~ desempenar su parte en las deliberaciones relativas a las cuestiones europeas _Y de hacer valer la ayuda que, en caso de divergencias mutuas, pudiera prestar a uno u otro. En. ~I momento en que se esfumaba en Francia el temor de una explo~wn, aumentaron las amenazas en otros puntos del continente. En mnguna parte se trataba de un m9vimento de masas; incluso en donde las convulsiones revolucionarias eran ms serias, no fueron sino ob:a _de g_rupos restringidos, de sociedades secretas. No obstante, la comc1dencia .de estos desrdenes pareca indicar cun precanas eran las restaurac10nes de los regmenes polticos. En Alemania, el movimiento.- liberal obtuvo xito en el reino de Baviera. Y en el Gran . Ducado de Baden. cuyos soberanos establt'!cieron un rgimen constituc10nal: el movimiento nacional se manifost en los 1~edios universitanos, gracias al impulso de la gran asociacin de estudiantes_. la BurschenscJwft, que, despus de haber organizar.Jo, en 1817, la fiesta de la Wartburg, adopt la iniciativa de reunir en 181 ~ en Jena, a los delegados de todas bs universidades ;,ilem~n:is. El Qinico mci~ente grave fue el asesinato-en marzo de J819-dc Kotz~bue,, p~rtod1sta que informaba al Zar sobre las tendencias del espn tu pubhco, En _Italia, reaparecieron amenazas, en Npoles, en julio de 1820: y, e? Tu:rn, en marzo de 182 L En ambos casos, el movimiento revoluc10nano agrup a _antigu?s oficiales del ercto napolenico y a miembros de las profesiones liberales. Al principio, se trat de obligar a los soberanos a aceptar un rgimen constitucional: pero la intencin velada era l~ de pr?yectar un programa nacional; los 'emisarios de la Carbonena napohtana trataron de despertar en los otros estados italianos un movimiento en favor de una federacin italiana. Santarosa Jefl! ?e los revolucionarios piamonteses, soaba con liberar del domini~ austriaco al _Lombar<lo-V:1eto; pero no eran ms que sueos. En Espana. el absolutismo de Fernando VII sucumbi, en febrero de 182?; un movimiento revolucionario, dirigido por la Junta de Ofi.ciales, impuso al rey un rgimen consttucionai. En julio de 1822, lo~ partidarios de la monarqua intentaron un golpe de fuerza; fracas~ron
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delante de Madrid, pero formaron un gobierno en el Nort~ de la pennsula, mientras que Fernando estaba, prcticamente, prisionero de los liberales, en su capital. Ninguno de estos movimientos r~volucion~rios afect al estatuto territoriai establecido por los trata~9s de 1~1"5: las fronteras no se discutan. pero el orden social y poltco vease amenazado. Todo ello fue motivo para confirmar la preoctiJ)acin, sentida por Alejandro I; a partir de oqubre de 1815. Deba adoptarse la solucin que el Zar haba preconizado, es decir, la interve.ndh conjunta en~ los asuntos interiores de los estados? . .. Los rusos haban intentado, de niiv, pltihtear esta cuestin en la Conferencia de Aquisgrn. El menior;.ndum. presentado por el Zar. en 8 de octubre de 1818, despus de in\iocr lis principios de la Santa Alianza, haba sugenclo el estab!Ccimien to .de una alianza general, que. "abierta a todos, sera la base de un sisterria ele garanta mutua de las actuales posesiones de las potencias contratantes". Garanta territorial? S, pero tambin garanta de los regmenes polticos; en una conversacin con Castlereagh, Alejandro I haba dicho, expresamente, que se trataba de proteger los tronos y de "reprimir las revoluciones". Pero el Gobierno ingls tena ahora que enfrentarse con una oposicin. En un memorndum de 19 de octubre, Castlereigh haba declarado, irnicamente, que los princ,pios del Pacto de la s'anta Alianza, si bien "podan ser considerados como la base del sistema europeo en el dominio de la conciencia poltica", no deban invocarse en las "obligaciones diplomticas ordinanas, que ligan a un estado con otro". Atribuir como finalidad a una alianza entre fas potencias. "apoyar contra toda violencia o ataque el estado de sucesin, de ,gobierno, de posesin, de todos los otros estados", era postular Ja existencia de uh gobierno supranaczonal, capaz de imponer a todos una ley de 1usttcia ! Cmo se podra soar con establecer tal gobierno? En cuanto a la extensin zmversal de la alianza, era, al decir de Castlereagh, una eventualidad que "siempre haba carecido de sentido p,rctico. y que no puede tenerlo nunca". Tnga'se pre sen te que Metternich haba' apreciado las ventajas que, para el mantem'miento del orden social y poltico, representara el plan ruso, y, en consecuencia. para la seguridad de los intereses austracos en Alemania y en Italia; tambin haba pensado que Alejandro expenmentara la "imposibilidad moral... de considerar fa extensin de sus ironteras" si su plan era aceptado. Y, 1 sin embargo, no haba apoyado la inicia t va rusa. Por qu? No solo p'r la presin de la poltica inglesa, sino, principalmente, porque le inquietaba ei proyecto de una alianza general. No podra el Zar conseguir que entrasen en tal alianza estados europeos medios, cuya presencia sera molesta para Austria 7 No soaba, desde el principio, con englobar a Espaa, de tal suerte que la garanta podra extenderse, con motivo de la cuestin de las colonias
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espaolas .. ms all del mbito europeo 7 ('l). No pretenda Alejandro mostrar. a\ mundo que la paz dependa solo de l. y tambin dejar establecida la preponderancia rusa en la poltica internacional? L.a sugestin del Zar ha_ba sido, pues, descartada por simple pret~nc1n. en la declaraczn frnal de la Conferencia de Aquisgrn. Solucin fc:l, ya que las molestias revolucionarias no se manifestaban an. Pero cuando estas amenazas pasaron a formar parte de la realidad inmediata, la proposicin rusa volvi a ser atendida; y, de hecho se aplic la po!~ica de intervencin. Por tres vees-en el Congreso' de Troppau (d1c1embre de 1820), en el de Laybach (enero de 1821 l y e1'. el de Verana. (v;rano de 1822)-las potencias se lanzaron por el camrno que haba 111d1cado el Zar, no obstante las reticencias de Gran Brctafia: accin contra la revolucin de Npolcs. en donde Austria fue encargada de una intervencin armada, en inters del orden europeo; decisin de restaurar en Espaa el poder ele Fernando VII. media~te una intervencin armada de Francia. Por qu Austria, que babia ~egado su apoyo, en Aquisgrn, al principio ele intervencin, lo fav?rec1a ahora 7 Por qu se asociaba Francia a aquella poltica? Por encima de las maniobras diplomticas, tales preguntas se imponen a nuestra atencin. El ca~1bio de opinin de Metternich se explica fcilmente. En la conferencia de Aquisgrn la poltica de intervencin se encuadraba en el plan d~ una alianza general, que haba parecido sospechosa. Pero, des.aparecida ;sta consideracin. ~ principio era aceptable. Y la revoluc11; de N~poles amenazaba d1rectamente los intereses austracos. Pod1a Austria abandonar al rey de las Dos Sicilias, que, por el tratado sec~~to de, 21 de junio de' 1815, le haba prometido no adoptar reforma polit1ca alguna con las instituciones monrquicas tradicionales? Tal abandono comprometera toda la influencia austraca en Italia. No es, pues. ~orprende?te que, en este caso. Metternich estimara indispensable n;curnr a una mtervencin armada. En principio, no obstante, estara bien dispuesto a hacerlo por propia iniciativa, sin invocar los intereses colectivos de Europa. En la poca en que comenz la revolucin napolitna, estaba a punto de ahogar los movimientos espordicos que se producan en Alemania. Se guard bien de mezclar en este asunto al conjunto de las potencias: en la Conferencia de ;Carlsbad haba establ~cido. mediante un acuer~o directo con Prusia y los prncipes alema,nes, las bases de la represin. En 1820, el Acta de Viena interpret? el pacto federal de tal suerte que la Dieta tendra, en lo sucesivo, el derecho de intervenir, en ciertos casos. en los asuntos interiores de los estados alemanes. Tambin el canciller austraco estara dispuesto a restablecer el orden por sus propios medios en la cuestin italiana: despus de haber tomado las precauciones de asegurarse de que ninguna de las otras potencias reconocera al gobierno napolitano
(l) Vase ms adelanlc, el Cap. V.
salido de la revolucin. Por qu0 someter la cuestin a un Congreso y dar as a los otros estados ocsin de eJCpresar sn punto de vista en la solucin de un asunto de inters primordial para Austria? Si, no obstante, el Gobierno austraco se vio obligado a aceptarlo as, fue porque el Zar aprovech la ocasin para volver a adoptar--e imponer-su plan de <intervencin colectiva: la poltica rusa se encarg de dar a este asunto su carcter europeo. , Quiere esto decir que Alejandro estuviera dominado por el deseo de hacer prevalecer los principios absolutists y que quisiese aparecer como el campen del orden? No, puesto que su primer cuidado en el Congreso de Laybach fue proponer que se concediese una constitucin liberal al reino de las Dos Sicilias, otorgando, con ello, una prima a los promotores de la revolucin napolitana. Lo que en el fondo deseaba era impedir a Austria que desarrollase libremente su accin en Italia. En su nimo, el mtodo del Congreso era un medio de p;.esi6n y de regateo, del que se serva para obtener una contrapartida en beneficio de los intereses rusos. De hecho, no tard en abandpnar sus primeras sugestiones y dejar las manos libres a Austria: le bastaba saber que Metternich, en correspondencia, se mostraba complacient en las cuestiones balcnicas (1). Asf. pues, Austria pudo realizar, bajo las apariencias de un mandato europeo que no le molestaba, la intervencin que por su propia iniciatv hubiera realizado con gusto. A finales de febrero de 1821, ei ejrcito austraco restableci6 en Npoles la autoridad absoluta de Fernando 1; y reprimi, en abril, la insurreccin liberal piamontesa oi peticin del rey sardo. Metternich, no el Zar, fue quien dirigi, efectivamente, la polftica de intervencin. En cuanto a la actitud francesa, estaba determinada por las circunstancias de la poltica interior. El Gobierno francs permaneca al margen de la cuestin italiana: sus representantes adoptaron una actitud muy reservada, tanto en Troppau como en Laybach. Tampoco plantearon la cuestin espaola. En estas dos ocasiones, Luis XVIII sigui el consejo de Decazes, el cual pensaba que no exist'.! inters en enfrentarse con la opinin liberal. Pero cuando, en octubre de 1821, los ultras alcanzaron el poder, con el ministerio Villele, en los medios gubernamentales se manifest el deseo de restallrar la pntencia poltica de Francia; este era el medio, si no de satisfacer los intereses generales del pas, que no sacaran de ello gran provecho, s las tendencias de una opinin pblica, vida de gloria, despus de lo; desastres y humillaciones de 1815. El nuevo ministerio concedi subsidios a Fernando VII, a partir de enero de 1822. S~ra preciso llegar a prestarle un apoyo armado 7 La prensa ultrarrealista y la mayora parlamentaria impulsaban a la intervencin a un Gol:Jierno cuyo jefe vacilaba ante el riesgo de comprometer a Francia en una cuestin dial1lica; y
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tema compromete. a Francia en una nu . . . . . movimento preten la basarse . . .... estton hnanc1era. Pero aquel f . umcamente en los int no en 1os principio : de la intervencin l, f C ereses ranceses, cuestin espaola nte el C co ec iva. uando se plante la 1 ' ongreso de Ve Gobierno francs a sus plenipot . . f rana as rnstrucciones del encianos ueron las de d . c1auva a 1guna, no s. ilictar n aceptar d no a optar mide .ccin de Franci.t, que no estab d~n mu11 ato, reservar la libertad tancias de las poten :ias de la S ta ~~mesta a hacer la guerra a insde la necesidad de una inte an. ~ C1~nza y deseaba ser nico juez . . . rvenc1on. 1erto es q d . m1ciat1vas personale de las b de Mathi' eu d e M ontmorencyue, espues . s un t o tomo . otro re pasaban as rnstrucciones recibidas , el a asque t so p por _pura nece:sidad S convirti el Gobier f . pee o. ero solo dno ra?ces e.n mandatuno de las potencias. ne resig l nicament la resistencia que el ( ;abinete i gl~ cuan ? se VIO ?bligado a ello, ante paa, para asegurarse . le que ll~ga~s 1oma a tal rntervencin en EsTambin hizo resaltar que ~scoge : e.l m~mento, no se vera aislado. d .. c r.a e mismo la fecha d l 1c1 n. uando, en ener) de 1823 Lu XV . e a experelaciones diplomticas ~an Es 's h. III ~nu?c1 la ruptura \le las tura adoptada por los t~es est~~~ dno l l~o s1qu1e~a alusin a Ja pos1 s e a anta Alianza. Su gran preocupacin fue que todo a empresa francesa. que asunto conservara el carcter de una En estas dos ocasiones las nicas . . tervencin. el desarrollo 'de i . en. qu~ se aplico la poltica de in. ' s1tuac1on mternaci l f . ona ue . analogo; . . , F rancia y Austria estaban dis puestas a o b rar por pro margen d e toda decisin colectiva. 1 .. p1a m1ciat1va, al a la iniciativa del Zar. no obsta' t a reun10n de un Co~greso se deba s1st en conceder un' mandat n e, su resultado efectivo nico cono europeo a las dos t preparaban a llevar a cabo la int ' . po encias que se La actitud de ambas fue determi er~enc1 n .srn esperar dicho mandato. El Gobierno austraco quera sal:~ a ~or mtereses, no po~ principios. El francs quera mostrar que e aguar ard su preponderancia en Italia. militar en Europa del qu r capalz . e volver a ocupar un rango z ar no obtuvo ventaja e se aprovec iana en ~ !' . directa al una. u ~ .1t1ca rntenor. El los que esperaba sacar partido e~ se' ui1:ro establec10 !''.ecedentes de En resumen: en lo que se d. g p~ra su poht1ca balcnica. 11 el principio de intervencin c~e~~i ama~ pol1t1ca d.e la Santa Ali unza. retumbantes no sirvi ms que d va, ~1 Ien fue afirmado en frmulas b D ' e mascara a maquiw . ras. urante todos aquellos con r l . . ac1ones o rnamocuestiqn de palabras; de hecho s~l~sos, e b mteres. europeo fue solo , canta an los mtereses part1culares d~ los estados.
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vencin, no se resign a aceptarla: el Gabinete ingls decidi tomar partido, resueltamente, contra los principios de la Santa Alianza. y formular aquellos en que se inspiraba. Su nota de 5 de mayo de 1820 seal una fecha en la evolucin del sistema europeo. La alianzi: entre las cuatro potencia$ . victoriosas. deca aquel memorndum, ha sido establecida para pner al ontinente al abrigo de las ambiciones francesas: y nunca ha tenido por objeto constituir. una "unin para el gol:ierno del mundo para la superior vigilancia de los asuntos interiores de los estados", Se trataba de "proteger a Europa contra un poder revolucionario de forma militar", y no de poner trabas al xito ele las ideas liberales. As, pues, el Gobierno ingls no poda asociarse a iniciativas que se separaban de los objetivos sealados en un principio. Tal era la exposicin del Gobierno britnico. Se trataba solamente de una dec/araci.n de principios? Castlereagh se neg a tomar partido,. respecto a la cuestin italiana, en los Congresos de Troppau y de Laybach, adonde envi solamente un observador; pero e]. 21 de febrero de 1821 ani.rnci en la Cmara de los Comunes que aceptaba una expedicin militar austraca, porque ln revolucin de Npoles se deba a irn pronunciamiento, mtodo detestable. Simulaba, pues, pensar que la defensa del liberalismo no estaba en litigio en tal ocasin. Pero no quera c:sociarse a una declaracin comn que. proporcionase un apoyo moral a la accin austraca. En resumen: aceptaba una poltica de intervencin, a condicin de que no fuese obra colectiva. Claro est que invocaba argumentos de cad.cter general: aplazar Ja decisin hasta un Congreso sera establecer una especie de Gobierno europeo, en manos ele un, Directorio de grandes potencias; destruir, por consiguiente, el concepto de soberana de los estados. Pero. en el fondo. buscaba un trmino mecE':." que le permitiera hacer fracasar la poltica rusa. sin incurrir en eI descon-
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~ro la nocin misma de la acci l . cho:por la actitud del Gobierno in n cEo ect1va fue puesta en entredi, ges. n octubre de 1815 . y en octub.re d e 1818, Castlereagh haba manifestad t10nes del Zar y a la idea de t . . o su res1stenc1a a las sugeslos estados. y haba impuest n ervenc1ond en. los asuntos interiores de cambio d ' . 0 su punto e vista. Y cuando, debido al e oprn1n de Austna y Francia, se aplic la poltica de nter-
tento de Austria. La actitud de Gran Bretaa era ms decidida en la cuestin espaola. El gabinete britnico se prnnunci contra toda intervencin, incluso en caso de que la decisin fuese tomada por Francia solamente. Obedeca ello a que, a la muerte de Castlereagh ocupaba el puesto de secretario de Negocios Extranjeros Canning, ms inclinado que su predecesor a favorecer un movimiento democrtico? S; pero tambin. indudablemente, debase a que la cuestin espaola era importante para el mantenimiento del statu qua en el Mediterrneo, y poda afectar asimismo al comercio ingls con Amrica del Sur: el mal humor manifestado por la opini1'm pblica no tena otro motivo. Tambin en este caso los principios/ servan para amparar los intereses. En 1823 se rompi,. definitivamente, la solidaridad proclamada ocho aos antes por las grandes potencias, y que, en apariencia por lo menos, se haba mantenido hasta entonces. Gran Bretaa desautoriz la poltica de intervencin, aunque, por el estado de sus fuerzas
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BL SIGLO
militare;;, no pudiera oponerse efectivamente a ella . caba mantener, pues, el concierto europeo en 1 mayor razn, las divergencias se manif:st=~~~to~ cont~nentales. Con en los asuntos mediterrneos e l . , e mo o ms claro. olas de Amrica (l). y n a cuestin de las colonias espa-
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CAPITULO IV
BIBLIOGRAFIA
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~~Je; ~esantJeuropasche11 Organisarfrm -l 20, Aarau. 1940.-E. KNUPTON: The. O ngi11s o[ tl1e Treaty H ol A llw11ce, en "History", septiembre 194 {, pgs, 132-139. _Sobre la poltica de la; g:andcs potencias, vanse las obras indicadas en la bibliografa del capitulo precedente; y tambin: R. P. DE BERTIER _DE SAUl'IGNy Un type d'ulrrarCY)aliste, Ferdi11and de Bertier et l'nigmc de la Co11grga110n, Pars, 948 __ G. GROSJEAN: La Po/it1.que tranger~ de la Restauraffon et l'Allt:magn~ Pars, .. 1910.-E. DEAU DE LoMENrE; La carn(re po/itl'q11e de Chateaubriand Pars, . 1929, 2 vols.-CH. POUTHAS' obra clada, pg. 4 l.
J.
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La. revolucin pans1ense de junio de 1830 y la cada de la dinasta, restaurada en 1814 por voluntad de los aliados, constituyeron la primera brecha en el estatuto establecido en 1815. En toda Europa los adversarios del mismo mirabn hacia Francia, a la que esperaban ver reemprender las tradiciones revolucionarias. Los primeros actos de Luis Felipe-bandera tricolor, evocacin de Jemrnapes--des~ta ron esa esperanza, que la poltica del Rey de /Os Franceses desmentira bien pronto. AJentaban, en gran parte del continente, los movimientos revolucionarios, en los que se asociaban las aspiraciones del liberalismo polftico y las del sentimiento nacional. Pero el alcance internacional de dichos movimientos .era muy diferente. Para comprenderlo es preciso tener en cuenta las fuerzas profundas que proporcionaban su fisonoma a cada uno de ellos.
l. LA CRISIS BELGA
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Los tratados de 1815 haban .constituido el .reino de los Pafses Bajos, que agrupaba, bajo la dinasta de fos Orang!!Nassau, las provincias belgas, con una poblacin de tres millones y. medio de habitantes, como "barrera" contra Francia. El rey Guillermo I debfa tratar de hacer convivir a poblaciones cuyas costumbres, tradiciones y religin eran diferentes, y cuyos destinos se haban separado, hada dos siglos. Presintieron las posibles dificultades los diplomticos del Congreso de Viena? Indudablemente, no. Talleyrand haba dicho, en 1815: "No existen belgas, sino valones y flamencos", opinin que era entonces la corriente y que pareca confirmada por la diferencia entre las lenguas y la estructura social de los grupos. Y el reino de los Pases Bajos se hundi, en 1830, bajo el impulso de los belgas, que obtuvieron su independencia. . Cules fueron las causas de este movimiento revolucionario? Cmo se unieron flamencos y valones contra los holandeses? En esta crisis, de alcance internacional, debe verse la formacin de un sentimiento nacional belga. Mviles religiosos? Los catlicos y los calvinistas haban permanecido separados desde el siglo XVI. El gobierno holands haba prometido respetar la libertad de cultos; y mantuvo su promesa. Pero en Flandes, donde los sentimientos catlicos eran slidos y la influen51
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la subo.rdinacin a un gobierno protestante desdesconfianza. No as en Valonia, donde Ja mayona de la burguesa se inclinaba a un.1 actitud anticlerical. Tal mvil era, pues, menos poderoso all. Mviles poHti'cos? El gobierno d, Guillermo I quera asegurar l~ prepondera~cta de los holandeses en el Estado, a pesar de su infenondad numer_1ca. ~~1 ley elector~] fue redactalla . de tal manera que :a mitad de los ~s~anos se reservo a las CJrcunscnpciones holandesas, Y los puestos pubhcos eran, en sus cuatro quintas partes. ocupados por los holandeses .. Flamencos y valones estaban acordes en quejarse de. aquel acaparamtent~; y reclamaban una representacin parlamentan~ proporc10nal al numero de habitantes. Cmo podra el rev cons~nttrlo sm provocar el ap/astmnzento de los holandeses? Tal 'oposic1?. se hallaba de acuerdo no solo con los principios del lib.:ralismo pohttco en general, sino tambin con el derecho de flamencos y valones a no quedar relegados a un papel secundario en el Estado. Se d,esa:roll, sobre todo, ~n el pas. valn, de nu!Jlerosa y activa burguesia ltberal, y ms sensible a la mfluencia de las ideas de 1789. por ser de lengua y cultura francesas. La ~lia:iza entre l~ sorda oposicin del clero flamenco y ia protesta pubhca de los, l~berales valones, no pareca fcil, sin embargo, debido a que_ est~s ultimas_ eran anticlericales. Sobre todo, la cuestin escolar constlt~yo .un obstaculo desde mucho tiempo atrs; los libera~es eran part1dartos de concede( al Estado el monopolio de la ensenanza, lo cual no poda ser aceptado por el clero catlico. Hasta 1_828 no se ate~uaron estas divergencias: una generacin de venes liberales. ~el ya1s valn acept subordinar sus preferencias religiosas a sus re1v~nd1cac1ones polfticas; en Flandes, una parte del clero cathco se .:1ent,_ bajo la influencia de las ideas de Lamennais, hacia el l.tohc1smo liberal. En consecuencia, se hizo posible el acuerdo entre liberales y catlicos. Aquello era el unionismo. En Jo sucesivo l?s dos grupos tendran un programa comn: libertad de enseanza.' libertad de prensa; reforma electoral, para establecer un rgimen ver~ d~~eramente representativo. Esto suceda en el mismo momento-11 de diciembre de 1829--en que el rey Guillermo reafirmaba. en su mensae, sus derechos de soberano. . LQu p~rte hay que conceder a las. c.~estiones ec.onmicas y soc1al~s ~n e1 desarrollo de aquella opos1c10n? El progreso industrial hab1a sido una de la; grandes preocupaciones de la poltica real (l); pero tal modermwcwn de la produccin habfa sido, sobre todo, obra de )os belgas; y en ella apenas haban participado los holandeses. La burguesa, aunque principal beneficiaria del -esfuerzo, estaba lejos de agra?ecrse_lo _al poder :e?!. _Por el contrario, su papel en la vida econmica le mcttaba a re1v111d1car una parte ms activa en la vida
(1) Vanse pgs. 15 y 16.
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poltica. aunque solo fuese para asegurar mejor la protecc?n de sus intereses materiales. En Valonia. los industnales. que habian temdo que hacer frente a la competencia inglesa, s~ quejaban del rgimen aduanero de los Pases Bajos; y deseaban disponer de medios para ejercer influencia sobre esta legislad()n adua_n_e'. En dichos _c~cu_los, pues, la situacin econmica era tal; qu~ .1111pulsab~ _las re1vmd1c,aciones del liberalismo poltico y la oposicin al reg1men holandes. Este mpu)so se hiio ms potente en ~a primavera _de l~~O, en c':1~ poca la industria textil de Lieja, Verviers y Tournat s~fno una ~nsis de superproduccin. Pero otra par~~ . de esta burgues1a fav?r~c1a el statu quo; en Amberes, los comerciantes deseaban que subs1st_1ese la unin de las provincias belgas a Holand~, ya que aseg.uraba la libertad de trfico en las bocas del Escalda; en Gante, los efes de empresa se mostraban reacios a correr el riesgo. de pei'der el mercado ~olands y, sobre todo, el de las colonias holandeses. No hay que olvidar que el hombre de negocios belga ms emprendedor y poderoso, Joh,n Cockerill. era, desde 1823, asociado del gobierno real. que le ~a~1a permitido manejar enormes capitales mediante el_ apo.yo de~ cred1to del Estado. Atribuir, pues, a los crculos de negoc10s un~ actitud un.1forme, sera excesivo; en muchos casos. no deseaban Ja 111.~epend~ncia del pas belga. sino nicamente un rgimen ?e separacton _poli t1ca. administrativa y financiera, que, dentro del cuadro de la ~.1111n personal. dejase subsistente la soberana del rey de los P~1ses Ba1os, salvaguardando as la unidad econmica de los terntonos belga Y holands. Pero los obreros de la industna moderna y los art~sanos estaban quejosos. dado que, entr~ 1824 y 1830, los precios habian expenmentado un alza sensible, mientras que Jos salanos no aument?ron. Y los campesinos padecan a causa de las malas cosechas. En c?nunto, pues. la situacin social provocaba malestar, y de ello. s~ hacia respons~ble al gobierno. Sin embargo, el movimiento de opos1cwn-aunque tuviese un carcter naczonal, pues tenda a levantar a los bel~as. contra los holandeses-no adquiri carcter revolucionara hasta ul!o de 1830. Los acontecimientos de ulio en Francia abrieron nuevas perspectivas. Pero la revolucin no se desencaden ,de un solo golpe; las revueltas de Bruselas de 25 de agosto de 1830, que obligaron a la guarnicin holandesa a retirarse, no eran todava, en su origen, ms que una manifestacin de protesta social. Pero desde e~ momento. e1~ que ia burguesa, al principio reticente, torn la direcc1on del movu'.11ento. se habl ya de reivindicaciones polticas. An no se. trataba s1110 de obtener una separacin administrativa1 y parlamentana entre las provincias belgas y holandesas. Hasta qte el rey rehus acceder a tal separacin y dio orde", a sus tropas de que ocup?sen de nuevo a Bruselas. no se entabl verdaderamente la lucha. Las 1ornadas del 23 al 26 de septiembre. en que las tropas holandesas se_ enfrentaron_ con. la resistencia armada y hubiernn de replegarse. senalaron la v1ctona de los
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revolucion:nfos. La liberacin nacional se convirti en el objetivo. L;i formacin de un gobierno provisional /Jelga fue anuncio de la declaracin de independencia, que se hizo efectiva el 4 de octubre. Una asamblea constituyente decidi, el 22 de noviembre de 1830, que el nuevo estado sera una monarqua constitucional. [Sera reconocida la independencia por las potencias que haban juzgado necesario crear el reino de los Pases Bajos? La crisis tom un carcter internacional, a finales de septiembre de 1830. cuando Guillermo I se dirigi a Prusia, Rusia, Austria y Gran Bretaa solicitando su ayuda armada para reprimir la rebelin de los belgas. Las respuestas de los gobiernos ruso y prusiano fueron, en principio, favorables. El zar Nicols I declar que estaba dispuesto a enviar contra Jos belgas un ejrcito de 60 000 hombres (1 de octubre), y el rey de Prusia, que haba empezado a movilizar a fines de agosto, pareca presto a actuar. Pero uno y otro subordinaban su intervencin a una accin colectiva de las potencias que, en 1815, se haban comprometido a "mantener el reino de los Pases Bajos". Y Metternich, aunque favorable a una poltica de intervencin, no deseaba comprometer las fuerzas austracas a tan gran distancia, porque se hallaba inquieto ante la situacin itliana. El 20 de octubre prometi solamente un apoyo moral, dejando la actuacin efecti".' a las potencias vecinas de los Pases Bajos. En consecuencia, no se produjo la solidaridad de las potencias continentales. Prusia y Rusia no quisieron comprometerse solas, porque saban que su intervencin armada provocara indudablemente una intervencin francesa en beneficio de los belgas. Y en Pars, Luis Felipe, por muy pacfico que fuese, tanto por inclinacin pe.rsonal como por conciencia del peligro, se vea obligado a prestar ofdos a la opinin pblica, que era favorable a la revolucin belga y. que vea en la disgregacin de aquel reino de los Pases Bajos formado contra Francia una sq.tisfacci6n para el amor propo de los vencidos de 1815. La revolucin belga pareca incluso ofrecer la ocasin de un desquite a ciertos crculos polticos de izquierda, siempre que el nuevo estado quisiera volver -a unirse a Francia, como en la poca de la Revolucin y del Imperio. Pero la masa de los patriotas belgas no pensaba en semejante cosa. El clero catlico era hostil, y en los mbitos de negocios solo los inoustriales de Lieja, de Verviers y de Mons eran favorables, porque qeseaban tener acceso al mercado francs. No obstante, ciertos agenfes del gobierno provisional de Bruselas dieron a entender que, caso de verse la independencia amenazada por una intervencin rusoprusiana, Blgica podra echarse en brazos de Francia. Luis Felipe no crea posible esta aproximacin, que consideraba inaceptable, no solo para las potencias continentales, sino tambin para Gran Bretaa; sin embargo, tampoco poda permitir el aplastamiento de los belgas, ya que la mayora de la opinin vea en aquel asunto una cuestin de dignidad nacional. Asf. a fines de agosto, el Gobierno francs se declar
en favor de una wltica de 110 i11terve11cin. Francia no ayudara al levantamiento belga, a condicin de que ninguna otra potencia apoyase al rey de los Pases Bajos. Pero si los prusianos .entraban en Blgica ---declar Luis Felipe-, "es la guerra, y no lo consentiremos". Conseguira tal declaracin paralizar las vel~idades ruso-prusianas? Los gobiernos de los dos bandos vigilaban la actitud de la Gran Bretaa. En 1815, el gabinete ingls haba querid~ consolidar el. estatuto regulador del rgimen de las bocas del. Rin y pel Esca~da. ~Acaso iba ahora a abandonarlo? No era necesario parafla segundad inglesa el mantenimiento de la barrera? La opinin pblica britnica se mostraba pacfica, sin embargo. Y el Gabinete no pensaba en una intervencin armada en beneficio de los Pases Bajos. Cierto era que no podra admitir la anexip de territorios belgas a Francia, pues la cuestin de Amberes segua siendo fundamental. Pero poda consentir en la existencia de una Blgica independiente si tal independencia fuese fl.l. Era necesario tambin evitar una intervencin armada de Rusia y Prusia, que provocara una respuesta francesa_ Victoria francesa o victoria rusa, ninguna de las dos resultara deseable para Inglaterra. La poltica del gabinete ingls y la de Luis Felipe podan, :r:ues, considerarse conjuntamente, .en vistas de un arreglo de la cuestin belga mediante las negociaciones de las grandes potencias. El factotum de este acuerdo fue Talleyrand-nombrado embajador en Londres-en sus conversaciones con Wellington de fines de septiembre; pero la lnea de conducta era .Ja que haba trazado LiS Felipe. El 3 de octubre de 1830 el gobierno ingls sugiri la reunin de una conferencia internacional. . En esta decisin, que hada presagiar un arregl~ padfi~o, la a~titud de Gran Bretaa fue, pues, decisiva. No habra sido posible la mtervencin en favor del rev de los Pases Bajos si el Gabinete ingls no hubiera moderado la potica de Rusia y la de Prusia?. Y si a9uel biera tomado parte en tal intervencin, cul habra sido la s1tuac1n de Francia frente a una reconstitucin de la coalicin de 18157 ~ero no deseaba una gran guerra, a la cual Luis Felipe se vera empu1ado en caso semejante. El movimiento de la opinin p~lica francesa f~e, en consecuencia, el que hizo que Wellington propusiera una negociacin general. . Por el protocolo de 20 de noviembre de 1830 Ja~ .potencias n~cono cieron la independencia del estado belga. La opos1c1n de Rusia fue paralizada en tal momento por la insurreccin polaca_ No obstant~, la cuestin continu provocando dificultades, sobre todo entre Francia e Inglaterra, respecto a los lfmites del nuevo :stado Y a su estatuto internacional. Dichas dificultades estaban relac1onada.s con las circunstancias de la poltica intuior francesa .. donde el Partido del (Vfov1mumto se mantuvo en el poder hasta fehrero de 1831, y tambin con la llegada de Palmerston al Foreign Oflicc: . . . Las deliberaciones de la conferencia mternac1onal estuvieron do-
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minadas, en gran medida, por: la poltica inglesa. El l de enero de 1831 decidi aquella que el nuevo estado belga sera neutral a perpetuidad Y que las potencias signatarias garantizaran tal condicin. Era una precaucin de Cran Bretaa contra Francia, pero tambin un medio ~e _tranquil!zar. ;;J rey de Jos Pases Bajos. El 27 de febrero fij los h~1t~s terntonaies d~l Estado, al que no se incorporaban Luxemburgo ni L1mburgo .. J?etermm? en fin, las condiciones de eleccin del rey en~r~ las fam~lrns no reman tes en las grandes potencias: precaucin ad1c1oll:al destmada a impedir la candidatura de un prncipe francs. El gobierno de Francia no opuso objecin alguna o se limit a ofrecer una resistencia for_m_al: tal era la poltica de_ Luis Felipe y de Talleyrand, aunque el_ mm~st~o de Negoc10s E~traneros del gal:nete Laffitte ~l general Sebastiam-trat de evadirse del cuadro sealado por e1 rey. Si duranre algn tiempo la aplicacin de estas decisiones result comprometida, foe_ porq~7 la Asamblea Constituyente belga no acept 1?~ lfmites terntonales f1ados por las potencias, amenazando con solicitar la ayuda_ francesa para obtener su revisin. Crea que aquella le sera concedida-no obstante las resoluciones de la Conferencias_i eligiera por rey al duque de Nemours, uno de los hijos de Luis Felipe. El 3 de febrero de 1831 se efectu la eleccin. Ciertamente, los efes del Partdo francs saban que Luis Felipe no favorecera una soluc1ll: que, ~l abrir el camino de una futura anexin de Blgica a Fran~1a, reavivase los temores de Inglaterra; -pero esperaban que el Partido del Movimiento le podra obligar a ello ante el hecho consufl'.ado. Pero ello era desconocer tanto la firmeza inglesa como la decidid.a voluntad de Luis Felipe de evitar un conflicto franco-ingls. La acutud del gab~n~te ingls fue categrica: "Pensamos con disgusto en la guerra--escnb1 Palmerston al embajador de Gran Bretaa en Par~-; pero s alguna vez tenemos que realizar tal esfuerzo, la ocasin actual es legtima: estimamos que no podemos aceptar la subida del duque de Nemours al trono belga sn peligro para nuestra seguridad v ,nues~ro honor." No ces de repetir esta advertencia. "No podemo~ const?~rar cosa_ de poca importancia la cuestin belga ... " "No podemos perm1tlf la umon ~on Francia, que dara a, esta una potencia pdigrosa p~;_ nuestra segundad. Sabemos que tendnamos que combatir a Francia despus de tal unin; haremos, pues, mejor si nos batimos antes." El 17 de febrero de 1831 Luis Felipe rehus la corona en nombre de su hjjo. Separ del poder al ministerio Laffite y llam ~ l a Casimrc Perier. Aunque la crisis se prolong an algn tiempo y Jos medios pa~lamentarios franceses fueron objeto de violentas turbaciones, la solucin de prudencia termin por imponerse. El Partido rancJ se desmoron en Blgica. La tentativa de ciertos medios burgueses y aristocrticos, que consideraban entonces ia posibilidad de ofrecer la corona belga al prncipe de Orange, hijo del rey de los Pases Bajos, se enfrent con la resistencia del clero y de la masa de la poblacin. El
4 de iunio de 1831 el Congreso nacional se decidi a llamar al trono a Leopoldo de Sajonia-Coburgo. La poltica inglesa triunf, y el asunto pareca solventado. Era necesario, sin embargo, contar con el rey de los Pases Bajos, que no aceptaba las decisiones de la conferencia internacional, e intent el 1 de agosto de 1831 un 'sfderzo de reconquista. Pero no logr deshacer el acuerdo de las grandes ptencias. Cuando, respondiendo al llamarqiento del rey de. los belgas, Luis Felipe envi un cuerpo expedicionario contra Jos holaideses y salv en algunos das la independencia de Blgica, se presentaba conii ejecutor de las decisiones internacionales, y el gobierno ingls no se opuso a ello. El ms claro resultado de la aventura fue que el reino de Blgica obtuvo-por el protocolo, de vei_nticuatro artculos; ,de 14 de octubre de 1831-una parte de Luxemburgo (la regin d~ Arn) y otra de Limburgo. Habra, sin duda, que esperar- an mucho tiempo hasta que el rey de los Pases Bajos se resignase; no evacu Amberes sino ante una intervencin armada franco-inglesa (octubre de 1832) y se neg a firmar el tratado de veinticuatro artclos. Hasta 1839 no prest su asentimiento al arreglo de la cuestin belga. En dicho ao, pues, el estatuto internacional de Blgica obtuvo su forma jurdica. Pero se trataba solo de incidentes secundarios. Lo i{Ilportante era que aquel primer ataque al estatuto territorial de 1815 hubiera podido resolverse pacficamente. El gabinete ingls fue realista, renunciando a la concesin de una /;arrera contra Francia y aceptando la independencia belga bajo la garanta de neutralidad. Las potencias continentales tampoco hicieron un serio esfuerzo para establecer un concierto. Pero, sobre todo, Luis Felipe no quiso ceder a las splicas de la opinin pblica, aprovech!ndo la ocasin para modificar los tratados de 1815. De esta forma se lleg a una solucin de compromiso que perdur, no obstante la creencia en contrario de los gobiernos de la poca. Y aquel compromiso se convirti, a fin de cuentas, en motivo de una aproximacin franco-inglesa.
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LA INSUTIHECCION POLACA
En la Polonia rusa, que en 1815 haba recibido un estatuto liberal. el dominio del Zar se ejerca en condiciones. particulares: la Constitucin concedida por Alejandro I haba prometido que los empleos administrativos se reservarnn a los polacos y que la legislacin sera dictada por una Dieta elegida por sufragio censitaro; haba garantizado la libertad ini4iv1dual, la de p1/nsa y la del culto catlico; no haba impuesto a los jvenes el servicio militar en el ejrcito ruso, y haba previsto la organizacin de un ejrcito polaco mandado por oficiales tambin polacos. El Zar haba, sin duda, tomado precauciones, reservando a su representante, el virrey, la iniciativa ele las leyes, restnngiendo al mximo los poderes presupuestarios de la Dieta y
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colocando un general ruso al frente del ejrcito polaco. Tambin, indudablemente, haba violado, despus de 1820, ;lgunos de sus compromisos y establecido la censura de prensa. El rgimen poltico a que estab~ sometida la poblacin de la Polona rusa era, sin embargo, mucho mas favorable que el de las otras poblaciones del Imperio. Por qu protestaba y por qu tal protesta llev a la msurreccin de 1830? Ni las causas econmicas ni las sociales o religiosas parecen haber desempeado un importante papel en los origcnes del movimiento. Los ca.mpes.inos--que, no obstante, habran tenido muchas razones para re1v111d1car u.na reforma del rgimen agrario-permaneclan pasivos, y sus adversanos.-:-en el plano social-eran los grandes propietarios polacos: el domm10 ruso no agravaba su situacin. Los comerciantes habran .podido tener inters en sustraerse al rgimen aduanero del Imperio ruso, pr_oteccionista en ext~emo; pero nada hace suponer que, en efecto, expenmentaran tal deseo. El clero catlico no tena motivo para quejarse de la condicin en que le haba dejado la Constitucin de 1815, la cual respetaba la .libertad de conciencia y la de cultos. La nica causa del movimiento fue, pues, el deseo de recobrar la independencia; la conciencia nacional y el patriotismo polaco no podan acreptar el dominio extranjero. No se trataba, sin embargo, de un movimiento de masas. Los partidarios de Ja insurreccin no formaban sino una minora. reclutada entre los miembros de la nobleza media o de la burguesa intelectual. constituida, lo ms frecuentemente, con jvenes infuidos por e! romanticismo y las ideas liberales de la Europa occidental. Contaban con medios de .accin, por formar Jos cuadros subalternos del ejrcito polaco; i:ero'. salvo r?ras excepciones, no tenan el apoyo de los grandes prop1etanos terntonales, del alto clero ni de la alta burguesa. que, ms conscientes de las dificultades de la empresa. solicitaban uncamente del gobierno ruso el respeto de la Constitucin de 1815. Ni. siq~iera posean los revolucionarios un programa comn para el po~vemr. Los intelectuales demcratas, cuyo iefe era Joaqun Lelewel, sonaban con el establecimiento del sufragio universal y con una reforma agraria .que pudiera proporcionar al movimiento el apoyo de las masas campesmas; pero la parte de la nobleza partida na de la independencia no estaba dispuesta a abandonar su preponderancia social. A gesar de su inferioridad numrica, los jefes del movimiento crean ;poder triunfar mediante un golpe de audacia. Pensaban eliminar po.r l~ fuerza al virrey y a las autoridades rusas de Varsovia, y sustt~1rlos por un gobierno polaco capaz de actuar inmeditamente por d1sp01H~~ de una ~d.ministraci.~ y de un. ercito. Estimaban que su formac1on conseguma la adhes1on de los timoratos v ele los vacilantes. Cuando el Zar, pensando en una intervencin en - la cuestin belga, puso en pie de guerra al ejrcito polaco, la ocasin pareci favorable. AJ principio el plan se ejecut sin grandes dificultades: la insurreccin de 21 de noviembre de 1830 expuls al virrey, que ni siquiera intent
resistir. Sin embargo, cuando se constituy, el l de diciembr.e, el gobierno provisional-en el que los jefes de la insurreccin estaban asociados a elementos moderados-, vacil antes de comprometerse en una aventura peligrosa y, en lugar de reivindicar pur y simplemente la independencia, trat de negociar y obtener la aplicacin ntegra y efectiva de, Ja Constitucin de 1815, as como la uni~n a la Polonia autnoma de los territorios que an~s de 1722 haban pertenecido al estado polaco. Unicamente despus de la negativa del Zar, la Dieta lanz, en 25 de enero de 1831, una declaracin de indepehdenca. Con qu oportunidades de xito contaba 7 Contra el ejrcito ruso de Diebitsch (100 000 hombres. a principios de febrero, que pronto se incrementaran hasta 170 000), el ejrcito polaco solo poda poner en lnea 80 000 como mximo, y su comandante en jefe, no creyendo en la victoria, nicamente. pensaba en salvar el honor. La sola esperanza era Ja ayuda que pudiesen prestar a la insurreccin los movimien~os revolucionarios de Europa. La Dieta crey indudable que el Zar, preocupado por el papel que Rusia pudiera desempear en las cuestiones belga e itali~na, vacilara en emplea:se a fo~.do contra los P:lacos. Esperaba an ms: daba por seguro qe; en la lucha de la hbertac;l contra el despotismo", recibira ella la ayuda de los pueblos extranjeros. ' En realidad, la situacin europea no hizo ms que retardar un poco la campaa rusa de reconquist;i. Durante las primeras semanas, el Zar estim que "de un momento a otro todo puede arder en Europa"; como si esperase que los asuntos italianos (1) originaran una guerra entre Austria y Francia, quiso reservarse los medios de intervenir en un conflicto europeo y recomend que las operaciones en Polonia se realizasen "sin demasiada efusin de sangre". Pero a fines de abril -tres meses despus del comienzo de las operaciones-se decidi a emplear sus tropas escogidas: la Guardia Imperial. A partir de entonces, el destino de la insurreccin polaca estaba previsto, a menos que se produjese una inte.rvencin extranjera. Pero de dnde procedera esta? Prusia y Austria; que tenan provincias polacas, no podan desear el triunfo del movimiento; a comienzos de 1833, cerraron sus fronteras de Posnania y Galitzia para impedir que s~s habitantes suministraran armas y voluntarios a los polacos de Rusia. En vano el gobi"rno nacional polaco solicit el apoyo .,mi~itar de Turqua. La ~pi nin pblica inglesa era favorable al mov1m1ento polaco, porque iba en contra de Rusia; pero el Gobierno se mostraba ms reticente, pensando que el xito de aquel serla beneficioso para la influencia francesa. Palmerston no deseaba arriesgarse a ver la formacin de "una provincia francesa a orillas del Vfstula~'; tam~oco des.eaba el debilitamiento de Rusia, a la que Gran Bretana podrta necesitar para monte( 1) Vb>c m~s adelante. p~g. 61
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ner el arden en el continente en el caso de que la influencia de los mtJdios polticos de izquierda triunfaran en Francia. Y Francja? En ella depositaban su esperanza ios patriotas polacos. Pero el Gobierno francs-el Partido lel Mov11mento estaba en el poder-seal claramente, a partir del otoo de 1830, los lmites de sus intenciones: deseaba que los estados no interviniesen--contra las revueltas revolucionarias-ms all de sus fronteras; si este principio de no intervencin no era respetado, no se opondra a la accin de las otras potencias sino en las regiones vecinas de Francia. As lo declar Sbastiani al Cuerpo diplomtico el 2 de diciembre de 1830. No se producira, pues, la intervencin armada en favor de los polacos. De ello fue informado, en enero de 1831, el gobierno provisional polaco. Y el gobierno francs estudi nicamente-para dar satisfaccin a la opinin de izquierda-una accin diplomtica con objeto de dar al Zar consejos de moderacin, que resultaron intiies. "No deseamos -dijo este-ni intervencin ni buenos oficios en los asuntos polacos, que no interesan a nadie ms que a nosotros." En julio de 1831, cuando el ejrcito ruso se aproximaba a Varsoyia, la Cmara de Diputados se limit a un gesto anodino ante la mocin de Odiln BaHot, que solicitaba una intervencin militar:, el voto de una expresin de simpata. Los polacos quedaron solos. Antes de desaparecer, el gobierno provisional atribuy su derr.ota a las potencias occidentales. "Ya no contamos con la ayuda de las potencias que han podido y no han querido. que pueden todava y no quieren 'Salvarnos. La supuesta simpata que Francia e Inglaterra nos han mostrado ser la causante de nuestra ruina." Los jefes de la insurreccin polaca no queran acordarse de que haban proclamado la independencia sin haber obtenido de Pars o Londres ninguna promesa ni el menor aliento. q. No obstante la abstencin de ias potencias y el fracaso final (las tropas rusas se apoderaron de Varsovia el 7 de septiembre de 1831), esta cnsis polaca fue un acontecimiento de gran alcance en las relaciones internacionales. Su resultado inmediato consisti en paralizar la poltica exterior del Zar en 1831; sin ella. la cuestin belga podra haber tomado otro aspecto. Pero sus consecuencias a largo plazo no fueron menos importantes para Rusia y para Europa. El Zar se inquietaba de contnuo ante el pensamiento de una nueva insurrecc-n. Y aunque suprimi la Constitucin de 1815, someti sus territorios polacos a los rigores del rgimen Paskzevztch, ejerci represalias contra la iiobleza y trat de impedir, mediante el cierre de las umversidades d Varsovia y de Vilna, la formacin de una clase intelectual. viose obligado en todas las horas difciles de su poltica exterior l contar en lo sucesivo con un posible despertar del movimiento nacional polaco. La presencia en los estados de la Europa central y occidental de miles de emigrados polticos polacos era tambin un factor nuevo en las relaciones internacionales. Sin duda, tal emigracin fue tan hetc-
rognea como lo haba sido la de los grupos revolucionarios de 1831; entre los B/micos. cuyo cuartel general. estaba en Pars, con el prncipe Adam Czartoryski. y' los Rojos, cuyo jefe, Lelewel, estableci en Versalles su centro de accin-que despus traslad a Poitiers-, las disensiones eran speras. Sin embargo, ambos grupos-cuyos miembros estaban repartidos por Francia, .Jnglat~ria y los estados alemanes del Sur-ejercan por diferentes medios una accin nada despreciable. Los Blancos :enlizaban un gran esfuerzo de propaganda para interesar a opinin pblica en la causa polaca; obtniehdo, especialmente en Francia, algunos xitos. Los Roas contaban entre sus afiliados a buen nmero de jvenes que haban servido corno oficiales durante la guerra de 1831, dispuestos siempre a torit arte en un levantamiento. La presencia en los e~tados de la Europa central de aquella mano de obra revolucionaria, disponible para:. golpe de mano, era' una circunstancia favorable para ios adversarios del statu quo.
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Las repercusiones de la revolucin parisiense de julic de i830 tu vieron distinto alcance en Italia y en la Confederacin germnica que en Blgica y en Polorna. Antes de 1830, la oposicin al rgimen estabecido en os estados italianos (J) habase dirigido, sobre todo, contra la forma absolutista de los gobiernos y fue obra de las soeiedades secretas, la ms activa de las cuales era la de los carbonari. Aunque el deseo sentido por alguno de aquellos revolucionarios era que el movimiento liberal que represerttaban fuese al propio tiempo nacional; Ja verdad es que rara vez Jo daban a entender. Cuando la revolucin francesa de 1830 vino a dar un aliento a tal oposicin. la insurrecc'n que estall en febrero de 1831 en la Romaa fue un movimiento liberal dirigido contra los mtodos de la administracin pontificia. Y se extendi a los ducados de Mdena v P~uma con el mismo carcter: un esfuerzo para abatir el absolutisn~o de .Jos prncipes. Unicamente algunos de los jefes del movimiento tenan objetivos de mayor alcance: establecer un lazo federal entre los estados italianos. El asunto tom carcter internaional por la intervencin de Austria. En 1831, Mettei.llch dese desarticular el movimiento revolucionario en el estado pontificio. como lo haba hecho diez aos antes en el reino de las Dos Sicilias. Las razones que le impulsaban a ello eran las mismas: estimaba que la exist'ncia de regmenes absolutistas en los estados italianos resultaba beneficiosa para los intereses austracos y necesaria parn que continuara su preponderancia; quiz deseaba tambin, al conceder su ayuda armada al poder temporal del Papa,
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asegurarst- una influencia en la polftica espiritual de la Santa Sede. Aquella iniciativa inquiet al gobierno francs, que quera opo'ner un contrapeso a la influencia austraca en la pennsula. Amenazando con Ja intervencin obtuvo la promesa-que fue cumplida-de que las tropas austracas sera retiradas una vez se restableciese el orden. Pero seis meses ms tarde se reprodujo la insurreccin y las tropas austracas volvieron a ocupar Bolonia. Esta vez, el gobierno francs-el de Casimiro Perier, que sustituy a los jefes del Parlldo del Movimiento-hizo desembarcar en Ancona un cuerpo expedicionario (22 de febrer"o de 1832) y anunci su intencin de mantener la ocupacin mientras durase la austraca. Luis Felipe consider esta decisin imprudente y culp de ligereza a sus ministros; sin embargo, careci de consecuencias, porque Metternich no reaccion. Pero la intervencin francesa hizo concebir a los elementos revolucionarios italianos la esperanza de un apoyo exterior y anim a los ccnbonari a la ampliacin de los objetivos del movimiento: en lugar de limitarse a tratar de acabar con los regmenes polfticos absolutistas, soaban ya con provocar, en toda la pennsula, una gran insurreccin. para conseguir la expulsin de los austracos y la fusin de los estados italianos en. un solo cuerpo de nacin. Qu oportunidades tenan de conseguirlo? La ayuda de alguno de los soberanos italianos? Los de los dos nicos estados que posean un ejrcito y no se encontraban bajo el dominio directo de Austria (las Dos Sicilias y Piamonte-Cerdea), desearan, ciertarrlente, poder eliminar de la pennsula la influencia austraca. Fernando II, que acababa de advenir al trono, en 1830, quisiera asegurarse la independencia de su polftica exterior; en Turn, el nuevo rey, Carlos Alberto-segn las conversaciones que mantena con quienes le rodeaban-, deseaba la liberacin de Italia, e incluso quiz soase con la formacin de la unidad. Pero. deseosos, sobre todo, de no c.omprometer su autoridad real, aquellos dos sob~ranos teman los movimientos liberales. Cogidos entre dos fuegos, no vacilaron en sacrificar sus anhelos de independencia a sus intereses dinsticos. El concurso activo de Francia 7 Al decidir el desembarco de Ancona, el gobierno francs intentaba solamente destruir la influencia austraca en el estado pontificio y se declar dispuesto, siguiendo la misma Hnea de conducta, a apoyar al estado sardo, s Austria se decidiese' a una intervencin armada en el Piamonte. Pero su intencin no f!~ favorecer un movimiento de independencia italiano, que le compro'metera en una gran aventura. Por otra parte, su intervencin se enfrentara con la resistencia del ejrcito sardo, que dominaba los puertos alpinos. Carlos Alberto, gue en su Diario ntimo expone su ira contra Austria, temfa an ms la presencia de las tropas francesas en Ancona, que alentaba a los revolucionarios. Cuando se enter, gracias a una informacin secreta, de las intenciones de los carbonan, expres en seguida su voluntad de resistencia: "Lo que es cierto--es-
cribe en su Diario--es que, mientras yo aliente, n h abr concesin alguna; obrar de modo tal que el partido liberal desaparezca entre nosotros." Para garantizarse contra el peligro franc~s--pues estaba convencido de que la secta era apoyada por Francia-:-acept sol,icitar la alianza austraca y firmar un tratado secreto que prevefa, para caso de ag1esin francesa, una accin conjunta de las fuerzas militares. Carlos Alberto estimaba "muy honorable y ventajoso" este tratado, pues las fuerzas austrosardas seran colocadas bajo su mando. No hubo en ello, indudablemente, ms que una alianza de circunstancias: en el (ando, el rey sardo segua siendo enemigo de Austria, pero atenda n Jo rris urgente. "E;l tiempo de demostrrnoslo no ha llegado todava." En Alemania las repercusiones de la revolucin francesa de julio de 1830 fueron, al principio, menos sensibles que en Italia. Los movimientos liberales de Sajonia, de Brunswick, del Hesse electoral-sV!ptiembre de 1830-; las manifestaciones en la provincia renana de Prusia y, tambin, las revueltas, ms serias, producidas en Hannover a principios de enero de 1831, no estaban coordinadas, y fueron espordicas. Pero el espectculo del esfuerzo nacional en la Polonia rusa despert pronto, entre los intelectuales, el deseo de . preparar el camino a la unidad alemana. Ranke insista, en una serie de artculos que public a partir de 1832, en una idea sugerida, aos antes, por la obra de Bertholcf Niebuhr: "El desarrollo histrico de un pueblo es funcin de su genio nacional." Al aplicar esta idea a la historia de los pueblos germnicos, afirmaba la "homogeneidad de la nacionalidad alemana" y la necesidad, de efectuar la unidad poltica. "Tenemos un gran deber alemn: crear el verdadero estado alemn, que responda al genio de la nacin." Por primera vez despus de 1815, aquellas aspiraciones nacionales (ueron manifestadas pblicamente. Treinta mil liberales enarbolaron la ensea de la Burschensohaft, en Hambach (Palatinado), el 27 de mayo de 1832, con ocasin de un banquete ofrecido a los emigrados polacos; los promotores de esta manifestacin soaban con organizar una logia nacional, es decir, una especie de gobierno provisional alemn, rival de la Dieta germnica, y renunciaron a ello porque no haban recibido, dijeron, mandato popular. Escrpulo jurdico o conciencia de que la idea nacional no haba arraigado an en la mayora de la opinin pblica? Solo un puado de radicales-estudiantes y periodistas-decidieron intentar un golpe de mano contra la Dieta, y lanzaron un llamamiento (Francfort, 3 de abril de 1833) a la liberacin de Alemania. Trataron de apoderarse del puesto central de Polica, pero el asunto qued resuelto en una hora, sin que Ja tentativa obtuviese el menor eco en la poblacin. La pasividad de la masa no fue, sin embargo, lo nico que fren el movimiento nacional. Tambin contribuy a ello la ausencia de un programa.
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EL SIGLO XIX.-D!!
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IV.
MOVIMIENTOS
RE.VOLUCIONA.J\105 DE.
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!TALIA Y ALEMANIA
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En 183', Pfizer. en su folle ro Bnefwechsel zweier Deutschen, criticaba el sistema del Pacto federal de 1815 y sealaba que la presencia de dos gra11d_es potencias-Austri< y Prusia-en la Confederacin germanica pan.hzaba su funcionamic 1to, estudiando un reauste del estatuto de Ja. misma, en benefic10 le Ja preponderancia prusiana. Pero subrayaba J. dificultad de concili; r los intereses prusianos y ;1Jemanes,. y no p'oponia solucin algo1 a. En 1833, Federico von Gagern trazo un plan de un Imperio alem :i federal. Pero insista en dos condiciones, que bastaban para mostra. la importancia de los obsti.culDs: "Es necesano -dice-que en esta fc,Jeracin los estados sean poco ms o menos de ia misma fuerza, para evitar que domine el ms fuerte; es precso, a;;mtsmo, que el emperador elegido no pertenezca a las dinastas ren<\ntes, pues no debe tener inters particular alguno." Esto era desear, pues. la eliminacin de los Hohenzollern y de los l labsburgo, al propio tiempo que la desmmbracin de Austna y Prusia. Proyectos acadmicos: puntos de vista doctrinarios. Por dbil e inconsistente que fuese an aquel movimiento nacional, Merternch. a quien inquietaba, deseaba ahogarlo. El canciller lo logr~, tanto ms fcilmente cuanto que tena el concurso del rey de Prusia. A pesar del conseo de su ministro de Negocios Extrnneros, deseoso de afirmar la autonoma de la poltica prusiana, Federico Guillermo III estaba demasiado preocupado por la amenaza liberal para soar, con separarse de Austria. En mayo de 1832 destituy a su ministro. Y asf. Metternch pudo hacer votar por la Dieta el protocolo de seis artculos (28 de junio de 1832), dirigido, a la vez, contra los movimientos liberales y contra el movimiento nacional. Los gobiernos alemanes no debfan tolerar que las asambleas legislativas intentasen arrebatar el J?Oder efectivo al ejecutivo, con ocasin, por ejemplo. del voto de los impuestos. Tampoco deban admitir que en las tribunas d~ la~ asambl~as, fuera criticado el sistema federal establecido en 1815. La Dieta designo una Comisin especial, encargada de vigilar a las asambleas legislativas de los estados. En agosto de 1833, despus del golpe de mano de Francfort, otra comisin recibi poderes de inve::.ttgacin i:ara desbaratar. con ayuda de la polica secreta, las actividades revolucwnanas. El 12 de junio de 1834, despus de una conferencia celebrada en .Vie~a, los gobiernos alemanes decidieron prohibir a las asambleas leg1slat1vas de sus estados toda deliberacin sobre la valide~ de las resoluciones adoptadas por la Dieta o sobre la poltica extenor de la Confederacin; se pusieron de acuerdo para evitar Ja apar:icin de nuevos peridicos y para unificar las consignas de la ce~sura; adoptaron medidas contra los miembros de la Burschenscha(t. que, excluidos ya (desde 1819) de los empleos pblicos. no podnan, en adelante. ejercer las profesiones liberales. Esto confirm, agr..avndolas, las decsioues de Carlsbad (!). Metlerntch rompi, pues,
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la resistencia que los liberales podan intentar _opon~; a la hege.mona de Austria en la Confederacin, logrando la aftrmacion de un sistema que, en las relaciones internacionales, mantena al grupo alemn en un estado de debilidad. l Constituy ello un xito r~al? E~. ~l rn~rrtn~? en que lo obtuvo, Metternich consinti que Prusia realizase la_ untan aduanera de los estados alemanes, s,egn el proyecto stubli:cido por Motz (1). Antes de 1830, el gobierno prusiano haba ya 'cy11segliido la entrada, en ~l sistema aduanero prusiano. de los pequenos estados de la A\emama del Norte y del gran ducado de Hesse ;, pero se. haban formado otras dos uniones aduaneras: una por los estados__ del centro Y otra por Baviera y Wurtemberg. La poltica phi:iaria aspiraba a termir:ar con Ja resistencia de aquellos dos grup9s. En 1831 logr la adhes1~ del Hesse electoral y. en 1833, las de naviera, Wurtemberg y Saonia. El 1 de enero de 1834 fue la feclrn.oficial del nacimiento de la :z;o/lvere111, de la que Austria no entr a formar parte. "Toda Alemar:ia va a convertirse por fin. mediante la fusin de sus i.nteres~s e~onmicos, e_n un pueblo. en una unidad podero~a:" Mett~rn.1ch lo nabta comprendido: "Los estados alemanes-escnbta, en unto de 1833, al Emperador-formarn, de ahora en adelante, un cuerpo compacto, bajo la direccin de Prusia. Austria ser considerada como un cuerpo extrao, y esta exclusin matenal tendr consecuencias polcas." Por qu no reaccion, pues? Precisamente, porque en ese. mismo mom~nto tena necesidad ele la colaboracin del gobierno prusiano para repnmtr las revueltas polticas de Alemania. Y pa.ra obtener aquel resultado inmediato hipotec pesadamente el porvenir.
No obstante las amenazas que comportaban para la p~z general, estos movimientos revolucionarios no fueron causa de confltctos entre las grandes potencias. La explicacin: p_rincip~l debe busc~rse en. la poltica francesa, en la voluntad ele Luis Felipe,. que, habiendo siclo elevado al trono por los partidos o grupos p_olt1cos _qu: reclamaban una emprendedora poltica cxterio: y deseban _l~ ab?li~ion d~ los tratados ele 1815. no cedi a la presion de Ja opmion publica mas que en puntos de detalle, comprendiendo que Francia no poda exponerse al peligro de una guerra general, tanto menos cuar:to que u.na parte de sus fuerzas armadas estaba empleada en Argclta. Tambin tuvo en cuenta sus intereses dinsticos, que, naturalmente, le impulsaban a disipar la desconianza y . tranquiliza'1 a Europa. , _ Las revueltas sobrevenidas entre 1831 y 1834 tuv1ero.~ como con secuencia promover el restablecmi.ento de la colaborac10n entre la~ tres grandes monarquas absolutas, que reavivaba los recuerdos de la
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Santa Alianza. El 6 de septiembre de 1833. Mettdnch slicit; en la entrevista de Munchengratz, de acuerdo con Prusia, el apoyo de Rusia a la poltica de represin. de Jos movimientos liberales en Alemania; y la obtuvo, aceptando temmralmente el sacrificio de los intereses' austracos en el Imperio otomano y prometiendo ayudar al Zar a mantener el dominio ruso en los territorios polacos. Los tres estados reafirmaron, incluso, el principio de intervencin. frente a aquel grupo de estados conservadores, los dos estados constitucionales de Europa occidental adoptaron, en repetidas ocasiones, un plan de conducta comn o paralela, en tanto que-realmente-la poltica exterior de Luis Felipe se alineaba con la poltica inglesa. Pero ello no era resultado: de una simple colaboracin ocasional. Tena bases ms slidas. Los medios gubernamentales de Pars y Londres senan la misma desconfianza ante las iniciativas de Metternich; desconfianza fundada, principalmente, en las divergencias i~eo /gicas, pero tambin en la oposicin de intereses: el gobierno francs no quera abandonar la pennsula italiana a la influencia austraca, y Palmerston estimaba que el desarrollo del liberalismo poltico en los estados alemanes favorecera al comercio ingls. Entre los crculos polticos. financieros e intelectuales de los dos pases, los contactos eran estrechos (l). Y, sin embargo, la entente cordial franco-inglesa no fue ms que una situacin de hecho. Era posible darle otro carcter, procurarle estabilidad y ampliarla 7 A partir de 1831, Talleyrand soaba---en ocasin de su embajada en Londres-con una alianza. En diciembre de 1833, el duque de Broglie present al Gobierno ingls un proyecto de auerdo defensivo. Pero el Gabinete ingls no se mostr dispuesto a examif!arlo. Lo. haca porque la tradicin inglesa fuese contraria a todo compromiso de carcter general? O porque el Parlamento ingls, ms sensible que Palmerston a las exigencias de los intereses econmicos, quisiera obtener una reduccin de la tarifa aduanera francesa y no lo habfa conseguido? En realidad, el secretario de Estado ingls para los Negocios Extranjeros invocaba, solamente, el argumento polftico. "No rechazamos los tratados cuyo objeto est especificado y es inmediato y definido; pero no nos gustan los concluidos teniendo en cuenta circunstancias indefinidas e imprevisibles. Descamo!; permanecer libres para apreciar, en cada ocasin que pueda presentarse, todas sus circunstancias; y no queremos comprometernos por acuerdos contrados en la ignorancia de los acontecimientos a los que podTfan aplicarse." Esta sera la frmula que adoptara la poltica inglesa hasta 1914. No por ello dej de insistir Palmerston en que su gran objetivo era la formacin de "tina Confederacin de estados libres, como contrapeso a la Liga oriental de los gobiernos absolutistas". Pero cmo poda conseguirlo si rehusaba contraer las responsabilidades que tal polftica implicaba 7 No obstante, la entente cmdial se proPR-Tis.
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long durante aig in tiempo, aunque en medio de continuas discusiones., ~r?vocadas p Jr el conflicto de los intereses mediterrneos y por la rivalidad comerc1ql; "los comerciantes ingleses-deca el Timese_ncuent_ran en Africa, en Grecia, en Italia meridional y en toda Am nea latma, des?~. La Plata al golfo de California, Ja competencia dei comercio f~ances . En 1837 ~l Gabinete ingls termin por extraer las consecuencias d,e esta s1tuac1n y ces de insertar en el discurso del trono una ~lus1on a la colaboracin franco-inglesa. La primera entente cvrdrnl habia fracasado.
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CAPITULO V
LA INDEPENDENCIA DE
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A.Ml~RICA
LATINA
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Sobre la cuest1011 polaca.- Adems de Sc111HtANN (obra c11ada), vase. J. RAPPOPORT: L'JnrnrrecllO// polonai.i:e de 1831, en "Le /llonde slave" (doce artculos aparcrnlos de 1931 a 1937). M. HANDELSMAN: L'EJm 11L'111e/ des
Mientras que en Eurooa continental cm 'e-spetado-excepto en el reino de los Pases Bajos.-el estatuto tel-riforiai establecid por los tratados de 1815, en Amrica se prodi.icfan transformaciones de gran alcance. para el porvenir de! mundo. Las' cQloriias espaolas-que ha- ban comenzado a rebelarse en 1810--btenfan su independencia. Lo mismo suceda con la gran colonia :portuguesa de Brasil. En. Amrica del Sur y Central se constituyeron veinte estados, que orientaron la formacin de nuevas corrientes comerciales y abrieron vastas perspectivas a la poltica internacional. La guerra de la independencia de las colonias espaolas se desarroll, entre 1814 y 1824, al ritmo de la historia interior de Espaa. La restauracin de Fernando VII, en mayo de 1814, permiti a la monarqua espaola enviar. tropas a Amrica y efectuar un esfuerzo de reconquista, que los /eaies apoyaban. Este esfuerzo pareca a punto de triunfar, en 1816. Unicamente Argentina segua libre. La llegada de armas y voluntarios, procedentes de Europa, facilit el retorno ofensivo de los msurgentes. En 1817, San Martn alcahz los Andes y expuls de Chile a las tropas espaolas; en 1819, Bolvar liber de nuevo a Venezuela y Colombia. No obstante, Per,, centro de la resistencia espaola, donde los mestizos tomaron partido; contra la aristocracia criolla, no fue conquistado. Fue la revolucin espaola de 1820 Ja que abri perspectivas de ictoria para las colonias. Comenz en Cdiz, por una sedicin de las tropas destinadas a reforzar los efectivos espaoles de Amrica: durante dos aos, el gobierno liberal salido de esta revolucin se enfrent con la guerra santa qe le declararon Jos catlicos; pero hasta 1823 no volvi Fernando a\ poder, gracias a la intervencin francesa. Aquel respiro de tres aos permiti a los insurgentes de Amrica preparar su esfuerzo decisivo. En 1824, la derrota del ejrcito espaol en Ayacucho (Alto Per) asegur el xito del movimiento de independencia. A tal resultado contribuy considerablemente la intransigencia de la poltica espaola (lo mismo la de las Cortes que la del rey), que no trat de aprovecharse de las serias ,.divergencias que, en cuanto al porvenir de los jvenes estados. separaba a Jos jefes insurgentes. Si Bolvar haba preconizado, a partir de 1815, la formacin de repblicas, San Martn era monrquico, al igual que la mayora de los jefes del movimiento insurrtccional en la regin del Ro de Ja Plata, e Itrbide en Mjico. Los monrquicos se hallaban dispuestos a ofrecer los
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con .e~ cor~an~lante de las tropas. espaolas en Per; y as tambin lo ad~mt1a Iturb1~e, en el tratado f1rr;iado en Crdoba con el virrey espanol. Pero ni el rey Fernando !11 el gobierno liberal ele las Cortes hab~an admitido tal compromiso .. n.o obstgnle las oportunidades que P?cl.1~ p:esentar para el restablecimiento del dominio espaol; la indw1szb1l1dact del Imperio era para ellos un dogma. La separacin de Brasil de Portugal se efectu tambin a favor de los ac~ntecmientos ocurridos. en ~a metrpoli. Pero se produjo sin clerramam1ento ele sangre. La d1nast1a portug4esa se haba refugiado en ,Rfo ele Janeiro en 1808, con motivo ele la invasin francesa. Desp~es de 1814 haba hecho de la capital brasileiia la sede de :;u gobierno. Cuando, en 1820, estall un movimiento revolucionario en P_ortugal, como consecuencia de los acontecimientos de Espaa, el prncipe Juan, qu~ ~cre~, la regenci~, volvi ~ Lisboa, dejando a su hijo Pedro la ad1111mstrac1on de Brasil. Los cnollos portugueses siguieron ent_on.ces el cjcrnpl_o. ?e los ~spaoles, y. el gobierno portugus no pudo rcs1st1rsc a la pct1c1on de m~lependencia. Pedro no vio otra solucin que colocarse a la cabeza del movimiento y proclarn<1.rse emnerador (octubre de 1822). Tres ai1os ms tarde el Gobierno de Lisboa ~econo ci el hecho consumado. La signiicacin de estos dos movimientos en las relaciones internacionales es muy desigual. La independencia de Brasil solo despert verdadera atencin en Gran Bretaa. El Gobierno inrrls que haba defendido a Portugal contra Francia, en 1810, se apro~ech ele cll~ para c;~~scguir en Brasil una tarifa aduanera, muy favorable para la 1mportac1on de sus manufacturas; en 1822, ante el hecho consumado, procur mantener dichas ventajas, y como Pedro consenta en ello, presion al Gobierno de Portugal para que reconociese la inde.renclenca ele Brasil. En cambio. la independencia de las colonias espaolas era una. cuestin de gran alcance para los Estados Unidos y para las potencias europeas. ~os \Jobie:n~s austraco y prusiano no "entfon verdadera simpata h?c1a un movllmento que quebrantaba la autoridad de uno de los gobiernos europeos restaurados en 1814: no obstante, carecan de inters ~.uficiente, en este asunto, para pensar en recurrir a la fuerza. En Rusia, el Zar Alejandro, y tns mn sus embajadores en Pars y Madrid -fozz~ di Bor~o y Tatscl_1eff-m~nifestaron la intencin de ayudar a 'Espana. En 1817-18 la d1plonrnc1a rusa pensaba en una mediacin colectiva que ejerceran las graneles potencias, apoyilda, no por las armas, sino mediante medidas econmicas coercitivas contra los reb~ldes. Ciertarn~nte, esta sugestin tena un objetivo europeo, ms bien que americano. El Zar, preocupado siempre ele disponer de medio~ de pres!n con.tra Ja poltica ~nglesa, intentaba atraer a Espaa a su sistema diplomtico, pero carecia de proyectos precisos en Am-
rica latina, aunque Castlereagh se los atribuyese. EI. todo caso no insisti cuando sus sugerencias de mediacin encontraron resistencia. Pero Gran Bretaa y Francia, potencias atlnticas, tenan intereses indudables. Y la preocupacin de los Estados Unidos era an ms inmediata.
l. LO$ INTERESES ECONOMICOS Y POLIT!COS
Los principales mviles que determinaron la poltica de estos tres estados eran de orden econmico. El hundimento del dominio espaol iba a abrir Amrica del Sur y Central al comercio internacional. l Cmo aprovecharse de tal perspectiva? Entre 1808 y 1814 Gran Bretaa fue la defensora de Espaa contra Napolen. En compensacin ele ell6 haba sido autorizada por el Gobierno de Cdiv para comerciar con las colonias espaolas de Amrica mientras durase la guerra europea. Una vez terminada esta la poltica inglesa no se resign a abandonar aquel mercado; los arlbadores, los industriales, los grandes banqueros orientaron en aquel sentido las decisoines del Gobierno. Y entre 1815 y 1824 los crculos econmicos ingleses se aseguraron un lugar preponderante en todos aquellos lugares liberados ele los espaoles. Las exportaciones del Reino U nido a las regiones del Ro de la Plata, prime-ras separadas de Espaa, alcanzaron. en 18 l 8, 730 908 libras esterlinas, y pasaron, en 1824, a 1104 500. Hacia Mjico, donde el comercio ingls comenzaba apenas a penetrar en 1818, tales exportaciones se multiplicaron por diez en un perodo de seis aos. En Per, donde eran insignificantes (4 149 libras esterlinas en 1818) ascendieron, en 1824, a 430 950. Los ingleses dominaban en 1822-23 el mercado colombiano, y sus barcos eran casi los nicos que frecuentaban los puertos del pas. La industria textil fue la principal beneficiaria de esta situacin, pero los capitalistas ingleses comenzaban tambin a efectuar inversiones en empresas mineras y agrcolas, que despertaban el entusiasmo de los crculos ele negocios. en 1824 y 1825. l Cmo podra aceptar Gran Bretaa el restablecimiento de la dominacin espaola, que originara, de nuevo, el monopolio comercial? Dispona, para la proteccin de aquellos intereses econmicos. de un medio de accin decisivo: el dominio de los mares. Poda, incluso, impedir a todas las otras potencias intervenir en la guerra de independencia de las colonias espaolas. Las preocupaciones econmicas no presentaban la misma urgencia para Francia, donde .Ja industria no alcanzaba-ni con mucho--un desarrollo comparable al de Gran Bretai Sin embargo, el mercado sudamericano ofreca perspectivas favorables inmediatas para Ja exportacin ele sederas y vinos. Tambin el Gobierno francs examin, sobre todo a partir de 1820, las posibilidades futuras, y mostr su deseo de evitar que Gran Breta se asegurase un monopolio de hecho. Por tres veces envi misiones a los puertos sudamericanos, para estudiar Ja forma de desarrollar los intercambios comerciales. "Estas relaciones
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-deca el Ce nseo de Comercio en novie b d . nuestra industria un vasto co ti t m re e 1_821--abrran a . n nen e Y nos asegurana gr d e e llentes en una regin carente de f an numero L manu acturas" ~s Intereses comerciales de los Estados Unido~ ( . .. . ~ustna_l todava poco importante nicam . de actividad mnas pnmas) eran diferentes Los r . ente e.:xportadores de matedfan ofrecer un mercado pa;a el 1 ir~ _o nos espanoles de Amrica potruccin y--excepto en Argenti a~ on ~n bruto, la madera de cansera interesante para los producto~~s os. ;er~ales;. t~l per_spectiva causa de las dificultades de transporte ~oreg1~~ el M1s~1ss1pp1, que, a tos hacia Europa por va Nueva York o ian exped1: sus prod~c mercante de la Unin odra d oston. Ademas, la manna trfico de los puertos ~ejicanoses~~)~~a~ P?~el importante en el venezolanos. Pero lbs crculos d , . e menea Central y de los indecisos en 1815 porque s e ne~oc10s del Este se hallaban todava u comerc10 i::on Espaa era m que_ e 1 que realizaban con las colonias en reb Id. N d ._s Importante de tnqu1etarse con el progreso del com . e ;~- o earon por ello Bretaa llegase a asegurarse una influee~c10 ing_e_s y ten:~an que Gran preponderancia econmica. tod cia. pol1t_1ca. vahendose de su pero estimaban tener derec10 al ~~~~a~~n~~l~~d~~~?;n u_n r1ilegio, en los nuevos estados que se constituan. I n mas avorec1da - d' A esta competencia econmica s .. . as diverge~cias polticas, relacionadas con la actitud de ~a~a a~a i~n 1 nlo e los_ tres gobiernos hacia la monarqua espaola y ms , ~ aun con a cuest1 d pudiesen adoptar las colonias si se ~onvertfan en in~e e l~gimen que pen Ient.:s. A este respecto, el Gobierno franc . particular. porque la restauracin de si se ~ncobntraba en una Slluacin Fernando en Madrid restableca os or ones en Francia y de partir de 1814 . " de hecho: el Pacto de Familia (l). A anunc1 pues, que, en pnncipio no hara nad1 ay:udar a las colonias insurgentes, y declar in~lus ' p~ra dll'lt re~onquista espaola. Seguira siendo 'platni~~ ~:::~e:~o~x~~ ~~~~f;s ~~n~~~~e~~~~ba sujeta a oscilaciones que correspondan ; los
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Durante su primer ministerio el duque de Richelieu des b . . tamente el restablecimtento de! orden en Amrica ea a ciertimaba peligroso para Europa "que la anarqua 1 esp_anola, pues esplayas" N . .. . ec le raices en aqullas : ? ex1st10 siempre una comunidad de afectos "en tr, ~ los revo 1uc1onanos? y escriba, en una carta privada que "es e_ . apagar este volcn" . . . necesano " ., . qu_e amenaza arroar sobre el continente re'joluc1ones y molestias sn cuento" No cre1'a posi'bl . eubropeo unit Ias co omas ei Gob' e, sm "'m argo a la madre patria si ,' cohce_siones. JPor qu no estudi Fernando iee;n~s~=~~:~~1i~~ t~ia~~ Amnca espanola de una _o dos monarquas, colocando en . a prncipes de la Casa de Borbn 7 Esta alusin solo t sus u onos en1a en cuenta
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a los Barbones espaoles, pues cuando; en 1818, los informes de un agente oficioso del gobierno provisional de La Plata dieron a entender que se aceptara de buena gana la carididti.ira de un prncipe francs. Richelieu desech la eventualidad, que dara a SlL poltica, deca, un "aire de falsedad e intriga". El gabinete Dessoles-Decazes practic la miifrna poltica; sin querer obligar al Gobierno espaol, deseaba el establecimiento de una monarqua en La plata, y sugiri la candidatur del prncipe Luis de Borbn-Parma o la del duque de Lucques; per9 estim tambin que la nica actitud razonable para Frartda sera la conservacin de la neutralidad. La revolucin espaola de 1820 -1hodific 1.as perspectivas. pues al propio tiempo que aumentaba las oportunidades de xito de la rebelin, liberaba al Gobierno francs de sus obligaciones morales hacia Espaa. En su segundo ministio, Richelieu estim inevitable la formacin de estados independientes. Y envi misiones a Amrica del Sur para estudiar .la posibilidad de la conclusin de acuerdos comerciales con los nuevos estados. Pero el rnimsterio de Villele, despus del Congreso de Verona, decidi una intervencin militar en Espaa, y restableci la monarqua absoluta de Fernando. No poda tambin Francia pasar a intervenir contra las colonias en rebelda? En sus instrucciones al embajador en Madrid, el ministro de Negocios Extranjeros, Chatcaubriand. insisti en la solucin estudi da en 1818; el establecimiento en Amrica espaola de grandes monarquas, gobernadas por prncipes segundones de la Casa de Borbn. a quienes se clocara al efecto. Esto lo determinaba una preocupacin de poltica interior: "Si el Nuevo Mundo se convierte, en su totalidad, en republicano, perecern las monarquas del Viejo Continente." Tampoco se pens enfonces en prncipes franceses. El hecho nuevo era que el gobierno proyectaba otorgar a Espaa apoyo armado para ha.cer prevalecer aquella solucin. Villele consider, el 3 de ulio de 1823, en una carta al duque de Angulema, comandante del ejrcito francs en Espaa. el suministro de fuerzas navales, dinero y Z111os pocos soldados a cambio de ventajes comerciales que concederan a Francia las futura? monarquas americanas. No obstante, aquellos solo eran proyectos vanos; el plan de intervencin no fue propuesto al Gobierno espaol, y se abandonara apenas se conociera la oposicin de Gran Bretaa. Las lneas directrices de la polftica inglesa eran sencillas. Mientras, antes de 1814. haba sido la aliada de. los espaoles en su lucha contra Napolen, despus del restablecimie1to de la monarqua en Espaa no tena motivo alguno para tratar ton miramientos a Fernando. En principio, admita, sin duda, el mantenimiento de ia soberana espaola. siempre que quedase asegurada la libertad de comercio, pero, en el fondo, sus intereses econmicos le hacan desear el triunfo del movimiento de independencia. Despus de 1817, pues, se opuso resuel0
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tame~te a toda intervencin de una potencia europea en favor de Espana. No obstante, Castlereagh no era hostil a Ja solucin monrquica: en 1822, en vsperas de su muerte, pensaba proponer al Congreso de Verona que se efectuase un "esfuerzo para que los colonos acepten a prncipes Barbones para jefes de sus estados independientes", y actu en dicho sentido cerca del Gobierno espaol. No fueron las preferencias de principios las determinantes de la actitud del Gobierno ingls, a diferencia ele lo ocurrido con la del Gobierno francs. Castlereagh, y Canning despus de l, crean nicamente que si Jos nuevos estados adoptaban un rgimen republicano seran ms sensibles a la nfluencia de Jos Estados Unidos. Vala ms, pues, favorecer el establecimiento de monarquas para evitar un pa11amencamsmo peligros9. para los intereses ingleses. No seria pDsible la colaboracfn [ranco'nglesa en aquel terreno, aunque fuesen diferentes Jos mviles de una y otra? De ello se trat en 1822. Pero desde que Ja pDlftica francesa parecfa orientarse hacia una intervencin armada, e] Gobierno b_ritnico _se inquiet; la solucin monrquica le pareca ahora nefasta si se babia de realizar con ayuda de Francia, que no dejara de aprovecharse de ella, en perjuicio de los intereses britnicos. Por elld se opuso resueltamente a Ja poltica de Ville\e, la que hizo fracasar sin gran esfuerzo. Una vez conseguido esto. l no podra prestarse l a reanudar la negociacin emprendida en 18227 El obstculo provena ahora 'del rey de Espaa, hostil a la solucin de los prncipes segundones, lo que no impedira, segn pensaba, la disgregacin de su Imperio (all estaba el ejemplo de Brasil para probarlo). Entonces Ja poltica inglesa se inclin ante los hechos: admita que los nuevos estados adoptasen u.n rgimen republicano, y se mostr dispuesta a reconocer a sus gobiernos; pero, al propio tiempD, explot los temores causados por las lucubraciones acerca de la intervencin francesa, e intent, no sin xito, presentarse como salvador a fin de obtener la firma ele tratados de comercio favorables, en perjuicio de Ja influencia de los Estados Unidos. La actitud del Gobierno de los Estados Unidos consigui facilitar el xito de la poltica inglesa. Cmo y por qu? La disgregacin del Tmperio colonial espaol servira, indudablemente, los intereses de la i?ven rep~blica'. y le ofrecera posibilidades de expansin. Aquella crisis dab,a mmediatamen te al Gobierno de Washington ocasin para resolver1 en su proyecho una cuestin importante, planteada desde Ja adqujsicin de la Luisiana (1): el acccs.o a la costa del golfo de Mjico. El tratado de 1803 no haba concedido a los Estados Unidos ms que una estrecha faja alrededor del delta del Mississippi; y los estados del Oeste, sobre todo Tennessee, haban reclama1..10 en seguida la ampliacin de dicha faja. Pero Espaa era la pDSeedora de ella, y rehusa- ba cederla. La rebelin de las colonias espaolas haba ya permitido,
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en 181 O, al presidente Madison anexionarse una part~ de Florida occidental, con uas costas de 50 kilmetros, aproximpamente, incluido el puerto ele Mobile. A medida que la rebelin se prolongaba, el dominio de Espaa en aquellos territorios se hada n;\s precario. Sus tropas solo ocupaban dos o tres puntos, y no ejercf~n vigilancia sobre la poblacin, forma~a pDr indios y esclavos fugitivos. Esta misma precariedad abri el camino a la intervencin de los Estados Unidos, solicirada por. los plantadores de Tennessee, basndose en un argumento de seg1111dcid: el deseo de proteger sus territorios tontra las incursiones de los aventureros, pero ms an en un .argumento de inters material: privar a los esclavos fugitivos de un te,rritorio de refugio. Jackson. coman" :ite de las tropas del Sur, 'resolvi la cuestin en 1818. Cierto que el Congreso lo autoriz, pero su iniciativa, que contaba probablemente con el asentimiento del presidente Monro-e, permiti al Gobierno de Washington obtener del de Madrid la cesiS.n, por va de compra, de toda la Florida (febrero de 1819). ' Aparte de esa cuestin, no esperaban los Estados Unidos otras ventajas del hundimiento del Imperio espaol? La formacin de estados independientes, que seran dbiles, abriran nuevas perspectivas a la accin pDltica y econmica de la Unin. Los Estados Unidos adoptaron, pues, una lnea directriz a la que permaneceran fieles, rehusando admitir una intervencin de las potencias europeas, encaminada al restablecimiento del dominio espaol en sus colonias, y a participar en cualquier plan "fundado sobre base diferente que la total independencia". Ello no era, sin embargo, ms que una pDSicin de principio. Intentaban los Estados Uni'i1os oponerse por las armas a tal eventual intervencin europea 7 tEstaban resueltos a impedir un esfuerzo espaol de reconquista, si Espaa contase con medios para llevarla a cabo? La polftica del Gobierno de Washington fue prudente a ese respecto, pues careca de los medios militares o navales que le permitieran comprometerse solo en un conflicto. Como el Gobierno espaol se quej, .en 1~17, de que, a causa de iniciativas privadas de ciudadanos de la Unin, los colonos rebeldes reciban' abastecimientos de armas, el Congreso vot una ley de neutralidad, que restringa aquel trfico. En dicho momento, los Estados Unidos deseaban realmente congraciarse con Espaa, con la que negociaban la cesin amistosa de la Florida. Cuando se solvent el asunto, quedaron en mayor libertad para actuar. Sin embargo, no reconocieron todava a los gobiernos provisionales constituidos en Amrica del Sur. En mayo de 1819, Adams, secretario de Estado, inform a venezolanos y argentinos de que los Estados Unidos no tenan, por el momento, la intencin de alterar su estricta neutralidad. En diciembre del mismo ao explic a la Comisin de Relaciones Exteriores del Congreso oue el reconocimiento podra provocar la guerra con Espaa: vala ms, pues, tener paciencia. Aquel peligro desapareci des-
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p~s de la revolucin espaola de 1820. Entonces se convencieron los Clrculos polftiC(~S de que si se quera evitar la supremaca econmca de Gran Breta11a en Anlt!rica latina, haba llegado el momento di: tomar partido. Pero el Gobierno procedi con cautela. El mensae del presidente Monroe al Congreso (5 de diciembre de 1821) reconoca que Espaa era manifiestamente incapaz de "reducir sus colonias a la obedienci~ por la fuerza", y expresaba su deseo de resignarse a la mdependenc1a de las mismas. El 6 de abril de 1822, el secretario de Estado inform al Gobierno espaol de que los Estados Unidos reconocan l~ exis~encia de los nuevos estados y que estableceran relacion:s d1plomaticas con ellos, pero subrayaba que tal decisin era un simple reconocimiento de los hechos, :ue no afectaba en lo mnimo al derecho ele Espaa "de restablecer, s puede, la unin entre estas. pr~vincias y sus otras posesiones". La poltica del Gobierno no se afHmo con claridad hasta despus de i823. Adams aconsej formalmente a Jos gobernantes de los nuevos estados que fueran fieles . la forma republicana, nica conforme a los "principios americanos"; s1. aceptaran una solucin monrquica en provecho de prncipes venidos de Europa, quedaran "bajo la dependencia de los intereses eur.?pe.os, tanto desde el pnto de vista poltico como econmico". y el Gobierno fcd.eral se i?;-iuietaba en aquellos momentos por la posibilidad de una 1ntervenc1on. francesa. Pero, par(! evitar tal peligro, poda contar con la colaborac1on de Gran Bretaa.
IL LOS L111GIOS
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swne.s-18~7. 1818 y 1823-el asunto pas a primer plano en las rel~c1o~es mternacionales: cuando se manifestaron propsitos de intervenc1~n en favor de Espaa, que, sin embargo, no originaron peligro de conflicto entre las grandes potencias. , L_?s primeros proyectos favorables ai manter1imiento del dominio espanol fueron de iniciativa rusa. Tal poltica ;;e esboz a partir de 1817, e? que el canciller Nesselrode sugiri, en nota dirigida al Gobierno mg!s, una mediacin colectiva de las potencias para poner fin a la ~ebeltn de las c.olonias; el .Gobierno espaol debera comprometers7. en contrapartida, a establecer en sus posesiones americanas un rgimen constitucional, y a abrir el mercado al comercio extranjero., Pero no se trat de imponer este plan por la fuerza; las potencias deban actuar mediante una "presin econmica sobre los rebeldes". ta segunda tentativa, preparada en el verano de 1818 fue discutida en no~iembre con ocasin de la conferencia de Aqui~grn: y en ella la poltica francesa se asoci a la poltica rusa. l Con qu espritu? El duque de Richelieu pareca adherirse a la sugestin del Zar acerca de una mediacin de las potencias entre Espaa y sus colonias. No
consider la restauracin de la monarqua espaola, sino la formacin de estados monrquicos regidos por prncipes espaoles. Qu partido debera adoptarse s Ja mediacin propuesta fuese aceptada por el Gobierno espaol y rech~.zada por las .colonias? Ri,?helieu d~cfa que "no se empleara la fuerza cont~l)os msurgent~s. Es algo imposible de declarar pblicamente." Toao lo ;Ds, podia pensarse ep la posibilidad de recurrir a ella una vez .estuviera .en marcha e~ asunto. Pero aconseaba formalmente al Gobierno espaol que no provocase tal eventualidad, ya que estaba convenCido (sus cartas privadas al embajador en Londres lo prueban) de que el Gobierno ingls no consentira jams el empleo de medios coerc~tivos confra los insurge.ntes. De ah la timidez de aquella iniciativ.a, que careci consecuencias tanto por enfrentarse con la oposicin de Gran Bretana .como porque e.l rey de Espaa se consideraba an capz de reconquistar sus colo111as y rechaz la idea de la mediacin. El asunto adquiri mayor importancia en 1823, cuando Villele pareda pensar en la intervencin armada de Francia. proyecto. que suscit una doble campaa diplomtica, en la que los Estados Unidos y Gran Bretaa detuvieron la poltica francesa mediante iniciativas paralelas, aunque independiente~. , , La iniciativa del Gobierno ino!s permaneci secreta; la otra se hizo pblica: era la proclamacin d~ la doctriiw de Monroe. Existfa posible relacin entre ellas? El primer pensamiento de Canning fue ofrecer un ~cuerdo , los Estados U nidos; sugiri que se publicase una declaracin comun en que los dos gobiernos anunciaran su intencin de_ poner trmino a los proyectos franceses de intervencin., !lush, er:1b~1ador de lo.s Estados U nidos en Londres, otorg su adhes1on en pnnc1p10; pero sm esperar la respuesta ele su Gobierno, pidi al ingls. la aceptaci.n del reconocimiento de los nuevos estados, con el rgimen republicano que, de hecho, haban establecido. Canning no quiso aceptar aquella. condici~n. pues tema que no le siguiesen el rey Y, sus colegas del gabtne~~ quienes estimaban prematuro el reconocimiento, preflflendo tamb1en conservar la oportunidad que an poda tener la solucin monrquica. A causa de la dificultad que pareca presentar el acuerdo con los Estados Unidos, Canning se limit a dirigir una advertencia,,al Gobierno francs, declarando al cmba1ador Polignac (9 de octubre de 1823! que si una potencia extranjera interviniera-:-por la [uerza o por. n;~d1~ de amenazas-"en una empresa de Esp,ana contra sus colonias .. uran Bretaa reconocera fomediatamente la ,independencia de las mismas. Polignac afirm en seguida que el G,obierno francs no. pcnsab~ recurrir a la fuerza. Canning hizo extractar esta conversacin y V1llele la aprob sin oponer dificultad alguna el 19 de octubre. As s7 desvaneci la posibilidad de una intervencin francesa. Pero Cannmg se apresur a comunicar aquel memornclum a los Estados Unidos Y a los gobiernos provisionales de la Amnca espaola para que se le
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consider<!Sc campen de la independencia, con lo que consigui un fcil xito diplomtico. Entre tanto el Gobierno de Washington deliber; mas su inform:icn era incompleta: haba recibido la oferta de una declaraci6n comn y no saba an que Canning se haba decidido a actuar solo. No obstante la diferencia de los puntos de vista ingls y ameri:ano respecto al rgimen poltico de los nuevos estados, el presidente Monroe se inclin a aceptar la sugestin inglesa. Pero el secretario de Estado, Adams, no quera que los Estados U nidos aparecieran como satlites de Gran Bretaa. Prefera una declaracin americana a la declaracin comn. Cuestin de dignidad, sin duda. Pero de desconfianza tambin. No se propondra Canning; al sugerir esta negociacin, frenar la poltica americana y obtener, por ejemplo, Ja promesa de que Jos Estados Unidos no se apoderaran de Texas o de Cuba 7 Sin embargo. Adams experiment cierta dificultad para que su tesis fuese admitida. Es prudente-se preguntaban sus colegas de gabinete-tomar partido pblicamente y de una forma aislada 7 Si Francia se convirtiera en agresora, y si fuera apoyada por los estados de la Santa Alianza, el riesgo seda grave. Adams contest que no se trataba de hacer.. Ja guerra; en caso de crisis, los Estados Unidos podran contar con Gran Bretaa. cuyos intereses .eran idnticos a los de los Estados Unidos y cuya potencia naval bastara para impedir cualquier tentativa de intervencin. Y aunque desech la oferta inglesa, se fund, pues, en ella para redactar el mensaje que el presidente Monroe comunic al Congreso el 2 de diciembre de 1823. Puesto que las colonias espaolas han proclamado su indepcndenca y la han mantenido", deca Monroe, y como los Estados Unidos haban reconocido tal independencia, "tendremos que considerar la intervencin ele una potencia europea cualquiera, cuyo objeto sea el ele oprimirlas o el de ejercer de cualquier otra forma influencia sobre su destino. como manifestacin ele una disposicin de enemistad hacia los Estados Unidos". La doctrina de Monroe fue, pues, proclamada-segn palabras ele un historiador ingls-".al abrigo ele la flota inglesa", Pero en el momento en que el mensaje se public ya no exista peligro ele interven cin francesa, pues Villele haba firmado el memorfo~urn ele Polignac. Por ejlo, la declaracin americana apen<ts suscit la atencin en Europa. Debemos atribuir por ello un papel decisivo a la poltica inglesa en pl resultado final? Sin ella, la gllerra de independencia ele las co lon'ias espaolas podra haber tomado un sesgo diferente 7 Sera ne ccsario probar para ello que los proyectos de intervencin francesa tenan una base ms slida. Pero Villele no.pareca haber pensado en prestar apoyo armado serio a Espaa y no intent la menor resistencia a la presin ejercida por Cannng. Las maniobras diplomticas no tuvieron, pues, sino una importancia secundaria. Los plleblos ele Ja Amrica hispana lograron su independencia ms por ~u propio esfuerzo que
por la ayuda exterior. afirma el historiador de esta poltica inglesa, sir Charles K. Webster.
l Cul sera el alcance de esta independencia para el porveni.r? En 1824, en el momento en que Espaa abandonaba la partida, no conservaba en Amrica sino sus posesiones insulares del mar de. las Antillas, de las que Cuba era la ms importante. En aquellos terntorios, cuyas plantaciones de caa de azcar desempeaban un pap<>l. muy importante en la vida econmica del mundo, los criollos permanecieron fieles a ia metrpoli porque teman Ja sublevacin de sus esclavos. Pero, adems de su valor econmico, tales islas ocupaban una posicin estratgica muy interesante. ya que dominaban las rutas navales, del istmo de la Amrica Central, doncl, a partir de 1825. se preveia la posibilidad de establecer un canal interocenico. Podra Espaa ~n servar a Cuba durante mucho tiempo? Mjico y Colombia parecan a punto ele apoderarse de ella. Pero Jos Estados Unidos anunciaron, en marzo ele 1826, que no lo consentiran. En aquella poca, sin embargo, no deseaban plantear Ja cuestin cubana para evitar la intervencin. de Gran Bretaa, duea de los mares. Preferan, pues, que la gran isla siguiera siendo espaola hasta el momento en que sin riesgo alguno pudieran establecerse en ella. Con- los restos de los Imperios espaol y portugus se formaron veinte repblicas (1). La esperanza ele Miranda, en 1816, de ver a l~s territorios espaoles de Amrica constituir ;in gran estado, no. ?abta sido jams compartida por Bolvar. La vaneclad d: las cond1c10.nes econmicas y climatolgicas, las diferencias el~ l~s t1p?s de _P<?~lac1n. la tradicin establecida por el rgimen colornal espanol (d1Y1s1n de estos territorios en virreinatos) consttufan obstculos casi insuperables. "Es una locura pensar unir a todos los espaoles de Amric~ .en un solo estado." No haba tambin que tener ~n cuenta la_s amb1c~o nes personales de los jefes locales de la reb~ltn ~ las d1v~r.genc1as respecto al rgimen poltico futuro? El fracc1onam1ento poltttco ~ra pues, un hecho consumado. Pero, en 1825, se plantearon dos cuestiones: Existira entre estos nuevos estados un lazo federal que asegurasel el mantenimiento ele la paz en la Amrica latina y que permitiese una polftica exterior comn? Cules seran las relac~ones entre estos estados y Ja Unin norteamericana, que, por el mensae de Mon roe se haba proclamado protectora de la independencia 7 'El deseo expresado por Bolvar, en su correspondencia, a partir ele enero ele 1825, era el establecimiento de un lazo _federal entre las nuevas repblicas. El Libertador trataba de desempenar, por lo menos en \ mrica del Sur, un papel ele regulador: los estados conservaran
(1) Los temtNios ele Amrica Central formahan. desde el principio, un solo .staclo, que no se (raccion<'i hasta ms tarde.
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sus propias instituciones polticas; pero se prestaran mutuo apoyo en caso de agresin de un tercer es:ado, aceptando confiar a un rgano comn la direccn de las relaciones exteriores de Ja Confederacin, as como el mantenimiento d !l orden interior de cada una de las repblicas. A fines de 1825, pens) reservarse en aquel sistema un papel supranacwnal: el ele President1 de Ja Confederacin. Su intencin era que el Congreso de Panarr, que deba reunir a todos los delegados de Jos nuevos estados, prt!parase los medios de tal unin. Pens ncluso en invitar al Congreso a delegados del Gobierno de los Estados Unidos y establecer una solidaridad panamericana. Y Adams, nuevo presidente de los Estados Unid-is, autor del mensaje de Monroe, anuqci el 6 de diciembre de 1825 en Washington su intencin de aceptar la invitacin y su deseo -de que los americanos establecieran entre ellos lazos polticos, pues todos ellos tenan intereses distintos a los de Espaa. Se iba entonces a la formacin de una Liga de Estados americanos bajo la direccin de los Estados Unidos? Canning se inquiet por ello. No quera ver al gobierno de la Unin colocarse a la cabeia de una Confederacin de todas las Amricas; en rigor, admitira nicamente la formacin de una Liga entre los nuevos estados. Pero, de hecho, el plan de Bolvar se hundi tanto por Jo que afectaba a la Amtica latina como respecto a la panamericana. Al inaugurarse el Congreso de Panam, el Libertador se dio cuenta de que ni los Estados del Plata, ni Chile, ni Mjico se prestaran al establecimiento de una confederacin entre las nuevas repblicas. Argentina y Brasil ni siquiera enviaron delegados a la asamblea de Panam. Y cuando se resign a un proyecto ms modesto, el de una confederacin andina -Colombia, Venezuela y Per-, experiment un nuevo fracaso. En tales condiciones. habra nacido tambin muerto el proyecto panarneri9ano7 El Senado de los Estados Unidos no intent reavivarlo y vacil elt comprometerse en el camino indicado por el presidente Adams. No haban decidido las repblicas sudamericanas la emancipacin de los esclavos negros? No habra peligro de contagio? Y un acuerdo no obligara a Estados Unidos a renunciar a su programa expansionista en el mar de las Antillas? Cuando el Senado se decidi a aceptar. por fin, la propuesta presidencial, ya era demasiado tarde: los delegados de Jos Estados Unidos llegaron a Panam despus de la clausura del Congreso. Aquel doble fracaso, que entregaba los nuevos estados a divisiones y rivalidades y que marcaba lmites a \a poltica de los Estados Unidos, dej el campo libre a la influencia europea en Amrca latina. Pefo nicamente Gran Bretaa estaba dispuesta a beneficiarse de ello, pues el gobierno francs no se haba decidido an a reconocer a las jvenes repblicas, y no se resolvera a ello sino algunos aos ms tarde. Fue ella quien ofreci a los Estados Unidos de Amrica latina sus manufacturas, y poda ofrecerle tambin sus capitales. A partir
de 1825, la cifra del comercio ingls alcanz ochenta millones. de dlares, tres veces su peror a la del comercio de los Estados Umdos. Gran Bretaa posea, pues, en los nuevos estado~-<lesde el principio-una preponderancia econmica que conservana durante cerca de un siglo.
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chelicu.
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VI'. LAS TRANSFORMACIONllS Ml'.Df.TI!RRANEAS.-INDEPENDENCIA ORIHOA
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CAPITULO VI
fn~1~ naJval'. a la posesin de Gibraltar y de Jaita, y de~d~r~f;~ as Is as n1cas--Gran Bretaa ocu ab . .. . e esfuerzos de Francia v R . ,b f p a un~ pos1c1on dominante, los cris'1s del I . us1a a r an perspectivas nuevas a favor de la mpeno otomano (1).
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LA INDEPENDENCIA GillEGA
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pso h~ct1 n. que por su lengua, por su religin. por sus costumbres por u is ona por sus sentimient s ' o , por sus mtereses econmicos habfa p~rmaneci. o :xtraa al Imperio otomano. Los intelectuales griegos ten .n conc1en~ia de .la superioridad de su cultura. Los cam sinos su fr:ant. un rgimen fiscal que gravaba con un impuesto espe~ial a lo~ cns 1anos y un rgimen ag. d~ te . d, 1 . rano que con ce ia Ja propiedad le los dos rcws. e a tierra a los turcos. Los comerciantes de los uertos v de l~s islas d_ei archipilago, que haban hecho fortuna fr~cuenterr;e~~! ~n e cornercw con Levante durante las guerras napolenicas se _ J~ban ddel capncho de una administracin fastidiosa. Tal protesta q~:a ~~ta a, en Constan~nopla y .en Bucarest, por Ja actividad de 10 ares g gas, que desempenaban un papel importante en la vda ec 'g y adems por Ja bl , . ' onom1ca, : . . po ac1on griega ele las islas Tnicas que balo el :eg1me~ mgls, ha.ban entrado en contacto, a partir de' 135' c~n las ~~ea~d liberales, ,as1 ~amo por las colonias de emigra os oriegos estab ec1 as e~ Pans, Viena, Trieste y Odesa. ' "' Lo~ prnneros sntomas del movimiento nacional se manifestaron ~n e~ mo.~1~to en que el Congresc ele Viena ;:isumi la t;:irea de "re1~10~f e~~r uropa. tn. 181~ se fund en Odesa una sociedad secret;:i, cia, . ~ia. que se hab1a fiado como obetvo restaur:1r la independcn. "g Ieoa. O, P,Or. lo lll~ll?S, obtcn:r la autono:na ele- los territorio<; gne.-,os bao pr1nc1pe cristiano. En lebrero de 1~21 '-' 1 t' d l ' , i :ist an !, espues d 1 b f , e ia cr ormac o en territorio ruso una tropa de ;:Jnunos crnt de hombres, franque la frontera otoman;:i Al d '. :' d M- , en~res ' ' ec11 e ettern1ch,
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aquel golpe de mano fue "el comienzo de una inmensr' revolucin", no obstante su pdo fracaso. Aquel movimiento de independencia griega que, entre 1822 y 1825, rechaz la dominacin turca de Marea, planteaba una cuestin de principio: en el momento en que las grandes potencias continentales-las que deseaban mantener los principios de la Santa Alianza--queran oponerse a todo esfuerzo insurrecciona! de un grupo de poblaciones contra un soberano legtimo, apareci corno un sntoma nuevo de la fermentacin que se extenda desde Europa, y era, desde aquel punto de vista, condenable a los ojos de los partidarios del statu qua. Sin embargo, como la poblacin griega era cristiana y se rebelaba contra el dominio musulmn, encontr en:, seguida, incluso entre la opinin ms inclinada al mantenimiento del orden y al respeto de la legitimidad, simpatas que no haban sido otorgadas a Jos dems movimientos insurreccionales. Pero tal cuestin de principio no desempe un p~l importante en las decisiones d~ los gobiernos. Las reacciones de los grandes estados eran determinadas por sus intereses: el xito del movimiento de independencia griega traera consigo un nuevo debilitamiento del Imperio otomano, quiz su hundimiento. Era aquella una posibilidad deseable 7 Rusia deseaba el xito de la insurreccin griega. En la orientacin de aquella poltica, los-mviles econmicos desempeaban un papel secundario. Los comerciantes y los marinos griegos eran, ciertamente, antes de 1821, los principales agentes del comercio ruso en el mar Negro, y desde el comienzo de la insurreccin cesaron en su actividad, paralizando las relaciones comerciales rusas en dicha zona. Se trataba de una razn para que el gobierno del Zar desease la rpida solucin del conflicto. Pero tal solucin haba de estar de acuerdo con los intereses polticos del Imperio ruso, y la victoria de los griegos servira estos intereses, ya que Rusia estaba llamada a ser la principal beneficiaria de la disgregacin del Imperio otomano. La perspectiva era grave para Austria, que no poda abandonar la pennsula balcnica a la influencia rusa. Tambin resultaba inquietante para Gran Bretaa, que vera inmediatamente quebrantada su preponderancia en el Mediterrneo y tendrfa que verse expuesta al riesgo de una penetracin rusa en el Medio Oriente, que amenazara a la India. No obstante, Gran Bretaa podra beneficiarse de un debilitamiento del Imperio otomano si se asegurara una influencia preponderante en la Grecia independiente. Los intereses ingleses no concordaban en todos los puntos con los intereses austracos . Mucho menos inquietante era la perspectiva para Francia. El estacuto territorial de Europa fue establecido sin contar con ella o contra ella; y el hundimiento del Imperio otomano podra abrir el camino a reajustes territoriales, a un sistema de compensaciones entre las grandes potencias en el que los vencidos de ] 815 encontraran ocasiones favor;ibles para obtener la revisin parcial de los tratados.
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. ~. er~, ~ues, la cuestn griega en s( la que poda ong1nar diticultades Internacionales graves, srno sus repercusiones posibles 0 probables sobre la suerte dd. lmpeno otomano. El Sultn 0 saba y no' dud que .las grandes potenG1as no se atreveran-en tal cuestin-a ado tar medidas amenazadoras para la existencia de su Imper 1 : . bp 0 , o.. mas d 1en qu.e s1 una e e~tre ellas pensara hace~lo, se enfrentara con la oposi~ c10,n d.~ ~as ~emas, contando con las divergencias de Rusia, Austria e Inglate.ra Y con el deseo de estas de no permitir que el asunto gri go desembocase en un conflicto general. e . Durante l't!s de ocho aos, la cuestin griega dio ocasin a man10bra~, en l~s qu~,. no obstante la importancia que se conct:da al movumento f1lohelenico en _Rusia, Francia e Inglaterra, los intereses los rebeldes apenas e1erc1an influencia. Las iniciativas rusas fu~ron la~ ,c~ue onentaron la evolucin de la crisis y las que determrnaron las ~eacc1?nes de la~ otras potencias. Cul fue el sentido general de esta vOmpl!cada acc10n diplomtica? Hasta la muerte de Alejandro I 0825) la poltica rusa no se emple a .tondo. ~unque ame~azaba .al gobierno otomano con una int.;rvenc10n. pensar 1.:c1a .. fundandose en e1 tratado . . de Kainardi (l) , no )ar' se~iamente en pasar a la acc1on. Prudencia necesaria. pues en 22 de oc,ubrt! de 1821. Inglater~a y Austria manifestaron su voluntad de opone.rse a una mtervenc1on rusa. Podra el Zar obtener el anoyo de F~anc1a para tnun_far de esta re.sistencia? Pensaba en ello des~k ulio de 1~21. Y so_~deo las perspect1~as qu.; un hunJim1cnto dci Imperio otomano podna tener para la pol1t1ca francesa. Pero Villele no se dej t.entar P'. tan atrevidos proyectos. Y por ello el gobierno ruso se limit a rntentar un_a accin diplomtica co.lectiva. Su proyecto de e~ero de. 1824 sugena :la .formacin no de un estado griego indept!nd1~nte, smo de tre~ pnnc1pados, que, aun permaneciendo bajo el dom1.r10 tu~co, tendnan gobernadores griegos; es decir, un rgimen de aut.o~oma. Cuando aquel proyecto, que los griegos consideraban insuf1c1~nte y los turco~ 1~?ceptablc, fue rechazado por Inglaterra y por Austna, el Zar no ms1st10, y en febrero de 1825 declar que no quera sepm:arse de. Europa y que no hara la guerra a Turqua a meno~ que se vzera obligado ineludiblemente. _Entonce.s, el gobierno otomano comenz, con el apoyo de la flota Y del erc1to de su vasallo egipcio, ia reconquista de Morca. En menos. de cuatro mes~s. los griegos se vieron perdidos. Stls jefes, descorazon~dos por la p~ht.1ca prudente de Alejandro, solicitaron la avuda ingl:sa; en .26 de. uho d~ 1825 ofre~ieron poner "la existencia, poltica de )a nacin g;1ega baio la exclusiva proteccin de Gran Bretaa". Canmng ~e nego a conceder tal .apoyo; sin duda, Gran Bretaa podra, s1 se pus1e5e del lado de los gnegos, lograr all ventajas econmicas y
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. ( 1l Vanse sobre la cuestin, las pgs. 635, 720. 740 y sigs. del lomo de esta lJ /S{Of/.
estratgicas: pero el establecimiento de un protectorado ingls en Morca dara lugar a una probable intervencin rusa en los Balcanes. Y puesto que la poltica ingl.;sa deseaba evitar el hundimiento del Imperio otomano, viose forzada a sacrificar los intereses inmediatos que se le ofrecan. El movimiento ncional griego pareda, pues, desunado a ser bien pronto .;strangulado. La muerte de Aleiandro I (diciembre de 1825) reanim la crisis en su aspecto internacional. El nuevo zar, Nicols I, se mostr resuelto a asumir los riesgos que haban hechoretroceder a su predecesor. Pero no concedi primaca a la cuestin grieg: En el ultimtum que dirigi a la Puerta. el 17 de marzo de 1826, il\11 o se trataba sino de los principados danubian ~ s, es . decir, Ut' cuestin no rel~cionada directamente con los intereses mediterrneos de Gran Bretana. No por ello la guerra rusb-turca tena entonce:; n1enos aspecto de amenaza inminente, que abra perspectivas graves. La poltica inglesa se adapt inmediatamente a la nueva situacin. Canning haba afirmado su voluntad de mantener el Imperio otomano r.n tanto que haba credo poder hacerlo sin recurrir a ,un ~onflicto general. Ante el peligro que ahora se le presentaba podna, sm duda, estudiar una alianza con Austria; pero tal alianza obligara a Gran Bretaa a apoyar la poltica austraca en ft-lemania y en Italia, eventualidad inaceptable. Crey. pues, preferible buscar un acuerdo con el Zar para "frenar" la poltica rusa. En definitiva: opt por el mal menor. La negociacin anglo-rusa, que condujo \Vellington por la parte inglesa, tuvo por resultado Ja firma del protocolo de 4 de abril de 182G: Gran Bretaa actuara de mediadora entre e) gobierno otomano y los griegos sublevados, y Rusia apoyara aquella i1,1iciativa. El objetivo sera conseauir para Gr.;cia un rgimen de autonoma; vasallo del Imperio oto~rnno, aquel estado sera gobernado y administrado por griegos, sometindose nicamente Ja designacin de los mismos a la aprobacin de la Puerta. La poltica inglesa esperaba haber limitado. as las ambiciones ~u sas- y no se opuso a la accin que Rusia pensaba efectuar en los r:mcipados danubianos; pero lo hizo de suerte que el Zar no extendiera la mano hacia Grecia. Es preciso, escriba Canning, "aislar Ja cuestin orega y comprometer a Rusia a no apropiarse nada de este despojo". 0 El gobierno otomano trataba de dividir a sus adversarios. Por la convencin de Akkcrmann (7 de octubre de 1826), satisfizo a Rusia en la cuestin de los principados danubi0nos. mientras que se opona a la tentativa de mediacin en e! asuntq/griego. Man10bra vana, pues los gobiernos ingls y ruso decidieron imponer (por el tratado el.e Londres de 6 de julio de 1827, al que se soci Francia) la conclusin de un armisticio entre turcos y griegos, valkndose para ello de un bloqueo. Esto significaba impedir la victoria a las fuerzas turco-egipcias. Pero tal accin abra a la poltica inglesa perspectivas favorables, ya que
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deba ser efectuada por su marina de guerra. El bloqueo ele Marea se convrti, por inciativa ele los almirantes, en una demostracin naval, llevada a cabo en la rada de Navarino. el mismo lugar en donde estaba reunda Ja flota de Ibrahim Baj, y la demostracn degener, el 20 de octubre de 1827, en una batalla, durante la que fue destruda la flota egipcia. con lo cual qued paralizado el ejrcito egipcio, aislado de sus bases. 1 La nwdiacn pacfica se convirti, pues, en una intervencin armada dirigida contra el gobierno otomano. Para los griegos esto signifi- caba la salvacin. Pero para las relaciones entre las grandes potencias las consecuencias eran graves. El gobierno. ruso no poda por menos de regocijarse al ver que el Sultn lanzaba un llamamiento a la guerra santa, ya que as se le ofrecera ocasin de hacer penetrar sus ejrcitos en territorio turco: el gobierno ingls, por el contrario, vio abrirse ante l-en el mismo momento de la muerte de Canning, 8 de agostolas perspectivas que toda su polftica haba intentado alejar: la amenaza de una guerra que pudiese originar el hundimiento del Impero otomano. No es sorprendente, pues, que el mensaje real al Parlamento considerase la victoria de Navarino como un acontecimiento deplorable. La perspectiva de un conflicto anglo-ruso reapareci en la primavera de 1828, cuando Rusia declar la guerra a Turqua. En el momento en. que las tropas del Zar penetraron en territorio turco, fueron reforzadas las escuadras inglesas del Mediterrneo para poder proteger Constantinopla contra aquella amenaza. Pero era sera la alarma? El gabinete ingls atravesaba por dificultades interiores que le aconsejaban np emplearse a fbndo. El Zar estaba descorazonado por la lentitud de las operaciones de su ejrcito; por otra parte, no dispona de la totalidad de sus fuerzas, pues Rusia se hallaba desde 1826 en guerra con Persia, y la poltica inglesa de Tehern no era ajena a este conflicto. La debilidad de sus medios militares le incit, pues, a la prudencia. El gobierno francs, del cual haban sido separados temporalmente los ultrarrealistas, no tuvo la menor dificultad en que se aceptase un compromiso. El proyecto de La Ferronnays, ministro ele Negocios Extranjeros en el ministerio Martignac, sugiri a Gran Bretaa que dejase a Rusia libertad de accin en la regin danubiana, pero gue la apartara del asunto griego; sera suficiente el envo de un cuerpo expedicionario franco-ingls para obligar a las tropas egipcias a evacuar Morca. En realidad, Francia y Gran Bretaa tendran as un./ papel dominante en la regulacin de la cuestin griega, contrapesando la accin de Rusia en los Balcanes. El Zar acept estas proposiciones en julio de 1828. y ello prueba bien a las claras que no se senta capaz de imponer su voluntad. El 12 de diciembre de 1828, despus que Ibrahm evacu6 Morca sin esperar la llegada del cuerpo expedicionario, la conferencia de embajadores de las potencias, reunida en Poros, decidi la formacin de un
estado griego, cuyo prncipe sera hereditario; pero pagara tributo al Sultn, fijando la frontera Norte de dicho estado en los golfos de Arta y de Volo. Sobre tales bases los tres gobiernos confirmaron su acuerdo (protocolo de 22 de marzo de 1829). Pero cuando un ultimtum trat de imponer su aceptacin a la Puerta, el gabinete ingls se opuso, qulz porque no le convena que el futuro estado griego poseyera el litoral frente a las islas Jnicas, es decir, frente,.a una basenaval inglesa_ Pero aquellas reticencias dieron ocasin para que, a fin de cuentas, las tropas rusas actuaran solas; la poltica inglesa abandon, pues, al Zar el papel de "protector" de la causa griega. En la regulacin de aquel asunto, el gobierno francs acept u~ papel activo, ya que la operacin de Morea, prevista como una expedicin anglo-francesa, fue desarrollada, en realidad, por tropas francesas nicamente. Pero las perspectivas que pudieran presentarse en poltica general le importaban mucho ms que l_a sue.rte de Greci~. No ~n drfa inters en abandonar a Gran Bretana e intentar la alianza rusa 7 Ya en la conferencia de Poros, La Ferronnays esboz un gesto en tal sentido. Aquella tendencia se afirm despus del retorno de los ultrarrealistas al poder, a comienzos de septiembre de 1829, cuando el ejrcito ruso amenazaba a Constantinopla, el ministerio Polignac estudi el proyecto de reparto del Imperio otomano-a~ompaado . de reajustes territoriales en Europa central y en Renama-establec1do por Bois-le-Comte, director de Asuntos polticos; Grecia se extendera hasta Constantinopla y tendra por soberano al rey de los Pases Bajos; Rusia se apoderara de Moldavia y Valaquia y de una parte de Asia Menor: Austria recibira Servia y Bosnia. El reino de los ~afses Bajos se repartira entre Prusia-la parte holandesa-y Francia-la parte belga-. Prusia se anexionara Sajonia. pero abandonara sus territorios de la orilla izquierda del Rin, que formaran un estado-tapn bajo la soberana el ex rey de Sajonia. En cuanto a Gran Bretaa, se le adjudicaran las colonias holandesas. Polignac deseaba ser el ~utor de una revisin de los tratados de 1815 y borrar las clusulas prusianas de los tratados de Pars, y dio por descontado que aquel golpe maestro dara prestigio a la dinasta. Pero qu oportunidades de ?to poda tener una iniciativa evidentemente inaceptable para Prusia Y para Ingiaterra? Unicamente el apoyo ruso podra dar consistencia al atrevido proyecto. Mas qu inters podra tener el Zar en entregar el Bsforo ~. los Dardanelos a un estado joven, en lugar ele dejarlos en manos de u:ia Turqua carcomida? El gran proyecto se hundira con ocasin de! .primer sondeo diplomtico. En efecto, Jos consejeros del Zar vieron los riesgos de la a;entur~. E mantenimiento del Imperio otomano, acabaron. por pensar, tenia ms ventajas que inconvenientes. Dicho estado, dbil y que seguira sindolo siempre, pues de continuo estara amenazado por la sublevacin de sus sbditos cristianos, estara as destinado a ceder a la presin de la poltica rusa: por el contrario, un nuevo estado de cosas.
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es decir, el reparto, enfrentara a Rusia con enemigos peligrosos. As, el Zar, cuando d embajador de Francia quiso expollerle el plan Bosle-Comte, apenai, le permiti hablar. . En el tratado de Andrinoplis (14 de septiembre de 1828), la cuestin gnega. se re:;oivi segn los trminos de! protqcolo de 22 de mar~ es decir, ~on arreglo al compromiso inspirado por la diplomacia mglesa; solucin de espera que se complicara. despus de febrero de 1830, con la rnncesin de la independencia. Pero Rusia obtuvo en otra parte, venta as importantes: la deiim-tacin de la orilla der~cha de~ Danubio, la ...ormacin-en los principados de Moldavia y Valaqma-de un gob1enw nacional que permanecera tericamenre siendo vasa.U? de~ Sultn, pero que sera colocado bajo la garanta-es decir, la v1g1l~cta-de ,Rusia; la cesin del puerto de Poti, en el mar Negro; la libertad de comercio en el Imperio turco, y ei derecho de libre paso de los barcos -mercantes rusos por los Estrechos. E.n sum~: ni Rusia, ni Gran Bretaa, n Francia mantuvieron una po~tlca umforme durante aquella larga crisis; las tres se mostraron vac1la~tes. Y los dos principales antagonistas-Rusia e Inglatcrra-retroced1er.on ante un conflic.to general. Ciertamente, Gran Bretaa poda vanaglonarse de haber evitado lo peor, es decir, el hundimiento elel Imperio otomano. Pero saba muy bien las perspectivas favorables que este tratado abra 3. la poltica rusa.
Il. EL MEDITEHIL.\.NEO OCCIDENTAL
En la parte occidental del Mediterrneo, la nica transformacin producida fue el establecimiento del dominio francs en Argelia entre 1830 y 1837. Tal hecho poda transformar el control de las rutas martimas. La empresa argelina se hallba, pues, asociada a la cuestin die las bases navales en las regiones vecinas, sobre todo en la costa oriental espaola. En la cuestin argelina, dos rasgos, sobre todo, solicitan la atencin: la lenttud de las decisiones francesas y la resignacin de Gran Bretaa. Los proyectos france~es no se definieron sino despus de gran mimero de tanteos. En su orgen, cuando el gobierno de Carlos X. a! invocar la necesidad de poner fin a la piratera de los bcrbenscos, decidi emprender contra Argelia una expedici1 de castigo, los mviles: que determnaron la accin fueron principalmente de poltica interior: en el conflicto que le opuso a la Cmara de los di pu ta dos en .11830, el gobierno Polignac estaba convencido de que un exito exterior tendra favorable influencia sobre el cuerpo electoral y le permitida agrupar alrededor del trono a aquellos que desde l 815 reprochaban a la monarqua restaurada una poltica pasiva en demasa ante los acontecimientos del extranjero. Pero, en realidad. el anuncio de la decisin no apacigu-sino muy al contrario-las pasiones polticas,
que condenaban la decisin tomada por los partidos respecto a la expedicin arge'lina; la esperanza ele! gobierno se convirti, pues, en una decepcin. Las preocupaciones ecorimkas no desempean gran papel en esta ocasin; Solamente en Marsella los crculos de negocios se declararon francamente en favor d.e fa empresa, aunque no invocaban otro argumento que el de asegurar la navegacin mediterrnea contra Jos corsarios del Dey, y no parecan siquiera pensar que la toma de Argel pudiera se+ ;-ireludio de una obra colonizadora. Aquella perspectiva colonial era estimada, sin embargo, por los economistas; pero, con excepcin de Sismondi, estaban de acuerdo en que una ocupacin permanente carecera de inters, pues Argelia careca de tierras vacantes .y de mano de obra utilizable, y no poda convenir a los cultivos coloniales. En suma, nadie pareca adivnar la importancia del asunto para Francia. No hay, sin embarg, que fiarse mucho de estas apariencias. En los medios prximos al gobierno-y sobre todo en el Estado Mayor naval-algunos pensaban que la experiencia argelina abrira, sin duda, el camino a una expansin francesa en el Mediterrneo; pero se guardaban mucho de aludir pblicamente a eyentualidades dudosas en extremo. Las deliberaciones del Consejo ele ministros de 29 de mayo y 23 de junio de 1830 reflejaron tales vacilaciones. Cuando Polignac expuso al Consejo las posibles soluciones, consider entre ellas la ocupacin permanente y la colonizacin; pero aadi que la conquista sera difcil y podrfa originar dificultades graves con Inglaterra. En su mayora, los ministros eran hostiles a una eventualidad que calificaban de temeraria. y l rey, ncluso despus de fo toma de Argel, aplaz toda decisin. El gobierno de ulio decidi mantener la ocupacin de Argelia, aunque casi todos los que le haban elevado al poder se mostraban adversarios de la expedicin. En esto no haba nada sorprendente: los liberales, que combatieron a Polignac, haban siclo hostiles a la empresa porque poda consolidar un rgimen poltico que detestaban; pero una vez desaparecido dicho rgimen, estimaron que el abandono de los resultados adquiridos sera peligroso para .el prestigio de la monarqua orleanista. Indudablemente, la ocupacln de Argel implicaba en el nimo del gobierno un objetivo de mayor alcance. Las instrucciones cursadas al general Clauzel el 30 de octubre de 1830 indicaban la intencin de fundar. al menos en las regiones prximas a la ciudad, una importante colonia, y Luis Felipe estim que Francia tena "gran inters -en disminuir la preponderancia / inglesa" en el Mediterrneo. Pero no se trataba todava de una .cnquista de los territorios del interior. tanto menos cuanto que la amenaza de conflicto europeo originado por la cuestin belga (1) obligaba a volver a la metrpoli parte del cuerpo expedicionario. Por lo dems, la mayora de la Cmara de
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diputados era hostil a una poltica de colonizacin en Argelia, que obligara a efectuar grandes gastos y a correr rie5gos sin esperanza de beneficios inmediatos. Hasta junio de 1831 no estudi el gabinete de Casimiro Perier la ocupacin e incluso el establecimiento del dominio francs "sobre toda la Regencia de Argel", aunque se cuid bien de descubrir sus intenciones. Y las vacilaciones se prolongaron; en 1834 la Comisin de encuesta, designada por el Gobierno, se pronunci por el mantenimiento de la ocupacin, pero limitndola a aigunos puntos ~e _la costa. Has'.~ 1836 el gobierno no declar que una ocupacin h.m.1tada a la re.g1?n cost.era resultara imposible, y admiti el princ1p10 de un dom11110 efectivo sobre los territorios del interior. La toma de Constantina, en 1837, fue la primera medida importante del programa de conquista. Hubo siete aos de tanteos. Bran suficientes para explicar tal lentitud las reticencias de la opinin parlamentaria y la inestabilidad ministerial? Tambin es preciso tener en cuenta la situacin internacional. El Gobierno de Luis Felipe tena necesidad de mantener un acuerdo con Inglaterra en tanto que las revueltas' europeas consecutivas a los movimientos revolucionarios de 1830 no se apaciguasen; el momento no era favorable para realizar en Ja cuestin argelina una poltica amenazadora para los intereses ingleses. Pern por qu Gran Bretaa se resign a dejar a Francia adquirir en el Mediterrneo occidental tales- posiciones? Esa es, en el fondo. la cuestin esencial. Desde el comienzo de la empresa el gabinete ingls haba temido -febrero de 1830-ver la expedidn de castigo convertirse en una toma de posesin. "Iris ms all de lo que declaris, y eso no puede convenirnos." La formacin en la costa africana de un estado "unido a Francia" podra-haba aadiclo-arrui11ar la influencia y el comercio i~gleses en el Mediterrneo. Haba tratado, pues, de obtener de Poh~nac la promesa de que la influencia francesa no se establecera en Argelia: y para conseguirlo haba aludido incluso a la posibilidad de un conflicto armado. Pero Polignac no cedi, contentndose con decir que si el gobierno del Dey llegara a disolverse, Francia no establecera un nuevo rgimen sino despus de haberse puesto de acuerdo con las otras potencias. Y la amenaza inglesa no haba pasado 'del estado verbal, qt~iz~ por.que el go,b.ierno ingls, preocupado por sus propias dificulta~es m.tenores, poht1cas y econmicas. no poda admitir todava la evp~1t_uahdad de .u.n,a guerra, y .quiz tambin porque prefera ver que el espznlu de ambzczon de Francia hallase un derivativo en Africa. Las vacila:iones de }a M~nar9ua de julio daban cierta seguridad i.1 Gran, l3retana. El ~a?111ete mglcs poda an pensar que Francia encontra~1a bastantes d1f1cultades en Argelia para obligar al Parlamento, ya ret_1cente, a manifestar. una oposicin formal a toda empresa de co_nqu1.sta. Y no estaba mteresado tambin en tratar a Francia c;on m1ram1ento, ya que su colaboracin le era necesaria en los asuntos
europeos? Ello aconsejaba una poltica de espera. En 1832 y i833, cuando la _oposicin criticaba en la Cmara de los Comunes la pasividad del gobierno en la cuestin de Argelia, el ministro de Negocios extranjeros se limit a hacer declaraciones platnicas. Pero en 1836 ya no era posible conservar tales ilusiones. porque el gobierno francs anunci su intencin de ocupar los territorios del interior, La protesta inglesa, no obstante, .ie dbil. Palmerston no insisti al enfrentarse con una resistencia categrica: "No. deseo conflicto serio entre nosotros. No demos a nuestros altercados mayor importancia de la que tienen." En realidad, se daba cuenta de que la opinin pblica francesa no podra tolerar el abandono de la empresa. Y, en noviembre de 1837, tei:min por declararse dispuesto a aceptar todas las medidas que Francia pudiera adoptar en Argelia, "con la nica condicin de que los territorios de Tnez y de Marruecos continen intactos". Y cuando, en la primavera de 1840, Abd el Kader, CCW, la esperanza de obtener el apoyo de Gran Bretaa, le ofreci ventajas comerciales e incluso quiz una base naval en Ja costa argelina, la respuesta inglesa fue negativa. , Gran Bretaa, en suma, contemporiz. Limitse a mostrar su voluntad de conservar el control del estrecho de Sicilia y el de Gibraltr; es decir, el dominio del Mediterrneo. Pero la posicin adquirida por Francia en Argelia daba nuevo inters a la cuestin espaola, que se convirti en campo de rivalidad entre Francia y Gran Bretaa. Al abnrse. en octubre de 1_833, con ocasin de la muerte de Fernando VII, una crisis de sucesin que opona a don Carlos. hermano del rey difunto, y a Marfa Cristina, regente en nombre de su hija Isabel, el pretendiente ai trono se apoyaba, por una parte, en el clero v, por otra, en el particularismo de las provincias nrdicas-Vizcaya y Navarra-, mientras que Mara Cristina era sostenida por los cons itucwnales. La guerra civil espaola tenfa, pues, un aspecto europeo en cuanto representaba el antagonismo entre potencias absolutistas y liberales (1 ). Metternich enviaba armas y subsidios a los carlistas; Palmerston haca otro tanto en beneficio de los partidarios de la Regente. Cul sera el papel de Francia en tal coyuntura 7 Luis Felipe no pareca dispuesto a intervenir en la guerra civil, na obstante haber concentrado tropas en la frontera espaola. Pero el gabinete ingls abrigaba sospechas. Una situacin anloga ;; la de Espaa se desarrollaba al mismo- tiempo en Portugal (lui::ha entre los partidarios del pretendiente Miguel y el gobierno de Pdro). Aquellas dos crisis amenazaban con juntarse, pues la regente espaola preparaba una in tervencin en el pas vecino. El primer objetivo- de la poltica inglesa era expulsar de la pennsula el absolutismo, represe~tndo en .l?s personas. clr Carlos y de Miguel, y obtener para ello la colaboracton francesa.
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El g~berno de. Lus Fe~ipe se prest en se.guida a ello; primero, por el tratado :le 22 de abnl de 1834, cuyo obeto era regular 1a cuesti;'.,. ~rtuguesa. y ,despus, por la convencin de 18 de agosto. del mismo ano, que parecia establecer un acuerdo en la cuestin espaola; Francia se ~bstuvo. ~e socorrer a los carlistas y admiti que Gran Bretaa pudiera fac1htar armas a los constitucionales. La_ alianza de abril de 1834 y la convencin de 18 de agosto del mismo a.no no constituyeron, sin embargo, ms que un episodio en las cues~10?es ibricas. En intencin de Palmerston, se trataba, sobre. todo, en . rephca a las conversaciones de Mnchengratz (1), de manifestar la sohdandad de las potencias occidentales frente a los estados despti~os. Pe~o, no obstante las apariencias de acuerdo, la rivalidad de las mf.luencias franco-inglesas en Espaa reapareci durante los aos sigmentes. Aquella r~validad era econmica y poltica. En el primer aspecto: Gra~ Bretana se encontraba en buena poscin gracias a sus aprov1s10nam1~ntos de armas al gobierno de Madrid. Pero procuraba obtener ventaas mayores: un tratado de comercio que concediese a la prod.uccin britnica el acceso a un mercado hasta entonces sujeto . un r.1guroso proteccionismo. Mas di,.cha tentativa fracas por la res.1stenc1a francesa y la inquietud de los industriales catalanes. La riva~1dad. poltica se manifest agriamente, sobre todo en 1838: Francia 1mpu1s a la Regente a apoyarse en los constitucionales ms moderados, mientras que Gran Bretaa se esforz en llevar al poder a los prog:esistas. f:n 1839, cuando S<Y produjo la derrota carlista, la influencia mg~esa .tnunf en Madrid, donde Espartero, jefe del goberno, favoreci abiertamente a Gran Bretaa: en 1840 autoriz a sociedades m~lesas a que adquiriesen los bienes confiscados a las comunidades rehg~osas y acept su pago en ttulos de la deuda espaola. muy depreciados. w_ Cules fueron los mviles decisivos en aquella lucha de influencias? Los intereses polticos o los econmicos? Los esfuerzos del gobierno ingls para llevar al poder a los progresistas, se inspiraban en el deseo de obtener la contrapartida de ventajas materiales? O debemos pensar que la influencia econmica estaba destinada a a~brir el camino a la influencia poltica? La primera oprnin es la del emba Jador George Vlliers (el futuro lord Clarendon). Pero el objetivo poltico-segn las investigaciones ms recientes, debidas a sir Charles K. Webster-fue la preocupacin dominante de Palmerston en el momento en que la presencia francesa en Argelia presentaba nuevas perspectivas en el Mediterrneo, Espaa no deba convertirse en sal lite de Francia. En 1840 esta poltica pareci tnunfar (2).
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Apenas la cuestin gnega qued res.uelta,_ el Im peri~ oLOrn~~. atr~ ves una nueva crisis, ,1ue, durante diez anos, pondna en htig10. las posiciones adquiridas por las grandes potencias en el Medtterraneo oriental. El Sultn se encontraba en conflicto con un vasallo muy poderoso el baj de Egipto. El Imperio otomano vease, de nuevo, amenazad; por un hundimiento. Cmo escap a tal peligro? . El papel desempeado por Egipto-pas de 25 000 de habitantes-en ]as relaciones internacionales, fue, en aquella epoca, res,u\tado de la acr;:in personal de un hombre ambkioso: Mohamed A.11 .. ?ste turco de Rumelia, negociante de tabaco en Cavalla, se conv1rtio en jefe de un contingente otomano, envido ~. Egipto. en la poca de la expedicin Bon aparte. Desde 1806 era baa ele .Egipto y, aunque. vasallo del Sultn actuaba como si fuera 1efe de Estado. Durante vemtc aos trabaj, m'etdicamcnte, para modenzar Egipto. ~l. mismo tiempo que para extender los Jrhites territoriales de su dommio, dentro del Imperio otomano. Estos dos aspectos de su. obra son 11:dudableme~te nseparables, pues las trani;formaciones que impuso ~ Eg;pto no tenian otro objeto que el de facilitarle los medios para una pol1t1ca de po~er. Quiso hacer una revolucin agrcola, construyendo can~}es de neg~ e introduciendo nuevos cultvos, destinados a la exportacton; comenzo a crear una industria de hilaturas de algodn, manufacturas de telas de lino y equip los puertos. Para la ejecuci.:1 de aquel programa llam a extranjeros: millares de griegos y un punado de franceses. Tales resultados no podan obtenerse, ciertamente, sino por la nciativa del gobierno del baj; 'pero tambin iba en p1:ovecho el desarro:lo de la vida econmica. pues el Estado, solo beneftciano del comercio exterior y nico propietario de la tierra. impoha a lo,s cam~sin?s el plan de cultivo y les compraba las cosechas al prec10 qu~ d fl]aba. Es indudable que aquel sistema ele obligaciones y. monopolios agravaba Ja miseria de la clase campesina, pero tambin lo es que aseguraba al tesoro egipcio los recursos necesarios para organizar, con el concurs de instructores franceses, un ejrcito de t-ipo europeo y una marina de guerrn. que proporcionaran a Mohamed Al los medios para efectuar, en 1815, una expedicin al Hedjaz; emprender--entre 1~2? Y 1822-la conquista del Sudn niltico y ocupar Creta. Le permltlflan. igualmente, desempear-a favor de la crisis iricga (l}-un papel preponderante en los destinos del Imperio trco. No obstante. el fracaso de la expedicin a Morca, exista, en 1830, una potencz.a .egipcia que atrna Ja atencin de Europa. Los observadores extraner,os compr~ baron ]os resultudos obtenidos por Mohamed AH, que hab1a const1tu1do un estado slido, "all donlle no se vea antes. ms que tirana,
( 1)
(2)
Vase anter1ormenh:, pg. 67. SDbr<! la cvoluc1u po>ier1or de i:sla cuestin. vase libro 11, capi1ulo IX.
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revolucin, guerra civil, anarqua perpetua": habfa realizado un esfuerzo renovador, de que el resto del mundo islmico era incapaz, e incluso, "ha reducido las barreras, hasta entonces insuperables, que separaban a los musulmanes de los cristianos". A decir verdad-y de ello se percataron algunos europeos clarividentes-, la medalla tena su reverso. La masa de la poblacin egipcia, es decir, los campesinos rabes, sufrfa wi refinamiento de exacciones; el dominio de Mohamed Al se apoyaba, nicamente, en los turcos, dirigentes de la administracin y del ejrcito; pero como dichos uncionarios eran, frecuentemente, mediocres, las iniciativas del amo permanecan rncumplidas: todo aquello que no "cae bajo el ojo de Mohamed Alf periclita": en fin, los recursos del tesoro estaban a merced de uria mala cosecha y la amenaza de una crisis financiera pesaba, incesantemente, sobre las decisiones del gobierno. No obstante, en el Imperio otomano, esclertico, Egipto se distingua como una fuerza nueva. l Qu uso quera hacer de aquella fuerza el baj 7 No ocultaba a sus interlocutores extranjeros que tena "grandes cosas en la cabeza". Su primer objetivo era obtener el carcter hereditario de su mando, pues, en 1830, contaba sesenta y un aos, y deseaba, naturalmente, dejar a su hijo la pote1cia que haba fundado. Deseaba, tambin, hacer consagrar de itire la independencia que ya posea de facto. Pero se daba cuenta de que tena que obrar con prder]cia en aquel terreno, pues corra el peligro de sembrar el descontento entre sus funcionarios y oficiales turcos. Y miraba mucho ms lejos: No podra convertir el Mediterrneo orienta[ en un lago egipcio si arrebatase Siria al Sultn? Se consideraba, incluso---decfa el embajador francs-, la esperanza del Islamismo. Si las circunstancias le favoreciesen, por qu no suplantar al Sultn y convertirse en el renovador del Imperio musulmn,' en su totalidad? Las ambiciones del baj de Egipto plantearon cuestiones de gran alcance en las relaciones internacionales. Podan desear las potencias mediterrneas que la va de Suez, utilizada ya considerablemente en el trfico internacional comercial europeo hacia la India y el sudeste asitico-no obstante los inconvenientes del transbordo a travs del istmG--, cayera en manos de un estado joven y fuerte' No sera preferible que aquella puerta del Mediterrneo permaneciese en manos dd Il)lperio turco, que era dbil? :Por otra parte, no les interesaba a las potencias la suerte del Sultn? La disgregacin del Imperio turco baip los golpes de Mohamed Alf, llevara, sin duda, a un reparto, que despertara nuevamente los antagonismos entre las grandes potencias; pero la renovacin de aciuel imperio por los cuidados del baj, modificara tambin una de las constantes de 12 poltica internacional. Cul fue, ante estas perspectivas, la posicin de las potencias ms directamente interesadas? Francia poscla en el nuevo Egipto una influencia slida: sus oficiales haban organizado el ejrcito: sus tcnicos desempearon un
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papel preponderante en 1a revolucin econmica; sus congregaciones de enseanza fundaron escuelas que tenan ms de 9.000 alumnos: El gobierno francs pens aprovecharse de tal situacin para consohd.ar su poltica mediterrnea. y, por medio .de un acuerdo ~on el ba, hallar en Egipto un punto de apoyo contra Gran Bretana .. Pero no deseaba el bundiminto del Imperio turco, cuyas consecuencias tema. Gran Bretaa quera mantener abierta la ruta de Suez: .pero, a decir verdad, dicha seguridad no pareca amenaza~a. Por qu haba de ooonerse Mohamed AH al trnsito a trav~s del istmo? No estaba Gran Bretaa segura-gracias a su supremacta naval---de poder pr~te gcr sus comunicaciones en el Mediterr~n~o or!en~al y ei: ~l mar Roo? Tema ms el establecimiento del dommio egipcio en Sma . q~e pod~a ser el punto de partida de una expansin . del estado e&ipc10 hacia el golfo Prsico' y una amenaza para la segundad de la India. Deseaba, sobre todo, mantener el Imperio turco, porque estableca una ba~e ra contra la penetracin rusa en el Mediterrneo f en el Prximo Oriente: no podfa, pues, admitir que el Sultn perdies.e par~e de sus territorios, en provecho de Mohamed Alf. Pero en l~ hiptesis de. 9ue el baj de Egipto sustituyera al Sultn, ?no constituira una opos.ic16n ms eficaz a las ambiciones rusas? Quiz. No. obstante, e.l gobierno ingls no estaba dispuesto -a aceptar esta soluc16n, que lesionar~a los intereses econmicos de Gran Bretaa; el Sultn haba con~ed1do a Inglaterra un tratado de comercio muy favorable y el Impeno ~urco estaba convertido en mercado muy importate para las exportaciortes inglesas; ventajas-hada observar el cnsul ingls ~n Damasc~que se perderan si Mohamed Alf se convirtiese .en due~o del Impeno Y aplicara su sistema de monopolio al comercio exterior,. as como s.u programa de creacin de industrias. Todo proyecto de z~dependencia econmica se hallaba en contradicci(m con los intereses mglese?. La suerte del Imperio turco le importaba. sobre t,odo, a. Rusia. En septiembre de 1829 los medios dirigentes rusos, habtan estimado q_ue por el momento la supervivencia de ,este In:p.eno tenfa ms venta1as que inconvenientes (1); pero se hab1an decidido a ello con la esperanza de que la autoridad del Sultn, . amenazada par Ja sublevacin de las poblaciones cristianas, siguiera siendo pre~?na que I.a Puerta no fuese capaz entonces de resistir a una pres1on d1r,Jomt.1~a rusa. La perspectiva de que. Mohamed Alf :enovase aq~el 1mr,eno careo~ 'd nazarfa Jos intereses de Rusia que vena-escnbe Nessel rn1 o ame ' b'I rode--"suceder un vecino fuerte y victorioso a ,uno d 1 . y venc1 o . La poltica egipcia se enfrent, pues, ,c~n obstaculo.s temibles. M.ohamed Al no Jos desconoca. Vefa su umca. oportumd~d en la divergencia de intereses entre las grandes P?te.ncias. A par~1r de 1829-1830 era a Rusia a la que consideraba su .rnnc1pal adve~sano, y, aun~ue en vano, busc Ja ayuda inglesa. Segua teniendo abierto el cammo de
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un ac_uerdo con Francia. Pero cmo podra obtenerlo si el Gobierno trances no deseaba el hundimiento del Imperio turco? Si no se tuvies~. :n. cuenta su temperamento arriesgado, sera inexplicabe que el baa se lanzase a la aventura en tales circunstancias. . Existen_ d~s fechas crticas en la cuestin egipcia: 1832, en que el erc1to. eg1pc10. despus de haber conquistado Siria, destruy al turco e.n Komeh (21 de d1CH:mbre) y se aprest a la marcha sobre Constantmopla; y 1839, en que el gobierno turco intent reconquistar Si ra, y sufri un nuevo desastre (2'1 de julio), en Nzib, que pareca situar de nuevo a merced del ~af la capital turca. En ambos casos. Jos proyectos de Mohamed Ah fracasaron por la voluntad de una de las grandes potencias. Con ocasin de la pri~1:ra crisis. ~ientras que el gabinete ingls, con~c:~nte de que u,na acc1on naval sena, sin duda, insuficienk, no se dec1d10 a cerrar la ruta al baj, el gobierno del Zar obiio en enero de 1833, a Mohamed Al, a detener su marcha victorio~a enviando una ~scuadr~, y. despus, un ejrcito de desembarco en ~l Bsforo. L~ .diplomacia rusa explot en seguida la situacin, persuadiendo a los dmgente~ turcos, durante una negociacin en la que parecen haber desempen_ado ~n papel decisivo ios argumentos sonantes, de que era de gran mteres para ellos conseguir el apoyo de Rusia contra otra eventual tent.ativa. del baj .. El tratado .de Unkiar-Skelessi (8 de julio de 183?) estableci una alianza defensiva ruso-turca por ocho aos. Un articulo secreto .(que de de serlo a las po.c;is semanas) precisaba la forma de esta as1stenc1a mutua: Rusia se comprometa a suministrar al Impeno turco apoyo armado (las tropas rusas podran pues ocupar los estrechos del Bsfor~ y de. los Dar<;lanelos si Turqu~ fuer~ atacada por una tercera potencia}. mientras que el Zar no solicitaba de. la Puerta apoyo efectivo alguno s el Imperio ruso se encontrara en.guerra con otra potencia; .bastara, en semejante caso, que el Impeno turco c<:1'ase el Bsforo y Jos Dardanelos, prohibiendo en consecu,encia: la mtroduccin en el mar Negro de una flota adv~rsaria de Rusia. D1~? trat~do, pues, no aseguraba a la poltica rusa ms que una soI:ic1on parcial de la cuestin de Jos Estrechos. ya que su flota no ~d1a, franquearlos, y no amenazaba, en consecuencia, Ja posicin med1terranea de Gran Bretaa; pero, puesto que conceda a Rusia u? papel dom111an~e en la marcha de la poltica otomrna, amenazaba, directamente. los 111tereses de Ja Gran Bretaa. . No- ?stante, el ga~nete ingls se limit a una protesta diplomtica. Sab1~ que no podia 1r ms lejos, porque no contaba con Francia, cuy;: _rohtica en Esp,aa le inquietaba. Tampoco poda contar con Austria, q~e promet10 a Rusia, por la convencin de Mnchengratz (6 de sept.1embre de 1833) no poner trabas a su poltica otomana, en contrapartida a una, promesa de colaboran en los asuntos de Europa ce?tral; los a,rt1culos secretos de esta convencin precisaban que Austna se pondna de acuerdo con Rusia para oponerse a una nueva
iniciativa de Mohamt.:J Ali. tendente a apoderarse de una provincia europea del Imperio turco. Sin embargo; .la poltica inglesa no ~e~un ci a contrarrestar, ppr otros medios, la accin rusa. El 6 de d1c1embre de 183 3, Palmcrston traz su programa . : mostrar al Sultn los peligros de la "fatal alianza" ruso-turca,, que colocaba al Imperio ot~ mano bajo el control de una potenci<i, la cual; en el fondo. era hostil a su misma existencia; ofrecer a la Perta la ayuda de Gran Bretaa, con ob1eto de reo'faanizar sus fuerzis armadas, pero sin proponerle una alianza, que peligrada dar al gobierno turco la esperanza de una guerra de desquite contra Egipto; obferier,en (ompensacin, ventajas econmicas en los territorios turcos, de i:iquews inagotables a creer al experto Urqhard t. Pero los resultado.s fueron modestos: en agosto de 1S33. un tratado de comercio (jcerdo de Balta-Liman) que redujo los derechos. aduaneros turcos a uri. 3 por 100 y que permita a Gran Bretaa aumentar sus adquisiciones de materias primas (aceite, camo); un acuerdo, de marzo de 1839, que confi a una misin de oficiales de la marina inglesa la reorganizacin de. la flota turca (para la del ejrcito, el Sultn se dirigi a una misin de oficiales prusianos). As manifestci el goberno turco su intencin de sustraerse al cpntrol de Rusia. La amenaza que entraaba el tratado de Unkiar-Skelessi haba fracasado, pues. Lo sorprendente es la prudencia de la poHtca rusa despu~ de 1833, que no intent seriament~ sacar provecho ,de sus ve_ntajas. La explicacin hay que buscarla, sm duda, en la act1tu~, austnaca, que despus de haber dado seguridades, en 1833, a la poltt1ca rusa, la abandon, una vez se apaciguaron las dificultades alemanas; en septiembre de 1835, Metternich se neg., re.su~ltamenten la entrevista de Teplitz-a asociarse a toda m1ciat1va de Nicols I en Oriente. Estas decepciones acrecentaron L desconfianza habitual del gobierno ruso respecto a Gran Bretaa; el Zar mand fortifica: Kronstadt y las islas Aland, en el Bltico; Sebastopol y Novoross1k, en el mar Negro; dio comienzo a un programa de construcciones navales y presion, amenazadoramente para ~os in le(~s.es esencial_\!S de Gran Bretaa, en las fronteras de Ja India. El v1eio antagonismo angloruso pareca renacer con nuevas fuerzas. P~ro cuando, por iniciativa del Sultn, se produjo, en. 1839. l_a segunda crisis egipcia, el asunto presentaba, en el. aspect~ mternac1onal. un cariz completamente diferente a aquel que pareca imponer la covuntura ms reciente. Esta vez fue Gn:h Bretaa la que, para evitar la ;epeticin de los acontecimientos de 1833. al propi~ tiempo que, la iniciativa rusa. se constituy en protectora del Impeno turco y quiso obligar al ba:i de Egipto a que, no obstante su victoria, renu~ciara a Siria. En el momento en que tuvo ocasin de poner en prctica el tratado de Unk1ar-Skelessi, el Gobierno ruso renunci a ello y se declar dispuesto a resolver las cuestiones orientales "de acuerdo con
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las otras potencias". La resistencia a la poltica inglesa se manifest nicamente en Francia, cuyo gobierno, que en 1832 haba dejado a su embajador en Constantinopla desarrollar una poltica pro-turca, concedi ahora apoyo a Egipto, a riesgo de enfrentarse con las otras grande~ pot~ncias. El centro de inters lo constitua, pues, el cambio de orientacin de las polfticas francesa y rusa. La prudencia era la caracterstica del gobierno ruso. Nicols I saba ,bien qu~ no contaba con oportunidad alguna para obtener del Sultan, pacficamente, la renovacin del tratado de Unkiar-Skelessi. que la Puerta no haba concluido ms que en virtud de circunstancias excepcionales. Pero el tesoro ruso se hallaba en precaria situacin, despus de una mala cosecha, que origin la disminucin de los recursos fiscal~s, y que impeda al Gobierno ruso arriesgarse a un conflicto. Tambin tal prudencia estaba inspirada por un designio de poltica general. En vista de que no se senta capaz de hacer prevalecer su voluntad, pens que lo que ms le convena era dejar actuar a Gran Bretaa, alentarla incluso, pue~ as se quebrantara en Europa la en tente franco-inglesa. La imprudencia, en cambio, era la caracterstica del gobierno francs: Desde que se decidi a conquistar Argelia, el gobierno de Luis Felipe pensaba que el Imperio egipcio poda suministrar un punto de apoyo a su poltica mediterrnea; y concedi emprstitos a Mohamecl Al. L~ ayuda. presta?a al baj en la cuestin siria tena por objeto consolidar la mfluenc1a francesa en Egipto. Aquella poltica era coherente y lgica, pero en tanto que pudiese contar con la oposicin de Gran Bretaa y Rusia. Por qu se obstin el g9bierno francs en una empresa demasiado arriesgada cuando se daba cuenta ele que no exista tal oposicin 7 Parece que cedi al movimiento de la opinin pblica y, sobre todo, al. de la opinin parlamentaria, que manifestaban gran suceptibilidad en dicha cuestin: renunciar a apoyar a Mohamed AH era arriesgarse a perder la influencia conseguida en Egipto, aband.onar las perspectivas que para la industria textil ofreca la produccin de algodn egipcio, y, sobre todo, inclinarse ante la voluntad de Inglaterra. En febrero de 1840, la oposicin consigui un xito en el Parla:nento al reprochar al gobierno su timidez. Lis Felipe, cuya autoridad personal quedaba puesta en entredicho. sinti la necesidad, por razones dinsticas, de realizar una polftica 11aciozal. Y el rev dio satisfaccin a este movimiento de opinin llamando al poder a Adolfo !hiers, convencido de la importancia de los intereses mediterrneos de Francia y resuelto partidario de una poltica exterior de firmeza. Thiers deseaba "aumentar la moral de la nacin" y consolidar con un xito de prestigio el crdito del rgimen. . D:sde aquel momento las posiciones estaban adoptadas. El gabi~ nete mgls se declar resuelto a no consentir que Francia-duea va de Argelia-apoyase a Egipto, que, as, se convertira. necesananzene. en su aliado y podrfa dominar pronto Tnez y Trpoli. "Toda la costa
fl'lediterrnea de Africa y una parte de la de Asia, desde Marruecos al golfo de. Alejan?reta, quedara. de este modo, bajo vuestro poder o vuestra mfluencia. lo cual no puede convenirnos." Y Palmerston reuni, en torno a Gran Bretaa, a Rusia, Au:stria y Prusia; su acuerfu~ consagrado por el tratado de 15 de julio de 1840. que, en la m tenc1n de Palmerstcin, sobrepasaba el alcance ele la cuestin egip "Es preciso dar una leccin a .Francia, h,aQerle comprender prcticamente que su palabra y su deseo no son Ja lev de Europa." Esta firmeza de la poltica inglesa, los intreses medlterrneos de Gran Bretaa y el temperamento del jefe del Foregn Office bastan, sin duda alguna, para explicarlo. Pero tambin es neesario tener en cuenta la inquietud que la poltica francesa en Blgica produca a Palmerston. Despus de haber perdido el mercado holands, la industria belga buscaba salida para su carbn y sus productos textiles, y la encontr, principalmente, en Francia, El gobierno francs pens-a partir de ~ 1836-aprcwecharse de tal situacin para proponer una unin aduanera: crculacin de las mercancas, en rgimen de franquicia, entre los dos estados y uniformidad de su tarifa aduanera en sus relaciones con el extranjero. Pero el gobierno belga haba rechazado aquellas ofertas, porque, en opinin de los cosejeros del rey, dicha unin aduanera pc1 ndra a Blgica a merced de Francia, y hubiera podido considerarse como un paso haca la anexin, Y Thiers acababa de hacerse cargo del ;isunto. Leopoldo I acept la negociacin, por lo menos en cuanto respectaba a la uniformida.d de las tarifas aduaneras. Palmerst?n .~e alarm.~ y decla'. al embajador belga en Londres que tal negoc1ac1on. er<i. mcompat1hle con la independencia poltica de Blgica". No le mqu1etaban, pues, solamente las iniciativas ele Thiers en la zona mediterrnea. Ello confirm a la diplomacia inglesa en su actitud intransigente. Mientras tanto Thiers quera mantenerse firme, v deciar el 7 de abril que Fr;incia no aceptara que las potencias er:zpteasen la fuerza contra el b;1pi de Egipto. "Si Europa quiere enfrentarse con nosotros no tiene ms que intentarlo." Tales declaraciones' despertaron en I~ opinin francesa todo el odio <icumulado contra los tratados de 1815. "Francia tiene que recordar que, aun estando sola, ha hecho frente a Europa", escriba la Rcvuc des Dcu:r f\1o11des. Y Le Temps aada: "Acaso no puede desencadenar el uego formidable de las revolucones?" 'J'!o obst<inte, la intransigencia de la poltica inglesa y la efervescencia de las pasiones ele la opinin pblica francesa no originaron ningn conflicto general. A qu se debi? A que, en el fondo, ni en Londres ni en Parfs los jefes responsables ele ia poltica deseaban la guerra. Si bien, de pronto, no se atrevi a desautorizar a su ministro, Luis Felipe mostrse dispuesto, para cuando la ocasin se presentase, a rompcrle a rl antes que romper con Europa. Tampoco Thers deseaba
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ciese el espritu de la guerra d~ ~i~;ra~~~3~c~~ ~; Badenj reaparelencind, que, segn los agentes diplomticos francese's ~~ c~~b~al v10vert1 o en una explosin de odio N . , ia conesperanza de que Estrasburgo vol .. l o exponia el. rey de Baviera la aqu un motivo para desilusiona/1:se a ser una cmdad alemana? He credo en el xito de u11 1/ . aquellos que en Francia haban amamzento a las revol e T comprenda ciertamente el alcance de aquellos . u wr~esp. LUIS Felipe te pensab 1 stntomas. robablernena que e movumento de exaltacin atritica , d. ., plotado por los adversarios de la dinasta y def r imen p~ la ser _ex~e 1840 _se produo la ti:ntativa de Luis NapoleJ' en Bo ~~ el ,verano f , u o~nc, y se esarr91!0 una- campaa en favor d 1 -es una hiptesi t e a re orma electoral. Finalmente 1e M. Charles Pouthas . s in eresante e .. tuviera en cuenta la amenaza de una crisis ,:~ . . :- qu1z.a el rey traccin de Jo ~~onom1ca Y social (con.. s ;iegocws, provocada por el peligro de conflic como consecuen~ia, agitaciones obreras). Todos estos moti . ~ y, iaban la prudencia. vos acunse-
un conflicto general pero nsaba causa de esta cuestn s 1 que los Cuatro no se decidiran, a Mohamed Alf ser-fa capaz d~ ~ a grerra f~urnpea. Crea tambin que P'.~mber es su !Ciente resistencia para cansarles. y se entreg a u . n, mamo ra de intimidaci d 1 . en inters de Ja popuiarid id Pero . ll . n e as potencas sera l quien se viera ar a;tr d si aque a mamobra fracasaba, no eventualidad v se prepar ar a u. la guerra 7 . Pareca aceptar dicha giere una de ;us frases. " 1p a e. a' ta! es a Interpretacin que sud . ' me ecnan, siempre . que la guerra sera una calamidad d po re vo1ver; mientras f ' para to o el mundo" s f para .sus mes personales u na poltica de bluff. . . egu a, pues, Palmerston amenaz a Francia co nll una guerra general, pero estaba convencido de que no se1 fa pr ~ . e~1so egar a ella Se daba d u 1 q e a actitud de Thiers < ra solo bl ff "L , . . cuenta e casar sus amenazas---escrhi al ri~ . ~ .un1ca forma de hacer frap ei mm1stro, lord Melbourne-es decrle que no les tememos qu~ tienen ms puntos vl'ln~ri~l~s no~~tr~~s somo~ los ms fuertes y otros. .Pero le cost trabao convencer a su propia ma or q Francia por el camino de su !radi~i~rlamentana; .tema empuar a con la resistencia de la Corte . re~oluc1?nana y se enfrent Francia al conderto europeo m~d~~et ~u~ga a mas p~udente atraer a tculos le obligaron a contemporizar e/ ~~:ras tonc~10nes. _Tales obs mes e septiembre-es decir, dos meses y medio des . d ' a Siria la flota inglesa y un ppeuqeus n-el acuerdo de l~s. C11atro-no envi . e 0 cuerpo exoed1c1onar1 0 M1entras tant 1 xionar Sin dud o. 1 a op1n1lon pu.bli_ca francesa tuvo ocasin de reflerante ~l verano ~~~~s ~osm~~1~1ent~ nacionalista ma?ifestado ducontribuy mucho a calmar a si. os 1 e la Confcderact0n germnica sa francesa aludiera a la reviJ~~ ~;)~ss~rf::~~~~e Bf~~~ que_ la pr~ntodos los estados alemanes r pero p " 1 para que en rp~c1pa mente en la provmc1a renana ge Prusia, en el Palatnad\o
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El rpido desenlace confirm las previsiones de Palmerston. Cuando Mohamed AH-expulsado de Siria no solamente por el desembarco anglo-turco, sino tambin por el levaqtamiento de la poblacin-solicit la ayuda militar de Francia, Thiers acept, en realidad, adherirse a las decisiones de los Cuatro, quiz p:irque se daba cuenta de haber juzgado con optimismo la capacidad de ieslsten~ia del baj. Es cierto que lament haber cedido, despus de _firmar la nota; pero cuando el 20 de octubre quiso incluir en el discurso del trono una frase alusiva a la eventualidad de la guerra, el rey provoc su dimisin, sin que la opinin pblica reaccionase. , ... . Triunfaron, pues, los intereses ingleses; Palmerston impidi el desarroll.o del Imperio -egipio, la expansin .de la influencia francesa hacia el Mediterrneo. oriental y el ~undiinien_to del Impero turco, obteniendo al propio tiempo la renunc;:ia del Zar al tratado de unkiarSkelessi. Consigui tales xitos median te un golpe de audacia, pero una clase de audacia reflexiva; comprenda .:ue Rusia, interesada en impedir una renovacin del Imperio otomano por Mohamed Alf, no poda evitar seguir en aquella ocasin en la estela de la poltica inglesa; que ni Luis Felipe ni, en el fondo, el mismo Thiers deseaban que esta cuestin les llevase hasta Ja guerra, y explot lfJ. ve:itaja que el movimiento nacional alemn proporcionaba a la poltica inglesa. Pero no se puede negar, en caso semejante, el pilpet esencial desempeado por el estadista. Lo que importaba, aparte de la solucin de la cuesttn egipcia, era el porvenir del Imperio turco. Una vez ms acababa de escapar a una cnss grave. Pero segua amenazado siempre-en 1848 el caso de Creta fue una nueva prueba de ello-de sublevacin de las poblaciones cristianas. La poltica inglesa continuaba, tratando de consolidarlo. "Si el Sultn tiene alguna disposicin-escriba Palmerston-, puede en algunos aos hacerse independiente, organizando 'bien su eircto y sus finanzas y la admimstracin de justicia." El gabinete ingls ejerca su influencia sobre la Puerta en este sentido, pero sin llegar, no obstante, a conceder al gobierno turco la ayuda econmica necesaria para aquella empresa de reorganizacin. El lmpeno otomano consolidado deba serNir a los designios de Inglaterra, cuyo inters ms inmediato era el mantenimiento 'de su preponderancia en el Mediterrneo. Para conseguir tal resultado, Palmerston decidi el cierre de los Estrechos. La convencin de Londres ( 13 de julio de 18,11) estipul que "el paso de los estrechos del Bsforo y de los Dardanclos debe estar siempre prohibido a los barcos de guerra extranjeros en tanto la Puer,t no se halle en guerra". El gobierno turco tena el deber de impedir el paso. y \as grandes poten cias se comprometan a respetar aqu'el estatuto. Pero el Sultn no estaba obligado a mantener el cierre si se encontrase en guerra, teniendo en tal caso el derecho a llamar a los Estrechos a la flota de un estado aliado.
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Atentaba el estatuto a la soberana de la Puerta 7 En princ1p10, sf, pues el Sultn, libre antes de abrir o cerrar a su voluntad el paso, quedaba ahora convertido en tiempo de paz en portero a las rdenes de Europa. Pero, en realidad, el gobierno turco se beneficiaba de ello, pues cuando era libre, no se senta bastante fuerte para impedir la entrada en los Estrechos a una escuadrJ extranjera cuya presencia amenazase la independencia de su poltica. De ahora en adelante podra librarse ms fcilmente de tales presiones protegindose detrs de la autoridad de Europa. Lo que, a primera vista. resulta ms sorprendente es que e! gobierno rl1so aceptase tal esta tu to. pues el ciene impeda a su flota del mar Negro el acceso al Mediterrneo. De esa forma la poltica rusa renunciaba a la presin que pudiera ejercer sobre Gran Bretaa. La importancia de este sacrificio era, sin embargo. m[nima, pues dicha flota no podra medirse con las escuadras inglesas. Y. por el contrario. el cierre le proporcionaba una ventaja, ya que impeda la manifestacin de la potencia naval inglesa en el mar Negro; por otra parte, la convencin no haca, a este respecto, ms que confirmar el artfculo secreto del tratado de Unkiar-Skelcssi. En suma: el estatuto de los Estrechos servira de garanta mutua para Rusia y para Gran Bretaa, y ele prenda del acuerdo que concluyeron entre ellas, en 1839-1840, en la cuestin del mantenimiento del Imperio otomano.
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CONCLUSION DEL LlURO l'Rl}.!l!RO
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. En Europa, la paz general se mantuvo, no obstante las divergenc'.a_s, frecuent~~ente speras, entre las grandes potencias y las amenaz~~ que se ongmaron para aquella. Las tentativas realizadas para mo~1f1car ,el_ estatuto .~erritorial ~n . el centro del continente fracasaron, con l~ _uruca excepcion ?el movim_1ento nacional belga. El Imperio turco at;aves dos gr_aves cnsis: perdi territorios-Grecia, que se conviruo en Independiente, y los principados de Moldavia y Valaquia, en Jos qu~ no conservaba m~s- que u~a soberana terica-; pero logr sobrevivir. __Aquellos vemt1cinco anos dieron, pues, Ja impresin de una estabilidad relativa que _poda ~~recer sorprendente. A qu se debi el que las fuerzas de disgregac1on fueran neutralizadas en casi todas partes? . Sin duda, a que los movimientos de protesta en Italia y en Alemania no a_rrastraron a las masas, pero tambin a que los grandes estados retro.cedieron ante la perspectiva de un conflicto general. Esta prudencia resultaba muy natural por parte de Austria, potencia saciada Y conserva1ora, o de Gran Bretaa, que, aparte de sus intereses econmicos. no _.re na nada que, defen?er en el continente. Pero no por parte de Rusia, cuya expans1on. podia contar con un ejrcito considerable, Y por la de Franca, donde la revisin de los tratados de 1815 contaba con la adhesin de gran parte de Ja opinin pblica. Rusia, 110 obstan.~e, se abstuvo de Jugar fu_erte; no so lamen te no intent forzar Jas puc tas d~ Europa central. srno que no se atrevi a aprovecharse de sus ventaas en la cuestin otomana hasta un punto en que pudiese e~p~nerse a la guerra general. Y Francia, en Ja crisis de 1840, se inclmo ante Ja amenaza ~e una reconstitucin de la coalicin de 1815; el ,mov1;n1ento nacionalista y _de desquite, que_ serva los designios de una pohtica de bluf/-la de 1 h1ers-, se quedo en humo de pajas. En resumen: l~s gobiernos, tanto en Pars como en San Petersburgo, tuvieron concie?c1a de que un conflicto europeo desencadenara tales fuerzas que mngn estadista se podra preciar de dominarlo. ~o obstant~. ~que! estado de equilibrio era precario. La efervescencia del sent1m1ento nacional, manifestada, en 1840, en la Confederacin germnica, demostr que las fuerzas profundas (que Jos autores de los tratados de _1815 haban credo ignorar y poder tener en ~enos) estaban siempre dispuestas a adquirir nuevo vigor. Y no estaba el problema alemn en el centro de Jos intereses europeos? Ahora bien, la barrera era cada vez ms dbil. Ciertamente, el acuerdo entre las
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grandes pole[lcias victoriosas de 1815 ya no exista en 1823 ero, es~ pus de 1832, fecha en que los liberales subiera~ al poder en. Inglaterra se convirti en rasgo saliente de las relaciones mternac10nales la o~sicin entre Gran Bretaa y las tres monarquas absolutas, puestas de acuerdo, en 1833, en Mnchengriitz. En Amrica los Estados Unidos an no se haban lanzado a una g~an poltica d~ expansin territorial, limtn_dose a comenzar la colonizacin del valle del Mississippi y a posesionarse de las costas del golfo de Mjico. al lste de Nueva Orlens. Pero su Gobierno manifest mediante la doctrina de Monroe,. la completa autonoma de su polftca y los principies que dominariiii" en lo silcesivo_ sus relacion_es con Europa. Los Estados Unidos respetaban las colo_n1as ~ue sub~1s tieron en Amrica despus del hundiil1icnto de los imperios espanol y portugus. pero adv1rtieron a Gran Breta, Francia, y Rusia qu~ no admitiran el establecimiento de otras nuevas. Y, a titulo de rec1_procidad, anunciaron su intencin de "no intervenir en los asu_ntos mteriores de las potencias europeas" ni en las guerras en'.re las mismas._ Las grandes potencias del Viejo Continente no se opusieron a '.s principios expresados en el Mensae de Monroe; en 1824" el gobierno ~uso consinti incluso en restringir a Alaska sus pretensiones terntonales en el continente americano. Cierto que la doctrina dejaba abierta a los europeos la puerta de la expansin econmica_: ~m;ica latina era un campo de accin importante para el comerci_o mgles y aun para el francs; en realidad, sus relaciones fueron mas estrechas con Europa occidental que con Jos Estados Unidos. Por el contrario, en Asia y en Oceana no se produjo nada o muy poco de nuevo. China y Japn ~on_tinuaron ~asi cerrad_as al contacto con Europa. Y aunque este retraimiento se viera ~menazado cada vez ms por las tentativas de los marinos_ rus~s. amenc,anos e rngleses e~ las costas japonesas y los de Gran Bretana en ~J11na, _el mundo d;l Extremo Oriente continu siendo exti:ap a Ja vida polltica o economica generales. Esto no obstante. algunos indicios .manifestaban nuevas preocupaciones por parte de las grandes potencrns, El primer rasgo notable fue el inters de Gran ~~eta~: Francia, Rusia y Estados Unidos por los archipilagos ~el Pacifico. entre 1~1.5 y 1840 numerosas expe<liciones navales rn~Jesas y france~as-cuy~ ,micativa perteneca frecuentemente a los oficiales de marma-s_iguieron la ruta del estrecho de Malaca. Despus de 1825, cuando la mdGpendencia de las colonias espaolas se hizo efectiva. adquiri creciente im. portancia la va del Cabo de Hornos, y l_as misi_ones navales. d~spus de haber reconocido los archipilagos rnas prximos a Australia, extendieron su accin hasta las islas de 1 la Sociedad y aun hasta las Hawaii. donde se reunieron con los norteamericanos. Las misiones religiosas hicieron su aparicin en los archipilagos; a partir _de 1796. los misioneros protestantes ingleses desembarcaron en Tahitf, Y_ en 1814, en Nueva Zelanda; los americanos se instalaron en las islas
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Hawaii en 1819; las re, isiones catlicas franceses no comenzaron hasta 1836. Los balleneros, cuyas rnnas de pesca en el Atlntico comenzaban a agotarse, se dirigieron entonces hacia el Pacfico. Los armadores y lo; exportadores estudiaron las oportunidades que dichas regiones podian ofrecer, y, en 1836, el gobierno francs abri un Consulado en Manila, a peticin de las Cmaras de Comercio. Todas estas iniciativas impulsaron a los gobiernos a buscar puntos de apoyo navales en los mares de Extremo Oriente y en el Pacfico. La primera en pensar en ello fue, naturalmente, Inglaterra. En Francia, aquellos proyectos eran muy vagos antes de 1830. y no se formularon clarai:1ente hasta 1~35. Entonces c.omenzaron a enfrentarse las polticas nvales. En Tah1t, donde la rema Pomar pens, en 1825, colocar la isl.a bajo la proteccin inglesa, se expuls a los jesuitas, en 1836. por iniciativa de Pritchard, quien a sus deberes de misionero una las funciones de alto comisario ingls; pero la llegada de una escuadra francesa, _7n 1838, oblig a anular tal decisin. En el archipilago de las Hawa11, en el que los Estados Unidos gozaban de preponderancia desde 1826, consagrada en un tratado de amistad y de comercio, Gran Bretaa y Francia obtuvieron tambin-en 1836 y 1839, respectivamente-la firma de convenciones. La otra zona en torno a la cual cefmenz a manifestarse, entre 1830 y 1840, la codicia era la parte del Extremo Oriente que se extiende de la' India al mar Caspio: Turquestn, Persia, Afganistn. Por un lado, en el Cucaso, la presencia rusa; por el otro, en el valle del Indo, la inglesa. Desde el punto de vista econmico, aquellos territorios existen.tes entre Ja India y el Imperio ruso no ofrecan en la poca gran atractivo. Pero tenan gran importancia estratgica. Para ejercer presin sobre la poltica general de Gran Bretaa, el gobierno del Zar pens en una expansin por el Turquestn. que amenazara el dominio ingls en la India, y actu en Persia. donde el sha Mohamed Mirza pareca hallarse, en 1834, bajo la influencia rusa. Gran Bretaa se preocup, sobre todo, de asegurar la proteccin de la frontera Noroeste de la India, es decir, de constituir un glacis que mantuviese a distancia a los rusos: la frontera estratgica de la India--decan los militares ingleses-estaba en el Herat. Afganistn se convirti, pues. en campo de rivalidad cuando el sha de Persia trat de ocupar, en 1837, el Herat con la. ayuda de. Rusia. Gran Bretaa consigui que las tropas persas se retirasen; pero cuando un ao ms tarde trat de imponer por las armas su influencia en Afganistn, Ja expedicin militar termin en un desastre. El nuevo inters que atrajo la atencin hacia el Pacfico y el golfo Prsico, conceda creciente importancia a Jos puntos de apoyo navales no solo en el ocano Indico, sino tambin en el mar Rojo, frecuentemente visitdo por la navegacin comercial europea, no obstante los inconvenientes del transbordo en el istmo de Suez. En Ja va martima que pasaba por 1 cabo de Buena Esperanza. Gran Bretaa dispona
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de los puntos de apoyo cuya ;osesin le r<:;-:~mociec\'.ln los tratados de 1815. Y en 1839 se estableci en Aden, en entrs~.a del mar Rojo. Sin duda alguna, el rasgo ms sorprendeme en es~e cuadro fue el papel dominante de Gran Bretaa. ,En ~uropa logr~ neutralizar la accin de Francia en la cuestin belga y se enfrent a la entente de las tres monarquas conservadoras. Salv el Imperio turco de la amenaza rusa. Se benefici considerablemente con la independencia de las rnIonias espaolas. Cierto que fuera de Europa encontr por doquier la competencia francesa y que en el Mediterrneo occidental se resign a la ocupacin de Argelia. Pero sigui siendo duea de las principales rutas martimas del mundo, y la exportacin de sus productos industriales continu en aumento. La diplomacia inglesa d~mostr6 su hahilidad por la claridad de sus designios, por la flexibilidad en el empleo de sus medios, consiguiendo beneficiarse de las causas profundas de la preponderancia de Gran Bretaa, y contribuy eficazmente a asey.urar su duracin. ti!
LIBRO SEGUNDO
DE 1840 A 1851
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TOMO l!: l?.L SIGL:, XIX.-DE
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cluso, frtc:..;entemente, los grupos min01-itaros c;-an m~s hostiles unos haci~ otrn~ que hacia la administracin alemaE&. En su mayorfa, los magiares mterpretaban la idea nacional conforme a sus intereses conscientes de su superioridad social, se crean destinados a ser lo~ dirigentes y a dominar en todos los territorios de la antigua corona de San Esteban ~ los otros grupos de poblacin, no admitiendo siquiera que estos pudiesen reclamar a su vez el derecho de las nacionalidades. El mo~imiento croata se diriga, sobre todo, contra los magiares; los campesinos rutenos de Galitzia eran extraos a la poblacin rural polaca. c~usa de diferencias religiosas, y luchaban contra los grandes propietarios polacos; aunque amenazados por los magiares, Jos eslovacos deseaban olvidar que en el siglo xvm sus intelectuales escriban en checo; los eslovenos se negaban a asociarse al movimiento ilirio. Po.r otr~ parte, las protestas. n? alcanzaban igual gravedad para Ja existencia del Impeno. Los 1tahans del Lombardo-Vneto eran los que provocaban mayor inquietud, pero dichas provincias italianas tenan un estatuto particular; por consiguiente, si la perspectiva de su secesin era peligrosa para la influencia austraca en Italia. no lo era para el mismo porvenir de la monarqua danubiana. Los otros movimientos no entraaban todava una amenaza de disgregacin del Estado, pues ni los magiares, ni los checos, ni los croatas reivindicaban una independencia poltica, y los polacos de Galitzia eran impotentes si no contaban con los de Rusia. Tals circunstancias contribuyen a explicar la actitud del gobierno austraco. El movimiento checo no inquiet al principio a Metternich por parecerle que solo tena carcter cultural; nicamente en 184 3 comenz a preocuparse de las tendencias de Palatsky. El movimiento nacional croata pareca servir los designios del gobierno imperial en cuanto se opona a los magiares. Pero el ilirio era ms inquietante, a juicio de Metternich, y, a partir de 1843, el gobierno dificult su activid~d._ Mas los .dos puntos sensibles eran el movimiento polaco en Galitzia y el magiar en Hungra. En Galitzia, la administracin austraca no desconoca ciertamente la ;acquerie de los campesinos rutenos en febrero de 1846 contra los propietarios polacos, y en noviembre del mi~m? ao obtuvo de Rusia y Prusia autorizacin para anexionarse la repubhca de Cracovia, nico vestigio de la Polonia independiente, con obj~to de reprimir el movimiento nacional polaco. En Hungra, Mettermch tampoco ignoraba la gravedad del movimiento nacional magiar: "Este pas-escribi en 1846-est en la antecmara de la revolucin." No obstante, estimaba, en un memorndum dirigido al Emperador, que no era preciso recurrir a las armas para destruirlo. Ms valdra intentar hallar un derivativo para l, dando satisfaccin a las reivindicaciones econmicas mediante una poltica de obras pblicas y modificando el rgirrien electoral de la Dieta para conceder una representacin ms numerosa a la poblacin urbana, frecuentemente de origen alemn y opuesta a los sentimientos de la nobleza rural,
ardiente defensora del nacional:smc :magiar. EE resc:,.,:n: se hallaba dispuesto a admitir una cola.botapi:u con los :,cfon: ... ::lores ms moderados, los seguidores del conde Szechenyi. Pero para satisfacer, siquiera en medida restringcia, las reivindicaciones de aquellas oposiciones nacionales, sera preciso efectuar una refundicin poltica del estado. Era ello posible 7 Ya en 1836 Hartig, uno de los miembros de la conferencia ministerial, es decir, del engranaje esencial de las instituciones polticas, observaba: "El .estado est administrado, pero no gobernado." Diez, aos ms .t~de la situacin apenas haba cambiado: los asuntos corrientes reciban una solucin frecuentemente bien estudiada; pero las medidas de orden general seguan en espera, porque los rganos del gobierno centrar eran embrollados y, a falta de un emperador-Fernando l, que reinaba desde 1835, era raqutico, epilptico y pobre de espritu-, nadie estaba calificado para proporcionar el impulso. Metternich no era primer ministro y tena que sufrir, en cuanto a los asuntos interiores, la coMboracin de su rival, Kolowrat. "Quiz haya conducido con. frecuencia a Europa-dira ms tarde el canciller"-, pero nunca he dirigido a Austria.'' Si la hubiera dirigido efectivamente, habra sido capaz de emprender una reconstruccin? Es dudoso. Rechazaba por principio todo rgimen de tipo federal, que le pareca comprometedor para la solidez del estado; rechazaba el stblecimiento de un parlamento del Imperio, en el seno del que se acentuaran-en su opinin-los contrastes entre los diferentes grupos nacionales. Todo lo ms que pensaba era hacer un esfuerzo para disponer mejor el mecanismo administrativo, sin cambiar nada de la estructura del estado. No puede creerse que tales paliativo~ hubieran podido resultar eficaces.
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TOMO
U; EL S!Gll) X!X.-DB
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1871
Geschichte im neunz.ehnten Jahrhur.. Sobre loa movimientos eslavos.dert, 5 vols., Berln, 1886-1895.-F A. FISCEIEL: Der Panslavismus bis z.um ScHNABEL: Deutsche Geschichte in: We/tkrieg, Stuttgart, 1929.-ERNEST neunz.ehnten Jah,hundert, 4 vols., Fri DEN1s: La Boheme depuis la Monwg11e burgo, 1930-1939.-E. MARcxs: Der B/anch, t. 11, Pars, 1903.-IDEM.: Les Aufstieg des Reches, 2 vols., Berln, S/ovaques. Pars, 1913.-E. HAVMANT: 1936.-H. VONSRBIK: Deutsche EinLa Fortnalion de /a Yougoslavie, Pars hei/, Munich, 1935-1940, 4 vols., t. I.1935; Y el nmero especial publicado' E. BRANDENBURG: Die ReicJ1sgrndung en "le Monde slave" en 1935.-R. SE2." ed., Berlfn, 1922.~V. VALENTIN ; TON-WATSON; The rise of Natlona/ity in Geschichte der deutschen Revolution the Ba/kans, Londres, 1917, 1848-1849, 2 vo!s., t. 1, Berln, 1931._'. ~- H. TuoMAs: Liberalism, NationaJrsm and the Germarr Inte//ectuals, 1822Sobre 61 movimiento magiar.- L. 1847. A1i Analysis oj the Academic and EISENMANN: Le Compromis austroScientific Co11ferences o/ the pen'od hongroi-r. con una introduccin sobre Cambridge, 1951.-W. o. HENDERSON:' Hungrfi. antes de 1848, Pars, 1904.The Zollveren, Londres 1939.-A. H. IDEM.: La Hongrie contemporaine; PRtCE; The Evo/ution of the Zo//vePars, 1921.-F. Eo.:!URT: Jnrroducrezn, /8!5-1833, An Arbor, 1949.-: tion a-/'Histoire hongroise, Pars, 1928. P. BNAERTS: Les Origines de la Grand Industrie allemande. H istotre du Zo/lverein, Pars, l 933.--1W. voN E!SENSobre el movimiento rumano.- N. HART-ROTIIE: Vorgeschichle und BeJoRGA: Geschichte des rumiinischen gr11du11g des deutschen Zo//verein Vo/kes, t. II, 1905.-IDEM: His10re 1815-1834, 4 vols., Berln, 1934. ' des Roumains de Transylvaine et de Hongrie, t. 11, Bucares!, 1916.-R. Sobre Austria-Hungra en general. SETON-WATSON: llistory of the RuJ. REoucu: Das oesterreichsche Staaimanians, Londres, 1934.-M. EM.ERrr: sund Re1chsproblem, 2 vols. Leip,zig Les Paysans roumains, 1829-1864, Pa1920-1921. . rs, 1937.
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CAPITULO IX
La actitud de los gobiernos de las grandes potencias ante las perspectivas implicadas por los movimientos de las nacionalidades estaba ligada no solo a las nuevas circunstancias y a las fuerzas profundas que se manifestaban, sino tambin a las concepciones personales de los hombres de Estado.
I.
LAS POTENCIAS CONSEllV ADORAS
La monarqua austraca se vea ms amenazada que las otras grandes potencias por el movimiento de las nacionalidades. Metternich no poda dejar de preocuparse, aunque hasta 1847 no se diese perfecta cuenta del alcance de tal movimiento. Soaba, naturalmente. con un afianzamiento de la solidaridad entre las potencias conservadoras, Au::.tria, Rusia y Prusia, en la forma establecida por los acuerdos de 1833-34 (1). Qu oporhmidades haba de mantener aquella solidaridad? Despus de la entrevista de Mnchengratz, la poltica rusa haba ayudado a Austria a mantener el statu qua en Europa central y a reprimir los primeros indicios de un movimiento de subversin. La opinin personal del zar Nicols I no haba cambiado a tal respecto: continuaba siendo resuelto adversario de los movimientos revolucionarios en Europa central no solo porque n xito de los mismos amenazara la existencia del rgimen autocrtico en Rusia, sino tambin porque una victoria de las nacionalidades provocara de seguro un despertar de la insurreccin en la Polonia rusa. Por ello, aun concediendo su simpata verbal al movimiento intelectual eslavo, se guardaba bien de alentar el paneslavismo poltico, que le pareca tener un color revolucionario. En conversaciones privadas afirm resueltamente esa voluntad de resistencia a las fuerz-as de la revolucin: "Entonces ser necesario decidirse, en nuestro inters particular--comprndase bien-, a marchar al .encuentro del mal que nos amenaza y conseguir la unin en torno a nuestra bandera de todos los amigos que an quieran ayudarla. Este papel conviene a Rusia; yo lo acepto; saldr al encuentro del peligro apoyndome en mi justo derecho y depositando mi confianza en Dios." Tal estado de nimo debera llevarle a, apoyar a Austria. Y, sin embargo, en 1847 se sustrajo a ello;
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y se neg a la .peticin de Mettemich, dando a entender que no deseaba compromisos con un estado amenazado de descomposicin. "El Imperio-deca al viejo canciller-vivir lo que usted viva. Pero qu suceder despus?" Extraa actitud. Si quera cerrar el paso a la revolucin, no debera hacer un esfuerzo para impedir la descomposicin del Imperio austraco? Indudablemente eran las preocupaciones que le produca su poltica otomana las que explican tal contradiccii:t. En 1833, el Zar haba descontado la buena disposicin austraca en las cuestiones balcnicas en contrapartida a su intervencin diplomtica en favor del statu qua en Europa central; mas aquella poltica haba fracasado. Y Rusia haba tenido que renunciar a llevar adelante sus ventajas a expensas del Sultn. Pero Nicols I no renunciaba. a su poltica de expansin hacia el mar libre. A principios de junio de 1844, con ocasin de su visita a Londres, tante Ja disposicin del gabinete ingls: "Turqua es un pas moribundo. Podemos esforzarnos en conservarle la vida. Pero morir, y debe morir; y el momento ser crtico." Este ~ondeo prueba claramente que pensaba plantear nuevamente la cuestin otomana en Ja primera ocasin favorable. Una crisis en Europa central podra ofrecrsela, ya que paralizara la poltica austraca en los Balcanes e impedira a Gran Bretia ~ontar con su ayuda en aquel asunto. No tena inters el Zar en ver debilitada la polftica austraca por el peso de las dificultad~s7 Desde junio de 1840 Ja poltica prusiana estaba dirigida por un nuevo soberano, Federico Guillermo IV. El rey posea indiscutibles dotes intelectuales: amplia inquietud espiritual, ingenio, gusto por las ideas generales. Desarrollaba en la conversacin, en medio de sus amigos, toda una ola de idfaS. En su correspondencia abundan Jos rasgos brillantes de expresin e incluso el talento. Sus discursos tenan un tono muy personal, por la riqueza de imgenes y por el acento de conviccin que encerraban. A la seduccin de dichas cualidades espirituales, una el sentido del deber, confirmado por un sentimiento religioso profundo, el sentimiento de su responsabilidad ante su pueblo y ante Dios, el deseo de servir al Seor, ante cuyas convicciones tenda a subordinar los argumentos de inters o de oportunidad. Pero sus intenciones polticas no eran claras. En su concepcin del Estado, el rey deba imponer, de manera total, su voluntad, ya que haba recibido una misin divina y posea, incluso, una gracia especial. Pero aquel absolutismo tena que respetar los derechos de la persona humana: Federico Guillermo IV detestaba la arbitrariedad de la burocracia y de la polica y se inclinaba a limitar la autoridad de los funcionarios, a rela;ar, por tanto, el sistema conminatorio y a admitir inclusive en la prensa la libertad de crtica necesaria para la denuncia de los abusos de poder cometidos por los subalternos. Por todo ello, tena, en el momento de su advenimiento, reputacin de liberal; reputacin, sin embargo, contradicha por todas sus convicciones. Si admita la limitacin del poder de sus agentes,
rechazaba que el ejercicio de los derechos legtimos del soberano fuese obstaculizado por un contrato constitucional y que se subordinase a 1a voluntad de una verdadera representacin nacional. Su concepto de las relaciones sociales pugnaba, pues, entre dos sentimientos contradictorios: se preocupaba de la suerte de las masas con ms simpata que sus consejeros, pero al propio tiempo tei;na los movimientos ~pula res, hacia los que senta verdadera aversin. Para ~~rrar el cam~no a la revolucin popular contaba con las fuerzas rehg10sas; su :~1e~ad sincera no exclua-antes bien, confirmaba-un deseo de conc1bac1n entre catlicos y protestantes, que permitira establecer un frente cristiano conservador En poltica exterior, sus opiniones no eran ms claras; conservaba, por una parte, el recuerdo de la guerra de liberacin, en .la que haba participado en 1813, y hubiera querido, por tanto, re'lvrvar !_llama de la idea nacional alemana; por otra parte, le repugnaba ehmm~r a Austria por la fuerza, pues "una Alemania sin Trieste, el Tirol y el ducado hereditarfo sera ms fea que una cara sin nariz". Tena una opinin romntica del problema alemn y no logr establecer un programa. En suma, era un espritu inquietante con frecuencia y siempre complicado, y un carcter veleidoso. Aquellas tendencias del nuevo monarca mantuvieron en adelante la incertidumbre en las relaciones entre Austria y Prusia. Metternich tema que Federico Guillermo IV realizase en Prusia una reforma de las instituciones polticas que satisfara pargalmente a los liberales y que constituira, en su opinin, un ejemplo peligroso; por ello acogi con desconfianza las iniciativas de Berln (1847) en tal sentido. Tambin tema el canciller las iniciativas que pudiera tomar el rey de Prusia en la cuestin alemana. Cuando, en el verano de 1845, Federico Guillermo IV propuso al gobierno austraco estudiar un proyecto de refuerzo militar de la Confederacin, germnica, Metternich opuso su negativa, aunque el proyecto era modesto y no se apartaba considerablemente del Acta de 1815. _ La actitud de Gran Bretaa-al menos cuando la poltica inglesa era la de Palmerston--quebrant an ms la situacin internacional de Austria. Metternch no tema iniciativas molestas del gabinete conservador que estaba en el poder en Londres de 1841 a 1846 (en lucha contra la agitacin cartista y la crisis irlandesa), pues Aberdeen deseaba el mantenimiento del orden europeo establecido en 1815. Pero cuar.do se produjo , la escisin del partido conservador ingls-con motivo de la cuestin librecambista (l}-y volvieron al poder los liberales, la situacin cambi y el viejo canciller se hall ~rente a un viejo adversario ms ardiente que nunca. Cul fue el motivo de e~ta oposicin de Palmerston a la poltica austraca? La divergencia de las concepciones del rgimen poltico 7 El estadista ingls estaba sincera(1)
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IX.
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Lj agravacin del antagonismo austro-ingls daba creciente importancia a la actitud del gobierno de Luis Felipe. Despus de la cns1s de 1840 y de la cada de Thiers (1), la poltica exterior francesa, dirigida por Guizot, haba tratado inmediatamente de establecer con Gran Bretaa una entente cordial; la llegada al poder en Londres (1841) de un gabinete conservador y, por consecuencia, la retirada temporal de Palmerston, al que la opinin francesa tena, no sin razn, por responsable del fracaso francs en la cuestin egipcia, pareca favorecer este designio. Pee} y Aberdeen haban aceptado con algunas reservas y reticencias la vuelta a una colaboracin entre los dos estados. La entente haba tenido una vida frecuentemente tormentosa; pero, al menos en la forma, se haba mantenido mientras el gabinete conservador estuvo en el poder. Mas se hundi cuando tom Palmerston, en 1846, al Foreign Office Luis Felipe confirm pblicamente sta ruptura, a principios de 1847, en el discurso del trono. Es sorprendente
(1) Vase anteriormente, pg. 101.
ue el Gobierno ingls renunciase a encontrar en Francia un p~nto de apoyo en el momento mismo en que, ms que nunca, pretendia el fracaso de las potencias conservadoras. ~o lo e:a menos que el gobierno francs abandonara un camino seguido casi constantemente desde 1830. Cul es la explicacin 7 . . . _ La ruptura de la entente cordial tuvo por ongen directo la nvalidad franco-inglesa en Espaa. .. . En esta rivalidad, manifestada ya con ocasion ele la guerra carhsta (1 ), los intereses econmicos tenan, ciertamente, su _parte: los exportadores ele los dos pases intentaban ase~urarse, unos ~ expensas de los otros, ventajas en el mercado e~panol; p~ro los mteres_es polticos y estratgicos tenan una notable unP?rta~cia, pue~ Francia: a de Argelia poda dominar el Medlterraneo occidental s1 d uena y lograse una influencia prepondera!} te en Espa.na; estos. mtereses son. os que explican las intrigas en torno. a la fas~1d10sa cuest1n~e poca importancia en s-de los matnmonzos espanoles,, que .tant,o c!10 que pe~ sar, a partir de 1843. a los _?,Obiernos frances e m~les. Se casana Isabel, la joven reina de Espana, con un Coburgo, pnmo herm~o del marido de la reina Victoria, prncipe Alberto, o con un? de los hlJO~ de Luis Felipe? La promesa de renuncia mutua, ~nterc.ambiad~ en .sept1erp bre de 1843, en Ja entrevista ele Eu entre Luis Felipe y V~ctona, hab~a sido una manifesracn de Ja entente cordial. Pero el 9ob1erno franc~s pareea haberse desentendido de ella cuando, en el_ otono de 1844, hab1a pensado en el matrimonio del duque el~ M?ntpenster con la hermana ele Isabel, lo que, al decir del gobierno mgles, era mtentar colo~a: . .un prncipe francs en los peldaos del trono. Basndose en es~a m1c1at1va francesa, Palmerston insisti, al volver al poder, en la candidatura ~o burgo. La diplomacia francesa consigui hacer fra?a~ar tal ca~d1da tura: Isabel se casara con su primo, el c!uqi.:e de Cad1z. Pero Lms Felipe no abandon el proyecto ~~l matn'momo_ Montpenszer de la her~ mana de la reina, que se an~nc10 el 4 de sept1~~1?re ?e 1846; Palmers ton replic agriamente; y denunci "la amb1c1on :m ~sc~u_Pulos del gobierno francs, que intentaba establecer, por med10s 1le~1t1mos, una influencia sobre otro estado"; recordaba los grande: ~onfhc,t~s francoingleses, bajo Luis XIV y Napolen, e incluso solicit cred.1tos para poner las Islas Britnicas en estado de c!efe?~ _contra el pel.1gro francs. El xito diplomtico de Guizot no ongmo ~?nsecue~cia alguna, sin embargo, pues Isabel no tardara en tener un hl]O. La v10lenta controversia franco-inglesa acab en tablas. Por qu, pues, aquellas vanas intrigas llevaron a l~ ruptura .~e la entente franco-inglesa? Basta pensar en las preocupac10?es fam1~iares de Luis Felipe, que soaba para su ~ijo. un matnmo~10 ventaoso 1 O en el carcter de Palmerston, auton.tano, orgulloso, mca~az de soportar un fracaso sin buscar un desquite 7 Tales preocupaciones per(1) Vase anteriormente, pg. 91.
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sonales no carecieron, ciertamente, de importancia. Pero el asunto espaol no 'enfa sentido si se le consideraba desligado del marco general de las relaciones franco-inglesas. El gobierno francs careca de motivos para estar satisfecho del funcionamiento de Ja entente cordial. En todos ios puntos del mundo sus iniciativas haban sido, desde 1841, contrarrestadas por Gran Bretaa. En el Pacfico, donde Guizot quera establecer escalas en las rutas navales, y haba puesto sus miras en Tahit. el asunto Pritchard (1) provoc, en 1843, un vivo incidente; en el fondo, la poltica francesa obtuvo el triunfo; pero Guizot acept indemnizar a Pritchard. En el Mediterrneo, las dificultades fueron ms serias. La diplomacia inglesa anim a la Puerta otomana al restablecimiento de su soberana efectiva sobre Tnez, para oponerse al desarrollo de Ja influencia francesa; no obtuvo, sin embargo, gran xito, pues el Bey de Tnez acept la invitacin para visitar Pars, en 1846. Pero la poltica inglesa dio el alto, muy enrgicamente, cuando el Gobierno francs, para poner fin a la ayuda que el sultn de Marruecos conceda a Abd el Kader, decidi una accin militar y naval: la batalla de Isly y el bombardeo de Tnger por la escuadra del prncipe de Joinville; el Gobierno ingls declar que la ocupacin permanente, por tropas francesas, de un punto de la costa marroqu constituira un casus belli. El asunto comprometa ciertos intereses comerciales ingleses, pues Marruecos era adquirente de productos metalrgicos y textiles; pero, sobre todo, pona en peligro el control del Estrecho de Gibraltar. El Gobierno francs cedi: Luis Felipe se neg a aprobar la marcha sobre Fez, aconsejada por Bugeaud; y termin el incidente, el 10 de septiembre, por el tratado de Lalla-Marnia, sin conservar territorio marroqu alguno. En suma: para no perjudicar los interes.es ingleses y mantener la e11tent e cordial e, el Gobierno francs renunci a resultados que estaban a su alcance. Luis Felipe y Guizot creyeron que su deber era resignarse. Pero la oposicin parlamentaria les reproch, duramente, tales miramientos: Por qu continuar a remolque de Gran Bretaa 7 Ello poda ser una razn suficiente para explicar la tenacidad de Luis Felipe y de Guizot en el asunto espaol, pues ambos necesitaban un xito de prestigio, para desarmar las crticas de la oposicin. Tampoco ei gobierno ingls, aunque hiciera fracasar la tentativa francesa en el Mediterrneo, que amenazaba ms directamente sus intereses, pareca estar satisfecho. Por de pronto, acus a la poltica econmica francesa. Para el desarrollo de su exportacin de productos industriales, Inglaterra deseaba la reduccin de las tarifas aduaneras francesas sobre los textiles y el material ferroviario. Cmo podra consentir en ello el Gobierno de Luis Felipe, cuya mayora parlameQtaria estaba formada por los representantes de los intereses iridustriales que teman la competencia inglesa,
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y, por consiguiente, trataban de mantener una poltica proteccionista 7 Y no eran nicamente los intereses de los jefes de empresa los que estaban amenaiados; pues los obreros, si bien, como consumidores, podan desear la reduccin de las tarifas aduaneras, tenan que temer el paro, en caso de competencia inglesa. Por otra parte, los intereses ingleses se vean amenazados por los proyectos de unin aduanera francobelga, negociados, de nuevo, en 1842 (1): el gabinete ingls declar, de completo acuerdo con Prusia y Austria, que, para impedir esa unin aduanera, las tres potencias llegaran, incluso, a declarar la guerra, obligando al rey Leopoldo, en 1843, a abandonar el proyecto. Sin embargo, Guizot dio a entender, dos meses ms tarde, a la Cmara francesa, que el asunto no estaba todava terminado. Si una crisis econmica, dijo, pusiese en peligro la estabilidad belga, Francia habra de intentar remediarla, pues "la seguridad de Blgica ... es la paz de Europa", aadiendo que' "las dificultades exteriores-permitidme que os ll!lo diga-son las menores". Afectando .-tratar ~ l~ ligera a la oposicin inalesa, contribuy a que la desconfianza s1gmera presente en Londres. t> El mantenimiento de la entente cordiale haba sido un milagro con-. tinuo habida cuenta de estas divergencias de intereses, tales inquietudes ~utuas, aquellos repetidos incidentes. Si el asunto de los matr~ monios espaoles, cuyo alcance prctico pareca, no obstante, m.uy hmitado, fue bastante para acabar con ella, fue por?ue la cola?;>rac1n se haba convertido en una frmula vaca. Esa es la mterpretac1on que parece imponerse. . . Pero es suficiente? Ello no tiene en cuenta una expresin de Gmzot,'-sobre la que merece la pena ll~a~ } atenci~. En. el m.o~~nto en que crea alcanzar xito en la negociac1~m de l!Js matnmomos , el estadista francs subray, en una carta pnvada, el alcance del fracaso que iba a sufrir Gran Bretaa: "En esta gran cuestin de Espaa, ha sido batida." Gran cuesti1: ! Era, ~ues~ cosa ~i?tinta de un simple _asunto dinstico. En el sentir de Gmzot, la pohttca francesa en Espana no era, quiz, ms que una parte de un vasto ,plan medit.errneo: formacin de una Liga de los Barbones (de Pa~1s, de ~adn,d y de Na;oles) que habra constituido' un grupo ~e potencia~ med1terraneas, dest1~a.do a hacer fracasar la influencia austriaca en !taha, asegurando a la poht1ca francesa ms independencia respecto a Gran Bretaa. Es posible que la conclusin de un tratado de comercio, en agosto de 1843, con el reino de Piamonte-Cerdea, fuese otro de los aspectos de aquella misma poltica (2). Tal interpretacin es sedu.ctora.; pe~o, en. el estado actual de las investigaciones, no pue?e ser smo _una h1ptes1s. . La ruptura de la entente cordzale franco-znglesa pareca abrir nuevas perspectivas en las relaciones entre los grandes Estados europeos.
Vase anteriormente, pg. 99. Vanse sobre este punto los indicios recogidos por las investigaciones de Mastellone (obra citada en la bibliografa de este captulo).
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E~ Gobierno fr~cs tena ir ters, desde entonces, en tnitar con miramiento . Au~tna; y el au ;traco poda pensar en sacar ,Partido de aqu~lla situacin; atraer a 1 1rancia a su juego sera consolidar la resistencia que t:ataba d: opone1 a los movimientos liberales y nacionales; frenar, Y q~ J?afabzar, la i ioltica de Palmerston, formando, frente a Gran Bretafia, aislada, un frente de los grandes Estados continentales En 1847, la _aproximain franco-austraca se hallaba en boga. En mar~ z~>, Me~e?11ch llam la atendn de Guizot sobre los peligros que pudter~ stgruficar, _tanto _para Austri~ como para Francia, la poltica ex~ran1era de ~s1a. Gutzo~ ~espondt que Federico Guillermo IV pareca us~rpar la unidad germamca y el espritu liberar'; y que la nueva situacin le _preocupaba grandemente; J:zo decir, tambin, a Metternich que el gobierno ~ran.cs de~eaba igualmente el mantenimiento en Italia del estatuto terntonal; e mcluso los regmenes polticos existentes a reserva de alg~na,s reformas administrativas. He aqu las bases de 'un acu_erdo, que, sm embargo, no h~z?, ms que esbozarse. Por qu? Aun tem~ndo_ qu~ luc~~r con la opos1c10n, -cada vez ms viva, de los liberales ?e izquterda , de los demcratas y de Jos socialistas, Luis Felipe Y Gmzot duda~~ en apoyarse en una potencia extranjera que simboli:aba el mante?1m1ento de los tratados de 1815; la opirtin pblica fran~esa no podna comprender tal evolucin. Por su parte, Metternich uzg? pr~den~e no comprometerse, a causa de la inestabilidad de la situacin mtenor francesa: "No podemos caminar con Francia, puesto qu~ no puede mantener un paso seguro." No confiaba en el Gobierno de ~utzot, qu~ era cons_ervador, ciertamente; pe!:.Q muy tmido, aquel gobierno de~ usto medio, 9ue descansaba, en su opinin, sobre un cmulo de neg~ones. Desp~ectaba un rgimen parlamentario, que tena por corolario la C011Upczon, Y que permita--dijo--a la casa Rothschild una con~cta yreponderante- en la direccin de los asuntos exteriores. Sin du~a el aisl~miento_ diplomtico en que se hallaba Gran Bretaa, le parecta garantia suficiente para Austria.
III. LOS SINI'OMAS DE LA CRISIS
Aquellos rasgos de la poltica internacional adquirieron todo su reliev~ con ocasin de la guerra civil de Suiza; guerra del Sonderbund, en nov1embr~ de 184~. No obstante, .las causas del conflicto eran tpicamente suizas: desigualdad de regimenes polticos de los cantones, de los que unos, los ms poblados, haban adoptado, a partir de 1830 constituciones liberales; mientras que los otros, seguan sometidos dominjo tra~icional de una oligarqua; hostilidad, primero latente y d_espues mamfiesta, entre protestantes y catlicos; inadaptabilidad del sistema de confederacin de Estados a las nuevas exigencias de la vida econmica, que no podan acomodarse al respeto de la soberana cantonal. No obstante, la crisis interior tnvo gran alcance internacional pues se le adjudic un carcter de combate de vanguardias. La campa;
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de quince das en que se hundi la liga de cantones catlicos fue, segn la expresin del jefe del ejrcito federal, general Dufour, "una guerra entre dos principios que dividan a Europa en dos campos, desde haca mucho tiempo"; la victoria de los radicales suizos les permitira transformar la confederacin de Estados en un estado federal, e imponer un rgimen democrtico a todos los cantones. Los contemporneos pensaban, unnimemente, que en una Europa agitada por los movimientos liberales y nacionales, aquel conflicto adquira un valor de smbolo. "Los repubiicanos alemanes, los nacionalistas italianos, los reformistas franceses, los socialistas de todos 'los pases. siguen los acontecimientos de Suiza con una atencin febril'', observ el ministro de Francia en Berna, intransigente defensor de los principios conservadores y de los int~reses catlicos; todos vean en ella, aade, "la primera fase de una revolucin general de. los pueblos oprimidos, la lucha de la libertad contra el absolutismo"; y consideraban la victoria de los radicales suizos como ~el primer triunfo de la idea de soberana del pueblo". Tal era, asimismo, el punto de vista de Federico Guillermo IV. "No se trata de esuitas ni de protestantes, ni de saber si est amenazada o mal interpretada la constitucin de 1815; sino, nicamente, de esto: Va el radicalismo a conseguir la preponderancia en Suiza, mediante la fuerza, la sangre y las lgrimas, poniendo as en peligro a toda Europa?" En c;uanto a Metternich, tema el eco que pudiese despertar en Alemania o en el Lombardo-Vneto; el canciller ve en aquella Confederacin helvtica-que haba practicado, con largueza, el derecho de asilo en favor de Jos refugiados polticos: maz~ zinianos, polacos, socialistas alemanes-un foco de propaganda revolucionaria. "Todos los caprichosos, Jos aventureros,. los instigadores de revoluciones sociales de Europa, han ei;icontrado refugio en ese pas." La guerra del Smzderbimd es. pues, dice, "una lucha entre la razn y la anarqua". He aqu lo que permite comprender las reacciones de los grandes estados ante Ja inminencia de la crisis. Convencido de que una victoria de los radicales suizos sera una victoria de los adversarios de Austria, Metternich pens, segn la lgica de su poltica, en una intervencin armada de las potencias, para evitar la derrota del Sonderbund. Palmerston, aun temiendo las complicaciones internacionales, adopt una postura contraria, pues vea en ello una ocasin para hacer fracasar el sistema Metternich, y el xito de Jos radicales era cierto si alguna potencia extranjera no se les opona. La poltica inglesa proclam, pues, el principio de no intervencin; Y puso en juego todos los recursos diplomticos para ganar tiempo. Per? el xito de aquella tctica dilatoria dependa, en gran parte, de la actitud del gobierno francs: qu medios tendra Gran Bretaa para oponerse, si aquel se asociase a la poltica austraca de intervei:cin? De primera intencin, Guizot, que ciertamente no deseaba el xito de los radicales suizos. peligroso para todos los gobiernos conservadores, no
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quera t;;mar partido; saba que una intervencin armada sera "condenada si1 Francia por la opinin pblica"; y prefiri, pues, mante;-ierse al margen en un asunto que el antagonismo anglo-austraco haca espinoso. Un poco ms tarde, es cierto, bajo la amenaza que constitua para el rgimen poltico francs la campafa de los banquetes, se inclin a aproximarse a la poltica austraca; pero tales veleidades se limitaron a algunas entregas de armas a los cantones del Sonderbw1d: Luis Felipe rech'az el proyecto de una demostracin militar en las proximidades de la frontera suiza. En cuanto a la adhesin otorgada por el gobierno francs, en 1848 (enero) a la nota colectiva de las potencias conservadoras, dedicada a intimidar a los radicales suizos, para impedirles transformar la Confederacin de Estados en un Estado federal, no fue ms que un gesto, pues a la nota no acompaaba una .amenaza de sanciones. De esta forma se hizo evidente para Austria que no poda contar con una ayuda eficaz francesa frente a Gran Bretaa. A fines de 1847, cuando la guerra civil tocaba a su fin, los sntomas de los movimientos revolucionarios eran ya aparentes en Europa central: en Prusia, la agitacin liberal acababa de obligar a Federico Guillermo IV a establecer una especie de representaci,n nacional, el Landtag unido, cuya mera existencia reavivaba la desconfianza de Metternich respecto al rey; en Italia, las revueltts polticas amenazaban el rgimen absolutista en el reino de las Dos Sicilias y en el gran ducado de Toscana, al mismo tiempo que se celebraban en Turn manifestaciones liberales; en el Imperio austraco, la Dieta hngara aireaba, contra el gobierno imperial. las libertades magiares. Tales movimientos trataban, solamente. de obtener una transformacin de la situacin poltica .. Pero sus jefes ~ran tambin activos partidarios del movimiento de las nacionalidades. La victoria del liberalismo abrira, pues, el camino a las fuerzas de alteracin que amenazaban el statu q110 territorial. Por qu aquellos signos de inestabilidad poltica se presentaban ahora con ms urgencia? Indudablemente, una de las causas fue la crisis econmica europea, comenzada en 1846. Crisis agrcola, porque, despus de la enferm~dad de la patata, la sequa comprometi las cosechas de cereales; a partir de la primavera de 1847, Europa central y occidental sufri la penuria de prductos alimenticios; y el alza considerable del precio del pan provoc desrdenes en Renania, en Austria, en Romaa y Loinbarda, en Toscana ... Crisis financiera, porque la necesidad de adquirir cereales a los pases en que las cosechas haban sido normales-Estados Unidos y Rusia-origin salidas de numerario, y oblig a los bancos centrales a incrementar los tipos de descuentos, para defender sus ingresos. Crisis industrial, en fin. resultado de las anteriores; en razn del alza de precios de los gneros alimenticios, los campesinos y obreros disminuyeron su adquisicin de objetos manufacturados; por causa de las dificultades financieras, los industriales, con numerosas existencias por vender, no podan esperar de la banca
el apoyo que les ::c:J.brfa ::;;.~~o ,;:::6ncedido en otn: circ,;~:i;?tancias; re~u jeron su produccin y oc:'.~:;aron al paro a una parte :le sus asalanados. Sin que est permitido establecer siempre una rdacin de causa a efecto entre tales dificultades econmicas y las crisi:;; polticas-Gran. Bretaa, por ejemplo, padeci la crisis econmica sin haber sido alcanzada, en 1848, por el movimiento revolucionario-es ciert;o que e? muchos casos los sufrimientos y la misetja fueron la causa detemunante de la exasperaciD: que condujo a las revueltas. Los gobiernos haban tardado en comprender el alcance de los movimientos econmicos, sociales y polticos desarrollados en Europa durante los aos anteriores. Pero, en 1847, se dieron cuenta de que la estabilidad de los regmenes polticos estaba amenazada; y comenzaron a pensar que el statu _<i.uo territorial poda tambin estarlo, en cuanto el movimiento de las n~cionalidades tomara impulso. Metternich se volvi pesimista. El U de marzo de 1~47. escri~ a Apponyi: "El mundo est muy enfermo; y la gangrena se extiende cada vez ms." En las cartas a sus agentes diplomticos denunciaba "el espritu de subversin cuyas c,onsecuencias son muy fciles de pre.ver"; crea que "la fase que atravie~a actua!mente Et~r~pa es la ms ~h~;osa que el cuerpo social haya pod1dQ' sufn~ en los ultimo~. sesenta 3!1~s (es decir desde comienzos de la Revolucin francesa). Soy un vieo mdico~ jo, el 9 de octubr.e de 1847'. al embajador prusiano en Viena-; s distinguir las enfermed~d~s pa~ aeras de .tas mort~les;. y la que atravesamos es una de estas ultimas. 1 La poltica austriaca adopt precauciones en Italia: la ocupacin de Ferrara durante seis meses .(julio a diciembre de 1847), para hacer presin sobre el Papa e impedirle lanzarse por "vas cuya pendiente es acusada"; los tratados secretos de 24 de diciembre de 1847, con los ducados de Parma y de Mdena, que concedan al ejrcito austraco el derecho de ocuparlos en cas? de que un enemigo exterior atacara el Lombardo-Vneto. ~n. ~le~ama, se coloc a la defensiva, limitndose a hacer fracasar las m1ciat1vas de Federico Guillermo IV, cuando torn al proyecto de reforma de la Confederacin-noviembre de 1847-, que haba esbozado ya en 1845 Y que ahora completaba. Palmerston se aprovech de aquellas dificultades para acentuar .su presin contra el sistema Metternich. Al igual que ~le?tara e1.1 Smza a los radicales. concedi un apoyo moral a los movimt~~tos hberal,es en Italia. Lord Minto, miembro del gabinete, fue en. m1s16n a '!'unn, Florencia y Roma para aconsejar a los soberano.s reformas. que evitasen la revolucin. Palmerston hizo decir a ~etter?tch, a ~omienzos de febrero de 1848, que Austria deba renunciar a mtervemr en. los asuntos interiores de los Estados italianos; si d~satenda tal ~o~seo, la guerra sera inevitable y se extendera a toda Europa; Francia mtervendra en este conflicto, no obstante lo que pudiera decir Guizot, ya que querra aprovecharse del mismo para quebrantar los tratados de 1815, e Inglaterra "no estara del mismo lado que Austria". Pero respecto a los mo-
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vimientos nacionalei., sus miras eran oportunistas. Mientras que no manifestaba simpata a tguna por la formacin de la unidad italiana, que modificara las candi :iones polticas en1 el Mediterrneo y podra perjudicar a la preponden; ncia inglesa, consideraba favorablemente--en nota de septiembre 1847- un reajuste del estatuto de la Confederacin germnica, estimando qt e Gran Bretaa y Alemania estaban amenazadas del mismo peligro, es decir, "una agresin de Francia y Rusia, separadas o unidas". Aruba~ _tenan, pues, inters directo "en ayudarse mutuamente para convertirse en.ricas, amigas y fuertes". Pero Palmersto)) no perda jams de vista los intereses econmicos y no deseaba, por tanto, la unificacin de Alemania "sobre la.base de la Zollverein", cuyas tarifas dificultaban la exportacin de las manufacturas inglesas. Parece, pues, que la realizacin de la unidad alemana b.ajo la direccin de Pru.sia no formaba parte de su. programa. Se contentara, sin duda, con un refuerzo del Pacto federal, segn el proyecto elaborado por Federico Guillermo IV. Aunque muy matizadas, tales opiniones eran suficientes para dar al estadsta ingls apariencia de c6mplice en los medios liberales del continente. Y por ello Metternich vea en l un enemigo ms peligroso que nunca, y en una carta nerviosa mencion las "rabiosas inepcias de Lord Palmerston". Si la situacin era inquietante, no pareca, sin embargo, implicar un peligro inminente. La actitud del gobierno francs constitua el factor tranquilizador. Luis Felipe y Guizot repriman la impaciencia de los adversarios de los tratados de 1815 y de la oposicin parlamentaria, que, por boca de Lamartine, de Thiers y de Vctor Hugo, les reprocharon -en el gran debate mantenido el 31 de enero de 1848-Ia tendencia reaccionana de su poltica exterior. Luis Felipe se mostraba prudente; desde haca dieciocho aos estaba convencido de que le interesaba a Fraqda mantenerse en paz, y tal era tambin la conviccin de Guizot, que vea en la formacin de la unidad italiana, y ms an en la alemana, graves peligros para el porvenir. Aquella reserva ,significaba a los ojos de los otros soberanos una prenda esencial de estabilidad para el conjunto de Europa, ya que una seal revolucionaria salida de Francia ten dra inmediato eco en todas partes. "Vos sois el escudo de los monarca<; europeos", escribi Federico Guillermo IV a Luis Felipe. Tres semanas ms tarde el escudo se quebrara.
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Las fomadas de febrero de 1848 en Franci;i dieron a la agitacin liberal y nacional de Italia, Alemania y Austria un tono revolucionario. Metternich se percat de ello. Al conocer la noticia de la cada de Luis Felipe, dijo al Encargado de negocios de Rusia: "Bien, mi querido amigo; todo se ha terminado. Europa vuelve a 1791 y 1792. Escapar a un 17937" Saba que Austria estaba ms directamente amenazada que cualquier otro estado. Para__ desarmar a la oposicin intentara realizar inmediatamente un programa de reforma poHtica? A los setenta y cinco aos tena el presentimiento de que no sera capaz de hacerlo. "El edificio es viejo, y no se hace ms slido al abrir en sus muros ventanas y puertas. Es necesario construir otro. Para ello, no me faltan ideas, sino fortaleza y tiempo." Ante las reivindicacines de la Dieta hngara (3 de marzo), las peticiones de los intelectuales checos (11 de marzo) y la agitacin de la Dieta de la Baja Austria, adopt una actitud pura y simplemente negativa, confiando en la polica y. si preciso fuera, en el ejrcito. Pero este no se emple a fondo en las revueltas del 13 del mismo mes en Viena, porque Kolowrat, colegal y rival del canciller, y los archiduques, deseaban la marcha de Metternich, que esperaban bastara para calmar a la oposicin. El xito del movimiento insurreccional se vio, pues. facilitado-como demuestran los estudios de Sbrik-por una revolucin palaciega, por una deiacin de poder. El hundimiento del rgimen Metterniclt dio mayor impulso a las fuerzas revolucionarias y desalent ms a la resistencia que la revolucin de Pars. Durante cuatro meses-hasta junio de 1848-la ola revolucionana se propag, sin encontrar apenas obstculos. Ante el asalto a los regmenes polticos por todas las fuerzas de oposicin-liberales, demcratas, socialistas-, el desconcierto de las fuerzas tradicionales fue total. Soio el rey de Prusia intent una resistencia, que se hundi en veinticuatro horas (18 de marzo). El xito de los movimientos liberales y democrticos abri el camino para el de los nacionales, que amenazaban transformar el mapa, poltico de Europa. En Alemania, un grupo de liberales de la Alemania del Sur solicit el 5 de marzo la reunin de una Asamblea nacional electiva que sustituyese a la Dieta de la Confederacin. La reunin, preparada por una asamblea de notables,
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el ~ orparlame!1~' se cele0d.1 el 28 de mayo en ;?rancfort, y nombr un gobierno prov1s10nal aler;-.n. En It.~lia, la insu.rrecdn del LombardoVneto contra el dominio austraco, que estal el 18 de marzo, obtuvo el a~yo armado .de Carlos Alberto, rey de Cerdea, que et 25 de mayo lanzo un. llamamiento a la patria italiana y a la unin de los italianos, a~nque sm for~ular programa preciso alguno; pero el gobierno pontific10 y el napolitano, despus de haber colaborado de forma reticente dejaron de hacerlo, y Carlos Alberto qued solo frente a Austria. En e Imperio de los Habsburgo, los nacionalismos magiar y checo se afirmaron a fines d~ mayo: conflicto entre el Ministerio hngaro y la dinasta, r:specto al sistema dual, y ensayo de formacin de un gobierno prov1s10nal en Praga. En Valaquia, por ltimo, los ;venes rumanos comenzaron a agitarse y los revolucionarios soaban con la formacin de un gobierno provisional. ~e~o entre junio y no".iembre- de 1848 el impulso revoluci~nario declmo, al romperse la alianza de hecho que haba asociado a los bur:;u~ses moderados o a la nobleza liberal con los demcratas y con los socialistas; amenazados de desbordamiento por Jos. extremistas y de perder su preponderancia social, los moderados reaccionaron con me?id~s de fuerza. Una vez ms, fue el ejemplo francs-jornadas de u~10 de 18~8, en las que el ej~cito y la Guardia Nacional aplastaron la msurrecc1n obrera-el que dio el tono: en Viena, represin por la Guardia Nacional burguesa (21 de agosto) de una revuelta de obreros en perro; en Berln, sofocacin de una tentativa insurrecciona:! de los demcratas; fracaso en Francfort (septiembre) de un golpe de mano de los radicales contra la Asamblea nacional; en Bucarest, conflicto entre los boyrdos y el gobierno provisional, que haba prometido a los campesinos un rgimen de reforma agraria. No obstante, esta escisin de las fuerzas revolucionarias-tan peligrosa para el futuro-no acab por completo con los movimientos nacionales. En Alemania, la Asamblea nacional de Francfort se esforz en establecer una Constitucin; rechaz la solucin republicana, despus de la ruptura entre liberales y demcratas, y se orient al establecimiento de un Imperio federal, en el que decidi admitir a los miembros de la antigua C0nfederacin, con exclusin de Austria; el plan de la Pequea Alemania triunf, pues, sobre el de la Gran Alemania. En Italia, aunque Carlos Alberto fue derrotado el 25 de julio por el ejrcito austraco-batalla de Custozza-, el movimiento unitario pareca adquirir nuevo vigor, precisamente por el recrudecimiento de la amenaza austraca; en agosto, surgi el proyecto sardo de una Liga entre los soberanos italianos; en septiembre, el plan de Gioberti-a la sazn, presidente del Consejo en Turn-de una Confederacin de Estados; en septiembre, la sugestin del demcrata toscano Montanelli de reunin de una Asamblea constituyente italiana. Tales proyectos fracasaron porque Jos soberanos, unnimes en rechazar la idea de la Constituyente, no lograron ponerse de acuerdo para establecer una Confederacin de estad0s;
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Roma y Npoles no admitan una solucin que concediera preponderancia al estado sado; pero los demcratas explotaron aquellos fracasos y decepciones. Puesto que los soberanos no queran o no podan dar satisfaccin al st ntimiento nacional, por qu no intentar actuar sin ellos7 En Roma, .ante la insurreccin, Po IX abandon su estado, y Mazzini estableci a repblica romana; en Florencia, el gran duque tuvo que huir. En I.ustria, la existencia misma del Imperio estaba amenazada por los m wimientos nacionales; en junio, el gobierno domin la insurreccin .~n Praga ; pero, en octubre, se entren t con un peligro magiar de sep. ratismo. En 1849, por ltim >, los movimientos revolucionarios fueron aplastados; pero solo despus de nuevos sobresaltos. En aquel cmulo de preocupaciones, lo que atraa ms que nunca las miradas era la suerte de la monarqua austr;1ca. El nuevo presidente del Consejo, Schwarzenberg, inici-inviem> de 1848-49--una poltica de reajuste. Dispona de dos triunfos er el juego: la actitud de las masas campesinas y la desconfianza entre los. grupos nacionales. Los campesinos se haban vuelto indiferentes ante 1a causa revolucionaria tan pronto como vieron satisfechos sus in_tereses inmediatos por las reformas agruas. Los croatas concedieron su apoyo a la dinasta contra los magiares; los rumanos de Transilvania, intelectuales y miembros del clero ortodoxo, protestaron contra la unin con Hungra, y los checos se negaron a favorecer el separatismo hngaro. El 4 de marzo de 1849 Schwarzenberg se crey lo bastante fuerte para volver a tomar la iniciativa y promulg una Constitucin de carcter centralista, que manifestaba la voluntad de mantener el Estado austraco tanto contra las reivindicaciones de las minoras nacionales como contra las tendencias unitarias de los alemanes o de los italianos. Pero la amenaza surga por todas partes: el 12 de mayo el rey de Cerdea cedi a la presipn de los demcratas, que exigan la reanudacin de las hostilidade~ contra Austria; el 23 del mismo mes la Asamblea nacional de Francfort decidi establecer .un Imperio alemn y ofreci la corona imperial al rey de Prusia; el 4 de abril Kossuth y los extremistas magiares proclamaron la independencia de Hungra. dentro de sus lmites histricos, es decir, sin tener en cuenta la voluntad de croatas y rumanos. Cmo se logr vencer aquella triple crisis? Austria dispona de suficientes fuerzas militares para hacer fracasar la tentativa de Carlos Alberto en Italia; el 23 de marzo de 1849 el ejrcito sardo fue aplastado en Novara. En Alemania, la poltica austrfaca result favorecida por la defeccin de Federico Guillermo IV, que rehus el ttulo imperial (2 de abril): no quera-alegaba-:-ceir una corona "fabricada por una Asamblea salida de un germen revolucionario"; tema tambin la oposicin de los prncipes alemanes, quiz, incluso, la de las grandes potencias. Desalentada, la Asamblea nacional se dispers; nicamente los miembros demcratas deseaban seguir reunindose y
trataron de hacerlo en Stuttgart, de donde fueron expulsados por las tropas prusianas. Quedaba la cuestin hngara, que era la que pre: sentaba mayores dificultades para Schwarzenber~, el cual no lo~o reprimirla por tener que seguir vigilando las cuest10nes al~~a~a e italiana. Para conseguirlo. hubo c..le recurrir a la ayuda del eercito rus.o, ante el cual capitularon las fuerzas de Kossuth, despus de la derrota de Temesvar (13 de agosto de 1849). A partir de entonces, el gobierno viens pudo proced~r a efectuar Ja reconstruccin interior del Estado y volver a desempenar un papel en Europa. Schwarzenberg restableci en Austria el rgi_me.n. autoritario, al que someti tambin a Hungra. a~nque ello no sigmficase un simple retorno a los mtodos de Mettcrn1ch. Intent _n:stablecer en Italia la influencia austraca, ya se tratase de las cond1c10nes. de paz que se impondran al estac..lo sardo. ya de la suerte ,d~ Venecia o .de Toscana. En Alemana intent hacer fracasar la poht1ca de ~eder:co Guillermo IV, quien, despus de hab~r rechazado la corona imperial, trat de volver-en beneficio propiu-a b unin de los Estados alemanes, negociando con los prncipes, esta vez. . No es cuestin de detenerse ahora en los choques que, con ocasin de la serie de acontecimientos que amenazaban transformar el mapa poltico de Europa y los ~esHnos del ~ontinente, se produe~on entre }as fuerzas polticas. econom1cas y sociales en aquellos f:staa~s a los que alcanz la ola revolucionaria. lo que importa estudia~, ?esde el punto de vista de las relaciones in~e~naconales, es el pape_i~ 'Jesempeado en el desenlace de aquellas cns1s por las-otra~ ~otenc1<:.s. que !1 podan permanecer impasibles ante Jos acontec1m1entos revoluc10narios.
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EL D!PUL~O HJ.::\'OLUCIONAl.\!O
En el momento en que el impulse revolucionar! _se deso.~:;-oll sin obstculo alguno (febrcro-unio de 1848), Jos mov1m1ent~s nacionales no parecan an amenazar Ja existencia del Estado a~stnaco, que ~ da esperar mediante una reforma de su estructura interna el ap~c1guam~nto de las fuerzas disgregadoras. Las cuestiones alemana e ita. , liana fueron las que ocuparon el pnmer plano. u na victoria sarda en la guerra contra Austna dana lugar a la formacin de un reino de la Alta Italia, regido por _la Casa de Saboy~. Carlos Alberto quiso actuar solo, s~ apoyo e_xtcr10r. que. no podna ser sino francs, temiendo el corztagzo de las ideas repub~icanas y l,a posibilidad de una demanda de compcnsaci~ El confcto qu?do, pues, limitado a Austria y a Piamonte-Cerdena. Pero por cuanto tiempo? . La cuestin de las fronteras de la Alemania futura plante dos problemas inmediatos: e! de los pol?c~s de Pru~a y el de, los ducados daneses. Podran asociarse al movimiento nac10n?l. aleman los ducados de Slcsvg y de Holstein? El gobierno prov1s10nal, formado en
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Kiel por los jefes del movimiento alemn en los ducados, era apoyado por Prusia, mandataria de- la Dieta germnica, es decir, por los prncipes alemanes, y aprobado unnimemente por la opinin alemana. Pero la guerra germano-danesa afectaba a los intereses rusos e ingleses. Poda desear Rusia la ocupacin prusiana de Kiel y dejar que se convirtiese en una potencia naval en el Bltico? Considerara Inglaterra con calma el hundimiento del Estado dans, guardin de los estrechos de Skagerrak y el Sund? Por otra parte, seran incorporadas a ia futura Alemania las provincias polacas de Prusia que no formaban parte de la Confederacin germnica de 1815? Ante esa hiptesis, la poblacin polaca de Posnania reivindic un estatuto de autonoma y el gobierno prusiano pareci al principio dispuesto a tal solucin. Pero la minora alemana del territorio la rechaz y la opinin pblica prusiana, "que experimenta ante la naturaleza eslava una mezcla de piedad y de aversin", pens qu cualquier concesin a los polacos no constituira ms que una tonta puerilidad. Entonces,_ Federico Guillermo IV se neg a conceder la autonoma. Cul fue la :tctitud de los grandes estados vecinos ante aquellas perspectivas? El Zar habra podido tender la mano a Metternich despus de la cada de Luis Felipe; no lo hizo porque se equivoc en la estimacin del alcance de los movimientos revolucionarios. Y ante el xito de estos consider que tanto en Italia como en Alemania o Austria los soberanos se haban mostrado negligentes, porque casi todos renunciaron a la resistencia y aceptaron instituciones representativas e incluso reformas democrticas. Pero le inquietaba la eventualidad de grandes reajustes territoriales. Segn Nesselrode. el principio de las nacionalidades era la negacin de la lziston'a, 'ya que amenazaba con la agitacin y el trastorno de casi todos los grandes Estados. Poda olvidarse que en el Estado de los zares vivan grupos nacionales heterogneos? Respecto a Italia, el Gobierno ruso se declar dispuesto, en 24 de febrero de 1848, a proteger "el estado de posesin asignado a los diversos estados italianos por ls Actas de que es garante" y, por consiguiente, a prestar apoyo moral a Austria; pero si una tercera potencia (Francia) interviniera en los asuntos italianos, Rusia lo considerara como un caso de guerra europea y consagrara todas sus fuerzas a defender a Austria. No deseaba, ciertamente, la formacin de un gran Estado en Europa central, que sera un formidable vec1110; pero lo que Je pareca ms peligroso era fa eventualidad de una Alemania republicana. En tal caso, llegara hasta la intervencin armada. Pero no obstante estas afirmaciones de principio, vacilaba en comprometerse a fondo, sin duda porqm~ saba que la situacin interior de su Imperio no era muy slida. No sufra grandes dificultades financieras para mantener en filas a los reservistas movilizados? Y sobre todo, le desconcertaba Ja rapidez de propagacin. de la ola revolucionana. Lo mismo declaraba que le satisfara el levantamiento de "una verdadera muralla china
entre Rusia y Europa" como afirmaba que "jams y en modo alguno podra sufrir un foco de insurreccin a mis puertas y en contacto con mis amigos polacos". En _una palabra: no se senta capaz de actuar. La poltica inglesa poda estar satisfecha de los acontecimientos de marzo de 1848, causa de la cada del sistema Metternich. No obstante, Palmerston tema que los acontecimientos excediesen de los resultados previstos y comenzaba a desconfiar de sus posibles consecuencias. En sus instrucciones de. 25 de marzo de 1848 al representante diplomtico ingls en Francfort, se . mostr reservado, declarndose partidario de cualquier acuerdo que tendiera a unir ms estrechamente y a consolidar a los Estados separados que formaban Alemania. Es decir, no deseaba la formacin de un Estado, alemn unitario, sino que pensaba nicamente en el refuerzo del lazo federal, sin subordinacin de los Estados a un gobierno central. Y fij su actitud ante la cuestin italiana, principalmente en funcin de Francia. No tena nlda que objetar, en verdad, a la liberacin italiana~s decir, a la eliminacin de la influencia austraca-, pero no quera que fuera debida a los franceses. Y as se esforz&--aunque en vano-en impedir que Carlos Alberto entrase en guerra con Austria, ya que tal conflicto podra originar la intervencin france~a. Tan pronto como empez la guerra austro-sarda ofreci al gobierno de Turfn garantizarle su -territorio, en caso de derrota, a condicin de que el rey no refurriera a la ayuda francesa. tranquilizndose al comprobar que Carlos Alberto no la solicitaba; desde entonces se hall dispuesto a admitir como buena solucin la unin del Lombardo-Vneto al reino de Piamonte-Cerdea. "Van a efectuarse grandes cambios en Europa. No lamentara que uno de ellos fuese la creacin de un gran Estado de la Italia del Norte", que, si se viera libre de la influencia francesa, podra convertirse en estado tapn' y en mercado para las exportaciones inglesas. Y en abril, el gabinete ingls quiso persuadir al austraco para que "abandone pacfica e inmediatamente sus posesiones italianas, que en lugar de reforzar el Imperio no hacen ms que debilitarlo". Pero no deseaba, ni mucho menos, una disgregacin de Austria, cuya existencia crea necesaria para compensar la influencia rusa en la Europa b'!_lcnica. Tal poltica britnica intentaba, pues, soluciones de compromisos y era pacfica en lneas generales, tanto ms cuanto que la paz continental resultaba satisfactoria para los intereses del comercio exterior ingls. Lo mismo para Gran Bretaa que para Rusia, deseosas de alejar el peligro de un conflicto europeo, era importante vigilar la actitud del gobierno provisional francs. Lamartine, ministro de Negocios extranjeros de este, declar&--manifiesto de 4 de marzo de 1848-que no quera "desgarrar el mapa de Europa"; pero, al no estar slidamente asegurada su autoridad, el gobierno poda ceder a la presin de los demcratas, que haban mostrado hostilidad hacia la poltica exterior de Luis Felipe e invocaban los recuerdos de la Revolucin francesa. Si Francia se hnzara a la refriega, si concediera su ayuda a los mov-
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mientas revolucionaric s de Italia o de Alemania, cmo evitar una guerra general, que or' ginara un trastorno completo para el continente europeo? La situacin internacional de marzo y abril de 1848 se vio dominada por esa per >pectiva. Pero los dirigentes de la poltica francesa, si bien deseaban eliminar la humillacin de 1815 y restaurar el derecho de los puebles, eran lo bastante prudentes para no ceder a la presin interior, pu :s saban que una intervencin en beneficio de los movhnientos revoi .i.cionarios conducira a una guerra general en que Francia se encomrara sola frente a Austria, Rusia y quiz In- glaterra, y pensaban que el ejrcito francs, desorganizado por la campaa de Argelia, sera incapaz de resistir a.que) conflicto; tambin se preguntaban si los mo 1imientos nacionales eran verdaderamente compatibles con los intere~ es o con la seguridad de Francia. Por. tanto, Ja actitud de Lamartine ro era la misma en la cuestin alemana que en la italiana. Antes de la revolucin de febrero manifest con tanto ardor sus simpatas por la causa italiana, que no poda desdecirse; pero si bien conoca el deseo de milaneses y venecianos en pro de una intervencin francesa, saba tambin que Carlos. Alberto no favorecera, ni mucho menos, semejante .solucin. As, pues, afirm que en caso de que los italianos lanzaran un grito de angustia, la Repblica lo escuchara; pero que Francia intervendra solamente si Italia la llamase. Por el momento tal posibilidad estaba descartada, pues Carlos Alberto deseaba actuar solo. En la cuestin alemana, el gobierno era al principio ms reservado. Aunque los demcratas y socialistas franceses se declaraban convencidos de que a Francia le interesara tener por vecina a una Repblica alemana para protegerse contra el peligro ruso, L9martine desconfiaba de la tendencia del movimiento nacional alemn, aproximndose as a la de los derechistas, que vean en la unidad alemana un peligro para Francia. U." experiencia de los polacos de Posnania tenda a incrementar aquella desconfianza. Lamartine haba descontado, en principio, que el gobierno prusiano concedera autonoma a la Prusia polaca y crea que ello podra representar un paso para fa reconstit1,!cin de una Polonia independiente-solucin conforme al derecho de los pueblos-. Para alcanzar tal objetivo pens en una colaboracin franco-alemana. Pronto se desalent. Cuando se anunci el viraje del gobierno prusiano, pidi a Federico Guillermo, el 7 de mayo de 1848, que no renunciara a sus "principios generales", manteniendo un estado de cosas contrario a los derechos del pueblo polaco. Aunque tal iniciativa no fue atendida, no insisti, porque no quera correr el riesgo de una guerra. Al oponerse a la presin de la opinin pblica francesa, el gobierno provisional mantena la paz del continente. Pero lo mismo en Francia oue en Europa central comprometa la suerte de las revoluciones.
II.
En qu medida se modific la posicin de las grandes potencias cuando, en el verano de 1848, se produjo la escisin entre las fuerzas revolucionarias? Con respecto a la unidad alemana, Rusia y Gran Bretaa adoptaron la misma acttud, aproximadamente. Nicols I segua desconfiado. Hostil a las iniciativas revolucionarias de la Asamblea nacional de Francfort, lo era tambin al plan prusiano de exclusin de Austria. Quera esto decir que admitiese ms fcilmente el plan de la Gran Alemania? No, por cierto. La formacin en el centro de Europa de un imperio de setenta millones de habitantes no poda agradarle. Todo lo ms que podra admitir sera el refuerzo del lazo confedera!, pero dejando a los Estados alemanes libres de su subordinacin a un gobierno comn. En el fondo, deseaba la continuacin del equilibrio, ms o menos precario, entre las influencias austraca y prusiana. Pero quera, lo mismo en Austria que en Prusia, la represin de los movimientos democrticos; volvi a adquirir confianza a tal respecto despus de las jornadas parisiense~ de junio de 1848 y en el otoo aconsej a Viena y a Berln una poltica de firmeza en los asuntos internos. Los crculos polticos ingleses estaban divididos. Si Cobden era favorable a la unidad alemana, y tambin lo era el prncipe consorte -a condicin de que no se realizase en beneficio de Prusia-, en cambio Disraeli, jefe de los conservadores, la consideraba como una insensatez peligrosa. Aunque segua manifestando su simpata verbal, Palmerston mostraba se cada vez ms escptico; tard en reconocer al gobierno provisional de Francfort porque la Asamblea nacional alemana no pareca dispuesta a satisfacer los deseos del comercio ingls en ias cuestiones aduaneras y porque las habladuras de los diputados no le inspiraban ms que desprecio. Como el Zar, se contentara de buena gana con ver al movimiento nacional alemn lograr solo un refuerzo del sistema confedera!. Y esa analoga volvi a producirse con ocasin del asunto de los ducados daneses, en .que ambas potencias tenan inters en evitar el hundimiento Je Dinamarca y el desarrollo de una potencia naval prusiana en el Bltico; aunque, no obstante, ninguno pensaba ir ms all de una presin diplomtica, que ejercieron separadamente y que logr del rey de Prusia la firma de un armisticio con Dinamarca-26 de agosto de 1848-, en el que renunci a reivindicar el Slesvig septentrional. Pero no obstante cierto paralelismo entre ambas polticas, ni siquiera con referencia a la cuestin danesa pudo establecerse una colaboracin. Palmerston continuaba desconfiando profundamente de Rusia. En Francia, donde los crculos polticos de derecha haban sido desde el principio hostiles a la unidad alemana-contrariamente a los de la extrema izquierda, que la favorecan-, los cambios producidos
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en la siruac1on interior influyc:cm en la extenor. El gobierno provisional, despus de su reajuste J de la llegada _de Cavaignac a la presidencia del consejo, se sustrajo a la presin de los elementos demcratas, siendo los intereses y no las influencias ideolgicas las que se tenan por ms importantes. En junio de 1848. Thiers y Montalembert se pronunciaron contra la unidad alemana. El representante diplomtico de Francia en Francfort estimaba que Alemania unida se convertira en invasora y pangermanista. Bastide--que sucedi a Lamartine el 12 de mayo como ministro de Negocios' Extranjeros-no ocultaba su desconfianza hacia ls "demcratas alemanes que, en Francfort, han comenzado por hacer un emperador''. asf como de los mllimientos racistas originados por el orgulloso deseo de constituir, a expensas de los dbiles, Estados populares, fundados sobre la fuerza y la conquista, y vigilaba las manifestaciones del nacionalismo alemn, preocupndose ms directamente, como era natural, de la cuestin alsaciana. Pero en la polaca y en la de los ducados daneses, tom tambin partido contra las pretensiones alemanas, sin ir ms all; sin embargo, de una manifestacin de principio a propsito de cuestiones que, desde el punto de vista de los intereses franceses, eran despus de todo secundarias. En resumen, el movimiento nacional alemn no encontr sim_pitfa verdadera en parte alguna, pero tampoco-aunque suscitase desconfianzas-resistencias resueltas. A decir verdad, incluso en Francfort, la situacin era incierta y las grndes potencias vecinas no sentfan prisa en adoptar un partido. La cuestin italiana era ms mgente. Se trataba de saber si Austria, despus de su victoria sobre .el ejrcito sardo, recobrara en la pennsula una situacin preponderante y si, para evitarlo, el gobierno francs atendera el llamamiento que Carlos Alberto, a la sazn vencido, se decidiera a hacerle. Bastide no pens en una intervencin armada, que conducira no solamente a la guerra con Austria, sino quiz a una guerra general, ya que en aquella ocasin el movimiento nacional alemn podra muy bien volverse contra Francia, sin contar con que la poltica de la Gran Bretaa era hostil al aumento de la influencia francesa en Italia. El peligro resultaba inmenso, y Francia-segn su ministro de Asuntos exteriores-no poda hacer caso omiso de Europa entera. Aun en caso de victoria, cul sera el beneficio 7 Bastide no deseaba la "formacin de una monarqua italiana"; a su juicio, la unin del Lombardo-Vneto a Piamonte-Cerdea sera ya inconveniente y la de toda la pennsula Jo sera -an tns. Sin duda, Francia tenfa inters en ver a los estados italianos liberados de la influencia austraca y con su independencia asegurada; 'pero no en verles unidos bajo la direccin de Ja Casa de Sabaya. Todo lo ms que podrfa admitir sera una con( ederacin de Estados sobermws. Tal era tambin el punto de vista de Cavaignac. Pero la causa italiana contaba en la opinin pblica y en los medios
parlamentarios con grandes simpatas. Podrfo el Gcbierno resistir, a la larga, aquella presin moral? El gabinete ingls tema una intervencin francesa. Para evitarla, consenta en una intervencin diplomtica conjunta con Francia entre Piamonte-Cerdea y Austria. Esta conservara a Venecia, pero el estado sardo obtendra Lombarda, no obstante Ja derrota de Custozza. Ello era especular demasiado con las dificultades internas austracas y el 1 de septiembre de 1848 el Gobierno austraco rechaz la ofertade mediacin. Al da siguiente, la Asamblea constifuyente francesa vot una resolucin favorable a una intervencin armada: el gobierno advirti al Gabinete ingls que haba sido desbordado; inform a Viena Ele que tomara "las medidas necesarias sus intereses" y amenaz incluso a Austria con "incendiar todo~ los focos que existen en Europa". Sin embargo, no se iba hacia una guerra, a la que Bastide no recurrira sino en caso desesperado; pues el 3 de septiembre el Gobierno ~stra co se resign, bajo la presin de Palmerstoq, a aceptar la mediacin, reservndose discutir sus clusulas. Simple concesin formal: Austria se negara continuamente a ceder Lombarda. Presionado entonces por los demcratas, el gobierno sardo amenaz6 con volver a emprender las hostilidades y el gobierno francs afirm (acaso sin intencin seria) que estudiara un desembarco de tropas en las cercanas de Venec_i~. Palmerston multiplic sus esfuerzos de conciliacin; puso en guardia a Francia contra los peligros de una intervencin, disuadi al rey Carlos Alberto de una empresa insensata y trat de persuadir a Austria para que abandonara Lombarda, cuya posesin era para ella una fuente constante de peligro. Aunque obtuvo el asentimiento de Pars y Turn-ambos gobiernos deseaban, en el fondo, ev~tar .una aventura-, no logr convencer la resistencia austraca; cuando Schwarzenberg subi al poder-27 de octubre de 1848-, era ya indudable que Austria no cedera ms. Quera esto decir que la mediacin franco-inglesa hubiera resultado completamente intil? No, pues haba protegido al estado sardo contra las excesivas exigencias que probablemente le hubieran sido impuestas. Respecto a la cuestin austraca, la amenaza de un separatismo magiar era lo que constitua el ncleo de la crisis. Ni Rusia, ni Gran Bretaa, ni Francia deseaban una disgregacin del Imperio austraco, de consecuencias imprevisibles para el equilibrio europeo. Pero los mviles-manifiestos y velados-de unos y otros efan diferentes. El gobierno ruso crea estar interesado en la existencia de Austria no solo porque significaba un valladar contra la extensin de los movimientos revolucionarios, sino tambin porque serva de contrapeso al poder prusiano en -la cuestin alemana. En Francia, no obstante la simpata que la opinin de los partidos polticos de_ izquierda mostraba hacia checos y eslavos del sur (era ms reticente en cuanto a los magiares), el gobierno tema que una disgregacin de Austria facilitase el dominio ruso en la Europa danubiana. En cuanto al gabinete ingls, per-
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maneca _f~el al punto de vista que haba adoptado desde el principw de, la c~1sis europea: era preciso 1 mantener el Imperio austraco lo mas umdo Y Ut'rte que sea posible", escriba Palmerston. Rechaz pues, las peticion;!S del ministerio hngaro, que quera establecer con~ tacto con Gran Bretaa. En el fondo, las tres potencias retrocedieron ante la eventualidad de un conflicto general, ya con respecto a la cuestin de los ducados d~neses o de la del Lombardo-Vneto, ya~ con ms razn, al hundimiento de la mor..arqua danubiana. Su poltica era esperar.
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EL FRACASO
En la ltima etapa de la crisis, el papel desempeado por Jos grandes Es~ados es~ct 1dores de la misma lleg a ser importante. La proclamacin de la md1pendencia de Hungra-abril de 1849-, que dividi en do~ _la. monarquia danubiana, fue de primordial importapcia para e~ eqmhbr10, europeo. ?P?r qu cr~~ necesario el Zar ayudar a( gobierno, ~ustnaco a repnmir, el m~vimiento nacional magiar? Por qu la pohttca. ~usa no encontro obstaculos por parte de los occidentales? Era concthable la restauracin de la influencia austraca en Italia con l,os. intereses de F~ancia y con los -designios del gabinete ingls? -Por ~ltu_no, en el conflicto entre las dos potencias alemanas trataran de mclmar la balanza Rusia. Francia o Gran Bretaa? ya durante las anteriores fases de la crsis, las grandes potencias habian mostrado en qu St>Jitido orientaban sus preferencias. Pero l acaso haban sido estables. tales puntos de vista? En Rusia, donde la direccin de la poltica exterior perteneca eclusivamente al Zar. las preocupa~i?ne~ eran l~s mismas en 1849 y 1850 que en 1848: impedir una mod1f1cac1n radical del estatuto territorial de Europa central y, sobflt t?do, atajar el peligro de una insurreccin polaca, posible consecuencia de una victoria de las nacionalidades. En Gran Bretaa, Palmerston segua al frente de la poltica exterior, pero cada vez era ms discutido, unas veces por la Corte, en la que el prncipe Alberto -un Sajonia-Coburgo--tena sus opiniones personales sobre la poltica alemana; . otras por los jefes del partido conservador, y el secretario de Negoc10s extranjeros encontraba oposicin incluso entre el personal diplomtico. As, la poltica exterior inglesa erq, incierta y blanda. En Francia, la eleccin-en lO de diciembre de 1848--de Luis Napolen para la presidencia de la Repblica coloc al frente del Estado a un hombre.de imaginacin desbordada, que no dud en seguir una poltica personal, mediante negociaciones secretas. La mayora parlamentaria, adscrita a fos republicanos moderados en la Asamblea Constituyente, pas al partido del Orden-coalicin de conservadores catlicos, or'canistas y legitimistas--despus de las elecciones para la Asamblea legislativa (mayo de 1849). La Repblica ya no estaba en manos de los republicanos y los demcratas no tenan otra esperanza que actuar
mediante golpes de fuerza. Ciertamente, Francia no emprendera una guerra de propaganda republicana: Europa se haba tranquilizado a tal respecto. Pero la presencia de Luis Napolen no dejaba de inquietarla, pues el sobnno del Gran Emperador era forzosamente adversario de los tratados de 1815. Sin embargo, el presidente de la Repblica no era an el dueo de la situacin. Sus ideas-lo mismo en la cuestin alemana que en la italiana-no eran las de los partidos de derecha, que formaban la mayora parlamentara. La poltica internacional de Francia r~sultaba, pues, activa y emprendedora, pero con frecuencia confusa, debido a las alternativas de las influencias divergentes. La poltica rusa era decisiva en la cuestin de Hungra. Schwarzenberg no se decidi a solicitar el apoyo de Rusia en mayo de 1849 sino despus de muchas vacilaciones, pues tema' que Nicols I reclamase una compensacin. Pero el gobierno ruso no reclam nada; envi un ejrcito de 150 000 hombres sin pedir contraprestacin alguna. La .alternativa tena importancia, pues hubiera podido pensar, por el contrario, en permitir que Austria se hundiese para recuperar su libertad de accin en los Balcanes. Su decisin, insoirada en el deseo de mantener el estatuto europeo de 1815 (en el q~e la existencia del Imperio austraco era pieza clave), se deba tambin y sobre todo al temor de que la revolucin hngara se extendiese a la Polonia rusa; como siempre, a partir de 1831, los emigrados polacos, desperdigados por Europa, fueron a ofrecer sus servicios a la irlsurreccin y el ejrcito de Kossuth contaba entre sus filas un cuerpo polaco de 10 000 hombres mandados por Dembinski. Una victoria magiar tendra, pues, peligrosa influencia en los territorios polacos del Imperio ruso. La campaa rusa en Hungra, precedida por otra de corta duracin en Vaiaquia que le sirvi de prlogo-al derrocar al gobierno provisional de Bucarest el Zar pretenda, sobre todo, aislar a Hungra-- constituy, pues, una medida preventiva. El Gobierno hngaro pretendi parar el golpe mediante un llamamiento a Francia y especialmente a Gran Bretaa. Pero fracas. Por qu? Despus de la eleccin de Luis Napolen para la presidencia, el gobierno francs no quiso recibir, ni siquiera a ttulo oficioso, al representante que Hungra haba enviado a Pars. En las instrucciones dadas al embajador en Rusia, Tocqueville, ministro de Negocios extranjeros, solo manifestaba un inters mela11clico por un asunto en que Francia habra de desempear un papel meramente pasivo: "El espritu y la letra de los tratados no nos permiten ninguna intervencin. Adems, en el estado actual de Europa, la gran distancia que nos separa del teatro de la guerra nos impone cierta reserva." Y el gobierno francs se limit a dirigir a Schwarzenberg recomendaciones anodinas: si el gol:'ierno imperial tratase a Hungra con demasiado rigor, correra el riesgo de que persistiera en el futuro una irritacin molesta. Pero el primer ministro austraco no se preocup de ello.
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En Lor::fres, ::1 Gobierno de Kossuth realiz mayores esfuerzos; sus L'caron de agitar a la opinin pblica, presentndole el espeuelo de ve:nta1as comerciales. Por su posicin geogrfica, por la cantidad y riqueza d sus producciones, Hungra poda ofrecer grandes beneficios a la industria inglesa. Si el movimiento de independencia fra~asara, Austria seguira monopolizando aquel mercado. Cuando apareci claramente la amenaza de una intervencin rusa, los magiares llegaron hasta la splica; ofrecieron a Gran Bretaa los puertos de Buccari, en el Adritico, y de Semlin, sobre el Danubio, mostrndose incluso dispuestos a renunciar a la repblica y a aceptar el rey que Gran Bretaa designase. Todo fue en vano. Palmerston sigui sordo a sus .splicas. Sin embargo, en su correspondencia particular escribi que "el derecho y la justicia estn de parte' de los magiares", y expres su desagrado por la poltica de Schwarzenberg: "Ciertamente los mayores brutos que han tomado inmerecidamente el ttulo de hombres civiiizados son los austracos." Pero parafraseando la expresin de Palatsky, deca: "Si Austria no existiera, habra que inventarla." En el marco del sistema europeo "sera imposible-afirmaba-reemplazar a Austria por pequeos estados". Y si el Imperio de los Habsburgo perdiese a Hungra, cmo podra sobrevivir? Los pases austracos sedan pronto absorbidos por Alemania y la expansin n,isa en los Balcanes no tendra contrapeso. Hungra, pues, quedaba abandonada por Austria y Francia, y la poltica rusa tena libre' el paso. En la liquidacin de la poltica italiana, la poltica rusa no desempe un papel activo. Fueron Francia y Gran Bretaa las que tomaron la responsabilidad. Pudieron hacerlo sin exponerse a grandes peligros durante todo el perodo de abril a agosto de 1849, en que el gobierno austraco se hall en conflicto con Hungra. Despus de la derrota de Novara, que impuso la abdicacin a Carlos Alberto, Austria exigi del gobierno sardo, adems de una indemni.zacin de guerra y la conclusin de un tratado comercial, el derecho a ocupar la plaza fuerte de Alejandra; Piamonte qued, pues, amenazado en su independencia. Poda contar con alguna ayuda? El gabinete ingls se limit a dar a Austria consejos de moderacin. Pero Francia tena un inters ms directo que Inglaterra en evitar la extensin de la influencia austraca en la Italia del Norte. Ocho das despus de Novara (en 31 de marzo de 1849) la Asamblea vot un orden del da que autorizaba al poder ejecutivo para "garantizar el territorio piamonts mediante negociaciones y, si fuese necesario, mediante la ayuda de una ocupacin parcial y temporal de Italia"; a fines de abril se pens en enviar a Gnova tropas de ocupacin francesas si Austria mantena sus pretensiones sobre Alejandra. La amenaza result eficaz. pues el gobierno austraco renunci a una ocupacin territorial (tratado austro-sardo de 6 de agosto de 1849). Pero ni Francia ni Gran Bretaa discutieron a Austria despus de su victoria el derecho de conservar el Lombardo-Vneto y no dejaron concebir a
~gentes
Manin ilusin alguna al respecto cuando este prolong (hasta fines de agosto) la resistencia de Venecia. Tampoco se opusieron al restablecimiento de la influencia austraca en Toscana, adonde volvi el gran duque el 25 de mayo, despus de una intervencin armada. Pero, con motivo de la cuestin romana, reapareci la oposicin de los intereses franceses y austracos. Despus de la batalla de Novai:a era evidente que la repblica mazziniana constituida en Roma estaba condenada. La nica cuestin consista en saber si la restauracin del poder pontificio sera obra de Austria, efectundose, por consiguiente, en beneficio de su inflttencia. No era sorprendente,- pues, que el Gobierno francs quisiera oponerse, como lo haba hecho Luis Felipe en 1832. En igual sentido, Luis Napolen decidi el 22 de abril de 1849 el envo de un cuerpo expedicionario. No se trataba, al principio, de destruir la repblica romana por las armas, sino de preparar un compromiso: al regresar a Roma, el Papa establecera instituciones ~lticas liberales, y la poblacin romana, tranquilizada por la presencia "de las tropas francesas respecto al peligro de brutales represalias, respetara aquella restauracin. Tal poltica fracas, pues ni el Papa ni los jefes de la repblica romana se prestaron a una conciliacin. Deba abandonarse la partida? "Tendramos que retirarnos-observ el agente diplomtico francs cerca de la Santa Sede-, pero existe Austria." La expedicin, pues, se mantuvo, aunque desvindose de su primitivo objetivo; el gobierno francs intent an que prevaleciese una solucin compatible con el derecho de los pueblos (un plebiscito que permitiera a los romanos elegir entre la Repblica y la restauracin del poder pontificio) mediante la misin de Fernando de Lesseps; pero tuvo que inclinarse ante la voluntad de la Asamblea salida de las elecciones de mayo de 1849, en la que dominaban los catlicos, deididos a salvaguardar el poder temporal de la Santa Sede. El 30 de junio las tropas francesas tomaron a Roma y restauraron incon~icionalmente el poder temporal. Cul era el balance 7 El esfuerzo de los mazzinianos haba resultado vano; pero el rgimen pontificio solo se mantena gracias a la presencia del cuerpo expedjcionario francs: estaba totalmente desacreditado ante los patritas italianos, incluso ante los ms moderados. Significaba la derrota del neogelfismo. El mismo Gioberti, cuando public, en 1851, una nueva obra (Rinnovamento civile d'Italia), abandon sus anteriores planes. La Casa de Saboya era, no obstante el doble fracaso sufrido en su lucha contra Austria, la nica que an estaba calificada para encarnar el movimiento nacional.. Aquella derrota moral del Papa era tan importante para la evolucin futura de la cuestin italiana como la infligida por el cuerpo expedicionario francs a los republicanos .. Pero cul era el beneficio para los intereses franceses? Sin haberlo deseado, el gobierno francs se haba convertido en guardin del Estado pontificio. asumiendo, pues, un papel arbitral, puesto que la formacin de la unidad italiana era inconcebible sin la previa solucin de la cuestin romana. No obstante, no podfa ejercer libre-
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mente aquel arbitraje por estar obligado a tener en cuenta la voluntad de los catlicos franceses. En realidad, la presencia en Roma del cuerpo expedicionario asest un golpe a la autoridad moral que Francia haba conservado hasta entonces entre los liberales italianos. El gabinete ingls no poda menos de regocijarse de ello. Mientras que el ao anterior se haba opuesto a una intervencin francesa en Piamonte, ahora se abstuvo de oponerse a la expedicin a Roma, pues pensaba que Francia, al ayudar a las fuerzas reaccionarias, ~ompro metera su popularidad en Italia. Los acontecimientos confirmaron esos clculos. Los asuntos alemanes eran los ms complejos y tambin los ms graves. Al par que el movimiento popular italiano fue destruido antes de que hubiese tomado forma, el estatuto de Europa central era objeto de ardientes discusiones, de 1849 a fines de 1850. El plan prusiano, inspirado a Feoerico Guillermo IV por Radowitz, volva al proyecto de estado federal que la Asamblea nacional de Francfort no haba podido establecer; pero ahora se trataba de llevarlo a cabo con el asentimiento de los prncipes y bajo Ja direccin de Prusia: programa de la Pequea Alemania. El plan austraco-o de Schwarzenberg-era el de una Gran Alemania, de la que formaran parte los territorios del Imperio austraco; la direccin de los asuntos comunes se confiara a un Directorio formado por representantes de Austria, Prusia y los Estados medios interesados en la continuacin de un dualismo austroalemn, en el que vean la mejor garanta de su independencia. Despus de haber sido aplastadas las fuerzas ms activas del movimiento nacional, los proyectos de los diplomticos tornaban a adquirir importancia. Aprovechndose de la guerra de Hungra, que paraliz la resistencia austraca, el gobierno prusiano propuso el 28 de junio de 1849 que una Conferencia de Prncipes estableciese una Constitucin gel Imperio alemn. Unicamente Baviera, donde el clero cat!ico y los crculos de negocios se mostraban muy reservados, se mantuvo aparte. Pero tan pronto como Austria solvent la cuestin hngara con la ayuda rusa, Hannover y Sajonia se animaron a abandonar a Prusia. La Pequea Alemania se disgreg. No obstante, Federico Guillermo y Radowitz se obstinaron, tratando de establecer, ante la imposibilidad de llevar a cabo su proyecto primitivo, una Unin restringida, en la que Prusia agrupara bajo su direccin a los pequeos Estados de la Alemania central; en enero de 1850 prepararon la reunin de una Asamblea constituyente, que. se reunira en Erfrt. Schwarzenberg opuso su proyecto, al que se adhirieron Hannover, Sajonia, Wurtemberg y Baviera. Alemania se escindi en dos camoos. En el momento en que se reuna la Asamblea constituyente en Erfrt, el gobierno austraco convoc en Francfort a los representantes de los Estados medios, .a los que se aadieron los de Hesse-Cassel y Hesse-Darmstadt. La crisis estall n 1850, al producirse un incidente en Hesse-Cassel que origin una amenaza inmediata de conflicto. A la
orden de movilizacin del ejrcito prusiano, ms bien manifestacin de temor que de fuerza, Schwarzenberg contest con un ultimtum, y la poltica prusiana se hundi. El 29 de noviembre el gobierno prusiano, en el que Manteuffel haba sustituido a Radowitz. acept la firma de los puntos de Olmtz, retir su orden de movilizacin, .abandon la Unin restringida y acept la reunin de una Conferencia general de los Estados componentes de Ja Confederacin germnica encargada de reconstnr el Bwzd. En qu medida contribuy a la retirada de Prusia ante Austria la poltica de las grandes potencias no alemanas? Gran Bretaa no desempe un papel activo. El gabinete se mostr, sin embargo, ms favorable al plan prusiano que al austraco. A principios de 1849, cuando la Asamblea nacional al~mana ofrec? la corona .a Federico Guillermo IV, los conservadores mgleses manifes taron su desconfianza, pero Palmerston no hizo objecin de principio y se declar dispuesto a reconocer al gobierno imperial alemn, aunque proponiendo una condicin irrealizable: el asentimiento de los soberanos alemanes. Despus de la desaparicin de la Asamblea nacional pens que el plan prusiano era la menos mala de las soluciones: una unin ms ntima de las potencias alemanas, bajo el patronato de Prusia, formara una barrera slida, preferible tambin, desde el punto de vista de los intereses econmicos ingleses, a la Gran Alemania de Schwarzenberg. Pero se mostr ms reticente cuando Prusia resucit la cuestin de los ducados y volvi a emprender las hostilidades contra Dinamarca, resultando eficaz la presin que ejerci sobre el gobierno de Berln para obligarle a cesar en ellas. Satisfecho con haber protegido de este modo los intereses de Gran Bretaa, no se opuso a Prusia en la cuestin de la Unin restringida. Pero cuando la crisis represent una amenaza inminente de conflicto armado--otoo de 1850--expres claramente su deseo de evitar una guerra que, en realidad. no se mantendra localizada y que podra originar la intervencin rusa en Europa central o la francesa en el Rin. En vano Federico Guillermo IV envi a Londres a Radowitz, en los comienzos de noviembre, para tratar de obtener una alianza; en vano 9freci sacn"ficar las cuestiones econmicas a las polticas, por un reajuste de la tarifa aduanera de la Zollveren, en beneficio del comercio ingls. El gobierno britnico subordinaba sus intereses econmicos a su anhelo de mantener el equilibrio continental. La poltica francesa no fue uniforme despus de la eleccin de Luis Napolen para presidente de la repblica. El partido del Orden era, generalmente, hostil a la poltica prusiana; su prensa combata, en 1849, Ja solucin imperial. 2n el otoo de 1850, Thiers afirm en la Asamblea legislativa su simpata por la causa austraca. El ministro de Negocios extranjeros desconfiaba, asimismo, de los proyectos de Radowitz y del rey prusiano. En la primavera de 1849, Drouyn de Lhuys haba parecido admitir una preponderancia de Prusia al Norte del
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Mein, per::i no la unidad de la Pequea Alemania, que agrupara a los estados de:l Sur. Tampoco Tocqueville, aun deseando un refuerzo de la Confederacin germnica-por temor a Rusia-quera una preponderancia prusiana. Pero Luis Napolen tena su poltica personal, dominada por el deseo de obtener la revisin de los tratados de 1815. En marzo de 1849, dej entrever, en sus diarios. la posibilidad de una alianza con Prusia, a condicin de que Francia recibiese una compensadn en la orilla izquierda del Rin: en el otoo del mismo ao, tante el terreno, desde diferentes ngulos, enviando a Prusia a Persigny y haciendo nuevas proposiciones a Baviera: pero ni Berln ni Munich dieron odos a sus sugerencias, pues ambos gobiernos sospechaban las miras renanas de Francia. No obstante, esta poltica se afirm en 1850, y, despus de una nueva misin de Persigny en Berln, Luis Napolen se decidi a ofrecer a Prusia la _alianza francesa. en caso de guerra austro-prusiana (15 de junio), solicitando claramente, en concepto de compensacin, la anexin del Palatinado bvaro. Pero el ministro prusiano en Pars rechaz, resueltamente, dicha sugestin: l cmo podra Prusia, que invocaba en su polftica el sentimiento nacional, desdecirse, aceptando la cesin de territorios alemanes? As, cuando estall la crisis de 1850, aun tomando precauciones militares en Alsacia. el presidente declar que Francia permanecera neutral en una guerra austro-prusiana, mientras sus intereses no se vieran amenazados por una 'roptura del equilibrio. Llegado el momento, en qu hiptesis pensaba intervenir? Estimaba, sin duda, que, eu caso de que Austria concediera ayuda armada a Austria, Francia tendra que apoyar a Prusia: tal eta la tesis que hizo exponer, el 17 de noviembre, en el peridico La Patrie. Pero, ante las protestas de la mayora parlamentaria, e incluso de su ministro de Negocios extranjeros, no pudo emprender aquel camino. Sus ideas, pues, no tuvieron alcance prctico alguno. Unicamente Rusia, donde el Gobierno no haba de contar, en absoluto, con la opinin pblica, ejerci una accin importante en el desenlace de la cuestin alemana. El Zar, hostil, en marzo de 1849, a la solucin imperial, lo fue tambin, en mayo del mismo ao, al plan de Radowitz; pero tampoco quera favorecer una preponderancia austraca en el conjunto de los estados alemanes. El inters de Rusia consista en que continuara el estado de equilibrio entre Austria y Prusia. Esta podra dominar la Alemania del Norte, a condicin de que los Estados alemanes del Sur entraran en la esfera de influencia de Austria. No obstante, cuando Federico Guillermo IV abandon su proyecto primitivo y se content con la Unin restringida, que pareca estar de acerdo con las pretensiones rusas, Nicols I sigui desconfiando, porque no vea en aquel repliegue ms que una tctica temporal. Sin embargo, eludi tomar partido, pues tema empujar a Prusia a los brazos de Francia. La crisis de 1850 le oblig, por fin,
a decidirse, pues, por dos veces-a fines de<mayo y a fines de octubrefue requerido, <;lirectamente, por ambos antagonistas. En qu sentido ejerci tal arbitraje? El 31 de mayo, el Zar escribi claramente a Federico Guillermo IV que no deseaba la guerra entre Austria y Prusia, y amenaz con intervenir contra aquel de ellos que se convirtiera en agresor. Pero el agresor~aadfa-no es, necesariamente, el que inicia las hostilidades, sino el que origina las causas del conflicto. Considerara, pues, como dgresiva una ]>ltica prusiana que pretendiera modificar el Estatuto de la Confederacin germnica, sin el consentimiento de los otros miembros de la misma. Esto significaba una amenaza claramente dirigida al Gobierno prusiano. No obstante, cuando Schwarzenberg trat de obtener de Rusia una promesa de apoyo armado, en caso de guerra austro-prusiana, Nicols 1 vacil, pues tampoco quera alentar al gobierno austraco a la intransigencia. Mediante esta doble maniobra esperaba que los P.os gobiernos se decidieran a una solucin pacfica. Pero cuando, cinco meses ms tarde, Prusia y Austria llegaron a la prueba de fuerza, con ocasin de la cuestin de Hesse, el Zar acentu su presin sobre Prusia; el 17 de octubre la amenaz con la intervencin al lado de Austria, y, aunque el 28 del mismo mes no,prometi todava a Schwarzen berg sino un apoyo moral, las medidas militares que tom en las proximidades de la frontera prusiana dieron a entender que estaba dispuesto a una accin armada. La presin ejercida por el Zar result eficaz. Sin duda, Federico Guillermo IV tena otras razones pra evitar la guerra: repugnancia a iniciar contra Austria una lucha fratricida; inquietud ante la perspectiva de tener que hacer una poltica revolucionaria, al tender la mano a las minoras nadonales de Austria; temor, en caso de fracaso, a ver amenazado su trono pr un movimiento democrtico; desconfianza ante los proyectos de Luis Napolen. Pero el mvil determinante fue la amenaza de una intervencin armada de Rusia. Pero la actitud del Zar fue tambin la que impidi a Austria explotar a fondo su victoria diplomtica. Schwarzenberg no se atrevi a aprovecharse de la ocasin para resolver, mediante las armas, el conflicto austro-prusiano, porque no tena la certidumbre de que Rusia interviniera, y, aun si ello resultase cierto, tal intervencin no podra haber sido efectiva antes de cuatro o cinco meses, a causan del invierno ruso; no trat tampoco de hacer incluir en los puntos de Olmutz su programa de la Gran Alemania, porque el Zar, aun mostrndose satisfecho de la detencin impuesta a Prusia, no deseara ver al Gobierno austraco aprovecharse para imponf"r a su adversario condicio~ nes excesivas. La capitulacin de Prusia dej abierta la cuestin de la reorganizacin de la Confederacin. El debate se inici en la conferencia de prncipes alemanes, reunida en Dresde a principios de 1851. Indudablemente, Schwarzenberg intentaba volver a su plan y obtener que
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todo el Imperio am traco fuese admitido en la Zollverein y en Ja Confederacin. Pero PrJsia no tena <9_Ue esforzarse demasiado para desechar tales pretensiJnes, cuyo xito no apeteca ninguna de las grandes potencias no de>J"wnas. Gran Bretaa no deseaba el acrecentamiento de la pote,1cia austraca ni la unin adu!nera de todos los Estados de la Europa central. El gobierno francs se consideraba defensor de la independencia de los pequeos Estados alemanes. El Zar, por ltimo, advirti a Schwarzenberg, en marzo de 1851, que Rusia permanecera neutral en caso de que Franela se opusiera por las armas a la realizacin del plan austraco. La conferencia se limit, pues, a restaurar el estatutd de la Confederacin, tal corno haba existido entre 1815 y 1848. * * * Qu parte hay que atribuir, en el fracaso final de los movimientos revolucionarios, a las causas internas, es decir, al juego de las fuerzas polticas y sociales dentro de cada Estado' o grupo de Estados a los que haban alcanzado los movimientos revolucionarios? Cul a las causas exteriores, es decir, a la actitud d_e las grandes potencias vecinas? No cabe duda de que Ja3 causas internas fueron-y con mucho~ preponderantes. Lo decisivo result, sobre todo, la escisin entre las fuerzas revolucionarias, en el verano de 1848: recrudecimiento de las divergencias entre objetivos polticos e intereses econmicos y sociales de los moderados y de los demcratas abandono de la revolucin en Austria por las masas campesinas. Pero Ja desconfianza y los conflictos entre las nacionalidades contribuyeron mucho. a paralizar los movimientos revolucionarios: la monarqua austraca no se haba enfrentado nunca con una insurreccin conjunta -de las minoras nacionle.!l e incluso pudo oponer unas a otras; en la cuestin alemana, Ja hostilidad entre alemanes y polacos, en Posnania, o entre daneses y alemanes, en Slesvig la negativa de los checos a enviar representantes a la Asamblea de Francfort fueron causa de incesantes dificultades. Tampoco intentaron asociarse, en ningn momento, los movimientos nacionales de los diferentes Estados. Mazzini haba credo que sera fcil el acuerdo entre los grupos nacionales, pero aquella esperanza haba fallado totalmente. Los nacionalismos dieron pruebas de gran intolerancia en casi todas partes .. Al propio tiempo que cada grupo invocaba su derecho nacional a la autonoma y a la independencia reclamaba tambin su derecho histrico para imponer su voluntad a los otros grupos, con desprecio de los principios nacionales: tal era la actitud de los magiares, en Hungra; de los checos, en Bohemia; de los alemanes, en el Slesvig. La complejidad del movimiento de las nacionalidades plante problemas que no supieron o no quisieron prever los apstoles del derecho de los pueblos. En fin, la resistenca de los intereses dinsticos-apoyados por la firmeza de los intereses par-
ticularistas-tampoco fue de poca importancia, lo mismo en Italia que en Alemania. Pero todo esto, aunque fundamental, no hubiera basta~- para proporcionar una explicacin. Si la actitud del gobierno prov1s1~n.al francs hubiera sido diferente en las primeras semanas de la cns1s revolucionaria se habra producido, sin duda, un . trastorno_ general. _ lY acaso habra sido posible el rehacerse de Austna, si Rusia _no_ hubH~ra intervenido, por las armas, en .1849, ?ara aplastar.. l_a repubhca h~~ gara? En todo caso, habra sido mas l~nto Y. d1f1cil, y_ I~ cuest10n lemana tomara probablemente otra onentac1on muy distmta. Gracias a la rpida victoria de Hungra la poltica austraca pudo . hacer fracasar, en 1849, el plan prusiano. Las causas exterior.es contnbuyeron, pues, considerablemente al fracaso de los . mov1m1entos revolucionarios. Pero tales actitudes de Francia y Rusia no fueron. d~ter minadas por la psicologa colectiva ni por los intereses econom1cos, sino nicamente por mviles polticos.
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CAPITULO XI
CIUNA SE ABRE A LA I.0JFLUENCIA OCCIDENTAL
Por los mismos aos en que el movimiento de las nacionalidades agitaba al continente europeo. el Extremo Oriente despert a la vida universal. El gobierno del Imperio chino, que no autorizaba el comercio e:.;tranjero ms que en un solo puerto-Cantn-y que se esforzaba en impedir las relaciones directas entre los extranjeros y su poblacin, se vio obligado a renunciar a aquella poltica de clausurn. China se iba a convertir en campo de expansin para Europa Jos Estados Unidos. El contacto que se estableci entre la civiliztin occidental y la civilizacin china abri- el camino a fuerzas nuevas que, durante la segunda mitad del siglo XIX, transformaran toda el Asia Oriental.
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La pres1on ejercida por Jos intereses econmicos-el deseo de obtener acceso al mercado chino-fue la que impuls la actividad de los Estados europeos y de los Estados Unidos. La existencia en el Imperio Medio de una enorme masa humana (que_nadie en aquella poca pudo calcular, ni an aproximadamente, suponindose, quiz modestamente, trescientos millones) hizo concebir la esperanza de que dicha poblacin proporcionase un mercado a los exportadores de manufacturas, sobre todo, de textiles. Se tena por cierto que los beneficios comerciales inmediatos no seran importantes, pues la mayor parte de aquella masa humana era muy pobre; pero, a medida que China se abriese a las influencias exteriores y se valorizasen los recursos naturales del pafs, la capacidad adquisitiva de la poblacin aumentada y el comercio con los occidentales recibira un impulso considerable. Gran Bretaa fue la primera en darse cuenta de tales perspectivas. Solo ella tena, antes de 1840, un nmero importante de comerciantes en Cantn (alrededor de 350) que vendan, sobre todo, a los chinos, opio procedente de India o Persia, y les comprab<in t y seda en bruto. Mientras tanto, los industriales de Lancashire comenzaban a envhr a Cantn produdos textiles, principalmente de algodn, que, no obstante los gastos de transporte, y gracias a los nuevos procerlimientos de fabricacin, podan venderse en China a un precio ms reducido que los artculos similares de la artesana china. Los nter.eses econmicos y financieros, agrupados en Londres en la China Associatimz, queran conseguir 1a supresin de las trabas que el gobiern0 chino opona a la entrada de los productos extranjeros: pNcepcinn ,..,.., ,'
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de una tasa especial sobre ~as mercancas importadas; obligacin de los comerciante.> extranjeros establecidos en Cantn de tramitar sus negocios por int,!rmedio del Ca-Hong, asociacin de comerciantes chinos, que monopolizaba las transacciones; prohibicin de que saliesen del barrio de las factoras, en donde se les sujetaba a una rigurosa vigilancia. Tambin 1uera que las relaciones comerciales no estuviesen restringidas al pu,!rto de Cantn; concluir, con el gobierno chino, un tratado de comercio que estableciese las relaciones sobre base contractual-en vez de que China dictase, ella sola, las condiciones que autorizaban los intercambios-; asegurar a los comerciantes ingleses el contacto directo con la poblacin china y la consiguiente abolicin del Ca-Hong. China se presentaba, a los ojos de los industriales ingieses, como un Eldorado comercial. Antes de 1840. 11i Francia ni los Estados Unidos ni Rusia tenan un inters tan inmediato en aquel mercado chino. Pero sus gobiernos no eran indiferentes, ni mucho menos. Los comerciantes norteamericanos haban aprovechado el perodo de guerras napolenicas para intentar suplantar a los ingleses, y habian conseguido un xto pasajero. Despus de 1815 perdieron parte del torreno ganado, aunque seguan efectuando parte del trfico martimo de Cantn (el 25, aproximadamente, al lado del 60 por IOO de los ingleses). Los intereses econmicos franceses eran mucho ms restringidos: en l 838, los dos comerciantes que se habfon establecido en el barrio de las factoras de Cantn, ni siquiera-podan contar con el apoyo efectivo de un agente consular, pues el gobierno haba estimado sufic1en te confiar este cargo a un ingls. Pero los Lazaristas-misioneros fr:rnceses-haban conservado una misil)n en China, donde eran los nicos que en aquella poca continuaban su apostolado, en las condiciones ms difciles. Por iniciativa de las Cmaras de Comercio, el gobiierno se decidi a estudiar, en 1836, ias nuevas perspectivas: cre un consulado en Manila y nombr un titular, relacionado con ios medios polticos: Tefilo Barrot. Aquel agente consular ten:a oue ocup::~;;..! no solamente de las Filipinas, sino tambin de todo el Extremo o~icnte. Por ltimo, los comerciantes rusos de Siberia y del territorio del Amur se relacionaban con China por va terrestre: la ruta de caravanas de Kiakhta, en Mongolia. El gobierno del Zar se percat de que dicha ruta, demasiado larga y lenta, resultaba insuficiente. y pens en utilizar la va martima, partiendo de la Siberia orient:-il, para tomar parte en el comercio cantons. Pero todava- no eran mcis que proyectos. En realidad, todas aquellas naciones se lanzaron al asalto despus de que Gran Bretaa hubo abierto la brecha. El problema de las vas de acceso al Imperio Medio empez t3.mbin a atraer la atencin de las grandes potencias. La cuestin dd Pacfico no fue, en el fondo, ms que un aspecto de las ambiciones despertadas en torno del mercado chino. Excepto Filipinas y Japn, los archipilagos del Pacfico no podan convertirse en mercados de ex-
portac!On, pero servan de etapas en las rutas martimas. _que conducan a China. Bao tal aspecto, amencanos y europeos se fIJaron en las islas Hawai y en el archipilago japons. Las rutas terr~stres _solo ofrecan nters en cuanto podan procurar acceso a las regiones i~te riores de China. prcticamente inaccesibles, aun con los puertos abiertos, debido a la falta de comunicaciones. Parti~ndo de los per~os, la comunicacin era posible en toda la zona servida por la gran via fluvial del Yang-Ts, pero no en las provincias del sudoeste, y apenas en las del noroeste.
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Cmo conseguira Ja iniciativa inglesa forzar la puert2 ;el Imperio chino 7 . . La crisis estaba latente desde 1833. Hasta dicha fecha, e~ _comercio britnico con Cantn estaba monopolizado por la Companla de las Indias las relaciones comerciales establecidas con el Ca-Hong eran, pues, ~n principio, el campo de actividad de dos sociedades con_ierciales, al margen de toda participacin de los agentes de los gobiernos. Pero, en 1833. el Parlamento in?ls se n~~ a reno_var el contrato d_e la Compaa de Indias y el gobierno env10 a Can ton. a un agente d1plomtico, encargado de vigilar las relaciones cor_nerc1ales. Tal ?ente declar que no estaba dispuesto a entrar en relac10nes con una simple asociacin de comerciantes chinos y dese ponerse en contacto con los representantes gubernamentales. Pcr'~ el virrey de Cantn rehu~ concederle audiencia. Y el gobierno ingls fracas dos veces e,:: c:J. mtento. ; Poda consentirse aquello? "Imposible !-dijo la pre ns'~ :nglesa-. j Es una cuestin de dignidad 1" Pero no era ~ol,o la dign~d~d la que estaba en juego. pues se trataba de saber s1 Gr~n Bre:_ana conseguira o no entrar en negociaci~nes con las autondades_ ,_ nas, respecto a las relaciones econmicas, y obtener _una ampluv en de las condiciones comerciales, El conflicto se aproximaba. La ocasin la proporcion el inc:'iente producido en 1~59, co? _referencia a la cuestin del opio. El gobierno chino. que hab1a proh1b1do desde hada un siglo, la importacin de opio (prohi~icin que no haba podido hacer ~-=spetar), decidi cortar. en lo sucesivo'. ~u c?,mercio de contrabando, en el que no estaban exentos de part1c1pac10n el Ca-Hong y los funcionarios chinos locales. Ello era, en parte, ~~a preocupacin de higiene social, pero principalmente una preocu~ac1on financiera, pues aquel comercio ocasionaba salidas de numerano .. El gobierno chino estaba en su perfecto ?en:cho tomar tal med1~a. Pero para ponerla en prctica, el com1sar10 enviado a Cantn, Lm, emple mtodos brutales. Como no dispona de los medios navales necesarios para detener. antes de que entrasen en_ Cantn,_ los barcos que se dedicaban al contrabando, bloque las faetonas extraneras, hasta que obtuvo la entrega de los cargament~s de ~pio, que .destruy._ Al aplicar estas medidas a todos los comerciantes mgleses, sm excepcin.
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culpables no ele contrabando, la administracin china ofrecfa al gabinete ~ls un terreno diplo,ntico favorable. Palmerston declar, el 19 de ;;1:irzo de 1840, en Ja Cmara de los Comunes, que los procedimientos chinos eran intolerabies y que se hacia Dccesaria una intervencin armada para "conseguir seguridad en lo futuro para el comercio britnico". La guerra del opio fue, en realidad, una guerra para abrir China al comercio ingls; no se trata ha de obligar al comercio chino a que aceptase la importacin de opio, sino de que ampliara sus intercambios comerciales, segn el programa fijado en 1834. A dicho programa aadi el gobierno britnico una nueva pretensin: la cesin de una isla, prxima a las costas chinas, que sirviese de plaza de comercio a los sbditos britnicos. Los ingleses disponan ele medios limitados para imponer su voluntad: la accin de su escuadra, que bombarde algunos puntos de la costa china, y el desembarco de un reducido cuerpo expedicionario en la regin del Yang-Ts. Sin embargo, la resistencia china result ineficaz. Es necesario explicar los motivos de esa debilidad. La dinasta manch, que reinaba en Pekn desde 1644, estaba simplemente superpuesta a instituciones polticas, sociales y administrativas chinas sobre las que se limitaba a ejercer un control; no haba proporcionado una armadura al Imperio y pareca no haber siquiera pensado en ello. As, pues, la dominacin manch se vea sordamente amenazada. sobre todo desde fines del siglo xvm, por las actividades de las sociedades secretas chinas, que promovan revueltas locales cada vez ms frecuentes. Tales movimientos eran, indudablemente, obra exclusiva de una pequea minora. Pero la masa campesina china, por muy indiferente que se mostrara en tiempos normales a los asuntos polticos y aun sociales, poda en perodos de crisis verse influida por aqueBas sociedades secretas y ser susceptible de reacciones violentas. El gobierno tema, pues, movimientos antidinsticos durante la guerra del opio y no c.esaba de vigilar el estado de la opinin, inquietndose por el desarrollo del bandidaje y sospechando una posible colaboracin entre algunos funcionarios chinos y el enemigo. Los documentos de los archivos demuestran la ansiedad del Emperador por la debilidad del rgimen: los consejeros del soberano se preocupaban ms de las consecuencias interiores de la guerra que de las operaciones miii tares. Sin embargo, no caba hacerse muchas ilusiones sobre estas. No es preciso insistir en que los izmcos de guerra no podan nada contra la escuadra britnica. Las fuerzas terrestres de que dispona el Imperio eran tambin impotentes contra el pequeo cuerpo expedicionario ingls desembarcado en el bajo Yang-Ts. China tena, sin embargo. dos ejrcitos: uno, formado por milicias reclutadas en las provincias y entre los chinos, y otro, manch, nica fuerza organizada, cuvos efectivos, nominalmente, eran de 300 000 hombres. Pero el gobi~rno vacil en utilizar las milicias provinciales, pues en manos de
un gobernador it:fiel convertirse en peligros"'s pRra el pod,'r central. En cuant,J al reg1ar, de probada fideiidad, no dispona ms que de mosquetes de mecha. Y el gobierno no se atrcvi:i a lanzar el grueso del ejrcito en la regin del Yang-Ts, temieiido que pudiera dirigirse un ataque contra Pekn por Ja costa ce! golfo de Pe-Tchili. y aquel temor le paralizaba. Al principio, la dinasta no se percat de tal impotencia; pero la experiencia de los primeros combates le abri los ojos. Mas, una vez que el gobierno se dio cuenta de su debilidad militar y de los peligros que la guerra entraaba para la suerte de la dinasta misma, por qu la resistencia se prolong durante dieciocho meses? Al iniciarse el conflicto, parece que se haba atribuido a Gran Bretaa el propsito de conquistar China, corno haba conquistado la India; era una focha por la existencia, que haba qu continuar por muy dhil que fuese la esperanza de cansar al adversario. Pero cuando en earzo de 1841 la Corte imperial intent negociaciones, se percat de que Gran Bretaa se propona solamente lograr ventajas econmicas. Si bien aquella penetracin de una influencia extranjera poda llegar a ser peligrosa en el futuro, el riesgo inmediato se alejaba. A partir de aquel momento, la paz cont con partidarios entre Jos altos funcionarios. Sin embargo, la Corte dud durante mucho tiempo y se pregunt si dichos partidarios de la paz no seran traidores. Para resolverse a -aceptar las condiciones inglesas, esper a tener la prueba absoluta de que su ejrcito era incapaz de arrojar al agua al cuerpo expedicionario ingls; el desastre de Ningp (23 de marzo de 1842), en el que los ingleses, sin perder un solo hombre, pusieron en fuga a 8 000 mancbes, decidi al Emperador a emprender negociaciones y a firmar la paz.
III. NUEVAS CONDICIONES DEL COMERCIO EXTRANJERO
El tratado de Nankn (29 de agosto de 1842) conceda satisfaccin casi completa a las exigencias de Gran Bretaa. El comercio ingls no se vera ya limitado al puerto de Cantn; otros cuatro, en China central y del sur, se abriran en lo sucesivo a su comercio, Shanghai, que daba entrada a la gran va fluvial del Yang-Ts, entre eUos. En dichos puertos abiertos los ingleses podran establecer su residencia y dependeran, en materia criminal, de sus propios tribunales consulares y tendran derecho a establecer relaciones comerciales directas con la poblacin china. Los derechos aduaneros se limitaran a un 5 por 100 aproximadamente del valor de las mercancas importadas. Por tanto, China perda. su autonoma aduanera, mordiendo adems el anzuelo de u. rgimen de extraterritorialidad. Por otra parte, los agentes diplomticos o consulares ingleses podran entrar en relacin con los funcionarios chinos, que habran de tratarles como a iguales. Finalmente, la isla de Hong-Kong, inmediata a Cantn, se converta en co-
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lonia inglesa; plaza comercial ciertamente, pero tambin base naval que permitira ase,5urar la proteccin de los intereses ingleses. s~ ?uda, la China inkrior permaneca cerrada, en principio, a los extranJeros. Tampoco se trat de consentir una representacin dip1omtica en_ ~ekn. Pero aqud tratado, segn el plenipotenciario ingls Pottinger, zmetaba una nueva era en aquella regin del mundo. r:rancia y E~tados Unidos, que tenan conci~ncia de ello, actuaron se~mdamente, sm encontrar obstculo alguno por parte de Gran Bretana. Por acuerdo de 8 de octubre de 1843, el gobierno ingls se cont~nt con obtener del chino la promesa de que todo privilegio con'ced1do a otro pas se reconocera inmediatamente a los sbditos britnicos; la superioridad comercial. de Inglaterra era lo uficientemente grande .para aceptar la competencia. . Al principio de la guerra anglo-china, el gobierno folncs haba enviado a la costa china una misin naval, mandada por el almirante Cci~le; despus, . principios de 1842, una misin poltica a Cantn, confiada a un antiguo coronel, Dubois de Jancigny, que tena fama de conocer el Extremo Oriente por haber vivido en las Indias holandesas. Los dos agentes haban establecido contacto con las autoridades chinas, a, qu_ienes haban ofrecido incluso la nrediacin francesa para poner termmo a la guerra; pero antes que se hubiese podido estudiar el asunto en Pars (se necesitaban cuatro meses para que llegase un informe de China a Francia) la dinasta china haba decidido terminar l~ lucha. Despus de la firma del Jratado de Nankn, los crculos ofic1a!es franceses manifestaron el deseo de obtener ventajas econmicas a~alogas a las que acababa_ de procurarse Gran Bretaa; pero aparecieron otras dos preocupac10nes: el dese.o de proteger a los misioneros, cuya situacin durante la guerra del opio se haba hecho cada vez ms crt~ca_-el gobierno chino vea en los pequeos grupos de indgena cnstianos agentes de la penetracin extranjera-, y el adquirir un punto de apoyo prximo a China (programa de los marinos). En abril de 1843 se decidi el envo de la misin Lagren, que contaba entre sus miembros a varios agregados comerciales, con mercancas destinadas a una exposicin de muestras-paos y manufacturas de alg~dn, cuchillera e instrumentos de ptica-y cuyo objeto era negociar formalmente un tratado de comercio. El gobierno norteamericano nombr un comisario en China, Caleb Cushing. La misin tena una finalidad exclusivamente comercial, pero el plenipotenciario la desbord, tratando de conseguir autorizacin para efectuar las conversaciones en Pekn. Tal era la eventualidad que ms tema el gobierno chino: no querra acaso aquel americano ir 0 s lejo,: q1e los ingleses? Pero ante una negati.va, Caleb Cushing no rnsisti. pues los Estados Unidos no contaban con fuerzas navales suficientes para intimidar a los chinos. Por qu el gobierno chino se prest sin dificultad a una negociacin con las misiones francesa y norteamericana a condicin nica-
mente de que las conversaciones se celebrasen en Cantn? Ciertamente no poda ni quera arriesgar una guerra con aquellos recin llegados, que, por otra parte, le parecan menos peligrosos que los ingleses. pues no reclamaban cesin territorial alguna; pero tambin esperaba que entre ellos surgiesen rivalidades, de las que podra aprovecharse la poltica china. El tratado de Wanghia, firmado el 3 de julio de 1844 con los Estados Unidos. y el de Whampoa. concluido con Francia el 24 de octubre del mismo ao. reproducan casi las cl'usulas comerciales del tratado de Nankn. Ambos estados conseguan, adems, la posibilidad de influir cultural y religiosamente. Los americanas quedaban facultados para tomar a su servicio letrados para aprender la lengua china. para construir en los puertos abiertos edificios religiosos y para vender libros a Jos chi"nos. Francia consigui que se reconociese libertad de apostolado a las misiones catlicas por un edicto imperial y obtuvo la promesa de que los chinos ,conversos no seran obeto de sanciones penales. Y aunque los misioneros no estaban autorizados a penetrar en el interior del pas, las congregaciones comenzaron inmediatamente un esfuerzo, al que Gregario XVI, gran papa misionero, dio un vigoroso impulso. China, pues. se abra, al menos parcialmente, a las influencias extranjeras, Pero sera duradero el resultado conseguido? Respetara el gobierno chino sus compromisos despus de haber firmado por la fuerza el tratado de Nankn? Pottinger lo dudaba ya en 1843, Y no se equivocaba, pues ,,_,s crculos oficiales chinos pensaban en Ji'berarse de aquel inmediatamente despus de haberlo firmado. Las estipulaciones relativas a la residencia de los extranjeros en los puertos abiertos les parecan ms ::> :ligrosas que las aduaneras o comerciales propiamente dichas. pues ei contacto que se estableciera elltre chinos y extranjeros permitira la penetracin de las ideas ocudentales. Y al gobierno no se le ocuc'. /'1 ni remotamente adaptarse al nuevo estado ele cosas y establecer ::on tales extranjeros relaciones cordiales, Deseaba mantenerlos lo ms lejos posible, acantonados en lugares distantes de la capital, y por el momento consideraba que su nica posibilidad consista en una resistencia pacfica, ya que tena la experiencia de su debilidad militar, En la lucha sorda que pensaba desencadenar se preocupaba, sob~e todo, de no entregarse a una presin directa, y por ello conceda tanta importancia a negar la presencia de misiones diplomticas extranjeras en Pekn (si las relaciones con los agentes extranjeros se establecan solamente por intermedio de un alto funcionario, sera posible aplazar las soluciones y amortiguar los golpes}. Tal era la tctica aplicada principalmente en Cantn. Naturalmente, los mandarines y los miembros del Ca-Hong, ya disuelto, beneficiarios del antiguo rgimen, estaban dispuestos a una poltica de sorda resistencia, Tambin la poblacin de los puertos abiertos manifestaba su xenofobia, tanto ms cuanto que
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Jos marinos extranjeros no siempre se comportaban de manera ejen:plar y los comerciantes all establecidos tendan a abusar. de sus pnviJeaos. Su hostilidad se manifest en especial contra los ingleses, que seg~an siendo, con nmcho, los ms numerosos entre los extranje_ros establecidos en China tal pnncipio, los franceses se mostraron desilusionados por no poder sostener en el mercado chino la competencia con las mercancas inglesas). Pero los incidentes-rias y revueltasno tuvieron consecuencias graves en las relaciones anglo-chinas hasta 1848, porque el virrey de Cantn, Kiying, negociador del tratado de Nankn, era muy moderado y calmaba a la ~oblacin. Ya no ft~e ig;ial al subir al trono, en 1850, el emperador Hien-Fong, que destituyo a los funcionarios que haban participado en las negociaciones de paz de 1842 y eligi sus consejeros entre los partid.arios de una resistencia activa. A qu obedeca aquella tirantez en la poltica china? Las causas han de buscarse en las preocupaciones dinsticas. Hien-Fong comprenda que el tratado de Nankn, por firmarse bajo coaccin, haba asestado un duro golpe al prestigio imperial. Si favoreca a los extr~njeros, el gobierno corra el peligro de ver al pueblo separarse de la dmasta. O podra contar con las potencias extranjeras para que le ay.~daran a mantener su autoridad? Ms valdra oponerse a la usurpacion extranjera, poltica que, no obstante sus riesgos. tendra, por lo menos, Ja ventaja de satisfacer a la opinin china y consolidar la dinasta. 'Es indudable hasta para los menos clarividentes que el gobierno manch desea desagradar a los europeos y romper con ellos'', observ el Padre Huc, misionero francs. Y Palmerston estimaba que se aproximaba el momento de asestar un nuevo golpe. Las cohsecuencias de la apertura de China a las influencias extranjeras se hicieron tambin sentir en el Pacfico. ,Ya antes de 1840 las misiones cientficas-o que pretendan asumir tal carcter-, las religiosas y los balleneros haban recorrido el Gran Ocano y visitado los archipilagos. En todas aquellas actividades estaban i:nezcladas preocupaciones nacionales; sin embargo, rara >:ez lo_s gobiernos hab1an confesado sus iniciativas. Pero desde el comienzo de la guerra del opio, Gran Bretaa, Francia y los Estados Unidos-a diferencia de Espaa, que conservaba sus posesiones, pero careca ya de fuerza de expansin-demostraron gran inters en la posesin de, escalas en. las rutas navales que conducan al mercado clzmo a traves del Pacfico, pues la navegacin a vela prefera frecuentemente la ruta del cabo de Hornos a la del de Buena Esperanza e incluso a la del mar Rojo, que exiga el trasbordo en el istmo de Suez. En Nueva Zelanda (cuya anexin no haba querido proclamar Gran Bretaa unos aos antes) se produjo una iniciativa francesa: el aventurero barn Thierry proyect la instalacin de unos colonos en la isla con fines de explotacin agrcola. Apoyado por las misiones re-
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ligiosas y por los exportadores de El Havre, Thierry consigui la promesa de ayuda del gobierno. Pero el gabinete ingls se anticip y puso a Francia ante el hecho consumado. En 1842, Guizot orden-a ttulo de compensacin-que se ocupasen las islas de la Sociedad, y encarg de ello al almirante DupetitThoars. Pero los misioneros ingleses protestaron. impulsando a la reina Pomar a que se sustrajese a la dominacin francesa. Cuando el almirante francs expuls al misionero ingls Pritchard y anexion la isla, originse una viva disputa entre Francia e Inglaterra. Para apaciguar los nimos, Guizot crey su deber desautorizar la anexin e indemnizar a Pritchard; pero no abandon el protectorado. En la misma poca, el gobierno francs concibi la idea de adquirir un punto de apoyo a la entrada del Pacfico, y dirigi sus miradas a la isla de Basln, en el archipilago de las Solou, o Jol, al norte de Borneo, rada excelente que, al decir !1e Lagren, permitira eltl!establecimiento de una base naval tan fuerte como la de Hong-Kong. Pero el gobierno espaol se opuso, invocando los derechos que le conceda una ocupacin temporal de Ja isla. llevada a cabo en el siglo xvn, y la firma-en 1836--de un tratado de protectorado con el Sultn de las Jol. Pero esto no detuvo a Jos agentes franceses, que firmaron una convencin con los jefes indgenas hostiles a los espaoles. No obstante, Guizot renunci en 1845 a hacer ratificar dicha convencin. Por respeto, acaso, a los intereses espaoles? Lo hizo, sobre todo, porque tema que se produjesen nuevas dificultades con Gran Bretaa. En el archipilago de las Hawai, el gobierno indgena haba firmado tratados de comercio con los Estados Unidos (1826), con Gran Bretaa (l836)'y con Francia (1839). Los oficiales de la marina inglesa, en 1843, y los de la francesa. en 1850, encontraron ocasin de intentar una intervencin armada. Pero los Estados Unidos se erigieron en protectores de la independencia del archipilago, donde los plantadores americanos haban adquirido una situacin preponderante desde el punto de vista econmico. A decir verdad, el gobierno de Washington estaba dispuesto a llevar a cabo la anexin que haba impedido realizar a los europeos; pero el Senado rechaz una solucin que sera contraria a las tradiciones americanas. Mas el archipilago qued a la expectativa. Es cierto que sera exagerado hablar en tal poca de reparto del Pac[ ico, pues aquel esfuerzo de expansin solo _alcanz a algunos archipilagos. Pero las posiciones estaban ya tomadas.
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CAPITULO XII
Tambin ;!n aquella poca los Estados Unidos realizaron una gran expansin territorial. La revuelta de las colonias espaolas les haba permitido la anexin de Florida en 1819 (1). A partir de 1838, la poltica de expansin se desarroll rpidamente. En diez aos, la Unin americana se extendi hacia el golfo de Mjico y hacia el Pacfico por los dominios que habw.n sido espaoles y que haban formado desde 1824 el nuevo estado mejicano. Tan pronto corno fue alcanzado el litoral del Pacfico, atrajo la atencin la cuestin del cana.! interocenico. y Amrica central entr, a su vez, en el campo de las contro\\;rs1as inr.:rnac1011alcs. Los mviles de aquella expansin de los Estados Unidos eran, indudablemente,. econmicos; pero tambin obedecan a preocupaciones de poltica interor y a corrientes profundas de la psicologa colectiva. Necesidades econmicas? En 1840, la poblaciqn total de los Estados U nidos era de i 7 millones. En los diez aos\ siguientes aument un 36 por 100, en parte gracias a la inmigracin; mientras que entre l 820 y 1830 el nme: J total de inmigrantes no haba pasado de los 150 000, entre 1845 y 1850 alcanz a milln y medio de europeos-irlandeses. impulsados por el hambre de 1846; alemanes, desalentados nor el fracaso Je los movimientos revolucionarios-. La valoracin de ias tierras vigenes de las llanuras centrales del pas y, por consiguiente, el desplazan:icnto Je la frontera, se hallaba en relacin directa con tal afluencia. Eso en lo referente a las necesidades econmicas. En cuanto a las preocupaciones de poltica interior, en 1841, las fuerzas respectivas de los Estados del Sur y del Norte eran casi iguales dentro de la Unin: trece estados de cada parte. Pero a medida que la inmigracin aumentaba, aquel equilibrio corra peligro de descomponerse, pues los Estados del Norte reciban la mayor parte y los campesinos de Nueva Inglaterra comenzaban a extenderse hacia las regiones del sur de los Grandes Lagos. Para defender su puesto en la Unin y resistir a la presin que ejercan en el Senado los antiesclavistas (2), los sudistas se vieron obligados a buscar tambin una expansin hacia el Oeste. Pero la mentalidad colectiva fue quiz el mvil principal en el desarrollo de aquel movimiento: el espritu pionero del agricultor arneri( 11
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cano, que :c::nt1a el placer <le la aventura y no <luli:.:_ba en abandonar su tierra ;:iara buscar su suerte en los grandes espacios del Oeste: la convicci1i" de que el hombre blanco llevaba a cabo una "misin civilizadora" al rechazar a las tribus indias; la voluntad de extender ios territorios de la Unin, conforme a los destinos de !a nacin :im~ricana. En 1845 empez a hacerse famosa la frmula Mani{est Destrny en las obras de los escritores polticos y en los debates del Congreso. La Democraiic Revzew afirmaba que los Estados Unidos sentan l<: vocacin de establecer su dominio sobre todo el continente, comenzando por Amrica del Norte y dirigiendo su primer esfuerzo hacia los territorios donde ya se haban instalado pioneros de la Unin. No se trataba de intentar una expansin por la fuerza a costa del Canad: los ms acrrimos expansionistas no parecan pensar en una guerra con Gran Bretaa y se limitaban a esperar que _l~ atraccin ~el sistenia poltico de los Estados Unidos bastase para facilitar, -~n su d1~, una solucin: podan, tambin, dar por descontada l_a atracc1on_ ;con~ mica, pues los productores de trigo canad!ens;s perd1an la .pos1~1on pnvilegiada que tuvieron en el mercad? ingles. cuando tnunf? alh..,.. el librecambio y esperaban encontrar salida en tos Estados Umdos. 1 al estado de espritu explica el aspecto adquirido por las grandes contr~ versias relativas a la fijacin de la frontera, regulada por los compromisos de Maine (1842) y de Oregn (1846). . . . Pero la atencin fue atrada, principalmente, por Te1as, Cal1for111a y Amrica central, regiones donde los intereses de los Estados Unid~s se enfrentaban con los europeos, particularmente los de Gran Bretana y. a veces, tambin con los de Francia.
I.
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LA CUESTION DE TEJAS
Cuando los Estados Unidos, en 1803, obtuvieron ele Fra~cia la c~ sin de la Luisiana, qued sin fijar la frontera sudoeste ele dicho terntorio. Debera trazarse en el. ro Sabine o en el Grande? Durante el corto ~erodo en que haba sido dueo de la Luisiana, el gobie_rno fr;:ncs no' haba tomado posesin efectiva de la regin comprendida en~r_e ambos ros, es decir, de Tejas. En 1819, en el momento de la adqu1s1cin de Florida, el secretario de Estado, Adams, haba pensado en qu.e Espaa reconociese a los Estados ~nidos derechos _sobre aquel terntorio favorable al cultivo del algodon; pero el presidente Monroe no Je h~ba apoyado, porque tema provocar dificultades interiores . si haca entrar en la Unin a una regin en que los plantadores no de1aran de emplear esclavos negros. Los Estados Unidos fijar.o~, pues._ la frontera en el ro Sabne. Cinco aos m:s tarde el dom11110 espanol haba desaparecido del virreinato de Mjico, y el gobierno del nuevo Estado mejicano se incorpor Tejas. En enero ?e 1828,_ los Esta??s Unidos haban firmado un tratado que reconoc1a esta 111corporac1on de hecho. Pero poco despus, por iniciativa del gobernador de Tennes-
see, Samuel Houston-quiz apoyado por el presidente Jackson-, se establecieron en Tejas algunos colono; americanos, sin encontrar obstculos. El. gobierno mejicano, ocupado con las actividades revolucionarias de la capital, no haba pensado, por lo menos hasta 1834, en impedir tal emigracin. En marzo de 1836, la colonizacin haba tomado tal incremento que los norteamericanos formaban la mayora de la poblacin, consiguiendo reunir una asamblea que proclam la independencia del territorio y que restableci la esclavitud, abol~da por la ley mejicana. Pero aquella solucin era precaria, pues eJ Estado independiente tena que temer el retorno ofensivo de los mejicanos. Para hacer frente a dicho peligro y a las consecuencias sociales que resultaran de ello-supresin de la esclavitud-, la nica solucin era solicitar la incorporacin del territorio a la Unin americana, cosa que se llev a cabo en septiembre-de 1836. Pero el gobierno de los Estados Unidos se limit a reconocer la independencia del nuevo Estad~ y no acept su ofrecimiento de anexin. Declar que nunca haba realizado una expansin territorial a no ser por cesin amistosa; y en este caso de Tejas, el gobierno mejicano no pretende renunciar a sus derechos. El verdadero motivo de la abstencin fue la escisin de la opinin pblica: los Estados del Sur eran partidarios de una anexin que hara entrar en la Unin a un territorio de economa y estructura social anlogas a las suyas; por la misma razn, los Estados del Norte adoptaron la postura opuesta, pues no deseaban ver aumentado el nmero de Estados con esclavitud. La cu8stin de Tejas se convirti, pues, en un episodio de la lucha entre las secciones de la Unin, y el. gobierno no quera arriesgarse a reavvaE las pasiones. Ante aquella negativa, los t~janos no insistieron, tanto menos cuanto que la amenaza mejicana an no era clara: el 12 de octubre de 1838 el ministro de Tejas en Washington retir de forma expresa la oferta de incorporacin. Tejas intentara llevar una existencia independiente. Por incierta que fuese tal solucin, cmo creer que los Estados Unidos hicieran definitiva su renuncia? Sin embargo, el gobierno del pequeo Estado trat de mantenerse en ello, pues tena as la ventaja de ser el dueo absoluto de su tarifa aduanera. Pero podra vivir sin ayuda exterior? Necesitaba colonos y capital, y se los pidi a Gran Bretaa y a Francia. A partir de entonces, la cuestin de Tejas desbord el marco americano. Cabe hablar en esas circunstancias de una poltica inglesa o de una poltica francesa? Algunos crculos se interesaban, ciertamente, por el asunto en los dos estados europeos, por.que Tejas poda convertirse en mercado de exportacin y, principalmente, porque era proveedor de algodn en bruto. Convena, por tanto, correr el peligro de herir Jos derechos de Mjico o los intereses de los Estados Unidos reconociendo la independencia del nuevo Estado 7 Al principio, en Londres, Palmerston se mostr muy reticente, queriendo influir en Mjico, quiz bajo la presin de los crculos finan-
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Ne1nndicado por Te;as. e.statufQ atin no ctdermo.en!. . RemntfK:aw porTej.is.en nrtvo'o'elestatutode 19 o'e dJc. o'et.9.J
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ceros que haban efectuado prstamos a Jos mejicanos. En Pars no exsta semejante preocupacin. Las relaciones con Mjico haban sido perturbadas por un incidente que origin una demostracin naval ante Veracruz y el ministerio Mol pens aprovecharse de las circunstancias para conseguir aventajar a Gran Bretaa. Concluy un tratado comercial con Tejas sobre Ja base del trato de nacin ms favorecida y encarg a un joven secretario de Ja embajada de Francia en Washington que se informara en el terreno. El 25- de septiembre de 1839 el gobierno francs firm-atenindose al informe favorable de dicho agente-un tratado de amistad y de comercio que favoreca la exportacin a Teas de vinos y sedas .. Esta fue razn suficiente para que
Gran Bretaa revisara su. posicin-sobre todo en un momento en que las iniciativas francesas en Egipto le inquietaban (1)-. Palmerston, que haba llegado a convencerse entre tanto de que Mjico era incapaz de restablecer su autoridad en Tejas, firm a su vez un tratado de comercio (13 de noviembre de 1840) y ofreci su mediacin para conseguir del gobierno mejicano el reconocimiento de la independencia. Pero el gobierno de Tejas deseaba ante todo ayuda econmica y en 1841 intent la concesin de un emprstito. primero en Pars, despus en Londres y en Bruselas, ofreciendo en cambio ventajas comerciales. Fue en vano, porque nadie en Europa pareca tener confianza en el porvenir del joven Estado. Las dificultades financieras originaron desrdenes interiores en Tejas, de los que se aprovech en 1842 el gobierno mejicano para intentar una invasin. No es de extraar, pues, que Jos plantadores tejanos, al no poder contar con Ja ayuda europea, volviesen a solicitar la anexin a Jos Estados Undos. Pero en el verano de 1843 el gobierno ingls-en el que Aberdeen haba sustituido a Palmerston-modific su actitud. Y como la delimitacin precisa de la frontera entre Canad y los Estados Unidos originaba dificultades, le pareci conveniente, para presionar a los Estados Unidos. inquieta:les en su frontera meridional, decidindose a enviar a Tejas a un encargado de negocios, Charles Elliot, y a conceder un emprstito :-1. gobierno tejano, solicitando de este la abolicin de la esclavitud como satisfaccin a la opinin pblica inglesa, ya que la esclavitud estaba abolida en las colonias-britnicas. En la poltica interior de los Estados Unidos aquella iniciativa de Gran Bretaa favoreca los designios de los anexionistas. A la muerte de Harrison, se convirti en presidente un hombre de Virginia, John Tyler, que deseaba desde haca tiempo la anexin de Tejas. La tentativa de Ja diplomacia inglesa le proporcionaba los argumentos precisos para influir sobre la opinin pblica y el Congreso. No era de temer-preguntaba-que el gobierno tejano, cuyos recursos financieros se estaban agotando. aceptase las condiciones impuestas por el gobierno ingls? Quiz con el nico propsito de inquietar a la opinin pblica americana, Sam Houston, presidente de Tejas, dio a entender que tal eventuaiidad era posible. Y si Tejas se viera sometido a la influenca britnica, cules seran las consecuencias? El algodn de Tejas competira con el de los Estados Unidos en el mercado ingls; los productos industriales ingleses desalojaran del mercado tejano a los americanos e incluso se introduciran de contrabando en el mercado americano por una frontera terrestre imposible de vigilar. Pero esta no era la perspectiva ms sombra. No caba pensar acaso que en el espritu del gobierno ingls la abolicin de la esclavitud.en Tejas fuese el preludio de wz plan general para la abolicin de la esclavitud en todo el co :inente americano? Cmo invocar Ja necesidad de man(1)
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tener una mano de obra servil en las regiones aigodoneras de los Estados Unidos si en una vecina-Tejas independiente-los plantadores renunciasen a ella? Y cmo evitar la huida de Jos esclavos si los fugitivos podfan encontrar refugio en aquel territorio 7 "No cabra mayor calamidad para nuestro pas-escribi el 8 ?e. agosto de 18~ 3 el s~ cretario de Estado, Upshar--que el establec1m1ento de una influencia preponderante inglesa en Tejas y la abolicin de la esclavitud en este Estado." El presidente de los Estados Unidos se decidi rp_idamente a actuar el primero. El 12 de abril de 1844 obtuvo del gob1ern? teano un tratado de anexin. Lo ratificara el Congreso? Los motivos de poltica interior que decidieron en 1836 a los Estados Unidos a rechazar la entrada de Tyjas en la Unin no haban perdido ~ada de su valor. Adems, era imposible reunir en el Senado la mayona de las dos terceras partes, necesaria para la ratificacin. Sin emba~go. en las, elecciones preside.nciales de n~~iembre d,e 184~, el can?1d~t? demo~rata Polk, partidario de la anex10n. resul~o elegido, con 1ust1c1a, gracias a la mayora obtenida en seis estados szn es~la.vos, en l~s que ~a voluntad de expansin era ms fuerte que el sent1m1ento antzes~lavrsta. E1'. .fe~ brero de 1845, una resolucin conjunta de las dos Camara.s, rat1f1co Ja anexin, que los habitantes de Tejas, reu~idos en ~on.venc10n, aceptaron a su vez cinco meses ms tarde y casi por unanimidad. El gobierno ingls acab por ~esignarsc::_ ~in en::.b~rgo, en. :nero de 1844, haba pensado proteger Ja independencia de l e!as y sohc1t~do del gobierno francs-en el marco de la entente cordial restabl~c1da por Guizot (1)-una gestin diplomtica conjunta cerca. del gob:erno americano: incluso, en junio, haba pensado en garantizar tal independencia. Pero el embajador ingl~.s en. Was~ington advirti. a ~ber deen que aquel proyecto contara con 1a mas extrema . res1stenc1a. de Jos Estados Unidos", y despus de las elecciones amencanas, Gm~?t declar al gabinete ingls-2 de dic.iem.b:e de 184~-que la cuest1on no era lo bastante importante para 1ust1hc.ar recurrir. a las armas. De esa forma, Aberdeen se vio obligado a ba~trse en retirada. y as, el presidente Polk, en su mensae al. Congres~ (2 de .di.~iem bre de 1845), pudo c.adir sin correr el menor nesgo un corolan? a la doctrina de Monroe: "Si una parte de un pueblo . ~e este continente, constituido en estado independiente, propone la un.1on a nuestra F:deracin, es un asunto que debe ser tratado exclus1vamen.te entre el Y nosotros, sin intervencin extranjera alguna. No co~sent1remo~, nunca que potencias europeas intervengan par~. tr~tar de cv'.tar tal umo~ bao el pretexto de una destruccin del eqmhbno que quieren mantc .. er en este continente."
II.
(!)
Vase
anteriormente, pg.
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Con las anexiones de Florida y Tejas, los Estados Unidos adquirieron todo el litoral. septentrional del mar de las Antillas; -al mismo tiempo comenzaron la colonizacin de la antigua Luisiana: el territorio de la Unin alcanz las Montaas Rocosas. Del otro lado, la expansin hacia la regin ms atrayente del litoral del Pacfico-la cost1 californiana-se enfrentaba an con los intereses y con los derechos mejicanos. En California, las crisis interiores y las dificultades exteriores por las que atravesaba el gobierno de Mjico haban abierto el camino, hacia finales de 1844, a una agitacin autonomista que amenazaba adquirir carcter separatista. El representante, del poder central haba s~do expulsado la provi~~ia se encontrab_a, de hecho, bajo la uto:.1dad de un gobierno prov1s10nal. En el otono de 1845 el gobi~rno' meJICano preparaba una expedicin para restablecer su dominio. La situacin presentaba, pues, algunas aparentes analogas con la que se haba producido en Tejas; pero exista una diferencia importante: que en California eran poco numerosos los pioneros de la Unin. No por ello descuidaba el Departamento de Estado de Washington la vigilancia de la cuestin. californiana: una regin rica, revalorizable nicamente por los Estados Unidos, y principalmente, un puerto, San Francisco, cuya importancia para el futuro e~timaba el secretario de Estado, Buchanan. El 10 de noviembre de 1845 el gobierno de los Estados Uni9.os, al mismo tiempo que ofreca a Mjico la reanudacin de las relaciones diplomticas, interrumpidas desde la anexin de Tejas, y el pago de una indemnizacin _por la prdida del territorio, encarg a su agente diplomtico que consiguiera del gobierno mejicano la cesiq de California , por lo menos, de la Qaha de San Francisco, a cambio de una recompensa econmica de 20 30 millones de dlares. Por qu tanta prisa 7 El motivo expresado por Buchanan en sus instrucciones era el temor dt qut Gran Bretaa se adelantara. No era posible--deca--consentir que San Francisco cayera en manos de "nuestro principal rival comercial". Era ello una posibilidad? Cierto que los informes del agente americano en California aludan al peligro ingls, pero las pruebas recogidas fueron vagas e - incluso contradictorias. En junio de 1845, dicho agente crea que el vicecnsul ingls (empleado de la Compaa de la baha de Hudson) proporcionaba fondos al gobierno provisional californiano y algunas semanas ms tarde declar que exista la posibilidad de que los ingleses fuesen partidarios de la restauracin de la autoridad del gobierno mejicano en la provincia. La inquietud que demostraba sentir el Departamento de Estado no era posiblemente sino un pretexto para reforzar sus pretensiones. El gobierno mejicano no se resign a iniciar negociaciones que no solo le conduciran a reconocer el hecho consumado de Tejas, sino tambin a abandonar California. /.Acaso se haca ilusiones sobre su
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capacidad de resistencia 1 Es probable, puesto que concentr tropas en la proximidad del Ro Grar1de. El incidente fronterizo, ocurrido el 24 de abril de 1846, no fue mis que la ocasin del conflicto previsto y esperado. El 13 de mayo se ; nici la guerra entre Mjico y los Estados Unidos. El Estado mayor mericano no se content con ocupar de golpe California, smo que diri) una ofensiva contra Mejico. Entonces, el gobierno mejicano se re~ign a pedir la paz. Sera posible que los Estados Unidos se aprovechasen de su victoria para anexionarse todos los territorios mejicanos? Esta solucin contaba con algunos partidarios en el gabinete de Washington y tambin en la opinin pblica, que invocaba el deber de extender el aire de la libertad llevando a aquell1)S pases, ipcapaces de gobernarse bien, las instituciones de Ja Unin americana y asegurndoles, al propio tiempo, los beneficios d.~ la libertac' econmica. Reg~nerar a un. pueblo inferior y decadente, inyectarle ; 1ida: tales fueron los lemas de la propaganda. Pero el presidente Polk no se dej llevar por aquel camino, dndose cuenta de )as dificultades interiores que se produciran; los antiesclavistas teman ver que los plantadores sudistas restableciesen la esclavitud en Mjico en caso de anexin; la poblacin de Nueva Inglaterra pensaba que una extensin territorial tan considerable disminuira la influencia del Norte en la Unin americana. Por el tratado de Guadalupe-Hidalgo (2 de febrero de 1848) los Estados Unidos se contentaron con adquirir los territorios mejicanos situados al norte de los ros Grande y Gila (Nueva Mjico, California y la zona meridional d.'! las Montaas Rocosas, es decir, Utah, Nevada y Arizona). Gran Bretaa se mantuvo como espectadora en aquel conflicto, aprovechndose de l solamente para conseguir la solucin del litigio relativ,o a Oregn. De)ando entender, que si ,dicho litigio no se resolviese podra conceder ayuda a Mjico, obtuvo el reparto del territorio en cu~stin, adquiriendo la parte septentrional: la Columbia britnica.
III. AMERICA CENTRAL
La anexin del litoral del Pacfico por los E~tados Unidos dio nueva actualidad a la construccin de un canal interocenico, puesto que las comunicaciones terrestres entre California y los Estados americanos del Este eran prcticamente imposibles y lo seguiran siendo mientras no se construyese una va frrea transcontinental. Esta cuestin del canal fue abordada; en 1826, por el Congreso de Panam y despus haba sido objeto de diversos estudios, ya por europeos (en particular una empresa belga), ya, en 1837-38, por los americanos; unos y otros haban pensado trazar el canal en territorio nicaragense, pues el valle del ro San Juan ofreca grandes ventajas. Pero la situacin interior del pas, donde los movimientos revolucionarios se sucedan con carcter endmico, no alentaba precisamente la inversin de capitales extranjeros. Se podra, sin embargo, solventar fcilmente aquella di-
ficultad si los Estados Unidos se mostrasen dispuestos a realizar el esfuerzo financiero necesario. Pero en aquellas regiones Gran Bretaa tena, adems de sus posesiones antillanas, otras que trataba de consolidar a partir de 1832. En 1839 ocup la isla de Ruatn y en 1841 estableci un protectorado en la costa de ios Mosquitos, al sur de la desembocadura del ro San Juan, creando una base naval en Belize, en la costa de Guatemala. En e! momento en que termin la guerra entre Mjico y Estados Unidos (enero de 1848) ocup, no obstante las protestas nicaragenses y en contra de los principios de la doctrina de Monroe, la desembocadura del ro San Juan, cambiando el nombre del puerto de San Juan por el de Greytown. As se aseguraba el control de una de las entradas del problemtico canal. El objetivo de Gran Bretaa-observa el presidente Polk-"est evidentemente de acuerdo con la poltica que ha seguido constantemente en toda su histori: apoderarse de todos los puntos importantes para su comercio". El gobierno de los Estados Unidos, que no haba podido ocuparse de ello durante su contienda con Mjico, se preocup de frenar aquellas usurpaciones brit11ZL.1s en cuanto firm el tratado de Guadalupe-Hidalgo. Por otro de 10 de junio de 1848 obtuvo del gobierno de Nueva Granada (Colombia) el derecho en exclusiva de construir un ferrocarril o un canal a travs del istmo de Panam, garantizando, al propio tiempo, a Colombia, la posesin del istmo en caso de ataque de una tercera potencia. Al ao siguiente, firm con el gobierno de Nicaragua un acuerdo para establecer una va de trnsito por su territorio; pero no someti inmediatamente dicha convencin a la ratificacin del Senado, porque no quera irritar a Gran Bretaa. Sin embargo, le. rivalidad anglo-americana adquiri un aspecto grave cuando los ing;eses. no contentos con la posesin de ia desembocadura del ro San Juan, trataron de asegurarse, al otro extremo del futuro canal. la de la isla del Tigre, en la baha de Fonseca; en septiembre de 1849, los Estados Unidos obtuvieron de Nicaragua-para anticiparse a Gran Bretaael derecho de establecer una estacin naval en la isla. La escuadra inglesa lanz a tierra un cuerpo de desembarco, colocando a los Estados Unidos ante el hecho consumado. El gobierno norteamericano no tena intencin de llegar a un conflicto armado y ofreci a Inglaterra negociaciones para una regulacin de conjunto en los asuntos de Amrica central. Palmerston acept gustosamente, pues en aquella fecha (fines de I 849) estaba preocupado con la crisis europea. El tratado, firmado por el secretario de Estado, Clayton, y por Sir Henry Bulwer el I 9 de abril de 1850, prevea la construccin del canal interocenico por una empresa anglo-norteamericana y en l los dos gobiernos intercambiaban promesas: no intentaran conseguir un control exclusivo del futuro canal, que sera neutralizado, ni estableceran fortificaciones en sus mrgenes; renunciaban a ocupar la isla del Tigre y se comprometan a no dominar de manera alguna a
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Nicaragua o Costa Rica. Querfa esto decir que los ingleses tuviesen que abandonar las posesiones adquiridas durante los ltimos aos en la costa de los Mosquitos? Sobre aquel punto importante, que pona en entredicho la doctrina de Monroe, era vago el texto del acuerdo; pero en nota anexa se especificaba que Gran Bretaa podra conservar la base naval de Belize. El Senado norteamericano no se hallaba libre de inquietud; si concedi su ratificacin fue porque el portavoz del gobierno asegur una interpretacin optimista: era segura la prxima terminacin de la ocupacin inglesa. Pero el gobierno britnico no pensaba en semejante cosa. El secretario de Estado, Clayton, que lo saba muy bien, trat de enmascarar su retirada con vagas esperanzas. Adems, la puesta en prctica de las clusulas del tratado dio lugar a divergencias e incidentes, ya cuando el gobierno ingls declar "colonia de la Corona" las islas de la Baha, al norte de la costa de los Mosquitos (julio de 1852), ya cuando la escuadra norteamericana bombarde el puerto de Greytown despus de una lucha entre marinos y aborgenes (julio de 1854). Para poner fin a tales dificultades. el gobierno de los Estados Unidos solicit, en 1856, de Gran Bretaa, negociar un tratado que sustituyera a los de 1850. El gobierno ingls no se prest a ello e intent la solucin de dichos litigios por otro camino; la misin Wyke, que envi a la Amrica central, negoci algunos tratados con los gobiernos locales. Por el que firm con Honduras, Gran Bretaa renunci a las islas de la Baha, a condicin de que ninguna otra potencia se instalase en ellas. Por el firmado con Nicaragua, abandon su protectorado de la costa de los Mosquitos, a condicin de que el puerto de Greytown continuase abierto a su comercio. El firmado con Guatemala confirm los derechos de Inglaterra sobre Belize. El presidente de los Estados Unidos expres su satisfaccin en su mensaje al Congreso (diciembre de 1856); las relaciones anglo-norteamericanas de Amrica central se establecieron sobre una base que permanecera inmutable durante cuarenta aos. Cul era el alcance de aquella controversia de tan ta duracin en la que diplomticos y marinos haban tomado iniciativas tan arriesgadas? Gran Bretaa se haba apoderado, en aquellas regiones. de nuevas tierras, haciendo caso omiso de la doctrina de Monroe; pero, en definitiva, casi las haba abandonado por completo. En este punto, al que la opinin parlamentaria norteamericana conceda una importancia particular, puesto que pona en juego el prestigio de los Estados Unidos el respeto a unos principios a los que la opinin pblica comenzaba 3 conceder valor de dogma, los Estados Unidos haban ganado la partida. Pero en cuanto a. la cuestin del canal interocenico, no era as. Gran Bretaa no tena inters alguno en la construccin de un canal que en cualquiera de los casos no quedara bajo control ingls. Lo que quera era impedir que los Estados Unidos estableciesen aquella va internacional en su exclusivo beneficio. Durante algn tiempo, lo consi-
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gui; si llegara a construirse el canal, se hara por iniciativa conjunta anglo-norteamericana. Estaba claro que tal solucin tena un atractivo n:ucho menor para los Estados Unidos. El tratado Clayton-Bulwer tendta, pues, a aplazar la empresa, eve.ntualidad que el gobierno ingls acogi sin sentimiento alguno. Para l, lo esencial era haber opuesto una barrera a la expansin de los Estados Unidos en Amrica central y haber impedido un nuevo Tejas. . Pero no era ~olamente el problema del ist"\o -el que atraa la atencin en la Amnca central; tambin exista la cuestin de Cuba, jirn del Imperio espaol en Amrica. La isla estaba llamada a adquirir gran -importancia estratgica, el da en que se inaugurse el canal interocenico; adems, era la tierra de promisin para las plantaciones de caa de azcar, es decir, para la produccin de un artculo del que los Estados Unidos eran importadors. Y la dominacin espaola se vefa amenazada por una insurreccin de esclavos. El gobierno de Washington ya haba examinado la cuestin de Cuba, .sin pensar an en una anexin (1). Iba a decidirse a ello en el momento en que los problemas de Amrica central alcanzaban el primer plano de la actualidad 1 La poltica que adopt fue vacilant~. En 1848 propuso a Espaa, sin xito, comprarle la isla; algunos meses ms tarde, desaprob-al menos, oficialmente-la tentativa de un aventurero venezolano, que intent provocar una revolucin en Cuba; por otra parte, cuando el gobierno espaol pretendi que el estatuto de la isla, es decir, su pertenencia a Espaa, quedase garantizado conjuntamente por Inglaterra, Francia y los Estados Unidos, el gobierno norteamericano rehus, sin duda, porque deseaba tener las manos libres, y el secretario de Estado no vacil en declarar que el destino manifiesto de todas las colonias europeas en Amrica era caer en manos de los Estados Unidos. No obstante, la poltica norteamericana, sin dejar de indicar sus intenciones futuras, renuncialBa, por el momento, a toda accin, porque tema enfrentarse con la resistencia de Francia y de Gran Bretaa. Y aunque, en 1854. la guerra de Crimea paraliz la reaccin de estas dos potencias, y la ocas16r: se hara favorable---:segn la opinin de los principales agentes dipl mticos norteamericanos-para apoderarse de Cuba por la fuerza, el gobierno de Washington no se a provech de ello. Por qu? Seguan siendo motivos de poltica interior los que le incitaban a la prudencia; la eventualidad de una anexin de Cuba er~ deseada por los Estados del Sur, pero rechazada por los del Norte, que no queran ver entrar en la Unin a un territorio de esclavos.
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Cuando la expansin de los Estados Unidos se enfrent con los int:ereses de. las .grandes potencias triunf, pues, casi en todas partes, sin verdaderas dificultades, las cuales surgieron, en cambio, por las d'.~.:ordias entre los Estados de la Unin. Ni Francia ni la misma Gran
( l) Vase anteriormente, pg. 79.
Bretaa opusieron una resuelta resistencia: Por qu crean oportuna o necesaria tal resignacin 7 En Gran Bretaa, los crculos polticos-a excepcin de los radicales-no sentan ms que desprecio hacia el rgimen poltico norteamericano-democracia corrompida y violenta-. Palmerston, jefe de la poltica exterior, tena a los yanquis por muy desagradables; no eran, pues, las simpatas colectivas o individuales las que podan ofrecer una explicacin. Los intereses econmicos y financieros favorecan la conciliacin. El comercio de los Estados Unidos-mercado de exportacin para los productos industriales y fuente de abastecimiento de materias primas, tena, para la industria inglesa, tal importancia que no poda seriamente pensarse en un conflicto; por otra parte, los Estados Unidos estaban grandemente necesitados de capitales ingleses, y la importancia de las inversiones inglesas haca desear a los c~culos de negocios de Gran Bretaa la solucin de las dificultades polticas. Ashburton, jefe de ~ .: Banca Baring, cuyo papel fue fundamental en aquellas relaciones financieras, negoci el tratado de 1842, sobre la frontera del Maine. En 1846, fecha de la controversia acerca de Oregn, la supresin de los derechos aduaneros ingleses sobre el trigo, satisfizo a los exportadores norteamericanos, y tal ventaja impuls al gobierno norteamericano a disminuir su propia tarifa aduanera. Pero, sin atribuir menos valor del que tienen a dicho~ factores econmicos, es preciso conceder prioridad a la explicacin psicolgica; los ingleses reconocan, segn la rmula de Disraeli, que el impulso de la potencia de los Estados Unidos era ineluctable. En Francia, donde los asuntos econmicos no ofrecan-en las relaciones con los Estados Unidos-importancia comparable, lo que ms pesaba era la mentalidad colectiva. Y la Francia de Luis Felipe estaba, desde haca varios aos, sumergida en una ola de americanofilia, alimentada, a partir de 1834, por el xito del gran libro de Tocqueville La Dmocrate en Amrique: los Estados Unidos evocaban la imagen de la libertad, de la juventud y de la fortuna; eran el continente del futuro, porque, desde el punto de vista social y poltico, aparecan como una tierra de experimentos; y suscitaban gran entusiasmo entre los intelectuales. En los partidos polticos las opiniones eran, ciertamente, ms variables. La oposicin legitimista no vea con buenos ojos la experiencia norteamericana, en contradiccin con sus sentimientos y su concepto de la sociedad. La oposicin de izquierda, por el contrario, convencida por Tocqueville, de que todos los Estados norteamericanos haban aceptado el sufragio universal, admiraba la organizacin poltica norteamericana, en la que vea una gran experiencia de repblica democrtica y zm ejemplo vivo de progreso social. Por su parte, Tocqueville no crea que el sistema poltico americano pudiera transplantarse a Europa. Pero su mensaje coincidi con el de Disraeli, al evocar el porvenir ce la Unin: "Los Estados Unidos-- ":riba-se
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convertirn er, la primera potencia martima del globo; dentro de un siglo tendrn den millones de habitantes y dominarn, desde el punto de vista econmico, todo el continente americano. Dfa llegar en que los Estados Unidos y Rusia se repartirn el mundo." Por su parte, los Estados Unidos creyeron preferible limitar sus empresas expansionista's a la esfera de sus intereses directos, evitando, de momento, cualquier ambicin panamericana. El asunto del Rfo de la Plata, donde el dictador argentino Rosas entr en conflicto, primero con Francia y despus con Gran Bretaa, fue' un caso tpico de dicha prudencia. Rosas se apoyaba en los gauchos de la Pampa, que, como agricultores, despreciaban las actividades comerciales, en las que desempeaban un importante papel los 'inmigrantes europeos (vascos, italianos, ingleses, alemanes). Amenazado por una guerra. civil, decidi encuadrar en las tropas gubernamentales a los inmigrantes franceses. El gobierno de Luis Felipe aprovech en seguida la ocasin para intervenir en un conflicto interior argentino: en 1838 haba concedido su ayuda al jefe de los insurrectos y establecido, en la desembocadura del Rfo de la Plata, un bloqueo-que, por otra parte, haba resultado ineficaz-.:ontra los gauchos. Gran Bretaa, que posea en la Argentina importantes intereses econmicos, se lamentaba, lo mismo del desorden financiero y de la depreciacin montaria--consecuencias de la guerra civil-que de las medidas de represalia adoptadas por Rosas contra la navegacin extranjera. De acuerdo con Francia, estableci un plan conjunto de intervencin armada, en 1845. La ocasin era clara para que los Estados Unidos invocasen la doctrina de Monroe, y la prensa norteamericana no dej de hacerlo. Se iba a permi ir a Europa ''hacer y deshacer" los gobiernos de los Estados americanos? Pero el presidente Polk se mostr ms conciliador. En su mensaje de 2 de diciembre de 1845, distingua entre una iniciativa europea, :uyo objetivo fuese una expansin territorial, y la que atentara a Ja soberana de un Estado americano. En el primer caso. los Estados unidos haran todo lo posible -para impedirlo; en el segundo, no permaneceran indiferentes. En definitiva, el secretario de Estado advirti al embajador ingls que los Estados Unidos no intervendran en el asunto argentino. Aquella actitud contrastaba con la del gobierno de Washington en la cuestin de Tejas (1) por la misma poca. Bastar, para explicar tal diferencia, observar que. por entonces, los intereses econmicos de los Estados Unidos en la Argentina eran poco importantes y que no les inquietaba mucho, por ello, la perspectiva de una intervencin franco-inglesa? No. En el fondo, el presidente Polk no se atreva a correr nuevos riesgos en el momento en que tena
(1)
entre manos los a:rnntos d.e Tejas y Mjico, sin contar el de Oregn, y limit, implcitamente, el campo de aplicacin de la doctrina de Monroe a las regiones en que la Unin posea intereses vitales. Si este repliegue no produjo consecuencia alguna para los intereses de los Estados Unidos se debi a una circunstancia imprevista: a partir de J 846. Gran Bretaa, rota la entente cordial franco-inglesa en Europa, renunci a llevar ms lejos el asunto de la Argentina.
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Ciertas indicaciones, dada.s en la pnmera parte del captulo, sobre las rela ciones franco-americanas, utilizan los resultados de la.s inv~stigaciones realizaas por M. Ren REMOND, en su obra Les Etats-Unis devant l' opinion fra11faise, 1815-1852, Pars, 1959 (tesis dactilografiada}.
Cul es el balance de las relaciones internacionales a fines de 1851. en el momento en que la ola revolucionaria, que fracas en su intento de sumergir a Europa central y a la pennsula italiana, se haba retirado y las fuerzas reaccionarias estaban en pleno triunfo? El mapa poltico de Europa no haba cambiado. Subsistan los mismos Estados con iguales fronteras. Los poderes tradicionales se haban hecho fuertes en todas partes. Los regmenes polticos, es cierto, no siempre adoptaror. la forma que tenan antes de la crisis: en Italia, si ben la reaccin era total y_ se produjo brutalmente en el reno de las Dos Sicilias y en el Estad pontificio, el reno de PiamonteCerdea segua con la Constitucin de marzo de 1848; en Prusia el rey modific, en enero de 1850, la Constitucin que haba establecido a fines de 1848; pero dej subsistente una Asamblea leg;,~ .ativa; en Austria, el rgimen autoritario de Schwarzenberg, todava r:~.npeorado por Alejandro Bach, se diferenciaba del de Mctternich. p;c;s rompa con los privilegios provinciales. Pero los resultados defir'._,.,;os eran anlogos en todos los Estados. En Alemania e Italia, los oi:;; eros, los campesinos y hasta la peq11ea burguesa se vean eliminados de la vida poltca; all donde subsista el derecho de voto se regulaba en beneficio de la fortuna adquirida: en Prusia, mediante el sistema de clases; en Piamonte-Cerdea, por el sufragio censtmio, y, "'n todas partes, los regmenes polticos restaurados se apoyaban ":. ;a burocracia y en el ejrcito. Los dirigentes de los movimientos ; "":Jlucionarios buscaron refugio en el extranjero: Mazzini estaba en ~ Jndres y Garibaldi en Amrica del Sur; los republicanos y demcrn' s de Alemania vivan en Londres, Pars o los Estados Unidos: uno:: . :.cos, umcamente, encontraron asilo con el prncipe de Sajonia-Cob rgo-Gotha, cuyo diminuto Estado se haba convertido en refugio de los escritores liberales. Kossuth estaba en Turqua. En fin; Ja esperanza que alentara a los hombres de 1848 haba desaparecido: ya no exista razn alguna para intentar establecer las bases de una nueva organizacin de las relaciones internacionales. La idea de los Estados Unidos de Europa ya era, en 1850, patrimonio exclusivo de la Soct centra/e dmocratique, que agrupaba a los mazznistas, a los republicanos alemanes, a los radicales franceses; en una palabra: a los vencidos. Podra durar aquella restauracin del statu qua ante? Por cunto tiempo el rgimen autoritario asegurara la estabilidad interior de Austria? La oposicin magiar estaba aplastada, momentneamente, por la fuerza; pero nadie pensaba que siguiera domeada mucho tiempo. En Alemania, la tentativa efectuada por la Asamblea nacional influy
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poderosamente sobre el espritu pblico: la burguesa saba que la consecuencia de Ja unidad alemana quedaba aplazada solamente y que la solucin haba de hallarse por el camino elegido en 1849 (Pequea Alemania, bajo la direccin de Prusia); despus de la eliminacin de los republicanos y de la desaparicin del neo-giielfismo, la Casa de Saboya segua constituyendo en Italia la esperanza de los que guardaban todava fidelidad a la idea nacional. . Pero la posibilidad de un nuevo impulso de los movimientos nacionales dependa, en gran parte, de la coyuntura internacional. La experiencia haba demostrado que era intil tener en cuenta solamente las fuerzas morales y que haba que contar tambin con las materiales de los diferentes Estados. El romanticismo poltico, segn la acertada observacin de Federico Chabod, haba perdido su influencia. No obstante, la conmocin revolucionaria haba modificado la fuerza respectiva de las grandes potencias europeas. El Imperio de Austria, aunque hubiese vencido aquella crisis, en la que estuvo a punto de perecer, segua amenazado. El gobierno saba que una crisis exterior podra ofrecer a las fuerzas revolucionarias ocasin de resurgimiento, y ese temor influa en la situacin internacional del Imperio. Por el contrario, el Imperio ruso, favorecido por la conmocin de 1848-1849, pas a ocupar un lugar de primer plano. No result perjudicado por los movimientos revolucionarios: incluso en los territorios polacos logr-contra toda expectativa-mantener Ja calma. Desempe un papel importante en la represin de tales movimientos, en Europa central, debido a su intervencin militar en Hungra, que contribuy grandemente a salvar al Imperio austraco ?e ia amenaza ?e disgregacin. Su intervencin diplomtica en el conflicto austro-prusiano, determin la retirada de Olmutz, provocando el fracaso de proyecto de unin parcial de los Estados alemanes, bajo Ja proteccin de Prusia. Nicols I crea poseer, en el continente, una potencia preponderante. La Francia de 1848 no se atrevi a convertirse en la gran fuerza revolucionaria de Europa. No obstante, la Hegada al poder de Luis Napolen le permiti desempear un pap;l. ms activo en ~as re_laciones internacionales; pero sin que su poht1ca adoptase umform1dad de conducta: en Italia, la intervencin militar se llev a cabo en contra de la revolucin; en Alemania, las tentativas diplomticas se orientaron en favor de una colaboracin con Prusia. adversaria del stalu qua; pero tan confusa accin pareca tener, como nica preocupacin, el deseo de contrarrestar la influencia austraca: y, en el fondo, aquella poltica dejaba traslucir el designio de aprovechar la crisis europea para impulsar una revisin de los tratados de 815. Mas Luis Napolen, al tener que contar, en 1850, con la mayora parlamentaria, en la que dominaba la burguesa conservadora, reacia en extremo a las aventuras exteriores, no se decidi a llevar demasiac J lejos sus intentos. Despus
del 2 de diciembre de 1851 se convirti en el amo: el golpe de Estado, que pareca sealar el xito definitivo de las fuerzas reaccionarias en la organizacin de los regmenes poltkos europeos, tuvo un aspecto muy diferente para las relaciones internacionales, puesto que presagiaba iniciativas peligrosas para el statu qua. Las consecuencias de la crisis europea no fueron despreciables, ciertamente, en el plano mundial. El impulso de los Estados Unidos, ya muy favorecido por las circunstancias que, de 1848 a 1851, obUgaron al gobierno 'ingls a vigilar, con principal inlers, el continente europeo, recibi' nuevo mpetu de las corrientes migratorias provocadas por las crisis revolucionarias. Las revueltas polticas tuvieron, por corolario, dificultades econmicas, puesto que la preocupacin de las clases adineradas origin una contraccin de los negocios. La emigracin al Nuevo continente, sobre todo a los Estados Unidos, era una alida para los artesanos y obreros eQ paro. Por otra parte, despus del fracaso de los movimientos revolucionarios y la i;estauracin de los regmenes de fuerza y de censura, muchos militantes republicanos '.:> demcratas--con frecuencia, intelectuales--consideraban descorazonadoras las perspectivas que Europa poda ofrecerles; los Estados alemanes. por ejemplo, proporcionaron 162 000 emigrantes, en 1852, y 300 000, al ao siguiente; emigracin que se diriga, principalmente, a Amrica del Norte. Mientras que los Estados Unidos haban acogido, entre 1840 y 1848, un mximo de 200 000 emigrantes europeos anualmente, recibieron, en 1851. 225 000 irlandeses y 145 000 alemanes; en 1854, vieron entrar a 427 000, cifra sin precedentes. Tales llegadas en masa, proporcionaban a la vida econmica americana, no solo un refuerzo de mano de obra para la industria y para la agricultura, sino tambin cuadros tcnicos. Igualmente se encontraban entre los recin llegados, algunos hombres que muy pronto desempearan un papel importantsimo en la vida poltica de la Unin. Tambin la cuestin de Extremo Oriente adquiri un nuevo aspecto. Mientras que, con anterioridad a 1848, las nicas iniciativas decisivas fueron las inglesas, Rusia y los Estados Unidos se presentaban ahora como competidores de Gran Bretaa. En dicho ao, Rusia entr en la lid. Inquieto por los resultados de la guerra del opio y por la presencia, en los mares chinos, de una escuadra inglesa, Nicols 1 decidi cubrir las posesiones rusas de Siberia, mediante el establecimiento de una base naval en la costa del Pacfico: coloc a la cabeza del gobierno de Siberia a un hombre enrgicv y emprendedor, Muravief, que, en el momento en que Rusia afirmaba su prepondrancia en Europa-1851-envi una misin a la isla de Sajaln y pensaba obligar al Japn a que abriera sus puertas. Desde que adquirieron California y comenz:-1rpn a poblar la parte que miraba al Pacfico, los Estados Unidos manifestaron, tambin, mayor int0rs en el Asia oriental. En 1851, por iniciativa del Congreso, el go-
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bierno decidi obtener del Japn la firma de un tratado comercial, por la fuerza si fuera preciso. Al ao siguiente, los senadores y representantes de California y Virginia insistieron, en nqevos debates del Congreso, en el papel que los Estados Unidos podan y deban desempear en los pases del Extremo Oriente, que ofrecan "nuevo campo de accin a la actividad econmica del mundo": la exportacin de algodn americano y la importacin de seda ed bruto y t seran las primeras bases para aquel comercio con China y Japn. El Congreso vot una subvencin, para establecer una lnea de navegacin' desde San Francisco a Sanghai, con escala en las Hawai. "Podemos dominar todo el Extremo Oriente", declar el senador Mac Dougall. No se relacionaba la paricin de los nuevos imperialismos-el ruso y el norteamericano-con la gran crisis revolucionaria que haba sacudido al continente europeo?
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DE 1851 A 1871
Las transformaciones esenciales en las relaciones internacionales se produjeron entre 1854 y 1870. En el continente europeo, donde el estatuto territorial establecido por los tratados de 1815 no sufri, durante cuarenta aos, sino transformaciones secundarias, el mapa poltico experiment profundas transformaciones, a pmtir de la primera de aquellas pocas; y se transform completamente el equilibrio de las fuerza'i materiales y morales: la formacin de grandes Estados-el reino de Italia y el Imperio alemn-en la parte central del continente, que hasta aquel znstante haba estado sometido a un fraccionamiento poltico, con base de sentimientos particularistas e intereses dinsticos, se efectu a costa de tres grandes guerras. Pero tambin Amrica y Asia oriental sufrieron la conmocin de graves cris_is-guerras civiles en los Estados Unidos y China; revolucin en f apn--que, si bien no modificaron el estatuto territorial tuvieron gran importancia para el futuro de las relaciones entre los continentes y un gran alcance: de la Guerra de Secesin, los Estados Unidos salieron, despus de un perodo de convalencencia, ms fuertes y capaces de desempear un papel de alcance mundial. Debilitado, el Imperio chino ofrecera nuevas tentaciones a la expansin europea. Japn, despus de ms de diez mos de convulsiones, comenzaba a adquirir aspecto de Estado "moderno".
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CAPITULO XIII
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EN EUROPA
, ~a crisis europea de 1848, que haba demostrado el mpetu del mo-v1m1ento de l~s nacio~~lidades, haba acabado en un fracaso que pareca total. .l~ que se deb10 que fuese posible, fllgunos aos ms tarde, su resurg1m1ento 1 ~as. fuerzas profu?das ,eran las mismas que haban originado ya los mov1m1entos revoluc1onanos de 1848: el impulso del sentimiento nac10nal y las transformaciones econmicas. El movimiento de las nacionalidades pas, primero, por unos aos de a.dormecimiento. Despus de las derrotas de 1849, perdi parte de sus dingentes y de sus.1'.1ilitantes, emigrados, en gran nmero, por no poder s~portar las cond1~!ones d! la vida poltica de los Estados en que haba tnunfado. la reacc1~n (1). No obstante, fue originado un nuevo resurgir por las circunstancias favorables que presentaban las crisis internacionales. Lo~ rumanos d~ Moldavia ~ V:alaquia se aprovecharon de la guerra ~e ~nmea p~ra umr los dos prmc1pados, bajo gobierno autnomo. El mo~1m1ento nac1or_ial. para unir los dos principados, bajo un gobierno a.utonomo. El mov1m_1ento nacional italiano adquiri nuevo vigor, a partir d~ 1857; y lo 1'.11smo le sucedi al alemn, en el momento en que acabo la guerra de mdependencia italiana. Los griegos, que formaban la mayor parte de la poblacin de Creta, se levantaron contra la dominacin Qtomana. Las reivindicaciones nacionales polacas se afirmaron una vez rrl"s, en la insurreccin de 1863. En Irlanda volva a manifestar.se la protes~a contra el dominio ingls; pero sin que produjere consecuencias mmed1atas en las relaciones internacionales. S~gn las ideas d~ algunos teorizantes polticos, aquel movimiento ofrecia un nuevo matiz, puesto que, en lugar de invocar la comunidad lingstica o el hecho de conciencia, se apoyaba en el concepto de ni:::a. Entre 1853 y 1855, Gobineau public los cuatro volmenes de su Essa s~r l'lng.alit des races fmnaines, donde escriba que "la cuestin tmca domma todos los dems problemas y la desigualdad de razas basta para explicar la gran confusin en los destinos de los pueblos". Conside.raba, como raza superior a la blanca, afirmando, dentro de esta. la pnmacta de los germanos y la decadencia de los latinos. Su teora, combatida por ~ocqueville: por Michelet y por Renn, no encontr eco alguno en Francia; pero s1 lo tuvo en Alemania.
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Acaso pudiera atribuirse a tal concepto rf!cial el antagonismo manifestado, cada vez ms vvamente, entre las nacionalidades, en aquellas comarcas en que habitaban. nezcladas, poblaciones diferentes por su lengua, tradiciones y sentimientos. Aquellos antagonismos fuero_n especialmente virulentos en el Slesvig, donde daneses y alemanes v1v1an unos al bdo de otros; en Transilvania, donde Jos ncleos magiares y alemanes se hallaban mezclados con los rumanos, que eran la mayora; en el Tiro] meridional, dividido entre Ja poblacin alemana y Ja italiana. Las nacionalidades ms fuertes numricamente invocaban la superioridad racial para apoyar la poltica de presin que se ejerca contra las ms dbiles; tal el ejemplo de los alemanes, respecto a daneses y polacos. En la vida econmica de Europa aquellos veinte aos se caracterizaron por el considerable desarrollo de la produccin y de Jos intercambios y por la expansin del gran capitalismo. En In~~s generales. fue una poca de prosperidad, no obstante dos cortas cns1s (1857 y 1866). Tal prosperidad se debi no solo al progreso tcnico-especialmente en los mtodos de extraccin de hulla y en la fabricacin del acero-. sino tambin al rpido desarrollo de los trunsportes por ferrocarril, a la organizacin del crdito y al aumento de Jos medios de pago. La construccin de ferrocarriles avanz, considerablemente, en Francia, Europa central e Italia del Norte, transformando las condiciones de la vida econmica (ms por la disminucin de los precios del transporte que por su rapidez); y las facilidades que daba pa~a llevar el c~rbn a las zor:as extractivas del hierro abri nuevos horizontes a la mdustna metalurgica. El comercio se benefici considerablemen! con la ampliacin del mercado; y la agricultura. por la aproximacin de Jos centros produ~ tores a los de consumo. La creacin de una nueva forma de establecimientos de crdito facilit la inversin de capitales en la :r:.dustria: entre 1852 y 1854 aparecieron, en Francia, el Crdit Mobilier; en Alemania, la Banca comercial e industrial de Darmstadt; y, en Austna. la Kreditanstalt. Aquella expansin de la actividad bancaria aument, an. entre 1860 y 1870. En fin: la entrada en explotacin de los yacimientos aurferos de Australia (1857) y California (l 851), y la consiguiente afluencia del metal precioso, estimularon, mediante el alza de precios, la produccin y el comercio. . No obstante, hay que sealar matices en este cuadro de c.onunto. Aquel impulso, que no disminuy la preponderancia de Gran Bretaa, transform la estructura econmica solamente en los grandes Estados de la Europa occidental. Pero el espritu industrial se extendi a algunas regiones del continente que hasta entonces no haban sido influ~ das por las nuevas tcnicas: explotacin de yacimientos suecos de mineral de hierro, de los recursos mineros de Espaa. y (en 1863) de los pozos petrolferos de Bak. La agrcultura, que haba permaneci,_qo estacionaria en la primera mitad del siglo, se benefici con los progresos de la qumica y de la mecnica; el empico de los abonos ntricos o potsicos permiti la mejora del suelo, la implantacin de cultivos en tic-
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rras baldfas y la disminucin de los barbechos; el azufrado de las vias se practic desde 1850. Las mquinas agrcolas, utilizadas ya en los Estados Unidos y Gran Bretaa antes de 1848, comenzaron a emplearse en Francia y Alemania, en 1852-1853. El rendimiento por hectrea aument, gracias a tales avances de la tcnica. El progreso de la actividad industrial y de la organizacin bantaria, as como el desarrollo de los transportes, coincidi con un aumento de los intercambios comerciales entre los Estados europeos, en los que Gran Bretaa conservaba una superioridad indudable. Francia la sigui, inmediatamente, durante todo aquel perodo. La transformacin de la vida econmica inl1uy directamente en las relaciones internacionales. Cada vez ms, las nuevas industrias buscaban en el Extranjero materias primas y men::ado; los establecimientos de crdito, ocasin de invertir sus capitales; la agricultura, los abonos potsicos. La corriente de intercambios comerciales creci, a medida que las relaciones ferroviarias directas comenzaron a establecerse entre Rusia y Europa central; ntre Italia y sus vecinos, Francia y Austria. Los gobiernos concedan una importancia creciente a sus relaciones econmicas con el exterior. 'La concentracin econmica v financiera, que otorgaba a los hombres de negocios medios poderoso"s de accin para organizar la produccin y los intercambios, les confora, asimismo. una creciente influencia sobre el poder pblico y sobrt. la Prensa. Tales preocupaciones econmicas y financieras iban estrechamente ligadas-desde tres puntos de vista. principalmente: poltica ferroviaria, aduanera y de inversin de capitales-a la accin diplomtica, de Ja cual eran, a veces, el mvil, v otras, el instrumento. La construccin de ferrocarriles, en aq~ellos pases que no contaban con medios suficientes para ello, se convirti en campo de rivalidad de grupos financieros ingleses. franceses y belgas, que ofrecan sus capitales. Aquellas iniciativas de los hombres de negocios tenan, en la mayora de los casos, un alcance ms amplio que el de una simple operacin financiera, puesto que el trazado de una red modificaba las corrientes comerciales y poda tener importancia estratgica. La poltica exterior de Jos gobiernos estaba, frecuentemente, relacionada con las preocupaciones de Jos grupos financieros; pero el carcter de estas relaciones no era uniforme; y su alcance prctico poda ser muy diferente. Unas veces eran los hombres de negocios los que solicitaban el apoyo diplomtico de su gobierno, para conse!_uir xito en sus operaciones; otras, los gobiernos quienes alentab:m a los grupos financieros. por creer que sus iniciativas podan abrir el camino a una influencia econmica e incluso poltica. El desarrollo de los intercambios comerciales interestatales segua siendo dificultado por los sistemas aduaneros proteccionistas, ya que, hasta 1860, el ejemplo dado en 1846 por Gran Bretaa (i) no haba
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sido imitado en ei. continente. Hasta entonces, no se atenu el Droteccionismo, debido a una iniciativa francesa: el tratado de come~cio franco-ingls, de enero de 1860, disminuy los derechos de importaci0n franceses, no solo de las materias primas y del carbn, sino ta:nbin de !.Js productos manuiacturados, rales y tejidos prindpalmEr.te. A dicho tratado sigui una serie de otros, anlogos, firmados por e! r0bierno francs: en 1861. con Blgica y Turqua; en 1865, con Suecia y los Pases Bajos; en 1862, con la Zollverein; en 1863, con Italia; en 1866, con Austria. Por el empleo de la clusula de nacin ms favorecida, aquella liberacin de los intercambios se extendi a la mayor parte del continente. De todos los grandes Estados europeos, nicamente Rusia sigui con un sistema aduanero proteccionista, apenas suavizado, en 1863, por la reduccin, de algunos derechos (1 ). La inicia. ti va francesa de 1860 tuvo, pues, gran alcance. l Cul era su finalidad? Las preocupaciones econIJJicas resultaban, indudablem~nte, decisivas. Napolen III esperaba, al seguir los consejos de Miguel Chevalier, ampliar el mercado de las exportaciones francesas-vinos, sedas, artculos de Pars-hacia Gran Bretaa, la Zollverein y Blgica, as como Ja de los textiles finos a los Estados alemanes. Al propio tiempo, deseaba obligar a los industriales franceses-imponindoles la competencia inglesa-a renovar su equipo y sus mtodos de fabricacin. Pero no eran solo intereses materiales los que se ventilaban; tambin era indudable el aspecto poltico. Concediendo a Gran Bretaa Ja satisfaccin, en el aspecto comercial, Napolen III quera desarmar la hostilidad con que el gabinete ingls haba acogido la anexin de S:i.boya por Francia; y considerar su entente con Inglaterra, que estimaba. entonces, como necesaria. La firma del tratado comercial de 1862 tuvo, tambin, una significacin poltica, al obstaculizar el esfuerzo de! gobierno austraco para entrar en la Zollverein o destruirla. El movimiento internacional de capitales se presentaba con nuevos rasgos. La inversin de capitales ingleses en el extranjero segua siendo considerable (350 millones de libras esterlinas, al parecer, en la dcada 1860-1870); pero cambi de orientacin: sin abandonar por completo a Europa (el mercado financiero de Londres absorba an ciertos prstamos franceses y tambin rusos e ifalianos para la construccin de ferrocarriles), se dirigi con preferencia-segn ha demostrado M. Jenks-al Imperio britnico, las regiones asiticas del Imperio otomano, Egipto, Jos Estados Unidos y la Amrica latina. Estas iniciativas se debieron a particulares y a los bancos, y el gobierno no intent dirigirlas, excepto en el caso de Turqua, que la poltica britnica quer:l consolidar. Aquel nuevo aspecto de las foversiones britnicas dej en Europa campo libre a las iniciativas francesas y belgas: Ja alta banca francesa, sobre todo, que hasta entonces no se haba
( ll E! reciente estudio de 1\f. Maurice Baumont inserta un cuadro general de e>tos acuerdos comerciales (en el tomo V de la Histoire du Commerce).
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apenas m~ que en los emprstitos de los Estados extranjeros, paso a _se~ la p~rnczpal comanditaria de numerosas empresas rivadas fe~rov1anas e mdustriaks, por ejemplo en Luxemburgo e ltPl. y en R l .. , , , n a usia, Y, e goo1erno estimulaba tales inversiones, porque facilitaban la exportac1on de productos metalrgicos y de maquinaria, sm olvidar c_1ertamente el apoyo que las mismas podan conceder a la poltica extenor. La uni? er;itre polt~ca y economa pareca ser, pues, ms estrecha que lo ~abia stdo antenormente; resultado lgio del aumento de interca?1?tos Y del papel desempeado por los grupos de intereses que se o~:gmab~n en el marco expansionista del alto capitalismo. Exista en e o un actor de paz o un motivo de rivalidades y conflictos entre l~~ E~ta?os7 Los aps~oles del librecambio haban pensado que el est~f~Iectmtento de relaciones, econmicas reforzara las tendencias pac1 1ca~ en cuanto tav:orecen~ una __ solidaridad entre los producto;es, ~as~n o por alto la !nflu_encia que la competencia para la conquista e os. mercados podta ejercer en sentido inverso aunque esta "ompetencia no parece haber sido ciertamente muy gra~de en aquella '"Do~ Per~ desde otro punto de vista, tales intereses ejercan dire~ta mfluencia ~n la .coyuntura poltica, al favorecer, dentro del movimionto de las nac1onahdades, las tendencias que constituan la gran fuerza trastornadora del estatuto territorial. b" Fbuerzas econmica; y aspiraciones del sentimiento nacional se comma qn, c::implement~ndose, principalmente en los pases alemanes pero tar:ib1n ~n Italia: la solidaridad entre los intereses materiale~ de los mdustnales Y de le>s comerciantes pertenecientes a distintos Es t~~os Y el COJ!traste de est_a ':1-nidad de intereses y el fraccionamiento po 1ttco, favorecieron el movimiento unitario:
francesa favoreci en lo sucesivo la ruptura del statu qua. Cada uno de ellos est ligado a las ideas y al temperamento de un hombre.
A los cuarenta y dos aos-noviembre de 1852-Cavour fue nombrado presidente del Cvnsejo del reino de Piarnonte-Cerdea. Por su ascendencia familiar, perteneca a la nobleza piamontesa; pero por su madre, ginebrina. haba estado sometido a otras influencias. Durante ms de quince aos, despus de una corta permanencia en el ejrcito, donde sirvi como oficial de ingenieros, llev una vida de gran terrateniente; sus viajes al extranjero-a Ginebra, a Pars, a Londres-ensancharon muy pronto su horizonte intelectual. En aquel perodo de su vida le interesaban principalmente las cuestiones econmicas; no solamente se ocup de mejorar en los dominios familiares los procedimientos de cultivo, sino que prob actividades industriales--creando una refinera-y P?rticip tambin en los grandes negocios-fue uno de los que primero se ocuparon en Italia de. la construccin de ferro carriles-y conoca el papel esencial desempeado por la organizacin bancaria. De sus estancias en el extranjero traa observaciones referentes a la vida econmica; ejemplo de- ello son sus artculos-en la Bibliotheque universelle de Ginebra-sobre Ja. cuestin del trigo en Inglaterra y de Ja poltica librecambista. Se presentaba entonces, ante todo, como tcnico emprendedor y como hombre de negocios. Y pre tenda no tener otras ocupaciones. "En cuanto a la poltica-escriba a un amigo suizo-, me importa un bledo." Pero en 1847 inici su vida oolftica, v ue uno de los fundadores del peridico Risorgimento, que t~rta por'programa la independencia de Italia y el establecimiento en el estado sardo de un rgimen liberal y parlamentario. Durante la crisis de 1848-49, sin embargo, vivi los acontecimientos solamente como periodista, cada vez ms influyente, en verdad. A su llegada al poder era una figura nueva en el mundo poltico. Su designio nacional no consista nicamente en la ambicin de un ministro que quisiera engrandecer los Estados de su rezJ. Senta desde su juventud que el pueblo italiano se encontraba en un estado de inferioridad inadmisible debido a su fraccionamiento poltico, y expres su conviccin de la necesidad de regenerar a Italia, hacerla salir del frzago. En sus artculos de marzo de 1848 en Risorgzmento anunci que Europa "vera surgir una nueva gran potencia ... , la potencia italiana. la Italia constitucional y libre". La experiencia de 1848-49 le proporcion el convencimiento de que tales objetivos no podran ser alcanzados sin la ayuda de una de las grandes potencias occidentales. Aquella preocupacin italiana segua, sin embargo, estrechamente ligada en su imaginacin a los problemas polticos y econmicos ~el estado sardo. Deseaba practicar un rgimen liberal, no solo porque era occidental. por su cultura y por todos los rasgos de su formacion intelectual. sino tambin porque crea q.ue un gobierno adquiere ms fuerza cuando cuenta con el apoyo de la opinin pblica. Tambin
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N Pero ~ac~so aquellas. ~uerzas profundas fueron un factor decisivo 7 l . o habia sido. ya ~amfiesta su influencia con ocasin de los movimientos ~evoluc1onanos de 18487 Sin embargo haba resultado intil porque m en Alemania ni en Italia las aspiraciones nacionales habad encontr_ado u~ hombre capaz de dirigirlas, porque el gobierno francs no hab1a qu~nd? o no se haba atrevido a favorecer un trastorno del statuto. te.rntonal y por':lue el Zar haba credo necesario desarticular os movumentos d subversivos. Pero entre 1851 y 1870 se mam"festaron gra.n es camb10s. en la. conducta de los estadistas. Los factores decisivos de las relaciones mternacionales en Europa eran 1 ue e do' del q n os ' rei.nos que ya h . a ban mtentado en 1848 la direccin movimiento nac10nal en !taha y en Alemania, los gobiernos reciban el imoulso de una v~luntad pe:sonal fuerte y clarividente; 2., que el Zar, a! con:~ter la i~prudencta de renovar la cuestin otomana, perdi la ocas10n de arbitrar los problemas de Europa central, y 3., que la poltica
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estaba co~:\encido de que las cuestiones econom1cas constituyen una maschera :~lia politica: el progreso de Ja organizacin de la produccin y de los intercambios deba preparar el camino para la realizacin de sus designios, y la conclusin, inmediatamente d~spus de 1850. de tratados de comercio con Francia y Gran Bretaa sera, en su opinin, un medio de conciliarse las simpatas de dichas potencias. El liberalismo poltico y el liberalismo econmico le parecan, pues, los medios de conseguir el ideal nacional. No pareca, sin embargo, haberse trazado un programa slido y previsto sus fases. Hasta 1858 sinti el anhelo, pero persisti en sus dudas. No obstante, estaba dispuesto a aprovecharse inmediatamente de las circunstancias v se esforzaba en establecerlas. En suma, Cavour no estaba inflamado por una gran pas1on, pero era un gran parlamentario y un gran diplomtico. Calculaba frfa y realsticamente y no se hallaba ligado a ningn sistema o doctrina. Se adaptaba a las necesidades del f!10mento y a las de tipo prctico con perspicacia y .sagazmente. pero tambin con prudencia. Posea clarivdencia, prevea el posible encadenamiento de los sucesos, y en su accin manifestaba valor, fuerza de voluntad, audacia, rapidez de decisin y perseverancia notables. Bismarck no alcanz el poder hasta septiembre de 1862. En los diez aos anteriores ocup puestos diplomticos de primera fila-delegado de Prusia en la Dieta Germnica, primero; embajador en Pars y en San Petersburgo--en los que entr en --t:ontacto con los grandes problemas internacionales; contacto muy necesario, si se piensa en el papel que haba desempeado, de 1848 a 1850, en la poltica interior de Prusia, en la que haba sido urio de los hombres ms activos e inteligentes de la extrema derecha, y con un horizonte exclusivamente prusiano. No haba sido, acaso, uno de los que temieron ver perder al Estado de los Hohenzollern su fiso'noma y su fuerza si se converta en una parte de un gran Estado alemn? No haba aprobado l: renuncia de Federico Guillermo 'IV a Ja corona imperial? Pero las responsabilidades que asumiera despus en su vida internacional, ensancharon su horizonte. En Francfort se dio cuenta de los postulados fundamentales del problema alemn, y pens que la lucha contra Austria sera fatal. En Petersburgo midi la debilidad del Imperio ruso. En Pars se acerc a Napolen III y lo valor. Sin embargo, cuando el rey le llam a la presidencia del Consejo-septiembre de 1862-lo consideraba todava como el dirigente de la extrema derecha, el hombre de hierro, ms que el diplomtico. Le otorg el poder para resolver una crisis interior: conflicto entre el gobierno y la mayora par!amentaria, respecto a las leyes de reorganizacin del ejrcito. Lo hizo con inquietud. Desde sus primeras actuaciones, Bismarck mostr la importancia de sus propsitos: anula'r el Parlamento, reorganizar el Ejrcito, como prembulo para la accin exterior. En una conversa-
c10n con el embajador de Austria se refiri, categricamente, al problema del futuro de Alemania: era necesario que el estado de los Habsburoo se resignase, de grado o por fuerza, a no desempear ms el papel que"' ejerca en los asuntos alemanes y que transfiriera su centro de gravedad a Pest. . . Desde aquel momento, la fisonoma de Bismarck (cuarenta Y, ~1ete aos en 1862) se perfil con los trazos que pronto se haran clasicos: voluntad de dominio, agudeza, frtil imaginacin poltica, voluntad implacable. Su actitud confirm l~ reputaci~n. que se le haba asig.nado desde que fue miembro de la Dieta germantca; le agradaba de ar a su oponente cortado, por la brusquedad de tono, la brutalidad de expresin, la afectacin del desprecio a las reglas de der~cho; e.ra negligente hacia las formas corteses y acolchadas de la ~ipl~macia tradicional y manejaba la irona y, a vec~s, el humor, anadi~ndoles un matiz de desprecio. Tales eran sus medios de lograr ascendiente ~bre su interlocutor. Pero aquella msc<fra de dureza encubra una naturaleza ner\'iosa, apasionada, insatisfecha, desconfiada e iracunda, incluso hacia sus adversarios alemanes o hacia sus posibles rivales; solo su fuerza de voluntad consegua dominar sus sentimientos tumultuosos. Los contemporneos, que primeramente se haban incl.in~do a v.er en l, un simple /unker, no tardaron en reconocer su supenondad. Sm embargo, no era un espritu de amplia cultura. No tena-segn han demostrado Jos trabajos de su bigrafo ms reciente (1)--gust? ar~sti;~ ni s~nt~ miento_ musical; apenas se interesaba por los traba1os cientificos, m siquiera por los estudios histricos, por prximos que fueran . sus preocupaciones polticas cotidiai:as; pero. posea dot~~, de esta~ista: vigorosa franqu.eza, no entorpecida por ninguna tradicion, doctnna o simpata preconcebida; aptitud de discernir los intereses en juego y valorar las fuerzas en presencia; habilidad para iniciar y ocuparse de varios asuntos al mismo tiempo; finura de observacin psicolgica, que Je permita adivinar el estado de espritu del adversario y dars.e cuenta de su punto flaco; ~lariv~dencia y perspicacia en la.s rrevisiones a largo plazo (a tres anos vista, pues consideraba muy mciertos los clculos a mayor plazo), y audacia, que le impulsaba a emplearse a fondo cuando la ocasin le pareca favorable. Aquella fuerza de voluntad, tal clarividencia de un Cavour o de un Bismarck, hubieran podido triunfar si el nuevo aspecto de la po ltica francesa no hubiera favorecido sus proyectos? El gran hecho, que dominaba las relaciones. internacionales, era que Francia volva a convertirse en una fuerza de agitacin. El cambio no puede ser explicado por los intereses econmicos o . las corrientes del sentimiento nacional. Respecto a los primeros, es cierto que el gran impulso de la industria francesa le incitaba a buscar mercados exteriores. Pero len
( l) Vase la obra de E. Eyck citada en la bibliografa.
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qu medida poda servir a dichos proye<:tos la alteracin del estatuto territorial7 Para abrir a sus mercancas el mercado alemn, Francia poda negociar un tratado de comercio con la Zollverein: la formacin de la unidad alemana no modificaba en nada el asunto, e incluso poda hacer ms difcil la conclusin de un acuerdo, pues el interlocutor estara ms acorazado cuanto ms fuerte fuese. En cuanto al mercado italiano, evidentemente ofreca inters para los exportadores franceses, y el conceder apoyo al movimiento nacional acaso se viera recompensado con un ventajoso tratado de comercio; quiz existiera tal esperanza en los crculos de negocios, aunque el estado actual de las investigaciones histricas no permita afirmarlo con certeza. Por otra parte, es verdad que los hombres de negocios que dirigan las empresas ferroviarias atribuan gran importancia a conseguir concesione:; de ferrocarriles, mvil que poda alentar a la poltica francesa respecto a Italia. No obstante, es- preciso sealar que la actitud de dichos crculos de negocios e.ra muy reservada e incluso frecuentemente hostil a las grandes empresas del rgimen imperial. Si, en el caso de Mjico, las iniciativas de Morny, fueron apoyadas por los Per~ire, !os Rothsch~ld .m.o_strronse, por el contrario, hostiles a la guerra de independencia 1tahana y los representantes de los grandes intereses econmicos se pronunciaron unnimemente, en 1863, contra una aventura polaca: la paz-observ entonces Disraeli-haba sido salvada por los capitalistas. Ififluencia de las corrientes sentiipentales? Es indudable que una gran parte de la opinin pblica haba manifestado el deseo de ver adoptar a Francia nuevamente una poltica exterior activa y que haba lamentado la pasividad de Luis Felipe. Si bien esta tendencia se haba manifestado, principalmente, en los crculos polticos de izquierda, Ja ~asa. de la poblacin frances_a no era indiferente a iniciativas que pud1escl\ halagar el orgullo nactonal. Pero no se perciba la influencia de la opinin pblica en favor de una revisin de los tratados. La nica causa cierta de la. nueva orientacin de la poltica exterior francesa ha de hallarse en las concepciones personales de Napolen nI. El Emperador no careca de dotes intelectuales: amplitud de miras, gusto por las ideas, imaginacin rica, pero no creadora, pues se limitaba, las ms de las veces, a desarrollar ideas prestadas. En la vida poltica. interior sus preocupaciones eran nuevas: comprenda la im~ortancta de las cornentes sentimentales y se interesaba por las cuesttones planteadas por el progreso econmico, deseando establecer, no solamente un plan de colonizacin agrcola, sino tambin asegurar el pleno empleo, facilitando la inversin de capitales en la industria y demostrando, en fin, cierta preocupaci.n por los problemas sociales. En poltica exterior consideraba los acontecimientos desde un punto de vista europeo e incluso mundial; su horizonte no era, pues, estrechamente nacional; el estadista-pensaba--debe ampliar el clsco horizonte de su accin e inspirarse en un ideal.
La facilidad y el encanto de su expresin servan bien a estas cualidades espirituales; su conversacin. era seductora y ejerca, inclusive, "un verdadero poder de fascinacin", como afirmaba la reina Victoria. No obstante, aquellos dones eran incompletos. Lo que le faltaba a su inteligencia era realismo, continuidad en el estudio de los problemas y exacta medida de los medios de ejecucin. Sus ideas solan ser amplias, audaces a veces, pero complicadas; sutiles frecuentemente, pero confusas; no consideraba necesario definir su pensamiento dndole una forma precisa. Cuando se trataba de proceder a su eje~ cuc10n, llenbase de confianza al principio, porque crea en su "misin" y consideraba fcilmente verdades demostradas las hiptesis que hubiera forjado; pero, en seguida, se tornaba indolente o vacilante y tenda a deiar m<:durar los. asuntos, prolongando su meditacin y esperando que las circunstanc1as se encargaran de sugerirle una solucin. Su imaginacin prevaleca sobre su carcter y sobre su volu.ntad. Y aunque le gustase documentarse e interrogar, no segua de manera estable la lnea de conducta sugerida por los que le rodeaban. Incluso su mtodo de gobierno opona a unos de sus colaboradores contra otros. Especialmente en poltica exterior, quera llevar solo la d~r.eccin, pues a l exclusivamente--deca-incumbale Ja responsabilidad. Sus m1111stros de .Asuntos Exteriores no eran frecuentemente sino n:eros ejec.utantes. y no .les tena al corriente de todos sus proyectos. S1~ ad vert1rles, 111 szqwera de manera fqmwlaria, haca .redactar los arl!culos para la prensa e mscrtar notas en Le Moniteur. Llevaba las negociaciones a sus espaldas, por medio de agentes secretos. "Los embajadores-escribi Walewski. el 22 de agosto de 1859-, al encontrar ~bierta la puerta pequea, me pasan por encima de la cabeza y en las c1rcunstanc1as delicadas creen su deber dirigirse derechamente al Emperador; hasta nuestros a gen tes diplomtii;:os vacilan y no estn seguros .d.e hallarse en lo cierto al seguir mis instrucciones." Es, pues, una poht1ca personal, en el sentido ms estr.icto de la expresin, la que se propone hacer y la que hace, en realidad. Es una en:presa muy arriesgada tratar de definir estas concepciones en matena de relaciones internacionales, pues el Emperador era '"secreto" y no manifestaba jams el fondo de su pensamiento; incluso en sus conversaciones privadas, no discuta nunca delante de testigos y, desde que se convirti en el amo de Francia, no dej constancia escrita, jams. de sus impresiones ni de sus propsitos. De esa forma, su poltica exterior ha sido objeto, por parte de sus contemporneos e historiadores, de las apreciaciones ms diversas. Para interpretarla es indudablemente necesario tener en cuenta las opiniones por l expuestas antes de alcanzar el poder, por medio de obras y artculos: pero, sobre todo, hay que considerar sus actos. En 1839, expuso un esquema de sus aspiraciones en sus ldes 11apolonie1mes, diez aos aproximadamente antes de asumir las responsabilidades de la direccin de los asuntos pblicos. So capa de
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pretender continuar la poltica de su to, insista en la_ mzs;'n europea de Francia y en la necesidad de establecer una orgamzac10n general de Europa: Para conseguir la formacin de tal asociacin europea sera necesario satisfacer los deseos de las nacionalidades, suprimiendo, as, las causas del profundo malestar que agitaba al continente. Y era Francia la que deba tomar la direccin moral en dicha transformacin de las relaciones internacionales. Pero, qu valor puede atribuirse a estas ideas del pretendiente 7 Sin duda no eran ms que un medio de propaganda, dadas la fecha y las circunstancias en que fueron expuestas. Entre 1830 y 1840, la idea de una organizac1n necesaria de Europa era el tema favorito de los sansimonianos, mazzinianos y pacifistas anglosajones. A Luis Napolen Je tentara el demostrar que segua la misma senda que los reformqdores, que comparta sus ideales, tranquilizando al mismo tiempo a Europa, dejando entender que el restablecimiento eventual del poder imperial en Francia se efectuara bajo un signo de paz. En qu medida estaba el Emperador adscrito an a tal programa' Hay dos indicios de ello: el considerar necesaria la revisin del estatuto territorial de l 8 l 5, reajustando radicalmente el mapa poltico de Europa, y el deseo de basar dicho reajuste en el principio de las nacionalidades. -No obstante, no se comprometa estrictamente a la aplicacin de este principio, del cual se apart en muchos casos. Pero, al lado de esas tendencias, inspiradas en un ideal, tenan tambin su parte la ambicin personal y el deseo de consolidar la dinasta. "Por sus orgenes-ha observado Alberto Sorel-Napolen Ill estaba obligado a deslumbrar a Francia." El deseo de reaccionar contra la poltica exterior de Luis Felipe, deslucida y mediocre; la voluntad de mostrar lo que representaba un Napolen para la grandeza de Francia: he ah los rqsgos permanentes de su pensamiento. Dar a Francia un papel de direccin moral en Europa. No existira en ello algo que halagase el amor propio nacional 7 :Y como era necesario aadir xitos ms tangibles, el Emperador pretenda para Francia beneficios directos, en forma de compensaciones, en los reajustes territoriales que estudiaba. Era una satisfaccin que le pareca necesaria para la opinin pblica y para el inters del Estado. Qu medios pensaba emplear para alcanzar aquel doble objetivo, europeo y francs? Preconizaba el mtodo de los Congresos internacionales. En cada una de las etapas .de su poltica exterior volvi a esta idea, y el 21 de noviembre de 1863 declar, en el Senado: "Deseo, de todo corazn, que llegue el da en que las grandes cuestiones que dividen a los pueblos y a los gobiernos puedan ser solucionadas, en paz, por un tribunal europeo." En un discurso de 1867, aludi, inclusive, a la deseable formacin de los Estados Unidos de Europa. Y, no obstante, desminti constantemente esos pacficos designios: hizo la guerra en Crimea, en Italia y en Mjico, sn que lo impusie~a una necesidad. Debemos creer que, al declarar, en 1852, en su discurso de
Burdeos, que el Imperio era la paz quera solamente confundir, y que, dominado por el deseo de hacer olvidlr a Francia. con xitos exteriores una libertad perdida, pensara desde el principio en los medios de fuerza? La explicacin es, sin duda, demasiado sumaria. Puede creerse en la sinceridad de sus afirmaciones, puesto que detestaba la guerra -el espectculo de un campo de batalla le emocionaba profundamentey tena conciencia, quiz, de no poseer la decisin y el carcter necesarios a un Jefe de ejrcito. Pero la paz que deseab~ no era la .del statu qua. Con el fin de obtener los r~su~tados q;ia estimaba pre~isos para el honor de Francia y para su dzgnzdad, asi como para el mters de la dinasta, haca Ja guerra, porque estimaba que los medios "Racficos" no le permitiran conseguir sus objetivos. . . Cmo no comprenda que tal ruptura del statu quo poda onginar graves consecuencias para la situacin de Fran~ia en Europa y que-segn dijo Thiers~la grandeza es una cosa relativa? No cage que ignorase el alcance de la unidad italiana ni el de la unidad alemana. Pero crea ser capaz de dominar los acontecimientos y tena la ilusin de conceder parciales satisfacciones a los movimie?tos naciona!es, para detenerlos a tiempo, es decir, antes de que pudieran convertirse en peligrosos. De esta forma, aparece flagrante la contradiccin entre sus aspiraciones y sus actos. Unicamente en dos puntos permanece fe}., al menos durante la mayor parte de su reinado, a una lnea estable de conducta: no exponerse a conflictos con Inglaterra, que supo vencer a su to, y romper el frente de las potertcias conservadoras. Por otra parte, observ un diplomtico extranjero de los q~e 1~ conocieron mejor: "Todo, lo mismo en sus, actos que en su conciencia, es contradictorio." Contradiccin entre sus miras europeas y su deseo de satisfacer el amor propio nacional; contradiccin entre los medios en que piensa y los que emplea, en realdad; contradiccin entre la au.. dacia del pensamiento y la frecuente t.imidez ,e~ la accin. Sus interlocutores extranjeros perciban rapidamente esas deb1hdades. "Tiene momentos de lucidez, dignos de un genio, y cegueras funestas, que ninguna argumentacin irrefutable podra impedir", escriba, en 1860, el embajador de Austria en Pars, Ricardo de Metternich. "Quiere dirigirlo todo-observa un diplomtico ingls-, pero es incapaz de ello, ya sea por ignorancia, ya por indolencia." Y Bismarck afirm: "Tiene un conjunto de ideas fijas, pero nunca sabe a dnde le conducirn. Dirase que las ha meditado largamente y que las dirige como quiere. Pero, al llevarlas a la prctica, deja ver toda la debilidad de su. preparacin, como si, de repente, despertase sobre una locomotora en marcha y no supiera conducirla... No es inquietante; solo es irresoluto." Cmo poda el Emperador mantener a raya a un Cavour o a un Bismarck?
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II.
EN ASIA Y EN AMEIUCA
Las preocupaciones dominantes en las relaciones de Europa con los otros contmentes estaban relacionadas con los intereses econmic?s: lo~ Estados de ?uropa occidental, donde la gran industria adquina un impulso considerable, se hallaban en la necesidad de encontrar materias primas, as como mercados para los productos de sus manufacturas. El progreso en las comunicaciones martimas facilitaba la expansin comercial. ,Los barcos de vapor se empleaban, entonces, en todas las g~~ndes v1as de navegacin que unan los puertos europeos con Amenca y con el Extremo Oriente, asegurando travesas ms rpidas_ y un trfico ms regular. Tambin progresaba la tcnica de los astilleros: el tonelaje medio de los barcos y su duracin se acrecent gracias al empleo del hierro en la construccin de los cascos Y el resultado de aquel prog~eso tcnico fue la reduccin del precio d.e. los tran~portes. La fundac~n de las grandes compaas de navegac~o~, que disponan de c':1ant1osos capitales, permita acelerar la aplicacin, ~e las nuevas. tc?icas y establecer una organizacin ms eficaz del _trfico ..~l, prop10 tiempo, el tendido de cables telegrficos subn:armos fac1hto las transa,c~ione_s comer~iales y financieras, proporc10nando a los europeos raptda mformacin sobre las condiciones de lo~ mercados ex_tranjero~ .Y. ofreciendo a los gobiernos de los grandes Estados el med10 de dmg1r con mayor seguridad la accin de sus agentes en los pases lejanos. Estas n1,1evas condiciones beneficiaban la expa?sin colonial. de ~uropa, que, segn el espritu de Vctor Hugo, Lamartme y los sa:is1~omanos, podra ofrecer a las potencias europeas un escape a sus nvahdades en el continente. . Sin embargo, no era la expansin colonial lo que ofreca mayor mter~s en esta poca, ya que las iniciativas francesas en Indochina en S~netal, en Madagascar y las inglesas en Birmania carecan an de amphtud. Lo que ms importaba eran las grandes alteraciones que se producan en Extremo Oriente y en los Estados Unidos. .Aunque sea posible observar en el origen de esta-como en el de casi todas las profundas alteraciones que agitan a las sociedades humanas-la .influencia de fact9res econmicos o sociales y de las corrientes sentimentales, resultana vano intentar establecer un paralelo entre u_nas Y otras: Las estructuras sociales, las mentalidades, las preocupac10nes colectivas son demasiado diferentes.
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En Extremo Oriente se produjeron dos crisis simultneas. Una quebrant el Imperio chino; la otra, al Japn. . ' La guerra civil china-la revolucin de los Taipings-<;omenz en 1851, y se prolong quince aos. Sus orgenes no estn todava aclarad~s P?r completo, aunque hayan dado lugar a buen nmero de invest1_ga~1ones. No obstan.te, es P?~ible observar la convergencia de dos mov1m1entos-uno, poltico; reltgoso, el otro-, originados ambos en
el Sur de China. El movimiento poltico se llev a cabo por Sociedades secretas, de las cuales Ja ms tmpof"tante era la Triada, que deseaba librar a China del dominio manch y restablecer una dinasta china: esta manifestacin del sentimiento nacional fue, evidentemente, alentada por el resultado de la Guerra del Opio, que asest un gran golpe a la autoridad imperial (1). El religioso fue obra de la secta de los Adoradores de Dios, cuyo jefe, Hong-Sieou T'iuan era un semiletrado, relacionado en otro tiempo con misioneros europeos. La secta quera regrmerar a China, predicando una nueva fe, en la que haca una extraa amalgama de los principios del Confucianismo y del Cristianismo, y en la que pretenda asociar la Biblia con las obras clsicas chinas. La colaboracin de aquellos dos movimientos, de inspiracin tan diferentes, exigi largas negociaciones, comenzadas, al parecer, en 1847, entre los jefes de la Triada y el fundador de la secta de los Adoradores, y cuyos detal1e!:i no han podido ser aclarados: la Triada intent, indudablemente, utilizar el movimiento religioso para sus fines propios; pero quiz Hong ya tena el deseo de combatir a la dinasta manch. Como quiera que sea, el designio poltico pas a primer plano, una vez establecido el acuerdo: Hong trataba de formar, con la ayuda de la Triada, un gobierno insurrecciona!. No parece que las condiciones ecenmicas y sociales desempearan un papel fundamental en los orgenes de esta crisis; pero tampoco puede calificarse de despreciable. Desde que China se vio obligada a ampliar sus contactos con los occidentales, Ja penetracin comercial origin consecuencias que afectaban a la estabilidad social. La importacin de las mercancas extra1jeras-productos textiles, especialmente, que, al ser fabricados a mquina, podan ser vendidos ms baratos que Jos de fabricacin indgena-arruin a algunos artesanos chinos. Produjo. tambin, un desorden monetario. alterando la relacin de valor entre las dos monedas en circulacin-piezas de oro y de plata-. puesto que Jos mercaderes extranjeros solo aceptaban como medio de pa~o la primera, lo que origin Ja depreciacin de Ja sapeque (Ja de plata). Para el campesino chino (que, en realidad, no con0ca otra moneda) esto significaba una reduccin muy grande de su poder adquistirn. Y es verosmil que tales causas de descontento facilitaran Ja difusin de la propaganda insurreccional. Pero, an as. esta interpretacin es considerablemente hipottica. El ongen de la revolucin estaba en relacin directa con una circunstancia accidental: el hambre producida por una mala cosecha, en Ja provincia de Kuang-Si. Para defenderse contra las bandas de merodeadores. los campesinos formaron milicias. Y, en seguida, Jos conjurados-los de la Triada y los de la Secta de los Adoradores-lo aprovecharon para desarrollar su propagand entre dichas tropas, que s~ convirtieron en los primeros focos de las ideas revolucionarias. En
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agosto de 1851, la revolucin obtuvo su prime:- xito: la. ~orna de Yuang-Tc:heu. en la provincia de Hongn. Pero hasta 1853, Hong no organiz su ejrcito, con el que emprendi la ofensiva en el valle del Yang-Tse. En pocas semanas se apoder de Hankeu, de U-Tchang, de Nankn; y efectu incursiones hacia el Norte. Pero no logr poner en peligro a Pekn, debido a su falta de caballera. Despus de adjudicarse el ttulo de Emperador, instal su capital en Nankn. Pero la dinasta manch no se hundi, pues contaba con el apoyo de Jos funcionarios chinos que no podan admitir el programa relig\oso de Hong ni su desprecio de la misma esencia de la civilizacin china. La contraofensiva de las tropas imperiales recuper Hankeu y U-Tchang; pero- fracas ante Nankn. Los xitos de los Taipings alentaron otras rebeliones, en el Tchantung y en el Yunan, donde los insurgentes se reclutaban entre las poblaciones musulmanas, de tendencias separatistas. as como en los barrios chinos de Shngai. En 1855, aunque la defeccin de los jefes de la Triada debilit al gobierno de Nankn, el ejrcito imperial fue incapaz de destruirlo; y tal estado de cosas continu an durante diez aos. Los dos tercios del territorio quedaron sustrados, pues, al dominio de la dinasta manch. En dichas provincias-sobre todo en las del Yang-Ts-el orden fue mantenido por el gobierno insurrecciona!, aunque por medio de una organizacin puramente militar, que no escatimaba la pena de muerte. En los lmites de la zona imperial y de la revolucionaria, la lucha entre ambos ejrcitos devastaba las comarcas ms ricas del pafS. China senta la amenaza de la disgregacin. La crisis japonesa present un carcter muy diferente. El Imperio japons, cerrado casi totalmente, desde 1637. a los contactos con el extranjero, por disposicin de su gobierno, haba conservado-gracias a este aislamiento-una estructura feudal. La nobleza fcudal-287 daimos y sus 500.000 samurais-formaban una clase privilegiada. Frente a los daimos, que ejercan en su feudo los derechos de soberana, el Emperador haba perdido toda su autoridad poltica, a partir del siglo XII, encontrndose reducido al papel de jefe religioso. Pero este rgimen feudal haba empezado a descomponerse en el siglo XVI. Cul era su estado en Ja segunda mitad del siglo xrx? La autoridad imperial haba sido reemplazada por la del daimo ms poderoso. Gracias a Ja extensin de su feudo--las tres cuartas partes de Ja isla de Hondo, en la que tena 50 000 samurais-la familia Togukawa pudo imponer su voluntad. Despus de haber obtenido del Emperador el ttulo de Slzogzm (generalsimo), el jefe de la familia someti a los otros daimos. El daimo conservaba el derecho de percibir los impuestos en su feudo, acuar moneda y mantener su pequeo ejrcito de samurais; pero, de cada dos aos, estaba obligado a permanecer uno en la Corte del Shogun; y, cuando Ja ab::mdonaba. tena que dejar all, como rehenes, a los miembros de su familia. Realmente,
vease obligado a calcar, de las shoguna,les, las medidas administrativas que adoptase en su feudo. De -esta forma, la organizacin poltica del Imperio haba evolucionado hacia una centralizacin del poder. La organizacin social qued tambin quebrantada, sobre todo desde principios del siglo xvm. En el medio rural, el sistema tradicional haba consistido en la reparticin de las tierras entre los campesinos a quienes el daimo haba atribuido, a ttulo de posesin perpetua, una parcela de tierra. Pero, no obstante los esfuerzos del gobierno shogunal (que, para asegurar la estabilidad de la vida social, prohibi al campesino la cesin de su parcela) los cultivadores agrcolas ms hbiles o ms favorecidos por la suerte, lograron burlar Ta ley y aumentar su dominio, a expensas de los otros. A principios del siglo XIX exista, pues, una clase de campesinos ms acomodados. cuasipropietarios, que preponderaban en la vida de las comunidades lugareas. En el medio urbano se produjo otro cambio, de mayor afcance an. Los artesanos, agrupados en gremios, obtuvieron del gobierno shogunal una organizacin privilegiada, que les permiti sostenerse y mantener los precios. Los jefes de tales gremios adquirieron, en la vida econmica del pas, una autoridad real. Los comerciantes emplearon los mismos medios. En Yedo, capital shogunal; en Kioto, residencia imperial; en Osaka, nico gran centro de la navegacin de cabotaje autorizado por la ley; en Nagasaki, puerto al que, por excepcin del rgimen de cierre, tenan acceso algunos comerciantes holandeses. se formaron grupos de mercaderes que acumulaban capitales; los ms ricos de entre ellos establecieron casas de banca, para dedicarse al cambio de moneda y efectuar emprstitos a los daimfos o a los samurais. La formacin de una burguesa rural y el crecimiento del capitalismo comercial minaron poco a poco la sociedad feudal. El gobierno shogunal, que 'al conservar la poltica. de aislamiento del pas respe_cto a las influencias extranjeras deseaba salvaguardar la estabilidad social, no haba logrado impedir la evolucin, sino tan solo retrasarla. En fin, en la vida intelectual, las nuevas corr,ientes del pensamiento contribuan a la amenaza de la organizacin poltica y social. Una de estas corrientes se origin en las antiguas tradiciones filosficas y religiosas japonesas, que el rgimen shogunal haba descuidado; y afirmaba el derecho del Emperador a asumir de nuevo las prerrogativas de la soberana poltica. La otra, se inspir en la civilizacin europea: por la estrecha ventana d Nagasaki, abierta al mundo exterior, comenz a penetrar la influencia europea, desde que algunos intelectuales japoneses aprendieron el holands y podan leer los libros que llevaban los comerciantes, tcnicos, sobre todo, pero tambin histricos. El gobierno autoriz la creacin de una oficina de interpretacin, que se convirti en foco de un movimiento ideolgico a partir de 1820_ Los innovadores no vacilaban en decir que el Japn deba abandonar su poltica de aislamiento, entrar en contacto con los occidentales, y
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sin renunciar a las tradiciones de la civjlizacin japonesa, imitar a aquellos en el. campo de la produccin econmica; llegando algunos a sostener qu ! el gobierno nipn debera inspirarse en las instituciones polticas eu:"Opeas. ~l ~obiui:o s_~ogunal no ignora~a los peligros de la situacin; y repnmia la d1fus10n de las nuevas ideas, mediante medidas policacas y primitiva:,. En 1841 y 1842 intent reaccionar contra el poder adquirido por el capitalismo comercial, y restaurar la situacin social de la noble:;:a feudal. Pero fue en vano. A pesar de ello, el estado de crisis latente no significaba un peligro .inmediato, por lo menos mientras el Shogun pudiera dirigir la administracin y mandar sobre los daimos, as como mantener alejada la codicia de las potencias extranjeras. Pero el edificio estaba carcomido; y bastara una presin exterior para que se derrumbase. En la poca en que e! Extremo Oriente se vea sacudido por la revolucin de los Taipings y por la crisis japonesa, se decida la existencia de los Estados Unidos en la guerra de Secesin. En febrero de 1861, los representantes de los once Estados del Sur, reunidos en el Congreso de Montgomery, acordaron abandonar la Unin americana y formar una Confederacin independiente. En abril se llev a cabo la ruptura entre nordistas y sudistas; las hostilidades se desarrollaron con ahnco tanto en el plano econmico como en el militar. Los nordistas necesitaran cuatro aos para vencer la resistencia de sus adversarios y obligar a los Estados confederados a reintegrarse en la Unin. Las causas profundas de aquella crisis eran econmicas. En los Estados del Sur, la economa, exclusivamente agrcola, se adaptaba al clima tropical: productores de arroz, de tabaco y de ndigo en el sigl<111 xvm, tales Estados se hicieron tambin, despus de la Guerra de Independencia, productores de algodn; desde que en 1820 la difusin de la mquina de Whitney permiti la rpida limpieza de las fibras, el cultivo del algodn realiz progresos gigantesC!)S en Carolina del Sur, en Georgia, en Alabama. en Tennessee y Tejas; en 1860 la zona algodonera tena 1 600 kilmetros de Este a Oeste, y l 000, de Norte a Sur; y la produccin se multiplic por diez en cuarenta aos. En este reino del algodn, cuya explotacin estaba organizada en vastos dominios, una aristocracia de grandes propietarios empleaba tres miilones de esclavos negros. Unicamente las regiones fronterizas (Carolina del Norte y Kentucky), que no adoptaron el monocultivo, tenan un tipo diferente de poblacin; en dichos estados existan pequeos y medianos agricultores de raza blanca. En los Estados del Norte, en donde la economa agrcola se basaba en el cultivo de cereales y en la cra de ganado, las explotaciones estaban, frecuentemente, en manos de pequeos propietarios que, a medida que se les ofreca la ocasin, no vacilaban en ir a buscar tierras vrgenes en los nuevos territorios
del Oeste. De una parte, pues, una sociedad jerarquizada, dominada por los grandes plantadores; de la otra, una democracia rural. Otro contraste vino a ariadirse a este. Desde la guerra anglo-americana de 1812, la actividad industrial haba empezado a desarrollarse en los Estados del Norte, primero, gracias al aprovechamiento de los saltos de agua; despus, cuando en 1840 se extendi el uso de las mquinas de vapor, a la explotacin de las minas de hulla: industria algodonera y lanera de Nueva Inglaterra; industria metalrgica de Pensilvania. En los Estados del Sur, los plantadores, cuyo capital era obsorbido totalmente por la adquisicin de la mano de obra negra, y cuya prosperidad aseguraba, de manera considerable. la venta del algodn, no se interesaban en la explotacin de las riquezas del subsuelo, donde existan (Alabama, por ejemplo), ni en la creacin de manufacturas.; hasta 1845 no se equip\lron algunas fbricas, que, naturalmente, solo se dedicaban al hilado y al tejido del algodn. Por ltimo, en los Estados del Norte, se hallaba concentrada la actividad bancaria y tambin las compaas de navegacin, puesto que los plantadores del Sur no haban juzgado necesario establecer sus. propios medios para sus transacciones y para el transporte del algodn. Tales diferencias en la estructura econmico-social originaron un conflicto, ya latente, en ei seno de la Unin americana. Sus primeras manifestaciones se remontaban a cuarenta aos atrs-divergencia de intereses materiales, que tena su expresin en la orientacin de la poltica econmica; divergencia de ideas sociales, de tipos de civilizain, de concepcin de derechos y deberes individuales. Desde los comienzos de la industrializacin, los Estados del Norte quisieron establecer un sistema aduanero proteq:ioriista, con el fin de defender a sus productores contra la competencia inglesa: y tambin vas de comunicacin de Este a Oeste--canales antes de 1840; despus, ferrocarriles-, ya para comunicar las regiones industriales, ya para permitir a las nuevas zonas agrcolas-en el valle del Ohio y al sur de los Grandes Lagos-la expedicin de sus productos hacia la costa atlntica. Los Estados del Sur se mostraron hostiles por completo al proteccionismo aduanero, por carecer de industria y por temor--como grandes exportadores de algodn en bruto--de que sus clientes europeos adoptasen represalias, en vista de la elevacin de la tarifa aduanera americana. Tambin combatieron la poltica de canales, porque significara para el Estado federal una pesada carga financiera, que, en parte, soportaran sin obtener beneficios de ella. Dichas diferencias entre intereses materiales y tipos de civilizacin agravaron el conflicto entre los distintos conceptos de moral social, cuyo esencial aspecto era la cuestin de la esclavitud. El nico mvil de la cuestin an tiesclavista, iniciada oor Garrison en 1831. haba sido, realmente, el sentimiento humanitario',y la conviccin de que la Unin americana. al tolerar la esclavitud, se apartaba de la ley de Dios. Pero tambin es cierto que si ia opinin pblica de los Estados del Norte,
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antes incL:ercntc a la suerte de los esclavos r>~gros, se acJ-iiri, rpidamente, al movimiento abolicionista, fue porque vea en l un medio de domear la aristocracia de los grandes plantadores. Las speras controversias polticas suscitadas, en los treinta aos anteriores, en torno a la cuestin de los derechos de los Estados frente al poder federal, fueron el resultado de aquel conflicto econmico, social y moral. Conseguiran los Estados del Sur conservar el lugar que haban ocupado en el origen de la Unin americana? La situacin demogrfica no les favoreca, desde el desarrollo del moYimiento de emigracin europeo. pues aquellos inmigrantes (85 000, por trmino medio, cada ao, entre 1840 y 1850; 250 000, entre 1850 y 1860), se establecan, casi exclusivamente, en los Estados del Norte, en los que encontraban condiciones climatolgicas favorables, tierra disponible y facilidad de empleo. En 1860, la poblacin sudista-casi igual a la nordista medio siglo antes-no era ms que un tercio de la poblacin total. Por consiguinte, en la Cmara de los diputados. en la que el nmero de escaos atribuido a cada Estado era proporcional a la cifra de su poblacin, dominaban-y con mucho-los intereses nordistas. Razn de ms para que los Estados del Sur se esforzaran por conservar su posicin en el Senado, donde cada Estado se hallaba representado por dos senadores, cualquiera que fuese su poblacin. En 1820, cuando la Unin contaba con veintids Estados. once de ellos admitan la esclavitud, por lo cual en el Senado haba equilibrio. A partir de dicha poca, a medida que iban poblndose los territorios de las mesetas centrales y se produca la conquista de los territorios mejicanos, entraron a formar parte de Ja Unin rrneve Estados nuevos. La cuestin planteada por la admisin de cada uno de ellos era la misma: Ser o no autorizada la esclavitud por su legislacin? Hasta 1854, la dificultad fue resuelta mediante compromisos que conservaron el equilibrio; pero en tal fecha adquiri ventaja el Norte, con la admisin de Kansas. Por qu se convirti en crtico aquel conflicto latente 7 La tensin aument con la fundacin. en 1856, del partido republicano, que incluy en su programa la abolicin de la esclavitud. Los grandes plantadores del Sur. convencidos de que el empleo de la mano de obra de los negros esclavos era indispensable para el mantenimiento de su prosperidad, pensaron responder con un movimiento separatista, si se les obligaba a prescindir de ella. El leitmotiv de la campaa presidencial de 1860 y la victoria del candidato republicano, Abraham Lincoln, resuelto partidario de la abolicin, decidieron a. Carolina del Sur-el Estado algodonero por excelencia-a tomar la iniciativa de unir las fuerzas sudistas y organizar la secesin. Europa. pues, no tuvo parte alguna en el origen de aquella crisis americana. Cierto que los antiesclavistas esgriman el argumento de la ley inglesa de 1834, prohibitoria de la esclavitud en las colonias inglesas; tambin es indudable que el movimiento espontneo de la emi-
grac10n europea haba contribuido a acentuar el desequilibrio entre Norte y Sur. Pero no era posible percibir, en la poltica de Jos gobiernos o en Ja opinin pblica de Francia o Inglaterra, el menor indicio de una accin destinada a agravar las dificultades interiores de la Unin americana, de las que los europeos nicamente observaban los sntomas ms claros. El alcance internacional de la crisis no se hizo evidente hasta el momento en que se desencaden la guerra de Secesin. Cul es el lugar, en las relaciones internacionales entre continentes, de aquellas crisis de Extremo Oriente y americana 7 La guerra civil china, consecuencia, al menos en parte, de la guerra del opio, proporcion ocasin a las potencias europeas de alcanzar mayores ventajas: la dinasta manch, amenazada de hundimiento por la revolucin de los Taipings, n0-- poda resistir seriamente una nueva presin de los occidentales. Ni Francia ni Inglaterra desaprove~haron la oportunidad. Y no fue simple azar la coincidencia de los comienzos de la crisis china con la decisin de los Estados Unidos de forzar la puerta del Japn. Los occidentales estimaban, en esta poca, Ja cuestin japonesa en funcin del mercado chino: las costas japonesas disponan de puertos en las rutas martimas de China, donde se poda hacer escala. La guerra de Secesin, en fin, detuvo, por algn tiempo, el expansionismo de los Estados Unidos, paralizando la poltica exterior 'del gobierno federal y quebrantando la doctrina de Monroe. Era otra ocasin para el desarrollo de las iniciativas .europeas. Tales movimientos profundos e iniciativas de los estadistas se asociaron y combinaron para provocar los grandes cambios que Europa y el mundo contemplaran en los veinte aos prximos; Para comprender su alcance y su encadenamiento, es necesario seguirlas en su desarrollo cronolgico.
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CAPITULO XIV
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El rasgo ms notable de la evolucin de las relaciones internacionales en esta poca es la consolidacin del Imperio turco. Desde haca ms de treinta aos Ja existencia misma del Imperio estaba amenazada por una serie de crisis interiores que haban abierto el camino a la poltica rusa de expansin, la cual, no sin trabajo, pudo ser contenida, al fin, por Gran Bretaa. Pero persista la debilidad del Estado, pues las tentativas de reformas hechas a partir de 1840-era del Tanzimat-, aun mejorando los mtodos administrativos, no haban abordado la cuestin esencial (la suerte de los sbditos cristianos del Imperio). En 1853 reapareci la amenaza rusa, pero esta vez fue detenida, y ello asegur a la Sublime Puerta relativa estabilidad durante veinte aos. Por qu se decidi el gobierno ruso a adoptar en la cuestin turca decisiones extremas, ante las que haba retrocedido en 1829 y en 18397 Por qu se le opuso no solo Gran Bretaa, sino tambin Francia? Por qu tuvo que declararse vencida en la guerra de CrEea 7
I. MOVILES DE LA POLITICA RUSA
En 1844, el Zar haba tratado de sondear las intenciones del gabinete conservador ingls (1), hablando de la verosimilitud de un hundimiento del Imperio turco, aludiendo a la eventualidad de un reparto y afirmando, no obstante, que no hara nada por provocarlo. El gobierno ingls se haba apresurado nicamente a tomar nota de aquella intencin pacfica. Y el acuerdo habfa sido fcil sobre la base del aplazamiento del problema. Poda creerse que fuera duradero? No, pues la poltica otomana de Rusia-econmica, religiosa, poltica-segua siendo muy activa. Actividad econmica: Desde 1830, Rusia haba impulsado su comercio por sus puertos del mar Negro, Odesa especialmente. Entre 1832 y 1840, haba aumentado en un 56 por 100 su exportacin de trigo. En 1844, el Zar haba formado una Comisin especial encargada de estudiar los procedimientos apropiados para incrementar ese comercio, y uno de los medios de que dispona para ello era prohibir la exportacin de los cereales producidos en los principados rumanos, que hacan la competencia al trigo ruso, valindose de la influencia preponderante que en ellos ejerca la poltica rusa desde 1829. Actividad religiosa: El gobierno del Zar se haba preocupado del establecimient de relaciones con las Iglesias ortodoxas, sobre las
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que posea, en virtud del tratado de Kalnardji, un indeterminado derecho de proteccin.: l~ Acaden;iia eclc?istica de San Petersburgo haba llamado a semmanstas servios y bulgaros v enviado-en 1843una misin a Siria y Palestina para estudiar Ja ;ituacin de los ortodoxos. as como la posibilidad de establecer centros de enseanza religiosa en Damasco y en Beiruth. . Actividad poltica,: La poltica rusa no haba dejado de intervenir, siempre q:ie se habla presentado ocasin, en los asuntos interiores del Impen? turco. Cuando, en 1848, los jvenes boyardos liberales de Moldavia y de Valaquia haban intentado sustraerse al dominio turco y establecer un estado rumano independiente, las tropas rusas haban hecho fraca~a.r el movin;iento revolucionario (1). Lo hizo aparentemen~e en serv1c10 del Sultan, pero de modo primordial para proteger lo.s intereses rusos, pues la terica soberana de la Puerta dejaba en realidad el camP:? libre al control ruso de los dos principados. Y_ cuando, en el otono de 1849, el ~obierno ~ustraco solicit del go?1ern~ turco la entrega de los refugiados magiares, la diplomacia rusa rntervmo en favor de la peticin austraca, y aquella presin haba amenazado con una ruptura. No muestr~n claramente esas iniciativas que el Zar se preparaba a actuar en van?,s frentes? Pero las resistencias se iban dibujando. . La. conservac10n del estatuto de los Estrechos era una preocupacin mmed1ata. de Gran ~retaa. Con motivo de la amenaza de ruptura entre R~sia Y Turqma, la escuadra inglesa penetr en los Dardanelos Y al. retirarse, el gabinete ingls ofreci un tratado de amistad a I~ Sbhme Puerta, que no quiso aceptar. . El g,obierno francs, deseando satisfacer a los crculos catlicos, impugno, en mayo de 18?? 1.as posiciones adquiridas en Palestina por los ortod?x~ y pretend10 eercer en toda su extensin los derechos qu~ le adud1caba su protectorado religioso sobre los catlicos del Im~eno ~tomano. En la serie de pequeos incidentes que oponan .a monies lat1~os y ortodoxos respecto a la custodia de los Santos Lugares de Belen y de Jerusaln, la poltica rusa se mostr al principio muy reservada ..Pero en 1851 el Zar inform al Sultn de que, si rechazaba las pre~ens10nes francesa~, podra. conta.r con el apoyo moral y material de ~us1a. No obstante dichas resistencias, el gobierno ruso impuls su accin, Y en 1852 (abril) Nicols I volvi, como en 1844, al tema del hombre enf emzo. Qu in~en.taba con aquell? poltica? En e! fondo, tenda a provocar el hund1m1ento. del Ii:npeno turco. Preferira, naturalmente, alcanzar t?I .resultado sm arriesgarse con exceso, obteniendo el amistoso asent1m1ento de una, al menos, de las grandes potencias cuyos intereses eran opuestos a los suyos. A principios de 1853 dio a conocer su plan en una nota redactada de su puo y letra: si el gobierno otmano
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cediera, Rusia podra ejercer en Turqua una influencia dominante y se contentara con aquel resultado; si no ceda: ira a la guerra, se apoderara de los Estrechos y destruira el Imperio otomano. No se saba lo que despus vendra a ocupar su lugar. Se constituiran estados independientes sobre las cenizas del Imperio o se restablecera, de acuerdo con Grecia, el Imperio bizantinb? Ni una cosa n otra. La menos mala de las soluciones consista en dejar subsistente la dominacin otomana en los territorios asiticos y repartir los de la Turqua europea: conceder la independencia al principado servio; crear un estado blgaro y repartir el resto entre las grandes potencias, concediendo a Rusia el Bsforo y a Austria los Dardanelos. El resultado sera el establecimiento de una preponderante influencia rusa en la pennsula balcnica mediante la formacin de estados satlites y el control del Bsforo; no se planteaba directamente la cuestin del acceso al Mediterrneo. El 21 de febrero de 1853 el Zar se entrevist de nuevo con Lord Seymour, embajador ingls; no dijo una pafabra de Constantinopla ni de los Estrechos, per() ofreci a Gran Br.etaa, Egipto y Creta. Por ltimo, en julio del mismo ao, insisti en la idea de repartir los Estrechos entre Austria y Rusa, y para intentar obtener Ja aceptacin del gobierno austraco, le propuso un protectOMdo conjunto de los Balcanes, renunciando, en consecuencia, a establecer alH una zona de preponderante influencia rusa. En estos sucesivos ajustes del plan ruso, no haba nada que mostrase profunda reflexin o voluntad clarividente. El Zar no haca ms que tantear. Sin embargo, no ceda, porque su prestigio estaba en juego. El 28 de febrero de 1853 envi a Constantinopla al embajador Menchikof, que exigi del Sultn una solucin de la cuestin de los Santos Lugares y una convencin que reconociese el protectorado religioso ruso sobre las poblaciones ortodoxas del Imperio turco. Pretenda, incluso, el 13 de mayo, imponer, por medio de un ultimtum, un tratado de alianza. Qu razn exista para que el Zar, a pesar de todos los obstculos. se decidiera a ejercer tan directa presin sobre el gobierno otomano? Los motivos decisivos de su poltica no parecen haber sido los mviles econmicos. El gobierno ruso deseaba, es cierto, desarrollar sus exportaciones agrcolas para mejorar las condiciones de vida de sus clases campesinas y para incrementar las percepciones fiscales. Pero no tena inters alguno en suscitar un. conflicto con Gran Bretaa, su principal comprador de cereales y su proveedor de maquinaria y de materias primas. Tampoco las preocupaciones religiosas parecen haber tenido mayor importancia. Es verdad que la masa de la poblacin rusa se interesaba por dichas cuestiones y crea en la misin de Rusia como defensora de la ortodoxia. Pero en vsperas del ultimtum de Menchikof el gobierno ruso obtuvo del Sultn (4 de mayo de 1852} la concesin
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de anlogas ventajas a los griegos y a los latinos. En este aspecto, pues, sus pretensiones qued iban satisfechas. La nica explicacin pos ble, pues, ha de buscarse en el estado de nimo del Zar y sus c;lcu; os polticos. Nicols I, despus del papel que haba desempeado en la represin de los movimientos revolucionarios de 1848, crea en Ja preponderancia de la poltica rusa. Como han demostrado los estud os de Eugenio Tarl, no le desagradaba lanzar al mundo una especie de reto, erigindose en protector de la Cristiandad contra el Islam. No estaba acaso convencido desde haca tiempo de que la potencia !Xpansiva de Rusia deberla ejercerse hacia el Sur y de que Ja pantallc. formada por el Imperio otomano tendra que desaparecer? En dos o:::asiones anteriores no pudo realizar aquel designio a causa de la gran magnitud de los riesgos. Y ahora crea que la empresa era factible, porque estimaba que poda desecharse el peligro de una coalicin. El gobierno ruso consideraba improbable una colaboracin franco-inglesa (aunque los intereses de Rusia se enfrentaban con los de Gran Bretaa en el Imperio turco) y tambin con Jos de Francia en el aspecto religioso, porque el golpe de estado de 2 de diciembre de 1851 y la declaracin del Imperio francs haban despertado viva inquietud en la opinin pblica inglesa. Cmo podra Gran Bretaa, reducida- a sus propias fuerzas,. oponerse a la poltica rusa?
II. LA RESISTENCIA FRANCO-INGLESA
Pero, contrariamente a las previsiones del Zar, la poltica rusa se enfrent con la resistencia conjunta de Francia y de Gran Bretaa. No obstante la inestabilidad poltica inglesa (al gabinete conservador de Aberdeen, que haba trataqo con consideracin a Rusia, sucedi -en noviembre de 1852-un gabinete Clarendon), "Gran Bretaa rehus cons!antemente pensar en una disolucin y un reparto del Imperio oto~no. Consentira, no obstante, que Rusia adquiriese una influencia preponderante en el Imperio otomano sobre las bases propuestas por la _misin Menchikof? Tampoco. Todo lo ms permitira al Zar una retirada honrosa, consintindole la obtencin de algunas satsfacciones formales por parte de la Sublime Puerta. Pero en la cuestin de fo?do se mostraba irreductible, aunque desconoca, por el momento--abnl de 1853---de qu medios se valdra para cerrarle el camino. . Los intere~es ec~nmi~os eran de importancia decisiva para tal firmeza. Los mdustnales mgleses estaban descontentos de la wltica aduanera rusa, que, para proteger a una industria todava incipiente, someta la importacin de los tejidos de algodn a derechos trioles o cudruples que los de la tarifa austraca o la de la Zollverein. Po~ otra parte, el Imperio otomano se haba convertido, a partir del tratado de comercio de 1838, en un buen comprador de productos manufacturados ingleses y en un buen proveedor de cereales; las exportaciones
britnicas a Turqua pasan de 1 394 000 libras en 1829, a 7 619 000 en 1847 y a 11816000 en 1848. En marzo de 1849 Palmerston se cuid de subrayar en la Cmara de los Comunes Ja importancia de aquellas cuestiones econmicas, insistiendo sobre los resultados que a tal respecto persegua su poltica de conservacin del Imperio .otomano. Pero si bien dichas preocupaciones pudieron contribuir a formar en la opinin pblica inglesa una corriente favorable a Turqua y hostil a Rusia, es difcil pensar que fuesen decisivas; no hay que olvidar que Cobden haba respondido speramente a los argumentos de Palmerston. Los intereses polticos y estratgicos. decisivos en el pasado. seguan sindolo a la sazn: deseo de conservar la preponderancia inglesa en el Mediterrneo; voluntad, por consiguiente, de conservar la. barrera que a la expansin rusa opona el Imperio otomano, impidiendo que las fuerzas navales rusas franqueasen los Estrechos. Adems. la actitud del gobierno francs apoyaba la resistencia inglesa; el 24 de mayo de 1853 Napolen 1II ofreci a Gran Bretaa un acuerdo contra Rusia. Es poco probable que su finalidad fuese la de satisfacer a los medios catlicos. liminando de Levante la influencia de los ortodoxos, en beneficio de los religiosos latinos, porque tres semanas antes haba aceptado una regulacin del asunto de los Santos Lugares. Cierto que, en septiembre de 1853. Thouvenel declar que el establecimiento en Constantinopla de un poder cristano, pero cismtico, era una amenaza para la Santa Sede: "He aqu un punto de vista que no hay que descuidar." Pero no es posible deducir consecuencias valederas de esta simple indicacin. Deseaba tambin el Emperador obstaculizar el acceso de Rusia al Mediterrneo? Es posible, aunque la hiptesis no se apoya en ningn hecho preciso. Tampoco pareca pensar en obtener beneficios para el comercio francs. Ninguna de estas explicaciones resulta satisfactoria; ninguna se ve confirmada por los escasos documentos que permiten conjeturar el pensamiento del Emperador. La preocupacin esencial est relacionada con la poltica general. Como prefacio a los grandes proyectos europeos con que soaba. Napolen III quera neutralizar a Gran Bretaa. No olvidaba -ni olvidara nunca, salvo en 1869-aquella preocupacin primordial. Su fin inmediato era ofrecer al gabinete britnico el apoyo del ejrcito francs. proporcionarle el medio de derrotar a Rusia, borrando de esa forma las impresiones desfavorables causadas por el golpe de estado de 2 de diciembre. Trataba inclusive de obtener con tal ocasin la alianza inglesa. No ignoraba que aquella oferta podra originar una guerra con Rusia ni que dicha guerra, emprendida por los intereses ingleses, sera probablemente impopular en Francia. Admita la eventualidad, porque vea en ella el instrumento necesario para orientar en un nuevo sentido las relaciones franco-inglesas. "Quiero la paz, si es posible; pero haciendo causa comn con Inglaterra", escribi a su embajador en Londres el 25 de mayo de 1853. Y en septiembre repiti que hara honor a sus promesas, porque deseaba conservar la alianza inglesa.
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Por al formarse aquella entente franco-inglesa no c;~nci el Zar-cuyas ;revisiones haban resultado fallidas-a sus proye:ccc>s 7 Sin duda, por c:na consideracin de prestigio; pero tc.n1bin porque tena la vaga esperanza de que la coalicin franco-inglesa no se llevara a efecto. Y en realidad ni en Londres ni en Pars los gobiernos parecan todava resueltos a llegar a Ja guerra. Aunque en Inglaterra los crculos de negocios se mostraban favorables a una colaboracin anglo-francesa, de la que esperaban ventajas econmicas, ei Prncipe consorte se esforzaba en frenar a los intransigentes; en Francia, donde la cosecha haba sido mala, el gobier_no atravesaba dificultades financieras por haber tenido que conceder subvenciones para reducir el precio del pan. Sin embargo, Ja esperanza de disociar a Francia y Gran Bretaa result fallida. En Pars y en Londres, los ministros de Asuntos Exteriores parecan deseosos de probarse, recprocamente, su resolucin de hacer frente a Rusia. El 12 de septimbre, Clarendon y Aberdeen, sin consultar al Gabinete, declararon ~ Walewski que estaban dispuestos a enviar sus flotas de guerra a los Dardanelos. Entonces, d Zar calcul los peligros; y, a principios de octubre, se mostr inclinado a moderar sus exigencias. E! gabinete ingls no se prest a un compromiso. Nicols I, demasiado comprometido para retroceder ms, se vio obligado a un conflicto que no deseaba. Cuando, el 4 de oc\ubre de 1853, se iniciaron las hostilidades entre Turqua y Rusia, la entrada de las flotas inglesa y francesa en el mar Negro abri el conflicto armado entre las _grandes potencias.
m.
LA DERROTA RUSA
Las operaciones militares y navales tuvieron menor alcance en la guerra que la accin poltica. La dificultad principal con que se enfrentab;;m los franco-ingleses era la eleccin de un terreno de ataque eficaz. Se pens en arrojar a los rusos de los principados danubianos, y el plan empez a pon~rse en ejecucin; pero hubo de abandonarse debido a la declaracin de una epidemia de clera en el cuerpo de desembarco. Otro plan era ocupar las Aland, en el Bltico, para amenazar desde lejos a San Petersburgo. Los ingleses ensayaron un golpe de mano, pero al fracasar no se atrevieron a comprometerse ms en aquella trnmpa. Finalmente, se adopt la solucin de atacar la base naval de Sebastopol, en Crimea. La eleccin de dicho punto estaba de acuerdo con los obietivos de guerra de los aliados, pues era preciso para proteger al Imperio otomano arrebatar a Rusia los medios de accin en el mar Negro. Pero las operaciones de sitio eran lentas y penosas y se dudaba de que la toma de Sebastopol bastase para obligar a los rusos a la paz. Conquistar Crimea sera solamente vaar un oio al oso ruso. Si el gobierno del Zar deseaba continuar la resistencia. las tropas adversarias no podran pensar en penetrar profundamente en territorio ruso. Gran Bretaa y Francia no tardaron en percatarse de que exista
el peligro de que la guerrz: :uese fa.rga y ambas tenfr_ razones poderosas para desear una lucha "~ort; Napolen HI tern{2, si el xi::0 se retrasaba, la lasitud de la opinin pblica y el descontento de los cfrculos de negocios, tanto ms cuanto que en el conflicto Francia no tena intereses esenciales que defender, y, por otra parte, el gabinete ingls, que persegua una finalidad precisa, saba perfectamente que sin un ejrcito considerable no podra vencer, en caso de que Francia se retirase. En consecuencia, la preocupacin constante de los dos gobiernos fue ampliar la coalicin para que el gobierno ruso se sintiera grnvemente amenazado y se decidiese a solicitar la paz. l Qu- alianzas eran posibles? Si Suecia aceptase participar en la guerra, suministrara una eficaz base de operaciones; pero rechaz la solicitud de Grnn Bretaa, pues era lo bastante prudente para pensar que comprometera su futuro si adoptara partido contra Rusia, y aun admitiendo que u~a victoria le permitiese recuperar Finlandia, se!l!preguntaba cunto tiempo lograra conservarla. No tendra que temer un desquite ruso 7 Quiz Piamonte-Cerdea pudiera ofrecer su concurso. Cavour soaba con ello desde que fue nombrado presidente del Consejo y buscaba la ocasin de adquirir amistades en el exterior. Pero aquella alianza no proporcionara sino escasos efectivos y en manera alguna podra aportar soluciones en el aspecto militar. Los dos grandes Estados limtrofes con Rusia (Austria y Prusia) eran de una importancia primordial. Unicamente con su ayuda podra efectuarse una invasin del territorio ruso. Ya lo haba observado as el mismo Zar en una entrevista con el embajador francs en 1853: "Los cuatro me podrais dictar la ley, pero esto no suceder nunca, pues estoy seguro de Au~tria y de Prusia.'~ Los esfuerzos de Rusia para conseguir la neutralidad de las potencias centrales y los de Gran Bretaa y Francia para hacer entrar en el conflicto, al menos, a una de ellas tuvieron mayor importancia para la guerra que las luchas sangrientas en torno a Sebastopol. Pero la posicin de las dos potencias centrales era muy diferente, porque una de ellas tena intereses balcnicos y la otra no. Austria deseaba que se refrenase la poltica turca de Rusia, pues le haban parecido peligrosas las pretensiones de Mencbikof y la voluntad de Rusia de sacar el mximo partido de su protectorado religioso sobre los ortodoxos. An le inquietaba ms la ocupacin rusa de los principados danubianos, ya que para su comercio exterior era necesaria la libertad de navegacin en las bocas del Danubio (la compaa austraca de navegacin por dicho ro tena 53 buques en el mar ~~gro en 1853). El gobierno viens poda pensar entonces que la ocas1on era favorable para romper la poltica rusa, de acuerdo con las potencias occidentales. Y esta fue la opinin del presidente del Consejo, Alejandro Bach. Pero tal poltica era criticada por hombres de gran autoridad en los crculos dirigentes, el mariscal Radetzki principalmente, quienes no olvidaban la ayuda que la poltica rusa haba
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prestado a Austn..i en 1849 y en 1850 y crean necesario. ~bstene'.se de cuanto pudier:'. renoyar desacuerdos y renco.res. Tambten t~m1~n proporcionar ocasin favorable para los adversarios _alemanes e italianos de Austria si iniciaban una lucha contra Rusia. Y proyectaron aprovecharse de l;. guerra de Crimea para negociar con aquella un reparto de zonas de influencia en los Balcanes. Buol, ministro de Negocios extranjeros, estimaba necesario amenazar a Rusia con una intervencin e inelusu llegar, si' preciso fuere, a la movilizacin; pero no quera participar en la guerra y pensaba que la !11~naza bastara p~ra que el gobierno ruw abandonara sus planes balcantcos y evacuase 10s principados danubianos; Austria no tendra, pues, que abandonar su neutralidad. La actitud de l'rusia estaba determinada exclusivamente por su poltica alemana. Tena algn inters en debilitar a Rusia, que haba contribuido grandem,~nte a la retirada de 1850? En tal hiptesis, deba establecer una a :cin conjunta con Austria? Los consejeros del rey, a pesar del recut rdo de Olmutz, no queran tomar partido contra Rusia por preocupad mes de poltica interior: el deseo de no romper la solidaridad de las 1uerzas conservadoras. Y Bismarck, representante de Prusia en la dieta germnica, estimaba que su pas podra adquirir nuevamente autoric ad moral sobre los estados alemanes, si, con ocasin de aquel conflict1 internacional, siguiera su poltica propia. en vez de ir por la estela de Austria. Las potencias occidentales tropezaron, pues, con serias dificultades diplomticas. Apenas tenan esperanza de que Prusia participase en el conflicto, pero deseaban arrastrar ,a l a Austria, tanto para acortar la guerra como para provocar el rompimiento del frente establecido por las monarquas conservadoras. Mas era posible obtener el concurso de una sin el de Ja otra? En inters de su poltica alemana, el gobierno austraco no quera provocar una situacin que originase el peli~ro de que los estados alemanes medios se apartaran de su influencia aceptando sugestiones prusianas. El complejo enlazamiento de tales intereses produjo cambios bruscos de actitud durante la guerra. El 8 de agosto de 1854, el gobierno austraco acept la conclusin de un acuerdo con las potencias occidentales, para definir las bases de la paz. Son los cuatro puntos de Viena: Rusia tendra que renunciar a su influencia prepond~rante en los principados rumanos y abandonar sus pretensiones de protectorado religioso sobre la poblacin ortodoxa del Imperio turco; a dichos privilegios rusos sustituira una garanta colectiva de las grandes potencias. La libertad de navegacin en las bocas del Danubio sera garantizada por un acuerdo internacional. Y, por ltimo, la Convencin de los Estrechos de 1841 sera revisada en sentido evidentemente perjudicial para los intereses rusos. Pero Francia y' Gran Bretaa queran obtener ms: el gobierno austr\lco debera prometer, en caso de que el Zar no cediera en los d0s meses siguientes, que se pondra de acuerdo con las potencias
occidentales para imponer a Rusia los cuatro puntos; de esta forma Austria aceptara considerar, aunque fuese a largo plazo, una colaboracin armada. Los crculos dirigentes austracos intentaron volverse atrs, pero la presin franco-inglesa era fue:te.: o alianza o i:z'P~ura. Y Napolen III dej,-entender que, en este ultimo caso, resucztana la cuestin polaca. Francisco Jos cedi ante la amenaza de dimisin de Buol, y firm el acuerdo solicitado el 2 de diciembre de 1854; por su parte, Francia y Gran Bretaa se comprometan a no tolerar, durante la eventual guerra austro-rusa, un movimiento revolucionario en Italia, y aceptaban que la ejecucin del acuerdo se subordinase al concurso armado de la Confederacin germnica. Pero llegado el momento no se cumpli esa condicin esencial. Qu inters poda tener Prusia en favorecer un xito austraco .en Europa oriental? Y, por iniciativa de Bismarck, la dieta germmca rehus acceder-8 de febrero de 1855-a la movilizacin de las fuerzas federales. Por tanto, el acuerdo de 1854 qued en letra muerta. Para obligar a Austria, las dos potencias occidentales adoptaron -a iniciativa francesa-una poltica de intimidacin, aceptando la negociacin que Cavour les vena ofreciendo desde hada algn tiempo. Por el tratado de 28 dC febrero de 1855 el gobierno sardo se comprometi a intervenir en la guerra de Crimea, y las dos potencias occidentales se declararon dispuestas a interponer sus buenos oficios en favor de la ooltica sarda en la cuestin italiana. Francia y Gran Bretaa esperabin ciertamente un beneficio directo de aquel tratado: la ayuda de un cuerpo expedicionaro sardo en el sitio de Sebastopol; pero consideraban principalmente el efecto que poda producir en Viena la perspectiva de su intervencin diplomtica en los asuD italianos, pistoletazo en la oreja de Austria. No obstante. vacilab2:- 'dava en llevar adelante aquel tipo de presin. Y por ello dejaro . atender a ')S contra Viena que, en caso de que Austria se decidiera a apc Rusia, se opondran a_ una iniciativa del estado sardo en L .. Y hasta el otoo de 1855, despus de Ja cada de Sebastopol, - -,'Olen III (impaciente por terminar) no anunci la visita del rey Vctor Manuel a Pars. Entonces, el gobierno austraco se decidi a enviar un ultimtum a Rusia (16 de diciembre). Un mes ms tarde el nuevo Zar, Alejandro II (que haba sucedido en marzo a Nicols), se resign a aceptar los cuatro puntos. Fue. pues, la amenaza annada de Austria lo que acab con la resistencia rusa. La derrota rusa tuvo importantes repercusiones en la cuestin otomana. Por el tratado de Pars de 30 de marzo de 1856 el Imperio de los zares perdi las ventajas adquiridas, un siglo antes, por los tratados de Kainardji (protectorado sobre los ortodoxos) y Andrinpolis (preponderante influencia en los principados danubianos), ya que el tratado colocaba al Imperio turco bajo la garanta colectiva de las potencias signatarias. Pero lo grave para Rusia era principalmente que
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Por una interpretacin demasiado amplia del tercer punto de Viena -que se refera a la revisin de Ja Convencin de 1841-, el artculo 11 del Acta General del Congreso de Pars impona a Rusia y a los dems estados ribereos Ja neutralizacin del mar Negro, es decir, la prohibicin de tener en l flotas de guerra o arsenales. Era una clusula esencial, porque impeda al gobierno ruso la violacin del cierre de los Estrechos y ejercer sobre el Imperio turco una presin directa. Tal exigencia, impuesta por Palmerston y aceptada por Napolen III contra el consejo de Drouyn de Lhuys, fue la que prolong Ja guerra; sin ella, el Zar habra cedido ocho meses antes. La neutralizacin del mar Negro fue un xito de la poltica inglesa. El Congreso de Pars no se ocup exclusivamente, es cierto, en los asuntos otomanos. En iriters de Suecia decidi que Rusia no pudiera fortificar las islas Aland, en el Bltico: estableci, conforme a los deseos austracos, la libertad de navegacin en las bocas del Danubio bajo el co~ztrol de una comisin internacional; prometi a Jos principados danubianos, liberados de la vigilancia rusa, una admi111stracin idependiente y nacional dentro del Imperio otomano; fij las reglas de derecho martimo en tiempo de guerra-bloqueo y guerra de corso-, y. por ltimo, proporcion ocasin a Cavour de tratar ante la opinin internacional:..-con el asentimiento de Napoicn III-dos aspectos de la cuestin italiana: la situacin del estado pontificio y la del reino de las Dos Sicilias, consiguiendo as a los ojos de los patriotas italianos un beneficio moral. Todo esto tuvo gran importancia para el futuro. Tampoco era indiferente para el prestigio del emperador de los franceses ni para el porvenir de la poltica imperial que el Congreso se celebrara en Pars, ni que cincuenta aos despus de los ,tratados ae 1815 Francia hubiera vuelto a desempear un papel de primera importancia en las relaciones internacionales. No obstante, fue Gran Bretaa la que obtuvo ventajas efectivas inmediatas. Cierto que Palmerston no se hada ilusiones respecto a su duracin. Pensaba que en la primera ocasin favorable el gobierno ruso se liberara de la neutralizacin del mar Negro, y esperaba solamente haber adquirido "diez aos de tranquilidad en la cuestin de los Estrechos". Pero las consecuencias de aquella guerra se hicieron sentir ms al de la cuestin de Oriente. Por una parte, Austria quedaba condenada a un aislamiento que la debilitara, al abandonar, bajo la presin franco-inglesa, la poltica de acuerdo con Rusia que segua desde 1833. Por otra, la derrota mostr al gobierno del Zar la necesidad de establecer reformas de gran alcance en la estructura administrativa. en la organizacin de los transportes y en la vida social: creacin de zemtvos, construccin de ferrocarriles y, sobre todo, abolicin de la servidumbre. Obra de gran aliento esta, que se efectu gradualmente en los diez siguientes aos. Mientras realizaba aquel esfuerzo de reajuste interior, el gobierno ruso se vea en la imposibilidad de pensar en
comprometerse en una accin exterior de cierta amplitud. La poltica zarista no poda, pues, desempear en favor del statu quo el papel que tuvo en 1848 y 1849, y estaba obligada a observar nicamente los acont.ecimiento~. Seis aos despus del Congreso de Pars, el agregado mihtar frances en ~an Petersburgo, consignaba que el ejrcito ruso, no ?bst~nte sus considerables efe,ctivos (870 000 hombres en pie de guerra, mclmdas las reservas), carecia de valor o{enslvo; en caso de guerra general, apenas ~~grara enviar 100 000 hombres a la Europa central, por ~o po~er ut1hzar en las operaciones activas sus tropas de reserva, n;al instruidas y peor encuadradas, y porque tendra, adems, que vig1l~r a los polacos, defender la frontera del Cucaso y dejar en el intenor I??r lo menos 15? .ooo hombres del ejrcito activo "por la fermentac1on de los espmtus, consecuencia de la liberacin de los siervos". Este eclipse de Rusia y la ruptura del frente de las grandes m~nar quas conservadoras ofrecieron perspectivas favorables para la po!tica revisionista de Napolen III.
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CAPITULO XV
Estos aos sealan una etapa decisiva para los pases de Extremo Oriente. Entre 1854 y 1860 el Japn se vio obligado a someterse a influencias occidentales; en Indochina comenz la conquista colonial; al mismo tiempo el mercado chino, ya entreabierto en 1842, se abri ms ampliamente. La difusin de las tcnicas europeas determinara cambios profundos en la vida de estas sociedades de Extremo Oriente.
l. LA APERTURA DEL JAPON
Desde que, despus de la guerra del opio, China tuvo que abandonar la poltica de aislamiento, las potencias occidentales trata ron de conseguir en el Japn ventajas anlogas: acuerdos comerciales y, sobre todo, posibilidad de hacer escala en los puertos japoneses. La~ primeras potencias que manifestaron inters en esta cuestin fueron, naturalmente, las del Pacfico Norte: Rusia y Estados Unidos, que haban podido convencerse de que el gobierno japons no estara dispuesto a 1as negociaciones. Y a partir de 1848 ambas pensaron en obligarle a ello. Los Estados Unidos se haban hecho ribereos del Pacfico despus de su guerra con Mjico. Rusia, bajo el impulso de Muravief, gobernador general de Siberia, estableci un puerto de guerra en el Pacfico-Petropavlosk-al mismo tiempo que ocupaba la des~mbocadura del Amur. El Japn era incapaz de resistir a esta presin no solo porque atravesaba por una crisis interior (1), sino porque su numerosa nobleza militar-500 000 samurais-, animada de un profundo sentimiento patritico y de un ardiente espritu de sacrificio, no constitua un verdadero ejrcito. Esta casta militar no haba podido conocer, por la poltica de aislamiento, ninguna de las tcnicas eurdpeas; nicamente a partir de 1830 algunos daimos haban comenzado a adquirir fusiles y caones a los comerciantes holandeses; pero el armamento nipn era, con estas nicas excepciones, casi el mismo que a principios del siglo xvn. Imposible, pues, que el gobierno shogunal se opusiese a una kntativa de desembarco. En 1851, y casi simultneamente, se tom la decisin de recurrir a una amenaza armada en Washington y en San Petersburgo. Los americanos fueron los primeros en disponerse; en julio de 1853 la escua( ll Vase anteriormente, pg. 228.
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dra del comodoro Perry tom la delantera en las ~o~tas japonesas Ja escuadra rusa de Putianin, que proceda del Balt1co. Perry habia recibido la orden de no- emplear la fuerza salvo en caso de legitima defensa, y se limit a entregar una carta al g?bie:no. apons, anuncindole que vendra a buscar la respuesta al ano s1gu1ente, En marzo de 1854, en su segundo viaje, obtuvo fcilmente la apertura de negociaciones. El 31 de este mes se firm el tratado de Kanawaga, que conceda a los" americanos el derecho de residencia. de hacer escala y de poder comprar y vender en dos puertos de importancia secundaria, si bien por mediacin de funcionarios nipones. En 1858, en el momento en que los acontecimientos de China (1) demostraban a los japoneses los peligros de una posible negativa, se ampliaro.n tales disposiciones: se abrieron cinco nuevos puertos a los amencanos (Yokohama entre ellos), obteniendo aquellos, adems, el derecho de entablar rel~ciones comerciales directas con la poblacin y el beneficio de extraterritorialidad. pudiendo acreditar tambin una representacin diplomtica cerca del gobierno japons. Inglaterra,_ Rusia, Francia Y Holanda obtuvieron anlogos acuerdos. En cuatro anos, pues, Japn se abri a la influencia occidental, abandonando la poltica de aislamiento adoptada haca dos siglos. A diferencia del gobierno chino, el japons-es decir, el shogunal (2}-opuso resistencia armada a las peticiones extranjeras. Consultados. sin embargo, por el Shogn los grandes seores feudales, entre las dos visitas de Perry, haban aconsejado, en su mayor parte, oponerse a las exigencias americanas. Crean que si Japn abra su puerta se expona a que los extranjeros ~xigiesen bases n~vales (no .haba China perdido Hong-Kong?), llegando a amenazar la independencia del Japn. Y aunque no fuera as, constituira ya un peligro el simple hecho de autorizar el comerciq, pues las exportaciones privaran, a la poblacin nipona, de gneros alimenticios y materias primas indispensables para su vida cotidiana, mientras que las importaciones no suministraran ms que gneros intiles. Pero, er.a posible esta poltica de, resistencia? Abe Masahiro, jefe del gran consejo shogunal, no lo creta posible: otro tanto pensaba el daimo de Satsuma, que haba introducido en sll feudo algunas innovaciones de la tcnica occidental. Cmo podran resistirse los samurais ante los caones americanos? No haba provocado, incluso, un principio de pnico la simple aparicin de la flota de Perry ante la costa? En los grandes Estados extranjeros-dice una memora redacrnda por el Shogn-"el arte de la navegacin y los recursos militares navales han llegado a su pleno desarrollo. Una guerra contra ellos obtendra, quiz, algunos xitos temporales; pero cuando nuestro pas fuera asaltado por sus armamentos, sufriramos las consecuencias que el ejemplo de China nos permite adivinar'~. Haciendo,
(l) (2) Vase ms aJclante, pg. 248. Vb.se anteriormente, pg. 226.
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XV; EXTREMO ORIENTB.-LA APERTURA DEL JAPON
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pues, caso omiso del parecer de la mayora de los daimos, los consejeros del Shogn tomaron el partido de inclinarse ante lo inevitable y se limitaron a adoptar precauciones para impedir la exportacin d~ arroz y de cereales. Pero-y este es el hecho de mayor importancia-mientras el gobierno ch~no: incluso despus de su capitulacin, intent que la vida del pas s1gu1era con arreglo a sus tradiciones, el japons comprendi en seguida el pP.rtido que podra sacar de la situacin que se le haba obligado a adoptar. En una memoria de marzo de 1858, el Shogn-sin duda a instancias de sus consejeros. pues el personaje era grotesco-indic que el pas debera, en lo sucesivo, adoptar una nueva forma de vida i~spirndose en los mtodos y tcnicas occidentales; y. siguiendo s~ eemplo, desarrollar sus recursos econmicos y sus fuerzas militares. "Entonces podre_mos entrar en el concierto de las naciones, y ligarnos a las potencias cuyos principios sean idnticos a los nuestros." De esta forma, el Japn asegurara su posicin nacional, pudiendo desempea_r en el mundo un pape! de gran importancia y alcanzar un gran d~stzno. Por tant?, la preocupacin por el inters nacional es lo que htzo que algunos aponeses, en nmero escaso an, se inclinasen a aceptar una profunda transformacin .de la vida econmica y social. Pero, _si bien el gobierno shogunal aceptaba la poltica de apertura, consegmra que la aceptase la poblacin japonesa 7 La decisin no haba sido tomada, nicamente, contra el consejo de la mayora de los se?res feu~ales, sino contra el ?el Emp;rador, que, despus de perder, hacia dos siglos, el poder efectivo, hab1a sido consultado a ttulo de excepcin, y se h~ba negado, invocando la dignidad naci;nal. El rgimen shogunal se vio. pues, amenazado en adelante por los partidarios de la restauracin del poder imperial. Por otra parte, entre los samurais, custo~i?s de l~ _trad!ein mil!ta:: eran numeroso,s los que se negaban a adm1t1r la polit1ca de renunc1ac1on, y que se sentian humillados. En fin. la masa de la poblacin observaba, eh su vida diaria, los inconvenientes de la apertura, que provoc, duran.te los primeros aos, dificultades econmicas y financieras: alza de precios, porque las adquisiciones efectu~das por los extranjeros mermaban las disponibilidades de materias primas; desaparicin de la moneda-oro, que los extranjeros adquiran para revenderla en Europa o en los Estados Unidos, con un beneficio del 50 por 100 (1). D_e esta forma, Jos mviles sentimentales convergan con las caus.as materiales para provocar un violento movimiento xenfobo. La c?~s!gna era e:rpulsm: a los extranjeros. Al principio. el movimiento ~e dmg1 c~ntra ~l gobierno shogunal, que haba puesto en peligro la m?~pendencia nac10nal; y se produjeron atentados polticos contra los n;1111stros o sus. agent~s. Pronto se extendi a los extranjeros: doce asesmatos y dos 111cend10s de legaciones entre 1859 y 1,862. Por fin, el
(1) La razn de valor entre plata y oro era en Japn de 8 a , mientras que en los Estados Unidos y en Europa era, entonces, de 5 a l.
5 de junio de 1863, el Emperador orden. al Shogn expulsar a los brbaros, fijando para ello la fecha del 25 de junio. Las potencias occidentales vironse, pues, obligadas a intervenir. Indudablemente no ignoraban-por comunicacin secreta del Shognque el gobierno no hara nada para la aplicacin del decreto de expulsin, pero lo consideraban impotente para asegurar el respecto de los tratados. Y se decidieron a suscitar la crisis por la fuerza. La escuadra inglesa bombarde Kagoshima, porque el daimo de Satsuma se neg a castigar a los asesinos de un ingls; las escuadras francesa y americana penetraron en el Estrecho d~ Simonoseki. cuyo paso acababa de prohibirse a los barcos mercantes extranjeros, y destruyeron los fuertes. Estas demostraciones deddieron al Emperador, sabedor ya de las consecuencias que podran derivarse de un conflicto con las grandes potencias, a romper con los jefes del movimiento xenfobo y a revocar el 30 de septiembre d~ 1863 el decreto de expulsin. Pero sigui~e gndose a ratificar los acuerdos de 1858, y para obligarle a ello, los representantes de las .potencias occidentales acordaron una nueva demostracin naval, esta vez ante Osaka, el puerto ms prximo a Kioto, y le enviaron un ultimtum. El 24 de noviembre de 1864 se produjo la ratificacin e incluso el Emperador se vio obligado a insertar una nueva concesin en los tratados: el Japn se comprometa a limitar a un 5 por 100 ad valorem los derechos aduaneros. Desde el punto de vista internacional la cuestin estaba, pues, solucionada, ya que la poltica exterior .de la Corte Imperial segua la misma orientacin que la del gobierno shogunal. El movimiento contra los extranjeros no ces en seguida, pero conserv un carcter nicamente espordico. Y las potencias occidentales no intervinieron en la crisis interior japonesa de 1867-68 (lucha entre rgimen shogunal y poder imperial). Y, sin embargo, no haba sido el gobierno shogunal el que decidiera la apertura del Japn 7 Pero la subida al trono el 30 de enero de 1867 del joven emperador Mutsuhito-cuyos consejeros eran samurais reformadores deseosos de reorganizar el gobierno y la administracin sobre bases modernas-tranquiliz a las legaciones extranjeras. Y en realidad, inmediatamente despus del golpe de estado de 3 de enero de 1868, que suprimi el rgimen shogunal, una ordenanza imperial prescribi al pueblo nipn que reconociera los derechos y privilegios concedidos a los extranjeros. Este simple esbozo no puede bastar, sin embargo, para explicar aquellos acontecimientos, de importancia tan grande para la historia mundial. Por qu los partidarios de la restauracin del poder imperial se asociaron al principio al movimiento antiextranjero y modificaron en seguida su postura 7 Es posible que el grupo de samurais reformadores-Okubo, Saigo, Goto, que formaban en 1867 el squito del nuevo emperador-se adhirieran a partir de 1858 a la poltica de apertura de Japn-como entre 1859 y 1865 al movimiento antiextranjero--nicamente por oportunismo, porque haban visto en aquella tc-
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tica el mejor 2,edio para quebrantar el poder shogunal. Y al conseguir lo que deseaban y ve1 abierto ante ellos el camino del poder, estos reformadores abandon ron sin sentimiento la poltica de resistencia a la dominacin extranjt ra, que no haba sido para ellos ms que un medio. La explicacin es verosmil, sin duda; pero no descansa en pruebas ciertas. Y cJ'lO explicar la actitud del grueso de la poblacin japonesa, que, despus de haberse conmovido con un violento acceso de xenofobia, acept dcilmente algunos aos ms tarde el contacto con los extranjeros? Ciertamente el Emperador haba apelado al principio de autoridad y el pueblo japons tena el sentimiento de la disciplina. Pero es dudoso que el prestigio imperial-despus de dos siglos de eclips<;-pudiera ejercer de repente una accin decisiva. El papel de los grandes daimos del Sudoeste, por ltimo, es difcil de explicar; en 1863 las grandes potencias se haban visto obligadas a efectuar contra ellos las demostraciones navales y fueron ellos tambin los que en 1868 contribuyeron a la destruccin del rgimen shogunal en beneficio de urt Emperador cuyos cons!jeros estaban de parte de la poltica de apertura. Entre ambas fechas haban comprendido, sin duda, la futilidad de una poltica de resistencia a los occidentales. Pero no podran haber comprendido igualmente que el contacto con los extranjeros poda originar la desaparicin del rgimen feudal? No obstante, estas dudas, por importantes que sean para el estudio de la historia japoesa, son secundarias para la historia de las relaciones internacionales, a la cual le importa solamente el resultado de la crisis: los dirigentes japoneses aceptaron las enseanzas de Occidente porque vean en ello un medio de devolver podero a s pas.
Il. LA E.XPEDICION A CHINA EN 18581860
Lj apertura de China, efectuada en 1842 a iniciativa de Gran BreLaa, haba sido de resultados limitados, porque la aplicacin de los tratados se vio dificultada por la resistencia pasiva de la poblacin china y del gobiernO' imperial (l). Palmerston pens a partir de 1850 en barrer aquellos obstculos; mas no logr realizar su proyecto, a causa, sin duda, de la crisis europea. Pero la guerra civil china, que comenz en 1853 (2), present perspectivas favorables eara la poltica de las potencias occidentales; en febrero de 1854 el gobierno ingls propuso a Francia aprovecharse de dicha guerra civil para "anudar ms extrechos lazos con el Celeste Imperio", y el momento pareca oportuno para exigir del gobierno chino, mediante una ostentacin de fuerza, la aplicacin efectiva de los tratados de 1842-1844. l Y por qu no aprovecharse tambin para conseguir un acceso ms amplio al mercado chino? Los occidentales deseaban l!jercer tambin su actividad fuera de los cinco rrnertos, obtener el derecho de penetrar en el interior
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del pas y, sobre todo, el de utilizar la va navegable del Yang-Ts, principal arteria del comercio. Los mviles que orientaban tales decisiones eran, pues, indudablemente econmicos. Sobre estas bases Gran Bretaa trat de establecer una colaboracin con Francia y con los Estados Unidos, que impulsaba con tanta ms actividad cuanto que tema que Rusia, despus de su derrota en Crimea, buscase un campo de accin en el Asia oriental. Las posiciones estaban ya adoptadas cuando en 1856 se produjeron los incidentes que sirvieron a los gobiernos para justificar ante la opinin pblica el hecho de su intervencin: el asesinato del Padre Chapdelaine, misionero francs, que haba penetrado en el interior, y el arresto por la polica china de dos marineros pertenecientes a un mercante de pabelln britnico. En la primavera de 1857, comenz aquel nuevo esfuerzo de presin armada sobre el gobierno chino. Gran Bretaa consigui la participacin de Francia en una pequea expedicin; pero los Estados Unidos se negaron a adoptar medidas militares y se contentaron con conceder su apoyo diplomtico a la empresa. Para el gobierno jngls _esto no _pasaba de ser una medida de intimidacin. Pero como el gobierno chtno, no obstante la gravedad de la situacin interior del Imperio. se negaba a entrar en negociaciones, fue necesario emplear la fuerza. Mas los franco-ingleses se cuidaron de no emplearse a fondo, contentndose en mayo de 1858 con apoderarse de los fuertes en la desembocadura del Pei-Ho e imponer la firma de convenciones sin exigir su inmediata ratificacin. En junio de 1859 se negaron a ello los chinos, y los plenipotenciarios fueron recibidos a tiros. Los gobiernos occidentales corran eL peligro, si no reaccionaban, de perder toda su influencia en China. y entonces prepararon una verdadera campaa, que culmin en la victoria de Palikao y en la toma de Pekn (octubre de 1860). El tratado de Pekn-25 de octubre de dicho ao-estableci el nuevo estatuto para los extranjeros: apertura al comercio de once nuevos puertos, martimos o fluviales-Tient-Tsin y Nankn entre ellos-; autorizacin a los buques mercantes de remontar el Yang-Ts hasta Hakeu tan pronto fuese reprimida la revolucin de los taipings; derecho de viajar por el interior de China, pero sin establecer permanentemente su residencia, a lo que fueron autorizados solamente los misioneros: privilegio de jurisdiccin, que exima a los extranjeros de la competencia de los tribunales chinos no solamente en los asuntos criminales, sino tambin en los civiles, cuando fueran demandados: presencia permanente en Pekn de agentes diplomticos extranjeros. De aquella forma se daba satisfaccin a todo el programa britnico. Pero quedaba an un obstculo real que vencer, pues la revolucin de los tapings paraliz los intercambios comerciales en el interior de China, y la presencia del gobierno de Hong en Nankn impeda el acceso a los grandes mercados del valle del Yang-Ts. Ingleses y franceses, que, por otra parte, vigilaban de cerca sus iniciativas respectivas y ~ran mutuamente sospechosos de querer obtener preponderante in-
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fluencia ;:n Pekn, pensaron conceder al gobierno imperial-u.ria vez este se resign a una poltica de apertura-ayuda naval y mlitar para reprimir la rebelin. Esta ayuda hizo ms rpida la victoria de los imperiales, y en julio de 1864 se hundi el gobierno de los taipings. En estos aos crticos, que decidieron la suerte de China para ms de medio siglo, la poltica de las potencias europeas fue vacilante. Aunque haciendo la guerra al gobierno imperial, en el fondo, Inglaterra y Francia le guardaron ciertas consideraciones; tardaron dos . aos . ~n iniciar las operaciones militares, porque teman provocar la disolucwn del Imperio chino, eventualidad peligrosa, a su modo de ver. Al capitular Ja dinasta manch ante el cuerpo expedicionario, apenas vacilaron en consolidarla, suministrndole ayuda armada contra los taipings. Haban incurrido en error los gqbiernos ingls y francs? No deberan, por eI contrario, haber concedido ayuda a los taipings, que decan desear regenerar e incluso occidentalizar a China 7 Al principio de Ja rebelin, muchos agentes ingleses y franceses en China haban sugerido esa poltica. "Es probable-haba pensado en 1853 el representante de Gran Bretaa-que podamos conseguir de los insurgentes ms ventajas polticas y comerciales que de Jos imperiales." Pero los contactos con el gobierno de Nankfn haban demostrado que los jefes de los taipings, aun siendo capaces de establecer una organizacin puramente militar, no se preocupaban en absoluto de organizar la vida econmica y apenas de respetar los intereses del comercio extranjero. Por ello les haba parecido prudente al principio conservar la neutralidad y limitarse a proteger, al producirse la marcha de los taipings sobl-e Shangai, los barrios habitados por los europeos. Solo en 1860, durante la campaa de Pekn, el alto comisario ingls, lord Elgin, pens por un momento en hacer triun{ar a las gentes de Nankn para acabar con la resistencia del gobierno imperial~ pero el barn Gros-su colega francs-haba visto en ello una complicacin intil y peligrosa. Y al ayudar, por fin, a partir de 1862 a que el gobierno imperial restableciese su autoridad en el valle del Yang-Ts, las potencias obtuvieron el resultado que ms les importaba: el acceso a los grandes centros comerciales del territorio chino. Despus de veinte aos de dificultades, la apertura de China era un hecho consumado. Ello beneficiaba, sobre todo, a Gran Bretaa. Unica en poseer una base naval en la costa china, ocup en el mercado chino una posicin muy superior a la de las otras potencias (85 por 100 del comercio exterior). Sus comerciantes y sus banqueros invirtieron en los v11ertos abiertos importantes capitales (40 millones de libras a partir de 1856) en adquisicin de terrenos y en construccin de inmuebles, as como en provisin de mercancas. No vea obstculo alguno en que las otras. potencias participasen en este mercado, pero daba por descontado que conservara la preponderancia. De dnde poda venir la competencia 7 Para cubrir sus posesiones de Siberia, Rusia coloniz la regin del
Usuri, llevando all a campesir.os rusos, y desde 1860 posea una bas(! naval en ~l P;;dfico: Viadivoswk. En la misma fecha, los comeciantes rusos btuvieron el derecho de establecer tres depsitos en la ruta de caravanas de Mongolia y del Turquestn-en Urga y en Kalgn-y de comerciar en el mismo Pekn. Los rusos sospechaban que los ingleses queran conseguir en los mares de China un dominio efec~vo, que sera peligroso para el ruso en la regin del Arnur, y los mgleses teman ver a los rusos, vecinos directos del Imperio chino, ejercer presin sobre la dinasta manch. Por el momento la rivalidad no era comercial; a este respecto, la superioridad inglesa resultaba aplastante. Pero para conservar en el plano econmico la situacin adquirida, Gran Bretaa necesitaba poseer en los crculos gubernamentales de Pekn una influencia que Rusia poda disputarle. El lugar de Francia en el comercio exterior chino era modesto pero ej~r.ca cierta .influencia por su protectorado sobre el conjunto d~ las m1s10nes cat_?hcas del pas. El papel que haba desempeado entre 1858 y 1?60, c?nuntamente con Inglaterra, indicaba evidentemente que su gobierno mtentaba conseguir en China ventajas directas; a comienzos de 1858 (l) Napolen III haba pensado en obtener la posesin de un punto ~aval de apoyo en las costas chinas. Segua en esto el ejemplo de los ingleses en Hong-Kong y haba puesto sus miras en las islas de ~hu-San, en l?s cercanas de la desembocadura del Yang-Ts. Estas islas haban sido ocupadas por un pequeo cuerpo de desembarco francs cuando se emprendieron operaciones contra el gobierno de Pek~. Pero d~spus de la guerra china Ingiaterra protest, y Napoleon . III dec1d1 evacu,a~las para no poner en peligro las relaciones franco-mglesas en la pohtlca general. Desde entonces, dirigi su atencin a Indochina. La poltica francesa dejaba, pues. de hecho, el campo libre a Gran Bretaa en China. Desde el punto de vista econmico, los Estados Unidos eran los c?mpetidores ms activos de los ingleses. Algunos crculos de negoc10s y sus portavoces en el Congreso declararon que los americanos es~aban mejor situados. ,que los europeos para obtener un papel dominante en la explotac1on del mercado chmo. Las bases de este comercio seran la exportacin del algodn americano y la importacin de t y seda. Tambin se intent valorizar los recursos chinos en carbn Y minerales. Pero el gobierno de Washington no quera emplear la fuerza. c.ontra el c~ino, y an aprobando en 1858-60 los objetivos de e.xi;ied1c1n franco-mglesa, rehusaba participar en ella, lo que no le 1mp1d1 obtener por el tratado de Pekfn las mismas ventajas que .los eur~peos. J\l p~ese~tarse como amigo de China y negarse a toda pretensin terntonal, mtentaba lograr una situacin ventajosa esperando obtener una acogida favorable en la Corte de Pekn a :xpensas de Gran Bretaa.
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EXTREMO OR!ENTE.-APERTURA
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El Imperio chin> se convirti, pues, en campo de rivalidad econmica de las grande potencias. Pero la expansin occidental era lenta en la penetracin d..;l pas, porque se enfrentaba con una resistencia pasiva; . la 9!nastfa :onoca los peligros que para ella significara una modermzacwn; los letrados, de entre los cuales se sacaban los funcionarios, seguan v viendo en el respeto a las tradiciones el desdn hacia las ciencias e rnctas y la conviccin de la superioridad de las concepciones intelec1 uales chinas; la masa de la poblacin desconfiaba de los extranjeros, a quienes despreciaba.
III. LA APERTURA DE INDOCHINA
La apertura de Ii tdochina, debida a la accin simultnea casi de Francia y de Gran J .retaa, fe consecuencia de los acontecimientos di; ~bina. Sin duda, ~n sus orgenes no se expres claramente el pro~sito. ~ero de hechc se estableci un Ia~o entre las etapas de la cuest10n chma y, la. pene1 racin en I.ndochina. Las condiciones en que se efec~u esta ultima f1:1 ron muy diferentes de las que se produjeron por la misma poca en Ch111a o en Japn, ya que, indudablemente el mercado indochino no poda ofrecer a la exportacin de los product~s industriales europ~os sino beneficios limitados. Lo que determin la accin de las potenc~as eur~peas fi:e sobre todo el deseo de adquirir en los flancos del Impeno Med10 cammos de acceso--los valles de los ros indochinos-que permitieran al comercio penetrar en las provincias meridionales de, aquel. Para llevar ~ cabo tal programa, era necesario ocupar en la _remnsula bases de partida:. efectuar, pues, una conquista territorial; mientras que en China las potencias occidentales se contentaban a lo sumo con. ~P?derarse de alguna;; islas pr~imas, y en Japn no intentaron adq~1s1c1n alguna de terntorios en el archipilago nipn propiamete dicho. Aquella conquista se present como relativamente fcil porque Indochina careca d~ unidad cultural y poltica. Entre sus po~ blac1o~es, unas, las de Camboya sobre todo, haban recibido la influ.enc1a de la ~i~ilizacin i.C:dia; otras-en Siam y Anam-eran de origen chmo, y, por ultimo,. las t~1bus mon~aesas d~ las regiones del Iravadi y d~I Salun tenan ongen tibetano. St se prescmde de los pequeos princ1p~dos, que se repartan el valle medio y alto del Mekong, y de los sultana.tos malayos. ~e. la parte meridional de la pennsula de Malaca, Indochm:i estaba d1v1d1da en cua~:o ~stados principales: Camboya, rein~ agonizante 9ue careca de e1erc1to permanente; Siam, cuyos tres ~tllo?es Y n_i:d10 de ha.bi.tante~ se hallaban encuadrados en una organ~~a~tn pohttca y admm1strat1va completamente rudimentaria y cuyo eerc1to no representa~a una. fuerza organizada, a pesar de poseer armas d.e f17:g~ europeas; .Bn:manta, de poblacin aproximada a la de Siam, sin e1ercito .reg~lar s1qm~ra, y Anam, el estado ms poblado y poderoso, cu>'.'a orgamzactn poltica y administrativa estaba calcada de la de Chrna. Este ltimo era el nico que pareca hallarse en condiciones de
oponer resistencia efectiva a la penetracin de los blancos. ~n 1821 su soberano decidi expulsar a los escasos europeos establecidos en el pas, y com los misioneros franceses y espaoles haban conserva~o. a pesar de esta orden, una activid.ad clandestina, ord~n su persecucin a partir de 1833. Pero las potencias europeas no teman que temer que la resistencia anamita fuese apoyada por los otros estados, pues Anam y Siam eran rivales en el Mekong medio, do?de a:nbos preten?fan ejercer su influencia sobre el principado de Vien Tian, y tamb1en en el bajo, donde Camboya pareca destina~o a de~apare.cer en_ beneficio de uno u -otro de sus vecinos; en fin, S1am y frmama habian estado en conflicto durante mucho tiempo en el siglo xvm. El terreno presentaba, pues, aspecto favorable para las iniciativas europeas. Gran Bretaa puso sus miras en Birmania y Siam. En 1826, para oponerse a las am~nazas del rey de Birma~ia contra Chit~agong-facto ra inglesa en la costa oriental del golfo de Bengala-, envi .al delta del Iravadi una expedicin militar, y obtuvo la cesin de Arak~n, en la regin costera. En 1852, con ocasin de un incidente de poca importancia (el arresto de dos capitanes de la marina mercante inglesa), una nueva expedicin inglesa se apoder del delta del Iravadi y del puerto de Rangn, privando as de acceso al mar al reino birmano y obteniendo un medio de presin ~ue le permitira establecer antes o despus su supremaca comercial y su influencia en aquel. estado. Y k'.r .el val!~ del Iravadi era posible el acceso al mercado, chino. Este xito impulso al gobierno ingls a obtener nuevas ventajas, esta vez a expensas de Siam. Ante la amenaza de una demostracin naval el rey de Siam, convencido de la futilidad de una problemtica resistencia, entr en negociaciones. El tratado de 18 de abril de 1855 contena disposiciones anlogas a las que haban sido impuestas a China y al Japn: derecho de residencia en algunas ciudades, privilegio de ~xtraterritorialidad y fijacin de tarifas aduaneras muy bajas (3 por 100 ad valorem). Como ya haba sucedido en China, Siam concedi en los aos siguientes las mismas ventajas a los Estados Unidos, a Francia y a la Zollverein germnica, esperando as que las influencias extranjeras equilibrasen unas a otras. El gobierno francs comenz por fijarse en Anam. Como en la cuestin china, a los mviles econmicos se aadan los religiosos y estratgicos: voluntad de proteger a las misioes religiosas perseguidas y deseo de adquirir una base naval. Despus de fracasar el envo de un negocador-Montigny--para obtener libertad de apostolado misional y libertad comercial, Napolen dispuso en el verano de 1858, no obstante las reticencias de sus ministros. una demostracin naval ante Turane v en febrero de 1859 un desembarco en Saign, sin que tal presin' decidiese al Emperador de Anam a negociar. A fines de 1860, cuando el cuerpo expedicionario que haba intervenido en la marcha sobre Pekn qued disponible, el gobierno decidi emplearlo en una operacin en Cochinchina, y a partir de aquel momento ChasseloupLabaut, ministro de Colonias, y los almirantes, pensaron en un estable-
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cimiento cL'.iinitivo, pues les pareca indudable la i:nportancia c_;e poda tener la "i :'. fluvial del Mekong para las telacio:1es comerciales con China. Dic1,as operaciones militares permitiran la conquista de las tres provincias meridionales de Anam. El tratado de 5 de junio de 1862, que confirm la conquista, abri al comercio tres puertos importantes-Turane entre ellos-y reconoci la libertad de apostolado de los misioneros. Cinco aos ms tarde la ocupacin francesa se extendi a la Cochinchina occidental. Pero el principal inters del gobierno francs en la Cochinchna era por la desembocadura del Mekong, y este ro-el alfrez de-navo Francisco Garnier expres la conviccin de ello-permitira el acceso al territorio chino. No obstante. Camboya cerraba el paso. Y por ello Doudart de Lagre fue enviado-en agosto de 1863-a aquel pequeo reino, obteniendo fcilmente la firma de un tratado de protectorado, pues el rey de Camboya tema 'una invasin siamesa. En consecuencia, la va del Mekong qued abierta. Y a partir de 1865 el almirante de la Grandiere, gobernador de Cochinchina, confi en atraer hacia Saign el comercio de las regiones interiores de la China meridional. Y hasta despus de 1868, en que la misin de Doudart de Lagre y Francisco Garnier demostr la imposibilidad de utilizar el Mekong, no se orient hacia el ro Rojo la busca del acceso al mercado chino. Ello planteara la cuestin de Tonkn. En algunos aos los grandes pases europeos y los Estados Unidos haban adquirido en Extremo Oriente un papel preponderante, que durante medio siglo no les sera disputado.
BlBLIOGRAFIA
C/tPITULO XVI
LAS CUESTKNES flEDITERR.ANEAS
Entre 1858 y 1863, cuando se desarrollaba la poltic de expansin de las grandes potencias en Extremo Oriente, las cuestiones medite rrneas constituan el tema central de la poltica internacional de Europa. Gracias al apoyo de Napolen 111, el estado sardo logr poner bajo el cetro de la casa de Saboya a la pennsula italiana, y la aparicin del joven reino de Italia. abri nuevas perspectivas para el futuro del Mediterrneo. Al propio tiempo, la perforacin del istmo de Suez oncedi a las rutas martimas del gran mar interior una importancia preponderante en la vida econmica del mundo. Las iniciativas de Francia fueron decisivas, lo mismo en un caso que en el otro. Y aunque amenazaban los intereses de Gran Bretaa, esta -se resign.
I. LA FORMACION DEL REINO DE ITALIA
Sobre la guerra elvll china y las expediciones franco-inglesas.-Adems de las obras generales ya citadas, pg. 188, vase : J. CHESNEAUX : La
tablecimento de relaciones: Y. TAK.EHOSI!!: The Economic Aspects of tire History o/ Civi/isaton in Japan, t. III. Londres, 1929.-H. K. TAKA!IASHI: La
Rvolution taiping d'apres quelques trcr vaux rcenfs, en "Revue historique", enero 1953, pgs. 33-58.-W. HA1L: Tseng Kouo-Fan and tire Taipngs Rebe//ion, New Have, 1937.-TONG LrN TCHOUANG: La Dip/omatie fram;ase t:t la Guerre des Taipngs, Pars, 1951, tesis dactilogra fiada.-L. CoRDIER: L' Ex pdition de Chine de 1857-1858, Pars. 1905.-Del mismo: L'Expedition de Chine de 1860. Pars, 1906.-J. FREDET: Quand la Chine s"o1Nrait. Charles de Montigny. Pars, 1953.
Place de la Rvolution de Meiji dans f"Hstoire agraire du Japon, en "Revue Historique", octubre 1953, pgs. 229 271.--Sobre la influencia de los Estados Unidos.-J. TREAT: Japan and the Unted States, Stanford Univers-ity, 1935.-FOSTER DULLES: Fifty Yearsf A merican-Japantse Relotions, Nueva York, 1937.-J. WADE: American Foreign Policv towards Japan during tire nineteenth ~wturv, Tokio, 1938.-Sobre las consecuencla.S inmediatas de la influencia: C. YANAGA: Jopan since Perno, Nueva York, 1949.-N. IKE: Tire B~gnning of Po/itical Democracy i'n Jopan, Cambridge, 1950.'-G. SANSOM: Tire Western World and Jopan, Nueva York, 1950.-Hay que aadir a esto los escritos de los diplomticos extranjeros, sobre todo lo~ de: E. SATOW: A Diplomat in Jopan. Londres, 1921.
Son demasiado conocidas las etapas para que sea necesario recordarlas detalladamente. La entrevista de Plombieres en julio de 1858 estableci las bases de una accin franco-sarda contra Austria, cuyos trminos se precisaron en 1859 en un tratado secreto; la guerra de independencia italiana comenz en mayo de 1859, pero Napolen III le puso trmino el 11 de julio por el armisticio de Villafranca, antes .de haber realizado enteramente sus promesas. No obstante ello, la poltica sarda no abandon la partida, y su tenacidad obtuvo el asentimiento -expreso o tcito-del Emperador para. la anexin de los ducad?s de la Italia central y de la Romaa. El gobierno sardo pas en segmda a la ejecucin de la segunda parte de su programa, anexionndose en 1860 el reino de las Dos Sicilias, la Marca y Umbra. En 1861, cuando Vctor Manuel tom el ttulo de rey de Italia, la unidad ya se haba realizado en gran parte; pero faltaban por adquirir Venecia, el !rentin.o Y.el esta do de la Santa Sede, reducido a Roma y a un pequeno terntono. Tres cuestiones principales solicitan la atencin al interpretar aquella crisis italiana: las bases nacionales de la poltica sarda, el papel de Napolen IIl y la actitud de Gran Breta'a. El movimiento nacional italiano no era en 1859--como tampoco lo haba sido en 1848-un movimiento de mass. El campesino medio, que formaba el grueso de la pobla~in: segua en. actitud p~siva. Los patriotas italianos-lGs activos part1danos de realizar la unidad-se reclutaban entre los intelectuales, que tenan el sentimiento de los destinos
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TOMO ll;
EL SIGLO XIX.-DE
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nacionales y a quienes alentaban los recuerdos histricos; entre lo~ hombres de negocios e industriales que tenan jnters en crear W1 mercado italiano; comerciantes, que vean abrirse nuevas perspectivas a medida que tomaba impulso en los diferentes estados de la pennsula la construccin de ferrocarriles; en fin, entre los obreros y los artesanos, atrados por la propaganda de Mazzini. Apenas es posible valorar el respectivo papel de las fuerzas sentimentales y de los intereses materiales. Pero es preciso consignar que si el impulso de la vida econmica era c_onsiderable en Piamonte y en Lombarda,mo lo fue en Toscana, en el estado pontificio ni en el reino de las Dos Sicilias. Sera, pues, demasiado arbitrario conceder una parte importante a las influencia,s econmicas. La propagmda nacional se desarroll en condiciones ms favorables que antes de 1848, porque los militantes parcan estar ahora de acuerdo en la solucin qe deba adoptarse: unidad bajo la casa de Sabaya. El estado sardo era el nico que haba tomado parte activa en 1848-49 en el esfuerzo nacional, el nico que arriesg su existencia. Ello le haca acreedor a las simpatas de todos los liberales de la pennsula. Era tambin el lugar de refugio de todos los exiliados polticos de los otros estados italianos. Antes de 1848 la solucin sarda tena competencias: el plan de los neogelfistas y el repubJicano (1). Ahora ambos estaban atenuados. El neogelfismo se desacredit desde que Po IX abandonara en 1849 la causa nacional. Y el obstculo republicano pareca a su vez desvanecerse; Mazzini reconoca que nicamente la casa de Sabaya poda tener la oportunidad de realizar la unidad nacional. La unin de las fuerzas nacionales se efectu, pues, en torno a la dinasta sarda. Pero el movimiento unitario continu enfrentndose con la resistencia de los sentimientos particularistas, permanentemente alerta en un pas en que el patriotismo municipal vena m.anifestndose de antiguo y en donde la estructura social era muy diferente de una regin a otii. Y tambin tena que contar con las de los soberanos, cuyos estados se vean amenazados de absorcin por el estado sardo. Pero esta resistencia era desigual. El monarca de las Dos Sicilias estaba desacreditado. En los ducados de la Italia central los prncipes, barridos fcilmente por la tormenta de 1848, vean disminuida su autoridad despus de la restauracin. El obstculo ms grave era la existencia del estado pontificio. Aunque estuviera mal administrado y minado por la oposicin liberal, principalmente en la Romaa, y a pesar d~ ser incapaz de reclutar entre sus habitantes una fuerza armada, el Papa conservaba sus oportunidades, porque el principio del .poder temporal. estaba en juego. Para su defensa poda contar con el alto clero de toda Italia y con la influencia que la jerarqua episcopal ejerca sobre las masas po pulares, profundamente adictas a las tradiciones religiosas; contaba tambin, y sobre todo, con la presencia del cuerpo expedicionario fran(!)
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cs, en Roma desde 1849. Y exista en lo: crculos conservado~e~ Y en parte del clero la tendencia a aceptar pasiv~mente los acontecimientos de 1849. qu tena races profundas en el pais. . , . Cul fue durante aquellos aos de expec~at1.v~ el estado de espmtu de Cavour? Sus ideas fueron inciertas al pn_n~1pio. En 1856 pens~ en efectuar una poltica de anexiones en benefic10 del estadp sardo, la idea de organizar en Sicilia un partido p~amonts que provocas~ una revolucin y una secesin, los cuales originaran a su vez la u_r:inf al estado piamonts, le pareci atrevida, pero nt:> abs~rda; tambien ue ob"eto de su atencin la eventualidad de una anex~?. ~el ducado de p J En aquella poca no pareca creer en la posibilidad de uni sol ~~;de conjunto en la cuestin italiana; consideraba-en carta . a ~~tazzi-a Manin como un visionario que deseaba la "u?idad _de _Itaha s" , pues no crea maduras .a las .poblaciones v otras qmmera .. italianas. Respecto a la forma 'que pudiera adoptar es~a Itaha, sus opm10nes :~a~ indecisas: Estado unitario o confederacin? Hsta . 1857 no dio ;, "Confo en que Italia formar un solo est~do, cuya capital ser Ro~a., y para triunfar de las vacilaciones. organiz la propaganda. La Socze:a l ncmona e, qu e se fund por su iniciativa en l - de agosto dh de d 1857, tema tapor lema Italia e Vittorio-Emmmwele, y ent~e sus a er_1 os se con ban republicanos: Manin. Garibaldi y ~ Farma, secreta~!~ general est~ '!t. v aunque la sociedad no tuviera agregados oficiales, La Fa U !IDO. , ' d" l . da rina estaba en contacto permanente coi_i c.avour, y a 1p omacia sar apoy esta accin en los otros ~st~dos italianos. _ _ Si el objetivo final estuvo mcierto durante alguno:. anos, los m todos polticos. por el contrario-; fueron cl~ramente f1ados en 1832. Cavour saba que Ja realizacin, incl~so parc1~l, de su progr~ama no era ., - la avuda de una potencia extranera y deseabr.. encontrar pos10 e ::.tn entre las potencias accidenta 1 o Inglate-ra ste apoyo es-p rancia - , <le~eo que corrcspo~d~ a las tendencias de su e~pritu, per~ que, so~re todo le imponan las circunstancias. En que otra i;o~1a enco?t,~r ct' ? >:ntre Gran Bretaa y Francia sus preferencias Intimas se mcl~ ~~a~ p;r la primera. No obstante, no se haca ilusiones s~bre_ la poltica in lesa-siempre prudente y realista-n~ ,acerca de la eficacia de u:ia , g ada reducida a una intervenc1on naval. Por el contrano, acc1on arm . y c avour com~ rendi des Francia poda ofrecerle una poten::ia militar: . de 1852 que Napolen III realizana una pol!t1ca ~rsonal o~ientad? a la restaurac!On del prestigio francs y que tal poht1ca podna .. servir .~?J d talianos. "Nuestros destinos dependen de Franc;2 -escn 1 es1gmo~ 1 l't' - - . "De buena ser a un am100 po 1 1co ' o mala gana debemos , E ~.;s compa" p er_o - eros en Ja ran partida que en breve se empren~era en _urupa. ignoraba riesgos de ello: no solo se a las cas de los mazzinianos, que tomaban por tra1c1?n t?d_o l la ayuda extranjera, sino que pensaba que Francia ex1g1ra una compensacin a costa del estado sardo. . . N b t 1 opinin El apoyo francs en 1858-59 fue dec1s1vo. o o stan e, a
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france22. era reticente y en ciertos crculos muy importantes incluso hostil; los catlicos teman ver al movimiento nacional italiano destruir el poder t~mporal; los medios de negocios estimaban en general que aquella aventura era intil. Los amigos ms antiguos del Emperador, Morny y Persigny, intentaron disuadirle; el ministro de Negocios extranjeros, Walewski, multiplicaba sus objeciones. Los militares mostrronse muy reservados hasta la entrada en la guerra. Pero la voluntad personal del Emperador desech todos estos reparos. Por qu Napolen III deseaba favorecer la unidad italiapa y cmo pensaba efectuarlo? Por qu, una vez iniciado el asunto, no lo llev hasta su desenlace? Para averiguarlo, debemos intentar seguir el curso del pensamiento imperial. Ciertamente Napolen sen.ta desde su juventud simpata hacia la causa italiana. Al .convertirse en emperador no olvid la parte que haba tomado en 1831-32 en las agitaciones revolucionarias del estado pontificio ni sus contactos con los emigrados. italianos en Londres, incluso con los mazzinianos. En septiembre de 1852 deca a La Marmora: "Estoy decidido a hacer algo por Italia, a la que amo como a una segunda patria." En marzo de 18?3. en otrn conversacin con Villamarina, embajador del estado sardo, aludi a los grandes movimientos que podran hacer revivir las nacionalidades, especialmente la italiana, Esta simpata se afirm ms claramente en diciembre de 1855, cuando invit a Cavour a que le manifestase qu servicios podra el gobierno francs realizar en favor de Italia. "Piamonte-escribi a Walewski, su ministro de Asuntos extranjeros-es un aliado natural de Francia", y esta deba apoyarle en caso de guerra contra Austria. Desde aquel momento consider, pues, probable una guerr contra Austria por la cuestin italiana. Esta perspectiva explica,. en parte, la actitud que adopt en la cuestin de los principados rumanos; si declar pblicamente, a partir de febrero de 1857; que favoreca la unidad de Moldavia y Valaquia y si para conseguirlo se esforz durante dos aos-no obstante la declarada oposicin de Inglaterra-, fue principalmente por inquietar a Austria. que no poda desear la formacin de un estado de cinco millones de habitantes en el Bajo Danubio-gran va del comercio austraco-y que tema que la unidad moldavo-valaca alentase las reivindicaciones nacionalistas de los rumanos de Transilvania. Durante algn tiempo. el Emperador pens incluso en colocar a la cabeza de esta Moldo-Valaquia al prncipe de Parma, cuyo Estado podra entonces ser anexionado al reino de Piamonte. El principio de las nacionalidades que invocaba no era ms que la ,cobertura de una maniobra para facilitar su poltica italiana. No obstante, el Emperador no crea llegado el momento de pasar a una accin efectiva: "Es necesario saber esperar", aconsej a Cavour en 1857. Por qu? Sin duda, porque no ignoraba que la mayora de las grandes potencias eran hostiles a un gran trastorno territorial: pero tambin porque vacilaba en provocar la opinin
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de los catlicos franceses, cuyo apoyo necesitaba para la estabilidad del rgimen. Sin embargo, se decidi el 20 de febrero de 1858 a adoptar una important iniciativa e hizo saber a Vctor Manuel que, en caso de guerra austro-sar9,a, estara dispuesto a conceder al pequeo reino la ayuda militar francesa. Entre esta decisin y el atentado contra su vida. perpetrado por Orsini cinco semanas antes, parece haber una relacin directa. Pero cui? Debemos creer que el Emperador no haba dejado de considerar la advertencia y el llamamiento que le dirigi el autor del atentado el 11 de febrero, en vsperas de su proceso 7 : "En tanto Italia no sea independiente, la tranquilidad de Europa y la de Vuestra Majestad no sern ms que una quimera. Que Vuestra Majestad no rechace el supremo anhelo de un patriota en las gradas del patbulo: libere a mi patria." Segn la mayora de los historiadores, esta carta habra producido en el nimo del Emperador un shock psicolgico, provocando en l una especie de remordimiento. Sin embargo, si esta interpretacin fuera exacta, sera muy sorprendente que Napolen hubiera dado publicidad a la carta de Orsini, cuya alusin a su tranquilidad personal podra hacer pensar que, .al conceder su ayuda a la causa italiana, lo que intentaba principalmente era evitar un nuevo atentado. Es ms verosmil que el acto de Orsini le sirviera para eliminar las objeciones de sus colaboradores ntimos, sobre todo las de la Emperatriz y de Walewski, inclinados a la defensa de los intereses. catlicos. La publicidad dada a la carta de Orsini tiene as una expliacin ms satisfactoria: el Emperador quiso advertir a los adversarios franceses de su poltica italiana las responsabilidades con las que se enfrentaban, recordndoles el peligro a que se exponan. Pero es preciso convenir tambin en que esto no es ms que una simple hiptesis. El nico mvil de la decisin imperial no ~ra la simpata hacia la causa italiana que sentan su primo Napolen Jernimo y su mdico, el doctor Conneau. Napolen III consideraba el apoyo armado concedido al Piamonte como un medio de servir los intereses franceses: deseaba debilitar a Austria, que era por esencia la potencia conservadora del statu quo, y abrir una brecha en la regulacin territorial de 1815, que sera susceptible de ampliarse en seguida, pues la victoria de Italia podra, en su opinin, hacer a Blgica y a los estados alemanes solicitar la alianza francesa. Pensaba tambin que su intervencin armada le valdra una compensacin territorial; esperaba, en fin, que Italia se convertira en un satlite. Sin duda por asegurarse contra todo peligro de competencia para los intereses franceses, Napolen III desech la eventualidad de un estado italiano unitario, y no pens en el futuro de Italia sino como una Confed!!racin de Estados anloga a la Confederacin germnica y tan impotente como esta. Tal solucin le ofreca otra ventaja, pues evitaba plantear inmediatamente la cuestin del poder temporal: ef Estado pontificio subsistira en el cuadro confedcral. Eso estara tam-
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bn de acuerdo con los deseos de aquellos italianos que teman la preponderancia piamontesa. No puede caber, duda alguna sobre este aspecto del programa del Emperador: es de esta solucin de la Confederacin de la que habl-a partir de !nero de 1856-al ministro sardo de Asuntos extranjeros, La Marmora; y es tambin la que constituy el tema principal de las conferencias de Plombieres-julio de 1858-, en las que Cavour acept que los terr;.torios italianos fueran agrupados en cuatro Estados, bajo la presidencia del Papa, pero bajo la direccin efectiva de la casa de Sabaya. En el tratado de alianza firmado el 28 de enero de 1859-que prevea la liberacin del Lombardo-Veneto y la formacin' de un "reino de la Alta Italia de once millones de habitantes aproximadamente"-no se precisaba el estatuto futuro de la Italia peninsular, probablemente porque ambas partes estimaron prudente no establecer nada por escrito; pero el testimonio del almirante Vai!lant demuestra que en aquella poca las opiniones del Emperador eran las mismas. No obstante, en el momento de pasar a la ejecucin de su plan N~polen III vacil. Intentaba demorar la guerra, y en marzo de 1859 sugiri incluso otra solucin de la cuestin italiana muy diferente de la que haba prometido a Cavour: la Confederacin italiana no comprendera el Lombardo-Vneto, que continuara como provincia austraca. Tales dilaciones se relacionaban con la coyuntura internacional. En diciembre de 1858, en vsperas del tratado franco-sardo, Napolen III tena por cierto que el adversario quedara aislado en la hora crtica: Prusia-haba escrito a Walewski, su ministro de Negocios extranjeros:--no podra desear otra cosa que el debilitamiento de la monarqua danubiana; Rusia aprovechara esta ocasin para amenazar a Austria, cuya poltica haba contribido a su derrota de 1856; Gran Bretaa tendra un horrible temor a la guerra, ya que no haca mucho h~a ahogado la revuelta de los cipayos en la India, donde tena que mantener la mayor parte de sus fuerzas armadas. Pero aquellas previsiones optimistas vironse desmentidas: por el 'tratado de 3 de marzo de 1859 el Zar se limitaba a prometer una neutralidad benvola, en caso de guerra austro-sarda, y rechazaba la alianza, aunque Napolen III le prometa Ja revisin del tratado de Pars e incluso la conquista de Galitzia; no obstante las splicas de Cavour, el gobierno prusiano rehus tomar posiciones, pues tema, si favoreciese la revisin parcial de los tratados de Pars, que Francia planteara la cuestin del Rin, y Gran Bretaa, por ltimo-donde el gabinete liberal haba sido sustituido por otro, conservador, en febrero de 1858-, se pronunci en contra de una transformacin territorial de Italia, porque podra necesitar a Austria, caso de que Rusia intentara el desquite, y tambin porque no deseaba la influencia preponderante de Francia en la pennsula y consideraba el mantenimiento del estatuto territorial de 1815 como la mejor garanta para el equilibrio del continente. Estas resistencias-ms an que las reticencias de Walewski-expli-
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can la vacilacin del Emperador: "Francia-deca-o puede arriesgarse a tener toda Europa e;1fre11te." Y por ello acept a mediados de abril de 1859 la sugerencia inglesa de un desarme general y simultneo. "El Emperador-pensaba Cavour-ha sido, engaado o es un traidor." La imprudente intransigencia del go~ier~o austr~co dirigiendo al esta~o sardo el ultimtum de 23 de abnl hizo cambiar de aspecto la acc1on cliplomt1ca; desanim la mediacin inglesa y decidi a Napolen lII a dejarse arrastrar por la poltica de Cavour. Por qu, despus de su victoria de Solferino, Napolen III se decidi, no obstante la oposicin de Cavour, a una paz prematura? Motivo militar: Aunque vencedor. el Emperador no era, sin embargo, dueo de Ja situacin; despus de Solferino el ejrcito au_st,raco se babia replegado hacia Verana, en las plazas fuertes del Cuadnlatero, y las tropas francesas tendran que realizar un gran esfuerzo para desalojarlas. Motivo poltico: En la entrevista de Plombieres el Emperador haba subrayado que no quera que la guerra tomase un carcter revolucionario y que tampoco pretenda ayudar a la formacin de un estado italiano unitario. Pero durante las operaciones militares, Cavour haba desbordado estos trminos. No contento con provocar, por una parte, movimientos 11acio11ales en Parma, Mdena y Ja Romaa (casos previstos en Plombieres), envi tambin un comisario sardo a Toscana despus de la huida del gran duque. Mas Toscana estaba, segn aquella entrev-ista, destinada a formar el ncleo de un estado de Italia -central. Aquel asunto pareca demostrar, pues, que la poltica sarda intentaba la realizacin, en beneficio de la Casa de Sabaya. de un programa anexionista que dara al traste con el plan de la Confodcracin. "Yo no quiero la unidad, sino la independencia", declar el 15 de julio al conde Pepoli: "La unidad me procurara dificultades en Francia a causa de la cuestin romana, y Francia no vera con agrado surgir en su flanco una gran nacin que podra hacer disminuir su preponderancia." Adems, Cavour haba intentado, qiediante negociaciones con Kossuth, provocar un levantamiento en Hungra. Y la perspectiva de una alianza con los elementos revolucionarios era tanto menos aceptable para el Emperador cuanto que suscitaba la objecin del gobierno ruso. Motivo de orden internacional: Temor de una intervencin prusiana. El gobierno prusiano vea en la guerra de independencia italiana un posible preludio de una alteracin territorial que podra extenderse a la regin renana. Al mismo tiempo, hubiera querido aprovechase de las dificultades austracas para reforzar su posicin en la cuestin alemana. A partir de mayo de 1859, inici conversaciones con Austria, a la que propuso ejercer una mediacin armada, que no se produjo en seguida porque exigi el mando de las fuerzas de la Confedencin germnica, en caso de movilizacin, y no quera concluir un tratado de alianza. Para convencer a Austria de la seriedad de sus intenciones, el gobierno prusiano decidi entre tanto, el 12 de junio, la movilizacin de
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seis CUer -,oS de ejrcito; despws de )o CUa) Se canudaro'T ;5 negociaciones. gobierno austraco ne: pareca resignarse a ceder <i Prusia un papel v,oonderante en la Confederacin germnica, pero acaso no sera mejen: ceder en este sentido que perder Venecia? El gobierno prusiano vaciio-no obstante el consejo del Prncipe regente-en unirse a Austria, pero envi una advertencia a Francia y a Cerdea, en la que, aun afirmando que no tena intenciones hostiles, adverta claramente. el temor a las repercusiones que pudiera tener la guerra de Italia, que quera adivinar la 1ltima palabra del Emperador y que deseaba que los franco-sardos detuviesen sus operaciones militares en la lnea del Mincio. No se formulaba amenaza precisa alguna, pero la amenaza virtual podra convertirse de repente en grave si se realizara el acuerdo austro-prusiano. Segn los informes de sus agentes en Alemania, el gobierno francs se enfrentara con una CTis seria si no daba -odos a la advertencia prusiana y emprenda la conquista de Venecia. Pero, como dijo Napolen III a Cavour el 10 de julio:- "En la organizacin actual de las fuerzas Francia se encuentra en la imposibilidad de sostener una doble guerra, en el Rin y en el Adigio." En caso de continuar la guerra, el Emperador expondra, pues, a Francia a serios riesgos, y aun en caso de victoria, se aventurara a que la solucin de la cuestin italiana no conviniera a sus intereses. Esto basta para explicar su decisin de firmar el armisticio. Pero no cabe duda de que haba abandonado su objetivo italiano y tambin sus objetivos franceses, pues renunciaba a la compensacin al ne ejecutar la promesa contenida en el tratado franco-sardo, y no haba eliminado de la pennsla la influencia austraca, ya que los preliminares de paz admitan que Austria formara parte de la Confederacin italiana. Por ltimo, no poda soar de ningn modo con una Italia satlite, ya que abandonaba la empresa sin llevarla a trmino, defraudando profundamente a Jos patriotas italianos. En realidad, la solucin prevista por los preliminares de Villafranca qued en letra muerta. En quince meses, de agosto de 1859 a octubre de 1860, las etapas de la formadn del reino de Italia se desarrollaron a un ritmo acelerado. Qu parte hay que conceder, en esta nueva fase de la cuestin italiana, a la poltica italiana de Fra.ncia y de Gran Bretaa, por una parte, y a las iniciativas italianas, por otra 7 El impulso nacional no fue siempre unnime en Italia. Las resistencias que inquietaban a Cavour en 1857 se haban atenuado, pues los primeros xitos de la poltica sarda proporcionaron, naturalmente, adhesiones a la Casa de Saboya. Pero subsistan an. En Toscana, en el momento en que el gran duque, prncipe austraco, abandon Florencia, los partidarios de una unin con el estado sardo se enfrentaron con dos obstculos: parte de la opinin pblica deseaba el mantenimiento de la independencia, ya bajo el cetro de la Casa de Lorena, ya bajo el de una dinasta nueva (el prncipe Napolen-Jernimo); otra quera la unidad, pero prefera la repblica a la dinasta sarda. En Sicilia, donde
el movimiento nsurreccional de abr de 1860, dirigicic contra la dinasta naxditana. obedeci tanto a causas econmico-s0::_ales como las polticas, los revolucionarios no estaban de acuerdo ms que en rea;izar la secesin; pero formaban tres grupos: mazzinianos, miembros de la Sociedad nacional y muratistas. En el Estado pontificio-a excepcin de la Romaa, foco de -oposicin desde tiempo atrs--la masa de la poblacin no mostraba impaciencia alguna por entrar en un Estado italiano. En realidad, los movimientos nacionales eran provocados y organizados en todas partes por iniciativas exteriores: las de Cavour o los agentes sardos y las de Garibaldi. En los ducados de la Italia central fueron las iniciativas sardas, en agosto y septiembre de 1859, las que lanzaron la consigna de levantamiento contra las dinastas locales e impulsaron la reunin de las asambleas constituyentes, en las que se expresara la voluntad de los pueblos. En el reino de las Dos Sicilias Garibaldi concedi ms rpidamente de lo que Cavour deseaba af>OY armado al movimiento preparado por los mazzinianos. Pero aunque puedan asociarse, tales iniciativas eran en el fondo rivales. Cuando sali de Gnova para Sicilia la expedicin de los Mil-6 de mayo de 1860-, CaYour desarroll un doble juego con Garibaldi; alent bajo mano. la expedicin--de la que no era autor-, pero la vigil de forma que se convirtiese en beneficio para la Casa de Saboya, no para las mazzinianos. Cuando Garibaldi franque por su propia iniciativa el estrecho de Mesina-19 de agosto de 1860-y march sobre Npoles, la poltica sarda acentu la misma tctica: el rey escribi a Garibaldi para aprobar-en secreto-la expedicin; pero el Gobierno de Turn pretendi adelantarse a la expedicin garibaldina, ya enviando su escuadra a ocupar Jos puertos de Ja costa napolitana, ya tratando de provocar en Npoles, con la complicidad del prefecto de polica, una buena revolucin antes de la llegada de los Mil. Cavour tem-a ser desbordado por un hombre que, conscientemente o no, podra convertirse en instrumento de Mazzini. "El rey perder todo su prestigio, ya no ser para los italianos ms que el amigo de Garibaldi." En fin, cuando el Estado pontificio se encontraba en vsperas de una invasin, preparada por los partidarios de Garibaldi y de Mazzini (septiembre de 1860), que parecan haberse puesto de acuerdo, Cavour hizo entrar en Umbra a las tropas sardas, que, al propio tiempo que derrotaron en Castelfidardo al ejrcito de los voluntarios pontificios, eliminaban la amenaza que para la Casa de Saboya constitua la iniciativa de los republicanos. En realidad, los acontecimientos se precipitaron por la competencia entre la solucin mazziniana y la sarda, al principio callada y despus manifiesta. La accin de los jefes era, en una y otra parte, ms importante que la de las corrientes profundas. Los votos conseguidos en los plebiscitos no deban hacer concebir ilusiones; de hecho, en muchas regiones Ja poblacin haba entrado pasivamente, segn la expresin de Giacchino Volpe, en el nuevo Estado, y los dirigentes de la sociedad distaban mucho de ser favorables a la solucin unitaria.
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iniciativas ital .anas no hubieran podido conseguir exito si el gob1arno sardo no hubi se obtenido el consentimiento al menos tcito de Francia, lo que logr 5 ser alcanzado debido a la 'rivalidad franco~ inglesa. En Villafranca la poli tica francesa pareca haber abandonado la causa italiana. Pero <;avou; ;aba que el Emperador conservaba su simpata personal por Italia, as1 1 orno el deseo de conseguir para Francia una ventaj~ t~rr~t?rial que jt stifi~ase, a los ojos de la opinin pblica, la cam~ana mu~zl _de 1859.. >ada pensar, pues, que an no se haba pronunciado la ltima palabr l. Pero cmo se conseguira hacer aceptar a Napolen III una solucir: de la cuestin italiana-el Estado unitario-ms amplia que el plan t1 azado en .etombieres y que poda hallar.se en contradiccin con los intereses franceses? . L~ J>?ltica britnica se hapa mostradq muy reticente en la cuest~n italiana, en tanto que las iniciativas franceses haban sido decis1.va_s. El gabinete ingls haba temido, y an tema, que Italia se convirtiese en un satli~e de Francia.."De 1815 a 1859--escribi a la reina John Russell-Austria ha gobernado a Italia. Si los italianos tenan razn para lamentarse ?e ello,. Inglaterra no tena ninguna para temer ~ue se ;mplea~e esta .influencia contra los intereses britnicos. Pero s1 _Francia ~omma las flotas reunidas de Npoles y Gnova, Gran Bretana tendra que defender sus posesiones de Malta, Corf y Gibraltar." Cuan~o Napolen puso trmino, prematuramente, a la guerra contra Austna, Gran Bretaa tuvo ocasin de volver a tomar la iniciativa y ofreci al gobierno ,sardo sus ?1;1enos oficios: sin prometerle ayud~ a~mada:-:-ciue no estaria. ;n cond1c1ones de prestar-le conceda apoyo d~plo~at1co; y pronunctandose en fayor del principio de no intervencz6n, mtent h~cer f~aca~ar ~na tentativa austraca de desquite. No obstan~e, el gob1ern~ mgle~, aun favorable, lo mismo que en 1848, a Ja fo~a~16~ de un, re!no de la Alta _Italia, d~seaba la unidad, que n:~1f1car1a l~s ~ermmos ?e la. cuesti? med1terranea. Su objetivo consista en sustitmr en Tunn la mfluencia francesa por la inglesa. El t~e~to de Cavour supo aprovecharse de aquella situacin. fug o parec1a JUg~r, la carta britnica: "Le ha llegado el turno a Ingla~ terra de traba1ar Por causa italiana"; pero, al expresarse as, intentaba, sobre todo, mqmetar a Napolen III y volverle a l. En_ la cuestin de la Italia central-Parma, Mdena, Toscana, la Romana~avour obtuvo en seguida el asentimiento de Gran Bretaa (25 de. nov1e~bri; de 1859). Por qu haba de vacilar en concedrselo el gobierno mgles, que era favorabl.; al engrandecimiento del estado sardo Y que ~o te~a por qu g_uardar miramiento alguno a la Santa Sede? La actitud mglesa contribuy considerablemente a decidir a NapoI:n Il~ . reconocer los hechos consumados-incluso Jos de la R~)Ilrnna-(dic1embre)_; n? ob~tante las serias dificultades que ello impltcaba para su po!f~tca mtenor, no quera correr el riesgo de que se estableciese una alianza anglo-sarda. Pero, a cambio del consentimien-
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to, Cavour hab<1 de conceder a Francia lJ compensacin promemla: Niza y Sabaya. Esta decisin provoc un vivo de5contento en Gran Bretaa, que consideraba el engrandccirrnento del territorio francs como prefacio de futuros reaustcs y amenazador paa la estabilidad de Europa. Pero la desconfianza britnica se manifest nicamente contra la poltica francesa, no contra l:! sarda. En la cuestin de la Italia meridional, tambien Cavour consigui sus objdivos. aprovechndose del de~acuerdo fran:o-i1~g,ls. En esta ocasion Napolen III obstaculizaba Ja poltica sarda. En juriio de 180 propuso una mediacin, con el fin de salvar la dinasta napolitana: Sicilia se convertira en Estado independiente, aunque bajo una rama de la Casa reuumte en Npoles; el Estado sardo firmara una a1ianza con el reino de Npoles y con el nuevo reino de Sicilia, renunciando, por consiguiente, a su anexin. Esta oferta no fue episdica; el Emperdor la consider-las investigaciones de M. Charles Pouthas Jo han demostrado-un asunto serio: Napolen III desconfiaba de los proyectos de Piamonte, que quera, segn escribi Thouvenel, "desempear el papel de campen de la unidad italiana"; y continuaba adicto a su concepcin primitiva, Ja de una Italia federal. Y en julio propuso medidas navales para impedir a las trop:1s de Garibaldi atravesar ~! estrecho de Iv1esina, iniciativa que fracas ante la resistencia de Gran Bretaa. Quiere esto decir que Gran Bretaa deseara la anexin de la Italia meridional al estado sardo? Ciertamente, no. Sera evidentemente preferible mantener Ja existencia de un estado separado, que -escriba Palmerston a la reina-se situara en la estela del poder naval ms fuerte, es decir, de Gran Bretcti'!a. Pero aquel Estado, gobernado mal, no pareca viable. Su hundimiento entraara el peligro de abrir el camino a una solucin en la que Napolen Il podra pensar, apoyndose en los muratistas. "Un prncipe Napolen en el trono de Npoles sera la perspectiva ms inquietante." Era preferible. pues, segn Palmerston. que Gran Bretaa aceptase la solucin sarda: despus de todo, Italia unida poda actuar como contrapeso de Francia en el Mediterrneo. No se puede negar, en ambos casos, la eficacia de la sunple maniobra diplomtica. Pero ese talento para maniobrar no lo explica todo. En la cuestin del Estado pontificio-Ja ms grave, pues daba a Austria ocasin para amenazar al Estado sardo con una guerra de desquite-el apoyo diplomtico que Gran Bretaa promet:i al Estado sardo era insuficiente para asegurarle proteccin. De nuevo Ja actitud francesa fue decisiva, pues Napolen I!I, si bien simul una protesta oficial, permiti que los acontecimientos siguieran su curso. e incluso no se content con eso: el prncipe Napolen Jernimo asegur a Cavour que el Emperador estaba resuelto a salvar a Italia. en caso de que Austria buscara el desquite. Por qu Napolen III acept una nueva amputacin del Estado pontificio, que le ocasionaba la oposicin del clero catlico de
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Porque pensaba que sera peor enfrentar al cuerpo exped1c10ncc: lO francs de Roma con los italianos P]J o equ1va Id na ' -. pues a comprometer la esperanza de conservar las amistades italianas ~l yapel de dos hombres-Cavour y Napolen III-fue decisi>;o en la ultima etapa de la forr~acin del reino de Italia. Sin duda alguna las fuer:as pro{ un das hubieran podido conseguir Ja unidad un poc~ ms tarde. Pero era acaso indiferente que se produera en aquella fecha? N Des~e el prnc~pi~ al fin'. pues, el papel de Francia fue decisivo. apoleon III con.s1~t1 por fm en la unidad italiana bajo una forma completamente a aqueJia que pensara "n t d , d1stmta d . - 1858 Para expl' 1car es a esv1ac1on e su programa primitivo no es suficente invocar la ~uerza del he~l10. consumado; ni decir que, despus de haber favorecio ~a . causa 1tahana, ~l E~perador no poda, sin contradecirse, convertirse en su adver.sano: Sm despreciar el papel de estas consideraciones persona:es y d1;ist1cas, puede pensarse que Ja poltica del Emper?dor tema tambin otros designios. Al lanzarse a esta cuestin 1~ahana haba. considerado cierto que Italia se convertira en un satlt\e de Francia, Y el obstaculizar Ja poltica de Cavour sera desechar ta elslperanza. Dejarla cumplir no sera quiz el medio de favoret~r aque a? Pero.~ este concepto de una Italia satlite se opona un obstculo. 1 .~ ~uest1on r?mana pesara sobre el futuro de las relaciones franco1 ~an,~ .. l Col;1o poda pensarse en un reino de Italia sin Roma por capital l Y como creer. que Napolen, no obstante sus sentimientos pers~nales, podra autonzar a las autoridades italianas a anexionar~e ~l ~mdad Eterna. provocand? as{ la clera de Jos catlicos franceses? mperador no pensaba mas que en una solucin provisional destiadorm:_cer a la opi~in pblica. "Es necesario-dijo al' conde nada Pepoh~ncont,ar una soluc16n que me permita hacer creer que habis renun~~ad? a ~orna, Y a v?sotros hacer creer que no habis renunciado a el.la. E~ g~b1erno frances retirara su cuerpo expedicionario; pero el gobierno italiano . , se comprometera a no atacar ' a Rom a, y a no pcrm1t:r 1 .~ ocupac1on de ~a ciudad por Garibaldi. Sobre este punto, la ne?~iac1on ~omenz a ir mal desde principios de 1861: retardada pn ul10. de dicho ,ao, por Ja muerte de Cavour, y despus por Ja resstencia de los c.1rculos catlicos franceses, no desembocara hasta 1864 ~n la Convencin de septiembre, un compromiso mediocre, que nadi~ ... rey d~radero. ~n el fondo, Napolen, cogido entre las exigencias de su poltica anterior. y ~l deseo de no sacrificar las amistades que an creia tener en Italia, mtent~ba solo ganar tiempo y llegar al da en q~e la muerte de Po IX pudiera transmitir el solio papal a un pontfice ~1s~uesto a aceptar .. que Ja soberana territorial de la Santa Sede se hm1t.a~e a los palacios del Vaticano. La poltica italiana de Francia seguma, pues, en falso. Pero, en el plano general de la poltica europea, el Emperador haba
conseguido dos resultados: provocar una primera revisin de los tratados de 1815 y debilitar el Imperio austraco, defensor, por antonomasia, del statu qua; abriendo en consecuencia el camino para ms amplios reajustes, a los que la poltica napolenica estaba menos dispuesta que nunca a renunciar.
11. EL CANAL DE
sur..z
Debido a la perforacin del istmo de Suez, el Mediterrneo se convirti en la gran va del comercio internacional, no solamente con Extremo Oriente, sino tambin con la India y los grandes archipilagos del Sudeste asitico. En este acontecimiento, de considerable alcance para la historia del mundo, las iniciativas personales fueron preponderantes. En efecto: desde 1830 los sansimonianos haban insistido en el alcance de una empresa cuya importancia ya previera Colbert. Los artculos d!- Miguel Chevalier en Le Globe en febrero de 1832; los estudios, comenzados en enero de 1833 por un ingeniero de minas, Fournel; las opiniones expuestas por Enfantin no consiguieron, sin embargo, resultado alguno, porque Mehemet Al comprenda que el canal interesara al mundo entero y dara motivo para ingerencias extranjeras en Egipto. Pero esa prudencia del gobierno egipcio desapareci al convertirse en jedive Mehemet Said; y Fernando Lesseps, que haba sido doce aos antes vicecnsul de Francia en Alejandra, consegui persuadir al nuevo jedive de que el establecimiento del canal aumentara la prosperidad de su pas. En noviembre de 1854 obtuvo un acta de concesin. La Compaa de Suez, registrada legalmente en Egipto, tendra un consejo de administracin internacional cuyo presidente sera elegido entre Jos sbditos del pas que hubiera proporcionado la parte ms importante del capital. La empresa era todava un asunto privado, dirigido por Lesseps. sin dar cuenta al gobierno francs; pero casi inmediatamente iha a entrar a formar parte de la poltica internacional, porque el jedive, vasallo del sultn, necesitaba obtener el consentimiento de la Sublime Puerta. Era la ocasin para que se manifestasen los intereses antagnicos. Y desde el principio la cuestin del canal se convirti en campo de rivalidades entre Francia y Gran Bretaa. Palmerston se haba mostrado hostil al proyecto, aun antes del acuerdo de concesin. En 1847 crea que aquel canal se convertira en un segundo Bsforo o en un Gibraltar egipcio. Y sigui siendo hostil despus de 1854, a pesar de que algunos crculos de negocios ingleses consideraban que el proyecto sera favorable a los intereses econmicos de Gran Bretaa. Ni la guerra de los cipayos, en la que la llegada de los refuerzos ingleses a la India se vio retrasada por la lentitu~ de las comunicaciones, modific Ja actitud del estadista ingls. En el fondo, Palmerston pensaba que el gobierno francs estaba a punto de reemprender, como en 1839-1840, una poltica egipcia. La perspectiva era sufi-
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ciente para suscitar inquietud; y encarg al embajador ingls en Constantinopla que efectuara presin ante el Sultn para que se negase a aprobar el acta de concesin. Napolen III se mostr al principio muy reservado; en enero de 1855 aprob discretamente, pero no quiso aceptar la responsabilidad de conceder un apoyo diplomtico. "Ello sera la guerra con Inglaterra", declar a Lesseps. Era lgico que tratase de evitar dificultades francoinglesas, en un momento en que la guerra de Crimea an no haba terminado. Dej entender, sin embargo, que tal reserva era provisional: cuando los capitales se suscribieran se desvaneceran las resistencias. En esas condiciones, Lesseps lanz-en noviembre de 1858-su emisin de 400 000 acciones, de las cuales 54 000 se enviaron al jedive personalmente y 32 000 se reservaron para los egipcios; el resto fue ofrecido a otros mercados financieros. Estas 314 000 acciones destinadas a los extranjeros se emitieron en Londres, Bruselas, Viena, San Petersburgo, Nueva York y Pars. Pero solamente fueron suscritas 219 000 (l). Ni Gran Bretaa ni Rusia ni Austria proporcionaron suscriptores. El mercado financiero francs absorbi 207 000 acciones, que se repartieron entre 21 000 suscriptores. El capital de 1a Compaa de Suez era, pues, francs en su mayora, y el presidente de la Compaa sera siempre un francs. El control de esta gran va de comunicacin, creada por iniciativa francesa, permanecera en manos francesas. Palmerston, que haba aconsejado a los capitalistas ingleses la abstencin, con la esperanza de que la compaa no llegase a reunir los recursos necesarios, comprob que su tctica se volva contra los intereses bffi:nicos. El asunto tom un aspecto nuevo cuando comenzaron los trabajos de construccin del canal. El 19 de octubre de 1859 (en el mismo momento en que la cuestin italiana se hallaba en primer plano de la actualidad internacional) Napolen III prometi su apoyo a Lesseps. Pero el gabinete ingls acentu su resistencia, y en diciembre del mismo aoiilimpuls una campaa de prensa con objeto de quebrantar el crdito de la Compaa; protesta contra los mtodos de trabajo f or=ado que se empleaban-segn deca-en el reclutamiento de los 60 000 obreros egipcios para la empresa; haca ver al Sultn que Egipto, una vez construido el canal, debilitara sus lazos con el Imperio otomano, y obtuvo de Ja Puerta la orden de interrumpir los trabajos. No obstante las vacilaciones del jedive, que cedi durante algn tiempo a la orden del Sultn, Lesseps logr vencer los obstculos. Por fin, despus de enviar un informador al lugar, el gobierno britnico se dio cuenta-noviembre de 1862-de que la obra llegara a su fin; y se someti a lo inevitable, intentando, por medio de negociaciones con el gobierno francs, apaciguamientos: en ~nero de l 864 sir Henry Bulwe'r solicit de Napolen III que la Compaa de &.iez se
( 1) Las 95 000 acciones no suscritas fueron tomadas, en mayo de l 8W, por el jedive, que se hizo as propietari0 de 149 000.
~~a~~ere~~1~~~c1~~e;~pel
su la , na >cz ncontrara fcilmente los recursos fmanc1ero~ nec~na. los traba1os y e . t 'n ia (180 millones de francos aproxi.madasanos colmar la dt en: ~t bl cido en, 1858 y el coste efectivo de entre el presupuesto ~s a e. mente) para En noviembre de 1869 se mauguro el canal. . a de xito indiscutible de la poltica francesa, consegu1ddo, N la o:ra. ra un . , d ocas vacilaciones. Incluso cuan o apo. uiso provocar el desconcir verdad, despues e no P ;;s:;;e~fosq solucionar el litigio melen III p~ometi su ~poyo \~d~;f t~nto ingles .. mtenta_n L~ ~~acidad de Fernando de Lesseps desempe ms importante que la voluntad imperial.
etiese a no establecer una colonia extranera en la zona del compl rom o conv'rt1r sus orillas en fortale::.as enmascaradas. En suma/, e . .. d. , d el contra cana v a n Gran Bretaa abandon su opos1c101f1,.per~ . :on ii1ctieonfina~d~~o Y como F , la "mpresa ul.!se umcctme
Coi:ripa~a impul~:-
la perspectiva la aperPero desde el comienzo de los tra b ao~, h . l M de diterrneo . l . 1 tencin de los gobiernos acia e e tu:a del! Las potencias mediterrneas deban pensar en onenta ) e . " . los flancos de la nueva i:uta naval. Gran pose_c:: puntos de f:p~~oAd~n. no tena que realizar grandes esfuerzos. 862 comenz a construir un trncvo puerto Y. nuevas rd reponderancia estrategca en o o stan l.'., ~ para ~ co.nso i ar fortalezas en iba a "Onsu ver Pt.ir e n \'1'a' de con1unicaciones . Malta , aquel i\.1edlterraneo que ~e F rancw . . . . y el 1oven reino de Italia lo tenan mundiales. Por el contrano,
c,an~ ~~~~oj~.
todo por hacer. t res actiEn el Mediterrneo oriental_ ladpolS~~~~ f'.~~~es~o~~v~~ ~eligiosos? ~ n 1860 en la cuestlon e L . . b vame~k, .e , , d 'I tiempo atrs protectorado re1Ig10so so re Francia_ ~erc1a des. e mue 10 V 'van mezclados con los rabes y c?n :os los catolicos maromtas, que i_ d esuiHs y lazaristas contnbu1an drusos islamizados. Los co egios e . d 1861 Ta~~mfnistra~ asimismo_ a 1.a infiuenci~ intelectual f~~~~;: a?et~at~~~ la vieja nvahdad entre rusos y mar . '" , en la que perecieron seis ' desemboc en una carn1cvna, c1 n turca:. . d meses ms tarde, los rabes asemil maro111tas y dos rehg.~osos, ~' c~f stianos el gobierno francs tuvo sinaron en Damasco a c:nco m . d 's vctimas. y anunci, en serios motivos para acuf dir e~. socorcrouerpeo ~xpecliciona~io para "resta.d ue se propon a env1c1r un d d segu1 a, q " J u aciones humanitarias y al eseo , e blecer el orden '. A_ as preocolftica francesa en Levante, se aad1an confirmar la tr~~icio.n de. la_ pla roteccin de los intereses catlicos razones de pohtica rntenor ~ . p. M sirv1 como comd', no siguiente en CJICO, en Sira, como suce. ~o e a "uri~so observar, no obstante, que, clerical francesa no se i!1teresaba pens?cin en visperasadla e cue~tzo~\~~;a~ap~~;a a expe
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apenas por la matanza de Damasco; y crea ver en la iniciativa gubernamental una maniobra destinada a desviar de los asuntos italianos la atencin de los catlicos franceses. Tambin es posible, aunque no evidente, que los intereses econmicos desempesen un papel. Los industriales del ramo textil andaban a la busca, realmente, de materias primas; y el Lbano produca seda cruda y podra, quiz, convertirse en productor de algodn. Sin embargo, no existe prueba alguna de que dichos industriales originaran la intervencin del gobierno. El verdadero motivo de la expedicin fue, sin duda, la cuestin del canal de Suez. En el momento en que el Sultn se neg, obedeciendo a las instigaciones inglesas, a aprobar el acta de concesin del jedive, el gobierno francs dese ejercer presin sobre la Puerta, amenazndola con favorecer Ja indeper.dencia- de Siria y del Lbano; y pens, inclusive, en establecer all un Imperio rabe, a la cabeza del cual podra colocarse a Abd-el-Kader. Naturalmente, aquellas perspectivas inquietaron al gobierno ingls, que tema que Francia estableciera su protectorado sobre Siria. Por el contrario, el gobierno ruso acept una intervencin francesa, pero a condicin de que tal principio de intervencin pudiera aplicarse, en lo futuro, tanto en beneficio de los ortodoxos como en el de los catlicos. Lo cual era un medio de suscitar de nuevo I~ cuestin del equilibrio, siempre en peligro, del Imperio otomano. No es necesario decir que Inglaterra, siguiendo su poltica tradicional, se opuso. Y esta poltica britnica consigui sus objetivos. Propuso la reunin de una conferencia internacional, que desech las sugestiones rusas y que, aun concediendo a Francia un mandato de intervenczn, en nombre de las grandes potencias europeas, prescribi que Ja ocupacin francesa no sera superior a seis meses. En realidad, el cuerpo expedicionario desembarc en agosto de 1860; y fue retirado en junio de 1861. La poltica francesa consigui, solamente, que el gobierno otomano concediese al Lbano un estatuto administrativo que prevea el nombramiento de un gobernador cristiano y la designacin de consejeros elegidos por los habitantes. Esto era suficiente para satisfacer los intereses catlicos y para confirmar Ja influencia intelectual francesa. Pero el objetivo ms importante no se haba conseguido; en esta ocasin, como en tantas otras, Napolen III no se atrevi a correr el riesgo de comprometer gravemente las relaciones franco-inglesas. En el mar Rojo, Ja iniciativa no perteneca nicamente a Francia, sino tambin a Italia. En 1859, l gobierno francs, con ocasin del asesinato de su agente consular en Aden, obtuvo del Sultn de Tadjurah la adquisicin de la rada de Obock. cuya toma de posesin se efectu en 1862. Francia consegua con ello un punto de apoyo en la entrada meridional del estrecho de Bab-el-Mandeb, sobre la ruta martima que, despus de la apertura del canal de Suez, se convertira en el gran paso hacia el ocano Indico. El gobierno italiano, a iniciativa de un misionero lazarista.. que haba sealado en el Congreso de las Cmaras de
Comercio la importancia de un punto de apoyo en el mar Rojo, puso sus miras en Ja baha de Assab, ,en I~ entrada Norte del estrecho; y tom posesin de la misma, sin pensar todava e'n el establecimiento de una verdadera colonia. Francia e Italia entraron, pues, en contacto con el Imperio etope, cuyas vas de acceso al mar posean: la cuestin del Africa oriental apareca en el horizonte. Puede pensarse que; entre otros tantos grandes designios, Napolen III tuviera, en estas cuestiones mediterrneas, el de una poltica de vasta envergadura? Haba manifestado la \ntencin de ello. En una entrevista con Bismarck; en abril de 1857, dijo que el Mediterrneo estaba destinado a convertirse casi en un lago francs. Y si se consideran en conjunto todas sus iniciativas-el apoyo prometido Lesseps, en 1859; la coetnea expedicin a Siria; los proyectos de intervencin naval en Italia meridional; la poltica rabe en Argelia; y las tentativas cerca del bey de Tnez en 1860-se confirma la im)jl(esin de que aquella frase no haba sido lanzada a la ligera. No obstante, ante la ausencia de un estudio crtico serio, es imposible estimar el lugar exacto que a estas preocupaciones mediterrneas les corresponda en el espritu del Emperador, y si eran elementos de un plan de conjunto o tentativas espordicas. Es preciso aadir. tambin. que el Emperador no insisti cuando, en cualquiera de dichas ocasiones, se encontr con la resistencia decidda de Gr::!ri Bretaa. Esta pru" dencia era necesaria, puesto que deba evitar entrar en conflicto-dentro de la lnea de su poltica general--con aquella potencia. Pero tambin sealaba lmites a sus designios: Podra realizar en el Mediterrneo una "gran poltica", sin atraerse la resuelta hostilidad de Gran Bretaa?
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TOMO
ll: fil.
SIGLO
XJX.-DE
1815 A 1871
duran/e il Risorgimento, Mn, 1940.A. COLOMBO: L' lnghilterra nel Risorglmer1to. Miln, 1917.
RIT:
< Pars,
CAPITULO XVII
EL
E!~
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Tambn en esta poca. la guerra de Secesin (l) ofreci a Europa la posibilidad de volver a desempear un papel actvo en e! continente americano. La aplicacin de la doctrina de Monroe se hallaba en suspenso. e incluso la existencia misma de la gran repblica americana estaba amen<1zada. Este era, como dijo a sus colegas un miembro del gabinete ingls, "el acontecimiento ms grande producido en la poltica mundial desde la cada de Napolen I".
l.
La guerra civil americana origin graves consecuencias inmediatas en la vida econmica y social de los gri!ndes Estados industriales, principalmente en Gran Bretaa y Francia; el bloqueo de los puertos sudistas. cstabkcido por los nordistas, impeda a los productores americanos exportar a Europa el algodn en bruto; la industria algodonera europea vease, pues, privada de su principal fuente de abastecim\ento en materias primas; y los esfuerzos hechos para encontrar -por ejemplo. en Egipto-un remedio a tal situacin, no podan ser ms que p:lli:itivos; la penuria del algodn oblig a las fbricas a restringir su produccin, lo que prornc el paro obrero. El centro de la industria algodonera inglesa era Lancashire, cuya produccin igualaba a la de todas -las fbricas del continente. Antes de 1860, esta industria obtena en los Estados Unidos el 72 por 100 de sus materias primas. Aunque, para reemplazar las importaciones americanas, trat de obtener ms materiales de la India, no recibi, entre 1862 y 1865, ms que la mitad de lo que haba necesitado en 18591860. Los establecimientos de Lancashirc se vean. pues. privados del algodn en bruto. o lo pagaban cuatro veces ms que en tiempos normales. Li disminucin de la produccin origin el paro total de 247 000 obreros. y el parcial de 165 000. Pero aquella crisis econmica y socia! alcanz ~mlamente a la industria algodonera; las otras se mantenan prsperas, tanto ms cuanto que el tratado de 1860 ampli su mercado en Francia (2). En la industria algodonera francesa-que empleaba, en 1860, ms
( 1) (2) Y:!ansc an1er1tirmcn1e. p:g;. 230 y 231. Vase an1enorn1cn1e. pg. 215.
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TOMO 11; EL SiGLO X!X.-DE
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de 350 ( C:O obreros-el precio de la materia prima aument en un 30 por HI'J ~l comienzos de 1862; y en un 50 por 100, a mediados de ao. La principal regin productora, Normanda, era, naturalmente, la ms perjudicada: el paro total alcanz, por lo menos, a un tercio de la mano de obra; la regin del Norte lo fue un poco menos, porque posea fuertes industrias lanera y del lino, que se beneficiaban bastante de la crisis de la algodonera; Alsacia, dado que sus industriales disponan de grandes existencias de materias primas, result, al principio, menos amenazada, aunque, en Belfort, los obreros paraban, en 1862, tres das por semana. Con frecuencia, los industriales vacilaban en emplear el algodn de la India, que haca necesario modificar las mquinas. Esta crisis preocupaba mucho al gobierno imperial: "Nuestra industria sufre horriblemente-escriba, el 13 de marzo de 1862, Thouvenel. ministro de Asuntos Exteriores-; y, por muchos motivos, el malestar de nuestra clase obrera no nos deja tan fros como a nuestros vecinos." El embaja~o_: ingls c?nsign que ios crculos dirigentes franceses queran adqumr el algodon en bruto por todos los medios. Los gobiernos ingls y francs tenan, en consecuencia, inters directo y apremiante en conseguir la atenuacin del bloqueo; mas las medidas adoptadas por Jos nordistas respecto al comercio martimo con los neutrales planteaban todas las cuestiones de principio relacionadas con el .pro~le1;1~ de la "libertad de los mares"; y era fcil provoar controversias 1u:1d1cas de !s que poder aprovecharse para ejercer presin sobre el gobierno de Lmcoln. Tal era la esperanza del gobierno con{ed<:rado; y por ello, desde el principio de la guerra civil, aun antes de que el bloqueo fuese efectivo, haba decidido restringir la exportacin del algodn en bruto, con objeto de originar dificultades econmicas en Europa occidental, incitando la intervencin de los gobiernos. Pero la crisis americana poda tener, en el -terreno poltico, un alcance ms considerable. Gran Bretaa o Francia, potencias atlnticas. se hallaban o no interesadas en una escisin definitiva de la Unin americana 7 Durante los dos primeros aos de la guerra civil, era !feto pensar que el gobierno no lograse la sumisin de los confederados sudistas, pues los Estados del Norte, no obstante su superioridad en hombres y armamentos, no parecan capaces de conseguir una decisin militar. La divisin del territorio federal en dos Estados sionificara el fin de la potencia americana, cuyo auge haba predicho To~queville. Era deseable tal perspectiva? Los gobiernos francs e ingls podan pensar que el estado de hecho-la secesin-se hallaba de acuerdo con sus int~reses, consideraban que ~os Estados Unidos se convertiran, algn d1a, en rivales de las potencias euro-:::as en los mbitos econmico y naval; y que la hegemona de la Unin se ejercera, por lo meno~ en todo ,el continente americano, en perjuicio de los intereses europeos. Debian, pues, tratar ele mantener la secesin, mediante su accin diplomtica? O crean, por el contrario, que la escisin definitiva seria causa de molestias en las relaciones econmicas y polticas internado-
s!
nales causa probable, en consecuencia, de una amenaza para la paz general J Tales perspectivas eran, en realidad. muy lejanas. Y tenan los estadistas la costumbre de prever a tan largo plazo? Verdaderamente ni en Londres ni en Pars eran firmes ni coherentes las opiniones sobre el f?!uro. . . . . . . . En los momentos-cnt1cos, el gabmete mgls se hallaba d1v1d1d~. Mientras que Gladstone, Lord Canciller (quiz porque fuera ms_s:ns1ble ~~e sus colegas a Jos sufrimientos de los obreros en paro, qu1za, tamb1en, porque no creyera que la Unin america~a pudiera s:r restaurada mediante la fuerza) deseaba que Gran Bretana desempenase un. papel mediador. El primer ministro y el ministro de Asuntos Extenores-Palmerston y Russell, respectivamente-fueron ms reservados. La Corte se pronunci, claramente, contra toda iniciativa arriesgada. En el fondo, el gobierno britnico no poda olvidar q_ue Canad era vulnera.ble. Cmo se protegera aquella parte del Im~no, en ~aso de u?, COP,fcto con Jos nordistas? Haba que pensar, tamb1en, que st la seces10n se realizara, los nordistas, a quienes no estorbara la concurrencia de los sudistas en la expansin territorial, podran buscar compensacin a su derrota en la anexn del Canad. El gobierno francs se aprovech de la ?ue.rra de Secesin Rara em prender en Mjico (1) una polti~a ~xpans1omsta, con. desprecio. de la doctrina de Monroe; pero no pod1a ignorar que el gobierno de Lmcoln, en caso de victoria, se opondra a tal empresa. Los intereses de la poltica francesa eran, pues, contradictorios: la prolongacin de la guerra civil origin, en Francia, dificultades econmicas y socia~es; pero favoreci la empresa mejicana, dando tiempo a que se produera un hecho consumado. Napolen 111 tenda a orientar su polti~a respe~to a la guerra civil americana en funcin de ~quella preocupacin dom~n.ante, Y descontaba las ventajas que presentana, en tal aspecto, una esclSln definitiva entre los Estados de la Unin americana, e incluso aprovecharse de ella para obtener el consentimiento de los Confederados para la ex pedicin mejicana. Pero, durante la primera parte de la Guerra de Secesin, Tbouvenel, ministro de Negocios extranjeros, refren aquellas intenciones, adoptando un punto de vista muy diferente, que era el de la poltica general: resultara deseable el mantenimiento de la Unin americana, la cual se convertira en una potencia naval que contrapesara la de Gran Bretaa. En el espritu de los hombres de gobierno haba todas aquellas preocupaciones divergentes, que se manifestaban en las instrucciones diplomticas que firmaban y en las notas confidenciales cruzadas: Pero, con frecuencia, solo representaban deseos vagos. En la prctica, la accin poltica se preocupaba, sobre todo, de las peripecias de la guerra civil y de las probabilidades de victoria de nordistas o confederados.
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~ comi1!nz<? del confiic,to, ~ara~terizado por los xitos del ejrcito sudista, los gobiernos trances e mg.les se contentaron con observar y esperar. Mer~1er de Lostende, embajador de Francia en Washington, cuyas s1mpatias persona!es estaban ms con los grandes plantadores del Sur que ca?. los dem?cratas del Norte, consideraba verosmil el xito de la sece~i~ n.; pero su .colega ingls era ms reservado. Aunque los combates 1mc1ales parec1ero? . c~mfirmar los pron<)sticos del primero, crey pru~ente reservar s~ JUICIO, pues las fuerzas nordistas no estaban -~m du;puestas. Francia declar, pues, tambin-al igual que Gran Bretana-su Ill!Utr~lidad: Cuando, en el verano de 1861, el gobierno de los <;onfederados mten~o ob~ene~ el reconocimiento de las grandes pote,ncias europeas, e~ gabmete mgles se neg a ello; y la poltica francesa, au~ ? co~i:r~metida a fondo en el asunto mejicano, sigui en esto, Ja pohttca bntan!ca. El ~a~inete iD;gls no protest contra el bloqueo de ~as costas s_udistas, qmza porque viera en l un precedente que podra mvocar algun da en su beneficio. Aquella neutralidad favoreca pues ' ' realmente, a los nordi~tas. Mi~n.tras tanto,. en diciembre de 1861, el incidente del Trent provo:: u~a cns1s: el c~ma~dante ?e un. ~arco de guerra nordista registr un bar~o mercante mgles; e hizo pns1oneros a dos enviados del gobierno sudista, q~e se encontraban a bordo. La opinin inglesa reaccion con vehemencia, no s~l_o porque era sensible a todo atentado contra el derech? de navegac10~ en alta mar, sino tambin porque comenzaba a mquietarle la penuna de al.godn. La Prensa de Washington replic en ~~no amena7ador: Y aunque el_ comandante del barco americano y los ....irculos ?ficiales mgl~ses estuv1~ron convencidos de que, dadas las circunsta~cias'. los nord1stas podran invocar ~lidos argumentos jurdicos, los. dos gobiernos, desbo~d~dos p~r el ?1ov1miento de opinin, se vieron ~bhgados a adoptar poslClones ~n_tagonicas: el gabinete ingls exigi exq,sas y l_a _e~tr~ga de los dos pns10neros; y Lincoln vacil en desautonzar 1!n_a .m~ciat1~a que lamentaba. Pero el gobierno francs se asoci ~ las im~iativas mgl~sas; y aquella afirmacin de solidaridad franco1i:glesa hiz? que cediera el Secretario de Estado, Seward: los dos enviados su~istas fueron puestos en libertad. El asunto era significativo en la m~d1d_a en que demostraba que el gobierno nordista se vea oblid gado a mchnarse cuando las dos potencias occidentales actuab acuerdo. an e
Se _m.antendra este acuerdo en 1862, la poca ms crtica de la guerr~ civil? Aunque lo~ nordistas haban tenido, durante dieciocho meses, t1e~po ~ara orgamza~ su ejrcito, iban de fracaso en fracaso, lo cual. pod1a ammar a Francia y a Gran Bretaa a prestar odos ms complacientes a los delegados sudistas. ahora con satisfacci"o'n , en a persEl francs . gobierno d , pareca . pensar . _ pec t ~va e una esc1s10n defimt1va. Su mismo ministro de Neg tra Th b .. ocios ex n1eros, ?u~ene 1 , vac1 a a. Los recursos financieros del Norte se agotan; y qmza llegar el momento en que la idea de una mediacin
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no le repugnar tanto. La mayor dificultad ser la de los lmites", escribi, en febrero de 1862. Y en abril siguiente, Napolen IIl dio odos a las ofertas del delegado sudista. Slidell 1 los Confederados suministraran algodn en bruto a la industria francesa, a cambio de productos industriales, que se beneficiaran de una franquicia aduanera. Persigny, Walewsky y Rouher se declararon favorables al reconocimiento del gobierno sudista. El Emperador pensaba en enviar a Nueva Orlens una escuadra, con el objeto de romper el bloqueo. No obstante, no era cuestin de llegar a ello sin obtener previamente el consentimiento de Gran Bretaa. Aceptara el gobierno ingls, por lo menos, una accin diplomtica que tuviera por objeto poner fin a la guerra americana, consolidando el estado de hecho, es decir, la escisin? Despus de algunas vacilaciones, el gobierno ingls desech aquella sugestin. Y, en agosto, segua firme en su decisin. El gobierno francs, aunque todos sus miembros--excepto Tllouvenel-eran favorables a los sudistas, no se atrevi a separarse d<f Gran Bretaa. No obstante, la poltica inglesa pareca dispuesta, un mes ms tarde, a aceptar la sugestin francesa. Al conocer el xito que acababa de conseguir el ejrcito sudista-la victoria de Bull-Runn, que pareca anun ciar la toma de Washington por los Confederados-. Palmerston y Russell se preguntaban, a mediados de septiembre de 1862, si, no obstante las reticencias de la rei,na, no habra llegado el momento de ofrecer una mediacin, "recomendndo un arreglo basado en la separacin" y "reconociendo la independencia de los Confedi;!rados", en caso d<; que fuere rechazado. La propuesta sera hecha en el momento en que ws sudistas se apoderaran de Washington. Pero las perspectivas de su cJnquista por las tropas sudistas se desvanecan: las tropas federales reconquistaron a Pensilvania (victoria de Antietam, 18 de septiembre); y 1')S dirigentes de la poltica inglesa renunciaron a sus proyectos. l ' el 7 de octubre, Gladstonc, Lrd Canciller, recomend la intervencin diplomtica, en su discurso de Newcastle; '' Jefferson Da vis y los otros leaders del Sur han hecho una n,acin. Podemos considerar logrado el xito de los Estados sudistas, en cuanto a su separacin del Norte." Pero el primer ministro le desautoriz; y tampoco iogr el apoyo de los jefes de la oposicin-Derby y Disraeli-. El 23 de octubre, en una reunin oficiosa de los miembros del gabinete, Gladstone y Russell fueron los nicos que insistieron en la mediacin; pero sus colegas se opusieron, mostrndose partidarios de la prudente lnea de conducta adoptada desde el principio de la guerra civil. Se decidira el gobierno francs a actuar sin el apoyo de Gran Bretaa? Aunque haba desaparecido la inf1uencia moderadora, ejercida por Thouvenel (que dimiti el 15 de octubre, por su desacuerdo con el Emperador en la cuestin italiana), Napolen III no se atrevi a lanzarse solo a la aventura, y nicamente dio a Slidell buenas palabras-28 de octubre de 1862-. Pensaba, es cierto, a falta de una colaboracin in-
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glesa, ob'c:;er el apoyo de Rusia para ejercer la mediacin en la guerra civil ame<:cana. Pero el gobierno ruso declin la proposicin: por qu haba de :1ezclarse .en un asunto en que .no tena inters directo alguno? Y cuando el Zar se excus, el gobierno ingls no tena va ningn motivo serio para volver a considerar su poltica de abstencn, a pesar de que, en el consejo del gabinete, de 10 de noviembre de 1862, Gladstone y Russell volvieron a plantear la cuestin. No debemos estudiar el caso--decan-de que Rusi2. volviera de su negativa? ; y estimaban posibie que el Zar, si Gran Bretaa desechaba la sugestin francesa, tornara sus bateras y decidiese conceder su ayuda a la tentativa de Napolen III, maniobra que tendra por objetivo-y quiz por resultado-deshacer la entente franco-inglesa. Pero tales argumentos no modificaron la opinin del gabinete: Gran Bretaa estaba decididamente resuelta a mantenerse al margen. La actitud del gobierno britnico debiera haber bastado para desalentar las veleidades de -Napolen III, que haba considerado hasta entonces que, en este asunto, ms que en ningn ofro, era necesario mantener la colaboracin tranco-inglesa. Pero no renunci. Por qu tal obstinacin? La explicacin se hallar en la poltica mejicana del Emperador. Y el gobierno francs se decidi a ofrecer, aisladamente, sus buenos oficios a Lincoln y a Jefferson Davis. El fracaso fue inmediato: el secretario de Estado, Seward, re.::haz, categricamente, la proposicin francesa. Y, en mar~o. el Congreso vot una resolucin, declarando que toda nueva tentativa de mediaein se considerara como "no amistosa". Esta advertencia no provoc rplica alguna. Para lo sucesivo, la cuestin esencial quedaba resuelta: ya no se pensaba en la eventualidad de una intervencin diplomtica de las potencias europeas del Atlntico. Pero con ello no estaban resueltas todas las dificultades, pues la prctica Je la neutralidad originaba nuevos litigios entre Gran Bretaa y los nordistas. en las que los argumentos jurdicos se relacionaban estrechamente con los intereses econmicos. Y puesto que era neutral en la guerra civil americana, tena derecho ~l gobierno ingls a dejar construir o equipar en sus puertos por cuenta del gobierno sudista barcos que se dedicasen a la guerra de corso en el Atlntico contra la navegacin nordista? No obstante, como tales controversias adquirieron un tono agrio y hasta amenazador (septiembre de 1863), el gabinete ingls cedi. Del examen de los documentos diplomticos y de la de los testimonios-en la forma an incompleta en que la crtica histrica los estudia-es posible concluir que ni Gran Bretaa ni Francia mantuvieron durante los cuatro aos de la guerra civil americana una actitud estable. En ninguno de los dos pases los dirigentes polticos parecan haber estudiado el problema americano en su conjunto, sino que trataron el asunto al da, con la nica preocupacin de resolver las dificultades inmediatas. Aunque en varias ocasiones se mostraron dispares respecto
a la lnea de conducta que debieran adoptar, no reaccionaron contra el bloqueo de los puertos sudistas, pese a que les suscitaba sever~s dificultades econmicas y sociales. Su actitud fue. pues, de prudencia; necesariamente, por parte de Gran Bretaa, preocupada por la suerte del Canad; no tanto por la de Francia. El nico momento en que esta lnea de conducta se vio .puesta seriamente en duda en los dos pases fue cuando estuvo a punto de triunfar la idea de Ja mediacin (septiembre de 1862). ~o fue mero azar el hecho de que tal momento crtico coincidiese con aquel en que Ja situacin militar de los nordistas era ms difcil. Tal comprobacin puede llevarnos a pensar que Gran Bretaa-al igual que Francia-habra aprovechado de buena gana la ocasin de consolidar el estado de hecho (la secesin) si el gobierno de Lincoln se hubiera mostrado incapaz de hacer fracasar en aquel mismo momento la ofensiva de los confederados. La diplomacia de los potencias-y ese es casi siempre el caso-no haba hecho ms que seguirnal que bien la suerte de los ejrcitos americanos.
II. LA AVENTURA MEJICANA .
La guerra de Secesin, paral~zando temporalmente a los Estados Unidos, permiti el asunto mejicano. Desde la desgraciada lucha que haba sostenido en 1848 contra los Estados Unidos (1), Mjico se hallaba en una situacin crtica. En 1855 se inici la lucha por la conquista del poder entre los liberales anticleri.cales, que seguan a Jurez,. y lq.s conservadores catlicos. En el programa de los liberales figuraban el laicismo del estado civil y la expulsin de los jesuitas; pero la verdadera cuestin la constitua la secularizacin de las enormes propiedades del clero, de una importancia capital desde el punto de vista social y econmico. El gobierno conservador de Miramn, establecido en 1858, despus de un golpe de Estado, haba sido derribado en 1860 por Jurez. Los- emigrados mejicanos en Europa pensaban en una solucin monrquica para poner trmino a la guerra civil, y con tal objeto intentaban conseguir el apoyo de una gran potencia europea. Mjico ofreca a los europeos un atrayente campo de accin, porque dispna de importantes recursos minerales. cuya explotacin estaba dificultada por el desorden poltico. El pretexto para intervenir era fcil: los europeos establecidos en Mjic~spaoles principalmente, pero tambin franceses e ingleses-sufran daos, originados por la guerra civil, y solicitaban de sus respectivos gobiernos que apoyasen sus demandas de indemnizacin; por otra parte, el Estado mejicano haba contrado en el extranjero una deuda, cuya suerte era precaria, pues Jurez no querfa reconocer los emprstitos realizados a Miramn. Aquella intervei:icin fue un proyecto personal de Napolen III. Los mviles que le impulsaron a obrar' eran diversos:
( l) Vase anteriormente, pg. 195.
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Jurez haba confiscado los biene del clero mejicano, que mtento lograr la ayuda del gobierno francs, considerado en aquel PI?mento defensor de los catlicos de Siria, Anam-y China (1). Las gest10nes ~~ Almonte, agente ~e Miramn en Pars, consiguieron atraer la atenc10? de la _E~peratnz sobre la cuestin. En cuanto al Em~rador,, ~ons1der qmza este asunto ocasin para ofrecer a los medios catohcos ~ra1!c~ses un~ especie de compensacin de Jos sinsa?ores que lesv mfhg1era en la cuestin italiana. No obstante, no e~1~te prueba, a~guna de que tal argumento desempease un papel dec1s1vo en su ammo. 2. Int~reses de los acreedores franc~ses en Mjico: Era lgico que el gob~erno francs ayudase a sus nacionales para conseguir lo que se les ?eb1a;. pero resulta sorprendente que en la lista de dichas recl,arnac1one~ f1g~rase un crdito suizo, el bono jecker, que Morny habia h~cho tnclmr en aquella contra una comisin del 30 por 100. En l~s c1rculos allegados al Emperador, el asunto mejicano estaba relac1onad<?, pues, con combinaciones financieras de dudoso origen. La ?educc10~, de que aquellas personas i~pulsaran a Napolen III a la mt7r~enc1on es m~y natural, pero carecemos de medios de Juicio suf1c1entes para estimar en qu medida pudiera eso ;esultar d clsivo 3. Intereses econ~micos: Debe pensarse, por ltimo, q~e est~ ar~~mento fuera esencial para Napolen III. El Emperador se haba af1c10:iado desde hac_a mucho tiempo (desde su cautividad en Ham) al estudio ?e las cuest!ones de l~ ~mrica central: canal interocenico, explotacin. de las. nquezas romeras, mercado de exportacin :tJara los productos mdustnal_es franceses. La cuestin mejicana tena, pues, q~e atraer s~ ate?c1n. Pero cmo organizar la explotacin econm1<;a de M11co sm an~es instaurar all Ja estabilidad poltica? Despues de unas conversac10nes con el emigrado mejicano Gatirrez cuY.'? detalles _son poc~ co?ocidos, el Emperador pareci convencid~ de ~ut la soluc1~. monarqwca asegurara tal estabilidad. No soaba con msta!ar ~n M11co a un prncipe francs, pero pens que un gobierno monarqu1~0 formado con la ayuda francesa concedera a las empresas de .~u pais u~ lugar preponderante en la explotacin de los recursos metcanos, ?~1 como en l~s relaciones comerciales. No pensaba, pues, 1 en una po.1t!c. de co~qmsta colonial, sino en el establecimiento de una zona de mf/uencza. 1Para conseguir tal objetivo, era necesario aprovechar ~I momento en que la guerra de Secesin desgarraba a los Estados Umdos. N~polen III condujo personalmente aquel asunto. incluso con frecuencia a espaldas de sus colaboradores ntimos. Al principio,_en 1861, el Emperador juzg prudente asociar en su proyecto !1 _Espana y .a Inglaterra, que tenan tambin sbditos en MJICO Y cred1tos contra el estado t'nejiCano; no quera enemistarse con
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(1) Vanse anteriormente. pgs. 248, 253 y 269.
Re!igioso~:
Inglaterra y deseaba establecer un acuerdo con Espaa en el plano de la poltica general; pensaba tambin, sin duda, que una intervencin conjunta de tres hara posible Ja resistencia a una protesta de los Estados Unidos, en caso de que Ja guerra civil americana se terminara ms pronto de lo previsto. Pero los asociados del gobierno francs tenan sobre el asunto opiniones diferentes: el gobierno espaol no poda olvidar que haba dominado en Mjico, y prefera indudablemente que la restauracin monrquica se efectuase en beneficio de un prncipe emparentado con la familia real espaola; el gobierno ingls deseaba la cada de Jurez, que se haba asociado con los Estados Unidos en 1859, y quera que se pagasen los crditos de sus ~bditos, pero no deseaba, en cambio, deender los intereses del clero mejicano ni favorecer el establecimiento de un rgimen monrquico. Na polen III fracas, pues, en la imposicin de su programa; la convencin franco-anglo-espaola de 31 de octubre de 1861 decidi nicamente efectuar una expedicin para obligar al gobierno mejicano a respetar los bienes de los extranjeros. Pero el Emperador contaba con hacer prevalecer su criterio una vez el asunto se hallase en marcha. El equvoco se deshizo al desembarcar las tropas expedicionarias de las tres potencias: discrepancia respecto a fa inclusin del bono f ecker en la relacin de las reclamacioni;:s francesas, desacuerdo sobre la cuestin de la restauracin monrquica. Entonces los gobiernos ig1s y espaol retiraron sus tropas. La expedicin de Mjico se convirti, pues, en un asunto exclusivamente francs. Una vez sus asociados abandonaron la partida (pero sin oponerse abiertam..:,.le a su poltica), Napolen III crey tener el camino libre y decidi ofrecer el trono de Mjico al archiduque de Austria, Maximiliano. Des ous de la toma de Puebla y de Miico (17 de mayo y 7 de junio de i863) por el cuerpo expedicionario, L.::. asmnblea de notables, reunida con arreglo a las directrices del mar::::.o francs, ofreci la corona a Maximiliano. Durante dos aos el r._;~'';'' Emperador de Mjico trat de gobernar, pero no dominaba ms r.ile la parte central del pas: el Norte y el Sur estaban en manos de ios partidarios de Jurez; conocedor de la debilidad del partido monrquico. con cuyo apoyo contaba, no se atrevi por el temor de hacer ms grave la resistencia a restituir los bienes eclesisticos confiscados. con lo que se enajen la ayuda del clero. El nico apoyo de que dispona era el cuerpo expedicionario francs--30 000 hombres-que Napolen III le haba prometido no retirar--carta de 30 de enero de 1864-mientras fuera necesario para asegurar la existencia del nuevo gobierno. Pero la guerra de Secesin termin en mayo de 1865, y en seguida el gobierno de los Estados Unidos seal claramente su posicin: se negaba a reconocer a Maximiliano e, invocando la doctrina de Monroe, solicitaba la retirada del cuerpo expedicionario francs. Cmo iba a arriesgarse Francia a un coaflicto can los Estados Unidos? El 15 de febrero de 1866 Napolen advirti a Maximiliano que se vera
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obligado a retirar progresivamente sus tropas. Desde aquel momento el desti:-10 del nuevo rgimen mcjicanp estaba decidido. Ni los reproches de Maximiliano ni el viaje a Pars de la emperatriz Carlota -agosto del mismo ao-pudieron cambiar nada. Y en mayo de 1867, despus de la partida de las ltimas tropas francesas, ocurrira el drama de Quertaro. El fracaso era grave para el prestigio de Napolen III. En el Cuerpo legislativo la oposicin haba criticado speramente aquella poltica de aventura e insistido en que la expedicin 1de Mjico, hecha, segn palabras de Ju!es Favre, "en provecho de un prncipe extranjero y de un acreedor suizo", no beneficiaba inters francs alguno, y. tales objeciones haban tenido bastante resonancia en la opinin pblica. El fracaso lamentable de la expedicin daba la razn a sus enemigos. El Emperador haba iniciado- el asunto sin haberse informado suficientemente del estado de nimo de los mejicanos, sin haber medido las posibilidades de aceptacin de una solucin monrquica, y no hall rplica eficaz a las crticas de Jules Favre, sin duda porque no juzgaba oportuno insistir en los objetivos econmicos de la empresa con objeto de no despertar an ms las inquietudes britnicas. Quiz creyera en la posibilidad de un hecho consumado antes de que finalizase la guerra de Secesin. Su proyecto permaneci oscuro para la opinin pblica y sus errores de apreciacin fueron considerables. El asunto mjicano debilit tambin la posicin europea de Francia: el envo a tan gran distancia de un cuerpo de ejrcito de 30 000 hombres-una quinta parte por lo menos de los efectivos reales del ejrcito activo-hubiera hecho ms lenta y difcil la movilizacin de las fuerzas francesas en caso de cr;>is continental.
BIBLIOGRAFIA
1.-LA GUERRA DE SECESION Y LAS POTENCIAS
CAPITULO XVIII
LA DERROTA AUSTRIACA
A partir de 1863, la cuestin de Europa central volvi al primer plano. La rivalidad que ya haba enfrentado a Prusia y a Austria en 1848-50 se reanim; en ella se ventilaba la preponderancia en Alemania. Y esta vez fue resuelta por la guerra. En los dos litigios que haban sido causa del conflicto-la suerte de los ducados daneses y la reforma de la Confederacin gennnica-Attstria abandon la partida despus de su derrota, dejando que Prusia se apoderase de los ducados v renunciando a desempear un papel en Alemania, donct'e el gobi;rno prusiano, despus de haberse anexionado algunos de ~os estados secundarios, organiz bajo su direccin la Confederacin de la Alemania del Norte. Qu parte hay que atribuir en el origen de este conflicto austroprusiano a las fuerzas orientadoras del movimiento nacional alem~n y cul a la volun.tad de los hombres de Estado? ~ qu obedecia el hecho de que las otras grandes potencias li_mitaran su papel al de espectadoras o mediadoras amigables ante una modificacin tan grave del equilibrio europeo?
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En aquella lucha por la preponderancia en Alemania el gobierno austraco trat en 1863 de adelantarse a la poltica prusiana, intentando realizar-sin Prusia y aun en contra de, ella-una reforma de la Confederacin germnica y tratando, asimismo, de disociar la Zol~ve rein. En ambos casos la poltica prusiana se mantuvo a la defensiva, pero consigui infligir al adversario un doble fracas~. . . . Prusia tuvo ocasin de alzarse otra vez con la imciativa cuando, a la muerte de Federico VII, rey de Dinamarc:a (15 de noviembre de 1863), se abrieron nuevas perspectiva~ en la cues~in de los ducados (Slesvig y Holstein) (1). Co~t_inuanan stos unidos a la cor~na danesa, cuyo heredero era Cristian de Glucksburgo? O forman~n un estado separado bajo Federico de Augustemburgo? Aunque Prusia haba firmado en 1852 el tratado de Londres, que reconoca los derechos de Glucksburgo, Bismarck se inclinaba en favor de la s~paracin, conforme a los deseos de los militantes del movimiento nacional alemn. Pero el gobierno austraco no quera que Prusia se aprovechara
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ella sola del beneficio moral de esa intervencin asocindose a la poltica prusiana y participando en la guerra de lo~ ducados. Durante algunos meses se estableci, pues, una colaboracin de hecho entre los dos antagonistas. Pero apenas se produjo la derrota danesa y el tratado de Praga (octubre de 1864) puso la suerte de los ducados en manos dl' las dos gran~es potencias. alemanas, reapareci el antagonismo. Bismarck pretend~a que. ~edenco de Augustemburgo firmase con Prusia una convencin m1htar y aceptase el establecimiento en Kiel de una base naval prusiana; ~n estatuto de vasallaje en definitiva. Austria se opuso a ello. 1:n abnl de 1865 .la ruptura pareca probable; en julio, inmi: nen te. Sm e~bargo, _volvieron a e~ectuarse negociaciones, y el 14 de agost? del m~s.mo ano la convencin de pastein estableci un compron:i~o pr~v1s10nal. que colocaba a Slesvig y el puerto de Kiel bao a~mm1strac1n prusiana y a Holstein bajo la de Austria. Simple respiro,_ porque Augustemburgo no se resign a quedar elimi~ado y c?ntmu, _ante la eventualidad de la constitucin del Estado de Slesvig-H~lstem, un~ propaganda, que Prusia reprimi en Slesvig, mientras Austna la permiti en Holstein. La divergencia austro-prusiana volvi pues, a afirmarse. ' Entonces la poltica qe Bismarck dio otro giro a la cuestin. Las diferencias austro-prusianas en el asunto de los ducados tena como causa profunda, segn l, la situacin respe::tiva de los dos Estados en la Confederacin germnica. Era preciso, pues, modificar d Pacto federal de 1815. Y el 9 de abril de 1866 present a la Dieta un proyecto d:. reforma, inaceptable a todas luces para el gobierno autraco, que repuc prontamente, proponiendo someter a la Dieta la cuestin de les ducados. Y el 14 de junio de dicho ao se produjo la ruptura. Para est~ guerra, Austria contaba con el apoy,o de los Estados a-lema nes medios, pero Italia intervino al lado de Prusia. Obligada a sostener u=ta luc~a ~n dos frentes, Austria sucumbi; ,el 3 de jlio, en Sadowa. la supenondad del mando, del armamento y de la instruccin tctica co?~iguieron para el ej~rcito prusiano-en condiciones de igualdad numenc,a con el a~~ersano--~na victoria decisiva. El comandante en jefe austnaco anuncio a su gobierno que la derrota !menazaba comertirse en catstrofe. Lo que principalmente debe atraer l~ atencin en tal crisis son las bazas con que contaban ambos antagonistas, el alcance de los litigios en torno de los cuales se inici el conflicto y, por ltimo, la poltica seguida por los dos gobiernos. En la rivalidad que enfrentaba a las dos grandes potencias alemanas, Prusia. pnda apoyarse en la propaganda nacional y en los intereses econmicos, mientras que Austria contaba con los intereses dinsticos y la persistencia de los particularismos. Las fuerzas activas- -materiales y espirituales--estaban, pues, a favor de Prusia.
En los Estados alemanes, la propaganda nacional, que haba perditlo toda su actividad a raz de los fracasos sufridos en 1850, volvi a ~espertar, a partir de 1859, en el mome_nt~ d~ la crisis intern~cion~l provo::ada por la guerra de independencia itahana. _!-as tende~c1as divergentes que se haban manifestad~ en 1848 (Pequena Alemama, Gr~n Alemania---con inclusin del Austna alemana-, M1tteleuropa) volvieron a adquirir expresin. Los partidarios de la soluc~~ p~~siana se organizaron, y en septiembre de. 1859 fondaron, a 1m1tac10n .de_, la Sociedad nacional italiana, la Natzonalverezn. Pero en esta ~so:iac1~n, cuyos jefes pertenecan a la alta burguesa protestante, coexisuan. distintas tendencias: Bennigsen pensaba en un Estado ~ederal, .t-:1iquel en un Estado unitario. No obstante dichas divergencias, la Liga se desarroll rpidamente, ya que solo ella ofreca un prograi:n. ,Y sobre todo, porque invocaba un sentimiento profundo: la conv1cc1on ~e la_ necesidad de la unidad poltica para que los. aleman.es dese~pe~aran en Europa el papel que merecan por su sentido de 1a organ1zac1n Y su voluntad de dominio. Pero de ningn -modo puede tenerse en menos_ el apoyo que ?torgaban a esta propaganda nacional alei:nana los rntereses matenales. Entre los productores o comerciantes de los Estados alema~;s. la Zollverein, cuya formacin se complet en 1_85~ con la adhes10_n d_e los estados ribereos del mar del Norte, hab1a rraguado una s~l1dan dad. Desde el punto de vista econmico, ya exista una Alcma?ia. Por toda ella Ja red ferroviaria se haba desarrollado con una rapidez excepcional entre !850 y 1860:, en 1851. lnea _de ,Munich a Berln, por Leip-z.ig; en 1859, inauguracion de la gran v1a:- ferrea que une la_ A_lemania del Sur a Colonia, a lo largo del Rin; los enlaces ferrovianos con los pases extranjeros, que ya se haban establecido antes d~ 1848 con Austria y Blgica, fueron est~blecidos e~. I852 con Fra?c1a_; en 1858. con Suiza; en 1861, con Rusia. Esta facilidad de co_mumcac1?~e; aument la solidaridad entre los miembros de la Zollverezn y mod1f1co la orientacin de Ja vida comercial de los estados alemanes del Sur; los transportes eran ya ms rpidos de Munic~ a H~mburgo que de Munich a Viena; Baviera y Wurtemberg tend1an a 1~tegrarse en el dominio del mcrr del Norte ms que en el del Danubio. La explotacin de los recursos hulleros se desarroll rpidamente no solo en la cuenca reno-westfaliana, sino tambin en el Sarre, en Sajonia Y en ~a Alta Silesia; desde 1850, la produccin aleman_a de _carbn era. la mas importante de la Europa del continente. En diez a.no~,, el equipo mecnico se quintuplic en la industria l~nera y se_ tr~phc? en la algodonera. En la industria de la construccin de maqum_ana, la m~no. de obra se triplic en doce aos; en la azucarera. el numero de fabncas pas, en trece, de 96 a 247. Esta industria. alemana comenzaba a exportar y a competir con los productos, de la mglesa ~ de la francesa. Podan pensar los hannoverianos, los, bavaros y los saone? en 1romper aquellos lazos econmicos de los que dependa su prospendad
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dan a PnlSla en la lucha por la preponderancia ios intereses materiales. Y a pesar de la inquietud de sus industriales, que teman no poder hacer frente a la competencia de la industria alemana, deseaba establecer una unin aduanera entre el Imperio de los Habsburgo v Ja Zollverein. Pero el gobierno prusiano desbarat esa tctica firm~ndo un tratado de comercio con Francia el 29 de marzo de 1862 (I); este tratado estipulaba una recproca reduccin de los derechos aduaneros y haca as mayor la diferencia entre la tarifa de la Zollverein y la del Imperio austraco, muy proteccionista. Y cmo podra entonces Austria, a menos de arruinar a su propia industria. solicitar su adhesin a la Zollverein? El nico camino abierto a la poltica austraca era impedir la ratificacin de este tratado de comercio por los Estados alemanes P'.ocurando .persuadir a Baviera, Hannover y Wurtemberg de que su inters radicaba en abandonar la unin aduanera prusiana Y ~~ncl1;1ir un acuerdo econmico con la monarqua danubana. La rat1f1cac1n del tratado de comercio franco-prusiano se convirti, pues, en smbolo de ia solucin prusiana del problema alemn. Y en los estados aremanes medios, los intereses econmicos estaban a favor de Prusia. Con ocasin de las elecciones legislativas de Baviera, ningn candidato se atrevi a pronunciarse contra aquel tratado; en Hesse-Darmstadt los municipios declararon que el mantenimiento de la Zollverein era cuestin de vida o muerte; en Sajonia las omaras de comercio de las regiones industriales reaccionaron de manera anloga. A Bismarck se le presentaban, pues, bien las cosas, y en diciembre de 1863 denunci la unin aduanera y se declar dispuesto a renovarla con los Estados que aceptasen el tratado de comercio franco-prusiano y solo con ellos. Todos terminaron por someterse. Esta crisis demuestra el poder de que Prusia dispona cuando invocaba los intereses materiales. "No terminaremos nunca con las exigencias que pr~tenda imponernos, ... amenazndonos con la ruptura de la Zollverezn-declar un ministro bvarn en agosto de 1864--: esta espada d~. Damocles, constantemente suspendida sobre nuestras cabezas. sigmf1ca un verdadero atentado a nuestra independencia." Pero era verdaderamente eficaz el valor de las bazas de que dispona la poltica prusiana? , L.a propaganda de la Nationalverein estaba dirigida por la burguesia liberal, y sus representantes se enfrentaban en ei Parlamento prusiano con Bismarck. Para poder llevar a cabo su poltica, el rev haba querido realizar la r~forma del ejrcito, a la que se opuso la Cmara de diputados para evitar el aumento de las cargas fiscales a partir ya de 1861. Bismarck fue llamado al poder para romper esta oposicin parlamentaria. En el fondo, lo que se ventilaba en la lucha era saber
(l) Vase anteriormente, pg. 215.
si la mayora de la Cmara podra imponer a la Co:rona el reg1men parlamentario. Durante tres aos Bismarck gobern sin tener en cuenta la oposicin. Pero en vsperas de la guerra austro-prusiana el leitmotiv de la campaa de la oposicin liberal fue oponerse a la votacin de los crditos necesarios para la movilizacin, en tanto que el presidente del Consejo continuase en el poder. El 14 de junio de 1866, precisamente el da de la ruptura, el rgano de la Nationalverein escriba: "Quin, entre nosotros, podr creer que Prusia, con esta direccin, en las circunstancias interiores en que se halla, debilitada como est por el profundo descontento de su propio pueblo, pueda salir victoriosa de esta terrible lucha 7 No en inters de un partido, sino en el de la propia Prusia y en el de su victoria, pedimos como condicin previa el abandono del sistema actual y de quien lo encarna." Cmo atribuir en tales condiciones papel decisivo a la opinin pblica alemana? Dicha .opinin no se mostraba unnime ms que en un punto: el tCJ.Tior de una intervencin extranjera. Pero no deseaba una lucha fratricida. En cuanto a la presin de los intereses econmicos, que haba resultado tan eficaz en 1863, dej de serlo en 1866. La solidaridad de los intereses materiales en el seno de la Zollverein no impidi a los Estados alemanes medios tomar partido contra Prusia. Ni las corrientes sentimentales ni los intereses econmicos ejercieron, pues, influencia decisiva. Fue la voluntad de un hombre la dominante. El alcance de las dos cuestiones en las que se centraba el debate diplomtico desarrollado a partir de 1864--suerte de los ducados daneses y reforma de la Confederacin germnica-era muy derente. El asunto de los ducados resultaba importante para Prusia, que con el establecimiento de una base naval en Kiel adquirira una slida posicin en el Bltico. El Consejo de la Corona, en Berln, estimaba que la posesin de los ducados bien vala una guerra. Pero esta pretensin desconoca los derechos de Federico de Augustemburgo, que la poltica prusiana haba invocado en 1864 con ocasin de la declaracin de guerra a Dinamarca, y tambin se opona al expreso deseo de la mayora de los patriotas alemanes, que esperaban que el Slesvig y Holstein formasen un nuevo Estado dentro de la Confederacin germnica. En octubre de 1864 se dividi la Nationalverein; despus de un debate vivsimo la Liga adopt un acuerdo en el que se pronunci contra la anexin de los ducados por Prusia. Pretendiendo imponer su solucin, Bismarck realizaba una poltica prusiana, no alemana, provocando violentas reacciones entre los partidarios de la unidad nacional. El gobierno de Viena intent explotar esta situacin. Austria careca de inters directo en este asunto, pues no tena por qu alarmarse del establecimiento de una base naval en Kiel, e incluso la iniciativa de Bismarck podra mejorar su posicin diplomtica en cuanto tal base acaso inquietase a Rusia. Y qu motivo serio poda invocar para conservar Holstein 7 Si se opona a las iniciativas prusianas, era
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principalmente porque tal resistencia le granjeaba simpatas entre Jos patri~t~s ~-~manes. Buscaba, en suma, un terreno favorable que Je permitiera 11gurar como defensor de los intereses de la nacin aermnica contra las reivindicaciones prusianas. Simple asunto de tctica. La cuestin de la reforma de la Confederacin germnica constitua, por el contrario, el ncleo mismo del problema alemn. Inquietaba a los prncipes, principalmente a los soberanos de los Estados alemanes medios, interesados en el mantenimiento de un sistema-e! del Pacto federal de 1815-en el que la rivalidad de las influencias prusiana y austraca les haba permitido hasta entonces conservar su independencia y evitar la hegemona. Pero estaba de acuerdo tambin con lo~ .deseos de_ una gran parte de la opinin pblica que lamentaba la debthdad del sistema federal y que quera proporcionar a Ja nacin alemana el medio de desempear un papel ms importante en Ja vida europea. Era, pues, natural que Bismarck intentase conseguir nuevamente ventaja en aquel terreno, y rcuperar la adhesin del movimiento nacional. Al proponer el 9 de abril de 1866 la institucin de un Parlamento alemn elegido por sufragio universal, saba que Austria no podra seguirle en este camino. Pero deseaba verdaderamente la puest_a en prctica de tal sugestin 7 No poda pensar seriamente, , en el mismo momento en que en Prusia iniciaba una lucha encarnizada contra el rgimen constitucional, en la formacin de una asamblea parlamentaria alemana. Estos dos aspectos de su actitud eran sin duda, ::oncilables: ~ombata en Prusia a una mayora parlame~taria reclutada por un rgimen electoral establecido en beneficio de las clases ms ricas y formada por representantes de la burguesa; poda, pues, para vencer su resistencia, tener inters en obtener el apoyo de las masas populares o, por lo menos, la de esgrimir esta amenaza sobr,e sus adversari.os. Pero era cierto que las masas le apoyaran? Se,gun toda probabilidad, su proposicin fue solamente una maniobra d# sobrepuja. . Las controversias diplomticas que se desarrollaron durante diec10cho meses estaban, pues, dominadas por preocupaciones tcticas. Los dos antagonistas intentaban llevar el debate al terreno que les pareca ms propicio para su propaganda. Lo que ms importa es la lnea de conducta adoptada por los dos gobiernos, determinada en gran parte por la situacin general de la poltica internacional. El designio prusiano era ofensivo. Resulta indudable que Bismarck buscab~ la guerra e intentaba imponerla al adversario. Por qu contemporiz entonces durante dieciocho meses? La explicacin ha de buscarse en las perspectivas estratgicas, ms bien que en los asuntos alemanes. El estado mayor prusiano quera imponer a Austria una guerra en dos frentes. Moltke declar en el Consejo de la Corona que ello era una condicin necesaria. Se haca preciso, pues, obtener la
alianza de Italia, que esperaba la ocasi.n de conquistar Ve?e~ia, abandonada a su suerte en 1859. Seguir las etapa~ de la nego~1~c1n entre Italia y Prusia es examinar el aspecto esencial de la poht1ca de esta ltima. l c . d 1 El 29 de mayo de 1865, Bismarck declar ante e onse10 e a Corona que era necesario anexionar Jos ducados, nega_r toda compensacin al gobierno austrf~co e_ ir in~Juso, si fuere p_r~c1sc, . la guerra. Pero su poltica encontro resistencia entre la familia real, el Kron: prinz se pronunci contra una guerra .que podrf~ colocar a los ~stado., alemanes a merced de una intervencin extranera. El rey Gmllermo vacilaba: deseara ciertamente no perder los ducados, pero tem:r." 1 comprometerse en una av~ntura. A fines ~e marzo_. !3ismarck parec: ; realizar sus deseos, obteni.endo del Conseo de mm1stros el. 7nvo "'" Austria de una nota que presagiaba la ruptura. Pero las noticias que llegaron. del exterior duran.te Jos das si?oientes imponfa11 prud~nc1~~ el gobierno italiano declaro que no r:X1ta prom~ter su ayuda. sm qu;.. Francia consintiera en ello, y el embaador pru~iano en _Pars mformo, despus de una conversacin con Ja emperatnz Eugema, que el gobierno francs no se comprometa a permanecer neutral. Val.fa m.~, pues, no arriesgarse a la guerra. Y el 14 de mar.za ~e 1865, Btsmarq. acept reemprender las negociaciones con Austna, firmando el acuerdo de Gastein. Pero el horizonte se aclar en octubre, despus de_ L:. ...itrevista :: Bismarck con Napolen III, en Biarri~z. Las impresiones que de 1~ misma s llev Bismarck eran tranquilizadoras! ya que_ el E_m~rado, manifestaba un inters muy vivo por consegwr la i:mda~ itah~na Y tambin que la alianza entre Austria y Franc~a era ~"!posible. Simple sondeo ciertamente, pues Napolen IU no habla adqmndo compromiso alguno. El gobierno prusiano poda esperar, no ?.bstante, _que la poltica imperial, en su deseo de r~solver la_ cuestton veneciana, no ,se opondra a una alianza entre Itaha y Prusia. . . ,; , Esta esperanz;:; se cumpli. Cuando 7n marz? ~e 18DO se rean,,uu.o la negociacin entre los gobierns prusiano e it,ahano .Y se ~nfr~nt con serias dificultades, la solucin vino de Pans. Itaha_ yac1laba en comprometerse, porque supona que B~smarck quer~ utilizar el tratado de alianza para intimidar a Austna y obtener sm guerra la anexin de Jos ducados. con lo cual correra el peligro d~ encontrarse sola frente a Austria; pero Napolen III prometi. a Italia su garant~, en caso de que Prusia no cumpliera sus compromisos. Con esa segu:idad, el gobierno italiano firm el 8 de abr~l de 186? _el tratado de ahanza, prometiendo su ayuda armada si Prusia se dec1d1ese a hacer la guerra en Jos tres meses siguientes. . . En cuanto a Ja poltica austraca, era v~c1lante. El gobierno se pre. guntaba si deba intentar aplazar el confcto o acepta.rlo. En el verano de 1864, Rechberg, ministro de Negocios extraneros, convencido de que Austria no se encontraba preparada para la guerra,
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intent s:Jlucionar la cuestin de los ducados mediante negociaciones con Pn:sia, proponindole dejar que se los anexionase a cambio de una compensacin. De qu orden? Al principio, Rechberg pens en una de ndole territorial: el condado de Glatz, en Silesia; pero tropez con una rotunda negativa. Entonces intent, sin mayor xito, una alianza austro-prusiana que garantizase a Austria la posesin de Venecia y el Trentino. Quiso, en fin, negociar una vez ms la entrada de Austria en la Zollverein, dando a entender que, si no se la admita, podra concluir una unin aduanera con los Estados alemanes del sur: pero no logr el ase!1t.imiento del gobierno prusiano ni que Baviera y Wurtemberg se dec1d1esen a abandonar sus relaciones econmicas con Prusia. Despus de esta serie de fracasos, el Consejo de ministros austraco desautoriz la poltica de Rechberg, que dimiti el 27 de octubre de 1864. La tentativa de colaboracin austro-prusiana haba fracasado, pues. Pero al intentar conseguir un beneficio directo y monetizar su adhesin a la solucin prusian de la cuestin de los ducados el gobierno austraco perda la ventaja moral que habra podido conseguir cerca de los patriotas alemanes. Despus de aquel paso en falso, la poltica austraca pareci adoptar el camino de la resistencia. Mensdorff-Poullv, nuevo ministro de N:g~ios extranjeros, declar-bajo la influencia de Biegeleben, su prmc1pal colaborador--que no aceptara que los ducados se convirtiesen en vasallos de Prusia. En agosto de 1865, la convencin de Gastein le c:c;>ncedi ventaja en este punto, ya que impeda a Prusia. poner inmediatam.ente. sus manos sobre Holstein. Pero al firmar este precario compromiso sm consultar a los otros soberanos alemanes, renunciando a apoyar la formacin de un Estado alemn de los ducados, reincida en su vieja costumbre de defraudar a los patriotas alemanes. Y se dio cuenta de lo vano de tal acuerdo cuando Prusia. en Ja primavera siguiente, le puso entre la espada y la pared al plantear de nuevo la cuestin de la Confederacin germnica. El 25 de abril de 1866, Francisco Jos declar a sus ministros que era imposible retroceder. "Cmo evitar la guerra, si los otros la quieren 7 La situacin es tal, que esta guerra se hace inevitable." Desde entonces todo el esfuerzo de la diplomacia austraca trat de destruir la alianza italoprusiana. Pero intilmente. Solo logr la promesa de neutralidad francesa; pero tuvo que comprometerse a abandonar, en todo caso, Venecia. Desde el principio, pues, la monarqua danubiana estaba segura de la prdida de uno de sus territorios en esta guerra. Solamente le quedaba la vaga esperanza de adquirir, en caso de victoria, ventajas territoriales en AJemania. Por ello el gobierno no se lanz de buena gana a la aventura. No obstante, Austria fue Ja que asumi la responsabilidad de decretar Ja movilizacin de su ejrcito, haciendo as el juego a Bismarck. Tal decisin se tom solamente por razones tcnicas: el estado mayor hizo ver que la movilizacin austraca, ms lenta que la prusiana, no poda diferirse si la guerra se
consideraba inevitable. En el fondo, el gobierno se vea empujado a una guerra que hu~iera querido evitar; Francisco Jos declar--en el Consejo de ministros de 12 de junio de 1866-que tena "una pistola al pecho". . "La, g~erra. de 1866-dijo Moltke-no ha sido pedida por la opimn publica m por la voz del pueblo. Fue una guerra reconocida ne-. cesara por el gabinete, una lucha prevista desde haca mucho tiempo y preparada a sangre fra; su objeto no era la conquista o la extensin territorial ni la adquisicin de ventajas materiales, sino un bien ideal: el aumento de poder:"
II. LA ACTITUD DE LAS POTENCIAS
La victoria prusiana haba sido posible gracias la pasividad de las grandes potencias no alemanas, cuya actitud no dependa solmente de la opinin que tenan del problema alemn, sino tambin de sus mutuas relaciones. Sera, pues, intil intentar explicar su poltica sin tener en cuenta fechas y circunstancias. Entre 1863 y 1865 la cuestin de los ducados era la que pareca principalmente namada a determinar en el plano internacional las decisiones de estas grandes potencias en cuanto al problema alemn. Rusia y Gran Bretaa haban obstaculizado en 1849'-1850, mediante su accin diplomtica, los designios prusianos (1). Por qu permitieron esta otra vez, los acontecimientos? Por qu Napolen III, que declar basar su poltica exterior en el principio de las nacionalidades, admiti su violacin por parte de Prusia cuando esta arrebat a Dinamarca la parte septentrional del Slesvig7 La conducta de las potencias era resultado de su desconfianza mutua, relacionada esta can una circunstancia independiente de la cuestin alemana: la nueva insurreccin de la Polonia' rusa. Esta insurreccin polaca, que comenz el 22 de enero de 1863, dio pie a una colaboracin ruso-prusiana, establecida en la convencin de Alvensleben, que poda convertirse, a decir de Gortchakof, en el punto de partida de un acuerdo entre los dos Estados en todas las direcciones. Origin tambin el abandono de la aproximacin franco-rusa, que hubiera podido ser el cebo de una alianza de revs. Cmo sucedi todo ello? Porque Napolen III no se content con advertir a Rusia, sino que reivindic pblicamente un estatuto de autonoma para los polacos dentro del Imperio ruso, y en sus conversaciones lleg a considerar la reconstitucin de una Polonia independiente. Incluso dej entender que, en caso necesario, llegara hasta la guerra con Rusia. Esta ltima amenaza no era probablemente ms que un bluff para inquietar a Gran Bretaa, que, en evitacin de tal conflicto, se asociara,
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segn el Emperador, a una presin diplomtica sobre el gobierno ruso. Crea as, indudablemente, satisfaer a lq opinin pblica francesa. Pero estaba seguro de interpretar correctamente las corrientes de esa opinin 7 Ciertamente, los catlicos liberales, con Montalembert; los miembros de la oposicin republicana en el Cuerpo legislativo, con Jules Favre, y los bonapartistas de izquierda,. cuyo portavoz era el prncipe Napolen Jernimo, hacan campaa en favor de los polacos. Pero los crculos de negocios eran hostiles a toda iniciativa que pudiese provocar un conflicto franco-ruso, y la masa de la poblacin se mostraba. opuesta a una poltica de aventura. Al tomar partido con tanta ligereza en la cuestin polaca, el Emperador pretenda incrementar su prestigio, pero no consigui ms que un fracaso absoluto. No es menos cierto, sin embargo, que la resistencia francesa a la poltica rusa obligaba evidentemente al Zar a mantener la relacin establecida con Prusia, Jo que es bastante para explicar la abstencin de Rusia en la cuestin de los ducados daneses. Pero la cuestin polaca provoc tambin disentimientos entre Francia y Gran Bretaa. El Emperador haba credo poder contar con la ayuda inglesa para la presin diplomtica ejercida sobre Rusia; mas no haba obtenido sino un concurso reticente, pues el gabinete ingls no deseaba-en 1863 como en 1831-la reconstitucin de un Estado catlico en la Europa oriental, que seguira la poltica francesa. Y cuando al ao siguiente el gobierno ingls dese establecer .un acuerdo con Francia para hacer frente a la poltica prusiana en la cuestin de los ducados, el Emperador record las reticencias inglesas. Gran Bretaa quera proteger la existencia del Estado dans, poseedor de los pasos del Bltico, y tambin impedir el establecimiento de una base naval prusian~ en Kiel ;. pero c~zpo no dispona ms que de medios navales, no vqp1a actuar mdepend1entemente. Estudi, pues, una mediacin armada franco-inglesa (al mismo tiempo que una escuadra inglesa entrara en el Bltico, un cuerpo de ejrcito francs se concentrara sobre el Rin); pero Napolen rehus, recordando que no haba recibido de Inglaterra ayuda bastante con ocasin de la crisis polaca. Por su parte, el gobierno ingls se inquiet, porque Napolen III aireaba, con ocasin de la crisis polaca, sus designios revisionistas. El aspecto .general de la poltica francesa es el hecho importante para las relac10nes futuras entre los dos Estados ms bien que los desacuerdos diplomticos. En qu se basaban Jos temores ingleses? En febrero de 1863, la emperatriz Eugenia aprovech una conversacin con el embajador austraco, Ricardo de Metternich, para ocuparse de la cuestin polaca y esbozar una transformacin radical del mapa poltico de Europa: Polonia, reconstituida, tendra por soberano al rey de Sajonia o a un archiduque austraco; Prusia perdera Posnania y Silesia, pero recibira Sajonia y Hannover; Austria perdera Galitzia y cedera Venecia al reino de Italia, pero se anexionara Si-
lesia y Jos Estados aiemanes del sur; Rusia s~ra grande~ente compensada en Turqua asitica, pero no. ~b,tendna Cons~antmopla, que correspondera a Grecia; Francia adqumna los terntonos de la onlla izquierda del fn e incluso quiz pudiese repartirse Blg~ca con Inglaterra. No es preciso ver en ello un plan verdadero;,. la misma ~mpera triz declar que eran consideraciones a vue~o de paaro y que .z~a mucho ms leos que el Emperador. Pero Ricardo de Mettermcn, aun juzgando severamente aquellos sueos poWico~,. estimaba .que .~ se trataba de una simple broma y vea en ello mdic10s de la direcc10n en que se onentaba el pensamiento de Napolen III. Al mes siguil:nte, el gobierno francs tante el terreno, esta vez por la va diplomtica, y en secreto expres su~ puntos .de v1s5a al gobierno austraco: reconstitucin de .Polonia-:--sm Posr:ama-;-bao un archiduque austraco; cesin de Venecia a Italia y ad1u~1cac10n a Ai:stria-en compensacin--de los principados de Mo.ldav1a y Va}aqu1a, cuya unin haba organizado cuatro aos a_ntes el mismo Napoleon HI; anexin de .Hannover por Prusia; reparto de Blgica entre Francia Y los Pases Bajos; formacin, en la orilla izquierda del Rn, de un Estado-tapn entre Francia y Prusia. A diferencia del esbozo. trazado por la Emperatriz, este plan evitaba oponer Austna a Prusia y no prevea compensacin alguna para Rusia. Pero la oferta de conversaciones no fue aceptada por el gobierno austraco; la monarqua danubiana, dio Rechberg, necesitaba descanso y no tena. inters en favorecer una poltica "que originara inmediatamente radicales transformaciones en Europa". No obstante, el Emperador afirm de nuevo, pblic.amente esta vez sus designios revisionistas. En un discurso pronunciado en Auxer~e el 6 de mayo, declar detestar los tratados de 1815. El 4 de ?viembre de 1863, en circular dirigida a todas las grandes potencias, afirm que, bajo la presin de los movirni~ntos na~ion~;es, el :di{icio poltico establecido en 1815 estaba en trance de ru~~ En casi toda.s partes los tratados de Viena son destruidos, mod1f1cados, desconocidos o amenazados." Esta situacin poda empujar a las potencias en direcciones contrarias. Para eludir tal peligro. era necesario reunir un congreso en que se discutiesen todas las cuestiones que .en~urbian o entorpecen las relaciones internacionales. Napolen III ad1ud1c, pues, a esta iniciativa el objetivo de mantener la paz. Pero para llegar a ello preconizaba un considerable reajuste del mapa poltico de Europa: planteando simultneamente todas las cuestones y confrontando los intereses ms diversos, el congreso ofrecera elementos de transaccin. Por esto. precisamente, la iniciativa francesa encontr una negativa general. Al afirmar estas ideas revisionistas, expresin de la profunda preocupacin de Napolen III, la poltica i.mperial des~rt e~ .t~das partes inquietud: la del gobierno ruso, contra el cual iban dmg1dos los planes franceses; la de Austria, que solo poda perder, y. sobre
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todo, la <l~. Gran Bretaa, que tema la hegemona francesa en el continente (en 1860 Clarendon haba mostrado su inquietud por la anexin de Saboya, ya que vea en ello un primer paso para el reajuste del mapa; y la cuestin polaca vino a confirmar tales pronsticos). Tambin tema una competencia francesa fuera de Europa. sobre todo desde que el gobierno imperial desarrollaba su marina de guerra y puso en servicio en 1859, un ao antes que Gran Bretaa. el primer buque acorazado, tomando as la iniciativa de una verdadera revol11ci6n martima. La profunda desconfianza que despertaban en Londres los proyectos de Napolen III domin las reacciones de los medios gubernamentales ingleses en la cuestin alemana. El gabinete, es cierto, no deseaba una guerra austro-prusiana, que constituira, dijo lord Napier a Bismarck en 1865, "la cosa ms desagradable que podra ocurrir a Inglaterra". Pero para impedir la hegemona francesa, Gran Bretaa anhelaba una Alemania fuerte. Esta era la preocupacin de Palmerston y de la reina. Aquel escribi: "Es deseable en el futuro que Alemania en coniunto sea fuerte para que pueda frenar a Francia y a Rusia, esas dos potencias ambiciosas y pendencieras que pesan sobre nosotros en el Este y en el Oeste ... Y si Alemania debe ser fuerte, es inevitable que Prusia lo sea." Los intereses econmicos no influan en esta actitud. Gran Bretaa poda incluso encontrar mayores dificultades en sus relaciones comerciales con la Zollverein a medida que la potencia alemana se afirmase. Las preocupaciones polticas eran las dominantes. No es, pues. sorprendente que Rusia y Gran Bretaa permitieran que los acontecimientos siguieran su curso cuando se anunci el conflicto austro-prusiano. El gobierno ruso no deseaba la guerra, porque todo gran conflicto poda despertar en Europa pasiones 1evolucionarias; pero prefera la victoria de Prusia, pues el debilitamiento austraco favorecera su poltica balcnica, sin que el xito de Prusia significase un serio peligro para el Imperio. "No tenemos ningn motivo-escriba en 1864 Nesselrode-para obstaculizar su engrandecimiento mientras no amenacen nuestros intereses de forma directa." El- gabinete ingis, en el que Clarendon diriga la poltica exterior desde la muerte de Palmerston, ocurrida en 1865, se content con expresar sus votos por el mantenimiento de la paz; pero la eficacia de sus consejos fue restringida, porque anunci en febrero de 1866 su intencin de permanecer neutral. En el fondo, observaba ms la poltica francesa que el conflicto germnico. Cuando se consider. en marzo de 1866, la reunin de un congreso para ver de llegar a un compromiso entre Austria y Prusia, se esforz en torpedear dicho proyecto, que podra dar ocasin a Francia para proponer grandes reajustes territoriales. Gan Bretaa se mostr, pues. pasiva en la cuestin alemana. Pero la actitud del gobierno franos era esencial, pues el Emperador facilitaba Ja alianza talo-prusiana, sin la cual el gobierno prusiano
no crea posible emprender la guerra. Cmo interpretar esta poltica imperia17 La preocupacin italiana desempe un papel indiscutible en la actitud de Napolen III, que favoreca aquella alianza para dar ocasin a Italia de adquirir Venecia. Este deseo de solucionar la cuestin de Venecia lo haba indicado ya a Bismarck en la entrevista de octubre de 1865, en Biarritz. Pero por qu conceda tanta importancia a aquel asunto? Por fidelidad al principio de las nacionalidades? No -es verosmil. porque la aplicacin del mismo deba imhilsarle tambin a favorecer la posesin del Trentino meridional por Italia y no hizo nada en tal sentido. Existan, pues, otros mviles. Sin duda, pensaba de este modo atraerse la simpata de los italianos-la cual se haba enajenado con ocasin del armisticio de Villafranca-, pues no perda la esperanza de convertir a Italia en un satlite de Francia. Pero buscaba principalmente un beneficio inmediato:. si el sen~imiento na~io:ial italiano recibiera satisfaccin en esta cuestin veneciana, la atehc16n de los italianos se desviara durante algn tiempo de la cuestin romana y la convencin de septiembre de 1864 sera respetada. Para c~n seguir esa solucin de la cuestin de Venecia, el Emperador no vacil en favorecer el estallido de una guerra austro-prusiana. Cmo consideraba, pues, la posicin de Francia ante .-el conflicto? Durante los tres meses anteriores a la guerra efectu negociaciones simultneas con Austria y Prusia con objetivo anlogo: prometer su neutralidad y monetizar dicha promesa. La negociacin austro-francesa fue de iniciativa austraca. Austria conoca la alianza italo-prusiana y quera sustraerse a una guerra con dos frentes. El gobierno de Viena solicit del Emperador que interviniese como mediador entre Austria e Italia para lograr de esta que no cumpliera las promesas hechas a Prusia, y dej entender que Francia recibira Venecia para entregarla al reino de Italia. Napolen IIl hubiera aceptado de buena gana esta solucin, pero el gobierno italiano no quera recibir Venecia de manos de Francia, porque tendra que comprometerse as con Napolen III en la cuestin romana. Al principio, el Emperador no quiso forzar a los italianos; pero. en 1866 -acuciado por las dificultades en sus negociaciones con Prusia-acept volver a negociar con Austria, sin soJ.icitar el consentimiento italiano. "Si estoy seguro de poseer algn da Venecia, y si puedo dormir tranquilo sabiendo que no tocaris el honor del ejrcito fran's y del pas entero borrando todos los resultados de la guerra de 1859, no pido otra cosa sino que derrotis a los italianos si os atacan." Estaba, pues, dispuesto a promter a Austria la neutralidad francesa contra el compromiso de recibir Venecia despus de la guerra. La convencin secret del 12 de junio plasm este c~mpromiso. La negociacin entre Francia y Prusia fue de iniciativa francesa. Napolen III ofreci a Bismarck _un acuerdo:. P~usia podrf.a r~alizar, en caso de victoria sobre Austria, engrandec1m1entos terntonales a
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XVI!!; LA DERROTA. AUSTR!ACA.-.ACTJTUD DE LAS POTENCIAS
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Fran~ta r;c1b1e;a 1:1: con pen~a~!n en territorio alemn. "Los ojos de m1 pats estan f1os en !l Rn~ La: oferta se r~nov tres veces sin
xito alguno, y a principil1s de junio de 1866 Bismarck se decidi a responder que no era posible tenerla en cuenta. El .Emperador no obtu10 ms que un semitriunfo, pues Bismarck no qwso pagar la promesa francesa de neutralidad. De esa forma, el g~bierno francs, rbitro de la situacin, no haba hecho otr<;> esfuerzo, sm embargo, que el de un simple regateo. Esto no es decir que el Emperador limitase su horizonte. Conoca la importancia del problema alemn_; pero crea que su inters estaba en dejar e~tallar la guerra austro-prusiana, favoreciendo, inclusive, su declaracin, po~ pensar que la lucha sera larga e indecisa; y que, as, Francia P?dra eercer. un soberano arbitraje y hacer que la solucin que reci~1ese la cuestin a}emana resi>:tara el equilibrio de fuerzas en el con~nente. Cul sena esa solucin? El Emperador consideraba la poltica de los. tres trozo~: Jos territorios que, desde 1815, formaban Ja Confederacin germmca, se agruparan, en el futuro en tres trozos Prusia podra realizar, en beneficio propio, la unidad de la Alemani~ del Norte, es decir, de todos los territorios situados al norte de la lnea del Mein; Austria conservara sus provincias alemanas; entre las dos, los Estado~ alema?es del Sur perman;ecer[an in_dependientes, abiertos, p~es, a la 1nfluenc1a_ france~a. Con ob1eto de evitar que el engrandecim1~n~o de l~ P?tencta p~us1~na destruyese el equilibrio, Austria podra rectbtr amphac10nes terntonales en la zona del Adritico. Por ltimo tambin Francia recibira ia compensacin que ya haba solicitado e Emperador pens~ba, indudablemente, que la negativa prusiana no podra ser mantemda durante una guerra indecisa. T.oqa esta poltica reposaba, en suma, sobre un postulado: la igualdad de oportunidades de f.ustria y Prusia.
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Pero la batalla de Sadowa revel la potencia prusiana. Cules ante aquella. victoria, cuya amplitud nadie haba podido prever, Ill en Londres, nt en San Petersburgo, ni en Pars, las reacciones de los tres Estados? Antes de Sadowa, el gobierno ingls haba deseado sobre todo que la g~erra pud~era ser localizada; tema una posible' intervenci~ de ~rancia o Rusia; y, por ello, deseaba una rpida solucin del conflicto .. A .este. respecto, Sadowa le tranquiliz; satvo el grupo de los doctrinanos hberales, la opinin pblica cambi de frente: la vspera, t~dav~a desconfiaba de la poltica prusiana; puesto que Austria haba sido mcapaz de defenderse, por qu contar todava con ella 7 En lo sucesiv~, valdra ms apoyarse en la fuerza joven, que acababa de revelarse, y que podra servir de contrapeso a la potencia francesa. los dirigentes de los crculos parlamentarios se inclinaron-durante el debate iniciado el 20 de julio de 1866 en la Cmara de los Comunes-
fuero~,
a una poltica de no intervencin: Russe~l, que acababa de abandonar el poder, se mostr partidario de la _umd,ad alemana; Gladsto~e declar que aquella guerra haba librado ~ Europa de tina pesadilla:, el dualismo austre>-prusiano; Disraeli (Canciller ~el E~ch~quer a la ~azon) crea que "los grandes intereses ingleses estan mas bien en A~1a. que en Europa". El gabinete conservador de ~erby, formado . pnnc1p1.og de julio, desech, en absoluto, Ja .eventualidad. de una accin m:diadora Unicamente la Corte era reticente: la rema lamentaba la victoria ~rusiana, sobre todo, porque la independencia ~~ Hannov~,r quedaba amenazada directamente, pero esta lamentac10n era; mas que nada, platnica. . En Rusia, el Zar, hermano de la rema de Wurtemberg ~ cuado del gran duque de Hesse, expres la espera~za de que Prusia renunciara a establecer su autoridad sopre el conunto de los Estados alemanes v de que no creara,. trastornando las monarquas, un precedente peligroso para la institucin monrquic~. Pero esto era. un mero deseo. El gobierno ruso se preocupaba mas de las perspect1v.as que pudiera abrir la solucin del co~flicto a la. poltica frances~: No iba Napolen a pretender compensaciones y a mtentar conseguir beneficios? Y el 1 de julio, antes de Sadowa, Gortchakof propus~ una gestin conjunta. en Berln, para .adverti: , a. Prusia que carec1a de derecho para disolver la Confederacin german1ca. No obstante, cu.ando el gobierno francs pregunt, tres das despus de la_ bat~ll~ .de~1s1va, si Rusia estada dispuesta a sostener por las armas dicha m1c1at1va, _el canciller declar no haber pensado, por lo que al presente. se ref ena, en nada semejante; aadiendo que 1,.9 proposicin haba dead? d~ ser oportuna. En el fondo, el Zar "encue1'.tra natural que la Prus~a ~1cto riosa se beneficie y prefiere una Prusia poderosa a un Austna 1_gualmente poderosa"-, escribi la gran duquesa Mara al emba1ador francs. Para Francia, el momento era grave. El Emperador _haba pensado en una guerra larga y se encontraba ante, u1'. acontec1m!e?to que deshaca todos sus clculos. En una carta publica a su mm1stro de Negocios extranjeros, haba anunciado que tena la i~t~n~in de adop~~r una "neutralidad atenta" y de salvaguardar el equ1hbno, y tal eqmhbrio estaba ahora gravemente amenazado. La poltica imperial acaba?a de recibir un golpe muy duro. Sera todava posible pon:ria en p1~, imponiendo a Prusia una mediacin armada; per~ el. gob1.e_rno se hmit a ejercer una mediacin diplomtica, cuya ef1cac1a tema que ser limitada. , , d Las circunstancias en las cuales qued fijada esta lmea e conducta no son conocidas sino pur testimonios indirectos, que no permiten reconstruir la exacta fisonoma de la discus~~n. J:?ro~yn de Lhur,~ ministro de Negocios extranjeros, propuso u_na . med1ac1n ar~a~a . concentracin inmediata de un cuerpo de e1r~1~0 sobre el R1_~, reunin del Cuerpo legislativo, de quien se solic1tarfa la votac1on de
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los crr~ciitos necesarios para una movilizacin ms amplia'. anuncio hech,~._P: el gobierno al misr:no .tiempo. de que no aceptarfa ningun~ modll!1.:ac1n del estatuto terntonal sm haber sido consultado. Prusia, cuyas fuer~as estaban comprometidas, en su totalidad, en Bohemia, no mantema, en la frontera del. Rin, ms que dos regimientos y, segn Drouyn de Lhuys, se vera obligada a ceder, en consecuencia. El Emp.erador pensaba en hacer ~otar: los e.rditos para Ja movilizacin, pero SI~ e.fectuar una concentracin mmediata de tropas, Jo que constituira, as1m1sll'. una amenaza, aunque menos firme. Esta solucin parece haber sido aceptada en las deliberaciones de Saint Cloud, el 5 de julio por la tarde: Mas el Emperador renunci a ellq; el 7, Drouyn advirti a los embaadores que la mediacin serfa amistosa y no tendra el carcter de un mandamiento conminatorio. Fueron. militare~ o polticos los motivos de aquella retirada? El P1:~to de :ista polft1co parece haber tenido ms importancia que el militar. Ciertamente, la expedicin de Mjico dificultara la movilizacin, pero no la. impedira; el mariscal Randon, ministro de la Guerra, afirmaba que era posible movilizar, inmediatamente, ~o. O~O ,?ombre~, y, veinte das despus, 250 000. Algunos ministros civiles expusieron ;ludas acerca de ello; pero al parecer, no adujeron argumentos precisos al respecto. Los partidarios de la abstencin -sobre todo, La Valette, ministro del Interior-invocaron el inters poltico: Bastara para detener a Prusia la demostracin militar propuesta por Drouyn de Lhuys7 Y sr fuera necesario recurrir a la guerra, no se correra el peligro de ver levantarse contra Francia el sentimiento nacional alemn, y a los Estados alemanes del Sur cambiar, de cam~7 l Cul sera, por ltimo, el sentido de tal guerra 7 l Tomana Francia las armas para oponerse al movimiento de las r:~cionalidades: desmintiendo as toda la poltica imperial y convirt1endose en aliada de Austria 7 ['Por qu ligarse a un cadver? Napolen III no podfa permanecer insensible a estos argumentos. Por otra parte, l qu acogida reservara la opinin pblica francesa al anuncio de una mediacin armada? Esa opinin pblica-basta leer los peridicos y los informes de los procuradores generales para convencerse de ello-no comprendi, inmediatamente, el alcance de l~. victoria de Sadowa. Los crculos de la oposicin liberal se regoc1!aban de la derrota austraca, porque, en su poltica interior, Austria encarnaba todos los principios que ellos condenaban; la mayora g~ben:rnment~l estaba d~vidida; pero, incluso los que lamentaban la v1ctona prusiana, eran mea paces ele medir sus consecuencias: "Bismarck-decfan-:-solo es .~n ex.altado, ms peligroso para su propio pas que para !Os otros. Nadie pareca pensar que Francia pudiese ser arrastrada a . tener que empuar las arlnas. El gobierno tema turbar aquella qmetud temporal (1). Renunciando a adoptar medidas
(1)
O~ho o diez das ms tarde, la opinin commzara a reflexionar.
militares, el Emperador ')c:.reda haber obedecido, s:Jbre todo, a co.; sideraciones de orden di;11istico. Recurrir a fa fo-::;~:;;;a sera confes?.r que hasta entonces se haba seguido un camino equivocado, y pro vocar en la opinin pblica un malestar que poda ser peligroso para el rgimen. Limitndose a una mediacin pacfica, Napolen III dej pasar la ocasin de imponer a la poltica bismarckiana una parada en seco que hubiera podido resultar decisiva. Esperaba, todava, sin embargo, poder salvag1,1ardar los intereses franceses, tal como l los haba con cebido, es decir, asegurar la independencia de los Estados alemanes del Sur y conseguir una compensacin territorial para Francia. Pero qu fue lo que obtuvo? Durante su mediacin amistosa, se hizo prometer que la Confederacin alemana, cuyas riendas iba a tomar Prusia, englobara .solamente a los Estados alemanes situados al Norte de la lnea df Men y que Jos Estados alemanes del Sur conservaran una existencia in ternacional independiente. Poda, pues, creer en aquel momento que su intervencin diplomtica no haba resultado intil. Pero cuando dicha promesa, esencial para los intereses franceses, se registr, en agosto de 1866, en el tratado de Praga, ya haba sido violada, pues Bismarck logr concluir tratados secretos de alianza Gon los Estados del Sur. Cierto que Napolen lo ignoraba, pero sus ilusiones no se prolongaran mucho tiempo; en febrero de 1867, existan suficien tes indicios para que se viera obligado a admitir que Alemania del Sur no haba - conservado su existencia internacional independiente. Por otra parte, el Emperador volvi a presentar, aunque demasiado tarde-en vsperas de la firma de los preliminares de paz entre Prusia y Austria-su demanda de compensacin: Sarre y el Palatinado bvaro o el Hesse renano; pero se enfrent6 con una negativa absoluta. "Ni una pulgada de territorio alemn", r,espondi Bismarck. A fines de agosto de 1866, Napolen pens en conseguir aquella compensacin a expensas de Blgica, e incluso ofreci a Prusia, a cambio de su asentimiento, la alianza francesa. Y se resign, en fin, a instancias del Presidente del Consejo prusiano, a un proyecto ms modesto: la adquisicin del Gran Ducado de Luxemburgo. Pero el dfa en que Bismarck fue interpelado en el Parlamento por uno de los jefes de la Nationalverein, Bennigsen, exigi que la negociacin fuese abandonada. A comienzos de abril de_ 1867, la poltica francesa estaba derrotada. Parece muy verosmil que Bismarck hubiera premeditado esta humillacin. El fue quien impuls a Napolen III a ponerse a merced del adversario; el que, al mismo tiempo que hada fracasar la solicitud de compensacin, dispuso la publicacin de los tratados de alianza concluidos, en el mes de agosto anterior, entre Prusia y los Estados alemanes del Sur. El Emperador, que habfa llevado personal-
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EL SIGLO
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mente todas las negociaciones en as , . torpezas, sufri una dura prueba. Preferf:e'n~cu~~lo :mprudencias y a una lucha demasiado incierta. , , o s ant ... , un retroceso de un fracaso que acabara po~ per l. no pod1a tol~r~r la perspectiva arr 11nar su prestigio.
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CAPITULO XIX
LA DERROTA FRANCESA
El conflicto franco-prusiano se esperaba desde el retroceso francs de abril de 1867. Era evidente que la poltica prusiana no renunciara a conseguir la unidad alemana, incorporando los Estados alemanes del Sur, cuya alianza ya haba conseguido. Y cmo la poltica napolenica podra abandonar, sin lucha, la posicin que ocupaba en Europa desde haca veinte aos y aceptar tan radical modificacin, peligrosa para su seguridad y aun quiz para la propia integridad del territorio francs? De una parte y de otra, ios gobiernos se dispusieron a la lucha con desigual xito. Desde el punto de vista diplomtico, mientras Bismarc< consegua concluir con Rusa un acuerdo-27 de marzo de 1868-por el que el Zar se comprometa, en caso de guerra entre Francia y Prusia, a concentrar su ejrcito para paralizar a Austria-Hungra, Napolen lll se obstin, en vano, durante dos aos y medio, en asegurarse, contra Prusia, la alianza de la monarqua danubiana, sin obtener ms-en septiembre de 1869-que un simple intercambio de cartas, en que los soberanos afirmaban la comunidad de intereses. Pero, cuando Napolen intent, a principios de 1870, darle forma precisa,~} acuerdo del estado mayor, ya iniciado, qued solo en proyecto. En el aspecto militar, el ejrcito prusiano era fuerte por la experiencia adquirida durante la guerra de 1866 y el apoyo "' e~. a partir de aquella p;1mer victoria le otorgaba la opinin po; :a. Por el contraro, la reorganizacin dd ejrcito francs, cuyas li::;c:as generales estableci. en 1868, la ley Niel. se vea dificultada por 1:.:. pasividad del Cuerpo legislatvo y por las reticencias de la opinin p~blica .ante el esfuerzo que se le exiga; en la prensa importante. casi nicamente Prvost-Paradol intent combatir aquel adormecimiento. Respecto a la cohesin interior, la victoria de Sadowa puso fin a la lucha entre Bismarck y la mayora de los liberales prusianos; fa oposicin parlamentaria apenas tena importancia en el Reichstag de la Confederacin de la Alemania del Norte. Por el contrario, en Francia, el rgimen imperial encontraba cada vez ms resistencia y tena que ir de concesin en concesin. Prusia dispona de medios para realizar su poltica, en tanto que Francia no estaba preparada para Ja prueba. En tales circunstancias, se produjo la candidatura del prncipe Leopoldo de Hohenzollern al trono de Espaa. Anunciada, el 2 de julio de 1870, por el gobierno provisional espaol, se c'.2nvirti en
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causa inn1ediata de la guerra. El gobierno fo:.ncs declar que no aceptarfa que reinase en Espaa un prncipe prusiano y obtuvo xito, pues, en l.2 de julio, se anuncia la retirada de la candidatura. Pero Napolen III, en vez de contentarse con ello, quiso que se anunciase pblicamente, que el rey de Prusia aprobaba Ja retirada y que no autorizara al prncipe Leopoldo para intentarla de nuevo. Y el 13 de julio, Guillermo I neg, en Ems, al embajador francs una garantb para el futuro. Sin embargo, este fracaso se mantuvo secreto y no influy, para nada, en el prestigio de Napolen, que podra todava batirse en retirada. Pero Bismarck se encarg de cortarle aquel camino, anunciando, en un comunicado a la prensa y en una circular a los gobiernos extranjeros, la negativa opuesta a la peticin francesa. En tal dfa-15 de julio-el gobierno francs hizo votar al Cuerpo legislativo los crditos necesarios para la movilizacin. El 19, se dirigi al gobierno prusiano la declaracin de guerra, anunciada cuatro das antes por el Presidente del Consejo de ministros de Francia, Emilio Ollivier.
I. LA POLITICA
D~
BISMARCK
\. ...
No cabe duda alguna de que fue Bismarck quien quiso la guerra, el 13 de julio de 1870; y quien, obligando a Guillermo I, tom la iniciativa encaminada a provocarla. Y la quiso porque crea necesario, para llevar a cabo la unidad alemana, destruir la potencia francesa. Pero es ms difcil saber cmo y cundo lleg a esta conclusin. Segn parece, haba desechado la idea de una guerra '.!.preventiva" que le sugiriera el general Moltke, en abril de 1867, con ocasin de la cuestin de Luxemburgo. Y, tanto en Francia como en Alemania, los historiadores han aducido, generalmente, razones opuestas respecto al motivo que, tres aos ms tarde, le impuls a hacer inevitable el conflicto. Es necesario, pues, intentar aclarar ese extremo. En septiembre de 1867, Bismarck Haba anunciado que no se contentara con los resultados obtenidos, es decir, con la entrada de los Estados alemanes del Sur en los sistemas aduanero y militar prusianos, declarando que pretenda realizar la unin poltica, pero asegurando que su intencin era dejar a los alemanes del Sur su libertad de decisin. Descontaba, sin duda, para obtener la adhesin de la opinin pblica, el enlazamiento de los intereses econmicos. Su decisin. de julio de 1867, de crear, en el marco de la Zollverein, un Parlamento aduanero, tena, sin duda, el objetivo de acostumbrar a los alemanes del Sur a una colaboracin permanente con la Confederacin de la Alemania del Norte. "La Zollverein-observaba el embajador francs en Berln-es hoy, an ms que cuando exista la Confederacin germnica, una irtstitucin por medio de la cual Prusia mantiene bajo su dominacin a todos los dems Estados alemanes." Ciertamente. aou~lla perspectiva haba sido desmentida con 'motivo de la eleccin, en marzo de 1868, de los miembros del Parlamento aduanero: de ochenta
y cinco diputados alemanes de , cuaren~a y nuevs. ~'" b.aban clarado opuestos a la unin polfr;c;::c. Pero Blsmarck hs:.;1a co:~segmdo enderezar la situacin, valindose .ic la propaganda. L::c cuestin de la unidad poltica era ampliamente 'c:ratada en la prensa de la Alemania del Sur; y varios peridicos bvaros y wurtemb~rgueses e.staban ~u~ vencionados por el gobierno prusino; en la misma Ba~1era, prmc~ pal centro de la resistencia a la poltica prusiana, el. gobierno-presidido por Clovis de Hohenlohe-se haba. mostrado d1sp':1~sto a hal~ar una frmula de compromiso: la formacin de una unwn federativa entre la Alemania del Sur y la del Norte. Hasta finales de 1869 el Canciller pareca, pues, inclinado a esperar el desarrollo natural de los acontecimientos: "la unidad-dijo a Guillermo !-vendr con seguridad"; y afirm al embajador de Francia que- era fatal, porque responda a la voluntad de la nacin alemana, aadiendo que Prusia, aunque fera a riesgo de una guerra., n~ se desentendera de esa voluntad. Pero declar, incluso a su propio rey, que la realizacin de tal designio no era inminente; s~lo .en ~l caso de que se presentase una ocasin favorable-un~ crisis mtenor ~n Francia o un conflicto entre las grandes potencias-la aprovechaqa para precipitar su desenlace. De momento, se limit a vigilar o a dirigir la evolucin de la opinin pblica en Alemania del Sur. Veamos cmo se desarrollaron aquellas perspectivas. Bismarck no tena motivos para mostrarse satisfecho, pues durante el invierno de 1869-1870, los sentimientos particularistas recobraron terreno en gran parte de la Alemania del Sur. Ciertamente, no era as en Baden, donde el Gran Duque, yerno de Guillermo I, solicit, incluso, en febrero de 1870, la admisin de su Estado en la Confederacin de la Alemania del Norte;. pero s en Baviera y en Wurtemberg: en Munich, donde el partido patriota, es decir, antiprusiano, acababa de obtener la mayora en la Cmara de Diputados, Hohenlohe, que haba dimitido el 10 de febrero de 1870, fue reemplazado por Bray, cuyas tendencias personales eran favorables a Austria; en Stuttgart, donde los demcratas abundaban en la Cmara, el Gobierno se vio obligado a reducir los crditos destinados a la aplicacin de la ley militar, imitacin de la ley prusiana; en Darmstadt, Dalwigk, Presidente del Consejo, no disimulaba su esperanza de que Austria emprendiera, con la ayuda francesa, una guerra de desquite contra Prusia. "La mquina de Bismarck ha sufrido una avera"-afirm un peridico. El ministro de Prusia en Munich deca, en un informe, en el que consignaba el retroceso del sentimiento nacional en Baviera: " ... sin una: nueva crisis, no veo el medio de detener esa evolucin". Fue, pues, en aquel momento-febrero de 1870-cuando el Canciller pens en la necesidad de Ja guerra contra Francia, como medio para provocar en Alemani.a del Sur un impulso del sentimiento nacional, capaz de romper la resistencia a la poltica unitaria. Esta opinin parece verosmil, a primera vista ; pero no concuerda con los indicios que poseemos sobre el estado
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de nimo de Bis narck en tal fecha. El Canciller-es necesario hacerlo observar-desech 5, el 24 de febrero de 1870, la entrada del Gran Ducado de Baden en la :::onfederacin de la Alemania del Norte; quera, segn escribi, dej< r a la opinin pblica francesa tiempo para habituarse a esta eventualid 1d. E indic al ministro de Prusia en Karlsruhe que segua creyendo lportuno usar de miramientos, hasta el da en que se presentasen en la situacin europea circunstancias crticas que or ginaran perspecth as favorables (28 de febrero). Por ltimo, declar a uno de sus colat ::iradores que, ciert.:imente, no le causaba repugnancia la guerra; pero que cuando est seguro de alcanzar sus objetivos por otros medios, un g >bierno consciente no debe pensar en recurrir a ella, aun creyndose cor probabilidades de ganarla. No es, pues, p< si ble afirmar, en tal momento, que la decisin de Bismarck fuese irrevocable. Por qu prefiri contemporizar? Porque daba todava por descontado -que, con toda probabilidad, Napolen lII se resignara a dejar que se realizase la unidad alemana; y que, con tal motivo, se desvaneceran los sentimientos particularistas de la Alemania del Sur, donde la resistencia a la poltica prusiana sera intil. Observaba Ja transformacin que se haba producido en las instituciones polticas francesas las que, desde la formacin del Ministerio de 2 de febrero de 1870, evolucionaban hacia un rgimen parlamentario. Y pensaba que Napolen 111 era el que obstaculizaba los designios de Prusia, ya que no poda consentiI:. la unidad alemana sin comprometer la suerte de la dinastja; pero si la autoridad personal del soberano se subordinara, en lo sucesivo, a la de un gobierno parlamentario, las perspectivas podan cambiar, puesto que el nuevo rgimen francs sera pacfico y respetara la independencia de sus vecinos. Bismarck haca referencia a esto en una carta contempornea; "ser posible-dice-volver a plantear el asunto de Ja Alemania del Sur si el rgimen constitucional se establece verdaderamente en Francia". Por esto crey oportuno aplazar la admisin del Gran Ducado de Baden en la Confederacin de la Alemania del Norte; plantear esta cuestin sera poner a dura prueba la autoridad del gobierno de Emilio Ollivier, y arriesgar el xito de aquella experiencia que, segn Bismarck, se desarrollaba en condiciones favorables para los intereses alemanes. Eran fundados los clculos de Bismarck? Es probable, si se piensa en las conversaciones de Napolen 111 y Emilio Ollivier con ocasin de la formacin del gobierno de 2 de enero de 1870. Ollivier estimaba: "el momento de detener a Prusia ha pasado irrevocablemente"; y crea que el gobierno francs no poda obstaculizar la aplicacin del principio de las nacionalidades; si' la anexin de los Estados alemanes del Sur se efectuaba por "la voluntad de sus habitantes", Francia nq poda hacer ms que resignarse; nicamente en caso de que Bsmarck' quisiese actuar por la fuerz(., podra estudiarse la oportunidad de oponrsele. En el fondo, incluso en la segunda hip-
tesis, Emilio Ollivier pareca inclinado a dejar que los acontecimientos siguieran su curso. "En cuanto a la lnea del Men-dijo al Emperador-h'3. sido franqueada hace mucho tiempo, por lo menos en cuanto a lo que a nosotros nos interesa: Ja unidad alemana contra nosotros ya se ha realizado. Lo que queda an por hacer, la unidad poltica, no interesa ms que a Prusia, a Ja que proporcionar ms molestias que fuerza." Napolen, es cierto, se mostr ms reservado: " ... Sera imprudente pronunciarse abiertamente sobre el partido que $e adoptar si Prusia franquea el Mein; debemos guardar silencio y esperar Jos acontecimientos, sin anunciar que nos opondremos a ello." Mientras que Emilio Ollivier pudo declarar a Ja mayora parlamentaria que era demasiado tarde, es decir, echar Ja responsabilidad sobre sus predecrsores. los ministros de 1866, Napolen se percataba de cun grave sera el asunto para la dinasta. De todas formas, el hecho indudable es que Ja poltica trance:; no manifest gran energa en esta cuestin alemana. Las instrucciones de Daru, ministro de Negocios extranjeros, a su agente diplomtico en Stuttgart, el 20 de febrero de 1870, se limitaban a consignar que la consecucin de fo unidad alemana signicara una perturbacin, de la que Francia sufrira el rechazo; y aada que, en caso tal, el gobierno llevara la cuestin ante las Cmaras, cuya discusin no dejara de reanimar las pasiones, amenaza bastante anodina, sin duda. No es, pues, sorprendente que Bismarck esperase, inciuso en aquel momento, que el gobierno francs cediera. Por otra parte, tena en cuenta otra hiptesis: que la situacin interior de Francia se convirtiese en revolucionaria; pero pensaba que, en este caso, tambin el metal francs se hara ms maleable. En consecuencia, F:! Canciller no consideraba la guerra como inmediatamente necesari2: Durante las semanas siguientes cambiaron las persi:-~ctivas. Los resultados del plebiscno de 8 de mayo de '1870, que, segn expresin de un adversario semejaba inaugurar "ur nuevo contra>~ de veinte aos entre el Imperio y el pas", pareca consolidar el r. '.::n poltico francs; el gobierno de Emilio Ollivier nombr, el 15 de mayo, ministro de Negocios extranjeros al duque de Gramont, por ser el ms inclinado a Austria entre todos los diplomticos franceses, adoptando as una actitud ms firme respecto a las relacones con Prusia, y reanudando las conversaciones con Viena, para tratar de establecer un acuerdo militar. La opinin pblica de 1\lemania del Sur interpret en seguida tal nombramiento como un "signo de hostilidad hacia Prusia y de ntima avenencia con Austria". Esta fue, tambin, la opinin de Bismarck, quien estim que, despus del plebiscito, la poltica exterior del gobierno imperial sera ms vigorosa y que Ja presencia de Gramont era un sntoma muy belicoso, dejando, pues, de creer que la evolucin de la poltica interior francesa presentase perspectivas favorables para el establecimiento de la unidad alemana. Apenas observ Ja firmeza de los crculos oficiales franceses, cambi de planes.
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Y en aquel momento pas al primer plano la candidatura de Leopoldo de Hohenzollern al trono de Espaa, hasta entonces tenida en reserva. Bismarck soaba con esta candidatura desde 1869; y, en marzo de 1870, la haba recomendado a Guillermo l. Esperaba, con ella, obligar al alto mand francs, en caso de guerra franco-prusiana, a mantener por lo menos un cuerpo de ejrcito en la frontera de los Pirineos, agravando los peligros que a Francia se le presentaran. "El gobierno francs-escribe a Guillermo !-estar ms dispuesto a la paz cuando Prusia haya asegurado mejor su posicin de potencia." El objetivo inmediato era, pues, el de intimidar a Napolen III. Sin duda no era el nico; el xito de la candidatura asestara un rudo golpe al prestigio de la dinasta francesa; y en el caso de que se hundiese el rgimen imperial, quedara abierto el camino para la solucin de la cuestin alemana. Pero si Napolen III no se resignaba y crea que poda oponerse, precisamente porque en este asunto el sentimiento nacional alemn no estaba directamente interesado, Prusia hara l guerra. Mas en la actitud de Bismarck, en este asunto, es preciso sealar coincidencias significativas. Despus de indicar al Rey Guillermo el posible alcance de la candidatura Hohenzollern, el Canciller dej dormitar las negociaciones con el gobierno provisional espaol, de tal forma, que en abril de 1870-segn el prncipe Antonio, padre de Leopoldo--la candidatura. pareca enterrada. En aquel. momento, Bismarck crea an que el gobierno francs cedera en la cuestin alemana. Pero cuando los resultados del plebiscito francs y el nombramiento de Gramont convirtieron la eventualidad en improbable, reaviv el asunto espaol; el 28 de mayo de 1870 volvi a ocuparse de la candidatura Hohenzollern, en una carta que dirigi al prncipe Antonio; y prosigui activamente sus negociaciones con el agente del gobierno provisional espaol. Mostrbase decidido a la prueba de fuerza. Quiere ello decir que estuviese resuelto, en todo caso, a hacer la guerra? No tenemos pruebas de ello. Si la candidatura Hohenzollern triunfara y Napolen III se resignase, no habra necesidad de empuar las armas. Despus de este nuevo fracaso, el rgimen imperial se vera amenazado de hundimiento. Y poner a la dinasta imperial en una postura que comprometiera irremediablemente su autoridad, dara ocasin a Prusia de solucionar la cuestin alemana. En suma: Bismarck quera poner a Napolen III entre la espada y la pared. Pero Napolen III y su gobierno deddieron oponerse a la candidatura Hohenzollern. El 6 de julio, Cramont declar en el Cuerpo legislativo que la presencia. de un prncipe alemn "en el trono de Carlos V" modificara "el actual equilibrio de las fuerzas en Europa". A este argumento de seguridad, el Emperador aadi "un acto de deslealtad, una nueva provocacin de Prusia", una cuestin de prestigio dinstico y nacionl, afirmando, resueltamente, que si la candidatura no era retirada, habra guerra. No existe motivo alguno para pensar que la desease. Si la desease, tendra inters en dejar a Prusia lanzarse la
primera a la lucha; mientras que, al solicitar la retirada de la candidatura se privara, en caso de obtener satisfaccin, de la ocasin para provocar el conflicto. Cuando el 11 de julio declar al embajador espaol que la guerra le horrorizaba y que no deseaba exponer su rgimen "a los azares de una batalla", era sincero, sin duda alguna. Pero tambin pensaba-Gramont lo. confes al embajador austraco--en la posibilidad de "un triunfo poltico, que borrara el recuerdo de los retrocesos anteriores; en una cuestin que concerna solamente a la dinasta prusiana, no erea que Francia pudiera enajenarse el sentimiento nacional alemn. Pero obtuvo tal xito, ya que el prncipe Leopol do anunci, el 12 de julio-de acuerdo con Guillermo 1 JL en contra de Bismarck-, la retirada de su candidatura, La preocupacin de la seguridad francesa desapareci, as. Por qu, pues, decidi Napolen, el 12 de julio, por la tard, dar nueva actualidad a la cuestin, solicitando del rey de Prusia que se .asociara a dicha renuncia, prometiendo q~. la candidatura no se presentara de nuevo en el futuro? Esto se explica por el inters dinstico; puesto que el primer xito haba sido fcil, deba ser posible obtener un segundo; este sera ms completo, porque el mismo gobierno prusiano dara_a Francia una satisfaccin. Aquella imprudencia secund el juego de Bismarck. El 12 de julio, el Canciller consideraba que su poltica estaba amenazada de u~. grave fracaso; y pens en abandonar el poder. Al da siguiente, gracias a las nuevas peticiones francesas, recuper su ventaja. Ya que el gobierno francs se negaba a capitular, e incluso quera procurar al adver sario un fracaso, cuyas consecuencias seran graves para el prestigio de Prusia en Alemania del"Sur, la guerra era necesaria, segn Bismarck, que la convirti en inevitable y maniobr para que fuese declarada por Francia, a fin de que los Estados alemanes del Sur no pensaran en desentenderse de ella. Tal parece haber sido la actitud de Bismarck, si bien debe tenerse en cuenta todo lo hipottico de las investigaciones histricas en tanto que los archivos alemanes no sean todava completamente conocidos. Las preocupaciones polticas (ambicin de poder y de prestigio) fueron, pues, decisivas en aquella crisis. En tanto que es posible apreciarlo. los intereses econmicos no tuvieron parte alguna. Los sentimientos colectivos no se manifestaron ms que en la ltima parte de la crisis, cuando, tanto en Francia como en Prusia, se evoc el honor nacional. La voluntad de un hombre fue la que dirigi6 los acontecimientos.
II. EUROPA ANTE EL CONFLICTO FRANCO-ALEMAN
Como haba sucedido en 1866, en 1870 el conflicto qued localizado. En el momento en que acababa de conseguir el trastorno del equilibrio de las fuerzas en el continente, Bismarck se beneficiaba por
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segunda vez con :a pasividad de los otros grandes Estados europeos. Cmo haba logrado aislar a Francia antes de la guerra? Y cmo, durante ella, no se: enfrent con la iAtervencin, 'al menos diplomtica, de los neutrales? Ante la perspe:~tiva de un conflicto franco-alemn, esperado y tenido por descontado desde 1867, los gobiernos que eran objeto de las instancias rivales Je Francia y Prusia orientaron, evidentemente, sus polt!cas conf~rme a las persp,ectivas que pref~ntaba el COf!-tlicto francoprusiano, segun nsultase mas o menos peligrosa para sus intereses una victoria francesa o una victoria prusiana. Pero tambin tenan otras preocupacions. En Viena, en San Petersburgo y en Londres, las miradas se dirigan a las cuestiones de los Balcanes, donde volvan a plantearse los litgi( s: cuestin rumana (en 1868 el gobierno Bratianu pareca decidido a reivindicar Transilvania) e insurreccin cretense contra el dominio t irco. Despus de Ja derrota de 1866, el Estado austraco tuvo que transformar su estructur l interior: el Compromiso de 1867 haba dado origen a un reparto de influencias entre magiares y alemanes, fundando Austria-Hungda. Francia y Prusia -ofrecieron su alianza a Ja doble monarqua, que declin la oferta prusiana y negoci, durante mucho tiempo, con Francia, a partir de abril de 1867. Se trat,-ai principio, de una alianza ofensiva. Napolen III se declar dispuesto a ayudar a Austria-Hungra, si esta quisiera borrar en Alemania las consecuencias de su derrota de 1866. Pero Jos crculos oficiales austrohngaros se mostraron dividigos ante aquella eventualidad: Beust, ministro de Negocios extranjeros, que era un sajn al servicio del gobierno de Viena. aceptara de buen grado aquella guerra de desquite, que le concedera la esperanza de ver restaurada la independencia de S~jonia; Andrassy, presidente del Consejo de Hungra, era hostil a una p5ltica aventurera, sin atractivo alguno para los intereses magiares. La cuestin balcnica suministrara un terreno de acuerdo ms fcil, pues los magiares eran favorables a una expansin austro-hngara hacia el Sudeste; pero Francia echara, inevitablemente, a Rusia en brazos de Prusia si ayudara a tal expansin. La alianza activa se hizo, pues, imposible. Poda pensarse, por lo menos, en una alianza defensiva, con el nico objetivo de mantener el statu quo? Parece que Napolen lo esperaba firmemente. Pero aquella espe,ranza careca de base, pues la poltica austro-hngara haba de contar con la actitud italiana y tambin con Ja rusa. Para asegurar su retaguardia, Austria-Hungra consideraba esencial la adhesin del gobierno italiano a una eventual alianza franco-austraca. Pero la cuestin romana pesaba, de nuevo, sobre las relaciones entre Francia e Italia, desde que el gobierno imperial haba hecho fracasar, en 1867, el golpe de mano de Garibaldi, volviendo a ocupar Roma con tropas francesas. El gobierno italiano subordin a Ja pre-
va retirada del cuerpo expedicionario su adhe~i?n ~ la _alianza entre Austria-Hungra y Francia. Por razones d~ yohtica mten~r, el Emperador no crey poder aceptar esta condicin, pues temia perder la ayuda de los catlicos franceses si abandonaba a su suerte el estado
pon;i~;i~~ra
parte. el gobierno ruso, inquieto pur las persp:<:tivas balba sobre todo de impedir una expans10n austrocamcas se preocupa ' A t Hungra h, ' hacia el Sudeste. Y en caso de confcto con us na-. , d~~:ar~~ la ayuda prusiana. Prometi, pues, el 27 de marzo de ~868, ,,.to efe"tuar "'n caso de guerra franco-prusiana, en un acuer do Secr ~ ~ ~ A una concentracin de tropas en Galitzia. para paralizar a ~stnaHungra. Y. en septiembre de 1869, rechaz ~:' ofertas de ~apoleon III: No puede sorprender que en tales condiciones ~l gobierno ,austro hngaro abandonara las negociaciones con el gobierno frances Y se limitase a afirmar sus buenos deseos. Es verdad que, sin prometer nada., contin_uaba. alentando las esperanzas de Napolen III, ya que acepto, a prmc1p10~. de 1870, conversaciones entre los Estados mayores;. pero en el esptntu, de Beust y ~n el de Francisco-Jos, esta colabo:a.cin .m.ilitar _no _sena, e~ caso ,e guerra franco-prusiana, ni automatica n1 mmediata.', ~ustr~a-H~ng~1~ esperara, para intervenir, al momento en. que el. eerc1to Ltnc~~ e mostrase su superioridad, mediante sus pnmeros ~x1tos. Y e g~ 1erno francs no intent aclarar las intenciones del gob1er~o. austro~hu~garo. mza r ue tema una decepcin y prefera repnm1r sus ilusiones. e~tos establecidos por Jos Estados mayores qued~ron, p~r p y le esbozo En el momento en que estallo la crisis otra parte. en s1mp , b . d r com de julio de 1870, el gobierno austro-hungaro ~o esta a 1 1ga o po
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promiso alguno. , . GI d t se En Gran Bretaa, el gabinete liberal pres1d1do por a. s one E hallaba en el poder desde fines de, 1868. Ciaren.don, secretario de stado para los Negocios extranjeros, era un ferviente adep!o de l~ r~ ltica tradicional del aislamento. Crea_ ~ue Gran Bretana no e ' adquirir compromiso alguno, por princ1p10. en los asunt~s eurn~eo~ del continente. "Ms le vale prometer muy poco. que e~as:a Aquel principio pareca estar de acuerdo con las circunstancias. no podan los intereses britnicos verse amenazados por Napolen III tanto . 0 ms que por Bismarck? Gran Bretaa no tena que temer de la pol_t~~a prusiana, a1 menos por el momento, un atentado directo a su F,1c1on en el mundo, pu~s Prusia no posea ms que una marina ins1gmfican_te. E? cuanto a a formacin de la unidad alemana, los crculos oficiales mgleses ya se haban resignado a ella, en 1866; algunos incluso la deseaban, por~~e teman la influencia francesa en Alemania del Sur. N~ o?stante, arendon desconfiaba de Bismarck,. aunque debido. pnnc1palme1~te, a que los mtodos bismarckianos repugnaban al temper~men~o mgls. Observada desde Londres, la poltica francesa parec1a mas inquie-
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f~s~ sus pretensione~ ,sobre Blgica, indicio de las cuales era la adquis1c1n, por la Compama francesa de Caminos de Hierro del Estado, de los ferrocarriles belgas del Luxemburgo. El provecto fue iniciativa del gobierno francs. No era buen negocio financiero~ La red ferroviaria belga se hall~~ e;i d~cit. Existan mviles econmicos? La gestin de la red facmtana. ciertamente, las exportaciones francesas hacia Blgica Y el tr~n~porte del .carbn ?elga hacia la zona metalrgica de Lorena, podna rn~luso abnr el camrno a la unin aduanera franco-beiga, en la que ya hab1a pensado Luis Felipe. Pero quiz tambin haya que tene; en cuenta los ~otivos estratgicos. En caso de guerra francoprusiana, l.os !errocarnles luxemburgueses seran de gran importancia para los erc1tos franceses, si quisiesen tomar la iniciativa sin contar c:m la neutralidad belga. Pero el mvil ms importante hay que buscarlo, sm ?u~a, en una cuestin. ,de prestigio: Napolen III estaba siempre pers1gu1endo la compensacton que no haba logrado en 1866 ni en 1867. El .asunto de l~s ferroca~les pareca, pues, significar una amenaza para la mdependenc1a econmica y para el ~statuto internacional del Estado belga. As fue como interpretaron la iniciativa los gobiernos belga e Ingls, que incluso pensaron que Napolen III proyectaba efectuar ms adelante la anexin de Blgica. Carecan de .funda~ento aquellas sospechas? En tanto que podemos conocer sus mtenc1ones, el Emperador soaba, ciertamente, con la unin aduanera. Pero pensaba tambin en !~anexin? No, segn declar al embajador ingls en Pars, "salvo por la buena voluntad de las potencias interesadas". Pero la unin aduanera podra constituir el preludio de la unin poltica. Y Napolen III haba dicho a Frere-Orban, presidente del Consejo belga, que deseaba establecer con Blgica relaciones ntimas. Incluso escribi al mariscal Niel el 19 de abril de 1869 que no retrocedera ant~ la malquerencia del gobierno belga: "Surgir la guerra de este conflicto? No lo s. Pero debemos actuar como si fuera a producirse." Y aadi que, en tal caso. "Francia se engrandecera con Blgica". es, pues, ;orprendente qu~ el gabinete ingls ::.e alarmara; que dmg1ese al frances una advertencia muy firme; que diera orden a sus flotas ~~ estar prep~radas, y que incluso dejase entender la posible conclus1on de una alianza con Prusia. Napolen no intent resistir v el 27 d.e abril de 1869 abandon el proyecto de adquisicin de Jos 'te"rrocarnles. Este abandono no bast. sin embargo, para disipar Ja desconfianza del gobierno ingls. En el fondo, segn ha observado Jacques Bordeaux, los gobernantes ingleses teman ms un engrandecimiento francs en Blgica o en Renania, que la unidad alemana. El nico resultado efectivo de los grandes esfuerzos diplomticos entre 1867 y 1870 fue, pues, el acuerdo entre Prusia y Rusia. El gobierno francs no haba obtenido nada. No habra podido prever la actitud italiana y la rusa? Y no habra debido pensar que el plan-
teamiento de la cuestin belga d-::s;,>ertara la inquietud ie Gran Bretaa 7 Inconsecuencias, i11coherenci2s y ligerezas de fa politi.ca francesa, carente de direccin. El estado de sa1ud del Emperador, que sufra desde 1866 del mal que acabara con l, puede explicar, en gran parte, esta impotencia. No tuvo ni quiso tener un colaborador capaz de ejercer el impulso: continuaba queriendo manejar todos los asuntos.. que no estaba en situacin de dirigir. No obstante, esa falta de hab1hdad y esa insuficiencia de. la diploma~ia ~;ancesa no. bastan para ~xplicar el aislamiento de Francia. La exphcac1on es preciso buscarla mdudablemente en el estado de nimo de los otros gobernantes, que continuaban atribuyendo a Francia, ms an qu~ a P:usia,. un deseo de he~e mona. Se engaaban, puesto que el rgimen imperial no tena medios ni voluntad para realizarlo; pero estaban dominados por el recuerdo de la inquietud que haban sentido, seis . ~iet~ aos antes, cuando Napolen III dio a conocer su programa revzswmsta. Las posiciones tomadas entre 1867 y 1870 presagiaban. la actitu~ de estas potencias europeas en el momento en que. se produo la 7a~d1da tura Hohenzollern al trono de Espaa. El gobierno ruso se limit al papel de consejero: Guillermo I deba desautorizar la candidatura, pero Napolen UI no haba de pedir ms. Un tanto matiz~da, esta fue t~ bin la actitud del gobierno ingls, que aprob la retirada de la ca11'd1datura, pero estim excesiva la garanta que exiga el gobierno fran7s para el futuro. En cuanto al gobierno austra~o, record desde el pn.ncipio de la crisis que no haba contrad.o. alianza al~una con Francia, y aun afirmando sus buenos deseos, sohc1t del gobierno. f~ancs que le ahorrase las exigencias sbitas y las sorpresas; el 12 de JUho de 1870 expres tambin que el gobierno francs debera contentarse con haber obtenido la retirada de la candidatura. En suma, ninguna de las grandes potencias aprob la decisin francesa de resucitar un asunto en apariencia terminado. El 17 de julio el gobierno ruso advirti al prusi~no que estaba d~s puesto a ejecutar las promesas dadas en 1868 e mform a AustnaHungra de tales compromisos. El 20 de julio Beust tom nota ~e esta amenaza rusa para justificar ante el gobierno francs la declaracin de neutralidad de Austria-Hungra, aunque pudiera invocar tambin otros motivos, como el estado de la opinin pblica. hostil-tanto entre los alemanes de Austria como entre los magiares-a una intervencin, y las dudas que expresaban algunos ~inistr~s respecto a la fi~me~a de las resoluciones francesas, pues, segun decian, Napolen III amas ha llevado una .empresa hasta el final. No obstante, Beust declar al embajador francs que tal neutralidad era provisional y que ~ustri~-Hungra concedera a Francia ayuda armada tan pronto como las circunstancias lo permitieran" (el invierno paralizara los movimientos .del ejrcito ruso!). En una carta de 25 de julio a Napolen III. Francisco Jos ratificaba las mismas intenciones, pero aluda a la necesidad de obtener
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el concurso italiano, q lle el gobierno subordinaba (en l de agosto) a la solucin. de la cuesti a romana, pidiendo la inmediata evacuacin del Estado pontificio por las tropas francesas y la facltad de disponer la suerte de aquel "confo me a los deseos y a los intereses de Italia". Los ministros estaban de a ::uerdo con Napolen 111 para desechar aquella condicin. "Francia-di ;o Gramont-no puede defender su honor en el Rin y sacrificarlo en ei Tiber", y Emilio Ollivier temi provocar una crisis interior. Debem1 s pensar que el aceptarla habra _P.ermitido a Francia obtener alianzas? Esta es la tesis sostenida por el prncipe Napolen Jernimo en 187& en un a-tculo de la Revue des Deux Mondes, frecuentemente invocado despus. Pero adoptarla es cerrar los ojos a los indicios ms claros. No debe echarse en olvido que los crculos polticos italianos mejor dispuestos ha<;ia Francia consideraban imposible entrar en la guerra a su lado, y que el 7 -de agosto (el 6 los ejrcitos franceses haban sido derrotados en Worth) el gobierno italiano haba decidido "suspender las negociaciones hasta la llegada de noticias ms decisivas del teatro de la guerra". Quin se iba a asociar, pues, a una Francia cuya derrota era segura? "La suerte de la guerra me parece decidida", escribi a Beust su embajador en Pars. Despus de la capitulacin de Sedn y de la cada del Imperio se produjo la victoria prusiana. Su consecuencia inevitable fue la' formacin del Imperio alemn. Si continu la guerra, se debi a que la poltica prusiana no se contentaba con aquel resultado y quera obtener la cesin de Alsacia y Lorena. AJ prolongar la resistencia, el gobierno provisional francs solo persegua un objetivo: salvaguardar la integridad del territorio francs. En la escala de los intereses europeos, el conflicto franco-alemn tom, pues, un carcter diferente. Despus de la derrota de los ejrcitos imperiales y del hundimiento de Napolen III lo~neutrales ya no tenan que temer la potencia francesa; ahora habrtan de contar con la potencia alemana, que manifest en segu.da sus designios anexionistas y se dispona a adquirir posicin hegemnica en el continente. No deberan pensar que estaban interesados en limitar las consecuencias de la victoria alemana? Bismarck tema la formacin de una liga de neutrales que tuviera por objeto imponerle una mediacin e impedirle la realizacin de sus fines de guerra. Como era natural, el gobierno provisional francs trat de obtener la intervencin diplomtica colectiva de las grandes potencias-llamamiento de Jules Fabre, misin de Thiers en las gra~des capitales europeas-que podra salvar a Alsacia y Lorena. Pero tales esfuerzos fracasaron. AustriaHungra no quiso tomar una iniciativa que, segn ella, corresponda a Inglaterra y a Rusia. El Gobierno ruso estimaba que no exista an el peligro alemn. En Londres, donde la opinin pblica mostraba desconfianza hacia Prusia, al conocer las condiciones de paz de Bismarck, Gladstone intent. que el gabinete tomase posicin contra la anexin de Alsacia y Lorena sin plebiscito; pero sus colegas estimaron impru-
S a segn Granville, un tiro al are. dente mezclarse en aquel .asu~to. ~v; para impedir la anexin. CualGran Bretaa no tema .n~ngun mo , e para dar a Francia una esquer iniciativa no servma, pues, mas qu peranza sin fundament_o. d 1 't't des diplomticas, las verdaderas . Cules eran, detras e as ac i u l 1 . 'd d 7 razones de ta p~sivi_ , i sgarse a tomar aisladamente la El gobierno rngles . no_. quena ,~r ed de medios militares, tendra . . . . d na mediac1on cari;c1en o , 1mciat1va e u n el continente. Ei gobierno austnaco ' necesidad de un punto de apoyo e ara el futuro de la doble moBismarck declar que conoca perfectamente lo~ riesgos que p narqua significara la ulmda~ dal~ma~~s yie:~i~d~~s austracos de lengua no intentaba extender ~ fum 1 a t el A;ischluss sera imprudente desautorizo orma rnen e ' . . d . germ mea Y p ro no obstante aquella mquietu confiar demasia90 e~ su_ prome~a. e ;r el desacuerdo entre los magiala poltica austriaca ::.e vio p~rahzada p 1 temor de que el gobierno ruso res y los alemanes de ~ustna, y por e apoyase la poltica ~rus1ana.R . 1 .. , result decisiva. Aun reconode usia a que l z F ue, pue s ' la actitud . odra in uietarles en el futuro, e ar ciendo que la poltica alemana P. d e;a perspectiva porque preteny Gortchakoff se negaron. 4 co~si erar . \a uerra franco-prusiana les dan lograr un provecho mmediat~, p~e\a cl:rogacin de las clusulas ofreca ocasin fav?rable _rara c~nseg~~~alizacin del mar Negro (1). y del tratado de Par:s rel,at1vas a le~~~ de su poltica otomana sobre las conceda preferencia a ios r::>rob E 1 fondo la divergencia de preocupaciones del e~uidlibr010. europc~.el pnri~cipal obstculo a la formaintereses en la cuestzon e nente era cin de una !iga de ne~~ral~s. Oriente podra suscitar un conflict~ entre y esta misma cuestl n . e , abinete ingls a la derogacin de Inglate~ra y ~usia}S~8r;~~gnS~n~e~idYera oponerse por Ja fuerza, no las e,st1pulac1ones e d. 1 1obierno de Viena. cuyos intereses eran podna obtener el apoyo e g . , 7 y cmo en el caso de que paralelos a los suy~s en aq~ell~. c~~~t~o7~ ~uerra a , Rusia, podra este Inglaterra y Austna-J::Iu;gna d~~te del franco-alemn? Dicha perspecconflicto permanecer rn epe11 z i , itu de Bismarck desde el comientiva haba estado pres:nte ~n ~uest~1:tica fue. pues. la de persuadir al zo de la guerra con Franf ia. . hasta el fin de la guerra franco-alemagobierno ru~? para que ap ~~asedel mar Negro y prometerle el apoyo na la soluc1on de I~ cuestton . ._ Pero el obierno ruso saba muy diplomtico de Prusia ~ar~ nt' las ~ircunstancias favorables, bien que, si n? explota a mm . ta :m~e xito. El 30 de octubre de 1870 tendra despues me.~os oportumda~~sia "no podra considerarse ms Gortchakof anuncio, p~es,. que d 1 t tado de 30 de marzo de 1856 tiempo ligada a las obl1gac1ones e ~a u ,., mar Negro". en cuanto restringen sus derechos de soberan a e ~
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Era aquel un momento crtico para la poltica bismarckiana. Cmo reaccionara Gran Bretaa 7 La mayora del gabinete segua a Gladstone, que no quera Ja guerra. Los crculos econmicos aprobaban esa prudencia, tanto ms cunto que un consorcio financiero acababa de acordar con el Zar Ja construccin de ferrocarriies en el Sur de Rusia. La rplica inglesa tom, pues, la forma de una disertacin de derecho de gentes, que se limitaba a aludir a posibles complicaciones futuras. "Este es el tono que se adopta cuando se tiene intencin de no hacer nada", observ Bismarck. Aquella resignacin poda realmente no ser definitiva. Pero cuando Gran Bretaa pas revista a las ayudas con que podra contar, en caso de decidirse a oponerse a la poltica rusa, los sondeos dieron resultados desalentadores. El gobierno turco, si bien inquieto por la reconstitucin de una poltica naval rusa en el mar Negro, no se atrevi a pensar en una guerra con Rusia, a menos de contar con el apoyo de Inglaterra y el de Austria-Hungra. Pero la opinin pblica estaba dividida en la doble momrqua; los magiares eran hostiles a Rusia, pero los checos no. Y Beust no quera ir ms all de una protesta diplomtica. Bismarck resucit, pues. el asunto sin inquietud alguna y propuso la reunin de una conferencia para solucionar la cuestin del mar Negro. El 28 de noviembre obtuvo el asentimiento del gobierno ingls, y el peligro de un conflicto anglo-ruso desapareci. No obstante, aquella solucin coloc a la poltica prusiana ante otro peligro: la conferencia, que se inaugur en Londres el 17 de enero de 1871, desbordara el marco que se le asignaba, inmiscuyndose en las cuestiones franco-alemanas? "Es preciso. ante todo-dijo Bismarck-, que se limite a su propia tarea y no se ocupe de otras cuestiones europeas; dicho de otro modo: de nuestro conflicto con Francia." Sera preferible inclusive una guerra anglo-rusa que una liga de tiones europeas; dicho de otro modo: de nuestro conflicto con Francia, signataria, no obstante, del tratado de Pars, y orden a su delegado que abandonase la conferencia si se suscitara la cuestin franco-alemana, advirtiendo a Gran Bretaa que, en tal caso, Prusia apoyara con ms vigor las pretensiones de Rusia. El canciller gan la partida. El gobierno ingls consider, es cierto, el 4 de febrero de 1871 que la cuestin franco-alemana poda ser planteada fu era de sesin. Pero a la sazn la capitulacin de Pars era un hecho consumado desde hada una semana, y Jules Favre no dio curso a la sugestin inglesa. La guerra franco-alemana se termin, pues, sin que los neutrales dificultasen la poltica prusiana, cuyo xito consagrara el tratado de Francfort.
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Sobre la actitud de las potencias frente al conflicto franco-alemn. ALBERT SoREL: H1staire dip/amatique de la Guerre franco-allemande, Pars, 1875 2 vol.-JACQUES BARDOmc: Les Origfnes du Malheur eurapen. L'aide la dominatian pru:r/ranca-anglaise sienne, Pars, 1948 ..:_P. KNAPLUND: Tite Fareign Palicy of Mr. Gladstane, Londres, 1935.-K. RHBINDORFF: England und der deutschfranzasische Krieg, 1870-1871, Bonn, 1923; y, del mismo: Die Schwarze Meer Frage, Berlfn, 1925.
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Entre lo~ grandes cambios ocurridos durante aquellos veinte aos, los que tuvieron por teatro el Extremo Oriente y Amrica del Norte no ejercieron en los tiempos inmediatos sino una influencia seundaria sobre las relaciones polti::as internaci()nales. El inters estaba centrado en las transformaciones ocurridas en Europa. En diez aos dos nuevos grandes Estados haban hecho su aparicin en el centro de Europa: el reino de Italia, que dio cima a su constitucin !?erced a 1~ d:rr~tas francesas, .absorbiendo por la fuerza el pequeno, Estado pbnt1fic10-20 de septiembre de 1870-, y el Imperio aleman; que se proclam el 18 .de enero de 1871-en la Galera de Espejos del palacio de Versalles-cuando los Estados alemanes del sur se resignaron a aceptar la preeminencia del rey de Prusia. Tanto en un caso como en otro, no se realiz por completo la unidad nacional: los diez millones de austracos de lengua alemana quedaron fuera de la comunidad germnica; las poblacones italianas del Trentino, de Trieste y de las ciudades de la costa dlmata no fueron incorporadas al reino de Italia. Sin embargo, la formacin de estos dos Estados, la del Imperio alemn sobre todo, tena un alcance decisivo para el equilibno de fuerzas en el continente. La transformacin del equilibrio se efectu a expensas de Austria y de Francia. La primera abandon sus provincias italianas-Lombarda y Venecia-, que contaban cuatro millones de habit~ntes, pero no estaban verdaderamente incorpc~adas al Imperio desde los puntos de vista administrativo y e::;on?mtco, y, lo que 7ra. mucho ms grave, pe,rdi la influencia que efercta en l~s. asunt?s 1tahanos y en los alemanes. Francia, despus de haber adqumdo N1za y Saboya, perda Alsacia y una parte de la Lorena, profundamente asociadas ambas a la vida nacional. Es fcil percibir el encadenamiento de las crisis que marcan las etapas de esta transformacin. Con ocasin de la gran conmocn de 1~48-4~, las f~erzas re~olu~ionarias haban sido contenidas por la res1sten~ia austriaca y mas aun por la rusa. Pero la potencia rusa sufri un echpse por la derrota de Crimea. Austria despus de haber contribuido a tal resultado, fue alcanzada a su ~ez: su derrota de 1859 seal-despus de la mejora que haba conseguido en 1850-el comienzo de un nuevo declinar. Las fuerzas .de resistencia no estaban pa~alizadas, pero s gravemente quebrantadas. El camino qued, pues, ab1er:o a las fu~rzas. revolucionarias. En dieciocho meses se constituy el remo de !taha, sm ,que .Austria pudiera dificultarlo a causa de la crisis interior por que atravesaba. Y en seguida la cuestin de la unidad alemana domin el horizonte. Esta vez Austria trat de resistir, pero
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sucumbi, y Prusia se adue desde ~q':1el momento .de Alem~nia. Francia, que haba permitido el cumphrr:1ento ~el destmo au.s:naco, se encontr sola frente a la nueva potencia prusiana y sucumb10 tambin. d 1 Los movimientos profundos--es decir, las grandes corne?tes e sentimiento nacional y la solidaridad de los i.ntereses _m~tenales relacionadas con las nuevas condiciones de .la vida 7c?nomica-fueron, sin gnero de duda, los que ejercieron el impulso micial. en el ~ntre cruzamiento de las fuerzas que en Alemania y en Italia te~dia;i a provocar estas grandes alteraciones. Pero tal ~mpulso no resu.lto eficaz sino en cuanto fue dirigido por hombres de tstado que supieron servirse de tales fuerzas para hacer de ellas el instrumento de sus designios de poder. . , . . 7 Cules fueron los factores determmantes en la~ hor:is .dec1S1vas. En las iniciativas que marcan el progreso de Ja unidad italiana en el ao crucial de 1860, el impulso econmico no parece hab~r. t~mdo parte alguna. La opinin pblica italiana s~ hallaba mu~ dlVldida. En la crisis alemana de 1866, los lazos econmicos establecidos por la Zollverein, que en 1859 y en 1863 se haban mostrado favora?les a la poltica unitaria, no impidieron. a los Estad.o~ _alerr:an~s medzos tom~r partido contra la soluci~ prusian~, y l~ opimon pubhca no .desautonz6 Ja decisin de sus gobiernos. Ni los mtereses maten.ales. :ii las cuestiones sentimentales pueden, pues, suministrar la ~xph~ac1on de estas crisis. Lo que entonces orient el curso de la h1stona fue ~I papel desempeado por los hombres. d~ Estado: . un Cavour o :in BI~marck. Pero este xito de los movurnentos nacionales no hu~iera sido posible sin la actitud adoptada por las otras grandes potencias europeas: la unidad italiana no se realiz sino gracias al concm:'o activo de Francia en 1859 y 1860, al ms modesto de Gran Bretana en 18?~ Y al eclipse de la potencia rusa; la victoria prusiana de .~866, decisiva para ia consecucin de la unidad al~mana, sol~ fue pos1ole merced a la neutralidad de Rusia, Gran Bretana y Francia. La abstencin de Rusia, muy natural en la cuestin italiana, ya que el Imperio de los zares careca entonces de poltic_a mediterr~ea, resulta sorprendente en la cuestin alemana. ~o~ia serle indiferente acaso tener por vecino a un gran Impeno aleman. La causa. profunda de este abandono fue la derrota sufrida en la guerra de Cnmea, despus de la cual la poltica rusa ya n? pudo eje:cer en los asun~os de la Europa central el papel que hab1a desempenado en 1850, e intent, a la espera de poder liberarse de las clu~ulas del t~atado de Pars, debilitar a Austria, que podra aprovecharse del echps~- rus.o para adquirir preponderancia en los Balcanes. Atravesaba .ta1:1b1en dificultades interiores que favorecan el despertar del movimiento nacional polaco, frente al cua~ los intereses .~u.sos y los prus1:no~. era,n solidarios. En la in terpretac1n de esta poll t1ca rusa es neci;sano dc:tenerse. pues, ante todo en la desgracitida iniciativa del Zar en 1853.
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Pero s~ 's intereses econmicos y el sentimiento de solidaridad con las poblaciones ortodoxas de los Balcanes pudiero~ tener indudablemente parte en la iniciativa, su papel parece haber sido muy modesto: la voluntad de poder fue el verdadero mvil de las decisiones. La actitud de Gran Bretaa es menos sorprendente. Intervino en la cuestin italiana porque tena intereses esenciales en el Mediterrn~o, estratgicos y econmicos, ligados estrechamente. Y s~ mostr pasiva en la cuestin alemana porque en aquella poca temia el desarrollo de la potencia de la Francia imperial; co~taba,. a largo plazo: con el despertar de la potencia rusa, y la Alemama umda se le ofrec1a como un deseable contrapeso. El porvenir no tardara en demostrar la falsedad de tales clculos. Cules fueron las causas del error? Los sentimientos de la poblacin inglesa solo desempe~ron un papel ~pis dico. La admiracin que una parte de la prensa mglesa test1mom en 1866 a Prusia no tuvo expresin ms que despus de Sadowa, Y no era un signo de simpata, sino manifestacin de realismo, rasgo !u~ damental del temperamento ingls. En cuanto a los factores econom1cos, su influencia apenas se hizo aparente y se ejerci .en ~~s sentidos opuestos: por una parte, la existencia de la Zollverem d1hcultaba progreso de las exportaciones inglesas y era fcil prever que la reahzacin de la unidad poltica hara cada vez ms exigente a aquel competidor en las negociaciones comerciales; pero, por .otra parte, los crculos econmicos ingleses deseaban la paz, necesaria al desarrollo del comercio ingls en el mundo. Ni Jas preferencias sentimen.tales ni los intereses materiales parecen poder explicar, pues, la actitud de Gran Bretaa en aquella ocasin. Las nieas decisivas fueron las preocupaciones polfticas. , Fue la poltica francesa (o ms exactamen.te la de Napoleon. Ill) la que ejerci influencia decisiva. Contribuy directamente al_ eclipse de la potencia rusa. Debilit a Aus~ria por e.l papel des~mpenado ;n la cuestin italiana, favoreciendo as1 un mov1m1ento nacional aleman en beneficio de Prusia. Permiti la consecucin de la victoria prusiana en 1866. Es posible percibir en estos actos una lnea coherente, un designio reflexivo? , Hasta julio de 1859, la poltica imperial pareca adaptarse a un programa, cuyos diversos aspectos estaban unidos por una relacin lgica: debilitar a Rusia y a Austria significaba destruir los obstc_:ilos que se oponan a la poltica revisionista; colaborar con Gran Bretana o no exponerse a conflictos con ella era, en el nimo del Emperador, el medio de neutralizar una oposicin posible a tal. poltica. Pero, entre julio de 1859 y finales de 1863, Napole~n _III pareci. no obedecer a un plan. Dej que se desarrollase el mov1m1ento nacional italiano con la intencin velada, sin embargo, de detenerlo antes de que alcanzara su objetivo normal, que ;ra. Roma. Por el .trat~do ~e comercio de 1862 reforz el arma econom1ca de que Prusia d1spoma en la cuestin alemana, y, sin embargo, no deseaba la unidad alemana,
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que quera limitar a la lnea del Mein. Cmo esperaba dominar aquellos movimientos que haba favorecido? Por otra parte, abandon parcialmente los miramientos hacia los intereses britnicos, pues aun dando a Gran Bretaa una satisfaccin, desde el punto de vista econmico-tratado de comercio de 1860-, se lanz a una expansin extraeuropea; amenaz la preponde~ancia inglesa en el Mediterrneo; se pronunci en favor de la reconstitucin de una Polonia independiente, que sera un cliente de Francia, y esgrimi la perspectiva de vastos reajustes territoriales en el continente. El gobierno ingls consider, pues, como ms grave el peligro de una hegemona francesa. En fin, el Emperador amenaz directamente los intereses rusos con ocasin de la cuestin polaca. En ningn momento, sin embargo, cont con fuerza armada adecuada a tan vastos horizontes, pues no trat de imponer a una opinin pblica, a la que consideraba reacia, los sacrificios necesarios: ti! En 1866 recogi los frutos. de tales imprudencias, y ante la victoria de Sadowa, eventualidad que no haba previsto, qued desamparado. Conceder a Austria apoyo armado sera desmentir toda su poltica anterior y confesar que se haba equivocado. Por otra parte, la abstencin de Gran Bretaa y la de Rusia, consecuencia de sus iniciativas en gran parte, no le permiti ejercer una presin eficaz sobre la poltica prusiana. Desde entonces, la poltica imperial naveg con la corriente, y la autoridad del soberano qued quebrantada por los fracasos,... que no hacan sino confirmar los pronsticos de la oposicin. La preocupacin del Emperador era, pues, proteger su rgimen contra aquellas crticas, y para desarmarlas corri en busca de compensaciones, adopt una actitud intransigente en la cuestin romana y amenaz los intereses ingleses por su torpeza en el asunto belga de 1869. Su accin careci de alcance y su preocupacin esencial fue salvaguardar los intereses din"sticos. En esta poltica desconcertante, el impulso de las corrientes sentimentales o de los intereses econmicos solo tuvieron una importancia episdica. El Emperador, quiz, crey6 responder a los profundos instintos del sentimiento nacional y a las necesidades futuras de la economa francesa; pero, en el fondo, fue guiado por su imaginacin y su deseo de prestigio.
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Al mismo tiempo que los destinos europeos cambiaban de rumbo por la aparicin, en el centro del continente, de la nueva potencia alemana, las relaciones entre continentes sufran el impacto de nuevas perspectivas por la inauguracin del Canal de Suez, la entrada de Extremo Oriente en la vida general del mundo, la restauracin rpida de la vida econmica y el dinamismo poltico de los Estados Unidos despus de la Guerra de Secesin. Los contemporneos, sobre todo en Europa (pero tambin en los Estados Unidos), se daban cuenta de ello. Pero al principio fue la potencia alemana la que atrajo la atencin. La unidad alemana, declar Disraeli en la Cmara de los Comunes en febrero de 1871, es "un acontecimiento ms importante que la Revolucin francesa del siglo pasado: ... tenemos que enfrentarnos con un mundo nuevo ... , con peligros desconocidos". Y no solamente porque el "equilibrio europeo ha sido completamente destruido", sino tambin porque los mtodos bismarckianos haban mostrado un desprecio total hacia las reglas de derecho y los sentimientos de los que deseaban creer en la existencia de un espritu europeo o de una sociedad de pueblos. El canciller alemn era un estadista sin pnncipios -la expresin se debe a la reina Victoria y al ms notable de los portavoces de los conservadores italianos-. Pero Engels vea ms all del papel de un hombre; a diferencia de los conflictos de 1854, 1859 y 1866, guerras de gobiernos que hacan la paz tan pronto como su mecnica militar sufra una avera o comenzaba a gastarse, la guert;.,l de 1870-71, escribi, haba vuelto a una tradicin ininterrumpida haca dos generaciones: 1a de una verdadera guerra, en la que participaba la propi.a naci6n. En suma, la victoria alemana pareca ser, segn los temores de Gladstone, el comienzo de una nueva serie de com-
y obtener xitos: en 1867 Rusia vendi Al~s~a a los Est~dos Unidos. No obstante la resistencia de algunos m1mstros, que _ mvoca?an el honor i;acional, Gran Bretaa acept en mayo de 1871 mdemn.1zar al gobierno de Washington por los daos causados a su co~erc10 martimo dur:inte la Guerra de Secesin por los cruceros s~d1stas construidos en los astilleros ingleses (1). Las grandes potencias europ~as estimaron prudente usar de miramientos ante Ja fuerza que se iba afirmando. f b d d En China, no obstante un violento acceso de xeno o ta mg1_ o contra las misiones religiosas en julio de 1870, la~ grande~ ~otenc1as europeas continuaron desarrollando su penetrac1on econom1ca. ~os 3 500 europeos que a la s!zn vivan en los puertos abzert?s: al abngo de su estatuto privilegiado, estaban completamente dec1d1dos. a no considerar los tratados de 1860 ms que . como una etapa hacia una ampliaciJZ de las condiciones del comercw; deseaban oh.tener el ~~ recho de residencia permanente fuera de. los . puertos a?1ertos, ~ m de poder instalar establecimientos en el mteno: del pa1s. Al mismo tiempo los grandes Estados intentaban hallar v1as de acceso al mercado chino por las fronteras terrestres; ~provechndose d,e la .guerr~ de los taipinos Rusia ocup el valle del lit, en el Turquestan oriental. Gran Breta~ 'envi en 1868 una primera misin para reconocer la ruta comerczal entre Ja Alta Birmania (Bah1.no. punt? extremo a'.ca~ zado por la navegacin a vapor sobre el no ,Iravadt) y. la provm.c1a china del Yunarn; gracias a Doudart de ~agr.ee y F~anc1sc? Garme,r, Francia acab de comprobar Ja import~c1a ae la ~ta fluv1~l del no Rojo. Unicamente los Estados Unidos e.mplearon metodos d1fere.ntes; el tratado chino-americano de 1868 afir.m el derecho de _Chma a conservar su integridad territorial y tambin su plena. ~o be rama. en los puertos abiertos, as como a rechazar toda intervencwn extran,er~ e~ la gestin de sus asuntos interiores. aun en el aspecto econom_1co. pero el gobierno de Washington Jaba por descontado que .estas sen1Ies de buena voluntad Je valdran facilidades para sus. comerciantes Y para sus misioneros. El mercado chino segu1a ofreciendo gran atractivo para los Est:i.dos industriales. . Cules fueron las causas profundas de tan .grandes cambios. qu~ anunciaban nuevas perspectivas para las relaciones mternac1onales. En Europa, el movimiento de las nacionalidades, fue la gran foe~za trastornado! a durante este medio siglo: . insurrecc1011 . de las 111znonas nacionales contra la dominacin extran1era en Grecia. ~n Mol?av1a y Valaquia, en la Polonia rusa, en Holst~in y en ~I Impeno austnaco; esfuerzos unitarios que triunfaron, parcial o casi completamente, en Italia, en Alemania y en los principados run'.anos. El papel de ~as otras fuerzas fue eficaz. sobre todo, en la medida qu~ ay~daba ~ pi.::rjudicaba el movimiento de las nacionalidades. E! sent1m1ento rchg1oso
(1) Vase anteriorm.:111e. pg. 278.
plicaciones europeas. El futuro que se anunciaba a la potencia de los Estados Unidos comenzaba tambin a despertar inquietud entre los europeos. Miguel Chevalier haba evocado ya en 1866, en la Revue des Deux Mondes, las consecuencias que podra originar el desarrollo de dicha potencia. Los Estados Unidos, aquel coloso poltico, tendran a finales del siglo XIX cien millones de habitantes; seran un mulo de Europa. quiz un adversario. Cmo asegurar un equilibrio de fuerzas entre el nuevo Mundo y el Antiguo si Europa permaneca dividida? Cmo evitar los fracasos desastrosos a que estaran expuestos los europeos en caso de conflicto armado con los Estados Unidos? Durante los aos en que la reconstruccin poltica originaba tantas dificultades, la diplemacia americana consigui, sin embargo, asegurarse el terreno
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Jesem; c: un papel activo en la protesta d ]as minoras nacionales y en su lucha por Ja independencia; por el :ontrario, en Alemania reforz la resistencia de los particularismos a la marcha hacia Ja unidad nacional. Las ideologas polticas fueron invocadas considerablemente, no solo en tiempos de la Santa Alianza, sino en el conflicto entre Palmerston y Metternich; sin embargo, sirvieron frecuentemente de biombo a los intereses estatales: en el momento en que el bloque de las tres potencias conservadoras se opuso despus de 1830 a la entente de las dos potencias liberales, no es preciso selar que en uno y en otro de aquellos dos grupos la solidaridad fundada en la analoga de los regmenes polticos no resisti jams la prueba de una divergencia entre los intereses nacionales o de una rivalidad comercial? Las fuerzas econmicas tuvieron parte mucho ms importante en las transformaciones del continente; en casi todos los sitios contribuyeron, en diversa medida, a provocar la protesta de las minoras y favorecieron, modestamente en Italia, grandemente en Alemania, la marcha hacia la unidad nacional, ya por haber determinado convicciones polticas, ya por haber servido de instrumento a la poltica prusiana (tal el caso de la Zollverein). Pero por eficaz que fuera la accin de dichas fuerzas, no desempearon ms que un papel secundario: Jos impulsos originados en las grandes corrientes del sentimiento nacional fueron los decisivos. Tales impulsos eran confusos, a veces contradictorios, y los contemporneos comprendieron solo muy lentamente los peligros que podan originar para la paz. Unicamente al comienzo de la guerra franco-alemana observ Renan, en.Ja Revue des Deux Mondes, que el principio de las nacionalidades hara "degenerar las luchas de pueblos en exterminio de razas". Y la anexin de Alsacia y Lorena demostr cun fundamental era. el equvoco que separaba el concepto alemn de las nacionalidades del francs, del italiano o del eslavo (1). "Invocis el principio de las nacionadades-escribi Fuste! de Coulanges en su carta abierta a Mommsen-, pero lo comprendis de forma diferente que toda Europa." En Amrica, tanto en el movimiento de independencia de las colonias ibricas como en el crecimiento de los Estados Unidos, las fuerzas econmicas y las espirituales estaban asociadas. Los intereses materiales de los criollos y las pretensiones insistentes de los exportadores franceses, de Gran Bretaa y de los Estados Unidos decidieron la suerte de la dominacin espaola y portuguesa en la Amrica latina. En la Amrica del Norte, donde los intereses econmicos fueron la causa primordial de la lucha entre las secciones de la Unin, los mviles econmicos tuvieron importancia en el esfuerzo de expansin territorial; la atraccin de las ventajas fue lo que empuj a los pioneros hacia las grandes llanuras centrales y hacia Tejas; el emplazamiento portuario de San Francisco atrajo las miradas del Departamen(1)
to de Estado cuando se present Ja ocasin de actuar en California. En fin, las crisis econmicas emopeas impul~aron los movimientos migratorios, de los que se beneficiaron los Estados Unidos, Argentina y el. Brasil meridional. Y, sin embargo, aun en estos lugares las cornentes profundas del sentimiento nacional tuvieron en muchas ocasiones decisiva influencia. No respondi la opinin pblica americana al llamamiento del destino manifiesto en casos en que los intereses econmicos, divergentes entre los diferentes Estados de I Unin le habran debido invitar a la prudencia 7, Y puede bastar a explica~ el nacimiento de los nacionalismos que hicieron fracasar-ya a partir de 1825-el plan de Bolvar, la diferencia entre los modos 9e vida econmica o de la estructura socia] de las jvenes repblicas sudamericanas? En Extremo Oriente, la perspectiva de Jos beneficios comerciales fue el principal mvil de los esfuerzos expansionistas de los E~ados Unidos y de los Estados europeos, decidindoles a asegurarse bases y escalas en las rutas martimas del Patfico. Esta penetracin de ]as influencias occidentales produjo malestar en la vida econmica v -en la situacin monetaria de los pases de Extremo Oriente, que fue l causa principal de la revolucin de los taipngs en China v de la crisis interna japonesa. Pero no es la _presin de los intere"ses materiales la que puede explicar la diferente reaccin de China y de Japon a la apertura. Por qu China sigui estancada? Cuestin de mentalidad colectiva: las masas populares apenas tenan sentimiento nacional, los letrados eran hostiles a la penetracin de las ideas y de la tcnica europeas, que les parecan- mediocres o despreciables. Y tambin cuesti.n de inters poltico; , sabedora de la precariedad de su poder, la dinasta manch pensaba que una modernizacin tendra consecuencias peligrosas para el mantenimiento del orden, al quebrantar la estructura social y amenazar los intereses creados. Por el contrario, la Yoluntad de renovacin que se apoder del gobierno nipn encontr apoyo en el sentimiento patritico de la masa y en su sentido de la disciplina. La explicacin profunda hay que buscarla, pues, en las fuerzas espirituales, en los caracteres del temperamento nacional, en los clculos polticos de los dirigentes ms bien que en los rasoos de "' la vida econmica. _ Esta explicacin seguira, sin embargo, siendo incompleta y enganosa si se descuidasen la actitud y las iniciativ11s de ]os hombres de Estado. Nadie puede ponerlo en duda tratndose de un Cavour, de un Bismarck o de un Napolen 111. Pero. cuntos casos, menos evidentes a primera: vista, deben tenerse en cuenta! Cmo juzgar, por ejemplo, el papel personal de Canning en la disgregacin de la Santa Alianza o la influencia del temperamento de Palmerston en los sntomas precursores de la Revolucin de 18487 Cmo olvidar que Francia, baio otro soberano que Luis Felipe, habra podido volver a convertirse en agente trastornador o que el gobierno provisional de 1848 no quisiera
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dar un apoyo armado a los movimientos unitarios alemn e italiano? Y cuando Rusia, en 1853, planteando <de nuevo la. crisis otomana, abri el camino a las transformaciones de Europa central, no fue por la voluntad personal del Zar? Reflexiones anlogas sugieren el Egipto de Mehemet Al, el Japn de Okuoo, la Amrica espaola de. San Martn y de Bolvar. Ciertamente las inici!ltivas de los estadistas no lograron xito ms que en la medida en que fueron preparadas por el ju9go de las fuerzas profundas; pero cuando estas no encontraron un hombre capaz de dirigirlas, fracasaron. Tal fue el caso del movimiento nacional alemn de 1848. Puede sostenerse, sin duda, con ciertos nsos de verosimilitud que la unidad italiana habra terminado por realizarse aun sin Cavour y Napolen III, y tambin la unidad alemana sin Bismarck. Pero cundo? Y si hubiesen sido retrasadas veinte o treinta aos, no habran sido diferentes sus consecuendas para la vida de Europa y para la del mundo? Sera intil tratar de establecer una jerarqua en la infinita variedad de mviles que orientan las acciones humanas. El estudio de relaciones internacionales no se propone establecer leyes histricas ni dictar lecciones. Se limita a tratar de comprender el juego complejo de las causas que han originado las grades transformaciones del mundo.
SIGLO XIX
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DE 1871 A 1914
EL APOGEO DE EUROPA
TRAJ)UCCION
DE
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KNTRDDUCCION
Entre 1871 y 1914, las relaciones internacionales aparecen dominadas por dos grandes movimientos. Por una parte, la expansin europea en el mundo alcanzaba su apogeo; se manifestaba por la conquista colonial-el clsico reparto del mundo-, pero tambin por la accin econmica y financiera, por la emigracin en masa e incluso por la influencia de las concepciones intelectuales o religiosas; despus de haberse desarrollado sin encontrar obstculos de importancia, comenz a tropezar, en los ltimos aos del siglo XIX y los primeros del xx, con la competencia del Japn y la de los Estados Unidos; sin e~ar go, solo sufri fracasos locales. Por otra parte, hacia el mismo tiempo las oposiciones se afirmaban cada vez ms en Europa entre los intereses o los sentimientos nacionales, fomentando un clima de desconfianza de Estado a Estado, pero tambin una resistencia qu~ haca levantarse contra los gobiernos de ciertos Estados a las minoras nacionales; tales antagonismos acabaron por provocar, a partir de 19M, una serie de conflictos diplomticos, preludio y presagio de la guerra que en 1914 hizo entrar en contienda a las cinco mayores potencias. Dichos movimientos se encuentran en relacin directa con las transformaciones profundas de la tcnica, de la vida econmica y de las estructuras sociales, con la evolucin demogrfica, as corno con las tendencias del pensamiento poltico. La investigacin histrica, sin perder nunca de vista esas influencias, debe tambin examinar las incidencias mutuas: Qu papel hay que adjudicar en el estudio de la expansin europea a los nacionalismos europeos? En qu lugar de la escala mundial hay que colocar al desarrollo de los imperialismos por lo que se refiere a l agravacin de los antagonismos entre las grandes potencias europeas? Cuando se examinan los mviles y los medios de accin de las polticas nacionales, los choques entre esas polticas y las consecuencias de tales conflictos, esas son las preguntas que se imponen sin cesar al espritu, hallan un punto de convergencia en el interrogante ms acuciador: por qu despus de cuarenta y tres aos, durante los que Europa no haba conocido ms que guerras locales, llegaron a enfrentarse las grandes potencias? En ningn otro perodo parec encontrar condiciones ms favorables la historia de las relaciones internacionales: publicacin por decenas de millar de documentos sacados de los archivos gubernamentales de todos los grandes Estados europeos; abundancia de estudios no solamente sobre las crisis internacionales, sino tambin acerca de casi todos los aspectos e incluso los episodios de la accin diplom327
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!NTRODUCC!ON.--lll!;L:uc.HAFIA G[Mi\.\L
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tica; ensayos de sntesis que desde hace veinticinco aos h:m constituido la labor de una decena de historiadores de todos los pases y han sido emprendidos de nuevo muy recientemente en Suiza y en Inglaterra. De ese gran esfuerzo no podrn dar las bibliografas que corresponden a los captulos de este libro sino una idea somera, f;Ues la simple enumeracin de dichas publicaciones de documentos y tr:::bajos crticos constituira material suficiente para un pequeo volumen. Y, no obstante, cuntas lagunas hay en la informaci0n no bien salimos del marco de la historia diplomtica para tratar .~ llegar a las explicaciones 1 El estudio de las relaciones econmicas entre los grandes Estados apenas ha comenzado. Los movimientos internacionales de capitales, cuyos rasgos generales han sido trazados en un atrayente libro, mereceran numerosas investigaciones, siguiendo el call}ino que marcaron hace pocos aos algunas iniciativas fragmentarias. Los trabajos consagrados a los movimientos de ideas y a las tendencias de la psicologa nacional todava no son ms que esbozos, insuficientes para conocer la imagen que los pueblos se formaban los unos de los otros, para apreciar el eco que encontraron en las masas las ideas de los intelectuales y de los polticos, para estudiar, por ltimo, las relaciones posibles entre la pertenencia a un grupo social y el comportamiento con relacin a las cuestiones de poltica exterior. Estas lagunas son muy explicables: la documentacin ofrecida en ese campo por los archivos diplomticos es generalmente muy pobre; las fuentes esenciales para el estudio de la vida econmica y financiera -las que podran proporcionar los archivos de los bancos o de las grandes empresas-siguen siendo a menudo inaccesibles; los indicios que permiten vislumbrar el estado de espritu de los grupos humanos corren el riesgo de ser engaosos (l ). La investigacin histrica oscila siempre entre dos escollos: permanecer demasiado ceida a una doc4mentacin, aparentemente slida e irrebatible, pero arriesgnJose a nd conocer la verdad esencial, o bien mirar ms all de tales documentos, contentndose con -aseveraciones frgiles, cuya interpretacin da ocasin en demasa a hiptesis atrayentes. Esta consideracin engaosa debe llevarnos a evitar las arenas movedizas y a tomar la historia, como se hace a menudo, en los pormenores de las conquistas coloniales o de los litigios europeos? No Io he pensado as, quiz porque ya haba tenido ocasin de escribir, al menos en parte, esa historia. Me ha parecido, pues, preferible seguir otro camino: hacer resaltar los momentos ms importantes, y solo estos, sacrificando la enumeracin de los conflictos en aras de la investigacin de las explicaciones. Con el mismo espritu, he credo mi deber trazar un cuadro de las relaciones entre Europa y el mundo
(1) En un articulo pubiicad0 en abril de 1954 en la Revue historitue. nsisl sobre estas dificultades de la investigacin.
en vis eras de Ja primera guerra mundial, porque me h:i pare~io _n~.p a' les -"ran en tal poca en que la mfluenc1a ael v1eo cesano mostrar cu ~ ' . d contncnt an era pre p.onderante, los esenciales ras~os_ e as .r~ ac10es internacionlcs en ::.us aspectos poltico y cconom1co. qu1za esta ~erspcctiva permita entender mejor los problemas que este libro trata de resol ver.
BlllLIOGRAFlA GENERAL
Sao particularmente abundantes los doeumentos diplomticos publicados acerca de esle perodo. Lo esencial se encuentra en Doc11111e111s diplomatiques fra11r;a1s. 1871-1914. Pari7, 1929 ~ sgs. 55 vals.: faltan por publicar otro> tres. Die grosoe Politik der e11ropiiisc/1e.rz Kabinelte. Berln, 1922-1926, 52 volumenes. Bnlish Doc11me111s 011 the Or1gins o/ 1he War, 1898-1914. Londres. ! 925-1936, ! 4 vols.-Oes1erre1ch~U 11garn.i: A11sse11po/i1ik, 1908-1914, V:1ena, 1930-1935, 8 vols.-1Wdo111zarod111a 01r:oche111a v epokho11 imperialismy, Moscu, 1930 y sgs., trad. akmana: Die inlema1io11alc:n Bench1111ge11 1m Ze11alier des lmperialismus, 9 vols.-1 doc11me1ll1 diploma11c1 11alia111, Roma! 195.t Y sgs., ).& y 4. senes. cuya pubhcac1on acaba de in1c1arse. En muchos puntos, las mdicaciones e interpretaciones que se hallarn ms adelante, se basan en el csludio directo de esta documen1ac1n. fa indispensabk consultar tambin ~as colecciones de cartas y los tesumomos cuya enumaac1n. ni aun sdec.t1va, no ~abe en Jos lmites de esta b1bhograffa. Vase, a tal respecto, las indicaciones contenidas en Ja obra de P. RENOUVI':' y E. PRCLIN: L' Epoque corztemporaine, H. La Paix arme et la Grande Guerre. Pars, 2. ed .. 1947 (tomo IX de la coleccin "Clo"); y en Ja .de J. OROZ: /iistore dip/omatique de 1648 a 1919. Pars, 1952. Las obras generales rdercntes a las relaciones internacionales entre 1871 Y i914 5on numerosas. Algunas de ellas. cuya importancia fue grande, no se h:illan y;. "al dfa", por la fecha de s~ public;ic1n: tal ocurre con la obr.1 clsica de EMILIO BoURGEOlS: Manuel historque de Politique trangere. Pa-
ns, 1908 l 924, 3 vols. (t. IV). Me linu10 a sealar aqu las obras cuyos auroes han utilizado, en parte al menos. l:is grandes colccc1one.s de documentos diplomticos. Son, pnnc1palmen.te, por orden de fechas de publ1cac1on: H. HAUSEH: flis101re dip/0111auq11e de /"[urape de 1871 a 1914. Pars, 1930, 2 vols. (por G. ANGEL. L. CABEN, R. GUYOT. A. LAJUS.\N, P. R<:NOUVIN y H. SAL0~1CN).-E. TARL. E '.Jpa y epokou impem:/ismy (Europ;i :n Ja poc~ del imperialismo, 1871-1919), Moscu. 1927.-R. SoNHG: Euro pean Dip/cr malle Historv. 1871-1932, Nueva York, 1933.-Y. PoTEMKrNE: liistc;re de la Diplomatie, Paris, !946, 3 vals. (por \lrIOS autores}, tomo IL-L ALBERT! NI: Le origin della guc-a del 1914. Miln, 1943, 3 vals.; '.:;.d. inglesa: The 01gins o/ 1he War of 1914. Oxford, 1953, 2 vals. (el t. I estudia el perodo de 1871 a 1914).-A. J. P. TAYLOR: The Struggle far Mastery 111 Eu1ope1 1848-1919. Oxford, 1954., . En un curso publicado en mult1ccp1~ta y titulado: Les Relmions i11tem~t1011ales de 1871a1914. Pars, 1951. d1 un estudio de conunto. La historia general dd mundo contemporneo, de G. voN SALIS: Weltgesch1chte der neuesten Zet, t. I, Zurich, 1951. concede un lugar importante al estudio de las relacwnes entre los Estados. Finalmente. la obra colectiva La Polilique trangere el ses forzdemenls, .Pas, l 954 (publicada por la "~~oc~~t1on francaise de Science poht1que ). contiene ~anos estudios de J. B. DuRUSELLE. J. GRUNEYALD. R. !RARDET, J. Jor.L. M. ElNAU01. E. Osaooo y S. HoFFMAN;', que son interesantes para la b1stona Je este perodo
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INTRODUCCION.-BIBLIOGRAFIA GENERAL
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Sobre las relaciones econmicas y finaneieras.-Aclems de las obras citadas en la bibliograifa general referentes al periodo de 1815 a 1871. de esta "Histor.ia de las relaciones internacionales", deben -consultarse. por ser particularmente tiles para. d estudio de las corrientes comerciales Y los movimientos de capital, M. BAuMONT: Le commerce depuis le milieu du X/Xe Siecle. Parfs, 1952 (t. V de la Histoire du Commerce, publicada bajo la direccin de J. Lacour-Gayet).-A. SEGRE: Storia del Commercio, Turn, 1922. 2 vols.-A. v. BERGER: Die ent-
"
ment o/ Japan since the Meiji Restauraton, Tokio, 1930.-V. PoRR1: L'Evoluzone econorrca italiana nel/'ultimo Ciruuantennio. Roma, 1926.
Entre Jos escasos estudios consagrados a la historia de las relaciones econmicas entre Estados hay que sealar: G. WITTKOWSKI: De deutsch-russis-
der europiiischen Politik, Berln, 1927. P... W. TiMs: Germanizing Pru.rsiat1 Poland, 1894-1909, Nueva York:, 1941. A.ustria-Hungrla: RoBERT KANN: The Multinational Empire. Nueva York:, 1950.-ARTHUR MAY: The HabsburgMonarchy, 1867-1914. Cambridge, U. S. A., 1951.
Sobre las cuestiones demogrfl cae.-M. IWINHARD: Histoire de la Population mondiale, Pars, 1949.W. W1u.cox: Jnternational Migrations, Nueva York, 1929-1930, 2 vols. Sobre los contactos de civillzaclo J. CHAPPEY: Histoire gnrale nea.de la civi/ization d'Occident, 1870-1914. Pars, 1951.-TH. ZIEOLER: Die geis-
ed., 1951. Inglaterra: JAMES JoLL: Britain and Europe, Londres, 1950 (coleccin de textos).-R. SETON-WATSON: Britain in Europe, 1798~1914. Londres, 1937.-A. PRIBRAM: Eng/and and the
chen llandelsbezielwngen in den letzten 150 Johre. Berln, 1947.-G. CuRn: Les Relations conomiques entre la Suise el l'ltalie de 1871 d nos jours. Ginebra, 1949.
Sobre loe imperialismos. -PARKER
wicklungstendenz der modernen Handelspo/itik; der Weg zum Sclwtzlwndel, Berln, 1932.-P. E. ScHRAMM: Hamburg, Deutsch/and 1md die Welt, 18001870, Hamburgo, 2. ed., 1952.-lAcon V1NER: Internacional Fin anee and Balance o/ Power Dip/omacy, 1880-1914, en So11thwestern Po/it. and Soc. Quar ter/y, marzo, 1929, pgs .. 407-451.HERBERT FEIS: Europe, the Wor/ds Banker. 1870-1914, Nueva York, 1936. J. SAX: Die Verkehrsmiltel, Berln, 1920. 3 vols.-Eo, PRATT: The Rise o/ Rail Power, 1833-1914, Londres, 1915. J. L. JoUFFROY. L'Ere du Rail, Pars, 1953.-A. CoLrN: La Navigation commerciale au X/Xe siecle, Pars, 1901. R. ScHNER-B: Le XfXe siecle. L'apoge de /'expansion europenne 1815-1914,. Pars, 1955 (t. VI de la Histoire gnrale des civi/isations).-CH. MoRAZ: Les bourgeois conq11erants,' Parfs, 1957 (Col. Destrins du monde).
Las grandes historias econmicas nacionales suministran numerosos datos; bastar indicar aqu las ms importantes. Vase, particularmente: SIR JoHN CLAPHAM: An Economic History of Modern Britain, Cambridge, 1926.-SARTORIUS VON WALTERSHAUSEN: Deutsche Wirtschaftsgescliichte, 1815-1918. Jena, 1920. H. FAULKNER: Economic History of the U. S., Nueva York, 1937.--SH. B. CLOUGH: Histotre conomique des Etats-
MooN:lmperialism and World Po/itic:r, Nueva ,York, 1926-F. M. RussELL: Tlreories of lnternational Relarions,
Nueva York, s. a .. en particular, el cap. XIU.-E. M. WINSLOW: The PaJtern o/ lmperia/ism, Nueva York, 1948. W. HALLGARTEN: lmperialismus vor 1914, Munkh. 1951, 2 vols.-R. KoEBNER: Tire Concept o/ Economic lmperialism, en "Economic Hist. Review'', 1949, pgs. 1 a 30. Sobre el sentimiento nacional (en general).-F. HERTZ: Nationa!geist u. Po/itik, Zur:-h, 1938; y del mismo:
t1gen und sozalen Stromngen des XIXten Jahrhunderts, Bcrlln, 1910.BARN DESCAMPS: Histoire gntale compare des Mission.s, Pars y Bruselas, 1932.--K. LATOURETTE: A History o/ the Expan.sion o/ Christianity,
Londres, 1943, 6 vols.-S. BoLSCHAcoFF: The foreign Missions o/ the Russian Orthodo:x Church, Londres, 1943. J. ScHMIDLIN: Katholische Missionsf.!eschiclrte, Stuttgart, 1924. Sobre la polltlca exterior de los principales Estado&,- Los estudios ~iguientes tratan del perodo 1871-1914, en su conjunto. Francia: P. RENOUVIN:
lnternational Policy o/ the Grept European Powers. 1871-1914, Oxford, 1931. F. GossER: The Manage~nt o/ British Foreign Policy, 1880-1914, Leiden, 1948. Austria-Hungrla: A. PRmRAM: Les traits secrets de l' A utriche-Hongrie, trad. francesa, Pars, 1921. Blgica: J. WULLUS RUDlGER: La Belgi-que el l'Equilibre europen, Parls, 1935. E~ todos Unidos: J. RAE y TH. MAHONEY: The U. S. in World History, from its beginnings to world leodership, Nueva York, 1949.-S. B11M1s: A Diplomatic History of tire U. S .. Nueva "V!ork, 1936.-TH. BAILEY: A Diplomalic History o/ the American People, Nueva
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Sobre la cuestin de las m~norlas nacionales.- En lo que afecta a las relaciones polticas internacionales.lsacia y Lorena: Roo. REuss: Histoire d'Alsace: Pars, 1918.-K. STAHLIN:
W olkswirtschaftliche Entwicklrmg unta Franz-Joseph, 1857-1916, Viena, 1927.-N. DOK: Economic Develop-
Elsass-Lothringens. ScHLENKER: Die Wirtsdraftliche Entwicklung Elsass-Lothringens, 1871-1918, Francfort, 1931. Polonia: H. GRAPPIN: Histoire de. la Pologne, des origines d 1922, Pars, 1922.-0. HALECIO: La Pologne de 953 e: 1914. Pars, 1932.--ScHINCKEL: Polen, Preussen und Deutschland, Berln. 1931.-PERDELWITZ: Die Posener Polen. 1815-1914. Berln, 1936.-W. RECKE: Die Po/niscl1e Frage als Prob/em
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Londres, 1953.-CH. SEIGNOBOS, P. MILIOUKOFF y L. EiSENMANN: Histoire de Russie. Pars, 193~. 3 vals. (el t. Ill). La obra de John N. NEF: La guerra y el progreso J111mn110 (traduccin france-
332
1871 A 1914
sa, del mgls, Pars, 1951) aporta puntos de vista sugestivos para la interpretacin general de este periodo.
En Ja bibliografia que antecede y en l!i<t que acompaan a cada uno de los capflulos de este libro, el lector encon-
tiar nicamente indicaciones surnanas; el autor se ha limitado a sealar, entre los trabajos que ha conocido y utiliz.ado, los esmdios que le han parecdo ms 1mpor1antes, bien porque ofrezcan puntos de vista de conjunto o interpretaciones nuevas, bien porque proporcionen, acerca de puntos particulares, ~ ms reciente estado de la investigacin histrica.
LIBRO PR!lvERO
DE 1871 A 1893
Los resultados de. la guerra de 1870-1871, sancionados el JO de mayo de 1871 por el tratado de Francfort, modificaron profundamente en Europa las condiciones polticas, pero tambin las condiciones econmicas y psicolgicas que orientaban las relaciones internacionales: el podero que posea el nuevo Imperio alemn segua siendo dominador en el continente; durante vei'S!t e aos esta preponderanda instaur .de hecho una relativa estabilidad. Pero n las relaciones entre Europa y el mundo, los cambios fueron importanies, pues el esfuerzo de expansin de las potencias europeas en los dems continentes alcanz un rpido desarrollo, sin encontrar obstculos serios. Esta expansin colonial provoc rivalidades entre los Estados que tomaron en ella parte ms activa-es decir, Gran Bretaa, Francia y, sobre todo, Rusia-, rivalidades que la poltia alemana aprovech para confirmar su preponderancia en Europa.
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CAPITULO PRIMERO
LAS FUERZAS EUROPEAS
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En la vida de Europa, cules eran los rasgos nuevos que por su ndole afecta.han a las relaciones entre los pueblos y al comportamiento de los gobiernos en sus mutuas relaciones? La ola de prosperidad que, en la actividad econmica, haba marcado el anterior perodo y que se haba prolongado en Ja mayor parte de los Estados,. hasta. 1873, retrocedi pronto. Entre 1873 y 1895 la baa de los prec10s-una baja que lleg casi al 30 por 100-fue general. Se encontraba en rel&cin con la contraccin monetaria, a medida que come~zaron a agotarse los yacimientos aurferos que estaban en explotacin desde 1850. Sin ~mbargo, dicho retroceso (l!.e muy desigual: en Europa sorprende el contraste entre el crecimiento persistente de la produccin industrial y la crisis agrcola. . En la indu?tda, grac~a~ al progreso de la tcnica X al perfeccionamiento del utzllae mecamco, fue sensible el impulso, sobre todo en el. campo de la produccin metalrgica, cuando el mtodo ThomasG1lchrist permiti tratar los minerales de hierro fosfrico, y, en el campo de los productos qumico~. donde la utilizacin de los subproductos de la hulla abri nuevas perspectivas a la fabricacin de Jos colorante.s. En. esos secton~s de Ja actividad industrial, que exigan grandes mvers10nes de capitales, es donde se desarroll ms rpidamente la c?ncentracin de las empresas y donde comenzaron a aparecer, a partir _de 1882-por la iniciativa de los metalrgicos y de las so'-'!edades mmeras del Ruhr, pero siguiendo el ejemplo de los Estados Umdos-, una forma nut<va de organizacin, el cartel. La agricultura, por el contrario, se resinti, pues el progreso ele los medios de transporte y la baja de los precios de flete facilitaban la llegada a la Europ~ central y o~c!dental de los productos procedentes de los Estados Umdos, de Amenca del Sur o de Rusia. Contra esa competencia, que provoc una baja sensible de los precios de Jos cereales (alrededor de un 20 por 100), no poda sostenerse la aoricultur~ en los estados .de Europa occidental, a causa del precio" de las t1err~s y de las tanf~s de la mano de obra. La crisis agrcola, que se mamfest en, Alen;ama desde 1875~ alcanz tambin a Francia a partir de 1880, y aun mas, a Gran Bretana. La adopcin de Jos procedimientos frigorficos que permitieron transportar desde 1380 las carnes de Argentina y de Australia, extendi la competencia a la ganadera. Las nuev~s condicio,ne~ de prod.uccin plantearon a los gobiernos en sus relac10nes econom1cas extenores probiemas a los que los es336
tados continentales, por un lado, y Gran Bretaa, por otro . ofrecieron diferentes soluciones. Gran Bretaa segua fiel al libre cambio, que le pareca indispensable para su prosperidad industrial; aceptab~, por lo mismo el ver declinar su agricultura y el contar cada vez mas con el mercado . mundial para asegurar su abastecimiento de. artculos alimenticios. Los dems estados buscaban, por el contrano, asegurar a sus productores industriales o agrcolas u?a proteccin contra la competencia extranjera: sn volver a las tan~as adua?eras mu~ elevadas que la mayor parte de ellos tena en la pnm~ra mitad del s1gl,o! abandonaron las tendencias que haban prevalecido (1) en la poht1ca comercial internacional entre 1860 y 1870. El Imperio alemn fue quien dio el ejemplo en 1879. Francia, donde los industriales t:xtiles y metalrgicos haban criticado casi todos speramente la polttica a~uane ra de Napolen III, aument los derechos sobre los productos mdustriales extranjeros a partir de diciembre de 1873, y los aument ~e nuevo, pero en proporciones an modestas, en 1.88.1; puso, tasas mas elevadas a los cereales extranjeros en 1885; por ultimo, en 1892 la ley Mline estableci un sistema proteccionista de conjunto. Las mismas tendencias se manifestaron en Austria-Hungra, en Italia .0887),- ~n Suiza y en Rusia (1891). Adems, c~mo las tari.fas .e.ran mas especializadas y complejas, se vea obstacultzada la aphcac10n de la clusula de nacin ms f auorec1da. Esa vuelta al proteccionismo aviv por su 1do~e las rivalidades econmicas cuando se vio atenuada por convemos bilaterales. Las tarifas aduaneras nuevas eran. en el espritu de sus promotores, un arma de co117bate; pero podan y deban ser reducidas por caminos contractuales. La negociacin de los tratados de comerc10 ocupaba, pm~s, _un lugar importante en la .;iccin diplomtica; cuando esta negociacin fracasaba y se entablaba una guerra aduanera entre dos estados-Fr~n cia e Italia en 1887. Alemania y Rusia en 1890-, las consecuencia; de tal ruptura afectban directamente a las reladones polticas. He aqu, pues, un factor nuevo en las relac10nes en~re los Estados. Debemos buscar su origen solo en el juego de los mtereses materia1~s? Los gobiernos, ciertamente, sufran_.'. pre,sin ejercida por las agrupaciones de productores; pero tamb1en te?1an en ?~en_ta las preocupaciones generales; el deseo d~ conse:var .cierto equlllbno entre la vida agrcola y la vida industnal, e1~ mteres de ~a defensa n~ cional; el cuidado de mantener, en la medid~ ~e lo posible, la esta?1lidad de las estructuras sociales. Parece, por ultimo, que las tendencias nuevas de "la poltica econmica se hallaban en relacin con el .est~do de la mentalidad colectiva. Las guerras de 1866 y de 1870, no. ha~1an demostrado cun vanas eran las esperanzas de Cobden, qu: _hab1a v1s_to en el libre cambio un mt;dio de asegurar la paz? La p~l:t1ca de Bismarck les mostr. a los que crean poder confiar en la sohc ~ndad entre
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los in "e:reses materiales, que en las relaciones entre los Estados las cuestiones de fuerza seguan siendo dominar.tes. El nacionalismo econmico iba de Ja mano del nacionalismo poltico. La paz alemana es la causa inmediata de aquel renacer del nacionalismo poltico. La anexin ele Alsacia y Lorena, efectuada a pesar de la protesta de Burdeos, se juzg, por Ja opinin pblica de gran parte de Europa-sobre todo en Inglaterra, en Italia y en los pases checosno solamente como una violacin del derecho de las nacionalidades. sino como una ofensa a los principios de la "sociedad europea". Era lgico que Jos pueblos, cada uno por s, sacasen las consecuencias de ello: conviccin de que, en la lucha por la e:ristencia, solo s posea y mostraba fuerza sera respetado el Estado; sentimiento de precariedad, porque las clusulas del tratado de Francfort hacan imP?Sible, po~ su naturaleza, una reconciliacir;i entre Francia y Alemama; .Y. ~0~1an, tal vez, servir de ese modo como precedente para nuevas m1ciat1vas, a expensas de otros Estados. ..La po~tica bismarckiana-dijo Gladstone- ha "pisoteado" el princ1p10 segun el cual la suerte de una poblacin no puede ser decidida sin consultar sus votos. Si Ja concepcin alemana del derecho de las nacionalidades se convirtiese en regla de la poltica e<ll"opea, no veramos-deca Fuste! de Coulanges-al Imperio alemn alargar la mano para apoderarse de Holanda, de Jos pases alemanes de Austria, de los cantones d.e la Suiza germnica y de una parte de Livonia? Despus de haber mvocado, a contrapelo, el principio de las nacionalidades. Bismarck volvera a l, tal vez-aada un<Y de los leaders de la derecha italiana-con el fin de reivindicar para Alemania fronteras naturales. Dnde encontrara sus lfmites el derecho del ms fuerte? Al mismo tiempo que los vecinos de la nueva Alemania la teman, los propios alemanes, conscientes ele los rencores y envidias que suscitab su posicin preponderante, te.man que se formase contra ellos una coalicin. Las grandes potencias "son como viajeros desconocidos entre s, que se encontrasen, por azar, en un compartimiento del ferrocarril; se observan, y si uno de ellos se mete la mano en el bolsillo, el vecino requiere su revlver para poder tir<..; el primero". Tal es la interpretacin que el prncipe Orlof, en 1879, dio del pensamiento bismarckiano. Sin embargo, los apstoles del pacifismo continuaron expresando su.s convicciones, pero no encontraban mucho eco en la opinin pblica. Y su propaganda disminuy. Estudiar las condiciones en las que podra implantarse una organizacin estable de las relaciones entre los Estados europeos; predicar el desarme o el recurso del arbitraje, eran puntos de vista que parecan ms utpicos que nunca, despus de las guerras bismarckianas. Sin duda, los doctrinarios no renunciaban a ellos: en 1878, un ,maestro ciel derecho internacional, James Lorimer, trat de dar una base jurdica precisa a Ja idea de fe-
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deracin europea; y otro gran jurista, alemn, aunqu;: de origen suizo, Kaspar Blntschli, le dio la cplic:a; esta fue. la discri.sin ms seria, la ms interesante a que haban dado lugar, hasta entonces, los proyectos de organizacin europea; cay, sin embargo, en el vaco. La revista Etats-Unis d'Europe, que haba sido creada en 1867, bajo la gida de Vctor Hugo y de Garibal~i, llev, con menos de trescientos suscriptores, una existencia precaria; su redactor en jefe, Charles Lmonnier, un antiguo sansimoniano, acab, en 1888, por abandonr la lucha: "La Federacin de los pueblos y la institucin de un Tribunal internacional no me parecen, a la hora en que escribo, realizables en Europa." La idea de una solidaridad entre los Estados del continente, la simple alusin a la posible existencia de intereses europeos colectivos tenan el don de provocar, en Bismarck, una sonrisa irnica: "Quien hable de Europa, se equivoca. Nocin geogrfica .. ., ficcin insostenible"; tales fueron las anotaciones que puso-en francs-al margen !"! de una carta dl cancillr ruso, el 9 de noviembre de 1876. Solamente veinte aos, o casi, despus de la guerra franco-alemana, el movimiento europeo volvi a tomar impulso: en 1889, por inicitiva inglesa, se celebr el primer congreso internacional, que reuni a los delegados de las asociaciones pacifistas, Fue una simple coincidencia que este despertar coincidiese con el declinar. de la era bismarckiana 7 Los caracteres de la mentalidad colectiva ejercieron una infencia mayor sobre la poltica exterior de los estados, a medida que se extenda en Europa el rea de los regmenes de libertad poltica, y a medida, tambin, que el desarrollo de la prensa diaria iniciaba en los problemas internacionales a un pblico ms amplio. El rgimen parlamentario haba quedado, entre 1850 y 1870, como_ patrimonio de Gran Bretaa; despus se estableca en Francia y en Italia; pero ni el nuevo Imperio alemn ni Austria ni Hungra admitan su principio. La libertad de prensa se vea insertada en todas las Constituciones de los Estados europeos; los peridicos disminuan su precio de venta y, liberados de la censura, o de las sanciones administrativas, aumentaban su clientela, al ritmo de los progresos de la enseanza primaria. En Gran Bretaa fue donde los grandes diarios, cuyas tradiciones ya eran slidas, trataron con el mayor cuidado las cuestiones de poltica extranjera. En Francia, la prensa, incluso antes de la ley de 1881, era muv activa, muy independiente, pero se interesaba en la poltica interio; ms que en los problemas ext~riores. En Alemania, las hojas oficiosas, subvencionadas por la Cancillera del Reich, conceda a esos problemas una atencin que llevaba .a los diarios independientes a dedicarles, a su vez, un lugar importante. En el mismo Imperio ruso, a pesar del rgimen autocrtico, reconoca el gobierno la necesidad de dejar a Ia' opinin pblica-es decir, a la burguesa, a los cuadros administrativos, a los intelectuales-el medio de expresar su opinin sobre las cuestiones internacionales.
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Esas rendencias de la psicologa colectiva, an ms que la orentacin nueva de la pe 1 tica econmica internacional, dieron a la era bismarckhna su tono general. Sin' emlSargo, no bastan para explicar l~s caract1!res que pres !ntaron, en el curso ~e dicho perodo, las relaciones entre los Estad, >s europeos. La relacin entre las fuerzas respectivas era lo que do1 ninaba, en el fondo, dichas relaciones; fuerzas econmica,:, pero tambin militares y navales, que se encontraban unidas a las condiciones e emogrficas y a los recursos financieros; llerzas morale.s, por ltimc, que, en varios grandes Estados, permanecan quebrantad<is por la pn testa de las minoras 'hacionales_. Alemania dominaba. Potencia demogrfica: la poblacin del. Imperio contaba con 41 n1illones de habitantes, en ll571, y con 49, en 1890. Potencia econmka: la gran industria ya haba hecho, entre 1850 y 1870, rpidos. pre gresos "en los Estados alemanes, sobre todo en Prusia; a partir de 1871, el Imperio alemn fue el primer productor de hulla del continente europeo; y ese progreso de extraccin minera abri el camino al gran impulso de la produccin industrial. Entre J 871 y 1873, se hizo extraordinariamente rpido aquel desarrollo: en el curso de dichos dos aos, la pro,duccin de la fundicin, por ejemplo, pas de 1 564 000 t. a 2 241 000 t. lnterrum pido por una crisis, entre 1873 y 1878, se recuper en seguida con vigor entre 1880 y 1890, la produccin industrial total aument alrededor de un 50 por 100, y comenz a sobrepasar, en valor, a la produccin agrcola. Potencia de armas: Alemania posea el mejor ejrcito del mundo. Los efectivos presentes bajo las banderas aumentaban constantemente: 400 000 hombres, en 1874; 427 000, en 1880 489 000, en 1888-aunque aquel ejrcito no incorporaba sino una parte de los reclutas disponibles. En caso de guerra, la llamada a filas de los reservistas y de los hombres que, dispensados del servicio activo, reciban, sin embailto, desde 1880, instruccin militar (Ersatz-Reserve), permitira, :i partir de 1885, elevar los efectivos a 1 800 000 hombres. Gran potencia militar, el Imperio alemn no era en 1871, una potencia naval. Aunque posea costas en dos mares, se contentaba con una mediocre flota de guerra. Durante veinticinco aos dicha flota no ocup, en la escala de las marinas mundiales, sino el sexto o el sptimo lugar. An ms que los elementos de orden material, lo que importaba era la voluntad de poder del pueblo alemn y de sus jefes, No es preciso que digamos que las principales cor.rientes de la 'bpinin pblicJ estaban de acuerdo en pensar que la anexin de Alsacia y Lorena haba sido legtima: no se reivindic, a menudo, desde 1813, por los apsrnles de la unidad alemana? Pero, sobre todo, el alemn del nuevo im:;erio difera, muy sensiblemente, del que Mme de Stael haba descrito, a principios del siglo XIX. Aunque los rasgos esenciales de su vida mental. de su comportamiento intelectual no hubieran cambiado, y aunque las t~ndencias irracionales, el gusto por la especulacin
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abstracta y la metafsica, continuaran. domi?a~do en la filosofa Y. en la literatura, el alemn tena, en la vida pract1c~, el. don ~e e~amm~r todas las cosas desde el punto de vista de la rea!1za~1.on posibl~, pose1a el espritu de empresa y la capacidad de organ1zac10n; necesitaba del orden y le gustaba ser guiado; tena ei sen_tid.o ~el deber-d~ber en. e.I ejrcito, deber en el trabajo-, el de la d1~~1phna y de la er,a:quia. 1 Estado le era fcil y la nocion de libertad pohtica no f , A "'SOS a sumis1on a . . 1 encontraba en l el mismo eco que en el mg1 es. en_ e1. :anees:. . rasgos fundamentales, las recientes circunstancias histoncas anad1eron otros. Por sus resonantes victorias de 1.866 y de ,1870, el ~u~blo alemn haba adquirido un optimismo radiante'. ten1a ~l. sentim,1ento de su superioridad y la conviccin de que el gema g~rmamco debia e~ten der su dominio de accin a expensas del ro1~u.m1s1110 Y. del eslavzs1~0. Tales aspiraciones profundas orientaban la polit1ca _extenor ~el Impeno. En la direccin de esa poltica exterior, el Canciller pose1a, de hech~ y de derecho, la ms amplia iniciativa: ~~ era r~sponsable ante e1 Reichstag y ni siquiera tena que temer ~nticas s.e~ias, pues, en aq~el campo, su prestigio era tal, que los partidos poht1cos. no se atrevian a manifestar una oposicin activa; el emperador Gu1lle:mo I. cuyas ideas personales eran, a menudo, diferentes de l~s de fsmarck, aca: baba siempre por inclinarse ante su voluntad. Sin embargo, l~~ con diciones de la poltica interior gravitaban mucho sobre la acc1o_n e_xterior. La gran preocupaci(>n del Canciller era acabar la obra urntar_ia~ Para ello, se haca preciso pnmero ahogar la protesta _de las poblac10 nes no alemanas. daneses del Slesvig, polacos, alsaciano-lorene~~s . Y rocurar, a la larga. asmilrselos: a tal _respect.',, era l.a cuest1011..de ~lsacia y Lorena, "una Polonia con Francia de~~as , s~gun sus prop10s trminos, lo que mus Je preocupaba. Pero tarr.ibi_en habia q~e bo'.rar en los alemanes las supervivencias de Jo_s sent11rnentos p~rticul,anstas ~ destruir los grupos polticos que pucheran encontrar s1mpatia.s en e. extranjero. Bismarck desconfiaba, pues .. d_e los puntos de v1st~ del partido del Centro, favorable al ma11ten1m1ento de u~a. autonom1a de los Estados, y tema, tambin, ver a aquel par.t1do catohco b~scar_ con~ tactos f!Jera de Alemania. En parte por las m1sm~s razones vra v10len tamente hostil a los socialistas. Por lt1:110, vigilaba .atentamente las, tendencias del prncipe heredero Federico, _que tema f_ama ?e ~-er liberal v que. por su matrimonio con una hl]a de la rema Vic.t011a, contaba; con ;.impatfas inglesas: temores superfluos, ya ~ue el remado de Federico solo durara tres meses. Estas preocupaciones ~e~err;i1naron, a veces-lo han demostrado los trabaos de Ench Eyck-1as iniciativas diplomticas.
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Francia haba perdido, por su derrota de 1870-1871. el papel P~l ponderante que representara en Europa ?urante la mayor parte segundo Imperio. Pero Ja guerra no hino profundamente las fuerzas materiales y espirituales del pas.
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La <:anudacin de la actividad econmic2 fue rpida, er:tre 1871 y 1875. pues el equipo industrial qued intacto, salvo la prdida de las fbficas alsacianas. La produccin de la industria textil era superior, a partir de 1874, a lo que haba sido en 1869. La extraccin minera se duplic, o casi, en tres aos. El ndice total de la produccin industrial aument, entre 1871 y 1879, alrededor de un 30 por 100, y el equipo mecnico, un 70 por 100. Ciertamente, los progresos fueron menos rpidos que en Alemania, pero la diferencia no era an considerable: en 1880, la parte que representaba Francia en la produccin industrial mundial era de un 9 por 100; la de Alemania de ~n 16 por 100. La reorganizacin de las fuerzas militares se efectu en buenas condiciones. La aplicacin de las leyes de 1872 y de 1873 permiti al ejrcito activo tener, a partir de 1875, efectivos casi iguales a los del ejrcito alemn: la movilizacin podra tambin llamar a filas reservas instruidas, superiores en nmero a las de Alemania, y esta siuacin durara hasta 1889. En el campo de la psicologa colectiva se manifestaron cambios ;ensibles. La amargura de la derrota ocasion un examen ele conciencia y un renacer del sentimiento patritico. Los espritus que ms se haban apegado a la esperanza de ver establecerse una fraternidad universal abandonaron aquel sueo. Los republicanos que, en vsperas de 1870, h~ban sido prtidarios del desarme, volvieron la espalda -ice _Jul.es Ferry-"a utopas peligrnsas y falaces". La escuela pblica, s1gu1endo a Paul Bert. hubo de conceder un lugar importante a la exaltacin de las glorias militares del pasado e, incluso, a la formacin militar. La "Liga de la Enseanza", cuyo fundador haba sido antimilitarista bajo el segundo Imperio, tom ahora, como objetivo, inculcar a la juventud la aficin por !as instituciones militares y el gobierno animabl la actividad de los batallones escolares, que proporcionaban a los alumnos de los liceos un rudimento de escuela del soldado. Los reservistas acudan gustosamente a hacer la instrucci&n. El ejrcito, reorganizado, se encontr "rodeado de fervor": los autores de las nuevas leyes militares queran, no solamente que fuera una escuela de disciplina social (este deseo no les era, ciertamente, extrao), sino tambin que se convirtiese en el agente 'de una restauracin de la conciencia francesa y sirviera para cimentar la unin nacional. A pesar de la viOlencia de las luchas polticas, el ejrcito permaneci fuera de la pugna entre los partidos: 0cupaba un lugar excepcional en el espritu de los franceses y ocasionaba, segn expresin de su historiador ms reciente, un resplandor moral. Tena tendencias agresivas aquel patriotismo? En el pueblo francs, que en el pasado haba sido, a menudo. conquistador e imperialista, lo que dominaba a la sazn era el deseo de Ja seguridad y de la estabilidad, el cuidado de la defensa del territorio, el temor de un nuevo ataque alemn. Sin embargo. esa tendencia del espritu estaba muy lejos de significar una resignacin con la prdida de Alsacia y
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Lorena. El inters por las provincias perdidas y el deseo de recobrarlas fueron sentimientos notoriamente probados, entre 1871 y 1875, 1 por la prensa, 1a novela y los discursos dominicales de. los alcaldes ? de los hombres polticos. Las ceremonias conmemorativas, las mamfestaciones organizadas por las asociaciones patriticas-sobre todo por la Association gnrale d' Al.sace-Lorraine-se reno':aron a 1;1n r~ pido ritmo. Los libros escolares. tanto los de la ensenanza pnmana como los de la secundaria, mantenan el recuerdo y la esperanza .. Tal mpetu del sentimiento nacional se manifestaba en. los medios pol~1cos de izquierda an ms que en los de derecha._ C1erto que esa fze?re patritica pareci aten?arse d1;1ran~e a:gui;,os anos: por qu-decian los crticos-"sobreexc1tar la 1magmac1n 7 Pero reaparec16 ent:e el comienzo del ao 1886 y el final de 1889, en la poc~ del boulangensmo, alimentada por la propaganda de la Ligue des Patrwtes, de la .cua~ fue presidente en 1885, Paul Droulede; y favor~cida en los medios !l!mtelectuales por la difusin de la obra de Maunce Barres. A decir verdad, se hace difcil apreciar seriamente segn estos indicios,- qu lugar ocupaba Alsacia-Lorena en el s~ntir nacional, discriminar la parte de los "ritos" y la de las ten?encias profundas: calibrar las zonas de indiferencia en las poblaciones obreras y, sobre todo, en las aldeanas: an no se ha hecho su estudio (1). Sin embargo, la negativa a inclinarse ante una anexin op~rada por la fuerza. Y la afirmacin del derecho que conservaba Francia sobre aquellas tierr~s francesas, fueron-sin duda alguna--en esa poca los rasgos .dominan tes en la expresin del sentimiento nacional. Es esto decir que el espritu de "desquite" implicara, en todos los que compartan .~que! sentimiento. el deseo de tomar las armas para liberar a los alsacianoloreneses? Entablar la guerra era, ciertamente, el designio de los grupos activos, sobre todo, en los medios militares: ese designio se e~ pres con toda claridad entre 1873 y 1875; pero, "para el futuro , pues el estado de las fuerzas armadas no permitira correr la aventura: tambin lo fue en los diarios muy allegados al ministerio de la Guerra, en 1886-1887, y, esta vez, para plazo breve. P?r el contr~rio, algunos patriotas queran solamente esperar el porvemr'. y p~efen~n creer en Ja probabilidad de un arregl~ a~is~o~o, muy tlusono, sm embargo. Aqu tampoco puede el estud10 histonco establecer actua~m~nte conclusiones slidas. Importa sealar solamente que el .sentimiento . nacional francs, incluso en el espritu de los partidano.s m~s activos del desquite, no tuvo aires imperialistas; reparar .una v10l~c1n de los derechos del hombre, hacer regresar a la cmumdad nac10nal poblaciones francesas, no era soar con reemprender un esfuerzo de expansin poltica. Rusia posea potencia demogrfica. Su poblacin era de
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de habitantes en 1871 No d . poca, en la vida inte;naciona~sempenaba, sm e~bargo, en aquella portancia de tal masa humana. ,Eun p:pel proporc10nado con la imsada" con relacin a las otras g n ~o os los respectos estaba "retraEI pueblo ruso, es decir la ran es potencias. por 100 de la poblacin t;n n:asa aldeana que constitua el 90 nacional y la conviccin de la 1' cterdtalmente, el sentido del orgullo uerza e Estado. s , . paciente . ' enr ena capaz, en . , de oponer una res1st encta . casos d e mvas1n, . g1ca, esto1c::i, que cons 1tmna una forma de su a 0 na~ot y .P~sivo. En las relaciones~~n ~:x~ t1~rra rusa, pero era resig:~nero n~ demostraba xenofobta m imperialismo. El deseo de que parece, ms que en una e u::pan~1on ,extenor no exista, a lo de intelectuales y de func10 ~ q na mmona, formada, sobre todo b nanas cuya influen . , l eta se eercia sobre el so erano y sobre los ministros p' tres cuartas partes de la pobla~ e:o el pueblo :uso formaba solo las nacionales" era, por supuesto ~un' )'. a mentahdad de las "minoras halgenos se hallaban sometidos d1fer~nte,. Y. ,que aquellos grupos penas -soportaban. La organizacin ~~~t ommact?? que s~lo a duras pequena parte de los recursos dem 'f ar no utilizaba mas que una se ~aliase ~nscrito en la ley desd~g~~;~os. A~~q~e el s~rvicio militar ' el. e1erc1to activo no incorporo, al prmcipio sino a un t . organizacin pod;a ser segu'derc10 del contmgente. Sin duda, aquella f d , t amente algo ms ef itu ' porque los hombres del icaz, pero con lenservicio activo) no haban re ~~?dun . bando _(los qu~ no prestaban valor del instrumento ~n ca cid t o nmguna mstrucc1n militar. El di ocre: la organizacini;; de l~~ r:s:r~erra eu~pea . ~egua siendo mepor falta de cuadros de mando. l d, a~ era msuf1c1ente, sobre todo, retrasaba las operaciones de ' e.ti eb.1~ desarrollo de las vas freas que prever una demora de :;1.0.v1 zac10n y de .concentracin; haba anas semanas para llevar al frente el total de las tropas. el ar ~ . mamento era muy i f en ca1tdad, a los de los ot d n enor, en cantidad y ros esta os europeos El . ( , cons itma, pues, un instrumento ad . e1erc1.to ruso no aptado para la ofensiva, por lo menos en la escala de una guerra europea Por 'lt' pun t o d e vista econmico R . . u 1mo, desde el mer:t~ ~grcola, tanto ms' cu~~~~ contmua?~ siendo ,u_n pas esenciallas tmc1ativas de la. burguesa La q~n e_l reg1rr:en poht1co no favoreca desarrollo a partir de 1888 (~n l g . ,mdustna moderna solo alcanza ~yuda ~e tcnicos y de capitales e~~~~~ del D?netz, sobre todo) con mdustnal, Rusia constitua un d . eros. A causa de ese retraso J d . merca o importante pa d a m ustna alemana e inglesa y d , ra os pro uctos de tes" industrales, que preocu~aba esc~nocia el problema de los "exceden: .s otros grandes estados europeos La direccin de Ja polti~a tico, se hallaba nicamentec ex enor-dque, en aquel estado en manos el Zar y d resen t a de tales debilidades. 1 b' e su canciller-se que no poda mantener un. c~nf~ot ierno se daba perfecta cue~ta de tambin ver c 0 .con una gran potencia tema surgir ese conflicto en los confines occidentales: donde
vivan poblaciones no rusas, y. sobre todo, en el pas polaco, los movimientos separatistas. Alejandro II, cuyo reinado termin en 1881, posea una extensa educacin poltica, pero no se interesaba ms en las reformas interiores que en la poltica exterior. Su canciller. Gortchakof. que gozaba de gran autoridad en Europa y conoca perfectamente los asuntos, contaba, en 1871, setenta y tres aos; era un buen diplomtico, hbil. perspicaz, cuyas notas adoptaban una forma irreprochable, pero no era un gran hombre de Estado por faltarle una visin personal de los grandes problemas importantes y fuerza de voluntad suficiente para procurar dirigir los acontecimientos. Despus de 1881. el soberano, Alejandro Il dese llevar por s mismo la poltica exterior, pero su inteligencia era bastante limitada. y sus conocimientos pobres; Giers, su canciller, de espritu estrecho, se hallaba muy imbuido Jcl sentimiento de solidaridad monrquica. Austria-Hungra, desde la adopcin, en 1867. de la solucin dualista, sufra intensamente en su poltica exterior la influencia magiar. Andrassy, antiguo presidente del Consejo de Hungra. fue quien tom, en 1871. la direccin del ministerio comn de Asuntos extranjeros; quera orentar por nuevos caminos la poltica exterior de la doble monarqua. Sobre qu fuerzas reales poda apoyarse? Austria-Hungra. despus (lo mismo que antes) de la reforma de estructura que acababa de realizarse, segua vindose inquieta por dificultades de ndole interna. Sin duda, el 1 <..'.parto y la asociacin establecidos entre los alemanes de Austria y los magiares de Hungra. permitan, en cada una de las partes del Imperi.o. refrenar a los otros elementos de la poblacin. Sin embargo, los alemanes y los magiares unidos no formaban la mayora; y la resistencia de los eslavos, an ms que la de los rumanos de Transilvania o la de los italianos Je Treste y del Trentino, continuaba obstaculizando la marcha del gobierno. Tal oposicin, aunque no amenazase. a corto plazo, la propia vida de la doble monarqua -pues los jefes de los movimientos "minoritarios" no tendan, por lo pronto. al separatismo-gravitaba intensamente sobre la poltica exterior. En aquel imperio, donde una fidelidad ms o menos imprecisa hacia la monarqua, supla al sentimiento nacional. no era apenas posible que un programa de accin en el extranjero recibiese una adhesin unnime. El ministro comn de Asuntos extranjeros no deba. pues, contar con el apoyo activo de la opinin pblica; en la gestin de los asuntos ordinarios tom el partido de ignorar voluntariamente el estado de animo de una fraccin importante-y. a veces. de la mayora-de la poblacin. Pero, podra perder de vista el riesgo que una guerra hara correr a esta Monarqua, donde resultaba muy dudosa la fidelidad de ciertos grupos nacionales? Por otra parte, no posea los medios militares que pareca debiera asq!,urarle la cifra de la poblacin total del Im peno (3S millones. en l 871 ). Si la organizacin de las fuerzas armadas dependa del ministro co111Zll de la Guerra, el re-
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clutamiento competa a cada uno de los dos gobiernos, austraco y hngaro; esta complicacin constitucional no facilitaba la votacin de reformas militares. De hecho, aunque el principio del servicio obligatorio se hubiera establecido en 1868. el ejrcito activo no incorporaba ms que una porcin del contingente: los efectivos del tiempo de paz no llegaban a los dos tercios de los que tena Francia, apenas un poco ms poblada. Por otra parte, aquel gobierno no se encontraba obstaculizado, en la direccin de la poltica exterior, por las intervenciones parlamentarias, pues el ministro de Asuntos extranjeros no tena que dar cuenta de su gestin a las dos Asamblas de Viena y de Budapest, salvo cuando se necesitaba obtener la ratificacin de aigunos tratados: solo ante ias Delegaciones haba de defender su polftica; ahora bien. dichas Delegaciones no celebraban ms que una nica sesin por ao, una sesin de algunos das. Italia, en 1870, acababa de establecer su capital en Roma; no haba completado, sin embargo. su unidad nacional, ya que la monarqua austro-hngara mantena bajo su dominio a Trieste, en el Trentino, y una parte de Istria y de Dalmacia, con 750 000 habitantes de lengua italiana, pero se vea libre del temor de una hegemona francesa. Era una gran potencia 7 Solo de nombre. Sin cm bargo. tena en sus manos triunfos considerables, la cohesin nacional se haba realizado en la medida que trataba de defender los derechos de la italianidad, el impulso demogrfico hara disminuir rpidamente la diferencia que an exista entre la cifra de su poblacin (26 800 000, en 1871) y la de sus vecinos. LQu le faltaba entonces? (1). La potencia econmica estaba muy atrasada con relacin a los otros estados occidentales desde el puto de vista tcnico; pobre en carbn, dependa, por consiguiente, de Inglaterra -y de Alemania para el abastecimiento de combustible a sus fbricas. La potencia financiera: el presupuesto se hallaba en constante dficit, tanto por causa de la mediocridad de las actividades econmicas como en razn de lo anticuado de su sistema fiscal; y la tesorera no poda ya contar con 1as facilidades que haba encontrado entre 1861 v 1870, cerca del mercado financiero francs. La potencia militar naval: el Parlamento. por temor de agravar el dficit, no quera comprometer los gastos ~ecesarios. Pero tambin le faltaba confianza en s misma. pues haba de enfrentarse con graves dificultades interiores: conflicto con el Vaticano; divergencia entre las estructuras sociales del Norte y del Sur. La opinin pblica mostrbase aptica; el derecho del voto no era ejercido por la mitad de los que. aun siendo poco numerosos, lo posean: los diputados practicaban el absentismo. Los mismos hombres del go-
bierno, despus de Ja vida febril que haban llevado entre 1859 y 1870, sentan, salvo raras excepciones, necesidad de reposo; por otra parte, tenan demasiadas preocupaciones inmediatas para no desear Ja tranquilidad en las relaciones con el extranjero. No haba llegado, pues, Ja hora de una gran poltica. En el continente, el objetivo inmediato podra ser, sin embargo. Ja consumacin de la unidad: parte de la prensa italiana sostena el movimiento irredentista, pero el gobierno austro-hngaro declar netamente, en 1874, que rechazara todo arreglo amistoso. Sera oportuno llevar a cabo aquel proyecto por la fuerz, aunque lo permitieran las circunstancias? Italia no tena inters en provocar el derrumbamiento d Austria-Hungra, pues su existen_cia era necesaria para el equilibrio eur.opeo, y. su territorio la protega de un con tacto directo con el Imperio alemn. Por su situacin insular, Gran Bretaa se vea libre, en gran pcv.te, de las preocupaciones de los otros estados europeos. Desde 1066, no habfa conocido invasores. En 1871 conservaba en la vida econmica la preponderancia que ya posea en el siglo XVIII. Era la mayor productora de carbn, as como en las industrias metalrgica y textil: constitua el depsito a donde afluan las materias primas que llegaban de los otros continentes, y los artculos coloniales que, a su vez, el comercio ingls volva a distribuir a lqs dems estados europeos, y era tambin el centro financiero del mundo. Esta prosperidad iba asociada, en el espritu de los ingleses, desde mediados del siglo XIX, a la prctica del libre cambio y al podero naval: la preponderancia irrebatible de la flota de guerra inglesa garantizaba no solamente la seguridad de las Islas Britnicas, sino tambin la de las rutas martimas que, en el mundo entero, encontraban abiertas al comercio ingls. El horizonte de la poltica britnica era, pues, necesariamente mundial. La Gran Bretaa no poda, por tanto, desinteresarse del continente, en donde tema ver establecerse una hegemona. Pero esta no le oareda verdaderamente peligrosa sino en el caso de que la potencia continental que la intentase dispusiera de una gran fuerza naval, o si tuviera en su poder las orillas del mar del Norte frente a las Islas Britnicas: las costas flamenca y holandesa; las bocas del Escalda. Esta poltica exterior britnica no iba orientada siguiendo principios o simpatas. "Solo hay que pasar los puentes cuando se llega a ellos", dice un refrn ingls. El gobierno se propona resolver los problemas solo cuando se le planteasen. Por qu considerar con anterioridad lo que se habr de hacer en tal eventualidad o en tal otra? Por qu comprometer el porvenir, cuando bastaba con saber adaptarse a las exigencias de la vida? Haba que considerar superfluas las previsiones sobre hechos demasiado lejanos, evitar contraer lazos permanentes y tambin, en la medida que fuera posible, compromisos escritos, cuando por su ndole implicaran una promesa de intervencin. Gran Bretaa deseaba mantenerse apartada de Jos sistemas de
( 1) La notable obra de F. Chabod contiene sobre este tema puntos de vista de gran inters.
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alianzas que se anudaban y desanudaban entre las potencias continentales. Esa poltica de aislamiento que exigan, en 1871, los hombres de Estado ingleses, poda ser una solucin duradera? Para proteger sus intereses en todas las partes del mundo, Gran Bretaa, dispona, sin duda, de poderosos medios: la supremaca naval y la influencia financiera. Pero no tena ejrcito de importancia porque era la nica, entre las grandes potencias europeas, que quera ignorar el servicio militar obligatorio. Que las fuerzas armadls estacionadas en las Islas Britnicas estuvieron reducidas a cien mil hombres era admisible, ya que la flota de guerra se hallaba en situacin de -impedir un desembarco. Que las guarniciones del Imperio fuesen las justas para asegurar la conservacin de los puntos estratgicos ya era ms grave, pues, si la poltica inglesa tuviera necesidad de apoyar la presin naval mediante el envo de un cuerpo expedicionario, dnde encontrara los efectivos precisos? Sin embargo, en todo el perodo comprendido entre 1871 y 1893, Gran Bretaa, a pesar de la vecindad de una Europa muy armada lograra representar, en las relaciones internacionales, un papel importante, sin poseer medios militares eficaces. Pero, para realizar tal demostracin de fuerza, se vera obligada a buscar apoyos diplomticos y a dar, por consiguiente, giros a la pol-. tica de aislamiento. Y, con todo, se esforzara en restringir al mnimo esos compromisos y en evitar promesas que la obligaran de antemano a aceptar la probabilidad de su participacin en una guerra. Permitir que otro Estado esperase su asistencia, pero dejando cernirse la duda sobre la realizacin efectiva de esa esperanza; reservar para la Gran Bretaa el derecho de apreciar cuando surgiese la amenaza de conflicto, si deba o no tomar las armas: he aqu cul sera la tctica de. la diplomacia inglesa. "Esta poltica matizada, mvil-dice su historiador ms reciente (!)-, esta poltica de compromiso, es la expresin del temperamento nacional. El ingls vive "de instintos y de intuicin". Est slidamente afincado en su orgullo britnico, en la conviccin de su superioridad, secundada por la fuerza de voluntad, por la flema, por la tenacidad, y afirmada por sus xitos en todo el campo de la vida econmica. Sabe bien que es necesario llevar una poltica exterior activa, puesto que Gran Bretaa tiene por todas partes intereses que defender. Pero, en el fondo, es conservador, y desea que los marcos de su actividad no cambien; no tiene suficiente imaginacin para dedicarse a estudiar el desarrollo futuro de los acontecimientos, y cree que es prudente dejar madurar lentamente una decisin, cuando se expone a comprometer con ella el porvenir. Ahora bien, esta opinin pblica desempea un papel activo en la direccin de la poltica ex(1) M. Jacques Bardoux, en Ja obra que se menciona en la bibliografa del captulo VI.
. . deja al poder ejecutivo. r<>imen penamentano . fluencia en d d 1 Corona, S! conserva m . . . terior. Sin u a, e es decir, al Gabinete-~. que \echo Ja poltica-la pos1b1hdad de algunas ocasiones, no dmge, d; o es ~l Parlamento al que perte_nece tomar iniciativas importar:t~s. erltica inglesa no permite al Ga~mete Ja ltima palabra. La trad1c1n ~l p~imer Ministro. el secretario de ,. re reservan, en sus negoer compromisos secretos... contra <>n los Asuntos extraneros s1emp cho ue pertenece al Par-
~i~~ai~~e; con
los y d; tomarlas lamento, de tomar . 1 "an No es este un proc el da que las circunstancias o ex1 7 .Es tambin un rasgo del ~e~comprometer:epo. ca una constante de la pol!t1ca cmodo para evitar , y. en esta e peramento bntan1co. inglesa. la "uestion de las relaciones c~n En todos estos estados europdeos.Jas p~eocupaciones de los hombres . , ra el centro e el Impeno a eman e . l hacia Bismarck. . los obernaban; todos m1raba1, . , en 1871 cincuenta y seis que El anciller del Imperio ~lem~n s~:1:Xitos entre 1862 y 1870 haaos. Por la serie ninter.rumr:1d~ u~!. Los hombres de est.ado europeos ablc una inteligencia penetrante ba adquirido una autom1ad s1~ i_g Je reconocan una superiori?a l~net~n d~minio soberano en las negopara los problemas i?terna~!O~~te~tasen o lo admirasen. todos ,,se. pQre . iones Ya lo temieran, o , . a" . Qu va a querer. l u c1ac d sin . Que p1ens . l 'Untaban en ca ~,oca .. -, . ~ecreta cITTnbinac10n prepara. er Jos documentos, las preocupac1~nes Hasta donde permiten conoc " veinte aos fueron, poco mas o ~sos "do de que Francia deseaba u~a senciales de Bismarck durante e s hallaba convenci , d' d de Alsacia menos. estables.. e udiera resignarse a la per 1 a ue guerra de desqu1t~. Q_uc: no,, eludible. "Si os digo francamente ~o q de y J,-orena. le parec1a log1co ~ m de 1871 al encargado de negoc10s , pienso--<leclar el 14 de agosto deseis romper ahora Ja tregua que Francia Gabriac-, no ere~ que de millones, pero cuando lleguemo,~ Pxiste; 'nos pagaris dos millares t tres. nos declararis Ja guerr_a. ; 1874 y tengis que pagar Josb.~ _ro~ francs Je hubieran co~venc1~0 Aun cuando los actos del _go f~~~~do a corto plazo. no habna ~rs1s de que aquel temor no ~ra 'us di e que Francia tratara a la pbnmedra conv1cc1 n p <>sta a etido menos en s~ . alsaciano-loreneses. es 0 . ~. " srciba indicios inquietantes. " No e oportunidad de liberar a los i ara declararle la guerra. cidido a tomar la ~elant~ra. s pe d ar a que Francia est~ p_repara a pt desquite si se encontrara sol~. perp o Francia no podna mtenta~ es e 1os". escribi el 20 de d1er . s dee tranqu1 d' a Pars "y necesitamos impe i.r "Necesitamos que Francia n? d ciembre de 1872 a su e~baa or en uiere. 'rmanecer en paz; ,,m1enFrancia que encuentre aliado? s1 nose~ pelirrosa para nosotros , Era . aliados Francia no tras no tenga
es~:~~e~~ti~a;:r~!fi~litfve::
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preciso, pues, mslar al adversario. Ahora bic:1, entre las grandes potencias que haban permimeddo neutrales en 1870-71 la vctoria alemana origin disgustos, envidias e inquietudes. Bismarck pens, pues, que deba esperar dificultades; padeca, segn palabras de un diplomtico ruso, "la pesadilla de las coaliciones"._ Para prevenir ese riesgo, para impedir que Francia- encontrase aliados, la diplomacia alemana deba dedicarse a tranquilizar a Austria-Hungra y a Rusia. cuya actitud tena. a sus ojos, ms importancia que la de Gran Bretaa, pues esta no posea ejrcito: haba de prcurar tambin evitar un conflicto austro-ruso-siempre posible en los Balcanes-, porque dicho conflicto podra ofrecer precisamente a Francia la ocasin qoe buscaba. La me{or solucn sera, por consiguiente, establecer un acuerdo entre los tres grandes Imperios; hacer de manera que, sembrando promesas o esperanzas, ni Austria-Hungra ni Rusia se vieran tentadas a inclinarse hacia Francia; reunir ba/o el mismo sombrero a aquellos dos vecinos. que eran rivales, para poder vigilar sus iniciativas y refrenarlas: he aqu el objetivo. Desde 1871 esta fue la idea fundamental_ de la pol_tica bismarckiana. El Canciller la llev a cabo en 1873 mediante la firma de dos acuerdos: uno, germano-ruso; el otro, austro-ruso, con la adhesin de Alemania, siendo esta la primera forma de la Entente de los tres Emperadores; volvera a ella en seguida con diferentes modalidades (1 ). En este sistema-podemos emplear la palabra, aunque la repudiase el Canciller-, la preocupacin era, pues. esencalmente continental. Bismarck no vea en las cuestiones extraeuropeas ms que un accesorio de su poltica europea; las disputas coloniales-aquellas en que Alemania se comprometa de mala gana y, sobre todo, las que enfrentaban a los otros Estados entre s-no tenan valor a sus ojos ms que en la medida en que pudieran proporcionarle ocasiones de consolidar su sistema continental. En suma, Bismarck, aunque nunca vacilara en servirse de la amenaza para intimidar a Francia y aunque dejara que se cerniese la perspectiva de una guerra preventiva, ya no deseaba. a partir de 1871, recurrir a las armas. Crea que Alemania estaba saturada y que no ganara nada en un nuevo conflicto: estimaba que en una . guerra franco-alemana se correra el riesgo, esta vez, de que no se hm1tara a los dos antagonistas, y que el Imperio alemn pondra en peligro contra una coalicin las ventajas que haba adquirido. Sin duda, tambin juzgaba que la paz le era necesaria a Alemania para facilitar la acumulacin de capitales destinados al impulso industrial; luego sobre el desarrollo econmico era sobre lo que contaba cimentar la unidad alemana. Su poltica resultaba, pues, conservadora del statu qua, no ciertamente por principio, sino para i:esguardar los intereses alemanes.
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Sobre esta diplomacia bismarck1ana. vase ms
ad~lante
Cmo consideraban las otras grandes potencias europeas la situacin creada por la victoria alemana 1 En la Francia vencida; donde se haba afirmado la voluntad de paz. a partir de las elecciones generales de febrero de 1871, la opinin pblica hallaba, sin embargo, satisfecho su amor propio cuando se haca alusin al desquite (1); pero se daba cuenta de que tal desquite, de momento, no era posible. Los hombres de estado franceses an estaban ms convencidos de ello: teman los proyectos de Bismarck y sus combinaciones maquiavlicas. Entre aquellos hombres-trece ministros de Asuntos Exteriores de 1871 a 1890--se manifestaron tres tendencias de espritu. Adolphe Thiers (que, como "jefe del poder ejecutivo" y luego como Presidente de la Repblica, dirigi perrnnalmente la poltica exterior, as como la poltica interior, hasta el 24 de mayo de 1873) era decididamente pacifista. Quiz aquel anciano-tena ms de setentlfl! aos en 1871-=-posea una sequedad de cor~zn que atenuaba el dolor de la derrota. En todo caso, estaba convencido de que Francia haba prolongado la resistencia todo lo ms que pudo y que solo se declar vencida despus de haber llegado al lmite de sus fuerzas. Si se dedic con todas sus energas a la tarea de reconstitucin y de restablecimiento, y si quiso dar a Francia los medios para que volviera a ocupar su sitio en Europa, no era el desquite lo que preparaba. En todas las ocasiones afirm su voluntad de cumplir el tratado de Francfort. "El nico pensamiento del gobierno-escribi al embajador de Francia en San Petersburgo--es el de exigir a los trabajos de la paz la reparacin de nuestros desastres; cumpliremos lealmente las estipulaciones inauditas que nos han impuesto." Sin embargo, Alemania no tena que abusar de aquella buena voluntad. En el caso de que Bismarck intentara celebrar una conferencia internacional para hacer que se aprobaran las transformaciones territoriales realizadas en Europa desde 1866, Francia no podra aceptar esta humillacin. "Si se nos habla de ello-escribe Thiers en julio de 1872-, no ha lugar a dudas, debemos resistirnos absolutamente. No podemos... ir nosotros mismos en plena paz, ahora que ya no somos lo que ramos, a colocarnos bajo el pie de nuestro vencedor para pasar por la vergenza de ~irmar por segunda vez el tratado que nos han impuesto." Salvo esta reserva, Thiers no vea para Francia ms que una regla de conducta: "Un gran esprit:u de moderacin, una prudencia a toda prueba ... ; no ha llegado an para nosotros el momento de tomar la iniciativa." No quera pensar en una accin f~era de Europa, ~n T~nez . en T?nkfn. Sin duda, era para poder un d1a enderezar la s1tuac1n diplomtica de Franci:i. en Europa y evitar el aislamiento mediante una alianza inglesa o rusa; pero no quera tomar una decisin que fuese prematura y que
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el captulo VI.
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podra resultar peligrosa, porque se arriesgara con ella a provocar una rplica alemana. Gambetta era joven: cuarenta aos en 1871. Partidario de la resistencia a ultranza durante la guerra, pareca estar destinado a ser el hombre del desquite. Pero l tambin saba que, de momento, tal desquite no era posible; tambin tema a Bismarck y no deseaba proporcionar el menor pretexto a su frenes de agresin; reconoca, pues, que la poltica de cumplimiento integral del tratado era inevitable. Pero por lo que se refiere a las persp~ctivas futuras, su estado de nimo difera del de Thiers: Gambetta-lo afirma constantemente en su_ correspondencia-estaba convencido de que no sera duradero el mantenimiento de la paz. "La anexin de Alsacia y Lorena~scribe a su amigo Ranc--es un germen de muerte para la obra de Bisrnarck. En tanto que no haya reparado esta, falta, la paz ser precaria; nadie depondr las armas." Se crea capaz de persuadir al Canciller de que le interesaba a Alemania considerar aquella reparacin? Parece ser que tena tal ilusin en 1878, pero sin atreverse a llevar a efecto un proyecto de entrevista con Bismarck, que pudiera haber sido interpretado por la opinin pblica como un gesto de renuncia. En el fondo, Gambetta, a medida que avanzaba por el camino del poder, iba a intentar una transacein totalmente verbal entre las temeridades de una poltica de desquite y las debilidades de un poltica de resignacin. Se vea reducido a invocar la esperanza de Ja justicia imna111.:11te. a decir que "las grandes reparaciones pueden salir del derecho". Puesto que aconsejaba esperar "con tranquilidad y prudencia", era su poltica, en el fondo, muy diferente de la que haba preconizado Thiers? Ju les Ferry trajo en la orientacin de la poltica exterior un punto ae vista nuevo. La poltica de estrechez limitada al horizonte continental era, a su juicio. el "principal camino hacia la decadencia". Francia no _poda abstraerse en la contemplacin de una herida que siempre sa~rar, deba mirar a todo el mundo. Pero como quiera que tendra que arriesgarse fuera de Europa (l) y tropezar inevitablemente con la resistencia de Gran Bretaa o, en el Mediterrneo, con la de Italia, se vea obligada a buscar un alivio en las relaciones franco-alemanas. El gobierno francs no poda tener, pues, como objetivo. continuar enemistada pennanentemente con Alemania. Deba admitir una colaboracin ocasional con ella. pero sin considerar Ja eventualidad de un acuerdo general, que implicara una renunciacin explcita a las provincias perdidas. Rusia haba favorecido la poltica bismarckiana entre 1866 y 1870. Sin embargo, caba considerar sin inquietud la hegemona continental del nuevo Imperio alemn? La confianza que aseguraba al Imperio de los Zares la divisin poltica de los pases alemanes haba desapa{!)
. . d oderoso podra sentir la tentacin de recido;. vecin? ~ern~;;t; o )a influe~cia de los grandes' terratenenusar en i~s provrnc1,as. o 1~sasbarones blticos. Pero aquel peligro, que - d ~ 1870 el urante su viaje a las cates de ongen german1c l haba evocado Tluers en e oto~~ cl:ramcnte al gobierno ruso. A pepitales europ~as, no se ledapare l 'quilibrio europeo, la poltica rusa sar del camb10 sobrevem o e1~ e i; l . los Balcanes El ac, . d ,,1 Imn.'no otomano v lacia !"'. . t 1 .1 cuestin de Jos Estrechos segu1a miran o 1 lacia , d.t eo y por cons1gu1en e. , b , do las preocupaciones esenceso a 1 n'1e I err 11 -Bsforo y ~ardanelos-,tconta1cntuua1f~a~1~nespus que el gobierno ruso, s y volvieron a encon rar , 1 c1a e , , . d l l' la del tratado de Pans re 1 at1va a a tras haoerse liberado e a c ausu aba en consecuencia sus medios neutralizacin del mar ~efro. r~c~pard ~1 .cst1tuto internac,ional de los de accin (1 ). Conseguir . rc~~~1~n "~n to:lo no se trataba de sustiEstrechos era el obeuvo inrne 1 0 '-, ~ a una escuadra tuir el czene por una apertur~ c~mp~e~a q~~i.; J::~~t~~ralos rusos era la inglesa penetrar en el mar eg1 o. o solamente de los estados ribeapertura de losNEstrer-\L1osli~rf~~v~e \rnsito le sera concedida a Rureos del mar cgro. .' . . sia, sin que Inglaterra o~uterfa I~~~~i~~i~~~~via-pero no suficiente. Pan llegar a tal resu ta o. '- . . .. ' 1 conformidad de las popues la modificacin del estatuto" ex1~1:1~ 8:1-era la de debilitar al tencas firmantes de la C_onvenc1on lle '1nn.sula balcnica los movi-
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~~01~~~~1~a1;~~~~~~1edned ~ascnna~io~~lidacle~. ,Rusia pod~a flejerc~r m1en e ' . , or afinidad rchg1osa. una m uencia . ., la poltica zarista en sobre los es.avos ortodoxos, r d, los medios de que se s1rv10 . ef icaz;_ f ue uno e . . b"o ~1:.n ciertos medios polticos rusos existta , lJu]n~ro o en pa1s ser 1 . . .6 .. ~ pa1s ::-" . . . blecer una solidaridad de acc1 n no '"'" incluso una tcndcnc1~ a est~ Balcanes. sino tambin con los de ia lamente con los esla\OS de -~~a aneslavista encontr modo de ex:Europa danubia_na: el prot>r' l pl870-~l en el libro de Danilevsky. .. ~ d 'S!)UCS de la guerra e e t , ., d O . t presar:>t'., i.; ni d ~ F~daicf Aspectos de la cuestwn e rzen. e. Rusw y Europa, Y en e i.; Javos en una Jiga o inclusive tenda a aarupar a 1 os es ' E ste program,a . . . l t; ida de Rusia. El gobierno, sin embargo. no en una fcderac1on bao a eg f. influencia en algunos momentos. lo torn en cu en ta, aunque su i 1era su
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. .'. b a su vez, hacia los Balcanes. Expulsada Austna-Hung11.iI ~~ra a, 1866 no poda ya encontrar un campo de de ~lerna111~ ~ de_ ta ia en 1 D;an' naclz Osten, es decir, en el empu. cc1on cxtenor mas que en e gt l ac1a el Sudeste Por los valles J l Este o ms exactamen e, l< . on wcw e ' ' '1 d ble monarqua poda intentar una exdel Morava Y de~ _vardar,_ ~ o ondicn de neutralizar o de vencer pansi~n en ,c!Irecc1on a ,~alo111_ca., a ~o de Serbia. Esta era la poltica de la rcs1stenc1a del pe9ui.;~o pr~ncipa , oa desde que, en octubre de los magiares; quedo at inna a con ene1"' '
(ll Vase, sobre est punto. pg. 313.
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1871, Andrassy ocup el cargo de ministro comn de Asuntos exteriores. Qu forma tomara esa pe11etraci11 en !os Bakanes? Los medios militares pensaban en anexiones. Andrassy no pareca desear tai acrecentamiento territoriai, porque la absorci<111 de las regiones pobladas de eslavos agravara las dificultades interiores. "S12ra difcil indicar un aumento territorial cualquiera que no se convirtiera en fuente de inquietudes para las dos; partes de la Monarqua". escribi el 23 de noviembre de 1871. Por eso, prefera considerar el desarrollo de una zona de i11flue11cia. Cualquiera que fuera su forma, esta exi1n~in austro-hngara en los Balcanes chocara con los intereses de Rusia. Andrassy deseaba, pues, un acuerdo con Alemania. Como magiar. admita fcilmente por definitivo el hecho consumado en 1866. El nico obstculo para tal acuerdo podra ser el deseo del Imperio alemn de completar su unidad mediante la anexin de los alemanes de Austria. Pero no haba declarado Bismarck al emperador Francisco Jos, el 18 ele agosto de 1871, que no pensaba en nada semejante y que deseaba el mantenimiento del Imperio austro-hngaro? Se poda dar por descontado que el acuerdo entre las dos potencias era posible. "Nuestra amistad-dice Andrassy--es de primera importancia para Alemania." El punto delicado estribaba en que la poltica austro-hngara esperaba atraer al Reich a una aiianza dirigida contra Rusia; Dismarck, por el contrario, tenda a una entente entre los tres Imperios para evitar que el Zar se echase en brazos de Francia. Con todo, el proyecto antirruso sigui siendo, aun despus de la desaparicin de Andrassy, en 1880, el de sus sucesores. En Gran Bretaa, Gladstone, en 1871, era primer m1mstro, y conserv el puesto hasta 1874. La oposicin tena por jefe a Disracli, que fue primer ministro de 1874 a 1880. Uno y otro experimentaban, respecto a Bismarck, tanta antipata como desconfianza; Gladstone por razones. sobre todo, morales: la anexin de Alsacia-Lorena ofenda su sentido de la justicia y del derecho; Disraeli por razones polticas: el temor que le inspiraba la hegemona alemana. Pero Gladstone era estrictamente i11sulm y sinceramente pacifista. No quera tener en cuenta ms que los intereses ingleses, y permaneci fiel a la tradicin de aislamiento; crea que Gran Bretaa no tena nada que ganar con empresas en el exterior. Poltica de debilidad, segn sus adversarios, Disraeli mostr la "necesidad de consolidar" el Imperio mediante medidas navales, militares o econmicas, y preconiz una poltica exterior activa: pero consideraba que Gran Bretaa, como potencia, era "ms asitica que europea". Era tanto como decir que desconfiaba de Rusia ms an que de Alemania. Entre estas dos tendencias. no era la reina Victoria quien pudiera actuar ele rbitro. Ciertamente se interesaba en la poltica exterior y se senta profundamente unida a la grandeza del Imperio, al esplendor de la influencia inglesa en el mundo; sus preferencias la llevaban, pues. hacia el lado de Disraeli; pero aunque mul-
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TOMO U; EL SIGLO XIX.-DE
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tipli,c. las car~as ~l primer ministro y no vacil en pod1a mtervemr directamente. de h h . dar consejos no bre las cuestiones polticas te~iend ec o, solo el gabinete decida' sopblica. Ahora bien la ma~a de 1 o. en cuenta el est~do de la opmin timiento de segurd,ad pue I os mgleses conservaba un slido sen nente no le pareca m~y e~ a preponderan.ca alemana en el contiapoyarse en una gran fue~zarg~oasal para los intereses britnicos al no va. As, mientras que Austria-Hunar R . , . en los Balcanes, Inglaterra . 1 b"" a y usia teman Intereses rivales chas rivalidades, por su nI~f~ a o~ :ten~~mbente la poltica rusa. Dicoalicin contra Alemania B' , ks acu rza an la formacin de una tr . rsmarc no deseaba q . con icto armado, que arrastrar . d ue ocas10nasen un pero las utilizaba para los fines da, sm ul?~ a una guerra mundial. e su po 1t1ca. '
BlBLJOGRAFIA
fra11<;0-russe, Pars, 1936 (que es en tivas a la historia general de Jos Estare<:hdad una histora de la poltica exdos. Las. i~dicaciones que siguen se han rest~1!1~1do a los estudios relativos 1 tenor rusa de 1871 a 1890). , a la pott1ca exterior de 1871 a 1890. l Sobre Gran Bret . ana.- Lili!D MoR~ a las obras' dedicadas, bien a lo; ~EY: L1/e o/ Gladstone, Londres, 1901. ombres de ~~lado, bien a los mvi- v?l<>.-G. E. BUCKLE: Lije o/ D11les de, la polit1ca exterior durante esrae/1, Londres, 1?20-1924, 6 voJs.-L~ te periodo. DY GwENDOLIN CEcrL. Lije of > , Los estudios de conjunto ms . Mar - . .one11. quess o Sa/1sbury, Londres 1930tan tes son: W. LANGER. Eur1mpor1935, 4 vols.-J. ARVIN: Life 'o/ JaAI/ o pean tances a11d Alignments, 1871-1890 sep} Cliamber/ai11, Londres 19J?.J935 ~Eew Y~rdk, 1931. y M. BAUMON"f' 4 vo!s. ' ssor 111 ustriel et f'lmpria/' lo11:a/. Pars, 1937 isme co--- Sobrn Austria-Hungra.- Eo. WER Sot\re ;: E YCK: . , B1smarck . / THEIMER: Graf Ju/ius Andrassy. Se111 z Alemania .-..... Leben und seine Zeit, Slultgar! 1913 uncb, 1941-1942, 3 vols. (el t. III)._: 3 vofa (el l. III).-H. FRIEDJUNa': Gai A. R.\C~I'..\HL: Deutschland und die Kalnoky, en "Historisc:be Aufsatze" We/1po/1t1k. Die Bimw.rckscl1e A S!uttgart, 1929.-R. A. K.-1.NN. TI Stuttgan, 1923.-N. 1APISKE: Eu~~~ llabsburg Emp A S . le ludy 111 1111egra tre. und Bismarck Fnede11.1'po/itik 187:1 ~1~~~. and desi111egratw11. Nueva York, 1890, Berln 1927 -F H ' ,V ' ASELMAYR ?" n~s/K ier Freundschafr zu r11s.1;. r-..N., B'J'). ,. sc11e11 Gro/I, 1871-1878, Munch, !955. 1 Sobre . d ltalia.-FEDER1co I ..... . , C;IO ~1:10 ~~ al89P6o/irica estera ittifi<1N<1 tle/ Sobre Francia.-G. H\NOT..\UX n . _ vol. l. Le Premesse Patoire de F is{5 190 a rance ci::11e111porai11e, Pan.s, 19) 1 . {obra esencial).--SAND~NA: 3 r -19~ (de ut1l1dad todava por L lrrede11t1sma ne/le Lott e po .1 / . 111c 1e lo que se refiere al perodo 1871-1877). o-austriache, Bolonia, 1935.-L. S.\LM. RECLUs: Ju/es Ferry, Pars, 1947. \~TO~ELLI: La Trwlice Alleanza. StoD. HALEYY y E. P1LLI.\s: LetlrBs de na dtplomatica, 1877-1917, Miln 1939 Gambetta, 1868-1882, Pars, 1937. G. V_?LPE =. L'lta/ia 11e/la Trip/ic; Allean~a. 1882-1915, Miln, 1939 (doSobre Rusia.- B. NoLnE: L'Alliance '. cum.!nios}.
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A partir de 1878-80 empez a desarroilarse un amplio movimiento <le expansin imperialista en los grandes Estados europeos. Este movimiento se manifest primero en Gran Bretaa, donde Disraeli, durante el perodo en que fue primer ministro, es decir de 1874 a 1880, volvi a actuar contra las tendencias anticolonialistas que haban prevaleciuo en el seno <le! gobierno liberal en Ja vspera de 1870; la cada del gapinete conservador en 1880 no interrumpi su esfuerzo, pues el estado de nimo imperialista penetr entonces en los medios liberales. a pesar <le las reticencias de Gla<lstone. En Franci:i, fue Jules Ferry quien <lio el impulso; sin duda, lo ms probable es que no tuviera de primera intencin un programa bien definido (lo formulara solo despus de su cada, en 1885), pero lo llev a cabo: oblig al Parlamento, ponin<loie ante hechos consumados, y coloc en Tnez, en Africa occidental, en Madagascar y en Indochina Jos jalones de un nuevo imperio colonial. En Rusia, la expansifl fuera de Europa no era hasta 1893 ms que un obetivo secundario; haca el Imperio otomano <le Europa, hacia los Balcanes, era haca donde miraba. sobre todo. la poltica rusa, buscando el acceso al mar libre, al Mediterrneo. La accin en el Asia Central era solo una diversin o una compensacin de las decepciones balcnicas. En Italia, la preocupacin mediterrnea dominaba sobre la preocupacin continental, pero la decepcin sufrida en el asunto tunecino iba a empujar a Crispi-un impulsivo, con el sentimiento <le la grandeza nacional, pero sin tino para medir las posibilidades materiales y morales-haca Ja aventura en Africa oriental. En Alemania, la iniciativa correspondi a los medios <le los negocios, a los comerciantes de Brema y de Hamburgo, que presionaron ::i Bismarck y le obligaron a aceptar en Africa y en los archipilag0s de Ja Insulindia o del Pacfico empresas coloniales, cuyo valor negaba, sin embargo. Soio despus de Ja dimisin del Canciller fue cuando Guillermo II comprometi decididamente a Alemania, aunque un poco tarde, en la poltica mundial. En Blgica, el rey Leopoldo II, cuyas iniciativas eran esenciales para el impulso del imperialismo colonial, cre, a ttulo personal, baio el velo del 11tenwcio11alismo el Estado independiente del Congo, que lct por su testamento al reino, Los mviles de este impulso imperialista eran casi iguales en todas partes, y los promotores de la expansin extrneuropea-ya se tratase de los hombres de Estado o de la agrupacin de intereses-alegaban,
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ms o meno_s. los mismos argumentos en el perodo en que se ongmaba la doctrina de la expansin colonial. ~os argu~e~tos de inters material, que estaban ligados a la situacin econom1ca, pasaron a primer plano. La gran industria moderna n_o podra crecer, ni siquiera mantener el ritmo de su produccin. s1 no encontraba nuevos mercados. Puesto que los grandes Estados europeos, con, l~ sola excepcin de Inglaterra, adoptaron, a partir de 1879-80, un reg1men ,de aduanas cada vez ms proteccionista (l ), solo a duras i::enas se abr:an los mercados continentales. Era preciso. pues, busc~r cl~entes fuera de Europa. "La consumicin europea est saturada . afirmaba Ju les Ferry; solo la poltica colonial permitira encontrar "nuevos contingentes de consumidores"; era la vlvula de seguridad, y, en su defecto, los Estados industriales se veran abocados ~ un c~taclisn'.o ec~n?mico y social. Por otra parte, los grandes Estados ~ndustr~ales d1sp~man de. ~na masa considerable de capitales, pues Ja mdustna. produ~1a b~nef1c10s con mayor rapidez que la agricultura. Esos capitales d1spombles no encontraban all un empleo remunerador. No par:ca, muy, indica~o inverti:los en i?s pases nuevos, que no tenan aun v1as ferreas m explotac10nes agncolas o industriales dotadas de la tcnica europea? Sin duda aquellas colocaciones de capital seran a veces. a_venturadas.ye,ro en la 1'.1~yora ele los c~~os produciran grandes benefw10s, a condic1on de recibir una protecc1on conveniente contra eventuales expoliaciones. La necesidad de expansin econmica y financiera incitaba a Ja conquista colonial, que permitira al Estado colonizador reservarse mercados_ privilegi~dos. Gr~n Bretaa tambin, aunque se sentfa apegad_a al hbre cambio y no intentaba explotar los territorios de su Impeno en su exclusivo beneficio, crea que era indispensable poseer colonias, porque ":~ comerc!o sigue a _la bandera". Por otra parte, era seguro que la poht1ca del ltbre camb10 pudiera mantenerse en el porveni_r? No se ~rrie;,gaba_ el comercio ingls a verse amenazado por temtbl~~ competidores? S1 llegara ese da, los ingleses se veran tal vez obugados a practicar un proteccionismo imperial y a cerrar a los otros Estados el acceso a los mercados coloniales britnicos; este era el argumento que esgrima Froude, en 1886, en su libro Oceana, or England and its colonies. Tales preocupaci?nes e~onmicas presentaban todava otro aspecto: la busca ele materias primas. Era este un pensamiento familiar a Leop01do II, quien_., desde el principio tle su accin colonial, quiso orgamzar la producc10n del caucho y luego la explotacin de los recursos miner?s. Tambin lo fue, un poco ms tarde, en ciertos medios de negocios franceses a partir de la conquista de Tonkn. La idea no era nueva, ciertamente: en Java haba sido la base de los mtodos de colonizacin empleados por los Pases Bajos. Sin embargo, los promo(1) Vase anterormenle. pg. 337
tores ele la expansin colonial la invocaban con menos frecuencia que h bsqueda de los mercados, quiz simplemente porque aquel programa de explotacin difcilmente poda c~nciliarse con las doctrmas humanitarias y parecera inoportuno anunciarlo. . . . . Pero el deseo de expansin no responda solamente a la sohc,it~c1n de los intereses econmicos. Proceda tambin de un ~st.ado de ammo: deseo de acrecentar el prestigio del Estado y conv1cc16n de que un gran pueblo tiene una misi_'! que c.umplir en el mundo. . El argumento de prest1g10 va hgado a _lo~ pro?resos de_1 nac10naJismo. En Gran Bretaa fue en donde qmza pudiera explicarse con mavor claridad tal solicitud. La expansin colotlial, decan sus p~omo tor~s. es una forma de la lucha por la vida, en la cual debe triunfar el pueblo ms apto, fsica e intelectualmente, para estas _empr~sas. Rudyard Kipling, en la Cancin d~ l<:s ingleses (1890_), se refiere constantemente a esta idea de la supenondad de la raza mgle.sa y del. ~em peran;ento ingls. En Alemania, donde la tradicin colonial :1~ e~t~a, no c;fr'.a que se tratase de aleg?r una voc~c;in, una aptit?d pnvileg~ada; pero b doctrina colonial poma de manifiesto la necesidad de afirmar Ja vtc:lidad del Estado. En Francia, Jules Ferry alegaba en 1885 las mismas preocupaciones: renunciar a toda expansin fuera de Europa sera abdicar el rango de gran potencia; y este fue el tema que desarroll tambin Eugene Etienne el 11 de abril de 1892: ''.~uando un gran pas, como el nuestro, ha reconquistado su fuerza _m1ltt~r, cuando h~ ~establecido de una manera definitiva su situacin financiera, puede, s1 quiere, hacer valer todos sus derechos: lo mismo en .Europa _que en todo el mundo." Crispi. por ltimo, cuando comprometi a Ita~1a en. la aventura de Africa oriental, vea en ello, an ms que u~a sattsfac~16n dada a necesidades demogrficas o econmicas, un m.ed10 de reavivar el sentimiento nacional: "Para qu sirve la unidad s1 no nos asegura fuerza e importancia 7" . El sentimiento de una misin que cumplir no file siempre una mera frmula destinada a llenar intereses o ambiciones. Responda en,, muchos europeos a una conviccin: el ~destino del. hombre blanco era el de despertar a las poblaciones d~ otr?s contm~~tes no solan:ente a formas nuevas de la vida material, smo tambien ~ co~cepc1one,s nuevas de la vida social y poltica. Los principios. ~~ hJ;>~rahsmo pohtico aparecan ahora como el mismo signo de la c1vtl1zac1on. El apos.tolado misionero se propona al mismo tiempo que la obra de conversin Ja difusin de las ideas humanitarias fundadas en el respeto de la pe~ sona humana y la cruzada antiesclavista. Leop?ldo U supo a las mil maravillas explotar este sentimiento humanitario a~tes de desarr,o~lar su programa econmico y tambin antes de descubrir su p~~n poht1~0. Por~ ltimo, se alegaban mviles estratgicos. La expans1on colomal era indispensable, porque permitira adquirir los puntos. de. apoyo navales de los cales dependa la seguridad de las corn~mcac1~nes. Este argumento era, por supuesto, de particular im-portancta a OJOS de los
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LA EXP.\NSION EUHOl'cA EN U. MUNDO
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ingleses. Para estar en situacin de dominar las rutas navales principales y para hallarse en estado de actuar por todas partes en el mundo, la flota de guerra inglesa ~eba disponer de puntos de escala con astilleros de reparacin, centros de< abastecimiento de combustibles y bases de operaciones; ya posea Hong-Kong y Singapur, Gibraltar, Malta, Santa Elena y las Bermudas, pero no crea que aquellos resultados bastasen. En una escala ms modesta, Jules _Ferry mostraba la misma preocupacin. La poltica colonial, dijo en su discurso de! 28 de julio de 1885, era necesaria para proporcionar a la marina de guerra puntos de escala y de abastecimiento de 1 combustible. "Por eso nos haca falta Tnez; por eso necesitbamos Saign y la Cochinchina; por eso necesitbamos Madagascar." Cuando el gobierno italiano pens en Africa oriental, no fue tambin porque apreciaba Ja ventaja que le proporcionara en poltica internacional la posesin de bases navales en la ruta del ocano Indico, en el mar Rojo y en el flanco meridional de las grandes rutas navales mediterrneas? La poltica rusa, por ltimo, en la misma regin del mundo, consider como objetivo esencial la posesin de un puerto "en aguas libres". Queremos decir con esto que la doctrina de la expansin obtuviera en la opinin pblica una ,adhesin -en masa? Se benefici, sin duda, del inters que suscitaban los grandes viajes de exploracin y de la curiosidad que despertaba la 'actividad de las sociedades de -geografa. En todos los Estados europeos, sin embargo, encontr resistencias, siendo stas diversas en sus manifestaciones y desiguales en su alcance poltico. En Inglaterra, los liberales de estricta observancia, antes de 1871, haban manifestado su escepticismo en relacin con una poltica de expansin. El mismo Gladsfone, en un discurso pronunciado en abril de 1~70, haba emitido dudas sobre el porvenir del Imperio britnico: penstba que las grandes colonias estaban destinadas a evolucionar amistosamente hacia una secesin. Tal estado de nimo subsista an en una fraccin de la opinin liberal despus de 1871, sobre todo, porque el esfuerzo de expansin ocasionaba cargas fiscales. Pero decay francamente a partir de 1880. En Alemania, fueron las concepcones personales del Canciller las que refrenaron las impaciencias. Cuando Jos medios econmicos de Brema y de Hamburgo en 1871 quisieron aprovecharse de Ja derrota francesa para anexionarse la Cochinchina, Martinica y Saint Pierre y Miquelon, Bismarck se neg: "No quiero colonias." Toda esta poltica colonial sera exactamente para nosotros como el abrigo de seda de un noble polaco que no tuviera camisa." Por qu? Porque Alemania careca de una marina importante y no podra, por consiguiente, en caso de conflicto, mantener uniones martimas. "Nuestras colonias se convertiran en botn para Francia, si esta hicier~ una guerra de desquite." Todava en 1881 dijo el Canciller a un miembro del Reichstag:
.JI o tendremos una poltica colonial." Sin "Mientras yo ~ea C~n~i e~~ ~ 884 a la presin de los medios comerci~ embargo, acabo f'.r ce er . d satisfaccin a un deseo que parec1a rque creyo necesano ar . . r 1 es, po . .. 'bl' quiz tambin porque qu1s1era asegura inten~sar a op1mon p.u ic~, <l materias primas y, sobre todo, p~r a la mdustna alen~ana rese:\ ~s a eo ortuno inquietar a Gran Bretana. que p~r ~~uef~la epdo~alue_:gt~11~~ la/ sesiones del Reichstag, "que no es Pero s 1gu10 a irman t.: un colonial"-. d~ la o inin se mostraba cauta respecto a En Francia, la. masa t.: . d ~- s activos del desquite reprochaban una poltica ~olonial. Los t~tl =11~ desviar las preocupaciones hacia a la expansion fu~ra de. u op .., inters nacional exiga consaobjetivos secundanos. mien~ras qu~l;aci~ Lorena. "He perdido dos grar todos los es~~erz~s a ll~~~ar.. dijo Jeroulede. Los aldeanos, los hijos y me ?freceis ve1~te c~1~ l~~ 'rargas fiscales y. ms an. la parobreros tem1an el aum1.:nto e . diciones lejanas. Los adverticipacn de j_venes ,re.~l~tas ~1~~~~n~~:~an en los mviles de la e.xsarios del gobierno p~rc1bian ~ . " f . ncicras. La accin colonial pansin colonial turbias combmac;ones rna una coalicin heterclita: b unto de apoyo rnc1s que en no encontra a ~ . . . industriales y comerciantes exportamilitares y mannos, mis1?nero~, Jules Ferrv se dedic a enmascarar dores. Para vencer_ las. re.s1stenc1am romctcr~e en operaciones red uciel alcance de sus u11c1ativas, a c p .d d, imprevistas. en d 11 1 alegmdo ncccsi a es das. y luego a esarro a~ als C~ara de los Diputados. Por eso missuma, a meter en el 1uego a a 1- . rac1 n de h mayora parlamenta. la Jesconfrnnza y a irn errogatvas del poder lcg1s 1 mo provoco ativo. 1 ria, que le ~eprochaba n_? respe~ar C~~s~~ cuya tenacidad superaba a su En !talla, las amb1c1ones e 1 'dente burouesa. al presidente clarividencia. desconcertaba~ a 1 prubt r del bParla~ento Jos crdi. r 1 osto mue 10 o ene del Conseio ita iano e c i E . . y no Jonr nunca arrastrar a tos necesarios para la empresa e e - ttopia u . la opinin pblica. . lvo en Gran BretaEn resumen. no haba an en_ rn.nguna, pa.~;,c, s: una olftica de exa, un amplio_ n:ovimcnto~ de ~p~~l~n aq~~r~~1~~nas era ~olerada. Si, a pansin colo111ahs~a. fa:. nf11;nudd i.' 1 . h voluntad de algunos hombres sar de todo, tnunfo, ue eull o a . ' ~ estado o por la iniciativa de los eecutores.
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1 .al d ~ los "staJos europeos se desarroll en Si la expans1on _co on1_ . t.: nv am litud que hasta entonces no el curso de esos veinte anos con b~ a ~ue no encontraba ms que haba sido al~an.zada nun~a, se ( elol Estados o los grupos de poblaresistenc1as sm unportanc:. pues . ~ los europeos eran casi siempre cin sobre los cuales pon1an sus f~1l1t1_as_,, unnmcnto. Pero aquella ex. lnc 'rles. fr-'nte por d a ut: ' hv ' mcapaccs le ' t: )nblc Ju ausencia le pansin se aprovecho Je otra c1rcunst.inc1,1 ' l ' .
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toda fuerza rival en Asia, en Afr:ca, en Oceana. :; los Estados Unidos ni el Japn pretendan an desempear un papel en el 1"eparto del mundo. Los Estados Unidos, al salir de la guerra de Secesin, tuvieron que remediar sus ruinas materiales y morales, pero esta reconstrnccin no obstaculiz el impulso demogrfico ni el desrrollo econmico. Entre 1871 y 1893 la cifra de poblacin pas de 39,5 millones a 63 millones, debindose a la inmigracin un 31 por 100 del aumento. La poblacin y la colonizacin interiores se extendieron gracias al establecimiento de las grandes vas frreas transcontinentales y a la legislacin sobre la apropiacin de las tierras a toda la zona comprendida entre el Mississipp y las Montaas Rocosas: las llenuras centrales de los Estados Unidos se convirtieron en la mayor regin productora del mundo en cuanto a cereales y ganadera. La produccin industrial realiz al mismo tiempo tales progresos que, a partir de 1890, su valor sobrepas al de la produccin agrcola y en 1894 lleg a ocupar el primer puesto en el mundo. A pesar de la rapidez de dicho crecimiento, los Estados Unidos no sentan la necesidad de practicar una expansin fuera de su territorio. Su produccin agrcola, quitando algunos perodos, encontraba fcilmente en Europa las salidas que necesitaba. Su industria solo trabajaba para el mercado interior. Los americanos tenan en su propio suelo un campo de accin bastante vasto para no preocuparse de planes imperialistas. No se presentaban corno competidores de Jos europeos en la Amrica Central ni en la del Sur. En sus relaciones con Europa se limitaban, pues, a mantener la doctrina de Monroe, es decir, a poner el continente americano al amparo de eventuales iniciativas de la colonizacin extranjera; no les cost ningn trabajo conseguirlo, pues la expansin europea se diriga hacia-otros campos. Solo despus de 1885 comenz aquel repliegue a provocar nticas, y empezaron a manifestarse nuevas preocupaciones. En 1885, John Fiske, en una obra que titul Manif est Destiny, declar que los yankees, despus de haber colonizado Amrica del Norte, estaban llamados a extender la influencia de su comercio y de sus concepciones polticas a todas aquellas; regiones del mundo en las que no tropezasen con una vieja civilizacin. Josah Strong, en un libro del que se vendieron 170 000 ejemplares, afirmaba que los Estados Unidos deban dominar "Amrica latina y las islas del mar". En 1890, John Burgess, que form en la Universidad de Columbia generaciones de estudiantes, manifest que los anglosajones tenan el deber de "orgamzar a los pueblos no civilizados". Alfred Mahan, el mismo ao, evocaba par;1 uso de sus compatriotas la "influencia del podero naval en la historia". Haba un clima intelectual nuevo: el que formara a Teodoro Roosevelt. Pero aunque las teoras de Mahan no le parecan despreciables al secretario de Estado, James Blaine-que, entre 1889 y 1892, alegaba la necesidad de adquirir bases navales en las grandes rutas oceni-
cas-, an no cambi el clima poltico. Los innovadores, que invocaban, sobre todo, consideraciones de prestigio nacional, no encontraron eco en el Congreso y en la opinin pblica porque los intereses econmicos en aquel momento no se haban despertado. Asimismo, Jos hombres de negocios permanecan indiferentes a los proyectos de expansin, cuya inmediata consecuencia sera el aumento de las cargas fiscales. La masa de los electores segua apegada a la tradicin, segn Ja cual Jos Estados Unidos, despus de haber rechazado un siglo antes y en su propio beneficio la sujecin colonial, no podan pensar en imponerla a otros pueblos. El Japn acababa-muy a su pesar-de abrirse a la penetracin de las influencias occidentales (1). No le quedaba otra salida que aprender del extranjero; adoptando las tcnicas europeas y americanas podra, segn pensaban sus dirigentes, evitar la suerte de. C?ina y conswvar su "independencia nacional". Ms all de este ob1et1vo, los hombres que desde la revolucin ?e 186~ orient~ban los destinos del. pas prevean, sin duda, perspectivas mas amphas: cuando el lmpeno ~el Sol Naciente se hubiera asimilado dichas tcnicas, podra desempenar un papel importante en las relacione~ internacionale~. Sin embargo, an no haba llegado la hora: era preciso antes cumplir la obra de modernizacin econmica, social y poltica y crear los medios de accin navales y militares. En el curso de aquel perodo de veinte aos, en que se oper c?n ejemplar rapidez la transformacin interna del _ras desde .el punto de vista social, econmico y poltico, las preocupac1ones-extenore~ se reduieron, pues, a un papel subordinado. No se hallaban ausentes, sm e~~ar~o. Los diriaentes de la poltica nipona tenan una pr.eocupac1on inmediata: l; de afirmar Ja seguridad del pas: la vecina presencia de los rusos en Siberia oriental v en la Provincia martima no poda dejarles indiferentes. Su primer ~uidado fue, yues, crear un ej~r,cito Y una marina modernos. La ley del 10 de enero de 1873 establec10 en aquel pas, donde la noblez<'. era Ja nica que hasta entonces tena .el derecho de llc\ar armas. el servicio militar obligatorio; por una sene de leyes posteriores, tal obligacin se fue haciendo cada vez m~s estricta: se suprimieron los casos de exencin o de dispensa; en t1e.mpos. de paz, sin embargo, el ejrcito, habida cuenta de los recursos fmanc1eros, no incornoraba ms que una parte del contingente, pero los hombres que no c/an llamados a cumplir los aos de servicio activo. formaban u,na milicia dispuesta a reforzar el ejrcito en caso de conflicto..El Japon, una vez llevada a cabo la movilizacin, contara con un erc1to de operaciones de 240 000 hombres, cuyos mandos haban ~ido instruidos por oficiales extranjeros, sobre todo a!eman:s. La mann~ de guerra, casi inexistente en 1869, se cre en vemte anos; los nav10s se er\Car< i;
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gaban nicamente en los astilleros britnicos, hasta que el ingeniero fr~ncs .Emile B~rtin fund, a partir de 1886, astilleros japoneses; las tnpulac10nes, mientras se formaban cuadros nipones, eran instruidas por oficiales de marina ingleses; los jvenes oficiales japoneses iban a hacer su aprendizaje a Gran Bretaa. Esta preocupacin por su seguridad llev tambin al gobierno a asegurar la posesin de las islas que, de caer en manos de una oran potencia, podran transformarse en bases de accin contra el a:chipilago japons. Lo consigui sin esfuerzo. En 1873 hizo ocupar a 900 kilmetros al sur de Yokohama, las islas Bonin (islas Qoas:{wa~aJ en las que haba sido izada la bandera americana en 1853 po; el como~ doro. ~erry; el gobierno ~e :Vashington abandon sin dificultad aquel archipilago a la soberama Japonesa. En 1875 estableci su dominio s?bre las islas Riu-Kiu, que, a principios del siglo XVII haban pertenecido a uno de los grandes seores feudales nipones, el daimio de Satsuma; cuatro aos ms tarde proclam su anexin, a pesar de las protestas del gobierno chino, que afirmaba tener derechos sobre dichas islas; tambin en aquella ocasin la diplomacia americana se mostr servicial: terci para arreglar la controversia en beneficio del Japn. De nuevo, en 1875, obtuvo mediante una negociacin la posesin de las islas Kuriles, donde los rusos tenan factoras; pero, en cambio, abandon. totalmente la isla de Sajalin a Rusia, que ocup:iba Ja parte septentnonal de ella desde 1862; esta renuncia fue un gesto de prudencia, pues la isla estaba sometida desde 1867 a un condornirno rusojapons, fuente de probables disputas. Pero no sera necesario extender ms aque1la zona de proteccin estratgica? La costa coreana era el lugar desde donde una potencia extranjera podra con mayor facilidad dirigir un ataque contra el Japn. Ahora bien, en el reino de Corea, vasallo del Imperio chino, ~.. las grand~s potencias haban intentado por dos veces una intervenc1on: Francia en 1866, a consecuencia del asesinato de misioneros los ,Esta~os Unidos en 1868, para libertar a marinos americanos qu~ habtan sido encarcelados. En los dos casos, el gobierno chino haba evitado tomar partido, declarando que Corea era independiente en sus relaciones exteriores. Entregado a sus propias fuerzas, el pequeo reino (solo. c_ontaba entonces con diez u once millones de habitantes) poda ser fac1l presa para los europeos. No le interesara al Japn tornarles Ja delantera? A tal argumento se aada la perspectiva de las ven tajas econmicas: los recursos de Corea en hierro seran de utilidad para la futura industria japonesa; Ja produccin de arroz coreano era indispensable al abastecimiento del Japn en artculos alimenticios sobn: todo despus de haber adoptado el gobierno nipn una poltica' demogrfic~ que llev al crecimiento rpido de Ja poblacin. En los medios gubernamentales japoneses. se estudiaba la cuestin coreana desde l 873. Se examin una solucin por la fue~za. pero no fue aprobada. El ministro del Interior, Okubo, uno de los princpales
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artesanos de la restauracin del poder imperial y uno de los promotores de Ja modernizacin del pas, se <opuso a la empresa: al dispersar los esfuerzos, aquella expedicin de conquista podra retrasar la obra de reorganizacin interna: podra incluso comprometerla . definitivamente, pues ofrecera a los ex samurais desocupados. ocas~n de reconquistar mediante una campaa victonosa el prest1g10 ~ocia! que estaban perdiendo; por ltimo, sera peligrosa, pues Rusia, vecma de Corea. podra aprovechar la oportunidad para actuar contra el Japn. ; Deberan lanzarse a tal aventura "como un martn pescador en la ~oncha de una ostra que se entreabre"? El prncipe Iwakura, que acababa de realizar un viaje por Europa y por los Estados Unidos_ y que conoca el estado de nimo de las potencias principales, aconsej la prudencia. El Emperador adopt la poltica propuesta ::or Okubo y por Iwakura: diferir la accin ele fuerza hasta el momento en que la reorganizacin interna estuviese acabada y el fapn lo bastante fuerte para poder enfrentarse con Rusia. Pero. aunque no hubiera lugar por el momento a realizar una conquista, el gobierno nipn prepar el camino para una ocupacin progresiva en el futuro. En febrero de 1876, bao la amenaza de una demostracin naval. obtuvo del rey de Corea Ja firma de un tratado de co:nercio, que aseguraba a los Jc;poneses el acceso a tres puertos coreanos y les conceda un estatuto de extraterritorialidad. En resumen, el Japn emple en Corea Jos mtodos que los occid.entales .le haban anlicado unos veinte aos antes. Para desarrollar su mfluenc1a, atrajo a sus establecimientos de enseanza a jve_nes c?reanos, . que formaran el ncleo de un partido adicto a sus mtenc1ones: dicho partido fue el que, con la complicidad de la _Legacin japonesa en Se~I. trat en 1884 de aduearse del poder mediante un golpe de Estaao. Ei fracaso de la tentativa no comprometi, sin embargo, el porvenir de la poltica nipona; en abril de 1885 _gobierno de :roki~ obtuvo d,el gobierno chino la firma de una convenc1on que pre~e1a la. mtervenc1on conjunta de tropas japonesas y chinas en caso .de ?1sturb1?s e_n Corea. El pequeo reino lleg a ser as camro de nva!Idacl chmo-aponesa. Era aquel el cebo de las rivalidades ~ntre e! Japn y las ~tenct:is europeas"? Todava no. Sin duda, el gobierno corea~o, con~c1en_re de su impotencia para cont.,;ner los progresos de la mfluencta 111po~a. pens, por consejo de la propia China. obtener el apqy? de Rus1~; pidi al Zar que le enviase instructores militares y le .ofreci, a camb10, el derecho de establecer una base naval en la costa nordeste de Corea; la sola oposicin de Gran Bretaa, que reivindicaba igual d7recho. impidi Ja realizacin de tal proyecto. Los eur~peos desc?~fa~an unos de otros, pero no se preocupaban de obstacultzar la poht1ca aponesa, que todava no les pareca peligrosa.
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que el Japn podra ser un rival en Extremo Oric:He y que los Estados Unidos posean los medios para disputarles los ,11ercados suramericanos o los archipilagos del Pacffico? No parece que tales perspectivas entraran en sus clculos. Por el libre juego, ya de los intereses econmicos y financieros, ya de las condiciones demogrficas, aquellas potencias jvenes reciban, de hecho, la ayuda eficaz de Europa. En el Japn el papel de los europeos fue esencial-durante veinte aos-en la obra de modernizacin del pas. Ocurra as nicamente porque los reformadores japoneses fueran sensibles al prestigio de las ideas polticas occidentales y acabasen, tra~ larga resistencia, por obtener del Mikado el establecimiento de un rgimen constitucional? Este aspecto de la influencia europea no dej ciertamente de tener importancia; sin embargo, solo era secundario. pues si la Constitucin japonesa del 11 de febrero de 1889 se inspir directamente en las formas polticas europeas, desconoca su espritu: Mutsuhito se decidi a nunciar un sistema poltico liberal para poner al Japn en pie de igualdad con las grandes potencias, pero se propona evitar el rgimen parlamentario y conservar intacto su poder sberano. Por otra parte. en el plano de las tcnicas-econmicas o administrativas-fueron decisivas las influencias occidentales. El Dep<trtamento de legislacin que estableci las bases para Ja organizacin de los servicios pblicos estaba en 1875 bajo Ja direccin del jurista francs Boissonnade; la .enseanza primaria fue puesta en marcha por un americano, David Murray; las primeras vas frreas se construyeron por tcnicos ingleses; el sistema industrial fue sencillamente importado: las mquinas llegaron de Europa, y las fbricas tipo, creadas por el gobierno nipn, se hallaban bajo la direccin de europeos, lo mismo que las escuelas destinadas a formar la mano de obra; el ejrcito y la marina de guerra, tanto por lo que se refiere a los mtodos tcticos como por lo relativo al material, recurrieron a los instructores europeos. a las fbricas europeas. En 1883 los 2 382 occidentades que residan en el Japn, de los cuales 1 094 eran ingleses. desempeaban un papel de primera importancia en la transformacin dP.1 pas. . Habra sido posible todo aquel esfuerzo de organizacin administrativa y de preparacin econmica sin el concurso de las finanzas europeas? Los bancos ingleses proporcionaron capital para las empresas industriales, y el gobierno nipn, para hacer frente a sus gastos de preparacin y realizar su programa de subvenciones a la industria, obtuvo emprstitos de los mercados europeos. Europa "fue de este modo -Inglaterra especialmente-quien ayud al Japn a convertirse en una gran potencia. Pero el gobierno nipn estaba absolutamente decidido a reducir al mnimo el plazo duran te el cual tuviera que recurrir a tal asistencia: e,mpleaba en sus servicios administrativos 500 expertos extranjeros en 1875, solo conservaba 200 en 1890. Jams perdi de vista su objetivo, que era asegurar la independe-ncia nacional y satisfacer el deseo de poder.
En cuanto a los Estados Unidos. la parte que tom Europa en su marcha hacia el podero no se le puede comparar, sin duda. Debemos, no obstante, desconocerla? Desde dos puntos de vsta, soore todo, el Viejo Continente aport su concurso en el desarrollo econmico: proporcion hombres y capitales. La corriente de emigracin entre Europa y los Estados Unidos aument rpidamente: 2 800 000 salidas 'entre 1871 y 1880, 5 246 000 entre 1881 y 1890. Aquellos emigrantes eran en dicha poca alemanes sobre todo (750 000 entre 1882 y 1885), ingleses e irlandeses y escandinavos; hasta 1895, italianos, espaoles. austro-hngaros y rusos no formaban ms que un contingente reducido (8 por 100 del total en 1877, 25 por 100 en 1887). En aquella oleada de recin llegados la agricultura americana encontr explotadores para sus territorios del Centro y del Oeste medio; en 1890 el 38 por 100 de la poblacin agrcola estaba formada por inmigrantes r.ecientes nacidos en el extranjero, pero"' la industria se benefici an ms de la aportacin europea, que le asegur a la vez una mano de obra abundante y mandos tcnicos. El gobierno federal y el Congreso, conscientes de la importancia que ofreca la inmigracin blanca para el impulso nacional, y satisfechos por la facilidad con que se llevaba a cabo la asimilacin de los recin llegados, abrieron ampliamente sus puertas a los europeos; la ley federal del 3 de agosto de 1882 decidi que la entrada en los Estados Unidos sera negada solo a los enfermos mentales y a los condenados por delitos comunes; la ley de 1891 se limit a aadir un control mdico para eliminar a todos los que padeciesen una enfermedad contagiosa. La aportacin de capitales europeos adquiri particular importancia entre 1867 y 1872, durante el perodo de reconstruccin, cuando las consecuencias de la guerra de Secesin pesaban sobre la situacin financiera de los Estados. Unidos. Se vio detenido en 1873 por la crisis econmica financiera americana, pero se recuper en seguida. La media anual de la importacin de capitales. que, por lo menos en un 60 por 100 eran de procedencia inglesa, fue de 45,5 millones de dlares. Los trabajos de preparacin agrcola y de irrigacin, las industrias metahrgicas y textiles recibieron parte de estas inversiones, pero, sobre todo, lo que buscaban los capitalistas extranjeros eran los ttulos de las compaas de ferrocarriles: en los ltimos aos del siglo la cuarta parte del capital invertido en el equipo ferroviario era extranjero. Los recursos financieros de Europa fueron, pues, los que dieron un rpido impulso al desarrollo de la produccin y de los intercambios. Europa dominaba an en el mundo, pero favoreca el crecimiento de las fuerzas nuevas, que pronto se convertiran en sus competidoras. En las relaciones entre los grandes Estados europeos, el efecto de expansin hacia los otros continentes, sobre todo cuando tenan como objetivo establecer una dominacin territorial, acarreaban choques entre los intereses rivales. Esas rivalidades, por su propia ndole, mante-
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nan desconfianzas en la misma Europa, sobre todo ~ntre Francia ,, I~glaterr~; entre Inglate~r.a .Y Rusia; y entre Francia e Italia. Sin em~ bargo, m1~ntras qu~ los ht1g:os europeos-los que enfrentaron a Francia choques ,e~tre l?s mtereses cqlomales no parecan desempear en la gran polztica ~as que un papel accesorio. Es exacta esa impresin? Antes de considerar ~l luga~ resp;~tivo de esos antagonismos en el desarrol~o de las relac10nes d1plomat1cas internacionales es conv _ te examrnar sus caracteres. ' emen
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CAPITULO III
LAS RELACIONES FRANCO-ALEMANAS
y Alemama, Aus.tna-Hungna y Rusia permanecan en el primer plano de las preocupac10~es de los pueb!os y de los hombres de Estado, los
N. B. No lratamus d~ rndicar aqu los estudios relativos a la expansin colonial d~ cada Estado. Nuestro unico fin es el de mencionar las principaks obras relativas a la doctrina culonfo/, a sus mviles r a los que la han formulado con mayor claridad.
Las relaciones entre Francia y el Imperio alemn continuaban siendo el centro de la poltica internacional de 1871 a 1893. En ellas predominaba la cuestin de Alsacia y Lorena. Los estremecimientos de la sensibilidad nacional de Francia (1) y el estado de nimo casi unnime de los alemanes, convencidos de la legitimidad de la anexin (2), eran evidentemente las fuerzas profundas que daban el tono a las relaciones entre los dos Estados. Pero hay que tener en cuenta, tambin, el comportamiento de las poblaciones anexionadas: la resistencia de los alsaciano-loreneses a ser germanizados era observada, con atenta emocin, por la opinin pblica de Francia y los artculos de la prensa francesa, se vean, por supuesto, agriamente comentados por la prensa alemana. Es importante, pues, tener presente en nuestro nimo, para comprender bien las relaciones franco-alemanas, los aspectos sucesivos de la historia de Alsacia y Lorena: de 1871 a 1874, la poblacin se mostr unnime en oponer una resistencia al rgimen de compresin, que otorgaba al Presidente superior el derecho a tomar "en caso de peligro para la segurdad pblica, todas las medidas que juzgue necesarias". Prueba de esta resistencia fueron las elecciones de febrero, en el Reichstag-los quince elegidos eran todos "protestatarios"; de 187Li a 1879, cuando se relajaron los mtodos alemanes y la Tierra del Imperio fue dotada de una Asamblea consultiva, luego legislativa, los protestatarios ya no tuvieron en las elecciones de 1877 ms que diez puestos, pasando los otros cinco a los autono111istas, que se limitaban a reivindicar. para Alsacia y Loren3, dentro del marco del Imperio alemn, el derecho de administrar, por s misma, sus asuntos religiosos, docentes y econmicos; despus de 1879, se esforz la administracin alemana en "conquistar" a los notables y al clero; pero la rplica, en las elecciones de 1881 v de 1884 fue el derrumbamiento del partido autnomo, pronto seguida: en 1887, por una vuelta al sistema de rigores administra ti vos. Estos cambios, aparentes o profundos, no dejaron de tener ciertamente influencia, en Francia, sobre la idea del desquite y sobre las tendencias de ciertos hombres de Estado. La poltica alemana, a su vez, tena en cuenta el estado de nimo francs, y, sn renunciar a sus objetivos, modific sus mtodos. Ri&',urosa y amenazadora entre 1871
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Vanse anteriormente, pgs. 345 y 346. Vase anteriormente, pg. 343. 369
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y 1875, la poltica se hizo ms conciliadora entre 1877 y 1885; se atirant de nuevo entre 1886 y 1889. Cmo explicar tales altibajos de la desconfianza entre Francia y Alemania? La primera etapa de las relaciones se vio dominada por los objetivos inmediatos de la poltica bismarckiana: obtener el cumplimiento ntegro del tratado de Francfort, es decir. el pago. antes del 2 de marzo de 1874, de la indemnizacin de guerra; retrasar as la reorganizacin de las fuerzas econmicas y militares de Francia. Pero Bismarck, si obtuvo fcilmente el pago ele la indemnizacin de guerra, no consigui, de ello, los resultados polticos que haba ciado por seguros. En la cuestin de la indemnizacin de guerra, el Canciller se haba sentido inclinado. primero, a pensar que Francia intentara rehuir el compromiso, y que. tras de haber efectuado las primeras entregas de dinero, se negara a pagar los tres ltimos millares de milln. En tal caso, estaba resuelto a mantener, "hasta la completa amortizacin de la deuda francesa", la ocupacin de los territorios que tena en fianza: "No comprendo por qu tendrfnmos que abandonar un solo pie del suelo francs antes de que nos pagaran hasta el ltimo cntimo." Estudiaba, inclusive, el colocar dichos territorios ocupados bajo la administracin alemana. Si tal presin resultaba ineficaz, no dudara, deca, en "sacar de nuevo la espada". Para hacer que el gobierno francs tuviese voluntad de pagm adopt una actitud amenazadora, y se mostr insolente e implacable, a partir de los pequeos inciden tes ocurridos, en junio y en diciembre de 1871, en los territorios ocupados: no se trataba solo, segn escribi a Guillermo I, .de afirmar la seguridad de las tropas alemanas, sino, principalmente. de hacer una saludable advertencia; el rigor del rgimen de ocupacin "n puede dejar de ejercer una presin sobre el gobierno francs en el sentido de que este se apresurar, con mayor motivo, a liberarse de la ocupacin, mediante el pago de la contribucin". Pareca, pues, que en el nimo del Canciller, la entrega de los cinco millares de milln era el objetivo esencial que haba que conseguir. El Estado Mayor, por el contrario, para tener ocasin de prolongar la ocupacin, vera con gusto un retraso en los pagos franceses. Pero Bsmarck no deseaba esa solucin: saba que tropezara con las objeciones de las dems grandes potencias, que vean una seguridad de paz en Ja cercana evacuacin del territorio francs. Ahora bien. Jos deseos de Bismarck se vieron colmados. El gobierno de Thiers, a fin de eludir los riesgos de conflicto que creaba la presencia de las tropas de ocupacin y poder reorganizar la defensa nacional, se mostr dispuesto, a partir de abril de 1872, no solo a mantener sus compromisos, sino a llevarlos a cabo con mayor rapidez de la que prevea el tratado de paz. Estaba apoyado, en ello. por la unanimidad de' la opinin pblica. En lugar de esperar a marzo ,de 1874 para entregar los tres ltimos millares de milln, Thiers propuso empezar. sin ms dilaciones. el pago de esta segunda porcin. El gobierno
alemn acept el anticipo al que haba de acompaar, por ~upuesto, una evacuacin gradual de los territorios ocupados. La convencin franco-alemana del 29 de junio de 1872 registr dicho acuerdo. Despus del xito del emprstito lanzado en julio de 1872, el gobierno francs se encontraba en condiciones para apresurar las entregas: el tercer millar de milln se pag en febrero de 1873: el cuarto, en mayo: el quinto, entre junio y septiembre. Seis . meses .ant:~ de lo que estab~ pr.evisto en el tratado de Francfort, la mdemmzacmn de guerra fue liquidada, y el territorio francs, evacuado. . . Bismarck se felicitaba por ello, y como la actitud de Thiers estaba de acuerdo con lo que deseaba la poltica alemana, anhelaba q~e el Presidente de la Repblica se mantuviera en el poder. El emba1ador alemn en Pars, Arnim, por el contrario, examinaba con satisfaccin la perspectiva de un cambio de gobierno en Francia, el cua!, despus de la salida de Thiers, podra desembocar en una restauracin bo~war tista; tal eventualidad le pareca favorable, pues el nuevo gobierno, deca, "no podra enfrentarse con su~ advers~rios, sino apo_Yl?d~se en nosotros". Y adems, no era preferible, en mters del prmc1p10 monrquico en Europa, que desapareciera el rgimen republicano francs? Pero el canciller se opuso a proyectos que le parecan fuera de razn. "Nuestro primer deber-comunic a Arnim--es, desde Juego, sostener siempre al gobierno actual, mientras represente para nosotros la voluntad de ejecutar lealmente el tratado." As, pues, cuando, en 24 de mayo de 1873, sobrevino la cada de Thiers, Bismarck se sinti defraudado. Desconfiaba del nuevo gobierno, a causa de las tendencias monrquicas y catlicas de Mac Mahon. El xito de una restauracin monrquica permitira-a su juicio-que Francia encontrara alianzas con mayor facilidad. La poltica catlica le irritaba; sobre todo. cuando varios obispos franceses, en el otoo de 1873._ juzgaron~ en trminos severos, a veces violentos, l Kulturkampf prustana. Este clima de desconfianza se encontraba ciertamente en los orgenes de la corta crisis que. se abri en las re~aci<:~es fran~o-a!emanas. Pero la consecuencia inmedrnta fue la reorgamzacion del e1rcito francs. La ley de 1872, que haba fundado las bases de esa reorganizacin, estableciendo el servicio obligatorio y fijando en cinco aos. con amplias exenciones, la duracin del servicio en ~l ejrcito act~vo! no haba provocado objeciones por parte de Alemama. Ya no ocurn igual cuando la Asamblea nacional vot, en marzo de 1875, una ley de cuadros que, sin aumentar la cantidad de hombres que servan bajo ~a bandera, en tiempos de paz, increment en una cuarta par~e el numero de batallones y prevea, en relacin con este acrec~ntamiento, _los efectivos necesarios de oficiales y suboficiales. En el mmo del gobierno francs y de los miembros de la Asamblea. esta ley tena como objetivo, principalmente, poner remedio a la crisis de lo~ ascensos, aumentando las incorporaciones. Bismarck, sin embargo, vio en ella una medida destinada a facilitar una movilizacin, y, por consiguiente, una
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?eal de que Francia preparaba la guerra. La prensa alemana evoc ~nmediatamente, la inminencia de un conflicto y se le dijo al emba~ ador de Francia, por mediacin de un colaborador directo del Cancill.er, que Alemania estara interesada en declarar 'una guerra preventiva. Pero este alerta franco-alemn tom un sesgo diferente cuando el gobierno francs, despus de haber estudiado, por un instante, ceder a la amenaza y renunciar a la aplicacin de la ley de cuadros intent u~a r.plic.a: el ministro de Asuntos extranjeros, el duque 'Decazes, dio al mc1dente un alcance europeo, al solicitar el apoyo diplomtico de Gran B!etaa y de Rusia. Cmo obtuvo tal apoyo? El gobierno ingls, en cuya direccin Disraeli haba sustituido a Gladstone, el. ao ?terior, se mostraba ms inclinado que Jo haba e_stado el g~bmete _liberal, a tomar, en poltica exterior, una actitud f~rme. El pnmer. Mmistro se ha~laba inquieto por los mtodos y objetivos de la poltica alemana: Bismarck--escribi a la reina-" es una especie de viejo Bonaparte". Por supuesto, siguiendo la constante tradici~n de la poltica inglesa, rehuy prometer apoyo a Francia. "Si Alemama tratase de declarar una guerra preventiva contra Francia el Gobierno ingls. ~abra demostrar su indignacin", declar al En;bajador francs el Mm1~tro de Asuntos extranjeros, Lord Derby. Bastara con una ~esa~.robac1n ve;b~l?-obje.t el Embajador. A lo que. Derby respondi: Tal es la urnca segundad que puede ofreceros el ministro d~ una monarqua constitucional." Sin embargo, el gabinete britnico h1z? saber a Bisrr.iarck su punto de vista. Aunque lo hiciera en un tono amistoso, la gestin era clara: se invitaha al gobierno alemn a "calmar las inquietudes de Europa". La acci~n de Rusia fue anloga, pero tuvo mayor alcance, porque el Zar babia aceptado, en mayo -de 1873, una convencin de alianza col\iel gob~erno alemn (1). Aho,ra. bien, Alejandro II intervino, en persona, y senal claramente los hm1tes que asignaba al Acuerdo de los tres Emperadores. Quera-dije al embajador de Francia-calmar el alerta franco-alemn, sin recurrir a la amenaza: "Lo conseguiremos sin eso." Decidi ir l mismo a Berln, en compaa de Gortchakof, con el cla~o designio de presentar a Bismarck sus observaciones. Qu sucedi en el curso de aquella entrevista? Los documentos no permiten que _lo sepamos con exactitud. Parece probable que Bismarck no diera ocasin al Zar pa:a _hacer sus amonestaciones y que, por lo pronto, afectara tratar al mc1dente franco-alemn, como un asunto exagerado excesivamente. En todo caso, afirmara que Alemania no pensaba en una guerra preventiva. Ello bastara para tranquilizar al gobierno francs. Haba pens<\do Bismarck, realmente, en aquella guerra preventiva? No parece verosmil. En los documentos no hay nada que permita
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atribuirle tal d~signio. Mas el Canciller haba q~erido intirnid.~r a Frar:cia, para llevarla a interrumpir su rearme. Hab1a fracasado. Alemama -deca Decazes-ha ::omorobado que tenemos derecho a proceder, en Ja plenitud de nuestra indepen~lencia, a J~ reor~anizacin nuest,r~s fuerzas militares." Para el gobierno frances hab1a const1tmdo un ex1to. Y otro era el haber recibido una prueba de simpata de Rusia y de Gran Bretaa, por primera vez, despus de la derrota de 1871. Para Bismarck, el asunto, por pequeo que pudiese parecer, era de importancia. No solamente no haba conseguido impedir el rearme franci, sino que haba apreciado la debilidad del sistema de los tres Er~ peradores. Sin repudiar la promesa de alianza defensiva, dada ha~1.a dos aos a Alemania, Rusia haba indicado claramente que no adm1t1ra que Bismarck tratara de apbstar a Francia. Era una l~ccin que ~l Canciller no podra olvidar. Sin ninguna duda, se mostro muy sensible a ella: varias veces evocara despus el alerta de 1875 como el recuerdo de un fracaso penoso para su amor prop10. Pero, sobre todo, no tardara en sacar de aquella experiencia consecuencias importantes para las relaciones franco-alemanas. Puesto que no haba podido obstaculizar Ja reorganizacin de las fuerzas militares francesas, no. le convendra estudiar una revisin de su actitud respecto a Francia? En 1877. con ocasin de la crisis interior francesa, tom forma la evolucin de la tctica bisma'rckiana. En el conflicto producido por Ja oposicin de la mayora republicana de la C~mara-los. 363-a Mac Mahon, despus del 16 de mayo, vio el Canciller una c1rcusta~ cia favor<lble para la poltica alemana. A pesar de la actitud de Gu1llermo I. que deseaba el xito de Mac Mahon, pu~s "los progresos del radicalismo seran-deca el Emperador-tan pehgrosos para Europa como para Francia". Bismarck quera abiertamente el fracaso de los monrquicos, por los motivos que ya haba indicado en 1872 y en 1873 (1). El Canciller no era hombre que se contentara con deseos platnicos; intervino, mediante instrucciones conidenciales a sus agentes diplomticos, y consignas ,que dio a la prensa alemana. A su embajador en Pars, Hohenlohe, le orden, el 29 de junio de 1877, que mostrase claramente, en conversaciones y contactos con la prensa, de qu lado iban las preferencias del gobierno alemn: el xito de Mac Mahon llevara a un ''gobierno dictatorial y monrquico de elementos que nos son hostiles con una preponderancia d_e los jes.ui.tas; mientras que con la Repblica, tendramos la perspectiva de v1vir en paz duran~e mucho tiempo, quiz durante muchsimo". "Es preciso, pues -aada-influir con nuestra actitud sobre las elecciones, para hacer fracasar, si ello es posible, el golpe de estado de Mac Mahon"; ahora bien ese fracaso ser posible "si los electores se persuaden de que tres~ientos sesenta y tres significan la paz, y la coalicin reaccionaria, la guerra".
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As, pues, se mostraba satisfecho en octubre de 1877 de:; : ::sultado de las elecciones francesas: la victoria de los republicanos le: pareca implicar la casi certeza de que Francia no encontrara simpatas en San Petersburgo ni en Viena. Poco le importaba que con tal xito se corriera el riesgo de que Gambetta ocupase el poder; saba muy bien que el hombre del desquite haba evolucionado. Segn opinin del Canciller, la Repblica en Francia sera una garanta de paz precisamente porque el rgimen era incapaz de inspirar confianza a los dems estados. El 30 de enero de 1878 el secretario de Estado en Asuntos extranjeros declar al nuevo embajador de Francia, Saint-Vallier. que Bismarck, tranquilizado por el fracaso del partido clerical y monrquico, estimaba que haba llegado el momento de mantener con Francia "relaciones tales como no las hemos tenido despus de la guerra". Cmo conceba el gobierno alemn esas relacion~s nuevas? Por una parte, practicaba en Alsacia y Lorena una poltica menos rigurosa. Al aplicar el nuevo estatuto, establecido por la ley del 14 de jlio de 1879, nombr para ocupar el puesto de Staathalter al general Manteuffel, que busc contactos con la burguesa industrial, con los grandes propietarios y con el clero y que se declar partidario de los mtodos conciliatorios. Crea que la asimilacin iba por buen camino y que la administracin aiemana conseguira raspar el barniz f rancs. ~l resultado de las elecciones de 1881. por las cuales los autonomistas solo consiguieron un elegido, no bast para quitarle las ilusiones. Por otra parte, animaba al gobierno francs en las empresas coloniales, que, segn deca. desviaran de Alsacia y Lorena las miradas de Francia y proporcionaran al gallo galo satisfacciones de prestigio en un campo de accin en el cual no tena Alemania intereses directos. Por supuesto, tambin daba por descontado que Francia, mediante sus iniciativas. tropezara con los intereses de Gran Bretaa y con los de Italia, y una y otra podran entonces sentir la necesidad de un acercamiento a Alemania. El nuevo sesgo que declar el Canciller haber dado a las relaciones franco-alemanas era, pues, tambin un medio de consolidar la preponderancia continental del Relch: mientras intentaba aplacar los resentimientos de Francia, quera mantenerla en el aislamiento. Esa actitud se afirm en 1878 y en 1881 a propsito de la cuestin tunecina; en 1884, con ocasin de los asuntos del Congo y de la guerra franco-china (1). El Canciller empuj tambin al gobierno francs a tomar una posicin muy firme respecto a Gran Bretaa en el asunto de Egipto. Durante varios meses. de agosto a diciembre de 1884, hace insinuaciones a Jules Ferry. "Renunciad a Ja cuestin del Rin-dijo al embajador, barn de Courcel-y yo os ayudar a conquistar en todos los otros puntos las satisfacciones que podis desear."
(1) Vanse ms adelante, pgs. 398, 400 y 401.
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Implicaba ese plan bismarckiano una colaboracin franco-alemana en ~oltica general? Bismarck, dec\ar desearla,: "Los dos pases-deca-deben estar de acuerdo para enfrentarse con Inglaterra Y q~e brantar el dominio que ejerce en los mares." Lleg hasta pronuncia~, el 30 de septiembre de 1884, la palabra alianza, por ~lusin, en .una conversacin, en la que indic al embaja?or .de ~rancia l~. necesi~ad de establecer un contrapeso a la hegemoma naval inglesa: Es preciso que Gran Bretaa se acostumbre a la idea de que una. alianza francoalemana no es cosa imposible." En enero de 1885 ofreci a Jul~s Ferry una entrevista, que podra tener lugar en Luxemburgo o en S~~za. . El presidente del Consejo francs examin una .colaboraqon ac;idental en las cuestiones coloniales: pero, aunque. estimase que en principio era necesario mejorar las .relaciones fr~nco-alemanas y, por consiguiente. no recordar la cuestin de Alsacia y. Lorena, no co~test a los propsitos del Canciller en cuanto al porvenir de estas ~elaciones. Sin embargo, algunos diplmticos opinaban que un conve.mo fran!oalemn afirmara en Francia una "relativa seguridad", particularmenfe oportuna en perodos de crisis econmica. Pero la o~inin pblica fr~n: cesa no se hallaba dispuesta a aceptar un acercamiento a Alemama. no solamente la prensa de oposicin, sino la mayor parte de la gubernamental. en Pars y en provincia_ll, .demostr c!aramente ;se es~~do de nimo. El considerar un acuerdo con Alemania, no sena abanaonar Al sacia y Lorena? Por otra parte, Jules Ferry-y el . barn de Courcel comparta su sentimiento-desconfiaba de las. m~mob.ras, de las combinaciones tenebrosas de Bismarck. Al hacer msmuac10nes a Francia, no se propondra el Cancill~r enemista~la con, Inglaterra 1 Aun cuando sus ofrecimient9s fuesen sinceros, cua~ podria ser el carcter de una colaboracin franco-alemana? No debera pensarse que tal amistad sera tempestuosa y que Alemania considerara a Francia como un compaero de segunda categor~a? P~r ello Jules Ferry no recogi ia alusin de Bismarck a una posible ahanza y rehuy 1.a proposicin de una entrevista. El Canciller alemn se mostr decepc~onado por la actitud de Francia. "Seguir cortejando a esa dama caprichosa, pero no tengo mueh as esperanzas. " . . Debemos pensar entonces que en 1884 el gobierno francs descmdar~ la ocasin de dar un nuevo giro a las relaciones franco-alema.n~s? Debemos creer que, si lo hubiera permitido el estado de la, opmi.n pblica francesa. habra seguido Alemania el cami~onque parec~an abnr los ofrecimientos de Bismarck? No parece ser asi. La desconfianza de Ferry v de Courcel no era infundada. pues Bismarck, durante el curso de aqt~el intento de negociacin con Francia, no hab~a dejado por un solo instante de conservar el contacto con Grai: Bretana. Por supue~to, no debe ll~mar la atencin el que Alemania 1ugase con dos bara1as. Pero de qu lado estaban orientadas sus preferencias? Una nota encontr~da en los papeles personales del Cancil~er por 71, his~oriador alemn Windelband permite aclararlo: "Es prec1so-escnb1a Bismarck
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111. LAS RELACIONES FR.\NCOALEMANAS
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el 3 de agosto de 1884-cuidar 1 Bretaa." Cuando el Canciller h ?s .de~acue.rdos entre Francia y Gran un xito, sino ms bien inquie~~a t~muac10ne-:_ a Francia, no deseaba acuerdo con Alemania .. tal pa e a rtn. Bretana para obligarla a un . re e ser a interpretacin ms verosmil. Con todo, en tiempos del ministerio F . alemanas, sin llegar a .ser n1 cordta1es nt . conef'.ry las 1adas h relac10nes b' d franco e o que fueran nunca desde 1871 p , ~ ta.n s1 o meores d 1 De~pus de la cada de Ferry el ~ro este rela1am1ento !1 dur. ~nodo de detencin en la ex;ansin co~o~=~zo de l885, y tras del eta, .las preocupaciones continentales volvier , que fue .s1! consecuenrancta en Francia. La actividad d 1 . on a ad9umr prepondesentjmiento antialemn y l e a ~tga de los Patriotas reanim el Ministerio de la Guerra' fav~:ecresenc;a .~el. general Boulanger en el 1 el despertar de la idea de des u~e~nE~ e17:c .to Y ~n. la opinin. p.blica de ~a Guerra haca alusin al ~est bl pe~t0dtco oftc.t?s<? del Ministerio hana "palidecer a los lejano , a . ec1m1ento del eerctto francs, que titud de Boulanger no era lasd~~m~~es alemane~": Ciertamente la actranjeros, Flourens, no dejaba d~ ~~rno; el m1~1stro ?e Asuntos expero el general llevaba tras de s' trmar s1!s mtenc10nes pacficas, pblica. Alemania tena pues ~o~una parte i.mportante de la opinin lla situacin. El embajador aiemn1:~s /r,a v1.gilar atentamente aquepeligrosa; Francia en su opinin d ans, sm embargo, no la crea declar su inquietud En el . . , no deseaba la guerra. Pero Bismarck mv1erno e 1886 a 1887 a1 precio de una disolucin del Reich t exig.i Y obtuvo, del ejrcito; convoc en pleno invi s ag, un aumente: en los efectivos perodo de ejercicios en la proximi~~~o da i~ /eserv1stas durante un esto el preludio de un ol d f . e a rontera francesa. Era que el embajador de Fragncfa ene Beu~:za? ,Flour~ns lo ~e ma, mi en tras PQr el Canciller una sm le manio:r m veta e,n. as. med.idas decretadas Pnsamiento de Bismarcf iba . a de poht~ca tntenor alemana. El inmediatos. Consideraba la hl~~ :mbar~o, mas all de los incidentes a ser presidente del Consejo o pr:::~e~~gu~ lf ~al , B~ulanger llegara escribi, "sera la guerra" Su ( ~ e . epubhca. En tal caso, blicano le llev a decir. ;,Lo ;n iguo esprec10 por el rgimen repums de s" (1). . s ranceses, con su Rep.blica, ya no dan
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l Estaba verdaderamente in t tuac;in 1 Cuando el 30 de dici~~~r~ ;;i~~~ so~? de e~plot~r Ja siPans, asegur en un informe . Munster, emba1ador en g~erra estallase, sera por nuesf~~ l:~~nciahse f m~sltraba pacfica ("Si Ja ci6n para arrastrar a ella a los frances;sf. ar a a ~a un~ ~~an provocador que retirase el . f . ), el canciller p1d10 al emba1am orme, que tba "co t ,, l l' . alemn. Premeditadamente des t b n ~a a po itica del gobierno Pero l debemos olvidar car a a to a prueba tranquilizadora l ----.-.-. . , para c:;omprender ese estado de nimo, las
( 1) francs.) Les Fran~a1s ' avec leur R pu br origmal ique, sont au bout de lcur latn". (En el
decepciones que experiment Bismarck por la misma poca en Alsacia y Lorena? Despus del fracaso sufrido por la tentativa de Manteuffel. el nuevo Staathalter, Hohenlohe, haba tratado no ya de incorporar a los alsaciano-loreneses, sino de reavivar el sentimiento autnomo, declarando que b poblacin de la Tierra de Imperio, si se resignaba a aceptar como permanente la situacin creada por el tratado de Francfort, podra obtener un estatuto que colocara a Alsacia y Lorena "en el mismo pie de igualdad poltica" que los dems Estados alemanes. El embajador de Francia en Berln comprobaba en 1885 que la autm,idad alemana estaba haciendo en Alsacia progresos muy reales. Ahora ben: la disolucin del Reichstag a principios de 1887 puso_ en delicada situacin la poltica alemana en la Tierra de Imperio: Jos electores alsaciano-loreneses fueron invitados a decir si aprobaban la ley militar alemana que Bismarck haba declarado necesaria alegando el riesgo de guerra con Francia. Hohenlohe crea que deba dirigir un llamamiento al cuerpo electoral. "Elegir hombres que nieguen al Imperio alemn el derecho de mantener en todo tiempo un fuerte ejrcito" sera "poner la paz en peligro". La respuesta de los electores fue clara: Jos quince elegidos eran protestatarios. He aqu, segn reconoce Hohenlohe. "una manifestacin de simpatas francesas". Los medios militares alemanes hubieran querido, a ttulo de rplica, restablecer el rgimen dictfitorial que haba existido durante Jos primeros aos de la anexin. Sin querer ir tan lejos, el Canciller hizo tomar a la administracin medidas rigurosas, que fueron denunciadas violentamente por la prensa francesa. No hay que maravillarse de que el gobierno francs, sumando estas seales- qu otro medio tena de formarse una opinin?-, experimentase una creciente ansiedad. Determinada por las imprudencias del nacionalismo boulangerista, mantenida por los actos o los propsitos de Bisrnarck, la tensin franco-alemana alcanz su punto culminarlte el 20 de abril de 1887 con el asunto Schnoebel. El comisario de polica francs en Pagnysur-Moselle ue apresado por policas alemanes tras una orden de detencin del Tribunal Supremo de Leipzig. Ciertamente Schnoebel haba tenido una actividad de espionaje que el gobierno francs no ignoraba. Las condiciones en las que tuvo lugar el arresto fueron las que hicieron grave al incidente: Schnoebel, convocado a una conversacin de servicio por su colega alemn, Gautsch. fue atrado a una emboscada, y los policas alemanes, segn dos testigos, penetraron algunos metros en territorio francs. Al suceder este incidente. despus de un largo perodo de nerviosismo se levant en Francia un airado movimiento de la opinin pblica: pareca significar que Bismarck buscaba una ocasin para provocar la guerra. El general Boulanger exigi al gobierno que decretase el despliegue de tropas de cobertura, pero el presidente de la Repblica se neg y el gobierno se content con reclamar la libertad de Schnoebel. Bismarck Ja concedi al cabo de algunos das.
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En el fondo, el asunto-segn documentos hoy conocidos-no haba tenido el carcter que le atribua la opinin francesa. Parece que Bismarck no era responsable directo de las condiciones en las que haba tenido lugar el arresto; cuando recibi del gobierno francs la prueba de los procedimientos a que haba recurrido la polica alemana, haba comprendido que era preferible zanjar el incidente. Habra actuado as si hubiera querido la guerra 7 Sin embargo. aquel momento, crtico dej en Francia profundas huellas: haba mostrado lo precario de la paz y reavivado en la opinin pblica la conviccin de que Alemania no renunciaba a mtodos de provocacin y de que sera preciso algn da, tal vez pronto, acabar con aquellas disputas de alemanes. Veinte aos despus an no se habra borrado el recuerdo ele tal asunto. En mayo de 1887, sin embargo, cuando Boulanger fue eliminado del ministerio ele la Guerra, se debilit la tensin: el presidente de la Repblica, Crvy, declar al embajador alemn que haba actuado personalmente para apartar del gobierno a aquel agitador, cuyos influencia y poder haban sido exagerados: asegur su fe en un porvenir pacfico que correspondiera con el deseo de la gran mayora del pueblo francs. Y Bismarck, algunas semanas ms tarde, dijo al embajador de Francia, pr mediacin de su banquero Bleichroder, que ahora se senta satisfecho de las relaciones franco-alemanas.
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CAPITULO IV
E.
Sobre 1877-1881.-
DANIEL HALvY: La Rpublique des D11cs. Pars, 1937 (especialmente, las pginas 304-308).-E. WIEDERKEHR: Les origines de l' A l/iance f ranco-russe: les mmes 1878- 188 l, Friburgo (Suiza), 1942.
El despertar de la cuestin de Oriente que se manifest a partir de 1875 no dejaba de haber sido previsto. Desde principios del siglo XIX y coincidiendo con los progresos del movimiento de las nacionalidades, la dominacin otomana en la pennsula balcnica era ms precaria cada vez. La desmembracin parcial que haba sido jalonada por la creacin de los principados de Serbia y de Montenegro, del reino de Grecia y, por ltimo, del principado de Rumania (1), no poda por menos de hacer ms graves las . difi~ultades en las regio~s que an permanecan someti?as a la ~ommac1n otomana, dond~ vivan poblaciones serbias, bulgaras, griegas y rumanas. Par~ dichas poblaciones, los principados y el reino eran centros de atraccin. Solo los blgaros, entre los cristianos del Imperio turco~ no hallaban ~uera un hogar independiente, o casi independiente, ~acta el que rudieran volver sus miradas. Por ello su despertar nac10nal haba sido ms lento que el de las otras poblaciones cristi~as. Pe~o despus ~e abril de 1870 los blgaros, con la ayuda de Rusia, hab1an conseguid~ del Sultn un rgimen religioso nuevo; en l';lgar de ~epender del pa~nan;:a ortodoxo de Constantinopla, que era gnegot.... teman a~ora ~na iglesia autocfala, cuyo jefe, el Exarca, era un blg~ro: La exis~encta de esta Iglesia blgara favoreca el desarrollo del s7nt1m1ent? naciona~. . Por qu aquel mal crnico del Impeno turco iba a abnr cammo a un gran movimiento insurreccionista, que come_nz en 187? y se extendi en algunos meses desde Bosnia y Herzegovma a Bulgar!~? En Bosnia y Herzegovina, donde la mayora de la poblac10n era de lengua serbia y de religin ortodoxa, pero donde la ~obleza local, para conservar sus privilegios, haba consentido en_ islamizarse, par~ce que las condiciones econmicas y sociales desempenaron e~ papel prmcipal. Los aldeanos, sobre todo si er~n _colonos, se queaban de la agravacin progresiva de los censos senona~es Y, del aumento r:centsimo de las cargas fiscales; en 1875 se anad10 a tal desgracia u~a mala cosecha. En las ciudades, los artesanos-los zapateros y los teedores-vean empeorar su situacin, ya que en 1851 fue suprimido el rgimen corporativo y creci la competencia de los productos importados. No cabe ninguna duda de que el bajo clero se aprovech de este descontento. Pero el factor religioso desempeaba nicamente un papel secundario, pues las poblaciones ortodoxas se encontraban mezcladas
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Sobre el papel de la Gran Bretaa.-C11 81.ocn: Les Relations franco-a11glaes de 187 l a 1878, Pars, 1956.
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con grupos catlicos, cuyos jefes mostrbanse reacios respecto al movimiento nacional, y con los israelitas, que mantenan el poder otomano. Ms importante era, sin duda, el papel del Gobierno serbio. Ya en 1867 el prncipe de Serbia, Miguel Obrenovitch, haba pensado en formar contra Turqua una confederacin balcnica, obteniendo el apoyo del reino de Grecia y del principado de Rumania. Este proyecto no se haba llevado a cabo. Pero la propaganda del nacionalismo serbio se desarroll en Bosnia y Herzegovina. A partir de 1873, dicha propaganda, como seala un diplomtico austraco, tena por objeto hacer desempear a Serbia en la pennsula balcnica un papel anlogo al que haba desempeado el Piamonte en Italia. En Bulgaria, el movimiento insurreccionista no pareca estar directamente determinado por los intereses econmicos o por Ja situaCin social; la protesta fue obra de eclesisticos y de maestros de escuela, dirigidos por algunos jvenes intelectuales; estaba animada por el sentimiento patritico. Pero aunque reuniera solamente una minora de la poblacin, estaba mejor organizado que el movimiento bosnio; a partir de 1873, Levski, su promotor, haba organizado doscientos comits revolucionarios secretos. Para atraer a los aldeanos, el comit central trat de persuadirlos de que la insureccin poda contar con el apoyo exterior, y para convencerlos, no dud en emplear a veces Ja fuerza, amenazando con incendiar las aldeas si sus habitantes se negasen a participar en la accin. _Con todq._ no consigui un concurso activo y total ms que en una parte del pas. La sublevaein blgara no fue, pues, un movimiento de masas. Estas iniciativas locales no habran bastado, sin duda, para provocar la insurreccin si los jefes no hubieran esperado una asistencia del exterior. Podan esperarla bien de Rusia, bien de Austria-Hungria. Es probable que el viaje efectuado por. el emperador Francisco Jos por Dalmacia durante la primavera de 1875 a lo largo de la frontera de B1esnia y Herzegovina moviera a sublevarse a los serbios de aquella provincia. Es ms verosmil an que la actitud de los agentes rusos diera a los serbios y a los blgaros el convencimiento de que no seran abandonados si tomasen la iniciativa de un levantamiento contra la dominacin otomana. En agosto de 1875 fue cuando comenz en Busnia y Herzegovina la insurreccin. Se extendi en la primavera de 1876 a los pases blgaros. La represin fue inmediata y salvaje, sobre todo en el pas blgaro, donde se entregaron los turcos a matanzas que produjeron tal vez 30 000 vctimas. Entonces, Serbia y Montenegro declararon la guerra al Imperio turco; pero los dos principados seran aplastados evidentemente de no conseguir una intervencin extranjera. He aqu, pues, cmo surgi de nuevo la cuestin de Oriente. Interesaba principalmente a Rusia, a Austria-Hungra y a Gran Bretaa. Cules eran en aquel momento las preocupaciones de los tres Estados?
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uella crisis la ocasin de debilitar al Rusia poda encontrar en 1dq su influencia sobre las poblaciones . tomano y de conso 1 ar Imperio o , 1 b l , ca. bastara que sostuviese sus asp1raeslavas de la pe~msu ~ a cam,. , la independencia. Pero deba especiones a conseguir la aut~nom1,1 , la de Inglaterra. Gortchakof al rar la oposicin ~e. Austr_1~-1:f,unr~fe{go. deseaba favorecer los intereprincipio de la cns1s co~s1_ e10 e u~ra actuar hasta donde fuera ses de los eslavos balcamcos, pero q . El mbajador de Rusia en los ~edios panesposible de acuerdo con las otras potencias. , t t' f que estaba en contac o con . . l I Constantmop a,. gna ie t -0 una accin independiente: s1 1 la vistas, preconizaba, por; e con rl~n dlreccin del movimiento eslavo nnsula una influencia predomiactuara sola, Rusia podna. tomar en los Balcanes y conseguir en. lad ~ te varios meses toda decisin. A 1 desacuerdo retraso uran ., . nante. que - d, 1876 Gortchakof reconoc10 que, s1 perSin, embargo, e:i el otono net::'ro fuesen aplasta\fos, se dara un golp,e mitla que Serbia y Mon~e g l B 1 es El Gobierno ruso anunc10, t' o de Rusia en os a can . . grave a1 pres ig1 . . se onan ellas de acuerdo para im~oner oues, a las potencias que, si nof P_ beneficio de las poblac1oneS 1 Sultn un programa de re on'.1as. en b' a . . dudara en intervemr solo. , cnstianas,. no , . . b . t de Sulmca. Se proponta esta 1ec7r Austna-Hungna v1g1la a 1:.../u a . ia hinterland de la provincia . fl . Bosrna y -ierzegovn ' . d N su m uencia en . . resaba tambin por el Sandak e oaustraca de. Da_lmac1a. Se mte . ter ona entre Serbia y Montenegro. vibazar, terntono turco que ~e m_ PPero sin duda alguna, tampoco Estas eran preocupac10nes ~1rec~a~. . es . bajo la gida de Rusia, un quera ver desarrollarse en os can movimiento eslavo.. b t ueva crisis, corno en las preceA Inglaterra le ir: teresa. en es a nero turco: si se hundiese, no dentes, mantener la mtegn~ad "d~l I~~r los Estrechos? En cuanto a la correra el riesgo de ver a . , us1a ~nva 11 Sultfo para obligarle a mejorar oportunidad de hacer ~res1on _re e o ~xsta unidad de opiniones la suerte de las po~lac1ones c.1st_1a.~as,l.nberal al llamamiento de G!add' polticos La opos1c10n 1 ... en 1os me ios ., . h ente folleto "los horrores de Bu1gana , stone. que denunc!o en !ve e~n conservadores se mostraban nclinaera hostil al Sultan, e me uso os . 1"1111'stro Disraeli no tomaba 11 , ito Pero ,.1 pnmer n . . , . l"b ~rtadores de Jos cristianos balcan1cos; dos a este amamH.:r_ . en serio los nzovwz~e1_1tos 01. e. t . resiones favorables a los turcos, haba trado de sus v1aes a nen e i;np 1 , . b s y adems al , te confund1a con os ara e . ' a quienes, por otra ~ar . . n sobre el Gobierno otomano, asociar a Gran ~retan~ en ~n~o~reet~r la influencia ele que gozab_a e:i no correra el nes~o e e? p 1 sa? Por tanto, se esforz en d1sm1Constantinopla Ja d1pJomac1a mg e d. e Bulgariq al mismo tiempo que . 1 . ta cia de las matanzas ' ., , nu1r a impor n . b el Sultn una coacc10n que, segun rechazaba la idea de eercer _so re crea, le hara el jue_go a Rusia.fi ando el 11 de noviembre de 1876, La crisis internac10na~ se per 1 Mcu_ , l Zar se declar resuelto a en un discurso pronunciado en oscu, e
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actuar mediante las armas si las potencias no se decidan a intervenir vigorosamente cerca del Gobierno otomano. Esta crisis iba a mantener a Europa en estado de alerta durante casi dos aos. Para evitar una intervencin de Rusia sera preeiso obtener del sultn Abdul-Hamid la adopcin inmediata de un programa de reformas. La Conferencia de los embajadores, reunida en Constantinopla en diciembre de 1876, se dedic a ello. Es&1bleci un plan, segn el cual los blgaros y los bosnios insurrectos obtendran su autonoma administrativa dentro del marco del Imperio. El Sultn, para escapar a este peligro, promulg una Constitucin y anunci la convocatoria de un Parlamento en el que las poblaciones cristianas podran, deca, presentar sus reivindicaciones. As, la cuestin de los pueblos vasallos quedara resuelta. Simple comedia que no enga a las potencias europeas. Realmente el Gobierno turco no se propona adoptar un autntico rgimen constitucional, y el grupo d intelectuales que deseaban aquella reforma, los jvenes otomanos, no quisieron tomar en consideracin el otorgamiento de un estatuto particular a las poblaciones cristianas. Pero cuando se trat de determinar qu medidas se adoptaran para obligar al Sultn a ,ceder, surgieron los desacuerdo_?, pues el Gabinete ingls se negaba a dirigir una amenaza concreta. El Gobierno turco io aprovech en seguida para zafarse. Fue, pues, la poltica de Disraeli lo que hizo fracasar el proyecto de una accin colectiva de las grandes potencias. Tal fracaso abri el camino a la intervencin del ejrcito ruso. Pero el Gobierno del Zar antes de tomar este partido adopt precauciones: no quera tropezar al mismo tiempo con Inglaterra y con Aust raHungra. Asf, pues, entr en negociaciones con el Gobierno austrohngaro. Dicha negociacin, esbozada ya en 1876 y reanudada tras el fracaso de la Conferencia de Embajadores, termin el 15 de enero de 1877 con Ja firma de un convenio secreto. Austria-Hungra prometa a Rusia guardar, en caso de guerra ruso-turca, una neutralidad benvola e incluso dedicarse mediante accin diplomtica a eludir la intervencin posible de una tercera potencia, es decir, de Inglaterra. A cambio de esta promesa, Austria-Hungra obtendra el derecho de ocupar Bosnia y Herzegovina, y Rusia se comprometa, en el curso de Ja guerra ruso-turca, a no llevar las operaciones a la parte occidental de la pennsula. En resumen: el Gobierno austro-hngaro se haba dado cuenta de que no podra evitar la intervencin rusa: prefera, por tanto, un compromiso que limitase los daos y le asegurase una ~ompensacin. Tras una nueva negativa del Gobierno otomano a aceptar (principios de abril de 1877) las condiciones fijadas por- las potencias (una vez ms se hallaba convencido el Sultn de que Gran Bretaa se opondra a toda coaccin efectiva), el Gobierno ruso pas a la accin; declaraba la guerra--deca-para obligar al Sultn a mejorar la suerte de las poblaciones cristianas de su Imperio. Mas para tranquilizar a Gran
Bretaa, aseguraba que no tena intenciones de apoderarse de Constantinopla, como tampoco de imponer por una decisin unilateral una revisin del estatuto de los Estrechos; prometa tambin no extender Ja zona de las operaciones de guerra hasta Egipto. vasallo del Imperiu otomano. El 24 de abril de 1877 las tropas rusas entraron en Rumania, con el consentimiento del Gobierno de Bucarest; llegaron, sin esfuerzo. al Danubio; pero rechazadas al norte del ro por una contraofensiva turca, se vieron detenidas durante mucho tiempo ante la fortaleza de Plevna ;' solo tras la conquista de Ja ciudad, a finales de noviembre de 1877, la resistencia turca pareci completamente rota; los ejrcitos rusos atravesaron los Balcanes, y desembocaron, en enero de 1878, en la llanura de Andrinpolis, de la cual se apoderaron, y marcharon sobre Constantinopla. Los turcos solicitaron un armisticio, que el alto mando ruso no pareca tener mucha prisa en concederles. Hasta la conquista de Plevna, los rusos haban podido llear la guerra sin encontrar oposicin activa por parte de las otras potencias. Pero cuando avanzaron en direccin a Constantinopla, Gran Bretaa y Austria-Hungra, se alarmaron. Podan confiar en que Rusia, victoriosa, respetara las promesas hechas la vspera y al principio de la campaa 7 Disraeli, a pesar -de las reticencias de los !J1edios financieros y econmicos, advirti al Gobierno ruso que Gran Bretaa no admitira una ocupacin de Constantinopla y que tomara, llegado el caso, medidas enrgicas para proteger sus intereses. Andrassy, en una nota del 15 de enero de 1878, exigi a Rusia que no situase a Europa ante un hecho consumado, es decir, que no impusiera a Turqua condiciones de paz antes de haber consultado con las otras potencias. Ante tales amenazas, el Gobierno del Zar envi al comandante en jefe la orden de firmar el armisticio. Se llev a cabo el 31 de enero, y las tropas rusas se detuvieron ante las lneas de Tchataldja, en las inmediaciones de Constantinopla. Quera decir esto que Rusia fuese a prestarse a una consulta internacional antes de concluir la paz? En los medios oficiales rusos la tendencia conciliadora-la de Gortchakof, que haba triunfado cuando se firm el armisticio-hubo de batirse en retirada ante Jos partidarios de una poltica audaz: el embajador Ignatief, vuelto a Constantinopla, inici negociaciones de paz con Turqua sin tomar consejo de las otras potencias. Era un momento crtico. El 15 de febrero, el Gabinete ingls tom la decisin de enviar su escuadra del Mediterrneo al mar de Mrmara, y all recal durante varios das ante la isla de los Prncipes, a la vista de las lneas rusas; amenaza necesaria, segn el primer ministro, para tranquilizar al Sultn, el cual podra intentar echarse en brazos de Rusia si Gran Bretaa flaqueara. El 28 de febrero, el Gobierno austro-hngaro anunci que iba a preparar la movilizacin, pero no quera decretarla an, a pesar de que Inglaterra Je ofreca poner a su disposicin los medios financieros necesarios. Puesto que Austria-Hungra no pareca resuelta a apoyar a fondo a Gran
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LOS CONfLIC!'OS
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Bretaa, Ignatef no retrocedi en su camino; estableci las clusulas del tratado, parece ser que sin someterlas siquiera a Ja aprobacin de Gortchakot El 3 de marzo de 1878 se firmaron los preliminares de paz de San Stefa: 10 entre Rusia y la Sublime Puerta. El tratado de Sall Stefano estipulaba que Rusia se anexionara las ciudades de Kars, B:1yazid y Batum, en la parte asitica del Imperio otomano, y la Dobrudja, en la parte europea. Prometa aumentos territorial~s a Serbia, que se anexionara el alto valle del Morava, y a Montenegro, que obtendra un acceso al mar Adritico. Prevea un estatuto de autonoma en favor de Bosnia y Herzegovina y conceda a Rumania, ya autnoma, la independencia. Pero la estipulacin principal .concerna a los territorios blgaros, que seran separados del Imperio otomano para formar un principado autnomo; esta Gran Bulgaria .de~a extenderse desde el Danubio al mar Egeo y englobar, por cons1gmente, la Rumelia y gran parte de Macedonia. Segn el tratado, el Imperio conservara, sin duda, una parte de sus posesiones europeas, a pesar de la prdida de los pases bosnios y blgaros; pero su? territorios estaran cortados en dos partes-por un lado, la Tracia oriental; por el otro, Albania y las llanuras del Vardar-separadas P.r la Gran Bulgaria. La influencia de Rusia domi11ara en este principado, creado por ella y para ella; el derecho que tendran las tropas rusas de mantener guarnicin en aquel territorio durante dos aos p_r?porcionara al Zar los medios de establecer un gobierno de su elecc1on. As, pues, se vio colocada Europa ante un hecho consumado, a pesar de las adverte?cias hechas por Gran Bretaa y Austria-Hungra. En Londres y en Viena los gobiernos exigieron una revisin del tratado de San Stefano por un congreso internacional. El Gobierno ruso no se obstin; el 6 de marzo de 1878 Gortchakof, que despus de h~hsr sido des.~ordado por Ignatief haba recuperado las riendas, acepto fa proposic1on del congreso. Pero tal aceptacin apenas calm las inquietudes, pues Rusia tena en su haber la ocupacin conseguida. Cmo lograr desalojarla? Gran Bretaa y Austria-Hungra se dedicaron a ello mediante neg?ci~ciones di:e:tas y por separado con el Gobierno ruso. Estas negociaciones prehmmares de la reunin del congreso fueron decisivas El Gobierno ruso tena conciencia de q'ue su ejrcito, muy resentido por la guerra contra Turqua, no se encontraba en situacin de hacer frente a un conflicto europeo; pasaba tambin por dificultades financieras, y en vano solicit la emisin de un emprstito en el mercado frances. Esto le oblig a retroceder. Se inclin aparentemente ante una amenaza britnica (el llamamiento a filas de los reservistas del Ejrcito ingls, decidido el 27 de marzo por Disraeli); pero ceda, en el fondo, porqu~ saba muy bien que, en el caso de una guerra ruso-inglesa, Austna-Hungra no tardara mucho en intervenir. Al cabo de discusiones muy agrias, las decisiones acordadas, con Gran Bretaa el 30 de
mayo y con Austna-Hungra el de junio,. san_cion~ron la desap~r~in de la Gran Bulgaria; se formanan en terntono bulga_ro d~s pnnc1pados: ta Bulgaria, autnoma, y Ja Rumelia, que c~nt.muana sometida al Imperio otomano, pero con un gobernado; c:1st1ano; al ~ur de Rumelia, la regin litoral del Egeo, perm~necena siendo tur,ca, srn restricciones. El acuerdo anglo-ruso conten1a, adems. una chlusula relativa a las anexiones rusas en Turqua asitica: Rusia conservara Kars Y Batum, pero no Bayazid, nudo de comunicaciones hacia el, Eufrates; se comprometera formalmente a no tratar de extenderse mas en tales regiones en el porvenir. . . . Lo esencial se haba conseguido. El congreso mternac1onal, reurndo en Berln del 15 de junio al 13 de ulio, bajo la presid:ncia d~ Bi.smarck, no hizo ms que ratificar los acuerdos ya establ:cidos ..anadindoles algunos detalles: reduccin apreciable de las ~entaas terntonale~ con cedidas por el tratado de San Stefano a Serbia y . M?ntenegro, p:omesa dada a Grecia de recibir un aumento ternt?nal e~ . Tesalia; obligacin de Rumania de ceder a Rusia la Besarab1a mend1onal. r:cibiendo a cambio Ja Dobrudja, que el tratado de San Stefano hab'.~ quitado al Sultn. Pero, sobre tod_o. el congreso internacional concedio a Austria-Hun"ra las compensaciones que esperaba: derecho de administrar, a t7uto prouislonal, Bosnia y Herzegovina, sin proceder a su anexin; derecho de mantener guarniciones en el Sandak de ~o vibazar para defender la ruta de Salrzi~a. En funcin .de sus prop1~s intereses arreglaron las grandes potencias estas cuest10nes. pero sm querer tener en cuenta los intereses y los deseos de los pueblos balcnicos. Cul es el balance de aquella prolongada cri'sis en las relaciones entre las grandes potencias? . Austria-Hungra haba obtenido un xito incontrovert1b.le_. Por la ocupacin de Bosnia y Herzegovina,_ por' el. derecho de. ~ua~mci?n en el Sandjak, por las restricciones que 111zo aplicar a las re1vmd.1caci?,nes territoriales de Serbia y de Montenegro se aseguraba una s1tuac1on preponderante en la parte occidental ~~ la pen~sula bal~nica. ~drassy consigui tales resultados con hab1hdacl y sm recurnr a medidas d: movilizacin; de que Gran Bretaa se lanzara delante y l paso luego sobre su surco. . Inglaterra haba impedido el hundimiento de_l. Imp_eno otoman~. Y esto era mucho; pero no pudo evitarle un debilitamiento y pr~1das territoriales. En el fondo, se vio obiigada a llevar a cabo :ina r~t1rada estratgica, pese a la actitud amena~adora adop,tad~ por Disraeh. ~ero hall et medio ele que se Je concediese, para s1 misma. una ventaa a costa del Imperio otomano. Cuando se ~esar~olla~a, en ?;Y de ~878. la acerba negociacin con Rusia, el Gabrnete mgles o,frecio, ~l Gobierno turco una alianza defensiva para proteger la Turqu1a as1at1ca. _a condicin de que el Sultn pusiera a disposic~n de ~ran Bretana un_a base naval que permitiese a la flota inglesa- mtervenl con mayor rap1-
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dez y eficacia en el momento en que la alianza tuviera que llevarse a efecto. El Sultn cedi, porque necesitaba la ayuda financiera de Inglaterra para pagar a sus tropas. As fue colocada la isla de Chipre, por acuerdo del 4 de junio de 1878, bajo la administracin provisional de Gran Bretaa. En cuanto a Rusia, obtuvo resultados muv inferiores a sus esperanzas. Por supuesto, haba quebrantado al I~perio otomano y apa~e cido como protectora de los eslavos. Cosa no despreciable para el porvenir. Pero, en el presente, sufra un sensible golpe en su prestigio, ya que hubo de renunciar a la creacin de la Gran Bulgaria. A decir verdad, la poltica rusa no haba seguido un plan: fueron, sobre todo, las iniciativas personales de Ignatief lo que la pusieron en mala situai6n. Sin embargo, los medios dirigentes rusos, por supuesto, echaban la culpa a las otras potencias en lugar de reconocer sus propios errores. Su rencor se dirigi no solamente contra Gran Bretaa y contra Austria-Hungrfa-no eran adversarios declarados en esta cuestin de Oriente?-, sino tambin contra Alemania, a la que reprochaban haber favorecido una coalicin de Europa contra ellos. Era admisible aquel reproche? Sin duda, en la interpretacin de la crisis esta es la cuestin ms importante. En realidad, la poltica bismarckiana, en el deseo de no comprometer la Entente de los tres emperadores, haba evitado, durante mucho tiempo, tomar partido. Bismarck pens primero que Alemania no Q.ebfa escoger entre Rusia y Austria ni erigirse en juez de sus divergencias. En octubre de 1876 escriba: "La cuestin de saber si, a propsito de las complicaciones orientales, nos enemistaramos durante largo tiempo con Inglaterra, o, lo que sera ms grave, con Austria-Hungra, o, lo que sera lo ms grave de todo, con Rusia, es infinitamente ms importante para el porvenir de Alemania que todas las relaciones entre Turqua y sus :'!bditos o entre ella y las potencias europeas." Se negaba, pues. a seguir las sugestiones de Guillermo I, quien habra deseado dirigir una advertencia a Rusia. En la Conferencia de los embajadores, reunida en diciembre de 1876 en Constantinopla. haba mantenido la misma actitud. No echar en la balanza la voz de Alemania. El acuerdo austroruso de enero de 1877 le haba contentado. Al principio de la guerra ruso-turca, haba asegurado al Gobierno ruso su neutralidad benvola, y haba evitado la posibilidad de una oferta de mediacin, que habra tomado, deca, "el carcter de una presin sobre Rusia". Solo a partir del tratado de San Stefano se haba mostrado severo hacia la poltica rusa, porque la creacin de una Gran Bulgana era inaceptable para Austria-Hungra; pero tan pronto como el Gobierno del Zar hubo abandonado aquel objetivo, Bismarck aconsej al Gobierno austro-hngaro que aceptara el acuerdo. La tesis, sostenida por muchos historiadores, segn la cuai Bismarck haba tomado partido sistemticamente contra la poltica rusa, no parece, pues, exacta. Por qu no tener en cuenta ia opinin de Schuvalof, segundo delegado ruso en el Con-
greso de Berln, quien consideraba la poltica bismarckiana como favDrable, en el fondo, para Rusia? No es menos cierto que el Zar crey en esta mala voluntad alemana y que este convencimiento, aun siendo infundado, bastaba para hacer caducar el acuerdo celebrado en 1873 entre Rusia y Alemania. Parece ser que Bismarck no haba previsto aquella reaccin rusa; se sinti defraudado e irritado. Ms tarde llegara a decir, si hemos de creer a un testigo, que el Congreso de Berln haba sido "el mayor error" de su vida, que habra debido dejar a Rusia y a Inglaterra "devorarse mutuamente" y que hizo en 1878 una poltica de "empleado de Ayuntamiento".
Despus del arreglo internacional de 1878, la cuestin balcnica sigui siendo causa permanente de dificultades entre Attstria-Hun9'a y Rusia. Las dos potencias continuaron sus esfuerzos, con xito desigual, con vistas a extender sus influencias rivales. Austria-Hungra obtuvo entre 1881 y 1883 resultados importantes en Serbia y en Rumania. Gracias a la concurrencia de excepcionales circunstancias, consi gui asegurarse la obediencia del Gobierno serbio. El prncipe de Serbia, Milano Obrenovitch, por causa de su ambicin financiera, de los escnd1os de su vida privada y del desprecio que mostraba hacia la opinin pblica, haba perdido toda autoridad moral. Para conservar su poder, no vacil en buscar el apoyo del Gobierno de Viena, aunque saba que un acercamiento a Austria-Hungra era contrario a los deseos de casi toda la poblacin serbia, sobre todo desde que los serbios de Bosnia y Herzegovina se hallaban colocados bajo administracin austro-hngara. El 28 de junio de 1881, Milano firm un tratado secreto, que solo puso en conocimiento del presidente del Consejo de Ministros cuando estuvo firmado .. Serbia y Austria-Hungra se comprometan, si una de ella~ se encontrase en guerra, a una neutralidad benvola. El Gobierno serbio se obligaba a no tolerar en su territorio intrigas dirigidas contra Austria-Hungra o contra el nuevo estatuto de Bosnia y Herzegovina y a no llevar a cabo ningn tratado poltico sin previo acuerdo con Austria-Hungra. A cambio, el Gobierno austrohngaro ayudara a la dinasta serbia a mantenerse en el poder. Es verdad que, ante las protestas del presidente del Consejo de Mini!ltros, que vea all un tratado de protectorado, Milano obtuvo de AustriaH ungra una atenuante: Serbia conservara el derecho de llevar a cabo libremente tratados con otras potencias, a condicin de que los mismos no fueran contra "el espritu del tratado austro-serbio". Pero en una carta secreta Milano se comprometi personalmente a no firmar ningn tratado poltico sin consentimiento del Gobierno de Viena. Estas promesas seran renovadas en 1889, sobre las mismas bases, durante seis aos ms. La poltica exterior de Serbb estaba, pues, subordi-
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nada a la de Austria-Hungra. Milano 1 ecibi la recompensa de tal docilidad: con el apoyo de Viena, obtuvo, en 1882, el ttulo de rey. Sin embargo, la colaboracin personal entre el nuevo rey y AustriaHungra no se 1'io libre de tormentas. _Jilano se entreg a veces a maniobras de chantaje; en 1885, por ejemplo, cuando el Gobierno austro-hngaro I! neg un emprstito necesario para la construccin de vas frreas, amenaz con abdicar, 11) que traera consigo, segn haca notar, una orientacin diferente de la poltica exterior serbia. En ocasiones, su actitud fue extravagante; en 1886, no se le ocurri proponer al Gobierno austro-hngaro ceder, llegado el caso, sus derechos al trono al emperador Francisco Jos a cambio de una compensacin pecuniaria para l o para su hijo? Los diplomticos austrohngaros, estupefactos, no llevaron a efecto una sugestin que les pareca peligrosa: "Milano-dijo uno de ellos-padece una enfermedad nerviosa." Austria-Hungra no se benefici menos por eso de aquella situacin extraordinaria, pero no poda ocultarse a s misma que era un beneficio precario. En Rumania,. la poltica autro-hngara obtuvo, con ayuda de Alemania, resultados ms duraderos; pero unidos tambin en gran parte a la poltica personal del prncipe. Caro!, un Hohenzollem, guardaba sus simpatas efectivas para el Imperio alemn. No las senta ciertamen~ por Austria-Hungra, que conservaba bajo su dominio a tres millones de rumanos en Transilvania y en la Bukovina. Pero an era ms hostil hacia Rusia, porque en 1878 haba impuesto a la Rumelia la cesin de la Besarabia meridional a cambio de una compensacin mediocre, y tambin porque, teniendo en sus manos al nuevo prncipe blgaro, poda ejercer presin por los dos lados sobre el estado rumano. El peligro ruso era pues, a sus ojos, ms inminente que el austro-hngaro. De este modo, la diplomacia alemana encontr un terre.no fcil. El 30 de octubre de 1883 Caro! firm con Austria-Hungra un tratado de alianza defensiva dirigido contra Rusia. Alemania concedi su aprobacin a ese tratado. He aqu lo que pareca asegurarle a Austria-Hungra en los Balcanes una creciente influencia, casi preponderante. Rusia jug durante aquel perodo la carta blgara. Gracias a la presencia de sus tropas, dispona en 1879 de una influencia decisiva. El Parlamento blgaro, el Sobrani, eligi por prncipe a Alejandro de Battenberg, alemn de nacimiento, aliado por su matrimonio con la familia real inglesa, pero sobrino del Zar, que apoy su candidatura. Battenberg confi a dos generales rusos las carteras de Guerra y de Asuntos Extranjeros. El principado blgaro pareca, pues, destinado a ser un estado satlite de Rusia. Pero no tard la poltica en .~xperimen tar tropiezos. En los medios blgaros ms evolucionados, aquella sumisin chocaba con resistencias, tanto mayores cuanto que los rusos se reservaban los cargos importantes en la Administracin y que mediante una poltica ferroviaria intentaban establecer su dominio sobre
la vida econmica. A impulsos de Karavelof: surgi un movimien~o nacionalista blgaro, que se seal com~ ~beto s.ustraer a Bulgana de la influencia rusa y reprochaba al pnnc1pe ~leandr~ su ~xc~s1va obediencia al Zar. Battcnberg tuvo en. cuent~ d1ch~s :es1stenc1as '. :scuch los consejos ingleses, y en 18~3 mtento. prescmdlf de ~u~ mi~i_s tros rusos; pero se vio obligado a batlrs~, en retira? a ante una mtimac10n del zar. y desde aquel momento perd10 la confianza ~.e su protect~.~ "Mientras conservis vuestro Gobierno actual, no. :sper~is nada de m1 , declar el soberano ruso en 1885 a una delegac10n bulgara. La crisis estall al ao siguie)lte. En la noche del 20 al 21 d: agosto de 1886 fue raptado el prncipe por oficiales ,blgaros y conducido a la frontera. El agregado militar ruso en ~ofia a~yaba este c~~plot_ A pesar. de las protestas de los nacionalistas bulgaros, que ex1gieroil el regreso del prncipe y lo ~btuvieron duran~e algu~os das, Battenberg tom la decisin de abdicar el 7 de septie'.nbre, se daba cuenta de que no podra sostenerse en el poder desafiando la volu~ta.d del Zar. Rusia pareca haber resta?lecido st~ ~nfluencia ~n el pn~cipado, en el cual se constituy un Gobierno provisional adscnto a sus ?rdenes, Pero la resistencia nacional no cej. Cuando hubo que design~r al nuevo prncipe. el Sobra11i rechaz, en julio de ~88_7. el candidato presentado por Rusia y design a Fernando de Sa10111a:Co~urgo .. q:ie ~ra nieto. por lnea materna, de Luis Felipe. pe:o hab1a s~do of!c1al en el ejrcito hngaro y era apoyado por el Gobiern? de V1en~. Esto signific un rudo golpe para la polftic~ rusa: ~o hab1a conseguido defender la nica ventaja de importancia obtc~11da en el Congreso de Berln. Despus de Serbia, despus de Ruman,1a, Bulgan~ ~e le escapaba. Qu posibilidades conservara en la pen1nsula balcamca,. sobre la cual haba esperado diez aos antes lograr la prepon?erancia 7 . El Zar, cuyo espritu era muy eleme11tal, pero d,e ideas tan firmes como simples, declar que Austria-Hungra le habia hecho marranadas; esta es la expresin que emple en enero de 1888 en una conversacin con el embajador alemn. Y, sin embargo. no pareci pensar, como tampoco en 1878. en dar una rplica.
BlBLIOGRAFIA Adems de Ja obra de NoLDE. citada en Ja pgina 35 (sobre la poltica rusa), Y la de Tu. VON SOSNOSKY: Die BalkanpoUtik Oestureic/1-Ungams seit 1866, Stuttgart, !9J31914, 2 vol., vanse:
BaU.an Crisis. 18751878: the first yeor. Stanford Univ., J936.-B. SuMNER '. R11ssia arul rhe Ba/kans. 1870-1880, Londres, 1937.-W. MEDL!COTT: The Congress o/ Berli11 and a/ter: a dip/onwtic his/ory of Near Easl sell/ement, 18781880. Londres, 1938. - G. H. RUPI': A Wavering Friendship. Russia a 11 d Auslria, 1876-1878, Cambnd2e U. S. A., 1941.-G. \VITJlWCK: Gorcakaw. lgnatiev 11. Suwa/ow, 1876-
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llerzgon1:<', Pars, 1952 memoria mecanogr;:fiada.-C. G!GLI: /l recondo gabinc::o Dcpretis e la crise ba/canica. en R. Stor. italiana, junio 1955. pgs. 182-213.
CAPITULO V
Sobre el periodo 1879-1890.- A. PRIlR~N: "Milan von Scrbien und die Gehe1mvertragc Ocstcrreich-Ungarns mit Serbicn", en Histor. Blitter. 1921-1922, p~s. 404-494.--G. YAKClllTCH: "Les tra1ts secrets austro-scrbcs du 28 jun 1881 et du 8 fvricr 1889" (documentos), en Re111e d'histoire diplomatique. 1937, pgs. 429-466.-P. PAVLOYIC' ".~.vantjury russkogo cz.arizma v Bolga~ rn , Mosc, 1935 (documentos resumidos en Affaires trangeres, 1936. pgs. 379-384).-E. CoRT!: A/e:rnnder van Battenbcrg; sein Kampf mt den Zarem und Bismarck, Viena, 1920.'\ HA.TEK: 811/gariens Befuiung, Mumch, 1939.
Aunque los intereses econmicos solo ocupaban un lugar muy secundario en los litigios continentales, desempearon, por el contrario, un activo papel, decisivo a veces, cuando chocaron los imperialismos en el Mediterrneo, en Asia y en Africa. La cuestin de la preponderancia en el Mediterrneo haba sido un importante elemento en la crisis balcnica de 1877-1878. Si el Gobier no ingls haba hecho uso de la amenaza para detener la marcha de los ejrcitos rusos hacia Constantinopla y se opuso enrgicamente_,a la creacin de la Bulgaria de San Stefano, que extendera la zona de influencia rusa hasta el litoral del mar Egeo, no era para que fracasara la poltica rusa de acceso al Mediterrneo? Lo consigui. Pero la poltica mediterrnea de Gran Bretaa an tena otras preocupaciones: Ja puerta de Suez y el estrecho de Sicilia. Se encontraba aqu con los intereses de Francia y con los de Italia. Entre 1875 y 1882, la cuestin de Egipto y Ja de Tnez ocuparon un lugar importante en las relaciones internacionales. En ambos casos, era evidente el inters estratgico: Egipto era la encrucijada de los caminos que llevaban de Asia a Afriea y de Europa al ocano Indico; y Ja apertura del canal de Suez hizo crecer considerablemente su papel mundial; Tnez, situado a 180 kilmetros de Sicilia, era la orilla meridional de un cami,no de trnsito, sobre el que Gran Bretaa, mediante su base naval de Malta, ejerca un control. Ambos estados tenan un lazo de vasallaje respecto a la Puerta otomana; pero aquel lazo era mucho ms impreciso en Tnez que en Egipto: el Sultn, desde mediados del siglo XIX, haba renunciado prcticamente a ejercer sobre el Bey su soberana; mientras que se interesaba ms en que le fueran reconocidos sus derechos por el Jedive: basta la proximidad geogrfica para explicar la diferencia. En los dos pases, el contacto establecido entre el gobierno local y las finanzas europeas creaba una situacin favorable para la expansin de las grandes potencias. El Jedive de Egipto, Ismail, aprovech las facilidades que le ofrecan los crditos bancarios para emprender gastos considerables, tanto por lo referente al utillaie nacional-ferrocarriles y canales de riegt>como por lo relativo a las necesidades de su corte; dio impulso a la vida econmica y triplic, en una decena de aos, los cambios con el extranjero; pero contrajo en los bancos europeos. sobre todo en los franceses, una deuda abrumadora; y, para hacer frente al pago de los
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intereses, se vio obligado a lanzar emprsttos a plazo corto, al 12 por 100, e incluso al 15 por 100. Era evidente, desde 1870, que tal poltica de recursos extremos desembocara pronto en una catstrofe financiera; los acreedores europeos, protegidos por el rgimen de las Capitulaciones--que el Jedive haba tratado, en vano, de hacer reformar--contaban con que les fueran concedidas ventajas econmicas. Pero, ya que Egipto se haba convertido, por la apertura del canal de Suez, en una gran va de comunicaciones internacionales, los estados europeos podan tambin pensar en utilizar, con fines polticos, la influencia financiera conseguida por sus conciudadanos. En Tnez, tambin el Bey se dej tentar por el aliciente de las combinaciones financieras. Ya que tom parte en la guerra de Crimea, enviando a su soberano un contingente, haba practicado una poltica de prestigio: el mantenimiento de un ejrcito, costoso, aunque ineficaz, y la construccin de palacios, ocasionaron gastos, que fueron cubiertos mediante emprstitos contrados, con intereses usurarios, en los bancos europeos. En resumen, el Bey y el Jedive, inconscientes del peligro que implicaba el recurrir a la finanza europea, se haban echado la soga al cuello. En la capital de Tnez, la evolucin fue ms rpida que en Egipto: desde 1868, el Bey se senta incapaz de pagar los intereses de sus emprstitos y tuvo que soportar que los estados cuyos bancos le haban proporcionado crditos le impusieran una Caja de la Deuda que interviniese las finanzas tunecinas. Pare.ca muy probable que el Gobierno egipcio se viese obligado a tener que soportar pronto un control semejante. Por ltimo, en los dos estados eran las mismas potencias europeas, Gran Bretaa, Francia e Italia, las que tenan intereses; pero disponan de medios de accin muy desiguales. Italia enviaba emigrantes: 10 000 en Tnez; en Egipto, formaban la mayor parte de la colonia eJr~pea, propiamente dicha (si no tenemos en cuenta a los griegos). Perb aquellos italianos--colonos, comerciantes, artesanos-no desempeaban en la vida econmica un papel que estuviera en relacin con su nmero, porque la mayor parte de ellos no disponan de capital. Francia y Gran Bretaa tenan la ventaja de poseer recursos financieros que permitan a los que se encuentran bajo su jurisdiccin ocupar un lugar importante en la explotacin de aquellos "pases nuevos"; en los aos subsiguientes a la guerra de 1870-1871, los franceses an dominaban lo msmo en Egipto (donde la Compaa del Canal de Suez haba sido constituida gracias a capitales, que eran en su mayor parte franceses) que en Tnez, donde los capitales ingleses se aventuraban con mucha prudencia. , Simultneamente, o casi, la suerte de ambos pases iba a decidirse: uno, pasara bajo la dominacin de Inglaterra: el otro, bajo la de Francia, mientras que Italia se vera eliminada. Esta simultaneidad no fue resultado del azar, pues, al tratar de estos problemas, los polticos in-
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, d vista sus mutuas incidencias. gleses y f_ranceses,b~o perd1ba1'.n~t~~fi~o el "anal de Suez, en 1869, y " 1 1 vida En Egipto no 1en se n ., , ex eriencia la importancia de su pape en a . se demostro, por la P_ ' p de protccr sus intereses im. Gran Bretana se . preocu econ mica, . . l d los ca pi ta"' listas y del Ga bme t e pcrialistas. Reparar ~l erro~dimc1a 1 ~xi to de la empresa (1); obtener . 1 que no habian cre1 o en e d" . mg eses, , . . . . , del canal para conseguir una ismmuc~on una parte ~n ta adm~?is~ia~10_n , urar mediante un control establecido de las t:nfas de tran~ito' aseg aso' Tales eran, a la sazn, los obje- . segmi~a~ d~ P dida que la situacin financiera Y sobre Egipto. tos de la pohtica rng esa. me .. n los ira realipoltica del Gobier_no egipcio le proporcionase a ocasio ,
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pudo pagar el jedive ios intereses zando en pocos anos. 1875 d francos al que era ya no . En noviembre de 11 de su deuda: un venciment~ ~e c~~~i;:;1 d~n~~e ~ispona 'eran las acii~capaz de ha~er fre_n,:e.d Ell ~~~ca~ ~e Suez que posea personalme_i:te; c10nes de la ompama he b' sido enajenados por diecinueve anos; pero cuyos cupones ya ian . b , ues a los ojos la venta de dichas acciones era posible, slmbemf. argo_. pa ~ino poltica . . . cin no resu ta a manc1cr , " de los adquisidores, 1a opera . . l si 1. de a uel enorme El Gabinete ingls hizo saber a_l Jed~ve qfue .~e _i . aceqp~able pues d , 1 n grupo financiero rances sena m ' entar la arte de los capitales franceses paquete e t1tu os ~ u Inglaterra no - ~uena ver ~u~omo el P;rlamento estaba en vacaciones, en la Compama del Cana . . . el Gabinete Je otorgael primer ministro, D1srach, hizo qui e la I ema y ondiciones posibles la , . egociar en as meores e , sen carta bl anca p~ra n J ,~i"ve a fin de "aumentar el podeno del compra de las acciones del lu~i al' pr"cio de cuatro millones de libras, illon;s de francos que necesitaba el Imperio". El asunto s~ con~ es decir. justamente os cien_ m 1bre de sus conciudadanos, que intere se~ Y e~fo~~c~:~i~~~n~:\::~c~~othschild a ?israel. En lo s17aport e m . . ,. d Compama de Suez estana "Psivo el Consejo de Admrn1strac1on e 1 a . d dichas '-, t por ingleses. Pero la compra e . able-escriba el formado en la tercera par e, . b . . amplias perspectivas: era msepar ~~rlz~~es .. ~/\a ~u!stin de las relaciones futuras entre Inglaterra y
EgipEtlo'8'. de abril de 1876, el Jedive ~e encontr nuevamendte acorralader el pago de los atrasos e la deuda . . d do y se v10 obltga 0 susper.1 . , f en defendidos sus egipcia. Los tc~ed?res extra~eros e~~~~ d~e su~e~onciudadanos, que , !am la nstitucin de una intereses y el Gobirno franc-s, edn n "' 1 s importantes acree ores. rec , . . -ran os m d .. tr las finanzas eg1pc1as, de manera Caja de la Deuda que a mrn1s das~ , nes El Gobierno ingls inque estuviera asegurado el pago e os cupotrol f.uese ejercido coniunta. exigir a su vez que ese con . . terv1110, para . r' , e ando los interventores mg1 eses mente, por Gran Brctana y rancia. u
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de Francia. Por qu dej transcurrir los acontecimientos, a 1? largo de los siete aos que dur aquella crisis? Por qu abandon~, sm oponer resistencia, la posicin dominante que posea en El Ca1ro, desde haca medio siglo? Habra podido tratar de tomarle la delantera a Ing!aterra ~uando la compra de las acciones de Suez: el banquero frances _De~v1e~, de acuerdo con la Sociedad General-una de Jas grandes mst1tuc10nes financieras francesas ms interesadas en los asuntos egipcios-haba iniciado conversaciones con el Jedive. Pero el Gobierno francs se hall ante una advertencia categrica, dada por el Gabip.ete ingls. ''Reconoced que somos los ms interesados en el canal, ya que lo usamos ms que los otros pases; el mantenimiento de este paso ~e ha convertido para nosotros en una cuestin capital"; Gra~, Bretana no. q~e ra estar a merced del seor de Lesseps; "la Compama y los acc10mstas poseen ya llO millones de los 200 que suman el capital-ac~ones; ya es bastante". El duque Decazes se inclin ante -este deseo. :Debemos olvidar que, algunos meses antes, cuando el _alerta frr;rnco-~e mn (1) haba necesitado la ayuda de Gran Bretana 7 Por 1dnt1c~s razones, cuando Inglaterra exigi to~ar parte en el. c?ntrol de l?s finanzas egipcias e impuso el rgimen del condomimum, Francia se resign; actuar de otra manera, esc_rib_a Waddington, serf~ hacer "una poltica de rivalidad que no enca}ana en. nuestros p_lanes . Por ltimo, si Francia no se babia atrevido a asociarse a Gran Bretaa en una intervencin armada contra el movimiento nacionalista egipcio y dej el campo I~bre a su rival, fueron t?mbin razones de poltica general las que determinaron su absten.cin. Gam?etta, durante su gran ministerio de tres meses, haba cons.1dera~o Ja mtervencin en diciembre de 1881. insisti cerca del Gabmete mgls, que, entonce~, se mostr reacio; pero la Cmara de los diputados temi una aventura y la cada del gran ministerio, con ocasin de un~ cui:stin de poltica interior, fue, en el fondo, el resultado de esta mq~1e tud. Al sustituir a Gambetta, Freycinet conoca ese estado de mmo de la mayora parlamentaria. Para disminuir los riesgos, haba tr~tado de que se diera una solucin internacional a la cuesti.n de Eg1~to: una conferencia de embajadores, reunida en Constantinopla, hubiera dado al Sultn poder para intervenir, en nombre de las potencias, con el fin de restablecer el orden en Egipt. Pero la c~nferenci.a fracas. Colocado ante el plan ingls de intervencin, Freycmet vacil. Busc un trmino medio, entre una poltica de pasividad, cuyo resultado hubiera sido eliminar a Francia de los asuntos egipcios y una accin decidida, qu podra ocasionar complicacione::1 internacionales. En _resumidas cuentas, consider Ja intervencin al lado de Gran Bretana; pero solo para proteger el canal de Suez, no para aplastar, por la fuerza, el movimiento nacionalista en Egipto. Una gran mayora de
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los diputados, el 29 de julio de 1882, rehusaron votar los modestos crditos pedidos por el Gobierno; unos, los gambettistas, porque crean que aquella intervencin restringida era insuficiente; otros-y haba entre ellos radicales y conservadores-porque juzgal?an que toda intervencin, incluso limitada, poda ser peligrosa. As, pues, aparentemente, fue una coalicin de los extremos lo que provoc el fracaso de Freycinet, si bien los gambettistas no defendieron en las sesiones su punto de vista. Ahora bien, qu decan sus adversarios? Unicamente pensaban en el peligro alemn: no se opondra Bismarck a una accin francoinglesa en Egipto 7 Tanto en las izquierdas como en las derechas, pareca que la accin francesa, por su carcter, podra provocar "complicaciones interna~ionales", pues se corra el riesgo de chocar con una "protesta de las potencias ~ontinentales". Cmo lograra Freycnet tranquilizar a la Cmara 7 En el curso de l<?s das precedentes. haba tratado, en vano, de obtener el consentimiento 4e Bismarck, quien contest con declaraciones ambiguas: Alemania no quera hacerse responsable de ninguna intervencin franco-inglesa; no manifestara "ni aprobacin ni desaprobacin". En vano trat el presidente del Consejo de saber si el Canciller aceptara o -no. que Francia y Gran Bretaa tomasen "medidas conservadoras"; no obtuvo respuesta. Solo al da sguiente a la votacin de la Cmara, Freycinet, dimisionario, recibi una nueva nota alemana, en la que se retiraban las objeciones anteriores. No fue precisamente porque Bismarck saba la cada del Ministerio, por lo que juzg posible dar su consentimiento, destinado a quedar sin efecto en lo sucesivo? Parece, pues, que el Canciller maniobr de aquel modo para provocar el fracaso del plan Freycinet. Ahra bien: en el mismo momento en que se dedicaba a desanimar los deseos franceses de intervencin otor&aba a Gran Bretaa su consentimiento sin reservas. Pensara que "Francia, eliminada de los asuntos egipcios, guardara hacia Gran Bretaa un resentimiento favorable para la poltica alemana 7 No tenemos prueba formal de que se hiciera esP: clculo; pero s razones para atriburselo con verosimilitud En lo sucesivo, el ejrcito ingls ocupara Egipto, a ttulo "provisional". Era una simple situacin de hecho. Gran Bretarta no posea ningn derecho determinado; dej que . se pensase que retirara sus tropas el da que fueran restablecidas las garantas necesarias para el mantenimiento del orden en el pas; pero se guard muy bien de fijar un plzo; entre tanto, diriga la vida poltica y econmica, puesto que su repres~ntante en El Cairo daba consejos al Jedive, y tales consejos, bajo el rgimen de ocupacin inglesa, ~quivalan a rdenes. En Francia, aquel xito ingls dej casi indiferente a la masa de la opinin pblica, e ir ..:luso no pareci conmover mucho a los hombres de negocios, puesto que los capitales invertidos en Egipto no estaban amenazados. Pero los medios parlanientarios, aunque hubieran favo-
recido, mediante el voto de al?st~ncin, el xto d,e, la pol~tica inglesa, sentian no haber intervemdo~ invocando el prestigio nac1?al. El Gobierno crey su deber anunci~~ en enero de. ~883, que ,volv1a a recaba~ en la cuestin de Egipto, su lzl\ertacl de accwn, es decir, qu~ se r,eser vaba el derecho de no reconoce{ el hecho consumad~, Pod1a ex1g1rlc a Gran Bretaa que fijase la fecha en la cual evac~ar~a sus tropas de Egipto, y reclamar, tambin, que la ~ibertad de transito. por el .canal de Suez estuviera garantizada mediante un estatuto mternaci~nal. Pero . de qu medios dispona? Nadie pensaba en expulsar a u~~n _l d E to No ~e poda tratar sino de eiercer una pres1on => , B Bretana e gip financiera, porque la Caja de la Deuda egipcia subs1st1a, y <?ran retaa no poda, sn el consentimiento .de Francia, dar destm~ . a, las rent.as del Estado egipcio, Esa arma f111anc1era fue la que utilizo el Gobierno francs, en J 884, para tratar de conseguir que se fi1ase la fecha de la retirada de las tropas inglesas. Va_no esfuerzo: Grnn Bretaa se zaf, a lo sumo acept, en 1887, mediante el convemo angloturco, llamado la convencin Dntm1wwJ-Wol{, ,dar una pr?mesa, con: dicional; pero en tales trmmos, que el G~b1erno frances ,la iuzgo inaceptable. En el fondo, la poltica de lo~ alfzlera:os ~ue hacia el. Go: bierno francs, para satisfacer a la mayona parlamenta1 ia, no consigu10 nada, salvo un punto: el establecimiento, en, 1888, de, un ~statuto mternacional del canal. Pero la cuestin de E~ipto con~inuan~ pesando, en is relaciones franco-inglesas. durante mas ~e .qumce an?s. En Tnez, por el contrario, Francia logr ehmir:ar a Italia. con d asentimiento, ya tcito, ya expreso, de Gran Breta?a y de Alema111a. La cuestin tunecina haba sido planteada, a partir de 1878; en_ los pasillos del Congreso de Berln, por el represen.tante de" Francia, ~ad dington. que haba conseguido grande~ segur~?ades., i::omad Tunez -si queris-; Inglaterra no se opondra a .ello , babia dicho el secre~ tario de Estado en Asuntos extraneros. Sahsbl~ry. Cu~ndo el Gabmete fue invtado por Waddigton, a dar confirmac1on escnta de t~l decla., lo h'1z0 , el 7 de agosto de 1878, en ,trminos menos tormales, rac1on, , pero 0 suficientemente claros: "La ~resenc1a de F:ancia :n esas regiones debe proporcionarle, cuando 1uzgue conv.emente e1ercerl~, ~l poder de influir, con fuerza decsi:? sobre el gobierno de ~a provmc1~ "' en el acto, su aprobacin , a la~ de d vecma a T, un ez" . Bi'sma 1"' k conc"dlo 'n de Salisbury en una conversacin con Samt-Vallter, e ) e "C 1 c1arac1 . enero de 1879, incluso anim a Francia a que actuase: re?,.que a pera tunecina est rn~dura y ~ue ya es t~empo qe la coa1s. Ese fruto africano muy bien podna estropea1,se ~.ora o ser robado por otro, si lo dejis demasiado tiempo en el arbol., Qu motivos tenan Inglaterra y f;lema111a, para demostrarle a Francia tan buena voluntad en la cuesllon tunecma 7 , E! Gabinete ingls, en el momento en q_u~ se apo~er6 de Ch.ipre e impuso en Egipto el rgimen del condom~mwn, smti .la necesidad de dejar a Francia obtener una compensacin. Ahora bien, se daba
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cuenta de que Tnez no podra permanecer independiente, y prefera que cayese en manos de Francia que en las de Italia, porque no deseaba que las dos orillas del estrecho de Sicilia estuviesen en poder de la misma potencia. El canciller alemn, despus del fracaso del alerta de 1875 y tras Ja crisis del 16 de mayo, revis su actitud respecto a Francia (1). Vea con agrado que buscase una expansin colonial y esperaba que aquella nueva preocupacin llevara a ia opinin pbiica francesa a olvidar la cuestin de Alsacia y Lorena; tampoco quera arriesgarse, oponindole una negativa, a herir ei sentimiento nacional francs y lanzar a Francia en ios brazos de Rusia. "Mi deseo-dijo a Saint-Vallier-es daros pruebas de mi buena voluntad, en las cuestiones que os importan .y donde no hay intereses alemanes opuestos a los vuestros." Pero tambin daba por descontado, sin duda, que la instalacin de Francia en Tnez creara, entre esta e Italia, un antagonismo duradero. El Gobierno francs haba recibido as, desde 1878, promesas secretas. Si tard tres aos en sacar provecho de ellas fue porque vacilaba en enemistarse con Italia y tema debilitar, de este modo, su posicin en la poltica continental. Tal vacilacin permiti al Gobierno italiano desarrollar, en Tnez. una contraofensiva, cuyo agente de ejecucin era el nuevo cnsul general de Italia en Tnez, Maccio. Mediante subvenciones a las escuels italianas de Tnez se esforzaba en mantener ia cohesin de sus conciudadanos, con la fundacin de A~ridicos en lengua rabe, llevaba a la poblacin indgena una propaganda antifrancesa. Pero, sobre todo, fueron los intereses econmicos el campo de batalla de una ar diente lucha: los negocios ms resonantes-el del ferrocarril Tnez a La Goleta, rescatado por una sociedad italiana a una sociedad inglesa; la del territorio del Enfida (90 000 hectreas), adquiridas por una sociedad francesa, cuyos derechos fueron impugnados por un sbdito ingls, son ejemplos tpicos de los mtodos empleados, de una y otra parte, en esta rivalidad. En conjunto, la influencia francesa perda terreno. El cnsul de Francia, Roustan, en 1880, declar que ya era tiempo de acabar con ello, si no se quera dejar a Italia "que nos suplante" (2). Cmo lleg el Gobierno francs a de~_idirse a actuar 7 Freycinet, durante su ministerio de 1880, pens en im)pner al Bey, mediante una demostracin naval, un tratado de protectd,rado. Jules Ferry, que le sucedi, vacilaba, al principio, sin duda, po~que la cada del Gabinete Disraeli hada insegura la ejecucin de la promesa dada, en 1878, por Salisbury. Parece ser que la iniciativa recy sobre el barn de Courcel, director de los asuntos polticos en el mini~terio de Asuntos
Vase ms arriba, pg. 373. (2) Couper il la France l'herbe sous le pied. Literalmente, "Cortar Ja hierba bajo los pies de Francia". (N. del T.)
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Exteriores. Courcel obtuvo el asentimiento de Gambetta, cuya autoridad era decisiva, aunque no estuviera en el Gobierno. Solo entonces se decidi el presidente del Consejo. Oportunamente surgi el incidente que ocasion la intervencin: una incursin de krumirs tunecinos en territorio argelino. "En este asunto-escribe Roustan-se trata de una cuestin de frontera; puesto que estamos en nuestro territorio, Italia e Inglaterra no tienen nada que decir." El 7 de abril de 1881, el Gobierno obtuvo de la Cmara de los diputados la votacin de los -crditos necesarios para una expedicin. El 12 de mayo, el comandante del cuerpo expedicionario impuso al Bey la firma del tratado del Bardo, que colocaba bajo el control de Francia la poltica exterior de la Regencia. No pasaran ms que dos aos sin que el tratado de la Marsa diera forma completa al protectorado, extendiendo el control francs a los asuntos interiores y a las finanzas del pas. Este fue el primer xito de importancia en el activo de Francia, desde su derrota de 1871. Se consigui gracias a la coyuntura inte~na cional. Para obligar a Italia a inclinarse era preciso contar con el consentimiento de Alemania y con la tolerancia de Inglaterra. Ahora bien, Bisrnarck, manteniendo su promesa, hecha en enero de 1879, haba asegurado al Gobierno francs su simpata. El Gabinete liberal ingls, ms reacio, declar, no obstante, despus del hecho consumado, que no intentara contrariar la poltica francesa. El Gobierno italiano, aislado, no se atrevi a ir ms all de una protesta. Pero la opinin parlamentaria qued profundamente erida: No tena Italia derechos adquiridos en Tnez, por la presencia de sus diez mil colonos? No es de extraar que los italianos aprendieran una leccin con este fracaso. Si sufran aquel revs era porque se hallaban demasiado dbiles para defender, por s solos, sus intereses. De aqu a buscar el apoyo de Alemania, e incluso, si fuera preciso, el de AustriaHungra no haba ms que un paso: el Gobierno italiano no tardara en darlo.
Al mismo tiempo el movimiento oe expans1on colonial comenzaba a desarrollarse en el Africa negra, en Asia Central y en Indochina. En algunos puntos crticos se enfrentaban drectamente los intereses de las potencias europeas. En Africa, Gran Bretaa haba intentado, en 1877, proclamar la anexin de la Repblica del Transvaal; pero despus de una sublevacin de los bers, en 1880, se vio obligada a reconocer la independencia de aquel . Estado, conservando solamente el derecho de vigilar su poltica exterior. Puso el pie, durante el ao 1881. en el bajo N{ger, y, en 1885, en Africa Oriental. Francia estableci, en 1885, su protectorado sobre Ja isla de Madagascar; si instal, en 1882, en Obok; penetr, entre 1880 y 1883, en la curva del Nger. Italia ocup, en el mar Rojo, la baha de Assab, en 1880, y, en 1884, el puerto de Massaua,
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en torno del cual se constituy su colonia de Eritrea. Alemania, por ltimo, entr en escena, en la primavera de 1884, cuando Bismarck cedi a la presin de los intereses econmicos: se estableci, primero, en abril de 1884, en la costa del Sudoeste africano; luego, en e! Camern; por ltimo, en Afrca Oriental, al norte de los establecimientos ingleses. Qu de ocasiones para que surgiesen disputas entre las potencias europeas 1 Solo en Africa Central, en la cuenca del Congo, llegaron a ser verdaderamente agrias las rivalidades. Tal zona era propiedad de la Asociacin Internacional del Congo, fundada por el rey de los belgas, Leopoldo II, hombre de Estado y de negocios. Con el concurso de Stanley, que haba entrado a su servicio, la Asociacin estableci, entre 1879 y 1882, puestos en toda Ja regin comprendida entre Jos Grandes Lagos y el Stanley Pool : tena, as, una posesin de hecho. La cuestin- del acceso de ese enorme territorio al ocano Atlntico no estaba resuelta, sin embargo, pues la Asociacin Internacional tropezaba con otras iniciativas: el camino del Ogou fue reconocido, desde 1882, por una expedicin francesa, la de Savorgnan de Brazza que, en 1884, en su cuarto viaje, lleg al Stanley Pool; el camino del bajo Congo corra el riesgo de ser tambin cerrado, pues Portugal, que posea, al sur de la desembocadura del ro, Angola, y al Norte, Cabinda, pretenda tener derechos sobre toda la costa, y obtuvo, en febrero de 1884, a pesar de las protestas de Leopoldo II, el apoyo de_Gran Bretaa. El Gobierno alemn se aprovech de estos incidentes para sugerir una solucin de conjunto: se pronunci en contra del establecimento "de un rgimen exclusivo en beneficio de una sola potencia en la desembocadura del Congo", y exigi que la libertad de comercio fuera asegurada en todos los territorios del Africa Central, prximos al Atlntico. Bismarck pensaba crear as un precedente y colocar las bases depun nuevo rgimen colonial que ya no permitira a los estados colonizadores atribuirse un beneficio exclusivo; este rgimen proporcionara ventajas evidentemente a Alemania, que recogera sin haber sembrado. Sobre estas bases, Ja diplomacia alemana, busc, a partir de abril de 1884, un acuerdo con Francia. Jules Ferry acept una negociacin, pero a condicin de que Alemania consiguiese atraer a ella a Inglaterra; y se orientaron. por tanto, hacia una conferencia internacional, despus que un cambio de opiniones franco-alemn seal el programa. Reunida en Berln, la conferencia se celebr de noviembre de 1884 a febrero de 1885. Las dificultades de detalle, que surgieron, sobre todb entre Francia y Alemania, no fueron obstculo para que se consiguiese una importante labor. El acta general que cerr los trabajos reconoca Ja existencia del Estado independiente del Congo, cuyo soberano era el rey de los belgas, Leopoldo, sin que esta situacin indicase un lazo jurdico entre el reino de Blgica y el nuevo estado. Se decidi que, para tomar posesin de territorios en Africa Central,
. , ', "n lo sucesivo, dirigir una notificatoda potencia europea deben, ~ , 'n efectiva de la proceder a una ocupac10 l stado para adelantarse a sus comcin a las ~t:~s potenc1_as y regn, imp1d1endose as1 ~ue ~r ~de tr;torios sobre los cuales no petidores, proclamase .la. an~:~~rn Estableci, por ltimo, la libertad de poseyera ninguna au:Ol id~d. zo~a llamada "cuenca convencional del 'f a ya que englobacomercio en toda la vasta . 'tensa que la cuenca geogra zc ' Congo", mue ho .mas ex . al d de la desembocadura del ba el litoral atlannco del Af11ca Centrb ,es de Ogoo y el litoral , 1 d I Congo hasta la desem oca(.iura . . Loge, a sur e. ' l Z b z hasta)~ s fronteras mend1ona 1es del ocano IndICo, desde e am e . . pli aba segn el texto del . sta libertad de comercio 1m 1 de E t1op1a; e ., 1 Congo y sus afluentes para os acta, la libertad de navegacl1~n i'.~ ~a entrada libre de las mercancas navo;> de todas l~s nac.1ona: ~ es ~hos desde el punto de vista ecoimportadas y la 1guald<1d d1; ere f , an a eie~cer sus actividades nmico, para todos los eur?peos q~e 1u~r estados europeos conseguan a dichos territo'.i~ Po~:r~~:r:x;f~tac~n econmica abierta a todos establecer e pnncipio d, . rgimen a propsito para atenuar en el campo colonwl, es c:c1r, un las rivalid~1des internacion~esi s n europea iban unidos, sobre En Asia. los progresos e a expa~ t1 d, vas de accesos terrestres d ocupaciones. la conqu1s a e . E todo, a os pre . r d . , de las fronteras de la India. n al mercado chllW y la conso.~ ,f~~~~ (econmicos en China, estratglos dos casos ..los mteres~s /, gd. 1 Pendjab) se vean amenazados cos en las. r~gw~es que e ~e~ ~~se de Francia, y ms an, las de por otras 1111 c1at1vas europedS Rusia. . , enazaba en 1885 con provocar un La cuestin del Afgan1stan .~m D d 1'860 Rusi; haba comenzado conflicto entre Inglaterra y, Rusia, e: :nsin 'en Ja que los intereses en el_ Turquestn una po!Jtl~~ ~ees~;1~ollar en el valle del Ferghana econom1cos-la per7pect1va e, - . b papel menos importante que el cultivo del algodon-dese~1pena an :-in resn sobre Gran Bree! inters p~ltico: conse~ulf un m~~~er~~eKtara en los Balcanes (1) ta~. Des pues de los, tropiezo~ ~~e actividad, simultneamente, hacia el reahzaba aquel esfucr.zo c~ n~~) las tropas rusas haban invadido las Este-el valle del 111-, on l . 1 Sur donde en ebrero de I perio chino- Y rncia e ' fronteras d e1 m , vanzaron hacia Ja barrera montanosa . ' !881. ocuparon el oasis deA~er~, { d Con China se resolvi el conflicto, que limita la meseta de ga~1s an. t del V'tlle del Ili Pero el prob donando a R us1a una par e ' . en 1881 a an . " . lanteaba roblemas ms graves, porgreso ruso hac1? el 1:f~an.1st n d~ la India,p cuya "cobertura" en direcque compromet1a la sebun~acl d 1 ca medio siglo el bastin afgano. cin Noroeste la formaba es e ia . d ') Afoanistn en mayo Por la uerza. lnglaGterra, irnp_uso e::~~~ec~ un ~uasi p;otectorado. ele 1879, el tratado anuemax, qu '
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Para darle una aplicacin efectiva ue preciso a:hstar una rebelin e instalar a un nuevo emir: al terminar la tercera ::;ufrra afgana, el Gobierno britnico, en agosto de 1883, esperaba, pues, haber consolidado su posicin y establecido una barrera contra la expansin rusa. Pero si se pusiera a prueba la solidez de tal barrera, no se correra el riesgo de que fuera destruida? La crisis se hizo amenazadora cuando, en marzo de 1884, el mando ruso se dispuso a lanzar sus tropas hasta el oasis de Pendjeh, prximo al paso del Zulficar, que da acceso a la meseta afgana. El emir de Afganistn exigi la ayuda de Inglaterra, para obtener de Rusia una delimitacin de fronteras. El Gobierno ingls inici, en vano, las negociaciones: el 30 de marzo de 1885, las tropas rusas ocuparon Pendjeh. Era esto, segn los medios oficiales ingleses, una "agresin no provocada", que Gran Bretaa no podfa tolerar, pues la cuestin interesaba directamente a la India, corazn del Imperio. El Gobierno exigi a la Cmara de los Comunes que votase los crditos necesarios para los preparativos militares. A algunos miembros del Gabinete la guerra les pareca inevitable. Ahora bien, aunque se pudiera obtener el concurso de Persia, no. sera posible llevar la lucha hasta el Afganistn, donde Herat se hallaba al alcance de las tropas rusas. Pero esa guerra, dijo Rosebery. "la haremos en todas las partes de Rusia que nos son accesibles". Dnde entonces? A falta de ejrcito suficiente, Gran Bretaa pens, como es lgico, en objetivos que pudieran alcanzarse con sus fuerzas navales. Envi una escuadra a la costa de Corea para amenazar Vladivostock. A esta presin lejana, podra, si llegara el caso, aadir otra de .mayor eficacia? S"era preciso actuar en el Cucaso. Pero cmo conseguir, para la flota inglesa, el derecho de franquear los Dardanelos y el Bsforo por los cuales no podfan pasar los navos de guerra, segn acuerdo de la Convencin internacional de 1841 (1)7 Alemania, y luego Austria-Hungra y Francia, recordaron al Sultn que el cierre de los Estrechos haba sido establecido por un acta internacional. y el Gobierno otomano se apresur a declarar que l se atendra a dicho estatuto. Ante esos obst\;ulos, los miembros del Gabinete vacilaron. Hartington consideraba \que la ruptura era casi inevitable, pues Gran Bretaa no poda preSti~dir -~ su dignidad; ser preciso, pues, declarar la guerra, incluso en Afganistn, si los rusos penetraban en ese pas. Pero Joseph Chamberlain, por muy preocupado que estuviese con las cuestiones imperialistas, crea que era "casi imposible" declarar la guerra: "el enemigo--deca-no es vulnerable" y el casus belli no se hllaba lo bastante claro para suscitar la unanimidad del pueblo ingls; mejor sera, pues, buscar un arreglo, an cuando el gabinete hubiera de sufrir una humillacin personal. Esta era tambin la
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opinin de Gladstone. Por su parte, el Zar pensaba, segn parece, que una guerra anglo-rusa darfa como principal resultado la consolidacin de la preponderancia alemana en Europa. La negociacin se inici, pues, a fines de abril, y el protocolo de 10 de diciembre de 1885 dej el Pendjeh a los rusos y el paso de Zulficar al Afganistn. La amenaza de guerra se haba alejado del Asia central. La Indochina era teatro de un esfuerzo paralelo de Francia y de Inglterra. El Gobierno -francs, despus de diez aos de prrrogas, decidi ocupar Tonkn y establecer su protectorado en el resto del Imperio de Annam, a costa de una guerra con China (1884-1885), cuyas tropas ocupaban el alto Tonkn. Por el tratado de Tien-Tsin, del 9 de junio de 1885, el Gobierno chino, a pesar del fracaso sufrido el 30 de mar:Zo por las fuerzas francesas en Langson, prometi, no solo retirar sus tropas, sino abrir al comercio francs, en dos puntos de la frontera china meridional, el acceso a las provincias del Yunnan y del KqmgSi, por donde podran penetrar las mercancas, pagando derechos' inferiores a la tarifa de las aduanas martimas. Esta poltica fue facilitada por Bismarck: cuando el Gobierno francs, despus de haber decidido el bloqueo de las costas chipas, impidi los transportes de arroz de Cantn hacia Tien-Tsin, la diplomacia alemana otorg a tri rebatible interpretacin del derecho internacional, el apoyo de su autoridad. La dominacin inglesa, ya establecida en el delta del Iravadi, se extendi, en 1885-1887, al reino de Birmania, a fin de prevenir una eventual tentativa francesa, que sera peligrosa para la seguridad de la India. Desde Bhamo, punto ~xtremo de la navegacin por el Iravadi, era posible llegar, por caminos de mulas, al territorio chino del Yunnan. Los dominios coloniales de los dos estados se encontraban, pues, en contacto directo con la China del Sur. Entre los territorios ingls y francs, el Siam formaba un taprr, salvo en la regin del alto Mekong, dividido en pequeos principados que ofrecan un campo de accin a la penetracin de las dos influencias rivales. Dicho Estado-tapn podra subsistir? Tal fue Ja pregunta que comenz a plantearse en 1887 cuando el Gobierno francs intent extender el territorio de Annam hasta el Mekong tT'edio, es decir, anexionarse Laos, regin disputada desde mucho antes entre Siam y el Annam, pero ocupada parcialmente, desck 1885, por Jos siameses. Despus del fracaso de Jos medios diplomticos las tropas francesas, en 1893, penetraron en Laos. Para obligar al Gobierno siams a reconocer el hecho consumado se decidi una demostracin naval: dos caoneros forzaron el paso del Mnam y llegaron a Bangkok el 13 de julio: como esta amenaza result ineficaz, el Gobierno francs resolvi bloquear toda la costa siamesa. El Gabinete ingls, presidido por Rosebery, un liberal imperialista, amenaz con intervenir en aquel conflicto franco-siams. Se debi esta amenaza solamente a que el bloqueo perjudicara directamente los intereses de Gran Bretaa, con la que el Siam realizaba el 90
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por 100 de su comercio exterior? Acaso la ocupacin de Laos inquietaba a algunos coloniales ingleses? No. La preocupacin esencial era de ndole poltica: la accin de las fuerzas francesas ante Bangkok haca pensar que la independencia de Siam se vea amenazada. y la permanencia qel Estacjo-tapn era necesaria para la seguridad de ia India. El asunto, en consecuencia, rebasaba el marco de una simple protesta diplomtica: provoc la i.p.dignacin de la prensa inglesa, que lleg a comparar la suerte de Siam con la de Polonia, y suscit, en los medios gubernamentales, comentarios apasionados. "La conducta de Francia es amenazadora-escribi la reina-: se trata de1 honor del Imperio." La agresin cometida contra Siam era "un acto de traicin, una indignidad'', dijo Rosebery, quien dej entrever medidas graves. Y la reina encareci, en una carta al primer ministro: "Debemos perseverar y prepararnos para cualquier eventualidad. No debemos ceder ante los franceses, o perderemos para siempre nuestra posicin en Europa." Rosebery se preocup incluso por saber c"ul sera la actitud de Alemania y de Italia en el caso de una guerra francoinglesa. Pero, cuando se inclin ,Siam, el .JI de julio, ante el ultimtum francs, que arreglaba la cuestin de Laos, sin tocar la independencia del Estado-tapn. el Gabinete ingls se tranquiliz, aplacndose el tumulto diplomtico. Cuando, tres aos ms tarde, por el convenio del 25 de enero de 1896, Francia y Gran Bretaa se repartieron los pequeos principados del alto Mekong, la promesa mutua de no intervencin en el valle del Mnam fue estipulada expresamente. Gran Bretaa haba protegido, pues, sus intereses esenciales contra Rusia y contra Francia. Habra podido conseguirlo si se hubiera encontrado sometida a una presi~ simultnea? As, pues, los litigios coloniales se hallaban unidos, casi en todas partes, a las dificultade's polticas eropeas. No es posible comprender los ,nos sin estudiar .Jas otras. Unicamente la poltica inglesa conceda, illal menos en la mayora de los casos, prioridad a las cuestones coloniales. El Gobierno ruso, cuando comprometa todo su esfuerzo en el Turquestn, pensaba, sobre todo, en ejercer una presin sobre Gran Bretaa, para hacer que se tuvieran en cuenta los intereses rusos en la poltica balcnica; pero tema, si iba demasiado lejos, reforzar la potencia alemana. Francia evit llevar sus Iitigiq,s con Gran Bretaa hasta el punto de que Alemania sacase partido de ellos. Por lo que se refiere a Birmarck, en todas las ocasiones, ya se tratase del Congo, <Je la guerra frani::o-china, del conflicto anglo-ruso o de la vecindad anglo-alemana en Africa del Sur, consider primero qu partido podl"a sacar de esas diferencias coloniales en beneficio de su poltica continental. As, pues, la interpretacin histrica debe dedicarse al e6tudio de esa poltica europea.
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CAPITULO VI
LA DIPLOMACIA BISMARCKIANA
Los antagonismos del sentimiento nacional y de los imperialismos coloniales forman el teln de fondo sobre el cual se dibujan las dificultades polticas en Europa. Sin embargo, no debemos exagerar el alcance de las crisis diplomticas, pues ninguna de las grandes potencias deseaba realmente Ja guerra. Pero todas crean que era posible un conflicto general, y procuraban establecer una situacin que pudiese prevenir el conflicto, o bien, hacerle frente en condiciones favorables. En el centro de aquella actividad diplomtica, Bismarck dominaba. Saba aprovecharse de las diferencias de intereses para mantener la preponderancia continental <;onseguida por Alemania, pero tambin llegaron a preocuparle tales diferencias cuando la cuestin balcnica provoc entre Austria-Hungra y Rusia amenazas de conflicto. Cmo logr el Canciller del Imperio, hasta que abandon el po<ler en 1890, mantener alrededor de Alemania un sistema de alianzas y de acuerdos que confirmaba su preponderancia 7 La accin diplomtica no fue, en este caso, simple regateo: ten:fu como objetivo la construccin de un sistema cuya existencia dominase las preocupaciones de los gobiernos y de los pueblos. Por ello es necesario concederle especial atencin; sin conocer, por lo menos en sus lneas esenciales, esta actividad diplomtica, sera imposible comprender las inquietudes de que daban prueba, en todas partes, no sobmente los medios polticos, sino tambin Ja opinin pblica. En mayo y junio de 1873, el Canciller del Imperio alemn estableci la primera form~ su sistema: la "Entente de los Tres Emperadores". Esta alianza se Qasaba en dos textos. El primero era un co'nnio-germano-ruso, firmado el 6 de mayo de 1873. "Si uno de los Imperios fuese atacado por una potencia europea, sera socorrido, en el ms breve plazo posible, por medio de un ejrcito de doscientos mil hombres de tropas efectivas" (1 ). Este convenio, que no era un tratado en forma y que solo llevaba la firma de Jos soberanos, se concluy sin lmite de duracin; pero poda ser denunciado con el previo aviso de dos aos; tena el carcter de alianza defensiva. El segundo texto fue un convenio austro-ruso, firmado el 6 de junio de 1873. No era un tratado de alianza, sino solo un acuerdo personal entre el emperador Francisco Jos y el zar Alejandro. que
( 1) El texto original del convenio est en lengua frances:i.
se comprometan a consultarse, ya en caso de divergencias entre sus estados respectivos, ya en la hiptesis de que la paz se viera amenazada par la agresin de una tercera potencia. El Emperador alemn otorg su adhesin a este acuerdo en un acta de fecha 22 de octubre de 1873. La interpretacin de la poltica alemana, a primera vista, parece simple. Por sus acuerdos con Austria-Hungra y Rusia, Bismarck crea adoptar seguridades contra el cambio acontecido en el Gobierno francs el 24 de mayo de 1873: cada de Thiers y subida de MacMahon al poder (1). Esta explicacin se ve, sin embargo, desmentida por el examen de los documentos. Los prembulos de la poltica bismarckiana se remontan al verano de 1872, es decir, a la poca en que Thiers acababa de manifestar su intencin de pagar la indemnizacin de guerra con mayor rapidez de la que estaba prevista en el tratado de Francfort. El 8 y el 9 de septiembre de 1872 los tres Emperadores tuvJ.eron en Berln los primeros cambios de impresiones que precedieron a la conciusin de los acuerdos de 1873. Y el acuerdo germano-ruso fue firmado el 6 de mayo de 1873, cerca de tres semanas antes de la cada de Thiers. As, pues, en el preciso momento en que Bismarck se declaraba satisfecho de la poltica francesa y tranquilo por la leal ejecucin del tratado de Francfort, se dedicaba a aislar a Francia. De hecho. aquel sistema de garantas diplomticas era necesario en el nimo del Canciller alemn, porque el xito del emprstito de liberacin del territorio y el voto de la ley militar de junio de 1872 eran indicios de un restablecimiento rpido de Francia y tambin porque Alemania iba a perder, en plazo breve, la seguridad que representaba para ella la presencia en territorio francs de sus tropas de ocupacin. Bismarck esperaba que el juego de tales acuerdos le pusiera en situacin de controlar la poltica rusa y la austro-hngara; contaba con poder mantener a los dos vecinos "en el mismo atalaje". Pero los acuerdos silenciaban las cuestiones ms delicadas, las que pudieran enfrentar en los Balcanes 'los intereses de Rusia con los de AustriaHungra. Los tres gobiernos, por lo detns, obedecan a mviles diferentes. Alemania buscaba el apoyo de Rusia, a fin de desanimar toda tentativa francesa de desquite. Rusia solo firm el acuerdo con Alemania para evitar una aproximacin estrecha entre los dos imperios centrales. Austria-Hungra nicamente vea en la entente de los tres Emperadores una concesin hecha a Bismarck con vistas al porvenir. El sistema era, pues, precario. Bismarck no tard en percibirlo: la co:ta crisis que estall en las relaciones franco-alemnas (2) en la pnmavera de 1875 puso a prueba el acuerdo germano-ruso, y la prueba result desalentadora para la poltica del Canciller.
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(ll Vase anteriormente, pg. 371 (2) Vase anteriormente, pg. 372
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El acuerdo de los tres Emperadores, quebrantado ya por ei alerta de 1875, no poda sobrevivir a la crisis balcnica de 1877-78; a finales de 1878 el sistema que Bismarck haba establecido en 1873 se derrumb. Pero el Canciller iba a reconstruirlo, casi en seguida, sobre bases nuevas. Puesto que se vea obiigado a escoger entre Rusia y AustriaHungra, opt, en 1879, sin dudar por esta ltima. No obstante. consigui en 1881 volver a establecer un lazo con Rusia, al mismo tiempo que se aseguraba en 1882, por la alianza con Italia, un medio de contener a Francia. Alianza austro-alemana, tratado de los tres Emperadores, Triple Alianza, estas eran las piezas del nuevo sistema bismarckano. El Gobierno austro-hngaro deseaba desde 1871 la alianza con Alemani_a (1). Adoptando esta solucin a principios de 1879 Bismarck daba evidentemente a su poltica una orientacin antzrrusa que no responda a sus planes generales. Por qu se decidi a hacerlo entonces? Tema ver a Austria-Hungra, si permaneciera aislada, procurarse una alianza con Francia o incluso resolverse a buscar, sin Alemama, un acuerdo con Rusia. A partir de junio de 1879, ya haba declarado al embajador de Francia: "La intimidad con Austria-Hungra ser. cada vez ms, la base de la poltica alemana." El incidente que surgi en agosto de 1879-una carta dirigida a Guillermo I por el Zar quejndose en trminos muy vivos de la actitud de Bismarck (2) y haci..:ndo alusin a las "consecuencias muy graves" que podran resultar de ello-no fue ms que una ocasin para que el Canciller tomase una iniciativa en la que estaba pensando desde haca varios meses. El 27 de agosto de 1879 propuso a Andrassy la conclusin de una alianza defensiva. Al principio, todo fue bien. Sin embargo, comenzaron las dificultades cuando se trat de definir contra quin se llevara a cabo la alianza. Alianza general, deca Bismarck. Ahora bien, Andrassy no aceptaba comprometerse a apoyar a Alemania en caso de que se viera atacada por Francia. Lo que quera era un acuerdo solo contra Rusa. Bismarck consinti en ello; pero tropez con la resistencia del em perador Guillermo 1, convencido de que Austria-Hungra no poda haber olvidado la guerra de 1866 y transformarse en una aliada sincera, y deseoso tambin de no ofender a Rusia, en la que, segn l, no perciba "designios hostiles" contra Alemania. "No os autorizo a llevar a cabo un convenio o una alianza con Austria-Hungra", escribe el Emperador a Bismarck el 10 de septiembre. Ante una amenaza de dimisin de su Canciller, Guillermo I se resign, sin embargo, a dar su autorizacin, pero a condicin de que Rusia no fuese especialmente nombrada en el tratado. Como Andrassy no acept la condicin (pues
(1) Vase anteriormente, pg. 358. (2) canicos. En las cuestiones de delimitacn de las fronteras ontre los
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, . . ue udiera parecer dirigido contra Francia no quena fmnar un te.~to_ q'k pas r alto las instrucciones formal:s y contra Inglaterra), Blsma~c p, texto en el que Rusia aparecia del En;p:rador. Ante. la re. acc1on I ese i~di 'Il. "Me es imposible racomo umco adversario, G~H,llermo .. c~nvicciones contra mi ca1 ti_ficar este tratado; el!~).. ~'.~ co 7~~o ~~s ratificarlo, p~es Bismarck. le rae ter, ~ontra mi. hon.~1 .. , ~r;dos sus mini~tros. El Emperador se smamenazo con"ros la d1m1s1on ., l1endo. que, me debtl. o .. igan a tomar esta decisin se harn rest10 . L .
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ponsables de, el~o a~la l~~~b~.I tratado de alinnza-aizstro-alemn se hallaEl 7 d~ octu. re e , ' otencias fuera atac;:ada por Rusza, amba concluido: s1 t:na d-= las do~ \. . contra aquella \en caso de ataque bas potencias unrwn todas suls ue1 za~ n ran una neutralidad benvola. por parte de otro, estado,. so . seb PI r I. e todo el peso de su autoridad B' k echo pues nn ,1 danza ' 'A t I~marc l ~ 'd~r la alianza austro-alemana ding.i4a c:;o~ ra para Impone~ a _.-mpera b- d , d la idea que en 1873 fuera la msRusia. Parcc1a as1 !1~ber ~ an o~1c1 o el 14 de septiembre-en el . mopiracin de su poht1ca. Sm cm. argo, austro -iJemanas alcanzaban su . 1 que las neuoc1ac10nes -, . l mento mismo e1 . , . , al embaador alemn en Viena e punto crtico-111d1co en ~n~ c~.rta l da en )que se diese cuenta de ta sentido .de su nuevo. plan. tusiaA~stri~-Hungra v Alemania, se senexistenc1a de una alianza en a pedira el, restablecimiento dei tira peligrosamente aislada, e a m1/sm Alemania se prestara a ello. . d, lvs tres Em1erac ores Y , antiguo sistema e . clusn del tratado austro-a 1 eman En el espntu del Canciller la ~~:1 de r .. sionar al Gobierno del .Zar deba ser, en conse~uc?c1ab, ur; m~k{~na {1~ duda, el Imperio ruso no para atraerle a la orb1ta ismar . erdo de los tr"S Emoera, ontrar "'Il este nuevo acu v 1 podna vo ver a ene ' . a no sera la pieza e1 ave 1873 dores la situacin que ~1ab1a tkenl1dob_en 'Ontr~do "Ompromisos ;especto d l t porque fsmarc , 1a Ia e ... . e sis ema, , . omo tales compromisos eran so1o a Austna-Hungna. Sir: e~barg~,ta~aba a Austria-Hungra, contar con defensivos, Ru~1a podna, s1 no ~t L rincipal era actuar de manera la actitud benevola de Alemama. o cia Para hacer olvidar al Zar que apreciara y desea~e .aquellfo~e~~~~t~~imicntos balcnicos, bastara, el rencor que le pro ~1~ron r . d 1 aislamiento. Tal fue la idea sn duda, hacerle perc1~1r lo~ pe '1gr~s, a econsderar el caso de que no de la mamobra. Pero t~mb1en se dcb;ecauciones contra la hostilidad tuviera xito esta acc1on y to;n~r bI? o ruso el da en que conociera que tal vez pudiera mamfestar e o iern . d la alianza austro-alemana. . la ex1stenc1a e . .. , 1 bl objetivo tenda el corto ep1soCon toda veros1mi~1tud, a ese e~ e . de septiembre-dos das dio de una conversac:on anglo-al:mb1;.~d~) ~r~ Viena su deseo de reemdespus de haber mdicado aRsu .cm B' Js narck encarg a su embajador ~s con us1a- 1 1 d prender negoc1ac1on-= . . de Gran Bretaa en caso e ~ "Uase las 111tenc1oncs en Londres que av-=no , . ondi ue ,, 11 semejante caso, Jnconflicto germano-r~so. D1srda.eh ri;~~ " con~Iuir una alianza con Ale:alaterra estara totalmente !Spues a ,_ o
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mania contra Rusia. En cuanto a IFrancia, el Gobierno ingls se encargara de vigilarla y la obligara a mantenerse aparte, caso _de que quisiera intervenir en el conflicto. Bismarck pareci decepcionado: Vigilar a Francia? Nada ms? Dio rdenes a su embajador de no proseguir las conversaciones. Lanzando esa sonda, haba pensado realmente en procurarse el apoyo de Gran Bretaa en caso de ruptura con Rusia 1 Probablemente otros haban sido sus pl;_.-,1es; el paso que diera en Londres, pensaba, no quedara ignorado de los rusos y despertara su inquietud. As, pues, poda vanagloriarse de haberlo conseguido, pues el 29 de septiembre el diplomtico ruso Saburof lleg a Berln y solicit una entrevista. "Ya saba yo que volvrfa a nosotros el ruso tan pronto como nos aliramos con el austraco", sealaba el Canciller. Desde que recibi sus insinuaciones, ya no concedi inters alguno a mantener el contacto con Gran Bretaa. Las negociaciones germano-rusas se in,iciaron en seguida. Bismarck se declar dispuesto-por descontado, sin renunciar al acuerdo austroalemn-a restablecer el acuerdo de los tres Emperadores. El Zar acept esa contingencia. pues esperaba, al asociarse de nuevo al sistema bismarckiano, poder conseguir, al menos, la neutralidad de Alemania y de Austria-Hungra en caso de ,conflicto anglo-ruso. La actitud de Austria-Hungra era lo que ms obstaculizaba las negociaciones. Puesto que haba obtenido la alianza del Imperio alemn, no poda desear el restablecimiento de un sistema que siempre haba considerado como lo peor que pudiera haberle sucedido: qu inters tendra en negociar con Rusia y en limitar, por consiguiente, su libertad de accin en los Balcanes? Pero en vano Haymerl, sucesor de Andrassy, acumulaba reparos y prolongaba las conversaciones. Bismarck acab por poner al Gobierno austro-hngaro entre la espada y la pared: "Si Austria-Hungra--dijo-rehsa l~ tratado con Rusia, lo har por su cuenta y riesgo." La amenaza de- ver comprometida la suerte de la alianza austro-alemana .bast para ~-Hafierl se decidiese a transigir. El 18 de junio de 1881, el nuevo tratado de los tres Emperadores estaba concluido. Alianza? No; no era ms que un awerdo. Los tres Estados no se prometan ningn apoyo armado, sino solamente "una neutralidad benvola en caso de que una de las altas partes contratantes se encontrara en guerra con una cuarta potencia". En caso de guerra franco-alemana; Rush se comprometa a permanecer neutral. aun cuando fuese Alemania la que tomase la iniciativa del ataque. A su vez, Alemania y Austria-Hungra permaneceran neutrales en caso de guerra anglo~rusa, aun cuando esta guerra fuera provocada por Rusia. Pero para _que tal acuerdo fuese duradero, importaba evidentemente que no surgieran nuevas dificultades en ]_os Balcanes. As. pues, las tres potencias se comprometan a "tener en cuenta sus respectivos intereses en los Balcanes" y a no aceptar, sino de comn acuerdo, una posible modificacin del estatuto territorial del Imperio otomano. Mediante un protocolo separado, Austria-Hungra obtuvo la autorizacin
para anexionarse, en un futuro indeterminado, la Bosnia y Herzegovina, sobre la cual tena desde 1878 el derecho de administracin; Rusia, a cambio, podra unir la Rumelia a Bulgaria. El tratado, acordado por tres aos, era secreto. Qu alcance tena para cada uno de los tres Estados? Alemania obtena la promesa de la neutralidad rusa en caso de guerra francoalemana y Rusia reciba la seguridad de que los dos Imperios centrales no intervendran en un conflicto anglo-ruso. Para ambas, estas eran garantas importantes. -Austria-Hungra, en cambio, no hallaba motivos para sentirse satisfecha, pues el tratado de los tres emperadores, aunque no atentase contra la alianza efectiva de 1879, obligaba al gobierno austro-hngaro a respetar los intereses rusos en los Balcanes y, por consiguiente, a limitar el provecho que pensaba sacar de esta alianza. Esto era precisamente lo que quera Bismarck: por el tratado de los tres Emperadores poda "frenar la poltica balcnica de su al~do austro-hngaro, ser el rbitro de las diferencias entre Austria-Hungra y Rusia y mantener a &us dos vecinas en el mismo atalaje". La poltica alemana, sin embargo, !)O se content con este xito. A la alianza con Austria-Hungra, al acuerdo con Rusia, aadi en 1882 la alianza con Italia. ' Tenemos que sorprendernos de que el Gobierno italiano deseara entrar en el sistema bismarckiano? Italia era dbil, necesitaba encontrar apoyos exteriores para hacer el papel de gran potencia. Su Gobierno ya haba pensado en 1873 en una aproximacin hacia Alemania. La decepcin sufrida en 1881 en los asuntos tunecinos no sirvi ms que para confirmarla en sus deseos. Pero despus de la alianza austroalemana el Gobierno italiano no esperaba conseguir un acuerdo con el Imperio alemn sin entrar en negociaciones tambin con Austria-Hungra, que continuaba poseyendo territorios cuya poblacin era italiana. Deba sacrificar los sentimientos en aras de los intereses? El rey y sus ministros estaban convencidos de ello. Del mismo modo, el acercamiento hacia Austria-Hungra poda tener, desde cierto punto de vista, resultados favorables para la situacin interior del reino. No se corra el riesgo con el conflicto prolongado entre el Estado italiano y la Santa Sede de que el Papa abandonase Roma. declarando que ya no era libre y provocando as una sacudida temible en la opinin italiana? Ahora bien, antes de tomar tal decisin el Soberano Pontfice querra evidentemente obtener la aprobacin de la nica gran potencia cuya dinasta era catlica: Austria-Hungra. Convertirse en aliado de la doble monarqua era, pues, para el Gobierno italiano precaverse contra aquella contingencia.. Pero qu inters tendran las potencias centrales en aceptar una alianza con Italia 1 El Gobierno austro-hngaro no poda olvidar los acontecimientos de 1866: senta hacia Italia tanto rencor como desdn. Pero d~seaba
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calmar la propaganda irredeni:ista para no tener que hacer frente, en caso de conflicto europeo, a dos enemigos: Rusia e Italia. El Gobierno alemn solo desprecio abrigaba por Italia. "Los italianos--dijo Bismarck en marzc> de 1880 a Busch-se parecen a esos cuervos que se nutren de carroa y esperan alrededor de los campos de batalla que les dejen alg(J para comer." Desconfiaba tambn del rg~men poltico del reino, Ln rgimen parlamentario incapaz, segn creia, de asegurar el secreto de una negociacin. p_ero Italia poda transformarse en una aliada contra Francia. En caso de conflicto franco-alemn, Alemania no contara con el apoyo armado de AwltraHungra o de Rusia. Ahora bien: la intervencin italiana obligara a Francia a establecer un frente defensivo en los Alpes y debilitara, por consiguiente, la capacidad de resistencia del ejrcito francs en la frontera alemana. No obstante, el objetivo inmediato era, sobre todo aliviar a Austria-Hungra de las preocupaciones que le produca e irredentismo italiano. El tratado del 20 de mayo de 1882 fund .Ja Triple Alianza. Fij el estado de las relaciones entre Italia y las potencias centrales, mientras que las relaciones austro-alemanas conservaron como base el tratado d~ 1879. Acordado e;n su origen por cinco aos. iba a durar, prolon gandose una y otra vez, hasta, m?Y de 1915. La clusula esencial del tratado es el artculo 2.: "En el caso de que Italia, sin provocacin directa por su parte, se viera atacada por Francia, por cualquier motivo que sea, las otras dos partes contratantes estarn obligadas a prestar socorros v asistencia a la p:trte atacad;.i. Esta misma obl!gacin incumbir a Italia en el caso de una agresin, no provocada directamente, de. Francia contra Alemania." Pero mientras que los compromisos acordados entre Italia y Alemania se establecan sobre la base de la reciprocidad, no suceda lo mismo entre Itaj_ia y Austria-Hungra: aun~ue el ~obierno austro-hngaro se viera ob1igado a prestar su asistencia a Itaha en caso de ataque francs, el Gobierno italiano no prometa nada semejante en el caso de que Rusia atacara a Austria-Hungra (1). El tratado de la Triple Alianza, cuyos trminos eran secretos, tena, pues, en aquella fecha nicamente el carcter de una alianza de{ ensiva. Qu ventajas aseguraba a cada uno de los tres estados? Italia haba conseguido que Alemania y Austria-Hungra la protegiesen contra un ataq~e por par~e de Francia; adems, ya no tena que temer que el Gobierno de Viena prestase al Papa su apoyo en la cuestin romana. En cambo, daba la seguridad de un apoyo armado a Alemania, pero no a Austria-Hungra. Aunque demandante, haba conseguido, pues, grandes ventajas. Pero se vea obligada a renunciar a la propaganda
(]) El artc~lo 3.0 prevda, sin embargo, que Italia debera asegurar un apoyo armado a Austna-Hungra, si esta fuera atacada por Rusia y Francia pero esta intervencin francesa. no es posible, de hecho, ms que en el marco de 'una guerra en la que participara Alemania, caso previsto en el artculo 2..
irredeiltzsta y, por consgui"ente, te~a que_ abandonar a su su~rte todo d tiempo qu.; durase la alianza a 10s. italianos 9ue permanecian co1'.1o sbditos de Austria-Hungra. Alemania con.segu1a ,el apoyo de un ah~ do en caso de guerra provocada por Francia. h1p~tes1s c~ue. no ~r,eve1a el tratado austro-alemn de 1879. Ad<!mas, consolidaba 1~ s1tuac10n de su compaero austro-hngaro: "Itaiia .'! Austna-Hungna ~o pueden ser otra cosa que aliados o enemigos , pensaba Blsmarck. Aust_naHungra, por ltimo, ya no tena que temer en el caso de q~e estuviera en guerra con Rusia el ser golpeada por la espalda por Ital!~, que, por el artculo 4. del tratado, prometa expresamente su neutralidad llegada la ocasin. . Bsmarck se senta satisfecho. Tras haber termia q~e estar ?le~ta, nerviosamente, en 1879. ahora se encontraba ms tranquilo. La maqui~~ estaba tan bien montada, deca, "q~~--.!l.1archa completamente sol'l . Pero no iban a tardar en reaparecci 1as dific~ades.
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En el invierno de 1886-87, el sistema bismarckiano se encontr de nuevo amenazado a la vez por la crisis de las relacione.s_ fran,co-alemanas y por Ja tensin austro-ru~a resultant~ de la_ cuest10n bulg~ra (l)~ En el momento en que el Gobierno frances .. temiendo la amenaza ale mana, trataba de tornar contacto con Rusia, el ac~erdo de los tres Emperadores solo exista no1'.1in.almc~te; las dec~p~10nes d~l. ~ar podan incitarle a acoger estas msrnuac1ones frances~s. La pos1.b1hdad de ese acercamiento, de una alianza tal vez entre Rusia y F;a.ncia. preocupaba a Bismarck. En un discurso al Rei~chsta:g a proposito de la votacin de Ja nueva ley militar hizo alus1on a la guerra. en dos fre;z~es que podra verse obligada Alemania ~ sostener. Paraltzar la pollt1ca francesa y la poltica rusa; .evitar,. sin embargo. el_ p;ovocar en~re Alemania y Rusia un antago111srno directo, que ~o deana de ~~puar al Zar a la alianza con Francia; para ello, terna qu~ tra:iqmhzar al Gobierno ruso al mismo tiempo que le mostrase_ a que peligros se expondra con una poltica aventurada. En los primeros mes~s de 1887 el Canciller alemn realiz este plan. Para con~ener a F:ancia y a Rusia, acept, con ocasin de la renovacin de la fnple Altanza, ~ontraer nuevos compromisos respecto a Italia y atraer ~ Gran B;etana a su sistema diplomtico. Pero inmediatamente celebro con Rusia. un a7uerdo secreto. el tratado de reasegZ1ro. Ello fue un xito del virtuosismo diplomtico bismarckiano. Cmo lo obtuvo? . El primer tratado de la Triple Alianza expiraba en mayo ~e. ,1887. El Gobierno italiano estaba dispuesto a renovarlo. pero a co~d1c10n d,e obtener garantas suplementarias. Tema ver a i::ranc1a. ~uena de T5unez, extender la mano hacia Tripolitania; quena tambien que se le
(1) Vanse anteriormente, pgs. 377 y 389.
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reconociera el derecho de obtener algunas ventaj:_s en los Balcanes en el caso, siempre posible, de que el antagonismo austro-ruso se viera solventado por un compromiso y por un reparto de zonas de influencia. Ni Alemania ni Austria-Hungra tuvieron al principio la intencin de aceptar estas reivindicaciones, pero a fines de 1886, como las dificultades balcnicas y la tensin franco-alemana haban hecho valer ms el apoyo itaiiano, los dos Imperios centrales consintieron en entablar negociaciones sobre estas bases. Negociaciones difciles: Austria-Hungra no quera prometer un apoyo armado a propsito de la cuestin de Tripolitania; cierto es que aceptaba reconocer a Italia una parte de influencia en los Balcanes, pero a condicin de obtener la promesa de una asistencia armada por parte de su aliado en caso de guerra austro-rusa. Ahora bien. Bismarck, si admita la posicin del Gobierno austro-hngaro sobre el primer punto, no la aprobaba en el segundo; no deseaba que Italia diera una promesa que podra volver a AustriaHungra ms intransigente respecto a Rusia y hara aumentar de este modo la posibilidad de una guerra austro-rusa que Alemania tena inters en evitar. El Gobierno de Viena acab por ceder a la presin alemana. El tratado de la Triple Alianza, renovado por cinco aos, fue completado as solamente mediante dos convenios anexos, uno entre Alemania e Italia resoecto a las cuestiones mcditernneas v el otro entre Austria-Hungra e Italia referente a las cuestiones baldnicas. El arreglo mediterrneo prevea que si Italia. "a consecuencia de una extensin de la influencia francesa en Tripolitania, atacaba a Francia en Europa", Alemania la sostendra con las armas. En tal caso, deca Bismarck en sus conversaciones, Italia podra tomarle a Francia Niza y Crcega. \ El arreglo balcnico estiphlaba que, si el mantenimiento del statu qua en los Balcanes fuera im'pbsible -y si Austria-Hungra se viera obligada a proceder a una ocupacin del territorio, permanente o incluso temporal. Italia tendra derecho a una compensacin. As, pues, el carcter ele la Triple Alianza se vio modificado: el tratado defensivo en sus orgenes haba tomado un matiz ofensivo, ya que consideraba el caso de que Italia atacase a Francia en Europa. Pero en el momento en que se comprometa a sostener a Italia con las armas en la cuestin de Tripolitania, ya haba actuado Bismarck para procurar que se le aligerasen las cargas nuevas que aceptaba. Desde diciembre de 1886 hizo presin sobre el Gobierno italiano para que llevase a trmino un tratado con Gran Bretaa sobre las cuestiones mediterrneas. y algunos das ms tarde hizo aconsejar a la reina Victoria que se aproximase a Austria-Hungra y a Italia. De este modo esperaba asociar indirectamente a Gran Bretaa a su sistema. Por qu acept el Gobierno britnico (que era desde 1886 un Gabinete conservador presidido por Salisbury) negociar con Italia? Inglaterra en aquel momento tena serias dificultades con Francia a propsito de
ta, pues un dominio de los rusos en Bulgaria comprometera la seguridad de los Estrechos. Ahora bien, la cuestin de Irlanda pesaba como una grave amenaza sobre su situacin poltica interior, amenaza a la que el primer ministro hada frecuentes alusiones en su correspondencia. privada. As~, pues, ~alisbury crey que no poda emprender en Oriente una accz6n efectiva, es decir, naval o militar; nicamente caba pensar en defender por medios diplomticos los intereses britnicos. As que no tena ms remedio, para conseguir la reciprocidad, que prestar apoyo a Austria-Hu;,:igra en las cuestiones balcnicas y a Italia en las mediterrneas. Las negociaciones anglo-italianas fueron vigiladas estrechamente por e.l Canciller, que intervino varias veces para conciliar opiniones. Termm el 12 de febrero de 1887 con un acuerdo secreto anglo-italiano que, para evitar la raticacin parlamentaria, tom la forma de i111n cam?io de cartas. Este acuerdo indicaba la voluntad de las dos potencias de mantener el statu quo en el Mediterrneo y al mismo tiempo en el mar Adritico, en el Egeo y en el mar Negro, o, si no fuera posible mantenerlo, ponerse de acuerdo sobre las modificaciones que deberan hacerse. Igualmente se prevea que "Italia preste a Inglaterra un apoyo completo n la cuestin de Egipto", y que, recprocamente, Gran Bretaa "apoye la accin de Italia en Africa del Norte. principalmente en Tripolitania y en Cirenaica, en caso de invasin P.r una tercera potencia:. es decir, por Francia. Pero el alcance prctico de estos compromisos permaneca impreciso. El texto italiano deca: "Italia e Inglaterra se comprometen a un mutuo apoyo en el Mediterrneo en todas las diferencias que surjan entre una de ellas y una tercera potencia"; en el espritu de los italianos, apoyo mutuo significa apoyo armado. Ahora bien, el texto ingls se limitaba a decir que el "carcter de esta cooperacin debera ser decidido cuando se presentara la ocasin y segn las circunstancias de la cuestin". Salisbury ha eludido, pues, toda promesa precisa. De ello se alab ante la reina Victoria: "Los trminos de esta nota-escribe-han sido calculados para dejar al gobierno ingls el cuidado de juzgar si ha lugar o no para prestarle a Italia una cooperacin material." No es menos verdad que el Gobierno britnico, al mismo tiempo que se reservaba el medio de interpretar a su manera sus compromisos, aceptaba una colaboracin diplomtica con uno de los miembros de la Triple Alianza. Esta colaboracin se acentu cuando el 24 de marzo de 1887 Austria-Hungra otorg su adhesin al acuerdo anglo-italiano. Espaa, a su vez, entr en la combinacin: el 4 de mayo celebr un acuerdo con Italia para mantener el statu quo en el Mediterrneo y prometi no prestar a Francia, en ningn caso, un apoyo que pudiera molestar directa o indirectamente a Italia, a Austria-Hungra o a Alemania.
(1) Vanse anteriormente, pgs. 396 y 397.
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Alemania no otorg su firma a estos acuerdos mediterrneos xlrque Bismarck no quera tomar la resxlnsabilidad de asociarse ni siquiera en secreto-pues, sera bien guardado el secreto7-a una actividad dirigida ~ontra Rusia. Pero fue el Canciller quien dirigi todo el juego con la esperanza de paralizar la xlltica francesa y la rusa. En Trixllitan; a el axlyo diplomtico de Inglaterra a Italia deba bastar para protege: los intereses italianos y ahorrar a Bismarclc, por consiguiente, la pre1 cupacin de llevar a la prctica la promesa hecha a Italia. Asimismo, l 1 proteccin de los intereses balcnicos de AustriaHungrfa quedara a. egurada, en parte, por Gran Bretaa e Italia: Rusia se vera obliga la, pues, a ser prudente, sin wder acusar de malevolencia a Bismarck Los deseos del Cai ciller seguan siendo, incluso en el momento en que tomaba aquellas ir1 iciativas contra Rusia, los de mantener con ella relaciones correctas, si no cordiales, para evitar una nueva orientacin de la poltica del Zar e.1 las relaciones franco-rusas. Puesto que no era xlsible renovar el tratado de los tres Emperadores, al menos importaba tranquilizar al Goblerno ruso y mantener un acuerdo con l. Pero cmo conseguirlo a menos de dar a Rusia la esperanza de algunas satisfacciones en la poltica balcnica? Bismarck no se detuvo ante ese obstculo; se mostr dispuesto a hacer, en secreto, promesas, dando por descontado, al mismo tiemxl, que Rusia no podra sacar partido de ellas porque tropezara con las tres potencias, firmantes de los acuerdos mediterrneos. La negociacin ofrecida xlr Bismarck tropez, sin embargo, con serias dificultades, a causa de las diferentes opiniones que rodeaban al Zar. Luchaban dos influencias: la del canciller Giers, sucesor de Gort~h~kov, que solo d~sp_recio senta hacia Francia y que deseaba, por cons1gwente, el mantemm1ento de un acuerdo con Alemania; y la de K\.tkof, escritor poltico y gran periodista, partidario de la alianza francesa. Alejandro III vacilaba. En la primavera de 1887 cuando sobre~no la tensin franco-al~mana, declar: "No permiti~ que Alemania trastorne a Europa; s1 fuera atacada Francia y se sintiera desfallecer, Rusia se echara en la balanza." Pero permiti que en el diario oficioso del Gobierno, el Nord, se dijese que no se tenda a una alianza franco-rusa. Sin duda, pens que sena imprudente hacer a Francia, por adelantado, promesas de axlyo. Solo a finales de marzo de 1887 se puso fin al debate, cuando Katkof cay en desgracia, por haber cometido la imprudencia de hacer pblico, en un artculo periodstico, el contenido del tratado de los tres Emperadores. En seguida fue autorizado Giers por el soberano a llevar a trmino las negociaciones con Alemania. El 18 de junio de 1887, se firm el tratado secreto germano-ruso que .Bismarck llamaba trat9do de reaseguro. ' Alemania y Rusia se prometan, mutuamente, mantener la neutralidad, si una de ellas se encuentra en guerra con otra gran xltencia;
pero si esta gran potencia fuese Austria-Hungra o Francia no se prometa neutralidad, sino en caso de que no se tratase de una guer:a de agresin. Por consiguiente, Rusia, si Alemania atacase a Fr~nc'.a se vera desligada de todo compromso. Por otra parte, .Alemama re~o noca "la legitimidad de la influencia rusa" en Bulgana, comprendida la Rumelia. Prometa, tambin, su apoyo diplomtico a Rusia, en el caso de que esta "se viera en la necesidad de defender P?r s misma la entrada del mar Negro", es decir, de ocupar preventivamente el Bsforo, si una escuadra inglesa intentara forzar el paso. Qu valor tenan estas promesas? Rusia poda atribuirles alguna importancia, porque ignoraba los acuerdos mediterrneos. Pero Bismarck saba que toda accin rusa tropezara con la resistencia combinada de Inglaterra, ,,~ Austria-Hungra e Italia. En aquel momento, el $ist~ma bisnza~ckiano se e?contraba en .su apogeo. Alemania tena un tratado i.l~ alianza defe:is1va con AustriaHungra, desde 1879; y otro de alianza con Rumania (l), desde 1883: ambos estaban dirigidos contra Rusia. Posea, en el caso en que se viera atacada con Francia, una promesq de apoyo armado de Italia Y una promesa de neutralidad de Rusia. Por ltimo, Gran Bretaa, sin haber formado ningn acuerdo con ella, se hallaba, por los "acuerdos mediterrneos" asociada indirectamente a los objetivos de la poltica bismarckiana. Qu quera el Canciller? Aislar a Francia y neutralizar a Rusia. En el primer punto, obtuvo un xito completo: el Gobierno francs si no conoca el contenido de los acuerdos mediterrneos, tena bue~os motivos para sospechar su existencia; estaba vigilado estrechamente por Salisbury, que consideraba a Francia como "una vecina insoportable"; se daba cuenta de la exist~.nca de un~ creciente hostilidad en Italia, desde que Crespt. convertido en presidente del Consejo, rompi las relaciones comerciales y comenz una ?~erra adi~a nera que durara diez aos. Pero en el segundo punto, el ex1to de Btsmarck fue mucho ms precario. Cierto que haba obtenido la promesa de neutralidai.l rusa, en la hiptesis-muy poco verosmil-de que Francia atacase a Alemania. Sin embago, dudaba del valor de este compromiso: crea que, en una guerra franco-alemana, Rusi~ ? tardara en intervenir, si Francia llevase las de perder. En su ammo. la nica ventaja efectiva que aseguraba a Alemania. el tratado de re.aseguro, era evitar la conclusin de un pacto de a[1QJ1za entre .~rancia y Rusia: mientras el Gobierno ruso conservase un lazo de umon con el Imperio alemn, no sentira la necesidad de contraer compromisos precisos con Francia; y el Gobiern~ francs, pu;sto que no podra contar, con el apoyo armado de Rusta, no pensana en una guerra de desquite. Pero a qu preci? se . ?btuvieron eso~ resultad~s? Para dar a Rusia una aparente sat1sfacc1on en las cuestiones balc~mcas, e~ Canciller tuvo que contraer compromisos difcilmente concihables, s1
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no con la letra, por lo menos con el espritu del tratado de alianza austro-alemn y de los acuerdos mediterrneos. Ciertamente, tales compromisos eran secretos, y el mantenimiento de ese secreto constitua la condicin misma de la duracin dei sistema. Qu sucedera, no obstante, el da en que los acontecimientos balcnicos obligasen a Alemania a tomar partido 7 Para vencer las dificultades futuras, Bismarck contaba con su habilidad, su prestigio personal y la timidez de los otros gobiernos. Los hechos. d~smentiran aquel optimismo. Cuando, en agosto de 1887! e_l advennmen~o de Fernando de Sajonia-Coburgo en Bulgaria reamm~ el antago_msmo austro~ruso (1 ), Bismarck, aunque hubier<i. reconocido la legztzmzdad de la rnfluencia msa en Bulgaria, llev una ayuda a la poltica austro-hngara: publicacin, el 3 de febrero de 1888, del te_xto del tratado de alianza austro-alemn; demanda de crditos, con vistas a un nuevo aumento de los efectivos del ejrcito, que deba estar en situacin de hacer frente a una guerra en dos f 1entes; orden a la Banca del Imperio de negar adelantos sobre los ttulos rusos. con la esperanza de provocar un pnico entre los tenedores alemanes que guardaban en aquel momento la mayor parte de los valores rusos colocados en el extranjero. Al mismo tiempo. inici conversaciones con el Estado Mayor austro-hngaro, mientras rehusaba admitir, sin embargo, una guerra "preventiva" contra Rusia. Por ltimo, actu de tal ma~era,. ~l 12 de diciembre d.e 1887, que Inglaterra, Austria-Hungra e ltaha h1c1eron una advertencia al Gobierno turco: la Sublime Puerta n.o deba. e~ajenar, en ,~eneficio de Ru,sia, su soberana sobre Bulgaria; s1 5': res1stia a la poht1ca rusa, tendna el apoyo de las tres potencias asociadas en el acuerdo mediterrneo. El Gobierno ruso, sometido a aquellas presiones simultneas, se ~~ obligado a ab~ndonar la poltica que que.na ll?var a cabo en Bu.lgana, ,~o ~1:1sc en Francia las facilidades fmanc1eras que Alemania le negaba: en octubre de 1888 se emiti en la plaza de Pars un importante emprstito ruso. , Er~ ~sto el fin. del tratado ,de reaseguro? A ltimos de 1888, parecia adm1tir el Canciller que sena vano contar con la renovacin de este tratado: cmo se prestara a ello el Zar, despus de las decepciones que acababa de sufrir? Por ello. busc Bismarck otros caminos: por dos veces, en enero y marzo de 1889, ofreci, secretamente, a Gran Bret~a una alianza. Pero cuando el Gabinete ingls declin la oferta, volvi a desear, en octubre de 1889, el mantenimiento del reaseguro. El Zar, que no ignoraba las conversaciones anglo-alemanas y tema q;ie tornaran. a ser emprendi~as, acept la iniciacin de las ~egocia c~ones con miras a la renovacin del tratado; aunque no se haca ilus10nes sobre el valor real de las seguridades alemanas, crea prudente conservar aquel lazo para evitar que la poltica alemana concediese un apoyo total a los planes de Austria-Hungra en los Balcanes.
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Al empezar el ao 1890, la poltica bismarckiana, tras un perodo de vacilaciones, qued orientada en la misma direccin que en 1887. Sin embargo, dicha poltica era cada vez ms frgil. Bismarck, a pesar de toda su maestra, de toda su incomparable destreza, no ces de experimentar mayor dificultad en hacer marchar la mquina, cuyo mecanismo haba llegado a ser demasiado complicado. Aunque todava consiguiera, mediante sus maniobras diplomticas, reparar las grietas del edificio, no haca ms que retrasar la crisis de su sistema.
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CAPITULO VII
La ~ada de Bismarck, el 18 de marzo de 1890, precipit la crisis. El Gobierno alemn, despus de la dimisin del Canciller renunci a mantener, ~on ~usa ur: lazo secreto y abandon as el r~sgo esencial de la polt!c~ b1smarckiana-, A partir de entonces empez a prepararse el acontec1_m1ento 9ue h~b1a tratado Bismarck de prevenir y que tal vez l, hub1~ra pod.1do evitar durante algn tiempo: Rusia, aislada, se onento hacia la alianza con Francia. En las relaciones internacionales de ~uropa, e~ este el signo de un cambio profundo. Cmo explicarlo y como medir su alcance? La dimisin _del Canciller fue resultado de un conflicto con el joven Em_Perador, G~1llermo JI. En aquel conflicto, ocuparon un importante h:gar los motivos de orden personal: entre un ministro de setenta anos Y un ~~~erano de veintisiete no era de extraar que la armona re~ultara dificil; y mucho ms, cuando el soberano era ambicioso, vid~ de ten:r un gran reinado, y encontraba enfrente de l a un C~nciller habituado a dominar: "Tengo la impresin-dijo un da Bismar~k al Emperador-de ser un obstculo en el camino de Vuestra Ma1estad." La poltica interior era tambin ocasin de serias dificultades: el . C~nciller, qu_e ~ost~na, desde 1879, una amarga lucha contra el ~oc1ahsmo y el smdicahsmo, no quera renunciar a ella. aunque obtuviera resultados menos que medianos; y segua decidido a hacets de aquell~ cuestin . la "plataforma" de la campaa electoral par_a la :enovac1n d~l Re1chstag. Ahora bien: el Emperador tema res1stenc1as y no quena inaugurar su reinado con una actitud de combate_ contra las masas obreras, que pudiera acarrear sangrientos disturb10s. P_ero la d~vergencia tambin se manifestaba en la direccin de la polft~c.a ,extenor. G~i~lermo II escuchaba gustosamente las crticas que s_e dmgian a la poht1ca rusa de Bismarck, vinieran de los medios miht~r~s~n particular del general von Waldersee-o de las oficinas del Mmi~teno de Asuntos Exteriores, donde algunos colaboradores del Canc1_ller c~menzaban a sep~rarse de un amo cuya estrella empezaba a pahdecer. ~stos ~dversanos, declarados o secretos, crean superfluas, _las con~1derac10nes que deseaba guardar el Canciller respecto a Rus1~; y pehgrosos los compromisos inscritos, a espaldas de AustriaHungria, en el tratado de contraseguro. En los medios del Estado Mayor, algunos pensaban, incluso, que podra resultar oportuno declarar la guerra a Rusia antes del ulterior desarrollo de sus fuerzas. Bis420
marck ya haba tenido ocasin de combatir tal opinin. en 1888, en dos vigorosos informes. "Una guerra-escribi-solo tendra sentido si Rusia pudiera ser definitivamente hecha pedazos." Ahora bien: no era aquel el caso, pues sera imposible destruir completamente los medios de combate del adversario, a causa de la extensin de su terfitorio. Aunque se consiguiera reducir a pedazos el Imperio de los Zares, "los trozos se pegaran de nuevo, rpidamente, pues, la vitalidad de la nacionalidad rusa" era tenaz. "Alemania no puede pensar-termina el Canciller-en hacer desaparecer del mundo el peligro ruso." Sin embargo, los adversarios de su poltica no cejaban, y le acusaban de rusofilia; sospechaban que el Gobierno ruso preparaba la guerra contra Alemania, y reprochaban a Bismarck el desconocer tal contingencia. Era un incidente unido a la campaa que envenenaba las relaciones entre el Emperador y el Canciller: en marzo de 1890, varios informes del agregado mili ta~/ y de los cnsules alemanes sealaron movimientos de tropas en R sia; Bismarck se reservaba aquellos informes, que le parecan de p ca importancia; pero el jefe del Estado Mayor advirti al Emperador\ el cual escribi al Canciller, dicindole que no poda admitir aquella 'Ocultacin de documentos. Despus que Guillermo II pidi y obtuvo la dimisin de Bismarck, los hombres del nuevo cuio modificaron la orientacin de la poltica alemana respecto a Rusia. El sucesor de Bismarck, Caprivi, era buen general y buen administrador, pero no tena-experiencia en las cuestiones exteriores; Je dirigan, pues, sus colaboradores, sobre todo, el barn Fritz von Holstein, quien, con el simple ttulo de consejero refrendario en el Ministerio de Asuntos Exteriores; comenz a desempear un papel decisivo en la direccin de la poltica exterior. Holstein haba pertenecido, durante quince aos, al grupo de colaboradores de Bismarck, antes de pasarse a los que, desde 1888, combatan, secretamente, al gran Canciller, perjudicndole ante su soberano. Era un trabajador infatigable, que posea sorprendentes conocimientos sobre todos Jos asuntos diplomticos y gran agilidad espiritual, pero tambin un doctrinario. En tal vuelta de la poltica exterior alemana fue capital la influencia de Holstein. Crea que el tratado de reaseguro, cuya renovacin haba preparado Bismarck, deba ser abandonado, porque se hallaba en contradiccin, si no con la letra, al menos .con el espritu de la alianza austro-alemana. Por otra parte, no sera ilusoria la promesa de neutralidad rusa? En caso de guerra franco-alemana, dicha neutralidad no durara ms que algunas semanas. En lugar de entregarse a a:arosos ensayos diplomticos, Alemania debera practicar una poltica clara y leal, mientras que el mantenimiento de un compromiso secreto con Rusia "coloca bajo Ja Triple Alianza una bomba que, cualquier da, pudiera incediar a Rusia". Este abandono del tratado de reaseguro no podra ocasionar. segn Holstein. ningn inconveniente.
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;Dnde irfa el Gobierno del Zar a buscar otro apoyo? En Inglaterra? Para conseguirlo, Rusia debera sacrificar sus intereses en Asia Central, y no se decidira a ello. En Francia 7 Una alianza franco-rusa no permitira a Rusia solventar la cuestin de los Estrechos--objetivo esencial de su poltica-. Llegado el caso, la flota francesa no lograra impedir una intervencin inglesa. Tales eran los argumentos que reafirmaban la conviccin de Caprivi y de Guillermo II. Pero, quiz, en el fondo, el verdadero motivo fuese el deseo de romper con la poltica bismarckiana: si el reaseguro se conservaba. pensaba Holstein, los Bismarck--el prncipe o su hijo Herbert-podran tener oportunidades de subir al poder. Esta decisin alemana determinara-despus de largas vacilaciones-una orientacin nueva de la poltica exterior del Zar. La importancia de aquella evolucin diplomtica fue de tal ndole, que resulta necesario estudiar aqu, detalladamente, sus etapas: los tanteos de la poltica exterior rusa abren perspectivas interesantes a la interpretacin histrica. El Zar y sus consejeros, al mismo tiempo que apreciaban el servicio que les prestaba el mercado financiero francs, no se haban mostrado inclinados, hasta entonces, a buscar una alianza con Francia. Solo sentan desprecio por el rgimen republicano "malo y torpe", segn deca el canciller Giers; tambin desconfiaban de las tendencias "al desquite'', de que daba pruebas una parte de la opinin francesa. Pero el abandono, por parte de Alemania, del tratado de reaseguro, hizo que modificasen su manera de pensar. El Gobierno ruso tena concienCia de su aislamiento, y se inquietaba. El acercamiento a Francia respondi. pues, a una necesidad. Realmente, en los meses subsiguientes al giro de Ja polftica alemana, los medios oficiales rusos hicieron insinuaciones al Gobierno francs. En agosto de 1890, con ocasin de la presencia, en las grandes maniobras del ejrcito ruso, del sub-jefe del Estado Mayor francs, el general De Boisdeffre, los generales rusos declararon que, en caso de ataque alemn, Francia podra contar con el concurso de Rusia e hicieron alusin, aunque todava vaga, a la posibilidad de establecer un convenio militar. En marzo de 1891. cuando la viuda del emperador Federico TII realiz un viaje ele zncgnito a Pars-viaje ms osado que prudente, que provoc frases desagradables en la Prensa francesa y rplicas acerbas en la alemana-, el Gobierno ruso manifest a Francia su simpata: "El acuerdo ntimo entre Francia y Rusia es necesario para mantener en Europa un justo equilibrio de las fuerzas." La c~ncesin de la Cruz de San Andrs al presidente de la Repblica, demostr, por ltimo, que el Zar era capaz de sobreponerse a su repugnancia respecto al rgimen poltico francs. Sin embargo. el Gobierno ruso todava no se senta dispuesto a ir ms all de seguridades verbales y rasgos de cortesa. Cua~do el embajador de
Francia trat de abordar la cuestin de una alianza eventual, el canciller Giers la eludi. "Francia ha hecho lo posible para conseguir un tratado, pero, a pesar de sus apremiantes insistencias, no lo ha obtenido", declar a un embajador extranjero. Por tal causa, el Gobierno francs manifest su mal humor. En mayo de 1891, con ocasin de una peticin de emprstito ruso en la plaza de Pars, la banca Rothschild hizo fracasar el proyecto, aparentemente, como protesta contra los pogromos de que eran vctimas los judos de Rusia; pero lo ms seguro es que, en el fondo, fuese para dar una rplica a los fines de la diplomacia francesa. El acercamiento franco-ruso se encontraba, pues, en punto muerto. Si el Zar se decidi, no obstante, algunas semanas ms tarde, a estudiar una alianza, fue porque aparecieron nuevos acontecimientos que aumentaban los peligros del aislamiento ruso: el 6 de mayo de l 891 se renov el tratado de la Triple Alianza; el 29 de junif! el Gobierno italiano, al anunciar a su Parlamento dicha renovacin, aludi al acuerdo mediterrneo de 1887, es decir, al lazo establecido indirectamente, entre Gran Bretaa y la Triple Alianza. El Gobierno ~uso se inquiet con aquella revelacin: "se siente amenazado", escribi el embajador alemn en San Petersburgo. El 18 de julio de 1891, el canciller Giers mencion, en una conversacin con el embajador de Francia, la "adhesin, ms o menos directa, de Inglaterra a la Triple Alianza"; y declar que, ante la coalicin que pareca formarse, haba llegado el momento de dar "un paso ms" en el camino del acercamiento franco-ruso. El 5 de agosto, despus de la visita a Cronstadt de la escuadra del almirante Gervais, que fue acogida con un entusiasmo de buen augurio, Giers acept iniciar negociaciones con Francia. Fue el temor del aislamiento lo que llev, pues, al Zar y a su Gobierno, a abandonar su aversin respecto a la Francia republicana. Sin duda, los medios dirigentes del Imperio haban pensado en un acercamiento a Francia, desde que Alemania abandon el tratado de reaseguro; pero hubieran querido limitarse a un "acuerdo", sin ligarse por compromisos definitivos. Cuando se dieron cuenta de que exista un lazo entre Gran Bretaa y el sistema trplice, sintieron la necesidad de ir ms all:. La polftica francesa tena que procurar, evidentemente, sacar provecho de la nueva disposicin del Gobierno ruso. Salir del aislamiento, no era el anhelo de la opinin francesa, desde 18717 No haban pensado Thiers y Gambetta en una alianza con Rusia, desde los primeros aos que siguieron a la derrota? La poltica de los emprstitos rusos. no haba estado destinada, desde haca tres aos, a preparar los caminos de la alianza? Cuando se ofreci la ocasin, al fin, era natural que el Gobierno se aferrase a ella en seguida. El ministro de Asuntos Exteriores, Alexandre Ribot, recomend, al embajador de Francia en
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San Petersburgo. que se , provechase, en el menor plazo posible, de tan favorables c1.r~un~t,anc as. Lo que se necesitaba conseguir era una promesa de movtl1zac10n s, multnea y automtica de las fuerzas rusas Y francesas, en caso de qt e los estados de la Triple Alianza movilizaran las ~uyas .. ~l acto est ~cial de la alianza haba de ser, por ende, un conv~mo m~htar. ~espu es de julio de 1891, se fij el programa. Ahora ~le~, sen~ preciso q1..e pa?asen cerca de dos aos y medio para que la ms1s.tencia de F~anc11 tnunfara de las reticencias y vacilaciones de Rusia. Por que aqellas nuevas dilaciones? En, la prim:ra etapa, la.~ liplomacia francesa, al mismo tiempo que e~po~ia, de pnmera mtencIC n,. la totalidad de sus demandas, se preocupo, sobre todo, de conseguir un compromiso escrito aun cuando este s~lo respondiera imperfectamente a sus deseos. Lo; rusos deseaban. evitar las promesas demasiado concretas: aceptaba que Francia y Rusia se "concertasen" en el caso de que la paz se viera amenazada ~r? no queran comprometerse, por adelantado, a tomar medida~ militares. Deseoso de acabar, el Gobierno francs se resign. El acuerdo del 27. de :igosto de 1891, concluido en forma de un cambio de cartas, estipulo ~ue los dos estados se concertaran "en todas las cuesti~nes cuya mdole pueda poner en litigio la paz general". Para cualqmer amenaza de a~resin, las dos partes convenan "ponerse de acuerdo. sobre las medidas, cuya adopcin, caso de presentarse la evei_ituah~:1d, se impusiera simultnea e inmediatamente a los dos gob1.ernos . Este text~ .no estableca, pues, en qu medida prestara Rusia un concurso militar a Francia, ni daba siquiera la seguridad formal de un .PY arm~do, ya que solo a la hora del peligro sera cuando los gobiernos decidieran sobre la conducta a seguir. Sin embargo, Y esto ~.ra ~? es~ncial, Fran~ia sala del aislamiento. "El rbol se h: plantado , d1Jo Ribot. Pero en el nimo de los hombres de Estado franc:ses aquel acuerdo no era ms que un primer paso. El G?b1erno francs se esforzara, pues, en completar el acuerdo por ~ed10.. de un convenio militar. No sin esfuerzo, logr empezar a negociar. ~e parece ~e todo punto indeseable ligarnos prematura~e~te, mediante cu~lquter compromiso positivo, en materia militar, y hmitar as nuestra libertad de accin", escribi Giers al Zar, en diciembre .de 1891: no ba~taba el acuerdo del 27 de -agosto para proteger los rntereses de Rusia? El Gobierno francs no conoca exactame_nte punto de, vista del Canciller, pero se daba cuenta de sus reticencias. ~ar~ triunfar de ellas, trat de llegar, directamente, al Zar. Tarea .d1fc1l, p~es_ Alejandro III raramente reciba a los embaja?ores, Y qmz po~ t1m1de~, no trataba con ellos nunca las cuestones l~P?rtantes. La .diplomacia francesa multiplic los esfuerzos: misin of1c1osa de un diplomtico de origen dans naturalizado francs. Ju les Hanssen, que se traslad a Copenhague, en el momento en que el Zar pasaba una temporada en la corte de Dinamarca; nota del general De
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Miribel. jefe del Estado Mayor General francs; nuevo va je de Hanssen a Copenhague. En marzo de 1892, el Zar, ante la nota del general De Miribel, acept, en principio, estudiar la negociacin de un convenio militar, pero sin fiar fecha. En Pars, Ribot se inquietaba: "Hay que terminarlo de una vez." Si la guerra estallara antes de la conclusin de un convenio militar franco-ruso, "cargaramos con una grave responsabilidad i ". Pero el embajador de Francia le respondi que era imposible hacer ms. El 18 de julio de 1892, por ltimo, Alejandro III se decidi a anunciar que esperaba la llegada de un negociador francs. Cuatro das antes, Le Fgaro, en un artculo titulado "Alianza o flirt?", haba manifestado la impaciencia francesa. Podemos pensar que dicho artculo hizo advertir al soberano ruso los peligros de prolongar las vacilaciones. El negociador fue el general De Boisdeffre. El Gobierno francs quera obtener la promesa de una movilizacin simultnea y automtica de los ejrcitos de los dos estados, en caso de que Alemania o la Triple Alianza movilizasen sus fuerzas; pero no deseaba que tal compromiso se aplicara en el caso de que Austra-Hungra, sola, decidiese la movilizacin. Por otra parte, si estallase la guerra, deseaba que el ejrcito ruso lanzase su principal esfuerzo contra Alemania-y no contra Austria-Hungra-; de manera que el ejrcito francs, ex puesto a un ataque alemn imprevisto, fuera socorrido en el plazo ms breve posible. Pero, para los rusos, era Austria-Hungra el enemigo principal, al mismo tiempo que el adversario ms dbil: por consiguiente, el ms fcil y tentador para atacar. El general De Boisdeffre se dio cuenta de que era indispensable dar parcial satisfaccin, en este punto, a Rusia; y el Gobierno francs; despus de algunos das de perplejidad, se resign a ceder. El 18 de agosto de 1892. se concluy el acuerdo, y el texto fue firmado por los generales. Las clusulas del convenio definan los compromisos recprocos, en caso de moviiizacin y en caso de guerra. Sobre el primer punto, se deca: "En el caso de que las fuerzas de la Triple Alianza o de una de las potencias que la forman lleguen a movilizar, Francia y Rusia, al primer anuncio del acontecimiento, y sin que sea preciso un concierto previo, movilizarn inmediata y simultneamente la totalidad de sus fuerzas y las llevarn lo ms cerca posible de la frontera." Sobre el segundo punto, el texto precisaba: "Si Francia es atacada por Alemania, o por Italia apoyada por Alemania. Rusia emplear todas sus fuerzas disponibles para atacar a Alemania. Si Rusia es atacada por Alemania, o por Austria-Hungra, apoyada por Alemania, Francia emplear todas sus fuerzas disponibles para combatir a Alemania." Francia debera movilizar contra Alemania, por lo menos, 1 300 000 hombres, y Rusia, de 700 000 a 800 000, por lo menos. El resto del Ejrcito ruso se dedicara a actuar contra Austria-Hungra. Los ltimos artculos estipulaban que Francia y Rusia no haran la paz por separado; que la convencin
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franco-rusa tendra "la misma duracin que el tratado de Ja Triple Alianza", y, por ltimo, que se mantendra un secreto absoluto sobre el contenido de la convencin. El convenio militar constitua el verdadero tratado de alianza, puesto que era el nico texto que defina el casus foede1is. En definitiva, estableca una conciliacin entre los puntos de vista ruso y francs: Francia sala beneficiada en la cuestin de la movilizacin "simultnea y automtica" y haba hecho que se precisasen los efectivos que el ejrcito ruso debera lanzar contra Alemania; pero se vio obligada a comprometerse a movilizar aun en el caso en que Austria-Hungra, sin participacin de Alemania, decidiese la movilizacin contra Rusia; no se la obligaba, sin embargo, a entrar en guerra en caso de que se realizase tal hiptesis, nicamente un ataque que viniese de Alemania desencadenara su rplica. Tales eran las clusulas del convenio. A primera vista parecan salvaguardar la libertad de accin de Francia, en caso de guerra austro-rusa, mientras Alemania no participase en el conflicto. Pero suceda as, en el fondo? Puesto que Francia, aunque no tuviese frontera comn con la Doble Monarqua, se comprometa a movilizar su ejrcito, en caso de movilizacin austro-hngara, esa iniciativa francesa ocasionara una rplica alemana y precipitara Ja guerra. El Gobierno francs se haba dado cuenta perfectamente de ese riesgo; si lo haba aceptado era porque saba que si rehusaba la peticin formulada por los rusos, provocara el fracaso de Ja negociacin. Sin embargo, el convenio militar no se haba terminado an definitivamente; llevaba solamente Ja firma del general De Boisdeffre y la del jefe del Estado Mayor ruso, general Obrutchef. Cierto que el Zar declar verbalmente que aprobaba el proyecto, pero no haba dado una aprobacin escrita, y la difiri an durante diecisis meses. Esas ltimas vacilaciones no son las menos interesantes para el historiador de la alianza franco-rusa. El Gobierno francs-es decir, el presidente de la Repblica, el presidente del Consejo, los ministros de Asuntos Exteriores y de Guerra (pues, considerando que era secreto, el texto del convenio no fue sometido al Consejo de Ministros)-en el momento en que la negociacin del convenio militar pareca que acababa de colmar sus deseos no se senta enteramente satisfecho del carcter de los compromisos asumidos. Querra, antes de dar su aprobacin definitiva, conseguir dos modificaciones de detalle. Una, de pura forma: el presidente de la Repblica crea no tener derecho a celebrar un convenio secreto; deseaba, pues, que la palabra secreto no figurase en el texto. El otro era ms importante: Francia se comprometa a movilizar si Austria-Hungra movilizase, segn el artculo 2.; pero si esta movilizacin austro-hngara era solo parcial-dirigida, por ejemplo, contra un estado balcnico-, entrada en vigor el convenio militar franco-ruso? Ciertamente, no, segn pensaba el Gobierno francs. Habra que especificar esa reser-
va. Fueron presentadas tales definiciones al general Obrutchef y luego al canciller Giers, que pasaban el otoo en Pars. Ambos respondieron que ya era demasiado tarde para modificar el texto. Y el Gobierno francs no insisti. Aquel episodio ocasion un retraso, que no dej de tener consecuencias. El Gobierno ruso, en efecto, no tena ningn motivo para manifestar ms prisa que su compaero. Se limit, pues, a esperar la decisin del Gobierno francs. Pero en el momento en que se iba a declarar esta decisin, surgi el escndalo de Panam, en noviembre de 1892. No haba en l motivos para confirmar las aprensiones que haba experimentado siempre el Zar respecto al rgimen republicano? Alejandro III se indign de que ciertos peridicos, con ocasin de este escndalo, complicasen en el asunto al embajador ruso en Pars, Mohrenheim; lleg a exijir una carta de excusas del presidente de la Repblica. Mientras se pro!ong este asunto, no pudo hablarse de poner en el orcJ,rn del da la ratificacin del convenio militar. Quiz incluso se preguntase el Gobierno del Zar si no haba emprendido un camino equivocado. La hiptesis parece verosmil, pues en enero de 1892 el zarevich, el futuro Nicols 11, expuso a Guillermo II opiniones singulares: Francia estaba en decadencia, el rgimen republicano se hallaba condenado al fracaso y sera sustituido, sin duda, por una "dictadura militar"; ese da habra que pensar en formar una coalicin contra Francia. En ese mismo momento el canciller Giers, en una conversacin con el embajador alemn, manifest el pesar de que Alemania hubiese "empujado a Rusia en brazos de Francia y no haya procurado reanudar ms estrechas relaciones con el Gobierno ruso". No insinuaba con esto que an sera tiempo de reanimar la amistad germano-rusa? El embajador de Francia en Rusia no disimulaba su ansiedad ante su Gobierno. Cundo podra ser ratificado el convenio militar? La poltica alemana, una vez ms, proporcicnaba la coyuntura. No solamente no responda el Gobierno del Reich a las palabras del zarevich y del Canciller, sino que tomaba iniciativas tales que se inquiet el Gobierno ruso: gue11a de tarifas contra las exportaciones rusas; peticin de nuevos crditos militares, destinados a preparar los medios de una guerra "en dos frentes", proyectada segn los planes estratgicos establecidos por el nuevo jefe de Estado Mayor. Schlieffen. El Zar se vio obligado, pues, a considerar la alianza con Francia como una necesidad: la visita de la escuadra rusa a Toln en octubre de 1893, demostr que se daba cuenta de ello. Sin embargo, todava durante tres meses se prolong la espera. _El 27 de diciembre de 1893 .el Zar se decidi, al fin-sin que los documentos actualmente conocidos permitan determinar por qu lleg a vencer sus ltimas perplejidades-: Giers entreg al embajador de Francia una carta en la que declaraba que el convenio militar francoruso poda "ser considerado como adoptado definitivamente". El 4 de enero de 1894 el Gobierno francs respondi, por medio de una declaracin simtrica. La alianza se llev a cabo, por ltimo. Y Francia sali
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VII: EL TOMO 11: EL SIGLO
X!X.-OE FIN DE
LA EUROPA B!SMARCKIANA.-BIBL!OGRAFIA
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del aislamiento en el que se haba visto mantenida por la poltica bismarckiana. El Gobierno francs haba perseguido con tenacidad aquel resultado, objetivo esencial de su poltica exterior durante largos aos; los documentos dan prueba de su ansiedad patritica y de su lucidez. Habra triunfado, no obstante, de las vacilaciones del Gobierno ruso si las iniciativas alemanas no hubieran, en los momentos crticos de la negociacin, despertado las inquietudes del Zar? La negociacin de la alianza francorusa evolucion, sin que el Gobierno del Reich pareciera haberse d;ido' cuenta, al ritmo de las relaciones germano-rusas. En esa evolucin de las relaciones entre los dos Imperios la divergencia de los intereses econmicos desempe, sin duda, un papel. Los grades terratenientes de la Alemania del Este. productores de cereales y, por consiguiente, amenazado directamente por el desarrollo de las importaciones de trigo ruso, obligaron al Gobierno del Reich a tomar unas iniciativas cuyas consecuencias tuvieron que soportar el campesino y el tesorQ rusos. Cuando Bismarck, en el otoo de 1887, cerr el mercado financiero alemn a los emprstitos zaristas, satisfizo el deseo de los agrarios que queran retrasar en Rusia la construccin de las vas frreas por las cuales pudieran ser transportados los productos agrcolas hacia el territorio alemn. Y cuando se inici una guerra aduanera germanorusa, a partir de 1890, no fue su causa principal el deseo de proteger la produccin agrcola contra tal competencia? Ahora bien, las iniciativa'S alemanas dificultaron las finanzas pblicas rusas; llevaron, pues, al Gobierno zarista a buscar en Francia un apoyo financiero, que sirvi para preparar la colaboracin poltica. Equivale eso a decir que los mviles econmicos y financieros fueron decisivos? No, pues tales decisiones alemanas estuvieron orientadas por los designios polticos. En 1887, Bismar~, boicoteando los valores rusos, haba procurado, sobre todo, ejercer una presin sobre el Gobierno zarista, provocar en Rusia una crisis financiera en el momento en que la cuestin blgara estaba a punto de desembocar en un conflicto austro-ruso. En 1890-1891, la guerra aduanera fue, a su vez, la consecuencia de una opcin poltica: Caprivi deseaba consolidar su alianza autro-alemana con la firma de un tratado de comercio que abriera ms ampliamente el mercado alemn a los cereales hngaros, a expensas de los cereales rusos. Solo los clculos polticos de los hombres de nuevo cuo pueden explicar la orientacin de la poltica alemana.
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Cul es el balance de los cambios ocurridos en 1893 en las relaciones internacionales desde el tratado de Francfort? En Europa, el gran hecho nuevo fue el restablecimiento de un equilibrio entre los estados continentales no bien la alianza franco-rusa form el contrapeso de la Triple Alianza. Las posibilidades que se ofrecan en lo sucesivo a la poltica alemana eran ya limitadas. El Gobierno alemn comenz a darse cuenta de ello; aunque tuviera sus sospechas sobre la naturaleza exacta de las relaciones franco-rusas (hasta 1897 no fue anunciada pblicamente la existencia del tratado de alianza), se percat, a partir de 1893, de que Rusia y Francia se prestaban mutuo apoyo. Para tratar de restablecer la situacin diplomtica del Imperio, Guillermo II decidi poner fin a la guerra aduanera germano-rusa; declar al Consejo de la Corona que los intereses econmicos de los agrarios deban ser sacrificados en aras de los intereses del Reich: gesto de conciliacin tardo e intil. Pero constitua la alianza franco-rusa en aquel momento una amenaza para el statu qua territorial? En el nimo de los contratantes, como en los trminos del convenio militar, los compromisos mutuos eran micamente defensivos. El Zar tuvo buen cuidado de sealar, en una conversacin con el embajador de Francia, que no haba contrado ningn compromiso en Jo referente a la cuestin de Alsacia y Lorena y que no admitira asociarse a una eventual tentativa de desquite: "Sabris esperar con dignidad." En Francia, el Gobierno no haba tenido otro fin que el de proteger el territorio nacional contra un ataque alemn, temor por el que se senta apremiado. La opinin pblica, que ignoraba el texto de los compromisos de alianza, manifest su alegra cuando la escuadra rusa fonde en Toln: pero lo que experiment fue una impresin de alivio, no un deseo de comprometer los resultad9s del tratado de Francfort. La idea de desquite se hallaba en decadencia, tanto ms cuanto que en Alsacia-Lorena. en las elecciones de 1893, para el Reichstag se afirm el xito del partido autonomista, que revelaba los progresos de la resignacin. Por el contrario, el sentimiento de la confianza fecuperada contribuy a librar de obstculos la poltica de expansin colonial francesa: los adversarios de ella haban repetido incesantemente que con el esfuerzo colonial se corra el riesgo de dispersar los medios militares que Francia necesitaba en el continente y de poner la seguridad de! territorio a merced de Alemania u obligar al Gobierno francs a procurarse la buena voluntad del Gobierno alemn; estas objeciones perdieron su valor no bien la seguridad de Francia se encontr consolidada por la alianza rusa. La poltica francesa podfa tener en adelante una autonoma mayor en la escala de las empresas mundiales.
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Los resultados conseguidos en tales empresas ~olicitan nuestra atencin. Mediante la conquista colonial y el establecimiento de zonas de influencia econmica, los grandes estados europeos comenzaron a efectuar entre ellos, en el curso de este perodo, un reparto del mundo. En 1870, en el continente africano, la penetracin colonial europea quedaba limitada a Argelia, a Africa del Sur y a una pequea parte de la costa occidental, al Sur de la desembocadura del Senegal. Veinte aos ms tarde, los nicos territorios en los que subsistan estados independientes eran Etiopa, Marruecos y el alto Nilo. Con todo, el Negus acababa de firmar el tratado de Ucciali, en el cual el Gobierno italiano hizo insertar una clusula que pareca abrir el camino a un protectorado, :y el sultn jerifiano, puesto que el tratado de 1880 permita a algunos indgenas colocarse bajo la proteccin de las legaciones extranjeras, vea su autoridad cada vez ms amenazada por la penetracin de las influencias europeas. Por lo que se refiere a las tribus musulmanas del Sudn ,;lel Nilo, su independencia, reconquistada en 1884 por el Mahdi, era, de da en da, ms precaria, ya que la serie de acuerdos concertados de 1890 a 1893 entre Gran Bretaa, Italia, el Imperio alemn y el Estado del Congo haban decidido la suerte de todos los territorios adyacentes, y en 1892 Cecil Rhodes lanz su proyecto de un ferrocarril de El Cabo a El Cairo, que deba seguir el valle del Nilo. En el continente asitico, el reparto de la Indochina entre Francia y Gran Bretaa llegaba a su trmino: permita la existencia de un estado independiente, el de Siam, que servira de tapn entre las posesiones francesas y las inglesas. Pero no exista ese tapn entre las posesiones rusas del Turquestn y el Afganistn, este bajo un cuasi protectorado britnico: la frontera de los dos Imperio~ segua siendo la establecida despus de la crisis de 1885. La rivalidad anglo-rusa se desviaba entonces hacia Persia, donde el Gobierno del Sha reciba desde 1890 ofertas de asistencia financiera de la banca rusa y de la banca inglesa, las que esperaban obtener a cambio concesiones mineras o ferroviarias. Accin econmica 7 S; pero el objetivo era poltico. Al procurar establecer su influencia en Tehern, el Gobierno ruso pensaba en una penetracin hacia el golfo Prsico o hacia los confines del Beluchistn, y la poltica britnica se opona a ello, no tanto para disputar a los rusos beneficios econmicos muy aleatorios como para proteger las fronteras estratgicas de la India. Las conquistas realizadas entre 1880 y 1890 por Gran Bretaa en Birmania, por Francia en Tonkfn y por Rusia en el Turquestn oriental exponan al Imperio chino a nuevos riesgos; los franceses y los ingleses estaban a las puertas de las provincias meridionales, mientras que los rusos haban conseguido una va de acceso hacia las provincias del Noroeste. Sin embargo, las potencias europeas dudaban an en ir m.s all de la simple penetracin comercial, ampliando los objetivos de su poltica china. La inmensidad de un territorio donde pululaban las masas humanas inspiraba a los gobiernos europeos cierto retraimiento.
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"Atreverse con China-escriba en 1881 el agregado militar ingls-sera atreverse con una cantidad dese onocida." En 1891, el ministro francs de Asuntos Exteriores comprob( que no era posible asegurar una proteccin eficaz a las misiones catlicas en el interior de China. Los diez mil europeos que vivan all no se sentan seguros ms que en los puertos abiertos-puertos martimos o fluviales-que se hallaban al alcance de los caones de sus buques de guerra. Por ltimo, el reparto de los archipilagos ocenicos estaba casi terminado. Alemania se convirti en 1884-85 en una potencia del Pacfico: se haba establecido en Nueva Guinea, al lado de Gran Bretaa y de los Pases Bajos, y en las Islas Salomn, a una y otra parte de las rutas martimas que unan el ocano Indico y el Pacfico; ocupaba, al norte del ecuador, los archipilagos de las Marshall y de las Carolinas. que jalonaban la gran va naval ae Este a Oeste. Gran.Bretaa haba tomado posesin de la~ islas que constituan los puntos de escala entre Australia y el continente americano. Pero los Estados Unidos an vacilaban en anexionarse las islas Hawai. En el archipilago de las Samoa persista una especie de condominio germano-anglo-norteamericano. Tales preocupaciones europeas y extraeuropeas coincidan en la poltica de Gran Bretaa. La diplomacia inglesa n.o haba cesado de vigilar y obstaculizar la expansin colonial francesa. Sin duda, los conflictos no fueron graves-segn la justa observacin de Jacques Bardoux-ms que cuando el porvenir del Oriente mediterrneo se encontraba en juego, y, con todo, la poltica inglesa no deseaba que aquellas divergencias condujeran a una guerra. Pero para contener a Francia, Gran Bretaa busc-en 1879. en 1882 y en 1887-contactos con Alemania. La alianza franco-rusa, aunque fuese dirigida nicamente contra Alemania, poda inquietar al Gobierno britnico si la solidaridad de las dos potencias se manifestara fuera de Europa. La poltica inglesa en el vera,.no de 1893 contuvo la poltica francesa en Indochina con ocasin de la cuestin siamesa; comenzaba a temer que Francia resucitase la cuestin de Egipto mediante una penetracin hacia el alto Nilo. No hay que decir que tales iniciativas podran desarrollarse ms ampliamente, ya que la confianza francesa estaba ms robustecida en el continente. En el terreno de las rivalidades, donde se enfrentaban los intereses ingleses y los rusos-el golfo de Petchil, los lmites meridionales del Turquestn, los Estrechos turcos-, la poltica rusa se sentira a su vez reafirmada y podra hacerse ms emprendedora, puesto que podra contar con el apoyo diplomtico de Francia. Esto pareca confirmar a la poltica exterior inglesa en la misma direccin que haba iniciado en 1887: aceptar una colaboracin indirecta con la Triple Alianza y tener en jaque a Francia y a Rusia. Pero esto solo sera posible si el Imperio alemn permaneciera fiel a la concepcin bismarckiana, que subordinaba los intereses extraeuropeos a los europeos. Ahora bien : Guillermo II iba a proclamar la Weltpolitik y a provocar una rivalidad anglo-alemana.
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En el curso de los veinte aos siguientes a la destruccin del sistema bismarckiano las relaciones internacionales evolucionaron baio un signo doble. Por una parte, la expansin europea continu desm1ollndose; aunque encontr resistencias mucho ms serias .que antes, solo fracas en sitios muy limitados. Por otra parte, en Europa, las divergencias entre las grandes potencias se sealaron con creciente vigor, y las amenazas de conflicto llevaron a los"! gobiernos a reforzar, mediante acuerdos diplomticos o militarl!s, la s<'guridad del Estado; pero la celebracin de estos acuerdos hada crecer los antagonismos. Exista una relacin directa entre dicha expansin europea y las dificultades que se iban haciendo cada vez ms graves en Europa? En otros trminos: el choque de los imperialismos fuera de Europa no era la causa principal de los litigios europeos? La hiptesis les ha parecido atrayente, sobre todo, a aquellos que por sus tendencias_espirituales se mostraban inclinados de antemano a pensar que los intereses econmicos son el origen principal de los conflictos polticos. La explicacin 'adoptad a por esta "sociologa del imperialismo" es simple y cmoda. Pera es exacta?
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CAPITULO VIII
En el curs.o de .los !timos aos del siglo XIX y de los primeros es po~1~Ie d1scermr en la vida econmica y social, en la evoluc1on demogrfica y tambin en las tendencias de la psicologa de los pueblos, nuevos caracteres. _Mientras que el perodo comprendido entre 1870 y 1893 se haba sen~ado JX?r una tendencia a la baja de los precios, la coyuntura econ~1ca s~ mverta ahora: entre 1895 y 1913 el alza de los precios fu~ casi contmua, salvo dos cortas crisis en 1900-1901 y en 1907-1908 tal alza parece ~s~ar en rela~in con el aumento de las disponibilidad;s en mo?e~a, metahc31, es decir, ~on la explotacin, a partir de 1894, de lo!i_ yac1m1entos ":urferos sudafr~canos. El movimiento de los precios estimula la rro.duccin y los ~am?10s, que favorecen de este modo los progresos tecmcos y la orgamzacin del crdito. . ~a produccin industrial progres considerablemente gracas a la u.uhzac1n de nuevas fuentes de energa y a los mtodos de la fabricacin ~n. gran. escala. Aunque la hulla segua skndo la base esencial de la acttv~dad m~ustrial, el camp_o de las fuerzas motrices adoptaba una nueva fis~no~ta: la explo~ac10n de los yacimientos de petrleo, an muy restn~g1da en 1890, d10 en 1900, 21 millones de toneladas, y en 1910, 42 millones; el transporte de la fuerza elctrica, que entre 1885 Y 1890 solo se hallab": en un estadio experimental, lleg a ser despus de.J:~OO un elemento importante de la actividad industrial. La concentrac1on Y ~l ix;rfeccionamiento del utillaje permitan acelerar el ritmo de las fabncac10nes. En las regiones del mundo donde las formas modernas de la produccin haban ya tomado anteriormente un rpido impul~o-los .Esta~os ,Unidos, Alemania, Gran Bretaa, Blgica, Francia!as mdustnas electncas y las qumicas ocupaban un lugar cada vez ms importa? te .. Este P'.ogreso industrial se iba extendiendo a estados en los que _la vida mdustnal solo desempeaba antes un papel muy secundario: Rusia, en la cual la regin del Donetz comenzaba a transformarse en un gran foco de actividad; Italia del Norte en donde el empleo de la fuerza h~drulica. permita paliar la escasez d~ hulla; el Japn, en donde se orgamzaba la mdustri~, metalrgi_ca a partir de 1893. Al mismo tiempo se operaba una alternacwn _en la vida industrial del mundo, por la cual la parte d~ los Estados Umdos pas en treinta aos del 28 por 100 de la, produccin global al 38 por IOO; la de Alemania, del 14 al 15 por l 00; mientras que la de Gran Bretaa, que habfo sido del 27 por IOO, baj al 14 por 100.
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La produccin agrcola se benefici en los estados ms evolucionados de los prog,r 12 sos de la qumica del suelo, del empleo de los a?onos p~ tsicos y de los fosfatos, as como d~l desarr.~llo de los rr:ed10s ~~ca nicas. El rendimiento medio por hectarea crec10 en. el espac10 de trvrnta aos alrededor de un 23 por 100 en la Europa oc~id~ntal. El sistema de las comunicaciones se desarrollo rap1damente. En lo.s transportes terrestres el predominio del fer:ocarril c?~nenz a expenmentar en Europa occdental Ja competencia del. yafico ?~ carrete~a cuando el perfeccionamiento del motor de explo71~n p~rm1t16, a partlr de 1905, poco ms o menqs, utilizar el automovil. Sm embargo, los ferrocarriles mantenan su papel preponderante. En Europa, la red ferroviaria pas de 223 000 kilmetros en 1890 a 342 000. ~n 1913; en los Estado~ Unidos, de 268 000 kilmetros a 402 000 kilometros; en la.s otras reg10ncs del mundo, de 92 000 kilmetros a 226 000. El ferr~caml haca despertar, pues, a la vida econmica regiones cada vez mas extensas. , . . . , , El progreso de los transpo~tes m~rtimos fue qu1za. aun mas s1gmficativo: el arqueo global de ia manna mercante (hab.ida cuenta solamente de Jos navos superiores a 100 toneladas de cabida) era en 1891 de 23 500 000 toneladas y en 1913 de 46 891000; los barcos a vapor, que formaban en 1891 apenas el 60 por 100 ?e este tone!ae, llega~on a cerca del 95 por 100: el invento de la turbrna (cuya pnme:a aphcacn prctica data de 1897) tuvo por resultado una aceleracin ~e la velocidad y una economa de carbn; despus de 1900, el cald~~miento mediante el residuo de la nafta permiti una economia de s1t10 Y _de personal y redujo la frecuencia o l~ duracin de las escalas nec~:anas para el abastecimiento de combust1b:e; el c?sto de .1~ construcc10n de los barcos disminuy, porque el prec10 del hierro ba10 de 8~ francos la tonelada en 1880 a 57 francos en 1907. Asimismo el prec;o del flete estaba en baja: el transporte de una tonelada de mercanc1as de Marsella a Hong-Kong, que costaba 86 francos en 1890, solo costaba 70 en 1906. O OOO k' La red de cables telegrficos submarinos, que era de unos 30 1lmetros en 1900, alcanz 531 000 kilmetros en 1913; los nuevos cables se establecieron, sobre todo, en el Atlntico meridional. en e! Pacfico y en Jos mares del sureste de Asia. Por ltimo. 567 estaciones de telefona sin hilos se abrieron en 1913 al trfico pblico: tres cuartas partes de ellas se encontraban en los Estados Unidos. en ~uropa. Este desarrollo de Jos medios de transportes favoreci el impulso de Jos intercambios internacionales de mercancas. facilitadas por la adopcin Je! patrn oro en el rgimen monetario de los gran.des estados y por la estabilidad del curso de las moned~s. Las rel?c10nes comerciales, sin embargo, seguan estando obstacullzadas por el mantenimiento v aun Ja agravacin del proteccionismo aduanero en Europa continent;I v en los Estados Unidos; pero surgieron tratados de comercio que ~minoraron en muchos casos ese obstculo. L1 masa global
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de los cambios, segn los cmputos de Sombarl. se duplic entre 1900 y 1913. Por otra parte, en los grandes estados industriales, la acumulacin rpida de los beneficios hizo que aumentase la masa de los capitales disponibles. La mayor parte de estos capitales se invirti, por supuesto, en el pas, en las empresas nacionales y o en los emprstitos del Estado. Pero la abundancia de la oferta produjo la baja de las tarifas de inters. Los poseedores de capitales se encontraban, pues, inclinados a buscar una remuneracin mejor; la hallaron o creyeron hallarla ya en emprstitos de los estados extranjeros, ya en empresas que se proponan explotar los "pases nuevos": estas iniciativas podan desarrollarse sin trabas. Fueron capitales suministrados por la Europa occidental los que aseguraron el financiamiento de la construccin de los ferrocarriles en Asia, Africa y en Amrica del Sur, ia explotacin de los recursos del subsuelo, el desarrollo de los productos agrcolas; acudan tambin a ellos para cubrir sus necesidades de presupuesto Rusia, los estados balcnicos, el Imperio turco, el Japn y las Repblicas sudamericanas. La amplitud de estas inversiones, en las que Gran Bretaa, Francia y Alemania desempeaban el principal papel, fue uno de los rasgos caractersticos de la poca y dio a dichos estados medios de presin econmica y poltica sobre los "pases nuevos". Este mpetu de la vida econmica y financiera iba acompaado de un esfuerzo de organizacin que era su condicin indispensable. Concentracin de las empresas, siguiendo el camino-el de los trusts y Jos cartels--que ya haban emprendido antes de 1890 la economa americana y la alemana. Concentracin de los medios de crdto; en la vida industrial, las cuestiones financieras y bancarias desempeaban un papel esencial. Es esa Ja poca en que triunfaron las formas del alto capitalismo, que haban tomado su impulso gracias a las prcticas del liberaiismo econmico, pero que comenzaban a deformar su espritu. Tales transformaciones--que nos bastar recordar ahora rpidamente, pues tan conocidas son en sus rasgos esenciales-tuvieron importantes consecuencias en las relaciones internacionales. Todos los grandes estados industriales se vieron obligados a buscar, ms activamente an que en el pasado, un rea de expansin para su actividad econmica. Encontrar otras salidas en los pases "nuevos" constitua una necesidad absoluta a medida que el ritmo de la produccin sobrepasaba la capacidad de absorcin del mercado interior y que el mantenimiento del ritmo de la produccin precisaba importaciones de materias primas cuya exportacin era la forzosa contrapartida. Gran Bretaa conoca desde hada mucho tiempo esa necesidad, pero Alemania se dio cuenta de ella tambin de manera cada vez ms apremiante, a partir de 1895 aproximadamente. En 1913, la industria inglesa exportaba, al parecer, un tercio de su produccin, y la situacin de Ja industria alemana era, poco ms o menos, semejante. Tambin Jos Estados Unidos se convirtieron, a partir de los ltimos aos del siglo XIX, en expor-
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tadores de productos industriales. "Poseemos tres de los triunfos para ganar en el envite del progreso comercial: el hierro, el acero, el carbn -declaraba en 1898 el presidente de la Bankers Association-. Hemos sido durante mucho tiempo el granero del mundo. Aspiramos hoy a llegar a ser su fbrica." Pero mientras que la industria americana encontraba en el territorio nacional la mayor parte de las materias primas que necesitaba, la industria europea no poda vivir sin recurrir a las materias primas importadas; la industria textil continuaba pidiendo a Estados Unidos el algodn en bruto, a la Argentina y a Australia la lana en bruto; la industria metalrgica no buscaba nicamente el mineral de hierro, sino tambin los metales raros que eran indispensables para las aleaciones; el nacimiento de la industria del automvil colocaba a las regiones productoras de petrleo o de caucho en un lugar completamente nuevo en la economa mundial. Las inversiones de capitales, al mismo tiempo ,1!1.Ue permitan establecer los medios de transporte indispensables para encauzar los productos brutos, proporcionaban los recursos necesarios para la explotacin de las riquezas del suelo y del subsuelo; las rentas de tales inversiones procuraban a los estados industriales de Europa los medios de pagar sus importaciones de materias primas. Internacionalizacin de la vida econmica, establecimiento de nuevas corrientes de intercambios, interdependencia entre los grandes pases que estaban a la cabeza del desarrollo econmico y los pases "subdesarrollados"; estos eran los rasgos que se afirmaban en la vida econmica del mundo. La Europa occidental segua estando en el centro de este movimiento y se encontraba ntimamente unida al mercado mundial. As, pues, entre los estados industriales de la Europa, occidental era donde se estableca la competencia en los terrenos econmico y financiero. Las formas de tal competencia diferan sensiblemente, sin embargo, de las que revesta veinte aos antes. Entre 1880 y 1890, la conquista colonial haba sido el principal medio para realizar la expansin y establecer, en beneficio de determinados grandes estados, un sistema econmico imperial. Ahora bien, los territorios vacantes o considerados como tales por las grandes potencias se hacan escasos; casi todas las regiones del mundo donde los europeos podan establecerse sin que encontrara su dominacin resistencia eficaz estaban ya repartidos. Para extender los dominios cQloniales era preciso estudiar verdaderas operaciones de guerra contra los_ estados indgenas o traspasos de territorios entre estados colonizadores, es decir, a expensas de los estados dbiles. Lo ms frecuente era, pues, que la expansin tomase una forma nueva; sin proponerse establecer su dominio poltico, los grandes estados europeos intentaban asegurarse una zona de influencia privilegiada en pases "nuevos" que poseyeran recursos mineros, yacimientos de petrleo o que ofreciesen, gracias a la masa de su poblacin, salida a sus productos industriales. Derecho de prioridad e incluso de monopolio
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f~~rocarnles o pu~rtos o p:.ra ~brir el camino al comercio, pero tamb1en. para proporc10na~ una_ sahda a los productos metalrgicos euroix:os, tales eran en dicha torma de expansin las preocupaciones cornente~. Los contratos de concesin iban de la mano de inversiones de capitales. Por otra parte, en su potica econmica exterior cada uno de los grandes e~~ados indus~riales se esforzaba en ampliar sus mercad?s de exportacion por med10 de negociaciones de tratados de comercio ~~n los estados ..-ubdesarrollados, pero tambin gestionaban la c.elebrac1on de contratos de suministros destinados al abastecimiento nacional o al armamento. Para conseguir estos contratos era necesario en muchos casos proporcionar al estado comprador recursos financieros: conceder un emprstito al Gobierno de un pas nuevo a condicin d~ ':lue el producto sirviera para pagar los pedidos. Tal era el procedimiento que empleaban frecuentemente los grandes estados de Ja ~uropa occidental e?, sus rela~iones con los estados balcnicos, por e!:mplo. ~a ~xportac1on de capitales era el agente directo de la expans1on econom1ca. La rivalidad que se empe alrededor de los contratos de concesin o d~ los pedidos de armamento no fue solo ocasin de lucha en Jos med10s de ne_gocios, grupos industriales y bancarios; tomaba inevitablement~ el car.acter de ~na competicin entre los estados si los gobiernos s~ vetan obhgados a rntervenir. Esta accin gubernamental era necesarta, P?~ supuesto, cuando haba que negociar un tratado de comercio. ~amb1en lo er~, de derecho o de hecho, cuando se otorgaba un emprstlto; en Francia y ~n Al~mania l.a emisin de un emprstito extranjero s?~re el mercado frnanc1ero nacional estaba sometida a una autorizac1on ~ada por el Gobierno-la admisin a la cotizacin- en Gran Bretana, donde la legislacin no prevea nada en esos casos '1a prctica no .era muy diferente, sin embargo, pues los bancos no desa tendan g~n~ralmente los avisos que les daba el Gobierno. Por ltimo, Ja negoc1~cin. de ~n contra~o concesin en el Imperio turco o en el Imperio ch1~0. lillphcaba ~as1 ~1empre, para que tuviera posibilidades formales de e~to, un.a .accin diplomtica en beneficio del grupo industrial 0 financiero sohc1tante. La participacin del Estado era, pues, indispensable e? todas las _formas d~ expansin econmica. Era espontnea? A veces, s1. l No tenia el Gobierno el deber de favorecer las iniciativas de sus productores a expensas de las empresas extranjeras ~n inters de la prosperidad nacional);' del total. empleo de la mano de obra 7 No daba por descontado tamb1en que la rnfluencia econmica o financiera abrira el c~mino a los laz.o~ polticos? Pero quiz lo ms frecuente fuera que los mteresados s~hcttaran y o?tuviesen el apoyo de su Gobierno, ya orquestando, mediante subvenctones dadas a la Prensa un movimiento e~ la opinin p?lica, ya remunerando las ayudas prestadas en Jos med.1~s garlamentanos. El desarrollo del alto capitalismo y la concentrac1on del poder en las manos de los grandes hombres de negocios; el
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temperamento de estos jefes de empresa, tcnicos, comerciantes, finai:icieros, que eran a menudo advenedizos, convencidos de. 9ue la aud~c1a es la primera condicin del xito, pero que estaban tambien persuadidos del papel bienhechor del capitalismo en el progreso hw.nano; los lazos personales que existan en muchos casos entre los m~d10s. de los negocios y los miembros del Gobi.e~no o los al_to~ func10nanos: daban a aquella presin de los grandes rntj?reses econom1cos una amphtud y una eficacia mayores que en el pasado. . . La intervencin de los Estados en la competencia comercial agravaba inevitablemente las rivalidades polticas. La diplomacia econmica y financiera ocupaba un lugar cada vez ms importante en las relaciones internacionales, un lugar que no siempre es fcil de deter?1inar-pues las negociaciones entre los grupos de intereses y los med10s gubernamentales rara vez dejaban vestigios escritos-, pero que podemos apreciar a travs de indicios verdaderos. Adems, en las relaciones entre los pueblos el carcter de esta competicin entre los intereses materiales fomentaba antipatas o rencores. La evolucin econmica multiplicaba, pues, las ocasiones de disputas e incluso de conflictos diplomticos. Sin embargo, la accin de los intereses y de las fuerzas que lanzaban a los estados europeos unos contra otros poda tener una contrapartida. El desarrollo del esfuerzo de expa:1sin estableca entre la vida material de Europa y la de los otros contmentes una mut~a dependencia: eran los pases nuevos extraeuropeos los que propo~c10na?an a las industrias europeas una parte importante de sus matenas pnmas y . las poblaciones europeas una parte cada vez mayor de sus artculos alimenticios; eran ellos tambin los que brindaban un mercado al excedente de la produccin textil o metalrgica. No debera ser tal interdependencia garanta de paz? La existensia de trusts internacionales que comenzaban a ordenar entre los grandes productores un reparto de mercados, no poda contribuir a establecer una solidaridad de intereses? La amplitud de los movimientos de capitales hacia los pas~s extranjeros, no debera llevar a los capitalistas a pensar en los ne~gos que no dejaran de correr las inversiones en caso de un gran conflicto internacional? No eran de menor importancia los cambios que intervenan en la situacin demogrfica. En el curso de esos veinte aos, mientras que la poblacin total del globo aumentaba unos 200 millones de habita~tes (siendo esto solo un clculo aproximado), la de Europa creca 52 millones; el Viejo Continente, con 452 millones de habitantes, ~onserv.aba en 1913, poco ms o menos, su lugar relativo (26 por 100, habiendo s1d?, segn parece, de 24 por 100 a media?os del .siglo XIX)~ aunque un amplio movimiento de emigracin, que tema su pnnc1pal ongen en los estados mediterrneos, Austria-Hungra y Rusia, arrastrase hacia los otros continentes entre 1893 y 1914 un poco ms de 21 millones de hombres. Pero dicho aumento de la poblacin estaba repartido muy desigual mente. En Europa, Rusia, en donde viva un tercio de la poblacin del
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continente, e Italia mostraban un aumento rpido, porque el ndice de los naci;;i;.entos permaneca muy elevado; en Inglaterra y en Alemania, donde .e.l ndice .de los nacimientos segua en baja, pero disminua el de mor~ahciad gracias a los progresos de la higiene, la cifra de Ja poblacin continuaba aumentando-7 millones en veinte a;;os en el Reino Unido y 15 millones en Alemania-; en Francia, donde el ndice de Jos nacimientos era ms bajo que en todos los dems sitios. la cifra permaneca casi estacionaria: en veinte aos la poblacin solo creci en personas 1 300 000. En Amrica fueron los Estados Unidos. con 76 millones de habitantes en 1900 y 97 en 1914, los que se pusieron a la cabeza del impulso demogrfico, gracias en parte a la afluencia de inmigrantes europeos: entre 1890 y 1914 recibieron 16 500 000 inmigrantes, 10 millones de los cuales se quedaron definitivamente en el pas. En Asia, la poblaci'.1 de la India pas _de 295 millones a 315; la del Japn propiamente dicho, de 30 a 35 millones; la poblacin china tambin aument r~pidament~, sin que sea posible indicar, por falta de censos, ni siquiera cifras aproximadas: los cmputos para 1911 indican 31 O 330 millones. . En las r~lacione.s internacionales estos factores demogrficos ejerc1er~n una mfluenc1a :vidente. Tendan a modificar el papel que respectivamente desempenaban Europa y los Estados Unidos en Ja vida general del mundo; gracias al flujo de Jos recin llegados, segn comprob en 1911 la Comisin de la Inmigracin, Ja industria americana pudo encontrar la mano de obra necesaria para su desarrollo; por eso, el Congreso mantuvo abierto el territorio de Ja Unin a la penetracin de los blancos. En el interior del continente europeo contribuyeron a la modificacin de las relaciones de las fuerzas entre los estados desde el punto de vista econmico, pero tambin desde el militar por cuanto dichos estados posean un potencial industrial y de recursos financieros_ lo suficientemente desarrollados para poder sacar provecho de su r:zatenal l:wnano; con todo, los gobiernos no parecan conceder gran 1m:portanc1a a este punto de vista, ya que en casi ninguna parte se propusieron impedir la emigracin; sin duda. crean que aquel xodo de gentes pobres y, por tanto, descontentas, sera un factor de estabilidad social. Pero la situacin demogrfica poda ser tambin causa directa de dificultades internacionales; tal fue el caso del Japn, donde el aumento rpido de la poblacin, en un pas cuya superficie cultivable era limitada, provoc una presin demogrfica que proporcion un argumento de peso a los partidarios de Ja poltica de expansin.
soportar la presencia de una asamblea parlamentaria; aunque la J?uma se encontrase refrenada por sucesi~as disol?ciones y por las. ma?ipulaciones de la ley electoral y no tuviera: segun l~s. leyes c~nstituc1o?~l~s ms que poderes restringidos en matena de poht1ca extenor. la opm1on pblica, por lo menos la de la burguesa, tena ya _el m7dio de .hacerse or. En Austria-Hungra, el Gobierno austraco, bao Ja mfluenc1a de la conmocin provocada por la revolucin rusa, consinti, e? 1906, ,en establecer el sufragio universal, que, por su parte, el Gobierno hungaro rehus adoptar. En el Imperio turco, el _Sult~, despus de la rev~l~ cin de los ;venes turcos, de 1908, se vio obhgado <:.. aceptar un regtmen constitucional. Serbia, en donde la existencia de una asamblea parlamentaria haba sido prcticamente anulada, durante .veinte aos, ~r los mtodos dictatoriales del rey Milano, apenas suavizados en el reinado de su hijo Alejandro, vio subir al poder, tras el golpe de estado de 1903. al jefe del partido radical, que se apoyaba en la may~ra ~~r hmentaria. El rey de Espaa, enfrentado con amenazas revolu~tonanas. no pudo eludir el apoyo de la burgue~~a ni reh~sar a su;; '.imstros un papel mayor en la direccin de la poht1ca extenor. Por ultimo, en _Portugal, sucumbi la monarqua, en 191~. Estos progreso~ del rg1i:n~n constitucional-a veces incluso, del rgimen parlamentario-. permitieron a la opinin pblic~-o por lo menos a la opini6n.. de determi.na?,os medios: en la mayor parte de los casos, eran los de las clases m~dias .-;desemvear un papel en los estados de Europa, en los que la d1:ecc1~n de la rolftica exterior haba venido siendo, hasta entonces, patnmomo exclusivo del Gobierno. . , En los estados, en Jos que el rgimen parlamentario ex1stia ?esde haca mucho tiempo, la opinin pblica, mejor in!orm~da, gri.cias al desarrollo de la Prensa, era una fuerza cada vez mas activa. C~m todo, debemos evitar exagerar el alcance prctico de estas .manifesta.c1ones, ya se exnrcsaran mediante campaas de Prensa o por mt:rpelac10nes _varlame~~arias: los ministros. incluso en los estados ~as democrticos, no ejercan un estrecho control sob:e la J'.lftica ~xtenor. De hec~o, en la direccin cotidiana de las relaciones mternac1onales, los gobiernos -aunaue la poca escasee en grandes hombres de Esta? ~apaces de impri~ir un impulso vigoroso-<:or:s7rvaban una amplia hbertad de accin. Pero. en los momentos de cns1s. tenan que contar. con los movimientos del espritu pblico, con los arrebatos de la pasin. Ahora bien: esas influencias de la psicologa colectiva se dirigan, por casi todas partes, en un mismo sentido. Indiscutib_leT?ente, el .rasgo de la poca era el vigor con que se estableca el sentim17nto nacion~l.. En la mayora de los grandes estados se manifestar?n cornentes de op1mn, cuya orientacin era anloga: voluntad de af~rmar frente a. los otros pueblos los caracteres del temperamento nac10nal; desconfianza respecto a las influencias extran/e:as; deseo de demostrar el poder del Estado y de asegurar su prestigio.
.....
La evolucin de las formas y de los lfmites de Ja vida poltica, en los .europe_os, daba a las corrientes de la psicologa colectiva una mfluenc1a creciente sobre las relaciones internacionales. Rusia, despus de los disturbios revolucionarios de 1905, abandon el rgimen autocrtico: a partir de 1906, el Gobierno se vio obligado a
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Debemos establecer una relacin entre dichas tendencias y las de la evolucin econmica o poltica? Ello es verosmil. All donde el desarrollo industrial fue ms rpido-Alemania, Estados Unidos-ese xito foment un sentimiento de superioridad y una especie de orgullo que favorecieron el impulso del nacionalismo. En otros estados, aquellos en que se despertaba el rgimen constitucional, la formacin de partidos polticos organizados produjo el mismo resultado: en Rusia, la burguesa liberal que diriga, en la Duma, la oposicin contra la poltica interior del Gobierno, era abiertamente nacionalista, en poltica exterior: la mayora del parlamento turco no lo era menos; y tal era, tambin, el caso del partido radical serbio. Los progresos del liberalismo poltico, lo mismo que los del liberalismo econmico, se hallaban, pues, muy lejos de servir la causa de la paz. Pero este estado de la opinin pblica estaba, sobre todo, en relacin con el impulso de la prensa diaria. En los ltimos aos del siglo x1x fue cuando los diarios de precio bajo y de gran tirada alcanzaron un gran desarrollo y adoptaron las prcticas de la informacin sensacional. Vino el ejemplo de los Estados Unidos, en donde, siguiendo el camino ya trazado, desde 1883, por Joseph Pulitzer, William Randolph Hearst, en 1895, compr y transform el Morning /oumal. En Gran Bretaa Alfred Harmsworth (ms tarde Lord Northcliffe) lanz, en 1896, el Daily Mail, al que aplic los mtodos americanos. En Francia, en el mismo momento, Le Petit Parisien y Le Matin redujeron su precio de venta. En Alemania. los Ullstein lanzaron, en 1898, el Berlinennorgenpost. Ahora bien: aquella prensa popular, alimentaba, a menudo, el nacionalismo, porque crea til, en inters de su tirada, adular las pasiones. En la poltica exterior, segn la observacin de Jules Camban, "una gran parte se deja al sentimiento". E,,se recrudecimiento del sentimiento nacional no solo se manifostaba en beneficio de la poltica de poder; tom tambin otro aspecto, que es el del renacer de los sentimientos de protesta en el seno de las minoras nacionales. Sin duda, tales movimientos no haban dejado de ser, en las relaciohes entre las grandes potencias europeas, un factor importante: la cuestin de Alsacia-Lorena haba predominado en las relaciones franco-alemanas, durante los tiempos de Bismarck; y la situacin de las nacionalidades cristianas en los Balcanes estuvo en los orgenes, en 1875-1876, de la crisis de Oriente (1). Sin embargo, es indiscutible que en los ltimos aos del siglo XIX y en los primeros del xx, la protesta de las minoras nacionales tom, casi en todas partes de Europa, una nueva importancia. Las fuerzas que determinaban aquellos movimientos iban, a veces, unidas a la situacin econmica y social; pero, sobre todo, eran de orden espiritual: voluntad de salvaguardar un sistema de ideas, de tradiciones, de creencias religiosas; voluntad de con( 1) Vanse anteriormente, pgs. 369, 370 y 379.
servar el derecho a expresarse en la lengua materna; estos eran, en la m<ffona de Jos casos. los resortes esenciales en los conflictos entre las 11111;0,-as y el Gobierno del estado al que estaban sometidas. ~a cuestin del empleo de los idiomas en la administracin o ante los tribunales, y la de la escuela, eran campo de batalla de luchas diarias. Debemos sorprendernos de que las resistencias de los !Srup?s minoritario~ se hiei:sen ms activas, en aquella epoca? La difus10n de la ensenanza p~1~ maria basta para darnos una explicacin vlida; ella fu~ .la que confmo una importancia nueva al problema escolar; ella, tamb1en, la que h1.z.o crecer, en considerables proporciones, el nmero de lectores de penodicos y permiti, as. a los cuadros de los grupos minoritarios, ejercer ms fcilmente una accin de propaganda. De estos movimientos, haba algunos que no afectaban directamente a las relaciones entre los estados: el nacionalismo cataln continuaba siendo un problema espaol; la protesta nacional danesa en el Slesvig septentrional. aunque por su ndole tendiese a provocar dificultade~ en tre Dinamarca y Alemania, no tuvo, en ei transcurso de aquel penado, gran alcance prctico en dichas relaciones, pues el Gobierno de Copenh~ gue. consCiente de su impotencia.' er~ lo. bastante prudente para .no_ ammar la actividad de tal grupo mmontano; el despertar del sent1m1ento nacional finlandes tampoco lo tena, porque Suecia no se arriesgaba a explotarlo en su bendicio. Pero en todos los dems s~tio~,, la presencia de las minoras nacionales era un elemento de comphcac1on en las relaciones internacionales, ya que el Estado, cuya cohesin interior se hallase amenazada, se encontrara debilitado en su accin exterior; y, tambin, porque los movimientos separatistas ponan en peligro el equilibrio. Cmo estudiar la poltica europea sin tener presentes de modo constante, en nuestro espritu las reivindicaciones de las nacionalidades? La protesta irlandesa, aplacada un momento por las rc~ormas ~gra rias de 1882-1884, se reanim a partir de 1902. y coloco en rnmer plano la reivmdicacin de la autonoma p?ltica, el 1101!11: ~ule; esa . situacin pes-mucho, a veces--en la pohtica extenor bntamca. El vioor del sentimiento nacional polaco segua creando molestias o inquiet~des a los tres Imperios que hab.an efectuado, el repar~o. Ciertamente, en Galitzia, los polacos de Austna, como teman necesidad del apoyo del Estado contra los rutenos, renunciaron, prcticamente. a una protesta activa; pero los de Prusia. sin pensar en el separatismo,. mar:t,enan una actitud de resistencia, tanto ms, cuanto que la legislac1on prusiana, lo mismo en las cuestiones escolar.es. que en las _de la. tier~a, les impona fuertes restricciones; aquel mov1~11ento de res1sten~ia, a1:lado, al principio. en Po'Snania y en algu~os distritos de .la Prusia occidental se extenda ahora a la Alta Siiesia. En la Polo11ia rusa aquella protesta continu planteando los ms serios prob'.emas. desde C.: P.unto de vista de las relaciones internacionales: el Gobierno del Zar c;;g1laba Ja propaganda del partl0.o 11a~io11al-de1'.;6c:ata:, cuyo jefe, Dmc;.sk~, se orient, a partir de 1905, hacia la reivmdicac10n de la autonoma, no
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ignoraba la agitacn clandestina del grupo socialista que, bajo la direccin de Pilsudski, quera preparar la lucha por la independencia, y que cre, en 1908, en Lvov, la Con{ ederacin de la lucha activa; siempre tema, pues, en caso de crisis exterior, un levantamiento polaco. La agitacin de las minoras nacionales alcanz un vigor nuevo en Austria, despus del fracaso de la tentativa fcc1 ~ralista, planteada, en 1893, por el tv1inisterio Taaffe; si los jefes del movimiento checo se contentaban con reivindicar una autonoma legislativa y administrativa, dentro del marco del Imperio, el movimiento yuoslavo se orient, a partir de 1905, hacia el separatism? al mismo ti~:OP que se afirm.ab~ el irredentismo italiano en el Trentmo, con la acc1on de Cesare Batt1st1. En los Balcanes. por ltimo, la oposicin de las poblaciones cristianas al dominio turco se hallaba complicada por las rivalidades qu! dividan a aquellas. En Macedonia, s,obre t?do. l~s nacionalismos g:iego, blgaro y serbio luchaban entre s1, al mismo tiempo que combatian al turco. Por lo que se refiere a la cuestin de Alsacia y .L~rena, pareci primero apaciguarse, cuando, a p~rtir ~e 1893 .. el mov1r:i1en_to a~~onom1sta sefial sensibles progresos. Bao la mfluencia de la mm1gracion. alemana, pero, sobre todo, de las condiciones econ~1i_cas y las ventaas m~ teriales para el territorio derivadas de su participacin en l~ ,prosper~ dad del Imperio alemn, la mayora _de los electo.res renuncio ~ elegir protestatarios. En 1898, de quince diputados elegidos en el Reichstag, doce declararon su "lealtad" hacia el Imperio alemn. Las simpatas francesas del clero catlico se desanimaron ante el espectculo de la poltica anticlerical del Gobierno Y. del_ parlame.nto,fra~ceses, entre 18981905. La resistencia a la germamzac1n contmuo, sm embargo. sobre todo entre los intelectuales y los "notables", que seguan apegados a la cultura francesa: esa adhesin-segn escriba, en 1908, el embajador de Francia en Berln-segua siendo "el mejor medio de salvar lo que pueda an ser salvado" y "de mantener el fuego bajo las ceniz.as": pero, en las generaciones jvenes. como comprob un autor alsaciano, "la imagen de la patria francesa se atena". El Staa~~alter, E. Wedel, un hannoveriano, crey llegado el momento_ de modifica~ el ~~tatuto .de Alsacia y Lorena, dando a los autonomistas una sat1.sfaccion parcial. La Constitucin del 31 de mayo de 1911 dot a la Tzerra de Imperio de un parlamento, cuya cmara baja se elegira por sufra~io u_r:iversal: y concedi a este parlamento el poder de establecer la legis~acion_ local, sin intervencin del Reichstag ni del Bundesrat. El sufragio universal -deca Wedel, en un informe al Emperador-, "traer sangre nueva"; la administracin alemana, que no haba conseguido reunir a los notables afrancesados, tena inters en establecer contacto, con el pueblo. Pero aquellas esperanzas alemanas se vieron pronto defraudadas, pues la resistencia a la germanizacin se reafirm en el ao siguiente: a principios de 1913, el Landtag de Alsacia-Lorena vot, casi unnimemente, una mocin en la que declaraba que el aumento de los armamentos ale-
manes "no responda a los sentimientos de la poblacin de AlsaciaLorena". Ciertamente, aquel despertar de las protestas nacionales fuente de di~icultad~s. internacionales, se hallaba reforzado, a menudo, por las mismas dificultades: la cuestin de Alsacia-Lorena se reanim en el misn:o momento en que aparecieron, de nuevo, las amenazas de un conflicto franco-alemn, cuyas causas inmediatas no tenan relacin directa con ella; las rivalidades entre los nacionalismos balcnicos eran en ~uchos casos, atizadas por la poltica de Austria-Hungra o la d~ ~usia; y ta~poco era el azar lo que haca que los partidarios de la mdependencia polaca levantasen la cabeza, en el mismo instante en que volv~ a dibujarse la perspectiva de una guerra austro-rusa. No es menos cierto q~e. el r~nacer de los movimientos minoritarios, bien porque provoc~se cnsis, bien porque ofreciera oportunidades a la poltica de los gobiernos, representaba una importante causa de inquietudes e~las relaciones int:ernacionales.
* * * _Frente a los peligros que provocaba este crecimiento de los nacionahsmos y el desarrollo de las rivalidades econmicas, cules podan ser las fuerzas de contrapeso? Los progresos de las comunicaciones y la difusin rpida de los medios de expresi6n del pensamiento favorecan los contactos intelectuales internacio~ale~ y la penetracin mutua de todo lo relativo al espritu. , En I~ vida m~elec~ual de E~ropa, de la que Pars segua siendo el foco mas activo, la diversidad, la nqueza y la novedad de las corrientes del pensamiento se hicieron notar durante estas dos dcadas: la ltima del siglo xrx y la primera del XX. La difusin del movimiento cientfico despertaba, casi en todas partes, la conviccin de que aquellos xitos de la investigac~n iban a ?ar a la civilizacin formas nuevas y aseguraran a 13: Hi:mamdad ~na vida ms feliz. Los estudios histricos, aunque recibian _1~puls~s diverge~tes-el del marxismo y el de Benedetto Croce-, adqu~ner~n 1mportanc1a cada vez mayor en el fluir del pensamiento; y los h1stonadores comenzaron a organizar congresos internacionales, donde confro?t.aban sus .puntos de vista, para intentar atemperar el espritu de exclusivismo nacional. En las reuniones internacionales de filsofos se encontraban todas las tendencias de la poca, del positivismo a la filoso~a de la accin, del realismo al idealismo, de la sociologa a la metafs1~a. En aquellos aos, l~ difusin de pensamiento traspas, ms ampliamente que nunca, gracias a las traducciones, las fronteras nacionales. ~hora bien: en algunos de sus aspectos nuevos, las corrientes del pensamiento dirigieron la reflexin hacia problemas que eran esenciales pa~a el estudio de _las condiciones de la vida poltica y social, an ms alla del marco nacional; la sociologa mostr cmo las sociedades huma?~s podan ser el objeto de una investigacin cientfica; la historia pohtica comparada, que se desarroll dentro del marco de los congresos
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histricos internacionales, dio un nuevo impulso al estudio de las relacioi:es e?tre el individuo y el Estado, lo mismo que a la teora de las ~ac10nahdades. Estas preocupaciones intelectuales llegaban, mediante el hbro,, la prensa y I_a enseanza, <l: ambientes cada vez ms amplios. Merecenan ser estudiadas las relac10nes mutuas entre las nuevas corrien~es de. pe~samiento y las tendencias de la psicologa colectiva; pero las mvesttgac10nes de este gnero an son demasiado escasas para autorizar conclusiones precisas. En l~s. r;laciones e~tre l?s coi:tinentes . los europeos, cuya curiosida~ se .dmgia, con creciente mtens1dad, hacia los pases lejanos, estaban meior mformados sobre las poblaciones y los modos de vida; gracias al progreso de los estudios geogrficos tendan a ampliar Jos contactos entre las grandes civilizaciones, creando establecimientos de enseanza y ,trayendo hacia .s1!~ universidades a los estudiantes asiticos, pues creian tener una m1s10n que llevar a cabo, un deber que cumplir hacia los pueblos a los que queran comunicar las ideas polticas o sociales base de .las instituciones europeas. En el Japn, sobre todo, encontrara~ un medio receptor; pero los chinos tambin, a partir de 1900, comenzaron a publicar traducciones de obras europeas, incluso de novelas. No podemos olvidar adems el xito que alcanzaron, en el pblico eur?peo, las novelas ~xticas, las pinturas de costumbres, que daban ocas1on a echar una 01eada, aunque solo fuera superficial, sobre las civilizaciones asiticas, africanas u ocenicas. Que tales intercambios pudieran orientar a Jos medios cultos hacia un ideal comn, llevarles a comprender la mentalidad, las aspiraciones de los pueblos extranjeros y, por consiguiente, a atenuar las fuentes de animosidad entre las naciones, o que el internacionalismo poltico ... , tal era la esperanza que animaba a algunos medios intelectuales-a los admiradores de Romain Rolland, por ejemplo-, a pesar del escepticismo .de un Paul Bourget o de un Maurice Barres. fsas tendencias de la vida intelectual sirvieron de base al movimiento pacifi~ta interna~ional. Llevar a la opinin pblica a que actuara sobre los gob1ern~s. a fm de, que ~bandonasen la poltica de Ja fuerza y aceptasen subordinar la sat1sfacc1n de los intereses nacionales a Ja nocin de un inters superior, el de la colectividad humana no era ciertamente, .~na idea nueva. Pero el esfuerzo de propaganda se' organiz por una acc10n concertada de las asociaciones pacifistas, formadas en los diversos pases; y la doctrina trataba de proponer solucionesl o sugestiones, ai menos. La propaganda no se contentaba ya con repetir Jos temas tradicionales, es decir, las ideas humanitarias, los deberes de Ja moral el llamam_ie~to a la. cord:ira; esgrima, tambin, argumentos sociolgicos, econom1cos y fmanc1eros: en 1901, Norman Angell, en su libro The Great lllusion, haca notar que la guerra "no paga". En Jos Estados Unidos, las asociaciones pacifistas comenzaron a ampliar su campo de accin, ms all de los medios intelectualP.s y de los grupos religiosos. Se mos-
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traban activas en Francia, en Gran Bretaa y en los estados escan?inavos, mientras que apenas tenan difusin en Alemania, y. menos aun, en el Japn. . . .. , La colaboracin entre las asoc1ac10nes pacifistas ya ~iab1a _tomado forma cuando el ingls Hodgson Pratt cre las F~derac1ones I~~er~a cionales de arbitraje y de paz. En 1889, fue constlt~1.da la Umo~ mtcrparlamentaria; y desde 1892', r.cside en Ben:~ la C?f1cma Intcrnac10n~l de Ja Paz. El movimiento adqum una cohes10n mas fuerte. en los primeros aos del siglo :>-.'X, cuando la U_nin interparlamenta~ta celebraba conferencias anua les y el Congreso U m versal de la Paz reuma a los delegados de las asociaciones. . . , .. La doctrina insista, sobre todo, en dos cuestiones: . la ltm1tac1on Je los armamentos, que debera ser la primera e~a.p~ h~cia el ~esarme general. y el recurso al arbitraje para arreglar lo~ ll.ttg1os mternac1ona.les. Estos eran Jos objetivos inmediatos del mov1m1ento. La m_eta fmal consista en establecer un Congreso permanente de las nacw11es, ya dentro del marco mundial, ya, al menos, dentro del marco europeo. Poi primera vez aquel esfuerzo pareci ser capaz de resolverse en resultados prcticos, cuando se reunieron, en, La Haya, en 1899 y en 1907, ~as confere11cias de la paz. Pero, despues de haber despertado. en ampl.1os sectores de la opinin pblica, grandes esperanzas, tales conferencw.s, acabaron siendo desalentadoras; se limitaron a !zw!wmzar la gu~rra, srn aue fuesen estudiadas la cuestin del desarme m las perspectivas de t;na concepcin nueva de las relaciones cnt~c ~os estados. Los congreso.s universales de la paz, que examinaron los metodos adecuados para ~1iani:ar [a paz, no consiguieron definir su posicin respecto a la cuestin ~apita]: la de las sanciones que hubieran de aplica.r~e a un esta?o culpable de agresin: Jos delegados ingleses n? ~ ~u1s1eron admitlr otr.a cosa que una coaccin moral (tal fue la trad1c1on constante del movimiento pacifista en Gran Bretaa); mientras que algu:ios delegad.os franceses proponan sanciones militares y otros preconizaban sanciones econmicas. Aquel esfuerzo, que tenda a .establecer un _concepto nue;o d~ las relaciones entre los estados, confiaba en la mzon. Pero, Lque, podta la razn frente a las pasiones? Los sentimientos a los que hacia llarr;amiento el movimiento pacifista-observ uno de sus promotores, Theodore Ruyssen-nunca tienen. "un dina~:is.111~ 1 igual al que hace despertar en las masas un llamanuento patnot1co . . El rpido crecimiento de la producci?n industrial ocas10n un aumento considerable de la mano de obra ornalera; en las masas proletarias, la concentracin de las empresas favoreca el desarroll? de la conciencia de clase y, por consiguiente, el progreso de los p~rt1dos socialistas. Ahora bien: la doctrina socialist~ vea, ~n ~os conflictos entre naciones. la consecuencia de la competencia eco.nom1ca engendrada por el rgimen capitalista. y proclamaba que lo.s obrero~ de todos los pases tenan los mismos intereses. No sena lgico que, de un estado a otro,
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aquellos socialistas, comprometidos en todas partes en igual combate, trataran de establecer un plan de accin connn y de luchar contra el militarismo, contra la polizca colonial e imperialista? Tal intencin era la que afirmaban en todos los estados los partidos socialistas, con la nica excepcin del partido socialista revo/11cio11ario ruso, que no era marxista ni internacionalista. Los congresos socialistas internacionales, que se reunan de dos en dos aos, desde que, en 1889, se restableci Ja Internacional. pusieron en su orden del da aquel plan de accin, que ocupaba un lugar cada vez ms importante en sus deliberaciones. ~on qu resultados? Los partidos socialistas europeos no se mostraron, unnimes .en vi.tuperar Ja expansin colonial; pero condenaban los metodos del ~mpen~hsn;o. lo mismo que el recurrir a la guerra para solventar las d1ferenc1as mternacionales. Sin embargo, cuando se trat de decidir por qu modios se debera, en caso de crisis, afirmar esta voluntad. surgieron las divergencias. En 1907, en el congreso de Stuttgart, algunos delegados sugirieron que la clase obrera, en todos los pases, se opusiese. mediante Ja huelga general. a las medidas de movilizacin; pero otros. los alemanes sobre todo, crean que tal modo de actuar sera impracticable. En 1910, en el congreso de Copenhague, la mocin votada se limitaba a declarar que la clase obrera debera esforzarse para impedir la guerra, sin decir qu medios deberan emplearse. . Cules eran las causas de esta omisin? La ms evidente, la diferencia que exista entre el carcter de los movimientos socialistas en los diferentes grandes estados. En los pases en que los efectivos del partido eran ms considerab1es-Alemania y Gran Bre.taa-el movimiento se hallaba profundamente penetrado, aunque los efes dudasen en reconocerlo, por las tendencias reformistas. En aquellos en que los efectivos eran modestos-Italia, Rusia-privaban las tendencias revolucionarias. El partido socialista en Francia se encontraba a mitad de camino entre las dos corrientes, o, ms bien. tenda a evolucionar de una a otra: revolucionario y teido de un matiz anarquista, entre 1901 y 1910; despus de esta fecha, se acerc, de hecho, al reformismo. Ahora bien: teniendo en cuenta que el socialismo reformista trataba de mejorar la suerte de los trabajadores mediante la accin parlamentaria v los caminos legales, no se incorporaba an ms al Estado? En el f~ndo, el grueso de los efectivos, en tales partidos socialistas, permaneca ms apegado de lo que crea o quera ;o~fesar al sen.timiento nacional. Por otra parte, en el seno del socialismo revolucionario que, por su lado, sub~rdinaba todos sus pasos al deseo. de invertir la estructura social y poltica, algunos elementos extremistas pensaban que un gran conflicto internacional podra abrir el camino a la subversin. Esto fue lo que obstaculiz la lucha de los socialistas contra la guerra. Por ltimo, podan las fuerzas religiosas, en Europa, ofrecer medios ms eficaces para frenar las rivalidades internacionales?
Las iglesias ortodoxas se encontraban ligadas estrechamente al Estado; eran nacionales y, muy a menudo, nacionalistas. En el seno del protestantismo, las fuerzas slidamente organizadas-la Iglesia angli~ cana, la Iglesia evanglica-se hallaban, a su vez, incorporadas dentro del marco nacional; solamente entre los no-conformistas ingleses se acusaban, vigorosamente, las tendencias pacifistas. Entre estas confe:;iones protestantes, en los primeros aos del siglo xx, comenz, no obstante, a establecerse un esfuerzo de cooperacin. En 1910, la conferencia de Edimburgo reuni a los representantes de las Iglesias establecidas o disidentes, de los principales estados europeos. Pero dicha conferencia solo tuvo un objetivo religioso: establecer contactos, borrar las tergiversaciones, organizar en el mundo la actividad misionera; no intent echar las bases de una cooperacin permanente y de una accin de las Iglesias protestantes en pro de la paz. La idea nacional -. eclips, pues, al sentimiento de solidaridad religiosa. La Iglesia catlica. gran fuerza internacional, tendra un inters evidente en favorecer una organizacin duradera de la paz, ya que un conflicto, al oponer entre s a los catlicos europeos, pondra en grave peligro la unidad de la Iglesia. Pero los medios de la Santa Sede en tal terreno eran limitados: solo en dos estados, Alemania e Italia, exista un partido catlico capaz de ejercer una influencia sobre la vide poltica;. con todo, el partido alemn, el Centro, seal con claridad varias veces que no se propona seguir en las cuestiones polticas las consignas pontificias. Quedaba, evidentemente, la accin que pudiera ejercer el Vaticano sobre la jerarqua, el clero y los fieles. Len XIII, formado en la escuela de la diplomacia pontificia, se interesaba en el papel internacional de la Iglesia. Pero Po X, ~edicado. sobre todo, a mantener la integridad del dogma y a combatir las tendencias modernistas, pareca conceder menor importancia a su misin poltica: en sus encclicas se limit a vagas exhortaciones. Se daba cuenta de que no podra dominar a las fuerzas del nacionalismo? Crea que la Santa Sede en su propio inters deba tener en cuenta las preocupaciones de la monarqua austro-hngara, el nico gran estado europeo donde el Gobierno era catlico, y no condenar de antemano una guerra que aquel Gobierno podra juzgar necesaria para salvar la existencia del Estado? Esto parece verosmil. Sin embargo, en el estado actual de la informacin histrica es imposible demostrar estas hiptesis, ya que los archivos vaticanos an estn cerrados a la investigacin.
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El deseo de expansin econmica y el nacionalismo, sin embargo, estaban muy lejos de manifestarse en todos los estados con la misma fuerza. Las seis grandes potencias europeas. que sumaban cerca del 85 por 100 de Ja poblacin del continente, y las dos grandes potencias extra-europeas, no tenan el mismo concepto del imperialismo ni de la voluntad de poder. Cules eran los caracteres y cules las causas de estas diferencias? En 1895 Gran Bretaa se encontraba todava en plena euforia. Su predomimo comercial permaneca indiscutido; su p~edominio industrial persista en Europa y an no estaba amenazado en los mercados mundiales por el progreso de la industria americana; su predominio financiero tena slidas bases gracias a la notable organizacin del mercado de Londres (1). El dficit de su balance comercial (130 millones de libras en 1895) era fcilmente enjugado por las exportaciones invisibles. El sentimiento de confianza que le aseguraba su supremaca naval continuaba intacto. La voluntad del poder se mapifest en este mismo ao, con ocasin de las elecciones generales, que dieron la victoria a los Unionistas. El deseo de expansin colonial no era monopolio de los conservadores ni de los liberales disidentes, sus aliados; tambin se adverta en el partido liberal en el cual Ja influencia de Gladstone (haba dejado el poder, por ltima vez, en 1893) se vea combatda por el ala imperialista. En la nueva Cmara de los Comunes, los hombres de negocios, que eran numerosos, des:oaban la extensin territorial del Imperio; se hallaban apoyados por "; opinin pblica, cuyo inters se diriga con ms actividad que nunca hacia las cuestiones imperiales; los xitos de librera correspondan a libros en los que antiguos oficiales, viejos funcionarios coloniales, relataban sus experiencias. No era Ja raza britnica "la ms importante de las razas dirigentes" que haba conocido el mundo nunca? Y no serva el crecimiento del Imperio-dijo el comandante en jefe del ejrcto, lord Wolseley-Jos intereses de "la cristiandad, de Ja paz, de la civilizacin y de la feli'cidad de la humanidad"? Los dos hombres de Estado que en el Gabinete ingls dirigan a la sazn la. poltica imperialista eran profundamente diferentes uno de otro, lo mismo por su origen que por su temperamento. Lord Salisbury; primer ministro de 1895 a 1902, perteneca a la
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importante familia de los Cecil, tres de cuyos miembros haban desempeado, en la vida poltica inglesa, el primero desde el siglo XVI. un papel de primer orden. Gracias a Ja situacin de su familia v tambin a su gran fortuna como terrateniente, tuvo principios fciles en la vida poltica; a Jos veintitrs aos entr en Ja Cmara de Jos Comunes, fue reelegido sin oponente hasta el da en que, a Ja muerte de su padre, se convirti en miembro de la Cmara de los Lores. La firmeza de sus artculos y de sus discursos, la calma y el valor cvico de que haba dado pruebas le situaron a la r::abeza del partido conservador. Este gran seor, cuya altivez era un tanto despectiva y cuyos exabruptos resultaban a menudo groseros, no posea los dones que aseguran la popularidad al hombre de Estado. Pero tena una fuerte personalidad, una voluntad firme. Si en poltica interior apenas abrigaba opiniones originales, en la exterior era capaz de tomar iniciativas vigorosas, a veces audaces, y posea la habilidad y Ja agudeza del diplomtico nato. Tal vez no fuera un gran primer ministro, pero s un gran ministro de Asuntos exteriores. Joseph Chamberlain, que en el Gabinete Salisbury ocupaba el cargo de ministro de Colonias, era un advenedizo. Salido de una familia de la burguesa industrial, no haba recibido-porque perteneca a los medios no-con[ormistas-)a formacin de Oxford ni la de Cambridge. Asociado a los negocios de su padre los desarroll rpidamente, y se convirti en uno de ios principales industriales de Birmingham; por medio del municipio (fue alcalde de su ciudad) se inici en la poltica. A los cuarenta aos entr en la Cmara de los Comunes, donde se sentaba entre los radicales del partido liberal. En 1885 ocup el primer plano de la vida parlamentaria, cuando se separ de Gladstone. en el gran debate sobre el Home Rule, provocando la escisin del partido liberal. Desde entonces fue el ms activo de los liberales unionistas, y a ttulo de tal entr, en 1895, a formar parte del Gabinete. Como hombre de negocios, tena gran competencia en Ja resolucin de las cuestiones econmicas; como jefe de la industria, haba adquirido el espritu de decisin, la responsabilidad, el sentido de la organizacin. Era un hombre de accin, ardiente. valeroso, con ideas nuevas, y que no sola retroceder ante ias iniciativas ms atrevidas. Pero las responsabilidades de Gran Bretaa fuera de Europa eran pesadas. Haba que pensar primero en defender contra Ja codicia de las otras potencias la situacin conseguid?, sostener en Asia los resultados que, desde que se obtuvieron-entre 1880 y 1890-, le haban permitido asegurar por medio del cuasi-protectorado sobre el Afganistn y de la conquista de la alta Birmania, la proteccin de las fronteras de la India, conservar en China la preponderancia comercial, defender Jos intereses ingleses en el Imperio turco lo mismo que en Amrica del Centro. En aquellos ltimos aos del siglo XIX el Gabinete ingls se propona adquirir nuevos territorios en Africa: completar la obra comenzada en la regin del bajo Nger, reconquistar el Sudn
egipcio evac:,.;:,io desde 1884, volver a emprender, en Africa del Sur, la poltica de anexin del Transvaal y de Orange, iniciada en 1877: tales eran los objetivos inmediatos de Salisbury y de Joseph Chamberlain. Estos planes imperialistas respondan a los deseos de los grandes capitalistas que tenan intereses en Egipto y que en Africa del Sur se dedicaban a explotar los yacimientos de oro y de diamantes; el promotor de los negocios mineros sudafricanos, Cecii Rhodes, era, desde 1890, primer ministro de la Colonia de El Cabo; y tambin autor del proyecto para establecer una unin ferroviaria de El Cabo a El Cairo. ~ero. la influenci~ de l.os intereses materiales no basta para explicar las mqmetudes del 1mpenalismo; los rasgos de la psicologa colectiva no er?~ de menor importancia. La opinin pblica inglesa atravesaba una cns1s de orgullo y no retroceda ante la idea de un conflicto. Diez aos ms tarde, sir Edward Grey, que haba sido subsecretario de Estad~ en Asuntos Exteriores, en el ltimo Gabinete liberal, escribira (1895): "To.do gobierno, aqu, durante los diez ltimos aos del siglo, habra podido provocar la guerra con solo levantar el dedo meique. El pueblo Je habra aclamado: tena necesidad de excitaciones, la sangre se le haba agolpado en la cabeza." Pero esta crisis de orgullo no tard en atenuarse. En el transcurso de la dura experiencia de la guerra sudafricana (1899-1902), Gran Bretaa comprob la insuficiencia de sus medios militares, ya que, para vencer la resistencia del pequeo pueblo boer, se vio obligada a movilizar 400 000 hombres y sostener una guerra de dos aos y medio. La opinin pblica tena, adems, otros motivos para alarmarse: la produccin metalrgica alemana superaba, desde 1896, a la de Gran Bretaa; las exportaciones alemanas comenzaban a ocupar un lugar importante en mercados en los que hasta entonces la preponderancia inglesa haba sido indiscutible; en 1898-1900, el Imperio alemn anunci su intencin de convertirse en una gran potencia naval; el empuje de la expansin rusa se afirmaba en Extremo Oriente; la rivalidad de los intereses franceses e ingleses persista en Africa. Era posible mantener, en tales condiciones, los principios tradicionales de la poltica exterior y de la econmica? Joseph Cha;nberlain crea que no. Hubiera querido ver a Gran Bretaa abandonar el esplndido aislamiento y renunciar, tambin, al libre cambio. Trat de imponer sus puntos de vista a sus reacios colegas. Crisis pasajera: en 1902, se abandon el intento de una alianza continental; en 1903, el proyecto de rgimen n-eferente imperial sucumbi, a su vez. El partido liberal, cuando volvi a tomar las riendas del p~cler, en 1905, permaneci fiel a las soluciones tradicionales: ninguna alianza con un estado continental; ninguna proteccin aduanera. Sin embarg?, tuvo que adaptarse algo, en su poltica exterior; as, dentro del marco de la Entente Cordiale con Francia, admiti, sin hacer promesas, que Gran Bretaa podra intervenir en una guerra continental:
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tambin se esforz, a partir de 1907, en estrechar los lazos con los Dominios. Pero su poltica econmica exterior no volvi a estar compro~et~d.a, a pesar d~ ~os progre.sos de la _competencia alemana y de los md1c10s ~ue permitlan presagiar el dechve de su prosperdad. Que las exportaciones de productos manufacturados se desarrollasen dos veces m~ despacio que las exportaciones alemanas similares; que la renta nac10nal, despus de haber crecido continuamente desde haca un siglo, ~e hallar~, a la sazn, casi estacionaria, eran, ciertamente, penosas realidades. Sm embargo, Ja amenaza no tena carcter inmediato el poder .financier? segua si~ndo slido, y las exportaciones de capit_ales hacia los paises extran1eros, que haban sido de 40 millones de hbras en 1903, alcanzaban la cifra de 230 millones en 1913. Por tanto l?s medi~s eco_;imicos, a pesar de algn pesimismo, se mantenan con~ fi_ados. S1 l~ nvalidad anglo-alemana se acentu, no fue la competencia comercial la causa de esa agravacin; era la competencia naval, sobre todo, lo que preocupaba a la opinin pblica inglesa: Alemania, al crear rpidamente una marina de guerra, amenazaba la libertad de las comunicaciones imperiales, e incluso la seguridad de las Islas Britnicas. . El Imi;>erio alemn se ~aliaba en pleno impulso. Impuiso demogrfico: la cifra de la poblac1on, que era, en 1893, de 51000 000, alcanz, en 1914, 67 80? 000; esto significaba una progresin mayor que en ~odas I_os <lemas ~stados europeos, con excepcin de Rusia. Impulso mdustnal, favorecido por la organizacin cientfica de la produccin y la esi:echa u~i!l ent~e la fbrica y el laboratorio, por la calidad de la ensenanza tecmca; fmalmente, por la asistencia que prestaban los bancos a las iniciativas de los productores: Alemania, en 1913, ocupaba, el segundo puesto de Europa en lo referente a la produccin de la hulla, y el primero en la del hierro y el acero; sus industrias q:1i}icas .Y elctricas eran las primeras del mundo. Impulso del comercio extenor, que pas de 7 683 millones de marcos, en 1890, a 10 796, en 1900, y . ~2 500, en 1913; y de la marina mercante, cuyo tonelaje global se tnphc en treinta aos. Crecimiento de la renta nacional que, calculada por habitante, aument un 50 por 100, entre 1896 y 1912. Todo esto representaba . un conjunto de condiciones favorables para el d~sarrollo de l?s .med10s de accin en poltica exterior. El Imperio, gracias a su crecimiento demogrfico y a su poder industrial, era la primera potencia militar del mundo; se esforz, a partir de 1898, en convertirse en una gran potencia naval; tambin tena una fuerza de expansin financiera, pues la acumulacin de los capitales era bastante r~pida .Y: . pesar de las n~cesidades de la produccin nacional, dejaba d1spomb1hdades que se onentaban hacia las inversiones en el extranjero. Es necesario subrayar los lazos que existan entre los aspectos de aquel impulso? El ritmo acelerado de la produccin fue lo que oblig a Alemania a buscar incesantemente, fuera, nuevos recursos de materias primas y nuevos mercados; la necesidad de la expansin co-
mercial inspiraba la poltica naval; los xitos obtenidos en la vida econmica fortalecan el orgullo nacional. . . En este cuadro haba una sombra. aunque leve: la7 cond1c10n_es de Ja poltica interior. Aunque la estabilidad padamenta~1a_ fuera_ :nas s~ gura que en la mayora de los estados vecmos (lab.umca -~ns~s ~e~a se orodujo en 1906) y la estabilidad social no 1 rn iera s1. o, ur a, a gra~emente ms que en 1905, con las huelgas del Ruhr; _ex1st1a, segun confesin de los dirigentes alemanes, un malestar polztzco. La causa rincipal de l, segn haca constar el canciller Bethmann Hollweg, era ~ "desacuerdo entre la direccin claramente conservadora de la _P~, ltica prusiana y la direccin ms l!~eral de, l?s asuntos .del. Imperio . Sin embargo. l tena esta impe'.f ec~w11 del ~eg1men const1tuc1,onal toda la importancia que algunos htstonador~~ rranceses han cre1do poder atribuirle? Implicaba la perspectiva de dificultades futuras; pero, d~ .mmediato no pareca acarrear amenaza sena, como nos es perm1t1do juzgar ~r los documentos. El problem:i del. Esta:Jo, seg~ palabras d~l historiador Hermann Oncken, no era rnterwr, szno exterzor. ~l,emama invocaba su derecho a tener en el mundo un campo de a~::.wn a la medida de su vitalidad y de su potencia. Reivin,dicaba su sztw al s~l. " . Cmo podran rehusarme-deca-la parte legitima que corresponae a todo ser que crece. . Aquel estado de nimo encontr en la Liga pangermamsta su expresin ms vigorosa. Fundada en Berln, en ~bril de .1~~1, por el explorador del Africa Oriental, Karl Pett:rs, l~ liga fue ?ing1da. desde 1893, por Ernst Hasse, profesor en la Umvers1dad de Leipztg, _que permaneci como jefe durante quince aos. Su programa era, a la 'fez. ~on tinental y colonial. "La expansin-cscr~bi Hasse. en 1905, en su ltb:o Deutsche Politik--es una etapa necesaria del desarrollo de un orgamsmo vivo y sano." . . . Expansin continental: Alemania se sentta autorizada a extender su territorio por las regiones donde vivan_ poblacio?es de lengua germana, en Austria, en Bohemia, en Hungna, en Suiza, en Luxe~b~r go, e incluso absorber a Jos bajos alemanes de Holand~ o de la Be_lg1c.a flamenca; tena, no obstante, por razones de oporti.:md~d.' q_ue d1fenr la realizacin de parte de estos objetivos: _Por que. re1vmd1c,ar a lo.s alemanes de Austria-Hungra, si la monarqu1a danub1an~ hab1a admitido un tratado de alianza, cuyo complemento sera, sm duda, una unin aduanera? Pero los "pequeos pueblos" deban ?esapa~ecer. . Expansin fuera de Europa: Puesto que_ Alemama. al. mtervemr demasiado tarde, no haba podido desempenar un papel im~rtante en el reparto del mundo, la conqu~~a colonial no pod1a ser ~as q~e una forma secundaria de tal expans1on que, sobre todo .. debena tener par objetivo fundar, mediante la emigracin, "co}o.nias stn bandera",.? ~onsegur zonas de influencia econmica en Amer'.ca del Sur, en Af1.1ca austral, en el Marruecos meridional y en Asta Menor. Alen:ama deba reclamar el aire !J la lu:, exigir que "no se llevase a cabo sm su
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consentimiento ninguna modificacin en la reparticin de las posesiones, entre los grandes pueblos del mundo"; y obtener, a cambio de su asentimiento, ventajas iguales a las de los otros estados. A ello la obligaba la lucha por la vida. Sin embargo, el Gobierno no adopt el conjunto de este programa pangermanista, que, por otra parte, era reprobado por los socialistas y por el partido catlico del Centro. Era raro que los dirigentes de la poltica exterior hicieran alusin a modificaciones territoriales en Europa: mas en el plano extra-europeo adoptaron, en parte, las opiniones de los pangermanistas. No era evidente que "el comercio sigue a la bandera? Un estado nunca se halla seguro de encontrar, en los pases nuevos, las salidas necesarias para su industria, si no se encuentra en situacin de establecer condiciones econmicas de vida que alejen la presin de los competidores extranjeros. En 1896, Guillermo II, en un discurso pronunciado ante la Sociedad colonial, anunci que Alemania iba a practicar una poltica mundial que tendra como puntales el desarrollo de la flota de comercio y el de la flota de guerra: "El porvenir de Alemania est en los mares." A partir de 1898, bajo la direccin del almirante von Tirpitz-un tcnico de alta clase y un gran organizador, que era, a su vez, un luchador-, el Imperio comenz a establecer su potencia naval. En esa fecha, Alemania posea 22 buques de guerra-acorazados o grandes cruceros-mientras que Gran Bretaa tena 147. Las leyes de 14 de abril de 1898 y de 14 de junio de 1900 dispusieron aumentar hasta 50 el nmero de buques de guerra. Las leyes de mayo de 1906 y de noviembre de 1907 prevean la construccin de cuatro acorazados por ao, durante cuatro; y despus, dos por ao. A principios de 1912, an se ampli el programa, construyendo en los astilleros tres acorazados suplementarios. La fuerza naval alemana iba a llegar desde entonces, en la categora de los buques de guerra, a los dos tercios de la fuerza naval inglesa. Era preciso, segn escriba Tirpitz, "crear una flota capaz de actuar entre Heligoland y la costa inglesa". Cul era el objetivo? Acabar con un estado de dependencia que resultaba intolerable: Gran Bretaa pretenda obstaculizar el desarrollo del comercio exterior alemn y la expansin colonial alemana; ahora bien, el da en que viese enfrente de ella, en el mar del Norte, una gran flota de guerra, capaz de medirse con la suya, comprendera la necesidad de transigir con Alemania y de "respetar en todas partes los intereses alemanes". En 1a poltica exterior, las preocupaciones econmicas iban, pues, muy asociadas a las preocupaciones estratgicas, lo mismo que a las instancias del sentimiento nacional. "Debemos exportar para poder importar, y debemos imnortar para poder trabajar y vivir." Alemania se encontraba entonces, lo mismo que Gran Bretaa, "pendiente del mercado mundial". Para dirigir esa poltica exterior, lo que le faltaha al Imperio era un gran hombre de estado. Guillermo II, que tena ciertas dotes inte-
lectuales y que no careca de amplitud de miras, no posea cualidades de espritu y de carcter adecuadas al papel personal que crea desempear en la direccin de los asuntos pblicos: exceso de imaginacin, nerviosismo que provocaba crisis de depresin, desconfianza respecto a sus colaboradores: tales eran sus defectos ms salientes. El Emperador llam, primero, a la Cancllera a hombres de segunda fila, cuya obediencia crea tener asegurada. Caprivi, aunque hubiera demostrado tener alguna capacidad poltica en la vida parlamentaria, no tuvo tiempo de adquirir la experiencia de los problemas exteriores. Clovis von Hohenlohe, cuyo talento era agudo y seguro su juicio, saba apreciar las fuerzas internacionales; pero era viejo, escptico y estaba desengaado. En 1900, Guillermo II crey ver en Blow un hombre de primer orden ; pero no encontr ms que un ingenio atrayente y brillante, capaz de ejercer influencia, por sus dotes de orador y de tctico, en el Reichstag; capaz, tambin, de destreza en el juego diplomtico ~n el que se complaca; pero impotente para establecer previsiones a 1argo plazo y para construir planes de importancia. Cierto que tena talento; mas sin las cualidades que hacen al gran hombre de Estado. La cada del Canciller, en julio de 1909, no se debi a dichas incapacidades; tuvo por causa un conflicto personal con el Emperador. De este conflicto, que le alarm mucho, Guillermo II sac una leccin: el nuevo canciller escogido, Bethmann Hollweg, era un alto funcionario, serio, slido, sin talla y sin experiencia de los asuntos exteriores; pero que pareca ser respetuoso hacia la autoridad imperial y fiel como el oro. Durante veinte aos, la poltica exterior alemana no encontr, pues, un hombre que estuviera a fa altura de las ambiciones nacionales. Francia, pas de equilibrio econmico, se hallaba lejos de sentir, en la orientacin de su poltica exterior, el apremio de los intereses materiales en el mismo grado que lo sentan Gran Bretaa y Alemania. Su produccin agrcola casi bastaba a sus necesidades. Sus industrias, aunque adquirieron un desarrollo ms activo entre 1905 y 1910, no ocupaban, en 1913, ms que un lugar modesto-el 6 por 100-en la produccin mundial, mientras que treinta aos antes haba sido de un 9 por 100. Las condiciones ofrecidas por el mercado mundial no eran, pues, la preocupacin dominante en la vida econmica francesa. Por otra parte, este pas, de baja natalidad, permaneca, desde el punto de vista demogrfico, en un estado de cuasi-estancamiento. No haba nada en l que exigiese una vigorosa expansin. El estado de la psicologa colectiva tampoco incitaba a ello. El nacionalismo de Maurice Barres y el de Charles Maurras eran doctrinas que no salan apenas de los medios intelectuales; incluso despus de 1911. en que se manifest, sin embargo, en la juventud, un renacer del nacionalismo, la masa de la poblacin, Ja que reciba su formacin en la enseanza primaria, no se dej arrastrar por este movimiento. Las circunstancias de poltica exterior tampoco eran favorables para
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las iniciativas exteriores: ,ran crisis moral del asunto Dreyfus; profunda crisis poltica, de E'Ol a 1906, unida a la cuestin religiosa; amenaza social, entre 1906 y 1910, resultante de los progresos del sindicalismo revolucionario. Por ltimo, los medios n ilitares y navales disminuyeron, hast:i 1911, no en valor absoluto, sino en valor relativo, el nico importante. El Ejrcito, aunque conservase, en tiempo de paz, grandes efectivos (solo inferiores en 90 000 hombres a los del ejrcito alemn, a pesar de la gran diferencia demogrfica), no poda movilizar, en caso de guerra, fuerzas comparables a las del adversario; las concepciones del Estado Mayor, que renunci, desde 1898, a prever el empleo de las formaciones de reserva en el ejrcito de primera lnea, an acentuaban ms el desequilibrio; aquel ejrcito haba perdido, como consecuencia del asunto Dreyfus, gran parte de su ascendiente en la conciencia nacional, y sus cuadros de oficiales, se encontraban, a menudo, desanimados _por ~. desconfianza que les demostraba, entre 1902 y 1904, el prop10 mm1stro de la Guerra. Las fuerzas navales, que an ocupaban, en 1900, el segundo lugar en la escala mundial, haban quedado atrs, a consecuencia de la poltica de economas que practic el ministro de Marina entre 1902 y 1904; descendieron al cuarto lugar, y su relativa inferioridad era especialmente grave en la clase de los grandes acorazados modernos. Tales condiciones no parecan, pues, favorables a una poltica de poder. Y, sin embargo, Francia conservaba, en las relaciones internacional~s, u~ papel de primera fila. Lo deba, no solo a su situacin geogrfica, smo tambin a la homogeneidad de su poblacin: de los cinco grandes estados europeos, era el nico en que la cuestin de las minoras nacionales no se planteaba. Tambin se lo deba a los profundos sentimientos de su pueblo que, al mismo tiempo que repudiaba el espritu de aventura, se consagraba, ardientemente, a la defensa de su segur~dad: a pesar de la propaganda antimilitarista, la masa de la pob.l~cin acep~aba cargas militare~ ~s pesadas que las de cualquier otro s1t10; Francia era entonces el umco estado donde todos los hombres fsicamente aptos se encontraban sujetos, en tiempos de paz. al servicio militar. Lo deba, por ltimo-factor que no hay que olvidar-a los medios de accin que le aseguraba su potencia financiera: gracias al espritu de ahorro de la poblacin (ahorro que alcanzaba, un ao con otro, de cuatro a cinco millares de millones de francos, en Jos primeros aos de siglo), el mercado financiero francs dispona de una masa considerable de capitales, adonde acudan los otros estados ; la media anual de las inversiones en el extranjero, que era de 1 200 millones de francos, entre 1897 y 1902; subi, entre 1910 y 1913, a 1 300 millones. Como las emisiones de valores extranjeros estaban subordinadas a la autorizacin del Gobierno y las inversiones francesas se orientaban preferentemente, hacia los emprstitos de Estado, la poltica exterior poda utilizar aquella arma financiera, y no dejaba de hacerlo.
En qu sentido se ejerca la accin de esa poltica exterior francesa, fuera de Europa y en Europa? , Despus de la reaccin anticolorzialista que haba m.arcado la. epoca del boulangerismo, el movimiento favorable a la ~xpans1n colomal volvi a tomar auge desde 1890, siguiendo ~l cammo tr~zado por Jules Ferry. Se hallaba sostenido en gran m~d1da po~ los rntereses de los exportadores, sobre todo de Jos industnales textiles, y. por los. grupos financieros. Se vea favorecido an ms por los carnb10s s~r.g1dos en la psicologa colectiva: las crticas, dirgidas c?ntr~ la pohtica colonial en tiempos de Jules Ferry hablan estado mspirada~, sobre todo, por el temo; de que aquella poltica de?}litara a .Francia en el continente y la desviara de su preocupac1~n esencia.!: la defensa de su seguridad. Ahora bien, estas preocup~c1ones conu~entales eran menos apremiantes desde que la celebracin de la alianza franco-r~sa proporcion la certidumbre de un apoyo en .~s? de ata~~e aleman. Al mismo tiempo Ja creacin, en 1893, ele un eerc1to coloma1 reclutado por alistamientos voluntarios, tranquiliz al cuerpo ~lectora!, puesto que los jvenes soldados del conu_ngente ya no estana~ expuestos en adelante a combatir en las colomas. Por qu se babia hecho. aquel esfuerzo continuamente a travs de los incidentes o de los accidentes que formaban y deshacan los ministerios? No era la op~in pblica en masa Ja que daba el impulso. A ~ste respect? ~o hab.1, n~da que pudiera compararse con Gran Bretana. Pero ex1st1a un partido. colonial" muy activo. El Comit de Afrca Franc~sa. fund~d.o en nov1~1:11bre de 1890 por polticos e intelectuales, en umn de oficiales del eercito colonial y la Unin colonial. creada en 1895 para ?I'~par a los hombres de negocios y a los prcticos de la vida economzca en _las colonias, eran su fundamento. Este partido colomal--cuyos org,amzacin y mtodos merecan ser estudiados ms de cerca---encontr?. apoyos en los medios militares y navales, lo mis?10 que en las .m1s1ones religiosas. Haba portavoces vigorosos en la Cam~ra de l~s D1put~d.os, en Ja cual presida el grupo coloni< Eugene Etienne, h10 de oficial, diputado de Orn y hombre ele negocios. :renfan influ~ncias en los medios gubernamentales: los grandes colom~le.s esta~lec1eron co~tac tos personales frecuentes y fciles con Jos mm1stros, ~ne.luso en tiempos de Carnot, con el mismo presidente de Ja Repubhca. Para que Ja accin de esta minora fuera eficaz bastaba que el grueso de la opinin pblica, sin interesarse verdaderamente en .la obra. colonial, cesara de resistirse a ella. Sin embargo, en Jos medios polticos continuaba manifestndose una corriente de hostilidad hacia la poltica colonial. Los radicales de izquierda, con Eugene Pelletan, creyendo que las expediciones coloniales ocasionaran gastos excesivos, ~in reportar, desde el punto de vista econmico, ninguna compensacin apr~c:a ble denunciaban una inteligencia entre los especuladores y las m1s10nes1 religiosas. Los socialistas oponan objeci~n~s de principio: l co~ qu derecho quera Francia extender su domm10 sobre pueblos db1-
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les? Tambin teman que las aventuras coloniales desarrollasen el militarismo. Pero la reaccin no era fuerte en los ltimos aos del siglo xrx; solo se hizo apreciable entre 1904 y 1914. Respecto a Europa, lo que constitua el ncleo de las preocupaciones francesas era la cuestin de las relaciones con el Imperio alemn. En esta cuestin explicaba y rega la orientacin que Francia daba a sus relaciones con los otros grandes estados. En conjunto, el comportamiento de la opinin francesa respecto a Alemania era de{ ensivo. La idea de desquite, despus del fracaso del boulangerismo. estaba en franca decadencia, sobre todo entre 1893 y 1904. El tiempo haba hecho su obra: las jvenes genera~iones, que no conocieron la amargura de la derrota, eran menos sensibles a los recuerdos que se iban esfumando, y las tend~ncias nuevas que s.e manifestaban en Alsacia y Lorena, unidas a los progresos del movimiento autonomista, reforzaban aquel estado de nimo (1). El sentimiento de resignacin se mostraba abiertamente en los socialistas y en los pacifistas: entre 1897 y 1902 se manifest en algunos hombres de negocios que esperaban, a cambio de un acercamiento poltico franco-alemn, obtener del Reich facilidades aduaneras; tambin exista antes de 1904 en los medios coloniales que consideraban a Gran Bretaa como el adversario principal, y, por ltimo. en el grupo de intelectuales, cuyo programa recogi el Mercure de France en 1898. Pero importaba ms que tales manifestaciones espordicas la tendencia media del espritu pblico: la cuestin de Alsacia y Lorena no despertaba ya' gran eco en la op~nin; a me~udo no er~ sino un tema de discurso de reparto de premios; el ernba1ador aleman en Pars sea1aba, en sus informes de 1898, que la masa de los franceses iba "olvidndose de Alsacia y Lorena"; y el antiguo jefe de Estado Mayor alemn, Waldersee, anot en su Dario, en 1902, que la "idea de de:,quite no tiene ya muchos fanticos". Sin embargo, adormecimiento no significa abandono: el sentimiento patritico se alborotara si se tratara de suscribir una renuncia explcita. La cuestin de Alsacia y Lorena, aunque hubiera perdido importancia en la pscolog~ colectiva. seguiran siendo un obstculo permanente para un acercamiento franco-alemn. Frente a este problema no todos los medios dirigentes franceses actuaban de igual manera. Haba dos "escuelas", en opinin de Jacques Bainville. Parece ms exacto decir, con Maurice Reclus, dos mtodos, pues se trataba no de divergencias fundamentales, sino de apreciaciones diferentes en relacin con la oportunidad polftica. Los unos crean necesario buscar una aproximacin con Alemania, ya para asegurar la paz. ya para dar mayor libertad a la. polftica francesa. Estos estimaban oportuno colocar la cuestin de Alsacia y Lorena fuera de la poltica prctica. No se proponan, en absoluto, con{l)
firmar las clusulas del tratado de Francfort, pero confiaban en conseguir del Gobierno alemn que hiciese concesiones o convenios. Si pareca imposible considerar una r-estitucin a Francia aun a cambio de amplias compensaciones en el terreno colonial, no podra obtenerse que Alsacia y Lorena se convirtieran en un .territorio autnomo, una especie de tapn? Esta era una esperanza ilus~ria. Y, sin embargo, los partidarios de un acercamiento franco-alemn seguan fieles a su plan bajo otra forma: crean oportuno dar satisfaccin a las reivindicaciones de "lugar al sol'', dejando que el Imperio alemn estableciera su dominio o su influencia en territorios extra-europeos, de tal modo, que su fuerza de expansin se ,desviase de Europa. Los otros estaban convencidos de que entre A\emania y Francia era imposible una conciliacin. Una alianza 7 Cuando Guillermo 11 hizo alusin a ella en 1907 en una conversacin, Eugene Etienne le contest: "Sera preciso, primero, hacer de nuevo -a Francia." TJ,na simple aproximacin 7 "Ello implicara-dice Paul Cambon--que Francia se rebajara ante Alemania." Por consiguiepte, la segridad de Francia deba ser reafirmada por esfuerzos diplomticos cerca de los otros grandes estados: consolidar la alianza franco-rusa, tratar de obtener el apoyo de Gran Bretaa, debilitar la Triple Alianza, dedicndose a separar a Italia de ella, y acaso tambin-en 1910 as lo pensaba el embajador en Viena-a Austria-Hungra. Pero cmo podran separarse la poltica de expansin colonial y la poltica europea? La realizacin de los planes coloniales-deca, en 1898, L' Afrique franraise-"obliga a Francia a buscar en el continente la seguridad e incluso apoyos". Sin tal precaucin, la accin emprendida en Asia y en Africa no sera ms que una "serie de peligrosas aventuras", pues "no se poda luchar en dos frentes a ]a vez". Esto ya lo haba hecho constar Delcass en un discurso parlamentario de 1893. "No es cierto que la conclusin de nuestra obra colonial depende del xito de nuestra poltica europea~" Sin embargo, tras esa analoga de forma subsista, entre 1893 y 1905. una grave divergencia, puesto que se trataba de estudiar cmo' debera adaptarse la poltica europea. Ya que la expansin colonial tropezaba casi en todas partes con Ja resistencia de Gran Bretaa, no debera Francia asegurarse el asentimiento de Alemania o incluso intentar conseguir su apoyo? Este pareca ser el pensamiento de los coloniales de Africa francesa. O no sera mejor apaciguar a la oposicin britnica mediante concesiones? La primera tendencia era la de Gabriel Hanotaux, la segunda, la de Delcass. Hanotaux, que antes de entrar, en 1885, en la carrera diplomtica haba trabajado con Jules Ferry, pareca admitir, durante los cuatro aos en que, de 1894 a 1898, dirigi ta poltica exterior, la necesidad de una colaboracin con Alemania. Hasta dnde estara dispuesto a ir? Aparentemente, no ms all de una colaboracin ocasional, que bastara para inquietar a Gran Bretaa y atraerla a un arreglo: el
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acercamiento franco-alemn sera, pues-segn sus propios trminos-, un "movimiento de rodee". Sin embargo, no prevea perspectivas ms amplias? Un testimor io alemn le atribuy la paternidad de la frmula: "Poner Alsacia )' Lorena fuera de la poltica prctica." Tal vez sus Carnets, cuando Sf. hayan acabado de publicar, permitan definir mejor su actitud. Delcass que, desde 1879, cuando colaboraba bajo le gida de Camille Barrere en el peridico de Gambtta La Republique franraise, soaba con rehacer Europa, y que trabaj en la realizacin de sus planes con una tenaz voluntad, una fe absoluta en su obra, se declar, por el contrario, resuelto a dirigir la poltica francesa colonial "de acuerdo con Gran Bretaa y sin Alemania", pues\las diferencias franco-alemanas eran inextinguibles. Francia-deca a sus colaboradores" no renunciara a sus provincias perdidas, o, entonces, ya no existira Francia ... " En tanto que el tratado de Francfort f!O fuera revisado, no sera posible ninguna colaboracin entre Francia y Alemania; as, pues, era con Inglaterra con quien haba que entenderse. Acab por atraerse a los jefes del partido colonial. Haba llegado de golpe a tal conviccin 7 Los testimonios son contradictorios: segn sus colaboradores estaba resuelto, desde febrero de 1899, a practicar la poltica que lleva su nombre, pero tuvo varias veces proyectos que no cuadraban con esta intencin e incluso consinti, en 1901, en dar un matiz antimgls a la alianza franco-rusa. En este punto tambin el estudio de los papeles privados, hasta ahora inditos, sera lo nico que pudiera porporcionar, quiz, los elementos para establecer una slida interpretacin. Pero esta duda no tiene mucha importancia, ya que es indiscutible que a partir de 1902, la poltica de Delcass qued fijada irrevocablemente. Esta divergencia entre los partidarios de una tentativa de conciliaci,p y los mntenedores de una poltica de firmeza respecto a Alemania, se prolong de 1905 a 1911, cuando Rouvier, y luego Joseph Caillaux, quisieron pagar, mediante concesiones en el terreno colonial, el alejamiento de Alemania en el asunto marroqu, y se declararon fav.orables a una aproximacin franco-alemana, mientras que Raymond Pomcar no crea que tal acercamiento fuera posible. Pero se atenu e incluso desapareci en 1912: los socialistas eran casi los nicos que estudiaban an, en aquel momento, la probabilidad del acercamiento. En qu medida fue la tirantez de la poltica francesa consecuencia de las iniciativas alemanas? Esta es una de las cuestiones principales que se presentan a la interpretacin histrica. El imperio ruso pudo continuar siendo autocrtico, mientras conserv su estructura social tradicional, y su economa casi exclusivamente agrcola. Pero, a finales del siglo XIX, fueron alteradas las bases de. la vida econmica y social. La gran reforma de 1861-la supresin de l~ servidumbre-hab tenido como fin establecer una clase de
pequeos propietarios aldeanos, que podan ser un elemento d~ .estabilidad. El xito fue incompleto, sobre todo, porque la superficie de las tierras laborables lleg a . ser insuficiente para hacer frente a. las necesidades determinadas por el crecimiento rpido de la poblacin. El nmero de "aldeanos sin tierra" aumentaba sin cesar, y aq~el proletariado rural poda significar un elemento de desorden social. ~or otra parte, no bien se em~zaron . .exp~otar los recursos de la regi?n del Donetz, se aceler la mdustnahzacin. El desarrollo de esta mdtistria, aunque no bastase para a~sorber el exced.ente de mano de obra rural, provocaba la forn:a~in de un p,roletanad? :1rbano, muy asequible a la propaganda socialista, y tar:ib1en ~l crecimient~ de una burguesa entre la que se extendan .las ideas liberales. Rusia. entr, sin que el Gobierno pareciera haberse dado cuenta, en el cammo de una transformacin social que la colocaba a merced de una grav,e cnsis poltica. Esa amenaza pes, desde 1895 o 1898, sobre la pohtica exterior del Imoerio. . . La orientaci6n d~ esta poltica exterior permaneca bajo el d~m~mo de dos preocupaciones: el a~ceso al Medite:rneo, que era el prmcipal mvil de la accin emprendida en el Imperio turco. y :n lo~ B~lcanes, y la expansin en Extremo Oriente, donde, los terntonos siberianos y Ja Provincia martima, que se hallaban en v1as de ser tra?sformadas por la colonizacin interior, eran limtrofes del Imperio chmo. . En los ltimos aos del siglo xrx, la poltica extenor se onentaba hacia el Extremo Oriente. La campaa sostenida por el redactor ~e Nouvelles de Ptersbourg, prncipe Ukhtomski, aliado durante s:i JUventud con el nuevo Zar, Nicols II, invocaba los intereses econmicos: explotar la Siberia oriental y desarrollar una colon!zacin aldeana-a semejanza de la que la emigracin rusa estaba realizando en la parte occidental-y explotar los recursos mineros; ~r. otra parte, asegurar a la industria textil rusa, que se desarrollaba rap1damente desde 1880 con el concurso de los capitales extranjers y que iba a hallar en el algodn del TurquestR" una reserva de materias primas, un mercad.o de exportacin en el Imperio chino y en el As!a Central. Pero l?s movi'les de orden sentimental eran, sin duda, ms importantes: Rusia-deca Ukhtomski-deba desempear en el mundo un papel que estuviera en relacin con la masa humana que significaba: tena "una misin histrica que cumplir" en Asia se poda conseguir ms fcilmente que en Europa, pues Jos 'rusos, desde el punto de ~ista de la ci~ili~acin Y del rgimen poltico. se encontraban ~s prximos a los asiticos q~e cualquier otro puebl9 europeo. La reahzac1n de ~ales pl.ane~ der:endia del ferrocarril; imposible dirigir la emigracin hacia l~ S1bena oriental, asegurar una proteccin eficaz~ la base naval esta?lecid.a de~~e 1860 en Vladivostok y ejercer una presin sobre el Imperio chmo mientras no estuviera resuelta aquella cuestin. No tardara mucho en e;;tar!o'. ya que Ja construccin del transiberiano, comenzada en 1892, hacia rap1dos progresos.
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Pero este esfuerzo de expansin desemboc e;1 190l en la guerra ruso-japonesa y en la derrota militar, que abrieron el camino en Rusia al movimiento revolucionario de 1905. Al salir de aquella crisis, la poltica exterior rusa "volvi a Europa": las preocupaciones balcnicas y turcas adquirieron preeminencia. Pero de qu medios poda disponer el Gobierno zarista? El ejrcito, desorganizado por la guerra de Manchuria, se reorganizaba lentamente; las finanzas pblicas, conmovidas por la crisis revolucionaria, se encontraban convalecientes. Rusia no estaba, p_ues, en situacin de sostener una larga guerra. Podra pensar tal vez en emplear otros medios, jugndose, segn el plan que haban indicado Fedaief y Danilevski, la carta de la "solidaridad eslaba"; pero el Gobierno vacilaba en hacerlo, aun cuando se fratase de eslavos ortodoxos en la pennsula de lc.,s Balcanes; as, pues, el movimiento que se esboz en 1908, en la poca del Congreso 11eoeslavo de Praga, no produjo resultados. El eclipse del podero ruso se prolong durante seis aos. Solo a partir de 1911 el Gobierno zarista crey poder recuperar la iniciativa en las cuestiones turcas y balcnicas, pero sin poseer an los medios militares adecuados para establecer los puntales de una gran poltica. Es posible percibir en estos planes sucesivos una lnea de conducta firme y coherente? La poltica exterior se hallaba entorpecida por una contradiccin interna que dominaba las relaciones del Imperio con Europa; Rusia tena necesidad de utilizar ampliamente los capitales y las tcnicas extranjeros, pero el Gobierno no quera correr el riesgo de ver actuar las influencias extranjeras sobre la vida polftica interior. Las iniciativas, por otra parte, no estaban sostenidas por un vasto movimiento de opinin pblica: la masa aldeana era indiferente al esfuerzo de expansin y los obreros le eran hostiles; solo ciertos medios de Ja burouesa liberal mos, o trabanse favorables, pero estaban en conflicto permanente con el Gobierno por las cuestiones de poltica interior; el papel activo perteneca, sobre todo, os altos funcionarios, formados en el culto de las tradiciones nacionales, y a veces tambin a aventureros de la finanza, ;::orno Bezobrazof en Extremo Oriente. La direccin general, por ltimo, no asegurada con solidez. Nicols JI, que subi al trono imperial en 1894, no posea las cualidades de un jefe. Aquel hombre, de desmedrada anv.riencia v de conducta a menudo torpe, careca de dones exteriores. v tambin de cualidades de carcter. El Emperador, en el fondo, era tmido: su obstinacin e incluso en ocasiones brusquedad apenas ocultaban su falta de confianza en s mismo; era dbil y ceda fcilmente a las influencias que le ro@eaban. Aunque de comprensin rpida y clara expresin, no tena opiniones originales. Tampoco saba apoyar vigorosamente las iniciativas de sus colaboradores. Bajo aquel monarca mediocre ("nuestro pobre v querido Augusto Soberano", escribi uno de sus ministros), Ja gesti~
de los Asuntos extranjeros se confi a hombres de poca talla. Lobanof, de 1895 a 1898; Lamsdorf, de 1898 a 1906, solo eran buenos tcnicos. Isvolsky, de 1906 a 1910, fue ms brillante, pero demasiado vido de xitos personales para ser prudente y demasiado polemista para inspirar confianza a sus colegas extranjeros; quiz no fuera tampoco insensible a las influencias financie"ras. Resultaba inquietante por su inestabilidad y sus defectos de carcter, pero no temible. Le sucedi Sazonof, hombre_ oscuro, de autoridad que no estaba a la altura de su buena voluntad y cuya salud era vacilante; no consigui imponerse en su negociado. En el seno de aquel personal de gobierno no haba otra personalidad fuerte que la del conde Witte, un advenedizo con ribetes de hombre de Estado; pero nunca se le encomendaron a Witte los Asuntos extranjeros, porque no tena ascendiente sobre el soberano y quiz tambin porque no pareca tener confianza en los destinos de Rusia. A falta de una mano firme en el timn, los agentes diplomticog se permitan a menudo llevar una poltica personal. Aquel estado autocrtico toleraba a sus representantes en el extranjero una libertad de iniciativa que ningn Gobierno democrtico soportara. Italia, "el joven reino':, figuraba an en 1893 como pariente pobre entre las grandes potencias. Sin embargo, su rpido impulso demogrfico (la poblacin pas de 30 millones en 1891 a 35 millones en 1913) le as:~uraba Ja ventaja de una mano de obra abundante que podra perm1t1rle acrecentar su fuerza militar; su desarrollo industrial, retrasado durante largo tiempo por la escasez del carbn (1), encontc perspectivas ms favorables cuando empez a desarrollarse Ja utilizacin de las fuerzas hidrulicas. Pero sus iniciativas seguan obstaculizadas por l~s dificultades que ya existan veinte aos atrs: desde el punto de vista financiero, estrechez de sus medios presupuestarios; desde el punto de vista social, malestar latente, provocado por el contraste entre la miseria de las poblaciones rurales en las regiones meridionales y su relativa prosperidad en las llanuras del Norte. Italia tambin padeca, sobre todo a finales del siglo XIX, un malestar poltico, cuyas causas eran, por una parte, la actitud de los c"tlicos, que hasta 1904 rehusaron participar en las consultas electorales, y, por otra, la falta de madurez de un personal parlamentario que prefera las combinaciones de intereses y las rivalidades de personas a la lucha de las ideas. La causa principal de dichas debilidades debase evidentemente a las condiciones geogrficas: las del suelo, las del subsuelo, las del clima: pero la causa secundaria iba, sin duda, ligada al estado de nimo de una aristocracia que se apartaba de los asuntos pblicqs y de una burguesa que vacilaba ante las grandes empresas o negaba al Estado los medios de actuar, tanto por miedo a las aventuras como por repugnancia al esfuerzo fiscal. Complejo de inferioridad quiz reforzado
(1) Vase an:eriormente, pg. 349.
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IX: l'ISONOMl.l DB LO:; GR.ANDES ESTADOS
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por las recientes experiencias. el asunto t . la guerra aduanera emprendid~ co F .un~cmo en 1881, el fracaso de de Etiopa en marzo de 1896. n rancia espus de 1887, el desastre ., A partir de 1900, sin embargo se b , tendencias deprimentes. Gabriel frAnes o~o una rea~c1on contra i:sas ~aba la flojedad de las clases diri ente~~nz10 ~enunci lo. que l Jla1deal, difundir una concepcin vinl d 1 , uena dar a !taha un nuevo la nacin. Un hombre de letras fl e o~ erech~s y de los. deberes de ser, siguiendo el camino de D'A, on~nt1~0, ~nr_1co Corradmi, lleg a movimiento nacionalista. Su re~i~~:~?" ~~nc1pal portav_o,z de aquei pero solo alcanz alguna difusin en g ' que ,aparec10 en 1903, decrepitud la senilidad :de la b ~9~8, l~e propoma luchar contra la ' urgues1a ita 1ana Aquel esfuerzo de propaganda consi . , d . opinin; se encontraba en los , g~1~ espertar una corriente de acc~n de los grupos irredentista~ng~:~s. e ,r~nacer, ma_nifestad~ ~~ Ja hacia la expansin colonial El G : mteres que empezaba a dmg1rse se mostrase inclinado a la~ ave ~ terno, a~nque el personal dirigente no aquel estado de nimo Pero n urad's~ v10 obligado a tener en cuenta p~ograma riacionallsta ilevand~oa P~o~~ pensar en, ::umpli_r el total del Eu~opa central y otra de accin coloniaf ~n~, ~ht1ca orientada hacia cre1a q~e el pertenecer a la Tri le Ali~nz: ta e escoger. Puesto que , . ~l menos de forma, era necesario para el mantenimiento ~ l . criticaba la reivindicacin irredenti~ta a s1t~ac1~? _europea de Italia, saen ~ne 1c10 de la expansin en el Mediterrneo Cmo podra hab en Europa los ~edios militares er escog1 o otro camino? No posea sobrepasara de las fuerzas del ya~ava~es para un~ gra~ poltica, que y e conden~na a u a remolque de Gran Bretaa y de Francia teme jugar con dos barajas. . ree, pues, prefenble maniobrar y no
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preocupaciones inmediatas. La Doble Monarqua no torn parte en el esfuerzo dirigido hacia los otros continentes; apenas manifestara, pero solo en 1913, algunas veleidades en Asia Menor. Para el continente europeo no tena ms designios que los balcnicos. Con todo, esta poltica balcnica no presentaba el carcter que haba tenido entre 1875 y 1890. Mientras que el Drang nach Osten (1) haba sido ofensivo, tanto en su espritu como en sus mtodos, el "empujn hacia Salnica" se abandonaba ahora. Ciertamente las particularidades continuaban a veces agresivas, pero los fines en el fondo eran defensivos: el Gobierno austro-hngaro quera tomar precauciones contra el Gobierno yugoslavo, impedir la atraccin que el imperialismo serbio ejerca no solamente sobre las poblaciones de lengua serbia que vivan en el territorio de la Doble Monarqua, sino tambin sobre los r,rupos croata, dlmata y esloveno incluso, que, a pesar de las diferencias religiosas, mostrbanse sensibles al parentesco de las lenguas y de las tradiciones. Para defenderse de tal peligro, Goluchowski, un moderado, un pacista, se limit a emplear, en vano, mtodos de guerra econmica; Aehrenthal, un espritu fuerte y lleno de recursos, acudi a la presin diplomtica unida a una amenaza militar, pero en un momento en que estaba seguro de no correr el riesgo de un gran conflicto; Berchtold consideraba con nimo alegre la perspectiva de una gran guerra. Lo que estaba en juego era la existencia del estado. Y lqs cancilleras de este, desde los ltimos aos del siglo XIX daban por descontada su c,l.islocacin el da en que desapareciera aquel que desde 1848 encarnaba la tradicin dinstica: el emperador Francisco Jos. Los Estados Unidos, en su accin exterior, permanecan dominados por algunos rasgos de psicologa colectiva .. que resultaban de las condiciones en las que se haba desarrollado la nacin americana: extensin del espacio abierto a la colonizacin interior, ausencia en el continente de toda vecindad peligrosa, proteccin que aseguraba el Ocano contra una expansin europea; pero tambin rapidez en el desarrollo demogrfico o econmico y estabilidad de las instituciones polticas. Cules eran en aquella poca los caracteres de la conducta nacional 7 El pacifismo, natural en un pueblo que dispona de un vasto espacio vital y que experimentaba, respecto a los pueblos extranjeros, un sentimiento de seguridad absoluta; el aislacionismo, que proceda de cierto desprecio por Europa, tierra de violencia, pero tambin de ignorancia y de incomprensin casi generales de los problemas europeos; por ltimo, la conviccin de una superioridad moral, pues los ciudadanos de la Unin pensaban haber co~prendido mejor que los dems el secreto del progreso humano. Sin abandonar estos priqcipios, la Unin americana manifest, no obstante, a partir de 1898, nuevas preocupaciones: men tras que haba afirmado siempre en poltica exterior su
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A~tria-Hungra no dispona a d . penas ~ med10s para llevar una poltica (fe expansin territorial dad. Se deba ello solamente ~ experimentaba tampoco su necesidel desarrollo industrial en la r q. ~ ~ p~sar sde los progresos sensibles gua siendo, sobre todo un e:;i~n e .os udetes y en Carintia, sebsqueda de materias prmas y da o ag~cola y, por consiguiente, la nera apremiante? Ms bien e merca os no s~ le planteaba de mainteriores, que continuaban s~;~d~ ~~~~~led~ las circu:stancias polticas las nacionalidades absorba todo el esfu s, ~n Aust~1a, la lucha entre lo paralizaba. En Hungra, donde tal lu~~~o erel Gobierno y a menudo que Ja ley electoral aseguraba a lo . a menos ~gotadora, porse senta ms libre; pero aquell: ~;~:es una mayo:ia. el Gobierno cansaba sobre bases artificiales. ent H d ~ra preca~1a, porque desturas econmicas y sociales er; d.;e ungna y Austna, cuyas estrucJa cohesin. l Cmo llevar e n 1 eren tes, se _h~llaba mal establecida terior vigorosa 7 n semejantes cond1c10nes una poltica exEJ horizonte de Ja accin extenor quedaba, pues, limitado a las
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falta de inters, buscaba ahora una expansin fu u a de sus fronteras. En los orgenes de este imperialismo hay que tener en cuenta, sin duda, la influencia de los intelectuales y de los doctrinarios, que antes de 1895 ya haban invocado en tal sentido argumentos de prestigio y razones estratgicas (1). Pero su llamamiento no haba tenido eco en la opinin pblica. Por qu fue escuchada en lo sucesivo 7 Ante todo, fueron los mviles sociales y econmicos los que decidieron esa orientacin. La gran ola de colonizacin interior hab{a llegado ya a casi todos los espacios disponibles, la frontera haba desaparecido y el espritu de aventura del pionero ya no poda tener satisfaccin, a menos de encontrar fuera del territorio nacional campos nuevos de accin. Al mismo tiempo, el impulso de la produccin industrial obligaba a buscar mercados exteriores para dar salida a la parte de esta produccin que exceda de las necesidades del mercado interior. Exportadores hasta entonces de gneros alimenticios y de materias primas se convirtieron tambin en exportadores de productos manufacturados (2). Por ltimo, los beneficios realizados gracias al desarrollo econmico hacan crecer tan rpidamente la masa de los capitales disponibles que sus poseedores deseaban hallar ocasin de- colocarlos en el extranjero. En la campaa que hicieron en 1898 los expansionistas se invocaban todos estos argumentos. Con mayor razn seran invocados a medida que se desarrollase entre 1898 y 1910, con ritmo acelerado (salvo durante la corta crisis de 1907), la produccin industrial: la extraccin de la hulla aument en un 100 por 100; la del cobre, un 80 por 100; la del hierro, un 50 pr 100; el rendimiento de los yacimientos de petrleo creci un 350 por 100; el valor de los productos manufacturados se. duplic?. Estos intereses econmicos encontraban un refuerzo en las mstancias de carcter sentimental: deseo de difundir entre los pueblos incapaces de gobernarse convenientemente los conceptos !~~erales y demo~rti cos; voluntad de cumplir un deber de responsabzlzdad moral haciendo que los pases sub-evolucionados se beneficiasen de las ventajas de la civilizacin americana. La originalidad de este imperialismo est en sus mtodos. La opinin pblica y tal vez an ms la opinin parlamentaria permanecan apegadas a la tradicin, segn la cual los Estados U:ni?os, pues~o que se haban constituido rompiendo los lazos de una suecin colornal. no deban pensar en imponer a otros pueblos ese rgimen. Haba que evitar, pues, las anexiones territoriales y seguir otro camino: el estable: cimiento de zonas de influencia que permitieran llegar a resultados casi equivalentes. Tal era el fin de la "diplomacia del dlar", en la cual se asociaban estrechamente los intereses materiales, los de los hombres de negocios y los intereses polticos. Encontr su. principal campo de accin en los estados de Amrica Central.
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Aunque los procedimientos fuesen variados y sutiles, el esquema general es fcil de dibuja.r.. Eran, primero, bien demandas de concesio;ws de trabajos pblicos, de minas o de explotaciones agrcolas presentadas al gobierno del pas nuevo por la inicatva de los ciudadanos de la Unin, bien ofertas de concurso financiero hechas por los bancos americanos para ayudar a ese Gobierno a organizar Ja Administracin o a implantar una moneda estable. A menudo las dos formas se encontraban unidas, pues la concesin era la contrapartida del emprstito. La diplomacia del Gobierno de Washington actuaba apoyando tales demandas u ofertas. El papel de dicha diplomacia se haca ms activo cuando se trataba de proteger las inversiones de capitales. En las repblicas de Amrica Central, donde la inestabilidad poltica era corriente, los capitales extranjeros invertidos en empresas privadas estaban expuestos a muchos riesgos: modificacin brusca de la legislacin minera o agraria, establecimiento de tarifas. fiscales discrimintorJ.as. Las inversiones efectadas en los emprstitos pblicos no podan contar con mayores seguridades, pues los disturbios revolucionarios colocabn a los gobiernos prestatarios en situacin de no poder pagar los intereses de la deuda. Entonces el Gobierno de los Estados Unidos intervena, a veces espojltnearnente y a .menudo a peticin de los interesados; por negociacin o por presin de las armas exiga que las medidas discriminatorias fuesen revocadas. y para asegurar el pago de los intereses de Ja deuda obligaba al gobierno del pas nuevo a afectar a este servicio algunas rentas, con frecuencia las de las aduanas, que eran ingresos estables y fciles de comprobar. As qued establecido un control parcial de los Estados Unidos sobre la legislacin, los recursos presupuestarios y la poltica financiera. Pero esto no era ms que el preludio. El Gobierno de Washington acab por declarar pronto que el mantenimiento del orden en los pases donde se haban colocado capitales de los ciudadanos de la Unin era indispensable para el desarrollo normal de los asuntos y la seguridad de las inversiones. Tal fue el sentido del corolario que el presidente Teodoro Roosevelt aadi a la doctrina de Monroe en un mensaje al Senado el 6 de diciembre de 1904: si un estado americano se mostraba i12capaz de asegurar a los extranjeros la justicia, si cometa o dejaba que se cometiesen actos en perjuicio de los derechos y de los intereses de los ciudadanos de la Unin, los Estados Cnidos estaban autorizados a ejercer un poder de polica internacional. Por qu medios? Podan bien proporcionar armas y crdito a un gobierno amenazado por un movimiento revolucionario o bien abandonarle a su destino; paralizar los progresos de una revolucin, negndose a reconocer el nuevo gobierno formado por los insurgentes; conceder el reconocimiento, exigiendo, a cambio. ventajas comerciales o garantas financieras. En algunos, casos-raros, sfn embargo, antes de 1914--llegaron. en el marco del mantenimiento del orden y de la proteccin de los bienes americanos. h;ista enviar tropas que sostuvieran a un gobierno en lucha con los
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insurgentes o que le impidieran por el contr . . . . En las diversas formas de' la "d. l a~w, repnm1r la msurreccin. empeado por los intereses rivad tp omac1~ d.el dlar''. el papel Cfesesencial. "El concepto de pamerios, econom1cos. y fmancieros, era en las regiones inestables del golfo de Mjico y de Amfuca C t de inversiones" escribi el histoern1 dr era, e? gran parte, una poltica C t d ' a or amencano Ben1an w11 on o o, no hay que olvidar u 1 . ,. n 1 1arns. de la Unin americana sacabanqd: efl~ mter~ses poht!c~s y estratgicos gran es ben~nc1os; ,el Gobierno de los Estados U nidos con se ua territ?rios en los cuales te~drae~:c~l~ce~ un cua_s1-protectorado sobre colorual. Queda por saber si tales fines p~f~.s d\ m:poner un estatuto nados de antemano o si eran el po tcos ~bian estado determitica cuyo objeto inicial fuera ;::ult~?~ de_ ~a mterv_encin diplombancos y de los exportadores H ~~ I _acc10n . los l~tereses de los financiera el mvil de la acci/ r i_a sido la. mfluenc1a econmica o ttlca. o su mst~urnento 7 De hecho, tanto lo uno como lo otro se y segn el estado de nirn~ deg los l:s c~cunstanctas o los momentos En algunos casos los medios de ~m res que. estaban en el poder. ciativa e 'iban a solicitar en s g n.~goco~ ~an_ los que tomaban Ja iniinversiones, y el Gobierno los es m ~ be ob1erno que protegiera sus legtimo salvaguardar los intere~ecu~ a a, P?rJue le pareca necesario y et.u adanos. o porque pensaba que la influencia financiera abr~a e En otros casos era el mismo Gobi r e ~amm~ a la influencia poltica. negocios y a los bancos ara colo e no e. que anzaba a los hombres de vencin diplomtica o ~ilitar. car los Jalones que preparasen la inter-
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ponesa, la absoluta sumisin a la dinasta y el desprec10 por ~l extranjero. Los preceptos imperiales de enero de 1882 dictaban al soldado su deber: el valor reflexivo, la frugalidad, la fidelidad absoluta a las rdenes del jefe; le decan que deba "considerar la muerte como ms ligera que una pluma". No en vano fueron dundidas estas consignas. El espritu de sacrificio, el ardor del patriotismo eran los soportes del deseo de dominio. La poltica de expansin tuvo tambin otros mviles ms reastas. El Gobierno nipn no perda de vista las necesidades estratgicas y econmicas. Para asegurar la proteccin del archipilago contra un ataque, deseaba poner el pie en las regiones del continente asitico que pudieran servir de "base de partida" a dicha eventual agre~in (1). Para abastecer de artculos alimenticios a una poblacin que creca rpidamente, necesitaba poseer .tierras productoras de arroz. Para desarrollar su industria, en un pas pobre en carbn y en mineral de hierro, buscaba en el continente recursos mineros. Estos mviles econmicos no eran todava tan apremiantes como lo seran en 1919; comenzaban, sin embargo, a hacer sentir su influencia.
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En el momento en que los Estados Unidos y el Japn se convirtieron en potencias mundiales, el centro de inters fue el crecimiento entre los grandes estados europeos de los antagonismos que desembocaron en la guerra. Cmo se desarrollaron tales antagonismos? Las etapas se dibujan claramente. Entre 1893 y 1901, en el momento en que el esfuerzo de expansin europea era ms vigoroso, estaba an indecisa la orientacin de las relaciones entre las grandes potencias. Entre 1901 y 1907 se estableci un nuevo grupo de estados: enfrente de ia Triple Alianza, debilitada por la imprecisa actitud de Italia, se form ia entente franco-inglesa y se esboz la entente anglo-rusa. Entre 1908 y 1913 se produjeron las pr'~ebas de fuerza entre los dos grupos rivales. El estudio de esta trama diplomtica no es ciertamente ocioso, pues 1a conclusin y la extensin de los acuerdos entre estos grandes estados es lo que contribuy a agravar la tensin internacional. .Sin embargo, aquella situacin no era ms que el resultado de los choques surgidos tan pronto entre Jos intereses econmicos y las expansiones imperialistas como entre las corrientes de los sentimientos nacionales. La explicacin histrica debe, puts, sobre todo, intentar comprender el juego de las fuerzas que dieron origen a esas rivalidades y mostrar el carcter de dichas crisis. Pero por qu tantos incidentes locales que en un principio eran graves no tuvieron conseeuencias en la evolucin general de los estados mientras que otros arrastraron a una amenaza de conflicto? La respuesta debe tener muy en cuenta los planes po(1)
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Mtodos inditos? Ciertament . 1 ban hecho uso de ellos. Pero los ~ ~o' os ~stados europeos ya hauna amplitud, una continuidad s dados Um~os los observaron con y una estreza sm precedentes.
Japn desde que se haba convertid 1889 ~ t1tuc10nal, creado _un ejrcito modern en . en un. estado conseran de 240 000 hombres en 1890 o (los efectivos en t1emp? de paz para liberarse de la dependencia) y ~omenzado a desarrollar su rndustria tranjero se hallaba en situacin den a que se en~ontraba respecto al exEntre lo 6 1 e ~nsar en realizar su ansia de podero. , s m VI es que determmaron su li 1 el papel preponderante en esta ca f po ttca o~ que tuVIeron ~eron las t~n~enc1as de la psicologa colectiva. El pueblo japonls honor nacional y de la su , .d ~os~ta un sent1m1ento muy vivo del las creencias religiosas reron a _n~pona, que tena sus orgenes en feudal. El sintosmo le ha~fa ~~s~:~~c10nes ?e l.a ant!gua casta militar a~ ~las lP?~esas eran de origen divino y la raza nipona una raz~ pn z egza a. El cod1go del honor de los ex samurais (que formaba gran pa~te de los cuadros de la administracin y del ejrcit~) a:or~ cit.dadanos El Gobiern . e o rec a como e1emplo a todos los El rescript~ imperial d~ ~; ~ed1cab~ a ~esarrollar tales sentimientos. encarg ~s_cuela primaria de inculcar a los nio: ~c~~g~~lo ~e lp8!0t r enecer a 1 a la nac10n a-
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IX: FISONOMIA DE LOS GRANDES ESTADUS.-JllllLIOGRAFIA 1923.-A. F1scHEL: Der Pa11sla1i.rn111s bis ~um We/tkriege, Berln, 1919.I. RN!NG: Die russische ;jfentliche M<'lmmg und ihre Stellung zu den Gro.mniichte. 1878-1894, Bern, 1929.J. Al'CEL: S/a1es et Gemratns, Pars, 1935.-ED. BENES: Oi'1 1ont les Slmes'!. Pars. ! 948. Sobre la poltica exterior de Gran Bretaa~- tlALEVY: Jfistoire du peup/e 1;11glais. Epilogue, 1895-/9 /4, Pars. 1926-1932, 2 vols.-J. GARY!N: Lije oi Josepli Chambrrlain, Londres, 1932 y sigs., 4 vols.; LORD NEWTON: Lord l.r.11sdowne. A Biography, Lon c!res. 19~5. 2 vols.-G. N. TREVELYAN: Grey rf Fallodon, Londres, 1937.H. NicoLSON ;. Sir Arthur Nico/son, Fir.'1 Lord Carnock, Londres. 1936.J. TYLER: Tite British A my and the Cont111e11t, Londres, 1936. - B. H. BR'JWN: The Tariff Reform Mo1eme11t in Great Britain, If.81-1889, New York, 1943.-0. BARI: Idee e Dottrine im-
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lticos: los gobiernos apaciguaban o incrementaban aquellos incidentes no solo porque queran salvaguardar los intereses materiales, sino tambin porque tenan que cuidar.se del prestigio nacional. Valorar la parte respectiva de las influencias econmicas, sentimentales o polticas en los litigios entre los estados es, pues, el punto esencial para comprender las relaciones interT'acionalcs en el curso de este perodo.
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CAPITULO X
Entre 1893 Y 1901 el esfuer!o de expansin de las ~andes potencias a expensas de los estados dc;oues o subdesarrollados se manifest a un nt-mo acelerado! comen~ . provoc~r transformaciones importantes en la forma ?e la vida econom1ca y social en Extremo Oriente, en Afric~, en ~~nea Central; tambin era el centro de inters en las relac10n~s P?ht1cas ent~e _los grandes estados. Los litigios europeos, incluso las. nvahdades balcamcas, que algunos aos antes haban provocado el pehgro de una guerra general, parecan adormecidos.
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l Cules eran los territorios geogrficos hacia los cuales miraban en 9,uel momento los grandes estados europeos en el esfuerzo de expans1on, en que las iniciativas pertenecan a menudo a los hombres de negocios, aunque estuviesen apoyadas, casi siempre, por sus gobiernos? (l). f'.raq_cia desarrollaba metdicamente en Africa occidental y central un plan de acc10n. en que las consideraciones de prestigio desempeaban ll:n papel ms importante que los intereses econmicos: los medios co~oma~es pensabar: desde ~893 en un plan de penetracin por el Ubangm iiacta el alto Nilo. Rusia buscaba en Manchuria e incluso en Corea el. i:iedio. de establecer ~na gran base naval en aguas libres que le perm1t1ese e1ercer una presin sobre el Gobierno chino se interesaba tambi~ por ~a explo~acin de !os recursos mineros m~nches y coreanos. Itaha poma sus miras en Etiopa. En esta decisin los mviles econmicos ~olo tenan una dbil parte y los demogrficos, es decir, la apertura de tierra~ nuevas. a ~a emigracin italiana, no eran a su vez ms que s~cund_anos. La fm~lidad del esfuerzo consista, sobre todo, en dar sat1sfacc1n al sentimiento nacional despus de las decepciones sufridas entre 1880 y 1883 en las cuestiones mediterrneas; pero acab en marzo de 189.6 en el desastre de Adua. Alemania interesbase principalmente en Asia M:nor, aunque tambin intentara conseguir algo en China. Gran Bretana, que tena intereses econmicos y estratgicos en todas las partes del m~~do, se met~. en todos los sitios a la vez, bien para proteger una posicin ya adqumda, bien para encontrar nuevos campos
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de acc1on. En China actuaba para defender su supremaca econmica, amenazada por sus rivales. Mediante su accin en el alto Nlo quera asegurarse de que ninguna otra potencia pudiera modificar el rgimen ele las aguas fluviales y arruinar la vida agrcola de Egipto. Pero en Africa del Sur, bajo el impulso de Cecl Rhodes, era ofensiva. En cambio, cedi el paso en Amrica Central a los planes del nuevo imperialismo de los Estados Unidos. Si es imposible en el estado actual de las investigaciones histricas medir exactamente en la mayora de Jos casos-salvo quiz en Africa del Sur-las transformaciones que experimentaron las sociedades humanas en las zonas en que se practicaban tales esfuerzos de expansin, es fcil. en cambio, seguir el curso de las rvalidades entre los imperialismos. En Africa los litigios eran incesantes. La actividad de las misiones de penetracin emprendidas por los coloniales franceses. ingleses y alemanes en Ja cuenca del Nger y en los confines del lago Chad dio lugar, a veces, en la primavera de 1898, sobre todo. a serios incidentes, que, sin embargo. no provocaron emocin fuera de los medios coloniales. ~ero en dos regiones, en el Africa del Sur y en el Sudn del Nilo, fueron graves las diferencias. - En Africa del Sur, donde Gran Bretaa posea la colonia de El Cabo y Natal, Alemama el suroeste africano desde 1884 y Portugal sus antiguas colonias de Angola y Mozambique, los planes de expansin britnica se dirigan hacia los yacimientos de oro y de diamantes del Transvaal y de! Orange; amenazaban los intereses alemanes: intereses financieros, pues los capitales alemanes formaban el 20 por 100 del total de las inversiones efectuadas en las empresas mineras del Transvaal; intereses del prestigio alemn en el mundo, porque la suerte de! suroeste africano se hara precaria si el plan de Cecil Rhodes se llevara a cabo. "No permitiremos que el Transvaal sea la vctima de los planes de Rhodes'', declar en octubre de 1895 el secretario de Estado en los Asuntos Exteriores. La resistencia alemana se afirm en el invierno de 1895-1896 cuando tuvo lugar el intento de incursin efectuado en territorio del Transvaal por un agente de Rhodes, Jameson. Guillermo II se erigi en defensor de la independencia del estado boer. Simple gesto, ya que la incursin haba fracasado; pero aquel gesto provoc una viva irritacin en la opinin pblica inglesa. La poltica alemana renunci, sin embargo, muy pronto a esa resistencia y busc la ocasin de un arreglo con su competidor. Este acuerdo se estableci a expensas de Portugal: la convencin secreta del 30 de agosto de 1898 implicaba, pero sin fijar plazo. un plan de reparto de las colonias portuguesas, que dara a Alemania la mayor parte de Angola y la parte septentrional de Mozambique; as, cuando el Gabinete ingls decidi en 1899 acabar por la fuerza con la resistencia de los boers e inici en Africa del Sur una guerra que se prol0.'1gara hasta 1902. el Gobierno alemn no intent dificultar la poltica inglesa. En definitiva. Alemania abandon el
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Transvaal; ahora bien. no sac na:h a cambio, ues el acuerdo del 30 de agosto de 1898 era letra muen1. 9u7 Inglaterra ,consig~ier~ establecer su dominio en Africa del Sur -"' cllm111ar el obstaculo ateman. fue un xito irrebatible. En el alto Nilo la poltica inglesa haba obtenido el alejamiento de los tres competidores eventuales: Italia, mediante un acuerdo de 1891; Alemania, en julio de 1890; el Estado Independiente del Congo, en mayo de 1894. Pero en vano int7nt asegurarse el ~e Fran~ia, donde los medios militares esperaban obligar a Gran Bretana, tomandole la delantera en el Sudn del Nilo, a entablar ele nuevo una negociacin sobre la suerte de Egipto. El) junio de 1894, el Gabinete in~ls hizo ~Francia una advertencia secreta: el envo de una misin francesa hacw. el alto Nilo provocara entre los dos estados el ms grave conflicto; renov la advertencia mediante una declaracin pblica en marzo ele 1895. Con plena conciencia del riesgo, pues. el Gobier~o francs envi la misi~n Marchand hacia Fashoda, en el momento mismo en que Gran Bretana lanzaba el cuerpo expedicionario del general Kitchener a la reconquista del Nilo. El encuentro esperado solo tendra luga: dos aos ms tarde, el 25 de septiembre ele 1898; el Gabinete ingls, sin llegar has~a el envo de un ultimtum. exigi la evacuacin de Fashoda; el Gobierno francs se inclin. porque ni el estado moral del pas, dcs$~rrado por el asunto Dreyfus. ni el estado de las fuerzas navales pern11ttan pensar en una guerra. La cuestin del Extremo Oriente tom entre 1894 y 1901 un nuevo aspecto. El centro de inters era la_ crisis_ chi_n~. cuyas ca;1sas proundas fueron siempre la actitud del Gobierno impenal manchu respecto a la penetracin occidental. Aunque se :io obli?ado a a~rir el pas en 1842 y ms ampliamente en 1860 a l~ 111fluenc1a_. e~tran1~ra (l), aquel Goberno no se propuso seguir el eemplo del Japon e lf a aprender a las escuelas americanas o europeas. La organizacin administrativa se estanc. pues el cuerpo de los funcionarios rechazaba. salvo raras excepciones, las tcnicas europeas de la produccin y del transporte: las fuerzas armadas eran insuficientes, a falta de espritu militar en la masa del pueblo y de material moderno. La dinasta m_anch se enco~,traba an bajo la impresin de los recue'rdos que le deara la revoluc10n de los taipings; no se preocupaba ms que de mante.ner el orden . ~ de frustrar la oposicin de las sociedades secretas chmas. Esa deb1l:dad anim la codicia de los grandes estados industriales, siempre sensibles a la atraccin del mercado chino; despert tambin la del Japn, cuyo Gobierno ya haba pensado actuar en 1873, aunque crey prudente aplazar la realizacin de sus planes (2) hasta que se consumara la rec~nstruccin interior del estado nipn. Fue el Japn el que tom la iniciativa. Aprovech en julio de 1894
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los disturbios ~n C?rea para desembarcar tropas en dicho reino vas_allo ~el Impcno c~mo. La guerra chino-japonesa, aunque la pobl~cin de Chma fuera casi ocho ye~es superior a la del Japn, mostr de sorprendente modo l~ supenondad del ejrcito, de la marina y de los est?dos mayores mpones. En ma:zo de 1895, y el ejrcito japons, despues de haber ocupado Corea, asi como Manchuria meridional y logrado desembarca,r en Shantung y en Formosa, prepar una gran ofensiva contra Pekm. Esta amena:za. ~ecidi al Gobierno chino (que haba esperado en v~no una i:iediacion de__ las grandes potencias) a firmar el tratado de ~1monoseki; abandon su soberana en Corea, cedi For:nosa Y las_ islas de los Pescadores y, en Manchuria meridional, la penmsula de L1ao-Tung. Pero I~ victoria del Japn era demasiado completa, pues en lo referente~ la pemnsula de Liao-Tung se entrometa en los proyectos rus~s: ,El Gobierno del Zar, apoyado por Francia y Alemania, impuso la re~is1on del tratado: Liao-Tung sigui aberta a la expansin' JiillSa. Despues de aquel retroceso impuesto al Japn, los grandes estados europeos se aprovecharon de la debilidad del Imperio chino para obtener de_ ,la c_orte de _P~kn nuevos privilegios y para adelantarse a la expans10n mpona; p1~ieron c~:mc~siones ,de ferrocarriles y de territorios en arnen~o_. En dos anos se d1buaron ast zonas de influencia econmica en ben~f1c10 de _las potencias europeas: Rusia, en Manchuria, con el ten~tono e1~ arriendo de Po;t-Arthur; Alemania, en Chantung, con la bahia. de K1ao-Cheu; Francia, en las tres provincias meridionales del Impeno, con el puerto de Kuan-Cheu-Uan. Gran Bretaa no pudiendo opo~erse a esta poltica, se asoci a ella: obtuvo concesi~nes de ferrocarn_Ies en el bao va!le del Yan_g-S, es decir, en la regin donde tena sus, mtereses comerciales ~sen~1ales, y se hizo adjudicar, a ttulo de ar~1~ndo, el puerto de We1-Ha1-':"ei, en la costa Sur del golfo de Petc?11I. Es~o ~ra el B;eak-up of Chma: la reparticin en zonas de influencia economica pod1~ ?"ansformarse en el pr:eludo de un reparto poltico. S?lo los Estados Umdos rehusaron participar en aquella poltica me_di~nt~ _una nota del 6 ?e septiembre de 1899, en la que invocaban el pr:n~ip1_o de puert_a abzerta, protestaron contra el establecimiento de pnvileg1os comerciales; ,_pero con, ocasin de su conflicto con Espana O). tomaron garantias, ~s~gurandose la posesin de las Filipinas par~ tener una .base n~val proxima a las costas chinas, y se anexionaron las islas Hawa1, lo mismo que la isla de Gu1m, para tener puntos de apoyo en las rutas martimas del ocano Pacfico. El Gobierno manch se daba ~uenta de los peligros que le amenazaban, pero pareca incapaz de reaccionar. ~ finale~ ?~ 1.899, sin embargo, se esboz un movimiento de resistencia por imciat1va de las sociedades secretas chinas, Ja ms important_e de las .:uales, ~a de los boxers, tena su centro en el Chantung. ~3. m~::eccion xenofoba se extendi como mancha de aceite por la
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China del Norte, y la corte imperial se decidi a aliarse con los boxers. Pero aquel esfuerzo-el tercero desde 1840--para escapar de la influencia extranjera, fracas, como los precedentes. En agosto de 1900 un cuerpo expedicionario internacional se hizo dueo de la situacin en quince das: no tenan las potencias, a pesar de sus rivalidades y de la mutua desconfianza, un inters comn, que era la defensa de sus privilegios? Y, sin embargo, tal vez fue aquel ensayo de resistencia el que, a pesar del fracaso, apart la perspectiva de un desmembramiento de China: los estados europeos parecieron comprender que, exista un patriotismo chino y pensaron que, si el movimiento boxer no hubiera quedado limitado a la China del Norte, la represin habra sido difcil. En todo caso, los diplomticos cesaron de esgrimir, incluso a ttulo de hiptesis, proyectos que pudieran llevar al derrumbamiento de China. En la Amrica Central, la importante cuestin del canal interocenico pas a primer piano; se hallaba unida a la suerte de las islas v de las costas que en el mar de las Antillas cubran los accesos al tU'turo canal. En aquella zona la expansin americana pona en jaque o intentaba eliminar los intereses que posean los estados europeos. Tal intencin se afirm, a partir de julio de 1895, cuando el presidente Cleveland, con ocasin de un litigio de frontera entre Venezuela y la Guayana inglesa, presion sobre Gran Bretaa para que sometiese a arbitraje la cuestin. En algunos aos la poltica de los Estados Unidos obtuvo dos importantes xitos en cuestiones que ya haban sido planteadas medio siglo antes. En el asunto de Cuba, los mviles de su poltica fueron econmicos, financieros y estratgicos: los recursos de la colonia espaola--caa de azcar, tabaco, mineral de hierro--eran considerables; los capitales americanos haban sido ampliamente invertidos en las plantaciones y en I~ explotaciones mineras; la situacin geogrfica de la isla resultaba esencial para !a dominacin en el mar de las Antillas. Cuando los cubanos, que ya se haban sublevado entre 1868 y 1878 contra la dominacin espaola, comenzaron una nueva insurreccin, sus peticiones hallaron ocasin de desempear su papel. Sin embargo, los medios de negocios--<:on excepcin de los que tenan en Cuba intereses directospermanecieron reservados durante largo tiempo, porque teman las molestias que a la vida econmica podra acarrear una guerra. Una corriente de pasin barrera aquel obstculo; bast un accidente-la explosin de un acorazado norteamericano en el puerto de La Habana--y una ardiente campaa de prensa, que con tal motivo agit a la opinin pblica. En tres. meses Espaa qued vencida; abandon no solamente Cuba, que pas a ser protectorado encubierto de los Estados UnJos. sino tambin Puerto Rico, y, en el Pacfico, las Filipinas y la isla de Guam, que quedaron como posesiones de la Unin norteamericana. . Este xito incit al Gobierno norteamericano a levantar en seguida la hipoteca que pesaba dede 1850 sobre la cuestin del canal interoceni-
co. Por el tratado de Clayton-Bulwer (1) los Estados Unidos y Gran Bretaa se haban comprometido recprocamente a no ejercer un control exclusivo sobre aquella gran v:a martima cuando fuera establecida. Despus de 1880, el presidente Hayes haba declaraJo, sin embargo, que el canal. puesto que pondra en comunicacin los puertos americanos del Atlntico con los del Pacfico, debera ser colocado "bajo control Je los Estallos Unidos"; pero el Gabinete ingls no haba hecho caso. La cuestin se torn apremiante cuando los Estados Unidos pusieron el pie en los archipilagos del Pacfico; adems, las circunstancias eran favorables, porque Gran Bretaa tena entre manos ia guerra surafricana. Despus de dos aos de negociaciones el Gobierno americano, por el t;atado de Hay-Pauncefote (18 de 1oviembre de 1901), hizo que se le reconociera el derecho de construir l solo el canal, de establecer sus fortificaciones y "una fuerza de polica militar". Desous de habe"r eliminado a Espaa, los Estad"os Unidos actuaron, pues, d~ manera tal que obligaron a alejarse a Gran Bretaa; la escuadra britnica, que desde haca ms de medio siglo vigilaba Ja zona de los Caribes, se retir. Por ltimo, el Imperio turco atravesaba. a partir de 1894, una nueva crisis: una vez ms las poblaciones cristianas en Armenia, en Creta, en Macedonia trataban de escapar de la dominacin musulmana, y reivindicaban una autonoma administrativa. En los orgenes de tales movimientos las exigencias del sentimiento nacional se encontraban sostenidas por el sentimiento religioso, por el deseo de asegura{ a la libertad individual una proteccin contra la arbitrariedad de los funcionarios y por la voluntad de obtener una reforma del fisco. Sin embargo, las condiciones -iariaban de uno a otro grupo. Los arm.o'os, que en los confines del N':rdeste del Imperio soportaban el pillaje de los kurdos y trataban de :,efcnder lisa y llanamente su seguridad, no podan contar con otro apoyo exkrior que el de los emigrados armenios establecidos en Inglaterra o en los Estados 'unidos. Los griegos, que formaban la gran mayora de la poblacin en Creta, queran que la administracin de la isla fuese devuelta, por la Sublime Puerta. a un Gobierno cristiano y que el producto ele los impuestos se invirtiera all mismo; podan tener esperanzas de encontrar en Grecia el apoyo de la opinin pblica y del Gobierno. Los blgaros de Macedonia, que boicoteabcm el fisco y los tribunales turcos, buscaban obtener el apoyo del principado de Bulgaria. Pero en todas partes los mtodos de represin turcos eran los mismos: ra:?.ias y matanzas; en Armenia. lejos de la mirada de Jos europeos, aquellas represalias adquiran la tnica de un exterminio sistemtico: en cinco meses del invierno de 1895-1896 se contaron, al parecer, 37 000 vctimas. Esta crisis turca no dej de tener repercusiones inmediatas en las
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relaciones polticas internacionales. Las matanzas provocaron indi?nacin en Ja opinin pblica europea y mostraron una vez ms la necesidad de imponer al Gobierno turco un sistema administrativo capaz de garantizar seguridad a las poblaciones cristianas; los gobiernos eu:opeos podan aprovecharse de esta situacin para asegurarse ventaas en detrimento los unos de los otros e incluso para provocar el derrumbamiento del Imperio otomano. La cuestin armenia era vigilada por Rusia, como vecina, y por Inglaterra, cuya industria t~xtil emple_aba ~o misionistas armenios. La cuestin cretense, por motivo de la s1tuac1n estratgica de la isla, interesaba a todas las potencias m_editerrn,eas. La insurreccin macednica poda ser utilizada por Austna-Hungna y Rusia para fines polticos que eran opuestos. Especialmente dos momentos fueron crticos: el invierno de 1895-1896, cuando las grandes matanzas en Armenia, y la primavera de 1897, cuando Grecia, que quera anexionarse a Creta, entr en guerra con Turqua, siendo, no obstante, derrotada en quince das. En el asunto armenio el hecho impor;tante fue el nuevo sesgo que tomaron las iniciativas inglesas. Salisbury pareca dispuesto a abandonar la poltica de soste1limie11to del Imperio turco que haba seguido Gran Bretaa durante todo el curso del siglo; Jlng a pensar que Turqua estaba demasiado podrida para subsistir, y consider Ja eventualidad de un reparto. Sin embargo, no insisti cuando comprob que el Gobierno alemn no admitira aquella solucin. El primer ministro britnico propuso entonces una intervencin naval que, por el Bsforo y los Dardanelos, tendra por objetivo la costa armenia del mar Negro; pero esta proposicin tropez con Ja oposicin del Gobierno ru~o, temeroso de que los ingleses quisieran apoderarse de Constantinopla. En el asunto cretense, Gran Bretaa favoreca el otorgamiento de la autonoma, mientras que Alemania sustentaba la opinin contraria, quiz con el deseo de provocar en Grecia una crisis interior qu,e ~u diera ocasionar la abdicacin del rey y Ja. subida al trono del pnnc1pe heredero Constantino, casado con la hermana. de Guillermo II. Pero la guerra greco-turca amenazaba cori extenderse a toda la pennsula balcnica si los pequeos estados cristianos la aprovechaban para so~tener el movimiento macednico. Dichos estados antes de tomar partido y de comprometerse en una aventura observaron cmo se orientaban las polticas rusa y austro-hngara. Ahora bien, a finales de abril de 1897 los dos emperadores se pusieron de acuerdo, con vistas a mantener el statu qua en los Balcanes. Era aquella una prudencia excepcional. Cmo explicarla 7 Rusia miraba en tal momento hacia el Extremo Oriente; por otra parte, se haba advertido que no podra co~tar, en el caso de una crisis balcnica, con el apoyo atmado de Francia. Austria-Hungra recibi de Alemania el consejo de mostrarse prudente: tema tambin que el movimiento macednico dirigido por los bl_garos produjera, en caso de' xito, la formacin de una Gran Bulgaria, es decir, la solucin que ya haba. echado por tierra la Doble Monarqua
en 1878. Este juego de las oposiciones de intereses y de las desconfianzas entre las grandes potencias fue lo que salv al Imperio turco. Tales controversias y rivalidades incesantes, que se presentaban simultneamente en todas las regiones del globo y que ponan en juego Jos intereses econmicos de los estados imperialistas; acarrearon conflictos armados: guerra chino-japonesa, guerra hispano-americana, guerra greco-turca, guerra, sudafricana. Pero esos conflictos permanecieron "localizados". En suma, y esta observacin merece que nos detengamos en ella, el choque entre los intereses econmicos de las grandes potencias no haba bastado, all donde solo estban en litigio los intereses, para provocar una amenaza de conflicto general. Los gobiernos y la opinin pblica tenan clara conciencia de que aquellos objetivos econmicos no valan una guerra, por lo menos una gran guerra, que ocasionara riesgos desproporcionados con lo que se pona en juego. Los medies de negocios americanos, por ejemplo, se mostraron muy reservados en 1897 respecto a la perspectiva de un conflicto con Espaa, porque crean que Ja lucha podra ser larga y penosa; solo cambiaron de opinin el da en que, una vez comenzada la guerra, se dieron cuenta de que sera corta. El Gabinete ingls, a pesar de la importancia que representaba el mercado chino para los exportadores britnicos y de los temores que le inspiraba a ese respecto la poltica rusa en Manchuria, apart en marzo de 1898 toda idea de intervencin armada para impedir el establecimiento de una base naval rusa en Port-Arthur. Y, sin embargo, no era en Washington y en Londres donde las preocupaciones econmicas desempeaban el papel ms activo en la direccin de la poltica exterior? El nico caso en que durante el curso de aquel perodo el choque de los imperialismos acarre un peligro de guerra entre grandes potencias europeas fue, en septiembre de 1898, el asunto de Fashoda. Ahora bien, qu parte h~y que adjudicar en el conflicto a las preocupaciones econ6micas7 La iniciativa de los medios coloniales franceses tena como fin el "renovar la cuestin de Egipto": cuestin de prestigio. En Ja conducta de Gran Bretaa, ciertamente, la explicacin econmica no podra desdearse, pues se trataba de salvaguardar mediante la conquista del Sudn niltico la misma base de la prosperidad en Egipto. Sin embargo, la viveza de las reacciones que se manifestaron en la opinin pblica inglesa se explica mucho ms mediante el estado de la psicologa colectiva que mediante el deseo de proteger intereses materiales.
II. LAS RELACIONFS POLITICAS ENTRE LAS GRANDES POTENCIAS
Entre estas rivalidades imperialistas y los compromisos diplomticos establecidos o estudiados en Europa exista una doble relacin: por. una parte, cada estado tena en cuenta en sus esfuerzos de expansin la situacin europea que le invitaba o le obligaba a tomar en
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consideracin los intereses de tal estado o de tal otro; por otra parte, los incidentes que jalonaban el choque entre los imperialismos podran llevar a los gobiernos a revisar la lnea general de su poltica y a buscar puntos de apoyo. Bajo el signo de las rivalidades extraeuropeas se desarrollaron durante este perodo las relaciones .entre las grandes potencias europeas y se dibujaron nuevas perspectivas. La posibilidad de una alianza continental que agrupase a Alemania, Rusia y Francia era una de esas perspectivas. La iniciativa correspondi al Gobierno alemn, que deseaba debilitar la alianza frmco-rusa y atlems tener a raya a Gran :Bretaa, cuyos intereses econmicos se oponan a los suyos. En abril de 1895 se asoci a la gestin conminatoria hecha por Rusia y Francia cerca del Japn para obligarle a aceptar la revisin del tratado de Simonoseki. A principios de enero de 1896, a propsito del asunto del Transvaal, propuso en vano a Francia y a Rusia una "accin comn" contra Gran Bretaa. En agosto .de 1897, en el momento de las disensiones anglo-rusas con motivo de la cuestin de los Estrechos, Guillermo II, en visita a San Petersburgo, trat de mostrar al Zar el valor de la amistad alemana. En junio de 1898 pareci volverse de nuevo hacia Franci: Blow sugiri a Hanotaux "una colaboracin prctica entre Francia y Alemania" para impedir la expansin inglesa en Africa. del Sur. Estos ofrecimientos no tuvieron resultado. Al da siguiente de Fashoda se torn a la misma idea, pero ahora fue el Gobierno francs quien la inici y el Gobierno alemn a su vez quien se mostr reservado, y as( continuaba cuando, durante la guerra de los boers, el Gobierno ruso trat de anudar una conversacin cuyo fin sera poner en jaque a Gran Bretaa. La segunda posibilidad era la de una alianza anglo-alemana; se sugiri varias veces, entre 1898 y 1901, por iniciativa inglesa. En 1898, hubo un simple sondeo, efectuado por el ministro de las Colonias, JosepQ Chamberlain, que habl, a ttulo personal, pero que haba recibido, de hecho, el asentimiento del primer ministro. En 1901, el ofrecimiento fue oficial. El secutario de Estado para Asuntos Exteriores, Lansdowne, se declar dispuesto a concluir un acuerdo poltico con Alemania: compromiso de neutralidad, si uno de los dos estados entrase en guerra con una potencia; promesa de asistencia armada si, en esa guerra, interviniese otro estado, sin haber sido provocado. Era, pues, un proyecto de alianza defensiva, pero limitada al caso en que uno de los contratrantes estuviera en lucha con dos adversarios; Gran Bretaa se comprometera, as, a entrar en guerra al lado de Alemania en un co~cto germano-ruso, si Francia, segn las obligaciones de su tratado de alianza, apoyara a Rusia con las armas. El Gobierno alemn no se pro~na co1J.tentarse con este ofrecimiento; exiga que Gran Bretaa contra 1ese compromisos, no hacia Alemania sola, sino hacia la Triple Alianza tan;bin. Lansdowne objet que, con tal extensin del proyecto, correno.. el .riesgo Inglaterra de ser arrastrada a "conflictos que no la concern:cran"; sugiri, pues, renunciar a la idea de alh..nza y estudiar.. sola, .. ,
mente un acuerdo limitado a cuestiones particulares: Mediterrneo o golfo Prsico. La respuesta alemana fue: "Todo o nada." Y la negociacin no pas adelante. . . , Estas dos perspectivas, cuyo alcance, a pnmera vista, parecia tan amplio, quedaron, pues, una y otra, reducidas a deseos o prorectos abortados. Los compromisos contrados entre lis grandes potencias no se modificaron. El nico hecho nuevo fue el refuerzo de la alianza franco-rusa. La convencin militar de 1892, pieza principal de la alianza, se aplicara, nicamente, en el caso de una guerra con Alemania (1). Sin duda, el acuerdo de 1891 haba previsto una colaboracin diplomtica de los dos estados en un marco ms amplio; pero este no \implicaba la promesa de un ~poyo armad. La alianza haba sido int7rpretada stricto sensu por el Gobierno francs entre 1894 y 1898. E'. ~mmstro de Asuntos E~ teriores Berthelot declin, claramente, en diciembre de 1895, la posibilidad de una intervencin armada en los asuntos balcnicos, por lo menos mientras Rusia no prestara su apoy,o a Francia en la cuestin de Alsacia y Lorena. "Solo un gran inters nacional, como un nuevo arreg~o de la cuestin que divide, desde 1870, tan profu::idamente ~ A~e:nama y a Francia sera lo bastante consi~erabl~scn_ba-para ust~ficar . los ojos del pueblo francs compromisos que Implicasen una accin i:iilitar, en la cual las dos potencias pudieran ser arrastradas necesanamente." Por tres veces, en 1897, repiti Hanotaux que Rusia no deba hacerse ilusiones: en las cuestiones balcnicas, Francia poda prestar su apoyo diplomtico; pero nada ms. Rusia, desde entonces, se h~ba mostrado reservada cuando la crisis de Fashoda. Tras estas expenencias, no haba que temer un debilitamiento de. la alianza? P~ra impedirlo Delcass decidi iniciar nuevas conversac10nes con Rusia. E'i acuerdo que firm con Muravieff, el 9 de agosto de 1899, sin introducir ningn cambio en los textos de los acuerdos anceriores, modific su espritu: la alianza no tendra s,olo por objeto el "mantenimiento de la paz"; enfocaba tambin el mantenimiento del "equilibrio entre las fuerzas europeas"; la nueva frmula implicaba que Francia aceptara prestar su apoyo a la poltica balcnica de Rusia, en caso de que Austria-Hungra intentase quebrantar el statu qua; pero tambin que podra obtener. a cambio, un apoyo ruso en la cuestin de Alsacia y Lorena. Tal era el estado de espritu de Delcass, quien lo expres en una carta al presidente de la Repblica: se trataba-deca-de preparar la realizacin de "nuestros deseos y de nuestras esperanzas". Sin embargo, el carcter defensivo de la alianza subsista, ya que solo una agresin alemazrn planteara el casus foederis. Al ao siguiente, un protocolo, firmado por los jefes de Estado Mayor y aprobado, en marzo de 1901, por los gobiernos, introdujo en Ja alianza un elemento nuevo: consideraba el caso de una guerra con
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In&Jaterra. cosa que Ja convencin militar dt:: is.~2. no ::abfa .i::rev,1.sto. Si Inglaterra atacase a Francia, Rusia harfa una d1ver~1on .m1htar en el TurquC$tn, en direccin a las fronteras de la India. S1 Inglaterra atacase a Rusia, Francia concerttrarfa 150 00~ hor:ibres en las costas del Canal de la Mancha, para tener al adversano bao la amenaz~ de un desembarco. A fin de permitir a los rusos acelerar la. construccin; en el Turquestn, de ferrocarriles estratgicos (en par~1cular, u?~, lmea de Orenburgo a Tachken), el Gobierno. francs autonz .la em1s10n, en Pars de un emprstito ruso de 425 nullones de francos, P~!' expre~ el de~eo de obtener, a cambio, facilidades para la exportac1on a Rusia de productos de la industria francesa. ., . , . Sin embargo, esto no es ms que la d?cumentaa~n d1ploma~1ca. ~~ examen deja las cuestones esenciales abiertas a 1la mterpretac1n ~1s. t La posibilidad de un acercamiento franco-alemn fue cons1dera~~\arias veces ,en el marco de una alianza c?ntinental. LCul era el valor de tales intenciones? Si el proyecto de alianza an~lo-alemana hubiera sido aceptado por el Gobierno alemn, en los trminos. prop~estos r el Gabinete ingls, habran podido orientarse las relaciones 1~ter ~cionales por un camino nuevo? Por 'qu fue abando?ado7 Fmalmente por qu Francia y Rusia reforzaron su;, compromisos mut~os7 El 'estado de nimo de los medios gubernamen:al~s, en. Alemama Y en Francia, permite apreciar el alcance real de las msmuac10nes hechas con vistas a un acercamiento franco-alemn. . . . Eran sinceros los ofrecimientos de colaboracin d~pl~mttca que hizo, por dos veces, Alemania, en enero de 1896 y en umo de 1898 7 El primero no lo era, ciertamente. Basta, para convenc~rse de ello, leer las notas redactadas, para uso interior, por ~l canciller HohenJohe y por Holstein. Sugiriendo una entente continental, l_?S ~utores de la proposicin no deseaban verla concl.uida :. queran so~o mqu1etar a Inglaterra, mostrarle los peligros del aislamiento y obltgarla, as, a acercarse a la Triple Alianza. .. ' La segunda fue tomada en serio por Gabriel Hanotaux. . Ocas1 n malograda", dijo, a menudo, despus. Aceptando la ~onversac1n ofre cida por Alemania, habra sido posi\Jle, segn l, evitar el f:acaso de Fashoda. Pero esta opinin no tiene funda1:1ento. Aqu, tan::-b1n, basta leer los documentos alemanes. El 18 de jumo de 1898: el mismo da ~n que se hizo la gestin alemana en Pars, Blow escn?fa a su embaador en Londres: "Espero, adems, que ei: esta ocas1~n obtendremos ms con Inglaterra que uniendo nuestro~ mtereses ~ncanos a los ~e Francia. Pero si los hombres de Estad.o mgleses. sup1~ran ~~e Franct busca un apoyo contra Inglaterra, tomaran qmz d1spos1c10i:~s m s convenientes respecto a nuestras peticiones." L1: de~e?JOS olv1 ar, en la interpretacin de este episodio, cul era l~ d1spos1c1n person~l ~: Blow respecto a Francia 7 Se ve muy clara por cuanto, seguro e inocencia del capitn Dreyfus, se gu.a:d~ mu~ho de tener el g~sto qu~ hubiera aplazado el Asunto: "La cns1s mtenor francesa--escnbe, pre
cisamente en el curso del verano de 1898--disgrega el ejrcito y escandaliza a Europa." Por qu no se alegrara de ello Alemania? Esto es lo que autoriza a pensar que la alianza continental no era el objetivo real de la poltica alemana. Quiz a Guillermo JI le sedujese esta idea; pero sus colaboradores nunca le concedieron importancia: en su nimo, las aperturas hechas a Francia no eran ms que un medio de inducir a Gran Bretaa a que negociase. Debemos atribuirle mayor consistencia, cuando fue Ja diplomacia francesa la que tom la iniciativa de tales sont:J.eos7 El acercamiento a Alemania era deseado, ciertamente, por algunos medios franceses; sin embargo, salvo muy raras excepciones, dichos medios no se proponan declarar que Francia reconoca el hecho consumado de Alsacia y Lorena. Ahora bien: el Gobierno alemn pona una condicin previa al acercamiento: la confirmacin explcita del tratado de Francfort. Dej sin responder, en.1897, una oferta de Hanotaux, pues en la forma"'-en que fue presentada, le pareci indicar que la opinin pblica francesa no estaba "madura". Y cuando, en mayo de 1899, se mostr impresionado por la insinuacin rusa de alianza continental, respondi, proponiendo, en el marco de aquel proyecto, la "garanta mutua del estatuto territorial de las tres potencias". "Imposible-respondi el Gobierno ruso--: Francia, sin duda, ha renunciado al desquite; pero no puede declararlo formalmente 1 Blow, pues, estaba en buenas condiciones para declarar que, antes de tomar compromisos dirigidos contra Inglaterra, deba afianzar la seguridad del Imperio en el continente. Pero, no pona esta condicin precisamente porque deseaba provocar el fracaso de la combinacin 7 En suma, tanto de una parte como de la otra, estos sondeos. intermitentes no fueron sino veleidades o maniobras a plazo corto. En estas iniciativas, tan estrechamente ligadas a incidentes pasajeros, no se vislumbra una poltica orientada hacia un acercamiento. Ni en Alemania, ni en Francia, parece haber sido considerada en serio tal poltica por los medios dirigentes: la cuestin de Alsacia y Lorena bastaba para obstaculizarla. Para comprender el fracaso del proyecto de alianza anglo-alemana debemos observar ms all de las negociaciones diplomticas o de los sondeos oficiosos. La cuestin de la adhesin de Gran Bretaa a la Triple Alianza fue el escollo en esta negociacin: el Gabinete ingls no quera comprometerse a intervenir en una crisis que provocase el derrumbamiento de Austria-Hungra, derrumbamiento que los diplomticos crean posible apenas desapareciera el emperador Francisco Jos; el Gobierno alemn consideraba esta negativa muy adecuada, para animar a los adversarios de Austria-Hungra, que sabran atacarla, sin correr el riesgo de una intervencin inglesa. Era este, no obstante, el nudo de la cuestin 7 Es difcil creerlo. La verdadera causa. del fracaso, debemos verla, ms
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bien, en el estado de nimo de los medios dirigentes que, por los dos lados, se encontraban divididos y vacilantes. E~ Inglaterra, solamente el ministro de las Colonias. Joseph Chamberl;~m no pona reparos porque pensaba que Gran Bretaa no podra continuar la poltica del "esplndido aislamiento", desde el momento en que se encontraba _ante una amenaza de conflicto con Rusia, en Extremo Oriente, y con Francia, en Africa. I.ansdowne, secretario de Estado para los Asuntos Exteriores, estimaba que la idea tena algo bueno; pero dudaba mucho de sus resultador. El primer ministro, Salisbury, no crea en el peligro del aislamientc, pltesto que la flota inglesa era capaz de proteger ias Islas Britnicas contra un desembarco. Sin embargo, la experiencia de la guerra sudafricana, que revel las debilidades del ejrcito ingls, le hizo reflexionar; por tal causa, consinti en la negociacin de 1901; pero solo la acept con muchas reservas pues, a su juicio, en una alianza defensiva anglo-alemana. seran muy desiguales las cargas: la obligacin, en que se encontrara Inglaterra, de defender a Alemania contra Rusia, sera ms pesada que la contrada por Alemania .de defender a Gran Bretaa contra un ataque francs. En Alemarua, el Emperador se haba mostrado satisfecho, en la primavera de 1901, al recibir el ofrecimiento de alianza inglesa: "As, par:ce ser que vienen a d1:mde nosotros les esperbamos ... No puedo estar siempre dudando entre rusos e ingleses; acabar por quedarme entre dos sillas I" Pero sus consejeros se mostraban en desacuerdo, sobre todo, porc.ue no consi~eraban del mismo modo el alcance prctico de una negativa. El embajador en Londres, Wolff-Mettemich, insista sobre la gravedad de un fracaso de la negociacin, pues el Gobierno ingls~ si no ob~enfa la alianza de. Alemania se volvera hacia Francia y Rusia. Holstem, por el contrario, afirmaba que la negativa no tendra conse7uencias: pensaba que Gran ~retaa no podra entenderse con Fr~1a y Rusia, pues ello le costana muy caro. En cuanto al canciller Blow a lo largo de estas negociaciones se haba mostrado desconfiado: la alianza anglo-alemana, deca, provocara en Rusia un vivo rencor contra Alemania; ahora bien, no podra Inglaterra aprovecharse de ello "para mantener buenas relaciones con Rusia, a pesar de la alianza y atropellarnos en las cuestiones coloniales"? As, pues~ de una y de otra parte, no parecan muy convencidos. Por qu? Stn duda, a causa de la perspectiva de una rivalidad naval angl~-~emana, que se anunciaba desde 1898. Cmo creer, en tales condtctones, que una alianza podra ser duradera 1 En el nimo de los hombres de Estado britnicos dicha alianza habra implicado el abandono . J?Or parte de Alemania, de su gran programa naval. Sin embargo, los dmgen~e.s alemanes estaban tanto menos dispuestos a renunciar a la Weltpolitik, cuanto que subestimaban el alcance de una negativa: Cuando Holstein afirmaba que la orientacin general de la poltica inglesa no podra cambiar, cometa un grave error, como ya haba hecho, en 1890, con motivo de las relaciones franco-rusas.
Cmo explicar, por ltimo, el refuerzo y la extensin de la alianza franco-rusa 1 Aqu tambin parece determinante el papel que desempean las circunstancias. Que el Gobierno ruso aadiera, con gusto, a la alianza un "matiz anti-ingls", era lgico, ya que los intereses rusos cho~aban con los ingleses, sobre todo en Extremo Oriente. Pero result~ ~as sorprend~: te que aceptase por objetivo de la alianza el mantenzmzento del equzl:bno, sabiendo el sentido que daba Delcass a esta frmula. No _hab1a rehusado claramente Alejandro III, en 1893, prometer a Francia un apoyo en la cuestin de Alsacia y Lorena 1 .si ocurri de otro modo, ~n 1899, fue, evidentemente, porque la poltica rusa obtuvo, a cambio, la perspectiva de tener el apoyo de Francia en la cue_stin turca. En el momento en que inici la expansin en Extremo-Oriente poda temer que Austria-Hungra se aprovechase de aquella circunstancia para volver a sacar ventaja en las cuestiones balcnicas, y, para precaver esta posibilidad, deseaba asegurarse e~ concurso de Fra~cia.. . La interpretacin de la poltica francesa es mas difcil. Debemos pensar que Delcass no estaba an decidido, en aq~el momento-~ pesar de que lo dijeran sus amigos-a O[ientar su poltica por el cammo de un acercamiento hacia Gran Bretaa? Debemos admitir, por el contrario, que se entregaba solo a una maniobra, destinada a inquietar al Gobierno ingls, para llevarlo a un arreglo? O podemos pensar, tambin, que quera tomar precauciones en la hiptesis de ~ue Gran Bretaa no se prestara a liquidar sus diferencias con Francia? Hemos de confesar que. estas interpretaciones no estn apoyadas por ningn documento. El choque entre los imperialismos no haba determinado, pues, entre 1894 y 1901, una orientacin nueva en el sistema de acuerdos _o de alianzas entre los grandes estados europeos; haba provocado, solamente, iniciativas que no pasaron del estado de deseos, sondeos o maniobras, y que permanecan en estrecha unin con circunstancias temporales.
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CAPITULO XI
EL NUEVO AGRUPAMIENTO DE LOS ESTADOS EUROPEOS
( 1901-1907)
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La marcha de las relaciones entre las grandes potencias, en el perodo 1901 a 1907, se vio sealada por caracteres nuevos; por una parte, los esfuerzos de expansin fuera de Europa ocasionaron una guerra entre Rusia y el Japn y una amenaza de guerra entre Francia y Alemania; por otra parte, el sistema de ententes y alianzas entre los estados europeos sufri una transformacin por el acuerdo franco-italiano de 1902, por el franco-ingls de 1904 y por el anglo-ruso de 1907. Cul eh el lazo que una estos dos aspectos de la situacin internacional?
l. LOS CHOQUES ENTRE LOS IMPERIALISMOS
Los esfuerzos de expansin y las rivalidades que de ellos resultaban entre los estados europeos alcanzaron a nuevaS regiones del mundo, al mismo tiempo que los Estados Unidos y el Japn extendan sus territorios o sus zonas de influencia, a expensas de los europeos. En Persia, en Asia Menor, en Etiopa y, sobre todo, .en Marruecos era donde se enfrentaban los intereses de las grandes potencias europeas. . Gran Bretaa y Rusia se observaban y oponan en Tehern, desde la primera mitad del siglo XIX. Este antagonismo se agrav ahora; los dos gobiernos explotaban el apuro financiero del Gobierno persa, para obtener, a cambio de aperturas de crdito, concesiones de minas o de ferrocarriles. Tras aquellas negociaciones econmicas y financieras, se dibujaban intereses estratgicos, pues l Gobierno ruso pensaba establecer un ferrocarril que llegase al golfo Prsico, proyecto peligroso para la seguridad de la India. En 1906, una crisis interior en Persia-un movimiento revolucionario fa'7orecido por la influencia de las ideas occidentales y dirigido contra los mtodos arbitrarios propios del Gobierno-agrav las dificultades financieraS y ofreci, de consiguiente, nuevas ocasiones a las iniciativas rivales de las dos potencias europeas. Pero, en agosto de 1907, esta rivalidad qued resuelta, mediante un compromiso: el reparto de Persia en zonas de influencia econmica, rusa al Norte e inglesa al Sudeste, sepamdas por una zona neutra. En Asia Menor, donde, desde 1890, Jos grupos financieros ingleses, alemanes y franceses trataban de obtener concesiones de ferrocarriles, eran los intereses alemanes los que dominaban : la Deutsche Bank, gracias al apoyo del Gobierno de Berln, obtuvo del Gobierno 'turco,
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en 1903, la concesin de una vasta red de ferrocarriles que deba cubrir la. m?l'.r parte de Anatolia y de Mesopotamia, y tener por arteria prmcipal ~a lnea que unie~ el Bsforo con Bagdad y luego con el golfo Prsico. Aquel contrato abra grandes perspectivas a la actividad alem~a, tanto desrie el punto de yista econmico como del poltico. Implicaba una amenaza para los intereses financieros franceses-pues la mayor parte de los: ttulos de la Deuda otomana estaba en manos de los fr~nceses- ~r todava ms para Gran Bretaa y Rusia: Gran Bretana corra. el nesgo de perder la si_tuacin preponderante que posea, en lo econmJco, .desde haca _dos siglos, en Mesopotamia pensaba, sobre tod_o, que st el ferrocar~d llegase al golfo Prsico, la seguridad d_e la India se vera comprometida Rusia se inquietaba por el beneficio que representaba para el Imperio turco, pves, gracias al ferrocarril, podra llevar, t,cilmente, en adelante, sus fuerzas armadas a todas las part~s de su t~rr!orio. Sin embargo, la cuestin del Bagdadbahn no ocasion, en nmgun momento, una seria amenaza de conflicto entre las g~ande_s potencias. _Las resistencias ~olo se manifestaron en el terreno fmanciero: Francia, Gran Bretaa y Rusia cerraron su mercado ~urstil y bancario. a _los emprstitos que trataba de colocar la compa.n~a alemana; consigmeron retrasar, durante algn tiempo, la construccin de la _va f:rea; per? no lograron hacer fracasar la empresa. En Afr1ca oriental, E~10p~a, 9-ue haba defendido su independencia, en 189~, contra la tent?tiva italiana, permaneca sometida a la presin de los mtereses extran1eros. Francia obtuvo la concesin de un ferrocarril de Djibu~i a Addis-~beba, e intentaba ocupar un lugar preponderante en la vida econmica. Esta accin era vigilada y obstaculizada por Gran Bretaa, que. quera, cuando menos, evitar que la parte occide~tal del _pas-la regin del lago Tana y del Nilo azul-cayese bajo la mfluencia de otr~ ~an potencia; tambin lo era, por Italia, que, sin poder ~mprender nmgun esfuerzo de conquista, deseaba, sin embargo, asegurars~ algunos be~eficios. En 1906~ los tres estados llegaron a un compromiso: se repartieron, en Etiopa, zonas de influnecia econmica. La cuestin marroqu fue la nica que dio lugar a una grave amenaza de_ I_a paz gene:al. Qu era lo que se jugaba? Las perspectivas de beneficios econmicos eran importantes, no solo porque Marruecos posea, sobre tod~ en _la zona del Rif, recursos mineros, sino tambin porque la modernizacin del pas poda ofrecer oportunidades a las empresas de con~truccin de !errocarriles y de instalaciones portuarias. Las p:eocupactones estratgicas-unidas al control de las grandes vas ~artimas-:-no eran de menos, importa,ncia, ya que Marruecos tena un htoral mediterrneo y otro atlantico; hr libertad de paso en el estrecho ~e Gibraltar y la de trfico por la ruta naval entre Europa y el cabo ae Buena Esperanza era lo que se ventilaba. A estas solicitaciones haba q_ue aadir una. preocupacin de Francia, que deseaba afirmar la segundad de Argeba, extendiendo su dominio sobre el Moghreb; y,
sobre todo, previniendo, en aquella regin, las posibles empresas de otra gran potencia. Que Francia asumiera la iniciativa, en la penetracin en Marrue~os, no era nada sorprendente. Cierto que fules Ferry, no haba querido comprometer la poltica francesa, en 1884, en urr asunto cuyo alcance internacional pudiera ser grave. Pero el partido colonial crea, ahora, que tal accin deba imponerse, y su jefe, Eugene Etienne, lo_ declar, pblicamente, en 1902,, en la tribuna de la Cmara de los Diputados. Los mtodos de penetracin de la influencia francesa fueron clsicos: ofrecer al Sultn, cuya autoridad se vea siempre impugnada por una parte de las tribus marroques, los recursos financieros que necesitaba para organizar Ja administracin de su Imperio, y la asistencia de instructores militares, para el Ejrcito. Esta poltica tropez con la resistencia de Gran Bretaa, que no perda de vista sus. intereses comerciales, actuales o futuros, en el Imperio jerifiano; pero que, sobre todo, se preocupaba de defender las rutas martimas; am~nazaba, tambin, los intereses de Espaa, que posea desde el siglo xvr, los presidios, en la costa norte de Marruecos; provocaba la irritacin de Alemania que aunque haba llegado muy tarde al reparto del mundo, no deseaba que la suerte de un pas nuevo, todava independiente, quedara resuelta sin ella. Delcass obtuvo, por los acuerdos del 8 de abril de 1904, el alejamiento de Inglaterra, consintindole una libertad de accin. completa en Egipto: abandon una modesta parte de Marruecos a Espaa, en ~904; pero se propuso mantener apartada a Alemania; y, desde el principio de la negociacin con Inglaterra y con Espaa, anunci, claramente, tal proyecto: el Imperio alemn no tena intereses en Marruecos; por consiguiente. "el Gobierno francs deseara excluirlo". En marzo de 1905 fue cuando la poltica alemana entr en escena. La visita de Guillermo ff a Tnger, donde se erigi en protector de la independencia de Marruecos, inici una gran crisis internacional, que se prolong durante ms de un ao. Los rasgos eseciales de esta larga crisis son, no obstante, sencillos. El Gobierno alemn pens, primero, en reivindicar una parte de Marruecos, luego abandon aquella solucin: apart, tambin, la posibilidad de un alejamiento a cambio de una compensacin. El plan que se adopt fue la internacionalizacin del asunto marroqu. "Doy por descontado que una conferencia internacional no tendr como consecuecia la colocacin de Marruecos bajo el podero y en la esfera de intereses de Francia." Tal crea el canciller Blow. El Gobierno alemn, a pesar de la opinin expresada por el jefe del Estado Mayor, no tena el deseo deliberado de llegar hasta la guerra, pero la diplomacia alemana, para obligar al Gobierno a aceptar la reunin de la conferencia internacional, hizo uso de la amenaza: ejerci, sobre la opinin francesa, un chantaje del miedo, al mismo tiempo que explot las divergencias entre el presidente del Consejo. Rouvier, y el ministro de Asuntos exteriores. Este chantaje tuvo xito, no solamente en la opinin y ea el Parlamento, sino tam-
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bin entre los altos funcionarios del Ministerio de Asuntos Exteriores. El 6 de junio de 1905 dimiti Delcass bajo la presin directa de Alemania, y Rouvier se resign a aceptar la conferencia. Ahora bien, esta "internacionalizacin" del asunto marroqu se hallaba muy lejos de reservar a la poltica alemana los resultados que ella daba por seguros. Cuando la conferencia internacional se celebr, en Algeciras, de enero a abril de 1906, el punto de vista francs fue apoyado por Gran Bretaa, Rusia, Italia, e incluso por los Estados Unidos. El Acta de Algeciras, al mismo tiempo que proclam la independencia del estado jerifiano, dej a Francia los medios de ejercer cerca del Sultn una accin poltica predominante, ya que la organizacin y el incorporamiento de la polica en los puertos marroques quedara en manos de Francia y de Espaa; ahora bien, Espaa, ent0nces, estara necesariamente (Blow mismo lo hizo notar) en una situacin de vasallo. La poltica alemana guard, sin embargo, una hipoteca que le permita presionar sobre la poltica francesa, a propsito de cuestiones que no dejara de plantear Ja aplicacin del Acta. As, mientras que las diferencias que haban enfrentado a Italia y Francia, y a Gran Bretaa y Francia, quedaban ahora resueltas, y mientras que aquella liquidacin del pasado en la misma Europa abra nuevas posibilidades en las relaciones entre dichos estados, el Imperio alemn, por el contrario, mediante su poltica en Asia Menor y en Marruecos, dej afirmada su voluntad de obtener en el reparto del mundo un lugar que correspondiera a su potencia econmica y a la fuerza de sus armas. Pero la parte preponderante que tena Europa en la vida general del mundo se hallaba, al mismo tiempo, amenazada por el desatrollo del imperialismo de los Estados Unidos y por la nueva potencia del Japn. En Amrica Central, la expansin de Jos Estados Unidos, se desarrollaba a la sazn con un rpido ritmo (1). El Gobierno de Washington favoreci, a expensas de Colombia, la secesinn de los panameos, y celebr en seguida, el 18 de noviembre de 1903, con la nueva repblica de Panam, el tratado que le aseguraba Ja concesin de una faja de territorio a travs del istmo, para establecer en ella el canal interocenico. A fin de cubrir las entradas del canal, adquiri, mediante los mtodos de la diplomacia del dlar (2) un cuasi protectorado en parte de la isla de Hait, la Repblica Dominicana, y efectu, en 1906, en Cuba, una intervencin armada que hizo entrar directamente a la gran isla en el sistema po,ltico de los Estados Unidos. La va interocenica y sus accesos quedaban colocados asf bajo el dominio de la Unin. Pero la poltica americana no se detuvo ah; en aquel momento el Presidente Teodoro Roosevelt declar que los
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Estados Unidos, y ellos solos, estaban destinados a ejercer, respecto a los estados americanos, "un poder de poHca internacional" (1). Por ltimo, en el camino de las conferencias interamericanas, cuyo programa era econmico y financiero, se esbozaba un sistema que tenda a estabiecer la costumbre en todos los gobiernos del continente, de tratar sus asuntos comunes bajo la gida del Gobierno de Washington. Ante estos progresos del imperialismo americano, ni Gran Bretaa, que desde 190t haba abandonado sus posiciones en Amrica Central, ni Francia, que desde haca mu_cho tiempo no llevaba ninguna poltica activa en el continente americano, mostraron la menor reaccin. Unicamente Alemania insinu un gesto, porque quera resaltar su fuerza en todos los puntos del mundo: con ocasin de un incidente surgido entre el Gobierno venezolano y sus acreedores europeos,decidi, en concierto con Gran Bret~a, un bloqueo de las costas de Venezuela, pero mientras Inglaterra se mantuvo prudente, un uque de guerra alemn abri fuego, en 1903, sobre una obra de fortificacin. El presidente Teodoro Roosevelt, sospechando que Alemanja quera poner pie en la orilla meridional del mar de las Antillas, dio en seguida a sus foerzas navales la orden de estar preparadas para proteger a Venezuela contra un posible desembarco alemn. El Gobierno alemn no insisti, y acept un arbitraje. Pero Roosevelt tuvo buen cuidado en una conversacin con el embajador alemn de sealar .el alcance del inciden te: "Los barcos de guerra alemanes hubieran visto en la flota del almirante Dewey su posible adversario, y las gentes de Dewey hbieran considerado a los barcos. alemanes como su objetivo de combate ms prximo. Ya era hora de que acabara aquello." Los Estados Unidos haban puesto en jaque a Alemania despus de a Gran Bretaa, y manifestado con energa su voluntad de oponerse a toda accin coercitiva de una potencia europea en la zona que cubre las cercanas del can'Al interocenico. En Asia oriental, en Manchuria y en Corea, Rusia tropezaba con la resistencia del Japn. En el curso de la guerra de los boxers, en 1900, la expansin rusa haba tenido ocasin de tomar seguridades y consolidar la preponderancia que ya le garantizaban desde 1898. la construccin de los ferrocarriles y el establecimien_to de la base naval de Port-Arthur (2). El contingente ruso del cuerpo expedicionario internacional haba ocupado, provisionalmente, las tres provincias manches. El Gobierno del Zar trat, en vano, de obtener del Gobierno chino un acuerdo que hiciera definitiva tal ocupacin. Haba parecido resignarse primero a su fracaso, y siglliendo el consejo del conde Witte, firm con China, en abril de 1902, una convencin que prevea la progresiva evacuacin. Pero, en 1903, suspendi la ejecucin del convenio. Este cambio se
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deba, sobre todo, a la accin de un hombre de negocios, Bezobrazof, que posea en territorio coreano una vasta concesin forestal a la orilla izquierda del Yalu. Bezobrazof consigui interesar al Zar en sus empresas; encargado por el mismo soberano de una misin de estudios en Extremo Oriente, se uni con el comandante de las fuerzas rusas en Port-Arthur, almirante Alexeief, y, despus de unos meses de lucha abierta, hizo fracasar la poltica de Witte. El Japn tema ver amenazada la influencia preponderante <:tu.e_ posea en Corea; no se resignaba tampoco a abandonar la pos1b1hdad de una expansin en la Manchuria meridional, donde contab.a con. ~n contrar tierras cultvables para sus emigrantes, gneros ahment1c10s para salvar el dficit Ele su produccin domstica, hierro, carbn, indispensables para su industria. Con el fin de imponer a Rusia un reparto de Manchuria y obligarla a evacuar la "cabeza de puente" coreana, no dud en aceptar una guerra. Su baza de triunfo era la ventaja que poseeFa el ejrcito nipn en un teatro de operaciones muy prximo a sus bases, mientras que las tropas rusas solo tendran, para enviar los refuerzos y ei material, el ferrocarril transiberiano, de 7.000 kilmetros de longitL'.::i y cortado por el trasbordo de una a otra orilla del lago Baikal. Pero tal ventaja no entrara en juego ms que si el Japn tuviera, en el estrecho de Corea, el dominio del mar. Estara en condiciones de conseguirlo, y, sobre todo, de conservarlo, en el caso de que la alianza franco-rusa asegurase a las escuadras del Zar el apoyo de las fuerzas navales francesas? Para prevenir esta posibilidad, el Gobierno nipn solicit y obtuvo, en enero de 1902, la alianza de Gran Bretaa: el Gobierno ingls no prometi su apoyo armado en caso de guerra contra Rusia sola, pero se comprometi pblicamente a intervenir si Rusia recibiera el apoyo de "otra potencia", es decir, de Francia. Despus de ocho meses de vanas negociaciones con Rusia, el Japn, el 8 de febrero de 1904, inici las hostilidades con un golpe de sorpresa-un ataque contra la flota rusa, anclada en Port-Arthur-que le asegur, para varios meses, la soberana del mar. En las operaciones terrestres de Manchuria, el ejrcito nipn obtuvo ventajas inmediatas, pues, durante los seis primero~ meses de las hostilidades, dispuso de superioridad numrica. A partir de octubre de 1904, las fuerzas se equilibrar'ln. Sin embargo, despus de haber deshecho una contra-ofensiva rusa, los japoneses consiguieron (batalla de Mukden, 23 de febrero-ll de marzo de 1905) arrebatar las posiciones al adversaro. El comandante ruso trat en vano de restablecer la situacin: La escuadra que lleg de Europa en el curso de un periplo memorable con la misin de cortar las lneas navales de comunicacin del ejrcito japons, fue destruida por la flota nipona el 27 de mayo de 1905 en el estrecho de Corea, en Tsushima. Ciertamente, estaba an muy lejos la total conquista de Manchuria, y el ejrcito ruso se encontraba en situacin de poder prolongar la resistencia, pero el Gobierno del
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Zar tuvo que enfrentarse, en Rusia, con un movimiento revolucionario, que le oblig a buscar la paz en Extremo Oriente. La oferta de mediacin del presidente de los Estados Unidos, que se inquietaba con los xitos nipones y quera limitar sus resultados, favoreci los intereses rusos. El Gobierno japons se resign a aceptar una negociacin, porque tuvo conciencia de las dificultades econmicas y financieras que le acarreara la prosecucin de las hostilidades~ se content, pues, con obtener resultados parciales. El 29 de agosto de 1905, el tratado de Portsmouth dio al J~pn Port-Arthur y el ferrocarril sud-manchuriano, as como la parte meridional de la isla de Sajalin, y le autoriz9 a establecer su protectorado en Corea. La expansin rusa haba sufrido un fracaso decisivo. Era la primera victoria que, desde los comienzos de la expansin europea, conseguan los amarillos sobre los blancos. Le permiti al Japn poner el pie slidamente en el continente asitico, y transformar as los clculos de la poltica internacional en Extremo Oriente. Anim en India, a partir de 1905, el movimiento nacionalista, dirigido contra la dominacin ingle~a, y, en Indo-China, en 1908, las tentativas d_e resistencia contra la colonizacin francesa. Dej desorganizado, por ltimo, al ejrcito ruso, incapaz, en varios aos, de desempear un papel eficaz en un conflicto europeo. Tales eran las perspectivas inmediatas. Pero, cules seran a largo plazo? "Los japoneses--observa Paul Cambon-no sospechan que, en ltimo trmino, no se trata de si poseeran o no un jirn de Corea, sino de si sern rusos o americanos: llegarn a ser, de aqu a cincuenta aos, lo que se juegue en la gran partida aue tendr lugar entre Rusia y los Estados Unidos. en Extremo Oriente. Pero todo eso est por llegar." Que tantos litigios, algunos de los cuales eran de importancia, no llevaran, finalmente. a ningn conflicto armado entre los estados europeos, no prueba que los gobiernos y los pueblos de esos estados vacilaban en correr los riesgos de una "prueba de fuerza"?
II. LOS NUEVOS ACUERDOS ENTRE ESTADOS EUROPEOS
Al mismo tiempo que, entre 1901 y 1907, se desarrollaron estos litigios, los compromisos, diplomticos o militares, concluidos entre las potencias europeas, tomaron un nuevo carcter. Italia, al celebrar con Francia un acuerdo secreto, el 10 de julio de 1902, se comprometi a observar la neutralidad en una guerra franco-alemana, incluso en el caso de que Francia, "como consecuencia de una provocacin directa", tomase la iniciativa de la declaracin de guerra, pero la apreciacin del caso de provocacin directa qued a discrecin del Gobierno italiano. Los acuerdos franco-ingleses, del 8 de abril de 1904, cuya base fue el trueque Egipto-MmTUecos, resolvieron todas las diferencias coloniales entre los dos pases; tambin estipularon que Gran
Bretaa prestara a Francia un apoyo en la cuestin marroqu, pero solamente ~r la ~ccin diplomtica. Por ltimo, Rusia, en agosto de 1907, al Inlsmo tiempo que conclua con Gran Bretaa el acuerdo persa, liquidaba los litigios relativos al Afganistn y al Tibet. Mientras la Tripl~ Alianza se debilitaba, la entente cordale franco-inglesa y el acercamiento anglo-ruso surgan para respaldar la alianza franco-rusa, que la derrota de Manchuria y la crisis revolucionaria rusa de 1905 haban roto. Tal es el esquema general, cuyos perfiles conocemos muy bien. l Cules fueron los mviles que orientaron las decisiones de los gobiernos? Cuando, entre 1902 y 1904, quedaron establecid'as las bases de la ?ue~a situacin diplomtica por el acuerdo franco-italiano y el franco1?gles-cuyos. alcancE;S, por otra parte, son muy derentes-, la iniciativa perteneci, en ambos casos, a la poltica franesa que era Ja de Delcas?. Sin duda, no es seguro que los planes de este' tomaran forma a partir d~ su llegada al ministerio de Asup.tos Exteriores (1); pero, en 1902, ciertamente, ya estaban fijados. El objetivo de esta poltica era, p~ra consolidar la posicin de Francia en Europa, romper la Triple A11.?~ y apla~ar las d~ferencias coloniales franco-inglesas. Llamado a dmg1r la poltica extenor en gabinetes que se hallaban absorbidos por I.as p~e?c1;1paciones de poltica interior, Delcass dispuso de la ms an:pha m1ciativa y tuvo la suerte de verse asistido por magnficos embaadores: Barrere, en Roma; Paul Cambon, en Londres. Este es, pues, uno de los casos tpicos en los que se afirman el papel personl de un hombre, su temperamento y su sentido de los destinos nacionales. Empero no .debemos desconocer que la opinin pblica-al. menos. en lo que concierne a las relaciones con Gran Bretaa--ofrecfa un punto de apoyo a aquel plan: la mayora de la Prensa, desde 1901, deseab~ una liquidacin de las dicultades anglo-francesas, quiz porque se haba dado cuenta de la posibilidad de una alianza anglo-alemana; los exportadores, en 1902, teman que triunfase en Inglaterra el programa proteccionista de Joseph Chamberlain y pensaban que un acercamiento poltico entre los dos pases permitira obtener, en tal caso, una reglamentacin favorable d~ la tarifa aduanera inglesa y, sobre todo, los jefes del partido colonial, que se haban mostrado muy hostiles, en 1898, a una negociacin franco-inglesa, haban abandonado sus prevenciones. Ello representaba condiciones favorables para el xito de ttna poltica nueva. Pero por qu Gran Bretaa e Italia pensaban en un acercamiento a Francia? El Gobierno britnico haba tardado en dar odos a las insinuaciones de Delcass: ofrecida desde agosto de 1902 la negociacin, solo se inici seriamente un ao rris tarde. Los miembros del Gabinete y
(1) Vase anteriormente, pg. 464.
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quiz el primer ministro, Balfour, sobrino y sucesor de Salisbury, se mostraro.:i. vacilantes, sin que sea posible, en el estado actual de la informacin, conocer en detalle .J.as deliberaciones del Gabinete. El mvil . esencial que favoreca una liquidacin de las diferencias coloniales franco-inglesas, era el fracaso de la tentativa de alianza angloalemana. Joseph Chamberlain, despus de haber sido el artfice .ms activo de la tentativa, fue inmediatamente despus uno de los pnmeros en estudiar otra solucin. Inglaterra-deca, en diciembre de 1902, al cnsul de Francia en El Cairo-se ve obligada a abandonar la poltica de aislamiento; pensaba en un acuerdo con Alemania y fracas; ahora desea, pues, conseguir la amistad de Francia. Para emprender la negociacin, hara falta comenzar por "cambiar las arrhs". La experiencia de la guerra sudafricana, que mostr la dbil eficacia de los medios militares britnicos,, no fue extraa, ciertamente, a ese cambio: "ha sido--escriba el encargado de Negocios de Francia-el comienzo de la sabidura". Por ltimo, la construccin de la flota de. guerra alemana preocupaba al Gobierno y al Almirantazgo,: en octubre de 19~2, se tom la decisin de establecer una gran base naval en la costa onental de Escocia. Esta evolucin se vea facilitada, indudablemente, por el estado de la opinin pblica, que manifestaba, respecto a Alemania, una desconfianza cada vez ms viva. Los peridicos sealaban la rivalidad comercial y expresaban inquietudes, con ocasin del asunto del ferrocarril de Bagdad; sospechaban, incluso, que la poltica alemana quera, cuando tuvieron lugar los incidentes de Venezuela, comprometer a Gran Bretaa por un camino peligroso y provocar una desavenencia anglo-americana. Esta "ruptura moral" era de importancia. Debemos aadir un mvil financiero a esas tebdencias del espritu pblico y a tales preocupaciones realistas de Estado? Gran Bretall atraves, a consecuencia de la guerra sudafricana, dificultades presupuestarias y monetarias; se. vio obligadi, por primera vez desde haca ciento cincuenta aos, a emitir emprstitos en el extranjero, y necesitaba recibir capitales, buena parte de los cuales le vena de Francia. No es una hiptesis atrayente establecer una relacin entre la asistencia prestada a Gran Bretaa por el mercado financiero francs y k negociacin del acuerdo poltico? Sin embargo, no resiste al estudio de los documentos. Los emprstitos exteriores .contrados por el Gobierno ingls fueron colocados, sobre todo, en los Estados Unidos. El importante movimiento de capitales franceses que se invirtieron en Gran Bretaa privadamente fue espontneo: los capitalistas franceses se sintieron atrados, bien porque encontraban en Londres un inters ms elevado que en Pars, bien porque teman la institucin, en Francia, . del impuesto sobre la renta. Estas relaciones financieras no dieron lugar a ninguna negociacin entre los gobiernos. Solo un ao despus de la conclusin de los acuerdos del 8 de abril de 1904, se tratara, en algunos medios financieros ingleses, de negociar un acuerdo ocasional en-
tre la Banca de Francia y la de Inglaterra; y, con todo, tal proyecto no tendra consecuencias. La orientacin nueva de la poltica exterior italiana haba comenzado a manifestarse desde 1$96, es decir, despus de la derrota sufrida en Etiopa y de la cada de Crispi. Puesto que haba fracasad? en Africa oriental. Italia 'D.o poda, en adelante, pensar en otro terntorio de expansin colonial que Tripolitania; necesitaba, a este respecto, asegurarse la buena voluntad de Francia. Por ello, haba aceptado, en septiembre de 1896, reconocer, implcitamente, el protectorado francs en Tnez, a condicin de obtener la confirmacin de los privilegies concedidos por el Bey, a partir de 1868, a, los italianos establecidos en este pas. Tambin por ello haba puestp fin, en noviembre de 1898, a la guerra aduanera, que duraba desde haca seis aos, y que haba infligido, por otra parte, ms perjuicios a la economa italiana que a la francesa. Adems, recibi, en diciembre de 1900, la seguridad de que el Gobierno francs no intentara. "extender su i.nfluencia'" ~-a cia Tripolitania; pero prometi, a camb10, no obstacuhzar la acc10n que Francia emprendiese en Marrut:,cos. En definitiva, esta ".tragedia" franco-italiana haba tenido como objetivo, acabar, por med10 de un reparto de zonas de influencia, con la rivalidad de los imperiali~~.s; Ahora bien; el Gobierno italiano no se qued ah, y, en 1902, 1mc10 el camino de un acuerdo poltico. El rey Vctor Manuel III, que acababa de subir al trono despus del asesinato de Hurnberto, deseaba ese acercamiento con Francia para conseguir "mayor independencia" respecto a Alemania y Austria; este punto de vista era compartido por el ,presidente del Consejo, Zanardelli, que, veterano del Risorgimen!o, conservaba sentimientos antiaustracos. Con todo, no hay que desdenar el papel de los intereses financieros: Itali quera hacer una operacin de conversin de la renta y no crea poder lograrlo sin el apoyo del mercado financiero de Pars; ahora bien, el Gobierno francs no acceda a conceder la admisin a la cotizacin si no reciba previamente seguridades polticas. Estos son, segn el estado de informacin histrica actual, los mviles esenciales que empujaron al Gobierno italiano a inlerpretar los compremisos inscritos en su tratado con Alemania. Al celebrar tales acuerdos, Italia y Gran Bretaa no tenan, sin embargo, el proyecto de asociarse a un "sistema antialemn". El Gobierno italiano no quera abandonar la Triple Alianza, porque correra el riesgo de caer "bajo la dependencia de Francia"; perdera el beneficio que pudiera reportarle el arbitraje de Alemania en caso de diferencias austro-italianas, y porque para la exportacin de sus productos agrcolas, tena gran necesidad del mercado alemn. El Gobierno ingls, sin duda, no ignoraba, al firmar los acuerdos del 8 de abril de 1904, que Delcass deseaba "excluir a Alemania" del arreglo de la cuestin marroqu; pero tuvo buen cuidado, de no adquirir, respecto a Francia, ms que un compromiso para el futuro: un apoyo diplomtico en la
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cuestin rrn::rroquf. No pensaba en una alianza, ni menos todava, en una convenc,n militar o naval. Sin embargo, no imaginaron los autores del acercamiento, Balfour y Lansdowne, que aquel preludio podra llevarles mucho ms all de lo que pensaban 7 Despus de las investigaciones de la historiografa inglesa, parece que en el trueque Egipto-Marruecos, los hombres de Estado ingleses cedieron a los acontecimientos, sin clculo preconcebido ni miras a largo plazo. Corno quiera que fuese, Francia no poda tener la seguridad de un apoyo armado por parte de Inglaterra, ni siquiera de una neutralidad italiana, en caso de conflicto franco-alemn: contaba solo con posibilidades. No obstante, los resultados podran verse comprometidos por el antagonismo entre Rusia e Inglaterra, en la cuestin de Extremo-Oriente antagonismo que la afianza anglo-japonesa acrecent ms an desp~s de 1902. Cmo podra Francia, en caso de guerra ruso-japonesa, conciliar su alianza con Rusia y su amistad con Inglaterra, aliada del Japn 7 Delcass se dio cuenta del peligro. Desde el otoo de 1903, indic a Paul ~ambo?- su deseo de conseguir que Rusia e Inglaterra liquidaran ~us diferencias; pero su deseo no dejaba de ser platnico; tambin intent, completamente en vano, en enero .de 1904, servir de mediador entre Rusia y el Japn. Ahora bien: el Gobierno alemn, desde la celebracin de Ja Entente cordiale, no ocultaba su amargura, al mismo tiempo que reprochaba a Delca~s haber .seducido a Italia. No era de esperar una rplica 7 El conflicto ruso-apons, que poda romper la alianza franco-rusa y que, de primera intencin, paraliz su eficacia militar abra perspectivas favorables a las iniciativas alemanas. Cmo reaccionara Francia ante una amenaza 7 Delcass--este fue el punto dbil de su obraactu solo, sin que los medios militares ni el estado moral del pas se hallasen al unsono de su poltica. L~ g?erra ruso-japonesa (1) fue, pues, para el sistema diplomtico estab1ec1do por Delcass, la gran prueba. Y de este mismo modo lo crea la poltica alemana, decidida a sacar provecho de aquella circunstancia para obstaculizar la accin de Francia en el Imperio jerifiano. Pero, al promover la cuestin, el Gobierno alemn tena proyectos que rebasaban con mucho el horizonte marroqu. No dej de invocar, sin duda, los intereses econmicos, y an ms, las consideraciones de prestigio. Sin embargo, estos puntos de vista eran secundarios: el imperio jerifiano-opinaba, en 1905, el canciller Blowocupaba "un lugar infinitamente pequeo" en los intereses generales de Alemania. Los objetivos eran de poltica general: el primero, la disociacin de la Entente cordiale franco-inglesa: si cuando interviniera Alemania en el asunto marroqu, Gran Bretaa foterpretara en un sentido restringido los compromisos diplomticos que haba contrado, segn los trminos de los acuerdos del 8 de abril de 1904.
(1) Vase anteriormente, pg. 497.
Francia se vera obligada a comprobar que se habfa equivocado al contar con la amistad inglesa y el acercamiento entre las potencias occidentales no tardara en llegar. El segundo plan estaba unido a las persp.:.ctivas abiertas por la guerra ruso-japonesa: el Gobierno del Zar, despus de sus primeras derrotas en Manchuria, vio en la alianza anglo-japonesa la fuente de todos sus males; miraba, pues. con descontento que Francia, eh el momento en que la guerra haba ya comenzado, se acercase a Gran Bretaa; Alemania pod(a aprovechar aquel resentimiento para ofrecer en la primera ocasin su 'apoyo a Rusia y conseguir quebrantar o quiz destruir la alianza franco-rusa. Es cierto que el Gobierno francs, si estuviera obligado a escoger entre la amistad inglesa y la alianza rusa, abandonara, sin duda, la Entente cordiale, pues, segn Guillermo II, "la flota inglesa no puede proteger Pars". Pero en tal caso la poltica alemana podra obtener otro resultado: la sustitucin de la alianza franco-rusa por una qlianza continental, en. la que Francia se resignara a entrar al lacf'o de Rusia y de Alemania y no sera ms que un socio subordinado. De hecho-los documentos diplomticos lo demuestran-estos proyectos polticos fueron los. que mientras dur la crisis internacional orientaron las iniciativas alemanas hacia la consecucin de objetivos alternados. En octubre de 1904, cuando el proyecto de intervencin en el asunto marroqu qued establecido, Guillermo II aplaz su ejecucin, porque un incidente anglo-ruso surgido en el mar del Norte --el asunto del Dogger Bank (1)-le proporcion la ocasin de ofrecer al Zar la conclusin de una alianza defensiva. Cuando comprob el fracaso de la tentativa, el Gobierno alemn se decidi a iniciar la controversia marroqu para romper la Entente cvrdiale. Pero. despus de la cada de Delcass volvi a su anterior plan; crea conseguirlo ya que el Zar, abrumado por la derrota militar en Manchuria y por _1~ amenaza revolucionaria, acept el 24 de julio de 1905, en Bj6rkoe, firmar un tratado secreto que estableca entre Rusia y Alemania una alianza defensiva, a la cual Francia deba ser invitada a asociarse como compaero subalterno; de este modo, Blow pensaba en aquel momento dejar a Francia las numos libres en Marruecos, a condicin de que se adhiriese a la alianza continental. Cuando el Gobierno francs adver?do, en octubre de 1905 - descart esa eventualidad y el Zar: consciente a la sazn de la imprudencia que cometera destruyendo la alianza franco-rusa, abandon el tratado de Bj6rkoe, la poltica alemana volvi a adoptar en la cuestin marroqu una actitud intransigente. Maniobras diplomticas complicadas que, segn palabras de un embajador alemn, "buscan el medioda en la hora catorce"? Sin duda. Pero estos no eran simples incidentes; si Blow no hubiera
O) La escuadra rus~ del Bltico, con ~estino al Extremo-Oriente, abri fuego, con mcrefble menosprec10, sobre unas !rameras inglesas.
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convencido del xito de tales mtodos, habra apartado la idea de una_ guerra preve,n~va que le sugera el Estado Mayor? Ahora bien: esta poltttca alemana fracas. La Entente cordiale no se quebrant?, se consolid inclusive. En enero de 1906, en vsperas de la conferencia de Algeciras--en el momento en que una guerra francoalemana pareca ~sibl~ e inclu~o probable-, el gabinete ingls, sin querer. tomar ant1~1padamente nmgun compromiso firme ni pensar en una alianza, autonz a su Estado Mayor para que estudiase con el Es_tado Mayor francs "las _bases de_ una accin militar comn"; por pnmera. ".'ez pensab~ en la mtervenc1n en una guerra continental: la desapa~icin de Rusta lo que le oblig a formar el contrapeso a la potencia alemana. Esp;;na, mediante un acuerdo del 16 de mayo de 1907, se comprometla a no ceder a Alemania las Canarias ni las Baleares, y prometi "concertarse" con Gran Bretaa y Franci en el caso de que el statu quo se viera amenazado en el Mediterrneo o en las costas m~:roques. La alianza franco-rusa, tan amenazada por el tratado de B1orkoe, se mantuvo; verdad que la eficacia prctica de la convencin militar result muy limitada, pues el ejrcito ruso, segn .confe~in de su propio jefe, no podra movilizar contingentes (sin precisar cifras) ms que en un plazo considerable; pero la solidaridad diplomtica se manifest en la conferencia de Algeciras, en la cual la delegacin rusa haba recibido la orden de apoyar el punto de vista fr~cs a ~ambio d~ una ~sistencia fi?anciera. Sin embargo, el punto dbil. del ~istema diplomtico establecido por Delcass subsisti, pues las disensiones anglo-rusas, zanjadas en Extremo Oriente por Jos resultados de la guerra de Manchuria, no lo haban sido en Asia Central ni en el cercano Oriente; de este modo, Gran Bretaa al renovar ~n septiembre de 1905 su tratado de alianza con el Japn,' hizo que se msertase una clusula relativa a la proteccin de la India. ~l hech~ de que Gran Bretaa se decidiera, por ltimo, a buscar \J.n acercamiento con Rusia fue, pues, una iniciativa esencial. Por qu pens en ello y cmo lo logr? En Londres, las decisiones de poltica general orientaron la decisin. Se trataba, primero, de consolidar la Entente cordiale franco-inglesa: "No podemos-escriba ms tarde Sir Edward Grey-seguir al mismo tiempo una poltica de inteligencia con Francia y otra dirigida contra Rusia." Era preciso, sobre todo, poner trmino a las tentativas alemanas de alianza continental: el Foreign Office supo, casi por azar, en agosto de 1905 que Guillermo II, en Bjrkoe, haba intentado anudar "una coalicin entre Alemania, Francia y Rusia con exclusin de Gran Bretaa", y recibi de fuentes francesas confirmacin de este informe cierto que fracas la tentativa, pero no podra volver a ser iniciada, al menos entre Rusia y Alemania? Por ltimo, la debilidad militar de Rusia abra a Alemania durante algunos aos perspectivas favorables: el peligro alemn era por ello ms inquietante, y Gran Bretaa se haca tanto ms sensible a tal inquietud cuanto que com-
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prob desde mayo de 1906 el nuevo desarrollo del programa alemn de construcciones navales (1). El 20 de febrero de 1906, en una nota redactada por el mismo, Grey hizo constar: "Un acuerdo entre Rusia, Francia y nosotros nos dara una seguridad absoluta. Si es necesario para tener en jaque a Alemania, debemos hacerlo." En San Petersburgo, donde Alejandro Isvolsky sustituy. en mayo de 1906, al conde Lamsdorff, incapaz de entenderse con la Duma, el nuevo ministro de Asuntos Exteriores crea que Rusia, defraudada en sus ambiciones referentes al Asia oriental, debera emprender de nuevo, no bien se encontrase -en situacin de hacerlo, una poltica balcnica, en Ja cual tropezara con la oposicin de Austria-Hungra. Era preciso, pues, que se asegurase, para paliar su debilidad militar, apoyos diplomticos. Isvolsky senta la necesidad de reafirmar la alianza franco-rusa; pero se _daba cuenta de que, para conseguirlo, tendra que buscar un acercamiento con Gran Bretaa: si no, pronto o tarde, la alianza se encontrara, de nuevo, amenazada por las disenciones anglorusas, y Alemania se aprovechara de ello, para emprender otra vez la poltica de Bjrkoe. Esa era tambin la opinin del embajador ruso en Londres. Benckendirff: ":(..a alianza francesa depende, en gran parte, de nuestras relaciones con Inglaterra." Pero, para obtener el acercamiento era condicin previa, evidentemente, que Rusia renunciase a toda iniciativa que, en el cercano Oriente o en el Asia central, pudiera comprometer Ja seguridad de la India. A decir verdad, aquel sacrificio se impona, de todas maneras, puesto que el_ ejrcito ruso era incapaz, por el momento, de correr el riesgo, en dichas regwnes, de un conflicto con Gran Bretaa; ms vala inclinarse ante la evidencia y uatar de negociar se renunciamiento para sacar el m2.;.;-:,;:- partido posible. Por ltimo, :;.qu tambin, la penuria de las f.: . ::as rusas desempe su papel: el Gobierno del Zar procuraba obtc, T ~n emprstito en el mercado de Londres, y, por supuesto, la pc1:.::cr;a mglesa no quera conceder aquel concurso financiero sino en f:. caso que Rusia aceptara la liquidacin de las diferencias asiticas. En la negociaciii, que termin con el acuerdo del 30 de agosto de 1907, fueron, pues, las preocupaciones europeas las que dominaron. En segundo plano, estaba el deseo de afianzar la seguridad de la India. El gabinete britnico no vacil en subordinar a estos planes polticos una parte de los intereses econmicos ingleses en Persia; en vano el Virrey de la India quiso obtener en este pafs un territorio de expansin comercial ms extenso; fue intil que el ministro ingls en Tehern hiciese notar que la zona de influencia atribuida a Gran Bretaa era incapaz de desarrollo econmico. La opinin pblica, sin dejar de pensar que el acuerdo persa, considerado como regateo ms(1)
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lado era discutible, manifost su satisfaccin porque este acuerdo pareca ser .;;l preludio de un acercamiento ang!"":-ruso en el plano de la poltica general.
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Cul fue la importancia de aquellos pocos aos-tan plenos-en la evolucin de las relaciones internacionales? El reagrupamiento que estaba efectundose entre las grandes potencias tal vez no fuese su rasgo ms significativo: hasta entonces solo tena un valor de indicio. Gran Bretaa era reacia a todo compromiso que transformase la Entente cordiale en una aiianza: Sir Edward Grey dijo, claramente, en enero ~e 1906, que se negaba a "tomar deliberadamente y a sangre fra ningn compromiso ... antes que las causas del conflicto fueran conocidas o comenzaran a hacerse notables. En cuanto a los ingleses y los rusos, su acuerdo asitico no implicaba ninguna promesa en el terreno de la poltica general; incluso dejaba sin resolver la cuestin esencial de los estrechos turcos: Isvolsky trat, en vano, de obtener una promesa de revisin de la Convencin de 1841. La -Triple Entente solo era, hasta el momento, un esbozo. Sir Edward Grey comprob que la "combinacin Francia-Inglaterra-Rusia era d bil", y no crey que pudiera ser reforzada rpidamente. Lo importante, sobre todo, era el cambio surgido en la psicologa colectiva. La Prensa alemana, despus de la conclusin del acuerdo anglo-ruso, clam contra el cerco; la mayor parte de la opinin pblica, en Gran Bretaa, y ms an en Francia, no poda olvidar que Alemania, durante la crisis de 1905-1906, hizo uso de la amenaza y actu como si quisiera la guerra; se manifestaba, pues, el deseo de ver establecida una barrera contra las ambiciones alemanas, aunque algunos espritus-Hjanotaux, por ejemplo-continuaban lamentando aquel proyecto. Tal estado de opinin fue la consecuencia de los xitos obtenidos por Delcass, en 1902 y en 1904; pero, sobre todo, de los mtodos empleados por el gobierno alemn para tratar de romper la Entente cordiale y la alianza franco-rusa, qur no haban hecho otra cosa que vigorizar los esfuerzos diplomticos contrarios. En aquel encadenamiento de rplicas, los mviles esenciales fueron la preocupacin por la seguridad, el deseo de prestigio, la voluntad de poder. La influencia del factor econmico no hizo ms que representar un papel complementario. Sin duda, las rivalidades de intereses materiales contribuyeron a aumentar los antagonismos. Pero, qu alcance inmediato tuvieron aquellas rivalidades en los litigios internacionales? Fuera de Europa, en las regiones en las que los intereses econmicos chocaban entre s, los conflictos' fueron resueltos, mediante compromisos. El gobierno britnico se mostr dispuesto, entre 1905 y 1907 -segn la acertada observacin del historiador ingls A. Taylora "hacer concesiones fuera de Europa, a fin de consolidar el equilibrio de las fuerzas": por tal motivo, sacrific, en los asuntos persas, las
preocupaciones comerciales o ~anci7r~s, en aras de l~s planes estratgicos. Si el choque de los 1mpenabsmos haba. ocasionado el reagrupamiento poltico, no por ello fue su causa. C1er~ame~te, en Europa, los gobiernos utilizaron el arma ec?nmica o finC1!1c1era.: Francia, en la negociacin del acuerdo con ltaha, Y. en el func1onam1ento de la alianza rusa; Gran Bretaa, en la preparacin del acuerdo de 1907. Pero, en tales casos, la economa y la finanza, muy lejos de haber sido el mvil de la accin poltica fueron su instrumento. En todos los momentos importantes, los intereses polticos eran el factor decisivo, ya se tratase de Italia, en 1902, ya de Gran Bretaa, en 1904, Y en 1907, o de Alemania, en 1905.
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CAPITULO XII
A pesar del desan:ollo .continuo de las relaciones entre los pueblos europeos-nunca ha?an sido en el pasado ms activos los contactos desde el J?unto de _vista econmico y financiero y jams haban tenid~ n_is a_mplitud _los mtercambios intelectuales desde el siglo xvm- la situf~~n poltica, .cuyos rasgos todava estaban en estado de esb~zo en se co~sohd.; . Y el antagonismo entre los grandes estados aument .en los anos s1gmentes: en el seno de cada uno de los ru s de estrecharon o precisaron sus cor! r:iisos i:iutuos. la opos1c1n entre Triple Alianza y Triple Entente s~ convir~~ e?tonce~, en el rasgo dominante de las relaciones internacionales . mismo _tiempo, el centro de gravedad de los litigios o de los con~ fhctos de mtereses entre dichos estados se desv1 0- y ca b" ' t r I ld d m I su carace , pues as nva I a es que iban unidas a las expansiones im erialistas, fu:ra ~e Europa, eran menos frecuentes e incluso tenda! a atenuar.se! mientras que las que eran originadas u ocasionadas r mov1m1ento de las nacionalidades en Europa, se agudizaban. Al ~tmeo il.e t~les dcho9-ueds entre las fuerzas-profundas, se desarrollaron las inicia tvas estma as a aumentar la cohesin de los bloqites.
"
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l. LOS LITIGIOS
que c1eron a 1as tropas francesas ocu ar p d lmites que el Acta de Al . h ez, es ec1r, traspasar los fueron los mviles de esa i!~~:~~va ~e:ninuae;ro a su accin. l Cules
b?
h bftereses deconmicos, por supuesto. En febrero de 1909 Alemania a a acepta o reconocerle a Francia toda libertad de acci, . nada n de encam1. al mantenimi . . ent o de1 ar,den en Marruecos, a condicin compartir los b-enef1c10s de la explotacin econmica del pas Ah b. . de . de materiales no se 9wetu. es e poltica mtenor; En previsin de elecciones rales mmediatas, el gobierno alemn crey til obtener un tgeneeste asunto, para que, deca el secretario d E d x1 o en exteriores, "haga olvidar los fracasos t .e ~~a o en los Asuntos Pr . d an enores . eocupactones e poltica general. Como en 1905 abrigaba la es-
~ntereses
e:t~bl~~~
peranza de romper la Entente cordiale franco-inglesa. La paltica alemana, a pesar de los deseos pangermanistas, no tena como objetivo, sin embargo, obtener una parte de Marruecos: quera obligar a Francia a que le pagara su alejamiento. El envo de un pequeo buque de guerra alemn ante el puerto de Agadir, el 1 de julio de 1911, solo fue. en el nimo de los dirigentes alemanes, una "seguridad tomada" para obligar a Francia a conceder una "compensacin". Estaba seguro, segn explicaba el secretario de Estado para Asuntos Exteriores al emperador, en sus informes del 5 de mayo y del 12 de junio,. de que si Alemania se limitase a una protesta, Francia no les hara ofrecimientos de importancia; pero si ocupase un puerto marroqu, Francia, en su deseo de obtener la retirada de esta ocupacin, hara proposiciones aceptables. Esta decisin alemana abri una crisis que se prolong durante cuatro meses. El alcance de la compensacin dio lugar a un debate diplomtico, muy violento, interrumpido por tres veces con amenazas de guerra. Tras haber exigido la cesin del Congo frapcs entero, el Gobierno alemn redu}o sus pretensiones, cuando el gabinete ingls, dej prever una intervencin armada, en caso de guerra franco-alemana. En resumidas cuentas, solo obtuvo, por el acuerdo del 4 de noviembre de 1911, la parte interior del Congo francs, entre el Camern y el Congo belga, as como una zona que, al Sur de la colonia espaola de la Guinea. proporcionase al nuevo territorio colonial germnico un acceso al Atlntico. Pero Francia prometi, adems, no ejercer. sin acuerdo previo con Alemania, el derecho aduanero de comprar mercancas par el valor declarado, cuando pareciera reducido, derecho que posea, desde 1884, sobre el Congo belga. La liquidacin de este asunto marroqu. que desde haca seis aos era el objeto de un brave litigio, se haba logrado. Era esto el incentivo para un posible acercamiento entre Alemania y Francia? El presidente del Consejo francs, Joseph Caillaux. anunci una era nueva en las relaciones franco-alemanas. Guillermo II expres el mismo deseo. "Nosotros dos, juntos, haramos lo que quisiramos en el mundo", dijo el agregado militar francs. Pero las condiciones en que el gobierno alemn provoC la crisis, preludiando, con un gesto de fuerza, las negociaciones, no facilitaban el apaciguamiento. En Francia, aunque se considerara la poltica de Caillaux como "razonable", par parte de los embajadores franceses en Berln y en Londres, Jules v Paul Cambon, una gran parte de la opinin pblica no admita que el gobierno aceptase la negociacin bajo la amenaza. Por su parte, los medios coloniales alemanes reprochaban al canciller el haber sido "dbil", y haber obtenido solamente una insuficiente compensacin. En el curso de la crisis marroqu, Italia. que haba establecido, en 1902, por el acuerdo celebrado con Francia (1), una correspndencia
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entre las cue'.dones de Marruecos y las de Tripolitania, y que haba obtenido, en :ta misma poca, la tolerancia de Gran Bretaa, j~zg, en septiembre de 1911, que habfa llegado el mo?Ien,to ?e realizar s.us planes. La guerra talo-turca, co1?enzada en. Tnpohtama, se extendi, en la primavera de 1912, al Mediterrneo oriental, cuando la escuadra italiana bombarde Beyruth, amenaz la entrada de los Dardanelos e hizo un desembarco de tropas en las islas turcas del mar Egeo. Entonces se alarm el Almirantazgo ingls, pues la existencia de una base naval italiana en el mar Egeo amenazara el control ejercido por Gran Bretaa en el trfico martimo hacia el. mar Negro y en la ruta de Suez. Italia pareci, primero, tener en cuenta estas inquietudes: en el tratado de Lausana, el 15 de octubre de 1912, cuando obtuvo del Gobierno otomano la cesin de la Tripolitania y de la Cirenaica. se comprometi a evacuar ,las islas del mar Eg~o; pero, e~. reali?ad, aplaz la ejecucin de su promesa. La guerra italo-turca, el pnmer acto verdaderamente autnomo de la poltica exterior de Italia", puso en peligro la modificacin de los clculos de los problemas mediterrneos. El gobierno ingls se dio buena cuenta de ello, aunque no pensaba hacer de aquel asunto un casus belli. La cuestin de Extremo-Oriente, por el contrario, no dio lugar a dificultades serias. La posibilidad de una tentativa de desquite ruso contra el Japn, que habra despertado, evidentemente, un antagonismo anglo-ruso, se alejaba, pues el gobierno del Zar celebr, en 1907 v en 1910, acuerdos secretos con el Japn,_para delimitar las esferas de influencia respectiva en l'Vlancburia y en Mongolia. La revolucin china de 1911-1912, que expuls a la dinasta manch, no ocasion rivalidades entre las potencias: los grandes Estados se pusieron de acuerdo para conservar la neutralidad en la guerra civil china. Cuando el nuevo Gobierno de la' Repblica-de hecho, el de Yuan-chi Kai, era un rgimen casi dictatorial-solicit una asistencia financiera, los Estados europeos, en lugar de intentar explotar la ocasin para conseguir ventajas, los unos a expensas de los o(ros, acabaron por entenderse, para formar un consorcio bancario internacional, que ofreciera a la China., un fuerte emprstito; esto constituy una seal de apaciguamiento. . . . .. . Por ltimo, en un campo clsico de nvahdades, en Asia Menor, y en uno nuevo, Africa central, las iniciativas europeas emprendieron una marcha insospechada. En Asia Menor, Alemania, desde 1903, haba proseguido su gran empresa: la construccin del f:rr?carril de Bagdad (1) .. El p:imer plano se vio ocupado por las negociaciones entre grupos fmancieros: pero estos grupos no actuaban en Gran Bretaa lo misi:io que en ~emania 0 en Francia sino con el asentimiento de sus gobiernos. Vanas veces, desde 1905, '1a poltica inglesa haba tratado de negociar: consinti
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en retirar su oposicin a la empresa, si la compaa alemana renunciaba a prolongar el ferrocarril hasta el golfo Prsico, es decir, hasta el punto sensible de los intereses estratgicos britnicos; pero el Go bierno alemn puso a tal arreglo condiciones inaceptables para el gabinete ingls: la promesa de una neutralidad inglesa, en caso de guerra cotinental. Ahora bien, en 1911, se aclar el horizonte, pues Alemania abandon aquellas condiciones polticas: se abri, pues, el ca mino a la negociacin anglo-alemana. Francia se decidi, en mayo de 1913, a seguir este ejemplo. Podra mantener una oposicii;i eficaz desde el momento que Gran Bretaa se comprometa en una negociacin 7 Le interesaba, pues, vender su alejamiento. Adems, segn pen saba el ministro de Asuntos Exteriores, Stephen Pichon, deba intentar "apaciguar las dificultades que la rivalidad industrial y econmica hubiera podido o podra hacer nacer". En esta negociacin, Gran Bretaa y Francia subordinaron . pu,,s, los intereses _econmicos Y financieros a los polticos. Creyeron necesarias, para llegar a un suavizamiento en las relaciones internacionales, dar a Alemania satisfacciones en el campo de la expansin .econmica. En Africa Central, tambin se inici una negociacin entre Gran Bretaa y Alemania, pero sin Francia. El Gobierno alemn vea, en el a9uerdo marroqu y congols del 4 de noviembre de 1911, el punto de partida de una vasta poltica de expansin, pues sus adquisiciones territoriales en la regin de la Sangha eran Iimftrores, en dos puntos, con el Congo belga. Ahora bien: el gabinete ingls no se negaba a iniciar conversaciones sobre aquel tema. Si Alemania deseaba un sitia al sol en Africa-segn declar Sir Edward Grey a la Cmara de los Comunes, el 28 de noviembre de 1911-Gran Bretaa no pondra obstculos. El secretario de Estado para Asuntos Exteriores, lleg a aadir, el 20 de diciembre, en una conversacin con el embajador alemn, que Gran Bretaa no tena "intencin de impedir que el territorio alemn se extendiera, de Este a Oeste", a travs del Africa central; precis que "si el Congo belga estuviera en venta", el gabinete ingls no vera con disgusto que Alemania adquiriese la parte meridional de la colonia, "entre Angola y el Africa oriental alemana''. Esas insinuaciones, cuyo objetivo tal vez fuera facilitar un acuerdo sobre los armamentos navales, terminaron en la negociacin de un acuerdo secreto, que deba reemprender y precisar el plan de reparto de las colonias portuguesas de Africa, ya establecido en 1898, pero que haba quedado en letra muerta (1). En definitiva, en estas cuestiones extraeuropeas, las iniciativas alemanas fueron las que dominaron. Alemania-dijo el canciller Bethmann Hollweg al embajador de Francia-"tiene derecho a conseguir en el mundo la parte legtima de todo ser que crece". Ahora bien: el gabinete ingls, a pesar de la rivalidad comercial y naval anglo-ale(!)
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mana, ~e pre~t, en dos. pu~tos importantes, a facilitar la expansin econmica e m~lu5? terntor1al del Reich. Esto es lo que nos lleva a pensar que la nvahdad entre los imperialismos, fuera de Europa, no tena, en esta poca, toda la importancia que a veces nos vemos ten~dos a concederle: el choque de los intereses econmicos o financ~eros ~m, los terrenos coloniales o en las zonas de influencia no parec1a, qwza, en aquel momento, un factor decisivo en el desarrollo de los antagonismos polticos. En Europa, la causa inmediata de las dificultads internacionales fue el .despertar del movimiento de las nacionalidades en la pennsula balcnica. Por dos veces, en 1908-1909 y en 1912-1913, ese despertar provoc graves amenazas para la paz mundial. , . El origen de la c~isis balcnica de 1908 se remonta a 1903. La po httca per~?nal d~ Milano Obrenovitch, atenuada, mas no abandonada, por su ~JO Ale1andro, haba colocado, desde 1882, al peqeo reino de ~erbta ~ la. zaga de Austria-Hungra, a pesar de la oposicin del partido radical y de los cuadros del ejrcito, que reivindicaban una poltica naci~~ La crisis. ";1terior servia fue desatada P<>r n golpe de Estado militar: unos oficiales, miembros de una sociedad secreta la Mano negra, asesinaron al rey y a la reina. Los promotores de a~uel g~l~e de fuerza llamaron al trono a Pedro Karageorgevitch, cuya fa~tlia ya estuvo, de 18~9 a 1859, a la cabeza del Estado. El nuevo rey d10 el poder a los r~d1~ales y a .su jefe, Pachitch. En seguida, la prop~gan~a de las asociaciones nacionalistas, que evocaba los recuerdos ~stncos ~e la Gran Serbia, comenz a desarrollarse. Este nacionabsmo serbio resultaba inquietante para Austria-Hungra porque fa. v?reca, en ~osnia-Her~eg?vina (donde la mayor parte de la poblacin era serbia) un movimiento de resistencia a la administracin aus~ro-~ngara. Se haba hecho peligroso cuando, en octubre de 1905 los Jefes de la "minora nacional" serbia en Austria-Hungra se pusi~ron en con~ct~ con los croatas y los eslovenos, con miras a establecer una sob~andad Y'!goslava. El reino de Serbia amenazaba, pues, con des_empen~, efectivamente, el l?apel de Piamonte, papel al que, ya t~emt.a anos ~tes, pareca destmado. Para traer a Serbia a la obed~encia, el ~o?t?rno austro-Jingaro haba llevado contra ella, por medio de proh1b1c1ones de. importaciones, una "guerra econmica", que qued sm efecto y que. mcluso, agrav la situacin, porque haba despertado, en los camr<;sinos serbios, profundos rencores. Despus del fracaso de estas medidas, Aehrenthal, ministro de Asuntos Exteriores, desde octu~re. de. 1906,. pens arreglar la cuestin por medio de l~ fuerza. El ?bJetlvo mmed1ato de esta poltica era proclamar la anexin de Bosma-Herzegovina, cuya administracin posea Austria-Hungr~, a ttulo provisional, desde 1878; crey Aehrenthal que as fraca~anan las esper~~s separ~tistas que alimentaba la poblacin de la provincia. El ob1et1vo ulterior deba ser "la abolicin completa del
ncleo revolucionario serbio". Los mviles de estas decisiones eran, pues, nicamente polticos. Tambin fueron mviles polticos los que orientaron la actitud alemana. Al sostener, en todo, la iniciativa de Aehrenthal, daba por descontado Blow que hara saltar el anillo del cerco que, desde mucho antes, se haba hecho frgil. Cmo lleg a creer en el triunfo de tal proyecto? Cuando Austria-Hungra anunci, el 5 de octubre de 1908, la anexin de Bosnia-Herzegovina, Rusia, para tratar de salvaguardar su prestigio entre las poblaciones balcnicas, .se vio obligada a protestar contra la poltica austro-hngara; lleg, incluso, en diciembre de 1908, a tomar medid(\s de movilizacin, aunque, en el fondo, no estaba en situacin de hcer la guerra. Ahora. bien: ni Gran Bretaa ni Francia tenan el menor deseo de apoyar seriamente a Rusia ~y correr el riesgo de un conflicto. Blow esperaba, pues, que el Gobierno ruso recibiese de Pars y de Londres consejos de prudencia que le hicieran sentirse descontento de la tibieza de Francia y de Inglaterra. Era esta una maniobra anloga a la que ya haba hecho, en 1905, contra la entente franco-inglesa. Los hechos parecieron confirmar las previsiones del canciller alemn: El Gobierno ingls declar que poda prestar a su asociado ruso nada ?1s que un "P?Y diplo~tico"; y el ministro de los Asuntos Exteriores, Stephen P1chon, deo entender claramente. el 25 de febrero de 1909, al Gobierno ruso, que Francia, a pesar d~l tratado de alianza, no podra ir hasta la guerra por un asunto en el que los intereses vitales de Rusia no estaban amenazados. Esa actitud dejaba, pues, el campo libre a la poltica de las potencias centrales, las c..~ales impusieron a Rusia. en marzo de 1909, una capitulacin diplomtica, y obligaron a Serbia a prometer que cambiara "el curso de su poltica actual respecto a Austria-Hungra". Pero el xito no fue ms all, y la esperanza, que tena Blow, de dislocar la Triple Alianza, se desvaneci: el Gobierno ruso. despus de manifestar su amargura, sealar la responsabilidad de Francia y de Gran Bretaa en el fracaso que acababa de sufrir y hacer constar que "la combinacin austro-alemana era ms fuerte que la Triple Entente", se dio cuenta de que no ganara nada persistiendo en sus recriminaciones, y no modific la orientacin general de su poltica exterior. Sin embargo, era muy discutible el resultado efectivo de tales maniobras diplomticas, a pesar de que su salida satisfizo el amor propio de los hombres de Estado, en Viena y en Berln, y les asegur un xito en los medios parlamentarios; pues Austria-Hungra no habfa resuelto la cuestin serbia, ni conseguido, para el porvenir, ninguna garanta real. Pero aquella crisis tuvo consecuencias duraderas en Rusia: los medios dirigentes de la poltica exterior rusa haban tragado-como dijo Isvolsky-una amarga pldora; el da que les fuera posible, desearan ejercer represalias; solo esperaban que se presentase la ocasin.
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La situa~: jn balcnica se la ofreci a Rusia, en '.912. En el cdgen de esta nuev crisis, lo determinante era el sentimit:::to nacional de los pueblos cristnos de la pennsula. En Macedonia. donde la dominacin turca sobre las poblaciones blgaras, serbias y -griegas haba sido mantenida, durante la crisis de 1897-1903, con el consentimiento tcito de Rusia y de Austria-Hungra, aquellas "minoras nacionales" haban abrigado la esperanza, en 1908, de obtener un rgimen ms favorable, cuando la revolucin de los "jvenes turc:os" puso fin al rgimen de Hamid y el nuevo Gobierno otomano anunci reformas liberales. Sin embargo, tuvieron que desengaarse, rpidamente, de sus esperanzas: los jvenes turcos volvieron a una poltica de represiones, siguiendo las tradiciones otomanas. Los movimientos de protesta recomenzaron, pues, desde 1910, en Macedonia. Era lgico que los estados cristianos de los Balcanes pensaran en apoyar tales movimientos, a fin de liberar las tierras "irredentas". En Serbia, el ministerio radical deseaba animar el sentimiento nacional, amortiguado por la humillacin sufrida en 1909; en Bulgaria, el rey Fernando crea que su pueblo no le perdonara la "ruina de sus esperanzas nacionales"; en. Grecia, el Presidente del Consejo era, desde 1910, Venizelos, que haba dirigido antes, en Creta, el movimiento nacional griego contra los turcos. Estos Gobiernos observaban, pues, los progresos de la agitacin de Macedonia Y. esperaban, para actuar, el primer sntoma de debilidad del Imperio turco. La guerra talo-turca, en septiembre de 1911. les ofreci . un momento favorable, pues desorganiz el ejrcito turco, cuyos mejores cuadros iban a tomar parte en las hostilidades en Tripolitania y absorba los pobres recursos Jinancieros del Imperio. Pero si el sentimiento antiturco era comn a estas poblaciones cristianas, los nacionalismos blgaro, serbio y griego tambin rivalizaban entre s a causa de las divergencias de las tradiciones intelectuales. la forma de vida social, los recuerdos histricos, y, sobre todo, las desconfianzas que separaban a las Iglesias ortodoxas: en Macedonia la propaganda religiosa de Ja Iglesia serbia disputaba los fieles al Exarcado blgaro. Ahora bien: cmo establecer, en Macedonia, donde griegos, blgaros y serbios se encontraban a menudo mezclados en confusin, las bases de un reparto en la hiptesis de una liberacin? Cuando, en octubre de 1911, los Gobiernos blgaro y serbio esbozaron el plan de una alianza ofensiva contra el Imperio otomano, t;iles desconfianzas estorbaron el acuerdo.' En aquello, era decisiva la iniciativa rusa. El Gobierno moscovita haba pensado primero, en el otoo de 1911, apoyar al Imperio turco e incluso formar una f ederaci6n balcnica que asociara el Imperio y los Estados cristianos; a cambio haba pedido al Gobierno turco que se hiciera una revisin del estatuto de los Estrechos, que facilitara el derecho de paso a los navos de guerra rusos. pero pronto se dio cuenta de que esta solucin era irrealizable, pues las grandes potencias no consentiran la revisin del estatuto. Entonces cambi
sus bateras, y ueddl favorecer la alianza de los Estados balcnicos contra el Imperio otomano, con miras de liberar 2 ~as poblaciones cristianas de Macedonia. No ignoraba, ciertamente, que la iniciativa era de tal naturaleza que podra provocar un riesgo de conflicto general, pero crea poder asumir dicho riesgo porque el estado de sus fuerzas militares, muy insuficiente en 1909, haba mejorado a la sazn. Con qu ventajas contaba? Los objetivos eran, ante todo, polticos: restablecer en la opinin de las poblaciones cristianas el prestigio ruso, muy quebrantado por la crisis de 1909, y debilitar al Imperio turco de manera que fuese posible un da resolver, en provecho de los intereses rusos, el problema de los Estrechos. Las cuestiones econmicas solo intervenan a ttulo de instrumento al servicio de estos planes polticos. Cuando Rusia favoreci, con la ayuda de capitales franceses, un proyecto de ferrocarril que atravesase de Este a Oeste la pennsula balcnica para terminar en la costa del AdratJco, deseaba obstruir el camino a la expansin austro-hngara, tanto ms cuanto que no contaba con beneficios para las exportaciones rusas ni con beneficios financieros. La alianza hecha entre los Estados balc_nicos por el tratado secreto serbo-blgaro del 13 de marzo de 1912, y el greco-blgaro del 29 de mayo de 1912, fue en gran parte obra de Rusia: el Zar acept servir de rbitro entre los estados balcnicos, cuando se trat de repartir Macedonia despus de la victoria. Esta poltica aventurada era, sobre todo, la de algunos diplomticos: Hartwig, ministro de Rusia en Belgrado y Nekludof, en .Sofa; los cuales acabaron por imponer sus puntos de vista a su jefe. Sin_ duda dicho jefe, Sazonof, se percat, en el verano de 1912, de que haba ido demasiado lejos, y, ante las objeciones del gobierno francs, trat de frenar. Pero los estados balcnicos r.o escucharon sus consejos porque saban muy bien que la solidaridad entre los intereses polticos de Rusia y los suyos. acabara con aquella tarda timidez. La guerra de los estados balcnicos contra Turqua comenz el 17 de octubre de 1912, en el mismo momento en que el Gobierno otomano, para hacer frente al nuevo peligro, puso fin a la guerra de Tripolitania. En tres semanas los aliados liberaron a Macedonia. El 3 de diciembre el Gobierno otomano pidi el armisticio, pues Constantinopla estaba amenazada por el ejrcito blgaro, cuya ofensiva solo pudo ser contenida gracias a la resistencia que ofreci una lnea fortificada situada en las mismas afueras de la capital. Las negociaciones de paz, rotas a primeros de febrero de 1913, despus de un golpe de Estado que llev al poder a los elementos turcos ms intransigentes, se reanudaron despus de la capitulacin de Andrin.P?U.s. sitiada por las tropas balcnicas. El 30 de mayo de 1913, por los preliminares de paz, firmados en Londres, el Imperio otomano abandon a sus adversarios toda la Turqua europea, salvo una pequea parte de Tracia.
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En seguida surgi el conflicto entre los vencedores, con motivo del reparto de Macedonia. Bulgaria recus el arbitraje ruso y abri las hostilidades contra sus compaeros, que formaron una alianza contra ella. La segunda guerra balcnica empez el 25 de junio de 1913, pero solo dur seis semanas. El mando blgaro haba confiado excesivamente en sus propias fuerzas; fue derrotado por los serbios y los griegos, y vio cmo el ejrcito rumano abra fuego a su vez. Bajo la amenaza de ser aplastada, Bulgaria solicit la paz. El reparto de Macedonia, efectuado por el tratado de Bucarest el 10 de agosto de 1913, se realiz, pues, en beneficio de Serl;iia y de Grecia, mientras que Bulgaria soio obtuvo un pequeo aumento territorial; y se vio obligada, por otro lado, a ceder a Rumania la regin de Silistria, al mismo tiempo que tuvo que devolver Andrinpolis a Turqua. Este arreglo territorial qued, sin embargo, incompleto: por una parte, los territorios albaneses arrebatados al Imp!rio turco formaran un Estado independiente; pero la fijacin de las fronteras de ese Estado dio lugar a amenazas de wnflicto entre Serbia y .A._lbania, as como entre esta y Grecia; por otra parte, la suerte de las islas del mar Egeo puso en peligro la paz entre Turqua y Grecia, bajo la vigilancia de Italia, que mantena, desde la guerra de Tripolitania, su ocupacin provisional en varias islas del Archipilago. Esta crisis balcnica amenazaba provocar entre Austria-Hungra y Rusia una guerra, que no dejara de convertirse en europea. Lo que preocupaba al Gobierno austro-hngaro no era solamente la perspectiva de que Rusia adquiriese una influencia preponderante en la poltica balcnica; era tambin un tem.or preciso e inmediato: la formacin de una "Gran Serbia" constituira una amenaza para la seguridad, quiz para la existencia, de la doble Monarqua, pues este refuerzo del estado serbio sera de tal naturaleza, que animara, en Austria-Hungra, la agitacin sepaatista de las minoras yugoslavas. Ahora bien: la poltica austrohngara solo parcialmente consigui apartar este peligro. Cierto que en noviembre de 1912 se haba apuntado un xito al oponerse, mediante una amenaza de guerra, a una extensin del territorio serbio hasta el Adritico. Pero en julio de 1913, cuando, durante la segunda guerra balcnica pens intervenir, con las armas, para apoyar a Bulgaria e impedir as que Serbia aumentara su territorio con Macedonia, se vio obligada a abandonar el proyecto. En ambas ocasiones estaba dispuesta a hacer la guerra, no solamente a Serbia, sino tambin a Rusia, pues se hallaba convencida de que la poltica rusa no abandonara aquella vez a Serbia. Por qu obtuvo, en el primer caso, el resultado esperado y fracas en el segundo? En noviembre de 1912 la apoyaba Italia, deseosa, a su vez, de impedir que los serbios llegasen al Adritico; y tambin enrgicamente Alemania, que vea en aquel asunto una cuestin vital para la monarqua austro-hngara. En julio de 1913, por el contrario, los aliados de la doble Monarqua pensaban de manera completamente distinta. Apoyar a Bulgaria, a expensas de Serbia y de Rumana, habra
sido, segn Guillermo II, "una gran equivocacin'.'. Giol~tti mostrse apremiante: "Si Austria-Hungra act~ contra Serbia es evidente que el casus foeileris no existe: es un_'.l acci?n. que .cm.prende por su cuenta, ya que nadie piensa atacarla"; y el mimstro italiano de Asuntos Exteriores, San Giuliano, se coloc resueltamente en contra del prorect~ austro-hngaro: "Os retendremos por los faldones de vuestra levita s1 fuera necesario." . El balance arrojaba un retroceso de importancia de .1~ influen~ia austro-hngara y de la alemana en los Balcanes en benefic10 de la mfluencia rusa. Sin duda, la poltica rusa, satisfecha de la victoria com~n ~n el otoo de 1912, se sinti defraudada al no podo,r evitar, en u~io de 1913, el conflicto entre los Estados que haban aceptado o pedido su patronato. En resumidas cuentas, consigui, sin embargo, ~os re~ulta dos importantes: Serbia, su cliente ms fiel, ocupaba ya en Ia penmsula un lugar de primer orden; el Imperio otomano estaba. an:enazado de derrumbamiento, pues haba perdido casi todos sus terntonos europeos en el mismo momento en que, en sus posesiones asiticas las grand~s potencias se repartan zonas de influencia ec?n?mica, y ~n que la dominacin turca tropezaba en Siria con un movimiento nac10~al ra_b~ .. Austria-Hungra, por el contrario, se encontraba ante 12. posibilidad que tema: la formacin de una Gran Serbia; haba comprobado tambin, durante Ja segunda guerra balcnica, que Rumania se evada del . sistema trplice. ., Por ltimo, Alemania. que, por Ja construcc10n del fenocarnl de Bagdad, haba adquirido en Turqua una amplia influencia, poda temer que se viesen comp:;.Jmetidos los resultados de su esfuerzc
II. LA CONSOLIDACION DE LOS BLOQUES,,
Cul fue el puuo de incidencia de estos conflictos \qJt por cuatro veces, entre 1909 y 1913, haban hecho cernirse sobre Europa una amenaza de guerra general) en los compromisos de alianzas o en los . acuerdos entre las grandes potencias?' La crisis de Bosnia-Herzegovina, e incluso la de Agadir, abrieron el camino a tentativas destinadas a disociar a uno de los dos grupos que se oponan entre s. Aunque sin resultado, tales tentativas no dejaron de tener su importancia, porque explican en algunos de sus aspectos las decisiones ulteriores de los gobiernos. En 1910 la diplomacia alemana hizo un esfuego para "separar" a Rusia de Gran Bretaa. Trat de sacar partido de las inquietudes que senta el gobierno ruso despus de la capitulacin a la que se vio forzado ~n marzo de 1909. No podra Austria-Hungra aprovechar la debilidad del ejrcito ruso para asegurarse nuevas ventajas en los Balcanes? Y no haba demostrado Ja experiencia, sacada en el curso de la crisis de Bosnia-Herzegovina, que Rusia no poda contar en tal caso
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con Gran Bretaa, ni siquiera con Francia? Ce.. ocasin ~ic Lrna entrevista dr~ los dos soberanos en Potsdam, el gd erno alcman pro pus?, pues, en :~'.ciembre de 1910, u? acuerdo: ;\lemrni~ se comprometen~ a no apoyar una poltica agresiva de Austna-Hungna e,n. los Bal~anes, en compe 1 1sacin, Rusia prometera no .~~ya_r una poh.ti~a hostil para Alemania si Gran Bretaa tomase la m1ciat1va. El ministro ~uso de Asuntos Exteriores respandi con buenas palabras, pero eludi todo compromiso escrito. Soio acept, en las cuestiones. r~l~tivas a los .fe~ rrocarriles de Persia y de Asia Menor, una negoc~ac1on que termmo al verano siguiente (19 de agosto de 1911) .con la firma de ;in arreglo. En definitiva. muy poca cosa. Pero lo que importa es la fecna: len el mismo momento en que el asunto de Agadir amenazaba con ocasionar un conflicto franco-alemn, la iniciativa rusa indicaba un deseo de conciliacin en las relaciones con Alemania 1 As, la opinin pblica francesa reaccion vivamente. Gabriel Hanotaux pregunt en La Revue helidomadaire si Rusia "est cambiando su fusil de hombro".;. Andr T~r dieu, en Le Temps, reproch al gobierno frai:cs el permitir q.ue. h1c1eran maniobras con l y "que se procure la alianza con obsequ10s1dades un tanto serviles". En Gran Bretaa los medios diplomticos recordaban que la entente anglo-rusa desca~isaba so_bre una poltica com~n en Persia; desde el momento que Rusia negociaba sola con Alemania un arreglo concerniente a lo~ asuntos iranfes. no deberf~ t.emerse el den:1m_bamiento del acercamiento anglo-ruso? Aquel nerv1os1smo era excesivo. interesa, sin embargo. como sntoma de la inquietud que desde la tentativa abortada de Bj6rkoe (1) persista en Pars y en Londres, donde se desconfiaba siempre de los gestos o de las intenciones del gobierno ruso. . A principios de 1912 se iniciaron entre Gran Bre!aa y Alen:iama negociaciones ms serias y ms .estrecha~ q~e en el nimo del gobierno ingls tenan por objeto poner fm a la rivalidad de los armamentos navales. Desde que en 1906 y en 1907 el Almirantazgo alemn hizo que se votase un nuevo programa de construcciones. que prevea la botadura en cuatro aos de doce grandes acorazados del tipo ms mode.rn?, el gabinete ingls, con objeto de mantener al ~ar?en de .s~penondad naval que garantizase la seguridad de las Islas bntmcas. decidi, en marzo de 1909, la consfruccin de ocho acorazados. Esta carrera de annamentos se agrav cuando, durante la crisis de P. gadir, el gobi:ri:o mn decidi presentar al Reichstag una nueva ley nava!. La replica inglesa pareca fcil, ya que sus astilleros nav~les le _permitan des.arrollar el ritmo de sus construcciones. Pero el gabinete liberal prometi a los electores realizar reformas sociales, que imponan cargas presupuestarias; no poda hacer frente, a la vez, a estos gastos y ~ los que proc~dfan de la carrera de armamentos. Se daba cuenta tambin de un peligro: aquella rivalidad llevaba a los gobiernos-para obtener de sus parlamen-
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tos el vote: los crditos necesarios--a hacer alusin a la posibilidad de una guerra y a lanzar campaas de prensa que mantuviesen a la opinin en un estado de nerviosismo. No sera ms deseable atraerse a Alemania para que aceptase una limitacin de sus fuerzas navales 7 Esta solucin amable supondra, evidentemente, por parte de Gran Bretaa, el ofrecimiento de una compensacin. Cul? El gabinete britnico estaba dispuesto a ofrecer compensaciones en el $erreno colonial, sacrificando, por otra parte, lo menos posible de los intereses ingleses y efectuando la transaccin a expensas de los pequeos estados. Pero el gobierno alemn quera obtener mucho ms: un compromiso poltico que debilitase o destruyese la entent cordiale franco-inglesa. En febrero de 1912 s~ hizo una tentativa para conciliar los dos puntos de vista cuando el gabinete ingls envi a Berln a Lord Haldane, el cual, durante tres das, mantuvo conversaciones con el Emperador, con el canciller Bethmann Hollweg y con el almirante Von Tft-pitz. Cul fue el resultado? A cambio de una simple disminucin en la marcha de la ejecucin de su programa naval, los medios dirigentes alemanes exigan de Gran Bretaa una promesa de no agresin y un compromiso de neutralidad, en caso de guerra continental, si Alemania no fuese considerada como agresor. La negociacin continu durante ms de un mes por el camino diplomtico. El gabinete ingls acept dar la promesa de no agresin; pero rehus el compromiso 'de neutralidad, que no dejara de comprometer la amistad francoinglesa. El gobierno alemn se resisti, ya que su objetivo principal era precisamente destruir la entente cordiale. El 22 de marzo de 1912 las conversaciones se abandonaron, y la rivalidad naval prosigui con myor violencia. Aquellas tentativas eran mucho ms que simples maniobras polticas: Revelan el estado de nimo de los gobiernos respecto a las principales cuestiones dominantes en las relaciones internacionales. El Gobierno alemn en febrero de 1912 descuid las perspectivas de expansin fuera de Europa, que le abran las ofertas inglesas. Quiere esto decir que consideraba secundaria tal expansin, tan necesaria a sus intereses econmicos? No, sin duda. Pero crea posible obtener en aquel campo de accin ms amplios resultados si consiguiera, primero, romper la barrera que le oponan la aproximad~ anglo-rusa y la entente franco-inglesa; as, pues, como en 1905 y en 1909, el objetivo poltico continuaba siendo'esencial a sus ojos. Y como quiera que no haba podido alcanzarlo, continu ejerciendo, mediante el desarrollo de sus construcciones navales, una presin sobre Gran Bretaa. El gobierno ruso no se haba dejado tentar por las ofertas alemanas en la entrevista de Potsdam. A pesar de las inquietudes que experiment durante la crisis de Bosnia-Herzegovina, tema encontrarse, si abandonaba el acercamiento con Inglaterra, en una posicin subordinada respecto a las potencias centrales. Por ltimo, el gabinete ingls no quiso prestarse a una solucin de las dificultades anglo-alemanas, que habra implicado una promesa de
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neutralidad. En esta decisin los .sentimientos y las simpatas solo desempearon un modesto papel. El n vil determinante fueron los intereses de Gran Bretaa. As, el fracaso de aquellas temativas de conciliacin seala las divergencias entre las posiciones fw damentales de los grandes estados, cuya poltica estaba llamada a d,:sempear un papel importante en Europa. A .partir dP.I verano de 1912 los esfuerzos de aflojamiento se abandonaron. La revisin y la consolidacin de las alianzas o de los acuerdos llegaron a ser para los goq!_e_rnos preocupaciones urgentes. Tales esfuerzos se hallaban umdos, evidentemente, a las circunstancias inmediatas, es decir, a las amenazas de conflicto resultantes de la crisis balcnica. Pero los gobiernos tenan en cuenta tambin las experiencias precedentes y las perspectivas del futuro. El agrupamiento de los Estados, cuyo centro estaba en Alemania, se consolid, ya se tratase de las relaciones con Austria-Hungra o con Italia. E~ el funcio~ami~nto de la alianza austro-alemana, la cuest10n primordial haba sido siempre saber hasta qu punto apoyara la poltica alemana, en los Balcanes, la poltica austro-hngara. Bismarck haba ref~enado a menudo a su aliado (l), porque deseaba guardar consideractones a Rusia, Blow, en 1908-1909, haba abandonado esa lnea de conducta que, sin embargo, segua teniendo partidarios en los medios diplomticos alemanes. El fracaso de la entrevista de Potsdam llev a Bethmann Hollweg a seguir la poltica de Blow. En noviembre de 1912, cuando se plante la cuestin del puerto serbio en el Adritico el gobierno alemn, aunque Guillermo II estuviera personalmente in~ clinado_ a. considerar l~s exige~cias serbias como legtimas, no crey po~er mcltar a Austna-Hungr1a a hacer concesiones, porque tema ron'l'per la Alianza; prometi pblicamente su apoyo armado en caso de guerra austro-rusa. Es verdad que en julio de 1913, aconsej, formal~ente, a su aliado que no interviniese en la segunda guerra balcmca. Pero cuando comprob los resultados de dicha guerra y la amenaza que de ello se derivaba para el pprvenir de la Doble Monarqua, lament su prudencia. Por ello, en octubre de 1913, cuando se produjo un incidente de frontera entre Serbia y Albania, Guillermo II convenci al Gobierno austro-hngaro para que refrenara a Serbia: "Ahora o nunca. Debis implantar de una vez, all abajo, el orden y la calma. Podis estar seguro de que yo me hallar detrs, dispuesto a sacar mi espada, si fuera necesario." As pues, con pleno asentimiento de Alemania, dirigi Austria-Hungra un ultimtum a Belgrado, y consigui la retirada de las tropas serbias. Por otra parte, el Gobierno italiano mostrbase inclinado a reanimar los compromisos que celebr en el marco de la Triple Alianza:
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en diciembre de 1912, en el momento en que la cuestin del acceso al Adritico pareca poder provocar un conflicto austro-serbio, renov por seis aos el tratado, sin esperar siquiera a la fecha en que la renovacin debera normalmente ser examinada; en agosto de 1913 firm una convencin naval, que prevea la colaboracin de las escuadras austro-hngara e italiana, en caso de guerra europea. Lii colaboracin franco-rusa, tan mediocre durante la cnsis de Bosnia-Herzegovina y la de Agadir, adquiri vigor. Desde la primavera de 1912, el presidente del Consejo francs, Raymand Poincar, afirme su deseo de actuar "en completo acuerdo" con Rusia. Sin duda, el recuerdo de la entrevista de Potsdam invit a restablecer una prctica ms ntima de la alianza: sin experimentar simpata o confianza respecto a la poltica rusa, cuyos caprichos le inspiraban, por el contrario, muchos temores, el gobierno francs quera evitar un nuevo "coqueteo" entre Rusia y Alemania. Pero se trataba de prever una colaboracin ms precisa entre las fuerzas armadas. Mediante el protocolo del 13 de julio de 1912, Francia obtuvo la promesa de que el ejrcito ruso, en caso de guerra franco-alemana, tomarl la ofensiva a par~ir del duodcimo da de la movilizacin; la convencin naval del 16 de julio estableci las grandes lneas ele una accin concertada de las escuadras rusa y francesa., La compensacin era el apoyo que dara la poltica francesa a los intereses rusos en los Balcanes. Aunque Raymond Poincar, en la primavera de 1912, desaprobara con toda franqueza el papel de la diplomacia rusa en la formacin de la alianza balcnica, no dej Je prometer por ello, en noviembre del mismo ao, una intervencin armada en el caso de una guerra austro-rusa, en la cual Alemania apoyase a Austria-Hungra: sin duda, esto no era ms que la simple confirmacin del casus foederis, previsto en la convencin militar; pero en febPero de 1909 Stephen Pichon haba interpretado esta convencin <l:: ;ncmera completamente distinta (1). Por qu ahora el gobierno francs acept adquirir compromisos ms ampi;0s? El motivo era anlogo al que orientaba la poltica alemana respecto a Austria-Hungra: haba que actuar de tal manera que no se causara al asociado una decepcin que debilitase la alianza. Gran Bretaa no haba adquirdo antes suscribir ningn compromiso concreto ni siquiera con Francia. En 1912, sin embargo, despus del fracaso de la misin Haldane, acept reforzar la Entente cordiale. La iniciativa, por supuesto, correspondi a Francia, que haba experimentado una viva inquietud durante la negociacin anglo-alemana de febrero-marzo de 1912. No era indispensable-dijo Poincardar a las relaciones franco-inglesas una seguridad en lugar de dejarlas "a merced de las tendencias ms o menos favorables del gabinete"? Tal argumento no bast, sin embargo, para convencer al gobierno ingls. El motivo que le llev a abandonar su reserva fue la rivalidad
(1) Vase anteriormente, pg, 513.
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llaval anglo-alemana: juzg necesario traer al mar del Norte una parte de sus escuadras, estacionadas en Malta y en Gibraltar, y necesitaba. por consiguiente, que la flota -de guerra francesa se encargase de la proteccin de las rutas navales en el Mediterrneo. En la negociacin anglo-francesa, que se inici en junio de 1912 y se prolong hasta el otoo, las dos cuestiones-acuerdo naval y acuerdo poltico-se hallaban estrechamente unidas. El resultado se registr en el intercambio de cartas de 21 y 22 de noviembre de 1912-arreglo poltico-y en la convencin [\aval de marzo de 1913. El Gobierno concedi su aprobacin al plan de cooperacin establecido por los Estados Mayores, pero especific que aquellas previsiones tcni~as no constituan un compromiso, y dejaban a cada uno de los dos gobiernos la libertad de "decidir en el porvenir si deba o no prestar al otro el apoyo de sus fuerzas armadas"; prometi solamente, si la paz se viera amenazada. concertarse con el Gobierno francs. El acuerdo, aunque estableciera una solidaridad ms estrecha entre los dos estados, no daba, pues, a Francia ninguna segridad de una intervencin inglesa en caso de guerra franco-'alemana.
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Dnde hay que buscar la causa de aquel endurecirmento de las posiciones diplomticas respectivas? Ante todo, en las preocupaciones de poder, de prestigio y de seguridad. de lo cual dieron ejemplo las iniciativas de las dos potencias. Austria-Hungra llevaba en los Balcanes una polftica o{ ensz'va, cuyo objetivo era proteger a la Doble Monarqua contra el peligro que implicaba para ella el movimiento de las nacionalidades. Alemania la apoyaba porque queda consolidar a un aliado, cuya salud era v.acilante, y porque siempre trat de romper el anillo del cerco. Rusia, no bien sus fuerzas armadas estuvieron casi reorganizadas, quiso restablecer un prestigio que la crisis de 1909 haba quebrantado. Francia apoyaba la poltica balcnica de Rusia a cambio de la promesa de una intervencin ms rpida del ejrcito ruso, en caso de- guerra franco-alemana. Gran Bretaa: al mismo tiempo que se negaba a ligarse mediante compromisos formales senta la necesidad de apoyarse ms en Francia, ya que no haba conseguido la limitacin ds: aquellos armamentos navales alemanes que amenazaban su dominio/ de los mares base de la seguridad de Ja; bias Britnicas y de la ynin del Imperio.
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CAPITULO XIII
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La oposicin entre los dos grupos de potencias que, en 1907, estaba solamente esbozada, se convirti, en 1913, en un rasgo dominante de la situacin poltica internacional. Cules eran, en cada uno de ellos, las preocupaciones de los gobiernos? Y cul, ante aquella coyuntura internacional, la actitud de los Estados que no pertenecan a ninguno de los dos bloques? En el seno de la Triple Entente, los compromisos mutuos seguan siendo desiguales: una alianza entre Francia y Rusia unida a una convencin militar que, en caso de un conflicto alemn, debera entrar en funciones automticam~nte, una entente entre Francia y Gran Bretaa que, a pesar de la cooperacin establecida entre los Estados Mayores militares y navales, implicaba no un compromiso formal de intervenir con las armas, sino una simple promesa de concierto diplomtico; entre Rusia y Gran Bretaa ningn compromiso diplomtico general, sino una colaboracin de facto que, apoyada en la preocupacin comn de mantenerse firmes ante Alemania, se haba hecho posible despus de los litigios asiticos (en los que chocaban los intereses de los dos Estados) quedaron resueltos. En Petersburgo como en Pars, los gobiernos queran obtener de Gran Bretaa compromisos precisos. No sera la mejor defensa una transf.?rmacin de la Triple Entente en alianza? "La paz del mundo -escnba el ministro ruso--solamente estara asegurada el da en que la Triple Entente, cuya existencia real no est ms demostrada que la de ,la serpiente de mar se transformara en una alianza decnsiva. sin clusulas secretas, ibiertamente anunciada en todos los peridicos del mundo". Tal da "el peligro de una hegemona alemana sera apartado definitivamente", pues Francia y Rusia que, por s solas, "no estaran en situacin de propinar a Alemania un golpe mortal", podran contar con la victoria gracias al dominio de los mares y al bloqueo. Una vez que el adversario supiera la extensin de los riesgos a los que se expondra, la guerra podra evitarse. Pero, en cada ocasin-y esta ocasin se present varias veces en el curso' de las dos guerras balcnicas-el gabinete ingls, a pesar de los temores que experimentaba ante el crecimiento de la marina de guerra alemana, se inhiba de las cuestiones ms urgentes: al mismo tiempo que dejaba prever una participacin posible en una guerra continental. se negaba a prometer nada. El gobierno britnico
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-declar Grey a Sazonof, el 24 de septiem?re de 19.12-no pod~~ intervenir en \lna guerra entre Alemania, Ru~ia y ,Fr~n~~a ms qu~ el caso de que estuviera "apoyado por la op1016n publica . Ahora b1~n. el estado de la opinin "dependera de Ja manera corno se produ~ra la guerra": si Francia declaraba a Aleman1~ una gu~rra de, d~~qu1te, Gran Bretaa permanecera apartada, pero s1 J;~eman1a quena aplastar a Francia, no p.iedo creer que pcrmanec1eramos co_mo es;ectadespues del mtervos" . El ,. 4 de diciembre-tres semanas , f d ores pas1 cambio de cartas que confirmaron y ?1p!iaron ~l acuerdo ranrn-mgls (1), el embajador de Francia escucho, poco mas. o menos, el ~1sm:i lenguac. En sus palabras, Grey tuvo cuidado de evitar toda alusin directa a Rusia: solamente la suerte de Francia era lo que le preocupaba. Sin embargo. indic, implcitamente, qu~. una derrot.a rusa le parecera tan grave como una derrota '.rancesa: Si Alemania dormnase l~ poltica del continente. ello sena tan desagradable para nosotros vomo para ios dems, pues nos encontraram?s aislad_os". L~ amenaz.a sera tanto ms grave cuanto que el Imperio aleman esta conv1rt1ndose en una gran potencia naval. . Este temor a una hegemona continental ue lo que oblig a Gran Bretaa a rechazar las ofertas alemanas relativas a un acuerdo mutuo de no-agresin y de neutralidad. "P:_un cuar:cto_ la Ent~nte co~d~al .fra~ co-inglesa no existiera, Gran Bretana-escnb10 el. Pr ;mer Mm1st1 o vn un informe al rey--estara obligada, en su r:op10 mters, a apart~r todo compromiso qu~ pudiera impedirle acudir en ayuda de Fra_nc1a en el caso de que Alemania la atacase bajo un. P,retexLo cualquiera, y se apoderase de los puertos del Paso. de Cala1~ . La misma preocupacin llev al gobierno ingles a l.iacer adve~ten cias a Alemania. En diciembre de 1912. Grey de.claro al embi:_ador alemn que nadie poda decir qu actttrni adoptana Gran Bretana en caso de guerra entre Alemania y Rusia. El rey Jorge no.. ocult al prncipe Enrique de Prusia~ hermano ~e Gu1llcrmo II, ~ue en c1~rta~ circunstancias". Gran Bretana concedena una as1stenc1a armada a I ran cia y a Rusia contra las potencias centrales. Pero estas amenazas seguan siendo muy imprecisas. , . . Si el gobierno ingls estaba convencido de que su 1ntervenc1n en una guerra continental sera necesaria en ciertos casos. ~por qu se negaba a precisar estas posibilidades? .un tratado de alianza de~e1~ siva, incluso aun cuando los compromisos fuesen ~st:1c~amente limitados, respondera al deseo de Sazonof .. ;os decir, 1ntm11darfa a Al~ mania. El estado de Ja opinin pblica rnglesa era, en parte, la causa de esta reserva: el peligro alemn rec~noci~o P?r la ma.yor(a d~ los miembros del gabinete, los altos func1onanos oel, ~oreign Offzce Y los Estados Mayores, no lo estaba por el gran .rubhco. Pero el g~ bierno tena en cuenta tambin un clculo polftico, claramente mdtV.
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cado en u:i:-: nota redactada ~'or ::1 Primer Minis[:o: al dr;c::., dr que se propon'.s. conservar su libertad de decidir, c:r'1servaba, :i~ mismo tiempo, e! Ic1edio de refrenar la poltica france.sa., mientras que, si concediera a Francia un tratado de alianza, correra el riesgo de ser arrastrado por un camino aventurado. Al leer la c'orrespondenca diplomtica francesa se nota que este clculo no fue hecho en vano. "Si hay dudas sobre la responsabilidad de la ruptura-escriba, en septiembre de 1911, Paul Camban-el levantamiento de la opinin, con el cual hemos de contar, no se producir, y entonces el 'Gobierno ingls esperar. Ahora bien: la espera es para nosotros una probabilidad de derrota." La poltica inglesa pacfica crea, pues, que al negarse a tomar partido antes del acontecimiento, contribuira en la defensa de la paz general. Con iguales intenciones evitaba insistir en la separacin de Europa en dos "bloques" y deseaba conservar, al menos en apariencia, la actitud de un rbitro. Las contradicciones de tal poltica se presentaban a veces a la acusacin de maquiavelismo. Sin embargo, esa acusacin careca de fundamento: el gabinete ingls se hallaba inspirado por una preocupacin de independencia y de prudencia, pero una preocupacin tan meticulosa que acab por agravar los riesgos. En el grupo de estados que se haba formado desde haca treinta aos alrededor del Imperio alemn, las posiciones de Austria-Hungra, de Italia y de Rumania eran muy diferentes. La alianza austro-alemana constitua un punto fijo de la poltica internacional. Aunque recibiera, segn los momentos y las circunstancias, una interpretacin ms o menos amplia, no se vio jams comprometida. Pero el futuro inmediato corra el riesgo de ser ms difcil. El movimiento de las nacionalidades yugoslavas, que preocupaba a los medios dirigentes austro-hngaros desde J_.9-20, acababa de recibir un nuevo impulso a consecuencia de las victorias serbias en las guerras balcnicas de 1912 y 1913. Cmo contener la amenaza de "disociacin"? La Comisin imperial que, dos aos antes, haba sido encargada de estudiar una reforma de la estructura del Estado, haba pensado en sustituir el rgimen dualista por otro federalista; no consigui establecer un programa porque tropez no solamente con la resistencia de la alta aristocracia austraca, hostil a toda reforma general, sino tambin con las divergencias entre grupos nacionales: los polacos y los checos no queran pensar en un federalismo basado en la divisin por grupos lingsticos, pues tal sistema habra tenido como consecuencia la desmenbracin de Galitzia y de Bohemia. Sobre qu bases podra continuarse aquella iniciativa? El archiduque heredero, Francisco-Fernando, sugiri una solucin tn'alista, que recibi la aprobacin de importantes miembros del Gobierno: a los estados acoplados-Austria y Hungra-se aadira un tercero, el Estado yugoslavo, formado por Croacia, Bosnia, Dalmacia y Eslovenia, en dicho Estado los catlicos, que tendran la preponderancia, no desearan la
udn con una Serbia .::crtodoxa; el panserbismo de e::r~e modo fraca .. sa,fa. Pero en Budape.st los medios polticos magiares opusieron una negativa total. Por falta de una solucin que puier8 consolidar 1a Monarqua, se cre la conviccin de que la dinasta deba deshacer el movimiento de las nacionalidades por la fuerza de las armas. Con respecto a esas perspectivas, el Gobierno alemn no poda evitar tomar posiciones. El hecho nuevo fue la voluntad que demostraba de poner a flote a Austria-Hungra (1). Italia, desde 1902, haba jugado con dos barajas. Sin embargo, desde el momento que se comprometi en una poltica de expansin en Tripolitania y en el mar Egeo, donde chocaba con los intereses de Gran Bretaa, pareca dispuesta a apoyarse ms en las potencias centrales (2). El embajador italiano en Pars haba declarado, en noviembre de 1912-cuando la cuestin del puerto serbio en el Adritico ocasionaba un peligro de guerra-que el acuerdo franco-italiano de li02 no actuara en tal caso, esto era como decir que Francia no podra contar con la neutralidad de Italia. Es verdad que el presidente del Consejo, Giolitti, no haba hecho suya la declaracin del embajador. Pero el Ministro de Asuntos exteriores, San Giuliano, haba vuelto a despertar inquietudes: el alcance rel del acuerdo de 1902 haba dicho, "podffi depender de los acontecimientos". En definitiva: las circunstancias parecan llevar la poltica italiana hacia Alemania y Austria-Hungra. Subsistira el obstculo de la reivindicacin nacional' italiana, fomentada por la torpeza de la administracin austraca en las regiones en las que la mayora de la poblacin era italiana por idioma y por sentimientos: se le prohibi a la municipalidad de Trieste conservar empleados italianos a su servicio. En vano el Gobierno de Roma reclam la abrogacin de esta medida, el 3 de octubre de 1913, Berchtold declar lamentar que aquel asunto lanzase una sombra sobre las relaciones austro-italianas", pero dej sin responder la protesta. Se debi a tal incidente que el Gobierno italiano, el 16 de octubre, se declarase dispuesto a negociar con Francia y con Gran Bretaa un acuerdo mediterrneo? Quera obtener la garanta de las ventajas conseguidas en Tripolitania y en Cirenaica, la posesin de las islas del Dodecaneso, y, tal vez, incluso, una irsfera de influencia econmica en Asia Menor. Gran Bretaa y Francia aceptaron iniciar un intercambio de opiniones. Pero, casi en seguida, se suspendi esta negociacin, pues ef Gobierno francs averigu, descifrando los telegramas, que la diplomacia italiana comunicaba todos los detalles a Berln. Sin duda, aquella maniobra no haba tenido otro objetivo que alarmar a Austria-Hungra para hacerle demostrar mayor condescendencia en la cuestin de Trieste. Pero provoc, en los medios diplomticos franceses, muy graves consideraciones. Ahora bien: los diplomticos ale(1) (2) Vase anteriormente, pg. 520. Vanse anteriormente, pgs. 509 y 520.
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manes, a pesar de las pruebas recientes de la buena voluntad italiana, no estaban ms tranquilos. "La concepcin italiana de los tratados -e.scri~i el embajador en Roma-implica la idea de que todas las obligaciones contractuales se encuentran subordinadas a la condicin de la oportunidad y, por consiguiente, de la variabilidad". R~ana haba concluido con Austria-Hungra, en 1883, un tratado de alianza defensiva, al que Alemania dio su adhesin (1), era un tratado secreto, obra del rey Carol, un Hohenzollern: el soberano fue comu.nicado su texto a sus Presidentes de Consejo, pero a ttulo confidencial hasta el punto que, en los medios polticos de Bucarest, el temor de los compromisos de alianza era un enigma. Desde que, durant~ la segunda guerra balcnica, Rumania tom partido contra Bulgaria, a pesar de las amonestaciones apremiantes, casi conminatorias del Gobierno austro-hngaro, la diver'gencia de intereses entre los dos aliados se hizo grave. El rey, sin embargo, permaneca fiel a una orientacin poltica que responda sus ntimos sentimientos, pero una gran parte de la opinin parlamentaria deseaba un acercamiento ~.las potencias de la Triple Entente, tanto para oponerse a una rev1s1n del tratado de Bucarest como para abrir el camino en Transilvania a un xito del movimiento irredentista rumano. Era posib~e. reanimar la alianza 1 El conde Czernin que, en noviembre de 1913 e_r~ Mini.s~ro de A~stria-Hurigra en Bucarest, propuso un plan de acc1on :. ex1g1r al Gobierno rumano que hiciera pblico el tratado, porque tal publicacin sera una prueba de fidelidad, y esgrimir la amenaza de una alianza austro-blgara, en caso de negativa. El rey Carol no ocultaba que la poblacin rumana en casi todas partes era hostil a. Austria-Hungra, y que la publicacin del tratado no podra cambiar nada en este estado de nimo: caso de guerra europea--deca-sera imposible arrastrar a Rumania al lado de Austria-Hungra. Esti era, pues, una alianza muerta. En vano Czernin continu preconizando una intimacin, deba obligarse al Gobierno rumano a proclamar sus preferencias. "Cmo obligarle a ello?'', replic Berchtold.
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En cuanto a los estados europeos que se encontraban fuera de l<;>s dos grupos rivales de Escandinavia a Blgica, de la pennsula Ibrica a los Balcanes, sus actitudes respectivas eran muy diferentes. El grupo escandinavo permaneca tranquilo, aunque la unidad de la pennsula escandinava realizada, en 1814, en beneficio de Suecia fuese rota en octubre de 1915. Noruega se separ amistosamente. de Suecia, y escogi por rey al prncipe Carlos de Dinamarca, Haakon VII, que se unin en matrimonio con una hija del rey de Inglaterra. Pidi a Gran Bretaa que garantizara su independencia: solucin conforme
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a los intereses navales britnicos que se hubieran visto seriamente amenazados ,si otra votencia-Alemania o Rusia-se estableciese en las costas noruegas. El gobierno ingls. sin embargo, no quiso otorgar l solo esta garanta porque habra demostrado as su desconfianza respecto a Rusia. Prefiri obrar de modo que quedase arreglada la cuestin mediante un acuerdo internacional, el 2 de noviembre de 1907: Gran Bretaa, Francia, Rusia y Alemania se comprometieron a respetar la integridad de Noruega y a defenderla si estuviera amenazada "por cualquier potencia''. Noruega promt:ti no ceder nunca ninguna parte de su territorio. Pero por estrecho que fuese el lazo de los intereses econmicos entre Gran Bretaa y Noruega, no poda hablarse de que el Gobierno de Haakon VII pensara en asociarse a la Triple Entente. Suecia tema a Alemania. pero, an ms a Rusia. Contra el peligro ruso, disfrutaba la ventaja de una garanta franco-inglesa desde 1855, pero Gran Bretaa y Francia, con ocasin de la secesin noruega, anularon dicha promesa. En el otoo de 1913 hizo conocer a sus poderosas vecinas su intencin de mantener 'la neutralidad en caso de conflicto europeo. y de emplear sus fuerzas militares o navales contra la primer potencia "1ue violase su neutralidad. Dinamarca se senta ms angustiada an porque el archipilago dans dominaba la entrada del Bltico, tema, pues, en caso de guerra entre las grandes potencias, tener que servir de bases de operaciones para Gran Bretaa contra Alemania o bien sufrir una ocupacin preventiva por el ejrcito alemn, a la que ms tema era a su inmediata vecina, Alemania, por ello se guard mucho de hacer el menor gesto en favor de los daneses que, en el Slesvig del Norte, vivan desde 1864 (1) bajo la dominacin alemana. El Gobierno belga saba muy bien que los beligerantes, en caso de conflicto general, se dejaran guiar nicamente por sus intereses estratgicos, y Blgica, a pesar de su estatuto de neutralidad, se transformara sin duda en un camoo de batalla. Se daba cuenta (el jefe de Estad 0 Mayor l; hizo consta~ en octubre de 1912) de que el peligro alemn era el ms grave, pues el ejrcito germano, ms que en ningn otro, tendra inters en violar esa neutralidad: Sin .embargo, una parte de la opinin pblica tenda a disminuir tal peligro. Los lazos econmicos y financieros actuaban en favor de Alemania que era, con mucho, el mejor cliente de la exportacin belga, y que posea en Amberes oosiciones comerciales considerables; la propaganda pangermanista renetr en algunos medios flamencos, los militares catlicos desconfiaban de la poltica religiosa francesa, por ltimo, la "alta sociedad" apreciaba en los alemanes el respeto de las jerarquas sociales. Aquellos indicios llevaron al ministro de Francia a escribir que las clases dirigentes tenan, respecto a Alemania, una "actitud reve1
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rente". Fue esa situacin lo que incit al Gobierno para no tomar posiciones? Tal vez, pero pensara sobre todo que agravara los riesgos de invasin si no respetase estrictamente sus deberes de neutral. Por tal motivo descart la )osibilidad de un acuerdo con Francia y con Inglaterra, que tendra por objeto prever las medidas que deberan tomarse en comn caso de violacin de la neutralidad belga por Alemania. Ciertamente, en 1906, acept conversaciones entre su Estado Mayor y el Estado Mayor ingls. el cual ofreci enviar un cuerpo expedicionario en cuanto Blgica fuera invadida; pero ese ofrecimiento permaneci en estado de proyecto, porque el Gobierno de Bruselas no otorg jams una adhesin explcita a las conversaciones del Estado Mayor: le pareci suficiente conocer las intenciones tranquilizadoras de Gran Bretaa. En 1912, cuando el Estado Mayor francs pens en una entrada "preventiva" de tropas francesas en Blgica el da que la violacin de la neutralidad, por parte de Alemania, pareciera inminente; y cuando un portavoz del Estado Mayor ingls hizo alusin a la misma posibilidad-desmentido en seguida por los Gobiernos, primero en Londres y luego en Pars-, el Estado' Mayor y e! Gobierno belgas declararon categricamente que impediran, a cualquiera que fuese, entrar en su pas. Blgica-segn dijo el presidente del Consejo, Broqueville, jefe del partido catlico-se propona garantizar su independencia en caso de conflicto franco-alemn, y aliarse. contra el estado que violase su neutralidad, con el que la respetara. "Mantener un prudente equilibrio entre sus dos poderosos vecinos es. evidentemente, la preocupacin constante del Gobierno belga", escribi en diciembre de 1913 el ministro de Francia en Bruselas. Tal conducta llev a algunos hombres de estado, en Gran Bretaa y en Francia, a creer que el Gobierno belga, en caso de invasin alemana, se limitara quiz a una protesta de forma, apoyada solamente por "algunos tiros". _ La poltica espaola se haba acercado en 1907 a Gran Bretana y a Francia (1). El rey Alfonso XIII pensaba a la sazn aprovecharse de las rivalidades internacionales. El jove,n soberano deseaba que su Estado volviese a ocupar un puesto en la gran poltica, observaba las perspectivas nuevas que se anunciaban en el Mediterrneo; y para asegurarse los medios de desempear un papel all hizo establecer en la primavera de 1913 un programa de construcciones navales: seis cruceros acorazados; pensaba tambin ofrecer su concurso a Francia y a Gran Bretaa, con la esperanza de obtener a cambio la realizacin de la unidad ibrica. Por dos veces, en mayo y en diciembre de 1913, se encontr el rey en Pars con el presidente de la Repblica. En caso de guerra franco-alemana ofreci poner a disposicin de Francia los ferrocarriles espaolas para ahorrar a las tropas francesas de Africa del Norte los riesgos de un transporte por va martima, y los puertos espaoles a
(l) Vase anteriormente, pg. 504.
disposicin de las escuadras francesa e inglesa. Su deseo era, segn declar, colocarse "resueltamente al lado de Francia y de Gran Bretaa". Incluso pens tambin, acaso, en movilizar dos cuerpos de ejrcito que fueran a combatir en Francia. Qu compensacin esperaba? Con una simple alusin descubri sus deseos: si la anarqua se apoderara de Portugal, Espaa podra encontrarse en Ja obligacin de intervenir. El asunto no pas adelante: el Estado Mayor francs estim que el transporte de tropas por medio de los ferrocarriles espaoles sera lent y precario; el embajador de Francia en Madrid no crea que el personal poltico, ni tampoco la mayora de los ministros; compartiesen las opiniones del rey; y el embajador de Francia en Londres record que Gran Bretaa no admitira en ningn caso la anexin de Portugal a .Espaa. El Gobierno francs se abstuvo, pues, de responder a las insinuaciones del rey. La paz balcnica, establecida en agosto de 1913 por el tratadQI! de Bucarest, fu_ precaria. Los vencidos-Turqua y Bulgaria-pensaron, desde el otono, en celebrar una alianza contra Serbia y Grecia: el tratado tendra en cuenta una guerra de desquite, pero a cierto plazo, pues Bulgaria crea necesitar cuatro aos para reorganizar sus fuerzas. Esa coalicin blgaro-turca deseaba conseguir el apoyo de AustriaHungra. "Ayudadnos"; sabremos ser agradecidos", declar el rey Fernando el 8 de noviembre de 1913 al ministro austro-hngaro de Asunt?s .~xtcriores. Per? el Gobi~rno alemn .estimaba preferible una negociac1on cort Rumama y Grecia. El porvemr de las relaciones entre Austria-Hungra y Serbia se hallaba, por supuesto, en el primer plano de las preocupa;:ion.~s del Gobierno austro-hngaro, que, sin embargo, no consegua aun f1ar sus proyectos. El jefe de Estado Mavor, Conrad von Hotzendorff exigi, el 3 de octubre de 1913, al Cons~jo de Ministros que pusiese inmediatamente en claro el asunto: "O Serbia se agrega a nosotros, completa y lealmente, o s~ llegar a una hostilidad declarada, momento." Proyecto peligroso, replicaron para l.o. cual es fa~orable los mm1stros austnacos; ciertamente, que el da en que Serbia provocara una agitacin separatista en las provincias yugoslavas de la doble Monar9ua sera preciso resistir, pero por qu anticiparse? En cuanto a Grecia, la qu lado se pondra 7 El presidente del Consejo, Venizelos, afirr~aba sus simpat~s. por la Triple Entente, mientras que el rey Constantmo declar al mm1stro alemn de Asuntos Exteriores su deseo "de realizar la unin de Grecia a la Triple Alianza". La orientacin futura iba unida al resultado de la lucha por el poder, que comenzaba a dibujarse, entre el ministro y el soberano.
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BIBLIOGRAFIA Este captulo se funda, sobre todo, en las informaciones que ofrecen las j!randcs recopilaciones de documentos dipl<>mticos, citados anteriormente, en la pg. 331. Del;>cn consultarse, por olra parte, adems. de las obras citadas anteriormente: na 115.--0. WEDE.I.: Austro-German Dip/omatic Relations, 1908-1914, Stanford Univ., 1932.-G. VoLPE: L' Italia ne/la Trplice Alleanza, 1882-1915, Miln, 2.~ ed. 1941.-N. lORGA: Comment la Roumanie s'e.st detache de la Trplice, Bucarest, 1933.
A ME
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SALVA-
Por cinco veces en menos de diez aos pareca probable la guerra en Europa. El conflicto, en cada una de estas crisi' diplomticas, cuya iniciativa haba estado en manos de Alemania, y de Austria primero y de Rusia despus, amenazaba arrastrar a todas tas grandes potencias. Que dos grandes estados pudieran enfrentarse, mientras que los dems permaneciesen como espectdores-lo mismo que lo haban sido en verano de 1870-1871-era una posibilidad remota: Ja guerra, de estallar, sera europea. Se deba esto a la formacin y refuerzo de Jos "bloques" oponentes? Verdad era que los compromisos de alianza implicaban la extensn dei conflicto; pero en el nimo de quienes los contraan tales promesas tenan poi objetivo solamente llevar al adversario vrtual a reflexiones saludables y obligarle a la prudencia, o bien abrir el camino para ~na negociacin de fuerte a dbil. La guerra? Los gobiernos an no estaban decididos a hacerla. En 1905 Schlieffen, jefe del Estado Mayor general alemn, y Holstein, director de los asuntos polticos. pensaron en una guerra preventiva; pero el canciller Blow solo quiso actuar por medio de presiones diplomticas. En 190~ Aehrenthal y Blow, cuando dirigieron al Gobierno ruso un requerimiento muy parecido a un ultimtum, de ningn modo pensaban en la guerra, pues estaban seguros de que el enemigo se inclinara. En agosto de 1911, en el momento en que Kiderlen quiso apoyar su maniobra de intimidacin con un llamamiento a los reservistas. Guillermo II se opuso a ello; por otra parte, los diplomticos que, en las oficinas del Quai D'Orsay, inducan a una intransigencia netamente verbal podan ser tachados de ligereza, no de belicismo; el observador penetrante que era Paul Camban escriba el 8 de septiembre, en el mon1.11lo en que de nuevo surga la crisis: "En el fondo, nadie en Europa quiere la guerra. y se buscarn todos los pretextos para evitarla." El Gobierno ruso, aun cuando en noviembre de 1912 acababa de preguntar al Gobierno francs si podra contar, en caso de guerra con las potencias centrales, con el apoyo de Francia, no opuso ninguna rplica a las medidas militares tomadas en Austria-Hungra. porque no quera agravar los riesgos de conflicto. En octubre de 1913, cuando Guillermo II empuj a Austria-Hungra contra Serbia y aluda a una asistencia armada, saba que un apoyo moral sera suficiente, pues "ni Francia ni Rusia quieren la guerra". Y en cada ocasin crtica el gabinete ingls repeta que el asunto no vala una guerra. Pero el recurrir habitualmente a las medidas de intimidacin y a las presiones diplomticas basta para que los pueblos se acostumbren a la idea de conflicto. Este estado de espritu era el que, a finales
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del 1913, tenda a convertirse en el rasgo dominante de las relaciones internacionales: despus de cuarenta aos de paz. los hombres pensaban ms fcilmente en la posibilidad de una guerra. En Francia, algunos hombres polticos comenzaron a creer que la guerra sera inevitable dentro de dos o tres aos, y que quiz valdra ms hacerla en seguida. En Alemania, el jefe del Estado Mayor general, declar al rey de los belgas: "No deseamos la guerra: pero la haremos, para acabar de una vez."
UBRO TERCERO
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A p<!Sar de las amenazas de conflicto en Europa, la expans10n europea hacia los otros continenll!s prosigui sus xitos durante los primeros aos del siglo. Expansin econmica: aunque Europa estuviera lejos de poseer las reservas ms importantes de materias primas (produca el 50 por 100 del carbn y del mine,'Jl de hierro, pero solamente el 20 por 100 de petrleo, el 15 por 100 de la lana, el 7 por 100 del cobre, y el 1 por 100 del algodn), posea, en 1913, un 52 por 100 de la produccin industrial mundial; su preponderancia se mantena, sobre todo en la metalurgia (60 por 100 de produccin de fundicin) y en la industria textil (70 por 100 de los husos en servicio en las hilandera~ del algodn). En los intercambios comerciales contaba con un 61 por 100; y el tonelaje de su marina mercante lleg al 85 por 100 del tonelaje mundial. Expansin financiera: las inversiones efectuadas fuera de Europa por los tres grandes Estados europeos, que eran los principales exportadores de capitales-Gran Ilretaa. Francia y Alemania-, alcanzaron en 1914 por lo menos 125 millares de milln de francos-oro (siendo esta la valoracin ms modesta) y quiz incluso 185 millares de milln, segn un informe establecido por la Cmara de Comercio Internacional. Expansin humana: la corriente de emigracin hacia los otros continentes arrastr en 1913 1.350.000 personas; esta cifra era la ms alta que se haba alcanzado nunca. Expansin religiosa: las misiones catlicas, colocadas bajo la direccin de la Propaganda-tenan 16.000 miembros; las misiones protestantes. organizadas por un centenar de sociedades, 8.000; las misiones de la Iglesia Ortodoxa rusa, aunque tuvieron alguna actividad, a partir de la fundacin, en 1842, de una "Academia misional" en la Universidad de Kazan, solo desempeaban, fuera de Jos territorios rusos, un papel muy restringido. Al mismo tiempo que trataban de extender su fe, estos misioneros eran, por sus obras de enseanza, los agentes activos de difusiJ:! de la civilizacin europea, pues propagaban una concepcin de la vida y del mundo, un ideal humanitario y tambin conocimientos tcnicos. Expansin intelectual: Ja influencia de las ideas polticas que se encuentran en la base del liberalismo democrtico y que eran consideradas entonces por los europeos como el signo mismo de Ja civilizacin se extendi en los otros continentes ms all de las 7-.onas de pobli:icin blanca; estas ideas encontraron adeptos en las ;:-cgiones del cercano Oriente. donde dominaba la civilizacin islmica e i.ncluso, desde haca algunos aos, en el rea de la civilizacin china. A. pesar de la
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diversidad de los temperamentos y de las cultur2s; a pcsz'.: las rivalidades ci;Je los enfrentaban entre s, los pueblos europeos ':-resentaban, en Jc,::; relaciones con las ;x>blaciones de los otros contine:~es, una unidad, porque sus mtodos y. tambin sus formas de civiliz:>.cin eran anlogos. Pero, en 1914, la guerra iba a desgarrar a Europa y a deshacer, al mismo tiempo, la preponderancia que conservaba el "viejo continente" en la vida general del mundo. Es. pues, necesario sealar aqu, en esta historia de las relaciones internacionales. un comps de espera: tratar de mostrar los resultados conseguidos hasta aquella fecha por la expansin europea en el mundo -resultados variables segn los medios sociales e intelectuales donde se ejerca-; valorar la fuerza de Jos competidores con los que chocaba dicha expansin en Amrica y en Asia; estudiar, por ltimo, las condiciones en las que se desarrollaron, entre los estados europeos, los orgenes inmediatos del conflicto que, a principios de agosto ele 1914, lanz unos contra otros a 350 millones de hombres y que arroj a Europa por el camino de la decadencia; tales deben ser las lneas generales de este cuadro.
CAPITULO XIV
En el continente asitico--{:on ms de la mitad de la poblacin del mundo-el Japn solo ocupaba una pequea franja litoral: Corea y M:::ichuria meridional. En todos los dems sitios mantena Europa el papel dominante. Los Estados europeos, que eran dueos de las rutas martimas en el Ocano Indico y en el Pacfico del Sur, cuyos archipilagos se haban repartido, posean, a ttulo de dependencias, Siberia, el Turkestn, la India, la mayor parte de Indochina y las Islas de la Sqpda. En Siberia los progresos de la colonizacin rusa fueron rpidos desde que el transiberiano lleg (1900), en Tchita, a la frontera ruso-china, permitiendo esta va frrea la llegada de inmigrantes-700.000 anuales en los m~jores aos-al mismo tiempo que la exportacin de los productos locales. Estos territorios, en los que las poblaciones indgenas vivan, sobre todo de la ganadera, se estaban convirtiendo en regiones agrcolas, desde que los campesinos rusos se establecieron en ellas: las provincias de la Siberia occidental, aquellas cuya superficie de suelo cultivable era ms importante (4 millones de hectreas, en 1911) comenzaron a exportar trigo y productos avcolas. La importancia de los recursos del subsuek> era conocida; pero el carbn y el mineral de hierro de Siberia oriental no se haban puesto en explotacin todava, pues los principales yacimientos, los de Jakutsk, se hallaban a 1.000 kilmetros del camino frreo; en Siberia occidental, por el contrario, a 400 kilmetros de Tomsk, la cuenca hullera de Kuznets, cuya explotacin se inici en 1898, . dobl su produccin entre 1911 y 1914, y, a pesar de todo, segua siendo modesta. En cuanto a las industrias de transformacin-la motinera, la industria del lino, las empresas metalrgicas-, apenas empezaban a despertar y, con todo, eran capitales ingleses o alemanes, y no rusos, los que se aventuraban en ellas. En resumidas cuentas: las perspectivas del porvenir se valoraban en su justo precio; pero las condiciones nuevas de la vida econmica eran demasiado recientes para que fuesen importantes los resultados conseguidos. En el Turquestn ruso, donde el ferrocarril transcaspiano haba sido ac;ibJdo en 1899, la nueva va frrea, -que una a Oremburgo en el Ural meridional, con Tachkent, por el valle del Sir-Dara, fue '<icabado en 1905. Unicamente en Tachkent, centro administrativo y militar, constituan los rusos una parte importante de la poblacin; en todos los dems sitios, eran todava muy poco numerosos (en 1914, 73.000, en
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tre una poblacin total de 8.714.000 habitantes). La presencia de colonos rus(.s, por otra parte, solo ti!na en aquel momento una importancia secu:1daria para el desarrollo econmico, pues tales campesinos se dedicaban sobre todo a las actividades que haban practicado antes de establece; se en Asia: seguan sirndo productores de cereales y ganaderos. Gncias a la mano de obn indgena, acostumbrada, de tiempo inmemoria', a las prcticas de la . rrigacin, la administracin rusa modific la vida econmica: empren1 li el desarrollo del cultivo del algodn, financiando la construccin le canales de regado e importando granos americanos;, .en 1910, ms de 400.000 hectreas se cultivaban con algodn, y solo la prqvincia de Ferghana proporcion la mitad de la materia prima necesaria para la industria algodonera rusa. El "servicio hidrolgico'', que acababa de crearse, tena vastos proyectos; pensaba hacer cultivables ms de 'dos millones de hectreas e instalar al en seguida colonos rusos. Sin embargo, tambin aqu la transformacin del pas, bajo el impulso de las tcnicas europeas, estaba solamente en sus comienzos. En la India, que con sus 315 millones de habitantes era el nico ncleo humano que poda compararse numricamente con la China, la administracin inglesa, haba comprendido, desde haca mucho tiempo, que para explotar los recursos del pas en materias primas y desarrollar la venta de los productos manufacturados, era necesario construir una red de ferrocarril: desde 1869-en el momento en que la apertura del Canal de Suez aproxim a Europa el Asia meridional-el tren una ya a Calcuta con Delhi y Bombay-; en 1890, la India posea 27.000 kilmetros de caminos frreos; en 1913, 54.000, es decir, cinco veces ms que China. Al mismo tiempo que creaba estos medios de transporte. la autoridad britn,ica se preocup de aumentar, mediante extensas obras de irrigacin, la superficie de las tierras cultivables, y, entre 1900 y 1914, haba ganado .ocho millones de hectreas, sobre todo en el Pendjab y en el Sind: cre un Instituto de agricultura, que, por medio de las escuelas agrcolas provinciales y de las granjas modelos, difundi el uso de nuevas tc~icas e incitado a los productores a desarrollar los cultivos destinados a la exportacin: algodn, yute, granos oleaginosos. La existencia del ferrocarril fue lo que permiti explotar los yacimientos hulleros de Bengala y de las provincias centrales y los recursos en mineral de hierro, en el Dekan, destinadas a la consumicin local; tambin ella hizo posible, ms recientemente, incrementar la extraccin y la venta del manganeso, del que la India era a Ja sazn el suministrador principal de todo el mercado del mundo. En veinte aos, las exportaciones de gneros alimenticios y de materias primas se haban triplicado. Por ltimo, la India se convirti en un importante tnercaJo, en cuanto a productos manufacturados, textiles y metalrgicos-de origen europeo, sobre todo de Gran Bretaa. Es cierto que tal corriente de importaciones tenda a disminuir, a medida que se desarrollaban en la
India las industrias de transformacin. Las empresas de hilado y de tejido del algodn, creadas por capitalistas indios, con la asistencia de tcnicos ingleses ya haban conseguido, gracias a los bajos precios de Ja mano de obra, hacer fr~nte a la competencia de las telas de algodn de Lancashire, aunque los productos ingleses fuesen admitidos casi en franquicia; y colocaron a la India en el cuarto puesto de la produccin mundial. La industria del yute alcanzaba un auge que preocup, durante algn tiempo, a los productores ingleses. La industria metalrgica naci en 1907, y las fundiciones de acero de Bengala exportaban a Birmania y a China. La administracin inglesa, que al principio haba favorecido aquel desarrollo industrial. mediante la creacin de escuelas tcnicas, comenz a pe.rcibir sus posibles inconvenientes. Sin embargo, tales perspectivas todava no resultaban inquietantes. La India, en 1913, era el cliente ms importante de las industrias britnicas; reciba el l3 por 100 de las exportaciones inglesas. Gran reserva de materias primas y gran mercado de exportacin tambin era el campo predilecto de las inversiones de capital britnico en la construccin de caminos frreos y de la red telegrfica; pero, asimismo, en las- actividades agrcolas, industriales y comerciales el importe total de dichas inversiones alcanz a nueve mil millones y medio de francos. En 1as colonias y en los protectoracios de Indochina, la colonizacin francesa y la inglesa. dieron a la vida econmica, desde el principio del siglo xx. una orientacin nueva. Gracias a los trabajos de hidrulica agrcola, cuya iniciativa tom Ja administracin francesa, se aument la superficie de los arrozales y se pudo mejorar el rendimiento; tal aumento de la produccin permiti a la Indochina francesa convertirse en exportadora de arrbz. Los colonos franceses comenzaron a introducir nuevos cultivos-t. caf, caucho-en las mesetas de Annam. Sin embargo, los capitales franceses se dirigan con preferencia hacia las actividades industriales-la explotacin de los recursos de Tonkn en hulla y en cinc, las destileras de arroz, las fbricas de cemento artificial e incluso, desde hada algunos aos, las hilanderas de algodn y los talleres de construccin de mquinas. Pero aquellos territorios franceses no tenan an un sistema de transportes adaptado a sus necesidades: el ferrocarril transindochino que, destinado a unir la Cochinchina a Tonkn, se construa desde diez aos atrs, no estaba acabado; y como esa va frrea careca de ramales en direccin a la cordillera annamita o a las mesetas de Laos, la explotacin de los recursos forestales segua siendo muy difcil. La colonizacin inglesa pareca haber obtenido resultados ms considerables en Birmania, en donde la produccin del arroz haca progresos comparables a los realizados en Cochinchina; pero donde las iniciativas britnicas eran adems muy eficaces para el desarrollo Je las plantaciones de caucho y para la expiotacin de madera de teca; se deba tambin a los cuidados de la administracin inglesa
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y a los c,:;italcs ngleses la explotacin de los yz:imientos ;Jetrleo, Ol. organizada, en 1911, en la alta Birmania, por el i:fitish Bun El gran Imperio colonial holands-rosario de islas y de 2rchpilagos que de Sumatra a Nueva Guinea se extenda, de Oeste a Este, 5.000 kilmetros-contaba, en 1914, con unos cincuenta millones de habitantes, concentrados sobre todo en Java, en la cual vivan treinta y cinco millones de hombres, en una superficie igual a la cuarta parte de Francia. A la masa de la poblacin indonsica, cuya mayor parte se haba convertido a la religin islmica, tenan que aadir los chinos -unos 800.000-que se ocupaban del comercio al detall, y los rabes -130.000-. La poblacin europea, que era casi exclusivamente holandesa, no pasaba de 150.00 personas, incluidos los funcionarios y los soldados. La colonizacin holandesa se impuso como objetivo, desde 1830, establecer plantaciones que, con iniciativas europeas, produjeran los gneros alimenticios y las materias primas destinadas a la exportacin (azcar de caa, caf, cacao, aceite de palma, caucho): mientras que las plantaciones indgenas-arroz, yuca, cacahuete-trabajaban sobre todo para el consumo local. En Java-la nica parte de ese imperio 'donde tena importancia la colonizacin europea-, dos mil plantaciones (dirigidas sobre todo por holandeses y algunas veces por ingleses), proporcionaban el 85 por 100 de los productos destinados a la exportacin. La explotacin de los productos del subsuelo-el estao de las islas Banka, el mineral de hierro de Borneo y de las Clebes, el petrleo de Borneo, de Sumatra y de Java-solo comenz a partir de 1880; el Estado, propietario del subsuelo, practic la explotacin directa, o bien otorg concesiones a largo plazo. En 1914, el resultado de esta obra colonial era muy considerable, desde el punto de vista econmico. Gracias a un cuerpo de administradores de competencia notable, al espritu de iniciativa de los plantadores y a la afluencia de capitaies (cuyos dos tercios eran solamente holandeses) las Indias holandesas ocupaban un puesto importante en la vida general del mundo. Pero tal prosperidad no beneficiaba ms que a los europeos, o, en algunos casos, a los emigrados chinos; la masa de la poblacin indonsica continuaba, en la proporcin de un 95 por 10, viviendo dentro del tradicional marco de la economa local. En esas colonias europeas de Asia, la dominacin de los blancos no estaba amenazada seriamente. En Siberia no poda estarlo, pues la poblacin indgena-:-870.000 habitantes, en total de 15 millones-se hallaba ahogada por la inmigracin, y adems no pareca en aquella poca ser capaz de un esfuerzo intelectual o poltico. Podra estarlo en Turquestn, donde los colonos rusos se encontraban en nfimo nmero, y la poblacin musulmana rehusaba todo contacto social con los invasores; pero las guarniciones rusas ocupaban, slidamente, todos los puntos estratgicos. Se mantena, sin esfuerzo, en las Indias holandesas, donde lo blancos eran, no obstante, poco numerosos. Tan prolongada seguridad se debi tal vez a los mtodos de la administracin holandesa, que no
:;e preocup, en el siglo XIX, de difundir la civmzaci6n europea, retardando as h. formacn de una minora indgna; solo en 1901 hizo alusin el gobierno a su "deber moral" hacia las poblaciones, y en 1907 comenz a organizar una enseanza primaria. As, la nica reivindicacin de la que hubo de preocuparse la administracin fue la de los chinos, que en los primeros aos del siglo exigieron el beneficio de un estatuto superior al de la masa indonsica. Pero, a partir de la admisin de los indgenas en los establecimientos holandeses de enseanza, comenz a despertarse una oposicin; en 1911, la sociedad Sarekat Islam, simple agrupacin de comerciantes primero, se transform en una asociacin poltica que reclam, para los musulmanes, una participacin en la administracin. Sin embargo, este primer grupo de resistencia no reivindicaba todava la emancipacin ni haca pesar ninguna amenaza sobre la presencia europea. Solo en la Indochina francesa v en la India inglesa se manife~aron sntomas de resistencia, cuyo alca"'nce era desigual. En Indochina, entre una poblacin de 18 a 19 millones de habitantes, los franceses-incluidos militares y marinos-sumaban 24.000, el malestar poltico, cuyo carcter fue sealado por el gobernador general en un informe redactado en 1909, era consecuencia directa de la guerra rusojaponesa, la primera victoria ganada por, los amarillos sobre los blancos, desde que se hub desarrollado el imperialismo colonial europeo. En los peblos se llev a cabo una propaganda oral por nacionalistas annamitas intelectuales o jvenes formados en las escuelas francesa~. Con qu divisa? Restablecer la independencia de Annam y elevar al Estado al nivel del /apn, mediante la asistencia financiera y poltica de los nipones. Pero el movimiento insurrecciona!, cuyos prembulos aparecieron en el alto Tonkn, en 1908, fue rpidamente reprimido. La resistencia nacional tomaba en la India una amplitud completamente diferente. En aquella masa humana, en cuyo seno los ingleses -60.000 soldados, 25.000 funcionarios, 50.000 colonos-se hallaban sumergidos, fue necesario, en inters del desarrollo econmico, formar, en la escuela y en la Universidad, una minora escogida indgena. Tales jvenes que, por centenares de millar, se~u~? la ense~a_nza ingles~; los comerciantes, que obtenan a menudo pmgues benef1c10s a partir del establecimiento de las vas frreas llegaron a ser los promotores o los sostenes del movimiento nacional, dirigitlo contra la dominacin britnica. Pero a costa de algunas concesiones-una reforma de las instituciones polticas que estableci un rgimen "semirrepre:entativo":- ~ran Bretaa, en 1914, pareca haber vuelto a hacerse duena de la s1tuac1n. No proclam el jefe de los nacionali~tas .mo~erados, Gokh~le, en el Congreso nacional de 1909, que la dommac1n mglesa haba sido, para la India un instrumento de progreso y que solo ella era capaz de asegurar "~l orden y la paz" en aquel pas donde la poblacin era heterognea? * .. *
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J:?l _pape~ de Euro~a no se limitaba a las regiones sometidas a su admmistra~in. Tambin tena importancia en el Imperio chino y en el cercano Oriente, donde los grandes Estados se repartan de derecho 0 de .hecho, ~onas de influencia econmica, que podan abrir ei camino a la mfluenc1a poltica. En Chi? donde vivan, en 1914, 65.000 europeos (mientras que, en 189?. su numer<? era apenas de 12.000, la influencia de Europa resultaba dec1s1.va en la. vida econmica y financiera. Un 70 por 100 de los inter cambios e~enores se efectuaba con Europa. Los capitales invertidos por los extranJeros-3.035 millones de francos-oro, Gran Bretaa; 1.315 millone~, Alemania; 1.354 millones, Rusia; 855 millones, Francia-eran de origen eur?peo, ei: la proP?r~in de un 85 por 100. Los grandes bancos ql!e serv1an de mtermed1anos entre los ;omerciantes chinos y el extr~nJer? (pues los bancos chinos solo se ocupaban de las transacciones mtenores) eran sobre todo ingleses: la Banque de Hongkong et Changhal, fundada _mc:dio siglo antes, mantena un papel preponderante; pero la Deutsh-Astatzsche Bank, desde 1891, la Banque-russo-chinoise, desde ,l,895, la Banque de l'l?do-C~i;ie, desde 1899, y la Banque belge pour l etranger, desde 1902, tntervmieron activamente en las empresas de obras pblicas. ~os europeos conservaron en las empresas industriales un papel predomm~te, al que las recientes iniciativas japonesas todava estaban mu:f le1os de amenaza~: las principales fbricas de algodn en Shanghai, en H~keu, en Nmgpo, eran empresas europeas, como los diques de Sh.angha1 <i:er~enecan a una gran sociedad inglesa), los talleres de matenal ferroviario. y_ los ast~ller?s ?e construccin naval; los ingeniero~ de los estab!ec~tmentos mdustnales, creados por iniciativa de los chm?s eran, casi siempre, europeos; y tambin formaban los cuadros t~cn~cos de los ar~ena~es chinos: solo haba en Shanghai una importante f~nca-de maqumana-donde los ingenieros fuesen chinos. ~a construccin de las vas frreas fue, entre 1898 y 1907, obra exclusiva de europeos, que impusieron. al gobierno chino la firma de contratos de ~oncesin. Cierto, que desde 1908, los medios oficiales de Pe~n, consc1e?tes de la. amenaza, que impli<;aban tales mtodos para la mdepend~nc1a ~conm1ca del p~~ comenzaron a reaccionar: el gobier no, al mismo tiempo que. se dmgfa il'' ~ancas extranjeros, para procurarse. los r~curs~s, a sociedades extran1eras para la ejecucin de los trab,a1os, a mgeni~ros extranje~os i:ara la direccin del trfico, se propo~1a en lo suce~1vo ser _propietano de los ferrocarriles y explotarlos bao su mando directo. Sin embargo, la parte europea sigui teniendo amplia preponderancia: en 1911, en una red de 11.753 kilmetros, en total, 7.687 kilmetros pertenecan a sociedades europeas. . Esta in~uencia econmica y financiera de los europeos se vio confm?a~a, e mcluso aumentada, despus de la revolucin que expuls, en el mvierno de 1911-1912, a la dinasta manch y estableci un rgimen republicano, desviado, en seguida, hacia una cuasi-dictadura. El Pre-
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sidente de la Repblica china, Yuan-chi-Kai, a pesar de la oposicin del Parlamento, firm, el 27 de abril de 1913, un contrato de emprstito con un Consorcio bancario internacional. Con objeto de obtener los recursos necesarios para la reorgaajzacin administrativa y econmica de China-630 millones de francos-oro-se vio obligado a someterse a condiciones muy duras: control, ejercido por consejeros financieros europeos, sobre ~! empleo de los fondos; entrega, al Consorcio, del producto del impuesto de la sal, como garanta del pago de los intereses; derecho de prioridad, reconocido al citado Consorcio, para los futuros emprstitos. Evidentemente, aquellas clusulas eran de tal naturaleza, que favorecan la penetracin de la influencia econmica europea, pues los miembros del grupo disponan de un medio de presin permanente sobre la administracin china. Pero--el hecho :merece nuestra atencin-las grandes potencias se orientaban hacia una explotacin "conjunta" del mercado chino: la formacin del Consorcio cerraba el camino a las iniciativas de un Estado europeo que quisiera atribuirse ventajas preponderantes, era incompatible con un desarrollo de la poltica de las esferas de influencia. Tales perspectivas, que Raymond Poincar va haba indicado, en marzo de 1912, durante una entrevista con Isvoi;ky, permitan pensar que la competencia entre lo ;uropeos fuese a atenuarse: ern. aquel, pues, en los mtodos de la ex:: :::;sin, un aspecto nuevo. . . Semejante conjuncin de esfuerzos, en Ja Chma propiamente dicha, no obstaculizaba, por otra parte, las iniciativas tomadas por los ingleses y por Jos ruso& para asegurarse, aprovechndose de la revolucin china, una influencia en las zonas limtrofes. Los prncipes mogoles que haban expulsado, en octubre de 1911, al comisario chino residente en Ourga y proclamado la autonoma de la Mogolia exte;;ci:-, celebraron un tratado con Rusia en noviembre de 1912: el gobic:-:.o del Zar les prometi apoyo, para mantener la autonoma del terri :_.: o, a cambio de que autorizasen a los ciudadanos rusos para compra: -e:-renos, crear esta.i),ec~mientos comerciales y explotar los recursos m:.- :Js. En el Tibet, donde el residente chino, expulsado a finales de 19,~:. por una insurreccin, volvi a instalarse, por la fuerza, en 1912, el gobierno ingls puso trabas a la restauracin de la dominacin china: el 6 de junio, el acuerdo firmado, en Simia, entre tibetanos e ingleses prevea que el Tibet exten"or, es decir, la regin de Lhassa, se apartara de China, y que el gobierno de aquel estado autnomo organizara un ejrcito, con ayuda de instructores ingleses, y un servicio de calicatas mineras, con ingenieros tambin britnicos. Yuan-Chi-Kai se neg a reconocer, en el Tibet, el hecho consumado; pero acept la autonoma de ia Mogolia exterior y los privilegios conseguidos por los rusos, con la condicin nica de que las tropas del Zar no emrasen en Mogolia. De hecho, aquellos pases vasallos se separaron de Chn~. Cmo Yuan, en el momento que ms necesitaba el concurso financiero de los europeos, se atrevera a oponerse formalmente?
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Pero si bs intereses econmicos y financieros de los europeos mantenan una .p1scin ampliamente dominadora, la influencia de las concepciones polticas europeas, desp_us de haber sido preponderante (el padre de la revolucin china, Sun-Yat-Sen, haba estudiado a Montesquieu, a Bakunin y a Henry George) se encontraba, despus de la revolucin de 1911-1912, superada por Ja influencia americana: Ja del jurista Goodnow, que se convirti en el principal conseje~o extranjero de Yuan-Chi-Kai, y que colabor, a principios de 1914, en el establecimiento de textos constitucionales, muy alejados, por otra parte, de toda nocin democrtica. Por ltimo, la influencia de la civilizacin occidental en las formas de vida social o familiar, se difundi sobre todo a travs del apostolado misional; misiones catlicas, con preponderancia de religiosos franceses, y misiones protestantes, americanas e inglesas (el papel de las mi siones ortodoxas fue casi insignificante). Aunque, entre 1871 y 1914, el nmero de los chinos convertidos al cristianismo se cuadruplicara, el balance de esta obra misionera permaneca en un plano bastante modesto: en 1914, el nmero de catlicos chinos apenas pasaba de 1.100.000; y las Iglesias protestantes tenfan, cuando ms, 860.000 adeptos (que no estaban todos bautizados) en una poblacin total que, segn parece era de unos 330 millones. Los dos tercios de tales convertidos vvan en las provincias costeras. En el Imperio otomano, que desde 1913 haba perdido casi todos sus territorios europeos (1), pero que conservaba, en Asia, un vasto podero territorial, Ja poblacin era turca en Anatolia. salvo la regin de Esmirna, de habitantes griegos; en todas las dems partes del Imperio, la dominacin otomana se ejerca sobre poblaciones halgenas: kurdos, armenios y sobre todo rabes. Tal situacin era favorable para la expansin de los europeos, siempre atentos a aprovechar las resistencias que se manifestasen contra los turcos. Esta penetracin extranjera se vea facilitada por el rgimen capitular que confera a los europeos, desde el siglo XVI, un estatuto privilegiado (2): libertad com.er cial, inmunidades de jurisdiccin e incluso, en algunos casos, exencin de impuestos. En todas las partes del Imperio, el desarrollo econmico haba sido obra de los extranjeros. Las grandes empresas (construccin de ferrocarriles y de carreteras, obras de regado, explotacin de recursos mineros) estaban todas dirigidas por hombres de negocios o tcnicos europeos y financiadas por capitales europeos tambin. La red ferroviaria se hallaba, en su mayor parte, en manos alemanas. desde que el gobierno otomano celebr en 1903 un co~t;ato de concesin del ferrocarril de Bagdad y sus ramales (3); la act1VJdad de
Vase anteriormente, pg. 515. (2) Sobre los orgenes de tal estatuto, vase el tomo l de esta Historia, p ginas 310 y 502. (3) Vase anteriormente, pg. 492.
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las sociedades inglesas, francesas y rusas se encontraba limitada a las zonas litorales: la parte-occidental del Asia Menor, Siria y los accesos del mar Negro. Las explotaciones mineras, segn la legislacin revisada en 1887, estaban regidas por contratos de concesiones, concedidos por el gobierno, bien a ciudadanos turcos, bien a extranjeros. De hecho, entre 1890 y 1912, 228 concesiones fueron distribuidas; 74 de las cuales lo fueron en beneficio de extranjeros; pero estos extranjeros-ingleses, sobre todo, franceses, belgas y a veces alemanes-fueron los que lograron todas las grandes concesiones= las minas de hulla de Heradea, las nicas que tenan alguna importancia, estaban en manos de los franceses; la explotacin de las minas de cobre en Diarbekir, y de cinc en Aidin, eran asunto de capitales y tcnicos ingleses. A dicha preponderancia econmica aadan los europeos otro elemento de influencia: el papel que desempeaban en la gestin de las finanzas pblicas del Imperio otomano, desde diciembre de 188'1, es decir, desde que el gobierno del Sultn, incapaz de pagar los intereses de su deuda exterior, tuvo que aceptar, por el "decreto de Muharrem", el control de sus acreedores y afectar al pago de tales intereses una parte de sus rentas fiscales y aduaneras, que se entregaban directamente al Consejo de Administracin de Ja Deuda Turca, designado por los tenedores. De hecho, aquel Consejo consigui, gracias a la calidad de los tcnicos ingleses y franceses, doblar el rendimiento de las rentas concedidas; tambin obtuvo fcilmente del gobierno otomano beneficiario de una parte del excedente, una ampliacin de su campo de accin. Los nuevos emprstitos exteriores, que Ja Puerta se vio obligada a contraer para pagar los gastos de la guerra de Tripolitania y de las guerras balcnicas, se sumaron para agravar an ms esta dependencia. En definitiva, tanto por la financiacin de las grandes empresas como por el ap0yo financiero prestado al gobierno turco, los europeos haban conseguido medios de accin que les permitan mantener al Imperio turco bajo su control. En la Deuda pblica, la parte de los tenedores franceses era de 2.400 millones de francos-oro, mientras que las partes alemana e inglesa constaban, respectivamente, de 900 y de 600 miIlones. En los asuntos privados tenan preponderancia las inversiones de capitales franceses-903 millones de francos-oro-; la parte alemana-750 millones de francos-oro, segn los clculos alemanes, probablemente excesivos-superaba a la parte inglesa, que no alcanzaba a ms de 230 millones. En ninguna parte aparecan capitales americanos. La influencia de las ideas polticas europeas solo era apreciable en medios restringidos-muchachos intelectuales que haban seguido la enseanza de las Universidades francesas o inglesas, y jvenes oficiales-. Con todo, unos y otros tenan una manera singular de interpretar los principios del liberalismo. Aunque la Constitucin de 1909 decida aue el Ministerio deba dimitir si el Parlamento votaba una mocin de desconfianza, no exista verdadero rgimen parlamentario, pues el
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nico partido polt1 .... o organizado-e! comit "Unin y Progreso"-impeda que la oposicin se manifestase y, mediante el rgimen de estado de sitio, suspenda el ejercicio de las libertades pblicas. Las misiones religiosas, que eran sobre todo catlicas (las organizaciones protestantes solo trabajaban en Armenia y las ortodoxas en Palestina), y que posean, en virtud de las Capitulaciones, un estatuto privilegiado, no conseguan penetrar, salvo raras excepciones, en las masas musulmanas; pero ejercan una accin eficaz en las regiones habitadas por cristianos cismticos, a los que trataban de atraer al seno de la Iglesia catlica. Por ltimo, la expansin europea comenz a manifestarse, pero nicamente en Palestina, bajo una forma nueva: una inmigracin juda. El objetivo, definido por el Congreso de 1905 era establecer un foco, que fuese lugar de refugio para los israelitas de Europa oriental; sobre todo para los de Rusia, amenazados por los Pogroms. En un ao, ocho mir de estos emigrantes fueron a establecerse en Palestina, gracias a los socorros financieros que les proporcionaba el fondo nacional judo: su presencia abri nuevas posibilidades a la vida econmica. Despus de la derrota sufrida por el Imperio otomano en el curso de las guerras balcnicas (1), los gobiernos europeos se preguntaban si la Turqua asitica podra sobrevivir, pues el xito obtenido por las poblaciones balcnicas era evidentemente de tal ndole que animara, en tre los rabes y entre los armenios, las tendencias separatistas. Intentaban, pues, asegurarse medios de accin. La poltica zarista explot el debilitamiento del Imperio otomano, para exigir que las provincias armenias de dicho Imperio fuesen administradas por un gobernador cristiano; pareca tener el proyecto de hacer que tales provincias se estableciese un rgimen de semiautonoma, que abriera el camino a una influencia rusa; ~ro no se vio a poyada por Francia ni por Inglaterra; consecuencia de ello, el gobierno turco se lifnit a prometer, el 8 de febrero de 1914, que dos inspectores europeos-un holands y un noruego-fuesen a Armenia para controlar la administracin turca; esta solucin descartaba las pretensiones del gobierno ruso. La poltica alemana, despus de diez aos de espera, acab por conseguir desarmar la resistencia que Francia y Gran Bretaa oponan a la terminacin del ferrocarril de Bagdad (2). Por el acuerdo franco-alemn del 15 de febrero de 1914, el gobierno francs autoriz la admisin de los ttulos del emprstito Bagdad a la cotizacin de la Bolsa de Pars, con la condicin de que los grupos financieros franceses conservasen el derecho de construir el camino frreo de Siria (Trpoli a Homs), y, de acuerdo con los rusos, los ferrocarriles del litoral del mar Negro (Samsun y Karput y a Van). El acuerdo anglo-alemn, formado el 15 de junio de 1914, decidi, a cambio de facilidades finan(l)
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cieras, que el ferrocarril de Bagdad no pasara dE: Basora, es 5ecir, que no llegar<: al golfo Prsico, y que la navegacin en el Chatt el Arab. entre Basora y el mar, sera concedida por el gobierno turco a una sociedad en la cual tendran preponderancia los capitales ingleses; por ltimo, la explotacin de los petrleos de Mesopotamia, cuya existencia era conocida desde 1890, sera confiada. por el Sultn, a una sociedad anglo-germano-holandesa, entendindose que un tercio de la produccin se reservara para las necesidades de la marina inglesa, un tercio para las de la alemana, y que solo el ltimo, tercio se destinara a la venta.. El gobierno itaiiano tambin se coloc en la fila de los peticionarios. Puesto que la guerra de Tripolitania le haba proporcionado la ocasin de ocupar, en el mar Egeo, las islas del Dodecaneso (1), pens crearse un puesto en el Mediterrneo oriental; se le vio negociar con el gobierno turco; luego, con Gran Bretaa: el acuerdo del 6 de marzo de 1914 autoriz a un grupo financiero italiano a construir un camino frreo que, partiendo del puerto de Adalia, en la costa meridional del Asia Menor, penetrara hacia el interior de la Anatolia. Este reparto ferroviario acab en el establecimiento de zonas de influencia econmica, pues los contratos de concf'sin de ferrocarriles implicaban privilegios para la explotacin de los recursos mineros en la regin atravesada por el ferrocarril. Pero se encontraban esos planes limitados a los beneficios materiales? Ciertamente, no; todos los participantes consideraban los acuerdos "ferroviarios como jalones colocados con miras a wi reparto posible de la Turqua asitica. Estas esferas de infhiencia-escriba (1) Jules Cambon-son "partes futuras". El embajador alemn en Constantinopla, sin desear aquel reparto, crea necesario prever sus particularidades. En definitiva, segn comprob. en diciembre de 1913, el embajador austro-hngaro (que hubiera querido ver a su gobierno tomar parte en la competicin) la poltica alemana tenda a establecer una especie de protectorado en las regiones de Asia Menor, en las cuales las poblaciones turcas se encontraban en mayora, sin perjuicio de abandonar a las otras potencias e~ropeas las regiones no turcas del Imperio otomano-Siria, Mesopotam1a, Armenia-; Alemania, escriba Raymond Poincar, se reserva "la parte del len". La penetracin de las influencias econmicas e intelectuales europeas fue menor en Persia, aunque la independencia de este estado se viese amenazada por las ambiciones rivales de los europeos. Gran Bretaa y Rusia, despus de haber intentado durante mucho tiempo sa.car ventajas la una sobre la otra, acabaron por celebrar un compromiso, en 1907, que poda ser prembulo de un reparto (2): los rusos .tenan el monopolio de las concesiones de ferrocarriles y de la explotacin de
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los recurso~ del subsuelo en toda la parte septentrional del pas-Ispahan, i::eher~n-que paree~~ ser la ms rica; Gran Bretaa posea derechos s1mtncos en la region del Sudeste, al Seistn, un territorio semidesrt~co, pero esencial para cubrir los caminos de penetracin hacia la India; entre las zonas de influencia rusa e inglesa quedaba una zona llamada neutral, donde poda proseguirse la rivalidad entre intereses e~onmicos extranjeros: esa zona englobaba las orillas del golfo Prsico. De hecho, el acuerdo no pona fin a la rivalidad entre ingleses y rusos, que, aprovechando los disturbios polticos persas, seguan procurando. asegurarse una influencia sobre los medios dirigentes. Pero los dos. rivales se apoyaron mutuamente para desbancar a posibles competidores, en ~910, cuando un grupo ban~ario, del que se sospechaba que defenda. mtereses alemanes, propuso en emprstito, y, en 1911, cuando el gobierno persa llam a un experto financiero americano, Shuster. Los. mviles de aquellas rivalidades eran, sobre todo, poltlcos y estratgicos. En tal fecha, las cuestiones econmicas no ocupaban todava el primer plano: la construccin de los ferrocarriles se hallaba esb.ozada nada ms (u!1a sola lnea, de 54 kilmetros, estaba en explotacin), aunque el primer contrato _de concesin se hubiese firmado doce. aos antes; l~ explotac!n de los recu,rsos petrolferos, cuya existencia fue reconocida a partir de 1908, apenas haba comenzado. . Si la, expansin econmica de Europa era modesta, la expansin relig:osa aun lo era ms. En este pas del Islam, el apostolado cristiano solo haba obtenido resultados mnimos: .las misiones catlicas-sobre todo las de los Lazaristas-no tenan ms de 10 000 fieles; los misionero.s ingleses. de la Churc? .Missionary.,Society anunciaban treinta y siete mil conversiones; las mlSlones ortodoxas trabajaban con xito pero solamente en un grupo de poblacin no islamizada, los nestorianos de la regin de Urmia. Unicamente en el campo de las ideas polticas era donde la penetracin de la influencia europea pareca ser ms notable. No garantizaba la Constitucin del 8 de octubre de 1907 las libertad.es individuales las libertades pblicas? No proclamaba el princip10 de .la separacin de poderes e incluso estableca el rgimen parlamentario? No se haba vencido la resistencia del Sah, en 19097 No llam el gobierno a consejeros extranjeros para reorganizar los servicios adminis~r~tivos, judicial;s y financieros? Pero la imitacin no pas de la superf1c1e. Para apreciar la deformacin que sufran las concepciones polticas europeas basta con comprobar cmo pesaban, en la vida parlamentaria, las autoridades religiosas: la Constitucin confera a los Ulemas un derecho de veto sobre las leyes votadas por la Asamblea nacional, en el caso en que estimasen que tales leyes se hallaban en contradkcin "con los santos principios del Islamismo".
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CAPITULO XV
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Africa era tierra de colonizacin. europea, con excepcin de dos estados independientes, la Repblica de Liberia, cuya poblacin. se form, en parte, por negros repatriados de los Estados Unidos, y Etwpa, en la cual Gran Bretaa, Francia e Italia establecieron, en, 1906, un reparto de zonas de influencia econmica. La dominacin, directa o indirecta. de los europeos modific las actividades econmicas, las estructuras sociales y las concepciones mentales. Pero las condiciones eran muy diferentes en las regiones mediterrneas, desde el mar Rojo al Moghreb, donde la preponderancia del Islam resultaba aplastante;. en Africa del Sur, fuertemente marcada por una poblacin, europea; y, por ltimo, en el Africa negra. Africa del Norte, si dejamos a un lado la Tripolitanli1-Cirenaica (donde la conquista italiana acababa de terminar sin que hubiera todava comenzado la colonizacin) se encontraba estrechamente ligada, a travs de la expansin francesa o inglesa, a la vida econmica de Europa. En Egipto, doncie la poblacin autctona contaba, en el seno de una gran mayora musulmana, con una importante minora copta, los europeos que all residen, que eran cerca de ciento veinte mil, solo moderadamente se haban asociado a las actividades agrcolas: nicamente seis mil de ellos eran terratenientes y posean en total unas 350.000 hectreas, es decir, el 14 por 100 del suelo laborable. Pero las obras pblicas y las empresas de transporte, las industrias y el comercio estaban casi totalmente en sus manos. Qu diferencia, sin embargo, entre los veinte mil ingleses que ocupaban los puestos de mando o de direccin, oficiales, funcionarios, ingenieros, grandes comerciantes; los catorce mil franceses, entre los que se hallaban los ms diversos tipos sociales, desde el gran hombre de negocios al modesto comerciante, y los treinta mil italianos (en cuyo nmero se contaba un gran contingente de triestinos), que eran casi todos artesanos, o ios cuarenta mil griegos, comerciantes detallistas, usureros o vendedores de bebidas 1 Pero todos aquellos europeos, por humildes que fuesen, se benefician de un rgimen de privilegio, ya que el sistema capitular los exima de los impuestos directos y les conceda inmunidades jurdicas. No podemos dudar de que la presencia europea y sobre todo las iniciativas tomadas por los ingleses, desde 1882, haban dado un gran impulso a la vida econmica: las obras de regado ejecutadas durante la
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administ\acin de Lord Cromer (la cual dur hasta 1907), aumentaron las superficies cultivables y permitieron desarrollar el cultivo del algodn o de la caa de azcar, as( como la construccin de vas firmes: 4.000 kilmetros, en 1903, en Egipto propiamente dicho, sin contar con el ferrocarril que une Alejandra a Kartum. Esa transformacin solo fue posible gracias a la afluencia de los capitales extranjeros, en la cual la parte de las inversiones francesas, ampliamente preponderante hasta 1903, decay, entre 1904 y 1914, en provecho ele las inversiones inglesas, valoradas, a la sazn, en 1.250 millones de francos-oro. Pero tal prosperidad no mejor la suerte de los campesinos: incluso la agrav a veces, porque muchos de los pequeos propietarios, incapaces de modificar sus mtodos de produccin por falta de medios financieros, fueron arruinados y desposedos; la creacin de un Banco agrcola, que les proporcionaba prstamos, retras dicha evolucin, sin suprimirla, no obstante. Por otra parte, no eran los campesinos miserables quienes pensaban destruir Ja estabilidad poltica: Ja resistencia a Ja presencia inglesa solo se manifestaba en la juventud intelectual, en la que el Partido Nacional, formado en 1904, representaba la tesis intransigente, de matiz revolucionario: mientras que el "Partido de la nacin", creado en 1907, bajo la direccin de Zagloul Pacha, declar que permanecera en los caminos de la legalidad. Cromer haba credo poder avenirse con la oposicin "constitucional": incluso parece ser que haba animado a la iniciativa de Zagloul para burlar el Partido Nacional: tal iniciativa no tardaran en lamentarla sus sucesores. Es evidente que entre Argelia, donde la dominacin se remontaba a ochenta aos, y Tnez, donde databa de treinta, Ja penetracin de las influencias europeas era muy desigual. En la primera, un rgimen de asimilacin administrativa y aduanera: una poblacin blanca-francesa o espaola-que llegaba, poco ms o menos, a un cuarto de la poblacin total; una legislacin agraria que tenda a abolir, progresivamente, las formas de Ja propiedad colectiva y a entregar a los indgenas ttulos individuales de propiedad; un derecho de sufragio concedido a algunos indgenas. En la segunda, un estatuto de protectorado; una legislacin aduanera que tena la obligacin ele respetar los intereses de los estados extranjeros; una colonizacin blanca, en la que los italianos eran tan numerosos como los franceses y conservaban, en virtud de las convenciones de 1896, un estatuto privilegiado con relacin al de los otros extranjeros (1). Pero en los dos casos la actividad econmica se babfa desarrollado gracias a capitales franceses, ya se tratase de la explotacin del mineral de hierro en el Ouenza, de la potasa en el sur de Tnez, del esparto en las altas mesetas argelinas o del cultivo de la vid en el Tell. La presencia francesa era, con todo, casi imperceptible, desde el punto de vista econmico y social, en el Imperio jerifiano, donde las lu(l)
chas llamadas de pacificaci6n no haban acabado (la mancha de Tazza solo fue reducida en mayo de 1914). No era posible animar la colonizacin-hizo constar en tal momento el informe del general Lyautey-mientras que el pas no tuviera un comienzo de preparacin econmica. Ahora bien: ese comienzo era muy modesto an: las tres carreteras que deban unir Casablanca con Rabat, Mazagn y Marrakech no se haban terminado; las obras del puerto de Casablanca no se adjudicaron hasta marzo de 1913 la construccin de ferrocarriles se encontraba solo en estudio. Unic~ente el e9uipo .escolar empezaba a organizarse en las ciudades, pero entre los diez mil alumnos de las escuelas primarias solo un tercio estaba formado por indgenas. . Africa del Sur era, sin duda, la parte del continente que ms rp1da?1e;ite se haba t~ansforma?o por las influencias europeas. El pescubnm1ento de las mmas de diamantes, despus, de las minas de oro en los lmites del Transvaal y del Orange provoc, desde 1890-1895, la afluencia de inmigrantes europeos; indujo a Cecil Rhodes a extender la dominacin britnica hacia nuevos territorios para cercar a las dos repblicas .bers, y a desplegar una red ferroviaria que alcanzaba en 1913 17.000 kilmetros ; y fue Ja causa determinante de Ja guerra que conc!~Y en 1_902, co.n la anexin de los pequeos estados (1). La explotac1on de dichas nquezas del subsuelo llev consigo una afluencia de capitales: las inversiones inglesas en Africa del. Sur llegaron a 9.250 millones de francos-oro, es decir, casi tanto como en la India. Provoc cambios importantes en el medio social indgena: los negros ms evol~cionados-bants y cafres-reunan, trabajando en las minas,. un pecuhC: q_ue deseaban emplear en la compra de tierras; se sentan, pues, mas intranquilos que nunca al ver que la tierra pasaba, en parte, a manos de los blancos. Por ltimo, aquella transformacin de la vida econmica atraa una inmigracin de chinos y, sobre todo, de hindes, que en Natal eran tan numerosos como los blancos, y por incitacin de Ghandi reivindicaban el derecho del voto. A estas consecuencias sociales del desarrollo econmico se aadan los cambios de mentalidad de los medios indgenas bajo la influencia de los misioneros: 300.000 negros haban sido convertidos por las misiones protestantes. El Africa del Sur se encontraba, pues, en plena fermentacin. Cierto que la poblacin blanca-21 por 100 de la poblacin total en 1910-era lo suficientemente numerosa para mantener slidamente una posicin preponderante. Pero boers e ingleses eran los enemigos de ayer, y la oposicin entre sus intereses econmicos aumentaba las antipatas y los rencores. El porvenir de la dominacin blanca dependa. pues, de la reconciliacin entre estos dos grupos. Tal era el objetivo perseguido desde 1906 por la poltica britnica, otorgando a Transvaal y a Orange
(1) Vase anteriormente, pg. 477.
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un estatuto de autonoma legislativa anlogo al que ya posean las colonias de El Cabo y de Natal. La yuxtaposicin de cuatro territorios donde los gobiernos practicaban, desde el punto de vista fiscal, econmico y social, polticas diferentes presentaba, no obstante, graves inconvenientes: Cmo organizar de manera satisfactoria la construccin v la explotacin de los ferrocarriles? Cmo armonizar las medidas rela"tivas a las relaciones entre los blancos y los indgenas? El Acta de Unin, que entr en vigencia el 31 de mayo de 1910, precava eS\!S dificultades. En lo sucesivo todas las cuestiones esenciales seran de la competencia de un parlamento sudafricano elegido por los ingleses y los boers, a los que se aada un contingente de negros, propietarios de terrenos en la c?lonia de El Cabo. Cierto que tal estatuto no fue aceptado por la totalidad de los boers: en Orange, sobre todo, persista una resistencia, cuyo foco era el Partido nacionalista. No obstante, la realizacin de la unin sudafricana pareca conseguida por aquella fecha. . En el Africa negra-ya se tratase del Africa Occidental y Ecuatorial francesa; de las colonias inglesas de Gambia, de Sierra Leona, de la Costa de Oro, de Nigeria o del Africa oriental; de los territorios alemanes del Camern, de Togo y del Africa Oriental; del Congo, convert~do en colonia belga desde 1908; de las colonias portuguesas de Cabmda, de Angola y de Mozambique, o de los pequeos territorios espaoles y holandeses de Guinea-los estados colonizadores tuvieron por objetivo inmediato, desde el punto de vista econmico, desarrollar la produccin de artculos alimenticios y de materias primas destinadas a la exportacin hacia Europa. Para conseguir este resultado establecieron una legislacin agraria, reglamentando el reclutamiento de la mano de obra y la organizacin de las explotaciones agrcolas, forestales o mineras. li.a legislacin agraria, de la que Leroy-Beaulieu deca, en 1880, que era "quiz el punto principal de todo el sistema colonizador", tuvo como objetivo efectuar un reparto del suelo entre colonos e indgenas. En las colonias francesas la administracin decidi que las tierras vacantes y sin dueo formaran parte de la propiedad del Estado, sin precisar cmo seran comprobados los derechos adquiridos de los indgenas. La administracin inglesa adopt diversos procedimie!1tos: en Kenya el sistema de reservas adscriba a los indgenas ciertas zonas en las que los colonos no podan comprar ni alquilar tierras, y abra a la colonizacin las otras partes del territorio, en las cuales solo era admitido el indgena a ttulo de jornalero a sueldo; en Uganda todas las tierras que no eran propiedad privada de un indgena fueron adjudicadas a la Corona britnica, en virtud de una ordenanza de 1903; grave medida, pues no se haban tenido en cuenta las formas de propiedad colectiva en el Sudn niltico, por ltimo, la ley decidi simplemente que el indgena no podra ser desposedo totalmente y que conservara como mnimo dos hectreas. La legislacin alemana haba
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adoptado primero el sistt:ma de las reservas, pero ante las quejas de los indgenas y, sobre todo, ante la insurreccin que perturb, en 1905 906, el sudoeste africano, la administracin, en el Camern corno en el Africa Oriental, renunci a dicho sistema, y decret que ninguna tierra efectivamente ocupada por un indgena podra ser adjudicada a un colono. En conjunto, los traspasos llevaron con frecuencia a una verdadera expoliacin, tanto mayor cuanto que los europeos ignoraban los regmenes indgenas de propiedad o desdeaban tenerlos en cuenta. Estas tierras, arrebatadas a los indgenas, fueron adjudicadas ora a colonos (como concesin gratuita, por venta o en arriendo), ora a compaas de colonizacin. En realidad, lo que se utiliz, sobre todo, fue el sistema de las grandes Compaas en Africa ecuatorial francesa, en Africa oriental alemana y en el Congo belga: El estado conceda a las sociedades vastos territorios, les otorgaba, dentro de los lmites de la concesin, un derecho exclusivo para la explotacin de los recursos y para las actividades comerciales (corra a cargo de ellas el establecer las carreteras y asegurar el orden). Tal era el medio de aligerar las cargas de la administracin y conseguir ms fcilmente atraer capitales. Pero en casi todas partes las compaas de colonizacin abusaron de los indgenas, sin vacilar en recurrir a ias amenazas y a Ja violencia. Los escndalos denunciados en 1906-1907 en la tribuna del Reichstag tuvieron su parangn en Francia, donde la encuesta confiada a Brazza dio por resultado graves comprobaciones, y algunos medios ingleses hicieron ardientes campaas contra los mtodos de la colonizacin belga. A partir de 1907 en Alemania, y de 1910 en Francia, los gobiernos tuvierun que renunciar a tal sistema, e iniciaron negociaciones con las compaas para abrogar sus contratos y volver a comprar sus derechos. Pero nada de eso se hizo en Blgica, donde seguia floreciente el rgimen de las grandes sociedades: en 1911 la Socit Forestiere du Congo y la Compagnie du Katanga, que ya posean importantes concesiones de tierras, obtuvieron el derecho de explotar los recursos mineros de su respectiva zona. Por ltimo-para permitir a las empresas o a la administracin europeas que se procurasen mano de obra, cuyo reclutamiento era, a menudo, difcil en las regiones de poblacin poco densa y que careca del hbito y de la necesidad de prestar un trabajo regular-, los Estados colonizadores utilizaban la requisa, no solamente para los trabajos de utilidad pblica, sino tambin, en Ja zona ecuatorial, para el porti;. Asimismo intervenan en el establecimiento de contratos de trabajo a largo plazo, contratos de "compromiso" entre indgenas y colonos. La administracin protega en tales casos al indgena en cuanto que vigilaba las condiciones de habitacin o de salario; pero, sobre todo, garantizaba los intereses del patrn, imponiendo sanciones penales al contratado cuando rompiera, sin motivo justificable, su contrato: en Africa occidental la pena sola limitarse a una multa, pero en la co-
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lonia belg:c:: y en las alemanas la pena era de prisin; en Eritrea la legislacin prevea inclusive un castigo corporal para el "desertor". Tenan aquellas coacciones una compensacin en el desarrollo de los medios de comunicacin? El equipo ferroviario era todava muy modesto, en comparacin con el Africa austral y con la del Norte: cuatro ferrocarriles que, desde la costa occidental penetraban en el interior (el ms largo, el que una a Dakar con el Nger, no pasaba de 1.200 kilmetros), y solamente dos lneas en la costa oriental. El gran proyecto de El Cabo a El Cairo, cuya realizacin haba seducido a Cecil Rhodes veinte aos antes, no alcanzaba an ms que dos tercios de su longitud: toda la parte central, de Kartum al lago Tanganika -3.300 kilmetros-, estaba sin construir. En cuanto al transcongoleo, que unira las colonias alemanas del Camern a las del Africa oriental, a travs del -Congo belga, era una posibilidad a la que se aferraban los medios coloniales del Reich en un plan poltico; pero en la prctica, la solucin, que consista en enlazar, mediante pequeos ferrocarriles, las partes navegables del ro, bastaba para cubrir las necesidades. Careciendo de estudios sobre los detalles no es posible fijar el alcance preciso de la intervencin europea en la vida econmica del Africa negra en los primeros aos del siglo x.x. La accin de los europeos haba tenido, sin duda, resultados felices en las regiones en las que los cultivos nuevos fomentaron un comercio de exportacin, del que los productores indgenas haban salido beneficiados; tambin Jos tuvo desastrosos, cuando estos cultivos, en el norte del Seegal, por ejemplo, agotaron los terrenos, y tambin cuando el rgimen de la prestacin a las obras pblicas haba restado a la agricultura una parte de la poblacin activa. En conjunto, sin embargo, la colonizacin europea. simplemente porque haba llevado la paz a esas regiones donde la guerra era antes un estado endmico, tuvo por resultado mejorar el nivel de vida de las poblaciones, por lo menos en las zonas en que la presencia de los colonos permita el desarrollo de los cultivos destinados a la exportacin. Pero tampoco podemos dudar de que la legislacin sobre las tierras despej a menudo a los propietarios o a las colectividades indgenas y agrav las condiciones materiales de su vida. En el medio social, las perturbaciones producidas por la colonizacin europea eran an ms perceptibles: declinar de las aristocracias locales, sobre todo, cuando la supresin de la esclavitud las priv de su mano de obra; disociacin de los "clanes", cu vos miembros evitaban ms fcilmente la autoridad del grupo desde que ya no necesitaban, para asegurar su seguridad personal, permanecer bajo su proteccin; formacin de una minora indgena iniciada por medio de las escuelas abiertas por las administraciones coloniales o por las Congregaciones religiosas, en la tcnica y en las concepciones intelectuales o religiosas de Europa. Esta penetracin de las influencias europeas, frenada, en las
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regiones donde predominaban los musulmanes, por la resistencia de una religin que tambin establece una moral social, se desarrollaba ms ampliamente entre las poblaciones animistas o fetichistas: en el Africa negra, las misiones catlicas-las de los Padres Blancos, las de los Padres del Santo Espritu y las de los Jesuitas-tenan en 1914 unos dos millones de fieles; y las misiones protestantes, al frente de las cuales figuraban las estaciones de la Church Missionary Society, contaban con ochocientos mil; por tanto, cerca de tres millones de cristianos, es decir, el triple que en el Imperio chino, que estaba unas diez veces ms poblado. El apostolado misionero, aunque no estuviese destinado, en el principio, a servir a la "europeizacin", le prepar el camino. Colonizado por los europeos, el continente africano se encontraba, en definitiva, en la rbita de la Europa occidental, a la que venda el 83 por 100 de sus exportaciones y compraba el 72 por 100 de sus importaciones, mientras que la parte del comercio de los Estados U~dos solo era de un 5 por 100.
En las rivalidades coloniales entre los Est11.dos europeos, el Africa del Sur y el Africa del Norte, fueron durante veinte aos los reinos geogrficos donde el choque entre el imperialismo alcanz mayor gravedad. La paz llegaba ahora. Pero a finales de 1911 se concentr la atencin en Africa Central. Los medios coloniales alemanes reemprendieron un plan de accin que ya haban esbozado en 1898: una redistribucin de los territorios coloniales en Africa, para llegar a la formacin, a expensas de los estados dbiles, de un vasto imperio colonial e~ provec}to dei Reich. La prensa alemana (y no solamente la pangermamsta) se interes vivamente en estos proyectos. En el nimo del gobierno alemn se trataba de la suerte de las colonias portuguesas e incluso de la del Congo belga: Angola, Mozambique, Cabinda, territorios inmensos, cuya explocacin era mediocre por causa de las dificultades fi~ancieras .que atravesaba el gobierno de Lisboa; el Congo belga, colonia demasiado vasta para una metrpoli demasiado pequea, y que se hallaba, desde el acuerdo franco-alemn del 4 de noviembre de 1911, limtrofe en dos puntos en los territorios adquiridos por Alemania (1). He aqu dnde poda encontrar el Imperio alemn su sitio al sol. Por la fuerza? No, por lo menos, si las otras grandes potencias europ;as que tenan en Africa interess importantes aceptaban sus perspectivas. Ahora bien: el gobierno britnico haba dejado entender, en el otoo de 1911, que las aceptara (2). Despus de prolongados regateos, la negociacin llev a la firma, el 20 de octubre de 1913, de un acuerdo secreto. Este tratado reparta zonas de influencia respectiva: inglesa, en la parte meridional de Mozambique, comprendida la desembocadura
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del Zambez, y en la parte meridional de Angola, sin llegar, no obstante, a la costa; alemana, en el norte de Mozambique, en casi toda la zona costera de Angola y, al Norte de la desembocadura del Congo, en Cabinda. Influencia econmica? Sin duda, pero tambin poltica, pues un artculo prevea que si "disturbios locales" amenazasen las vidas o los bienes de los sbditos alemanes o ingleses, o ponan en peligro las colonias adyacentes, Alemania, y Gran Bretaa tomaran las medidas necesarias para proteger sus intereses. Aqu tambin, corno en Asia Menor, las zonas de influencia podan llegar, a ser partes futuras. Los alemanes-observ Sir Edward Grey-"desean lo antes posible el reparto de las colonias portuguesas. Yo tambin ... ". La diplomacia alemana vio en este primer xito el presagio de una solucin favorable de la cuestin del Congo belga. A finales del 1913 pens obtener del gobierno belga la concesin a una sociedad alemana de la construccin de un ferrocarril transafricano en territorio congoleo: "dependencia econmica... hasta que llegue a ser poltica", hizo constar el ministro de Francia en Bruselas. El gobierno belga se nquiet tanto ms cuanto que Alemania si se hiciera duea del norte de Angola y de Cabinda poseera los caminos de acceso del territorio congoleo al Ocano. "La independencia efectiva del Congo belga se hara, de sbito, muy precaria." Pero aquellos dos proyectos tropezaron con una misma resistencia. El gobierno francs se inquiet por el acuerdo anglo-alemn de octubre d0 1913, no solamente porque la presencia alemana en Cabinda llevara a un "cerco" del Africa ecuatorial francesa por las colonias alemanas. sino, sobre todo, porque tal aproximacin de intereses entre Inglaterra y Alemania no estaba en armona con la Entente cordiale franco-inglesa. Ciertamente, Francja podra asociarse al tratado de reparto y reivindicar su parte; pero debilitara su posicin moral, sin tener probabilidades de QOnseguir-segn dijo Paul Camban-una ventaja de importancia. Ms vala, pues, protestar cerca del gobierno ingls: lo cual hizo en febrero de 1914. El gabinete britnico decidi entonces aplazar la ratificacin del acuerdo anglo-alemn. En cuanto al Congo Belga, en abril de 1914, el secretario de Estado alemn en Asuntos Exteriores lanz una sonda en una conversacin con el embajador de Francia. Blgica-dijo-es incapaz, "incluso financieramente", de hacer frente a sus tareas en Africa austral; por qu no haban de cons~derar Alemania, Francia e Inglaterra un programa de accin sin informar de l, por supuesto, al gobierno de Bruselas, "ya que sera a costa de Blgica"? Despus de todo, no deban pensar que las "grandes naciones seran las nicas capaces de soportar la competencia mundial, y en el porvenir las pequeas habran de desaparecer o convertirse en sus satlites"? Pero el sondeo no p1odujo efecto, pues el embajador de Francia replic que Blgica "podra provocar una conversacin anloga": prudencia necesaria "en circunstancias que podran crear un conflicto entre las grandes naciones colonizadoras".
La cuestin de la Mittelafrika queda en suspenso--escribi Sir Edward Grey. En realidad, aquel tiempo de detencin sera definitivo, porque la primera guerra mundi~l iba a ocu.rrir ~res meses. ms tarde. El episodio, sin embargo, no ~ea de ~ener mte~es, porq~e muestra al gabinete ingls dispuesto a denvar hacia el contmente afncano los planes de expansin alemana.
BIBUOGRAFIA
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CAPffULO XVI
LAS ~i\JFLUENCIAS EUROPEAS EN LA AMERICA LA TINA
El campo predilecto para la expansin europea, no solamente desde el punto de vista demogrfico o econmico y financiero. sino en el terreno de la vida intelectual, era Amrica del Sur. La influencia demogrfica fue importante, sobre todo, en la Argentina y en el Brasil. Desde haca medio siglo el gobierno de Buenos Aires conceda a los inmigrantes derechos iguales a los de los nativos, y permaneca fiel al principio: gobernar es poblar. Entre 1870 y 1914 la poblacin se haba quintuplicado; en tal aumento, la parte de la inmigracin total alcanz casi a un 40 por 100. En 1914, en una poblacin de 7.885.000 habitantes, 2.358.000 eran nacidos en el extranjero: los inmigrantes recientes formaban, pues, ms del 30 por 100 de la poblacin; pero si tenemos en cuenta solamente la poblacin masculina adulta, la proporcin se eleva a un 52 por 100 en el total del pas, e incluso a un 75 por 100 en la ciudad de Buenos Aires. Ahora bien: la Europa mediterrnea era la que alimentaba casi exclusivamente esa corriente de emigracin: el 47 por 100, de italianos; el 32 por 100, de espaoles; mientras que la proporcin de los franceses era de un 4 por 100 y la de los rusos de un 3 por 100. Cierto que los recin llegados entraban en Argentina sin poder ofrecer otra riqueza que sus brazos, pues los cuatro quintos de ellos eran campesinos, jornaleros, gentes sin oficio definido y. a menudo, analfabetos. Pero aquella mano de obra era lo que permita la colonizacin agrcola en las llanuras de la Pampa, donde la superficie cultivable se quintuplic entre 1900 y 1913, y donde vivan a la sazn los dos tercios de la poblacin total del pas; en esta regin Ja produccin de cereales se hallaba casi por entero en manos de los italianos. La amplitud de esta inmigracin italiana. la parte que tomaban los inmigraf!tes en el desarrollo de las actividades agrcolas, la cohcsiP que conservaba Ja colonia italiana, eran cosas que podran hacer pensar que La Argentina estaba destinada a convertirse en una zona de influencia. No era as, sin embargo, pues, desprovistos de capital, aquellos italianos en general solo desempeaban un papel secundario en la vida social: eran granjeros, aparceros, jornaleros agrcolas inclusive; y los que conseguan comprar lotes de terrenos eran poco numerosos relativamente: solo el 13 por 100 de los propietarios terrateniP.ntes estaba constituido por italianos. En el Brasil, la aportacin demogrfica europea fue un poco menor
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oue en Argei:ina, pu,:s nicamente las provincias m,;;ddionales .P~e ientaban desee el punto de vista del clima y econmico, las condic~o .. nes adec~adas vara atraer y retener a los inmigrantes. La ola de mmigracin, inte~sa entre 1888 y 1898, que trajo 1.300.000 ~ombres, ~e aminor, durante la dcada siguiente; pero de nuevo se amm a partlr de 1908; en 1913, la cifra de "llegadas" fue de 177.000. Entre estos recin venidos, haba obreros agrcolas y colonos. . Los obreros agrcolas suministraron, desde la supresin de la esclavitud en 1888, la mano de obra en las planta~ion.es de caf, s~bre todo en el Estado de Sao Paulo. Eran portugueses; itahan~s y espan?les, expulsados de sus pases por la miseria y atrafd~s hacia el Brasil po~ el aliciente de condiciones que les parecan venta1osas: travesa martima gratis (a cargo del Estado de Sao Paulo) y r_erspectiva de un contrato de trabajo permanente en una gran explotacin, en una fazenda. Pero Jos salarios era'n tan pequeos que muchos de aquellos 1ornaleros t4ludaban en renovar su contrato, o solo se resolvan a ello por no. poder pagar los gastos de viaje para su repatriacin .. No sera t~l pob}acin de pobres gentes la que pudiese ejercer influencia en la onentaci6n de la vida poltica o econmica. Los colonos haban venido para establecerse, por su cuenta, en terrenos todava vrgenes; esos pioneros formaban una poblacin ~e pequeos propietarios que, despus de aos de esfuerzos, consegman organizar la venta de sus productos agrcolas y adquirir los bienes n~ce~arios para una vida civilizada. Quienes eran .aquel~os colonos? Los italianos posean una parte importante en la fran1a occidental del Estado de Sao Paulo. Los alemanes tenan una actividad preponderante en el Estado de Rio Grande do Sul y en las regiones vecinas; eran los viejos ~nmi grantes, instalados en su mayora entre 1847 y 1862; pero que supieron conservar ntegramente su lengua y sus costumbres y que, e!1cuadrados slidamente por su clero, continuaban formando una comunidad refractaria a toda asimilacin. Ahora bien: como constituan cerca de un cuarto de la poblacin en el Estado de Ro Grande do Sul, y como muchos de ellos haban rebasado las actividades agrcolas para hacerse comerciantes, o banqueros. o para emprender la explotacin de los recursos mineros, su pre,encia despert hacia 1900 esperanzas en los medios pangermanistas: aqu~lla "~olonia .sin ban~era", no P?drfa :~n vertirse en la base de un imperio colomal aleman en el Brasil mend10nal? Pero el Gobierno alemn no hizo nada para alimentar sueos que le parecan irrealizables. La influencia financieran de los europeos era preponderante en todos los sitios de los estados sudamericanos: los ingleses ocupaban con mucho-y desde haca cerca de un ~igl~l primer .lugar; per<? las inversiones de capitales franceses tuvieron desde mediados del ~1glo ':IX un papel importante en ciertos estados; los alemanes y los belgas. e incluso \os holandeses, intervinieron tambin durante los ltimos aos
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del siglo. En Europa encontraban los Gobiernos sudamericanos una buena parte de suscriptores de sus emprstitos, tanto ms frecuentes cuanto que los ingresos fiscales se vean comprometidos a menudo por las guerras civiles; gracias a la afluencia de capitales europeos pudieron establecerse los medios de comunicacin modernos y fue factible desarrollar las industrias de extraccin, iniciar las instalaciones elctricas e incluso crear grandes empresas agrcolas, dotadas de medios mecnicos. "Sin el capital europeo no habra en Amrica ni gobiernos estables, ni ferrocarriles, ni puertos", escriba en 1912 Garca Caldern. La Repblica Argentina era el principal campo de actividades de ese capital europeo. En Buenos Aires seis grandes bancos extranjeros--cuatro ingleses, uno alemn y .uno italiano-eran los agentes de tales movimientos; el ms antiguo, el London and River Plate Bank, fundado en 1862, distribuy a sus accioni.ostas, en el perodo de 1910-1913, un dividendo medio del 20 por 100. Los clculos ms modestos cifran en 18.500 millones de francos-oro el total de estas inversiones extranjeras, que otros observadores creen poder fijar en 22 millares de milln. Los emprstitos del Estado argentino no representaban ms de tres millares de milln. En esta aportacin Ja parte de Jos capitales ingleses era aproximadamente del 50 por 100. La preponderancia inglesa no resultaba menos perceptible en Uruguay. En el Brasil las inversiones extranjeras no fueron, ciertamente, tan importantes; parece ser que no pasaban en 1914 de nueve a diez millares de milln de francos-oro. Aqu -tambin la influencia inglesa dominaba ampliamente: aunque se tengan por exagerados los clculos de determinado economista ingls que, cree poder cifrar estas colocaciones de capital en cerca de seis millares de milln, en todo caso, es seguro que llegaban a cuatro. Las inversiones francesas (dos millares y medio de milln, poco ms o menos) eran ms importantes all que en tpdos los dems estados suaamericanos. El papel de los capitales alemanes (notable, sobre todo, en las regiones del Brasil meridional, donde los emigrantes alemanes eran numerosos) resultaba, sin embargo, inferior al de los capitales franceses. Las inversiones belgas-750 millones de francos-oro-ocupaban un lugar relativamente importante. En Chile, donde ~xistan veintitrs bancos (de los cuales nueve eran extranjeros), el mayor establecimiento de crdito, el Anglo-South American Bank, era ingls. Las inversiones inglesas-1.700 millones de francos-oro-ocupaban el primer lugar; los capitales alemanes-500 millones-tenan una parte relativamente ms importante que en los otros estados sudamericanos, mientras que las inversiones francesas eran dbiles. Anloga situacin haba en Per, donde el total de las inversiones extranjeras era de alrededor de un millar de milln, y la parte inglesa del 60 por 100; con todo, debemos sealar el papel bastante activo de Jos capitales holandeses- en dicho pas. El Gobierno de Venezuela hizo un amplio llamamiento a los mercados finac1eros europeos para la colocacin de sus emprstitos de Estado, por no poder
encontrar suficientes suscripciones entre sus conciudadanos: la deuda exterior era dos veces mayor que la interior. Pero los capitales extranjeros durante mucho tiempo ~o hab~n sid? atra~dos hacia las obras de carcter nacional, pues las pnmeras mvers10n,es mgl~sas y alemanas en las empresas ferrovarias de aquel estado .lrn_bian temdo ~na sue~te desgraciada. En 1912, sin embargo, el movimiento de ~apitales-i_ngles:s sobre todo-se desarroll cuando las calicatas descubneron la existencia de recursos petrolferos. Ni Bolivia ni Colombia, do?de es~aseaban los ferrocarriles y las explotaciones mineras eran todavia me?10cres, o!recan en tal poca oportunidades semejantes para la expansin financiera europea. . l En total, en el conjunto de los estados s~damencan~s los capita e_s europeos invertidos pasaban, con toda segundad, de tremta Y dos millares de milln de francos-oro; diecinueve, por lo menos, fueron suministrados por los ingleses, que dirigan su atencin haci.a los fe::rocarriles principalmente; seis a siete, por los franceses, que, sm descu1.dar las minas ni los ferrocarriles, suscriban ampliamente los empr~titos del Estado; tres o cuatro, por los alemanes, muy activos ~n las mst~ laciones elctricas de las grandes ciudades. La parte de capital~s de origen norteamericano-1.865.000 millones de francos-oro-era diez. veces menor que la de los capitales ingleses, y- so~o repres7nt~ba el seis por ciento de la masa de las nversiones extraneras. Insigmficante e? Argentina, muy dbil en Brasil. comenzaba apenas a aparecer en Peru Y en Venezuela, donde la Bemwdez Co. se poda comparar con la Roz.;al Dutch. La nica regin donde ocupaba un lugar importante era C~ite. Pues all los grupos financieros american_os se inter.esaban en los mtra-_ tos y en el mineral de cobre, aunque sm conseguir desbancar la preponderancia inglesa. La afluencia de los capitales extranjeros y la presencia d<: tcnicos europeos tuvieron un papel decisivo en :1 desarrollo econ.m:co, ya se tratase de la construccin de ferrocarnles-prembulo mdtspensable para Ja explotacin de los recursos en aquellos pa~es-, ya de la explotacin minera, o incluso de las _gran;Ies plan:tac10~es. Con excepcin de cuatro pequenas ]meas en Bras1.l, y de un ferrocarril en Chile, empresas americanas, pero de fecha re~1ente (190~-1907), Ja red ferroviaria fue obra 'de los europeos, bien hubieran obtemdo los contratos de concesin de las lneas, para las que suministraban ~l capital y cuya explotacin dirigan, bien propo.rcionasen a un Gobierno sudamericano su asistencia financiera y tcmca. . En Argentina, donde los ferrocarriles :stab~n explotados casi todos por sociedades particulares, eran cnmpanas mglesas las que, haban obtenido la concesin de los cinco sextos de la red con las lme<:_s de mayor importancia; estas Compaas importaban de Gran Bretan~ el material y el carbn; empleaban en los cuadros :uperiores a tcmcos ingleses y realizaban beneficios importantes. La umca gran lnea que
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no estaba en manos de extranjeros era el Buenos Aires Central Railway, que una La Argentina coi: el Par:guay. ~n Urug~ay (el. E~tado sudamericano con mayor densidad de ierocarnles) la linea pnnc1pal i:erteneca a una sociedad inglesa; las otras lneas, sobre las que el Gobierno mantena un control directo, fueron construidas gracias a capitales ingleses. La situacin era, poco ms o r:1enos, semejante en Paragu~y, donde la nica va frrea de gran trfico perteneca a una compana inglesa. En Bras, donde el estado haba concedido a sociedades particulares casi todos los ferrocarriles, las grandes lneas que convergan hacia Ro de Janeiro eran inglesas; una sociedad belga explotaba los ferrocarriles en el Estado de Ro Grande do Sul, y una sociedad francesa las del Estado de Baha. En Per el Gobierno concedi en 1890, por sesenta aos, una situacin privileg~ada ~ una co1'.1pafa perua~a, cuyo capital era ingls; cierto que un ingeniero amenca.no fue qmen dirigi los trabajos del ferrocarril central de Callao a Lima: ~ro lo~ intereses financieros americanos eran, en el terreno ferrov1ano, casi inexistentes. Chile era el nico estado donde el Gobierno, al mismo tiempo que llamaba a tcnicos extranjeros para establecer los planos y dirigir las obras, quiso conservar los ferrocarriles bajo su control directo: con todo. Ja regla sufri varias excepciones: la Hnea que pone en comunicacin la regin de Tacna con Arica, la que enl~zaba con la c~sta los yacimientos de nitratos y la que cruzaba, con destm_o a la Ar&entma, la cordillera de los Andes, por ejemplo, fueron concedidas a sociedades inglesas. En la explotacin de los recursos del subsucld los europeos tambin tenan, mediante sus hombres de negocios y sus tcni_cos, uR parte preponderante. Por supuesto, dirigieron. su atencin hac1~ l?s estad~s andinos. En Chile los yacimientos de nitratos, que const1tu1an el mas importante producto de exportacin y el principal _ingreso pr~supuesta- 1 ro (pues dicha exportacin daba lugar a la percepcin de ~n impue~to), estaban en un 60 por 100 en manos de sociedades extraneras: treinta y dos inglesas, tres alemanas y una americana. En Bolivia, donde _la produccin de las minas de oro y de pl~~a se encontr_aba en de~adenc1a~ el cobre y el estao retenan la atencion 1.,. ~hora bien: ta_mb1n. aqm la explotacin era, sobre todo, obra de sociedades ex~raneras: m~le sas, francesas y sui7"'1s. Lo mismo suceda en Colombia, co~ la d!f~ rencia, sin embargo, de que las sociedades ~lemanas eran casi las unicas que seguan el camino trazado por los .m?leses. En Ven;zuela comenz en 1912 la explotacin de los yac1m1en~os de petroleo, c;i1a iniciativa perteneca a la Venezuelian Oil Concesswns, que era una !1hal de Ja Royal Dutch. Los recursos de Brasil en mangan~so y en hierro comenzaban a ser descubiertos: fueron los europe?s qmenes .. e~ e~ Estado de Minas Geraes, cuyas reservas eran considerables, mvirt1eron capitales y explotaron los yacimientos. En la explotacin de los recursos del terreno. campo en el que el
papel de la mano de ob:~:;;. europea era considerable en Argentina y en el Brasij m:ridional sob~-e todo. (1), las iniciativas de los capitalistas y de los tcnicos europeos tambin ocupaban un lugar importante. Entre las grandes empresas inglesas que se dedicaban a la agricultura y a l~ ganadet?a-se con~ban en .total una docena-, tres posean un capit~} supenor, a un milln de hbras. En Brasil, una parte de la producc1on de cafe estaba en manos de grandes sociedades inglesas y a veces alemanas: la Dumont Coffee Company, que apenas tena veinte aos de existencia, distribuy un dividendo de un 25 por 100 en 1910, y de un 20 por 100 en 1911. La Agnata Santa Coffee Company, constituid~ en 1913, pasefa plantaciones cuya superficie pasaba de 1.200 hectar7as. Tambin eran europeos los que desen\peaban el papel ms activo en el desarrollo de las industrias agrcolas, cuya produccin estaba destinada a la exportacin. L?s resultados de tales esfuerzos se reflejab~n en las relaciones Clf merciales entre aquellos estados y Europa. De Argentina, gran productora de cereales y de carne, Gran Breta,a recibi en 1913 importaciones cuyo valor--40 millones de libras (es decir, un millar de milln de fr~ncos-oro~ra mayor que el de ~os gneros alimenticios y materias pnmas summistrada.s a la metrpoh por Australia o por la India; las ventas de .la Argent!na a Francia llegaron a 369 millones de francos, y a Alemania, 494 millones. Las exportaciones de Chile con destino a los tres grandes estados industriales europeos pasaron en el mismo ao, de 400 millones de francos-oro; la parte alemana 'era, aqu, preponderante. Las del Brasil llegaron a 583 millones de francos-uro. . Solo en el campo de las industrias textiles y metalrgicas la influencia de I?s europ:os se encontra~a debilitada. Por qu ayudar a aque!l~s. re_g1ones a h be.rarse de las importaciones de origen europeo 7 Las mic1~t1:ras ~udamencanas estaban todava en la infancia: la metalurgia b;a_s;lena, dispersa en pequeos establecimientos, practicaba an la fund1c1on con madera; la industria textil no poda, en ninguna parte, soP?rtar la competencia de los productos europeos. As, la Argentina, por eemplo, era, para las exportaciones industriales inglesas, un mercado tan importante como el Canad. La vida intelectual, por ltimo, estaba ampliamente orientada por las influencias europeas. E'._spaa, mie~tras perda toda fuerza de expansin, desde el punto d~ vista ec?nm1co, c?nse~v, a este respecto, un papel importante: la luspanofob~a, que babia remado durante tres o cuatro dcadas despus de la termmac1n de las guerras de Independencia, se vio en el ltimo tercio del siglo XIX, en plena decadencia. Sin duda, no se 'trataba, salvo en algunos me.dios extremistas, de establecer un acuerdo poltico con la madre patna. Pero muchos eran los sudamericanos que deseaban
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mantener lazos intelectuales con el pas del que la mayor parte de Amrica latina ha recibido la civilizacin occidental; esta preocupacin, se una a la de algunos escritores espaoles, por ejemplo, Rafael Altamira, en su libro Espaa y la poltica americanista. Sin embargo, eran la cultura francesa, la lengua y el pensamiento franceses los que tenan, en todos los medios educados, la mayor fuerza de expansin. "Francia--escribe Manuel Ugarte-fue el tutor intelectual de estos pases nuevos." Los escritores fueron, durante la mayor parte del siglo XIX, admiradores de los movimientos literarios franceses. Los juristas sufrieron la influencia de las concepciones jurdicas francesas. La ~ilosofa ,poltica busc su inspiracin. en Edgar Quinet y en Tocquevtlle, y mas tarde en Renan, pero sobre'todo en la escuela positivista, que tuvo tanto xito en Chile como en el Brasil. En las Bibliotecas pblicas, igual que en las particulares, las obras francesas an conservaban, a principios del siglo xx, el primer lugar. En la enseanza, la obra comenzada a mediados del siglo xrx por emigrantes republicanos (Am~e Jacques en Argentina. Albert Lrroque en Uruguay) fue proseguida, despus de 1880, por los Comits de Alianza Francesa, por las Congregaciones religiosas y por las misiones universitarias. La influencia_ intelectual alemana solo se hizo perceptible despus de 1885; en Chile fue donde consigui ms xito, trazando el programa y los mtodo_s del Instituto encargado de formar el personal docente; pero t~bt~ tuvo focos en Bolivia, en Argentina y, por supuesto, en el Brasd mendional, gracias a establecimientos escolares, de los cuales unos pertenecan a congregaciones religiosas y otros estaban subvencionados por el Gobierno imperial. Los italianos tenan sus escueias destinadas casi nicamente a los hijos de los inmigrantes. En cu.anta a lo~ ingle~e~, de pr_es~ncia tan importante en la vida econmica y financiera, su influencia mtelectual era dbil. . Dejando a un lado las pocas regiones donde se estableci la influencia alem.~a! ~as influencia~ ~atinas eran las que dominaban ampliamente: latims~o d_e sent~mientos, de pensamiento y de accin, con todas sus ventaas impulsivas y ~us defectos de mtodo", observ Georges Clemenceau, despus de un viaje por Amrica del Sur. Pero no se trataba de un latinismo de decadencia?, preguntaba Garca Caldern. El pesimismo del escritor peruano estaba inspirado sobre todo por el espectculo de la vida poltica en las repblicas sudamericanas. Los sistemas constitucionales, incluso cuando sufran en la letra de los te:ctos, la influencia de .las concepciones francesas, ~ del derecho pbhco de. los Estados ,Umdos, deformaban por completo su espritu. En la prc~ca, tale~ regimenes, aunque invocasen casi todos los principios de gobierno apbcados por las grandes naciones europeas, annona de poderes, derechos naturales, sufragio liberal, asamblea representativa, ": conocan otra f?rm~ de gobierno que el poder personal. "La autoridad de la Const1tuc1n es puramente terica'', haba comprobado Clemenceau. James Bryce, en 1910, dirigi, con severidad de puritano,
una requisitoria en la cual denunci, en un pas tras otro, los procedimientos por los cuales las libertades pblicas eran violadas, el ejercicio del derecho de voto, falseado, y la Asamblea, puesta al servicio del Presidente. Se indign por ello, aunque reconociendo que el ideal liberal y democrtico no poda ser una planta americana: la masa de los habitantes era indiferente a las nociones del derecho pblico y careca de espritu crtico; las condiciones geogrficas-las largas distancias y los transportes difciles-imponan al Estado iniciativas que solo un poder ejecutivo fuerte se hallara en situacin de tomar la clase media, que haba sido, en la Europa del siglo XIX, el mejor puntal de los Gobiernos estables, casi no exista en la Amrica del Sur. Vasallos de Europa, desde el punto de vista econmico y financiero, aquellas repblicas permanecan profundamente separadas de ella por el espritu de la vida poltica.
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que permitan presagiar la resistencia de los jvenes nacionalismos en las colonias o en los pases nuevos. Aquella expansin de Europa se encontraba, sin embargo, puesta a prueba, en algunas regiones del mundo, por otras fuerzas jvenes, las del Japn y las de los Estados Unidos. Qu representaban, en tal momento, en las relaciones internacionales, desde el punto de vista poltico y econmico, aquellos competidores 7 Japn, desde que inici, en 1894, una poltica de poder hba tenido que hacer un doble esfuerzo de expansin territorial y de desarrollo econmico, dos aspectos complementarios de un mismo plan. La anexin de nuevos territorios (Formosa en 1895 y Corea en 1910) le permiti adquirir los recursos _alimenticios indispensables para una poblacin que haba pasado de los cuarenta millones, en 1890, a cincuenta y cuatro, en 1914; suministraba carbn y hierro a la industria m~alr gica y mercados a la industria textil nipona, cuyo aumento era ne'cesario para proporcionar medios de subsistencia al excedente de mano de obra rural; la producc:i6n metalrgica permita al Japn observar una poltica de armamentos, casi autnoma y las exportaciones de productos textiles proporcionaban los medios para comprar artculos alimenticios y materias primas en los pases extranjeros. Cuando los dirigentes nipones afirmaron que- el Japn deba fijarse como objetivo el llegar a ser la Inglaten-a de Asia, haban visto en aquel programa el medio de preparar el camino al xito de una gran poltica. Cul era en 19131914 el balance de tal esfuerzo? La economa nipona conservaba, en parte, su antiguo carcter. En la agricultura, los mtodos de explotacin casi no haban . cambiado, aunque hubiesen mejorado un poco las tcnicas. La produccin de artculos alimenticios no poda hacer frente a las necesidades ms que en lo referente a los cereales y al t; la cosecha de arroz-aunque aumentaba regularmente en un 10 por 100 cada cinco aos-no lograba seguir el ritmo del aumento demogrfico-, el dficit anual variaba entre 450.000 y 700.000 toneladas. Unicamente la produccin de seda bruta, que se desarrollaba rpidamente, era superior, en dos tercios, a las necesidades del mercado interior. En la industria, las actividades artesanas seguan teniendo importancia. Pero el inters se diriga hacia las empresas modernas, creadas o intervenidas por los trusts-Mitsui, Mitbubishi, Furukawa-cuyos jefes hicieron sus fortunas, como proveedores de armamento, durante la guerra chino-japonesa. Los progresos, sin embargo, fueron desiguales. Las industrias de extraccin eran mediocres, salvo la del cobre (en cuya produccin, la nipona ocupaba el segundo puesto en el mundo): en 1913, 300.000 toneladas de hierro, comprendido el rendimiento de las minas coreanas, mientras que las necesidades llegaban casi a 900.000 toneladas; el mismo ao, 5.400 toneladas de petrleo, que no bastaban para asegurar la mitad de un consumo muy pequeo; nica-
Europa no pareca haber perdido, en vsperas de la primera guerra mundial, nada de su fuerza de expansin. Era la animadora de la vida econmica, en la mayor parte del mundo, creando los medios de transporte ferroviarios y martimos, organizando la explotacin de los recursos del subsuelo, y a menudo, tambin los recursos del terreno; de este papel, sacaba beneficios directos para su industria, gracias a la corriente de exportaciones con destino a los "pases nuevos" (en Holanda, la produccin y el comercio de los objetos fabricados destinados a las Indias holandesas daban, se supone, trabajo a ochenta mil personas). De su papel financiero, obtena otras ventajas: las rentas de los capitales invertidos permitan a los europeos comprar las materias primas y los artculos alimenticios de los pases nuevos aun cuando las exportaciones europeas no bastasen para compensar las importaciones. Aquellos pases nuevos tendan a tener una economa complementaria de la de Europa: pero, en tal interdependencia, el Estado industrial, comprador de materias primas, ocupaba, en realidad, el lugar dominante. Europa segua siendo tambin un gran agente de transformacin de la vida social, en todas las regiones a las que extenda su expansin econmica. Por supuesto, en las colonias era don<le sobre todo poda percibirse aquella influencia, ya que los europeos eran capaces, mediante medidas administrativas, de modificar las condiciones de la vida: el rgimen de trabajo, el de las tierras, e incluso la higiene; adems, mediante sus instituciones de enseanza tendan a formar una minora indgena. Pero en los estados independientes, la presencia de los tcnicos y de los comerciantes europeos arruin a parte de los artesanos y de los transportistas, al mismo tiempo que favoreci el desarrollo de una burguesa; la inversin de capitales europeos en la explotacin de los recursos del suelo podan tambin trastornar (como en el caso de Mxico) el rgimen agrario, desposeyendo a una parte de los campesinos, que formaba, en lo sucesivo, un proletariado agrcola. Simples ejemplos de tales transformaciones, cuyo estudio detallado apenas ha comenzado. Trat, por ltimo. pero con xito menor, de difundir, desde el punto de vista religioso, as como desde el de las instituciones polticas, sus propias concepciones, sin medir bien los riesgos a los que expona as su dominacin. Asimismo, conservaba el europeo su confianza, a pesar de los signos
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mente la proJuccin de la hulla (pas de 14 millones de toneladas, en 1907, a 22 millones en 1914) permita hacer frente a las necesidades.. Entre las industrias de transformacin, la textil era la que ocupaba, con mucho, el lugar ms importante: el 45 por 100 del valor total de la produccin industrial. Las empresas algodoneras, cuyos progresos, tras del perodo, entre 1896 y 1906, fueron lentos, tomaron luego un importante impulso; en ocho aos, el nmero de husos en servicio aument en u:1 90 por 100; las ciento cincuenta y cuatro fbricas ocupaban a 237 ubreras u obreras. La industria metalrgica se desarroll con muchas ms dificultades: las fundiciones de acero de Yawata, creadas en 1895, estuvieron en dficit constante, y solo pudieron sobrevivir gracias a la asistencia financiera concedida por el Gobierno; suministraron, en 19B, los nueve dcimos de la produccin nipona de acero, que con 254.000 toneladas, apenas asegur n tercio de las necesidades del mercado interior. Los astilleros, aunque reciban del Estado importantes sl1bvenciones, solo se desarrollaban con lentitud. pues se vean obligados a importar todos los materiales de construccin y carecan de una mano de obra experimentada: en 1901, se construyeron 71 navos, cuyo arqueo total era de 31.000 toneladas, y en 1913, 112 buques y 54.000 toneladas. Los armadores nipones encontraban ventajoco comprar los grandes navos en los astilleros extranjeros. La construccin de las mquinas para el hilado o el tejido, y de los motores, solo se puso en marcha a partir de 1906; sumaban, en 1914, doscientas diecisiete fbricas, con 22.000 obreros solamente; Ja mayor parte del equipo industrial continuaba, pues, recibindose del extranjero. En resumen, aquella industria moderna representaba todava un modesto papel: 14.500 establecimientos dotados de mquinas motrices y 916.000 obreros. Sin embargo, la fisonoma general del comercio exterior tenda a ~emejarse a la de un estado industrial. El Japn, que en 1890 no ex1>ortaba ms que materias primas-seda bruta y cobre-e importaba, sobre todo productos manufacturados, habase convertido en exportador de productos manufacturados (estos productos constituan el 79 por 100 de las exportaciones) y en comprador de materias primas: algodn bruto o hierro. Pero los observadores europeos, consideraban con excepticismo la pretensin del Japn de transformarse en un gran productor industrial. Pensaban que la industria nipona se vera obligada a importar la mayor parte de sus materias primas, con todos los inconvenientes que llevara consigo tal situacin, no solamente por lo que afectaba al balance comercial, sino por Jo referente al precio de fbrica; por otra parte, no consegua fabricar productos de calidad, porque careca de tcnicos suficientes y de obreros especializados; cierto que posea una mano de obra barata y que poda ofrecer, de esa manera, sus hilados o sus tejidos a precios muy inferores a Jos que fijaban las industrias inglesas o americanas; pero aquella ventaja no poda atraer ms que a una clientela pobre y dispuesta a
contentarse con productos mediocres. Por consiguiente, los artculos industriales japoneses, no eran capaces, segn dichos observadores, de competir en los mercados europeos; solo encontraran clientes en el continente asitico, sobre todo en China, a condicin, no obstante, de que los exportadores nipones consiguieran desalojar a los ingleses y a Jos americanos que se mantenan, desde haca mucho, en slidas posiciones. Por otra parte, el desarrollo industrial del Japn, no haba sido posible en el sector de Ja industria pesada, sino gracias a las sJbvenciones concedidas por el Gobierno, y, en la industria textil, merced a la aportacin considerable de capitales extranjeros: entre 1900 y 1911, el total de Jos valores industriales japoneses colocados en el extranjero por un solo establecimiento bancario--a decir verdad, el ms importante, la Banque industrielle du Japon-haba llegado a cerca de 900 n llones de francos-oro. Tal financiacin planteaba problemas difclles, pues el recurrir a los capitales extranjeros solo tendra xito en la medida con que los prestamistas tuvieran confianza en la estabilidad monetaria del Japn; ahora bien: la poltica de subvenciones gubernamentales a las industrias pesadas impona, a las finanzas pblicas una carga que amenazaba esa estabilidad. Razones suficientes para que el porvenir de la industria japonesa pareciese precario. Para vencer tales dificultades, la economa nipona deba intentar asegurarse, en el exterior, mercados y reservas de materias primas. En el comercio exterior nipn, Europa solo ocupaba un puesto muy restringido: alrededor. de un sexto del volumen total de los cambios; los Estados Unidos tenan una parte mucho ms importante, porque eran los proveedores de maquinaria, de acero y de petrleo; pero la nica compensacin que poda ofrecer el Japn, para pagar dichas compras, era la exportacin ele seda bruta, cuyo nivel estaba estrechamente ligado al desarrollo de la prosperidad americana. Con el continente asitico--por lo menos en las regiones orientales y meridionales, China sobre todo--, los intercambios se hallaban mucho ms equilibrados; Japn compraba materias primas y venda productos manufacturados; all era donde encontraba, pues, las condiciones ms favorables para su progreso industrial y donde desarrollaba su esfuerzo de expansin. En Ja Manchuria meridional, que segua siendo provincia china, aunque la soberana del Gobierno de Pekn fuese all cada vez ms dbil, Japn, por el tratado de Portsmouth. en 1905, haba obtenido la cesin de Jos derechos e intereses que Rusia adquiriera anteriormente de China: el 22 de diciembre de 1905, China se resign a reconocer la cesin. Los lmites septentrionales de la zona de influencia nipona fueron precisados por los acuerdos secretos celebrados, en 1907 y en 1910, entre el Japn y Rusia (1). En cuanto a los derechos e intereses, cuyo beneficio obtena el Japn, tenan por centro el ferrocarril sudmanchuriano, construido, en 1898, por los rusos: el gobierno nipn, heredero
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de lo' \ntereses rusos, se convirti en el con::csionario de dicho ferrocarril; JOsea, adems, segn los trminos del contrato chino-ruso, el derecho- de administrar la faja de territorio que se extenda a algunos kilmci:ro de una y otra parte del ferrocarril; de mantener en tal zona una auardia de polida y de "beneficiar los yacimientos mineros". El cuid;do de explotar el ferrocarril y las minas fue confiado, en junio de 1906, a una Compaa de ferrocarril sudmanchuriano, a la que ~l Estado suministr la mitad del capital. Por otra parte, el Japn habta venido a sustituir los derechos que posea Rosia, desde marzo de 1898, en el territorio arrendado de Kuang-Tung, es decir, en el extremo meridional de la pennsufa; de Liao Tung; ejerca, en aquel territorio, donde se hallaban la gran base naval de 'Port Arthur y el puerto comercial de Dalny-por una duracin de veinticinco aos-poderes casi equivalentes a los que caba ejercer en una colonia. A dichas ventajas, el Gobierno japons, mediante convenios celebrados con el Gobierno chino, entre 1907 y 1913, aadi otras, que le permitieron extender su campo de accin ms all del territono arrendado y de la zona del f erro<arril: derecho de construir cinco ramales del Sudmanchuriano en direccin a Jehol o a Corea, y explotar las minas de hulla situadas fuera de la zona del ferrocarril; derecho de los coreanos--convertidos ya en sbditos japoneses-de residir en los distritos manches limtrofes de Corea y crear en ellos explotaciones agrcolas. El Japn, pu~s. gracias a importantes inversiones d~ ~apitales-132 millones de dlares, poco ms o menos-y al establecimiento de ms de 50.000 japoneses, estaba organizando la vida econmica en toda la Manchuria meridional, es decir, en una regin en la que vivan, a la sazn unos veinticinco millones de hombres; se esforzaba en hacer de ell~ un coto vedado, apartando a los rivales europeos o americanos: asimismo consigui, desde 1909, que China le reconociese el derecho de ser consultado, en el caso de que una sociedad extranjera quisiera hacerse otorgar una concesin de ferrocarril en aque~la regin. . . En la China propiamente dicha-la de las dzec~ocho provz~czas la actividad japonesa tena, por supuesto, formas diferentes. Mi.entras que en 1895, a raz de la guerra chino-japonesa, ~l papel de ~os nipones era casi nulo, el lugar que ocupaban en la vida ec?nm1ca era ya importante: en 1911 las estadsticas de la administracin ~e ~as aduanas chinas indicaban la existencia de 1.283 casas de comercio Japonesas y la presencia de 26.000 japoneses, sin contar los q~e. residan en l.a Manchuria meridional. Los principales centros de actividad los constituan Shanghai (donde los japoneses eran casi tan numerosos como los ingleses), Tien-Tsin, Hankeu y, sobre todo, Amoy, donde, a cau~a de la proximidad de Formosa, los japoneses representaban la i:iayona de la poblacin extranjera. Comprador de algodn bruto, de soa Y de cereales y vendedor de telas de algodn, el Japn tena una parte de u~ 19 por 100 en el comercio exterior de China. Los barcos mercantes m-
pones formaban un 25 por 100 del tonelaje en lo~~ .:ciertos chinos. i?or ltimo, los capitales japoneses comenzaban a ocu:;,~ un lugar apreciable en la vida econmica de la nueva repblica: sm;cripcin a emprstitos del gobierno chino, destinados a la construcd6n de ferrocarriles; inversiones en la industria-treinta y dos fbricas, de las cuales, tres importantes hilanderas estaban en Shangai-en las sociedades de navegacin fluvial y en la explotacin minera: en total, 60 millones de dlares, es decir, una dcima parte de las int'ersiones inglesas y una quinta de las alemanas. En esta expansin financiera nipona el esfuerzo se diriga, sobre todo, hacia la re;gin de Hayeh-Ping, al norte de Hankeu, en la cual se encontraban los ms importantes yacimientos de hierro y, por cor.siguiente, el centro principal de la industria metalrgica. La sociedad china que, desde 1893, haba explotado aquellos recursos, con la ayuda de ingenieros extranjeros, tena necesidad de una asistencia financiera, que la gran Banca japonesa se apresur "11 ofrecerle. A cambio de tal ayuda los japoneses obtuvieron, no solamente una participacin en la administracin de los altos hornos y de las fundiciones de acero, sino tambin una importante entrega anual de hierro a precio de favor. Por ltimo, cuando el jefe del Gobierno republicano chino, salido de la revolucin de 1911-1912, el general YuanShi-Kai, que ejerca de facto una dictadura, solicit de los bancos extranjeros un fuerte emprstito, destinado a la reorganizacin administrativa y econmica de China, Japn particip en la formacin del Consorcio bancario (1) que negoci con Yuan. Consigui as colocarse en un pie de igualdad con las potencias occidentales en la explotacin del "mercado chino". Por importante que fuesen estos resultados, los dirigentes nipones no se contentaron con ellos: lo que intentaban conseguir en China era una influencia poltica. Para lograrlo estaban dispuestos a aprovechar las ocasiones, haciendo abstraccin de todas las preferencias ideolgicas. Permitieron durante algn tiempo-hasta 1907-al promotor del movimiento revolucionario chino, Sun-Yat Sen, establecer en Tokio el foco de la propaganda dirigida contra la dinasta imperial manch. Sin embargo, cuando estall la revolucin algunos de ellos se habran sentido dispuestos a ofrecer un apoyo a esta dinasta, con la esperanza de que el rgimen imperial, salvado con su ayuda, se mostrara pronto dcil a sus sugerencias. Pero no insistieron, porque comprobaron que Gran Bretaa; los Estados Unidos y Francia estaban de acuerdo para abandonar a la dinasta; se adhirieron, pues, a la solucin republicana, al mismo tiempo que procuraban reanimar las diferencias entre SunYat Sen y Yuan-Shi Kai. Por ltimo, en el verano de 1913, cuando Sun, desbancado por Yuan, intent un levantamiento, un gran banco japons fue el que proporcion al Presidente medios financieros, sin los cuales habra sido incapaz de reprimir la rebelin, pero otro banco pro
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porcion fondos a los insurgentes. Las iniciativas japonesas tendan, pues, a prolongar la crisis interior china, que abra perspectivas favorables a la poltica nipona. Las potencias europeas se dieron cuenta de ello y trataban de limitar estas ambiciones. Podan, sin perjuicios inmediatos, conceder al Japn un puesto en el Consorcio financiero internacional, porque las iniciativas niponas estaban all limitadas y vigiladas, y los bancos japoneses carecan de medios para entrar en competencia con los bancos ingleses, franceses o belgas; pero queran impedir al Japn que se preparase, en una de las dieciocho provincias, una zona de influencia anloga a la que haba obtenido en Manchuria. A esta expansin econmica, financiera y quiz poltica en Asia Oriental, podra el Japn aadir una expansin orientada hacia los territorios del Pacfico? En aquel campo de accin tropezara con los "occidentales", que ocupaban todos los archipilagos. Ni siquiera poda pensar en dirigir su excedente de poblacin rural hacia los territorios ribereos del Ocano, porque la legislacin, en Australia y en Nueva Zelanda, exclua prcticamente toda inmigracin amarilla, y desde 1907 la entrada de japoneses en los Estados Unidos estaba sometida a severas restricciones. El Imperio nipn en 1914. segua siendo, en la cuestin del Pacficp, un asociado secundario. La expansin nipona se vea, pues, obstaculizada no por la resistencia de los asiticos, que en este momento no se manifestaba, sino por las posiciones slidas de los europeos o de los americanos. El desarrollo futuro de tal expansin dependera, evidentemente, de los medios de accin, navales, militares y tambin diplomticos, de que dispusiera el Japn. Los medios dirigentes de Tokio, aunque la victoria alcanzada en la glaerra de Manchuria haba eliminado en 1905 al nico a.dversario cuyas iniciativas pudieran amenazar la seguridad del archipi.dago nipn. v.o pensaron por un solo instante en disminuir el ritmo de acrecentamiento de sus fuerzas armadas. La ley militar de 1906 ampli la aplicacin del servicio obligatorio; en cinco aos la cifra del contingente aument en 50.000 hombres. El ejrcito activo, acrecent, pues, sus efectivos en notables proporciones. El nmero de las grandes unidades pas de 19 d~visio?es en 1906, a 25 en 1913. La flota de guerra, que no haba perdido m un solo buque en el curso de la guerra ruso-japonesa fue acrecida con seis grandes cruceros o acorazados entre 1906 y 190S; el nuevo programa de 1909-1910 provea la botadura de tres acorazados y de cuatro cruceros. Las fuerzas navales niponas-cuyo tonelaje total alcanz a 485.000 toneladas en 1913-ocupaban el cuarto lugar en la escal~ mun~ial: muy lejos, por supuesto, de Gran Bretaa, pero casi al mismo m~el que los Estados Unidos; y aseguraban al Japn una p_repondetanc1a en los mares del Extremo Oriente, ya que la flota amencana se encontraba en parte estacionada en el Atlntico, y el incre-
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mento de la marina de guerra alemana obligaba al Almirantazgo britnico a concentrar en aguas europeas una parte cada vez mayor, de sus medios navales. La posicin diplomtica, a pesar de las apariencias, era sensiblemente menos favorable. Cierto que el Gobierno japons haba obtenido la confirmacin de los resultados conseguidos en el tratado de Portsmouth y pudo realizar la anexin de Corea sin suscitar protestas por parte de las grandes potencias; incluso estableci los cimientos para una colaboracin, temporal al menos, con Rusia, ventajas que hay que tener en consideracin. Pero estaba amenazada con perder el punto de apoyo-la alianza inglesa-, gracias al cual haba alcanzado tales xitos. En agosto de 1905 el tratado anglo-japons fue confirmado y ampliado: Gran Bretaa. que en la primitiva forma de alianza, en 1902, haba limitado su promesa de apoyo armado al caso en que Japn fuera atacado por dos potencias, acept luego la intervencin armad0. ~n una guerra en la cual tuviera el Japn que combatir con una ~.,: potencia; el gobierno japons, en compensacin, haba prometido una asistencia armada a Gran Bretaa, caso de que estuviera amenazada ia seguridad de la India. Estas promesas haban sido intercambiadas por un perodo de diez aos. Sin embargo, en 1910 el Gobierno ingls exigi ;.ma revisin del tratado, quiz porque tuviera la impresin de que obraba como un incauto al consolidar la potencia japonesa, cuyo desarrollo se haca molesto en China para los intereses ingleses; pero, sobre todc, porque no quera disgustar a los Estados Unidos, inquietos por los progresos de la expansin nipona. No se senta capaz, por otra parte, de mantener en lo sucesivo, sin el apoyo japons, la seguridad de la > dia, puesto ;,lo-ruso en que el acuerdo de 1907 haba puesto fin al antagonismc Asia Central? (1). El nuevo tratado anglo-nipn, firma( .i. 13 de julio de 1911, redujo, pues, el alcance de la alianza, que y J se aplicara, en adelante, a la posibilidad de un conflicto entre :apn y los Estados Unidos. Los medios polticos nipones se resign: ' a aceptar aquella situacin, porque creyeron necesario conservar ;.,.;~.a colaboracin con Gran Bretaa. Pero la alianza haba perdido gran parte de su vitalidad. Puesto que la situacin diplomtica no favoreca sus esperanzas. pensaba la poltica japonesa emplear medios de fuerza? En 1913 y a principios de 1914 nada hubo que lo indicase. El aumento constante de los crditos militares y navales tropez incluso, en los medios parlamentarios, con una resistencia vigorosa, y los partidos polticos protestaron contra las exigencias del Consejo Superior del Ejrcito. Por primera vez, la mayora de la Cmara de representantes hizo caso omiso de los "consejos" del Emperador, y vot en febrero de 1913 una mocin de desconfianza contra un gabinete-el ministerio Katsura-demasiado dcil a la influencia de los militares. Un ao ms tarde el parlamento
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se neg tambin a votar los crditos navales. La subid~ al poder, ~ primeros de marzo de 1914, del gabinete Okuma, cuyo efe manten1a, ~s trechos lazos con el trust Mitsubish, seal un ~~to para, la. pohtica de los medios de negocos, favorables a una expansion economica, pero no a una expansin armada. El Japn, en tal momento, no amenazaba, pues. direct~ente la paz.
El lugar que ocupaban los Estados. ,Unidos en la vid~ del mundo no cesaba de aumentar. Con una poblacion total de 96 millones de habitantes, que creci veinte millones e~ ,veinte a.as, gracias, en parte, a la afluencia de inmigrantes (1). la Union americana ~obrepa~aba a .todos los Estados europeos, salvo Rusia. La pote.ncia agncola e mdustnal, lo mismo que el ritmo del desarrollo econmi.co, colocaban a. los Estados Unidos en el primer puesto de la produccin de combu~t1bles, de ~e reales y de algodn; la de la hulla, que se haba duplicado en ,diez aos, lleg en 1914 a 513 millones de toneladas, y la zona petrohfera suministr en 1913, 265 millones de barricas. Las grandes llanuras del Oeste constituan la regin ms importante del globo en lo referente a la produccin de cereales y a Ja ganadera: los Estados algodoneros del Sur, desde Tejas a la Carolina del Norte, daban. el 65 par 100 del algodn bruto producido en el mundo. Las indust~ias de transformacin se hallaban en rpido crecimiento; en diez anos el valor de los productos manufacturados par las empresas americanas pas, al ~oble. En el sector de las industrias pesadas los progresos eran aun mas impartantes: con una produccin de 24 millones de toneladas de ac~ro, la metalurgia americana sobrepas en un 90 por 100 a la metalurgia ale. . mana, que iba a la cabeza, en Europa. Las causas esenciales de tan sorprendente impulso de la vida econmica estaban, evidentemente, unidas a la abundancia de lo.s recursos del suelo y del subsuelo, al espritu de iniciativa de los amencanos y a su sentido de organizacin: pero el papel de Europ~ ha de tenerse. en cuenta: ella enviaba los hombres; fue el gran summistrador de capitales, cuyo total lleg, en 1913. a 5 millares de milln y medio d.e dlares. En cuanto a las consecuencias de aquel progreso, en las relac10nes econmicas de la Unin americana son fciles de fijar: el comercio exterior seal progresos considerables (de 3.301 millones de, dlares en 1910 pas en 1914 a 4.258 millones, es decir, que aumento en cuatro aos alrededor de un 35 par 100), y el balance comercial, que entre 1906 y 1910 haba dejado un excedente medio de 400 millones de. dlares, tena ahora un excedente de 600 millones. La parte del Vzeo Continente en aquel comercio exterior, aunque disminuyera en el curso de las dos ltimas dcadas, segua siendo ampliamente preponderante: Europa reciba el 67 par 100 de las exportaciones americanas, sobre todo
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cereales y algodn bruto; y suministraba el 47 por 100 de las importaciones, entre' las cuales ocupaban un lugar importante los objeto~ de lujo y los productos qumicos; d los estados europeos, Gran Bretaa era el que continuaba siendo mejor cliente de los Estados Unidos y ms impartante proveedor. Pero el comercio de l Unin con los otros estados del continente americano progres sensiblemente, pues las necesidades del consumo interior obligaban a impartar, cada vez con mayor intensidad, la lana bruta de origen argentino, el azcar de caa y los productos tropicales, que provenan de la zona de los Caribes. Con Asia, los cambios seguan siendo dbiles an; importadores de caucho de Malasia o de las Indias holandesas, de seda brut\ japanesa, de t chino, los Estados Unidos exportaban a esas regiones productos industriales y, por lo referente al Japn, algodn bruto y petrleo: sin embargo, estos eran mercados pobres para 'la exporta~in, que en 1914 solo ocupaban un puesto mediocre en las ventas americanas al extw-ior, El rasgo ms sorprendente era el gran cambio que .haba sufrido en veinte aos la ndole del comercio exterior. En 1892 los productos agrcolas (incluyendo el algodn bruto) formaban el 75 por 100 de .las exportaciones americanas, mientras que en 1913 no constituan ms que el 40 por 100; la exportacin de los combustibles y de algunas materias primas destinadas a la industria haba llegado a ser muy impartante; la exportacin de los productos industriales pas del 18 al 31 por 100. Estos datos bastan para indicar las preocupaciones nuevas de los medios econmicos de la Unin. Mientras que, antes de 1900, los Estados; Unidos expartaban casi nicamente productos-algodn, petrleo, arne, trigo--sin los cuales no poda pasarse la clientela extranjera rii poda pensar encontrarlos en ningn otro sitio a mejor precio, ahora eran, en una proporcin impartante, expartadores de productos industriales, con los cuales haban de hacer frente a la fuerte competencia europea. Por otra parte, el mercado interior americano, a causa del aumento demogrfico, se convirti en un importante comprador de artculos coloniales y materias primas para la industria de la lana y de la seda. El sentimiento de independencia, 'que antes de 1900 era el de la mayor parte de los productores, tenda a atenuarse, y las relaciones econmicas exteriores ocupaban un lugar ms importante en las bases de la prosperidad americana. A decir verdad, semejante prosperidad pareca slidamente establecida, y las preocupaciones del parvenir no eran graves ni apremiantes. De dnde surgan las nubes, a pesar de todo ello? Las observaciones hechas en el curso de la crisis econmica de finales de 1907 y principios de 1908 incitaban a reflexionar. Las causas de esta crisis (en la que la produccin del acero baj a la mitad y el paro alcanz al 35 por 100 del efectivo entre los obreros sindicados, los nicos para los que existen estadsticas) tomaron un nuevo sesgo. La economa americana en el pasado haba sido afectada, en 1873, en 1884 e incluso en 1893, por el juego de las. causas externas:
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restriccin .momentnea de las compras de cereales por Eurova o retirada de los capitales invertidos por los europeos en empresas americanas. En definitiva, las crisis americanas haban sido de origen europeo. Ahora bie~: en 1907 fueron causas internas las que intervinieron: la marcha ascendente de los negocios, entre 1900 y 190(), haba incitado a la creacin de demasiadas empresas nuevas; el llamamiento que dichas empresas haban lanzado en el mercado de los capitales provoc un alza en las tarifas de inters y, por consiguiente, una agravacin de las cargas financieras para el conjunto de productores, en el preciso momento en que tal multiplicacin de empresas ocasionaba un riesgo de superproduccin, en relacin con la capacidad de. absorcin del mercado interior. Para evitar caer en crisis anlogas era ldgico que las industrias americanas procurasen incrementar sus exportaciones. Pero poda conciliarse fcilmente aquel deseo de ampliar los mercados exteriores con la poltica de altas tarifas aduaneras que era, desde haca medio siglo, practicada casi constantemente por 1os Estados Unidos? Aunque las industrias americanas l}ubiesen alanzado un podero que las colocaba en situacin de soportar la competencia de las extranjeras, continuaban beneficindose con una proteccin aduanera destinada a asegurarles, en el mercado interior, una posicin prcticamente de esclusiva. Si queran desarrollar sus exportaciones, no sera preciso que admitiesen a cambio un aumento de las importaciones? Esta fue la tesis que sostuvieron los demcratas cuando adoptaron la nueva tarifa aduanera, que en 1913 disminuy en un 10 e incluso en un 20 por 100 los derechos sobre productos metalrgicos. "El comercio-dijo el presidente Wilson-es recproco; no podemos vender, a menos que tambin compremos." Por ltimo, la rapidez del desarrollo econmico en la agricultura, pero an ms en la industria, solo fue posible gracias a la llegada, en p masa, de emigrantes europeos. En 1911 la Comisin de la inmigracin comprob que en las industrias de extraccin, en las empresas de obras pblicas e incluso en las industrias de transformacin, en Nueva Inglaterra y en Ohio, la mayora de losasalariados estaba compuesta por hombres nacidos en el extranjero. Ahora bien: tal afluencia de rr:ano de obra extranjera comenz a presentar inconvenientes para la cohesin nacional; el crisol americano, cuya eficacia haba sido notable hasta finales del siglo XIX, no pareca tener ya las mismas virtudes, pues los nuevos inmigrantes ya viniesen de Italia meridional, ya pertenecieran a las "minoras nacionales" de Austria-Hungra y de Rusia, eran ms rebeldes a la asimilacin de lo que lo haban sido, antes de 1895, los emigrantes venidos del noroeste de Europa. As, la Comisin de inmigracin crey necesario restringir la afluencia de europeos. El Congreso, a principio de 1913, comparti este punto de vista, y vot una ley, destinada a prohibir la inmigracin de los iletrados (es decir, de los que no supieran escribir en ningn idioma): la aplicacin de dicha ley habra tenido como resultado eliminar la mitad de los italianos y buen
nmero de yugoslavos o de rutenos, en total, un 27 p~r. 100 aproxi~a damente del contingente anual de inmigrantes. Pero Wilham Taft, qum.;e das antes de Ja expiracin de su mandato presidencial, opuso su veto a tales medidas y d Congreso no insisti. Por qu 7 Porque la administracin crea que an era necesario, en inters del desarrollo econmico, dejar libre curso, al menos durante algn tiempo, a la afluen cia de mano de obra. As se dibujaban, en las relaciones econmicas de los Estados Un~ dos, nuevos problemas; pero en aquella fecha ningnno de ell.os pare71a crtico, ni siquiera verdaderamente grave: eran solo los primeros mdicios de futuras dificultades.: Que la conducta de la poltica de la Unin iba ntimamente asociada a las preocupaciones econmicas qued .demostr~do por .la prctica de la diplomacia del dlar durante los primeros anos del siglo (1); Jos Estados Unidos, al mismo tiempo que continuaban admi~iendo capitales europeos, se haban convertido en e~p~rta~o~es d~ capitales g:acias al desarrollo considerable de los bene11c10s moustnales: estas mversiones facilitaron Ja expansin comercial, al mismo tiempo que preparaban el camino a una poltica de zonas de infl~lencia, a menud.o orientada por intereses estratgicos. Pero las el:cc10ne~ :fre_s1de..'.1ciales de noviembre de 1912 llevaron al poder, despues de diec1s1s anos de administracin republicana, al partido demcrata. El Presidente Woodrow Wilson y su secretario de Estado, William J. Bryan, ~nunc.iaron el propsito, a partir de la inauguracin de la nueva Eres1dencia, en marzo de 1913, de revisar la posicin adoptada por sus prede~esores . .l Quera esto decir que estuvieran decididos a llevar la poltica exterior de Jos Estados Unidos por nuevos caminos? Elevado a la presidencia a Ja edad de cincuenta y siete ~os, despu~s de una carrera universitaria, Woodrow Wilson, antes de gooernar, hab1a expuesto ampliamente sus concepciones en sus obras de ciencia poltica y en su interpretacin de la historia a~ericana. Se_ ha?a ~nteresad~, sobre todo, por la organizacin y el espfntu de las mstttuc1ones pohticas; y deba su suerte electoral a la cax:ipaa (iniciad'.'. ,que haba emprendido en 1906) a favor de Ja nueva libertad. La pos1c10n que haba tomado en politica interior de Jos Estados Unidos fue, pues, a~tes de su elevacin a la presidencia, el rasgo distintivo de su personahdad poltica. Pero, respecto a los problema~ e~t~rio_res, tambi~n ~ab~a manifestado tendencias y preocupaciones s1gmflcattvas. Al dia s1gmente de la guerra hispano-americana, que no haba deseado, per~ cuyos _res~l tados acept de buen grado, comprendi que la expansin terr.1torial en el mar de las Antillas y en el Pacfico sera el punto de partida de una era nueva en las relaciones entre los Estados Unidos y el mundo. Esta expansin responda-escriba-a necesidades naturales, materia(l)
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les, sin duda; pero sociales tambin, ya que el espritu de empresa o de aventura del pionerC! no poda encontrar ya un campo de accin en el interior del territorio de la Unin; poda servir, por ltimo, a los deseos espirituales del pueblo americano, ansioso de asegurar a los otros pueblos los beneficios del rgimen democrtico. La expansin econmica y financiera deba dar los mismos resultados: la exportacin de mercancas y capitales americanos hacia nuevos mercados exteriores. al mismo tiempo que aumentase la prosperida~ de los Estados Unidos permitira difundir, en Extremo Oriente, por ejemplo, las concepciones de la civilizacin occid,mtal y las instituciones americanas. Esto segua, en algunos aspectos, la lnea trazada por los disc1 pul os de Burgess ( l ). Pero Wilson se apart, en dos puntos, de la poltica de Theodore Roosevelt o de Taft. Crea que la expansin deba evitar la toma de posesin de un territorio por va de conquista y que la ocupacin armada, en todo caso, habra de ser temporal: tan pronto como las poblaciones de aquel territorio tuvieran suficiente madurez para gobernarse a si mismas deberan poder disponer libremente de su destino. Deseaba tambin que la influencia financiera de los Estados Unidos no tuviese por resultado permitir que los bancos, en esos territorios extranjeros, "explotasen a la masa del pueblo". Ciertamente. el deber del Gobierno americano era proteger las inversiones de capitales efectuadas por sus conciudadanos; sin embargo, no poda apoyar tales reivindicaciones ms que en la medida que fuesen ;11stas. La poltica exterior dejara, pues, de estar orientada por el deseo de explotacin comercial o por los intereses egostas de un pequeio grupo de fina11c1eros. Se defini. pues, contra los mtodos habituales de la diplomacia del dlar; pero sin renunciar a la expansin econmica ni al establecimiento de una influencia poltica. En el fondo, las reservas que formul el Presidente en poltica extetrior estaban destinadas, lo mismo que su programa de poltica interior, a obstaculizar la influencia excesiva del poder del dinero. El s2cretario de Estado, William J. Bryan, no dej de sealarlo vigorosamente: los capitalistas americanos que h:ican inversiones en un pas nuevo exigan una tarifa de inters muy fuerte, invocando los riesgos que iban a correr sus capitales; despus de Jo cual pedan al gobierno su proteccin, de manera que tales riesgos quedasen eliminados. Tal era el abuso al que Ja Administracin demcrata quera poner fin: Jos bancos. en lo sucesivo, deberan saber que no tenan derecho a 5emejante proteccin. Indicaba esa restriccin una intencin de repliegue? Wilson, por el contrario, repiti a menudo, en la lnea trazada por Thedore Roosevelt, que Jos Estados Unidos eran una potencia mundial; que tenan una misi6n que cumplir en los asuntos internacionales. en los cuales estaban llamados a desempear el papel de leader. y que estaban en situacin de regir la suerte del mundo, desde el punto de vista econmico".
(1) Vase anteriormente, cap. II. libro I de esta p:irtc.
La tradicin del aislacionismo haba quedado anticuada, no solamente porque la democracia americana no poda igncrar los peligros que implicara el triunfo de una revolucin reaccionaria, en este o en aquel gran estado, sino porque el desarrollo del comercio internacional ya no permitira respetar las consignas dadas, en otro tiempo y en un mundo diferente, por Washington y por Jefferson. "Ninguna nacin-pensaba Wilson-, y menos que ninguna otra una que viva del comercio y de la manufactura, puede quedarse aparte." Pero esta accin exterior deba ser ejercida por los Estados Unidos en favor de la paz. El Presidente Wilson crea en la eficacia de los tratados de arbjtraje; convencid de que, al punto que haba llegado el progreso de la civilizacin, las naciones no podan comprometerse en una guerra sin que las causas del conflicto hubieran sido objeto de una investigacin imparcial y "previa"; crea que los Estados Unidos tenan una responsabilidad moral respecto a los otros estados, y que su poltica deba cooperar en el establecimiento de una organizacin internacional de Ja paz. La influencia de la gran repblica en las relaciones internacionales, en 1914, era muy desigual, segn las zonas geogrficas. Debera ejercerse, sobre todo--no hay que decirlo~n el continente americano; observaba, pero sin gran insistencia, el Asia oriental; respecto a las cuestiones europeas mantena una actitud ms alejada. En el continente americano el Gobierno de los Estados Unidos haba esbozado desde 1889 una programa panamericano, es decir, q'\le procuraba desarrollar una solidaridad econmica e intelectual para preparar el camino a una solidaridad poltica. El orden del da de la primera conferencia de los Estados americarros haba hecho unas sugerencias: establecimiento de una unin monetaria y aduanera; construccin de un ferrocarril que enlazara las dos partes del continente; resplucin de los conflictos entre estados por medio de un sistema de arbitraje. Pero pasado un cuarto de siglo casi nada de tal programa se haba realizado todava: la creacin, en 1902, de una oficina comercial interamericana y la ampliacin, en 1906, de la competencia de esa oficina, que se haba convertido en el agente permanente de organizacin y de eie cucin de las conferencias panamericanas era lo nico esencial de la obra. En definitiva, se construy el marco, pero an faltaba el contenido. Aquella lentitud no se deba solamente a la solidez de las posiciones adquiridas. por los europeos; era el fruto de las resistencias opuestas por los intelectuales sudamericanos. Las crticas de estos medios no fueron presentadas en el seno de las conferencias panamericanas, pues los gobiernos de Amrica latina eran demasiado conscientes de la potencia econmica, financiera y poltica de los Estados Unidos para comprometerse por imprudentes caminos; pero se manestaron, con ocasin de los mtodos empleados por el imperialismo de Theodore Roosevelt o de Taft, en las obras de escritores de fama: Eduardo Pardo, en
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Brasil; Domingo Castillo, en Venezuela; Garca Caldern, en Per, y Manuel Ugarte, en Argentina. La expresin de esa desconfianza no era, por otra parte, signo de solidaridad entre los Estados de Amrica latina: los particularismos seguan vivos y los nacionalismos se afirmaban, con creciente vigor, a medida que la anarqua poltica se reprima en dichos estados por regmenes autoritarios; no se trataba, pues, de que los Gobiernos se entendiesen para oponer una resistencia a la penetracin de la influencia yankee. Sin embargo, la administracin demcrata juzg oportuno tranquilizar a la opinin pblica sudaIIJ.ericana. En un discurso pronunciado el 27 de octubre de 1913, Woodrow Wilson desaprob la diplomacia del d61ar y conden los mtodos que tendiesen, por intromisin de los grupos financieros, a establecer un control de los Estados Unidos en los asuntos interiores de algunos estados americanos; declar que una poltica exterior basada en "intereses materiales" resultaba peligrosa. Su intencin-dijo-era tratar a los Estados de la Amrica latina en el mismo pie de igualdad, y mostrarse su amigo, "teniendo en cuenta sus intereses, concuerden o no con los nuestros". Su nico propsito, "favorecer el desarrollo de la libertad constitucional en el mundo". Ahora bien: la influencia de los intereses econmicos y financieros, por su propia ndole, no cooperaba en la obtencin de estos resultados. Esto anunciaba el deseo de restablecer la confianza entre Amrica latina y los Estados Unidos. Pero tales declaraciones conciliadoras no fueron obstculo para el desarrollo de la expansin am~ricana en los campos de accin ya escogidos por Theodore Roosevelt-Amrica central, el mar de las Antillas y Mjico-. En Nicaragua, donde la administracin republicana haba asegurado, mediante una intervencin armada, la victoria de un Gobierno conserViador, dispuesto a proteger las inversiones de capitales efectuadas por los bancos de los Estados Unidos, Wilson mantuvo la presencia de un pequeo cuerpo de ocupacin y negoci un tratado que prevea, a cambio de una subvencin de tres millones de dlares, el derecho, para los Estados Unidos, de construir, eventualmente, en territorio de Nicaragua, un nuevo canal interocenico y establecer una base naval en la desembocadura de dicho canal, en la baha de Fonseca. En la Repblica de Hait, en la cual eran importantes las inversiones de capitales, pero sin que hubieran dado motivo todava para una presin poltica, cuando temi Wilson, en la primavera de 1914, que Alemania tratara de asegurarse una influencia, decidi aplicar un sistema anlogo al que Theodore Roosevelt haba establecido en la repblica dominicana (1 ). No hay duda de que estos procedimientos podan emparentar con la diplomacia del d6lar. Sin embargo, en los dos casos, el Presidente procedi fuera de toda accin de los bancos y obedeci nicamente a ins(1)
tancias del inters nacional, es decir, de la estra~egi~ naval; pero la proteccin de las inversiones de capital le proporc10no el pretexto Y la oportunidad. Forzosamente, hemos de concluir, pues, que a pesar ?e ~a _con?~na que dirigi contra la diplomacia del dlar, Wilso~ contm;.io :nspirandose en ella en las regiones en que ios Estados Un1dos teman m~ereses navales 0 econmicos importantes: no haba .l,ugar a que se apllcaran, , en tales casos, los principios de una co/aboracwn arm:tosa. En extremo-Oriente, la accin de los Estados Umdos s~ ~ab1a de~ arrollado despus de la anexin de los archipila~o~ del -~ac1f1co-H~wa1, las Filipinas, Samoa-en 1898 y 1899 .. La Admm1strac1on republtca_n~ haba tratado, sin xito. de poner en vigor, en I 90~. un proyecto de m ternacionalizacin de los ferrocarriles de Mane.huna, para hacer fracasar el reparto de influencia entre Japn_ y Rusia. Acept :n 1912 ~ar ticipar en el Consorcio bancario internacional (1), que ofrec1a al ~ob1er no de la Repblica china un fuerte emprstito. Cuando los d~mocratas subieron al poder, el grupo bancario americano, c~mpr?met1do en el asunto y dirigdo por la banca Morgan, se pregunt? s1 sena .apoyado por la nueva administracin: advirti, pues, al Pre71den~e W!lso:i que la articipacin en el emprstito solo sera manten1da s1 el Gobierno e,x~resaba tal deseo, lo cual era solicitar indirecta11_1ente u,n. garant1a. Wilson neg la promesa. ar~uyendo 9ue el Consor~10 quena 1~poner -~ Yuan-Shi Kai condiciones mcompattbles con l.a mdepen?e.nc,a adm1 nistratva de China. As. pues. los bancos amencanos dec1d1eron abandonar el asunto. . . Equivale esto a decir que el Gobierno de los Estados Un~dos descuiJase los in te reses econmicos de sus conci udadan?s en Chm~?. No, pues Wilson. en abril ,de 19,~3, dec!di, .~unque sabia ~-~~~el reg1m~~ oltico chino solo tenla de repubhcano el ~10mbre, c .. : .. _der ~l G bierno de Yuan-Shi Kai el reconocimiento de ure, ante ei ~ual aun vacilaban las potencias europeas; daba por descontado que aquel. gesto de simpata tendra su compensacin, y esa espe,ranza no se v10 defraudada: Yuan-Shi Kai concedi un derecho de busqueda Y de :xplotacin de Jos yacimientos de petrleo en el Jehol .Y el Chan,-S1 a una sociedad chino-americana, de la cual la Standai:d ?~l se reservo la ,,mayora de las partes; tena en perspectiva a pnnc1p1os de 1914 c':lebrar un contrato con la Bethleem Steel Corporation para la co~st.rucc1n d.e una base naval en la costa del Fo.u-Kien. ?Y. no fue un_ 1unsta am.enGoodnow quien se convirti en pnnc1pal conse1ero extran1ero ~~n~uan-Shi K~i? Sin embargo, la influencia de los ~stados. Umd.os segua siendo muy dbil con respecto a la de Gran ~retana; las mvers:ones de capitales americanos no llegaban a la dcima parte de las mversiones inglesas.
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El dco terreno en el que 12 :expansin L;;rnciera ce ''Js Estados Unidos 'ivalizaba profundamente con la expansin europea era Mjico, en el oue en 1912 las inversiones de capitales americanos en ferrocarriles, ;xplotaciones mineras o petrolferas e incluso ~n empresas agrcolas, alcanzaban un total de 1.500 millones de dlares, mientras que las inversiones inglesas no pasaban de 800 millones de dlares. Mjico pareca destinado a transformarse, en plazo breve, en una colonia econmica de los Estados Unidos. En 1913, sin embargo, los hombres de negocio ingleses, cuyo animador era Lord Cowdray, recibieron el apoyo del Gobierno. Por qu crea necesario el gabinete britnico mezclarse en tal asunto, con resgo de provocar el disgusto del Gobierno de los Estados Unidos? la cuestin del petrleo fue la que le empuj a la accin. Mjico, en aquella fecha, ocupaba el tercer lugar en la produccin mundial; ahora bien: el incremento del efT!pleo de los residuos de la nafta en los navos de guerra obligaba al Almirantazgo britnico a asegunrse fuentes de abastecimiento: Winston Churchill, primer Lord del Almirantazgo, insisti ante la Cmara de los Comunes, en julio de 1913, sobre la misma preocupacin. A causa de la rivalidad de las grandes compaas petrolferas inglesas y americanas se vieron obligados los dos Gobiernos a intervenir en la poltica interior mejicana, despus de la cada, en 1910, de la dictadura de Porfirio Daz, explotaron e incluso provocaron los golpes de Estado, prometiendo su apoyo a un partido o a un hombre que a cambio les concediese, una vez en el poder, ventajas econmicas. Cuando, en marzo de 1913, el gabinete ingls decidi, a instigacin de Lord Cowdray, reconocer el Gobierno de Huerta, que acababa de derribar al presidente Madeiro. la diplomacia americana protest: ella quera, segn deca, eliminar a un hombre que se haba adueado del poder por un golpe de fuerza y restablecer un rgimen constitucional; pero esta preocupacin por la moralidad poltica coincida con los intereses de las compaas americanas de petrleos, que acusaban a Huerta de favorecer a los "petroleros" ingleses. Gran Bretaa acab por ceder: en noviembre de 1913 abandon a Huerta, porque, segn escriba un gran peridico afecto al Gobierno, "todo el capital ingls en Mjico no podra compensar ni siquiera el solo riesgo de perder la amistad americana". A cambio de ello los Estados Unidos prometieron revisar, en beneficio de los intereses ingleses, la tarifa de derecho de paso por el canal de Panam. As pudo Wilson provocar fcilmente, en abril de 1914, mediante una demostracin de fuerza-la ocupacin de Veracruz-. la cada de Huerta.
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Theodore R::iosevelt se haba sentido inquieto por los xitos obtenidos, en I 905, por el Japn; crey, en el verano de 1907, segn los informes venidos de Inglaterra y de Alemania, que era posible un ataque nipn a las islas Hawai y sobre todo contra las Filipinas: sin duda, tales temores eran infundados, pues el Gobierno japons no poda pensar entonces en una guerra con los Estados Unidos; pero la alarma de Jos dirigentes americanos no era fingida: Roosevelt estim necesario trasladar al Pacfico, por el estrecho de Magallanes (la construccin del Canal de Panam no estuvo acabada hasta 1914), a la escuadra americana del Atlntico, y hacer emprender, al conjunto de la flota de guerra, un viaje amistoso hasta los puertos japoneses. Era esto, en la intencin del Presidente, un gesto de intimidacin-una advertencia-a la astucia del Japn. Es probable que el 'Gobierno nipn comprendiera su alcance, ya que acept establecer con los Estados Unidos una Declaracin comn, cuya firma haba eludido el ao antes. Por dicho acuerdo Takahira-Root, los dos Gobiernos promeeron respetar mutuamente sus posesiones territoriales en el Pacfico y en Extremo-Oriente, y no atentar contra la integridad ni la independencia de China. Esta Declaracin no bast, sin embargo, para tanquilizar al Gobierno americano. Asf, estim oportuno retirar al Japn el apoyo que le ofreca su tratado con Inglaterra. Y lo consigui (1). La actitud de la diplomacia americana demostraba la persistencia de una inquietud y el propsito de mantener en jaque al imperialismo nipn: antagonismo latente, del que los europeos podran sacar provecho.
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Pero la fuerza de expans10n del Japn y la de los Estados Unidos eran rivales en el Pacfico y en Extremo-Oriente, y ello significaba para Jos intereses europeos una perspectiva tranquilizadora. El presidente
Sobre los Estados Unidos.- H. NoT- , TER: The 01gins of the Foreign PoSobre el Japn~Adems de las obras licy o/ W. Wilson. Nueva York, 1937. citadas en la pg. 332, consltese: E. W. DrAMOl\'D: The Ecnnomic Thought SCHULTZE: Japan als Weltindustneof W. Wilson, Boston, 1943.-A. K. 1935, 2 vols.macht, Stuttgart, CA!RNCRoss: Home and Foreign lnG. ALLEN: A short Economic H;.,tory vestment. 1870-1913, Studies in capital of Modern Japan, 1867-1937, Londres, Accumulation, Cambridge, U. S. A., 1946.-J. RCHARD: Japans Economic 1953.-W. S. ROBERTSON: Hispanic Position, Nueva York, 1930.-V. KoAmerican Relations with the U. S., BAYASHI: The Basic lnlustries and SoOxford, 1933.-J. BEMIS: [he Latn cial History o/ Japan 1914-1918. New American Policy o/ the U. S.: an HisHaven. 1930, Coll. C:trnegie.-F. HAtorien/ /nterpretation. Nueva York, RRET: L' E1olurion du capitalisme ja(1) Vase anteriormente, pg. 577.
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1871
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CAPITULO XVIII
Debilitada, al menos momentneamente, por la competencia de los Estados Unidos y por la d~l Japn, la fuerza de expansin de Europa en el mundo se vea comprometida, ms gravemente an, por las amenazas de conflicto entre los estados europeos. Aunque existiese, en los rasgos generales de la vida intelectual y en la concepcin del Estado, una conciencia europea y, en los caracteres de la vida de sociedad-por lo menos, de la alta sociedad-, una analoga que pudiera abrir el camino a un vago sentimiento de solidaridad, Ja realidad era que esa conciencia y ese sentimiento no impeda la rigidez de las posiciones adoptadas por las grandes potencias (1). Cierto que los litigios marroques y balcnicos se haban resuelto diplomticamente; el uno, en noviembre de 1911; el otro, en agosto de 1913. Pero ni uno ni otro de estos tratados llev a un apaciguamiento duradero. A principios de 1914, se extendi ia amenaza. Apremiantes exigencias del sentimiento nacional; choque de los intereses econmicos y financieros: tales son los rasgos que retienen nuestra atencin, cuando se abarca la situac:n europea con la mirada.
I.
LOS SENTIMIENTOS NACIONALES
Que las manifestaciones del sentimiento nacional bajo sus diversas formas-protesta de las minoras nacionales contra una dominacin extranjera; rivalidades y desconfianzas que ponan a los grupos nacionales entre s; voluntad de poder de los grandes estados-tomasen mayor amplitud era, sin duda, la consecuencia de las dificultades que enfrentaban a las grandes potencias: volvan a abrirse las antiguas heridas en Irlanda, en Alsacia y Lorena, en Polonia, en el momento en que la perspectiva de un conflicto internacional ofreca oportunidades a los adversarios del statu quo; y las guerras balcnicas abrieron nuevas heridas. Pero estos puntos sensibles eran, a su vez, causa directa de amenazas y de disturbios que brindaban ocasiones a la voluntad de poder de los grandes estados, y la incitaban. En la cuestin de Irlanda, la reivindicacin de autonoma poltica haba sido satisfecha bastante ampliamente, pero solo en los textos legislativos, en noviembre de 1912. Segn el proyecto del Home Rule, vo(1)
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tado por Cmara de los Comunes, las poblacic 2s irlar:desas obtenan el derec'.. de elegir un Parlamento irlands, que: ieba ejercer el poder legislatiYG, excepto en lo referente a los asunto: militares, navales Y al rgim:::z1 aduanero. Cierto que la Cmara de los Lores hab1a rechazado el proyecto; pero esta oposicin no poda hacer ms que retrasar, en dos afros, la sancin real. A finales de 1914, el !lome Rule deba, pues, adquirir vigencia en principio. . Esta perspectiva provoc nuevas dificultad7s. porque alguno~ ~ac10nalistas irlandeses no queran contentarse con 1a autonoma y ex1g1an la independencia; pero sobre todo porque, en el seno de las poblaciones irlandesas catlicas, los habitantes de la provincia de! Ulster, que eran, en gran mavora, protestantes, formaban una especie de minora nacional. Cmo' podra someterse aquel grupo minoritario a un rgimen poltico, en el cual los catlicos, gracias a su preponderancia numrica, mandasen? Sin duda, la ley del Home Rule haba tenido cuidado de prohibir al futuro Parlamento irlands el establecimiento de una religin del Estado; pero tal garanta no pareca suficiente: la Irlanda protestante quera permanecer sometida a la autoridad legislativ~ del ~'.lamento ingls; exiga, pues, que la Home Rule Act fuese aplicada umcamente a la Irlanda catlica. Los nacionalislas irlandeses desechaban total, mente aquella solucin. La resistencia .del U~ster. tom, en. i:narzo d~ 1914, un sesgo de rebelda. Y como el Gobierno rngles renuncio a dominar el movimiento por la fuerza, los nacionalistas de Irlanda del Sur amenazaron con resolver el asunto por sus propios medios. Las dos naciones irlandesas formaron tropas de voluntarios. "Una chisp:i sera suficiente para provocar en Irlanda una peligrosa guerra civil", escribi, el 16 de junio de 1914, el cnsul de Francia en Dubln. "Nos encontram,os-observaba el canciller del Exchequer, Lloyd George-, frente al mas grave problema que se baya planteado en este pas desde la poca de los Estuardo." Era solo una crisis interior del Reino Unido? El asunto te~.a un alcance internacional: la situacin mundial de Inglaterra se debilitaba en la medida en que el Gabinete, absorbido por sus preocupaciones inmediatas, conceda menor inters a Jos problemas del continente europeo; y la guerra civil, si se declarase, paralizara la accin exterior de Gran Bretaa. "En todos los pases amigos existe ansiedad, porque se cree que, por el momento, Gran Bretaa no podra actuar"-dijo el primer lord del Almirantazgo, Winston Churchill, .e~ la Cr:1ara de los Comunes. Aadi que, sin duda, en caso de 7ns1s ex~enor, aquell.a fiebre se aplacara; pero el G<lbine.te no compart.1a, su op.t1m1sm?: .decidi que, en caso de guerra ~~ntm~ntal, r~ducma a cmco d1v1s1ones de infantera el cuerpo exped1c1onano destinado a tomar parte en las operaciones del Continente, a fin de conservar tropas a mano, para mantener el orden en Irlanda. La poltica alemana vio la ocasin de ex~lotu ;sta crisis irl~n~esa: de Alemania reciban las armas los voluntanos det Ulster y, as1m1smo.
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los voluntarios de la Irlanda del Sur. En los dos campos, los jefes m;.s ardientes dejaban que se creyese que no vacilaran en solicitar y aceptar una ayuda alemana. Sir Roger Casement, feroz nacionalista, declar que deseaba, en caso de guerra europea, una victoria alemana, que impedira a Inglaterra oponerse a la independencia de ~rlanda. Y James Craig, del Ulster, no ocult que preferira a "Alemania y al Imperio alemn" al rgimen de la Home Rul Act. En el curso del mes de mayo de 1914, el consejero de la Embajada alemana en Londres, Richard von Khlmann, acudi a informarse sobre el terreno, y no vacil en asistir a un desfile de voluntarios. En Alsacia y Lorena, donde los progresos del conformismo haban sido sensibles entre 1901 y 1910, se vieron defraudados los planes del Gobierno alemn, cuando, a pesar del otorgamiento de la Constitucin del 31 de mayo de 1911, la resistencia a la. germanizacin volvi a vigorizarse. En mayo de 1912, Guillermo 11 haba amenazado con ~acer trizas la Constitucin y anexionar a Prusia la Tierra de Imperio; en enero de 1913, inici persecuciones contra Le Souvenir alsaden-lorrain. En tal clima, se produjeron, .en noviembre de 1913, los incidentes de Saverne, que enfrentaron a los militares alemanes con la poblacin alsaciana. Los trminos insultantes de un tenientillo de diecinueve aos y las violencias a que se entreg contra los alsacianos, fueron vituperadas por la mayora del Reichstag alemn; pero la autoridad militar se neg a aplicar ninguna sancin al oficial. Contra aquella actitud del Ministerio de la Guerra prusiano, pretest, en enero de 1914, el Parlamento de Alsacia y Lorena. El asunto de Saverne sealaba el fracaso definitivo de la poltica del .staathalter Wedel, que dimiti: La ligue pour la defense de l'Alsace-Lorrain~, formada en marzo de 1914, agrupaba a representantes de todos los partidos polticos. En Berln, el secretario de Estado en los Asuntos Exteriores, Jagow, no ocult que la dominacin alemana tropezaba, en Alsacia y Lorena, con una profunda enemistad. La protesta polaca se reaviv, no en Galitzia, donde la administracin austraca era conciliadora, sino en los territorios prusianos y polacos. En la Prusia polaca, el Gobierno prusiano vena haciendo, desde hace veinte aos atrs, un esfuerzo de colonizad6n destinado a establecer colonos alemanes, y solo haba obtenido nfimos resultados; y prohibi, sin mayor xito, la lengua polaca en toda clase de enseanza, incluso religiosa. Tales mtodos de opresin y de rigor no hicieron ms que despertar el antagonismo. La oposicin polaca, que, de muy antiguo, haba sido animada por la nobleza, tom un carcter nuevo, desde que un partido "nacional demcrata" dirigido por burgueses, consigui atraerse a campesinos y obreros, y adopt un programa mucho ms radical que el de la oposicin tradicional; el nuevo partido extendi su propaganda hasta la alta Silesia, donde la protesta nacional haba sido, hasta entonces, mediocre.
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Ei.\ Polonia rusa, una parte de la burguesa industrial se contentaba pedir un estatuto de autonoma, mientras otra continuaba rei vindic:;:ndo la independencia. Pero las fuerzas activas del movimiento nacional se hallaban agrupadas en el partido socialista polaco, cuyo animador, Josepb Pilsudski, se haba refugiado en Galizia. Pilsudski prepar la futura insurreccin, organizando sociedades de tiro, en territorio austraco; en Lvov se hallaba la sede de la Con{ederacin de la lucha activa, cuyas filiales se encontraban en territorio ruso. "Este movimiento militar-declar Pilsudski, en febrero de 1914--coloca el problema polaco sobre el tablero europeo." No era esta, en el fondo, la opinin del ministro ruso de Asuntos Exteriores? En enero de 1914, Sazonof indic al Zar la necesidad de crear un inters real que uniese a los polacos al estado ruso.
Los litigios balcnicos estaban dominados por el . recuerdo de las luchas que acababan de .desgarrar la pennsula. A principios de 1914, una Comisin, formada a iniciativa de la dotacin Carnegie por la paz internacional, public su Enqute sur les Balkans, donde reuni un conjunto de pruebas que constituan un "espantoso captulo de horrores": ejecuciones, asesinatos, estrangulamientos e incendios, matanzas y atrocidades, no solamente entre musulmanes y cristianos, separados por el odio y las pasiones religiosas, sino entre griegos y blgaros, entre griegos y serbios que, todava la vspera, "haban i'mplorado juntos al cielo, en una guerra de liberacin". Tales rencores y odios mantenan una inestabilidad que provocaba riesgos inmediatos de conflictos locales, peligrosos para la paz general, en la medida en que agravaban la desconfianza entre las grandes potencias. En Macedonia era donde el choque de los nacionalismos resultaba ms violento, porque el mapa de las .nacionalidades ofreca el espectculo de un caos inextricable y porque la aplicacin del tratado de Bucarest provocaba un desorden moral y social. La causa principal de aquel desorden era la poltica ae asimilacin practicada, con frentico rigor, por los estados, en los territorios que haban conquistado: los funcionarios municipales, los maestros y los notables eran detenidos, maltratados, expulsados; los fieles de una de las Iglesias ortodoxas se vean obligados, a menudo, por la fuerza, a firmar una declaracin de adhesin a otro de aquellas Iglesias, pues, en todas partes, los eclesisticos eran los apstoles de la propaganda nacionalista; y, en todas partes, la conversin "significaba para ellos el paso de una nacionalidad a otra". La guerra por la liberacin de Macedonia, hada constar el informe .de la Comisin de investigacin, "solo ha procurado a los habitantes de este pas una nueva clase de sufrimientos y de pruebas ... Si recordamos la libertad de enseanza y la libertad religiosa que dej la dominacin turca a las poblaciones, nos explicaremos que mucha gente la eche ahora de menos". Desconfianzas y violencias mantenan un estado de inseguridad que incitaba a los gobiernos balcnicos a
conservar importantes efectivos sobre las armas, "pues los vecinos se hallan tan dispuestos a romper los tratados como a firmarlos". En el otoo de 1913, el grupo formado contra Bulgaria en el curso de la segunda guerra balcnica, .se disolvi; y los gobiernos iban a la bsqueda de combinaciones nuevas de acuerdos o de alianzas (1). El nacimiento del Principado de Albania dio lugar a dificultades de otro orden, en las cuales se encontraban mezcladas no solamente Serbia y Grecia, vecinas inmediatas del nuevo estado, ~ino ta~bin Au~ tria-Hungra e Italia, colegas desconfiados de la Tnple Ahanza y nvales en el Adritico. El trazado de fronteras, que, despus de haber amenazado, en octubre de 1913, con enfrentar a Albania con Serbia, era lo que ahora enfrentaba a Albania y a Grecia. El Gobierno griego trataba de conservar provisionalmente el Epiro del Norte, cuya poblacin era, en su mayora, de lengua griega; pero, en diciembre de 1913, una Co~sin de Delimitacin adjudic a Albania la regin de Argirocastro y de Santi-Quaranta. Cierto es que aceptara retirar de este territorio a sus funcionarios y a sus tropas; pero con la condicin de que las grandes potencias le dieran satisfaccin en la controversia relativa la adjudicacin de las islas del mar Egeo; acab por realizar la retirada, a pesar de Jos llamamientos que le dirigi un gobierno revolucionario constituido en Epiro del Norte, con miras a resistir a la dominacin albanesa: la poblacin de la zona discutida obtuvo solo la promesa de un estatuto de autonoma, dentro del marco del estado albans. Las reivindicaciones de la nacionalidad griega fracasaron, pues. Por qu? Porque la orilla oriental del canal de Corf tena una importancia estrat1,ica. El Gobierno italiano no quiso que permaneciese en manos de Grecia. La proteccin que Austria-Hungra e Italia otorgaban, as. a los intereses del nuevo estado, no era, sin embargo, seal de una colaboracin de las dos potencias en- aquel asunto, sino, por el contrario, una manifestacin de su rivalidad: cada una intentaba conseguir, en Albania, una influenc:ia preponderante. El Gobierno austro-hngaro consideraba aue destinado a cerrar a Serbia el acceso al Adriticc, aquel estado debfa convertirse en aliado de la Doble Monarqua. Pero la poltica italiana estaba absolutamente resuelta a impedir, no solamente a los eslavos. sino tambin a los austro-hngaros, que poseyesen las orillas del canal de Otranto. Un prncipe alemn, un protestante, el prncipe de Wied, pari,ente del rey de Rumania fue el que Austria-Hungra e Italia hicieron designar para dirigir el Gobierno. Pero, desde su llegada a Durazzo, en marzn de 1914. el prncipe se vio enfrentado con graves dificultades. Sin recursos financieros, sin administracin organizada, cmo podra im(l) (2) Vase anleriormente, pg. 531. Vase anleriormente, pg. 520.
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poner su autoridad a tribus montaesas que nunca haban estado realmente sometidas al Gobierno turco o arbitrar los conflictos entre los ll!usulmanes y los catlicos? No poda sobre todo contar con sus mint~tros albaneses, que se hallaban en conflicto entre s y con l mismo. ~tena y Roma, aunque conjuntamente, le ofrecieron un apoyo finan~tero Y una ayuda para formar los cuadros de un ejrcito albans. Entre estos dos padres que no se entienden--0bserv Guillermo IIel pobre chico va a pasar un mal rato." Ciertamente se trat en abril de preven~ el de~ollo de aquella rivalidad, mediante un ;eparto e~ zonas de i~uenc1a; pero el proyecto result muy laborioso. Y, en la segunda qwncena de mayo, los agentes italianos y austro-hngaros entablaron en Durazzo una guerra a cuchillo: el 19 de mayo se produjo el g~lpe de estado .del_pnnci~.que, a instigacin de los austro-hngaros (segun la Prensa 1tahana), hizo detener a su ministro de la Guerra Essad Bey; el 24, la ciudad fue atacada por .tribus de las montaas el prncipe obligado a refugiarse a bordo de un buque de guerra la Legacin italiana d~j traslucir "~a gran alegria"; el 15 de junio,' sin embargo, par conse10 de Legacin austro-hngara, el prncipe intent ~na o~ens1va cont~a ~os insurgentes, y su fracaso fue acogido con sat~sfacctn por los 1tal1anos. Pareca imposible que el Gobierno del prnctpe lograra m~tenerse, .a menos de conseguir la presencia de una tuerza armada mtemacional. La crisis albanesa puso en dura prueba la propia Triple Alianza.
l~ suerte de_ las is!as turcas del mar Egeo provoc entre Turqua y Grecia un conflicto diplomtico que amenazaba con transformarse en conflicto armado. El tratado de Bucarest haba -encargado de decidir a las gr~de~ potencias. ~n febrero d~ 1914, se tom la decisin: por ella se adjudicaron a Grecia todas las islas, con excepcin de Tenedos e Imtvo.s, que_ defienden la entrada de los Dardanelos, y de O!stellorizo, en la u:imed1ata. c~rcana del Dodecaneso, en donde Italia mantena una ocupacin ~ovtsio~! Pero el Gobierno turco, que quera conseguir, adems, CJuos y M1tdene, se neg a admitirlo; y las grandes potencias no ~e puster~n de acuerdo para obligarle a ello. En vano iniciaron los gobiernos griego y turco una negociacin directa. El fracaso de lu conversaciones implicaba un riesgo de guerra: Turqua compr dos llCO r~zados, que esta~an c?nstruyndose en astilleros ingleses, y el presidente del Conse10 griego, Venizelos, se declar resuelto, en juni~ de 1914, a decla~ar la guerra, antes que se realizara aquel refuerzo d l~ flota turca. Cierto que, ~gunos das ms. tari:ie, se disip la posibih?ad de una guerra preventiva, pues el Gobierno griego consigui, mediante la coml>!'~ ~e dos acorazados en Jos astilleros americanos, restablecer el eqwhbrio de las fuerzas navales. Pero esto no pueda ser ms que una tregua. las rivalidades de estos nacionalismos balcnicos no eran los nj. cos que ocasionaban de inmediato los ms graves riesgos para 14 paz
comn. El despertar de la cuestin de los estrechos era otra de las amenazas. Despus de la derrota sufrida en Ja primera guerra balcnica y ante Jos riesgos que deba temer en el mar Egeo o en Asia Menor, era natural que el Gobierno turco quisiera, sin demora, reorganizar su Ejrcito, y lgico tambin que pensara en acudir, para dirigir esta reorganizacin, a un general alemn, ya que, desde haca diez aos, Aiemania, gracias a la concesin del ferrocarril a Bagdad, tomaba una parte importante, no solamente en el crecimiento econmico del Imperio turco, sino tambin en el establecimiento de los medios de transporte que haban mejorado la situacin militar de aquel Imperio. El 27 de noviembre de 1913, un acuerdo germano-turco previ que el general Liman von Sanders, asistido por una misin de sesenta oficiales, ejercera un poder de inspeccin general, en todo ei Imperio turco, sobre las tropas, las fortificaciones y los ferrocarriles, y sera, adems, designado para el mando de! primer Cuerpo de ejrcito turco, estacionado en Constantinopla. El embajador alemn, Wangenheim, promotor de este acuerdo, pensaba haber asentado as slidamente la influencia poltica de Alemania: "Cuanto ms se parezca este rgimen al de Egipto, ser mejor para Turqua", escribi al canciller Bethmann Hollweg. El Gobierno ruso. consideraba, no sin inquietud, la perspectiva de un ejrcito turco colocado en manos de Alemania; pero an se preocup ms al ver la guarnicin del Bsforo bajo el mando directo de un alemn. En vano el sultn afirm que Liman von Sanders no ejercera ningn poder "incompatible con la independencia del Gobierno turco": si las tropas estacionadas en Ja capital estaban a las rdenes de u.n alemn, cul podra ser tal independencia? En realidad, la cuestin del mando directo en Constantinopla fue el centro del spero debate germano-ruso, y tambin lo que estaba en juego en la presin diplomtica que Rusia, apoyada por Francia y, aunque muy dbilmente, por Gran Bretaa, ejercan cerca del Gobierno turco, amenazndole con exigirle compensaciones. Los dirigentes de la poltica alemana juzgaron preferible buscar una componenda. "Por qu-escribi Bethmann Hollweg-promover problemas que an deseamos aplazar en nuestro propio inters?" Liman von Sanders abandonara el mando directo del primer Cuerpo de ejrcito; pero seguira siendo inspector general del ejrcito turco. El Gobierno ruso acept este arreglo, que daba al general alemn carta blanca en Ja organizacin del ejrcito turco. "Hay que contar, en Jos prximos aos, con el desencadenamiento de una nueva guerra balcnica, o incluso de una gran guerra europea"-escribi, en enero de 1914, el jefe del Estado Mayor austrohngaro.
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CIRCULACIO~~
El notable impulso de las relaciones econmicas y financieras entre los estados europeos-intercambios de mercancas y movimientos de capitales-, aunque hubiera establecido, a veces, entre Jos productores y los comerciantes de los diversos pases una solidaridad de intereses, se converta, con mayor frecuencia, en ocasin de rivalidades. En vano los economistas libre-cambistas denunciaban el espritu de monopolio y de rivalidad comercial como productos de la ignorancia econmica: la accin de los intereses privados amenazados por la competencia extranjera, el deseo de defender la independencia econmica del Esf-:U}o eran mviles ms inmediatos, ms poderosos que los alegatos d, .os doctrinarios. Cules fueron los rasgos principales, en 1913 y principios de 1914, de aquellas competiciones entre los intereses mater'~les?
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En los intercambios comerciales, los dos estados europeos con ritmo de desarrollo industrial ms rpido, eran, entre s. los mejores clientes: en 1913, Gran Bretaa recibi el 14,2 por 100 de las exportaciones alemanas, mientras que Austria-Hungra solo reciba un 10,9 por 100, y Rusia, un 8.7 por 100: Alemania tuvo una parte de 7,7 por 100 en las exportaciones inglesas. mientras que Ja de Francia fue de 5,5 por 100. Pero la competencia entre exportadores alemanes e ingleses era muy dura en casi todos los mercados europeos. donde los alemanes atacaban la preponderancia que sus rivales haban posedo hasta finales del siglo XIX, e incluso, a menudo, les aventajaban. En 1898, las compras efectuadas por Francia en Alemania llegaban apenas a los tres quintos de las que eran efectuadas por ella en Gran Bretaa: en 1913, importaciones alemanas e inglesas se encontraban casi al mismo nivel. En Blgica, donde, en. 1898, eran bastante ms importantes las importaciones inglesas que las alemanas, ahora las alemanas sobrepasaban en 200 millones de francos belgas a las inglesas. El comercio de Amberes, en el que los ingleses haban ejercido, durante mucho tiempo, un cuasi monopolio, estaba pasando a manos de los alemanes; los agentes diplomticos britnicos explicaban esta fuerza de expansin por Ja presencia de cuarenta mil alemanes en Ja ciud?.d y por las aJi;rnzas matrimoniales entre las grandes familias, de Amberes y el alto comercio renano. Los holandeses compraron, en 1913, 1.051 millones de florines de mercancas alemanas, y solamente 356 millones de mercancas inglesas: mientras que, quince aos antes, ingleses y alemanes estaban a la par. Rotterdam, a medida que se desarrollaba la navegacin renana. presentaba, para el comercio alemn, una importancia casi comparable a la de Hamburgo. En la Pennsula Ibrica, el comercio ingls defenda bastante bien sus posiciones en Portugal, e incluso en Espaa, donde el carbn procedente de Gran Bretaa se venda, gracias al transporte martimo, ms
f',fapa 10.-EL TR.{FICO EN EL RIN EN 1912. rSegn los TrnM!l:t du Comit dEtudes, tomo I, Atlas, Pa.rfs, 1918. El Atla.s se ha c.s~:ib;ecido balo Ja dtrecc16n de EMNANUIL DE ldARTONNE.,
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TOMO
n:
EL SIOLO XIX.-01!
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barato que el alemn pero, en. i.ts importaciones de productos manula parte de Alemarua se encontraba en rpida progresin. . En Italia, donde el comercio ingls, despus de haber ocupado hacia 1880, un lugar cinco veces ms importante que el alemn haba C?D$el'Vado cla!a pr:ponderancia hasta finales del siglo XIX, l~ situa~in se haba invertido: las importaciones alemanas (626 millones de hras) _sobrepas~on en 50 millones de liras, aproximadamente, en 1912, a las 1mportac1ones inglesas. En Rusia, la~ importaciones alemanas-mquinas, equipo elctrico, proquctos qumicos-, que estuvieron en constante progreso a partir del .tratado ~e co?lercio celebrado en 1894, llegaban al cudruplo de las tmportac1ones inglesas. Por ltimo, la s?premaca del comercio alemn sobre el ingls, desde 18~ en Rumai:i1a, y d;s?e 1901 en Serbia, se extendi, en 1911, a ~ulgana. En Grecia era umcamente donde las posiciones econmicas mglesas seguan siendo preponderantes. l C:u.les ~ueron las causas de tales xitos alemane7 La situacin geogrfica, sm duda_, excepto en las regiones en que los bajos precios del tran~porte martimo ~laba ven!ajas al comercio ingls. Pero tambin la tenacidad del comerciante alemn, que, para hacerse dueo de un mercado, no descuidaba las ocasiones ms pequeas y saba adaptar s~ m~rcanca al ~usto del comprador. Por ltimo, gracias a una organizacin ms flexible de crditos bancarios, el exportador alemn aceptaba plazos. de pago ms largos que sus competidores. Las relaciones consulares inglesas fueron las primeras en sealar el conservadurismo (los alemanes y_ los americanos lo llamaban rutina) de los industriales Y de los comerciantes britnicos, demasiado propicios a dormirse sobre sus laureles. En ~as relaciones entre Alemania y Francia las cuestiones econmiqs tuvieron un car~cter c~mpletamente distinto. La competencia entre los exP<;>rtadores exista,. sm duda, pero no alcanzaba, ni con mucho, amph~d que se ?1anifestaba en las relaciones anglo-alemanas. Los intercambios. comerciales en~e ambos p~ses eran activos, pero el bal~nce comercial daba la. venta1a a Alemama, cuyas exportaciones a Francia lle~aron a 1.068 mtllones de francos en 1913, mientr~ que las exportacton~ francesa~ a Alemania no pasaron de 866 millones de francos. En estos intercamb~os las ?lateras primas ocupaban un importante l~&a! ya que. Francia necesitaba carbn alemn y la industria metal~rgica alemana poda encontrar en Francia parte de los recursos de hierro de que careca; la mitad del coque utilizado en los altos hornos d~l ~ropo Longwy-Nancy vena del Ruhr y los establecimientos metalurgicos de West:falia reciban su materia prima de la Lorena france.sa. Estas necesidades complementarias llevaron a los grandes indus~~es de ambos pases a tomar garantas. Para asegurarse el abastecimiento de coque y evitar la tutela del "sindicato renano-wesfaliano" las fundiciones de acero francesas--Wendel sobre todo--compraron en ei
facturado~
Ruhr yacimientos mineros. diez mil hectreas aproximadamente, el ms importante de los cuales, la mina Federico Enrique, tena tres mil hectreas; tambin posean participaciones en las grandes empresas mineras alemanas-la Gelsenkirchen, en el Ruhr, y las cuencas hulleras de Ja orilla izquierda de Rin. Los Konzem alemanes queran adquirir reservas de mineral de hierro en territorio francs. ThysseI1 posea, en Lorena, dos yacimientos, que no haba explotado an; hubiera querido obtener la preponderancia en la explotacin del mineral en la baja Normanda. p:;ro, ante las resistencias con que tropez, hubo de contentarse con una opcin sobre una parte importante (el 40 por 100) de la produccin de dicha cuenca. Parece ser que en 1913 la superficie de dichos yacimientos pasados a manos de alemanes llegaba a 17.300 hectreas, es decir. un quinto aproximadamente de la superficie total de los yacimientos entonces explotados. Adems, hay que sealar que en Argelia Ja sociedad internacional que explotaba los minerales del Uenza tenJ. una importante participacin de Alemania. Por ltimo. los grandes industnales alemanes desempeaban un activo papel en la indusuia metalrgica normanda (Thyssen posea en 1912 el 45 por 100 del ca pi tal-:1cciones en la Sociedad de Altos Hornos de Caen); en la industria qumica de la regin de Amiens y las industrias elctricas y electro-qumicas de Lyon. En total-segn los cmputos de Maurice Baumont-, "las p3.rtcip:iciones que las sociedades franceses posean antes de la guerra en las explotaciones hulleras alemanas eran pequeas con relacin a las conquistas germanas en la industria francesa y a las p::irticipJcioncs efectivas de las empresas alemanas en la explotacin de las concesiones francesas". En el comercio exterior de Italia, Alemania, aunque poco, superaba a Gran Bretaa; mientras que los intercambios con Francia eran ineriores, por lo menos, en un 40 por 100. Italia compraba a Gran BL;taa, sobre todo, carbn, que poda recibir a precios ;ms ventajosos que el alemn, por motivo de la diferencia que exista entre los gastos de transporte, por va martima y por ferrocarril; a Alemania compraba, preferentemente, los productos manufacturados-los de las industrias metlicas, qumicas y elctricas. Pero estas solo son observaciones supcrficiJ.lcs. Lo que importaba ms era la influencia de los al.::manes en los principales sectores ele la vida econmica. El comercio italiano de B:rnca estaba e/l manos de pequeios y grandes bancos de ongcn alemn. de los cuales el principal era la Banca Commerciale, ndad:i. en 1894, bajo los auspicios ele Bleichroeder, el banquero de Bismarck. La Banca Commerciale sostena a las grandes empresas alemanas de electricidad, cuyas ventas de mquinas y de material en Ir;:.Jia llegaban a 200 millones de francos por ao; controlaba las fundiciones de acero de Terni, los altos hornos de Savona; y en 1913 estableci, entre los grupos siderrgicos, un acuerdo que garantizaba la impOtacin anual en Italia de 40.000 toneladas de hierro forjado de origen alemn: como consecuencia ele esto tena influencia en las f-
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bricas d,~ 2.rmamentos; por .ltimo, posea la mayora de las acciones en la Sociedad General de Navegacin Italiana. En 1913 la enseanza dada en el Instituto de Estudios Comerciales, de Roma. demostr los progresos de la influencia econmica alemana. Rusia se hallaba en relaciones comerciales muy activas con Alemania, que tena una parte de 47 por 100 en las importaciones, y de 29,7 por 100 en las' exportaciones: por el contrario, solo mantena relaciones mediocres con su otra vecina, Austria-Hungra, cuya parte en el comercio exterior ruso no pasaba del 3,5 por 1O.O. De los dos grandes estados de la Europa occidental era Gran Bretaa el principal suministrador y el mejor cliente del Imperio ruso: los intercambios anglo-rusos representaban, en valor el triple que los intercambios franco-rusos (los cuales, a pesar de los lazos polticos, eran inferiores incluso a los intercambios ruso-holandeses). Pero qu diferencia entre la cifra total del comercio anglo-ruso--440 millones de rublos oro-y el del comercio germano-ruso, que llegaba a 1.105 millones! Esta preponderancia del comercio alemn se afirm sobre todo en las provincias occidentales del Imperio, de Kiev a Vilna, donde se observaba tambin una nfiltraci6rz de campesinos alemanes. Los medios nacionalistas rusos (y con ellos el ministro de Agricultura, Krivocheine) declararon en marzo de 1914 su intencin de obstaculizar tal influencia. restringie~do y modificando profundamente el tratado de comercio germano-ruso, cuya fecha de expiracin estaba prxima; no vacilaron en admitir la posibilidad de una guerra aduanera, sin querer detenerse a examinar sus consecuencias polticas. En qu medida ejercieron esas relaciones comerciales una influencia sobre las polticas? Las medidas tomadas en Francia y en Rusia, con miras a limitar la expansin comercial alemana, fueron, no la causa, sino la consecuencia de dificultades polticas. La rivalidad comercial anglo-alemana, por el contrario, comenz a desarrollarse en una poca en que las relaciones polticas entre los dos estados eran satisfactorias. L Haba llegado a ser un elemento de discordia en tales relaciones? Los medios econmicos ingleses comprobaron que Gran Bretaa haba perdido su supremaca industrial; que el exportador ingls. a causa de la dureza de la competencia. ya no poda imponer sus precios, y que, por consiguiente, para mantener un mismo volumen de importaciones era necesario el aumento de exportaciones. Dichos productores y comerciantes ingleses se dieron cuenta de que la causa principal de tal situacin era el progreso de la competencia alemana. Esto podra provocar una antipata respecto a los alemanes y fomentar un estado de nimo cuyas consecuencias podan hacerse notar en las relacione:; entre los dos estados. Pero de qu se trataba realmente 7 En 1908 y 1910 los peridicos conservadores tomaron como tem:~ esta competencia para tratar de reanimar la idea de una vuelta al pro-
teccionsmo aduanero, unido a un rgimen; de pref e:encia imperial, segn el proyecto establecido en 1902 por Joseph Chamberlain (1), esta poltica, si hubiera sido adoptada, habra. permitido estorbar las importaciones alemanas en todos los territc>'.-pios britnicos y, verosmilmente, habra llevado a una lucha de tar'ifas entre Inglaterra y Alemania: pero el partido liberal ingls no , pudo renunciar al rgimen librecambista que estaba asociado, en su nimo, a la gran prosperidad de la que se haba beneficiado la vida econmica inglesa desde haca ms de medio siglo. La rivalidad comerdal anglo-alemana no llev, pues, a una guerra aduanera. Podra ser; tal que incitara al pueblo ingls o, por lo menos, a los medios econmicos a pensar en recurrir a las armas como medio de deshacer la competencia alemana? Nada nos permite pensarlo: la embajada aleman:a en Londres, en 1912 como en 1'906, comprob que los hombres de :negocios ingleses eran hos: ,. tiles a un conflicto con Alemania. Si los medios econmicos ingleses adiJptaron esta actitud de resignacin fue, sin duda, porque no tenan rnucho que perder. No continuaban aumentando las exportaciones d~e Gran Bretaa, aunque el ritmo de este aumento fuese muy inferior al que se alcanz en Alemania o en los Estados Unidos? En definitiva, los productores y los comerciantes ingleses no sufrieron ms que! unafalta de ganancias. As, pues, el ataque de pesimismo, que se haba: manifestado en el momento en que, entre 1895 y 1900, haba aparecido la competencia de los nuevos estados industriales, se disipaba ahorci. Solamente en caso de que las exportaciones declinasen seran graves las perspectivas, pero la opinin inglesa en 1914 crea que dicho peligro estaba lejos. Era diferente la situacin en Alemania? LDebemos pensar-afirmacin expresada a menudo en la historiografa francesa~ue la prosperidad de la economa alemana estaba en aquel momento seriamente comprometida? En la batalla econmica que haba mantenido en e! curso de Jos aos precedentes el Reich obtuvo grandes xitos. Sin duda el porvenir segua siendo incierto, pues los medios de negocios podan temer un ce:co econmico, un cierre de mercados exteriores importan tes, temor comn a todos los grandes estados industriales de Europa, ms grave, sin embargo, para Alemania, donde la vida econmica era especialmente vulnerable; fules Cambon, en su correspondencia, haba observado a veces el estado de nimo agresivo de tales medios. Pero eran apremiantes aquellas inquietudes? Estaba Alemania, cuyas exportaciones iban dirigidas, en sus tres cuartas partes, hacia los mercados europeos, en el invierno de 1913-1914, amenazada por una crisis econmica? La coyuntura haba sido muy favorable entre 1909 y 1913 en todos los sectores de la produccin industrial. Ji finales de 191J, sin embargo. aunque las industrias qumicas y elc1ricas seguan siendo prspe( 1) Vase anteriormente. pe. 455.
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ras, la metalrgica y la:;; textiles encontraron dificultades: baja de precio del acero y restriccin de la produccin, en enero de 1914, en la industria de construcf:::in de mquinas; dismin uc1n de pedidos, que provoc en la indusuia textil, en Alemania del Sur, un paro parcial. No eran estas, sn <.:mbargo, dificultades graves: el paro no llegaba a un 4,8 por 100 de!l nmero de trabajadores, mientras que haba sido de un 2 por 100 en~ 1910, ao de gran prosperidad. El malestar, por otra parte, solo fue pasajero. A partir de enero de 1914 los precios comenzaron a tomar nuevamente un movimiento de alza. En marzo y en mayo las cifras del comercio exterior fueron superiores a las que se alcanzaron un a:.o antes, es decir, antes que se manifestara el malestar. En junio, el paro baj a un 2,6 por 100. Dnde estaban las seales de crisis econ1:mica? Crea necesario la metalurgia asegurarse, mediante la anexin de territorios franceses, reservas de hierro? Esa hiptesis haba pasado por la imaginacin del .embajador de Francia. Sin embargo, nunca haba recogido ningn imdicio a tal respecto. Cmo afirmar, pues, que los planes anexionis;tas, que se pusieron de manifiesto despus de las victorias alemanas; de 1914, haban tomado forma antes de la 1 guerra?
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En Londres y en Pars! se hallaban los dos grandes mercados finan1 cieros europeos. La plaza de Londres paba adquirido, desde mucho tiempo atrs, una situacin excepcional en los intercambios internacionales de mercancas. Gracias a su flota mercante se vea convertido en el gran almacn qtte distribua, en 1el mundo, los productos europeos, y en Europa, los productos de lois otros continentes. Gracias a la estabilidad de ,;SU moneda inspiraba 'confianza a los negociantes del mundo entero, que consideraban el billete de Banco ingls como equivalente al oro. En Londres se habar. establecido los principales mercados de materias primas y de metalys preciosos; all era tambin fcil celebrar a paca costa los ms ventajosos contratos de seguros. Por ltimo, la organizacin tcnica de la City "no tiene par": fuerte concentracin bancaria que aseguraba ai los cinco grandes establecimientos de crdito-al Midland Bank y al Lloyd sobre todo-un poder sin igual; especializacin de las actividades, que permita a los bancos de crdito, a las casas de aceptacin, a los establecimientos especializados en las colocaciones de valores extranjeros, poseer una notable red de informaciones. En la financiacin dei comercio internacional el papel de los Merchat Bankers era fundamental, coma en el movimientos de capitales el de los cincuenta establecimientos que colocaban en Gran Bretaa ttulos extranjeros o que abran crditos en los paises nuevos a los comerciantes y a los propietarios de las plantaciones. En 1914. el total de estas invers10nes inglesas en el exterior estaba valorado en
cuatro mil millones de libras, o sea cien mil millones de francos oro, es decir, dos quintos del tesoro nacional. Los capitalistas ingleses miraban, sobre todo, hacia el Imperio britnico, hacia los Estados Unidos o Amrica latina y haca Extremo Oriente; pero no descuidaban en Europa a Rusia. a Espaa ni a Italia. L~ plaza de Pars deba su importancia, principlmente, al espritu de ahorro, que era, en aquella poca, un rasgo distintivo del pueblo francs; ahorro que, entre 19DO y 1913, lleg cada ao a cuatro o cinco mil millones de francos. A principios de 1914 el total de las inversiones efectuadas en el extranero estaba valorado en cuarenta y cinco mil millones de francos, es decir, un sexto, aproximadamente, del tesoro nacional total. Los grandes bancos de depsito o los de negocios que orientaban las colocaciones de su clientela tenan un punto de vista bastante diferente del de los establecimientos ingleses. As, pues, esas invers10nes francesas presentaban caracteres particulares. Por una parte, las colocaciones solo en pequea proporcin se dirigan hacia el Imperio colonial; iban, preferentemente, hacia Europa, que absorba ios dos tercios de ellas: Rusia ocupaba, con mucho, el primer puesto (once mil quinientos millones de francos); pero el Imperio turco, los estados ibricos y los balcnicos eran tambin regiones que atraan. La Doble Monarqua misma (a pesar de su orientacin poltica) haba recibido capitales franceses-2.200 millones aproximadamente--en el ltimo tercio del siglo XIX; pero desde primeros del XX el mercado financiero franc! se cerr, par decisin del Gobietno, a las emisiones austracas y hngaras, privadas o pblicas. Cierto que a finales de 1911 el levantamiento de tal prohibicin habfa sido tomado en consideracin durante un instant(4; y el embajador de Francia se haba vanagloriado de obtener, a cambio de un fuerte emprstito (un millar d_e millones de francos) la seguridad de que AustriaHungra "no apoyara a Alemania en una guerra de agresin" pero. par consejo del Gobierno ruso, temeroso de que el producto de aquel emprstito facilitase el rearme austro-hngaro, el presidente del Consejo francs, Raymond Poincar, muy escptico, adems, respecto de los puntos de vista del embajador, hab(a opuesto su negativa. Por otra parte. los emprstitos emitidos por los gobiernos extranjeros tuvieron en estas colocaciones una parte muy amplia, la mitad, por lo menos, del total. bien parque los pequeos portadores franceses creyeran encontrar as una seguridad mayor que en los valores industriales, bien porque obedeciesen los consejos de los bancos. cuya poltica concordaba en ese punto con los proyectos del Gobierno. A.l lado de los mercados financieros de Londres y de Pars, el alemn slo desempeaba un modesto papel. Los beneficios industriales eran, sin embargo, considerables; pero los capitales as( formados encontraban facil inversin en la misma Alemania. La parte 'del ahorro nacional que se onentaba hacia las colocaciones en el extranjero fue siPmpre dbil-una decima parte aproxidamente entre 1890 y 1900-y
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no dejaba de disminuir. En 1913 tales inversiones no pasaban de veintids a veinticinco mil millones de marcos, es decir, veintisis a treinta mil millones de francos oro. Iban dirigidas casi siempre hacia las regiones en las que los tcnicos alemanes desempeaban un papel importante para el desarrollo de Ja produccin. Aunque se haba convertido en exportadora de capitales. Alemania continuaba buscando, en determinadas ocasiones, asistencia financiera extranjera; encontraba apoyos con bastante facilidad en la plaza de Londres; pero, salvo raras excepciones, no poda dirigirse al mercado de Pars, pues el Gobierno francs, desde hada muchos aos, denegaba la admisin a cotizacin de los valores alemanes. Sin duda haba pensado, en 1909, despus del acuerdo marroqu, tambin incluso a principios de 1911, en levantar esta prohibicin pero tras de la crisis de Agadir ya no se volvi a tratar de ello. La diplomacia utiliz el arma financiera. En Jos primeros meses del ao 1914 tales movimientos internacionales de capitales y emprstitos dieron ocasin a muy speros debates. Aunque se encontrasen unidos, accesoriamente, a las rivalidades de intereses econmicos, aquellas competiciones eran provocadas, sobre todo, por las preocupaciones polticas. La correspondencia diplomtica da pruebas abundantes de ello. Rusia era un campo de accin importante para los bancos franceses, alemanes, ingleses y belgas, pues casi toda la gran industria y buena parte de las casas de comercio especializadas en las relaciones con el exterior estaban, desde el punto de vista financiero, en manos de extranjeros. La proporcin del capital extranjero tenda quiz a disminuir, pero segua siendo considerable. Dominaban las inversiones francesas: al ahorro francs, adems de los diez mil millones de francos oro que, invertidos en emprstitos del Estado ruso, haban sido empleados, en parte, en la construccin de ferrocarriles estratgicos, proporcion, sobre todo por mediacin de la Banque de l'Union Parisienne, un millar y medio de millones de francos, invertidos en asuntos bancarios, en compaas de seguros, minas, la metalurgia y la industria textil. Los capitales ingleses (2.750 millones de francos) desempeaban un papel muy importante en las industrias del petrleo: la mitad de la produccin estaba controlada por empresas, en las cuales tena preponderancia la participacin inglesa. Las inversiones alemanas (2.200 millones) eran menos importantes, porque los poseedores de estos capitales vacilaban en aventurarlos en un pas con el cual su Gobierno mantena relaciones difciles; ocupaban, sin embargo, posiciones slidas en la construccin de mquinas y en las industrias electroqumicas. El asunto de las fbricas Putiloff es un ejemplo de los incidentes polticos de estas negociaciones financieras. En dichos establecimientos, que, desde 1905, eran en Rusia los mayores pro?uc~ores d7 :naterial de guerra, la Creusot, apoyada por el Banque de 1 Umon Pans1enne, haba adquirido en 1911 una situacin preponderante desde el punto de
vista tcnico; y, en 1912, desde el punto de vista financiero. Ahora bien: he aqu que ;n enero de 1914, con ocasin de un aumento de capital, la Creusot temi ser suplantada por Krupp. "Combinacin netamente poltica" crey el Gobierno francs. Esta observacin bast para hacer fracasar el asunto, pues el Gobierno ruso decidi no autorizar el aumento de capital, salvo caso de que Krupp fuese eliminado. La Banque de l'Union Parisienne suministr en seguida los capitales necesarios. No habra sido agitado el espectro de Krupp con el fin de abrir ta mano a los banqueros franceses? La Creusot consigui tambin, gracias al apoyo de la Embajada, que el Consejo de Ministros ruso le confiase la reorganizacin tcnica de las fbricas metalrgicas de Perm. A cambio de ello el Gobierno francs accedi a aumentar en cien millones de francos la cantidad del nuevo emprstito ruso, que deba ser emitido en el mercado de Pars. Pero los demandantes de mayor importancia eran los esta~s balcnicos, que deban cubrir las cargas dejadas por las guerras de 1912-1913, las necesidades de la reconstruccin e incluso los gastos del rearme. Serbia necesitaba un apoyo financiero para intentar solucionar vna d_ifcil cuestin de ferrocarriles. En los territorios cedidos por el Imperio turco al Estado serbio los fesrocarriles de Usbuk a Mitrovitsa y de Monastir a Salnica pertenecan a una Compaa de ferrocarriles orientales, en donde la mayora del capital estaba en manos austracas; esta Coi_npaa quiere volver a emprender la explotacin de su rd, interrnmp1da durante las guerras balcnicas, y el Gobierno serbio, pata ser dueo de su casa, se propuso comprar dichas lneas, con ayuda de capitales franceses. La negociacin fue violenta, pues el Gobierno de Viena vea en ello una buena ocasin de dominar a los serbios, y el Gobierno de Belgrado rechaz una solucin de compromiso-la internacionalizacin de la Compaa-, sugerida por un grupo financiero francs. La controversia segua en pie cuando se produjo el atentado de Sarajevo. En las relaciones entre las grandes potencias y Bulgaria es donde s~ hizo ~s patente el carcter poltico de estas negociaciones financieras. As1, pues, el caso merece nuestra atencin. El Gobierno de Sofa, puesto que no poda aceptar las consecuencias del tratado de Bucarest , ' ' penso apoyarse en Austria-Hungra (1); tal era el proyecto de Rados.Javoff, al cual el rey Fernando haba llamado al poder en otoo de 1913. La Legacin rusa en Sofa estableci contacto con Malinoff y con Daneff, jefes de la oposicin; daba por descontada la derrota del Ministerio en las elecciones generales, y distribua subvenciones a la Prensa. Sin embargo, las elecciones generales de marzo de 1914 fueron favorables a Radoslavoff. Para enderezar Ja situacin la diplomacia rusa contaba con las ne" (1) Vase anteriormente, pg. 531.
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cesidades financieras de Bulgaria, que desde el otoo de 1913 buscaba en el extranjero un emprstito de 500 millones de francos para consolidar la deuda flotante. "Cuestin vital para el rey y para el Gobierno", deca el rey Fernando. En diciembre de 1913 el presidente del Consejo blgaro ya haba hecho una tentativa para conseguir el acceso al mercado financiero francs; advirtindolo al Gobierno austro-hngaro, al mismo tiempo que aada que tal orientacin financiera no cam biara su orientacin potica: la conclusin de una alianza secreta ~ntre Bulgaria y Austria-Hungra, seguira siendo posible, "pues no lo iramos a contar a Pars". Pero el Gobierno francs, bajo las apremiantes exigencias de su aliado ruso, haba negado la entrada en cotizacin. La victoria electoral de Radoslavoff no trajo, ciertamente, ningn alivio a las dificultades financieras del Estado blgaro, pero ofreci nuevas perspectivas a su solucin. Austria-Hungr, una vez que el Mi nisterio blgaro estuvo consolidado por las elecciones, dese asegurarle los medios de subsistir; exigi a Alemania que abriera su mercado financiero a un emprstito blgaro e insisti en que una negativa tendra las ms graves consecuencias para la poltica de la Triple Alianza. La diplomacia rusa, por su lad9, cambi sus bateras; en lugar de exigir al Gobierno francs que opusiese una negativa a la peticin blgara, deseaba ahora que dicha peticin fuese aceptada, pero con la condicin de que la orientacin de la poltica exterior blgara se modificase. En definitiva-escribi el encargado de asuntos francs el 20 de mayo de 1913, "la gravedad de la situacin financiera domina .la situacin poltica", ya que la suerte del Ministerio y "el porvenir mismo de Bulgaria dependan del xito del emprstico. En Berln, los bancos se mostraban reservados, pues para comprom,eter capital en aquella aventura quisieran, por lo menos, conseguir la perspectiva de slidos privilegios econmicos, que les negaba el Gobierno blgaro. El Gobierno alemn, acoifldO constantemente por Au.stria-Hungra, ejerci presin sobre sus ancos. La conducta del Gobierno francs, que cedi a las instancias de Rusia, pero le costaba tambin mucho decidir a los banqueros, fue anloga. A mediados de mayo de 1914 lleg el asunto a su punto crtico. Los bancos franceses estaban dispuestos a conceder el emprstito en con:. diciones ms ventajosas que las ofrecidas por las bancqs alemanes; pero el representante diplomtico rus6 en Sofa advirti al jefe del Gabinete del rey que la realizacin estaba subordinada a la dimisin del Ministerio Radoslavoff y a su sustitucin por un Ministerio Malinoff. Cedera el rey Fernando a esta presin 1 El embajador de Francia en San Petersburgo, que haba desempeado igual cargo durante mucho tiempo en Sofa, crea que el soberano blgaro, que estaba entrampado, no permanecera indiferente. Falsa suposicin: el rey rechaz categrcamente las exigencias rusas e hizo que su ministro de Finanzas declarase, el 17 de junio, que el emprstito iba a ser concluido en Berln. La agitacin de la diplomacia rusa y la torpe grosera de su represen-
tante, que ofendi al rey Fernando, fueron, segn opinin del agente francs en Sofa, las causas principales de aquel fracas_o._ P~r qu complicar la cuestin del emprstito con una cuestin m1m~tenal Y querer obligar al rey a llamar al poder a "hombres que co~s1der_a como sus enemigos personales"? Este diplomtico ignoraba, o fmga ignorar, que el Quai d'Orsay haba aprobado al principio el p~so ruso, y solo en el ltimo momento manifest sus reservas. El Gobierno francs trat en vano de reanudar la negociacin: intilmente transmit una oferta del Banco Prier y precis que renunciaba a poner condiciones polticas: el emprstito alemn se firm d(as. ms.. tarde. . . El Gobierno turco busc, en febrero de 1911, un apoyo fman~1ero que el Gobierno francs se mostr dispuesto a conce?er; el 19 de. mayo obtuvo la admisin a la cotizacin para un emprstito de 500 Illlllones de francos, despus de haber prometido a cambio de ello hacer pedidos de material militar y naval a la industria francesa y reservar a los franceses tres puestos importantes en la alta administracin de los asuntos econmicos o financieros. El Gobierno francs haba. dejado que se pensara que un segundo emprstito-de 300 millones-podra seguir en breve plazo, pero, ante la amenaza de un conflicto gr.ec;o-turc~ (1), declar aplazar esta intencin hasta el da que la poltica extenor turca cesara de ser inquietante. , . , El parlamento francs, ante esta oleada de emprestitos_ extr~neros, manifestaba desasosiego: por qu abrumar el mercado fmanctero de Pars en el mismo momento en que las necesadidades del rearme ocasiona,ban la emisin de emprstitos franceses? El Gabinete Doumergue, en el momento de su formacin, en diciembre de 1913, haba estado a punto Je ser declarado en minora por tal motivo; pero el ministr? de Finanzas, Joseph Caillaux, obtuvo el voto de un texto que le autorizaba para admitir a la cotizacin !os empr_stitos_ e.xtranjeros cua~do las negociaciones asegurasen a Francia ventaas politicas o econmi~as. ~l "arma" financiera ocupa un buen lugar en el arsenal de los medios d1p_lomticos.
BlBLIOGRAFlA
VAN
L'Europe de 1914, en Annales du Centre Universilaire mditerranen. 195 i, t. VI.-MAX StLBERSCllM!DT; Die we/thistorische Situation 1m XXe Jahrh11ndt:rl. "Die Krise: Europas", en Schwe1serische Beitriige z. A//gemeine Geschichte, 1949, pgc;. JBl205.-HENRY CoITT....MINE: L'Europe est derriere no11s, Pars, 1953, en el cual esboza el autor una "tentativa de va riacones sobre un tema europeo".
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K. ;v_Hossou o rol inostrannogo Kapta/a :' russkoj promys/ennosti (El papel ;;~ capital extranjero en la ind~s,,-; rusa, finales del XIX y principios del XX), en Doklady i Soobsrenija ir..s Fak. M. G. U., 19-4-E, pgs. 2032.-I. J. LJVORY: Forcign Capital [n.vestments in Russian Industries, Washmgton, 1923.-F. EccARo: Biens et intrets frant;:ais en A llemagne, Pars, J 917.
CAPITULO XIX
Sobre Jas mlnorlaa naclonalee.A las obras citadas anteriormente, p ~!Da ~32, hay que aadir, sobre las nac1ona11dades balcnicas: L' Enqute dans 1~1 Balkans, publi7ada bajo los auspi c1os de la Dotarn,5n Carnegie, Parfs, 1914.-P. ST1CKNEY: Southern Albania Jl!orthern Epirus, in lnternarioncl Affai~s. Stanord Univ., 1926.--&>bre Alsac1a y Lorena: J. ROYERE: L"affaire de Saverne, Pars, 1930.-Eo. ScHENK: Der Fati Zabern, Berln, 1932.-HANs VON DALLwrrz: A us dem Nachlass des ehemaligen Kaiser/ichen Staa1halter1, en Preuss. lahrbcher, 1928, pgs. 1~22, 147-166, 190-203.-Sobre Poloma ! P. Roru: Die Entstehung les polmschen Sraares, Berln, 1926 (los pri meros captulos).
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Sobre las rlvalldadee comerciales Y la situacin econmica general.-R. J. HoFFMANN: The Ang/oGerman Trade Riva/ry, Nueva York, 1936.-Srn J. CLAPHAM: op. cit. pg. 331. A. FE!Ll!P.: Die Konjonktur-Periode 1907-1913 n Deutschland, Jena, 1914. ENR1co MoRELLI: La Conquista dei Mercali, Roma, 1913.-M. BAUMONT:
Los litigios territoriales o conflictos de nacionalidades, las competiciones de intereses econmicos o financieros mantenan un estado de tensin internacional, cuyo desarrollo colocaba a todos los grandes estados europeos frente a los mismos problemas. Lo que ms interesa comparar son las reacciones psicolgicas-las de las masas y las de los gobiernos-, pues ellas permiten comprender en qu atmsfera se produjo, en junio de 1914, la crisis final. "'
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LA PSICOLOGIA COLECTIVA
La poltica de armamentos fue la consecuencia directa de la tensin internacional. Tena, al menos cuando se trataba de los armamentos terrestres, amplias resonancias en la psicologa nacional, pues el aumento de los efectivos-elemento esencial de la potencia de un ejrcito en aquella poca-implicaba la prolongacin del servicio o la extensin de las obligaciones militares a hombres que hasta entonces estaban exentos de ellas. Por el camino del rearme se lanzaron casi todos los grandes estados europeos a partir de los comienzos de la crisis balcnica de 1912. Pero el ritmo fue desigual.
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Alemania tom la iniciativa. La victoria alcanzada por los estados balcnicos sobre el Imperio Turco debilitaba la situacin militar de Austria-Hungra, que se vera obligado en adelante, en caso de conflicto, a concentrar fuerzas importantes en sus fronteras meridionales, y, por consiguiente, presionara menos sobre Rusia, donde el ejrcito alemn tendra que enfrentarse con una tarea ms pesada. El Estado Mayor alemn haba decidido desde haca mucho tiempo, en caso de guerra general, lanzar de golpe la casi totalidad de sus fuerzas contra Francia para intentar conseguir, en plazo breve, una victoria decisiva, y volver en seguida sus armas contra Rusia. El xito de este plan estribara en la rapidez de la ofensiva en el Oeste; sera preciso que en seis semanas (tal era el plazo previsto por el general von Moltke, habida cuenta de la lentitud de la movilizacin rusa) el ejrcito francs fuese puesto fuera de combate. El mando alemn quera, pues, disponer, desde los primeros das del conflicto, de todos los medios Jtecesarios, sin tener que esperar la movilizacin total de las reservas. Haba obtenido, por una ley cuyo proyecto fue llevado ante el Reichstag el 14 de enero
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de 1913, y cuya aprobcin se logr el 3 de j~Iio, un aumento importante de los efectivos del ejrcito activo, que de 621.000 hombres pasaron inmediatamente a 761.000 y deberan llegar al ao siguiente a 820.000. Estas medidas eran de fcil aplicacin, puesto que el Ejrcito alemn no incorporaba hasta entonces a todos los reclutas aptos para el servicio militar. Austria-Hungra no haba exigido nunca a su pueblo un esfuerzo comparable, ni aproximadamente, a aquel del que daba ejemplo Alemania. Hasta 1912, el contingente anual del ejrcito comn no pasaba de 100.000 hombres. En vsperas de la primera guerra balcnica haba subido a 160.000 hombres. Ante los resultados de esta guerra, el Estado Mayor consigui que se preparase una nueva ley militar; a finales de 1913 se redact el proyecto; pero el funcionamiento del aparato legsIativo era lento en la Doble Monarqua, sobre todo si se trataba de una ley militar, que deba ser aprobado por los dos Parlamentos de Viena y de Budapest y por las Delegaciones; as, pues, en la primavera de 1914 no se haba conseguido an su votacin. Este esfuerzo de las potencias centrales ocasion una rplica de Francia y de Rusia. La rplica francesa fue inmediata: el proyecto de ley presentado en marzo de 1913 se vot el 7 de agosto. El Estado Mayor previ que tendra que hacer frente, desde los comienzos de una guerra, a una ofensiva alemana en masa; no tena la intencin de limitarse a una estrategia defensiva y quera estar en posibilidad para tomar la iniciativa de las operaciones, al menos en una parte del frente; tambin crea necesario tener, a su vez, fuerzas activas tan numerosas como fuera posible. El nico medio de conseguirlo era aumentar la duracin del servicio militar, ya que la situacin demogrfica no permita acrecentar el contingente de reclutas. La nueva ley fijaba, pues, en tres aos la duragn del servicio activo, elevando as el ejrcito de tiempos de paz a 750.000 hombres, sin incluir las guarniciones coloniales ni las tropas indgenas. Estaba considerada por la mayora de la opinin, segn comprob el agregado militar alemn, como un instrumento de defensa, no como un medio de "caer sobre Alemania en la primera ocasin". La rplica rusa fue ms lenta. A finales de 1913 el plan de reorganizacin del Ejrcito decidi aumentar los efectivos del tiempo de paz de 1.200.000 a 1.420.000 hombres desde 1914, y progresivamente, hasta 1.800.000. En marzo de 1914 todos los jefes de grupo de la Duma prometieron votar los crditos necesarios, a distribuir en tres aos. As, pues, solo en 1917 tendra su total efecto la reforma. Pareca imposible realizar un aumento ms rpido, no por falta de reclutas (el ejrcito ruso se hallaba muy lejos de utilizar todos los recursos del contingente), sino por falta de cuadros, de material y de municiones. Por otra parte, d Gobierno decidi construir ferrocarriles nuevos para reducir los perodos de concentracin de sus ejrcitos; obtuvo del Gobierno de Pars, el 31 de diciembre de 1913, la autorizacin de emitir, a tal fin, en el
mercado francs, un emprstito de dos mil millones de francos en cuatro plazos sucesivos. Ni Italia ni Gran Bretaa tomaron parte en esta carrera ?e arm~ mentos terrestres. El Estado Mayor italiano, que se haba ~ist~ ob.hgado a lanzar ms de 100.000 hombres en la campaa de Tnpohtama, se limit a efectuar, en 1913, la reorganizacin de los cuadros y del material; en 1914, comprob que sera necesario hacer un esfuer~o .colosal para colocar al Ejrcito italiano a .la altura d~ _los otros e1erc1tos europeos, pero la situacin presupuestana no perm1t1a pe~~ar en semejante esfuerzo. El ejrcito ingls, descontando las guarmc1ones en las colonias y Jos voluntarios inscritos er: la~ ~r?pas encargadas de la defensa territorial, solo disp(ma de seis divi~10nes capaces para entrar en campaa en el Continente desde Jos comienzos de una guerra general. Cierto que el EStado Mayor haba pensado, e~ .1911_ y en 1~12, crear un gran ejrcito, reclutado media~te un serv1c.10 militar obhg_atorio a corto plazo, y la Natonal Serv1ce League h1~0 una campan.a en favor de este proyecto. Pero el Gobierno lo de~e.cho, po~q~e. la obligatoriedad del servicio, contraria a todas las tra~ic1~nes bn_tan_1cas: era impopular; el encuadramiento de ~que! gran erc1to perud1can~ la formacin de Jos cuadros de la Manna en el momento en que la nvalidad naval con Alemania obligaba a hacer un nuevo esfuerzo en ese terreno, y, por ltimo, el reclutamiento, al desorganiz~r ~a vida socia~ Y agravar las cargas financieras, comprometera la supenondad econmica de Inglaterra. . _ .. , Pero los peque:is e:;rados nberenos del mar del Norte. y de1 Bltico, vecinos de las grandes potencias militares, corran el p~l~gro de encontrarse amenazados, y tomaron sus precauciones: ley. mihtar en los Pases Bajos; reorgamzacin del ejrcito sue~o. El Gobierno belga, que tema una violacin del 7statuto d,e neutralidad, ~comenz a organizar un ejrcito, cuyos efectivos podrtan llegar, en ... aso de guerr~, a ms de 300.000 hombres ... , pero solamente al cabo de alr 1rnos anos. En todos Jos esc_,dos donde se desarrollaba esta carrera de armamentos cunda la inquietud entre la opinin pblica. Para hace~ ~ue sus pueblos comprendiesen la necesidad de aumentar las cargas mihtares Y hacerles aceptar el aumento de las cargas fiscales que resu~ta?a .de ello, los gobiernos y los Estados Mayores se vean ~bligados a 1r,i;1st1r sobre 1 voto el peligro de guerra. En Jos debates pa:lamentanos: con oca~1on de. de las leyes militares, fueron ~as a~us10nes al posible confc~o .1.as que, por supuesto, dominaron las discus10nes. En la Prensa, la JX?S1b1h?~d de una guerra se coi;nentaba con r~mc.ha frecuencia, y _los medios m1htares sostenan campaas en los pend1:~s: En Alemam~, sob~e. todo, tales campaas eran activas; estaban d1r1g1das. par las h~as militares Y ~o: las asociaciones pangermanistas, que glonf1caban la !de~. de la .guer.a. "la hora solemne de ajustar las cuentas est prxima . El libro del general von Bernhardi, Von Jzeutigen Kriege (La guerra de hoy), obtuvo
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un gr:: xito de librera. En 1913, dicha c2mpaa se dirigfa contra Franci?1; en febrero y en marzo se volvi, sobre todo, contra Rusia, que, Sc'.gn el KOlnische Zeitzmg, preparaba, par un plazo de tres o de cuatro aos, una guerra contra Alemania. Pero tambin.. en Francia los peridicos inspirados por el Estado Mayor, La Erance rnilitaire, por ejemplo, se entregaron a manifestaciones de clza11vi11ismo. Los debates parlamentarios, las campaas de Prensa, tendan a desarrollar, en la opinin pblica, la conviccin de que ia tensin internacional llevara, fatalmente, a la guerra. Y no poda aquella conviccin acabar por llevar a una especie de aceptacin? Pero si, en los grandes estados, la perspectiva de una guerra pesaba en todas partes sobre el .nimo pblico, las reacciones de la opinin estaban muy lejos de ser anlogas ante la perspectiva. En la opinin pblica y en la opinin parlamentaria francesa, el aumento de las cargas militares tropez con tenaz resistencia. Duran te la discusin de la ley de tres aos ante la Cmara de los Diputados, la oposicin de los socialistas y de los radical-socialistas retras el voto. Indudablemente, los adversarios de Ja ley no discutan la necesidad de reforzar la defensa nacional, pero crean que era posible asegurarla mediante una organizacin de las reservas, solucin insuficiente, segn los militares. para precaver un ataque repentino. Cuando se consigui la votacin, en agosto de 1913, hay que ver en ello la seal de una tendencia de la opinin pblica a considerar de manera favorable la idea de la guerra? El embajador alemn sealaba, por el COI\trario, en sus informes, que "el pueblo francs, en conjunto, es completamente pacifista" y no quera "ser lanzado a un aventura guerrera". Tambin era esta la opinin del agregado militar, el coronel von Winterfeldt: "la mayora del pueblo francs-escribi-no vea en la votacin de la ley militar ms que un instrumento defensivo". Podra cambiar este estado de nimo y hacerse agresivo? Ello no se exclua por completo, pero, ciertamente. no estaba pr6ximo. Tambin se poda contar con una reaccin antimilitarista, cuando se celebraran las prximas elecciones generales. Previsin pronto confirmada. En las elecciones generales del 26 de abril de 1914, los partidos que haban puesto en su programa la supresin de los tres aos obtuvieron una amplia mayora, y la nueva Cmara derrib inmediatamente al Ministerio Ribot, que anunciaba la intencin, a pesar de la actitud tomada por el cuerpo electoral, de mantener la aplicacin de la ley. Sin embargo, en el seno de aquella mayora parlamentaria hostil al servicio de tres aos, no exista unanimidad respecto a las relaciones franco-alemanas. La mayora de los socialistas pareca admitir que Francia podra renunciar definitivamente a Alsacia y Lorena, si el Imperio alemn conceda a la Tierra de Imperio una autonoma total, dentro del marco del Reich. Los radicales, incluso cuando se declararon partidarios de un acercamiento franco-alemn, no queran pensar
en esta renunciacin. Tal desacuerdo se puso claramente de manifiesto cuando celebr sus sesiones la Conferencia interparlamentaria, en Berna, en mayo de 1913. La opinin pblica, en Rusia, donde Ja masa aldeana se mostraba pasiva, era, sobre todo, la de los oficiales y la de la burguesa liberal. por una parte; y por otra, la de los medios obreros. El Ejrcito y la burguesa liberal eran sensibles a las tradiciones de la gran poltica rusa, es decir, a la expansin en los Balcanes: ese estado de nimo haba en el partido K. D. (constitucional demcrata). Los medios obreros se hallaban muy animados por la propaganda socialista revolucionaria y manifestaban respecto a la guerra imperrialista una hostilidad ms vigorosa que en los otros estados. Como las dificultades que oponan al Gobierno y a la Duma no cesaban, podra el Estado ruso, en caso de conflicto general, mantener una cohesin moral suficiente 7 En Gran Bretaa, aunque algunos medios polticos, en el 11propio seno del partido liberal, conservaban simpatas hacia Alemania, la opinin pblica, en general, se mostraba desconfiada a tal respecto: ello era consecuencia no solamente de la rivalidad de los armamentos navales, sino tambin de la comercial, que alimentaba una sorda irritacin en algunos medios de negocios--comerciantes, exportadores, armadores. industriales metalrgicos-, es decir, en los sectores de la vida econmica donde la competencia alemana se haca ms sensible. Italia se hallaba agitada por serias dificultades interiores desde que la ley del 30 de junio de 1912 instituy el sufragio universal. La aplicacin del nuevo rgimen electoral beneficiaba,_ sobre todo, al partido socialista, y este partido proclamaba, al menos en la doctrina, convicciones revolucionarias. El Gobierno, aunque conservase una slida mayora en el Parlamento, tena que enfrentarse, en mayo de 1914, con una agitacin social y poltica, una huelga ferroviaria complicada con la amenaza de huelga general; en Romaa, antiguo foco de agitacin, los republicanos adoptaron una actitud amenazadora. La opinin pblica senta mucha ms preocupacin por estos problemas interiores que por la situacin internacional. Tal era tambin el caso de Austria-Hungra, donde et xito de los movimientos nacionales en la pennsula balcnica haba dado nuevo vigor a la agitacin de las minoras nacionales. Los eslavos del Sur--croatas, serbios de Bosnia-Herzegovina y del Banato, eslovenos de Carintia-unan sus protestas; los italianos de Trieste y del Trentino reanimaban la agitacin irredentista; los checos empleaban en el Parlamento de Viena una tctica obstruccionista. Cmo hacer frente a estas perpetuas dicultades.? Sera necesario recurrir a una refundicin completa de las instituciones polticas? Y sobre qu bases 7 En aquella Doble .Monarqua, desgarrada por las querellas interiores, no poda pensarse en que 13 opinin pblica mantuviese una actitud comn ante la cuestin de la guerra o de la paz. Tal era la debilidad fundamental de la situacin internacional de Austria-Hungra.
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XIX: LOS PUEBLOS AN'IB LA GUERRA.-LOS PLANES DE LOS GOBIERNOS TOMO ll: EL SIGLO XIX.-DB Hl/1 A
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E.Q todos aquellos estados era imposible distinguir una amplia corriente de opinin favorable a la guerra. l Ocurra lo mismo en Alemania? Las organizaciones pangermanistas, c~ya propaganda nacionalista era vibrante, no agrupaban un nme~o importante de partidarios, y el partido militar, que .empujaba bac~ la guerra, estaba muy lejos de representar el total de la nacin s~gun. observ el agregado militar francs. Sin embargo-y por ello I~ situacin resultaba profundamente diferente de la de Francia- las campaas ~l~cistas no encontraban seria resistencia. La actitud' del P:irt1d~ socialista era _caracterstica. Podra ser el centro de dicha resistencia., pues a partir_ de las elecciones de enero de 1912, posea el m~yor numero de escanos en el Reischstag. Ahora bien, en 1913, se avmo a votar la ley milttar que desencaden la carrera de los armamentos terrestres. Estos socjalistas-escriba un observador francs~ran "fuerzas de contrapeso, fuerzas sociales de silencio, pasivas e mdefensas contra el envite de un contagio belicoso". Los partidos burgueses se preoc~p~ban del papel que deba desempear el Imperio en el mundo, Y .s~ ir:ita?an al comprobar las resistencias que se alzaban contra la reivmdicac1n alemana de sitio al sol. La opinin pblica aceptaba, con mayor facilidad que en los otros estados, la posibilidad de una guerra.
II. LOS PLANES DE LOS GOBIERNOS
l Cul era, por ltimo, respecto a tales perspectivas, Ja posicin de l.os hombres ~e Estado y de los medios~ gubernamentales? Las medidas . que , t~maron para aumentar las fuerzas ar1Dadas, tenan en su ~o umcamente un carcter de precaucin o eran preludio de una accin de fuerza? . En Rusia.~ oponan dos te~dencias. Los partidarios de una polfti~a de pre~tigto de_ una expansin, a expensas del Imperio turco, parecan considerar, sm lamentarlo, la posibilidad de una guerra general que ofreciese ocasin a Rusia, segn esperaban, para resolver la cuestin de los Estrechos y enderezar una situacin amenazada no solo por l_os progresos de la influencia alemana en Constantinopla sino tambin por la posibilidad de una guerra greco-turca. El 21 de f~brero de 1914, una con~erencia que reuni, bajo la presidencia del ministro de Asuntos Extenores, a algunos diplomticos y jefes de Estados Mayore_s, estim que la situacin internacional de los Estrechos de Const~tmopla podra modificarse en plazo breve: si Turqua corra el nesgo de perder los E~trechos, Rusia podra verse obligada a apoderarse de ellos para evitar que otra potencia se instalase all; haba, pues, que. prev.er ~.programa de accin contra toda prueba, pero el mtercambio _de opm1ones demostr que Rusia no poseera, antes de dos o tres anos,. por lo menos, los medios militares y navales necesarios para una operacin de desembarco. En otros medios, sobre todo en los de derecha, la perspectiva de un conflicto despert graves inquietu-
des. En febrero de 1914, el consejero de Estado Durnovo, antiguo ministro del Interior, dirigi al Zar una memoria, donde subrayaba lo_s peligros que una crisis inte7na~ional hara correr al Estado y al .rgimen. No solamente sera difcil la lucha armada a caus~ ~e lo msuficiente del sistema de fortificaciones, de la red ferroviaria y de la produccin industrial; adem~s, la masa del_ pue~lo-s~gn Durnovosolo se preocupaba de sus mtereses matenales mmediatos, y la propaganda revolucionaria encontrara, en caso de gue~ra, un te~reno. favorable; bastara que una consigna de reparto de tierras se d1fund1era para que se renovasen los movimientos. de 1905. ~~tre las gentes relacionadas directamente con el Zar, el sistema poht1co alemn co~t~ba con simpatas, porque la Constitucin bismarckiana . haba s.upnm1do el rgimen parlamentario. En la Prensa, ei conde W1tte, an~iguo presidente del Consejo, continuaba en marzo de 1914 preconizando un acuerdo con Alemania que permitira-dijo-"gobernar ei mundo". Pero aquellas tendencias di~ergentes coincidan en una demostracin comn, cuando se trataba de establecer una lnea de condu~ta para el futuro inmediato. Cuando, el 13 de ener? de.1?14, _c~n ocasin del asunto Liman von Sanders (1), la conferencia mmistenai tuvo q~e pronuniarse sobre una cuestin concreta: "la guerra con Alemama, es deseable, y puede hacerla Rusia?", _las respuestas fueron en el fondo negativas. Ei presidente del Conseo, Kokovtsof, se mostr categrico: "considero que, actzi~;Zmente, _u~a guerra sera la ms g~ande de las desgracias para Rusia . El mm1stro de Asuntos ~xtenores, Sazonof, declar que, erz principio, una guerra c.on Al~zama no er_a deseable; estim que Rusia, aun con el apoyo de Francia, no .ll.dna asestar a Alemania jn golpe mortal; sin duda, sera otr~ cosa 7i 1.nterviniese Inglaterra tambin, pero la acti.tud de esta contmuaba mcierta. El ministro de la Guerra. Sukhomlinof, y el efe del Estado Mayor general, emitieron una opinin equvoca: el ejrcito rus~ estaba preparado "a un dueio con Alemania, por no hablar todav1a de un duelo con Austria-Hungra"; pero aadieron, acto segui~o, que solo er~ verosmil la hiptesis de una guerra con la Triple Alianza: esto eqmvala a decir que retrocedan ante semejante posibilid~d. En resumen, los miembros de la Conferencia se mostraron unmmes en pensar que ante todo era deseable no llevar a Rusia a un conflicto europe?. . . Esta reserva de la poltica rusa era conocida por los med10s dmgentes alemanes. Cuando. en marz? de 1914, ~a Prensa alemana Y la rusa emprendieron una viva polmica con motivo de la carr~ra de los armamentos, el embajador alemn en San Peters~urgo cr~ta que el Gobierno ruso no deseaba la guerra: "Toda intencin agres1_va contra nosotros o contra Austria-Hungra. est, en mi opinin, leos de su nimo", y el jefe del Estado Mayor general escribi a su c?1ega austrohngaro: "Ninguna noticia de las que recibimos de Rusia demuestra
(1) Vase anteriormente, pg. 597.
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que hay::: que esperar una actitud agresiva, por el momento. No creo que Rusia busque o provoque, en un plazo corto, una ocasin de guerra contra Austria-Hungra o, lo que es lo mismo, contra nos otros." En Francia, a travs de frecuentes crisis ministeriales, el presidente de Ja Repblica (que desde enero de 1913 lo era Raymond Poincar) procur dar a la accin exterior un tono ms audaz, un sesgo ms vigoroso. Desde enero de 1912, cuando era presidente del Consejo, acentu, en su declaracin ministerial, la preeminencia que haba que conceder a los problemas internacionales y la necesidad de poner al Estado a la altura de sus deberes. Se propona defender con firmeza los derechos de Francia. pues tena el sentido de Ja grandeza nacional y, como legista, los defenda con tenacidad. Corno lorens, no poda admitir, en Ja cuestin de Alsacia y Lorena, ni abandono ni arreglo. La divisin de las grandes potencias europeas en dos bloqes antagonistas era inevitable a sus ojos. De antemano crea imposible modificar el estado de ias relaciones con Alemania, la cual-pensaba-interpretara como prueba de debilidad toda manifestacin de buena voluntad: le pareca igualmente intil tratar de deshacer la alianza austro-alemana: aquello no era-segn deca-ms que "un vano sueo". Ampliar la alianza franco-rusa y el acuerdo franco-ingls: tal era el ebjetivo de sus esfuerzos. Deseaba la guerra? Nada autoriza a pensarlo: algunos trminos que le han atribuido sus adversarios polticos no han sido confirmados nunca con pruebas vlidas. Pero su modo de pensar le llevaba a considerar el conflicto con Alemania como una fatalidad casi inevitable, de la que Francia no poda ni deba intentar desentenderse. Su conviccin coincida con la de Gastan Doumergue, que ctiriga, en el invierno de 1913-14, la poltica exterior: "la mentalidad alemana-deca este-provocaba el riesgo permanente de una guerra"; ahora bien, esta mentalidad era congnita. Los observadores extranjeros estaban de acuerdo en que los medios dirigentes franceses deseaban que la paz se mantuviera. El nico que tena sus reservas-el ministro de Blgica en Pars-denunci las tendencias nacionalistas y ostentosas de Raymond Poincar y de Delcass; pero no sac de ello ninguna conclusin para orientacin de la poltica francesa. El presidente del Consejo ruso, llegado a Pars en el invierno de 1913-1914, observ en los medios gubernamentales "una tendencia nica: la de mantener la calma y la paz". El ministro ingls de Asuntos Exteriores hizo, en junio de 1914, la misma observacin, y el enviado personal del presidente Wilson, el coronel House, escribi: "los hombres de Estado franceses no piensan en el desquiete". No era esta, tambin, la conviccin de los observadores alemanes? "De Francia, an mucho menos que de Rusia, debemos esperar una actitud agresiva; actualmente Francia est, por el momento, en una situacin militar muy desfavorable", escriba, en marzo de 1914. el general von Moltke. Y Schoen, el embajador en Pars,
tena la seguridad, en junio de 1914, de que la poltica exterior francesa. tranquila y pacfica, procurara evitar todas las dificultades con Alemania. En Austria-Hungra, donde el movimiento yugoslav~ constitu?, en este punto, el princiral peligro para la Doble Monarqma, el Gobierno vigilaba, en mayo de 1914, la lucha por el poder, entablada en Belg~ado entre el presidente del Consejo, Pachitch (indudablement7 hos:i~ a Austria-Hungra, pero relativamente moderado), y los medios militares, cuyo chazwinismo, segn los observadores autro-hngaros, resulta\:!" agresivo. En tal lucha, el principal autor del golpe de Estado de 1~0>, el coronel Dimitrievitch, y la asociacin de la Mano negra, cuyo efe era, tuvieron un activo papel; por el momento Pachitch era el dueo de la situacin: no haba nada, pues, que provocase, por el momento, inquietud en los austro-hngaros. Pero los ~edios dirigentes consi?eraban que persista el riesgo; sera, pues, peh?roso. contentarse. ~n 1os Balcanes, con una poltica de espera que podna dear el campo_ h!Jre a Rusia. El objetivo sera la reorganiZlcin, bajo la gida de Austria-Hungra, de un bloque balcnico, apoyndose en Bulgaria y en Turql!a Y presionando sobre Rumania: esta combinacin lanzara a Serb1.a al aislamiento. Tal fue el plan que el Ministerio de Asuntos Extenore' prepar, el 24 de junio de 1914, despus de muchas dilaciones. . En los medios dirigentes italianos las posiciones no parecan uniformes. El Ministerio de Asuntos Exteriores y el Estado Mayor no seguan una lnea de comn conducta: el uno consideraba con escepticismo el porvenir de la Triple Alianza, y el otro se afanaba por reforzarla. La colaboracin diplomtica con Austria-Hungra se hada ms dificil, a medida que el derrumbamiento de la dom!~acin turca . en los Balcanes pona de apremiante actualidad la cuest1on ~el Adrt1c~ (l). En la segunda quincena de junio de 1914 los _dos gobierno~ caI?,b1a~on amenazas. Italia hace imposible una cooperacin en Albania y arriesgndose-deca Berchtold-por un camino que podra llevar a un ~o? flicto"; el 26 de junio el embajador austro-h~ngaro ~n Roma rec1b1? la misin de entregar una nota que tena casi el caracter de un ultimtum. Algunos das ms tarde, el ministro italiano de Asuntos Exteriores declar que si Austria-Hungra decidiese ocupar el monte Lovcen, en los confines septentrionales de Albania "ello sera no solamen~e el fin de la Trplice, sino la guerra". Los diplomticos alemanes consideraban corno muy crtica la situacin: la Triple Alianza tena las alas cortadas. Pero esas dificultades no impidieron al Estado Mayor italiano resucitar un proyecto que, despus de haber sid~ cons~derado ya, en. ti~m pos de Crisp, qued abandonado durante vemte ?~s: ne~ociac16n de un convenio militar destinado a prever una part1c1pac16n directa de
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tropas italian.as en las operaciones del ejrcito alemn en caso de guerra contra Fran~1a. En marzo de 1914, el jefe de Estado Mayor italiano el general ~olho, puso en conocimiento de Moltke que el ejrcito itali~no e~~a~a dtspuest<;> ~.enviar al Rin, en caso de guerra, tres cuerpos de e1erc1to Y d~s d1v1s10nes de caballera, cuyo transporte sera seguro por los _ferrocarnles aust_racos; de~lar qu~. el plan haba recibido la aprobacin real. ~l Gob1~rno aleman acog10 con satisfaccin tales promesas~ pues l~ mtegrac1,n de un_idades italianas en el ejrcito alemn sena la me1or garanta de la fidefidad de Italia mientras durase una g~,erra. Solo se trata~a, en realidad, de arreglos tcnicos, cuya ejecuc~on qu_ed~ba subor~1.n~d~ a la decisin que, en su da, tomase ei Gob1ern<;> 1ta~1ano. La m1c1at1va pareca indicar, sin embargo, que Ja colaborac1_n 1_talo-alemana, muy precaria desde que se firm el acuerdo franco-1tahano de 1902, se estaba reafirmando. Deb~mos sorprendernos de estas contradieciones, cuya exacta interpretacin_ que~a 7n la incertidumbre, en tanto que los documentos de los archtv~s italianos no se publiquen? La poltica italiana haba acept~do la alianza ~on Austria-Hungra, porque era la condicin nec~sar1a par~ conseguir y conservar la alianza alemana, pero no se habta entregado a ella _por completo. En el fondo, el Gobierno italiano deseaba mantener abiertas todas las salidas. En los medios dirigentes alemanes el estado de nimo era muy diferente .. ~l Empera~or, segn opinin de los observadores franceses m~ ~ahftcados, habta ejercido, hasta principos de 1912, una influencia pacificadora. Pero a partir del otoo de 1913 declar su convencimiento. de que pron~o sera ~:eciso recu~rir a las soluciones de fuerza. A primer~~ de nov1ei;nbri: d110 al rey de los belgas que la poltica francesa te.1da desde algun tiempo a hacerse sospechosa a cada instante y a atravesarse, en todas sus partes, a Alemania" y que la idea del desqwte ne c~sa ~e acosar al espritu francs. Crea que la guerra con Francia moa ~~vitable Y que sera preciso llegar a ella un da u otro. A mitad de d1c1e?Ibre, _en una conversacin con el ministro de Austria-Hungra, en :'1~ntch, d10 una ~ampanada anloga, a propsito de las cuestiones bal~:!cas Y. ~e~ confhcto latente entre Austria-Hungra y Serbia: "La dec1s10~ defm1t1va en el. sudeste europeo debe, tarde 0 temprano, hacer necesana una grave accin armada; y nosotros, los alemanes, estamos c~>n vosotros Y detrs de v~sotros." Debemos, sin embargo, tomar al pte de Ja _letra est~s declarac10nes, pre~~a~ de amenazas, por otra parte ~ plazo mdeterm_m_ado? C.uando se dmgian a Blgica, cuya neutralihdad estaban dec1d1,dos a violar los ~!emanes en caso de guerra europea, tal v~z no fuera mas q_ue una mantobra de intimidacin. y cuando se refac10nan con _la cuestin ~goslava no implicaban una adhesin completa a I? poltica austro-hungara: Guillermo U crea que el Gobierno a~stro-hunga_ro debera dar a Serbia facilidades en las relaciones comerciales; tanib1n pensaba, en marzo de 1914, que si Montenegro se unie-
ra a Serbia la monarqua danubiana hara "una gran tontera" oponindose a ello lleg, incluso, a escribir que, en tal caso, una _guerra entre serbios y a~stro-hngaros dejara a los alemanes _"c?mpletamente fros". "Sera. pues, excesivo-dice Jules Cambon-atnbwr un valor absoluto a las palabras que un hombre tan impresionable como el emperador deja escapar en la intimidad." En estos plane;; imp7ri~les pareca no haberse decidido nada por el momento. Solo en las sgmentas semanas, es decir cuando Ja Duma acababa de votar el gran programa ruso de armam~ntos. es cuando se encuentran seales verdaderamente signicativas. En una memoria dirigida al canciller, el jefe del Estado Mayor general escribi, en mayo de 1914, que las persjlect~vas militares e:volucionaban en un sentido desfavorable para Alemama, ya que el ercito ruso habra acabado, en tres aos, su reorganizacin. En el ,mismo momento, Moltke, en una entrevista con su colega austr?-h.ungaro, consideraba deseable una guerra inmediata, porque la supenondad de que disfrutaban las fuerzas al7manas no s~ra.,duradera. ".T~do ap~aza miento disminuye las oportumdades de xito. ~sta conv1cc1n ~n1ma ba tambin a Guillermo II, cuando, en su entrevista con el archiduque heredero de Austria-Hungra, el 13 de junio en Konopitsch, prometi el apoyo incondicional de Alemania a la poltica austro-hng~ra e~ caso de nuevas dificultades balcnicas: "Si no golpeamos, la s1tuac1n se har peor." _ Entre la alianza franco-rusa y la austro-alemana, Gran Bretana, a pesar de la orientacin que haba dado a su poltica exterior desde 1904, poda an desempear el papel de rbitro (1). Deseaba que se mantuviera la paz, lo cual estaba de acuerdo con l~s profu~das ~endencias de la opinin pblica con los intereses econmicos y fmancteros que posea en el mundo' entero y, por ltimo, con las preocupaciones irlandesas. En la primavera de 1914 trat de encontrar la ocasin para llevar a cabo una negociacin con Alemania sobre los armamento~ navales, al mismo tiempo que se negaba a pensar en la transformacin de la Triple Entente en una Triple Alianza. La preocupacin dominante era conseguir que se reanudasen las negociaciones con vistas a una reduccin de l_os armamentos navales. Sera para abrir el camino a estas conversac1one.s por lo que la P?lftica inglesa mostr el deseo de aceptar la expansin alemana en Asta Menor y en Africa Central? (2). En enero de 1914, Lloyd ~eorge, c~n ciller del Exchequer, en una entrevista publicada en el Daily Chronzcle insista sobre la "abrumadora extravagancia de los gastos de armamento naval"; y expresaba su deseo de que pudieran ser redu~idos mediante un acuerdo anglo-alemn. En marzo, Winston Church1ll declar que Gran Bretaa podra contentarse con una Marina de guerra superior en un 60 por l 00 a la Marina de guerra alemana: cuarenta buques
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Vanse anteriormente, pgs. 524 y 525. vanse anteriormente, pgs. 548 y 560.
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de guerr2 Dara Alemania y sesenta y cuatro pc.ra Inglaterra; un mes ms tarde dijo al embajador alemn que la cuestin naval era "el nico obstculo pi2a un ntimo acuerdo" entre Jos dos pases; aadi que tal obstcuio era tan grave como el de Alsacia y Lorena en las relaciones franco-alemanas. En vano esper el primer lord del Almirantazgo la invitacin a un encuentro con el almirante von Tirpitz. Cuando se volvi a intentar, por mediacin del representante personal del presidente Wilson, coronel House, el 1 de junio, Guillermo II contest que Alemania llevara a cabo su programa de construcciones navales, como se haba fijado: la nica concesin que tendra en cuenta sera la de no aumentarlo. . Este fracaso, sin embargo, no decidi al Gabinete ingls a tomar, respecto a Francia ni respecto a Rusia, compromisos ms concretos. Unicamente algunos altos funcionarios del Foreign Office y militares de alta graduacin estaran dispuestos a aceptar una transformacin de la Triple Entente en una alianza. Pero la opinin pblica y la. parlamentaria no Jo admitiran. "El pas no est dispuesto a una alianza con Francia ni a otra con Rusia": la observacin, hecha por el embajador ruso, la hizo suya el embajador de Francia. As, cuando el rey visit a Pars en abril de 1914, el presidente del Consejo francs se abstuvo de insistir: "No pienso pediros una transformacin del carcter de nuestros acuerdos", declar Gastan Doumergue a sir Edward Grey, limitndose a expresar la esperanza de que en un da_ de peligro se le asegurara a Francia el apoyo armado de Gran Bretana. La contestacin del ministro ingls fue significativa: "Ningn gobierno ingls-dijo-negara su ayuda militar y naval si Francia fuera iniustamente amenazada y atacada." Era como decir que Gran Bretaa mantena la actitud que haba adoptado en 1912: se reservaba expresamente el apreciar, llegado el da, lo bien fundado de la posici~n _francesa. Respecto a Rusia, ni siquiera se le ofreci una p;omes~ hm1tad~. Todo lo que el Gabinete ingls poda tomar en cons1derac1n era ftrmar con ella un arreglo naval, anlogo al que exista, desde 1913, entre Alemania y Francia. Simple satisfaccin de forma, concedida a los requerimientos rusos, pues, "en una guerra contra Alemania-opin sir Edward Grey-la flota rusa no podra salir del Bltico ms de Jo qu~ podra entrar en l Ja flota inglesa". El asunto se llev con tal lentitud que nada se haba resuelto an a finales de junio de 1914. La rivalidad entre las grandes potencias, que procuraban reforzar los compromisos de alianza y los convenios acordados entre los Estados Mayores;. el temor que experimentaban los go?ernantes a decepcionar a sus compaeros si parecan carecer de firmeza; la carrera de los armamentos, consecuencia de la tensin internacional, pero causa, tambin, de agravacin de aquellas rivalidades; la inquietud d_e la opinin pblica provocada y mantenida por las amenazas de confcto, cuva iniciativa tomaron Alemania y Austria-Hungra en 1905, en 1909 Y en' 1911, y en la que Rusia, en 1912, no dudaba ya en participar; los
planes de los Estados Mayores, preocupados, sobre todo, en no dejar que el adversario terminara sus preparativos; las reacd.ones personales de los hombres de Estado, que, incluso aunque no desearan el con- . flicto, lo crean probable: he aqu los elementos que contribuyeron a crear una atmsfera favorable para acudir a las armas, para mantener una psicosis de guerra. Y fue en Alemania donde aquellos factores se manifestaron de manera ms sensible. Era que la amenaza de un gran conflicto apareca como inmediata a los contemporneos? El embajador de Francia en Berln, Jules Camban, escribi el 12 de junio de 1914: "Estoy lejos de pensar que, en este momento, haya en la atmsfera algo que constituya amenaza inmediata para nosotros; muy al contrario." El Estado Mayor alemn, a su vez, a pesar de su situacin de nimo, no tom--hasta donde nos es posible saber, segn como actualmente se halla la informacin histrica-medidas destinadas a preparar, de inmediato, una inicia~a guerrera.
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El 28 de junio de 1914, el archiduque heredero de Austria-Hungra, Francisco Fernando, fue asesinado, en Sarajevo, por un joven bosnio: ello constituye un episodio dramtico del conflicto de las nacionalidades y del movimiento nacional yugoslavo. Por qu aquel asesinato se convirti en ocasin de una "demostracin de fuerza" que llev a la guerra europea 7 En 1a historia de los diez aos precedentes es donde primeramente debemos buscar la respuesta. Resulta evidente que las iniciativas y las reacciones de los gobiernos y de los pueblos, en el curso de la crisis de julio de 1914, estuvieron determinadas, sobre todo1 por el recuerdo de las recientes amenazas, de las rivalidades de intereses y de los choques entre las corrientes del sentimiento nacional. La explicacin es, sin embargo, insuficiente, pues Europa haba conocido, desde haca tres aos, muchos otros momentos crticos, de los cuales la paz haba surgido intacta. Si, en julio de 1914, el conflicto diplomtico llev a un conflicto armado no fue por un encadenamiento fatal, sino por una serie de actos, de decisiones, cuyos carcter y alcance es preciso medir. El Gobierno austro-hngaro vio, en el atentado de Sarajevo, una nueva prueba del peligro que constitua, para la misma existencia de la Monarqua danubiana, el movimiento nacional yugoslavo; pero, adems, una ocasin de hacer frente a tal peligro. Se propona hacer contra Serbia una guerra preventiva que le permitiese aiustar las cuentas con ella y eliminarla como {actor poltico. El Gobierno alemn fue puesto al corriente de tales intenciones, y las aprob. La guerra austro-serbia, preparada el 23 de julio por el envo de un ultimtum, se declar el 28. Podra permanecer local aquel conflicto? Sera preciso para ello que Rusia se resignara a permitir que aplastasen a Serbia y dejara el campo libre, en Jos Balcanes, a la poltica austro-hngara; ahora bien,
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anunci, el 25 de julio, que no se resignara a ello. El 29, al conocer la declaracin de guerra dirigida a Serbfa y el bombardee de Belgrado, ~l Gobierno ruso decidi una movilizacin parcial, que piso en pie de guerra los trece cuerpos de ejrcito destinados a operar ci>ntra AustriaHungra. El conflicto austro-serbio amenazaba convertirse en un conflicto austro-ruso. Quiz sera an tiempo de evitarlo s, el Gobierno austro-hngaro se sometiera a un arbitraje del problema austro-serbio o incluso si consintiera, segn sugerencias del Gobierno ingls, en limi~ tar sus operaciones militares a la ocupacin de Belgrado; y luego a iniciar, una vez provista de esta garanta, una negociacin con Serbia. Pero Austria-Hungra desech aquellas proposiciones. La guerra austrorusa pareca, pues, inminente. Alemania, aliada de Austria-Hungra, y Francia, aliada de Rusia, pod~ permanecer como espectadoras del conflicto? El 23 de julio el Gobierno francs prometi al ruso cumplir las obligaciones de la alianza, es decir, intervenir por las armas en el caso en que Alemania apoyase a Austria-Hungra. Ahora bien: el 29, el Gobierno alemn declar que movilizara su ejrcito si las medidas de movilizacin rusadirigidas, no obstante, contra Austria-Hungra solo-continuaba llevndose a cabo. Se afirmaba, pues, la amenaza inmediata de una guerra europea. La actitud del Gobierno ruso apresur el desenlace: decidi, el de julio, sin esperar a que Alemania pasara a la accin, Ja movilizac10n general de sus fuerzas armadas. El Gobierno alemn replic el 31 con un ultimtum, que dirigi no solamente a Rusia, sino tambin a Francia y con la proclamacin del estado de peligro de guerra, que implicaba las primeras medidas de movilizacin; al da siguiente decidi la movilizacin general. En la tarde del 1 de agosto, el Gobierno ruso dej sin respuesta el ultimtum. El Gobierno francs respoQdi que actuaria segn sus intereses, y demostr, al decidir, a su vez, la moviliz~in genera!, que estaba determinado a ayudar a Rusia.' La violacin de la neutralidad belga dio al Gabinete ingls, convencido de an::e:mano de que el inters de Gran Bretaa le ordenaba no dejar que el Imperio alemn obtuviese una victoria continental, el apoyo casi unnime de la opinin pblica: el 4 de agosto Gran Bretaa entr en Ja guerra.
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De tales iniciativas y rplicas, cuyos detalles sera superfluo estudiar aqu, lo que nos importa examinar es el sentido de las polticas nacionales. En Austria-Hungra, el Gobierno y el Estado Mayor vieron, en las aspiraciones nacionales de los eslavos del Sur, una amenaza, no solamente para el poder de la Doble Monarqua, sino tambin para su existencia, pues el xito de un irredentismo animara a las otras minoras nacionales a seguir el ejemplo: era, pues, una cuesi6n vital. Para intentar dominar el movimiento de las nacionalidades y el riesgo de desmembracin del estado estaban resueltos, desde primeros de
julio, a declarar la guerra a Ser?ia, aui; cuando tal g~erra ocasionase con Rusia un conflicto que, debido al uego de las alianzas, se extendiera a todos Jos grandes estados del continente. No quer~an c,ontentarse con un xito diplomtico, porque este ~o.lo proporci?n~rta una tregua a Austria-Hungra: aceptar una proposicin de mediacin, ~na solucin de arreglo, sera haber trabajado para nada, pues la ~uestin yugoslava no dejara de plantearse . de nuevo, dos o tres anos ms tarde. Ahora bien: las circunstancias seran entonces menos fav~;a bles, porque el programa de rearme de Rusia es:ara realizado. . ?l equilibrio de las fuerzas se desva contra nosotros' , observ el mmistro austraco de la Guerra. . El conflicto austro-serbio no pona, ciertamente, en j~ego la existencia del Imperio ruso; pero amenazaba gravemei;te los mtereses damentales de su poltica exterior, orienta.da hacia el rea balcmca. Cuestin de prestigio? Sin duda; el Gobierno ruso, despus ?el ~ra caso que haba sufrido en 1909, no quera tole,rar una nueva hwmllacz6n, y la burguesa liberal, que forma~a la may?na de la Dui:na, ta1!1poco lo quera. Pero era, tambin, cues~1n es~ncial i:ara los mteres_... s ~stra tgicos y econmicos del Imperio: la mfluencta sob~e las pob!ac10nes cristianas de los Balcanes no solamente era el. medio de .p.resi?n que utilizaba la poltica rusa para intentar conseguir una m?dif1cac1n ?el estatuto de Jos Estrechos y asegurarse el acceso al ~edi~errneo, smo que, adems, la preponderancia eventual de Austn.a-Hungra en .los Balcanes favorecera Jos planes alemanes en Constantinopla. El Gobie:no ruso no quera, pues, admitir que Austria-Hungra aplastara a Serbia y se convirtiese en la potencia dominante en los Ba~canes: en 1909 tu_vo que ceder, porque su ejrcito no. haba reparado aun las cc~;~.. :::uencias de la derrota sufrida en Manchuna; pero ahora se crea c~p""1.. de hacer frente a aquella ameraz<L C!erto que. el ministro ?~l Inten?r e:.~;- mos~ra_ ba angustiado, porq;:.'. :r:;;;:,:J.a los nesgas de cnsis poltica_:~ social. "en nuestro pas l2. ..'Jei:.\'1 no ser popular en las _;.,,,as pr~ fundas del pueblo, i las ideas re;c.;ucionarias pueden ser :;;,.;.,prendidas por estas masas mejor que una victoria sobre Alemama . S7 resign, sin embargo, pues, segn dijo, "no es posible escapar al. destmo". Ni Rusia ni Austria-Hungra, sin embargo, pod~n considera~ tal guerra sin haber obtenido el asentimiento da sus. al!ados re~pect1v~s. Ahora bien: el Gobierno alemn haba promeu~o a su ahado e. 5 de julio un total apayo, y le recomend que no deas~ p~sar una ocasin tan favorable. Se opuso a las tentativas de mediacin. El 28 de julio anim a su compaero austro-hngaro a que declara~e la guerra a Serbia, y el 29 anunci a Rusia que no tolerara las med~d~s de movilizacin dirigidas contra Austria-Hungra. Solo el 30 de ~uho el c'.111 ciller Bethmann Hollweg pens en frenar, porque tema una mtervencin de Gran Bretaa. Sin embargo, se inclin ante la volunt~d del Estado Mayor, y renunci a imponer al Gobierno aliado un& solucin de .~rr~glo. Por qu? Porque no quera exponerse al reproche de haber deado
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a A t H ,,.,~.-a. us na- ungra en una circunstancia difcil". b re L~o, porque crea necesario poner a flote r d ' pero, sode desmembramiento por el mov . t su a ia a, amenazada tar la guerra europea--Oijo el jefe I~\e~s~a~~ ~s nacionalid~de.s. "Sopo.rde salvar a Austria~Hungra." ayor--es el ultimo medm El Gobierno francs se mostr . metido, el 23 de julio llevar a caboml s re~f.rv? Sm duda, haba proco-rusa, es decir apo;ar a Rusia as o 1gac1ones de la alianza franalemana. Pero e'l 30 recomend ca~n asb.armas e~ caso de intervencin 0 ierno alta.do que evitase toda iniciativa que, por su ndol T e, provocase una rplica l v1 izac1 n del ejrcito ruso deba . . . , a emana. La moAustria-Hungrfa. Ahora bien. 1 G, bpues, drngir.se unicamente contra consejos: podra el Gobie~neo fo ie~o ruso hizo caso omiso de tales promesa de apoyo? No pod ranc ls apro;echarlo para retirar su Alemania aplastar a Rusia se fr:cnsa; o , s1r,1era: porque si dejase a tuacin de no poder resistlr a un o~ rana 1ra~cia, en seguida. en sia aque a eman . . A n te 1 a mmmencia de una uerr . Co~tinente, los medios poltico~ i ~ entre las grandes potencias del vacilantes. Libre de todo com rom~1g e~es s~ mostraron, al principio, pr?curado evitar, con una acci~n rn~~iade alianza, Gr.an Bretaa haba bna podido apoyar su mediac' ora, el conflicto europeo. Ha. que s1. A ustna-Hungra y Ale I n . con una amenaza d.1rec t a; d eclarar en. la guerra al lado de Fra~fam; ~e n~ga~a~ a un arreglo intervendra eficaz, sin duda. Pero el Gabinete in el us1a. tal an:enaza habra sido & s no se atrevi a tornar partido cuando an era tiempo porq 1 . . ' ue sus miembros se pncont b d' 'd' porque a op1mn pblica todava n l b' d ~ ra an iv1 idos: que tema animar a los gobiernos rus zaf za esperta~o. y tambin porcuando la guerra continental era se ~!a_ ranc.~ , Ja mtransigencia. Solo Fue la. violacin de la neutralidad l~el ~ fec1d10 entrar. e~ el con_fl!cto. En realidad, la intervencin se haba 'd~dque determmo su dec1s1n? veinti~uatro horas antes: Gran Br~ta~~I 1 o, en el seno del Gabinete, una victoria alemana, es decir, de un h no poda cor:er el riesgo de yada en la fuerza naval amena a eger:1onfa contmental que, apo1 La cuestin belga, esen~ial par~f~ ~ ~egunda? de las Islas Britnicas. la adhesin de las masas a es~ poft~n ereses mgleses, vino a asegurar i:; t d !Ca. l '-'s. uvo eterminada Ja evolucic' d .. deliberada que haba previsto d e esta crisis por una voluntad pruebe que Austria-Hungra, y eA1 pe, ~u desenlace? No hay nada que tivas de las que sali la uer emama, c.uando tornaron las iniciade provocarla. Las dos gpot ra. general, tuvieran el decidido propsito t enc1as centrales consid b f men e, una guerra localizada si e11 d era an. pre erentemediato--Oeshacer por la fu~rza el as po. ~n conseg~ir el objetivo inr;or qu haban de provocar un co:::i~~1rn1ento na~1o~al yugoslavo--, rneron el riesgo. Cuando encontra. t? eur?peo' Sm embargo, cogeneral al abandono de sus planes 1 ~n r~~1~tenc1as prefirieron la guerra tro-hngara se sentan incapac .. os mg~ntes de la monarqua auses, s1 renunciaban a declarar la guerra
a Serbia, de conjurar las fuerzas de desmembramiento; y estaban convencidos de que en el futuro las circunstancias les seran menos favorables en una guerra general. El Gobierno y el Estado Mayor alemanes compartan aquella conviccin; estaban decididos, incluso al precio de una gran guerra, a poner a flote a Austria-Hungra, y pensaban,. adems, que una guerra inmediata se presentara en mejores condiciones que lJna guerra diferida. Los adversarios, en Petersburgo y en Pars, aceptaban la guerra. Cmo habran eludido la demostracin de fuerza sino mediante concesiones o abandonos, es decir, mediante una debilitacin peligrosa para el prestigio del Estado y para el porvenir de los intereses nacionales? Tal debilidad, a su juicio, no les proporcionara ms que una tregua: por qu tratar de ganar tiempo, si la amenaza reaparecera en plazo breve 7 En ningn sitio se detuvieron los gobiernos ante la idea de que el aplazamiento del conflicto pudiese favorecer soluciones de arreglo. En las decisiones de dichos gobiernos, en julio de 1914, fuectn. ls intereses de seguridad, de prestigio o de poder, los que determinaron la~ resoluciones definitivas. Pero no hay que aadir a esos requerimientos los que podan ejercer los movimientos de la opinin pblica? Porque el hecho de que ni la correspondencia diplomtic ni las deliberaciones gubernamentales (aquellas, por lo menos, de las que han quedado rastro) aludiesen a esas fuerzas profundas, no es razn suficiente para ignorarlas. Los movimientos del espritu pblico hasta donde la investigacin histrica puede permitirnos apreciar su papel, no parecen haber ejercido influencia alguna en ninguna parte. En Austria-Hungra las oposiciones entre los grupos nacionales exclua la posibilidad de. un amplio movimiento de opinin; y los peridicos, que aprobaban una poltica de fuerza, expresaban la opinin de medios restringidos: los de la alta administracin, los de la diplomacia o los del Estado Mayor. En Rusia, donde las masas campesinas eran pasivas, la corriente nacionalista, existente en algunos mbitos de la burguesa, no pareca desempear, en julio de 1914, un papel activo. En Gran Bretaa, la opinin pblica, que no haba despertado an el 25 de julio, sigui vacilante y dividida, hasta la noticia de. la entrada de las tropas alemanas en Blgica. En Francia, lo mismo que en Alemania, las manifestaciones de la opinin, aunque vigorosas, fueron tardas: solo intervinieron en los ltimos momentos de la crisis, a una hora en que las decisiones de los gobiernos estaban ya tomadas. Pero los movimientos de opinin, aunque empujaran a los hombres de Estado a la accin de la fuerza, pocas veces intentaron frenar sus iniciativas. Las nicas resistencias que se manifestaron en AustriaHungrf a y en Rusia fueron las dos socialistas; resistencia casi pasiva en Viena, en donde los peridicos del partido se limitaron a expresar su deseo de una solucin pacfica, y ms activa en Petersburgo, con la huelga de los metalrgicos. Por el contrario, el partido social-demcra-
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ta alem~~ el 29 de julio, prometi al Gobierno del Reich no estorbar sus decis10nes, y el partido soc~alista francs se vio obligado, desde aqu~l momento, a mantener ta misma actitud. La direccin de la Internac10~! que _haba pedido, primero, a todos los partidos socialistas q~e hici:ran vigorosas demos~racio?es en contra de la .guerra, no intento reac~10nar. L~s pocas resistencias que se manifestaron en el seno del p~r~i?~ laborista ~e _Inglaterra no son dignas de tenerse en cuenta. f'.n defmi~va, los sociahstas colocaban en primer plano las preocupa~10nes nac1on~l~s y renunciaban a la idea de una solidaridad proletaria. f-No er~ previsible esa resignacin por la falta de congresos socialistas m ternac1onales 1 Que la opinin pblic31 fuera casi en todas partes favorable era, sin ~uda, una razn 9ue deb1a so~tener a los gobiernos por el camino de la f~rmeza .. ~ora ?1~n: tal aqu1esc~ncia, no habra sido ms titubeante s1 la. opm10n publica -no se hubiera acostumbr.ado, desde haca aos, . la idea de una guerr~ probable 1 Las tendencias de la psicologa colect1v~ ~archaban al umsono de los mviles polticos que orientaban las dec1s10nes de los hombres de Estado.
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El momento del verano de 1914 en que los grandes estados europeos entraron en guerra se ha convertido, para el mundo entero, en una fecha esencial: aquella en que comienza la decadencia de Europa. Se dieron cuenta los contemporneos de las perspectivas nuevas que el conflicto iba a abrir en las relaciones entre los continentes? En los pases beligerantes, ni los hombres de Estado ni los maestros del pensamiento poltco parecen haberse percatado de ello; ten~n otras preocupaciones: en una lucha que poda comprometer la existencia de la nacin, o que, por lo menos. amenazaba con deshacer la lnea de su destino, las preocupaciones extraeuropeas solo podan ser secundarias. Cuando la mirada se diriga ms all de los intereses nacionales, el temor que se manifestaba era el de que la guerra ocasionara "un retroceso de la civilizacin", y un retroceso cuyas dimensiones seran morales, ms que materiales: el recurrir a las armas iba en contradiccin con la esperanza de aquellos que haban credo en el progreso humano. En Londres, sin embargo. algunos medios-los financieros de la Cit!{-se mostraban inquietos, a finales de julio de 1914. por el destino de la influencia europea en el mundo; pero las opiniones de Jos banqueros eran limitadas: no parecan prever la decadencia de la influencia econmica de Gran Bretaa. ni temer una debilitacin de los lazos imperiales: crean. nicamente, que la desorganizacin financiera sera peligrosa para la prosperidad de sus negocios. Los pueblos de los imperios coloniales y los estados que, desde los comienzos del siglo xx. se haban convertido en los competidores de Europa podan tener espritu ms abierto. Abrigaban ms amplias miras? Ni en la India ni en Egipto, los jefes de los movimientos nacionalistas parecieron vislumbrar. en 1914, las oportunidades que poda ofrecerles la guerra europea. En los pases del Islam. el llamamiento a la guerra santa, que lanz el Sultn otomano en el momento en que entr en lucha con Gran Bretaa y Francia, no encontr eco. El Gobierno de los Estados Unidos no pareca pensar, ni por un momento, en que el conflicto fuese a llevar a la preponderancia econmica de la Unin y a darle ocasin de arbitrar el destino del viejo continente. Solo en el Japn los medios dirigentes percibieron. de golpe, la posibilidad de establecer la supremaca nipona en China: con todo. tuviron buen cuidado de presentarse, no como adversarios de Europa. sino como aliados de una de las coaliciones: no haban olvidado todava el alto que les impusieron, veinte aos antes, las grandes potencias blancas. v observaban an cierta timidez respetuosa. Nada ms natural que esas vacilaciones, pues la conviccin gene629
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ral et:: la de que la guerra europea durara, todo lo ms, algunos meses: perodo demasiado corto para que los competidores de la vieja Europa se aprovechasen de su eclipse, ni pan que "los pases nuevos" escapasen a su influencia o las colonias intentaran sacudir su yugo. Las consecuencias mundiales del conflicto solo comenzaron a vislumbrarse cuando pasados seis meses, se precis la perspectiva de una larga lucha.
CONCLUSION
GENERAL
En una mirada de conjunto a estos aos que marcan el apogeo de Europa y los primeros sntomas de su declinar, los conflictos diplomticos solo tienen sentido en el cuadro de las transformaciones econmicas y sociales. Amplitud y cadencia acelerada del desarrollo industrial, impulso del capitalismo financiero, opbsiciones entre los grupos sociales, amplio movimiento de enmigracin transatlntica, difusin de la enseanza primaria, poder de la Prensa diaria, y tambin-no lo olvidemos-aumento de los deberes y de las cargas militares, todos estos aspectos de un mundo transformado dieron un nuevo sesgo a las relaciones internacionales. La influencia respectiva de las ~ausas profundas y de las iniciativas diplomticas es, pues, lo que hay que intentar justipreciar. Eran an vlidas las conclusiones que haban parecido serlo en el estudio del siglo XIX 7 (1). El papel de las iniciativas individuales, siempre importantes en la accin diplomtica, no sugiere las mismas reflexiones segn observamos el periodo de Bismarck o el que le sigue. Antes de 1890, cmo estudiar esta historia sin detenerse en los gestos y en las intenciones del hombre de Estado hacia el que todos los otros-Disraeli y Gladstone, Jules Ferry, Gortchakof-volvan incensantemente los ojos? En la correspondencia diplomtica nada es ms asombroso que esta presencia constante del canciller alemn o de su sombra: qu iba a pensar Bismarck. y qu preparaba? Sin duda, aquel maestro de la obra diplomtica tena sus anteojeras, no comprenda bien las cuestiones econmicas, acoga ceudamente la expansin colonial, desconoca la firmeza de las protestas nacionales en Posnania y en Alsacia. Pero posea el don de adivinar al adversario, la facultad de previsin poltica a largo plazo y un incomparable virtuosismo. La inquietud que flotaba a su alrededor entre sus partidarios como entre sus adversarios, se extenda a la opinin pblica. El bismarckianismo fue en realidad de la psicologa colectiva y, por consiguiente, un elemento de explicacin indispensable para el estudio de esta poca. Despus de la cada del canciller, el espectculo vari en absoluto: Guillermo II, a falta de encontrar "su Bismarck"-pero, de haberlo encontrado, le habra soportado durante mucho tiempo7-se vio obligado a empujar a primer plano a segundos actores o, todo lo ms, a un brillante diplomtico. Estaban mejor dotados los otros gobiernos europeos? La ~poca era pobre en hombres de Estado. Aqu una
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CONCLUSION GENER.\L
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ligereza inquietante, la de un Isvolsky o la de un Berchtold. o una mediana que no consegua ni siquiera engaar a los contemporneos; all, una honradez trivial de alto funcionario, que despachaba correctamente los asuntos de trmite sin extender su mirada ms lejos o. tambin, un hombre demasiado influido por la vida parlamentaria y que corra tras de los xitos diplomticos, aun cuando tal xito fuera ineficaz o peligroso. Sin duda, de tal mediana emergieron algunas figuras con rasgos sealados: la agudeza de Salisbury, la firmeza de nimo de Raymond Poincar, por ejemplo. Pero, incluso entre aquellos cuya obra result ms importante y cuyo programa rebasaba el horizonte acostumbrado--Joseph Chamberlain, Delcass, Aehrenthal-, la fuerza de voluntad y la audacia eran ms notables que la clarividencia a largo plazo. Quines fueron los que colaboraron, en torno a aquellos ministros, en la orientacin de la poltica exterior? El alto personal diplomtico contaba, en todos los grandes estados, con muchos hombres, -cuya conciencia profesional, perspicacia en la informacin poltica y destreza en la negociacin eran excelentes, y cuyas opiniones se escuchaban. Pero en ningn sitio como en Francia, los principales embajadores tuvieron, durante los primeros aos del siglo XX, suficiente carcter y autoridad personal para llegar a ser, en las circunstancias graves, los consejeros de sus gobiernos, incluso toma( a veces aire de "mentores". En ninguna parte tampoco los agentes diplomticos se excedieron en las instrucciones recibidas con ms tranquila seguridad que en la Rusia autocrtica. El estudio de ese mundo diplomtico resulta indispensable para entender Ja accin poltica; sin duda, permite vislumbrar el punto de vista un medio social firme que, en muchos casos, tenda a descuidar los movimientos profundos, y a creer que las intenciones o las maniobras <\; las cancilleras son el centro de inters en las relaciones internacionales, pero esta observacin tambin es un elemento explicativo para la Historia. El alto personal militar y naval no merece menor atencin, si pensamos en la armona necesaria entre la orientacin de la poltica exterior y la calidad de las fuerzas armadas. Comprobar que, en los estados cuyo rgimen era parlamentario y democrtico, el Gobierno, entre 1900 y 1914, no ces jams de vigilar los planes de los Estados Mayores, quiz, simplemente, porque conservaba, respecto a los jefes militares, una oculta desconfianza, y que, por otra parte, en Alemania, el Estado Mayor era ms libre de actuar, ms libre tambin de ceder a la tentacin que le incitaba a aprovecharse de su superioridad de armamentos, 'no es, ciertamente, una observacin vana. No es menos cierto que, en el desarrollo de las tensiones internacionales, las inicativas individuales estuvieron lejos de desempear, a principios del siglo XX, un papel comparable al que haban desempeado entre 1850 y 1870. Hay que mirar hacia el Japn del Meiji,
y hacia los Estados Unidos ?urant~, la ~r~sden~ia de ~e.odoro ~oose velt, para experimentar una 1mpres10n distmta. ~n el Vieo Cont~n~te, la accin del hombre de Estado pareca dominada por con~1c1ones que quiz no percibiera l claramente ..Y. q~e con toda seg~ndad se senta incapaz de dominar. Pero en la cns1s f1~al en la que, sm e;n_bargo, algunas decisiones efe_c~uadas por los gobiernos parecen dec1s1vas, cmo estudiar tales dec1s10nes sm tener en cuenta las fuerzas profundas? Por consiguiente, Jo que debe tratar de justipreciar la interpretacin histrica es la accin de tales fuerzas. El sitio nuevo que ocupaban en el mundo la Alemania i~pe:i~l, los Estados Unidos y el Japn a finales del siglo _xrx y a prmc1~10 del x:x, se deba. en gran parte, al impulso demog~!1co que pro~rc10naba a la industria una mano de obra y que modificaba las relac10nes de fuerza militar entre los estados. Sin embargo'. era r_nenor es~e esfuerzo en Rusia, en Italia o en China? Ahora ~1en: C?m. se ve1a impotente en sus relaciones internacionales; Itaha segu1a _siendo, a principios del siglo xx, una potencia de segundo orden; Rusia no ~es empeaba en el mundo un papel que estuviese a la altura de la cifra de su poblacin. La situacin demogrfica no era, pues, un factor esencia_i ms que en la medida en que iba unida al desarrollo de la prnducc1n _econmica. a la potencia financiera y a una estructura social susceptible de proporcionar cuadros a las fuerzas armadas. Rusia. aunqu~, poseyera cerca de la mitad de la poblacin total de Europa. no :;0~11.a en e_sa poca sacar partido de tal superioridad, porque su desarro,:.:: mdustnal haba sido tardo, sus finanzas pblicas estuvieron a me ';=d d~. las ayudas extranjeras y porque los cuadros de su ejrcito ~ran msuf1c1entes a falta de una burguesa lo bastante numerosa. Chma, cuya masa hu~rnna comtitua, en 1914, el 25 por 100 de la poblacin del Globo. estaba en una situacin semicolo11ial, porque su pueblo, aunque era capaz. en un alto grado, de valor y de res7t~~cia senta sol? de_sprec10 por el oficio de las armas, ya que la trad1c1on de los _med10~ mtel~c tuales colocaba al soldado en el rango ms bajo de la erarqu1a social, y porque las finanzas estaban en su desarrollo_ y la industri~ china no consegua proporcionar armas a las fuerzas rnthtar_es. aun s1e,nd? muy mediocres, que el Gobierno intentaba sostener. Italia, c_uyo eerc1to era inferior en un 30 por 100-en efectivos. en gr~ndes un!ci.ades y en, material-del nivel que podra alcanzar si el Gobierno ~x1g1era a1 pa1s un esfuerzo mayor, se mostraba paralizada por lo insuf1c1ente de sus medios financieros. Sin duda. Ja expansin demogrfica no fue en tal caso un factor despreciable: ia emigracin rusa pobl la Sib~ria. la, it~liana dese.mpe un papel importante en e!. pro~reso ~e Ja Re~ub!Ica Argentrna y del Brasil meridional, y la em1grac1n chma contnbuy al desarro-
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CONCLUSJON GENERAL
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llo econ;n: :o de la Malasia y de la Indias hc'.andesas. Pero tales emigracio;c:,s no ocasionaron, de inmediato, consecuencias polticas. La accin de las fuerzas econmicas y financieras se manifest a cada instante orientada, sobre todo por la influencia de los intereses privados y por la bsqueda de beneficios, pero ta.nbin tom en cuen ta los intereses nacionales en la medida en que los ciudadanos de un mismo estado, a pesar de los conflictos sociales que los dividan. tenan conciencia de su solidaridad respecto al extranjero. Tales fuerzas fueron un mvil poderoso en la expansin de Europa hacia los otros continentes y, por consecuencia, en las envidias, en las rivalidades, que surgieron de ella: la competencia entre los grandes estados europeos, para la conquista de nuevos mercados o de reservas de materias primas, y para el control de las vas de comunicacin. terrestres o martimas, pes, casi constantemente, sobre las relaciones polticas. Desempearon un papel esencial en la misma Europa, en el desarrollo del potencial de guerra y en el nivel relativo de las fuerzas armadas, al mismo tiempo que fomentaban, entre ciertos estados-Alemania e Inglaterra, sobre todo--, desconfianzas y rencores. Alemania, cuando reivindicaba su "lugar al sol", obedeca a necesidades econmicas imperiosas. "Al querer tapar todas las salidas de una caldera"--observ Jules Cambon, en 1913-no corremos el riesgo de hacerla estallar, y no debemos evitar el contrariar en todas partes una expansin inevitable? Ese crecimiento del poder econmico ejerca, por lo dems, una influencia sobre la psicologa nacional o sobre la psicologa de las clases sociales. En el sentimiento de superioridad, que fue, a partir de la era bismarckiana, peculiar del pueblo alemn, y que comenz a manifestarse en los Estados Unidos a finales del siglo XIX, los xitos alcanzados en el campo industrial tomaron buena parte. Por ltimo. el comportamiento de un grupo social respecto a las cuestiones de poltica exterior se hallaba orientado, a veces. por los intereses econmicos y por los de clase. Todo ello confirma el valor de la "explicacin econmica". Pero, debemos descuidar las observaciones que la corrigen o que la limitan? Las rivalidades entre los imperialismos coloniales alcanzaron a menudo el punto crtico en que los adversarios parecan haber dicho su ltima palabra, y, sin embargo, los conflictos no pasaron de las amenazas: la cuestin del Afganistn se resolvi, en 1885, mediante un arreglo anglo-ruso; el Gabinete ingls, a pesar de la importancia que tenan los mercados del Extremo Oriente para la economa britnica. abandon Port Arthur a Rusia, en 1898; y el Gobierno francs, por muy deseoso que estuviera de reanudar la. cuestin ~e Egipto, retrocedi cuando el asunto de Fachada, ante Ja perspectiva de un conflicto armado. En el fondo, los gobiernos y los pueblos se daban cuenta de que estos choques entre intereses materiales no valan una guerra, por lo menos una gran guerra.
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1,
La competencia enue las economas nacionales tampoco parece habe2 sido decisiva. En fa tensin entre Francia y Alemania, en las dicultades germano-rusas, los intereses econmicos desempearon, sin duda, su papel, pero este fue secundario hasta donde podemos saber por el estado actual de la investigacin histrica. Y qu vemos en el "caso-tipo", la rivalidad comercial anglo-alemana? Los medios de negocios ingleses, incluso aquellos ms directamente afectados por. la competencia alemana, pensaron combatir esta competencia por las armas? Ningn indicio permite creerlo, y el estado de nimo de los financieros de la City, hostiles, en julio de 1914, a Ja poltica de intervencin armada en el Continente, impone una respuesta negativa. Estaban interesados los principales industriales alemanes para evitar peligros posibles, aunque futuros en declarar la guerra a Rusia, su mejor abastecedor europeo y a Gran Bretaa, su mejor cliente 7 Tenan necesidad de abrirse, por la fuerza de las armas, nuevos merca~os exteriores, cuando la prosperidad de sus empresas, en 1914, de ningn modo estaba amenazada de inmediato, y tenan abierta la perspectiva de ampliar sus mercados en Asia Menor y en Africa por los acuerdos concluidos con Gran Bretaa 7 Debemos hacer constar que carecemos de pruebas. Sin duda, la competicin entre los intereses materiales contribuy a crear la conciencia colectiva, a cargar la atmsfera de desconfianza mutua y a reforzar el deseo de poder, aumentando as los riesgos de guerra general, pero no parece haber sido su causa directa. Las fuerzas espirituales y sentimentales tuvieron una influencia muy desigual. El papel del sentimiento religioso, aunque fuera despreciable, incluso en esa poca en que el racionalismo hada tantos progresos, qued, sin embargo, en segundo lugar desde el punto de vista de las relaciones internacionales. Donde se manest ms vigorosamente fue, sin duda alguna, en el Imperio nipn, ya que las creencias religiosas estaban ntimamente ligadas a la concepcin del poder imperial y de los deberes del ciudadano respecto al Estado. En los pases islmicos opuso una barrera a la difusin de las influencias econmicas o espirituales de Europa, sin embargo, la solidaridad panislmica apenas exista, a pesar de la gran vitalidad de la peregrinacin hacia la Meca y, no obstante, la presencia del Califato otomano, los movimientos rabes, que aumentaban en Asia Menor en los primeros aos del siglo xx, iban dirigidos contra la dominacin del Sultn, y la poltica del Gobierno ;oven turco, a partir de 1908, no se inspir en el panislamismo, prefiriendo el panturanismo, es decir, la afirmacin exclusiva del sentimiento nacional turco. En Europa, las Iglesias cristianas ejercan una influencia importante en las relaciones internacionales, en la medida en que el progreso del apostolado misional favoreca la expansin europea en Africa. en Asia
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CONCLUSION GENERAL
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Y en
pero las fuerzas religiosas permanecan en segundo plano en las relac10nes entre los estados del Continente. Sin duda, debemos tener en cuenta la influencia ejercida por las Iglesias ortodoxas en los Balcanes, en donde estaban ntimamente unidas al mpetu de las reivindicaciones nacionales, tiene importancia, desde luego, el papel que deseI?pe el parentesco religioso en el movimiento paneslavista, como las sunpat!a~ manife~tadas respecto a la Prusia protestante por ciertos gruP<?s rehg10sos sociales. Pero nada de todo ello parece haber tenido una _1mport~cia_ decisiva. Y la Iglesia catlica, aunque la Santa Sede contmuase e1erciendo una accin episdica en la poltica internacional, no trat de extender su papel, sea porque no creyese til intentar influenciar sobre la poltica al da, bien porque se diese cuenta de que, en los diversos pases, los catlicos eran ms sensibles a los requerimientos nacionales que al sentimiento de una solidaridad religiosa. La influencia de las ideologas polticas, de las concepciones rela~ivas a la organizacin del gobierno o de la sociedad, fueron ms importantes? La antinon;iia fundamental entre los regmenes polticos, el profun?? desprecio del Zar hacia las instituciones republicanas, la indignac10n que manifestaba a veces la mayora parlamentaria francesa respecto a los mtodos de la autocracia rsa, no impidieron la conclusin de, la alia~za fr~co-rusa, mantenida, casi sin ningn fallo, ?urante mas de vemte anos. Y la U Internacional, a pesar del rpido impulso de los partidos socialistas, no consigui convertirse en una fuerza capaz de ejercer una accin eficaz sobre las relaciones polticas entre los estados. Pero la afirmacin vigorosa del sentimiento nacional fue uno de los rasgos esenciales de la poca. Protestas de las "minoras nacionales" somet.id~s a una domina~in _extranjera, por una parte; y por la 9tra, crec1m1ento de los nactonahsmos, que no se limitaron a in~ v?car los intereses de la seguridad del Estado y a reivindicar tradic~ones o principios permanentes, a menudo discutibles o ilusorios. smo que se manifestaron en el deseo de prestigio y por la voluntad de poder. El movimiento de las nacionalidades agit a la Pennsula balc.nica, amenaz la existencia de Austria-Hungra, e inquiet a Rusia y a Gran Bretaa. El nacionalismo se afirmaba en la mayor parte de. lo_s grandes estados europeo~, al mismo tiempo que se hallaba en los cimientos de la nueva potencia japonesa; el sentimiento nacional acab por despertar, incluso en China, cuando la presin europea se hizo ms apremiante all. En muchos casos, esa fueri;a utiliz los intereses econmicos o f~~ancieros, que se transformaban en instrumentos de la accin poh.ttca en lugar. de ser su mvil: poltica aduanera, poltica de invers10nes de capitales fueron, a menudo, medios de accin empleados por el Estado en beneficio de su deseo de poder. La explicacin histrica no puede ser ms simple de lo que es el
Ocean~,
comportamiento de los grupos humanos. Cuando asla uno de los aspectos de este comportamiento, lo desnaturaliza, pues 7on recpro:as las influencias entre el apremio de los intereses matenales y el impulso de los nacionalismos. En 1914, el sesgo de las relaci?nes entr: jo estados o los pueblos, habra sido, ciertamente, muy diferente _si la vida econmica del mundo no hubiera sufrido, en el curso del med10 siglo precedente, transformaciones profundas. Pero fu~ la guerra europea el resultado necesario de ese choque entre los mtereses materiales? En realidad, el conflicto solo surgi en el momento en que chocaron violentamente los planes polticos: preocupacin de defender Ja seguridad o deseo de poder. Sin duda, en esos mismos planes, podan ocupar un lugar los intereses ecor:micos: Jos gobier~os y los p~e?los no ignoraban las ventajas materiales que les va'.dnan estos e~1~os. Pero no fue este clculo lo que gui su conformidad o su dec1s1n. El impulso eficaz surgi del sentimiento nacional y de los movimientos de pasin.
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MANUEL SUAREZ
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La guerra J.:: 1914-1918 debilit gravemente Ja posicn predomi;iante que Europa haba ocupado, Jurante los primeros aiios del siglo, en los dems continentes; al terminar su lenta convalecencia. dez aos despus del final de ese primer conlcto mundial. Jos Estados europ:!OS no haban recobraJo todava totalmente la posicin que ocupaban en 191-L Durante esta primera etapa de la decadencia de Europa, el estudio Je las relaciones internacionales es. por tanto, como nunca, inseparable de !as transformaciones materiales, sociales, intelectuales y morales provocaJas o aceleradas por la gterrn. Este trabujo no es, sin duda. ni puede pretenderlo, la historia de los contactos entre las civilizauones. No es ms que la historia de las relaciones entre los Estados. Pero en ningn momento puede Jejar de buscar elementos Je explicacin en las fuerzas profundas del desarrollo histrico. Ahora bien: bs CJ!ld!cioncs de trabajo del historiador so:1, en este '1.:roJn d.: b historia J,;:. las rdaciont:s internauo1Jks. mucho menos fa rnratJks que en el estudio deI perodo anterior. Los archivos pblirns. en la mayor parte J.~ los casos, r.:!sult:rn an i11:1:cc:.;bl::s a los investigadores. Las amplias publicaciones d.-: docu111:;;11os. cp;:: perm11iri:'.fl seguir al histori<!dor ,~ tf:ui:.:s d:o h JCCH)n (!iploii1:;t:ca dt:rante IL1s ltimos aos del siglo XL< y k;:: ~}rime:rns del :e-: y co1.occr --por lo menos parcialmente-las intcncioces de los Gotrnos, son rar:.5, tanto por lo que se refiere a la guerra de 1914-l.918 como en lo rd<!tio a la posguerra. Para el estudio de la primera guerra mundial. no e\ste nrngun;.: colecc:n importante de documentos procedentes de Jc;s :Hchivos fra::~'eses o 1gk:.es: y b coleccin de documentos rusos, que proporciona rnliosos datos sobre la poltica de los dems Estados ck la Entente, se limit:i al perodo zamta. La publicacin Je documcltos americanos, de inters para e! estudio de la neutralidad de los Estados Unidos. nic:imentc aparece en un horizonte mu!:dial durante el perodo de la beligerancia. Los archivos italianos y alemanes no han descubierto todava casi nada. Los austrohngaros solo han sido entreabiertos a muy pocos historiadores. Para el estudio ,de los aos 1919-1929. los documentos ingleses, cuya publicacin est en curso. son muy importantes; y las publicaciones dd Departamento de Estado, en los Estados Unidos. aunque son de menor amplitud, aportan muchos datos tiles. Pero la recopilacin de documentos extrados Je los archivos italianos solo ocupa tres volmenes. Y en Francia. Alemania y U. R. S. S.. la investigacin histrica no dis641
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TOMO
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BIBLIOORA.FIA GENERAL Roma, 1953 y sigs.; 6.A ~erie (!9181922) p~blicado un vol. (noviembre de 1918 a enero de 1919); 7. serie 09221935). publicados 2 vols. (0ctubre de 1922 a febrero de 1924). No existe an ninguna publicacin an:l0ga en Francia, en Alemania ni en la U. R. S. S. Las obras genera/es ms tiles son: Sohre la historia general. Para el perodo 1914-1945, en conjunto.-Adems de las obras citadas t!n la bibliografa de la pale precedente. F. CH.\MBERS: Tite age oj conjlic, 1914-1943. Nueva York, 1944.-A. FABRE-LUCE: ll1stoire de la rvolution europlenne, Pars, 1954 (ensayo).-W. LANGSAM: The world smce 1914, Nueva York, 5. ed. 1943.-J. PJRENNE: Les grands courants de !'11stoire u11i1erselle. Tomo VI, 1904-/939, Neuchate!. 1955.-M. CROUZET: L'poque co111emporaine. A la reclierc!te d'une cfri/isc.rion nomcllc (Histoire gnrale des ch ilisations, tomo Vil), Pars. 2.~ ediccin, 1959.-L. SALVA.TORELLT: Sroria dei No1ece1110, Miln, 1957.-F. LllUILLIER: De la Sainte A lliw1ce au l'a:-re llfantque. Tomo 11. 1898-1954. NeuchJtcl. 1955.-R. EZGANG Eurnpe in c>ur r:nre: 1914 to the presenr. Boston. 19-S!l.-1\f,i.x BELOFF: Tire Great PawCJ s. Es.1ays in twcntieth C e11t11rv politcs. L0ndres. 1959.-R. Arnr.c1rrCARR!l: France. Europe and tire two World Wars. Ginebra, 1960. Para la primera guerra mundial.P. REN:::.:v1N: La crise europl:e11!:e et la r-r11:!ere guerre mondiale. Par'i, 3. ed. J948 ( Peup!es et c1d/isations, t. XlX).-La Revue d'histoire de la guerre mo11dia/e (17 vols. publicados de 1926 a 1939 bajo la direccin de C. Illoch y P. Renouvin) ha publicado muchcs artculos. Para el perodo 19191929.-C. BARBAGALLo: Storia unfrersa/e Eio contempnrneo, 1919 - 1939. Turn, 1954. M. BALTMOITT: La fai/li!e de la paix, 19Jl/ - 1939. Pars, 3. ed. 1951 (Peup/es et civi/isatons, t. XX), que es. con mucho, la obra ms importante.-Eo. H. C.\RR: Tntemational relatio11s hetwer11 the twa world wars. P:iris. 1947.
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pone toda va de colecciones anlogas. Por ello los estudios crticos relativos a Ja poltica de los Estados son escasos. El estudio de la psicologa colectiva y de las tendencias de la opinin pblica han dado lugar a algunos trabajos; pero se limitan a la Conferencia de Paz o a la posguerra. La Prensa. sometida a censura durante Ja conflagracin, no puede ofrecer al histora<lnr una informacin vlida acerca de Jos movimientos de opinin. Las cuestiones econmicas y financieras se conocen mejor porque. por iniciativa de la Fundacin Carnegie, la historia de Ja guerra de 1914-1918 ha dado Jugar, en este terreno, a numerosos estudios que, con frecuencia, son testim~nios; y porque las publicaciones de la S. de N. y de Ja Oficina Internacional del Trabajo proporcionan datos estadsticos en gran abundancia. Sin embargo, las informaciones que se refieren a los movimientos de capitales de carcter internacional son an muy insuficientes. Este libro no ha de ser, pues, ms que un esbozo: no puede pretender dar respuesta satisfactoria a todas las preguntas que el espritu se plantea. Ofrecer el estado actual ele Jos conocimientos, sin dejar de hacer constar las lagunas, intentar la aclaracin ele las interpretaciones esenciales (1 ), sugerir hiptesis que puedan servir de orientacin a posteriores investigaciones: esa es toda su ambicin.
Julio, 1957
J. B. DUROSELlE: fl istoire dip/Omnt1que de 1919 a nos jours, Pars, 19~3. :::'..' ed., 1957.-G. M. GA.THORNE-H,\R-
A sltort lristory of interna11011al alfairs, 1920 to 1938. Londres, 1938. (Trad. francesa: llistoire des vnements internatonau:r de 1920 a 1939. Pars. 19461.~E. GIRA UD: La nullir de la politique internarional des grandes dmocraiies, 1919 - 1939. Pars, 1948.p RAIN: L'Eurape de Versai/les (191939). Les traits de paix, leur application, /eur mutilation, Pars, 1945. La coleccin Survey of international affairs, publicada por A. Toynbee {Londres, 1925 y sigs .. 14 vols.) es de prmordial importancia. La revista L"Esvrt lnternationa/, publicada de 1927 a 1939, forma un repertorio cQ'!nodo. especialmente por sus crnicas y sus notas bibliogrficas
!. Y:
Los prindpa/es estudios relatims a la po/itica exterior de un Estado (para d conmnto del perodo) son:
Estados Unidos.- TH. B.\TT.EY: A diplomattc h is t o r y o/ the A !1ericm1 peop/e, Nueva York. 3.' ed., 1946.S. BEMIS: A dip/omatic history of tire U. S., Nu::va York, 1936: y del mismo: Tire Umrrd States as a wor/d power, 1900 - 1950. Nueva York, 1950.A. N::v1Ns y L. HAet:ER: Tiie U S. a11d its place in wor/d affairs. 1918 1943, Bos.ton. 1943.--J. RAE v T11 MAHONEY: The U. S. in wor/d. ltist0:. ry, from its bcgnning to warfd fea<!?;.;.'ip, Nueva York, 1949. Japn.- AKAGI Japans foreign relations, Tokio, 1936.-S. IsHIDA: Japan nmong fore1gn powers. A suney of internationa/ relations. Nueva York, 1940. Rusia.- V. PoTEMKINE: lli.rtoire de /a diplomatie (tomos JI y III), Pars, 1956. Con respecto a los dems grandes Estados, no existen obras del mismo tipo. Las cuestiones econmicas han dado lugar a numerosos estudios: Mmorandum sur la production et le commerce, 1913 y 1923-1927, pblicado por la S. D. N .. Ginebra, 1929. C. CLARK: Tire conditions of economic progress. Londres, 1940.-B. DE JouVENEL: L'conomie mondiale au XX
BIBLIOGRAFIA GENERAL Las grandes colecciones de documentos diplomticos, tan abundantes para el perodo de 1871 a 1914, son mucho ms escasas para este perodo. Para 1914-1919, nicamente los archivos americanos y los rusos se han abierto parcialmente a los historiadores, que han publicado colecciones d_e correspondencia en los Estados Unidos: Papers relating to tire foreign rc/ations of the USA: thc world war, Washington, 1928-1940, 13 vols. (~os volmenes Russia, 1918 son part1culamente importantes): en Rusia: Medjcmarodnia Ot11oc/1e11ia v epokhou imperia/ismy, 3. serie 1914-/~/7, .M?sc, 1930 y sigs.-La coleccin 1tahana l documenti diplomatici italiani. indicado ms abajo, dar, en su quinta serie, varios volmenes acerca de 1914-1919. pero hasta ahora, solo. ha aparecido uno (en 1954), concerniente a Jos prmeros meses de la guerra (2 agosto-16 octubre 1914). Finalmente, la comisin alemana de encuesta
(1)
I
que, en 1919, estudi las "causas del derrumbamiento", public una seleccin de documentos en su gran informe: Das Werk des Untersuclwngsauss eh u s ses der \erfassunggobe11dcn deutscl1en Nationalversammlung und der dwtsc/ien Reic!tstags, Berln, 1928. 11 vols.~Todas esas publicaciones (en ias que ni Gran Bretaa ni Francia estn representadas an), son muy fragmentaras. Hay, pues, que procurar llenar las lagunas mediante el estudio de los testimonios; se bailar indicacin de estos en mi obra antes citada. Respecto al periodo 1919-1930, estn en curso de publicacin tres grandes colecciones, a saber: l.' Documents on British Foreign Po/icy, 1919-1939, First series. Londres, 1947 y sigs., (publicados 6 vols.). 2. Papers re/ating to the foreign relations of the USA. Wshington (han aparecido 23 volmenes). 3. l documenti dip/omatci italiani,
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TUMO 11:
siecle, P ar s. 1944.- L. Pm.ERY: Aperfu his1oire con< mique contemporaine, 1890- 1939, f aris, 1945.-J. RICHARDSON: Economi. - disarmament. Losdres, 1931.-J. S\E:.-:m.so:-;: Growth and s ta g 11 a l i o n in 1lie E11ropeo11 economy, 1913- 1945, G:n~bia. 1954
{importante).-H. T1wc. ry y :-.1. BYE: Les re/ations conomi<ues in1ernatio1:ales. Pars, 1948.-E. J.nrEs: Histoire de la pensfe eco110111fq11e au XX sii:cle. Pars, 1955, 2 vols.
Entre las histonas econmicas de Europa, vase, sobre todo. la de S. B. CLOUGH y C. A. Cou: Economic hs1ory o/ Europe, Boslon, nue\'a edic.:in, 1946.
La.r cuestiones demogficas, por el contrario, solo han s;do muy someramente estudiadas. Vase, especialmente: M. REINH.\RD: Histoire de fu population mondiale, Pars, 1949 (primer
ensayo de smtesis, que c:stuJ1a todo .el periodo de: 1700 a 1947). En esta bibliografa y en las que a;:ompaan a cad3. uno de los cap1tulos, ha sdu nec:sario limitar las indicaciones a un nmero muy restringido de ttulos: ea una obra de si;; te ss. cualquier otro mtodo hu b1era oblieado a formar lisias demasiado ex1-c:nsas p.ira ser verdaderamrnte utilizables. El autor seala, en primer lugar, los es!udios que iadi:an el estado ms reciente de las n~sugacio nes o los que aportan interp,etac10nes nuevas; entre las dems obras, solo dta las que le han sido de mayor uulidad. Sulo e.>tcepcionalmenre se han se:ilado testimonios, cuando no cxistia, acerc.i de las cuesuones tratadas, un estudio crtico suficiente. P.ira completar las indicaciones dadas, puede recurrirse, en partkular, a Ja Foreign Affairs Bbliography de W. L. Langer Y E. Armstrong (Tomo J, 1919-30). Nueva York. 1942.
L/LJR(i !'RIMERO
Cul puede ser el horizonte de estudio de las relaciones internacionales que corresponda a la historia de la primera guerra mundial? Las peripecias militares, terrestres o navales, de una lucha en la que se enfrentaron los mayores Estados de Europa, primero, y de todo el mundo, despus, constituyen el centro del inters: tales peripecias han sido decisivas. A pesar de ello, el desarrollo y el resultado de esa lucha fueron determinados, en gran parte, por la entrada en la guerra de nuevos Estados o por la defeccin de algunos Estados beligerantes. Por eso, en este caso, es preciso dedicarse al estudio de las decisiones de potftica exterior que tomaron los Gobiernos beligerantes o neutrales. Es evidente que, en los Estados beligerantes, la poltica exterior estuvo determinada por la situacin militar y tuvo forzosamente que adaptarse a ella. Pero, en cada uno de estos Estados, el esfuerzo de guerra iba relacionado con objetivos polticos, que eran los de la nacin, y con la voluntad que esta manifestaba para realizarlos ms o menos por completo. La definicin de los objetivos de guerra, es decir, de los objetivos deseables, orienta a veces las operaciones militares en la tierra y en el mar; lleva, con frecuencia, a los Gobiernos a rechazar. sin ms, la eventualidad de una negociacin de paz que r10 le permitira obtener todos los resultados apetecidos. En esas perspectivas y ante esas disyuntivas, las preferencias de los hombres de Estado y el papel que desempean los dirigentes no son, ciertamente, desdeables, tanto ms porque las circunstancias blicas les otorgan, a menudo, una libertad de accin ms amplia qu la que tienen en tiempos de paz. Sus iniciativas, sin embargo, se encuentran determinadas o /imitadas por los elementos de la psicologa colectiva: fuerza de las tradiciones nacionales. conciencia de los intereses nacionales. cohesin moral en el seno de la poblacin del Estado. Cuando la diplomacia no tiene en cuenta esas profundas fuerzas, se arriesga a sufrir una catstrofe. Esas reacciones e impulsos varan de acuerdo con el alcance del conflicto: el Estado est comprometido en una lucha por su existencia, o pretende solo un aumento de su potencia poltica o de su fuerza de expansin econmica? Dependen tambin del temperamento nacional, del espritu de sacrificio y de la disciplina del pueblo. de las divergencias que pueden existir entre las minoras nacionales y el Estado y, por ltimo, de las condiciones econmicas y sociales. La propaganda del adversario est lista para aprovechar las divergencias y debilidades. En sus decisiones polticas, los Gobiernos de los Estados beligerantes se ven obligados a tener en cuenta tambin las necesidades de una guerra de coalicin, no solo porque la defeccin de uno de los coligados modi647
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ficara las condiciones de la lucha, sino tambin porque la colaboracin militar y diplomtica entre los aliados puede resultar ineficaz si no se consiguen armonizar los objetivos de guerra respectivos: Los compromisos entre los illtereses de los coligados no llegan a establecerse ms que despus de difciles negociaciones; en la elaboracin de los planes de operaciones no es raro que cada uno intente hacer prevalecer soluciones que le proporcionen, con los menores riesgos, mapas de guerra favorables a sus objetivos polticos; no puede cualquiera de los coligados tener la intencin de limitar todo lo posible su esfuerzo militar, dt!jando a sus aliados soportar el peso principal de la lucha, de tal manera que. en el momento de las negociaciones de paz. se encuentre en posesin de una reserva de fuerzas intactas que le aseguren, dentro de los consejos interaliados, una posicin predominame? El estudio de la poltica exterior de los estados beligerantes debe explicar el conjunto de esas condiciones y clculos. La entrada en la guerra de nuevos beligerantes modific de manera decisiva el equilibrio de las fuerzas militares, terrestres y martimas, y de las econmicas. En la mayor parle de los casos, en casi todos los casos menos uno-pero este esencial-. la nueva intervencin de 1111 Estado. hasta entonces neutral, fue el resultado de conversaciones y regateos muy speros. Se puede considerar como legtima la preocupacin de esos Estados por conseguir, antes de aceptar los sacrificios y riesgos, la garanta de que sus intereses seran satisfechos, en caso de victoria comn. Por su parte, los Gobiernos beligerantes, dispuestos siempre a prometer la satisfaccin de las aspiraciones, que habran de realizarse a ex>'!sas de sus adversarios, fueron ms reticentes cuando el regateo tuvo por objeto territorios que deban interesar naturalmente a otros estados neutrales, y mucho ms lo fueron, ciertamente, en los casos en que el/(js mismos podan verse obligados a proporcionar la compensacin.. En semejantes materias, la habilidad de la accin diplomtica posee su propio valor, que no es, ni mucho menos, desdeable. Sin embargo. las negociaciones estn determinadas, sobre todo, por el ''mapa de la guerra" y por las perspectivas que deja entrever la suerte de las armas: la historia poltica y la historia militar del confJicto guardan entre s estrechas relaciones. Pero no es tan importante como el estudio de las negociaciones comprender cules han sido los mviles determinantes del comportamiento de esos Estados neutrales? Aqui tambin los elementos de la explicaci6n provienen, con frecuencia, de las caractersticas de la psicologa colectiva y de los intereses econmicos. No obstante, es predso intentar la 1;;stit1acin de la importancia respectii:a de unos y otros. En fin, por esencial que haya sido, ese paso de la neutralidad a la beligerancia no debe hacer que perdamos de vista otro aspecto importante de este estudio. La guerra europea, aunque se convirtiera en guerra
f . /' 'f en/e ms que a una parle de la Jw111anidad m1'.111fia/, no. .ec'.~ '~~et~m111prlsado a esa hwna!lidad durante varios --w que. es ( 1ei o. .a ' t d del con sin/os-. En los Es1adus que se fl/(/lltlll'ieron c~11zo e~p~c a ores p. !Feto. , los aue :; : dec/urnron beligerantes s111 part1c1 par .. de hecho; ..-,n ~as ;; 0 ;;i!idc;de.s; 01 ias re:.;i;")nes del mundo de ;t.srn. Afnca -~ Aniu~u~ /a1iw lhwlc los nrondes Estados europeos /Wi_nn establee; o .s11.d o lll'll"~i1iL oltica ; su inluencia econmica; cuales fueron as ;11c1 ~ll: , p "i"') En qu medida el desgarramiento de Europa luz.o CtaS l e a llll G ' ' f e m . sfi , .te los europeos en los terntorws cowma e~ o co vi::. ar l' p1 t ;,, 10 " . . , l 'l ;nJnict) /us bas!!s de su predomllllO eco11om1co en os paises nuev~s. ~Qu,; opo.tunitimles ofreci 11 guerra europea a los grandes compet1 ores de Europa? ( 1). . . t d; de las relaTales son /os p<mtos de 11sta que debe 1 etener e es u .o cioncs 111 cmacona/:>s en la poca que va de 1914 a 1918.
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CAPITULO PRIMERO
LAS FUERZAS PROFUNDAS
Desde primeros de agosto hasta finales de septiembre de 1914, la atencin se fij exclusivamente en las batallas que se desarrollaban en Francia, en Prusia Oriental y en Galitzia. Todos los Gobiernos Y Estados Mayores europeos crean en una guerra corla. Desde el punto de vista econmico, los Estados beligerantes pensaban vivir, mientras los ejrcitos decidan la suerte de la lucha en algunas gloriosas jornadas, de sus reservas; no intentaron, pues, solicitar los recursos materiales que pudiesen ofrecerles los neutrales. Desde el punto de vista ,de la cohesin moral, an no se haba puesto de manifiesto ninguna dificultad: la consigna unidad sagrada, lanzada en todos los Estados por los Gobiernos, tue aceptada por los Parlamentos, incluso por los diputados que eran miembros de la Internacional Socialista, con la nica excepcin de algunos diputados laboristas ingleses y una decena de sociali~tas, de izquierda en Rusia; todava no se haban opuesto a ella las minonas nacionales, los eslavos de Austria-Hungra, los polacos de Rusia o los nacionalistas de Irlanda del Sur. Por otra parte, la actividad diplomtica encaminada hacia los neutrales europeos haba sido acogida con reticencia general; el mismo Gobierno turco, que haba aceptado el 2 de agosto de 1914 firmar un tratado de alianza con Alemania, titubeaba en entrar en el conflicto. En ei transcurso de algunas semanas. a pesar de los movimientos que la guerra haba provocado en la psicologa colectiva de los neutrales, los contactos entre los pueblos del mundo parecieron reducirse a los establecidos por la fuerza de las armas. Pero, despus de la batalla del Marne y del fracaso del plan de operaciones alemn, que deba-en opinin de Moltke-producir el desenlace en seis semanas, en el otoo de 1914 los beligerantes se encontraron ante la perspectiva de una larga lucha, cuyo resultado no iba a depender ya de las fueq:as militares de mar y de tierra sola'.11ente: I_a salvaguardia de la cohesin moral y el problema ele los cambios economicos internacionales ocuparon un lugar importante dentro de las precauciones de todos los gobiernos, que, al mismo tiempo. tuvieron que prestar atencin a las cuestiones referentes al mantenimiento y a la extensin de las coaliciones.
I.
Cmo aparece el equilibrio de fuerzas entre los beligerantes en el momento en que se impone esta perspectiva de guerra larga? Las dos potencias centrales, Alemania y Austria-Hungra, tenan apro650
ximadamente ciento veinte millones de habitantes. mientras que sus adversarios-Rusia, Gran Bretaa, Francia, Blgica y Serbia-sumaban doscientos treinta y ocho millones, sin tener en cuenta la poblacin de las colonias. Esta desproporcin numrica, sin importancia en una guerra corta, la adquiere en la perspectiva de guerra larga, en la que el mantenimiento del nivel de los efectivos militares llega a ser la principal preocupacin. Sin embargo, la utilizacin de esos recursos humanos depende del estado de los armamentos y, por consiguiente, de la capacidad de produccin industrial: depende, tambin, de la estructura social, que facilita o entorpece el reclutamiento de los cuadros del ejrcito; tiene, por ltimo. relacin con el estado moral del pas y con el consentimiento que este concede. con mayor o menor facilidad. al esfuerzo de guerra. A lema ni a y Austria-Hungra dispusieron, al principio de las hostilidades, de efectivos militares que podan compararse, desde el punto de vista numrico, con los de sus adversarios: sin tener en cuenta la~for maciones de territoriales (1), situaron en el frente en las primeras grandes batallas cerca de ciento cincuenta divisiones de infantera; las potencias de la Entente situnron aproximadamente ciento setenta, pero con armamento inferior, sobre todo en artillera pesada. La perspectiva de una !uch;! prnlongada no les inquietaba de momento, pues est:!ban muy leos de haber dispuesto de todos sus recursos humanos. En octubre de 1914 y en mayo de 1915. el Alto Mando alemn puso en pie de guerra dieciocho divisiones de nueva formacin. y el Alto Mando austro-hngaro. diecisis. A finales de 1916 es nicament~ cuando empieza a dibujarse una crisis de efectivos. La cohesin del esfuerzo de guerra pareca que iba a asegurarse sin dificultad. porque el Ec;!ado Mayor austro-hngaro. aunque a menudo tuviera que quejarse de los mtodos tajantes de los grandes jefes alemanes. aceptaba la in;luenci:t de estos y, rnlvo en raras ocasiones, se inclinaba ante su superioridac1. La armona de la accin poltica no vacil. durante los dos primeros aos de guerra. porque la prctica de una alianza que perduraba desde haca treinta y cinco aos haba establecido slidas tradiciones y porque los objetivos de guerra son mucho ms fciles de armonizar cuando la orientacin geogrfica es diferente: Alemania no miraba hacia los Balcines. que eran. al principio de la guerra, la nica regin a la que se aforraba la poltica austro-hngara. La suerte de los territorios polacos del Imperio ruso dara lugar, pero solo a finales de 1916, a largas controversias entre Viena y Berln, en un tono. sin embargo, propio de una discusin entre hombres de negocios, carente de toda pasin nacional. Por otro lado, la colaboracin econmica que la guerra impona a Jos dos Estados abri el camino para un plan de unin aduanera que podra d'.lr a la alianza, en el futuro, el refuerzo de Jos intereses materiales. En octubre de 1915 apareci la obra de Friedrich Naumann, Mitteleuropa.
(1) Milicia civil. (N. del T.I
6.52
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que alcanz, en algunos meses, una tirad::. de cien mil ejemplares. Aunque en Alemania la combatieran los grandes armadores y exportadores. a quienes inquietaban las represalias que las otras potencias podran tomar, una vez acabada la guerra, contra este bloque econmico austroalemn; aunque suscitase en Austro-Hungra las objeciones de Jos ind_ustriales. que tema~ la competencia alemana, Ja idea atrajo Ja atencin. de }os. dos Gobiernos y. se convirti en el tema de amplias conferencias tecmcas. Esta perspectiva contribuy a proporcionar, durante toda la guerra, un nuevo fermento de actividad a la alianza austroalemana. Los puntos dbiles eran, por una parte, la dificultad de hacer marchar al mismo paso a dos Estados cuyas poblaciones respectivas tenan reacciones sentimentales muy distintas; y, por otra, la af!1enaza que pesaba sobre las relaciones econmicas internacionales. Es evidente el contraste entre el estado de las fuerzas morales en cada uno de los dos Imperios aliados. En Alemania, el conjunto de la poblacin estaba animado por un patriotismo activo, por el sentimiento profundo de la grandeza nacional. por un sentido innato de la disciplina, por el espritu de sacrificio en inters del Estado y por una vigorosa tradicin militar. No cabe duda de que la pr~sencia en el territorio del Imperio de grupos algenos-poJacos de Prusia, daneses de Slesvig del Norte, alsacianos y loreneses - . localizados en la proximidad de las fronteras y que permanecan casi completamente extraos a la vida nacional. podra ser un elemento creador de debilidad. Pero esas minoras nacionales-cinco millones-no formaban ms que el 7 por l 00 de Ja poblacin total del Imperio ; dispersas por regiones ~lejadas entre s. separadas por sus mentalidades y sus estructuras sociales. no podan oponer al Estado una resistencia efectiva. ~l _Gob~erno ~n:iperial contaba con medidas de rigor administratvo y de v1gilanc1a pohc1aca para sofocar cualquier tentativa de protesta. . En Austria-Hungra. por el contrario, en donde solo la mquina ad~inistrativa mantena una apariencia de cohesin entre las poblaciones dispares (1), no se poda pretender la realizacin de una guerra nacional. A pesar de que los grupos minoritarios no hubieran expresado antes de 1914. salvo raras excepciones. aspiraciones separatistas, la guerra europea poda ofrecer la ocasin de sacudir la dominacin alemana o rnagiar a. aquellas minoras que conservaban el sentimiento activo de su individualidad nacional. Poda olvidar el Gobierno imperial y real que Jos eslavos-polacos y rutenos de Galitzia, checos de Bohemia, eslovacos de Jos confines septentrionales de Hungra, eslovenos en Istria y Estiria, croatas y serb~os de Hungra meridional-formaban cerca del 49 por 100 de Ja poblacin global de la doble monarqua. y que, si bien los polacos eran profundamente hostiles a Rusia, ciertos grupos intelectuales checos y el clero ortodoxo serbio se mostraban sensibles ante la idea de una solidaridad eslava? Poda no tener en cuenta la existencia de los rumanos
( l) Vase pg. 468.
de Transilvania, cerca de tres millones, y la de los 700.000 italianos del Trentino, Istria y las ciudades del litoral dlmata, que mira?an, respectivamente, hacia Rumania e Italia, dos Estados que, despues de haber pertenecido durante treinta aos al sistema diplon::t1co austro-alemn, declararon. a primeros de agosto de 1914. su neutraltdad en la guerra europea? No es significativo comprobar que, si en. Hungra. do.nde la ,ley electoral aseguraba la mayora a los elementos magiares, el Gabmete mantena en fun~iones al Parlamento, el presidente del Consejo austraco no se atreva a convocar al Reichsrat, en donde el sufragio universal aseguraba, por el contrario, la mayora a las poblaci~n:s no alema?as, Y gobernaba mediante decretos-leyes?. c;uando se perfilo la perspectiva de una guerra larga, los jefes del mov1m1ento checo-por l? menos los partidarios de las concepciones democrticas de Europ~ o~c1dental,. Masary_k. Benes, Stefanik-y uno de los dirigentes del mov1m1ento nacional dalmata consiguieron trasladarse al extranjero e intentaron ponerse en c~n tacto con Jos adversarios de Austria-Hungra. En el frente. desde el mvierno de 1914-1915. la fidelidad de ciertas tropas, sobre todo la de aquellas donde predominaban los checos. resultab~ dudosa. Para contener la amenaza de disociacin, los Gobiernos de Viena y Budapest no hallaron otro medio que el de imponer la obediencia por la fuerza. . Las dificultades econmicas se dejaban sentir ms en Akmama que en Austria-Hunora cuando Gran Bretaa y Frnncia decidieron aplicar el bloqueo a los "'productos alimenticios y a las materias primas .~senciales. En Austria-Hungra, si las cosechas eran normales, la producc1on agrcola sola ser sufi~iente para satisfacer las nec:;sidades de lv. _0Jblacin Y Jos yacimientos de mineral de hierro podan responder a las demandas de la industria metalrnica ; nicamente sufri la industria algodonera cuando, a partir de la ~primavera de 1915, ces la importacin_ ::Je ma!eria prima. Pero Alemania. en tiempo de paz, compra?~ en el. extranero, un ao con otro, el 20 por 100 de sus cereales pamficables Y. el 40 por 100 de las materias grasas que consuma su poblacin; ::-ec.Da 12.500 toneladas de mineral de hierro de Francia, Suecia o Es:; ';'.Ca; y a la importacin recurra totalmente, para obtener el algodn en bru.to y, adems. el cobre. los metales raros, el caucho y el petrleo. El Gobierno, que haba procedido, en 1913, a un estudio de la "economa de guerra", instituy desde el 15 de agosto de 1914 una Oficina de materias primas encargada, siguiendo las sugerencias del gran industrial Walter Rathenau, de establecer el inventario de los recursos. efectuar ~n los pases n_eutrales todas las compras posibles-y todas las requisas en los p~1ses ocupados-. descubrir productos sucedneos, recuperar l?s matenales usados y repartir, en fin. las materia~ primas entre .los fabncantes. En el otoo de 1914 los industriales se agruparon en Sociedades de guerra que se repartieron la mano de obra y aseguraron la r.e~lizacin de los pe?idos de armamentos, al mismo tiempo que una oficma de cereale~ racionaba el consumo del pan. Hasta entonces solo se trataba de medidas de precaucin. La situacin econmica al final de 1914 no era grave Y la
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escase;~
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no se dejaba sentir seriamente en el terreno de los abastecimien tos. Durante el ao 1915 los neutrales europeos contribuyeron ampliamente a alimentar a Ja poblacin alemana. Por eso, las primeras medidas de racionamiento que se tomaron. en febrero de 1915, con el pan, y en octubre con la carne, fueron moderadas. Hasta el invierno de 1915-1916 no empezaron a ser serias las dificultades alimenticias, que se agravaron rpidamente durante el transcurso de 1916, cuando los procedimientos de bloqueo se hicieron ms rigurosos. La perspectiva de Ja guerra larga era, pues, peligrosa para las po tencias centrales, cuyos recursos no tenan ms remedio que disminuir a medida que se prolongaban las hostilidades. Era posible confiar en la eficacia de una poltica de represalias para evitar. o al menos aplazar. tales dificultades? Ese mtodo fue el que adopt al principio de 1915 el Gobierno alemn, lanzndose a la guerra suomarina: esperaba que los perjuicios ocasionados a la navegacin neutral obligaran a Estados Unidos a exigir de Gran Bretaa una aplicacin menos estricta del bloqueo. Pero el xito de las operaciones militares era, sobre todo, lo que poda proporcionar un alivio: la ocupacin de Blgica y del nordeste de Francia desde agosto de 1914 procuraba a la economa alemana importantes recursos en materias primas e incluso productos alimenticios. En el grupo de las potencias de la Entente, el ejrcito belga no contaba ms que con seis divisiones de Infantera y no poda recibir refuerzos, porque el territorio naconal estaba invadido. El ejrcito serbio, gracias a un considerable esfuerzo de reclutamiento, consigui situar en el frente once divisiones. Gran Bretaa, que por su potencia naval desempeaba un papel esencial en el desarrollo general de la guerra, solo particip, al principio, muy modestamente en la lucha que se desarrollaba en el continente. Sus fuerzas armadas inmediatamente disponibles se reducan, al romperse las hostilidades, a cinco divisiones de infantera; solo se incrementaban, lentamente, al ritmo de las posibilidades en cuadros y armamento: en mayo de 1915 contaba con veinte divisiones; treinta y cinco, en octubre; setenta, en la primavera de 1916. Los llamamientos de voluntarios fueron suficientes. durante dos aos, para pro porcionar efectivos; Ja necesidad de recurrir al servicio militar obligatorio solo comenz a aparecer en 1916. Durante los dos primeros aos de guerra, por t11.nto, la suerte de las operaciones militares dependi de los ejrcitos francs y ruso. Los tres Estados sobre los que descansaba el peso principal de la lucha presentaban, tanto desde el punto de vista de las fuerzas econmicas como desde el de las fuerzas morales, condiciones muy dispares. En el curso de los aos inmediatamente anteriores al conflicto, los observadores extranjeros dijeron con frecuencia que Francia era una nacin envejecida, inquieta, incapaz de un gran esfuerzo nacional. Su juicio se fundaba en una serie de hechos que parecan ser convergentes: estancamiento demogrfico y, por consiguiente, insuficiente proporcin de jvenes en la poblacin total; repugnancia a aceptar el aumento de las
cargas militares, claramente expresada en las elecci.on.es de la prii:navera de 1914; sensibles progresos del electorado socialista, que afmnaba en todas las ocasiones su conviccin pacifista-<::on bastante ms fuerza que Ja social-democracia alemana-; decadencia. del .esprit~ de iniciativa en los medios de Ja gran burguesa mercantil e mdustnal. Pero, a partir de la declaracin de guerra, los que haban hecho ~us clculos b~ sndose en esas debilidades recibieron un ments estrepitoso. La movilizacin se llev a cabo en condiciones que el E~~do Mayo~ n.o. se. hubiera atrevido a esperar con anterioridad: los militantes anttm1h~anstas no dieron signos de ninguna reaccin; y la mayora de los re~erv1stas se incorporaron en seguida a sus unidades, a me~u?o con entu~1~smo. Los grupos parlamentarios, con inclusin de los socialistas. se. adhmeron u~ nimemente a la consigna de la unidad sagrada y concedieron al ~Gobier no el ms amplio crdito de confianza. La opinin pblica manif~staba su desprecio a los jvenes que no servan en las tropas combat1eP,tes. Las fuerzas morales estaban, pues, intactas. . Pero las fuerzas econmicas se hallaban gravemente comprometidas. Los rendimientos de la produccin agrcola se vean amenazados por la escasez de mano de obra, pues Francia era el estado beligerante que, desde el principio de las hostilidades, haba moviliz:a?o el mayor nm~ro de hombres en edad activa; debido a ello, la superf1c1e sembrada d~, tn~o disminuy, en el otoo de 1914. en 500.000 hectreas. La producc10n mdustrial sufri fuertemente al ser invadidos los departamentos del Nordeste, es decir, ante la prdida de la cuenca ~ullera. del Norte y ~e una p<!f!e de la cuenca hullera del Paso ~e Cala1s .. Obligado. a- or~an.1zar la rribvilizacin de sus recursos econmicos en c1rcunstanc1as d1fc1les, el Gobierno francs tuvo que acudir a las importacio~es en gran escala: Gran Bretaa le suministr el carbn; Estados Umdos fue~on los que cubrieron el dficit de productos alimenticios y materias pnmas Y procuraron el medio de paliar la crisis de material de guerra y de municiones. Al principio, Gran Bretaa, cuya industria conservaba todos sus me dios de produccin y la mayor parte de su ~ano de obra, pudo i;nan: tener la produccin econmica a un ritmo casi ~ormal. El Estado fir~o contratos para la fabricacin de armament?s. sm reparar en. el precio. En cuanto a las industrias que no se dedicaban a las neces1da~es del ejercito, se las anim a mantener sus ac.tividades normales: Business as usual era la consigna. Vender al extr~n1,ero los .productos manufacturados, sobre todo los textiles, que const1tman en tte~po de .paz ~l ~~ por t 00 de las exportaciones inglesas, .si.gnificaba p.ern_i1t1r la fmanc1ac10n d_e importaciones de artculos aliment1c1os y contnbma a mantener el eqmlibrio de la balanza comercial; significaba tambin asegurar las recaudacion~s fiscales, que proporcionaran los m~di~s para cost~ar una parte ~e Jos gastos extraordinarios de guerra y ev1tanan la neces1da? de. ~ecurnr frecuentemente a los emprstitos. Sin duda, aquella era un~ s1tuac1on temporal. Cuando la guerra se prolong, baj el valor de la hbra y los trans
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portes por mar se hicieron ms difciles; fue preciso acudir a los mt!todos de la economa dirigida_ En mayo de 1915 el Estado estableci el control sobre la industria de guerra, el reparto de materias primas y los tipos de fabricacin: en febrero de 1916 declar que toda mercanca necesaria para fines de guerra poda ser requisada al precio que fijase la Administracin. Sin embargo. la movilizacin de la industna y del comercio solo se estableci poco a poco, mediante una serie de adaptaciones y de compromisos. Mientras Gran Bretaa conserv la libertad de sus comunicaciones martimas y pudo importar artculos alimenticios y materias primas, las dificultades econmicas no fueron lo suficientemente serias para comprometer las condiciones generales de la produccin de guerra. Fue ms tarde, a partir de la primavera de 1917, cuando la crisis de tonelaje martimo oblig al Estado a convertirse en importador y distribuidor; a dirigir. a travs deJas asociac10nes de productores, Ja produccin industrial y a restringir el consumo. teniendo en cuenta las necesidades de la poblacin civil. La cohesin moral del Estado, muy slida en la poblacin inglesa. que ha manifestado siempre su energa y su tenacidad en todas las gra11des crisis de la historia, se vio amenazada por el probicma irlands. En la primavera de 1914 el antagonismo entre los catlicos de Irlanda del Sur, por un lado, y los protestantes del Ulster, por otro-partidanos y adversarios, respectivamente. de la Home Rule Act-, haba tomado tal cariz que se crea inminente Ja guerra civil (1 ). (.Producira un apaciguamiento duradero de este problema Ja intervencin de Gran Bretaa en la guerra europea? El jefe del grupo nacionalista en la Cmara de los Comunes, John Redmond. declar el 3 de agosto de 1914 que el Gobierno poda contar con el leal apoyo de los irl:!ndeses dd Sur rn.::ntras durasen las hostilidades; pero esta tesis fue combatida por los nacionalistas extremistas, que vean en la guerra europea Ja ocasin de ,Obtener no solo la autonoma que prometa la Home Rule Acr. ~ino la independencia total. Esta resistencia clandestina culmin en Ja "Rebelin de Pascuas" de 1916 y en la constitucin de un Gobierno insurreccional republicano. A pesar de que el movimiento fuera reprimido en al~unos das, los nacionalistas irlandeses siguieron inquietando. La situacin del Imperio ruso era, a la sazn, mucho ms difcil. tanto desde el punto de vista moral como desde el econmico. Entre los medios cortesanos y Ja nacin rusa no exista colaboracin. La masa campesina permaneca en un estado de pasividad. Los medios obreros estaban orientados por la influencia de los intelectuales socialistas. quienes, en su mayora. se negaban a seguir el camino imprendido por los partidos socialistas alemn y francs. rechazaban la unidad sagrada y daban por descontado que. segn las consignas de Lenin. una derrota militar dara paso a una revolucin poltica y social. Los grupos ms activos de la burguesa-especialmente los miembros de las asambleas
( l) Vanse pgs. 590 y 591 d.: este volumen.
. 7,, t -manifestaban abiertamente su deslocal.es. ayunt~m1~nt~sriXad~;rz~:i:rnamentales y administrativas, que se confianza e? as au o . 1 vicia del pas en guerra. La Duma. mostraban i~c~paces d_e o~garn~.r a, o ar al Gobierno. dio en seguida que al princ1p10 parec1a d1spue~ta a ap y b que este intentaba acortar muestras de descontent? cuan o c~:f:1e slar po~ decretos. Se puede las sesiones parlamentana~; pu.e~ r,r usa de~contenta o reticente, existan unto a esta nac1on r . n la crisis internac10na . 1 1a ocao1v1'd ar qu e 1 , , grupos nac~onales aloge~o~ que v~ia~a edominacin que sufran? El Gosin para liberarse del regimdendy e mo de esas minoras nacionales y, b. ierno no ignoraba el esta o e t m toda una serie de me d"d I as que para detener la. amena7:" bl:~~~~e~ fa~ vagas promesas de reforma?. libe1ban desde. el ,ngor m lsados de la zona de operaciones militares rales: los 1udios fueronh ex.pu 1 . terior del Imoerio; los finlandeses se y deportados e.n masa a~~~e;o i~ontrol que llegaba hasta los establecihallaron sometidos a un . religiosas. los polacos por el conmientos de enseanza y agrupaciones .b. de'l comandant~ en 1'efe de . d t de 1914, rec1 1eron . tener una administracin propia una vez trano:. d. 14 e agos o Jos e1ercitos la promesa de ob l Ministerio del Interior estaba reterminada la g~ei:ra. promesa qt;~ ~uando llegase el momento. La unisueltamente de~idido a no cump Ir fiesto del zar al principio de las dad nacional. mvocada por un mam , , hostilidades. sigui siendo. por tanto. una formula vacia. , . . E uel pas que, en tiempos de La vida economica era precana. dn aq Alemania aproximadamente paz. compraba al extranje:o. so?r~ ~~ri~le~ destinado~ a las necesidades Ja tercera parte de- los obi~tos !~ ~ portacin todos los productos qusitaba su industria, la producde su poblacin y e.ncarga a ? a im micos y todo el equipo mec~1co fq~e nteecpeara asegurar la fabricacin de que ya "ra msu 1cien d , cin meta l urgtca. , da arcialmente, porque el merca o a 1earmamentos, quedo .cteso~gani~a , p y los yacimientos polacos de hulla y mn dej de prop~rcionar le i~1aq~~~:s, fueron ocupados en seguida por el hierro. muy pr~x.1mos a a _ron . uerra ue lleg para todos los beenemigo. La crisis 9e g1\e;;~ ~~e girrem~ctfable en Rusia. Para pali~rla Jigerantes en el otono e . B t Francia o los Estados Umdos , portar de Gran re ana. d 1 ha b na que II_ll 1 . d los estrechos daneses. dec1d1 o por e por .va martima. Pero e cierre e~ rimer da del conflicto, impeda la gob1ern? de Copenhague ~e~e te p el Bltico; los Estrechos otomanos. circulacin entre el mar de f or y ad os por el gobierno turco a las el Bsforo y los Dardanelos. uerlont~l~d~ d s La nica va practicable. k l . d emoezar las ios I i a e . seis semanas e . ue lleva a Murmansk y a Ar nge , a aunque solo e.n verano. era la ,q sa costa septentrional estaba unida al arril cuyo rendimiento resultaba travs del Artico;. pero aun as1, ~ interior del Impeno .s~lo por u? ~roe gozaban las potencias de la insuficiente. El dommio del IITI<lf . e ~~e qua se encontraba casi aislado Entente no serva de nada al mper10 r.u , "n ms an que Alemania. d d e sufra por esta s1tuac1 del mun d o .Y qu .. 1, . talrgicas y mecnicas, agrava a a eLa deficiencia de las muustnas mt.: '
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TOMO 11: LAS CRISIS DEL SIGI.Cl XX.- '.Je. 1914 A 1929
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ms . el desorden adr;ii~istraiivo, provoc, a partir de 1915, una crisis en lc,s ''~portes ferroviarios: era imposible reemplazar las locomotoras Y e~ 11~tenal rodante. La falla de rieles hizo peligrar, en el invierno d.e l . :i-1916, el abas~ecimiento de artculos alimenticios a las grandes cmdaces. En a_quel pa1s agrcola. cuyos recursos disponibles eran mavores que los existen.tes en tiempo de paz (pues las exportaciones habfan ces~do), l.as poblac1o_nes urbanas sufran escasez y se vean sometidas al rac1~nam1ento de al1men~os. He aqu una razn ms para que en los medios obr~ros se a_te_nd1ese Ja propaganda clandestina que elaboraban los adversarios del reg1men. El pacto entre. las grandes potencias de Ja E111ente, firmado en Londres et 5 de septiembre de 1914, consignaba Ja promesa mutua de no concer~ar. la paz por separado. Pero ese acuerdo no indicaba cules eran l?s obet1vos de guerra ele la coalicin. El acuerdo entre las polticas nacionales era, realmente, difcil. . F~ancia qu_era obtener la liberacin ele Alsacia-Lorena. Excluido ese 0?1et1~0 esencial, qu perspectivas podran abrirse despus de una total ~Jetona? E?, ~!gunos medios polticos y diplomticos, se aspiraba a una balcamzac1on de la Europa central: divisin del Imperio Alemn que no. solo ,separar~a de Pru~ia los Estados alemanes del Sur, sino que' desarticulana la ~s~a Prusia y dara a Francia la oportunidad de anexion_arse los terntonos alemanes de la ribera izquierda del Rin; destruccin de_ la J?oble Monarqua austro-hngara, mediante Ja liberacin de las nactonahdades. ~ometidas a la dominacin alemana o magiar. Sin embargo, esas_ opm10nes encontraron resistencia en la opinin pblica Y ,parla~entana .. f Era des~able :a des~r_ti:ulacin del Imperio austrohungar~ , La reg10n danubiana, st se d1v1d1era en pequeos Estados, se co_nvertma en una_ zona de menor resistencia, que servira para el despliegue de la presin de las grandes potencias. La misma Alemania a pes~; de. su hipottica _derrota, encontrara en esa zona su campo 'de acc!on. Cierto que tal nesgo desaparecera si fuera desmembrado el Jmpeno alemn. ~ero e~~ hiptesis era mucho ms inverosmil que la otra, la de la desartic~lac1on del Imperio austro-hngaro. y sera duradero ese de~i_nembram1ento de Alemania, en caso de que fuera posible? Con excepc1on, claro est, de las regiones donde vivan minoras nacionales la fuerza del_ sentir;iiento nacional haca difcil creerlo. La opinin fran~ cesa ~ra casi unmme, pues, tan solo en lo referente a Ja cuestin de Alsac1a-Lorena. Rusia estaba i~teresada en los estrechos otomanos: asegurar a su flota mercante el ~1b;e p_aso, en cualquier tiempo, por el Bsforo y los Dardanelos era ob1et1vo importante para la vida econmica del Imperio porqu~ la e~~ortacin .de trigo se efectuaba, en gran parte, a travs d~ esta vta man tima; abrir a su flota de guerra aquella puerta del Mediterrn~? sera dar a _la poltica exterior del Imperio un instrumento de pres1on en sus relaciones con todas las grandes potencias. Este problema de los estrechos era, por tanto, segn la frase del prncipe Trubetskoi, la
finalidad en donde convergan todos los problemas ext~rfores del Imperio. Era un problema secundario. entonces, el porvenir de Europa central? Estaba fuera de dudas que Rusia podra tener ir:~ers en la desarticulacin del Imperio austro-hngaro. que durante siglo y medio haba estorbado o hecho fracasar. ca:.i constantemente. la poltica balcnica de los zares. Pero. para conseguir este resultado, sera preciso apoyar las reivindicaciones de las nacionalidades. Y cmo sostener el movimiento de checos y yugoslavos y, al mismo tiempo, rehusar satisfacer la protesta nacional de la Polonia rusa? El zar, sin embargo, no descartaba la eventualidad de una desarticulacin de la Doble Monarqua (y as lo declar al embajador de Francia, en noviembre de 1914); pero se trataba solo de una afirmacin de principio, a la que la actividad poltica no conceda ms que un apoyo reticente. En cuanto al derrumbamiento total de Alemania, dara paso al establecimiento de algunas repblicas, lo que sera un ejemplo peligroso, que presagiara el fin del zarismo. _. Gran Bretaa haba entrado en la guerra para impedir que Alemania, su gran rival desde el punto de vista econmico, llegase a dominar el continente y los puertos de la costa flamenca, que proporcionaran a la flota de guerra alemana el medio de amenazar directamente la seguridad de las Islas Britnicas. Pero, una vez se hallaba comprometida en esa lucha, pens en sus intereses imperiales y en sus zonas de influencia econmica fuera de Europa. Los principales resultados positivos que poda conseguir con una victoria seran : eliminar la presencia alemana en las regiones de Africa, donde los intereses ingleses podran resultar amenazados por la proximidad de esa presencia, y en los archipilagos cercanos a Australia; destruir los resultados conseguidos por la poltica alemana en el Imperio otomano desde que empez la construccin del ferrocarril de Bagdad (1). No deseaba la balcanizacin de la Europa central, que constituira, en su opinin, una causa de permanentes conflictos en las relaciones polticas internacionales y una amenaza para la prosperidad econmica general. Estaba, incluso, lo bastante convencida de las dificultades de una victoria para evitar el pronunciarse demasiado rpidamente en favor de la reivindicacin francesa sobre Alsacia-Lorena. Eran inconciliables aquellos intereses divergentes? Podan serlo en dos puntos: la cuestin polaca, porque la reconstitucin de una Polonia independiente encontraba, desde haca tiempo, simpatas en Francia; y la cuestin de los estrechos otomanos, _en donde los intereses de Gran Bretaa tuvieron en jaque constantemente, durante un siglo, a los de Rusia. Pero la importancia relativa de esas dos dificultades era muy desigual : mientras las preferencias sentimentales de la opinin pblica francesa con respecto a la nacionalidad polaca hubieron de ceder ante la necesidad de mantener la alianza francorrusa, pareca, a priori, ms difcil obtener que Gran Bretaa aceptase conceder a la flota de guerra rusa el acceso al Mediterrneo.
(1) Vanse pgs. 492 y 548 de este volumen.
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De este modo se_ i;:erfilaban, en los _P'.imeros meses de la guerra europea, los puntos _deb1les de !~s dos coal1c1ones adversarias. Qu perspectivas pod1an abnr esas deb1l1dades a la poltica de guerra de los gobiernos? El :ampo _de ~a accin diplo~tica es fcil de dibujar. Francia y Gran Bretana deb1an mtentar d~squ1ciar la monarqua austro-hngara, aun en e~ caso de qu~ no se dec1d_1esen a -destruir!~; . por consiguiente. se pusieron en contacto con los J~fes de los movimientos nacionales checo y yugoslavo, t~nieodo bu~n cUJda~o de n? contraer compromisos premat~ros. En Viena y Berlm, despues del aislamiento de Rusia mediante el cierre_ de los estrechos otomanos, lo que se esperaba constantemente era una fisura entre la potencia aislada y Gran Bretaa. , En cuanto al arm~ _econmica, se encontr, desde el principio, en P'.tmer pla~~- El domm10 del mar, que posea la flota de guerra britmca, permtt1a estorb~r el _a?astecmiento a Alemania y a Austria-Hung'.fa__de productos allrnenlic10s y materias primas. El bloqueo se conv1rt10, por ello, en un importante aspecto de la marcha de la guerra. <;on el fin de que. este arma fuese eficaz, Gran Bretaa y Francia no titubearon en ampliar , . . la nocin de "contrabando de guerra" . Sin ten"r en _cuen ta 1as d e ti n1c1o~es jurdicas establecidas en 1909 por la Declarac10?. de Lon~res, aphcaron esa nocin, primero, a los productos aliment1~1os, y, mas tarde, al algodn; el 29 de octubre de 1914 decidieron, tamb1en, apres_a_r en los barcos neutrales todas las mercancas susceptibles de s~r utillzadas por la industria alemana cuando fueran transportadas hacia un puer~o neutral vecino de Alemania, salvo en el caso de que el armador pud_1era probar que dichas mercancas no estaban destinadas a la produccin alemana. El Gobierno alemn respondi, el 4 de febrero_ de 1915, co? la g~erra submarina, dirigida contra la navegacin comercial del. enemigo e, rncluso, de los neutrales, lo que violaba, ms l/.avem~nte aun, l~s. normas del derecho internacional. Una declaracin ranco-mglesa replico que todas las mercancas destinadas al enemigo, fuera ~ual fu~re su na~uraleza, seran apresadas. Las potencias centrales ~orrer~an el :i~sgo, ~egun eso, de verse privadas de cualquier importacin por v1a mar~tt~a, s1 esas normas no pudiesen eludirse y si Jos fraudes no fueran factles }'. frecuentes. No hay que decir que el ejercicio del derecho de pre_sa dio lugar a incesantes d_iscusiones y que la guerra submarma provoco protestas vehementes. La guerra econmica pesaba, pues. en la e~palda de los neutrales, aunque, por otra parte, esa msma guerra proparc10n~ba al comercio de los neutrales Ja ocasin de conseguir grandes beneficios.
II. LOS NEUTRALES DE EUROPA
~?s. Estados neutrales de Europa, cuya actitud poda modificar el eqUJhbno de las fuerzas militares y econmicas, estaban alerta. La marcha de las operaciones militares poda acarrear una amenaza mmediata para la integridad territorial de algunos de esos Estados y lesionar Jos
intereses econmicos de otros. Las clusulas del futuro tratado de paz afectaran acaso Jos intereses de todos ellos. en Ja medida en que modificaran el equilibrio de fuerzas en el continente. Por lo dems, no se trataba solo de salvaguardar Ja posicin conseguida: Ja crisis internacional poda proporcionar a los Estados que haban terminado de forjar su unidad nacional-y, en ese caso, estaban casi todos. excepto Noruega y Holanda-la ocasin de realizar sus aspiraciones. Tal impulso del sentimiento nacional era el mvil esencial de la actitud de esos Estados neutros; sin embargo, en la prctica. tena una intensidad muy desigual. Dinamarca, que posee la entrada del Bltico, podra inv_oca.r l?s ~ne jores motivos, si quisiera arriesgarse a tomar partido: podna re1vmd1car toda la zona septentrional de Slesvig ( 1). de poblacin danesa, que fue anexionada por Prusia en 1866. Pero. llegado el caso. el gobierno de Copenhague tendra que sufrir el brusco ataque del ej~rcito alemn, sin poder contar con el a poyo inmediato de las fuerzas ll1?~esas, francesa_s o rusas. Consider, pues, necesario hacer una declarac1on de neutralldad; y no se atrevi siquiera a negar a Alemania, a pesar de esa neutralidad, el establecimiento de una barrera de minas en los estrechos. Era a Alemania, tambin, a quien sus comerciantes revendaL una importante parte de las mercancas que importaban de los Estados Unidos e, incluso. de Inglaterra. Suecia podra pensar en Finlandia. Aunque se vea solicitada po~ la diplomacia alemana, tuvo cuidado de no dejarse atraer por ofrec1m1entos. porque saba muy bien que el xito temporal conseguido - ltra Rusia sera efmero. Pero era a Alemania a quien venda su n,,;',eral de hierro. efectundose el transporte a travs del Bltico, donde los cruceros ingleses no podan penetrar. Los Estados balcnicos, a pesar de que podran suministr;;,' el los beiE"!erantes-sobre todo a Austria-Hungra-productos alime::: :;os, solo d~sempeaban un papel secundario en la lucha econmica. '- c;camente Rumania. que posee yacimientos petrolferos, estaba en cor'.:' 'ones ele proporcionar recursos importantes para la marcha de las ope~:.o ~- 1nes militai-es. Pero haca apenas un ao que la pennsula haba sa;, ) de las guerras que enfrentaron. en 1912-1913. a los Estados balcnicos con Turqua y, despus. a Bulgaria con sus vecinos (2). El Tratado de Londres. que daba fe de Jos resultados de la derrota turc:1. y el Tratado de Bucarest. que consagr la derrota de Bulgaria, haban dejado como secuela odios nacionales y religiosos, temores y codicias. especialmente vrulentos en estas regiones, en las que la mezcla de poblaciones no permite trazar una demarcacin lingiistica o confesional. La guerra europea, de la que el conflicto entre Austria-Hungra y Serbia fue. si no la causa profunda, por lo menos, la ocasin. deba modificar. inevitablemente, la situacin conseguida: una victoria serbia podra permitir realizar. a
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Vanse pgs. 292-294 de este volumen. Vanse pgs. 512-516 y 594-600 de este volumen.
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PROFUNDAS.-LOS NEl.TrnALES DE
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expen;;: de Austria-lfo:1grfa, la unidad de k:; eslavos del Sur; una victor1:: ;custro-hngara significGr:1, sin eluda. la desarticulacin, y tal vez ]& .~saparicin, del pequeiio Estado serbio; en cualquier caso, la correh:in de fuerzas entre los estados balcnicos sera trastornada. Bulg'.'ria, Ja vencida de 1913, acariciaba la esperanza de un desquite, que le dara ocasin -de arrebatar a Serbia la parle de Macedonia donde la poblacin blgara constituye la mayora relativa. Grecia, que mantena el iratado de alianza concluido en 1913 con Serbia, tena, evidentemente, inters en mpedir el xito de un desquite blgaro, pues ella tambin posea territorios macednicos. Y Turqua. despus de haber recuperado Adrianpolis en el curso de la segunda guerra balcnica, no se resignaba a abandonar Tracia oriental a Grecia ni. sobre todo. las islas del mar Egeo. Rumania no era indiferente a estas disputas territoriales en los Balcanes, ya que en agosto de 1913 consigui una parte de Dobrudja, a costa de Bulgaria: pero el sentimiento nacional se vea ms atrado por problemas ajenos a las cuestiones balcnicas: los planteados por el porvenir de las poblaciones de lengua rumana sometidas a la dominacin rusa. en Besarabia, a la soberana de Austria-Hungra, en Transilvania. Bukovina y Banato de Tcmesvar. En tal estado de cosas. lo que principalmente llamaba Ja atencin era Transilvania, porque all el grupo rumano, ms importante y ms compacto que el de Besarabia, pona de manifiesto una conciencia nacional ms activa. La opinin pblica, alentada por parte de las personalidades polticas era, pues, desde luego. hostil a la Doble Monarqua: el representante diplomtico austrohngaro senta subir, en torno suyo, una ola de aborrecimiento. Pareca imposible que el Consejo de Ja Corona lograse cumplir los compromiso~ de alianza que haba contrado con Austria-Hungra. El rey taro], que era un Hohenzollern, conservaba, sin embargo, gracias a los servicios que haba prestado al Estado desde 1867. la autoridad suficiente para hacer fracasar <\ los partidarios de una intervencin junto a ias potencias de la Entente. Estas divergencias hondas dieron lugar a la declaracin de neutralidad del 3 de agosto de 1914. Dejara pasar la ocasin, no obstante, el sentimiento nacional rumano? De la futura actitud de esos neutrales europeos, Ja ms importante, con mucho, sera la de Italia. A pesar del Tratado de Triple Alianza. el 3 de agosto de 1914, declar s~ neutralidad. En apoyo de esta decisin, invoc la negativa de Austria-Hungra a la peticin italiana de compensaciones, fundada en el artculo 7. del Tratado; pero tambin se tuvieron en cuenta las perspectivas estratgicas en el Mediterrneo: se poda olvidar que, al tomar parte en la guerra Gran Bretaa, las costas italianas, y por consiguiente los centros industriales de Gnova y de Liorna, quedaban a merced de Jos caones de la flota inglesa? A pesar de todo, esa neutralidad pareca ser solo una solucin para ganar tiempo. Desde los primeros das del conflicto, el Gobierno italiano haba indicado, mediante sondeos secretos, cules eran sus aspira-
ciones: Ja guerra t::c.:ro1.J:a le ofreca la ocasin de dar :'>tisfaccin al sentimiento nacional, liberando a las poblaciones de leng.".2i italiana sometidas a la dominacin de Austria-Hungra. Pero. aspi~cba a una satisfaccin total? Para conseguir el Trentino, Istria occidt;ntal, incluidas Trieste y Gorizia, y las ciudades de la costa dlmata, le sera necesario intervenir en la guerra y conquistar esos territorios austro-hngaros. Pero, si se contentase con una satisfaccin parcial-la cesiri de Trentino-, no sera posible obtenerla mediante negociaciones? Podra ser que el Gobierno austro-hngaro, para evitar que Italia interviniera en el conflicto. se resignase a ese sacrificio. Por eso la diplomacia italiana tante el terreno por dos lados a la vez. Qu posibilidades tena de arrancar una cesin "amistosa" y qu promesas podra obtener de las potencias de la Entente, si se decidiese a una intervencin armada? La nica poltica que Salandra, el Presjdente del Consejo, se negaba a emprender era la de la pasividad pura y siwple; si el Gobierno no se preocupase de aprovechar las circunstancias para satisfacer el sentir general, los "partidos extremistas", segn deca Salandra, dispondran de un argumento para atacar a Ja dinasta. El 30 Je septiembre de 1914, en un informe al rey, aunque segua isistiendo en ese tema, Salandra admita que Ja eleccin entre neutralidad e intervencin armada era difcil. Cierto que la participacin en la guerra sera el nico medio de conseguir, enteramente, la realizacin de las aspiraciones nacionales; pero el pas. "tanto desde el punto de vista moral como desde el punto de vista econmico", no estaba dispuesto a hacer ms sacrificios que los estrictamente indispensables, y el impulso nacional, que pareca percibirse, poda no ser ms que humo de pajas. Por eso, Salandra, en su discurso del 16 de octubre, recomend a los italianos que no se dejasen arrastrar por los prejuicios o los sentimientos , y que practicasen un sagrado egosmo. Lo que Salandra prefera era, por tanto, el regateo diplomtico. ' Esa poltica era la que preconizaba el hombre de Estado que dominaba, mediante su actividad personal, la vida parlamentaria italiana, . desde haca doce aos: Giolitti, el alma del partido liberal. Por qu . intervenir en el conflicto, si Italia poda obtener, sin guerra, algo .apre1. dable? Los sociaJistas, porque eran pacifistas. y los polticos catlicos, '>f.J:.; porque seguan la consigna dada por la Santa Sede, que deseaba tratar {";con miramientos a Austria-Hungra. la nica gran potencia cuyo Go.:1\; bierno se hallaba entregado a los intereses del catolicismo, se pronun\ \(::iaron, en su gran mayora, a favor de la neutralidad. Sin embargo, en , cada uno de estos grupos polticos, existan partidarios de la interven'l)' Cin armada: el ala derecha del partido liberal. que rehusaba seguir a tii'Giolitti; los demcratas-cristianos del padre Murri ; los socialistas re(:fqrmistas de Bissolati, a los que apoyaban algunos elementos sindica. listas; un reducido ncleo de socialistas animado por Benito Mussolini ; ' t( favor de esa tendencia trabajaba, tambin, la masonera. Pero esos .Intervencionistas, que procedan de muy diversos horizontes y no tenan
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ms punto de coincidencia que su deseo de dar solucin completa al problema del irredentismo, estaban en minora en el Parlamento, donde predominaba la influencia de Giolitti ; y, en el otoo de 1914. solo arrastraban an una parte muy pequea de la opinin pblica. Puede sorprender que, en estas circunstancias, el Gobierno tendiera a preferir Ja neutralidad? Pero era necesario que fuese una neutralidad "productiva". La futura actitud de Italia iba a depender, ante todo, del resultado de las negociaciones que el Gobierno austro-hngaro acab por aceptar, a instancias de Alemania, a principios de enero de 1915. Las preocupaciones y los intereses de los neutrales ofrecan el campo de accin de la diplomacia de los beligerantes, que multiplicaban esfuerzos y promesas, dosificando unos y otras de acuerdo con el conjunto de fuerzas militares o econmicas que cada uno de esos Estados neutrales podra aportar. Pero las actividades diplomticas en pugna estaban subordinadas al mapa de guerra, pues, antes de comprometerse, los neutrales sopesaban las posibilidades de victoria de cada coalicin. Estaban subordinadas, tambin, al mosaico de nacionalidades, y, a veces, a las condiciones geogrficas que determinan la vida econmica. La diplomacia, por eso. tena que actuar dentro de lmites bastante estrechos : haba de limitarse a tender el cebo a los Gobiernos n~utrales, haciendo espejear las ventajas territoriales que les seran garantizadas si participasen en una guerra victoriosa; a influir sobre la Prensa para crear en la opinin pblica una corriente capaz de determinar la decisin de los Gobiernos. Con frecuencia. esas negociaciones con los neutrales traan como consecuencia conferencias entre los Estados miembros de las coaliciones rivales; conferencias delicadas por las dificultades que presentaba el ponerse de acuerdo acerca de las ventajas que se deban ofrecer. Los Estados escandinavos, muy resueltos a mantener su neutralidad. no atraan, en realidad, la atencin de los beligerantes ms que en la ;,smedida en que podan desempear un papel en la guerra econmica. A Alemania le interesaba respetar esa nutralidad, porque as podra beneficiarse con las fisuras del bloqueo; y los Estados de Ja Entente crean poder cerrar esas fisuras por procedimientos diplomticos. Los dos Estados ibricos estaban demasiado alejados del teatro de las operaciones militares para que se solicitase su concurso al principio de las hostilidades; el Gobierno ingls consideraba que no deba aceptar el apoyo que le ofreca Portugal. su vieja aliada. La atencin se fijaba, por tanto. en los Estados balcnicos: el papel de Bulgaria y de Grecia poda ser importante para decidir la suerte de las operaciones emprendidas contra Serbia por el ejrcito austro-hngaro; la actitud de Turqua y Rumania poda influir en las operaciones del frente ruso. Pero se fijaba. an ms. en Italia, la nica gran potencia neutral cuya intervencin impondra ~ Austria-Hungra los quebrantos y peligros de una. lucha en dos frentes. La actividad diplomtica segua ntimamente ligada a la. estrategia de la guerra de coalicin.
III.
El conflicto europeo abra nuevas perspectivas e_n el mundo entero, no solo porque la guerra econmica lesionaba los '.1~tereses del Estado neutral ms importante. Estados Unidos, sino_ tambten por_~::e.. la lu~ha entablada entre las potencias europeas parahzaba la fuerw ,xpans1va de esas potencias en ios otros continent~s. , ,._ Las circunstancias econmicas, finan.c1eras y demograficas _':0 :~an pa~a explicar esa decadencia de la influencia e_urope~. Las expo 1 ~''"10nes e productos fabricados eran prcticam~~te 1mpos1bles en Fra~~- a, don~e la industria estaba enteramente movih~da para las neces1u 'eJ ldebl ~ uerra ; eran muy difciles en Alemama, corno consecuenc,~.. - ~ o g ueo. solo seguan siendo posibles, aunque en volu_men resh"1g1do. en fnglaterra. donde la industria textil contn~aba trabaando paza .los mercados extranjeros. La exportacin de capitales estaba susp~:;~1da, porque los beligerantes se vean obligados a consagrar todos sw, >ecursos a la financiacin de la guerra. La movilizacin_ de _todos los hombres en . ., edad activa suprima casi por completo la em1gra~1n. p ro no fueron solamente los aspectos matenales de esa. expans10n euro;ea los gravemente daados. En el Africa Negra, dond~ los blancos, a pesar de las rivalidades existentes entre e~los .. se manteman ~recuente mente unidos frente a los indgenas, esa so~1dandad quedaba -~nor~ destruida desde el momento en que las colonias europeas se, coc.vertian en carnp~s de batalla; Jos Estados beli~eran'.es comp:?metia?,.,~sus tropas indgenas. no solo en la guerra colon.ia_l. smo tambien en 1_w com_?ates de Eiropa e incluso las misiones religiosas no permanecan extrana~. a las ri~alida.des nacionales. En ei Sureste de Asia-en dond~ ~~ expans1on europea haba encontrado la resistencia de la~ grandes c~v~l~c1ones ~ se haba impuesto, sin poder pen_etrar la rt;Y?fl de las ~~v~~~-,:1 la m~~ talidad colectiva. por la supenondad tecntca, mantemenuv.,v desp:es por la fuerza-el prestigio de Jos europeos resulta?. gravemente da;iado, puesto que se desgarraban mutuamente. Po: ultimo. en los paises del Islam. la propaganda turca extenda la consigna. de 13: guerra santa contra Jos cristianos. con la esperanza de provocar disturbios en las posesiones francesas de Africa del Norte, e1~ Egipto y entre los m~sulm~ nes de la India. Este debilitamiento de la 111f~enc1a europea ofrec1a P~~1bilidades a las grandes potencias que competian co~ E~~opa, y t.amb1en se las ofreca a las poblaciones sometidas a la dom111ac1on colomal. En Amrica. el resultado inmediato de la guerra. e.u,ropea fue a,umentar las oportunidades del panamericanismo. En op1111on de los circulos dirigentes de Washington, la solidarid~d ent~e. los Estados. del Nuevo Continente debera ser establecida bao la egida de_l Gob~erno. de la Unin y en beneficio de la influencia poltica, econmica o fmanc1era de los Estados Unidos. Pero. en los aos precedentes,, e,ste proyecto hegemnico. aunque obtuvo importantes xitos en Amenca Central, trope-
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zaba, en Amrica del Sur y en Mxico, con resi~tencias serias. tanto en Ja opinin pblica como en los medios polticos. Las condiciones en que se desarrollaba Ja vida econmica y financiera ofrecan a esa resistencia un punto de apoyo: preponderancia adquirida por el comercio y por la inversin de capitales europeos en toda Amrica del Sur; presencia, en Mxico, de intereses ingleses que, desbordados ampliamente por la competencia de los Estados Unidos, conservaban, sin embargo, la suficiente fuerza para contrarrestar Ja poltica de Jos hombres norteamericanos de negocios (!). Pero ahora, cuando los Estados europeos estaban ocupados en un conflicto que absorba tocias sus fuer7. as, se iba a dejar el campo libre a las iniciciativas de los Estados Unidos. Que la inauguracin del Canal de Panam se hiciera el 15 de agosto de 1914, en el mismo momento en que acababa de empezar el conflicto, es una coincidencia que adquiere valor de smbolo. Pero la actitud de Estados Unidos ante la guerra europea tena importancia por otros motivos ms poderosos. Si la Unin americana decidiese arrojar su peso en uno de los platillos de la balanza. podra desempear un papel decisivo, una vez transcurrido el tiempo necesario para la creacin de un ejrcito. Pero esa posibilidad era ajena a las concepciones, sentimientos y tradiciones del pueblo americano. No hay duda de que un importante grupo de la opinin pblica, sobre todo en Nueva Inglaterra, expresaba, desde luego, su simpata por Gran Bretaa; no hay duda, tampoco, de que la violacin ele la neutralidad belga fue condenada con indignacin por la mayora del pueblo americano. Pero ... por qu abandonar la poltica del "aislacionismo"? Por qu renunciar a seguir los preceptos de Washington y Jefferson. que recomendaron mantener a los Estados Unidos apartados de todas las complicaciones europeas? Para abandonar una lnea de conducta que, durante ms de un siglo. haba parecido prudente y contribuido a favorecer el desarrollo de la~ prosperidad americana, sera necesario que Ja opinin pblica y el Gobierno fuesen conscientes de la necesidad de hacerlo; pero. a primera vista, los intereses polticos de Estados Unidos no pareca que fueran a ser afectados por el conflicto que mantenan las grandes potencias europeas. Por eso Ja primera reaccin de la opinin pblica americana consisti solamente en manifestacin de pena y asombro doloroso: la guerra era una dura prueba para tocia la humanidad, porque liberaba los instintos de violencia y amenazaba con derribar los mismos fundamentos de la civilizacin contempornea. As era como pensaba el presidente Wilson, convencido de que el conflicto "har retroceder al mundo dos o tres siglos". Los Estados Unidos deban, pues, desear el fin rpido de las hostilidades y buscar Ja ocasin de favorecer el restablecimiento ele la paz. Cuando el Presidente recomend, el 8 ele septiembre de 1914, una jornada de plegarias, con el fin ele que Dios restaurase la concordia entre los hombres y las naciones, responda al deseo de la opinin pblica.
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Sin embargo. esas convicciones pacifistas, aunque basten para explicar la conducta del americano medio, no eran, ciertamente, los nicos mviles de la poltica del Gobierno. El presidente, el secretario de Estado, William J. Bryan. el coronel House, colaborador ntimo de Woodrow Wilson. e5taban convencidos de que una paz rpida, que debera ser una paz de compromiso, responderla a Jos intereses de los Estados Unidos. La causa profunda de esa conviccin se encuentra en el temor a las disensiones en el seno de la opinin americana. "El pueblo de los Estados Unidos est formado por varias naciones y, sobre todo, por naciones que estn en guerra", escriba Wilson en su Mensaje del 19 de agosto de 19 J 4. "Es natural e inevitable que exista diversidad de simpatas y de deseos en su seno, por lo que se refiere a los resultados y a las circunstancias del conflicto. Unos quieren ver, en esta gran lucha, triunfar a una nacin; otros, a otra. Es fcil excitar las pasiones ... " As, el "Mensaje" recomienda a todos Jos ciudadanos que mantengan, no solamenteil!la neutralidad moral, sino tambin la imparcialidad, y que no manifiesten preferencias por ninguno de Jos beligerantes. Con el mismo espritu, el secretario de Estado, en completo acuerdo con Wilson, declar el 15 de agosto que si las bancas americanas concediesen prstamos a los beligerantes transgrediran el verdadero espritu de neutralidad. Bryan, que consideraba la ayuda financiera como "el peor de los contrabandos, porque domina a los dems", aclar, en una carta al presidente, el sentido de esa declaracin: si fueran autorizados los emprstitos al extranjero, dice, los americanos se suscribiran a ellos segn sus simpatas; de ese modo, se formaran en el seno de Ja poblacin varios grupos que estaran pecuniariamente int('resados en el xito de alguno de los Estados beligegerantes ; Jo que, como es natural, contribuira a agravar las disensiones entre los americanos ; por otra parte, las bancas, para apoyar los intereses del Estado extranjero al que hubieran concedido prstamos, no dejaran de intentar influir sobre la Prensa. Qu precaria sera, en ese caso, la neutralidad de los Estados Unidos! La paz rpida era deseable, adems. porque el conflicto europeo podra afectar, a la larga, los intereses de los Estados Unidos en el mundo. Si la guerra desembocase en la victoria total de alguna de las coaliciones, cules seran las consecuencias? "Si los Aliados triunfan-escriba al presidente el coronel House el 22 de agosto de 1914-, eso significa la hegemona de Rusia sobre el continente europeo. Si, por el contrario, es Alemania la que resulta victoriosa, nos veremos durante varios aos bajo el yugo indecible del militarismo germnico". Tal era la reaccin de un liberal que tema. sobre todo, ver triunfar en Europa un rgimen poltico autoritario. Pero no haba que pensar, tambin, que Japn iba a poder aprovecharse de esta guerra uropea para adquirir una posicin predominante en el Extremo Oriente, con desprecio de los intereses americanos? En estas primeras reacciones de la opm1on pblica y del Gobierno de los Estados UniJos. las preocupaciones econmicas parecan no ocupar
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ningn Jugar. Sin embargo, no dispona la Unin americana de los recurso~ en maleras primas y en productos alimenticios que necesitaban los b~ltgerantes'? No poda convertirse, adems, en gran provedora de ma~enal de g.uer'.:a? No abra el conflicto europeo perspectivas de prospendad a los productores y comerciantes americanos? En realidad, durante lo~. tres pnme~os meses de lucha esas consecuencias no se pusieron de mamfie,sto todav1a. Los europeos. e~taban convencidos an de que Ja guerra sena corla y contaba~ con v1vtr de sus reservas. Por otra parte, como los barcos mercantes mgleses y franceses eran empleados en el transporte de tro :>as y la marina mercante alemana estaba inmovilizada por el bloqueo, los medios de transporte martimo resultaban insuficientes para mantener en el Atlntico una activa corriente comercial. Las exportaciones ameri.~a.nas a Europa, incluso las de algodn en bruto, eran. por eso, muy redt.c1das; el Congreso de los Estados Unidos, para aliviar a los productores, decidi que el Gobierno comprase y almacenase. con ca.rgo al. presupue<>to federal, cinco millones de balas de akodn. Al mismo tiempo, lo; capitalistas e1,1ropeos que haban hecho inversiones a corto plazo en 1 )S Estados Unidos retiraron sus fondos; y esas retirada.s provocaron una baja del dlar con respecto a la libra esterlina. El pnm~r ~esultado e.e .1~ guerra, e~ropea para los Estados Unidos fue, por cons1~u.1ente, ~na cns1s economica y fmanciera. Por ello, el grueso de la opmt~, e mclu~o los medios econmicos dirigentes, no perciban an las ":enta1as matenales que la produccin americana poda extraer del confltcto. Los bancos, por tanto, aceptaron con bastante facilidad la consigna dada por Bryan. Pero en octubre de 1914, cuando se dibujaba la perspectiva de una guerra larg~ (1), los supuestos econmicos de la poltica exterior de los ~stados Umdos se transformaron rpidamente. Los beligerantes-en reahdad, Gran Bretaa y Francia, puesto que Alemania estaba paralizada por .e~ ?loqueo--em.Pezar?n a comprar en el mercado americano armas y mu'1uciones, _mate:1~s pnmas _(sobre todo, algodn y cobre), petrleo y productos ahmentJc1os, y el ntmo de esas compras se precipitara de mes en mes. Las grandes bancas americanas estimaron necesario abrir crditos a. I?~ europeos para permi.tirles efectuar esas compras y para evitar que dmgtesen parte de sus pedidos a otros mercados-Canad, Australia Argentina-, pues esos europeos se encontraran muy pronto imposibilitaods para pagar al contado. La sugerencia iba contra la consigna dada por Br~an: pero fue apoyada, al ser presentada al presidente, por el secretano de Estado adjunto, Lansing. El 24 de octubre de 1914 Woodrow Wilson. permiti a ,Lansing dirigi~se a las bancas hacindoled saber que el Gobierno no tenta nada que ob1etar a la apertura de crditos bancarios a Jos beligerantes para asegurar el pago de deudas comerciales. Esta decisin, que sera complementada y ampliada en 1915 (2), marc una fecha
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en la poltica de los Estados Unidos con respe.cto al con_flicto euro~e_o: Jos medios dirigentes, en inters de la pr.ospendad econom1ca .. adm1tian que se estableciera realmente un lazo fmanc1ero. con los behge:antes. Al mismo tiempo. ese papel de proveedor que iban a desempenar los Estados Unidos en el conflicto europeo asignaba un alcance completamente nuevo a Ja cuestin de la libertad de los mares. En las contr_oversias y dificultades, que ocasionaba el ejercicio del bloqueo y l~ practica de la guerra submarna. y que afectaban a. los neutrales. los ctudadan?s de Jos Estados Unidos tenan ya in_tereses dlfect?s que defender. ~demas. las relaciones econmicas y financieras establecidas afectaban casi exclusivamente a Gran Bretaa y a Francia. Cmo podra d~Jar de tener consecuencias polticas tal situacin de hecho'? L~ neutra!Jd~d de los Estados Unidos. desde el momento en que se hab1an convertido en los ~ro veedores y acreedores de uno de los grupos beligerantes, ya no era imparcial. . ., . El Japon se encontraba en situac1011 diferente. pues la guerra europea. cualquiera que fuere su resultado. no le ofreca ms que perspectivas favorabk.s. . , . En su esfuerzo por conseguir una expansin polt1c~ y econom1c~ en el continente asitico. Japn haba tropezado c?n las po_s1c10nes conqu1~ta das por Jas grandes potencias europeas en Ch~na. Rabia logrado, es cierto, que esas potencias Je tratasen de igual a igual: el Consor~10 Bancario Internacional (2). formado en 1913 con el fin de pr?porc1onar a la joven Repblica China los pri.meros r~cursos. que necesitaba para modernizar la administracin. equipar las industnas y d~sarrollar .los transportes ferroviarios. concedi una participacin a los rntereses Japoneses. Pero dentro de ese sistema. Japn se encontraba cercado por los europe~s. que vigih:ban sus iniciativas: los occiden~al~s dieron,. m_uchas pruebas de que ese era su deseo durante las negociaciones pre11mmares para la formacin dd Consorcio. Pero ahora esas grandes potencias europeas esta~a~ luchando entre s. es clecir no se hallaban. temporalmente. en condiciones de explotar el mercado ~h 1110 . A la poltica y a la economa ni panas .se les presentaba una ocasin mmcjorahle. Entre 1902 y 1905 la nvalidad ~nglo~rusa en Extremo Onente haba facilitado los primeros gr~ndes .xitos Japoneses. Sera posibk que la guerra europea no ofreciese crcunsta~cias ms fo~:orablcs atn para Ja expansin territorial'? Y no encontrana joven industna japonesa. durante ese p~rodo en el que l~ com~etenc1a europea estara paralizada. medios de incrementar sus exportaciones, a China y alcanzar. en ese pas. ei Jugar predo:rnnante -~n la explotac1on de hulla y mineral de hierro? Estas pcrspecl!vas se perfil.aban claramen~e en Tokio desde el rrincipio de Ja guerra europea. La sociedad El Dr~gon Ne~ro, <lond..: se a!!rupaban los ms activos partidario~ de una poht1~a de .e?; pasin. pc.blic- t:n rn;.inifiesto uirgido a Ja nacin: "Para el Ja pon
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PROFi_;NDAS.--BrnuQGRAFIA
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ha llegarj ..:; el momento ms propicio de resolver '.a cuestin china. Um ocasin ta:: favorable es posible que no se presente otra vez en mil a1)S." El objetivo inmediato era apoderarse del Territorio en arriendo posedo por Alemania desde 1898 en la baha de Kiao-Cheu; Japn podra adquirir la base naval de Tsingtao y los derechos e intereses que el Tratado de 6 de marzo de 1898 haban asegurado a los alemanes en la provincia china de Shantung (1). A partir del 8 de agosto de 1914, el Gobierno nipn, invocando el Tratado de alianza anglo-japons, firmado en 1902 y renovado en 1911, ofreci a Gran Bretaa una colaboracin militar limitada a ese nico objetivo. En realidad, la alianza anglo-japonesa estipulaba solo la defensa comn de las posiciones adquiridas en Extremo. Oriente y en la India por los dos Estados; por otra parte, Alemania no amenazaba directamente esos intereses ni esos derechos; pero el Gobierno japons no dispona de otro argumento diplomtico que ofrecer para intervenir en el conflicto que enfrentaba a las potencias europeas. Se trataba de un simple pretexto: esta fue la opinin del Gabinete ingls, que preferira rechazar este ofreci:i1iento. La intervencin japonesa le pareca intil, e incluso perjudicial. pues poda provocar en los Estados Unidos un descontento cuyas consecuencias habran de soportar las potencias de la Entellte. Pero cmo impedir que cj Japn ejecutara sus proyectos? As se presentaban, desde el otoiio de 1914, las perspectivas que iban a orientar la evolucin de las relaciones internacionales en el curso de esta guerra. En era evolucin, los aspectos polticos y econmicos estaban en estrecha y constante relacin con las operaciones terrestres y martimas. Por tanto, haba que tener en cuenta el "mapa de la guerra" y los problemas estratgicos para examinar las decisiones de la poltica exterior, cuyas. consecuencias vendran a modificar, a su vez. el equilibrio de fuerzas.
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CAPITULO II
LA GUERRA EUROPEA
(AGOSTO DE 1911-FEllRERO DE 1917)
Despus del frac~so del. plan de operaciones alemn en el otoo de 1914, la guerra_ quedo redu~1da a Europa durante treinta meses. Las operac10nes colont~les de Afnca, el ataque japons contra la base naval alemana de Tsrngtao, la tentativa del golpe de mano turco contra el Canal de Suez, no fueron ms que episodios sin importancia. . A pesar ~,el . volum~n de los esfuerzos y la magnitud de los sacrificios de los eJe~c~tos beligerantes, desde Gorlitz a Verdn, desde los Dardan_e~os Y Salomca al. ~o~~e. desde Goriza a Tarnopol, "el resultado dec1s1vo puramente militar result inalcanzable. La gran potencia neut~al. Estados Umdos, cuya intervencin podra inclinar de manera radica~ ~a balanza de fuerzas, se limitaba a ser el proveedor de una de las coal~c~ones: era un papel de importancia considerable, porque, sin sus S1;1filmtstros, Gran Bretaa y Francia no hubieran podido seguir soste- lllendo. s~ esfue~zo_; f:>ero esa ayuda econmica pareca que no iba a ser su~1c1ente: fll s1qmera a largo plazo, para proporcionar a las dos potencias occidentales los medios de vencer. Por otra pa~te, a medida que la guerra se prolongaba, las conseci..;enc1as para los mtereses europeos en otros continentes se hacan ms pesad~s. Tanto en Am~a. del Sur como en Extremo Oriente y en el In;pe~10 otomano, las pos1c~ones mantenidas desde hace mucho tiempo se vetan amenazadas y vacilaban. Esos son los dos aspectos que debe analizar el estudio de las relaciones internacionales.
I. LOS NUEVOS BELIGERANTES EUROPEOS
donar, adems de parte de Galitzia, que haba ocupado en 1914, los territonos polacos y lituanos d:;I Imperio, haba perdido, entre muertos. her dos y prisioneros ms de l. 700.000 hombres, es decir, la mitad, o casi la mitad, de sus efectivos de combate, y dejado ent:; las manos dd enemigo gran parte de su artillera; las fuerzas rusas seran incapaces de pasar a la ofensiva durante varios meses. Pao el resultado poltico no fue alcanzado: el zar, a pesar de tes intentos alemanes para emprender conversaciones secretas, segua siendo fiel a sus compromiss de alianza. El Alto Mando :..demtin, despus de haber obtendo el concurso de Bulgaria para decidir en algunas semanas la suerte de Serbia, volc otra vez su esfuerzo en el frente de Francia. En febrero de 1916 comenz ante Verdn la gran ofensiva que deba desangrar ai ejrcito francs, segn la opinin de Falkenhayn. Pero los alemaes no lograron apoderarse de Verdn (que no era. es verdad. su principal objetivo) ni ocasionar a las tropas francesas prdidas superiores a las sufridas por sus propas fuerzas. A. partir de julio de 1916, las potencias de la Entente recuperaron la rniciativa. Por primera vez ejecutaron, casi simultneamente, un plan comn de operaciones: ofesva francesa del Somme, ofensiva taliana del Carso. el gran esfuerzo de uno de los ejrcitos rusos, el del general Brussiloff. Los xitos fueron solo parciales, aunque Rumania concediese. en el mes de agosto, su concurso a los que consideraba prximos triunfadores. El rasgo caracterstico de Ja situacin a finales de 1916 era, por consiguiente, el equilibrio de las fuerzas beligerantes. A pesar de ello, en todas las fases de esa lucha, la intervencin de nuevos Estados vino a modificar cinco veces la fuerza respectiva de las dos coaliciones. Por qu accedieron esos Estados a las pretensiones de los beligerantes? De todos esos Estados fue Turqua la primera que intervino. El 2 de agosto de 1914 el Gobierno de jvenes turcos, dominado por Enver Pach. firm un Tratado secreto de alianza con Alemania y contra Rusb. El 11 de agosto autoriz a los cruceros alemanes Goeben y Breslau. perseguidos por la flota inglesa, a pasar los Dardanelos, que seguan cerrados a los navos ingleses; el '.26 de septiembre cerr los Estrechos a la n:1 vegacin mercante. es decir, impidi el paso del material de guerra que el ejrcito ruso espernba con tanta ansiedad. Pese a todo, Turqua haba aplazado hasta entonces su entrada en la guerra. Se decidi, despus de una prrroga de tres meses, el primero de noviembre de 1914. El Gobierno turco estaba convencido, sin duda. de que el Imperio otomano haba de temer lo peor de una victoria rusa: Gran Bretaa, aunque hubiera protegido en el pasado a ese Imperio otomano contra bs ambiciones rusas. se vera completamente obligada ahora a dejar actuar a Rusia si no quen-a dislocar la coalicin. Por el contrario, los intereses otomanos no tenan nada que temt:r de una victoria alemana: .Alemania,
Durante ms de dieciocho meses, Alemania conserv la inicat1va de ias operacione_s_ militares. ~a campaa de 1915 se caracteriz por d gran esfuerzo del e1erc1to aleman, ayudado por el ejrcito autro-hngaro para derrotar a las fuerzas militares rusas, a las que, desde la entrada de ~urqua. en la gue_rra, Francia y Gran Bretaa no podan prestar apoyo dlf~cto. Dur~nte c_mco m_eses se desarroll esa ofensiva, sin que las tentativas de d1vers1on realizadas por los aliados de Rusia-las ofensivas francesas ~e Artois y Champagne; el ataque anglofrancs en los Dardanelos-m_ ~a entrada ?e Italia en la guerra pudiesen paralizarla. Su resultado m1lttar fue considerable, ya que el ejrcito ruso, obligado a aban,~.,
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mediante la construccin del ferrocarril de Bagdad. haba contribuido a consolidar el Imperio y se presentaba ante el mundo como protectora del Islam. En cuanto a las potencias de la Entente, no intentaron aprovecharse de las vacilaciones del Gobierno otomano? En realidad. la diplomacia de las potencias de la Entente no parece muy deseosa de hacerlo. Unicamente el Gabinete ingls quera obtener la promesa de la neutralidad otomana, porque tema un ataque contra el Canal de Suez; aceptara, pues, a cambio de esa promes, dar a Turqua una garanta de integridad territorial, valedera no solo para el transcurso de la guerra, sino para el futuro. Los dirigentes rusos estaban poco dispuestos a contraer tal compromiso, porque no queran abandonar la espera11za de conquistar algn da el acceso al mar libre y porque la guerra europea poda ofrecerles la oportunidad de realizar ese proyecto. A fines de agosto, no obstante, en el momento en que el ejrcito ruso acababa de sufrir la derrota de Tannenberg, en Prusia Oriental. el Gobierno del zar consinti en adherirse a la poltica inglesa. Pero era el momento en que pareca verosmil una victoria alemana: el Gobierno otomano adopt una actitud esquiva. Diez das ms tarde, el resultado de la batalla del Marne y el fracaso de la ofensiva austro-hngara en Galitri hicieron que ciertos miembros del Gobierno otomano dudasen de la victoria alemana; dichos miembros acogeran con la mejor voluntad la opor- tunidad de volver a entrar en contacto con la Entente. Pero Enver Pach, convencido de la fuerza alemana, sigui siendo fiel a las promesas que hizo en el Tratado de alianza. Fue l quien, con objeto ele poner fin a la resistencia de sus colegas, decidi, de acuerdo con la Misin alemana, enfrentarlos con un hecho consumado: el bombardeo de Odesa y de Sebastopol por la flota turca, cuyas principales naves eran, a la sazn, los antiguos cruceros alemanes Goeben y Bresla11, que ostentaban ahora pabelln otomano. En este caso, el papel personal del hombre de Estado fue determinante. La intervencin de Italia plantea a la interpretacin histrica problemas ms difciles. El Gobierno que presida Salandra se haba inclinado a seguir, en octubre de 1914, la poltica preconizada por Giolitti, esto es: la neutralidad prod11ctiva (1). Consecuentemente, haba intentado emprender negociaciones con Austria-Hungra, p;!ra obtener la cesin amistosa del Trentino; y en enero de 1915 daba por descontado el xito de esa gestin. Pero los crculos dirigentes de la Doble Monarqua temieron, si cedan a las reivindicaciones de Italia, alentar otras, sobre todo la de Rumania sobre Transilvania. Ante la falta de inters de Austria-Hungra. el Gobierno italiano se puso en contacto, a principios de marzo de 1915, con las potencias de la Entente, para intentar saber qu ventajas prometeran a Italia, en caso de que se decidiese
(1) Vase pg. 663.
a entrar en la guerra. El Gobierno de Viena, informado por los mismos italianos de este comienw de negociaciones, acept entonces la iniciacin de conversaciones. Por espacio de un mes, la diplomacia italiana sostuvo la pugna en los dos frentes. Cul era el balance a mediados de abril de 1915? Si Italia se decidiese a entrar en la guerra contra Austria-Hungra. podra obtener no solo todos los territorios de la Doble Monarqua en los que existieran poblaciones de lengua italiana, sino tambin el valle del Alto Adigio, habitado por poblacin alemana, la parte de Istria de poblacin eslava y la mitad de la costa dlmata; podra asimismo ocupar en la costa del principado de Albania, el puerto de Valona y el islote de Sazan, que domina la entrada norte del Canal de Otranto; recibira, en fin. en caso de que se repartiese el Imperio otomano, la regin de Adalia, en la que ya haba puesto los ojos a principio de 1914 (l); y en caso de reparto de las colonias alemanas, compensadones en los confines de Libia y Eritrea. Tales promesas se pudieron obtfner con bastante facilidad porque la Entente dispona de territorios del enemigo ; nicamente la cuestin de la costa dlmata dio lugar a la resistencia de Rusia, deseosa de proteger los intereses serbios. Pero la obtencin de todo lo prometido estaba subordinada, como es natural, a la participacin efectiva de Italia en la victoria. Si Italia, por el contrario, pactase con Austria-Hungra, podra obtener, como pago de su neutralidad, el Trentino y el Vneto italiano, con Gorizia; la constitucin de Trieste como territorio autnomo encuadrado en la doble Monarqua; libertad de accin en Albania y en el Dodecaneso, en el mar Egeo. Pero no recibira ni la frontera del Brennero, ni las regiones eslavas de Istria, ni el litoral dlmata, cuyas ciudades estn habitadas, en gran parte, por italianos; ni vera abierta la perspectiva de una extensin territorial por Asia Menor y por los dominios coloniales. Entre las dos soluciones, la diferencia de mayor importancia se refera al Adritico: si Italia no posea Trieste, ni Istria, ni el litoral dlmata, no podra adquirir en este mar una posicin predominante. El Gobierno italiano consider, pues, que la neutralidad productiva no poda satisfacer por completo las aspiraciones nacionales, tal y como ese Gobierno las conceba. El 26 de abril de 1915 firm, en secreto, con los Estados de la Entente, el Tratado de Londres, mediante el cual se comprometa, teniendo en cuenta las promesas que le haban sido hechas, a entrar en guerra contra Austria-Hungra en el plazo de un mes. Pero cuando denunci el Tratado de Triple Alianza, el 3 de mayo, tropez con una violenta resistencia de los neutra/islas. Por qu ir a la guerra, si Austria-Hungra se resignaba a satisfacer, casi ntegramente. las reivindicaciones del irredentismo italiano? En Montecitorio, ciudadela del neutralismo, la mayora parlamentaria declar su adhesin a la
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foltica de Gioliu y provoc, el 13 de mayo, la dimisin de Salandra . .en la Prensa y c:n l:.t c:.de, la oprn1n pblica de Roma de I\liln de Tur.~, d~ Florc11da, rt.:acc1on violentamente al grito de :, Viva la guerra! . e rnduso al de "Guerra o revolucin!" El Rey, partiJario, por ot~a parte, de la causa de la intervencin, invoc ese movimiento de opirnon para rechazar la drn1is10n de Salandra. Entonces se resign el Parlamento: el 20 de mayo vot a favor de la concesin de crJiLLlS destinados a la rr.;ovilizacin dt: las fuerzas armadas. Qu s.entido tenan. esos momentos febriles? Al abandonar la poluca de neutraltdad prod11ct1va. en el mismo momento en que pareca estar a punto de pr~dt::::ir gran parte de los resultados apetecidos y al optar por la rnterve~c10n en la guerra, Salandra. y asimismo su ministro de Asuntos. ~xtenores,, Sonnrno, se dejaron guiar, al parecer, por Ja t:.i...pansn adr;ul:ca, que urncamente poda realizarse a travs de la intenencn ar~ada. Me1eca, sin embargo, este predominio en el Adritico Jos sacrificios y riesgos de una guerra que exigira un tremendo esfuerzo como saban hasta los ms ardientes partidarios de la poltica de intervt:.ncin? Se ~uede pe~sar, s se t~ene en cuenta lo anterior, que la d!.!c~n del Gobierno italiano se debi a otra causa: mantendra Austria-Huno ra si saliese victoriosa de la guerra general, las promesas que h;.a h;ch; en un momento en que luchaba por su vida? P~r<:> lo sorprenuenle es el apoyo dado, por el arranque ngoroso de la or1m?n, a esos clculos polticos. Por qu el pueblo, cuando las revmd1cac1ones 1rrcdent1stas podran haber sido aparentemente satisfechas mediante, la conclusin de un acuerdo con Austria-Hungra, reclamaba una acc1on que desbordaba los objetivos tradicionales del sentimiento nacio~al alia~o y que implicaba adems de graves amenazas consecuencias inmediatas cuyo precio debera pagar ese pueblo en los campos de batalla? ., Aquel arrebato--que no fue, ciertamente, un movimiento de masas pues la pobl~cin rur~l casi no tom parte en l-tena sus focos princi~ pales. ~n la 1uven~ud mtelectual. los profesores y los funcionarios, pero tamb1e~ en ~I?l10s s~c.tores obreros: en Miln, por ejemplo, cuando el partido socialista of1cwl y la central sindical intentaron oponerse a b poltica de intervencin, con una orden de huelga general, su llamamento no encontr eco. Qu era lo que impulsaba a los hombres que deseaban la guerra~ Ant_e todo, el deseo de resolver el problema nacional y terminar b umdad italiana; este es el argumento que invocaban los period:stas "i~tervencionistas" en un manifiesto publicado el 14 de mRyo. Pero tamb1en fueron arrastrados por un gran movimiento de pasin. Los acentos furibundos y magnficos de los artculos de Mussolini en el l'oriolo d'ltalia denunciaban, desde noviembre de 1914, la debilidad de la burguesa que quera representar la comedia de gran potencia, sin asumir los riesgos que esto. implicaba; pedan a sus compatriotas que no acepten la senectud y predicaban el deber de hacer historia. La conviccin de que Italia no poda consentir no ser m:s que "un museo, un albergu~
veraneo", como deca D'Annunzio. El deseo de demostrar la nacin italiana segua siendo capaz de un gran s:.icrardoroso despertar ck Ja conciencia colt:ctiva el que barn Parlamento.
La intervencin de Bulgaria aparece en condiciones completamente difert:ntes. El Gobiano de Sofa, aunque lena la oportundaJ de cobrar su neutralidad, no se inclinaba a emprender ese car11ino. Cuando el 23 de mayo de !9!5, tres das despus de haberse votado en llcdi:i los crditos de guerra, el Gobierno austro-hngaro ofreci lleno de :rnsedad la ~facedonia serbia-para el final de la guerra-a Bulgaria si se mantena lieutral. el Rey Fernando no hizo caso de esa proposicin, que le pareca ilusoria: en caso de que el Gobierno serbio. desakntado por las promesas que la E.11te11te habu hecho a Italia, estuviera dispuesto a concluir una paz separada con las potencias r:e11trales. la diplomaca austro-hngara olvidara rpdamenre las st:gumladt:s dadas a Bulgaria. E11 la situasion que se prest:ntaba en la pennsula balcnica, la jnica posibilidad sera que poJria k!Jer Bulgaria para realizar sus :.ispirac1ones naconale~s consistia, por ran!o, i;:n tornar parte en el conflicto gent:ral. A favor de qu~ bando? La respuesta no parece dudosa. En mayo de 19 l 5 bs potencias <.k la Entente no podan ofr..:cer ms que una sola promt:sa firme: s1 Dul~aria interviniese en la guerra contra Turqua, recuperara Adrianpolis y la parte de Tracia que haba conquistado en 1912 y perdido en 1913. Las derrns posibilidades solo se mencionaban de modo condicionadu: parte de la Macedonia griega, con Kabala, s, al trmino e.le las hostilidadt:s, Grecia obtuviera un temtorio en Asia Menor; parte de la Macedonia serbia, si Serbia recibiese "compensaciones equitati,as" a expensas de territorios austro-hngaros en Bosnia y Herze.a,ovina y en Dalmacia. No cabe duda c!e que Gran Bretaa y Francia habran ido un poco ms lejos, prometiendo toda la Macedonia serbia; ~ro no pudieron vencer la resistencia que opona el Gobierno de Bdgrado. Por el contrano. las potencias centrales estaban a favor de corriente. pues podan ofrl.!cer, de entrada, la inmediata ocupacin de toda la Macedonia serbia y obtuvieron incluso que Turqua aceptase una amplia rectificacin de frontera, favorable a Bulgaria, en Tracia. La diolomacia austroalemana navegaba. pues, en Sofa viento en pupa. El obstculo principal era h! resistt:ncia que ofreca el sentimiento Je solidaridad eslava. en los circulos parlamentanos blgaros-un sentimiento que el sobt:rano. un Coburgo. no poda aprobar. Los jefes de la oposicin poltica, Stambuiisk, Guechoff y Daneff. que mantenan estrecho contacto con la Embajada zarista, se negoban aceptar la ruptura con Rusia, a quien se deba la creacin del Estado blgaro en 1878. Pero dicha resistencia no se basaba solamentt: en simpatas y afinidades religiosas o culturalt:s; haca hincapi en el p::kro ruso y en el peligro qut: corra Bulgaria al desafiarlo:
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El desarrollo de las operaciones militares termin con esas vacilaciones. La campaa del verano de 1915 en el frente oriental presagiaba una completa derrota del ejrcito ruso; el Gobie~no del rey Ferna~do ya no tena por qu temer las represalias de una Rusia, al parecer, vencida. El 6 de septiembre de 1915, en el momento ~n que las tropas alemanas cercaban a Vilna, el rey trat con las potencias centrales; el 21 de. ~ep tiembre, cuando dichas tropas llegaron al Beresina. orden la mov1ltzacin. La poltica blgara se estableci en funcin del "mapa de la guerra" ms que por los designios personales del Rey. . La actitud de Grecia estuvo determnada. en gran parte, por circunstancias de poltica interior. relacionadas con intereses dinsticos. El Rev Constantino entenda que la poltica exterior deba ser obra suya. Y no 'de sus Ministros; consideraba imprudente lanzar al Est~do griego por el camino cid expansionismo: era. adems. cuado de Guillermo .H. antiguo alumno de la Academia Militar prusiana. y e~taba c?nvenc1do del xito del Imperio alemn. El presiden.te del Cons.eio. Vemzelo,s. e.ra de orioen cretense; es decir. que haba sido p~rt1dano, y lo segu1a s1en<Jo. de Ja gran idea griega: los objetivos que persegua o que, por lo men:s. vislumbraba eran los siguientes: oponerse resueltamente a la tentat.1va de desquite blgaro y a la devolucin de Kabala; extender la expansin nacional griega. a costa del Imperio otomano, en el mar ~geo y en Asia Menor; participar en el control ele los. Da~danelos, e mcluso. tal vez pensara tambin en reconstruir un Im peno gnego que s.e ~x tend.1ese hasta Constantinopla. Crea que podra llevar a cabo e:_os ob1et.1v?s. s1 no con el asentimiento de Rusia. s( con el de Gran Bretana y, qmza, con el de Francia. La divergencia entre sus opiniones pe:sonales y las del monarca no Je inquietaba. porque, como deseaba obli.gar al s~b~rano a mclinarse ante Ja voluntad de sus ministros y practica;. el regm~en parlamentario, pensaba encontrar en los problemas de poltt1ca extenor. un terreno favorable para ello, en el que sera apoyado por el sent:m1ento nacional. Este conflicto de tendencias y de perrnnas se caractenz por iniciativas aventureras y virajes bruscos. _ A primeros de marzo de 1915, en el momento en que Gran Bretana. ayudada por Francia. intentaba forzar el paso de los Dardanelos para restablecer el contacto con Rusia, Venizelos propuso l.a .ayud11. arm~d~ de Gracia; pero el rey se neg:J ~.a prob~r. este ofrecrn:11ento Y obl.1g~ ~su presidente del Consejo a cl1mit1r. A ultm!os ele septiembre. Ven1ze los. otra vez en d poder, declar que estaba cl1spuest~. en cuanto se pr?dujera la movilizacin blgara. a apoyar a S~r?m, ~iempre que Franc1~ y Gran Bretaa enviasen un cuerpo expecl1c1onano a los Balcanes. autoriz, el 2 de octubre, en secreto. el des~mbarc? d~ ese cu.erpo expe~ dicionario en Salnica, a pesar de que Grecia segu1a siendo aun neutral. hizo aprobar, en fin. en el Parlamento, el 5 de octubre, la e~tr?cla e~ 1~aria Pero una vez ms, el rey la desautonzo. obhguerra con t ra Bu lt'.. h h gndole a retirarse del poder. A pesar de ello, no se d1scut10 e ec o
e.n, Salomca; el ~ey Con.stantino no se atrevi a oponerse a esta violac1on d~ la ~eutrahdad gnega; pero no disimul que lo hara de buena gana s1 t~v1ese fuerza para ello. ~a seguridad de las tropas francoinglesas quedo, por tant?'. comprometida, puesto que el territorio neutral de Grecm pod1a ser. ut1hzado para proteger ataques dirigidos contra ellas. ~l gene~al Sarra1l, com~ndante en Jefe del cuerpo expedicionario, sen.alaba sm cesar. este peligro y peda constantemente que el rey de Grecia no fuese temdo en cuenta. En el otoo de 1.916, las potencias occidentales concedieron, de hecho, su apoyo a :-m Gobierno nacional griego, formado en Salnica por Venizelos. F~ancia y Gran Bretaa, :para paralizar las iniciativas que teman, se atrevieron a someter a Grecia al bloqueo, a establecer Ja vigilancia s?bre l?s medios d~ ~omunicacin y a intentar exigir el desarme iel ejrcito gnego .. La. poht1ca francesa aspiraba incluso, en diciembre, a imponer.' .abd1cac1on del. rey y la formacin de un Gobierno republicano vem zel1sta .. Esta soluc1?n termin por prevalecer, en junio de 1917, cuando el Gobierno frances obtuvo, no sin esfuerzos. el consentimiento de Gran Bret~a, y el alto comisario enviado a Atenas, Jonnart, se decidi a actuar sm esperar el asentimiento explcito de Rusia y de Italia.. En este caso-<:o~o en el de la intervencin blgara-fue la estrategia e~ facto~ ?etermmante. Desde el momento en que Francia y Gran B~etana dec1d1eron crear un frente balcnico y establecer en territorio gnego las bases de aprovisionamiento de sus tropas-con el fin de intentar la s~lvacin de Serbia, que estaba amenazada por el ataque blgaro, y, mas tarde, para mantener una cabeza de puente que podra ser o~ortuna e~ el futuro-, se vieron obligadas a no respetar la neutralidad gnega y a imponer en el poder al hombre de Estado que les ofreca las ga~antas ?es~ables. L?s sentimientos de la poblacin griega no desempenaron mngun papel importante en esos clculos polticos.
d~c1s1on tomada libremente por un Gobierno cuyo jefe, Bratianu, poda
disponer del Parlamento, y desde la muerte del rey Carol, en octubre de 19~4. Y la entronizacin subsiguiente de Fernando. su sobrino, dominaba mcluso a la Corona. . Las condiciones en que se presentaba la consecucin de la unidad nac10nal bastaban _rara fijar la orientacin de esta poltica rumana: Ja derrota de Austna.-Hu~gra podra s~gnificar la liberacin de la poblacin rumana de Trans1lvama, de Bucovma y del Banato-alrededor de tres millo~es de ~omb:~s-. mientras que Ja derrota de Rusia implicara. todo lo mas, la hberac1on de los rumanos de Besarabia. El lugar del Estado rumano .se encontraba, pu~s. al lado de las potencias de la Entente. Es cierto que, para ev1.tarlo, el Gobierno austrohngaro podra pensar en rec?mpensar la neutralidad rumana mediante una cesin territorial en Bucovma Y en el Banato de Tamesvar. y tambin la concesin de un es-
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tatuto de autonoma a los rumanos de Transilvania; Alemania nsisti vivamente, en ocasic nes varias, sobre la urgencia de esas concesiones ; pero los dirigentes de Viena y, sobre todo, de Budapets, se negaron a seguir ese camino. El presidente del Consejo de Hungra, Esteban Tisza, cuya fuerte personali Jad dominaba la poltica exterior de la Doble Monarqua, se opuso en absoluto a esa negociacin con Rumania; todo lo que aceptara sera ceder la parte meridional de Bucovina-y nada ms-, en caso de que Rumania entrara en la guerra al lado de las potencias centrales. La diplomacia de la Entente tena, pues, va libre: nada ms sc:nciUo que prometer a Rumania la anexin-futuro-de vastos territ'.)rios austrohngaros. A pesar de ello, las negociaciones progresan lentamente durante dieciocho meses. Es el estado de la opinin pblica rumana lo que explica esta lentitud? En realidad, la causa debe buscarse solo en Ja situacin militar. El Gobierno rumano no quera intervenir en el conflicto europeo hasta que los ejrcitos de la Entente estaban, en su opinin. en el camino de la victoria. Por eso, durante el verano de 1915-fecha crtica para los ejrcitos rusos-esquiv por completo las invitaciones ms impacientes. En el verano de 191-6. por el contrario, dio muestras de estar dispuesto a entablar negociaciones serias, en el momento en que el ejrcito alemn se vea reducido, en el Somme, a una batalla de desgaste, mientras que Austria-Hungra, a: mismo tiempo, se enfrentaba con una gran ofensiva rusa en Galitzia y Bucovina y, poco ms tarde, con otra italiana en el frente del Isonzo. Las negociaciones se retrasaron todava por el desacuerdo entre el Estado Mayor francs, que quera orientar la accin militar rumana contra Bulgaria, y el Estado Mayor ruso. que prefera impulsarla contra Austria-Hungra. Bratianu fue quien termin con ese desacuerdo: rechaz el plan francs, porque, ante todo, dc:seaba re~olver por las armas la cuestin de Transilvania. El Tratado de Alianza y el Convenio Militar firmados el 17 de agosto de 1916 dio plena satisfaccin a las reivindicaciones rumanas. Cuando el jefo del Ministerio hizo aprobar su poltica por el Consejo de la Corona, el 27 de agosto, extrajo su argumento decisivo de la situacin militar general: "La guerra de desgaste modifica las posibilidades de victoria a favor de los que disponen de res~rvas ms fuertes." Pero el Gobierno rumano, en su deseo de asegurar sobre el p1 pei las condiciones ms ventajosas para .su intervencin, tard demasiado en decidirse: dej pasar el momento en que la situacin militar de las potencias centrales era ms difcil, porque, desde mediados de agosto, estaban detenidas las ofensivas de los ejrcitos ruso e italiano y la ofensiva francesa del Somme perda empuje. El Alto Mando alemn-al que fueron llamados Hindenburg y Ludendorff-iba a poder enviar, desde otros frentes, los refuerzos que necesitaban los austro-hngaros y los blgaros; aquellas divisiones alemanas forzaron los puertos de los Crpatos, en noviembre de 1916, y decidieron la suerte de Rumania, cuyo terrtoro cay. en dos meses, casi enteramente en manos del enemigo.
En todos esos casos, la diplomacia de las potencias beligerantes no tuvo ms que una importancia secundaria: se limit a explotar, ms o menos hbilmente, condiciones que, en Jo esencid. estaban fuera de su alcncc. Los Gobiernos de los Estados que tkcaleron Ja intervencin actuaron casi siempre movidos por causas polfticas: voluntad de satisfacer las aspiraciones nacon1ies, /berwulo a las poblaciones sometidas a la dor:1111:icin extranjc:ra; deseo de reforzar la potencia o el prestigio del Estado e impedir que sobreviniese un:! 1:10dificacin del equilibrio de fu'.!r::"s en ddrimento de csa potencia o de ese rirestigo. Al valorar esas cau:as. a cul es preciso atribuir el papel determinante? A los dirigentes o a la opinin pblicc? Las :n:isas campesinas balcnicas no salan de la pasividad. Solo se poda or b opinin de Jos medios cultos y de la burguesa urbana. Pero en Turqua. ilulgarb y Grecia esos medos no ejercieron ninguna presin inicial; parece ser que fue el Gobierno el que form, mediante su propaganda, las corrientes de opinin que serviran desp;is de puntos de apoyo par~! su poltica. En 1\.umania Ja expresin del sentimiento nacional de esos mismos medios pareca ser ms espontnea. aunque sea dificil la estim:i.c:n de su influencia reaL Excepto en Italia, donde la manifestacin de una opinin popular-la de las poblaciones urban2s-cjerci un impul':o vigoroso. lo esencial fueron los clculos de los hombres de Estado. Ninguna de esas intervenciones produjo resultados decisivos, hasta finales de 1916. en el desarrollo de las operaciones militares. La entrada de Turqua en Ja guerra debilit los recursos de accin del ejrcito ruso. al cerrar el camino por el que ese ejrcito podra haber recibido fcilmente el materal de guerra; pero no oblig a Rusia a pedir la paz, ni siquiera impidi que los ejrcitos dd zar volviesen a pasa~ a lc1 ofensiva en el verano de 1916. La decisin del Gobierno blgaro llev a la ocupacin total del territorio serbio; pero el ejrcito serbio volvi a organizarse en Corf y ocup de nuevo su puesto en los campos de bataUa balcnicos. al lado de los tropas francesas e ingksas del Et'.rcito de Oriente. La campaa del ejrcito rumano, que: haba hecho concebir grandes esperanzas en Jos pases de la Entell!i:, termin en un desastre. La presin ejercida sobre Grecia para obligarla a intc:rvenir persezua solo objetivos limitados: asegurar la "retaguardia" del Ercito de Oriente. La misma inkrvc:ncn italiana, aunque inclinase de manera mucho ms importante el equilibrio de fl'.erzas y aliviara considerablemente la situacin de los ejrcitos rusos du'.ante el verano de 1915. solo obtuvo una victoria, en agosto de 1916-la toma de Gorizia-. y esta victoria no tuvo consecuencias. Pero los compromisos que haban contrado Jos grandes beligerantes con esos recin llegados, para decidirles a intervenir en el conflicto, hipotecaban el porvenir de Ja actividad diplomtica, pues oponan nuevos obstculos al intento de buscar una paz de conveniencia con cualquiera de los Estados enemigos. Las potencias centrales. que planeaban Ja posi-
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bilidad una paz separada con Rusia, S!': ;::ncontraran lastradas, en sus intentos ~;ara conseguirlo, por Ja postura que haban adoptado en los Balcanes, al atraerse a Turqua y a Bulgaria. Los Estados de la Entente haban hecho promesas a Italia y a Rumania, cuyo cumplimiento supondra Ja completa derrota y el desmantelamiento de Austria-Hungra: con ello, restringieron el margen que exista para una posible negociacin. Lo mismo podra decirse de Jos compromisos contrados en cada una de las coaliciones con el fin de definir los objetivos de guerra. En marzo de 1915. Francia y Gran Bretaa. ante demandas de tono imperativo, y cediendo a la presin de su aliada, prometieron a Rusia que, despus de la victoria comn. podra anexionarse Constantinopla, Tracia oriental. las costas europeas del Bsforo y ios Dardanelos, y, asimismo, parte de la orilla asitica; en marzo de 1916. establecieron un plan de reparto de los territorios asiticos del Imperio otomano; en febrero de 1917, Francia prometi a Rusia que le permitira fijar las fronteras occidentales a su gusto, a condicin de que la cuenca hullera del Sarre pasara a poder de Francia y los territorios alemanes de la orilla izquierda del Rin fuesen desgajados del ImperiG para constituir un Estado autnomo y neutralizado. Alemania y Austria-Hungra, cuyos ejrcitos ocupaban desde el otoo de 1915 toda la Polonia rusa. declararon. en noviembre de 1916, que, al final de la guerra, reconstituiran un Estado polaco independiente: esta declaracin tena por objeto obtener una ola de alistamientos voluntarios en la Polonia ocupada; esa esperanza result rpidamente fallida, pero la promesa redujo, todava ms. las posibilidades de una negociacin de paz separada con Rusia. Y Alemania, al pretender conservar vara alta en la Blgica ocupada, se cerr el camino para buscar un contacto diplomtico secreto con Gran Bretaa. A pesar del equilibrio que pareca establecerse en los campos de batalla y de la incapacidad de las dos coaliciones para obtener alguna ventaja, los programas polticos de cada bando seguan siendo expansionistas.
II. EL DEBILITAMIENTO DE LAS INFLUENCIAS EUROPEAS
EN EL MUNDO
Las perspectivas que abra el conflicto a las relaciones entre continentes se perfilaban con ms claridad conforme se prolongaba la guerra. En China, Asia Occidental y Amrica Latina, las posiciones conseguidas, desde haca tiempo. por los europeos en el terreno poltico, econmico, e incluso en el cultural, se resintieron. En Extremo Oriente lo que amenazaba a esos intereses europeos era la competencia japonesa. La accin del Japn se haba dirigido, al principio, solamente contra los intereses alemanes. El 23 de agosto de 1914. el Gobierno nipn declar la guerra; el 7 de noviembre obtuvo la capitulacin de Tsingtao y ocup el Territorio en arriendo de Kiaochew. No pensaba tomar parte en el conflicto entablado entre las grandes potencias
europeas ni tena intencin de enviar a Europa un cuerpo expedicionario. a pesar de que la Prensa francesa, e incluso el Ministro francs de Asuntos Extranjeros, daban por descontado la llegada de esas tropas. Tal postura del Japn ante la guerra europea fue definida clara y pblica mente, el 19 de noviembre de 1914, por el ministro de Asuntos Extranjeros, ban;n Kato. "Si nos hemos visto obligados a combatir contra Alemania, ha sido porque desebamos mantener la paz en el Extremo Oriente. Qu necesidad hay de enviar tropas japonesas a Europa, si no tenemos all intereses directos desde el punto de vista de la seguridad de nuestro pas y de la paz en Oriente?" Pero, para el espritu de los dirigentes nipones, esta paz del Extremo Oriente quera decir que Asia Oriental haba de quedar sometida a la hegemona japonesa. La independencia de China, no solo la econmica, sino tambin la poltica, estaba, por ello, amenazada de modo ms inmediato y acuciante de lo que estuviera nunca por la expansin europea, desde 1895 a 1913. la vez, resultan amenazadas las posiciones conseguidas por las potencias de la Entente, de las que Japn era, aparentemente asociado, por ser beligerante contra Alemania, pero, en el fondo, rival. El alcance de los designios japoneses se puso de manifiesto en enero de 1915, cuando el jefe del Gobierno chino, general Yuan Chi-kai, que, aunque se titulaba presidente de la repblica, ejerca desde el otoo de 1913 la dictadura, recibi una nota diplomtica nipona en la que se formuia ba n veintiuna demandas. El Gobierno nipn, que se haba apoderado del territorio en arriendo alemn, declar que estaba dispuesto a restituirlo a China, al final de la guerra europea, a condicin de recibir un territorio en arriendo en otro punto de la costa. Pero esa restitucin quedaha subordinada a la previa realizacin de toda una se.rie de requisitos. En tres provincias chinas, Feng-tien--es decir, Manchuria meridional-, Shantung y Honn--0 sea, la regin inmediatamente contigua, por el Norte, a Hankeu, el principal centro comercial de la China interior-, Japn reivindicaba ventajas econmicas que le aseguraran zonas de influencia. En Manchuria meridional. donde los japoneses posean, desde 1905, el ferrocarril principal y la mayor parte de los ramales, y donde ocupaba, a ttulo de arriendo, el territorio de Port-Arthur, la duracin de esas concesiones se fijara en noventa aos. en lugar de veinticinco ; adems, los sbditos japoneses, comprendidos los coreanos, podran adquirir tierras y, por consiguiente, practicar una colonizacin. En Shantung, Ja.pn heredara los intereses alemanes, esto es, las ventajas concedidas a Alemania en marzo de 1898-concesin de vas frreas y minas-, fuera del territorio en arriendo; obtendra, tambin, el derecho a construir y explotar nuevos ferrocarriles. En Honn. los yacimientos de mineral de hierro de Han-Yeh-ping, donde participaban ya capitales nipones. seran explotados por una sociedad chinojaponesa (1). Por otra
(1) Sobre los diversos aspectos de estas cuestiones chinas antes de 1914, vanse pgs. 478-480. 51 O y 544.
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parte, el Gobierno chino deba prometer no enajenar o conceder en el futuro cualquier parte de su litoral a una tercera potencia sin el consrntimicnto de Japn; esta precaucin, adoptada contra Jos Estauos europeos. concordaba con Ja proridad otofgada a los japoneses en la provincia de Fukien, situada frente a Formosa. Por ltimo-se trataba de bs demandas reunidas en el quinto apartado de la nota-, el Gobierno chino debera admitir la colaboracin de consejeros japoneses en los o:-gansmos polticos y financieros. as como en el ejrcito; 1:1 flresencta de funcionarios japoneses en los cargos superiores de la Polica ; b ap<;rtura de escudas japones1s. En una palabra, un conjunto d<! e."\igencias que parecan destinadas a preparar un protectorado larl'a.o. No obs!:.i::te, el Gobierno nipn, en bs instrucciones a su embajador en Pekn, conceda, ue momento, que Ja aplicacin del quinto aparta;/o podra ser diferida. Yuan Chi-kai sostuvo Ja discusin paso a paso, y pudo hacerlo porque Je apoyaba la corriente de opiniil; pero qu podra hace;? Y no solo porque no estaba en condiciones de oponer una resistencia armad1 eficaz; tema tambin las consecuencias que traera u;:i conflicto para 1:1 clase de rgimen poltico dd que era beneficiario: el Go!:lierno J'l;:',,n..!s Je amenazah'.l con prestar su apoyo ~ los refugiados polticos chinos que vivan en su territorio y que luchaban contra Ja dictadura. En el fondo, la eficacia de es!a resistencia china dependa, sobre todo. del apoyo que pudiesen ofrecer l:.is grandes potencias. Ese apoyo era la nica esperanza del Gobierno de Pekn. El Gobierno alemn, aunque se encontrat>a en guerra con el Japn, pareca dispuesto a estimuhr las exigencias niponas. El hecho de que les dirigentes japoneses se dedicasen intensamente a los asuntos chinos. no era la ms firme garanta de que continuaran negndose a enviar un cuerpo expedicionario a Europa? Las potencias de la Entente estabW tambin preocupadas por sus problemas inmediatos y no r!doptn b~rn una actitud coherente (los estudios de Mario Toscano lo han den1'1strado bien). El Gobierno francs, empeado en Ja lucha por su existencia, no tena apenas tiempo de ocuparse de esta cuestin de Extremo Oriente; por otra parte, los intereses econmicos de Francia, concen1rados casi exclusivamente en el Sur de China, no estaban directamente amenazados por las veimiuna demandas. El Gobierno ruso mostraba ms inquietud, a causa de sus intereses en la Manchuria septentrional : sobre todo, tema las consecuencias que se desprenderan de las lusulas del quinto apartado. En cuanto a Gran Bretaa, cuya posicin econmica predominante en el mercado chino quedaba directamente amenazada, protest mediante una nota dirigida a Tokio contra la amplitud de las exigencias japonesas; a pesar de ello, el Gabinete, consciente de su impotencia, se guard muy bien de hacerle promesa alguna a Yuan: ni siquiera quiso comprometerse a ofrecer a China, en caso de guerra chinoiaponesa, una ayuda financiera. En realidad, solo Estados Unidos estaban en condiciones de emprender una accin prctica; pero el tono de
la nou que su Gobierno dirigi, el 13 de mayo de 1915. al ,Gobierno nipn. era muy anodino: dicha nota peda al Japn que ren.unc.iase . las clusulas que implicaran un atentado contra la mdependencw, w'.egndud y libertad comercial de Chiua; pero aada que Estados Umdos no abrk;ibn la ntencin de incitar a Yuan a Ja resistencia y que no estaban - celosos del predominio de lapn en Extremo Oriente. Cierto que, a finaies de abril. en conversaciones diplomticas, Ja presin americana se acentu; pero no adopt un tono de amenaza. Es decir, que Yuan no vislumbraba Ja esperanza de obtener el apoyo armado de Estados Unidos. Por eso, cuamlo el 7 de mayo de 1Y15 se hall en presencia de un ullimtum nipn, apoyado por movimeutos de trnpas en Manchuria ) por e! envo de una escuadra ante las costa_s de Ch~a central, se resign a ceder; obtuvo, no obstante, que Ja pon renunciase, por lo men;s provisionalmente, a las demandas del quinto apartado, que eran las ms peligrosas para la independencia china. Ese fue el resultado; dan fe de ello Jos Acuerdos chinojaponeses de 24 de mayo de 1915. Si el Gobierno nipn consinti en renunciar a esa parte de su programa era, sin duda, porque tem~ que, s iba demasiado__lejos, Jos Es-. tados Unidos reaccionaran ms energ1camente. Pero, tambien, porque no haba sdo apoyado por una opinin parlamentaria unfoi~e. Los, ms decididos partidarios d:! una poltica de expansin en Chma se vieron frenados por Ja resistencia de la Di;;ta, en donde el partido dommante --el Sei'yukal-representabu el punto de vista de Jos hombres de negocios estos consid.:rahan superfluo e imprudente el querer imponer a Chi~a, a costa de una guerra, una especie de control administrativo y poltico, cuando era posible obtener, sm guerra, las ventajas econmicas que satisficieran las necesidades esenciales del Japn. En lugar de q~erer precipitar los acontecimientos, no era mejor contentarse con un ex1to incial, ya considerable, y no arriesgarse a que se re10/veran contra el Japn Jos dirgentes chinos? Estas objeciones se haban forrndado claramente durante las sesiones de Ja Dieta. y el proced1m1ento del ultimtum cosech severas crticas. A pesar de todo, el Gabinete envi la nota con:nrnaloria. pero tuvo, parcialmente, en cuent<i las opiniones de la oposic;n. Cmo se establece el balance provisional de esta poltica japonesa? Los Acuerdos de 24 de nrnyo de 1915 abrieron al Japn v<istas perspectivas, sin duda. Pero la medalla tena su reverso. El hecho esencial fue la reaccin nacional que se manifest, por primera . vez. en la opil~i11 pblica china, es decir, entre los intelectuales, estudiantes y comerciantes de las grandes ciudades y de Jos puertos abiertos: la Prensa. cuya campaa era orquestada por los peridicos chinos en kngua rnglesa. vean en la firma de esos Acuerdos una /111mi/laci11 intolerable, Y la Cmara de Comercio china, en un manifiesto, predic la resistencia a la penetracin de Ja rnfluencia nipona que. de tener, xito, llevara ~ 1:1 rui11a nacio11al. Durante algunos meses las Asocmc1011es de comerciantes boicotearon las mercancas japonesas, lo que confirmaba los temores
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japones. por tanto, no estaba seguro dei porvq1!r, tanto ms cu_anto que desconf:ba de la actitud que pudieran tomar; los Estados Unidos. Por eso, la diplomacia nipona intent obtener, por lo menos, el consentimiento de las potencias europeas; lo consigui fcilmente, gracias a las peripecias de la guerra de Europa. En julio de 1916, el <?obierno del zar, que necesitaba mucho que la industria japonesa suministrase a sus tropas armas y municiones y que, despus de las derrotas de_ 1915, se haba visto obligado a trasladar a los frentes europeos las guar111c1ones de los territorios siberianos, accedi a firmar un acuerdo secreto con el Gobierno de Tokio, que estableca una cooperacin en Extremo Orente: Jos dos Estados adoptaran, de comn acuerdo. las medidas que pudieran ser necesarias "para salvaguardar a China de Ja dominacin de una tercera potencia". Era una precaucin que tomaba Japn contra una respuesta ofensiva de Alemania, pues si esta lograse una victoria en Europa querra recobrar el territorio de Kiaocheu; pero tambin contra una posible intervencin de Estados Unidos en los asuntos chinos. En esta colaboracin con Rusia, Ja opinin pblica japonesa encontr. pues. un importante apoyo para Ja realizacin de sus proyectos en China. En febrero y en marzo de 1917, Gran Bretaa y franela dieron a su vez pruebas de buena voluntad; con la esperanza de recibir el apoyo de los navos de guerra japoneses para proseguir su lucha contr~ la guerra su?marina alemana, las dos potencias occidentales prometieron al Gobierno nipn que, en el momento de Ja conferencia de paz. apoyaran las reivindicaciones japonesas sobre los archipilagos alemanes del sur del Pacfico y sobre los derechos e intereses alemanes en Shantung. ~qu tambin estamos en presencia de una garanta que conservaban los Japoneses contra una posible presin americana. En resumen: bajo el peso de las necesidades que les impona la gu<.:rra europea, las tres potencias de Ja Entente contrajeron compromisos cuyo ms claro resultado consista en estorbar Ja resistencia que podra oponer Estados Unidos al predominio japons en Extremo Oriente. En el Oriente prximo, donde la poltica alemana. tan activa antes de 1914, estaba ahora paralizada y donde Estados Unidos no tenan en tal poca ms que mediocres intereses econmcos o financi<::r?s: eran an las potencias de la Entente las que tomaban importantes m1ciat1vas para el porvenir. Sus decisiones polticas estaban determinadas p?r dos planes: el deseo de paralizar al Gobierno otoma~~ que. con~e:t~do en aliado de las potencias centrales, estaba en cond1c1ones de dmgir una accin militar, bien contra el Canal de Suez y Egipto, bien contra Rusia, en Ja frontera del Cucaso; Ja necesidad de establecer, a travs del territorio persa, una va de comunicacin por la que pudiesen transportarse los suministros de guerra destinados a los ej_:citos rusos. ~u rante el perodo invernal, cuando los convoyes mant1mos no podian alcanzar Jos puertos del norte de Rusia: Arkngel y Murmansk.
La preoc1pacin inmediata era favorecer la rebelin de las nacionalidades contrn 1a dominacin otomana. Mientras que la poltica rusa traba jaba en las regiones habitadas por armenios, la britnica utilizaba el nacionalismo rabe, que haba dado seales de vida a partir de 1840, y en 1904 se, haba manifestado con caracteres ms definidos. En 1913, el Alto Comisario ingls en Egipto-Lord Kitchener-se haba puesto ya en contacto con los jefes de ese movimiento. En marzo de 1915, el Gobierno ingls comenz a estudiar la formacin de una unidad poltica musulmana que sera independiente del sultn y tendra como ncleo las ciudades santas del Islam. Las negociaciones secretas entabladas en julio de 1915 con el jerife de La Meca, Hussein. tenan por objeto fijar la extensin de ese Estado, que llegara, por el Este, hasta el golfo Prsico, englobando Mesopotamia y Siria interior, pero no la zona del litoral que va desde Beyruth a Alejandreta. La declaracin de independencia hecha por Hussein en mayo de 1916 tuvo un alcance muy diferent~ al de las hostilidades entabladas entre turcos y rabes en torno a las ciudades santas. Si la unidad del Islam se rompiese, las potencias de la Entente obtendran una importante ventaja. En Persia, donde Gran Bretaa y Rusia haban impuesto su influencia econmica, financiera y poltica (1) desde 1907, la entrada del Gobierno otomano en la guerra anim la oposicin nacional que intentaba resistir a esta penetracin de los europeos. En la Asamblea Legislativa, numerosos diputados "demcratas" no ocultaban su deseo de hacer causa comn con los turcos y, por tanto, con Alemania. Para conjurar ese peligro las tropas rusas marcharon contra Tehern en el verano de 1915, y pusieron bajo su directo control el Gobierno del sah, mientras los jefes nacionalistas, que se haban refugiado en la inmediata proximidad de la frontera turca, establecan all un Gobierno provisional. Hasta casi dos aos despus, toda la parte central del territorio persa estuvo expuesto a los golpes de mano de los nacionalistas y de sus aliados turcos. La dominacin de las potencias de la Entente en Persia solo se asegur en la primavera de 1917, mediante la accin de las tropas britnicas conjugada con la de las rusas: pero la revolucin rusa comprometera pronto aquel resultado. En realidad, esa poltica de la Entente. adaptada a las necesidades inmediatas, sembraba vientos que prepararan tormentas venideras: el impulso dado por Gran Bretaa al movimiento rabe se volvera, en 1919-1920, contra los intereses europeos, y el nacionalismo iraniano se vera reforzado por la ocupacin extranjera. En Amrica latina fue donde esas repercusiones de la guerra europea se dejaron sentir ms, sobre todo en el aspecto econmico y financiero. Todos los Estados suramericanos desarrollaban sus exportaciones gracias a los pedidos que, de manera creciente, hacan los compradores europeos.
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En. Argentina, la gran proveedora de Europa Occidental por lo que se refo~re a ~me'. cereales y lana en bruto, el valor de esas exporuciones paso de 50_ millones de pesos oro (cifra del ltimo ao normal antes de la gue'.ra) a 900 ~illunes en 1918-1919. Pero las mportaciont:s de procedencia euro~ea d1smm~yero: rpidamente, pues Gran Bretaa y Francia .. a causa o.: 1~ movilizacin industnal y Ja penuria de transportes mantunos, no pod1an exportar carbn, prodU1:1os textiles y metalrgicos, m4u1~as Y r:iatenales de ~onstruccin c::n cantidad suficiente. Dejaban tamo11::n de orrecer sus capitales; capltaks que afluyendo a ritmo crec1e.nte desde 1910 hasta 1913, haban impulsado la vida econmica de Jos paises launoamencanos (lJ. Los Esados Unidos conquistaban, en parte, el lugar que ocupaban hasta entonces los europeos en aquellos mercados. El. volumen de su comercio extenor con Amrica del Sur pas de 814 r.Hl~or:es en 19 l ~ . 2.332 millones en 1919. Argentma, por ejemplo, en el pcnooo 191 l-19u, comprn~a a Gran Bretaa ms del 30 por 100 de sus m1porlac1ones Y solo ~I _D por ~00 a Estados Unidos; en el perodo 191 ~-1919, el porcentaJe m~les baj hasta el 23 por 100, mientras que el de faudos . Un_idos alcanzo un 35 por !OO. El Gobierno argentino, por no_ po.d.;r dmg1rse al mercado de Londres, colocaba s,us emprstitos c;,n los Esta?os Umdo~, Bolivia y las grandes ciudades chilenas 0 colombianas s1gu1eron ese ejemplo. Poda no tenerse en cuenta el esfuerzo realizado por las gr~ndes ?ancas de Nue_va York? La fl.atlo11a/ City Bank, a partlf de 191.), abno agencias en Jluenos Aires, tvfontevideo, Ro de Jane1ro, Sao Paulo. Bahia y Ca.racas. La Guwamy Trust ocup posiciones en Argentma, y la Mercam1/e Ba11k estableci filiales en Peni y Venezuela. En Amrica _Central, los Estados Unidos no se contentaron cun aorov~char _las ocas10~e.s favorables. para su influencia econmica y fi~an c1era, s1_no que utilizaban las circunstancias para ejercer, gracias a esa 1.1~luenc1a, una presin poltica. En la guerra civil que estall en Mjico en 1913 Gran Bretaa haba prestado. su apoyo _al presidente Huerta, que favoreca los intereses Petroleros I?gleses, mientras que los Estados Unidos apoyaron al Gobie;no msurrecc1~n~l -~e Carranza; la poltica del presidente Wilson llev a ir.iponer la d1m1s1on de Huerta, en julio de 1914, mediante una intervencin armada (2). Pero Carranza, desde que ocup el poder, en septiembre de 1.914, tuv~ que en~rentarse con la rebelin; el jefe principal de los movimientos 1~surrecc1onales, el general Villa, reprochaba al presidente su complacencia ante_ los mtereses econmicos y financieros "extraneros", es ?eclf, l~s de los ClliL<:danos de los Estados Unidos. Esta nueva guerra c1v1l paraliz la explot~c~ de los yacimientos mineros y petrolferos. Para termmar con tal situacin, el presidente Wilson envi, en Ja primavera de 1916. un cuerpo ex;iedicionario de 15.000 hombres al mando
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del general Persh1ng. con la misin de capturnr a Villa. El msmo Carranza protest, pues perdera toda la fuerza moral ante Jos mejicanos si aceptase esa int1~nenc1n extranjera. Aunque el cuerpo expedicionario se mantuvo durante cerca de un ao en territorio mejicano, Ja presin que ej..:rci el Gobierno de los Estados Unidos fue intil. En el fondo. con lo que chocaba esa poltica era con la resistencia del sentimiento nacional m..:jicano. Cmo acabar con l? En el Congreso, el senador Falk. portavoz de los grandes intereses petroleros, pide la ocupacin completa de Mjico. Pero eso sera iniciar una guerra: posibilidad peligrosa en el momento en que los Estados Unidos tenan que vigilar los acontc:cm1entos de Europa. En la Repblica de Haiti las grandes Bancas neoyorquinas haban invertido, en el perodo de 191 O a 1914. importantes capitales, segn los mtodos de la diplomacia del dlar (l); pero los europeos posean tambin inversiones de importancia, porque los emprstitos haitianos haban sido emitidos. en su totalidad, en Pars. Londres o Berln. El presidente Wilson ;a haba pensado, en junio de 1914. establecer una esfera de influencia para cerrar el paso a posibles intentos mgleses o alemanes. La guerra europea dejaba el campo libre a esta poltica. El proyecto de Convenio financiero que estableci el Gobierno de Washington prevea la inspeccin de los Estados Unidos sobre la poltica aduanera y la percepcin de Jos derechos de aduanas. En septiembre de 1915, e1. Gobierno haitiano se resign a aceptar. Mientras tanto, con ocasin de; revueltas revolucionarias en Ja isla. un cuerpo de desembarco. enva de por los Estados Unidos. ocup la capital. El Convenio de 16 de seryf:;mbre de 1915 aadi a las clusulas del proyecto primitivo otras ::ulaciones los ingerelat1\'as al desarrollo econmico y a Ja intervencin polf'.' nieros americanos seran los que dirigiesen el aprovechar: .~':o de !os recursos naturales. y los oficiales americanos los que orgar .- ~<in la polica. Confera a Estados U nidos el derecho de intervencin, ;>: el fin de mantener la independencia de la Repblica de Hait y asec:<.;,r en ella la existencia de un Gobierno capaz de "proteger Ja vida, la .-,)piedad y la libertad individual'', tanto de Jos nacionales como de los extranjeros. Se trataba de un cuasiprotectorado. Woodrow Wiison. aunque haba declarado. en octubre de 1913, que la poltica exterior determinada por la preocupacin de proteger intereses materiales era peligrosa, continuaba, segn se ha visto, practicando la diplomacia dt'/ dlar en aquella zona del mar de las Antillas, donde ios Estados Unidos tenan intereses polticos y estratgicos preponderantes y se proponan eliminar las influencias financieras europeas. Pero todo esto no es ms que un aspecto de la cuestin y, sin duda, no el ms importan:.!. Lo que ms importa es el impulso que daba la
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guerra europea a toda Ja vida econmica de los Estados Unidos a partir del otoo de 1914. Las exportaciones, que haban alcanzado en l 914 un volumen de 2.329 millones de dlares. pasaron en 1915 a 2.716 y en 19 l 6 a 4.2 72. El saldo favorable de la balanza comercial, que haba sido ele 435 millones de dlares en 1914, fue de 1.042 en 1915, ele 2.674 en 1916. Esta afluencia de compras ocasion un considerable aumento ele la produccin industrial y el incremento de la superficie cultivada de cereales. al mismo tiempo que el alza de los precios. La produccin de trigo, por ejemplo, pas de 763 millones de unidades ("boisseaux") en 1914. a 1.025 en 1915. y el precio de 89 centavos la unidad. a l dlar 66 centavos. La produccin de acero se multiplic por dos casi de 1914 a 1917; la del petrleo aument en un 27 por 100. La renta nacional, evaluada en 33.200 millones de dlares en 1914. alcanz en 1916 los 45.400 millones: un aumento de ms de 12.000 millones en dos aos, cuando durante Jos cuatro aos anteriores a la guerra el incremento no haba llegado a los 5.000 millones Era un boom sin precedente, cuyos efectos se dejaban sentir no solo en la industria metalrgica (la venta de material de guerra slo repr~senta el 28 por 100 de las exportaciones destinadas a Francia y Gran Bretaa), sino tambin en la produccin de materias primas y artculos alimenticios. De esta manera comenz la elecadencia de la importancia ele Europa en el mundo. Era un hecho cuya trascendencia no escapaba a los medios econmicos y polticos de Tokio y Nueva York. Pero pas casi inadvertido en Europa, donde toda Ja atencin, incluso la de los neutrales que quedaban, se enfoc hacia las peripecias de la lucha.
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A finales de 1916, despus de dos aos y medio de guerra. el esfuerzo militar comenz a debilitarse en Jos dos grupos de Estados que combatan entre s. Al mismo tiempo se agravaban las dificultades econmicas: Ja crisis de abastecimientos de productos alimenticios y de materias primas era aguda. desde Juego. en Alemania. sobre todo, aunque la conquista de los territorios rumanos trajo consigo, en noviembre, Ja posibilidad de algn alivio; pero aquejaba tambin a la poblacin de las ciudades rusas y se manifestaba inciuso en Francia y Gran Bretaa, que, aunque indudablemente tenan Ja ventaja de poder importar por va martima. no podan aprovecharla plenamente, a causa del desequilibrio de los cambios y la insuficiencia de tonelaje disponible para los transportes a travs del Atlntico. La crisis de abastecimientos acentu en todas partes el alza de precios, que la inflacin monetaria haba hecho ya inevitable; en todas partes, tambin, el alza media de salarios resultaba muy inferior a esa subida de precios.
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Eso era lo que poda promover en el proletariado un movimiento de p:otesta social y desbaratar la consigna de la unidad sagrada. La pasividad de la Oficina Socialista Internacional, que haba demostrado su impotencia para mantener la doctrina de la Internacional en agosto de 1914 (l), suscit, a partir de la primavera de 1915, en todos los Estados beligerantes, las crticas e iniciativas de grupos socialistas reducidos, resueltos a colocar la solidaridad de la clase obrera por encima del deber nac10naL Estos gru~os coordina~on su actividad en dos conferencias que se ce~ebraron en Su~za, la de Z1mmerwald, en septiembre de 1915, y Ja de K1enthal. ~n abnl d~ 191_6. La Comisin internacional que se form en Be_rna, bajo la pres_idenc_1a de un suizo, pero dominada por la in fluencia de los revoluc1onanos rusos emigrados, sobre todo por la de Lenin. record a la clase obrera su deber en un llamamiento a los pro/eta nos de Europa: rehusar ponerse "al servicio de las clases poseedoras"; "_vo!;er la~ arma~, no contra. sus hermanos, sino contra el enemigo in te nor ; obligar ast a los Gobiernos a concertar la paz "sin anexiones ni indemnizaciones de guerra". Es cierto que esta doctrina no encontr en los obreros el eco suficiente para que tuvieran que inquietarse Jos Go biernos ; pero poda encontrar terreno abonado en poblaciones a las que la aparente inutilidad de los esfuerzos y sacrificios realizados, Jos sufrimientos ~ateriah:s _Y morales sufridos y la perspectiva de tener que volver a realizar y sufnr unos y otros por tiempo indefinido empezaban a cansar. Fue en aquellos momentos de incertidumbre cuando, por primera vez, se hizo pblico un ofrecimiento de paz. No era fortuita la coincidencia: cuando el Gobierno alemn y el austro-hngaro, en su nota del 12 de diciembre de 1916, propusieron a sus adversarios una neoociacin, cuyas bases olvidan indicar, estaban muy lejos de tener en ;u en ta e!e cansancio de los pueblos y no abrigaban la intencin de abrir Ja ill . puerta a un compromiso; quenan, sencillamente, mejorar su situacin moral ante los neutrales, sobre todo ante Estados Unidos. Pero la iniciativa austroalemana adquiri de pronto importancia, debido a que. ocho das. ms tar~e. tuvo lugar una nueva propuesta de paz, hecha por el presidente W1lson. El neutral ms poderoso invitaba a los beligerantes a hacer pblicos sus objetivos de guerra. Las potencias de la Emente decidieron publicar su respuesta. En la nota de 10 de enero de 1917, despus, de una laboriosa redaccin en la que las frmulas vagas no siempre conseguan disimular la divergencia de opiniones, no se contentaron con pedir la evacuacin de los territorios invadidos y la reparacin de los daos causados; anunciaron su deseo de liberar de la dominacin otomana a las nacionalidades no turcas, de modificar el mapa de Europa central, liberando de I::i domi( I} Vase: pg. 627.
nacin extranjera a los alsacianos y loreneses, rumanos, italianos, checos. eslovacos y yugoslavos, y restaurando un Estado polaco, sin que en la nota se definiesen, por lo dems, las caractersticas de ese Estado. Se guardaba silenco, claro est, acerca de Jos acuerdos secretos concertados con el fin de repartirse los futuros despojos del Imperio otomano (l ). El Gobierno aiemn no accedi a la pblica manifestacin de sus condiciones de paz y se limit a darlas a conocer al presidente de los Esta dos Unidos. Aceptara evacuar Blgica, pero con Ja condicin de obtener especiales garantas: ocupacin de las fortalezas de Lieja y Namur, in tervencin de los ferrocarriles y prohibicin al Estado belga de conservar su ejrcito; reclamaba que Francia le cediese Ja cuenca de mineral de hierro de Lorena; sobre todo, quera obtener una expansin territorial hacia el Este, ms all de Polonia, que sera englobada en el sistema austro-alemn. Ninguno de los Gobiernos beligerantes admiti, pues, la sugerencia americana. Quiere esto decir que los Gobiernos no conociesen la fatiga de los pueblos? Sin duda, no. Pero esa fatiga no les pareca an Jo bastante grande para debilitar seriamente el esfuerzo de guerra. En los dos bandos los Estados Mayores, a pesar de las decepciones acumuladas, con servaban la esperanza de lograr resultados decisivos durante los prximos meses. La Entente. gracias a la reserva de hombres que posea Rusia y a la adopcin del servicio militar obligatorio en Gran Bretaa, poda aumentar el nmero de sus divisiones de infantera. Por eso se hallaba en condiciones de emprender, en febrero y marzo de 1917, ofensivas generales cuyo plan haba sido diseado en la Conferencia inter;;Jiada de Chantilly en noviembre de 1916. Las potencias centrales eran conscen tes de que, por tierra, no podan aspirar a la victoria; pero crean poder asestar el golpe decisivo mediante la guerra submarina: esta guerra, realizada con medios poderosos (la flota submarina alemana, que constaba de 30 unidades en 1915, tena ahora 154) y con procedimientos implacables, permitira paralizar los transportes de vveres y materias primas a Gran Bretaa, condenando as a la poblacin al paro parcial y, ms tarde, al hambre; en seis meses, segn los tcnicos, los ingleses llegaran al lmite de sus fuerzas y pediran la paz. En el momento en que apareci el cansancio, la imaginacin sedujo a los dirigentes; esa imaginacin impidi escuchar las objeciones de los que, en Pars no crean en la eficacia del nuevo plan ofensivo, o de la que, en Berln, discutan las afirmaciones categricas de los tcnicos militares y na vales.
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CAPITULO III
BIBUOGRA...FIA Sobre poltica exterior de los beligerantes.-Adems de Potemklne (citado anteriormente) vid. A. PINGAUD: Histoire dip/omatiq11e de la France penda111 la guerre, Pars, 1935 1945, 3 volmenes. No siendo posible dar una lista de los testmonios, conviene recordar algunos de ellos; R. PotNCAR: A u sen-ice de la Fra11ce. Neuf a1111es de So111e11irs. Paris, 11 vols .. 1925 y sigs.-T11. voN BETIIMANN-H o L L w EG: Betrachtunge11 ;.um Woltkriege. Berln, 1919-22, 2 volmenes.-ED. GREY (Sir): Twe11ty-fi1e Years. Londres, 1924. Las biografas de Wilson por R. S. BAKER: Woodrow Wilso11. Lile a11d Letters. Nueva York, 1931. 4 vols.; y de Briand. por G. SUAREZ. Pars, 1941-55, 5 vols., son interesantes.
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Sobre la cuestin belga.-H. PIRENNE: La Ik.lgique et la guerre mondia/c. Pars, 1928.-J. WULLUS-RUDIGER: La Belgique et la crise europeenne. Villcneuve-Sur-Lot, 1944.-El general VAN VERSTREATEN ha publicado los Carnets de guerrc d'A/bert fer. Bruselas, l923. Sobre la cuestin de Ext re m o Oriente.-P. RENOUVIN: La q11est1011 d'Extrmc-Orient, 1840-1940, Pars. 3 ed. 1953.- T11. LA FARGUE: China and the wor/d war, Stanford Univ., 1937.-T. Y. L1: Woodrow Wilsn11.< China poln. 1913 - 1917, Nueva York, 1952.-M. TOSCANO: Guerra diplomatica in Extre1110 Oriente, I trattatr della Fent1111 domande. l\liln, 1950, 2 vols. (importanie) Sobre los, fines de guerra de los beligerantes.- FR. CHARLES Roux: La paix des Empires cerrtraux, Pars, 1947.-H. W. GATZKE: Germany's dril'e to tire West. A st11dy of Germany's western war aims during tire first world war. Baltimore, 1950.-H. N. HOWARD: The partit/on of Turkey. A dip/omatic history, 1919-23, Norman 193 l.-J. KERNER: Russia, tire Straits and Constantinnple, en J. of Modern l!istory. 1929, pgs. 400-415.-P RENOUVJN: Constantinop/e et les Dtroits. en R. de Droit international, 1930, pginas 578-591.-M. TOSCANO: G/i accordi di San Giovanni di i\1orienna. Miln, 1936. Sobre los neutrales.-R. OLIVAR BERTRAND: Re perc11sio11es. en Espo1ia, de la Pri111era Guerra Mu11dial, en Cuadernos de historia diplomtica. Tomo III. pgs. 3-51. Zaragoza. 1956.A. VANDENDORSCII: Dhtch Foreign Policv since 1815. A St11dv nf Small po~ier politics. L1 Haya, 1959.-RcHTI: Gesclrchte der Sclrwei:. wahrend d. Weltkric;cs. Berna, 1928.
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Sobre la intervencin de Italia.e. GALLI: ll Ministro di San Gi11liano e la po/itica estera ita/ia11a all'inizio della prima guerra mondiaie, en la N. Riv. Storica. mavo 1955.-M. TosCANO; ]/ patio di L11dra. Storia diplo11wtica del/'i111ene11to ita/ia110, 19141915, Bolonia, 1934; y del mismo: La Serbia e /'i11tenento i11 g11erra del/' Italia. Miln. 1939.--G. VOLPE: JI popo/o italiano Ira la pace e la guerra, 1914-1915, "l\filn, 1940. Sobre las cuestiones balcnicas.N. CoSMIN: L' Ente11te et la Grece pendanr la grande g11erre. Pars, 1926, 2 vols.-N FRANGULIS: La Gri:ce et la crise mondia/c. Pars, 1926. 2 vol.G. JASCIIKE: Der Turansmus der Irmgtiirken. Zur osmonischen A usscrrpolitik im Weltkriege, Leipzig, 1941.C. MllLMANN: Dos dcutsch-liirkisclre Woff.e11bii11d11is im Weltkriege, Leipzig. 1940.-F. N0Tov1c: Diplomaticeskma barba 1 gody perioj mirol'oi rninv (La lucha diplomtica durante los primeros aos de la guerra mundial), Mosc. 1947.
En el momento en que los sntomas de Ja fatiga moral se agravaban en todos los pases beligerantes; en el mismo momento en que la crisis interior de Rusia tomaba una cariz revolucionario y provocaba Ja cada del rgimen zarista el 15 de marzo de 1917, las condiciones generales de la lucha se vieron modificadas por la entrada de Estados Unidos er. la guerra. En enero de 1917, el presidente Wilson-reeligi algunas se manas antes, despus de una campaa electoral que haba realizado pbre la base del mantenimiento de Ja neutralidad americana-afirm, en un mensaje al Senado, su deseo de ver finalizar la guerra europa con una paz sin victoria; haba dicho a su confidente, el coronel House, que el pueblo americano no deseaba entrar en Ja guerra a ningn precio, y que la intervencin de los Estados Unidos sera un crimen contra la civilizacin. Sin embargo, a principios de febrero de 1917 rompi sus relacio nes diplomticas con Alemania; a principios de abril pidi al Congreso que votase a favor de la declaracin de guerra, que fue aprobada por la gran mayora de los representantes y senadores y acogida con entu siasmo por la masa de Ja opinin pblica. Cules fueron las causas inmediatas y profundas de esta intervencin? Qu repercusin iba a tener, no solo en la guerra europea, sino tambin en las relaciones internacionales del mundo entero?
l. LAS CAUSAS DE LA INTERVENCION
Es fcil describir el cambio repentino que se oper en los dirigentes y en la opinin pblica de los Estados Unidos en febrero y marzo de 1917. El 31 de enero de 1917, ocho das despus de la declaracin "neutralista" que haba hecho ante el Senado, el presidente Wilson recibi una nota del Gobierno alemn, declarando en situacin de bloqueo las cos tas de las Islas Britnicas y de Francia y anunciando que, en el mar del Norte, canal de la Mancha, mar de Irlanda y Mediterrneo occidental, los navos neutrales navegaran por su cuenta y riesgo. La guerra submarina iniciada en 1915, pero suspendida, de hecho, desde mayo de 1916, para no daar los intereses americanos, iba a reanudar su actividad y a desarrollarse sin restricciones. El presidente Wilson replic con Ja ruptura de relaciones diplomticas. Pero confiaba en que tal decisin bastara para devolver la razn a Alemania; hizo saber a sus ntimos que "no dejar que la ruptura diplo695
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mtica lleve a la guerra, por pocas posibilidades que existan de evitarlo": solo en el caso de que la amenaza alemana fuera seguida por actos injustos y deliberados, se decidira a defender por medio de las armas la libertad de los mares. Segn las apar'iencias. lo que quera, por tanto, era esperar que un barco americano fuese torpedeado por un submarino alemn, en tales condiciones, que quedara de manifiesto la responsabilidad de Alemania. Sin embargo, Wilson se vio en seguida obligado a ir ms all de la simple presin diplomtica y a adoptar una actitud de neutralidad armada. Las circunstancias econmicas le impulsaron a ello: la primera reaccin de los armadores americanos ante los riesgos que implicaba la proclamacin de la guerra submarina a ultranza. fue interrumpir la navegacin por las zonas bloqueadas; dicha decisin paraliz en gran parte las exportaciones destinadas a Francia y Gran Bretaa y provoc una congestin econmica en los puertos americanos del Atlntco, atestados de mercancas que los navos mercantes no cargaban ya. Para remediar esa situacin y animar a los armadores para que reanudasen sus actividades apareci la necesidad de dotar a los barcos mercantes con medios de defensa contra el ataque de los submarinos. Lo que se planteaba, pues, era la cuestin del armamento de los barcos mercantes americanos. El 26 de febrero, el presidente anunci al Congreso la necesidad de tomar esa decisin. El 12 de marzo, una resolucin presidencial permita a la flota mercante llevar caones. De all en adelante, un da u otro, poda entablarse un combate en el Atlntico entre uno de aquellos barcos armados y algn submarino alemn. Para evitar ese riesgo sera necesario que el Gobierno alemn ordenase no atacar a esos barcos. Pero eso sera renunciar a la guerra submarina. Posibilidad inadmisible, dijo Guillermo II: "Si Wilson quiere la guerra, dejadle hacer y dejad que la tenga." El 19 de marzo, el vapor iil Vigilentia fue hundido con su tripulacin; el 20, el presidente se encontraba decidido a la intervencin armada y convoc una sesin extr:iordinaria del Congreso, que vot por la declaracin de guerra el 2 de abril. Si nos atenemos a esos simples hechos, la evolucin de Estados Unidos. desde la neutralidad a la intervencin, fue directamente determinada por la estrategia alemana de guerra submarina a ultranza. El presidente Wilson fij su lnea de conducta desde que le fue notificada la declaracin alemana ; a pesar de ello. quiso facilitar al adversario la posibilidad de una retirada, por poco verosmil que esa retirada pudiera ser; pero cuando la amenaza alemana se convirti en actos, Wilson fue consecuente consigo mismo. Esta es la interpretacin que parece imponerse. Es, sin embargo, suficiente? Esa interpretacin deja de examinar las causas profundas que orientaban la accin del presidente. Qu .importancia es necesario asignar a las demandas de los intereses materiales y a las corrientes de] espritu pblico? Para intentar responder esa pregunta esencial, hace falta remontarse a una poca bastante distante de b
cns1s final: cmo haban evolucionado los intereses y los sentimientos de la poblacin de los Estados Unidos durante 1915 y 1916, y cmo practic el Gobierno Ja neutralidad? El papei de proveedor de Gran Bretaa y de Francia, desempeado por Estados Unidos desde octubre de 1914, fue una fuente de gran prosperidad para los industriales, para los productores agrcolas y para el comercio de exportacin (1). Ahora bien: la cuestin de las relaciones comerciales internacionales estaba relacionada con la de la libertad de los mares y con la de la financiacin de las exportaciones, es decir: con la misma concepcin de la neutralidad. El bloqueo decidido por Gran Bretaa y Francia priv :::J comerc10 de exportacin americano de los beneficios' suplementarios que podra realizar si fuese el provedor no solo de las potencias de la Entente, sino tambin de Alemania. La guerra submarina emprendida por Alemania a ttulo de represalia lesionaba los intereses de ios exportadores ms directamente todava y, sobre todo, ocasionaba, adems de daos materiales. prdidas de vidas humanas. En uno y otro caso, los Estados Unidos. campen de Jos derechos de los neutrales, no adoptaron la misma actitud. Contra el bloqueo se limitaron a protestar mediante disertaciones jurdicas que el embajador britnico reco,nendaba a su Gobierno no tomar demasiado en serio. Contra el torpedea J1iento, cuando este alcanz a vapores en los que haba americanos-147 vctimas en el naufragio del Lusitania. en mayo de 1915-, la protesta adquiri una cariz amenazador, pero esas amenazas no pasaron de las palabras. Fue imparcial la neutralidad de los Estados Unidos en la cuestin de la libertad de los mares? No, segn el Gobierno alemn, puesto que la diplomacia americana se mostraba ms severa hacia las potencias centrales que hacia Gran Bretaa y Francia. Pero al Gobierno americano le era fcil responder que se limitaba a adecuar su actitud a la misma gravedad de los daos sufridos. En realidad, Estados Unidos podra ejercer una presin ms seria sobre Gran Bretaa y Francia, amenazndolas con embargar las exportaciones. Pero ese embargo poda privar a los productores y comerciantes americanos de Jos beneficios excepcionales que conseguan gracias a la guerra europea. El Gobierno de Washington, por ello, se guard mucho de realizar ese embargo, mientras que exiga a Alemania que abandonase parcialmente la guerra submarina. De hecho, obtuvo satisfaccin, pues la nota alemana de 4 de mayo de 1916 prometa que los submarinos no hundii:an ningn barco mercante sin previo aviso y sin poner antes a salvo a tripulacin y pasajeros. Al decidir, el 31 de enero de 1917. la vuelta a la guerra submarina
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mesa. Em un atentado a los intereses americanos. sin duda; pero lo era ms an al prestigio de los Estados Unidos. El problema de la financiacin de las exportaciones trajo otras consecuencias no menos importantes. Para pagar sus compras, Gran Bretaa y Francia necesitaban la ayuda financiera de su proveedor. El Gobierno americano, al principio. en agosto de 1914, consider que la concesin de crditos a los beligerantes sera incompatible con 1111 ierdadero espritu de neutralidad. En octubre de 1914, sin embargo. abandon tal doctrina, porque se dio cuenta de que si los europeos se vean obligados a pagar al contado, tendran muy pronto que dejar de comprar (l). Las I3a neas recibieron entonces. primero oficiosa mente, oficia !mente despus. la autorizacin de abrir crditos a los Gobiernos extranjeros para el pago de deudas comerciales. El principal agente de esas transacciones fue la Banca Margan: los pedidos franceses C' ingleses se remitan. en una proporcin del 85 por 100, a esa Ilanca, que ics distribua entre los productores y, al mismo tiempo, ?roporcionaba los crditos necesarios para el pago. Como contrapartida de esa apertura de crditos. los Gobiernos francs e ingls entregaban a la Banca, a ttulo de gara11ta, valores americanos en poder hasta entonces de ciudadanos de esos Gobiernos. Ese mtodo de financiacin lleg a ser muy pronto insuficiente, porque a los Estados de la Entente les era cada vez ms difci1 proporcionar garantas. Por eso, el presidente Wilson autoriz. en octubre de 1915, la emisin de un emprstito francoingls de 500 millones de dlares en el mercado americano. Desde noviembre de 1914 hasta noviembre de 1916, los Estados de la Entente recibieron en total, en forma ele crdito o como fruto de la suscripcin del emprstito, l .929 millones de dlares. mientras que Alemania recibi todo lo ms 5 millones. Los alemanes dijeron que era otra "tergiversacin" de la neutralidad. En realidad, esa ayuda financiera era simplemente la consecuencia de la situacin econmica: cmo mantener el boom sin la concesin de crditos bancarios a los beligerantes y sin la autorizacin de emitir. en el mercado americano. emprstitos extranjeros? Se trataba de una business necessity, como deca Ja First National Bank. La neutralidad no impidi, pues, a los Estados Unidos establecer de hecho relaciones financieras con una de las coaliciones beligerantes, ni poporcionar a los Estados de la Entente Jos recursos que permitan a stos librarse de las dificultades econmicas que conoca Alemania. Estaban determinadas por una preferencia sentimental las ventajas concedidas a las potencias de la Entente? Dicha preferencia se daba, sin duda, en gran parte de los intelectuales, en los polticos, sobre todo en Nueva Inglaterra y Nueva York, y en los medios de los hombres de negocios del Este. donde siempre fueron fre(l)
cuentes los contacjos con Europa. En esas regiones era tambin donde se hallaban concentradas las grandes organizaciones bancarias y comerciales. Los mviles de esa conducta consistiran en: parentesco angloamericano ; conciencia de la solidaridad de hecho que una al Viejo Mundo con el Nuevo; temor de una hegemona alemana en el continente ; desconfianza hacia el militarismo alemn ; deseo de ver salvaguardados los principios polticos liberales y democrticos con que decan identificarse los Estados de Europa Occidental. La prevencin que sentan esos medios hacia Alemania, que aument en agosto de 1914, por la violacin de la neutralidad belga (1), se intensific ms an en el verano de 1915, por los procedimientos de la guerra submarina y los atentados a las vidas de los neutrales. Pero de esa simpata solo se beneficiaban Gran Bretaa y Francia, no la autocrtica Rusia. A esas tendencias se opona la tenaz resistencia de ciertos grupos que slo constituan una minora numrica, pero que daban muestras de ~a fuerte cohesin moral : los germanoamericanos-cuatro millones, por lo menos-, que estaban establecidos, sobre todo, en la regin de los Grandes Lagos; los irlandeses-ms de cuatro millones-, que consideraban desastrosa una victoria de Gran Bretaa; los recientes emigrados procedentes de Europa oriental, polacos o judos, vctimas del nacionalismo ruso y del rgimen zarista, y, en fin, determinados grupos catlicos. Sin embargo, aunque la posibilidad de intervencin de los Estados Unidos en la guerra europea contaba con activos partidarios, y con adversarios decididos, la gran masa de la poblacin, tanto en el Centro como en el Sur y en el Oeste, mantena, ante las querellas europeas. la desconfianza o la reserva que los fundadores de la Unin americana haban aconsejado. "No cabe duda--1ldverta el embajador de Gran Bretaa en abril de 1915--de que la gran mayora del pueblo est profundamente desepsa de no verse mezclada en la guerra europea." Y el coronel House escriba: "El novent por ciento de los americanos se oponen a una intervencin armada." En los medios gubernamentales las tendencias no eran unnimes. El Secretario de Estado, Bryan, ardiente pacifista, profundamente convencido de que los Estados Unidos no deban participar en la guerra en ningn caso, dimiti en mayo de 1915. Lansing, que le sustituy, favoreci la poltica de concesin de crditos, cuyo resultado fue establecer una colaboracin, de hecho, con las potencias de la Entente; adopt esta actitud porque responda a los intereses inmediatos de la prosperidad econmica. En su poltica econmica exterior, el presidente cedi a las sugerencias de Lansing, es decir, al deseo de los productores y comerciantes. Segua estando convencido de que los Estados Unidos, a pesar de esas ganancias materiales, deban desear el fin del conflicto; por eso. en dos ocasiones, envi a Europa al coronel House; Wilson esperaba que
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las conversaciones de House con los Gobiernos beligerantes pudieran ser el comienzo de una mediacin americana. Pero era imparcial el arbitraje que desaba? Al principio, s, por lo que se puede saber del asunto. Por el contrario, en marzo de 1916, las sugerencias wilsonianas (restauracin de Blgica, devolucin a Francia de Alsaca y Lorena, concesin a Rusia de una salida al mar libre) tenan en cuenta los objeuvos de guerra de la Encente; y solo asignaba a Alemania ciertas veniajas territoriales fuera de Europa. Hay, pues, motivos para pensar que d presidente de los Estados Unidos iba sintendo, personalmente, ms simpatas por la causa de la Entente, conforme los resultados de la campaa de 1915 excluan, cada vez ms, la posibilidad de una victoria rusa. Sin embargo, no perda de vista el peligro que representara una poltica de intervencin para la nacin americana. "Con una importante poblacin alemana en el mismo corazn del pueblo americano-poblacin cuya lealtad es dudosa-, la guerra sera un asunto serio", manifest el antiguo secretario de Estado de Teodoro Roosevelt, Elihu Root, al embajador de Gran Bretaa. En resumen: durante esos dos primeros aos de la contienda europea, nada indicaba que los Estados Unidos, a pesar del papel esencial que desempeaban en la guerra econmica, pudiesen inclinarse a abandonar la neutralidad poltica. Pero la solidaridad de intereses materiales establecida con Gran Bretaa y Francia, no sera susceptible de preparar ese abandono? Fue en la segunda mitad de 1916 cuando esas contradicciones internas de la poltica americana se hicieron sensibles y cuando se manifestaron, tambin, fluctuaciones en la opinin pblica y en la actitud de los dirigentes. La poltica econmica exterior pareca que iba a ser puesta en cuesti~n. Gran Bretaa dio pretexto para esa revisin cuando, en julio de 1916, prohibi a sus cud~danos mantener relaciones comerciales con ochenta y cinco empresas ~mericanas, sospechosas de abastecer a Alemania a travs de los neutrales europeos. La publicacin de esta lista negra, cuyo aparente objetivo era reforzar el bloqueo, no estaba, en el fondo, destinada a estorbar las exportaciones americanas hacia cienos mercados que Gran Bretaa quera reservarse para despus de la guerra'? La Prensa americana reclam, como respuesta, una restriccin de los suministros hechos a Jos ingleses, y el Congreso vot una ley que autorizaba al presidente a tomar esas represalias. Pero Wilson, aunque manifestase en privado que la acttud inglesa iba a acabar con su paciencia. renunci a utilizar esa ley, pues una medida de embargo sobre las exportacione~ destinadas a Gran Bretaa ocasionara grandes prdidas a los industriales y provocara la cada de los precios agrcolas. Sin embargo, semanas ms tarde, e) Federal Reserve Board, con el asentimiento del presidente, tom una iniciativa que haba de traer como consecuencia la restriccin de esas exportaciones: mediante un comunicado publicado el 28 de no
viembre de I 916. recomendaba a los Bancos que no invirtiesen sus fondos en Bonos dei Tesoro emitidos por Estados extranjeros y que no abriesen crditos a esos Estados (es decir, a Gran Bretaa y a Francia) si no fuera sobre "garantas reales". En una palabra: era volver a la modalidad adoptada antes de octubre de 1915 y lanzar un ataque contra el crdito de la E111ente. Esta advertencia tuvo el resultado inmediato de hacer cesar las suscripciones americanas de los emprstitos francs e ingls. Desde ese momento, Gran Bretaa y Franc_ia iban a verse_ obligadas a efectuar envos de oro para pagar sus pedidos; y era evidente que no podran mantener durante mucho tiempo el ritmo de sus compras; as, Lloyd George decidi aplazar la conclusin de cualquier nuevo contrato con los Estados Unidos. Como dijo el embajador de Gran Bretaa en Washington, se trataba de un rucio golpe. Pero a los Gobiernos ingls y francs les preocupaba, ms an que las consecuencias financieras y econmicas, la segunda intencin poltica que pareca tener el presidente de los Estados Unidos: admitan la probabilidad de que Woodrow Wilson pensara proponer su mediacin en el conflicto europeo y, merced a las medidas de presin econmica y financiera, intentase obligar a las potencias occidentales a aceptar una paz de compromiso. En realidad, los mviles de la decisin americana fueron tanto econmicos como polticos. Por una parte, los miembros del Federal Reserve Board consideraban que el auge de las exportaciones americanas se haca excesivo, pues provocaba aumento de precios en los Estados Unidos y, por consiguiente, malestar social. Por otra parte, la poltica de crditos internacionales, desde el momento en que esos crditos se concedan unilat&almente a las potencias de la Entente, estaban expuestas a serias objeciones: "Un acreedor corre el riesgo de ligarse a su deudor tan es1rechamente. que no pueda separarse ya de l." Esos fueron los argumentos que se presentaron a Woodrow Wilson. Al parecer, el presidente los atendi, con tanta ms complacencia cuanto invitaba el estado de la opinin pblica a reforzar la posicin de neutralidad. Con motivo de las elecciones presidenciales, el cuerpo electoral tuvo ocasin de pronunciarse sobre la poltica general de los Estados Unidos. No se poda contar con que una consulta de ese gnero fuera susceptible de indicar una orientacin clara en poltica exterior, pues, la mayora de las veces. son las cuestiones de poltica interior las que determinan el proceder del elector. Las elecciones del otoo de 1916, en las que Woodrow Wilson result reelegido, aunque por poca mayoria, no constituyen una excepcin. Sin embargo, la insistencia con que el presidente saliente se pronunciaba a favor del mantenimiento de la neutralidad, en lo que le igualaba su contricantc republicano, Hughes, resultaba significativa: el slogan adopLiiJO por los dos bandos era el de mantener a Estados Unidos f 11era de la guerra; evidentemente, porque responda a los deseos l cuerpo electoral. La nica diferencia importante
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que exista entre las declaraciones de los candidatos se refera a las relaciones econmicas con los beligerantes: Wilson haca valer el hecho de que, sin tener que abandonar la neutralidad, haba asegurado al pas una prosperidad sin precedente, mediante su poltica econmica exterior; Hughes reprochaba al presidente saliente el no haber defendido los derechos de los Estados Unidos frente a Gran Bretaa con la misma firmeza que frente a Alemania; pero se apresur a decir que, si fuese elegido, l no prohibira, ni mucho menos, la venta de material de guerra a los beligerantes-es decir: a Gran Bretaa y Francia. No se puede asegurar cul de esas dos tesis eligi el cuerpo electoral. Incluso los americanos de origen germano dividieron sus votos, pues, aunque confiaban en Hughes, desconfiaban del ala izquierda del partido republicano, en la que dominaba la influencia del antiguo presidente Teodoro Roosevelt. partidario de la intervencin. Los Estados industriales del Este, que desde 1915 se haban beneficiado ampliamente con la poltica econmica de Wilson, votaron. sin embargo, contra l. porque no perdonaban al presidente el haber atenuado, en 19 l 3, el protecconsmo aduanero. Pero los agricultores del Oeste, que haban obtenido grandes beneficios durante dos aos, dieron sus votos a aquel cuya poltica se los haba procurado. Cmo deducir del anlisis de esos resultados una indicacin clara? La nica comprobacin cierta es el asentimiento otorgado por la mayora del cuerpo electoral al mantenimiento de la neutralidad, que no exclua, por otro lado, las manifestaciones de reprobacin moral con respecto a Alemania. Es posible dejar de percibir la armona qu~ exista entre la voluntad neutralista y el frenazo dado por el Gobierno a las relaciones econmicas y financieras con los beligerantes? La importancia prctica de esa tendencia segua siendo, sin embargo, precaria, pues, tanto entre los republicanos como entre los demcratas, se afirmaba la intencin de proteger Ja seguridad de las comunicaciones martimas, necesaria para el comercio de exportacin. Esa seguridad estaba casi conseguida, desde que, en mayo de 1916, la guerra submarina alemana contra los neutrales fue prcticamente susp~ndida. Pero el Gobierno alemn se reserv la libertad de revisar esa decisin. si los Estados Unidos no imponan a Gran Bretaa la atenuacin del bloqueo. Sin embargo, el bloqueo se agrav, sin que el Gobierno americano continuase su simulacro de represalia. Por eso Wilson. a pesar de adoptar en su campaa electoral la consigna neutralista, que el estado mayor de su partido haba considerado indispensable, era, en el fondo. escptico. "Yo no puedo mantener el pas fuera de la guerra-dijo a uno de sus ministros-. Se habla de m como si fuera un Dios. El ltimo tenientillo alemn nos puede meter en la guerra, en cualquier momento. con un ultraje calculado." Quiere esto decir que deseara esa guerra o, por Jo menos, que se resignase ante ella? No es lcito pensar as. porque,
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ape~~s reeleg~d.o, Wilson prepar una gestin de paz. Y el fracaso de esa geshon, en d1c1embre de 1916, le confirm en su neutralismo (l).
En ese momento fue cuando el Gobierno alemn, bajo Ja presin de los Estados Mayor~s, decidi. reanudar la guerra submarina y reanudada a ultranza. ~l presidente W1lson, a partir de entonces, estaba convencido de, que se llllponfa la intervencin. Si contemporiz durante dos meses m~s . ,fue, ,so?re todo, porque quera poder contar con el apoyo de la op~n~?n p~bl!ca que no estaba madura. Por qu, y cmo, se sum esa opm1on publica a la idea de participar en la guerra? L?s. intereses econmicos y el sentimiento del honor nacional o del prest1g10 de los Estados Unidos convergan, en febrero de 1917, cuando los puertos estaban ate.stados de mercancas que ya no transportaban los barcos mercantes amencanos (1) la congestin econmica alcanz rpidame!1te los ~entro_s. de producc_in, al cesar los exportadores de com1"far a~tlculos ahmentic1os y matenas primas; los agricultores del Oeste MeY los plan~adores de algodn del Sur sentan directamente en sus intereses ~~tenales las consecuencias de la guerra submarina a ultranza. A qmen podan hacer responsable de ello, sino a Alemania? Indiferente_s, hasta ese momento, ante las peripecias de la lucha entre las p_otencias europeas, esas poblaciones comprendan ahora que no era fcil per~anecer fuera de la guerra. Y he aqu que, unos das ms tarde, sobr_e;m? el, asunto del telegrama Zimmermann. El Servicio de Inforrna~1on mgles pudo captar y descifrar un mensaje dirigido por el secretan? alemn ,?.e Es~do en Asuntos Exteriores a su representante diplomtico en M~!.1co: s1 l~s Estados Unidos entraran en la guerra, deberan ofrecer a Me11c? la, alianza ~len;iana, hacindole concebir la esperanza de que r~conqmstana los temtonos que se anexion la Unin en 1848 y a~onse1ar. a~ presidente mejicano que se pusiera en contacto con e G~b1erno mpon. El tele.grama fue comunicado al presidente Wilson, qmen, el 1 de marzo, hizo que se publicase en la Prensa. Alemania buscaba el co~curso de Mji;o . el pas a donde los Estados untdos-para proteger sus mtereses econom1cos y financieros-haban enviado haca un ao un cuerpo exp~dicionario? (2). Alemania pensaba encontrar apoyo en el Japon, el nval de los Estados Unidos en Extremo Oriente Y en el Pacfico?. No p;obaba aquello que Alemania estaba dispuesta a emplear .cualqmer medio? El movimiento de indignacin fue violento en las regiones de la costa del Pacfico y del golfo de Mjico sobre todo : pero se exterioriz en casi toda la Prensa. ' De ese modo, en el espacio de quince das, las poblaciones hasta entonces ~s favora_bI:s al neutralismo se dieron cuenta del peligro alemn. El Gob1e.rno se smt1 c?n mayor libertad para preparar la intervencin, que consideraba ahora inevitable.
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Sin la decisin alemana de guerra submarina a ultranza, los Estados Unidos no hubieran entrado en la guerra, en la primavera de 1917: esa era, entonces, la conviccin del mismo embajador alemn. Los adversarios de la poltica de Wilson quisieron, despus, impugnar esa conviccn, oponindole la tesis que tenda a explicar la intervencin de Estados Unidos por el juego de los intereses econmicos y financieros americanos. El cambio de la opinin pblica, en febrero y marw de 1917, a favor de la intervencin fue provocado, dicen, por una campaa de Prensa. Pero esa Prensa estaba en las manos de los grandes financieros. ~ Las Bancas-y, sobre todo, la Banca Morgan-qu.; haban abierto crditos a Gran Bretaa y Francia o negociado los emprstitos francs e ingls, estaban profundamente comprometidas; se arriesgaban a sufrir un desastre en caso de derrota de la Entente; tenan, por tanto, inters evidente en volcar la opinin pblica contra Alemania, en el momento en que el xito de la guerra submarina amenazaba gravemente el abastecimiento de las Islas Britnicas, y la accin militar de Rusia era entorpecida por las revueltas revolucionarias. El presidente Wilson, aunque personalmente fuera independiente de las influencias bancarias, sufri indirectamente la presin de esos intereses : y cedi con bastante facilidad, porque sus simpatas personales le llevaban a apoyar a los Estados democrticos . .l Qu~ valor se puede conceder a esta interpretacin, que, fuertemente mflu1da por el espritu de la polmica poltica, se ba~aba en simples hiptesis? Si fuera exacta, resultara difcil explicar por que la Prensa del Centro y del Oeste se mantuvo reticente hasta el momento en que la congestin econmica y la revelacin del telegrama Zimmermann produjeron el cambio de su actitud. Pero, si los intereses financieros parecen no haber desempeado un PflPel preponderante, ocurri lo mi~mo con los intereses econmicos? N'o cabe duda de que los Estados Umdos, por obra de las circunstancias, practicaron, en 1915 y 1916, una poltica unilateral en sus relaciones econmicas exteriores, que, de hecho, beneficiaba solo a una de las coaliciones. Tambin es indiscutible que la Prensa alemana pretext esa conducta para justifi~ar la vuelta a la guerra submarina, a principios de 1917. Se de?e conclmr, a pesar de todo, que Ja decisin alemana de guerra submarma a ultranza fuese la respuesta a esa poltica americana y que Alemania quisiera poner a Jos Estados Unidos ante la alternativa de elegir entre la verdadera neutralidad econmica o la guerra? En las deliberaciones que los dirigentes alemanes llevaron a cabo antes de decidir la guerra submarina a ultranza, parece ser que nadie hizo alusin a semejante argumento. El nico objetivo fue paralizar el abastecimiento de Gran Bretaa y obtener, as, el resultado decisivo que las operaciones de guerra terrestre no permitan esperar.
En su mensaje, del 2 de abril de 1917, al Congreso, el presidente Wil son anunci que los Estados Unidos intervendran en la guerra con tocias sus fuerzas Era superflua esa declaracin? Desde luego, no. En los medios oficialt:s americanos, los partidarios de la intervencin haban considerado, a menudo, que la participacin de la Unin en las hostilidades no tendra que extenderse a los campos de batalla de Europa: se limitara a ampliar la asistencia econmica y financiera de que se haban beneficiado ya las potencias de la Emente durante el prodo de neutralidad, por una parte; a contribuir con fuerzas navales y areas, por otra. Esa concepcin restrictiva pareca tan fuera de duda, que el embajador de Francia en Washington la daba como segura. Por eso el Gobierno francs no dio muestras de ninguna impaciencia, en febrero y marzo de 1917, ante las dilaciones del Gobierno de Washington. Dado que casi no se poda contar con el papel activo de los Estados Unidos en las operaciones militares, cuyo peso principal descansaba sobre el ejrcito francs, las ventajas que podran esperarse de la intervencin americana parecan quedar reducidas a facilidades financieras y a cierto apoyo moral, ventajas muy apreciables s11 duda, pero no suficientes para .decidir la suerte de la guerra. Esas perspectivas cambiaron el 20 de marw, diez das antes ta11 solo de la entrada en la guerra: el presidente Wilson, de acuerdo con el Gabinete, decidi que la participacin en el conflicto europeo sera efectiva en todos los sentidos, y que la Unin americana pusiera en pie de guerra un gran ejrcito. Cmo medir el alcance prctico, aparte del beneficio moral, de esta intervencin de los Estados Unidos para el destino de la guerra europea? El beneficio inmediato--que era importante-consista en hacer fracasar la guerra submarina alemana. En abril de 1917, los submarinos hundieron, con torpedos o caones, 874.000 toneladas de barcos mercantes, comprendidas las naves neutrales al servicio del abastecimiento ingls; ese resultado sobrepasaba, aproximadamente en un 30 por 100, las previsiones del Estado Mayor de las fuerzas navales alemanas: a tal ritmo, Gran Bretaa corra el riesgo de verse forzada a capitular antes de seis meses, tanto ms cuanto los armadores neutrales--suecos, daneses u holandeses-, rnte la gravedad de los riesgos, preferan retener sus navos en los puertos. En Londres, el primer lord del Almirantazgo, almirante Jellicoe, no disimulaba su angustia al Gabinete ni al Comandante de las fuerzas navales americanas. Pero la entrada en guerra de los L.tad0s Unidos hiw fallar todos los clculos alemanes, porque el tonelaje mercante disponible para el abastecimiento de las Islas Brit:iicas aument en proporciones importantes. La flota comercial.americana estaba ahora, enkramente, a disposicin de los organismos de transporte interaliados. "La mayora de los Estados de la Amrica Latina, que, siguiendo el ejemplo de los Estados Unidos, entraron en la guerra, in-
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cluso aquclo:; que no tenan inte:icn de tomar p<ide en ella. conscar?n los barcos ;c;crcantes alemanes que se encontraban, desde 1914, refugiados en sus puertos, y los pusieron al servicio de la Elltellte o de los Estados Unids. Los Estados neutrales europeos, pQr ltimo, recibieron la advertencia de que, en tanto sus barcos rehusasen navegar, se veran privados de mercancas americanas. Es verdad que el fracaso de la guerra submarina obedeci tambin a otras causas de orden tcnico y tctico; pero la posibilidad de una capitulacill llglesa quedaba excluida de raz, desde el momento en que se contaba con tal aumento de tonelaje disponible. . . La Entente obtuvo tambin, en breve plazo, otras vantaias considerables, desde el punto de vista econmico y financiero. La eficacia del bloqueo se increment grandemente, porque la participaci_n de los ~s tados Unidos en la guerra permiti cerrar las fisuras del sistema, gracias a la rigurosa vigilancia que poda ahora ejercerse sobre los neutrales europeos. La angustia finan7iera que experimentaban sin c~sar los Gobiernos ingls, francs e italiano, cuando buscaban los medios de pagar las compras efectuadas en los Estados Unidos, ?esaparecieron, porque Tesoro americano recibi del Congreso la autonzac1n de conceder anticipos, de Estado a Estado, hasta una suma de diez mil millones tle dlares.
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Las perspectivas militares eran a ms largo plazo; no por ello dejaron de tener alcance decisivo. El servicio militar obligatorio, establecido por la Ley del 18 de mayo de 1917, ib,a a p'.oporcion~r reservas de efectivos superiores a los de todos los der:i~s _behgera~tes untos, exceptuada Rusia. Era indudable que el gran eerc1to americano, que fue necesario formar partiendo de cero, no podra entrar en combate. ~nt~s de la primavera de 1918. Pero, a partir de ese momento, el eqmhbno .de fuerzas militares se desplazara rpidamente a favor de las potencia:; de la Entente: los americanos podran disponer de un mlln de soldados en 1918 ; de dos millones en 1919 ; y estas tropas recibiran de la industria, con toda seguridad, los recursos necesarios por lo que se refiere al material. Cmo dudar del resultado? Las potencias centrales se encontraron, P?r tant~, anr~ .una alternativa, al da siguiente de la ruptura de relaciones d1plomat1cas co? los Estados Unidos y la intervencin americana. Podan, por un_ lado, mtentar concluir una paz general, que sera una paz de comprom1so. antes de la aparicin del ejrcito americano en Jos campos d_e . ?atall_a:. de ese modo, responderan al deseo de gran parte de la op1111on publtca que. en todds los Estados beligerantes, daba seales de ca nsanc10 ( 1) Y comenzaba a prestar odo a Ja propagand~ del_ soci~Ii.smo internacional. O, por el contrario, intentar obtener una victoria dec1s1\ a antes de la en(l) Vanse pgs. 690-693.
trada en combate de las tropas americanas. Pero cmo alcanzar ese resultado militar que, hasta aquel momento, no se haba conseguido? La crisis interior de Rusia fue la que hizo concebir nuevas esperanzas. El Gobierno provisional formado el 17 de marzo, despus de la abdicacin del zar, declar claramente, mediante una circular del ministro de Asuntos Extranjeros, Miliukoff, su deseo de continuar la lucha hasta el fin, sin vacilar, dentro del marco de los objetivos de guerra fijados en los acuerdos interaliados. Pero aquel Gobierno, aunque apoyado por la burguesa liberal, fue combatido por los socialistas, bolcheviques y no bolcheviques, partidarios todos de una paz sin anexiones; y tales tendencias de los socialistas concordaban con el profundo sentimiento de las masas campesinas, dispuestas a olvidar la guerra y preocupadas nicamente por la reforma agraria de Ja que la desaparicin del rgimen zarista pareca ser el preludio. El ejrcito ruso estaba desorganizado y expuesto a la disolucin. He ah la nica posibilidad en el horizonft. militar capaz de atenuar para Alemania y Austria-Hungra la amenaza que significaba la intervencin de los Estados Unidos. Por eso el Gobierno alemn dio a Lenin todas las facilidades para trasladarse desde Suiza a Rusia, a travs del territorio alemn, para que fuese a ponerse a la cabeza del movimiento pacifista: fue Lenin quien, el 4 de mayo- de 1917, lanz un llamamiento al pueblo e intent derribar al Gobierno provisiona 1; no Jo consigui; pero obtuvo la dimisin de Miliukoff y su sustitucin por un partidario de la paz sin anexiones, Teretschenko. No cabe duda de que el nuevo ministro afirm que deseaba una paz general y rechazaba toda idea de paz por separado; tampoco hay duda de que crea que la perspectiva de una paz democrtica poda provocar una conmocin nacional. La fidelidad de Rusia a sus compromisos de alianza quedaba, sin embargo, comprometida, pues el Gobierno reconoca que estaba paralizado por la inercia del espritu pblico. Paz general, o paz por separado entre las potencias centrales y Rusia, tales eran, en el fondo, los objetivos de las gestiones que se multiplicaron y entrelazaron durante la primavera y el verano de 1917. Es posible percibir, examinando detalladamente los sondeos y las maniobras, el sentido de las iniciativas esenciales en ese ddalo de tentativas, destinadas con frecuencia tan solo a tantear el estado de nimo del enemigo y a calibrar su voluntad de resistencia, o a arrojar el germen de la desconfianza en el seno de la coalicin adversaria? Era lgico que el Gobieno austro-hngaro fuese el primero en desear la paz, ya que, en caso de ser derrotada Ja Doble Monarqua, correra el riesgo de desgajarse, a causa del movimiento de las nacionalidades. El emperador Carlos, que haba sucedido, en noviembre de 1916, a su to, Francisco Jos, consider que la intervencin de los Estados Unidos asegurara la victoria de la Entente. Deseaba, por tanto, una. paz rpida. Qu bases se ofrecan para esa paz? La oferta que formul el emperador por escrito, el 24 de marzo de 1917 (es decir, en el momento en que se tena la cerf P.7a de la intervencin de los Estados Unidos en la
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GUERRA.~ALCANCE
DE LA INTERVENCION
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guerra), y que fue transmitida a Pars por su cuado, Six.to de BorbnParma. constitua una iniciativa personal. El emperador. sin conocimiento de sus ministros, propuso, no solo la vuelta al statu quo ante, sino tambin la concesin a Serbia de una salida al Adritico y la devolucin a Francia de Alsacia y Lorena. Se comprometa, si se aceptase la oferta, a apoyar por todos los medios dichas soluciones ante sus aliados. Era, pues, una paz general la que propona, pero una paz en la que se esforzara por ejercer una gran influencia sobre Alemania y Bulgaria, con el fin de obtener su decisin favorable. Sin embargo, cuando, despus del primer contacto, Carlos I reiter su ofrecimiento de conversaciones, el 8 de mayo (y esta vez con el concurso de su ministro de Asuntos Extranjeros). los trminos fueron mucho ms vagos: la nota austrohngara admita la posibilidad de un intercambio de territorios con Italia (cuando la carta imperial no mencionaba para nada la cuestin italiana). pero no repeta expresamente los ofrecimientos anteriores. Por qu? Es evidente que porque, en el intervalo, el Gobierno austrohngaro haba podido convencerse de que la poltica alemana rechazaba en absoluto la idea de abandonar Alsacia y Lorena: Bethmann-Hollweg indicaba. el 27 de marzo, que rena la intencin de devolver a Francia, todo lo ms, una parte del Suroeste de Alsacia, a condicin de recibir, a cambio, las minas de hierro de Briey! No estaba decidido el emperador Carlos a pasar por encima de la resis!encia alemana? As parece indicarlo el hecho de que reanudase sus conversaciones con Francia y Gran Bretaa. Eso es lo que afirmaba el prncipe Sixto en Pars y en Londres, en su deseo de que las negociaciones condujeran a algn resultado; lleg, inclusive, a solicitar los textos : la traduccin francesa de la nota austrohngara, que ley al presidente de la Repblica, sin dejar en las manos de este original alguno, contenftl un pasaje que haca alusin a una posible "paz por separado" entre Austria-Hungra, Francia y Gran Bretaa; pero ese pasaje es una aportacin del prncipe. Cierto que los Gobiernos francs e ingls, cuando decidieron no responder al ofrecimiento austrohngaro, ignoraban ese subterfugio; pero haban podido comprobar que las condiciones que indicaba el Emperador no hacan ninguna alusin a Rusia ni a Rumania. Ahora bien; segn la opinin del emperador Carlos. era en territorios rusos y rumanos donde Austria-Hungra y Alemania podran encontrar Ja compensacin a las concesiones que hicieran en otras partes. Cmo tomar en serio, pues. este ofrecimiento austro-hngaro? Cmo creer cue la paz hubiera sido posible si Francia y Gran Bretaa hubiesen confiado en el emperador? El equvoco fundamental se hubiera puesto de manifiesto en cuanto se hubiesen iniciado las negociaciones. El Gobierno alemn, a pesar de que se negaba a tomar en consideracin las preocupaciones austrohngaras. no descartab~. sin embargo. la nosibilidad de una negociacin de paz. El '.;3 de abril de 19! 7, el can.
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ciller se puso de acuerdo para ello con el Estado Mayor. Por lo que respecta a Alsacia y Lorena, el canciller confirm el proyecto que haba sugerido en sus conversaciones con Czernin, es decir, un intercambio entre la regin de Thann-Altkirch y la de Briey. Se negaba a devolver una verdadera independencia a Blgica, que tendra que admitir la imposicin de una alianza poltica y econmica con el Imperio alemn, as como una intervencin militar, asegurada por la presencia de sus guarniciones de Lieja y Zeebrugge. Esperaba imponer a Rusia el abandono de Curlandia, Lituania y Polonia, a cambio de conceder una pequea compensacin en territorio rumano. Por consiguiente, al otro da de la intervencin de los Estados U nidos en la guerra, el Gobierno y el Estado Mayor alemn seguan siendo expansionistas. En la Conferencia de Kreuznach. los alemanes impusieron sus puntos de vista al Gobierno austrohngaro. Cierto que. el 19 de julio. la mayora del Reichstag --compuesta por la socialdemocracia y los centristas catlicos-declar "desear una paz de reconciliacin duradera entre los pueblos" y conden "las conquistas territoriales obtenidas por la fuerza". Pero el Canciller y los jefes militares no tenan en cuenta esos deseos. Es preciso estudiar la actitud de la diplomacia alemana. durante el verano de 1917, a la luz del programa de estos ltimos. ~ Cuando el barn de Lancken intent conseguir, en junio, una entrevista, en Suiza. con Arstides Briand. que no era entonces miembro del Gobierno. el diplomtico alemn estaba autorizado por su Gobierno para ofrecer el ngulo suroeste de A/sacia y quiz tambin algunos ncleos de lengua francesa en Lorena: por su parte. Briand, al aceptar la proyectada entrevista, crey poder obtener la devolucin de Alsacia y Lorena. En el momento de ponerse en contacto, los dos interlocutores habran comprobado sus mutuas ilusiones. El presidente del Consejo francs, Alexandre Ribot, hizo fracasar el proyecto de entrevista, porque tema dar sensacin de desaliento al aceptar las conversaciones. Pero no era posible hablar. en este caso, de una ocasin desperdiciada: la negativa de Ribot no hzo ms que ahorrar a Briand una decepcin. Cuando el conde Czernin. por medio del diputado catlico alemn Erzberger, pidi al napa Benedicto XV que tomase la iniciativa de enviar un llamamiento a los beligerantes. la Santa Sede public una nota el 9 de agosto de 1917 en la que propona la restauracin de la independencia belga y sugera solucionar la cuestin de Alsacia y Lorena y la del irredentismo italiano mediante "compromisos razonables", pero no mencionaba las cuestiones de Europa oriental. Esta vez la posibilidad pareca ms seria. Gran Bretaa, sin hacer la menor alusin a las reivindicaciones francesas o italianas. dio a entender claramente que el problema belga constitua para ella la condicin esencial en cualquier negociacin de paz. El Gobierno alemn no subestim la importancia del ofrecimiento. Si prometa devolver a Blgica su plena independencia, poda esperar que se abriese el camino para las negociaciones de paz. a las que Francia e Italia se veran obligadas a incorporarse. bajo la amenaza
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a defec~io'n inglesa. Por eso el ministro d::: Asuntos Extra;ijeros. ae un " d Richard von Khlmann, estaba dispuest o a. renfictar, Ol"liiga o por as circunstancias, a Blgica. Pero el 11 de septiembre de 19 l 7. en el Consejo de la Corona reunido en el castillo de Be!Jevue, los Estados Mayores se opusieron a ese abandono: era necesano. por lo menos, que Alemania pudiese conservar el control s?bre Lieja y la costa f lame ne~; Al emperador corresoonda arbitrar la d1(erenc1a y, al hacerlo, rem~n;w a la costa flamenca, pero deseaba mantener el dere~ho a ocupar L1e1a: no admita, pues, Ja restauracin de la independencia belga. La nota de la Santa Sede qued sin respuesta. E~ resumen: a. pesar de 1? amenaza que resultaba de Ja intervencin americana, el Gobierno alema.n !1 consenta en abandonar sus objetivos de guerra en el Oeste: en Bel%1ca quera conservar una influencia dominante y deseaba obtener el romeral de hierro lorens. Por lo que respectaba a Rusia, nunca se haba hecho alusin a ella en las gestiones de paz emprendidas por la_s potencias centrales con Francia 0 Gran Bretaa; pero en ]as conversaciones austroalemanas esta ~ues t" 0 'n salt al primer plano en cuanto bs mencheviques rusos propusieron ~ reunin de una Conferencia socialista internacion~l ~n. Estoco~m~. dando as nuevo brillo a las ideas pacifistas. A pnnc1p1os de umo, un diputado socialista suizo, Grimm, qued encargad~ d~ dar a conocer al Gobierno provisional ruso las reivindicaciones ternton~le~ _de las pot~n cias centrales: Polonia, Curlandia y Lituan~. No cons1gu10 obtene~ ~1_nuna negociacin; pero adquiri la conviccin de _que la paz era m 1:~ensable para Rusia, "desde el punto de. vista poht1co, mil_itar y economico". Czernin dijo a sus interlocutores a1emane~: .no ca?ta pensar q_u~ el Gobierno provisional aceptase entablar nego~iac1ones s1 las potencias centrales atenuaran sus exigencias? La perspect1"'1 de una paz yor separado con Rusia constitua. por tanto, el centro de las preocu~ac1ones a~s troalemanas durante el verano de 1917. Esta e~peranza exp~1ca el esta ? de nimo de Jos medios dirigentes de Alemania: l P.~r que hac~r '1 sacnel Oest~ s se da por descontada la defecc1on de Rusiabt . e:;, 1 ' f ICIOS en A causa de la revolucin rus<J, la interv~nc1n a~encana no. o uvo, pues, todos los resultados polticos que hubiera podido conseguir. Pero para aoreciar la importancia de esa intervencin es pretso.dno limitarse a mir~r solo Europa. La participacin de los E~tados t m ~s en la guerra europea hizo que tomasen un nuevo aspecto os asun os e
r t d su Extremo Oriente. . , En 191 e; la diplomacia de los Estados U111dos habia mames a ? oposicin; la poltica japonesa en China: en ene:o de 1917,hen el m1sm~ momento en que Francia y Gran Bretaa se. resignaron ~ acer prome _ sas al Gobierno nipn (1 ). el Gobierno amencano declaro que no reco
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naca los intereses especiales del Japn en Shantung, P'':ro no fue ms all de esa manifestacin de intenciones. Pero la decisin de participar en la guerra europea iba a llevar a los Estados Unidos a desarrollar sus fuerzas navales y a crear un ejrcito que le proporcionaran, una vez terminado el conflicto, medios de accin para el Pacfico y Extremo Oriente; iban a asegurar al Gobierno americano un papel importante, y quiz predominante, en la Conferencia de la Paz, donde se discutira la suerie de los territorios e intereses alemanes en China. No era, por tanto, nada sorprendente que la poltica americana en Asia Oriental se hiciera ins firme. Esa actividad diplomtica ofreca dos aspectos complementarios : el esfuerzo por consolidar la posicin internacional de China; el intento de frenar al Japn y limitar sus ambiciones. El Gobierno chino cedi, en mayo de 1915, a las exigencias niponas p~rque se haba q?edado .solo. ante el Jap~. El medio diplomticx;> IRs eficaz para corregir esa s1tuac1n no consista en conceder a China el derecho a sentarse en la Conferencia de la Paz, donde las diferencias chinojaponesas se sometieran al arbitraje de las grandes potencias? Para conseguir ese resultado bastaba con que China se convirtiese en beligerante contra Alemania-por lo menos nominalmente, como lo era el mismo Japn-. El primer objetivo de la poltica americana fue, pues, la intervencin de la Repblica China en la guerra. Haca falta persuadir al Gobierno chino, en el que el presidente de la Repblica, Li-Yuan-hong, y el primer ministro, Tuan-Chi-jui, se encontraban en desacuerdo fundamental, tanto sobre esta cuestin como sobre muchas otras. Tuan, que estaba confabulado con los generales gobernadores de las provincias del Norte de China, deseaba entrar en la guerra, porque pensaba encontrar la ocasin de desarrollar las fuerzas armadas con ayuda de crditos americanos, asegurando as a los jefes militares vara alta en la vida poltica. Li se pronunci por la neutralidad precisamente para frustrar esos clculos: y era apoyado por la mayora del Parlamento, de la Prensa y de las Cmaras de Comercio. En resumen: el problema de la posible intervencin estaba dominado por cuestiones de poltica interna china, es decir, por el conflicto entre las concepciones liberales de la Joven China y las tradiciones autocrticas de los militares. El asunto se resolvi por un golpe de Estado. Tuan, cuya poltica era condenada por el Poder Legislativo, provoc una sedicin de generales, oblig al presidente de la Repblica a disolver el Parlamento y se instal, como amo, en Pekn. El 14 de agosto de 1917 el Gobierno chino declar la guerra a Alemania. Pero la diplomacia americana, aunque el desenlace estuviera de acuerdo con su poltica general, no tena motivo para sentirse satisfecha, porque el resultado inmediato era la amenaza de secesin: en Cantn, Sun Yat-sen, padre de la revolucin china de 1911. form un Gobierno frente al de Pekn. China se vio envuelta en una nueva guerra civil; el Gobierno de Tuan busc el apoyo financiero de los japoneses. La esperanza de consolidar a China era, ante lo ocurrido, tns remota que nunca.
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de esa Conferencia r ira mt1m1dar al Gobierno chino. Ese ofrecimiento de ne?ociaciones f~e cep~ado por el Gobierno americano, porque deseaba evitar que surgiese 1 dificultades en Extremo Oriente en tanto que Ja g~e~a en Europa se i rnlongase. Tanto ~e un lado como otro las nego. c1ac1ones solo se abofl laron como expediente temporal. El mediocre resultado de ellas quedt \ registrado, el 2 de noviembre de 1917, en el Acuerdo. de La~sing-~s,1ii: el .Go?ierno ni~n prometa respetar la independ~ncta Y la 1~tegndad temtonal de Chma, as como las ventajas comerciales conce~1das a las I><?tencias P?,~ los tratados; pero consigui que los . Estados 'C!md?.s re~onoc1esen los mtereses especiales" a que poda aspirar en China, partI~ularmente en la parte contigua a sus posesiones". ~e trata de un bomto ejemplo de acuerdo diplomtico, con trminos dehberada_me_nte vagos q?e au.torizan las i~terpretaciones ms divergentes. a! d~a s1gme~te de s? flfma mcluso. Era simplemente un aplazamiento de la disputa mpoamencana por los asuntos chinos. .No hay que llegar a la conclusin, sin embargo, de que los Estados Umdos haban manifestado claramente su voluntad de contener las ambiciones japon~sas? La intervencin de los Estados Uidos en la guerra . c?ntra ".'-lemama marc,. una fecha de su I><?ltica asitica, aunque durante cierto tiempo esa pobt1ca quedase subordmada a las necesidades de la participacin americana en las hostilidades de Europa.
tr~liza~ ~a oposicin de Es~ados Unidos y obtener segurid~des, que podna utilizar en la _Coi fere~c1~ d_e la Paz y q?e no dejara de emplear antes
. ~l Gobierno de los Estados Unidos pensaba desempear esa nueva ~1s1n que le ha correspondido en las relaciones internacionales sin com~ometer~e por escrito con las potencias de la Entente, que no son sus abadas, smo sus asociadas. Aunque, en abril de 1917, recibi informaciones generales acerca de los objetivos de guerra ingleses y franceses conserv a este respecto libertad de accin. No se adhiri al Pacto del 5 de septiembre de 1914, es decir, se reserv el derecho a retirarse de la lucha cuando qu~siera. Los instrumentos de presin con que contaba eran, por tanto, temibles. Ahora bien : las nicas ideas que consideraban dignas ?e tener en cuenta son muy diferentes de las que prevalecan en Francia mcluso en Gran Bretaa: el presidente Wilson deseaba una paz que concedie.s~ a las min~rias .nac~onales de Europa y Prximo Oriente mejores cond1c1ones de ex1stenc1a, sm que estas mejoras implicaran, necesariamente, la independencia; deseaba una paz que destruyera el "militarismo alemn" y a la pandilla militar prusiana; pero no quera aplastar, ni desde el punto de vista poltico ni desde el econmico, a esa Alemania donde el movimiento liberal triunfara en cuanto fuera seguro el fracaso de los militares; esperaba que esa paz sera duradera, gracias a una nueva organizacin de las relaciones internacionales. Wilson no abrigaba la
mtenc10n de obligar a sus asocados a que compartiesen sus opm1ones personales mediante presin diplomtica, en tanto que duraran las hostilidades, porque no quera suscitar desacuerdos. Pero contaba decididamente con que, una vez terminada la guerra, podra imponer su concepcin. Para influir sobre la opinin pblica del mundo entero, para conmover la moral del adversario y tambin para debilitar la resistencia de los nacionalistas franceses e ingleses, Wilson. sin esperar el fin de la guerra, defini su programa de paz en el Mensaje del 8 de enero de 1918. En sus Catorce puntos, los principios generales-{;ondenacin de la diplomcJCia secreta, atenuacin de las barreras econmicas, reduccin de armamentos--estaban formulados en trminos Jo suficientemente vagos, o suficientemente reticentes, para no causar molestias. Pero haba tres ideas esenciales: la intencin de asegurar la absoluta libertad de la navegacin martima; el deseo de resolver los litigios tenitoriales sobre la base del principio de las nacionalidades, desde Alsacia y Lorena hasta Polonia, desde el Adritico y Macedonia hasta el Imperio otomano; el establecimiento de una Sociedad de Naciones que diese a todos los Estados, grandes o pequeos, garamas mutuas de independencia poltica e integrdad territorial. El Mensaje estaba redactado, a pesar de ello, con la intencin de moderar algunas impaciencias, evitando, por ejemplo, prometer la independencia a las nacionalidades de Austria-Hungra. de las que solo se deca que deban esperar el mayor grado de desarrollo autnomo, porque el Presidente conservaba todava la esperanza de obligar al emperador Carlos a una paz por separado. Pero ese oportunismo no le haca ser indulgente cuando se trataba de adoptar una postura frente a las intenciones de sus "asociados": a principios de febrero de 1918, record expresamente a los Gobiernos francs e ingls que no se consideraba obligado a suscribir los objetivos de guerra de los aliados.
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CAPITULO IV
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LOS DERRUMBAMIENTOS
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En contraste con el verano de 1917-<;uando la posibilidad de las negociaciones de paz fue considerada, e incluso discutida, ante los titubeos de la opinin pblica y las manifestaciones de perturbacin social, y cuando los Gobiernos de los Estados beligerantes en Europa parecan, rn:is o menos sinceramente, dispuestos a acoger esos intentos favorablemente-, en el otoo, en cambio, esa fluctuaci6n de los espritus desapareci por lo que respectaba a los dirigentes alemanes y austrohn~ros. Los Gobiernos de las potencias centrales afirmaron de nuevo su voluntad de proseguir la guerra hasta la victoria y desmintieron los compromisos proyectados. El 9 de octubre, Khlmann, que dos meses antes partidario de una paz negociada, declar en Berln que Alemania no hara jams la menor concesin referente a Alsacia y Lorena; en Viena, Czernin, en contra de la opinin personal del emperador Carlos, afirm la solidaridad de Austria-Hungra en esa cuestin. Los medios parlamentarios tendan a dejar desarrollarse esas iniciativas gubernamentales sin debilitarlas mediante sus crticas. A qu se deba esa renovacin de la dureza, por lo menos de la dureza aparente? El fracaso de las anteriores gestiones de paz no basta para explicarla. Hay que buscar la causa directa en la situacin, cada vez ms precaria, del Gobierno provisional ruso y en la disgregacion de las fuerzas armadas de ese Gobierno. Las potencias centrales podan ahora confiar en disociar la coalicin adversaria. Para conseguir su objetivo no tuvieron que esforzarse nada, pues lleg por s solo: Lenin, en cuanto se adue del poder en noviembre de 1917, anunci que iba a concluir la paz; cuatro meses ms tarde, la defeccin rusa estaba conseguida. Las potencias centrales pudieron ahora dar por descontado que conseguiran la victoria militar en Francia antes de la llegada a los frentes de las tropas americanas. A pesar de ello, fracasaron cuando intentaron obtener, en la primavera de 1918, la decisin final. En el mismo momento en que la cuarta ofensiva alemana era desbarata da por el ejrcito francs en Champagne, 27 divisiones americanas se disponan a entrar en fuego. A partir de entonces, el equilibrio de las fuer zas militares se rompi en favor de los Aliados y asociados, cuyo mar gen de superioridad iba a crecer adems de mes en mes: los ejrcitos alemanes no podan ya alcanzar la victoria. En quince das, la realizacin de Jos planes de ofensiva, establecidos por Foch el 24 de julio de 1918. fue suficiente para que los dirigentes de las potencias centrales sintieran la inminencia de la derrota.
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El 8 de agosto, despus de la batalla de Montdidier, Ludendorff consider perdida la g_uerra. "Comprendo-dijo Guillermo II el 10 de agosto-que es necesano hacer balance. Hemos llegado al lmite de nuestras fuerzas. La guerra debe terminar." Al prolongar la lucha durante tres meses a?n, los Gobiernos de Viena y Berln solo esperaban cansar al adversano y obtener una paz negociada. Pero fue vano su esfuerzo Solo las peripecias militares eran, por tanto, decisivas. No ob~tante es. necesario analizar qu influencia tuvieron en esa serie de derrumba~ r:i1~ntos~efeccin de .R.usia, armisticio austrohngaro y. en fin, armist1c10 aleman-las. c~md1c1ones econmicas y sociales, los clculos polticos, los desfallec1m1entos morales y los errores individuales.
l. LA PAZ POR SEPAR.(\DO DE RUSIA
su incapacidad para organizar el abastecimiento de la pobla~in urban~; Fue la influencia de esas fuerzas profundas la que preparo Y anunc10 , la paz por separado. . , . Qu resistencia encontraron? El Gobierno prov1s10nal, reorgamzado des~us de la dimisin de Miliukof~. est~ba domina_do, de he~ho, por la influencia de un socialista revolucwnario, Kerensky, _es d~cir, po~ un representante del socialismo ruso. enemigo de la consigna mternac1_onalista de los bolcheviques. Kerensky, desde mayo de 1917., se coloco resueltamente contra la paz por separado, pero su autoridad era precana. l En sus relaciones ..:on los aliados de Rusia, ese Gobierno. a mismo tiempo que proclamaba su fidelidad a las alianzas, aceptaba el program.a de paz sin anexiones ni indemnizaci.ones <~e guerra; estaba, por c~ns1guiente, en desacuerdo con las potencias occ:denta_les. en cuanto a la ~~es tin de Alsacia y Lorena y a la del irredentismo italiano,. Tal desa~i:crdo se puso de manifiesto el 28 de mayo, cuando el Gobierno prov1s1onal adopt, por sugerencia de los socialistas hola.ndese~. ~n proyecto .que tenda a celebrar, en Estocolmo. una Conferencia soc1al1sta mt.e.rnacional. en la que se tratara. en presencia de_ los. ale.manes, la. cuest1on ~e. la paz sin anexiones: los Gobiernos frances, mgles y amencano proh1b1ero~. a los delegados socialistas nacionales participar en la Con~erenc1a. No oo~ tante. Kerensky continu declarando que no ~ba~~onana los comproi:i:sos de alianza. Esta posicin, aunque su base 1und1ca y. 1?oral fuera solida, era, a los ojos de Ja opinin pblica rusa, una pos1c10n f~lsa: ~mo hacer admitir a Ja mayora del pueblo que el Estado deb1a cont~nuar la guerra, por simple fklidad a co~1promisos con'.r~d~s por un gob1er~o derribado, y cuyo lllCO objeto sena consawar re1vmd1cac1on~S franceS~S italianas? La tesis c.ie Ja fidelidad a las al!anzas no encontro, pues, mas 0 que un dbil eco. E: apoyada, sobre todo, p~r los hoI?bres q~e, P.r?cedentes dei medio ;;1telectual y de la burgues1a m?~stnal, hab1~n s1c10 antes de 1914 los artfi.ces de la poltica de expansio~_Y se ~abtan formado en el culto de las lradiciones naconales. Tamb1en de?1a ser apoyada por Jos funcionarios pblicos, que ~onlaban c~n. la m!Sfi:a formacin; pero estos, cuyos intereses estaban 11gad~s. al reg1men zansta, eran, con frecuencia. adversarios del Gobierno prov1s10nal. En su poltica interior. aquel Gobierno se vea. amenazado, desde dos frentes, por tentativas de golpe de estado: en 1uho de .1~~7, por un golpe de. mano bolchevique; en s.e~tiembre. por una sedic1on del Comandante en jefe del ejrc1lo. Domrno el pnmero. con la ~yuda de tropas cosacas; y el otro. con el apoyo que le prest~ron. ocas1onalme~te. sll:s enemigos bolcheviques. Pero se trataba d~ equ11Ibn?s ~ue no. sena posible repetir. En octubre de 1917 la anarquia ~umento. E1 Gobierno ~rov1sional tena conciencia de ello; esperaba, sm embargo. pod~r contmua.r dominando Ja situacin durante seis s!manas ms, hasta el d1a-6 de d~ ciembre--en que deban celebrarse las elecciones a la Asamble~ Constituyente, con las que confiaba consolidar su poder. Los bolcheviques no
El problema de la continuacin de la guerra por Rusia qued planteado, realmente, desde que, el 4 de mayo de 1917. la poltica de fidelidad a los objetivos de guerra, preconizada por el ministro de Asuntos Extranjeros del Gobierno provisional, fue combatida por el Soviet de Petrogrado. La gran mayora de la opinin pblica se adhiri a la consigna de P~~ lanza~a P?r Lenin y los socialistas bolcheviques: paz sin anexiones m mden11_z1zacwnes. de guerra, pero, sobre todo, paz inmediata, que sera el prefacio ne~esano para una reconstruccin poltica y social. Los dirige.ntes bolcheviques estaban decididos a hacer esa paz por separado, si los abados de Rusia no queran secundarles. El_ ~jrcito estaba desorganizado por la huida de un gran nmero de of1c1ales ~ue se negaban a servir al rgimen republicano ; diezmado por la desercin de los campesinos, que no pensaban ms que en estar ~resentes en su aldea el da en que se fuese a realizar el reparto de la !.1eV" El comandante en jefe francs dijo, en el Comit de Guerra: Deber:ios esperar q~e .se derrumbe en cuanto se mueva". Este pronstico se conf1nn el 1 de 1ul10 de 1917, cuando el intento de ofensiva ordenado por el ministro de la Guerra. Kerensky, fue detenido en su primer da, porque la~ reservas rehusaron. entrar en fuego. Cmo obligar q las tropas a combattr? El general Brussiloff no encontr ningn medio. Adems, la incertidumbre del maana provocaba en las ciudades una paralizacin de los negocios y esta crisis econmica se vio a1uavada por una crisis monetaria que incitaba a los campesinos a restri;;-gir sus ventas y aument las dificultades del abastecimiento urbano. En el campo .. l.~ perspectiva de la refonna agraria anunciada y aplazada hasta la reum?n de la Asamblea Constituyente, dio lugar a desrdenes que las autondades no podan ya reprimir. Se trata~a, ~n res.mnen, de la descomposicin del Estado, cuya rapid_e~ se explica s1 s~ tiene en cuenta que la inmensa mayora de la poblac:on no comprendi nunca los motivos de la guerra y que la administracin, desde mucho antes de la cada del zarismo, haba demostrado
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quisieron concederle ese plazo. "Es preciso no esperar la convocatoria de la Constituyente, que, evidentemente, no estar con nosotros", dijo Lenin, el 23 de octubre, en el Comit Central de su partido. El golpe de fuerza bolchevique' se prepar a plena luz, sin que el Gobierno pudiese contar con la asistencia de los elementos moderados, que le consideraban incapaz. En realidad, la suerte de la crisis dependa del apoyo que encontrasen en el ejrcito el Gobierno y el Soviet. El 3 de noviembre, cuando la guarnicin de Petrogrado se puso a las rdenes del Soviet, el Gobierno moviliz a los alumnos de las escuelas militares e intent concentrar regimientos ele caballera retirados de los frentes. Pero el ministro ele la Guerra, general Verkhovsky. dudaba de la eficacia de esas medidas. En su opinin, lo que hara falta sera arrancar a la propaganda leninista sus medios de accin y, entre ellos, el mejor: la promesa de una paz inmediata. No sera posible explicar a los Aliados esta situacin, pidindoles que desligaran a Rusia de sus compromisos? Si Francia y Gran Bretaa se negasen a autorizar la conclusin de una paz por separado. el Gobieno provisional continuara la _guerra y se sometera a su destino. Pero Kerensky rechaz la sugerencia : pensaba resistir el golpe de fuerza bolchevique sin hacer concesiones al programa del adversario. La revolucin del 7 de noviembre (25 de octubre de 1917) derrib el Gobierno, gracias a la neutralidad declarada de los jefes militares superiores. El general Cheremissov, que tena el mando en Pskov, dij.<:: ."~~ lucha poltica que se desarrolla en Petrogrado no de~e .rozar al eierc~t? . En realidad, el cuerpo de caballera cosaca fue el umco que accedio a ayudar a Kerensky. y no antes del 9 de noviembre. Su contraofensiva sera desbaratada cinco das ms tarde. La primera decisin del nuevo Gobierno fue anunciar q~e iba a hacer la paz. Sin anexiones? S; pero el decreto del _15 de noviembre s_obre las nacionalidades otorgaba a- los pueblos de Rusia el derecho a disponer de su destino e incluso el de formar Estados independientes. Como los territorios ocupados por los ejrcitos de ~as pote~cias central~s esta?a~ habitados casi exclusivamente por poblaciones alogenas-polacos, balt1cos, rutenos-, dicho decreto permita presumir, en el fondo. el abandono definitivo de dichos territorios. Las causas de la defeccin de Rusia fueron exclusivamente rnsas: crisis econmica, desorden administrativo. evolucin moral. que utilizaron Jos artfices de una revolucin social y poltica; clarividencia de los jefes bolcheviques. quienes, para asegurar el xito de ese movimiento revolucionario anunciaron su intencin de terminar con una guerra de la que la in~ensa mayora de la pobl~cin s_e haba desentendi_do desd_e haca ya seis meses. Las otras potencias beligerantes, adversan~s o ~hadas. no desempearon en esa coyuntura ms que un pape! casi . pasivo. ~l Gobierno alemn facilit, indudablemente, la vuelta de Lenm en abril de 1917; pero. segn parece, no deseaba el xito _de la revol~ci~~ bolchevique, pues el anterior estado de cosas es decir, la parahzac1on de
las fuerzas armadas rusas, era ya, a sus ojos, un resultado suficiente. Los aliados de Rusia no hicieron casi nada para intentar consolidar el Gobierno de Kerensky. El presidente Wilson se limit a comprobar la desintegracin gradual del poder y los progresos de la anarqua sin enviar instrucciones a sus agentes. Los Gobiernos francs e ingls no se mostraron ms activos. La nica tentativa hecha en comn por los aliados el 9 de octubre tuvo por objeto recordar a Kerensky- como si este lo h;ibiese ignorado !-la necesidad de restrablecer la disciplina en el ejrcito y de mantener el orden en la retaguardia: si el Gobierno provisional demostraba su eficacia podra contar con el entero apoyo de los Estados Unidos, Francia y Gran Bretaa; pero no se prometa nada m~s que apoyo moral y cierta ayuda financiera. Solo el 6 de noviembre el embaiador americano aconsej a su Gobierno que ofreciera a Kerensky el envo de dos divisiones a territorio ruso, cuya presencia podra animar la moral del pueblo ruso. Al da siguiente, el Gobierno provisional fue 'tmrrido por el golpe de estado bolchevique. En realidad, los aliados se limitaron a ser espectadores, porque saban que el ej~rcito ruso, carcomido por las deserciones, ya no era una fuerza combatiente; que el pueblo ruso, en su gran mayora, deseaba la paz inmediatamente, a cualquier precio; y porque, en fin. no imaginaban ningn medio para hacer que Rusia continuase la guerra. Sin embargo, fueron necesarios cuatro meses para obtener esa paz
inmediata. El 21 de noviembre de 1917, pocos das despus de haber dominado la contraofensiva de Kerensky, el Consejo de Comisarios del
Pueblo decidi entablar conversaciones con las potencias centrales. El 27, tras de haber vencido la resistencia del Comandante en jefe, general Dukhonin, exhort a los aliados de Rusia a unirse a las negociaciones, anunciando que, de no ser as, actuara unilateralmente. El 15 de diciembre fue firmado el Convenio de Armisticio sin serias dificultades. Pero la discusin sobre el tratado de paz, en cambio. iba a desarrollarse, en la Conferencia de Brest-Litovsk, a travs de sp~ros debates, hasta el 2 de marzo de 1918. En esas difciles newciaciones, el conflicto consista, en apariencia, en la manera de concebir el derecho de libre disposicin de los pueblos, y, en realidad, en la cuestin de saber si las potencias centrales se anexionaran o no la mayor parte del territorio que ocupaban sus tropas. La delegacin sovitica admita que las poblaciones de esos territorios decidiesen su destino mediante plebiscito; pero exiga que el voto fuera libre y, por consiguiente, que tuviera lugar despus de la retirada de las tropas de ocupacin. Los alemanes y austrohngaros se negaban a Ja evacuacin previa, que les quitara los medios de ejercer sobre Jos votantes una presin de cuya eficacia estaban seguros. Cada parte era perfectamente consciente de los objetivos de la contraria, y al prolongar la discusin no bus,....aba otro fin que el de la propaganda. La delegacin sovitica quera forzar a los austroalemanes a descubrir
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su juego. 1::>bligndoles a declarar abiertamente que no aceptaban la paz sin anaiones; esperaba que dicha comprobacin provocase en la poblacin obrera de Alemania y Austria-Hungra resistentias contra la poltica de los Gobiernos y Estados Mayores. La gran huelga en las fbricas de guerra de Berln y la huelga general declarada en Viena en enero autorzaban a creer que tales resistencias podan ser graves. Lo que explica la conducta de la diplomacia sovitica es, pues, su esperanza en el contagio revolucionario. Los delegados austroalemanes no dejaron de replicar, subrayando el contraste que exista entre los principios que invocaba el Gobierno sovitico, por un lado, y por otro, la lucha armada que sostena, con desprecio del derecho de libre disposicin de los pueblos, contra los movimientos separatistas en Ucrania, Siberia y el Cucaso. En realidad, los soviticos, mediante el Convenio de Armistico, obtuvieron el resultado que necesitaban con urgencia, esto es, la posibilidad de emplear su:: fuerzas armadas en los frelltes de la guerra civil; podan, por tanto, sin ningn inconveniente, aplazar la firma de la paz. Los austroalemanes, por el contrario, se impacientaban; tenan necesidad de poner en claro sin demora sus relaciones con la Rusia sovitica, para poder dedicar i.odas sus fuerzas a la gran ofensiva que se disponan a lanzar contra e1 frente francs, antes de la entrada en fuego de las fuerzas americanas; y tambin procurarse en Rusia los cereales y el ganado indispensables pua superar la crisis de abastecimientos, que iba tomando, sobre todo en Austria-Hungra, caracteres de gravedad. Cul fue, en estas condiciones, la poltica de los Gobiernos? Alemania y Austria-Hungra deban fijar con precisin la extensin de las anexiones que se proponan efectuar y ponerse de acuerdo acerca de los mtodos a emplear para imponerlas. En diciembre de 19 l 7 los dos Gobiernos decidieron que Curlandia, Lituania y los territorios polacos seran segregados de Rusia y repartidos entre los Imperios centrales, correspondiendo a Alemania los pases blticos, y a Austria-Hungra, la Polonia rusa, a reserva de una rectificacin de frontera en provecho del aliado alemn. Se podra mantener ese programa mientras la Rusia sovitica resistiese? El Gobierno de Austria-Hungra deseaba con tanta intensidad una paz rpida, que se inclinara a aceptar la frmula rusa: plebiscito despus de la evacuacin. En Alemania, todos los partidos polticos, excepto los socialistas, apoyaban la poltica de anexiones del Gobierno y del Estado Mayor. El ministro austrohngaro de Asuntos Extranjeros. Gzernin, no se atreva a emprender negociaciones independientes, y se resignaba a seguir el camino trazado por la voluntad del aliado ; pero buscaba una solucin que le permitiera satisfacer las necesidades inmediatas de Austria-Hungra, es decir, remediar la penuria de artculos alimenticios. La separacin de Ucrania le ofreci esa solucin. El 10 de enero de 1918 la Asamblea Nacional de Kiev, que se haba negado seis semanas antes a reconocer al Gobierno bolchevique, envi una declaracin de
independencia a la Conferencia de Brest-Litovsk. Si Austria-Hungra reconociese esa independencia y concluyese un tratado de paz con la Repblica de Ucrania, asegurara el medio de obtener los recursos de un temtorio agrcola particularmente rico. Qu importaba que esa paz ucraniana pudiera suponer futuros peligros y amenazase con complicar peligrosamente a las potencias centrales en las aventuras de la guerra civil rusa? Como declar Czernin a sus interlocutores alemanes: "Austria est en la situacin del hombre a quien se le quema la casa y salta por la \'ent:ina." Lo que haca falta era obtener. en los meses venideros, un milln de toneladas de cereales. El 9 de febrero de 1918 se firm el tratado. Pero el Gobierno ucraniano no tena autoridad real, pues las tropas bolcheviques haban empezado a invadir el territorio de la Repblica independiente e iban a ocupar Kiev el mismo da. A la delegacin sovitica en Brest-Litovsk le result fcil entonces decir que aquella paz no tena ningn valor. Para obtener los suministros prometidos las potencias centrales solo disponan de un medio: conceder al Gobierno ucraniano ayuda militar para reconquistar su territorio. Las tropas austroalemanas iban, pues, a reanudar, en la prctica, las hostilidades contra los bolcheviques. Habra que recurrir a eso? Tal era la opinin del ministro alemn de Asuntos Extranieros, Khlrnann. Los rusos soviticos no seran capaces de responder a esas hostilidades localizadas con la ruptura del armisticio, porque carecan de medios para reanudar la guerra. La actitud de la delegacin sovitica confirm la suposicin: Trotsky se neg a continuar las conversaciones de paz, pero se guard muy bien de denunciar el armisticio. A pesar de ello, el Gran Cuartel General alemn quera terminar e imponer al Gobierno sovitico una sumisin compieta; si no --deca-, tendra que mantener un frente oriental en el momento en que necesitaba todos sus recursos para seguir un resultado definitivo en el frente occidental. Crea verdaderamente que bastaba con forzar la firma del tratado para evitar ese frente? Guillermo II adopt el punto de vista militar. La reanudacin de hostilidades, iniciada el 18 de febrero de 1918, no encontr ninguna resistencia. Una simple marcha militar hacia Petrogrado fue suficiente para provocar el retorno a Brest-Litovsk de una delegacin rusa que declar someterse ante Ja fuerza, y firm el Tratado de paz, sin querer siquiera examinar los detalles del texto. Por el tratado de Brest-Litovsk, Rusia abandonaba sus territorios de Polonia, Curlandia y Lituania y dejaba a las potencias centrales que decidiesen el destino de esos territorios; prometa evacuar completamente Jos de Livonia y Estonia, sin renunciar a su soberana sobre ellos, y reconoca la independencia de Ucrania y la de Finlandia. Las regiones cedidas eran las que proporcionaban los mejores rendimientos de trigo y remolacha azucarera; en ellas se encontraban las dos terceras partes de sus recursos de hulla y la mitad di! sus instalaciones para la produccin de acero. El Gobierno sovitico se comprometa, por los artculos 5 y 7,
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a no entorpecer, mediante derechos aduaneros demasiado elevados o prohibiciones, las compras que Alemania quisiera efectuar en territorio ruso. Dos das despus, el Gobierno rumano, incapaz de conservar sin el apoyo de las tropas rusas la pequea parte de su territorio nacional, preservado de la invasin, firm los preliminares de paz en Duftea: por el Tratado de paz de Bucarest, del 7 de mayo. ceda la Dobrudja a Bulgaria y renunciaba. en provecho de las potencias centrales, a su independencia econmica. En todo el frente oriental la guerra haba terminado. Era un hecho que pareca dar Ja razn a la poltica del Gran Cuartel General alemn. Hasta ltima hora, el Gobierno sovitico estuvo dividido antes de resignarse a la capitulacin. Lenin dio a conocer su opinin a principio de enero. Convencido de que el rgimen bolchevique, al que amenazaba Ja guerra civil, no podra sobrevivir si tuviera que hacer frente a una nueva ruptura de hostilidades contra las potencias centrales, consideraba que las negociaciones de BrestLitovsk no deban buscar ms objetivo que el de ganar tiempo, en espera de que, mientras, sobreviniese en Berln o Viena la crisis poltica y social. Pero si las potencias centrales denunciaran el armisticio. la Rusia sovitica debera ceder sin intentar Ja resistencia. No era -Ja salvacin de la revolucin rusa lo que ms importaba al mundo? Esa actitud fue speramente criticada por el nuevo Comandante en jefe del ejrcito, Krylenko, y por Dujarn, que quera oponer a los "apetitos de rapia de la burguesa alemana ... una resistencia encarnizada" Los Soviets locales. excepto el de Petrogrado. aprobaban esa intransigencia. Entre esas dos tesis extremas. Trostky, comisario de Asuntos Extranjeros, sugiri un compromiso aparente: rechazar las condiciones de paz alemanas, pero declarando, al mismo tiempo, que el armisticio segua en vigor; contar con que el Gobierno alemn, por temor a provocar el descontento de la opinin pblica, tolerara esa situacin; en. ltimo caso, si esa esperanza resultara vana y el ejrcito alemn rompiese otra vez las hostilidades, capitular. La resolucin de Trotsky, a probada por Stalin y Kamenef, fue adoptada en la deliberacin secreta del 22 de enero del Comit Central del Partido Bolchevique por 9 votos contra 7. En el fondo, llevaba al mism? resultado que Ja tesis leninista; Ja nica difer~ncia concer~~ . la ac~1tud que habra que tomar si Alemania denuncias.e el ~'.m1st1c1~; segun Lenin, capitulacin inmediata; segn Totsky, cap1tulac1on tamb1en, pero solo despus de sufrir una nueva impdsicin de fuerza. para demostrar que el Gobierno bolchevique no era cmplice de A lemc:nia .. Esta poltica fue la que se aplic en el momento de la firma del Tratado de paz con Ucrania. En Brest-Litovsk, Trosky declar: e.I 10 de febrero, que la Rusia sovitica, aunque abandonase las negociac1~nes ~e paz, se retiraba de la guerra europea y que, para poner en evidencia
claramente su decisin, estaba determinada a desmovilizar sus fuerzas armadas. La tentativa fracas, puesto que el ejrcito alemn reanud las hostilidades. En seguida. aunque Bujarn sostuviera nuevamente la tesis de la "guerra revolucionaria" y Trotsky sugiriese esperar el desarrollo de la ofensiva alemana, Lenin hizo que el Comit Central ejecutivo decidiese enviar a Alemania la peticin de Ja paz. Despus de cinco das de angustiosa espera, cuando el Comit Central recibi la comunicacin de las condiciones alemanas, ms rigurosas an que lo que permitan prever las negociaciones de Brest-Litovsk, fue Lenin quien arranc a una mayora nfima el voto favorable a la paz inmediata. Lenin deca que el ejrcito no quera ni poda combatir; si contase an con cien mil buenos soldados. sera posible intentar la resistencia; pero en su estado actual solo podra continuar la retirada hasta los Orales, y Rusia se vera obligada, finalmente, a aceptar condic;.--ines de paz peores. Pero su gran argum'.!nto, el que esgrimi el 18 d:: [carero ante el Comit Central y repiti el J.; .de marzo ante el Congreso Panruso de los Soviets. con ocasin de la ratificacin del Tratado, es siempre la salvacin de la revolucin: si Rusia firmase la paz, aunque fuese a costa de abandonar algunas provincias, la revolucin se salvara; si la guerra continuase, la ruina de la revolucin es segura. Esta paz, indudablemente, sera una humillacin inaudita para el poder sovitico; sin embargo, evitara la completa derrota de ese poder. No era eso lo ese'ncial? Lenin conclua: "debemos conservar nuestras posiciones, mientras e~peramos la sublevacin del proletariado internacional". Las dificultades y demoras de las negociaciones rusoalemanas hubieran podido ofrecer a los aliados y asociados de Rusia oportunidad para una accin diplomtica. Intentaron retener al Gobierno sovitico y evitar la paz por separado? A ltimos de noviembre de 1917, en el momento en que el Consejo de Comisarios del pueblo haba exhortado a las potencias occidentales a participar en las negociaciones de paz, se celebraba en Pars una Conferencia interaliada, destinada al estudio de la cooperacin militar y econmica. El representante de Estados Unidos, coronel House, sugiri revisar los objetivos de guerra en el sentido indicado por el programa ruso, es decir, en el de la paz sin anexiones. Pero el Gobierno francs se neg a considerar una paz que tuviera por base el statuto quo ante, y fue apoyado por Gran Bretaa e Italia. La proposicin americana qued, por tanto, rechazada. Lloyd George present otra sugerencia: los Alia?os, manteniendo su negativa a asociarse a las negociaciones emprendidas por los bolcheviques, podran desligar a ~usia de las obligaci?nes que haba contrado en el Pacto del 5 de septiembre de 1914, autorizndola, por consiguiente, a concluir una paz por separado; al da! ese consen~i miento, que les permitira conservar sus relaciones diplomticas con Rusia, no perderan nada, puesto que no disponan de ningn medio para obligar al Gobierno sovitico a respetar los compromisos contrados por el Gobierno zarista; podran incluso conseguir algunas ventajas, pues cuando
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Alemania exigiera la cesin de territori<>s, se volcara contra ella sola el rensentimiento ruso. En resumen : para el primer ministro britnico, lo ms importante era prevenir el peligro de una alianza rusoalemana. Ni Clemenceau ni Sonnino aceptaron esa solucin, porque no queran considerar al Consejo de Comisarios del pueblo como Gobierno legtimo, calificado para representar a la nacin rusa. Sin embargo, los contactos no se rompieron por completo; y el Estado Mayor sovitico, a peticin del Jefe de la misin militar francesa, incluy en el Convenio de Armisticio una clusula por la cual los alemanes se comprometan a no trasladar tropas desde el frente oriental, al frente de Francia, hasta Ja firma de la paz germanorrusa. No cabe duda de que esa clusula, desprovista de toda inspeccin, corra el riesgo de ser completamente ineficaz; pero pareca ser un testimonio de buena voluntad en las relacions entre Rusia y Francia. En enero de 1918, cuando se puso de manifiesto la oposicin de las tesis rusa y alemana en la Conferencia de Brest-Litovsk y pareca posible una ruptura de conversaciones, el presidente Wilson, ante la peticin insistente del embajador americano en Rusia, hizo un esfuerzo en el sentido de la sugerencia presentada ya por el coronel House. El mer!saje que dirigi al Senado americano, el 8 de enero, para indicar cules deban ser las bases de la paz general (1), no era solo un intento de revisar los objetivos de guerra, una discrepancia parcial cou los acuerdos secretos concluidos por los Aliados antes de abril de 1917 y un llamamiento en favor del principio de las nacionalidades; era, tambin, un estmulo dado al Gobierno sovitico en la resistencia de este a las exigencias alemanas. Las potencias centrales-declar Wilson-son imperialistas, mientras que los rusos dan pruebas de lealtad y de amplitud de miras. Los Estados Unidos colocaban, entre las condiciones para la futura paz. "la evacuacin de todo el territorio ruso": entendan que Rusia deba ser,,. libre para "determinar sin trabas ni obstculos, en plena independencia, su propio desarrollo poltico y su organizacin nacional" ; ofrecan dar a ]a nueva Rusia "cualquier clase de ayuda que pueda necesitar". Pero, cuando los Gobiernos ingls y francs hicieron, por la misma fecha, declaraciones referentes a los objetivos de guerra, evitaron toda alusin a la cuestin rusa. A pesar de ello, quince das despus, el embajador de Francia ofreci al Gobierno sovitico, adems de ayuda financiera, tcnicos para reorganizar las fuerzas armadas. El 19 de febrero, cuando Alemania acababa de reanudar las hostilidades, prometi a Rasia el apoyo militar y financiero de Francia. Lenin y Trotsky, que esperaban en vano, desde haca tres das, la respuesta alemana a la oferta de capitulacin. consideraron prudente no rechazar el ofrecimiento francs; el Comit Central del Partido-a pesar de la oposicin de Bujarn, que era partidario de h resistencia armada contra Alemania, pero enemigo de cualquier com(l) Vanse pgs. 712-713.
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promiso con un Gobierno. bllrgus-:-les ?i~ plenos p~deres "para aceptar la ayuda de los Gandidos del 1mpena!Ismo . frances cont:~ los bandidos alemanes". El da 22. los embajadores aliados se adhmeron a la gestin francesa. sin prometer ms ayuda efectiva que la de tcnicos, encargados de destruir las vas frreas para contene~ el avanc~ .de las .tr?~ pas enemigas. Pero el 23 por la tarde, el Gob1~r~o sov1~t1co rec1~10 Ja respuesta alemana y decidi someterse; el ofrec1m1ento aliado no d10, por tanto, resultado alguno. Sin embargo, este ofrecimiento se renov el 5 de marzo, con la esperanza de inducir al Congreso Panruso de los Soviets a negar su ratificacin al Tratado de Brest-Litovsk; la gestin aluda a una ayuda militar japonesa. Cuando Trotsky pidi precisiones acerca de los dems auxilios que podra recibir, la respui;sta americana. ~firm que los Estados Unidos no estaban, desgraciadamente, en cond1c1ones de prestar una ayuda directa y eficaz. . . , . . Cul podra haber sido la importancia prctica de esos 9frec1m1e~ tos vagos y tardos? El poder sovitico, aun en el caso de haber recibido la promesa de ayuda armada, habra sido barrido por las tropas alemanas mucho antes de la llegada de los socorros exteriores. Desde el momento en que ese poder decidi salvar la revolucin, no tena ms remedio que concluir la paz. Esta paz rusa por separado, en el momento de su firma, pareca ofrecer a Alemania la perspectiva de una victoria decisiva en los campos de batalla de Francia. Por ello, es necesario apreciar su importancia real. Esta oaz, indudablemente, aliviaba las dificultades alimenticias de Alemania ms an, las de Austria-Hungra; facilitaba, gracias al petrleo rumano, el empleo de la aviacin, as como la organizacin de los transportes militares. Como contrapartida, contribua a provocar dificultades interiores en los dos Imperios centrales: Ja propaganda comunis ta se infiltraba en Alemania; al mismo tiempo, la resistencia de las mi norias nacionales de Austria-Hungra se haca ms activa, al ritmo de los debates sobre el derecho de libre disposicin de los plleblos en BrestLitovsk. En el terreno militar, Ja paz tuvo muchas menos consecuencias que las que pareca lgico prever. En realidad, con la serie de ofensivas iniciadas en el frente de Francia el 15 de marzo, y continuadas hasta el 15 de julio, el Alto Mando alemn no sac gran provecho de la paz de Brest-Litovsk. Mantuvo en los territorios del antiguo Imperio ruso sesenta divisiones-o sea, alrededor de un milln de hombres-, durante esos cuatro meses. Y s hubiese lanzado a la batalla, en las horas crticas del 25 de marzo, 9 de abril y 27 de mayo de 1918, diez o veinte de esas divisiones, hubiera incrementado grandemente sus posibilidades de conseguir un resultado definitivo. Por qu crey necesario conservar un frente oriental, a pesar de la firmi de la paz rusa? En Ucrania. ese Alto Mando alemn se vio obligado a mantener grandes efectivos-veinte divi-
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siones-, porque, sin la presencia ele esas tropas, ics campesinos no entregaran sus cereales y su ganado. Dej. voluntariamente, importantes guarniciones en Livonia y Estonia, para apoyar una actividad poltica. Y, en fin, en otras partes del antiguo frente de batalla, consider indispensable mantener una cortina de tropas, por lo menos, para limitar los riesgos del contagio bolchevique en Alemania. Pero Jo que tema, ms que nada. el Alto Mando alemn era un posible viraje del Gobierno sovitico, pues la puesta en prctica de aquel Tratado, impuesto por la fuerza. daba Jugar a ciertas dificultades, particularmente en Jos pases blticos. El 9 de junio de 1918, Ludcndorff lleg a pensar que sera oportuno romper otra vez las hostilidades y derribar el Gobierno bolchevique. La paz por separado era, pues, decepcionante. Este mismo problema-d mantenimiento de un frente oriellfal-era la mayor preocupacin de Francia y Gran Bretaa cuando analizaban las consecuencias del Tratado de Brest-Litovsk, sin sospechar. como es natural, las intenciones de Ludendorff. Cmo evitar que el Gran Cuartel alemn dirigiese a Jos campos de batalla de Picarda o Champagne los efectivos de que ahora dispona? Clemenceau y Lloyd George pensaban en la formacin de un cuerpo expedicionario con destino a Sibera, con el concurso de Japn, que, aunque haba rehusado tomar parte en las operaciones militares de Europa, aceptaba, con la mejor voluntad, la posibilidad de actuar en una regin donde poda conseguir grandes ventajas. Wilson, a pesar de su recelo ante la expansin nipona, termin por resignarse. Se organizara esta expedicin interaliada con el consentimiento del Gobierno sovitico, sin contar con l o, quiz, contra l? En el ltimo caso, el Gobierno sovitico se vera obligado, sin duda, a buscar una alianza con Alemania. En el primero, ese mismo Gobierno correra el riesgo de que el ejrcito alemn interviniese en la guerra civil rusa, a favor de los blancos. En abril de 1918, Lenin pareca inclinarse a admitir una colaboracin de hecho con la Entente y Jos Estados Unidos; declar que estaba dispuesto a discutir las modalidades posibles de la expedicin siberiana. Trotsky, primero muy reticente, termin por aceptar, en principio, una negociacin, a condicin de que se fijase con exactitud el precio que habra que pagar a Japn. Algunos de Jos miembros de las misiones diplomticas o militares que las potencias aliadas y asociadas mantenan an en Rusia-el francs Sadoul. el americano Robbins y el ingls Lockart-deseaban esa negocia~in y daban por segura Ja aquiescencia del Gobierno sovitico; pero se trataba de subordinados: los jefes de las misiones mostrbanse desconfiados u hostiles. sobre todo, porque una negociacin implicara el reconocimiento de facto del poder sovitico, lo cual, corno deca el embajador de Francia. Joseph Noulens, era una posibilidad inadmisible. En mayo, cuando los bolcheviques, en Chelyabinsk, combatan con Ja Legin Checa, formada por antiguos prisioneros liberados de los campos rusos, al poner las embajadas aliadas a los legionarios bajo su
proteccin, el inciccnte favoreci la tendencia antisovitica. Las instrucGobierno francs, del 20 de junio, decan que la Legin Checa el foco que ~gr~pase a "los elementos siberianos y cosacos partidarios del restablec1m1ento del orden", es decir, a los adversarios de los bolcheviques. El 5 de agosto de 1918 comenz la expedicin intera/iada-ja ponesa, de hecho-a Siberia, que, a pesar de perseguir el objetivo de fijar a las fuerzas alemanas estacionadas an en Rusia, se convirti en un acto de intervencin en la guerra civil rusa.
cio~es del deb1~ s~r
Poda sorprender que el Gobierno sovitico acudiese a Alemania y que el Gobierno alemn, cuyas tropas acababan de sufrir la derrota del 8 de agosto en el frente de Francia (1 ), sintiese la necesidad de consolidar la paz de Brest-Litovsk, con el fin de hacer posible el trasla?o en masa ?e sus efectivos, hasta ahora retenidos en el antiguo frente onental, al occidental? El 27 de agosto de 1918 se firm un nuevo acuerdo german?-ruso, cuyos artculos secretos prevean cierta colaboraci<W,: Alemama ayu~ara al. <?obierno sovitico en su lucha contra el ejrcito blanco de Rusia Meridional o contra el pequeo cuerpo expedicionario francoingls que haba desembarcado en el norte de Rusia; y, como contrapartida, Rusia renunciara a la soberana terica que mantena an sobre Livonia y Estonia. En la prctica, el principal resultado fue el traslado de 500.000 soldados alemanes hacia el frente de Francia, en un esp.acio de. ~res meses. Per? tales re~uerzos, cuya intervencin podra haber sido d~c1siva en. la ofensiva de .Pnmavera, llegaban demasiado tarde para gar:i,ntizar el. xlto de la de~ensiva. No crecan ahora, gracias a la aportac10n amencana, los efectivos de los Aliados y asociados a un ritmo de 250.000 hombres por mes? En resumen: tanto en un bando como en el otro, las relaciones con el Gobierno sovitico no fueron llevadas de una manera realista. El Gobierno y el Estado Mayor de Alemania, decididos a obtener amplias anexiones territoriales, no percibieron la conveniencia de una paz conciliadora, que les habra permitido trasladar, con mayor rapidez y en maY?r volu~en, su esfuerzo .militar hacia el .frente de Francia. Las potencias occidentales no consideraron necesano, despus de Brest-Litovsk, buscar un acuerdo con el Gobierno sovitico, quiz, porque crean que los bolcheviques eran los nicos responsables de una paz por separado, deseada, en realidad, por la mayora de la poblacin rusa; pero, sobre todo, porque, al reconocer a ese Gobierno, tendran que renunciar a un argumento que pensaban utilizar, ulteriormente, para conseguir la anulacin del Tratado de Brest. Los Estados Unidos parecan haber visto el p~oblema con mayor claridad; pero no supieron defender su punto de vista. El alcance de la cuestin rusa no fue apreciado, en ningn momento, de acuerdo con su valor.
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Las. causas soc}ales fueron las predominantes en el derrumbamiento de I Rusia. No cabt duda de que las derrotas militares de 1915 a b neron e paso a ~s.a cnsi:;~; pero. a final~s de 1916, la situacin militar pareca estar estabdIZada. ';!I estado de .~mo de la poblacin campesina, el xito _de la propaganca de los socialistas extremistas en los medios obreros e mtelectuales, la n~f~rencia de parte de la burguesa, fueron los orgen~s de los acon~.:clilllentos de 1917. En el caso de la Monarqua danub1ana. en cambw, aparecen caractersticas completamente diferentes. El Gobierno d~ _Austria-Hungra quiso, en 1914, la guerra europl!a, porque cr~fa que ~mea.mente una victoria militar podra detener la amen~ de ~tsgregac1n. del Estado (1). Mientras vivi el emperador Francisco Jose, h~sta noviembre de 1916, el Gobierno sostuvo la guerra con toda la energ1a de que era capaz, pero sin poder nunca soar con disponer de~ apoyo de la mayora de la poblacin. Los sntomas de la crisis aparecieron desde principios de 1917. Fue resultado del cambio de mon~rca?. No _cabe dud:i de que, parcialmente, s: el emperador Carlos, nervioso, mqmeto, _veleidoso, no tena, en el destino de la Monarqua aquella confianza simple, un poco ingenua, que su to haba mantenid~ d~rante los sesenta y ocho aos de duracin de un reinado que haba sufndo ta~tas pruebas. Pero las amenazas profundas estaban relacionadas c~n la situacin econmica y la actitud de las minoras nacionales. Austna, que sufra la escasez de artculos alimenticios, no poda contar con los recu~sos agrcola_s de Hungra para remediarla. porque el compromiso econ~n:zco, establect~o desde 1867, permita al Ministerio de Budapest prohibtr I_a e_xportac1n de cereales y de ganado, incluso la destinada a o~os temto~os no hngaros de la Doble Monarqua. La protesta de las m:11orfas naci.onales, alentada en_ diciembre de 1916 por la declaracin d_e . as potencias de la Entente senalando sus objetivos de guerra (2) rec1b~ un nu~vo impulso. en marzo de 1917, cuando la desaparicin' del rgimen ~nsta abr~ perspectivas favorables a la reivindicacin polaca. Qu unportan~1~ puede atribuirse a cada una de esas causas en los progresos de_ la cns1s austrohngara de 1917 a 1918? La penuna de artculos alimenticios adquiri gravedad en el otoo d~ ~917, en to~ la parte austraca de la Doble Monarq~a. La racin diana de pan _baJ a 165 gramos y no siempre fue distribuida por completo. Las rac1on~s semanales eran de 200 gramos de carne y de 40 a 60 de g;asa. Esas dificultades d~ abastecimientos constituyeron el origen inmediato de la~ revueltas sociales que, a mediados de enero de 1918, tomaron un. cariz amenazador. Los jefes sindicalistas lanz.aron, a ttulo de advertencia. una orden de huelga general; por otra parte, para intentar
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obligar a los campesinos a entregar sus productos, el Gobierno retir del frente treinta batallones, que emple en registros domiciliarios. El Em perador prevea un movimiento revolucionario s no se conjuraba la crisis de abastecimientos. Pero qu esperanza de superarla poda haber? Las escasas reservas de que se dispona an se agotaran antes de fin de marzo. El derrumbamiento sera, entonces, inevitable. Esta amenaza oblig a Austria-Hungra a acoger la paz ucraniana, nica va de salvacin (1). El Gobierno no ignoraba que dicha paz poda implicar peligros para el porvenir; pero, como dijo Czernin, "es preferible una muerte posible a una muerte cierta". Por lo menos, Czernin consigui, gracias ese tratado ucraniano, y despus merced al rumano, un respiro que Je permiti alejar los temores inmediatos. Como se ve, las dificultades <econmicas no desempearon un papel decisivo en la crisis que sumergi a la Doble Monarqua en octubre de 1918. El movimiento de las nacionalidades tuvo ms importancia. El desarrol1o de la protesta de las minoras estaba directamente relacionado con la situacin internacional; pero tambin lo estaba con las condiciones de la pol!ica interior, pues el emperador Carlos hizo que se reuniese el Parlamento austraco. cuyas actividades haban sido suspendidas desde el comienzo de la guerra, dando as ocasin a los grupos nacionales oara afirmar pblicamente sus reivindicaciones. La protesta checa result debilitada, basta finales de 1916, por ias tendencias divergentes que existan entre los grupos de la resistencia ex terior; uno de ellos, dirigido por Masaryk y Benes, buscaba el apoyo de Gran Bretaa y Francia; y el otro miraba a la Rusia zarista. Esa divergencia desapareci en marzo de 1917, despus de la cada del Zar, cuando. en un congreso celeb:-ado en Kiev, la Liga Checoslovaca adopt el programa del Consejo Nacional, es decir, el de Masaryk y Benes. Sin embaroo, la unidad entre estos emigrados y los nacionalistas checos del interio~ del pas no qued an establecida; mientras unos reivindicaban la independencia, los otros se conformaban con cierta autonoma:. el 30 de mayo de 1917. la declaracin leda en el Reichsrat por los diputados checos se limitaba a pedir la transformacin de la Doble Monarqua en una Confederacin de Estados de la _que formara parte Bohe~ia. El Consejo Nacional de Praga solo se adhm al programa esta~lec1do por los jefes de la emigracin el 6 de enero de, 1918. "Nuestra nacin reclama su independencia; quiere formar un Estado soberano y democrtico, que comprenda sus pases histricos y su rama eslovaca." El movimiento yugoslavo. fuertemente afectado, en mayo de 1915. por la intervencin italiana (2). y casi ~l'.ogado, a f!nales de ~915, cor:i-o. consecuencia de la derrota serbia, adqum nuevo vigor. tambin, a pnncipios de 1917. Los recelos existentes entre los s~rbios ortodoxos. Y los croatas catlicos. alimentados por la poltica zansta que favoreci los
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intereses de los ortodoxos, empezaron a esL.:marse espus de la revo.lucin de marzo en Rusia. El compromiso qued registrado en el Pacto que firmaron Trumbitch y Pachitch en Cor~~ el 20 de julio de 1917 ~l objetivo comn sera, en adelante, la creaq1on de ~m Estado yugos o, donde reinara una dinasta serbia ; pero la~ poblaciones croatas tendnan derecho a un estatuto de autonoma. Serbios y croatas deseaban englobar en ese estado a los eslovenos; el promotor del movimiento nacional esloveno Korosec, se mantuvo, al principio, distanciado; hasta i:I 2 de marzo d'e 1918 no se adhir a la reivindicacin de independencia Y al proyecto de Estado yugoslavo. . . . En resumen: los jefes de los dos movimientos nacionales de mayor importancia solo adoptaron un pro?rama de dislo~acin de la Doble Monarqua cuando el derecho a la l1br~ detem11nac1on de los pueblos se encontr en el centro de las conversaciones de Brest-Litovsk. Pero era verdaderamente significativa esa coincidencia? Es necesario buscar otras explicaciones en las polticas de los Gobiernos austraco y hngaro y. tambin, en la actividad diplomtica de los adversarios de Austna-
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Hungra. . - , d Los Gobiernos? Mientras que en t~empos de Fran.ci.sco. Jo?e a optaron una actitud completamente negativa ante h.s reivmd1c~ciones de las nacionalidades, desde el advenimiento de Carlos, esos C'.ob1ernos emplearon mtodos ms flexibles. En Austria, el jefe el Gabme'.e del emperador, Polzer-Hoditz, estableci un plan. de. refo~mas. en abril de 1,917. que podra satisfacer a los grupos mmontanos; siem~re y cuando estos se limitasen a reivindicar estatutos de autonomia: y esa era. entonc~s la posicin de los grupos minoritarios. con la excepci?n de~ . mede~t1smo italiano. Pero el emperador no encontraba en Austria poht1cos dispuestos a aplicar ese plan; y, cuando pens llamar a .un. hombre nuevo, Josef Redlich. hubo de renunciar a ello. ant~ las objeciones de Alemania. En Hungra. Carlos trat de hacer modificar la ley electoral. para permitir a la; minoras nacionales la expresi~ de su voluntad.; en mayo de 1917, consigui separar del poder al p~e.sidente del C?nseio. E~teban Tisza, quien afirmaba con energa su host1l1dad ~ cualquier tenta~iva de ese gnero; pero no encontr en el nuevo presidente del Consejo. Esterhazy. un apoyo eficaz. La poltica q'.-1e yr,econizaban los ref.ormadores segua siendo, pues. infecunda. La dim1sion de Polzer-Hod1tz en 1~~ viembre de 1917. seal el fin de tales intentos. De este modo, los m1htantes de los movimientos nacionales, al perder la esperanza de o~tener estatutos de autonoma. se decidieron a reivindicar la independencia. La poltica de Jos aliados y asociados? Los Estados de la Entent<;. com(,o es natural. deban tratar de explotar en su provecho ese movimiento de nacionalidades. Podan elegirse dos cami~os: u~o. alentar la protesta de las minoras. con el fin de pro.voc~r la d1slocac1~n de la Doble Monarqua; otro, aprovecharse de la mqmetud del Gobierno austrohngaro, para obligarle a llevar a cabo una paz por separado. Hasta finales de 1916. no hubo ninguna accin coherente. Es verdad que la
Declaracin colectiva del 10 de enero de 1917 anunciaba la intencin de. liberar las nacionalidades de Austria-Hungra; pero lo haca en trmmos muy vagos (1). No poda ser de otra manera, teniendo en cuenta que los in~e~eses ital~anos en el Adritico chocaban con los yugoslavos Y que el reg1men zansta pretenda conservar su libertad de accin en la cuestin polaca. Pero, en el momento en que la primera revolucin rusa suprimi el obstculo principal para la vigorosa afirmacin de una poltica favorable a las nacionalidades, Francia y Gran Bretaa no emprendieron ese camino. Buscaron, por el contrario, la paz por separado. Incluso despus del fracaso de las negociaciones con el prncipe Sixto (2), continuar<;>n esforzndose por conseguirla. En los ltimos meses de 1917. mediante contactos llevados a cabo por un agente de los Servicios Secretos, el conde Armand, en agosto, y por el hombre de Estado surafrkano, S~uts, en diciembre, los Gobiernos francs e ingls prometier01f. a Austna-Hungra que conservara todos sus territorios, si aceptara la paz por separado ; pedan, solamente, que las minoras nacionales fuesen beneficiadas con una autonoma, dentro de un marco confedera]. En enero de 1918, el presidente Wilson, en sus Catorce Puntos, se limit a decir que esas ~acionalidades de Austria-Hungra, deban obtener "el margen ms amplio de desarrollo autnomo". El premier britnico, por su parte, no hablaba ms que de gobierno autnomo; y el ministro de Asuntos Extranjeros francs, cuando hizo alusin a "una solucin de la cuestin de Austria, de acuerdo con el derecho de las nacionalidades", tuvo buen cuidado de no precisar en qu consista ese derecho. "La destruccin de Austria-Hungra no forma parte de nuestros objetivos de guerra", declar Lloyd George; y los expertos del presidente Wilson aconsejaban "excitar los movimientos nacionales y no aceptar, a continuacin, la consecuencia extrema y lgica de ese descontento, que sera el desmembrami.ento de Austria-Hungra". El fracaso de esa poltica slo lleg a set evidente en febrero de 1918, cuando el emperador Carlos, solicitado por un enviado especial del presidente Wilson, termin por responder que las reivindicaciones de las minoras nacionales no podan esperar satisfaccin. Los dirigentes que en la emigracin impulsaban los movimientos nacionales, conocan y deploraban esas tentativas de negociacin ; cuando no obtuvieron xito, esos jefes se sintieron ms libres y reivindicaron la independencia. En lo sucesivo contaran con el apoyo de Francia y Gran Bretaa, que, al no haber conseguido la paz por separado, se decidieron a inscribir la destruccin de Austria-Hungra entre sus objetivos de guerra esenciales. El Gobierno italiano, cuya autoridad haba sido gravemente daada por el desastre de Caporeto de octubre de 1917, abando(!)
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n6 la actitud intransigente que haba mantenido desde 1915 en la cuestin yugoslava; y cedi, en abrI de 1918, ante la presin de los que pedan en los yeridicos--Salvemini, Mussolini-una poltica de acuerdo. con las nac_io_nalidades oprimidas de Austria-Hungra. El 29 de mayo, ~1lson se dec1?1, por fin, a alentar pblicamente "las aspiraciones nacJOnales a l~ libertad de los checos y los yugoslavos". Es muy posible que para yYils?n esto fuera solo un simple recurso, un medio de apresurar la victona; pese a ello, no es menos verdad que se adhiri a la poltica preconizada, das antes, por Clemenceau: "intentar destruir Austria-Hungra, apoyndose sobre las nacionalidades".
Qu influencia d.ebe atribuirse al carcter del emperador en las causas del derrumbamiento de la Doble Monarqua y de la crisis interior. cuyos sntomas se multiplicaron en junio y julio de 1918? Carlos I desconfiaba de Alemania. Segn el testimonio de sus confidentes, l!eo hasta decir que un brillante xito militar de los alemanes significara Ja ruina d~- Austria-Hungra. Desde abril d" 1917, comprenda que la mtervencJOn de los Estados Unidos iba a traer consigo la derrota de las potencias centrales. Por eso deseaba la paz, sin excluir la posibilidad de una paz por separado. "Ir hasta el fin con Alemania, solo por nobleza. sera un suicidio", Pero tal poltica no era la de sus ministros ni la de sus generales. Poda imponrsela? Acogi el plan de reformas de PolzerHoditz y so con reconstruir Austria-Hungra, transformando la monarqua dualista en una confederacin de Estados ; pero, ante la resisten~i~ que encontraba, aban.don a su jefe de Gabinete y dio por no rec1b1das las ofertas del presidente Wilson. En abril de 1918, qued desacreditado, al revelar Clemenceau la carta en la que el emperador declaraba estar a favor de las justas reivindicaciones francesas sobre Alsa~ia y Lorena (1). Para salvar el trono, se vio obligado a presentar excutpsas. al emperador alemn y a aceptar la renovacin, por doce aos. de Ja alianza austroalemana. Cmo iba a tener, despus de eso, autoridad suficiente para encontrar solucin al problema de las nacionalidades? El Gobierno hngaro sigui rechazando cualquier proyecto de autonoma y el presidente del Consejo Austraco declar que la poblacin alemana era y debe seguir sindolo, la espina dorsal de Austria. Aunque esas dificultades interiores se agravaron, indiscutiblemente. en j~nio y j:ulio de 1918, .hasta agosto, es decir en el momento en que se vislumbraba la perspectiva de una dertota militar prxima, no comenzaron a adquirir ~n carcter verdaderamente crtico. A finales de septiembre, con ocasin del hundimiento del ejrcito blgaro, los jefes de Jos grupos minoritarios hicieron declaraciones revolucionarias. Reivindicaban la independencia en las sesiones del Parlamento austraco. El 18 de octubre, el emperador se decidi a anunciar que Austria iba a transformarse en un Estado Federal; pero no hizo extensible esta pro(1)
mesa a Hungra, pues chocaba con la oposicin absoluta de los medios dirigentes magiares. Demasiado tarde, como respondi Wilson: la autonoma era ya insuficiente para satisfacer las aspiraciones de los pueblos. Esa respuesta hizo saltar el marco de la monarqua. El 24 de octubre, el Emperador form nuevos ministerios en Viena y en Budapest, q.ue se resignaron a permitir la constitucin de Estados ?acJOnales; solo mtentaba prever el mantenimiento de una vaga . relaci? conf~~er.al, .en .forma de un Consejo Ejecutivo comn. Ese mismo da, el e1erc1to italiano lanz la ofensiva que haba de romper el frente del Piave Y. a dislocar el ejrcito autrohngaro en treinta y seis horas. Entonces, mientras el ~m perador solicitaba un armisticio. los "Consejos nacionales" se organu.aron como Gobiernos independientes : el 29 de octubre, se proclam la Repblica checoslovaca y tuvo lugar la separacin de los yugoslavos; el 30, se form un Estado alemn en Austria. La destruccin de la ~o b1e Monarqua era ur. hecho consumado, incluso antes qu? el Gobierno imperial firmase el armisticio de Villa-Giusti, el 3 de noviembre. Consumado por la voluntad de los P.ueblos o, por lo m~nos, .por la de sus dirigentes polticos. La Conferencia de la paz no hana casi ms que dar constancia de los resultados obtenidos. La causa profunda de este derrumbamiento de Austria-Hungra fue el movimiento de las nacionalidades. No cabe duda de que el descontento de las minoras se increment con las dificultades econmicas ; tambin es indudable que la reivindicacin de independencia. no adopt? un carcter revolucionario hasta el momento en que se precis la mmmencia de la derrota militar. Pero la ltima batalla, la que determin la capitulacin y arruin los intentos destina.dos a conservar cierta C,onfederacin dan11bia11a. la libraron tropas diezmadas por las deserciones y desmoralizadas por el espectculo del desarrollo poltic9; un ejrcito en parte hostil a la existencia de Austria-Hungra, y en parte obligado ~ comprobar que la Doble Monarqu', haba ent:ado ya en pr?ceso de liquidacin. Es posible que, sin la derrota del Piave, ~l mov1m1ent.o de las nacionalidades slo hubiera conseguido la autonomia, y no la wdependencia; pero esa misma derrota fue, en gran medida, la consecuencia de las reivindicaciones nacionales.
III. LA DERROTA DE ALEMANIA
El derrumbamiento del Imperio alemn se present con caracter~ ticas completamente diferentes. Sus indicios no se percibieron hast~ pnmeros de agosto de 1918. Al principio no se trata?a. de una paz. mmediata, ni de una paz solicitada mediante gestin publ.1~a: Alemama hubiera querido negociar un compromiso que I~ permlliese con~ervar. las ventajas obtenidas por el Tratado pe Brest-L1tovsk y que le 1?1p~s1era solamente la evacuacin de los territorios belgas, franceses. ~ 1tahan?~ Pero seis semanas despus, el 29 de septiembre, tom la dec1S1n d~ dmgir, sin ms tardanza, una peticin de annisticio y de paz al presidente
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de Jos Estados Unidos: era la confesin de la derrota. El presdente Wilson respondi que el armisticio haba de ser tal que "haga imposible una reanudacin de hostilidades por parte de Alemania". Aada que la paz se concluira sobre Ja base de Jos Catorce Puntos del 8 de enero de 1918; esto es, que Alemania se vera obligada no sofo a abandonar los territorios que se haba anexionado, sino tambin a renunciar a Alsacia y Lorena y a ceder sus territorios polacos; las negociaciones solo podran mantenerse con los representantes del pueblo alemn y no con los que hasta ahora haban sido sus amos. El 27 de octubre el Gobierno del Imperio decidi dirigir al presidente Wilson una aceptacin incondicional. El vicecanciller Payer dijo: "La guerra, como tal. ha terminado." La delegacin alemana enviada a Rethondes recibi la orden de firmar el armisticio, incluso en el caso de que no pudiera obtener ninguna atenuacin de las condiciones que imponan Aliados y asociados. El nico problema que quedaba sin resolver era de carcter poltico: Iba a sobrevivir el rgimen imperial? Se desplom el 9 de noviembre, ante el empuje de un movimiento popular que achacaba a la dinasta la responsabilidad de Ja derrota y vea en la persona de Guillermo lI un obstculo para la paz. Qu importancia atribuir a las causas militares, diplomticas y pGlticas en este derrumbamiento'J Despus del fracaso de la orensiva alemana del 15 de julio de 1918, cuando Foch consider que haba llegado el momento de volver a tomar la iniciativa de las operaciones, gracias a la superioridad numrica proporcionada por las tropas americanas, Ludendorff confiaba todava en la posibilidad de mantener sus posiciones defensivas, conservando, por consiguiente, un mapa de guerra favorable. Pero la batalla de Montdidier del 8 de agosto demostr que el Alto Mando aliado era capaz ya de dirigir con xito una operacin de ruptura de frente. A partir de aquel momento Ludendorff saba que estaba vencido'. confes a sus colaboradores el fallo de sus previsiones y declar que la marcha de las operaciones no sera en adelante ms que un juego de azar. Indudabkmente, al dirigirse al canciller se mostr menos alarmante; todava esperaba, segn deca, mantenerse sobre el suelo francs y conseguir despegarse del adversario. Pero se trataba solo de argumentos destinados a animar a los civiles. En realidad. el Gran Cuartel General alemn aguardaba con ansiedad la ofensiva general que Foch se dispona a lanzar: "La Wilhemstrasse tiene ya bastante miedo; si supiera cul es realmente la situacin militar, ocurrira una catstrofe". La situacin de los otros frentes de guerra agrav en seguida esos temores. El 14 de septiembre, aunque el ejrcito italiano no haba comenzado an su esfuerzo final, el Gobierno austrohngaro declar encontrarse en el lmite de sus fuerzas ("para nosotros es absolutamente el final": as se expres el ministro de Asuntos Extranjeros) y, mediante una gestin pblica, pidi negociaciones de paz; el 15 de s.eptiembre el
frente blgaro qued_ ro~o. por la ofensiva francoserbia; el 19 los ingleses penetraron en el d1spos1tivo turco de Palestina. El Alto Mando alemn estaba desmantelado: el .2s, d: septiembre, ante la falsa noticia de que una grave enferme?ad ep1de?11ca acababa de aquejar al ejrcito francs. Ludendorff confes a sus ntimos que se aferraba a esa esperanza "com u;n ~ombre que se ahoga se agarra a una brizna de paja". Pero al da s.g~1ente, en el momento en que comenzaba la gran ofensiva de Foch Bulgaria ,se derru~b ;. y la f.irma del armisticio blgaro, que se c~lebr t~e~ dias despues., h1ZO surglf una amenaza inminente en la frontera mend1onal de Austna-Hungra. El 29 de septiembre, Hindenburg y Ludendorff declararon al empera?or en ~pa que ~us tropas no podan continuar la lucha; el 30 apremiaron-, y en q~~ ton?!-al. nuevo canciller, el prncipe Max de Baden,. ,P.ra que ~id1era mmedtatamente el armisticio y la paz, porque el e1er~1to se veta amen~~do por una catstrofe. Cunto tardatfa en pr?ducirse ese desastre militar? Ludendorff deca que veinticuatro horas Hm~enb'-?"~ .q~e o~ho d~s. Fue, pues, el Gran Cuartel General el qu~ ton:o la. 1111c1~t1va, 1mpon_1endo su decisin a un Gobierno reticente. Es posible mclus1ve que tendiera a exagerar la expresin de sus temores (eso fue lo qu~ pretendi post~rior?1ente) para vencer la resistencia gubernamental. Sm embar~o, esa .1~qmetud no era fingida. Qu inters podran tener los grandes Jefes m1l.1tares en ~embrar el pnico y en exponerse al ~eproche de no haber prevtsto el pehgro a tiempo? Indudablemente esos Je.fes d~lararon que la peticin de armisticio no deba significar ia ca p1tulac1?n y que ~us trop~s, despus de un descanso, podran volver a Ja luc~a .s1 el .enemigo qu~s1ese anexionarse territorios alemanes. Pero, por su ms1stenc1a, daban la impresin de encontrarse muy apurados. Verdad es que el Alto. Mando cambi poco despus de tono. El 17 de octubre, cuando el Gabmete de guerra examinaba las condiciones expuestas en la segund~ nota de Wilson,, .udendorff declar que la ruptura. de frente era posible, pero no veros1mil, y que si la batalla defensiva pudiese. prolon~~rs~ durante un mes ms, la llegada del invierno dara un respiro al ~1erc1to, hasta la primavera siguiente. Ludendorff dijo que no era necesan.o ~~der. ante las exigencias de Wilson: Alemania no deba aceptar el arm1stic10 ~1 sus. clusulas le vedaban la posibilidad de reanudar la guerr.a: la ~p1tulac1n era inaceptable. Por qu, despus de haber dado la 1mpres1on de desastre militar inminente a finales de septiembre ~a?laba entonces con esa relativa c~nfianza? Indudablemente, en las no~ ttcrns que llega~an del campo ~e batalla haba motivos de respiro: ante los golp~s repetidos de la ofensiva de los Aliados, el frente alemn ceda, retrocediendo, pero no se rompa. Con todo, Ludendorff deba temer un nuevo ataque, en el nudo del Aisne, que amenazara la charnela del frente Era que no lo tena e~ cuenta? ~n esperaba ganar tiempo, aguarda; el ~omento en que pudiera producirse una fisura en la coalicin adversana ; eran Francia y Gran Bretaa las que queran imponer condiciones muy duras a Alemania; pero quiz los Estados Unidos, si el ejrcito
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alemn resista algn tiempo an, no quisieran seguir a los Aliados. Tal era la esperanza que expres el 23 de octubre. Al da siguiente la publicacin de la tercera nota americana cort de raz esa ilusin. A pesar de ello, Ludendorff. el 25 de octubre. se obstin en declarar que las condiciones impuestas eran inaceptables, pero no invoc ms argumento que el honor militar. El Gobierno slo vea en ello una actitud de fachada : elimin a Ludendorff, que, despus de haber impuesto la peticin de armisticio, intentaba ahora desembarazarse de su responsabilidad, y el 27 de octubre dirigi al presidente de los Estados Unidos una aceptacin incondicional. Era, por tanto, realmente la derrota militar la que impona la capitulacin: el Gobierno estaba convencido de que todo intento de resistencia a ultranza sera ilusorio. Los esfuerzos de la diplomacia no tuvieron .apenas importancia en el curso de los tres meses que siguieron a la batalla del 8 de agosto y que sealaron la retirada de los ejrcitos alemanes desde Saint-Quentin a Mzieres. Los intentos alemanes destinados a tomar contacto. en secreto. con los adversarios no obtuvieron. al parecer, ningn eco; la tentativa, hecha pblica por el Gobierno austrohngaro, tropez con una repulsin inmediata y unnime. Era demasiado tarde para negociar. La nica cuestin que, en este terreno. merece examinarse es el comportamiento de los medios dirigentes alemanes en junio de 1918, cuando acababan de acumular los xitos de seis meses consecutivos. tanto en el Este como en el Oeste, sin conseguir, sin embargo, una decisin. Era conveniente continuar el esfuerzo militar y llevar hasta el fin la ofensiva contra el frente francoingls. ante la posibilidad de conseguir la capitulacin del enemigo antes de la intervencin en masa del ejrcito americano? O era preferible intentar explotar el xito conseguido, aprovechn dolo para una solucin diplomtica, es decir, ofrecer una paz de comnromiso que los adversarios, debilitados moralmente por sus recientes fracasos militares, podran posiblemente aceptar? Hindenburg y Ludendorff rechaz.aron la posibilidad de una negociacin cuya condicin previa habrl de ser, evidentemente, la restauracin completa de la independencia de Blgica ; el ministro de Asuntos Extranjeros, Khlmann. consider pru dente, por el contrario, recurrir a los procedimientos diplomticos. E! conflicto estall el 24 de junio. en la sesin del Reichstag. cuando el ministro expres su escepticismo acerca de los xitos militares: "Difcilmente se puede contar con que una solucin absoluta vaya a obtenerse solo mediante las decisiones militares, sin negociaciones diplomticas." El Gran Cuartel General protest contra un lenguaje susceptible de debilitar la moral del ejrcito en vsperas de la nueva ofensiva que iba a ser desencadenada en Champagne; pidi y obtuvo la dimisin del ministro, cuya poltica se opona a la suya; hizo admitir al Canciller la tesis de que Blgica deba permanecer bajo la in//uencia alemana. En resumen: el Estado Mayor crea poder dictar la paz y descartar Ja posibilidad de una negociacin en el momento en que el ministro de
Asuntos Extranjeros ingls acababa de la puerta a ninguna gestin de paz, bases slidas"; prefera lanzar sobre el de julio, entre la montaa de Reims y total.
declarar su deseo de "no cerrar con tal que est apoyada en tapete sus ltimos triunfos el 15 el Argonne, y sufri un fracaso
Qu importancia real tuvo, por ltimo, la crsis poltica interior por Jo que respecta a las causas de la derrota? En abril de 1917 fue cuando aparecieron los primeros sntomas de depresin moral en los medios obreros. El gran movimiento huelgustico que estall en las fbricas de guerra coincidi con el momento en que el xito de la primera revolucin rusa propagaba la consigna de paz sin anexiones. pero tambin con un empeoramiento muy sensible de la situacin alimenticia. El partido socialdemcrata aprovech esas agitaciones sociales para pedir al Gobierno que buscase una paz de compromiso y para reclamar una reforma poltica-el establecimiento del sufragio universal en Prusia-, vanamente reivindicada, en diversas ocasiones, antes de 1914. Para este programa, los socialdemcratas lograron obtener el apoyo del Centro catlico. Pero la resolucin de paz, votada por el Reichstag el 19 de julio de 1917, combatida abiertamente por el Gran Cuartel General (1), no fue ms que una manifestacin platnica; y esta derrota infgida a la mayora parlamentaria por la voluntad de los medios militares no hall eco sensible en la clase obrera. A principio de 1918. sin embargo, el malestar social y poltico reapareci; !a huelga metalrgica de ocho das, motivada por causas puramente polticas, es decir: paz sin anexiones y reforma electoral; y el conflicto entre el ministro de Asuntos Extranjeros y el jefe del Gabinete Civil del emperador. por un lado. y el Gran Cuartel General, por otro, con ocasin de las negociaciones de Brest-Litovsk. De hecho, era el Alto Mando quien determinaba las decisiones del Gobierno: se opona a toda concesin a los huelguistas metalrgicos y mantena un programa anexionista en la cuestin polaca. El antiguo canciller, BethmannHollweg, dijo que Alemania estaba sometida a la dictadura del Gran Cuartel General. La dimisin de Khlmann, cinco meses ms tarde, demostrara que esa apreciacin no era arbitraria. Sin embargo, aquella poltica autoritaria deba apoyarse en la victoria. Mientras que la campaa de 1918 iba obteniendo xitos clamorosos, el papel poltico de los grandes jefes del ejrcito fue tolerado por la opinin pblica e incluso por el Reichstag. Pero dej de serlo en cuanto sobrevinieron los fracasos militares. La opinin pblica. despus de las grandes esperanzas concebidas en mayo y en junio, sufri una depresin brutal; manifest su rencor contra los mtodos del Gobierno e incluso contra la dinasta. En septiembre de 1918 los dirigentes de los partidos polticos pidieron que fuesen llamados al poder hombres nue(l)
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vos, que gobernasen de acuerdo con Ja mayora del Reichstag. Los grandes jefes del ejrcito, cuando, algunos das ms tarde, declararon la necesidad de poner fin a las hostilidades, estaban dispuestos a reconocer que para intentar reanimar la moral era preciso devolver a un gobierno parlamentario la misin de regir el destino nacional. No era esta, por otro lado, la manera de echar sobre otros Ja carga de una liquidacin dolorosa? De hecho, el anuncio de reformas-rgimen parlamentario y reforma electoral prusiana-bast para calmar momentneamente Ja agitacin poltica. El 22 de octubre se votaron en el Reichstag los nuevos textos constitucionales, sin que se discutiera la institucin imperial. Fue la nota americana del da siguiente la que abri la crisis del rgimen. Al declarar que la paz no podra ser negociada con los que haban sido hasta entonces los amos de Alemania, Wilson deseaba dar la impresin de que la presencia del emperador era un obstculo para esa paz. Consigui su objetivo. A partir del 31 de octubre la mayora de los miembros del Consejo de Ministros pidieron la abdicacin de Guillermo II. Esa era la voluntad que expresaron los dirigentes del partido socialista y de los sindicatos obreros, y tambin el deseo de parte de la burguesa de los negocios, sobre todo entre los medios financieros. La negativa del Emperador abri la va al movimiento revolucionario el 3 de noviembre. Guillermo lI no se resign a la abdicacin hasta que se \ io acorralado ante ella. el 9 de noviembre: la Repblica se proclam en Berln. impuesta por los obreros; los puentes del Rin estaban a punto de caer en manos de los revolucionarios, y los mandos del ejrcito declararon que era imposible emplear las tropas del frente en una guerra civil. La revolucin se haba llevado a cabo sin efusin de sangre. Entre todos esos aspectos del derrumbamiento alemn, a cul cabe atribuir la importancia predominante? Este problema ha suscitado polmicas inspiradas, en gran parte, por preocupaciones polticas. Haba sido vencida Alemania en los campos de batalla') En el momento del armisticio, los medios militares alemanes no ponan apenas en duda esa conviccin; pero como las operaciones cesaron antes que se produjera un desastre, parte de la opinin pblica conserv Ja ilusin de que la derrota no haba sido total. Sucumbi a consecuencia de una crisis econmica, provocada por el bloqueo? Esa fue Ja tesis sugerida por el premier ingls, Lloyd George. Se haba visto obligada a capitular por los trastornos revolucionarios, que paralizaron Ja resistencia del ejrcito y asestaron a los combatientes una pwalada por la espalda? Ludendorff, por supuesto, se esforzaba en que se diese crdito a esta versin, que encontr una acogida favorable en los medios polticos alemanes de extrema derecha. Entre todas esas tesis, Ja interpretacin histrica no puede eludir una explicacin. El bloqueo no acarre una crisis de armamentos: e! ejrcito alemn tena en 1918 municiones en suficiente cantidad, e incluso dispona de material artillero excedente; es verdad que careca de carros de asalto,
pero solo porque el Estado Mayor General no haba reconocido a tiem po. el. valor de esas nuevas mquinas. Por el contrario, la crisis de abastec1m1entos prov?c en 1917 y a principios de 1918 graves dificultades que fuer~n .el ongen de la agitacin social en las gr>Jndes ciudades. Pero esos sufnm1entos se ate.nuaron despus de la paz de Brest-Litovsk y de la de Bucarest. En septiembre de 1918, aunque el abastecimiento segua si~ndo difcil, las raciones de pan y de patatas eran mayores que las de s~!s meses antes: y en los debates ministeriales en que se trataba la cuestJon .de aceptar o rechazar las condiciones americanas, nunca se invoc la cr.isis de abastecimientos como motivo para poner fin a la guerra. Es cierto que, por otra parte, la situacin alimenticia tuvo a veces repercusiones militares en las decisiones del Alto Mando: en marzo de 1?1.8. la necesidad de ~~r a buscar trigo y carne oblig a dedicar veinte d1v1s:?n~s a la ocupac10n de Ucrania ; en octubre. en el momento en que el Eerc1to echaba mano de todo, Ludendorff manifest al Gabinet'@ de guerra que aquellas tropas de ocupacin deban ser mantenidas en sus puestos, porque .A~emania no poda renunciar a una fuente tan importante de abastec1m1ento. En resumen: el bloqueo contribuy a debilitar la moral de la poblacin, influyendo, en ciertas ocasiones, en las decisiones del Alto Mando ; pero no parece haber tenido consecuencias de tanta importancia como para que las dificultades econmias hicieran necesaria la peticin de armisticio. La tesis de la pualada por la espalda invoca, sobre todo, la actividad de la propaganda comunista y la formacin, a primeros de novi<!mbre de 19.18 . de Co~sejos de obreros y soldados, inspirados en los soviets, en las prmc1pales cmdades de Renania. Pero la polmica poltiea quiere extr~er de esos hechos indiscutibles consecuencias muy excesivas. En r~ahdad, los aconleci!11ientos revoluci~,narios no parecen haber entorpecido la batalla defensiva. La sublevac1on de los marinos de Kiel, el 3 de noviem~re. impidi, .indudabie:iiente, a la flota intentar una salida. pero en ese intento el mismo Almirantazgo slo vea un rasgo destinado a salvar el honor. La amenaza que el 8 y 9 de noviembre pesaba sobre los puent~s. ~el Rin no fue seguida .d~ hechos. Y no es forzoso reconocer que la dec1s1on de aceptar las cond1c1ones impuestas por el presidente Wilson I~ ado~t el Gob!erno. alem.n el 27 de octubre, antes de los primeros d1stur~10s. ~evoluc1onanos? Bien. es verdad que la opinin pblica mostraba md1c1os precursores de disturbios con anterioridad. Pero ,desde cundo? Desde que la situacin militar se hizo crtica en septiembre, y no solo para los iniciados, sino para los observadores menos preparados. Esa depresin de la moral nacional era solo el resultado de la derrota. Es preciso volver, por tanto, a la explicaci=i militar: solo la suerte de las armas fue decisiva. No daba por descontado Ludendorff que Ja g:ierra estaba r::!d~da desde el 8 de agosto de 1918? ,No dijo al Gobierno que el e1erc1to se encontraba en vsperas de una catstrofe el 29 de septiembre? Es cierto que, inmediatamente despus, declar que sera
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LOS
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posible prolongar la esistencia, quiz hasta la primavera de 1919. Pero en ese caso, cul hubiera sido la perspectiva? El ejrcito alemn hubiera podido reclu :ar para esa campaa de 1919 600.000 hombres, segn los clculos de Ludendorff; pero para reclutarlos tendra que suprimir la prrroga concedida a los obreros de las fbricas de guerra, es decir, tendra que desorganizar la f~bricacin de armamentos. Adems, durante el invierno, los efectivos americanos hubieran aumentado en un milln de hombres. Qu se podra ganar-.como dijo el Canciller en el Gabinete de guerra el 17 de octubre-intentando retrasar la capitulacin? En todo caso, no se perdera nada; nada poda ser peor: era el argumento de Ludendorff. Pero Max de Baden le contest evocando la amenaza de una invasin del territorio alemn. Ese dilogq decidi el debate. El Gabinete de guerra, adems, no tuvo en cuenta otras amenazas inmediatas: la ofensiva que Foch estaba dispuesto a desencadenar en Lorena hacia noviembre, y la que, en direccin a Baviera, permiti el derrumbamiento de Austria-Hungra. Cmo hubiera podido parar el Alto Mando alemn esos nuevos golpes? El 5 de noviembre, Groner, que haba sustituido a Ludendorff, comprob que haba llegado el momento de rendir las armas.
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En el mismo momento en que Turqua, el JO de octubre de 1918, en Mudros; Austria-Hungra, el 3 de noviemb'.e, en Villa-Gi~sti, .Y Alemania, el 11 de noviembre, en Rethondes, capitulaban, .la solidand,ad entre las potencias victoriosas se vea amenaz:a:J~ ya. Fran:1~.1{ue habia soportado el mayor peso en las operaciones m1lttares y ex1g1do a su pueblo un esfuerzo mayor, en comparacin con sus aliados, cre.a. tener derech? .~ Ja gratitud de estos. Pero Gran Breta0 cuyo predomm10. n.ava~ perm1t10 someter al enemigo a bloqueo, consideraba que su part1c1pac1on en la victoria final no era menor que la de Francia; e Italia tena razn al decir que, en su frente de batalla. el ~lerrumbamiento del ejrcito adversario haba sido total. Los Estados Urndos, aunque solo tuvieron una participacin restringida en la lucha! saban que su papel h~~a sido decisivo. incluso en el terreno de operaciones, puesto que sum1mstraron los medios materiales, paralizaron la guerra submarina e inc.linaron Ja bal~nza de fuerzas en el momento oportuno, para hacer posibles las ofensivas del verano de 1918. La oposicin inevitable entre los intereses encontraba un punto de apoyo en esa divergencia de convicciones. . . . En la elaboracin de las clusulas militares de los arm1st1c1os no fueron muy speras las diferencias. La o~i~in de ingleses y americ~nos haba sido. mdudablemente, que las cond1c1ones francesas eran demasiado duras: era absolutamente necesario arrebatar a Alemania Ja mayor parte de su artillera pesada e imponerle Ja ocupacin ~e ~abez?s de pue~te en la orilla derecha del Rin? Sin embargo, ante la ms1stencia del mariscal Foch, cedieron. Aparte de eso. los aliados se hallaban de acuer?o en lo esencial: estaban decididos a exigir tales condiciones que fuera 1mp~ sible la vuelta a las hostilidades; pero no tenan intencin de prosegmr Ja guerra con el nico fin de ir a firmar el armisticio en Berlin. dando as al puebio alemn prueba palpable ?~ su derrot~. , . , . La discusin de las clusulas poht1cas resulto mas d1f1c1l desde el momento en que Lloyd George y Clemenceau intentaron oponerse a~ punto de vista americano. Por qu dar a Jos Catorce Puntos del pres1de~te de los Estados Unidos una consagracin que traera como consecuencias dificultades de interpretacin y algunas sorpresas.? El coron~l H~use, representante personal del Presi?ente, el. 29 de octubre, n? titubeo en declarar a los jefes de los Gobiernos aliados que la negativ.a de estos podra obligar a los Estados Unidos a negociar con Alemam? una paz por separado. Woodrow Wilson confirm esa am~naza, precisando los puntos en los que no cedera: "No. puedo consen~l en tomar parte en unas negociaciones de paz que no mc~uyesen la lib~rtad de los m~:es, porque nosotros nos hemos comprometido a combatir no solo al mihta742
rismo prusiano, sino a todo militarismo, en cualquier lugar y de cualquier manera que se manifieste. Yo no podra tampoco participar en un acuerdo que no comprendiese una Sociedad de Naciones, pues con una paz de ese gnero, cualquier garanta de seguridad desaparecera al cabo de algunos aos: cada nacin tendra que recurrir todava a Jos armamentos y eso sera desastroso. Espero que no tendr que hacer pblica mi decisin". Al da siguiente House advirti a los Aliados que, en el caso de que multiplicasen las objeciones, el Presidente preguntara al Senado si era conveniente continuar la guerra en beneficio de los Aliados. Gran Bretaa, Francia e Italia aceptaron entonces, con dos reservas, los Catorce Puntos como base de la paz. El coronel House deca que esto era una victoria diplomtica de los Estados Unidos. Pero era tambin presagio de futuros desacuerdos. Los .Estados U~id~s disponan, ciertamente, para ese futuro prximo. de medios de presin que Je aseguraban su podero financiero. A pll![iir del 21 de noviembre de 1918, el Gobierno americano anunci que el siste~~ de ayuda, establecido para las necesidades de . guerra..__habfa terminado, y que la Tesorera no estaba autorizada a "hacer adelantos .rara la reconstruccin o para otras necesidades de posguerra". Es verdad que esta decisin admita la posibilidad de proporcionar crditos ./imitados a favor de ciertos Gobiernos aliados. No resultaba evidente que ese favor no-sera otorgado ms que con su cuenta y razn?
LIBRO SEGUNDO
EL ACUERDO DE PAZ
(DE 1919 A 1920)
El derrumbamiento de Alemania, la dislocacin de Austria-Hungra, la parlisis de Rusia, donde el Gobierno sovitico estaba absorbido en la guerra civil, dejaban a los vencdores entera libertad de accin para establecer los tratados de paz. La obra era inmensa, n soJO porque las hostilidades se haban extendido al Extremo Oriente, al Levante mediterrneo y a gran parte de Africa central. sino tambin porque esas hostilidades determinaron cambios profundos en las instituciones polticas, en la vida econmica y social. en la misma mentalidad de los p~blos. modificando el equilibrio de fuerzas que exista entre los continentes. Los Gobiernos de los grandes Estados que haban participado de manera predominante en la victoria, deban, pues, resolver las cuestiones territoriales, econmicas y financieras planteadas, sobre todo en Europa, en sus relaciones con los Estados vencidos. Pero Francia, Gran Bretaa e Italia, al mismo tiempo, tenan que restablecer su vida econmica y salvaguardar los intereses que posean, en 1914. en otros continentes. Los Estados Unidos, que no tuvieron que emplear todas sus fuerzas, y Japn, que preserv deliberadamente las suyas, se encontraban en muy distinta situacin. El estudio del acuerdo de paz. establecido por los Tratados de Ver. salles, Saint-Germairr. Trianon y Neuilly, y el de las reacciones de la psicologa colectiva ante ese acuerdo no debe descuidar, por tanto, el teln de fondo. es decir, el golpe que sufrieron Jos intereses europeos en el mundo.
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CAPITULO V
LA DECADENCIA DE EUROPA
Cul era el estado de las fuerzas, materiales o morales, de que dispona Europa, en el momento en que termin la lucha que durante cuatro aos y medio devast parte del continente?
l. LA CRISIS EUROPEA
. La guerra haba costa?o a los Estados europeos ocho millones y medio de hombres, pertenecientes casi todos a generaciones activas ; Francia. Alemania y Rusia fueron los Estados ms gravemente afectados. A causa de esas prdidas, a las que haba que unir los invlidos permanentes, todos los pases beligerantes se encontraron con falta de mano de obra. Los medios de produccin eran en todas partes insuficientes. En la agricultura, que no dispona de abonos qumicos, disminuyeron los rendimientos; a veces, en aquellas zonas donde la lucha haba durado ms '! llen~do el suelo de metralla, incluso, no era posible poner las tierras tnmediatamente otra vez en condiciones de cultivo. El desgaste del m-aterial mecnico, el agotamiento de las reservas de materias primas, la escasez de carbn (cuya produccin haba disminuido en un 30 por 100). paralizaban la actividad de la industria. Los transportes ferroviarios estaban desorganizados, y la flota mercante, que en 1914 comprenda el 85 por 100 del tonelaje mundial. haba descendido al 70 por 100. Esta crisis era, naturalmente, ms grave en todos aquellos territorios ,r-franceses y belgas, polacos. rumanos y serbios-que haban sufrido la invasin y las devastaciones; tambin lo era en Rusia a causa de la revolucin y de la guerra civil. Alemania, en cambio, co~servaba el 90 por 100 de su equipo industrial (el 10 por 100 restante se hallaba en los territorios que tendra que ceder por los tratados de paz, en aplicacin de los principios wilsonianos). pero haba perdido la casi totalidad de su flota mercante y sus inversiones de capitales en el extranjero; y, obligada por el bloqueo a practicar una economa de agotamiento, no dispona de reservas de materias primas. Gran Bretaa, aunque conservaba intactas sus minas y sus fbricas, haba perdido importantes mercados exteriores y parte de los fondos que, en el extranjero, facilitaban sus importaciones; haba sufrido graves daos en su flota mercante y contrado una deuda exterior que pesaba sobre el curso de los cambios desde que los Estados Unidos interrumpieron su ayuda financiera: la libra, que vala 4,76 dlares en diciembre de 1918, bajaba de mc;s en mes, y esa depresin comprometa gravemente la funcin del mercado financiero de Londres en las transacciones comerciales internacionales.
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Entre esos aspectos del desastre. el rasgo dominar:te era la. baj~ produccin. Para procurarse materias primas y reconstrulf su e.qmpo mdustrial Europa necesitaba acudir a los recursos de otro~ contmentes. Pe~o se vea aquejada por una crisis financiera que paralizaba o entorpec1~ sus compras. La deuda pblica haba a~m~ntado en to~s parte~ ~ons1: derablemente: las cifras de 1913 se mult1phcaron por seis. en !taha, P?' siete, en Franca; por diez, en Gran Bretaa; por vein.te, en Alem.ania. Indudablemente, esas cargas, muy pesadas para la gestin de las fmanzas pblicas. no constituan siempre, en s i:nismas, un signo de empobrecimiento de la nacin. Pero la deuda extenor gravaba la balanza econ?mica de Francia, Gran Bretaa. Italia y Blgica. La inflacin monetana a que tuvieron que recurrir, en mayor o menor medida, todos los Estados beligerantes para hacer frente a l~s gastos excepcionales de guerra, frenaba las posibilidades de importacin. Las rese:vas de oro de los Bancos Centrales haban disminuido en tal proporcin, que no era posible acudir a ellas para pagar las compras. Los crd~tos que los Estados beligerantes para hacer frente a los gastos excepcionales de guerra. aparecido en gran parte. Frente a esta Europa jadeante, los grandes Estados no e1;1ropeos se encontraban prsperos, pues la guerra les. ?ab~ dado la o~s1n ?e aumentar su produccin industrial, de mod1f1car incluso la onent~c1n de su produccin agrcola a veces y de mejorar su balanza comercial. Los Estados sudamericanos que antes de 1914 estaban dentro de la esfera de influencia econmica de Europa. a la que c~mpra.b~n productos fabricados y vendan materias primas o artculos ahmen~c1os, ~abfan establecido fbricas textiles y de metalurgia pesada. al mismo tiempo que desarrollaban sus exportaciones de trigo, de car!3~ o de a~car en bruto destinadas a los Estados europeos. Los benef1c1os obtemdos por los p;oductores permitieron la formacin de ~pitales indgenas, que . desde entonces, abrieron a esos Estados las primeras esperanzas de rndependencia econmica. . . Japn haba vendido a China, India e Indochina los productos manufacturados que Europa no poda proporcionar, y exportado a l?~ Estados beligerantes-sobre todo a Rusia~material de ?uerr~ y mum~10nes. El valor de su produccin industrial se haba qumtupllca?o casi;. la balanza comercial. siempre deficitaria antes de 1914.. se htz? ampha_m~nte favorable; las empresas, particularmente las de la mdu.stna me~alurgu~:i. obtuvieroo considerables beneficios: varias de esas sociedades mdustnales reoartian en 1918 dividendos del 20 por 100, y cuatro de ellas hasta del 50 por 100. . , . . . Los Estados Unidos aumentaron su potencia econom1.ca y fmanc1era a un ritmo veloz: la extraccin de hulla pas de 513 millones de t?netadas en 1913 a 685 millones en 1918: la produccin de acero se duphc; el tonelae de la flota mercante se cuadruplic. alcanzan~o el 85 por ~00 del tonelaje de la flota mercante inglesa, cuando la misma proporcin
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era solo de un 23 por 100 en 1913; el excedente de las exportaciones sobre las importaciones fue de 1914 a 1918 de nueve mil quinientos millones de dlares, es decir, que igual en cuatro aos el excedente realizado durante los ciento veinticinco aos anteriores. Dueos de la mitad aproxim:idamente de las reservas mundiales de oro, los Estados U nidos, al mismo tiempo que recuperaban en masa los ttulos americanos que se encontraban en manos de capitalistas extranjeros, prestaron diez mil millones de dlares a los Estados beligerantes y se convirtieron en grandes exportadores de capital; sobre todo en Amrica del Sur. En el momento en que los Gobiernos discutan las clusulas de los tratados y los Parlamentos discutan su ratificacin, la opinin pblica europea estaba ms preocupada por las dificultades materiales inmediatas que por las cuestiones internacionales. Es un hecho que conviene no perder de vista en el estudio del acuerdo de paz. Al mismo tiempo que se vea profundamente aquejada por la crisis de subproduccin, Europa atravesaba una crisis moral. Dudaba de los principios que antes de 1914 haban predominado en las formas de vida poltica y social. Crisis de las instituciones liberales y democrticas. Es verdad que esta crisis no apareci al da siguiente de los armisticios de 1918: la victoria de los Estados Unidos, Gran Bretaa, Francia e Italia era la victoria de grandes Estados cuyo rgimen poltico se fundaba en el liberalismo, el sufragio universal y el ejercicio del poder legislativo mediante una asamblea parlamentaria: las instituciones haban demostrado, en el curso de la guerra, su solidez, su flexibilidad y su eficacia: tambin los pequeos Estados, tanto los que la guerra haba hecho nacer corno los que habfan sido transformados por ella, adoptaron sin titubear, en 1919, el rgimen cuyo valor pareca haber sido confirmado por la experiencia. Pero todo eso era un xito precario. La primera causa de ello se encontraba en el cambio que las circunstancias y las necesidades del estado de guerra haban provocado en el espritu pblico. El respeto a los derechos del individuo, que haba sido uno de los fundamentos del liberalismo, quedaba debilitado por las medidas de excepcin; la Prensa fue supervisada y la propaganda intent estatizar el pensamiento. Esa decadencia de la libertad sobreviva a las condiciones que la haban impuesto y las reacciones mentales de las masas no eran las mismas que antes de la guerra. Esa duda se agravaba por la influencia de nuevas ideas que, desde horizontes opuestos, socavaban los fundamentos de la democracia liberal. El Estado, segn Lenin, no es, ni puede ser, ms que un instrumento de coaccin, de <;lominacin. En el pasado ese instrumento ha servido a los intereses y los designios de la burguesa, gracias a la polica y a la fuerza armada. El rgimen sovitico tena por objeto sustituir esa dominacin de la burguesa por la hegemona del proletariado, necesaria para la realizacin de una economa socialista: sera imposible quebrar
la resistencia de la burguesa sin recurrir, durante un perodo transitorio, pero probablemente largo, a mtodos dictatoriales. La nueva doctrina subordinaba el individuo al Estado, que no debe encontrar ningn lmite a su poder cuando tome medidas conformes con el objetivo revolucionario. , La ideologa del fascismo fue expresada-tres aos antes del golpe de Estado de Mussolini-por Oswald Spengler, cuando public en 1918 La decadencia de Occidente, que alcanz en poco tiempo una tirada de 100.000 ejemplares. La democracia no es ms que una ilusin, pues el sdragio universal no implica ningn derecho real: la masa electoral q1eda abandonada a los comits de direccin de los partidos que, med <ante su propaganda, dictan su voluntad e imponen una dictadura espiritual. El parlamentarismo, que ha sido "la continuacin de Ja revobcin burguesa de 1789", ha perdido su fuerza de atraccin, ya porc1ue ha servido de instrumento al podero del dinero, ya porque resuka desbordado por el jue_go de las fuerzas econmicas y sociales, que ejer:;en su accin fuera de l. Esa descomposicin de la democracia-dice Spengler--da paso al cesarismo, que se aproxima irresistiblemente: las masas estn dispuestas a confiar en jefes que sean capaces de imponer su voluntad, frente a los intereses particulares, de hacer admitir la necesidad del sacrificio y que sepan formar una clase dirigente para asegurar la permanencia de su obra. Crisis social.-La guerra trajo como consecuencia una amplia transferencia de riquezas en todos los Estados beligerantes. 'La inflacin monetaria modific sensiblemente el nivel de vida relativo de las clases sociales. Las masas campesinas, que tuvieron que soportar los ms costosos sacrificios humanos, se vieron_ beneficiadas, en general, por la situacin econmica, pues las necesidades del abastecimiento de artculos alimenticios les asegur una posicin ventajosa ; tambin resultaron beneficiadas, en gran parte de Centroeuropa, por las reformas agrarias, pues los Gobiernos de los Estados nuevos o renovados esperaban detener, de ese modo, el contagio de las ideas comunistas y, a la vez, destruir la preponderancia de los grandes propietarios rsticos, cuyos intereses y simpatas estaban ligados a los regmenes polticos desaparecidos. Pero los obreros se encontraban en situacin ms difcil en el momento en que terminaron las hostilidades: en la mayora de los Estados beligerantes, el aumento de los salarios, sobre todo los de la mano de obra cualificada, haba sido ms lento que el del coste de la vida. Despus de una mejora que dur poco tiempo, en las ltimas semanas de 1918, el salario real baj de nuevo, cuando la desmovilizacin lanz millones de hombres a los mercados del trabajo. Al final de la primavera y en el verano de 1918, la protesta social creci en Gran Bretaa, Francia e Italia. Indudablemente, .esos movimientos huelgusticos no eran revolucionarios : los partidos socialistas, en cada uno de esos tres Estados, rehusaron adherirse a la Internacional Comunista, en ene.. ro, y condenaron la toma del poder por la fuerza y la dictadura del pro-
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letariado, en una conf rencia celebrada, en febrero, en Berna. Sin emla inquietud pn vocada por la agitacin obrera oblig a los Gobiernos a. n? pro~onga1 con la elaboracin de los tratados de paz, un perodo ,de mcerhdumb. e que retrasase la reconstruccin econmica. Exasperacin de los nacionalismos, por lmo.-El principio de las nacionalidades fue utiliz1do sin cesar como arma de propaganda, en los dos campos. durante la g1Jerra. Los Estados de la Entente remsos mientr,as Rusia fue zarista, apoyaron. a partir de marzo de 197, a los Comites nacionales, formados por los emigrados checos. serbios y croatas, polacos .. : La~ pot~ncias 1;entrales intentaron, desde 1916, alentar Ja protesta nac1onahsta U'landesQ:. contra Gran Bretaa, el nacionalismo de las poblacio!1~ blticas. y finhndesas contra Rusia, e, incluso, aprovecharse d~I movumento n.ac1onal polaco. Cmo no iban a continuar provocando v10lenta~ ~.nvuls1ones esos llamamientos sentimentales. aun despus de Jos arm1st1c1os? No deba determinar el principio de las nacionalidades el arreglo de la~ cuestiones territoriales en los tratados de paz, segn el programa de Wllson? Pero 1.s I?u~blos europeos interesados saban lo difcil que sera apli~ ~se pnnc1p10 en to.das aquellas zonas fronterizas donde el mapa lingstico pone de mamfiesto una confusin con frecuencia inextricable. Dnd~ trazar la lnea de demarcacin claramente identificable, como detennmaba el punto 9 del mensaje de Wilson, entre italianos, eslovenos y croatas? Cmo fijar en Bohemia el reparto territorial entre checos y alemanes que, adems, estaban asociados en la vida econmica? Qu ~ontera establecer en Transilvania, en donde, en medio de una poblacin en su mayora rumana. los alemanes y los magiares constituan ncleos, algunos de los cuales databan del siglo xm? Y cmo determin~r ~ correspondencia nacional en esa Macedonia, donde los grupos lin.gsttcos~~garos, _serbios y griegos-no coincidan siempre con los trapos religiosos, unidos a las tres Iglesias ortodoxas rivales? (1). Por eso, al da siguiente de los armisticios, las nacionalidades se hallaban en lucha. Sobre todo, los nuevos Estados, en la euforia de la v.ictoria que les haba beneficiado, estaban animados por un ardor agresivo y preparaban los argumentos en que apoyaran sus reivindicaciones territoriales. No se limitaban a invocar el principio de las nacionalidades, sino que lo sobrepasaban, unas veces en nombre de los derechos histricos y otras en el de los intereses econmicos. La mezcla de poblaciones, se deca, no es, a menudo, ms que el resultado de una colonizacin efectuada por los antiguos dueos del territorio; anular ese resultado, aunque fuera secular, sera simplemente un acto de justici. Y no deban recibir esas poblaciones liberadas de la dominacin extranj.era log fer~ocarriles y los yacimientos mineros de los que dependa su vida ec02m1ca, aunque resultase lesionado el derecho de las nacionab~rgo,
lidades? Ms raro era que se invocasen abiertamente argumentos estratgicos; a pesar de ello, esos argumentos eran los que, con frecuei1cta, inspiraban todos los dems. Pero, en e] mismo momento en que se debilitaban las concepciones polticas y sociales del siglo XIX y principios. d~l XX, se produjo en el ~s pritu de los hombres de Estado y en los sent1m1entos de las masas, la aflfmacin de una nueva concepcin de las relaciones internacionales, cuyo origen se remontaba a las iniciativas tomadas por una corriente de pensamiento formada en ciertos medios democrticos y liberales. Antes de 1914, los proyectos de unos Estados U nidos de Europa o de una Sociedad de Naciones no haban pasado del estado de estudios acadmicos ni tuvieron influencia en las relaciones polticas internacionales (1). El ments que la gurra dio a esas esperanzas no desalent a las organizaciones pacifistas: no tena necesidad la Humanidad de creer, para soportar la prueba, que de la crisis saldra un mundo mejor? Evidentemente, fue en los pases neutrales donde primero surgieron las iniciativas. En enero de 1915, se fund en los Estados Unidos, bajo la direccin del antiguo presidente Taft, la League to enforce peace, que bosquej el proyecto de una Sociedad de Naciones, encargada de resolver los conflictos internacionales y de imponer el respeto a sus decisiones mediante sanciones econmicas, financieras e, incluso, militares. En abril de 1915, los pacifistas holandeses y suizos crearon en La Haya la Qrganisation Centrale pour une paix durable. En los Estados beligerantes, grupos de intelectuales acogieron entonces, esa idea: en Londres, la League of Nations Society y, en Pars, la revista La paix par le droit, esbozaban programas cuyos rasgos esenciales eran anlogos; en la misma Alemania, un grupo de juristas y de escritores polticos, el Bund neues Vaterland, desarroll el mismo tema. En mayo de 1916, el presidente Wilson puso al servicio de esas aspiraciones la autoridad del Estado neutral ms poderoso. A Wilson se le escuch en Gran Bretaa, donde el Secretario de Estado de Asuntos Extranjeros da, en principio, su adhesin e, incluso. encontr eco en Berln, donde, en esa fecha, el Canciller Bethmann-Hollweg prepar una ofensiva de paz (2). Pero solo despus de la entrada de los Estados Unidos en guerra, al adoptar el presidente la posicin de rbitro de la futura paz, se impuso la idea: el mensaje del 8 de enero de 1918 situaba en primer plano, al hablar de las bases de esa paz, la creacin de una asociacin general de naciones, capaz de otorgar a todos los Estados miembros "garantas mutuas de independencia poltica e integridad territorial". Era natural que tales ideas encontrasen una acogida amplia en la opinin pblica de 1919. Los pueblos agotados deseaban, como lo haban deseado ya despus de las grandes crisis internacionales del siglo XIX
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--en 1815, 1849 y 1871-, que un orden nuevo asegurara cierta estabilidad y cierta seguridad a las relaciones entre los Estados; confiaban en prevenir la repeticin de los sufrimientos que, durante ms de cuatro aos, abrumaron a una gran parte del mundo. El ideal de Wilson responda, en aquel instante, a las profundas aspiraciones de los pueblos. . Es im~or!ante tambin subrayar .Ja nueva orientacin de esas concepc10nes. Mientras que antes de 1914 la preocupacin central de ese movimiento. eran los Estados Unidos de Europa. ahora el proyecto europeo era absorbido dentro de un esquema universal. Consecuencia obligada de una guerra mundial en la que la intervencin de los Estados Unidos haba sido decisiva; pero, tambin, demostracin de que Europa senta Ja necesidad de esa presencia americana para asegurar la organizacin de la paz en el porvenir. No confirmaba esto la decadencia de Europa?
II. LA SUERTE DE LOS IMPERIALISMOS EUROPEOS
Cul era la suerte, en esa decadencia, de las colonias y de las zonas de influencia en los "pases jvenes"? La preponderancia, que Eurepa haba mantenido hasta 1914, se pona ahora en litigio. Los Estados europeos, obligados a dedicar a la lucha todas sus fuerzas y recursos, haban tenido que suspender su esfuerzo de expansin econmica; empeados en una obra de mutua destruccin, perdieron el prestigio que haban conseguido en los pases j1e11es, con el xito de sus procedimientos; vieron, por ltimo, atacados los fundamentos del imperialismo por crticas y consignas, que encontraron vasta aceptacin entre los intelectuales de esas oolonias y de esas zonas de influencia. El lugar que ocupaban hasta entonces los Estados beligerantes en la vida econmica mundial (l) se perdi, en gran parte, como consecuencia de la movilizacin de las industrias para las necesidades militares y de la insuficiencia de los medios de transporte martimos. Incluso Gran Bretaa, que al principio de la guerra se esforz por mantener, en lo posible, sus actividades econmicas normales, se vio obligada rpidamente a renunciar a ese esfuerzo: sus exportaciones, que alcanzaban en 1913 los 630 millones ele libras, bajaron a 532 millones en 1918; teniendo en cuenta el alza de precios, es en un 40 por 100, aproximadamente, en lo que hay que valorar la disminucin del volumen de las exportaciones. En Francia, las exportaciones de 1918. calculadas en peso, representaban solo una tercera parte de las de antes de Ja guerra. Los mercados exteriores, por tanto, se perdan parcialmente para el comercio europeo, sustituido rpidamente por el comercio estadounidense y por el japons. Eclipse temporal? S, sin duda. Pero cundo seran parcialmente reconquistadas las posiciones econmicas perdidas?
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El espectculo de la guerra europea estimul, en las regiones sometidas a la dominacin poltica o a la influencia predominante de los e~ropcos'. la espe~c:n~ de escapar de esa dependencia. En algunas ocas10nes, ciertas mtctattvas tomadas por los Estados beligerantes favorecieron, inclusive, inconscientemente, esa esperanza. Para paliar la crisis de efectivos, Gran Bretaa y Francia movilizaron tropas indgenas reclutadas en sus territorios de ultramar la India proporcion 943.000 hombres, y de ellos, 683.000 combatientes; las colonias. y protectorados franceses, 928.000 hombres, con 690.000 combatientes. Los indgenas movilizados entraron en contacto, unos con sus camaradas de combate, otros con los militantes sindicalistas de las fbricas de guerra: cuando volvieron a. sus hogares, llevaron consigo, por tanto, nuevas ideas y estados de mmo; un parlamentario francs, con alguna autoridad en cuestiones coloniales, hizo notar que aquellos hom bres se haban hecho razonadores. Por otra parte, la ?iplomacia inglesa, para hacer fracasar la poitica otomana, detener el nesgo de una guerra santa del Islam y, tambin, proteger el Canal de Suez contra una ofensiva turca, estimul el movimiento nacionalista rabe y prometi al Emir del Hedjaz situarle a la cabeza de un gran Estado rabe independiente (l). La iniciativa permiti el xito de Ja campaa de Palestina; pero, desde finales de 1918, coloc a Gran Bretaa en una situacin difcil en Palestina, Irak e, incluso, Siria, lugares donde las promesas hechas a los rabes se hallaban en contradiccin con los acuerdos secretos francoingleses. El Gabinete britnico despert~ una fuerza que le resultaba temporalmente til, pero que, apenas termmada la guerra, se convirti en algo embarazoso e, inclu_so, amenazador. . ~or ltimo, Gran Bretaa y Francia, despus de haber impuesto al C??bterno c~ino una situacin de inferioridad, desde 1842, cuya expres10n era el sistema de tratados desiguales, deseaban y obtuvieron, en 1917, la entrada de. C~in~ en la guerra (2). Adems de las ventajas inmediatas, bastante ms1gmficantes, verdaderamente (reclutamiento de mano de obra china, destinada a ir a trabajar a Francia, en la industria o en los trabajos pblicos; confiscacin de los barcos mercantes alemanes que, desde 1914, se haban refugiado en los puertos chinos), Francia y Gran Bretaa perseguan el objetivo de inducir al Gobierno chino a resistir la presi?,n japonesa, pro?1e~indole su apoyo diplomtico cuando llegase la ocas1on de las negociaciones de paz. China, dado que iba a participar en la Conferencia de la Paz en pie de igualdad, por lo menos terica, con las grandes potencias, no dejara ciertamente de aprovecharse de ello para reclamar la derogacin de los tratados desi1<uales. Pero las aspiraciones a la emancipacin fueron fomentadas, sobre todo, por la difusin de las ideas wilsoniana y comunista, las cuales, por
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opuestas que fuesen en otros aspectos, encontraban fortutamente un punto de convergencia en la condena del colonialismo. El Presidente de los Estados Unidos afirmaba, en sus declaraciones pblicas, que todo Gobierno debera "derivar sus poderes del consentimiento de los gobernados". Aplicaba ese principio de la libre disposicin de los pueblos a la' accin colonial. Verdad era que reconoca las necesidades de la expansin econmica y la importancia de los mercados exteriores; admita, por tanto, que por la fuerza e, incluso, mediante una temporal ocupacin militar, un Estado industrial poda obligar a aceptar a un pas joven el mantenimiento de relaciones comerciales. Pero entenda que la poblacin de este ltimo pas poda reivindicar sus derechos, en cuanto se encontrase madura para el self-govemment. La dominacin no deba ser ms que un medio transitorio. Tambin declar Wi]son, en su mensaje del 8 de enero de 1918 (1), que, para la solucin de las cuestiones coloniales, "los intereses de las poblaciones de referencia deben tenerse tan en cuenta como las reivindicaciones equitativas de los Gobernos cuyos ttulos hayan de determinarse". En un discurso, del 4 de julio de 1918, aadi que todos los problemas temtoriales deban resolverse "sobre la base de la aceptacin libre de esa solucin por el pueblo inmediatamente interesado". Se encontraba, pues, completamente dispuesto a aceptar 'a idea sugerida, en diciembre de 1918. por el general Smuts, miembro del Gabinete de guerra britnico: haba que evitar que se extendiese la dominacin colonial a nuevos territorios; deba confiarse esos territorios a un Esado, que recibira el mandato de administrarlos, y encomendar a la Sociedad de Naciones el cuidado de inspeccionar la gestin de la potencia mandataria. Este sistema del mandato permitira, segn Smuts, asegurar el desarrollo del territorio en beneficio de los que vivan en l; y pondran a las poblaciones al abrigo de los abusos de que fuesen, o pudieran ser, vctimas: trabajo Jorzado o confiscacin de tierras (2). Cierto que el presidente de los Estados Unidos deseaba aplicar sus ideas con miramientos, pues no quera chocar frontalmente con los intereses de Francia y Gran Bretaa. Pero, en las colonias europeas, los intelectuales indgenas, sin tener en cuenta esas restricciones mentales, fijaban su atencin nicamente en la doctrina, es decir: en el derecho de los pueblos a su libre disposicin. Los intereses europeos en el mundo se vieron amenazados aun ms directamente por la propaganda comunista. En septiembre de 1917-antes, incluso, de la toma del poder por los bolcheviques-, Lemn public "El imperialismo, ltima etapa del capitalismo", que ofreca una interpretacin general de la historia de la expansin europea. La concentracin industrial-dice Lenin-asigna al capitalismo financiero un papel dominante en la vida econmica; la acumulacin de capitales ha al(1) Vase pg. 713. (2) El sistema mandatario fue sugerido, en diciembre de 1918, por el general Smuts. miembro del Gabinete de guerra britnico. Pero Smuts pen>aba en el Prx1mu Oricnle.
canzado tales proporciones, que se han_ hecho indispensables las ins1d? pu~s. versiones fuera de Europa: la exportac10n ?e ca pi tale~ ms an que la bsqueda de mercados e.xtenores, el movil_ del_ !mpen~1' 0 ya se trate de Ja co 1 .1quista colomal, ya de la dommac1on sem1ism . d ' fl ' c l s han sido colonial a que lleva Ja poltica de zonas e 1Il uencia. u e . . las consecuencas? Por una parte el nacimiento de nuevas nva~idades entre las grandes potencias, pues los intentos .hechos para organ~zar la explotacin comn de los pases jvenes t;an .sido sol_o. y n? podian ser otra cosa, treguas: Ja guerra de 1914 babia sido. segun Le~m: un~. guerra "para el reparto del mundo, par~ la distribuci~ y r~d1s.t.nbuc1on d~ las colonias, de las zonas de influencia, del cap1ta_l financi~r~ . Por otra,el desarrollo de un "sistema universal de opres1on colomal : que hab1a situado a "ms de la mitad de la poblacin del mundo" ba!o la_ ?ependencia de los grandes Estados industriales. Pero, en los pa~ses iovenes. la penetracin de esos imperialismo~, h~ mo~ificado l.as antigua~ ~.s.truc turas sociales; ha terminado con el m11enano a1.slan:iento. agrano . los pueblos oprimidos despiertan, por ello: a la_ conciencia n~c1onal. De e_st~ modo el capitalismo encuentra una res1stenc1a que crecera cada v~z m.a_s, es l 'mismo el que abre a esos pueblos el camino _de la_ ~manc1pac1on. La conclusin prctica que se deduca de esa tesis !emmsta se expres en marzo de 1919, en la Resolucin final del Pnmer Congres_o de la' Internacional Comunista: luchar contra el imperialismo :olomal o semicolonial, estimuiar los movimientos de emancpacin. arn~mar a es.e imperialismo que es indispensable para la estabilidad del rgimen capitalista. Ese deba ser el programa. Yendo mucho ms lejos de la crtica wilsoniana. asestada S?lo contra el colonialismo, pero que se limitaba-dijo el Congreso comumsta-a un cambio de etiqueta, el programa del Congreso apuntaba, por tanto, a todas las formas de la expansin econmica europea, Cul fue la influencia respectiva de las ideas americana y rusa en Jos movimientos de emancipacin que amenazaban, en 1919, los resultados conseguidos por la expansin europea? Sera in~til intentar apr~ ciarla, pues la informacin histrica es todava demasiado fragmentar~a para permitir llegar a conclusiones vlidas. Por otro lado, _la ~ficacia de esta crtica del imperialismo no poda pasar de los. medios mtelectuales. Los mviles profundos en las masas fueron, sm duda, los r~ flejos elementales del sentimiento xenfobo, las dificultades o Jo~ ~ufn mientos provocados por la situacin econmica y las fuerzas rehgtosas.
Lo que interesa esbozar es la fisonoma de cada uno de esos movimientos de resistencia a Europa en las colonias o en las zonas de influencia. La India era )a joya del Imperio britnico. Entre esa eno11ue masa humana-320 millones de habitantes aproximadamente en 1919-, la pre-
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sencia inglesa era mnima: 60.000 soldados. 25.000 funcirnu os y 50.000 coionos, tcnicos u hombres de negocios. A pcar de ello, desde el gran levantamiento de 1857, la dominacin britnica no se \'O amenazada directamente, gracias a las divisiones internas --religiosas. lingsticas y sociales-del elemento indgena. Aunque desde 1885 y. sobre todo, desde 1905 )a burguesa intelectual y comerciante reivindicaba un est:ituto de autonoma que diese a la lndia un:i posicin an:lo;a a la de un Dominio, el Congreso 11acio11al no logr conmover la resistencia del Gobierno britnico (1). Pero la guerra mundial dio al movimiento nacional un nuevo impulso cuando los musulm;incs, para subrayar su hostilidad a la poltica rabe de Gran Brctaia y su adhesin a la unidad islmica. aceptaron colaborar con los hindes. en junio de 1916. El Gabinete ingls crey necesario arrojar lastre. El informe sobre reformas constitucionales en la India, presentado en julio ele 1918 por el secretario ele Estado. Montagu, y el Virrey, Chelmsford, prevea ia creacin de asambleas que, elegidas parcialmente por un sistema electoral censitario. podran participar en la elaboracin de Jos textos legislativos referentes a ciertas cuestiones. Aquellas concesiones parecieron insuficientes al Congreso nacional. El intento. sin embargo. no fue intil, pues (segn anota lord Montagu en su Diario), esperando es:is rcform:is. la India se mantuvo tranquila durante la prima vera de 1918. es decir. en una hora crtica para la guerra en Europa. Pero, desde principios de 191 CJ, b prntesta nacional se afirm con nueva fuerza. Dirigida al princi,io, en marzo, contra Jos poderes de polica excepcionales que Ja Administracin quera conservar, aunque haban cesado las hostilidades. la protesta adquri, en algunos das, las caractersticas de un movimiento de rn;:isa~: ur.:i huelga general de veinticuatro horas deba ser el preludin de una campaia de deso!Jcdicncia civil. El 10 de abril, en Amritsar. esos movimientos terminaron en una matanza (379 manifestantes muertos y centenares de heridos), ror culpa del nerviosismo de un general ingls. El emir ele Afganistn, Amanullah. inici las hostiliclacles, con Ja esperanza ele provocar un levantamiento general de Ja India: fue derrotado. pero obtuvo un Tratado de paz que reconoca la independencia de su Estado y pona fin al cuasiprotectorado ejercicio desde 1879 por la Gran Bretaa (2): el Gobierno ingls, aunque rechaz el ataque. estaba demasiado inquieto por Ja situacin de la India para emprender una campaa contra Afganistn. El Parlamento ingls aprovech Ja leccin de esa crisis: y se decidi a \'Otar las reformas prometidas en el informe Montagu-Cheimsford. Por qu tom ese impulso el movimiento nacional? Las circunstancias econmicas contribuyeron, ciertamente, a provocar la crisis: la poblacin campesina tena por qu quejarse. durante Ja guerra mundial, del aumento de precio de los productos industriales y del incremento de
(1) Vase pg. 543. (2) Vase pg. 401.
ias cargas fisc~les ; en 1918, sufri la prueba de una cosecha muy mala, que, en las pnmeras semanas de 1919, conden al hambre a parte de! pa~ .. Pero el factor detenninante hay que buscarlo. sobre todo, en Ja act1v1dad de una persona!idad excepcional. Gandhi haba despertado a las masas pop~Jares, gracia~ a la fue~ de atraccin que le proporcionaban su desden por los bienes matenales, su espritu de sacrificio, su de~e? de establecer la armona humana y el mpetu de su sentimiento rehg1oso. En Egipto--donde Gran Bretaa, despus de ms de treinta aos de sin ttulo jurdico, haba establecido un protectorado en nov1embr~ ?e .1914-: el Partido .Na_cional: bajo la direccin de Zaglul Pach, re1vmd1c la mdependenc1a mmediatamente despus del armisticio, ~n no:iibre de los principios wilsonianos. A la respuesta negativa, dada mm~cl!atamente por. el. Gabi?ete britnico , y al arresto de Zagl~. se replico con un mov1m1ento. msurreccional, en marzo de 1919, que durante tres semanas. conl!!o~1 rudamente la dominacin inglesa, hasta el momento. en q?e mterv1meron las columnas mviles anglohindes llegadas de Pa!estm~. Los jefes nacionalistas adoptaron, entonces, otro mtodo, la resistencia pasiva, que mantena un estado de alerta. El Alto Comisario, _el ge~eral Allenby, recomend al Gobierno ingls una poltica ~e apac1g?~m1ento ; y puso en libertad a Zaglul. En septiembre, el ~a~mete dec1d1 ne:, claro. est, _aceptar la reivindicacin de independencia : pero s anunciar la mtenc1n de establecer un rgimen que concediese a los represe?tantes electos de la nacin egipcia una parte importante del yoder legislativo. Este fue el principio de largas y speras controversias, que llevaran a la Declaracin del 28 de febrero de 1922 con la abolicin del p:otectora~o. En ese movimiento egipcio, como e~ las ~evueltas de la India, la resistencia nacional no se limitaba al grupo de mtel~c.tuales musulmanes que, antes de 1914, le haban proporcionado militantes: :z:aglul haba conseguido la alianza entre coptos y musulmanes: y sabido despertar inquietudes polticas en los medios rurales, explotando el descontento provocado por las requisas de mano de obra, am?Jales de carga y artculos alimenticios, efectuadas en 1918 para las necesidades de .l?s cuerpos ~~pedicionarios de Palestina y de Siria. En este caso. tamb1en, las cond1c1one~ econmicas y sociales favorecieron la extensin de la propaganda nacionalista : pero lo que le dio impulso fue el prestigio personal. , En la l!nin Surafricana--donde vivan cinco millones de negros, millon Y me~10 ?e europeos, d.e l?s cuales 480.000 ingleses y 800.000 boers, 200.000 hmdues, que. cons!1tman la mano de obra de las plantaciones d~ Natal: y 60.000 chmos, 1_mportados para el trabajo de las minas-, la vida social se hallaba dommada por las antipatas raciales y las rivalidades e?tre _lo~ intereses econmicos de esos elementos heterogneos. ~o pod1a existir, po~ tanto, un movimiento nacional en el que se asociaran esos grupos dispares; esto pareca favorecer el mantenimiento de
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la do~~a~in britnica. Sin embargo, esa dominacin no se ejerca con tranquilldad. Los blancos-ingleses y boers-teman ser absorbidos, a Ja larga. I?r los. ne~ros,. cuyo -?mero aumentaba rpidamente desde que la ocupacin bntmca mtrodujo la paz y los cuidados mdicos. Pero Jos dos elementos de esa poblacin blanca se encontraban divididos por los recuerd?s de la guerra surafricana, por el idioma e, incluso, por su estilo de vid~. lnduda?lemente, el Partido surafricano, al que se adhirieron la mayona de los rngleses, contaba tambin con boers reconciliados entre sus miem~ros; pern e.l partido nacionalista boer, en el que figuraban los pequenos prop1etanos rurales, era antibritnico. En enero de 19 ! 9, ese partido nacionalista decidi reivindicar la independencia de Transvaal y Orang~, en ~ombre de los principios del presidente Wilson; sin embargo, no mtento sobrepasar los mtodos legales en su oposicin. Francia encontraba resistencias mucho menos serias en sus colonias Y protectorados. En aquel momento, no se manifestaba oposicin activa en Arg~l!a ni .en Indochina. En Marruecos, durante el perodo 1914-1918, la clanv1denc1a audaz de Lyautey consigui, a pesar de la retirada de la mayor parte de las fuerzas de ocupacin, mantener la autoridad frances~ ~n l~s regiones que haban sido pacificadas. El residente general advirtJ. St-? embargo, que los principios wilsonianos y los acontecimientos de Egipto producan en la minora indgena "un movimiento de ideas, concilibulos y comentarios sobre los acontecimientos mundiales y sobre la situacin en que se encuentra el Islam"; recomendaba tambin, al Gobierno francs que concediese sin demora, las satisfac~ones que necesitaba esa minora indgena. En Tnez se desarroll un movimiento de protesta, cuyo jefe, Abd el Aziz Taalbi, haba estudiado en El Cairo y estado, antes de 1914, en contacto con los medios nacionalistas ~e la I?dia. El partido Destur, sin llegar a reivindicar la 1ndepen~nc1a, pedia, apoyndose en los Catorce Puntos, que el Ministerio formado por el bey fuese responsable ante una Asamblea legislativa democrtica. Pero ese movimiento de resistencia no intent el empleo de la fuerza.
se hallaba, el esfuerzo de una campaa colonial; prefiri negociar un compromiso. En abril de 1919 el acuerdo de Kallet-ez-Zeituna estableci una poltica de asociacin: concesin de la ciu.dadana italiana a l?s indgenas, que tendran derecho de voto para elegir una asamblea legi.sla~1va, y administracin en manos de fun~ionarios rabes .. La. soberana italiana corra gran riesgo de quedar reducida a mera apanencia. La presencia espaola en el norte de Marruecos no se encontraba en mejores condiciones. Desde 1915 un movimiento de resistencia indgena redujo prcticamente la ocupacin militar a la zona costera. En 1919, el jefe de ese movimiento, Abd-el-Krim, pi.di ~l Go~i~rno de ~adrid que renunciase a los mtodos de la admmistrac1n m!l1tar y ~esignase un gobernador civil. Abd-el-Krim no ignoraba que algunos Jefes del ejrcito espaol admitan Ja posibilidad .de aban?onar esta zona ma~ro qu, en donde la rebelin nunca haba sido domrnada. El gene~al Pnm,o de Rivera, en una conferencia dada en 1917 en la Real Academia.de Cadiz, haba sostenido ya esa tesis. Los Pases Bajos, por ltimo, tropezaban con serias dificultades en sus colonias indonsic~s (1). El Gobero holands haba confiado eh evitar esas dificultades convocando, a finales de 1918, un Consejo del pueblo con atribuciones solamente consultivas, pero en que se haba dado entrada a los representantes de la minora indgena. La citada minora no se sinti satisfecha oor esa concesin, demasiado modesta. En 1919 surgieron dos movimdntos de oposicin; los dos eran nacionalistas, pero uno liberal y el otro comunista. La asociacin Sarekat Islam. que contaba con dos millones y medio de adherentes, reflejaba la opinin de los comerciantes y las profesiones liberales ; no reivindicaba la independ~ncia y se contentaba con la autonoma; aunque se situ frente al comumsmo, se declaraba enemiga del capitalismo tirnico, es decir, de las grandes empresas europeas que, gracias a un rgimen de privilegi?s, entorpecan el desarrollo de las empresas indgenas; deseaba orgamzar un movimiento srndical para imponer el establecimiento de una legislac!~ social y, a la vez, formar a los dirigentes subalternos del movimiento nacional. En cuanto a la propaganda comunista. promovda ~or l?s h~ landeses, solo penetraba con muchos esfuerzos en la poblacin .1slam1zada, y diriga su actividad principal hacia los soldados y. m~nneros: ,.1 hecho nuevo fue la aparicin de un dirigente del mov1m1ento, un javans, Semaoen, c.ue al ~o siguiente afilia:a al Partido comunista de las Indias Holandesas a la Tercera Internacional. La Prensa holandesa dio abundante cuenta de revueltas y conspiraciones que amenazaban la seguridad de los colonos, pero manifest la firme voluntad de resistir. No eran solo esos movimientos de autonoma o independencia en las colonias lo que debilitaban la preponderancia adquirida por los europeos;
(!)
~ dominacin italiana en Libia, por el contrario, qued eliminada casi por completo. Desde octubre de 1914, la secta de los Senusitas musulmanes rigoristas y fervientes nacionalistas rabes, oblig a la; tropas !talianas a abandonar totalmente el interior de Tripolitania y Cirenaica. Por un acuerdo, firmado en abril de 1917. con el gran senusi, Mohammed Idriss, el Gobierno italiano haba prometido no intentar la ampliacin de su zona de ocupacin, reducida, de hecho, a cinco o seis ?ases. en la regin del litoral. En noviemhe de 1918 los jefes indgenas, mduc1dos probablemente por oficiales turcos, invocaron el derecho a la libre disposicin de los pueblos y anunciaron la existencia de una Repblica de. Tripolitania. El Gobierno de Roma crey que no poda pedir a la nacin, dado el estado de agotamiento econmico y de fatiga en que
Sobre la s!luac1n de las Indias Holandesas antes de 1914, vase pg. 542.
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tambin intentaban emanciparse los pases jvenes, dond~ los intere~es europeos haban conqui.stado un_ papel .dirige_n~e en la vida econmica y haban abierto el cammo a la mfluenc1a polttica. Dm:ante las crisis que el Imperie chino haba sufrido en 1894-1895, 1900-1901 y 1911-1912, los observadores extranjeros se encontraron sorprendidos por la pasividad de la ~~blacin: si se ~x~epta a al~unos grupos restringidos-intelectuale~, dmgentes de.1 movimiento repubhcano organizado por Sunt-Yat-Sen, miembros de sociedades secretas-, apenas se manifest el sentimiento patritico. Es cierto que en 1915. con. ocasin de la amenaza de conflicto entre China y Japn, las poblaciones urbanas, por lo menos las de las grandes ciudades y puertos, parecieron despertar a las preocupaciones nacionales: mas esa reaccin fue pasajera. . . Pero en mayo de 1919 se manifest, de pronto, un movimiento nacionalista chino, dirigido, en primer Jugar, contra el Japn, con ocasin del acuerdo de paz (1 ), y tambin contra los trata~os desigi~ales, :_s decir, contra los privilegios obtenidos por las potencias extraneras en China desde 1824 a 1914 (2). Las fuerzas determinantes y bsicas de ese movimiento nacional eran el renacimiento intelectual y el estmulo de los intereses econmicos. La guerra civil, que desgarraba de nuevo a China d~sde . 191_6: no entorpeca la actividad del movimiento intelectual: . estud10s filosofi~os, que no pasaban por a!to las corrientes del. pens~m1e.nto emope~, m el pragmatismo del amencano John Dewey; mvest1gaciones h1st.nca.s en las que se manifestaba el estudio crtico. de los doc~~entos; d1scu~1ones en el seno de sociedades literarias para intentar defmir las tendencias de Ja novela desde el punto de vista social. El espectculo de la vana agitacin poltica y del desorden del Estado pareca in~itar a los h?mbres de pensamiento a fijar su mirada ms alto y ms leos. En medio d.e e~os debates intelectuales se iba afirmando la oposicin entre los part1danos de la civilizacin china y los de la civifacin occidental; estos, a su vez, se hallaban divididos en admiradores de Europa occidental o de los Estados Unidos, por un lado, y adeptos del comunismo sov.itico, yor otr~. La fidelidad a la tradicin china encontr su expresin mas autonzada en dos hombres que haban estudiado. tanto uno como otro,. ~a civilizacin occidental, antes de condenarla: Tchang Tun-sun. un filosof?, y Leang Ki-tchao, un pensador polti~o-, Al regr~sar de ~na estancia de varios aos en Europa. Leang publico una sene de art1culos acerca de la bancarrota intelectual de Occidente. A qu se deba-se preguntaba-la exasperacin de los conflictos sociales, el espectculo_ ofrecido por las grandes ciudades inglesas ,Y frances~s en 1919? La so~1edad ~u ropea se desarrollaba en una atmosf era deprimente. porque habia perdido
(l) (2) Vase el captulo siguiente. Vanse pgs. 183. 250 y 544-547.
de vista las normas morales, poniendo su confianza en el progreso cientfico, origen de toda clase de males. La civilizacin china era ms completa y ms perfecta. No caba duda de que resultaba deseable adoptar determinadas tcnicas que provenan de Occidente; pero era preciso salvaguardar las concepciones intelectuales y morales que constituyen la superioridad del pensamiento chino. La civilizacin occidental-proclamaba, por el contrario, el joven profesor de filosofa de la Universidad de Pekin, Hu-ch-estaba llamada a "reinar sobre el mundo entero", porque "libera al hombre de la influencia del medio, de la tirana de los usos, de la ceguera de las supersticiones". Afirmar Ja superioridad de la civilizacin china significara favorecer la inercia y la vanidad del pueblo chino. Hu-ch, que haba estudiado en las universidades americanas, no vacilaba en discutir las mismas bases del confucianismo. No solo propona la adopcin de las concepciones polticas de Occidente, el liberalismo y la democracia; tam~ bin aceptaba la tarea de emancipar a la mujer y a los hijos en la vida familiar. Deca: "es toda una civilizacin lo que hace falta recrear". Ese resurgimiento permitira resistir la presin japonesa y eludir la aplicacin de los tratados desiguales impuestos a China por los Estados europeos. Su objetivo era, por consiguiente, nacional. Pero otros profesores de la Universidad de Pekn consideraban, por el contrario, que el tipo de civilizacin con que haban asegurado su penetracin en el Extremo Oriente los grandes Estados europeos del siglo XIX, haba trado como consecuencia una degradacin de China, pues dicha penetracin era el corolario del imperialismo. Decepcionados por Ja experiencia de Ja Repblica China, que quiso trasplantar a China los mtodos de la organizacin poltica occidental, sin conseguir otra cosa que el desorden, esos intelectuales miraban con simpata la revolucin rusa. El advenimiento de un rgimen comunista demostraba que el imperialismo capitalista no era invulnerable: as escriba Li Ta-tchao en mayo de 1919. Por otro lado, el Gobierno sovitico, el 25 de mayo de 1919, declar que estaba dispuesto a renunciar a los tratados desiguales. No era el comunismo el "mejor medio de hacer fracasar la poltica agresiva de los Estados capitalistas"? En el espritu de esos promotores la adhesin a la doctrina leninista tena menos importancia que la manifestacin del sentimiento nacional. Las condiciones de Ja vida social facilitaban ese mov1m1ento naciohal, pero eran solo una fuerza complementaria. Inmediatamente despus de la conclusin del armisticio, Jos industriales y comerciantes chinos, que se ha bfan beneficiado en el perodo 1914-1918 del eclipse sufrido por Ja influencia econmica europea, volvieron a encontrar la competencia de las mercancas importadas de Europa y vieron como reanudaban su actividad las fbricas extranjeras establecidas en territorio chino. Esos industriales y comerciantes no podan soar con obtener medidas protectoras, pues los tratados desiguales limitaban al 5 por 100 ad valo-
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rem el porcen'.aje de los derechos de aduana y aseguraban a Jos extranjeros pnvilegiis de extraterritorialidad, muy tiles para Ja actividad de los hombres c'e negocios. Los jefes de empresa chinos, que sufran esa situacin desd .. 1920 y que la sufriran an ms en el perodo 1925-1 n9, tendan, natur:.llmente, a imputar la responsabilidad de su desgracia a los tratados d.?siguales. Los obreros de la industria moderna--en 1919, parece ser que alcanzaban la cifra de tres millones-tenan sobrados motivos para que.1arse de sus patronos, porque de 1914 a 1919, el alza del coste de la v.da haba sobrepasado, con mucho, el alza de salarios; pero su movir:iiento de protesta social invocaba, a su vez, inquietudes nacionales: el capitalismo chino se encontraba ligado al capitalismo extranjero, al que ayudaba en su tarea de explotar a China. No bastaba esto para condenarlo? La nueva 1:aracterstica de esa China cuyo porvenir se presentaba tan agitado en., pues, la fuerza del despertar nacional: entre el movimiento de mayo de 1919 y los movimientos xenfobos que iban a alcanzar su mayor amplitud de 1925 a 1926 la relacin es evidente.
Los movimientos nacionales adquirieron todava ms vigor en las regiones turcas y rabes del Prximo Oriente. El movimiento nacional turco bas su doctrina en la obra de un escritor, socilogo y poeta, Ziya Gokalp, que fue, desde la revolucin joven-turca de 1908 hasta el fin de la guerra mundial, miembro del comit Unin y Progreso (1). Gokalp deca: "La decadencia dl Imperio otomano se debe al papel excesivo que, en los destinos de ese Estado, ha tenido la civilizacin islmica, de origen rabe y persa ms bien que turco; la confusin entre el poder poltico y el poder religioso en la personal del sultn calfa y la aplicacin de las prescripciones cornicas en la vida social han impedido la adopcin de la tcnica occidental. El esfuerzo por la renovacin debe, por tanto, basarse en Ja separacin de la religin del Estado; luego, en la aceptacin de Ja civilizacin occidental, en sus aspectos cientficos y tcnicos, y por ltimo, en la construccin de un sistema poltico que d el poder a la minora intelectual. El papel preponderante haba de ser desempeado por las regiones turcas del Imperio otomano: ese Estado turco se fundara sobre la idea de nacin, no sobre la comunidad de fe religiosa. Cuando Mustaf Kemal, inspector del ejrcito de Anatolia, se enfrent, en julio de 1919, con el Gobierno del sultn, al que reproch el haberse sometido a la voluntad de las potencias victoriosas, y cuando hizo votar el Pacto Nacional por. I~- asamble~ convocada en Ankara, a finales de 1919, y despus dec1d10, en abnl de 1920. fundar una Repblica turca en Anatolia. conserv lo esencial de las ideas de Gokalp: secularizacin y occidentalizacin. En ciertos aspectos, este resurgimiento nacional estaba emparentado con el realizado por Japn entre 1870 y 1890.
(1)
El despertar del nacionalismo rabe slo adquiri un m.a.tiz poltico en vsperas de 1914, sin que llamara entonces mucho la atenc1on. La guerra mundial fue Ja que le proporcion la ocasin de desarrollarse, pues Gran Bretaa tuvo inters en jugar la carta rabe contra los turcos (l). En 1918 la proclama hecha en J erusakn por el general Allenby prometi la independencia a las poblaciones rabes del Imperio otomano. Indudablemente, el Gobierno ingls, mediante Jos acuerdos concluidos con el emir del Hedjaz. Hussein. y el emir del Necljd, Ibn Saud, plant los jalones que le permitiran esperar una influencia pre_pondera?te e~ .esos ,Estados rabes mdependientes. Pero _e_sas precauc1~nes d1plomat1cas, aunque iban acompaadas por una poht1ca de subs1d10s, eran de resultados precarios: podan ser eficaces en Ja medida en que los jefes de Jos movimientos mdgenas se encontrasen dominados por la rivalidad personal . y en Ja medida, tambin, en que el Islam ortodoxo temiera el xito de la secta uahhabita, de la que lbn Saud era el portaestandarte; pero corran el riesgo de resultar ineficaces si los sob~ranos d~ los nuevos Estados rabes fueran lo bastante sagaces para umrse mediante alianzas-y hasta es posible que mediante un vnculo federal-y para dirigir un esfuerzo coherente contra la dominacin directa o indirecta de los europeos.
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En todas esas resistencias a la expansin europea aparece la .influencia de las mismas fuerzas profundas. Las dificultades econmicas y financieras, que eran resultado del estado ele guerra y provocaban el desconfento y, a veces, la protesta violenta ele las masas; pero ms an el resurgir del sentimiento nacional o el impulso del sentimiento religioso, ya asociados (India y Egipto), ya voluntariamente disociados, como en Turqua, por ejemplo. El papel relativo de esas fuerzas variaba segn el medio y las circunstancias. En el Prximo Oriente el aspecto. econmico s'.o ocupaba un lugar secundario; era Ja voluntad de independencia lo que animaba a los militantes de esos movimientos, es decir, a los intelectuales desligados frecuentemente de las creencas religiosas; pero era el sentimiento rdigoso el que impulsaba a las masas a seguir ese movimiento. En China los intereses econmicos explican parcialmente la adhesin que los medios urbanos prestaban al movimiento naconal, pero esos intereses no ejercieron ninguna influencia en la conducta de los intelectuales. En Africa del Sur, el origen de las dificultades con que tropezaba Ja administracin inglesa debe buscarse en las diferentes formas de civilizacin. Esa dosificacin diferente otorgaba a cada uno de esos nacionalismos su fisonoma particular. Pero las fuerzas profundas so:.: llegan ii
(1) Vanse pgs. 686 y 687.
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TOMO
CAPITULO VI
ser verdaderamente eficaces cuando las anima la accin de un ho~1bre. Sun Yat-sen, Mustaf Kemal, Gandhi. Zaglul, no eran .des~onoc1dos; todos ellos contab 3 n ya anteriormente con mucl;~s part;~anos en sus pases; fue tanto su autoridad moral como s~ ?spmtu poht1co lo que les llev al primer plano de ese esfuerzo por res1st1r a Europa.
BIBLIOGRAFIA
LA CONFERENCIA DE LA PAZ
Sobre
la
situacin
econmica.-
A las obras generales anteriormente ndicadas hay que aadir la Enqure sur /a ~roducrion, publicada por l.a Oficina internacional del Trabao, Ginebra, 1923-1925, 8 volmenes. Vase tambin A. DEMANGEON: Le dclin de i'Europe, Parfs, 1920.
Sobre las nuevas corrientes de ideas politicas.- Los textos fundamentales son: V. LENIN: L' Erar et /a revo/ution, Pars (rced.) 1946; Y L'lmperia/isme, stade suprme du capitalisme, Pars (reed.), 1945.-0. SPENGLER: Le declin de /'Occident, Pars, 1931 (trad. del alemn: la primera edicion alemana apareei en 1918).
M. MURET: Le crpuscu/e des nat1011s blanches, Pars, 1925, y N. KEYSERLrNO: La ri'o/1111011 mondiale (trad.) Parls 1933. vase: G. AmoN1us: The Arab Awdkening Jfi.Hory of the Arab national 1\101ement. Londres, 1938. U. HEYD: F1mdations of Turkish Nationa/ism: rhe Ufe and Teachings o{ Ziya Goka/p, Londres, 1950.-L. FiscHER: The Lije of i\.1ahatma Gandh Nueva York, 1950.-N.\NDA (B.): Maharma Gandhi. A lJography. Londres, 1959. R. GROCSSET: Le ri'ci/ de /'A sic. Pars. 1924.-H. KollN Gcschichtf dcr narionalen Bc11cg1111g in Orcnt. B.:rln, 1928.-E. Ross1: Dornmenli mil' origine egli s1i/11pp ele/la q11csfio11 araba, 1875-1944, Roma, 1944. Las bibliografas de los captulos sig11:cntes proporcionan indicaciones complementarias.
La nica limitacin que se opona al establecimiento de una paz draconiana era la promesa que el presidente Wilson haba obligado a suscribir a sus asociados: los tratados habran de basarse en los Catorce Puntos fijados por el presidente en su mensaje del 8 de enero de 1918 al Congreso americano (l). Pero las fnnulas de Wilson eran lo suficientemente vagas y mal ajustadas a determinadas realidades como para suscitar interpretaciones contradictorias. Los vencidos no renunciarot11 por eso a la esperanza de poder negociar apoyndose en las divergencias que existan entre los intereses de los vencedore!>.
I.
De las cinco grandes potencias asociadas en la victoria, una-Japn-no haba participado en absoluto en la guerra europea. Tena proyectos expansionistas solamente con referencia al Asia Oriental, pero en aquella regin sus ambiciones eran amplias. En el Japn, el nacionalismo tena ya, de antiguo, vigorosas races, tanto en la psicologa colectiva como en el estado de nimo de los dirigentes ; de 1894 a 1914 ese nacionalismo fue el origen de una expansin que responda a las necesidades econmicas (2). Tal nacionalismo nunca encontr contrapeso en aquel pas, en el que las ideas socialistas solo tuvieron una dbil difusin y en el que las doctrinas internacionalistas del movimiento pacifista no encontraron. aparentemente, ningn eco. Haban cambiado esas condiciones en 1919? Las caractersticas de la psicologa colectiva no eran sensiblemente distintas. Es verdad que la propaganda socialista empezaba a manifestarse en la Prensa, a la que el Gobierno consenta ciertas crticas dirigidas contra los excesos del capitalismo y contra la intervencin de los militares en la poltica; pero los peridicos socialistas se guardaban mucho de insistir sobre las tendencias internacionalistas, quiz porque se percataban de que ese tema annonizaba mal con el lugar que ocupaba el culto al Emperador en la tradicin religiosa y con la fidelidad que la mayora de la poblacin obrera conceda a esa tradicin. Es verdad tambin que las ideas comunistas se propagaban, a pesar de la prohibicin guberna.qiental, por vas clandestinas: se dice que circulaban cien mil
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ejemplares de El Capital, en la versin abreviada de Kautsky, bajo cuerda; pero los primeros militantes, en cuanto intentaron constituir un partido, cayeron en manos de la Polica. A la corriente del nacionalismo no se opona, pues, ninguna fuerza organizada. Las condidones demogrficas reforzaban el sentimiento imperialista. El archipilago japons, propiamente dicho, contaba en 1914 con cincuenta millones de habitantes; en 1919, con cerca de cincuenta y seis millones. Ese rpido crecimiento plante, con su simplicidad brutal, el problema de la superpoblacin: insuficiencia de artculos alimenticios ; imposibilidad de proporcionar ni siquiera un pedazo de tierra a candidatos demasiado numerosos. Cules seran los posibles remedios? La restriccin volw1taria de nacimientos? El Gobierno prohibi cualquier propaganda mal:husiana, que, por otra parte, tropezaba con la reprobacin de la oprnn pblica. Aumentar la superficie de cultivo? Para obtener un aum~nto del 20 por 100 mediante trabajos de riego habra que esperar veindcinco dos y realizar un gran esfuerzo financiero ; demasiado costosa, esa solucin era tambin demasiado lenta. La emigracin? Al campes,no nipn le costaba mucho trabajo decidirse a ella, y, adems, los pases ribereos del Pacfico, donde an se encontraban tierras disponibles, ..::erraron sus puertas a la entrada de los amarillos. El nico remedio era. en consecuencia, el desarrollo industrial, que proporcionara trabajo a la mano de obra rural excedente y permitira comprar en el extranjero artculos alimenticios, como contrapartida de las exportaciones de objetos manufacturados. Aun as, se haca preciso que aquella industria nipona encontrase en el exterior mercados y reservas de materas primas. Esta expansin econmica indispensable se desarrollara en condiciones ms fciles y ms seguras si estuviera respaldada por cierta expansin territorial. El imperialismo japons, sin embargo, desempe solo un papel epi;1>dico en el acuerdo general de paz, porque, salvo en raras ocasiones, la delegacin nipona no particip en las deliberaciones de los jefes de Gobierno cuando se trat de problemas europeos. Los tres grandes Estados europeos que haban soportado, aunque desigualmente, el prncipal peso de las operaciones de guerra se encontraban en muy diferente situacin ante las perspectivas diplomticas inminentes. Italia haba obtenido, por de pronto, gracias a la derrota y dislocacin de Austria-Hungra, el resultado que ms le importaba: encontrbase liberada de la presin que pudiera ejercer sobre sus fronteras terrestres el gran Estado danubiano, cuya alianza haba aceptado, o sufrido, durante treinta y tres aos ; no hallaba ya obstculos para recuperar las tierras irredentas y confiaba en que la posesin de Trieste, salida martima de la Europa danubiana, le permitira desempear cierto papel en la economa d~ los Estados herederos de la Doble Monarqua. Para completar esos xitos Italia deba, evidentemente, asegurar su preponde-
rancia en el mar Adntico, en donde intent, en el curso de las negociaciones del armisticio, limitar el mpetu de expansin del nuevo Estado yugoslavo. Poda, por ltimo, volver a considerar los proyectos que haba concebido en el Mediterrneo onental, y que empez a realizar de 1911 a 1914 (1). Todos esos objetivos-o casi todos-fueron inscritos, en abril de 1915, en ei Tratado de Londres, que fue completado dos aos despus por el acuerdo de Saint-Jcan-de-Mauricnnc (2). Se trataba, pues, ante todo, de conseguir el cumplimiento de esas promesas. Por qu no iban a hacer honor Francia e Inglaterra a esos compromisos que afectaban a regiones en las que no tenan intereses directos'? La proteccin que la diplomacia rusa haba dado en l 9 l 5 a las reivindicaciones serbias desapareci del horizonte desde la cada del zarismo y la lucha entablada por el Gobierno bolchevique contra la Iglesia ortodoxa rusa. La dificultad que encontraba la realizacin del programa italiano era la frmula wilsornana: el punto 12 del presidente de los Estados Unidos haba previsto que la cuestin del Adrl!co sera resuelta teniendo en cuenta la "lnea de demarcacin, claramente identificable, entre las nacionalidades". El punto en cuestin se opona, por tanto, a las reivindicaciones italianas sobre regiones pobladas por alemanes (en el Tiro! meridional) y por eslavos; pero, a la vez, era literalmente inaplicable en Istria y Dalmacia, lugares donde las poblaciones de lengua italiana solo formaban ncleos. Excelente ocasin para la controversia. Gran Bretaa no tena que presentar reivindicaciones territoriales en Europa; solo deseaba adquisiciones en Africa y en el Prximo Oriente. Pero las cuestiones continentales le preocupaban en la medida en que debia alejar el riesgo de cualquier hegemona, que sera peligrosa para la seguridad de las Islas Britnicas, y en la medida en que desease conservar o recuperar mercados de exportacin para sus productos industriales. Haba rechazado siempre admitir Ja posibilidad de una divisin de Alemania, que entregara el continente a la domrnacin francesa; y deseaba que las condiciones de paz no impidiesen que Alemania se convirtiera en el pnncipal cliente europeo de la economa inglesa. Pero no quera correr el riesgo de que ese gran pas pusiera a disposicin de la Rusia sovitica sus recursos, sus cerebros. su capacidad de organizacin, asegurndose con ello tales ventajas en el mercado ruso que desalojasen de l, en el momento oportuno, a los intereses britncos. El peligro ms grave del momento, segn dijo Lloyd George en mayo de 1919, era el riesgo de ver a Rusia entrar en la rbita alemana. Francia tena que pensar en las cargas que le impona la reconstruccin de sus regiones devastadas (368.000 casas destruidas y 559.000 daadas; 116.000 hectreas en las que el valor de la tierra resultaba inferior al coste del trabajo necesario para volver a ponerlas en estado de
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VI: , LA CONFERENCIA DE LA PAZ.-!NTERESES EN PRE<;ENC!A
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rcndimient0; que se impona la destruccin de fbricas y el saqueo de mquinas y de reservas de materias primas en regiones que posean en 1913 ei 41 por l 00 de las fuerzas motrices a va por ; la destruccin de las instalaciones mineras del Norte y Paso de Cala is; la destruccin de obras de ingeniera en las vas frreas. Para ello no poda contar con el apoyo de los Estados Unidos, que no aceptaban las demandas presentadas en diciembre de 1918 por el ministro de Comercio. Pero tales preocupaciones econmicas y financieras cedan el paso al deseo de salvaguardar la seguridad del territorio. El recuerdo ele tres invasiones sufridas en un siglo, la conviccin de que una revancha alemana era probable y solo poda ser retrasada, constituan los mviles esenciales de la poitica francesa. La opinin pblica tena perfecta conciencia de que la victoria no hubiera sido posible sin el concurso de aliados y asociados y de que, de todas esas ayudas, solo haba una que pudiera darse por dcsco!1tada con seguridad en 1914. Seran las circunstancias tan favorables en el futuro? Era necesario, por tanto, que Francia intentara. ante todo, conseguir garantas contra esa revancha, en el acuerdo de paz-garantas fsicas, para alear las bases de partida de la probable invasin; garantas diplomticas, para evitar tener que soportar sola el peso de una futura guerra-. Pero debido a que, durante cuatro aos y medio, haba realizado un esfuerzo militar mayor que el de sus aliados, no posea, a la hora del armisticio, toda Ja autoridad de que dispona antes, dentro de Ja coalicin. Cmo poda pensar en reservar sus fuerzas cuando Ja guerra se desarrollaba sobre su suelo? Actuaran de rbitro los Estados Unidos, cuyo papel haba sido decisivo en la resolucin de la guerra, entre los intereses divergentes de sus asociados europeos? Desde su entrada en la guerra, la gran Repblica proclam su dcsin. ters: no buscaba beneficios territoriales ni ventajas polticas. Su objetivo esencial de guerra consista en hacer fracasar al militarismo alemn y asegurar a Francia y Gran Bretaa, cuyos regmenes polticos respetaban los principios liberales y democrticos y cuyos intereses econmicos y financieros concordaban con los de Estados Unidos, una victoria tanto ms deseable cuanto menor iba siendo el riesgo de que beneficiara a Rusia. Ese objetivo haba sido alcanzado; no haca falta ir ms lejos: la destruccin de Alemania .se excluy formalmente en las declaraciones oficiales americanas. Pero Woodrow Wilson tena personalmente proyectos ms amplios. Con el fin de que los tratados de paz no fueran simplemente precarios acuerdos diplomticos y abriesen el camino a una nueva concepcin de . las relaciones entre Estados, quera consttuir una Sociedad de Naciones. Aspiraba a orientar en ese sentido los debates de la conferencia de paz y ejercer un arbitraje en dicha direccin. Ese papel implicaba una participacin directa en la salvaguarda de la futura paz. Los Estados Unidos deberan, por tanto, renunciar a sus tradiciones y asumir responsabilidades
directas para proteger la independencia y la integridad territorial de los Estados miembros de la Sociedad. El presidente confirm esa intencin, e? el mismo mome?to del armisticio, con ocasin de la renovacin parcial del Senado: si el cuerpo electoral-dijo-no ratificase la mayora que posee el Partido demcrata, "los pueblos de ultramar veran en ello la repudiacin de la directriz que yo he dado a los asuntos del pas". . Pero, de los .treinta y siete puestos a elegir, los republicanos ganan seis, con lo que iban a estar, poco ms o menos, a la par con los demc;atas, pudiendo, por .ello, confiar en hacer fracasar la poltica del presidente. El 27 de noviembre de 1918, el ex presidente Teodoro Roosevelt declar que Woodrow Wilson "no tiene ninguna autoridad para habl~r ~hora en nomb~e. ~el. pueblo americano" y deba renunciar, por c~:ms1g111ente, a tomar 1mciattvas en el acuerdo general de paz. El prestde?te, como es natural, no se resign a esa pasividad: discuti el sentido de la consulta electoral, en la que, como siempre, las pre~u paciones de poltica interior haban pesado ms que el programa de poltica exterior; continu diciendo, y quiz pensando, que "la aplastante mayora del pueblo americano" era favorable a la Sociedad de Nacion~s. Confiaba en la opinin pblica. Esa opinin estaba, verdaderamente. en. condiciones de ejercer sobre la orientacin de la poltica exterior una influencia ms directa que la que era posible en Francia o incluso en Gran Bretaa. pues el Senado, cuya misin esencial consiste en ratificar tratados y nombar los altos funcionarios diplomticos, tena en cuenta el estado de nimo del cuerpo electoral, que se manifest mediante el envo de cartas y telegramas y por todos los procedimientos utilizados por la tcnica de los pressure groups. Cul era, pues, su orientacin? El cuerpo electoral, mientras se interesaba por todas las cestiones eco~m~cas, sociales. "! financi~ras que constituan la trama de la poltica mtenor de la Umon. conoc1a muy mal, en cambio, por lo general, los problemas internacionales. Ante ellos, decidi en funcin de alounas ideas simples , que posean la fuerza de Ja tradicin y que tenan, ~orno tema central, el aislacionismo, o, ms exactamente, el deseo de evitar la participacin directa de los Estados Unidos en la maraa de controversias que efctaban a otras grandes potencias y la voluntad de rechazar to~. compromiso que amenazase arrastrar a la Unin a desempear un activo papel en problemas ajenos a sus preocupaciones directas. La intervencin en la guerra europea, en 1917, fue necesaria para defender el prestigio de los Estados Unidos y proteger sus intereses econmicos. Pero no deba ser ms- que un parntesis. Desde el momento en que se haba conseguido el resultado apetecido, lo prudente pareca ser la vuelta a las tradiciones de la poltica exterior americana desde Washington y Jefferson, que seguan asociadas, en la conciencia de la mayora de los ciudadanos, al desarrollo de la prosperidad de los Estados Unidos. , . . . Es.as tradiciones PCspondan a rasgos profundos de la mentalidad colectiva; La seguridad del territorio nacional estaba asegurada, gracias . a los oceanos. Por qu, entonces, haban de tomar parte los americanos
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en .la solucin de problemas exteriores que no podan entraar ningn peligro para efos, y por qu haban de interesarse en esas eternas polque surg an entre los europeos? Adems, al aceptar esas obli 0 amicas t> c1.ones mternac1 males, los Estados Unidos se veran obligados a orgamzar un gran ~jrcito permanente y, por consiguiente, un sistema de servicio_ militar obligatorio; y esto sera contrario a las concepciones anglosajonas y epugnara, tambin, a un gran nmero de americanos nacidos en el ex. anjero. El aislacionis. ro tena, pues, por fundamento. la conviccin de que la proteccin de lm intereses nacionales no exiga una accin poltica exterior continuada Esa conviccin encontraba un refuerzo en el espritu partidista: desde que el presidente Wilson se pronunci en favor de la participa' in acti\ 1 de los Estados Unidos en los asuntos internacionales y hace ac ::>ptar es, principio por el programa del Partido demcrata, los republicar, :lS consi, teraron que era una buena poltica explotar el aislacionismo Lltente en el cuerpo electoral y alinearse, en consecuencia, frente al programa wil~ )niano. Pero esJ poltica. que haba sido posible y provechosa en el siglo x1x. poda cm esponder a las nuevas necesidades? Los Estados Unidos se haban con :ertido er: una potencia mundial; haban desarrollado su capacidad de producci1 n industrial en tales proporciones, que necesitaban encontrar n creados; tenan ahora una marina mercante que estaba presente en ca. i todos los mares; haban conseguido una posicin preponderante en t l mercado internacional de capitales. Cmo podran conciliarse esas preocupaciones econmicas y financieras con una poltica de aislacionismo? Los banqueros y los exportadores del Este de los Estados Unidos, y tambin los medios universitarios, perciban esa contradiccin. El presidente Wilson contaba con el apoyo de esos medios, y, al mismo tiempo, con su prestigio personal, para hacer fracasar la coilrriente del aislacionismo. Pero qu vala esa esperanza? El genio y el temperamento de cada uno de los cuatro hombres de Estado que llevaron a cabo, personalmente, lo esencial de las negociaciones, agravaban, sin ninguna duda, las divergencias entre los intereses nacionales. Se trataba de jefes de Gobierno-americano, ingls, francs e italiano-que, a travs de ms de ciento cincuenta reuniones, examinaron, a puerta cerrada, aisladamente, sin ms colaboradores permanentes que un secretario y un intrprete, los informes y las sugerencias de los tcnicos, y tomaron las decisiones; este mtodo de trabajo permita dar soluciones ms rpidas a los problemas que abrumaban el programa .de la conferencia; pero procuraba al factor personal una gran importancia. En ese Consejo de los cuatro, el representante- de Italia, Orlando, solo intervena de una manera modesta, pues, cuando los intereses de Italia no estaban directamente sobre el tapete, tomaba parte raramente en los debates; lo que interesaba, por tanto, era la personalidad de los tres grandes.
Ch:meuceau y Lloyd George eran dos grandes parlamentarios, tambin dos polemistas incisivos y mordaces; pero el carcter y los modales de cada uno de ellos no armonizaban apenas con los del olro. Clemenceau era un pesimista que inclua en su desprecio a toda la humanidad, un realista que miraba con irona d noble candor del presidente de los Estados Unidos, un luchador cuyo fuerte carcter y cuya intratable energa no se amoldaban con comodidad a las formas de la diplomacia tradicional ni a los matices de la opinin parlamentaria: Lloyd George era ms oportunista; pero notable, sobre todo, ms bien que por el ardor de sus convicciones, por la finura, por la flexibilidad de su espritu, por la agilidad en la discusin; su principal cuidado era mantener contacto con la opinin pblica inglesa y con las tendencias de su mayora parlamentaria, una mayora de coalicin con corrientes inestables; adaptbase y, por consiguiente, variaba, pero lo haca con la facilidad y la autoridad de un gran abogado. Woodrow Wilson se deba a su pasado. Profesor de ciencias polticas durante veinticinco aos-antes de entrar en la vida poltca-, tena confianza en la fuerza de las ideas y crea en su misin; esta conviccin le haca sentirse con superioridad moral respecto a sus compaeros. demasiado inclinados, segn pensaba, a sacrificar los intereses superiores de la paz del mundo a los intereses nacionales respectivos; la acogida extraordinariamente calurosa que recibi del pblico parisino, cuando lleg en enero de 1919 para asistir a la conferencia, confirm en l ese sentimiento. No cabe duda de que este intelectual, este idealista, era tambin un poltico, un dirigente de partido, y que no perda de vista las p~eocupaciones electorales. Sin embargo, no pensaba ceder a las tradiciones o a los prejuicios de la mayora parlamentaria americana. Pero Wilson conoca mal a Europa, a la que solo haba venido diez o doce aos antes, un par de veces, para cortas estancias-simples viajes de turista-; y estaba inuy lejos de darse cuenta de las dificultades, a veces inextricables, que las realidades lingsticas, etnogrficas o econmicas oponan a la aplicacin de un programa de paz fundado sobre el principio de las nacionalidades, sobre el derecho de los pueblos a su libre disposicin y sobre la liberacin de los cambios comerciales. Cuando se encontr ante un cargamento de estadsticas y de mapas falseados. que presentaban los delegados de pequeos Estados o de grupos nacionales; cuando comprob por propia experiencia, qu "difcil es conseguir un plebiscito que sea la expresin real de la opinin", pudo medir la distancia que haba entre sus intenciones y sus medios de accin.
II. EL CARACTER DE LAS SOLUCIONES
Cules fueron los rasgos esenciales de aquella obra-de la que sera intil, en un ensayo de sntesis, pretender indicar todos los aspectos-en Europa y fuera de Europa?
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En Europa, donde el derrumbamiento de tres. grar~de~ im~erios a~ab~ b d rb una fuerza nueva, la de las ano11a/1da cs. a suer e e 1 la gr:n r-l~~~rqua clanubiana fue decidida por la volu.ntaj ~e ~~~ P~~~ bl 'l) dos meses antes de la apertura de la Conferencia e a . d .. te~r~t~ri~s que constituan Austria-Hungra se cnco~traban. aho~aolo~~~-
da, a la amenaza de una lucha de dos frentes. Los grandes problemas eran, pues : la cuestin alemana, la cuestin polaca y la cuestin rusa. En la cuestin alemana, Ja voluntad de Inglaterra y Ja de los Estados Unidos se oponan vivamente a las intenciones francesas. La opi_nin pblica, en Francia, salvo en los medios socialistas, se haba mostrado, en principio, reticente ante la revolucin aiemana de noviembre de 1918, y haba tendido a no ver en ella ms que un camuflaje del rgimen imperial; en diciembre. sin embargo, con ocasin de los movimientos espartaquistas, esa opinin crey, durante un momento, en la desintegracin de Alemania; y, a pesar de los riesgos que .podra implicar la difusin del comunismo, acogi con satisfaccin esa posibili. dad; pero, a primeros de enero de 1919, cuando empezaron las deliberaciones de Pars, el Gobierno del Reich volvi a hacerse COf\I! la situacin y se mostr capaz de mantener Ja unidad alemana. El plan del mariscal Foch se basaba en esa perspectiva, que presupona una probable tentativa de desquite alemn en un plazo de veinte o treinta aos. La memoria presentada el 10 de enero de 1919 por el mariscal peda que los territorios de la orilla izquierda del Rin fueran separados de Alemania y formasen, bajo Ja gida de la Sociedad de Naciooes, uno o varios Estados independientes, pero sometidos a una ocupacin militar intera:iada de duracin no limitada. Esa solucin, que garantizara slidamente la seguridad de Francia, pero que sera contraria, evidentemente, a Jos principios wilsonianos, fue rechazada' por Jos Estados Unidos y por Inglaterra, porque "acorralara a Alemania hacia Ja desesperacin", corrindose el riesgo de que se arroi11se en brazos de Ja Rusia sovitica. El compromiso que sugiri Lloyd George sustitua esa garanta territorial por otra, militar y diplomtica: Alemania, cuyo ejrcito, reducido a 100.000 hombres, se vera privado de aviacin, de tanques y de artillera pesada, no tendra derecho a estacionar tropas ni a edificar fortificaciones en sus territorios de Ja orilla izquierda del Rin ni en una zona de 50 kilmetros de anchura en Ja orilla derecha del mismo ro; sufrira, por un perodo de tiempo que no excedera, en principio, de quince aos, la ocupacin militar de Ja provincia renana y del Palatinado bvaro; Francia recibira de Inglaterra y Estados Unidos la promesa de apoyo armado en caso de agresin alemana o de violacin por parte de Alemania del estatuto de desmilitariZ3cin establecido en Renania. El flaco del sistema era Ja ilusin de creer que las restricciones a Ja soberana alemana iban a poder mantenerse indefinidamente; lo era, tambin, el no tener en cuenta que el Senado de los Estados Unidos poda rechazar Ja ratificacin de un compromiso de alianza que resultara ms directamente an que el pacto de Ja Sociedad de Naciones, contrario a todas las tradiciones de la poltica americana. La aplicacin de los principios wilsonianos--derecho de las nacionalidades y derecho de los pueblos a su libre disposicin-se encontraba
didos enl~e sieLle Esl~dos; d~e ;~s ~; ~'. ~ ~~~ ~l~~c~so~:;;~ ~ ~tro debe~ eran 1111e1 os. os au ores E 1d sucesores no solo que ajustar penosamente las frontera.s de .es.os l~d~d~~ victorios~s de las cuando esas fronteras separa?an a ias_ 1Mc1ona .1 tambin cuando envencidas-alemanes de Austna ~ n:ag1ares-. smf, ' . ~stas ltimas f b olacos y checos 1tal1anos y yugos a\OS, y renta an a p ms difcile~ de trazar, pues las con.troversias no po-
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~~1~te::rs r:rs~:1I:~ mediante el criterio de dar prefert11c~ r lo~c~~n~:df~ 1 res: ni en Teschenc~~;; ~{~~n~~~~e~ ;~~~l~~~al~ni~~. e~~nde el de0
Pazm~~~~e~~~ad~n Bulgaria
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y d~l Imperio otomano haba. ~bierto a Rurru . G . y al Estado serbio-croata-esloveno la pos1bi11dad de gr~n mama recia ' 11 s que rallfi5 des g~nancias territoriaJ~s, _lo~nc:~lf;~~~ ~~~ie~~~tic~~ ~ ~n. las poblacar Jos hechos consuma. os. R . Tratado de Brest-Litovsk . ue fueron desgapdas de usia por e1 ' 18 se vieron sometidas a la ocupacin alemana...com.enzaron, c1ones q yd qude, enl 19 . to del armisticio a llevar una \'ida poht1ca indcpenes e e. momen diente. d d onstitu Los cuatro pequeos Estados que se hallab.an en peno o e c d 1 1 cin-Finlandia, Estonia, Letonia ~ u;~ an. ~-qu~d~~~~ p~~~~~:p:r~ por Ja Rusia sovitica, a la que cerra an ~ acceso a r . d los alcmate padecan grandes fatigas para librarse de la presencia e " n~s cuyas tropas intentaban mantenerse, duran~e vanos meses, ~n ~so.~ a~es blticos En este caso, tambin, el Conseio de los Cuatro se _1m~ pt, a hacer COJ~sta r un esfuerzo encaminado en el sentido dle 1.os pn~~Io d ll' n::en de cua quier acc1on wilsonianos. pero que se esarro 0 ma ~ . ' ~1.os ta de las orandes potencias victoriosas; sin embargo, anunc1? tre.c t ncin d , ~bligar a las tropas alemanas a evacuar esos ter.nsu .111 e c~n u medios? Wilson declar: "No pode:nos e.n:iar ~~~~o:~ ?i~J.?, Seis m~ses ms tarde, sin embargo, sera necesano decidirse
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a ello.
., d He ah pue~ una vasta parte de Europa en donde la mt~rvenc1on e los r;ra11dds sol~ se manifest de manera episdica. En rea!1,dad, 1Jo q~e rin;ero retuvo Ja atencin de esos gra11des fue la cuestron . a eman . ~ esar de ello, Jos Cuatro estaban muy lejos de d~sc~nocer Ja rmpor~an ciap de Ja Europa Oriental, donde Polonia. reconst1tu1da. es'.aba d~stma da a formar una pantalla contra Ja Rusia sovitica y. al m1sm~ t1e~P? a someter a Alemania, si esta intentara una guerra de revanc w a gun
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tambin ~n d_irecta >posicin con los intereses franceses en la cuestion de Austna. S1 la po llacin de esta nueva Repblica, totalmente de lengua al~mana, invoca ;e _esos pri~cipios para reivindicar la posibilidad de una u~1n_ con Alem m~a. el Re1~h podra adquirir un territorio que. con sus seis millones y m ;d10 de habitantes, sus recursos de mineral de hierro Y su po~erosa orgarzacin bancaria, compensara de sobra la prdida de ~l~acia y L?rena. Posnania y Slesvig del Norte; el podero alemn segm~ia, pues: mtac~:>, a pesar de la derrota. Ahora bien: el canciller aust~1aco hab~a r~ddo esa solucin el 9 de enero de 1919, porque no :reyo en la viab1lida i de su Estado, qu~ posea un cuerpo muy pequeno Y una cabeza muy g.rande: una capital en la que viva casi la tercera parte de la ~elacin total., El 16 de febrero, las elecciones para Ja Asambl~ Con~tlt~1yente austnaca proporcionaron una fuerte mayora al PartI?o soc1alts~ que adopt, sin reservas. una postura favorable a la um6n. Los miembros de la delegacin americana en la Confer~~cia de ~a~ _parecan dispuestos a dar su asentimiento; esa era. tambien'. la op,m1on de la mayora de los colaboradores de Uoyd George. Nadie podia d~~a.r de que el Gobierno francs se opondra, en absoluto, a ~sa pos1b1hdad. Georges Clemenceau lo declar, con energa, en el consejo de los Cua~ro'. el 27 de ma:zo: Francia quera alejar la amenaza que para ella s1gmficara la umn de Austria con Alemania al oponerse a e~~ unin, Francia no atentaba al derecho de Jos pueblos. En_ esa opos1c1n, fue ayudado por Orlando, que tema que el territono_ alem~n se extendiese hasta el Brennero. En el fondo, ni Lloyd Georg~ ~u e~ mis_mo Woodrow Wilson pensaban. en este caso, dar a los principios mscnt?s en los Catorce P1!fltos una aplicacin inmediata, que r~sultara peligrosa para_ la correlacin de fuerzas en el continente. Francia. e ltaha,, pues, consiguieron, sin gran esfuerzo. que se admitiera su iP tesis: el articulo 88 del_ Tratado ~e Vers~~es, confirmado por el artculo ~O del tra~do de Sa~t-Ger?Jam, proh1bia a la Repblica de Austria enajenar .su ~dependencia. W1lson, sin embargo, intentaba administrar e~ porvemr: hIZO rec~nocer el derecho a la unin, si la Sociedad de Nac10nes diese su consentimiento. C?mparada con esas dos cuestiones esenciales, la del Sarre solo tena una lillportancia sec~daria. Sin ~mbargo, esta ltima fue la que dio lugar a las controversia~ ms ardientes en el seno del Consejo de los c;uatro. I~gleses .Y !11encanos admitieron sin dificultad que Francia, a titulo de mdemmzacin por la destruccin de instalaciones en sus minas del Pas-de-Calais y del Norte, recibiese, durante cierto tiempo. el carbn del Sarre. Pero, por qu reivindicaba el Gobierno francs la anexin de la mitad del territorio? La argumentacin histrica-el retorno a la frontera de 1814-era de valor muy discutible y se hallaba en abierta contradiccin_ con los Catorce Puntos que, aceptados corno base de paz por_ l~s asociados de Estados Unidos, estipulaban expresamente el restablecimiento de las fronteras francesas de 1871. La argumentacin fundada sobre el derecho a la libre disposicin o sobre el principio de
las nacionalidades resultaba inaplicable, pues, entre los 335.000 habitantys del territorio que era objeto de reivindicacin. solamente algunas decenas de miles-los de Sarreiouis-parecan simpatizar con los franceses. "Por qu-<lijo Lloyd George, el 28 de marzo de 1919-renovar contra Jos alemanes el error cometido por Ja misma Alemania cuando se anexion Alsacia y Lorena?" "Y cmo olvidar-aadi Wilson-que los vencedores haban contrado con Alemania compromisos definitivos al firmar el armisticio?" Clemenceau respondi que "sera intil ser justos con los alemanes", porque ellos no perdonaran jams. La explicacin de esta spera controversia hay que buscarla. indudablemente, en preocupaciones de poltica interior: los partidarios de la frontera de 1814 ~ran numerosos en el Parlamento francs y estaban de acuerdo con el presidente de la Repblica. Pero la solucin de transicin, que sep~ra ba de Alemania todo el territorio del Sarre y lo pona, durante qumce aos. bajo administracin internacional, entregando a Francia la propiedad de las minas, no fue discutida seriamente por la opinin pbl~ca francesa, menos sensible al derecho histrico que los parlamentarios aludidos. Hay un evidente contraste entre la acritud de esas discusiones relativas a las clusulas territoriales y el tono ms conciliador de los debates relativos a las econmicas y financieras. A pesar de ello, la estipulacin ms importante, la que concerna a la reparacin de los p~r juicios de guerra. dio lugar a un desacuerdo flagrante entre las potencias victoriosas. El principio haba sido establecido por la nota de los Aliados ~ asociados del 5 de noviembre de 1918. que dejaba a cargo de Alemama esa reparacin. Pero. cmo fijar esa deuda si no haba sido an evalu~ da la suma total de perjuicios? Y cmo fijar los plazos _Y las_ modalidades del pago? Francia y Blgica, que haban sufndo la mvas1n. queran conseguir que los gastos de reconstruccin corriesen a cargo de Alemania. Gran Bretaa, que no sufri ms prdidas mate~iales q~~ la destruccin parcial de la flota mercante, peda que Alemama se h1c1ese cargo de la reparacin de los perjuicios sufridos por las personas, porque, de ese modo. obtendra una parte mayor de los pagos alemanes. El total de Ja deuda alemana aument mientras tanto. Cuando las valoraciones francesas dieron la cifra provisional de 220 millones de marcos oro, Ja delegacin americana ~protest: no era materialmente posible que Alemania hiciese pagos de tal amplitud, aunque fueran efectuados. por anualidades. durante medio siglo. La delegacin in~l~s~. ~unque hubiera contribuido a agravar Ja carga alemana c~n sus m1c1at1vas . apoy las objeciones americanas, a las que la delegacin francesa se ltm1t a oponer una afirmacin de principio: Alemania ;agar~. El desacuerd?. ~e los tcnicos oblig al Consejo de Jos Cuatro a dear a una com1S1on interaliada la tarea de fijar el volumen de la deuda alemana. despus de una encuesta: solucin de aplazamiento que implicaba, en el fondo.
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una reduccin de la deuda, porque no se poda pensar que dos aos de reflexin fuesen a eliminar los obstculos. Los autores del Tratado de Versallcs agra.varon an ms esas dificultades, al creer conveniente establecer una relacin entre Ja obligacin de pagar reparaciones y el origen del -conflicto. El artculo 231 estipulaba que Alemania debera pagar Ja suma de Jos perjuicios "sufridos por los Gobiernos aliados como consecuencia de Ja guerra que les fue impuesta por la agresin de Alemania y de sus aliados". La redaccin de ese artculo haca constar, en resumen, la responsabilidad que incumba a Alemania en el sentido del derecho civil, pero la opinin pblica alemana lo interpret en el sentido de una responsabilidad moral. Emprender una controversia histrica acerca de las causas de la guerra significaba entonces, a la vez, poner en duda el fundamento de las reparaciones. Era una oportunidad que el Gobierno alclmn sabra aprovechar. Esta solucin dada a los problemas alemanes, territoriales o financieros, se prestaba a un fcil reproche: era apropiada para estimular la protesta alemana y no despojaba al Reich de los medios para la reiancha. Obligar a Alemania a firmar una estipulacin que esta interpretaba como una confesin de culpabilidad sobre la causa de la guerra~ obligarle, en principio, a trabajar durante medio siglo para amortizar su deuda de reparaciones; imponerle, durante quince aos, un rgimen de ocupacin militar que no dejara de sobrexcitar el sentimiento nacional; obligar al Reich a inclinarse ante el derecho de las nacionalidades, cuando era contrario a los intereses alemanes, y rehusarles sus beneficios, como en el caso de Jos alemanes de Austria y de los Sudetes; todo ello constitua una serie de estipulaciones conformes con el derecho tradicional de guerra, pero estimulaba el deseo de desquite. Por el contrario, el Tratado de Versalles dejaba subsistir la unidad alemana y el podero industrial del Reich; aunque desarmaba, ciertamente, a Alemania, le dejaba un ejrcito profesional que fcilmente se poda convertir en un ejrcito de mandos; prevea que el rgimen de ocupacin, destinado a garantizar el pago de las reparaciones, cesara al cabo de quince aos, siendo as que ese mismo pago haba de prolongarse cuarenta o cuarenta y cinco aos ms. El valor de estas crticas era difcil de estab'.ecer. Sin embargo, no se vea ninguna indicacin de lo que se tendra que haber hecho para evitarlas. En los debates parlamentarios franceses dichas crticas se basaran, principalmente, en el mantenimiento de la unidad alemana; y. para un gran nmero de franceses, aquel -era el centro del problema: la nica garanta eficaz, en su opinin, hubiera sido la divisin de Alemania. A Clemenceau no le cost trabajo demostrar que las crticas deban dirigirse a otros, y no a l, pues los Estados Unidos y Gran Bretaa no aceptaron la posibilidad de esa divisin: qu medios tena el Gobierno francs para obligarles a revisar sus puntos de vista? La victoria haba sido la victoria de una coalicin; y una coalicin era la que fijaba las
bases para el acuerdo de paz. Francia no poda evits:: las consecuencias de esa situacin. El problema de las relaciones con la Rusia sovitica, aunque sali a reluctr con menos frecuencia en las deliberaciones de los Cuatro, se hallaba constantemente presente en su espritu. J?esde el vera~o de 1918 las potencias aliadas y asociadas venan sosterne?do'. en r~ahdad, una poltica de intervencin en la guerra civil rusa, en S1bena C?nental y en el Norte de Rusia, en la costa de Murrnansk. El 6 d~ nov1ernb.re de 1918 Congreso de los Soviets declar que si las potencias renunciasen a esa mtervencin, Rusia estara dispuesta a entablar convers~~iones de paz con ellas. La respuesta fue el desembarco en Ode~a, en d1c1embre, de un cuerpo expedicionario, bajo mando francs, d~s.tmado a d~r ayuda a los rusos blancos del ejrcito del general Demkm .. Pues bien: desde que empezaron las deliberaciones de la confer~n.cia, Ll?yd Geo~ge enfrent con el problema ruso. En su opin'in, la polit1ca de mte~venc1n en la guerra civil no poda conducir a nada, porque no ~ra p~s1ble con~r ~n los rusos blancos (eso sera edificar sobre arena) m enviar a t~~nton? ruso suficientes fuerzas aliadas para obtener un resulta~o de~1s1~0; mtentarlo sera exponer a esas tropas, que esperaban.. ~on 1mpac1encia la desmovilizacin, a la sublevacin. Por tanto: .era,, ms~nsato pensar en aplastar al bolchevismo mediante la fuerza n;i1Iitar . ~1l~on recalc: "Intentar detener un movimiento revolucionano con e1e~~1tos en cai_np~a es como emplear una escoba para detener una ma,rea. Por c?ns1gmente, era necesario negociar. Esta sugerencia encontro en el Gobierno francs una adhesin reticente ~!'ar qu n~ se consigui ningn resultado? En las n~gociaciones, que m1c10 en Moscu a finales de febrero de 1919 uno de los miembros de la d~legacin am~ricana en la conferencia de la paz, William Bullitt, los alrn?os. Y asacia?os propusieron retirar las tropas que haban enviado al temtono ru.s~ si se les aseguraban dos condiciones previas: el cese de la guerra cl\'ll, sobre la base del statu quo, es decir, dejando que los rusos blf!ncos conservasen los territorios que ocupaban, y la reanudacin de :~l~ctones co!11erciales entre Rusia y otros Estados. Pero el Gobierno sov1et1co ent~?d1a. que la retirada de las tropas aliadas debera preceder a la desmov1hzac1n del .Ejrcito Rojo; evidentemente, porque daba por descontado _9Ue los Gobter~os blancos se derrumbaran en cuanto que~asen reducidos a sus propias fuerzas. Ni Wilson ni Lloyd George admi~teron esa propuesta. Las conversaciones, por tanto, $e interrumpieron. <,Se puede creer que, de haber continuado,. hubieran conducido a un acuerdo rluradero, dado que tenan como base la divisin del territorio ruso? Ese fracaso, sin embargo, ~o hizo que los Aliados y asociados ampliasen o._ J?r l~ menos, mantuviesen su poltica de intervencin. El cuerpo e~~ed1c10nano francs se retir de Odesa, el 3 de abril de 1919, en cond1c1ones que confirmaban los pronsticos de Lloyd George; los ingleses
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AGOSTO DE
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VI: LA CONFERENCIA DE LA PAZ.-CAR/l.CTER DE LAS SOLUCIONES
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renunciaron a proteger sus intereses en h zona petrolfera y evacuaron Bak el 10 de mayo; en septiembre la costa de Murmansk fue abandonada tambin. Solo en Siberia, en beneficio del Gobierno del almirante Koltchak, decdio el Consejo de los Cuatro continuar la intervenc1on, mediante suministro de material de guerra y facilitacin de subsidios, pero sin comprometer tropas. El plan del mariscal Foch, que sugera establecer, apoyndose en Polonia y Rumania. una barrera dcf ensiva para contener al bolchevismo, no fue aceptada por Gran Bretaa ni por los Estados Unidos. En resumen. como hizo constar el presidente Wilson a principios de junio, los Aliados y asociados no haban conseguido trazar una poltica definitiva en las cuestiones rusas. Qu otra cosa podran haber hecho? Una intervencin en masa-con algunos centenares de miles de hombres-habra provocado h cad::i del Gobierno sovitico' (Lenin lo dira ms tarde). Pero dnde encontrar esos efectivos? Ni en Estados Unidos ni en Francia o Gran Bretaa. el Gobierno se propona emprender, al salir de la Gran Guerra, otras operaciones militares. Sin duda, hubiera sido posible, en principio, recurrir a efectivos polacos. Pero qu inters iba a tener el Gobierno polaco en favorecer la reconstruccin de una Rusia poderosa? Y qu resultados prcticos hubiera tenirlo esa intervencin en masa, en el caso de h<!ber sido realizable? Los informes de los agentes ingleses no dej::iban de sealar que la poblacin campesina rusa de las regiones sometidas a los ejrcitos blancos teman que el triunfo de Dcnikin trajera como consecuencia la restauracin de la gran propiedad terrateniente. Y los representantes de los Aliados cerca de Koltchak, despus de haber obtenido con grr.ndes esfuerzos la promesa del Almirante de estabiecer un rgimen parlamentario, en caso de victoria, apenas crean en el cumplimiento de esa promesa. Y, adems, puesto que la intervencin armada favoreca a los generales blancos. no se corra el peligro de que repercutiese contra los mismos intereses de los Aliados? Lloyd George c1ijo "Si los elementos militares y reaccionarios de la antigu::i Rusia recobran el mando, el peligro de una aproximacin entre Rusia y Alemania ser grande." He ah Jo que explica, sin duda, Ja impotencia del Consejo de los Cuatro. En ausencia de otra solucin de Jos asur'os rusos, Ja polaca no podra ser ms que parcial, porque el trazado de las fronteras orientales del nuevo Estado no era factible. Las fronteras occidentales resultaban ms fciles de determinar, pues se trataba ele transferir territorios alemanes. A pesar de ello, el Consejo de los Cuatro, cuando la comisin de tcnicos le sugiri que atribuyese a Polonia todos los territorios en los que la proporcin de habitantes de lengua polaca alcanzase los dos tercios de la poblacin total (es decir, la mayor parte de Posnania, Prusia Occidental y la Alta Silesia), no acept, en dos puntos, esas proposiciones: decidi que la ciudad de Dantzig, de poblacin alemana. no fuese entregada a Polonia y se rigiese por un estatuto internacional; dej a la
decisin de un plebiscito la solucin del problema de la Alta Silesia, aunque tal plebiscito corriera el riesgo, como decan los tcnicos americanos, de no ser libre, teniendo en cuenta que la poblacin polaca dependa de los terratenientes e industriales alemanes. En los dos casos, fue Lloyd George el que hizo rechazar las reivindicaciones polacas. Era solo porque el Gobierno britnico deseaba no reforzar ese Estado, en el que podra apoyarse la hegemona continental de Francia? Ms bien se trataba de motivos econmicos: el puerto de Dantzig, canal de desage de las regiones petrolferas y mineras de los Crpatos, deba quedar completamente abierto a la marina Mercante inglesa; los recursos de carbn y de mineral de hierro de la Alta Silesia eran necesarios para la vitalidad econmica de Alemania. Los autores de los tratados no intentaron negar que el acuerdo de paz era frgil, ya que dejaba sin resolver los grandes problemas plantead?s por la ausencia de Rusia y por la balcanizacin de la regin "tlanub1ana. A pesar de ello, los observadores contemporneos no parecieron preocuparse por esas lagunas. Dentro ya de las cuestiones extraeuropeas, el reparto de las anticolonias alemanas se efectu sin serias dificultades, encubierto por el sistema de mandatos. entre Gran Bretaa y sus Dominios, Francia, Blgica y Japn. Tal reparto no haca ms que consagrar, en Africa central y meridional, el resultado de operaciones militares en las que las tropas no haban desempeado ningn papel. La delegacin italiana P.n la conferencia se limit a pedir compensaciones en provecho de sus colonias del mar Rojo y, asimismo, de Libia; e incluso en ello no insisti muy intensamente; en realidad, Italia no se interesaba activamente por esos asuntos coloniales, y crea preferible enderezar sus esfuerzos hacia .Ja cuestin del Adritico (l ), ms importante para la seguridad y el prestigio italiano, sin conseguir, por lo dems, alcanzar sus objetivos. La amargura que la solucin colonial iba a provocar en la opinin pblica, despus del triunfo del fascismo, todava no se manifestaba en 1919. Unicamente los problemas asiticos dieron lugar a debates bastante speros.
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En extremo Oriente, el Japn consigmo, sin esfuerzo, que le fuesen entregados, a ttulo de mandato, los archipilagos alemanes del Pacfico, al norte del Ecuador; al mismo tiempo mantena la ocupacin militar provisional de la Provincial Martima de la Rusia asi:tica: lo que motiv duras controversias fue la atribucin de los derechos e interese." que Alemania posea en la provincia china de Shantung. El Gobierno nipn tom posesin de esos derechos e intereses desde finales de 1914. Acept volver a ponerlos en manos de China, pero con la
Vanse pgs. 790 y 791.
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condicin d~ I xibir las ventajas que esta. le haba prometido en los acuer?os ch1~0 apones~s de mayo de 1915 (1), lo que le asegurara una gran .?fluencia en la vida econmica de China. La delegacin china respon~10 que los acue:dos de 1915 7arecan de valor, pues fueron impuestos me~1an~~ un 1 lt1matum, es declf, por la \'iolencia; para obtener la r.estituc.10n ?~, Shantung, sin contrapartida, invoc el principio de Ja libre d1spos1c1cn de los pueblos. Francia y Gran Bretaa estaban Jiga?!i~ por los a(;uerdos, secretos que ~aban firmado con japn a prin1,;1p10s de. 1917. Pero 1os Estados Umdos se 1:ncontraban libres de todo compromiso. El presidente Wilson inten.t actuar de mediador. Dijo al Japn que la paz futura del Ext~emo Onente dependa de las relaciones chinojaponesas Y. le reco~endo no arr~esgarse a prender el juego en un pas de cuatrocientos millones. de ha?1tantes, record a China que el respetar Jos tratados, au~que h~b1eran sido firmados despus de un ultimtum, era un~ ~rma imperativa. El compromiso que pretenda consistira en una re~1s1on de los acuerdos de 1915, es decir, en una restriccin de las vcnta1a.s prometidas al Japn. La delegacin japonesa no acept. El 30 de abnl de 1919 el Consejo de los Cuatro abandon la partida: decidi que los derechos. ~,intereses alemanes en Shantung quedasen en manos del Japn;, a?m1tio, .pues, que las grandes potencias occidentllles no tenan po~ que. mtervemr en. ~a cuestin de la devolucin de ese territorio a Chma. n.1. en las cond1c1ones de tal ?:volu~in. Esto significaba aceptar la tesis Japonesa. Por eso, la delegac10n china se neg a firmar el Tratado de Versalles. P~r qu .cedi el presidente de los Estados Unidos? Al hacerlo se exP?ma a la Irona de Clemenceau ("Wilson habla como Jesucristo, pero 7~ co~o Lloyd Geor~e~'! y~lo .que importaba ms-se expona tamb1en al disgusto de la opm10n pubhca americana, hostil, como es notorio, al Japn. Pero era que tem~ que Japn emplease represalias a Ja hora de e~aborar el. Pacto de Ja Sociedad de Naciones. El Gobierno japons hubiera quendo que. ~se pacto r~conociese el principio de, la igualdad de razas .Y que . proh1b1ese cualquier medida discriminatoria basada en dif~rencias .raciales; el presidente _'Wilson rechaz esa enmienda, que hubiera obhg~do ~ los Estados Um~os a aceptar la inmigracin japonesa. La delegacin mpona, a su vez, hizo saber que, si obtuviese satisfaccin en el asunto de Shantung, no insistira en la cuestin de la icrualdad de raza.s, pero que, en caso contrario, rehusara entrar en la S~ciedad de Naciones. Fue por salvar el Pacto, en el que vea lo esencial de su obra por lo que Woodrow 'Yilson renunci a sostener la causa china, a pesa; de los conseJOS apremiante~ de sus colaboradores directos. Era solame?te un ~l~if la amenaza J~ponesa? En 1919 el Senado americano, que cre1a la opm1on del secretano de Estado, Lansing, estaba convencido de ello Y reprochaba al presidente el haber cedido demasiado rpidamente.
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Sin embargo, treinta aos ms tarde, los documentos de los archivos japoneses daran la razn a Wilson contra Lansng. En el Prximo Oriente la poltica inglesa quera <kcidir la suerte de los antiguos territorios otomanos. Los acuerdos francoingleses de 1916 prevean el reparto de los pases rabes {l) entre Francia y Gran Bretaa, excepcin hecna de Siria interior. que formara un Estado independiente, en provecho del emir del f kdjaz, Hussein: el Acuerdo de Saint-Jean-de Maurienne, en abril de 1917, prometa a Italia no solo la Anatolia meridional-la zona de Adalia--, a la que el Gobierno de Roma ya aspiraba en 1914, sino tambin la regin de Esmirna, con poblacin de lengua griega. Lloyd George pidi y obtuvo la revisin de esos acuerdos en dos aspectos: en diciembre de 1918. el territorio de Mosul, con sus yacimientos de petrleo, pas de la parte francesa a la parte inglesa; en mayo de 1919 la regin de Esmirna, a pesar de las vehementes protestas de la delegacin italiana, fue asignada provisionalmente a Grecia, cliente de Gran Bretaa. El problema primordial era, evidentemente, la suerte de Constantinopla y los estrechos turcos. Al prncipio la diplomacia inglesa sugiri dar a esta puerta del Mediterrneo un estatuto internacional, bajo la gida de la Sociedad de Naciones; la administracin podra confiarse a los Estados Unidos. Pero el presidente Wilson, sin oponer una negativa absoluta, declar que no podra en ningn caso considerar conveniente el envo de tropas americanas a Constantinopla. porque los Estados Unidos no haban estado nunca en guerra con el Imperio otomano. Por tanto, hara falta obtener, amigablemente, el consentimiento del Gobierno del Sultn. hiptesis qued excluida cuando la delegacin turca se present el 17 de junio en la Conferencia de la Paz y no pareci dispuesta a someterse. ni siquiera en el caso de la regin de Mosul y de la Cilicia, cuya suerte ya haba sido fijada por los vencedores. No convendra entonces, para terminar de una vez, ir al reparto de todos los territorios turcos entre las grandes potencias, en forma de atribucin de mandatos? Lloyd George acariciaba ese plan, pero renunci a l cuando una delegacin de musulmanes de la India lleg para protestar contra esa divisin, que debilitara la autoridad del Califato. Los Cuatro se se pararon sin haber establecido las bases de una solucin. El 25 de junio de 1919 Clemenceau afirm: "Por lo que se refiere a la manera en que dispondremos de los territorios del In1perio turco, debo decir que despus de nuestras ltimas conversaciones no se dnde nos encontramos." Fue solo seis meses ms tarde, despus de la retirada de los Estados Unidos, cuando Gran Bretaa, Francia e Italia reanudaron el estudio de la solucin de la paz otomana. El 10 de agosto de 1920, el Tratado de Sevres arrebat al Sultn las cuatro quintas partes de los territorios que formaban el antiguo Imperio otomano, dejndole solamente.
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ad:ms de Constantinopla, Anatolia central. En la solucin, Gran Bretana, con el protectorado sobre Egipto, el mandato de Palestina v Mesopotami~, consegua la mejor parte. Extendera hacia el Norte la 'zona de protecc1~. del Canal de Suez y dominara, con Bagdad, la ruta terrestre de la India, y de paso obtendra importantes recursos petrolferos. Im~uso la decisi?n .de desmilitarizar los Dardanelos y el Bsforo, donde Ja libertad de trans1~0. ,qu~darfa .asegurada ~n todo tiempo, bajo la inspecc~on de una c:~m1s.10n mterahada: solucin que haba parecido inadmisible a la poht1ca. mglesa cuando la poltica zarista era capaz de buscar un. ac7eso al Mediterrneo, pero que estaba de acuerdo con los intereses bntmcos desde el momento en que Rusia se hallaba dbil. Por ltimo, el mar Egeo se converta en un lago griego, en el que Gran Bretaa contaba con conservar influencia decisiva. Esas ventajas se lograron, sobre ~od?, a costa de !ta.la, pero tambin a costa de Francia. La poltica italiana en el Adnt1co y la francesa en Renarria tenan demasiada nec~sidad del P?Y.. i~gls, para que se hubiese opuesto una resistencja vigorosa a las 1mc1al!vas de Lloyd George en el Prximo Oriente. Pero I~ precario de esos result~d?s era se~uro: los autores del Tratado no podian esperar que el mov1m1ento nacional turco se resignase a aceptarlo. En aquellas negociaciones casi no es posible percibir una idea nueva: las frmulas "'.ilsonianas solo se respetaron en la medida en que correspondan a los mtereses de los vencedores. La nica caracterstica notable fue la .?stencin de los Estados Unidos, que no quisieron asumir responsab1hdades en el Extremo ni en el Prximo Oriente. Cuando, en mayo de 1919, el Gabinete ingls, deseoso de establecer una barrera contra un posible intento de expansin rusa. sugiri colocar bajo mandato americano los territorios armenios, el Presidente Wilson se reserv su respuesta, .P?rque er~ consciente de que el Senado no aceptara esa carga. La trad1c1n amencana de prudencia y aislamiento era ms fuerte que los intereses de expansin econmica.
III.
mrn~nas.
factorio que el de 1914. Antes de la guerra mundial, la suma global de poblaciones que protestaban por pertenecer a un Estado en el que se sentan extranjeros era de unos 60 millones de seres. es decir, un quinto de la poblacin total de Europa; despus de la entrada en vigor de los tratados de paz qued reducida, aproximadamente, a 30 millones. Quiere esto decir que estuviera mejor asegurada la estabilidad de las fronteras? En realidad, los grupos que protestaban tenan, por lo que respecta a la poltica internacional, ms importancia que antes, pues las nuevas minoras nacionales estaban constituidas, en la mayora de los casos, por los que, cinco aos antes, pertenecan a la poblacin que desempeaba un papel dominante en la administracin, y conservaban, a pesar del cambio, un sentimiento de superioridad. Por otro lado, la situacin no solo enfrentaba a vencedores y vencidos, vctimas y beneficiarios de los tratados de paz. Con frecuencia haca chocar a los Estados nuevos que, en el trazado de sus fronteras mutuas, manifestaban un nacionalismo exasperado. Y en muchos casos los athores de los tratados, por falta de informacin autntica y de tiempo, abandonaban al futuro la solucin de los litigios presentes. Cules eran los puntos sensibles de ese desencadenamiento de- rencores y codicias? En el nordeste del continente europeo el trazado de las fronteras de la reconstituida Polonia formaba el centro de las controversias. La frontera polacoalemana, que el Tratado de Versalles fij a travs de una zona donde estaban mezcladas las poblaciones polacas y alemanas, asignaba al Estado polaco aproximadamente milln y medio de alemanes. La protesta alemana se elev de tono cuando se trat de la separacin establecida entre el Reich y Prusia Oriental. Con qu derecho entregaba el Tratado ese pasillo a Polonia? El Gobierno polaco respondi que el pasillo era, en realidad, un territorio de ochenta kilmetros, de Este a Oeste, y que su poblacin hablaba un dialecto, el kachube, de indiscutible parentesco con el idioma polaco. Pero-replic la propaganda alemana-esos kachubes, cuando pertenecan, antes de 1914, al Estado prusiano, votaban, excepto en tres circunscripciones, a candidatos alemanes, y no a los polacos disidentes: esa poblacin no tena, pues, conciencia de ser polaca! En esta ocasin, por cierto, se opusieron las concepciones divergentes del derecho de las nacionalidades ; pero fueron los alemanes los partidarios de la doctrina latina, mientras que los polacos se apoyaron en la teora germnica, que vea en el parentesco lingstico el carcter esencial de la nacionalidad (l): los argumentos de principios fueron puestos, como en' tantas otras ocasione~. al servicio de intereses polticos y econmicos. La cuestin de la Alta Silesia, a primera vista. era mucho ms importante. En esa gran regin industrial del Imperio alemn las dos
(l) Vanse pgs. 117 y 118.
LAS LAGUNAS
. La, Confe~encia de la Paz marc la .hora del triunfo de las antiguas nacwnales de Europa, es decir, de las poblaciones que, bajo dommac1n rusa, alemana o austrohngara, no haban perdido la conc~e,ncia de su in?i.vidualidad. Es cierto que el l'.:recho a la libre disposicwn encontr d1f1cultades en las zonas fronterizas, donde la mezcla de P.oblaciones era ca~! inext.ricable,. y que el principio sufri tergiversac10nes ~uando choco con intereses econmicos o estratgicos a los que la doctrma de los derechos histricos sirvi de mscara con frecuencia (!). Sin embargo, ~I mapa poltico que se estableci en 1919 resultaba, desde el punto de vista del derecho de las nacionalidades, mucho ms satis(!)
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terceras partes de la poblacin eran en 1914 de lengua polaca ; esa indiscutible preponderancia numrica daba al Gobierno polaco el derecho de apoyarse sobre los principios wilsonianos en la Conferencia de Paz. La tesis alemana presentaba una argumentacin anloga a la invocada en el caso del pasillo: los polacos de Alta Silesia, separados del Estado polacG desde el siglo xv, no haban manifestado sentimientos de protesta, lo mismo que los kachubes. Adems, no haba sido el Gobierno prusiano, dueo de este territorio desde 1740, el que le despert a la vida econmica, convirtindolo en un gran foco de la industria metalrgica? (l ). No eran indispwsables para el mismo desarrollo de ese foco industrial los alemanes, que formaban la mayora de la poblacin urbana y posean los capitales? Cmo, por fin, podra Alemania pagar las indemnizaciones si se le privaba parcialmente de su capacidad de produccin? Tales fueron los argumentos que se enfrentaron no solo en el debate germanopolaco, sino tambin en la opinin pblica, sobre todo en Inglaterra, ante el plebiscito que finalmente decidieron celebrar los autores del Tratado de Versalles. Pero qu valor poda tener el voto de los obreros y campesinos polacos, con frecuencia analfabetos, que habran de sufrir la presin de los dirigentes y de los terratenientes alemanes? Y qu lnea de demarcacin se podra trazar, sin estorbar los desplazamientos diarios de la mano de obra y sin desarticular el sistema de transportes, bases de la actividad ecoumica? Entre Polonia y el nuevo Estado de Lituania, lo que dio lugar a enconado debate fue la atribucin de la reein de Vilna. Antes de 1386 la ciuc;lad era capital del Gran Ducado de tuania; despus de la unin polacolituana (2) fue polonizada; con ocasin del primer reparto de Polonia, en 1772, se convirti en rusa, y sigui sindolo hasta 1918. Segn las estadsticas rusas ms recientes-databan de 1897-, la poblacin, solo en la ciudad, de 200.000 habitantes, se distribua as: 40 por 100. iidos; 31 por 100, polacos; 24 por 100, rusos, y 2 por 100 solo lituanos; pero en la provincia de Vilna la proporcin era muy diferente: rusos, 61por100; lituanos, 17 por 100; judos, 12 por 100, y polacos, 8 por 100. Cmo aplicar aqu el principio de las nacionalidades? Los polacos estaban en mayora relativa, respecto a los lituanos, en la ciudad; perd se encontraban en minora en el campo. Unos y otros eran menos nmerosos que los rusos. El Tratado de Versalles no pudo fijar ninguna frontera, porque el Estado lituano no haba sido reconocido todava por las grandes potencias. Se encomend al Consejo Supremo de los Aliados la misin de encontrar una solucin: el 8 de diciembre de 1919 el Consejo .determin que Vilna deba pertenecer a Lituania; pero declar que su decisin era provisional y dej abierta para Polonia la va de las protestas y las discusiones. En los confines rusopolacos la Conferencia de la Paz, despus de
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Mapa 15.-REP.\RTO DE L.\ PllLACIN POLACA EN EL "PASILLO". (Tomado de La Po10 9 11e. son tdstolrc. 3c11 organlsatlon, sa v!e, Payot, Lausana, 1918. E.>la obra !u rcdacluda en Varsovia. rnlre 1914 y J916, por un comit de sabios iolncos.l
haber tratado de negociar con la Rusia sovitica y desistido de ello, no intent determnar la atribucin de territorios. Las dificultades de mayor gravedad fueron las de la Rusia Blanca. Sin duda, la poblacin era, en su gran mayora. de lengua rusa y de religin ortodoxa; pero, en el Sur, los rutenos estaban en mayora sobre los rusos, y en toda la zona cen.tral. que perteneca a Polonia antes de 1772, los polacos conservaba~ pos1c10nes bastante fuertes en la burguesa urbana y entre los terratementes (l~. El Gobierno polaco invocaba el derecho histrico; para rechazar la aplicacin del p;incipio de las nacionalidades afirmaba que ni la lengua n la religin podan servir de criterios valederos, porque aquellos ru~os blancos no posean el sentimiento nacio11al ruso; pero, sobre todo. m(!)
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si,s,:::: en el papel que el Estado polaco poda tener que desempear algn di'' ::! la nueva Europa: no debera formar una barrera contra la expa: :im del comunismo? En diciembre ele 1919 la Conferencia de emba.:uores, sin entrar en contado con el Gobierno sovitico, con el que no .'r; haban establecido relacions diplomticas, traz, siguiendo las sugerencias del ministro de Asuntos Extranjeros ingls, lord Curzon. una frontera provisional que pasaba apr~:dmadamente por Groclno, Bialystok. Brest-~itovsk y Prze~ysl. Esta l;1ea C11rzo11. que estableca el reparto de Rusia blanca, fue ignorada, evidentemente, por el Gobierno sovitico; y considerad:i insuficiente por el Gobierno polaco, que pretenda alcanzar la frontera de 1772. En Europa Central, donde los tratados de paz ponan a 700.000 magiares bajo la dominacin de Checoslovaquia y a l .300.000 bajo la dominacin de Rumania, la protesta de Hungra fue Ja amenaza principai para la nueva situacin territorial. Pero no ia nica. pues el trazado de fronteras entre Jos nuevos Estados dio Jugar a litigios que la Confefencia de la Paz no resolvi. La asignacin del territorio de Teschen, en Silesia-2.000 kilmetros cuadrados y 426.000 habitantes-, fue lo que se disput en el conflicto diplomtico que enfrent a Polonia con Checoslovaquia. El Gobierno polaco, en esta ocasin, poda invocar el principio de las nacionalidades, que haba rehusado aceptar en el caso de Rusia Blanca: el territorio contaba con un 55 por 100 de polacos, un 27 por 100 de checos y un 18 por 100 de alemanes. El Gobierno de Praga apelaba al derecho histrico, pues Teschen perteneci durante tres siglos a Bohemia, antes de su anexin por la Monarqua de los Habsburgo. En realidad, tras estos argumentos, lo determinante eran los intereses econmicos: un ferrocarril importante, una cuenca hullera-la de Ostrava-que produca anualmente seis millones de toneladas. eran lo principal. Desde noviembre de 1918 checos y polacos penetraron militarmente en el territorio y establecieron una lnea de demarcacin provisional en espera del arbitraje de las grandes potencias. que se limitara, por lo dems, a consolidar la situacin de hecho. En el valle del Drave, en los confines de Austria y Yugoslavia, la suerte de la regin de Klagenfurt (2.100 kilmetros cuadrados y 230.000 habitantes) se decidira en un plebiscito, que no tendra lugar hasta octubre de 1920 y que resultara favorable a Austria. Un plebiscito, tambin. haba de decidir el destino del pequeo territorio de Sopron, que se disputaban Austria y Hungra. Por ltimo, la posesin del Banato ele Temesvar en los confines meridionales de H111gra fue reivindicada por Rumania y Yugoslavia. El problema del Adritico, objeto de violentas discusiones en las reuniones del Consejo de los Cuatro, segua sin resolver. El Gobierno italiano reivindicaba, naturalmente, los territorios que le fueron prometi-
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dos por el Pacto de Londres (1) en 1915, y obtuvo un resultado satisfactorio: el presidente Wilson, aunque no se encontraba ligado por promesas anteriores a la entrada en guerra de los Estados Unidos, acab por admitir que Italia recibiera, adems de Trieste y las partes de Istria } Dalmacia, con poblacin de habla italiana, el valle del alto Adigio, donde vivan cerca de 200.000 habitantes que hablaban alemn, llevando as su frontera hasta el paso del Brennero; el principio de las nacionalidades haba de ceder, por tanto, ame el inters estratgico. Pero esas ventajas no parecan suficientes a la diplomacia italiana, .que, adems de las promesas conseguidas en 1915, reivindicaba el puerto hngaro de Fiume, a pesar de las protestas de Yugoslavia. En apoyo de sus tesis respectivas, la delegacin italiana y la delegacin yugoslava podan invocar el derecho de las nacionalidades, puesto que, en la poblaci6n de la ciudad, dos terceras partes hablaban italiano,' pero el barrio de Susak estaba habitado casi exclusivamente por eslavos. Este era un caso ms en que resultaba imposible trazar entre los gflipos nacionales en presencia la lnea claramente identificable que el presidente Wilson crey establecer definitivamente en su mensaje al Congreso de los Estados Unidos. Por eso los argumentos histricos y econmic;os vinieron a superponerse a los principios wilsonianos. No tena derechos Italia sobre esta costa oriental del Adritico que conservaba, en tantos aspectos, la huella de la civilizacin veneciana 7 (2). Y poda renunciar Yugoslavia a un puerto cuya zona terrestre le perteneca totalmente? Para hacer fracasar la tesis italiana, el presidente de los Estados Unidos comprometi, con tenacidad rigurosa, toda su autoridad personal, sin tener en cuenta las protestas de la delegacin italiana en la Conferencia de la Paz, ni las manifestaciones parlamentarias de Roma, ni siquiera la cada del Gabinete Orlando, derribado el 19 de junio por no haber sabido defender los intereses adriticos de Italia. En agosto de 1919 consigui hacer aceptar un compromiso: Fiume sera ciudad libre. Pero el 12 de septiembre un cuerpo de voluntarios iu..Jianos, dirigidos por Gabriel D'Annunzio, se apoder de la ciudad; y el Gobierno de Roma, desbordado por la sacudida nacionalista que el xito de este golpe de mano provoc, negse a cumplir el compromiso. A pesar de ello, Wilson se aferr a su solucin ; declar estar convencido de que el movimiento de opinin es artificial, y, sobre todo, crea que Italia se encontraba ante graves dificultades econmicas y sociales que no podran resolver sin ayuda americana. El Tratado de Triann, cuando decidi la suerte de los territorios hngaros, no resolvi el problema de Fiume, que, durante ms de cuatro aos, iba a ser todava ocasin de conflictos diplomticos entre Yugoslavia e Italia. En la Pennsula de los Balcanes, donde las pasiones religiosas y los rencores nacionales eran muy vehementes antes de 1919, la guerra entre
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Vase captulo II, pg. 675. Vase el tomo 1 de esta. Historia, particularmente, pgs. 141 y 297.
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Bulgaria y Serbia en 1915, la de Bulgaria y Rumania en el otoo de 191~ ~ la de Bul~a. ia y Grecia de 1917 haban dejado una secuela de sufnmtentos y odios qu.e el Tratado de Neuilly no apacigu verdaderamente .. Cmo dett rmmar la :ertenencia nacional de esas poblaciones m~cedmcas, ~uyos n r1cleos intrinca?os estaban formados por blgaros, g:egos Y serb10s y d\ nde las Iglesias ortodoxas se disputaban Jos fieles sm tener en cuenta lo>. grupos li~g~~icos? La frontera establecida por el Tratado .col?caba biiJO la dom1nac10n-. del Estado serbio, croata y esl~ven~ terntonos en k s que la mayora de la poblacin perteneca, nd1scuttblemente, por su lengua o por su religin, al grupo nacional blgaro. Y cmo establee ~r los derechos de Grecia sobre la regin de Cavalla, donde el comercie del puerto se hallaba realmente en manos griegas, pero los alrededores inmediatos tenan en parte poblacin turca'!
P"ro cmo confiar en un esprtu de conciliacin si, por una Y m1sos. d . ,? Cuntas otra parte, los nacionalismos cont111uaban sien o agresivos. 1 t 'dades magnficas se ofrecan a los grandes Estados vcIJc. idos, si d , -- - echo o por um estos quisieran mantener y explotar esos focos e ag1tac1on en ' ._ov de sus poltcas respectivas!
V {;
La cuestin de Besarabia-es decir, la regin situada entre el Pruth Y el Dniester, en la costa del mar Negro-es uno de los ltimos ejemplos, ~ ~o de los ~~ ~picos, de la~ dif~cultades a que estaba expuesta la ~phcac1n del pnncip10 de las nactonahdades. En la poblacin de esta regin._ rusos y rumanos se hallaban mezclados con judos y alemanes. A qwn corresponda la preponderancia numrica? A los rumanos, sin du~; formaba~ .las dos terceras partes de la poblacin quiz. Poda C?ns1der~rse. legitima esa preponderancia? Besarabia, despus de haber sido terntono otoma:io._ fue anex:onada e.n 1812 por ~usa, que tuvo que ceder en 1856 al Pnnctpado de Moldavia tres de sus distritos meridionales._ pe~~ que los recuper _en 1878; durante el perodo 1856-1878 la c~lomzacion moldava fue activa en esos tres distritos, en los que determmados elementos de poblacin rusa fueron rumanizados. No era posible segn la tesis rusa, considerar rumanos a esos rusos que ahora habla~ ban ~mano: Pero-:-replicaban los rumanos-no sera justo eliminar "'tambten. la tnflue~cia de la colonizacin rusa, desarrollada en la primer~ mita.~ _del sigl? XIX? .En abril de 1918-un mes despus que Ja Rusta sov1etica se viera obhgada a firmar la paz de Brest-Litovsk-un Consejo Su_P~em? besarabo, cuyos miembros eran en su gran mayora moldavos, decidi librarse de la dominacin rusa y vot a favor de Ja unin con Rumania. Se trataba, segn el Gobierno de Bucarest, de un caso en el que el derecho de los pueblos a su libre disposicin resultaba indiscuti~le: cmo podran negarse a reconocer las grandes potencias esta rnamfestacin del sentimiento nacional rumano? Pero el Gobierno sov~tico. protest?. porque lo~ miembros de ese Consejo Supremo no hab1an sido elegidos por nadie y no podan, por ello, pretender representar a la opinin pblica; reclam un plebiscito, que el Gobierno rumano rehus tomar en consideracin. . C~mo se ve, hab'.1 en aquella Europa numerosos litigios a los que era Ifl!pos1.ble dar soluciones autnticas si se segua fiel a los principios wllsomanos, es decir, a los principios que confesaban profesar los autores de los tratados de paz. Haba que buscar un acuerdo mediante compro-
Qu remedios haba frente a esas amenazas? El princp10 estable cidol por el Punto catorce de Wilson prevea la creaci~ de una "asoc~a: cin general de naciones con vistas a estable~er garantlas. mut~as de m dependencia poltica y de integridad ter.nton~l". La apl1cac1?n de ese principie pdra conducir a proteger la s1tuac1on temtonal salida ~e los tratados de paz y, por consiguente, a salvag~arda~ su permanencia en provecho de los Estados vencedores. .En que medida deseab:n lo,s autores del pacto de la Sociedad de Naciones ese resultado o ... que medida se haban esforzado para asegurarlo? La garanta de independencia poltica y de integrid~d territorial dada a todos los Estados miembros de Ja Sociedad por el articulo 10 del Pacto tenda, por naturaleza a fijar las fronteras. Er~ esto prud.ente?. se preguntaba, en diciembre de 1~18, el Forcign Offtce. En casi. :odo el continente durante bastantes anos, el acuerdo de paz provoca .; protestas y alim~ntara odios tenaces entre las. nacional~daqes. Era, p. rnto, posible que la proteccin de la integridad temtonal res~lt~s:.; '"na ~arga pesada, pues muy raras eran las regiones en que el sent1m1ento nac10nal "se expresaba con autoridad ind!sc.utible". ~or ot:o lado, -~~- transformaciones econmicas y los mov1m1entos m1gra:onos dete~- c.1dos por ell?.s modificaran en varas regiones la correlaci~~ de pob1c.:=-1:Jn y, por consiguiente, plantearan nuevos problemas ~l~tlCOS. Pues ,' que ol~s fronteras no podan ser consideradas como defim~1vas, se hacf~ necesano suavizar la garanta. El campen ingls de la Soc1~dad de ~ac1ones, lord Rohert Cecil. ira incluso, de buena gana, ms le1os; cons:derarfa oportuno suprimir pura y simplemeDte ia promesa de protecc,1?n ~o~tra la agresin exterior. Wilson se opuso rotundamente a es.e ab;.. .10. sera destruir la clave de bveda del Pacto. El coi:1p~om1so. q .. se adopt finalmente tuvo en cuenta, sin embargo, las ob1ec1ones mglesas, porque. aunque mantena Ja garanta, aminoraba su alcance. "E.n caso de ag:esin-<leca el texto enmendado-el Consejo de. la Soc1ed~d ~e t;:aciones determinar las vas y medios para cumplir esa obltg~cin. ~ra dar a entender que el artculo 10 se limitaba a una afirn:ia~1n de prm: cipio y abrir la puerta a todas las interpretaci~n.es restncl!v~s. He ah1 ya una sombra que oscureca la nocin de estabilidad fronte~iza. La delegacin inglesa hubiera querido oscu:ecer. ,todavi~ n:is esa sombra y organizar una posible revisin de la situac1on .terntonal. T~l era el objeto del artculo 19 del Pacto, que otor~~ba .poder al Consejo de Ja Sociedad de Naciones para recomendar ,re~tif1cac1ones de fronteras e incluso transferencias de territonos. /,A que nesgos se expondran los
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II:
LAS CRISIS
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CONFERENCIA DE LA PAZ.-BIBLIOGRAFll\.
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Estado": '.:1teresados si rchusahan escuchar esa recornendac1n1 Perderan, segn el proyecto ingls, et ucrcclw a sol1c1tar la proteccin de la Sociedad de Naciones. es decir, que, contra ellos, ia agresin sera lcita. quedando en suspenso la clusula de garanta temtorial. Pero esa amenaza parecile excesiva al Gobierno francs, que tema hacer vacilar a Polonia y Checoslovaquia, puntos de apoyo necesarios para un sistema de alianzas e11 la retaguardia del posihle e11c1111go. En su texto de!1nitivo, el artculo 19 se limit a prever el recurso a una premn amistosa, que dejaba subsistir la garanta. La rev!sin de fronteras era, por tanto, solo una esperanza piadosa: qu xito poda tener semejante gestin, s ;e limitaba a ser amistosa? Se mantena, pues, segn la concepcin wilsonana. el principio de garanta. Quedaban por establecer las vas y medios a empicar s llegaba el caso de utilizarla. Cules seran las sanciones que aplicasen los Estados miembros al Estado que violara el Pacto? El proyecto americano, en el que se asociaban las preocupaciones del presidente \Vilson y las opiniones ms matizadas de sus tcnicos, prevea sanciones econmicas o financieras y sanciones militares: pero evitaba la ddinicin de estas ltimas. La delegacin inglesa era escptica. "Nos asaltan dudas acerca de si los Estados van a aceptar asumir bs obii:~icones y muchas ms dudas todava acerca de si van a cumplirlas cuando llegue el momento." Esta reserva se inspiraba directamente en la doctrina del pacifismo ingls, que desde haca un siglo no haba admitido, en ningn momento, el recurso a los medios de fuerza (l l. El provecto britnico sugera, pues, sanciones morales o, cuando mcis, sancio~cs econmicas. excluyendo las sanciones militares o navales. El plan francs. aprobado por los italianos. cargaba las tintas, por el contrario, en hs sanciones militares, pero yendo ms lejos que el proyecto americano: propona confiar su ejecucin a una fuerza internacional, que estara provista de un Estado Mayor permanente y formada por contingentes que deberan proporcionar obligatoriamente todos los Estados miembros. En la discusin que tuvo lugar en abril de 1919 el plan francs fue ~liminado rpidamente. Cmo podra permitir un Estado soberano-<lecan los angloamericanos--el som~terse a las decisiones de un Estado Mayor internacional? Y cmo no se iban a inquietar los pequeos Estados por la existencia de una fuerza internacional que estara, de hecho, al servicio de las grandes potencias? El artculo 16 del Pacto estableca un compromiso entre los proyectos americano e ingls: las sanciones econmicas o financieras seran obligatorias para todos los Estados miembros y .deberan ser aplicadas automticamente contra cualquier Estado que hubiera recurrido a la guerra, violando los compromisos inscritos en el Pacto; pero las sanciones militares o navales seran facultativas, es decir, que, en cada caso particular, deberan ser objeto de una recomendacin. votada por unanimidad en el Consejo de la So(1) Vase pg. 449.
ciedad; los Estados miembros tendran libertad de decisin: en el caso en que rehusasen participar en las sanciones y no enviaran contingente, SU nica obJigl!Cin consistira en conceder derecho de paso por SU territo:-io a la fuerza internacional encargada de efecutar las resoluciones del Consejo. , La garanta dada por el Pacto segua siendo, pues, precaria. El Estado vctima de agresin no podra estar seguro de que los miembros del Consejo seran unnimes al comprobar la violacin del derecho; no sabra si obtendra una ayuda armada, aun en el caso en que el Consejo recomendase las sanciones militares; ignoraba en qu plazo llegara esa ayuda. Se trataba de una laguna fundamental en el sistema de organizacin de la paz.
BIBLIOGRAFIA
Los documentos ms importantes son los que refieren las deliberaciones del Consejo de los Cuatro: informes establecidos por Sir MAURICIO HANKEY y publicados en Papers relating to the foreig11 re/ations o/ the U. S. 1919. The Pars Peace Conference, Nueva York, 1942, 2 veis., y notas de PAUL MoNroux: Les dlberations du Co11sei/ des Quntre, Pars, 1955, 2 vols.
1
Entre los testimonios.-muy abundantes, estimo de principal importancia, por lo que respecta a Francia: A. TARDIEU: La paix. Pars, 1920.Para el Imperio britnico: D. LLOYD GEORGE: War Memoirs. Londres, 1934, trad. fr. Memoires de guerre. Parfs, Sobre la cuestin polaca.- f. Bw1935, t. VI.-Para los Estados Unic1ZEwsK1: La Restaura/ion de la Podos, los apuntes de LANSING: The logne et la dip/omatic europe1111e, Peace Negotmons. A personal narra1914-1923, Pars, 1927.-W. RECKE: tive (Londres, 1921) y la publicacin Die polnische Frage als Problem der de CH. SEYMOUR: The intimare Papers europaischen Politik, Berln, 1927. of colonel House. Nueva York, 1920; trad. fr. Papiers intimes du colonel Sobre la cuestin rusa.- A. PIERRE: House. Pars, 1931, t. IV.-Para ItaL'intervention francaise en R11ssie meiia, L. ALDOVRANDI-MARESCOTII: Gueridiana/e, en Monde Slave, 1927, prre diplomatica. Ricordi e frammcnt ginas 143 a 160.-B. E. STEIN: Die di diario. Miln, 1937. Russische Frage auf der Pariser FrieEntre los estudios generales 1 considem-Konferenz. 1919-20. Le i p zig, dero de principal inters: A. ToRRE: 1953.-L. STRAKHOVSKI: lntervention Versai/les, Storia della Conferenza della al Archangel. The Story of Allied. lnPace. Miln. 1940.-F. s. MARSTON: tervention, 1918-1920, Princeton, 1944. The Peace Conference of 1919. orgaF. D. VOLKOV: Krah angliis Ko; ponization and procedure, Londres, 1944.1 litiki interventsii, 1917-1924 (El fracaJ. B. BROWN-Scorr y J. T. SHOTVELL: so de la poltica inglesa de intervenThe Pars Peace Conference. Hstory cin), Mosc, 1954.-J. A. WHITE:
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XX. -DE
The Siberian lntervention, Londres, 1953. G. KENNAN: The decis6n w intervene, Prncenton, 1958.-Adanso las obras relatvas a Sibt:ria, citadas en la bibliografa del cap. IV. Sobre las cuestiones danubianas. i\dems de la obra de C. Opocensky, anteriormente citada: F. DEAK: Hungary ar the Paris Peace Conference, Nueva York, 1942.-E. Hm.2ER: Die Entstehung des ugos/awischen Staa1es, Berln, 1929.-V. KYBAL: Les origines diplomatiques de /' Etat tchecosfovaque, Praga, 1929.-N. ALMOND y R. LUTZ: The Treaty aj Saint-Germain. A documentary history, Stanford Univ., 1935. Sobre los litigios territoriales en Europa.-La obra de S. WAMBAUGH: P/ebiscites snce the wor/d War. With a collection o/ officia/ documents, Wshngton, 1933, es muy til, as como la de J. ANCEL: Manuel gographique de po/itique europenne. T. I. L'Europe Centra/e, Pars, 1936.-S. W. GouLD: ~ uslrian altitudes toward ,-inschluss (oct. 1918, sepJiembre, 1919) en Journa/ o/ Modern History. septiembre; 1950, pgs. 220 a 231.-G. GRAUZINIS: La queJtion de Vi/na, Pars, 1927.-H. A. HARDER: Danzig. Polen u11d der Volkerbuiul, Berln, 1928. P. HERRE: Die Sdtiro/er Frage, Munich, 1927.-A. MooDIB: The 1ta/o-Yugoslav Boundary, Londres, 1945.--C. SMOGORZEWSKI: La Po/ogne, /'Al/emagne el le Corridor. Pars, 1930.-V. TAPI: Le Pays de Teschen, Pars, 1936. HLIO: Die bessarabische Frage, Berln, 1928. Sobre la cuestin china.- Adems de las obras ci1adas anteriormente (bibliografa de( cap. II), vase: R. H. FIFIBLD: Woodraw Wilson and rhe Far Ea.rt. Th!' dip/omacy of the
Shanturrg 1952.
CAPITULO VII
Sobre el Prximo Oriente.- N. HoWARD: The partition of Turkey. A diplomatc history, 1913-1923, Norrnan, 1933. Sobre los umandatosn.-A. M. M11.RGAI.1TH: The internariona/ J.,,fanda1es. Baltimore, 1930.-N. MACAULAY: Manda/es; reasons, resu/ls. remedies. Londres, 1937.-R. LOG.\N: The Afncan Manda/es in World Polilics. Washnglon, 1948. Sobre la cuestin de las Reparaciones.-Ph. BuRNETI: Repara1io11 al the Pars Peace conference, from 1he standpoint of the American De/egmion, Nueva York, 1940. Deben agregarse las obras citadas ms addante, en el captulo IX. Sobre la poltica de los gobiernos. R. ALBRECIIT-CARRI: lwly at 1he Peace Conjerence. Nueva York, 1938.S. BAKER: Le prsiderll Wi/son et /e reglemerl/ franco-allemand. (trad.), Pars, 1924.-R. LANSING: The Peace negociations. A personal narrative. Nueva York, 1921.-A. TARDlEU; La Pax, Pars, 1921.-H. N1coLSON: Peace Making, 1919. Londres, 1933.-ti. NoRLE: Po/icies a11d opinons ar Pars, 1919. Nueva York, 1935. Sobre. la elaboracin del Pacto de la S. D. N.-G. ScELLE y R. L~N GE: Les origines et l'oeuvre de la Socit des Nations, Copenhague, 1923. D. H. M1LLER: The Drafting of 1/ie Covenant, Nueva York, 1928, 2 vo lmenes.-D. F. FLEMING: The U. S. and the League o/ ations. 1918-1910, Nueva York, 1932.-H. WINKLER: The development of the League of Narions idea in Great Britain, 1914-1919, Londres, 1948.
La vencida Alemania conservaba su unidad; segua siendo un gran Estado que estaba seguro de alcanzar, en un plazo de veinte aos. quiz de treinta, las bases de su podero. Podra pensar, entonces, en el desquite. Esa perspectiva encontr su expresin, en diciembre de 1918; en un artculo del Deutsche Allgemene Zeitwzg: "En tanto subsista la Alemania unificada, el problema fundamental de la poltica continental de Bismarck n.o experimentar ningn cambio." Esto se reforz en el momento de firmar el Tratado de Versalles. Cuando se conocieron, en mayo, las condiciones de paz, los socialistas independientes estuvieron de acuerdo en declarar, con los socialdemcratas, el centro catlico y Jos conservadores, que aquella paz forzada era contraria a los principios de Wilson, formulados en los Catorce Puntos y situados, por la nota de 5 de noviembre de 1918, en la base de las negociaciones de paz. Pero, mientras Jos socialistas independientes consideraban que Alemania deba firmar, porque poda estar segura de que Ja aplicacin del tratado no sera duradera, los conservadores predicaban la alternativa opuesta con toda comodidad, pues estabrn seguros de no tener que llevar a la prctica la poltica que preconi:c:o.ban. Los medios gubernamentales, conscientes de que Ja resistencia ; enana no podra ser ms que un gesto, queran solamente intentar ob .--,er cierta atenuacin de las condiciones de paz. En esa direccin ibar; encaminadas las contrapropuestas presentadas en la Conferencia de la Paz. Cuando tales contrapropuestas fueron rechazadas casi por completo, y la opinin pblica alemana se dio cuenta de Ja firmeza de los vencedores, los partidarios de la poltica de la negativa se hicieron menos numerosos: el 23 de junio, la Asamble::i. de Weimar vot a favor de la aceptacin por 237 votos-socialdemcratas, centro catlico y socialistas independientes-, contra 138 y 48 obstenciones. Cmo podra Alemania arriesgarse a Ja invasin y, quiz, a b divisin de su territorio? Despus de la firma del Tratado, sin embargo, continuaron las discusiones de la Prensa alemana. sobre todo. con ocasin dd gran debate entablado en la Asamblea Nacional. el 23 de octubre de 1919. Se perfilaban tres tendencias. En la derecha, los nacionalistas alt:111wzes (que iban a obtener 3.700.000 votos en las elecciones generales de junio Je 1920) emprendieron una violenta campaa contra Francia a la que acusaban de haber querido envilecer a Alemania; declararon que el Tratado era inejecutable; algunos de ellos pensaban, desde entonces, jug:u la carta rusa, ya porque la cola797
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boracl:Si1 con Rusia, aun con Ja sovitica, era necesaria para tirar. de las riendas a Polonia y para encontrar salidas en un mercado econmic? del que la industria alema.na t~na gran ne7esidad, ya porque_ las. relacion_es germano-rusas podan mqutetar a .Fra~cia ? a Gran Bretana._ 1 Y. al m1smb tiempo. el manifiesto del Comit e1ecut1vo de la In~ernac1,onal Comunista acababa de afirmar que el Tratado de Versalles 1mpoma a Alemania cargas excesivas, que caeran, totalmente, sobre las espaldas de los trabajadores alemanes l El Partido populista, en el que el talento poltico de Gust~vo Stresemann serva a la influencia de los grandes intereses econmicos-los de Stinnes, sobre todo-, dio muestras, por principio, de una h?stili: dad igualmente firme ante el Tratado; pero, en la prctica: -~amfesto algo ms de flexibilidad, porque. deseaba f~vorecer la pos1b1l:dad d.e negociaciones, desde el punto de vista econmico, con. las potencias occidentales, que, en 1913, absorban el 31 por 100 del t?tal de las ~xpor: taciones alemanas. En las elecciones de 1920, este partido obtendna casi tantos votos como -los nacionalistas. La mayora parlamentaria, es decir, el partido socialdemcra~a (5.600.000 votos) y el partido del centro catlico,. aceptaron una polftlca de ejecucin del Tratado y rechazaron ~oda idea de buscar e~ el Este un punto de apoyo; quera actuar mediante la razn y la pe1S1.asin, demostrando a los vencedores que deban tener en cuenta la~ necesidades vitales de Alemania, para inducirles, con ello, a renunciar a parte de sus derechos, por lo menos en el terren_o econ?~ico. "La poltica extranjera de las prximas dcadas-declaro el mm1stro de Asuntos Exteriores, Hermann Mller, socialista-debe ser, sobre todo, una poltica econmica. ,. . Por divididos que se encontrasen acerca de la pol1tica a segmr en el prximo futuro, todos los partidos alemanes, estaban, pues.' de acuerdo en afirmar que el Trata do de Versalles tendn.a. 9ue. ser re~1sado en breve plazo. Resultaba fcil prever que t.al r~v1s1on '.nte~tana, ante todo, modificar las fronteras e, incluso, la s1tuac1n terntonal de los n~evos Estados-Austria, Checoslovaquia, Polonia-que se encontrasen mmediatamente al alcance de la mano. Frente a esto, los Gobiernos de las tres grandes potencias victoriofirma del sas de Europa, Francia, Gran Bretaa e Italia, que, ha~ta Tratado de paz, haban mantenido firmemen~e su . sohdandad contra Alemania, incluso cuando tuvieron puntos de vista d1fe:entes. d~sde que se consigui esa firma, no vacilaron e~ man~estar su_s d1~crepanc1as. Por el Tratado de Versalles, Francia habia obtemdo importantes ve~ tajas territoriales. La devo.lucin de Alsacia y Lorena satisfizo el sentimiento nacional. borrando el recuerdo de 1871 y, a la vez, trayen_d? consigo el mineral de hierro lorens y la potasa alsa7i~~- E;I ~om11110. colonial se incrementara, sin que la masa de la op1111on p~bli~a hubiese, siquiera. expresado su deseo de que asf surediese: rest1tuc1n de los
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territorios congoleses cedidos en 1911 (1), mandato sobre el Camern, parte de Togo y Siria. Convertida en la nica gran potencia militar, gracias a la revolucin rusa ~ a la derrota alemana, Francia dispona de una preponderancia indiscutible en el continente: la correlacin de fuerzas se haba transformado profundamente en Europa. Esto pareca confirma! la opinin optimista del presidente del Consejo y la de su ms directo colaborador, Andrs Tardieu. Pero, seran duraderos esos resultados? La obra de la Conferencia de la Paz estaba expuesta a una doble amenaza: la posibilidad del desquite alemn ; el desequilibrio econmico y poltico ocasionado, principalmente, por la ausencia rusa. El desquite alemn? Los negociadores franceses del Tratado no haban cesado de pensar un solo momento en l. Era ese mismo temor el que expresaba Jacques Bainville en L'Action franraise, en mayo de 1919: "Sesenta millones de alemanes no se resignarn a pagar, durante treinta o cincuenta aos, un tributo regular de varias decenas de millonts a cuarenta millones de franceses. Sesenta millones de alemanes no aceptarn como definitivo el retroceso de su frontera del Este, Ja separacin de las dos Prusias. Sesenta millones de alemanes se reirn del pequeo Estado checoslovaco." La misma inquietud apareca en el curso de Jos debates parlamentarios que precedieron a la ratificacin del Tratado, en septiembre de 1919. A Ja mayora de los que intervinieron en esos debates, les pareca evidente que el pueblo alemn, a pesar de Ja derrota, conservara el sentimiento de superioridad adquirido durante el siglo XIX ; , que recobrara, en seguida, su voluntad de podero; y que los rasgos esenciales de su psicologa colectiva--el respeto a Ja jerarqua, el sentido de la disciplina-les permitiran sobreponerse, rpidamente, a Ja crisis morjil que atravesaban. Todos comprendan con claridad que Alemania, cuyos medios de produccin se encontraban casi intactos-ya que no haba conocido la invas!n, excepcin hecha de una pequea parte de Prusia Oriental-, reanudara su esfuerzo de expansin econmica, en cuanto pudiera reconstituir sus reservas de materias primas. Para evitar ese peligro, hubiera sido necesario romper Ja unidad alemana: as decan las crticas procedentes de la extrema derecha. A lo que Clemenceau respondi que l no poda romper esa unidad, ni siquiera separar de Alemania la orilla izquierda del Rin. sin provocar la ruptura de las alianzas, que hubiera significado la quiebra de la victoria. Ahora bien: con qu garant&.,'> podra contar Francia cuando Alemania intentara escapar a la aplicacin del Tratado o emprendiera una posible guerra de desquite? El Tratado no haba fijado el importe de las reparaciones ni Ja suma que habra de recibir cada uno de los Estados vencedores cuando Alemania efectuase los pagos que le haban sido impuestos. En la Cmara de diputados, el portavoz del Partido socialista y el del centroderecha estaban de acuerdo al lamentar Ja insuficiencia de las clusulas
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del Tratado y al sealar los peligros que amenazaban al derecho de Francia. Luis Dubois hizo constar: "Cmo se nos va a pagar? Es necesar,) decirlo: no sab~mos absolutamente nada sobre ello." Y Vicente Auriol repiti: "Garantas de pago? Dnde estn? Leo el Tratado y no 1eo en l ms que inseguridad ... La guerra ha terminado, es verdad. Pero tengo miedo de que empiece la. batalla de las reparaciones." Las garantas directas contenidas en las clusulas del Tratado contra el r.:esgo de la revancha alemana eran incompletas. No caba duda de que se haba impuesto a Alemania un desarme de duracin ilimitada; pero se hizo a ttulo de prlogo de un desarme general. No era aventurado suponer, pues, que, en brevt! plazo, el vencido intentara imponer a Francia una reduccin de sus fuerzas militares. No caba duda, tampoco, de que la desmilitarizacin r~nana deba ser permanente; pero la ocupacin interaliada cesara al cabo de quince aos, es decir, en el momento en que el Reich, segn la advertencia del mariscal Foch, podra ewpezar la preparacin del desquite, y el reducido ejrcito alemn, reclutado mediante alistamientos volu'ltarios a largo plazo, sera un ejrcito de mandos, cuyos soldados podran convertirse, en seguida, en los suboficiales o jefes de seccin del futuro gran ejrcito. En cuanto a las garantas indirectas, seran eficaces las inscritas en el Pacto de la Sociedad de Naciones y en el de garanta aceptada por Wilson y Lloyd George? Mientras la sancin econmica prevista en el artculo l S actuara con pleno derecho, la sancin militar solo sera eventual (1). Verdad que el Consejo de la Sociedad de Naciones tena el deber de recomendar el uso de la fuerza a los Estados miembros, en caso de agresin; pero no estaba obligado a hacer cumplir esa obligacin moral. En el caso de que la recomendacin fuese hecha, sera preciso, despus, que los Gobiernos la aceptasen por unanimidad. Solo entonces organizaran los efectivos. "No llegara siempre demasiado tarde el ejrcito de la Sociedad de Naciones ?" El jurista francs Larnaude expres, as, ese temor. En cuanto al pacto de garanta, el informante general ante la Cmara de diputados, Luis Barthou, se preguntaba cul sera su valor: sera ratificado por el Senado de Jos Estados Unidos? Por otra parte, la ausencia de Rusia-hicieron constar los diputados moderados-era peligrosa para la seguridad de Francia. Peligrosa nicamente porque la revolucin ,usa amenazaba la estabilidad social y poltica de toda Europa?? Tambin, y sobre todo, porque Francia haba perdido el contrapeso del que se benefici durante veinticinco aos, gracias a la alianza francorrusa; la reconstitucin de Polonia y la formacin de una gran Rumania no eran ms que paliativos: no era posible pen~ar que aquellos Estados pudieran reemplazar, en el futuro, a la gran Rusia. Y no habra que temer una colaboracin germanorrusa? Rusia buscara, quiz, en Alemania la ayuda necesaria para su recuperacin ;
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esos dos Estados, que eran los vencidos de la guerra, podran, inclusive, caer en la tentacin de unirse en la esperanza de un dt:squite comn. A esos temores, Andrs Tardieu y Luis Loucheur opusieron afirmaciones de un optimismo imperturbable. Uno de ellos no tema afirmar que la solucin adoptada para garantizar la seguridad de Francia era la mejor. El otro quera demostrar que la satisfaccin' de los derechos franceses a las reparaciones sera posible. porque la capacidad de pago de Alemania se recuperara rpidamente. Pero Clemenceau se senta menos seguro. Reconoca que el Tra1ado era imperfecto. Podra haber sido de otra manera tratndose de una paz de coalicin? Las clusulas firmadas en Versalles no eran ms, en su opinin, que un conjunto de posibilidades, y el xito final dependera cmo las supiera aprovechar Francia. Despus de un debate prolongado, que dur cinco semanas, la Cmara de diputados vot, el 2 de octubre de 1919, por fuerte mayora 372 votos, contra 53 y 74 abstenciones) a favor de la ratificacin. A pesar de ello, esa n1tlyora no tena entusiasmo ni ilusiones. Italia, aunque figurase en el nmero de las potencias victoriosas y hubiera conseguido considerables ventajas, gracias a la destruccin de Austria-Hungra (l), tena la impresin de haber sido tratada como pariente pobre. Por otro lado, no haba obtenido todas las ventajas que tena derecho a esperar, segn los trminos del Tratado de abriC de 1915 y del Acuerdo concertado, en 1917, en Saint Jean-de-Maurienne. En el Adritico, solo reciba parte de la costa dlmata, mientras que el resto fue asignado al nuevo Estado de los serbios, croatas y eslovenos-que a partir del armisticio se configur como el rival de Italia-y, en la cuestin de Fiume, chocaba contra la firme voluntad del presidente Wilson; no haba participado en la distribucin de mandatos sobre las antiguas colonias alemanas. En el Mediterrneo oriental. conservaba el Dodecaneso, que ocupaba desde 1912; pero. por culpa de la poltica de Lloyd George, se frustr el papel que Italia pensaba desempear en la zona Sur de Anatolia. La actitud de las otras potencias le pareca an ms injusta porque consideraba que su participacin en la derrota de las Potencias Centrales haba sido muy importante. No fue la victoria del Piave la que oblig a Austria-Hungra a pedir el armisticio y, por consiguiente, la causa inmediata de la rendicin alemana? Tal era la conviccin que expresaba desde el 2 de noviembre de 1918, Mussolini, que en 1915 haba actuado personal e intensamente a favor de la participacin en la guerra: "La victoria italiana supera a la de todos los dems ejrcitos." Verdaderamente, en Francia y Gran Bretaa, la opinin pblica estaba muy lejos de atribuir esa importancia al armisticio de Vittorio-Veneto. Razn de ms para que el sentimiento nacional italiano se sintiese herido.
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'3,sa amargura se expres en la mayor parte de la Prensa el mismo ci:, siguiente al de la firma del Tratado de Versalles: la Conferencia de: :a Paz no haba estimado en su justo valor la participacin del ejrcitc italiano en la victoria comn; la Conferencia no haba reconocido a lta\ia sus derechos. Sin embargo, no era cuestin de entorpecer la ratificacin. Y cuando el Gobierno, sin esperar el resultado de las elecciones legislativas del 15 de noviembre, decidi, el 7 de octubre de 1919, que la ratificacin se hiciese por .decreto, los medios polticos no manifestaron indignacin seria contra tal solucin, a pesar de que era muy discutible: indudablemente no les molestaba eludir, as. la responsabilidad de la aceptacin o de la negativa. En diciembre de 1919, el Gobierno, ante la nueva Cmara, insisti en la necesidad para Italia de seg11ir unida a Francia y Gran Bretaa, y recomend, en suma, resignacin; obtuvo mayora, pero muy modesta. La opinin parlamentaria no ocultaba su decepcin; sin embargo, no se atreva a reflejarla con sus votos. Por qu se vacilaba en expresar una amargura tan profunda? El malestar moral y las agitaciones sociales explican, parcialmente, esa prudencia: la guerra, que haba sido condenada por la mayora de los socialistas y por buen 11mero de catlicos, dej tras s 11na herencia de pasiones y odios en los medios polticos; los movimientos huelgusticos se desarrollaron no solo en la industria, sino en la agricultura tambin, en el verano de 1919. Pero era, sobre todo, la situacin econmica y financiera la que pesaba sobre las decisiones gubernamentales. El 12 de julio, el ministro de Asuntos Extranjeros. Tittoni, declar que los ferrocarriles italianos solo tenan carbn para algunas semanas y que incluso el abastecimiento de artculos alimenticios no poda asegurarse sin recurrir a las importaciones; aadi que a Italia le era indispensable obtener un emprstito exterior de seis o siete mil millones de liras para pagar esas compras. Cmo conseguirlo en el momento en que acababan de expirar los acuerdos financieros concertados durante la ;uerra con Gran Bretaa y Io's Estados Unidos? (1 ). Esas condiciones-dijo el ministro-prescriben la orientacin de la poltica exterior. Y el Seco/o conclua que es preciso ratificar el Tratado, "si no, la mquina nacional se detendr dentro de algunas semanas". En el transcurso de agosto, el ministro del Tesoro expuso en Londres, ante el Consejo Supremo econmico, las necesidades de Italia en materias primas. artculos alimenticios y crditos angloamericanos. Qu ayuda econmica y financiera podra esperar Italia si rechazase, o incluso aplazase, la ratificacin? La opinin pblica, y la parlamentaria, de Gran Bretaa acogi al Tratado, inmediatamente despus de ser firmado, bastante bien. Solo los diarios laboristas y la Prensa liberal ortodoxa. hostil al Gabinete de unin nacional, consideraron que las clusulas impuestas a Alemania eran demasiado duras. Los peridicos conservadores o liberales unionistas
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tendan a reconocer que el Tratado era tan satisfactorio como poda ser, porque consagraba la destruccin del militarismo prusiano y creaba la Sociedad de Naciones. La ratificacin se efectu el 21 de julio, despus de rpidos debates parlamentarios que no dieron lugar a comentarios animadl! en la Prensa. Pero cuatro o cinco meses ms tarde, el estado de la opinin empez a cambiar. La causa principal de esa evolucin fue, sin duda, la publicacin, a fines de noviembre de 1919, del libro de John Maynard Keynes, Las consecuencias econmicas de la paz. La ruina de la vida econmica europea--Oeca Keynes-empez por la guerra, es decir, por la iniciativa alemana; pero se corra el riesgo de que esa ruina prosiguiese hasta el fin por la aplicacin del Tratado de Versalles, que debilitara "un organismo delicado y complicado, trastornado y roto ya p~r la guerra". Antes de 1914, el sistema econmico europeo se agrupaba en torno a Alemania, que era el mejor cliente v el mejor proveedor de Rusia, Austria-Hungra, Italia, Blgica )I! Suiza; que ocupaba un importante lugar en el comercio exterior de Bulgaria y Rumama, y el segundo lugar (despus de la Iridia) en las relaciones econmicas exteriores de Gran Bretaa. Ese desarrollo econmico descansaba sobre la explotacin de los recursos del subsuelo alemn-carbn y hierro-y sobre el comercio de ultramar. Pues bien: el tratado de paz privaba a Alemania de todos sus barcos mercantes de alto bordo, de todas sus colonias, de todos los derechos y privilegios que posea fuera de Europa, en sus zonas de influencia econmica : le arrebataba la hulla del Sarre y el mineral de hierro de la parte de (orena, anexionada en 1871; iba a hacer quiz que perdiese la Alta Silesia. Pero el tratado quera imponerle, adems, el pago de las reparaciones, pago que solo podra satisfacer desarrollando sus exportaciones de productos industriales. Los autores del Tratado no haban comprendido que el resurgir econmico de Alemania era necesario para la reconstruccin econmica de Europa. He ah-concluye Keynes--el balance de los errores cometidos por Lloyd George y, en mayor grado, por Clemenceau. Esa tesis tuvo un xito clamoroso (el libro fue traducido a once idiomas; se vendieron 140.000 ejemplares); a pesar de sus exageraciones, no encontr resistencia seria : hasta veinticinco aos ms tarde no sufrira la crtica de un joven historiador francs. La tesis keynesiana contribuy fuertemente a desacreditar ~as clusulas de los tratados a los ojos de los intelectuales, economistas y hombres de negocios. Contribuira a ello, todava ms, cuando la economa inglesa atravesara, en 1921, una severa crisis. Pero las diferencias entre Pars, Roma y Londres no se limitaban a las preocupaciones y tendencias generales. Sus intereses chocaron inmediatamente. Entre Francia e Italia le cuestin tunecina. desaparecida casi del horizonte poltico desde haca ms de veinte aos, amenazaba con provocar
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nuevas dificultades. El Gobierno francs, inquieto por el desarrollo de la colonia italiana. que. gracias al estatuto de privilegio de que disfrutaba en virtud de las Convenciones de 1896, tenda a formar un Estado dentro del Estado (1). denunci esas Convenciones en octubre de 1918. Se trataba de una decisin impecable, desde el punto de vista jurdico, pues la validez del convenio llegaba a su trmino, pero, desde el punto de vista poltico, resultaba discutible. Era momento oportuno para adoptar una posicin rigurosa frente a los intereses italianos, el de la terminacin de una, guerra europea sostenida en comn? A decir verdad, la decisin era susceptible de modificaciones, pues la aplicacin de las Convenciones sera modificada, pero a corto plazo; cada tres meses, los italianos de Tnez tendran que temer la prdida de sus privilegios. Esa precariedad les obligar(a, sin duda-pensaba el Gobierno francs-, a pedir la naturalizacin francesa y a dejar, por consiguiente, la comunidad italiana. El que la opinin pblica y los medios oficiales de Italia protestasen contra esa presin no debe sorprender a nadie. Las polticas de Francia y Gran Bretaa se enfrentaban en el Prximo Oriente. Gran Bretaa, que se haba aprovechado de la presencia de su cuerpo expedicionario en Siria y su flota de guerra en el Mar Egeo para dictar las clusulas del armisticio con el Imperio otomano, tena una posicin dominante desde finales de 1918. Quiso, sobre todo, asegurar la proteccin del Canal de Suez ejerciendo, a ttulo de mandatario, la administracin de Palestina; obtener, en Mesopotamia, la confirmacin de una preponderancia econmica que posea ya antes de 1914. y consolidar sus posiciones estratgicas del Golfo Prsico, esenciales para 1a seguridad de la India. Francia encamin su esfuerzo hacia Siria, donde posea, desde haca mucho, gracias a sus escuelas y misiones religiosas, influencia intelectual .entre los medios no musulmanes, y donde obtuvo, en 1913, una zona de influencia econmica, cuando las grandes potencias .,europeas establecieron el reparto de las empresas ferroviarias existentes en el Imperio otomano (2). Los acuerdos anglofranceses concertados en el transcurso de la guerra (3) fueron revisados a partir de diciembre de 1918: Gran Bretaa consigui que los yacimientos de petrleo de Mosul, asignados a Francia en el Acuerdo de 1916, quedasen dentro de la zona de influencia britnica; a cambio, acept que Francia pudiera ejercer. a ttulo de mandato, el control poltico y el poder administrativo, no solo sobre el litoral sirio, sino tambin sobre las regiones de Alepo, Homs y Damasco, es decir, sobre territorios que haban sido prometidos al Estado Arabe y colocados, de hecho, desde octubre de 1918, con el consentimiento del Comandante en Jefe del cuerpo expedicionario britnico, bajo la autoridad del emir Feisal, hijo de Hussein. Pero cuando el Gobierno francs quiso extender su ocupacin militar a esa Sitia interior tropez no solo con la resistencia de los Estados Unidos, sino
(1) Vanse pgs. 501 y 554. (2). Vase pg. 549. (3) Vase cap. II de este libro.
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tambic con la de Gran Bretaa, cogida en el engranaje de las promesas contra:ctorias que haba hecho a los rabes y a los franceses: Lloyd George no consinti en retirar las tropas inglesas que, con su presencia, protegan la autoridad de Feisal; y Clemenceau declar, en mayo de 1919, que si no se cumplan los compromisos mutuos rehusara asociar su poltica a la del Gabinete britnico en esa parte del mundo. Solo despus de cinco meses de discusiones el Gobierno ingls decidi anunciar la retirada de su cuerpo expedicionario: pero con la condicin de que las tropas francesas no penetrasen en las tres ciudades de Siria interior, donde se encontraban las tropas de Feisal. Estas discrepancias en Siria llevaron a Ja opinin pblica francesa a adoptar una posicin crtica frente a las iniciativas i~glesas _en t?do. el Prximo Oriente. Cuando el 9 de agosto de 1919 la diplomacia bntmca obtuvo la firma en Tehern de un acuerdo que prometa a los intereses polticos y econmicos ingleses en Persia una influencia prep~nderante, casi toda la Prensa francesa, desde L'Hwnanit a L'Echo de Fans, denunci el imperialismo de Gran Bretafia y declar que dicho tratado equivala a un rgimen de protectorado. Esas divisiones entre los aliados de la vspera no eran, sin embargo, ms que aspectos menores de la situacin internacional. Lo decisivo fue el repliegue de los Estados Unidos. El presidente someti el tratado de Versalles a la aprobacin del Se nado el 10 de julio de 1919, y el 29 de julio le someti el Pacto de garanta prometido al Gobierno francs; el 19 de agosto se celebr. una conferencia entre Woodrow Wilson y Ja Comisin de Asuntos Extenores del Senado, y Ja discusin gir en torno del artculo 10 del Pacto de la Sociedad de Naciones, que el presidente consideraba como la colzmm.a vertebral del tratado y la oposicin lo estimaba contrario a la Constitucin. Con la intencin de subrayar los defectos del tratado y demostrar que el presidente haba tomado las decisiones esen;i,ales sin te~er en cuenta las objeciones de sus colaboradores, la Com1s1n senatonal decidi entonces abrir una encuesta amplia, en la que fueron escuchados sesenta testigos. Wilson, para intentar presionar al Senado, ac~~i? directamente al cuerpo electoral. pero por sufrir un ataque de parahs1s. el 25 de septiembre no pudo terminar su campaa. La lucha entre el presidente, que se hallaba fuera de combate, pero que conservaba i?tacta su voluntad, y la Comisin senatorial fue desigual: el 20 de noviembre ~e 1919 el Senado rechaz la ratificacin del tratado de Versalles, pues sta no obtuvo la mavora de los dos tercios que exiga la Constitucin. A pesa; de ello, el fracaso no pareca total y defini~ivo : el info~~nte de la Comisin, senador Lodge, declar que consentirfa en la rat1f1cacin si el texto fuera acompaado por catorce reservas, entr~ las cuales las ms importantes seran: la voluntad de los Estados Umdos de no contraer ninguna obligacin en virtud del artculo 1O del Pacto Y de
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negar a la Sociedad de Naciones el derecho de intervenir en las cuestiones referentes a la doctrina de Monroe, al rgimen de aduanas y al de inmigracin vigentes en la Unin americana. Pero el presidente declar que esas reservas eran inaceptables. La resistencia de Wilson bast para hacer fracasar la propuesta de Lodge. Entonces el Senado, por simple mayora. que bastaba en este caso, vot una resolucin que, ignorando el tratado de Versalles, peda la conclusin de un tratado de paz entre los Estados Unidos y Alemania. La ini. dativa, de momento, result vana, porque Wilson opuso su veto. Fue el cuerpo electoral el que resolvi la cuestin. En las elecciones presidenciales de noviembre de 1920 los adversarios del Tratado y de la Sociedad de Naciones reunieron 19 millones de sufragios, frente a poco ms de 9 millones: despus de las elecciones legislativas, los republicanos posean una mayora slida en el Senado: 59 puestos contra 39. La desaprobacin de la poltica wilsoniana era indiscutible. 11! Lo que determin el resultado de aquel gran debate fue el sentimiento aislacionista. Los medios polticos americanos, despus de haber abandonado, durante apenas tres aos, la lnea de conducta acostumbrada, volvan espontneamente a las tradiciones que los Estados Unidos haban mantenido de~de su origen. No lamentaban, ciertamente, haber partici. pado de modo decisivo en la guerra mundial; pero se asombraban al comprobar la resistencia opuesta por sus asociados europeos a los consejos americanos en la Conferencia de la Paz: no queran, por tanto, tener responsabilidades directas en la ejecucin de los tratados ni, menos an, en el mantenimiento del orden internacional. Tal fue el sentido de la . crtica que Lodge dedic al artculo 10 del Pacto de la Sociedad de Naciones: "El rey del Hedjaz tendr derecho a pedir el envo de tropas americanas para rechazar el ataque de los beduinos". La mayora de la poblacin comparta esos sentimientos, porque no comprenda las querellas del Viejo Continente y tambin, quiz, porque los combatientes americanos se haban sentido decepcionados por sus experiencias europeas. ;li ~;.) ~ 'Pero esas corrientes pr?f~ndas de1 ~spritu pblico encon~raron un .if: ;:;1 poderoso refuerzo en el espmtu del partido y en el comportamiento per;r:: sonal de los dirigentes polticos. ;.:.~;;~~/:Los lderes republicanos se enfrentaron con las tesis wilsonianas, bien porque no queran dejar que un pres~dente demcrata imprimiese su sello personal en el acuerdo de la paz mundial y confirmase as su prestigio, bien porque daban por descontado que su llamamiento a la tradiin aislacionista iba a encontrar eco en la opinin pblica. Su inters ta solicitado ms directamente por el resultado de las prximas elecciones presidenciales que por el porvenir de la paz del mundo. Cuntos &lsos anlogos encuentra la explicacin histrica en el estudio de las relaciones internacionales! La actitud del presidente hizo el juego a sus adversarios. Wilson, des: noviembre de 1918, con ocasin de la renovacin parcial del Senado, tetvino en la campaa electoral asociando estrechamente la poltica
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exterior a ~a controversi~ _entre los partidos (l); pero los republicanos ganaron sets puestos e hi~teron prcticamente imposible la obtencin de una m~yora d: dos tercios, necesaria para Ja ratificacin del tratado El presidente, su;i embargo, continu su camino en la Conferencia de l~ Paz ; Y. en, un discurso del 4 de marzo de 1919. declar estar seguro de te~er tr~s el la apla~tante m_ayora del. pueblo americano. En resumen. W1ls~n 1ug una I?~tlda ~l~1ca en la historia poltica americana: el llamamiento .la op1mn pu?h~ ~ontra la opinin parlamentaria. Pero, de este modo, mcr~~ent la 1m~c1n de sus adversarios. Por otro lado, no tuvo fortaleza fJ~1ca para conttnuar hasta el fin esta lucha, de todos mose encontr, en noviembre de 1919 ante el voto dos muy aleatona; del Senado: la negativa a I~ ratificacin pura y simple. P~r qu. entonc~s. no acept un compromISo? La ratificacin con reservas hubiera pod.ido proba~lemente c~nseguir la mayora de los dos tercios, si el Presidente hubiese, aconseJ~do a sus ~migos demcratas votar la resolucin Lodge. A que se debi ~u neg~ttva a resignarse? A su amor propio exasp~rado, a s~ orgullo mtransigente o a su obstinacin de enfermo? Esta mt:rpretacH?n ha sido admitida frecuentemente por la historiografa amencana; su:i. embargo, no es convincente, pues Wilson no practic hasta el fin la poht1ca .de todo o nada: el 4 de marzo de 1920, acab por declarar, antes del ltimo voto del Senado, que era necesario 0 abandonar el tratado, o aceptarlo sin modificaciones que alteraran su semido No se negaba, pues, a admitir ciertas reservas; pero las del senado~ Lodge anul_aban el ~rtc~lo 10 del Pacto, que era, indiscutiblemente, la clave d~l ~tstema wils~mano: Cmo sorprenderse de que el presidente no consmtlera esa capitulacin?
BIBLIOGRAFIA
ill
Sobre Francia.- E.
NJB:
BEAU DE LoM-
Tu.
la p01x (trad.), Pars, 1920, y la crtica de esta obra por ET. MANI"Omc: The Cf!rthagnian Peace, Londres, 1943 (Edicin francesa con el ttulo de La paix calomnite. Pars, 1946.-Mc. CALLUM: Public opinion and the las Peace, Londres, 1944.
(1)
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Si lanzamos una mirada general al acuerdo mundial de paz de 1919, se imponen dos consderaciones: Europa occidental haba conseguido, a pesar de su estado de eenuria econmica y de cnsis moral. mantener. en casi todas partes (salvo en Libia). las posiciones que posea antes de i Y 14 en los otros continentes, en forma de e Jonia o semicolonia. A finales de 1919",turopa pareca haber dominado, por algn tiempo, las reivindicaciones nacionalistas, que meses antes se presentaban amenazadoras; incluso, haba establecido. mediante mandatos sobre Siria, Paiestina e Irak, un control poltico donde antes no tena ms que una influencia econmica y financiera. Cmo fue posible esa recuperacin'? El xito se facilit por el nivel del elemento indgma: tanto en Egipto como en la India, los movimientos de masas de la primavera de 1919, que constituyeron la gran revelacin, fueron solo humo de paja, sin duda porque no estaban suficientemente organizados ni contaron con direccin adecuada. Otro factor a tener en cuenta fue la actitud del Presidente Wilson, quien, des pus de alentar las reivindicaciones, sin medir quiz exactamente las consecuencias que de esos principios se derivaban. estuvo de acuerdo con Lloyd George para cerrar el acceso a la Conferencia de la Paz a la delegacin egipcia y a los enviados del Partido nacionalista boer; la delegacin de musulmanes de la India fue admitida. pero a peticin del Gobierno ingls y solo para exponer su opinin acerca del tratado turco. En resumen, Wilson no quiso agravar las dificultades del Imperio britnico. Pero la explicacin ms digna de tenerse en cuenta es la del esfuerzo militar. El Gobierno ingls. por deseoso que estuviese de desmovilizar rpidamente su ejrcito, envi importantes efectivos a Egipto y a la India, a pesar de las vacilaciones de pa1ie de la opinin pblica y de un intento de sublevacin en un regimiento destinado a ultramar. El Gobierno francs no titube en emprender una expedicin militar a Siria; y, en Indochina, el gobernador general. para prevenir posibles re vueltas, advierte a los fautores del desorden, en su discurso del 8 de mayo de 1919. que Francia dispone de una fuerza formidable. Las dos potencias occidentales dt.:mostraron que no tenan la intencin de renunciar. Pero los Estados Unidos. que haban evitado contrariar los irnperia lismos francs e ingls, abandonaron el tratado de Versalles, el Pacto de garanta prometido a Francia y rehusaron participar en la Sociedad de Naciones. Esa retirada, tan grave para la suerte ae 1os tratados y para la paz general. conmovi profundamente un edificio cuyo equilibrio era ya precario. Previeron los autores del Tratado de Versalles esa posibiliRO'l
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dad e intentaron medir sus consecuencias? O prefirieron, por el contrario. no tenerla en cuenta? Wilson, despus de las elecciones s'.:'.na toriaies ele diciembre de 1918 -49 puestos los republicanos: 47, los demcratas--, no ignoraba las dificultades que encontrara para conseguir la mayora de dos tercios: a pesar de ello. contaba con que el Senado se vera obligado a inclinarse ante el movimiento de la opinin pblica (1). Pero sus allegados no compartan, segn las apariencias. ese optimismo. El 20 de marzo de 1919, cuando Wilson y Lloycl George acaban de ofrecer a Clemenceau el P~c to de garanta, el coronel House anotaba en su Diario ntimo: "Me parece muy poco probable que el Senado acepte esta convencin. De todos modos, satisface a Clemenceau; y henos aqu, a punto de alcanzar el verdadero objetivo de la Conferencia." El embajador de Francia en Washington haba puesto en guardia a su Gobierno contra los riesgos de Ja no ratificacin del conjunto del Tratado en tres ocasiones, en febrero y marzo de 1919. Estas advertencias no fueron puestas en conocimiento de la Cmara de diputados de Francia. ante la cual Tardieu slo hizo alusin a la hiptesis de la no aceptacin del Pacto de garanta. Es que consideraba las advertencias del embajador poco dignas de fe? O crea oportuno mantener el Parlamento en la ignorancia?
Vanse pgs. 771 y 807.
LIBRO TERCERO
Fue la herencia de la guerra la que, durante diez aos, continu dominando las reiacones internacionales, tanto en Europa como fuera de ella. La Hp!icacin de los tratados de paz constituy en Europa el centro de la accin diplomtica y de los movimientos de opinin pblica; pero las perspectivas de la reconstruccin econmica, aunque atrajeran menos directamente la atencin, no tuvieron ciertamente menor importancia. Los esfuerzos de Alemania y Hungra para obtener una revisin parcial de los tratados, o para eludir Ja carga de las reparaciones, no deben hacer perder de vista las dificultades cuyas causas profundas eran la ausencia de Rusia y la balcanzacin de la Europa danubiana. Entre . el seuelo de los intereses polticos y las preocupaciones econmicas es muy difcil establecer una armona. Fuera de Europa lo que !Jama, sobre todo, la atencin e:; ia suerte de las posiciones europeas: competencia entre los intereses de los Estados l.Jndos o el Japn y los intereses de Europa; auge de los nacionalismos por el camino ya abierto en 1919. La Repblica china, los pases rabes y, asimismo. la Amrica latina eran, en ese aspecto, escenarios de profundas transformaciones. A pesar de todo, en 1928-1929, las dificultades ms apremiantes se atenuaron. Sera duradera esa mejora'! Los contemporneos dudaban de ello, sin creer. sin embargo, en una crisis inminente. Cules eran las causas de esa sensacin de precariedad'? A esta ltima pregunta intenta responder este ensayo de sntesis.
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CAPITULO VIiI
En ese mundo convaleciente. donde tantas cuestiones apremiantes exigan las decisiones de los Gobiernos. la actividad diplomtica adoptaba formas nuevas: los contactos personales entre los hombres de Estado se multiplicaban, bien en las sesiones del Consejo y Asamblea de la Sociedad de Naciones, bien en conferencias !nternacionales; las deliberaciones encontraban en la Prensa y en la opinin pblica una resonancia. mayor que en el pasado. Ejercan alguna influencia s.obre esa actividad diplomtica las condicion~s econ~icas y las tend:~cias de. la psicologa colectiva? En qu sentido la onentaban las pol1ticas nacl(lnales?
I.
LA RECUPERACION ECONOMICA
De 1920 a 1923 la situacin econmica. que haba sido w.n crtica en Europa durante el 'ao 1919, continu siendo prc:caria ; y la inestabil_idad de la coyuntura era tambin, en otras partes del mundo. el rasgo mas saliente. En Europa, donde la crisis de subproduccin se atenuaba lentamente, ]a transformacin del mapa poltico modiic profundamente el reparto de materias primas y de fuentes de energa entre los Estados. Las murallas aduaneras que se levantaban a lo largo de las nuevas fronte~as entorpecan las relaciones comerciales y limitaban 1.os rr:~rcados '. las .industrias tenan que intentar adaptarse a la nueva. s1tuacio~. La inflacin monetaria continuaba produciendo el alza de precios; es cierto que daba un latigazo temporal a Ja produccin y que aliviaba, en Alemania Y Francia, por ejemplo, las cargas financierns de los industriales, que, .en la prctica, se hallaban liberados de parte de sus deudas; ye'.o la inflacin desanimaba a los inversores de capitales y, por consiguiente, retrasaba el reequipamiento de la industria. Las imp~rtacionc;s. de materias primas procedentes de pases extranjeros seguan siendo dificles, por la carencia de medios de pago: los europeos, que antes de 1914 e~pleaban para satisfacer esos pagos los beneficios producidos por los capitales. que haban invertido en pases extranjeros, se encontraban ahora en sit~a cin mucho menos favorable a ese respecto. Por otra parte, los paises vendedores de materias primas compraban, a cambio, a Europa productos industriales; pero, desde el momento en que dejaron de ser proveedores, cesaron tambin de ser clientes. Por ltimo, las industrias creadas en Amrica del Sur o en Asia, desde 1914 e 1918, resistan la nueva competencia europea, por lo menos en el mbito del mercado local. As,
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el comercio mundial, que haba progresado rpida y constantemente durante el final del siglo XIX y prinicipio del XX, estaba ahora sujeto a fluctuaciones brutales. La participacin europea en el comercio mundial alcanzaba solo el 41 por 100, mie:ltras que en 1913 llegaba al 61 por 100. Los exportadores ingleses, ms sensibles que los dems a las condiciones generales de los mercados europeos y extraeuropeos, sufrieron una desagradable experiencia: despus de una poca de espera angustiosa, conocieron, entre octubre de 1919 y agosto de 1920, un momento de euforia; pero en seguida fueron vctimas de una crisis econmica que se prolong durante cerca de dos aos. Sin embargo, la produccin industrial europea conservaba una superioridad tcnica en el terreno de las industrias complejas, lo que le aseguraba una ventaja decisiva frente a todos los pases extraeuropeos (coil la excepcin de los Estados Unidos). Era esto lo que mantena la es,.. peranza del resurgimiento. Pero, si ese resurgimiento europeo se retrasase, podan perderse de viSta las dificultades que, durante esta poca de adaptacin, experimentaran tambin los grandes competidores de Europa, es decir, Japn y los Estados Unidos? Despus de haber conocido, durante la primera guerra mudial, un perodo de gran auge econmico, debido a que la actividad de los europeos e incluso la de los americanos se haba paralizado considerablemente en el Extremo Oriente y el sureste asitico, Japn pasaba por una crisis econmica y financiera que culmin entre marzo de 1920 y junio de 1921 y se prolong, suavizndose, hasta casi 1925. Descenso brutal de las exportaciones de objetos manufacturados y correlativo descenso de los precios industriales. que, en dieciocho meses, cayeron desde un ndice de 317 (1914 = 100) al de 201; salidas de oro y divisas xtranjeras para pagar las importaciones y medidas de contraccin del crdito destinadas a contener ese movimiento; el pnico bancario de marzo de 1920, que fue el resultado de esa contraccin; disminucin de la produccin que lanz al paro la cuarta parte, aproximadamente, de la mano de obra de ,la gran industria ; restriccin del consumo de arroz, porque el parado no poda saciar su hambre; descenso consiguiente de . Jos precios agrcolas (en el arroz esa cada alcanz casi el 50 por l 00, entre enero y diciembre de 1920); conflictos entre terratenientes y colonos por la imposibilidad de pagar Ja renta estos ltimos (en un ao, se registraron 1880 casos graves: ataques a mano armada o incendios): >.tal fue el fruto de esa crisis. Ello demostr Ja importancia decisiva que para la economa nipona tenan los mercados de exportacin. Los Estados Unidos consiguieron en 1919 superar, sin graves difi. cultades, los problemas planteados por el paso de la economa de guerra . la economa de paz. Pero en octubre de 1920 comenz una seria cri'Sis cuyas causas eran tanto europeas como americanas. Europa compra:ba muchos menos artculos alimenticios desde que su produccin agrcose aproximaba a la normalidad y menos algodn, a causa de la crisis
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LAS
NUEVAS
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ECONOMICA
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de los cambios; t 1 Gobierno de los Estados Unidos adopt una poltica de deflacin que lisminuy el poder de compra, y la Oficina de la Reserva Federal obli ~ a los Bancos, mediante la elevacin del tipo de descuento, a restring1 r los crditos a la industria. La cada de Jos precios al por mayor, cuy> ndice baj desde 229, en 1920, a 150, en 1921, fue acompaada por u 1a ola de paros (4.750.000 parados) y otra de quiebras (100.000, en 1921) Pero, aunque el Gobierno no se crey en la obligacin de intervenir, la crisis se aminor a partir del otoo de 1921, y-la actividad econmic t recuper su ritmo con rapidez. A principios de 1922, :..: afirm el retorn) a la prosperidad. En 1923, tanto (:n Europa como fuera de elh, h crisis de adaptacin qued, pues, superada. Sin embargo. Europa estaba todava lejos de haber recobrado el lugar que antes de 1914 ocupaba en la economa mundial. En vsperas de la guerra, dentro del volumen global de las exportaciones intercontinentales, el comercio entre los Estados no europeos solo llegaba al 25 por 100 del total; ahora alcanzaba al 40 oor 100. La capacidad de produccin industrial haba disminuido en un '13 por 100 por lo que se refiere a Europa, de 1913 a 1923, mientras que en los Es tados Unidos haba aumentado en un 41 por 100. A partir de 1924, la recuperacin econmica se extendi a la mayor p:ute del mundo. En 1925, la produccin agrcola alcanz en la Europa occidental y central el nivel que tena en el perodo 1910-1913. La extraccin de hulla lleg, millar de toneladas ms o menos, a la cifra media de antes de la guerra; pero, si en 1913 constitua el 50 por 100 de la produccin mundial, ahora solo representaba el 47 por 100. Aunque la produccin de hierro (35.750.000 toneladas mtricas) fuese inferior en tres millones de .toneladas a la de 1913, el nmero de husos de la industria algodonera ~ra sensiblemente superior. Los intercambios comerciales se vean facilitados por la poltica monetaria: la estabilidad de los cambios se encontraba casi restaurada, y las operaciones de crdito de los Bancos Centrales se establecan sobre la base del oro en casi todos los Estados ; la relacin entre las economas nacionales se hizo, as, ms estrecha y la interdependencia de esas economas permita a cada pas especializarse en las producciones para las que estaba mejor preparado. En resumen: la situacin evolucion de manera sastisfactoria y continu mejorando durante los cuatro aos siguientes. En Japn, la recuperacin, ms tarda, fue tambin ms lenta. De 1922 a 1925, el ndice de la produccin industrial creci solo de 68 a 82 100); pero, en el transcurso de los dos aos siguientes, aumen(1928 t aproximadamente en un 20 por 100. Es cierto que tal progreso se vio perturbado en 1927 por la quiebra de un gran negocio metalrgico, la empresa Suzuki, que amenaz arrastrar consigo al Banco de Formosa ; pero la intervencin del Gobierno. que puso a flote al Banco y concedi
subsidios a vanas empresas, basi para detener esa corta crisis. El auge se reanud en J928-1929: en un ao, el ndice aument en un 10 nor !OO. Pero se tral .ba de una prosperidad inquieta Y frgil. . En los Estados Unidos. por el contraro, la rapidez del desarroHo _mdustrial fue asombrosa. De 1921 a 1929. el aumento de la produc~1~ alcanz el 70 por 100 en el acero, el 94 por 100 en los producto~ qu1micos, el 156 po~ 00 para la extraccin de petrleo; en la industr 1a automovilstica, que en J929 representaba por s sola el 12 por 100 del valor total de la produccin industrial, ese aumento fue del 255 por ~? 1:s dos ramas estancadas fueron la industria hullera, cuya produc:1on 1~ cluso disminuy ligeramente, a causa de la competencia de la energ1a elctrica y la textii, que aument su volumen en ~~ 17 por 100. de 1923 a 1929, pero vio reducirse el valor de la producc1on. pues la c imp~ten cia europea oblig a bajar los precios. A pe~ar_ de ello, en el conunto del sector industrial, el aumento global se cifro en un. 64 por 100. El sector agrcola, es cierto. result mucho menos fa vorec1do, sobre todo, por lo que respecta a la produccin cerealista: Ja c;apac1dad de compra de los agricultores, que era en 1921 un 25 ~o~ 100 men?r que en 1914. solo mejor lentamente. Pero. como las act1V1dades ~gncolas solo _ocupaban al 21 por 100 de la poblacin, esa faceta sombna n~ er~ sufic_iente para oscurecer el brillo de la prosperidad. 1:-a renta _nacional paso, en ocho aos, de 56.500 millones de dlares a. 87.0~ m11lone~; . ':l supervit de la balanza comercial se triplic en crnco anos; _los .1?cd.cs ?e la Bolsa de Nueva York indican que, en tres aos, la cot1zac1on ~edia de Jos valores se haba duplicado. La opinin pblica estaba entusiasmada por el espectculo de tal xito. En este perodo de auge, en d que el sistema econ~rco se desarrollaba enteramente sobre las mismas bases que se hab1a desarroll~ do durante la mitad del siglo precedente-predominio de la empresa pnvada influencia del Estado limitada a la poltica financiera y a la adu_anera~. a los contemporneos les sorprenda la desigualda~ toda.va ex1~ tente entre las economas nacionales y, sobre todo, la diferencia considerable que se adverta entre el nivel de la prospe~idad de los Estados Unidos, por una parte, y el de los Estados mdustnales de Europa, por otra. La gran superioridad de la produccin americana en el terr~no. ~ndustrial estaba en relacin directa con el desarrollo de la meca~1Z'.'c1on. especialmente rpida en la industri~ del autom~v~l y en la qmm1ca~ Y con el perfeccionamiento de los metodos tecnolog1cos._ Los Es_tados vUropeos, por mltiples razones, no. podan seguir_ ese ntmo. Mien;ras _en Jos Estados Unidos la renta nacional por habitante aument~. vn _diez aos, en un 25 por 100, en Gran Bretaa, Alemania y Francia casi ~o vari; la industria europea, por .tanto, no lo~raba encontrar tan_ fc1lmentc como la americana los capitales necesanos para la renov~c1n_ de su equipo. Por otra parte, la multiplicacin de fronteras y el tab1cam1en-
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to ad'''''!ero facilitaban en Europ::i ia sunevivencia de estabiccmientos indusr _,des viejos, mal equipados o ma situados, de rendimientos mediocn:;_ En 1929, la produccin industrial de los Estados Unidos representabE d 44.8 por 100 de la mundial, mientras qu::: la de Alemania sol.:> alcanz;:iba el 11.6 por 100, la de Inglaterra el 9.3 por 100, la de Franc;a nicamente el 7 por 100 y la de Rusia el 4.6 por 1OO. Los Estados Unidos lograban tambin una Yentaja cada vez ms acentuada en el tGrreno agrcola, gracias, sobre to:.lo, al desarrollo de los instrumentos de produccin mecnicos: en 1930, sus agrcultoes e:npleaban 1.020.000 tractores, en tanto que la agricultura europea. con la excepcin de Rusia, solo utilizaba 130.000. En este aspecto, la situJ.cin del mercado de capitales era Ja causa principal de la diferencia. Por ltimo, en el movimiento internacional de capitales. el papel principal correspondi a Estados U!1idos. En 1929, _sus inversiones e_n pases extranjeros alcanzaron. ai'rnx1madamente, Ja cifra de 15.000 millones de dlares: 5.300 millones en Amrica latina; 5.000, en Europ:i; 3.000, en Canad; y tambin en Japn. China e Indias holandesas. Pero Ja explicacin de esta superioridad americana no hay que ?~s carla solamente en esas condiciones tcnicas y financieras: las cond1c10nes demogrficas producan el mismo efecto. La pobl:J.cn europea, _cuya cifra global haba bajado en el perodo 1914-1919 como consecuencia de las prdidas de la guerra y la disminucin de la natalidad, empez a crecer desde 1920; y el ritmo de ese crecimiento fue incluso ms rpido que en los primeros aos del siglo. Antes de 191_4. _el increment? hab!a sido parcialmente compensado por el gran mov11mento de em1grac1on dirigido hacia el continente americano; pero ese movimiento encontraba ahora en los Estados Unidos una barrera: las leyes de 1921 y 1924. destinadas a impedir la degradacin ele la raza, ocasionada por la afluencia de eslavos y latinos, y a proteger el nivel de vida de la mano de obra establecan una restriccin tal, que Ja emigracin se r~dujo a 165.000 'personas en 1925, y a 150.000 en 1927. cuando en 1913 esa ci fra haba alcanzado cerca ele 1.200.000. Los efectivos de mano de ob1a clisvonibles en Europa aumentaron, pues, rpidamente, al reducirse la emigracin adulta masculina. En el mercado de trabajo. la demanda cr~ ca con mayor rapidez que la oferta. Entre 1923 y 192.7. el paro alcanzo, segn Jos aos, del JO al 17 por 100 de la mano c1c o~ra de Gran Bretaa; del 7 al 14 por 100. de la ele Al..::rnania; del 10 al 12 por 100. de la de Suecia; del JO al 22 por 100, c.k la de Dinamarca. La existencia permanente de ese excedente de mano de obra incit2.ba a retardar la inecanizacin, que agravara an ms el paro. . . . Esta situacin era de particubr importancia para bs. relaciones mternacionales. Las relaciones financieras entre Estados U mdos Y Europa repercutan en las relaciones polticas, tanto si se tratab3. de_J pago de las deudas de guerra de Francia y Gran Bretaa a Estados Urndos corr:o de los llamamientos que dirigan las industrias europeas a Jos capitales americanos. La bsqueda de materias primas y de mercados era uno
de los mviles esenciales de la poltica exterior japoneo:~:. En la misma Europa, la poltica continental de Gran Bretaa se orientaba, en gran medida, por el deseo de qu,e Alemania recobrase un lugar importante en la vida econmica; la cuestin de las reparaciones, que opona los intereses econmicos de Alemania a los de Francia. fue, durante estos diez aos, un factor que gravit pesadamente sobre las relaciones polticas de los dos Estad;:is; el inters que ofreca para la industria alemana y, sobre todo, pata la industria inglesa, la reapertura del mercado ruso explica algunas de las iniciativas p01ticas tomadas por los Gobiernos de Berln y Londres en relacin con el Gobierno sovitico. En fin, en los Estados euorpeos, la reaccin de fa opinin pblica ante Jos problemas de poltica interior y exterior fue muy diferente segn el contexto econmico y financiero en que se presentaran: crisis monetarias del perodo 19201924 o euforia relativa del perodo 1925-1928. , I:os fa~tores econmicos o financieros desempeaban, pues, c11tmo movdes o mstrumentos, un papel ms importante que antes de 1914 en la poltica internacional, papel que Ja interpretacin histrica no debe perder nunca de vista.
H. LAS TENDENCIAS DE LA I'STCOLOGL\ COLECTIVA
Pero la influencia de las condiciones econmicas y financieras es solo uno de los elementos de explicacin que deben retener nuestra atenc;1. Las te~dencias de Ja psicolo~a. colectiva no son de menor importancia, ta~to _s1 se trata de. J~s mov1m1entos de las ideas polticas como de las ag1tac1ones del sentimiento nacional. Las instituciones democrticas y parlamentarias haban atravesado la guerra de 1914-1918 sin sufrir daos aparentes, por lo que se refiere a los Estados donde esas instituciones haban enraizado durante el trans,. curso del siglo XIX (1); pero no resistieron tan bien las dificultades de despus ?e ~~ guerra. ~n Alemania, el rgimen electoral establecido por la Const1tuc10n de We1mar llev a la formacin de Ministerios de coalicin, condenados a arbitrar compromisos que conciliasen los intereses de los partidos representados en ellas. En Francia, la vida poltica se caracteriz por la crisis de parlamentarios, de mtodos d~ t2bajo en el Parlamento y, sobre todo, de Ja autoridad del poder ejecutivo; el d~seo de una reforma del Estado, de un remozamiento de las instituciones, comenz a aparecer en 1920; sin encontrar todava eco en la masa de b opinin pbli~a; tal deseo gan terrtno en el curso de Jos aos siguien,tes. En la misma Gran Bretaa, la mquina poltica rechin en varias ;o.casiones. En los tres Estados, el Parlamento, para hacer frente a nece1 s1dades urgentes, se vea obligado a renunciar temporalmente a sus atribuciones esenciales y a autorizar al poder ejecutivo para que legislase.
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El rgmen de los decretos-leyes sustitua. aqu y all, al rgimen de la ley; era una grave dejacin de los principios que, antes de 191..f, constituan la base del derecho pblico de la Europa liberal y democruca. La opinin pblica manif~staba por los principios de la democracia parlamentaria una desafeccin lo suficientemente grave para que, en 1928. se preocupase de ella Ja Unin Interparlamentaria. La causa inmediata de esas dificultades era el contraste entre la sociedad poltica y la sociedad econmica. El rgimen parlamentario, en el que los grupos profesionales, econmicos y financieros pueden intentar fcilmente imponer sus puntos de vista, es incapaz con frecuencia de constituirse en rbitro de los intereses divergentes entre productores y consumidores o entre grupos de productores, y de tomar rpidamente las decisiones que exige la situacin econmica o monetaria. Pero, en el fondo. lo que dominaba en aquella crisis era la existencia en Europa de regmenes nuevos que rechazaban la concepcin de! liberalismo democrtico. El comunismo ruso. despus de su victoria en la guerra civil (l ). ejercia su autoridad mediante la Tercera Internacional, que orientaba la accin de los partidos comunistas de Aiemania, Francia e Italia. pero que no encontraba tern:no favorable en Gran Bretaa, donde sus efectivos eran muy escasos. El fascismo, despus del xito de Ja marcha sobre Roma del 24 de octubre de 1922, quera aportar una solucin nueva al problema dd Estado; en 1923, hall eco en Espaa con la dictadura del general Primo de Rivera; y, despus. en 1925, en Polonia, donde el general Pilsudski estableci un sistema poltico autoritario. En las relaciones polticas internacionales. la presencia de esos regmenes autoritarios era una causa de inestabilidad y, a la vez. poda eonvertirse en una amenaza para la paz. Los movimientos antiparlamentarios de Francia y de Alemania, miraban bien a Mosc, bien a Roma: lo!! Partidos comunistas nacionales se adhirieron. por principios. a la poltica exterior de la Rusia sovitica; los grupos burgueses que simpatizaban con el fascismo deseaban que la poltica francesa favoreciese los intereses italianos. Los conflictos ideolgicos contribuan a agravar los antagonismos entre los Estados, y el poder personal senta la necesidad de afirmar en la accin exterior su prestigio y su voluntad de podero. La exasperacin de los nacionalismos y los rencores y odios que no poda dejar de provocar la aplicacin de los tratados, dieron gran importancia al problema de las minoras en aquellos Estados donde exisuan grupos de poblacin. a menudo numerosos (30 por 100 de los ciudadanos, en Polonia; 29 por 100, en Checoslovaquia). que consideraban extranjero el poder del Gobierno al que se encontraban sometidos. Antes de 1914, esas minoras nacionales (2) fueron, a veces, protegidas
Vanse pg. 828 y sgs. Sobre Ja cuestin ele las minoras nacionales antes de 1914, vanse pginJs 444-447 y 589-591.
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por las grandes potencias-:-en el Imperio. otom~no. por ejemplo-; pero esa accin, raramente desmteresada, fue mterml!enk. Ll'S autores de los tratados de paz quisieron sustitmr esa proteccin ocasiun;il por una garanta ms segura. Para apaciguar o prevenir los conl11ctos entre los grupos minoritarios y el Gobierno del Estado en douJt.: esas poblaciones se vieron obligadas a vivir, prometieron a los miembros d.e esos gi"upos que podran conservar su lengua, su religin, sus establec1m1entos escolares y de beneficiencia y utilizar tod9s los mtodos lcllos para defender sus libertades: libertad de Prensa. derecho de reunin y de ascdacin y derecho de voto. Catorce Estados nuevos tuvieron que .comprorn~'.erse a no establecer, por lo que respectaba a los derechos CIVIies y polttlco~, ninguna discriminacion en perjuicio de aquellos ciudadanos que se diferenciaran de la mayora por raza, lengua o religin. Dicho rgimen fu colocado bajo la inspeccin de la Sociedad de Naciones, cuyo Consejo debera examinar las quejas planteadas por lo~ miembros ~ninori tarios. Se trataba de una obra de paz, que respondia a un sent1m1ento liberal expresado con frecuencia antes de 1914, y que, aunque .impona presiones a los Estados en cuestin. poda resguardarlos de movumentcs irredendistas. Pero, en la prctica. ese rgimen no respondi, ni mucho menos, a las esperanzas de sus promotores. Los procedimientos entablados ante el Consejo de la Sociedad de Naciones por los miembros de las minoras nacionales estaban inspirados con frecuencia por motivos polticos, y el inters por proteger las libertades individuales o colectivas solo se. invocaba para utilizarlo como maniobra. Su objeto era acusar a detenrnnados Estados ante la opinin pblica internacional y afirmar. en el. ~;no del grupo minoritario, el sentimiento de protesta y. a veces, in el u~ . ;n sentimiento separatista. Estos procedimientos perpetuaban. pues, ,.,,"; situacin tensa. cuando estaban destinados a asegqrar la tranquilid' ~: de los Estados nuevos. La respuesta de los Estados en cuestin esta!: ns pirada por preocupaciones anlogas: los Gobier!JOS intentaban ob'. ;:r, mediante regateos diplomticos, complacencias ztululgemes dentro cid Consejo de la Sociedad; se quejaban de estar sometidos a un rgimen de excepcin, pues el sistema de proteccin a las minoras solo se aplicaba a ciertos Estados y. en muchos otros, los grupos minoritarios sufran presiones contra las que no podan interponer recurso alguno. Por eso, pedan la generalizacin del sistema. Pero la Asamblea de la Sociedad de Naciones. a partir de 1922. se negaba a e;o,.tender la aplicacin del estatuto de minoras. no solo porque tropezara, en caso contrario, con la oposicin de detcrmmadas grandes potencias (poda creerse que Gran Bretaiia aceptara que la Sociedad examinase la cuestin irlandesa?), sino tambin porque tema resucitar otras minoras nacionales en lugares en los que no existan tales litigios. Gracias a esos dt.:bates, lJ.Ue ocupaban gran parte del orden del da de las sesiones de la Sociedad, el problema de las nacionalidades goz de una amplia publicidad. El resultado era. con frecuencia. "el cultivo
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intensi/CJ, a temperatura de estufa, de todos los elementos de disociacin, perturbacin, in~stabiliclad y malestar". De este modo, aunque la importancia numrica de las minoras fuese en la Europa de 1919 la mitad menor que en la Europa de 1914, su importancia poltica haba aumentado ampliamente, segn atestigu uno de los hombres de Estado ms relacionado con la obra de Ginebra. No sera conveniente, para terminar con aquellas dificultades, pensar en un intercambio de minoras? Esa fue la solucin aplicada al caso de Turqua y Grecia en 1923. Pero los sufrimientos maforiales y morales ocasionados a esas poblaciones desarraigadas bastaron para la condenacin del sistema. Fuera de Europa, los movimientos originados por el sentimiento nacional tenan otro carcter. Indudablemente, la cuestin de las minoras nacionales se plante tambin en este caso; pero fue desplazada por problemas de importancia mundial, que pusieron sobre el tapete el destino de los intereses europeos en los otros continentes. Es cierto que las reivindicaciones nacionales no tenan siempre resonancia poltica internacional: la protesta de los nacionalistas en la India, cuando Gandhi. desaroll la campaa de no cooperacin de 1921-1922, era solo, en aquel momento, un problema britnico. Pero dos de esos grandes movimientos, los de China y del Islam, tenan internacionalmente un alcance singular (1). Los dos comenzaron en 1919 a adquirir importancia en este sentido, sin poder ejercer ninguna influencia eficaz en el acuerdo de paz. Qu nuevas caractersticas presentaron desde 1920 hasta 1930? Los movimientos nacionalistas musulmanes, que podan afectar en Asia y Africa a cerca de 250 millones de hombres. tomaron, a partir de 1920, nueva fuerza. La causa profunda de ese salto fue muy posiblemente la indignacin provocada por los acuerdos de paz que, no obstante las promesas wilsonianas, haban extendido el collfrol europeo sobre los pases rabes del Prximo Oriente (2). Los promotores de esos movimientos, a pesar de su intento de organizar la resistencia contra la dominacin poltica o contra Ja influencia predominante de Europa, adoptaban con frecuencia la tcnica militar de esos europeos y se inspiraban a veces incluso en sus instituciones polticas o administrativas; los puritanos, que manifestaban la ms profunda antipata hacia la civilizacin occidental, moderaban ahora su intransigencia, porque comprendan que si no aceptaban alguna de las formas de esa civilizacin, no seran capaces de liberarse de la dominacin extranjera. En la base de esos movimientos, la gran fuerza que animaba a las masas populares era el sentimiento religioso: eso, sin duda, explica la audacia y Ja tenacidad de los turcos, de las tribus rifeas y ele los senusitas. Pero los dirigentes y los jefes, a menudo, se hallaban desligados de
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pr~ocupaciones religiosas y se orientaban por designios polticos. En Egipto, Zaglul se guard muy bien de tomar posicin en la cuestin del Califato otomano y tampoco deseaba que los jefes religiosos interviniesen en la organizacin del movimiento nacional, pues aspiraba a que los cristianos coptos se a.sociaran a los musulmanes. En las Indias holandesas, la Asociacin Sarekat Islam, que formul el programa de las reivindicaciones indgenas frente al colonialismo holands, admita en su seno a los no musulmanes. En Turqua, Mustaf Kemal lleg hasta a proclamar la separacin entre la Iglesia y el Estado. En el perodo de 1920 a 1926 no se presenci ningn gran impulso de solidaridad musulmana. Aquellos movimientos invocaban una nocin occidental-la del Estado nacional-y pareca que no trataban de coordinar sus esfuerzos. Solo en raras ocasiones buscaron el apoyo de la Internacional Comunista, porque las masas musulmanas permanecan insensibles a la consigna de la lucha de clases y porque los dirigentes desconfiaban del ~rograma sovitico. Los soberanos de aquellos pases apenas estimulaban esas iniciativas. Las dinastas islmicas, all donde subsistan, deseaban la mayora de las veces soluciones de compromiso, pues una poltica de aventura podra producir su cada; el sultn otomano estaba incluso dispuesto a aceptar la proteccin extranjera, con tal que esta le consolidase en el poder. Eran hombres nuevos, dictadores, los que dirigan los movimientos nacionales. La divisin de los europeos era su mejor triunfo: el conflicto entre los intereses de Gran Bretaa, Francia e Italia, que se vigilaban entre s, intentando aprovechar, cada uno contra los dems, sus problemas comunes, y que no queran, sobre todo, sacar las castaas del fuego en beneficio de sus competidores; el conflicto de opiniones dentro de cada uno de aquellos tres Estados. entre los partidarios de una poltica imperialista y los que se oponan a ella por principios o por no querer aceptar las cargas que tal poltica implicaba.
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El movimiento nacional chino, que se haba puesto de manifiesto en mayo de 1919 (1). sufri un eclipse en 1920-1921, como consecuencia de la gravedad de la crisis interior. La guerra civil, suspendida durante la Conferencia de la paz, se reanud; librbase entre el Gobierno de Pekn-es decir: el grupo de generales corrientemente llamado el Club de An-Fu-y el Gobierno de Cantn, refugio de Sunt Yat-sen y los autores de la Revolucin de 191 L Los dos Gobiernos rivales se encontraban a la vez en lucha abierta con disidentes o rebeliones locales: en 1922, de las dieciocho provincias que formaban la China propiamente dicha, cuatro se hallaban bajo el dominio efectivo de Pekn, dos bajo el de Cantn y las otras doce, prcticamente independientes, estaban en manos de generales cuyo poder de hecho era discutido. con frecuencia. por otros rivales. Los Ser1ores de la guerra se acomodaban fcilmente a
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ese caos, pues extn an de el beneficios personales. Pero empezaban a perfilarse dos fuer ~s de resurgmiento: el Partido K11omi11tang y el Partido comunista. Sun Yat-sen reor .aniz, en 1923, el Partido Kuomintang, y en 1924 le dio una doctrina .cor su libro Los tres principios del pueblo. China-deca-se haba conve. tido en un mercado colonial; oprimida por las potencias imperialistas, era el esclavo de ms de diez amos. Para escapar de esa decadencia no haba otro camino que el de asimilar la civilizacin material de los occidentales, sin abandonar, por ello, la moral y la filosofa poltica chinas. En este aspecto, el pensamiento de Sun Yatsen no aada gran cosa a los temas habituales de los refarmadores, de Leang Ki-chao, por ejemplo (1). Pero la diferencia exista desde el punto de vista social y poltico. Sun consideraba que la situacin econmica de China era demasiado diferente de la de Europa para que fuese posible adoptar la solucin marxista; se limitaba. por tanto, a prever la nacionalizacin de las industrias esenciales; pero respetaba ntegramente la propiedad rstica, que solo aspiraba a corregir, mediante medidas fiscales, suprimiendo las desigualdades ms indignantes. En cuanto a Ja organizacin poltica, sera democrtica, es decir, asegurara a todos Jos ciudadanos el disfrute de los mismos derechos; pero no se inspirara en el ejemplo francs, ingls ni americano, no solo porque las caractersticas del medio chino no se prestaban a la aplicacin de los mtodos occidentales, sino tambin porque esos mtodos no eran en s mismos satisfactorios. China deba aportar, pues, su propia solucin : conceder a- la aristocracia de la inteligencia el papel dirigente; conceder a la masa un simple derecho de inspeccin, que solo podra ejercer despus de un - perodo de educacin. Los tres principios del pueblo llevaban, por tanto, a sugerir un Gobierno fuerte, muy diferente del que Sun haba propuesto en 1912. Se deba esa evolucin nicamente al resultado de las eJtiperiencias y decepciones del padre de la revolucin china? Se deba tambin, sin ninguna duda, al espectculo de las revoluciones europeas, que, tanto en Italia como en Rusia, haban llevedo ::i.l poder regmenes autoritarios. Pero la experiencia comunista, descartada por Sun Yat-sen. contaba con sus apstoles, que en 1919 comenzaron a extender sus ideas entre la juventud universitaria (2). En julio de 1921, Chan To-siu, designado por el Congreso de la Internacional Comunista para organizar el Partido chino, celebr en Shangai su primera reunin, asistido por Li Ta-caho y Mao Tse-tung; en torno a l solo hay todava un puado de hombres. Entonces fue cuando el Partido empez a reclutar adherentes en los medios obreros de la regin industrial de Honan-principalmente en los establecimientos metalrgicos de Han Yeh Ping-; sin embargo, hasta 1924 no llegara al mundo campesino.
(1) l2} Vase pg. 759. Vase pg. 760.
Frente a esas fuerzas materiales o sentimentales, que constituan una causa permanente de dificullades y desavenencias para las relaciones rnternacionales. las fuerzas de contrapeso se encontraban en decadencia desde la proclamacin de la ruptura entre la Segunda Internacional Y la Internacional Comunista. a princ1 pos de 1919 (1). La escisin entre el socialismo democrtico v el movimiento comunsta se realiz en Francia en diciembre de J920. 'y tambin en Alemania e lt:ilia. El socialismo, debilitado por esa escisin, tena menos probabilidades an. q~e antes de J914 de ejercer una accin enrgica enderezada al mante111rn1ento de Ja paz. . En realidad. el contrapeso ms eficaz que frenaba las fuerzas de disociacin durante Jos diez aos siguientes a la firma de los tratados de paz era el cansancio de los pueblos: agotados po~. un esfuerzo d~ma siado prolongado, esos pueblos aspiraban a la establlldad, a la segundad del maana; todava oponan una fuerza de mercia a cualquiera que hablase de guerra.
IH. LAS POLITICAS NACIONALES
En Jos grandes Estados que estaban en condiciones de ejercer ~u influencia, la orientacin de la poltica exterior segua .estando dom~nad~. evidentamente, por las preocupaciones que ya se mamfestaron al discutir el acuerdo de paz (2). Sin embargo, aparecan ciertas tendencias nuevas en el comportamiento de la opinn pblica o en las intenciones de los hombres de Estado. En Alemania, el rgimen democrtico improvisado por la Constitucin de Weirnar no tena races en la opinin pblica. La Reichswehr. cuyos mandos eran los mismos del antiguo ejrcito imperial, estaba alojada en la Repblica como un cuerpo extraFo: sin ~1'.1bargo, ~~ 1920 a 1926 aparent no tomar partido en el problema del reg1men poht1co_, pues quera ser, por encima de los par~idos, el ~gano ~e los gr~ndes mt~re ses nacionales y encarnar la patna, y al mismo tiempo deseaba evitar comprometerse. en espera del momento en que pudiera afirmar su primaca; el general Von Seeckt estimaba simplemente que no era todava posible cambiar la forma del Estado. Esa actitud d~ aparente reserva n? impeda al ejrcito, sin embargo, ejercer una autond~d. real en determinadas ocasiones: actuaba de co!llrapeso del poder clVll, porque el Gobierno no poda hacer frente, sin l, a las revueltas interiores. En la vida parlamentaria, el rasgo esencial era la posicin adop1'.1da por el Partido populista. gracias al impulso de Gustavo Stresemann. Mientras que en noviembre de 1922 los populistas aceptaron formar parte de un Gabinete de coalicin-el Ministerio Cuno-, que llev a cabo una
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poltic::. de resistencia ante Francia en e! problema de las repawciones. en agosto ic 1923, el jefe de los populistas adopt la polftica de la ejecucin de los tratados. Alemania iba, por tanto, a dejar de discutir el principio de las reparaciones, a respetar sus obligaciones de desarme y a afirmar que no quera pensar en el desquite. Los mviles inmediatos de ese cambio de. frente fueron, verosmilmente, los intereses econmicos. Para volver a constituir sus reservas de materias primas y renovar su equipo industrial. Alemania tena que recurrir a capitales extranjeros. Stresemann anot en su Diario personal: "Necesitamos urgentemente algunos miles de millones." Si el Reich no llegase a un acuerdo con los pases posedores de capitales. ira a un cataclismo econmico, pues-aada-"no. tenemos con qu financiar nuestras empresas". Cmo conseguir esto sin dar seguridades a los capitalistas ingleses y americanos? Adem<s. la actitud conciliatoria permitira obtener. a su debido tiempo, ventajas polticas. Alemania, una vez admitida en la Sociedad de Naciones. conseguira progresivamente la revisin del Tratado de Versalles. Evacuacin de los territorios renanos; intervencin diplomtica en favor de los alemanes que se encontraban bajo dominacin extranjera, en Checoslovaquia y Polonia sobre todo; rectificacin de la frontera poiaca con el fin de suprimir el pasillo: a ms largo plazo, en fin. integracin de la Repblica de Austria en el Reich: he ah las perspectivas que Stresemann indicaba, el 7 de septiembre de 1925, en una carta dirigida al ex Kronprinz de Prusia. La adopcin de esa lnea de conducta nueva, que durante seis aos iba a orientar la poltica exterior alemana, no era. pues, ms que una prueba de realismo poltico: Strescmann pensaba que Alemania deba escoger la orientacin occidental. Cierto que no se neg a negociar con el Gobierno sovitico en el invierno de 1925-1926, ni a prometerle. en abril de 1926. la neutralidad de Alemania, en el caso de que las Potencias Occidentales quisieran emprender una guerra de agresin contra la U. R. S. S.; pero en seguida utiliz ese tratado germanorruso como medio de presin contra Francia y Gran Bretaa para obtener un puesto permanente en el Consejo de la Sociedad de Naciones. Para Stresemann, la Rusia sovitica pareca ser, segn la expresin de un diplomtico alemn, "un triunfo para jugar contra ei Oeste" (1 ). Pero a medida que se desarrollaba la poltica de "ejecucin" de los tratados, iba adquiriendo fuerza la resistencia del nacionalismo intransigente en la opinin pblica alemana. En 1924 y 1925, cuando Stresemann anunci las lneas generales de su programa, choc solamente con las vehementes crticas de los alemanes nacionalistas, que entonces estaban apoyados por la quinta parte aproximadamente del cuerpo electoral. En las elecciones generales de mayo de 1928. en las que fueron numerosas las abstenciones, los partidos que aprobaban la poltica de ejecucin de los tratados reunieron todava 17 millones de votos, en un
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cuerpo electoral de cerca de 26 mil.lones de censo. Pero en septiembre de 1930 esos partidos perdieron 2.700.000 votos, mientras que el partido nacionalsocialista, que predicaba abiertamente la guerra de desquite, gan 5.600.000. Esta evolucin de la opinin pblica llama ms la atencin que los incidentes diplomticos. Consideraba la oposicin nacionalista que la poltica de cumplimiento de los tratados haba sido decepcionante? No condenaba Jos resultados de esa poltica; condenaba el principio. Se trataba de la manifestacin de inquietudes, o incluso de angustias, provocadas por las dificultades econmicas y sociales? En esa poca, la recuperacin econmica de Alemania, que se haba desarrollado en forma muy favorable entre 1925 y 1929, gracias en parte a la afluencia de capitales americanos (1), sufri, es cierto, un sensible retraso; pero sera en 1931 realmente cuando el Reich se vera seriamente alcanzado por la crisis mundial. Entre todas esas interpretaciones, la mayora de la PreJIS alemana no titube: la explicacin de ese desplazamiento de fuer:l:as polticas se hallaba en el mpetu del sentimiento patrtico y el deseo de borrar la vergenza nacional; las causas econmicas no desempeaban en tal ocasin papel activo alguno. En Italia, la crisis econmica, social y moral que se haba manifestado desde el verano de 1919, se prolongaba ya durante tres aos (2). En dos ocasiones, los disturbios interiores revistieron gra'fedad. Los Gobiernos efmeros-Nitti; despus, Giolitti y Sforza; por ltimo, Facta-, solo pudieron emprender una tmida poltica exterior. La situacin cambi a partir del golpe de Estado del 30 de octubre d~ 1922 y el advenimiento del rgimen fascista. La poltica exterior estuvo dirigida desde aquel momento por un hombre que no sufra la influencia de los partidos ni tampoco, en los primeros aos, la de los medios de los hombres de negocios. Mussolini, desde el armisticio de 1919, no haba dejado nunca de rechazar las tendencias del internacionalismo ni de insistir en la preeminencia del Estado, cuya soberana deba ser absoluta e intangible; haba afirmado su voluntad de restaurar la grandeza de Italia, no solo mediante la refundicin de las instituciones, sino tambin por medio de una transformacin espiritual, y de hacer reconocer sus intereses y derechos frente a consorcios demasiado inclinados a considerar a Italia como a un Portugal; haba anunciado, en fin, su voluntad de iniciar un perodo grandioso de la historia italiana. En sus primeras declaraciones pblicas, despus de la toma del poder, proclam sus intenciones. Si la Entente no se converta en un bloque homogneo y equi. librado, compuesto por miembros iguales en deberes y derechos, Italia recobrara su libertad de accin. Aunque no se viera obligada a ello, Italia debera evitar ligarse al sistema de la ~ociedad de Naciones, por''.. ;, (J)
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que el mantenimiento de una paz perpetua no era posible ni deseable y la ~ar~nta del statu quo .erritorial sera simpl!!mente un instrnmenro f rancomgles: los tratados de paz no eran eternos; deban ser revisados en el momento en que no se adaptasen a las realidades. De esas premisas se deducan dos principios para la accin. Por un I_ado. ~l Gob~e:no italiano ~eba dominar el Mediterrneo y expulsar de el a los_ paras1tos: ~l ~erhterrneo deba ser y sera el mare nostrum; la cuestwn del ~cJ.i:ittco se_ encontraba, como es natural, en el primer plano de esos objetivos m.!diterrneos. Por otro lado, la restauracin de Austria:Hun~ra, incluso er, forma de una simple Confederacin danubiana, sena peligrosa para los intereses italianos, pues esa Confederacin (a I?enos de realizarse bajo la gida de Italia) no dejara de emprender un mtento de expansin en direccin al Adrtico; lo mismo ocurrira en el caso de que ~lemania a?sorbiese a la Repblica de Austria, ya que los Estados danubianos termmaran gravitando en la rbita del sistema alemn, constituyendo una amenaza en la espalda de Italia que paralizara , es.~. Por eso Mussolini declar, el 20 de mayo de 1925, que no podna . tolerar nu~ca esa pa'tente violacin de los tratados que sera la anexin de Austria por Alemania". , Esa poltica exterior de la Italia fascista, tan brillantemente formulada, era solo s~perficialmente enrgica ; deba mantenerse circunspecta hasta q~e el p_a1s f~ese regener~d? ei_i todos los rdenes: poltico, moral. econmico y fmanciero. Mussoltm rmsmo seal esa necesidad en un discurse_> de fe~~ero de 1923. Pero la regeneracin era lenta. Desde el punto de vista P?httco . de 1925 ~ 1926 el r~imen atraves una crisis tan grave, q~e yarecta posibl~ _la _ca1da del fascismo. Desde el punto de vista econo~tco, la produccton mdustrial, que reciba por va martima las cuatro qumtas partes de sus ma!erias primas y combustibles, sigui dependiendo estrecha~e.nte del extran1ero. Y poda olvidarse la debilidad de los re~ursos mt11tares y navales? La flota de guerra en 1923 era inferior no s?lo a las. escuadras inglesas del Mediterrneo-no hace falta decirlo-, smo tambin a las fuerzas navales francesas; la construccin de cinco cruceros, que por entonces se decidi, no se terminara hasta I 932. Los proyectos de r~organizacin del ejrcito no fueron preparados hasta 1926 Y solo se :e~ltz~ban lentamente. Esto era lo que aconsejaba prudencia. Por eso_. m siquiera el desdn que el Duce manifestaba por ia Sociedad de Naciones, aquella "organizacin acadmica, sn vida ni importancia" le llev a la_ conclusin lgica. En lugar de abandonarla declar: "E~ general, prefxero estar dentro, y no fuera." ~ra confesar que no haba llegado la hora de realizar la obra "dura paciente, de lneas ciclpeas'', que anunciara la vspera de su Ilgad~ a poder.
l~ones en 1926) formaba las dos quintas partes de toda la poblacin con-
El gran Estado ruso, cuya poblacin (133 millones en 1923; 146 mi-
tmental, atraves en 1919 una crisis que casi produjo el hundimiento del
reg1men sovitico. La esperanza concebida por la Tercera lnternac1onai de que el impulso comurnsta se extendiese a Alemania y Hungra se derrumb rpidamente. E! Gobierno sovitico se encontr amenazado, sobre todo entre abril y octubre, por las ofensivas convergentes de los ejrcitos blancos. Pero al final del otoo el ejrcito rojo consigui destrozar esas ofe~1Slvas y recobrar la iniciativa de las operaciones. Entonces el Gobierno polaco enarbol otra vez la poltica de intervencin, abandonada ya por Gran Bretaiia y Francia, y ofreci su ayuda al ltimo ejrcito blanco que an combata, el de Wrange!, del sur de Rusia, en la prima vera de 1920. Esa poltica sufri un nuevo fracaso: h guerca polacorrusa permiti. sin duda, a Polonia extender sus territorios por Rusia blanca; pero no cons1gu1,) salvar a las tropas de Wrangel, que fueron puestas fuera de combate en noviembre de 1920, en cuanto termin la guerra polacorrusa. .. Solo desde esa fecha pudo el Gobierno sovitico dedicar ms atencin a su poltica exterior general, despus de haber conjurado los peligros mas inmediatos. Las condiciones psicolgicas y los rnoviles econmicos orientaban igualmente esa poltica. Los dingentes sov1t1cos no creyeron posible en 1919 una coexistencia pacfica entre su Estado y los grandes Estados capitcdistas: les pareca verosmil y lgico que las Potencias occidentales tratasen de suprimir el foco del cumurnsmo. El fracaso de la intervencin anglofrancesa disip ese temor. Algunos de esos dirigentes-esa era Ja opinin ue Lenin y Stalin-lkgaron, pues. a pensar que la coexistencia era posible, por lo menos durante algn tiempo, con la condicin de que el Gobierno de Mo~c cor1S1gu1era disociar el frente capitalista y evitar la : .,cnaza de una coalicin. Para alcanzar ese objetivo era necesario tranquizar a la burguesa: poner sordina a la acc111 de la Internacional Comunista ; dejar de agitar en Europa la bandera di: /u re\'0/11ciJ11: 1imiiar su programa al estabkc1miento del comunismo en un solo pas; conc:uir pactos de no agresin con los vecinos rnme~liatos; obtener que los .otadcis de Europa occidental rccon0<;ieran de jure al rgimen sov1llco, ..:vnstituan los medios para ello. Esa tctica no cerrarfa el camino del futuro, pues bastara cun que el Estado comunista existiese para que su ejemplo, ms pronto o ms tarde, hiciera vacilar el mundo. Esa concepcin poltI>::a fue rechazada por Trntsky, porque testimoniaba un oportunismo demasiado prudente y. adems, resultaba peligrosa: ""rt:nunciar a provocar la revolucin mundial era-deca-correr un grave riesgo. pues la Europa capitalista. s1 quedase mtatta. querra necesariamente. un da u otro, destruir al rcunen sovitico". Ei conflicto qued en estado latente l1asta el otoo de 1924. pero estall despus de Ja muerte de Lenin. Las necesdadt:s econmicas reforzaban la poltica de buen entendimiento temporal. La gut:rra cvil y la resistencia opuesta por ;,~, intereses de la propiedad privada a la aplicacin de las medidas gub_ nentalcs trajeron consigo Ja ruina de la produccin industnal, la dis .icin c.k
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la prod,:cdn agrcola y la paralizacin de los transportes ferroviarios. Lenin ~;~: vio obligado a realizar, segn su propia expresin, un repliegue estratgico en 192 l, renunciando parcialmente a la aplicacin de los principios comunistas y restableciendo, con el fin de conseguir un aumento de h produccin, el estmulo del inters de la propiedad privada. La 1111ei:a poltica crn11111ica (N. E. P.), expediente momentneo, expresamente anunciado como tal, se prolong durante cerca de cinco aos; tal poltica implicaba el recurrir a los tcnicos, e incluso a los capitales extranjeros, para reorganizar las fuerzas productivas, y, por consiguiente, a la reanudacin de relaciones econmicas y financieras con los Est?dos extranjeros. Cierto que la N. E. P. fue abandonada en 1927, cuando Stalin, desnus de eliminar a Trotsky, adopt en ciertos aspectos. el programa de ~u adversario. Pero Ja planificacin sovitica. en sus dos facetas-desarrollo de la industria pesada y socializacin de la explotacin agrco!J.-, colocaba en el centro de su programa el reforzamiento del equipo mecnico. Las fbricas rusas no estaban todava en condiciones de suministrar esas mquinas y ese material; Jos realizadores del primer plan q11inq11enal tuvieron que recurrir, pues, al extranjero. Las relaciones econmicas con Jos grandes Estados capitalistas seguan siendo casi tan necesarias como lo fueron en los aos precedentes. Predominaban los mviles econmicos? O los mviles polticos? Son preguntas vanas: se trataba de dos aspectos de una misma preocupacin, en el fondo defensiva, en la medida en que su objetivo esencial era garantizar la supervivencia y la seguridad del Estado sovitico. Pero aquella poltica era defensiva solo en Europa. Los mismos hombres -que crean necesario adoptar una posicin de repliegue en sus relaciones con las potencias occidentales, donde se encontraba, segtn palabras de Stalin, el "centro de la explotacin financiera del mundo", queran tomar Ja iniciativa en Asia, zona de dominacin colonial o semicoloniai de esas potencias. Al favorece~ el desarrollo ele movimientos revolucionarios en la India, Irn y China. la Rusia sovitica provocara una crisis del capitalismo en los Estados europeos-sobre todo en Gran Bretaa-, cuya industria tena gran necesdad de esos mercados ex teriores y de esas reservas de materias primas. 1\i mismo tiempo intentarla extender su propia influencia por las regones del mundo habitadas por grandes masas humanns, sin pedirles, por lo dems, su adhesin al comunismo. "Tender la mano a los ochocientos millones de asiticos", atizar su sentimiento xenfobo, repitindoles que el capitalismo europeo era el responsable de su miseria: tal haba siclo el programa expuesto por Zinoviev en 1919 en el Congreso de la lntcrnaciona 1 Comunista. Len in lo hizo suyo en el momento en que practicaba en Europa una poltica de repliegue. Lenin deca en 1923 que la victoria del bolchevismo en el mundo dependera de esa colaboracin con los pueblos asiticos: "Compensaremos en el ciento por uno lo que hemos perdido en los pases europeos."
La victoriosa Francia posea en 1920 la fuerza militar. Era la nica potencia continental que dispona de un gran ejrcito. Sin embargo, ni la victoria ni esa fuerza armada bastaban para formar en el pueblo francs una mentalidad de pueblo vencedor: los observadores extranjeros no dejaron de testimoniarlo. Cules eran los rasgos ms notables en aqu~I estado de la psicologa colectiva? La conviccin de que el peligro alemn reaparecera en el futuro, a causa de Ja superioridad demogrfica e industrial; el sentimiento de que la victoria de 1918 no hubiera sido posible sin el apoyo de Gran Bretaa y los Estados Unidos, junto al temor de que esas condiciones favorables no se repitiesen en otra futura ocasin; el cansancio, por ltimo: despus de un esfuerzo agobiante que haba costado al pas el 20 por 100 de su poblacin activa, la opinin deseaba una disminucin rpida de las cargas militares y crea que la poltica de potencia resultaba cara. Esa inquietud y esa fatiga, es cierto, no alcanzab~ a toda la burguesa francesa, en la que ciertos medios, sobre todo entre los grupos polticos de la derecha, dban muestras de una confianza imperturbable y de una firmeza intacta; pero la inquietud y la fatiga se bailaban muy extendidas en la mayora de la poblacin. La preocupacin dominante, en consecuencia, era asegurar al pas contra una revancha alemana, pero sin exigirle la continuacin del esfuerzo militar. Las dificultades econmicas y financieras confirmaban tal sentimiento de precariedad: el volumen considerable del dficit presupuestario (::n 1919, mientras el total de los ingresos pasaba apenas de once mil millones, los gastos alcanzaron los cuarenta y nueve mil millones): la ur~er.te necesidad de restablecer los medios de transporte en las regiones devastadas y de indemnizar a los perjudicados de guerra, para que la industria pudiera reconstruir su utillaje; la perspectiva de tener que pagar las deudas contradas con Gran Bretaa y los Estados Unidos durante la guerra. Poda contar Francia con la ayuda extranjera? No era probable, pues a partir del armisticio el Tesoro americano haba decidido. en principio. suspender en seguida la apertura de crditos a los Estados que haban sido asociados de los Estados Unidos. El pago de las reparaciones previsto en el tratado de paz resultaba, por tanto, indispensable: si Alemania no pagaba, como escriba, en 1921, el informante general del presupuesto, el problema era insoluble. Pero era difcil conciliar esa tendencia de la psicologa colectiva y de las necesidades financieras. El pago a ttulo de reparaciones no sera posible ms que en la medida en que existiese un excedente en las exportaciones alemanas; la recuperacin industrial del Reich resultaba, pues, la condicin previa y necesaria para el pago de las reparaciones ; pero la reconstitucin de esa potencia industrial concedera al vencido un potencial de guerra. Contradiccin interna que la opinin pblica francesa solo comprenda lentamente. Por lo que se refiere a la poltica exterior, la cuestin alemana c0nstitua, por consiguiente, la preocupacin central: todas las dems dificulta-
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des-las que surgieron en el Mediterrneo o en el Pr:rnno Oriente, por ejemplo-eran secundarias; a veces podan inquietar a los medos polucos, pero no encontraban eco prolongado en la opinin pblica. Qu~ poltica adoptar frente a un vencido que solo temporalmente sera dbil? Los polcos, los diplom~ticos y los militares estaban de acuerdo en pensar que la seguridad de Francia, a falta del pacto de garanta que los Estados Unidos y Gran Bretaa se haban negado a ratificar (l). deba apoyarse en un sistema de alianzas en la retaguardia del enemigo potencial. Al concertar tratados con los Estados vecinos de Alemania--Checoslovaquia, Polonia, quiz la misma Blgica-, Francia podra contener el esfuerzo de expansin almn que, dirigido al principio contra los puntos ms dbiles del nuevo estatuto europeo, revestira en seguid.i un cariz amenazador para ella misma. La opinin pblica, en general. no discuta la necesidad de esas alianzas. Los hombres de negocios eran favorables a ellas, pues el proiectorado militar francs en Praga o Varsovia abra el camino para una expansin econmica y financiera, en la que las grandes Bancas parisinas colaboraban con las grandes empresas metalrgicas. Pero, enmarcada por ese sistema, la poltica alemana de Francia se puso en discusjn a partir de 1921 : las dos tendencias divergentes que se dibujaron estaban relacionadas con el temperamento y las concpciones personales de dos hombres de Estado, Raymond Poincar y Arstides Briand ; tambin tuvieron resonancia en la opinin pblica. Segn unos, Francia, gracias a la preponderancia militar, que deba esforzarse por mantener, estaba en condiciones de exigir la aplicacin ntegra de las clusulas del Tratado de Versalles y de recurrir, si fuese necesario, a la coercin. Esa actitud firme tendra, adems, la ventaja de consolidar el sistema de alianzas en la retaguardia del enemigo, puesto que dara confianza a los Estados con los que Francia contrajera com't'romisos. El Gobierno francs tena el deber de seguir esa poltica, sin detenerse ante las posibles objeciones de sus antiguos aliados. Por qu haba de renunciar Francia, n siquiera parcialmente, al ejercicio de sus derechos? Por qu haba de renunciar a imponer el desembolso de las indemnizaciones de guerra, que era un simple acto de justicia? Por qu haba de consentir en limitar la independencia de sus tkcisiones? Ese estado de nimo, que era el de los medios polticos de derechas, fue compartido, de 1920 a 1923, por un sector del grupo parlamentario radical. El hombre de Estado que encarn aquella poltica fue Raymond Poincar, cuyo nacionalismo de lorens se hallaba siempre akrta y cuyas inquietudes de jurista se satisfacan siempre que se presentabu ocasin de defender un pleito considerable. Otros pensaban que no sera posible, durante mucho tiempo, mantener a Alemania en un estado de impotencia mediante la ocupacin renana, el desarme y el pago de las reparaciones .. Arstides Briand fue
(l) Vanse pgs. 798 y 799.
quien expres esa tesis con mayor claridad en un discurso pronunciado en Saint-Nazaire en octLbre de 1921. Francia-<lijo-tena que contar con la opinin pblic:i britnica, que reprobaba una poltica de impos c10nes; no poda pbnkarse una lnea de conducta cuyo resultado sera la ruptura de wda la solidaridad francoinglesa. No caba que Francia ignorase durante! ms tiempo la tendencia de la opinin mundial, que deseaba que Alemania escapara a "la sujecin financiera y recobrase su puesto normal en el circuito de los cambios col/lerca/es. A la larga, Francia no podra. pues. impedir el resurgir de una Alemania fuerte. pues la ejcucin ntegra del Trata do de Versalles solo sera posible mediante una accin colcctirn. hiptesis inverosmil. No se debera intentar. por tanto. cwwli::.ar haca la pa::. el empuje de ese resurgimiento? Felipe Berthelot escribi a BnanJ. en enero de 1923: "Alemania ser, en un laoso de veinte a cincuenta aiios. ms fuerte que Francia." Para evitar LIIi nuevo conflicto. en el que Francia estara condenada, interesaba que la Repblica alemana renunciase a la guerra de revancha. El medio para t:l!o sera detcrmlllar un cambio en la mentalidad alemana, demostrando que una colaboracin entre los dos pases era posible y sera fructfera. Pero la colaboracin implica concesin. No hay que asombr.arse d que Brmnd, dspus de haber seguido en la primavera de 1921 la :corriente nacionalislJ y haber quendo-segn sus palabras-"echar!e la mano al cuello a Alemania", se deslizase. meses ms tarde, por esta nueva dirccin: desJc los veinte aos, siempre haba pensado que la poltica era el arle de borrar las discrepancias. Que la mayora de la opinin pblica rndicara en 19:25 su conversin al programa briandista, tampoco es sorprcndnle, pues ese comportamiento estaba en consonancia con el profundo deseo de quietud de es.i opimn. La sorpresa sera la adhesin. aunque muy reticente, es cierto. que el mismo Poincar acabara por otofgar a la poltica de conciliacin, en 1928. La posicin de Gran Bretai.i frnte a las grandes cuestiones internacionales estaba dominada. desde fin<!lcs de 1919. por inquitudes tradicionaks. en la oflentac1n del espritu pblico, el idealismo pacfico. las preocupacions utilitarias, la voluntad de compromiso; en la concepcin general de la poltica exterior. el temor de cualquier hegemona continental en Europa y la voluntad de proteger. fuera de Europa. la seguridad de las rutas martimas, indispensables para la existencia del Imperio bfltnico y l restablecimicnt,> de la influencia econmica inglesa. Pero en las relaciones con el continente europeo ya no poda hablarse dc h 'udta a b polftica de aislamiento. abandonada desde Jos primaos aiios del ~i~lo xx; Gran Bretaa comprendi, decididamente, que no podra. s111 comprometer su propia segundad, mantenerse apartada; se daba cuenta de que era europea. Qu matices se daban dentro de aquellas ternlcncias generales? .. , Tanto en los medins parlamentarios como en las masas. la opimon pblica pareca orientarse por tres hchos. Gran Bretaa, una vez des-
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truida. Ja potencia naval aiemana, dispona de un~ .s~perioridacl na\:al en os mares europeos. que protega a las Islas Bntamcas de cualquier invasin el temor de un desembarco, que haba existido durante algunos aos. anies de 1914, desapareci. Pero el equilibrio continental.~ .estaba asegurado. pues Francia, el. nico pns .que posea un ~ran e1erc1to, se esforzaba en establecer un sistema de alianzas que podn.a darle la hegemona. El deseo de seguridad y el sentimiento de precariedad del pueblo francs seguan siendo ininteligibles para la opini?n pblica inglesa. no solo porque esta raramente intentaba comprender el punto de vista de los dems, sino tambin porque eluda las prev1s1ones a largo plazo: pue~to que en un futuro prximo no era posib~e. una guerra. alemana el~ desquite, por qu mantena Francia fuerzas militares excesivas .Y quena a.gru~ar a su alrededor a los nuevos Estados? En el fondo, ciertos medios rngleses sospechaban que la nacin francesa conservaba amhcio11.c~ .napolenicas. En fin. esa poltica fra~cesa, aunqt~e, fuese menos am~1c1osa de lo que pareca, contrariaba los mtereses b~1ta~1cos. en la medida en que retrasase una sit11a~i~n europea ~st~blc, md1spensa?le para el,, res: tablecimiento de las actividades economicas en el contmente. En ~fec to: por una parte, las promesas dadas por la diplo~nncia. fra.n.~:sa a los nuevos Estados permita a estos oponerse a la amistosa rev1s1~n .de Jos tratados de paz. prevista por el artculo 19 del Pacto de la So~1;dad de Naciones (1); y la mayora del pueblo ingls-~ ese era tamh1en :1 estado de nimo de los altos funcionarios del Fore1gn Office-no creta que el continente europeo pudiera permanecer en una. sit11aci1Z ~sttica y estimaba que, para acabar con las .re.nci!las .. ei me1or procedurnento sera el de discutir francamente las re1vmd1cac1ones de lo~ Estados IZO satisfechos. Por otra parte, la poltica de cercar a Alemarna no er~ deseable porque, con ella, se corra el riesgo de perpetuar, en estado crom~:o, dentro de aquel gran pueblo, sentimientos de amargura y de rebcl~1a; no era aislando al Reich como se llegara a establecer una segundad permanente; y tampoco arruinando a la po!:Jlaci.n alemana, es decir, manteniendo la dislocacin de los mercados contmentales, como sera . posible reanimar la prosper.ida.d econmica., Gran Bretaa. por cons1grnente, no deb1a contraer amplias r'-sponsabilidades en los asuntos del continente. Los medios polticos admitan, sin embargo, que era opo~tuno tener en cuenta, en alguna medida. las preocupaciones d:~ fr:rncia. aunque pareciesen exageridas. Pero. de qu manera? . , La primera solucin posible sera la conclus1on de un pa;to de garanta con Francia, que se aplicara en caso. de ataqu~ .alernan no, provocado, incluso si la iniciativa alemana tuviera por onieto, .~0 ~'._la violacin de fronteras, sino tambin la violacill' ele la desmil1tanzac1on de Renania. Una promesa en tal sentido fue hecha po.- Llod_r George a Ckmenceau durante la Conferencia de la Paz; pero c:iduco por culpa
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de la defecci11 de los EstadC1s l!ndm. Lloyd George volvi a hacer Ja promesa. con ocesin de la Conferencia le Cannes, a principios de enero de l 922; pero pidiendo, a o mbio, la adhesin del Gobierno francs a un plan de rrconstruccin econmica de Europa, cuya consecuencia inmediata sera la reduccin (k los pagos a Francia a ttulo de reparaciones. La segunda solucin-la que sera adoptada en 1925 por Austen Chamberlain, quiz aconsejado por lord Curzon-consista en el ofre_.cimiento de garanta a Alemania y, al mismo tiempo, a Francia: de este modo, Gran Bretaa no participara en una alianza contra terceros y evitara asociarse a un grupo de potencias; suscribira un compromiso imparcial. Pero esa promesa debera limitarse al estatuto renano: el Gabinete ingls no pretenda garantizar la situacin territorial estableC'ida por el Tratado de Versalles en el sur y el este de Europa. Especialmente A,usten Chamberlain, no crea que el pasillo polaco pudiera subsistir por mucho tiempo; crea que Alemania, debido a su podero econmico, estara en condiciones de obligar a Polonia a una aproximacin, dentro de algunos aos, aproximacin que sera seguida de la revisin de fronteras; en cualquier caso-escriba-, "ningn Gobierno britnico querr, ni podr nunca arriesgar los huesos de un brigadier ingls" por ese asunto. Al rehusar contraer ninguna responsabilidad hacia aquellos nuevos estados. que eran aliados de Francia, Gran Bretaa tena que admitir que el ejrcito francs haba de conservar medios suficientes para intervenir, solo, en defensa del mantenimiento del statu quo. En resumen: aquella poltica inglesa se basaba en la conviccin de que Alemania se contentara con los medios diplomticos para obtener la revisin progresiva del Tratado de Versalles, sin intentar recurrir a la fuerza; la apreciacin fue exacta durante los diez aos que siguieron a la firma de los tratados de paz. En las relaciones entre Gran Bretaa y los otros continentes, llaman Id atencin dos nuevos aspectos. Tanto en Europa como fuera de ella, la base esencial del podero ingls era, antes de 1914, la preponderancia naval. Esa preponderancia se haba consolidado en Europa, pero, en otras partes. haba desaparecido: Gran Bretaa, para tener que evitar la carrera de armamentos. en la que Estados Unidos, gracias a sus recursos industriales y financieros, no dejaran de aventajarle, se vio obligada a aceptar la paridad de las fuerzas navales. en la cakgora de acorazados y grandes cruceros; ese retroceso la privaba de uno de sus triun. fos ms slidos en. la realizacin de su poltica exterior. Por otra parte. 'las formas nuevas del estatuto imperial obligaban al Gabinete ingls a tener en cuenta los sentimientos y los deseos que expresaban los Gobiernos de los Dominios : sin consulta previa, no podra contraer compromisos en nombre de los Dominios, por lo menos cuando se tratase de la posible participacin en un conflicto armado ; y era difcil armonizar todas las inquietudes, pues el horizonte de los Dominios era siempre
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VIII LAS NUE\'.\S INFLUENCIAS.--us PULITICAS NACIONALES
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de carcter regior..il. Lo ddicado de la situacin se haca senllr, sobre todo, en el taren(! de la segundad colectiva. Los Domimos, debido a la abstencin de los Estados Unidos, miraban el sistema ginebrino con alg~na reticencia ; ( iran Bretaa, miembro de la Sociedad de Naciones y miembro de la Ce mmonwealth, tenia 4ue conciliar aquellos dos deberes. Si el Gobierno in ks-deca Austen Chamberlain-aceplase incrementar sus compromisos t n el marco de la Sociedad de Naciones, no sera de t~mer tue los Do, ninios rehusasen seguir ese camino y rcc~1perusen su li_bertad'? El Gabu de britnico se vio obligado, pues, a bu~car transacc10nes. Sus preocupac1c nes navales e imperialc:s llevaron a la diplomacia 10glesa a conceder 'reciente importancia i.i la amistad con los Estadus Unidos. A los. sent men.tos de solidndad moral, 4ue ya t:i.1stian antes de _ l ':H4, las c1rcunc tancias nuevas aadan argumentos impa1osos: necesidad de contar con el apoyo de la Ilota americana del Pacfico; deseo_ de prec,a:'erse c,rntra el nesgo que supona la atraccin 4ue Estados Umdos eiercian sobre Canad y Australia; propsito de tratar con miran:uento~ los grandes intereses tinancieros americanos, cuy hostilidad sena, pd1grosa _para la City londinense. Todo ello explica la docilidad de Gran Bretana en sus relaciones con los Estados Unidos. El Gabinete mgks, que no quera tomar en Ginebra niciatvas susceptibles de inquietar a los Domrn1os, se negaba, con mayor lirmeza an, a escoger entre la Sociedad de Naciones y la Unin americana. La _rolli.ca bntnica no poda ser, por tanto, francamente europea; era ret1cenc1a era la causa ms profunda de las divergenc 1 ~1s franco-inglesas.
Esta~os Umdo~ dilrante la administracin republicana que sali de las
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elecciones presidenciales de 1920. Pero la aplicacin del principio fue solo parcial. En las relaciones con Europa, el Gobierno de Washington rechazaba en trminos categricos, toda responsabilidad e iniciativa~ Los interese~ de la Unin, segur~ declar el secretario de Estado, Hughes. eran di/ eretlle~ de los de Europa, y la diplomacia americana deba, en consecuencia, mantener una posici11 inde:endiente. Sin embargo, t:sa independencia . que se consideraba necesaria en el terreno de la poltica, era concebible en el econmico_ y financiero'? Los industriales, los agrfcultores y los banqueros amencanos no podan desinteresarse de los mercados europeos, ni los contribuyentes del pago de las deudas interaliadas. Los ~ombres de negocios se daban cabal cuenta de que la recuperacin c~onom1ca de Europa depcnde<a en gran parte de la amplitud de inversin de capllal~s y de que el principal proveedor de esos capitales seran lo~ Estados Umdos: los productores americanos podran manten;;r o ampliar sus exportaciones gracias a ese movimiento de capitales. El Gobierno d:::s~aba, por tanto, el desarrollo de esas inversiones. Sin duda, dejaba
a los bancos la responsabilidad Je sus decisiones; pero les daba consejos, opiniones, advencnc1as; y si se emita un emprsllto extranjero en el mercado financiero americano. impona su inspeccin, especialmente si tema que el producto del emprstito sirviese para financiar armarnentos. La caracterstica Jns chocante de esa conducta era el desacuer~ que se daba entre la actitud poltica y la actividad econmica. La primera aparentaba ser negativa; no lo era por entero. porque la diplomacia americana contrnuaba favoreciendo los tratauos de arbitraje y de desarme y enviaba cun frecuencia observadores. sin carcter oficial. a las conferenc::.i~ internacionales en ias que no poua, Je acuerdo, con sus principios, tener Jekgados; pero ia diplomacia americana se negaba siempre a conlJ.er cu:ilqu1cr compromiso. La segunda se preocupaba no solo de proteger por doquier los intereses comerciales y financieros americanos, sino tamb1cn de asegurar la partcipacn oficial de los representantes de los Estados U rnJos en las organizaciones internacionales de carcter econmico, social o tc111co. La auministracn republicana no intent atenuar ese desacuerdo, ada ptanuo. en sus relaciones internacionales, los medios polticos a las preocupaciones econmicas. Pero el "aislacionismo" no era aplicable en Extremo Oriente ni, naturalmente, en la Amrica latina. Los mtereses econmicos americanos, presentes y futuros. en ese mercado chino qut: ofreca ms de cuatrocientos millones de consumidores: la voluntad de salvaguardar las posiciones estratgicas conseguidas por los Esta!-Ios Unidos en los archipila~s del Pacfico y la propaganda de las misiones religiosas, incitaban al Gobierno de Washington a enfrentarse -con el imperialismo japons. Para lograrlo era necesario que la poltica amencana aceptase ciertas responsabilidades, concertando acuerdos con los estados de Europa occidental y, en primer lugar, con Gran Bretaa. A pesar de ello, el Departamento de Estado deseaba atenerse a la presin diplomtica y no se planteaba el contraer compromisos que implicasen un posible empleo de la fuerza. Las preocupaciones estratgicas, que antes de 1914 habfan sido un importante mvil de la poltica en Amrica latina, istmo de Panam y todo el litoral Jel mar de las Antillas, se hallaban satisfechas: bastaba con que el Gobic.:rno de los Estallos Unidos velase por mantener los resultauos conseguidos, utilizando, en forma apenas atcn~ada, los mtodos de la diplomacia del dlar. Ahora eran las preocupaciones econmicas las que ejercan una mflucnca decisiva; obligaban a los Estados Unidos a extender su accin por Amrica del Sur, en donde, hasta 1914. solo haban tenido una importancia secunuara en la explotacin de los recursos materiales y en la inversin Je capitales. El eclipse de Europa durante la guerra 1914-1918 haba dejado el campo libre a los exportadores y negociantes americanos; los objetivos de esa poltica consistan en ampliar los primeros resultados, sobre todo en las regiones donde existan reservas de materias primas, y al mismo tiempo afirmar la posicin dominante que posean en el continente. La consecuencia necesaria
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fue ~uc los intereses europeos se vieran obligados a r cediendo terreno pocG poco. La posicin internacional de Japn segua estando orientada por factores econmicos y demogrficos que le impulsaban a una poltica de expansin (l ). Eodrfa clc'sarrollarse esa poltica por procedimientos pacficos o exigira recurrir a la fuerza? Desde 1920, los dirigentes nipones se hallaban divididos a ese respecto. Y la divergencia no hara ms que acentuarse en el transcurso de los aos siguir.ntcs. La expansin pacfica deba contentarse con los procedimientos habituales de la accin comercial. Buscar una apro:rimacin econmica con China, 9ue ab~orba el 22 por 100 de las exportaciones niponas, y, para consegmrlo, afirmar el respeto a la soberana e integridad territorial chinas; crear organismos encargados de Ja compra de materias primas, eligiendo los proveedores en aquellos estados que, en caso de guerra general, no se convirtieran en adversarios de Japn; encontrar nuevos mercados de exportacin, por ejemplo, en las colonias europeas, donde el cliente, a~ que interesaba ms el precio que la calidad, era apropiado para apreciar los productos de la industria nipona: tal era la tesis de Jos dirigentes de los grandes trusts-el barn Mitsui, que controlaba 284 empresas, con un capital global de 26 mil millones de francos; el barn Iwasaki, jefe del grupo Mitsubishi, que contaba con 92 empresas-. Esa era tambin Ja opinin de las asociaciones de industriales cuyos jefes se reunan en el Keizai Club, estado mayor de la economa nipona. Estos medios dy los negocios realizaban una accin importante en Ja vida poltica, pues concedan subvenciones a los partidos, tenan influencia en los peridic1s de gran tirada y no teman comprar votos cuando llegaban las elecciones. Los partidarios de una expansin armada decan que tal moderacin era peligrosa. Japn no deba- correr el resgo de verse privado de materias primas o de sufrir un boicot. Para evitar esos peligros. el nico medio sera establecer la dominacin directa o la influencia poltica sobre los territorios que fuesen de importancia esencial como reservas de materias primas o mercados exteriores. Esto concordaba con la misin del pueblo nipn, llamado a dirigir y unificar las poblaciones asiticas. Esa t:sis imperialista tena su foco principal en los Estados Mayores del Ejrcito y la Marina; contaba tambin con numerosos partidarios en el seno de la alta administracin y entre Jos portavoces de determinados medios universitarios. La primera etapa de esa expansin armada cubrira Manchuria; .la segunda, el norte de China. Yendo ms lejos, los extremistas -Kita Ikki. sobre todo, en la obra que public en 1919, Las bases de /a reconstruccin del Japn-llegaban hasta sugerir una expansin a expensas de las grandes potencias europeas que posean en la zona dei Ocano Pacfico taritorios exageradamente extensos: Australia y Siberia ex(1) Vase pg. 768.
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.l.
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tremo oriental. No hay que decir que esa poltic:i haba de ser S('Slenida por un gran esfuerzo de rearme y, como corolario de l, olro esfuerzo fiscal; los ultra~, in~!uso pa_ra cubrir los gastos de ese rearme, pensaban en una conf1scacion parcial del capital. D-:sd~ 1920 a 1930, en aquel conflicto de tendencias; domin la tes:s de la expansin pacfica. con la excepcin de un breve intermedio. La agitacin imperialista, sin embargo, fue incesante y a veces amenazadora, pues los extremistas constituan una organizacin combatha. la sociedad Rosinkai, que utilizaba procedimientos de intimidncn. e incluso lleg en ocasiones hasta el asesinato. Pero la burguesfa de los negocios do~i n.a ba e~ la <7mara de Representantes, a travs de su portavoz, el, partido Se1yukai, que desde 1921 dispona de la mayora relativa. La crisis econmica incit a e:;e partido a pedir, en 1922, la disminucin de los g~stos de rea~~1e, con <:l fin de aligerar las cargas fiscales, y a precon;za~ u:-a poht1ca ext~nor moderada, pues cualquier presin bruta~ que se e3erc1era contra Chma podra provocar reacciones en los medios 'econmicos chinos, cuyas consecuencias perjudicaran a los exportadores japo.neses._ Durante cinco aos, de 1924 a 1927, y despus en 1929-1930, el M!111steno de Asuntos Extranjeros fue dirigido por el barn Shidehara, yerno del barn lwasaki y, por consiguiente, muy ligado a Jos intereses de los trusts. sue la poltic:i exteri<;>~ del Japn se manifestase. por algn tiempo, mediante tendencias conciliadoras y prudentes era algo inesperado para el mundo contemporneo. Ser superfluo subrayar la caracterstica fundamental de este cuadro gen.eral de las polticas nacionales? La posicin tomada en los Estados ~mdos por e! Gobierno y la op~nin pblica era en 1920, y lo seguira ~iendo ~espues, el factor determmante de la evolucin de las relaciones mternac1onales. Esa posicin fue la causa porfunda de lo qne hubo de precario en la organizacin de la paz.
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CAPI1ULO IX
LA CUESTION ALEMANA
rue, sobre todo, Francia Ja que hizo establecer en el TrataJo ~ Versalles ciertas limitaciones a la sob~rana alemana y las cargas fina1cieras que gravaban la economa del Reich (1); era Francia quien tkseaba mantenerlas para garantizar su seguridad y conseguir la reconstruccin de las regiones devastadas. Pero las preocupaciones por la seguridad y el pago de las reparaciones no podan tener ms que un mediocre inters para Gran Bretaa. que deseaba que Alemania recobrase su puesto en Ja produccin y en el comercio de Europa. Los medios polticos alemanes, desde finales de 1919, daban por descontdo que esas divergencias entre Jos intereses de los vencedores les permitiran obtener una rev1s1on progresiva de las clusulas del Tratado de Versalles; desde 1920, Ja poltica inglesa fortaleci en ellos esa esperanza. La poltica francesa oscilaba, pues, entre dos tendencias (2): imponer a Alemania, mediante la presin armada, la ejecucin ntegra del Tratado de Versalles, a pesar de las reticencias y quiz de la oposicin, de Gran Bretaa, u orientarse hacia una poltica de conciliacin que implicara en breve plazo la atenuacin del Tratado. Francia las adopt, sucesivamente, antes ,y despus de mayo de 1924.
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Desde 1920 a 1923 el Gobierno alemn, que se apoyaba, dentro de Ja Asamblea Nacional, en una coalicin cuya pieza fundamental era el partido del Centro catlico, intent escapar a Ja limitacin de los armamentos y al pago de las reparaciones. Las crisis sociales y polticas que sacudan al Reich proporcionaban 2 aquel Gobierno argumentos que la opinin francesa, por lo general, se negaba a tomar en consideracin, pero que eran mejor recibidos por la opinin pblica de Gran Bretaa. Durante Ja agitacin revolucionaria de 1920, las clusulas militares del Tratado de Vers<1lles no fueron rcspet<1das. El Ejrcito alemn, que debera quedar reducido a 100 000 hombres, mantuvo a 200 000 bajo las banderas y era ayudado por formaciones paramilitares-milicias, guardia cvica-, que contaban con varios centenares de millares de
( 1)
hombres; las tropas regub~:s del Reich, para reprimir en marzo de 1920 un~ in~~rrecci~n comunista en el Ruhr, penetraron en la zona renana desm1htar1Zaoa que se extenda por la orilla derecha del Rn. El Gobierno francs respondi a la violacin del estatuto de desmilitarizacin con una sancin militar, la ot.:upacin de Francfort y Darm~ .tadt, y la mantuvo, a pesar de las objeciones inglesas, hasta que bs tropas alema~as evacuaron la zona desmilitarizada. Luego exig!0-pero solo en .1~ primavera de 1921, es decir, despus de la rep;esin de las sublev_ac10nes en Alemania-la votflcin de las leyes alemanas, que, el 22 y L3 de marzo de 1921. redujeron los efectivo::. l E;rcito a las c!fras fijadas en el Tratado y anunciaron la disolucin Jde las mi'.icias; en esta ocasin, el Gobierno francs obtuvo el asentimiento de Gran Bretaa. . La cuestin de las reparaciones dio lugar a discrepancias franco1?.glesas que. fac~litaron la re~istencia alemana. Ante todo se trata!:w de f1ar las obhgac10nes del Re1ch, cuya suma total no haba sido determinada en el Tratado de Versalles (l); en las conferencias sucesivas, q~e se celeb,raron en !920 en San Remo, Boulogne y Bruselas, el Gobierno frances adelanto una cifra considerable-230 000 000 000 de marcos-o.r?- tanto para asegurar los recursos necesarios para la reconstruc;c1on como para retrasar la recuperacin econmica alemana. que sena, a la .vez, un potencial militar; el Gobierno ingls se neg a abrumar a Alemama. La cifra de transaccin, adoptada el 5 de mayo de 1921 por. la Comisin de R~paraciones, ~ue de 132 O?O 000 000 de marcos-oro, pagaderos en anuahdades. cuyo importe variara de acuerdo con el progreso de las exportaciones alemanas. El Gobierno alemn, despus de haber declarado que no estaba en condiciones de pagar ms de . 30 O?O 000 000 de marcos-oro, acept, sin embargo, esa pretensin para . elud!f la amenaza de la ocupacin del Ruhr. Pero seis meses ms tarde solicit una moratoria, afirmando que la cada del marco le situaba en l~ imposibilidad de cumplir sus compromisos. La respuesta del Gobierno francs a esta suspensin de pagos fue, despus de largos debates anglo-franceses, la ocupacin del Ruhr en enero de 1923 Gran . Bre_taa se neg a p.articipar en ella. Alemania opuso una resstencia paswa, _que a?an?on al cabo de ocho meses. Sin embargo, cuando . 1?-!emama capitulo, .el Gobierno francs acab por aceptar que la cuesc tlon de las reparaciones pasase al examen de un comit internacional .~ 1 ,de t.c,nicos, ,que. trabajara protegido de toda influencia poltica. Esta .!f solu~ion babia ,sido ya ~ropuesta antes de la ocupacin del Ruhr, y el 1 .~_,Gabmete france~, la babia rechazado porque implicara, inevitablemen~1. te, una amputac10n de los derechos franceses v llevara a tratar Ja cues:\:;tin de las reparaciones como una operacin "bancaria, y, sin embargo, fu_e ac;:eptada ahora, cuando los medios de fuerza parecan mostrar su .eficacia.
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IX.
L.\
CUESTIUN ALEM.\NA.-CONFLICTUS
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La poltica de presin fue empleada con xto, pues, en l 920 y en 1921, a propsito del desarme alemn; pero, dos aos ms tarde, no resisti una nueva prueba, ms difcil. Son las circunstancias de ese fracaso las que deben llamar nuestra atencin. El Gobierno francs, un ao antes de decidir la operacin Jd Ruhr, haba recibido, a principios de enero de 1922, una oferta inglesa: si Francia aceptase la remisin del examen de las reparaciones a una conferencia internacional que, sin ninguna duda, disminuira sus derechos, recibira de Gran Bretaa una promesa de intervencin armada en caso de agresin alemana; es decir, se trataba de volver ai Pacto de garanta prometido por Lloyd George a Clemenceau, y que caJuc como consecuencia de la actitud de los Estados Unidos (1). El presideme del Consejo, Arstides Briand, estaba dispuesto a negociar sobre es:i b;}se; pero fue desautorizado por el presidente de la Repblica, Aleiandro Millerand, y por la mayora del Consejo de Ministros, que consider inaceptable la oferta inglesa. Por qu la garanta se ofreca solo a Francia, y no a Polonia y a Checoslovaquia, piezas maestras dd sistema francs en el continente? Y la solucin internacional que se quera dar al problema de las reparaciones no tendra como consecuencia el arrebatar a Francia el derecho a la presin, si Alemania faltase a sus compromisos en el futuro? Despus de la dimisin de Briand, ei Gobierno dirigido por Raymond Poincar anunci una nueva lnea de conducta: si Alemania no satisfaca el pago de las reparaciones debera ceder a sus acreedores las minas de dominio pblico del Ruhr. Qu se esperaba de esa pignoracin de prenda? Se pers~;:;J:an, segn las explicaciones que dio ms tarde el presidente del Con~ejo, dos posibles resultados: obligar a los alemanes a reanmiar el pago de las reparaciones o, en su defecto, a que cedieran la explotacn d;! los ya~mientos mineros en provecho de sus acreedores. Al parecer. el Gobierno, convencdo de la mala fe de su deudor, persegua preferentemente el primero de aquellos dos objetivos: el Gobierno alemn invocaba la crisis monetaria para cesar de pagar las reparaciones; pero l contribua a. agravar esa crisis, quiz por clculo, o, por lo menos, por omisin. Por qu no adoptaba medidas ms severas para de:..:ner la baja del marco? Por qu los industriales alemanes se negaban a repatriar las divisas extranjeras que les eran entregadas como pago de sus exportaciones? En cuanto a las dificultades tcnicas de las transferenas, los medios polticos preferan ignorarlas. Desde ese punto de vista-que es el de la mayora de los franceses-, resultaba lgico pensar que el Gobierno alemn empezara a tener voluntad ele pagar cuando la ocupacin del Ruhr significase una dificultad insoportable para la economa del Reich. La otra hiptesis-la de que b prenda productiva iba a proporcionar un medio directo de pago-obligara a
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hacer a las autonc..lades francesas un difci~ esfuerzo para organizar la explotacin: mas valdra, pues, no recurnr a esa solucin hasta no haber: intentado la otra. . . . En cualquiera de los dos caslls. la op~ra~n i:npllcaba senos nesgo_s: resistencia armada de Alenania; oposic1on abierta de Gr~n B:etana. Segn ciertos testi.monos, Raymond Poincar, no desconoc1a. la importancia de esos obstculos. sobre todo despues qu,e el rnans.cal Foch cntic el proyecto; pern Poincar cedi. a la pres1on del presidente de la Repblica y de sus coleg~s del Ga?i.nete. La opmin pblica pcdia es~ pol:t1ca? No parece que la Pr:er:sa hubi.:r~1 realizado una labor de agi tac1on. Actzon franrmse fue el urnco peridico que preJic la ocupacin del Ruhr. P~r~, una vez tomada la decisin. la operacin fue aprobada por los penod1c~s de derecha ,Y de centro, as como por los prncipales peridicos radical.e~; las cn~icas proceJieron de los comunistas, que denunciaban la cod1c1a. de los rn~e ;eses mcra!....rgicos franceses; de los socalist~s. que consideraban 111eficaz d procedimiento, y de los radicale~ ?.e 1::.q_uz~rda, que estima~~n que era inoportuna. En resumen: la opimon :;ubltca, en su mayona, estaba lo bastante convencida del c..lerecho de Francia para aceptar la iniciativa, aunque fu ese aleatoria. Fue motivada Ja decisin del Gobierno por las demandas de los gra;des in tcreses econmicos? La hi ptcsis puede parecer plausible, puesto que la metalurgia francesa competa con la. metalurgw alemana, cuya existencia dependa del carbn del Ruhr. Sm embm:g~~, .e~ realidad los miembros del Comit de Forjas se encontraban :J'.v1d1dos: unos_:_entre ellos, Creusot-queran aprovechar la ocasin - .: acabar con la eorn oetenca alemana; otros-y en este caso se e neo. ",ban los grandes est~blecimientos de Lorc:na-se mostraban reticentes, Fes teman Yerse privados de sus abastecimientos de coque. Esas divergencias excluan cualquier intento de accin coherente con res- ::to a los poderes pblicos. :., por la La ocu pacn del R uhr no fue determinada, en consecm presin de los homlm.>s de negocios ni por el estado de nimo de la opinin; fue fruto de b deliberacin poltica, que no tuvo en cuenta el consejo de los economistas. Cuando el Gobierno fr~rncs realiz la operacin y choco con la resistuncla paswa alemana, es decir. con la huelga de los n:ineros y empleados de forrocarriles. decididu y f~nanciada por ~I Gobierno del Reich lo m:s interesante fue la actitud d;; Gran Bretana. El' Gabmete brit111co, desde el verano precedente, no haba cesado de repetir que la ocupacin del Rul!r sera desastrosa para la economa de toda Europa y que ocasionara p..!rclidas particularmente graves a los exportadores ingleses. Por eso, la poltica alemana tuvo .e? cue~t~ esa divacncia an"lo-francesa. Qued decepcionada: el Gomerno m0 gls. aunque hasta ltima hora insisti para que fuese abandcmado el
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cionar una oponuniJad a Jos separatistas, Jiforr toda negociJcin con el Gobierno del Reich; subordin, en definitiva, el in te res financiero, es Jecir. el pago inmeJiato de las reparaciones, a posibiliJades polticas que le parecan ms importantes. El estado actual de la infornucin histrica no permite escoger con seguridad entre esas h1poll:sis. Acerca de ias razones que Llterminaron al Gobierno frances a aceptar la solucin rnglesa. la interpretacin resulta l11iJ.S fcil. R.1ymond Poincar se daba cuenta de que la explotacin de la prenda pruJuniva, que implicaba la prolongacn del rgimen de ocupacin del Ruhr, agr<1varia el desacuerJo franco-ingls, pues lestonara los intereses econmicos britnicos. Se deb1a correr ese riesgo? Poincar sabi:i que el rendimiento de la operacion del Ruhr obedeca, en gran parte, a la liquidacin de las reservas que se encontraban en las bocaminas en el momento de la ocupaci..:in, y era consciente de que la explotac1L'in Je la :r.:ncb seria ms Jfcil y ms aleatoria. Tena en cuenta, tambin-: sohre tot.io-, las JilicultaJes monetarias .Lrancesas: la baja Jel frJnco. que comenz en las pnmeras semanas de la lucha por el Ruhr (el dlar pas, Je 14,98, en enero de 1923. a 16,23, en febrero, y a 17.05. en juliu;, ~rsisa. t.: incluso se agravaba, a pesar del xito dipkrnltico Je! 26 de septiembre. Aunque el Gobierno pidi a los contribuyentes franceses que se sacrificasen, con el fin de restablecer el equilibrio presupuestJrio, esa baa Jel franco continu hasta el 23 de marzo d~ 1924, momento en que la Banca Margan concedi a Ja Banca de Francia un crdito; pero. p:lfa obtener esta ayuda, el Gobierno francs hubo de ::ornprurnetersc a no cmltir ningn emprstito, ni siquiera para la reconstruccin de las rt.:giones liberadas. sin hacer votar Jos recursos fiscal..::; correspondientes. La Prensa inglesa indic que los mercados tinancierus de Londres y Nueva York-los nicos a los que sera posible acudir-rehusarJn dar ms facilidades, en tanto que la poltica francef!;: persisfiese en querer pacificar Europa por la f uer:a. En resumen, ~ornn seal M. Etienne Weill-Raynal: el Gobierno de Poincar<.'. emprend,) el asunto del Ruhr sin haber asegurado sus bases fi11allc1eras. El nesgo no habra sido grave s la opinin pblica francesa hubiese accptaJo Jesafiar a la opinin mundial y consentido en un nuevo aumento de las cargas fiscales. Pero esa posibilidad tu'Vo que ser descartada, al parecer. Y eS\l fue lo que llev al presidente del Consejo a ceder ai:t.: la presin inglesa. De este modo t,;rmin una poltica que se propona obligar a Alemania a cumplir todas las obligaciones del Tratado de Versalks. Para medir su fracaso, basta con hacer constar que el Gobierno franct:!s que, .:n enero Je 1922-en ]J Conferencia de Cannes-, haba rechazaJo la :1ropo:;icin inglesa de garanta porque no quiso someter la cuestin Je las reparaciones a una instancia internacional, se adhiri a esa solucin en noviembre de 1923, sin obtener la compensacin poltica que se le habia ofrecido ve111t.: meses antes.
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Despus de las .:lecciones generales Je mayo d_e 1924, en las que la mayora del cuerpo ek"Ctoral francs s.:: pronunc:, a L1 vez .. contra el aumento dt: las c<trt;~1s liscales y contra los rnetodos Je v10lenc1a frente a Alemania, la pul1tica dt.: conciliacin sera la que, durante varios aiios, ont:nuse bs rdac10nt:s franco-alemanas. Stresemann anunci la ntt'.ncion de cumplir Lis clusulas Je! TrJtaJo de Versallcs; a cambio, esperaba cunst:gu1~ b revisi.Jn progresiva de dichas cli~sulas, y un puesto en el Consejo Je la Soc1eJaJ Je Nacione~. que Jana a Alemania la oportunidad Je desarrollar con mayor ehcac1a el 1uego de su diplomacia, asi como la de intervenir en las cuestiones relativa~ al_ estatuto de las mrnorias nacionales; ad..::mis, obtuvo una veniaa inmediata: la concesin Je crditos extran1cros, necesarios para la recuperacin econmica del Re!Ch. I3nand, otra \ ez presidente. del Consejo, acept esa perspectiva, pues estaba conve11c1Jo Je los nesgos que acarreara el recurrir a la imposicin (1 ). En esa poltica, la participacin alemana se caracteriz_ por la reanudacin de los pagos por reparaciones; y por el rcconoc11mento expreso de las fronteras estableciJJs en 1919 entre Alemania, Franci~ y Blgica; la contraparnda, pediJa en septiembre Je 1926 y prometida tres aos ms tarde, fue la evacuacin de los territorios renanos--que se efectu cinco aos antes Jel trmino fiado por el TrataJo-. Sin embargo, en 1930, st.: l11zo evidente ei fracaso dt'. tal poltica. Para comprender ese fracaso. es preciso estudiar las circunstancias, las intencio~es y el alcance que concurrieron en cada una de esas decisiones. La reanudacin de los pagos alemanes por reparaciones se estJbleci sobre las bases previstas, en la primavera de 1J24, por el Csc-c,1t internacional de tcnicos que presida el americano Dawes. E; plan Dawes fij. aunque solo para una duracin de cinco aos, las anualidades crecientes que Jebera pagar AlcmJnia (mil millones de marcos oro, el primer ao; Jos mil quinientos millones, el quinto); y dispona que el cumplimiento Je esas clusulas estara gara11tzadc por la entrega de obligaciones sobre los ferrocarriles y la industria de Alemania. El acuerdo disminua sensiblemente !Js cargas mpuestas a Alemania por e! estJdo de pagos del 5 de mayo de 1921; pero, dcbiJo a la hipoteca que implicaba, est:1ble;:i:i una nut'.va limitac111 a la soberana alemana. El Gobierno del Reieh y la Asamblea Nacional hicieron caso omiso de las obec1ones de la extrema deretha, siempre dispuesta ardientemente a predicJr la resistencia. La aceptacin del plan Dawes pc;recfa necesana, ante todo para obtener la evacuacin del Ruhr; pero tambin para encontrar en los Estados Unidos y en Inglaterra los c2.pitales indispensables en el reequiparniento de la nJustria alemana. ... Qu
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posiLi.1:dad tendra Alemania de obtener esos capitales rechazase el pL establecido por Jos tcnicos financieros de los dos pases aludidos'' De hecho, el plan Dawes fue aplicado en condiciones satisfactorias. Dur3nte cinco aos, AlemaTJia cumpli puntualmente sus obligaciones la transferencia de anualidades se efectu sin dificultades. No obstante, esa circunstancia favorable se deba a otra de carcter excepcional: la afluencia considerable de capitales extranjeros-america~os, en sus dos terceras partes, pero tambin ingleses y holandes~s al mercado alemn. Los medios financieros internacionales estimaban que Alemania, que no haba sufrido devastaciones territoriales en la guerra 1914-1918, se encontraba en buenas condiciones para reanudar su poderoso desarrollo econmico. Las formas principales que adoptaron esas inversiones fueron los crditos abiertos a los bancos alemanes por bancos extranjeros, los emprstitos emitidos por los servicios pblicos del Rcich y por las ciudades alemanas, en el extranjero: la compra de valores industriales o de inmuebles. En cinco aos, el total de esas inversiones ascendi a 23.000 millones de marcos oro, segn la valoracin del Reichsbank; y, si se adopta la estimacin francesa, a 30 000. Ahora bien, en el mismo perodo. la suma total de los pagos alemanes por reparaciones apenas pas de 7.500 millones. Este hecho explica la facilidad de las transferencias. La Prensa alemana, el presidente de los Estados Unidos (en su discurso del 11 de noviembre de 1928) y los economistas se mostraban de acuerdo para subrayar esa relacin directa entre el movimiento internacional de capitales y la ejecucin del plan Dawes. Pero en septiembre de 1926, John Maynard Keynes demostr la precariedad de ese mecanismo. Los Estados Unidos prestaban dinero a Alemania. Alemania transfera su equivalente a los aliados. Cunto tiempo podra durar este sistema? "La respuesta incumbe al capitalista americano." Efectivamente: cuando, en el otoo de 1929, estall en los Estados Unidos una grave crisis econmica y financiera (1), las inversiones americanas cesaron; el mecanismo de los pagos alemanes por reparaciones se paraliz inmediatamente despus. El objetivo principal del tratado que se firm el 16 de octubre de 1925, en Locarno, era la confirmacin recproca de las clusulas renanas del Tratado ele Versalles. Por el pacto renano, Alemania, Francia y Blgica intercambiaron la promesa de no emprender ningzn ataque ni ninguna invasin y de no recurrir a la guerra, entre s, salvo en el caso de que la accin militar fuese decidida por la Sociedad de Naciones. El mantenimiento del statu qua entre los tres estados se refera no solo a las fronteras, sino tambin al estatuto de desmilitarizacin de Renania; fue colocado, individual y colectfoamente, bajo
(1) Esta cuestin se tratar en la ltima parle de esta Historia.
la garanta de Gran Bretaa e Italia. Sin embargo, las promesas y garantas afectaban nicamente a las fronteras occidentales de Alemania, y no a las meridionales y orientales, porque el Gobierno del Reich rehus contraer cualquier compromiso con Checoslovaquia y Polonia. El Gobierno francs, para paliar las consecuencias de esa negativa, firm el mismo da pactos de ayuda con esos dos estados. Estas fueron las caractersticas generales del sistema de Locamo. Cul era su al'cance? La iniciativa alemana fue tomada por el consejo y la recomendacin que dio en diciembre de 1924, el embajador ingls en Berln, lord Abernon. Pero fue Stresemann quien puso en prcticll la sugerencia inglesa. Reconocer las fronteras de 1919 era renunciar a reivindicar .Alsacia y Lorena y el territorio de Eupen-Malmdy. El sacrificio solo tena una significacin moral, pues Alemania no estaba en condiciones, a la sazn, de intentar una guerra de revancha (argumento 111ue invoc Stresemann en su carta al kronprinz de Prusia) (1); sin embargo, constitua un abandono 'qt:e expona al Gobierno a Jos reproches de los nacionalistas alemanes. A cambio de ese abandono, las , -ventajas eran evidentes. El Tratado de Locarno garantizaba a Alemania contra la repeticin de las sanciones territoriales y contra el estrr:ulo que Francia pudiera dar a un nuevo intento de separatismo rena:10; y le dejaba la posibilidad de obtener la revisin de sus fronteras meridionales u orientales mediante presin pacfica. Stresemann deseaba evitar tambin la conclusin de un pacto de seguridad que podra ser concertado, exclusivamente, entre Inglaterra y Francia, en la direccin del proyecto establecido en la conferencia de Cannes: quera dar a la opinin pblica americana pruebas de que Alemania no pensaba en el desquite, tranquilizando, por consiguiente, a los prestamistas de capitales; contaba, por ltimo, al colocar las relaciones franco-alema,nas bajo el signo de la conciliacin, con disponer de argumentos para conseguir la evacuacin anticipada de los territorios renanos. La poltica frncesa obtuvo del pacto renano un resultado importante: la promesa de una ayuda armada de Gran Bretaa, en caso de que Alemania intentase una guerra de revancha; esa ventaja, que, inmediatamente, no tena gran inters prctico, pues Alemania no se haba rearmado, pareca ofrecer un alcance considerable en el futuro. A cambio, Francia abandonaba cualquier idea de recurrir a la fuerza para imponer a Alemania el respeto de los derechos que le correspondan por el Tratado de Versalles. Es cierto que conservaba esa posibilidad para caso 'Cle que se tratara de defender a Checoslovaquia o Polonia de una agresin alemana; pero entonces actuara sola, sin el 'concurso de Gran Bretaa e Italia, con riesgo de encontrarse en situacin delicada. Por qu acept Briand ese sistema incompleto? Por qu practicaba--<lecan sus adversarios-la poltica del avestruz? Briand
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declar que crea neccsaro manifestar la buena voluntad de Francia,. con el fin de facili:ar un desarme moral de Alemania; quera inducir al Gobierno aleman a abandonar cualquer intento de entenderse con la Rusia sovitica y a admitir la colaboracin de las potencias occidentales; deseaba, por ltimo, abrir la va a una organizacin europea en el arde;z econmico. La opinin pblica francesa, si se puede juzgar por la actitud di: la gran prensa, le era favorable. Las oposiciones irreducibles procedfon de la extrema derecha monrquica, que vea en el Pacto de Locarno una obra de las finan:as anglo-americanas destinadas a clor~formizar al pueblo francs; y de la extrema izquierda, que crea ~erc.1b1r en l el germen de una coalicin antisovitica. Algunos pend1cos del centrtJ-derecha se mostraban algo desconfiados, porque teman que Aleman.a, cuando se convirtiese en miembro de Ja S. de N., desarrollara maniobras revisionistas, pero se trataba de reser\'as muy ponderadas, casi tmidas. El Gabinete ingls (un Gabinete conservador desde noviembre de 1924, de.l que era jefe Stanley Baldwin) estaba satisfecho del papel, mu~. activo, q~e haba desempeado en las negociaciones. La responsabilidad asumida de tomar parte en el mantenimiento del statu qua estaba de acuerdo con los intereses generales de Gran Breta::i, que no poda desinteresarse de la permanencia de la paz en el Rin; es verdad que la opinin pblica se haba mostrado hasta entonces muy reservada a ese respecto, porque deseaba evitar la participacin de Gran Bretaa en un sistema de alianzas; pero el nuevo compromiso, contrado imparcialmente, tanto con Francia como con Alemania, se salvaba de esa objecin. Por otra parte, la garanta inglesa quedaba limitada a la regin renana, conforme a la opinin que ya haba expresado Lloyd Geor'!e en enero de 1922. Era lo que deseaba la poltica britnica ( 1): solucin de compromis') entre Francia y Alemania; revisin pacfica de o4a frontera polaco-alemana. Austen Chamberlain consideraba el sistema de Locarno como un triunfo personal. La diplomacia alemana estaba convencida de que la evacuac10n anticipada de los territorios renanos haba de ser la consecuencia necesaria de esos tratados. Stresemann haba intentado ya, en una nota del 20 de julio de 1925, introducir esta cuestin en el curso de las negociaciones locarmanas: la ocupacin renana sera superflua desde el momento en que Francia contase con Una garanta internacional. Tuvo que renunciar a ese proyecto, por recomendacin formal de Austen Chamberlain, que tema que dicha reivindicacin provocase el fracaso de todo el acuerdo; pero insisti en l, como era natural, en cuanto Alemania ingres en la Sociedad de Naciones. Las conversaciones de Thoiry, entre Arstdes Briand y Stresemann, hicieron concebir a este nuevas esperanzas. que se esfumaron rpidamente; en agosto de 1928
(1) Vanse pgs. 833-836. para los aspectos generales de es-4 poltica
su punto de vista fue aceptado en Pars, aunque esta vez su 111terlocutor era Poincare. ~A qu se debieron aquel fracaso y :.:ste xito? En Thoiry, Stres.;mann pidi, no solo la evacuacn anticipada de los territorios renanos, sino tambin-al menos aludi a ello-, la supresin de la misin militar, encargada de inspeccionar el desarme alemn, y la devolucin al Rt:ich del territorio del Sarre; a cambio ofreci una contraparud<.1 financkra: la liquidacin inmediata de las obligaciones Dazces, una suma total de l 500 millones de marcos, es decir, el pago anticipado de una anualidad por reparaciones, que remediara la crisis monet<.1ra que entonces sufra Francia. Acept Briand, en principio, esas sugcr..:ncas? El acta alemana de las con\'ersaciones as lo afirma; pero lt: d<.1 el ments. en gran parte, el acta frances:i. En realid<.!J, despus de ese cambio de opiniones. no se einprendi ninguna negoci<.1c1lin. El Gobierno alemn no precis sus ofertas financieras, es posible que por no conseguir el concurso indispensable de los Bancos americano:,. El Conseio d.; mrnistros y la opinin pubiica en Francia no eran favorables a la evacuacin anticipada de los territorios renanos; en cuanto a la compensacin propuesl<.1 por Slrcsemann. en seguida perdi inters, ya .que el curso del franco iba rccuperindose. La entrevista de Thoiry constituy, pues, un simple episodio; fue interesante, sin erribargo. en la medida en que esboz la posible base de una solucin general para las dificultades franco-alemanas. Despus de dos aos de espera, el Gobkrno alemn--<lel que .segua siendo ministro de Asuntos Extranjeros Stresernann, pero que se hallaba bajo la Jefatura de Hcrmann Miiller, un socialista-invoc, en su declaracin parlamentaria del 3 de julio de 1928, el derecho moral de Alemania <l la evacuacin anticipada de Jos territorios renanos: era una decisin necesaria--Oeca- para hacer efectiva la poltica de entendimiento internacional. Cuand.o lleg a Pars, para firmar el Pacto Briand-Kellog (1), Stresemann consigui obtener el consentimiento no solo de Arstdes Briand. sino tambin de Pomcar. presidente del Consejo; a cambio. ofreci una solucin definitiva de la cuestin de las reparaciones, es decir, la fijacin de un plan de pagos a largo plazo que reb:isara el perodo de cinco arios establecido en el plan Dawes. Lo inesperado fue que el Gobierno franc~s coIIfiase en cs~1 contrapartida. Sin duda, la explicacin se encuentra en las dificultades que surgieron entonces en las relaciones entre Francia y los Estados Unidos. El Gobierno francs prometil'. en abril de 1926, el pago de la mayor parte de las deudas con tradas de 1917 a 1918 en sesenta y dos anualidades; pero el Parlamento rehus la ratificacin, porque no quiso asumir ningn compromiso sin conocer previamente cules seran, despus de ia prxima expiracin del plan Dawes, la duracin y el volumen de los pagos alemanes. Para salir del atasco, Poncar deseaba, pues, dispo(l) Y<i:isc: capitulo XV
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LA CUESTION ALEMANA.-BIBLIOGRAFIA
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ner c'.c un plan Je ngos duradero en la cuestin Je las reparaciones, _mientras que Alemania solo tena inters en contraer un compromiso a corto plazo. El precio que el Gobierno francs consenta en pagar, para obtener el asentimiento del Gobierno alemn era la evacuacin anticipada de Jos territorios renanos. Esa es-dado el estado actual de la informacin histrica-la interpretacin ms verosmil. Si es exacta demuestra hasta qu punto se equivoc el Gobierno francs en 1924. cuando crey que Je convena que el proyecto Je! pago de J.a deuda por reparaciones tuviese un carcter provisional. Pero era ese. realmente, el fondo de Ja cuestin? El cambio brusco de Raymond Poincar concordaba con el estado ele foimo de la opinin pblica francesa, demasiado cansada para desear la vuelta a una poltica de fuerza hacia Alemania y demasiado consciente de las cargas que implicaba la poltica de potencia. Las perspectivas abiertas en agosto de 1928 por las conversaciones de Pars fueron definidas al ao siguiente: el 30 y el 31 de agosto de 1929 Jos acuerdos de La Haya previeron, por una parte, un nuevo plan por pago de reparaciones, el plan Y9ung, que c!ete.rmin las anualidades durante cincuenta y nueve aos, pero que reduo en un 17 por 100 el valor actual del crdito francs, y, por otra parte, la evacuacin anticipada de los territorios renanos. La retirada de las tropas de ocupacin termin en junio de 1930, despus de la ratificacin del plan Young por el Parlamento alemn. Cul era, en tal fecha, el balance de Ja poltica. de conciliaci? desarrollada desde 1924? Francia, aun teniendo por cierto el cumplimiento de las promesas encuadradas en el plan Young, deba cargar con la mayor parte de Jos gastos necesarios para la re~onstruccin de l~s regiones devastadas (exactamente, con las tres qumtas partes, segun Jos clculos de M. Esteban Weill-Raynal); adems, renunciaba, cinco aos antes del trmino fijado, a la garanta de seguridad que la ocupacin de los territorios renanos le proporcionaba. Pero Francia no obtuvo Ja ontrapartida que Briand y Felipe Berthe'.ot esperaban, es decir, una nueva orientacin de la mentalidad colectiva alemana. En 1929-1930 se vio claramente que las concesiones francesas se consideraban corno simple prefacio de una revisin ms amplia del Tratado de Vcrsalles: esa era la opinin de los medios dirigentes del Reich. En noviembre de 1929, el Gobierno alemn reivindic la restitucin del territorio del Sarre; en septiembre de 1929 record que, segn los trminos del Tratado, el desarme alemn deba ser. el. preludio de una limitacin general de armamentos; y, por cons1gmente, declar que el Rcich tendra derecho a rearmarse, si las o,tras potencias no cumplieran la promesa hecha a este respecto; expreso la esperanza (mediante una declaracin del presidente Hindenburg, el 20 de julio
de 1930) de que fuese pronto abolido el estatuto de desmilitarizacin de Renania. Dichas reivindicaciones correspondan a los grupos que formaban :; en aquel momento Ja mayora parlamentaria, es decir, el centro caii.;tlico, Jos amigos de Stresemann y el ala ms moderada de Ja socialdemocracia. Pero las elecciones generales del 11 de septiembre de 1930 se caracterizaron por el progreso considerable del partido nacional.;socialista, que, de 809 000 votos y doce puestos parlamentarios en 1928, ,'?.pas a 6 400 000 votos y ciento nueve puestos. En el momento en que ,~;~una gran parte de Ja opinin pblica francesa contaba con que la eva,;cuacin de los territorios renanos dara paso a una reconciliacin fran1'co-alemana, result que se manifest la potencia de un partido que afir'ttlaba abiertamente su hostilidad hacia Francia.
~; . La direccin del Gobierno, sin embargo, qued asegurada, despas "de la muerte de Stresemann, en manos de hombres que sostenan su ltica. En 1930-y seguira siendo cierto en 1931-los dirigentes del eich no pensaban en una guerra con Francia, que sera imposible en '.1 'estado respectivo de las fuerzas armadas, porque el rearme clandes'no de Alemania era todava muy mediocre. Admitan la posibilidad , e una guerra contra Polonia, pero solo con la condicin de poder neu;tralizar a Francia-hiptesis inverosmil, a no ser que Polonia tomase 1 J18.l iniciativa-. Por lo que se refera a la U. R. S. S.-sin pretender ;'negociar un acuerdo general-, se mantenan contactos secretos entre .~t~cnicos militares rusos y alemanes, para poder construir y ensayar :.en",territo:io ruso los prototipos de materiales que el Tratado de Ver.11es prohiba poseer al Ejrcito alemn. Aunque se presentaban como neiliadores, estos hombres cedan fcilmente a Ja presin de la opiin: a partir de las elecciones de septiembre de 1930, el canciller rilning envi instrucciones ms rgidas a la delegacin alemana en la 1 ' .de N. 1 El ministro de Asuntos Extranjeros francs se sinti personalmente i~o, y, en un discurso pronunciado en Ginebra, denunci los gritos 1odio que surgan en Alemania; el presidente del Consejo-desde ubre de 1929, Andr Tardieu-hizo constar, en su discurso del 19 pctubre de 1930, que Francia no poda ya confiar en los intentos de nizacin de la paz y que, en adelante, debera contar con sus pro'. medios para defender sus fronteras. El clima de las relaciones ~o-alemanas daba, pues, un brutal ments a la poltica de Arstides hd.
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Las conJiciones Je !J. coexisre11c1u entre RusiCJ. y los otros estados europeos dependan, desde luego, de las necesidades. ntenciones y medios de accin dd Estado comunista (l); pero tambin de 13 posible solidanJad ex1stent<..: entre los otros estados frente a Rusia: la formCJ.cion de un hlocue camalista era la posibilidad que tema el Gobierno sovietico. La \e11ciJa AJ..:marna, por tanto, se hallaba en condiciones de desempear un papel esencial en esas relaciones entre Rusia y Europa. Poda intentar apoyCJ.rse en Rusia-ciertos medios polticos y militares pensaron en ello en 1919 (2)-para escapar a ia presin de los vencedores. Y tambin, sin plantearse seriamente tal colaboracin, que podra tener malas consecuencias para la estabilidad social alemana, dejar creer que estaba dispuesta a ella, con el fin de rnquietar a Gran Bretaa. e incluso 4uz a Francia, y obligarlas. as, a atenuar las clusulas del Tratado de Ver'.;allc:s. El estudio de las relaciones entre Franc;:i, Gran Bretaa y f1sia es, pues. inseparable del de: las relaciones ruso-germanas. Estudio? El trmino es dernCJ.s1:i.o ambicioso. Dado el nivel de informacin, que carecL: de: arclli\ os rusos y archivos alemanes, en \'t!Z de estudio, tendremos que content~trnos con un bosquejo.
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En tudas las zonas fron~erizCJ.s, Ja R~;,ia so\'i.:tica entr, desde 1918, en conflicto con sus vecinos europeos. En 1920 dc:cidi CJ.bandonar sus intentos ele someti:acin de los pases blticos y firm tratados de paz con esos estados jvenes para poder conservar una ventana abierta a Europa. Pero en todos los dems Jugares persista en sus reivindicaciones: quera recuperar Besarabia, que, despu~s de haberse separado de Rusia, en 1917, fue incorporada, en abril de 1918, a Rumania. por el voto de una Asamblea bcsarabiana (3); deseaba mantener bajo rgimen de administracin prmisional la Carelia Onental. sobre la que Finlandia consideraba tener derechos. Se negaba a aceptar. corno frontera con Polonia. la lnea Curzni. que los polacos nn queran tampoco reconocer.
(1) Ac~rca <le los 'Pc~tos generales dt: la poli11c1 <:Xkr1ur rus:, 'lanse pginas 829 \ 830 (2) Vbsc p:\g. 798. (3) Y~asc c:ip1tulu \'1. 857
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La cuestin polaca fue ia nica que provoc un conflicto armado: aprovechndose de la guerra civil rusa, el Gobierno polaco intent apoderarse de territorios ucranianos: el Gobierno sovitico. en cuanto triunf en la guer'.~ ~ivil. rcchaz. a las tropas polacas e in\'adi igual11_1ente, con sus eerc1tos, Polo111a; e! i4 de agosto de 1920 la ofensiva rusa amenazaba a Varsovia: dos das ms tarde, la contraofensiva polaca libr a la capital de esa amenaza. Cul fue la actitud de las potencias occidentales ante esos conf~ictos? Llevaron a la prctica la poltica del cordn sa111tarw suge:1da por Foch? Es decir, ayudaron a los estados iimtrofcs de Rusia intentando establecer una solid:iril!ad duradera entre ellos? En el litigio ruso-rumano, el Consejo Supremo, donde ocupaban un puest~ cada uno de los representantes de las potencias occidentales, adopto, en marzo de 1920, una decisin favorable a Rumania. El ~obi~rno sovi~ti~o, natur3lmente, protest contra esa resolucin y reclamo un pleb1sc1to, que rehus el Gobierno rumano. En I~ cuestin polaca-a cuenta de la cual las reticencias inglesas entorpecieron, en 1919, la poltica francesa-. los dos Gobiernos solo con dificultad llegaron a un acuerdo: el 2 de julio de 1920 decidieron, sin embargo, proporcionar material ele guerra al Ejrcito polaco y ofrecer al Estado Mayor de Varsovia los consejos del general Weygand, sin p~nsar, de momento, en el envo de tropas: pero pusieron una condicin para esa ayuda, respondiendo a los deseos del Gabinete britnico: el Gobierno polaco renunciara a su poltica imperialista y anexionista; se contentara con mantener su dominacin sobre los territorios indisc~tiblemente pol~cos. La condicin no tuvo consecuencias, pues el ejrcito polaco consigue rechazar a Jos rusos ms all de la lnea Curzon. ~ 12 de octubre. de 1920, los preliminares de la paz ruso-polaca. confi:r:iados e~ segmda P?r el Tratado de Riga (18 de marzo de 1921), no hicieron mas que confirmar ei mapa de guerra: la frontera qued fijada en las cercanas de Minsk y de Pinsk, esto es, a doscientos kilmetros al este de la lnea Curzon. Polonia adquiri, de este modo, una buena parte de Rusia Blanca-ganancia precaria que el Gobierno ruso no dejara de disc~tir en cuanto se hallase en condiciones para ello. En las dos ocas10nes, pues, las potencias occidentales demostraron est~r disp:-iestas, ? prestar ~ los estados vecinos de Rusia apoyo ma" tenal o d1plomat1co, pero sm que llegara a plantearse la intervencin armada. . Tampoco pudieron superar Jos obstculos que impedan el entendi11_1~ento entre .esos est~dos. Polonia y Lituania disputaban por la pose?1?n. d~ la regin de V1lna (1). Cuando el general polaco Zeligovsky, por 1111ctat1va personal, que conoca y aprobaba, en realidad, su Gobierno, se apoder de la ciudad el 9 de octubre de 1920, las potencias acabaron por reconocer el hecho consumado, pero Lituania sigui protestan(!)
do con vehemencia. Ese antagonismo fue suficiente para hacer fracasar el proyecto de un bloque entre Polonia: y los estados blticos. Por otra . parte, Polonia se encontraba en difciles relaciones con Checoslovaquia. desde que la Conerencia de embajadores, de julio de 1920, decidi repartir el territorio de Teschen (1); esa decisin, destinada a entregar a los checos Ja regin de Ostrova, donde existen minas de hulla, no tuvo en cuenta la presencia en ese territorio de una importante minora nacional polaca. Con ocasin de estos dos litigios, en Jos que, , co~o ta:itos otros, los adversarios invocaban tanto el principio de las n.ac10naltdades .como los .derechos histricos, las controversias adqu,,j neron en segmda un canz de aspereza que no guardaba proporcin c?n el .valor real. del o~jeto de la disputa. Era intil que la diploma, .cia de las potencias .occidentales se esforzase por proponer compromi!!i sos y calmar las pas10nes. El proyecto del cordn sanitario haba que;t1v+, brado a causa de la exasperacin de los nacionalismos. ,.. 1 Francia y Gran Bretaa extrajeron lecciones diferentes de ese fracaso. En Londres, el Gabinete de Lloyd George, amenazado desde el ~e rano de 1920 por una crisis econmica, deseaba encontrar en Rusia : ' ~n mercado de exportacin para el carbn y Ja produccin industrial . mglesa. El 16 de marzo de 1921 obtuvo un acuerdo que volva a abrir a los navos britnicos los puertos rusos y que autorizaba a los sbditos ingleses para ir a comerciar a territorio ruso; el Gobierno sovitico se comprometa a no entorpecer el movimiento comercial entre Rusia y Gran Bretaa. ,:: El Gobierno de Pars firm, el 19 de febrero de 1921, un acuerdo poltico y un convenio milit1r con Polonia. El acuerdo deca solamente ',que los dos Gobiernos se pondran de acuerdo en el caso de que alguno ,de ~Ilos fuera objeto de agresin no provocada; no se menconaban los P.os1bles adversa~i~s: El convenio mil.i~ar, que era secreto, prevea expl91tamente la pos1b1hdad de una agres1on alemana contra Polonia o Fran9a y, tambin, el caso de una nueva guerra polaco-rusa; pero Francia ~o se comprometa a proporcionar tropas a su aliada: prometa solamente el envo de material y tcnicos. Se trataba de una nueva manifestacin de las divergencias que separaban la poltica francesa de la Inglesa en el oriente de Europa.
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'En el otoo de 1921 el Gobierno sovitico, que ya haba conjurado s amenazas inmediatas, intent salir de su aislamiento poltico y ecomico. Lenin senta la necesidad de reanudar las relaciones comerales con los estados capitalistas, dentro del marco de la nueva poltica
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dad de negociar el acuerdo-era el gran , hombre de negocio,s. Walter que un valor poht1co ocaRath enau _ no le atribua, al parecer, mas , d f. h l E t El sional: no pensaba dar un golpe de wnon e m1t1.vo ac1a e s e .. f d 1 Estado Mayor. general Von Seeckt, deseaoa, por el contran~, e e e . , d. d una alianza germano-rusa, que le parec1a el umco me, 10 e consegmr que Alemania recuperase el puesto que Je correspond1~ en los asuntos internacionales; se inclinaba a creer que Gran Bre~ana, ~el?sa de la hegemona francesa en el contine~~e. no encon~rana 0~1e.c1,ones que . oponer a esa orientacin. La host1l1dad . Polonia ~onst1tuma el m; slido terreno para un acuerdo entre Rusia y Alemama. En el fondo, ~ objetivo final de esa alianza p0dra se~ ~n n~ev~ reparto de ~oloma -y el jefe del Ejrcito a~em.n no vac1!0 en md1carlo,. en _sept1embr~ de 1922, en un informe d1ng1do al canciller. Durante ,seis anos, el em bajador en Mosc fue Brockdorff-Rantzau, que habia enc.ab~zado I.a deleoacin alemana en Ja Conferencia de la Paz. Advers~no irreduc~ ble de la poltica francesa, que haba impues~o a AJ~mama u~a humillacin nacional, senta, por otra parte, repulsin haci? el Gobierno sovitico, banda de criminales. Aunque aprobaba ~a lmea. adoptada en Rapallo, Je sealaba lmites muy estrechos: m ahanza, m acuerdo po: ltico de ningn gnero. ni arreglos secretos entre Estados Mayores: Alemania-escribi al canciller-no deba pensar en una aventura militar: no haba de establecer contactos. ni s~quiera secretos, que, de ser conocidos, pudieran conducir a Gran Bretana, a formar un bfoque con Francia; a Aiemania le interesaba mucho a?optar ~n? .actitud prudente, pues con ella conseguira que el ,Gobierno bntamco aceptase, dentro de algunos aos, el rearme aleman. Se trataba . pues, de ,u.na condena formal de las ideas de Von Seeckt. Ahora bien, ~a pohtica de Brockdorff-Rantzau era tambin la del presidente d.el Re1ch, Ebert. En Mosc no haba menos vaciiaciones. La perspect1~a. de un acuerdo msamplio con el Gobierno ale.mn _pareca ser adi:i1t1d~ por el comisario de Asuntos Exteriores, Ch1cherm; pero fue discutida, en septiembre de 1922, por otros miembros del Gobierno, a los que repugnaba la colaboracn con un gobierno burgus, y que, a pesar .de los fracasos de 1920, no haban renunciado a provocar en. ~le~am.a una revolucin comunista. En octubre de 1923, cuan~o .la cnsi~ i~tenor ?e Alemania conmovi, de diversas maneras, , .saoma:, ~unng1~, ~av1e viera y ciertas partes de Renania (1 ), la poht1ca sov1etica se mcl~n6 a creer que haba llegado la hora. ?talin_ escribi, en una c~rt~ pub'.1c~da por el peridico comunista aI;man Die ~?te. Falme, lo siguiente,, La victoria del proletariad.o aleman trans!enna. ~n~~d~blemente, el c~ntr~ de la revolucin mundial desde Moscu a Berlm. E . fracaso ~e mo vimientos revolucionarios alemanes hizo que el Gobierno sov~t'.co volviera en seguida a la poltica de Rapallo. Los resultados pract1~os seguan siendo, sin embargo, muy limitados. En el terreno poltico, la
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estaba llena de reticencic:s, y no solo porqut~ el Gobierno alemc.;1 deseara tratar con miramientos a Gran Brctaiia, mientras que los clicigentes soviti"cos vean en ella la przncipal cwcladela del cCipitalisrilo, sino tambifo porque los dos Gobiernos sospcchab<ln mutuamente que se trataba de una maniobra temporal. En el terreno econmico, el Gobierno ruso pensaba otorgar t;oncesiones a empresas alemanas, con la condicin de poder vigilarlas estrechamente; pero los hombres de :-Jegocios alemanes vacilaban antes de arri'2s~~ar sus ::apitales en un pas donde la seguridad de las inversiones era muy dudosa. En realidad, la gran empresa metalrgica Rusgertorg, que haba comenzado sus actividades en territorio sovietico a finales de 1922, vio que su contrato qued interrumpido en enero de l 924, quiz porque ocupaba un lugar demasiado grande en la economa rusa. Dos aos ms tarde, ocurra lo mismo con la sociedad de transporte organizada por los dirigPntes de la Hamburg-Amerika Linie. Las perspectivas para el futuro eran, pues. mediocres. Rusia, no obstante, haba obtenido un resultado apreciable, pues el acuerdo de Rapallo rompi el bloqueo econmico dirigido contra ella.
La actitud de las dos grandes potencias occidentales era vacilante todava, lo que se deba a que sus intereses respectivos no armonizaban siempre. A principios de 1922 el Gobierno int!,ls dese obtener la reapertura del mercado ruso, que, al ofrecer una -salida para la produccin industrial inglesa, traera consigo un paliatirn para la crisis econmica y social; para llegar a ese resultado estaba dispuesto a reconocer al rgimen sovitico e incluso no se negaba a estudiar la concesin de crditos que tanto necesitaba la economa rusa; pero quera percibir una indemnizacin por las empresas, industriales o mineras, inglesas que haban sido nacionalizadas por el Gobierno comunista y que invirtieron en territorio ruso antes de 1914. 2 50 millones de francos oro. El pago de las deudas contradas antes de 19l por el Estado ruso solo ofreca, por el contrario, una importancia secundaria para los ingleses. El Gobierno francs no tena motivos tan acuciantes para desear la reanudacin de relaciones comerciales con la Rusia sovitica; ten_di, por tanto, a ser menos complaciente. La principal condicin a que deberan quedar subordinadas las negociaciones era el reconocimiento por el Gobierno sovitico de las deudas contradas por el Gobierno zarista (9 200 millones de francos oro): cuestin importante para la considerable masa de tenedores de ttulos rusos-1 600 000 personas-, entre las que se contaban muchas de condicin muv modesta-. En la Conferencia de Ginebra de abril de 1922, asf como en la de La Haya, que sigui a la primera en junio y julio del mismo ao, las cuestiones financieras constituyeron el centro de los debates. La delegacin rusa, cuya posicin se hallaba consolidada por !a rpida firma del acuerdo de Rapallo con Alemania, intent obtener de Gran Bretaa y Francia una importante apertura de crditos, que sera inmediata;
..acept reconocer las deudas contradas antes de 1914, pero con la con dicin de que el pago fuese escalonado y a largo plazo y no implicase :i; el pago .de intere~es; of~eci in.demnizar a los capitalistas extranjeros, ;:,,: cuyos bienes hubieran sido nacionalizados, con concesiones. Esas con. tliciones se consideraron insuficientes y la negociacin fracas. ' Cules fueron las causas de ese fracaso? Los rusos afirmaban que el principal obstculo haba sido la cuestin de las empresas nacionalizadas y, sobre todo, las sociedades petrolferas. El Gobierno sovitico bfreca concesiones a esas sociedades y la Royal Dutch, que antes de 1914 posea importantes yacimientos en el Cucaso, estaba dispuesta a c.eptar esa solucin. Pero la Standard Oil. que, sin poder invocar los mismos derechos que sus competidores anglo-holandeses, adquiri en 1920 una participacin en el tn1st Nobel, es decir, en el grupo que antes de la guerra controlaba el 40 por 100 de la produccin en la regin. ?e Bak, quiso h~cer fracasar, una combinacin en la que ~o participaba; la gran sociedad petrohfera americana plante una cues~in de. prin~ipios: aceptar la oferta rusa era admitir que las empre~as nacionalizadas podan ser explotadas sin consentimiento de sus antiguos propietarios, renunciando, por consiguiente, a defender el derecho de propiedad. Bajo la presin del Gobierno americano, las potencias occidentales se sometieron, por ltimo, a esa tesis. De esto a decir ;q'!e los intereses de los tenedores de fondos rusos y los de los indus, tnales exportadores fueron sacr)ficados en provecho de los magnates del petrleo de los Estados Unidos no haba ms que un paso; y el Gobierno sovitico procur hacer convincente esa conclusin cuando .fr~~as la conferen~ia; prefera no hablar de los problemas, no menos ~ehcados, que hubiera planteado la concesin de crditos a la Rusia sovitica. Era posible, de repente, facilitar a Rusia esos medios financieros sin tener la certidumbre de que las deudas anteriores iban efectivamente a pagarse 7 'fl;i,J, tff,Esa ream.~dacin de relaciones comerciales, cuyo precio no quiso J~~gar el ~ob1erno ruso e.n el moment?. de la Conferencia de Ginebra,
~~.e ,obtemda p~r .este, sm muchas d1f1cultades. dos aos ms tarde, IJW~iante neg?~iac10ne~ por separado, sin solicitarlo siquiera. La ini-
~iahva procedio de Italia: Mussolini, desde el primer discurso que pro#jnci como jefe del Gobierno, anunci Ja intencin de considerar las ; f.~~ac~ones con Rusia desde un punto de vista prctico, haciendo abs traccin de cualquier otra consideracin. El 8 de febrero de 1924 el .. Gobierno fascista concluy un tratado comercial. El 1 de febrero de 1924, cuando los laboristas llegaron al poder, el Gabinete de Ramsay ~ac Donald declar que estaba dispuesto a reconocer el poder sovitico y a concertar un acuerdo comercial, que fue firmado el 8 de agosto. \~l :,Gobierno francs, despus que las elecciones de mayo de 1924 !~~:guraro!1 el xito del bloque de izquierdas, decidi, en diciembre, se'gu1r el mismo camino.
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Fueron los intereses econmicos los que determinaron esas decisiones: en Gran Breta~a,l donde la depresin econmica tomaba un cariz de enfermedad crnica y el paro afectaba a ms de un milln de obreros, el Gabinete laborista deseaba, cada vez ms vivamente, volver a abrir el mercado ruso a las exportaciones inglesas, antes que el comercio alemn, en el marco del acuerdo de Rapallo, lograse en ese mercado una ventaja decisiva; el Gobierno italiano quera comprar a Rusia materias primas, que con~aba pagar con mquinas y productos qumicos. Los exportadores franceses no queran quedarse atrs en aquel mercado. Pero, mientras que en 1922 Gran Bretaa y Francia haban asociado la negociacin financiera a la negociacin comercial, ahora se contentaban con dejar para una negociacin posterior las indemnizaciones a los tenedores de ttulos rusos o a los propietarios de las empresas nacionalidadas. Es cierto que el Gobierno sovitico no haba recibido crditos, pues la concesin de estos quedaba subordinada a la previa fijacin del plan de indemnizaciones. Pero haba conseguido el reconocimiento de jure y adquirido las facilidades comerciales que deseaba, sin haber tenido que dar a cambio ms que seguridades de su buena voluntad. Hay que atribuir ese xito a la poltica de Rapallo y a la maniobra alemana? No cabe duda de que la brecha abierta en 1922 en el grupo de estados capitalistas debilit gravemente la posicin de Gran Bretaa y Francia frente a la U. R. S. S. Pero el factor principal no haba sido el resurgir interior de la U. R. S. S? Cuando las potencias occidentales aceptaron acudir a la Conferencia de Ginebra, pensaban-Lloyd George lo dijo en la Cmara de los Comunes, en marzo de 1921-que el Gobierno sovitico, despus del hambre de 1921 y la crisis de su poltica ~conmica, tena absoluta necesidad .de la ayuda de Europa. En el ve1ano de 1922 las perspectivas de una buena cosecha dieron a la diplomacia rusa una libertad de accin que le permiti rehusar las condiciones impuestas, para la reanudacin de relaciones comerciales, por Gran Bretaa y Francia. A medida que la crisis econmica rusa iba siendo superada y el mercado sovitico se entreabra en el marco de la nueva polticc;i econmica, la U. R. S. S. se encontraba en condiciones de obtener ms facilidades. Los Gobiernos de izquierdas que llegaron al poder, simultneamente, en 1924, en Pars y Londres, sacaron las consecuencias de una situacin que Mussolini fue el primero en reconocer.
111. LAS NUEVAS DIFICULTADES
con la de Trotsky (1)-, el Gobierno sovitico tena que luchar con serias dificultades en su poltica europea. La primera ca usa de esas dificultades fue la vuelta al poder de los conservadores en Gran Bretaa, despus de las elecciones del 29 de octubre de 1924, pues estos haban manifestado su disconformidad con el acuerdo del 8 de agosto y se negaban a admitir la posibilidad de conceder crditos al Gobierno comunista. El Gabinete Baldwin, despus de aplazar la ratificacin del acuerdo, renunci a celebrar nuevas ne. gociaciones; en octubre de 1925, decidi la detencin de siete impor- tantes miembros del partido comunista ingls, con el fin de apoderarse de documentos, que establecan la existencia de relaciones estrechas entre ese partido y la Internacional Comunista, y publicarlos. Al mismo tiempo, las negociaciones diplomticas entabladas por el Gobierno ruso con el francs, que tenan como tema central la resolucin del problema de las deudas, demostraban que las posiciones respectivas eran incompatibles. Esto pareca anular las perspectivas recientes. Lo ms importante fue la conclusin de los acuerdos de Locarno, de octubre de 1925: el Gobierno alemn pareca abandonar la poltica de Rapallo y aceptar el entrar en un frente comn de potencias occidentales. La Prensa rusa escriba que, se trataba de una mquina de guerra contra la Unin Sovitica. En opinin del Gobierno sovitico, ese recelo quedaba confirmado por la actitud de Francia y Gran Bre-taa: el Gobierno francs, despus de comprobar el fracaso de las conversaciones financieras franco-soviticas de febrero de 1926, firm, en junio del mismo ao, un tratado de alianza mutua con Rumania, en _el que se ignoraba la reivindicacin rusa sobre Besarabia; el Gobierno ingls, con ocasin del aliento y apoyo financiero que la Internacwnal _. ~oinunista -prestaba a la gran huelga de los mineros ingleses, decidi, -- despus de tres meses de vacilaciones, la ruptura de relaciones C:iplo- mticas con la U. R. S. S. Por lo que se refiere a este ltimo pas, los dirigentes soviticos sospechaban que la diplomacia britnica estaba procurando la aproximacin-quiz hasta una coalicin-entre Polonia - y los estados blticos, volviendo, en una palabra, a la poltica del cordn sanitario. El Gobierno ruso intent cubrirse mediante una nueva negociacin con Alemania, para reanimar y ampliar la poltica de Rapallo. El ob'jeto inmediato de tales negociaciones era conseguir que Alemania permaneciese neutral en caso de guerra entre las potencias occidentales . y Ja U. R. S. S. Ahora bien, el Gobierno alemn, en el marco del sistema locamiano, estaba a punto de ingresar en la Sociedad de Nacio-nes; iba, por tanto, a asumir las obligaciones previstas en el pacto de la Sociedad, comprendido el artculo 16, que le obligara a conceder -,_ derecho de paso por territorio alemn a las tropas francesas o ingle~as, en el caso de que el Consejo de la Sociedad dictase sanciones contra
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Tales resultados se hicieron discutibles casi en seguida. De finales de 1924 a finales de 1927, en el momento en que se hallaba debilitado por una crisis interior grave--el conflicto en que se enfrentaron, despus de la muerte de Lenin, la poltica econmica y social de Stalin
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la 1-1 R. S. S. He aqu lo que poda abrir el camino a una coalicin antiscvidica. El objetivo de la poltica rusa era obtener que el Gobierno alemn interpretara restrictivamente sus obligaciones hacia Ja Sociedad de Naciones. El nuevo tratado ruso-germano, firmado en Berln el 24 de abril de 1926, satisfacfo. parcialmente esas preocupaciones: Alemania se comprometa a permanecer neutral si la U. R. S. S. sufriese una agresin de una tercera potencia; tambin prometa no adherirse a ninguna coalicin que tuviera por objeto el someter a la U. R. S. S. a un boicot econmico y financiero. Cuando Strescmann lleg a ocupar su puesto en la Sociedad de Naciones, en septiembre de 1926, precis, por consiguiente, que Alemania no se asociara a las sanciones contra la U. R. S. S.. salvo en el caso de que la Rusia sovitica fuera declarada agresora por el Consejo de la Sociedad; pero-aadi-d Consejo no podr hacer tal declaracin sin el asentimiento del Gobierno alemn. Esto equivala a decir que el Gobierno alemn, si rehusaba su adhesin a la decisin de la S. de N .. no se asociara a la aplicacin de sanciones y, por tanto, negara el derecho de trnsito. Litvinov dijo que el Tratado de Berln haba embotado la punta antisovitica de Jos acuerdos de Lo carno. En resumen: el Gobierno alemn se negaba a decidir entre el Este y el Oeste. Aunque conservaba, en el fondo, una orientacin occiden tal. Stresemann comprenda "el valor de Rusia como triunfo a jugar con tra el Oeste": en su opinin, su poltica rusa constitua un medio de presin frente a Francia y Gran Bretaa. Pero esa reserva mental, que restringa la co_Jaboracin polftica ruso-germana, no se aplicaba a los contactos de sus tcnicos militares ni a las relaciones econmicas: en- 1927-1928, la U. R. S. S. realiz el 29 por 100 de su comercio exterior con Alemania; es verdad que ei volumen de esos cambios no era an considerable; pero creci rpi <lamente en 1929-1930, gracias a los crditos concedidos por los Bancos a los industriales, garantizados por el Gobierno. En el comportamiento del Gobierno ruso respecto a Europa, la ca racterstica ms sorprendente fue la persistencia de las inquietudes que la posibilidad de una coalicin entre los estados capitalistas provoc, en Mosc. A principios del ao 1927, en el seno del Comit Ejecutivo del partido, esa alarma se manifestaba sin cesar: se sospechaba que Gran Bretaa diriga una campaiia antisovitica; que quera estrangular a, la U. R. S. S. por medio de un bloqueo; que, quiz, incluso preparaba una guerra. Stalin desarroll la misma tesis en otoo, ante el XV Con. greso del partido. A qu se deban esas inquietudes? Casi no es po. sible percibir en qu indicios autnticos se basaban. Pero no es dudoso que incitaron a los medios oficiales rusos a moderar su poltica exte
rior. En noviembre de 1927 Trotsk d a;>ludase a los pueblos euro ~s e1 y eseaba que el Gobierno ruso T'p1:1esta de Stalin fue que el~rime~ ':e~z~~h~ fontr~ los apr~s~res; la res:. }as ocasiones de conflictos con Jo t d e pdart1do cons1st1a en evitar d . s es a os e Euro 'd ' ?Ctnna estalinista, que quera Ji t . ra OCCI ental. La ;J. u.n solo pas, estaba inspirada mt arseda c?nstruzr el socialismo en ~" ... L d en esa pru enc1a :<> , a errota de Trotsky, expulsado d ] , '~] .de y deportado al Turquestn d~ ' , \f:art1do algunos dias ms tar1 las circunstancias. ' J via re esa poltica que exigan
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CAPITULO XI
En contacto con aquella Rusia, que a pesar del eclipse momentneo de su poltica europea conservaba la base de su podero; al alcance de aqtJella Alemania, cuya recuperacin econmica haba sido tan rpida, de 1924 a 1929, la Europa danubiana y balcnica era una zona de fragmentacin poltica. En los Balcanes, donde el nuevo Estado turco solo conservaba parte de Tracia y el pequeo Estado albans, no tena ms que 800.000 habitantes, Bulgaria, con 5.400.000 habitantes, apenas estaba ms poblada que Grecia, que en i922 tena cirLo millones. En la regin danubiana, mientras que Hungra se habfz, reducido a 7.500.000 habitantes y la Repblica de Austria contaba con algo ms de seis millones, la Repblica checoslovaca dominaba pe a importancia relativa de su poblacin (13.600.000 habitantes en 192 i, aunque 3.800.000 no eran checos ni eslovacos, verdaderamente). "(_;goslavia (en 1920 tena algo ms de 12 millones de habitantes) y Rumania, que era el Estado ms poblado (17.400.000 habitantes), eran, tanto una como otra, balcnicas y danubianas a la vez, por su situacin geogrfica. El trazado de las nuevas fronteras haba sobreexcitado ei i1acionalismo y agravado las dificultades econmicas en todas parte.. Aquella zona de fragmentacin, esto es, de menor resistencia, poda ofrecer condiciones favorables para la expansin econmica e incluso poltica de los grandes Estados. Pero la Rusia sovitica, en tal momento, no estaba en condiciones de correr ningn riesgo; y Alemania, mientras que se encontrara sometida a la inspeccin del desarme y al pago de las reparaciones, permanecera prudente. Gran Bretaa, aunque observaba con atencin a Grecia, a causa de sus intereses mediterrneos, no pensaba asumir ninguna responsabilidad directa. De todas las grandes potencias, solo se mostraban activas, durante el perodo de 1920 a 1930, Italia y Francia. Los intereses italianos en el Adritico, en contacto con Yugoslavia, Albania y Grecia, eran inseparables de una accin poltica en los Balcanes; por lo que se refiere al espacio danubiano, los intereses italianos haban quedado ampfimentc satisfechos con la desaparicin de Austria-Hungra (1). Los intereses franceses eran, sobre todo, polticos; la accin econmica y financiera no significaba ms que el medio para lograr esos fines. El objetivo principal era, no solo cerrar el camino a una futura expansin alemana, sino tambin establecer alianzas en la retaguardia contra Alema( !)
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nia. La accn taliana chocaba, pues, con la de Franca en la regin danuhiana; y aquel antagonismo se manifestaba, asimismo, en las cuestiones balcnicas ( 1).
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Despus de la dislocacin de Austria-Hungra .se pens en dos soluciones alternativas para atenuar las consecuencias de la fragm.entacin y organizar la vida poltica y econmica de la Europa danubiana: constituir una federacin entre todos los Estados sucesores de la Doble Monarqua, comprendidas Hungra y Austria, es decir, establecer la colaboracin entre los beneficiarios y las vctimas de los tratados de paz; o limitarse a forma.r un siste:na d~ alia~zas entre. Checoslo~a quia, Rumania y Yugoslavia, con el fm <le 1mped1r. ,una po.s1bl.e tentativa de desquite <le los vencidos y mantener la s1tuac1on terntonal establecida en 1919-1920. El proyecto de federacin, en el que estaban interesados los medios gubernamentales de Francia e Inglaterra en 1919, choc con la resistencia de los gobiernos de los nuevos Estados, que teman que el vnculo federativo sirviera para pr.eparar la resur:eccin de un Imperio austro-hngaro. La segunda pos1b1hdad fue cons1dera?a en febrero de 1920-antes, incluso, de la firma del Tratado del Tnann-por los gobiernos de los t:es Estados ,que iba~ ~ repartirs.e los territorios arrebatados a Austria y Hungna. Que importancia se poda conceder a la iniciativa de las grandes p Jtencias en la eleccin entre esas dos orientaciones y en la formacin de la "Pequea Entente"? Lo que oblig a Checoslovaquia, Yugoslavia y Rumania a concertar una alianza fue su temor a Ja restauracin monrquica. El 14 de agosto de 1920, Checoslovaquia y Yugosl_av!. ~e prometieron mutua asistencia armada en el caso de que Hungna 1111c1ase un ataque no provocado; a Ja calaverada del ex emperador Carlos, que intent volver a tomar el poder en marzo de 1921. se replic medi~nte los tratados del 23 de abril de 1921, entre Rumania y Checoslovaquia, y del 7 de junio del mismo ao, entre Rumania y Yugos!avia. Cuando, en oct~~re de 1921, el ex emperador realiz una segunda intentona de restaurac1on, Jos tres gobiernos anunciaron su intencin de oponerse a ella con las armas. Era lgico que tal acuerdo se estableciera entre Esta?os que se hallaban igualmente interesados en impedir el r~t?rno ofen.s1~~ a.el na_conalismo magiar. Lo que merece un examen cnt1co es la 1~1c1at1va ~~ Ja poltica francesa en aquel caso: a partir de 1922, Francia apare.c,10 como protectora de Ja Pequea Entent~. Se remontaba esa protecc1on al origen de la alianza? Aquella poltica francesa--a juzgar por las fuentes d?cumen~ale~ hngaras-oscil, durante ms de un ao, entre concepciones d1ver gentes.
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. . . .
En la primavera de 1920, cuando Alejandr? Meillerand, .r:esidente del Consejo, era ministro de Asuntos Extraneros, y Maunc10 PaloJogue, secretario general del Ministerio,. la polti~a francesa pareca estar a favor de un 'plan de confederacin danubiana que tendra a Hungra como sostn. En tres. ocasiones, primero me~iante i:itermediarios oficiosos y oficiales, y dtrectamente despus, la d1plomac1a fra~ cesa haha hecho concebir al Gobierno hngaro la esperanza de que podra conseguir una revisin de las fronteras fijadas en. el Tratado de Triann, con la condicin de conceder a grupos financieros' franceses o a grandes empresas-particularmente, la Creusot-una participacin predominante en la gestin de los. ferrocarriles hngaros y en e! ;a pital de la Banca de Crdito General hngara. A pesar d7 la opos1c1n de algunos altos funcionarios del Quai d'Orsay que, no sxn razn, sospechaban que el Gobierno hngaro mantena, en secreto, contactos con medios militares alemanes, esa poltica-la de Mauricio Palol<li! gue-se mantuvo durante el transcurso del verano. . A fines de septiembre de 1920, en el momento en que Aleandro Millerand lleg a la Presidencia de la Repblica, Palologue fue reemplazado en la Secretara General del Quai d'Orsay por Felipe Berthelot, que posea una autoridad singular, gracias a sus dones intelectuales, a su tenacidad y su conocimiento asombroso de los hombres. y de los legajos. Las negociaciones con Hungra fueron abandonadas mmediatamente. FiJipe Berthelot dio muestras de simpatizar con los dirigentes checoslovacos, como haba hecho desde 1915. Quera esto decir que la diplomacia francesa favoreciese, en seguida, a la Pequea Entente, cuyos primeros jalones acababa de poner Eduardo Benes? En realidad, en el momento de la primera intentona 1 , de restauracin monrquica en Budape st, Felipe Berthel~t afirm al Gobierno checo su deseo de hacer fracasar aquella tentativa; pero Ars. tides Briand, presidente del Consejo' desde enero de 1921, declar, en sus conversaciones, que vera con agrado el xito de la restauracin. Esa discrepancia exista tambin en la opinin parlamentaria, pues las derechas parecan dispuestas a aceptar la restauracin, mientras las izquierdas no estaban dispuestas a ello. No se trataba de una cuestin de preferencias o simpatas por una u otra forma de rgimen poltico; sino de elegir entre dos concepciones acerca del papel que pudieran des:enpear en Europa los Estados danubianos: Felipe Berthelot deseaba . la formacin de la Pequea Entente; Arstides Briand no quera des: cartar la posibilidad de una confederacin danubiana, y vea en la antigua dinasta el nico centro de atraccin capaz de coordinar esos pueblos dispares, con el fin de establecer una barrera contra l~ expansin alemana. A:i' Pero, cuando se produjo la segunda calaverada imperial, en octubre de 1921, las vacilaciones no se repitieron: la poltica francesa: empren-~J entonces, el camino por el que marchara constantemente durante :q-ince aos.
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LA ZONA DANUBIANA Y
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La f,prmacin de la, Pequea Enttnte no fue, pues, obra francesa sino realizada p<, r los tres Estados contratantes, quienes, en un mo~ mento en que la 1rientacin del Gobierno francs se encontraba todava sin fijar, demo >traron su voluntad comn de impedir una restauracin pionrquica } de mantener la situacin territorial que estableci el Tratado de 'FrL nn. Solo despus de esa manifestacin de vitalidad, la Pequea Et tente recibi el apoyo diplomtico de Francia, convirtindose en uno de los medios de accin del sistema francs en Europa. Ese sisteri 1a francs encontr su expresin en el acuerdo checoslovacofrancs del 25 de enero de 1924, completado, el 16 de ocbre de 1925, por un1 promesa de asistencia armada; en la alianza concluida el 10 de junio de 1926 entre Francia y Rumania, y, por ltimo, - en el tratado de 1927 entre Francia y Yugoslavia. Pero ese sistema se hallaba amenazado por la posible incorporacin de Austria al Reicb ' alemn y por el revisionismo hngaro. La incorporacin de Austria a Alemania estaba prohibida por los Tratados de Versalles y de Saint-Germain, a no ser que fuese autorizada por la Sociedad de Naciones (l). El Gobierno austraco, por medio de un protocolo de 1922, prometi conservar la independencia del Estado, a cambio de una ayuda financiera que le fue concedida po; la Sociedad de Naciones. A pesar de esa promesa, los miembros del Gobierno austraco y el mismo presidente de la Repblica, apoyados por un amplio movimiento de la pinin pblica, no perdieron ocasin de decir, en .el perodo 1926-1928, que Austria no era viable, desde el punto de vista econmico, y que el Anschluss resultaba necesario. Sin embargo,-concedan que sera prematuro el suscitar la cuestin. Esa era tambin la actitud de los medios oficiales alemanes : afirmar el derecho ~ora~, invocar el principio de las nacionalidades, pero apla~ar la reivin.d1cac1n. Esta negativa implcita a admitir la validez de las estipulaciones de los tratados incitaba a Italia y a.Francia a hacer advertencias en forma ~tegrica. En mayo de 1925, Mussolini declar que no podra tolerar ams el Anschluss. En diciembre de 1928, Briand declar a Stressemann que la incorporacin de Austria no podra efectuarse amistosamente, pues el voto negativo .de Francia bastara para impedir que el Co~sejo de l~ S?ciedad de Naciones diera su asentimiento; y aadi que, s1. Ale!Ilanta mtentase resolver la cuestin por la fuerza, "significara, sm nmguna duda, la guerra" La protesta contra las consecencias del Tratado de Triann colocaba al Gobierno hngaro en perpetuo antagonismo con sus vecinos pues la revisin de las fronteras que la opinin pblica magiar reivin~ dicaba amargamente, era rechazada categricamente por la Pequea Entente. La poltica italiana prestaba apoyo a aquel revisionismo hn(1)
garo, sin duda para tener en jaque a la hegemona fran,cesa q~e. se iba dibujando en la Europa danubana: de.seaba. que Hungna persi~tiese en la formacin de un rompeolas de reszstencza y que no se resignara a llegar a un acuerdo con los vepcedores. E.l Gobierno de Bu~apes~ aceptaba esa ayuda porque, sin poder desumr a sus adversanos, d!fectos, solo le quedaba esperar la recti~cacin de sus fronteras apoyandose en una gran potencia. . El tratado de comercio italohngaro del 5 de septiembre de 1925 favoreca Ja importacin de los productos agrcolas italianos. El t~a tado de amistad de abril de 1927-a pesar de la vaguedad de sus terminas-significaba. segn dijo el presidente del Consejo, el ~onde Bethlen Ja entrada de Hungra en la esfera de los intereses 1tal1~1ws. La con~ecuencia directa de tales acuerdos diplomticos fu~ el ahento pblico que Musso!ini dio al revisionismo m~giar en la pnmave.ra. de 1928. A pesar de todo, el aliento era muy matizado: el duce se h,mitaba a desear modi{icaciones de detalle en el. trazado de las. fronte:as hngaras y a hacer constar que Hungra mereca un destino mi?J! Esas manifestaciones fueron intiles: los Estados de la Pequena Entente declararon que se opondran a cualquier modifica~in, aun parcial de la situacin territorial fijada por el Tratado de Tr~ann. Y e~to bast para que, de momento, las ~eivi~dicaciones magia:es , careciesen de importancia prctica. Hungrta, sm embargo, continuo. apareciendo como el polvorn de Europa. Pero la plvora estaba moada. La poltica de Ja Pequea Entente haba sido, pues. eficaz. Esos Estados, que agrupaban a cuarenta. y tre~ .millo~es de habitantes. Y que haban concertado una relacin d1plomat1ca directa c?n .Francia, ~a reean representar una seria fuerza militar. Pero la ~itahdad, .del sistema no estaba bien asegurada. Desde el punto de vista. J?Oh.nco! sus miembros. solidarizados en su resistencia frente a las reivmdic~ciones hngaras, no haban establecido compr~misos mutuos m~s amphos: el pacto de la Pequea Entente no garantizaba a Yugoslavia ~ue no te~ dran consecuencias las reivindicaciones italianas; Rumama no pod1a contar con sus dos aliadas para defender Besarabia contra la Rusia sovitica; Checoslovaquia no encontraba ningn apoyo, ni e~ Belgrado ni en Budapest. para hacer frente a las dificultades que pudiera pro.vacar la cuestin de los alemanes de los Sudetes. Desde el punto de vista econmico los dos intentos realizados para organizar una colaboracin econ mica entre los trs Estados, en las conferencias de Portorosa, de noviembre de 1921, y de Jachymov, en 1927, solo consiguieron.mejorar el trfico ferroviario y limitar las prohibiciones a la impor.tac1n; pero no permitieron establecer_ tarifas aduaneras de pr~ferencia, porque Checoslovaquia, Estado indust~ial, se habra benefici~do con ellas. mientras que Rumania y Yugoslavia, en los que predo:rnnaba la economa agrcola, hubieran salido perjudica.d.os. El porvemr de la Peque' a Entente estaba minado por esas deb1ltdades.
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II.
En la zona balcnica, las iniciativas italianas tenan mayor importancia. Encontraban 'un terreno favorable, pues las dos potencias que haban desernpeado un papel predominante en ella antes de 1914, se hallaban ahora desplazadas. El objetivo esencial de la accin italiana era el establecimiento de un control sobre el Adritico. En aquel plan, los mviles econmicos tenan sin duda importancia, pero secundarla; los mviles predominantes eran estratgicos y polticos: al asegurar la estabilidad de la paz en esas regiones-escribi Mussolini en el Popolo d'Italia, en febrero de 1926-, Italia tendra libertad de accin ms amplia en otras zonas de inters vital, es decir, en el Mediterrneo. Indudablemente, hay que tener en cuenta tambin el deseo de consolidar el prestigio del rgimen, borrando Jos abandonos consentidos por los Gobiernos de 1920 y 1921. Los objetivos inmediatos del Gobierno fascista eran, en consecuencia, por una parte, la solucin de la cuestin de Fiume, que desde la primavera de 1919 haba enfrentado a Italia con YugoslaYia (1), y, pqr otra, el establecimiento de una posicin preponderante en Albania y sobre la orilla oriental del Canal de Otranto, puerta del Adritico. Esas intenciones amenazaban Jos intereses de Yugoslavia que no quera renunciar a Ja costa de Quarnero ni sufrir la vecindad de una Albania sometida a la influencia italiana: tambin amenazaban los de Grecia, que; desde 1913, no haba abandonado nunca sus reivindicaciones sobre los distritos meridionales de Albania (2), Santi-Quaranta y Argyrocastro, cuya poblacin es de lengua griega: y esos distritos, por su situacin geogrfica, eran algunos de los que ms inters ofrecan para la seguridad del paso por el Canal de Otranto. Los acontecimientos se desencadenaron desde 1923 a 1927. El asesinato de un miembro italiano de la comisin de delimitacin de la frontera grecoalbanesa dio a Mussolini ocasin para ejercer un~ presin armada, mediante el bombardeo y Ja ocupacin temporal de Corf: fue un acto de intimidacim que no se diriga solo contra '-Grecia. El Gobierno yugoslavo, cuando '\m mes m8s tarde fue invitado por el Gobierno fascista para emprender negociaciones acerca de la cuestin de Fiume, tuvo en 'cuenta, probablemente, la experiencia sufrida por Grecia; se resignaba a las conversaciones que desembocaron en la Convencin de Nettuno. de enero de 1924, por la que Italia se anexionaba la ciudad de Fiume, mientras que los alrededores de ella se entregaban a Yugoslavia. Este xito italiano abra el camino para la expansin de una influencia econmica y poltica por toda Dalmacia.
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En el verano de 1924, por ltimo, los golpes de Estado de Albania, en l~s que se enfrentaron Ahmed Zog, musulmn, y Fan Noli, de la Iglesia ortodoxa, ofrecieron a la poltica italiana un terreno abonado. ~hmed Zog, cua~do consigui? .conse.rvar el poder, busc ayuda financiera para re?rgamzar la adm1mstrac1n y construir carreteras; Italia se. ~~ co~c~d1; y, co.mo. contrapartida, obtuvo la presencia de una m1s1on m1l~tar en el erc1to albans, la creacin de un Banco Nacional de capital y presidente italianos y, en fin, una sociedad sostenida por ~ancas itali~nos,. que ejec.utara, mediante empresas it~lianas, los traba1os del eqmpam1ento nacional albans. La colaboracin econmica Y financiera era solo el prlogo de la accin poltica. Por el Pacto d~ Tirana ?el 27 de noviembre de 1926, Ahmed Zog recibi del Gobierno fascista la promesa de ayuda para mantener en Albania el statu qua poltico, esto ,e_s: su d~minacin personal; pero se comprometi a ?1antener. un~ pohtica extenor que no pudiese acarrear perjuicios a los mtereses 1tahanos. Un ao ms tarde, por el tratado del 20 de no~iem bre de 1927, se estableci una alianza defensiva. Por ltimo mediante la c?nvencin. :omplementaria del 1 de julio de 1928, el G~bierno albanes promet10 actuar de acuerdo con Italia en todas las cuestiones r~f eren tes a la situacin balcnica. Ahmed Zog, que adopt en sept1em bre de 1928 el ttulo de rey, convirtindose en Zog I, pareca, pues, aceptar colocarse bajo la tutela italiana. Esa _penetracin italiana en Albania aument la inquietud yugoslava. El presidente del Consejo, Nintchitch, que haba firmado el acuerdo d~ Nettuno., abandon el pode~ en diciembre de 1926; y el nuevo Gob1er:no busco el apoyo de Francia. El Tratado francoyugoslavo del 11 de noviembre de 1927, aunque no fuera ms all de la promesa de concierto en caso ?e agresin, i~ici? una poca de tensin grave entre Italia y Yugoslavia: la Prensa 1tahana manifestaba su desprecio por un Estado d~sgarrado por los conflictos polticos y religiosos entre croatas y serb!os, Y anunciaba la intencin italiana de apoderarse de toda Dalmacia en la. primer~ ?casin favorable; la Prensa yugoslava-sobre todo, en Croac1a-rephco vehementemente, v no vacil en admitir la posibilidad de una guerra. La resistencia yugoslava incit a la diplomacia italiana a sentar las bases ~e una poltica balcnica cuyo objetivo esencial consista en neutralizar los Estados de aquella zona, en previsin de una guerra en el Adritico. Las discusiones y los conflictos que enfrentaban a los Estados balcnicos a?ran persp,ectivas favorables a los intereses polticos italianos: Grecia y Turqma se encontraban empeadas, durante cinco aos, en, asperos d.ebat~~ pues. las c!usulas del Tratado de Lausana, que preve1an _la ei::1grac1on o?hgatona de los griegos de Esmirna a Grecia y la en11grac1on facultativa de los turcos de Tracia Oriental a Turqua, daban lugar, al ser aplicadas, a serias dificultades diplomticas, agra-
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vadas por los mfrimientos de las poblaciones desarraigadas. Greda y Yugoslavia dis ;utieron largamente el estatuto del puerto franco de Salnica, que ' eba permitir el trnsit J comercial yugoslavo por el territorio griego, sin pagar derechos de .tduana. En Macedorria, donde el Tratado de N1 uilly haba colocado pol .laciones blgaras bajo lo dominacin serbia, surgan incesantes conflictos entre nacionalidades e Iglesias, que afee aban a Bulgaria y a Yu~ oslavia; aquella regin lleg a convertirse, en 1928. en una zona guerrillera, cuando la Organizacin Revolucionari Macednica, que tena ;u sede en Bulgaria, lanz incursiones de e ::>mitadjis para proteger a .os blgaros de Macedonia contra la opresicn yugoslava; la accin de esos comitadjis fue alentada, quiz, y, dese e luego, tolerada, por el ( ;obierno de Sofa, que declar ser incapaz dr impedir esas incursiones, desde el momento que el Tratado de Neuil. y le haba impuesto un de ;arme riguroso. La aspereza de tales discordi< s balcnicas resultaba prcvechosa para el Gobierno italiano. El Gobierne rumano, en septiembre de 1926, cuando era dirigido por el general Averescu, cuyas simpatas personales estaban al lado de los regmenes autoritarios, acept dar a Italia una promesa de concierto y apoyo diplomtico, lo que, sin ser incompatible con el pacto de la Pequea Entente, debilitaba su importancia; a cambio, obtuvo que Italia reconociese los derechos rumanos sobre Besarabia; pero la cada de Averescu, en la primavera de 1927, y la vuelta al poder de Bratianu, jefe del Partido Liberal, cerr el futuro de esa aproximacin diplomtica. El Gobierno griego, debido a sus diferencias con Yugoslavia, consinti en olvidar el asunto de Corf, contrayendo el compromiso de permanecer neutral en el caso de que Italia fuera objeto de una agresin no provocada, en septiembre de 1928. Bulgaria, como adversario directo de Yugoslavia en Macedonia, era para la diplomacia italiana el campo de accin ms propicio. Por eso el Gobierno fascista, en agosto de 1928, se neg a asociarse a' la gestin que realizaban en Sofa los. representantes de Gran Bretaa y Francia para exigir al Gobierno blgaro la disolucin de la Organizacin Revolucionaria Macednica. En esos aos, en los que la influencia alemana no haba recuperado todava sus medios de accin, fueron, pues, los intereses opuestos de Francia e Italia los que orientaron el curso de los litigios internacionales en las zonas danubiana y balcnica. El patronazgo dado a la Pequea Entente por la poltica de Francia, hada temer al Gobierno italiano la reconstitucin de un grupo hegemnico (era la expresin utilizada por la Prensa italiana) en la Europa danubiana; el apoyo dado al revisionismo hngaro por el Gobierno fascista fue la parada de ese golpe. El Tratado francoyugoslavo de 1927 era considerado en Roma como un ataque directo a la poltica italiana en el Adritico y determin a la
. fascista a ampliar su poltica balcnica. La poltic~ italiana d1plomac1a l ue se refief'" a la Europa danubiana, una era, en consecuencia, por o q l ~ . n lo Balcanes esa po. l't " fnncesa por e contrano, e ' sito de vigilar y cercar rplica a 1a po 1 ica ' 0 51 1 ltica fu~ l'.(en~va,. ~~l:~a~on : ::~~~ ~~pl~:nkcos de Francia e Ir.ala 11 1 :e ~~;;e'~'s :ban ; ~~ro la ~ituacin general, resultant~. del parc ~;?~~~oltico v econmico, no haba mejorado, en cam i.o. ~ues "' d . andes Estados paralizaba cualquier mtento consto p dad entre os os gr tructivo.
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CAPITULO XII
aqu tambin dominaba Inglaterra: en 1919, desde el Bsforo hasta los confines de la India, todos los puntos estratgicos estaban en poder de los britni.cos. Pero las posiciones conseguidas por los europeos se hallaban amenazadas, sobre todo de 1920 a 1927, por los nacionalismos musulmanes (1). Esos movimientos ofrecan tambin buenas ocasiones a las polticas ri\'alcs de las potencias europeas, ocasiones que no dejaron de ser aprovechadas por stas.
I.
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El Mediterrneo, lugar de intercambio y de encuentro para las poblaciones y civilizaciones de tres continente:,, despus de la ~pertur~ del Canal de Suez, se haba convertido tambien en una gran via marttima mundial (1). En vsperas de la guerra de 1914, esa ~a estab.a dominada por Gran Br~taa, que posea las dos puertas esenciales-Gibraltar y Suez-, que gracias a su base naval de Malta, vigilaba el paso por el Estrecho .de Sicilia y que haba conseguido mantener cerrad~ Ja puerta scrt,entr1~ nal los estrechos otomanos, a pesar de la presion rusa. Los paises n-. be;eos del Mediterrneo no intentaron seriamente derribar esa preponderancia inglesa: Francia, aun con la fuerza de s~s posicione.s .d~l norte de Africa, haba tratado con miramientos los 111t~~cses bntarticos incluso antes de adoptar una poltica de colaboracion con Gran Bre taa; Italia haba seguido por mucho tiempo la estela de Inglaterra, y la situacin que haba c:_onseguid~ en el i_nar Egeo. en 1912, ~~ gua siendo precaria (2); Espana y Grecia eran impotentes; ~! Im~.i? otomano, pese a la extensin de sus territorios, era demasiado debil para tomar Ja iniciativa. Las resultados de Ja guerra mundial parecan confirn:ar esa preponderancia de los intereses ing~e~es, pues, en 1919, Rusia .se; enc?ntraba paralizada por la guerra ClVIl; Ja derrota otoi_nana haoia traido como consecuencia el desmembramiento del Impeno; Y. el pro:'e.cto alemn del ferrocarril de Bagdad se haba derrumbado. S1 el Mediterrneo occidental no resultaba directamente afectado por esos resultados, el Mediterrneo oriental lo era profundamente. A pesar de .la presencia francesa en Siria y la ocupacin italiana del ~ur de Anatolia, el Gobierno britnico, gracias al protectorado sobre Egipto, el. mandato de Palestina y la posesin provisjonal de la_ base naval de Ch;pre-una provisionalidad que duraba ya cuarenta anos (3)-, mantema su dominio. d' , Para los ingleses, esos aspectos de la situari~n en el, ~e iterraneo estaban refacionados con los problemas del Onente Proxim?'. con el camino terrestre a la India, que empezaba en las cost~s de Sma Y. Palestina v con los intereses britnicos en el golfo Prsico. Ahora bien:
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,os movimientos de resistencia a la dominacin de los Estados europeos intentaban establecer en el seno del Islam comunidades polticas, que, de momento, no procuraron establecer igualmente una colaboracin. El nacionalismo turco, los nacionalismos rabes y las aspir~ ciones nacionales del Irn, e incluso de Afganistn, se sealaban con caracteres diferentes.
El nacionalismo turco encontr su expres1on en el mov1m1ento dirigido por Mustaf Kemal, que protestaba contra la dislocacin del Imperio otomano, as como contra las ventajas consentidas a Gran Bretaa y a Grecia, en agosto de 1920, por el Tratado de Sevres. Kemal exiga la revisin de ese Tratado, al menos en lo que afectaba a poblaciones turcas sometidas a dominacin extranjera; se negaba, pues, a admitir el derecho de ocupacin, concedido a Grecia, en la regin de Esmirna; a Francia, en Cilicia; a Italia, en Anatolia meridional, en torno a Adalia; peda tambin la retirada del contingente interaliado-casi exclusivamente britnico-encargado de ocupar Constantinopla y asegurar la aplicacin del nuevo estatuto de los estrechos otomanos. El Gobierno de Kemal quera garantizar el xito de esas reivindicaciones por medio de la presin armada e incluso por la guerra. La entrada de tropas turcas en Cilicia y en la zona de Adalia oblig a Francia y a Italia a aceptar la negociacin. El Gobierno francs, por el acuerdo del 20 de octubre de 1921, renunci a la ocupacin de Cilicia, con la excepcin del sanjak de Alejandreta, donde los turcos no constituan ms que parte de la poblacin; el Gobierno italiano abandon la regin de Adalia, aunque conserv all determinados privilegios para la explotacin del subsuelo. ' Las tropas griegas instaladas en Esmirna no esperaron el ataque turco; y lanzaron una ofensiva preventiva que fue rpidamente desbai ratada: la victoria de Afium-Karahissar, el 22 de agosto de 1922, abri al ejrcito kemalista el camino de Esmirna, que fue ocupada quince , das ms tarde, sin que el Gabinete ingls mostrase la menor intencin ' de oponerse a ello. El ejrcito turco se dirigi entonces hacia los Dar~,
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Vanse pgs. 268 y sgs. Vanse p:gs. 509-510 y 549. (3) Vase pg. 384.
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danelos; y en Ch~nak encontr a un destacamento francoingls, encargad~ ~e. la guardia d.el estrecho. Se evit el choque armado; pero el armisticio de Mudama, del 11 de octubre de 1922 concedi a Mustaf Kemal el derecho de recuperar la administracin de Constantinopla y de expulsar al sultn. El 4 de noviembre, se realiz la primera parte de ese programa; y el 17 del mismo mes, la segunda. Faltaba consagrar tales resultados mediante Ja revisin del tratado de Sevres. La conferencia de Lausana-prevista en el armisticio de Mudania--proce~i~ ~ esa revisin. Los turcos, segn deca el jefe de la delegacin bntanica, lord Curzon, se mostraban insolentes e intratables; pero el Gabinete ingls (Lloyd George haba sido sustituido ya por ~onar Law) no, q~eda, de ninguna manera, correr el riesgo de un confhcto. El 24 de uho de 1923, el nuevo tratado restituy a Turqua la soberana sobre toda Anatolia, Constantinopla y tracia hasta Maritza (es decir: Andrinpolis comprendida), y sobre las islas de Imbros y Tenedos, que dominan, en el mar Egeo, la entrada de los Dardanel~s, s_uprimi el r~men de privilegio que los extranjeros posean en temtono turco, en virtud de las Capitulaciones; y regul, en fin, el esta.tuto de los e~tr:chos: el G?bierno turco reconoca el principio de la hber~ad de transito, establecido en el Tratado de Sevres; pero obtena el derecho a prohibir ese trnsito a los navos pertenecientes a cualquier Estado que se encontrase en guerra con Turqua. El apoyo diplomtico que la Rusia sovitica prestaba al Gobierno de Kemal no explica, ciertamente, por s solo, estos xitos. La Repblica turca no hubiera podido destruir e! estatuto territorial establecido en 1920 si hubiese encontrado una resistencia concertada de Gran Bretaa, Francia e Italia. Pero los Estados vencedores se hallaban divididos. Gran Bretaa, ampliamente beneficiada por el Tratado de Sevres, no enco"ntraba el apoyo de los otros pases para defender iI sus clusulas, pues ni Francia ni Italia crean posible volver a tomar l~s. armas, a tres aos escasos de la guerra mundial, para mantener pos1c10nes que, aunque fueran de gran importancia para Jos intereses bri~nicos, resu.ltaban secundarias para los suyos. Cuando ya se haba cedido, en casi todos los puntos, a la presin kemalista el Gabinete britI?'ico .protes~ intilmente contra esas negociacione~, que, con toda evidencia, _estimularan a los turcos a seguir realizando su programa. En el otono de 1922, cuando se produjo el incidente de Chanak el Gob~ern.o francs se ~eg a ordenar a sus tropas que cerrasen el ~aso al erc1to de Kemal. Por qu arriesgarse a una guerra en exclusivo provecho de los intereses ingleses? Sin duda, el Gabinete britnico hubiera podido decidirse a actuar solo. No se atrevi a ello, porque se encontra~a gravemente preocupado por su Imperio: Egipto reivindicaba s~ mdependencia y Jos Dominios rehusaron su concurso en el caso de una guer,r~ I?-gloturca. ~or. otra parte, en la solucin de Ja paz turca, la pohtica mglesa hab1a ugado Ja carta de la Grecia de Venizelos; Y el rey Constantino, que estaba exilado desde 1917, haba re-
cuperado su trono en diciembre ele 1920. despus de un plebiscito, apa:tanJo, en seguida, a Venizelos ele! poder; no se pod1a, pues, seguir contando con la docilidad del Gobierno griego. No es nada sorprendente que Gran Bretaa intentara arrojar sobre el desfa!lecmiento de sus aliados la responsa~)iliclild de los fracasos de su pol!t1ca. Pero, en el fondo, esa poltica-la de Lloyd Georg.e-se ra a, pique desde el momento en que no pudiese seguir jugando la carta griega. Tambin eran los movimientos nacionalistas los que amenazaban los intereses brit<inicos en el Prximo Ori(;nte. En Afganistn, el emir obtuvo la supresin del cuasiprotcctorado ingls de 1919 (1). Para que la opinin inglesa acep:ara ese abandono, el Foreign Office declar que el protectorado ~e h;ib1a hecho superflu~, desde el momento en que desapareci el peligro ruso: pero ese optimismo aparente no poda convencer cuando la Internac10nal Comumsta desarrollada su propaganda entre los pueblos asiticos. . En Irn, el Gobierno ingls posea, desde 1907, una zona de mfluencia en el Selstan (2); en mayo de 1914 adquiri la mayor parte de las acciones de la Anglo-Persian, constituida seis aos antes, para explotar los yacimientos p~trolferos de la zona P'.~xima al golfo ~~rsico, y se procur el derecho de veto sobre la gest10~ de la com~ama en todos aquellos casos en cr~~ se pusieran en juego mte:eses poht1cos. Dura?,te Ja ouerra mundial estableci, en su zona de rnfluenc1a de la reg1on pet~olfcra, una ocupacin militar. En agosto de 1919,' por ~ltii:-1 obtuvo Ja firma de un tratado, segn el cual, el Gobierno 1ramano--a cambio de Ja retirada del ejrcito ingls de ocupacin-prometa admitir tcnicos ingleses para reformar la administracin y la~ fuerzas armadas, as como capitales y especialistas para la construccin de fe~ro carriles: todo ello era el anuncio, segn el Times, de "la reorgamzacin de Persia con cerebros y dinero britnico". Completado por los protectorados establecidos por Gran_ Bretaa ~obre los principados rabes del golfo Prsico-Koweit, desde 1899; las islas Bahrern, des~e. 189~-;- ese tratado iraniano pareca garantizar slidamente el predomm10 bntanico. Pero su puesta en prctica era lenta. difcil. porque encontraba la resistencia del sentimiento nacional persa. En junio de 1920, despus de un cambio ele Gobierno, el sha decidi suspender la aplicacin del tratado. Los movimientos nacionalistas rabes se dejaban sentir desde Marruecos al Irak, sobre todo durante los cuatro aos que mediaron de 1922 a 1926 (3). En Egipto, donde la protesta nacional ya se haba, manifestado ~~gorosamente en 1919, el Gobierno ingls, aunque pose1a recursos rntl 1(l)
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Acerca del origen <le esos movimkn1os, en 1919, vase lib !l. cap, V,
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tares suficientes para dominar la situacin, consider ms prudente arrojar lastre: la Declaracin del 28 de febrero de 1922 dispuso la renuncia al protectorado establecido en noviembre de 1914 y proclam la independencia de Egipto; pero reserv al Gobierno ingls el derecho de regular todas las cuestiones relativas a la defensa del pas, a la seguridad del canal de Suez, al estatuto de los extranjeros y a la regin del Sudn egipcio, cuya posesin era esencial, por el rgimen de las crecidas del Nilo. Esos cuatro puntos reservados permitiran a Gran Bretaa conservar efectivamente vara alta en Egipto. Zaglul, apoyado por la gran mayora del Cuerpo Legislativo, se neg a suscribirlos. Mediante una nota conminatoria y el embargo del servicio de aduanas de Alejandra, Gran Bretaa oblig al Gobierno egipcio a retirarse e impuso la aceptacin de los cuatro puntos: victoria temporal. En Marruecos, donde Abd-el Krim haba lanzado, en Julio de 1921, un ataque contra los espaoles y formado la Repblica indep.:ndiente del Rif, las tribus rifeas intentaron penetrar, en abril de 1925, en el valle alto del Uerga, para provocar un levantamiento en el Marruecos francs. La contraofensiva, en la que el Gobierno francs comprometi 158.000 hombres (entre ellos, 130.000 indgenas), bajo el mando del mariscal Ptain, termin con la capitulacin de Abd-el Krim en abril de 1926. En Tnez, donde os intelectuales musulmanes estaban en contacto con los egipcios, el Partido nacionalista-el Destur-no reivindicaba la independencia: se contentaba con pedir, en marzo de 1920: que los tunecinos pudieran ocupar cargos pblicos, el establecimiento de una Asamblea Legislativa elegida por sufragio universal y la responsabilidad del Gobierno ante la Asamblea-programa suficiente para asegurar la preponderancia de la minora indgena. El Gobierno francs se limit a realizar una reforma parcial, que no poda, desde luego, ~tisfacer al Destur, en julio de 1922: anunci la creacin de un grar. Consejo, desprovisto de facultades polticas y elegido de forma que los franceses de Tnez conservaran la' paridad con los tunecinos. Por lo que se refiere a Tripolitania y Cirenaica, donde los italianos haban renunciado a reconquistar el interior del pas en 1919, el Gobierno de Roma y el jefe de los Senusitas, Said Idriss, firmaron, en octubre de 1920, el acuerdo de Regina, que limitaba la soberana italiana a la zona litoral y reconoca el estatuto de autonoma para el resto del territorio (l ). Pero a la llegada de Mussolini al poder, el Gobierno fascista rompi el acuerdo de Regina; adems, emprendi una vigorosa accin milita.e contra las senussitas, que, en abril de 1923, alcanz un xito importante-la toma del cuartel general de Said Idriss-, pero que se prolongara durante cinco aos an, antes que fuese rota la resistencia y se completase la reconquista de bia. ' En Palestina, colocada bajo mandato britnico, el Gobierno ingls
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intent establecer un hogar nacwnal uclo, segn la promesa que hab_a hecho en novembre de L917. Entre 1919 y 1926, un centenar de millares de inmigrantes, procedentes de la Europa cent.mi y oriental, ll~ garon a unirse a los cincuenta mil israelitas e~tabl~c1?os ya en el pais antes de 1914. Esta poblacin judit se instalo, _pnnc1palmentc,__ en las ciudades, aportando captales y creando ndustnas; pero tamb1e~ _empez a emprender acttvdades agrcolas. Esto ~hocaba con la hosulidad de los rabes. que constituan las cuatro qumtas partes de la poblacin total, y que teman las consecuencias econmicas y sociales de tal afluencia de inmigrantes. En Jerusaln, en 1920, y en Jaffa, en 1921, los conflictos fueron sangrientos. La oposicin rabe recriminaba ai rgimen de mandato, puesto que era la administracin inglesa la que autorizaba y favoreca la entrada de los judos. Sin embargo, en 1925 esa resistencia rabe pareci aminorarse. El ejercicio del mandato francs sobre Siria chocaba con obstculos ms graves, porque la adminstracin ~rar~cesa deba enfr~?tarse, no solo con el movimiento de independencia arabe, smo tamb1en con las dificultades que entraaba la existencia de dieciocho grupos religiosos diferentes, musulmanes, catlicos y cismticos, separados por rencores seculares, por divergentes modos de vida y por el recuerdo de luchas salvajes. En dos ocasiones, el Gobierno francs emprendi operaciones militares de importancia: en julio de 1920, para conquistar Damasc~ y destruir el Estado rabe independiente que acababa de establecer allt el emir Faycal; en 1925, para reprimir, despus ,de una_ lucha de cu~ tro meses, la insurreccin de los drusos que hab1a reammado el movimiento de indepenuencia sirio. Aqu tambin ese movimiento de independencia se mantuvo en iaquc durzrnte diez_ aos. , Ei mandato britnico sobre d Irak-es decir, sobre las vtas terrestres v fluviales de Mesopotomia y sobre los yacimientos petrolferos de M-::isul-fue aceptado por el Gobierno francs, que abandon, a prinpios de 1919, Jos derec;hos que le fueron concedidos por el acuerdo francoingls de 1916 a cambio de una ampliacin de la zona atribuida. a su mandato de Siria (i). Pero la influencia inglesa chocaba con la resistencia del nacionalismo rabe. En agosto de 1920, el Gobierno britnico, para quebrantar el movimiento de resist.en~ia, ~nvi un ~uerpo ex~edi cionario de cien mil l1ombres. Aunque s1gu1 siendo dueno de la situacin, considerar oportuno arrojar lastre: en octubre de 1922, po~ el tratado de Bagdad, consinti en que se reuniese una Asamblea Co~s.ttt~ yentc; pero consigui, en junio de 1924, que se abandonase .la re1y1:1d1cacin de independencia. Era una prueba de destreza d1plomatica? Fue simplemente el resultado de un regateo trivial.: ~ran. Bret~~ se hallaba en condiciones, en el caso de que la Const1tuc1n 1raqu1 diera muestras de intransig,encia. de favorecer las aspiraciones de Turqua
t ll Sobre el acun<l<l de 1916, vase c libro l. pg. 691, y sobre la transaccin de 1919, pgs. 802 y 803.
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sobre el vilayato de Mosul, donde la mayora de la poblacin no era rabe. En cuanto a las reivindicaciones turcas, la diplomacia inglesa las elimin tambin; para conseguirlo concedi a los intereses petro!feros americanos una participacin en la explotacin de Jos yacimientos iraques, gracias lo cual, el Gobierno turco no pudo contar ya con el apoyo de los Estados Unidos. Arabia, por ltimo, era el escenario de una lucha entre dos Estados musulmanes: Hedjaz, cuyo rey, Hussein, haba sido, desde 1915, alia,do de Gran Bretaa, y Nedj, donde el emir Ibn Sad estaba apoyado por el puritanismo religioso de la secta Uahabita. En 1925, Ibn Saud se anexion el Hedjaz, al que haba derrotado. Se trataba del ncleo de una nueva potencia que podra practicar una poltica de expansin, a expensas de los dems pases rabes. amenazando las posiciones conseguidas por Gran Bretaa? La diplomacia se esforzaba por alejar esas inquietudes: en 1927, el Gabinete britnico reconoci la independencia de la Arabia Saud, pero obtuvo una promesa de no agresin, aplicable a aquellos territorios donde Gran Bretaa posea bien una influencia predominante, bien un tratado de protectorado: Irak, Sultanato de Koweit e islas Bahrein. De un extremo a otro de ese mundo rabe, donde Francia, Gran Bretaa y Espaa haban sostenido tres guerras-la campaa del Rif, Ja de Siria y la expedicin al Irak-desde 1920 a 1925, los movimientos de resistencia nacional o religiosa haban fracasado, pues. Los Estados europeos pudieron conservar su ventaja sin demasiado trabajo, porque esos movimientos rabes no haban sido coordinados ni recibido el apoyo de otras fuerzas musulmanas. Cuando el Rey de Hedjaz quiso restaurar en su favor, en marzo de 1924,{ICalifato abolido por la Asamblea Nacional turca y convertirse asf en jefe religioso del Islam, su pretensin fue rechazada por otros rabes: los de Egipto y los de Nedj. Cuando Ibn Saud, despus de su victoria sobre Hu<::sein, convoc, en 1926, un Congreso musulmn en La Meca, la dominacin establecida por los uahabitas sobre los Santos Lugares provoc Giscord:1s en el mundo islmico e incit a la Universidad de El Azhar a convocar en El Cairo un conweso rival. Esa crisis, que debilit la unidad religiosa del Islam, constituye, sin duda, la explicacin profunda del fracaso sufrido por los movimientos nacionales. Tal era, desde luego, la conviccin que animara desde entonc-es a los promotores de los Congresos islmicos: para evitar nuevos fracasos sera necesario reestablecer la solidaridad islmica y luchar contra la des.ntegracin del Islam en Estados seculares. Pero esa conviccin continuaba siendo platnica todava.
II. LAS RIVALIDADES ENTRE LOS INTERESES EUROPEOS
vueltas en la misma guerra contra Abd-el Krim, la colaboracin fue mediocre; en Siria, Francia no tena por qu sentirse satisfecha de la poltica inglesa; en el asunto de Mosul-el ms enconado, por tratarse de explotacin petrolfera-Gran Bretaa hizo cuanto pudo para eliminar a Francia, mientras ofreca una participacin a las sociedades americanas. Esas discrepancias eran irritantes, pero secundarias. Las nicas verdaderamente importantes eran las. que oponan, en el Mediterrneo occidental, los intereses franceses a los italians, o, en l Prximo Oriente, los intereses ingleses a los rusos. El Gobierno italiano, desde el advenimiento del fascismo, afirm los derechos de Italia a poseer en el Mediterrneo una situacin predominante (1). Es verdad que se trataba solo de un objetivo argo plazo, pues el proyecto superaba con mucho los medios de fuerza a disposicin del Estado. En la prctica, la -accin poltica solo persegua; de momento, objetivos limitados: la cuestin de Tnger y el estatuto"'de los italianos establecidos en Tnez. La importante situacin geogrfica del puerto de Tnger llev al Gobierno britnico, para mantener el dominio del Estrecho de Gibraltar, a los Gobiernos de Francia y Espaa, inmediatamente despus que estos se repartieron Marruecos, la promesa de que dicho puerto recibira un estatuto internacional. El estatuto de Tnger, en suspenso antes de 1914, qued fijado, en 1923, por un acuerdo entre Francia, Gran Bretaa y Espaa. En l se prevea la neutralizacin y desmilitarizacin de la ciudad y de su zona exterior, pero, a la vez, se conceda a Francia una situacin privilegiada desde el punto de vista administrativo. El Gobierno italiano protest contra aquella reglamentacin en la que no se le haba tenido en cuenta; en 1926 recibi el apoyo diplomtico del Gobierno espaol, que, desde la llegada del general Primo de Rivera al poder, soportaba de peor talante la ventaja reconocida a Francia en el acuerdo de 1923. La accin diplomtica italoespaola obtuvo, en julio de 1928, la revisin del Estatuto. Al mismo tiempo que Espaa adquira el derecho a designar al comandante de la polica tangerina, Italia consigui en la administracin de la ciudad un puesto semejante al que ocupaba Gran Bretaa. Fue un xito simblico que, sin embargo, dej subsistir la preponderancia francesa. Respecto a Tnez, la opinin pblica italiana protest contra las medidas tomadas por el Gobierno francs en diciembre de 1918 (2). La prensa fascista escriba que la actividad de la colonia italiana en Tnez confera una hipoteca moral sobre aquel pas, cuya prosperidad se deba en gran parte al trabajo italiano. Italia no poda resignarse a renunciar a las convenciones de 1896, dejando que se desnacionalizase a sus colonos. Incluso se crea autorizada a reivindicar privilegios ms
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amplios para ellos, esto es, derechos polticos iguales a los que posean Jos franceses, de tal suerte qlfe Tnez se convirtiera en el campo de accin de un condaminio franco-italiano. Es cierto que el Gobierno no se haca responsable de los argumentos de esa campaa de prensa, aunque fuese el inspirador de ellos. Mussolini declar, en febrero de 1926 : "Se trata de objetivos filosficos que existen en todos los pueblos, pero que no podran formar parte de un programa gubernamental positivo". Los hechos desmintieron tales propsitos: el viaje a Tnez del mariscal Balbo, miembro del Gobierno, que lleg a dirigir fa palabra a la colonia italiana, afectando ignorar la existencia de las autoridades francesas, pareca ser indicio suficiente de las intenciones reales de la poltica italiana. Aunque este litigio dio lugar, en el otoo de 1926, a una tensin diplomtica grave, amentada, por otra parte, por las controversias relativas a la actividad de los emigrados polticos italianos en Francia, los dos Gobiernos mantuvieron sus posiciones respectivas: la diplomacia francesa se limit a dejar suspendida una amenaza sobre el estatuto de los italianos de Tnez, sin pasar a la ejecucin; la diplomacia italiana no consigui restaurar las convenciones de 1896. La prensa fascista deunci la incamprensin que demostraba la opinin pblica francesa ante los intereses italianos; y el Gobierno, en octubre de 1928, reivindic la paridad con Francia en el dominio del armamento naval; paridad que dara, en realidad, una superioridad en el Mediterrneo a a la flota de guerra italiana frente a la flota francesa. Es sorprendente el contraste existente entre la acritud, que persista y se agravaba, de las relaciones francoitalianas, por un lado, y la cordialidad de las relaciones angloitalianas. Sin embargo, no haba anunciado Mussolini, al da siguiente de la marcha sobre Roma, el propsito de expulsar del Mediterrneo a los parsitos, es decir, a las px>tencias no ribereas? Pero el ejercicio del poder hizo modificar rpidamente esas intenciones. La poltica britnica, a su vez, trataba con miramientos los intereses italianos. La rectificacin de la frontera entre Egipto y Cirenaica hizo que pasara a ser territorio italiano, dejando de ser territorio egipcio, el oasis de Giarabub, sede de la cofrada senusita, con lo que se facilitaba la reconquista de Libia. En septiembre de 1926, con ocasin de la visita del ministro de Asuntos Exteriores ingls a Livorno, las declaraciones oficiales italianas subrayaron la intimidad de las relaciones entre los dos Estados; en junio de 1928 se insisti an sobre la amistad tradicional y profunda que los una. Esi. amistad no impidi al Gobierno fascista comenzar, precisamente en 1928, la instalacin de bases navales y areas en las islas qe Rodas y Leras, es decir, en una zona en la que hasta entonces los ingleses, gracias a sus bases de Alejandra, Caiffa, en Palestina, y Famagusta, en Chipre, haban tenido una preponderancia absoluta. Pero al ao siguiente, cuando la administracin inglesa quiso eliminar el uso de la lengua
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intervenir en Jos asuntos internos del pas; el Gobierno persa prometa que su territorio no se convertira en base para la accin de una tercera potencia contra Rusia (Gran Bretaa). Los medios polticos ingleses no ocultaron su inquietud: el ministro de Asuntos Extranjeros, lord Curzon, hizo constar, en la Cmara de los Lores. que el Gobierno de Tehern haba rechazado la posibiliaad de restablecer su prosperidad con la ayuda inglesa y prefera aceptar las caricias del Gobierno sovitico, prefacio de la estrangulacin. Sin embargo, ei Gabinete britnico no intent reaccionar, y retir las ltimas tropas-doce mil hombres-que mantena an en t!1 Irn. Pero la aplicacin del tratado rusopersa dio lugar, en seguida. a serias dificultades: actividad intempestiva de la legacin rusa que subvencionaba en Tehern tres peridicos de inspiracin comunista; controversia acerca de las pesqueras del mar Caspio; embargo decidido por el Gobierno sovitico sobre las importaciones de frutos iranianos. Por eso el Gobierno persa procur, en 1925, efectuar una aproximacin a Gran Bretaa. a costa de ciertos miramientos observados con los intereses de la Anglo-Persan Company. La diplomacia sovitica replic intentando provocar en Persia movimientos comunistas; pero la mediocridad de los resultados la llev a abandonar esa tctica y a firmar un tratado de no agresin con el goCierno de Tehern en octubre de 1927. En resumen: la nueva dinasta iraniana (Riza Khan, en 1925, despus de haber aniquilado al soberano, le destron) consigui durante aquellos diez aos escapar a las prsiones inglesa y rusa, que amenazaban inmediatamente la independencia nacional. Este xito se obtuvo, sobre todo, porque ni Gran Bretana ni la U. R. s: S. quisieron entonces verse complicadas en un conflicto abierto, a propsito de los asuntos iranianos. Riza hubiera deseado consolidar esos resultados con una rearganizacin de las finanzas pblicas, solicitando capitales extranjeros que no fueran ni ingleses ni rusos: por eso solicit, en 1927, el envo de tcnicos americanos-la misin Millspaugh-; pero solo consigui buenos consejos. La independencia econmica y financiera, condicin necesaria para la independencia poltica, no se haba conseguido. Las perspectivas para el porvenir eran, pues, dudosas. Afganistn, que en 1919 recobr su independencia (1), se convirti en otro campo de batalla para los intereses de Rusia y Gran Bretaa. El rey Amanullah comenz a realizar, tambin, un programa de modernizacin y secularizacin, inspirado en el ejemplo turco. Para la organizacin de las vas de comunicacin y del ejrcito solicit tcnicos y oficiales procedentes de la U. R. S. S., con la que firm un pacto de no agresin en 1927: la penetracin de la influencia rusa se hizo, pues, muy sensible. Pero, algunos meses ms tarde, Amanullah fue derribado
(1) Vase pg. 756.
del trono por un movimiento de rebelin que, despus de peripecias.de inters secundario, llev al poder, en octubre de 1929, a Nadir Khan, quien elimin a los tcnicos rusos y suspendi la aplicacin del programa de reformas. La Prensa sovitica se apresur a afirmar que esta revolucin afgana, cuya causa parece haber sido la hostilidad de las jer<lrquas religiosas al plan de modernizacin, se deba, en realidad, a la accin de Gran Bretaa. Fue un simple azar el que las tribus que habitaban los confines indoafganos llevaran al poder a Nadir? El nuevo soberano, sin embargo, evit la aceptacin de un patronazgo britnico y no admiti, incluso, la ayuda financiera que le ofreca Gran Bretaa. A ejemplo de Riza, intent mantener una poltica de equilibrio. Y el gabinete britnico se content, de momento, con haber hecho fracasar la influencia rusa. El rasgo fundamental en este desarrollo de los nuevos nacio~lis mos y esas rivalidades diplomticas, no era la solidez de las vi'ejas posiciones britnicas? La poltica inglesa, la de Lloyd George en el mar Egeo y la de Curzon en Persia, fracasaba siempre que se trataba de emprender nuevas aventuras; pero haba conseguido salvaguardar lo esencial de los resultados ya obtenidos, tanto en el Prximo Oriente como en Egipto, a pesar de los movimientos musulmanes y de la amenaza sovitica. Que se trataba de un xito temporal? Cierto. Sin embargo, manifestaba una continuidad de propsitos y una flexibilidad de procedimientos que demuestran cmo la accin diplomtica puede lograr retardar los efectos de las fuerzas profundas de la historia.
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CAPITULO XIII
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En el Prximo Oriente.-N.
f'ATEMI:
D1p/umat1c History o/ Persta, 19171923, Nueva York, 1952.-G. LENCZOWSKI: The Middle Eeast in World Affairs, Nueva York, 1952.
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En Asia, la primera guerra mundial d<.!bilit las influencias occidentales, desde el punto de vista econmico y poltico: el Japn adquira una rosicion preponderante en Extremo Oriente, y Jos movimientos nacionalistas, cuyas manifestaciones eran significativas desde 1919, anunciaban el despertar de Asia (l). En las relaciones entre los grandes Estados europeos o los Estados Unidos, por un lado, y los Estados asiticos, por otro, en_ los aos que siguieron a los tratados de paz, se pueden se~1lar dos hechos de importancia: el comps de espera impuesto al mpcnalismo jJpons. y los intentos de emancipacin nacional de China.
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El Gob1<.!rnO 111pon obtuvo, en ju9io de 1919, una victoria diplomtica, cuando el Tratado de Versalles le asign los territorios alemanes de Shantung (2): l<!s grandes potencias victoriosas. sin tener en cuenta el rnovi1111ento nacional chino, rc:nuncaron a intervenir en la solucin de los litigos chrnoaponeses. Pero esa victoria era bastante precaria, y no solo ptirqu<.! despertaba ne los medios polticos y religiosos de ~os Esta,lns Unidos prol<.!stas vehementes, sino tambin por el cambio de frenlt: de 1'1 poitica inglesa. Antes incluso de la firma del Tratado de Versalles, la cadena de prensa I-h::irst, hostil a ia poltica del presidente Wlson, declar que las rdvi11dic;1c1cl11es ;11trnesas en China er:m inaceptables. En agosto de 1919, lus dc:s de b oposicin senatorial al Tratado Je Versa!les. con toda Ja exageracin verbal 4ue implican las polmicas polticas, reprocharon a la delegac1.:ln americana en la Conferencia de la Paz haber consemido esa t rans<1cci,i11 ti:rgunzosa, aquella capit11lacl11: la poltica nipona quera cerrar d lllercado china y no tardara en amenazar la seg11rulwl del lllWU!u; tal poltica obligara a los americanos a ir a la guerra para preseruar !u cwili:aci11. La actitud de Wilson era desaprobada, ncluso, por el Secretario Je Estado, Lansing, quien, ante la Comisin J..: Asuntos Exteriores del Senado, acus al presidente de haber entregado Shantung al Japn. Esa campaa se vio apoyada por peridicos rdigiusus inducidos por las misiones protestantes que, en China, comprobaban el vigor de las rnanikstaciones nacionales y, en Co(ll (2) Vans<: p;igs. 759 y sgs. V ~a>..: pag. 782.
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rea, se indignaban de las violencias corr:ct!das por .la administ~acicin japonesa contra los promotores del mov1m1cnto de mdepen~e~cia. El Senado, al negarse a ratificar el Tratado de Versalles, desligo a los Estados Unidos de los compromisos suscritos por Wilson por lo que se refera al Extremo Oriente; y alent. por lo mismo, la resistencia de China frente a la poltica japonesa. Era eso sficiente 7 Desde la llegada de la Administracion republic;na al poder, en marzo de 1921, los Estados Unidos ejercieron una presin directa sobre el Japn. El presidente Harding dispuso que con, 'tinuase ejecutndose el programa de construcciones para a~mentar la marina de guerra, proyectado en el curso de la guerra mundial, porque el Japn, segn deca la prensa americana, no .deba quedar coi;no dueio del Pacfico; y declar que los Estados Urndos no reconocenan la ocupacin japonesa de la Provinc.ia Ma.rf tima rusa. A pesar, de ello, el Gobierno americano no tena la 111tenc1on de colocar a Japon entre la espada y la pared, pues, antes. incluso, de enseiar los di:nt?s, hizo que el Congreso sugiriera Ja celebracin .de una Conferencia 1~terna cional donde fuesen examinadas las cuestiones del Extremo Onente Y del Pacfico. La tctica pareca ser la siguiente: amenazar al Japn con una carrera de armamentos en la que los Estados Unidos, gracias a su superioridad industrial, tendra cmoda ventaja; y ofrecer la renuncia a esa competicin, siempre Y. cu~ndo el Gobierno. nipn r~~~nciase a e.xtender sus ambiciones terntonales por el contrnente as1at1co. El obetivo final. segn la prensa american~. era llegar a una revisin de los escandalosos beneficios de guerra alcanzados por el Japn de 1914
a 1918.
El xito de esa accin dependera, en buena parte, de la actitud que adoptase Gran Bret~a. _!-a alia~z~ anglosajona .. concluida en 1902, fue renovada, por diez anos, en uho de 191 l; c1c.,to que Gran Bretaa, en aquel momento, haba hecho estipular que no llegara a Ja intervencin armada en caso de conflicto entre Japn y los Estados Unidos; sin embargo. prometi su apoyo diplomtico para salvaguardar los intereses especiales del Japn. Tena inters la poltica britnica en prolongar la existencia de aquel tratado? La poltica nipona en China lesionaba, desde 1915, los int~reses econmicos ingleses; por otra parte, la principal razn para la existencia de la alianza haba desaparecido, desde el momento en que la e'xpansin rusa en Extremo Oriente qued paralizada por las revoluciones de 1917. Pero el Gabinete ingls poda temer que el Japn. si se abandonaba la alianza; prestara apoyo al movimiento nacionalista hind, en .nombre del panasiatismo. El balance entre ventajas e inconvenientes no desempeaba un papel determinante, sin embargo. Lo que importaba. sobre todo, era el futuro de las rel.aciones angloame.ri~,a nas. Y en mayo de 1921. en Washington, el presidente de la Con11s1on de Asuntos Extraneros del Senado expres el deseo de que Gran Bre-
taa , enunciase a esa alianza con los japoneses. El 23 de junio, el S('cretario de Estado afirm(> claramente que la renovacin de la alianza constituira un estmulo para el partido militar nipn, estmulo perjudicial para los intereses de los Estados Unidos; y que el abandono de esa alianza sera el 'Signo tangible de una colaboracin angloamericana en las cuestiones de Extremo Oriente y del Pacfico. Esas declaraciones fueron acompaadas de una amenaza apenas velada: la conducta de los Estados Unidos en relacin con el movimiento de independencia en Irlanda peda depender de la buena o mala voluntad que manifestase el Gabinete ingls en la cuestin japonesa. Al da siguiente de esa gestin, la Conferenda Imperial britnica decidi no renovar la alianza de 1911. Sometido a la presin directa de los Estados Unidos y abandonado por Gran Bretaa, el Gobierno nipn se resign a aceptar la conferencia interna~ional. No poda ignorar que en aquellos debates, en los fi1Ue todos los dems Estados participantes tendran intereses diferentes a los suyos. se vera obligado a abandonar alguna de las posiciones conseguidas. Pero cmo escapar a tal necesidad? La posibilidad de un conflicto armado, a que aludan los militares nipones en la primavera de 1921. fue rechazada por la mayora de la opinin pblica, preocupada, sobre todo, por la crisis econmica, financiera y social que sacuda al pas (1). Los hombres de negocios reclamaron. en junio de 1921, con ocasin del Congreso de las Cmaras de Comercio, una reduccin de las cargas fiscales y, por consiguiente, de los gastos militares y navales; tambin criticaban la poltica de aventura emprendida en Siberia oriental. En julie y en agosto, la estabilidad social se vio gravemente amenazada por movimientos obreros que tomaban un cariz revolucionario, sobre todo en Kobe. Esa lasitud y esa inquietud imponan prudencia. La Conferencia, que se celebr en Washington del 12 de noviembre de 1921 al 6 de febrero de 1922, examin, por tanto, al mismo tiempo que los problemas del Extremo Oriente y del Pacfico. el del armamento naval. La Rusia sovitica, cuyo Gobierno no haba sido todava recono ciclo por los otros grandes Estados, fue dejada al margen, a pesar de la importancia de sus intereses en Siberia y Manchuria. Los Estados Unidos estaban seguros de la colaboracin de Gran Bretaa y no teman que Francia o Italia quisiesen favorecer la prepoderancia nipona en China o en el Pacfico. La delegacin japonesa, aishda y reducida a la defcn,siva, se vio, pues, obligada a ceder. , . :, La cuestin del Pacfico dio como resultado el Tratado de los cuatro :firmado el 13 de diciembre de 1921, por el que el Gobierno japon~ ,,,se asoci a los Estados Unidos, Gran Bretaa y Francia para prometer ,,el respeto mutuo, durante diez aos, del statu qua en las posici<mes
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(1) Vanse pgs. 813-14.
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La cuestin china se abord el 6 de febrero de 1922 en el Tratado de las nueve potencias, por el que los contratantes se comprometan a respetar Ja soberana, independencia e integridad territorial y admimstratva de China, as como el principio de puerta abierta. desde el punto de vista econmico. Por ltim~, la cuestin de los armamentos navales qued establecida por el Tratado di: lus cinco del 6 de febrero. El Japn acept que la proporcin entre los navos de lnea fuese fijada en tres para el Japn, cinco para Estados Unidos y Gran Bretaa, 1,75 para Francia e Italia. En este aspecto, la resistencia nipona fue seria; pero cedi cuando los Estados Unidos amenazaron con acelerar la carrera de armamentos y dar a sus construcciones navales un ritmo cuatro veces ms rpido que el que eran capaces de alcanzar los astilleros nipones. Sin embargo, no fueron esas las nicas concesiones que hubo de hacer la poltica japonesa. Bajo la presin vigorosa de los Estados Unidos, la delegacin japonesa prometi a China, por el acuerdo del 4 de febrero de 1922, la restitucin de Jos derechos e intereses que, antes de 1914, posea Alemania en Shantung y que fueron transferidos al Japn por el Tratado de Versalles; renunciaba a exigir la totalidad de la contrapartida prevista por los acuerdos chinojaponeses de mayo de 1915 (1), y se conform con obtener, adems de una participacin en la explotacin minera de Han Yehping, que los colonos japoneses tuvieran derecho a adquirir tierras en Manchuria; y la prolongacin del arriendo de Port-Arthur. Por otra parte, el Gobieno nipn anunci su intencin de evacuar en breve plazo, la Provincia Martima y todos los puntos del litral Siberiano ocupados por sus tropas: se trataba, pues, del fin ~e la aventura siberiana, que comenz en el verano de 1918 (2). Por ltimo, los japoneses consentan en que China ocupase un puesto en la administracin del ferrocarril del Este chino--es decir: del ferrocarr.il transmanchuriano-, solucin que eliminaba la influencia de la Rusia sovitica, pero que consagraba el retorno de la influencia china a una zona de la que haba sido prcticamente eliminada desde haca veinte aos (3). Qu conservaba, pues, el Japn, en 1922, de todas las ventajas que haba conseguido, de hecho o de derecho, durante Ja primera guerra mundial? Haba consolidado e, incluso, ampliado los privilegios de que gozaba en la Manchuria merid~onal; y conservaba, a ttulo de mandato, los tres archipilagos del Pacfico, obtenidos, a expensas de Alemania, en l 91_9: eran dos clusulas importantes para la seguridad del archipilago mpn y para su abastecimiento de materias primas. A pesar de la proporcin de 3 a 5 establecida en el tratado de limitacin de arma(1)
mentos, mantena cierta superioridad naval en Jos mares de Extremo Oriente, pues la flota de los Estados Unidos haba ~e. repartirse _e?tre el Atlntico y el Pacfico. Pero abandonaba las pos1c10nes adqumdas en la Provincia Martima y en el territorio en arriendo de Kiaochu, Y renunciaba a Ja mayora de las clusulas del acuerdo chinojapons de mayo de 1915, lo que equivala a ~enu~ci~r ~ Ja reali~ac~~n de su plan de expansin por el oriente de Asia. N1 siquiera cons1gu10 _que. la Conferencia de Washington tuviese en cuenta la superpoblacion aponesa, reconociendo a los japoneses el derecho a emigrar hacia los territorios americanos y britnicos que jalonaban el litoral del Ocano Pacfico. En resumen: Jos Estados Unidos, gracias a la colaboracin de Gran Bretaa, haban aplicado al Japn, mediante una sencilla presin diplomtica. un frenazo. , . . . Ln medios militares y navales, que habian sida- en Tokio los pnncipales artfices de la poltica de expansin,. pr?testaro'.1 con vehe:ne?cia contra esos resultados de la conferencia internac10nal; en umo de 1922, obligaron a dimitir al Gabinete signatario de los Tratados de Washington. Ese descontento, sin embargo, no tuv? otras cons~cuen cias. pues Jos medios industriales, comerciales y fmancieros, directamente alcanzados por la crisis econmica e inqui~tos por la ~risi~ social estaban demasiado preocupados con sus dificultades mtenores par~ aceptar una poltica exterior . pr~ada de iniciativas aventuradas, que acarrearan pesadas cargas financieras O). . , El Japn. sofocado, tena necesidad ~e un resp1r~. Con el frenazo que le haban aplicado, los Estados Umdos c:3~sigu~eron retras~r _las graves dificultades internacionales que esa, po~itica _mpona parec1a implicar. Se trataba de una tregua que durana diez anos.
11. LOS MO\'!M!ENTOS NACIONALISTAS EN ClIINA
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Pero las posiciones conseguidas por los occidental_es en. China .se encontraban amenazadas por los movimientos de resistencia que ~n tentaban oponerse a Ja dominacin directa o indirecta del extrane ro (2). Ese despertar de China es uno de los grandes momentos de la historia del mundo contemporneo. Cules fueron sus rasgos esenciales? En la primavera de 1922, se anun~i una col_abora~in entre las fuerzas nuevas: el Kuomintang y el Partido Comurnsta. Li Tacha.~ ofreci a Sun Yat-sen su colaboracin para trabajar por la revolucwn nacional: sin renunciar, como es natural, a su filiacin comunista., aceptaba adherirse al Kuomintang. Sun . acogi favorablemente este ofrecimiento, aunque continu afirmando que las soluciones :narxistas no eran aplicables en China. Se trataba, por tanto, de una ahanzz. tempo(lj
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Vans.: pgs. 813-14 y 835-36. Vame: pgs. 759 y sgs. y 824 y sgs.
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ral, cuy 0 nico objetivo consista en restablece1 la !ndepe11de11ca c!zi;w, esto es: obtener la abolicin de los tratados deszgual.e,s y los pnv1!egios reconocidos a los extranjeros (l). Esta colaborac1on fue anunc1?da, en 1923, por medio de un discurso. que el padre de la r;toluczon china dirigi a sus camaradas del Ku~mmtang. Pero no ~urana mucho ms tiempo que el propio Sun: despu:s de la m~erte de. este, en marzo de 1925, los nuevos jefes del Kuommtang, Ch1an.g .I_<:a1-Ch~k Y Ua.ng Ching-uei abandonaron esa tc~ica que. en su opm1~n, abna a la mfluencia rusa peligrosas perspectivas. no s?lo para los. mtere~es del gran capitalismo chino, sino tambin para la mdependenc1a nacional. . A pesar de la disolucin de la alianza, las tropa.s de los dos partidos conservaron su propsito nico, que era sacudir la tute]? extr?njera. El movimiento antextranjero, cuya primera gi_-an m,amfest~c~n fue el boicot del comercio martimo en el puerto de Cantan, dec1dido en junio de 1925, se desarroll durante cerca de d~s aos:. ~que! movimiento era contemporneo de las grandes. operactone? militares emprendidas por el Gobierno de Cantn contra el ~e Pekrn. En dos ocasiones se produjeron graves incide~tes e~}. Chma central: en enero de 1927, la ocupacin de la Concesin bntamca .d~ .Hankeu por ?andas armadas chinas; en marzo de 1927, el ataque dmg1d? en Nank1n, por las tropas del Kuomintang contra los. consulados, as1 com~ contra los establecimientos industriales o comerciales europeos y americanos. Con otras formas, tambin se manifestaron en Manchuria, dirigidos esta vez contra los intereses japoneses. Sin duda esta lucha por la independencia nacional y ese viento de xenofobia podan evocar el recuerdo de anteriores intentos, so?re todo, el de los Boxers (2). Pero la situacin apareca, en est~ .ocasin, muy diferente: ya no eran las sociedades secretas las que ongI?aban la ag~ tacin sino los sindicatos obreros. apoyados por una comente de opinin duya importancia haba demostrado ya el movimento d.e .4 de mayo de 1919. Esto era Jo que amenazaba grav7mente las ix;is1c.1ones conquistadas en China, desde tiempo inmemonal, por los subd1tos de las grandes potencias. El Gobierno sovitico. despus de haber orientado a los je~es del Partido Comunista chino hacia una colaboracin con el Kuo~m~ang, declar, en un manifiesto del 26 de enero de 1923. que el ~ov!m1e?to de independencia nacional dirigido por Sun Yat-sen merec1a ~u simpata ms clida y que Rusia renunciaba a los tratados desiguales. Tambin ayud los esfuerzos de unificacin emprendidos. por el. ?obierno chino del Sur, es decir, a la preparacin de operaciones militares contra el Gobierno del Norte: la misin Borodin, instala~, .en Cantn, desde octubre de 1923, proporcionaba instructores al eerc1to
(1) Vase, para los tratados desiguales. el cap. XVI de la primera parte de este volumen. (2) Sobre el movimiento de los Boxers, vase pg. 479.
sudista y ofreca al Kuomintang consejeros tcnicos para reorganizar la administracin o para dirigir la poltica econmica. "La liberacin de China podra convertirse--escriba Lenin en 1923-en una etapa esencial para la victoria del socialismo en el mundo." El movimiento xenfobo, que se intensific en 1925, corresponda a esa esperanza. En septiembre de 1925, tres meses despus del principio del boicot cantons, Zinovief, presidente de la Internacional Comunista, registr los rpidos progresos del movimiento revolucionario en Extremo Oriente. La misin Borodin alentaba ese movimiento; su jefe tom, incluso, abiertamente, posicin: el discurso que dirigi, en diciembre de 1926, a los huelguistas de Hankeu, era un llamamiento a la lucha contra el imperialismo. En Mosc, la veinticuatro Conferencia del Partido, de enero de 1927, vea en la revolucin china el segundo foco de la revolucin mundial; y exprE:s su confianza de que el joven Gobierno nacional chino hiciera fracasar la poltica inglesa qu~ trataba de formar un bloque de potencias contra China. La Prensa sovitica seal la presencia de voluntarios rusos en el ejrcito nacional chi:'lo. En aquellos momentos, sin embargo, la poltica rusa comenzaba a tropezar con dificultades, pues el Kuomintang se enfrent, decididamente, con ella. En marzo de 1926, Chiang Kai~Chek aprovech una ausencia de Borodin para expulsar de Cantn a los consejeros tcnicos soviticos; pero no fue ms lejos, pues, en el momento en que comenzaba la ofensiva contra el Gobierno de Pekn, no quera verse privado de los servicios que an le prestaban los oficiales instructores rusos. En el mismo momento en que las tropas del Kuomintang expulsaban a los nordistas del valle del Yang-Ts e iniciaban, primero en Hankeu y despus en Nankfn, los ataques contra las concesiones extranjeras, que colmaban los deseos de Borodin, Chiang Kai-Chek anunci su intencin de romper con el Partido Comunista chino y con la U. R. S. S .. en la sesin del Comit Central ejecutivo del 1 de marzo de 1927. Ese fue el programa que ejecut en algunos meses: en abril de 1927, inici las hostilidades contra los comunistas chinos en Shangai; en diciembre, reprimi, mediante una matanza, una sublevacin comunista en Canr. tn. El 14 de dkiembre de 1927, se rompieron las relaciones diplomticas entre el Gobierno sovitico y el Gobierno del Kuomintang, que acababa de trasladar su sede a Nankfn; y se cerraron las agencias comerciales rusas en China. . La Prensa rusa grit que se trataba de una traicin: Chang Kai.Chek era un verdugo del proletariado, un Cavaignac chino, un lacayo del imperialismo ingls. Denunci los desrdenes de la revolucin chi::na y el bandidaje de las tropas del Kuomintang. En resumen, testim0ni Lfel fracaso de la poltica que la U. R. S. S. haba seguido con China du,'.rantc cinco aos: los altos dirigentes del Partido Kuomintang se haban pasado a la derecha, y las masas obreras y campesinas no estaban .an organizadas con suficiente solidez para impedir esa defeccin.
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Los Estados U; tidos y Gran Bretaa tenan en esa crisis china inI ero desiguales. Gran Breraa conservaba una partic1pac1n cons1derahle en las relaciones econmicas exteriores de China: el 50 i:or 100 :le la_s importaciones, el 50 por 100 de las inversiones de capitales e>. tran1eros eran de origen britnico; el nmero ele empresas com~rcialc s e industriales inglesas pas de 590, en 1914, a cerca de un millar, :n 1925. La posicin de Estados Unidos era mucho menos importante; pero creca rpidamente desde que el Congreso ameri~i:1? vot, en >eptiembre de 1?22, la China Trade Act, por la que se dec1d10 agrupar en una Corporatwn, bajo la inspeccin del secretaro de Estado, a todas l~s sociedades comerciales americanas en China, y conc_eder a esa_s soc1eda?es una exencin de impuestos: tambin el ~ob1erno americano tema que asegurar la proteccin de sus futuros mtereses. La poltica del Departamento de Estado sufri influencias divergentes. Los )efes de la~ grandes o~ganizaciones misionales protestantes, que teman 98. estaciones en China, estaban dispuestos a renunciar ~ los tratados desiguales, comprendido el privilegio de extraterritorialidad, porque consideraban oportuno romper toda la solidaridad entre su obra de apostolado y las actividades del imperialismo econmico; eran ap~yados por. parte de los misioneros. Los hombres de negocios, que teman co~o organo de expresin la Far Eastem Review, publicada en Shangat, se pronunciaron contra aquel abandono. El secretario de Estado, Frank B. Kellogg, no crea posible, a la larga, mantener un control sobre una nacin que contaba con 400 millones de habitantes consideraba posible, mediante una actitud conciliadora, obtener ma'yores ventajas con la explotacin econmica de China que con la rgida defensa de los derechos establecidos; era una lnea de conducta . que los Estad?? Unidos haban adoptado en el perodo 1868-1899 (1). "" Kellcgg anunc10, pues, en el momento del ataque chino contra la Concesi~~ britnica de Hankeu, su intencin de entablar negociaciones sobre el reg1men aduanero y la extraterritorialidad en cuanto se restableciese la unidad poltica de China. Cuando ocurrieron los graves incidentes de Nankfn, aunque la Standard Oil tena importantes intereses en la c_iudad, Kellogg se neg a aplicar sanciones, que seran-dijo-ms pehgrosas que eficaces. Era, solo, porque el movimiento xenfobo le p~reca _ms bien una c?n~ecuencia de la guerra civil china que la manifestacin de ~n sentn~_1ento profu~do? E_ra, tambin, porque crea que, con la no mtervencton, se ganana las simpatas de los nacionalistas chinos, o por lo, menos de la fraccin moderada del Kuomintang, y que ello entorpecena el desarrollo de la influeneia rusa. El Gobierno _ingls, aunque poda actuar enrgicamente, se mostr, en' el fondo, casi tan prudente como el norteamericano. En Hankeu, el encargado de Negocios ingls hizo gestiones; el 19 de febrero de 1927,
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acab aceptando la renuncia a la Concesin, cuya administracin se entreg a la municipalidad china. En Nankn, sin embargo, los barcos de guerra ingleses bombardearon la ciudad, cuando se produjo el ataque chino contra los consulados; pero los diplomticos se dedicaron, en seguida, a suavizar las consecuencias del incidente. A los que le reprochaban su debilidad, el ministro de Asuntos Extranjeros respondi: "Pensamos en nuestras relaciones con China en los orximos cien aos." Es verdad que la brecha abierta en el sistema de. tratados desiguales era grave, y los comerciantes britnicos en China se percataban bien de ello; pero, a costa de ese abandono, los ingleses recuperaban la posicin econmica que estaban perdiendo. A fines de 1927, toda la regin del Yang-Tse, es decir, toda Ja zona esencial para los intereses britnicos, se abri de nuevo a la actividad del comercio ingls; la ruptura entre el Gobierno nacional chino y el Gobierno sovitico era un motivo de confinaza; y la obra de reconstruccin econmica y poltica que inauguraba Chiang Kai-Chek abra perspectivas de buenos negocios, pues China difcilmente podra realizar esa obra sin recurrir al apoyo financiero de Occidente. En resumen: tanto en Washington como en Londres, Jos Gobiernos se inclinaron a favor del restablecimiento de la unidad poltica de China, bajo la direccin de Jos elementos moderados del Kuomintang, tan enemigos ele los comunistas como de los se1znres de la guerra. Esa esperanza se confirm pronto: la toma de Pekn por las tropas del Gobierno nacional, el 8 de junio de 1928, restableci, por lo menos tericamente, la unidad del Estado: casi en seguida, ese Gobierno chino obtuvo de los Estados Unidos, Gran Bretaa y Francia la restauracin de la autonoma aduanera. En _esa crisis china, el aspecto ms inesperado fue. quiz, el comportamiento del Japn. Aunque el boicot cantons de junio de 1925 se hubiera ocasionado por un incidente ocurrido entre chinos y japoneses y los intereses japoneses fueran importantes en la regin minera e industrial prxima a Hankeu, el Gobierno niPn se limit a efectuar una protesta diplomtica y tuvo buen cuidad~ de no tomar ninguna otra iniciativa. Indudablemente, consideraba oportuno tratar con miramientos al movimiento nacional chino. Las declaraciones del ministro de Asuntos Extranjeros subrayaron esas intenciones de buena voluntad;. es po~i~le que ello se debiera a que los hombres de negocios de Tokio acanc1asen la secreta esperanza de que el movimiento xenf?bo eliminara la influencia inglesa y americana en China y dejara paso hbre a la penetracin econmica japonesa. As, en enero de 1926, el barn Shidehara afirm que el fapn se abstendra de cualquier intervencin en la guerra civil china; los principios que prociamaba eran los siguientes: coexistencia pacfica y aproximacin econmica. Pero esa reserva y esa prudencia, no usuales en la poltica japonesa, solo se referan a las relaciones con la china propiamente dicha. En Manchuria meridional, por el contrario, la influencia nipona se con-
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solid i con mayor facilidad desde que los colonos japoneses tuvieron dere:: .. a adquirir tierras, por el acuerdo chinojapons de febrero de 1922. y. tambin, porque durante dos aos, de 1922 a 1924, en el curso de las peripecias de la guerra civil, la regin fue el feudo de uno de los seiiores de la guerra, quien Ja sustraa. de hecho, a la autoridad de los dos Gobiernos chinos. Esa situacin se vio, sin embargo, comprometida, en el mismo momento en que el movimiento xenfobo estaba desarrollndose en la China central, por el retorno ofensivo de la administracin china, que no solo empez a resistir a la penetracin japonesa, sino que intent tambin rechazarla. Por consejo de los funcionarios, los propietarios chinos se negaban a vender sus tierras a colonos japoneses; la construccin de nuevos ferrocarriles. emprendida por iniciativa china, amenazaba directamente los intereses de Ja compaa japonesa Sud-Manchunana que, desde 1905, era la nica duea de Ja red ferroviaria; por ltimo, entre las provincias del norte de China, Shantung y Hopei sobre todo, y Manchuria, se estableci una corriente de emigracin que haca afluir cada ao, de 1925 a 1929, cerca de un milln de trabajadores chinos: los 240.000 japoneses y los 800.000 coreanos-sbditos japoneses-establecidos en Manchuria meridional corran el riesgo de verse rpidamente absorbidos si no se detena esa aluencia. La conviccin de los medios econmicos nipones, como la de los medios militares, era que el Japn, para remediar Ja superpoblacin, la crisis agraria y la penuria de mineral de hierro, tena gran necesidad de explotar los recursos de Manchuria: tambin exista otra conviccin: la de que la obra de colonizacin realizada en aquel pas por los japoneses confera estos ciertos derechs. Qu medios empleara la poltic nipona para proteger esos intereses? Unos-era la tesis adoptada por los militares y por los hombres de negocios relacionados con las actividades de la compaii.a ferroviaria surmanchuriana-declararon, a partir de 1927, que, en las tres provincias manches, era necesario liquidar Ja administracin china, ya que esa administracin intentaba despojar a los japoneses de beneficios que estos consideraban legtimos. Queran, pues, implantar una dominacin, directa o indirecta. Ese plan fue desaprobado por los partidarios de la expansin pac(ica, cuyo portavoz en el seno del Gobierno era el barn Shidehara: estos no queran pensar ms que en procedimientos diplomticos. La poltica japonesa oscilaba ente esas dos tendencias. Cuando Shidehara fue apartado del Ministerio en 1927, por el presidente del Consejo, el barn Tanaka, pareca ser la primera la que estuviera a punto de triunfar; pero, dos aos ms tarde, el emperador elimin a Tanaka; Shidehara volvi al poder, pero fue violentamente atacado por los militares y la compaa ferroviaria surmanchuriana. No era popi ble creer que en esta cuestin de Manc!zuria se lograse un apaciguamiento duradero.
Los Estados Unidos y Gran Bretaa, por tanto, haban conseguido hacer fracasar al imperialismo japons y recuperar sus posiciones militares en China, a pesar de las graves sacudidas que hicieron vacilar esas posiciones en 1925 y 1927. Rusia no consigui ver realizada la esperanza que haba concebido en 1925; no logr eliminar de China los intereses ingleses y americanos ni establecer su propia influencia. Cuando Chiang Kai-Chek, despus de haber comenzado a restablecer la unidad poltica con la toma de Pekn, anunci el propsito de reconstruir y modernizar a China, contaba realizar esta obra con Ja ayuda de tcnicos y capitales anglosajones: los intereses econmicos y financieros anglosajones podran encontrar, as, amplia compensacin a la renuncia de las ventajas que les ofreca el rgimen aduanero chino. La reivindicacin china de independencia nacional, que se aplicaba al estatuto de extraterritorialidad y a las concesiones, fue reanudada por el Kuomintang, pero pareca haber apuntado demasiado alto. ~ La causa principal de ese resultado fue, sin duda, la lnea de conducta seguida por los horribres de negocios chinos: despus de haber aceptado la ayuda ofrecida por la Rusia sovitica para el movimiento de liberacin, esos medios se haban dado cuenta del peligro que la co, labcracin implicaba para ellos; comprendan que el llamamiento dirigido por Borodin, en diciembre de 1926, a los obreros de Hankeu, si bien estaba dirigido contra el imperialismo extran;ero, podra haberlo estado tambin contra la gran burguesa china; por eso, para resistir a la presin comunista, frenaron el movimiento antiextranjero. La diplomacia inglesa aprovech, en seguida, la ocasin. Tal parece ser la interpretacin ms verosmil, interpretacin que tiene mucho de hiptesis. por falta de documentacin suficiente. Pero los dirigentes del Kuomintang, que creyeron necesario transigir con las dos mayores potencias financieras del mundo, no consideraban preciso observar la misma prudencia ante el Japn: en Manchuria, afirmaban el derecho de soberana de China. La resistencia opuesta por el Gobierno nacional chino a la penetracin de la influencia japonesa reanim, en 1929, despus de algunos aos de apaciguamiento, la amenaza de un conflicto. En realidad, la poltica japonesa, despus del restablecimiento de la unidad poltica china, empez a percibir lo que significara para la expansin nipona la renovacin de China; no tena ningn inters en esperar que esa renovacin produjera sus frutos.
BIBLIOGRAFIA
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Los gobiernos americano, ingls y fran~ han publicado, acerca de los trabajos de la confereTJcia, colecciones de documentos que eitimamos superfluo mencionar aqu.
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CAPITULO XIV
LA PUSICION INTEB.NACIONAL DE LA AMElUCA LATINA
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1917-1931, Nueva York, 1933.-B. G. SAP?zi:urnv ,: Pervaja gra;:JanJkaja revo/ucwnnaa _vojna v Kitae, /92427 gg. (La pnmera guerra revolucionaria en China, 1924-1927) Mosc 1954.-A. S. WHITING: Soviet policie; in China. 1917-1924, Nueva York, 1955.--G. CLARK: Eco11omic Rvalries in Chna. Nueva Haven, 1932.-P. V ARG: Missionaries. Clnese a11J Diplomar.r. The American Protestan/ missonary Movement in China, 1890-1950. Prinoeton, 1958.
En la parte latina del continente americano-que contaba con 85 millones de habitantes en 1925-el denominador comn era la religin catlica. Es preciso tener en cuenta tambin, indudablemente, la analoga que existe entre las tradiciones ntelectuales de esos Estados, pero ese parentesco solo interesaba a las clases dirigentes. Desde todos los dems puntos de vista, qu de contrastes 1 Brasil, con sus 41 millones de habitantes, dominaba con su masa a los otros 19 Estados; pero, entre estos ltimos, qu medida comn podra aplicarse a la Repblica de Panam (442.000 habitantes) o a la de Costa Rica (471.000 habitantes), por una pa~e. y a Mjico (14.600.000 habitantes) o Argentina (10.600.000 habitantes), por otra? Haba contrastes entre las condiciones geogrficas, entre los recursos econmicos, entre los caracteres de las poblaciones, segn el porcentaje respectivo de blancos, indios, negros, a veces, y mestizos; divisin entre dos grupos lingsticos: espaol en 19 Estados y portugus en el Brasil; diferencias de madurez poltica entre los Estados que aplicaban, parcialmente por lo menos, frmulas constitucionales y los que, bajo la mscara de una Constitucin completamente terica, no conocan ms rgimen que la dictadura. En ese medio inestable, en el que los nacionalismos se enfrentaron, enrgicamente, hasta 1914 la influencia europea fue ampliamente predominante, tanto desde el punto de vista econmico y financiero, como desde el punto de vista intelectual. Los Estados Unidos solo ocupaban una posicin dominante en Amrica Central; ni siquiera en Mjico haban conseguido an eliminar la influencia financiera inglesa; y la proteccin, que dara a los Estados suramericanos la doctrina de Monroe, no era suficiente para compensar las inquietudes que despertaba el imperialismo yanqui (1). Pero la guerra mundial hizo retroceder la influencia europea y proporcion a los Estados U nidos la ocasin de desarrollar en Amrica del Sur su comercio y la inversin de sus capitales (2). En 1915, el secretario del Tesoro. Mac Adoo, yerno de Woodrow Wilson, insisti en las ventajas polticas que acompz.:Garan al progreso de esa influencia econmica y financiera. En los aos que siguieron a la reaparicin de Europa en la economa mundial. el foco de inters que agrupaba los problemas de Amrica latina era el alance de la lucha de influencia entablada entre Estados Unidos y E,,, Jpa, una rivalidad econmica y financiera, sobre todo, pero tambin :.:-'ftica.
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En el terreno econmico y financiero, importa, evidentemente, distinguir entre el caso de Amrica Central, donde los Estados Unidos tenan posiciones muy slidas, y el de Amrica del Sur, donde la concurrencia europea solo haba sido eliminada, temporalmente, por el conflicto mundial. En Amrica Central, donde la preponderancia yanqui tropezaba todava, en ocasiones. antes de 1914, con las iniciativas europeas, la influencia de los Estados Unidos era ahora casi total. Para la gestin de sus finanzas pblicas. todos los pequeos Estados centroamericanos se apresuraban a recurrir a los servicios de las Bancas de la Unin. En Cuba, Panam, Hait y Santo Domingo la deuda pblica se encontraba ya en 1919, por entero. en manos de esas Bancas. El Salvador, Nicaragua, Honduras y Guatemala, que, hasta 1914, se dirigan an preferentemente a los mercados financieros de Londres y Pars, situaban ahora todos sus emprstitos en el mercado de Nueva York. Unicamente Mjico y Costa Rica, sin desdear las posibilidades que les ofrecan las Bancas de Estados Unidos, continuaban dirigindose a las Bancas europeas para cubrir parte de sus necesidades. En la economa de esas Repblicas, el papel de los Estados Unidos se afirmaba, de ao en ao, cada vez con ms fuerza, mediante el progreso de sus inversiones de capital (1) y el desarrollo de las relaciones comerciales (2). Las plantaciones de bananas en los pases del istmo, las de caa de azcar o el cacao en las grandes islas del mar de las Antillas; las minas de oro de Nicaragua y Costa Rica; las de plata de El Salvador; los yacimientos de petrleo de Guatemala: la constrccin de ferrocarriles; la instalacin elctrica de la mayora d<! las 'ciudades: todas esas empresas eran obra de sociedades que tenan su sede en los Estados Unidos. Eh Mjico. esas sociedades alcanzaban la cifra de varias centenas; sus inversiones de capitales se orientaban, sobre todo, hacia los yacimientos de petrleo, donde los intereses americanos-los de la Mexican Petroleum Company y la Compaiia Transcontinental de Petrleo, filial ele la Standard Ol-duplicaban la importancia de los intereses ingleses; pero tambin se orientaban hacia las minas de plata, cobre y cinc, en las que la Americmz Smelting Company posea la preponderancia, y hacia las compaas ferroviarias. La
{I) En Panam, esas inver~iones pasaron de 5 millones de dlares en 1914 a 42 millones en 1928; en Costa Rica, de 7 millones a 35 millones; en Honduras. de 3 millones a 10,7 millones; en El Salvador, de 3 millones a 43 millones; en en Guatemala. de 12 millones a 50 millones. (2) La participacin de 105 Estados Unidos en las exportaciones era del 30 por 100. en El Salvador; del 35 por 100, en Costa Rica; del 46 por 100, en Guatemala; del 50 por 100, en Nicaragua; del 80 por 100, en Honduras Y en Cuba.
participacin de los Estados Unidos en las importaciones de Mjico era del 70 por 100; en las exportaciones alcanzaba el 75 por 100. El predominio alcanzado por los Estados Unidos en la economa mejicana se encontr, sin embargo, amenazado, durante diez aos, por u.na contr?v.ersia cuyos incidentes resulta interesante estudiar, pues pen111ten perc1bir las estrechas relaciones existentes entre las finanzas y la poltica. En 1917, la Constitucin mejicana, en un tardo esfuerzo encami1ado a asegurar la independencia econmica del pas, atribuv al Estado-artculo 27-la propiedad de todos los recursos del sub;uelo disponiendo que el Gobierno podra expropiar, mediante indemnizacin. a l~s soci!?dades ext:anjeras. No obstante, esas sociedades podran continuar su explotacin, por un contrato de concesin; pero solo en el caso de que renunciasen expresamente a pedir la proteccin de sus Gobiernos para las dificultades relativas a la aplicacin de ese co,itrato. Las sociedades petrolferas intentaron alejar esa amenaza de nacionali~acin. En 1920, cuando el autor de la Constitucin, Carranza, fue derribado J??r un g~lpe de Estado, el nuevo presidente, Obregn, se compromet10 a no eercer el derecho de expropiacin contra las sociedade_s extranjeras. que hubiesen adquirido antes de 1917 yacimientos de petroleo; renunciaba, por tanto, a atacar la preponderancia econmica que posean los ciudadanos de los Estados Unidos. Pero en diciembre de 1925, un nuevo Gobierno mejicano, el de Calles, declar su intencin de aplicar el artculo 27. Las sociedades inglesas se resignaron a solicitar un n~evo cont:ato de concesin~ en las condiciones previstas por el mencionado art1cu.lo; pero ~! Gobierno de los Estados Unidos, sin llegar a pensar en una mtervenc1on armada, prest su apoyo diplomtico a los hombres de negocios americanos, que se negaban a someterse a 'la ley mejicana. El 2_7 de marzo de 1928, el embajador de los Estados Unidos-qe era Dw1ght. Morrow:. uno de los directores de la Banca Morgan-obtu V? del Gobierno metcano una nueva disposicin, que permita a las sociedades e~tranjeras, si hubiesen empezado antes de 1917 a preparar l~ e~pl?tac.1n de s.us yacimientos, conseguir un contrato de concesin sm ~1m1tac1h de tiempo. Se trataba, pues, de un xito casi total para los mtereses econmicos y financieros de los Estados Unidos. En Amrica del Sur, la vida econmica de 1920 a 1930 se caracterizaba por el desarrollo de las industrias de transformacin y por la explotacin de los nuevos recursos del subsuelo. Venezuela donde la explotacin del petrleo haba comenzado en 1921. alcanz en 1928 una pr?~uc.cin que .duplicaba la de Mjico; y Colombia empezaba a adqumr importancia entre los pases productores. Esos Estados suramericanos tenan, por tanto, necesidad de material industrial, de tcnicos Y de capitales. Pediran todo eso a Europa o a los Estados Unidos?
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Los exp ... ~adores europeos que, desde 1920, haban reanudado su actividad, lo;,;raron, desde luego, algunos resultados, a partir de 1925; pero, casi en todas partes, chocaban con Ja competencia victoriosa de los Estados U nidos. Antes de 1914, todos los Estados suramericanos solan situar sus emprstitos exteriores en los mercados financieros europeos. Despus de 1919, Colombia y Per se dirigieron, para ello, nicamente a Jos Estados Unidos: en Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y Bolivia, los Gobiernos continuaban, en ocasiones, solicitando el concurso financiero de Gran Bretaa, pero consideraban tambin, y con una frecuencia que iba en aumento, los ofrecimientos de las grandes Bancas de Nueva York. Al mismo tiempo, los ciudadanos de la U.;in compraban o creaban empresas en Amrica del Sur y suscriban las emisiones que las sociedades industriales y mineras suramericanas multiplicaban en el mercado financiero de los Estados Unidos. En 1928. esas inversiones de capital alcanzaron en Argentina, donde hasta 1914 eran insignificantes, 616 millones de dlares: en el Brasil, 342 millones, y 60 en Uruguay, aunque todava no amenazaban seriamente la preponderancia financiera inglesa. Por la misma fecha, en Chile y Per alcanzaron una posicin sensiblemente igual a la que ocupaban las inversiones europeas. En Colombia, Bolivia y Venezuela, el predominio de los Estados Unidos en Ja formacin del capital de las grandes empresas era considerable. Esas inversiones no se orientaban nunca-excepto en Ecuadorhacia las empresas ferroviarias, que continuaban siendo, casi exclusivamente, el campo de accin de capitales ingleses, franceses y belgas: las Bancas de Jos Estados Unidos se interesaban ms activamente por las instalaciones elctricas y- tefefnicas, por ciertas actividades industriales (que abarcaban desde la metalurgia y la construccin de automviles hasta la fabricacin de conservas alimenticias), por las plantaciones de caf y caucho del Brasii y de caa de azcar de Venezueia; pero Jo que llamaba, sobre todo, la atencin de los hombres de negocios americanos era la explotacin de los recursos del subsuelo: el manganeso del Brasil, los nitratos de Chile, el cinc de Bolivia, el cobre del Per y, ms que nada, el petrleo. Los Estados Unidos, primero en Venezuela, y despus en Colombia y el Per, controlaban unas veces, Jos dos tercios, y otras. los tres quintos de la produccin de petrleo. Mientras el volumen de los capitales franceses o alemanes haba disminuido sensiblemente desde 1914 y las inversiones inglesas se limitaban a conservar el puesto que ocupaban antes de la primera guerra mundial, los capitales yanquis invertidos en Amrica del Sur pasaron de 170 millones de dlares en 1913, a 2.294 millones en 1929. Los rpidos progresos de esa influencia financiera abran el camino al desarrollo de las relaciones comerciales. En 1928, la participacin de los Estados Unidos en el comercio exterior de Amrica del Sur era
de un 3_2 por 100, n:i~entras qu~ la de _Gran Bretaa no pasaba del 16 por 100. la penetrac1on de esa mfluencia econmica era importante, sobre todo en Venezuela (el 50 por 100 de las importaciones procedan de los Estado~ Unidos), en Uruguay (el 30 por 100 de las importaciones) Y en Br_as1l (el 28 por 100 de las importaciones, y el 47 por 100 de las exportac10nes). En resumen: el papel econmico y financiero de los europeos se enc~ntraba . por todas partes, estancado o en decadencia, mientras que las mftuencia de los Estados Unidos progresaba a pasos de gigante.
II. LAS RELACIONES POLlTICAS
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Hasta qu punto facilitaba esa posicin econmica y financiera de los Estados Unidos en Amrica del Sur la penetracin poltica norteamericana? Los o~s~r;adores ~ontemporneos subrayan que las grandes empr:~ sas que dmgan los crndadanos de los Estados Unidos constituan islotes . ,dentro. de la economa local, y que los hombres de negocios de la Um~n no m,te~taban relacionarse ms que con los dirigentes de los med;o.s econ?m1cos, porque sentan algo de desprecio por los pueblos de Amenca latma, cuya mentalidad les resultaba extraa. Pero lo importante eran l~s medios de presin que posean los Estados Unidos frente a los gobiernos de esos Estados, gracias a los emprstitos. Indudablemen t~,. esos emprstitos eran negociados por las Bancas, y no por los ser:1c1os de l_a Tesorera; pero el Gobierno de Washington, con un c?munt~a?o p~bhcado en marzo de 1922, demostr que pensaban ejercer cierta v1g1lanc1a sobre esas o~e~aciones: se ,Pr_opona a las Bancas que, antes de encargarse de la em1s1n de emprestitos extranjeros, informase:i cm: tiempo ~l Departamenio de Estado, que les indicara, por esc~1to, s1 e~ neg?c10 s~ prestaba, o no, a objeciones, desde el punto de vista .del _mteres nacional.. ~s cier~o que el Gobierno, como no quera asumir nmguna responsabthdad directa, no poda exigir que las Bancas le consultasen. Pero, en la prctica, esa consulta se convirti en un uso constante, que el informe del secretario de Estado del Tesoro de 1925, no dej de subrayar. ' La Unin americana posea, con ello, un medio de ejercer una in~uencia poltica, concediendo o negando a los Estados de Amrica Jatma los recursos que necesitaban. Los suscriptores de esos emprstitos estaban expuestos, ciertamente, a muchos riesgos, sobre todo en aquellos Es~ados donde los gobiernos surgan y se derrumbaban por la fuerza. Pe~o, s1 alguno de esos Esta?os no realizara un esfuerzo razonable para satisfacer r~gularmente l~s t~teres:s de su deuda pblica exterior, los Estad?s .un!dos procuranan 1m~d1r que se le concediese crdito alguno, m s1qmera por empresas privadas: fue otra vez el Secretario de Estado del Tesoro el que enunci este principio. En el marco de esas frmulas generales, que expresaban las inten-
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ciones del Gobie no de los Estados Unidos, las caracterstcas de las relaciones poltic.1s fueron muy diferentes, segn se tratase de Amrica Central o de Am ~rica del Sur. En los Estad )S de Amrica Central, incluido5 los del mar de las Antillas, el uso :ontinuaba siendo la diplomacia del dlar (l). Los intereses material< s y la actividad poltica seguan estando, pues, ntimamente ligado:, pero segn modalidades diversas; los grupos financieros, unas vects, determinaban la actividad diplomtica, y otras, servan de instrumento a los propsitos del Departamento de Estado. J)e 1920 a 1929, los puntos donde se aplicaban esos mtodos eran Santo Domingo, Honduras y Ni....aragua. En la Repblica Dominicana, los Estados Unidos, que desde 1905 ejercan su inspeccin sobre las finanzas pblicas del pas, efectuaron, en 1916, una intervencin armada para reprimir agitaciones que ponan en peligro las inversiones de capital; despus, mantuvieron la ocupacin militar durante ocho aos; hasta 1924 no se decidieron a retirar sus fuerzas de ocupacin, cuando se hubo formado un Gobierno capaz, en su opinin, de asegurar el orden pblico y de cumplir las obligaciones ,contradas con las Bancas de la Unin. En Honduras, cuando un movimiento revolucionario llev al poder, en 1923, a un Gobierno cuya sola existencia pareca ser amenazadora para los capitales extranjeros, los Estados Unidos enviaron una escuadra y un cuerpo de desembarco; exigieron la celebracin de elecciones libres; pero consideraron que la presencia de sus fuerzas armadas no entorpecera esa libertad. l Es, pues, sorprendente que esa consulta electoral desaprobase el golpe de Estado y volviese a poner en el timn a un Gobierno dispuesto a tratar con miramientos los intereses extranjeros? di En Nicaragua, el asunto fue ms complicado, sin que los medios de accin difiriesen en la prctica. Desde 1911, mediante la presencia de un cuerpo 'de tropas, el Gobierno de Washington se haba conferido el poder de polica internacional, segn la frmula dada, algunos aos antes, por el presidente Theodore Roosevelt (2). En noviembre de 1923, anunci su intencin de retirar esas tropas en cuanto se formase un gobierno ~ediante elecciones libres. Las elecciones se celebraron, pero en presencia del cuerpo militar de ocupacin, y se'gn las modalidades que fij un funcionario de los Estados Unidos; tales elecciones llevaron al poder--como era natural-a un Gobierno que pareca ofrecer garantas lo suficientemente serias para que pudiera llevarse a cabo la retirada del cuerpo de ocupacin. Fue un simple episodio, porque el nuevo Gobierno cay, derribado por un golpe de Estado, cuyo desenlace determin, en seguida, una nueva intervencin armada de los Estados
(1) Vanse pgs. 472-73 y 584-85. (2) Vase pg. 495.
Unidos. En 1926. al restablecerse la anterior situacin, fueron re_tiradas las tropas; pero se enviaron de nuevo, en enero de 1928: para e".Itar l_as consecuencias de otro golpe de Estado. La nueva elecc1on presidencial solo se verific despus Je una reorganizacin de la polica local, a la que Jos Estados Unidos proporcionaran, en lo sucesivo, los ma?dos, Y despus de una revisz11 de la ley electoral, de la que s~ encargo el coronel Stimson. antiguo miembro importante del Gobierno de Washington. . En qu se diferenciaban dichas prcticas de las que eran vigentes ;ntes de 1914? La nica diferencia era que el Gobierno de los Estados Unidos renunciaba a utilizar el mtodo del cuasiprc:tectorado, es decir. el aplicado, en 1901, a Cuba. Aunque el secretano de Est~do, Hughes, desaprobara en 1922 todo propsito imperialista ~ ~nunci_ase su voluntad de respetar la soberana de los pueblos ele_ Amer;C: latzna, los Estados Unidos conservaban, en suma, su domm10 poht1co Y su derecho a intervenir. en todas partes. En Jos Estados suramericanos, la ac!!vidad poltica de los Estados Unidos no intent emplear los mtodos de la diplomacia del dlar. ~n dudablemente. no desdeaba las perspectivas que le asegura~en 1~ mversin de capitales; pero solo utilizaba ,esos medio~ con discr,ec1?n: cuando, por ejemplo-tal el caso de Peru y Colo,m~ia-, los t~cmcos encargados de la reorganizacin de las finan~as publicas eran cmda_danos de la Unin, esos tcnicos se escogan libremente por los Gobiernos de Bogot y de Lima. Es cierto que .. en algun~~ ~e esos Estados. en Chile y en Brasil. por ejemplo, se publicaban penod1cos q~e, por las condiciones de su financiacin, de pendan de los Estados Umdos; pero dichos peridicos se titulaban el South Pacific Mail, . el ,River, Plate American; puesto que salan en lengua inglesa. no se drng1an mas que a los hombres de negocios. En realidad, el Gobierno de Washington, atenind?se a lo. que _se puede estudiar de su poltica dado el nivel actu~~ de mformac1n histrica, pareca, sob'.e todo, cont~r con una ac~10n a la_rgo plazo: progreso del movimiento panamencano, q~e terna por obeto establec~r una cooperacin, quiz hasta una asoczaczon, entre lo,s Estados de todo el continente. Esa poltica panamericana provoco protestas. ~ntes de 1914 en Jos ambientes intelectuales. Pero las ,nuevas con_d1c10nes creadas por la primera guerra mundial, no senan susceptibles de debilitar esa resistencia? De hecho, los adversarios de los Estados Unidos no se daban por vencidos (y, a partir de 1919, es fcii darse cuenta de ello). Incl~so, er_a posible que encontrasen ahora, en aquell~s regiones donde hab1.a ~rrai gado el capitalismo de los Estados Umdos y donde ese capitahsmo chocaba con el proletariado, un punto de apoyo popular que hasta entonces les haba faltado. Los recelos ms vivos fueron los de la Argentina, porque los medios dirigentes di.! la vida econ_mic~ consez-:ab~n all una orientacin europea y, tambin, porque los mmtgrantes 1taha-
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nos no eran sensibles a las excelencias de la civilizacin norteamericana. Ahora bien: la existencia de Ja Sociedad de Naciones, de la que eran miembros, desde el primer momento, los Estados suramericanos. con la excepcin de Mxico y Ecuador, poda proporcionar a los gobiernos de esos Estados ms coraje para resistir la hegemona de los Estados Unidos. No deban confiar en que _el organismo ginebrino les concediese su apoyo y les ofreciese, quiz, el medio de escapar del sistema panamericano? Creerlo equivaldra a olvidar que la Sociedad de Naciones no haba perdido la esperanza de obtener algn da la adhesin de los Estados Unidos, y quera, por consiguiente, tratar a ese pas con miramientos. Sera, tambin, desconocer una preoc~pacin esencial de la poltica inglesa que deseaba. a toda costa, no entrentarse con el Gobierno de Washington (1). Lo que interesa. pues, examinar, en el terreno de las rela:iones polticas internacionales, es la posicin de los Estados de Amrica latina con respecto a Europa y a los Estados Unidos. Adnde se llevaran los litigios que se produjeran entre los Estados suramericanos 7 A la Sociedad de Naciones. es decir, en realidad, ante Gran Bretaa v Francia o ante la Conferencia Panamericana, que dominaban los Estados U~idos? Y cmo interpretar en este caso la doctrina de Monroe? La competencia de la Sociedad de Naciones para decidir las diferencias que pudiesen existir entre Estados americanos pareca quedar excluida, a prim,era vista, puesto que todos los Gobiernos de esos Estados firmaron voluntariamente, en 1923, el Tratado Gondra, segn el cual esas diferencias, si no lograran ser resueltas por va diplomtica, deberan ser sometidas a la decisin de una Comisin de encuesta panamericana. Per ese principio no se aplic de una manera rigurosa. En el pleito sobre el Territorig_de Tacna y de Arica (con 39.000 habitantes), que enfrentaba a Chile, Per y Bolivia, no intervino la Sociedad de Naciones. En 1884. Chile se haba anexionado ese territorio peruano, en el que esperaba encontrar nitratos; tambin haba, arr_e~a tado a Bolivia su nica salida al mar. Cuando, en 1926, Peru re1vmdic6 airadamente su Alsacia y Lorena, Bolivia se uni a la polmica y reclam el puerto de Arica, donde desemboca la nica va frrea que pasa por La Paz. Los Estados Unidos actuaron de r:iedia~?res. De:pus de hber pensado, por un mometo, en dar sat1sfacc1on a Bohvia; despus de haber intentado organizar luego un plebisci~o. en el territorio en cuestin, los Estados Unidos se contentaron con vigilar las negociaciones directas que terminaron por entablarse entre Chile y Per: el Acuerdo del 3 de junio de 1929 estableci un reparto que dej a Chile el puerto de Arica y restituy Tacna al Per. En ningn momento se mezcl en el asunto la Sociedad de Naciones. Los dos Estados se comprometieron a someter al arbitraje de los Estados Unidos
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todas las dificultades que pudieran surgir al aplicar el tratado de reparto. Y tambin al Gobierno de Jos Estados Unidos acudi Bolivia, cuando pr?test vanamente contra esa solucin que ignoraba por completo sus mtereses. Pero en el c~nflicto del C~aco, en el que se enfrentaban Bolivia y Paraguay, la Sociedad de Naciones no adopt una actitud pasiva, por grande que fuese su perplejidad. El territorio que se extiende entre los ros Paraguay y Pilcomayo era reivindicado, desde haca. ya casi medio siglo, por aquellos dos Estados. Uno de ellos afirmaba que, por poseer la desembocadura del Paraguay, tena derecho a anexionarse las regiones baadas por dicho ro y sus afluentes; el otro, como no haba conseguido una salida al mar en la costa del Pacfico, querra, por lo menos, poder utilizar la va fluvial del Paraguay, con el fin de encontrar una puerta comercial par el Atl?tico. Tras Ja pantalla de esos argumentos, lo que estaba en uego eran mtereses econmicos inmediatos: el Chac~ encierra yacimientos de petrleo. .cu~ndo. en ~iciembre de. 1928, Jo~ puestos y las patrullas adversasarias mtercambiaban los primeros disparos, la Conferencia Panamerica?a . s~ hallaba r;-unida; la Conferencia aplic, inmediatamente, lo's prmc1p1os ~stablectd?~ ~n el Tratado de Gondra; y pidi a los Estados que. ~omet1eran el ht1g10 a una comisin que determinara las responsab1!1dades. Por qu, en esta ocasin, el Consejo de la Sociedad de Naciones se_ ,crey en el ,deber. de diri~r a Bolivia y a Paraguay una recc;m:ndacw_n qu~ parec1a abrir el cammo para la aplicacin del proced1m1ento gmebrmo? Tom esa iniciativa a peticin de Venezuela que declar que aquel conflicto poda servir de test: si el Consejo. n~ se ?cu para de este asunto suramericano, confesara su impotencia para aphc~r, en casos parecidos, los principios del Pacto; los Estados suramencanos que dsearan escapar a la hegemona de los Estados Unidos,. perderan toda, esperanza de encontrar en Ginebra aliento y proteccin: abandonanan, por tanto, la Sociedad de Naciones. Fue esta perspectiva la que decidi al Consejo a actuar como lo hizo; pero de tal forma, que los Estados Unidos no pudieran sentirse ofendidos? Arstides Briand, presidente del Consejo de Ja Sociedad, tuvo buen cuidado de declarar, _en el mi_smo momento en que ofreca la aplicacin del Pacto, 9-~~ s1 el confhcto del ~haco se apaciguase por los desvelos de la Com1s1on de encuesta americana, sera el primero en congratularse por el! La Sociedad de Naciones concedi, pues, prioridad a la Conferencia Panamericana, pero solo provisionalmente. . En la prctica.' ~ue la diplomacia americana la que conserv Ja ventaa. Cuan~o Bohvia y P~raguay. en enero de 1929, se disponan a llevar su pleito ante el Tribunal Permanente de Justicia Internacional creado por la Sociedad de Naciones, que no haba recibido la adhesi~ de los Estados Unidos, la Co.misin de encuesta panamericana se apresur a decla;~r su competenc!a sobre el asunto, y consigui que los dos Estados soltc1tasen, en septiembre de 1929, un <Jrbitraje americano.
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Esa fue solo la primera etapa de un largo conflicto cuyas vicisitudes se prolongaran hasta 1938-una etapa significativa, porque demostr claramente cmo 'OS Estados Unidos deseaban tener apartadas del continente americano a las potencias europeas y cmo la Sociedad de Naciones tuvo cuidaJo de tratar con miramientos al Gobierno de Washington. Los Estados ce Amrica latina, cuando comprobaron que la Sociedad de Naciones se senta incapaz de desempear papel alguno en las cuestiones americanas, cesaron casi todos-la excepcin fue Chilede participar efectivamente en las reuniones de Ginebra. Pero los Estados Unidos, si bien eliminaron con facilidad Ja intervencin de la Sociedad de Naciones en las cuestiones americanas, lograron menos xito cuando intentaron que los Estados de Amrica latina aceptaran su tutela. En la quinta Conferencia Panamericana, la de Santiago de 1923 (la primera asamblea de posguerra), y ms an en Ja sexta, la de La Habana de 1928, la resistencia se manifest claramente. Los oponentes sugirieron, ante todo, que la doctrina de Monroe se transformase en una declaracin continental, que, en vez de expresar solamente las concepciones y principios adoptados por el Gobierno de los Estados Unidos, diera a todos los Estados americanos garantas mutuas y recprocas. Se trataba, por tanto, de una manifestacin de desconfianza hacia la Unin. Una desconfianza injustificada, segn el secretario de Estado Hughes, en su discurso de respuesta del 23 de agosto de 1923: los Estados Unidos deseaban nicamente proteger la seguridad del canal interocanico, y no pensaban intervenir en los asuntos internos de los Estados suramericanos; pero el Gobierno de Washington negaba reservarse el derecho de interpretar, l solo, la Doctrina, y el de modificarla cuando las circunstancias as lo exigiesen. Tal respuesta no se limitaba, pues, a hacer constar los hechos, es decir, la difi!rencia entre los mtodos que los Estados Unidos empleaban en Amrica Central, por una parte, y en Amrica del Sur, por otra confirmaba; adems, los temores de los oponentes, puesto que vena a dedr que la Doctrina era elstica. Las mismas preocupaciones reaparecieron, casi en igual forma, cuando un comit de uristas-Ia Comisin de Ro-intent establecer las bases de un derecho internacional americano. En el proyecto presentado por esos tcnicos, se afirmaba el principio de no intervencin: ningn Estado americano tendra derecho a ocupar parte alguna del territorio de otro Estado, ni siquiera con el consentimiento de dicha Repblica, ni a emplear la coaccin para obligar a ese otro Estado a modificar su poltica interior o exterior. Era una alusin transparente a la accin dd Gobierno de Washington en el mar de las Antillas y en Amrica Central. No es, pues, sorprendente que el Departamento de Estado rechazase aquel proyecto. Pero, en febrero de 1928, por iniciativa del delegado de El Salvador, la cuestin fue llevada a la Conferencia de La Habana, donde se entabl, por primera vez en la historia de
las "Onferencias panamericanas, un gran debate (poltic~. A~nque todas las posiciones no tuvieran Ja misma firmeza Ar~entma_ ue la que dio al delegado de El Salvador el apoyo m~ enrgico: mientras _qu_e Brasil utiliz el tono ms suave), las dclegac1o?e~, .casi por ~nammt dad, pidieron que la conferencia afirmase el prmcipio de n? mte~ven cin y la igualdad de derechos de to? os los Estados. amenc~~os, la~ dos nicas delegaciones que se abstuvieron de expresar su opmin fue ron Ja de Nicaragua, cuya capital acababa de ser ?cupada por orden del Gobierno de Jos Estados Unidos, y la del Peru, donde estaba en curso la reorganizacin de las finanzas pblicas, llevadas a cabo por un tcnico procedente de los Estados ~nidos. El Departamento de Estado toler la lectura de esas declarac10nes; pero se opu~o a qu,e se votase cualquier resolucin: el derecho a la inde_rendencia~ecia el secretario de Estado-no excluye el derecho a la mtervenci~~ que es necesario, por lo menos temporalm~nte, pare~ asegu,rar la est~b1lzda~'. con el fin de mantener fa zndependencza; ader~as. como podna admi~lf el Gobierno de los Estados Unidos que los bi~12es o ~a vida de s~s. ~mda danos de la Unin fueran amenazados por cualquier guerra c1v1l. Esa negativa fue suficiente para hacer frac.asar el intento de El Salvador. Al da siguiente de la Conferencia _de La Habana, Ja opinin p~ blica de Jos Estados Undos empez, stn embargo, a dudar de la efi cada de la diplomacia del dlar, y a reconocer que, ~ pesa.r de l?,s progresos de orden econmico y financiero, Ja influencia de ia Unt1_1 era cada vez ms discutida. Esa opinin comprenda que la ,d_ecadenc~a de la idea panamericana debase, principalmente'. a la pollt1ca ~e mtervencin practicada por el Gobierno de Washmgto_n. en Amnca Central; y senta, por tanto, la necesidad de_ tran~mhzar a lo_s Estados suramericanos. Cuando las elecciones presi_denciales de noviembre de 1928, aun confirmando las victorias repubhcanas de 1920 Y 19~4.' llevaron al poder a un hombre nuevo, a Herber~ Hoo~e:, la Admm~stra cin tuvo en cuenta esa orientacin del espfntu publico. El. presidente elegido, antes incluso de tomar posesin de su car?? consider co~ veniente emprender un viaje de amistad por Amenc~ -~el Sur, s1~ excluir a la Repblica Argentina, principal foco de oix;is1cion a, la ~ll~ tica anqui. El secretario de Estado-que era. a la sazon, Frank B. ~e llogi'-<leclar en el Senado, el 7 de diciembre de 1928, que la doctrm_a de Monroe solo era una doctrina defensiva; desaprobaba, por cons~ guiente, el corolario aadido a esa doctrina en 190.5. cuando el presidente Teodoro Roosevelt afirm que Jos Estados Umd?~ te_nan de~ec~ a ejercer en el continente americano un poder de pol1cza mternacz_on El nuevo presidente, en uno de Jos primeros discurs~s pronunc~a~os des us de la toma de posesin, conden el aspecto mas c~racter1~_tico de fa diplomacia del dlar: el Gobierno de Jos Estados Umdos.ct'.JO"no debe emplear la fuerza para asegurar la firma o el cump im1ento
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de Jos c.:ontratos establecidos entre nuestros ciudadanos y estados o ciudadanos extranjeros". Se trataba ele! anuncio de una nueva poltica-la poltica de buena vecindad--que sera puesta en prctica a partir de 1931.
B!BLIOGRAFIA
CAPITULO XV
s. D. N.Adems de las historias generales de la S. D. N. citadas en el cap. XV, van~e: V. GALEANO: L'A meriq11e latine et la S. D.N., Pars, 1927.-W. KELCllNER: Latn-American Re/ations witlr tire Leag11e of Nations. Boston, 1929. M. PREZ GUERRERO: Les reiattons des Etars de /'Amrique latine mec la S. D. N., Pars, 1936.
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Durante los diez aos que siguieron a la primera guerra mundial, los grandes conflictos-tanto los originados por la aplicacin de los tratados de paz como los que resultaron de la accin de las nuevas fuerzas aparecidas en Asia o en el Africa mediterrnea-se resolvieron mediante compromisos. Ese espritu conciliador era, indudablemente, fruto del cansancio; pero, tambin, resultado de una mejora de la situacin econmica, que atenuaba la impaciencia general. De cualquier niod0 a principios de 1929, el nimo de la opinin se inclinaba al optimismo por lo que se refiere a las relaciones internacionales. Pero era un optimismo precario que no haca desaparecer en las esferas dirigentes una difusa inquietud, cuando se pensaba ms all de las perspectivas inmediatas. La causa profunda de esa sensacin de precariedad era, sin duda, el fracaso de los intentos hechos para organizar las relaciones entre los Estados. tanto desde el punto de vista econmico como desde el punto de vista poltico, y para garantizar la resistencia a la agresin.
I. LA INSUFlCIENCIA DE LA SEGURIDAD COLECTIVA
El pacto de la Sociedad de Naciones haba establecido el principio de la ayuda mutua entre los Estados miembros, pero no organiz seriamente las sanciones militares contra el posible agresor (1). La negativa de Jos Estados Unidos a participar en el sistema ginebrino asest un duro golpe a la autoridad moral de la Sociedad de Naciones y comprometi la eficacia de las sanciones econmicas previstas por el artculo 16 del Pacto. Los objetivos que se fijaron en Ginebra los apstoles de Ja seguridad colectiva, deseosos de proteger la situacin territorial establecida en 1919-1920, eran los siguientes: llenar las lagunas de ese sistema, completando su armadura jurdica, y, sobre todo, intentar atraer a Jos E~tados Unidos a la colaboracin con la Sociedad. En cuatro ocasiones diferentes, sus esfuerzos fracasaron. A qu se deben esos fracasos 7 El Tribunal Permanente de Justicia Internacional, instituido en virtud del artculo 14 del Pacto, entr en funciones en enero de 1922 en La Haya. De acuerdo con las propuestas hechas por los gobiernos francs e ingls, ese Tribunal solo posea competencia facultatitia, es decir, limitda a Jos conflictos que le fueran expresamente sometidos por
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los Estados interesados. Aunque reducido a esa misin secundaria. dicho Tribunal haba despertado muchas esperanzas en Ginebra. porque pareca ofrecer la ocasin de volver a relacionarse con los Estados Unidos. No colaboraba el jurista americano Elihu Root, que fue secretario de Estado con el presidente Teodo10 Roosevelt y que conservaba una autoridad moral considerable en el partido republicano en la preparacin, a ttulo personal, del estatuto del Tribunal? Y no haba aceptado el Gobierno de Washington, en febrero de 1923, estudiar la participacin de los Estados Unidos en la nueva institucin? Pero el Senado americano, despus de suspender su decisin sobre el asunto durante tres aos, en septiembre de 1926, se neg a ratificar la convencin internacional que deba consagrar la adhesin de los Estados U;iidos. El senador Lodge declar: "Eso sera meternos en ]a Sociedad de Naciones." En el intervalo, pero esta vez al margen de toda participacin americana, el Gobierno francs intent completar el Pacto de Ja Sociedad de Naciones con un Protocolo para el arreglo pacifico de los conflictos internacionales, obra de los ministros de Asuntos Extranjeros de Grecia, Nicols Politis, y de Checoslovaquia, Eduardo Benes. El artculo ms importante de ese protocolo impona a los Estados miembros el deber de cooperar leal y efectivamente en la aplicacin de las sanciones, incluso militares o navales, que pudiese decidir el Consejo de la Sociedad; ese artculo sustitua, por tanto, a la simple recomendacin, prevista en el Pacto, por una obligacin estricta {I). Ese texto fue adoptado, el 2 de octubre de 1924, por la Asamblea de Ja Sociedad de Naciones, con el asentimiento del Gobierno britnico: el Gabinete laborista de Ramsay Mac Donald. Pero la vuelta de los conservadores al poder, que ocurri un mes ms tarde, modific la actitud de Gran Bretaa: segn declar Austen Chamberlain, no era posible ampliar el $istema d~ sanciones, puesto que la Sociedad de Naciones estaba debilitada por la ausencia de los Estados Unidos. En el fondo, eso significaba abandonar cualquier esfuerzo tendente a aumentar la eficacia d~l Pacto. En abril de 1927, los promotores de la obra ginebrina volvieron a esperar, a pesar de todo, una colaboracin con los Estados Unidos. Briand dirigi a la nacin americana un llamamiento en el que sugiri la condusin de un pacto entre Estados Unidos y Francia que pondra a la guerra fuera de la ley; para el estadista francs se trataba, principalmente, de dar una prueba de buena voluntad y de disipar las prevenciones que se manifestaban en Estados Unidos contra Francia, como consecuencia de la~ discusiones ocasionadas por la cuestin de las deudas de guerra (2). Los pacifistas americanos sugirieron, a su vez, ampliar el proyecto francs y establecer un pacto general, por el que
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rometieran a resolver sus diferencias sin todos .los (stados_ s~a~oom:n caso de legtima defensa. Esa sugerenc.ia, recurnr a a guerra, . . a nl fomento de la paz mpresentada por la Fundacin Carnegie par ~ d E tado Pero la d t da por ,,l Departamento e s ~ . li ada sn reservas, podra ternaciona 1, f ue a .op frmula de remmcw a la guerra, s1 fuese ap c , l d sancin Para hacer imposible toda acci~ _mli:r a~~~lu~~ianl~~efiog:. en su .forma
a la guerra contra cualquier sta ~ Lue o El ?7 de agosto de 1928. - :; om rendidad de Naciones o el pacto renano e ocarn . . d Kellogg fue rmado por todos los ~stados, c p 1 pacto Bnan e. , no intentaba definir la dos Alemania, la U. R. S. S. Y el J~pon. Cul sera su alcance practico. E~~ pact 0 e udiera resultar legtima defensa ni la gui:ra dec:!~~o~~ pa~~i;~d q~n ~ Gobierno de ineficaz. Tampoco suponta un . s euro eas que le llevase a asoWashington con respecto ~ las/~e~J~on~r la S;ciedad de Naciones conciarse a una guerra de{enswa t'..tfo liados Unidos siguen siendo tan tra un posible Estado agredsor., s e tuviese por objeto imponer la o uestos como antes a to a acct n qu . . a" d"1ante la fuerza y que pudiese arrastrarlos a uni.l guerra europe . p paz me . 1 d. proy cto amencano As escriba James ~ Shot\~ell, autoI pr~ocI~~ini.: de A~untos Extrany comentarista oficioso de pa~~d ~ subrayar, despus del mismo jeros del Senado tuvo buen cu~v~ ~rat~do no prevea ning_,;>: sancin dos Unidos no pensaban asusecretario de Estad? que el nu ni expresa ni implc1tamer1te, y que lo~ Esta d t, en ~u diario 0
m 1m0. ,. " E esto iba destinado, sobre todo, a a op1cer: un gesto pac:f1co. se g s n la poltica internacional tena que la poltica interior ame-
ricana. . , ". tomar la iniciativo., un ao Cuando el Gob1~rno franc~s vo 1 \to a Arstides Briand, en su disms tarde,~ emprend: ~n c~m1~~2~u:v1~ Asamblea de la Sociedad de curso del ) de sept1em re e , d el ~1 i 7 de mayo de 1930, suNaciones, y despus. en su memoran um . ~ i ins iraba en giri la formacin de una unin o federaci~n europea. se 1 co~de Couun tema que haba sido des,arrolla~o tr~s ~r~~ ~~t:~e~~~ de la Unin d h K lergi y que hacia un ano, uesr en ove- a . . 't ,, bolchevismo y el americanismo, no .era Interpa~lamentana . e~, red~ Estados europeos? Con ello, el. estadista . do durante ocho aos, a todos los necesana una aso~1ac1on el e cuyo nom~re hab1a esta . asocia 'mostraba. implcitamente, que no esfuerzos rntentados en Grnebr~,. decin de l~s Estados Unidos en la contaba ya con obtener .1~ pai_tt~;~at' ba en privado, sus dudas acerca
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europeo le parece ser el nico medio de establecer un :-.istema eficaz de seguridad, apoyado y consolidado por la solidaridad econmica. Pero ese proyecto-un simple bosquejo en cuya redaccin, incluso, se pona de manifiesto cierta confusin-<lespert6 en seguida la desconfianza de los grandes Estados europeos. Alemania vea en l un procedimiento indirecto de garantizar las fronteras establecidas en 1919 en Europa Oriental, porque el memorndum francs sealaba el propsito de extende- a todo el memorndum los acuerdos de Locarno. La U. R. S. S. pens que aquel vnculo federal, destinado a unir a los miembros europeos de la Sociedad de Naciones, tena por objeto la formacin de un bloque antisovitico. El Gabinete ingls adopt la actitud de prudencia cordial que le recomendaban sus servicios diplomticos; la realizacin del proyecto francs restringira la autoridad de Ja Sociedad de Naciones; perturbara el sistema de las relaciones imperiales britnicas, que no podra ajustarse ,al marco con ti nen tal; hara, sobre todo, que Gran Bretaa corriese el riesgo de verse en situacin difcil en sus relaciones con los Estados Unidos, pues la federacin europea podra adoptar una posicin poltica y, ms an, econmica, contraria a los intereses americanos. Con raras excepciones, los gobiernos europeos acogieron, pues, el memorndum francs con graves reservas. Por r'.;o, la Comisin de estudio que Arstides Briand haba organizado consider oportuno aplazar el examen de las cuestiones polticas, limitando su actividad a los problemas econmicos; aun as, no logr establecer ningn programa. El plan europeo se desvaneci. En el nimo de los promotores de la Sociedad de Naciones la segu ridad colectiva supona Ja limitacin de los armamentos. Las medidas impuestas a Alemania y a otros Estados vencidos deberan haber sido la primera etapa del desarme general:-Dichas previsiones se llevaron, parcialmente, a la prctica en el terreno de los armamentos navales; pero la cuestin de los armamentos terrestres no ue abordada. Unicamente. en diciembre de 1925, al da siguiente de Ja firma de los acuerdos de Locarno. el Consejo de la Sociedad de Naciones decidi la formacin de una Comisin preparatoria del desarme. En la larga serie de sesiones que se celebraron por espacio de cinco aos, la Comisin, que contaba entre sus miembros no solo a los representantes de Alemania, sino tambin a los delegados oficiosos de los Estados Unidos y de Ja U. R. S. S., no consigui pasar, no obstante sus penosos esfuerzos, de los debates preliminares. Qu haba que entender por armamentos, es decir, qu comparacin caba hacer entre Jos diferentes Estados, teniendo en cuenta no solo el volumen actual de las fuerzas armadas, sino tambin los recursos demogrficos, la vulnerabilidad de las fronteras y los recursos econmicos. factores determinantes del potencial blico? Qu procedimiento podra ser ms eficaz: la reduccin de efectivos y material de guerra o la de los crditos destinados a la defensa nacional? Sera posible establecer una distin-
cin clara entre los armamentos ofensivos y defensivos y fijar normas diferentes para unos y para otros? Cmo podra inspeccionarse el cumplimiento de las medidas de desarme? En cada uno de esos puntos, las tesis franceses y alemanas se encontraban constantemente en oposicin. En la cuestin del material de guerra sera necesario-afirmaba la delegacin francesa--comparar, no solo el nivel de las existencias, sino tambin Jos medios de produccin-fbricas y mano de obra-; por el contrario, en el problema de los efectivos, la nica base valedera habra de ser Ja confrontacin de las cifras correspondientes a los hombres actualmente movilizados, sin tener en cuenta las reservas adiestradas. La delegacin alemana adoptaba, naturalmente, el punto de vista opuesto, pues el Reich posea un potencial industrial muy superior al de Francia y, en cambio, no poda incrementar sus reservas con instruccin militar desde que el Tratado de Versalles haba paralizado el reclutamiento del ejrcito activo. Entre esas tesis opuestas, Gran Bretaa y los Estados Unidos podran ejercer un arbitraje; en realidad, su accin fue favorable, en gran medida, a las intenciones alemanas, tanto en lo que respecta a las reservas con preparacin militar como al potencial de guerra area. La cuestin de Ja inspeccin del desarme dio lugar a nuevas divergencias: el Gobierno francs sugiri que se confiase a una comisin internacional; Gran Bretaa y los Estados Unidos rechazaron, de comn acuerdo, esa solucin; invocando, unas veces, las dificultades prcticas, y otras, el respeto a Ja soberana de los Estados. As, despus de cinco aos de trabajo, la Comisin preparatoria no present, en diciembre de 1930, ms que un simple esquema, que indicaba los principios a -seguir y fijaba un mtodo, pero que dejaba en blanco todo lo esencial--es decir, las cifras referentes a los efectivos o a los armamentos-, y no prevea la organizacin de una inspeccin internacional. Aun as, ese modesto bosquejo no fue aceptado por la U. R. S. S., que lo consideraba un producto del imperialismo capitalista; ni por Alemania, que estimaba que no conceda a todas las __ grandes potencias una igualdad de derechos en el terreno de los armamentos; ni por Polonia, Rumania y los Estados blticos, que consideraban necesario a.plazar su adhesin hasta que Rusia no hubiera dado la suya. 1: En resumen: nadie habra sido capaz de decir si la poltica de -: desarme colectivo podra llevarse a buen fin. Arstides Briand declar: ~'Ms que de fijar el nmero de soldados, caones y ametralladoras, se trata de fortalecer la voluntad de no utilizarlos." Es decir: sustitua la esperanza en una limitacin efectiva de armamentos por la de un desarme moral. Lo que se pareca bastante a una evasiva para disimular :, ' su fracaso. rJ<:, Ese era, pues, el balance, a los die:': aos del nacimiento de la So!Ciedad de Naciones: ni consolidacin de la seguridad colectiva, ni acuerdo acerca de los principios que regularan la limitacin de armamentos. Es suficiente explicacin de ello la divergencia de intereses? Acaso
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esa divergencia hubiera podido ser superada de haberse mostrado ms resuelto el Consejo de la Sociedad, y si la opinin pblica, en los diferentes Estados, hubiese obligado a los gobiernos a tomar iniciativas. Pero, en Ginebra, las dos grandes potencias que dominaban en el Consejo-Gran Bretaa y Francia-no se pusieron nunca de acuerdo en lo referente a los fundamentos de organizacin de la paz internacional, y las corrientes de opinin que deban haber apoyado la obra de la Sociedad no tuvieron gran inten~idad en ninguna parte.
11. EL FRACASO DE LA COOPERACION ECONOMICA Y FINANCIERA
En el nimo de los promotores de la Sociedad de Naciones, la cooperacin econmica y financiera entre los Estados debera ser uno de los medios de establecer la confianza mutua y consolidar la paz, al evitar el desarrollo de las antipatas y rencores que hacen surgir, entre los pueblos, las rivalidades comerciales o la envidia de los pases pobres a los prestamistas. Despus de 1924, cuando las condiciones econmicas y financieras comenzaron a mejorar en Europa (1), esa cooperacin se convirti en algo perfectamente posible, a condicin de conseguir la colaboracin de los Estados Unidos, grandes proveedores de materias primas y de capitales. Con qu estado de nimo fueron acogidas esas relaciones econmicas y financieras por los gobiernos y la opinin pblica 7 El pago de las deudas contradas con los Estados Unidos por los Estados asociados a ellos en el transcurso de la primera guerra mundial -deudas que se elevaron a 10.400 millones de dlares-fue ocasin, durante ms de seis aos, de debates, con frecuencia muy enconados. Los deudores europeos, a cuya cabeza se hallaban Francia y Gran Bretaa, hubieran deseado que se estableciese una relacin entre el crQ.ito que posean contra Alemania, a ttulo de reparaciones, y el desembolso que implicaban las deudas interaliadas. El Gobierno norteamericano, presionado por el Senado, se neg a ello; por eso, en 1922, decidi reclamar a sus deudores el pago de la deuda, segn las modalidades fijadas por el Congreso, es decir, escalonando los pagos en cuarenta y siete anualidades, a un inters del 4,5 por 100. A pesar de ello, de hecho, acept posteriormente la - prolongacin de los plazos de pago y la reduccin del tipo de inters, es decir, renunc10 a una parte importante de su crdito: el 20 por 100, segn el acuerdo concertado en junio de 1923 con Gran Bretaa, que el ao precedente haba restablecido el equilibrio de sus finanzas pblicas y deseaba vivamente mantener su crdito en inters del mercado financiero londinense; el 50 por 100, aproximadamente, por los acuerdos de 1925 con Blgica e Italia; el 53 por 100, por el acuerdo de abril de 1926 con el Gobierno francs.
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Entre Francia y Estados Unidos, sobre todo, la discusin continu siendo difcil. Las aspiraciones americanas no eran, segn la opinin pblica francesa, ni generosas ni justas, pues los Estados Unidos, cuando se hicieron beligerantes en abril de 1917, no disponan an de un ejrcito capaz de participar en las operaciones mili!ares d~ Europa; despus de su entrada en la guerra, durante un ano, habian. estado ausentes de los campos de batalla. No era completamente lgico que contribuyeran al esfuerzo comn con una aportacin financiera? Pero la opinin pblica americana, en su gran mayora, no se crea obligada a ser aenerosa: los beneficiarios de los emprstitos haban empleado el producto de estos en pagar sus compras de artculos _:ilimenticio~, materas primas y material de guerra, efectuadas en los Estados Unidos y contrados, por tanto, compromisos comerciales. Qu ttulo ~u rfdico podan invocar para liberarse de sus deudas, esto es, para dear toda su cara a al contribuyente americano? En tal discusin, el Congreso deJ9s Estados Unidos dispona de un medio de presin: negar cualquier emprstito nuevo al Estado francs o a las ciudades francesas, hasta que no hubiera sido aceptada la obligacin del pago de la deuda de guerra. Por eso, el Gobierno francs, como necesitaba la colaboracin financiera americana para la estabilizacin del franco, decidi firmar el acuerdo de abril de 1926. Pero el Parlamento deseaba aadir una clusula de salvaguardia, es decir, obtener la promesa de una revisin de ese acuerdo si Francia no recibiese de Alemania los pagos previstos a ttulo de reparaciones. La relacin entre la cuestin de las deudas y la de las reparaciones le pareca evidente a la opinin pblica francesa, puesto que la reduccin de los pagos alemanes fue llevada a cabo por un comit de tcnicos presidido por un norteamericano (l). Sin embargo, el Congreso norteamericano consider inadmisible esa pretensin. La discusin se prolong hasta que, en 1929, el Parlamento francs se resign a votar _la ratificacin del acuerdo, sin insertar en l la clusula de salvaguardia. Cierto que esa clusula subsista, en forma de reserva, pero careca de valor contractual. Al final de esa larga controversia-cuyo estudio es int.::;csante, pues demuestra cun difcil es exigir a dos pueblos que re?1.icen un esfuerzo para comprender sus respectivos puntos de vista-, . . diplomacia americana consigui, pues, imponer su voluntad a los ... ;.dores europeos de Estados Unidos, con la excepcin de la U. R. :C.. Pero se trataba de una victoria precaria: el pago efectivo de las .: ..Jas de guerra quedaba subordinado, a pesar de la letra de los acl'; .os, al pago de las reparaciones. El desorden que en las relaciones comerciales interestatales mantenan el nacionalismo econmico y la desigualdad entre los recursos de
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mater' orimas v combustibles, fue denunciado Por la doctrina de Wilsm. orno cau~a profunda de las dificultades p~lticas. Pero la Sociedad <Je Naciones no mostraba gran entusiasmo por resolver ese problema: cuando Italia manifest su deseo de que se estableciese la igualdad de acceso de todos los Estados a los grandes mercados de materias primas, con ocasin de la primera asamblea de la Sociedad, el examen de la sugerencia fue aplazado sine die. Solo en 1925-es decir, en el momento en que la reanudacin de la actividad econmica se hizo evidente en varios Estados europeos-la atencin de los medios gnebrinos qued enfocada sobre esos problemas. Por qu razn Europa, a pesar de la reciente mejora, estaba tan retrasada con respecto a los Estados Unidos, con su prosperidad asombrosa? (1). La causa principal de esa desigualdad pareca ser Ja existencia de las barreras aduaneras, que entorpecan los cambios. Pero cmo conseguir que los Estados del Contiente renunciasen al rgimen proteccionista, agravado por el sistema de cupos y prohibiciones? La Conferencia econmica internacional que se reuni en mayo de 1927 en Ginebra, por iniciativa del Consejo de Ja Sociedad de Naciones, tena por objeto Ja preparacin ele esa tregua aduanera y, al mismo tiempo, trataba de hacer comprender a los Estados Unidos las necesidades econmicas y financieras de Europa. El resultado fue decepcionante. La Conferencia, en la que las organizaciones obreras solo tenan una dbil representacin, recomend que se desarrollasen la organizacin cientfica del trabajo y la racionalizacin de ia produccin industrial; se mostr favorable a Ja expansin de Jos cartels. En cambio, no estudi la cuestin de Ja emigracin intercontinental (2), esencial para aliviar las regiones de Europa donde el paro era endmico, ni la cuestin de las deudas de guerra, importante para la estabilizacin monetaria. En cuanto al rgimen aduanero, se limit a recon:iendar a los Estados que redujeran las tarifas demasiado elevadas que dificultaban los cambos internacionales, y no obtuvo ms resultado que una simple disminucin del ritmo de aumento de los derechos de aduana. La responsabilidad de ese r~sultado negativo recae, en gran parte, sobre la poltica econmica de los Estados continentales. Los gobiernos temieron que, si rebajaban las barreras aduaneras, resultaran lesionadas ciertas industrias y que se agravara el paro, e incluso, en muchos casos, que se arruinaran las producciones indispensables para la defensa nacional; en casi todo.s partes, la opinin pblica permaneci indiferente ante las tesis de los economistas librecambistas. Pero lo decisivo fue la actitud de los Estados Unidos: se negaron a dear que la Conferencia examinase Ja cuestin de la emigracin y la de las deudas interaliadas; dieron a entender que, lejos de pensar en la disminucin
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d~ sus tarifas aduaneras, aspiraban a aumentarlas. Cmo hubieran podido los Estados europeos aceptar que Jos productos americanos entrasen con mayores facilidades en sus territorios sin obtener una reciprocidad 7
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Los tratados de paz, segn la opm10n de sus adversarios, determinaron en el continente europeo condiciones de exstencia intolerables: clusulas terntoriales, establecidas en contradiccin con los principios vilsonianos, que deban conducir rpidamente a nuevos conflictos; clusulas econmicas que, segn fohn Maynard Keynes, iban a completar la ruina que la guerra haba comenzado. En la prctica, qu quedaba de esas previsiones de 1929? El revisionismo que proclamaban los magiares, los partidarios de la integracin de Austria en Alemania y las minoras alemanas de Polonia y Checoslovaquia, provoc, frecuentemente, manifestaciones verbales; dio lugar a repetidos incidentes que embarazaban las sesiones del Consejo de la Sociedad de Naciones; y continu afirmndose en declaraciones de principios destinadas al futuro. Sin embargo, no consigui su objetivo: la resistencia de la Pequea Entente, apoyada por la diplomacia francesa, neutraliz las reivindicaciones magiares, que parecan capaces de prender fuego al polvorn de Europa Central; la firme oposicin del Gobierno francs bast para detener los proyectos del Anschluss, y los incesantes litigios que pusieron a prueba el estatuto de Dantzig no rebasaron la fase de las controversias jurdicas. Es cierto que los vencidos no renunciaban a nada: la propaganda magiar segua activa; el Gobierno austraco repiti, en numerosas ocasiones, que la integracin en Alemania solo se haba aplazado; y los medios polticos alemanes anunciaban su intencin de sacar a primer plano la cuestin :f#olaca, cuando se solucionase la cuestin de las reparaciones. Pero esos medios eran completamente conscientes de que no conseguiran una revisin amigable y de que no estaban en condiciones de actuar por la fuerza. En 1929, el Gobierno alemn no pensaba en declarar la guerra a Francia, ni, en el fondo, tampoco a Polonia; y, aunque la inspeccin del desarme se aboli en 1927, respetaba todava, salvo en algunos detalles. las clusulas militares del Tratado de Versalles. Las crticas hechas a las clusulas econmicas de los tratados de paz haban sido parcialmente coniirmadas, puesto que la suma total de l.as reparaciones alemanas qued reducida en dos ocasiones por el plan Dawes y el plan Young; pero esa:; crticas fueron completamente err9neas en cuanto a las previsiones que implicaban sobre el futuro de la economa alemana: en diciembre de 1928, el informe del agente general de Reparaciones, Parker Gilbert, haca constar que, gracias a las inversiones de capital extranjero y a los crditos concedidos por las bancas americanas e inglesas, Alemania haba vuelto a ponerse de pie. Se tra928
el llamamiento a la insurreccin del proleta~iado lanor , de 1919 nor el I Congreso la Jnternac1onal Coza do en marzo .., l d ' munista no encontr en Europa un eco duradero. A emama, esp~es de las fuertes convulsiones de marzo de 1920, en el Ruh:, Y de ~~~~ ~ de 1923, en Baviera, recuper, a partir de 1924! una ~elat1va esta 1 i .. El partido comunista ingls no adquira consistencia, au?que la c[;~g de aro se hiciese endmica y las masas o~reras empr~nd1esen, en . y 1~26 movimientos huelgusticos de amplttud excepc10nal. En FC~c;a9 el electorado comunista, que alcanzaba, en 1924, 875 000 votos e1 tle or 100 del cuerpo electoral), alcanz l 060 000 en 1928 (9,3 por 100 . p ). ro en 1929 el partido declin sensiblemente. En It~h_a los votantes pe d . d. l advenimiento del reg1los ~omunistas no fueron capaces e _1mpe ir e . d men... fascista ni de estorbar su consolidacin. Las de~lara~10n_es d ~ Stalin en el otoo de 1927, en el momento en qu~ se hizo ueno e oder criticaban el tema de la revolucin m~nd1al, caro a Trot~k~, ~esap~obaban aquella poltica de vocinglr;ros y afirmaban q~~ era rsl\~ constnr el socialismo en un solo pais :_ era poner sor ma, uran algn tiempo. a Ja propaganda de la Kon11ntern. 1 vida inA pesar de esos hechos probados. los observadores a ternacional descubren, sin embargo, en Europa tres signos de pre-
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el punto de vista econmico, au:1que Alemania ~ubiera re~ cobrado oor- lo que se refiere a ta produccin y a los c~mb10s comer '1 esto que Gran Bretaa consideraba necesano, 7sa recupe l cia .~s, :st~;a a merced del movimiento internacional de_ capitales; basrac~on ue se parase Ta corriente de inversiones amencanas para que t~n~ ~~~ ~ viese azotado por una crisis brutal. Por otro la~o. la re~ons~rucc;n del Continente segua sin acabar, porque. ~u~1a ~o se haba reintegrado en ella. Poda restablecerse. el equ1hbno ~~ las foerzas econmicas mientras que una masa de ciento sesenta mi ones ., de consumidores permaneciera separada de ellas? Desde el punto de vista social, la crisis del des.emplep tenla1a co~ rmanente en Gran Bretana, donde a c1 ra e 93"" 000 I 100 000. se desarrovert1rse en un esta o pe parados oscil. ele 1926 . 1929, e~tre / d ; ber tenid~ 123 DOO pallaba tambin en ~l~ma"~~ ~eOOO e~~~ ~o: m~s tarde. Era una causa ~~df~ ~~ef~J7~ucyoan :ra~edad seal el ministro ~e Asuntos Econmicos ~ L s Loucheur "n un discurso pronunciado en agosto de 1929. f rances. u1 ~ . r , d E opa en_ Desde e! punto de vista poltico .. en fm. la e wzswrz , e ur. d f )OS ele Estados-<l1ctadura del proletanado, d1ctadu . r t b d confianzas my tres sistemas e 11 ra fascista y democracias parlamentanas-a imen a . es ,= .f d, desprecio no solo entre los gobiernos, ~1.no ta malll estaciones l: . d. . d lr e '1tereses bin entre los pueblos, que agravaban las 1vergenc1as e ~.- . nacionales; y la existencia en Mosc. Varsovia, Budapest, Re . y otros
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CO~CLUSION
,j'e sistemas polticos en los que a los ciudadanos _les esta?a Jugare.e bl nac10 roh!', z:, de hecho, la libre discusin de 1os .Pro emas 1r::~er ~aies, . ,,da el camino para los riesgos de cualquier ae~tura . .e:,~ .192~, Guill, : ;;o Ferrero escriba: "La unificacin de l?s pn~c1p1os qu: conutituyt.: la base del Estado sera, sin dud~,' un 111menso benefi.c10 para Euro " He ah una esperanza ms utpica que nunca:, , . si~ embargo, si nos atenemos al estado de la .opinton publica. en 1929 la balanza se inclinaba, sin ninguna duda. hac!a el lado .de. la -paz. Des~us de ser agitada fuertemente durante los aos que s1?u1eron a la conclusin de los tratados de paz, cuando las revueltas sociales. e:an frecuentes y los nacionalismos continuaban exas~rados, esa ?p1mn pblica se haba calmado algo desde que la prospendad econmica vo.1va a reinar; y los acuerdos de Locarno y despus el I'..ct~ de renuncia a la guerra indicaron el deseo de una poltica de conc1hac1n. En 1929, esa opini~ pblica aprobaba. en casi todos los Estados europeos, las iniciativas encaminadas a prevenir los c.onflictos. y,sas tendencias de la psicologa colectiva parecan ser la meor garant1a de la paz europea.
GENERAL
En 1919, la "decadencia de Europa constitua la caracterstica dominante de la perspectiva mundial. Diez aos despus de la terminacin del conflicto, en qu medida haba recobrado Europa su papel mundial y en qu condiciones se desenvolvan las relaciones intercontinentales? En 1929, Europa continuaba reconquistando, paso a paso, su puesto en la economa mundial. En 1926, el volumen global del comercio mundial era de 61 887 millones de dlares, y la participacin de Europ11., comprendida la U. R. S. S., llegaba al 45,2 por 100, en tanto que en 1920 solo lleg al 41 por 100. En 1929, sobre un volumen global de 66 708 millones, el porcentaje europeo fue del 51 por 100 (1). Al mismo tiempo, los Estados europeos haban conseguido mantener, en los continentes asiticos y africanos, las posiciones polticas que tan amenazadas se vieron al final de la Gran Guerra. En Extremo Oriente, la expansin japonesa recibi, en 1922, un frenazo, cuyo principal autor fue el Gobierno de los Estados Unidos, pero que benefici, de modo inmediato, a los intereses europeos. El movimiento nacionalista chino, cuando tom en 1926-1927 un matiz de insurreccin xenfoba, fue detenido: la diplomacia inglesa supo aprovecharse de las inquietudes que la propaganda sovitica haba provocado en la alta burguesa china; es verdad que tuvo que arrojar lastre al abandonar las concesiones y devolver a China la autonoma aduanera; pero salvaguard, en lo esencial, la influencia econmica. En 1929, la poltica sovitica, que tres aos antes pareca recorrer el camino del xito, se hallaba en franca derrota. En la India, el movimiento de resistencia a la dominacin inglesa, aparecido en 1919, tom en 1920-1921 un carcter grave, cuando Gandhi intent imponer al Gobierno britnico, con su campaa de no cooperacin, la concesin de una autonoma poltica, como prembulo de la independencia. Pero, a partir de 1924, las escisiones que surgieron en el seno del Congreso Nacional debilitaron ese movimiento. El antagonismo entre hindes y musulmanes, que pareca suavizarse hacia 1916, se manifest de nuevo cuando los musulmanes comprobaron la derrota del Califato otomano y los hindes temieron que los musulmanes consiguiesen una importancia demasiado grande en la vida poltica. El ejercicio del derecho de sufragio, instituido por el Gobierno britnico en 1919, demostr que el cuerpo electoral, muy restringido, no era ho' (1) Conviene no perder de vista que en 1913 era del 61 por 100, Vase pg. 537, 931
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CONCLUSION GENEKAL
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p~blacin hind descon 'an de la mayora. Por ltimo, durante Jos dos
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anos en que Gandhi, en prisin, no poda seguir dirigiendo el movimento, la consigna de la no cooperacin fue discutida: a la tctica de los adeptos del Swara, que seguan negndose a participar de ninouna manera en la vida poltica y administrativa, se opona la de los m~derados que _consideraban oportuno intentar la cooperacin con las autorida~ des mglesas, en inters, incluso, de la poblacin de la India. En realidad, a par~ir de fina_les de ~926 el estatuto de 1919, cuya aplicacin estaba parahzada hacia ya siete aos, pudo entrar en vgor. Se trataba de una tregua. En la zona mediterrnea, los movimientos de resistencia nacional Y religiosa al mismo tiempo, que haban amenazado la domi~acin de los europeos en_ Afrca del Norte, haban sido desbaratados. En 1929, Marruecos Y Tunez estaban en calma; se haba consumado la recon~uista itali~na de Libia; en el mismo Egipto, donde la dominacin i~glesa ~abia. atravesado crticos momentos desde 1919 a 1924, ei partido nac10nahsta, aunque conservara una amplia mayora en todas las consu~tas el~c~orales, toleraba un Gobierno dirigido por moderados. F~~.cia, ~n Sma, y Gr~n Bretaa, en Irak, consiguieron, despus de aos d1fic1les, imponer el regimen de mandato. En esa consolidacin de los intereses europeos, la fuerza de las arm~s haba tenido utilidad en Marruecos, Libia, Irak y Siria; pero los metodos ?e fuer~a no bastaro~ para mantener la dominacin inglesa en la India Y Egipto, y, todav1a menos, para hacer fracasar el movime~to ~~cionalista chino: en todas esas ocasiones, la influencia o la d_?mmacion de los europeo~ encontr el apoyo de las divergencias surgidas. dentro de lo~ _movm11ent_?S nacionalistas entre oportunistas e in~rans1~entes; tai:ib1en encontro el apoyo de la resistencia que los naeio~ahstas. opoman a la propaganda de la Internacional Comunista. Ch~ang-Ka1-Chek destroz, por la fuerza, la influencia sovitica en Chma; Gandhi desa~rob abiertamente la ideologa comunista; Zaglul, en marzo de 1924, hizo detener a los jefes del partido comunista, que haba enc_?ntr~d.o adherentes en los medios israelitas egipcios. He ah1 suf1~1entes hechos, para desmentir el pesimismo de los que, en 1925, anunciaban el ~r;pusc~lo de las naciones blancas, y para reconfortar a los que no hao1an deado de creer en la vitalidad de Europa. Frente a esas realizaciones, cules eran sin embargo los motivos de inquietud? ' ' En las rel.acione_s intercontinentales, los intereses europeos no se encontraban mmed1atamente amenazados por el imperialismo japons (1); pero lo que preocupaba a buena parte de la opinin pblica europea era el comportamiento de los Estados Unidos.
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Verdad es que la expansin poltica de los Estados Unidos no inquietaba a nadie en Europa: nicamente la Amrica latina tena motivos para desconfiar de ella. La poltica econmica de la Unin, en cambio, provocaba sentimientos de irritacin, que algunas veces se expresaban con aspereza. La cuestin de Ja libertad de los mares se hallaba en el primer plano de esas preocupaciones. Si, con ocasin de un conflicto en Europa, Gran Bretaa quisiese ejercer el derecho de bloqueo contra un tercer estado, e el marco de las sanciones previstas por el pacto de la Sociedad de Naciones, aceptaran los Estados U nidos, que no eran miembros de la organizacin internacional, someterse a esa decisin, permitiendo a los cruceros ingleses que inspecciqnasen su comercio martimo? Cierto que la conclusin del pacto de renuncia a la guerra pareca ofrecer una solucin: los Estados Unidos podran prometer que prohibiran a los ciudadanos norteamericanos toda relacin comercial con cualquier Estado que violase dicho pacto. Pero, estara dispuesto el Departamento de Estado a acoger favorablemente esa posible solucin? Otro aspecto de esas inquietudes es el imperialismo econmico y financiero. En este terreno, los observadores americanos reconocan la impopularidad creciente de los Estados Unidos. El pago de las deudas contradas durante la guerra segua sendo el tema central de la controversia. Cmo poda continuar reclamando el pago de esas deudas el Congreso americano, cuando, mediante su poltica aduanera, se dedicaba a entorpecer las importaciones, es decir, a eliminar la posibilidad que permitira a los deudores el cumplimiento de sus compromisos? Los medios intelectuales americanos reprochaban a la administracin republicana su inconsecuencia y falta de lgica. La organizacin econmica de Europa, mediante la formacin de una unin aduanera, que sera el modo de resistir a los Estados Unidos y de obligarles a rebajar sus tarifas aduaneras, era una idea que acariciaban los observadores de la vida internacional. El fracaso del proyecto europeo de Arstides Briand defraud esa esperanza. Por ltimo, las tentativas realizadas para organizar la paz quedaban sin acabar. Indudablelllente, el pacto de la Sociedad de Naciones se complet con dos grandes acuerdos regionales-los tratados de Washington y los pactos de Locarno-, que no tenan la misma importancia (las clusulas de garanta mutua inscritas en las actas de Locarno no existan en los tratados de Washington), pero que implicaban, igualmente, una promesa de concierto entre Jos contratantes. No cabe duda de que el pacto de renuncia a la guerra fue firmado por las dos grandes potencias cuya abstencin haba debilitado la Sociedad de Naciones. De ah que ciertos estadistas estrechamente ligados a la obra de Ginebra-Eduardo Bnes, por ejemplo-expresasen su optimismo: esperaban que la Sociedad de Naciones emprendiese ahora una etapa constructiva. Pero la actividad de la Sociedad era criticada en Pars, donde
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los " .servadores teman que la Comisin preparatoria del desarme perm:::ese el rearme alemn; en Berln, donde los nacionaiistas queran considerarla como instrumento de los vencedores, como barrera destinada a impedir, ya la integracin de Austria en Alemania, ya la revisin de la frontera germano-polaca; e.u Londres, donde los peridicos conservadores consideraban que era peligrosa para la unidad imperial. Y, lo que es ms grave an, en todas las crisis el Consejo de la Sociedad se hallaba ante la incertidumbre de seguir la opinin de los pa.rtid.arios de las sanciones militares o la de los adeptos de las sanciones morales. Qu valor tendra la proteccin ofrecida por el sistema ginebrino en caso de prueba seria 7 Esta duda era el gran obstculo que se opona al desarme, como hizo constar Paul Mantoux. que durante siete aos dirigi los servicios polticos de la Sociedad. Los observadores ms adictos al espritu de las instituciones ginebrinas no participaban, pues, del optimismo que los estadistas consideraban oportuno manifestar. Atmsfera de decepcin, crisis de desconfianza, eran las expresiones ms frecuentes en sus escritos. La Sociedad de Naciones, segn haca constar Hugh Spender, no era nada en' s misma, porque el xito de sus iniciativas tena que depender de la buena voluntad que manifestasen los Estados miembros para "amoldar su plftica exterior a los principios del Covenant". Georges Scelle dijo que se debata en una especie de marasmo y no consegua levantar un dique ante los movimientos peligrosos para la paz. Alfredo Zimmern escribi que todava no haba encontrado una base estable: el carcter de la cooperacin entre sus miembros cambiaba cada ao, y a veces, cada mes. Dnde encontrar el remedio? Unos pensaban en una modificacin profunda de las instituciones internacionales; proponan adoptar una concepcin superestatal, pues el pacto se haba limitado a establecer una yuxtaposicin de soberanas. Otros no crean que las dificultades orgnicas fuesen las ms graves, y hacan constar que la eficacia del sistema habra de depender de la predisposicin de nimo de los gobernantes, determinada por el comportamiento de los pueblos; ahora bien: la Sociedad no haba encontrado t'odava en la opinin pblica el qpoyo sin el que no poda vivir. El signo del momento era cierta satisfaccin inquieta, cierta voluntad de optimismo que no consegua dominar la impresin de precariedad. Pero nadie previ ninguna crisis a breve plazo. Sin embargo, en el otoo de 1929, la sacudida comenz en el mismo lugar donde la estabilidad pareca estar mejor asegurada: la crisis econmica que estall en los Estados Unidos iba a extenderse a todo el mundo.
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TRADl!CCION DE
INTHODUCCION
El rasgo dominante de las relaciones internacionales despus de la terminacin de la primera guerra mundial fue "el declive de Europa". En este aspecto, la segunda guerra mundial ha acabado la obra de la primera. Este volumen est consagrado al estudio de las causas, el desarrollo y las consecuencias de este nuevo cflicto. De acuerdo con el propsito que es gua de esta Historia, no se pretende hacer una exposicin de las negociaciones diplomticas, cuya trama ya ha sido estudiada en obras excelentes, como las de Maurice Baumont y Jean-Baptiste Duroselle, por no citar sino a autores franceses. Su objeto es hacer resaltar los aspectos ms importantes e interpretarlos de una manera crtica. Hasta qu punto puede ser alcanzado actualmente este objetivo? Hacer una eleccin entre las cuestiones que se plantean es correr el riesgo de caer en la arbitrariedad. No obstante, no cabe duda de que ya es posible determinar las principales lfneas de fuerza y eliminar los incidentes episdicos. Sin embargo, el lector de este libro se extraar, justificadamente, al no encontrar en l todo aquello que su legtima curiosidad hubiera querido conocer; tal vez piense que el autor ha sacrificado con demasiada facilidad el estudio de aigunas cuestiones interesantes. Ruego a ese lector que tenga a bien leer la Introduccin general de esta Historia, en la que ha sido definido el concepto de la obra. Pero me doy perfecta cuenta de que mi eleccin se presta a otra objecin ms grave: dentro de algunos aos, cuando la visin retrospectiva le haya procurado ms clarividencia, el estudio histrico podr apreciar mejo~ el alcance relativo de los hechos y estimar en su verdadero valor algunos puntos de vista, que hoy pueden parecer secundarios. Sin embargo, no es este el mayor obstculo. Lo que ms dificulta la investigacin histrica, sobre todo cuando no se quiere limitar esta a relatar los hechos, sino que se trata de explicarlos, es la penuria de documentos slidos. A pesar de la abundancia de testimonios, apenas si ha sido esbozado el estudio de las fuerzas ocultas que han orientado durante este perodo la poltica exterior de los grandes Estados. Esta falta es especialmente sensible en el dominio de la psicologa colectiva: cmo conocer la opinin pblica en aquellos Estados en los que la libertad de Prensa ya no exista? Cmo interpretar el .:.or de los indicios que la Prensa. dcjabv. asomar en los otros? Las :ciones de 2, toda.va, los gobernantes y las iniciativas de los ge;;,;iernos se nos o.: en muchos casos. Las publicaciones de documentos diplc :1.cos insle937
BIBLIOORAFIA GENERAL 938 TOMO 11: LAS CRISIS DEL SIGLO XX.-DE 1929 A 1945 37 vals_ y 3 "suplementos", correspondientes al perodo 1931-1939. En cuanto al perodo 1939-1945, estn anunciadas varas series. relativas a cuestiones europeas, americanas, africanas y asiticas. Hasta ahora, han aparecido diez volmenes en la sere principal, y tres en los "suplementos". Estos volmenes no han abordado an los aos 1943 y 1944. Documentos franceses.-Hasta tanto se publiquen los documentos diplomticos, hay que consultar: 1.0 Les venemenrs sunenus en France de 1933 a 1945. Rapport de M. Charles Serre, deput. au nom de la Commission d'errqute parlementaire. Temoignages et Documents runis par la Commssion d'enqute parlementaire, Pars, s. f., 12 veis. 2. 0 La Dlgation fran~aise aupres de la Commission allemande armistice, 1940-1942. Pars, 1947, 4 vols. Documentos Italianos.- Documenti diplomatici ita/iani (Roma, 1952 y 55). 8. serie (1933-1939), 2 vols. pub.; 9. serie (1939-1943), 2 veis. publicados. Documentos rusos.- A falta de alguna publicacin hecha bajo los auspicios del Gobierno ruso, vase J. DEGRAS (ed.): Soviet Documents on foreign po/icy. Londres, 1953, 3 vols. Los principales testimonios que tratan, "a la vez", de los orgenes de la segunda guerra mundial y del perodo 1939-1945 son: Alemania.- J. GoEnELs: Le Journal du Dr. Goebels. Trad. del alemn, Pars, 1949.-E. KORDT: Wahn und Wirklichkeit, Stuttgart. 1947, y del mismo autor: Nicllf in den A kten .. ., Stuttgart, 1950.-0. MBISSNER: Staatsskretiir unter Ebert, Hindenburg, Hitler. Der Schicksalsweg des deutschen Volkes, van 1918 bis-1945, Hamburgo, 1950.J. VoN RmBEl'ITROP: Zwischen London und Moskau Erinnerungen und letze Aufzeichnungen. Leoni am Stanberger See, 1953.-P. ScHMroT: Statist auf diplomatischer Bhne, 1933-1945, Bonn, 1949. Trad.: Sur la scene internationale. Ma figuration aupres d'Hitler, Pars, 1950.-ERNST YoN WEIZSACKER:
939
ses, aE.:dcanos e italianos, no cubren an todos los aos comp.rendidos .;o;:tre 1929 y 1939, y apenas si empiezan a abo'.dar el penado 1919-1945: los archivos diplomticos franceses~n per~odo de re~o~s truccin-no son todava accesibles, ni siquiera a investigadores pnvilegiados; los archivos rusos, que son esenciales, permanecen absolutamente cerrados. y Jos documentos reunidos con vistas a los grandes proces?s polticos-procesos de Nuremb;rg y de Tokio-n~ bastan para suphrlos. Los estudios crticos, todav1a escasos, apenas si pueden escapar a la polmica. . . . . . . . d Por consiguiente, en la actuahdad, la mvest1gac16n h1stonca no pue e alcanzar sino resultados modestos, cuyas insuficiencias ha de confesar a cada paso; desbroza el terreno y trata de sembrar:. s~ limit~ a marcar una etapa en un camino por el cual nuestros co~oc1m1entos irn a~an zando lentamente. Esta penuria basta para explicar la fecha termm~l 11doptada en esta obra: despu~ .de 1945, las fuentes para el trabao histrico serfan todavfa ms def1c1entes.
Agosto de 1958.
Sin introducir en la obra modificaciones esenciales, he tenido en cuenta, para la presente reedicin, las publicaciones de documentos,_ de testimonios y de estudios crticos realizados durante los dos anos ltimos.
Abril de 1961. BIBLIOGRAFJA
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Las indicaciones bibliogrficas antes citadas, as como las que figuran al principio de Jos libros I y II o al final de los captulos, sealan nicamente las publicaciones ms tiles. Ahora bien: a diferencia del mtodo adoptado en los libros precedentes Je esta Historia, se ha considerado necesario consignar los testimonios importantes. ya que con respecto a numerosas cuestiones que todava no han sido objeto de estudios crticos, tales testimonios son frecuentemente, en estos momentos, la base del trabajo histrico. Para- completar esta 'informacin bibliogrfica hay que consultar las listas de obras y artculos insertas en la Revue d'histoire de la deuxieme guerre mondiale. Estas listas estn preparadas de acuerdo con los ficheros de la Bibliotlzeque de documentation internationale contemporaine, por F. DEBYSER.
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En 1928, y durallte la nWJZOr parte del m1o siguiellte, las relaciones polticas y econmicas entre los Estados estban one1itadas hacia el pacifismo, dado que el pacto de re111111ciacJZ a la g11e1Ta haba coincidido coJZ el retorno de condiciones favorables en el dominio de la produccin y del comercio, as como con la resta11raci11 parcial de la influencia europea e1Z el m1111do (1). Pero a partir de 1930 y 1931, reaparecen los s11tomas intranquilizadores: la gran crisis eco11mica, que hace temblar los cimientos de la civilizacin industrial, quebranta tambin los regme1Jes polticos; al 111ismo tiempo, el sistema de seguridad colectiva sufre e11 Extremo Oriente wz rudo golpe. Sin embargo, las amenazas no se extie11de11 hasta despus del xito del movimiento nacionalsocialista e Alemania. Desde octubre de 1933, la poltica alemana se dedica a dejar sin efecto el Tralado de Versa/les y los de Locarno, segn el programa publicado ms de diez wios antes por Hitler;. a partir de 1934, hace presente su propsito de expanswnarse a costa de Austria, de Checoslovaquia y, finalmente, de Polonia; obtiene el apOZJO de Italia e incluso, si bien co11 ciertas reservas, el del f apn. Estas amenazas se van haciendo cada vez ms precisas e insistentes, durante cnco aiios, antes de llegar a la cn'sis final, que va a desgarrar de nuevo a Europa y a precipitar su declive. _"Por qu ha encontrado Alemania auxiliares para sus deseos expanswnistas? Por qu los Estados que deseaban vponerse a ellos no han sabido furmar a tiempo una barrera eficaz? La histon'a diplomticu 110 puede, por s sula, contestar a estas dos grandes interrogacio11es: hay que tener tambin e11 cuenta las fuerzas ocultas, econmicas o espirituales. Facilitar estas explicaciones sin dejar de subrayar las lagunas de la infarmaci11 y con[ esando la incertidumbre en cuanto a la interpretacin de ciertos hechos: tal es el objetivo de un ensayo de sntesis, que trata de hacer hincapi sobre los momentos esenciales.
Bll3LJOG RAFIA Los tesumomos rcla t1vos a los aos 1931-1939 son especialmente numerosos. Hay que consultar, principalmente:
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11
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RlNC.VVIN.
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TOMO
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1929
1945
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CP..PITULO PRIMERO
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Estados Unidos.- W. Dooo: Diary. Nueva York. 1945 (El autor fue embajador en Berln de 1933 a I 939). Gran Bretaa.-K. FEJLING: The Life aj Neiil/e Chamberiai11. Londres, 1946 [importante).-S. HooosoN: Lord llalifax. Londres, 1941. Italia.- \1. MAGISTRATI: L' Italia a Berlina. 1937-1939, Miln, 1956. Polonia.-JoSEF BECK: Derner rapport: po/itique polo11aise, 1926-1939. Neuchte!, 1951.-J. SZEMBEK: Journal. 1933-1939, Pars, 1952. Rumania.- N. CoMNEME: Preludi del grande drama. Roma, 1947.-G. GAFENCO: Derniers jacas de /'Euro pe (1939), Pars, 1946.
No debe dejar ele consultarse la obra fundamental ele MAURTCE BAUMONT" La faillitc de la pmx, cuyo tomo 11, consagrado al penado 1935-1939, es el estudio ms preciso y completo de este perodo.
A finales de octubre de 1929 estalla en Jos Estados Unidos una crisis econmica y financiera de gravedad excepcional; esta crisis se propaga en 1930-32 a Europa (con la sola excepcin de la U. R_ S. S.) y a Extremo Oriente; por su amplitud y su duracin (en algunos pases se prolonga hasta 1935) carece de precendentes en el mundo contemporneo. Sin que pueda pretenderse, en una historia general de las f.elaciones internacionales, abordar el estudio de esta cuestin, hay que tener presentes sus principales aspectos, as como calibrar sus consecuencias en las tendencias generales de la opinin pblica. En su origen, Ja crisis econmica es un hecho "americano", cuyas causas carecen de relacin con las circunstancias polticas (1). En 10s Estados Unidos la prosperidad no estaba ya tan asegurada entre 1926 y 1929 como lo estuviera entre 1922 y 1926. Los hombres de negocios americanos haban tenido cierta tendencia a admitir que, para asegurar el continuo desarrollo de la produccin industrial, bastaba con alimentar la demanda aumentando el poder adquisitivo y despertar nuevas necesidades en la masa consumidora. Esta perspi:-ctiva haba sido ya desmentida, en cierto modo, cuando la produccin agrcola e industrial de Europa recobr, en 1925, un nivel anlogo al de 1913, y los productores americanos--especialmente Jos agricultoresadvirtieron. por tanto, una disminucin de sus exportaciones. La cosecha de 1928, demasiado buena. agrav la situacin y determin una baja de los precios agrcolas-baja limitada, bien es verdad (el ndice de precios pas de 150 en 1925 a 137 en 1929}-, pero muy sensible para estos productores, obligados a pagar los intereses de deudas importantes. Por consiguiente, la poblacin rural tuvo que restringir sus compras de productos industrales. Para hacer frente a estas dificultades, as como para reanimar la prosperidad vacilante, el Gobierno y 1os bancos recurrieron a un estimulante artificial-la inflacin del crdito-, que, durante cierto tiempo, disimul Jos sntomas desfavorables. Pero esta poltica crediticia trajo como resultado el desarrollo de Ja especulacin. La superabundancia de capitales a corto plazo dio Jugar a un alza de Ja Bolsa, sin la adecuada relacin con la actividad econmica real: en cuatro aos
(1) Me limito a dar aqu la versin que juzgo ms slidamente basada, ya que no me es posible examinar las controversias.
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(de principios de 1925 a principios de 1929) el ndice general de la cotizacin de los valores subi de 105 a 220, mientras que el ndice de la cifra de negocios pasaba solamente de 105 a 120. La amenaza latente que supona esta situacin no afect al optimismo del Gobierno, al de la gran masa del pblico, ni siquiera al de la mayor parte de los economistas; sin embargo, po haba pasado inadvertida para algunos observadores, que, convencidos de la fragilidad del sistema, acechaban los primeros sntomas de debilidad. Cuando, a mediados de octubre de 1929, la publicacin de las estadsticas corrientes pone de manifiesto que en los tres ltimos meses la curva de la produccin ha marcado un ligero descenso, esos observadores empiezan a vender sus valores industriales. El movimiento de baja de la Bolsa producido como consecuencia de dicha actitud es neutralizado, durante algunos das, por las declaraciones tranquilizadoras de los grandes bancos; pero esto no supone sino una tregua: el 23 de octubre se acenta la baja y al da siguiente se hunden los cambios. El crack del 24 de octubre en la Bolsa de Nueva York produce el pnico en el mundo de los negocios: los bancos tienen dificultades; las empresas industriales, al no poder obtener crditos bancarios suficientes, se ven obligadas a restringir su produccin; esta situacin se prC>longa, porque los compradores, en espera de una baja de precios, prefieren abstenerse. La crisis afecta en sus comienzos, principalmente, a las actividades industriales; pero en el verano de 1930 se extiende a la agricultura. Como consecuencia de un largo perodo de sequa, que perjudica el rendimiento en granos de las llanuras centrales, los agricultores de estas regiones no pueden pagar a los bancos locales los illtereses de sus crditos; este hecho repercute tambin en las dificultades de los bancos en todo el mbito de los Estados Unidos. . La crisis americana se propaga a Europa central y occidental. En lis grandes crisis del siglo XIX y de principios del XX (1837, 1857, 1873, 1893 y 1907) esta repercusin ya haba sido muy sensible. Sin embargo, esta vez la sacudida es mucho ms brutal, a causa de la importancia de las inversiones de capitales que los americanos haban hecho a partir de 1919, sobre todo en Alemania, pero tambin en Austria y Gran Bretaa. Las dificultades internas obligan a bancos y particulares no solo a desistir de nuevas inversiones, sino tambin a tratar de repatriar los capitales colocados a corto plazo. Esto basta para provocar en Europa una contraccin del crdito y luego una inquietud, cuyas consecuencias sufren todas las actividades econmicas, empezando por las bancarias. Austria, donde .es precaria la situacin de las finanzas pblicas y muy frgil la organizacin bancaria, es la primera que se ve afoctada; la tentativa de una unin aduanera austro-alemana (marzo de 1931), que, segn los medios financeros austracos, estaba destinada a poner coto a las dificultades econmicas, contribuye a acentuarlas, puesto
determina en Jos medios internacionales (1) una mquetud que que d de Jos capitales extranprovoca, inmediatamente,. la ,retira. a :11as1va . d, 1931 dd Credi'eros invertidos en Austria. La quiebra. en mayo e . t d J . oca a su vez un torren e e tanstalt el mayor Banco d e V 1ena, prov , . . catstr~fes financieras, cuyas consecuencias sufren en pnmer lugar, m . r que decir tiene Jos bancos alemanes. T. to 'como empieza a perfilarse esta amenaza. los c~p1ta istas ame;~;a:~~~anzan al mercado los valores alemane~ qu_e todav1a c9nser van: en seis semanas esta liquidacin llega ~ los mil m1IIOI:~s ~e ~~~~~:~ Para hacer frente a la crisis de los c~mbws Y a la sah a e . extranjeras el Reichsbank se ve obligadp a elevar al 7 por 10~ el ~1pa de descuen'to sin que esta medida baste para restablecer la s1t~a~1on, 'de ulio de 193 l despus de haber agotado sus ultimas 1 A prmc1p10s t ndo a los esreservas de divisas extranjeras, no pue~e _segu_1r sos eme n "l tablecimientos de crdito. El 13 de ul10 c1er.ra. sus ventam as. ~ Darmstii.dter Bank. uno de los mayores establecumentos de este tipoi El pnico bancario obliga al Gobierno a establecer, no solo el co_ntro de ros cambios, sino tambin Ja vigilancia de todas _las op.e~ac10ni:s bancarias. Los negocios se paralizan; y las empresas mdust:ia es mas b d por los bancos se encuentran en dificultades. importantes, a amona as . fi A mediados de agosto de 1931, la ayuda concedida par_ los nan~1e~~s ingleses y americanos proporcio~~ u~a me.iora rel~t1va '. pero t? aba, durante algunos meses, Ja situac1on sigue siendo ~nt1ca. er: ~ov1em re se produce la quiebra de un gran Banco de Berlln. y en d1c1embre, la . . . . . de ia mayor fbrica de maquinaria. Esta crisis alemana. cuyas consecuencias s~. dean sent_1r mmed1a~aj mente en Rumania y Hungra, alcanza ~amb1en. en el. t1anscurso en verano, a Jos bancos ingleses, que a partir de 1925_ !1ab1an colo~ado e _ Alemania capitales importantes; amenaza la estab_1hdad de la es terlina El Banco de Inglaterra trata, en vano, mediante la eleva~1on dtl ti d~ descuento-llevada a cabo el 30 de julio-, de detener as sa Id~ de oro; despus de seis semani~S de lucha, se encu~ntra entre la espada y la pared. El Gobierno se 111ega a establecer el ... ontrol de l?s b. . pero el 70 de septiembre de 1931 decide abandonar el patron cam tos. ]' al 40 por 100 La oro. la desvalorizacion de la libra ester ma 11 ega casi . d . t criss monetaria inglesa quebranta la estructura finan.c1era e :em e , Europa y Amrica Jatin:i: los estados escandrnavos y Frnlan~~~~erio~~ia y Colombia, verbigracia, siguen el ejemplo de Gran Bre-
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taa. , . . . Por ltimo. la misma Francia, que hab1a mostrado en pnnc1p10 IJna capacidad de resistencia bastante desarrollada (hasta el extremo de ue el Banco de Francia haba prestado su apoyo en el m.es de ag,osto ~l Banco de Inglaterra), empieza a sentir, a su v~z. los pnme;o_s s1~to mas de una sacudida financiera. La Banque Nat10nale de Cred1t sc ve
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amen :da de quiebra a finales de septiembre de 1931; y sow se salva grc ~.as a la intervencin del Gobierno. Este proceder retrasa la propagaci!1 de Ja crisis, que no se desarrolla, realmente, hasta 1932. Estos aspectos financieros son Jos ms espectaculares. Pero no cabe duda de que los aspectos econmicos son mucho ms. importantes todava. La crisis bancaria-que es -consecuencia de las dificultades econmicas-contribuye a agravarlas, puesto que crea dificulrades a las empresas industriales y las obliga a disminuir su actividad; esta disminucin acarrea la de las cargas fiscales, lo que obliga a los gobiernos a realizar economas en los presupuestos-principalmente en las nminas de funcionarios-; pero la disminucin del poder adquisitivo aumenta la paralizacin de los negocios. Cules son Jos aspectos esenciales de todas las ruinas materiales y de todos los sufrimientos que forman el cortejo de esta crisis? Baja de precios: entre octubre de 1929 y finales de 1932, alcanza cerca de un 30 por 100 en los productos industriales, y de un 50 por 100 en las materias primas; a finales ele 1930, la cotizacin del trigo clescie.nde a un nivel como no se haba conocido desde haca ms de un siglo. Baja de Ja produccin industrial, cuyo ndice pasa ele 120 a 57 en los Estados Unidos. de 150 a 85 en Alemania, de 111 a 82 en Gran Bretaa, y de 138 a 100 en Francia. Baja del comercio internacional, que se reduce, en 1933, en una tercera parte en cuanto a cantidad, y en dos terceras partes en valor-oro, por lo que respecta al nivel de 1929. Las consecuencias sociales inmediatas son las deudas contradas por los agricultores, que reclaman una intervencin del Estado en su favor; y Ja extensin del paro; en Alemania, el porcentaje de parados, en relacin con Ja cifra total de Ja mano de obra, es de 22,2 por 100, en 1930; de 33,7 por 100, en 1931; y de 43,7 por 100. en 1932. En Gran Bretaa, a principios de 1932. es de 22 por 100. Los Estados Unidos tienen tres millones de parados en ener1 o de 1930; y 15 millones, a principios de 1933. \ La sacudida es tan grave, tan prolongada, que Jos mismos cimientos del orden econmico y social !parecen amenazados. El individualismo, la libre iniciativa, la determinacin de los precios por el juego de la competencia-undamentos del sistema capitalista-estn en quiebra. Hay, por tanto, que defender un rgimen econmico y social que conduce a arrojar al paro y la miseria a 30 millones de hombres (contando solamente aquellos pases que confecci"nan estadsticas), cuando los productos alimenticios quedan sin vender en cantidades considerables; un rgimen que desarrolla excesivamente el maquinismo, sin querer preocuparse de las consecuencias, es decir, la superproduccin y el paro tecnolgico; y que, despus de haber concedido a las grandes empresas todas las ventajas de una libertad ilimitada, da a estas mismas empresas--<:on un desprecio absoluto ele los principios del sistema-una proteccin contra los riesgos, cuando solicitan la ayuda del
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Estado, en momentos de crisis? Porque no se trata ya solamente de una crisis econmica y social, ni siqi;iiera de una crisis moral; es una crisis de la psicologa colectiva, en Ja que se ponen en tela de juicio, en crculos muy amplios, las ideas fundamentales sobre las que estaba establecida la civilizacin industrial. Va a derrumbarse, o a "desintegrarse" la forma de sociedad constituida, desde el siglo xv1, en la mayor parte de Europa, y que ha adquirido en el mundo un papel preponderante? En Gran Bretaa, esta inquietud moral se manifiesta con especial gravedad, posiblemente porque la poblacin sufri con menor intensidad las pruebas de !a guerra mundial: el Annus terribilis, que evoca a principios de 1932, Arnold Toynbee (1), no es el 1914 o el 1917, sino el 1931. Cuando la crisis se atena y se disipan los temores de un derrumbamiento inminente, subsiste la sensacin de inseguridad y de situacin precaria: y la cuestin def destino del rgimen capitalista sigue dominando el horizonte de los economistas. Tal elilt la idea de John Maynard Keynes, cuando publica, en 1936, la Teora del empleo, el inters y la moneda, de la que ya haba esbozado una sntesis a finales de 1933; la teora keynesiana conmueve todos los fundamentos de la doctrina econmica. Estas son las consecuencias de esta crisis en las relaciones internacionales, que hay que tratar de evaluar. Interesan, no solamente a la vida econmica, sino tambin a la poltica. En la vida econmica triunfa el nacionalismo. Para proteger los intereses inmediatos de sus productores o sus comerciantes, o para mejorar el nivel de empleo, todos Jos Estados recurren a medios empricos, que frecuentemente son sugeridos-por no decir impuestos-por los grupos de intereses profesionales u obreros: elevacin de los derechos arancelarios, para reducir las importaciones; y devaluaciones monetarias destinadas a facilitar las exportaciones. Tales son los medios de mejorar la balanza de pagos. En los Estados Unidos, el presidente Franklin Roosevelt y sus consejeros, cuando anuncian el New Deal, en 1933, trazan el programa de una vasta experien".ia de economa dirigida: inflacin monetaria, ten.dente a provocar el alza de precios; intervencin del Gobierno, que trata unas. veces de restringir la produccin de determinados sectores y otras de estimularla; control de reparto de materias primas; poltica de grandes obras pblicas; aumento del poder adquisitivo mediante la . fijacin de un salario mnimo; y, por ltimo, programa de seguros sociales. Prolongan la experiencia hasta 1936. Uno de Jos elementos esenciales de la nueva poltica econmica es la desvalorizacin del dlar (12 de abril de 1933), destinada a favorecer la recuperacin de las exportaciones hacia Europa y a aliviar las deudas de los agricultores; el
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otro, .~s la intensi~cacin del proteccionismo arancelario, mediante Ja votac1on de Ja tanta Hawley. . Fran_cia, que al pri_ncipio trat de mantener la estabilidad moneta11a, med1a~te una poltica. de deflacin-seguida por Blgica, Suiza y los Paises ~aos-, abandono este empeo en 1936; el Gobierno decidi qesvalonzar el franco, y adoptar medidas anlogas al New D i El G o b'1erno mg )' ea es, es decir, el Gabinete de coalicin dominado por los cons~rvadores,. formado en agosto de 1931 con ocasin de Ja crisis monet~na, renuncia a la tr~dicin-casi secular-de! libre cambio. y se dedica a desarrollar las relaciones comerciales con las regiones ~ue se enc~e~tran ?~? su dependencia poltica; adopta un sistema de "pref~rencia impenal .'. que ra~ifican en 1932 los acuerdos de Ottawa, al tiempo que_ se apllca, mediante su poltica financiera a -desarrollar en Gra.n Bretana la demanda "nacional", en lugar de mi;ar principalmente hacia el mercado mundial. Alemania,_ desde 19.33, e Italia, a partir de 1934, llevan al extremo estas tendencias; se onentan hacia un rgimen de autarqua econmica, ~n el que el Estado se esfuerza por desarrollar la produccin nacional mcluso en los sectores menos ren~ables, a fin de restringir todo lo posi~ ble las comp~as de_ ~roductos .fabncados, de materias primas y hasta de productos ahment1c1os d~ ongen extranjero. Este sistema, que tiende a establec~r . un.~ eco~o:ma cerrada, asegura al Estado-segn palabras de Mussohm- el max1mo de autonoma" .Bien e~ verdad que los pequeos estad~s danubanos piensan en soh.~ciones diferentes: para evitar la baja de los precios agrcolas, los gobiernos representados en agosto de 1930 en la conferencia de Varsovia, tratan en vano de obtener que los dems Estados europeos concedan a sus cereales un rgimen adu~nero preferente, con el fin de permitirles luchar contr~ la competencia de los cereales americanos en 1932 el\. la Conferencia .de Stresa, insisten en su pretensin, Jimi~ada ahor~ a la ~uropa danub1ana; y, a pesar del apoyo que les presta el Gobierno frances, el proyecto fracasa, ante la hostilidad de Alemania e Italia que temen. el desarrollo de la influencia francesa en aquella zona. ' En ~eahdad, el desorden monetario y el desorden en el movimiento de pre.c1?s se prolon?an por doquier. La desvalorizacin de la moneda es dec1d1da en E~toma en junio de 1933; en Checoslovaquia, en febrero de 1934; en. Ita ha, en marzo; en Austria, en abril; Blgica, Luxemburgo Y Ruma_ma toman el mismo camino en 1935; Francia, Holanda, Suiza Y Letoma, en 1936. En cinco aos, diecisis Estados han establecido el :ontrol ?e los cambios. T~das estas medidas, agravadas por la dispan~ad e~1stente entre los diversos Estados en el movimiento de los p:ec1os, tte~en como resultado la disminucin del comercio internac~onal, ya directamente por la restriccin de los medios de pago, ya indirectamente . por el aur:ien!o de los derechos arancelarios-quite y respuesta a las desvalonzac10nes monetarias-; tambin obstaculizan los movimientos internacionales de capitales, puesto que el volumen
de las inversiones exteriores depende del saldo acreedor de la balanza comercial. Una Conferencia econmica internacional, reunida en junio de 1933, trata en vano de determinar qu remedios podran aplicarse, mediante acuerdo de los Estados o los grandes grupos de intereses. Estabilizacin de los cambios? Tregua arancelaria"? Las discusiones de esta Conferencia ponen de manifiesto que no se puede contar con los intereses colectivos. La poltica econmica y monetaria de los Estados Unidos es una prueba evidente: mientras que 1as delegaciones britnica y francesa desean-en beneficio del comercio exterior-que se establezca una relacin estable entre el valor del dlar, de la libra y el franco, el presidente Roosevelt, en contra de la opinin de los banqueros americanos que participan en la Confer.:ncic\, se niega a comprometerse en este sentido. puesto que, a partir de ese momento. considera indispensable, para asegurar el xito del New Deal, acentuar la desvalorizacin del dlar; en resumen, cuenta con restaurar la situacin econmca de los Estados Unidos por medios "nacionales", ms bien que por la cooperacin internaconal. El fracaso de la Conferencia impulsa a los Estados Unidos a conhrmar o a agravar las medidas de "aislamiento econmico". Hasta fina!t.:s ele 1936 no se realiza una nueva tentativa para estabilizar los cambios. Esta vez, los Estados Unidos aceptan una negociacin con Gran Bretaa y Francia; Blgica, Suiza y los Pases Bajos dan una adhesin d\! principio; Alemania, que est entregada de lleno a una poltica de autarqua, niega la suya. El desarrollo del proteccionismo aduanero implica una disminucin en el volumen de intercambios comerciales. Entre 1929 y J 938, el ndice pasa de 129 (1913 = 100) a 112,8. Los ms afectados so: . :is intercambios de productos manufacturados, incluso cuando la p1oduccin industrial ha alcanzado, en 1937-1938, en casi todos los Estados, el mismo nivel que tuvera antes de la gran crisis: este tipo de comercio entre Gran Bretaa, Estados Unidos y Francia es inferior en un 50 por 100 a las cifras de 1913. Esta "contraccin" se manifiesta, claramente tambin, en un cuadro comparativo de las exportaciones en 1928 y en 1938. En el transcurso de ese perodo, las exportaciones alemanas a Francia, que constituan el 7 por 100 del total, bajan al 4 por 100. En cuanto a las exportacionl.'!s francesas a Alemaia, el porcentaje pasa del 11 por l 00 al 6 por 100. En las relaciones comerciales entre Alemania y Gran Bretaa, la disminucin es del 3 por 100 para las exportaciones alemanas, y del 2 por 100 para las inglesas. Todos estos datos sealan una tendencia: la del declive de los vnculos econmicos internacionales. Este declive afecta a Amrica igual que a Europa. En los Estados Unidos, el excedente de la balanza cowercial, que haba alcanzado 10.621 millones de dlares entre 1919 y 1929, es solamente de 4.448 millones entre 1929 y 1939; las inversiones de capi-
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tal pe! :ado en el extranjero descienden. de 15,-100 millones en 1929, a 11.500 en 1939 (! ). En la vida poltica de los Estados, las consecuencias de la crisis econmica son agobiantes. Las tendencias autrquicas incitan a extender el territorio' nacional, para mejor asegurar la in<lependencia econmica; conducen (observa Fran<;ois Pcrroux) R la rc\indicacil1n del "espacio \'tal". Por otra parte, la pr;ctica de la econom:a diriyi<la fav.orece el desarrollo de unas tendencias que, desde diez anos atras, hacen batirse en retirada a las instituciones liberales y parlamentarias. Implican que el Estado posee medios Je accin bastantes para tomar dpidamente las decisiones necesarias, subordinar los intereses par~1cu lares al inters naconal, e imponer ci respeto a las normas que dicta. \ las democracias parlamentarias les cuesta gran trabajo llenar estas condiciones, o mejor dicho. no lo consiguen sino a base de ampliar las atribuciones y los derechos del poder ejecutivo, a costa del po.cler. l~ gislativo: el rgimen de los decretos-leyes, que suspende el eerc1cto ele las prerrogativas parlamentarias, es aplicado en los Estados Umdos en el marco del New Deal; en Francia, en 1933-1934: en Gran Bretaa. en 1935. Sin embargo, estas desviaciones del sistema parlamentario son transitorias y limitadas a su objetivo. Se contina ejerciendo el control de la representacin nacional sobre la orientacin general de la poltica interior y sobre las decisiones esenciales de la poltica exterior. Pero en Alemania las dificultades polticas subsiguientes a la crisis econmica y social toman otro camino: conducen.~ la lleg~d.a de Hitler al poder, el 3 de enero de 193 3; a la d_estrucc1~n del reg1men constitucional y a una dictadura, que puede orientar, sm ningn control, tanto la poltica exterior como la interior. . Por qu esta diferencia? La' crisis econmica y social ha sido ms grave y profunda en Alemania que en los otros grande_s Estados europeos, porque Alemania haba hecho ms uso, en los anos .de prosperidad, de los crditos extranjeros; l ruina de las clases medias ha sido ll ms completa, porque esas clases ya haban sido seriamente afectadas por la inflacin monetaria de 1922-1923; el paro ha estado mucho ms e~tenclido que en la misma Gran Bretaa; y el desaliento provocado en la opinin pblica por estos sufrimientos ha sido ms profundo tal vez a causa de las esperanzas que haba despertado, entre 1925 y 929, la "prosperidad" recobrada. La impotencia del :g_imen parlamentario para aplicar remedios, ni siquiera por el proce~1r:i,ient~ d: los decretos-leyes, ha incitado a un a~nplio, sector d: la op1111~n. publica a creer que un rgimen autoritario estana en meiores cond1c1ones para indicar e imponer los medios de recup~raciAn. . . . Finalmente, en la vida poltica internacional, el recrudec1m1ento de estos nacionalismos econmicos acarrea un estado de nimo de indi( 1\
ferencia, e incluso de hostilidad, con respecto a toda forma de cooperacin nterestatal. La Sociedad de las Naciones-seala uno de sus ms fieles apstoles (l)-sufre las consecuencias. Destinada a obtener "el mximo posible de cooperacin entre los gobiernos, en un momento dado", se encuentra impotente cuando estos gobiernos actan en su poltica econmica segn sus intereses inmediatos, negndose a tener en cuenta las dificultades o sufrimientos que su forma de obrar impone a los dems. Como consecuencia, podra sentirse inclinacin a atribuir a los fac tores econmicos un papel preponderante en la evolucin de las rela. ciones internacionales. No ser esta conclusin, sin embargo, dema. siado preepitada? Si la crisis econmica no ha tenido en todas partes las mismas consecuencias, no se debe solamente a que su intensirlad haya sido desigual, sino tambin a que la mentalidad de los puebl~s era diferente. La crisis econmica alemana no hubiera tenido los mismos efectos polticos, sin la difusin de la doctrina hitleriana; bien es ._cierto que ha proporcionado a esta doctrina una oportunidad para reclutar adeptos; pero no ha tenido nada que ver en su elaboracin, ni eh los primeros xitos electorales del nazismo en 1929, que-bien al contrario-se producen en un momento de prosperidad econmica. No cabe duda de que el nacionalismo econmico ha sido una consecuencia de la crisis. Pero la forma extrema de este nacionalismo econmico, es dcir, la autarqua, tiene por objeto asegurar al Estado, en caso de guerra y bloqueo, una situacin mejor, desde el punto de vista del abasteeimiento de productos alimenticios y primeras materias; es decir, facilitar la adaptacin del pas a una economa de guerra y servi, en consecuencia, un propsito de fuerza: procede, por tanto, de un pro~6.sito poltico y no de una necesidad econmica. Es cierto, por otra Pilrte, que esa autarqua puede llegar a convertirse, por s misma, en q1Vmvil de la accin poltica, puesto que impone a la poblacin dificl_tades y cargas financieras, difciles de prolongar durante muchos os.: por tanto, puede incitar al Gobierno a precipitar la soluci6n, es , blr, a hacer la guerra; pero tambin aqu, la decisn est dictada "apetencia de poder".
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LO:; F,:;TADOS Y
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POLITICA
,ntre los grandes Estados, cuyas iniciativas orientan las relaciones .rnacionales, a partir de 1931-1932, se manifiestan claramente dos (des: a los Estados satisfechos, que resultaron beneficiados por fi:atados de paz en 1919 y que, por tanto. no tienen ninguna reivin)n importante que formular, se oponen aquellos otros, que por r;,.sido vencidos en 1918, o por no haber obtenido de la victoria
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todos los benefi ~os que esperaban, se consideran lesionados en sus intereses y creen merecer, por su importancia demogrfica o por sus necesidades de expansin econmica, un lugar adecuado a su impulso vital. Estados "ricos": Francia y Gran Bretaa; y Estados "pobres": Alemania, Italia, Japn. Tal es la frmula que hace fortuna en la Prensa y en las publicaciones. de propaganda en los alrededores Je 1932. Fr.ente a esa oposicin latente-y luego patente-la act.itud Je los Estados Unidos por un lado, y la de la U. R. S. S. por otro. presentan una importancia primordial. Entre los Estados "pobres", es Alemania el que ms atrae la atencin. La nueva orientacin de la poltica exterior alemana, despus del acceso al poder de Adolfo Hitler, el 30 de enero de 1933, constituye la amenaza ms grave y directa para la paz del mundo. Las ideas generales de este programa nacionalsocialista-publicado en Mein Kampf en 1922 y reeditado varias veces durante los aos que precedieron a la conquista del poder-se perfilan claramente, aunque muchas veces parezcan enterrarse entre las diatribas antiparhrnentirias y antiseiitas. El primer objetivo propuesto es la recuperaC!n nacional, condicin previa para la reanudacin de una poltica de fuerza. Asegurar la pureza de la raza, con vistas a eliminar aquellos elementos cuya presencia perjudica--dice Hitler-la cohesn nacwnal; quebrantar la fuerza de las organizaciones socialistas o catlicas, porque pueden recibir consignas del exterior; subordinar estrechamente el individuo a la colectividad, de forma que el inters de grupo prevalezca, en todas partes, sobre el inters personal; prohibir, por tanto, al ciudadano toda actividad autnoma, suprimiendo las garantas de la libertad individual y trabajando para formar-mediante la escuela, las agrupaciones juveniles, la Prensa; el cinematgrafo y la radiodifusin-una ;Voluntad nacional nica; impedir, mediante la accin arbitraria de la polica poltica, las manifestaciones de la oposicin; negar al cuerpo electoral toda posibilidad de decisin, puesto que la "masa" es incapaz de crear u organizar; reservar la jefatura y la influencia a unJ minora escogida de jefes que, reclutados sin distincin en todas las clases sociales, formarn una Orden, encargada de conducir al pueblo y que ser la fuerza motriz del Estado; finalmente, organizar la vida econmica y social bajo el control del Gobierno, que preparar el_ pla1 de produccin, controlar la inversin de capitales, prohibir las importaciones intiles e impondr a todos la obligacin de trabajar: tales son los medios que asegurarn el renacimiento de un Estado fuerte. Pero esta reorganizacin interior no es un fin en s misma; ha de preceder a la accin exterior, es decir-escribe Hitler-, ha de proporcionar los medios necesarios para "una poltica exterior eficaz, capaz de conservar, desarrollar y alimentar a nuestro pueblo". De estos medios, el ms importante es el estado de la psicologa el ms importante: es necesario que "el espritu del pueblo le haga capaz de empuar
consi uiente, los designios hitlerianos,. de~de el p~imer las armas". son Por los deg una poltica de expansin terntonal, realizada momento, por la fuerza. ., , . olo est indicado en Mein Kampf, ~ p~an de esta acc1on exte~~~ ;e una rimera etapa, Alemania ~es en teri;imos generales. ~n el cusoberana ef~ctivas, es decir, que ~e ll?etaurara su wdependencz~ y su I t atados de 1919: Iim1tac1n E l. ones impuestas por os r rar1 de las 1m1tac1 . 'n de los territorios renanos. n entos y desm1 1tanzac1 . de os armam . 1 . cor oracin del terrtono que aselas etapas siguientes, realizar d~ m de ~xistencia Se consagrar a la gure a la raza cemana los me 10~.d i919? Est"' objetivo-dice reconquista de los te~ritorim per ~e olsas e~ro~ter~s de \914 n~ signifiHitler-no es pnrnord1al, puesto 9, alemana. en todo caso, debe ser can nada para el futuro de la nac1onl d ' ge;manismo La expansin d. d los intereses genera es e . l subor ma o a , . . b. tivo unir al Reich a todas as po.territorial tendra como pnm~r o e 1 alemanes de Austria; despus. blaciones alemanas, empezan o por os ~. t 1-a costa de Rusia y de , i 1 anes en Europa onen a l asegurara a . :' a em cio vital ue necesitan. "Detenemos a los pases lumtrof es-el espa . . 1 s~r v el oeste de Europa; e maumarcha eterna de los ger:na~os hacia~ ,;'No se trata de una expan~ guramos la poit1ca terntonal del f~ u~o. u obra Hitler llega incluso sin fuera de Europa: en do~ pas~~sdi eac~n col~nial. Ya no se trata a abandonar expre~amente to_ a re1v1~. c ro la reivindicacin no quede Slesvig, Posnama o A'.sacia~Lorenr; cuestin rusa, no solamente da descartada. Se hace h1ncap1 sob l blo alemn la gleba neceporque por este. l_ado puede en~~~1~~~~ae s!~cresenta en condiciones fasaria, sino tamb1en porque la d l Este se halla maduro para el devorables: " el Estado gigantesco e ta con la ayuda tcnica alemana. .. uesto que ya no cuen b . rrum amiento . P . , c wma rusa: es a Alemama a gracias a la cual pudo o:g~~1z~rse Ja ~1 ha contra la bolchevizacin quien le corresponde la rn1ciat1va en a rnc
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mundial juda. , , t" ental puede ser preparado por Este designio ~e hegem.~nta _cor: I~ sobre los Estados pequeos; muy distintos med10s: pres1on ~conodm1ca fundir la opinin pblica en , d opavanda que t. ata e con l acc10n e . pr ' . derrumbamiento de la mora; pero no el adversano y de provoca_r un >uerra. Por consiguiente, no debe puede ser llevado a cabo sino P?r la g Al ~mana ha va podido reconsser proclamado abiertamente hGastba quoe mi~ntras for{a la espada, utili. , f , arm1das El o iern ' . . t titu1r sus . 1 uerzas ' tranqu1 .1. . d t.: 'ms potencias y a imen d ar ara izar a 1as zar la d1p omac1a P., , . , I di lomaca para que le guar e sus ilusiones. Tamb1en requt.:nra a a, pcontra el bolchevismo y a la las espaldas, antes ~e lanzarse a la Iu.cna ~d1os' Obteniendo la alianza d l c10 vital Por que m1.: conquista e espa .. i u decir tiene, renunciando a re1vrnde Italia; y, par~ conseg~1rla,. n [ l Tirol meridional. Negociando un dicar las poblac_1ones akmanas. e ~ so uc de alianza-con Gra~ Brepacto de neutraltdad-y puede, me u j q "rama alemn no imd1ca ni taa, negoc1c1cin posible, puesto que e prog ,
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c. ,,sin colonial ni reconstitucin de la Marina de guerra. En cuantc '.'... Francia, enemigo mortal del pueblo a_l~1m'.;' lo que hay. c1ue hac,er e~ 'ajustarle las cuentas de manera defimt1va , para de~tru1r su f~er . l aniquilacin de Francia p<Jdra perm1t1r a Alcm,1ma z; m1 itar. so o a . .t l .,. 1 s son las ' el Este , acto seguido . de espacio v1 a . 1 a e . la all qu1s1c1on en arandcs tesis de Men Kampf. . . d.fi "' . Es necesario recalcar que este plan ha sido ampl~amente mo 11cad~ en la accin poltica prctica? Cuatro aos despues de su l.lcg._ada der Hitler se ha visto obligado a abandonar una de sus pnnc1pae/~ire~trices: Ja poltica de conciliacin con respecto , Gran Brebl ente en algunos momentos de 1938, penso en lanzarse - . tan a, pos1. temd l e'spac10 vit.al en el Este sin haber a11stado las cuena a conqms a e b tas a Francia previamente; por muy deseos~ que estuv1e;a de o tener . d e Italia en cuenta ]a a l1anza ' ', en la cuestin de Austna no . ha temdo t los intereses de su eventual aliado. Hay que decir-como a guno.s ~u 0res alemanes-que, en todos los puntos, ha adoptado posturas d1~tmtas de las que haba indicado? Indudablemente, ~o; pero ha modificado profundamente su programa de pol_tica_ extenor, al contacto co? . la realidad. Si el esbozo trazado en Mern Kmnpf-a pesar de ser mu) 111completo y estar lleno de contradicciones (1 )-:-conserva un valor s111?ular es precisamente porque, a falta de una lll1ea conducta pre~1.sa, "X~resa dos intenciones que han orientado, cfect1va:iiente, la pol!t1ca - 'ti . firme voluntad de no tolerar en el contmente ctra fuerza h 1 enana. a ., l Este militar que Ja alemana, y el deseo de expans1on territona en e Tambin, porque da testimonio de un temp:ran:;nto y de un ~stado de nimo, que son elementos esenciales de exphcac1~n ~n el est~d:. de esta poltica hitleriana, como lo son en el de los des:gn1os napo.enn1cos (2). Todos aquellos que han tratado a Hitler ~stan de acuerdo en cuanto a los rasgos esenciales de, ese comportam1e~t?, menta~ y de ese carcter: el orgullo, la pasin .del poder. la amb1c1on frenet1ca, la audacia, el amor al riesgo, el deseo de do111i11io-:-n? es .~ste el ~aso de todos los conquistadores?-; pero tambin la 1mag111ac1on ardiente, _l~ falta de mesura y Ja aspiracin de realizar en el mu~do una rev?l11':1.11, que -ca algo ms que una transferencia de tcrntonos y que s1gmf1que un ~ambio profundo en. los conceptos polticos y ~~ciales. Tod.os ~1.an , rcconoc1d o tamb.ie'n las dotes del hombre de acc1on: . . la obst1nac1on, la intuicin que se niega a detenerse ~nte las obec1?n.~s de l~s tec. habi'Ji'dad del disimulo ' la ran1dez en la dec1s1on, la firmeza lllCOS. a d. ., J implacable en Ja ejecucin. Todos han compraba.do la 1rra 1ac1on, a fuerza sugestiva que el Fiihrer ejerca sobre sus 1nter'.ocutores; todos han desta~cado su desprecio por los hombres, su desden hacia las ma-
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( !) ~Hitler nada dice acerca dd lugar de _Polonia en las relacion.es en!Ere Al e~ R N. 1 papel de Alemania en la Europa danub1ana. sas a man1a y us1a. 1 soore e ' d \/ K per!:!t1nas no so.n fortuitas. en modo alguno en ia doctrina e 1 c111 amp se ~ibcn fcilmente muchos matices y clc~los. , {:l Vase la conclusin del Napolco11 de 0corges Lcfebvre.
nifcstaciones ms elementales de un sentimiento de humanidad, su propsito de intimidar al colaborador o al adversario con la brutalidad de las decisiones o ele las actitudes. Sin embargo. este anlisis psicolgico ha dejado en pie Ja cuestin decisiva: este autodidacta, este hombre joven, al que ni siquiera la guerra de 1914 ha dado .la oportunidad de obtener ms que la graduacin de cabo, y que a los treinta aos se convierte en un conductor de hombres, con xitos prodigiosos. era un enfermo, un poseso o un gran actor, extraordinariamente posedo de su papel y de su personaje? La rapidez con que en el curso de una conversacin cambiaba de actitud, e incluso de cara; los impulsos frenticos a que se entregaba; el torrente de palabras que, de repente, dejaba fluir con exaltacin, despus de haber mostrado primero un aire ausente o de indiferencia, eran manifestaciones de un estado morboso, o medios utilizados para desconcertar y dominar al adversario? Parece ser que incluso aquellos que han iestado mejor situados para conocer a Hitler han sido incapaces de comprenderle por completo. Estas dotes o estas singularidades de la inteligencia y del carcter no hubieran tenido, indudablemente, la misma importancia, si las masas alemanas no hubieran sufrido los efectos de su poder de irradiacin. Lo que hay que tratar de explicar es la adhesin voluntaria de una -gran parte de la poblacin alemana, en 1933, a la doctrina nacionalsocialista, y la confianza que deposit en su jefe. Hay que atribuir este resultado a la habilidad oratoria de Hitler, o a su intuicin poltica? Efectivamente, el Fiihrer tiene habilidad para utilizar unos medios eiementaies de persuasin y para dar la impresin de una conviccin profunda. Siente lo que la gente espera o lo que teme; comprende el eco que puede encontrar en una poblacin que, despus de los sufrimientos de la crisis econmica, ha dejado de creer en los valores morales y espirituales tradicionales; segn hace resaltar Edmond Vermeil, sabe poner al alcance de todos-en forma sugestiva y accesible-unas ideas que responden a ciertas aspiraciones, ,'ya anti guas, del alma alemana: los fundamentos de su doctrina racista : los ha tomado de Paul de Lagarde y de Houston Chamberlain; en Nietzsche ha encontrado su concepto de una minora poltica selecta; 'en Ratzel y otros tericos del pangermanismo ha recogido la nocin del espacio vital. Despierta ciertos rasgos profundos de la mentalidad :colectiva: el culto al instinto, al sentimiento y a la pasin. Todo esto ''.es exacto; y, sin embargo, no puede satisfacer por compieto al espritu. ;La razn fundamental de esta adhesin, segn todas las apariencias, es el. llamamiento dirigido por Hitler al sentimiento nacional, as como el amino que traza para el retorno a la potencia. En las elecciones geneales de mayo de 1933 no obtiene sino el 54 por 100 de los votos a favor e los plenos poderes, es decir, de la suspensin de las garantas constiucionales; en diciembre de 1933, con m< tivo del plebiscito sobre la 'estin del rearme, obtiene el 90 por 100. La actividad de la Gestapo
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durante estos seis meses no puede explicar, por s sola, semejante diferencia. Cierto que esta adhesin masiva no es total. Los banqueros y Jos grandes hombres de negocios, que con frecuencia sostuvieron financiernmente al pam?o nacionalsocialista antes de su llegada al poder, no siempre se fel1c1tan del rgimen hitleriano. Los mandos suoeriores ~el ~jrcito_ se mues~ran rdicentes, no porque el sistema poltico autontano les disguste, smo porque esta autoridad se manifiesta tambin en relacin con los militares. Despus de los comunistas los militantes sindicalistas y los intelectuales liberales son tambin' tratados como adversarios por ei Gobierno. Sin embargo, la resistencia solamente se manifiesta, en 1933 y 1934, por la difosin de octavillas clandestinas. Hasta_ 1935 no piensa la oposicin en formar grupos de accin y en orgamzar atentados contra los dingentes hitlerianos; y estos grupos no cuentan _tod~v1a, en ~a Administracin y el Ejrcito, sino con muy escasos part1danos. El pnmer plan reorganizado (1) con vistas a derrocar el rgimen no se estableci hasta 1938. E~ Gobierno de la Italia fascista, desde su llegada al poder, haba mannestado_ su voluntad de r~aliza_r en Europa una gran poltica (2). ~esde el pnmer momento hab1a onentado sus designios en tres direcc10nes: Europa danubiana, donde se haba preocupado principalmente ~e mantener los ,res~'.tados conseguidos, es decir, impedir al mismo tiempo la reconst1tuc10n de un Estado fuerte, o de una Confederacin <le Estados, y la expansin del germanismo; el Mediterrneo, en el que la, f~rmula d~ mare nostrom haba sido reemplazada, de hecho, por multtples mamobras que rozaban de cerca los intereses britnicos el te:r~no colonial, en el ~ual el objetivo inmediato era la reconquist~ de Libia. Desde 1928 hab1a tomado partido a favor de la revisin de los tratados de paz, apoyndose en el artculo 19 del Pacto de la Sotj;!dad de Naciones; pero el Duce haba dado a entender claramente que todava ~'? haba ll~gado el momento de emplear los medios violentos. La cnsis econmica, que se haba hecho muy sensible en 1931 ~aba ind~cido al Gob_ierno a conceder mayor importancia a la cues~ tin colomal: en su discurso del 4 de junio de 1932, el secretario de ~stado para Asun.tos Extr,anjeros'. Grandi, haba destacado que las dificultades econ_m1c_as habian de impulsar a Italia a adquirir, fuera de Euro~a, un. terntono en el que poder establecer emigrantes y obtener ~ate;ias pnmas; pero esta declaracin de principio no fue seguida de nmgun acto. Por la analoga de sus principios polticos y por las perspectivas e.xpresadas en Mein Kampf, el advenimiento del rgimen hitleriano constituye un apoyo para las aspiraciones y los designios del fascismo italiano. Ya en la primavera de 1932, cuando los nacionalsocialistas obtu(1) Vase final del cap. IV de la parte anterior. (2) Vase pargrafo Ill, cap. VIII de la parte anterior ("Las polllc<is nacionales").
vieron un gran xito electoral en la ?ieta _prus_iana, lo_s peridicos italianos dieron como indudable la prxima v1ctona de Hitler, expresando su satisfaccin al ver que Alemania se converta de nuev? ~n "una f~er za internacional actuante". Por consiguiente, lo,s acon.tec1mientos _de1 30 de enero de 1933 son saludados con simpatia, casi con alegna, por la Prensa fascista; dan al Gobierno la conviccin de _que. el momento ,es favorable para conseguir que Francia y Gran Br~tana acepten e~ pr~n cipio de una revisin de los tratados. Tal es ~-idea en que :__e mspira el Pacto de los Cuatro, establecido por Mussohrn el 4 de marzo de 1933 y hecho pblico quince das ms tarde. . , El obetivo inmediato de este proyecto, destmado-segun las declaraciones del Duce-a hacer desaparecer los motiv~s de conflic~o, parece ser ms bien el de rectificar el statu quo terrto:1~l de la regin danubiana, en la que la poltica italiana se ha eng~do, desde 1925, en protectora de los interese!' hngaros. Para consegmr que los estados de Ja Pequea Entente acepten la aplicaci: del artculo ~~ del Pacto de la Sociedad de Naciones (1) es necesano que la rev1s1n se lleve a cabo, no por el Consejo de la Sociedad de Naciones, en el que es~os pases estn representados, sino solo por las cuatro grandes i.:otenc1~s europeas que forman parte del Consejo:. Fr~n~ia, Gr~n Bre~ana, Italia y Alemania. Por consiguiente, se t~ata de m.st1tmr ~n dzrectono europe,o, directorio en cuyo seno Alemarna e Itaha podnan obrar .de comun acuerdo y, por tanto, contrapesar la influencia de Francia Y Gran Bretaa. . , _ Aparentemente, el Gobierno fascista_ no pide nada para si. mismo. Pero es evidente que el mismo proced1m1ento podr~ ser aplicado, a continuacin, a las cuestiones med!terrneas y colornales, en las que Italia tiene reivindicaciones que satisfacer. Hay que pensar--como lo sugiere la reciente historiografa italiana-Tq~e al a~optar esta postura Mussolini trataba tambin de encuadrar a Hitler, evitando el desarrollo de iniciativas alemanas que pudieran amenazar la paz? Esto n? pasa de ser una hiptesis, sin que hasta ahora se haya presentado nmguna prueba en su apoyo. De cualquier forma, lo que pretend~ _el Duce es presentarse como mediador y hacerse pagar_ sus bu_enos of1c1?s. ._ Sin embargo, esta sugerencia-que el v1cecanc~ller aleman calificaba de genial-no tuvo xito. Antes que pasen seis meses, su_ fracaso es indudable. La causa fundamental de este fracaso es la actitud del Gobierno francs, sensible a las inquietudes de l?s ~stados ?e la Pequea Entente y de Polonia. Ha de permanecer macu:o, co~~~e~~o el riesgo de desanimar a esos Estados 7 S~ tomara este partido de;:,':. mna todo su sistema d~ alianzas d~ retaguardia, )'._no .P?rfa ofrecer s'.'~ una reducida resistencia a cualquier futura prestan 1ta~1ana o aleman, .. Por esta razn el memorndum francs del 10 de abnl de 1933, a: ;.;ceptando el p'rincipio de una colaboracin entre las grandes poten -. de-(-1) Sobre tal artculo. vase pg. 825.
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.. : la instituci:':1 de un directoric :1 ue ~rctcnciJ :mp<J11c:- su volur. a los dem::.: :jases. Tres das d~spus, en Londres. :1 jefe del Ge .rno laborista, Ramsay Mac Donald, que, instado por Mussolini en . curso de una visita a Roma, haba acogido favorablemente el proyec-c italiano, en principio, se ve obligado a efectuar un movimie_nto de repliegue, puesto que los jefes de la oposicin conserv:dora-Wmston Churchill y Austen Chamberlain-, e incluso algunos miembros de su propio partido-por ejemplo. Atlee-consideran que, en ~n. caso semejante, la poltica francesa debe tener en cuenta las obec1ones francesas. Por consiguiente, la frmula mussoliniana va a ser. co.nsidcrablemente suavizada. En el texto firmado en Roma, el 7 de umo de 1933, las cuatro grandes potencias declaran su intericin de respetar "los derechos de cada Estado, de Jos que no pretenden disponer sin anuencia del interesado", en caso de que apliquen el artculo 19 del Pacto de la Sociedad de Naciones, y dejar al Conseio de la Sociedad (en el que estos Estados se encuentran representados) que tome l~s. ~ec:siones defimtivas. Esto restringe sobremanera el alcance de la m1c1at1va. El Gobierno italiano sigue afirmando, no obstante, que tal iniciativa podr llevar a "una revisin gradual" de los tratados de paz gracias a la nueva forma de pensar que se desarrollar en las relaciones internacionales. Pero, acto seguido, el Gobierno francs concreta que la Sociedad de Naciones deber pronunciarse por unanimidad, con inclusin de Jos votos de Jos Estados interesados, condicin suficiente para que Ja revisin se haga casi irrealizable.11 . Por consiguiente, el Pacto de los Cuatro ha nacido muerto. El Gobierno francs, cuando-cuatro mes~s. despus-decide no someter este acto diplomtico a Ja ratificacin del Parlamento, invoca un argumento irrefutable: la retirada de Alemania. que acaba de abandonar la Sociedad de Naciones 1 hace imposible el funcionamiento del directorio. Ahora bien, no es de creer que, aun en el caso de que .la ratificacin hubiese tenido lugar, la divergencia entre las interpretaciones francesa e taliana del texto habra bastado para paralizar su aplicacin? El fracaso del proyecto, declara Mussolin, es grave: desde el momento en que queda descartada Ja "revis~n p~c~i~~" .cmo evita~ que se recurra a Jos procedimientos de v10lenc1a ... ~] f111al, hablara su majestad el can", escribe el Duce, el 31 de d1c1embre de 1933, en un artculo destinado a la Prensa americana. Por lo que parece, no se trata de frase dicha sin pensar, puesto que el jefe del Gobierno taliano insiste, en su discurso del 24 ele agosto de 1934, en estas perspectivas: "La sombra de Ja guerra se cierne sobre el. horizonte europeo ... Italia debe estar preparada para la guerra y conve:t1rse en una nacin militar." Los armamentos terrestres. navales y aereos, cuyos programas ueron establecidos en 1932, se llevan a cabo con mayor acti\'idad. En el marco de la economa dirigida, organizada ms estrictamente, gracias al reforzamiento del sistema corporativo, el Gobierno
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desarrolla la explotacin de la hulla blanca, y concede subvenciones a la industria del petrleo sinttico. La preparacin "moral" de la juventud es una de las mayores preocupaciones de los poderes pblicos: mientras que las asociaciones juveniles, los Balillas, que cuentan en 1934 con 1.925.000 afiliados, tienen por misin inculcar a sus miembros el espritu de disciplina y de sacrificio, la reforma de Jos programas de segunda enseanza hace entrar la cultura militar en la enseanza de la geografa y la historia; y las instrucciones ministeriales de febrero de 1934 recomiendan, incluso, que, en el estudio del latn. se reserve un lugar importante a Jos Comentarios de Csar. Finalmente, la poltica de restriccin de la emigracin con destino al extranjero-ya inscrita en la ley del 2 de septiembre de 1927-es aplicada con rigurosidad, a fin de crear una presin demogrfica que legitime la expansin territorial. Estas medidas convergen a la preparacin de' las pruebas de
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Cul debe ser el punto de aplicacin 7 La mayor dicultad estriba en la eleccin de este objetivo. Expansin en el Mediterrneo, o expansin colonial ms all del rea mediterrnea 7 Pero, es necesario, para realizaras, apartar los ojos de la Europa danubiana, con el riesgo de que se desarrolle en ella la influencia francesa basada en la Pequea Entente, o la hegemona alemana, cuyo plan ha sido trazado por Mein Kampf? En 1933 y 1934, e incluso a principios de 1935, el Gobierno fascista permanece perplejo: es la poca de los movimientos de pndulo en la poltica italiana. La hora de la eleccin ser decisiva para la evolucin de las relaciones internacionales. La poltica exterior del Japn se caracteriz, entre 1922 y 1929, por una prudencia y una reserva que desmentan la lnea de conducta seguida en los ltimos veinte aos. Los dirigentes nipones haban soportado, sin tratar de reaccionar, la parada en seco infligida por los Estados Unidos a sus propsitos de expansin territorial, contentndose -una vez superada la crisis econmica de 1921-con las posibilidades que poda ofrecerles la expansin comercial. La prudencia demostrada no haba complacido, indudablemente, a los crculos militares y navales, que en 1927 trataron de recobrar su preponderancia. Pero la alta burguesa de los negocios haba permanecido, en conjunto, fiel a la orientacin poltica adoptada por el barn Shidehara (1). Por qu se abandon esta poltica en el otoo de 19317 Por qu, despus de la dimisin de Shidehara, volvi el Japn a sus propsitos de expansin imperialista 7 No ha Jugar a dudas en cuanto a la relacin entre esta orientacin de la poltica exterior y el desarrollo de la crisis econmica mundial. El Japn sufri antes que los pases europeos las consecuencias del crack americano de octubre de 1929, puesto que la mayor parte de
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las exportaciones niponas a los Estados Unidos eran de seda en bruto es decir, la materia prima de una industria de lujo, especialmente afee~ tada por la dismim~cin ~el poder adquisitivo. La cada de la cifra global de las exportac10nes J~ponesas fue brutal: 1.200 millones de yens, en 1931, frente a 2.100 millones, dos aos antes. La industria se vea tanto m~s afectada cuanto que esta disminucin de las exportaciones obstac~hzaba la compra de materias primas o de combustibles en el extran1ero, y el paro aumentaba. La agricultura se vea perjudicada e? dos de sus pr~ncipales actividades: la produccin de capullos, debida a restriccin de las compras americanas de seda bruta, y la produccin de arroz, cuyo consumo por habitante disminua al mismo ritmo que se extenda el paro obrero. Para paliar las consecuencias de esta crisis econmica y social, Jos hombres de negocios se sienten inclinados a prestar odo a los atgun:ent?s esgrimid,os por los partidarios de una poltica de expansin te:ntonal: ?egurandose el dominio sobre un territorio productor de mmeral de hierro y de carbn, al mismo tiempo que de artculos alimenticios, la econ9ma nipna reducira el dficit de su balanza de pa~os; y podr~a proc:irarse, sin dificultad, las materias primas necesarias para su mdustna, incluso si la disminucin de las exportaciones de seda bruta restringa los recursos de divisas extranjeras. Sin embargo, este es solo uno de los aspectos de la poltica econmica exterior ~iendo .el o~ro la adquisicin de nuevos mercados para esta producci~ mdustnal ntpona. Estos mercados puede ofrecerlos China ciertamente a condicin de que el Gobierno del Kuomintang acceda a f~vorecer--co~ su poltica monetaria-la importacin de mercancas japonesas, a costa de las procedentes ~e Gr_an Breta~ o los Estados Unidos. Pero el Japn se encontrara en situacin ms firme si dominara los territorios cuya clientela desea reservarse. "' La poltica de expansin territorial responde tambin a los intereses y las necesidades del mundo rural. Como consecuencia del rpido crecimiento demogrfico, la oferta de mano de obra agrcola excede en muc~o a los recursos de tierras cultivables; la superpoblacin se hace agobiante, desde el momento en que la industria no puede ya absorber este exce~ente y que ell~ misma ~uelca hacia el campo parte de sus para?os. Asi, pi.le~, el me?10 .rural tiene oportunidad de asociarse a 1a poltica de expansin terntonal, puesto que las nuevas posibilidades de la industria aportarn un remedio parcial a las dificultades campesinas. Incluso puede encontrar en ella na ventaja inmediata, en la medida en que estos nuevos territorios puedan atraer un movimiento emigratorio que disminuya la presin demogrfica. De esta forma, la mayor parte de la opinin pblica nipona viene a desear un~ .poltica exti;rior activ~ "!( empren?7dora, adecuada para superar la cns1s y proporcionar un ahvto a las diflcultades sociales. Sin embargo, la solidaridad que existe, de hecho, entre los intereses de la agricultura y los de la industria, no quita para que se manifiesten di-
vergencias, incluso en lo relativo a poltica exterio.r, entre. los medios industriales y la masa campesina. Pero estas, ,divergencias ~e, producen en cuanto a las modalidades de la expans10n, no a su pnnc1p10: Se encaminar esta poltica en beneficio directo de lo~ g:andes capitalistas; o tratar de dar a lo campesrnos una parte mas unportante de los beneficios de la accin exterior? El divorcio existente entre los medios industriales o financieros, por un lado, y los pequeos terratenientes--que son "anticapitalistas", sin tener nada que ver con el ~o munismo-, por otro, es explotado entre 1932 y 1936 por el partido fascista del general Araki. Y como quiera que. seg~ una ley de 1927, la oficialidad del ejrcito es reclutada entre los suboficiales reenganchados-procedentes en su mayora del sector rural-, se acenta la disparidad de criterios entre el ejrcito y la alta .burgues~a, incluso e~ cuanto a poltica exterior: los hombres de ne~oc1os ~ons1deran. la polttica de expansin terntorial como una neces1d_ad c1rcunstanc1al, . } que hay que recurrir solamente cuando los metodos de. la ~.xpa~s10~ econmica no han dado los resultados apetecidos; el partido fascista ve en la conquista de nuevos territoii?s un objetivo que ha~ que proseguir con continuidad. La poltica nipqna con respecto a Chma y a los intereses europeos en Extremo Oriente oscila entre la intransigencia de uno y los mtodos, ms dctiles y encubiertos, de los otros.
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ricas",
Francia y Gran Bretaa, contra las reivindicaciones de estos imperialismos? La poltica exterior de Francia estuvo dominada, desde la victoria de 1918, por el temor a un desquite alemn, que, sin embargo, no era inminente. Ahora bien: el programa hitleriano, expuesto en Mein Kampf, indicaba que esta amenaza se actualizaba, si bien pareca lo ms probable que se dirigiera, en primer lugar, contra los Estados en los que vivan poblaciones de lengua alemana. Para hacer frente a esta amenaza era primordial-evidentementee! funcionamiento eficaz del sistema de alianzas de retaguardia. Por consiguiente, era indispensable obligar a Alemania a respetar la desmilitarizacin de Renania. que permita a Francia proporcionar a sus aliados un apoyo inmediato. Haba tambin que confirmar la superiorid2d. militar francesa, reorganizar el ejrcito--quc en 1933 no hubiet, 'odido movilizar, en caso de guerra, ms que sesenta divisiones, es e , solo las dos terceras partes del ejrcito de 1914-, renunciar al co~. to estratgico que haba cristalizado en la construccin de la lnez :iginot caba y dotar de armamento ofensivo a las fuerzas operativas. Taml~ tratar de desarrollar los medios dipiomticos, ampliando el s ma de alianzas y neutralizando a Italia. Todos estos medios fueron estudiados,
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., tras otros, entre J 933 y 1935, por la mayor parte. ~e. los dirigentes .~eses polticos, militares o diplomticos. En dcfm1t1va, lo que se .:~nda' era establecer una barrera ante las reivindicaciones alemanas, ,, ::ontestar a la fuerza con la fuerza. . . Algunos ministros franceses-Pierre Lava! y ~1erre-Et1enne I]~n din, si bien con modalidades muy difercntcs---:-opus1cron. a esta poht1ca otra que sugera un acercamiento a Alernarna, cs. Jec1r, aceptar una expansin alemana, a condicin de que no f_uera dmg1da hac1,a Europa occidental. Esta poltica de rcpl1eg11c implicaba, cuand.o menos, que Francia limitara Jos compromisos de alianza Y. contra1dos y tal vez, incluso, que abandonara o dejara dest.ru1r el sistema J.e (~/u'.n:c~s _de retaguardia constituidos desde 1919; sm duda, tales. altanz;1s h.ib1an parecido necesarias para los intereses de Fr~rnc1a; pero 1~1:ponia11 al pas ---decan los partidarios del repliegue-unas responsabih.dades y unas cargas demasiado pesadas; y concentraban sobre Fr~~c1a-protect~ra intransigente del statu qua-toda la fuerza del espmtu de ~lesquite ;Jernn; no se poda esperar que si la poltica f~ancesa .accedia a una revisin alemana de sus fronteras al Este y al ::iur-e mcluso a que se asegurara su espacio vital-, desvi:ira los golpes que, en caso contrario, algn da se dirigiran contra ella? Bien es ver~ad que esta esperanza pareca desmentida, de antemano, por Mem Kampf. done Hitler haba hecho hincapi so!;ire el arreglo de wentas con Francia. Pero haba que tomar al pie de la letra una obra de propaganda, e~l \ ' . 1 crita en una poca en que su autor no conocia t?(j a\'la as resrc:nsa bilidades del mando? La poltica hitleriana estan<i sumamente mteresada en tratar bien a Francia, si la poltica francesa, por. su parte, se mo~traba conciliadora y co111prc11s1t'a con respecto a los mtereses alemanes. . d d 1935 El contraste entre ambos conceptos se afirma con clan a en 1 Francia 110 est en condiciones ele ejercer permanenter~ente. el papel de guardin de Europa. dicen lo~ partidarios ele la aprn:1.macion a Al~ mania; por tanto, debe ser realzsta y adaptar su;s. obetl\O~ _sus po~i bilidades. A esto replican los abogados ele la politic<i el~ al1mu1s de 1 etaguardia. que, con ello, corre el riesgo de q:1c Al~mama recobre en el continente una posicin prepondcr:inte: i Es ilusono pcns~r que cuando el gobierno alemn haya recuperado esta fuerza no. ha.ra u~o ~e ell~ para reivindicar Alsacia-Lorena y lle\'ar a cabo los de~~g111os h1tlenanos. Cu;lcs son, en el fondo, las c;1usas de la opos1cion entre estos dos estados ele nimo 7 Sin duda 110 estn ausentes las prccupaciones econ6_m1cas Y _fmancieras. La crisis econmica, que ha empc:>.;1do en r:r?nc1.a d.espues que en Gran Bretaa 0 en Alemania, se ha prolongdo alh mas tiempo: por otra parte, el papel de guardin de Europa se va a hacer, en .adelante, cada vez ms oneroso, corno consecuencia ele las cargas financieras que sern el corolario del rearme. Las dificultades econ;mcas han contribuido tambin a la form;1ci11 de un estado de lasitud moral, Y a
favorecer la crisis poltica interior de febrero de 1934; condiciones todas favorables a una poltica de resignacin. Sin embargo, e-Stas explicaciones son secundarias. Lo que interesa, sobre todo, en estas incertidumbres o en estas divisiones de la opinin francesa, son las preferencias polticas. No es raro, indudablemente, que Ja poltica exterior de un estado sufra la influencia de su poltica interior. Pero en la Francia de 1934-1935 esta dependencia se manifiesta con un vigor especial. En la poltica a seguir con respecto a Alemania, los partidos de izquierdas se orientan por su hostilidad fundamental hacia el rgimen hitleriano; sin embargo, son partidarios de una ideologa pacifista; y, por tanto, les repugna adoptar una poltica enrgica, ni siquiera en tales circunstancias; por otro lado, firmemente convencidos de la necesidad de una estrecha alianza con Gran Bretaa, vacilan en tomar iniciativas que puedan alarmar a la prudencia inglesa. En las relaciones con Italia, los partidos de -.derechas, bajo la influencia de los afiliados a las Ligas, que desarrollan en :1934 la campaa antiparlamentaria, d_esean llegar a un acuerdo con un estado cuyo rgimen poltico responde, en parte, a sus aspiraciones; la hostilidad de los partidos izquierdistas hacia este acuerdo no est inspirada solamente por los intereses de Francia, en general, y por el deseo de hacer fracasar la expansin italiana: tambin lo est por , .el deseo de privar al rgimen fascista de las ventajas que le supondran "unos xitos exteriores. Estas divergencias conducen a los gabmetes sucesivos, casi siempre, renunciar a tomar iniciativas en poltica extranjera y limitarse a po1siciones "negativas". En el fondo, cansada de las cargas que impone i:;,1 una poltica de fuerza, la masa coI?prende que Francia, agotada entre .i;:<l914 y 1918 por un esfuerzo demasiado grande, no podra afrontar una }j\ nueva guerra sin correr un grave riesgo; aspira al descanso.
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,r: Gran Bretaa, desde la crisis financiera del verano de 1931, est gobernada por un Gabinete de coalicin ampliamente dominado por los :conservadores, presidido primeramente por Ramsay Mac Donald, antiguo !dirigente del partido laborista, afecto a la coalicin nacional; luego--a 'artir del 7 de junio de 1935-por Stanley Baldwin, y finalmente, a artir del 28 de mayo de 1937, por Neville Chamberlain, que haba sido nteriormente ministro de Hacienda. Lo que preocupa, fundamentalente, hasta finales de 1936, a la mayora parlamentaria y a los miemros del Gabinete son las cuestiones interiores e imperiales. Inmeiatamente despus, todos los dems aspectos de la actividad guernamental estn dominados por la poltica econmica y financiera : eorganizacin fiscal, nueva organizacin de las relaciones econmicas e ' periales, sobre Ja base de un rgimen preferencial (1); esfuerzo que ende--de acuerdo con los deseos del gobierno, pero sin obligar a
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reducr los precios de costo en la industria, mediante la concentracin de las empresas-a la par que a ia disminucin dei tipo de inters, y a sostener la produccin agrcola mediante subsidios a la produccin y contingentacin de las importaciones, as como-algunas veces-mediante la fijacin de un precio mnimo. E~ta poltica, que abandona el laissez [aire, sin adaptarse a una doctnna o a un programa coherente, obtiene unos resultados importantes: el n?ice gene~al de Ja produccin industrial recobra, a p~rtir de 1934, el mvel aproximado de 1929 (considerando que 1929 fue el mejor ao desde 192 i); las exportaciones de productos metalrgicos aumentan entre 1932 y 1933; disminuye el dficit de la balanza comercial; el nmero de parados inscritos, que alcanzara 2 866 000 en agosto de 1932, est en franca disminucin en diciembre, de 1934 (1781000 inscritos) y no pasa de l 200 000 en 1937. Esta recuperacin se efecta sin que los precios interiores muestren un alza sensible, a pesar de Ja desvalorizacin de la libra esterlina, y sin que el saiario real sufra el impacto. No cabe duda de que en este cuadro las zonas de sombra no han sido eliminadas totalmente, puesto que la poltica econmica no ha podido remediar las dificultades de las industrias textil y hullera, ni reabsorber todo el excedente de mano de obra. Pero, en conjunrn, la "recuperacin" es indudable. El cuerpo electoral atribuye el mrito al gobierno y a la mayora parlamentaria: las elecciones generales de noviembre de 1935 confirman la fuerza poltica de los conservadores. Esta estabilidad, que contrasta con los sobresaltos de la poltica interior francesa, no debera favorecer el desarrollo de una accin exterior continua y coherente, cuya necesidad parece imponerse desde la llegada de Hitler al poder? En realidad, no sucece as. La antipata que la mayor parte de los estadistas ingleses y la gran mayora de la opinin pblica siente hacia ~ rgimen nacional-socialista y la poltica racial de Hitler no basta para determinar una nueva orientacin de la poltica exterior inglesa, ni siquiera la adopcin de una postura enrgica ante la amenaza alemana. Hasta marzo de 1936 los medios dirigentes no se sienten toda\'a convencidos de que Hitler est dispuesto a emprender una poltica de e~pansin territorial y decidido a afrontar una guerra europca; consideran que las declaraciones de Mein Kampf estn destinadas al co11sumo interior alemn. Stanley Baldwin afirma, sin lugar a dudas, el 30 de julio de 1934, que "la frontera inglesa no est ya en Dover, sino en el Rhin", es decir. que confirma los compromisos aceptados en Locarno; pero, ante las crticas de la oposicin e incluso de las de miembros importantes del partido conservador que ven en esta declaracin el anuncio de una nueva alianza continental-proyecto siniestro-, el Primer Ministro se apresura a asegurar, ocho das despus. que no se ha llegado a ningn acuerdo con Francia con vistas a una ayuda mutua en caso de guerra.
En el fondo, el Gabinete cree que sera oportuno y posible pacificar los nimos. Cmo? Primeramente, haciendo a los alemanes algunas objeciones; por ejemplo, en las regiones de la Europa danubiana y Oriental donde Gran Brctaa, tanto despus de 1933 como antes, rehsa asum'ir responsabilidades directas: el mundo no puede ser esttico; "la elasticidad forma parte de la seguridad". dice en septiembre de 1935 un memorndum del Foreng Of fice. Luego, evitando adquirir con respecto a Francia compromisos prematu;os. declina toda discusin. sobre unas eventualidades lzzpottzcas y rehusa tomar parte en todo sistema diplomtico que pueda parecerse a una coali_cn contra Alemania;. tal es la regb de conducta que Inglaterra prehere adoptar. Esta act1tu? est de acuerdo con los deseos de la opinin pblica, que espera inclinar a Alemania a una actitud conciliadora y desea, por tanto, "tenderle la mano". Baldwn no teme invocar este pacifismo de la opinin, en una sesin de la Cmara de los Comunes, para explicar la pasividad del Gabinete. El mco punto en el que los conservadores renuncian a sus suspicacias de antes de 193 3, es en la cuestin de las relaciones con el Gobierno ruso: la entrada de la U. R. S. S. en Ja Sociedad de Naciones, en 1934, se considera oportuna.; pero nic~mente porque el ~stado sovietico va enmarcado en el s1stena gmebrmo, sera menos peligroso 1 para la paz del mundo. ; , , . . , - Hasta el otoo de 1936 no muestra mas firmeza la poht1ca bntanica (l ). El Gabinete accede a dar a Francia y ~ Blgica-pero. solo a ellas-una promesa de ayuda, en caso de agresin alemana. ~rn embargo, cuando Neville Chamberl~in sust.it~ye a Stanley Bald";1.n ~.la cabeza del Gobierno, el nuevo Pnmer Mm1stro vuelve a la pollt1ca de apaciguamiento": la poltica exterior in.glesa d~be admit!r. dar satisfaccin a las reivindicaciones de Alemama e Ita!Ia, a cond1c1n de que tales peticion~s sean "razonables" y no se apoyen ~~,la am~naza de hacer uso de las armas. Por tanto, se trata de una rev1s1on parcial de los tratados de 1919. Pero se limitar esa rev1s10n a Europa, o deber extend~r~e a los territorios coloniales cedidos por Alemania en 1919? En defimt1va, en qu medida juegan los intereses britnicos? En julio de 1936. la Co~ ferenc1a del partido conservador descarta, por completo, la .eventualidad de una retrocesin total o parcial de las antiguas colorna" alemanas; la opinin pblica-segn un sondeo efectuado en otoe de 1937comparte, en su inmensa mayora (2), esta manera de p-c;sar, salvo en el caso de que una transaccin colonial figurara en el cuadro de un plan general Je cooperacin internacional; el grupo de historiadores,
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( 11 Vea"; cap. 111. (2\ Este sondeo indica que solo el 24 por 100 de las personas ~: .:liadas ad 1cn l;t rcs111uc1n de las colonias. es dc<:1r. la solucin rccomcnJac: "' el Dai/y 1111 ,\foil y lo> Jcm:\s pendicos de lord Rothcrmcre.
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de juristas y de economistas que organiza aquel mismo ao, en la London School of Economics, una serie de conferencias, en las que se examinan Jos mtodos de revisin pac{ ica de Jos tratados, no quiere tomar en consideracin la restitucin de estos territorios, que sera contraria a los intereses de las poblaciones indgenas: y se limita a estudiar las facilidades que podran ser concedidas a Alemania o a Italia para su acceso a los mercados de materias primas. En todas estas discusiones, la poltica de apae1g11mme11to parece ser aprobada. momentneamente, por la gran masa de los conservadores, sin que sea rechazada con demasiada energa por la oposicin. Pero Jos mviles de esta adhesin o de esta resignacin son distintos. Unos, con el Primer Ministro, piensan que es necesaria uno negociacin, porque es justo adaptar la situacin poltica a las "condiciones reaJ:s de las relaciones internacionales"; creen posible llevarla a cabo satisfactoriamente y. por otra parte, estiman que Ja ter:ativa-aunque fracasara-tendra, al menos, 'la ventaja de favorecer el "rearme moral" del pueblo ingls, al convencerle de que el gobierno ha hecho todo lo posible para evitar el conflicto. Los otros, en torno a Jos ief es fvenes del partido conservador-Anthony Eden y Duff Cooper-no ven en esta poltica sino un expediente, utilizable hasta el momento en que Gran Bretaa haya reconstituido sus fuerzas militares: en definitiva, buscan un medio de ganar tiempo. ~ Esta poltica de prudencia y de contemporizacin ha empezado a despertar crticas y a provocar recriminaciones en. ciertos i:nedios polticos. desde finales de 1935. En el seno del partido laborista, la tendencia de Ernest Bevin, favorable a Ja Sociedad de Naciones y a la poltica de sanciones, Je ha hecho rebasar el pacifismo i.ntegral de Geo.rge Lansbury. En cuanto al partido conservador, Wmston Church1Jl -que desde el verano de 1934 haba abogado por la causa del desarme-. pide que Gran Bretaa, "para causar respeto . la empresa alemana de dominacin, para detenerla, y, si es necesano, para deshacerla", trabaje por agrupar las fuerzas europeas; pero esta disidencia, combatida vigorosamente por el whip del partido, no arrastra sino a un pequeo nmero de diputados. Solo en 1938, los golpes de fuerza alemanes hacen vacilar a los partidarios del apaciguamiento. El papel de los Estados Unidos en las relaciones polticas internacionales parece presentarse bajo un nuevo aspecto, desde que las el.ecciones presidenciales de noviembre de 1932 llevan al r<'.der al riart1:lo demcrata. Este partido haba sostenido en 1919-20 las ideas w1lson1anas y el mismo Franklin Roosevelt se haba mos~rado partidario de la Sociedad de Naciones. Ahora bien, el nuevo presidente de los Estados Unidos toma las riendas el 4 ele marzo de 1933: apenas cinco s2manas
despus del adt enimiento de Hitler y cinco das despus de la entrada del ejrcito japons en Ja provincia china de Jehol. Tratara de rectificar la lnea seguida (1) por los Estados Unidos desde 1920, abandonando el aislacionismo y aceptando responsabilidades directas en la organizacin de la seguridad colectiva? En estos momentos, como en otros, la conducta de la poltica exterior americana est orientada por la conjuncin-o la rivalidad-<le tres fuerzas: Ja opinin pblica, el Congreso y el Presidente. Pero el juego de estas fuerzas est dominado, al menos hasta 1935, por las preocupaciones inmediatas, suscitadas por la crisis econmica de 1929. No hay que olvidar que las iniciativas o las negativas de la diplomacia de los Estados son contemporneas de todas las secuelas de esta crisis y de los speros conflictos de intereses a los que da fugar la poltica del New Deai. La opinin pblica 7 La votacin que ha asegurado el xito de flos demcratas ha sido determinada, sin duda alguna, por la duracin de la crisis econmica, a la que la Administracin americana no ha sabido encontrar remedio. En Ja campaa electoral de noviembre de 1932, las cuestiones de poltica extranjera han quedado por completo en segundo plano; con mayor motivo, cuanto que Franklin RooseveJt se ha guard3do mucho de recordar las ideas sostenidas por l en 1920. Por consiguiente. no es posible ver en estas elecciones presidenciales una desautorizacin del aislacionismo. No cabe duda de que la gran masa de americanos, que conserva gran facilidad de entusiasmo "moral", condena k1c: mtodos policacos, la legislacin racial de la Alemania nacionaIsocialist2 y el comportamiento del gobierno hitleriano con respecto a las Iglesias; y no cabe duda, tampoco, de que una parte de Ja Prensa subraya el peligro que la existencia de ese rgimen hace correr a Ja paz mundial. Sin embargo, Ja opinin pblica sigue convencida de que incluso si la paz europea se viera amenazada por iniciativa alemana, los Estados Unidos no tendran nada que temer. La principal preocupacin del pueblo americano debe, por tanto, encaminarse a superar las dificultades econmicas especiales que atraviesa desde 1929, de manera que el rgimen democrtico y la clase de civilizacin de la que est tan orgulloso no corran peligro de debilitarse por el contagio de Jos regmenes autoritarios. Por qu tratar de prevenir un conflicto europeo, esforzndose en apaciguar e intimidar a los nacionalisms exasperados? La experiencia hecha en 1919 ha mostrado claramente con cuntos obstculos tropezara la influe~cia americana. Bien es cierto que este estaclo de nimo es vigorosamente criticado por algunos editorialistas de fama, que, siguiendo el camino trazado cuarenta aos antes por Alfred Mahan y por Theodore Roosevelt, predica Ja necesidad de una colaboracin con Gran Bretaa, con vistas a hacer fracasar los imperialismos alemn, japons y ruso; pero sus esfuerzos son vanos.
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El Congreso se muestra sensible a esta conducta del. elector; contribuye, sin embargo, a reforzar el sentimiento aislacionista con sus iniciativas y con las controversias que provocan. Los ms resueltos de,:ensores de la poltica exterior seguida desde 1920, invocan el recuerde de 1917: la intervencin de los Estados Unidos en la primera guerra mundial-<licen-fue preparada por la influencia, ,no solo de la propar,anda de los estados beligerantes, sino tambin por la que los fabricantt:s de material de guerra y los grandes banqueros ejercan sobre la Prensa americana (1). La creacin de u!lu Comisin senatorial, encargada de hacer una investigacin a este respecto, tiene por objeto reunfr argumentos en apoyo de la tesis "aislacionista". Los siete volmenes del informe redactado en 1935 por el senador Nye, presidente de la Comisin, se consagran a demostrar la influencia ejercida por algunos grupos de intereses econmicos y financieros en favor de la intervencin. La conclusin de este informe se presenta cara al futuro: si los Estados Unidos quieren salvaguardar su neutralidad en un nuevo conflicto europeo, debern evitar que se renueven unas condiciones anlogas a las de 1917, y practicar, esta vez, una neutralidad real; por consiguiente, no debern proporcionar a los pases en guerra armamentos, ni crditos bancarios, y no han de permitir que ciudadanos americanos viajen a bordo de navos que lleven la bandera de esos Estados. Estas recomendaciones inspiran la votacin de las "leyes de neutralidad" que, el 31 de agosto de 1935, y Juego el 29 de febrero de 1936 y el l de marzo de 1937, establecen medidas encaminadas a restringir, en caso de guerra, el comercio entre Jos Estados Unidos y los pases beligerar.tes: prohibicin absoluta de vender material de guerra; prohibicin-si el Presidente Jo estima necesario-<le venderles cualquiera otra clase de mercancas, excepto si el comprador paga al contado y ~egura el transporte martimo. As, la neutralidad de los Estados Unidos no se ver comprometida por Ja apertura de crditos bancarios o por dificultades relativas a la libertad de los mares. Esta legislacin es peligrosa para los intereses de Gran Bretaa y Francia, que no pueden pensar en una guerra larga sin hacer uso de los recursos de ia industria y de Ja agricultura norteamericanas; no perjudica en nada la posicin de Alemania que, en caso de conflicto europeo, tendra que sufrir el bloqueo anglofrancs y se encontrara, con toda segu.ridad, sin poder tener acceso a los suministros americanos. He aqu, por tanto, un estmulo facilitado incons<:ientemente a la poltica hitleriana. El presidente, por su modo de pensar y por temperamento se siente inclinado a aportar un inters activo a los grandes problemas d la poltica mundial; desea asociar los Estados Unidos a la Organizacin de seguridad colectiva. Autoritario, extremadamente dispuesto a ejercer ampliamente sus prerrogativas constitucionales, no vacilara en hacer
<l J Sobre estos li11g1os anteriores, vase cap. Ilf, pargrafo JI de la part.: prc'l'l'dente.
vista si advirtiera un momento favorable. , . poltica duradera, sin el apoyo prevalecer sus p~ntos ~e Pero cmo podn~ realtz~r una acc1n~miento del Congreso? Por otra de la opinin pblica y s.m el c~n_ses de su presdencia est completaparte, durante los tres pn~~~os ano mica i~terior y pcr la enconada mente absorbido por la po itica tec~~rreno. tampoco ene, apenas, la resistencia que encuentra n ~s e in ex~erior' cuyas lneas generales oportunidad de trazar un pan e acc do con las necesidades del New . t 'a muy en desacuer l' posiblemente es an 11 , ano-seala un observador po 1Deal: el problema econmico amenc , . . . l" Incluso destico-pareca "irreconciliable c?n el espmtu mteTaa~~~~r~ del Congrepus de 1935 el president~ vacila" ~n, .~on~:\:s medidas dictadas por so. Aunque lamenta. la rzgzdez ~:~s1::1~~ desaprobacin; y si bien es las leyes de neutralidad, no ex~ d 1936 cr"e oportuno . . d l ' ,dad colectiva, en agosto e ~ , part1dano e a s~gun Unidos deben eludir todo compr.omiso poltdeclarar qu: los. :-'stad~~ ~ astrarles a conflictos extenores. Tamtico cuya eecuc1on pu It;ra a;r . nanciera de los Estados Unidos poco consid.era, cuando l~ po :~~{~dad de facilitar a Gran Bretaa, a est ya casi restaurada, la. po d llar en 1936 sus programas , Ch' 1 edws para esarro Francia o a ma os m decide a tomar partido con made rearme. Hasta final,es de 1937 no s7niciatva ser casi inoperante (1). ~J dad. y todav1a entonces, su J . , to yor " an ' d U 'dos no realizan en nmgun momen ' Entre 1933 y 1938 . los stal osl m 1 papel que debiera reservarles su en las relaciones rnternac ona es, e primaca econmica. . , h b'a llevado a cabo una E l920 y 1930 el Gobierno sov1et1co a 1 , .ntre . , t'va en Asia donde habfa fracasado en 1a parpollt1ca extenor muy ac 1 'h' te esencial. es decir, en la cuestin c ma. ara hacer frente En Europa, se haba mostrado, prud.ente, ya sa~~ de no aislarse por a sus dificultades e~onmi~as,. habt.a ~em~o u~e~~nca haba dejado de te. cidentales. pero no completo de los paises cap1tahstas' " po q .. , t Alemania y las potencias oc zacin de la seguridad colectiva. mer una coa l1c1on en .r~ 1 haba tratado de part1c1par en a orgam . de dos nuevos hechos que Entre 1930 v 1933 se encuentra en presencrn ta oltica La expueden ind~cirle a revisar las ~neas gen.ert~lesd~ie o~~/de 19Jl, ame. . (2) que se anrma a par ir l pans1 n apones~ , . . "d Manchura del Norte por a naza la influencia econmica eerc11 ~ en , como la influencia poltica compaa de ferrocarriles del Est~nc'~;7~ e~xst1erior y tal vez, incluso, la establecida desde 19~4 .en ~a ~ g El p~ligro alemn, que haba desseguridad de la provmcJa'bl"ant~maWemar reaparece de nuevo con la aparecido durante la repu ica e ma 'pone "n primer plano la lullegada al poder de ~itler, cl~y~o~rq~fs~a del espa~io vital; bien es vercha contra el comumsmo Y ,
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dad. que, a juzgar por la actitud de la Prensa rusa, el Gobierno sov1etico no se da cuenta, al pronto, de este peligro: durante algunas sem:rnas cree que la victoria nacionalsocialista no ser sino un intermedio, y que d rgimen hitleriano se ver abatido. rpidamente, por un 111oiime11tu reeulucwnarw pruletario. Pero cuando Hitler obtiene pienos poderes e inaugura--<::on el proceso de los "incendiarios del Reichstag"-las medidas de violencia contra los comunistas alemanes. se horran las ilusiones. El Gobierno sovitico empieza a medir Ja necesidad de oponer una barrera al nacional-socialismo, no solamente porque no se encuentra en condiciones de hacer la guerra, sino tambin porque teme que Alemania ofrezca a Polonia, a cambio del abandono del "pasillo", la perspectiva de una extensin territorial hacia Ucrania. Estas dos amenazas. japonesa y alemana, pueden asociarse. No aprovechara Alemania una guerra ruso-japonesa para atacar a la U. R. S. S.? La poltica exterior del gobierno debe, por tanto, para mantener en sus lmites a la Alemania hitleriana, a partir de ahora, adherirse a los principios de la seguridad colectiva y establecer contactos diplomticos con los Estados expuestos a ia misma amenaza. Tal es la tesis que desarrolla el ministro de Asuntos Exteriores, Litvinov, ante el Comit Central Ejecuti\'O, el 29 de diciembre de 1933. Estas apreciaciones son rechazadas, sin embargo, segn parece, por ciertos componentes del Bureau Poltico y por el general Tukhachevski, ministro adjunto de Defensa Nacional, que desconfan de Gran Bretaa y de Francia y que querran tratar de "apaciguar" a la Alemania hitleriana. Las consideraciones de estos refractarios despiertan el inters del embajador alemn en Mosc, Nadolny, que piensa en la conclusin de un tratado de amistad, basado en una garanta recproca de la integridad territorial; pero este proyecto no encuentra ningn eco en Berln, donde Hitler le declara a Nadolny que no quiere "tener nada que ver" con la U. R. S. S. Por consiguiente, solo la lnea de conducta marcada por Ltvinov, responde. en 1934-35, a las necesidades del momento. Cules son los rasgos ms sobresalientes de esta nueva poltica? Plan de rearme, cuyos principios son indicados por el mariscal Vorochilov al XVII Congreso del Partido, el 30 de enero de 1934: aumento de los eectivos, que alcanzarn, en tres aos, 380 000 hombres; medidas encaminadas a mejorar la calidad de los mandos y a restablecer su autoridad. Accin diplomtica, que jalona el tratado de no agres1on con Ita Jia, el 2 de septiembre de 1933, la reanudacin de las relaciones diplomticas con los Estados Unidos, el 16 de noviembre; y luego, el 18 de septiembre de 1934. la entrada en la Sociedad de Naciones, donde la U. R. S. S. obtiene un lugar en el Consejo; finalmente, el 2. de mayo de 1935. el pacto francosovitico. Revisin de Jos mtodos de la Internacional Comunista: mientras que en 1932.-33 el Congreso de la Ka111111tern haba mantenido-incluso en Alemania-unas consignas. segn bs cuales los partidos comunistas
deba? combatir a lo~, socialistas, este Congreso, en agosto de 1935, autonza una cooperac10n entre comunistas, socialistas e incluso "burgueses demcratas", contra las amenazas fascistas; es la tctica de! Frente Popular. Por }!timo, e indudablei;ient~ no es el aspecto menos importante, u.na ac...1on de propaganda mtenor, cuya caracterstica ms tpica es sm lug~r a dudas, el. can:bio de orientacin que se lleva a efecto e~ la ensenanza de la H1stona. Desde 1919, esta enseanza se haba desa:rolla?,a segn Jas lneas generales trazadas por Pokrovsky; haca h1?cI?:e en el ,or~gen de la~ ~uerras de los siglos XIX y x.x, en una exphcac10n ~~onom1ca ex:Ius!v1sta, que atribua al rgimen capitalista Ja resp~~sab1hdad ~e ~as rivalidades polticas, esforzndose por negar toda r.elac1on de ~ontmmdad entre los intereses nacionales y la Rusia sociah~ta; . par!tr d.e ~933-34 estos temas son grandemente modificados: la h1stonografia d1st!n&ue entre guerras ;ustas y guerras inustas; insR;te sobre los acontec1m1entos que, desde Pedro el Grande a la guerra de 181.2, muestran el v~gor ~e~ patriotismo ruso; quiere proporcionar a l~ J~':entud un sentz~? czvzco; y glorifica el papel de los personajes h1stoi:1,cos. Preocupac1on, por despertar la conciencia nacional; pero tam?1en I?r mostrar cual ha sido, en el pasado, el papel europeo de Rusza: as1 se {!repara a la opinin pblica para comprender Jos nuevos deberes de la poltica exterior. .. ~in embargo, hasta el momento en que--en otoo de 1936-Hitler 1mcia con_t,r~ la R. S. S. una guerra de nervios, las relaciones germano-~ov1et1cas siguen aparentemente correctas; e incluso son bastante .activas en el terreno econmico, sin alcanzar, empero, el nivel antenor de 1933. Pero la Embajada alemana en Mosc va no tiene ninguna actividad poltica.
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BIBLIOGRAFIA
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ans.
Veanse las obras citadas en la bib!ografa general de esta parte. Y, adems, G. W. HALLOARTEN: Hitler, Re-
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1?39 (Publicacin del Instituto ntema: c10nal de Cooperacin intdectual).P. RENOUVIN: Demograph1e et re/atio11s ~~t~~at1ona/es, en Popularion. octubre,
A partir del otoo de 1931, los Estados "pobres" empiezan a quebrantar el Statu quo y a realizar un movimiento de expansin territorial. El Extremo Oriente es el primer teatro de este despertar: la iniciativa japonesa en Manchuria se ejerce a costa de China; compromete los principios de la seguridad social y asesta un golpe muy sensible a la autoridad de la Sociedad de las Naciones. Dos aos despus, el Gobierno italiano escoge un terreno de expansin-el imperio abisi nio-en el que, al mismo tiempo, puede ganar ventajas econmicas y borrar el recuerdo de Ja derrota sufrida en l 896; Etiopa, como China, es miembro de la Sociedad de las Naciones: los planes de expansin italiana tropiezan, por tanto, con el mismo obstculo de principio que la expansin japonesa. Por ltimo, la Alemania hitleriana empieza a Poner en, prctica el programa trazado en Mein Kampf; sin embargo, durante dos aos todava. no quiere chocar de frente con los obstculos; pero en marzo de 1935 se decide a anunciar el restablecimiento de un gran ejrcito, reclutado mediante el servicio militar obligatorio, haciendo caso omiso de las clusulas del TratadQ de Versalles; la Sociedad de Naciones ve comprometida su autoridad una vez ms. As. pues, estas amenazas quebrantan lo's principios de la Seguridad colectiva. No obstante. las reaciones del Consejo de la Sociedad de Naciones son mediocres o dbiles, y la incapacidad que manifiesta ante la agresin abre a los Estados "proletarios" unas perspectivas favorables. Pero estas debilidades no deben imputarse solamente al mecanismo de la seguridad colectiva o a las lagunas del pacto. La causa profunda es el comportamiento de las dos grandes potencias cuya influencia domina en el seno del Consejo: la poltica de Francia y la de Gran Bretaa, sus desconfianzas mutuas o sus divergencias de criterio; esto explica la carencia del sistema.
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En septiembre de 1931, Ja expansin japonesa toma un nuevo impulso cuando la crisis econmica asesta un golpe decisivo a la poltica pacifista del barn Shidehara; y la adquisicin de territorios en el continente parece ser la tabla de salvaci11 (1). Aunque la documentacin japanesa sea todava inaccesibit:. el des(l)
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arrollo e ~sta poltica es bastante fcil de seguir, merced al informe de la cor:,;sin de investigacin nombrada por la Sociedad de Naciones, cuyos cc.'.';ponentes recogieron sobre el terreno, testimonios y documentos. En la noche del 18 de septiembre de 1931. una bomba china produce algunos desperfectos insignificantes en el ferrocarril meridional de .\1anchuria, colocado bajo la administracin ap0nesa. El Estado Mayor del cuerpo de ocupacin japons, establecido en la zona del (errocarril, v la Compaa de este, que es la instigadora y el agente de la poltica nipona en Manchuria, aprovechan la oportunidad de este atentado para iniciar-sin esperar siquiera las instrucciones del Gobierno-una acc1on militar, cuyo primer obetivo es la ocupacin de Mukden: esta ocupacin se extiende, en pocas semanas, a toda la Manchuria. El Gobierno japons, que ha sido desbordado, respalda desde el primer momento las iniciativas tomadas sobre el terreno. Declara que la intervencin militar tiene por objeto, nicamente, proteger la seguridad y los bienes de los sbditos japonese_s establecidos en ~an churia; y que cesar tan pronfo como este fin se. haya c~~1segmdo: sugiere que las garantas necesarias sean establecidas meu1ante una negociacin chino-japonesa, en la que, evidentemente, espera hacerse reconocer una situacin lle privilegio, no ya solo en la zona del ferrocan-il meridional manchuriano, sino en todo el territorio de las tres provincias manches. La diplomacia china se limita a rechazar toda negociacin, en tanto se prolongue la ocupacin japon.esa; a declarar el boicot de los productos japoneses en los puertos chinos, y a hacer un llamamiento a la Sociedad de Naciones, protectora de Jos pases miembros. La contestacin nipona, en enero de 1932, es un desembarco de tropas en Shanghai, tomando como pretexto un incidente producido com consecuencia del boicot. Sin embargo, despus de tres meses de combate, el gobierno japons acepta una mediacin inglesa; y retira este cuerpo de desembarco. Por consiguiente, la intervencin queda limitada. por el momento, a Manchuria. Reunida, bajo Ja gida de los agentes japoneses. una asamblea de 700 representantes de las poblaciones. proclama el 1. de marzo de l 932 la independencia de Manchuria con respecto a China, y entrega ~] poder al prncipe Pu-Yi, que a los tre'> aos baha oste.ntaclo. el t1.tulo ele Emperador, y que fue destronado en 1912. El Gobierno apones reconoce ai nuevo Estado de Manchuko; declara--e! 15 de septiembre ele 1932-garantzar su territorio, y obtiene, como contrapartida, el derecho a mantener en l guarniciones: En resumen. un quasz protectrrclo. Seis meses despus, las tropas del ManchukLo, encuadradas y manclac!as por oficiales japoneses, extiende la ocupaci(n a la provincia de [ehol y se encuentra, por tanto, en las proximidades de la gran , -m11r;_dla de Chin2. El gobierno nacional chino se considera incapaz de responder con fa<; armas a este escamoteo de las provincias exteriores del Imperio. No
cuenta con un ejrcito formal. ni con recursos financieros; y aunque, en principio, haya restablecido la unidad poltica del Estado, todavia no posee sino una autoridad precaria en algunas provincias, en las que contina una guerra civil espordica. Que se vea obligado a sufrir la voluntad de su adversario no tiene nada de sorprendente. En esta cuestin de Manchuria, lo que ha de llamar la atencin es la postura de la Sociedad de Naciones. A finales de septiembre de 1931, el llamamiento dirigido por el Gobierno chino provoc en Ginebra un momento de euforia: los crculos dirigentes de la Sociedad creyeron encontrar en l una ocasin favorable para hacer triunfar los principios de la seguridad colectiva y consolidar el prestigio de la institucin internacional Su decepcin fue rpida. Seguir el comportamiento del Consejo y de la Asamblea no es aqu una preocupacin vana: este asunto marca una fecha en la historia @le la quiebra de la paz. El Consejo, en sus resoluciones del 30 de septiembre y del 22 de octubre de 1931, hace primero un llamamiento a la buena voluntad del Japn, pidindole que retire sus tropas, en el entendimiento de que despus de esta retirada el gobierno chine>-bajo el control de observadores neutrales-tomar las medidas necesarias para garantizar la seguridad de los sbditos nipones. El gobierno japons rechaza la evacuacin, en tanto que China no haya reconocido a Jos japoneses el derecho a construir nuevos ferrocarriles en Manchuria y a explotar tierras en rgimen de colonizacin. Por consiguiente, la ampliacin de los privilegios nipones en Manchuria, causa de litigios durante los diez aos precedentes, viene otra vez a primer plano (1). En ese momento, la poltica nipona no anuncia todava el propsito de separar del Estado chino las provincias manch es. Aceptando examinar la cuestin de los derechos japoneses en Manchuria, sin exigir la previa evacuacin, el Consejo muestra, en definitiva, su deseo de preparar una solucin adecuada para confirmar la parte de influencia que poseen en esta regin los negociantes y los colonos nipones. Admite, implcitamente, el punto de vista japons, segn el cual 1as operaciones militares en curso no son actos .de hostilidad, sino simples medidas de polica; por consiguiente, no se trata de agres"in. Son otras tantas precauciones para no h!rir la susceptibilidad del Gobierno de Tokio. Ahora bien: mientras la comisin investi~adora, nombrada por el Consejo y presidida por Lord Lytton, procede a lentas investigaciones, con riguroso mtodo, la poltica japonesa sita a la Sociedad de Naciones ante un hecho consumado: la fundacin del estado del Manchuko y quasi protectorado. El informe de lord Lytton establece que la de(1)
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cl_ar_&cin de independencia preparada por los agentes del Estado Mayor mpon no corresI?One a los _deseos de las poblaciones; estima, por tanto, que la Soc1edj !;l de Naciones no debe reconocer la existencia del ~a~chuko. ~ ttul? de solu~i?n de transicin, sugiere que ias provmc1as manchues reuban un reg1men de autonoma administrativa dentro del Estado chino 1 que, tanto las tropas chinas como las japonesas, abandonen la reg1on, en la que el mantenimiento del orden ser confi~do a ~na polica manch; en cuanto a los derechos respectivos de chmos Y Japoneses-ya se trate del material ferroviario o de la colo~izaci?n agrcola-han de ser determinados por un acuerdo chino1apones. Es ;Jecir, que esta_s ~onclusiones de la comisin investigadora no propom~n el. restablec1m1ento en Manchuri< del ejercicio normal de Ja soberan1a chma; parecan admitir que las quejas japonesas anteriores a, 19~1 er.an fundadas y confirmaban expresamente el derecho de los subd1tos 1apone~es ,,conservar un_a situacin de privilegio. Pero no trataban de decir cua1es eran los "mtereses respectivos", dejando esto a resultas de, un _acuerdo chino-japons, a todas luces muy poco realizable._ "Y cual pod~a ser. la eficacia de esa polica local, en cuyo seno ~o deanan ~e contmuar mdudablemente las rivalidades entre chinos v Ja~oneses? Sm embargo, est_as _objecion~s no tenan sino una importan'c1a secundana. El tema prmc1pal del mforme es Ja condenacin del h~cho consum?~ Este es el tema del debate que se lleva a cabo en Gm~bra, en d1c1embre de 1932, ante la Asamblea de la Socicd:id de ~~c;on:s en sesin extraordinaria. La delegacin china invoca las a~irmac1ones de la ~~.isin investigadora para solicitar que el Gob~en.o de ~1anch~kuo estado fantasma" seq. disuelto. La dclt:gacin mpona r_ephca afirmando que la desorganizacin interior de China no peri:n1~e llevar a .cabo una negociacin til; por consiguiente, el nantemm~ento de la zndepe11de11cia manch es la nica solucin posible. Transcurndos tres meses, durante los cuales el Secretario gt:neral de la Socie?ad de Naciones trata en vano de elaborar una frmula de compromiso, el 24_ de febrero dt: 1931 la Asamblea adopta lo ms esencial de la~ conclu_s10nes dei informe Lytton: negativa a reconocer al Manchukuo Y ret1rada de las tropas japonesas, que podrn ser mantenidas sol~mente en la zona c~e~ Jerrocarril (Manchuria meridional), donde teman_ dere~ho de guarmc1on desde 1905. El 27 de marzo, por un decret? 1mpenal, el Gobierno japons decide retirarse de Ja Sociedad de Naciones. Cmo va a ejecutar el Consejo de la Sociedad las resoluciones adopt~das P?r la Asambl_ea? No tr~t~, de exigir la retirada de las tropas niponas, y para aplicar la dec1s10n de no reconoczmiento del Manchuko se li'!1ita: ~n su info~me del 2 de junio de 1933, a prever simples gestos sunbohcos: se mega a dar por vlidos los pasaportes, tos ~ellos ?e. correos ':( las ~onedas puestas en circulacin por el gobierno del pnnc1pe Pu-Y1. Medidas anodinas, casi irrisorias.
Por consiguiente, la Sociedad de Naciones se ha limitado a una accin platnica. Prcticamente, ha abandonado toda tentativa para imponer que sus decisiones sean respetadas; no se ha atrevido a declarar que el Japn es culpable de agresin; y no ha decretado contra l las sanciones previstas por el artculo 16 del Pacto: o, ms bien, no ha pronunciado la condena, para evitar tener que dictar las sanciones. La confesin de impotencia es total, y el sistema de seguridad colectiva ha sufrido un golpe casi irremediable. La principal responsabilidad de esta carencia parece recaer sobre la poltica inglesa, puesto que, de todos Jos Estados miembros del Consejo de la Sociedad, Gran Bretaa-mezclada hace ms de un siglo en los asuntos del Extremo Oriente, en el que ha mantenio casi constantemente un lugar preponderante-era. sin duda, la potencia ms indicada para marcar una lnea de conducta y tomar iniciativas. Ahora bien: el Gobierno britnico (se trata del Gabinete de coalicin nacional, que, formado en el transcurso dt: la crisis monetaria, est dominado por el partido conservador) se ha mostrndo indeciso y timorato. Bien es verdad que la opinin pblica no le impulsaba a la accin: los medios financieros no concedan gran importancia a Manchuria, donde los intereses ingleses eran dbiles; los miembros del parlamento conservaban un recuerdo bastante vivo del movimiento xenfobo chino (J ). de 1925-27 para sentirse inclinados a preferir la China nacionalista al Japn imperialista. Pero el Gabinete ha obedecido sobre tcdo a unos argumentos de oportunidad o incluso de necesidad. Adoptar sanciones econmicas y financieras contra el Japn? Estas sanciones seran inoperantes, salvo en el caso de que los Estados Unidos aceptaran colaborar en ellas. Si resultaban eficaces podran dar lugar a provocar una rplica japonesa que condujera a un conflicto armado. En tal caso, cmo proteger los grandes centros de la actividad comercial inglesa en el Extremo Orente--la colonia de Hong-Kong y la concesin internacional de Shanghai-. muy vulnerables? El Almirantazgo ingls no podra concentrar en Extremo Oriente fuerzas navales suficientes para mantener distanciadas a las escuadras japonesas. Tampoco en este caso era posible la iniciativa inglesa sn el apoyo norteamericano. Por consiguiente, el Gobierno britnico vuelve sus,ojos hacia Washington. Los Estados U nidos no_ forman parte de la Sociedad de Naciones, pero tienen grandes intereses financieros y econmicos en el Extremo Oriente: y ya, diez aos antes, consiguieron parar en seco Ja expansin japonesa. Estfo dispuestos a hacerlo de nuevo? Tal es la cuestin primordial. No es fcil responder clara y terminantemente a esta pregunta. ya que en este perodo-en el que despus de ias elecciones presidenciales la administracin democrata sustituye a la :-<cnublicanaV~:rns~
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la poltica exterior norteamericana se muestra particularmente sensible a la influencia de 1 poltica interior. La tendencia "ilctiva" corresponde al Secretario de Estado, Stimson, pacfico, pero un tanto doctrinario. Siguiendo sus consejos, el gobierno republicano de los Estados Unidos accede a hacerse representar en el Consejo de la Sociedad de Naciones. en el mes de octubre de 1931, durante las deliberaciones relativas a la cuestin de Manchuria. Esta colaboracin con una institucin de la que los Estados Unidos se han negado a formar parte, aunque sea de carcter espordico, est en abierta contradiccin con la poltica aislacionista del partido republicano; por consiguiente, es criticada con mucha dureza por gran parte de la Prensa. Stimson se ve abligado a retroceder, y tiene que ordenar a su delegado en Ginebra que deje de asistir a las reuniones del Consejo. No obstante, el 7 de enero de 1932 toma otra iniciativa: los Estados Unidos declaran que se negarn a reconocer no ya cualquier situacin provocada por un hecho consumado, sino incluso cualquier acuerdo que afecte a la integridad del territorio chino o al principio de puerta abierta, si la firma de este acuerdo se hace a la fuerza. Esta declaracin de "no reconocimiento" se inspira en el procedimiento adoptado por los Estados Unidos en 1915, cuando la poltica nipona trataba de imponer al GobierOC:hino las "veintiuna peticiones" (1); deja entrever que los Bancos americanos obstaculizarn la revalor1zaci11 de Manchuria, negndose a efectuar inversiones en ella, y da a entender que el gobierno de Washington aprovechar la primera oportunidad favorable para forzar a la expansin japonesa a una nueva "parada en seco". Estas amenazas a largo plazo pueden inducir al Japn a que cese en su empeo? La fundacin del Estado del Manchuko demuestra que la poltica nipona no se deja intimidar. Por consiguiente, el problema radica en saber si los Estados Unidos piensan en aplicar sanciones al Japn, o participar en las que pudiera decidir la Sociedad de Naciones. Sanciones militares o navales? N<ldie piensa en ello. Econmicas? Esta es la opinin de ciertos grupos intelectuales, especialmente el de los universitarios de Harvard; pero, con muy pocas excepciones, la Prensa norteamericana descarta esa eventualidad: los crculos financieros, gravemente afectados por la crisis econmica, no quieren privarse del cliente japons, que, a pesar de sus 'dificultades, contina comprando petrleo y maquinaria a los Estados Unidos; los medios polticos temen que, al recurrirse a las sanciones econmicas. se provoque una rplica japonesa que lleve a la guerra. El presidente Hoovcr estima, por tanto, que no es necesario ir ms all de las sanciones morales, cuya expresin ms destacada es la declaracin de "no reconocimiento". Y Franklin Roosevelt, cuando llega a Ja presidencia en marzo de 1933, se limita, por su parte, a aprobar Ja
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declaracin Stimson: en este aspecto, la Administracin demcrata sigue el camino sealado p0r la republicana, porque comprende que esta prudencia responde a los deseos de la mayor parte de la gente. Han sido estas reticencias norteamericanas Ja causa de las inglesas? Por lo que respecta al primer perodo de la guerra de Manchuria, no cabe duda de que no. El Gabinete ingls hubiera podido adherrse, en enero de 1932, a la declaracin americana; no lo ha hecho cuando esta adhesin pareca natural y necesaria. Hasta despus del desembarco de los japoneses en Shanghai-amenaza directa para los intereses econmicos britnicos-no hace adoptar al Consejo de la Sociedad de Naciones una resolucin simtrica. Este retraso de dos meses ha atenuado considerablemente el alcance de la decisin. Bien es verdad que un ao ~espu~s. al tratar la diplomacia inglesa de conocer en qu medida estanan dispuestos los Estados Unidos a participar en las sanciones tropieza con una negativa; ahora bien: esta gestin, no estaba encafllli~ nada m?s bien a proporcionar un pretexto para la pasividad britnica? Hab1a quedado demostrado que la Sociedad de Naciones se senta incapaz de ejercer una accin coercitiva cuando se enfrentaba con un acto de fuerza cometido por una gran potencia.
II. LAS INICIATIVAS ITALIANAS EN AFRICA ORIENTAL
Desde el otoo de 1923 el gobierno fascista haba empezado a despertar la actividad colonial italiana en Africa Oriental. La obra de reorganizacin administrativa haba ido acompaada de las medidas adecuadas, no ~?lo para asegur~r la ocupacin, sino tambin para preparar la expans1on: En Somaha, Jos sultanatos indgenas que hasta entonces no haban estado sometidos realmente a la dominacin italiana haban recibido guarnicio!les, al tiempo que Italia obtena de Gran Bretaa una ii;nportante r~ctifi~acin de fronteras: Ja cesin del Djubaland: en Entrea se hab1a abierto una carretera destinada al trfico automovilstico desde el puerto de Assab a la frontera etope. La "razn de ;;cr" de ~stas dos colonias era la expansin, econmica o poltica, ha~1a el pa1s frontero-Etiopa-, que podra proporcionar materias primas a la economa italiana y una salida a la emigracin. A estas ventajas inmediatas poda aadirse otra, de alcance 11i11ndial: Si Italia podb. adquirir preponderancia en Africa Oriental obtendra, al mismo tiem,r_o. una posicin slida en el flanco de una de las grandes rutas mant1mas del globo. No hay que dudar que esta perspectiva fue tenida en cuenta por el gobierno fascista, si se piensa en la accin llevada a cabo por la diplomacia en el mar Rojo: el tratado de amistad firmado e~ s.:p,temb:e de 1926, c?n el rey del Yemen prevea que Italia propor~ c.1onJn2 a dicho estado arahc el personal tcnico y el material necesarios para su revalorizacin. Para dar a su acc10n una base jurdica, el gobierno italiano invoca el acuerdo del 13 de diciembre de 1906, establecido entre Italia, Gran
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Bretaa y Francia n, que ;,in de ar de fi gridad del imperio. etope , d 'tJ b a rmar el respeto hacia la in ted 1 , e tm1 a a zonas de influ . b encia en eneficio e os tres firmantes. La influencia italiana h , terland, de Eritrea y Somalia comp d'd 1 ab1a de extenderse al h111blecer entre las dos colonia's una r~n t a., zona. necesaria para estaAddis-Abeba. No signc con;x1on t.erntorial" al oest2 de 1 ica b a esto-dec1a la di prueba de que Gran Bretaa Fran . , p om~c1a ttalianJ.-~ma aquel entonces un inters preyd . c1a h~b1an reconocido a ItJ.li:i, dec-:Je ' ommante,, Mediant" u d d o con Gran Bretaa en dici b ~ . n acuer o concluianunciado su intencin de em tre. de 19f25, el gobierno italiano haba . cons rmr un errocarr'I f1 uencia y de establecer en 11 1 . en su zona de inomitido pedir el asentimient~ ~e u;a pr.e~onderanc1a, exclusiva; haba Gran Bretaa autorizndola rancia, pero hab1a obtenido el de -como compensacin a t ' sa en e 1.lago Tana, regulador del Nilo cons ru1r una prezona de influencia italiana A . d Azul, que se encontraba en la t . partir e este momento 1 s1 os ita 1 1anos de penetracin econ . . , pues, os propte establecidos. mica en Etiopia quedaban claramen Cmo y por qu la diplomacia 't r . dominacin poltica? El rinci al m 1 ~ iana se dispone ~ preparar una proyectos econmicos ita1iano ~ 1 oNt1vo es la res1stenc1a etope a los s. e eaus no se prest d l ., d l f ces10n e errocarril prevista en "l acu~r . . a a ar a contado, de .comercio, firmado en el l930 fa~~r anglo-1.tahano; I?r un tracanc1as Japonesas, competidora d 1 ' ece la. 1mpor~ac1on de merdesestima las ofertas de capitai5- ~- l~s productos industriales italianos; americanas. Los crculos financ~s 1 a .1anl?s y da preferencia a Lis ofertas , . 1eros ita 1anos se que d un espmtu de hostilidad en 1 b. , an e tropezar con e go ierno et10pe que d ec lara tener un derecho absoluto " ~ . , . por ::.u parte, tereses de Etiopa" para ser el umco uez de los in' Y que, por tanto quier para valorar las ofertas que le hace; e con~ervar s_u plen:i libertad Gios extranjeros. No prepa l ' en mate~1a econom1ca, los Estainfiltracin de la influencia r;::n~s Jzo~as de influencia econmica, la la poltica italiana trata de ol 1 ~ca. ste es el conflicto latente que El ministro de- Colonias gen~rar%on~r por la fut;rza, a partir de 1932. dios, establece un plan, de o .e ono,. ~espues de un viaje de estuE 't 1 perac1ones militares. y h n rea os. trabajos de instalacin-muell , ace comenzar en y ferrocarriles-precisos para aba t" es de desembarco, carreteras de 129 000 hombres. En el otoo sd~celc;r a un cu~rpa _expedicionario todav1a la forma precisa de estas o 3'. Musso~1~1, sm querer fijar adaptarse a la situacin internacionalperac!o~es. 1'.11htares, que deber De Bono) a solucionar la cuestin de E:sta, ec1d1do (as se lo dice a como mximo. lopia en un plazo de tres aos Pero el imperio etope es miembro d 1 . Ja que ha sido admitido en se t. b e a Sociedad de Naciones en p iem re de 1923. Por consiguiente' ha .1dquirido el derecho de proteccin que el artculo 10 del Pacto co~ce( 1l Vase pg. 492.
de a todos los miembros de Ja Sociedad. A decir verdad, esta admisin dio lugar a algunas objeciones en la sesin de la Comisin: Ejerca el gobierno del Negus una autoridad real sobre todo el territorio del Estado? Y no admita, si no Ja esclavitud, una forma ele servidumbre que se le pareca mucho? Pero, al final, bast con que el representante de Etiopa se compromeliera a hacer respetar los principios adoptados por los dems pases en materia de esclavitud para triunfar de estas objeciones. El voto de la Asamblea fue unnime; es decir, que el delegado de Italia dio tambin su asentimiento. En 1926, el. g~bierno del Negus haba aprovechado la circunstancia de pertenecer a la Sociedad de Naciones para declarar que el acuerdo angloitaliano "constitua una amenaza para la integridad territorial y la independencia de Etiopa" e invocar el artculo 10 del Pacto. Cuando, a finales de noviembre de 1934, en los confines de la Somala italiana y de Etiopa, la pequea guarnicin indgena del puesto italiano de Ual-Ual cambia algunos disparos con una tropa etope que discute a los italianos el derecho de ocupacin en aquella zona, el gobierno fascista aprovecha la oportunidad para exigir disculpas e indemnizaciones; el gobierno etope propone un arbitraje, que tendr por objeto determinar a quin pertenece U al-U al; y el 14 de diciembre recurre a Ja Sociedad de Naciones, cuya competencia se apresura a recusar el gobierno italiano. A principios de enero de 1935 Mussolini anuncia que, "si el incidente no se soluciona a entl!ra satisfaccin de }talia", el curso de los acontecimientos ser determinado exclusivamente segn el criterio italiano es decir sin tener en cuenta las recomend~cones o soluciones de la' Sociedad de Naciones. Este apresuramiento del gobierno fascista en explotar un incidente insignificante no adquiere toda su significacin sino considerando los objetivos de su poltica en Afrca Oriental, tal corno fueran fijados ya dos aos atrs. Por tanto. sera superfluo examinar los argumentos urdicos que sirven de tapadera a Ja accin diplomtica. Pero lo que importa es el nlcance del empeo en las relaciones entre las grandes potenciJs europeas. La poltica it)liana choca con los intereses de Frnncia y. sobre todo, con los ele Gran Bretaa. Los intereses franceses son mS bien econmicos que estratgicos. Es includzible qu..: Ja dominacin de los itali)nos en el imperio eto~e bastara para J.nular, o poco menos, e) papel de la bnse naval establecida ~n Djibuti; per,. esa base haba sido hast) entonces muy poco apreciada por la pohtica naval francesa. Por el contrario, la penetracin econmica era facilitada por la existencia del ferrocarril de Djibuti a Addis Abeba, empresa francesa. Los intereses britnicos son esenciales. Lo primero que est en juego es la prosperidad de la agriculturJ egipcia: el ritmo de las crecidas en el Bnjo Egipto depende, parcialmente, del rgimen del Nilo Azul, cuyas fuentes se encuentran en territorio etope. _No podr modificar este rgimen el gobierno italiano, si se convierte en el dueo de Etiopa"? Por consiguientP, el lago Tana es en esta ocasin el punto cen-
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tral de Ias preocupaciones inglesas, segn el informe de la comisin de tcnicos presidida por Sir John Maffey. En cuanto a la perspectiva de que Italia tome posiciones en el flanco de la gran ruta naval del mar Rojo, resulta menos inquietante mientras el canal de Suez permanezca bajo el control ingls. Ahora bien: Ja poltica francesa, a partir de la tentativa hitleriana en Austria (1) siente Ja necesidad de u11a colaboracin con Italia en Europa Central. Es una perspectiva a la que Ja Prensa italiana alude, con frecuencia, despus del asesinato del Cancller Dollfuss; pero esta misma Prensa ha subrayado tambin que la principal necesidad histrica de Italia es la expansin econmica. El gobierno francs, aunque advertido de los propsitos italianos, busca el dilogo. Obtener la conformidad-tcita o expresa-de Francia al asunto etope, a cambio de Ja proteccin que prestara Italia al Statu qua danubiano, es la eventualidad en que piensa ia diplomacia fascista en el otoo de 1934. Gran Bretaa, ~ue no concede sino un inters relativo a la independencia de Austria, no tiene las mismas razones para contemporizar con Italia; Juego, por este lado, se puede encontrar obstculo. Pero los medios de accin ingleses son dbiles: el ercito ha sido muy descuidado, desde 1919: el tonelaje global de la Marina ele guerra ha disminuido, en un 40 por 100. desde 1914; flas fuerzas areas son muy inferiores a las ele Italia. Este perodo de parlisis de las fuerzas armadas ser, evidentemente, solo transitorio. As, pues, el inters italiano estriba en actuar antes del rearme ingls. Tales son, a todas luces, las circunstancias generales que han llevado al gobierno fascista a considerar oportuna la explotacin poltica del incidente U al-U al: no obstante, en el estado actual de la documentlcin, esta interpretacin no pasa de ser una hiptesis.
TIT. L\S lNICT ATI VAS AI.El\IA NAS
Para apreciar el alcance de las iniciativas hitlerianas es necesario recordar cules haban sido los resultados obtenidos, e~ este terreno de la pqltica exterior, durante los ltimos meses de la Repblica de Weimar.
La poltica exterior de la Alemania nacional-socialista no debe ser aislada de los esfuerzos que le prepararon el camino. En 1931-32 los sucesivos gobiernos alemanes-fueran o no de esencia parlamentariahaban realizado en tres direcciones una lccin diplomtica, orientada, en gran manera, no solo por las condiciones econmicas, sino tambin por las preocupaciones de la poltica interior. Amenazados por los progresos del movimiento nacional-socialista, estos gobiernos haban tratado de conseguir un xito exterior, aue nudiera satisfacer al cuerpo electoral y atraer hacia el rgimen repuhlicano a una parte de aquellos cuyos votos iban n la extrema derecha; tambin haban tenido muy en cuenta las peticiones del Estado Mayor, tanto ms, cuanto que necesitaban el ilpoyo del ejrcito p;-ira resistir a un posihle golpe de fuerza de los partidos extremos.
(1) Vase
m~s
Co? ocas.i~ de la crisis econmica, el gobierno del canciller Brning d;clar?; en umo de 1931, que Alemania ya no poda hacer frente a la eecuc_1on del plan de pagos de las i;.eparaciones-el plan Young--est~blec1do el ano anterior (1). Despues de haberse beneficiado de un a~10 de moratoria, ha solicitado la supresin del pago de las Reparac10nes. El resultado ha sido satisfactorio y alcanzado con facilidad, puesto que en aquel momento Francia-principal beneficiaria de los p~gos:-se e,ncontraba aislada. El Gobierno ingls pensaba que Alemama, s1 segma paga?do las. reparaciones, no podra as~gurar el pago de sus deudas comerciales privadas; por consiguiente, la moratoria se exte?dera a estas deudas priva?as: esto su.pondra, para la vida econ~ m1ca del mundo, un gran peligro. El Gobierno de los Estados Unidos compa~ta, naturalmente'. este criterio. Convencido de que la situadn no tema arreglo, .e,1 Gobierno francs haba tratado, principalmente, de obt_ener la anulac1on corre!ativa de las deudas interaliadas. Ante la negativa del Congreso americano, el parlamento francs decidi, en diciembre de 1932, .cesar en el pago de estas deudas; pero haba ratific_ado los acuerd~s de Lausana que, el 9 de julio de 1932, haban puesto fm a las reparac10nes. Al trmino de este debate, que se haba prolongado durante d~ez aos, Francia tena a su cargo el 70 por 100 de los gastos que hab1a hecho para la recuperacin de las regiones devastadas. Es tambin la. crisis econmica lo que ha incitado al Gobierno alemn, en marzo de 1931,, despus de unas negociaciones llevadas a cabo con gran secreto, a redactar un proyecto de unin aduanera entre Alemania Y Austria. Esta unin, de haberse efectuado n solo huhicr:i asegurado a la economa alemana un papel predomlnante en toda la Europa Cent~al, sin? que hubiera preparado tambin la anexin poltica de la pequena repubhca austraca al Reich alemn. "Nos toman por u~os burros-escriba Eduardo Herriot-si nos creen capaces de olv1?ar que la u?ifica~!n poltica .?e Alemani,a se ha realizado por el cammo ~e la umficac10n aduanera (2). La Camara de Diputados frar.cesa habia votado, por enorme mayora, una orden del da que condenaba formalmente, el p~o~ecto; y la ~o:iferencia de Estados de la Pequea f'.ntente h~b1a dec1d1do una opos1c1n absoluta. Tambin aquf era esencial la actitud de Gran Bretaa. Ahora bien: la opinin -inglesa, aun censurando el secreto de la negociacin y considerndolo inoportuno, no mostraba, en absoluto, intencin de oponerse a la unin aduanera. , Pero el Gabinete ingls no ha ~uerido desentenderse de Ja oposicin
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Vase pargr:ifo TI. cap. IX de la parte precedente. Para cuant0 se refiere al Zolfrcrcn. vase el lihrn I de e<;te v0lumen.
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de Francia, por tE mor a provocar en Pars una crisis ministaal y la dimisin de Arsti.ies Briand. Es l qui=n sugiere llevar el asunto ante el Tribunal perma 1ente de justicia Int.:rnacional, que ha de decidir si la unin aduanera es o no compatible .:0;1 los actos diplomat1cos relativos a la indepe.1dencia de Austria. :.s l quien pide claramente al Gobierno alemn que renuncie a la uni5n aduanera; y quien tiene xito, porque por en ;onces el Reichsbank necesita ia ayuda del Banco de Inglaterra para superar la crisis financiera. El 3 de septiembre de 1931, Austria y Alemania anuncian el abandono del proyecto, que el Tribunal permanente ha declarado contrario a los compromisos contrados en 1922 p >r ei Gobierno austraco (l), por una mayoria de solo un voto. En cons :cuencia, la poltica akmana ha sufrido, en esta ocasin, un fracaso .ndudable. Pero ha obten.do un primer xito en la cuestin del desarme. Cuando la conferencia internacional convocada en Ginebra, empieza el estudio de la orden del da-sumamente sucinta-redactada por la comisin preparatori.1 (2), la delegacin alemana reivindica, con exito, en diciembre de 1932, la promesa de la "igualdad de derechos, en un rgimen que supongz seguridad para todas las naciones". Cmo obtiene esa satisfaccin de ?rincipio? El canciller von Papen ha amenazado con retirar la delegacin alemana y el Gobierno francs ha cedido, porque la Gran Bretaa insista en ello; pero tambin-muy posiblementeporque teme, si mantena su negativa, echar ms lea al fuego del nadonal-socialismo, y precipitar la llegada de Hitler al poder. La frmula adoptada por la conferencia deja, sin embargo, en pie muchas cuestiones. susceptibles de litigio .. El trmino igualdad, significa que Alemania podr~ poseer todos los tipos de armamento? La palabra seguridad, que implica, evidentemente, un control internacio{lal de los armamentos, implica, tambin, un sistema eficaz de sancioXes, en caso de que se falte a los compromisos? Las medidas de seguridad, debern ser establecidas, o no, antes de que la igualdad sea aplicada efectivamente? En todos estos puntos, las tesis francesa y alemana son completamente opuestas. En definitiva, estas experiencias han demostrado, una vez m,, que el camino del xito se abra para Alemania cuando Gran Bretaa estaba en desacuerdo con Francia: la poltica inglesa se situ, abiertamente, frente a la francesa, en 1932, en la cuestin de las reparaciones, porque estimaba necesario, en 1inters de la estabilidad de Europa, aliviar las cargas financieras impuestas a Alemania; se ha separado de Francia en la discusin sobre el desarme, porque el Gabinete britnico haba esperado que la concesin a Alemania de la igualdad de derechos consolidara e:. las fuerzas democrticas alemanas en su lucha contra el
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Vease ;g. 919. Vase pg. 923.
nacional-socialismo. No obstante, los esfuerzos ingleses. para consolidar la Repblica de Weimar han sido vanos. El advemmzento de Adolfo Hitler, cuyo alcance conseguir, por fin, com?render, en ma;zo ~e 1933~ despus de largas ilusiones, el embaador rngls en Be~II1: ~estable cer la solidaridad franco-inglesa? Tal es el problema prmc1pa1 que se Je plantea, en sus comienzos, a la poltica hitleriana. La poltica exterior del Gobierno nacional-soci~lista durant~, los dos primeros aos del rgimen, se onenta por Jos cammos que, segun Mein Kampf, haban de seguirse inme~i,atamente, antes de e,m~render la 7onquista del espacio vital: la anexzon al Rezch de los alemanes que viven fuera de sus fronteras, y la reconstitucin de l?s. fuerzas armadas. Pero el ritmo no es el mismo en uno y otro caso: rap1do y brutal, c~ando se trata del rearme, es un poco ms lento en _las. ~est~ntes cuest10nes. El simple espectculo de las peripecias ya es s1gmncat1vo. En mavo de 1933, el Gobierno alemn reivindica la aplicacin inmediata de ;igualdad ele derechos en el te:reno d.e _los armamentos; como se tropieza con la resistencia de Francia, dec1d1da a obtener un aplazamiento-un perodo de ensayo de cuatro aos, en el curso del cual se establecera el control internacional-. el 14 de o~tubre de 193.3 decide abandonar Ja Conferencia del Desarme y la Sociedad de Naciones. Esta actitud, aprobada por la inmensa Tayora del cuerpo elec,t~~al_ alemn, no preludia, por el momen~o, ~1.no un rearme clande~: _o, la~ medidas esenciales, las que violaran abiertamente el tratado . fersa lles. son aplazadas durante quince meses. ., . . .. ~ Entre tanto, viene a primer plano la cuest10n de l~s alerrz"""c en el extraniero: alemanes de Polonia; alemanes de Austna;, ~lem2. ieS. del t , del Sarr" r.:n cada uno de estos casos, la pol!t1ca ~. ~ , hnlenana d t t ern ono reclama el derecho de las nacionalidades; pero, en la practica, a op a posturas diferentes. , . , . , " d La cuestin de Jos alemanes en Po1oma parecia ser, en v":~-as . e la llegada de Hitler al poder, Ja causa ms probable ~e confl~ctos inmediatos en Europa (l). La aplicacin del ,estatuto 111ternac10nal de Dantzig haba dado lugar. en diez aos, a mas de un centenar de quejas planteadas ante el Consejo de Ja Sociedad de Naciones por l?s da~tzigueses 0 por los polacos; en 1933, todava ~uedaban en. estudio 34 de estos litigios. La propaganda alemana seguia decl~rando mtolerable la existencia del pasillo. Las relaciones entre las mm.orf~s alemanas y las autoridades polacas, en Posnania y en la Alta Siles1,~~ daban lugar a pequeos conflictos que, a voluntad_ de las partes, ~-~:'~:~n co~~ vertrse en graves de un momento a otro. Por tanto, la ; .,, P blica palaca se haba sentido inquieta al ver llegar al po~er ai 0 0L~r de Meiiz )<ampf. Ahora bien: es el mismo Hitler quien se_ dedica a 3.;z.c1guar
-(-!)--Y-~ase pargrafo !I, ca. VI dd libro an1i:rio~ :."Las lagunas").
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CAPITULO XIII
La oposicin entre los dos grupos de potencias que, en 1907, estaba solamente esbozada, se convirti, en 1913, en un rasgo dominante de_ la situacin poltica internacional. Cules eran, en cada uno de ellos, las preocupaciones de los gobiernos? Y cul, ante aquella coyuntura internacional, la actitud de los Estados que no pertenecan a ninguno de los dos bloques? En el seno de la Triple Entente, los compromisos mutuos seguan siendo desiguales: una alianza entre Francia y Rusia unida a una convencin militar que, en caso de un conflicto alemn, debera entrar en funciones automticam~nte, una entente entre Francia y Gran Bretaa que, a pesar de la cooperacin establecida entre los Estados Mayores militares y navales, implicaba no un compromiso formal de intervenir con las armas, sino una simple promesa de concierto diplomtico; entre Rusia y Gran Bretaa ningn compromiso diplomtico general, sino una colaboracin de facto que, apoyada en la preocupacin comn de mantenerse firmes ante Alemania, se haba hecho posible despus de los litigios asiticos (en los que chocaban los intereses de los dos Estados) quedaron resueltos. En Petersburgo como en Pars, los gobiernos queran obtener de Gran Bretaa compromisos precisos. No sera la mejor defensa una trans!J?rmacin de la Triple Entente en alianza? "La paz del mundo --escriba el ministro ruso--solamente estara asegurada el da en que la Triple Entente, cuya existencia real no est ms demostrada que la de la serpiente de mar se transformara en una alianza defensiva, in clusulas secretas, flbiertamente anunciada en todos los peridicos del mundo". Tal da "el peligro de una hegemona alemana sera apartado definitivamente", pues Francia y Rusia que, por s solas, "no estaran en situacin de propinar a Alemania un golpe mortal", podran contar con la victoria gracias al dominio de los mares y al bloqueo. Una vez que el adversario supiera la extensin de los riesgos a los que se expondra, la guerra podra evitarse. Pero, en cada ocasin-y esta ocasin se present varias veces en el curso de las dos guerras balcnicas-el gabinete ingls, a pesar de los temores que experimentaba ante el crecimiento de la marina de guerra alemana, se inhiba de las cuestiones ms urgentes: al mismo tiempo que dejaba prever una participacin posible en una guerra continental, se negaba a prometer nada. El gobierno britnico
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-declar Grey a Sazonof, el 24 de ~eptiem~re de 19_12-~o podra intervenir en ~na guerra entre Alemama, ~u~1a Y !r?n~! mas qu7 e~ el caso de que estuviera "apoyado por la opm1n publica . Ahora b17n. el estado de la opinin "dependera de la manera como se produ1~ra la guerra": si Francia declaraba a Alemani~ una gu~rra de, d~~qu1te, Gran Bretaa permanecera apartada, pero s1 ~~emama quena aplastar a Francia, no puedo creer que permanec1eramos co_mo esi:ectadores pasivos". El 4 de diciembre-tres s.emanas despues del mt7rcambio de cartas que confirm~ron y :11pltaron ~l acuerdo franc?mgls (1), el embajador de Francia escuch?, poco mas. o menos, el ~:msm? lenguaje. En sus palabras, Grey tuvo cllldado de evitar toda alusin directa a Rusia: solamente la suerte de Francia era lo que le preocupaba. Sin embargo, indic, implcitamente, qu~. ~na derro~a rusa .le parecera tan ara ve como una derrota francesa: S1 Alemama dommase la poltica del continente, ello sera tan desagradable para nosotros con:o para los dems, pues nos encontraramos aislados". L? ame~az.~ serla tanto ms grave cuanto que el Imperio alemn esta conv1rt1endose en una gran potencia naval. . Este temor a una hegemona continental fue lo que oblig a Gran Bretaa a rechazar las ofertas alemanas relativas a un acuerd~ mutuo de no-agresin y de neutralidad. "fa:un cua1:d?, la Ent~nte co~d~al franco-inglesa no existiera, Gran Bretana--escnb10 el_ Pr;mer Mm1stro en un informe al rey-estara obligada, en su P'.PIO mters, a apart~r todo compromiso que pudiera impedirle ac~d1r en ayuda de Fra.ncia en el caso de que Alemania la atacase baJO un. P.retexto cualquiera, y se apoderase de los puertos del Paso. de C:ala1~ . La misma preocupacin llev al gobierno mgles a ~1acer adve~ten cias a Alemania. En diciembre de 1912, Grey declaro al emb~ador alemn que nadie poda decir qu actitud adoptara Gran Bretana e~ caso de guerra entre Alemania y Rusia. ~l rey Jorge no.. ocul~ a1 prncipe Enrique de Prusia, hermano ~e Gu1ll~:mo que en ciertas circunstancias", Gran Bretaa concedena una as1stenc1a armada a Francia y a Rusia contra las potencias centrales. Pero estas amenazas seguan siendo muy imprecisas. . . . Si el gobierno ingls estaba conv~nc1do ~e que su mtervenc1n en una guerra continental sera necesana en ciertos casos, ?por qu ::;e negaba a precisar estas posibilidades? . Un tratado de. ahanza de!e~ siva, incluso aun cuando los compromisos fues~n 7st:1c!am~nte limitados, respondera al deseo de S?Z~nof...es decir, mtimidana a Alemania. El estado de la opinin publica rnglesa era, en parte, la causa de esta reserva: el peligro alemn reconocido por la m~yora d~ los miembros del gabinete, los altos funcionarios del, F_oreigrt Office Y los Estados Mayores, no lo estaba por el gran, .publico. Pero el_ g". bierno tena en cuenta tambin un clculo polltico, claramente md1-
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naval anglo-alemana: juzg necesario traer al mar del Norte una parte de sus escuadras, estacionadas en Malta y en Gibraltar, y necesitaba, por consiguiente, que la flota -de guerra francesa se encargase de la proteccin de las rutas navales en el Mediterrneo. En la negociacin anglo-francesa, que se inici en junio de 1912 y se prolong hasta el otoo, las dos cuestiones-acuerdo naval y acuerdo poltico-se hallaban estrechamente unidas. El resultado se registr en el intercambio de cartas de 21 y 22 de noviembre de 1912-arreglo poltico-y en la convencin n.aval de marzo de 1913. El Gobierno concedi su aprobacin al plan de cooperacin establecido por los Estados Mayores, pero especific que aquellas previsiones tcnicas no constituan un compromiso, y dejaban a cada uno de los dos gobiernos la libertad de "decidir en el porvenir si deba o no prestar al otro el apoyo de sus fuerzas armadas"; prometi solamente, si la paz se viera amenazada, concertarse con el Gobierno francs. El acuerdo, aunque estableciera una solidaridad ms estrecha entre los dos estados, no daba, pues, a Francia ni.nguna segridad de una intervencin inglesa en caso de guerra franco-alemana.
BIBLIOGRAFIA
Sobre la crisis de Bosnla.-Adems de Ja obra de J. VON SZrLASSY, ya citada en la pg. 478, vase: M. NINTITCH: La Crse bosnia;:ue de 19071908 et /es Pussances europennes, Pars, 1936, 2 vols.-B. ScHMITT: The Annexation o/ Bosnia, Cambridge, U. S. A. 1937.-W. S. VUCINICH: Ser hia between East and West: the Events of 1093-1908, Stanford Univ. 1954.-B. MOLDEN: Alois Graf Aehrenthal. Sechs Jhare assere Politik Osterreic11-Ungarns, Berln, 1917.~J. ANCEL: L'Epreuve de Force austroallemande en 1908-1099, en Revue Historique, 1928, pgs. 49-{}7.-M. ScHUL1 z. La Poli tique conomique d'Aehrentha/ envers la. Se:bie, en Revue d'Hist. de la Guerre mondia/e, octubre 1935, pginas 325-348, y enero 1936, pgs. 23-42.-W. CARLGREN: lsrn/sky und Achrenthal vor der bosnischen Annexionskrise. Upsala, 1955.
* * *
Dnde hay que buscar la causa de aquel endurecimiento de las posiciones diplomticas respectivas? Ante todo, en las preocupaciones de poder, de prestigio y de seguridad, de lo cual dieron ejemplo las iniciativas de las dos potencias. Austria-Hungra llevaba en los Balcanes una poltica ofensiva, cuyo objetivo era proteger a la Doble Monarqua contra el peligro que implicaba para ella el movimiento de las nacionalidades. Alemania la apoyaba porque quera consolidar a un aliado, cuya salud era v.acilante, y porque siempre trat de romper el anillo del cerco. Rusia, no bien sus fuerzas armadas estuvieron casi reorganizadas, quiso restablecer un prestigio que la crisis de 1909 haba quebrantado. Francia apoyaba la poltica balcnica de Rusia a cambio de la promesa de una intervencin ms rpida del ejrcito ruso, en caso de guerra franco-alemana. Gran Bretaa, al mismo tiempo que se negaba a ligarse mediante compromisos formales senta la necesidad de apoyarse ms en Francia, ya que no haba conseguido la limitacin de aquellos armamentos navales alemanes que amenazaban su dominio de los mares base de la seguridad de la:. Islas Britnicas y de la unin del Imperio.
Sobre la crisis de Agadir.-A. TAR01Eu: Le Mystere d'Agadir, Pars, 1912.-J. CArLLAUX: Agadi., Ma politique e:rtrieure, Parfs, 1O. edicin, 1921.-F. HARTUNG: Die Marokkokrise des Jahren 19/l, en Archiv fr Politik und Geschichte, 1926.-P. BARLOW: The Agadir Crisis, Univ. of North Carolina Press, 1940.-S. NAVA: La Spartizione del Marocco, Florencia,
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. d 1933 ropone al gobierno polaco una estos te;,-,ores: en scpt1cmbreb e 1 t' ptados pn vigor En la declara. .6 t mando como ase os ra negocie.e:' n. o b' <>l 26 de enero de 1934, y con una cin firmada por ambos gob~ernos, lv , promete n~ recurrir en 11111.d d d. os el go terno a e man . vah ez e tez a . sus litigios con Polonia. v no m1 gn caso a la gu~rra para so uc1~na~en las minoras alemanas a Ja adtervcnir en las dificultades que po 1 son recprocas. El acuerdo ministracin polaca; las promesa~ p~ aclasministro alemn de Asuntos . . gn otro compromiso. e . no 1mp tea 111n . . nva a su embajador en Varsovia, Extranjeros, en las mtrucc1on.~s que e " las fronteras fijadas en 1919. t ha lugar a reconocer d P concre a que n 0. ' f d entales quedan solo aplaza as . ero Por ende, las d1ficulta?es. un am d ser es considerado en Europa este respiro, ~or trans1t?r10 dque. p~e a ues~a que el rgimen hitleriacomo una senal t:~nqm iza orad cm ~to de provocar un conflicto no no tiene intenc1on, menos eu~f;1~era' ms fcil hacerlo surgir. armado en aquellas reg10nes en ql ~ t~ar"10 la poltica hitleriana tramomento ' de' Austria, a Ja que 1v 'f .. . E n el mismo . , por e '-on '' ezn a en suscitar la cuest1on de los alemanes . 'd d a , 933 la ma1 bJ l "d d Con antcrion a ' Kampf haba rescr.~ado a pnon r~ .favorable a una .anexin a Alemayora de Ja poblac~o? austrfac~ e . ensaba-las dificultades de la vila nia, que hubiera ahvltado-seg~~:scdr que. el nacionalsocialismo llegara econmica (1). N_o o era Y~unistas austracos se encontraban a este al poder en Berhn. Los e? . , 1 "udos todopoderosos en los , .d . l misma pos1c1on que os 1 respecto en a. . . 1 indicatos obreros no pod1an o1v1 ar crculos bancanos V1e~a, . os s relacin con el sindicalismo alela actitud del Gob1ern_o .h1tleni3n~. e~ in del partido centrista. Cuanmn. los cristiano-socialistas, a iso uc . 1 60 por 100 de los do l~s medios ofici~les vieneses c~l~u~as~:n c~~~I~ era, por tanto, muy austracos eran hostiles ~l _Anschdl1 sH, "tler haba favorecido el desarro, 1 p ro pl adve111m1ento e 1 ' . . veros1m1. e . . r t austraco; y este mov11111ento-aunllo de un partido nac1ona 1socia I~ a f d la poblacin-resultaba fortasino con. una mmotr a e adver-arios. el partido crisq ue no contaba " l d. , remante en re sus Jecido rc:r a 1v1~10n, l der con el canciller Dollfuss, y que estaba tiano-soctal. que eerc1a e i:o . t 'a tras s ms que el 30 por 100 d artido campesmo. no ent 1 asocia o a ~, . r t le combatan. encarnizadamente, en e de la pobla~1on; Jos ~oc.ta is as ue aprobando su poltica en Ja cues terreno social y econom1co, aunq . ,
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tin de la, ~nexin. 1 t sta situacin con las ayudas que fac.i La poht1ca alerr;ana ex~. e ' , v con las emisiones de Ja lita al partido nac1onalsoc1da.l1~ta baustdneac1~'3j el Gobierno Dollfuss pu . d'f , alemana En 1c1em re . ., . ra d 10 1 us1on ' ,, , d. demostrativos de esta co1uston, 1os in ices . "Libro Pardo ' , d l ' bl tea. en un . 1 ', - r ita a oponer un ment1s e o mas . a _l~s que el c~nc1ller a e~~~ f~enc:~narios alemanes no ocultan, en sus.,~': trivial. E~ realidad, los a tes di lomticos cxtran je ros. que su conversaciones con ciertos agen p
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gobierno es "responsabl~ de las actividades del nacionalsocialismo austraco". Sin embargo, los preludios de la crisis no son de iniciativa alemana. Lo que ofrece al nacionalsocialismo una ocasin favorable, es el conflicto armado entre las milicias socialistas y el Gobierno cristianosocial: una batalla de tres das (11-13 de febrero de 1934) en los suburbios de Viena, en la que las tropas gubernamentales utilizan la artillera. Los adversarios austracos del Anschluss estn ahora divididos por sus mutuos odios; y el canciller Dollfuss, que el l de mayo de 1934 hace establecer una constitucin de tipo autoritario, pierde todo su crdito entre los demcratas ingleses y franceses. El partido nazi austraco, despus de haber asistido a la batalla callejera en calidad de espectador, prepara un complot contra el canciller. El asesinato de Dollfuss, el 25 de julio de 1934, en su despacho de la cancillera, no basta, sin embargo, para asegurar el xito al golpe de Estado, al que la pd! blacin vienesa niega todo apoyo: la milicia gubernamental, la Heimwe,hr, permanece duea de la situacin; y el nuevo canciller Schusschnigg-tambin cristiano-social-, designado por el Presidente de la Repblica, entra en funciones sin encontrar resistencia. El Gobierno alemn haba sido puesto al corriente de los preparativos del golpe de Estado, puede que sin haber recibido una informacin completa (parece ser que sus propios agentes le haban hecho creer que el ejrcito austraco sera cmplice). Sin embargo, no hace nada para evitar el fracaso. Cmo arriesgarse a ello, desde el momento en que Mussolini, ante la noticia del asesinato, ha dado orden de concentrar cuatro divisiones en la frontera del Brennero? A pesar de este paso en falso, la poltica hitleriana busca inmediatamente otro objetivo, cuya consecucin, ciertamente, es mucho ms fcil: el arreglo de la cuestin del Sarre. En este territorio del Sarre (789.000 habitantes, en 1929), separado de Alemania desde 1919, y colocado bajo la administracin de la Sociedad de Naciones, segn los trminos del Tratado de Versalles, la poblacin deba decidir, median' te un plebiscito, acerca de su futuro: anexin a Francia, restitucin a Alemania, o mantenimiento del rgimen internacional. Evidentemente, la 'primera solucin no tena en el Sarre sino escaso nmero de partidarios. l;a eleccin deba hacerse entre las otras dos: de un lado, la fuerza del sentimiento patritico; del otro, las ventajas de que gozaba bajo el estatuto internacional, la industria sarrense, libre de comprar y de vender, en las condiciones ms favorables, tanto en el mercado francs como en el alemn; y-segn se pensaba en Francia-la repulsin que sentiran los catlicos y los socialistas sarrenses con respecto l rgimen hitleriano. Desde el verano de 1933, dieciocho meses antes de la fecha prevista para el plebiscito, !os observadores "neutrales" daban ya por des.contada una mayora-60 por 100, segn ellos-en favor del regreso del territorio a Alemania; ahora bien, en el transcurso de los meses
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; FRACASOS 'DE LA SEGURIDAD COLECHYA.-!NICIATIVAS ALEMANAS
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siguientes, los grandes ind.ustriales sarrenses, estimulados por Hermann Roechling, se lanzaron a fondo a favor de la solucin alemana; y el obispo de Trveris, cuy:i. dicesis comprende el territorio sarrense, promue~e una propaganda del mismo sentido, que la Santa Sede ni aprueba m combate. En la campaa plebiscitaria, la organizacin llamada frente alemn en el Sarre dispone de unos medios financieros muy superiores a los de sus adversarios. La votacin del 13 de enero dt! 1935, en que la cifra de abstenciones (11 30~ de los 539 431 "nscritos) es insignificante, da un 90 por 100 de sufragios a favor del r1.:greso a Alemania; y un 8 por 100 a favor del mantenimiento del rgimen internacional; el resto est formado por papeletas favorables a la unin con Francia (2 124) o papeletas declaradas nulas, por llevar una mencin manuscrita: "Por la unin con Alemania; pero no por Hitler." En definitiva-escribe The Times- "e! sentimiento de la raza ha triunfado sobre cualquier otra consideracn". El hecho de que este plebiscito haya tenido Jugar sin tropiezo-dice Hitler-"significa un paso decisivo en el camino de la reconciliacin de los pueblos"; el ~eich no plante::ir ya ninguna exigencia territorial a Francia. Moderacin transitoria en la cuestin polaca; xito en el Sarre -por procedimientos que respetan las obligaciones internacionales-; fracaso en Austria-pero en condiciones tales, que el Gobierno del Reich ha evitado comprometerse directamente-; todo esto da la impresin de que, en estas reivindicaciones, basadas. en el derecho de las nacionalidades, la poltica hitleriana siente todava la necesidad de guardar algunos miramientos, porque conoce la limitacin de sus medios. Sin embargo, no los guarda cuando se trata de forjar la espada (para usar los trmino:. empleados en Mein Kampf). Del rearme clandestino--que apenas si lo era-pasa, dos meses despus del plebiscito ill sarrense, al rearme pblico. El 10 de marzo de 1935, Goering declara, en una entrevista concedida a un peridico ingls, que Alemania va .reorganizar su aviacin de guerra, a pesar de la prohibicin establecida en 1919; el 16 de marzo, Hitler anuncia el restablecimiento del servicio militar obligatorio y la formacin de un ejrcito alemn de 36 divisiones (en esta fecha, el ejrcito francs tiene 30). Se trata-dice la prensa alemana-de la "primera gran medida de liquidacin del Trat_ad? d~ Versalles": Alemania tiene derecho al rearme, puesto que la limitacin general de armamentos, prevista y prometida en 1919, no se ha llevado a cabo, y el mismo Gobierno francs acaba de presentar un proyecto de ley que ampla a dos aos la duracin del ser~ico militar. fndudablemente,, l~s decisiones del Gobierno alemn no eran inesperad~s. Resultaba fac1l de prever que el Estado Mayor, el da en que hub!eran agotado toda la serie de medidas preparatorias que poda adoptar en el cuadro del rearme clandestino, no se dara por satisfecho; y los. medios militares franceses no lo dudaban. Pero, por qu fue escogida esta fecha? El ar_gumento invocado (el proyecto de ley mili-
tar francesa) no es sino un pretexto. El verdadero motivo es, sin duda, el deseo de adelantarse a una iniciativa britnica, que acaba de sugerir una nueva negociacin encaminada a la limitacin de <lrmamento. En definitiva, el Canciller alemn se muestra decidido a recobrar una completa libertad de accin en el terreno militar. Ahora bien, ni el G~ bierno francs ni los dems firmantes del Tratado de Versalles se deciden a una respuesta enrgica. Las notas diplomticas n?. rebasan el tono habitual de las protestas solemnes; y someten la decisin. al Consejo de la Sociedad de Naciones; ninguna de e~las hac~ alusin a la eventualidad de sanciones militares. Cmo hubiera podido esperar la poltica alemana un resultado ms favorable? . . Los resultados de esta poltica son la consecuencia de la aqmescencia---0 la pasividad-de las dems potencias. En aq~el momen~o, estos pases contaban con medios para mostrarse firmes, sm corr_er m~ gn riesgo; incluso podan estar interesados en hacer fracasar, sistematicamente, la poltica exterior alemana, para .tratar de que cayese el rgimen hitleriano, muy quebrantado, en la pnma,vera de 1934, por las crisis del partido nacionalsocialista (1). Por que ha aceptado el Gobierno polaco la negociacin del pacto del 16 de enero de 19.34 7 Por qu ha sido el Gobierno italiano el nico en adoptar una actitud amenazadora cuando el asesinato del canciller austraco? Cmo ha manejado el Gobierno francs el asunt~ ~el Sarre? Y, sobre tod.o, cules han sido los 1'.1?tivo~ que han per~11t1do el x~to de la polf~1c_a alemana en la cuest1on de1 rearme? Est~ es lo que mteresa expli._.: ... A1 ofrecer a Polonia ia conciusin de un pacto cuyos trminos eran tranquilizadores, la diplomacia hitleriana se p_ropona-sigui~do la lnea de conducta trazada por Meirz Kampf-apaciguar la descon~~nza de la opinin pblica eur~pe~, con un gest~ pa~(fico; pero ~~mb1:~. trataba de neutralizar a Po1oma, durante algun tiempo, y de desa, ucular el sistema de alianza francs''. Ahora bien: el Gobierno polaco. se. presta a esta maniobra; acepta este acercamiento germano-polaco, s~n ignorar que es muy precario, y negocia el pacto sin a?vertir a su aha~o francs. Cules han podido ser sus razo?es? J?e~1r que la burguesia polaca tena los ojos puestos en la Ucrama sovitica, y deseaba, por tanto, "asociarse con el imperialismo hitleriano contra la U. R. S. S.", es una afirmacin que parece poco fundada, Pero es posible aportar otras ex. . plicaciones, que se apoyan en testimoni?: v~lidos. Al parecer, el Gobierno polaco no tema smo una confianza hrmta~a en la alianza francesa. Era solamente por que el Jefe del Estado, ~11sudski, y su ministro de Asuntos Exteriores, el coronel Beck, part1d~ rios de los mtodos autoritarios, sentan desprecio por la democracia parlamentaria 7 Sin duda hay que tener tambin ~n cuenta las d~vergen cias que se manifestaban-sobre todo desde hacia dos o tres anos--en
(1) La sangrienta jornada del 30 de junio ~e 1934. en Berln, precede un mes escaso a la tentativa de golpe de Eslado en Viena.
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la interpretacin de los mutuos compromisos: el Gobierno polaco se haba disgustado, a causa de que el francs aceptara el principio "revisionista del Pacto de los Cuatro" (1); no ignoraba que, con respecto a la cuestin del pasillo, la opinin pblica francesa estaba dividida y vacilante; finalmente, haba podido comprobar que ni el Gobierno ni el Estado Mayor francs estaban dispuestos a admitir la implantacin de un sistema automtico en el funcionamiento de la alianza.' Los medios dirigentes polacos tenan, pues, la impresin de que no podan esperar de Francia un apoyo sin reticencias; y sin duda no estaban equivocados al pensar as. En estas condiciones, el Gobierno polaco poda estar interesado en obrar de forma que la expansin de la Alemania hitleriana, en lugar de dirigirse, desde el primer momento, hacia las regiones polacas en que vivan minoras alemanas, se dirigiera hacia otro sitio, es decir, hacia la Europa danubiana; tal era la opinin de Pilsudski, segn ciertos testimonios. Indudablemente esta tctica no permita sino ganar tiempo; pero, en este intervalo, el estado polaco podra consolidar su situacin interior. No poda, incluso, esperarse un apaciguamiento duradero 7 Tal vez Hitler, por no ser prusiano, no comparta el sentimiento antipolaco de que daba muestras la opinin pblica alemana. Esta era, al parecer, la ilusin a que se aferraba el coronel Beck. Esta nueva orientacin de la poltica exterior polaca y ese esfuerzo del Gobierno de Varsovia por adoptar en las relaciones internacionales una posicin independiente implicaban las persistencias del antagonismo entre Alemania y la U. R. S. S. La actitud del Gobierno hitleriano con respecto al comunismo y a la conquista del espacio vital, poda muy bien, en 1934, tranquilizar al Gobierno de Varsovia y convencerle de que una coalicin germano-rusa contra Polonia estaba fuera de lugar. Cunto tiempo han conservado esta conviccin los medios dirigentes polacos? Han credo poder confiar en las palabras de Goering que, en enero de 1935, aluda en una conversacin con el subsecretario de Estado polaco a la posibilidad de una colaboracin activa entre Alemania y Polonia, a costa de la Ucrania sovitica 7 Cules han sido sus vacilaciones y sus dudas? Todo esto permanece sumamente incierto en el estado actual de la documentacin histrica. Lo nico que se puede afirmar, es que nunca se ha encontrado prueba alguna .de un acuerdo, ni siquiera momentneo, entre la poltica polaca y el imperialismo hitleriano. Por qu en la cuestin austraca el Gobierno fascista interviene con un gesto de amenaza; y por qu es el nico en hacerlo? La diplomacia fascist?- haba manifestado ya, varios aos antes, su propsito de proteger la independencia de Austria (2). La analoga existente, desde
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enero. de 1933, entre el rgimen fascista y el rgimen hitleriano, no cambia en nada. :ste .aspecto de Ja poltica italiana. El 20 de agosto de 1933, Mussohm recibe a Dollfuss, en Riccione, y afirma su identidad de entenas con el canciller austraco; Jos comentarios de la Prensa destac~n que esa Austria ind_epe??iente est llamada a desempear un papel ~mportante en la orgamzac1on econmica de ia Europa Central y a serv1~ la influ~n~ia italiana. En enero de 1934, cuando la infiltracin del nac1onal-soc1ahsmo en Austria se hace evidente, estos comentaros ton:an un to~? categrico: ."n.os opon~remos, por todos los medios, a la mcorporac10n de la Repubhca austriaca al Reich... A buen entendedor ... Los pr?tocolos fir?1ados el 15 de mayo de 1934 en Roma, ~rttre Ita!1.a, Austn~ y Hungna, conceden una tarifa preferente para la 1n:portac1on ~r: Itaha de productos metalrgicos y farmacuticos austnacos, Y fac1htan, desarrollo del trfico austraco- por Trieste; tienen u~ ~!canee pohtico, ~uesto que implican una promesa mutua de con"! sul~a siempre que _las c1rcunstancias lo exijan". Algunas semanas desf:'.ues, la Prer:sa i.t~lrnna. aprueba la poltica del canciller Dollfuss, quien t1er:e . la obhgac_1on-dice-de resistir a las tentativas del nacionalsoc1aI!;mo; advierte al ~ob~erno alemn del "aislamiento poltico y mor~! a que se ~ondenana si se hiciera cmplice. As, pues, las advert7ncias son, repetidas y f?,rn:ales. Ante la noticia del asesinato del canciller aus~r.1aco, los pen?~1cos se muestran unnimes en afirmar la responsab1hdad de los. dmgentes de la Alemania nazi, y en destacar el alcance de las medidas de precaucin tomadas en la frontera del Brennero. Italia est ~ecidida a defender la independencia de Austria con !as armas. Ahora bien: las dos potencias occidentales evitan asociars~ d1rectamente a esta accin del Gobierno fascista. En febrero de 1934 sm ~mbar~o, .los Gobiernos ingls y francs estn de acuerdo con e G~b1e_rno 1tahano para afirmar, en un comunicado, su identidad de entenas en lo .c?ncerniente a la independencia de Austria. Pero al conocerse la noticia d~l golpe de estado intentado el 25 de julio, no se hace ~ada para ma?1festar esta solidaridad. Por lo que respecta a Gran Bretana, deseosa siempre de no contraer responsabilidades en Europa C:entral, esta reserva no es sorprendente; pero lo es por parte de Francia, que tantos es~uer~?s hiciera, entre 1919 y 1922, para impedir el Ansclzl~ss. La exphcac10n, ?e este comportamiento francs hay que buscarla, sm duda, en la pohtica de la Pequea Entente. , Por muy hostiles que sean a la solucin alemana del conflicto austna~o. ~stos estados de la P;quea Entente desconfan de Jos propsitos itah?nos: "No trata la 'poltica fascista-dice la Prensa checa-de co?~eg~Ir en la Eu:opa danubiana una influencia predominante, que ut1!tzar! acto seguido, para sostener una revisin de los tratados en benefici~ ?e Austria y de H;ingra ?" Esta desconfianza podra incitar a la poht1ca francesa a eludir presentarse de la mano de Italia en el asunto austraco.
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Por lo que respecta a la cuestin de la limitacin de armamentos, la poltica alemana, durante las deliberaciones de 1933, se haba beneficiado de la divergencia de criterio entre Italia, Gran Bretaa y Francia. El Gobierno italiano daba su apoyo a la reivindicacin alemana de la igualdad de derechos, porque consideraba oportuno el restablecimiento de un contrapeso de la preponderancia militar francesa. El Gobierno britnico estimaba que la discriminacin impuesta al Reich por el Tratado de Versalles no poda ser mantenida por ms tiempo: planteaba, pues, en principio, que el ejrcito francs no debera tener en Europa efectivos superiores a los del ejrcito alemn, si bien admitiendo para Francia el derecho a mantener, adems, tropas coloniales; despus de muchos aplazamientos, haba aceptado la institucin de un control internacional de armamento, punto importante de la tesis francesa. Para conseguir que el Gobierno francs hiciera, en compensacin, concesiones ms amplias, se hubiera visto obligado a mostrarse dispuesto. a contraer obligaciones en cuanto al mantenimiento del statu qua en la Europa danubiana; pero segua descartando esta posibilidad. El Gobierno francs haba accedido, en diciembre de 1932, al principio de la igualdad de derechos, con la esperanza de evitar la llegada de Hitler al poder. Desde el momento en que esta concesin haba sido intil, su tendencia era a restringir el cumplimiento de lo prometido, actitud ms que justificada, ya que el rgimen hitleriano haba desarrollado, inmediatamente, en proporciones considerables, las formaciones paramilitares. Por consiguiente, haciendo hincapi en el control internacional que permitira comprobar la importancia de esas formaciones. pretenda alcanzar- la aplicacin de la igualdad de derechos hasta la implantacin del control. Este punto--el perodo de ensayo de cuatro aos-se convierte, en octubre de 1933, en el escollo de la conferen~a del desarme. No obstante, un mes despus de haber anunciado que se retiraba de la conferencia, el Gobierno alemn propone al francs una negociacin directa y reivindica el derecho de reorganizar un ejrcito de 300 000 hombres, al que se aadiran las formaciones paramilitares; pero acepta que las fuerzas areas alemanas se limiten al 50 por 100 de las francesas; y consiente, en principio, en la institucin del control internacional; el extremo que sigue rechazando es el perodo de ensayo. Sin embargo, la negociacin no se inicia. El 17 de abril de 1934. el Gobierno francs-se trata1 del Gabinete Doumergue-descarta el proyecto alemn, y declara intil seguir las conversaciones, en contra de la opinin del embajador de Francia en Berln, quien se muestra convencido de que un acuerdo, aunque mediocre, sera preferible a una ruptura, que Alemania tomar COllJO pretexto para un rearme ilimitado. Por qu el Gobierno, unnimemente, ha estimado intil reanudar las conversaciones? Ha obrado en el sentido que le indicaban el Estado Mayor del Ejrcito y las comisiones parlamentarias: el general Wey-
gand, en una nota dirigida al Gobierno, ~st_imaba que la firma de un acuerdo tendra por resultado consagrar undzcamente el rearm.e cla~des tino; por otrn parte, estaba convencido de que Alemar:i~ contmuana su rearme, incluso aunque s~ firmara el acuerdo; las conusiones parlamentarias de asuntos extraneros se pronunciaban contra un re~rme alemn, incluso limitado. Parece ser, que los miembros ms infiuyent~s del Gabinete tenan tendencia a considerar que el acuerdo no sena respetado por Alemania. y que el control ii:t~rnaci~nal s:,ra ineficaz. Puede tambin-si bien este extremo requerma connrmac10n-, que el Presid,ente del Consejo estimara que un acuerd,o franco~alemn con~~ ldara el rgimen hitleriano, cuyo futuro parecia precario. En defimtiva, todas estas actitudes estaban inspiradas. no tanto por a~gumentos concretos como por un estado de nimo basado en las rec~en.te~ .experiencias: la conviccin de que todo arreglo contractual sena mut1l Y no servira sino para legalizar ei rearme alemn. Pero esta negativa careca de sentido, a menos que los medios oficiales franceses estuvieran resueltos a oponerse a este rearme. En el curso de los meses que siguen a la nota del 17 de abril, aunque a~ver tido en distintas ocasiones por el Estado Mayor General, el Gobierno francs no se decide a dirigir al Gobierno hitleriano un apercibimiento; tampoco se deciden, a pesar de torrr:entosas dis~~siones en ~l. sen~ .del Consejo Superior de Guerra, a ampliar la durac10n del s.ervic10 militar (hasta marzo de 1935. no se resuelve a hacerlo) y a activar I~ .reorganizacin de las fuerzas armadas. Es muy posible que esta pasividad se deba en parte. a la crisis interior de febrero de 1934 y a los incidentes finan,ciero.s de. la crisis econmica. Hay que convenir, una vez ms, en que este supuesto debiera estar confirmado por estudios concreto~ .. El comportamiento de los medios oficiales franceses frente a la decisin alemana del 16 de marzo de 1935. no es menos sorprendente. El Gobierno, el Estado Mayor y el Parlamento haban temido un ao .~tes legalizar el rearme alemn, si se prestabn a la firn:a de una convencion; y ahora este rearme, anunciado abiertamente, v1~lando el ~ratado de Versalles, va mucho ms all de todas las previsiones. Hitler haba comprendido a lo que se arriesgaba: haba ~i~ho a lo~ jefes d~ su ejrcito que la reconstitucin de las fuerzas milttares sena un penado peligroso, puesto que Francia, si tena buenos es:adist~s, no . dejara a Alemania oportunidad de rearmarse, y se Je echana enC1ma. Sm embargo. Ja protesta francesa es meramente platnica. As. pues, con la decisin del rear11e. Alemama ha recobrado los medios de encauzar una poltica exterior enrgica. En el balance de estos dos primeros aos d~ r~irncn hitleriano. es el resultado esenc~al. Sin embargo, no es el Linico: para apreciar el alcance de los cambios sobrevenidos en 1933 v 1934 en las rdaciones entre los estados europeos, no hay que perder Je vista el desarrollo Je la influencia econmica alemana en los pases danubianos.
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Ofrecer a estos pases la oportunidad de vender a Alemania, a precios remunerativos y estables, sus productos agrcolas y sus materias primas; proveerles, en cambio, de productos industriales, de productos qumicos y de maquinaria; organizar estas relaciones, en el marco de un sistema de licencias de importacin y de exportacin: tal es la poltica hitleriana. Los estados danubianos se prestan a ella, de buena gana, puesto que tienen excedentes exportables y Alemania les ofrece unos precios superiores, en un 25 a un 30 por 100, a aquellos que rigen en el mercado mundial. Las exportaciones a Alemania, que en 1929 representaban apenas el 30 por 100 de las exportaciones blgaras, constituyen, en 1936, el 47 por 100; la participacin alemana en las importaciones de Bulgaria pasa del 23 al 61 por 100. Hungra dirige a Alemania el 11.4 por 100 de sus exportaciones, en 1929, y el 24 por 100 en 1936. El tratado de comercio firmado en 1934 entre el Reich y Yugoslavia facilita un mercado de exportacin para la industria metalrgica alemana. Lo mismo sucede con Rumania, en virtud del tratado de comercio de 1935. Alemania compra a Yugoslavia materias primas, sobre todo cobre. a condicin de comprar tambin lino; a Rumania, petrleo, a condicin de comprar tambn trigo. Estos estados agrcolas tienden. pues, a entrar en el espacio econmico alemn. Ahora bien, al mismo tiempo, Rumania, Yugoslavia y Checoslovaquia, aun perteneciendo las tres a la Pequea Entente, no tienen entre s ms que relaciones econmicas reducidas :~en 1933, Checoslovaquia solo importa de las otras dos el 6.7 por 100 del total de sus compras en el exterior, y el 9 por 100 en 1936. aunque el pacto de organizacin de febrero de 1933 indicara la necesidad de incrementar el intercambio comercial. En 1935, la penetracin econmica alemana en esta Europa danubiana no tiene todava consecuencias polticas; las tendr a la larga? Es una cuestin que empieza a preocupar.
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Las tres amenazas de expans1on que se esbozan, independientes entre s-en Manchuria y China septentrional; en Etiopa; en Austriaponcn en tela de juicio la eficacia del sistema de seguridad colectiva: la Sociedad de Naciones, que ha tenido ya un fracaso en el asunto del Manchuko, puede encontrarse de un momento a otro en una situacin igualmente difcil, a causa de Etiopa; no se, ha visto comprometida por la cuestin de Austria-con gran satisfaccin por su parte-: Y est<: debilidad tiende a favorecer la agresin. Pero los dos litigios extraeuropeos no afectaban sino indirectamente a los intereses polticos de las grandes potencias. que no participaban en el conflicto; y, en definitiva, no lesionaban sino intereses econmicos v financieros. La accin alemana en Europa Central. por el contrario~ constitua una amenaza directa a la paz, puesto que desafiaba una prohibicin decretada por el tratado de Versalles y, sobre todo, porque tena como objetivo realizar, en beneficio del Reich, una modificacin fundamental del equilibrio.
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provocada: en un protocolo anejo, se especfica que la obligacin de asistencia persistir, aun en el caso de que el Consejo de la Sociedad de Naciones se muestre incapaz de formular una recomendacin. En que circunstancias y con qu intencin han sido contrados estos compromisos? El acuerdo de Stresa h9 sido precedido y preparado por las conversaciones franco-italianai de Roma, en enero de 1935. Cuando Pierre Lava! hizo suyo, a finales de noviembre de 1934, el proyecto de Louis Barthou, declar en la Cmara de Diputados que su propsito era convencer a Italia para que asumiera su parte en las responsabilidades europeas, con vistas a mantener la paz en la Europa danubiana. La cuestin de Austria es, por tanto, uno de los temas de las conversaciones Laval-Mussolini, a principios de enero de 1935: los dos gobiernos deciden concertarse entre s y con Austria, con respecto a las medidas a tomar, en el caso de que la independencia y la integridad de este Estado se vieran amenazadas nuevamente. Pero esta colaboracin implicaba la previa solucin de las diferencias franco-italianas en el terreno colonial y mediterrneo. Las convenciones del 7 de enero de 1935 conceden a Italia dos rectificaciones de frontera, en el Sur de Tnez y en la costa de Somala; la cesin del islote de Dumeirah, en el mar Rojo; y una participacin financiera en la Compaa del ferrocarril de Djibuti a Addis-Abeba. Tambin se decide que, a partir de 1945, la situacin de privilegio reconocida a los italianos en Tnez ser abolida. progresivamente, y acabar por desaparecer en 1965. Ahora bien, las cesiones territoriales admitidas por Francia son mnimas, mientras que las clusulas relativas a la situacin de los italianos en Tnez le proporcionan una ventaja que, aun siendo a largo plazo, no pierden su significacin inmediata, puesto que una poblacin que se sabe condenada a una futura nacionalizacin, ha de perder rpidamente su "dinamismo irredentista". El levantamiento de la hipoteca italiana sobre Tnez compensa. sobradamente, la cesin de territorios casi desrticos, e incluso del islote de Dumeirah. El negocio es demasiado bueno. As, pues, parece muy posible, desde el primer momento, que Lava! haya consentido a Mussolini una contrapartida ms sustancial de lo que indican las convenciones anunciadas. Por este motivo, algunos comentaristas de los acuerdos del 7 de enero de 1935 creen poder suponer que Laval ha prometido a MussoIini no obstaculizar la poltich italiana en Etiopa. Esta suposicin se convertir en certeza algunos meses despus; la discusin se limitar a la extensin de tal promesa. Renunciacin econmica-dir Pierre Laval-en 1935: el Gobierno francs se ha comprometido a no competir con Italia para la obtenciri de concesiones en territorio etope; pero no ha dado su conformidad a una accin militar. El desinters francs---responde la Prensa 1taliana--no era solamente econmico, sino
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Los Estados favorables al mantenimiento del statu quo tenan que pensar, ~nt~ todo, en establecer una barrera contra la amenaza alemana. Tal habia sido, en 1934, lo poltica de Louis Barthou: "agrupar los interes~s europeos qu~ r,udieran verse amenazados por una rpida recu~racin de, Alemama . En el cuadro de este designio general, el mimstro frances de Asu~tos Extranjeros no solamente se propona estrechar los lazos entre _Francia y l<:s _Est~?os de la Pequea Entente, y obtener d_e Grao Bretana una part1c1pacion directa en el esfuerzo de rearme sm~,. sobre todo, ~onsegu~r una nueva coyuntura poltica, atrayend~ a_l sistem~ francs a Itaha-cuya inquietud haba despertado la cuestin austnaca-y . al concierto europeo, a la U . R . S. S ., v1'ct 1m a presunta d e la expansin del germanismo. ~ pt:sar de la trgica desaparicin de Louis Barthou, esta poltica fue tmciada, a1;1nque de manera por completo diferente, por Pierre Lava!; en la primavera de 1~35 condujo, por una parte, a los acuerdos firmados en Stresa con . It~ha; y, por otra, al pacto francosovitico de 193~. As, pues, los cimientos de la barrera destinada a contener la expansin alemana fueron puestos por iniciativa de Francia, ms interesada en es~a~lecerl~ que cualquier otra potencia. Apenas seis meses despus, el c1mie~to itaha~o se desplomaba; y el ruso estaba vacilante. El f:en~e defensivo se dislocaba, dejando a Alemania va libre. Por consigu!ente, p~rece ser que esos meses de 1935 han tenido una importancia decisiva. Lo que hay que tratar de explicar son las causas y el alcance de estos cambios.
La barrera se compone de dos actos diplomticos. La Declaracin que cla~sura, _el 16 de abril de 1935, la Conferencia de Stresa, indica que !taha esta de _acuerdo con Gran Bretaa y Francia en "oponerse por todos los m~d1os adecuados a cualquier repudiacin unilateral de t:at~dos susceptibles de poner en peligro la paz de Europa"; al da s1gw_ente, el Con~ejo de la S~ciedad de Naciones d~eide "concretar las medidas econmicas y financieras que pudieran ser aplicadas". El tratado de ayuda m1;1tua, firmado el 2 de mayo de 1935 entre Francia y la U. R: S. S., estipula una promesa de ayuda inmediata, en el caso de que al~un. Estado europeo, violando el pacto de la Sociedad de Naciones, eerctera contra alguno de ambos contratantes una agresin no
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tambin ?O ltico: Lava! haba prometido dejar en libertad de accin al Gobier!lo italiano. Cmo escoger entre ambas afirmaciones, cuando la promesa ha sido hecha de palabra, en una conversacin personal, de la que las reseas-si las hay-solo pueden reflejar la opinin o la impresin de uno de los interlocutores? Hay que observar, no obstante, que en el fondo, la divergencia entre ambas versiones no es muy acusada. Lava! no ha pretendido nunca haber rechazado por completo la posibilidad de una guerra talo-etope, reconociendo que tal vez haya empleado la expresin libertad de accin; se ha limitado a afirmar que no dijo nada que pudiera ser interpretado como un estmulo a Italia para una accin de conquista: "yo estaba en mi derecho al pensar que esta libertad se usara solamente durante la paz, y para la paz". Por su parte. tv1ussolini reconoci, en una conversacin con el Embajador de Francia, en diciembre de 1935, que el presidente del Consejo francs no haba manifestado su conformidad explcita a una conquista italiana; se content con decir, o con dejar decir, que las ventaias econmicas prometidas implicaban, necesariamente, la garanta de wz control poltico; y que le haba parecido que Pierre Lava! estaba dispuesto a dejar a Italia en completa libertad de accin. Por tanto, es muy posible que ambos interlocutores prefirieran no deshacer el equvoco y dejar que las circunstancias determinaran la interpretacin definitiva. Ya es bastante para sealar lo precario de la colaboracin francoitaliana en la poltica europea; colaboracin que queda subordinada, segn el pensamiento del Duce, al cumplimiento de la promesa que cree-o quiere creer-haber recibido en cuanto a la cuestin etope. Pero esta coliboracin entre Francia e Italia no tiene ms valor prctico que el que le preste la asociacin de Gran Bretaa. Ahora bien, la prensa inglesa recuerda continuamente, en el otoo. de 1934. que Gran Bretaa ni ha aceptado ningn compromiso en relacin con la Europa danubiana, ni quiere aceptarlo. El Gabinete ingls no se aviene a fijar su posicin hasta que los alemanes deciden el rearme, y despus de haber tratado, intilmente, de llegar a un compromiso con el Gobierno alemn. Pero abandona sus puntos de vista en cuanto a la cuestin de Austria? En la Conferencia de Stresa, esta cuestin de Austria es tratada por iniciativa de Mussolini; sin embargo, no se alude a ella presamente en la Declaracin final} La frmula general podra aplicrsele, sin duda, pero a condicin de que el Gobierno britnico estimara que el Anscl~luss era "susceptible de hacer peligrar la paz de Europa". De cualquier forma, las sanciones previstas seran ni.camente econmicas y financieras, puesto que el Gabinete ingls permanece hostil a las medidas de carcter militar y naval. La manifestacin de solidaridad de las Tres Potencias, con vistas a mantener la paz en Europa, es, 'Pues, incompleta. E incluso este gesto no ha sido posible sino a costa de un acuerdo tcito: la conferencia no debe ocuparse de la cuestin etope. Los representantes de los tres
Estados finge.n n_o ~omprender al delegado ruso, que se extraa de que la Conferen~rn li~mte su labor al mantenimiento de la paz en Europa, Y pase en sil_e,nc10 las cuestiones coloniales. Cmo podran llegar a dar la s~nsac1on de un acuerdo los tres conferenciantes, si no eludieran la dificultad? . . Este acu~rdo tcito no significa, sin embargo, que el gobierno itaha~o renuncie a s~s propsitos colonialistas. Da por sentado que su actitu? e~ las cues~i,ones europeas le granjear la tolerancia, no solo de Francia, smo, t~mb.ien, de la Gran Bretaa en el asunto etope; y seala claramente cuan. ligado se encuentra en su espritu el cumplimiento de. sus compromisos europeos con la poltica de expansin en Africa On.e~tal. He aqu la idea dominante del discurso que pronuncia Mussolm1, el 25 _de mayo d~ 1935, ant~ la \=mara de Diputados. El pro~lema de la mdependencrn de Austna-d1ce-no es exclusivamente ita~zan_o. Algunos pases extranjeros desearan, indudablemente, ver a,.los it.alianos clav~dos en el Brennero; pero el Gobierno fascista "no e'st dispuesto a circunscribir su misin histrica a un solo problema, tal como la defensa de una frontera, aunque sea tan importante com Ja d~ Br.ennero", .porque todas las fronteras, comprendidas las de los terntonos coloniales, debe~ ser defendidas. Por consiguiente-concluye el Duce-hay que conducir la poltica exterior italiana de acuerdo con lo que puede suceder en Africa Oriental, de acuerdo con la actitud asu mida por los distintos estados europeos para ofrecernos la oportunidad de de.most.~arnos su amist~d completa, y no solamente superficial y de pata_bra . Y el comentano del Popolo d'ltalia concreta que el comportam~~nto ?e lo~ dems paises en el asunto etope ser Ja piedra de t~c.ue: las d1rectnces de Italia como gran potencia" se fijarn en func1on de este comportamiento. Tal adve:tencia resulta vana. El 25 de junio, Anthony Eden, miembro del Gabinete, declara a Mussolini, en el transcurso de una visita a R~m~. que ~l Gobier~o ingls, solo aceptar que Italia mantenga en Et1oyia a~phas ~ent~as economicas, y puede, incluso, que una pequ,ena _ces1on terntonal; pero que si el Gobierno fascista pretende ir mas le?s, Gran Bretaa pedir la aplicacin del pacto de la Sociedad de Nac10nes. La poltica italiana .se aplica, ahora, en dos direcciones: por una par~e. trata de c;onsegu1r que Gran Bretaa y Francia-en las conversaciones de Pans, en el mes de agosto-le concedan una libertad de accin :asi completa en Etiopa; por otra p~ute, se muestra dispuesta a negociar coi;. el Estado Mayor francs-a finales de junio de. 1935un acuerdo militar que precise el alcance de sus compromisos en Europa Central. Cmo examinar por separado ambas tentativas? Al abrir la persp~ctiva de un.a intervencin militar, en el caso de que la indepen.dencia de Austna fuera amenazada por Alemania, la diplomacia italiana cuenta, sin duda, con incitar al gobierno francs a abandonar los intereses ingleses en el asunto etope; no lo consigue, pero hace
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vacilar a Pierre Laval q_ue, para no comprometer el xito del acuerdo militar, trata de guarda.r miramientos a Italia en los debates de Ginebra relacionados con la cuestin etope. Este episodio confirma lo precario de las resoluciones tomadas en Stresa. Cmo obrar de consuno con Italia en la Europa danubiana si, al mismo tiempo, Gran Bretaa y Francia tratan de hacer:a fracasar en Africa Oriental? Pero si no, cmo aceptar esta expansin italiana, a costa de un Estado miembro de la Sociedad de Naciones, sin aceptar un nuevo golpe, ms grave an que los precedentes, al sistema de la Seguridad colectiva? Tambin el pacto franco-sovitico haba sido planeado por Louis Barthou, despus del fracaso definitivo de las conversaciones relativas a la limitacin de armamento. Responda a los intereses inmediatos de la U. R. S. S., que, desde la llegada de Hitler al poder, buscaba la manera d~ hacer frente a la amenaza alemana (1). El acuerdo entre Francia y Rusia-ambas sealadas directamente en el programa de Mein Kampf-poda parecer lgico y necesario. Sin embargo, por ambas partes, la idea no haba adquirido cuerpo hasta despus de muchas vacilaciones. En Mosc era sostenida, sobre todo-segn parece-por Litvinov, comisario de Asuntos Extranjeros y principal artfice de la entrada de la U. R. S. S. en la Sociedad de Naciones; pero encontraba oposicin. En Pars era considerada por el ministro de Asuntos Extranjeros, Pierre Lava!, como superflua o ilusoria; superflua, puesto que la alianza franco-polaca, a la que el Gobierno de Varsovia declaraba seguir fiel, a pesar de la conclusin del acuerdo germano-polaco de enero de 1934, poda bastar para ejercer una presin eficaz sobre las fronteras orientales de Alemania; ilusoria, ya que, en la hiptesis de que Polonia abandonara la alianza francesa, y de que la ayuda militar rusa adquiriera, por tanto, toda su importancia, la U. R. S. S. no podra poner en combate a S1:1 ejrcito sinQ .a condicin de obtener el derecho de trnsito a travs de Polonia o de Rumania. El presidente del Consejo (hasta mayo de 1935 fu P. E. Flandin) crea en la necesidad de esta alianza francorrusa; pero la conceba, no tanto como una extensin del sistema de alianzas de retaguardia, sino como medio de aliviar las obligaciones asumidas por Francia en calidad de guardin de Europa: el pacto francorruso haba de "permitir, ulteriormente, la consolidacin y la revisin de la posit.in francesa con respecto a Polonia, a la Pequea Entente y, en general, a toda la Europa Central"; en definitiva, se trataba, segn parece, de aligerar, mediante esta revisin, una carga que se estimaba demasiado pesada; y de mantener, no obstante, el sistema de contrapeso, transfiriendo al recin llegado-la U. R. S. S.una parte de esa carga. Cmo consigui el presidente del Consejo que el ministro de Asuntos Extranjeros compartiera su criterio 7 Probablemente invocando el peligro de que Rusia, si permaneca aislada,
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, , , 11 Ha de admitirse, una vez ms, que .esta volviera a la_ po\ltica de Rapa o. 1 ntonces por algunos comentaristas antalmente interpretacion, sugenda en aqdued e ,, b , d roba a ocumt,; pol!t1cos. ha na e s.er p f a cuando se consagra, el 2 de mayo, En definitiva, la alianza rancorruls ' ptada con muchas reticend documento so o es ace ' . por la f irma e un_ 'Mosc Por otra parte, es ncomp1 eta. cas, tanto en Pans como_ ae~~ de un. acuerdo militar que concrete el . d uiridos mutuamente y que puesto que no va acompan alcance pricti~o ~e los, ,comprom~s~~t~c; ha hecho saber, por medio pueda darle ef1cac1a. El ~ob1ern~ ::io de negociar "Ste acuerdo. Pero de su embajador en Parts, su eseo d r u; no consideraba el Piene La val ha eludido. esta oferta, sin dduo dpoe q1'nquietar al gobierno como un me i pacto francosoviet1co sin 0 na ne ociacin franco-alemana. No hitlenano y de 111duc1rle a bu~car, u ~do ,, viaje de Pierre La val a S. s. rebasaba el marco ha manifestado el gobierno a ema~, cur~ u Mosc. que el acuerdo entre Francia y sol~mente se haba anunciado h oslovaco? El minisdel szst ema locarnumo (1 ), en d que f . , l o v un tratado ranco-c ec . . h ienciado esta advertencia; pero un tratado Hanco-po ac tro francs de Asuntos E~tradn1eros t a s1 e evita dar al pacto franco-ruso Ja tiene en cuenta, en reahda , pues o qu su complemento lgico. '. d r una importancia reai al "Frente . . Por consiguiente, se podia conce e F ca y la U R S. S. como de Stresa" y considerar el qcuerdo entre ran 1 .do ,,n~re .Italia Gran . d d , acuerdo danubiano, conc u1 un complemento ,e . os del 14 de abril y ~del 2 de mayo e Bretaa y Francia: Los dos a~~te~cin de intimidar a Alemania; pero 1935, rnd1caban, sm du? la d bitar las cosas pretender ver en no iban mis leos . Sen~ qu~.rer esor ello un "sistema diplomatico .
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. zo es borrado casi por completo: . por parte de Gran En el otoo de 193'.J este vago eso~ r tra una abierta opos1c1 6 n .' el gobierno ita iano. encuen , . en Etiopa; y de esta oposic1on Bretaa y de Franc1.a a sus pr~posit~s u advertencia del 25 de mayo; saca las consec:iencias .Y ~revistas en ~ obierno francs la conclusin el gobierno sovicttco pide clar_amente a g egativa Hay aue atenerse 1r r y trooieza con una n . ' de un acuer d o mi 1 nciales de esta czsis. aqu a la e~plicadn de los mome'~~oas i~~~iana en Etiopa se manifiesta La hos_ttlldad mglesa a dla ~~5 Despus del fracaso de las convercon cncrg1;i en septiembre e . d "ompromiso comple, bandonan las tentativas e . . ' . Mussolini pretende conseguir sacones d e P ans, se tamente vanas t.iesde el mome:ito /~n ;~1~ran Bretaa trata de detener ia do111111acn11 sobre el lmpeno e wp~, . t'. 'elacin. Ja ronc"ntracin . ~ ~ la accin italiana mediante un acto e m um
ocarno. v~as~ el cap. IX del lioro precedente ( 1 f\ccrc.i de los tratados tic L ::e esta historia
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delante de Alejandra de la mayor parte de las fuerzas navales britnicas-144 buques-, cuyo tonelaje total (800 000 Tm.) supera en 300 000 toneladas mtricas al de la marina de guerra italiana. La presencia de estas fuerzas navales permitira-llegado el caso-cortar a los italianos el camino de Suez, bien cerrando el canal, bien mediante un bloqueo en el Mediterrneo; y paralizar, de esta forma, las operaciones militares que Italia se dispone a comenzar en Africa Oriental. No obstante, el gobierno italiano no cede a esta amenaza; y el 2 de octubre de 1935 entra en guerra contra Etiopa. Va a cerrar el Gobierno britnico el Canal? Renuncia a ello por consejo de los juristas de la Corona, que invocan los trminos de la Convencin de 1888, pero que, en realidad. se ajustan a los secretos deseos de los crculos dirigentes. La poltica inglesa busca sus rplicas en el cuadro de Ja seguridad colectiva: la votacin, el 7 de octubre, de las sanciones; pero esas sanciones se limitan a prohibir las exportaciones de armas destinadas a Italia, as como la concesin de crditos, directos e indirectos, al gobierno italiano; y a prohibir tambin la importacin de todas las mercancas italianas; pero ni siquiera han sido previstas las medidas necesarias-bloqueo y derecho de visita-para hacer respetar estas prohibiciones. El gobierno francs-que dirige ahora Pierre Lava!, nombrado presidente del Consejo el 7 de junio de 1935-se asocia a la poltica inglesa, pero no sin reservas. No participa en la demostracin naval del Mediterrneo. Sin embargo, a pesar de las objeciones hechas por el ministro de Ja Guerra, participa en la votacin de las sanciones. tratando de dulcificarlas. Finalmente, accede a prestar a Gran Bretaa su apoyo armado, en el caso de que Italia la atacara como represalia por las sanciones. En definitiva, cree poder-sin separarse de Gran Bretaa-tener contenta a Italia, con la esperanza de mantener el frente de Stresa. Con estos miramientos, tiende a debilitar la eficacia de los mtodos de presin econmica; y se expone, por tanto, a las crticas del Gabinete ingls, que se queja de recibir solo un apoyo reticente. Sin embargo. no consigue dar satisfaccin al Duce, que reprocha al Jefe del gobierno francs el abandono del camino abierto por las conversaciones de enero de 1935. ' La tenacidad del gobierno italiano se adapta, sin g?an trabajo, a esta poltica de medias tintas. La aplicacin de las sanciones no le impide llevar a cabo sus operaciones militares, con 'linos resultados cuya rapidez desconcierta las previsiones de los tcnicos. Gran Bretaa y Francia se encuentran colocadas ante la inmediata posibilidad de una victoria total en Etiopa; no podran impedirlo s no con una intensificacin de las sanciones-con los peligros que ello implicara-o con una tentativa de mediacin que, para ser aceptada por Italia, habra de tener en cuenta Ja situacin militar. El camino que Pierre Lava! adopta e induce a aceptar al ministro ingls de Asuntos Extranjeros, Samuel Hoare, es el de la prudencia y tambin, claro est, el de la ratificacin del acto de la agresin. El
plan Laval-Hoare, rechazado por el Negus, es acogido favorablemente por Mus_solini._ ?Po:, qu nb haba ~e serlo? El Duce evita los peligros de una mtenstf1cac1on de las sanc10nes: y ve cmo le ofrecen unas condicion,e~ que le aseguraran, d_e facto, la realizacin casi completa de sus propos1tos: derecho a anexionarse las partes norte y sudeste de Etiopa, es decir, las regiones limtrofes de Ertrea v Somala, v derecho exclusivo de colonizacin en el Sudeste (la reg~ de los dallas) (l ). Franc.ia y Gran Bretaa proponen, pues, al Duce, unas ventajas muy superiores a las que le ofrecieran antes de iniciarse las hostilidades. Pero e~te plan--::ritica~o acerbamente en la c,;mara francesa, en la que el gob1e,rno obtiene, sm embargo, una nfima mayora-es rechazado en la Camara de los Comunes, donde la mayora del partido conservador se .u.ne a la oposicin liberta! y laborista para denunciar esa transaccwn vergonzosa y esa pa: deshonrosa. La mediacin es abandonada. El camino que queda abierto para evitar el derrumbamiento de ~ resistencia etope es, por tanto, la intensificacin de las sanciones: inclu: los ~roduc~o? petro~feros e:i la lista de mercancas cuya venta a I~aha esta proh1b1da sena paralizar, en corto plazo, la ofensiva itahana, que debe su xito a la aviacin y a los carros blindados. Pero cul sera la _efi~acia de esa prohibicin si Italia puede seguir comprando a su pn_nc1pal proveedor-los Estados Unidos-, que no forman parte de la Sociedad de Naciones? Por consiguiente, la actitud de Norteamrica es esencial. Ahora bien, con motivo de la guerra italo-etope, el_ Congreso. h~ votado una. primera Ley de neutralidad (2) que restrm~e las reiac1ones comerciales con los beligerantes y que autoriza al Pres_1~ent~ para decretar el embargo de determinadas exportaciones. Ut1hzara este derecho Franklin Roosevelt, para prohibir la venta de petrleo a Italia? En diciembre de 1935, La Comisin de Asuntos Extranjeros del Senado rechaza esta posibilidad. En tales condiciones Ja oomisin de tcnicos que preside en Ginebra la aplicacin de las ~anciones ren,uncia a incluir ~I pet_:~eo en la, lista de los productos prohibidos. As1, pues, se renuncia al ultimo obstaculo que hubiera podido entorpecer las operaciones militares italianas. El carcter de esta poltica anglofrancesa merece un examen crtico. A la aplicaCin de las sanciones, el Gobierno italiano ha contestado el 28 de diciembre de 1935, con la denuncia de los acuerdos franco-ita,Iianos de enero de 1935 y de los compromisos adquiridos en la conferencia de Stresa. Por tanto, los miramientos han sido intiles: la frgil esperan.za. sustenta~. por Pierre Lava!, de poder conservar el apoyo de Itaha en la poht1ca europea, sin dejar de combatirla-oportunamente-en la poltica colonial, se ha perdido, sin remisin. Ahora bien:
(1) Italia abandonara el puerto de Arzab para permitir al mutilado estado etope una salida al mar (2) Vase cap. I de este libro.
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era indispensable aplic"r esas sanciones? Gran Bretaa y Francia hubieran podido tratar de proteger, mediante una negociacin, sus intereses locales en la cuestin etope, abandonando a Etiopa a su suerte. Si no lo han hecho as ha sido porque han estimado necesario asegurar el respeto al pacto de la Sociedad de Naciones, en inters de la paz futura. Han tenido razn al aferrarse a estos principios? Esta es la cuestin que se discute, en Francia y en Gran Bretaa. En el transcurso del debate en la Cmara de Diputados francesa, en el mes de diciembre, as como .en los artculos de la prensa, se esgrimen siempre los mismos argumentos. Al aplicar las sanciones-dicen unos-Francia sacrica el "frente de Stresa", abandona las garantas que pudiera darle Italia y corre el riesgo de echar a esta al campo alemn. Debilita considerablemente su posicin europea; todo ello para proteger la independencia de un Estado que ni siquiera hubiera debido ser admitido en la Sociedad de Naciones, puesto que ignora las normas de la"s naciones civilizadas! Francia-replican los otros-, radicales, socialistas y comunistas defienden en la cuestin etope una causa de primordial inters: la de la seguridad colectiva. Si la Sociedad de Naciones se muestra incapaz, una vez ms, de hacer fracasar a un estado agresor, dar lugar a un precedente que estimular otras agresiones. Cmo contar, en el futuro, con la colaboracin de los pequeos pases en la obra de Ginebra, si las dos potencias que dirigen el debate del Consejo de la Sociedad de Naciones empiezan por abandonar a uno de ellos? El acuerdo con Italia-escribe Len Blum-no es una "condicin primordial" para la seguridad de Francia; lo que interesa es la alianza con Gran Bretaa y con la U. R. S. S., as como tambin el apoyo de la opinin pblica americana, porque "las fuerzas econmicas y morales ... -son irresistibles cuando van unidas''. "S-r.eplican los ad. versarios-; pero cmo invocar la fidelidad al pacto de la Sociedad d~ Naciones para la proteccin de fronteras africanas, cuando no se ha manifestado la misma preocupacin otras veces cuando se trataba de fronteras europeas?" Los principios de la seguridad colectiva, sustentados por la Gran Bretaa, no sirven en realidad sino para defender los intereses ingleses. En segundo plano de este debate se esbozan las preferencias ideolgicas, cuyo- papel es sin duda muy importante: unos desean-escribe, por ejemplo, Ren Johannet-ayudar al rgimen fascista, necesario para el mundo, puesto que ha cerrado en Italia el camino al comunismo; los otros, los apstoles de la seguridad colectiva, se reclutan, sobre todo, en los grupos polticos antifascistas, que desean arrebatar al Duce la oportunidad de un xito colonial del cual se beneficiara su prestigio personal. En Gran Bretaa, donde ni el gobierno ni la opinin pblica haban querido saber nada de adquirir responsabilidades en las cuestiones danubianas, la DeclaraciH de Stresa resulta una carga menos pesada; y los principios de la seguridad colectiva parecen tanto ms firmes cuan-
ue estn de acuerdo con Jos intereses de Italia. Tambin la prensa, in del grupo sometido a la influencia de lord Rothermere, a ~~~ti~x~:~eptiembre de 1935, hacen hinc~pi en el respeto al p~ct~ ~~ la Sociedad de Naciones, unos porque quieren sostener. por encim. todo, el prestigio de la institucin; otros,. porq~e creen convemente . ado tar esta actitud con respecto a la cuestin etiope. La Peace Ballott, organizada por la "Unin inglesa para la S?ciedad d Naciones" al margen de toda iniciativa gubername~tal, obtH:ne ~n . e xito. hombres y mujfres de ms l,; dieciocho anos han sid? mg::ndos a decir su oprnin sobre el sistema internac;onal; el cuest1on~ ha recibido once millone's y medio de contes.taciones; y la _ma_yona se ronuncia en favor de la aplicacin de las sanciones. Por con:iguie~te, el ~abinete se ha visto obligado a te~1e.r en ,cu~nta esta onentac1~n de la opinin pblica. y tambin la opm1n publtca h~ c_ondenado, ~n , el plan Hoare-Laval, combatido por todos los pend1cos, con solo q
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dos excepciones. . Ahora bien: a fin de cuentas. la poltica de las sancione: ~ermma con un doble fracaso: la dislocacin del frente ?e _S~resa~ recibida. con alboroto por la opinin inglesa, y el fallo del pnnc1p10 de la segundad colectiva. De quin es la culpa? Pars y Londres se hacen reproches mutuamente. f _. h b' ,d poder En el fondo, la poltica del gobierno ranc~s . ~ ta cre1 o contar con sus maniobras diplomtica~ para conc1har una post~ra Y unas preocupaciones irreconciliables. Pierre Lav.al quera no .. ~o est~r , e'I d"ic"-"por razones de segundad europea , dy,d sm ~ d a 1 ta l"ta-segun embargo. permanecer fiel a las o~ligaciones del pacto de la Socie .. .: Naciones. Para conseguirlo, creia, mdudableme~te, qu_e Mussollm ~e contentara con obtener en Etiopa una i~fluenc1a ?ommante, per~ sm uerra. Desde el momento en que el gobierno fascista adoptaba e ca~ino de la guerra, esta poltica entre dos aguas e~taba condenada ~ inc<>santes contradicciones. Prometer a Gran Bretana el apoyo nava en ~l Mediterrneo; declararse a favor de la~ sanciones, pero tr.atando de reducir su alcance, para terminar proponiendo u~ comprom.iso b~ neficioso para el agresor, era atentar contra la segu~idad c?lect1va! sm satisfacer tampoco al gobiern?, fascis'. Cmo hubiera. evitado Pierre Lava! continuar en esta situac10n ambigua; de haber seguido en el poder , . . hasta el final de la crisis? La poltica brt<nica no ha sido mucho mas bnllan;e ..se ~a met~~ do en el asunto, sin atreverse a llevar la: cosas hasta ~l fmal. la 0~1 nin pblica, aunque favorable a las sanc10nes, no se ha mostrado dis~ ' uesta a aprobar el cierre del Canal de Suez, nt el embarg~ del pe pt 1 E ,.fondo crey que podra imponer su voluntad mediante una l l pasado ro eo. n ~ simple presin econmica, como tanta: ve~e_s o u1c1era en e pero haba cometido el grave error ps1~o~og1co d~ no tener en .cuenta ias necesidades de un dictador: Mussoltm no pod1a retroceder sm per-
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der su pr,;:'~tgio; por consiguiente, estaba obiigado a correr d :iesgo de una luch:c con las; armas; y ha ganado la partida sin trabajo, puesto que, el recurrir a ellas, era una solucin en la que Gran Bretaa ni siquiera habfa. pensado. Hay que sealar (con un comentarista ingls) (l) que la opinin pblica inglesa, despus de haberse pronunciado, con ardor, en pro de la seguridad colectiva, en octubre de 1935, perdi su entusiasmo cuando comprendi, tres meses despus, que Ja poltica de las sanciones poda conducir a Ja guerra. Es ms difcil seguir, en el estado actual de la documentacin. el destino del pacto francosovitico. La necesidad de comoletar el tratado mediante un acuerdo militar haba sido subrayada po~ el gobierno ruso en el curso de las negociaciones preliminares (2); pero Pierre Lava! haba hecho aplazar el examen de la cuestin. Cuando vuelve a ser planteada por la diplomacia sovitica, en julio de 1935, el gobierno francs responde con evasivas. El presidente del Consejo no quiere cortar los puentes con Alemania; el gobierno hitleriano-cree-se resignar a aceptar la existencia del pacto francosovitico, mientras los compromisos contrados sean puramente diplomticos; pero el acuerdo militar dara a estos compromisos una precisin y un rigor inoportunos. El ministro de la Guerra. Jean Fabry. piensa que la poltica rusa desea un conflicto general, cuyo resultado sera la victoria del comunismo en Europa; considera que el acuerdo militar, por su "automatismo brutal", permitira al gobierno sovitico arrastar a Francia a ese conflicto: el Estado Mavor General no insiste. " Quiere decir esto que el gobierno francs desea dejar dormir el pacto en s7 Por lo menos esta es la impresin que produce, puesto que retrasa la ratificacin parlamentaria del tratado. Si en febrero de 1936 se decide a proponerla, es porque se da cuenta de que, prolongando sus aplazamientos, dara a Alemania la impresin de un retroceso; y. as-\ mismo, porque algunos de sus miembros consideran que Francia no puede "dejar que se enfrenten el pangermanismo y el paneslavismo", contentndose con contar los golpes. Pero pone buen cuidado en insistir en el carcter estrictamente defensivo de los compromisos contrados en el marco de la Sociedad de Nacione\. El valor prctico del acuerdo se limita, en un futuro inmediato, al cambio de frente realizado por el partido comunista francs con respecto a la poltica de armamentos. Con ocasin de la visita a Mosc de Pierre Laval, Stalin, en un comunicado publicado el 15 de mayo, aprob el esfuerzo iniciado por Francia con vistas a "mantener su defensa nacional al nivel de su seguridad". A este cambio de postura responde el discurso pronunciado por Maurice Thorez, en el mes de julio.
(1) H. G. Nichols, en un informe presentado en 1954 en Ja "Mesa redonda" del Instituto de Estudios Polfticos. (2) Vanse pgs_ 1003 y 1004.
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al Congreso de la Internacional Comunista: "somos descendientes de los sans-rnlottes de 1792, de los soldados de Valmy ... ; proclamamos nuestro amor a nuestra Patria y a nuestro pueblo". Por consiguente, la colaboracin del partido comunista francs para la votacin de los crditos militares est asegurada de momento. Por qu la poltica francesa ha adoptado este camino intermedio en sus relaciones con la U. R. S. S., restringiendo voluntariamente la eficacia del pacto francosovitico? Las reticencias de los componentes del gobierno no bastan para explicarlo. Lo ms importante es el desasosiego que se ha manifestado, en el otoo de 1935, en la opinin pblica francesa. En mayo, la firma del pacto fue aprobada por Ja inmensa mayora de la prensa, incluso de la derechista. En octubre, el estado de nimo es, por completo, diferente:, algunos peridicos de derechas llegan, incluso, a decir que tal vez fuera conveniente aejar cr Alemania libertad de accin en el Este; pero esta posibilidad es descartada, formalmente, por otros peridicos de la misma tendencia poltica. En'! febrero de 1936, los crculos derechistas-los ms desconfiados con respecto a Alemania y que no admiten en ningn caso que esta "conquiste su espacio vital a costa de Rusia o de Polonia"-se muestran, sin embargo, mucho ms reservados con respecto a la alianza rusa. La posicin adoptada por Polonia y Rumania facilita una oportunida? par~ esta signifiFativa evolucin: el gobierno polaco no oculta sus mtencrnnes de-llegado el caso--negar al ejrcito ruso la autorizacin para cruzar su territorio, aun tratndose de la aplicacin del artculo 16 del pa~to de la Sociedad de Naciones; y el 27 de septiembre de 1935, el Gobierno rumano opone un rotundo ments a la noticia de que haba prometido conceder este derecho de paso. Esto puede paralizar el funcionmiento del pacto francosovitico. Sin embargo, los comentarios de la prensa muestran claramente que no es esta la verdadera causa de dicha evolucin. En realidad, los crculos polticos derechistas temen que_ la colaboracin 'diplomtica ~on ~a U. R. S. S. d lugar a un cambio de orientacin en la poltica mtenor francesa, y que facilite la formacin de un Frente Popular, en el que los comunistas estaran unidos a los socialistas v a los radicales. No est ya preparada esta coalicin electoral, con vistas a las elecciones generales, que han de celebrarse en junio de 19367 As, pues, a pesar de la ratificacin del pacto francosovitico por la , Cmara de los Diputados, la alianza est en grave peligro.
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III.
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La guerra talo-etope-escriba en enero de 1936 un periodista franAntes, incluso, de iniciarse las operaciones militares en Etiopa, la perspectiva de un conflicto diplomtico entre Italia y Gran Bretaa ha permitido a Alemania una primera ventaja: el Gabinete ha accedido
)lrf cs-ha hecho de Hitler "el rbitro de la paz y-de la guerra en Europa".
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al rearme naval alemn. El acuerdo de junio de 1935. ha previsto que el tonelaje global de la flota de guerra alemana podra alcanzar el 35 por 100 del tonelaje global de la flota de guerra inglesa. Esta revisin de las clusulas navales del tratado de Versalles crea un "precedente", del que la diplomacia alemana no dejar de hacer- uso. Que Gran Bretaa haya consentido esta innovacin sin pedir la conformidad de los dems firmantes es algo que la prensa francesa critica con acritud. Pero la poltica inglesa espera evitar as un,a colisin de Alemania e Italia en la cuestin etope. Lo. consigue, puesto que Hitler (segn l mismo dice a sus colaboradores) en aquella poca deseaba, todava, una colaboracin anglo-alemana. Cuando la guerra de Etiopa se acerca a su desenlace, la poltica hitleriana-tomando como pretexto la contradiccin existente, segn ella, entre el pacto francosovitico y los tratados de Locarno (}.)-pone fin a la desmilitarizacin de Renania. La iniciativa es muy arriesgada, puesto que si Francia replicara con las armas a esta violacin del tratado, Alemania no estara en condiciones de hacerle frente: la reorganizacin del ejrcito, iniciada en marzo de 1935, est lejos de haber terminado, y la aviacin de bombardeo es muy insuficiente todava. Pero Hitler se manifiesta convencido de que Francia no se mover. Sin duda, cuenta con la pasividad de los garantes: Italia, a causa de la poltica de las sanciones, es indudable que no apoyar a Francia; Gran Bretaa, satisfecha del acuerdo que limita el rearme naval alemn, vacilar antes de perder sus beneficios ahora bien: el gobierno francs ha mostrado tal incertidumbre en el asunto etope, que puede dar lugar a pensar que, llegado el momento, no se atrever a emprender una accin blica sin haber obtenido el asentimiento de Gran Bretaa. Es acertada, sin embargo, esta idea 7 No tiene suficiente importancia la cuestin renana para la seguridad de- Francia para que estn fuera de lugar las vacilaciones? Y no llevan los radicales la direccin de la po1tica francesa, desde la dimisin de Pierre Laval? El Estado Mayor alemn considera, por tanto, que la viol.cin del artculo 42 del tratado de Versalles es una operacin demasiado arriesgada, y aconseja prudencia al Fhrer. Hitler no deja por ello de pensar que Francia no reaccionar, puesto que el territorio francs no es atacado; da ms valor a su intuicin que al consejo de los tcnicos. Ahora bien: esta jugada de azar tiene xito. Cuando, el 7 de marzo de 1936, el gobierno del Reich-al tiempo que propone a Francfa la firma de un pacto de no agresin-hace entrar algunas tropas en la zona desmilitarizada, el presidente <lkl Consejo francs, despus de haber aludido veladamente, el 8 de marzo, en una alocucin por radio, la
eventualidad de una accin de fuerza, el 11 de marzo declara en el Parlamento que se limitar a obrar "en el marco de la Sociedad de Naciones" y de acuerdo con los dems firmantes del pacto r.enano de Locarno: es decir, que renuncia a tomar_ las armas. y se refugia en una r lica diplomtica, cuya ineficacia nadie pone en .dud~., p De esta forma, Francia tolera una vez ms una v1olac1?n ,del tratado de Versalles, y pierde Ja garanta de seguridad que const1tuia para ~~a la desmilitarizacin; Alemania puede ahora ~stabl~cr ~n, la ~ef n renana un sistema de fortificaciones, cuya ex1stenc1a . po ra paia izar una ofensiva del ejrcito francs en beneficio de sus al_i~dos de ?uropa Central y Oriental. Todas las circunstapcias de la poht1ca contmental, por tanto, han cambiado. ' Se trata. pues, de un momento decisivo. Por qu, ha es~ogido el Gobierno francs el camino de la resignacin, cuando aun pod1a demor trar su fuerza con muy poco riesgo? Por qu ha dejado ~scapar a ocasin de infligir al Gobierno alemn un golpe que ,h~bna ?<?d 1 d? frenar 'n v tal vez incluso asestar al regimen hitlenano un e1 rearme a1 em a , . . d golpe fatal? ta Lo que hay que examinar en_ primer lt~gar es la act1:u _ cte ws es dos aliados 0 amigos de Francia: Poloma y Gran Brvta~a. , El Gobierno polaco-, a pesar de haber firmado con e~ Gobierno alem~n no ha abandonado la alianza con Francia. e1 acuer d o d e ene ro de 1934 ' ,, Pensaba cumplir sus compromisos si la reocupacion d~ a zona ren~na desmilitarizada daba lugar a una guerra entre Francia y Alemama? El 7 de marzo, tan pronto como se anuncia la entrada _de las tropas alemanas en dicha zona, el ministro de Asuntos Extraneros, coron~I Beck da a conocer al Gobierno francs que, llegado el caso, Pol~~ia ' f 1 tratado de alianza y propone una conversac10n. permanecera 1e a ' ' f. . 1 eocupa Pero el da 9 hace declarar. en un comunicad.. o 1c~oso. que a r cin de Rcnania ha sido Ja rplica a la ratihcacion del pa~to francosovitico por el Parlamento francs; es decir, adopta la tesis ~lemana. LQu sentido tienen esos gestos contradictorios? Es m~y ~s1ble que el coronel Beck fuera sincero al proponer la conversacion, pero. que, dos das despus. haya ._credo conveniente contentar a A.lemama,S~l comprobar las dudas francesas y, sobre to,do, la reserv.a mglesa: 1~ embargo, un testimonio polaco no permite dar com~ v.hda esta m.te.., el mismo momento en que declaraba ftdel!dad a la ahanpretac1on: en . d olaborado za francesa, el ministro de Asuntos Extraneros. ec1~, a sus c dres que el casus foederis no se aplicaba a la v1olac10n del estatuto e des~ilitarizacin. Hay que pensar, por tanto, que la ofe.rta de conversacin constitua. por parte del coronel Beck, el prel,ud10, de unab m~ niobra: poner a prueba la firmez~. del Gobierno frances; si a:~~ta a ~ conversacin. ofrecerle ayuda militar, subrayan.d,o que esta -~-:ida e~ ceda a las obligaciones polacas; en compensac10~, obten~r, de_.Francia garantas mas completas en cuanto al futuro. Simple h1potes1s, cuya
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( 1 Parece fuera de dudas que esa argumentacin era un simple pretexto. Cuando d Gobierno francs propuso abrir un debate jurdico acerca de dicha "contradiccin". Hitler eludi la oferta; segn el testimonio de sus colaboradores, haba decu.lido la "reocupacin" antes que el Gobierno francs presentase e! pacto franco-sovitico 2.:. Parlamento.
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comprobL::n es imposible actualmente, y tG.' vez lo sea sicrr:):-': Pero el resul:c<.J no deja lugar a dudas: en mazo de 1936, el Gol::rno francs ha tenido Ja impresin de que el polaco jugaba con dos barajas: algo que deba despertar sospechas en cuanto al funcionamiento de las "alianzas de retaguardia", en caso de guerra franco-alemana. La actitud de Jos medios polticos y de la opinin pblica en Gran Bretaa no es ms firme durante estas jornadas crticas, por lo que se puede apreciar en el estado actual de la documen~a~in. El Gabinete, dirigido y dominado por los conservadores. mult1phca sus consejos de resignacin. El 7 de marzo el embaj~dor ingls .en Pa:.s rec?mienda al Gobierno francs que no tome ninguna medida m11Jtar sm antes pedir consejo a Gran Bretaa. El dfa 8, el ministro ingls de Asuntos Extranjeros, Anthony Eden, invita al Gobierno francs a conservar su sangre [ra, y a no tomar una iniciativa irreparable. El 9 de marzo en Ja Cmara de los Comunes, el mismo Eden declara que la reocu;acin de Renania, acto inexcusable, ya que repudia unas promesas hechas libremente (las de Locarno), no implica, sin embargo, ninguna amenaza de hostilidad, puesto que el canciller alemn ofrece la conclusin de un pacto de no agresin; el Gabinete ingls considera, pot tanto, que proced.e examinar este ofrecimiento alemn .. E.l .Je'.e de la oposicin expresa la misma opinin, y observa que la 1mc1at1va alemana no es un "acto de agresin contra el territorio de un estado"; por otra parte-aade el ministro-, el Consejo de la Sociedad de Naciones se va a reunir para examinar la situacin: "evidentemente no se puede tomar ningua decisin antes de esta reunin" "Sin embargo-aade Anthony Eden-, en el caso de que en el transcurso del perodo nece sario para el examen, Francia fuera atacada por Alemania, Gran Bre taa se considerara en Ja obligacin de atudir en su ayuda. El sentido de estas declaraciond, veladas es suficientemente claro. El Gobierno ingls estima que Francia no debe tomar, por el momento, ninguna iniciativa militar; admite l~ violacin del pacto renano de Locarro-del que es garante-: pero se niega. por lo que a l r~specta, o sacar consecuencias; bien es verdad que promete apoyo militar a Francia; pero es un compromiso limitado a una :ola ~iptesis Y a un perodo transitorio, que de ninguna forma pued~ 1d~n~1ficarse con una promesa de alianza. Esta actitud es aprobada, casi unammemente, por la Prensa inglesa. que considera como acepfbl:s las ofert,as. alemanas Y desea sean examinadas sin ideas preconcebidas. Los umcos grandes peridicos que estiman impo:ible ce;.-rar los ojos ante esta vioJacin de los Tratados son ei comumsta Dmly Worker-cuya preocupacin es evidente- y el Dailz Telegraph, cuyas sugerencias son sumamente vagas, El 10 de marzo,< Anthony Eden y lord Halifax estn en Pars. Seg~n fuentes francesas, recomiendan que se solucione la cuestin por medios diplomticos; y aaden que no han recibido poderes para auto;izar al Gobierno francs a una accin militar inmediata. No se trata, mduda~ blemente, sino de recomendaciones: el Gabinete ingls no se opone forr
rnalmente a una iniciativa_, francesa, que se contenta con calificar de inoportuna e incluso de lamentable; pero estos consejos son apremiantes y reiterados. No hay duda de que estas reticencias britnicas han tenido gran resonancia en los medios oficiales franceses, siempre preocupados de mantener la solidaridad con la poltica inglesa. Se trataba, sin embargo, de un obstculo absoluto? Indudablemente, no. En una ocasin tan importante para la seguridad de las naciones, el Gobierno francs hubiera tenido, sin duda, motivos suficientes para abrir la marcha; poda pensar que Gran Bretaa, a pesar de sus reservas, se habra inclinado ante el hecho consumado, y se considerara obligada a asociarse a la poltica francesa. Pero esta lnea de conducta, aunque haya sido indicada, desde el primer momento, por polticos eminentes y por altos funcionarios, no ha obtenido la mayora del gabinete, que considera imprudente cualquier "accin aislada". El hecho cierto y capital es, por tanto, la timidez del Gobierno fran~ cs. Por qu no ha credo posible actuar, sin contar, desde el primer instante, con el apoyo militar de Polonia y de Gran Bretaa? Unos ministros divididos, un Estado Mayor vacilante, una opinin pblica desmoralizada: tales son las explicaciones ms verosmiles. El Gobierno vea venir la crisis; no era un mrito presentirla, puesto que no le faltaron advertencias; ahora bien: no haba tomado ninguna iniciativa para tratar de prevenir los acontecimientos; y tampoco haba hecho nada para determinar cul haba de ser la rplica. Ante el hecho consumado, permanece angustiado e indeciso. En dos ocasio nes, los das 8 y 10, la mayora del Consejo de ministros se pronuncia a favor de una negociacin. El presidente del Consejo, Albert Sarraut, cuando declara, en su alocucin radiada del da 8: "no dejaremos a Estrasburgo bajo los caones alemanes", solo pretende, con esta manifsta~in de e.nerga verba!, "sondear" el estado de nimo del pueblo' frances: no piensa, en absoluto-segn sus propias manifestaciones-, n una accin militar, s ha de ser emprendida solamente por Francia. . El espritu de resignacin domina en los medios .parlamentarios y en la Prensa. La Cmara de Diputados manifiesta, en la sesin del 10 marzo, u~a frialdad significativa. Los peridicos de Pars, con muy pocas excepciones, no aluden a la eventualidad de que se recurra a la , ftitza. La Prensa socialista estima que basta con convocar al consejo de 1la Sociedad de Naciones; y que lo principal es obrar de pleno acuerdo1~on Gran Bretaa y Blgica. Toda la responsabilidad incumbe-dice! a Pierre Laval, que al renunciar a sostener formalmente el principio ,'.~ ~ ~}~la seguridad colectiva en la cuestin etope, ha estimulado, incons1 1 C1entemente, a los agresores. En las derechas, el ttulo de la primera p~ma de L' Echo de Pars del 8 de marzo dice: "La mochila a la esf'~: >a~tla7. No". Y L' Action Franraise se pronuncia en el mismo tono. Los tper~~dicos que normalmente estn en contacto con los crculos militai!~'1;res_' ho hablan para nada de una posible intervencin militar. Puede
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esta actitud explicar su~jcientem ente la incertidumbre que se manifiesta, desde. hace algunas semanas, con respecto al pacto franco-sovitico? (1). No, sm lugar a eludas, puesto que aun en los medios ms desconfiados con resp~ct~ a 1.-i U: R. S. S. 110 puede dejarse de ver con inquietud que el e1rc1to a:.eman recobre sus posiciones en las fronteras francoalemanas. Los rasgos ms sobft:Salientes del estado de nimo reinante son la dejadez y el deseo de con;ervar con Gran Bretaa una solidaridad q~e todava parece suficiente :,aranta. Incluso aquellos que ven ms l~os, dudan antes de hablar clara y enrgicamente; porque las elecc10nes generales se aproximan, y no es el momento oportuno para desaS?segar al cuerpo electoral, cuya atencin se inclina hacia -las cuestiones de poltica interior. As, pues, el pas no est preparado moralm:nte par~ .acudir a las. armas: es un hecho que la mayora del Conseo de Mm1stros no dea de tener en cuenta, indudablemente. El ministro de la Guerra-general Maurin-y el jefe del Estado Mayor-general G~melin-, interrogados por el presidente del Consejo acerca de las !11~d1das que convendra tomar en el caso de que, finalmente, se dec1d1era una accin militar, consider~n necesario-incluso para llevar a ~abo una simple demostracin-llamar a filas a tres quintas de reservistas, puesto que el ejrcito no dispone de una "fuerza de intervencin" inmediatamente utilizable. En la hiptesis de que l~s tropas .alem~nas se negaran a evacuar la zona desmilitarizada y opus.1era~ res1stenc1a armada-aaden-habra de ser decretada la movihzac1n general; .y en esta guerra franco-alemana, Francia necesitara el apoyo de sus aliados. Al exigir el llamamiento de los reservistas d~sd~ el primer momento, los jefes del ejrcito han aumentado las vac1lac1ones de un Gobierno cuyo mayor deseo es no alarmar demasiado a la. opinin pblica. Sin embargo, era necesario llamar a estos reservistas? El Estado Mayor alemn no haba hecho entrar en Renania a~s de 50 000 hombres; incluso contando con las formaciones param1htares, S. A. y S. S. (2), los efectivos alemanes inmediatamente disponibles. ~n esta zona renana no pasaban de 200 000 hombres. No e~an suf1c~entes las tropas francesas en activo para obligar al adversano a retirarse? Pero esta cuestin esencial no parece haber sido t~at~da en el Conse!o de. i:iinistros. Nadie parece haber pensado, ni s,.quiera en los med10s m11ttares, que Alemania no estaba en condi; :.mes de ir. ~ ~a .guerr~ y .que bastara un gesto enrgico para hacer J. :casar la. 1~1ciattva hitleriana. Hay que atribuirlo a un funciona':n~o def1c1ente de los servicios de informacin 7 La explicacin es J:. .. ,:1ble, p~~s;o q~e. el !11inistro de la Guer~a invocaba, para e~plicar vServa, ~' AilSUf1c1enc1a la d~fensa ~nt1area francesa, i mientras el Estadio Mayor aleman no se consideraba en condiciones de ir
a la guerra, precisamente porque careca de aviacin de bombardeo 1 Esta cuestin merecera un estudio crtico, todava imposible en el es tado ctual de la documentacin. Pero no es el nico hecho desconcertante. Por qu no ha sido reunido en estas horas crticas el Consejo Superior de Defensa Nacional? Por qu no ha sido invitado el Consejo S~perior de Gu.e,rra a txaminar, en detalle, los obstculos que supondna la reocupac1on de Renania, para la ejecucin del plan de operaciones? No parece que estas cuestiones, tan graves, hayan sido planteadas en el curso de las deliberaciones gubernamentales. Estos hechos parecen confirmar la apreciacin de Paul Reynaud: "aquel Gobierno se alegr de encontrar en la resistencia inglesa un pretexto para su debilidad." De todas formas, sera excesivo imputar solamente a qste Gobierno tal debilidad: la debilidad fue colectiva; y los crculos dirigentes del Parlamento y de la Prensa. cuya labor hubiera debido ser dirigir la opinin pblica, ni siquiera lo intentaron.
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En un intento de sntesis, hay que circunscribirse a la cuestin fundamental. La crisis internacional de 1935-36 asest un golpe muy grave a la Sociedad de Naciones y al principio de la seguridad colectiva. El ministro de Asuntos Extranjeros de Noruega, ya en septiembre de 1935. expres sus dudas en cuanto al futuro de. ~a Sociedad; l~ ~xpe rienda le dio la razn. El Gobierno belga manifiesta su escept1c1smo. Los pases ael grupo de Oslo (Estados escandinavos, Finlandia, Pases Bajos, Blgica y Luxemburgo) no tardarn en declarar que ya no conartculo 16 sideran obligatorio el sistema de sanciones previsto por del Pacto. La desintegracin de la Pequ_ea Entente es evidente en n.oviembre de 1936: el ministro de Checoslovaquia en Bucarest no vacila en criticar abiertamente, las tendencias que prevalecen en la poltica exterior d~ Rumania y en la de Yugoslavia. Al mismo tiempo, esa crisis ha sido el punto de partida para una nueva orientacin d!O )as relaciones entre los grandes estados europeos: la formacin del _Fre BerlnRonza, anunciada pblicamente en el otoo de 1936, ha a-::~;to a la poltica hitleriana el camino que conducir a la segunda gc:orra mundial (1). Hay que atribuir a la attitud de Gran Breta~ y de Fr; ~.lo qu~ algunos comentaristas han llamado el derrumbamiento de ;..; .wnzas. Esta cuestin ha sido en Francia, desde principios de 1936, :ema de polmicas. muchas veces vehementes. .s manos Unos dicen que hubiera hlbido que dejar a Mussolir, c. colabolibres en Etiopa, para conservarle en el frente de Stresa; CJara freracin entre Francia. Gran Bretaa e Italia hubiera baste' tesis ha nar las intenciones agresivas de la Alemania hitleriana. E::
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'.) Vase d pargrafo anteror. ::) Sobre ~'.a base se establecier-0n los clculos del jefe del Estado Mayor :s, que aiiadi incluso los destacamentos de polica.
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sido mantenida por muchos sectores polticos derechistas. Atribuye al acto de Stresa un alcance y un valor ciertamente dudoso, puesto que los trminos del acuerdo eran vagos y las intenciones de la poltica fascista, muy sospechosas. Indudablemente, el frente de Stresa-escribe el comentarista poltico de la Revue des Deux Mondes-no fue sino la tapadera diplomtica de la operacin de Etiopa. Si e! Gobierno fascista hubiera podido obtener las ventajas que esperaba, es decir, plena libertad de accin en Africa Oriental, hubiera permanecido fiel al acuerdo del 16 de abril? Sin lleg:u a adoptar el argumento sumario que daba la Prensa socialista francesa-o sea la imposibilidad de separar, a la larga, a Hitler y Mussolini, porque "dos lobos siempre acabarn por aullar al mismo tiempo"-, no hay que olvidar que Ja poltica fascista, si tratase de realizar los propsitos anunciados cort gran antelacin por Mussolini-la expansin en el Mediterrneo-tena necesariamente que acabar por tropezar con las posiciones adquiridas por Francia e Inglaterra. Para mantener el frente de Stresa, no se hubieran visto obligadas, Gran Bretaa y Francia, a aceptar el mare nostrum, lo que ni una ni otra hubieran podido admitir sin sacrificar grandes intereses? En el fondo, la orientacin de la poltica exterior italiana, de cualquier forma, se ver ante un dilema: mantener la independencia <le Austria haciendo fracasar la expansin alemana; o dejar que Alemania domine la Europa danubiana, obteniendo, como contrapartida, una comunidad de accin con vistas a una revisin de las situaciones conseguidas. Poda el Gobierno fascista, despus de haber afirmado tantas veces la necesidad de expansin de Italia, avenirse a adoptar una actitud co11servadora--0rientada a mantener el statu quo--, sin que se resquebrajara su autoridad sobre el pueblo italiario? La hiptesis parece poco verosmil. Pero no se puede llegar a conclusiones ms convincentes, mientras no se conozcan los documentos de los archivos italianos que, tal vez, faciliten suficientes elementos de juicio.
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CAPITULO IV
A partir del verano de 1936, los peligros van en aumento. Durante los tr~s. ltimos aos, las guerr~s locales-<:ampaa italiana en Etiopa Y hostil1dad~s entre Japn y Chma en Shanghai, sin declaracin de guerra-no hab1an supuesto la amenaza de una guerra general. Ahora, sin embargo, esta amenaza domina las relaciones internacionales. La guerra espaola, la guerra chino-japonesa y los actos de fuerza de la Alemania hitleriana en Europa central ponen en peligro, directamente, la paz general.
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LA GUERRA ESPAl'il'OLA
. C~ndo acab~ la crisis internacional provocada por la guerra de Et1opia (las sanc10nes decretadas contra Italia en octubre de 1935 se levantan en julio de 1936), la paz europea se encuentra amenazada de 1\l:1evo por la guerra de Espaa. Las causas de esta nueva crisis internac10nal son nicamente espaolas. Desde que, en abril de 1931, se derrumbara la monarqua de Alfo~so XIII, sin intentar resistir, despus de una con~ul~a elect~ral que hab1a demostrado el descrdito del rgimen, Ja repubhca espanola arrastr una existencia difcil. El 17 de julio de 1936 estalla en Marruecos espaol la insurreccin, dirigida por el general Franco, que, a ltima hora, ha reemplazado al general Sanjurjo, vctima de un accidente de aviacin; al da siguiente, se extiende al territorio metropolitano. En seis semanas obtiene brillantes xitos, que permiten a los ncionales establecer su autoridad en la mitad del pas o poco menos. Pero en noviembre de 1936, despus de detenerse ante Madrid las tropas nacionales, la situacin se estabiliza. En el transcurso de los dos aos siguientes, el Gobierno republicano -que ha reorganizado sus fuerzas-no pierde terreno sino muy ientamente; replegado a Barcelona, a finales del verano de 1938, todava controla una tercera parte del territorio; y los observadores extranjeros consideran que esta lucha de desgaste puede prolongarse mucho tiem1020
po. Sin embargo, en diciembre de 1938, est~s J?revisiones se ven des,mentdas; el general Franco, merced a la supenor~dad ~e sus fuer:~as aereas. consigue invadir Catalua; despus de una resistencia de dos anos y ocho meses, el Gobierno republicano se ve obligado a abandonar la lucha, en marzo de 1939. Por qu esta guerra espaola supone un grave acontecimiento en las ~elaciones internacionales? Primeramente, por el lugar que ocupa Espaa en el Mediterrneo y por el papel que puede desempear-gracias a su situacin geogrfica--en ;!l caso de una guerra general. Tambin, porque los dos ejrcitos espaoles-nacional y rei:u~licano-bus can en el extranjero artillera y aviacin, as como especialistas capaces de utilizar los medios de combate modernos. De esta forma, cuatro grandes Estados europeos participan en la guerra es~aola-en ?istintos grados-, mediante el envo de ar.ma~ o de volu!ltarzos, c.onced1endo su apoyo a uno u otro de ambos e1rc1tos; esta mtervenc16n, de hecho, amenaza degenerar en un conflicto entre esos Estados: Cules son los intereses de las grandes potencias al empezar la gue::i.a? El asunto espaol es/ un aspecto de los conflictos ideol?gicos que oponen en Europa los regmenes r:oltcos fascista, comumst~ y democrtico. Abre importantes perspectivas, desde ,e.l punto de v1st.a estratgico, ya se trate del control de las rutas mant1mas .en el Mediterrneo y en el Atlntico, ya del paso ?el Estrecho de Gi~raltar. Por ltimo, desde el punto de vista econmico, ofrece o~rtunidades, muy interesantes, puesto que los grandes Estados, que realizan en~r7 s1 una carrera de armamentos, pueden tratar de asegurarse el sumims~ro de materias primas para sus industrias metalrgicas en este pas, neo en mineral de hierro y en piritas. . . El Gobierno italiano declara que su nica preocupacin es-en mters del equilibrio mediterrneo-impedir el xito en Espaa. de un Frente Popular de inspiracin marxista. Sin embargo, la reahdad ~s que lleva a cabo una poltica o{ ensiva, que presta su apoyo al Movimiento "nacional" espaol con la esperanza de obtener, en compensacin. ciertas ventajas estratgicas y polticas: adquirir el derecho a establecer bases navales o areas en el archipilago de las Baleares; crear una amenaza para la dominacin inglesa en Gibraltar; acaso,_ inciuso, resucitar la cuestin marroqu, partiendo de la zona espan?la del imperio jalifiano. As, pues, bastante ~'~t,es que emr:zara la msurreccin, ya alent a los grupos de opos1c1on-monrqutco y falangista-que preparaban el Alzamiento. E! 31 de marzo de 1934, Mussolini recibe a los jefes del grupo de Renovacin; se compromete a reconocer un Gobierno monrquico en Espaa, tan pronto como se efecte la restauracin, y a garantizar a este Gobierno la posesin _de los territorios espaoles en el Mediterrneo occidental. La mom:':?ta restaurada conceder a Italia preferencias comerciales. El textc. acuerdo no dice nada ms; pero, segn el nL. ,11e redactado por. ~ delegados espaoles, Mussolini prometi verb:. ~1ente prestar su ; .da, me-
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diante envo de armas y ._:Ce dinero, as como ampliar inmediatar.11-ente esta ayuda, "si Ja obra realizada lo justificara y '.as circunstancias I~ exigieran". Posteriormente, parece ser que el Gobierno .de Roma lleg? a un acuerdo anlogo con el general Mola, uno de los efes del Movimiento falangista espaol. Por tanto, Ja poltica italiana estaba deter minada con mucha antelacin. El Gobierno nacionalsocialista, ni que decir tiene. se muestra partidario de Ja insurreccin espaola, por solidaridad <le concept?s pol ticos: pero no persigue objetivos en el Mediterrneo. Lo que le interesa son las perspectivas estratgicas y econmicas que sita. en el marco de un futuro conflicto europeo. La Espaa 11ac1011al podna representar una amenaza en la frontera de los Pirineos y, por consiguiente, deb litar al ejrcito francs en el caso de una guerra franco-alemana: estos clculos, que ya se hiciera Bismarck en 1870 (1 ), son tambin los de Hitler. A plazo inmediato, la poltica alemana dese~. sobre tod.o, obte ner derechos de preferencia para la compra del mme:~I de. !11~rro de. Bilbao, del manganeso de Huelva, del cobre Y, de las pmtas indispensables para su industria de guerra. Las autondades a~emana~-b1en es verdad que no las del Ministerio de .Asunto? Extra~e.ros, smo las de la Oficina de Poltica Exterior del Partido Nac1onalsoc1ahsta-han estado en contacto antes del levantamiento espaol, con los jefes del Movi miento naci~nal; al p;;i.recer, prometieron la ayuda de la aviacin ale mana para asegurar el transporte de las tropas del Marruecos espaol hacia el territorio metropolitano. Tanto Gran Bretaa como Francia se beneficiaron en los siglos XIX y xx de la decadencia espaola, que le~ ~rmiti un~ mayo~ li~ert.ad de accin en el Mediterrneo. Por cons1gmente, no tienen mngun tn ters en que se instale en Madrid un Gobierno fuerte, que pretenda reanudar Ja actividad en la poltica exterior y que podra tratar de mo dificar el statu qua. Sobre este particular, el Gobierno fr~n~~s-que, desde junio de 1936, es el Gabinete del Frente Popular dmg1do. por Len Blum-v el Gabinete ingls-conservador-sustentan el mismo criterio. Uno, pretende salvaguardar la seguridad de las comunicado nes entre Africa del Norte y Ja Metrpoli; teme, por tanto, una co Jaboracin talo-espaola, que podra tener como,,consecuencia 1.a pre sencia italiana en las Baleares. El otro no puede perder de vista la eventualidad de una reivindicacin espaola 'sobre Gibraltar, as como Ja importancia del archipilago de las Canarias en la ruta martima del Cabo de Buena Esperanza. En definitiva, la cuestin espaola es ~n nuevo aspecto de las rivalidades mediterrneas, planteadas. desde qmn ce aos antes por la poltica de la Itali<l; fascista. Pero ni Fraricia ni : Gran Bretaa han tenido la menor intervencin en los orgenes de la guerra espaola. En cuanto al Gobierno sovitico, no cabe duda de que desea el fra
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c?so del. fascism_o espagl. Puede tambin que tenga motivos estratgicos: ~1 el partido comunista adquiriera en Espaa un papel dirigente, la ~l~1ca rusa podra encontrar en el Mediterrneo occidental y en el Atlantico una base eficaz. Hay que admitir una vez ms que, en el estado act~al d.e las documentaciones, esto no es sino una hiptesis, bastante discutible, por otra parte, si se tiene en cuenta que en el seno del Frente Popular los comunistas espaoles tenan que contar no .solamente con los radicales, sino tambin con las fuerzas del sindicalismo anarquista, adversario decidido del marxismo. Cmo ha de s?rprender que Italia y Alemania hayan sido las nicas grandes potencias que han desempeado un papel activo en los orgenes, de la crisis. espaola, si. eran las nicas a quienes poda interesar la caida del Gobierno repubhcano espaol? No obstante, desde los. primeros das de la guerra, todos los gran'!ll ~es Estados europeos tuvieron que definir su posicin. La ayuda italiana Y alemana al Alzamiento nacional es inmediata. La cuestin de la ' ayuda rusa al .Gobierno republicano se plantea el 28 de julio. En Pars, donde el Gobierno del Frente Popular ha sido formado un mes antes el presidente del Conseje>--1:}ue ha recibido amplia informacin acere~ ~e_ la intervencin de Italia y de Alemania-piensa, a partir del 24 de JUho, en P'.es.tar ayuda mil~tar a la Repblica espaola: pero tropieza co,n las ob1ec1?nes del presidente de la Repblica, del presidente de la Camara de Diputados y del ministro de Asuntos Extranjeros, quienes temen que la guerra espaola pueda abrir el camino, por la repercusin de l?s intervenciones ri~ales, a una guerra general. El 1 de agosto, el Go~1erno francs se resigna a adoptar una poltica de no intervencin, habida c:ue?ta de que el ~ab~nete britnico se adhiere por completo a t~es ob1.ec10nes. Por cons1gmente, anuncia que no facilitar hombres m matenal de guerra a. los republicanos espaoles, a condicin de que . t?d.as las grandes potencias se comprometan a hacer lo mismo. Este princip10 es aceptado por los dems gobiernos, si bien es violado constante l!lente. Ei..Co~it internacional, con sede en Londres, encargado de velar . ' por la aphcac1n de la promesa, se agota en la discusin de cuestiones : ~eprocedimiento y se muestra impotente. La no intervencin no ha sido m.mca ms que una ficcin--confesar el primer ministro britnico-despu~s de dos aos de experiencia. De hecho, los dos ejrcitos espaoles .reciben ayuda del extranjero. En qu medida 7 .Los nacionales se benefician rle la ayuda italiana y alemana an .ms de lo que se les prometiera antes de empezar la guerra. ' ~':.Las ini~iativas italianas son, con mucho, las ms importantes. El de noviembre de 1936 el Duc se compromete a apoyar al general ~neo. para r~stablecer el orden social y poltico en Espaa; en com.. nsac1n, obtiene la promesa de un acuerdo econmico, de una co, .~ora_cin poltica en el _Mediterrneo occidental y de una neutralii:id simpatizante de Espana en caso de guerra privada; el acuerdo no
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prev cesiones territoriales ni concesin de bases navales o areas a favor de Italia. La ayuda italiana presenta diversas formas: envo de armas (10 000 ametralladoras; 240 000 fusiles; 1 930 caones); la entrada en combate de tres divisiones de camisas negras (en enero de 1937 combatan en Espaa 44 000 italianos; y en octubre de 1937, probablemente 60 000); la accin naval, llevada a cabo por 90 buques de guerra-sobre todo submarinos-encargados de torpedear en el Mediterrneo los barcos mercantes neutrales que abastecan a la Espaa republicana. La Prensa fascista celebra como victorias italianas los xitos del ejrcito nacional espaol en Bilbao, en junio de 1937; y, dos meses ms tarde, en Santander. El Gobierno alemn, adems de los suministros de material de guerra, enva aviadores, artilleros y, bajo el mando de uno de sus generales, la Legin Cndor, que cuenta con unos 14 000 hombres; tambin mantiene en el Mediterrneo una escuadra, destinada, en principio, a asegurar el control de la no intervencin: un navo de esta escuadra, alcanzado por una bomba lanzada por un aviador republicano, bombardea, en represalia, el puerto de Almera (junio de 1937). Sin embargo, Alemania no desea situarse en el mismo plano que Italia. El acuerd.o concluido el 20 de marzo de 1937 entre el Gobierno nacionalsocialista y el general Franco no va ms all, en el terreno poltico, de un compromiso de neutralidad y de una promesa de consulta; donde hace hincapi es en la cooperacin econmica: a cambio de la ayuda militar concedida por Alemania, Espaa proporcionar aprovisionamientos en materias primas y vveres, que facilitarn la ejecucin del segundo plan cuatrienal (1). La correspondencia diplomtica con Alemania deja traslucir, en todo momento, estas preocupaciones de tipo econmico. De hecho, en el transcurso del ao 1937 Alemania recibe de Espaa o del Marruecos espaol l 620 000 Tm. de mineral de hierro y 975 000 Tm. de "' piritas. En el otoo de 1938, el Gobierno nacional espaol da su conformidad a que los Bancos alemanes adquieran una participacin del 35 por 100 en el capital de las cinco grandes sociedades mineras espaolas; que recibira maquinaria alemana para equipar sus explotaciones, y que; en compensacin, exportarn a Alemania su mineral durante cinco aos. El Gobierno sovitico, aunque no deje de afirmar su simpata hacia la Espaa republicana y tenga buenas razones para desear el fracaso de Franco, est muy lejos de dar a su intervencin una amplitud anloga a la practicada por Alemania e Italia en beneficio de los nacionales. Hasta septiembre de 1936 no advierten los observadores alemanes la presencia de aviones y aviadores rusos; y estos mismos agentes sealan la llegada de pequeos contingentes rusos-algunos centenares de hombres-en el mes de noviembre. Ciano y Goering se muestran de acuerdo, a finales de 1936, en que la intervencin sovitica es reducida.
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La poltica francesa se encuentra obstaculizada po7 profundas divergencias en el seno de la opinin pblica. Los comumstas pi?en ~ue _la Espaa republicana reciba ayu_?a ,,armada, ~arque ne;>, es po~1ble dear que se ahogue al pueblo espanol : la no mterven_cion_ es, un_a monstruosidad, puesto que Franco ha sido el agresor, sm rn~gun genero de dudas". Los medios derechistas, salvo contadas excepc10nes, se muestran favorables a los nacionales por motivos poltic~s, tal vez lig~dos a intereses econmicos y financieros; no desean de ar el campo l!bre a la influencia de Italia y de Alemania, en la hiptesis muy verosmil de que la victoria defin ti va c,6rrespond~ a Franco; pretenden saiv~guar dar los capitales franceses, que constituyen el 60 por ~00 de las i_nversiones extranjeras en Ja explotacin de los recursos m~neros espanoles, v que podran sufrir graves prdidas en caso. de que tnunfara el Frente Popular. Entre estas dos tendencias extrema.s, aunque to:men part_e ?e la mayora parlamentaria junto a los CO!iicd1isLaS, los rad1c~les soc_1~hs tas se muestran, en su mayor parte, favorables a la no mtervencin, porque no quieren aumentar los riesgos de un conflicto gene:aI, ni a~op tar una lnea de conducta diferente de la de Gran Bretana. Motivos anlogos son los que determina~ la posicin adoptada, . fin de cue,ntas, por el presidente del Cons7jo. Sin _embargo. el Gobierno. frances, cuando comprueba que Alemama e Ita!Ia no respeta.n la no intervencin, deja pasar voluntarios-franceses o, no-y_ i:1atenal de gu:rra, tan-. to por Ja frontera pirenaica como por via i;nant1ma; ahora bien, salvo en dos ocasiones (noviembre de 1937 y abnl-mayo de 193.8), en que_ se abre la frontera, el paso de hombres y de armas. permanece ~ometido a una vgilanci'1 que lo co11tmgenta con bastante rigurosidad. . Las divisiones de Ja opinin pblica son mucho me~os sensibles en Gran Bretaa, donde, entre los conservadores-que _tienen una ne~a mayora en el cuerpo electoral-, unos se sienten inclmado~ a pref~nr los nacionales espaoles al Frente Popular, y otros (con el mismo Wmston Churchill) estn convencidos de que el Gobierno republican.o ~o representa Ja opinin de la mayora Clel pue~lo y de que, por_ consigme~~e, no se merece mejor trato que el que se apltca a su adv~rsano ~ I~ op1mon laborista, aun condenando severamente esta prefen~ncia, se ltmita a mo.nifestar hacia los republicanos una simpata platmca; y se guarda mucho de pedir que se lleve a cabo accin alguna en su provecho. En e~ fondo, la postura adoptada por el Gabinete cuenta. con u~a adhesin c.~s1 general: Ja no intervencin es un_ teln de_ ~egurzdad; s1 la expor:acion de material de guerra a la pemnsula Ibenca quedara en ~iber.ad Y cada uno de Jos dos partidos enzarzados en 1~ guerra esp~nola fuera sostenido abiertamente por un Gobierno extraniero, el c_onfhcto no t.ar dara en extenderse ms all de las fronteras de Espana; lo esencial, por tanto, es evitar cualquier iniciativa que pudie~a _Provocar la avalancha. De las grandes potencias, Gran Bretaa es Ja umca que no conculca los principios de Ja no intervencin.
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Puede ser valorado exactamente el alcance prctico de estas intervenciones extranjeras en la guerra espaola? En el momento en que los dos ejrcitos espaoles tenan en armas los efectivos ms numerosos es decir, a principios de 1938, los contingentes extranjeros no repre1sentaban m~ del 12 al 13 por 100: e'. ejr~ito nacional te~a _en sus filas-parece ser-unos 80 000 voluntarios, mientras que el .e1rc1to republicano apenas si contaba 40 000 (1), o sea 120 000 extraneros en total, cuando las fuerzas armadas que participaban en la contienda, por aquella fecha, eran de 1 074 000 hombres. Por el contr~rio, los suministros de material de guerra parecen haber desempenado un papel decisivo: en 1938, las tropas de Franco no tenan sino un m;:irgen de superioridad numrica bastante dbil-puede que unos. 80 000 hombres-: pero disponan de una aviacin muy superior. gracias a la ayuda recibida de Italia y de Alemania (la de 700 aparatos parece bastan.te verosmil). Por tanto, no cabe duda de que la poltica llamada de no 111tervencin favoreci, en realidad, Ja victoria del Gobierno nacional. En qu medida han obtenido Alemania e Italia los beneicios que esperaban de esta ayuda eficaz en su poltica mediterrnea y en su poltica europea general? El Gobierno italiano ha ;:iprovechado la guerra espaola para tratar de hacerse reconocer. por el Gobierno ingls, una paridad de derechos en el Mediterrneo. El primero de noviembre de 1936-en un discurso pronunciado en Miln-Mussolini predice un conflicto inevitable en el caso en que Gran Bretaa pret~nda asfixiar al pueblo italiano, rehusando tener en cuenta los int~reses italianos en el Mediterrneo. Ha conseguido una negociacin. merced a los medios de intimidac?n que le facilitaba la posicin adquirida en el asumo espaol. Un primer acuerdo-el Gentlemen's Agreement-. del 2 de enero de 1937, fue complementado por otro el 16 de abril de 1938, aanque en el intervalo. en septiembre de 1937, el Gabinete ingls tom ra medidas de seguridad cuando submarinos desconocidos-en realidad italia~os-torpcdearon a barcos mercantes ingleses que abastecan de artfcJos alimenticios y otros productos a la Espaa republicana. Cules han sido, en definitiva, las ventajas obtenidas por el Gobierno italiano, a cambio de su promesa de respetar el statu q11n en el Mediterrneo occidental y la integridad del territorio espaol (es decir, de no conservar bases navales o areas en el archipilago de las Baleares)? Recibe, adems del reconocimiento de su soberana en E,tio_pa, la seguridad de que el paso por el Canal d,e ?ucz permanec~ra l_ibre en todo momento, y de que la libertad de transito por el Med1terran~o no ser obstaculizada. En resumidas cuentas: Gran Bretaa renuncia
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ms, exactamente_. an1!-ncia su intencin de renunciar--a ejercer la heg_emon_1a en el !'1ed1t:rr~neo. Esta concesin, hecha con la esperanza de mduc1r al 9ob1erno 1tahano a retirar a los voluntarios que se encuentran en Espana, le vale al primer ministro, sir Neville Chamberlain los reproches de la_ oposicin laborista, siendo censurada tambin por' Anthony Eden, mm1stro de Asuntos Extranjeros. Pero el hecho esencial es que el <?obi~rno n~cional espaol no concede bases navales o areas en el Med1terraneo m a Italia ni a Alemania. Tampoco compromete a Espaa el general Franco con el Eje Berl>tRoma, aunque-;::omo es lgico-el 27 de marzo de 1939 se adhiere al pacto Ant1--ko_mmtern, y el 31 de marzo de 1939 firma con Alemania un tr_atado ele am1sta_d. que prev apoyo diplomtico mutuo si los intereses vitales o la segundad de uno de ambos Estados estuvieran amenazados Pero no oculta ,que, en el caso de que estallara una guerra ~uropea dentr; de un_ pla:.;o ma; o ~enos largo, Espaa permanecera neutral, puesto que_. necesitara ~~un tiempo de descanso para reponerse de los efectos de la guerra cz?1~. P~etende. un plazo de cinco aos antes de poder tratar de una partic1pac1n activa en el sistema poltico del E;e. ,Por qu Alema_nia e Italia, cuando el Gobierno nacional espaol tema .absoluta necesidad de su ayuda, no han exigido la firma de compromisos _ms co~cretos? Probablemente porque han pensado que tales compromisos senan papeles mojados: se dan perfecta cuenta de que en I~ zona contr~lada r<?r los :iacionales la poblacin es xenfoba y de que incluso-segun mamfestac1ones del embajador alemn- en ocasiones, "siente una oculta simpata por la ideologa contraria".' En el ~erreno de las relaciones internacionales, por tanto, los res.ultados d1re~tos de. la guerra espaola son sumamente modestos: Ita ha Y Alemania no han conseguido crear un eventual amenaza-para el caso _d~ una ~uerra general-ni con respecto a la frontera francesa de los Pmneos n~ a las comunicaciones martimas entre Argelia y Francia. As, pues, sena ex~~erado :'er en esta guerra un preludio de la guerra europea . .~ero la cns1s es~~nola ha creado en la opinin pblica europea un~ ~ens1on moral:. tamb1~n na pennitido comprobar a Hitler y a Mussohm que los Gobiernos mgls y francs estn dispuestos a hacer muchos sacrificios para evitar una guerra general.
II. LA GUERRA CHINO-JAPONESA
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. . ~ientra~ _tiene lugar la guena civil espaola, el imperialismo nipn m1cia en Cnm~ un nuevo esfuerzo de vasta envergadura, despus de ~aber establ~c1do,. de hecho_. un protectorado en Manchuria (46) en i932. El Japon qmere organizar ahora, bajo su direccin 1 la vida econmica y poltica de China: e incluso da a. entender qu e tiene la intencin-y la misin-de asegurar l[a paz y el orden en toda el Asia
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de cantidad relativa.
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Oriental. La resistencia opuesta por el Gobierno nacional chino decide a los crculos dirigentes nipones a empezar la guerra. Iniciada en julio de 1937, esta guerra va a durar ocho aos. No es posible comprender la formacin de estos vastos propsitos sin echar una mirada a la crisis interior por que ha atravesado el Japn de 1932 a 1936. El inters radica en la lucha por el poder, que se ha entablado entre los nacionalistas intransigentes y los moderados. Despus del asesinato, en 1932, del primer ministro, Inunkai, durante dos aos ha pertenecido la influencia dominante al ministro de la Guerra, general Araki, cuya accin se ha orientado hacia el incremento de la fuerzas militares y navales, preludio necesario para la reanudacin de un programa de expansin armada; en 1934, sin embargo, la resistencia con que tropezaba el aumento de las cargas miiitares ha obligado a Araki a retirarse; y el nuevo Gobierno, presidido por el almirante Okada, trata de hacer frente a la presin de los ultras; pero en febrero de 1936 el Gobierno Okada dimite, ante una tentativa de golpe de Estado, realizada por oficiales jvenes, aun habiendo reprimido el movimiento insurrecciona!. A partir de marzo de 1937 ejercen el poder los nacionalistas intransigentes, con la formacin de un Ministerio presidido por el general Hayashi. No cabe duda de que los partidarios de la expansin armada han dado pruebas de una voluntad, de una continuidad de criterio y de una energa incansables, para asegurar el xito de su poltica. Hubieran conseguido sus propsitos, sin embargo, con solo sus propios medios, de no haber venido a reforzar sus argumentos las circunstancias econmicas y las dificultades sociales? El descenso de las exportaciones niponas, muy considerable ya entre 1929 y 1931, a causa de la crisis econmica americana (1), se agrava lill 1932; la devaluacin de la libra esterlina; la nueva poltica aduanera britnica, consagrada por los acuerdos de Ottawa (2), y, sobre todo, el boycot de los productos japoneses, practicado por los chinos durante la crisis de Manchuria, han sido la causa de este empeoramiento. El Gobierno japons, para conservar los mercados que estaba abocado a perder, desvaloriza el yen en un 50 por 100, al tiempo que sus financieros tratan de c;onseguir la clientela de los pueblos de color en las colonias europeas de Asia e incluso de Africa; pero esta tentativa tropieza con medidas de represalia: entre mayo de 1933 y diciembre de 1934, cuarenta pases-mediante impuestos especiales o adopcin de contingentes-establecen barreras contra la invasin de productos industriales japoneses. En 1936, aun habiendo aumentado su volumen sensiblemente en el transcurso de los cuatro ltimos aos, las exportaciones no alcanzan en valor-oro la cifra de 1929; la balanza comercial sigue
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siendo desfavorable; y disminuye el importe de las ex?rta~iones l~s artculos fabricados. Esto prueba el fracaso de la poht1ca mdustnal mpona. , La situacin no es mejor en el sector agncola, desde que los americanos, afectados por la crisis econmica de 1929-33 han dis~in_uido sus compras de seda en bruto; y Ja poblacin urbana nipona-as1m1smo muy afectada por el paro--se ha visto obligada a ,reducir su consumo de arroz. Esta restriccin de las ventas es tanto mas grave, cuanto que ei porcentaje de agricultores estf,er: alza, p~r el s}n;ple juego de_ la competencia: la expansin demograf1ca demasiado rap1da (la ~blac1n aumenta en cinco aos un 5,5 por 100) eleva anualmente el numero de agriculores en potencia, al mismo tiempo que la disminucin de la a~ tivdad industrial no permite ya a los campesinos encontrar oportunidades de trabajo en la ciudad. , Estas crisis, industrial y agraria, sirven de argumento a los c1rculos nacionalistas. Los partidarios de una expansin armada no dean de afirmar que la poltica de expansin pacfica, ~r~conizada por ~os_ grandes capitalistas, es incapaz de resolver las d1f1cultades ecor10.m1cas ?' sociales; subrayan el estado de dependencia-y, por tanto, de msegundad-en que se encuentra la economa japonesa con respe:to al extranjero, puesto que las colonias niponas no a~sorben ~mo el. 29 por 100 de las importaciones; declaran que la mca soluc~n ~s1ble es implantar Ja hegemona polftica del Japn en todo el Asia. Onental. Los oficiales jvenes del ejrcito-en su mayor parte de ongen rural y que, por tanto, conocen perfectamente Jos sufrimientos de los campesinos-se muestran partidarios de los "principios fundamenta:es de una poltica nacional". fijados, en agosto de 1936, p~r el _Gob1er~o: asegurar Ja preponderancia japonesa mediante la presin d1plomt1ca, no solamente en el Extremo Oriente, sino tambin en los mares del Sur, es decir, en toda ia zona comprendida entre Indochina y la isl~ de Borneo. y en las regiones del sureste asitico productoras ?~ petroleo, de caucho y de estao; y, si la accin diplomtica no es suflc1ente, desencadenar la guerra. Hubieran triunfado estos argumentos econmicos. no ?b.stante, si no hubieran encontrado un punto de apoyo en el estado de ammo de las clases dirigentes? Estas clases quieren salvaguardar, indudablemente, el prestigio nacional, pero tambin su prestigio social: desean r~co brar su influencia poltica, quebrantada por la parada en seco (1) a que fue obligado el Japn en 1922. En principio. Ja poltica japonesa haba adoptado. con respecto a China una tctica de desgaste. Despus de haber ocupado, en marzo de l9J3, la provincia de Jehol. y alcanzado la Gran MuraJi,,, el ejrcito )2c'JOns haba permanecido en sus posiciones mientras se prose(1)
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I~~ importaciones japonesas. En abril de 1937 enva a Nankn una mis1on'. encargada de una negociacin ms amplia: estas tentativas result~n mfr:ictuo~~s. Simultneamente, el Gobierno nacionalista chino anuncia s:i rntenc1on de llevar a cabo--con ayuda de capitales ingleses y amencanos-~na indu?tr~aliza~in que, a la larga, tendr que minar las bases d~ la vida eco.nom1c.a mpona. Por consiguiente, lo que los goberna.n tes aponeses qmeren imponer a China es una colaboracin econnuca. Pero cmo consegui~lo? El Gobierno nacionalista chino, aunque en 1935 se. haya mostrado impotente para resistir a la tctica de desgaste, se m:g~ , sancionar oficialmente este hecho consumado, y elude toda negoc1ac10n general. Ahora bien: el Gobierno y el Estado Mayor nipones comprenden perfecta~ent_e que el tiempo trabaja en contra suya. Advertido por la expenenc1a de 1932, Chang Kai Chek ha decidido organizar un ejrcito modern? con la ayuda de instructores europeos y de material ingls "' o am~ncano; desde 1934, rea~i~~ un gra~ esfuerzo propagandstico, con vistas a desarrollar el sentimiento patritico; desde principios de 1937 trata de poner fin a la lucha que lleva a cabo hace diez aos contra el fartido comunista chin~. ?No es .e.l momento oportuno para que el !apon ~~roveche su supenondad m1htar, a fin de emprender una accin dec1s1va? Transcurridos algunos aos, ya no encontrar ocasiones tan favorables; Las ~ircunstancias europeas reafirman este hecho: la U. R. S. S. e~t,a paralI~~d~ por su crisis interior, el asunto Tukhachevski Y la depurac1on del ee:c1to (1); Gran Bretaa y Francia estn inquietas P?r las consecuencias de la guerra civil espaola v la formacin del Ee. Al pri~,cipio, l~s di'.igentes nipones insistn en el objetivo poltico de ~u acc1on: la v1ctona ha de permitirles eliminar en China el antiaponzsma, Y poner al frente del Gobierno chino a un poltico dispuesto a mantener con el Japn relaciones amistosas.
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gua en el Manchuko la labor de organizacin administrativa. En mayo de 1935, el Japn recobr Ja iniciativa: con motivo de incidentes locales sus tropas empezaron a penetrar al sur de la Gran Muralla, en Ja pr~vincia ct'e Hopei, sin que las guarniciones chinas abandona'. sus reductos; en junio, ocuparon la provincia de Chahar. en rv\ongolta Interior; en septiembre amenazan con establecer una administ'.acin autnoma en las cinco provincias de Ja China del Norte. pero sin llevarlo a cabo. En todas estas ocasiones, la iniciativa ha correspondido al Estado Mayor; el Gobierno, dejndole obrar. permanece en segundo trm_ino. incluso dando a entender que los generales se exceden en. sus atnb~ ciones. En definitiva, esta usurpacin, solapada y progresiva, todavia seala vacilaciones y pausas. Ahora bien: en julio de 1937. esta poltica toma un _ritmo comp'.etamente distinto: el incidente insignificante de Huan-Ping-unos disparos cruzados entre un destacamento japons y otro chino al sudoeste de Pekin--es explotado, no solamente por el Estado Ma.yo~. sino tambin por el Gobierno nipn. que dirige al chino u.n. ~lt1matum. El de julio se rompen las hostilidades, con un ataque dmg1~0 contra Pckm, seguido, a los pocos das, de un desembarco en Shangha1. . En dieciocho meses, el ejrcito japons demuestra, por doqmer. una superioridad aplastante: despus de Pekn, conquist~do en cuarent_a y ocho horas, el 27 de octubre se apodera de Shangha1; y el 14 de diciembre de 1937 de Nankn: la campaa de 1938 le permite conquistar todo el valle medio del Yangtze, comprendido Han-kow, el mayor centro. comercial e industrial de la China interior: y ocupar. desde Amoy a Cantn, toda la regin litoral de la China meridional. A fi11a'.e~ de 1938 el Japn domina las regiones ms importantes por ~u act1V1dad econmica, y controla un territorio en el que vive el 42 por 100 de la poblacin china. Pero no ha conseguido quebrantar la oluntad de re: ristencia del Gobierno nacionalista chino. estimulado por Chan Kai Chek, ni la de los comunistas, que han suspendido \a guc:rra civil, en 1937, para hacer frente a la invasin extranjera. El Gobierno nipn empieza a comprender las dificultades de su ern presa. Por qu los gobernantes japoneses, despus de haber obtenido, durante cuatro aos y sin correr el menor nesgo. los result~d?s parciales que les aseguraba la tctica de desgaste, se han dec1d1do, ~n julio de 1937, a lanzarse a la guerra: En espera de ~ue un est~d10 detallado de los archivos japoneses y de las cleclarac1ones recogidas durante el proceso de Tokio permitan dar una interpretacin slida de esta poltica, se pueden utilizar algunos indicios, que parecen b:istante
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. Por consiguiente, lo que est en juego es e! destino del Extremo el Iapn q~i~re or~anizar el Asia Oriental bajo su direccin Y en su prop10 b~nef1c10. Como tratan las grandes potencias europeas Y los ,~stados Umdos de proteger sus intereses econmicos, financieros o poht1cos?
~nente:
adecuados. Para ampliar Jos mercados que necesitaba su produccin ndust~al, el Gobierno japons quera desarrollar sus ventas en el m~rcado cl11no, que hasta entonces absorba. a duras penas, solo una qumta parte de ias exportaciones niponas; a finales de 1936. pide a China que. ~cceda a una revisin de su tarifa aduanera. con el fm de conceder facilidades a
En el transcurso de I~ fase de "desgaste", esos intereses occidentales ya se ven amen~z.ados. dir~c!amente. En abril de 1934, una declaracin hec~a por el mm_isteno mP?n de Asuntos Extranjeros anuncia que el J~po_n se opond~a a cualqmer tentativa de China para obtener ayuda t~cmca Y fznanczera ?~ las potencias occidentales, con vistas a reorga1 ' mzar sus . fuerzas militares o las condiciomis de su vida econmica . esta dactrma de Manroe asitica indica, por tanto, el propsito de hace~
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de China un campo reservado a la influencia japonesa. El Gobierno nipn denuncia, en diciembre, los acuerdos de 1922 y 1930, estableciendo la limitacin de los armamentos navales reivindica la igualdad de armamento, que, de hecho, le asegurara una superioridad naval en el Pacfico sobre las fuerzas navales americanas, repartidas entre dos ocanos (51). El Gobierno de los Estados Unidos no opone sino vagas protestas diplomticas a estas manifestaciones, sin duda porque no quiere comprometer el comercio con el Japn, comprador de algodn y de petrleo y proveedor de seda en bruto. Bien es verdad que el Gobierno britnico se muestra algo ms firme: a finales de 1935, trata de procurar al Gobierno nacionalista chino ayuda econmica y financiera; pero se limita a dar buenos consejos, tal vez porque teme chocar de frente con la poltica nipona. No obstante, las potencias anglosajonas, cuyos intereses son paralelos, no tratan de establecer un frente comn, que podra obstaculizar la expansin japonesa. El Gobierno sovitico muestra su desconfianza con respecto 'al Japn. El 12 de marzo de 1936, cuando las tropas niponas ocupan la provincia de Chahar, en Mogolia interior, firma un tratado de ayuda mutua con la repblica de Mogolia exterior, donde cuenta, desde hace doce aos, con una influencia preponderante. Ahora bien: aunque los Estados Unidos han accedido, en diciembre de 1933, a restablecer las relaciones diplomticas con el Gobierno sovitico, este no trata de ponerse en contacto con los Gobiernos de Londres y Washington: Por qu ha de facilit?. apoyo a unos intereses tan diferentes de los suyos? Y por qu ha de aceptar consolidar al Gobierno de Chang Kai Chek, que combate a los comunistas ..:hinos? Sin emiJargo, las perspectivas carr.~ian, a finales de 1936, por iniciativa de Alemania. El 25 de noviembre, los gobiernos alemn y japon~ fiitman el pacto anti-Komintem, por el que acuerdan "informarse mutuamente acerca de las actividades de la Internacional comunista, consultarse acerca de las medidas de defensa necesarias y ejecutar estas medidas en estrecha colaboracin". Evidentemente, esta colaboracin poltica va dirigida contra la U. R. S. S. Es el disfraz de una alianza militar? En esta poca, la poltica alemana no est decidida a llegar a eso (l) pero le interesa hacerlo creer as para intimidar al Gobierno sovitico. De todas formas, el acuerdo adquiere ms alcance, puesto que Gran Bretaa y los Estados Unidos se sienten tambin afectados: les da lugar a pensar que la expansin japonesa en China contar, en adelante, con el apoyo de Alemania. Esta intervencin de la poltica alemana origina rplicas por parte de Gran Bretaa y de la U. R. S. S.: el Gobierno britnico renuncia a los miramientos que haba tenido con el Japn y, en la primavera de 1937, decide ofrecer a China crditos para la cdnstruccin de ferroca(1)
rriles el Gobierno sovitico aconseja al partido comunista chino que ofrezca a Chang Kai Chek una colabaracin amistosa, y que establezca un "frente nacional", para hacer oponerse a la amenaza japonesa. Pero no se plantea la cuestin de establecer, entre Gran Bretaa y Rusia, una accin coordinada. La gran empresa de conquista japonesa, iniciada eri julio de 1937, manifiesta abiertamente la intencin de eliminar los intereses occidentales: las concesiones extranjerjls en Tien Sin y en Shanghai son aisladas, casi por completo; se prohbe la navegacin por el Yangtze a los barcos europeos y americanos, de manera que el acceso a los gr~ des centros comerciales de Nankwy de Hankow quede reservada a los japoneses; por una declaracin dirigida a l~s grandes i:ot7ncias, en noviembre de 1938, el Gobierno nipn anuncia que el principio de la puerta abierta_ ha perdido su_ ~azn de ser. . . . Tropezaran estos propos1tos con una resistencia eficaz 7 .. En realidad, la reaccin es casi insignificante. La Asamblea de la Sociedad dt; Naciones condena la accin del Japn; pero se guarda mucho de declararle agresor, porque no se atreve a plantear la aplicacin de san~io nes. La conferencia de los Estados firmantes del tratado de Washmgton (53), reunida en Bruselas, en noviembre de 1937, ni siquiera decide suspender los crditos y los suministros de material de guerra al Japn. Gran Bretaa dirige protestas diplomticas; pero declara que ~o har nada para comprometer la seguridad .de -las fuerzas arma~as Japonesas en las regiones que ocupan, en C~1ma .. Los Esta~os Unidos. se , limitan a anunciar que no reconoceran la situacin de hecno conseguida por el Japn. La nica que ejerce una presin directa es la U. R. S.. S.: con motivo de un incidente fronterizo, que se produce en los confmes del Manchuko y de la provincia martima rusa, en agosto de 1~38 l~n za a sus tropas, sus tanques y sus avion~~ a una batalla, de diez dias contra las tropas niponas, sin duda para fzar en esta reg1on unos efe_ctivos que el Estado Mayor nipn quisiera poder emplear en la campana de China. Pero cuando la diplomacia rusa sugiere, en mayo de 1939, la aplicacin de sanciones econmicas contra el Japn, el Gobierno britnico elude la cuestin. As, pues, la poltica japonesa conserv~ las man.~s libres., Se lo d.ebe, sobre todo, a la situacin europea. El Gobierpo soviet1co esta demasiado preocupado con los progresos de la potencia alemana en Europa central para comprometerse en los asuntos del Extremo Oriente. El primer ministro britnico no oculta, en la Cmara de los Comunes, que no cuenta con medios para impedir la expansin nipon.a.: "~enemas que conservar nuestras fuerzas para hacer frente a cualquier cns1s que pueda producirse".
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IV: PRIMERAS AMENAZAS DE GUERRA OENERAL.-EXPANSION ALEMANA
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Mienuas que la guerra civil espaola, a pesar de las repetidas amenazas que hace pesar sobre la paz continental, no modifica profundamente la situacin internacional, Europa se conmueve, en 1938, por la expansin alemana: Ja anexin de Austria el 13 de marzo, y la anexin de la regin de Jos Sudetes, a costa de Checoslovaquia, el 30 de septiembre. La poltica hitleriana tena fijados sus objetivos desde el otoo precedente. El 5 de noviembre de 1937, en el transcurso de una conferencia secreta, el Fhrer haba manifestado a sus colaboradores su decisin de "solucionar la cuestin de los alemanes de .Austria y de Checoslovaquia", para ampliar el espacio vital; no fij un plazo determinado, limitndose a indicar que la solucin debera alcanzarse antes de 1943, a ms tardar: pero se mostr dispuesto a obrar tan pronto como las circunstancias fueran favorables, como, por ejemplo, en el caso de que Francia se viera paralizada por una nueva crisis interna o por una amenaza de conflicto en el Mediterrneo, motivada por la guerra de Espaa. As, pues, se trata de un deseo formal, madurado mucho antes que surjan Jos incidentes-simples ocasiones o pre~extos-de que se servir la poltica alemana. Esto hace perder casi todo su inters al estudio de Jos detalles de Ja accin diplomtica. a no ser en la medida en que estos detalles revelan un estado de nimo o un mtodo. En ambos casos, el Gobierno alemn par~e buscar el xito primeramente sin recurrir a la fuerza. En Austria. el 12 de febrero de 1938, impone al canciller Schusschnigg la presencia en su Gobierno de un na~ionalsocialista-Seyss-lnquart~. que, dueo de la Polica, pareca estar en disposicin de realizar el Anschluss por dentro. En Checoslovaquia, el 24 de abril, en su discurso de Carlsbad, estim~la al de alemanes separatistas a reclamar, no solo la autonomta admm1strat1va --comprendidos en ella los poderes policacos-, sino tambin el derecho para los alemanes de los Sudetes a "confesar Ja nacionalidad alemana y la filosofa del mundo alemn", es decir, la ideologa nacionalsocialista: finalmente. el 12 de septiembre, acaba por reivindicar para estos alemanes el derecho a disponer de s mismos. En ambos casos, cuando encuentra resistencia-la peticin de Schusschnigg, el 9 de .marzo, de un plebiscito en el que el. pueblo aus~raco sera invitado a manifestar su deseo de conservar la_mdependencia del estado; la negativa expuesta por Eduardo Benes todo estatut~ de autonoma que, privando al Gobierno de Praga de los poderes polica cos, preparara la secesin-, el Gobierno alemn anuncia Ja decisin de recu;rir a la fuerza si cuando l determina-un plazo de dos horas para el ultimtum dirigido a Viena, y de ocho das para el requerimiento destinado al Gobierno checo-no ha sido adoptada la solucin
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. En ambos casos adopta esta lnea de conducta porque est convencido de que no t~opezar con la intervencin de otra gran potencia. En_ a~bos casos impone su voluntad, sin haber tenido que poner en practica sus amenazas. . El resultado ~s. ~~ formacin del gran Reiclz de 80 millones de hab:tantes, la adqms1c1~~ de zona,s i?dustriales cuya importancia es esen c~al para la producc:on metalurg1ca y, finalmente, la dislocacin del sistema de t dfrances alumzas , de retaguardia. Representa ta m b", ten e 1 mcremen . e pre~t1.g10 aleman en la Europa danubiana y balcnica donde el nac1onalsoc1ahsmo encuentra adheridos ms activos y donde 'se des arrolla la pe~etracin econmica alemana. Los Gobiernos se percatan d~ q?e ~le.mama es, ahora el rbitro de sus intereses~ merced a un arb1t~~e 1taloaleman, Hungra obtiene, el 2 de noviembre de 1938 Ja ce_s1~n, a cost~ de Checoslovaquia, de un territorio poblado con' un m1llon de. ha~1tantes; tambin mira hacia la Rutenia subcarptica ;i c~_yo des_tmo interesa, asimismo, a Rumania; y Bulgaria pregunta a , Fuhrer s1, llegado el caso, la. autorizara a recobrar la Dobrudja; en Bucares~. el rey Carol anuncia que desea "orientar su poltica hacia Alemana". Lo que hoy rep~esenta un motivo de verdadero asombro es que este profundo caml;i10 en la ~elacin de fuerzas entre los grandes Estados se haya. realizado m~diante la simple amenaza de un acto de f?erza. En Viena, el canciller Schusschnigg y el presidente Miklas tienen q~e ceder, porq~e _comprenden que el ejrcito austraco por s solo, es rncapaz .de res1stlf a la invasin alemana. En Praga, ~1 presidente del Conseo, Hodza, y el presidente de la Repblica Eduardo Benes, han abandonado la regin de los Sudetes, con 2 800, 000 habitante,s de lengua alen:iana y 700 000 checos; al darse cuenta de que no podnan contar .c?n ninguna ayuda exterior, han terminado por inclinarse ant; las dec1s10nes de la conferencia de Munich. As1 .. p~es, en un int7nto de explicacin, hay que volver las miradas, prmcq::_alment:, hacia las grandes potencias europeas: Francia y Gra~ Bn:~tan~, Itaha, la U. R. S. s: Por qu han permitido a Ja Alemania h1tlenana realizar las primeras etapas del programa de M Kampf, aumentar su potencial blico y Europa Central una pos1c10n predominante?
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El . Gobier~o austraco, que saba no poda contar con danub1~nos, p1ens~ que tampoco tiene nada que esperar de sus vecinos las grandes pote?cias: a decir verdad, Gr~n Bretaa, desde 1919, siempre haba fl!?mfestado su deseo de no cbntraer responsabilidades en una cuest~on en 1? que la. si~uacin fijada por los tratados no poda ser definiR .. s.. S. haba manifestado muchas veces tiva, segun. su cr~teno. La su desprecio hacia el partido cnst1ano-social, que ejerca el poder en
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Viena. Pero el Gobierno francs, incluso en los tiempos en que Arstides Briand era el apstol ce una reconciliacin franco-alemana, haba declarado, en repetidas ocasiones, que no tolerara el Anschluss (1); y el Gobierno de Italia haba adoptado una postura ms clara que nadie, cuando el asesinato del canciller Dollfuss (2). Estaba, por tanto, justificado el pesimismo de Schusschnigg y de Miklas? La poltica italiana, tan firme, e incluso tan tajante, en 1934, en esta cuestin de Austria, haba empezado, haca ya dos aos, una evolucin cuyos primeros indicios haban coincidido con la guerra espaola, es decir, con la perspectiva de un conflicto entre los intereses italianos, de un lado, y los franceses e ingleses, de otro. En julio de 1936, Mussolini aconseja a Schusschnigg que llegue a un acuerdo con Alemania, pero salvaguardando la independencia de Austria. En enero 'de 193;7, cuando el Eje Roma-Berln acaba de ser proclamado, ndica claramente a Goering que "no quiere sorpresas" en la cuestin austraca; esto da a entender, netamente, que no considera completamente asegurada la independ~ncia. En noviembre de 1937, se declara "cansado de hacer de guardin de la independencia austraca", y solo pide al Gobierno alemn "que no precipite las cosas": en definitiva, est dispuesto a abandonar la partida, a poco que el Fhrer acceda a darle una informacin preventiva y tal vez a escuchar la opinin italiana, encaminada a atenuar las modalidades de la dominacin alemana en Austria. Pero la entrevista de Berchtesgaden, en la que, dos meses despus, Hitler obliga a Schusschnigg a tolerar la presencia de Seyss-Inquart en el Gobierno, ha tenido lugar sin informacin preventiva. Entonces el Gobierno italiano se muestra inquieto; el 16 de febrero, trata de ver si es posible un acuerdo con Gran Bretaa. No se resigna, hasta que esta tentativa diplomtica fracasa. En el discurso del 15 de marzo, en el que trata de explicar este cambio radical de su poltica exterior, el Duce no conai sigue ocultar su contrariedad: "Cuando .un hecho ha de producirse fatalmente, es mejor que se produzca con nosotros, mejor que a pesar nuestro o, lo que es peor, en contra nuestra". La actitud del Gobierno francs es vacilante. En el momento en que los requerimientos hechos a Schusschnigg no dejan ya ninguna duda acerca de las intenciones alemanas, el Gobierno Chautemps no se atreve a tomar una iniciativa y a hacer a Alemania una seria advertencia. Es porque los dirigentes hquierdistas desconfan del Gobierno ustraco, cuyas victorias en poltica interior fueron logradas tanto a costa del socialismo como del nacionalsocialismo? Es porque la diplomacia francesa comprende su impotencia para dar a la Repblica austraca independiente unas condiciones de existencia ms o menos estables, es decir, vara crear una Confederacin danubiana? Parece ser que e! Gobierno- --3:1 esta ocasin, como' en muchas otras-estaba decidido,
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TOMO 11: LAS CRISIS DEL SIGLO XX.-DE
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sobre tod~:, a no adoptar ninguna posicin sin asi.:gurarse la aquiescencia y ayud:::, de Gran Bretaa; y que esperaba en vano una contestacin inglesa. EE consecuencia, cuando la crisis se hace inminente, se encuentra desconcertada. Agrava sensiblemente esta situacin el des acuerdo que el 8 de marzo, con motivo de los proyectos financieros, disloca la mayora parlamenta ria y provoca la dimisin del Gabinete? A primera vista, s, puesto que el ultimtum alemn a Austria tiene lugar tres das despus, en plena crisis ministerial. Sin embargo, en la tarde del 11 de marzo, los principales miembros del Gobierno dimisionario hablan de tomar medidas militares, cuyo alcance queda sin preci sar, pero cuya condicin previa ha de ser la colaboracin de Gran Bretaa. Puesto que esta promesa no se ha obtenido, los partidarios de la manifestacin militar no insisten. Estas comprobaciones, aunque provisionales e incompletas en el estado actual d~ la documentacin, inducen a conceder una importancia especial al comportamiento del Gabinete ingls, el Gabinete conser vador, cuyo jefe es Neville Chamberlain. Al da siguiente de la entr~ vista de Berchtesgaden, el Gobierno britnico es requerido por Italia y por Francia. Por qu no han conducido estas tentativas a la formacin de un nuevo "frente de Stresa", que muy posiblemente hubiera basta do para frenar las iniciativas alemanas? , El 19 de febrero de. 1933, el embajador de Italia en Londres, Gran di-uno de los hombres que ms colabo1aron para el advenimiento del rgimen fascista-cumplimenta las i_nstrucci?nes recibidas del Co~ de Ciano ministro de Asuntos Extraneros: s1 el Ansclzluss se reah zara, la Gran Alemania "har pesar sobre la frontera italiana e.l peso de sus 70 millones de habitantes"; por consiguiente, es muy 1mpor, tante estudiar si, mediante un acuerdo con Gran Bretaa, se podr~a, salvar la independencia de Austria; en defecto ~e este acuer? ltaha:' no tendr otro recurso que marchar con Alemama; pero, segun el Go. bierno italiano, el acuerdo angloitaliano ha de suponer una compensa. cin: el Gabinete britnico reconocer la anexin de Etiopa Y dar satisfaccin a los intereses italianos en el Mediterrneo. Los estadistas britnicos-Neville Chamberlain, primer ministro, y Anthony Ede ministro de Asuntos Extranjeros-no rechazan, en principio, estasb ses de discusin; sin embargo, se pueden tratar las cuestiones medl terrneas sin abordar la cuestin de Espaa 'y la intervencin italian en la guerra civil? (1). El primer ministro tal vez ac~ptara sile?Cia esta intervencin; pero el ministro de Asunto~ Ext~an1er?s co?s1d~ que todo acuerdo con el Gobierno fascista es 1mpos1ble. si. no 1mp)1 una solucin satisfactoria del asunto espaol: --:eor cons1gmente, la r tirada de los voluntarios italianos. aunque parcialmente, ha de efectua se antes que se inicien las negociaciones a~gloitaliana~. Est~ d.iv. gencia, que se manifiesta en presencia del mismo embaador 1tah~ .J.
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tiene como ~on.secuencia, al da ~iguiente, la dimisin de Anthony Eden, qll:e es s~s~1tmdo por lo~d Halifax. Aunque la oposicin reproche al P!"~mer rmrHstro que capitula ante los dictadores, y aunque una fracc10n. de los cons~~vadores, _bajo la influencia de Winston Churchill, se asocia ,estas cnt1cas, Nev11le Chamberlain conserva una gran mayora en l_a Cama~a los Comunes. As, pues, parece estar abierto el camino a 1.a aphc~ctn de una poltica de prudencia, de conciliacin, de conc:s1ones e mcluso de re~u1:1cias, ~orno es la del primer ministro (1). S1Il embargo, las .neg?ciac1ones 1talo-inglesas quedan en suspenso, tal vez porque la ag1t?c!.n parlamentaria provocada por la dimisin d~, Eden entorpece las m1ciativas de Neville Chamberlain: tal vez tamb1en J?Orq~~ la o~erta italiana, iniciativa de Ciano, no cuenta sino con una adhes10n r~t1cente .<l~ .Mussolini. Es esta incertidumbre lo que conduce Gabm~te ?ntarnco a hacer odos sordos a las sugerencias . france~as. La explic?c1n parece muy verosmil. Hay que convenir, una"! . vez ?Ias, q~~ estas m~erpretac~Ol1es, a falta de documentos y de testiLmoillos, s~f1c1entes, d_e1an 11'.Ph? ca~po a las hiptesis. t.:'". _El uillco hecho cierto e m,d1scut1ble es la inercia del Gabinete bri,tmco. Al decl~rar ante la Ca~ara de los Comunes, el 21 de febrero, :que Gran Breta~a no ha dado nznguna garanta a Austria, el ministro de Asuntos Extran1eros da a entender cul ser su actitud ante el hecho 1 ~~~nsumado. _Cuand~ ~n la tarde del 11 de marzo reciben las noticias de V1ei;a . el pnmer m1mstro y el nuevo ministro de Asuntos Extranjeros ~e limitan a dos. gestos simblicos: a censurar severamente la poltica emana }'_a _pedir al Gobierno italiano que exponga su punto de vista. ~r? ante~. mcluso, de _saber que el conde Ciano no tiene nada que ecz~; adv1ert;n al canc.11ler Schusschnigg que la resistencia a Alema,a. expondn~ a Austna a unos peligros contra los cuales el Gobier.de _Su Ma1est~d no puede g~ra~tizar su proteccin", y c9munican Gobierno fran_ces este reconoc1m1ento de impotencia. Al da siguien' en un 1:1ensae al embajador britnico en Berln, lord Halifax explia :sa actlt~d: "Nada, salvo el empleo directo de la fuerza hubiera q_1do m?~1~car la situ~cin." Lo cual implica, claramente, q~e el Goe~.no bntamco no habia pensado nunca en recurrir a las armas en e,~~~~?to. ~o~ medios dirigentes estn de acuerdo con la mayora de qp1mon pubhca en pensar que esta cuestin de Austria no mereca a g~erra. Efectiva.mente, la Prensa conservadora no haba aprobado ,f:\~C1n de Alemama (c~n la exce?cin del Daily Mail); pero haba rerd~do que Gran Bretana no tema por qu mezclarse en la cuestin ~;u~opa central. La Prensa izquierdista haba condenado el Anschluss rg~~, era. obra de Hitler; pero no poda olvidar que, diez aos antes' b1\'!:i'.cons1d~ra_do esta solucin como legtima. Asimismo, el prime; n sdtro se hm1taba a afirmar que la opinin pblica inglesa se haba _nti. o profoundly shocked.
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Sin embargo, si la expansin alemana hubiera podido ser evitada por procedimi_en ~_os diplomticos, es decir, mediante la conjuncin del acuerdo ~nglo1Lhano y la reconstitucin del frente de Stresa, hay muchos_ f!10t1vos p;.1ra pensar que el Gabinete ingls, aun a pesar de su esc7pt1c1smo _en cuanto al porvenir reservado a una Austria independiente, hub1~r~ aceptado colaborar al mantenimiento del statu quo. As, pues, lo d~c1s1vo~- a fin de c~entas, ha sido el comportamiento del Gob1er~o itahanc. t.I ~o.nde Ciano se haba mostrado dispuesto a poner obstaculos a Ja polmca alemana en Austria, a condicin de recibir compensaciones en el Mediterrneo. Pero qu posibilidades tena de obtenerlas, _con amplitud, en el cuadro de una negociacin en la que Gran Bretana estaba segura de contar con el apoyo de Francia? En el fondo, tanto en Londres como en Pars, los crculos polticos consideraban que la _independ~nc~a de Austria era necesaria, de cualquier forma, para los m~ereses it_aha~os; y que, por consiguiente, era superfluo ofrecer a Itaha venta1as importantes en el Mediterrneo. Ahora b~en: Mi:ssolini, decidido a realizar una gran poltica mediterrnea, hab1a termma?o. por convencerse de que el medio ms seguro para lograr sus obet1vos era establecer con Alemania una colaboracin ms estrecha, cuya primera condicin era, evidentemente, resignarse al :4n7c~luss. Tal parece ser la explicacin probable; sin embargo, los md1c10s que poseemos no autorizan todava una conclusin en firme.
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En, ~l desenlace de la crisis checoslovaca no solo tiene mportancia la pohtica de las dos potencias occidentales, sino tambin la de la U .. R. S. S. El Gobierno de Praga se ha resignado a abandonar Ja regn de los S~detes, como consecuencia de la presin de Francia y ;.de Gran ~retana _; de todas formas, en aquellas circunstancias, las ~os potencias ~ccide~tale,s se encontraban en dos situaciones muy distmtas: el Gobierno mgles nunca se haba comprometido a nada con respecto a Ch7coslovaquia, cuyas fronteras se haba negado expresamen_te a garantizar cuando los tratados de Locarno; Francia, por el contrano, haba dado esta garanta en el tratado de alianza, rmado el 16 de octubre de 1925 con el Gobierno de Praga. En cuanto a la U. R. S. S., tambin tena un tratado de alianza con Checoslovaquia, desde el 16 de ~ayo de 1935; pero no se haba comprometido a prestar su colabo_rac1n ~rmada hasta tanto que Francia hubiera cumplido sus compromisos; asi, pues, no ha de intervenir en septiembre de 1938 d~do que e~ Gobierno francs elud~ sus obligaciones de alianza, y ei mismo, G?b1erno checoslovaco no pide ayuda a Mosc. Por tanto, Jo que mas mteresa es la actitud de Francia. . En el transcurso de largos debates entre Conrad Henlein y el Gobierno checoslovaco, el ministro francs de Asuntos Extranjeros, Geor-
ges Bonnet, haba afirmado que Francia estaba resuelta a sostener, a Checoslovaquia, incluso con las armas, en caso de un _ataque aleman. Ahora bien: cuando esta amenaza alemana se hace evidente, avisa al Gobierno de Praga, en la noche del 20 al 21 de septiefl'.~re, que SI Checoslovaquia "se obstina en negarse a abando~ar la reg~on de los ~udc tes, Francia no podr ayudarla" .. En dos oc_as1ones, le d1~~ al emba1ad~; de Gran Bretaa que es necesano conseguir un arreglo a toda cos~a . :y aceptar "cualquier solucin de la ~uestin checoslovaca p~ra ev1t~r la guerra"; finalmente, el 27 de septiembre de~lara al Conseo de Ministros que no se debe prestar a Checoslovaqu~a ayuda armada. . Esta poltica, que abandona el tratado de alianza, m~rece la aqu1escencia de Ja mayora del Gabinete-no hay _que olv1~arlo--, cuyos miembros en minora ni siquiera llevan su disconformidad al punto de presentar la dimisin, y la del Parlamento, donde ios acuerdos de Munich son aprobados por 575 votos contra 75 (de los cuales, 73 _son comunistas que. al parecer, prefieren qu~, la guerra general empiece en el Oeste mejor que en el Este). Tamb1en es aprobada por la gr~,n mayora de la opinin pblica: para co?v~ncerse, basta leer los ,,penodicos importantes y con recordar el m1llon ?e firmas que se r';"cogen despus de Munich, en el Libro de Oro ofrecido. a~ pr~s1dente de1_ C~n sejo y al ministro de Asuntos Extraneros, .por m1c1at1va del pendico ms oficioso, Le Petit Parisien. No hay que e~a.gerar tampoco el, _alcance de estas adhesiones, puesto que si los dmgentes de la poht1ca francesa hubieran adoptado una actitud ms firme, no c~be duda_ de que Ja opinin parlamentaria y la o~inin pbli:a .. les hub1er~ segmdo. As. pues, lo que sigue siendo esencial es la actitud d,el Gob1~rno. Por qu el Gabinete ha abandonad~, _e,n su mayo~1a, la altanza con Checoslovaquia, de acuerdo con la opm10n del m1111stro de ~suntos Extranjeros? Segn las fuentes ms autorizadas, ~dopt_a. esta hne,a de conducta por tres razones: Ja debilidad ?e los med10s milt~ares y aereos franceses; la frialdad o la reserva mantfestad~. por l~s ~1 andes pote,ncias. cuyo apoyo sera necesario para una poht1ca energ,1ca; Y por ultimo, las vacilaciones de Jos mismos gobernantes checos. Lo que mteresa examinar es el valor de estos argumentos. , La eventualidad de una intervencin armada se planteo tan pronto como la anexin de Austria a Alemania puso en peligro a Checoslovaquia. El ercito francs-manifes_t el ministro de la Gu:rra en una sesin del Comit de Defensa Nacional. el 16 de marzo ce 193~-no sera capaz, con toda seguridad, sno de llev~r a ca?o una accwn de fijacin; Checoslovaquia no recibira ~yuda directa smo en caso (muy poco verosmil) de que Blgica concediera a las tropas francesas el derecho de trnsito, en virtud del artculo 16 ~lel Pacto _de la Sociedad de Naciones; e incluso esta ofensiva a trav~s del.. te~nto_no_ belga no podra realizarse con elementos suficientes, s1 el e1erc1to 1~ahano amenaza Ja frontera de Jos Alpes. En cuanto a una eventual mtervenc1on rusa-haba hecho constar el Jefe de Estado Mayor General-. su efic::i-
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cia dependera de la actitud de Polonia y de Rumania! Concederan estas el derecho de trnsito? Por otra parte. el Estado l'vtayor confirma estas previsiones, poco alentadoras. En su conversacin .del 2 de septiembre con el presidente del Consejo. el general Gamelm subraya los obstculos que haran imposible cualqui~r ayuda direc~~ a Chec~slo vaquia: el Gobierno belga, en los trminos de la polit1ca anuncrnda en octubre de 1936 por el Rey Leopoldo III, denegar indudablemente el derecho de trnsito (l); la U. R. S. S., en la fase inicial de la guerra, no podr hacer nada; el ejrcito francs no tendr otra salida que lanzar~e contra la zona fortificada alemana-la lnea Sigfndo-entre el Rin y el Mosela, en una ofensiva que tendr las caractersticas de una batalla del Somme modernizada (2): lo cual significa que no se puede impedir la invasin y la derrota de Checoslovaquia. . Bien es verdad que, el 26 de septiembre, el general G~melm acaba por declarar que sera imposible "dejar que Checoslovaq~ia sea aplastada" sin intentar ayudarla: "significara haber retrocedido. para saltar en peores condiciones". dice el general. Pero en estas fechas ya no se trata de adoptar una opinin poltica, puesto que Checoslo:~ quia ha aceptado la cesin del territorio de los Sude tes; la cuest;on que se plantea es saber si el Gobierno hitleriano no trata de. hacer tracasar cualquier solucin diplomtica; en tal caso, es evidente que Francia no podr seguir impasible. Sin embargo, el Jefe del Estado. Mayor del Ejrcito del Aire insiste en que, incluso ante tal eventuahdad, la aviacin francesa no estara en condiciones de entrar en guerra. Los pases cuyo concurso sera necesario para el xito de una poltica enrgica son, en distintos estilos, Polonia. la ~ R. S. S .. los Estad~s Unidos y Gran Bretaa. Cul es su comportamiento durante esta cnsis internacional? El Gobierno polaco accedi, en enero de 1934, a la fir.ma de un acuerdo con la Alemania hitleriana, con la esperanza de desviar en otra direccin la expansin alemana (3). La cuestin de los Sudetes .le hace creer en el xito de sus planes; por otra parte, ofrece perspectivas fa. vorables para la solucin del litigio que opone, desde 1919, a checos Y polacos, con respecto al territorio de Teschen (4). Sin duda por este inotivo, el coronel Beck, ministro de Asuntos Extranjeros, declara que lo que le pueda pasar al Estado checoslovaco "le tiene sin cuidado"; y, el 12 de septiembre. se niega a decir si, "en el momento crtico", se
(l) Vase pg. 1066. . . (2) La ofensiva franco-inglesa de! Sommc. comenzad al . 1 de olio de 1916, haba durado tres meses; y solo tuvo por resultado la conqu1sla de algunos pun tos de apoyo, a costa de grandes prdidas (246.000, mucr~o~ y hendos); Y en ningun momento de aquella batalla de desgaste parec10 pos1b1e la ruptura del frente
pondra del lado de Francia. Pero, una vez solucionada la cuestin de los alemanes de los Sudetes, no se dirigir la expansin alemana hacia l?s aleman~s de. Dan~zig? Bec~ cree que Hitler no es avaricioso, y conf1a en ello, olv1d~ como la d1plomac1a alemana ha violado sus promesas, en otras ocas10nes. Esta forma de pensar del ministro de Asuntos Extranjero.s pol_aco plantea al h~storiador un enigma que los documentos y testimonios de que se dispone actualmente no permiten resolver. Sin embargo, el_ ~ico hecho que interesa para interpretar debidamente l~s acontec.1m1entos del mes de septiembre de 1938 es que, e~ estas c1rcunstanc1as, el Gobierno francs no puede contar con la ahanza polaca. El Gobierno sovitico, o ms exactamente, el comisario de Asuntos E~tranjeros, Litvin?v, afirma, por lo menos en tres ocasiones,~ que est d_1spuest? a cumplir sus compromisos de alianza con Checoslovaquia s1 Francrn cumple los suyos. Sin embargo, ni Francia ni Gran BreW.a --esta en mayor grado--parecen dar mucho crdito a tales declaracion~s. Tal vez porque el ej~rcito rojo, cuyos mandos han sido desorgamz?dos, com_o consecuen~rn del asunto Tukhachevski (1) por depurac10nes mas1v~s, parece mcapaz, en estos momentos. de tomar parte en una guerra importante 7 Tal es la conviccin de los observadores in?leses. Pe~o est~ escepticismo se basa, sobre todo, en un hecho cuya 1mportanc1a habrn hecho resaltar el general Gamelin en el mes de mar. zo: la intervencin de las fuerzas rusas no es posible, a menos que Pol~nia. y Rumania. les concedan el derecho de pasar a travs de sus terntonos. Ahora bien: el Gobierno polaco, preguntado el 25 de mavo por el Gobierno franc~s. h~ opuesto una negativa absoluta; "si los ;usos e~traran en Po~oma-p1ensa-incluso "como amigos", no volveran a salir; y pronto implantaran el comunismo". El Gobierno rumano , que en la nueva constitucin. promulgada en marzo de 1938 hab~ . hecho incl~ir u~ artcul? segn el cual el derecho de trnsito n~ poda :: ser concedido sm? mediante una ley, ha opuesto a las gestiones trance, sas, en tres ocasiones, la misma negativa, porque teme que Jos rusos, . aprovechando el derecho de paso, recuperan Besarabia (2) solamente acepta que la aviacin rusa vuele sobre su territorio. pudi~ndo as al .canzar los aerdromos checoslovacos. E,1 Gobierno sov~tico podra emplear Ja fuerza para superar estos obstaculos: las manifestaciones de algunos de sus agentes, en -septiem?re de 1938, dan a entender que de buen grado se prestara a forzar . e~ paso ~ travs del _territorio polaco. Pero cmo podra admitir esta 'eventuahdad el Gobierno francs? As, pues, Ja intervencin armada de la U. R. S. S. podra resultar ineficaz (3).
(1) Vase pg. 1055. . ' (2~ Sobre la cuestin le Besarabi'. vanse los captulos VI y X del libro . , ,, anterior. 1 (3) Esa era la opinin del propio Benes, segn atestigua en u libro de 1946
alemn. (3) Vase pg. 989. (4) Vase pargrafo III, captulo VI del libro anterior ("Las lagunas").
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No cabe duda de qut: esta apreciacin coincida con los secretos deseos de ciertos crculos polticos de Pars, y sobre todo de Londres reacios a la participacir; de la U. R. S. S. en el juego: basta observa; que, hasta el 23 de septi'!mbre, no se resigna el Gabinete ingls a preguntar al Gobierno ruso ::ul sera su actitud en el caso de una guerra general. Pero los obstculos tcnicos y los estratgicos tampoco eran despreciables. Una vez ms hara falta, para poder aportar una conclusin utilizable, conocer el estado de nimo y los intenciones de los crculos dirigentes rusos. Las declaraciones de Litvinov, "para uso externo", representan los verdaderos propsitos de la poltica sovitica? Estaba plenamente de acuerdo con Stalin y con el Bureau poltico, el comisario de Asuntos Extranjeros, partidario de la colaboracin con Francia y Gran Bretaa, en el marco de la Sociedad de Nacones? El Estado Mayor ruso, que, segn su agregado militar en Pars, apenas si podra lanzar al combate ms de 30 divisiones, podra abrirse paso, por la fuerza, a travs de Polonia, llegado el caso? En definitiva, pensaba realmente el Gobierno en participar en una guerra general, o bien lo finga, en el convencimiento de que, no pudiendo obtener ei derecho de trnsito, no tendra que intervenir? En ausencia de toda informacin documental, es imposible, en estos momentos, contestar a esas preguntas fundamentales. Lo ms que se puede hacer es recalcar que la Prensa rusa no haba concedido a la crisis checa sino muy poca atencin; y que no haba tratado de preparar la opinin pblica para la eventualidad de una entrada en guerra. . E,l Gobierno .ingks nunca haba querido, anteriormente, aceptar nmgun compromiso con respecto a Checoslovaquia. Se muestra reacio a abandonar esta lnea de conducta. En la primavera de 1938, cuando se perfila la amenaza alemana la opinin inglesa se muestra sumamente indecisa: solo una minora' (el i3 por 100 de los !!lectores consultados, con motivo de un "sondeo", en el mes de. marzo) admite que pueda ser necesario prestar ayuda a Checoslovaqma. En este momento, el primer ministro, Neville Chamberlain, se siente inclinado a dar la razn a las reivindicaciones de los alemanes de los Sudetes, cuando reclaman una reconstruccin del Estado checoslovaco, a base de una federacin. Pero los ministros franceses flojean: No es la "destruccin" de Checoslovaquia e! objetivo que persigue Al.e~ania? !~1 es la razn de que Francia haya de opon~rse a e~ta paht1ca y solicite la ayuda de Gran Bretaa. El prmer mimstro bntmco contesta, el 29 de abril, y lo confirma por escrito el 2~ _de mayo, que si bien est dispuesto a prestar a Francia su ayuda militar, en c~so de agre~in alemana "no pnwocaqa"-de acuerdo con los compromisos contraidos en Locarno--, no lo est a llevar a cabo con Francia una "accin militar coqjunta, encaminada a defender a Che~oslov~quia". Por o~ra parte, ~~n?in es cierto que no sera posible 1mped1r el aplastamiento del e1erc1to checoslovaco; la intervencin rnglesa no cambiara en nada el equilibrio de las fuerzas, puesto que el
Estado Mayor no podra poner en lnea ms de do~ divisiones, que ? siquiera seran verdader,q_mente motorizadas. La un1ca c~nsecuenc1a de esta intervencin sera una guerra general, de resultado. por l? menos, dudoso". Y. por ltimo, aun en el caso de una v1ctona, sena posible y razonable restaurar un Estado checoslovaco con las mismas fronte ras? . Sirr embargo, el Gabinete ingls modifica s~ ~ct~tud: a medida qu_e Jos alemanes de los Sudetes aumerrtan sus re1vmdicac10nes. Al deCJdir, el 3 de agosto, el envo de la misin Runciman, encarga~a, en realidad. de llevar a cabo una mediacin amistosa e~tre el Gobierno. ~he co y el partido de Conrad Henlein, acepta ya ciertas responsa?Il'.~a des en Jos asuntos de Europa Central. El fracas~ de esta med1a~1on, el 7 de septiembre, y la entrada en escena de Hitler, .el 12 _de dicho mes le hacen revisar an ms su postura. Pero, en que medida? A la pregunta hecha por el Gobierno francs ("si. ~ranca entra en g~e~~~ con Alemania, puede contar con la ayuda milltar de Gran Bretana ) da una contestacirr evasiva: Gran Bretaa no cree poder en~ontra~se en guerra con Alemania, automcamente, ~uesto que no . tiene nrnguna participacion en los compronusos contra1dos _c?n Fra?cia con respecto a Checoslovaquia. Sin embargo, "no perm1tma amas q.ue la segudad de Francia se vi~ra amenazada"; p~ro ..no puede prec,isar nada acerca del carcter y la fecha de una accion que dependena, ~e Clcunstancias todava hipotticas". As, pues, el Gabm~te ~r~tamco se aviene ahora a tomar en consideracin una intervenc10n militar; pero a largo plazo; permitira que Francia entrara sola en guerra c.on Alemania, para ayudar a Checoslovaquia; y solamente ntervendna :? :1 caso en que Francia--como consecuencia de la derrota de su.s eerc1tos-se viera amenazada de invasin, porque entonces los mtereses britnicos estaran en juego. Tal parece ser la idea de Neville Chamberlain, cuando declara, en la conferencia franco-inglesa del 25 de septiembre, despus de la entrevista de Godesb~rg, "que Gran Bretana ayudar a Francia "si esta se encuentra en )X!ligro .. Finalmente. el 26 de septiembre, el Gabrnete rngles abandona estas reticencias; y anuncia, por un comunicado del For~ign_ Of fice,. que, en caso de guerra franco-alemana, Gran Bretaa estana, rndudab1emente, al lado de Francuz. , Supone esto, sin embargo, que el ejrcito ingls se movilizana, acto seguido de la movilizacin francesa, y que la. entrada _en_ la guerra sera inmediata? La contestacin inglesa es evasiva: se limita a decir que la ayuda nmediata prestada a Francia. du~a~~e los pnmeros seis meses del conflicto, no podra pasar de dos div1s1ones_ ,Y de ISO aviones. indicando que la ayuda ulterior se fijara en func10n de las decisiones del Parlamento. Desde el principio hasta el fin de la crisis, el Gabinete ingls muestra, pues. una sola preocupacin: evitar la _gue;ra. porque comprende la debilidad de sus recursos; no cree en la ehcacia de los elementos mi-
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litares .franceses; y, sin duda, tambin porque: advierte que la opinin pblica, en su gran mayora, sigue muy reticente. Es evidente que estas largas reticencias han contribuido a agravar las vacilaciones del Gobierno ingls. Pero puede que los gobernantes ingleses, por su parte, se hubieran mostrado menos vacilantes si hubieran advertido, en los crculos dirigentes y en la opinin pblica de Francia, una voluntad ms firme. El 24 de septiembre, el embajador ingls en Pars escriba: "Debe embarcarse Gran Bretaa con un aliado que, si lucha, luchar sin aviacin y sin entusiasmo?" Los Estados Unidos permanecen en plan de espectadores. Efectivamente: el 4 de septiembre, con motivo de la inauguracin de un monumento que conmemora la llegada a Francia de las tropas de Pershing, en 1918, el embajador en Pars, Willian Bullit (uno de los colaboradores de Woodrow Wilson cuando la conferencia de la paz de 1919), alude vagamente a la eventualidad de una intervencin de los Estados Unidos si la guerra estallara en Europa. Pero la opinin americana reacciona vivamente; y Franklin Roosevelt se siente obligado a tranquilizarla: "Quienes cuentan con la ayuda indudable de los Estados Unidos, en el caso de una guerra en Europa. se engaan por completo." Bien es verdad que, en los ltimos das de la crisis, el presidente dirige un llamamiento a los gobiernos europeos en nombre de la paz; aade,. sin embargo, que los Estados Unidos no quieren "asumir ninguna obligacin en la direccin de las negociaciones". Hay que aadir otro factor de incertidumbre-las divergencias entre los dirigentes checos-a estas reticencias, que marcan la actitud de las grandes potencias? La presin ejercida por el m.inistro franc~s de Asuntos Extranjeros, en la noche del 20 al 21 de septiembre, para inducir al Gobierno checo a aceptar la cesin del territorio reivindicado por Alemania haba sido sugerida desde Praga por el presidente del .Consejo, Hodza, que declaraba obrar con conocimiento y asenso de Eduardo Benes, Jefe del Estado. Los trminos de esa comunicacin secreta eran terminantes: para conseguir que el Gobierno checo se muestre de acuerdo con Ja opinin de las potencias occidentales y consienta en la cesin territorial, el Gobierno francs ha de expresar claramente que no har nada en caso de guerra; es el nico' medio de salvar Ja paz. La realidad de esta gestin, rechazada durante mucho tiempo, ha sido confirmada por la publicacin de documentos y de testimonios (1). Parece, por tanto. que Hodza tena grandes deseos de evitar la guerra: y anhelaba recibir del Gobierno francs una declaracin que pudiera utilizar para salvar su propia responsabilidad con respecto a la opinin pblica checa, y tal vez para convencer al presidente de la Repblica.
(1) Los informes del ministro de Ja Gran Bretaa en Praga, y los testimonios ante la Comisin parlamentaria francesa.
Esta interpretacin parece'an ms verosmil, si se piensa que Hodza era el jefe del Partido agrario, cuya actitud haba sido anteriormente muy favorable a los Sud etes-segn testimonio del embajador francs en Praga-y cuyo propsito era evitar un conflicto general, en el que la U. R. S. S. pudiera tener ocasin de intervenir. Para llegar a conclusiones ms concretas sera necesario poder ver de cerca las condiciones de la poltica interior checa durante esta crisis; pero este estudio es ahora bastante difcil. Todo lo que se puede afirmar es que, indudablemente, los crculos dirigentes checos no eran unnimes en querer hacer frente a Alemania; y que estas divergencias eran de tal naturaleza que confirmaban el estado de nimo de aquellos dirigentes franceses deseosos de evitar el cumplimiento de los compromisos de alianza. Hay que atribuir una importancia decisiva, por tanto, a esta actitud de los agrarios checos? Indudablemente, no: hay motivos para llrnsar que, a pesar de sus vacilaciones, el Gobierno hubiera resistido con las armas a las exigencias alemanas si Francia y Gran Bretaa hubieran mantenido su apoyo. La poltica de Munich-obra franco-inglesa-ha sido determinada por el convencimiento de que una guerra general, en 1938, se presentara en unas condiciones sumamente inciertas y difciles; y que, por consiguiente, es necesario evitarla. Han credo los autores de esta poltica, adems, que el espritu de conciliacin podra asegurar una paz duradera? No cabe_ duda de que, tanto en Francia como en Gran Bretaa, unos crculos polticos bastante extensos esperaban que Hitler detuviera su impulso expansionista, una vez arreglada la cuestin de los alemanes en el extranjero. Parece cierto que Neville Chamberlain comparta esta esperanza, y crea poder confiar, en este aspecto, en las repetidas declaraciones del Fhrer. No escriba, el 11 de septiembre, en sus documentos particulares, que Gran Bretaa se vera obligada a combatir si Hitler quisiera dominar el mundo, pero que no era este el caso? Nada indica, por el contrario, que tal fuera la forma de pensar de Edouard Daladier o de Georges Bonnet. Pero, incluso aquellos que no se hacan ilusiones sobre los futuros propsitos de Alemania, creyeron preferible ganar tiempo: aun en el caso de que la poltica de Munich no sirviera sino para conseguir un aplazamiento, a Francia y Gran Bretaa les interesaba retrasar la guerra-segn su tesis-para afrontarla en mejores condiciones, o, por lo menos, en condiciones no tan malas. .. Esta poltica hizo caso omiso de los valores morales, es decir, del desconcierto que haba de provocar en las relaciones internacionales el abandono de Checoslovaquia, as como de la herida infligida al prestigio de las potencias occidentales, herida difcil de curar, no ha querido ver cun peligroso era debilitar las reacciones nacionales. Por5 lo menos, era sensata desde el punto de vista estrechamente realista en que pretenda situarse? En otros trminos, el aplazamiento poda ser
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til Y beneficioso? Poda serlo (y parece que lo fue) en Francia y, sobre todo en Ingl~terra, por lo q~e respecta a las fuerzas areas, puesto que I~ _construc~tones que todav1a no haban arrancado en el otoo de 1938, h1c1eron r~~1dos progresos en el ao siguiente. Hubiera podido serlo en _el d?mm10 de Io_s ar~amentos terrestres si se hubiera modificado Ja le~1slac1~ de traba10 y s1 la produccin industrial se hubiese llevado al mismo ntmo . que la produccin de guerra alemana. Sin embargo, el balan~e. negativo es mucho mayor: el potencial de guerra alemn se benef1c1aba, con la anexin de una gran regin industriai de un incremento que ni Francia ni Gran Bretaa podan compensar' en breve plazo; adems, la desaparicin del ejrcito checoslovaco sustraa al sistema militar organizado en torno a Francia una treintena de divisiones; .fi~almente, la incorporacin del pequeiio estado checo a la zona econor:zzca alemana permita al Reich adquirir la supremaca en toda la regin. danubian.a, e incluso balcnica, donde los estados agrcolas -~~mama, Bulgana y Yugoslavia-se vean amenazados de estrangulaczon, en el caso de que el mercado alemn se cerrara a sus productos. Pero no es esto todo; y tal vez esta ltima consecuencia sea la ms grave: la Rusia sovitica, que haba sido mantenida al margen del arreglo de Munich, tena motivos para sentir una desconfianza creciente con respecto a la poltica francesa. "Despus de Munich--escriba el 4 de octu~re, el Df<;rio de .Mosc-, quin creer todava en la pala.bra de Francia? Qmen segmr siendo su aliado? Por qu el Gobierno francs, que acaba_ de anular con sus propias manos el pacto concluido con ~hecoslovaqma, ha de respetar el pacto francosovitico ?" Estas reacciones se ajustan a la apreciacin del Hamburger Fremdenblatt: "Alemania ha conseguido eliminar a la Rusia sovitica del concierto d~ la~ grandes IX'.tencias"; tal era-segn este peridico-" el aspecto h1stnco de Mumch". df; Fue valorado este balance cuando se tomaron las decisiones esenciales? Los documentos diplomticos ingleses, en los que..se reproducen las actas de las _conversaci~nes franco-britnicas, no permiten pensar q?e las consecuencias econmicas y estratgicas de la solucin de Mum~~ fuer~n. ~onsideradas y medidas por sus autores. Por otra parte, las cnt1cas d1~1~~da_s contra esta poltica en la tribuna parlamentaria tampoc,o_ han ms1st1~0 acerca de estas consecuencias. Los adversarios de la pol~t1ca de Mumch abogaron, principalmente, por aquel entonces, en Ja tesis del bluf! alemn: Francia y Gran Bretaa habran podido dar mue_stras de energa sin correr ningn riesgo, puesto que Hitler no se h~bt~ra atrevido a aniciar la guerra. Estaba fundamentada esta opimn_. No puede asegurarse, de acuerdo con los documentos y testimoi:1os de que hoy disponemos. Es indudable que, en aquella fecha, lo~ Jefes alemanes n? se consideraban preparados para la guerra. Pero Hitler no haba temdo en cuenta su opinih. El 18 de junio decidi solu~ionar la cuestin checoslovaca antes del l. de octubre; el 3 de septiembre orden al ejrcito que estuviera dispuesto a actuar, en un
plazo de cuatro semanas; el 27 de septiembre orden algunas medi_das de movilizacin parcial, qu~\ ma~tuvo en secreto, cuando. si _se hubiera tratado de un bluf!, le hubiTra mteresado que se supwra. _Bien es. ver~ dad que, cuando consider esta cuestin, pens~ba que m Franci~ ni Gran Bretaa intervendran militarmente; ahora 01en: cuando la actitud de Gran Bretaa V de Francia se hizo ms enrgica, el 25 de septiembre, el Fhrer no ce{. As, pues, el Servicio de Informacin del ejrcito francs tena motivos para pensar, en septiembre de 1938, que Alemania estaba preparada para hacer frente a una guerra general. . Es cierto que, en el ltimo momento, Hitler prefiri las ne~ocia ciones a un acto de fuerza; acept tomar parte en la Copferencia de Munich, e hizo en ella algunas concesiones. Hitler t?m esta d~Sisin -a despecho de Ribbentrop y Himmler-porque le d10 la sensac1on ~~ que la opinin pblica alemana se mostra?a _reticente._ y porqu~ tenuo que Italia no le seguira. Pero esta negociacin sat:sfizo, ca~1 mtegramente, sus reivindicaciones. Cmo pensar que Hitler pudiera abandonar una partida en la que tanto se haba comprometido si le hubiera fracasado una parte esencial de su programa? Queda por saber si el Fhrer hubiera podido ll~var a cabo s_us propsitos sin encontrar resistencia, incluso en la misma Alemam_a. ~ay testimonios alemanes que afirman la existencia de un complot: si Hitler daba Ja orden de ataque contra Checoslovaquia, sera derribado por -~n golpe de estado militar. Segn esos testimonios, el complot en cuest10n contaba con algunos generales importantes-Beck, jefe del Estado_ Mayor General hasta el 18 de agosto de 1938; Halder, su suceso:; Witzleben, jefe del cuerpo de ejrcito de Berln-deseosos ?e reaccionar contra la injerencia hitleriana en el ejrcito, y convencidos de que, en el caso de una guerra general. Alemania iba al desastre; algunos. u_ncionarios del ministerio ele Asuntos Exfranjeros y el alcalde de Le1pz1g, Goerc!eler, cuya autoridad intelectual y moral era muy grande en los crculos polticos derechistas. Parece ser que contaba con el apoyo del jefe de Polica de Berln y con ei del jefe de los servici~s se~retos del ejrcito. Pero es posible afirmar que c.ste putsc!t se hub~~ra mtentado, v con xito, sin la conferencia de Munich? Segun confesion del prop10 Halder, los preparativos eran wz poco ligeros tcnicamente, y la adhesin del general en jefe de las fuerzas armadas, el general von Brauchitsch, era incierta. Decir 1que la poltica anglofrancesa, al acepta_r la solucin diplomtica. arrebat a la resistencia alemana la oportumdad de abatir el rgimen hitleriano sera ir demasiado lejos. Al historiad?r de esta resistencia, Gerhard Ritter, le parece natural que G~:m Bretana y Francia no quisieran establecer sus decisiones "sobre una base tan incierta".
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CAPITULO V
El antagonismo entre las potencias ricas y los Estados "pobres"-o ms exactamente entre partidarios y adversarios del statuto q110 territorial-se haba puesto de manifiesto en el transcurso de todas las crisis que desde el otoo de 1935 al otono de 1938 amenazaron la paz general de Europa. Cules haban sido sus consecuencias en la poltica de armamentos y en los compromisos diplomticos?
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LA POLITICA DE AR1HME!'ff0S
orientar la produccin hacia aquellas fabricaciones que presentan ms inters. con vistas a la preparacin para la guerra. En un memorn?um redactado por Hitler, en agosto de 1936, el Fhrer indica que el pnr~er deber para la conquista del espacio vital es de~arrollar la producc~n de armamentoss: se trata--dice-no de un proolema economzco, sino de ima cuestin de voluntad. El segundo plan cuatrienal, cuya ejecucin est en curso desde 1937, bajo la direccin de Goering, reserva un lugar considerable, no solo a la industria metalr?ica, que acaba ~e adquirir mayor expansin con la anexin de Austna y de la B.ohemia septentrional, sino tambin a la fabricacin de sucedneos-gasolina smttica, caucho sinttico, algodn artificial-capaces d~ reemplazar, hasta cierto punto, las materias primas de origen extraner~, de las que el Reich se ver privado en tiempo de guerra. Al mismo t~er:ipo, se efecta una redistribucin geogrfica: los nuevos establecimientos metalrgicos son instalados en la regin de Hannover ~ de Br:insvick, menos expuesta a los ataques areos que los centros industnales del Ruhr o de Silesia. Finalmente, antes incluso de su llamamiento a filas, el Gobierno tiende a la educacin militar de la juventud. La formacin deportiva que da a los jvenes a partir de los catorce aos y la '.~anizacin de las ;zwentudes htlenmzas estn orientadas con fines m1htares, preparndoles para las marchas, adiestrndole~ en la lectura de mapas y de seales. El Servicio de Trabajo, al que se incorporan, durante seis meses, todos los jvenes de veinte aos para realizar tra?ajos d~, utilidad_~ blica comprende dos horas diarias de clases de rnstrucc10n patnotica y de prcparacn militar. Complementado con la labor de los servicios de. nforma~in _Y de propaganda, encargados de fomentar en los adversanos las disens10nes internas v las diveroencas de opinin. todo este esfuerzo coherente estaba orientado, sinb duda, hacia la guerra, segn los designios expresados en Mein Ka111pf. Guerra a walquier precw? Indudablemente, no. Pero s guerra destinada a romper cualquier resistencia que obstaculice la expansin alemana. Para qu fecha la calcula Hitler? En. agosto de 1936, en el memorndum destinado a sus colaboradores, escnbe que el ejrcito ha de encontrarse preparado p1ra actuar (1) en un plazo de cuatro aos, y que la economa alemana debe adaptarse a las necesidades de la guerra en igual perodo. En octubre de 1936, en una conversacin con Ciano, declara: "Alemania estar preparada dentro de tres aos, perfectamente preparada dentro de cuatro, y si h2y que esper2.:- cnco. todava meor" En noviembre de 1937. en la. )nferenc1a ~n -::.i~ indica a sus co::: .:>oradores directos los prirne~os :.je ti vos ;;, ic2' e:::.:. (2), hace la ot.: /acin de que, a partir de ~43. esfuerzo 0
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A partir de 1936, las perspectivas de la poltica internacional puseron a la orden del da, en todos los grandes pases europeos. el desarrollo de los armamentos. Tom la iniciativa el Gobierno alemn: y los dems gobiernos se vieron obligados a imitarle, ms o menos rpidamente. Todava no se ha llevado a cabo el estudio comparado Je este esfuerzo de preparacin para la guerra, ni puede hacerse en el estado actual de las fuentes de informacin. Sin embargo, se pueden esbozar sus rasgos principales, sin descuidar, claro est, -Jos aspectos econmicos y psicolgicos. En la Alemania nacional-socialista, cuyo rgimen poltico tiene, como objetivo esencial, el constituir los elementos de una poltica de fuerza. ~ Fhrer impone al rearme un ritmo que sorprende hasta a sus mismos generales. El ejrcito alemn, que, segn el plan de 1935, deba contar con treinta y seis divisiones, cuenta, en 1938, con cuarenta y dos. Los efectivos de poca de paz, en esta fecha, alcanzan l 510 000 hombres, comprendidas las fuerzas de Polica, pero no las formaciones p:ira-militares, calculadas en 405 000 hombres. Y aumentarn todava mjs, puesto que la poblacin del Reich, despus de las anexiones de 1938. se ha incrementado en 10 millones de habitantes. Este ejrcito posee una doctrina nueva, que rebasa ampliamente las enseanzas de la prmera guerra mundial, y que da particular importapcia al papel de b aviacn en las batallas terrestres, as como al empleo masivo de los carros de combate. Este ejrcito est colocado, estrictamente, bajo el control del partido nacional-socialista, desde que Hitler pasa a la reserva, en ebrero de l 938, a aquellos generales que trataban todavfa de conservar alguna inde~ ":>:idencia, anunciando que asume personalmente el mando de las fue;z~.'. armadas. La p.>:mificacin econmica instituida en 1933 permite al Gobierno
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de rearme de los dems pases arrebatar posiblemente a Alemania la superioridad en armamento que ahora ostenta. Por consiguiente, parece ser que, segn su opinin. el momento favorable debe fizrse entre dos fechas: 1939 y 1943; la eleccin depender, no ~olamente del carcter de la resistencia con que se tropiece la poltica exterior. sino tambin de las circunstancias diplomticas. En enero de 1938, Ribbentrop, que dos aos antes crea en la posibiiidad de un acuerdo con Gran Brctaiia, abandona este propsito: hay que crear una situacin-escribe--que obligue a Gran Bretaa a un compromiso;. y si esto no se consigue. a hacer la guerra. El rgimen poltico italiano, despus de la victoria conseguida en Etiopa, ha aprovechado este xito para aplicar ntegramente sus mtodos: la ley del 7 de octubre de 1938 ha suprimido la Cmara de Diputados. reemplazndola por una Cmara de Fascios y de Corporaciones. formada por miembros del Comit Nacional del Partido Fascista y de los comit~s directivos de las agrupaciones econmicas. todos eilos designados por el Gobierno, ni siquicr existe un simulacro de eleccin. Nunca ha estado ms firmemente asegurada la autoridad del Duce; y nunca la concentracin de poderes en sus manos ha sido ms completa que en este dcimoquinto ao de dictadura. Asimismo, Jtzlia. que cuc:1ta ahora, gracias a la poltica oc ayuda a las familias numerosas y. sobre todo, gracias a las leyes restrictivas de la emigracin, con cuarenta y tres millones y medio de habitantes (en 1919 tena 36 millones), pesa ahora ms que nunca en la balanza de las fuerzas: a final12s de 1938, el ercito dispone de 50 divisiones de lnea, a las que se aaden 14 divisiones especiales, tropas de montaa y formaciones motorizadas o acorazadas; la flota de guerra cuenta con ocho grandes acorazados y cuatro graneles cruceros. es decir, J 2 unidades grandes (mientras que en 1926 tena seis): la aviacin, que en 1932 contaba con un centenar de aparatos, tiene ahora cerca de dos mil. La renovacin de las doctrinas tcticas y estratgicas-bajo el impulso de Duhet-. ha precedido. 111cluso. a la labor realizada por Alemania en este terreno. El Duce no pierde ocasin de repetir que estas fuerzas no dejarn de ser utilizadas. En un artculo de la Enciclopedia Italiana, escribe: "Solo la guerra eleva al mximo de tensin todas las energas humanas; imprime un se\lo ele nobleza a Jos pueblos que tienen el valor de afrontarla." El gran esfuerzo de industrializacin llevado a cabo en la U. R. S. S., desde J 938, ha transfor.nado el potencial ele guerra. El ndice ele la pro duccin industrial ha pasado, en seis aos (de 1932 a 1938), ele 100 a 258. La parte de esta produccin rusa en la producc.in mundi~I. que era del 5 por 100 en 1939. alcanza el 17 por l 00 en 1938; es decir, que no es superada ms que por los Estados Unidos. Estos productos in dustriales, destinados casi exclusivamente al mercado interior, proce den, en Ja proporcin de un 80 por 100, de instalaciones nuevas o com
pletamente reformadas d . ..Los mavores progreso . s son realizados por la m ustna metalrgica. la pr d . . . de toneladas, reorese~ta el f6 ~cc1on li~ ~cero en 1932, con 17 millones consiguiente, a partir de l 935' h po~d ~ Ja produccin mundial. Por de a d si o posible desar 11 f rmas y e aviones; en 1937, la Pren . :o ar a abncacin de este esfuerzo. Los observadores s~ rusa ms1ste en Ja magnitud es muy fuerte; los carros de combat:xtra~eros afirman que la artillera sa; nicamente expresa sus d d , po erosos, y la aviacin numerode transporte y la calidad d as e? a .la eficacia de medios Pero el G~b.ierno soviti~o~~u~e~e ~sa tact1c~s. . un poco el reg1men poltico (la Co q f ~a estimado posible suavizar derecho de voto a todos los ci d ~s 1tuc1 n de 1936 ha concedido el salvo en el caso de que h u a fa~os mayores de dieciocho aos 1 . , ayan su ndo algun d . . que a pnvac1on de los derechos 1 t l a con ena que impli1937. con una nueva crisis interio e e~ ora es}--se enfrenta, en 1936 suceden: en agosto de 1936 z r.. os grandes proc:.esos polticos se de los primeros tiempos-so~ c~:ov1ev y Kamenev--<los bolcheviques de 1937, Jo es Pietakov, ex comisa~~~ag~s por trotskystas; en febrero finalmente, en junio de 1937 1 . pueblo para la industria. y 1 e manscal Tukhach k' ' C . . evs i, comandante de a circunscripcin militar del Vol defensa nacional, acusado (l) de g~,ab~rm~~ano. del pueblo, adjunto a Ja ta y de haber entregado a Al . ': gamzado un complot fascsb z e mama znf onnes de . , caracter confidencial so re e estado del e;rcito rojo. En est a c~da momento, depuraciones u fe penodo, la Prensa rusa seala, espias, a saboteailores de la eco~ e ? ectan, en el seno del partido, a observadores extranjeros cree ~na 1 a co~trarrevolucionarios. Los de.I .rgimen. Lo que ms llamna ~~Is ~r a . g~elud10 de una desintegracin cns1s del ejrcito. a continu . , ~ elnc1 n de estos observadores es la les superiores son. revocados aac10n t e asunto Tukhachevski, los oficia cen enares y se res e confianza--ex co b t' . es sustituye con homm a 1entes de la guerra ci .1 b d cen 1 as nuevas formas de la t f vi-, que desconolas fuerzas armadas rusas d ; ica y 1a estrategia. Cmo creer que condicio~es? Impresiones ~c;~f~sser empleadas e~cazmente en estas desmentir, rpidamente. ro que el porvenir se encargar de todas partes como cier~as~ que, en 1938, son consideradas en osi
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1 A partir de 1934, Francia ha atrave d . . . . pnmera fa!'e se distingui por la activi~ do or un~ cnsts mterna cuya r~cha; y la segunda por la formacin a _e l_as lzgas de extrema de. d'irecc10n ~n un~o .de 1936-de b1erno del Frente Popular b ao socialista . En ,un f Go.---~ l que orma
(1) Este asunto permanece an b 1 Georges Castellan ha hecho una bue:: e~ oso: . ~n Reichswehr. rr A rme rouge. ., ~brkiL~s Relations gerrnano-sovitiques d/~~rn. ~~3~) (~tu~to publicado en a .f . ~ e1st-fue el servicio alemn de inform '6 a . . egun otra vefsn-Ja i' mzar el alto mando ruso hizo ca aC1 n quren. con el de~eo de desorga':+,.. documentos falsos. ' er en manos de sus agentes del servicio secreto
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han influido estas vicisitiides sobre la poltica de armamentos? Los proyectos de rearme haban sido frenados, hasta 1935, por las consecuencias financieras de la crisis econniica y por la poltica de deflacin. El Gobierno del Frente Popular tiene en cuenta la nueva situacin, resultante de la reconstitucin de las fuerzas armadas alemanas, de Ja remilitarizacin de Renania y del cambio de frente efectuado por Italia; en octubre de 1936, decide la ejecucin, en cuatro aos, de la mayor parte del programa de realizacio1es establecido por el f:stado Mayor; nuevo material de artillera, arm.1mento especial para b rnfantera. y carros de combate; obtiene la votacin de crditos que, sin embargo, son inferiores en un 25 por 100, aproximadamente, a lo solicitado por los servicios del Ejrcito. La realizacin de ese programa tropieza con dificultades ligadas a la situacin econmca, social y financiera. La capacidad de produccin industrial no se emplea sino en un 80 por 100, mientras que lo es en un 76 por 100 en Alemania y un 80 por 100 en Gran Bretaa;. ,la semana de cuarenta horas ha reducido en un 16 por 100 la durac1on semanal del trabajo en Ja industria de armamento; y esta reduccin solo ha sido compensada dbilmente por el aumento del rendimiento individual; Ja produccin industrial francesa, que en 1929 representaba el 6,6 por 100 de Ja produccin mundial, no representa ya, en 1937, sino el 4,5 por 100. Por otra parte, cuando en 1937 el Estado Mayor solicita nuevos crditos tropieza con la oposicin del ministerio de Hacienda, que declara la imposibilidad de aumentar los gastos sin comprometer Ja estabilidad monetaria. Finalmente, los temores a perturbaciones sociales paralizan la poltica de inversiones. Indudablemente, donde hay que buscar la causa fundamental de estas dificultades es en el estado de nimo de la nacin. La burguesa industrial y mercantil, inquieta desde el verano de 1936 por la atmsfera de batalla social existente en el pas, se siente mcho ms preocupada -en lo que respecta a la poltica exterior-por el peligro bolchevique que por las amenazas fascistas alemana o italiana; no en_ipie~a .~ tranquilizarse hasta finales de 1937, cuando se esboza la d1soc1ac1on del Frente Popular. Los crculos obreros estn ms atentos a la lucha empeada en torno a la poltica social que al esfuerzo necesario para desarrollar el rendimiento de la produccin industrial y aumentar el pote11cial de guerra. Los remolinos de Ja poltica interior y de la crisis social, as como las divisiones profundas de la opinin pblica, apartan de los problemas exteriores la atencin de la mayora de Ja poblacin francesa, e incluso de una parte importante de los crculos polticos. Esta parlisis del Estado, en un momento en que Ja tensin internacional se agrava, estimula las pretensiones de los adversarios: en una conversacn con Ciano, Hitler se declara convencido de q~e Francia, amenazada _de cjgsc.omposicin, ya no es capaz de desempenar su papel en I~s r~,Iat~o nes internacionales. Este menosprecio es un elemento de expltcac1on indispensable para comprender las iniciativas alemanas o italianas, as
como el comportami(;!nt;o del Gabinete britnico en un momento de gravedad (1). Pero la psicologa colectiva no es la nica causa. Las insuficiencias y las lagunas del rearme se acentan por las concepciones estratgicas del Estado Mayor, que permanece demasiado aferrado a las lecciones 9e la primera guerra mundial: confianza absoluta en la eficacia de la fortificacin; desconocimiento de las nuevas posibilidades que quepa esperar del empleo masivo de unidades acorazadas. Esta doctrina defensiva, a la cual se adhiere de buen grado la opinin pblica, no est de acuerdo con las obligaciones asumidas por Francia en el cuadro de su sistema de alianza: Cmo podra proporcionar a sus aliados la ayuda prometida si no posee un ejrcito capaz de tomar la iniciativa de grandes operaciones? Este divorcio entre la poltica militar y la poltica exterior es una causa esencial de debilidad. A diferencia de Francia, Gran Bretaa goza, en este perodo, de estabilidad poltica y social. Las elecciones generales del 14 de noviembre de 1935-que tuvieron lugar cuando la cuestin etope-confirman la mayora parlamentaria que ejerce el poder desde 1932. El Gabinete conservador, dirigido hasta mayo de 1937 por Stanley Baldwin, ha contado, en el pas, con una autoridad moral slida. Ha dado pruebas de firmeza y clarividencia, cuando ha tenido que hacer frente, en 1936, a Ja crisis dinstica, cuyo desenlace es la abdicacin de Eduardo VIII. El nuevo primer ministro, Neville Chamberlan. hijo del gran Joseph Chamberlain, y hermanastro de Austen Chamberlain, uno de los autores del tratado de Locarno, ha sido el principal instigador de las medidas monetarias, financieras y aduaneras adoptadas d,espus de la crisis econmica de 1931; por consiguiente, cuenta con Ja confianza de su partido, que le agradece la seguridad con que ha dirigido la recuperacin, ~in quebrantar el conservadurismo social. Sin embargo, esa estabilidad no se extiende al Imperio, en el que los disturbios de Palestina se han reanudado, a partir de abril de 1936, y en el que los nacionalistas indios han obtenido las dos terceras partes de los sufragios, en febrero de 1937, cuando se han elegido las Asambleas provinciales, instituidas en 1935, Pero estas dificultades imperiales no provocan, en esta poca, agitaciones importantes en la vida parlamentaria inglesa. As, pues, sostenido en la Cmara de los Comunes por las tres cuartas partes de los votos, el Gabinete britnico dispone de una amplia libertad de accin. Desea aprovecharla para dar a Gran Bretaa los medios de realizar una Poltica exterior ms activa? Tarda en decidirse a hacerlo: hasta noviembre de 1936 no reconoce el estado deplorable de las fuerzas terrestres y areas, as como la necesidad de hacer un gran esfuerzo de rearme. El plan presentado al Parlamento, el 16 de febrero de 1937, es votado sin grandes dificultades, aunque el partido laborista
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haya rec: .:e.ido los crditos, y uno de sus miembros, sir Stafford Cripps, en una 2.'r;:.1ci6n a los obreros de las fbricas de armamento, les haya aconsejadz que se nieguen a participar en la f.~.'Jricacin de material blico. L2-.c inversiones en armamento podrn alcanzar. en un plazo de cinco afies, la cifra de 1.500 millones de libras esterlinas. Pero ia puesta en prctica se demora, porque los servicios financieros estn en constante conflicto con el Estado Mayor respecto a la utilizacin de los crditos; y, sobre todo, porque la puesta en marcha de las fabricaciones implica la construccin e instalacin de nuevas fbricas. Aunque, en Ja primavera de 1938, los jefes militares subrayan Ja necesidad de obrar con rapidez, da Ja sensacin de que el programa de rearme no podr tener aplicacin eficaz antes de 1939 1940. As, pues. el rasgo caracterstico, en el otoo de 1938, es Ja desigualdad en el rearme. Un cuadro comparativo de Jos gastos militares en 1938 muestra que, en porcentaje de la produccin, tales gastos suponen: 16,6 por 100, en Alemania; 12,7 por 100. en Italia; 9,3 por lQO, en la U. R. S. S.: 7,9 por 100 en Gran Bretaa y Francia ( J ). Por qu los estados "autoritarios" han obtenido, en esta poltica de rearme, unos resultados muy superiores a los conseguidos por los pafses que permanecen fieles al rgimen democrtico y parlamentario? Por una parte, un Gobierno que cuenta con medios para imponer Ja disciplina a los ciudadanos para marcar directrices a la produccin industrial y orientar las inversiones privadas y que. adems, puede asegurar la financiacin. mediante mtodos inditos, cuyo ejemplo ms representativo son las letras de trabaio, en Alemania: por otra. un Gabinete que teme el dficit presupuestario, porque sabe hasta qu punto es reacia Ja opinin pbiica a nuevos sacrificios financieros, y obligado a contar con la iniciativa privada para asegurar Ja poltica de inversiones: la partida no estaba igualada. Por lo dems, el adelanto conseguido por Alemania, y en menor grado por Italia, no asegura a estos pases sino una ventaja transitoria. Los datos estadsticos relativos a las industrias productoras de bienes de equipo (las ms fciles de convertir, con vistas a la fabricacin de material de guerra) indican que si los dems estados europeos se decidieran a utilizar enteramente su potencial de guerra, la situaci6n podra modificarse en dos o tres aos: en 1937 la participacin de Alemania en la produccin mundial de bienes de equipo es del 14,4 por 100; y la de Italia. del 2.5 por 100. Ahora bien, esas cifras son: 14 por 100, para la U. R. S. S.; 10.2 por 100, para Gran Bretaa, y 4,2 por 100. para Francia. Sin duda, el factor esencial sigue siendo la potencia industrial de los Estados Unidos, cuya produccin, en estos sectores, representa el 41,7 por 100 de la produccin mundial; pero los estados fascistas saben que esa potencia nunca se emplear en su favor.
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En las relaciones entre los estados Jos esfuerzos de expansin o b eur.opeos, ya sea para sostener oblig~dos a tomar iniciativas p;;io~Z~~~~hz~rlos, .10.s _go.biernos se ven contribuyen a agravar la te " . . stas imciat1vas a su vez "d d ns1 n internacional t , segun a o de prestigio incitan a Ja r li ' pues. ~ ,que ,m~tivos de alarmada en todas partes por unas de c~, y la ~p1i:10n publica se ve mezclan advertencias inti "d . c arac1ones publicas, en las que se , m1 ac1ones y amenazas E l d ac.ostum b rado, casi inevitable . . . s e enea enamiento mmacin. ' siempre que se afirma un deseo de do-
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El hecho ms importante de e t . . s ~ n~eva s1tuac1n diplomtica es ~ formacin del Eje Berln-Rom Italia y Alemania; este Eje a, e~ ecir, el acuerdo establecido entre y por otra, hacia Yugoslavia.se pro onga, por una parte, hacia el Japn, . La colaboracin germanoitaliana f en el programa hitleriano (l) E .d iguraba desde el primer momento d 1 I' . . v1 entemente respond' l . ' Ja a os mtereses e a po 1t1ca alemana, que necesitaba p::i.ra tr~nsformar Ja situacin territorial asegurarse un punto de apoyo trarlo smo en un estado cuyos b" r , y que no poda esperar encon. mente a los suyos. A priori la o J:s ivos. pudieran acomodarse parcialItalia, puesto que el Gobiern; fas:St r:c~~va ~ra menos seductora para antes, su voluntad de realizar n a 1 a ia a rn;~do, desde quince aos no afectaba en nada a los int , o ~o o una pol~t1ca mediterrnea-que . danubiana, destinada a impe~~:sts a eman~s~,, smo tambin una poltica Austria-Hungra, y a oponerse : ~=const1tuc1on, d.e cualquier forma, de de cualquier influencia extranjera reo~derancia, en aquella regin, definitiva, la poltica italiana od' , an. o rancesa como alemana. En requerimientos alemanes, co/vis1t::ean~~se tentada a p:e~!ar odo a los tener ?na P?s1c1on ms fuerte . en las cuestiones mediterrneas. . . boracin la obligara, sin duda' pod1a .lv1dar que esa cola. icar sus intereses en Europa . Central y, lo primero de todo , A El d"l , en ustna . 1 ema se esboza en el otoo de i936 cuencia de la crisis etope? H . . Se trata de una conse haber sdo, principalmente, el co~~la~~t~~o~ P';[ duda;J? (2). Parece gico e _!a poht1ca mediterr. nea del Gobierno fascista, a la ue l nuevos horizontes. Pero no sab q a .gurra espanol_a acababa de abrir como definitiva o si no pe ~mos s1. e Duce consideraba esta accin 9urante el tiem~o necesarions:r: s~~_virse solamente del apoyo alemn t.ra.nsigir. en las cuestiones m~dite~r~~~~ aTGran Bretaa y a i:rancia a hm se dio cuenta desde el . . ampoco sabemos s1 Musso.: primer momento, de las consecuencias que
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op.
cit.
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haba de tener :..ua la cuestin de Austria la nueva orientacin poltica; si se limit a retrasar todo lo posible el plazo, o si conserv la esperanza de obcener un compromiso que, al menos, salvaguardara las apariencias. Sin pretender aclarar estas intenciones, por falta de informacin adecuada, hay que contentarse con sealar las distintas etapas de la aproximacin entre Italia y Alema11ia. El 23 de septiembre de 1936, el Gobierno alemn expresa su deseo de establecer "una colaboracin cada vez ms estrecha" con Italia. Despus de la visita de Ciano a Berln y a Berchtesgaden, del 21 al 24 de octubre, un comunicado anuncia la intencin de los nuevos gobiernos de "realizar una accin comn en la obra de la paz y de la reconstruccin", as como de defender contra el peligro comunista el "patrimonio sagrado de la civilizacin europea": "Este antibolchevismo-dice Hitler-es un buen terrano tctico." El objetivo inmediato es intimidar a Gran Bretaa, para obligarla a buscar un acuerdo con el sistema poltico italoalemn; si esta tentativa fracasa, y Gran Bretaa se dispone al rearme, habr que pensar en la guerra, pero no antes de tres aos. Ahora bien: el Gabinete ingls decide, en noviembre de 1936, preparar un plan de rearme, acto seguido del discurso en el que Mussolini -el 1 de noviembre-anuncia el nacimiento del Eje. Sin embargo, la visita de Goering a Roma, el 23 de enero de 1937, no seala progresos en la colaboracin italoalemana: "eliminar toda influencia de Rusia en Occidente"; "frenar la amistad francoinglesa"; eso es todo. En el fondo, el acuerdo germano-italiano permanece vacilante, puesto que Mussolini no parece decidido todava a abandonar a Austria. Hasta marzo de 1938, despus del Anschluss y de la aquiescencia qjicial, otorgada por el Duce, no cree la poltica hitleriana llegado el momento de dar a esta colaboracin un nuevo giro. El 5 de mayo de 1938, cuando su viae a Roma, Hitler alude por primera vez a Ja conclusin de una alianza; pero la contestacin de Mussolini es evasiva. El Duce se desentiende, no solo porque no desea correr el riesgo de ser arrastrado a una guerra en tales momentos, sino tambin porque teme -dice-provocar el descontento del ejrcito, la burguesa y el clero catlico; por tanto, despus de dos aos de eX\PCriencia, Mussolini muestra su deseo de no comprometerse de una manera concreta. El sistema poltico italoalemn no est an, pues, sino bosquejado. Sin embargo, se abren ya ante l horizontes ms amplios. El 25 de marzo de 1937, el Gobierno yugoslavo-aunque tiene, desde hace diez aos, un acuerdo coltico con Francia (l)--liquida sus deferencias con el Gobierno t: 71.0; y se compromete a concertarse cor l, en caso de complica.co exteriores. El 6 de noviembre de 1937, ;:! Japn. que un
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ao antes hab~ firmado con Alemania el pacto "antikomintern" (1), se une tambin a Italia, sin que se defina la naturaleza de sus mutuas obligaciones. De estos acuerdos, el segundo est dirigido evidentemente contra la U. R. S. S.; pero tambin contra los Estados Unidos, cuyos intereses en el Pacfico se ven amenazados por el Japn; el primero anuncia la dislocacin de la Pequea intente. Cmo ha de sorprender que Italia y Alemania crean tener inters en atraer la atencin de los Estados Unidos hacia el Pacfico, para apartarla de los asuntos europeos, y que deseen destruir en Europa Central el sfstema francs? Solo requieren explicacin la poltica japonesa y la yugoslava. El Gobierno nipn, en el momento en que acababa de lanzarse a la guerra contra China (2), tena inters en encontrar en Europa un nuevo punto de apoyo, con objeto de intimidar a la U. R. S. S. El Gobierno guyoslavo, es decir, el prncipe Pablo-Regente desde el asesinato del rey Alejandro-y el Presidente del Consejo, Stoyadinovitch -hombre de negocios con pretensiones de estadista-, parece ser que adaptan la orientacin de su poltica exterior a las dificultades de su poltica econmica. En 1935, cuando particip en las sanciones decretadas por la Sociedad de Naciones, con motivo del asunto de Etiopa, Yugoslavia vio que sus exportaciones a Italia disminuan en un 90 por 100, sin que pudiera encontrar en los mercados francs o ;ngls una salida compensatoria para sus productos agrcolas y forestales; as, pues, haba sufrido grandes prdidas, que hubieran sido an mayores, si el Gobierno alemn no se hubiera ofrecido a adquirir una parte de estos excedentes yugoslavos; por tanto, en julio de 1936, Stoyadinovitch indica su deseo de desarrollar las relaciones comerciales con el Reich: Yugoslavia se dirige a las ibricas alemanas para la adquisicin de maquinaria con destino a su industria. No cabe duda de que esta situacin ha contribuido, en gran manera, a "perjudicar" las relaciones polticas franco-yugoslavas. y ha incitado a los medios dirigentes de Belgrado a aproximarse al grupo italoalemn. De esta forma, el Eje ha "asegurado su retaguardia", en previsin de una guerra general. Pero ni el Japn ni Yugoslavia han formado una alianza, como tampoco Italia ha querido hacerlo con Alemania. Por otra parte, la colaboracin diplomtica entre Be_rlh. v Roma sigue siendo incompleta. A principios de 1939. los dos gobi :- .:10s tantean, con absoluta independencia entre s, las reacciones de sus adversarios. Hitler, al tiempo que quiere imponer al Gobierno de Praga una sumisin completa a la voluntad de Aicmania. prepara nuevas acciones en el Este. Mientras que poco antes haba afirmado no tener 'ntencin de plantear la cuestic 6-el estatuto de Dantzig, el 24 de <-ubre de
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V: ARMAMEl'CC:S Y FORMACJON DE BLOQUES.--COMPROMISOS D!PLOMAT!COS
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,.., .,, "una solucin general de las cuestion?s germanopolacas": 193~ re:--'- ,_a . d 1 c dad Libre; concesin de una carrete~a 1tuc,.,'" -- a Alemania e l'd -~aves res, . d mstatuto de extraterntona 1 a d . a t. y un fe:rDcarrd1hl. d_~ta~os P:io~~a eal pacto antikommtern. Despus d~ una el 9 de enero de 1937; pero pomendo del Pasillo; a . es1 n e . . primera negativa P?laca, 1;s1st~, solucin general podr contar con ei un cebo: si Polo~1a acep a es ~ir sus aspiracion~s: el prmer objetivo apoyo de Alemam_a, para conseg ocar un movimiento separatista en la de esta colaborac1on se.ra prov ativa categrica a esos ofreUcrania sovitica (1). Sm o~n-~r u~ac~e~a una contestacin dilatqrja, cimientos, hechos con gr~n ?1g1 ? ~de a entrar en el sistema alemn, s1, a~ca vi"ctonosa . El 1 de febrero termiporque comprende que Podoma, olea a germamc , b"d la sera absor I a por s e el carcter exacto de estas tentana por declina~ la oferta.Mm c;ondoc ;arfs y de Londres se percatan de tivas, Jos Gobiernos de . oscu, e , sus rasgos ms sobresalientes. . . d Munich de que el Go. . d por la experiencia e . f n incapaces de una reaccin I.lusso!Im, convenci '. bierno y la opinin pblica ra~ce~es c~~se uir un xito, ya sea en la enrgica, cree llegado el momen o e 1 Mgar Roo donde la posesin . d T 0 por Jo menos, en e . rio colonial italiano. La camcuestin e u~ez, de Djibuti podna completar ~. r:uev~ ~~~1938 alude incluso a Crcega paa_ de Prensa que lanzai e~ ~f;;: revita asu:nir una responsabilidad y. N1za: No fasr~nt~~ ~stas manifestaciones de Ja opinin no pue_de~ directa' y dec q . , de su poltica; por el momento, se hm1ser consider~das como expre~onncoitalanos de enero de 1935; pero es ta a denunciar los acuerdos ra na ostura definitiva, quiere pesar sus evidente que, antes ,de ad,opltar u . pn francesa 7 y sobre todo, cul posibilidades: Cual sera a !eacc10 ' ser la actitud de Gran Bretana? . . rancia-declara el 4 de diLa contestacin fr~n~esa es ca~~~~~~aE~ranjeros, Georg.es Bonnet-:ciembre de 1938, e.l ministro dedA. It 1' "ni una pulgada de su terri1 no estar nunca d1spue~ta c~ ~r ~-l ~ fr a la guerra. y el presidente torio"; y si es necesanoi ~~ u ~1rd \1 26 de enero de 1939 que tamdel Consejo, Ed?u.~r~ Da a ier, ana e;"chos", es decir, que no est dispoco abandonara .m uno de s~~ d d ~1 ferrocarril de Djibuti a Addispuesto n~ a ~e_g?c1ar una ane~1 ~on~ersaciones acerca de la situac~~n A beba, .111 . iniciar Td~ nuevEo st:s firmeza es aprobada por -una votac10n de los ital!anos en unez.
1 rincipio se haba mostrado reticenparlamentaria unnin:e. . 1' En cuanto al. ~ob1erno tng. es, a ~o a defi~ir su postura, a mediados te: el primer mm1~tr.o s~ hab1a ~e~~cilado en hacer una visita a Roma, de diciembre: y m s1qmcra ~abia nto ms crtico del conflicto diploel 14 de enero. de. 1939, ~n e bmome l 6 de febrero, .Neville Chambermtico franco-italiano. Sm em argo, e . /
e royecto ucraniano apare<;e tambin (1) Hay que sealar el hecho de que es PCaro! de Rumania, en noviembre en una conversacin de Gocrmg con el rey de 1938.
lain termina p-(;: anunciar ante la Cmara de los Comunes que, en caso de "amenaza a los intereses vitales de Francia", Gran Bretaa concedera una "cooperacin inmediata"; la Prensa inglesa se muestra unnime litar. en interpretar esta declaracin como una promesa de ayuda miIndudablemente, estas declaraciones pblicas no permiten apreciar todos los aspectos de la cuestin; en realidad, el Gobierno francs, a instancias de Gran Bretaa, decide ofrecer al Gobierno italiano algunas satisfacciones para sus intereses econmicos; pero estos ofrecimientos se estiman insuficientes. Sin embargo, el Gobierno fascista no hace nada, Se limita a hacer decir, por medio de la Prensa, que las aspiraciones italianas son inquebrantables, y que la intransigencia francesa no tiene en cuenta la realidad; pero aade que Italia puede esperar". Cul es la reaccin de aquellos pases contra los que va dirigi!o el nuevo sistema poltico? La proteccin que el principio de la seguridad colectiva debiera asegurar a los partidarios del statuo qua ha desaparecido prcticamente. Muy quebrantada por el asunto del Manchuko y por el fracaso de las sanciones cuando la crisis etope, la Sociedad de Naciones es impotente; Neville Chamberlain afirma, el 22 de febrero de 1938, que ya no puede "garantizar a nadie la seguridad colectiva". "Es preferible-aade el primer ministro britnico-no hacerse ilusiones, y no equivocar a los estados pequeos hacindoles creer que estn protegidos por la Sociedad de Naciones contra actos de expansin, cuando sabemos que no se puede esperar nada semejante" (1). De las causas de esta impotencia no dice nada el primer ministro britnico. Pero los observadores polticos estn casi todos de acuerdo en reconocer que sera inexacto imputarla nicamente a las lagunas e insuficiencias-por otra parte innegables-del pacto de la Sociedad. La debilidad de los gobiernos, preocupados por evitar riesgos inmediatos, y la- indeferencia de la opinin pblica, han contribuido, en gran medida, a esa debilidad. La consecuencia es que el fracaso del sistema ginebrino impone el retorno a los mtodos tradicionales, es decir, a la conclusin de acuerdos directos entre los estados deseosos de mantener el sta~u qua territorial. A este respecto, el hecho ms importante es la afirmacin pblica de Ja solidaridad franco-inglesa. Indudablemente, el Gobierno britnico nunca reneg de los compromisos contraidos en Locarno; pero, en los momentos crticos de marzo de 1936 manifest claramente su intencin de interpretarlos en el sentido ms restrictivo posible (2). Ahora bien: en el otoo de 1936, cuando se desarrolla la crisis espaola. se muestra ms firme. "Gran Bretaa-declara Anthony Eden, el 14 de oc. tubre-est dispue~ta a desempear su papel para- mantener la paz y resistir a la violencia". El 10 de noviemhre se anuncia la decisin del
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rearme; el 21, el, minist~o de Asuntos Extranjeros declara que esos armamento~; i><>d:ran servir para "la defensa de Francia y de Blgica contra una agresin no provocada". El ministro francs de Asuntos Extranjeros, e;:i un discurso a la Cmara de los Diputados, se apresura a hacer~e e~, de esta declaracin, y a contestar que Francia pondra a contnbuc10n todas sus fuerzas para defender a Gran Bretaa contra una agresin n? r:rovocada. se. trata, pues, de un cambio de promesas de carcter pubhco, de valor mdudable, aunque no estn confirmadas por un tratado de alianza. P~ro cul es ~l alcance de estos compromisos? El Gobierno ingls m?ntiene.. su negativa ~ asumir responsabilidades en Europa central u oriental. Un estado-dice Anthony Eden-no debe nunca contraer obligaciones autor:1ticas en aquellas zonas en que no tenga intereses vitales; ahora bien. Gran Bretaa no los tiene ms all del Rin." En marzo de 1937, 'ord Halifax repite: "No podemos determinar de anteman? cul podra ser nuestra actitud con respecto a hipotticas complicac10nes en la Eur?P ~entr?1:. Esta reserva puede poner a la poltica francesa en una situacin dif1c1l, puesto que seguira siendo valedera ia promesa de ayuda inglesa, en el caso de que la agresin alemana contra Francia fuera "consecuencia de medidas adoptadas por Francia en cumplimiento de los tratados franco-ruso, franco-polaco o franco-checoslovac_o"_? En otras palabras, si Francia, para ayudar a uno de sus aliados c. resistir a un ataque alero:l.n, se ve obligada a tomar la iniciativa de la gue.rra cont_ra Ale~ania, admitir el Gobierno ingls que Francia ha tenido que mtervemr, a pesar de que el ataque no estaba dirigido directamente contra ella? A esta pregunta, formulada en una sesin de la <?~ara de los Comun~s, el 2 de diciembre de 1936, Anthony Eden se hm1ta a contestar aludiendo sin ms comentario al tratado de Locarno ,que solamente prev el caso en que las fuerzas alemanas violaran I~ 1rontera francesa. Parece, pues, que Gran Bretaa no intervendra al comienzo de una guerra en la que los ejrcitos franceses, para prestar ayuda a un aliado de Francia, penetraran en territorio alemn; mientras que s lo hara en el caso de que una contraofensiva alemana amenazara el territorio francs. Pero esta interpretacin no es seg~ra. Sin embargo, es confirmada por la actitud del Gobierno ingls durante la crisis de Checoslovaquia (1): Neville Chamberlain, cuando la guerra franco-alemana parece inminente, declara que Gran Bretaa ayudar a Francia. pero solamente "si esta se encuentra en peligro". Al tiempo que reconoce--en trminos sumamente vagos-la necesidad de intervenir en una guerra continental-por lo menos si Francia se ve amenazada de encontrarse en inferioridad de condiciones-, el. Gabinete no abandona, sin embargo, la esperanza de un apaciguam.J.CJJ.ta. a pesar de las crticas de una oposicin que se hace cada vez
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ms hiriente, y que reprocha a Neville Chamberlain que permita que abusen de l. El primer ministro considera que las ambiciones hitlerianas se limitan a las regiones en las que se plantea el problema de los alemanes en el extranjero (1); desea, por tanto, llegar a un modus vivendi con Alemania, concedindole satisfacciones parciales, preferentemente en las cuestiones econmicas y coloniales, a condicin de que el Gobierno hitleriano renuncie, en adelante, a realizar una poltica de expansin por la fuerza. En reiteradas ocasiones declara que Gran Bretaa no deber ir a la guerra hasta despus de haber hecho todo lo posible para evitarla. La posibilidad de una negociacin franco-alemana haba sido indicada ya en noviembre de 1937, por lord Halifax, al mismo Hitler. En enero de 1938 fue evocada por Neville Chamberlain en una carta dirigida al presidente de los Estados Unidos. Es Ctmsiderada de nuevo en los medios gubernamentales ingleses despus de la conferencia de Munich. En diciembre de 1938, con motivo de la visita a Londres del doctor Schacht, presidente del Reichsbank, Halifax se muestra dispuesto a discutir las cuestiones econmicas con Alemania. Dos meses despus, en una declaracin pblica, iPsiste sobre la importancia que atribuye a una eventual "cooperacin comercial entre los dos pases". La preparacin de esta cooperacin es el objetivo de la visita a Berln del ministro de Comercio ingls. Stanley, fijada para el 17 de marzo de 1939. Cules son las probabilidades de xito? La tentativa, hecha algunas semanas antes. para fijar las bases de un apaciguamiento e incluso de una colaboracin entre Alemania y Francia, ha sido decepcionante. La declaracin firmada en Pars, el 6 de diciembre de 1938, por Ribbentrop y Georges Bonnet, ha reconocido "solemnemente" como definitiva la frontera entre ambos estados, proclamando sus intenciones pacficas y previendo una consulta mutua "en el caso en que las cuestiones que interesan a ambos pases pudieran co,nducir a dificultades internacionales". Ahora bien: segn la interpretacin alemana, esta declaracin implica que Francia renuncia a ocuparse de los asuntos de Europa central y oriental, donde, por tanto, dejar a Alemania plena libertad de accin. El Gobierno francs afirma no haber pensado nunca en semejante renuncia. Los alemanes pretenden basar su interpretacin en unas manifestaciones de Georges Bonnet durante las conversaciones de Pars; y el ministro francs de Asuntos Extranjeros opone un rotundo ments, confirmado posteriormente por el Secretario General del Ministerio, testigo directo de id conversacin. Ms importante que esa controversia es la luz que arroja sobre los propsitos alemanes: el gobierno hitleriano-afirma el embajador de Francia en Berln--considera la declaracin francoaiemana como un medio de "cubrirse en d Oeste"; pero contina preparando su actuacin en otras direcciones. Esta impresin se confirma cuando el Gobierno alemn elude cualq'.:.;er prome(l)
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. la nueva situacin territoriai de stablecida despus de la consa al ser equerido para gar~nt1z~r, ' . es d e cir la s1tuac1on e ' Checoslovaqma, 1 entaria francesa empieza a reaccionar ferencia de Munich. . . , Ahora bien: Ja op1mon par_an; la necesidad de mantener las contra la tesis del repliegue; rns1st~ en al deJar a Alemania libertad alianzas orientales, porque ~ampren ~ ~:a a ser vctima, acto seguido, de accin en el Este. Francia se con et nto en Francia como en Gran de una agresin alema~a; la Pre~f~~l~ eventualidad de una iniciativa Bretaa, plantea-no sm r?zones movimiento separatista de la alemana cuyo objetvo sena provocar un ucrania sovitica. n r tanto, tratar de valorar l'os P?" Francia y Gran Bretana debe ' Po d una guerra contra Alemania vos con que podran ~ontar ~n e caso e ~ola o contra Alemania e Ita\ta.. d 15 millones de habitantes a 10 Checoslovaquia se ha ~educ1d~banedono del territorio de Jos Sudett;s millones, como con~ecu.enc1a del ha visto obligada a hacer a Hun~r,ia y de la cesin terntonal que se d' d 1 54 por 100 de su producc1on 1 ~~de mineral de hierro, y el 40 el 2 de noviembre de 1938. Ha hullera; el 17 por 100 de ~u pro .ufc1 l Ya no tiene ejrcito utilizable. por 100 de sus cm presas mdustn? es. rastra una vida precaria desde Amenazada sin cesar por Ale_madm~, d~sde finales de 1938 ya no puede . d e 1938-39 Resum1en o in de fuerzas e f ectivas. el . invierno 1 ser tenida en cuenta para una e~,~~~a haba firmado un acuerdo C?~ El 7 de septiembre de 1920 de g t dos se comprometan a mov1llrancia en virtud del cual, los os ebs a en comn si uno de ellos era F , . f zas y a o rar . 'd zar el conunto de ~~s uer cada El acuerdo--cuyo contem o ex~cobjeto de una agres10n no pravo .. d 1930 no tena ya sino una vida to permaneca en secreto-, ~ p:rtl ~elga consideraba tener derech? muy precaria. dado que el o ie,rno r de la provocacin; y. por consta apr~ciar, llegado el caso . el c~ra~~temano la entrada de tropas franguiente, se negaba a autorizar e de una guerra francoalemana. cesas en el terrtor!o .b~lga, en n~~. ~~f~boracin militar permaneca en . Sin embargo, el pnnc1p10 de u ' . pie. . b 1 a ve que Francia permite } Ahora bien: cuando el Gob1ern~l't e .g da y que el ejrcito aleman nana desm1 1 anza b 1 . , d'recta sobre la frontera e ga, reocupacin de la zona re puede, en adelante, ejercer una P,res1on !entre sus gandes vecinos. Por quiere evitar ser arrastrada a ~~a guer~ discurso pronunciado el ~4 de este motivo, el rey Leopo~do -:e~d~ franco-belga: declara la inten. a1. ianza, "incluso puramente . oc t ub re de 1936-denuncta el a cualqmer cin de Blgica de renunciar lticar'"independiente"' inspirada P,?r .mdefensiva"; de volver a una ~. v de no "consentir en la guerra smo tereses "exclusivamente belgas , ,
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en el caso de que tenga que defender la independencia y la integridad de su territorio. Bien es verdad que, el 23 de abril de 1937, el Gobierno belga indica su intencin de permanecer fiel a las obligaciones del artculo 16 del Pacto de la Sociedad de Naciones, es decir, a conceder el derecho de trnsito a travs de su territorio, si el Consejo de la Sociedad se lo pidiera, a cambio de que Francia y Gran Bretaa mantengan su promesa de ayuda a Blgica en los casos previstos con los acuerdos de Locarno. Pero en el mes de septiembre, el Gobierno alemn pide que se concrete "la posicin internacional" de Blgica, especialmente con lo que respecta a la cuestin del derecho de trnsito. El 3 de octubre de 1937, el Gobierno belga accede a firmar un acuerdo: obtiene la promesa de que Alemania respetar la inviolabilidad y la integridad del territorio belga; y, en compensacin, se compromete a oponerse al paso de tropas a travs de su territorio. As, pues, en el mes de marzo de 1938, algunos dfas despus del Anschluss y, por tanto, cuando )l crisis checoslovaca empieza a perfilarse en el horizonte, el ministro de Asuntos Extranjeros limita el alcance de la promesa hecha a Francia un ao antes: "no concederemos este derecho de trnsito-dice-para cumplir obligaciones contradas sin contar con nostras". "Por consiguiente. si el Gobierno francs invocara el artculo 16 para llevar a cabo operaciones militares contra Alemania, destinadas, por ejemplo, a ayudar a Checoslovaquia-aade el ministro-, sera negada la autorizacin de paso." Poltica de "libertad de accin", dicen los intrpretes oficiosos. En realidad, esta poltica es fruto las dificultades interiores de Blgica, donde el ala flamenca del partido catlico, y, en algunas ocasiones, los socialistas, han criticado acerbamente el acuerdo francobelga de 1920; est inspirada en un sentimiento de prudencia, "puesto que la ayuda de un aliado no podra llegar-dice el rey-sino despus del choque del invasor, que sera fulgurante". En el fondo, el Gobierno belga pretende no conceder el derecho de trnsito sino en el caso de que las "fuerzas del orden-es decir, los ejrcitos francs e ingls-tengan grandes probabilidades de xito". Por el contrario, Gran Bretaa y Francia, merced a concesiones importantes, han mejorado su situacin diplomtica en el Mediterrneo Oriental, donde Egipto y Turqua, despus de quince aos de desconfianza, se han avenido a una actitud ms conciliadora. . Lo que ha incitado a los nacionalistas" egipcios a inicar las negociaciones con Gran Bretaa ha sido la victoria italiana en Etiopa. La presencia de 300 000 soldados italianos en Etiopa y de 80 000 en Libia, es tanto ms inquietante para Egipto, cuanto que 55 000 "colonos" italianos viven en: el qe!ta, y que el lago Tana, regulador del Nilo Azul, est ahora en manos italianas. Por el acuerdo de agosto de 1936-que precede, en algunos das, al reconocimiento por Francia de Siria y del Lbano-Gran Bretaa reconoce la independencia y la soberana de Egipto. El Gobierno egipcio se compromete a contraer una alianza
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perpetua con Gran 3retaa; a prestar a esta en caso de guerra cuama ayuda est a su alcance; y a seguir una poltica exterior ajustada al principio de la aliar.:za; reconoce a los ingleses el derecho a mantener, durante veinte aos, la ocupacin militar en la zona del Canal de Suez. Esta aparente recorciliacin angloegipcia mejora la posicin estratgica de Gran Bretar.a. Tambin es la g11erra de Etiopa lo que brinda la oportunidad del acercamiento anglot;.irco. En el otoo de 1935, Turqua prometi su ayuda a Gran Bretai'la, en el caso de un conflicto armado con Italia. En compensacin, el Gobierno britnico acept una revisin del estatuto de 1923, que impone a Turqua la desmilitarizacin del Bsforo y de los Dardanelos bajo el control de una comisin internacional. El nuevo estatuto, establecido el 20 de julio de 1936 por la convencin de Montreux, mantiene el principio de la libertad de paso en poca de paz; pero autoriza la remilitarizacin, suprime la comisin internacional y reconoce a Turqua, en caso de guerra, el derecho a cerrar los Estrechos a todos los buques de guerra extranjeros; en caso de un conflicto internacional, en el que Turqua no fuera beligerante, el Gobierno de Ankara habr de negar el paso, saJvo a las fuerzas navales que acten en aplicacin del Pacto de la Sociedad de Naciones, o a las de los pases que hubieran firmado pactos de ayuda mutua con Turqua. Esto supone conceder un papel importante, para el futuro, en la cuestin mediterrnea, al guardin de los Estrechos. La poltica inglesa piensa aprovecharlo. Pero, para ello, es necesario que la aproximacin angloturca no sea contrarrestada por Jas dificultades entre Turqua y Francia. Cuando, en septiembre de 1936, se plantea la cuestin de los lmites septentrionales de Siria, la diplomacia britnica vigila la preparacin del acuerdo francoturco de enero de 1937, que concede al sandjak de Alexandretta un estatuto de autonoma. A este precio, el Gobierno francs obtiene, el 25 de julio de 1938, la firma de un tratado de amistad: el Gobierno turco da a entender que est dispuesto a una colaboracin diplomtica en las cuestiones relativas al Mediterrneo Oriental. El Gobierno sovitico se haba inclinado, a partir de 1934, hacia la seguridad colectiva (1). Sinti tanta inquietud como desconfianza cuando fue tenido al margen de la Confer:enda de Munich (2); y lleg a pensar en el declive de Fr... ncia; incluso pudo temer, con motivo de la Declaracin francoalemana de 1938, una sustitucin de alianzas. Pero la poltica rusa est menos orientada que cualquier otra por reacciones sentimentales. En febrero de 1939, el comisario de Asuntos Extranjeros, Litvinov, reanuda las conversaciones con los embajadores francs e ingls; y despus de una spera crtica de la poltica de Munich, indica que la Rusia sovitica est dispuesta a mantener el sistema de la se(1) Vase pg. 874.
guridad colectiva, si las potencias ~cidental_es se prestan a. ello_ con sinceridad. Estas invitaciones estn ligadas, s:n duda, con la 111fJU1etud ue despierta en Mosc la cuestin de Ucrama. Pero, por el m?ri:ento, ~i el Gobierno de Pars ni el de Londres escuchan e_ste ofrecn~1~nto. El embajador britnico en Berln, Hender~on, n_o v~c1la en escnbir al Gobierno que Ja independencia de 1:-lcrama e~ mev1table y que Gran Bretaa debe permanecer neutral s1 Alemama s_e lanza ~ esta em: presa. y el ministro francs de Asuntos Extrane:os adrmte que, si esta independencia se consiguiera, sin que ~lemama se, lanzara a :1 ataque directo contra la U. R. S. S., Francia no tendna por qu mtervenir. -d d d f Es necesario insistir en las reticencias de la_ so 1 1 a:1 a rancoingl~sa en las grietas y fisuras del dique que_ la d1plomac1_a ~e la; Potencias occidentales quisiera oponer a la presin germano-1tahana. Frente a una Europa en la que empieza a definirse la _oposicin entre dos bloques, los Estados Unidos podran des_empenar un papel esencial, solamente con el peso de su fuerza econm~ca. ~er?, desde las rimeras manifestaciones de la crisis europe~. el a1sl~c10111smo rev:l ;u xito: la votacin de las Leljes de neutralidad'. destrnadas ~ restrmgir, en caso de conflicto internacional, las relac1one_s comerciale~ entre los Estados Unidqs y los beligerantes (_85), h_a privado al Gobierno del arma econmica de que hubiera podido d1spo:i~r .. J:?e hecho, _la legislacin americana ha favorecido en Europa las m1ciativas d~l Ee. puesto que ha tenido como resultado anular'. :n parte, la ventaa que daba a las dos Potencias occidentales el don111110 de los mare_s. Puede seguirse practicando esta p~lt!ca aislacionista, cuando los nesgas del conflicto europeo se hacen 111s1stentes? . , _ El Presidente Franklin Roosevelt parece convencido, .en e1 o_tono de 1937, de que los Estados Unidos, en inter~s de su propia segundad, no deben atenerse a una actitud de neutralidad a _toda costa, pue:to que el desinters que manifiestan con respecto a las dificultades eur?peas aumenta el peligro de guerra. El 5 de octubre de 1937, :n un discurso pronunciado en Chicago, ~a~ifiesta. clarar:iente, por pnm:ra vez, ~u oposicin a la poltica aislac10111sta. Sm designar a p,.lema111a, a. Itaha 0 al Japn. ndica que el reinado de~ terror--cuyas pnmer~s m~mfesta ciones han sido "la injerencia injustificada en los asi:ntos m_tenores de otras naciones" y. "la invasin de territorios e~tr_a:iier_o,s, ,,v101.ando los tratados"-amenazan "los fundamentos de la c1v1hza~10n . S1 la guerra asola a Europa y al Extremo Oriente, nada autonza_ a pensa,r que Amrica permanecer indemne. Aunque los Es~ados U 111dos es ten resueltos a permanecer al margen de estos confctos, no po~~,~~:s as~ gurarnos contra los efect9s desastrosos. d~ la gu.erra Y co~~- J peligro implicado en ella. Por tanto, un obet1vo de 1mportanc1a .al para
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la poblacin de Norteamrica, es restablecer el respeto a los tratados y a la moral internacional, afirmar la necesidad de poner fin a las agresiones internacionales, y participar en un esfuerzo positivo para salvaguardar la paz. Esta exhortacin, es, para el Presidente, el preludio de la accin? En una nota destinada a sus colaboradores (1) Franklin Roosevelt indica, el 26 de octubre, su propsito de hacer un llamamiento a todos Jos Jefes de Estado, para requerirles a fijar los principios que se hayan de seguir en las relaciones internacionales y los mtodos de un3 "revisin pacfica de Jos tratados en vigor"; pretende, no obstante, mantener la poltica del non-entanglement, es deci,, que no trata de que Jos EE. UU. asuman compromisos concretos. Pero este proyecto es abandonado, al comprobar el presidente la vehemente oposicin de la Prensa aislacionista, Franklin Roosevelt toma, pues, el partido de unirse a la poltica de apaciguamiento de Neville Chamberlain (2); pero cuidando bien de no asociarse a ella mediante una aprobacin explcita. Por el mismo motivo, abandona, en septiembre de 1938, la eventualidad de un arbitraje americano en la crisis checoslovaca (3): este gesto no solamente sera intil, con toda probabilidad-puesto que Alemania, armada hasta los dientes, solo cedera a la fuerza-, sino que tambin tendra repercusiones desa(ortunadas en la poltica interior de los Estados Unidos, segn dice el Secretario de Estado, Cordell Hull. Dan lugar estas amenazas a creer en la inminencia de una guerra en las primeras semanas de 1939? En lo que se puede apreciar por la lectura de los peridicos, la opinin pblica se muestra inquieta, efectivamente; pero no experimenta una preocupacin inmediata. La Prensa inglesa cree, incluso, en un perodo de tranquilidad; considera que el peligro de conflicto se ha atajado por algn tzenzpo. El 10 de marzo, sir John Simon declara, en la Cmara de los Comunes, que se puede pensar en cinco mios de paz. Sin embargo, los medios oficiales no comparten esta relativa tranquilidad. Ei mismo Gabinete ingls, por muy apegado que est a la poltica de apaciguamiento, no ignora que este es muy precario: los informes de su Encargado de negocios y de su agregado militar en Berln le advierten, desde diciembre de 1938, que el tigre saltar, y muy pronto. El 28 de enero de 1939, Halifax parece convencido (as lo escribe a su embajador en Pars) de que el Gobierno hitleriano prepara "una nueva aventura exterior" para la primavera. Cules son sus conclusiones? Ofrece al Gobierno francs unas conversaciones de Estado Mayor, para estudiar la aventualidad de una agresin alemana contra Holanda: "este ataque en el Oeste sera, evdentemente--<lice Halifax-un casus belli, puesto que amenazara de manera directa la seguridad de Gran Bretaa y de Francia". Pero las
(1)
eventualidades relativas ..la Europa Oriental o Central son ms apremiantes: los informes de los agentes ingleses en Berln indican que, con toda probabilidad, el golpe ser asestado contra Polonia o contra la U. R. S. S. Ahora bien: el Gabinete britnico no propone ningn cambio de impresiones acerca de estos asuntos. Por otra parte; las conversaciones franco-inglesas no se inician inmediatamente, ni aun limitadas al caso de Holanda. Hasta el 15 de marzo no fijan los gobiernos el principio de las conversaciones 1 Por qu este retraso 7 El Gobierno francs, tan pronto como se le ha planteado la cuestin, ha indicado que lo ms urgente sera la implantacin en Inglaterra del servicio militar obligatorio; y el Foreign Office desea sobremanera que no se plantee esta cuestin, que provocara gran agitacin parlamentaria y que--<lice Halifax-causara "mala impresin" en la opinin p blica. Una vez ms, Gran Bretaa y Francia se. muestran incapaces de 111! establecer, en el momento oportuno, un plan de accin comn.
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(2) (3)
Cita<;Io por Langer y Gleason, Cha/lenge to Acerca de esa poltica, vase pg. 969. Vase pg. 1046.
1.10/011011,
pg. 22.
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. ~ontinuara la poltica alemana invocando el derecho ', l c10nal d d l. d . ut; as na1 .. es Y imitan ose a la reivindicacin de los territonos cu . poblac1on era alemana o se lan 1 l >J . . , . zar a a a conquista del espacio vital l Se res1gnana I taha, fracasada en febrero de 1939 en 1 d: t d b'd . , e area me 1~rran~~ e 1 o a la r~s1stencia de Francia; o deseara reanudar J eec~c1on de sus designios mediterrneos, aunque hubiera de ac"' l~ a~1a.nza. con Alemania para aumentar sus probabilidades de ~ho.., Las m1c1at1vas de Alemania e Italia dan paso a la crisis final.
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LA LUCHA DIPLOl\lATICA
E~ marzo Y abri_l .de 1939, dos actos de agresin hacen dohlar las campanas J?Or Ja polmca de apaciguamiento. El Go?1e~no alemn se decide a destruir Checoslova uia D 'S us de habler mcita~o a los separatistas eslovacos, el 7 de m'irzo. det: 1~39 a proc amar la independencia, les conmina el 13 a act . d. ' mente el mi d' . uar 10me 1ata. , s~? 1a, autonza al Gobierno hngaro a apoderarse de la Rus~a ~~bc~rpat1c.a, y le recomienda obrar con rapidez; el 14 convoca en. er m. a presidente de la repblica checa, Hacha; la 'noche _ s1 gu1ente, sin tolerar la menor discusin le impone l f. y d , .. .. , a Irma e una con~ e?cwn que pone en manos del Fhrer del Reich alemn" el destino aferJu;.~l~nch;~~; e.l 15, ~ace .cupar Praga y proclama el "protectorado fi emia '! orav1a. Acto seguido, el 21 y 26 de marzo \ rma con vehemencia sus reivindicaciones contra Polonia ( l) p ; 0 1 1 : de podra ser "un m d. d b. P. es e terntono sillo" F 1 e. to e cam 10 eventual para la restitucin del Pa. ma. mente, i_mpone a Rumania la firma de un acuerdo "'Conmico que garantiza al Retch u:ios s~minstros de petrleo solicitado~ en vano un ~es antes, r<?r. Goenng. Bien es verdad que en el caso Jaco ed ~I l~tu~no -~ht1ca alemana invoca el derecho de las nacknalidfdes d~~:; ef emV~le~ f:~~t!~~a.checa. Pero quiere asegurar su. xito me~
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El Duce, impaciente por consolidar su situacin en el Adritico . decide la anexi d Alb . emaman e ama, donde hace sentir su influencia econ~
mica y poltica desde 1926 (1). El rey Zog !-declara el Gobierno italiano--ha "traicionado su confianza", "pisotea" los intereses econmicos italianos y se niega a "reforzar" la alianza taloalbanesa; pero lo que determina esta accin, fundamentalmente, son unos mviles de carcter estratgico. Contar slidamente con la posicin estratgica de Valona, que domina el canal de Otranto; poseer una cabeza de puente que permitir actuar en los Balcanes y mantener a Yugoslavia en la lnea adoptada en 1937 por el Gobierno de Stoyadinovitch: tal es el objetivo. En la eventualidad de una guerra general-escribe el Popolo di Roma-"la posesin militar de la orilla albanesa del Adritico es, para Italia, cuestin de vida o mu~rte". El 7 y el 11 de abril, la resistencia del Gobierno de Albania es. destrozada por un desembarco de tropas y algunas horas de lucha. Estas iniciativas alemana e italiana enfrentan con la realidad a aquellos que, en Gran Bretaa y Francia, conservan todava la esperanza de "salvar la paz" mediante soluciones de compromiso; provocan en Pars y en Londres reacciones diplomticas inmediatas y enrgicas. Alemania e Italia replican con la firma de una alianza. Ahora, la guerra es aceptada por unos como una eventualidad deseable, y por los otros como una perspectiva casi inevitable. Francia y Gran Bretaa no se deciden, todava, a replicar con las armas a la violacin del acuerdo de Munich por Alemania y a la del acuerdo mediterrneo por Italia. Pero procuran, inmediatamente, formar un muro de contencin. El 23 de marzo, una declaracin anglofrancesa da a conocer que los dos estados intervendrn con las armas en caso de una agresin alemana contra Ho1anda, Blgica o Suiza. El 31 de marzo el primer ministro britnico, replicando a la amenaza dirigida el 25 de marzo al Gobierno polaco por Ribbentrop, anuncia que Gran Bretaa, enteramente de acuerdo con Francia, aliada de Polonia, facilitar a esta cuanta m;mla est a su alcance si el Gobierno polaco ve amenazada su independencia y decide resistir. El 13 de abril, por una declaracin conjunta, Gran Breta.a y Francia prometen ayuda a Grecia, amenazada por la ocupacin italiana en Albania, y a Rumania, amenazada por la poltica alemana del petrleo, si estos pases son vctimas de una agresin. El 12 de mayo, Neville Chamberlain da a conocer a la Cmara de los Comunes la firma de un tratado de ayuda entre Gran Bretaa y Turqua, para el caso de que un acto de agresin provocara una guerra en el Mediterrneo. En qu circunstancias ha sido adoptada esta poltica anglofrancesa]. Y de qu calidad son sus resultados? La causa directa de estas decisiones es la anexin de Checoslovaquia. La vspera del acontecimiento, cuando las dos potencias occidentales comprendieron que Alemania iba a asestar este nuevo golpe, se limitaron a dirigir a Berln unas advertencias, anodinas en resumidas cuen(l)
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Vc!asc p<ig. 87 5.
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tas: y orno en ocasiones precedentes, la diplomacia inglesa fue an ms resc:1-vada que la francesa. Pero es muy significativa la energa de la reaccin inglesa ante el hecho consumado. La poltica de apaciguamiento ha perdido su razn de ser-dice la Prensa-, puesto que estaba basada en la conviccin de que Hitler mantendra las promesas hechas en septiembre de 1938 y de que no tratara de anexionarse poblaciones no alemanas. El "golpe de Praga" demuestra que el Gobierno alemn lleva a cabo un plan de dominacin en el continente europeo. Ahora bien: esta dominacin continental amenazara la situacin mundial de la Gran Bretaa. En aefinitiva, la unidad de la opinin pblica, tan quebrantada desde hace dos aos, se restablece en beneficio de una actitud de firmeza. El embajador Henderson escribe, desde Berln, que la poltica alemana "ha franqueado el Rubicn de la pureza de la raza y de la unidad alemana". En Londres, los servicios del Fore?g11 Office estiman que Polonia y Rumania van a ser objeto ahora del mismo trato dado a Checoslovaquia; y que Alemania quiere 11e11trali::ar a los estados de Europa oriental para preparar el camino a una futura ofensiva dirigida contra las potencias occidentales. Sin embargo, el primer ministro se muestra todava vacilante durante cuarenta y ocho horas. El 15 de marzo de 1939, se limita a decir que los procedimientos alemanes no estn en armona con el espritu de Munich, y cancela el viaje a Berln del ministro de Comercio, previsto para dos das ms tarde (1); pe~o da a entender que el estado checoslovaco estaba a punto de dislocarse, y que no hubiera sobrevivido, ni aun sin la intervencin alemana. Hasta el 17 de marzo no hace Nevillc Chamberlain una declaracin enrgica: Hitler trata a todas luces de "dominar al mundo por la fuerza": est amenazada la libertad de la nacin britnica: por tanto, hay que resistir En el intervalo ha podido comprobar que este tono responde a los sentimientos de la opinin pblica. Indudablemente-dice su bigrafo-tal es el motivo de esta firmeza sbita. El 20 de marzo, el Foreign Office propone a Francia, a la U. R. S. S. y a Polonia hacerse pblicamente la promesa de examinar en comn las medidas a adoptar para resistir a 'cualquier accin que pueda amenazar la i11depende11ca poltica de cualquier estado europeo. El mismo da, el primer ministro resume su pensamiento en una carta dirigida al Duce: si Alemania quiere dominar a Europa es inevitable una gran guena, posiblemente a corto plazo, puesto que los pases. antes que resignarse, preferirn combatir por su libertad. Estos principios son suscritos plenamente por el Gobierno francs en la conferencia sostenida en Londres del 21 al 23 de marzo, con motivo de la visita del presidente de la Repblica. Y cuando el ministro francs de Asuntos Extranjeros pide el establecimiento en Gran Bretaa del servicio militar
(l) Vanse pgs. 1064 y 1065.
Curzon (1919-1920)
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obligatorio, este deseo, que dos meses atrs fuera rechazado, es recibido ahora favorablemente. El .c;ambio de frente de la poltica inglesa ha sido, por tanto, repentino. Pero ha sido completo? En una nota personal, fechada el 21 de marzo, el primer ministro considera que no hay que tener la guerra como inevitable; es muy importante, al tiempo que se manifiesta una firme voluntad de resistencia, demostrar tambin que Gran Bretaa no se niega a examinar las reivindicaciones alemanas, si son razonables. La garanta prestada a Polonia, por ejemplo, no significa, a su entender, que la frontera polaco-alemana sea intangible, sino nicamente que solo puede ser revisada mediante una negociacin. En este mismo sentdo el primero de abril escribe el Times: "Reconocemos que el destino de Alemania es ser el estado continental ms poderoso; peto los <lems pases tambin tienen derecho a vivir". Es slido el muro de contencin? Con la nica excepcin del acuerdo turco, ha sido establecido mediante declaraciones unilaterales, sin que los estados a los que Gran Bretaa y Francia han ofrecido proteccin hayan sido requeridos para asumir obligaci~:mes recprocas. No cabe duda de que esta lnea de conducta es prudente: si los gobiernos de estos pequeos estados se hubieran manifestado partidarios de las potencias occidentales, no hubieran dejado de atraerse las iras del Eje. El inconveniente es la falta de certeza que subsiste, en cuanto al comport:1miento de algunos de los beneficiarios de la garanta anglofrancesa. En el mes de abril, cuando las dos potencias proponen a Bruselas la negociacin de un acuerdo entre los respectivos Estados Mayores, que permita el ms rpido cumplimiento de los compromisos contrados, la contestacin es negativa, puesto que el Gobierno belga, ante el temvr de tener que entrar en guerra por culpa d"e intereses ae11os, no quiere renunciar a su poltica de independencia. ;in embargo, estas debilidades son veni~les. Los defectos graves son la ausencia de la U. R. S. S. y la indiferencia de los Estados U nidos. La participacin de la U. R. S. S. en el sistema diplomtico anglofrancs sera de importancia primordial. Desde el momento que el Gobierno polaco est resuelto a oponer a las reivindicaciones alemanas una resistencia sin reticencias, las dos potencias occidentales que le han prometido su apoyo han de desear, indudablemente, que las fuerzas armadas rusas, mejor situadas para intervenir, se asocien a esa proteccin. Estar dispuesta Rusia a ello? Ya el 22 de marzo, el Gabinete ingls-contando por completo con la opinin pblica-haba tratado de la adhesin del Gobierno sovttco a la declaracin de garanta que preparaba a favor de Polonia; y haba obtenido una contestacin favr0rable. En realidad, si la garanta prestada el 31 :::.e marzo lo haba sido solo por las Pote.- cias Occidentales, se deb2. -;; un requerimiento del mismo Gobierne polaco, que l1 aba consider<~c,o inoportuno-dijo-hacer pesar sobre J. .;emania una
amenaza de cerco. El verdadero motivo de esta actit~d era, evide~te mente, el qe sealaba algunos das m4s tarde .la r~d10, de Varsov~a: la adhesin de la U. R. S. S. al frente de la paz unphcana. la _concesin a los ejrcitos rusos del derecho de paso a travs del terntono po~aco; ahora bien: una vez entradas en el pas estas fuerzas, no v~lvenan a salir; y podran provocar, fcilmente, un movimiento. separatista ent~e los ucranianos de Galizia oriental o entre las poblac10nes de la Rusia blanca anexionadas a Polonia en 1920. "Aceptaran ustedes, como franceses, que se encomendara la custodia de AJsacia-Lorena a los alemanes?", pregunta el embajador ~la~o en Pars. . . Esta negativa, sin embargo. no impide la reanudacin d~ las relac10nes con la u. R. S. S., en otro sentido. El proyecto trances del ~~ de abril propone una alianza: la U. R. S. S. prometera su. ayuda militar, no a Polonia-puesto que esta ia declina-, sino a Francia- y Gran B~e taa, si estas dos potencias tuvieran que ir a la guerra contra ~~n;-ama, como consecuencia de la cuestin polaca o de la ru~rnna; rec~bma, en cambio, el apoyo recproco de los dos estados o~ctdentales. s1. e~trara en guerra con Alemania. El Gab_inete ingls sugiere, al prmcip10, un proyecto distinto, evidentemente maceptable para l_a U. R. S. S.: _en el que pretende un compromiso por part~ de esta sm compensacion alguna; sin embargo, termina por adhe_nr~e. a la propuesta frances,a. El Gobierno sovitico de acuerdo en pnncip10, desea que la garantla no se extienda solame~te a Polonia y Rumania, sino tambin a lo_s estados Blticos v a Finlandia--que no la desean-, puesto que la adhesin a uno de los bloques les parece peligrosa. He aqu. por tanto, u~ escoll~. Hay que pensar (esta es la opinin del Encargado de negoc10s am~n cano en Mosc) que el Gobierno sovitico teme que estos pequenos pases de orillas del Bltico cedan a la presin alem~na. y ofrezcan a las fuerzas del Reich una va de acceso hacia el terntono rusoy No hay que creer, ms bien, q_u~ el Gobierno sovitico haya pla~tec.d? est~ cuestin delicada, con el umco obeto de encontrar u~a sahda ~irosa Para poner las cosas en claro, el Gobierno francs sugiere una form~la ms amplia: que la ayuda mutua tenga por objeto impedir cualquier modificacin del statuo q.w, llevada a ca~o ~r l~ fuerza en E_uropa central y oriental. Pero entonces es el Gabmete_ m_gles el que se, mega a aceptar un compromiso tan ~mplio, y desei h~1tar la garantia a determinados pases. Las negociaciones quedan as1 por el momento. Indudablemente, la poltica polaca es la causant~. en gran parte, de este primer fracaso. Cabe pensar que la resistencia op;iesta por e~ Gobierno de Varsovia a la perspectiva de una colaborac10n r~sa est_a basada en motivos graves. Pero como podran ser pr~tegwos eficazmente los territorios polacos por Francia y Gran Bretana contra u,n ataque aiemn sin ayuda de la U. _R. S. S? Al cunced~r : <'Hant1a de la a Polonia. antes de preguntarle s1 aceptaba la part1c1pac u. R. 2. S.-Dbse;:,;;;.ba el embajador l:-itnico en Mosc-, ]obierno ingls haba e~ 'ldo escapar la opo;.tunidad de suavizar .>0ltica
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polaca. El coronel Beck declaraba a lord Halifax, en abril de 1939. que Polonia no quera depender ni de Alemania ni de la U. R. S. S.; esto es-deca-una cuestin vital. Sera posible mantener esta postura, que el mismo ministro polaco reconoca como "difcil"? Parece ser que no hubo ningn cambio de impresiones a este respecto entre Varsovia, Pars y Londres. Sin embargo, la poltica polaca no es la nica culpable, puesto que la actitud de los gobiernos no haba sido clara en Londres ni en Mosc. Los medios gubernamentales ingleses no haban manifestado gran deseo de hacer firme el acuerdo con la U. R. S. S. En Londres-sealaba con satisfaccin el coronel Beck-los nicos polticos de primera fila que deseaban el xito de la negociacin eran vVinston Churchill y Anthony Eden; ahora bien: ni uno ni otro pertenecan al Gabinete. El primer ministro apenas si ocultaba su desconPJnza con respecto a la Rusia sovitica; y los Servicios del Foreign Off ice no dejaban de recordarle que la poltica exterior de la U. R. S. S. era oport umsta, invariablemente. La realidad es que, cuando se interrumpen las conversaciones, Halifax reconoce que los "avances" soviticos no h;in recibido contestacin "adecuada". En cuanto a la poltica rusa, no es posible una interpretacin til. debido a la falta de documentos. Parece ser, sin embargo, que la U. R. S. S. se encontraba en una posicin diplomtica sum;imente favorable (1): protegida contra un ataque alemn por la garanta prestada por las potencias occidentales a Polonia y a Rumania, haba conseguido de antemano casi todas las ventajas que pudiera ofrecerle la conclusin del tratado de alianza. Crey poder aumentar sus exigencias y plantear la cuestin de los Estados Blticos, valindose de esta situacin? Deseaba solamente, prolongando las conversaciones sin desear su xito, inquietar al Gobierno alemn e inducirle a ne?.ociar? Todava no contamos actualmente con ningn medio para saberlo. Hubiera tenido esta negociacin verdaderas probabilidades de dar fruto, aun en el caso ele que la poltica polaca hubiera sido realista, y la inglesa conducida con firmeza? El Gobierno sovitico apenas disimulaba su propsito de jugar otra carta: El 10 de marzo, Stalin haba declarado al Congreso del Partido que no permitira que los prOlYJCadores arrastraran a Rusia a una guerra. Bien es verdad que esta declaracin fue anterior al golpe de Praga. Pero el 17 de abril, el embapdor sovitico en Berln se encarga de decir que la poltica exterior rusa no es ideolgica, y que la U. R. S. S. desea mantener con Alemania unas relaciones normales, cada ve: mciorr!s. Y el 3 ele mayo, Litvinov, partidario de la seguridad colectiva, es reemplazado por Molotov. As. pues,
(]) Vase, acerca de este punto. lo que dice M:ix lkloff en su obra citada (!!. 225).
Stalin pareca inclinado a- buscar un acercamiento con Alemania. Se trataba, simplemente, de una manifestacin de este oportunismo que tanto inquietaba al Foreign Office? El Gobierno de los Estados Unidos, aunque Franklin Roosevelt aprueba personalmente la participacin rusa en un frente europeo, no quiere desempear ningn papel en las negociaciones que se llevan a cabo entre Francia, Gran Bretaa y la U. R. S. S.; se limita a proponer a Hitler y a Mussolini, el 14 de abril, la reunin de una Conferencia internacional, que estudiara la cuestin del desarme y la del acceso a las materias primas. No cabra que el presidente llevase a cabo una revisin inmediata de las lyes de neutralidad, cuyas clusulas podran obstaculizar. en caso de guerra europea, el abastecimiento de Francia o Gran Bretaa, en material de guerra, materias primas y productos alimenticios, desde el momento en que tal oferta resulta vana 7 Esta 111 revisin-<licen los ingleses- -tendra un efecto poltico inmediato, pues- " to que demostrara al Gobierno alemn que las Potencias occidentales pueden contar con la ayuda material de los Estados Unidos. Tal es, tambin, la opinin del Presidente de los Estados Unidos. Como conseguir que sea compdrtida por los dirigentes del Congreso? Franklin Roosevelt trata de conseguirlo en abril y mayo de 1939. La legislacin establecida en 1935-1937-dice-representa un beneficio gratuito para los posibles agresores; ahora bien_: una victoria alemana conferira al Reich "el control de las fuerzas navales francesas e inglesas; por tanto, amenazara la posicin mundial de los Estados Unidos y, tal vez, incluso la seguridad del continente americano, puesto que, con la ayuda de las flotas italiana y japonesa, Alemania podra pensar en una penetracin en Amrica del Sur. Pero el senador Borah asegura a sus colegas que Alemania no est en condiciones de ir a la guerra; y el 11 de julio el Congreso decide aplazar el estudio de la revisin de la legislacin. As, pues, los esfuerzos del presidente son infructuosos. La alianza germano-italiana (el "Pacto de Acero") es firmada y publicada el 22 de mayo de 1939. El tratado estipula que, si una de las dos potencias se ve "implicada en complicaciones de guerra", la otra la apoyar "con todas sus fuerzas": proclama el propsito de ambos estados de intervenir "codo con codo ... para conseguir su espacio vital". En la fecha en que se firm, esta alianza pareca ser una rplica a las decisiones de Gran Bretaa y de Francia. Pero, en realidad, haba sido pianeada con mucha anterioridad a tales decisiones. Fue el 4 de enero cuando Mussolini, despus de haber eludido algunas semanas antes el ofrecimiento, cambi de opinin y se mostr dispuesto a aceptar una alianza. A juicio del Duce, haba de ser simplemente una alianza defensiva. No obstante, en el transcurso de \as lentas negociaciones, la iniciativa alemana fue enfocando el proyecto desde otro aspecto: la alianza se hace ofensiva, y las obligaciones, "automticas", Es superfluo
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alternativas del .:~1alaneo diplomtico. Pero s es lasy7eguntas esendales que se nos plantean. Por que ~a acce~1?0 l\ [ussolmi a aceptar la alianza? Por qu despus de habe_rla admitido, ;n ~ri?cipio, ha tarde do todava ms de' cinco meses en firmar~a? Y pi ir ultimo, por qu ha suscrito unos compromisos mucho mas am phc s de lo que l prevefa? . Par~ i~dicar la ~ecisin de principio tomada por el Duce, el conde ~iano mdtcab~. a R1bbentrop dos motivos: hacer contrapeso a un posibl~ pacto _militar franco-ingls; intimidar a los Estados Unidos, con el fm de evitar que, en caso de una guerra europea, se convirtieran en proveedores de las potencias occidentales. Estos argumentos no parecen muy rea~es, puesto, que no se haba I -roducido ningn hecho nuevo e? ~ste sentid?, despu~s de harer sido t-ludido por Mussolini el ofrecmuento aier:ian de alianza. Los verdaderos motivos parecen ser compl~tamente diferentes. El Gobierno fascista, a partir del acuerdo BonnetRtbbentr~~ cuyo alcance exagera, desconfa de la eventualidad de una c?la~ora~1on francoalemana; ad~ms, cuando acaba de revelar sus revmd1cac10nes. medi~err~neas a_ costa de Francia, necesita ser respaldado por el Re1ch: foqar un mstrumento de presin sobre Pars" tal e~ _su preocupacin bsica (1). Mussolini obtiene un xito de ~rin c1p10;, puesto que, el 30 de ener<;> de 1939, Hitler declara en el Reichstag que una guerra ~ontra la Itaha de hoy, desencadenada por cualquier pretexto Y cualquiera que sea el motivo, har que Alemania acuda en ayuda de la nacin amiga". Si el Duc~ vacila, algn tiempo despus, es porque la anexin de ~hecoslovaq~ia se ha efectuado sin que Italia haya sido consultada previamente. Irntado por la desenvoltura con que el Gobierno alemn des~ru:ye los resulta?~s de la Con~7rencia de Munich-cuya iniciativa fue 1tahana-Mus_solm1 teme, tambien, que la poltica hitleriana alcance un ~~l i:iredon;imante en la ~uropa danubiana, y vuelva sus ojos hacia el Adr~t1c~. C1ano le aconse1a que abandone las negociaciones con Alemania. Stn ~mbargo, despus de reflexionar, el Duce prefiere continuar, porque considera que ha llegado el momento de aliarse con el vencedor Basta_ que el G~bier?o alemn le prometa no tomar la iniciativa en la~ cuest1~n.es mediterraneas, comprendida la zona adritica para que se tranqmhce. ' Resulta ms difci~ explicar _los motivos que le han inducido a aceptar qu~ los, compromisos de ahanza adquieran un carcter automtico. L9~ mteres. ha de _ten~r en suscribir unas clusulas que pueden perm1t1r al Gob~erno ~itlenano arrastrar a Italia a un conflicto? Indudablemente, qmere sah~ ~l p~so del reproche de veleidad, que tantas veces se ha _hecho a la ~ht1ca italiana antes de 1914; y a demostrar a Gran Bretana Y a Francia que la poca del giro de vals se ha terminado (2).
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Pero al dejar a su aliado esta libertad de accin, le induce a tomar iniciativas peligrosas. En todo esto, nada indica una poltica cuyos fundamentos hayan sido estudiados maduramente y cuyos objetivos se hayan definido en funcin del inters nacional-poltico o econmico-. Lo que determinan las decisiones del Gobierno italiano son consideraciones de prestigio o de amor propio. . . , . Ahora bien: la firma del Pacto no ha d1s1pado un equivoco mamfestado ya en el curso de la negociacin. Segn el modo d~ ~n?ar de Hitler este Pacto de Acero ha de tener como resultado mt1m1dar a Gran Bretaa y Francia. con objeto de aislar a Polonia; pero el Fhrer toma en consideracin la posibilidad de ir a una guerra, en caso de necesid\d, para solucionar esta cuestin po(aca. Por el contrario, para Mussolini, no habra ni que pensar en una guerra antes de tres . c_uatro aos habida cuenta de la situacin de las fuerzas armadas Italianas. Este' punto esencial no ha sido aclarado, porque a Hitler no le interesaba ~bordarlo claramente; y Mussolini no se ha atrevido a hacer} por miedo a comprometer el xito de la negociacin. Hasta ocho ?ias despus de la firma del tratado no ~xpone el r;>uce su punto de vista, en una carta dirigida a Hitler: Italia no estara preparada hasta 1942. porque, no solamente ha_ de comRl,etar la e~ecucin de_ ~u ~~ograma de construcciones navales, sino tamb1en consolidar la pac1flcac10n de Etiopa y Albania, y repatriar, poco a poc~. a sus sbditos emigrados en Francia; considera este perodo provechoso, desde todos los puntos de vista. puesto que. por un lado, el Japn, habr _asegur~~o .Pra entonces su dominio sobre China, pudiendo emplear sus eerc1tos en otras operaciones; y, por otra parte, las Potencias del Eje tendr_n tiempo para quebrantar la moral pblica de Francia y qran Bre~an_a, favoreciendo la difusin en ellas de ideas pacifistas. Hitler se limita a contestar que podrn examinar estas objeciones durante el verano, en una conversacin personal. Al diferir la contestacin se da a s mismo un plazo para poner a su aliado ante un hecho consumado. Por consiguiente, el esfuerzo diplomtico de Francia y Gran Bretaa no ha tenido como fruto sino unos resultados parciales e insuficientes. No por ello deja el Gobierno alemn de protestar contra esta poltica de "cerco" de la que-segn dice-es vctima. Pero lord Halifax le replica, el 30 de junio, que si el Fhrer desea acabar con esta situacin. basta con que renuncie a emplear la fuerza.
II. LA CHISIS POLACA DEL VEHAi\0 DE 1939
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La interpretacin dada a este punto por Mario Toscano parece decisiva. Vase pg. 501.
El nudo del conflicto entre ambos bloques es el futuro de Polonia. Hitler concreta sus reivindicaciones, el 28 de abril, en un discurso el Reichstag v en una nota al Gobierno polaco: la Ciudad Libre de Dantzig debe ser restituida a Alemania; las relaciones entre Prusia Oriental
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y el territ0rio del Reich, a travs del Pasillo, deben ser aseguradas por ferrocarriles y carreteras que gocen. de un estatuto de extraterritorialidad. El Gobierno polaco accede, el 5 de mayo, a la construccin de una autopista alemana en el Pasillo; pero niega la extraterritorialidad: tampoco admite la restitucin de Dantzig. Entonces se plantea una guerm de nervios. El Gobierno alemn incita al Senado de la Ciudad Libre a formar un cuerpo de voluntarios, (Iue recibe su armamento del Reich y que refuerza sus efectivos gracias a la llegada, por millares, de turistas alemanes; hace todo lo posible por entarpecer el control ejercido en Dantzig por los inspectores polacos-en virtud del estatuto de la Ciudad Libre-sobre ei funcionamiento de las Aduanas; mediante una vehemente campaa de Prensa hace denunciar al chauvinismo y la intransigencia del Gobierno polaco. La Prensa y los crculos dirigentes polacos replican que Polonia luchar por Dantzig, ya que este puerto es el pulmn de la organizacin econmica del pas. La actitud de Francia y de Gran Bretaa estimula esa resistencia. El Gobierno francs renueva sus promesas a Polonia: y en tres ocasiones (el 1 y el 21 de julio; el 15 de agosto), .ad,ierte al Gobierno alemn que cumplir automticamente sus obligaciones de alianza. El 10 de julio, el primer ministro ingls declara en la Cmara de los Comunes, que Dantzig es de una importancia vital para Polonia, tanto desde el punto de vista estratgico como econmico; y que si Alemania pretende cambiar la suerte de la ~iudad mediante una accin unilateral, Gran Bretaa intervendr con las armas. En previsin del conflicto, los dos estados renuevan sus negociaciones con la U. R. S. S. Esta guerra de nervios termina con un golpe teatral: la conclusin, el 23 de agosto, del Pacto germanosovitico, que establece una colaboracin, contra Polonia, entre dos Estados cuya profunda enemistad haba sido una constante de la poltica internacional desde el advenimiento de Hitler. Es posible conocer, detrs de esta fachada, el comportamiento real de los protagonistas, y determinar lo~ mviles de sus decisiones? El Gobierno alemn, a pesar de lo que cree el embajador de Francia en Berln, no est poniendo en prctica un bluff. Indudablemente, piensa en obligar a Polonia con las armas, si la guerra de nervios no basta. El 3 de abril, Hitler ha dado orden a su Estado Mayor de hacer los preparativos necesarios para esta campaa, y de hacerlos de forma que las operaciones puedan empezar en cualquier. fecha, a partir del 1 de septiembre. El 23 ele mayo, en una conferencia que rene a los jefes militares y navales, anuncia su decisin "de atacar a Polonia" tan pronto como se presente ocasin. A sus ojos, la cuestin de Dantzig es solo una ocasin: "se trata de extender nuestro espacio vital hacia el Este, de asegurar nuestros abastecimientos y de solucionar el problema del Bltico". Desea que esta guerra con Polonia se convierta en una guerra europea? No: preferira conseguir aislar al adversario, es decir,
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obtener la abstencin de las potencias occidentales, puesto que un conlicto con ellas sera "una lucha a muerte" (1). Bastan, para demostrar una decisin firme y sin -vacilaciones, las declaraciones del Gobierno francs e ingls, tal vez incitadas por los consejos de! ~residente Roosevelt7 El recuerdo de las actitudes y de los acontec1m1entos del verano de 1938 conducen, necesariamente, a hacerse esta pregunta. ~~ Fra~cia, det~rminados s.ectores polfticos de derechas y ciertos soc1~h.stas mdepend1~ntes se meg_an a morir por Dantzig, sin querer adm1ttr que la cuestin de la Cmdad Libre no es la causa real del c?~ftict?;. pero este movimi~nto no_ tiene e.co en la masa de la opir.1on publica; y carece de mftuencia apreciable sobre Ja actitud del Gobierno. . . ~n. Gran Bretaa, donde la opinin pblica desautoriza cualquier 1mciat1va conducente a volver a la poltica de apaciguamiento, la con-ti! ducta de los dos estadistas que dirigen la poltica exterior es ms indeterminada. No ha declarado el primer ministro, a la Cmara de los Comunes, en el mes de mayo, que no quera obstaculizar las "aspiraciones razonables de Alemania", desde el punto de vista econmico? Y no ha aludido el ministro de Asuntos Extranjeros, en el mes de junio. a Ja eventualidad de una conferencia, que tendra por objeto "ajustar" las reivindicaciones alemanas de expansin? Neville Chamberlain no renuncia a llevar a cabo una negociacin con Alemania. Aprovechando la presencia en Londres, a finales de julio y principios de agosto, de un alto funcionario alemn-Wohlthat-llegado para tomar parte en una conferencia puramente tcnica (se trata de cuestiones de pesca), el ms ntimo colaborador del primer ministro, sir Horace Wilson, hace unas indicaciones singulares: propone un acuerdo econmico anglo-alemn, que implicara la creacin de un vasto mercado internacional en Africa, as como el reparto de _los mercados europeos entre los exportadores ingleses y los alemanes; sugiere un acuerdo sobre la limitacin de armamentos, un pacto de no agresin y de no intervencin, y puede, incluso, que la delimitacin de las esferas de influencia de ambos estados; por ltimo, da a entender que, si estas conclusiones se cumplieran, Gran Bretaa renunciara a los pactos de garanta estab.lecidos recientemente, y se desinteresara del destino de Dantzig. Ha sido aprobado este programa por el Gobierno ingls? Sir Hrace Wilson no pretende que sea as: el Gabinete-dice-ha tratado de estas cue,stione_s. sin lleg_ar a~n ., ninguna decisin definitiva; pero cree que sena posible una negociac1on sobre esta base, a condicin de que Hitler aceptara hacer una declaracin tranquilizadora. Si el ofrecimiento
., (1) Hitler deca, el 8 de agosto, {{ ministro de Asuntos Extranjeros de Hungna que el_ momento era "muy favorable" parn una guerra contra Francia y !a G:an Bretana. Pero ;.qu vala una frase destinada a tranquilizar al Gobierno hungaro, con el fin de comprometerlo ms fcilmente?
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Vl; LA CRISIS FINAL (1939).-LA CRISIS POLACA DEL VERANO
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no es tenido en cuenta--concluye-"ya no quedar ms que ir a Ja catstrofe". Cmo apr!Ciar :1 sentido de estas conversaciones, que solamente se conoc~n Po: los mformes y los recuerdos del embajador alemn? ~ay que ms1st1r en que las palabras atribuidas a sir Horace Wilson se austan, perfect~mente, a la lnea de conducta trazada, desde finales de marzo, por ~ev1ll~ Chan:berlain, siempre dispuesto a volver a su poltica. de apac1~uam1ento, s1 se le deparase ocasin. El episodio no carece de importancia, puesto que arroja cierta luz sobre el estado de nimo del P~imer, m~nstro y de los que le rodean. Pero tuvo alguna consecuencia practica? Indudablemente, la oferta inglesa no la ha tenido puesto que el Gobier~o alemn no contest. Es muy posible, sin em~ bargo, q~e fu~ra ~ons1derada en Berln como una prueba de debilidad del Gabinete zngles, y que haya reanimado, en la mente de 'Hitler, el recuerdo de} asunto checoslovaco: No cedi ya Gran Bretaa, en 1938, despues de haber amenazado, para evitar la guerra?
las negociaciones: el 17, Molotov acepta el ofrecimiento de Ribbentrop, que propone acudir a Mosc; el da 20, Stalin co~firma tal ac~p tacin. En la noche del 21, las agencias de Prensa anuncian en Moscu y en Berln la conclusin inminente de un pacto de no agresin, que es firmado dos das despus. El anexo secreto prev el reparto de Polonia entre ambos firmantes; e incluye en la zona de influencia rusa a los Estados Blticos, a excepcin de Lituania y Besarabia. Cmo explicar que el Gobierno hitler~ano, despus de_ ~aberse proclamado, desde el primer da, como enermgo mortal del :eg1men c.~n:u nista, acepte colaborar con su adversario; y que el Gobierno sov1et1co olvide la consigna de "resistencia al fascismo", que repite sin cesar? Los mviles de la poltica alemana no son dudosos. El xito de las negociaciones iniciadas, abiertamente, entre las potencias occidentales y Ja U. R. S. S. dara lugar a un equilibrio de fu~r,zas tal, que el ~hrer se vera obligado a renunciar a su plan de acc10n contra Polon1a. El acuerdo germano-ruso, no solamente va a destruir este peligro, ~ino que tambin coloca a Francia y Gran Bretaa. ante unas ix:rspect1vas que tal vez les obliguen a abandonar a Poloma.; . de cualquier form.a, permitir a Hitler ir a la guerra en, ~nas cond1c1one~ favorables, sm duda. desde el punto de vista estrateg1co; pero tamb1en desde el econmico, puesto que l U. R. S. S. se mostrar di.spuesta a proporcionar a Alemania artculos alimenticios y matenas pnmas. hasta el extremo de que el bloqueo franco-ingls ser casi ineficaz. . . Sin embargo, esta nueva poltica implica dos graves mconvernentes: restablece el contacto territorial directo, suprimido por los tratados de 1919, entre Rusia y Alemania; y devuelve a la dominacin sovitica gran parte de Jos territorios que le fueran arr~~atados ~~ 191~; sobre todo, supone el riesgo de desconcertar a los rmhtantes der nac1?nalsocialismo. puesto que el Fhrer se aparta de la doctrina de Mem
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cuestzon cardznal.
. ~or otra parte, el Gobierno sovitico ha recibido, a primeros de umo'. , una _oferta alemana de negociacin. Se estudia un pacto de no agr:s10n, sm ~?e las conversaciones-llevadas en secreto--tomen un caracter defimt1vo, durante seis ~emanas. Pero, en agosto, se activan
(1) Vase pg. 1078.
Hitler contemporiza durante cuatro meses. A pnnc1p1os de abnl de 1939, posiblemente bajo la impresin que las palabras de Stalin, del 10 de marzo (1 ), haban causado en su crculo ntimo, indic2 :m pnmera vez a uno de sus colaboradores la posibilidad de buscar un acercamiento con la U. R. S. S.; pero sigue e$cptico, y no toma todava ninguna iniciativa. A principios de mayo. cree ver en la sustitucin de Lit~inov por Molotov una perspectiva favorable; y, a modo de so1'.deo; decide proponer unas conversaciones come;dales. A fm~les del m1s,m.o mes, cuando Molotov alude a las bases polztzcas necesanas p2~. el ex1to de estas conversaciones, el Fiihrer toma su decisin: "En contra de la wltica seguida anteriormente, ahora hemos decidido realizar negociaciones concretas con la Unin Sovitica", dicen las ntrucciones dirigidas al cmbaja<tor alemn en iv1osc; sin embargo. deja pasar
(1) V;isc pg. 1078.
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el tiemDC'. Finalmente, el 26 de julio--es decir, el mismo da en que la Prens<J s..nuncia la prxima iniciacin de las conversaciones de Es-tado Mayor anglofrancorrusas--<leclara a sus colaboradores que no quiere retrasar ms el "aclarar las intenciones de los rusos"; a partir de este momento, impulsa con ardor unas negociaciones, cuyo xito le llena de ilegra: "Ahora, tengo el mundo en el bolsillo." Qu sentido tienen esos aplazamientos? Es de pensar que el Fhrer vacilaba ante la decisin, porque tema quebrantar las bases ideolgicas de sus sistemas polfticos7 Nada induce a pensarlo. La poltica de fuerza es su nica preocupacin. Si parece vacilar, es, sin duda, porque quiere evitar un gesto prematuro, y cree poder obtener mejores condiciones fingiendo que no tiene prisa: solo las noticias de las conversaciones de Estado Mayor entr U. R. S. S. y las potencias occidentales le hacen lanzarse a fondo. Sin embargo, hay que admitir, una vez ms, que esta interpretacin, si bien verosmil. no est debidamente apoyada por pruebas slidas. Los mviles de la poltica sovitica son ms difciles de discernir, por la carencia de documentos. Cules han sido los fines del Gobierno, mientras llevaba a cabo la doble negociacin? Deseaba llegar a un acuerdo, cuando ha ac-':ptado las conversaciones militares con Francia y Gran Bretaa? O, por el contrario, se propona nicamente con este contacto incitar al Gobierno alemn e inducirle a negociar? O, incluso, antes de elegir, quera confrontar los resultados de las dos negociaciones, y se ha decidido a favor del pacto con Aiemania, a causa de la negativa opuesta por el Gobierno polaco? Esta cuestin del derecho de trnsito ha sido utilizada como argumento por Molotov, en un discurso pronunciado el 31 de agosto: Gran Bretaa y Francia no parecfan decididas a coaccionar a Polonia; por consiguiente, no deseaban concluir un pacto de ayuda formal con la U. R. S. S. As, pues. el Gobierno sovitico ha tomado el partido de aceptar la oferta alemana. No obstante, hay que observar que la negativa polaca fue conocida el 18 de agosto, y que Molotov ya haba acogido favorablemente, la vspera, la oferta de una visita de Ribbentrop; pero Stalin no tom partido, personalmente, hasta despus de la negativa polaca. Por tanto, la cronologa no puede bastar para autorizar una conclusin segura. Cuando accede a tratar con Alemania, el Gobierno sovitico obtiene una ventaja inmr.diata y considerable, puesto que. de los territorios perdidos en 1918. va a poder recuperar Polonia oriental, Estonia, Letonia y Besarabia, as como suprimir el teln que, desde el tratado de Versalles, separaba a la U. R. S. S. de la EuropJ central: Gran Bretaa y Francia no podan ofrecerle nada equiparable a todo esto. Sin embargo, tambin supone un riesgo, puesto que aumenta las posibilidades de una victoria alemana en una guerra contra Gran Bretaa y Francia; y esta victoria puede dar lugar a que Alemania vuelva, in-
ai pr~grama de Mein Kampf: la c~nquista del "espacio . . en uropa oriental. Cules son, entonces la mclman a aceptar el pacto del 23 de agosto? , s razones que le De~e~ al~ntar a Hitler a iniciar una guerra contra Polonia a' ~~:c:~ convert1ra e~ general y dejar a los beligerantes agotados rusa y la de la Internacional ~y ien ser e eseo .de Stahn que la guerra se encienda en el ~:~e, me?r que en el Este. Stalin tiene motivos para pensar que esta e .ra sera 1 ~r?a y, por tanto, para esperar que, llegado el momento
~;;l~~tame~te,
~~r~c~%enc1~.
~ed propagan~a
~omunista?
(tba.l haba sido, en e f bl ' o ien encontrar unas cond1c10nes y~v~~~ e~s p~~~ ~~{~;o~ucin mundiadl. Pero este resultado es aleatorio, G B e ~gosto pue e tener como consecuencia obligar a Franc ia Y a ran retana a un nuevo Munich. Desea, solamente, ganar tiempo? No est preparado para partid~ en u~a gu~rra ~ontra Alemania, y desea cierto plazo; r con~igmente, tiene mteres en concluir con el Reich un acu d po que confirma la neutralidad de la U R S S.. ev1't a 1a extens1 er o !emporal, d , n de la 1 d~~i;::czn e?1ana to da Po!?ni~ y, adems, puede alejar el riesgo emama apoye 1 a pres~on aponesa en Extremo Oriente. :ar otr,a par~e, la~ dos explicaciones no se excluyen entre s Pero ~m as 'bsel nan h1pott1cas, en tanto los archivos rusos sigan ~iendo macces1 es.
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. Si~.embargo, en la hiptesis de que el Gobierno sovitico no estuviera !~puesto, desde el primer momento, a conseguir el acuerdo con Ale.mama, h.an hecho .todo lo posible Francia, Gran Bretaa y Pol~ma para e:1tar. este giro de la poltica sovitica 7 Es indudable que si no han sido mfor_madas de la~ , conversaciones germano-rusas, ha~ ~ospechado, .sobr~da~ente, su existencia. Esto hubiera debido poneras en. guardia e mc1tarlas a hacer un esfuerzo para apresurar sus negoc1 ac10nes con la U. R. S. S.
. El Go_bierno francs parece haberlo comprendido. En distintas ocaen el. transcurso del. verano, pidi a sus asociados que no se terd1era el tiempo en cuest10nes secundarias o en detalles superfluos nt~e el 15 Y el 20 de agosto, mediante una presin enrgica sobre ei ~?rrno polaco, trat de hacerle aceptar el derecho de trnsito En e u timo momento, el 21 de agosto por la noche, lleg incluso a de~idir a rec~nocer este derecho al ejrcito ruso, prescindiendo de la negativa po aca: por lo menos, ya era un indicio de sus intenciones Pero el Gabinete britnico se mostr ms vacilante. A pes~r d desconfianza con respecto a la u . R . s. .e ~u ...,., no t orna b a muy en seno
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la amenaza de un aceri>amiento germano-ruso que 1e pareca incompatible con la ideologa del nacionaLiocialismo; adems, como ya haba hecho en 1938, subestimaba la eficacia de la ayuda que podran prestar las fuerzas armadas rusas. Sin embargo, en los ltimos das, se asoci a la presin ejercida sobre Polonia. En cuanto a los medios gubernamentales polacos-que ignoraban menos que nadie el alcance de un acuerdo germano-ruso, pero que seguan convencidos del peligro mrtal que amenazara a Polonia si conceda el derecho de trnsito a los ejrcitos soviticos-, se encontraban colocados en una situacin dramtica. Indudablemente, primero pensaron que Alemania no tendra inters en destruir a Polonia.. convirtindose as en vecina directa de la U. R. S. S. Cuando perdieron esta esperanza, consideraron al parecer que, incluso sin aceptar la ayuda rusa, podran hacer frente a Alemania, si la presin del ejrcito francs impeda que el ataque alemn a Polonia fuese demasiado intenso. De cualquier forma, era preferible sucumbir ante Alemania que ante la U. R. S. S. Tal es el sentido de unas palabras pronunciadas por el mariscal Rydz-Smigly: "con los alemanes, corremos el riesgo de perder nuestra libertad; con los rusos, perderamos el alma." La nica eventualidad que no tuvieron en cuenta fue, precisamente, la qu~ se produjo: la yuxtaposicin de la dominacin alemana y de la dommacin rusa. Dada su forma de pensar, no les hubiera interesado ceder en la cuestin de Dantzig, para tratar de retrasar el conflicto? Pregunta vana, puesto que hoy sabemos, por los documentos alemanes. que con toda seguridad, esta concesin no hubiera evitado la guerra: para Hitler, la causa del conflicto no era Dantzig, sino la conquista de! espacio vital.
antes que los apoyos exteriores con ios que le es fac_ti_ble contar (It~lia, Japn y Espaa) puedan ser eliminados. En defimt1va, es preferible desencadenar la guerra sin esperar ms. Pero los hechos que Hitler considera como previsibles son desm~n tidos rDidamente. El Gobierno francs, despus de haber conocido la opinin de los jefes de Estado, Mayor, en una sesi?n del Consejo de Defensa Nacional, celebrada el d1a 22, el da 24 decide sostener a Polonia en el caso de un ataque alemn; esta decisin es anunciada, al da siguiente, por una alocucin del presidente del Consej?. El Gabinete ingls repite, en tres ocasiones, y se lo hace conocer directamente a Hitler, que mantendr los compromis~s contrados co~ respecto a Polonia. El da 25, firma un tratado de alianza con el Gobierno polaco. Finalmente el Gobierno italiano, que, advertido el 12 de agosto, por Hitler, de '1a inminencia de la guerra contra Polonia, haba reiterado inmediatamente sus deseos de que el conflicto fuera diferido hasta 1942 o 1943, define ahora su postura: Mussolini declara que no po~r entrar en guerra, y desea que la cuestin polaca se resuelva por med10s polticos. . . . Estas advertencias, y sobre todo la noticia de la alianza anglo-polaa, provocan en Berln un movimiento de retroceso. En la tar?e del 25 ?e agosto, Hitler anula las rdenes de ofensiva contra Poloma, cuya ejecucin haba sido citada para el da siguiente por la maana: "N7cesito un plazo para negociar", dice al jefo del Estado M~yor. I?f:c~iva mente: esta negociacin entre Alemania y Gran Bretana se mic1a, a la vez, por dos conductos: la va diplomtic(!-el embajador ingls Henderson-y la intervencin oficiosa de un ingeniero sueco, Dahlerus, que, durante tres das, va y vien~ en avin de Berln a Londres. Del encadenanento de estas cuestiones se desprenden dos aspectos. Por un lado, Hitler trata de obtener una promesa de neutralidad britnica, ofreciendo poner la "potencia . del ~eich'.' a. disposi~in de Gran Bretaa, y ayudarla a mantener el impeno bntmco; recibe una negativa. Por otra parte, el Gabinete in?ls admite (~ pesar de las '.111teriores negativas polacas) que la cuestin de Dantzig y la del Pastl~o podran ser objeto de una negociacin, siempre y cuando Alemama acepte adherirse, acto seguido, a una garanta internaci~nal de las fro~ teras polacas y, por consiguiente, aba~done I.a conqu1st~ del espaczo vital; consigue, no sin trabajo, la aqmescenc1a de_! Go~iemo ?Oiaco. As, pues, la negociacin parece posible; y el Gabmete m_gls _msmua que, una vez solucionado el problema polact:, s~ mostrana d1s~uesto a entablar conversacic.:.1es referentes a la rest1tuc1n de las colomas ex alemanas. Pero el 29 de agosto, el Fhrer exige que el negociador polaco se presente, al da siguiente y provisto de pleno.s poderes. Estas dos condiciones, que tienen todo el aspecto de un ultimtum, son co!_'.~ideradas, al pronto, inaceptables [>Of el Gobierno polaco, que, el da J:, ordena la movilizacin general. No obstante, a instancias de Gran E. :aa, el
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31 de agosto. el coronel Beck decide nombrar un negociador, sin otorgarle plenos poderes; el Gobierno alemn se niega a dar a conocer sus condiciones a Polonia-puesto que no han sido concedidos los plenos poderes-; y anuncia la ruptura. El da 1 de septiembre, al amanecer, las tropas alemanas entran en territorio polaco. Dos das despus, Francia y Gran Bretaa entran en la guerra.
Cmo ha sido conducida la poltica hitleriana en el transcurso de esta ltima semana 7 El Gobierno alemn, al iniciar las hostilidades contra Polonia, ha provocado la guerra general, y ha tomado su decisin, nicamente, para llevar a cabo sus fines expansionistas. Los jefes militares reticentes o incluso hostiles a una poltica blica en 1938, al parecer no han hecho ninguna objecin a esta misma poltica, en agosto de 1939. Finalmente, los signos de inquietud en la opinin pblica, que pudieran haber influido en Hitler en el ao anterior, no se han manestado en esta ocasin; indudablemente-segn el embajador britnico--, esta opinin pblica se mostraba recelosa y triste, desde que comprenda la inminencia de la guerra; pero estaba resignada a ella. Todos estos hechos apenas si dejan lugar a un resquicio de duda. Empero las intenciones exactas de Hitler siguen siendo difciles de dilucidar. Hitler acept, claramente, el riesgo de que el conflicto en Polonia se convirtiera en un conflicto europeo; y nunca pens en renunciar a su plan de accin, ni siquiera circunstancialmente, para evitar la guerra general. Aceptaba este. riesgo sin preocupacin o Je produca cierta ansiedad? La curva de su comportamiento es muy singular: el 22 de agosto, en Ja conferencia de 0bersalzberg, el Fhrer da la impresin de que acepta el riesgo, de buena gana; el da 25, cuando este riesgo se hace inminente, quiere tratar de evitarlo, aunque ese cambio de actitud pueda desconcertar a los jefes militares, ante los que manifestara tres dfas antes tanta confianza; sin embargo, en lugar de disminuir sus reivindicaciones con respecto a Polonia, las aumenta, puesto que quiere imponer un plebisci1o en el Pasillo; el 30 de agosto, por la noche, est decidido-segn el ministro de Estado, Weizsacker-a hacer la guerra, de todos modos; pero el 3 de septiembre, cuando recibe el ultimtum ingls, parece intimidarse. Estas reacciones contradictorias parecen haber sido determinadas por la actitud de Gran Bretaa; o, ms exactamente, por Ja idea que se haca de ella, de acuerdo con las informaciones o las opiniones de los que le rodeaban. Casi hasta el ltimo momento, se haba aferrado a la esperanza de una neutralidad inglesa. En qu poda basar esa ilusin? Tal vez crey advertir una contradiccin-interpretada como sntoma de debilidad-entre la firma de la alianza anglo-polaca, el da 25, y la posicin adoptada el 28 por el Gabinete britnico con respecto a la cuestin de Dantzig y del Pasillo. Pero esto es solo una hiptesis. Por otra parte, puede afirmarse, sin lugar a dudas, que las decisio-
nes del Fhrer sean susceptibles de una explicacin racional? Nunca ha sido una persona lgica y razonable; y, adems, reciba de aquellos que le rodeaban opiniones en extremo divergentes, como las de Ribbentrop, que-segn todos los testimonios de que se dispone-crea en la debilidad de Gran Bretaa; y la de Goering, que no crea en ella; tambin se encontraba--dice Dahlerus-en un estado de sobreexcitacin enfermiza. Es muy posible que las decisiones esenciales hayan sido adoptadas bajo la influencia de impresiones pasajeras; peto la lnea poltica permanece inmutable: el aplazamiento momentneo no significa el deseo de llegar a un compromiso. sino que indica, solamente, el propsito de eliminar la intervencin inglesa; en definitiva, las dudas solamente afectan a la parte tctica (1). Francia y Gran Bretaa no han aceptado un segundo Mlmich, y su firmeza ha desmentido las previsiones hitlerianas. A qu mviles han obedecido? ~ Esta firmeza no ha sido adoptada por unanimidad desde el primer momento por el Gobierno francs: el 22 de agosto, el ministro de Asuntos Extranjeros-segn su propio testimonio-trata de suavizar la alianza franco-polaca--es decir, interpretar los compromisos en un sentido. restrictivo-poniendo como pretexto la resistencia opuesta por el Gobierno polaco a los consejos del Gobierno francs en la cuestin del derecho de trnsito. Pero estas vacilaciones han sido eliminadas el 24.' ?espus de una conferencia en la que el Presidente del Consejo. el mm1stro de Asuntos Extranjeros y los jefes militares han sopesado los argumentos. Le interesaba a Francia abandonar a Polonia, para obtener un nuevo respiro? Los asistentes a la conferencia haban consid~rado que no, puesto que lo ms probable era que Alemania, despues de haber aplastado a Polonia, volviera inmediatamente contra Francia, en la primavera de 1940, todas sus fuerzas. Los Estados Mayores haban asegurado, por tanto, que .estaban en condiciones de ir a la guerra, mientras que en septiembre de 1938 se haban mostrado ~u.cho m~s retice~~es. Las indicaciones inexactas facilitadas por el serv1c10 de rnformac10n, que crean advertir vacilaciones en la opinin alemana y desacuerdos entre Hitler y sus generales, contribuyeron tal vez a formar este estado de opinin. Es imposible afirmarlo en el estado actual de la informacin documental. El Gabinete ingls parece haberse mostrado mucho ms decidido, en este momento, ~e lo que lo fuera antes de la conclusin del pacto ~e~m??ru~o: los !nformes ?el F~reign Office subrayaban que la poht1ca mtlenana tema por ob1eto, sm lugar a dudas, la dominacin de Burop.a. Sin emb~r.go . el 28 de agosto, acepta prestarse a una ltima tentat.1va. de co?c1hac1n; y aconseja al Gobierno polaco que entable negociaciones directas con Alemnia, aunque sin ejercer ninguna clase de c~~~cin sobre su aliado. Conservaba todava alguna esperanza
(1) Vanse, acerca de esto, las observaciones de Hofer, op. dt. en la bibliografa de este captulo.
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de salvaguardar b paz, o solamente quera asegurarse una posicin ventajosa ante la opinin pblica 7 En cuanto al Gobierno polaco, apoyado por la opinin pblica y estimulado por la firma del tratado de alianza con Gran Bretaa, mantiene su postura, sin desfallecer. "La situacin no es de las peores", deca, todava el 28 de agosto, a uno de sus colaboradores, el coronel l3eck. Acepta el principio de una negociacin cor;i Alemania, tarde y a regaadientes. Se aferraba a la esperanza de que Hitler retrocedera en el ltimo momento? O adoptaba una especie de resignacin fatalista? Tambin aqu la investigacin histrica no puede pasar del terreno de las hiptesis.
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Que la segunda guerra mundial haya sido determinada por los actos del Gobierno hitleriano; que estos actos hayan sido la expresin de una poltica definida, desde mucho tiempo antes, en Mein Kampf, y que, hasta ltimo momento, esta guerra hubiera podido ser evitada, de haberlo deseado el Gobierno alemn, es algo que apenas si se presta a controversia. Ni los documentos, ni los testimonios publicados desde hace diez aos, que han servido para aclarar muchos puntos importantes, han inducido a la interpretacin histrica a revisar sus juicios sobre esta poltica hitleriana: las discusiones que se entablaron, a partir de 1921, en cuanto a los orgenes de la primera guerra mundial, no se han renovado por lo que respecta a los orgenes de la segunda. Se debe solamente a que la derrota del vencido ha sido ms completa, y a que los admiradores del rgimen hitleriano no han credo oportuno tratar de suscitar una discusin en la opinin pblica? Es porque estos amigos del rgimen siguen lo bastante convencidos de la legitimidad de la poltica alemana de 1939 para declinar cualquier interpretacin que pudiera parecer una excusa? Ante todo, es porque esta revisin de ios puntos de vista, admitidos generalmente, no ha encontrado argumento. Cuando Ribbentrop ha querido "justificar" Ja poltica hitleriana se ha limitado a decir que la segunda guerra mundial hubiera podido ser evitada si Gran Bretaa hubiese accedido a trazar un plan de "revisin de tratados", de acuerdo con Alemania, y a favorecer la expansin alemana. Esto viene a significar que el Gobierno alemn, si no obtena por medios diplomticos los resultados que pretenda, estaba decidido a imponerlos por las armas. En la historia de los orgenes de esta guerra aparece a cada paso la voluntad de un jefe de Gobierno y de un grupo de hombres, apoyados por unas ideas y por un estado de nimo apasionado, de Jos que ellos mismos han sido promotores. La masa del pueblo sufre Jos acontecimientos. Los agentes diplomticos, cuyo papel no haba dejado de disminuir durante treinta aos, han sido relegados a un segundo plano, desde que el empleo del avin facilita Jos contactos personales entre los jefes de Gobierno. Los jefes militares se han resignado. Sin embargo, [basta la accin de ese hombre o de ese grupo para dar una explicacin? Qu lugar hay que atribuir en las causas del conflicto a la satisfaccin de necesidades o de intereses econmicos, a la psicologa colectiva o al impulso del sentimiento nacional? En un rgimen en el que el liberaiismo econmico no goza de ms miramientos que el liberalismo poltico, la presin que los grupos de intereses econmicos puede ejercer sobre la orientacin de la poltica
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extc-iDr es muy limitada. Por consiguiente, el Gobierno alemn no ha de tener muy en cuenta la satisfaccin de los beneficios individuales. Lo que puede invocar la polftica alemana de expansin, orientada hacia la conquista del espacio vital, es un objetivo econmico de carcter general, puesto que tiende a mejorar las condiciones de existencia del pueblo alemn. Falta saber si en el pensamiento de los dirigentes alemanes esta conquista del espacio vital responda a una necesidad, o era solamente la tapadera de una decisin cuyos verdaderos mviles eran la apetencia de poder o el anhelo de prestigio {l). Segn algunos observadores, la poltica del Gobierno hitleriano ha sido consecuencia ineludible del ritmo adquirido por la mq11111a econmica alemana. Alemania, cuya industrializacin se desarrollaba con demasiada rapidez, ha aumentado su potencia militar para extender su zona de expansin econmica. En definitiva, el nacionalsocialismo, al aislar a Alemania de otros estados y practicar Ja autarqua, haba provocado una situacin artificial; indudablemente, el Gobierno alemn comprenda que su sistema econmico no era viable, a menos que se extendiera a un rea mucho ms vasta; as, pues, se vea obligado a realizar una poltica de conquista. De entre estos economistas, solo uno-a mi entender-ha tratado de hacer un anlisis concreto. El rgimen hitleriano-dice Charles Bettelheim-, despus de haber puesto en marcha la mquina econmica, empleando los mtodos de la economa dirigida, no ha sabido dominar "las contradicciones inherentes al capitalismo de monopolio". Los procedimientos destinados a asegurar la expansin econmica se basan, esencialmente, en inyecciones de Cl"dito, aplicadas por los organismos estatales; su promotor, Schacht, los haba concebido para emplearlos nicamente durante un perodo corto, comJ mximo, de tres aos. El Gobierno, con objeto de evitar una crisis econmica y social, haba prolongado este plazo: al no poder contar con el desarrollo de las inversiones privadas se vea obligado a incrementar rpidamente 1.a deuda pblica (16 058 millones de reichmarks en 1936-37, y 30 676 millones. en 1938-39). En resumidas cuentas, el mercado interior era demasiado restringido; y el mercado mundial se haba cerrado. El Gobierno haba pretendido sustituirlo mediante un mercado financiado por los pedidos pblicos: con ello, haba dado lugar a una tensin financiera creciente. As, pues, en 1939, se impona la necesidad de integrar la economa capitalista alemana en la economa mundial. para conseguir mercados exteriores ms amplios. Esta finalidad adopt la farma de una guen-a, porque los dirigentes alemanes consideraron que no podan efectuar esta reintegracin si no obligaban a los dems estados, por las armas, a que la aceptaran. Hasta qu punto es exacta esa tesis? Es cierto que el III Reich
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sintiera en 1939 los sntomas de una crisis financiera y monetaria? El economista ingls C. W. Guillebaud, que, en diciembre de 1938, termin un estudio acerca de la situacin de Alemania, afirmaba que el sistema econmico haba conocido momentos difciles en los meses precedentes, pero nicamente por motivos polticos: el esfuerzo de rearme haba sido demasiado rpido. A su juicio, bastaba hacer un poco ms lento este ritmo para que la situacin se estabilizara. De cualquier forma, en su opinin, la economa alemana no se vea amenazada por un derrumbamiento, ni siquiera por una ligera recesin; incluso poda pensar en la expansin, siempre que la mano de obra se contentara con el mismo nivel de vida. Y por qu no haba de contentarse, cuando el sistema econmico le garantizaba la plena ocupacin, ventaja fundamental para todos aquellos que haban conocido, siete aos antes, una crisis de paro, de la que conservaban los peores recuerdos? Bien es verdad que, en enero de 1919, el presidente del Reichsbank, Schacbt. prevea una crisis monetaria; pero lo que criticaba era la ejecucin del plan de rearme: no pona en tela de juicio los fundamentos de la vida econmica alemana. La necesidad econmica, por tanto, no me parece demostrada, en absoluto, en el estado actual de la informacin histrica. Esta demostracin-aunque se hiciera-no tendra, por otra parte, sino un alcance muy limitado. Cuando ms, pondra de manifiesto los inconvenientes de una poltica econmica que se fijara como objetivo esencial el incremento de la potencia militar. Pero esta poltica estaba impuesta por la necesidad de expansin econmica, o era, simplemente, una consecuencia de la apetencia de poder? En resumen: en sus principios, esta accin econmica era el instrumento de una poltica, o fue la causa de las decisiones polticas? En esto radica el problema esencial para la interpretacin histrica. Ahora bien: qu hechos son los que pone de manifiesto a este respecto el estudio de los documentos y de los testimonios? Las necesidades econmicas jams fueron invocadas por el Gobierno hitleriano en las conferencias en que Hitler explica a sus colaboradores los mviles y los objetivos de su poltica exterior: el plan del 5 de noviembre de 1937 presenta, a este respecto, una importancia especial, puesto que se trata de preparar la conquista de Austria y. luego, el desmembramiento de Checoslovaquia, dos resultados conducentes a aumentar el potencial de guerra de Alemania mediante la anexin de zonas mineras y de regiones industriales; sin embargo, el argumento econmico-excepcin hecha de la vaga frmula del espacio vital-nunca se invoca en esta exposicin del programa alemn. Por otra parte, Alemania hubiera podido satisfacer esta necesidad de expansin econmica sin recurrir a las armas. Para "reintegrar la economa alemana en la economa mundial" el Gobierno hitleriano hubiera podido escuchar, en el verano de 1939, los ofrecimientos de sir Horace Wilson, que suponan para la economa alemana un campo de
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accin privilegiado en el sudeste de Europa (1) a condicin de que el Fhrer renunciara al empleo de la fuerza; ahora bien: Hitler prescindi, desde el primer momento, de estas perspectivas, sin tratar siquiera de averiguar cul era su alcance o de apreciar su consistencia. No hay que deducir, entonces, que la poltica alemana, en lugar de estar orientada por mviles econmicos, lo estaba, ms bien, por la apetencia de poder y el deseo de aprovechar la superioridad pasajera que le proporcionaba, en la relacin de fuerzas, la rapidez de su rearme? En una conferencia en que reuni a los altos mandos militares, el 23 de noviembre de 1939, Hitler declara que no ha reorganizado las fuerzas armadas "para dejarlas sin empleo". Ribbentrop le dice a Ciano, en marzo de 1940, que la guerra contra Polonia se ha decidido para mantener intacto el prestigio de Alemania y para adelantarse "a un desplazamiento en el equilibrio de las fuerzas", inevitable a corto plazo, puesto que Gran Bretaa ha implantado el servicio militar obligatorio. Por qu poner en duda esas explicaciones? Bien es verdad que la afirmacin de esa apetencia de poder y la amplitud de ese rearme no han sido posibles sino gracias a la pasividad de los grandes estados democrticos. Cuando se inici el rearme alemn en gran escala, en 1935, Francia hubiera podido adoptar una poltica destinada a contener a Alemania, vigorizando la alianza francorrusa-incluso a costa de Polonia-, o bien una poltica ms peligrosa de acercamiento a Alemania, dejando a esta plena libertad de accin en el Este, con la esperanza de que tal expansin bastara para satisfacer los fines hitlerianos. En realidad, ambas polticas fueron esbozadas, pero sin llegar a tomar forma en ninguno de los dos casos. Gran parte de la responsabilidad de esa incertidumbre corresponde a las divisiones de la opinin pblica y al estado de la psicologa colectiva. Ni la Prensa, ni los partidos polticos, ni los sucesivos Gobiernos, han tratado de despertar en ella el sentido de la responsabilidad, hacindole ver los riesgos y las oportunidades (2). Nada ms chocante que esa incapacidad de los crculos dirigentes para desempear su misin y poner los cimientos de un estudio preciso de la situacin internacional. Tampoco hay que perder de vista que Francia, en este terreno, solo contaba con una base: la fuerza militar. Careciendo de los medios econmicos de una gran potencia, tena que contar con los mercados americanos de materias primas y, por consiguiente, con la necesidad de mantener la libertad de las comunicaciones martimas; para obtener este resultado le era imprescindible contar con la ayuda de la marina de guerra britnica. A partir de 1930, los crculos polticos-en su gran mayora-no haban perdido nunca de vista la necesidad de: una cola(1)
boracin francoinglesa (el mismo Pierre Lava! no lo olvid en 1935). Ningn Gobierno haba tomado en consideracin adoptar :1~. postura de fuerza sin haberse asegurado, de antemano, la ay:ida b:itamc~. Ahora bien; en Gran Bretaa, n la opinin pbhca, Ill los ~irculo~ polticos-a excepcin del grupito que segua a Winst~~ ,Church1ll-.' ll1 ~ Gobierno, adoptaron, hasta abril de 1939, una pos1c10n que. pudier.a alentar una inici;tiva francesa. Es cierto que, en 1934, ~l pnmer ministro declar que la "frontera inglesa esta?a en. ,el Rm".; ~ero no pona en prctica las consecuencias de esta aftrmac1on. Al difenr has~a finales de. 1936 su rearme, el Gabinete conservador ~r.ovoc su prop,ia incapacidad para oponerse, dos aos despus ...~a polttica de ~xpan~10~ alemana en la Europa central. Por tanto, prefmo creer que Hitler, 1:m1tara sus ambiciones y que no amenazara a los intereses. bntamcos esenciales. Cuando comprendi su error ya no le quedaba tiempo para repararlo. La actitud de los Estados Unidos influy sobremanera en Ja de ~ran Bretaa. El sentimiento aislacionista se haba mani.festado, a ~artlr de 1935 mediante Ja votacin de las leyes de eutralzdad, es decir, en .la form a ms inquietante para la vida econmica inglesa. Hasta las ~:s mas tendencias personales de Franklin Roosevelt. cuando se defmieron-a finales de 1937-lo fueron en su discurso, pero no en, ~us actos. Estas largas vacilaciones de los grandes estados democraticos: ~es pus de haber permitido a la poltica" hitleriana, ~cumular los. ex1tos, debilitaron el alcance de las decisiones rrancobntamcas de la pn.mavera de 1939. Hitler sigui creyendo que la poltica enrgica anunciada en Pars y en Londres sera puramente verbal.
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Las cosas se hubieran desarollado de otra forma, sin duda alg~na, si esta energa tarda hubiese sido apoyada por la U. R. S. S. Hitler no hubiera provocado la guerra si hubiera tenido que contar con .semejante perspectiva. Lo que ha decidido Ja ~uerte de la paz ha sido el pacto del 23 de agosto de 1939. Pero no nay, que tener t;n. cu~nta. aqu tambin, las vacilaciones de los grandes pa1se.s. democrati~os El Gobierno sovitico haba comprobado, cuando la cns1s de Mumch, c.~e las dos potencias occidentales se mantena~ al margen de la so,luc1on de un problema muy importante para los mte:eses rusos; ~:mi.~ que Gran Bretaa y Francia dejaran a Hitler plena ltbertad de acc1on ~n el Este"; no poda pensar que la mejor garanta contra tal eventuahda~ era arreglrselas de forma que la guerra europea empezara en el Oeste. En estos errores, o en estos clculos, lo que predom!na no s?n los intereses econmicos, sino las corrientes de la psicolo~1a .colect1v~, la desconfianza entre los pueblos. Y, sobre todo, los des1gn10s polticos, animados tanto por el deseo de seguridad como por 12. voluntad del poder.
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LIBRO SEGUNDO
En Ja guerra europea que, en septiembre de 1939, pone a Polonia, Francia y Gran Bretaa frente a Alemania, esta se encuentra en unas condiciones mucho ms favorables que en 1914, gracias a la neutralidad rusa. En el frente oriental tiene un adversario, cuyos medios militares son dbiles, y Je aplasta en tres semanas. Por tanto, en la prmavera de 1940 puede concentrar todas sus fuerzas en el frente occidental, y derrota al ejrcito francs. A finales de junio de 1940, Gran Bretaa se encuentra sola, con el dbil apoyo de las fuerzas de la Francia Libre y y de Grecia. En esta guerra angloalemana, en la que tambin toma parte Italia, Hitler-despus de haberse visto obligado a abandenar, a finales de septiembre de 1940, su proyecto de desembarco en Inglaterra-trata de paralizar las lneas de comunicacin en el Mediterrneo y en el Atlntico. Pero en 1941, Ja guerra toma una amplitud mundial: por 1a iniciativa de Alemania y del Japn, entran en el conflicto, la U. R. S. S. en el mes de junio, y los Estados Unidos en el de diciembre. A partir de este momento, Alemania ya no puede vencer. En 1942, todava espera que, eliminando la resistencia rusa, podr desalentar a las dos potencias atlnticas, y obtener una paz negociada. El resultado de la batalla de Stalingrado, en el mes de noviembre, desvanece esta esperanza, al tiempo que Norteamrica y Gran Bretaa-establecen, en Africa del Norte, el trampoln que ha de permitirles poner pie en el continente europeo. La derrota de Alemania;-Italia y el Japn se hace inevitable, a menos que sobrevenga una disociacin de la coalicin adversaria. Sin embargo, hacen falta todava dos aos y medio para que la derrota sea total. Italia es la primera en sucumbir, en septiembre de 1943, al mismo tiempo que los. ejrcitos alema~es de Rusia se baten retirada y la contraofensiva norteamericana se desarrolla en el Pacfico. Alemania. vencida en Rusia, debe hacer frente, en 1944. a la ofensiva angloamericana en el Oeste. Cuando se derrumba, en mayo de 1945, el Japn no puede escapar a una capitulacin inmediata. En una historia de las relaciones Internacionales, lo ms interesante es el. estudio de las intervenciones o de las defecciones y de los cambios bruscos que se producen en b balanza de las fuerzas militares, navales y areas. Sin embargo, la contemplacin no debe limitarse a est~'.::; perx:cias de la lucha, sino que ha de extenderse a b~ transformaccnes que han sido -:=::msecuencia, directa o indirecta. de ~. guerra, en k:: :elaciones entre t-:.L)oa los pueblos del mundo y entre los diversos conti;,~ntes. Pero, al tr0>:.;se de un intento de sntesis, ha de d:::spreciar, inev abiementc, z:uellc',: aspectos menos sealados de la accJ.n diplo-
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mtica que, aun cuando hayan sido los ms propicios a despertar el inters o la curiosidad, no han tenido una influencia de carcter general (1 ).
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INTRODUCCJON AL LIBRO 11
( 1) Por esa razn no he credo posible. en el marco de. ~ste esbozo general, abordar la historia diplomtica del desembarco anglo:imcrcano en Afnca del Norte. o la de las relaciones entre el Comit francs de Liberacin nacional. la Gran Bretaa v los Estados Unidos. Tales cuestiones eran importantes para los intereses france'ses; pero en el tumulto mundial, no fueron ms que episodios.
VII.
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CAPITULO VII
l. LOS BELIGERANTES
l Cmo ven los adversarios las perspectivas militares (i) que se abre_n ante ellos, cuando Francia y Gran Bretaa entran en guerra, en ~ept1e!Il~re de 1939, contra Alemania, para tratar de cerrar el paso a un impenalismo, cuyos golpes se dirigen, por lo pronto, contra Polonia pero cuya amenaza les inquieta por s mismas? ' . El 1 de septiemb:e. ~e 1939, el. Estado Mayor alemn dispone de cmcuenta y cu~tro d1vis10:ies de pn,mera lnea, de las cuales, seis son acorazadas y cmco motonzadas, asi como de 3.500 aviones de combate; sabe. que puede contar en un plazo muy br!!ve-unas dos semanas--co:i cmcuenta ,Y seis divisiones de reserva, cuya movilizacin no ha termi_n~~o todav1a. ~l plan, de operaciones prev que la mayor parte de las d1v1s10nes de pnmera linea, todas las unidades acorazadas y las dos terceras partes de la aviacin, sern lanzadas contra Polonia mientras qu~ la t:onte~~ occidental ser cubierta, en la lnea Sigfredo, con un se~~11lo d1si::o~1!1vo defensivo: once divisiones del activo, a las que se umran las d1v1s10nes de reserva en formacin. El ej~cito polaco cuenta con treinta divisiones, cuyo armamento solo parcialmente ha sido modernizado; hubiera podido contar con cuarenta Y dos, de haber tenido tiempo para movilizar sus divisiones d reserva, de las _que solamente dos estn preparadas; posee once brigadas d_e caballena, pero no puede oponer s.ino un carro de asalto a cada vemte. tanques a~emane~ y un avi~n moderno por cada siete apar~tos enem1~os ~e! mismo t_II'. La artillera antiarea es muy insuficiente. El d1spos1t1vo estrateg1co, montado casi en la misma frontera para proteger los centros industriales, se prolonga sobre 1.900 kil~ metros; por consiguiente, es sumamente vulnerable. No obstante el ~stado Mayor y .el Gobierno esperan poder resistir hasta que una ofensiva france~a obligue al m~ndo alemn a distraer la mayor parte de sus fuerzas hacia el frente occidental. En qu plazo espera esta diversin:> ~! protocolo milita~ f~ancopolaco del 15 de mayo de 1939, firmado ~l :1.~al _de unas ,ne~o~i~c1?nes llenas. de reticencias, haba previsto que el ~ercit~ ~r~nces m1c1an_a la ~fens1va, con treinta y cinco o treinta y ocho d1v1s1ones, al dec1moqumto da de la movilizacin. Sin embargo,
(l) No es posible, en el estado ~ctual de la informacin, dar una idea exacta del balance de las fuerzas, porque SI_ el nmero de las unidades es fcil de comprobar, el de los tanques y de los aviones da lugar an a controversia.
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esta previsin no tena el valor de un acuerdo de Estado Mayor, puesto que hubiera debido ser el complemento de un acuerdo poltico cuya firma qued en suspenso. Pero el Estado Mayor polaco se senta inclinado a pensar que; de cualquier forma, representaba las intenciones del Alto Mando francs. El ejrcito ingls es casi insignificante en un futuro inmediato. No tiene ms que dos divisiones preparadas para intervenir, puesto que el principal esfuerzo de rearme se ha dirigido a la artillera antiarea y a la aviacin de caza. Por tanto, con Jo nico que se puede contar en el frente occidental es con las fuerzas francesas. Con cincuenta y cinco divisiones disponibles inmediatamente-sin contar las formaciones de reserva, cuya movilizacin no podr ultimarse hasta transcurridas tres o cuatro semanas, ni las fuerzas acantonadas en Africa del Norte-el ejrcito francs, aun dejando en los Alpes una parte de sus efectivos (10 divisiones), dispone, en ei frente Noroeste, de unas fuerzas muy superiores a las del ejrcito alemn; pero est mal equipado para una gran operacin ofensiva, porque no cuenta sino con una divisin acorazada, dispone solamente de cuatrocientos aviones de caza modernos y est casi por completo desprovisto de aviones de bombardeo de modelo reciente. En realidad. el Alto Mando no cree contar con medios para romper la lnea fortificada del adversario (el general en jefe lo ha declarado as al Consejo e! 23 ele agosto); por otra parte, desde la firma del pacto germano-ruso, est plenamente convencido de que Polonia se halla condenada a una rpida derrota. Por tanto, no piensa siquiera en lanzar la ofensiva prevista en el protocolo militar del 15 de mayo, y se contenta con operaciones de objetivos limitados. El ejrcito polaco, cuya aviacin ha sido puesta fuera de combate en cuarenta y ocho horas, y cuyos movimientos han sido paralizados i::or la destruccin de las vas frreas, es aplastado por completo. La intervencin rusa, que asesta los ltimos golpes a los restos de ese ejrcito, est destinada, principalmente, a impedir que la ofensiva alemana penetre en la zona adjudicada a la U. R. S. S. en el acuerdo secreto del 23 de agosto de 1939. Por consiguiente, el ejrcito alemn ,ha alcanzado sus objetivos a finales ele septiembre. El 26 de septiembre, Hitler hace decir, secretamente, al Gobierno ingls que est dispuesto a hacer la paz, contentndose con los resultados conseguidos; el 2 de octubre Je dice a Ciano que accedera a anexionarse solo una parte de la zona ocupada por sus tropas, dejando subsistir un "Estado polaco residu_al" ~l)._ El 8 de octubre confirma su oferta de paz en una declarac1on pubhca. Desde el momento en que ha conseguido sus objetivos inmediatcs. :::s eviden(1) El Gobierno italiano crea saber que. en el Consejo de m~~:.rns francs. una mayora se inclinara a la paz. si Alemania, por "el bien par,,ccc"', consenta en mantener un Estado polaco independiente.
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te que tiene inters en evitar un conflicto gncral. cuyos riesgos advierte. Gran Bretaa y Francia se niegan, sin ninguna vacilacin: desde el primer momento han admitido que la derrota polaca era inevitable, y el objetivo de la guerra, impedir los planes alemanes de hegemona continental. Poda dudar el mismo Hitler de esta negativa? Pens que el xito fulgurante de la campaa polaca bastara para convencer a Francia y Gran Bretaa de que deban resignarse a permitir que Alemania extendiera al Este su espacio vital? Quiso, solamente, demostrar a la opinin pblica alemana que la guerra era inevitable? No podemos saberlo. En esta guerra, . en la que ahora se van a enfrentar Alemania y las dos potencias occidentales, la desaparicin de Polonia evita al mando alemn las dificultades de una lucha en dos frentes. Hitler, durante la campaa de Polonia, haba prohibido a sus tropas que franquearan la frontera francesa, ordenando a la aviacin que se limitara a efectuar vuelos de reconocimiento; cuando hubo terminado esta campaa, reiter tales rdenes, el 30 de septiembre, porque crey advertir indicios de vacilacin en el enemigo. Cmo seguir en esta actitud, una vez rechazado su ofrecimiento de paz? No obstante, los jefes militares se muestran reacios a lanzar la ofensiva. En los primeros das de noviembre de 1939-segn datos alemanes-el jefe del Estado Mayor General, Halder; el comandante supremo de las Fuerzas Armadas, Brauchitsch, y el mariscal Stpnagel, hacen todo lo posible por conseguir que Hitler no se lance todava a la guerra en el Oeste. Hitler mantiene su decisin, despus de violentas discusiones. El 23 de noviembre expone detalladamente sus motivos ante los generales: la superioridad alemana en aviacin v en divisiones acorazadas ser menor "dentro de seis u ocho meses", debido a los progresos de los armamentos ingleses y el incremento de la ayuda material que los Estados Unidos facilitan a Gran Bretaa y Francia; la ofensiva permitir establecer en Holanda y en Blgica las bases de partida para atacar a Gran Bretaa, mediante bombardeos areos, y para la colocacin de minas flotantes. "Mi decisin es irrevocable". Sin embargo, aplaza la fec 1rn de la ofensiva; y todava, en dos ocasiones, se dan las rdenes y luego se anulan, porque las condiciones meteorolgicas no son favorables. Estas dudas producen la impresin, incluso en los crculos dirigentes alemanes, de que Hitler sigue indeciso, y de que no ha renunciado a la posibilidad de una paz de compromiso; pero. a mediados de marzo, estas dudas desaparecen por completo: las declaraciones de Ribbentrop y luego las de Hitler a Mussolini son tan categricas, que el Gobierno alemn no podra ya desdecirse sin "quedar en mal lugar" (1 ).
(1) La tesis sugerida por Otlo Abetz, que tiende a establecer un vnculo entre la llegada al poder del ministerio Paul Reynaud y la decisin de ofensiva (Hitler hubiera dejado entonces de creer en una paz de compromiso) est en contradic
Cmo se presenta la balanza de las fuerzas en la primavera de 1940? Fuerzas armadas.-Merced a la desaparicin del adversario polaco as como a la formacin de nuevas divisiones, a un ritmo ms rpid~ que el de Francia y Gran Bretaa, el ejrcito alemn ha confirmado su superioridad. El 1 de mayo de 1940 tiene en el frente occidental 139 divisiones, de las cuales son acorazadas doce, con un total de 3.500 tanques: dispone de 5.200 aviones de operaciones. El material, fabricado, en su totalidad, despus de 1935, tiene la ventaja de ser moderno. Los mandos subalternos de las tropas activas, reclutados, sobre todo, entre los voluntarios que haban compuesto--con anterioridad al restab!ecimiento del servicio militar obligatorio-el pequeo ejrcito autorizado por el tratado de Versalles, estn perfectamente adiestrados. El Estado Mayor ha sabido asimilar las lecciones de la primera guerra mundial, comprendiendo las posibilidades que ofrecen a la ofensiva el! avin y el carro de combate, estableciendo as una nueva doctrina, cuyos rasgos ms sobresalientes son la intervencin de la aviacin en los combates de infantera y el empleo masivo de los carros de combate agrupados en grandes unidades: la rotura de un frente fortificado, que haba constituido el principal obstculo en la primera guerra mundial, se hace posible nuevamente, y el retorno a los mtodos de Ja guerra de movimiento abre el camino a las operaciones clsicas de la estrategia envolvente. Qu pueden oponer las potencias occidentales a estas fuerzas alemanas, concntradas entre Suiza y Holanda? El ejrcito francs ha aumentado sus medios, sensiblemente, en ocho meses. Deduciendo las divisiones que conserva en Africa del Norte, las enviadas a Siria y las fuerzas que vigilan la frontera de los Alpes, pone en lnea 101 divisiones, de las que 15, las mejores, guarnecen las fortificaciones de la lnea Maginot. Posee unos 2.800 carros de combate, destinados, principalmente, a proteger los ataques de la infantera; solo un~ parte-novecientos aproximadamente--est agrupada en grandes unidades capaces de llevar a cabo una operacin de ruptura: tres div1s10nes acorazadas, frente a doce divisiones acorazadas alemanas. La aviacin, si se tiene en cuenta solamente el nmero de aparatos modernos, es inferior en cuatro quintas partes a la del adversario: el material de artillera de campaa, en sus nueve dcimas partes, es todava el de 1918. Los mandos del ejrcito activo han sufrido tantas decepciones morales y materiales desde 1919, que su reclutamiento se ha hecho difcil. Los oficiales reservistas carecen del entusiasmo de 1914. El Alto Mando--consciente de que Francia no podra soportar prdidas de hombres anlogas a las de 1914-18, y confiando en la solidez de las posiciones defensivas-quisiera poder aplazar las o~raciones s
cin con Ja cronologa: las declaraciones hechas al Gobierno taliano precedieron en dez das a la formacin del nuevo ministerio francs.
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impo_rtante~ h_asta el momento en que Gran Bretaa aportara una ayuda efectiva mas importante a la lucha comn. A?ora bien: el ejrcito ingls, a pesar de sus reservas demogrficas, superiores a la;; de Francia (46 millones de habitantes en 1937), sigue siendo sumamente dbil: entre septiembre de 1939 y mayo Je 1940 no ha formado sino ocho nuevas divisiones, ninguna de las cuales puede compararse con las grandes divisiones acorazadas aiemanas, ni siquiera con las francesas. Unicamente la aviacin, con casi l.700 aparatos de caza o de bombardeo, ha realizado progresos muy sensibles; pero no est ms adaptada que la aviacin francesa a las misiones de intervencin directa en la batalla terrestre; adems, no lanza sino una parte de sus fuerzas en el frente francs. Bien es verdad que las 22 divisiones belgas y las 11 divisiones holandesas podran suplir la diferencia entre los efectivos francoingleses y los .alemanes; pero estas fuerzas sern eliminadas en un caso, y desorgamzadas en el otro, al primer choque.
iP
Fuerzas econmicas.-El potencial industrial alemn es excelente: el desarrollo de la produccin, entre 1929-39, ha sido mucho ms importante que en Francia e incluso que en Gran Bretaa; las tcnicas modernas de la industria metalrgica, de la qumica y de la elctrica, han sido adoptadas con mayor rapidez que en los dems pases europeos competidores; el utillaje de mquinas-herramientas es ms moderno que el de los Estados Unidos; peto esta superioridad se ve amenazada por el bloqueo de las comunicaciones martimas. Cmo mantener el ritmo de la fabricacin de armamento y de material de guerra, s el acceso a los mercados de materias primas se hace imposible? El segundo plan cuatrienal (1) haba hecho hincapi sobre las medidas conducentes a desarrollar la independencia econmica de Alemania, en el terreno de las materias primas y en el del abastecimiento de productos alimenticios: produccin de caucho y de seda artificial; fabricacin de aceites industriales extrados de la hulla; explotacin de yacimientos de mineral de hierro, hasta entonces desdeados, debido a su calidad mediocre; intensificacin de los esfuerzos para aumentar el rendimiento de los cultivos; los resultados no han sido sino muy modestos. Las estadsticas alemanas sealan que el porcentaje de suficiencia alimenticia apenas si ha mejorado (81 por 100 en 1933 y 83 por ciento en 1939); y que la agricultura, aun habiendo realizado progresos muy importantes en la produccin de patata y de remolacha azucarera, contina siendo tributaria, en gran medida, por lo que respecta al trigo y a las plantas oleaginosas. Los recursos del subsuelo alemn en mineral de hierro son insuficientes. El caucho y el petrleo sintticos no pueden cubrir sino una parte mnima de las necesidades. Estas dificultades son atenuadas, sin embkrgo, desde el moment en
(1) Vase pg. 1053.
que Alemania puede mantener rela~iones comerciales con todo el continente europeo, a excepcin de Francia. En realidad, conserva el acceso a mercados que, en 1938, Je facilitaban algo ms de la mitad de su_s importaciones; en ellos, no solamente puede encontrar productos altmenticios, sino tambin mineral de hierro de Suecia y la U. R. S. S., petrleo en Rumania y la U. R. S. S. y cobre en Yugoslavia. Aquellos artculos de que puede temer verse privada casi por completo son los que en tiempos de paz obtenfa del continente americano: el algodn, en primer lugar, pero tambin el manganeso, el cobre y el plomo, cu~o papel es esencial para la fabricacin de material de guerra. Y todavia algunas de estas importaciones siguen siendo posibles a travs de Odesa o de Jos puertos italianos. As, pues, la situacin es menos grave que en 1914-18. Sin embargo, la economa alemana es sumamente vulnerable: el director de los Servicios Econmicos del Estado Mayor General seala, el 15 de agosto de 1939, las d'.f1cultades existentes, as como Jos peligros a que se expone Alemania en ei caso de una guerra larga; no es escuchado. Ni Francia ni Gran Bretaa poseen un potencial industrial semejante al de Alemania. En Francia, donde la crisis econmica ha sido menos profunda Y brutal que en los pases vecinos (1), pero donde se ha prolo?gado ms tiempo, la produccin industrial no haba recob_rado tod,av~a, en 1938, el nivel alcanzado diez aos antes;_ la industna metalurg1ca, a pesar de las condiciones favorables que le as~guraban los recursos ~n mineral de hierro (34 700 OO toneladds extra1das anualmente por termino medio), haba sido rebasada ampliamente por la me~alurgia alemana: la producCin de acero Lruto en 1936-38 no ~~b1a llegado a los siete millones de toneladas, mientras que la producc1on alemana pasaba de los 17 millones. En Gran Bretaa, el Estado, sm lle;ar a adoptar los procedimientos de la economa dirigida, haba estimulado, a partir de 1932, la mode:nizacin de las instalaciones y 1,, concentracin de empresas, consiguiendo que ei ndice industrial global recobrara, a p_artr de, 1934, el nivel anterior a la gran crisis econmica. La expansin habia proseguido: en 1938, la produccin indu!>tnal haba superado en un ~8 por 100 a la de 1929. Este desarrollo se :cflei principalmente en la 111d:i_stria metalrgica; a pesar de ello, incluso en este sector, la pr0ducc1on (11 190 000 toneladas de acero bruto por trmino medio de 1936 a 1938) ~ra tambin inferior a la produccin alemana. . Tambin ambos estados dependan. en mayor grado que Alemama. del comercio exterior: en 1938 las importaciones francesas representaron en valor el 21 por 100 de ia produccin de los bienes. de consu1'.1, y las importaciones inglesas, el 39 por 100; mientras qu,e Ja proparc1on en Alemania no fue sino del 17 por 100. Pero estos fa)!OS relativos no
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tienen sino una importancia secundaria, desde el momento en .q~e las relaciones comerciales exteriores siguen siendo libres. Y el dom11110 del mar por parte de Gran Bretaa y Francia est muchc :ns asegurado que en 1914: la flota de guerra alemana no cuenta smo con nueve grandes buques de batalla .de un tonelaje superior a 10 O~O toneladas (incluyendo dos grandes unidades en periodo de constru~c10n muy .adelantado), mientras que la flota francesa tiene doce y la 111glesa tre1~ta. Qu pueden hacer Jos seis cruceros ligeros alemanes frente a tremta ~' dos buques franceses y cuarenta y nueve ingleses de la mism~ cl~se? finalmente, durante los primeros meses de la guerra. Alem_ania tiene solo 57 submarinos, mientras que Gran Bretaa cuenta con. J8 Y ~ran con 72. Esta preponderancia naval asegura a las dos potencias occ~den tales la libertad de las comunicaciones martimas, en tanto Alemania no aumente el nmero de sus submarinos; es decir, el acceso a los grandes mercados de materias primas y de productos alimenticios .. en Estad_os Unidos y Amrica latina, en !.as Indias holandesas y en el Oriente Medio. Fuerzas morales.- C6mo medir el valor de las observaciones. y de los indicios que proporciona la informacin docun:ental para apreciar la cohesi6n moral de un pueblo, la confianza que tiene .P.Uf~sta en su ~~ bierno y su firmeza ante los sufrimientos. y .~os sac,nf1c~os? Esta d1f1cultad aumenta an ms cuando la apreciac1on esta sueta al margen de error que implica la influencia de las posturas adoptadas por cau~as polticas nacionales. Todava no se han llevado a ca~o los estudios crticos que tanta falta haran. Habr que _retroceder ante ta~tos obstculos? Merece la pena intentar un bosqueo, aunque sea muy somero. El rasgo menos sujeto a discusin _es .la solid~z de la. moral de Gran Bretaa. El despertar de la opini6n publica ha sido aqu1 ms lento que en cualquier otro sitio; p~ro el .Pr.opsito, qi.:e ha acabado de formar~e en 1939, de derribar al 1mpenahsmo aleman no ha vuelto a, s~fnr vacilaciones. La Prensa y el Parlamento se han mostrado unammes en aprobar la entrada en la gu~rra. En octubre de .1939, la gran mayora de la opinin pblica considera que ~o .es pos1bl~ pensar en una negociacin; y sigue afirmando, q.ue el ~bet.1vo esencial de la guerra ha de ser la destrucci6n del reg1men h1tlenano; solo al,gunos pares conservadores declaran, el 14 de diciembre de 1939, en la Ca_n:iara, de los Lores, que sera oportuno tratar de conseguir una conczlwczon. con Alemania. En enero de 1940, segn un sondeo efectuado en la Umv.e:-. sidad de Cambridge, el 67 por 100 de Jos estudiantes se ~iegan a ad,n:1tir Ja eventualidad de una paz firmada con Hitler. Los c~rculos poht1cos conservadores han aceptado, incluso, al ser rebasado ev1dentemen~e por los acontecimientos Neville-Chamberlain, llevar al poder a :v1~s~on Churchill, cuyas crticas haban quebrantad_o. desd~ 1935, la d1sc1plma del partido, pero cuyas previsiones se habian confirmado plenamente. Esta firmeza es an ms significativa si se tiene en cuenta que los objetivos de guerra de Gran Bretaa son sumamente moderados. No
solo no re.clama ningn aumento territorial, para sf misma o para su lmpeno. smo que tampoco desea que la victoria traiga consigo una transformacin del mapa de Europa a costa de los pases enemigos: la necesaria restauracin de Polonia y de Checoslovaquia no ha de significar, necesariamente, que esos pases recobren sus fronteras de 1938 o de J 939; Alemania no ser desmembrada; e incluso deber conservar el lugar que le corresponde en la vida econmica del mundo. En Alemania, el Gobierno nacionalsocialista ha llevado a cabo, contra sus adversarios polticos, declarados o posibles, una lucha sin cuartel: proscripci6n de los corr.unista:i; dfoolucin de los sindicatos; silenciamicnto de las iglesias. Ha impuesto a toda 1a poblacin una disciplina rigurossima. Hasta qu punto ha reducido a la impotencia a sus adversarios, cuando se lanza a la guerra general? A la propaganda nacionalsocialista no le ha costado gran trabajo barrer las concepciones democrticas, que apenas si haban penetrado ellt una minora de la burguesa; ha encontrado un punto de apoyo en el sentido de la disciplina y en respeto a los deberes o a las misiones del Estado, que son rasgos caracterstkos de la psicologa alemana. La poltica econmica, a pesar de la disciplina impuesta a los oroductores y a la mano de obra, ha conseguido suprimir el paro, satisfaciendo as el deseo ms ardiente de la clase obrera. Finalmente, los xitos obtenidos por el Gobierno, durante seis ,aos, en su poltica exterior, Ja restauracin del podero alemn y de las tradiciones militares, han proporcionado al sentimiento patritico unas satisfacciones que siempre haba esperado y deseado desde Ja derrota de 1918. Todas estas razones, por lo que se puede apreciar, han inducido a gran parte de la opinin pblica a aceptar el rgimen o, por lo menos, a concederle una aquiescencia pasiva. Quiere esto decir que la opini6n pblica haya acogido favorablemente la perspectiva de la guerra europea? Indudablemente, no: la movilizaci6n no ha dado h.1gar en ningn sitio a las mismas manifestaciones de entusiasmo que en 1914; pero la resignacin ha sido total. A pesar de esta aceptacin, la oposicin conserva focos clandestinos, cuya fisonoma ::ermiten hoy esbozar las declaraciones de los componentes de la resistencia interior (1). . La oposicin social parte de los militantes comunistas y de los antiguos mandos del movimiento sindical; pero persiste el antagonismo entre socialistas y comunistas, incluso en la lucha clandestina. Generalmente, los dos grupos se limitan a una labor de propaganda; se dan cuenta de que un movimiento revolucionario no sera secundado, posiblemente, por la masa trabajadora, y s aplastado por el Gobierno. La labor ms eficaz es la desarrollada por la Rote Kapelle, organizacin comunista que, gracias a sus rela,ciones en determinados Ministerios, faciiita al Gobierno sovitico info~madn acerca de la industria de
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1929
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~o~tmuara
y, algunas veces, de lo;; proyectos militares; su a::tivdad hasta el verano de 1942, en que es descubierta nor la Por-
~~ oposicin de las Iglesias es muy activa, tanto por parte de los catohcos como ~e l~_s protestantes. El Pfarremotbund, creado en 1933 por d_ pastor Niemoller para proteger Ja mdependencia de la Iglesia evangehc~ resix:cto del nazismo y hacer fracasar el plan hitleriano de una Iglesia nac10nal: ha agrupado, desde el primer momento, a una tercera. parte, aproximadamente, de los pastores; la organizadn ha sobrev~~1do, en 1937, a la detencin de su jefe. La Iglesia catlica tranquthzada al pr~ncipio por el Con..:ordato de julio de 1933, se sient~ v:eoc~pada, a p~rtlr de marzo de 1935, ante las amenazas del rgimen hnle~iano a las libertades eclesisticas y a las de las sociedades obre~as cathcas. Dos aos despus, cuando la encclica pontificia l\:fit Brennend~; ~orge condena el sistema nacionalsocialista, las altas jerarquas ecles1asticas de B_reslau, Munich y Berln, no temen expresar pblicamente su d~s~?nfianza y sus crticas al rgimen. . La oposici?n bur:guesa. asocia a grupos monrquicos-prusianos y bavaros-, asi como a ciertos elementos republicanos de tendencia c_onservadora; sus elementos ms activos pertenecen a 'tas profesiones liberales; estos grupos, a los que el ex alcalde de Leipzig, Goerdeler, trat~ ~e dar una. doctnna, temen que el nacionalsocialismo desvirte las tradic10nes prusianas y destru:,:a los estamentos sociales desconfan de una propa~anda dirigida a los instintos de la masa, y ue desprecia las competencias; frente a los procedimientos del rgimen policaco, invocan el res~to_ a los valores morales. A diferencia de los otros dos grupos opas~c10mstas, este no puede buscar un punto de apoyo popular. Por cons1gme_nte, solamente podra ~brar mediante un golpe de estado; pero cm~ ~~tent~r_lo con los. med10s de que dispone? 11. La P<?Sic10n nulltar, por ultimo, no cuenta con una base mucho mas ampha que la de la oposicin -~urJ5uesa; los _oficiales jvenes, que h~n empez_ado su carrera en el eJerc1to reconstituido gracias al Gobierno nac1on~lsocialis~a, en su mayor parte son adictos al rgimen; por el contrano, las ret1cen~i~s son frecue~tes en los mandos superiores, q:ie, formados i:or. las trad1c~~nes del antiguo ejrcito imperial, desprecian las formac10nes para-m1htares del nazismo, cuya competencia . temen, no obs~a~te; Y comprueban con cunto desdn tratan los dirig~ntes del reg1men las opinio:ies de los tcnicos. Hay que distinguir aun, entre e~tos general7s hostiles al nacionalsocialismo, dos tendencias: los ~dversanos convencidos, que sienten repulsin ante los mtodos de la dictadura (caso del autntico animador de esta oposicin militar el general Beck, ex jefe del Es_tado May9r General) y los oportunistas, q~e, despus de haber apreciado los resultados obtenidos por el Gob_ierno en su poltica exterior, y aprobado las amenazas a Polonia, consideran que la guerra general puede conducir a Ja derrota. Cul es la fuerza de esta oposicin 7 Indudablemente ha, disminuido despus de
septiembre de 1938 (1), puesto que los crculos militares, hostiles por aquel entonces a una poltica exterior que les pareca peligrosa, ~ vieron obligados a reconocer el xito obtenido por Hitler. En los ltimos das de agosto de 1939, los mismos que un ao antes planearon un golpe de estado, permanecen inactivos. En noviembre de 1939, si~ ~~ bargo, ante la perspectiva de una larga guerra que, en su opm10n, Alemania no est en condiciones de resistir, el jefe del Estado Mayor General del Ejrcito y sus colaboradores ms inmediatos manifiestan su oposicin (2) al proyecto de una gran ofensiva di.rgida contra. ~as potencias occidentaks; pero cuando el Fhrer mantiene su dec1s10n, agachan la cabeza. El contacro entre estos distintos grupos de oposicin est muy mal establecido: en realidad, algunos Je los jefes de la oposicin burguesa mantienen relaciones con algunos generales; pero estos elementos, que pertenecen en su totalidad a sectores derechistas, no quieren ni pueden buscar apoyo en Jos grupos sindicalistas y, todava menos, en los comunistas, cuyos objetivos son irreconciliables con Jos de ellos . As, pues, la resistencia interior alemana comprende que ser impotente, en tanto que las perspectivas de victoria sigan siendo favora: bles cuando las posibilidades de xito desaparezcan, su labor sera posible y necesari~. La existencia de esta oposicin no debilitar al rgimen hasta el momento en que. se anuncie s.u derrota. En Francia, la necesidad de la declaracin de guerra no ha sido discutida por la Prensa, ni tampoco por el Parlamento al ser convocado este; a primera vista, el sentimiento dominante de resignacin se asemeja al de la masa de la poolaci6n e.ri todos los pases beligerantes. No obstante, esta similitud no es ms que superficial. Mientras que la opinin pblica parece dividida en Aiemania entre la preocupacin razonada de aquellos que tienen presente el recuerdo de 1914-1918, y la satisfaccin ntima que representa para un pueblo la sensacin de haber recobrado su fuerza a los veinte aos de una derrota, y mientras que en Gran Bretaa-donde las ideas comunistas y las concepciones fascistas no han penetrado apenas en la mentalidad colectiva-el sentido del deber cvico y el respeto a las decisiones gubernamentales conservan todo su valor, la opinin pblica eI\ Francia est sumamente afectada Por las condiciones que han dominado, durante los ltimos quince a.os, su vida poltica interior. El rasgo caracterstico, es. l~ presencia de dos oposiciones, dirgas contra los fundamentos del reg1men: oposicin abierta, por parte de' los comunistas, que forman el 15 por 100, poco ms o menos, del cuerpo electoral; y oposicin sorda, por parte de ciertos sectores derechistas que, sin atacar directamente las instituciones republicanas, no ocultan su simpata haca el rgimen
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franquista e Espaa, hacia el fascismo. italan~ e. incluso, aunq.ue ms raramente, sin embargo, hacia el nac1onalsoc1alismo. El partido comunista, a partir del pacto germano-ruso del 23 de agosto de 1939 Y. del reparto de Polonia, permanece al margen de una ~uerra cuyo origen inmediato ha sido la proteccin de la index;ndenc1a ~ola~a. Los adversarios del rgimen parlamentario no se sienten s,0:1danos d~ 1-1:na ropaganda en la que la condena de los regmenes pol!t1~os. autontanos p unida al argumento del inters nacional. Por cons1gmen~e,. no se ~~ede pensar en hallar la aquiescencia, casi unnime, que existiera en 1914, cuando la unin sagrada. . . Estas reservas de principio no eran mesperadas, rndudablemente, para los observadores de la vida poltica. Ms sorprend~nte es la vacilacin que demuestran-con la sola excepcin del grupito de l~s demcratas populares-los partidos polfticos que han e~t.ado asociados, directamente~ al ejercicio del poder y a las r~spon.sab1hdad~s ~kl Gobierno: en las derechas, las actitudes del nacionalismo autentico solo despiertan un eco apagado; en el centro, donde los ?efe.nsores de la poltica de firmeza han estado mezclados con. los part1dan~s de la po ltica de repliegue, el escepticismo de unos-~nclus? despues de la de: claracin de guerra-sigue desmintiendo las ;1:tenc1ones ~e l?s otr?~. en el seno del partido radical, en el que la polltica, de Mumch ~1a ten1 o muchos adeptos, algunos polticos sienten todav1a 1.a nos~al!',l de los compromisos diplomticos; en el grupo parlamentario soc1al!sta, cuyos 'efes sostienen ntegramente al Gobierno, el ala dere~ha-que cuenta ~ntre sus miembros a las ivenes promesas del partido-se .mues.tra Co'mo valorar el alcance exacto de estas reticencias, muy reserva da . l d'd 1 J'b rt d desde el momento en que el estado de guerra na s~spen i o _a 1 e a de Prensa y no permite que la tribuna parlamentana desempene su fun. d cin normal? A estas vacilaciones de los crculos po:~1~os. ~ar.responde un es.t/, o de nimo anlogo en gran parte de ~a opm10.n publica. ~~os, ~am 1es ~an su aquiescencia, pero sin entusiasmo, sm convencimiento. otros. ~o ocultan su deseo de una solucin diplomtic?, que ponga. fin al conflicto antes que empiecen las grandes operaciones: o qmeren creer que el bloqueo podr bastar para decidir la s~er~e de la guerra. Que muchos oficiales reservistas traten, durante el mvierno de 1939-40: de abandonar los servicios en la lnea de fuego. para buscar su ~egunda~ en los de retaguardia, y que esta preocupac1~n nor ~u segund~d per sonal sea vista por la opinin pblica, no ya sm severidad, smo mcluso c~m complacencia, representa ya un sntoma grave. .. Indudablemente, donde hay que buscar, las cau:as de est~ debil!da~ es en las tendencias internas de la psicologi.a col.ectiva. ":- r~rti.r de 1932, principalmente, al francs le ha faltado dmar;11~mo e miciat1va en todos los campos de actividad, incluido. el econ?nyco: de t~dos ~os gran: des pases industriales. Francia ha sido el umco que, diez anos ~es l pus de la crisis econmica mundial de 1929. no ha recobrado el mve
de produccin que tuviera antes de la crisis. El sentimiento pacifista ha encontrado resonancia en la masa de la poblacin, porque estaba en Ja raz de esta apata; haba sido adquirido en la escuela, merced a las consignas repetidas sin cesar por el Sindicato Nacional de Maestros. Finalmente, los planes militares, inspirados nicamente en un concepto defensivo, implicaban una confesin de impotencia que no incitaba a la opinin pblica a confiar en las armas. Pero estos rasgos, no van asociados al estado de agotamiento demogrfico y econmico, de cansancio moral, en que la guerra de 1914 y 1918 ha dejado al pas, que ya no se ,siente capaz de renovar-apenas veinte aos despus-el mismo esfuerzo, y de soportar el peso de los mismos sacrificios? Estas condiciones generales, militares, econmicas y morales, dominan la poltica blica y los planes estratgicos de los pases beligerantes. Los jefes de Estado Mayor, en Francia y en Gran Bretaa, no'!ll! creen que sea posible alcanzar la victoria mediante las armas en un futuro inmediato, puesto que el adversario es sperior en efectivos y en armamento. Por el contrario, creen en la eficacia del bloqueo, que acabar por privar a Alemania de materias primas industriales y que dificultar su abastecimiento de productos alimenticios y de petrleo; pero este resultado no podr ser obtenido sino a largo plazo. Por consiguiente, la concepcin estratgica, en conjunto, es defensiva; solo se podr pasar a la ofensiva cuando el arma econmica haya debilitado al adversario y obstaculizado la fabricacin de armamento. Alemania, por el contrario, puesto que ha de temer las consecuencias econmicas de una guerra larga, debe inclinarse por la ofensiva, bien sea para conseguir la victoria desde el primer momento, 'o, a falta de una solucin militar, para adquirir el control de vastos territorios enemigos, cuyos recursos industriales y agrcolas le permitan hacer frente, aunque sea parcialmente, a los efectos del bloqueo.
II. LOS NEUTRALES
En estas condiciones, los recursos econmicos de los neutrales atraen la atencin de todos los beligerantes. Los jefes de los Estados Mayores ingls y francs indican, ya en marzo de 1940, en un informe a sus Gobiernos, que, para poder soportar una guerra larga, las potencias occidentales han de recibir un apoyo econmico ms intenso por parte de los Estados Unidos: suministros de materias primas y productos alimenticios, pero tambin de productos. fabricados, en mayor escala que en 1914-1918. El Gobierno alemn, al no tener acceso a los recursos americanos, se ve obligado a contar para su abastecimiento de petrleo y de mineral con las compras que pueda hacer en la Rusia sovitica, en Rumania y Suecia. Sin embargo, lo nico que puede cambiar la balanza de las fuerzas
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es la interv.:;ncin armada 'de los grandes Estados neutrales. Cules son las pen pectivas a este respecto? Italia ha hec~o una declaracin de "no beligerancia", en septembre de 1_939. Con. una poblacin que ha llegado, en 1938, a 43 millones y medt? de_ haoitantes y, por tanto, algo superior a la de Francia y apenas ~nfenor a la de Gran Bretaa, dispone de recursos de hombres suficie~tes. para ?rganizar ejrcitos importantes; pero carece de un pote~cial md:1stnal que le permita asegurar plena eficacia a estos efectivo~ .. ~I 1 d~ septiembre de 1939, el ejrcito contaba-co.mprendida la m1hc1a f~scist~~on 67 divi~iones, de las que 18 estaban acantona~as fuera de terntono metropohtano, en Albania, en Libia, en Africa Onental Y en d mar Egeo; otras 33 divisiones no estaban en condiciones ~e ent~ar en campaa, puesto que no haban sido completadas en efectivos m en armamento. Solo dos divisiones eran acorazadas; pero ~olamente e_stab~n dotadas de carros de combate ligeros, cuyo tonelae era muy mfenor al de los tanques franceses o alemanes de la misma c~tegora. En _la primavera de 1940, aunque el nmero total de divis~ones haya ~ido elevado a 71,_ l~~ deficiencias del armamento siguen :-iendo muy 1mportan~e,s: 20 d1v1s10nes, por lo menos, siguen estando mcompletas; la dotac10n _de ~arros. d; asalto pesados es muy pequea (~olo 70 c~rros); y la art1llena antiaerea apenas existe. Por el contrario, la manna de guerra es de alta calidad : sus grandes unidades--ocho acorazad.os y ocho cruceros pesados-todos de fecha muy reciente, son ~s rpidos que los navos ingleses. del mismo tonelaje. La aviacin d1six;ine. de 1.800 aparatos de primera lnea. As, pues, las fuerzas armadas itahanas pueden desempear, en una guerra entre los Estados europeos, un papel muc?o ms importante que el que tuvieron durante Ja pnmera guerra mundial. . P~ro l~s fue~zas eco~mic~s son mediocres, ya que toda la vida mCfustnal s1g~e siendo tnbutana, en gran medida, de las importaciones de combustibles, de materias primas e incluso de productos semiacabados. El pr~grarn~ preparad~, en 1935, por la Comisin Suprema de Defensa, habta temdo por objeto restringir esta dependencia; obtuvo !g~os resultados: la puesta en marcha de una fbrica de caucho sintet1co, el aumento d_e la produccin de acero y, sobre todo, el incremento de_ la producc1?n de_ energa elctrica, que, en tres aos, pas de 12 000 millon_e~ d_e ~1lovatios a 18 000 millones. Esta mejora. sin emba~g<?, es ca~1 msig~tfi~ante: la produccin de carbn (3.800 toneladas m~tr1cas) dea un deficit anual de unos nueve millones de toneladas mtncas; el consumo de carburantes-8,5 toneladas mtricas anuales sola1!1ente .para las _necesidades del ejrcito-no puede ser cubierto sin~ median.te 1mportac10~es, a excepcin de las i;w 000 toneladas mtricas producidas en Alban~a ;. los recursos e:i- mineral de hierro no pasan 5de 8?0 000 toneladas metncas anuales, mientras que la industria consume cmco veces ms; los metales no frricos-manganeso, nquel y cromo-
indispensables para la fabricacin de Il_l~terial de guerr~, vien;n nicamente del extranjero; la agricultura utiliza, todos los anos, mas de. dos millones de toneladas mtricas de fertilizantes importados. Ahora bien: Italia recibe por va martima-sobre todo por, la de. ~ibraltar-la cas~ totalidad de estas importaciones. Cmo podna res1st1r el bloqueo, s1 se convirtiera en beligerante? Indudablemente, puede cc:mseguir de Alemania el carbn; puede recibir de Rumania, por ferrocarril, envos de petrleo que cubran parte de sus necesidades (un ~5 por 100 _aproximadamente). Pero, dnde podra encontrar los medios de suphr los suministros de procedencia americana? Por consiguiente, la eventual participacin en una guerra larga es an ms difcil para ella que para Alemania. . Se encuentran en mejor situacin las fuerzas morales? El rgimen fascista cuenta con dieciocho aos de existencia y, por esta razn, hay muchos intereses creados que le sostienen. Principalmente a partir de 1934 ha llevado a cabo un encuadramiento de trabajadores y patronos, mediante el sistema corporativo, que le proporciona ciertas garantas de estabilidad. Por ltimo, ha procurado grandes satisfacciones al sentimiento patritico, en Africa Oriental y en el Adritico. No c~be duda de que, en la vida econmica y social,_ este .rgimen ha consolidado las posiciones conquistadas por el cap1tallsmo rndustnal y los ~randes terratenientes: pero no tiene nada que temer de !~ campesmos, masa inorgnica, y ha pulverizado los mandos c!el mo~1m1en_to obrero, cuyos militantes han sido rcJucidos a la labor clandestina. Sm embargo, esta solidez aparente se ve minada por el desarrol.lo de una opc:sicin en las clases dirigentes: hostilidad de la aristocrac1~. qu_e no pucc. a.ceptar la actitud del Duce con respecto a la monarquia, m la sufic1encia que muestran. frente a ella. los dirigentes del partido fascista;_ irr~taci: y desprecio de la burguesa negociante hacia los cuadros adm1mstrat1vos, cuya benevolencia se ve obligada a comprar, muy a menudo'. resistencia secreta de numerosos intelectuales, que permanec;c: adictos a las tradiciones del liberalismo poltico: rivalidad entre los oficiales superiores de la milicia y los del ejrcito que, como en Alemania, no solo sufren en su amor propio. sino tambin en su apego a las tradiciones. Sin embargo. la existencia de estos focos de descontento no puede inquietar al Gobierno: la oposicin es inoi:ierante: . no re~u.lta verdaderamente peligrosa. puesto que no cree po~1ble a_batlr al reg1:n~n Y no se atreve a organizar un movimiento de res1stenc1a: Supo~e, um~ame~ te, que el Gobierno no puede contar co~ .una adhesin activa de ' ?P~ nin pblica a un gran esfuerzo. Mussolm1 se da cue~ta de ello Y se Irnta; en privado. expresa su desprecio hacia ese_ rebano de corderos, que no quiere pensar en una intervencin de Italia en la guerra. Pero ha ha decidido hacer caso omiso de ellos. Por la masa de su poblacin-179,5 millones de habitantes en 1939,
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de los que 129 millones corresponden a los territorios europeos-la U. R. S. S. es, despus de China, el mayor Estado del mundo. Al igual que durante la primera guerra mundial, dispone de recursos superiores, en hombres, a los de todos los dems pases europeos, e incluso de los Estados Unidos; la poltica econmica del Gobierno sovitico le proporciona ahora los medios para armar y equipar a esa masa humana. Esta poltica econmica no ha descuidado la agricultura: la superficie sembrada ha pasado de 113 millones de hectreas en 1928, a 139 millones en 1939; y el rendimiento por hectrea-por lo que respecta a los cereales-ha aumentado en ms de tres quintales, en el curso del mismo perodo. Pero ha cuidado especialmente el desarrollo de la industria. El primer plan quinquenal-el de 1928-haba hecho hincapi en el desarrollo de la industria pesada. El segundo-el de 1933-haba previsto un lugar mucho ms importante para la produccin de bienes de consumo, pero muy modificado durante el perodo de ejecucin, para responder a las necesidades del rearme, haba terminado por tener una orientacin muy anloga al precedente. El tercero, orientado en 1938, fue consagrado, principalmente, a acelerar la fabricacin de armas y a la instalacin de las industrias bsicas en zonas que pudieran estar alejadas de los riesgos de la guerra. La produccin de hulla, cuyos centros de extraccin ms importantes se encuentran en Si be ria Ocidental y en. Kazakhstn, pasa, entre 1913 y 1938, de 29 100 000 toneladas mtricas a 132 600 000 toneladas mtricas. La produccin de metales no frricos-cobre, cinc, nquel y bauxita-casi nula antes de 1914, se ha desarrollado, rpidamente, a partir de 1928, gracias a la explotacin de los yacimientos del Ural. Los recursos en petrleo han aumentado en siete millones de toneladas mtricas anuales, desde la perforacin de los pozos del segundo Bak, entre el Volga y el Ural. La produccin de energa elctrica es siete veces mayor que la de 1928 (la gran presa del Dnieper se termin en 1932). En el dominio de las industrias de transformacin, la ms beneficiada por la planificacin ha sido la metalrgica; las cuatro quintas partes de la produccin proceden de fbricas creadas o renovadas por completo despus de 1928, en el Ural y la Siberia Occidental; y la produccin de acero alcanza el 13,5 por 100 de la cifra mundial; la produccin de aluminio, insignificante antes de 1932, ha tomado un impulso considerable en la regin de Leningrado, as cono en el Ural y en la zona del bajo DnieJJCr. El ndice global de la produccin industrial se ha cuadruplicado entre 1928 y 1938. Sin embargo, la produccin de hulla es ine; 1or en ms de 50 millones de toneladas a la de Alemania, y en casi 100 Tm. a la de Inglaterra; la produccin de hierro y de acero no ha alcanzado todava el nivel de la alemana; el equipo de maquinaria es inferior, en un 30 por 100, al de la industria inglesa, y en un 60 por 100, al de l_a alem~n~. A pesar de esta debilidad relativa, los progresos de la mdustnah-
zacin permiten' al Gobierno sovitico disponer, desde el primer momento de la movilizacin, de 165 divisiones, apoyadas por 5.000 aviones y por unidades acorazadas, ms importantes, nmricamente, que las del mismo ejrcito alemn. Ahora bien: cmo apreciar el estado de opinin en un pas en el que el rigor del rgimen autoritario no permite que se manifieste no ya la menor oposicin, sino ni siquiera una simple crtica 7 Los. observadores extranjeros no disponen de los medios de informacin que pueden proporcionarle los contactos personales en Alemania o en Italia, puesto que el cuerpo diplomtico, prcticamente privado de toda relacin con la poblacin rusa, se ve limitado a las infor,ITiaciones-muchas veces sospechosas-obtenidas por agentes secretos, o a los indicios aislados que proporcionan las notas sobre los procesos polticos. No obstante, estos observadores estn de acuerdo en admitir, a principios de 1940, que el rgimen ha superado la grave crisis sufrida dos aios antes (1). El ejrcito, cuyos mandos haban sido desorganizados por la depuracin de 1938, hll recobrado su equilibrio. Por consiguiente, el Gobierno sovitico tiene una mayor libertad de accin en su poltica exterior. Cul ser la actitud de la U. R. S. S. en el conflicto europeo? Es una pregunta difcil. La promesa de neutralidad, hecha a Alemania en agosto de 1939, ha permitido a la U. R. S. S. obtener su parte en el reparto de Polonia. Pero el acuerdo complementario del 28 de septiembre de 1939, que ha fijado las bases para el reparto de las respectivas zonas de influencia, puede proteger los intereses nacionales de Rusia frente a la poltica alemana del espacio vital en Europa oriental? Sin embargo, estas preocupaciones europeas del Gobierno sovitico pierden importancia ante las preocupaciones asiticas, es decir, ante la amenaza que el imperialismo nipn hace pesar sobre la provincia martima. Lo que da a los Estados Unidos una posicin excepcional es su potencial econmico, ms an que su poblacin (133 169 000 habitantes, segn el censo de 1940). Se han puesto a la cabeza de la produccin industrial del mundo, en la cual su participacin era del 34,8 por 100 en 1938. Sih embargo, esta industria ha pasado por momentos difciles durante la crisis mundial de 1929-1933. En 1932, el producto neto de las actividades industriales haba descendido de 19 700 millones a 6.200; pero en 1937 ha subido a 15 900 millones, y en 1938 una corta depresin lo ha hecho bajar a 12 500. No obstante, ha bastado que la guerra empiece en Europa para que la econoca industrial, grcias a la experiencia de 1914-17, reciba unr estimulante: en pocas semanas el indice de la produccin industrial aumenta en un 20 por 100; en
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abril de 1940 supera el nivel alcanzado en 1929, antes de la gran crisis econmica mundial. Esta actividad industrial no es sino uno de los aspectos de una preponderancia que se extiende a casi todos los sectores de la vida econmica. Los Estados Unidos son los grandes abastecedores de Europa de cereales de algodn en bruto y de petrleo; poseen el 50 por 100 de los recursos mundiales de mineral de hierro; y sobre todo, con la sola excepcin del aluminio, poseen los metales raros, que desempean un papel esencial en la fabricacin de material de guerra. Por sus inversiones de capitales en todo el continente americano (3.740 millones de dlares en el Canad, 3.513 en Amrica del Sur y 1.510 en Amrica Central, comprendido Mjico), tienen un lugar preponderal)te en la explotacin de las materias primas. Bien es verdad que, bajo la influencia de Ja corriente de opinin aislacionista, el Congreso haba establecido, a partir de 1935, una legislacin destinada a restringir las relaciones comerciales con los beligerantes en caso de guerra (l). Pero estas restricciones fueron levantadas, parcialmente, en octubre de 1939-nada ms empezar la guerra europea-, porque los productores americanos no podan renunciar a aquellos mercados europeos que, en tiempos normales, absorban el 41 por 100 de sus exportaciones; y, por otra parte, el Congreso no quera privar a Gran Bretaa y Francia de los recursos indispensables para la economa de guerra. As, pues, los Estados Unidos se mostraron dispuestos a intensificar sus ventas a los beligerantes, es decir, en realidad solo a las potencias occidentales, puesto que Alemania estaba sometida al bloqueo. Tambin es cierto que esas exportaciones se encuentran limitadas por la clusula cash and cany, que impone a los compradores franceses e ingleses la obligacin de pagar al contado, y de asegurar, por sus propios medios, el transporte de tales mercancas. "'El Gobierno norteamericano comprende perfectamente que esta limitacin no podr ser mantenidadurante mucho .tiempo, so pena de paralizar las compras; pero, a principios de 1940, la opinin pblica vacila todava en abandonar una neutralidad econmica que le parece ser la mejor garanta para evitar la entrada de los Estados Unidos en el conflicto. Los considerables medios-econmicos y demogrficos-de que dispone Norteamrica, no se emplean para desarrollar las fuerzas armp.das. Los efectivos de las fuerzas terrestres, que despus de la primera_ guerra mundial, en 1923, haban sido reducidos a unos 132 000 hombres, permanecen en esta cifra durante ms de diez aos; exceptuando las guarniciones destinadas en Filipinas, en el archipilago de Haway y en la zona del Canal. el ejrcito de los Estados Unidos en el territorio federal no contaba apenas con ms de 80 000 hombres. No poda servir m siquiera como esqueleto de una reorganizacin futura. Entre 1935
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y 1939, mientras que en Europa se agravaban los riesgos de conflicto y se desarrollaba Ja carrera de los armamentos, el Estado Mayor del Ejrcito consigui un aumento, bien precario, de 50 000 homb_res. En septiembre de 1939, cuando empieza la guerra europea, ha temdo que contentarse con un contingente suplementara mucho ms modesto: 17 000 hombres. No cabe duda de que el presidente, Franklin D. Roosevelt, ha hecho estudiar, ya en noviembre de 1938, inmediatamente despus de la conferencia de Munich, un p:ograma ~e rea~e; pero los crditos solicitados del Congreso se clestman, casi exclusivamente, a la aviacin. El plan de construccin ele 5.500 aparatos, preparado en julio de 1939, acaba de entrar en vas de ejecucin cuan?o estalla. ,la guerra europea. La modernizacin del material y ~el equipo del eercito, apenas si ha sido iniciada, habindose descuidado por completo la investigacin cientfica en este campo. Solo las tu:~zas_ navales se encuentran en mejores condiciones, porque la expans1?n apone.sa representado, desde 1933, una amenaza para las poses10nes terntonales y las bases navales norteamericanas en el Pacfico. La causa esencial de esta deficiencia de las fuerzas armadas se encuentra en el estado de la opinin pblica. El aislacionismo, que .se manifestara tan radicalmente (1) en 1935-1937, no ha comprendido ~o dava las lecciones de la guerra europea. A pesar de las advertencias del Presidente, la poblacin sigue convencida en su gran mayor~a, a principios de 1940, de que los Estados ~nidos no tiener: por que tomar en consideracin una intervencin directa en el conflicto; no concibe ninguna actuacin de sus fuerzas armadas qu.e no sea puramente defensiva; y como la seguridad de los Estados Umdos no parece amenazada, se muestra hostil a toda poltica de rearme.
El Japn lleva a cabo, desde julio de 1937, una poltica de conquista; sus tropas ocupan en China todas las reg1one~ e:i que se _encuentr~n los recursos agrcolas ms importantes, los yac1m1e:itos mmeros mas ricos y la mayor parte de los establecimie,ntos indu~tnal.es; pe~o no han podido quebrantar la voluntad del Gobierno n~c1onahsta chmo: c~ya resistencia se ve alentada ahora por la perspectiva de las comphcac10nes que han de surgir en el mundo, a consecuencia de la gi:erra europea. El Estado Mayor japons, al no poder extender su~ operaci~mes a las regiones del interior, en las que sus tropa~ s_e venan parahzadas po~ la falta de ferrocarriles y de cai, eteras. se hmita, desde el punto de_ vi~ta militar, a mantener las posiciones conseguidas; y cuenta c~n tnunrar de su adversario por medios polticos: establece en Nankm ~n Gobierno chino, cuyo Jefe, Uang Ching-Uei, antiguo ~alega y nval de Chang Kai Shek en los crculos dirigentes del Kuommgtang, ac~ede a colaborar con su ocupante. El "incidente chino" se ha convertido en una guerra larga.
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S.. embargo, esta guerra est muy lejos de absorber todos los recursos militares del Japn: el ejrcito de ocupacin en China no tiene mucho ms de un milln de hombres; y solo recibe el 10 por 100 de la produccin nipona de material de guerra. Los medios gubernamentales nipones pueden, por tanto, pensar en sacar partido de las circunstancias que les ofrece la guerra europea, para emprender un programa de expansin en el Pacfico o en los mares del Sur. Con qu medios pueden contar para realizar esta empresa y hacer frente a los riesgos que supone? Las fuerzas armadas son excelentes. Con una poblacin global que, a finales de 1938, se acercaba a los 100 millones de habitantes (72 750 000 en el archipilago nipn, y 27 000 000 en los territorios exteriores: Corea y Formosa), el Japn dispone de reservas en hombres que le permiten realizar fcilmente operaciones de desembarco en el sudeste asitico y en los archipilagos ocenicos, sin disminuir su ejrcito en China. La Marina de guerra es ms fuerte que la de Norteamrica, en cuanto a portaaviones y cruceros, si bien es inferior en un 30 por 100 en la categora 'de buques de batalla. La aviacin tiene un nmero importante de aparatos-unos 2.700-; pero el material no es de calidad comparable al de los Estados Unidos. Las perspectivas econmicas son ms difciles. Bien es verdad que la produccin industria! global se ha triplicado. cuando menos, entre 1919 y 1939; y que las acereras han conseguido, incluso. doblar su produccin, a pesar de las dificultades del abastecimiento de materias primas. Sin embargo, a escala mundial, esta industria no tiene sino un lugar muy modesto. La produccin de artculos alimenticios, aunque la superficie cultivada haya aumentado muy poco, ha sealado, en el transcurso de los ltimos veinte aos, progresos muy importantes: el ndice 100 en 1914, ha pasado, en el perodo de 1935-1939, a 161: de todos modos, como en el mismo perodo la poblacin se ha incrementado en 18 millones de habitantes, los recursos seguan siendo, antes de 1938, muy inferiores a las necesidades; hasta despus de la ocupacin parcial de China no se han hecho las posibilidades de importacin lo suficientemente amplias para poder descartar todo peligro de penuria. A pesar de estos esfuerzos, subsisten los puntos dbiles de la vida econmica nipona: el abastecimiento de carburantes depende, en gran parte, de importaciones procedentes de los Estados Unidos o de las Indias neerlandesas; Ja industria metalrgica es insuficiente, sobre todo por lo que respecta a la fabricacin de maquinaria y a las construcciones-navales. El Estado Mayor, que mientras llevaba a cabo Ja campaa de China no ha perdido de vista Ja posibilidad ele una guerra mundial, solicita, en 1937, un plan de 111ovilizac1n econmica. En realidad, el Gobierno ha establecido un control oficial sob"2 el comercio exterior, los cambios. las inversiones, el movimiento de precios y el mercado de trabajo; ha empezado, incluso, a reglamentar la produccin de bienes
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de consumo; pero, a principios de 1940, a pesar de la insistencia de los crculos militares, este control no se extiende todava a la industria pesada, es decir, al sector ms importante para la economa de guerra. Que el Gobierno no haya estimado necesario imponerse a la resistencia de los grandes capitalistas-hostiles a toda medida que tienda a burocratizar la actividad indu.strial-es una prueba fehaciente de que la guerra de China no impone todava a la economa nipona una carga excesiva. Pero es indudable que esta economa sera vulnerable si el Japn tuviera que afrontar los riesgos de una guerra en el Pacfico, en la que, con toda seguridad, tendra que combatir contra los Estados Unidos. As, pues, el Gobierno se esfuerza, en 1940, en constituir reservas de petrleo y de materias primas. El estado de las fuerzas navales, por el contrario, parece tan slido como lo fuera en guerras anteriores: la fidelidad al deber nacional, el sentido de la disciplina y el espritu de sacrificio, permnecen iQtact?s; la movilizacin espiritual, preparada por el Estado Mayor a partrr de 1937, ha resultado eficaz en la gran masa de la poblacin. Sin embargo, se manifiestan dudas en los medios dirigentes. La poltica de expansin armada, que los sectores militar y naval han hecho adoptar desde hace tres aos, es criticada por la mayor parte de los grandes capitalistas; los dirigentes de los trusts, despus de haberse mostrado de acuerdo, en 1931, con la operacin de Manchuria, se sienten preocupados al ver que el Gobierno se lanza en China a una aventura de larga duracin, cuyos riesgos comprenden; con mayor motivo an, se muestran hostiles a una guerra importante en el Pacfico. Pero los grandes capitalistas no tienen siempre una autoridad dominante, ni siquiera en los crculos econmicos; y en los parlamentarios, tampoco han conseguido una posicin preponderante, a pesar de los medios de que disponen en una parte del cuerpo electoral. La eficacia de esta oposicin, por tanto, es mediocre.
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Desde las primeras semanas de 1940, los "grandes neutrales" parecen llaJl!ados a desempear un papel primordial en el resultado de la guerra entre Alemania, Gran Bretaa y Francia. Este hecho indudable se reconoca ya en el invierno de 1939-1940. Se impondr, an ms, despus de la victoria alemana en Franda.
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CAPITULO VIII
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Desde el princ1p10 de las hostilidades, los Estados beligerantes vigilaban la actitud de los pases europeos neutrales, con Ja misma atencin que durante los meses iniciales de Ja prin~era guerra mundial.. Esta accin diplomtica se haba extendido incluso al Cercano Oriente, donde Turqua, a causa de su posicin geogrfica en los confines de Ja U. R. S. S. y los pases rabes, poda desempear un papel muy importante en Jos planes estratgicos, puesto que el Acuerdo de Montreux le haba concedido e! control del Bsforo y los Dardanelos. El Gobierno turco, que haba tratado, intilmente, de negociar con Ja U. R. S. S. un pacto del mar Negro, el 19 de octubre de 1939 haba accedido a firmar un tratado de alianza con Gran Bretaa y Francia: las dos potencias occidentales prometan a Turqua prestarle "cuanta ayuda estuviera a su alcance", si era atacada por una potencia europea; por su parte, reciban una promesa recproca, para el caso de que ellas fueran atacadas en el Mediterrneo o se vieran obligadas .a sostener las garantas prestadas a Grecia o Rumania (l); no obstante, un protocolo anejo especificaba que estos compromisos no obligaran al Gobierno turco, en ningn caso, a entrar en conflicto con la U. R. S. S. Ahora bien: el centro de Ja actividad diplomtica, en vsperas de la ofensiva alemana de mayo de 1940, est en la actitud de los pases escandinavos, de Blgica e Italia, ante las perspectivas estratgicas.
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LOS PAISES ESCANDINAVOS
Los pases nrdicos, como resultado de una conferencia que reuniera en Estocolmo, el 19 de octubre de 1939, a los representantes de Dinamarca, Finlandia, Noruega y Suecia, haban anunciado su deseo de mantenerse en una estricta neutralidad. Pero la colaboracin germanosovitica, establecida el 23 de agosto de 1939, pesaba gravemente sobre Ja situacin de estos Estados, cuya neutralidad era mucho ms precaria que en el transcurso de la primera guerra mundial, cuando Alemania y Rusia eran adversarias. A finales de noviembre de 1939, el Gobierno sovitico haola aprovechado el conflicto europeo para exigir a Finlandia una amplia recti(1)
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fi.cacin de fronteras. La guerra ruso-finlandesa haba colocado a Suecia en una posicin difcil: la U. R. S. S., despus de triunfar en Finlandia, pudiera pensar en alargar la mano hacia las islas Aland, a pesar de la neutralidad decidida en 1921. No le interesara a Suecia, en previsin de esta eventualidad, establecer una cooperacin con Finlandia, con vistas a proteger la situacin del archipilago? Esta cooperacin haba sido iniciada por el ministro de Asuntos Extranjeros sueco, Sandler; y hubiese podido llevar a Suecia a participar en el conflicto rusofinlands. Pero Sandler fue desautorizado por el presidente del Consejo de ministros sueco, y eliminado. El Gobierno de coalicin, presidido por Hanssen y formado por representantes de todos los partidos, excepto comunistas, haba hecho, el 13 de diciembre, una declaracin de ne~tralidad en la guerra de Finlandia; posteriormente, cuando el Consejo de la Sociedad de Naciones conden la agresin rusa, la diplomacia sueca declin inmediatamente la participacin en sanciones militares contra la U. R. S. S., en el caso de que se decidieran. Sin embargo, hacindose eco de un fuerte movimiento de la opinin pblica, el Gobierno sueco haba concedido al finlands suministros de armamento y apertura de crditos; haba autorizado el paso de voluntarios alistados en el ejrcito finlands; y concedido permisos a los oficiales, para el mismo fin. El Gobierno sovitico se haba limitado a una simple protesta diplomtica. Pero cuando Finlandia solicit ayuda directa, el ministro sueco la rehus, y trat6--a partir de enero de 1940de poner fin con su mediacin a esta guerra, a la que corra el riesgo de verse arrastrado. En definitiva, Suecia haba realizado una poltica de no-beligerancia ms bien que de neutralidad; haba adoptado una lnea de conducta prudente, "realista", impuesta por la relacin de fuerzas con sus grandes vecinos. Por otra parte, esta no-beligerancia coloca a Suecia--cuya produccin de mineral de hierro es casi igual a la de Gran Bretaa y sensi~ blemente superior a la de Alemania-en la ventajosa situacin de proveedora de los beligerantes. De hecho, las exportaciones esenciales van destinadas a Alemania. La metalurgia alemana, que ya en tiempos de paz utilizaba el mineral de hierro sueco, da una importancia especial, en los de guerra. a esa fuente de aprovisionamiento. El envo de dicho mineral, cuyos principales centros de extraccin se encuentran en la Suecia septentrional, en torno a Kiruna, puede efectuarse con facilidad -excepto en los meses de invierno-por el puertJJ sueco de Lulea, ya que la Marina de guerra inglesa no se arriesga a entrar en el Bltico. , La seguridad de Noruega no se ve amenazada. directamente, por la guerra de Finlandia. Pero el mantenimiento de Ja neutralidad en la gue~ :' rra entre Alemania y las potencias occidentales, es para ella especial' mente difcil. a causa de su situacin geogrfica y de los intereses eco nmicos puestos en juego. En dos ocasiones importantes, el Gobierno noruego adopta una actitud que le expone a los reproches de uno u otro de los beligerantes. En noviembre de 1939, permite a la Asociacin
de_ Armadores firmar un contrato ue . . . tana una parte de la flot q pone a drspos1c1n de Gran BreI a mercante noruega eros: segn el Gobierno de O l h , especia 1mente los petroga los deberes jurdicos de la n~~tr~~daJ. en ello nada que contravende que el Gobierno alemn puede "d , no cabe duda, sm embargo a s d . cons1 erar que esta v t . . , . u a versano no es conciliable con l . . . en J concedida b1era apartarse un Estado neutral p a imparcialidad de que no dees en modo alguno fortuita- l .G ~ otra parte-y esta simetra no mania que el mineral de hierr' e o ierdno noruego garantiza a Aled N .k o sueco po r ser e . d e arv1 ; los buques que a nvia o por el puerto puertos alemanes podrn pasaseguren el transporte entre Narvik y los . . ' r, constantemente por noruegas, donde los cruceros 1 aguas terntonales promesa es renovada el 23 de nfgbeses ndo tienen derech a entrar. Esta .t , e re ro e ! 940 y ,., t f , t1 d en "s a ecna, consuye a clausula esencial de bos Estados. El Gobierno br1't1:1n. acu~r o comercial firmado entre am9 t . an1co mega que el dere h . , --..,. au once esta prctica. pero . c o mternac10naf que se beneficia de la' ayuda nor~~~~oca dificultades inmediatas, puesto esta forma, el Gobierno nonfe o a .r:or. los armadores noruegos. De vierno de 1939-1940, cierta posfci~o~s1gm. ~o~servar, durante el inrantes, aun sin ignorar que e e eq~Il1bno entre ambos beligera muy precana. . Esta actitud de Suecia y Norue a c1a y Gran Bretaa al mismo f g se ve puesta a prueba por Frande 1940. iempo que por Alemania, a principios El Gobierno sueco que ya haba "d . es requerido, a prime.ros de s1 o avisado en el mes de enero u marzo para que aut . l , . , n cuerpo expedicionario fran , , once e transito de tropas estaran destinadas a s~~~r compu;~tf de_ 50 000 hombres. Estas ,, I~ condena pr~nunciada contra la ~r ~. SmSand1a, en cum~limiento de . c1edad de Naciones. tambi d , . . por el Conse10 de la So. to .. , n po nan cortar la "ruta d 1 h. ., . . . e !erro , puesque ut1 1 1zanan, para atraves 1 ferrea de Narvik a Lulea qu ?r ols terr.1!or10~ escandinavos, la lnea El G , . , e s1rve a reg10n mmera , . . oo1erno sueco-aunque el art' l 16 d . :1; de Naciones le obligue a conc d l 1cu o el pacto de la Sociedad . :;?i negativa rotunda conforme e~ a autorizacin pedida-opone una ~t anterior. Conced~r este dere~h a ~m~a, de. conducta adoptada el otoo "solo entrar en conflicto con la ~ ~ ~a~s1t~ supond~,a, a su juicio, no y, por consiguiente entrar en 1 . . . ., smo tamb1en con Alemania. , ' a guerra genera] -pos1c1on de vanguardia espe"ialm nt r , ' en 1a que ocupara una ~5. La misma peticin fue dlr . e e. pe ig,rosa. ,:ruego que, el 2 de marzo opus~g1da, su~ultaneamente, aJ Gobierno no. 'lt-;:1 La insistencia de G;an Br~/~r analogas ~azones, idntica negativa. ':~~puesto 9ue el 12 de marzo, el G~~~e~ Francia de corta duracin, {';,.~onvenc1do de que Suecia no ceder o finlandes, despus de haberse 'f.er~ aleatoria e insuficiente se d ~ de qHe la ayuda franco inglesa . ipaz Impuestas por la Rusia ;ovitic:~1 e a aceptar las condiciones de
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No obstante, :;i la ayuda a Finlandia se ha hecho superflua, la cuestin de la ruta del hierro conserva una actualidad inquietannte. Por consiguiente, los Gobiernos francs e ingls no renuncian al proyecto de una intervencin militar y naval en Escandinavia: ahora se proponen ocupar la zona minera y los puertos, sueco y noruego-Lulea y Narvik-, por los que sale el mineral. El 28 de marzo, el Consejo Supremo decide exigir a Suecia la interrupcin de las exportaciones de mineral con destino a Alemania, que siembre minas en las aguas territoriales noruegas y, para adelantarse a una intervencin alemana muy verosmil, que enve un cuerpo expedicionario, cuyo primer objetivo sera Narvik. El Gobierno noruego haba de ser puesto ante el hecho consumado. Indudablemente, se limitara a protestar (y, segn parece, tal era su intencin, efectivamente). El 10 de abril es la fecha fijada para el desembarco. En el momento en que las Potencias occidentales empiezan a actuar en Noruega--el 8 de abril se lleva a cabo la siembra de minas-, sobreviene, fulminante, la ofensiva alemana. Se trata de una rplica? En realidad, el Estado Mayor naval haba subrayado ya, en octubre de 1939, la importancia estratgica de Noruega; los estudios dieron comienzo en diciembre; pero, al parecer, haban sido demorados, debido a las vacilaciones de los mismos marinos: si Alemania ocupaba la Noruega septentrional para adelantarse a una eventual intervencin inglesa, "las aguas territoriales noruegas, ahora neutrales, dejaran de ser seguras" (1). La decisin se haba tomado el 1 de marzo, es decir, antes de la franco-inglesa; y el 2 de abril se haba fijado la fecha de la operacin. Por su parte, Hitler tambin tena sus miras ofensivas: la posesin de la costa noruega le permitira establecer las bases necesarias para la guerra area y submarina contra Gran Bretaa; le permitl'ta tambin apoderarse de una parte de la flota mercante noruega y disminuir el tonelaje de que dispona Inglaterra. Pero en el momento de la entrada en accin, el 9 de abril, su preocupacin inmediata es la cuestin del mineral de hierro. Por consiguiente, la ofensiva no se limita a la costa noruega del mar del Norte: al mismo tiempo se extiende al Norte y apunta a Narvik. Suecia, duea de los yacimientos mineros, ha de enfrentarse, inmediatamente, con las exigencias rivales de los beligerantes. Fran~ia y Gran Bretaa piden que preste a Noruega una yuda militar, que sera la expresin de la solidaridad escandinava. Alemania le advierte que no debe movilizar ni interrumpir las exportaciones de mineral. El Gobierno sueco se apresura a confirmar su neutralidad, puesto que est convencido de que, si es arrastrado a la guerra entre las grandes potencias, "correra al suicidio". De hecho, esta neutralidad va en bene(1) Es de sealar que el 12 de diciembre de 1939, habindose ya ofrecido Quisling a organizar un partido pro-alemn en Noruega, Hitler an no haba aceptado la oferta.
ficio de Alemania, ya que, en virtud de la misma, el Gobierno sueco se compromete a oponerse a la entrada de tropas anglo-francesas que pudieran intentar ocupar los yacimientos mineros. En definitiva, en estas cuestiones escandinavas, el comportamiento de los Gobiernos de Oslo y Estocolmo ha tenido menos importancia que las decisiones de los grandes beligerantes: Suecia pudo permanecer neutral, porque no se hallaba situada en el rea de las operaciones militares y navales, en la que Noruega se encontraba colocada por su posicin geogrfica. En esta poltica de las grandes potencias en Escandinavia, hay dos aspectos que merecen un examen crtico. En enero de 1940, .c:uando Francia y Gran Bretaa se decidieron a una intervencin armada en la guerra ruso-finlandesa, midieron cules podran ser las consecuencias para sus relaciones con la U . .R. S. S.? La cuestin fue abordada, el 5 de febrero de 1940, en el curso de una reunin del Consejo Supremo de Guerra; y dio lugar a serias divergencias de criterio: el Estado Mayor de la Marina francesa no dudaba. si los pases escandinavos se oponan al derecho de trnsito, en estu diar el desembarco en el ocano Artico, en Ptsamo o incluso en Mur mansk--en territorio sovitico--del cuerpo expedicionario destinado a. socorrer a Finlandia; y el Gobierno no parece haberle advertido acere;; de los peligros de tal proyecto; los Estados Mayores britnicos y el Gabinete, deseosos tambin de enviar tropas a Finlandia, confiaban en que esta intervencin, siempre que fuera disfrazada como un envo de: voluntarios, sera tolerada por el Gobierno sovitico; por consiguiente no estaban de acuerdo con una accin que, en Ptsamo o en Murmansk habra de ser llevada a cabo directamente contra las tropas rusas. y hubiera hecho casi inevitable el conflicto armado con la U. R. S. S. En esta ocasin prevaleci la prudencia inglesa. Sin embargo, los detalle~ de este asunto permanecen todava oscuros. El Gobierno y los Estados Mayores alemanes se haban fijado uno'.. objetivos adaptados a sus necesidades estratgicas y econmicas: posesin de bases areas y navales y proteccin de los aprovisionamientos de mineral de hierro. El primer objetivo fue cubierto con la conquista de Noruega. El segundo lo fue solo en parte: Alemania se content con la promesa, dada por el Gobierno de Estocolmo, de que no dejara que las tropas anglo-francesas se apoderaran de los yacimientos mineros, cuando la nica garanta slida hubiera. sido--con toda evidenciala ocupacin de la regin minera por las tropas alemanas. Por qu el Gobierno alemn, despus de haber manifestado tantas veces su desdn por los derechos de los pases neutrales, respet los de Suecia? Esta actitud prudente le fue dictada por la necesidad de tener miramientos con los intereses rusos: el Gobierno sovi.Stico haba hecho saber, el 13 de abril. que el mantenimiento de la neutralidad sueca era para la U. R. S. S. de un inters vital.
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Fue, por consiguiente, Ja sombra de la U. R. S. S., tanto de una parte como de otra, lo que moder las impaciencias de los pases beligerantes en estas cuestiones escandinavas.
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LA U. R. S. S.
El comportamiento del Gobierno sovitico con respecto a Alemania contina incierto. Ha firmado el pacto de neutralidad del 23 de agosto de 1939. as como un protocolo secreto, despus de la destruccin de Polonia~! 28 de septiembre-que entrega a la influencia rusa la casi totalidad de Lituania, a cambio de una ampliacin de la zona reservada a Alemania en Polonia. Sin embargo, en sus conversaciones con los jefes militares, Hitler no oculta su desconfianza: "No cabe duda de que la U. R. S. S.-dice el 23 de noviembre de 1939-va a aprovechar la guera europea para extender su influencia en los Balcanes y el cercano Oriente; pero esta expansin no ser rpida, ya que el ejrcito ruso "no vale gran cosa" y seguir siendo dbil "todava durante un ao o dos"; Alemania, por tanto, puede limitarse a ver venir los acontecimientos: "Podremos oponernos a ella. cuando estemos libres del Oeste." En espera de estas probables dificultades, el Gobierno hitleriano trata de sacar el mejor partido posible de las perspectivas inmediatas que se le ofrecen, desde el punto de vista econmico. El acuerdo ~el 23 de agosto de 1939 prevea que Alemania reci?irfa ~e Rus~a matenas primas y, como contrapartida, atendera pedidos md:-istnales. E~te acuerdo est en curso de ejecucin. Pero hay que ampliarlo. El Re1ch quisiera recibir, en un ao, minerales, petrleo bruto (dos millones de toneladas), madera, fibras textiles (lino, esparto e, incluso, algodn del Turkestn), as como productos grasos. por un total de 1.300 millones de marcos; suministrar productos metalrgicos. La discusin se prolonga, durante cinco meses, porque el Gobierno sovitico quiere obtener, como contrapartida, aviones de modelo reciente e incluso un buque de guerra. Hasta el 11 de febrero de 1940, no se firma el acuerdo. El Gobierno alemn se resigna a prometer que entregar a la U. R. S. S.. adems de material industrial y ferroviario, el crucero Ltzow, material de artillera y aviones de diversos tipos; parte de la base de que los suministros rusos de mineral de hierro, de manganeso, de cromo y de petrleo-aunque sean inferiores, en ms de la mitad, a las p:2ticiones alemanas-atenuarn los efectos del bloqueo.
III. DELGICA
La neutralidad de Blgica est en el centro de las perspectivas es tratgicas, ya que el territorio belga se halla expuesto-otra vez ms convertirse en campo de batalla. No cabe duda de que el rey Leo poldo ha reafirmado la neutralidad, desde 1936. a costa de la segu-
ridad. colectiva (l); pero estos hechos no pueden variar en nada bs cuestiones fundame~tales: los ejrcitos alemanes no quieren arrie's-garse a un ataque directo contra Ja lnea Maginot, y Jos ejrcitos franceses tampoco . se. a.treven a intentar romper la lnea Sigfredo. Desde el pnnc,1p10 de I~s hostilidades, los Estados Mayores de una Y otra, parte ~~b.1an estudiado la posibilidad de una accin ofensva . tr.aves de Be1gica. El Estado Mayor alemn contaba con este mov1m1e.~to envolvente, no solo para desbordar la lnea Maginot, sino tam~1cn para ocupar los puertos del mar del Norte y del Paso de C~Iais, y ?bstacuhzar el enlace anglo-francs. El Estado Mayor trances no. ve1a ~tro procedimiento, para ayudar a Polonia, que amenazar ~e?arna mediante una ent.rada en el territorio belga. La postura jund1ca, en verdad, era diferente: Alemania estaba resuelta--como en 1914-a abri~se car;ii:o por la fuerza cuando juzgara llegado el momento; Fra~c1a podia mvocar el pacto de la Sociedad de NaciQ11es ~ue, en .su articulo 16, prevea la concesin de un derecho de trnsito en el cuadro de la~ sanciones tomadas contra un estado agresor. No obst~nte, el Gobierno belga no se vio obligado a hacer frente, desde el pnmer .momento,, las amenazas que tema. El 26 de agosto de 1939 el Gobierno aleman-que se dispona a lanzar el grueso de s~s fuerzas contra Polonia, mantenindose, de momento, a la defensiva en el frente occidental-anunci que respetara la neutralidad b.elg~; Gran Bretaa y Francia haban hecho una declaracin anloga sm mvocar ~ derecho de trnsito. Pero, a finales de septiembre' de 1?39, n~d1e se poda ya hacer ilusiones acerca de la duracin de esta :nmumdad,. puesto que la derrota polaca haba facilitado al mando al~n;ian los med10s ?e llevar Ja guerra al Oeste. El rey Leopoldo y sus ~mmstros, aun considerando que podan confiar en Ja promesa francomglesa, se ~aban perfecta cuenta del peligro alemn, y solo vean en el compromiso del 26 de agosto "una carta a explotar el mayor tiempo posible". l Cul es la actitud del Gobierno belga, en el curso de este perodo de esper~, que se prolonga hasta primeros de mayo de 19407 Francia Y G~an Bretaa so!icitan un contacto entre los Estados Mayr~s c~n obeto. d,e determmar las condiciones en que las tropas f~anco-mglesas . acudiran en socorro del ejrcito belga, si Alemania viola la neutrahdad: a falta de estos contactos previos la ayuda sera lenta y. por tanto, ineficaz. ' El Gobi:rno belga declina la negociacin de un acuerdo militar s7creto, e mcluso la preparacin de acuerdos tcnicos que--segn d1c~-estaran en :ontr~?iccin con sus deberes de neutral. Por pre; can,a que ~ea 1a s1tuai:1on-ya q.ue Ja opinin pblica es. en su mayona, hos~1l. a Alemama, y la vida econmica, ya muy afectada por ~a desapanc1n del comercio de trnsito, dorre el peligro de parnli.. (1)
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zarse totalmente pe r falta de materias primas-no quiere hacer nada que pueda dar lugar a "precipitar la catstrofe", incluso sospecha que Francia e Inglaterra tratan de comprometer a Blgica, con respecto a Alemania, para "h 1cer estallar la tormenta", de manera que el territorio belga sa el principal campo de batalla. Sin embargo, ni sus temores ni su desean fianza la deciden a oponer a las sugestiones franco-inglesas una negat va absoluta. Bien es verdad que no accede a la negociacin de un tr tado, ni siquiera a la de un simple acuerdo, es decir, a la elaboracicn de textos que puedan ser divulgados, pero admite cambios de pu1to de vista. En realidad, cada vez que se siente alarmado-9 y 10 de noviembre de 1939, 9 y 10 de enero, lO de abril de 1940--, es decir, cada vez que recibe informes que le dan lugar a creer en un ataque alemn inminente, acepta contactos con el Estado Mayor francs, e incluso los busca. Estas conversaciones tienen siempre el mismo tema. Si Bigica solicita ayuda-pregunta el Estado Mayor belga-podrn las tropas francesas ocupar en cuarenta y o~ho horas el canal Alberto, que forma la lnea de defensa desde Amberes a Hasselt y Maestricht-un foso de sesenta metros de anchura, a treinta kilmetros de la frontera holandesa-, y donde las divisiones belgas esperan resistir la invasin? Imposible, responde el Estado Mayor francs: en cuarenta y ocho horas las tropas podran alcanzar la posicin Amberes-Namur (que dejara en manos del enemigo las dos quintas partes del territorio belga), pero el canal Alberto no podra ser ocupado slidamente antes del cuarto o el quinto da. El Gobierno belga, dado que desea recibir una ayuda ms rpida, debiera autorizar una entrada preventiva de las tropas francesas en el territorio belga, ya que tiene razones slidas para creer en la inminencia del ataque alemn. No puede pensarse en este llamamiento preventivo, replica el rey Leopoldo, puesto que si . Blgica consintiera en hacerlo tomara partido y se convert ra en beildgerante. Ahora bien: si ha de terminar as, es muy importante que se limite a hacer frente a los acontecimientos, en lugar de tomar una iniciativa que tendra la apariencia de provocarlos. Y, efectivamente, el 10 de mayo de 1940 no se hace el llamamiento a Francia y Gran Bretaa hasta despus de la violacin de la frontera por las tropas alemanas. Al negarse a conceder el derecho de trnsito o a hacer el llamamiento preventivo, el Gobierno belga--en su deseo de mantener Ja "poltica de independencia" a que se haba aferrado desde 1936ha obstaculizado, indudablemente, las iniciativas del mando francs. No es menos cierto que, por su vana prudencia, cuando ha llegado el momento, ha agravado la situacin de su propio ejrcito. Ha obrado de esta forma porque el soberano, imbuido de sus prerrogativas y convencido de la superioridad de su poder, .senta una gran desconfianza hacia los estados parlamentarios y, por tanto, no quera facilitarles los medios de tomar la iniciativa estratgica? Esta in ter-
ningn fundamento serio. Ha conpretacin no parece descan_sar den l alarmas infundadas-la vaga esservada-:omo c~:~~:;i~c1~0 :stu:iera decidida a coml?rometerse en peranza e que .. ue buscara una paz negociada a la que d l no poder iniciar por la oran aventura militar, Y q . G Bretaa acabaran por acce er a Francia y ranf . t ve's de Blgica.., En otras palabras: pens 'd d r ' smas la o ens1va a ra ' s1 mi , . d . d endericia ofreca todava una oportum a ' po que si: poht1c; erea ~/~vitar el desencadenamiento de la guerra en el pequena que u .' t 's de su pas deba evitar a toda costa comOeste y que en m ere , , , .d d.., Es la explicacin mas veros1m1 1. prometer esa oportum a .
IV. ITALIA
oclamado el 2 de septiembre de 1939 su neutralid.ad, Italia ~o ha Pr . no es beligerante. Esta declaracin se ha liTtado ~ c~~~~~ar s~en la interpretacin oficial, que el Gode no b.e i~erancia s , , decidido no aplicar el pacto de acero, bierno 1tahano. aunq.ue ~iaya Al y no tiene intencin de desea afirmar su sohdandad con em~m~. Europa. por consiguienrmanecer apartada de la reconstrucc1~r: e .. . e ue pe d blicidad a sus preparativos militares. y. repite. s1e~pr q . te, a pu . d tar en condiciones de mtervemr se le depara ocasin. que esea .es o pondra a Italia al lado oportuno Esta mtervenc1 n 1 cuando e parezca h. 'derado la eventualidad inversa. En de Alemania: nun.ca se ~ .consi ,,.. liz.ar aprovechando el conflicto . 'f el Gobierno qms1era r~d . . d efmi iva, . . ltica mediterrnea, pero conoce 1a meur.o~o,. los ob1et1vosd.de s~orconsiguiente, la neutralidad le e~ !1ecesuf1cienc1a de sus me IOf" S t ata de una situacin provzszonal, saria, al menos tempora mente. . e ~En u condiciones pone fin el expresamente anunciada corr~o. _tal. ~ q d s de haberla manGobierno italiano a esta pos1c1on de espera, espu tenido durante diez m~ses? h b' afirmado la primaca de las cuestiotrum (1). sin embargo. Ya en 1922 el fascismo a ia 1 , 1 . proclamado e mare nos btenido resultados importantes sino .en e nes :ne~1t:rr :ieas y b' en d1ec1s1s anos no h~ ia . . tal solamente haba consolidado Adritico. En el Med1terrane? onent . en <>l estrecho de Sicilia no ocupadas antenormen e, las ,pos1c10nes h 1 s dificultades encontradas en Ma1ta por habia t~ata?? ~e apro:ec ar! ~ diterrneo occidental haba sido manla dom1nac10n mglesa, en e . e ancesa La 'Uerra europea. ~que va a tenido al margen por la poltt~a fr , M.ussog11ni- no de1ar de trans. d t' d l mundo -segun cambiar e1 es l~~ e d t roblemas El Gobierno italiano debe, formar las cond1c1ones e es os solame~te salvaguarde los intereses por t.a~to, o~rar de fo~:r:ib~uye~ tambin a alcanzar los fines propuestos adqumdos, smo que e y dejados en sus~nsod. fensiva se expresa en la Prensa italiana, en octuLa preocupac1on e
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bre de 1939, cuando Turqua firma un acuerdo con Francia y Gran Bretaa: No pretender el Gobierno de Ankara resucitar la cuestin de la presencia italiana en el Dodecaneso? Vuelve a manifestarse, un mes despus, con motivo de la guerra iniciada por la U. R. S. S. contra Finlandia: No se orientar el imperialismo ruso, en breve plazo, en otra direccin-Rumania-, donde amenazara los intereses balcnicos de Italia 7 Los objetivos ofensivos, tal y como son indicados o sugeridos por ciertos comentarios de Prensa, de indudable inspiracin oficial (1), se orientan hacia Croacia, donde la diplomacia italiana favorece al movimiento nacionalista, dirigido contra ei estado yugoslavo, hacia las puertas de entrada del Mediterrneo, donde Italia debe tratar -segn el Popolo d'ltalia-de asegurarse libre acceso, a pesar de los intereses ingleses; y, finalmente, hacia las reivindicaciones, que ya se afirmaran el invierno precedente (2), contra Francia. Sin embargo, hasta principios de mayo de 1940 la Prensa no dice que tales objetivos se deban alcanzar por las armas; se limita a manifestaciones de destemplanza o de mal humor. Esta prudencia est aconsejada por las dificultades econmicas, por la insuficiencia de medios militares y. sobre todo, por el estado de la opinin pblica. La gran debilidad de Italia es su dependencia con respecto al extranjero, por lo que se refiere al aprovisionamiento de carbn, de aceites minerales y de materias primas destinadas a la metalurgia: est obligada a importar todos los aos, segn el informe redactado por el Comit de Defensa Nacional, unos 21 22 millones de toneladas de mercancas, de las que la mitad llegan por va martima (138); Por consiguiente, antes de convertirse en beligerante y afrontar el bloqueo necesita acumular stocks. Al principio del conflicto europeo las condiciones resultan favorables en este aspecto, ya que, gracias a los suministros de su industria a los beligerantes y a la floreciente situacin de su Marina mercante, Italia dispone de los medios financieros necesarios para pagar sus compras de combustibles y de materias primas. El Gobierno tiene inters en prolongar esta neutralidad de engorde. Las deficiencias de los elementos militares han sido subrayadas, el 2 de noviembre de 1939, en un informe del jefe del Estado Mayor General. Para remediarlas, no solo es necesario aumentar los efectivos (que no faltan) y aumentar el nmero de divisiones, sino tambin incrementar la fabricacin de material: los servicios del Estado Mayor han calculado en tres aos el plazo necesario para renovar la artillera de campaa y la artillera pesada, organizar la defensa antiarea -casi inexistente-y equipar divisiones blindadas. A principios de abril de 1940 este programa solo se ha realizado en un rnarenta por dento.
(1) El conde Ciano indica en su Diario que Mussolin ejerce personalmente el control de la PTensa. (2) Vase pg. 1061.
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Por ltimo, la masa de la opinin pblica-afirmaba, en septiembre de 1939, el conde Ciano-se muestra grandemente partidana de la no beligerancia, porque no desea favorecer una victoria alemana, y se da cuenta de los riesgos que correra Italia tomando parte en ta guerra. En las grandes ciudades industriales, especialmente en Miln y Gnova, la poblacin obrera manifiesta, claramente, su voluntad neutralista. En las organizaciones catlicas, la orientacin daqa por el Vaticano es anioga. En cuanto a los crculos dirigentes, se encuentran divididos. Entre los ciplomticos, los embajadores ms importantes-sobre todo Attolico, que est en Berln-desean evitar la entrada en la guerra. Entre los renerales, el jefe del Estado Mayor general, el mariscal Badoglio, es r,eutralista; mientras que el jefe del Estado Mayor del ejrcito, el general Graziani, desea la intervencin al lado de Alemania. Entre los animadores del partido fascista, parecer ser que la mayora admite que ia entrada en la guerra se har necesaria; pero la tendencia opuesta cuenta con defensores importantes, destacando, en primera fila, Dino Grandi, quadriumviro de la marcha sobre Roma y ex ministro Je Asuntos Extranjeros. El rey y el prncipe de Piamonte no ocultan sus sentimientos neutralistas; y el ministro de Asuntos Extranjeros, conde Ciano--a juzgar por su Diario--, comparte ese estado de nimo. 3in embargo, esta oposicin a una poltica de intervencin se debilita en la primavera de' 1940, tan pronto como las primeras victorias alemanas en Noruega tranquilizan a aquellos para quienes neutralismo significaba, sobre todo, el temor a una aventura. La apreciacin del inters y de los riesgos depende de la voluntad personal del Duce. La Prensa no pierde oportunidad de afirmarlo as; y, sobre este particular, dice la verdad. En los grupos dirigentes, en Ja Corte y, ni que decir tiene, en las masas, donde el rgimen fascista . ha destruido toda organizacin independiente, nadie intenta, en tales inomentos, oponerse a esa voluntad. Pero el }efe del Gobierno, cuyo humor es inquieto e inestable, vacila entre el deseo de afirmar su prestigio y la necesidad de no imponer al pas un esfuerzo superior a sus medios. Durante las cinco primeras semanas de la guerra europea, Mussolini espera que el conflicto ser de corta duracin. Despus del aplastamiento de Polonia-piensa-, Francia y Gran Bretaa reconocern que son mcapaces de forzar la lnea Sigfredo; y que el bloqueo, habida cuenta de los recursos que Alemania encuentra en la U. R. S. S., no podr ser eficaz; por tanto, es muy probable que las potencias occidentales renuncien a la guerra, antes incluso de haberla empezado, y se resignen a aceptar una revisin parcial de la situacin territorial; en la ne%ociacin que se entable, el Gobierno italiano tendr oportunidad de actuar como mediador. Tal es el tema indicado en un discurso del 23 de septiembre de 1939: Europa-declara el Duce-no est todava en guerra efectivamente; el gran choque puede ser evitado si las poten-
b d "unas posiciones que la histod ado" y a entablar negocias occidentales acceden a a aln olnar ria y el dinamismo de Jos pueb os rnn con en ' 1 d . cer al margen de este arreg o e paz. 'd l 10 y el 12 de octubre, cuanciaciones. Ital~a. no permane Estas pr"'viswnes se ven desmenti as, e . do los Gobiernos francs y britnico oponen una negativa categ6~~ca a la ofensiva de paz alemana (1). Lo que. se perfila ei5 per~pec i~: uerra lar a Mussolini hace reafirmar por e ran . _onse df /;: dYciembre, ~ i>or el discurso del conde Ciano, el 14 de d1ciembrei ~a poltica de la "uo-beligerancia armada". Se da cuent~ .ge q~~r e estado de las fuerzas militare~, y las reticencias .~~ la opm: ~e pua ~~~ todava esta espera por largos meses . pero .~~P imponen an nacin no puede permanecer eternamente que le l:.od~an;,p~~e~napJ':stos": la ideologa fascista ~bliga . a Italia. a .. . l interes nacional exige neutra sm . . "participar en los grandes acontec1m1entos , y e t' f ' ue <>l Gobierno aprovechando el reajuste europeo, ob;enga sa ids acc1t n q E 1 fondo esta atenaza o en re para sus reivind1cac10nes esencia 1es. n e ' to y su calidad el deseo de accin, al cual le impulsan su temperamen . las de dictador, y las dudas, que todava le asaltan,. acerca del xito de d . s militares La carta que dirige a Hitler, el 3 de enero e toria alemana-esoperac1one . . 1940 demuestra claramente tales vacilac10nes: 1 . v1c d r 'n una . ' . . uesto ue los Estados U rndos no a m1 ira
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que Hitler debiera renunc~ar ? anzar medios militares d , articipar en nmgun caso, puesto que ~us . . n~ l~o ~~~ftirn intervenir hasta el momento d:czszvo. Indica, fmal:;ie~ n sibilidad de una paz de compromiso no le paree~ to a~1a te, que la po 1 a "El camino de la paz pasa por Roma ' escnbe completamente exc u1 a. d , 940 esta actitud camla Gazzeta del Popo/o. , . h . Sin embargo en el transcurso de marzo e i bia por comple;o. A partir de es~e .momento el :~~e a~:n~~~en;~r :~~: la intervencin en un futuro proxim~l ior~e nmarzo en Roma, donde 1 Brenner~ donde se rene camino sino midiend? bien. los pasos. recibe la visita de Ribben~rop, y el 18_ e.n I~ r "marchar con Alemaesco >er el momento. con Hitler, se atiene al mismo lenguae. a ia nia": si? embargo, quiere r;s~v~~se r~;n~~:~~h~e df941, e~cribe en un in0
sea aplazada algo mas, puesto que e p pe se encontrara prximo. difcil de conservar s el teatro de operac10nes ta el plazo. es en , . . . e en Noruega acor Despuesb de dlo\;.~to~e~;~~nd~ Ja recoleccin-cuando piensa entrar septiem re _e d Sin <>mbargo, durante todo este en guerra, dice a los que le lro. ~an: la e~entualidad de un conflicto periodo. la Prensa no hace a us1on .i
(1) Yeasc pg. 1105.
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VIII:
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con las potencias occidentales, limitndose a criticar la miopa y a subrayar las debilidades de las mismas. . El 10 de mayo, cuando se inicia la gran batalla, Mussolini llega, por fm, a pensar que la intervencin itaiiana no puede ser retrasada ms tiempo: es cuestin de "diez a qQince das", le dice al embajador alemn. Al jefe del Estado Mayor general, que viene a insistir, una vez ms, en las deficiencias del ejrcito, le contesta que esas pequeeces no tienen importancia, puesto que las operaciones durarn todo lo ms, "algunas semanas"; no obstante, espera el 26 de mayo. es decir, al momento en que los ejrcitos aliados son separados en dos partes, para fijar la fecha. Segn parece, Mussolini no trata, en ningn momento, de obtener de Francia o Gran Bretaa, mediante simples amenazas, concesiones terr_itoriales. El 27 de mayo rechaza escuchar las perspectivas abiertas, a titulo personal, por el embajador de Francia; y el 30 de mayo la oferta de conversaciones, mucho ms vaga, que le dirige el Gobierno francs (para estas fechas ya ha tomado su decisin); oero haba declinado tambin, ya el 27 de marzo, el ofrecimiento de u.na negogiacin acer~~ de Djibuti i y el 22 de abril, la proposicin de una entrevista que le h1c1era el presidente del Consejo francs. "Lo que quiere Mussulini es la guerra; si le ofrecieran el doble de lo que pide, lo rechazara", escribe Ciano en su Diario. Por tanto, las decisiones italianas estn estrechamente ligadas al mapa de la guerra. La nica preocupacin del Duce es no equivocarse en "el momento adecuado". La intervencin-dice a sus colaboradores el 25 de mayo-debe coincidir con "el principio del derrumbamiento" de los ejrcitos franco-ingleses. Hay que obrar solamente cuando la victoria alemana sea un hecho, porque el estado de las fuerzas armadas italianas es muy mediocre; pero antes que sea total, porque entonces Italia obtendra una parte menor de los beneficios. Estas afirmaciones, valederas indudablemente para el estudio de las ltimas semanas de la no-beligerancia italiana-a partir del momento en que los- ejrcitos alemanes tomaron Ja iniciativa estratgica-. permiten tambin explicar el comportamiento del Duce a mediados de marzo de 1940? En un momento en que la guena e11 el Oeste no estaba todava iniciada, Mussolini declara a sus interlocutores alemanes que entrar en guerra al lado del Reich; sin fijar fecha, les da a entender que esta intervencin no se diferir mucho tiempo: no se trata ya del plazo de tres aos que el Gobierno italiano haba declarado necesario (1) a la firma del Pacto de acero, v que el conde Ciano haba vuelto a invocar en su discurso del 14 'de diciembre de 1939. Cules son los motivos que pueden explicar este momento decisivo de la poltica italiana?
(1)
Es indudable que la pbltica anglo-francesa del bloqueo no es ajena a ello. A principios de diciembre de 1939, el Gobierno ingls prometi que. dejara pasar los suministros de carbn hechos a Italia por Alemania por va martima; pero en febrero de 1940 solicit una compensacin: el suministro de armamentos y la venta de aviones a Gran Bretaa. Esta condicin fue rechazada por el Gobierno italiano, puesto que era incompatible con la solidaridad moral con Alemania, de que haca gala. Entonces el Gabinete britnico decidi suspender, a partir del l. de marzo, la tolerancia admitida: era la forma de hacer sentir a Italia a lo que se expona si no permaneca neutral. El 4 de marzo, el Gobierno italiano prorest contra una medida "que dificultaba y poda comprometer las relaciones econmicas entre Italia y Gran Bretaa". El Gobierno alemn prometi, acto seguido, a Italia, mediante el acuerdo del 10 de marzo, que, a partir de aquella fecha, asegurara los envos de carbn por ferrocarril, suministrando anualmente nuev~ millones de toneladas. La solidaridad moral talo-alemana se haba re- forzado, de esta forma, con la solidaridad econmica. Sin embargo, la Prensa italiana no trat de complicar la cuestin: se limit a publicar -sin el menor comentario--la nota de protesta dirigida a Gran Bretaa, y sigui afirmando la no beligerancia. Por .ello, esta moderacin da lugar a pensar que la presin econmica inglesa no fue determinante del comportamiento del Duce. El mvil hay que buscarlo en la situacin militar general. Ribbentrop, el 10 de marzo, y Hitler, el 18 del mismo mes, anuncian al Gobierno italiano que la gran ofensiva del Oeste est prxima; piden la intervencin de Italia, dejando a su albedro la eleccin del momento. En consecuencia, el Duce se ve obligado a abandonar la tctica de espera. En las conversaciones del Brennero trata de conseguir que la ofensiva sea retrasada, porque la marina y la aviacin italianas, es dec~r. lo mejor de sus fuerzas, necesitan todava tres o cuatro meses para acabar sus preparativos. Cuando Hitler rehsa este aplazamiento, Mussolini viene a decir, con una franqueza casi desconcertante, que decidir la entrada en la guerra tan pronto corno los ejrcitos alemanes hayan realizado un avance victorioso; pero que si los progresos de estos ejrcitos son lentos, seguir esperando. En resumidas cuentas, el deseo fascista se vea moderado por una preocupacin realista: el Duce quera, efectivamente, exaltar la energa nacional ; pero a condicin de poder hacerlo sin correr riesgos. El 26 de mayo crey llegado el momento, y que Italia podra asegurarse un puesto en la conferencia de la paz sin necesidad de hacer grandes sacrificios.
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CAPITULO IX
BIBLIOGRAFIA
LA DERROTA FRANCESA
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El designio de la hegemona continental, anunciado en Mein Kampf, estuvo a punto de convertirse en realidad cuando, en el verano de 1940, se derrumb la nica fuerza militar de consideracin que luchaba contra el ejrcito alemn. La derrota francesa se produjo en quince das, entre el 10 y el 25 de mayo: el da 10 se lanz la ofensiva alemana por donde se la esperaba, es decir, a travs de los territorios holands y belga; las fuerzas francesas, con la colaboracin de algunas divisiones inglesas, iniciaron inmediatamente una contraofensiva, con la que trataron, en vano, de apoyar la resistencia belga; el da 18, las fuerzas de los aliados eran separadas en dos partes: el ejrcito belga capitula; y el cuerpo expedicionario ingls es obligado a retroceder hasta Dunkerque, en unin de algunas divisiones francesas; el da 25, el Consejo de ministros francs comprende que la guerra est perdida. Quince das ms tarde, despus de la evacuacin de Dunkerque y de la ruptura del nuevo frente de defensa, establecido apresuradamente sobre el Somme y el Aisne, la situacin miiitar obliga al Gobierno a tomar desiones inmediatas. Durante los cuatro das-del 12 de junio al 16 de junio de 1940en que se prolongan los debates en el seno del Gobierno francs, ni siquiera se trata de estudiar si los elementos dispersos del ejrcito francs podran intentar prolongar la resistencia en el territodo metropolitano; los ministros estn de acuerdo con el comandante en jefe en que tal eventualidad no puede ser tenjda en cuenta; abandonan rpidamente la idea de un reducto bretn, sugerida el 13 de junio por el Presidente del Consejo. En realidad, se estudian tres soluciones: pedir el armisticio; decidir el traslado del Gobierno a Africa del Norte, lo que permitira a Francia, a pesar de la ocupacin del territorio metropolitano por el enemigo, seguir como beligerante, y participar efectivamente en las operaciones con su flota de guerra. sus fuerzas areas y aquellas tropas de tierra cuyo transporte por el Mediterrneo pudiera asegurarse, y pedir a Alemania condiciones de paz-sin cesar las hostilidades--con la esperanza de que tales condiciones "no sean inaceptables". La primera solucin es la que el general Weygand considera necesaria desde el 12 de junio por la noche. La segunda, inspirada en el eemplo holands, ha sido presentada, en la tarde del da 14, por el Presiuente del Consejo, Paul Reynaud. La tercera, que preconiza. er: '.c. tarde del 15. el Vicepresidente del Consejo, Camilk: Chautemps, peri: aplazar la eleccin entre las otras dos; pero es i.nco;1sistente . dese'. mo1141
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mento en que su autor omite indicar qu condiciones seran inaceptables. En realidad, la sugerencia de Camille Chautemps, aunque encuentra partidarios entre lo!' ministros, es rechazada-por m~tivos opue~tos por el Presidente del Consejo y el comandante en efe: el pnme~o, porque estima que el Gobierno francs, de ace~tar est~ sugerencia, puede verse cogido en un engranae que le llev.e, 1~~efect.1blem~nte, al armisticio; y el otro, porque teme que Alemania d1f1era, mtenc1onadamente. la comunicacin de sus condiciones de paz para dar lugar a que el ejrcito francs-incapaz de prolon.gar la resistenci_a,-se vea obligado a capitular, pura y simplemente. Se impone la elecc1on entre las otras dos soluciones. El Presidente opone a la peticin de armisticio dos argumentos esenciales: el Gobierno francs, que se ha comprometido con la Gran Bretaa, el 28 de marzo de 1940, a no negociar paz. ni armisticio sin el asentimiento de su aliada, est obligado, "bajo palabra de honor"; Francia, incluso vencida en la metrpoli, todava puede desemr:ar ~n buen papel en el conflicto, no solamente por los re~ursos d~ su 1mper~o, sino tambin con su marina de guerra, que podra consolidar la resistencia de Gran Bretaa y amenazar a Italia; por consiguiente, tiene el deber de prestar esta ayuda a su aliada. . El comandante en jefe reputa imposible reunir en Afnca del No~te unos efectivos suficientes para asegurar la defensa contra una ~fens1va alemana, que tomara el camino de Espaa. y del Mar:uecos espanol, con la complicidad, muy verosmil, del Gob1etno. espanol; por tanto, el armisticio es el nico medio de proteger a Afnca del Norte y. por consiguiente, de conservar a Francia los medios para una eventu~l reanudacin de la lucha. Considera, por otra parte, que el Gobierno . no puede abandonar el territorio de la metrpoli, dejando a la poblacin "expuesta a las crueldades del enemigo" .. Fin.almente, no es de temer que. si se abandona por completo el, ternton~ contu:ental a la ocupacin extranjera, se constituya en Pans un gobierno dtspu~~to a ~olabo rar con las autoridades alemanas? La peticin de arm1st1c10-afirmaes considerada necesaria por todos los generales al mando de ejrcitos 0 de cuerpos de ejrcito. Desestimar su opinin es negarse a "ver la realidad" y entregarse a lucubraciones. , Gran Bretaa es llamada a intervenir en estos debates. Aceptana relevar al Gobierno francs de su compromiso del 28 de marzo., es decir, autorizarle para firmar un armisticio sep~rado? En la otra hiptesis. podra participar, eficazmente, en plazo mmed1ato, en la defensa de Africa del Norte 7 La actitud del mayor de los neutrales no e: menos importante, puesto que los jefes militares franceses y_algt:nos miembros del Gobierno estn convencidos de que Gran Bretana-mcluso con la avuda de la flota francesa-no podr prolongar su resistencia durante ~ucho tiempo si no intervienen los ~st~dos. Y~idos. Por t~nto, el Consejo de ministros decide, el 13 de 1umo, dmg_1r un \lamam1ento al presidente Roosevelt, y esperar la contestacin americana antes de pro':
nunciarse sobre la cuestin del armisticio: el Gobierno francs desea scresar los riesgos si contina en guerra. El Gobierno britnico considera inevitable la derrota francesa en la metrpoli; as, pues, se niega a comprometer en la batalla de Francia su aviacin de caza, que le ser necesaria para asegrar la defensa de las Islas Britnicas una vez fuera de combate el ejrcito francs. No desea sino limitar las consecuencias que ha de tener para los intereses de Gran Bretaa esta derrota francesa. Pero vacila en cuanto a los medios de conseguirlo. El primer ministro, Winston Churchill, declara en Tours, el 13 de junio, que no puede desligar al Gobierno francs del compromiso del 28 de marzo; pero que no har ningn reproche a Francia si decide abandonar la lucha: el 14 reitera :;u negativa, despus de una deliberacin del Gabinete: sin embargo, el 16 de Junio avisa al Gobierno francs que accede a la conclusin del armisticio, a condicin de que la flota de guerra se dirija inmediatamente a puert~ ingleses; pero tres horas ms tarde anula este mensaje. A fin de cuentas, adopta otra postura-el ofrecimiento de una "Unin franco-britnica"-destinada a proporcionar argumentos a- los adversarios del armisticio, garantizando a Francia-si sigue en guerra-que Gran Bretaa defender los intereses franceses como los propios; ofrecimiento que, hecho de improviso y sin haber sido debidamente estudiado, no consigue su objeto. El resultado de estas vacilaciones es que el Consejo de ministros francs, el 16 de junio, no se ve obligado a decidir en cuanto a ia flota: y se encuentra solamente en presencia del ofrecimiento de Unin, que no toma en serio. Parece ser que en ningn momento se ha hecho un verdadero esfuerzo--ni de una parte ni de otra-para estudiar en qu condiciones el Gobierno ingls hubiera podido acceder al armisticio francs. De todas maneras, han tenido alguna importancia estos pasos en falso 7 El Gobierno francs, de haber accedid a enviar la flota francesa a puertos ingleses, hubiera perdido toda posibilidad de conseguir el armisticio: Alemania no hubiera tenido ya ningn inters en detener las hostilidades contra Francia, de haber ido a parar esta fuerza naval, intacta, a manos inglesas. Pero los cambios de opinin ingleses han permitido a los partidarios franceses del armisticio evitar, en el seno del Gobierno, un debate esencial. Ha tenido mayor alcance prctico el llamamiento dirigido por el Presidente del Consejo al Gobierno de los Estados Unidos? El embajador de los Estados Unidos no ha hecho concebir ningn gnero de ilusiones al Gobierno francs: el estado de la opinin pblica-haba dicho-no permita al Presidente Roosevelt comprometerse con res pecto a Francia. Esta advertencia haba sido tan clara puesto que, a los ojos del Departamento de Estado, las gestiones francesas eran una simple formalidad, destinada nicamente a los archivos. La insistencia de Winston Churchill cerca de Franklin Roosevelt no haba hecho variar en nada ese estado de nimo. La contestacin, conocida en Burdeos en la maana del 16 de junio, declina toda promesa, que el Congreso de
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Unidos sera el nico calificado para dar; pero se guarda bien de deJar prever una reunin de dicho Congreso. _Respuesta ~-~g~!iva de los Estados Unidos y negativa inglesa a arriesgar su avi ..cion de caza en la batalla de Francia eran, evidentemen~e, 1;1nos arg.imentos de importancia, que fortalecan la tesis de los P~,rtldaz:10s. franceses del armisticio. La conviccin inversa, cuya expres10n mas vigorosa fu; la nota redactada, el 13 d,e junio, por el ministro de Arm~me~tos,. Raul Dautry, s~ basaba en perspectivas a largo plazo: Alemama, v1ctonosa en el contmente europeo, no podra vencer si la g~erra se haca mundial; no dispona de medios de produccin suiic1entes para resistir a la coalicin de aquellos que se sentiran amenazados por su h:gemona; y terminara por sucumbir, en un plazo de ~res o cu~tro anos. La m,edula del. debate estaba constituida por dos m terrogac1ones: Contana el Gobierno francs con medios suficientes para proseguir la guerra en Africa del Norte, si se decida a hacerlo? Podra Gran Bretaa continuar la lucha una vez fuera de combate la mafor parte de las fuerzas francesas de tierra? Dos preguntas solidarias.
c~m
Los territorios franceses del Norte de Africa contaban solamente unos recursos militares mediocres. Los efectivos equivalan, numncame_nte, a ocho o diez divisiones, pero mal equipadas y mal dotadas de artillera pesada y de tanques. Era posible aumentarlos sensiblemente? Hubiera hecho falta poder trasladar a Africa del Norte en un plazo de. diez das, parte del ejrcito que se bata en retirad~ en la metrpol~ o, por lo menos, los refuerzos disponibles en los centros de re~lutam1ento ~?OO 000 hom~res, segn ~nos, y 350 000, segn otros), as1 como los JOvenes todavia no llamados a filas. El Estado Mayor gene:al no crea_ pod~r efectu~r ta~ traslado, puesto que el tonelaje iniyediatamente disponible era msui1ciente; todo lo ms, hubiera conseguido hacer pasar algunas unidades aisladas, que se habran visto oblig~das a _ab~ndo~ar ~u material pesado. Se trataba de un punto de vista pesimista, mflu1do por una idea preconcebida? Pata facilitar una conte~tacin verosmil no basta afirmar que en los puertos franceses todavia no alcanzados por el enemigo haba gran cantidad de barcos mercantes, tal vez de 400 a 500, representando un total de 600 000 ton~Iadas. Habra que demostrar, tambin, que estos barcos hbie.ran pod~do s~~ :eunidos, en tie~po til, en aquellos puertos a los que se podian dmgir las tropas, y disponer en ellos de carbn, o que la marina mercante inglesa hubiera podido prestar una ayuda inmediata al transporte. En cuanto al argumento de que la retirada hacia Africa del Norte hubiera sido posible, de haberse d~cidido a finales de mayo, parece superfluo insistir en _l. Indudablemente, el Gobierno comprenda que la guerra estaba perdida; pero poda soar en abandonar el territorio metropolitano, en tanto que la derrota no fuera evidente?
Si el refuerzo de las guarniciones de Africa del Norte pareca irrealizable y no se poda contar con la ayuda de t!_Qpas inglesas, podran hacer frente estas guarniciones a un ataque italiano, efectua,do por las quince divisiones acantonadas en Libia? Y, sobre todo, que resisten da podran oponer a un ataque alemn 7 Ataque ir:iposible, sin duda. por la va martima ~;recta, puesto que las flotas mglesa y _francesa ejercan en el Mediterrneo un dominio absoluto. Ataque posible, ~or el contrario, en el caso de que el ejrcito alemn pasara por Espana, puesto que el cruce del estrecho de Gibr~ltar, cuyas d?s orillas es,taban en poder de los espaoles, no tropezana con los mismos obstaculos que el del Paso de Calais. Cul sera la actitud del general Franco ante una peticin o un ultimtum? . . El Gobierno espaol, el 14 de umo, aunque al margen de los intereses franceses, ocup la ciudad de Tnger, c?nsiderndose ante l_a nueva situacin, intrprete del Estatuto Internac10nal. Entre. las P?s1bilidades que ofreca la situacin dramtica de Francia y la autonzacin de paso a las tropas alemanes, el n:~rgen era, ciertamente, grande. Preten-dera Franco aprovechar la ocas10n para exte_nder la zona espaola de Marruecos a expensas de la zona francesa, e, mcluso, apoderarse de todo el imperio cherifiano 7 El Estado May?r. fr~~cs coi:sideraba esta posibilidad como una certidumb~e. En que _md1c1os precisos fundaba esta opinin 7 Se desconocen, aun hoy, los mfo~mes de la En:bajada francesa en Madrid. Solamente conocemos, gracias ~ los archivos , alemanes, la actitud del Gobierno espaol respecto al Reich. El 10 de junio, el ministro del Interio,r dijo ai embaja~o.r aleman que la entrada de Italia en la guerra no pod1a supo~er, automat1c~m~~te, la intervencin de Espaa, aadiendo que el Gobierno de Madnd o~ serva de cerca" la situacin, a fin de intervenir "en el momento de?~l vo". El da 16, durante una entrevista con Hitler, el general Vigon hizo ver que su Gobierno, en el caso de que parti,cipara en la gue:ra, deseara reivindicar Gibraltar y el Marruecos trances. En esa entrevista la cuestin del derecho de paso a favor de las tropas alemanas no fue abordada. El da 19 el Gobierno espaol. segn memorndum dirigido a Berln. sealaba 'que solo podra intervenir "tras un per9do de preparacin de la opinin pblica" y en el caso de que Gran Bretana, una vez fi;mado el armisticio por Francia, continuase la guerra. En ese memorandum las reivindicaciones eran mayores, pues se extendan al departamento de Orn. a una parte del Sahara y a cierta ampliacin territorial de las colonias espaolas de la costa occidental de Africa, ind.icando, para ello, que Alemania tendra que proveer de todo. e! maten~! de . g~erra r:ecesario, artillera pesada, carburantes, suministros ahm~nt1c1os ~ .1~ cluso submarinos. En suma, Franco, de este modo, demoro una dec1s10n inmediata, con una promesa a largo plazo *.
, El da 23 de octubre de 1940 se produu la entrevista Je Franco Y Hitler.
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Desde el punto de vista francs, para paralizar una posible intervencin espaola, o, al menos, para dar a la defensa del Africa del Norte francesa una disposicin adecu<1da, hubiera sido preciso ocupar enteramente el Marruecos espaol. Carentes de artillera y de carros de combate, las guarniciones del Africa del Norte francesa eran capaces de suprimir esta cabeza de puente? La capacidad de resistencia que podfa ofrecer por s la Gran Bretaa era un elemento de apreciacin an ms importante. El Gobierno francs no contaba con medios para sostenerse en Africa del Norte si no se le aseguraba Ja colaboracin de la flota inglesa: no poda abrigar el temor de ver a Gran Bretaa sucumbir, a su vez, al cabo de pocas semanas, ante un desembarco alemn, o ceder al desaliento, desautorzar a Winston Churchill y buscar una paz de compromiso a costa de Francia? En definitiva. el traslado del Gobierno francs a Africa del Norte era un acto de fe en la voluntad de la nacin inglesa y en la eficacia de sus medios de combate. Y esta fe no la tenan los jefes miiltares y navales franceses. Por qu les pareca inevitable la derrota inglesa a corto plazo? Sin duda estaban convencidos de que las tropas inglesas no podran salir airosas all donde las francesas haban fracasado. Y tambin les inclinaba a pensar que Gran Bretaa no esperara a estar vencida para negociar el rencor que sentan hacia una aliada cuya participacin en Ja batalla de Francia haba sido demasiado parsimoniosa para su gusto. En qu datos basaba su confianza, por su parte, el Presidente del Consejo francs? Contaba nicamente con la resolucin y el carcter del primer ministro ingls y con la tenacidad que el pueblo ingls ha demostrado en todas las grandes crisis de su historia? Tena razones de esperanza ms concretas? No lo sabemos. Ahora bien, segn parece, estas cuestiones esenciales nunca han sido examinadas en detalle en las deliberaciones del Consejo de ministros. Si Africa del Norte estaba destinada a convertirse en el trampoln de la liberacin, cmo era ms fcil asegurar su proteccin: con el armisticio, o con Ja transferencia del Gobierno? Y cules eran las posibilidades de resistencia? Se manifestaron opiniones encontradas, pero no basadas en un estudio concreto de los medios-que tal vez
~n Hendaya. Franco mantuvo una posicin que pudiramos denominar dilatoria. Ante las exigencias y proposciones de Hitler, dijo, entre otras cosas.: "Espaa carece de trigo. Puede Alemania suministrarle cien mil ton_eladas'l No tenemos irtillera pesada para tomar Gibraltar. pues sera contrario a nuestro hoPor 1ceptar que los alemanes se apoderasen de Gibraltar a benc~cio nuestro; ~or anto pueden ustedes prestarnos artillera pesada?" En relacin a este ultimo .rnnt~. ~I nmero de caones que pidi Franco fue tan elevado. que incluso u,n irofano en materia militar, como yo, hubiese comprendido que Franco poma ~ondiciones tan draconianas a su participacin activa en la guerra contra Ingl~ terra precisament~ con intencin de sustraerse al Compromiso" <Segn Paul Schrn1 dit, intrprete alemn de la entrevista. Cf. A R C. Madrid, 22 de octubre de 1960. pg. 53). (Nota del editor espa1io[).
no hubiera sido posible por falta material de tiempo-, pero que ni siquiera se esboz. En realidad, la discusin entre partidarios y adversarios del armisticio parece haber sido dominada no por una evaluacin objetiva de las posibilidades, sino por conceptos diferentes acerca del inters y el honor de la nacin. Segn unos, Francia no poda confesarse vencida: deba seguir en guerra, no solo porque la accin de su flota poda disminuir las posibilidades de una victoria alemana totl, sino tambin porque lo exigan la dignidad y el sentido de la grandeza nacional: lo que importaba, ante todo, era salvar el espritu. Los otros, convencidos de que era ilusorio esperar una liberacin hipottica, no queran imponer a la nacin nuevos sufrimientos, que-a su modo de ver-seran vanos. Por un lado, una conciencia arraigada de las obligaciones que impona un gran pasado, y un deseo ardiente de salvaguardar ante el mundo el prestigio nacional, cualesquiera que pudieran ser las consecuencias. Por otro, una obsesin de realismo, un sentimien-,.. to de prudencia, que aconsejaban limitar las consecuencias inmediatas . dei desastre. Esta divergencia fundamental se encontraba agravada por la desconfianza. El general en jefe reprochaba al Presidente del Gobierno hacer caso omiso del honor militar, que no poda admitir una capitulacin vergonzosa; y de tomar una actitud que, bajo la capa de un acto de valor verbal, tena por resultado hacer recaer sobre el alto mando las responsabilidades contradas. El Presidente del Consejo y algunos ministros atribuan a los grandes jefes militares propsitos polticos: subordinar cualquier otra preocupacin al deseo de asegurar el "mantenimiento del orden" en el interior: tal ve.z, incluso, obligar al Gobierno a una decisin que desacreditara al rgimen y abrira las puertas a una dictadura. Esta desconfianza mutua contribua a hacer an ms difcil el examen objetivo de la situacin, puesto que los argumntos esgrimidos por una y otra parte eran considerados, de antemano, con suspicacia. Los elementos de informacin acerca de la actitud del Consejo son imprecisos. La mayora parece haber sido favorable al principio a la solucin "holandesa"-preconizada por el Presidente del Consejo-; pero esta mayora parece inclinarse, el da 16, hacia la sugerencia de Chautemps. Por qu, cuando, en la noche del 16 de junio, el mariscal Ptain, ministro de la Guerra, ha amenazado con retirarse si el Gobierno no decida pedir el armisticio, el Presidente del Consejo ha dimitido, sin obligar a los miembros del Gobierno ~ definirse mediante una votacin 7 Al retirarse sin haber estado en minora en el serio del Gabinete-ha dicho-trataba de conservar sus posibilidades de ser llamado al poder nuevamente, al cabo de algunos das; hubiera comprometido tal eventualidad de haber una votacin en la que estaba seguro de tener en contra a trece ministros. Se trat, en silma, de una maniobra de tctica parlamentaria en unos momentos dramticos. Por qu, si estaba convencido de que el armisticio, nefasto, no era mevi-
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table, no reorgani:.6 su Gabinete, excluyendo a Ptain y sustituyendo al comandante en jefe? Cedi-segn l-al criterio del Presidente de la R~pblica, que le aconsejaba "inclinarse ante la mayora", y que consideraba q1;1e h dimisin del mariscal Ptain y la sustitucin del general Weygand ;;upondra un golpe dramtico para la opinin pblica. No hubiera sido necesario que el Presidente del Consejo pusiera a sus colegas del Gabinete ante la disyuntiva? Al no hacerlo as, daba lugar a pensar que, en el fondo, no crea en la solucin que defenda y prefera no tener que aplicarla. Por qu acept el Gobierno alemn esta peticin de armisticio! Hubiera podido llevar sus tropas hasta el Mediterrneo sin gran trabajo, puesto que el ej~rcito francs, dislocado, no poda ya oponer sino resistencias espordicas. Si no lo hizo fue por.que quera poder volver inmediatamente contra Gran Bretaa el grueso de sus fuerzas? No, puesto que ya tena las manos libres en este aspecto, desde el momento en que sus tropas ocupaban la mayor parte de las costas francesas. Pero la negativa de armisticio hubiera tenido como consecuencia indudable la instalacin -del Gobierno francs en Africa del Norte; por consiguiente, el Gobierno alemn se hubiera visto obligado a administrar, directamente, el territorio francs; y Francia, todava beligerante, hubiera puesto sus fuerzas navales a disposicin de Gran Bretaa. Cierto es que el Gobierno alemn no poda esperar hacerse con tales fuerzas navales en los trminos de un acuerdo de armisticio, porque, en ese caso, qu inters hubiera podido tener el Gobierno francs en que cesaran las hostilidades? Sin embargo, deseaba obtener la neutralizacin de estas fuerzas-nueve acorazados, catorce cruceros, treinta y seis torpederos y cuarenta y ocho submarinos-, de importancia considerable para la guerra general, en la que las operaciones navales desempeara1;1, en ~elante, en la lucha contra Gran Bretaa, un papel esencial. Por tanto, consideraba prudente dejar al Gobierno francs "la esperanza de recobrar la posesin de su flota, una vez firmada la paz". Tales eran los puntos de vista que Hitler indicaba a Mussolini el 18 de junio. As, pues, el destino de la flota francesa es el verdadero centro de inters en _las negociaciones, desde el punto de vista alemn. Bien es verdad que, por el contrario, estas negociaciones sustraen a la ocupacin alemana las costas francesas del Mediterrneo e impiden un eventual acceso del ejrcito alemn a Africa del Norte, que podr convertirtirse en un trampoln para el adversario. Pero. Hitler, en junio de 1940, cree que podr romper la resistencia inglesa mediante un ataque directo; no piensa, por tanto, en una batalla del Mediterrneo; y se ocupa todava menos de la importancia estratgica que podr tener algn da el Africa del Norte francesa: en el informe acerca de la entrevista del 16 de junio entre el Fhrer y el Duce, ni siquiera se menciona el Norte de Africa. Hasta el mes de septiembre, despus del fracaso de la ofensiva area contra Gran Bretaa, y de haberse abandonado el proyecto de
desembarco, no adquieren las perspectivas mediterrneas su verdadero valor; y el Almirantazgo alemn estima necesario proteger el noroeste de A/rica, para evitar que Gran Bretaa establezca ulteriormente una base de partida para una ofensiva contra Italia (1). No obstante, en el estado actual de la informacin histrica, esta interpretacin verosmil no es sino una hiptesis.
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El 17 de junio, la peticin francesa de armistcio es remitida al Gobierno alemn. En la tarde del 18, en Londres, en el momento en que Winston Churchill acaba de declarar en la Cmara de los Comunes que Gran Bretaa continuar combatiendo, el general De Gaulle conjura a los franceses a no aceptar un armisticio que sera un vasallaje. Invoca "el honor, el sentido_sornn, el inters superior de la patria". El 30 de junio, ocho das-cfespus de la firma del armisticio, anuncia la formacin de un Consejo de defensa de las colonias francesas, y proclama el propsito de hacer "que Francia vuelva a participar en la guerra". El Movimiento de Francia libre-nombre que adopta entonces-consigue la adhesin de la mayor parte de los territorios del Africa Occdental y Central, as como el de las pequeas colonias del Pacfico y de las cinco factoras de la India. Muy pronto har acto de presencia en ias operaciones de guerra; pero, desde el primer momento, tiene un gran dlcancl! moral: "la llama de la resistencia francesa no debe apagarse, y no se apagar".
BlBLIOGRAFlA
A las ellas anteriores. pg. 1098, hay que aadir: Cl!IN: Sotxarlle jours qui branlerenl /'Occident, JO ma-10 jui/let 1940, Pars, 1956, 3 vols. (tomo III). (Ver la crlca de esta obra por L. MARIN, en "Revue d'histoire guerre mondiale" octubre 1957, pgs. 41-46, asf .como por P. DHERS: Regards nouveaux sur les a1111es quarnnte. Paris, 1958).MARC BLOCH: L'ta11ge dfaite, Pars. 2. ed .. 1957.-R. DAUTRY: Note a11 prsde11/ du Con.sei/ ( 13 juin 1940), en "R. histoire deuxieme guerre mondiale" juin 1951. pgs. 55-58.-A. KA~l MERER: La Vrt sur /'Armstice, Pars, 2. ed., 1945.-Louis MARIN: Contribut1011 a !'tude des prodromes de /'armistice. en "R. histoire deuxieme guerre mondiale", junio 19 51. pgs. l26.-K. J. MULLER: Franz.0s1sch NordA f rika 11nd der deutsch-franzosische
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TOMO 11: LAS CRISIS DEL SIGLO xx.--DE 1929 A 1945 dir Jos documentos reunidos en los anejos del Raport de la C.omnussion e~ qute parlementaire, citado en la pagina 935.
Sobre la poltica del movimiento de la Francia libre.- CH, DE GAULLE (general): M11101res de guerre, Parfs. 1955-56. 2 volmenes. El tomo I. J. SousTELLE: Erll"ers et contre tour. Pars, 1947-1950, 2 vol.
Waffenstillstand van 1940, en Wehrwss. Rundsclum, dic. 1957, pgs. 687700.-LEoN NoEL: Le projet d'1mio11 franco-britannique de juin 1940, en Politique trangere. enero 1956, pgs. 2138.-L. NoouERES: Le vrai proces du Marchal Ptain. Pa.rls, 1955.-A. TRUCHET: L"armistce de 1940 et l'Afrique du Nord, Parls, 1955 (utilizable solamente para el estudio de la situacin en Africa del Norte).-Hay que aa-
CAPITULO X
LA RESISTENCIA DE GRAN BRETAA
Al producirse la derrota francesa, Hitler haba considerado como seguro que Gran Jrretaa se prestara a una negociacin. Un mes despus se ve obligado a reconocer que el espritu de lucha de Gran Bretaa no se ha quebrantado, gracias al ardor de su Primer ministro y a Ja entereza de su poblacin. El 16 de julio, ordena preparar un desembarco en las costas inglesas del canal de la Mancha: La ofensiva area alemana, que alcanza su mayor intensidad el 9 de agosto de 1940, n~ consigue resultados suficientes para permitir una operacin de desembarco. El 17 de septiembre, la ejecucin del plan de desembarco es aplazada. La estrategia alemana intenta ahora anular esta resistencia por otros medios: batalla del Atlntico, que trata de impedir-mediante el empleo del arma submarina-la llegada a: Inglaterra de los aprovisionamientos americanos; batalla del Mediterrneo, cuyo principal objetivo es la dominacin del canal de Suez, para poder cortar las rutas martimas por las que Gran Bretaa recibe el petrleo del Oriente Medio, as como las materias primas de Insulindia. Cul es la postura adoptada por Espaa, por los Estados Unidos y por el Gobierno de Vichy, en el transcurso de este ao-de junio de 1940 a junio de 1941en el que Gran Bretaa permanece sola frente a Alemania e Italia?
l. LA BATALLA DEL MEDITERRANEO
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El Gobierno alemn, mientras consider seguro el xito de un desembarco que conducira a la capitulacin de Gran Bretaa, no concedi ninguna importancia a las perspectivas mediterrneas. El Estado Mayor Naval no indic otros procedimientos que posibilitaran vencer Ja resistencia inglesa, si se desista del plan de desembarco, hasta principios de septiembre de 1940, cuando la ofensiva area contra Inglaterra haba empezado ya a mostrar sntomas de desfallecimiento. Sugiri una accin contra Gibraltar y, principalmente, una: expedicin desde Libia, que se dirigira contra el canal de Suez y podra quebrantar el imperio britnico. El \26 de septiembre, el almirante von Raeder haba aadido otro argumento: el Gobierno britnico podra pensar algn da en un desembarco en Africa nordoccidental, para establecer en ella una base de ofensiva contra Italia; la presencia alemana en Gibraltar descartara este riesgo. Para "arreglar la cuestin del Mediterrneo"-haba dicho Hitler-era necesario obtener la cooperacin de Espaa o la de Francia. Si se careca de este apoyo, la flota inglesa dominara
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las lneas de comunicacin, puesto que la flota italiana no poda medirse con ella, y los submarinos alemanes no podran penetrar en el Mediterrneo, sino a costa de grandes prdidas: por consiguiente, el cuerpo expedicionario de Libia correra el riesgo de ver cortado ei enlace con sus bases de aprovisionamiento. Es indudable que Francia y Espaa no son los nicos pases a los que afecta esta estrategia mediterrnea. No ha prometido Turqua -firmante del pacto dd 19 de octubre de 1939-prestar a Gran Bretaa "toda la ayuda que est a su alcance", en el caso de que esta sea atacada en el Mediterrneo por cualquier Estado europeo, a excepcin de la U. R. S. S.? No ha firmado tambin un tratado con Grecia? Pero cuando el Gobierno britnico quiere hacer valer este corrtpromiso, el Gobierno turco se retrae; y manifiesta, por medio de su prensa, que una intervencin armada de Turquia no representara ninguna ayuda efectiva para los intereses ingleses. Lo mismo sucede cuando las tropas italianas penetran en Grecia. As, pues, la poltica alemana sabe que no tiene nada que temer por parte. de Turqua. No. tardar en comprobar que tampoco puede esperar nada. Cuando, en mayo de 1941, ofrece la conclusin de un "tratado de amistad" que, en un anexo secreto, concedera a las fuerzas alemanas el derecho de trnsito a travs del territorio turco, con vistas a atacar a Egipto, el Gobierno de Ankara se muestra dispuesto a hacer una promesa de no agresin, porque espera obtener, en compensacin, ventajas comerciales; pero niega el paso.
ESPAA
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Tanto en la batalla del Atlntico como en la del Mediterrneo, Espaa goza de una importante situacin estratgica. Los puertos espajoles del Atlntico podran proporcionar al Almirantazgo alemn las bases necesarias para ampliar el radio de accin de sus submarinos. La amenaza que una intervencin armada de Espaa hara pesar sobre la fortaleza de Gibraltar comprometera la seguridad de la ruta martima mediterrnea, esencial para el Imperio britnico. Por ltimo, e! territorio espaol ofrece una va de acceso que podra permitir ll~var sin grandes riesgos hacia Libia, por el Africa del Norte francesa, las tropas destinadas a atacar a Egipto. El Gobierno alemn no haba tenido inters en explotar estas posibilidades en junio de 194-0; pero en el otoo s lo tiene; y, adems, espera conseguirlo con facilidad. No va a ceder el general Franco a la tentadn de recuperar Gibraltar, con la ayuda de la artillera pesada y de las tropas aerotransportadas alemanas? No puede pensar en una expansin colonial en Africa, a costa de la Francia vencida? Y no cabe pensar que una victoria inglesa pudiera significar la liquidacin de todos los regmenes autoritarios? Frente a estas perspectivas, el Gobierno britnico no tiene otros me-
dios de accin que ia presin econmica y financiera. Espaa tiene absoluta necesidad de iLportar cereales, algodn, caucho y petrleo; y. para pagar estas importaciones, desea obtener crditos; e,l Gobierno britnico puede cerrarle el acceso a los mer7ados del C?11ada,, de la Ar_gentina y de las Indias holandesas, es decir, obsta~uhzar el a~astec1miento de cereales y de caucho; en cuanto al .algodo_n y al petrol~o no puede hacerlo, as como tampoco. ofrecer u'.1 ~mprest1to al Gob1~rno espaol. Por consiguiente, lo que interesa pnnc1palmente es la actitud de. los Estados Unidos. El Gobierno de Washington. al dar a conocer, en junio de 1940. que no conceder a Espaa ningn P?Y e~onmico o financiero mientras no estn perfectamente claras las mtenc10nes del Gobierno de Madrid con respecto a las potencias del Eje, proporciona a la poltica britnica una importante ayuda. Pero ser suficiente? En el otoo de 1940, la embajada inglesa en Madrid apenas si conserva esperanzas. . Durante cinco meses, la diplomacia del Eje trata de consegmr, en distintas ocasiones la entrada de Espaa en la guerra. El 25 de septiembre de 1940, Ribbentrop ofrece a Serrano Ser, hermano poltico de Franco Ja avuda alemana para conquistar el Marruecos francs Y Ja provincia de 'orn. a condicin de que el Gobierno ~s-~aol acceda a Ja instalacin de bases navales alemanas en el arch1p1elago de las Canarias y en la isla de Fernando Poo; pero no es todava s~no un sondeo. El 23 de octubre, en Ja entrevista de Hendaya, la cuestin espaola se hace ms urgente, puesto que el proyecto de, desembarco en Inglaterra ha sido aplazado sine die; se presenta tambten en unas c?ndiciones ms favorables, ya que Serrano Ser-que no oc~lta su ~1m pata hacia Alemania-es ahora ministro _de Asuntos E~t~nor_es. H1_tler y Ribbentrop proponen un tratado de al!anz~, cuyo obet1'.'? mmedta!o sera Ja conquista de Gibraltar; ofrecen tamb1en dar poses1on a Espana de territorios coloniales franceses, pero sin concretar cules. El general Franco contesta poniendo unas condiciones que sabe irrealizables: ~o podra pensar en una intervencin-dice-, a _menos, que Alemama Je facilitase previamente 100 000 toneladas de tngo, as1 como el material de artille.ra necesario para la defen::>a de las costas espaolas contra las escuadras inglesas. Simple evasiva. La cuestin v~elve a tratarse el 18 de noviembre, en Berchtesgaden, en uria entrevista entre Serrano Ser y Hitler; y el 7 de diciembre, en ~a.drid. c?n moti'.'? de una visita del almirante Canaris, jefe de los serv1c10s de mformac10n alemanes; el Gobierno alemn pide una contestacin urgente, puesto que los fracasos sufridos en Grecia, a primeros de diciembre_. por ~as t;opas italianas, han aumentado las dificultades de la estrategia med1terra~ea; quisiera, por tanto, lanzar una ofensiva contra Gibraltar en los pnme~ ros das de enero de 1941. Una vez ms, Franco contesta que no esta en condiciones de intervenir en un plazo tan breve, si bien dando a entender que tal vez pueda hacerlo ms tarde. Hitler saca en c?nsecuencia (as se Jo dice a sus colaboradores el 9 de enero), que F: ]efe del
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Gran Bretaa est a mnta de Gobierno espaol quiere espe:a.r . 9sutee a su vez en la entrevista de d Mussoltm ms1 ,, . - dernanbarse. e uan o d I 941 Ja respuesta del Gobierno espano Bordighera, el 12 ~e febrer~ de esta entrevista, el general Franco sigue siendo evasiva. Al r g 1 . al Ptain Je informa de las ten, M t !lier con e mansc . se reune en on pe . ide ue apoye su negativa. tativas alemana e italiana y le p q miles de esta negativa, cuyos LCules puede.n ser las :azon~~ vl:~~~ente los escasos documen~os motivos no permiten apreciar e p la ~azn determinante ha sido y referencias espa~ole~? Paree: ser ~~~lo e'spaol. agotado por los suel temor a disturb10s internos. el p 1 neutralidad tanto ms cuan. d . , G a desea conservar a frim1entos e su guerr 1 pondra al bloqueo ingles: e1 on Ja guerra e ex d 1 to que a entra a e 1 "n tendra que armar a sus . d "d" d cretar la movi 1zac1 . I . bierno, s1 eci iera e b t de la guerra civil. Pero a in.' d a un re ro e 1 adversarios, expomen ose, b" dones incluso en los c1rcu os tervencin provoca: ademas, o~ras o J:sto u'e los mandos superiores ms adictos al rgimen franq.u~ta, los E;tados Unidos-no aceptan del ejrcito-observa el emba1a or e 1 s rdenes del Alto Mando aiela perspectiva de tenerse f~: po2eru~a ~ntervencin siguen siendo muy mn. Por ltimo, los .bene rc1os 1 e erra se expone a perder sus posealeatorios: Espaa, SI en~a _en a gua G~an Bretaa no le costar gran siones insulares en el Atl nt1~0,dque n ~aso de una victoria de las ar bien es veraa que, e . _ Af a trabao ocup ' d f bt er una extensin territona en ne . d 1 E'e po r a o en . . npotenc1as e 'd de Alemama sino promesas 1 . no ha consegu1 o . d 1 0 del Norte' per e l ori en de estas reticencias pue an ser as concretas; y s~specha que e d"t g ' eo occidental. As. pues, estos son . . "t 1 anas en el Me I erran ., - , amb1c1o~es I a 1 b determinado la abstenc1on .espano1a. los motivos que parecen h_a er 1 n no est decidido m a pagar con Por otra parte, el Gobierno. a er:i ner su voluntad por la fuerza. largueza la ayuda espaol;- m a ~ma~o en la entrevista de Hendaya, Por qu Hitler no le con ir;am~ni~s col~niales franceses, que !nsinualas promesas a costa de los 7o t om romisos-piensa-senan ~r,e ra Ribbentrop ~n rr:ie~ ~ntes. f ~~a~ec col~boracin que tiene intenc10n maturos: ~ han~n mutil la do e us el mariscal Ptain. Adems, s~ de hacer, inmediatamente esp. .' tos rmanecieran en secreto? S1 podra conseguir que .tale.s ofrec1m1~~ a;n~azados abandonaran al Gose divulgaran, los terntonos fr~ncesb . 1 control del Movimiento de . h . se pondnan a10 e bierno de V 1c Y Y . . ? renuncia Hitler. cuando compru.eFrancia Libre. Ahora bien, l por qu- zar la operaczn Flix, es decir, ba las evasivas del general Franco,- ./~Porque teme a unas guerrillas. a hacer entrar sus tropas e~ E~pana 'd l. n e1"rcito alemn aventurado , mumcac1ones e u "d d que amenazanan as co . f Tt Gran Bretaa una oportum a en Africa? Porque no qu'.e~: ac1 i:s~:oles unas bases susceptibles de . b "1na7 Todo esto no son sino Para establecer en Jos11arch1p1elagos d la guerra su mar . entorpecer el desarrod o te 1 de la informacin histrica. hiptesis en el esta o ac ua
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Al tiempo que Alemania lleva a .:.abo stas intiles negoci~ciones con Espaa, piensa, por las mismas razones, obtener de la Francia vencida su colaboracin contra Gran Bretaa. En tres ocasiones-julio de I 940. octubre de 1940 y mayo de 1941-trata de iniciar las negociaciones con el Gobierno de Vichy, o las inicia. El carcter y el alcance de estas tentativas varan, segn el estado de las operaciones militares o navales y segn las perspectivas estratgicas. Por consiguiente, hay que estudiarlas en el cuadro del desarrollo general de la contienda.
La primera tentativa-la de julio de 1940-tiene lugar apenas tres semanas despus de la firma del armisticio. Est relacionada, directamente con el acto de fuerza llevado a cabo por la escuadra inglesa'! del M~diterrneo contra los buques de guerra franceses. El artculo 8 de la convencin de armisticio haba previsto que la flota de guerra francesa, de la que solo una pequea parte-una divisin de cruceros-se encontraba en Toln, y cuyas unidades ms importantes estaban en Bizerta, en Mers-el-Kbir y en Dakar, se reunira "pn. los puertos de amarre en los que estaba en poca de paz" y sera desarmada en ellos. Esta clusula haba de tener como consecuencia el traer las dos terceras partes de la flota a los puertos metropolitanos y colocarla bajo el control de Alemania e Italia. No poda transformarse el control en una toma de posesin 7 La nica garanta contra este riesgo era una declaracin-ni siquiera una promesa-, que figuraba en este mismo artculo: el Gobierno alemn--deca el texto--no tena intencin de utilizar los buques franceses para las operaciones de guerra contra Gran Bretaa. Cmo confiar en esta declaracin alemana ?--dice el Gobierno britnico-. Una vez desarmada, la flota francesa quedara "a merced de los ocupantes". A esto replica el Gobierno francs que los navos se hundiran si se vieran amenazados de caer en manos de los alemanes o de los italianos; las rdenes dadas por el almirante Darlan, el 23 de junio, pocas horas antes de la firma del armisticio, y ratificadas al dfa siguiente, especifican que la flota "ser siempre francesa o perecer"; y que, en tal caso, el hundimiento deber ser efectuado aun contraviniendo cualquier orden posterior. Pero el Gobierno britnico tiene sus dudas, bien sea en cuanto a la sinceridad de las intenciones francesas o en cuanto a la posibilidad de que se realicen. Esta desconfianza le lleva a la deisin de destruir algunas de las grandes unidades francesas, antes que estas abandonen los puertos de Africa del Norte para venir a ponerse bajo control alemn: el 3 de julio tiene lugar la accin de Mers-el-Kbir. El Gobierno de Vichy pone en conocimiento de la delegacin alemana de armisticio el ultimtum britnico; es informado que "de la
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actitud de las fuerzas nav,lles francesas depender, en gran parte, su destino futuro". Asimismo, antes incluso de sopesar-y de descartaruna accin de represalia contra Gran Bretaa, trata de conseguir del Gobierno alemn una atenuacin de las clusulas navales del armisticio: la accin de Mers-el Kbir se repetir-dice-si Alemania persiste en exigir el desarme de la flota francesa en los puertos de la metrpoli. El 3 de julio, por la noche, el presidente de la Comisin alemana de armisticio da a conocer que el Fhrer acepta el aplazamiento del cumplimiento del artculo 8, hasta tanto se aclare la situacin. El motivo invocado es la actitud de la flota francesa que, en el Mers-el-Kbir, se ha mostrado dispuesta a defenderse contra un ataque ingls. El motivo real, sin duda, es el convencimiento de que el cumplimiento del artculo 8 es irrealizable, debido al absoluto dominio navl ingls. Al da siguiente, esta decisin alemana es confirmada por escrito. El Gobierno francs recobra, por tanto, el derecho a disponer de su flota de guerra. Pero el Gobierno alemn cuenta con una compensacin. El 15 de julio, el presidente de la Comisin alemana de armisticio pide que Francia conceda facilidades a Alemania para la batalla del Atlntico: derecho a utilizar ocho aerdromos eg Marruecos, en la regin de Casablanca, y a utilizar el ferrocarril de. Tnez a Rabat para el transporte a estas bases areas del material, e\ carburante y las municiones necesarios; derecho a emplear en el Mediterrneo barcos mercantes franceses, bajo escolta alemana, para el transporte desde los puertos italianos a Bizerta de tales aprovisionamientos. En esta nota no se alude en absoluto al abastecimiento de un cuerpo expedicionario italoalemn en Libia dirigido contra Egipto, puesto que en este momento los planes en cuanto al Mediterrneo todava no han tomado forma; los planes alemanes se limitan, segn parece, a plantear-en el cuadro del .,plan de desembarco en Gran Bretaa-una accin area dirigida contra las rutas martimas, la de Gibraltar y la del Cabo, que atrajera a los buques de guerra ingleses cuando el Almirantazgo reuniera todas sus fuerzas en la Mancha. Aceptar la peticin alemana--contesta el Gobierno francs-sera poner a Afrka del Norte "a discrecin de los aviadores y controladores del Reich", y, por tanto, sufrir una agravacin de las clusulas del armisticio; sin embargo, atena su negativa, admitiendo la eventualidad de una "nueva negociacin"; pero esta imprudencia no tiene consecuencias, porque el Gobierno alemn no insiste La tentativa alemana se repite, tres meses despus, el 24 de octubre, en la entrevista de Montoire. El Fhrer, que ha aplazado el plan de desembarco en Inglaterra, regresa de Hendaya, donde no ha conseguido la entrada de Espaa en la batalla del Mediterrneo (1). Sin embargo, se declara convencido de que Alemania derrotar a Gran Bretaa.
(1) Vase pg. 1153.
obteniendo, por tanto, una victoria completa. Quin pagar los gastos? Gran Bretaa 0 Francia? El Gobierno francs. puede escapar a las ~o.n secuencas de su derrota y obtener de Alemania una paz de reconciliacin, que dejara intacto su im~rio colonial. Para" hacerse ~creedor ~ esta benevolencia, mientras prosigue la lucha ei:try Alem_ama e In~a terra. debe restablecer su autoridad en el Impeno, es decir, reconqmstar las colonias puestas bajo el control del general De Gaulle, Y ~segurar su defensa contra la Gran Bretaa que, indudablemente, t~at~ra .~e ~s tablecer una base naval en Dakar: se trata, pues, de una !nvztacwn indirecta a hacer intervenir en la guerra contra Gran Bretana a las ~~~r zas militares y navales francesas. Si Francia rechaza esta propos1c1on -le dijo Hitler a Laval la antevspera d~ la entre~1sta-, en el caso de que el Gobierno alemn tenga oportumdad de firmar. con Gran Bretaa una paz de compromiso, lo har a costa, de Fr~nc1a .. El jefe del Gobierno francs replica (segun test1momos alemanes) que Francia no est en condiciones de compro~et~rse en una nu~va guerra; y que ni siquiera puede: ~? lo restnng1do de l?s med10_s militares que le autoriza el arrn1st1c1_o, defe,nder sus p~s~s10nes africanas. No obstante, trata de saber cuales senan l~s condic10_nes alemanas de paz, en cuanto a Alsacia-Lorena y a Francia septentnonal. Pero el Fhrcr aplaza su contestacin hasta un nuevo examen de la cuestin. . d El alcance moral de la entrevista es considerable. puesto qu~, a ugar a creer que el Gobierno d~ Vich~ s~ ?ispone a un.a colabc:~acwn r.eal con Alemania. AJ10ra bien: s1 el pnnc1pio de esta col?borac~on ha sido efectivamente tratado por el mariscal,. no se ha es~ud1ado nmguna _modalidad prctica: en una conferencia del 4 de noviembre con sus efes de Estado Mayor, Hitler afirma que no solamente n? se ha conclw~o nada en Montoire. sino que la cuestin de !_as rela~10.nes co~ Francia todava no se ha aclarado. De hecho, el ma~1scal Petam escn?,e ~'. general Weygand. el 9 de noviembre, que admite una colaborac10n econmica". pero que rechaza toda_ concesin de bases.. areas o navales y, a fortlori, "toda idea de agresin contra Inglaterra . . . Sin embargo, el Gobierno alemn renueva sus ?frecumenws Y sus peticiones. dirigindose esta vez solamente ?l presidente ~el ~on~eo. El 29 de noviembre le parece haber conseguido su,s props1~os. Pierre Lava], en una conversacin con el embajador aleman e~ Pans, prom~te organizar una expedicin contra la "disidencia gau,lhsta" en Afnca central, expedicin que, muy probablemente, tropezara. ~on una barrera britnica. Pero el Consejo de Ministros francs ~o ratin~a .esta pr?mesa; y el 13 de diciembre, el jefe del Estado ?ec1~e destit.u'.r; rned1a~te un golpe de fuerza, al presidente. del C?n~eo. esta cj.ec_1s1on ha sido fruto de un acto personal del mariscal Petarn: pero ha sido preparada :;or una coalicin en la que se han reunido, en Vichy, todos ~quellos ue-por patriotismo o en defensa de sus rntereses econmicos-se '.;ponen a aceptar la poltica de colaboracin; unos y otros han tem-
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do en cuenta, indudablemente, la disconformidad de la gran mayora de la opinin pblica francesa con esta poltica. La rplica alemana parece vacilante. El embajador del Reich no trata de imponer el regreso de Pierre Lava] al poder: acepta, por tanto, que la ejecucin de las promesas hechas el 29 de noviembre sea aplazada; pero, el 17 de diciembre, exige la formacin de un Directorio de tres miembros, cuyos nombres le parecen una garanta de que el principio de la colaboracin permanecer en pie. En realidad, uno de estos miembros, el ministro de Asunto;:; Extranjeros, Pierre-Etienne Flandin, no tarda en resstirse e:. la presin alemana. El 9 de febrero de 1941 esta resistencia es eliminada: el almirante Darlan, vicepresidente del Consejo, asume la cartera de Asuntos Extranjeros. Poi consiguiente, las negociaciones franco-alemanas vuelven a hacerse posibles. Sin embargo, no se reanudan hasta tres meses despus. Darlan accede, por los Protocolos de Pars, a poner a disposicin de las fuerzas alemanas el puerto de Beyrut y los aerdromos franceses de Siria, as como la base naval de Bizerta, que ser abierta al trnsito del material de guerra destinado a Libia;. insina, sin dar ninguna promesa escrita, que aplicar el mismo rgimen a Dakar. Como contrapartida, Francia debe recibir "compensaciones polticas y econmicas" no concretadas. Pero el 6 de junio, el Consejo de Ministros francs-a peticin de tres de sus miembros, y despus de una enrgica intervencin del general Weygand-se niega a ratificar las promesas inscritas en los protocolos; para eludir su cumplimiento, decide pedir al Gobierno alemn la previa negociacin de las compensaciones. y enfocar el asunto de manera que el fracaso sea muy probable. Las contrapropuestas presentadas por la nota francesa del 14 de julio de 1941 se austan a estas decisiones: implican la liberacin progresiva de los prisioneros de guerra, la reduccin de los gastos de ocupacin, el establecimiento de un estatuto que d a la cuestin de Alsacia-Lorena una solucin a?ecuada para "eliminar los conflictos futuros", el abandono de cualquier otra reivindicacin alemana o italiana relativa a territorios franceses, metropolitanos o coloniales. El Gobierno alemn considera estas condiciones como inaceptables. Por consiguiente, la ratificacin de los protocolos queda en suspenso; pero el almirante Darlan ha puesto ya los aerdromos de Siria a disposicin de la aviacin alemana y dejado pasar por I3izerta los aprovisionamientos destinados al ej~rcito alemn c'.e Tripolitania. Seis meses ms tarde, Darlan-despues tle haber sa.t1sfecho las exigencias alemanas en noviembre, relevando de sus fun~1o~es al general Weygand-, parece dispues~C: a reanud.'. las negoc~ac1ones; segn parece, llega a ofrecer en d1c:en:bre facilitar al ~lmirantazgo alemn informacion acerca de los mov1m1entos de la flota inglesa; pero no recibe contestacin. Tales son los hechos. En el estado actual de la informacin histrica no se puede dar una interpretacin fiel de todos los puntos. Sin
embargo, el examen crtico de los documentos y los testimonios disponibles permite hacer algunas observaciones y sacar algunas conclusiones provisionales. La poltica alemana ha oscilado entre dos objetivos: unas veces ha tratado de conseguir del Gobierno francs una participacin directa en la guerra contra Gran Bretaa, y otras se ha contentado con pedir una participacin indirecta, limitada a la utilizacin de bases navales y areas. En uno y otro caso, no ha conseguido sino unos resultados muy pobres. Por qu el Gobierno alemn no ha impuesto su voluntad con los medios coactivos a su alcance: ocupacin de la. zona libre, o formacin en Pars de un gobierno en el que solamente figuraran hombres decididos a romper las hostilidades contra Gran Bretaa 7 Todo intento de explicacin ha de tener en cuenta las circunstancias genera,. les de las relaciones entre Alemania y Francia. En julio de 1940, los dirigentes alemanes esperan poder forzar a Gran Bretaa a la paz, en un plazo de dos o tres meses, mediante un ataque directo contra las Islas Britnicas. La posesin de bases areas en Marruecos es una precaucin suplementaria, pero no esencial. Por consiguiente, la negativa francesa no tiene consecuencias. Hitler todava no ha planeado una poltica de colaboracin con Francia, y quiere esperar el resultado de la batalla de Inglaterra, antes de decidirse. Tal es, al menos, la explicacin ms verosmil que, en el estado actual de la documentacin, no puede ser apoyada con pruebas. En el otoo de 1940 la situacin general es muy diferente, puesto que se ha desistido del proyecto de desembarco en Inglaterra. Por consiguiente, desde el punto de vista alemn, la entrada de Francia en la guerra contra Gran Bretaa se convierte en un objetivo digno de inters. La cuestin de Africa del Norte tiene especial importancia para la batalla del Mediterrneo, ahora en curso. El Gobierno alemn quisiera disponer de bases areas y navales en Argelia y Tnez o, por lo menos, impedir la extensin del movimiento gaullista hacia Africa del Norte. Sin embargo, Hitler no lleva a fondo su intento. Por qu, en la entrevsta de Montoire, cuando el jefe del estado francs-descartando la eventualidad de una intervencin armada-solicita conocer las condiciones alemanas de paz, elude Hitler la contestacin 7 No le hubiera interesado esbozar unas perspectivas seductoras para su interlocutor? Bien es verdad que no hubiera podido dar indicaciones concretas sin consultar al Gobierno fascista, que nunca ha ocultado sus pretensiones sobre Chipre. Pero, al menos, poda haber abordado la cuestin de la frontera franco-alemana. Que se abstuviera de hacerlo, da pensar que no conceda la suficiente importancia a la colabolugar racin francesa, como para pensar en pagarla. Bien es verdad que esta participacin de Francia espera obtenerla por otros medios. Las directrices que seala, el 12 de noviembre de 1940, a su Estado Mayor estipulan un plan de accin en dos tiempos: en pri-
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mer lugar, estimular al Gobiern) francs a recuperar, con ayuda de las fuerz~s alemanas, los territorio> africanos que se han puesto bajo Ja auton.~ad del :ener~l De Gaulle ; dar por sentado que luego esta colaborac1on local podra ampliarse, llegando a asociar las fuerzas armadas del Gobierno oe Vichy a la lucr.a contra Gran Bretaa. En definitiva inducir a los hombres que dirigen la poltica francesa a meter la man~ en el engranaje. Pero la poltica alemana no hace nada para tratar de atraerse la opinin pblica francesa, sino bien al contrario. Al decidir la expulsin de 50 000 loreneses y continuar desmontando las fbricas -lo que agrava el paro-, las autoridades de ocupacin hacen inoperante la accin iniciada en Montoire. Indudablemente, el Gobierno alemn estima de poca importancia esta contradiccin . puesto que sabe que, con respecto a. la poblacin francesa, no conseguir nada v cuenta nicamente con la complacencia de ciertos componentes del Gobierno de Vichy. Desde este punto de vista hay que considerar el acuerdo, cuyas bases establece el embajador Otto Abetz, el 29 de noviembre, con el presidente del Consejo. Ahora bien, cuando este objetivo fracasa, el 13 de diciembre. por qu no obliga Hitler al jefe del Estado francs a nombrar de nuevo a Pierre Laval, bajo amenaza de una ocupacin inmediata de la zona libre? Teme-segn parece--que esta coaccin provoque la afeccin inmediata al general De Gaulle de toda el Africa del Norte francesa, eventualidad peligrosa para el xito de la batalla del Mediterrneo. Sin embargo, no podra producirse esta secesin de Africa del Norte por iniciativa del general Weygand? Hitler no descuida esta posibilidad: prev que, en tal caso, se impondra inmediatamente la ocupacin de Francia meridional por las tropas alemanas, para apoderarse de la flota francesa de Toln, cuya intervencin hara "insostenible" la posicin del cuerpo expedicionario talo-alemn en Libia (se trata del plan Atila, qJtimado a finales de 1940). Sin embargo, esta entrada de las tropas alemanas en la zona libre no se plantea sino a modo de rplica. Cmo explicar esta pru~encia? El motivo hay que buscarlo en la poltica general alemana: en esta poca, Hitler empieza a preparar la guerra contra Rusia; prefiere, por tanto, evitar el inmovilizar en Francia unas tropas que le harn falta en el Este. En cuanto a Ribbentrop, parece ser que no le desagrada abandonar la poltica de Morztoire, que puede suscitar inconvenientes en cuanto a las relaciones entre Alemania e Italia. La poltica hitleriana, a principios de 1941, se muestra vacilante, hasta que, el 18 de marzo, el Almirantazg alemn pide que se reanuden las conversaciones con Francia. Es necesario un acuerdo-dice el jefe superior de la Armada-para impedir que Gran Bretaa, o ms tarde los Estados Unidos, pongan la planta en Marruecos o Argelia, as como para neutralizar Gibraltar; tal vez se pudiera, incluso, conseguir en el Mediterrneo el apoyo de la flota francesa. Para obtener estos resultados importantes sera necesario, evidentemente, ofrecer al Gobierno de Vichy algunas ventajas futuras. Cules? La garanta de las posesiones
coloniales francesas, es decir, la seguridad de que Italia no reinvidicar Tnez. Pero Hitler rechaza estas sugerencias. que podran poner en peligro la alianza talo-alemana; est de a:uerdo en que sena. conveniente poner en claro la posicin del Gobierno frances y obligarle a abando~ar su actitud de espera; pero cree que no ha llegado el momento. No obstante, dos meses despus, el Fhre; acepta e i_ncluso desea una nueva negociacin con Francia. Por que este cambio? Una v~z ms, lo explican las circunstancias generales: por un ;,ado, la d~fecc:on de Rudolf Hess ha puesto a Alemania (dice Goebels) e~ una s1tuac1? prxima a la catstrofe", puesto que ha quebrant~do senamente el credito del Gobierno alemn con respecto a sus aliados; por otro lado, la entrada de las tropas inglesas en el Irak da un valor, i~esperado a los aerdromos franceses de Siria. Sin embargo, la poltt1ca alemana limita sus pretensiones; no trata ya de obtener 9el Gobi~rno, de Yi?hY una participacin armada en la guerra contra Gr~n Bretana, si.no. umcamente el uso de bases navales y areas. Ahora bien: estos objetivos no se consiguen-salvo en Siria-, puesto que la ejecucin de l?s protocolos de Pars es eludida. Hitler acepta, sin embargo, este semifracaso, porque, decidido a empezar el 22 de j~nio la guerra en el Este,. no ~oncede ya sino una importancil secundana a la ~atalla del Mediterraneo y, por consiguiente, a las facilidades prometidas por los protoc?los de Pars. No habr oportunidad de insistir-:Y con mucho n:s vigor-el da en que los ejrcitos alemanes hayan tnunfado en Rusia? , En definitiva, los crculos dirigentes alemanes parecen no naber _estado nunca de acuerdo en cuanto al verdadero valor de la colaboracin francesa. El Estado Mayor Naval la deseaba: incl~so tr_ata de ~a~arla. en diciembre de 1941--cuando el cuerpo expedic10nano de L1b1a se encuentra en plena retirada-, con el abandono de Alsac~a-Lorena. Pero Hitler consideraba a principios de 1942-sus "conversac10nes de sobremesa" son prueba de ello--que el mariscal Ptain e:a "dem~siado viej~" para tomar una decisin; que Pierre Laval ~o tema "?etras de s n:as que su pasado parlamentario", y que el Gobierno de Vichy no era. smo un "fantasma"; sin embargo, no quera romper c?n est~. Gobierno antes de haber solucionado la cuestin rusa y consegmdo la ltbertad de su retaguardia". En cuanto a Ribbentrop. _se mo~traba reticente, ~rque la poltica de Montoire haba de conducir,. lgicamen_te, a ha.ce1 un~s promesas que produciran descontento a Italia. Estas divergencias e~plt can sin duda por qu las tentativas alemanas no se llevaron hasta.el fmal. La interpretacin de la poltica del Gobierno de_ Vichy .es much? ms difcil. puesto que--desgarrado por profundas divergencias de cr_iterio y por cuestiones personales, y ~abiendo aceptado una soberama sumamente precaria y expuesta contmuamente a la amenaza de una accin punitiva alemana-. est condena?~ de. antema?? a las rastre ras de Jos dbiles. Por otra parte. la ur.1ca mformac1on sobre todos
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estos conflictos y todas estas tendencias se basa en documentos sueltos -resto de archivos desaparecidos o expurgados-y en declaraciones de valor muy discutible, puesto que sus autores trataban de justificar su actuacin en el curso de ardientes polmicas. Es necesario insistir en que un estudio en taies condiciones es an ms precario y provisional que cualquier otro 7 Son ms las preguntas que plantea que las conclusiones que permite. Cuando, en julio de 1940, el Gobierno de Vichy rechaza la primera presin alemana, atenindose a la neutralidad en las condiciones previstas por el tratado de armisticio, la decisin-aunque preparada y recomendada por el secretario general del Ministerio de Asuntos Extranjeros, el embajador Charles-Roux-es tomada por el mariscal Ptain. El jefe del Gobierno se hace cargo, perfectamente, de que la rplica alemana puede ser la ocupacin total del territorio francs; segn parece, ha previsto que, en tal caso, la flota de guerra se dirigira a Africa del Norte, y que el almirante Darlan ejercera la autoridad gubernamental. Por consiguiente, el Gobierno francs no trata, en estos momentos, de facilitar las operaciones alemanas contra Gran Bretaa. Bien es verdad que el ministro de Asuntos Extranjeros, Paul Beaudoin, piensa en prestar a Alemania una colaboracin econmica----es decir, poner a disposicin de 1,a economa de guerra alemana parte de los recursos y de los medios de la zona libre-a condicin de obtener, como compensacin, una suavizacin del rgimen de ocupacin y la liberacin parcial de los prisioneros de guerra: pero esta colaboracin econmica le parece casi inevitable, ya que la "zona libre", sometida al bloqueo ingls, no puede subsistir sin recibir de la "zona ocupada" parte de los recursos que necesita. El nico miembro del Gobierno que, desde ese momento, se muestra partidario de una colaboracin leal con Alemania es Pierre Lava!. cuyos argumentos "realistas" hacen caso omiso de la dignidad nacional y de los sentimientos de la gran mayora de la poblacin francesa; considera por completo fuera de dudas la prxima derrota ele Gran Bretaa; y. por consiguiente, trata de mejorar la pcsicin de Francia, con vistas a las negociaciones de paz que se han ele iniciar muy pronto; pero todava no piensa en asociarse con Alemania para apresurar esa derrota inglesa. Ha abandonado el mariscal Ptain su poslcin primitiva del mes de julio, cuando se entrevista con Hitler en Montoire 7 A primera vista parece ser que s, puesto que en su discurso por la radio. del 11 de octubre, se muestra dispuesto a "una colaboracin ... con todos sus vecinos". Pero no se trata de una colaboracin militar, ni de l<i cesin de bases areas o navales. En estas condiciones, por qu aceptar una entrevista, cuyos resultados indudables sern estrechar esta colaboracin? Las explicaciones dadas por algunas de las personas que le rodeaban no merecen ningn crdito. Tranquilizar a Hitler en cuanto a la actitud de Francia, con el fin de hacer que Alemania se lance contra la U. R. S. S.? Propsito muy plausible, puesto que, segn parece,
en aquella poca el Gobierno francs no tiene noticias de las dificul~ades de. colaboracin germano-rusa. Persuadir a Hitler de que es mn:cesano tratar de obtener de Espaa el derecho de trnsito hacia Afnca del NorJe, insinundole los buenos deseos del Gobierno francs en cuanto a la batalla del Mediterrneo 7 El hecho es que esta manio?;a ni siquiera ha sido esbozada, por lo que se conoce de la conver~ac10n. O, tal vez, lo que pretenda el mariscal Ptain era producir en su mterlocutor una impresin de buena voluntad, para disuadirle as de hacer a Espaa unas promesas peligrosas para el imperio colonial franc~s 7 Esta hiptesis es i:1s verosmil: pero no pasa de ser una hiptesis. En el fondo, lo mas probable es que esperara obtener, mediante una adhesin de principio a la "colaboracin", una suavizacin de las cargas de la ocupacin. ~ero al mis.n;o tiempo, el jefe del Estado francs se preocupa, en noviembre y d1c1embre de 1940, de tranquilizar al Gobierno ingls ~n cuanto al alcance de 1.a entrevista, conservando as un equilibrio prudente entre ambos beligerantes. Tanto las declaraciones al ministro del Canad en Vichy, como las que se hacen al ministro ingls en Lisboa Y los conta.ct?s con L?ndres por intermedio de la misin Rougier, tienen ,un obet1vo comu~: prometer que el Gobierno de Vichy no tomara par~e en las host1hdades contra Gran Bretaa; que no entregar a Alemama la flota de guerra; que no le ceder bases navales o areas y, por ltimo, que no tratar de restablecer por las armas su autori~ dad sobre los territorios que han pasado a la disidencia. Indudablement.e, est~s. declaracio~es no figuran en debida forma en ningn acuerdo d1plomat1co; pero s1 el texto preparado por la negociacin Rougier no ha pasado de proyecto--como permiten suponerlo los documentos que ahora se conocen-ha sido solamente por haber faltado la ratificac1on inglesa: el proyecto preparado conserva, por tanto, su valor com0 prueba de las intenciones francesas. Esta poltica, llevada a cabo con aquiescencia del jefe del Gobierno, es co.mbatida-bien es cierto-por el presidente del Consejo. Pierre L~val qmere creer conseguida la victoria alemana, a pesar del aplazamiento del plan de desembarco en Inglaterra; insiste en ver en la c?l~boracin. con ~lemania una "oportunidad magnfica", que permitira a Francia no pagar los gastos" de la guerra; para dar al Gobiern~ .alemn una "prueba de sinceridad" piensa en realizar operaciones militares para poner fin a la "disidencia" gaullista, y combatir a las fuerzas inglesas, si apoyan a la Francia libre, aceptando el apoyo de fuerzas alemanas para estas operaciones blicas en Africa. Indudablemente, rechaza la eventualidad de una declaracin de guerra a Gran Bretaa; pero esta restriccin, puramente verbal, indica solamente el deseo de dejar al Gobierno ingls la responsabilidad de una ruptura, que las iniciativas del Gobierno francs haran inevitable. En el fondo, admite el estado de guerra.
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La divergencia entre el presidente del Consejo y el jefe dd Estado encuentra, el 13 de diciembre de 1940, una solucin provisional. Es cierto que basta una indicacin alemana para que el almirante Darlan se haga cargo del poder. Pero parece ser que el almirante, a pesar de que, despus del incidente de Mers-el-Kebir, blasonaba de sentimientos antibritnicos y aun aceptando una colaboracin limitada, no se haba adherido al plan de Lava!, es decir, a la colaboracin militar africana. Cmo, entonces, se aviene Darlan, en la pnmdvera siguiente, a aceptar los protocolos de Pars? Se dice que, en el marco de las compesaciones prometidas, haba esperado obtener autorizacin para rearmar el Inweno, y de esta forma poder eludir ms tarde el cumplimiento de las obligaciones contradas. Esta esperanza pudiera haberse basado en el convencimiento de que Alemania iba a entrar en guerra contra la U. R. S. S., descuidando, por tanto, la zona mediterrnea. Pero esta explicacin no es muy verosmil, puesto que-segn parecelas primeras informaciones relativas a la inminente ruptura germanorusa no fueron recibidas en Vichy hasta primeros de junio. En realidad, los nicos argumentos que da el almirante, el 14 de mayo de 1941, en la carta en que expone a los gobernadores generales de las colonias por qu quiere reanudar la colaboracin con Alemania, son los mismos que Pierre Laval diera seis meses antes: realizar una poltica de pndulo entre ambos beligerantes es exponerse a sufrir unas condiciones de paz desastrosas; aceptar la colaboracin es tener la esperanza de salvar a la nacin francesa. Pero Darlan no piensa en miciar hostilidades contra Gran Bretaa-y en este punto esencial, su postura difiere de la de su predecesor-: en la colaboracin con Alemania, espera poder limitarse a un acuerdo econmico y a un compromiso con respecto a las bases navales y areas. Sin embargo, si el Go15\erno alemn exigiera la participacin directa de Francia en la guerra, no cree pudiera negarse, puesto que Alemania puede asfixiar a Francia administrativa y econmicamente, cortando las relaciones entre Ja zona ocupada y la libre; pero tratara de dar una contestacin ambigua y de eludjr la cuestin, aunque fuera provisionalmente. Todas estas ideas no significan nada ms que una maniobra destinada a ganar tiempo y no revelan, indudablemente, la menor clarividencia poltica. En cuanto a la redstencia ofrecida por el Consejo de I\1inistros francs a la aplicacin de los protocolos, no se afirma sino progresivamente. El general Weygand, cuando exhorta al Consejo a no conceder a Alemania en Africa del Norte unas facilidades que seran actos de provocacin, sugiere ganar tiempo, subordinando la eecucin del acuerdo a la previa negociacin de la pportuna compensacin. Ahora bien: entre el 6 de junio, fecha de la redaccin del proyecto de nota, y el 14 de julio, fecha de la entrega de la nota por el vicepresidente del Consejo al Gobierno alemn, esta peticin francesa de
compensacion se ampla, puesto que en el texto del 14 de ii:lio se hace alusin a la cuestin de Alsacia-Lorena, que no se menc10n.aba en d proyecto primitivo. En este interv~lo ha em~zado el con!llcto germano-ruso: es evidente que ha servido de estimulo al Gobierno francs. En resumidas cuentas, esta poltica del Gobierno de Vichy ha descuidado peligrosamente los valores morales, ofendiendo ~ravemente los senumientos patriticos franceses; pero, en lo . esencial, no ha cedido a la presin alemana durante el perodo decisivo en que Gran Bretaa permaneca sola frente a Alemania: nunca ha sido proalemana, sino resueltamente neutralista. El jefe de Estado ha llevado al poder, para complacer a Alemania, a hombres cuyos sentimientos antibritnicos haban de tranquilizar al vencedor; sin embar? no ha_ aceptado aquellas iniciativas que hubieran :nducido a Francia a reahzar a~~os de hostilidad contra Gran Bretana. De todas formas, esta pohtica implicaba gestos y a~ttudes inadmisibles .~ara la opinin pblica, Y peliorosos para la unidad moral de la naciop. Parece ser que el ma;isc~l Pta(n aceptaba esta situacin sin gran trabajo, porque se haba convencido fcilmente de que su presencia era indispensable; porqu.e tena la pasin del mando; pensaba llevar ~ cabo una ~ran obra diplomtica (cuntas veces, e~ sus conversaciones, ha sen~lad o su esperanza de poder ser el medwdor de una paz de compromiso.) y porque algunos rasgos de su tempcrament:r-la dureza de corazn y_ la aficin al secreto--le impulsaban a realizar de buen grado las mamobras del JUO con dos barajas. Pero esta actitud no haba sido posible sino en la ;1is1n<1 medida en que Hitler haba temido la secesin de Africa del Norte. Por consiguiente, lo que hizo posible la labor dilatoria del mariscal fue la existencia del movimiento de la Francia libre.
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La batalla del Atlntico se inici en el otoo de 1940. Llega a su apogeo en Ja primavera de 1941, cuando el Almrantazgo alemn P1:ede mantener constantemente en el mar medio centenar de submarmos y adopta una nueva tctica: los ataques nocturnos en superfic}e ;_ en tres meses, desde principios de marzo a finales de mayo, las perdidas de la marina mercante britnica, comprendidos los barcos neutrales que navegan por cuenta de Gran Bretaa, ~Ica.nzan 1.691.000 Tm. (41_2 buques). En el transcurso de los meses siguientes, au?q'.1e el rendimiento del arma submarina disminuye algo, el mantemm1ento de los enlaces martimos con los Estados Unidos sigue siendo una preocupacin de primer orden para el Gobierno ingls. Lo~ Estados .Unid?s abandonan la neutralidad, poco a poco, para consohdar la resistencia inglesa en esta guerra econmica y martima. El 3 de septiembre de 1940. el Gobierno americano anuncia al
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Congreso que la vspera ha firmado con el Gobierno ingls un acuerdo, segn ei cual va a ceder a Gran Bretaa cincuenta destructores de modelo anticuado, recibiendo como compensacin el derecho a establecer-bajo la modalidad de arriendo-bases areas o navales en Terranova, en ias Bermudas, en las Bahamas, en las Antillas Inglesas y en la Guayana Britnica. En octubre de 1940 promete suministrar a la aviacin inglesa, en los prximos meses, 12.000 aparatos. El 11 de marzo de 1941. la votacin por el Congreso de la Ley de prstamo y arriendo autoriza al Gobierno para encargar la fabricacin de material de guerra, de aviones, de barcos, de maquinaria, de materias primas, artculos alimenticios y productos industriales de toda clase, o para adquirirlos con cargo al presupuesto federal. Estos "artculos de defensa"-es el trmino adoptado-sern puestos disposicin de aquellos estados extranjeros cuya proteccin "represente un inters vital para la seguridad de los Estados Unidos", o lo que es lo mismo, de la Gran Bretaa. Los suministros podrn ser hechos, no solamente en la modalidad de venta, sino tambin en calidad de arriendo, de prstamo o "por cualquier otro procedimiento"; el presidente tiene atribuciones para fijar las modalidades de reembolso, que podr ser efectuado "en especie", pero no est obligado a prever este reembolso; solo debe consultar a los Estados Mayores del Ejrcito y de la Armada antes de decidir las entregas. Por consiguiente, esta Ley exime al Gobierno britnico de la obligacin de pagar al contado las mercancas que compra a los Estados Unidos e, incluso, puede permitirle recibirlas gratuitamente; pero no le concede el apoyo de la marina mercante americana, a la que le contina prohibiaa la navegacin en las zonas de combate. En el curso de los meses siguientes. el Gobierno norteamericano interviene para asegurar el mantenimiento de las relaciones martimas en el Ocano Atlntico, a pesar de los progresos de la guerra submarina alemana: el 18 de abril de 1941, decide extender a toda la mitad occidental del Atlntico, desde Groenlandia hasta las A.zares, la zona de seguridad por la que circulan las patrullas navales americanas cuya misin es sealar a la Marina de guerra inglesa la presencia de los submarinos alemanes; el 24 de mayo, el presidente Franklin Roosevelt anuncia que estas patrullas contribuirn a proteger los convoyes de buques mercantes con destino a puertos ingleses: tres semanas despus, decide admitir los buques mercantes ingleses en los convoyes americanos; finalmente, el 9 ele abril, garantiza, mediante un acuerdo con Dinamarca, el mantenimiento del statu qua de Groenlandia. Al tiempo que, de esta forma, participa indirectamente en la batalla del Atlntico, el Gobierno de los Estados Unidos se preocupa de salvaguardar las posiciones que podrn asegurar la eficacia de una intervencin armada. En diciembre de 1940, el presidente enva al Africa del Norte
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francesa ~ un ~g~nte diplomtico, Robert Murphy, cuya misin es evitar, la rn~romisin .de Alemania en una regin que, en el futuro, tendra una importancia estratgica crucial. Murphy queda convencido de ,que e_l ~!to Comisario del Gobierno de Vichy, el general Weygand, esta decidido a _c:i~nerse a semejante intromisin; por consiguiente, prome_te, a cond1cion. ?e que el Gobierno francs se oponga a toda tentativa de pene.trac10n alemana o italiana, ayuda econmica, indispe!1sable para facilitar a la poblacin aquellos elementos de que est pnvada desde que las. comunicaciones con la metrpoli han dejado de ser regula~~s: .gasoh!1 carbn, productos farmacuticos y algodn. La . pr~ocupac10n mm,ed1ata es hacer frente a la amenaza de las pertu;Dac10nes q~e podnan provocar la penuria y la miseria, consolidando as1 la presencia francesa. El acuerdo Murphy-Weygand, del 26 de febrero de 1941, prev que agentes americanos de control econmico podrn vigilar, sobre el terreno, que estas mercancas americanas no sean reexpedidas hac!a. el territorio francs metropolitano; en realidad, esto~ .~e~tes son oficiales del Servicio Secreto, encargados de vigilar las m1c1at1vas alemanas. E.n enero de 1941, el presidente de los Estados Unidos da su conformidad a que los Estados Mayores americanos examinen en una conferencia secreta con los Estados Mayores britnicos a es~ala munc.liai, .l~s principales _problemas estratgicos. En la prim~vera, hace que se mi.cien conver~ac10nes de Es~ado Mayor con Brasil y Uruguay para estudiar los medios de prevemr una tentativa talo-alemana Je desembarco en Amrica del Sur; pide al Gobierno portugus que organice la d~fensa de las Azores contra un eventual ataque alemn; y promete facilitar los elementos de material de guerra necesarios. _. . Por ltimo,_ .f.ral.t.!lamcnte a ~stas medidas, el Congreso toma deC1s10nes-por m1ciat1va del presidente-que preparan la intervencin eif la_ ,gu~rra: el 16 d~ ma~o, vota los crditos necesarios para equipar al. _E~rc1to y construir av10nes {l). El primero de julio de 1941, el E1e:c1to cuenta con 1.400.000 hombres, encuadrados en 29 divisiones ~e mfan:era y cuatro divisione.s ~~orazadas: es ocho veces mayor que ~n sepllt:mbre de 1939; la av1acion puede poner en accin cerca de 6.000 aparatos, que forman 54 grupos de combate. No cabe duda de que todas estas medidas son consecuencia dir_ecta de una poltica perfectamente determinada. El presidente Franklm ~oos~velt ha comp~endido,. despus de la derrota de Francia, que, en mteres ~e su propia segunda~. N~rteamrica no debe dejar que Gran Bretana_ s.ucui;riba. Las mod1ficac10nes legislativas han sido votadas por s~ 1~1c1ativa y con s~ .recomendacin; ha utilizado sus poderes constttuc10nales para dec1d1r, por s mismo, las medidas destiPosterwrmcnte ><: indicarn las medidas que fueron adoptadas en el verano de 1941. despus di: la ruptura germano-rusa.
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nadas a asegurar los transportes martimos en el Atlntico. Se da cuenta de que los intereses nacionales rto podrn ser protegidos sn recurrir a las armas ( l ). Pero por qu es tan lenta la evolucin? Es que Franklin Roosevelt vacila todava en car el paso decisivo, despus de haber hecho, durante un ao, escamoteos cada vez mas sensibles a los deberes jurdicos de la neutralidad? La explicacin de estas reticencias se encuentra en el estado dela opinin pblica. Franklin Roosevelt-como Woodrow Wilson en 1916-17-se ve obligado a adaptar su poltica a las tendencias de la psicologa colectiva. Obligacin an ms estrecha, puesto que el presidente pretende un tercer perodo de mandato en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre de 1940; obligacin menos apremiante, pero todava sensible, despus de esta reeleccin. El presidente no quiere llevar al pas a la guerra-observa su colaborador Harry Hopkins-; quiere esperar "que le obliguen a hacerlo". Esta opinin pblica, en el otoo de 1940, se ve influida por tres tendencias: aislacionistas, abstencionistas y partidarios de la intervencin. Los primeros proclaman que los Estados Unidos deben permanecer al margen del conflicto, aunque el mundo entero est en llamas. Por qu han de meterse los americanos a salvar a Inglaterra o a China? Los segundos no niegan que la guerra europea, e incluso la guerra en Extremo Onente, puedan lesionar los intereses de Norteamrica; sin llegar a pensar que su segundad pudiera verse amenazada, admiten que una victoria alemana tendra, como consecuencias probables, que la vida econmica de Europa se organizara sobre la base de un sistema autrquico, que afectara gravemente a las exportaciones americanas; pero no creen que este riesgo sea seguro y. mucho menos, inminente. Los Estados Undos-dicen-:---deben, por tanto, permanecer neutrales "la mayor cantidad de tiempo que les sea posible", y limitarse a facilitar a los adversarios de Alemania avuda econmica, dentro de los lmites previstos por la legislacin ame;icana de 1936-1937, revisada en octubre de 1939, es decir, segn la frmula cash allll cany. Esta es b tesis del America First !Vfovement que encuentra eco en los ambientes ms diversos: por una parte, en los sindicatos de tendencia extremista, y por la otra, en las organizaciones catlicas. Finalmente, los partidarios de Ja intervencin armada se agrupan en torno al Comit de Azuda a los Aliados. Sus mviles son muy variados. Unos estn conv~ncidos de que Ja victoria alemana en Europa amenazara, probablemente, no solo la prosperidad econr,;;ca, sino tambin la seguridad del continente americano, puesto que 112,die puede
( ) Acerca de ttHfaS estas cucstoncs. la ll1CJOr guia es la obra principal de W. Langer y Glcason.
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prever hasta dnde llegan las ambiciones del imperialismo hitleriano; otros, movidos _principalmente por consideraciones de tipo moral, rechazan el "totalitarismo hitleriano. que amenaza destruir los valores bsicos sobre los que descansa la civilizacin occidental". De las tres tendencias, la que predomina en el otoo de 1940 es la del abstencionismo. Una encuesta realizada por la revista P11blic Opinion Quarterly indica que una considerable mayora (el 75 por 100 aproximadamente) se muestra partidaria de la ayuda econmica a Gran Bretaa: pero que una mayora an ms fuerte (83 por 100) rechaza toda perspectiva de una intervencin armada. El presidente, aun a pesar de sus ms ntimas convicciones, no trata inmediatamente de modificar esta tendencia: no solo guarda, en el transcurso de su campaa electoral de 1940. una prudencia absolutamente necesaria, sino que llegar a afirmar: "vuestros hijos no sern enviados a luchar en una guerra extranjera", como lo hiciera Wilson en octubre de 1916, seis meses antes de la entrada de los Estados Unidos en la primera guerra mundial (1). Hasta despus de su reeleccin. no se esfuerza Roosevelt en modificar la orientacin de la opinin pblica, mediante discursos radiados y mensajes al Congreso. Los dirigentes de Alemania-dice el 29 de diciembre de 1940-quieren "reducir a Europa a la esclavitud", para despus dominar "al resto del mundo". Los intereses vitales de Norteamrica se veran amenazados si el control del Atlntico estuviera en manos alemanas o japonesas; tal sera la situacin si Gran Bretaa sucumbiera: "Desde el ounto de vista militar, Inglaterra y el Imperio Britnico son hoy el yunque de la resistencia a la conquista del mundo". No conseguiran los alemanes efectuar con xito un desembarco en Amrica del Sur, de no haber esta resistencia? Por consiguiente, es indispensable ayudar a Gran Bretaa. Mediante el envo de un cuerpo expedicion:::rio? No; prestndole ayuda econmica. Los Estados Unidos deben ser "el gran arsenal de la democracia". El 6 de enero de 1941 lo que subraya-desde otro punto de vistaes la salvaguarda de los valores morales: la libert2d de opinin y !a libertad de conciencia se ven amenazadas por el "m:evo orden", preconizado por Hitler. Aprovecha la ocasin para insinuar que el Gobierno ingls no podr seguir durante mucho tiempo pagando al contado los suministros americanos. Habr que abrirle crdito para facilitarle los medios de efectuar este pago? Mejor sera-dice el presidente-no exigir el pago, e incluir los pedidos ingleses "en nuestro propio programa de armamento". De esta forma abre el camino que conducir, dos meses despus. a la votacin de la Ley del Prstamo y arnendo. El 27 de mayo de 1941, lo que invoca son los intereses econmicos
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Y, financieros de ,Norteamrica. Si los "agresores consiguen la hegemoma en ambos oceanos, los productores de la Unin sufrirn "un desastre, .~rque pe:dern para s~s exportaciones los mercados europeos, que ~staran. some~1dos a un rgimen de autarqua econmica; y porque la mdustna europea, cuyos salarios son relativamente bajos, podr, incluso, competir con la americana: adems, los Estados Unidos se vern forzados a soportar una poltica .de armamentos ruinosa. Hay que atribuir la evolucin de la opinin pblica a esta accin persona~ del presidente? Es indudable que ha habido otras causas, no menos importantes. Los productores agrcolas han sido los primeros en reconocer (la Prensa de los Estados centrales demuestra este estado de nimo) que Gran Bretaa no podr continuar sus compras si no se le conce?en. crditos; han pedido al Gobierno que cebe la bomba: y, por cons1gu1ente, esos intereses econmicos han favorecido la votacin de la ley de Prstamo y arriendo. Los progresos de la guerra submarillfl. alemana en la primavera de 1941 y la incursin del acorazado Bsmarck en el .t\tlntico septentrional, han influido mucho en la opinin pblica. En abnl. y mayo. de 1941 m~yor parte del cuerpo electoral empieza a advertir el peligro aleman. Sm embargo, todava no se siente inclinada a admitir la necesidad de una intervencin armada. Los observadores ingleses comprueban que la opinin pblica sigue descartando esta eventualidad. Y esta actitud frena las iniciativas del Gobierno. El presidente no accede a las peticiones britnicas sino en la medida e~ que c:ee poder hacerlo sin provocar protestas en el seno del pueb10 amencano: protestas que obstaculizaran acciones futuras. Ni siquiera aplica su poltica, sino despus de muchas vacilaciones, incluso retrocediendo algunas veces, como, por ejemplo, el 25 de mayo de 1941, cuando, en una conferencia de Prensa, interpreta en sentido restrictivo las declaraciones hechas en un discurso pronunciado la vspera: o pocos das despus, cuando deja pasar, sin la menor protesta, la noticia del torpedeamiento de un barco mercante americano por un submarino alemn. En resumen: esta poltica se caracteriza por una lnea de conducta muy bien estudiada y llevada a cabo con gran prudencia. Indudablemente, Roosevelt sabe muy bien, en el verano de 1941, que los Estados Unidos se vern pronto obligados a empuar las armas, para evitar la derrota inglesa: pero considera que, si tratara de influir con ms energa en el cuerpo electoral, se expondra a una reaccin que comprometera el futuro.
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No se resentir la resistencia de Gran Bretaa cuando la guerra en el Atlntico alcanza xitos considerables, y cuando las v1ctonas alemanas e italianas en los Balcanes y en la Cirenaica ofre ten a la batalla del Mediterrneo unas perspectivas favorables? La .firs~bm~rina
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LA
RESISTENCIA
DE
GRAN BRETAA.-lllllLIOGRAFlA
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meza del Gobieno bndnco permanece intacta, por ei momento; pero el primer mnisti o no oculta su ansiedad. "No s lo que suceder en J942, si Inglatern sigue combatiendo sola'', le escribe a John Hopkins.
BlBLlOGRAFlA Sobre la poltica europea de Ale mania.-CLAUDE MORET (seudnmo): L'Allemagne el Ja rorganisalon de /'Euro pe, 1940-1943, Neufcbitel, 1944. V. ToYNllEE: Suney o/ m1er11a11onaJ a/ A:iirs. 1939-1946. 11 ir i::rs Eurppa, Londres. 1954. Sobre las relaciones franco-ingle sas. - R. t-.1Ac CALLUM : Les A 1111es. de spara11011, Londres, 1944.-L WoooWARD: Sorne Re/Jeclions 011 Bri1ish Policy. 1936-1945, en Jn1ernario11aJ .Affairs. julio de 1955, pgs. 273-90. Sobre los problemas mediterrneos. CAIROUX (general): Dans Ja barail/e de la Mditerranne. Pars, 1949.-E. GRAZZI: Jl pri11cpio della fine. Roma, 1945 (Recuerdos del embajador de Italia en Atenas;).-L MONDINI (cbronel): Prologo del confli110 itaJo-g;eco, Roma, 1945.-W. REJTZELL; The Mediterra11ea11. lts role in America's 10re'gn policy. 1942-1948, Nueva York. 1948. gobre la poltica del Gobierno de Vichy. -OTTo ABETZ: Das offene Problem. Ein Riickblick auf zwe Jahrzehnte deutscher Frankreichspolilik. Colonia, 1951.-ROBERT ARON: Hisloire de Vichy. 1940-1944, Pars, 1954.D'ARGENSON (Marqus}: P1ai11 el le p1i111sme, Pars, 1953.-L. CERNA Y: Le /1.forchal P1am. I' A /sace el la Larra/ne. Fals el doc11111u11s, 1940-1944, Pars, 1955.-J. C.~RCOPINO: Sou1enrs de sepl 11111-, 1937-1944. Pam, 1953.P. fARMEH. Vichy po/i11.-n/ dilemna, Nueva York, 1955.-A. KAMMERER: l.a pa.H1011 de Ja f/011e fraw;aise. de Mers el Kebir a Tou/011. Ed. definitiva, Pans, 1951.-L. RouGIER: Miss.ion secri:re el Londres. Les Accords Pta111Clwrchill. Ginebra, 2. e<l.. 1946.-G. ScHM!Tf (general): Les Accords secrels jranco-brilamliCJues de ddce111bre 1940. Hisloire 011 mys1ificalo11?, Pars, 1957. M. VERNOUX (general): Wiesbaden. 1940-1944. Pars, 1954.-fEHNET (almirante): Aux c1s du marcha/ P1wn. Sowenirs, 1940-1944, Paris, 1953.Louis D. GIRARD: Mo11w1re. Verd1111 diplonwliCJue. Le secrel du marchal P r a 1 n, Pars, 1948.-A. DARLAN: L'Amua/ Darlan par/e, Pars, 1953.Du MOULIN DE LABARTHETE '. Le temps des i/lusions (juillet 19-10-nmembre 1942). Ginebra, 1946.-A. HYT1ER; Two vears of French fore1gn policy. 1940-IY42, Ginebra, 1958. Sobre la poltica de Espaa.-Adams de los testimonios citados en l::i pg. 1102. vase: C. J. H.\YES: War Time Mission 10 Span, 1942-1945, Nueva York, 1945.-The Uniled Slales and Spain: a11 interprelalion, Nueva York, 1951.-J. M. Douss1NAGUE. Espaii11 1e11ia razn, 1939-1945, Madrid, !949. R. SERRANO SUER: Enrre lcr Pyrnes el Gibra/1ar. No1es, Ginebra, 1945.HERBERT FEIS: The Spa111sh S/Ory, Franco a11d 1he Natwns al war, Nueva York, 1948.-R. HoDGSON (Sir): Spain resurgen/, LonJres, 1953. Sobre la neutralidad de los Estados Unidos en 1940-1941.-W. S. COLE: America Firs1. The Ball/e agair1s1 rn1erve111w11, 1940-1941, Madison, 1953. D. F. DRUMMOND: The Pass111g o/ American Neu1raJi1y. Ann Arbor, 1955. W. JONSON: Th Ba1//e agwnst isolu11011, Chcago, 1944.-B. RAllCH: Roosevelt from Mu111ch lo Pearl fJ arbor. A StudY.. in rhe crea11011 of 11 foreign policy. Nueva York, 1950.-F. R. SAMBORN: Desig11 jor War. A Sludy oj secret power poli11cs (1937-JY4 l), 'Nueva York. 1951.-R. N. SllWMIJERG; American B11s111ess and 1he approach o/ war, 1935-1941. en J. of Eco11om1c
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History, invierno 1953.--Eo. R. STETT!NIUS: Land/ease, Weapon /O Viciory, Nueva York, 1944, traduccin francesa; Le prl-bail. arme de la victoire. Ongi11e el del'e/oppemem de la Jo de prt-/oca1io11. Nueva York, 1944.-H.
L. TREFOUSE: Germany and 1he A merica11 Neulrality, 1939-1941, Nueva York, 1951. Pero el estudio ms importante es el de W. LANGER y E. GLEASON: The undeclared War, 194019./1. Nueva York, 1953.
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CAPITULO XI
En junio oe 1941, los designios de hegemona anunciados por Mein Kampf estn en camino de realizarse: Alemania. con la ayuda de Italia, domina todo el continente europeo, excepto la U. R. S. S. y la Pennsula Ibrica; anuncia un nuevo 01den y prev la formacin de una unin europea, dirigida por ella. La ejecucin de estos planes se ve obstaculizada, sin embargo. por la poltica econmica alemana y por las reacciones nacionales en los pases ocup:idos. Cmo conseguir entregas de productos alimenticios, y cmo reclutar mano de obra para la industria, sin recurrir a la fuerza? Cmo evitar que el rgimen de ocupacin choque, a cada instante, con los, s~ntimiento~ nacional~s? Si concediera a las regiones ocupadas un reg1men relativamente liberal, Alemania vera cmo era aprovechado, por la mayor parte de las poblaciones. para levantarse contra ella. Ribbentrop no se hace muchas ilusiones a este respecto. Es evidente el antagonismo entre los rigores de Ja poltica de guerra y las concesiones que i01 plicara la preparacin de la unin europea. Para el nuevo orden, parece ser una amenaza a largo plazo. Pero. en un futuro inmediato, no hay fuerza que parezca capaz de quebrantar la victoria de Alemania. Y, sin embargo, todas las perspectivas se transforman en seis meses, cuando entran en guerra la U. R. S. S., el Japn y los Estados Unidos.
I.
La entrada de Ja U. R. S. S. en la guerra mundial. el 22 de junio de 1941, ha respondido a Ja iniciativa alemana. La decisin del Gobierno hitleriano se fue fraguando, poco a poco, en el transcurso de los meses precedentes; y se conocen, a grandes rasgos, las etai:?s de esa determinacin. A finales de julio de 1940, en una conversac1011 con sus generales Hitler indic que podra verse obligado a "ajustar las cuentas a Ja' U. R. S. S.". Entre finales de agosto y prin.cipios de septiembre de 1940 recomend, con gran secreto, a los generales Jodl y Ketel que "pensaran en una guerra contra Rusia". El ,18 .~e _diciembre d.~ 1940, firma Ja instruccin nmero 21, para uso de1 Eerc1to (el plan Barbarroja"), que concreta claramente el propsito, pero que todava no constituye una decisin firme: el ,E!rcito ale~~ "ha de prepararse i;ara abatir a Rusia, mediante una rap1da campana, mcluso ant~s de termmar Ja guerra con Inglaterra"; proceder de. que termme su? preparativos para el 15 de mayo de 1941, y rec1b1ra la orden de ofensiva ocho
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semanas antes de la fecha fijada para su ejecucin. En febrero de 1941, el Fhrer le dice a Goering que ha tomado una decisin. Finalmente, el 20 de abril de 1941, fija la iniciacin de las operaciones para el 22 de junio. Hitler se lanza a esa aventura, a pesar d,e las objeciones de algunos de sus colaboradores ms directos. Keitel haba advertido al Fhrer de la dificultad de obtener ~n Rusia resultados militares decisivos. Goering no dudaba del xito de la ofensiva; pero consideraba que la ocupacin del territorio ruso sera para Alemania una carga muy pesada; y que, durante esta campaa, en la que habran de intervenir la mayor parte de las fuerzas terrestres y areas alemanas, sera imposible no solo solucionar la cuestin mediterrnea mediante una ofensiva contra el canal de Suez v el estrecho de Gibraltar, sino incluso seguir bombardeando las fbricas de guerra i.nglesas: este desahogo permitira a Gran Bretaa desarrollar sus fbricas de aviones; por COll!siguiente, el mariscal del Aire peda el aplazamiento de la guerra contra la U. R. S. S. hasta que Inglaterra estuviera vendda. Este era tambin el criterio del almirante Von Raeder, jefe del Estado Mayor de la Armada: en lugar de orientar la industria de guerra alemana hacia la fabricacin de material destinado a la campaa de Rusia, era preferible desarrollar la construccin de submarinos para la batalla del Atlntico :- actuar a fando en el Mediterrneo. Finalmente, el secretario de Estado, Weizsiicker, comparta la opinin de Keitel: ni siquiera la conquista de Mosc obligara al Gobierno sovitico a firmar la paz. Cules son los motivos que han impulsado a Hitler a hacer caso omiso de estas objeciones? El primero es el antagonismo que se ha manifestado cada vez con mayor claridad, desde junio de 1940, entre Alemania y la U. R. S. S. en el reparto de sus respectivas zonas de influencia. Los progresos de este antagonismo son fciles de seguir, merced a los documentos alemanes. El Gobierno sovitico, cuando el vertiginoso derrumbamiento del frente occidental dio al traste con sus previsiones, parece ser que temi que la guerra europea terminara en breve, bien con una victoria alemana, o incluso mediante un reparto del mundo entre Gran Bretaa y Alemania, inmediatamente despus de la firma del armisticio francs; por consiguiente, pens que era el momento oportuno para asegurarse un derecho de posesin: el 26 de junio obtiene del Gobierno ru-mano, tras de un ultimtum, la devolucin de Besarabia y la cesin de l Bucovina septentrional; el ~l de julio ocupa Estonia y Letonia, y el 3 de agosto decide la anexin de Lituania, regiones todas comprendidas en su zona de influencia (1); hace presente su protesta cuando Alemania, el 30 de agosto de 1940, decide-de acuerdo con Italia, pero sin consultar a la U. R. S. S.-arrebatar a Rumania la Transilvania sep( l) A excepcin, sin embarg0, de la Bucovna septentrional.
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tentrional y el cuadriltero de Dobrudja, para cedrselos a Hungra y a Bulgaria. Todas esas iniciativas y esas protestas incitaron a la diplomacia alemana a una respuesta enrgica: el 27 de septiembre tiene lugar la conclusin del pacto tripartito entre Alemania, .Italia y el Japn, uno de cuyos fines es amenazar a la U. R. S. S. por la retaguardia. Sin embargo, aun admitiendo la posibilidad de un futuro conflicto con la U. R. S. S., Hitler no quera.. precipitar las cosas: haba recomendado al Gobierno italiano que no tomara ninguna iniciativa en Yugoslavia, para no provocar las protestas soviticas. En suma: una desconfianza mutua que el Gobierno alemn pretendi remediar proponiendo una delimitacin ms conpleta de los respectivos intereses, es decir, una revisin del pacto del 23 de agosto de 1939, aceptando, para prepararla, una visita de Molotov a Berln. Esa visita, que tiene lugar del .13 al 15 de noviembre de 1940, solo sirve para acentuar el desacuerdo. Ribbentrop trata de orientar a Rusia hacia Persia y el Ocano Indico, con el fin de apartarla de los problemas europeos y ponerla en contra de Gran Bretaa; le ofrece imponer a Turqua una revisin del acuerdo de Montreux (1), asegurando. de esta forma, a los buques de guerra rusos. el derecho de paso a travs de los Estrechos, a condicin de que la U. R. S. S. abandone los Balcanes a la influencia alemana. Molotov expresa claramente que la U. R. S. S. no se desinteresar de los Balcanes, donde espera obtener un pacto de ayuda mutua con Bulgaria, y una base naval en los Estrechos. Las negociaciones quedan en esta situacin; pero el fracaso de la te~tativa decide al Gobierno alemn-que quiere afirmar su posicin en los Balcanes, cuando Grecia se convierte en teatro de opercciones contra Inglaterra-a poner al Gobierno sovitico frente a hechos consumados: la entrada de las tropas alemanas en Rumania el 7 de enero y luego en Bulgaria el 27 de febrero de 1941. ilf'inalmente, en marzo de 1941, la poltica hitleriana se dispone a apoderarse de Yugoslavia. Esta vez, en lugar de limitarse a ls protestas, el Gobierno sovitico trata de anticiparse a Jos aconteCimientos, tal vez porque acaba de ser informado, por medio de los servicios de informacin americanos, de la existencia del plan "Barbarroja"; y desea ganar tiempo, incitando al ejrcito alemn a dirigir sus golpes haci el sector balcnico: el 27 de marzo, un golpe de estado de carcter militar lleva al poder, en Belgrado, a un Gobierno que decide hacer frente a Alemania y que, casi acto seguido, firma un tratado de amistad con la U. R. S. S.; pero las tropas alemanas entran en Yugoslavia, que, .11 cabo de diez das, queda invadida por completo. Ante esta respuesta tulminante, Molotov se limita a decir ci.ue lamenta "la extensin de la guerra". Es este antagonismo la causa directa de la ruptura? El Gobierno sovitico, a pesar de haber manifestado su descontento y negndose a
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acceder a una negociacin, ha acabado-de hecho-por ceder los Balcanes a Ja influencia alemana. Esto demuestra que, en esos momentos, se siente incapaz de resistir con las armas. Es indudable, asimismo, que Hitler cuenta con la hostilidad rusa, sobre todo despus del golpe de estado militar de Belgrado. De este convencimiento a pensar en una guerra preventiva no hay ms que un paso. Segn Ribbentrop. el Fhrer desea liquidar a la U. R. S. S., para no tener que hacer la guerra en dos frentes, si los Estados Unidos entran en el conflicto. La cronologa confirma esta interpretacin: el Fhrer fija la fecha de la guerra cuando la cuestin de Yugoslavia acaba de ser liquidada. Sin embargo, la decisin alemana est inspirada tambin po_r otros. motivos. Hitler no cree poder conseguir, sobre la Gran .Bretana, un.a victoria decisiva en el Mediterrneo, puesto que no ha podido consegmr Ja colaboracin de Espaa o de Turqua: y se pregunta si el Africa del Norte francesa no desertar sbitamente. El 23 de junio escribe a Mussolini que, para abatir la resistencia inglesa: ;;e. ver oblig~do a lanza~ todas sus fuerzas areas contra las Islas Bntamcas. Podna hacerlo s1 Alemania tuviera que temer, al mismo tiempo, un at.aque po: ?.rte de Rusia? Por otro lado, el Fhrer estima que el Gobierno bntamco no prosigue la guerra sino con la esperan~a de una .in!:rvencin i:is.a o americana; ahora bien. "no tenemos mnguna posibil!dad de ehmmar a Amrica". pero "podemos eliminar a Rusia". As, ~ues, es necesario liquidar la cuestin rusa para quitar . la Gran Br.etana sus esperanzas de encontrar un punto de apoyo cont111cntal. Y, f111~lmente, l~ derrota de la U. R. S. S. dar al Japn la posibilidad de ampllar su accin en el Pacfico v por tanto de amenazar a los Estados Unidos, de forma que les disu;da de lanz;rse a Ja guerra en Europa. Por consiguiente, el conflicto germano-ruso puede ofrecer perspectivas favorables en el conjunto de las condiciones estratgicas. . ., Pero tambin ha de contar la cuestin econmica. Con excepc1on del secretario de Estado. Weizsacker, que terne que si Alemania entra en guerra con la U. R. S. S. perder los beneficios econmicos del pacto de 23 de agosto de 1939 y del acuerdo del 11 de febrero de 1~40 (1), los dems colaboradores del Fhrer consideran que la oc~p~cin de inmensos territorios rusos facilitar sobremanera el abastecim1e~to de productos alimenticios y, sobre todo, de materias primas. El t;igo de Ukrania es necesario, pero el petrleo y el m~nganeso .l?. son 11:n ms. Alemania no puede vencer sin las matenas pnmas sov1et1cas, af1rma el ministro de Armamento. Los planes preparados seis sen_ianas ant:s de la ruptura de las hostilidades, y conduce.nte~ a organizar lo mas rpidamente posible las requisas en los te:ntonos rusos q~~ ?ronto sern ocupados por Alemania, muestran, bien a las claras, ,._,_. importancia de esas consideraconcs.
11) Veasc: pargrafo ll del cap. VIII de: cq.: libro
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Al pensamiento de una guerra preventiva vienen, pues, a aadirse ias perspectivas de unos beneficios inmediatos, que aliviarn Ja situacin de Alemania; pero los motivos estrat~icos son ~s ac.uciantes que los econmicos. De todos modos, esta mterpretac1on dea en la sombra todava una cuestin esencial: crea Hitler, realmente, que Alemania se vera expuesta. en el futuro. a un ataq~,e ruso 7 LO daba este pretexto para disimular s;.is s~eos _de expans1on lzaaa el Este, que le obsesionaban desde hacia vemte anos? (l ). Los planes de guerra alemanes prevean ~na victoria rpida y total. El Ejrcito tendra que sostener combates. v1?lentos durante unas cuatro semanas triunfara merced a la supenondad del mando Y del armamento; despus, la resistencia rusa sera m~cho ms dbil. La ofensiva podra contar con la simpata de las poblaciones no. rusas, en Ukrania y en Jos pases blticos: a partir de 19~0 ..las autondades alema~?s de ocupacin hab~ favorecido,. en los terntono~, polacos, la formaciopn de una unin naczonal ukramana. Puede tamb1en que s; esperara -;-1 derrumbamiento del rgimen sovitico, como consecuencia de las pnmeras derrotas (as Jo haba manifestado Hitler a sus colaboradores el 3 de febrero de 1941), Lo cierto es que, durante el verano de .1941, los ejrcitos alemanes consiguen xit.os bri~l~ntsimos. El Gobie;no sovitico no ha terminado sus preparativos militares, aunque fue avisado por el espionaje con un mes de anticipacin, acerca de la. fecha de Ja ofensiva, y de Ja amplitud aproximada de las concentr.aciones ~}e manas, tal vez por no haber dado crdito suficiente a esta mforma~1on. As, pues, Ja ofensiva se desarrolla rpidamente al Sur, e!1 Ukrama Y en la cuenca industrial del Donetz; y, al Norte, hasta Lenmgrado; por el centro, alcanza. en noviembre de 1941, las afueras de Mosc. Pero, el 4 de diciembre, una contraofensiva rusa libera Mosc .Y obliga a las tropas alemanas a replegarse cien kilmetros. Durant~ cinco n:eses de invierno, las operaciones militares permanecen parahzadas. H1~lcr no ha puesto a su adversario fuera de combate; y se va a ver obligado a sostener Ja guerra de dos frentes. Las causas de este fracaso, cuyo alcance es superfluo sub;~y?r, son fundamentalmente estratgicas: en primer Juga'r, Hitler ha dmgido las operaciones hacia las zonas industriales ~el Norte y del ~ur'. para d~s truir el potencial de guerra del adversano, cuando Moscu. eia el 0~1; tivo ms importante. Pero las causa; yolticas ~ econmicas tam.b1en tienen su importancia. La guerra pol1t1ca, precornzada desde el pnmer momento oor el ministro de regiones ocupadas. 0,rthur ~osenberg; no ha tenido xito. En Volinia y Lituania, Ja poblacion n? sigue el eemplo de Jos eclesisticos, que dispensan una buen., acogida. a las tropas alemanas. En Ukrania, donde, desde Ja ocupac1on de K1ev, el grupo nacionalista ukraniano, dirigido por Melnik, ha sido encargado de orga(!)
nizar la administracin y la propaganda, bajo el control alemn, la Polica ukraniana choca frecuentemente, a partir de noviembre de 1941, con la Polica alemana; y el alto comisario alemn se muestra decidido a entorpecer los. progresos del nacionalismo ukraniano. Los esfuerzos de Ja propaganda separatista se ven anulados por la magnitud de la requisa de productos alimenticios o de mano de obra, y por la brutalidad del rgimen de ocupacin: los servicios econmicos alemanes no se han percatado de que, al imponer a la poblacin tales rigores, coadyuvan a consolidar el rgimen bolchevique; y el mismo Hitler da instrucciones de que "se mantenga el orden por mtodos draconianos". Hay que mencionar, tambin, por lo que respecta a este fracaso del plan de guerra alemn, Ja ayuda en material facilitada a la U. R. S. S. por los Estados Unidos y Gran Bretaa? Esta ayuda ha sido sumamente reducida en el transcurso de ls primeros meses de la guerra germanorusa, debido a la falta de stocks disponibles, de medios de transport~ martimos y tambin de vas de acceso al territorio ruso. Hasta el 28 de agosto de 1941. no accede el Gobierno iraniano-bajo amenaza conjunta de tropas inglesas y rusas-al paso, a travs de su territorio, de los envos de material. Hasta el 30 de septiembre, no han prometido los Estados Unidos suministrar mensualmente 400 aviones y 500 tanques. As, pues, esta ayuda ha sido demasiado tarda para decidir fa suerte de Ja batalla de Mosc.
II. LA ENTRADA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN LA GUERRA
Los Estados Unidos entran en la guerra general en el mismo momento en que fracasa ante Mosc el plan de guerra alemn contra Rusia. Bien es verdad que el Gobierno de Washington no es ya autnticamente neutral, puesto que desempea un papel preponderante en la guerra econmica, e incluso participa indirectamente en la batalla del Atlntico (l ). Sin embargo, cuando el 5 de mayo de 1941, el primer ministro britnico solicit de Franklin Roosevelt la participacin directa en Ja guerra-indispensable, segn l, para consolidar la resistencia de Gran Bretaa-solo haba decidido una contestacin dilatoria. Pero en el transcurso del verano de 1941, el presidente de los Estados Unidos haba ido desarrollando, semana tras semana, su poltica de intervencin indirecta: el 7 de julio, decide ampliar la zona de seguridad de Norteamrica hasta Islandia, donde se establece, acto seguido, una base naval norteamericana; el 21 de julio, se presenta un proyecto de lev. encaminado a mantener en filas a los 900 000 hombres movilizados-por un ao-en octubre de 1940; el 29 de julio se llega a un acuerdo con el Gobierno portugus, para la defensa de las Azores (2): el 30 de julio se crea un servicio encargado pe controlar la fabricacin
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(2) Vase pargrafo JI del cap. I de esta parte (los Estados y su poltica).
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de material de guerra y, por tanto, de preparar la movilizacin econmica; el 11 de septiembre se da orden a los buques de guerra norteamerianos de que abran fuego sobre los submarinos alemanes, si as lo exige la profeccin de los convoyes; el 9 de octubre, se autoriza a los barcos mercantes para que lleven artillera (en 1917, esta decisin precedi solo algunos das a la entrada en la guerra). La firma, el 11 de agosto, de la Carta del Atlntico, en Ja que el presidente se una al primer ministro britnico para expresar su deseo de, "despus de la destruccin final de la tirana nazi", organizar un sistema de seguridad colectiva, de establecer un rgimen de colaboracin econmica entre todos los pases y de restaurar los derechos soberanos de los pueblos, haba confirmado sin lugar a dudas la postura de los Estados Unidos. Ya no se trataba, pues, de neutralidad econmica, ni de neutralidad naval o de neutralidad moral. Sin embargo, Franklin Roosevelt no pareca convencido todava de que fuera absolutamente necesaria la entrada en fuego de un eirctto norteamericano: a pesar de la opinin formal de sus consejeros militares, quera persuadirse de que sera suficiente la participacin de la Marina de guerra y de la Aviacin norteamericanas. De cualquier forma, segua pensando que era difcil decidirse a la intervencin a sangre fra, e imposible hacerlo sin haberse asegurado la plena adhesin de la opinin pblica. Y en agosto de 1941, a su regreso de una visita a Washington, lord Beaverbrook escriba a Winston Churchill que el pueblo norteamericano no estaba dispuesto a participar en la guerra, excepto en el caso de que el territorio de los Estados Unidos se viera atacado directamente. El Japn pone fin a estas perplejidades, cuando, el 8 de diciembre de 1941, y sin previa declaracin de guerra, inicia las hostilidades contra los Estados Unidos mediante el ataque areo dirigido contra Pcarl HarQour. La guerra del Pacfico lanza inmediatamente a Norteamrica en la guerra europea. La iniciativa de la declaracin de guerra parte, el 11 de diciembre, de Alemania e Italia; pero las potencias de! Eje no hacen sino adelantarse a los deseos de los Estados Unidos: no haba declarado Franklin Roosevelt al pueblo americano, la antevspera, que la "destruccin de la supremaca japonesa no servira de nada, si el resto del mundo estuviera dominado por Hitler y Mussolini"? Puede que la intervencin de Norteamrica en Europa hubiese tenido lugar, incluso, sin la guerra del Pacfico; pero, indudablemente, hubiera sido ms tarda y, por tanto, su influencia en el curso de las hostilidades en Europa no hubiese sido la misma. Esta iniciativa japonesa seala el desenlase de un conflicto diplo5 mtico, que vena durando desde mayo-junio de 1940. El Gobierno nipn-que ya dominaba toda la zona costera de China-, haba aprovechado la ocupacin alemana de los Pases Baios y la derrota de Francia, para extender sus ambiciones hacia los mares
del Sur: Indochina e Indias Neerlandesas. El Gobierno americano manifiesta, inmediatamente, su propsito de oponerse a esta dominacin japonesa en Extremo Oriente, y, durante qui~ce me.ses, r:c~rre a medidas de presin econmica. Cuando el Gobierno Japones impone al de Vichy. en septiembre de 1940, la i~stalacin de bases militares, ~~ vales y areas en el norte de Indochma franc~sa; cuando ataca . S_1~ gapur y enva a las Indias Neerlar:des~s, en oct_u~re de 1940, a la mlSl_?n Kobayashi, encargada de conseguir (sm gran e_x1to) .entregas de est~no, de bauxita, de caucho y, sobre todo, de petroleo, tos Estados Umdos prohben la exportacin de productos me~~lrgicos y. de mqu~nas ~on destino a Japn; y luego deciden adm1tir al Gob1~rno nacionalista chino en los beneficios de la Ley de Prstamos y amendo; cuando .el Japn extiende su ocupacin milit~r a toda la Indo.china trances.a, .el 23 de julio de 1941. el Gobierno de Washington replica, el 26 de 1uho, decretando el embargo de todas las exportaciones. incluidas las de petrleo; y el l de agosto, congelando los fondos japoneses e~ Norteamrica; llega, incluso. a obtener que el gobernador de las Indias neerlandesas aplique tambin, por su parte, este embargo. . El Gobierno japons no replica inmediatamente a esta presin;. prefiere ofrecer una negociacin en la que, para obtener el levantam1e~to de estas sanciones econmicaas y Ja posibilidad de comprar matenas primas en las Indias neerlandesas, se muestra dispues~o a l_ir:1itar sus cmbiciones polticas. Hasta qu punto? Las notas .d1pl~mat1cas canjeadas el 20 y 26 de noviembre de 1941, plantean la d1s~us16n sobre d?s puntos: por una parte, Norteamrica quiere conseguir 9ue el Ja pon renuncie. inmediatamcnte, a la ocupacin de la Indochma frances~: mientras que el Gobierno nipn, para seguir cerrando el pa_so hacia China, pretende mantener esta ocupacin, aunque sea parc1alment_e. hasta que termine le guerra chino-japonesa; por otr~ parte, el Ja pon exige que los Estados Unidos no ayude~ a Chang Ka1. Chek a prolongar su resistencia: mientras que el Gobte~r~o de Wash~ngton ~e m~es tra decidido a proseguir Ja ayuda que facilita a la Chma nac1onahsta. mediante el suministro de material de guerra. El Gabinete nipn acaso aceptara el abandono par~ial de sus pl~~es de expansin en Indochina; pero no quiere renunciar a su poltt1ca china; por consiguiente. decide la guerra. , . , . Cules han sido los objetivos y las caracter1st1cas de la poltt1ca 1 seg~ida en Tokio y Washington? .. La poltica nipona ha sido fijada. a grandes rasgos, en 1ulto ?e 1~40: } orientada por la cuestin china. Para vencer a la Chma. nac1ona!1sta, haba que cortar sus comunicaciones con el mundo extenor, media~te la ocupacin de ta Indochina francesa, del estrecho de Mal~ca Y ~e Birmana. Las circunstancias eran favorables. puesto que Francia hab1a sido vencida, y Gran Dretaa se encontraba paraliz~da. Bien es verda~ q.ue era de esperLJr la ~)posicin de los Estados Unidos, pero esta sena 111-
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eficaz--consideraban los crculos gubernamentales nipones-, porque se limitaba a emplear el arma econmica. Sin emb~rgo, la aplicacin de esta poltica sufre fluctuaciones, muy sensibles, de junio de 1940 a noviembre de 1941 : dimisin del Gabinete Yonay, moderado, y formacin, el 16 de julio de 1940. del Gabinete Konoye, que decide la intervencin en Indochina; vaciiaciones, en junio de 1941, en el seno de este mismo Gabinete, cuyo jefe elimina al ministro de Asuntos Extranjeros y trata de negociar; dimisin del prncipe Konoye, el 16 de octubre de 194 l, presionado por los intransigentes. Estas fluctuaciones son consecuencia de graves divergencias en el seno de los crculos dirigentes (1). Los financieros, que se haban mostrado reticentes con mucha fr,ecuencia, ya en 1937, cuando el Go, bierno y el Estado Mayor iniciaron la guerra de China, lo son an mucho ms con respecto al programa de expansin hacia los mares del Sur; a pesar de las ventajas que esta expansin puede reportar para los intereses de tipo econmico, los crculos industriales y bancarios comprenden los riesgos de una poltica aventurera .. Los militares, por el contrario, se muestran completamente dispuestos a aprovechar la guerra europea para realizar adquisiciones territoriales en la "gran Asia Oriental"; la dimisin dei ministro de la Guerra provoca la del Gabinete Yonay y. quince meses despus, la del Gabinete Konoye, incapaces de realizar las "aspiraciones nacionales", segn dice el Estado Mayor del Ejrcito; y la llegada al poder dei general Hideki Tojo, principal promotor de esta actitud de los militares, abre el camino a la poltica belicista. Hasta aqu no hay nada de sorprendente, puesto que el antagonismo entre los crculos militares y los capitalistas haba sido frecuente, casi constante, desde haca veinte aos, en la poltica japonesa. La actitud del Estado Mayor de la Armada es ms extraa: los crculos navales, aunque acrrimos partidarios, en principio, de la expansin nipona, no se sienten muy inclinados a extender esta hasta los mares del Sur, es decir, a chocar de frente c;on los intereses norteamericanos; es cierto que el Japn, falto de materias primas-de metales raros y, sobre todo, de petrleo-y que no ha podido constituir stocks suficientes para una guerra larga, tiene necesidad de los recursos de las Indias neerlandesas: pero tendr el tonelaje mercante necesario para asegurar el transporte y, en caso de guerra con los Estados Unidos, podr proteger las rutas martimas contra los ataques de los aviones y los submarinos americanos? La Marina, tanto mercante como de guerra, tendran que asumi1 una tarea agobiadora. Podran llevarla a cabo? El mando estratgico asegura que sf; pero los almirantes lo ponen en duda.
(1) En cuanto a estas divergencias, el proceso de los criminales de guerra en Tokio ha aportado informaciones muy interesantes. Aunque estos datos no hayan sido utilizados, todava, en su totalidad por la investigac~n histrica, los historiadores norteamericanos han recurrido a ellos con frecuencia.
En definitiva, se oponen dos polticas: unos no se atreven a lleoar hasta a la guerra con Norteamrica; y se contentan con los resultados ~ue se puedan obtener por medios diplomticos. Otros quieren realizar mtegramente, el programa de expansin, aunque ello d lugar a l~ guerra con los Estados Unidos. El juego de estas fuerzas resulta especialmente interesante en el perodo de junio a noviembre de 1941. hostilidades ~n~re Alemania y la U. R. S. S. deja libre La ,ruptura al Japon del pelzgro ruso. El mm1stro de Asuntos Extranjeros, Matsuoka, ve en ella una oportunidad favorable para--como en 1918-establecer en Siberia Oriental una ocupacin (1) que garantizara, para el fi;turo'. la seguridad del archipilago nipn; el Estado Mayor del Ejrcito, sm llegar a tomar en consideracin tal conquista-porque la considera difcil-estima que ha llegado el momento de actuar enrgicam~nte :_n los mares del Sur, ~s decir, de, instalar bases en toda Ja In~ chma. L ancesa, y de conqmstar despues las Indias neerlandesas. El prncipe Konoye decide intensificar, inmediaramente, el avance hacia los mares ~el Sur, >'.",o.cu par luego la Siberia Oriental; pero solo cuando el Gobierno sov1etico se haya ~isto obligado a llevar a Europa la mayor parte ~ie las tropas qu.e mantiene en Extremo Oriente. As, pues, el Japon extiende la ocupacin hasta Saign. Cuando los Estados Unidos replican con las sanciones econmicas el jefe del Estado Mayor Naval recomienda evitar una guerra cuyo re~ su!tado es muy d;idoso, puesto que los stocks de petrleo y de materias P.nmas se agotanan al cabo de dos aos y puede, incluso, que de diec~ocho meses. Esta es la .razn de que el Gobierno npn decida negociar con los Estados Umdos. Pero es una prueba de que renuncia a su programa 7 l Desea tal vez, simplemente, ganar tiempo para crear un~ industria. ~e petrleo sinttico, con objeto de hacer la guerra en meores cond1c10nes, o para esperar el resultado de la ofensiva alemana en la U. R. S. S., cuyo xito obligara a Norteamrica a dedicar toda su atencin al Atlntico y, por consiguiente, a adoptar una actitud ms conciliadora en el Pacfico? . Sin en;b.argo, . pri?1eros de septiembre se ve claramente que el pnmer m1mstro apones no conseguir una entrevista con el presidente de los E:tados. Unidos. Los crculos militares piensan, entonces, e~i, un~ g~erra mmed1~ta; pero el emperador se opone: "Cuando surg10 el incidente de Chma, era usted ministro de la Guerra me asegur q~e todo ac~bara en el plazo de un mes; y la guerra d~a ya cuatro anos.... i y s1 la retaguardia de China es inmensa, el Ocano Pacfico c~e~ de lfmites 1." le dice al jefe del Estado Mayor General. Por cons1gmente, se pro71guen las tentativis diplomticas; pero las bases fijad.as el 6 de septiembre por la Conferencia imperial, subrayan la necesidad de conseguir libertad de accin en China. El 2 de octubre, las
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negociaciones tropiezan, precisamente, en esta cuestin china. En el seno del Gabinete nipn se produce, durante diez das, una lucha encarnizada: el prncipe Konoye desea arrojar lastre; estara dispuesto a prometer que el Japn, una vez terminada la guerra contra China, no conservar en este pas guarniciones ni bases navales, ni siquiera en nmero limitado; el Estado Mayor Naval y el ministro de la Guerra se ctferran al programa establecido por la Conferencia imperial; y reclaman una decisin inmediata, puesto que el monzn de invierno entorpecer muy pronto las operaciones en los mares del Sur; el 16 de octubre, consiguen la dimisin del prncipe Konoye. El emperador confa el puesto de primer ministro al ministro de la Guerra, sin tratar de acudir a un representante de los crculos navales, cuya intransigencia hubiese sido menor. A partir de aqu, el Gobierno nipn acelera los preparativos del ataque contra Pearl Harbour, aunque las negociaciones diplomtcas prosiguen todava, durante algn tiempo, para acceder a los deseos del emperador. El 1 de diciembre, tan pronto como adquiere la certidumbre de que los Estados Unidos no aceptan sus condiciones, el Gobierno japons da secretamente la orden de ofensiva a las fuerzas navales y areas, ofensiva que se iniciar ocho das despus. Las causas esenciales e esa decisin estn perfectamente claras. Los crculos dirige., tes nip0nes, aun resignndose, despus de muchas vacilaciones, a limitar sus proyectos en los mares del Sur, no quieren renunciar a estable ...:er un nuevo orden en Extremo Oriente, ni abandonar los resultados conseguidos en China, a costa de cuatro aos de guerra. Cuando comprenden que las condiciones americanas son incompatibles con este programa de expansin, consideran que es preferible ir a la guerra, cuanto antes, no solo porque los preparativos navales americanos estn en pleno desarrollo, sino tambin porque, a partir del embargo decretadOili por Norteamrica, el Japn vive de s4s reservas, y gasta un petrleo del que tendr gran necesidad en el transcurso de las hostilidades. Estas razones son ms que suficientes para explicar el comportamiento nipn. Habra que buscar otras, pensando que los crculos gubernamentales japoneses cedieron a presiones alemanas? El Gobierno alemn, a partir de la primavera de 1941, haba aconsejado en vano al. Japn que iniciara las operaciones contra las bases navales inglesas en los mares del Sur-Hong Kong y Singapur-; y, en junio, que declarara la guerra a la U. R. S. S. Parece ser que, hasta entonces, no haba tratado de lanzar al Japn contra Norteamrica. Pero, a primeros de octubre, manifiesta que si el Gobierno nipn sigue negociando con los Estados Unidos sin consultar a sus aliados del pacto tripartito, Alemania se abstendr, en el futuro, de consultar al Japn acerca de la orientacin general de su poltica. Puede que esta amenaza haya contribuido a forzar la dimisin del prncipe Konoye; pero sera demasiado ver en ell2 una causa determinante.
El estudio de Ja poltica norteamericana con respecto al Japn ha dado lugar, en estos ltimos aos, a vivas controversias entre los partidarios de la tesis roosevelticma y sus adversarios. Con motivo de estas discusiones, Ja publicacin de documentos y memorias ha venido ;i ampliar la informacn histrica; pero sin que se puedan todava contestar satisfactoriamentt' rodas las preguntas que se plantean. Cmo interpretar esta poltica, en el estado actual de la documentacin 7 El Gobierno norteamericano est perfectamente informado acerca de la amplitud de Jos propsitos nipones, puesto que sus servicios consiguen descifrar los cablegramas enviados desde Tokio a la Embajada japonesa en Washington. los cuales, adems de instrucciones para el embajador, contienen numerosas comunicaciones de mensajes dirigidos a la Embajada japonesa en Berln y al Cuartel General del Ejrcito apons en China. Por consiguiente, conoce, casi al da, el desarrollo de los planes de expansin hacia los mares del Sur. El presidente Franklin Roosevelt-aunque Jos intereses de Norteamrica no vayan ms all de las Filipinas-quiere oponerse a la poltica nipona, con objeto de proteger las posiciones inglesas, cuyo mantenimiento est dentro de los intereses generales de la Unin. Esta es la tesis que desarrolla. en enero de 1941. en una comunicacin dirigida a su embajador e~ Tokio. La estrategia de los Estados Unidos ha de ser-diceuna "estrategia global": con objeto de garantizar la seguridad de Norteamrica ha sido necesario suministrar a Gran Bretaa el material de guerra qu~ precisa para resistir a Alemania; no es menos indispensable ayudarla a luchar contra el cierre de las vas de comunicacin entre las diferentes partes del mundo. Sera un engao-dice el pre~idente ayudar a Inglaterra y. al mismo tiempo, consentir que se Ye<; :rivada de las riquezas de Malasia y de Indonesia. Esta es la razn de que el Gobierno de Washington conceda una importancia especial a la instalacin, en la Indochina francesa, de unas bases japonesas que constituyen los primeros jalones de esta ofensiva hacia los grandes mercados de materias primas. Sin embargo, la poltica de Jos Estados Unidos no se contenta con esto, puesto que hace lo posible por dificultar, tambin. la actuacin japonesa en China. En este caso, nada tiene que ver la estrategia general; los que orientan las decisiones son los intereses comerci:lles y financieros: los capitales y los productos americanos seran eliminados, definitivamente, del mercado chino y de las perspectivas que ofrece la modernizacin del pas, si Ja dominacin japonesa subsistiera en China. No es razn suficiente para negarse a abandonar el Asia Oriental a su suerte? As, pues, para los fines de la poltica americana, l.as. preocupaciones econmicas a largo plazo van asociadas a los obet1vos polticos inmediatos. El principal medio de presin de que dispona el .Gobierno norteamericano para diicultar la realizacin Je los planes aponest;s, era el
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arma econmica. Ahora bien: antes de usarla en toda su extensin ha vacilado durante un ao: desde junio de 1940 a julio de 1941, Norteamrica ha seguido vendiendo petrleo al Japn, es decir, ha permitido a un posible adversario constituir stocks con vistas a la guerra; incluso ha planteado, en abril de 1941, o al menos sugerido. la eventualidad de un acuerdo que hubiera dado lugar al reparto entre Gran Bretaa, Japn y los Estados Unidos. de las materias primas procedentes de Malasia y de las Indias neerlandesas. La explicacin de estas vacilaciones hay que buscarla. sin duda, en las preocupaciones de tipo estratgico y en el estado de la opinin pblica. El presidente--de acuerdo en eso con los mandos militares y navales-no quiere, en estos momentos, forzar al Japn. porque la guerra en el Pacfico impedira a los Estados Unidos seguir interviniendo en la batalla del Atlntico. "Es de terrible importancia para nosotros. con vistas al control del Atlntico. permanecer en paz con el Japn. porque el ms leve incidente en el Pacfico implicara menos buques en el Atlntico", escribe en enero de 1941. Igual preocupacin se manifiesta, en la misma poca. en otras circunstancias: cuando los Estados Mayores ingls y norteamericano estudian la hiptesis. entonces m~y incierta, de que los Estados Unidos participaran en la guerra. recomiendan qu.e el esfuerzo principal se .realice en el Atlntico, adoptando en el Pacfico una estrategia meramente defensiva; y Franklin Roosevelt. requerido por el Gabinete ingls para que intervenga en la defensa de las Indias neerlandesas contra un ataque japons, rehsa comprometerse. La opinin pblica se preocupa ms de la parte utilitaria. Para los productores americanos, el Japn es un b~en. cliente, al que hay que cuidar; el embargo, decretado en mayo y 1u1110 de 1940, sobre el ma terial de guerra y los productos metalrgicos, no perjudica ~ la i~dus tria, cuya actividad est absorbida por corr:plet? ~r los pedidos ml1:1eses; pero la extensin de este embargo tmpl!cana, para los med10s econmicos, una disminucin de ganancias. Estos motivos, que incitan al Gobierno de Washington a no ejercer sobre el Japn sino una presin moderada .. cede;1. sin embargo, . principios del verano de 1941. ante otras cons1derac1ones. La may~r ngidez de la poltica norteamericana, de la que .da.n fe las sane :nes econmicas y financieras decididas a finales de ul!o, es determmada, con toda evidencia, par el nuevo sesgo de la guerra en Europa, es decir, por la ruptura ~ntre la U. R. S. S. y Alemania: el Japn g?~ de mayor libertad de accin en los mares del Sur,. puesto que la acc1on sovitica en Extremo Oriente ha quedado paralizada; pero Gran Bretaa est algo menos amenazada por la batalla del Atlntico, ya que toda la aviacin alemana se ha lanzado contra la U. R. S. S. Los Estados Unidos, por consiguiente, se ven obligados a oponer a~ Jat><?n una barrera ms eficaz; y pueden tomar las medidas necesanas, sm comprometer la resistencia de Gran Bretaa.
Esta mayor rigidez, en principio, haba tenido por objeto obligar al Japn a una negociacin. Ahora bien, muy pronto toma otro aspecto, puesto que la falta de flexibilidad del Gobierno norteamericano no se presta, indudablemente, a favorecer un compromiso. Cmo y por qu adopta esta postura 7 Para apreciar su actitud, hay que fijarse en dos momentos. El primero se sita a finales de agosto de 1941, cuando el presidente Roosevelt recibe del prncipe Konoye una peticin de entrevista, y opone un aplazamiento sine die. Por los telegramas interceptados, sa~ que el Japn est resuelto a continuar su poltica de expansin hacia los mares del Sur; por consiguiente, tiene motivos para dudar de la buena fe del primer ministro nipn y, de cualquier forma, de las posibilidades de xito que tendra una conversacin personal. Sin embargo, es esto motivo suficiente para negarse a hacer la prueba? El '.Ilativo autn?co de esta nega~va parece ser, ms bien, el que subraya, unto al presidente, el secretario de Estado, Cordel! Hull: la entrevista pudiera muy bien precipitar la ruptura, al poner de manifiesto el irreductible antagonismo existente; por otra parte, el secretario de Guerra .deseaba disponer de un plazo de tres meses para terminar el rearme de las Filipinas; as, pues, es preferible atenerse a los intercambios de notas y a las conversaciones diplomticas, que permitirn ganar tiem po con ms facilidad e, incluso, en el caso de que la ofensiva alemana en Rusia no consiga resultados decisivos, que el Gobierno nipn disminuya sus exigencias. El segundo momento se sita en los ltimos das de noviembre; y presenta caractersticas muy similares. Despus de la cada del Gabinete Konoye, en Tokio, y la llegada al poder del . gen~ral Toj? el Gobierno americano se convence de que fa guerra es mev1table. Sm embargo, en contra de la opinin del Departamento de Estado, que teme el derrumbamiento de la resistencia china, el presidente descarta la idea de presentar al Japn un ultimtum: prefiere dejar al Japn que manifieste abiertamente su error, as como Ja iniciativa de la ruptura, no solamente para asegurarse el apoyo de la opinin pblica americana, sino tambin teniendo en cuenta el criter!o de los Estados Mayores, que desean ganar tiempo para sus preparativos. Puesto que los Estados Unidos desean retrasar la guerra, sera lgico que durante los ltimos cambios de notas diplomticas con el Japn adoptaran una postura conciliadora. Efectivamente, tal es su actitud, en un principio. El 21 de noviembre, estudia la conveniencia de autorizar al Japn a conservar guarniciones en la parte septentrional de la Indochina francesa, y de pedir que la solucin del problema chino se ajuste a unos principiqs bsicos, imprdcindibles para el mantenimiento de una paz duradera, frmula todo lo vaga que se pueda desear; estos trminos se reflejan en el proyecto de contestacin al Gobierno nipn. Pero cuando esta contestacin se enva a Tokio, el 26 de no-
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viembre, las condiciones americanas son ya ms rigurosas: el Japn es invitado a evacuar toda la Indochina francesa y a abandonar al Gobierno de Uang-Ching-Uei, formado bajo sus auspicios en la parte de China ocupada por el ejrcito nipn (1). Que una respuesta de este tipo pueda precipitar el conflicto, no parece haber sido puesto en duda por los crculos gubernamentales norteamericanos: los Estados Mayores envan una orden de alerta a todas las fuerzas militares y navales; estn lejos de prever que la amenaza recaer sobre Pearl Harbour, posicin muy alejada de las bases japonesas; pero esperan un ataque nipn a las Filipinas en los prximos das. Cmo explicar este brusco empeoramiento de las condiciones norteamericanas, entre el 21 y el 26 de noviembre 7 Es indudable-las investigaciones de William Langer y Everett Gleason lo han demostrado-que esa decisin ha sido tomada por el presidente y el secretario de Estado, sin consultar a los Estados Mayores. Es cierto, tambin, que el primer proyecto, no solo haba provocado las protestas del embajador de China, sino asimismo objeciones por parte del primer ministro britnico: Winston Churchill opinaba que el Gobierno nacionalista chino, si no poda seguir contando con la ayuda de Jos Estados Unidos, acabara por abandonar Ja lucha; entonces las dificultades a que Gran Bretaa tena que hacer frente, se agudizaran sobremanera, si el Japn pudiera lanzar a la lucha en el sudeste asitico las fuerzas armadas que Je quedaran disponibles una vez terminada la campaa de China. As, pues, la actitud de los Estados Unidos, en el transcurso de este perodo decisivo, ha sido determinada por la decisin del presidente, que ha actuado de rbitro entre los criterios, a veces divergentes, de los Estados Mayores y del Departamento de Estado. Y esta actuacin de Franklin Roosevelt es, precisamente, lo que ha dado Jugar a interprtM:aciones contradictorias. Unos creen que el presidente decidi adoptar esta postura menos flexible, por metivos de tipo estratgico, directamente vinculados a la situacin de Gran Bretaa. Roosevelt haba querido, desde un principio, cerrar el paso a la expansin japonesa en los mares del Sur, con objeto de proteger los abastecimientos de las fbricas inglesas en materias primas, y el de petrleo para el ejrcito britnico; a continuacin, ha considerado necesario oponerse a la dominacin nipona en China, al sealarle Winston Churchill cules podran ser las consecuencias, para la poltica blica de Gran Bretaa, de la capitulacin del Gobierno nacionalista chino. Sin embargo, no deseaba la guerra con el Japn; se limitaba a correr el riesgo. El nico documento importante que se c;onoce actualmente, en apoyo de la primera interpretacin, procede de1 secretado de Guerra, Harry Stimson. Despus de una conferencia celebrada en la Casa Blanca, el
(1) Vase pargrafo II del cap. VII de
es~
29 de noviembre de i945, escriba en su diario personal: "El problema ha estado en determinar cmo hemos de maniobrar para que el Japn haga el primer disparo." Pero era ~xacta es~a impresin perso~al ?. Es i'mposible saberlo, pues se carece de mformac1n acerca de los termmos del debate. El principal argumento en apoyo de la otra tesis radica en el estado de los preparativos militares y navales norteamericanos: los Estados Unidos tenan motivos sobrados para desear un aplazamiento del conflicto; cmo iba el presidente a incitar, voluntariamente, al Japn a )a guerra? No cabe duda de que el valor de este argumento puede ser discutido, puesto que el estadista se ve obligado. muchas veces, , t~ner en cuenta circunstancas que escapan del honzonte de los te~mcos. Pero, en este caso, qu motivos apremiantes podan determmar a Franklin Roosevelt a hacer caso omiso de la opinin de los Estados Mayores y asumir el riesgo de unos fracasos ~ilitares y navales que, aunque fueran circunstanciales, no por ello. s~nan menos grave~ pa:a los Estados Unidos e incluso para su prestigio personal 7 La H1ston necesita pruebas, o por lo menos indicios formales, que en este caso no tenemos. Parece, por tanto, legtimo, dada la documentacn de que actu~l mente se dispone, descartar la tesis que tiende a represntar al Japon como forzado a la guerra por el deseo deliberado del preside71te de los Estados Unidos; lo ms que se puede pensar es que, muy PS!ltblement~, Roosevelt no lament el estallido de la guerra: cuando supo la noticia del ataque japons, antes de conocer la gravedad d7 las prdid?; s~ fridas en Pearl Harbour Por la escuadra norteamencana, parec10 alzviado.
La coincidencia entre el fracaso de la guerra relmpago alemana en Rusia y la ruptura de hostilidades por el Japn, en el Pacfico, es puramente fortuita: los portaaviones japoneses destinados al ataque a Pearl Harbour abandonan sus bases de operaciones en las islas Kuriles el l de diciembre, es decir, antes que comience la contraofensiva rusa que libera a Mosc; el Gobierno alemn, aunque ha prometido ayu~a al Japn. en caso de guerra contra los Estados. Unidos, n? espera, m desea la ofensiva desencadenada contra las islas Hawal. Sm embargo, est~ coincidencia tiene gran importancia en la perspectiva general del conflicto mundial. Alemania, segn la estrategia hitleriana, hubiera querido eliminar a la U. R. S. S. para tratar. de desal~n~ar a Gran Bretaa; pero tambin para encontrarse en meiores cond1c1ones ~n el Oeste si los Estados Unidos entraban en la guerra; y se da la clfcunstanci~ de que esta entrada en ia guerra tiene .luga'. en e~ preciso m.ome~to en que se pierden las esperanzas de una v1ctona rpida en Rusia. Bien es verdad que Hitier haba dicho, en junio de 1941, en. una carta ~ M.ussolini, que la intervencin armada de los Estados Umdos le era md1fe-
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rente, puesto que la Unin estaba ya facilitando a Gran Bretaa cuanta ayuda le era posible. Pero, a finales de junio, haba prescrito al Estado Mayor Naval que evitara "cualquier incidente en el Atlntico" hasta mediados de octubre, fecha en que tendra lugar la "gran decisin en el frente ruso". En julio, despus de la ocupacin de Islandia por los americanos, haba recomendado que se aplazara todo lo posible, "un mes o dos", cualquier acto de hostilidad contra los Estados Unidos, con la esperanza de que una victoria alemana en Rusia incitara al presidente Roosevelt a modificar su lnea de conducta. Por tanto, comprenda bien los peligros a que se expona Alemania si tena que luchar, al mismo tiempo, contra Rusia y los Estados Unidos. Sin embargo, estos peligros no son todava inminentes. No solo los Estados Unidos carecen an de un ejrcito capaz de actuar en Europa, sino que el sesgo tornado en sus comienzos por la guerra del Pacfico obliga a los Estados Mayores norteamericanos a concentrar su atencin en este punto: en diciembre de 1941. se suceden Jos desem; barcos japoneses en Guam, en Hong-Kong y en Malaca, realizados sin grandes dificultades, merced a las prdidas sufridas por las escuadras americana e inglesa en Pearl Harbour y, dos das despus, en el golfo de Siam, respectivamente; a principios de enero de 1942, se produce la cada de Manila, y, en febrero, la de Singapur; en marzo, la ocupacin nipona de las Indias neerlandesas y de la baja Birmania, al tiempo que la de los archipilagos que cubren la costa septentron:il de Australia. El ritmo de la ofensiva japonesa no disminuye hasta finales de mayo de 1942, despus de la batalla naval del mar del Coral. A partir de aqu, los Estados Unidos pueden empezar a pensar en una mayor participacin en las operaciones de guerra en Europa.
/'Est. Pars, 1941.-Hay que aadir A. DALLIN: German Rule in Russia, 1941:1945, A study af occupatian p<>licieJ, Londres, J957.-G. REITLINGER: The House buill on Sand-The con/iicts of German Policy in Russiia. 1939-1945, Londres, 1959.~Der genera/plan Ost. en Viertel;ahr. fr Zeitgeschichtc. julio de 1958 (Plan de explotacin de los territorios ocupados).
Sobre los problemas del Pacifico y la entrada de los Estados Unidos en la guerra.-Adems de las obras ya citadas (captulo X), vase: CH. BEARD: President Rooseielt and the Coming of the War, 1941, New Haven, 1948.-F. DA VIS y E. LINDLEY: How War ca me to A merca. 1940-194 I. Londres, 1943.-W. MILLIS: This is Pearl! The U. S. and Japan, 194/, Nueva York, 1947 (importante).-J. C. REW: Ten Years in Japan, 1931194/, Nueva York, 1944.-G. CATROUX (general):
La crise franco-jape>naise de 1940 en France-Asie, abril y junio de 1957, p gmas 32-58 y 95-101.-M. BENOJST: Les Etats Unis devant la question japonaise en 1941, en "R. hist. deuxieme guerre mondiale", marzo 1951, pgs. 4176.---0. CASTELLAN: La dip/omatie allemande et la guerre du Pacifique, /9401941, en la misma revista, marzo 1951, pgs, 28-40.-THEOBALD (almirante): The final Secret of Pearl Harbar, Nueva York, 1954. traduccin: Le secret de Pearl Harbor, Pars 1955.-B. Rooow: Die U. S. A. un Japan hei der Varbereitung und Entfesse/ung des Krieges im Sti/len Ozean, 1938-194 I. Berln, 1959.-EI artculo de J. B. DuROSELLE: L'volution des Etats Unj,,s ver.r la guerre 1937-1941, en "R. histrre deuxieme guerre mondiale", abril 1955, pgs, 1-10, es un buen resumen de todas estas obras_ Pero el estudio esencial es la obra de W. LANGER y E. GLEASON, ya citada.
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BIBLIOGRAFIA Sobre los movimientos de Resistencia a la dominacin alemana.R. BATTAGLIA: Storia della Resistenza. Turn, 1953.-C. A. D1xoN y O. HEILBRUNN: Comm11nist gucrilla warfarc. Nueva York, 1954.-HENIU M1c11EL: Histoire de /a rsista11ce frallf;aise. Pars, 1950.-HENRI MICHEL y M. Gn;.NET: "Combar". Histoire cf'11n mo111cment de rsistance ( 1940-1943). Pars, 1956.-H. M!CHEL y B. MIRKINEGEUTZEVITCH: Les ides politiq11es et sociales de la rsistance, Pars, 1954.-M. PoZOLOTIN: Barba bulgarskogo naroda za svobod y nezav1S1most v period vtoroj mirovof vomy (La lucha del pueblo blgaro por su libertad y su independencia durante la segunda guerra mundial), M nsc, 1954.-M. SALVADORI: Stona della Resisten;:a 1taliana, Venecia, 1955.-B. lAZITCH: Tito et !a rlo/uton yougoslave, 1937-1956, Pars, 19 57. Sobre la entrada de la U. R. S. S. en la guerra.- R. M. ULLMANN: The Dan'es l\1ission ami the U, S. Soviet Relatons. 1937-1941. World Politcs, enero 1957, pgs. 220-39. ~ G. L. \VEINBERG: Gcrmany a11d Fhe Soviet Unan. 1939-1941, Londres, 1954.-D. J. OALLIN: Sol"iet Russia's Foregn Policy, 1939-1942, Ncw Havcn (U. S. A.), 1942.-H. SERAPlllM y A. HILLGRUBER: Hit/ers Entschluss ;:um A ngriff auf Russland, en Viertc/jahr fiir Zeit[!esc/1ichte, julio de 1954, pgs. 240-55.--G. GAFENCO: Prlim1naires de la guerre
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CAPITULO XII
EL NiANTENil\IIENTO DE LA <<GRAN ALIANZAii
La coalicin formada, a finales de 1941. por Gran Bretaa, la U. R. S. S. y los Estados Unidos, dispone d unas reservas en hombres y de unos recursos econmicos que han ele darle. forzosamente, la superioridad. Es indudable que se trata solamente de una esperanza a largo plazo: durante cerca de un ao, Alemania obtiene nuevos xitos en Rusia, y el Japn establece su dominacin en el sudeste asitico. Pero, en el otoo ele 1942. las condiciones estratgicas en los principales teatros de operaciones, varan por completo. El 8 de noviembre tiene Jugar el desembarco angloamericano en Africa del Norte, el cual prepara la victoria aliada en el Mediterrneo, y la ofensiva en Europa. El 19 de noviembre, la contraofensiva rusa en Stalingrado seala el fracaso de los planes blicos hitlerianos. Finalmente, en febrero de 1943, Ja batalla de las islas Salomn abre la era de la contraofensiva americana en el Pacfico. En adelante, bastar con que los tres grandes sigan unidos en la lucha, para que las potencias del Eje se vean abocadas al desastre. Se mantendr la coalicin 7 Esta es la cuestin fundamental para el futuro de Europa, durante tres aos; y es, tambin, la gran esperanza para Ja poltica hitleriana, que acecha las posibilidades de una disociacin. La colaboracin entre la U. R. S. S. y las dos potencias anglosajonas, difcil por lo que respecta a la marcha de las operaciones, lo es mucho ms-evidentemente--cuando se trata de determinar los obetivos de guerra y de trazar las bases de la paz futura. En ningn momento se piensa en admitir al Comit francs de Liberacin Nacional, que desde mayo de 1943, controla todos los territorios franceses de ultramar; as como tampoco al Gobierno polaco de Londres, aunque uno y otro participan-modestamente, bien es verdad-en el esfuerzo militar. Los Gobiernos exilados de Grecia, Yugoslavia, Holanda y Noruega, tampoco son consultados. Deciden los "tres grandes": Churchill, que con valor, firmeza, tenala victoria cidad, clarividencia y conviccin, animaba la resistencia alemana: Roosevelt, notable tctico, "manipulador de fuerzas polticas" que comprendi en seguida el alcance de las responsabilidades americanas y acept asumirlas, pero sin el fuego ni la intransigencia de los doctrinarios; Stalin, cuyo rigor transform en quince aos el Estado sovitico y cuya fuerza de voluntad sigue intacta, pese a las pruebas de la invasin. Ahora bien: la desconfianza en las relaciones entre los miembros de Ja coalicin es mutua. En Gran Bretaa y los Estados Unidos, donde
el recuerd? de! pacto germano-ruso, de 23 de agosto de 1939, despierta p;ofunda mqmet~d, el foso que opone las concepciones polticas y sociales se hace aun ms profundo, a causa de la reaccin de los sentimientos religiosos. En septiembre de 1941, los medios catlicos ame;icanos ~aban expresado su deseo de que el Gobierno sovitico estableciera la h~er~ad de cul~os; algunos de sus elementos-los inspiradores del. pend1co Catholzc World-haban llegado a oponerse a toda colaborac10n con la U. R. S. S. Por otra parte, el Gobierno sovitico se encuentra en condiciones de inferioridad con respecto a sus socios, puesto que sufre la invasin; teme que los Estados Unidos y Gran Br~t~a dejen a la U. R. S. S. soportar el mayor peso de la lucha, temor legitimo en toda guerra de coalicin, donde los coligados no ignoran que, en el momento de la paz, el reparto de los frutos de la victoria depender, en buena parte, del estado en que se encuentren sus fuerzas armadas a la terminacin de las hostilidades; por consiguiente, los,,. crculos dirigentes rusos se inclinan a pensar que Jos Estados Unidos Y Gran Bretaa retrasan, a popsito, la formacin del segundo frente. Esta de~confianza rec~proca envenena-tal es el trmino empleado por un testigo norteamencano-las relaciones entre los tres gobiernos, sobre todo entre Estados Unidos y Ja U. R. S. S. En Washington, el Departamento de Estado terne una paz separada entre Alemania y la U. R. S. S., desde que el ejrcito ruso reanuda la ofensiva en noviembre de 1~42. El Gobierno sovitico no se s!ente ms tranquilo, puesto que sus ~hados pueden tratar de conseguir una paz de compromiso con Alemania, a costa de la U. R. S. S. El estudio histrico debe tratar de distingu~r las dis~intas et~pas de estas dificultades, en la medida que se lo permita una mforrnac1on documental incompleta. -La cuestin primordial, entre junio de 1941 y noviembre de 1942, es la del enca~za;niento estratgico de la guerra. Durante las primeras semanas que s1gmeron a la ruptura germano-rusa, la colaboracin entre la U. R. S. S. y las dos potencias anglosajonas estuvo limitada al surnin~stro de material (1). El Gobierno ingls consideraba que la resiste?cia ~puesta por Rusia a la invasin alemana no podra prolongarse n;as alla de algunos meses, y que, por tanto, no supondra sino un resp1:_0: pero el ~alor de este respiro era grande, puesto que Gran Bretana ya no tema que temer la invasin, y se vea aliviada en el Mediterrneo, en tanto que la aviacin alemana estuviera concentrada en el t:e_nte ruso. Los Estados Unidos, aunque neutrales todava, haban part1c1pado en t:stos suministros, por iniciativa del presidente; la opinin pblica haba admitido, .en general, esta lnea de conducta, a pesar de la oposicin de los crculos catlicos, porque comprenda que la derrota rusa aumentara el riesgo de la hegemona alemana, y permitira al Japn conseguir un predominio absoluto en toda la parte Noroeste del
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Pacfico. Pero el Gobierno sovitico haba indicado desde el primer momento, que contaba con una ayuda armada, con la creacin de un segundo frente (tal era el principal objeto de la carta dirigida por Stalin a Winston Churchill, el 18 de julio de 1941), y que deseaba recibir aa0 rantas en cuanto a los objetivos de guerra. Qu es lo que consigu e? La cuestin de los objetivos de gue-rra, abordada con mucha frecuencia en las conversaciones anglo-norteamericanas, no se trata con la U. R. S. S. sino mediante veladas alusiones. En agosto de 1941, cuando Franklin Roosevelt y Winston Churchill establecen, por la Carta del Atlntico (1) los principios que habrn de inspirar las condiciones de paz, omiten consultar al Gobierno sovitico; y se limitan a informar a Stalin del resultado de sus conversaciones. Ahora bien: de estos principios, dos, por io menos, el derecho a la libre determinacin ~e l?s pueblos ~ la renuncia ~ ganancias territoriales, son como para tnqutetar al Gobierno de lv1oscu, puesto que desautorizan la poltica rusa de 1939-1940 y limitan sus futuras reivindicaciones. As, pues, Stalin, por conducto diplomtico, manifiesta su desagrado por haber sdo mantenido al margen; y, tan pronto entran en la guerra los Estados Unidos, reclama un cambio de impresiones con sus aliados. En esta ocasin, el 16 de diciembre de 1941. concreta, por primera vez, las reivindicaciones soviticas: restauracin de la znfluencia rusa en los estados blticos y Besarabia, tal como exista antes de la ruptura germano-rusa, as como la determinacin de la frontera ruso-polaca de acuerdo con lo estipulado en 1919 (lnea Curzon) (2). Se trata de unos objetivos difcilmente conciliables con la Carta del Atlntico.- A esta tesis rusa, que quiere restringir a Polonia a sus lmites etnogrficos, el Gobierno polaco formado en Londres haba opuesto ya, a finales de junio de 1941, la reivindicacin de las fronteras fijadas en 1921, por el tratado de Riga, 2~0 kilmetros al este de la lnea Curzon. Los gobiernos ingls y ;.mencano se guardan mucho, por el momento, de pronunciarse en u~ sentido o en otro; eluden una discusin que califican de prematura: pnmero, hay que ganar la guerra. Por otra parte, el Gobierno sovitico no insiste; incluso accede a firmar, a finales de diciembre de 1941, el Pacto de las Naciones Unidas, que recoge los principios formulados en la Carta del Atlntico. En realidad, cuando la situacin militar en Rusia se pone grave, durante la campaa de 1942, la cuestin de los objetivos de guerra se deja en suspenso. La formacin del segundo frente, por el contrario, sigue siendo preocupacin constante del Gobierno sovitico. Stalin estima, en seprembre de 1941, que el Alto Mando alemn, para llevar a cabo la gut:rr:i en Rusia, ha retirado 40 divisiones de las fuerzas de ocupacin de Blgica y Francia, y que, por consiguiente, sera posible una operacin Je desembarco en el norte de Francia. Winston Churchill contesta qu.; Gran
(1) (2) Vanse pgs. 1180 y sgs. Vaoe pg. 787
Bretaa no dispone de eectivos, de barcos adecuados, ni de la superioridad area necesaria. El envo directo de refuerzos ingleses a Rusia solicitado como alternativa pbr el Gobierno sovitico, tampoco es te~ido en cuenta en Londres. En enero de 1942, la conferencia de tcnicos militares ingleses y americanos, celebrada en Washington, afirma la imposibilidad de abnr un segundo frente en Europa antes de, por lo menos, un ao, habida cuenta del plazo indispensable para los preparativos y para la fabricacin del material. Sin embargo, cuando el ejrcito alemn reanuda, en la primavera, la ofensiva en Rusia meridional, los gbiernos ingls y americano temen que su aliado se desmoralice Y firme la paz por separado. Para consolidar la resistencia rusa, Gran Bretaa firma, el 26 de mayo de 1942. un pacto que promete a la U. R. S. S. "completa colaboracin durante veinte aos"; y los Estados Unidos le conceden los beneficios de la ley de Prstamos y arriendo. Franklin Roosevelt llega a insinuar la creacin de un segundo frente en Europa antes que termine el ao 1942. Las objeciones del primer ministro britnico y las del Estado Mayor naval norteamericano inducen al presidente de Jos Estados Unidos a abandonar su proyecto dos mese.s despus. y a atenerse al plan britnico, es decir, al desembarco en Afnca del Norte. Esta solucin no puede parecer satisfactoria a Mosc, puesto que la formacin del segundo frente en Europa hubiera obligado a los alemanes a retirar del frente ruso fuerzas importantes. mientras que el desembarco en Africa del Norte no supone para la U. R. S. S. sino una ayuda mediocre. As, pues, el 14 de agosto de 1942, Stalin le dice a Winston Churchill que el abandono del plan primitivo es un golpe asestado a la U. R. S. S. A mediados de actubre de 1942, e_xpr~sa pblicamente esta decepcin y esta desconfianza, cuando la orens1va alemana alcanza Stalingrado: en una declaracin hecha a los corresponsales de Ja Prensa anglonorteamericana, pide a sus aliados "que cumplan todas sus obligaciones y cuando todava sea tiempo". En el fondo, sospecha que los Estados Unidos y Gran Bretaa maniobran de manera que las fuer.zas rusas sigan agotndose. Pero qu otra salida le quwa. ms que resignarse, en la situacin dramtica en que se encuentra el frente ruso? El xito de la contraoensiva rusa en Stalingrado. el 19 de noviembre de 1942, cuyas consecuencias se ponen de manifiesto dos meses y medio despus, al capitular el ejrcito de Paulus, abre una nueva etapa de las relaciones entre la U. R. S. S. y las potencias del Atlntico. El Goberno sovitico se encuentra. a partir de ahora. en una situacin militar lo bastante favorable para recobrar su libertad de accin en poltica exterior. Puede hablar ms fuerte y con ms energa a su aliados. puesto que sus suministros de material son menos urgentes y ha conseguido mejorar la situacin militar con el solo empleo de ::.us tropas. Por tanto, est mejor pertrechado para suscitar de nuevo la cuestin de los obdivos de guerra. por lo que respecta a la accin di-
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plomtica interaliada, as como para exigir el segundo frente. Tambin est en mejor situacin para tomir en consideracin una negociacin con el Reich, puesto que la retirada del ejrcito alemn en Rusia tiene que hacer que el Gobierno hitleriano abandone todas sus esperanzas de anexionarse Ucrania. Hacia cul de estas dos posibilidades se inclinan las preferencias del Gobierno sovitico? La eleccin depende, indudablemente, de las posibilidades que se ofrezcan de un lado y de otro: la diplomacia rusa, al buscar contactos con Alemania, puede esbozar una maniobra para presionar a las potencias del Atlntico: pero en el caso de que las condiciones fueran satisfactorias para los intereses rusos, tambin podra comprometerse formalmente en una negociacin. El temor de que la U. R. S. S. se incline haca una paz separada, explica, en gran parte, las decisiones de los gobiernos ingls y americano durante el ao 1943~ Cuando Franklin Roosevelt y Winston Churchill se renen, en ene-. ro, en Casablanca, donde Stalin se ha negado a ir, su preocupacin inmediata es aplacar el descontento ruso. No estn en condiciones de satisfacer a Rusia, en cuanto a la creacin inmediata del segundo frente; pero, por lo menos, desean eliminar la desconfianza del Gobierno sovitico, siempre inclinado a pensar que las potencias del Atlntico pretendan, tal vez, conseguir una paz de compromiso, a costa suya. Este es el motivo de que anuncien su propsito de imponer a Alemania una capitulacin sin condiciones. Esta decisin habr de prolongar la guerra, proporcionando un argumento a la propaganda hitleriana; pero est destinada-segn la interpretacin, muy verosmil, del historiador americano ms calificado~a convencer a Stalin de que queda por completo excluida una paz de compromiso. Sin embargo, en el mes de febrero, el Gobierno sovitico sigue reclamando con insistencia el segundo frente: "es muy importante--escribe-atacar en el Oeste, en la primavera o a principios de verano: un nuevo retraso sera peligroso para nuestra causa comn". Esta insistencia es intil. Gran Bretaa-contesta Winston Churchill-no puede aventurarse a un ataque prematuro, que no conducira sino a un fracaso sangriento. Tal vez sea esta decepcin lo que decide a Stalin, en el mes de junio, a enviar a Suecia a un agente encargado de ponerse en contacto con la diplomacia alemana. Pero este episodio tiene poco alcance. A principios de julio, el agente sovitico en Estocolmo empieza a mostrarse exigente. Se debe a que el general Sikorski, jefe del Gobierno polaco en Londres, acaba de morir en un accidente de aviacin, y que esta muerte parece ofrecer a la diplomacia rusa perspectivas favorables en el asunto de los objetivos de guerra 7 Ahora bien: entre tanto, el primer ministro britnico y el presidente de los Estados Unidos, con ocasin de sus conversaciones en Washington, en mayo de 1943, han tratado de encontrar el medio de
romper el hielo. Se ha hablado de iniciar las conversaciones con la U. R. S. S. acerca de los objetivos de guerra, conversacin que haban estado aplazando desde haca dieciocho meses. En la Conferencia de Quebec, en agosto, se ponen de acuerdo para ofrecer a Stalin una entrevista. No cabe duda de que este ofrecimiento est en relacin directa con el desarrollo de las operaciones militares en Europa: la inminente derrota italiana (1) va a acelerar la derrota alemana, y, por consiguiente, a facilitar a la U. R. S. S. una magnfica oportunidad para dominar el continente europeo; es el momento oportuno--dice John Hopkins, colaborador personal del presidente de los Estados Unidospara llegar a un acuerdo, en caso de que sea posible, que limite las ambiciones soviticas, pero, el primer obstculo a superar en esta negociacin, es el conficto diplomtico entre el Gobierno polaco de Londres y el Gobierno ruso. En el verano de 1943, el Gabinete ingls, convencido, desde hace mucho tiempo, de que la solucin ms raz@!nable sera fijar la frontera en la lnea Curzon, trata de convencer, a su vez, al Gobierno polaco. Ya en el otoo, el Departamento de Estado termina por unirse a esta presin. La diplomacia angloamericana insina a los dirigentes polacos que tal vez sea posible concederles una indemnizacin territorial en el Oeste, a costa de Alemania. Los polacos de Londres consideran esta eventualidad como inaceptable, no solo por no acomodarse a los deseos de la nacin, sino tambin porque la estiman peligrosa: el Gobierno sovitico utilizara este ofrecimiento de compensacin para poner al futuro Gobierno polaco bajo su dependencia, y obtener de esta forma un trampoln que le permitira adquirir una situacin predominante en Europa central. Sin embargo, esta oposicin no impide que Gran Bretaa y los Estados Unidos accedan a que la cuestin polaca sea tratada en el cambio de impresiones en que Stalin se muestra ahora dispuesto a participar. Las reivindicaciones de la U. R. S. S. se exponen, globalmente y con marcado xito, el 28 y el 29 de noviembre de 1943, en Tehern, primera conferencia en que se renen Stalin, Franklin Roosevelt y Winston Churchill. Stalin recibe la promesa formal de que el desembarco, efectuado en septiembre de 1943, en la pen(nsula italiana (2), ser seguido, en mayo de 1944, por una operacin de gran envergadura en Normanda; de acuerdo con Franklin Roosevelt, rechaza el plan ingls que sugera la formacin de este segundo frente en los Balcanes, zona donde la U. R. S. S. tiene intereses directos y desconfa de una intervencin inglesa. Al mismo tiempo, sin encontrar oposicin, indica su propsito de anexionarse los pases blticos; se niega a tomar en consideracin el proyecto ingls de una federacin danubiana--que evocara el recuerdo del "cordn sanitario" de 1919-; y se adhiere al principio del desmembramiento de Alemania. Pero en lo que hace
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hincapi, principalmente, es en la cuestin polaca. Su proposicin -"correr a Polonia hacia el Oeste"--es la misma que los diplomticos rusos llevan haciendo ao y medio. La novedad estriba en que el primer ministro britnico consiente ahora en esta solucin. El territorio del futuro estado polaco deber extenderse "por la zona situada entre la lnea Curzon y la lnea del Oder, comprendidos Prusia Oriental y Oppeln", es decir, que la U. R. S. S. se anexionar los territorios que le fueron atribuidos por el acuerdo germano-rso de 1939 (Stalin concreta que Lvov quedai; dentro de la zona rusa); mientras que la Polonia futura recibir, en compensacin, la Prusia Oriental, la Pomerania de Stettin y la Silesia. Todava no se trata sino de un intercambio de puntos de vista, preliminar y rigurosamente secreto. Winston Churchill condiciona su aceptacin definitiva a la conformidad del Gobierno polaco establecido en Londres. As, pues, aun tratando de no comprometerse formalmente, Gran Bretaa y los Estados Unidos han admitido en principio lo ms esencial de los planes rusos. El primer ministro britnico confa (as se lo escribe a su ministro de Asuntos Extranjeros, al acabar la Conforencia)-en que la lnea Curzon ser el lmite de la expansin rusa. Espera, por tanto, que el futuro estado polaco independiente ser gobernado por demcratas afectos a las concepciones polticas occidentales, vindose libre de la influencia rusa. En qu basa esta confianza? Sin duda considera que la creacin del segundo frente, en la primavera, dar ms peso y ms autoridad en la coalicin a las potencias del Atlntico. La realidad es que en la ltima etapa de la guerra, paralelamente al xito de los desembarcos en Normanda y en Provenza, la situacin militar proporciona a la poltica sovitica nuevos argumentos. En abril d~ 1944, los ejrcitos rusos penetran en la pennsula balcnica; en ef mes de julio, entran en territorio polac_o, donde se forma, bajo su proteccin, un Comit de Liberacin polaco, y luego, en Lubln, un Consejo Nacional. Estos hechos consumados se imponen en la situacin diplomtica. Rusia ya no ganara nada firmando una paz separada con Alemania; pero se encuentra en situacin favorable para negociar acerca de los frutos de la victoria. En el mes de mayo, para poner a Grecia al abrigo de la penetracin rusa, Churchill se muestra dispuesto a firmar un acuerdo destinado a determinar las respectivas zonas de influencia, reconociendo que "los asuntos de Rumania conciernen ms especialmente a la U. R. S. S.". En julio, persuade al presidente del Gobierno polaco en Londres, Mikolajzyk, de que ha llegado el momento de entablar conversaciones con la U. R. S. S., de acuerdo con las bases establecidas en Tehern. En octubre de 1944, aborda j>ersonalmente con Stalin, en las conversaciones de Mosc, las cuestiones balcnicas: Gran Bretaa consigue plena libertad de accin en Grecia, si bien aceptando la influencia exclusiva de la U. R. S. S. en Bulgaria y Rumania, y parcial
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en Yugoslavia; sin embargo, al no poder convencer al Gobierno polaco de Londres par(! que se ponga en contacto con el Consejo Nacio~al de ;l_ubln, el pdmer ministro britnico deja en suspenso la cu~st1n polaca. En resumen: la posi~in a~optad~ cuando ~a _Conferencia de Tehern-acceder a un camb10 de 1mpres10nes preltmmar, pero aplazando los compromisos formales-se hace peligrosa, desde el moment? en que el mapa de la guerra ~ne _en manos de la U._R. S. S. _unos territorios sobre los cuales ya reivmd1caba derechos de mftuencia. El objetivo que se fijan los Estados Unidos y Gran Bretaa, en febrero de 1945. en la Conferencia de Yalta, es "salvar a Europa del bolchevismo" mediante un acuerdo amistoso. Cuando se inician estos debates, los ejrcitos americano, ingls y francs se disponen ~ fr~n quear el Rn; pero los ejrcitos rusos ocupan ya todos los terntonos que formaran, antes de 1939, el estado polaco. . . Cules son los aspectos esenciales de esta conferencia ~e Cnmea, cuyos detalles han sido descritos minuciosamente por testigos norteamericanos e ingleses? Sin demasiado trabajo se llega a un acuerdo en cuanto a las bases a adoptar para una solucin provisional de Jos asuntos alemanes, de la cuestin de los Estrechos turcos, e incluso del problema de Extremo Oriente. Alemania, hasta tanto se determine su situacin, ser dividida en zonas de ocupacin entre la U. R. S. S .. los Estados Unidos Y qran Bretaa, pudiendo unirse Francia, siempre que la zona que se le asigne se detraiga de las adjudicadas a las potencias, atlnticas; posterio:mente ser fragmentada en varios estados, cuyo numero no se determma._ El estatuto internacional del Bsforo y de los Dardanelos, establecido, en 1936, en la Conferencia de Montreux (1), ser modificado para tener en cuenta Jos intereses de la U. R. S. S., "que no debe depender del control turco sobre los Estrechos". Finalmente, la U. R. S. S. participar en la guerra contra el Japn, pero s?lo cuando ~~mania haya capitulado; cuando se haga la paz, obtendra el r:conoc1m1ento de, los derechos e intereses que posea en 1904. es dec!f, que recuperara el territorio en arriendo de Port Arthur, los ferrocarriles transmanchuriano y submanchuriano, as como la r:~rte meridi?nal de l~ Isla de Sajalin (2), adems. obtendr la poses1on de las islas Kunles y se reconocer su influencia en Corea. Bien es verdad que se trata solamente de unos acuerdos preliminares, que dejan en el aire muchas cuestiones delicadas. Pero. por Jo que respecta al problema polaco, el ms difcil desde hace dos aos. el acuerdo de principio es imposible, puesto que Gran Bretaa no quiere abandonar al Gobierno polaco de Lo~dres; y la U_ R. S. S. no est dispuesta a dejar de sostener al Conseo Nacional de Lubln. Por tanto, la nica solucin parece ser tratar de encontrar
( l) (2) Vas pa.rgrafo Il del cap. V, ljbro l de esta parte. Vase pg. 498.
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una frmula de compromiso que disimule, de momento, el desacuerdo. Frapklin Roosevelt y Winston Churchill pretenden que el futuro Gobierno polaco--un Gobierho provisional, cuya labor fundamental ser preparar unas elecciones libres-represente a todos los partidos polticos, comprendidos los liberales demcratas, que componen el Gobierno de Londres, y los comunistas, que dominan el Consejo Nacional de Lubln. Confan en que la participacin de los demcratas permitir garantizar la libertad de la consulta electoral; y que el Gobierno definitivo, salido de estas elecciones, podr sustraerse a la dominacin rusa; invocan sus compromisos con respecto a los polacos y la presencia de ciento cincuenta mil voluntarios en las filas de los ejrcitos aliados. Stalin, dueo de facto de Polonia, replica que el territorio polaco ha servido, en 1915 y en 1941, de camino de acceso para la invasin de Rusia por los alemanes; y que, por tanto, en inters de la seguridad nacional, tiene que poder contar con los sentimientos amistosos de los dirigentes polacos, y que solo cumplen esta condicin los componentes del Consejo de Lubln. Despus de una discusin que se prolonga a lo largo de cuatro sesiones, Molotov termina, empero, por acceder a la presencia en el Gobierno de la nueva Polonia de "dirigentes demcratas de Polonia o de la emigracin polaca en el extranjero"; pero Franklin Roosevelt y Winston Churchill renuncian a obtener para estos demcratas una parte de influencia anloga a la de los comunistas: en realidad, los miembros del Consejo Nacional de Lubln tendrn las tres quintas partes de los escaos. Es indudable que una Declaracin general prev que los pueblos de los pases liberados podrn escoger la forma y la composicin de su Gobierno mediante elecciones libres. Ahora bien: partiendo de la base de que el territorio est ocupado por las tropas rusas y de que la mayora del Gobierno provisional se compone de adictos a la U. R. S. S., quin puede controlar la libertad de las elecciones 7 Por un momento, Franklin Roosevelt piensa exigir que este control sea ejercido por el embajador de los Estados Unidos: pero renuncia a ello, por temor a hacer abortar un compromiso al que se ha llegado con tanto trabajo: "por ahora no podemos hacer nada ms favorable para Polonia". dice a sus colaboradores. Un mes despus, el Gobierno sovitico empieza a zafarse de los compromisos contrados. El derrumbamiento militar de Alemania da luga~ a un cambio radical en las relaciones entre los tres estados, solidarios nicamente porque tenan que vencer a un enemigo comn.
* *
El balance de la Conferencia de Yalta, que no provoc crticas de la opinin pblica norteamericana en su momento, dio lugar a grandes polmicas tres aos despus de la muerte del presidente; pero solo a la vista de los acontecimientos que se produjeron entre 1945 y 1948.
Los reproches hechos a Franklin Roo~evelt han ~ersado! principalmente, sobre la poltica respecto a Alemama, sobre ~a mefic~cia del compromiso adoptado en la cuestin polaca y sobre la influencia otorgada a Rusia en Extremo Oriente. Por qu conceder a la U. R. S. S. un_!l zona de ocupacin tan vasta en Alemana? P?r qu haber accedido a colo~~r a Polonia en una situacin de dependencia con respecto al estado sov1etico 7 Por qu haber pedido Ja intervencin del ejrcito sovitico ,en. la guerra del Extremo Oriente, cuando .el empleo de _la bo.mba ato~1c~ iba a bastar, seis meses despus, para imponer la cap1tulac16n al Japo~ Por qu haber devuelto Manchuria a la influencia rusa. propo~c10~ando al Gobierno sovitico la posibilidad de ayudar a los comumstas chinos? Los colaboradores que acompaaron al presidente cuando la Conferencia han demostrado, sin lugar a dudas, que, lejos de ceder en todo, Franklin Roosevelt haba obtenido del Gobierno sovitico c;oncesione~ apreciables; pero se han limitado a responder a las crticas esenciales; subrayando la impotencia en que se encon~raba_n. en febrero de _1945, las dos potencias occidentales. En Alemama onental y en Polonia. el mapa de la guerra haba privado a los Estados Un_idos. ,Y a Gran ~re taa de toda posibilidad de hacer fracasar la dommac1on ru~a; si ? se hubiera llegado a ningn acuerdo en Yalta, no por ello hubiera. deado la U. R. S. S. de conseguir una posicin predominante en el continente europeo. En el Extremo Oriente, el presidente deseaba obtener la participacin de las fuerzas armadas rusas-de acuerdo con la o~inin dei Estado Mayor-, puesto que, al faltar esta ayuda, la resistencia del Japn pudiera haberse prolongado durante die~ioc~o me~es ms: el Gobierno nipn, aun si fuese expulsado del terntono nacional por un desembarco norteamericano, podra proseguir la guerra, puesto que la mavor parte de su ejrcito se encontraba en China y en Manchuri~. Cmo acabar con esta resistencia sin ayuda de los rusos; y cmo ev1~ar el pago de esta ayuda, aun cuando su precio fuera muy al~o? ~l estado de Ja informacin histrica no permite todava un estudio cntico minucioso; solo autoriza algunas observaciones. El llamamiento a la intervencin rusa en el Extremo Oriente fue superfluo, puesto que, en definitiva, el ~apn se .r}ndi sin que fuera necesario esperar los resultados de tal mterv~~c1on. Poda preverl_o Franklin Roosevelt? Indudablemente, desde diciembre de 1944, sabia que la primera bomba atmica estara preparada, probablemente, para el verano de 1945; pero no lo supo con certeza hasta el mes de marzo, despus de Yalta. Nadie poda valorar todava la eficacia de la nueva arma, cuyas pruebas no se realizaron hasta el 16 de julio. As, pue~, el presidente no poda apreciar todava, en el mes de febrero, la ampl~tud de Ja revolucin atmica, ni medir con exactitud su alcance estratgico; no puede sorprender que haya considerado necesario atenerse a la opinin de sus Estados Mayores, deseoso de aliviar, con la entrada en la guerra de las tropas rusas, el peso soportado por los Estados Unidos
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en la guerra del Pacfico. Todava a mediados de junio, los componentes del Comit Especial formado por el presidente Truman, militares, diplomticos y polticos, repiten casi unnimemente que la ayuda sovitica es necesaria. La situacin de la guerra en Europa en 1945, ya no permite a Gran Bretaa y a los Estados Unidos oponerse a la expansin rusa, a menos que acepten tambin la posibilidad de un tercer conflicto mundial, eventualidad que, por entonces, nadie quera tomar en consideracin. Ahora bien, no hubiera sido P?sible esa resistencia quince meses antes, sin peligro de guerra? El principio del desplazamiento de Polonia hacia el Oeste-y, por consiguiente, el de la influencia rusa en Europa central-, fue admitido, tcitamente, por Franklin Roosevelt y expresamente por Winston Churchill en la Conferencia de Tehern en otoo de 1943. En aquel momento, el desarrollo de la guerra no haba dado todava al Gobierno sovitico las cartas ventajosas que tuvo despus; por tanto, la poltica de apaciguamiento era menos necesaria. Si los .dos estadistas pensaron de otra forma fue, sobre todo, porque temieron que Jos rusos, en caso de desacuerdo entre los aliados, hicieran una paz por separado con Alemania. Es indudable que, en esta hiptesis, el Gobierno sovitico no hubiera obtenido, ni mucho menos, unas ventajas comparables con las que poda esperar de una derrota alemana completa; sin embargo, poda interesarle contentarse con unos beneficios ms limitados si consideraba que una victoria total exigira a sus ejrcitos y a su pueblo un esfuerzo demasiado grande. t Era vano este temor? Incluso hoy no disponemos de medios para conocer las intenciones del Gobierno sovitico; pero debemos hacer constar que la tentacin de una paz separada pudiera haber sido muy fuerte en los crculos gubernamentales rusos, en tanto que el segundo frente no fue creado mediante el desembarco en Francia. ill Por consiguiente, parece ser que la poltica de apaciguamiento ha sido la contrapartida del retraso en la creacin de este segundo frente. Los Estados Unidos y Gran Bretaa se han colocado, con respecto a la U. R. S. S., en una situacin diplomtica desfavorable, por haber querido limitar sus riesgos.
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Acerca de Jas cuestones traadas en este captulo, el libro de J. B. Du1<0SELLE citado en la bibliografa general, ofrece un anlisis particularmente mteresante.
Sobre las relaciones entre la U. R. S. s., Gran Bretaa y Estados Unidos.-.... : War and Peace
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LA DERROTA
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"EJE".-A.RMISTICIO
ITALIANO
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CAPITULO XIII
Basta con que se mantenga la coalicin adversa1 ia para que quede decidido el destino de Alemania y de sus aliados. Esta derrota es producida, nica y exclusivamente, por las armas. La historia de las relaciones internacionales debe limitarse a examinar cmo v cundo lo han comprendido as los gobernantes y los pueblos de los "estados vecinos, as como las consecuencias que han sacado de ello.
l. EL ARMISTICIO ITALIAj\0
La cada de Mussolini, el 25 de julio de 1943, anuncia la defeccin de Italia. El nuevo Gobierno, presidido por el mariscal Badoglio, trata inmediatamente de obtener el armisticio: no lo consigue hasta el 3 de septiembre, despus de seis semanas de prolongados esfuerzos. E Italia, cuando se retira de la guerra, se transforma en campo de batalla. Por qu se derrumba el rgimen fascista? Y por qu este derrumbamiento no ha evitado a Italia los sufrimientos de la guerra? La desaparicin del rgimen fascista es consecuencia directa de la nueva orientacin adquirida, a partir de noviembre de 194 2, por las operaciones blicas del Mediterrneo: pero tambin haban contribuido. desde haca mucho tiempo, a preparar este resultado, las dificultades de la colaboracin entre Italia y Alemania y el cansancio de la opinin pblica italiana. Las relaciones germano-italianas haban sufrido el primer golpe en el otoo de 1940. En lugar de dirigir su accin militar contra Malta-segn el plan de guerra alemn-, Mussolini haba lanzado una ofensiva balcnica, cuyo nico objetivo era eliminar el obstculo que Yugoslavia y Grecia podan oponer a la penetracin italiana. Esta accin, empezada a espaldas de Alemania, haba fracasado. El duce se haba visto obligado, despus de su entrevista con Hitler, el 8 y el 9 de febrero de 1941, a renunciar a su guerra paralela, y a acomodar sus pretensiones a las del Gobierno alemn. Esto haba provoe>ado en l gran amargura. Desconfiaba de las reivindicaciones alemanas acerca del Tiro] meridional; se quejaba de que Hitler le llamaba tocando el timbre, sin que l pudiera decir. ni palabra: y no ocultaba su temor de llegar a convertirse en un vasallo de su aliado. Por el momento--confesaba-no poda hacer, sin embargo, ms que prestarse a todo. Cules eran sus esperanzas para el futuro?
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Si se da crdito a las conversaciones mantenidas con su yerno, unas veces pensaba que una guerra larga y agotadora obligara a Alemania a remunerar con largueza la ayuda italiana; es decir, que segua considerndose dentro del pacto de acero; y otras, llegaba a preguntarse si no sera preferible desear una victoria inglesa. Sin embargo, puede que no haya que conceder demasiada importancia a estas conversa dones. De la misma manera, cuando hablaba con el jefe de Polica, por ejemplo, criticaba a Hitler, a Goering. y expresaba su admiracin por la fuerza de voluntad de Winston Churchill o de Franklin Roosevelt, dejando traslucir su resignacin a soportar la hegemona alemana y su esperanza de sacar de ella algunos beneficios. No era tambin este el estado de nimo del conde Ciano, acerca de esta misma hegemona alemana, cuando escriba en su Diario, en noviembre de 1941: "que sea bueno o malo, es otra cuestin; pero es una realidad. Por consiguiente, es preferible estar sentado a la derecha del dueo de Ja casa; 11! y nosotros lo estamos?" La poblacin italiana, en conjunto, no haba deseado Ja entrada en la guerra, la que, segn los informes de la Polica, haba considerado como una aventura ligada a los intereses del partido fascista ms que a los de la nacin (1). Mussolini no lo ignoraba, pero haba hecho caso omiso: "para hacer grande a un pueblo, hay que enviarle al comba te, aunque sea dndole patadas en el trasero". Un ao despus haba de reconocer que el pueblo "no haba comprendido del todo la guerra", y que Ja poblacin se apartaba del rgimen; Sin embargo, la oposicin activa se limitaba a dos focos, ambos constreidos a una actividad clandestina: el partido cmunista, cuyas fuerzas principales estaban en las regiones industriales de Miln, Gnova y Turn, y que/no haba esperado a la ruptura germano-rusa para manifestarse contra la guerra; el partido de accin, cuyos miembros activos eran poco numerosos, pero cuyos jefes (republicanos centristas o republicanos socialistas) haban ocupado cargos polticos, en su casi totalidad, antes de la era fascista. La aristocracia romana, sin participar directamente en esta oposicin y valida de su prestigio social, mostraba por regla general una actitud crtica, no solo en lo tocante al rgimen, sino tambin a la guerra. La actitud de los altos funcionarios, servdores del fascismo, no era segura: el ~inistro de Italia en Bucarest no vacilaba, en agosto de 1941, en preconizar una unin latina, en la que Espaa y Francia podran ayudar a Italia a hacer de contrapeso frente a Alemania; el jefe de Polica trataba de hacerse independiente del partido; el subsecretario de Estado para la fabricacin de material de guerra, ya en el otoo de 1941, deca que Italia no podra continuar su esfuerzo blico durante mucho tiempo, por carecer de carbn y de metales raros. Indudablemente, esto no eran sino habladuras de derro(1)
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listas, cuyas convicciones y previsiones no eran lo suficientemente slidas para inducirles a ab~ndonar los beneficios de sus puestos; no obstante, eran demostracin de que la influencia de los mandos no tratara de suplir la falta de entusiasmo nacional. No. tiene na~a de sorprendente que esta oposicin vaya en aumento a partir de noviembre de 1942, cuando el desembarco norteamericano en Africa del Norte representa para Italia una amenaza directa. Los jefes militares son los primeros en comprender las consecuencias de la nueva situacin estratgica. El general Ambrosio, diez das antes de ser n~mbrado jefe del_ Estado Mayor General, considera que Italia, despues de haber perdido su imperio colonial en Etiopa y en Libia, debe ahora temer la invasin. El jefe del servicio de fabricacin de material de guerra comprueba que cada vez se hace ms difcil el transporte del plomo y el antimonio, extrados en Cerdea a causa de los cruc~ros ingleses; del. carbn alemn, por los bombard~os areos, y del petroleo rumano, debido a los ataques de los "guerrillero.,s yugoslavos contra los ferrocarriles balcnicos": situacin trgica en todos los aspectos. Para mantener el frente de Tnez y precaver el riesgo de un d~sembar~o en Sici~ia, el Estado ~ayor quisiera conseguir que el ejrcito alemai:i renunc1a:a a yrosegmr su esfuerzo en Rusia, y desplazara tropas hacia el Mediterraneo; pero Hitler se niega. El mariscal Badoglio, duque de Addis Abeba, que ha abandonado, en noviembre de 1940, _la direccin del Estado Mayor General, pero que conserva gran autondad personal en el Ejrcito, insiste ante el soberano acerca de los peligros que amenazan a Italia, y le pide que provoque "un cambio d~ la situacin interior". En el mismo sentido se despliega la influencia de los antiguos parlamentarios liberales, cuyo portavoz es Bonomi. A mediados de mayo de 1943 parece ser que el rey se inclina a favorecer los propsitos de la oposicin. "Hay que pensar seriamente eiai la posible necesidad de separar el destino de Italia del de Alemania" escribe en sus papeles privados. El mariscal Badoglio, avisado por e ministro de la Casa real, estudia, de acuerdo con el jefe del Estado Mayor General, el plan de un golpe de estado: neutralizacin de las fuerzas de la milicia fascista, y, a continuacin, detencin del Duce; en el mes de junio mantiene conversaciones con algunos miembros importantes del partido de accin acerca de la composicin del futuro Gobierno. Al mismo tiempo, en el seno del partido fascista, las grietas se van agrandando. Es indudable que los grupos de jvenes "superfascistas", que en Roma y Florencia denuncian la crisis de moralidad en los mandos y en el crculo personal del Duce, no son demasiado peligrosos: Mussolini los considera como exaltados sin importancia. Pero lo grave es el estado de nimo de algunos de los componentes del Gobierno. En febrero de 1943, un reajuste ministerial elimina al conde Ciano, que algunos das antes ha aconsejado a su padre poltico que pienst! en el momento de buscar un acercamiento con los Estados Unidos; y separa
al mm1stro de Justicia, Dino Grandi, que critica abiertamente la marcha de la guerra. Pasan inadvertidos para el jefe del Gobierno estos sntomas de descomposicin del rgimen 7 Mussolini parece admitir, en todo caso, que pronto se impondr la necesidad de buscar la paz. En la entrevista de Salzburgo, en mayo, ha aconsejado a Hitler, insistentemente, que trate de conseguir una paz por separado con la U. R. S. S.; a finales de junio, despus de la prdida de Tnez, expresa al mi;_istro rumano de Asuntos Extranjeros su intencin de intentar una negociacin; pero no hasta "dentro de dos meses", puesto que es imposible iniciar unas conversaciones "bajo Ja impresin de Ja derrota africana". As, pues, se siente en un callejn sin salida. Esta crisis latente se hace inminente cuando la situacin militar se agrava. El 10 de junio tiene lugar el desembarco anglonorteamericano en Sicilia, cuyo xito queda asegurado ~l da trece. El 19, sufre Roma el primer bombardeo areo. En la entrevista de Feltre, Mussolin pide el envo inmediato de refuerzos alemanes, que Hitler no puele prometerle. Al ser informado de esta negativa alemana, el rey considera que hay que cesar en la lucha; y Grandi declara al Duce que, para abrir camino a una negociacin de paz, se impone la necesidad de "devolver el poder al rey". Pero Mussolini se niega a abandonar a Alemania. El desenlace se provoca mediante un golpe de Estado: iniciativa de algunas personalidades dirigentes del partido fascista de reclamar una reunin del Gran Consejo; reunin, el 24, de este Gran Consejo, que, despus de ms de diez horas de deliberaciones, algunas veces violentas, vota, por iniciativa de Grandi y por 19 votos contra ocho y una abstencin, un orden del da que prev "el restablecimiento de las prerrogativas del rey y del Parlamento" y que, por consiguiente, da paso a la crisis del rgimen; en la tarde del 25, dimisin de Mussolini, que es detenido cuando sale de las habitaciones del rey. En este tumulto de acontecimientos, algunos de cuyos episodios se prestan todava a controversia, se pueden distinguir tres momentos. La desautorizacin del Duce por parte del Gran Consejo ha sido provocada por un grupo de fascistas disidentes, que se proponan sustituir al jefe por un triunvirato (Ciano, Grandi, Federzoni); los generales no han tenido nada que ver con esta iniciativa. Este plan ha fracasado, debido a la intervencin del rey y de Badoglio, tal vez dirigida, entre bastidores, por el ministro de la Casa real, Acquarone (que era tambin hombre de negocios). Decidido a poner fin al rgimen fascista, el soberano ha prescindido de los conjurados; pero tampoco ha recurrido a los polticos antifascistas, cuya llegada al poder hubiera provocado, inmediatamente, una reaccin alemana brutal: as, pues, ha formado un Gobierno de transicin, integrado por altos funcionarios. Por ltimo, la detencin de Mussolini parece haber sido obra de los generales y del ministro de la Casa real, sin que se pueda determinar si el soberano particip en la decisin.
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Cmo explicar que el rgimen se haya derrumbado sin siquiera intentar un acto de fuerza 7 Mussolini, que conoca de antemano la orden del da de Grandi, ha dejado que se desarrollara la maniobra de sus adversarios en Ja sesin del Gran Consejo. Hubie_J podido hacer entrar en la sala a los mosqueteros de su guardia personal, que solo esperaban su seal, u ordenar la detencin de los diecinueve oposicionistas a la salida del acto; se ha negado a hacerlo, probablemente porque despus de la entrevista de Feltre comprenda que la situacin de Italia era insoluble. Veinticuatro horas despus, el general Galbiati, jefe del Estado Mavor de la milicia fascista-uno de los componentes del Gran Consejo qti'e permanecieron fieles al Duce-, se somete pacficamente cuando el mariscal Badoglio le despoja del mando y decide la incorporacin de la milicia al Ejrcito; "no quise provocar una guerra civil con el Ejrcito, en Ja que Ja milicia hubiera llvado las de perder, tanto ms, cuanto que la poblacin estaba de acuerdo con el golpe de estado", escribe en sus Memorias. En resumen, todas estas explicaciones coinciden en el mismo punto: el rgimen no encontraba ya apoyo en ningn sitio, porque haba lanzado al pas a una guerra cuyo final desastroso era indudable; la eliminacin del Duce se perfilaba como el prefacio necesario para una negociacin de paz. El Gobierno del mariscal Badoglio pretenda conseguir este objetivo desde su llegada al poder. Sin embargo, antes de lograr, no ya la paz, sino el armisticio, vivi un melodrama increble, segn palabras del general Eisenhower. Como no poda abandonar el pacto de acero sin correr el riesgo, casi seguro, de ser barrido por un golpe de mano .~e las tropas alemanas en Italia, se vea obligado a demorar la separaczo11 hasta que los Estados Unidos y Gran Bretaa no solo hubieran aceptado el armisticio, sino tambin desembarcado en la Pennsula fuerzas suficientes para dominar a aquellas tropas alemanas. El objetivo era establecer la sincronizacin entre el desembarco aliado, el armisticio y la ruptura con Alemania. Para conseguirlo, la lnea de conducta no poda ser sino el doble juego: declarar al Gobierno alemn que Italia proseguira la guerra, y, a espaldas suyas, ponerse en contacto con los a;iglonorteamericanos. Situacin delicada. No se percatara el Gobierno alemn de la maniobra italiana? Y los gobiernos de Londres Y de Washington confiaran en este Gabin,ete, compuesto por ,altos fun~i~ narios, es decir, por hombres que la v1spera estaban todav1a al serv1c10 del rgimen fascista? La primera dificultad no es la ms grave. Badoglio, despus de haber enviado secretamente, el 31 de julio, a Lisboa. un emisario encargado de ponerse en contacto con los ;io:teamericanos .. ~ncarga a su ministro de Asuntos Extranjeros, Guanglia, que tra11qu1/1ce a los alemanes. El 6 de agosto, en la entrevista de Tarvisio, Ribbentrop no disimula su desconfianza: considera que el Gobierno italiano se dispone "a
salirse del conflicto"; y sospecha que est en negociaciones con los estados enemigos. Guariglia Jo niega, incluso dando su palabra de honor--"'puesto que no hay ms remedio"-, y afirma que la guerra prosigue ; pero. aade que Itaiia est agotada y que sera preferible abandonar la lucha. Indudablemente, estas declaraciones no son como para disipar la inquietud de Alemania, que, por tanto, se niega a repati:iar las divisiones italianas que combaten en el frente ruso o en los Balcanes; y decide asegurar, por sus propias tropas, la custodia de los ferrocarriles italianos; no obstante, permiten al Gobierno Badoglio ganar tiempo, es decir, evitar el golpe de fuerza alemn, y conservar todava cierta libertad de movimientos. Pero la negociacin secreta con los Estados Unidos y Gran Bretaa, iniciada en Lisboa y proseguida en Casibila, cerca de Siracusa, reserva grandes sufrimientos al Gobierno, a las tropas italianas que siguen luchando en Sicilia contra los aliados y a la poblacin civil, que sufre!'! los bombardeos areos. El l 1 de agosto, el Gobierno italiano es conminado a firmar una capitulacin sin condiciones. Termina por resignarse a ella al cabo de tres semanas. Es indudable que la resignacin hubiera sido mucho ms rpida si el negociador, el general Castellano, hubiera podido conseguir la condicin previa para la separacin, es decir, la sincronizacin entre la firma del armisticio y el desembarco aliado en la Pennsula. Pero el Gobierno italiano esperaba que este desembarco se efectuara, por lo menos, por quince divisiones: y que tendra lugar al norte de Roma, al tiempo que una divisin aerotranspoi;tada ocupara la capital, para protegerla de un golpe de mano alemn. Ahora bien: el Estado Mayor interaliado se limita a prODjleter, verbalmente,' la intervencin de tropas aerotransportadas, pero ndgndose a dar a conocer los efectivos del cuerpo de desembarco, as como el lugar y la fecha de la operacin; el 31 de agosto, exige que Italia ceda, sin esperar a ms, bajo amenaza de bombardear Roma. El Gobierno italiano no puede aponerse a esta exigencia, puesto que cualquier retraso contribuir a ponerlo en manos de los alemanes. El 3 de septiembre de 1943 firma el armisticio, declara aceptar un desembarco, cuya fecha ser fijada por el general en jefe interaliado; y se compromete a cumplir todas las condiciones polticas y econmicas que le sean notificadas ulteriormente. Este acuerdo, que permanece en secreto, no entrar en vigor hasta el da en que tenga lugar el desembarco. En esta ltima etapa-la que separa la firma de la ejecucin-, el Gobierno italiano pasa por Jos peores momentos. Quisiera tener la seguridad de que el desembarco, del que no dbe conocer el sitio ni la fecha, ser aplazado hasta el 13 de septiembre, ya que se necesita cierto tiempo para reagrupar las tropas italianas que todava estn mezcladas con las alemanas en Toscana y en la Italia septentrional; y, sobre tbdo, para dejar expeditos, en los alrededores de Roma, los aerodromos destinados a la divisin aerotransportada: si esta intervencin de los pa-
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la cmdad en pocas horas. Ahora bien: el 8 de septiembre el comandante en jefe interaliado advierte a Badoglio-mediante ~n mensaje urgente--que el armisticio ser anunciado el mismo da. El Gobierno italiano se ve obliga~o a anunciarlo igualmente, puesto que es ind.udable que no podna hacer frente, a la vez, a la hostilidad de los aliados y de los alemanes. En el transcurso de la noche siguiente tiene lugar el desembarco en la baha de Salema, al sur de Npoles. Pero las tropas alemanas dominan ya en Roma, mientras el Gobierno Ba~oglio se refugia en Brindisi. El 16 de septiembre, Mussolini-puesto en libertad po~ unos pa:acaidistas. alemanes-forma en Italia septentrional u,n Gob1.erno fascista republzcano, que, de hecho, est bajo control aleman. Italia va a verse convertida en campo de batalla durante dieciocho meses. El Gobierno Badoglio, aunque ha conseguido retrasar durante seis semanas la int~rvencin armada de Alemania, ha sufrido, por tanto, un, fracaso casi total. Por el hecho de haber expulsado a Mussolini c~e1a tener derecho . alguna benevolencia al negociar el armisticio; sm embargo, es obligado a firmar una capitulacin sin condiciones. Deseaba que el desembarco se realizara al norte de Roma de manera que gran parte de l~ pennsula se encontrara colocada fuer~ del campo de batalla, y los abados lo han llevado a cabo a ms de 200 kilmetr,os de la. capital. Esperaba que la operacin sera aplazada por algunos dta~, habida cuenta .de las medidas necesarias para poner a Roma al abngo de la ocupacin alemana; y se ha encontrado entre la espada Y la pared. No hubiera podido evitar este desastre adoptando, desde su llegada al poder, una actitud clara, es decir, si hubiera declarado que... Italia se retiraba de la guerra y deseaba permanecer neutral a partir de aquel momento, o bien si hubiera roto con Alemania, expulsando a las tropas alemanas, con ayuda de los aliados, en caso necesario? A estos reproches que les han sido hechos desde distintos sectores los auto~es de la poltica del doble juego han opuesto unos argumen~ tos ~ue, mdudablemente, no carecen de valor: pretender que Alemania hubiera aceptado la desercin italiana sin actuar con las armas es dar pruebas de inge~uidad; creer en l posibilidad de expulsar a las tropas alemanas, es olvidar que, a finales de julio, el Estado Mayor interaliado no estaba en condiciones de actuar inmediatamente, y es tambin desconocer el estado de nim? del ejrcito y el pueblo italianos, que, indudablemente, no estaban dispuestos a cesar las hostilidades en un lado, para reanudarlas inmediatamente despus en 4!1 otro. Y no es men9s cierto que los miembros del Gobierno Badoglio subestimaron las difi~ultades y los peligros de su poltica. Esta amarga experiencia les inclmaba a creer que haban sido tratados con un rigor injusto por Jos
hecho de haber consentido el desembarco que haba permitido estableEstados Unidos y Gran Bretaa. No mereca alguna compensacin el cer la primera abeza de puente en el continente europeo? Pero el Estado Mayor interaliado no poda indicar la fecha de desembarco a unas personas cuya buena fe le pareca sospechosa; ni explicar que le era imposible llevar a cabo la operacin al norte de Roma, a causa del escaso radio de accin de su aviacin de caza; ni confesar que no estaba en condiciones de poner en juego, como primera ola de ataque, ms de seis divisiones, cuando el ejrcito alemn acantonado en Italia contaba con dieciocho. Los promotores de la poltica italiana no haban sabido prever cun difcil era salir de la guerra.
11. LA DESEHCION DE LOS SATELITES"
El nuevo orden establecido en las regiones danubiana y balcnica por Alemania e Italia, cuando estaban triunfantes, haba tenido por instrumento a aquellos gobiernos que prefirieron el vasallaje a la destruccin. En Hungra, el almirante Horthy haba credo oportuno ponerse del lado del vencedor. En Rumania, desde la llegada al poder, en enero de 1941, del general Antonescu-seguida de la abdicacin del rey Caro! y del advenimiento de su hijo Miguel-, el objetivo del dictador haba sido, no solamente participar en el reparto de los despojos rusos, sino tambin recuperar los territorios perdidos cuando el segundo arbitraje de Viena (1); haba mantenido esta lnea de conducta, a pesar de las crticas de los polticos y de los hombres de negocios, que lamentaban que el pas se agotara en provecho de Alemania. En Bulgaria, el rey Boris haba accedido, el 1 de marzo de 1941, a entrar en la rbita alemana. a pesar de los sentimientos prorrusos de su pueblo, porque la vida econmica del pas dependa, en gran parte, de Alemania; y, sobre todo, porque quera aprovechar la oportunidad para recuperar los territorios de Tracia y de Macedonia, perdidos en fa primera guerra mundial. En Yugoslavia y Grecia, cuyos soberanos haban emigrado a Londres, las autoridades de ocupacin haban instalado unos gobiernos que actuaban bajo su proteccin; pero, mientras que Grecia conservaba las apariencias de una nacin, Yugoslavia haba siclo desmembrada: repblica croata, reoblica serbia; divisin de Eslovenia en tres zonas de ocupacin; ale1~ana, italiana y hngara. La inestabilidad de este sistema era manifiesta, incluso antes del cambio de la situacin ~stratgica que se produjo en 1942. En Yugoslavia. ya a partir de septiembre de 1941, las fuerzas de resistencia del partido comunista, que, con Tito, reclamaban la urndad yugoslava, y las del general Mihailovich-campen del serbismo-, haba iniciado un aci.:in armada, apenas debilitada por la escisin sobrevenida, dos
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meses despus, entre ambos grupos. En la misma fecha se haba formado en Grecia el Frente de Liberacin Nacional, que organiz las guerrillas. En septiembre de 1942, Albania tuvo t:imbin su Comit de Liberacin, que trat, no sin trabajo, de asociar las iniciativas comunistas al movimiento nacionai de resistencia campesina. En Hungra y Rumania no se manifest ninguna resistencia, ni siquiera bajo la forma de una oposicin abierta: pero sus gobiernos, al no ser aplastada la U. R. S. S. por la ofensiva alemana de 194 l. haban considerado oportuno tomar algunas precauciones. En Budapest, en febrero de 1942, el regente, convencido de que una victoria rusa sera todava ms peligrosa que una victoria alemana, haba nombrado viceregente a su hijo Stephen, que tena fama de conservar muchas simpatas entre los ingleses; al verno siguiente haba tratado de ponerse en contacto con Gran Bretaa. En Bucarest, segn los mismos agentes diplomticos alemanes, Antonescu se haba hecho muy escptico en cuanto a las posibilidades de una victoria hitleriana. El desenlace de la batalla de Stalingrado haba inducido a ambos estados a dar un paso ms. Un agente hngaro, llegado a Estambul en enero de 1943, haba manifestado a los diplomticos ingleses que Hungra accedera a volverse contra Alemania el da en que las tropas anglonorteamericanas pudieran intervenir en la regin danubiana. Al mismo tiempo, el dictador rumano haba tratado de ponerse en contacto con Inglaterra y los Estados Unidos, para convencerlos del religro ruso e inducirles a tomar en consideracin la posibilidad de una paz por separado con Alemania; incluso haba intentado explicar a Hitler, en el mes de abril, los mviles de sus propsitos, ~onsiguiendo ser escuchado en Roma. As, pues, no es sorprendente que la desercin de Italia provoque honda agitacin en las zonas danubiana y balcnica. Los movimientos de resistencia armada de Yugoslavia extienden su radio de accin: consiguen algunos xitos en la regin de Split y en la de Gorizia, que haban sido zonas de ocupacin italiana. En Grecia --donde las tropas alemanas han reemplazado al cuerpo de ocupacin italiano-los grupos de resistencia-el Edes, comunista. y el Ekka, republicano-se muestran muy activos en octubre de 1943; en la misma poca aparece en Eslovaquia, cuyo Gobierno se encuentra, de hecho, bajo la proteccin alemana, un movimiento anlogo. A finales de 1943, el Estado Mayor alemn calcula el nmero de estos "guerrilleros" en 130 000 para Yugoslavia y 15 000 para Grecia. Indudablemente, son cifras muy inferiores a la realidad. Los aliados se muestran vacilantes. La muerte sbita del rey Boris, el 28 de agosto de 1943, y el advenimiento al trono de Simen JI, asistido por un Consejo de regencia, abren en Bulgaria una era de inestabilidad poltica, en el transcurso de la cual la Prensa empieza a evocar la amistad histrica que, durante tanto tiempo, ha unido a la nacin blgara y a Rusia. En el mes de septiembre, el Gobierno rumano
pi~~sa en. ajust,ai; su po~tica exterior a la de Italia; por medio de una ~1s1n d1plomat1ca enviada a Turqua, hace llegar al Gobierno britmco su deseo de aband?n~~ a Alemania; pero se le contesta que debe hacer l_a oferta de ,ne~oc1ac1on a la U. R. S. S. al mismo tiempo que a las ~tenc1as del Atlant1co. En la misma fecha, el presidente del Consejo
hungaro, Kallay, se pone en contacto, secretamente, con Gran Bretaa Y. adem~, por med_io del archiduque Otto de Habsburgo, con los Estados Umdos. ~onf1rma su intencin de capitular; pero solo ante los an_glo~~rteamencanos, puesto que Hungra no quiere escapar a la dom~nac1on alemana par~ c~er bajo la ru~~- En tanto llegan las tropas aliad~~ pr_omete restnng1r su cooperac10n econmica con Alemania Y facilitar mformes acerca de la situacin en Europa central. Pero todo esto no es, todava, sino un sondeo. La situacin de la guerra no va a tardar en acelerar estas amenazas de dislocacin. La entrada de las tropas rusas en territorio polaqi, el ,4 de e1'..e:o de 1944, y l~ego en Bucovina el 18 de marzo, pone a los paises sateh~e.s de Alemama frente a una perspectiva amenazadora para las clases dmgentes y el personal oficial: la posible intervencin del Gobierno ~ovitico en el rgimen poltico y social de estos pases. Hitler, al q1;1e. pnmero Antonescu y luego Horthy, piden que negocie la paz, se meg~ a hacer.lo. Ello induce a ambos gobiernos a volverse, con mayor rapidez, hacia Gran Bretaa y Estados Unidos, donde esperan encontrar un contrapeso a la influencia rusa, sin descuidar, empero, ponerse en contacto con el Gobierno de la U. R. S. S., por si a fin de ' cuentas, tuvieran que verse obligados a tratar con l. Esta es la lne~ , de conducta que adopta el Gobierno blgaro, en enero de 1944, pomen~ose en contacto con Londres y Washington. En marzo de 1944, el Gobierno rumano enva al prncipe Stirbey en misin a Ankara Y luego a El Cairo. Tambin el Gobierno hngaro tntea el terreno; en febrer? de 19~. tanto en el Este como en el Oeste; pero con mas prudenci_a todav1a, puesto que est vigilado ms estrechamente. Desea realizar una acr?bacia diplomtica; pero nQ quiere exponerse a que Hungra se convierta--como Yugoslavia--en el teatro de una lucha de maquis, ni a una rplica de Alemania, que podra instalar ei: Budapes~ ur: gobierno nacionalsocialista. Esta prudencia es vana: Hitl~r h~ sido mformado de los contactos establecidos por la diplomacia !1~~gara; el 15 de marzo convoca al regente Horthy y le notifica su dec1s1on de que las tropas alemanas ocupen Hungra; el 18 se lleva a cabo esta ocupacin, sin tropezar con la menor resistencia. Por qu Bulgaria y Rumania, sometidas menos directamente a la presin alemana, no llevan ms all sus tentativas diplomticas? Por qu~ no escuchan la declaracin comn de Gran Bretaa, los Estados l!mdos Y la U. R. S. S. que, el 27 de abril de 1944, invitan a los satlztes ~ ap~rtarse d~ Al:,mania, .ofrecindoles la posibilidad de una paz n_egoc1ada ~a exphcac10n e.s. sm d~da, la con~estacin dada a las gest10nes de St1rbey: el prncipe ha sido advertido por los embajadores
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ingls, ruso y norteamericano en El Cairo de que el ejrcito rumano debe pedir las condiciones de armisticio a los rusos, y solo a ellos; as como de que el tratado de paz implicara la cesin de Besarabia y Bucovina a la U. R. S. S. (1). En consecuencia, estos estados satlites de Alemania saben ya que no pueden contar con Gran Bretaa y los Estados Unidos; haban esperado que los anglonorteamericanos alcanzaran Ja regin danubiana antes que los rusos; y ahora ven que la ofensiva sovitica se acerca a sus fronteras; ya no podrn liberarse del sistema alemn sino para entrar en el sistema ruso. Situacin que mal puede incitar a los polticos de estos pases para cambiar de campo. As, pues, sus gobiernos conservan todava una pasividad aparente, incluso despus del xito del desembarco en Normanda. Hasta finales de agosto de 1944, cuando los ejrcitos aliados alcanzan la regin parisiense y Jos ejrcitos rusos penetran en Valaquia, no se deciden los satlites a librarse del yugo alemn, y se resignan a volverse hacia la U. R. S. S. El 23 de agosto, el rey Miguel hace detener en Bucarest al general Antonescu, y pide la conclusin de un armisticio, que se firma, el 12 de septiembre, en Mosc. El 26, el Gobierno de Sofa hace una declaracin de neutralidad; trata intilmente de zafarse de la U. R. S. S., ponindose en contacto, en El Caro. con Gran Bretaa y los Estados Unidos; pero el 12 de septiembre se ve obligado, tambin, a iniciar en Mosc la negociacin del armisticio. En Budapest, a pesar de la presencia de las tropas alemanas, Horthy anuncia por radio, el 15 de octubre, su decisin de negociar un armisticio con los aliados; acto seguido es depuesto. Hasta el 20 de enero de 1945 no podr Hungra apartarse del sistema alemn. En el fondo, la actitud de estos pequeos pases, que se han limitado a seguir los acontecimientos, no ha tenido ninguna influencia en el desarrollo del conflicto mundial. Se trata solamente de episodius curioeos, algunas veces conmovedores, pero pummente secundarios.
Ill. EL DERUMBAl\HENTO DE ALEaH.NIA
Por qu el Gobierno alemn, a pesar de los sufrimientos de la poblacin civil, agobiada por los bombardeos areos y la paralizacin de las industrias blicas, contina hasta el ltimo extremo una lucha .cuyo nico resultado es agravar el desastre nacional, despus de los xitos de la contraofensiva rusa, la des~rcin de Italia y la formacin del segundo frente en Francia? Y por qu se lo consienten el pueblo y el ejrcito alemanes? El Gobierno hitleriano parece haber contado con recobrar su ascendiente en las operaciones blicas merced al empleo de armas nuevas;
( 1) En mayo de 1944 (vase pg. 1201) Ja U. R. S. S. y Gran Bretaa sentaron las bases para un "reparto de intereses"; en el mes de octubre firmaron d acuerdo en la Conferencia de Mosc.
o bien con encontrar una fisura en la coalicin adversaria y obtener una paz por separado en el Este o en el Oeste. Sin embargo, es muy difcil apreciar qu razones han podido permitirle conservar esta esperanza durante tanto tiempo. Armas secretas? En la primavera de 1943, Hitler haba empezado a contar con los cohetes y los aviones sin piloto, de los que hasta entonces no haba hecho caso. En el mes de julio, les concede la "prioridad nmero uno" en las fabricaciones. En este momento espera que el empleo de las "armas secretas" quebrantar el propsito de la poblacin inglesa de llevar la guerra "hasta el fin"; y puede, incluso, inducir al Gobierno britnico a decidir una accin contra las rampas de lanzamiento, es decir, a desorganizar los preparativos para el desembarco principal. Pero el bombardeo de Peenemnde por Ja aviacin britnica, en agosto de 1943, retrasa las fabricaciones. Hasta el 12 de junio de 1944 no se lanzan sobre Londres los primeros artefactos. El desembarco en Normanda ha tenido lugar la semana anterior. Por consiguiente, es demasiado tarde para que el empleo de la nueva arma impida la "formacin del segundo frente''. A finales de septiembre, cuando entran en accin las V2--despus de las Vl-, se hace evidente que los resultados no sern decisivos. Los tcnicos en amzas secretas no creen ya que sus arte~actos puedan evitar la derrota alemana en el plazo de algunos meses. Hitler, sin embargo, sigue manifestndose convencido de que estas armas proporcionarn a Alemania los medios de arreglar la situacin. Segn palabras de Ribbentrop, el Fiihrer conservaba todava este convencimiento "pocas semanas antes del final". Tena algn motivo para abrigar tales ilusiones? No hay nada que permita pensarlo as. Paz por separado? Hitler, igual cuando el desembarco anglonorteamericano en Afrca del Norte, que despus, cuando la capitulacin del ejrcito de Paulus en Stalingrado, se haba negado a toda tentativa de negociacin, a pesar de los consejos insistentes de Ciano y Ribbentrop; pero haba cambiado de opinin, a finales de junio, despus de la cada de Mussolini. Todava no se conocen sino a grandes rasgos las tentativas que s~ realizaron; y, por tanto, es difcil su interpretacin. El Gobierno hitleriano se dirige, primero, hacia la U. R. S. S.. porque un agente secreto sovitico, que se encuentra en Estocolmo, ha propuesto unas conversaciones (1). Las condiciones rusas--comunicadas por un intermediario sueco-implican, por un lado, el restablecimiento de las fronteras de 1914. es decir, que Alemania abandone Lituania y los territorios polacos adquiridos en 1939, a excepcin del pasillo y de parte de Posnania: y por otro, plena libertad de accin para la U. R. S. S. en Asia y en los Estrechos. Hitler, cuyos ejrcitos ocupan todava, en este momento, la mitad del territorio europeo de la U. R. S. S., no se
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resigna a negociar en estas condiciones; es alentado por Ribbentrop. El 10 de septiembre mantiene su negativa, a pesar de una gestin de Goebbels. El 23 de septiembre, sin embargo, est dispuesto a aceptar. en principio, una conversacin con el Gobierno sovitico. Qu hechos han podido determinar su cambio de criterio, entre estas dos fechas? No cabe duda de que se ha sentido desconcertado .'por Ja rapidez con que sus tropas evacuan Ucrania. Lo cierto es que el agente alemn en Estocolmo recibe instrucciones de su Gobierno, a finales de septiembre. Entonces es el interlocutor ruso el que da largas. Este episodio no basta para desanimar a ciertos jefes de las S. S. que, a principios de 1944, piensan en crear un frente nacional bolchevique; pero el Gobierno permanece ajeno a estos proyectos indeterminados. En el mes de abril, Goebbels quisiera ofrecer a Rusia plena libertad de accin en Polonia, Finlandia, Rumania, Bulgaria y Grecia; Hitler se niega. El 30 de agosto-despus de Ja derrota sufrida en Francia-Ribbentrop hace una nueva tentativa; y tropieza con la misma negativa. La eventualidad de una negociacin con la Gran Bretaa y los Estados Unidos parece excluida, desde el momento en que Franklin Roosevelt y Winston Churchill han declarado, en enero de 1943, que exigirn "una capitulacin sin condiciones" (1). Sin embargo, es irrevocable la declaracin an"glonorteamericana 7 No han de temer los Estados Unidos y la Gran Bretaa que Europa sea bolchevizada?, dice Goebbels. Y no se puede confiar en que la frmula adoptada en Casablanca no sea ms que una fachada? La cuestin merece ser examinada, puesto que los Estados Unidos y Gran Bretaa parecen vacilar todava ante los riesgos de un desembarco en Francia. En diciembre de 1943, Hitler hace una gestin cerca de las dos potencias del Atlntico, gestin que resulta vana. El 15 de marzo de 1944. los altos jefes militares consideran que se hace necesario llevar a cabo una accin diplomtica secreta. Antonescu, cuando se entrevista con el Fhrer en Klessheim, y Horthy, cuando va a Salzburgo, en el mes de abril de 1944, insisten en el mismo sentido. Hitler se niega. Dos meses despus, el desembarco en Normanda acaba con las ilusiones. Hasta principios de 1945, cuando la contraofensiva alemana en las Ardenas ha fracasado y el bombardeo de Londres con las armas secretas ha demostrado su inutilidad, no autoriza Hitler a Ribbentrop para que trate de ponerse en contacto con las potencias occidentales. a travs de Suiza. Suecia y Espaa. La contestacin seala, categricamente, que es imposible cualquier contacto, en tanto que Hitler permanezca a la cabeza del Gobierno. As, pues. qu camino le puede quedar abierto a la diplomacia alemana? Por un momento, Ribbentrop piensa en dirigir una amenaza a Londres y a W<ishington: si los anglonorteamericanos no quieren cesar en las hostilidades. el Go(1)
biern.o hi~leriano abandonar la lucha y entregar Alemania a la bolchevzzaczon; pero se da cuenta de que esta amenaza sera intil. En marzo de 1945, cuando los acontecimientos en Polonia (1) sealan una fisura en .la -co~!ici~n adversaria, parece pensar en otra solucin: 'l.Cepta~ la capitulaczon sm condiciones, pero solamente en un teatro de operaciones, que sera el frente italiano. Tal es el tema de discusin en las conversaciones que se celebran en Berna, el 8 v el 19 de marzo entre el gener~l de las S. S., Wolff, y unos generales ~nglonorteameric~nos. Esta t:ntat1~~ tena ~o.r~osamente que preocupar a Rusia, puesto que la cap1tulac1on perm1tma a los anglonorteamericanos extender rpid.amente sus ?peraciones hacia Austria, as como aumentar sus efec~tvos en l~ misma Alemania, para ser los primeros en llegar a Berln. lEs. la rap1.dez con que protestan los rusos lo que hace reflexionar a los g?b1ernos mgls y norteamericano 7 La realidad .es que las conversac10nes de Berna no tienen consecuencia alguna. Tal es la imagen ms o menos aproximada que Jos datos de actualmente se dispone permiten entrever. No cabe duda de que el ?fa en que l?s documentos diplomticos sean dados a conocer, esta imagen tendra otros contornos. En el estado actual de la informacin pare~e. ser que el Gobierno hitleriano, convencido de que no podr so: brev1v1r a la derrota, ha preferido jugarse el todo por el todo.
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No hubieran podido imponer otra actitud el comportamiento del pue?Io alemn, d de s~s. cuadros intelectuales, econmicos y administra~1vos y el estado de animo de los altos jefes militares? La nica ten~at~va que se ha hecho es el atentado contra Hitler, realizado el 20 de 1uho de 1944 por la resistencia alemana. En esta tentativa cuyo jefe moral, ~oerdeler, haba si~o detenido tres das antes, parti~ipaban generales importantes (tres Jefes de cuerpo de Ejrcito), muchos ofieiales del Es,tado Mayor General, intelectuales y hombres de negocios. En su mayo_r1a, se trataba de conservadores adictos a las viejas tradicione~ prusianas, qu.e detestaban los conceptos del nacionalsocialismo, los me~odos. del Go~terno y el terror policaco; tambin haba, entre ellos, nac10nahstas ardientes que, ansiando evitarla catstrofe nacional vean en la. desaparicin de Hitler la nica posibilidad de llegar a u~a paz negociada. Todos comprendan perfectamente las dificultades de una e:ni:resa que haba de tropezar con la armazn del partido nacionalsocialista y ~o~ la fuerza de la Gestapo. Por consiguiente, el atentado del 20 de uho no era un mero episodio. Ahora bien: qu alcance se le puede atribuir? Los promotores de la Resistencia alemana no haban esperado al verano de 1944 para pensar en un golpe de Estado. Ya haban esbozado sus. proyectos en la yrimavera de 1943. Sin embargo, no haban creqo posible una revolucin desde arriba, ni siquiera despus de la derrota
(1) Vase pag. 1203.
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de Stalingrado, ni tampoco despus de la defeccin de Italia. Crean que el sacrificio sera vano, si el golpe de fuerza tena lugar antes de que el rgimen se tambaleara ante la perspectiva de una derrota inminente 7 O bien consideraban que los intereses nacionales les obligaban a no derribar a este Gobierno en tanto conservara alguna posibilidad de escapar a la catstrofe militar? Pensaban, sobre todo, que la eliminacin de Hitler 1to podra ser comprendida por la opinin pblica y por el Ejrcito, mientras una y otro no tuvieran plena seguridad de la derrota militar. Esta condicin previa no se produce hasta despus del desembarco en Normanda. Entonces, la oposicin secreta al rgimen considera que ha llegado el momento oportuno para el golpe de Estado. Estas largas vacilaciones de los conjurados demuestran que el rgimen hitleriano conservaba todava, en su opinin, un gran apoyo en la masa de la poblacin. No llevan a la misma conclusin las circunstancias del fracaso? No cabe duda de que, al salir Hitler ileso, el rgimen era ms difcil de abatir. Sin embargo, si la tentativa del golpe de Estado hubiera estado apoyada por la opinin pblica, aun abortada, hubiera podido provocar una reaccin en el pueblo o en el Ejrcito. No ha pasado nada: en Berln, la marcha de un batalln de infantera hacia la Cancillera no ha pasado de ser un acto aislado; en Pars, los disparos cruzados entre individuos pertenecientes a las S. S. hitlerianas y al Ejrcito ha sido solo un incidente, aunque la conjuracin tena adeptos en el Estado Mayor de las tropas alemanas. Hay algo ms significativo que esa pasividad 7 Los numerosos relatos que han explicado en detalle la preparac10n y la ejecucin del atentado o las circunstancias del fracaso, han dejado en la sombra, con demasiada frecuencia, este hecho esencial; sin embar;,go, algunos s han aludido a ello, y en especial el alcalde de Stuttgart (1). Estos estn de acuerdo en afirmar que, en julio de 1944, el pueblo alemn no estaba dispuesto a apoyar, ni siquiera a aceptar, un acto de fuerza dirigido contra la persona del Fhrer: en conjunto, el pueblo estaba acostumbrado a respetar al Gobierno y a obedecerle; desde haca- ms de diez aos, careca de todo encuadramiento, a excepcin del que le era impuesto por las organizaciones nacionalsocialistas; segua poniendo sus esperanzas en el jefe, que ya haba realizado verdaderos milagros y que todava pareca capaz de enderezar la situacin militar, gracias a este poder mgico. La resistencia tampoco poda contar con el Ejrcito, pues aunque los altos jefes haban perdido ya toda su ilusin, los mandos subalternos, reclutados, principalmente,. durante la guerra, en las juventudes hitlerianas, conservaban su fidelidad ai Fhrer y su admiracin hacia l. Es indudable que estas impresiones individuales :,on insuficientes
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para permitir una apreciacin slida. Debieran ser contrastadas con documentos que pudieran dar a conocer el estado de opinin en el Ejrcito y en el pueblo, y completadas con la recogida de numerosos testimonios, obtenidos en todas las regiones y en todas las capas de la sociedad. La encuesta sera difcil; y los resultados apenas si podran satisfacer las exigencias del espritu crtico. En tanto se lleva a cabo esta encuesta, habr que dar por vlida la interpretac:/m a que conducen las indicaciones anteriores: la psicologa colectiva no estaba al unsono del complot del 20 de iulio.
IV. EL DERHUMBAMIENTO DEL JAPON
El Japn, que, en 1942, no solo dominaba las regiones ms ricas y pobladas de China, sino tambin toda la parte occidental del Ocano Pacfico, Indochina y las Indias Neerlandesas, haba pretendido establecer un "nuevo orden" en Asia oriental. A partir de febrero de 1943, la batalla naval de las islas Salomn haba ensombrecido esas perspectivas: en adelante, se encontraba amenazada Ja seguridad de las comuc nicaciones martimas con las Indias Neerlandesas, fuente esencial del abastecimiento nipn en materias primas. Pero los signos precursores de la derrota no hicieron su aparicin hasta el verano de 1944: crisis de los transportes martimos, puesto que las prdidas infligidas a la marina mercante por la guerra submarina y area se haba duplicado en un ao; batalla naval de las islas Filipinas. que destroz, en el mes de octubre, Ja capacidad ofensiva de Ja flota de guerra. En el invierno de 1944-45, al tiempo que las ciudades japonesas eran afectadas gravemente por los bombardeos areos, Ja poblacin haba empezado a sufrir penuria alimenticia; y la industria metalrgica-al carecer de carbn y, sobre todo, de mineral de hierro-, se haba visto obligada a disminuir su produccin: eran las consecuencias inevitables de la paralizacin. casi completa, de Jos transportes martimos. El xito norteamericano en la isla de Okinawa, el 1 de abril de 1945, agrava la situacin estratgica, puesto que el archipilago nipn queda ya al alcance de una operacin de desembarco. Cinco semanas despus, la capitulacin alemana permite a los EstadOs Unidos y a Gran Bretaa concentrar todos sus esfuerzos en Extremo Oriente; y. por lo menos, cortar las relaciones martimas entre el archipilago nipn y el ercito de ocupacin en China. El mismo da, el presidente Truman declara que el Japn "deber capitular sin condiciones". Sin embargo, Ja resistencia nipona se prolonga. En el mes de junio, los consejeros del presidente de los Estados Unidos, para evitar a las tropas los sacrificios que exigira un desembarco en el archipilago nipn. y tambin, sin duda, para quitar a Ja U. R. S. S. la oportunidad de desarrollar su intervencin en el Extremo Oriente. consideran que ser necesario utilizar contra el Japn la bomba atmica, cuyas prue-. bas se realizarn en breve. El 17 de julio, despus del xito de estas
pruebas, el presidente comparte la opinin de sus consjeros. Al no contestar el Japn al ultimtum que le ha sido dirigido el 26 de julio, el arma atmica se utiliza en Hiroshima, el 6 de agosto, y en Nagasaki, el clia 9, al tiempo que la U. R. S. S. denuncia el pacto de neutralidad ruso-nipn, firmado en 1941, y dirige a Tokio una declaracin de guerra. El Gobierno nipn pide la paz el da 10 de agosto: el 14, acepta las condiciones norteamericanas; el 2 de septiembre, la capitulacin es un hecho. Por qu el Gobierno japons no ha tratado de obtener una paz negociada, antes del derrumbamiento alemn? Por qu no se ha dado cuenta, inmediatamente, de las consecuencias de este derrumbamiento? Aunque investigaciones recientes, sobre todo las de R. T. Bupow, hayan dado, por primera vez, una visin concreta de la poltica nipona-utilizando fuentes japonesas-o, por lo menos, de los puntos de vista gubernamentales, todava no es posible contestar a todas las preguntas ti! que se nos ocurren. Incluso cuando los xitos japoneses haban sido ms brillantes, algunos polticos importantes-el ex primer ministro Konoye y el ministro del Sello privado, el marqus Kido, al que sus funciones ponan en relacin directa y frecuente con el emperador--dudaban de la victoria final. El cambio estratgico de la guerra europea, en noviembre de 1942 y en febrero de 1943, y la iniciacin de la contraofensiva americana en el PaCfico haban confirmado esta inquietud. Sin embargo, segn parece, los partidarios de una paz negociada ni siquiera haban intentado afirmar su opinin en el seno del Gobierno, donde el primer ministro. Tojo, y los jefes militares, hacan gala de una confianza imperturbable. Hasta el 17 de julio de 1944, despus del xito del desembarco en Normanda, no se toma ninguna iniciativa: los ex primeros ministros aconsejan al emperador un reajuste ministerial; consiguen la dimisin de Tojo y su sustitucin por el general Koiso, que, como gobernador de Corea,, no ha estado mezclado directamente en la direccin de la guerra. Sin emb'argo, el nuevo Gabinete no se decide a buscar la paz. Cuando Koiso abandona el poder, inmediatamente despus de la victoria americana en Okinawa, su sucesor, el almirante Suzuki, tampoco se resuelve a hacerlo. No advierten los crculos dirigentes los sntomas de una prxima derrota? Los distinguen; pero no se atreven a tomarlos en consideracin. De entre los ex primeros ministros, solo uno -Konoye--dirige al emperador, en febrero de 1945, un memorndum en el que declara, terminantemente, que el Japn "ha perdido la guerra": sus colegas eluden dar su opinin formal, porque temen tropezar con una reaccin violenta, por parte de los mandos del Ejrcito. El emperador contesta a Konoye, quien le apremia a eliminar sin tardanza a los "militares extremistas", que esa "purga" sera una operacin difcil. En sus consultas, el soberano se abstiene incluso de pedir a sus
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inte~locut?r~s su opinin, en cuanto a la oportunidad de gestionar Ja ~z ~e hm1ta a es.cu~har a unos y a .)tros, sin tomar ninguna determm~ct~. Por cons1gu1ente, el p~tido militariSt:a permanece dueo de la s1tuac~n. A mediados de abril de 1945, cuando los partidarios de la paz empiezan a encontrar eco en la opinin pblica, el ministro de Ja G~e;ra manda detener a cuatrocientos sospechosos, sin que el primer m1mstro se atre~. a desaut?ri~ arle. Los jefes del Ejrcito aseguran que su firmeza. ser r~munerativa 1 ; el enemigo-para tratar de acabar de una_ vez-mtentara un desembarco en el archipilago nipn y fracasara;. en e.ste momento, el Jap~ podr obtener una paz satisfactoria. l Es posible mantener esta actitud, cuando la capitulacin alemana, en mayo de 1945, arr~bata sus argumentos a los partidarios de la guerra ~ ultranza? Ciar<? est~ qu~ el Gobierno nipn asegura que proseguir la ucha has~a la v1ctona. Sm embargo, deja que sus agentes en Europa -y especialmente. el agregado naval en Berna-se pongan en contacto con age~tes ~mencanos, .para tantear si la actitud de los Estados Unid.os es mflex1ble. Ahora bien: _la contestacin es que estas negociac10nes no p~ed~n tener otro cammo que la capitulacin. Por consiguiente, los parttdanos de una pa~ negociada no pueden aportar absolutamen:e na~a. Como consecuencia, la Conferencia imperial, del 8 de junio. escm.:ha, sm P??er reparos, la lectura de un mefI!orndum qll-, aun confesando las d.1f1c~ltades de la economa de guerra, el estado precario de. l~s co1?u~1cac10nes martimas y los progresos de la inquietud en Ja op1mn pub.hca, se reafirma en la tesis del Estado Mayor del Ejrcito: e~perar a. pie firme el desembarco norteamericano, cuyo fracaso abrira el cammo a una paz "honorable". . Esta firmeza apar:nte, no .es, sin embargo, ms que transitoria. El mm~stro del Sello pnvado, ~ido, convence al primer ministro y a los m1mstros de Asun~os_ ~xtraneros y de Marina, de que hay que tratar d~ obtener la med1ac10n de la U. R. S. S. El 20 de junio, el emperador accede . _con~ocar nuevamente la Conferencia imperial, que aprueba esta gest1on; incluso el minis.tro de la Guerra y ei jefe del Estado Mayor General dan su conformidad, a condicin de que el Japn manifieste su deseo de no tratar "a cualquier precio". Nadie parece sospechar que la U. R: S. S. ya no es neutral en la guerra del Pacfico y que, e? la Conferencia Yalta (l), ha anunciado su intencin de participar en las operaciones. Lo que la diplomacia. nipona trata de conseguir, claro est. es una paz ne~~~zada. El 13_ de uho se hacen las gestiones, cerca del Gobierno sov1et1co, l10, en f obtemendose una respuesta evasiva El 26 d e u a con erenc1a de Potsdam, la U. R. S. S. acepta la posicin adoptada el. 8 de ~>'. po'., el presidente_ de los Estados Unidos, es decr, que e~1g~ la ... ap1tulac1on szn condzczones. El Gobierno nipn. sin con testar publ1camente (puesto que no quiere cortar todas las salidas), sin em-
bargo, hace decir en la Prensa que esta declaracin de Potsdam no se puede tener en cuenta. De esta forma, da al Gobierno de los Estados Unidos una impresin de intransigencia, que no corresponde ya al estado de nimo de la mayora del Consejo de Ministros. Va a resignarse a capitular sin condiciones, diez das despus, cuando la bomba atmica destruye Hiroshima, en el mismo momento en que las tropas japonesas en China se ven amenazadas de tener que luchar con el ejrcito ruso? En el Consejo de Ministros del 9 de agosto, el partido militar reconoce que Ja capitulacin es inevitable. Sin embargo, quiere discutir las condiciones: el Japn no debe aceptar la ocupacin extranjera en sus ciudades. ni comprometerse con unas clusulas de desarme demasiado rigurosas; sobre todo, ha de conseguir la promesa de que la dinasta imperial ser salvaguardada. Todos los miembros del Consejo estn de acuerdo en_este ltimo punto, aunque no en los otros dos. As. pues, hay que recurrir al arbitraje del emperador. En el transcurso de la Conferencia imperial, reunida en la noche del 9 al 10 de agosto, los jefes del Estado Mayor afirman que el Jap?n todava no est "positivamente vencido", y que puede ofrece: res1stenc1a a un desembarco enemigo; es indudable que esta res1stenc1a -aaden-no podr ser victoriosa; sin embargo, es necesaria, puesto que los soldados y Jos. marinos japoneses no tienen derec~~ a capitular segn las leyes. Pero esta vez el emperador se decide: Proseguir la guerra-dice-sera dar lugar a la "destruccin de la nacin". As, pues, el Gobierno comunica a los aliados. el da 10. que est dispuesto a aceptar la Declaracin de Potsdam. si se. soluciona la cuesti~~ din~ti ca. Los aliados contestan que "la autoridad del emperador se e1ercer bajo el control del comandante en jefe interaliado; par ta? to. admiten la continuidad de la dinasta. No es esto lo esencial?, dicen en Tokio los partidarios de la paz. Pero los jefes del partido militar replican que el comandante supremo interaliado, con facultades de control. podr transformar las instituciones japonesas. El emperador se ve obJioado de nuevo, el da H. a dar a conocer su voluntad: la nota de Jos ~liados es aceptable-declara--, puesto que permite subsistir el rgimen impaial; y Ja continuidad de la dinasta permitir, en plazo ms o menos largo, la restauracin del ,1pn. As, pues, es el emperador quien hace fracasar. en dos ocas10nes. la intrans1genc1a de los altos jefes militares. Al negarse a la aventura de una gu~rra a ultranza y de una resistencia sin _esperanzas, ha. adoptado la nica lnea de conducta adecuada, segun el, tanto a los rntere-
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scs nacionales como a los dinsticos. Pero, por qu ha esperado tanto ma verse derribado por un golpe de Estado militar. Vano temor? Indudablemente, no. El mismo da 11 de agosto, un grupo de oficiales e.Je Estado Mayor pensaba en ese gol~ de Estado; y el minstro de J,1 Guerra no les haba disuadido de sus propsitos. De tmbs formas, es
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XIII: LA DERROTA DEL "EJE. MoVRIN: Les Tentatil'es de dcrochage r;le la Hongrie pendant la seconde g11erre mondiale, en "R. Dfense nationale"'. enero, 1954, pgs. 65-77.-C. A. MAoRTNEY: Ocrober Fifteenth. A history of modem Hungary. 19291945, Edimburgo, 1957, 2 vols.-A. ULLEIK-REV!CZKY: Guerre allemande; pai:r: russe. Le drame hongro1s, 19381944. Neuchfitel, 1947. Rumania.-E. OUREA: L'Effondrement des frontieres roumaines en 1940, en "R. histoire deuxieme guerre mondiale", octubre 1955. pgs. 16-33.-G. BARBUL: /\Jemorial A ntonescu, par son secrraire partculier, Pars 1950. - A. CRETZIANU; The Rumanian Armistice Negotiations. Cairo. 1944, en "J. of Central European Affairs", 1951, nmero 11; y, del mismo autor, The lost Opportunity, Londres, 1957.-loN GHEORGE: Rumamens Weg zum Sate1/itenstaat. Heidelberg, 1952.-A. HILLGRUBER: Hitler, Koning Caro/ and Marsclwll Antonescu. Die deutschrumanisc!r' Beziel11mgen, 1938 - 1944. Wiesbaden, 1954.-H. l'ROST: Destin de la Roumane, 1918-1954, Pars, 1954. Grecia.--V.'. M. MAc NEILL: The Greek Dilemna. War and aftermath. Chicago, 1947.-0. G. Kousouus: The Price of Freedom. Greece in World affairs, !939-1953, Siracusa {U. S. A.). 1953. Bulgano.-~f. PozoLOTIN: Barba bulga.rskogo naroda za svobodon i m:::a1issmost ,. period vtoroj mirovoj voi11y (La lucha del pueblo blgaro por su libertad y su independencia durante la segunda guerra mundial). Mosc, 1954. Yueislada.-B. IAZllCH: Tito et la rr/ution yougoslaie. 1937-1956. Pars, 1957.-K. M. D1Nc1c: La gucrre de /i beration nationa/e en Yougos/ave, c-n R. hist. deuxieme s;uerre mondiale, abril 19 59, pgs. 9 a 20, y abril l 9<i0, pgs. 37 a 48. Sobre la capitulacin de Alemania. F. J\1EINECK.E: Die Deutsche Katastrophe. Wiesbaden. 1947 (Pterpretacin 11enerall. - G. Br.nND: L"Agonie de f"A l/cn,c::,:ne, 1944-1945. Pars, 1952.-
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absolutamente cierto que, en la noche del 14 al 15 de agosto, despus de Ja decisin imperial, estos oficiales trataron de arrastrar a ia divisin de Ja Guardia a un movimiento insurrecciona!. Hubieran obedecido, tres meses antes, a una orden de capitulacin, aquellos que despus de Hiroshima todava se negaban a inclinarse ante lo inevitable? Hubieran aceptado, en octubre de 1944, que el Gobierno pidiera la paz, aunque no se tratara de una capitulacin pura y simple? El emperador comprende este peligro; no ha querido arriesgarse: y ha preferido esperar el momento en que la autoridad de los mandos militares estuviera lo bastante debilit;iJa por la evidencia del desastre para que su eliminacin pudiera ser llevada a cabo si,., gran peligro. Con esta contemporizacin y esta prudencia, ha permitido que los sufrimientos de la nacin fueran mayores. En resumidas cuentas. Ja prudencia dinstica parece haber sido antepuesta a los intereses generales.
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En todos estos momentos crticos, en Roma, en Budapest, en Bucarest. en Berln y en Tokio, ha sido la voluntad de algunos hombres la que ha decidido la orientacin poltica. La resistencia a esta orientacin ha obedecido tambin a algunas iniciativas individuales, que han aprovechado las circunstancias estratgicas. La opinin pblica no ha tenido, en ningn sitio, una accin eficaz; y tampoco, segn parece. los sectores dirigentes de la vida econmica.
H. SPEIDEL: lnvasn. 1944. TUbinga, 1949, Trad. francc~a. Parn. 1950. En cuanto a la "paz separada" hay que consultar P, K1.E1sT: Zwische11 Hitler und Stalin, 1939-1945. En cuanto a las "armas secretas", W, DORNBERGER L'arme secrete de Peenemnde. Pars, 1954 (traducido del alemn). En cuanto a la "resistencia alemana", adems de las obras esenciales de G. RrrrnR y G1vEs1Us, ya citadas en el cap. VII, vanse, entre otras muchas publicaciones: R. CoLLENOT: Rflexions s1rr le 20 juillet 1944, en "Politique trangere", abril 1956, pgs. 23-31.-EMIL HENK: Die Tragadie des 20. Juli 1944, Berln, 1946.-F, VoN ScHI..ABRENDORFF: Oftiziere gegen Hitler. Berln, 2.& e,jicin, 1951.-MAx BRAUBACR: Der Weg zum 20. Juli 1944. Hamburgo, 1951.W. HoFER; Der 20. Juli 1944. Geschichte und Vermiichtnis, en "Schweiz. Monatshefte", julio de 1954, pgs. 205215 (con bibliografa).-K. PAETEL: Ded 20. Juli 1944 und das Auslaruf, en "Aussenpolitik" julio 1954, pgs. 438448.-W. VoN ScHRAMM: Les gnraux contre Hitler. Le 20 jui/let a Par.. Pars, 1957 (Traducido del alemn). Y e'. nmero especial de la R. hist. deuxieme -guerre mondiale: "L'c>pposition allemande a Hitler'', octubre 1959.
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CAPITULO XI V
EL MUNDO EN 1945
Durante cinco aos y medio, la guerra ha enfrentado a estados e 1mperio_s cuya poblacin global supona las dos terceras partes de la Humamdad; probablemente, ha causado cerca de cuarenta millones de vctima~, t~niendo en cuenta solamente las muertes que han sido consecuencia directa de operaciones militares, navales o areas. En Eur?P. las nicas regiones no afectadas por las hostilidades han sido Suecia, ii.Ianda, Suiza y !~ Pen~sula Ibrica. Asia, que en Ja primera guerra mun.~ial apenas ~ufn~, ha sido gravemente afectada en esta, por Ja exten~1on _de la.s opera~1ones niponas hasta Insulindia y los confines de Ja India. S1 Afnca Occidental y Central han sido un teatro de operaciones meramente episdico, todo el Africa del Norte y del Nordeste-incluida Etiopa-ha sido barrida por las hostilidades. Se pueden esbozar los rasgos esenciales del balance-a la fecha de 1945-con todas las reservas derivadas de la falta de claridad de la documentacin de que se dispone?
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m~rcial. Los transportes terrestres estn desorganizados. como consecencia de la destruccin de las instalaciones de las lneas de ferrocarril ms importantes y de parte del material rodante; los transportes martimos se han paralizado, puesto que Europa, en 1938, tena el 70 por 100 del tonelaje mundial; y no posee ya sino el 32 por 100. La poblacin est deprimida en casi todas partes, por la falta de alimentacin (1), as como por la tensin nerviosa, en todas las regiones afectadas por los bombardeos; la productividad de la mano de obra ha descendido de un 40 a un 50 por 100. Es indudable que algun~s factores de esta cns1s de subproduccin son solamente transitorios; pero la rapidez de la recuperacin depende de las posibilidades de importar, nica forma ele hacer frente a la falta de productos alimenticios y de abonos, y de llevar a cabo una rpida reconstitucin del utillaje y de los stocks de materias primas. Ahora bien: este llamamiento a los recursos exteriores tropieza con obstculos que ya conocieran los beligerantes de 1914-18: insuficiencia del volumen de mercancas exportables; desorden monetario, a causa de las emisiones masivas de papel moneda y de la requisa parcial de las reservas de oro; dficit de la balanza de pagos, como consecuencia de la disminucin de los beneficios en los fletes y de la liquidacin de gran parte de las inversiones de capitales hechas fuera de Europa (2).
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EL DESTINO DE EUROPA
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Europa, principal _teatro de las operaciones, ha sufrido ms que todas las restantes regiones del mundo. Las prdidas de vidas humanas pasan de los veinticinco millones de hombres. La produccin de hulla, e1,i 1938, en las naciones del continente (sin incluir la U. R. S. S.), hab1a llegado a 526 millones de toneladas; ha descendido a 398 millones, a causa de la subalimentacin de los mineros y del desgaste del mat:nal. L~ de acero ha disminuido en un 30 por 100. Las instalaciones rndustnales han sufrido destrucciones o daos considerables como consecuencia de las operaciones militares en Blgica, en el noroeste de Francia~ en. el norte de Itali~, en Polonia y en las dos terceras partes del terntor_10 europeo de Rusia. Todas las grandes regiones industriales de Alemania y los centros metalrgicos ms importantes de Gran Bretaa han sido asolados por los bombardeos areos (no olvidemos que la guerr.a de 1914-18 dej _casi intactos los elementos de produccin en Alemama, en Gran Bretana y en la zona industrial de Lombarda-Pamonte). Por tanto, la produccin industrial en los estados de Europa central y o::cidental se ha reducido, por lo menos, en un 40 por 100, y bastante mas en muchas ocasiones. En cuanto a la produccin agrcola a causa del dficit de mano de obra, de la escasez de abonos y de m~ quinas agrcolas, ha disminuido en un 45 e incluso en un 50 por 100. Entre 1939 y 1946, se ha triplicado el dficit global de la balanza co1228
De todas estas dificultades, la ms grave, en un futuro inmediato, es la penuria que sufre Europa de divisas extranjeras y, sobre todo, de dlares. Los pases industriales no tienen excedentes exportables. Los pases exportadores de productos agrcolas. antes de 1939, podan conseguir divisas en el mercado financiero de Londres, porque Gran Bretaa les compraba sus productos; estas divisas eran utilizadas para pagar las compras que efectuaban fuera de Europa: ahora carecen de esta fuente de ingresos, puesto que Gran Bretaa ha perdido gran parte de sus inversiones exteriores. Para financiar las importaciones indispensables, hay que recurrir a los crditds norteamericanos. Las posibilidades de recuperacin son. sin embargo. muy diferentes de un pas a otro. Alemania, cuyo territorio ha sido campo de batalla en su totalidad y sigue ocupado por los ejrcitos victoriosos, ha perdido cinco millo(1) S<!gn la encuesta de la U. N. R. R. A., !a racin alimenticia dicma por cabeza (cakulada en calonas). en 1945, es infrr1or en un 25 por 100. aproximadamcnl, en Fr;111cia, en Blgca y en los Paises lho~; en un 35 por 100 en Italia. y en un 45 por 100 en Alemania y Austria, a la de 1938 ( 1) En 1938, en Ja mayor parte de los pases europeos, las rentas de los cap11a1t:s 11~\~rt1dos en el cxtranicro y los bcndcios de los_ fletes cubran, uprox1madamullc, Ja cu~rta parte de las m1portac1oncs; y, en Francia, las dos qurnt~s partes. De estas importaciones, la mitad, sobre poco ms o menos, correspond1a a materias primas.
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nes y medio de habitantes-entre militares y civiles-vctimas de las acciones blicas o de los bombardeos; la produccin de hulla y de acero, incrementada durante los aos de guerra a costa de otros sectores industriales, ha disminuido considerablemente (en Ja zona francesa, la produccin de acero, en el cuarto trimestre de 1945, es el 22 por 100 de la de 1937). Ha perdido parte de su maquinari1 industrial, como consecuencia de la guerra area; y sigue perdindola, puesto que las requisas efectuadas por las autoridades de ocupacin llegan algunas veces al desmontaje sistemtico de las fbricas: carece por completo de reservas. La circulacin fiduciaria es cinco veces mayor que en 1939. Los altos cargos de la Administracin han desaparerido o han sido anulados; solamente subsiste un embrin de vida administrati\'a en el orden municipal o local. El Estado, en s mismo, ya no existe: el Gobierno central ha desaparecido; y en las cuatro zonas. rusa, norteamericana, inglesa y francesa, ejercen el poder los Estados Mayores de los ejrcitos de ocupacin, en tanto que deciden la formacin-bajo su gida y su control-de gobiernos alemanes. Italia, aunque desde septiembre ele 1943 haya sido atra\'esada por la guerra, casi de uno a otro extremos, no ha sufrido prdidas humanas comparables a las de Alemania, ni siquiera de lejos. Pero dividida entre dos gobiernos, e incluso durante diez meses (cuando los alemanes ocupaban Roma) en tres zonas de ocupacin, ha sufrido una crisis poltica y moral de extrema gravedad. Sin embargo, ha restaurado su unidad nacional: tan pronto como las tropas alemanas se han visto obligadas a abandonar la llanura del Po, los Comits de Liberacin, que agrupaban a tocios los elementos antifascistas. se han hecho dueos de la situacin; y la presencia de la administracin militar anglonorteamericana ha garantizado, en el seno de estos comits. la preponderancia de los moderados-liberales y demcratas cristianos-a costa de los comunistas. Italia, an vencida, puede, por tanto, esperar que no habr de sufrir todas las consecuencias de su derrota. Bien es verdad que ya ha perdido, de hecho, las conquistas del rgimen fascista-Etiopa y Albania-y que se encuentra amenazada en Venecia Julia por el recrudecimiento de su viejo antagonismo con Yugoslavia; pero ha escapado al desastre. Sin embargo, la situacin econmica es grave. Las destrucciones causadas por la guerra y las requisas efectuadas por el Ejrcito, han reducido la riqueza nacional en un 20 por 100; los transportes ferroviarios estn completamente desorganizados: el 36 por 100 de las vas ha sido destruido; ei 70 por 100 de los vagones y el 60 por 100 de las locomotoras, o ha sido inutilizado o llevado a Alemania; la agricultura ha sufrido mucho, por la falta de abonos qumicos y porque no se ha cuidado de las obras hidrulicas (en cinco aos, la produccin de trigo ha descendido de 80 millones de quintales a 43). Pero las industrias bsicas-las del norte de Italia-han escapado a la des-
truccin; e incluso han podido conservar sus stocks de materias pnmas: es el nico punto tranquilizador en un cuadro sombro. De los pases mediterrneos, es Grecia la que ms ha sufrido. Como consecuencia de sus prdidas en tonelaje mercante (las tres cuartas partes de su flota mercante han sido destruidas), ha perdido sus lazos martimos; tambin se ha visto privada de las importaciones de granos -600 000 toneladas por trmino medio en los aos de antes de la guerra-indispensables para el abastecimiento de la poblacin: en el invierno de 1941-42, ha conocido el hambre. Las operaciones militares -las de los ejrcitos de invasin y las de los guerrilleros-han destruido 2.000 poblaciones y las dos terceras partes de los vehculos de motor. La superficie cultivada ha disminuido, en cinco aos, en un 25 por 100. En ningn sitio es tan grave Ja penuria alimenticia en la Europa de 1945. Francia ha sufrido acontecimientos desgarradores, expuesta a graves amenazas, tanto por lo que respecta a su independencia, como a su unidad. Cmo olvidar las primeras horas de 1943? Todo el territorio metropolitano sometido a Ja obediencia del Gobierno de Vichy, ocupado por las tropas alemanas e italianas. Tnez conver,tido en campo de batalla; Argelia y Marruecos bajo la autoridad del general Giraud, pero bajo control norteamericano; el Movimiento de Francia combatiente, dueo de Africa central, de Madagascar y de Siria, pero mantenido al margen de los asuntos del Norte de Africa. La voluntad ardiente del general De Gaulle ha conseguido rehacer la unidad de Jos territorios, reunindolos en torno a un solo poder, y situar a Francia entre los pases vencedores. Pero esta Francia est desfallecida: es cierto que, como consecuencia de las hostilidades, ha sufrido prdidas humanas menos graves que en 1914-18 (500.000 en lugar de 1300000); tambin han sido menos graves las destrucciones, en cuanto a sus industrias, aunque las instalaciones hidroelctricas y los astilleros hayan sido muy afectados por los bombardeos areos. Pero la situacin es peor, desde el punto de vista del sistema de transportes (4.000 puentes de carretera y 1.900 de ferrocarril destruidos), y desde el punto de vista del utillaje (las requisas alemanas se han apoderado del 60 por 100 de las mquinas-herramientas). La produccin industrial, en el cuarto trimestre de 1945, ha disminuido en un 70 por 100, con respecto a las cifras de 1937. Y, sobre todo, es tremendo el desconcierto mornl. Sin embargo, despus de algunas semanas de gran inquietud, el Gobierno provisional consigue restablecer la autoridad del Estado y recobrar el control de la administracin. En el fondo, Ja mayor parte de la victoria corresponde a Gran Bretaa. Cul hubiera sido el destino de Europa, si en el verano de 1940 Gran Bretaa hubiera aceptado la negociacin ofrecida por Hitler?
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XIV.-EL MUNDO EN
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Es indudable que no hubiera podido vencer sin 'los Estados Unidos y sin Rusia, que han desempeado el papel decisivo en la derrota alemana; pero su tenacidad ha permitido la formacin de la coalicin. En esa voluntad de resistencia, la accin personal de Winston ChurchiH ha sido sostenida por una opinin pblica resuelta a aceptar cuantos sacrificios fueran necesarios. Esto confiere al pueblo ingls un puesto sin igual en la historia de esta guerra. Sin embargo. aunque las prdidas humanas (530 000) hayan sido menores que en 19 H-18, las bases del podero ingls se han visto gravemente afectadas. Las industrias textiles, que antes de 1939 gozaban de un lugar destacado en las exportaciones, se resienten de la preferencia concedida durante Ja guerra a la industria metalrgica. Es cierto que la produccin de cereales, de patatas y de remolacha ha aumentado; pero este incremento se ha llevado a cabo a costa de la ganadera, puesto que la superficie de pastos ha sido reducida en un 40 por 100. El tonelaje de la marina mercante, a pesar de los esfuerzos realizados en la construccin de buques, es inferior en 6 300 000 toneladas al de 1939; apenas si llega al 38 por 100 del tonelaje de los Estados Unit.los, al que superaba en 1939 en un 50 por 100. La flota de guerra ha perdido el dominio de los mares. Por ltirro, la deuda exterior ha aumentado en ms de c4atro mil millones de libras esterlinas, al tiempo que se han liquidado cinco mil millones de libras invertidas fuera de la metrpoli (ms de la mitad de las inversiones en el extranjero). Por consiguiente, para poder financiar sus importaciones, Gran Bretaa necesita alcanzar un volumen de exportaciones superior al de 1938. Cmo poJr conseguirlo, habiendo perdido )arte de su capacidad de produccin? La U. R. S. S .. cuyos ejrcitos han soportado la mayor carga del esfuerzo blico y cuya poblacin ha vivido en un 45 por 100 bajo un rgimen de ocupacin especialmente riguroso, ha sufrido prdidas hugianas que llegan al 10 por 100 de la poblacin total. Sin embargo. y a pesar de l~s pruebas ms rudas, gracias al papel preponderante desempeado por sus ejrcitos en las operaciones mili!ares, ha conseguido un incremento considerable de su potencialidad. Es el nico pas grande que ha .extendido su dominacin. directa o indirecta, bastante ms all de las fronteras de 1939. No solamente ha aumentado sus territorios mediante la anexin de los pases blticos, de la Rusia Blanca, de Besarabia, de la Bukovina septentrional y la rectificacin de fronteras efectuada a costa de Finlandia, sino que tambin ejerce el control poltico sobre todos los pases que se encuentran ocupados por sus tropas: Polonia, Rumania, Bulgaria, Hungra y Checoslovaquia, en los que los nuevos gobiernos de las repblicas populares han sido formados bajo su gida. Tiene la mitad de Alemania, hasta el Elba-a excepcin dal islote formado por Berln Oeste-, y parte de Austria; extiende su influencia hasta el Adritico, donde el Gobierno yugoslavo est en manos de los comunistas, desde 1944. El sistema ruso, se impone a la mitad de la poblacin del continente.
Entre unio de 1941 y finales de 1942. la economa sovitica sufri graves prdidas, cuando la gran zona industrial del Donetz ~ el cen~r.o metalrgico je Stalingrado fueron asolados por las operac1~nes m1l1tares, y el traslado en masa de las industrias de guerra hacia el Este haba paralizado, temporalmente, la pro~uccin, in~luso. ~n aquellas regiones que haban permanecido al abngo de la 1~~as10n. Pero al comenzar la retirada de las tropas alemanas. a prmc1p1os de 1943. se empez inmediatamente a poner en condiciones las regiones deva:tadas. a costa de un gran esfuerzo, al tiempo que s~ de.sarrollab.a, ~api damente, el potencial industrial en los Urales y Sibena: a _pnncip10s de 1944, la industria blica. cuya produccin haba descendido en un 50 por 100 entre 1940 y 1942, haba supera~~ este d~ficit, rec?brando su nivel de produccin anterior a la 11was1011. _l Cual es _el oal~nce, a la terminacin de la guerra? Seis millones de inrnuc_bles rncendiados 0 oravernen te afectados; 31.850 industrias y 9.800 koloses saqueados; 65 bOOO kilmetros de lneas frreas destruidas. La agricultura es la que atraviesa por la situacin ms precaria: las devastaciones han afectado a las tierras ms ricas; y ias dos terceras partes del suelo arable no han sido puestas todava en condiciones de cultivo.: la incautacin. por el ocupante, de Ja maquinaria agrcola. y la reqmsas de, tracto~es, han dado Jugar. en muchos casos, al retorno a una economia .de tipo "familiar"; la penuria de materiales dificulta la reconstruccin. La industria se encuentra en mejores condiciones, por lo menos el sector que ha p~trticipado en la. fa~rcacin ele armam~nt?~ ~unque en .l~s reoiones invadidas haya perdido casi todo su ut1llae. La produccion deb hulla. en 1945, es superior en un 50 por 100 al nivel alcanzado en 1938; la extracin de wolframio ha aumentado en el 84 por 100 y Ja Je estao en el 68 por 100; lo~, altos ho,rnos de Magmtogo::k han permtido incrementar la produccion me~a~urg1ca; la const;~cc1on de cuarenta y cinco centrales en el Ural mend10nal ha consegmdo ~o blar la produccin de energa elctrica; finalmente, se_ han estab'.ec1do nuevos centros de explotacin de petrleo, en la reg1on de Kubichev, el segundo Bak. La situacin econmica de los estados satlites es ms difcil, Y especialmente grave en Yugoslavia y Polo~ia. . . Principal teatro de Ja guerra de guerrillas, Yugoslavia. ha. perdido l 706 000 hombres, es decir, el 10.8 por 100 de poblacin de antes de Ja guerra; ha sufrido prdidas mate~1ales directas. valoradas ..en 1945 en mis de nueve mil millones de dolares y que, aunque 1:;uy mferio~es a las de Francia, son superiores a las de Gran Bretana: ha ucdado dt:strmdo el 20 por 100 de las casas, el 24 por 100 de los irboles frutales y el 38 por 100 de los viedos. En manto al ganado, del 50 al 60 por l 00 El oot<:ncial mdustnal se ha , d'd 1as peri as s 0 I1 . . 100 , t'. 1 ferroreducido, aproxmadamente, en un 36 por , Y 1,; ma ena
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XIV; EL MUNDO EN
1945.-LA
PROSPERIDAD AMERICANA
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viario en un 80 por 100. Veinte mil talleres artesanos han perdido todo su utillaje. Polonia, arrasada dos veces por las operaeiones militares y sometida, desde septiembre de 1939, a un rgimen de ocupacin imphcable, que haba explotado al pas hasta el agotamiento y practicado destrucciones sistemticas, ha perdido ms de seis millones de hombres, o sea, e! 22 por 100 de la poblacin total. Los elementos de produccin estn completamente arruinados: la produccin de cereales, en 1945, ha descendido al 39 por 100 de la cifra de 1938; la de la cabaa, al 40 por 100; y la produccin industrial, al 57 por 100. El material de transporte ha desaparecido, en sus dos terceras partes. La> destrucciones inmobiliarias (350 000 construcciones de explotaciones rurales, 162 000 inmuebles urbanos y 14 000 instalaciones industriales) son mayores que en ningn otro sitio. En 1945, se afirma la oposicin-tanto desde el punto de vista econmico y social, como del poltico-entre las dos zonas del continente europeo: la que se encuentra sometida a la dominacin de Rusia y la que ha escapado a ella. El contraste entre los mtodos y los principios de organizacin de la produccin, entre las estructuras sociales, las formas de gobierno, los conceptos acerca de Ja funcin del Estado y del individuo, parece irreducible. El comunismo se beneficia, al mismo tiempo, del prestigio que le proporciona la victoria de los ejrcitos soviticos y de la crisis de confianza por que atraviesan los pueblos de Europa occidental. En cuanto a Ja desintegracin econmica, es an ms completa que en 1939: los pases industriales de Europa occidental y meridional no reciben ya los cereales y la madera que les venan de los pafses de la Europa agrcola, porque ya no tiene productos industriales que venderles ni divisas extranjeras que ceder; la ruina de Alemania, que en 1945 ha desaparecido, virtualmente, del comercio internacional, dificulta la reanudacin de las actividades econmicas en los pases de Europa occidental y septentrional. de los que, en 1938, era uno de los ms fuertes clientes o proveedores.
II. LA PROSPERIDAD AMERICANA
Frente a esta Europa vacilante, resplandecen la prosperidad y el optimismo en las dos Amricas. donde la segunda guerra mundial ha acentuado el retroceso de las posiciones econmicas y financieras que Europa posea an en 1939. Los ms beneficiados son los Estados Unidos. Aunque hayan enviado a Europa efectivos mayores que en 1918, y aunque hayan tenido que soportar casi todo el peso de las operaciones en el Pacfico, su participacin en la guerra no les ha costado ms de 300 000 hombres, apenas el doble de las prdidas que sufrieron durante la primera guerra ~undial. Su marina ~ercante, que ha pasado de doce millones de
toneladas a 56 800 000, a pesar de las prdidas de la guerra, supone el 66 por 100 del tonelaje mundial, llegando casi a triplicar el tonelaje britnico. La aviacin comercial, que tiene ya gran preponderancia, va a aumentarla todava ms con la adaptacin de 15 000 aviones de guerra; es casi la nica que tiene aviones transatlnticos en 1945. Los progresos de la produccin, a~ en el dominio de los productos alimenticios como en el de las materias primas, han sido considerables: 33 por 100 para la agricultura, 32 por 100 para la hulla y 40 por 100 para el petrleo; la extraccin de mineral de hierro casi se ha cuadruplicado. La produccin industrial, en conjunto, se ha duplicado. En 1945, el potencial americano supone la mitad del mundial, por lo que respecta al sector energtico (carbn, petrleo y electricidad); y las dos terceras partes, en cuanto a determinadas industrias de transformacin. El excedente de la balanza comercial, incluidas las entregas hechas de acuerdo con la ley ele Prstamo y arriendo (1 ), ha alcanzad,, en seis aos, a 36 000 millones de dlares, en cuanto a las mercancas; y a 4.700 millones de dlares, por servicios, es decir, 40 700 millones en total. Sus reservas de oro son, aproximadamente, la mitad de las mundiales. Finalmente, las inversiones de capitales en el extranjero (habida cuenta solamente de las inversiones a largo plazo) han aumentado en 3.700 millones de dlares. Los estados de Amrica latina, proveedores de productos alimenticios y de materias primas, han conseguido grandes beneficios en las relaciones internacionales. Las industrias extractivas han gozado de un perodo floreciente, sobre todo por lo que respecta al mineral de hierro y a los metales no frricos necesarios para la industria blica: estao y tungsteno, en Bolivia, y bauxita, en el Brasil. Se ha desarrollado el cultivo de plantas oleaginosas, especialmente el del lino, e incluso las plantaciones de caucho brasileas. Se ha incrementado la extraccin de petrleo en Bolivia y Venezuela, inicindose en el Brasil. Al mismo tiempo-al igual que sucediera durante la primera guerra mundialla industria textil se ha desarrollado notablemente en Argentina y Brasil, si bien en estos dos pases tambin ha realizado grandes progresos la industria siderrgica; y han dado sus primeros pasos la industria del aluminio y la qumica, a pesar de la falta de carbn. Merced al rpido incremento de las exportaciones con destino a los Estados Unidos y, sobre todo, a Gran Bretaa, el excedente de la balanza comercial, en los aos 1940-44, para el conjunto de pases de la Amrica latina. ha sido de 3.500 millones de libras esterlinas; el excedente de la balanza de pagos es muy importante en Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y Per. Los Bancos americanos, asimismo, han podido acumular reservas de oro y de divisas extranjeras, que pel!miten la adquisicin ~e la maquinaria necesaria para el desarrollo industrial. Por consiguiente,
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la posicin financiera internacional de estos estados de Amrica latina se. encuentra an ns transformada en su situacin econmica. Pero las masas rurales y la mano de obra no obtienen casi ningn beneficio de esta prosperidad. El Canad ha sido una fuente de abastecimientos, no solo de productos alimenticios, sino tambin de municiones. Por tanto, las consecuencias econmicas de la guerra han sido considerables. La produccin de carne de cerdo ha pasado de 281 000 toneladas en 1939, a 677 000 en 1944; la de la carne de vaca, de 316 000 toneladas a 432 000. La produccin de acero se ha doblado, para hacer frente a las necesidades de las fuerzas armadas; la industria canadiense ha construido 14 700 aviones, 3 680 buques y 82 000 piezas de artillera. En la balanza comercial, que ya era fayorable en 1939, el excedente de ias importaciones ha pasado, en cinco aos, de 369 000 dlares canadienses a l 834 000, aunque el Canad ha tenido que importar carbn, mineral de hierro y petrleo. El impulso de este desarrollo econmico del continente americano se debe a los Estados Unidos. En el Canad, donde las necesidades de la industria blica han requerido grandes importaciones de combustibles y de mineral, los pro\-eedores han sido Jos Estados Unidos. En 1944, su participacin en las importaciones canadienses pasa del 80 por 100, mientras que apenas si llega al 38 por 100 por lo que respecta a las exportaciones. La balanza comercial canadiense, que tiene grandes excedentes con todos los dems pases, es, sin embargo, profundamente deficitaria en cuanto al comercio con su poderoso vecino. Por consiguiente, al quedar en suspenso el sistema de prstamos y arriendos, el Canad se encuentra falto de dlares para pagar sus compras, y esta penuria puede obstaculizar su prosperidad industrial. Para hacer frente a este peligro, el Gobierno ~nadiense procura aumentar las exportaciones con destino a los Estados Unidos. Sus esfuerzos tienen, como consecuencia, aumentar el estado de dependencia econmica en que s.; encuentra el Canad con respecto a los Estados Unidos. En Amrica latina, cuya poblacin global alcanzaba, en 194-5, casi 140 000 000 de habitantes, los Estados Unidos gozaban ya. desde haca casi medio siglo, de una influencia econmica y financiera predominante en Mjico y las pequeas repblicas del Istmo; pero en vsperas de la segunda ~uerra mundial todava no haban conseguido esta preponderancia en los pases de Amrica del Sur, puesto que los progresos realizados por su comercio y sus inversiones de capitales, entre 1914 y 1919 (1), cesaron entre 1929 y 1936, a causa de Ja crisis econmica. Su participacin en las exportaciones de los principales pases sudamericanos, en 1938, era del 34 por 100 al Brasil; del 27 por 100 al Pet; del 16 por 100 a Chile, y solo del 9 por 100 a la Argentina, y del 4 por
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100 al Uruguay y Bolivia. En las importaciones, esta participacin variaba del 18 al 28 por 100, segn los pases. Pero, en el transcurso de la segunda guerra mundial. incrementaron notablemente sus compras de materias primas y de productos alimenticios; al mismo tiempo aumentaron-aunque a un ritmo ms lento-sus ventas de productos industriales a este vasto mercado, en el que haba desaparecido la competencia europea. Gracias a Ja conclusin de un convenio comercial. en 1941, las exportaciones con destino a la Argentina pasaron, de 86 800 000 dlares en 1938, a 190 800 000 en 1946; las importaciones procedentes de dicho pas pasaron tambin de 40 700 000 dlares, a 194 300 000. El incremento es an mayor en las relaciones con el Brasil, donde las exportaciones han pasado de 62 000 000 de dlares a 853 000 000; y las importaciones, de 97 900 000 a 408 000 000. La participacin de Jos Estados Unidos en el comercio exterior global de los pases de Amrica latina, que en 1938 era del 30 por 100, en cuanto a las exportaciones, y del 34 por 100 por lo que respecta a las import~ ciones, ha pasado al 39 por 100 y al 62 por 100, respectivamente. America latina se ha convertido en un mercado esencial para la produccin metalrgica de los Estados Unidos, especialmente para las fbricas de maquinaria; al tiempo que en los aspectos econmicos y financieros tambin se han creado vnculos de dependencia. Estos vnculos aumentan, en 194 5, cuando se desarrollan los movimientos internacionales de capitales, que la guerra haba paralizad~: 1as inversiones direct~;5 procedentes de los Estados Unidos se onentan h'!cla las compamas de ferrocarriles, Jos servicios pblicos y determinadas industrias, en las que los capitales europeos haban conservado, has_ta e.nton~es, un Lrgar preponderante. Es el preludio hacia la hegemoma fmanc1era, que va a establecerse a partir de 1947. Pero an ms interesantes que estos signos de potencialidad econmica. financiera y poltica son las tendencias de la psicologa colectiva en Jos Estados Unidos. Mientras que, en 1919, las tradiciones del aislacionismo haban recobrado su preponderancia nada ms terminar las hostilidades. infligiendo una resonante derrota a los principios wilsonianos, Ja opinin pblica y los crculos polticos no ponen en duda, en 1945, la necesidad de que los Estados Undos asuman responsabilidades, directas e incluso dominantes, en las relaciones internacionales y en la organizacin de la paz.
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NUEVAS l'EHSPECTIVAS
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A la terminacin de la primera guerra mundial. el dominio establecido por los europeos sobre la mayor parte de i~fr~ca, de Asa y c!e Oceana se haba visto quebrantado por los movurnentos de emanc_ipacin. Que succJa lo mismo en 19!5. aunque en escala mucho 111' vasta, no puede constituir una sorpresa.
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La ocasin, como veinte aos antes, es la parlisis ele las fuerzas euroP':as en c~estin, durante los seis aos en que los beligerantes se han visto ??ligados a consagrar a las operaciones blicas tocios sus recursos m11Itares y navales, econmicos y financieros. De los dos grandes estados ~ur?peos con ~ocacin imperial, uno ele ellos ha tenido to?o su ter'.~torr~ .metropohtano, primero parcial y luego totalmente ba~ ?cupac1on militar; e! otro ha conservado la independencia de sus dec1s1ones; pero ha debido consagrar todas sus fuerzas a la defensa de la met~~poli y de. las grandes vas martimas, sin poder ejercer un c.ont:ol militar efect1~~ en la totalidad del Imperio. Para segurar la fidelidad de la poblac1on en los respectivos territorios, ambos se han v!sto obl!gados a aplicar una nueva orientacin de sus polticas colomales e mcluso a hacer promesas. En 1944-45. el Gobie:-no britnico revis los estatutos constitucionales de Jamaica, de Malta y de Ceiln. par~, conceder a la. representacin de sus habitantes una mayor particip~c10n en las. funciones legislativas. La KJyal Empire Society ha estudiado los medios ele mejorar, merced a inversiones de capitales, efectuadas por el Estado, el nivel ele vicia ele las poblaciones coloniales: estimular, no ya solo los cultivos destinados a la exportacin, sino tambin aquellos otros destinados al consumo indgena; crear actividades industriales a base de los recursos locales. El Comit Francs de Lib~racin Nacional fue ms lejos. La declaracin publicada el 8 de febrero de 1944, a continuacin de la Conferencia de Brazzaville, anunci el propsito de reorganizar, al terminar las hostilidades, los servicios sanitarios y de enseanza; seal el propsito de reformar el r?imen de trabajo; y. sobre todo, previ que los puestos ejecutivos de la Administracin seran accesibles a los indgenas y que los consejos regionales seran elegidos por los africanos igual que por los europeos. Tales son las promesas de Brazzaville, que la Asamblea Constituyente de 1945 adopta, cuando decide establecer el estatuto de la Unin francesa. He aqu un hecho que abre el camino a nuevas posibilidades. Las verdaderas causas de esta transformacin son las mismas que ya se manifestaron en 1919: deseo de sacudir la dominacin de los europeos y de determinar libremente su propio destino; conviccin de que los servicios prestados por la expansin europea no pueden constituir una compensacin de las cargas impuestas a las poblaciones indgenas; tambin, por otra parte, el deseo de privar a los europeos de los beneficios individuales que les confiere una situ<,cin de privilegio; y transmitir estas ventajas a los intelectuales indgenas que se considE:ran cualificados para formar la estructura ele un estado autnomo o independiente. El impulso del sentimiento patritico es apoyado, muy a menudo, por el religioso, incluso en aquellas regiones--tal es el caso de la India, rle China y de ciertos pases del Islam-en las que se manifiesta cierta tendencia a la secularizacin de la juventud intelectual,
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puesto que esta juventud cuenta con los sentimientos religiosos de las masas para apoyar su accin poltica. Pero estas corrientes profundas se ven ayudadas por otras que en el transcurso de la primera guerra mundial no tuvieron Ja misma resonancia: ::iccin de la propaganda comunista, influencia de la tradicin anticolonalista de los Estados Unidos; y, sobre todo, aunque solo en Asia, influencia de la ocupacin japonesa. Ya en 1919, la propaganda comunista haba hecho circular entre los pueblos de color una consigna de emancipacin, dirigida, principalmente, contra las formas econmicas y financieras de la dominacin europea, y destinada a quebrantar la fuerza del capitalismo; pero la III Internacional acababa apenas de nacer, y no pose an sino medios de accin modestos; en cuanto al estado bolchevique, vencido por los ejrcitos extranjeros y asolado por la guerra civil, no dispona de una fuerza militar capaz de arrollar los movimientos de resistencw nacional. En 1945, despus de veintisiete aos de rgimen sovitico', Rusia se ha convertido en Ja mayor potencia europea; tiene el prestigio derivado de sus victorias militares y dispone del mayor ejrcito del mundo. Los pueblos asiticos y africanos comprueban que el sistema comunista ha conseguido resolver los problemas de la industrializacin en un pas cuya evolucin econmica estaba muy atrasada; saben, tambin. que la estructura del Estado sovitico descarta toda discriminacin racial. La condena del colonialismo por la doctrina americana encontr su expresin, en 1919, en los discursos en que el presidente Wilson afirmara el derecho de "libre disposicin de los pueblos". En la prctica, sin embargo, la poltica exterior del presidente se guard mucho de llevar este principio hasta aquellas ltimas consecuencias, que hubieran sido lgicas; y, sobre todo, el Senado se opuso a cualquier iniciativa que hubiera implicado la presencip. norteamericana en regiones del mundo en las que Jos Estados Unidos no haban pensado nunca en asumir responsabilidades. A principios de 1945, por el contrario, el Gobierno y el Senado manifiestan su deseo de que se prepare en los territorios coloniales de todos los estados un sistema de mandatos, bajo el control de una organizacin internacional. La Conferencia reunida en Hot Springs, bajo los auspicios del Institute of Pacific Relations, est animada por la conviccin de que ningn pueblo debe considerarse superior a otro; y de que las colonias y los protectorados tienen derecho a obtener un rgimen de administracin autnomo, en tanto se les concede la completa independencia. An ms importante que esta afirmacin de principios lo son las consideraciones de tipo econmico y estratgico. Los Estados Unidos ponen sus ojos en regiones del mundo en las que los europeos haban con.seguido preponderancia desde mucho tiempo antes. Despus de la experiencia de la guerra del Pacfico consideran necesario restablecer una red de bases navales y areas que les permita dominar el Ocano. Tambin desean llevar a cabo en el Cercano
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Oriente u~~ po_ltica p~trolfera que les induce a establecer un ro rama de acc10~ d1plomat1ca: los crculos dirigentes estiman que la[ re~er vas de ~t.roleo de los Estados Unidos pueden verse agotadas en un plazo prox1mo--tal vez quince aos-y ser. insuficientes en el caso de que estallara una tercera guerra mundial as pues el 24 d e septlem'945 b d , con~1~uen de Gran Bretaa un ac.uerdo, que los ne en . ~e e i z~ualdad de condzczones, con vistas a adquirir derechos d po , y de explota i 1A . e prospecc1on r c n en e s1a occidental. Por este motivo, se sienten inc mados a. v_e,r de otra for?1a l?s cuestiones rabes. Al mismo tiempo, tom_an pos1~1on en el Med1terraneo oriental, para estar en condiciones de mtervemr ~n e~tas zonas petrolferas del Cercano Oriente. Pero la~, ~tetonas conseguidas por los japoneses en 1941-4} en el sud~ste ~s1a~1co han tenido an mayores consecuencias. Ya en 1905 la vi~tona nipona en la guerra de Manchuria-primera victor.ia de Jos amanllos s?bre _los b~ancos-constituy un importante estmulo para l?s revoluc10nan~s. chmo_s, adversarios del semcolonialismo, al mismo tle~po q_ue del reg1men Imperial; fue el origen de los movimientos de res1stenc1a a la. dominacin inglesa en la India y a la dominacin francesa en I~do~hm,a (1). Desde aquella poca se haba cultivado, por los mtel_ec~uates md1genas de todos los pases del sudoeste de A sent1 m1en t o ... n sia, van un apono. 1 o" . Por otra parte, desde 1940, los golpes a parar a las poses10nes francesas, inglesas y holandesas es decir a aquellas potencias que haban sido, desde haca muchos ;os Jos i~s ~rur;1entos de la e~i:iansin .e~ropea y que, .por tanto, gozaban, entre Jos md1genas, de, pos1c10?es solidas y de un prestigio que nunca tuvieran los rusos. l Como no i~an a ser vistos con simpata estos xitos nipones por los puebl?s. sometidos a Ja dominacin europea? La ocupacin japonesa ha el,immado en unos casos a los funcionarios coloniales eur?.peos, relegandolos, en otros, a puestos subalternos; tambin ha hecho c1i't~lar la consigna de emancipacin en aquellas regiones en que el Japon, aun e~ el .~aso de una victoria total, no poda riensar en establecer 13; dom~nac10n .en su propio beneficio y solamente esperaba conservar c1ert_a mfluencia. Por otra parte, ha proporcionado la oportunidad de reahzar gr~ndes. b_eneficios a i~s productores de materias primas Y ~e productos ahment1c10s que, gracias a las necesidades de la econo?1ia de guerra, han encontrado una magnfica acogida en el mercado Japons. No cabe duda de que, fl la larga, esta presencia nipona se hace molesta muc~as veces, porque los militares han impuesto brutalmente a la poblacin una ruda disciplina; y los negociantes han tratado de supla?~'. a los comerciantes locales-como es, por ejemplo, el caso de_ las ~1hpmas-, por cuyo motivo el derrumbamiento del Japn es a~o.g1do s.m pe? De todas maneras, subsiste el hecho de que, bajo el reg1men apones, los movimientos nacionalistas indgenas han sido
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tolerados e incluso estimulados; por tanto. en 1945 estn preparados para oponerse al regreso ge los accidentales. En el cuadro general que esbozan estas influencias. cada uno de los movimientos de emancirJacin en Asia, en Insulandia y en Africa conserva su fisonoma original, que hemos de tratar de bosquejar aqu. Hasta 1944, los dos beligerantes haban tenido. en Extremo Oriente, una suerte muy distinta. El Japn, que ocupaba Ja mitad de China y dominaba los recursos de Indochina, las Indias Neerlandesas y Malasia, haba pasado por un perodo de prosperidad econmica, marcado. sobre todo, por el incremento de la industria metalrgica. China, donde la autoridad del Gobierno nacionalista no llegaba a las provincias ms ricas en recursos minerales ni a aquellas regiones con buenos rendimientos agrcolas, haba pasado por duras pruebas: desplaLamiento de cuarenta y dos millones de ha! cantes. expulsados de sus casas por las operaciones blicas; destruccin de numerosas fbricas; de parte de la flotilla pesquera; dd 85 por 100 de la marina mercante. y del 17 por 100 de la red ferroviaria. En 1945. la cosecha de arroz--a causa de la falta de animales de labor, de abonos y de la psima conservacin de los canale$ de riego~s inferior en un 12 por 100 a la media de antes de la guerra. En varias regiones, los funcionarios de la Organizacin Internacional de Ayuda a Jos Refugiados comprueban que ei consumo, por habitante, de productos alimenticios. ya insuficiente en 1938, ha disminuido, desde aquella fecha, en un 20 por 1OO. Pero el ltimo ao de la guerra ha puesto fin a la prosperidad del Japn, a causa de los bombardeos y. sobre todo, de la crisis en los transportes martimos. Las islas del archipilago nipn han sufrido centenares de bombardeos, dirigidos contra los centros industriales. La flota mercante nipona, que en 1939 ocupaba el tercer puesto en importancia en el mundo (supona el 8,2 por 100 del tonelaje mundial. mientras que la flota mercante noruega era solo el 7 por 100. la alemana el 6.5 por 100 y la francesa el 4.5 por 100), ha sido destruida casi por completo: a consecuencia de acciones de guerra ha perdido 7 590 000 toneladas. v se encuentra reducida a 500 000. As. pues, el abastecimiento de ~ateras primas a la industria japonesa es-t totalmente paralizado. El ndice de la produccin industrial (1937 = 100), que haba llegado a 11 O en 194 3. cuando el lapn dispona de los recursos de las Indias Holandesas y de la penrisula Indochina, ha descendido a 38 en 1945; el ms afectado ha sido el sector textil: el nmero de husos se ha reducido en dos terceras partes. En el sudeste asitico, las dificultades de las colonias francesas, 111glesas y holandesas, entre 1919 y J 939, haban sido similares. La oposicin estaba formada por jvenes intelectuales indgenas que, des-
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pus de haber recibido una eGucacin secundaria o universitaria occidental, se quejaban de no tener bastantes oportunidades en los cargos pblicos; y reivindicaban la formacin de una asamblea legislativa, en la que ellos pudieran participar. La masa rural, preocupada nicamente por sobrevivir, apenas si se interesaba en la reivindicacin de su autonoma, nocin que incluso le resultaba extraa; pero tena un sentimiento xenfobo: y le molestaba la presencia europea en aquellas regiones en que las tcnicas modernas de la agricultura y del riego-al alcance solamente de los grandes propietarios-haban a:ruinado a los pequeos agricultores, contribuyendo a la formacin de un proletariado rural. En las ciudades, los grupos importantes de artesanos y de pequeos comerciantes chinos (1) haban apreciado, entre 1925 y 1937, los progresos del movimiento nacionalista en China; en 1945, despus de Ja derrota japonesa, se consideran pertenecientes a un pueblo vencedor. Finalmente, todas estas colonias vivieron bajo el rgimen de ocupacin japo'1esa; comprobaron, de visu, la derrota de los blancos: y encontraron en el mercado nipn la salida para us productos, que la penuria de los transportes martimos no les permita tener ya en Europa. En la Indochina francesa, el movimiento nacionalista tena sus promotores y adheridos en la poblacin annamita, mientras que los camboyanos y los laosianos permanecan indiferentes: pero los intereses econmicos de la burguesa adinerada estaban ligados, casi siempre, a Ja existencia del rgimen francs. La ocupacin, en 1941, de bases estratgicas por un cuerpo expedicionario japons de 40 000 hombres (2) supuso un duro golpe para el prestigio de los franceses, alentando las esperanzas de los nacionalistas indgenas (la Ligue pour l'independence de l' Annam reciba subsidios nipones desde haca treinta aos); pero no haba paralizado el funcionamiento de la Adminiscin y de Ja Polica, que, a pesar de la presencia japonesa, llev a cabo una fuerte represin contra los miembros de la Ligue: en 1943, 10 000 nacionalistas indgenas estaban internados en los campos de concentracin franceses. El Comit francs de Liberacin Nacional se limit a prometer, en diciembre de 1943, que al acabar la guerra se establecera un nuevo estatuto poltico. El golpe de mano japons del 9 de marzo de 1945-desarme de las tropas francesas y de sus auxiliares indgenas y eliminacin del gobernador general y sus servicios1bre nuevas pers,ectivas al nacionalismo annamita. La propaganda nipona repite, hasta la saciedad, que los franceses han sido expulsados y que ya no volvern. Bien es verdad que el Japn capitula cinco meses iespus. Pero la labor francesa de reocupacin militar no empieza hasta jiciembre de 1945. Entre tanto, Indochina ha sido sometida por los
(1) En 1930, l.233.000 chinos en las India~ neerlandesas, 2.300.000 en Malasia, 326.000 en Indochina francesa, l 94.000 en Birmania. (2' Vanse pgs. l 181 y 1182.
aliados a una ocupacin armada: china, al Norte, e inglesa, al Sur. La Ligue pour l'ndependence de l' Annam ha podido, pues, proclamar, sin obstculos, la Repblica; y formar en Hanoi un Gobierno nacional, cuyo jefe, H-Chi-Min, estuviera ya veinte aos antes al frente de la resistencia annamita, con el apoyo de la Internacional Comunista. Desde el primer momento, este Gobierno declara insuficientes las promesas de reforma hechas el 24 de marzo por el Gobierno francs. Por consiguiente, lo que tienen que llevar a cabo las tropas francesas es una reconquista. En Birmania el rgimen colonial ingls fue muy suavizado, en 1923, con la creacin de una Asamblea Legislativa, cuyas cuatro quintas partes eran electivas, y por la concesin del derecho de voto a una parte, bastante importante (la sexta aproximadamente), de la poblacin indgena. Los poderes del gobernacor fueron limitados en 1936 por llil1 estatuto, y en 1937 lleg a primer ministro un indgena, Ba Maw. El movimiento nacionalista estaba estimulado por los eclesisticos, que, en este pas, desprovisto de aristocracia, haban sido la clase poltica antes de la conquista inglesa; no i'1a dirigido so1amente contra los europeos-apenas treinta mil-, sino tambin contra los inmigrantes hindes (cerca de un milln), con frecuencia compradores de grandes dominios, y contra el aflujo, cada vez ms rpido, de chinos. La conquista japonesa haba tolerado-bajo su gida-al Gobierno Ba Maw, que, en agosto de 1943, proclam la independencia con respecto a Gran Bretaa; pero la dominacin nipona haba sido combatida por otro jefe nacionalista, Aug San. A principios de 1946, cuando vuelven las tropas britnicas, Ba Maw desaparece, y Aug San hace suyas las reivindicaciones de independencia, con el apoyo comunista. En l'vlalasia, los indgenas no formaban ms que el 37 por 100 de la poblacin; y los inmigrantes chinos e indios tenan un lugar muy im portante. La ocupacin japonesa no haba sido efectiva sino en Singapur; sin embargo, haba infligido graves perjuicios a la vida econmica, puesto que la paralizacin de los transportes haba arruinado las plantaciones de caucho. Contra la presencia nipona, pero no a favor de la permanencia del rgimen ingls, se formaron dos movimientos de resistencia: uno, de la poblacin malaya, con un partido nacionalista inspirado en el ejemplo de Indonesia, y el otro, organizado, desde 1942, entre los chinos, por agentes comunistas procedentes de China. Cuando la derrota japonesa libera Malasia, la ocupacin inglesa-restablecida acto seguido--empieza a restaurar el sistema colonial. Entonces, los esfuerzos de las organizaciones de resistencia se vuelven contra Ja nacin britnica. Levantamiento nacional? Sera mucho decir, puesto que el movimiento no arrastra sino a aquellos grupos encuadrados por los Sindicitos: obreros de las minas de estao y proletariado rural de l<is grandes plantaciones. No obstante, este levantamiento es lo suf-
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cienteme~te grande para crear dificultades a las tropas inglesas. Por este n:~t,1vo, el Gobierno britnico se ve obligado a prometer, en 1946, la rev1s1on del Estatuto poltico de Malasia; esta promesa empezar a llevarse a cabo en febrero de 1948, cuando la Federacin de Estados Malayos sea ~otada de: una Asamblea legislativa, en Ja ue, de todas formas, los miembros elegidos constituirn una pequea minora.
As. pues, Soekarno puede armar a la milicia indgena con la ayuda indirecta de los japoneses. Esta milicia ser su mejor baza, seis semanas despus, a la llegada de las primeras tropas aliadas. En abril de 1946, e( Gobierno holands-mal sostenido por los Estados Unidos y por el Gobierno laborista britnico-se ve obligado a aceptar el princpo de independencia. En 1935. la India haba recibido un estatuto que aumentaba los poderes de las asambleas legislativas y ampliaba el cuerpo electoral, pero sin llegar a establecer una absoluta paridad con los Dominios. A partr d.:: 1940. la guerra europea haba abierto unas perspectivas favorables a la industria textil y, sobre todo, a Ja industna m~talrgica. Tambin haba favorecido las reivindicaciones polticas del Congreso Nacional. merced a Ja participacin activa de la India en el esfuerzo blico de la metrpoli. Estas reivindicaciones, no obstante, eran bastan te discretas, debido a la falta de armona entre los dirigentes del movimiento nacionalista. Gandhi, convencido de que la India no tena nada que esperar de una victoria alemana, y dispuesto, par tanto, a prestar su apoyo moral a Gran Bretaa, sin exigir la oportuna compensacin desde er primer momento, estaba en desacuerdo con Neh:u, que pretenda obtener satisfacciones inmediatas. Por otra parte, los intereses de los musulmanes eran opuestos a los de los hindes: el jefe de la liga musulmana, Jinnah, haba decidido, en 1940, que cuando la India consiguiera su autonoma, exigira la creacin de un estado particular en aquellas regiones en las que la poblacin islmica estuviera en mayora: ahora bien. el Congreso Nacional se haba negado rotundamente. La dominacin inglesa se haba beneficiado con estas divergencias: el virrey pudo limitarse a prometer que al terminar la guerra se establecera un nuevo estatuto. Esta dominacin no se vio amenazada hasta principios de 1942, cuando tuvo lugar Ja ocupacin japonesa de Malasia y luego de Birmania, inicindose la propaganda nipona, que utilizaba como instrumento al grupo nacionalista extremista. cuyo jefe, Chandra Bose, viva en el Japn desde haca dieciocho aos. Cul sera la actitud de lapoblacin, en el caso de que la ofensiva nipona llegara a la India? Los dirigentes del movimiento nacionalista, tanto musulmanes como hindes, desconfiaban de las ventajas que podra reportar la dominacin japonesa; pero las masas, en opinin de los altos funcionarios ingleses, no estaban dispuestas a resistir a una invasin. Como consecuencia, en marzo de 1942, el Gobierno britnico envi a sir Stafford Cripps, para que llevara a cabo una negociacin inmediata con los dirigentes del Congreso Nacional. El Gabinete prometa convocar, a la terminacin de Ja guerra, una Asamblea constituyente, cuyos- componentes seran designados por asambleas provinciales, comprometindose a aceptar la constitucin que fuer:-. votada, con la nica condicin de que garantizase los derechos de las minoras no indi:Js. La oferta fue -.::.: .. siderada
cias muy a menudo divergentes: la de la asociacin musulmana Sarekat Islam y la del partido comunista. En 1927, despus de la represin de algunas tentativas de insurreccin, el partido comunista haba sido destrozado, al tiempo que declinaba la influencia de la corriente de ideas apoyada en los sentimientos religiosos. Pero el movimiento fue reanimado, en seguida, bajo la direccin del partido nacionalista de Indonesia, cuyo jefe, Soekarno, se hc:ba negado a basar su accin en una inspiracin ex~lusivamente islmica. A partir de 1939, este partido ap~ovec~ las circunstancias para reivindicar reformas polticas. La admm1strac1n holandesa, en un momento en que necesitaba la colaboraci!1 de los indgenas para organizar la defensa del archipilago, no pod1~ o-po_ner una negativa; se limit a tratar de ganar tiempo. . ~ pnnc1p10s de 1942, cuando la dominacin de los Pases Bajos fue ehmm?da por la . conqui~ta Japanesa, las autoridades de ocupacin recurneron a los mdones10s mas capacitados, para sustituir a los holandeses en los puestos administrativos. Con ello favorecieron el desa_rrollo de. una conciencia nacional, no solo peligrosa para los europeos, smo tambin para el futuro de la dominacin nipona; esto no les preoc~paba, pue~t.o que pensaban que, en su propio inters, el Japn tendna que admitir la independencia de las Indias Neerlandesas al terminar la~ h_?stilidades. ~l Gobierno nipn, por el contrario, en un principio, pens.o ~n la ane.x1n,_ por lo que eludi toda promesa con respecto al mov1mtento nac10nahsta; pero abandon este proyecto a medida que se fue desarrollando la contraofensiva norteamericana en el Pacfico En sept.iembre de 1944, cuando esta contraofensiva llega a las Filipi~ nas, To10 reconoce que la independencia es inevitable. Incluso llega a pens~r en favorecer la formacin, en Java, de un Comit de Independencza, con la esperanza de que el futuro Gobierno indonesio pueda acep~ar una colaboracin con el Japn. Soekarno anuncia la independencia el 14 de agosto de 1945-vispera de la capitulacin nipona-, despus de una entrevista, en Saign, con el comandante en jefe del ejrcito de ocupacin; independencia que proclama tres das despus. El Gobierno japons no se atreve a asentir pblicamente, puesto que en la convencin de armisticio, del 15 de agosto, se .compromete con los al_iados a no hacer nada que pueda alterar el statu quo; no obstante, permite que sus tropas vendan su armamento a los indonesios antes de repatriarse.
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insuficiente, puesto que no prevea que los miembros de la futura Asamblea constituyente fueran nombrados mediante elecciones directas. ~Z: el fondo, los jefes del movimiento nacional pensaban que era intil hbrar un cheque a cargo de un Banco en quiebra". La ruptura de las negociaciones y la detencin, el 7 de agosto de 1942, de Gandhi, Nehru Y a~gunos o~ros miembros del Congreso, dieron lugar a movimientos de msurrecc1n locales, rpidamente reprimidos, puesto que las tropas j~ponesas no podan intervenir, por aquel entonces, a causa de las lluvias del monzn; y la gran masa de la poblacin haba permanecido indiferente. ~n definitiv~, la pnle~a d: fuerza haba salido bien. Muy pronto, gracias al cambio de la s1tuac1n estratgica general, en noviembre de 1942, la dominacin britnica estaba otra vez consolidada. No se haba visto afectada ni por la llegada de Chandra Bose, en el verano de 1943, n~ p_or el hambre qu~ por aquella misma poca haba azotado la provmcia de Bengala, privada de las importaciones de arroz birmano. Las tropas reclut~das en la India y utilizadas en las campaas de Malasia, de Birmania, del Irak o de Libia, no haban tratado en ningn momento de poner precio a su colaboracin en el esfuerzo blico. Por qu el Gabinete britnico mantiene, en 1945, cuando sale como vencedor de la guerra mundial, Ja oferta hecha tres aos antes, en unos momentos en que el destino de Gran Bretaa estaba gravemente amenazado? Por qu admite que la India se separe de Ja Commonwealth y se la_nce por el ca~ino que conducir, en agosto de 1947, a la proclamacin de la lndzan Independece Act? Segn escribe L. S. Amery, ex: ministro de la India, el Gobierno britnico comprueba, con motivo de las elecciones en la Asamblea legislativa central, que el "partido del Congreso" obtiene los sufragios de casi todos los hindes .. y la "liga" de Jinnah los de casi todos los musulmanes. As. pues, de resistir a este movimiento, el Gobierno britnico tendta que enfrentarse con una "hostilidad ardi~nte". Si cede, puede esperar que la India acepte una especie de "asociacin libre" que baste para garantizar "la unidad de accin poltica en las cuestiones esenciales", puesto que la India necesita a Gran Bretaa para organizar su defensa nacional y para el desarrollo de su vida econmica. La nueva dinasta iranf, surgida de un golpe de Estado en 1921. haba logrado mantener la independencia poltica del pafs, a pesar de las presiones inglesas y rusas; sin embargo, no pudo eliminar por completo las influencias econmicas extranjeras, sobre todo la de la Analo0 lranian Company, duea de los yacimientos de petrleo del sudeste del Irn (1); limitndose-para restringir la importancia de los intereses britnicos y rusos-a desarrollar las relaciones- econmicas con Ale(!) Vase pg. 890. El contrato entre el estado iraquf y esta compaa haba sido renovado en 1933.
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mana mediante Un acuerdo firmado el 30 de agosto de 1935, hasta el extremo de que este pas haba conseguido, ~n 1938, preponderancia en el comercio exterior iran. La declaracin de neutralidad, hecha, nada ms empezar la guerra, por el Gobierno de Tehern, estaba de acuerdo con las tendencias generales . de esta poltica. , Su aplicacin no .tuvo sedias dificultades durante ms de dieciocho meses. Pero en junio de 1941 los movimientos dirigidos en el Iralc contra la dominacin britCercano Oriente, y, nica haban ampliado la zona de hostilidades sobre todo, la invasin de Rusia por los ejrcitos alemanes hicieron del territorio iran una va de acceso necesaria para el paso del material de guerra enviado al Ejrcito ruso por Estados Unidos y Gran Bretaa. A partir de este momento, la neutralidad del Irn se hace sumamente precaria. El 25 de agosto de 1941, la U. R. S. S. y Gran Bretafia deciden asegurarse, por la fuerza, el derecho de paso, imponiendo al Gobierno iran la ruptura de las relaciones diplomticas con Alemania, y. exigiendo Ja abdicacin del sah Reza Pahlevi, que ha recurrido, en grm medida, a tcnicos alemanes. La ocupacin britnica se estableci en la regi6n del glfo Prsico, mientras que las tropas rusas se apoderaban de las provincias septentrionales; entre estas dos zonas, las regiones centrales del pas quedaron libres. En definitiva, esta situacin no careca de analoga con la que existiera en 1907 (1). El 29 de en~ro de 1942, las dos potencias ocupantes consiguieron que el nuevo sah, Mohammed Reza, reconociera el hecho consumado: un tratado de alianza defensiva autoriz la presencia, hasta el trmino de la guerra, de las tropas inglesas y rusas, as como la utilizacin por los aliados del ferrocarril que, desde Abadn a Enzeli, una el golfo Prsico al mar Caspio. Los Estados Unidos, sin participar directamente en esta alianza, concede al Irn, en mayo de 1942, los beneficios de la ley "de prstamo y arriendo", proveyendo los contingentes destinados al servicio de los transportes militares. Por los ferrrocarriles y las carreteras iranes fueron enviados, en tres aos y medio, cerca de cinco millones de toneladas de mercancas destinadas a la U. R. S. S., es decir, la mitad de las entregas efectuadas por los Estados Unidos y Canad al Ejrcito sovitico. La poblacin obhivo algnos ben~ficios de esta sittiacin, puesto que la organizacin de los transportes y los progresos de la explotacin de los yacimientos petrolferos--cuya produccin aument, en cinco aos, un 50 por 100, proporcionaron muchos puestos de trabajo; pero, ms que nada. supuso sufrimientos: las compras efectuadas por las tropas extranjeras, as como las exportaciones de trigo y ganado a la U. R. S. S., dieron lugar a la escasez de mercancas y, por consiguiente, al encarecimiento del coste .de vida; la congestin del trfico ferroviario, en el que estaba reservada la prioridad a las necesidades militares, lleg incluso a dificultar, en diciembre de 1942, el abastec-
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miento de los habitantes de Tehern. En el marco del rgimen constitucional, que el sah se comprometi a respetar, en septiembre de 1941, esta crisis econmica provoc cierta agitacin poltica. Al partido nacional, cuyo jefe, Ziya-ed-din, simpatizaba con el liberalismo ingls, se opona al partido del pueblo (Tudeh) que reclamaba l elevacin de los salarios y la disminucin de los alquileres, y que mostraba una actitud de crtica con respecto a los imperialismos extranjeros, a excepcin del imperialismo sovitico. Tanto para hallar un remedio a sus dificultades econ.{>micas, como para escapar a los peligros que implicaba la presencia de ingleses y rusos, el Gobierno iran pidi a los Estados U nidos qe se uniera a las dos potencias ocupantes. La declaracin del l de diciembre de 1943, hecha con motivo de la conferencia de Tehern (1), haba respondido a este deseo: participacin del Gobierno de Washington en la salvaguardia de la integridad territorial de Irn; promesa de una ayuda econmica y financiera, que no se limitara a la duracin de la guerra. El Gobierno iran acogi con satisfaccin la llegada de un numeroso equipo de tcnicos norteamericanos y de una misin financiera, cuyo jefe, Millspaugh, ya haba desempeado, veinte aos antes (2), un papel activo en la poltica iran. Satisfaccin efmera, puesto que la ayuda econmica y financiera dio lugar, acto seguido, a la presentacin de reivindicaciones: a finales de 1943, los norteamericanos se unan a los ingleses y los rusos para obti:ner nuevos contratos de concesiones petrolferas. A iniciativa de uno de los miembros, Mossadecq, el parlamento fran se decide a reaccionar contra estas presiones, cuando el curso de las hostilidades en Europa hace prever el prximo fin de la guerra. ll 2 de diciembre de 1944, vota una ley que prohbe otorgar concesiones a sociedades extranjeras. El 13 de septiembre de 1945, el Gobierno iran pide la retirada de las tropas de ocupacin, de acuerdo con el tratado de 1942. No lo consigue hasta abril de 1946, despus de haber estafio a punto de perder la provincia de Azerbejn, en la que se ha desarrollado un movimiento separatista, apoyado por el Gobierno sovitico. Si bien consigue conservar este territorio, gracias al apoyo de la diplomacia americana, cede parcialmente a la presin rusa, en cuan to al aspecto econmico: Rusia obtiene la conce~in petrolfera en el Azerbejan iran, que le haba sido negada dieciocho meses antes. Por consiguiente, el Irn se ha convertido, de nuevo, en un terreno de lucha entre los intereses de las grandes potencias. Turqua, cuya situacin haba sido peligrosa en mayo de 1941, cuando la insurreccin en el Irak, haba conseguido conservar la neutralidad a pesar de sus compromisos con Gran Bretaa (3); mantuvo la
(1) Vase pg. l 199.
misma actitud al producirse la ocupacin anglo-rusa. del Irn. En realidad, no deseaba la victoria de los aliados, que pod1a redundar en b~ neficio de la U. R. S. S.; ni la del Eje, que hubiera asegurado a Italia la preponderancia en el Mediterrneo oriental. As, pues. el G~bi~rno r.urco permaneci a la es pecta t va: en el v~rano. de 1942,. rnsmu que tal vez entrara en la guerra, a su lado, st Rusta sucumb1a; pero despus de la conferencia de Yalta, se resign a declarar la gue:ra a Alemania, con la esperanza de poder tomar parte en la Confe~encia d.e la paz. A quien teme, a la terminacin de la guerra, es a .Rusia. .Reivindicar el Gobierno sovitico la regin turca de Treb1sonda, igual que reivindica el Azerbejn iran? Frente a e~ta amenaza rus~, T~r qua cuenta, indudablemente, con Gran Bretana; pero, todav1a mas, con los Estados Unidos, que despus de haberla adm1t1do, en 1942, en el beneficio de la ley de Prstamo y arrendo, en 1945 le concede U? crdito de 500 millones de dlares, indispensables para atenuar la cnsis econmica. Por primera vez, la poltica exterior norteamericana se interesa directamente en los asuntos turcos, que solo tratara someramente en 1919. Los pases rabes del Cercano Oriente han. sido muy poc.o afectados por las hostilidades. La seg~nda guer~a mun~tal no ha mod1fic_ado apenas las condicione? de la vida pastan! o agncola de estas re~1ones, en las que las actividades industriales no empleaban, en 1939, m~s que un 4 a un 5 por 100 de la poblacin. Sin embargo, en coniunto, na fayorecido el desarrollo de su vida econmica. puesto que las tropas aliadas han realizado compras de pr0ductos alimenticios y de pieles, _as como construido carreteras; adems, la produccin de petrleo e~ e.i- lrak, en Arabia Saudita y en los sultanatos de la costa ~el_golfo .pcc.~o. se ha A~nque doblado para aten_der a las necesidades de los e1erc1tos ah2 estas nuevas actividades hayan beneficiado, sobre todo, a . :erc1antes y a los funcionarios, tambin han proporcionado ~c?pacin .~ c~ntena rcs de miles de personas, contratadas para el serv1c10. del Eerc1to. No parece, por tanto, que ias condiciones econmi~as y sociales p~edan provocar el descontento. Y sin embargo, es precisamente en esLe penado cuando se desarrolla ci movimiento de emancipacin, en_ rela.cin ~on la dominacin directa o indirecta de los europeos: los nacionalistas arabes, que despus de la primera guerra mundial haban llevado la lucha en forma dispersa, en el transcurso de la segunda, han .~uscado la cohe. sin. consiguiendo establecer el principio de una U~1on. La causa interna de este gran movimiento, que senala una fecha importante en la evolucin de las relaciones internacionales, es, sin du~a alguna, el deseo de emancipacin poltica y cu.ltural'. re.~~r~ado no soto por la fe islmica, sino tambin por la c?mumd~d. lmgu1st1ca: a pe~ar de ta existencia de dialectos locales, el arabe clas1co se ha conv~rt1do en lengua de los intelectuales y de los l'.om?res d~ leyes, ~s declf! de todos aquellos que manifiestan una conciencia nac10nal activa. U111dad
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Vase pg. 890. Vase el cap. VIII, pg. 1125 y el cap. X, pg. 1152.
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lingstica, unidad racial, unidad religiosa y cultural, tales fueron desde 1932 las bases de una propaganda que se apoyaba en el principio europeo de las nacionalidades. Pero este deseo estaba alentado, adems, por la presencia en Palestina del hogar ;udo: el sionismo--declaraba el Gran Mufti de Palestina, Amn el Husein, en diciembre de 1942-es un peligro mortal para todo el mundo rabe; y el protector de los Santos Lugares del Islam, Ibn Seud, afirmaba, por su parte, en marzo de 1943, que Palestina deba pertenecer a los rabes. Era natural que los promotores de este movimiento trataran de sacar partido de la situacin de Europa. A travs de qu vicisitudes fue tomando forma esta idea, entre 193 9 y 194 5? La primera manifestacin fue la rebelda del Irak contra el rgimen del mandato britnico, en mayo de 1941; la ms reciente, el movimiento, dirigido en Damasco, en mayo de 1945, contra la presencia francesa. La insurreccin irak tuvo eco entre los rabes de Palestina, que acusaron a Gran Bretaa de desear la destruccin del Islam, puesto que fund y protegi el hogar nacional judo; asimismo. en unas declaraciones hechas por el Gran Muft al Wlkisclzer Beobachter, el 6 de diciembre de 1942, sugiri la realizacin, no solo de la alianza, sino tambin de la unidad econmica y cultural de estos estados rabes, con ayuda de Italia y de Alemania; en aquella poca, todava no se contaba con una unin poltica duradera. Esta unidad poltica fue propuesta, por oportunismo, por el Gabinete britnico. El 29 de mayo de 1941, el ministro de Asuntos Extranjeros, Anthony Eden, prometi que prestara "el ms completo apoyo" a cualquier proyecto de unificacin rabe que mereciera la aprobacin general; en febrero de 1943, repiti que vera con simpata una unin "econmica, cultural y poltica" de los pases rabes, a condicin de que la iniciativa partiera de los mismos rabes. El rey Ibn Seud pareca hacerse eco de esta declaracin, cuando en marzo de 1943, manifestaba a un peridico americano su deseo de que se estableciera una unin rabe, "con la ayuda de los aliados"; pero su actitud con respecto a Palestina no era como para atraerse la simpata de Gran Bretaa. El proyecto expuesto por el presidente del Consejo irak, Nury Said, en agosto de 19'.\3, en una nota dirigida a la Embajada de Gran Bretaa en Bagdad, era ms flexible: sugera la formacin de una unin rabe en la que entraran, de una parte, el Irak; y de otra, Siria, Lbano, Transjordania y Palestina, unidos en un solo estado, en el que tanto los judos de Palestina como los cristianos maronitas del Lbano gozarn de una "semiautonoma", ga.rantizndoseles el libre ejercicio de sus cultos. Pero esta solucin nb poda agradar a Egipto, puesto que daba demasiada importancia a la dinasta hachemita de Siria. , La cuestin no toma forma hasta mediados de 1944, cuando el primer ministro egipcio, Nahas, consigue descartar el proyecto de
Nury Said. A finales de septiembre de 1944, los representantes del Lba~o, de Transjordania y de Siria, se renen, en Alejandra, con los de Egipto y el Irak. Esta Conferencia, en la que no toman parte Palestina, Arabia Saudita y el Yemen, establece el proyecto de una Liga rabe. Bien es verdad que la Liga ya no es una Unin: Jos estados comprometern a someter sus diferencias al Consejo de la Liga; a organizar la cooperacin econmica aduanera y monetaria; y a "coordinar sus programas polticos"; prometern no realizar una poltica ex terior "perjudicial para la poltica de la Liga rabe o la de alguno de sus miembros"; dejarn al Consejo la decisin de fijar "las medidas necesarias para rechazar cualquier agresin de que sea vctima un estado miembro''; pero conservarn, ntegramente, el ejercicio de sus derechos soberanos, limitndose a enviar representantes diplomticos al Consejo de la Liga, en el que todos los estados miembros estarn en un pie de igualdad; ni siquiera se comprometern a participar ~ec tivamente en la proteccin de la integridad territorial de sus aliados. El pacto se firma el 22 de marzo de 1945, despus de la adhesin de la Arabia Saudita. Agrupa entonces a seis estados, con una poblacin total que excede de los veintiocho millones de habitantes, de los que casi dieciocho corresponden a Egipto. El secretario general es Abder Rahman Assn, que redact el llamamiento publicado en 1932. En un futuro inmediato, el nacimiento de esta asociacin de estados, que seala el deseo de sostener por doquiera la causa rabe, es muy importante para la cuestin de Palestina. Mientras. que la resistencia a la inmigracin juda haba sido, hasta 1939, una cuestin local, en 1945 los rabes de Palestina pueden contar con el apoyo de la Liga que, en la Conferencia de Alejandra, proclam que el sionismo era injusto. Gran Bretaa, cuyos gobernantes haban manifestado simpata hacia la Unin rabe, se inquieta ante estas perspectivas. Podr contar con el apoyo de los Estados Unidos para hacer frente a este movimiento? Es indudable que el sionismo cuenta con valedores activos en los Estados Unidos; pero las grandes sociedades petrolferas norteamericanas, que empezaron a establecerse en Arabia Saudita en 1933, vuelven ahora sus miradas hacia todos los yacimientos del Cercano Oriente. Por tanto, el Gobierno de los Estados Unidos puede estimar necesaro no enojar a estos pases U) para no poner en peligro la seguridad de sus explotaciones. Tal es, en 1945, la principal esperanza de los dirigentes de la Liga rabe. En E~pto, cuya independencia haba reconocido Gran Bretaa en 1936 (2), el Gobierno britnico conserv fuertes posiciones militares y navales, en virtud del artculo 8. <fel tratado de alianza apglo(1)
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egipcio. Esta alianza dio sus frutos en 1939: El Gobierno egipcio puso a disP.Qsicin de Gran Bretaa sus puertos, sus aerdromos y sus ferrocarriles, e intern a los sbditos alemanes, sin declarar por ello la guerra a Alemania. El'jefe del partido nacionalista-el Wafd-, Nahas Pach, apartado d~l poder por el n!y, de quien era adversario personal, no protest contra el cumplimiento del tratado de alianza; se limit a pedir que Egipto recibiera al terminar la guerra el premio a su ayuda, es decir, la retirada total de las tropas britnicas y la solucin del problema del Sudn egipcio. En realidad, el Gobierno se haba atenido a esta actitud. Pero la poltica de no beligerancia se hizo precaria en junio de 1940, al entrar Italia en el conflicto y concentrar tropas en Libia. Egipt-0 se encontraba, a partir de aquel momento, con la guerra a sus puertas. El Gobierno egipcio haba roto las relaciones diplomticas con Italia, debido a la presin insistente de Gran Bretaa; pero declarando que no entrara en guerra, salvo en el caso de que fuerzas militares o areas italianas intervinieran en Egipto, para atacar a las inglesas. Esta poltica egipcia fue puesta a prueba en febrero de 1942. La amenaza de una invasin italo-alemana paralizaba las importaciones de azcar, de cereales y de combustibles, provocando, simultneamente, un problema de paro y de abastecimientos. En los crculos polticos, algunos grupos importantes, convencidos de que las potencias del Eje estaban a punto de vencer, aconsejaban al rey Faruk que no se comprometiera ms con Gran Bretaa. Para superar esta crisis, el Gabinete britnico haba encontrado la ayuda de Nahas Pach, que aunque nacionalista, era tambin adversario de los reg(menes polticos autoritarios, y estaba convencido de que Egipto no poda esperar nada de una victoria de Alemania o de Italia. El 4 de febrero de 1942, mediante un ultamtum apoyado por una demostracin armada, haba impu'esto al rw la formacin de un Gabinete Nahas que, a cambio de su lealtad hacia Gran Bretaa, haba recibido la promesa de que Egipto participara en la Conferencia de la paz en un plano de igualdad, en cuanto al examen de todas las cuestiones relativas a sus propios intereses. As pues, la poltica inglesa pareca resignarse a que la futura situacin del estado -egipcio se discutiera en el plano internacional, admitiendo el programa del Wafd. Esta promesa haba surtido efecto en un futuro inmediato: el Ministerio Nabas mantuvo el orden en el pas, en los momentos crticos del verano de 1942. Bien es verdad que Nahas fue eliminado por el rey, una vez hubo pasado el peligro exterior. Pero el soberano, cuando Italia ya estaba vencida Y. la derrota alemana era indudable, no haba vuelto a poner en tela de juicio la cooperacin con Inglaterra; incluso accedi a declarar la gtlerra a Alemania, para poder participar en la creacin de las Naciones Unitlas. No es de extraar que las reivindicaciones nacionales se intensifiquen, una vez terminadas las hostilidades en Europa. Entre el Wafd y los grupos de oposicin, el nacionalismo est en todos los programas
electorales. La Embajada de Gran Bretaa recibe, el 30 de julio de 1945, el memorndum en que constan las peticiones del Wafd; y, el 20 de diciembre, la nota diplomtica-un poco ms vaga-redactada por el Gobierno egipcio. El Gabinete de El Cairo amenaza, si no recibe contestacin, con buscar apoyo en el Gobierno sovitico, "enemigo del imperialismo". El 26 de enero de 1946, el Gabinete britnico admite, en principio, la revisin del tratado de 1936, decidido a no ceder en lo relativo al Sudn. La crisis que se produce, en octubre de 1946, tendr su desenlace siete aos despus. Marruecos y Argelia han formado el trampoln en que los aliado_s han establecido su primera base de partida para poner pie en el continente europeo. Libia y luego TnGZ, han sido campos de batalla. Las poblaciones indgenas de estas regiones, mezcladas directamente en la lucha, han sufrido las consecuencias, en su forma de vida. 'fiene algo de sorprendente que estas poblaciones, en toda el Africa del Norte francesa, ante el espectculo de las disensiones que oponan entre s a los franceses de Argelia cuando el desembarco anglo-norteamericano, se hayan sentido inclinadas a creer en un eclipse de Francia y a invocar la Carta de las Naciones Unidas? El 22 de diciembre de 1942, Fehrat Abbas reivindica, para los musulmanes argelinos, un "estatuto poltico, econmico y social", preparado por organizaciones musulmanas, en un mensaje dirigido "a las autoridades responsables", y no solo a las autoridades francesas; el 26 de mavo de 1943, reclanh la creacin de un estado argelino autnomo, dotado de una Asamblea legislativa, elegida por sufragio universal. Este ejemplo ha sido seguido por Marruecos, donde Allal el Fassi. ha reconstituido, en enero de 1944, el "partido de la independencia", con un programa inspirado en el tratado angloegipcio de 1936; un ao despus lo ha sido en Tnez, donde el jefe del Destour, Burguiba, ha entregado, en la Residencia general, un "manifiesto de tunecinos notables". Los promotores de la Liga rabe apoyan estas iniciativas. A partir de 1944, funciona en El Cairo un "frente de defensa del Maghreb". La huelga general del 1 de mayo de 1945, en Argelia, y los movimientos insurreccionales que causan, ocho das despus, centenares de vctimas~ntre ellos franceses, pero en mayor nmero musulmanes notables-, en Setif y en Guelma, son las primeras manifestaciones de este movimiento nacionalista. El Africa occidental, as como el Africa central, apenas afectadas por los acontecimientos de la guerra-a excepcin de la cuestin de Dakar-son tambin, sin embargo, sumamente perturbadas: en los territorios franceses sometidos al Gobierno de la Francia Libre, las poblaciones indgenas han sido invitadas a sumarse a la disdencia; en los territorios belgas, las industrias extractivas han alcanzado gran incremento durante los aos de la guerra. Los aparatos de radio han hecho circular las consignas por todas partes, algunas veces, incluso, en la
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zona forestal ecuatorial. La presencia de inmigrantes indios en casi toda la costa oriental. desde Djibuti a Natal, supone un fermento para el nacionalismo indgena. Finalmente, el Islam-cuy0s agentes de difusin son los comerciantes-penetra en las sociedades animistas y las disloca, sacando gran ventaja a las misiones cristianas; esta influencia islmica est orientada, directamente, contra la dominacin de los blancos. Esta crecida de los pueblos de color hace vacilar, por doquiera, las posiciones que Europa dominaba todava. Es indudable que estos movimientos nacionalistas no van dirigidos, exclusivamente, contra los intereses europeos: en toda el Asia del Sudeste, por ejemplo, se vuelven tambin, por motivos econmicos y sociales, contra los inmigrantes chinos. Pero es a los europeos a quienes ms afecta, puesto que son los que tienen mayor influencia o autoridad poltica. Francia es la ms perudicada, como consecuencia de su derrota militar de 1940: en julio de 1945, abandona Siria y el Lbano, a causa de la presin diplomtic::i de los Estados Unidos y Gran Bretaa; y ve gravemente amenazada su dominacin en Indochina; pero conserva sus posiciones africanas. A partir de 1945, los Pases Bajos se ven amenazados de p~rder todo su imperio colonial, siete veces ms poblado que la metrpoli. Gran Bretaa se ve obligada a seguir en la India, Birmania, fiak y Transjordania el camino que conduce a la concesin de la independencia.
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La muyor y ms significativa transformacin que se manifiesta en las relaciones internacionales al acabar la segunda guerra mundiai es la nueva clasificacn que se ha establecido en el transcurso de esta crisis. no solo entre las fuerzas respectivas de los grandes estados, sino tambin entre la influencia de las grandes civilizaciones La vida poltica y econmica del mundo fue dominada, durante mucho tiempo, por la Europa occidental y central. Despus de la conmocin sufrida en el curso de la primera guerra mundial, tuvo un perodo de decadencia; sin embargo. fue reconquistando, poco a poco, parte de su anterior influencia. En 1945, no solo son anulados los resultados de estos esfuerzos, sino que los intereses europeos en la vida general del mundo se ven afectados mucho ms profundamente que lo fueran veinticinco aii.os antes. Sin embargo, Europa ha escapado al destino que le haban predicho los augures, en vsperas de la segunda guerra mundial y en el transcurso de esta: no escapara del totalitarismo hitleriano-se deca-sino para caer en Ja zona de influencia del comunismo; estas previsiones se han visto desmentidas. Pero est ms dividida que nunca; ha visto desplomarse Jos cimientos financieros de su potencia y desaparecer la mayor parte de sus fuerzas armadas, militares o navales; est "invadida por la duda"; ha perdido-segn observa Charles Moraze-su "originalidad creadora" en el terreno de las ciencias y de la tcnica. El derrumbamiento de los imperios coloniales hace vacilar el sentido de superioridad desarrollado por Jos xitos expansionistas; y la crisis econmica Ja coloca en una situacin de dependencia con respecto a los grandes estados con mayores recursos que ella en materias primas y en elementos de produccin. Finalmente, los valores intelectuales y morales sobre los que reposaba su civilizacin han perdido importancia desde que se afirma la competencia de las civilizaciones 1111cvas: americarui o rusa. En rnntrnstc cori este declive, se afirma la potencia de los Estados Unidas. }' de la U. R. S. S. Los Estados Undos, que eran ya la primera potencia industrial del mundo, han conseguido ahora el primer puesto en casi todos los terrenos, por la influencia que le confieren sus medios tle accin en poltica exterior: potencialidad en armamento, gracias al adelanto conseguido en la explotacn de la energa atmica; la superioridad lograda en el mar, y la instalacin de bases navales y areas; potenci<i de la flota mercante; potencia financiera, que le asegura la preponderencia en los movimientos internacionales de capitales y, por consiguiente, en las inversiones destinadas a los pases nuevos; fuerza dimanada de la Carta
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del Atlntico, en torno a la cual su llamamiento ha reunido a una gran parte de los pueblos. E~ 1945, la U. R. S. S. est todava muy leios de poseer todas estas ventaas. Desde el punto de vista industrial, cuenta con reservas de materias primas todava sin explotar, y con recursos energticos consid~rables; pero su capacidad de produccin no es comparable, ni de leos, con la de los Estados Unidos; merced a la conclusin de tratados de comercio y a la creacin de sociedades mixtas, cuenta con elementos para i~fluir econ,_micamente en los cinco pases europeos que se han convertido en satehtes suyos; con la reanexn de Besarabia, ha conseguido el c?ntrol de las bocas del Danubio, al tiempo que organizaba la navegacin por dicho ro, con la creacin de una sociedad ruso'.uma.n~; pero. le faltan divisas extranjeras y su flota mercante es muy msuf1c.1ent.e. Sm e~bargo, conserva el prestigio conseguido por la extraordmana capacidad de recuperacin demostrada despus de los des~stres de 1941 '!. 1942. Sobre todo, tiene potencialidad militar: ya ~l f1~al de las host1hdades, las fuerzas anglo-norteamericanas eran muy mfenores a la suyas; muy pronto es la nica que tiene un gran ejrcito, al decidir los Estados Unidos la desmovilizacin de sus fuerzas. La preponderancia conseguida por estas dos grandes potencias obliga a los estados de Europa central v occidental a 0Jvidar sus diferencias: diferencias entr~ Francia y Alemania, o entre Francia e Inglaterra, que, durante siglos enteros, fueron la trama de las relaciones polticas y econmicas. Rivalidades econmicas que ceden ante la necesidad de establecer un mercado ms amplio. Relega a un segundo plano el movimiento de las nacionalidades que fuera, durante un siglo, el gran ferrrrento de actividad en las relaciones entre los pueblos europeos. Quita su virulencia a los litigios entre ios imperialismos europeos en los dems continentes. A causa de este declive de Europa vuelve a tomar actualidad la idea de la organizacin europea. En octubre de 1942, Winsrnn Churchill indic a sus co'Iegas de Gabinete que sera necesaria la formacin de unos "estados unidos de Europa", nada ms terminar la guerra, para evitar que la U. R. S. S. "inundara el continente", as como para mantener el desarme de Alemania; en marzo de 1943 evoc la posibilidad de convocar un "consejo en Europa". En 1946 declara que "la seguridad del mundo exige una nueva unidad en Europa", y que es necesario "volver a crear la gran familia europea". La nocin de una forma de solidaridad europea, preconizada intilmente en la poca en que la funcin de Europa en el mundo estaba en todo su apogeo (1 ), y esbozada, en vano, entre 1925 y 1930 (2), se presenta ahora como "la ltima oportunidad de equilibrio entre el Este y el Oeste". Esta bipolarizacn del mundo fue profetizada, en 1834, por Alexis
( 1) Vase pg. 339. (2) Vanse pgs. 919 y sgs.
de Tocquevill~ (1); profeca que, desde aquel entonces, haba sido sacada a colacin frecuentemente. Ahora es una realidad. ._Cmo no ha de afirmarse la oposicin entre est.as do& grandes potencias al terminar Tas hostilidades? La divergencia entre las concepciones econmicas, sociales y polticas de una y otra es fundamental, as como entre la forma de vida y la mentalidad, y entre las respectivas. ~~neras de ~nsar. La democracia norteamericana y el comunismo sov1et1co se hab1an acusado, mutuamente, de imperialismo, antes de 1941 ; y su colaboracin de cuatro aos no dej de estar llena de recelos. En el mismo momento en que se produca el derrumbamiento de Alemania y del Japn, ambos grandes trataron de conseguir una situacin lo ms favorable posible para sus intereses, con vistas a la rivalidad que iba a surgir. No consideraba el secretario de Estado, Byrnes, que la bomba de Hiroshirna, necesaria para acabar con la resistencia nipona, tendra, adems, la ventaja de hacer a la U. R. S S. ms maneiable en Europa? (2). Esta rivalidad se pone de manifietto, inmediatamente, al.designarse la zona de ocupacin de Alemania. Francia, Blgica; los Pases Bajos e Italia, parecen ser la prxima baza, puesto que el desorden econmico y el desconeierto administrativo, en las semanas que siguen al arrr.isticio, representan una oportunidad para, la I?r.opaganda comun~sta. Contra el peligro que implica la hegemoma militar rusa, desde fmales de 1945, los Estados Unidos, recurren a la amenaza atmica,. pero tambin a la ayuda financiera destinada a facilitar la reconstruccin econmica; cuando suprime el sistema de Prstamo y arriendo, el Congreso autoriza al Gobierno para abrir crditos limitados a los pases de Europa occidental, y; en especial, a Gran Bretaa, Francia y los Pases Bajos; desea mantener la corriente de exportaciones hacia Europa, no solo porque esto beneficia a los productores norteamericanos, amenazados por una saturacin del mercado interior, sino tambin porque la persistencia de una situacin de miseria en los pases europeos facilitara el paso al comunismo. Las preocupaciones polticas ~ conju_gan as con las necesidades econmicas. pero en un plano dominante: el prembulo del plan de reconstruccin europeo indica, "por encima de todo", el deseo de preservar "una civilizacin de hombres libres". En dos aos, aproximadamente, la "ayuda a Europa" llegar a ocho mil millones de dlares, antes que se anuncie-el 5 de junio de 1947-el plan Marshall, que definir y consagrar esta poltica, dndole mayor amplitud. La importancia del "auge" de los pueblos de color, en Asia v Africa, adquiere todo su alcance en las relaciones internacionales, pr"'cisamente ante las persoectivas abiertas por la rivalidad entre los Estados Unidos y Rusia. Cul de los dos grandes se beneficiar en mayor grado, desde el punto de vista de su expansin econmica y, sobre tdo,
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de su potencia poltica, de estas transformaciones en el nivel de vida, en la democracia y 1 rincipalmente en la mentalidad de estos pueblos? La cuestin es ta~to ms grave, puesto que la guerra ha creado puntos de contacto-y, por .~onsiguiente, de posible friccin-entre los intereses rusos y americanos en Extremo Oriente, donde Corea ha sido dividida en dos zonas de ocupacin; en el Cercano Oriente, desde ei Irn a la Arabia Saudita; t incluso en el M;editerrneo oriental. La U. R. S. S. cuenta, por lo menos a primera vista, con una baza soberbia: estos pue?los que q~ieren liberarse de la supremaca de los blancos, esperan me1orar su mvel de vida; sus aspiraciones son tambin una forma de la lucha en~re los pobres y los ricos. En esta lucha contra el imperialismo, no han de pensar en la ayuda del comunismo, que les 0frece un procedimiento para conseguir la eman\:ipacin material? As, pues, los Estados Unidos se ven forzados a no oponerse a las reivindicaciones de independencia, con mayor motivo al no ir dirigidas contra ellos: pero tratan de evitar que los primerps pasos de esos pueblos se vuelvan hacia la. U .. R. S. S.; procuran venderles los productos manufacturados y el ut1llae que Europa no puede suministrarles de momento, abrindoles los crditos necesarios para pagar sus compras; piensan en facilitarles los medios de mejorar su nivel de vida, mediante el desarrollo industrial, merced a las inversiones de capitales norteamericanos.
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En una v1s1on de conjunto acerca del desarrollo de las relaciones internacionales, en el transcurso de diez siglos, destacan dos rasgos esenciales: uno. el ms llamativo sin duda, es la continuidad de las rivalidades y los conflictos entre los grandes estados, el espectculo de los cambios sobrevenidos en la jerarqua de esos estados; el otro es el progreso de las relaciones entre los continentes-a iniciativa de los europeos-al ritmo de los progresos tcnicos que han facilitado los desplazamientos de los hombres. el transporte de mercancas y el nter cambio de ideas. La historia de las relaciones internacionales debe tratar de demostrar cmo estos dos aspectos se mezclan y completan; .su visin abarca el mundo entero. En Ja Edad Media (1), el continente europeo es el nico. en el que todos los pueblos estn organizados en estados; en Asia, el rea de los grandes Imperios no se extiende a todo el continen~e; en Am~r.ica. los imperios de los Incas y de los Aztecas no ocupan smo una mm1ma parte; en Africa, por lo que conocemos de su historia, las confederaciones tribales no merecen el nombre de estado. Los europeos no tienen ningn contacto con los imperios de Amrica; los establecen de manera episdica con el Imperio chino y el Imperio turco, .pero ignoran el Imperio del gran Mogol. A partir de finales del siglo xv, y durante cerca de u es siglos, se realiza un potente movimiento expansionista europeo, sobre todo en Asia v en Amrica. Despus de la destruccin de los grandes estados indge"nas, este movimiento tiende a establecer una dominacin colonial. Bien es verdad que, al mismo tiempo, parte del continente sufre el asalto de los turcos otomanos-que en dos ocasiones llegan a Austria-, pero que, en la segunda mitad del siglo xvm, estn en perodo de retroceso. Sin embargo, estas perspectivas mundiales siguen siendo limitadas: el Extremo Oriente se cierra. casi por completo, a la influencia europea; y el Islam, sin poder prescindir totalmente de Occidente, le opone una tenaz resistencia. Al final de estos tres siglos, la mayor parte de la humanidad sigue viviendo sin tener contacto con otros pueblos ni con otras civilizaciones (2). Los estados colonizadores-Portugal, Espaa, Holanda e Inglaterra, y. en segundo trmino, Francia y Rusia-no solo esperan obtener be( 1) Vanse las perspectivas generales sealadas en el tomo I de esta obra. por M. E Ganshof. (2) Vanse las observaciones de M. Fugier en la introduccin a la parte IV dd tomo I de esta historia
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As, pues, desde finales de 1945, se perfilan ya los grndes problemas que dominarn las relaciones internacionales durante el decenio siguience.
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neficios comerciales de su expansin, sino tambin un incremento de su fuerza en Europa. De hecho, Portugal, Holanda y la misma Espaa, no consiguen conservar durante mucho tiempo esta ventaja; su imperio colonial, por las apetencias que despierta, se convierte, para ellas, en una causa de debilidad en sus relaciones europeas; solamente Inglaterra, a pesar de la rebelin de sus colonias de Amrica del Norte, consigue obtener de su poltica colonial unos beneficios duraderos para la europea. Sin embargo, esas perspectivas mundiales no pueden explicar los grandes cambios sobrevenidos en los siglos XVII y xvm en la jerarqua de los estados: la hegemona de la Francia de Luis XIV, el ascenso de Rusia y de Prusia, as como el hundimiento de Polonia, corresponden a un marco estrictamente europeo. No obstante, estos cambios son, en aquel momento, de importancia primo,rdial. La gran convulsin que conmueve a Europa, de 1789 a 1815, paraliza su expansin y favorece el derrumbamiento del imperio colonial espaol en Amrica. Sin embargo, esta expansin europea se reariuda, lentamente al principio, en el Mediterrneo; y luego-a partir de 1870-con mayor amplitud, en Africa y en Extremo Oriente. En los ltimos veinticinco aos del siglo XIX, conduce a un reparto del mundo entre los grandes estados europeos-con la sola excepcin de AustriaHungra-, as como a una extensin considerable de todas las formas de influencia europea: influencia econmica, vinculada al apogeo del capitalismo liberal, que establece entre los.: ntinentes un sistema de comercio complementario, al tiempo que--facilita, en los pases nuevos, la transformacin del medio social; influencia de las concepciones polticas y sociales e, incluso, algunas veces, de la civilizacin intelectual. Bien es verdad que, al mismo tiempo, se desarrollan la potencia de los Estados Unidos y la del Japn, ayudadas, una, por la emigr~cin europea, que aporta tcnicos y mano de obra; y la otr.a, gracias a la imitacin de las instituciones y la tcnica europeas, as como merced al concurso de capitales europeos. Por el contrario, los veinte estados formados en Amrica latina, incapaces de lograr la estabilidad poltica, permanecen sometidos, directamente, a la influencia econmica europea. Hasta los ltimos aos del siglo, ninguna de las dos, potencias "nuevas" suponen una competencia poltica o econmica para Europa. Y. sin embargo, esta Europa se encuentra ms- dividida que nunca por el antagonismo entre los distintos estados. Bien es verdad que las querellas dinsticas desaparecen; pero los nuevos fermentos de disociacin son mucho ms graves: contrastes entre los regmenes polticos, de los que algunos permanecen sometidos al absolutismo monrquico, mientras que otros adoptan instituciones liberales; rivalidad de los intereses econmicos, que se incrementan, primero, con los balbuceos de la industria en el continente, y luego, con su desarrollo: y. sobre todo, afirmacin del sentimiento nacional, que no solamente refuerza
el deseo de poder, sino que compromete, directamente, en gran parte de Europa, la independencia de los estados pequeos, unas veces, y otras, la existencia de los imperios, amenazados por las protestas de minoras lingsticas, tnicas y religiosas. Por tanto, los pueblos estn ms directamente vinculados a los conflictos entr~ los gobiernos. Durante el transcurso del siglo, la preocupacin dominante de las personas sensatas es tratar de introducir en esta Europa un factor de orden y de paz: sus exh9rtaciones son infructuosas. Al comenzar el siglo xx, se abren nuevos horizontes. En 1895 se inicia la expansin nipona en el continente asitico; en 1898, la expansin de los Estados Unidos en el mar de las Antillas y en el Pacfico. Ambas se convierten en competidoras de la expansin europea. De rechazo, provocan, fuera de su zona de accin directa, resistencias a la dominacin o a la influencia de Europa. La afirmacin del nacionatismo chino, el desarrollo del movimiento de protesta en la India y los primeros intentos de organizacin rabe se manifiestan entre 1905 y 1913. Las fuerzas internas que sacuden la preponderancia europea en el mundo entero estn actuando. Pero son los mismos europeos quienes precipitan la evolucin, desgarrndose entre s. En dos ocasiones, en treinta aos, Alemania provoca las guerras en que se enfrentan todos los grandes estados europeos, resueltos a defender, no solo sus intereses, sino tambin su prestigio y su sentido del destino nacional. Ruinas materiales, que debilitan los medios de accin econmicos y financieros de los pases euro~os; ruina del prestigio del hombre europeo; quebranto del capitalismo liberal; crisis de la civilizacin tradicional, desde que la aparicin del rgimen comunist amenaza los ci~ientos de las instituciones polticas, econmicas y sociales; tales son los rasgos que sealan el declive de Europa. La segunda .guerra mundial ampla y termina la obra de la primera. Incluso la misma nocin de Europa se transforma, desde el momento en que la mitad del contipente, o poco menos, pertenecen a la zona de influencia de la Rusia sovitica, cuyo horizonte es euroasitico. Cuando las nuevas formas de la civilizacin material facilitan el contacto entre los hombres y el intercambio de ideas, se afirman los antagonismos entre los continentes. Dnde hay que buscar los elementos de explicacin para comprender las causas de esta evolucin, segn las lneas trazadas en la Introduccin general de esta historia 7
La historia de las relaciones internacionales ha de estudiar, en primer lugar, los lentos cambios sobrevenidos en las sociedades humanas -condiciones demogrficas y econmicas-; pero tambin las tendencias de la psicologa colectiva.
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Condiciones demogrficas? Desempean un papel esencial en el destino de los pueblos (1). Durante mucho tiempo, han sido determinantes en la relacin de las fuerzas armadas entre los pases que haban alcanzado un nivel equivalente, desde el punto de vista tcnico: cuango la cuestin de los efectivos militares tom una importancia decisiva en el siglo XVI! (2), Portugal y los Pases Bajos no pudieron conservar el rango de verdaderas potencias, porque su poblacin era reducida. Esa importancia del nmero ha disminuido mucho en nuestros tiempos, debido a los progresos asombrosos de la tcnica del armamento. Sin embargo, la cifra Je poblacin sigue siendo un elemento de gran importancia para el desarrollo de la potencia industrial y, por consiguiente, para la capacidad de produccin de armamento. Otro aspecto de estos problemas, no menos importante para las relaciones internacionales, es "la presin demogrfica". Ha sido invocada-con causa o sin ella-como origen Je las reivindicaciones y las consignas que han quebrantado el estatu quo territorial en los siglos xrx y xx. Ha dado su impulso a los grandes esfuerzos de expansin econmica y a los movimientos emigratorios; migraciones francesas del siglo xvm, en el cuadro europeo, y migraciones intercontinentales que han permitido el rpido desarrollo de los Estados Unidos, el Brasil y la Argentina. Todava hoy, despus que los estados ricos han cerrado sus puertas a estas corrientes migratorias, la presin demogrfica conserva toda su importancia internacional en aquellas regiones (el mejor ejemplo est en el mundo rabe) en las que el porcentaje de natalidad sigue siendo considera.ble, mientras que el porcentaje de mortalidad ha disminuido, con los progre~os de la asistencia sanitaria y de la higiene: el hecho de que en Egipto y Siria el crecimiento anual de la poblacin llegue del 2,5 al 3 por 100, mientras que este crecimiento en Eurf&pa no ha pasado nunca del 1,5 por 100, es algo que, a mayor o menor plazo, ha de tener grandes consecuencias en las relaciones internacionales. Finalmente, se puede prescindir de la influencia de las condiciones demogrficas en la mentalidad colectiva, del contraste entre la confianza y el optimismo que demuestran aquellos pueblos en los que hay una gran propordn de jvenes, y Ta tendencia al repliegue, que se .manifiesta, muy a menudo, en los otros? La influencia de las condicio&." econmicas-lo hemos ido viendo a lo largo de esta histora-se advierte, por doquiera, en las relaciones entre los pueblos, ya sea por los intereses creados-intereses colectivos de los p~eblos e intereses de los crculos financieros, no siempre coin(1) Vase Ch. Moraze: Civilisaton d"Occident, captulo VIII, que, por otra parte, se r.luestra de acuerdo en que "los razonamientos demogrficos no tienen todvia sino una base muy dbil". (1) Vanse las observaciones de M. Gaston Zeller en el tomo I de esta his:Ma (pg. 511).
cidentes-, ya sea por los medios de accin que proporcionan al :stado. Es uno de los mviles del expansionismo; y aumenta la capacidad del estado para la guerra o para la dominacin. El origen de los movimientos expansionistas europeos, :n la Edad Media y en el siglo xvr, es la bsqueda de metales prec10sos o de productos raros; y la causa directa de los conflict?s arm~dos, en algunas ocasiones, es la competencia entre las econom1as nacionales-en el cuadro de los conceptos mercantilistas-en los siglos XVII y XVIII. Durante la mayor parte dd siglo XIX y principios del xx, cuando la potencia industrial ocupa un lugar decisivo en la vida del mundo, Y se desarrolla la concentracin de empresas, la bsqueda de mercados se convierte en una preocupacin an ms acuciante que la necesidad de gozar de absoluta seguridad en el abastecimiento de materias prirr:as para esta industria. Esa competencia en torno a los mercados extenores es una de las causas de la expansin colonial, al mismo tiempo que de las rivalidades polticas que provoca en el desarrollo de los imper~a lismos; desempea un paoel. cada vs ms importante, en las relaciones entre los pueblos eu~opeos. En perodos de crisis econmica, el inters se centra en la lucha por los mercados; en perodos de prosperidad la competencia se suscita en torno a las grandes fuentes de aprovisio~amiento de materias primas. Finalmente, en los ltimos cincuenta aos, Ja bsqueda de nuevas fuentes de energa-petrleo Y_ luego uranio-pone, de repente, a las regiones productoras en el pnmer plano de esta competencia. Esos intereses econmicos estn vinculados, desde hace mucho tiempo-pero sobre todo desde mediados del siglo x1x-_. a la organizaci? del crdito y a los movimientos de capitales internac1c:n.ales, que_ peri:i1ten la explotacin de los pases "nuevos" y que fac1lttan la fmanc1acin de las importaciones de materias primas destinadas a los grandes ncleos industriales: la expansin financiera se convierte en un terreno abonado para las rivalidades polticas. Los progresos tcnicos. esenciales para el desarrollo de la produccin, han desempeado un papel no menos importante en el dominio de los medios de transporte y de las comunicaciones. as como tambin en el de los armamentos; dos aspectos que interesan, en primer lugar, a las relaciones comerciales o intelectuales y los movimientos migratorios, y tambin a las relaciones de fuerzas. En el mundo actual, la difusin, entre los pueblos nuevos, de unas tcnicas que antes fueran monopolio de la raza blanca, ha constribuido a igualar las oportunidades; y ha facilitado a estos pueblos los medios de emanciparse. Las fuerzas internas de la psicologa colectiva-sentimiento nacional sentimiento religioso y fidelidad a una concepcin de la vida polti;a o social-han servido siempre de estmulo a las relaciones entre los pueblos, pero las formas de esta influencia han variado mucho. El sentimiento religioso ha desempeado un papel preponderante.
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no solo en los confli.ctos europeos del siglo xv1, sino tambin en los o.rfgenes de la expansin europea-las Cruzadas-v en )as grandes ofens~v.as turcas del siglo. XVI~, en Europa central. Bie~ es verdad que, en el sigto XVIII, ha per?1do importancia, aunque algunas veces se havan aprovechado ~on fmes polftrcc:s los conflictos entre grupos relioi;sos (a modo de eemplo, basta senalar los subsidios facilitados por Inglaterra a los port~stantes franceses durante la guerra de sucesin espaola) Incluso en el siglo XIX, cuando el vigor del sentimiento religioso paree~ am;~aza.do en ~uropa y decae la influencia de !.:> Santa Sede en Ja pol1~1ca mtern~c1onal, la cuestin religiosa sigue siendo Jo que orienta en ciertas ocas10nes, la poltica exterior de Ja Alemania bismarckiana de Kultur~ampf o de la Italia del rey Humberto; o bien Jo que ex~Iica determmados aspectos de la poltica balcnica de Rusia en ocasiones la labor de apostolado misionero abre el camino a la exp~nsin colonia v tamb' o favorece 1la penetracin . de la influencia "Uropea ~ 1en nay que r:c~nocer a 1,mportanc1~ de la fe religiosa en el impulso expansionista mpond D:spues de la pnmera guerra mundial, estas influencias religiosas.~ qmeren nuevo gran importancia, con la reanudacin de las act1v1dades poht1cas de la Santa Sede y, sobre todo con ,, des ert del Islam. ~ P ar
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En. ~onjunto, el senti~ionto nacionalista no ha tenido J; misma impnrta~.c1a, a1unque se ad:1erte su ex~stencia en determinadas ocasiones a parc1r de ' Edad Media y, con mas frecuencia, en la historia moderna. Pero cuando alcanza mayor auge es en la poca de Ja Revolucin francesa. El des~rrollo del nacionalismo y la marcha de las nacionalida~es van .~l un~son~, durante todo el siglo XIX, con Jos progresos de la rns:rucc10n pnmana, los de la Prensa peridica y los del d~recho de sufra?10 El res~tO-:-O incluso .el ,culto-a las tradiciones en poltica e.xter!or, la conc1enc1a de una nzzszon nacional, y las simpatas 0 las aut1patias entre dos puebl?s. incluso cuando son raciales, carecen de valor per?;a?ente. Estos sent1m1entos son despertados o reanimados por el penod1c?, por l~ .escuela, por el libro de texto y por la propaganda de ~os part;dos pohbc?s. Inclus~ el temperamento nacional puede sufrir la mluencia de las ~ircunstancias. Y lo ms importante es Ja funcin de la Pren~a .= .hace circular, entre las masas de electores, unas ideas-a vec:s pre)~1c10s-que antes eran patrimonio de un sector reducido de d1plomat~cos o de parlamentarios; da una idea deformada de Jos pue~lo~ ~cmos, Y., aumenta la desconfianza. Segn seala acertadamente am ambon: ,,hace degenerar los asuntos de intereses en cuestiones de .amor p~op10 .. Por lo que respecta a la orientacin de la poltica exterior,. esas r:~cc1ones de la opinin pblica aportan un nuevo elemen~~ fe 1 ~~stab~hd?d, que .desconcierta a los observadores de la actividad 1 P omat_:ca. L Como olvidar, en el origen de los conflictos el papel que ~esempena~ los movimientos internos de la mentalidad 'colectiva as --orno-segun palabras de un gran historiador americano-"los desfalle-
cimientos intelectuales y morales" de aquellos que debieran hacer por calmar las pasiones? Ls divergencias entre las concepciones del rgimen poltico o de la organizac1on' social, desempean un papel activo, a partir de 1789 y del desatio lanzado por el pueblo francs a las instituciones monrR_uila cas. De las grandes conmociones revolucionarias, la de 1792-1793 de 1848, despiertan o reaniman en Europa el antagoismo entre los gobiernos, al tiempo que quebrantan las bases sobre las que reposan las relaciones internacionales. Pero esta oposicin, ent_re las ideolog~s polticas o sociales no se convierte en un factor esencial hasta despu's de la primera guerra mundial, con el nacimiento del estado sovitico y la aparicin .de las dictaduras totalitarias. Hay que insistir en la importancia de estas cuestiones psico!gicas en las relaciones entre los estados? La cohesin moral de un pueblo y su espritu de sacrificio son unos elementos de fuerza cuya importancia han de saber valorar sus posibles adversarios. '1! La interdependencia entre estas fuerzas internas, materiales y espirituales, se manifiesta a cada instante. Los sentimientos religiosos contribuyen, muchas veces, a estimular los movimientos nacionalistas. La revolucin en los transportes martimos permite el desarrollo de las corrientes migratorias intercontinentales. El ferrocarril facilita los intercambios de ideas. La radiodifusin abre a Ja propagan,da unos caminos que la Prensa no haba podido facilitarle. La prosperidad econmica refuerza el orgullo nacional, al tiempo que fomenta el imperialismo. En aquellos pueblos en que subsiste el respeto a la jerarqua y el espritu de clase, la estructura social favorece el desarrolto del militarismo. ios impulsos expansionistas se explican por la mentalidad de Ja alta burguesa europea. Las inversiones de capitales estn estrechamente ligadas al espritu de ahorro, que no depende solamente d'e las condiciones econmicas, sino tambin del estado de la psicologa colectiva. Estos ejemplos, que se atropellan en nuestra mente, demuestran que es imposible juzgar aisladamente la influencia de cada uno de tales elementos. Por tanto, la historia de las relaciones internacionales es inseparable de la historia de las civilizaciones.
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Sin embargo, el estudio de estas evoluciones lentas-la de la tcnica o la de las formas de la organizacin econmica; la de las mentalidades, como la de las tendncias demogrficas-estn muy lejos de poder aportar elementos para una explicacin suficiente. Las relaciones entre los pueblos sufren sobre manera la influencia de Jas grandes crisis blicas, que provocan una aceleracin btutal en la evolucin de las sociedades humanas o de las Corroas de c1v1lizacin. En un plano inmediato, estas crisis influyen, por las prdidas de vidas humanas y de recursos materiales, y por las transformaciones en
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la relacin de fuerzas; :ero tambin por el impulso que dan a la tcnica metalrgica o qumic.a y a los-mtodos de produccin, as como por la .n~va orientacin de las corrientes econmicas; al mismo tiempo, provocan la exasperacin de las pasiones y el forcejeo de los pueblos. En este aspecto, las observaciones relativas a 1815, 1918 y 1945 presentan caractersticas comunes;_ y, en un dominio ms restringido, las guerras del siglo XVIII pueden dar lugar a observaciones anlogas. Influyen a largo plazo, porque los grandes conflictos blicos son tambin revoluciones que modifican las estructuras econmicas y sociales, conmueven las instituciones polticas y producen un cambio en la mentalidad colectiva, en la concepcin de la vida y en los valores espirituales. (1). Influyen, incluso cuando el recurso a las armas no es todava sino una amenaza: la preparacin para una guerra eventual, confiere a las preocupaciones estratgicas influencias sobre la poltica econmica; los temores despertados por estas perspectivas producen, en la psicologa colectiva, unas veces inquietud y otras irritacin; siempre, estados de nimo favorables para la accin de la propaganda y que, muy a menudo, conducen a una explosin de sentimientos apasionados. Estas consecuencias se han hecho an ms importantes desde el momento en que la guerra total ha impuesto a la poblacin civil unos riesgos y unos sacrificios ms graves. De todas formas, no eran ya bastante sensibles cuando las guerras napolenicas? Se puede olvidar la influencia de los conflictos armados en el desarrollo del capitalismo, en el siglo XVI? Tratar de estudiar las relaciones internacionales prescindiendo de este ppel esencial de los grandes conflictos y de estas relacfones entre la guerra y el progreso humano, acerca de las cuales ha hecho taqtas y tan agudas observaciones John Nef, sera falsear las perspectivas histrjcas.
ill
IlI
Tanto en el estu~io de estas evoluciones lentas, como en el de los grandes conflictos armados, la atencin no debe limitarse a- las fuerzas internas que se manifiestan en los contactos entre los pueblos. Esta historia de las relaciones humanas ha encontrado, en todo momento, desde que en el siglo XVI se borrara la nocin de cristiandad, la accin determinante de los estados, sobre todo la de algunos que han conseguido salvaguardar su potencia a lo largo de los siglos, se debe solamente a que esta accin se refleja en documentos que llaman la atencin del historiador y facilitan su labor? Se debe tambin a que, en los contactos entre los pueblos y las civilizacione7 el Estado ejerce su influencia: trata de fomentar los contactos en Beneficio de su viila
(1) Sobre este particular, vase la conclusin de la parte IV, tomo I de esta ol>ra (pgs. 1135 y -sgs.).
econmica, de la misin espiritual que quiere cumplir o de su fuerza poltica; quiere aumentar los elementos de fuerza que le permitirn imponer su voluntad a otros pases, o a grupos humanos cuya organizacin poltica es amorfa. La relacin de fuerzas establece, entre los estados, una jerarqua, no solo a escala de sus valores polticos, sino tambin en los dominios econmico y cultural. El pas que posee fuerza poltica, se aprovecha de ella para conseguir, en sus relaciones exteriores, beneficios para su propio comercio; y su prestigio favorece, incluso, la influenci~ intelectual, porque el xito da lugar a creer que los conceptos que el apoya son los mejores o los ms eficaces. El Estado deja impresa su marca en las foerzas internas que utiliza en beneficio de su potencia. Condiciones demogrficas? Tiene 1as esclusas de la emigracin o de la inmigracin; y, desde el siglo xv, regula la situacin de los extranjeros; en el siglo XX, en ciertas regiones de Europa, estimula, merced a medidas legislativas, el aumento de la natalidad; algunas veces llega, incluso, a tomar iniciati~as conducent~s a crear una "presin demogrfica". Fuerzas econmicas? :::n el siglo XVII, el mercantilismo es, antes que nada, un arma en la lucha por el poder; y, en el siglo XIX, la poltica arancelaria sirve, muchas vece~, de instrumento de la poltica exterior; asimismo, los estados del siglo x:x tratan de asegurar su independencia econmica, en beneficio de la defensa nacional o de la poltica de ferza. Fuerzas financieras? A finales del siglo XIX, se convierten en un instrumento, en manos del Estado mediante la orientacin dada a las nvei;siones de capitales en el extr~njero (basta pensar en la diplomacia del dlar, o en los emprstitos rusos y balknicos); y, despus de 1919, mediante el control de los cambios. En la mentalidad colectiva, la influencia del Estado se advierte de manera constante. En el siglo XIX, es el Estado el que, por medio de la enseanza, de la Prensa y de la radio, contribuye a formar el sentimiento nacional, el que inculca a sus agentes diplomticos el sentido de las tradiciones nacionales, y el que, en ocasiones, hace lo posible, por fomentar la antipata con respecto a otros pueblos. :i::n el penad~ ?,el siglo x.x que se extiende entre la dos guerras. mundiales, esta opm10n pblica se convierte en una fuerza que lo:; ~?b1ernos ~rocuran m?delar, merced a los nuevos elementos que les fac1hta la radio: Ja funcin de los movimientos de masas es un rasgo caracterstico de la poca; lo es, ~ que decir tiene, en aquellos est~dos en los. que se establece un rgimen poltico autoritario-comumsta o. fasc1s~a-, P?~que, en ~sos estados, los gobiernos se apoyan en las ideologias poht1cas o s.~c1ales para subrayar los antagonismos nacionales; incluso lo es, tamb1en, en ocasiones, en los estados democrticos-por ejemplo en los Estados Unidos-. donde la libertad de Pren:;a no excluye los progresos de un conformismo que tiende a ahogar la voz de los disidentes y a establ7cer esa organizacin mecnica de la existencia, cuyos rasgos caractersticos ha sealado Karl Jaspers. La propaganda se dirige, tambin, a la opinin
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TOMO ll:
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1945
CONCLUSION GENERAL
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pblica de los pases extranjeros: adversarios probables. y posibles; y pases nuevos; que pueden servir de instrumentos. Efectivamente: es.a preocupacin no es nueva (no se man_ifest ya en_ la ~ca napolenica?) (1); pero se afirma con una amplitud y un _vigor sm precedentes. La lucha psicolgica est a la orden del da. Vista~ las cosas en ese terreno, la psicologa colectiva es, a menudo, ms P.! instrumento que el mvil de una accin Poltica. Sigue siendo el E;tado qi:ien maneja los i~~trumentos de la pol~i ca exterior: armamentos y d1plomac1a. La poht1ca cuyos fines no estan en armona con los efementos de fuerza de que puede disponer, va derecha al desastre. La diplomacia pblica o semipblica, que s_e some~e al control de la opinin, es, a veces, ms pelig~o;;1 que_ la d1pl~macia secreta, porque Ja primera compromete el prest1gw nac1o~al, mientras que Ja otra facilita los repliegues necesarios. Hay que olvidar el papel de las instituciones polticas, en cuanto a la marcha de las relaciones exteriores? Los regmenes basados en el poder personal, no pue~en permitirse una retractacin; mientras que el estado parlamentario, ante la amenaza de complicaciones internacionales. posee la vlvula de escape-algunas veces muy oportuna-de una crisis min~sterial. Estas iniciativas de los estados aparecen, en primer plano, en el origen de los conflictos internacionales. La poltica de armamentos, que mantiene un equilibrio de fuerz~s . que_ conduce a una pr_e_ponde-. rancia que, por el mero hecho de ex1st1r, ya supon~ una tentac10n. Poltica de alianzas, que trata de entorpecer las agres19nes; pero qi:e, debido a su automatismo, limita la libertad de accin de los gobiernos. Polftica econmica exterior, que somete a otros pases a pr~s10nes de las que puede querer zafarse por la fuerza. Poltica ?e i~;ers16n de capitales, que tiende a establecer una forma de domm.ac1on econom1ca, contra Ja cual termina por elevarse una protesta nacional. Par~ ,sostener esos esfuerzos, para obtener de sus ciudadanos la. aceptac1on del sacrificio personal o de las cargas financieras que c?~st1tu~en su necesaria contrapartida, el Estado ha de apelar a la paslO-n nacional,. aun a riesgo de desencadenar unas fuerzas que puede costarle trabao dominar. Ahora bien. cmo negar la influencia de la iniciativa wrsonal, la
nalidades diplomticas o jefes de los Estados Mayores-, '!I1 la ~nenta cin de estas polticas? Una vez ms hay que detallar los cambios que se flan lcio produciendo con el tiempo. , El embajador, cuya accin era considerada e_n la epoca en que la lentitud de las comunicaciones obligaba a su Gob1er~o a confia'.le grandes responsabilidades, vio disminuir su papel, a mediados del s1~lo _x1x, con Ja revolucin de Jos transportes y el uso del telgrafo electnco:
(!)
este declive se acenta, entre 1919 y 1939 cuando el desarrollo de las transmisiones telefnicas a larga distancia proporciona a los ministros los medios de vigilar ms de cerca la accin de sus agentes; cuando el avin ha facilitado los contactos personales entre los gobernantes, y el campo de accin del diplomtico se ha restringido, en benefido de los agentes secretos o el de los .parlamentarios encargados de misiones especiales. Los jefes de los Estados Mayores han ido adquiriendo una influencia cada vez mayor en los decisiones gubernamentales, a medida que la guerra ha exigido elementos materiales ms poderosos, efectivos ms numerosos y una preparacin ms minuciosa. El Gobierno puede encontrarse abocado a tomar decisiones demasiado rpidas, porque los jefes de sus fuerzas armadas invoquen argumentos tcnicos, ante los cuales no se atreve a. tomar la responsabilidad de oponerse: en julio de 1914, el Gobierno ..ruso-teme dislocar el mecanismo de la movilizaciW1; en aquel mismo momento, el Gobierno alemn se encuentra ante las exigencias de un plan estratgico que le obHga, incluso, a descartar la posibilidad de la neutralidad francesa. Resulta indudable que esta influencia de los jefes militares y navales es eliminada, en gran parte, por Jos regmenes polticos autoritarios: ni Mussolini, ni Hitler se someten a la autoridad de los "tcnicos". Pero, entre 1919 y 1939, subsiste en las democracias, en las que el jefe del Gobierno vacila antes de hacer caso omiso de su opinin. El gobernante-aunque sus iniciativas polticas estn enmarcadas en los lmites que sealan las fuerzas econmicas, financieras y demogrficas, as como los recursos de la moral nacional-puede, algunas veces, modificar estas fuerzas. Incluso cuando su autoridad y sus poderes estn restringidos por la existencia de un rgimen parlamentario, a costa de un esfuerzo continuado puede mejorar, mediante la poltica econmica, el aprovechamiento de los recursos naturales; e incrementar el potencial blico; puede hacer adoptar medidas legislativas que faciliten u obstaculicen los movimientos migratorios y que estimulen el aumento del ndice de natalidad; gracias a la Prensa y a la escuela, puede obtener de la poblacin que se someta a los sacrificios exigidos por el Estado; puede esforzarse en tomar las medidas necesarias para mantener la cohesin nacional; puede ceder a la tentacin 'de aprovechar una superioridad en armamento, que sabe es transitoria; puede ser imprudente en la eleccin de los medios diplomticos y, de for~a consciente o inconsciente, provocar, en el transcurso de una negociacin difcil, el incidente que arrebate las pasiones. Cmo negar el papel que han desempeado en el origen de las gran~e.s guerras el c~n cepto de lbs intereses nacionales, el deseo del prest1g10 personal o, incluso, el temperamento del gobernante, de Luis XIV o de Federico II a Napolen I: de Napolen III y de Bismarck a Hitler?
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1929 A 1945
La poltica ~xterior est ligada a toda la vida de los pueblos, a todas las condick nes materiales y espirituales de esa vida, al mismo tiempo que a la accin personal de los gobernantes. Al investigar las causas, que es el objetivo esencial de la labor histrica, el mayor error sera, precisamente, aislar uno de estos factores y otorgarle primaca, o incluso querer establecer entre ellos una .jerarqua aualquiera. Las fuerzas econmicas y demogrficas, las corrientes de la psicologa colectiva y del sentimiento nacional, as como las iniciativas ,gubernamentales, se completan y funden; su influencia respectiva vara, segn las pocas y segn los pases. La investigacin histrica debe tratar de determinar el valor de esta influencia. Tambin ofrece, con ello, oportunidad para las necesarias reflexiones; pero no pretende facilitar recetas ni, mucho menos, dar lecciones.
INDICES
INDICE ALFABETICO
Para facllltR.T &I Jector el u.<o de este indice, hemos a.nt,,puesto, a los nmeros de las p.glnas, asteriscos Indicativos de la parte a que pertenecen, de Ja siguiente forma:
...
A
Abadn, ciudad . . . . . 1247.
El olglo XIX. El siglo XIX. Las ctlsls del Las crisis del
De 1615 a 1871. De 1871 a 1914. siglo XX. De 1914 a 1929 . siglo XX. De 1929 ir 194&.
"ABC'. 1146.
ABD-EL-AZIZ TAALBI, escritr tunecino.
Aden. 107, 269, 270. Adigio, ro. *262, 675, 791. Adoradores de Dios (secta). 225. ti! Adrianpolis (v. Andrinpolis). Adritico, mar. *170. . . 384, 415, 515, 516,
*760.
ABD-El-KADER. *91. 150,270. BD-EL-KRIM. ..*761, 884, 887. AnnER-RAHMN AssN. SC'Cretacio de la Uga Arabe . . . . . 1251. ADDUL H"ID. sull!'l . . . 381 a 383, 386. ABE MASAlllRO. 245. ABERDEE:<, lord. * 148, 193, 194, 236, 238, AnERNON, lord de; embajador . . . . 851. ABETZ, 0TIO . . . . . 1106, 1160. AcQUARONE. poltico italiano. .. .. 1209.
Acta de Algeciras. .. 492, 508. Acta general de Berln (v. Conferencia de Berlln). Action F ranraise. 845. Action Franraise, L' . .... 1015. Acuerdo mediterrneo (v. Convenios). Acuerdo: Anglo-iranio, 1919: ***881. Clrino-fapons, 1915: '685, 686, 784, 897. de Locarno. 1925: ... 850. 851, 865, 922, 933. de Londres, 1914: ... 658, 712. de Saint-Jean-de-Maurienne, 1917: ... 769. Franco-ingls, 1917: .. *686. Franco-italiano, 1896: 804, 888. Franco-polaco, 1921: ... 859. Franco-yugoslavo, 1927: ... 875. Germano-ruso. 1922: .... 860 a 864. Japn-EE. UU., 1917: ... 712. Ruso-iranio, 1921: .. *889, 890. Ruso-iapons, 1916: ... 686. Adalia, ciudad . . . 550, ... 675, 785, 879. ADAMS, secretario de Estado. 75, 78. 80, 190. Addis-Abeba. ..492, 984, 985, 1001, 1208.
520, 521, 527, 595. 619, ... 675, 708, 712, 731, 769,. 783, 786, 790, 791, 801, 828, 869, 874 a 876, .... 1072, 1073, 1080, 1117, 1133, 1232. Adua. 476. AI!HRI!NTHAL, conde. . . 469, 512, 513, 533, 632. Afganistn. *106, 401 a 403, 431, 454, 499, 634, 758, 879, 881, 890. Afium-Karahissar, ciudad. .. 879 .. Africa (en general). *3, 4, 68, 90, 99, 116, ..357, 362, 391, 438, 455, 461, 463. 476, 488, 511, 553, 559, 635, 649, 659, 672, 769, 822, .... 1028, 1083, 1163, 1237, 1241, 1259, 1261. Africa Central. .. 400, 401, 510, 511, 559, 621, ... 747, 783, 1013, 1149, 1157, 1228, 1253. Africa del Norte. 415, 530, 553, 558, 559, ... 665, 878, 919. 932, 1022, 1101. 1105, 1107, 1141, 1142, 1144 a 1146, 1148, 1154 a 1156. 1159, 1160, 1162 a 1166. 1177, 1194, 1197, 1208, 1217, 1228, 1231, 1253. Africa dttl Sur. . .404, 431, 455, 457, 477, 478, 484. 497, 553, 555, 558, 559, ...765, 783. Africa negra . . . 399, 553, 556, 558, ... 665. Africa Occidental. 400, 4 7 6, 5 5 6, 1145, 1149, 1228. 1253. Africa Oriental. **357, 359, 360, 399, 400, 457, 492, 501, 556 a 558, .... 983, 985, 1003, 1004, 1006, 1013, 1018, 1116, 1117. 1228. Agadir. . . 509, 5J7, 518, 521, 606. Agnata .Santa Co/fee Co. 567. Aidiu, ciudad . . . 547. Aislacionismo en EE. UU. 771, 772, 807, 836, 837, .... 971, 972, 982, 1069, 1070, 1097, 1121. 1169, 1237. 1275
1276
INDiCE ALFABETICO
INDICE ALFABETICO
1277
Aisne, ro. . . . 35, 1141. Aix-la-Chapelle, .~onferencia de (v. Aqulsgrn). Akkerman, confi:renc1a de. 85. AJabama. 228. Aland, islas de. 97, 238, 242, .... 1126. Alaska. 27, 105, 321. Albania. 23, 384. 516, 520, 595, 619, 0 675, 869, 8'74, 875, .... 1072, 1073, 1081, 1116, 12H, 1230. Alberto, canal. 1132. ALBE.llTO DE SAIOKA-CoBURGO, prncipe consorte. 0 168. Alejandre'8, golfo de. 99, 687, 879, .... 1068. Alejandra, Egiptn. 267, u394, 554, ... 884,: .... 1006, 1251. Alejandra, conferencia rabe de . .... 1251. Alejandra Italia. "170. Al.RJANDllQ DB BATIENBl!RG (v. Battenberg). A.l.BJANDllQ I, de Rusia. 27, 28, 37 a 39, 45 a 47, 57, 70, 84, 85. Al.RJANDRO II, de Rusia. 241, 242, 260, 278, 292, 297, 301, 313, 314, 317, 324, 0 345, 372, 381. AU!JANDRO 111, de Rusia. . . 384, 387, 389. 403, 406, 408 a 410, 413, 416, 418, 423 a 428, 489. ALBJANDRO, rey de Serbia. 443, 512. Al.RJANDRO, rey de Yugoslavia . . . . . 1061. Alemane.r de Austria. 0 311, 313, 316, u345, 354, 774, 778, 990. Alemanes de Dantzig. .. 782. Alemanes de Hungrla . .. 790. Alemanes de Polonia. 790, ....989. Alemanes de los Sudetes. ...468, 778, 873, .... 1035, 1043 a 1045. Alemanes del Sarre . .... 989, 991, 992. Alemania. 0 3, 14, 15, 18 a 20, 41, 44 a 46, 61, 63, 65, 67, 85, 104, 112, 114 a 116, 118, 119, 121 a 123, 127, 133 a 135, J41, 153, 155, 156. 158 a 164, 166, 170, 112, 174. 175, 177, 204, 205, 212, 214. 216, 218, 262, 283 a :i85, 290, 294, 296, 299, 301 a 305, 307, 308, 316. 317, 321, 322, 00 336 a 340. 342. 346, 350 a 354, 356, 357, 359, 360, 368, 370 a 373, 375, 376, 378, 386 a 388, 396, 397, 399, 400, 402, 404, 406 a 418, 420 a 423, 425 a 427, 430, 432, 436, 438, 440, 442, 444, 445, 449, 450, 456 a 459, 462 a 464, 476 a 479, 484, 485, 487, 488, 491, 493, 494, 496, 500 a 511, 516 a 522, 524, 525, 527 a 530, 533, 534, 537, 544, 550, 551, 559. 560, 567, 584, 587, 591, 596 a 598, 600, 601, 603 a 606, 608, 611 a 619, 621 a 625. 632 a 635, 641 ...650 a 652, 657 a 661, 664, 665, 668' 670 673, 680. 682. 683, 686, 687, 690 695' 700, 702 a 704, 707' 708, '710' a 712, 720. 722 a 727, 732 a 735, 737 a 739, 742, 747 a 749, 753, 770, 774 a 778, 782, 783, 788, 797 a 803, 807, 813, 814, 817 a 820, 825 a 828, 831 a 835, 842 a 855, 857, 860, 861, 866. 869, 872, 896. 922 a 925, 928, 929,
0
934, 945, 948, 950, 952, 953, 956 a 958, 961, 962, 965 a 967, 969 a 974. 977, 986 a 988, 991, 992, 994, 996 a 998, 1000, 1003 a 1005, 1010 a 1012, 1014, 1016 a 1018, 1023 a 1027, 1032, 1034 a 1036, 1038 a 1042, 1044 a 1047, 1049, 1052 a 1054, 1056, 1058 a 1062, 1065 a 1067, 1069, 1070, 1072 a 1074, 1076 a 1089, 1091 a 1096, 1101, 1104, 1106, 1108 a 1113, 1115, 1117 a 1120. 1123, 1125 a 1133, 1136, 1139, 1141, 1143 a 1146, 1151. 1153 a 1165, 1170, 1174 a 1178, 1180, 1183, 1185, 1186. 1189, 1190, 1194, 1195, 1198 a 1204. 1216, 1217, 1219. 1228 a 1230, 1232, 1234, 1246, 1247, 1249, 1250, 1252, 1258, 1259, 1263, 1266. Alepo, ciudad . . . . 804. Al.l!XBIBV, ahnirante. 497. ALFONSO XIII. de Espaa. 530, .... 1020. ' Algeciras. ..494, 504. Algeciras, Acta de. 492, 508. Aliama: Anglo-japonesa (1902). *497, 503, Austro-alemana. 651, 732. Austro-italiana. ', .. 662, 663. Continental. ..484, 486, 503. Francesa. ..568. Franco-checoslovaca (1924) . ... 873. Franco-polaca (1921). 859. Franco-rumana (1926) . .. 865. Franco-rusa (1894). 423 a 427, 431, 432. 463, 464. (1899) .. 485. (1901) 486 503, 505, 521, 626. Franco-yugoslava (1927 ). .. 875. Germano-turca (1914). 673. Ita/o-albanesa (1927 ). ... 875. ltalo-franco-ang/o-rusa (1915). ...675 (v. tambin Convenios, Tratados y Pactos).
Almera. t024. AI.MoNTB. 280. Alpes. 412, .... 1041. 1105. 1107. Alsaci<l. 16, 114, 166. 174, 274, 312, 316, .. 342, 361. 369. 374, 375, 377, 398. 589 591 631, 708, 709. Alsaci'a-Lo;ena, cuestin de. 312. 322. .. 388. 340. 341, 343. 349, 352. 354, 361, 374, 375, 377. 430. 444. 446. 447, 462, a 464, 485. 487, 489. 589. 591, 614, 618. 622 ***658. 659. 692, 700. 708, 7()Q, 713'. 715, 717. 732. 734, 776. 787, 798. 851. 914, .... 957, 966, 1077, 1157. J 158. 1161, 1165. ALTAMlllA. RAFAEL. 568. Alta Silesia. . . 445, 782, 783, 788, 803. .... 989. Altkirch, ciudad. ...709. Alto Adigio, va.lle. 0 791. A1vensleben convencin de. 291. ALLAL-BL-F;ss1. polltico marroqul. .. 1253. ALU!NBY, general. .. 759. 7~5. AMANULLAH, emir de Afgarustn. 758.
1 A!:-res. *51, 55, 57, 529, 598, .. 1132. 1AMBROSIO, general. .. .. 1208.
Amrica, en general. *3; 22, 111, 224, 316, 322, 442, 538, 568, 665, .... 1069, 1234, 1261. Amnca Central. J90, 196, 197, 199, 200, 280, .. 362. 454. 470 a 472. 476, 477, 480, 494, 496, 584, ... 665, 688, 905, 906, 912, 916, 917, .... !120. America del Norte. 316, 322, .. 362, .... 1262. Amrica Espaola. 324, .... 1262. "Amerlca First !Yiovement", .... 1169. Amrica latina. 4, 49, 68, 69, 71, 73, 76, 77. 79, 80, 82. 105, 123, 215, 322, .. 326, 362. 438, 562, 568, 584, 605, ... 649, 666, 672, 682, 687. 688. 705, 749. 750, 813, 814. 818, 837, 905 a 907, 910 a 913, 916. 917, 933, .... 949, 1079, 1110, 1120. 1168, 1170, 1235 a 1237, 1262. AMERY, L. S. ; poltico ingls. .. .. 1246. Amiens. 601. AMIN-ELl-IUSEIN, Gran Muftf de Pnlcslina. .... 1250. Amo y, cudad. 574, .... 1030. Amrtsar, ciudad . . . . 758. Amur, ro. 180, 244, 251. Anam. 252 a 254. 280, .. 403, 541, 543, !242, 1243. Anatolia. 492. 546, 550. .. 764, 785, 786, 801, 878 a 880. Ancona, *62. Andes. cordillera. de Jos. 69 . . . 566. ANDRASSY. 308, .. 345. 354, 383, 385, 408, 410. A;idnnpolis, ciudad. 383. 515, 516. ...662. 677. Andrmopolis, tratado de. *88, 241. A!>IGELL, NORMAN. *448. Anglo-/rania11 Campan)" .... 1246. Anglo Persian Co111pa11y . ... 881, 890. Angola . . . 400, 477, 51 l. 556, 559, 560. ANGULEMA, duque de. *73. Ankara. cudad. .. 764, .... 1068, 1134, l 152. 1215. Annam (v. AnamJ. ANNUNZIO, ADRIELE D', .. 468, ... 677, 791. Ansc//uss. 313, ... 872. 928, 990 995. 1002, 1034. 1036, 1038 a 1040, 1060: 1067. An1iesclavismo . . . 359. Antietam, batalla de. in. Antillas, mar de las. 79, 80, 195, 480, 496, 581, 584 . . . . 689, 837. 906, 916. .... 1263. Antillas inglesas . . . . . 1166. ANTONESCU' general. .... 213 a 1216. 1218. APPONY!, conde de. 155 . Aquisgrn, Co11fere11ca de. 43 a 46, 76. Arabes. 546, ... 755, 760. 761, 764, 765, 785. 804, 879. 885, .... 1125. 1240, 1249. Arahia. 804, 886. Arahia Saudita . . . . 886, ""1249, 1251. 1260. ARAD{ BAJ. coronel. 394.
Arakn. 253. ARAKI, generaJ. 965, 1028. Arbitraje. 770 . . . . . 1213. Ardenas. t218. Argel. '89. Argelia. 65, 88 a 92. 98, 107, 149, 164. 271. 399. 431: 492, 554. 760, .... 1027. 1159. 1160, 1231, 1253. Argentina. 69, 72, 80. 202, 203. 323, 336, 439. 562 a 568, 584. 633, 668, 688. 905, 910, 917, .... 1153, 1235 a 1237, 1264. Argirocastro, ciudad. 595, ... 874. Argonne. 737. Arica, ciudad. 566, ... 914. Arizona, estado de. '196. Arkangel. ... 657. 686. Arlan. 57. Armamentos. 518, 611, 613, 655, 657, .. .. 962. 1165, 988, 989, 1010, 1021, 1052. 1053, 1058,-1106, 1270. Armamentos, limitacin de . .... 988, 1004, 1083. ARMAND, conde; oficial francs. 73 l. Armas. comercio de. .. 668, .... 972. Armenh y armenios. 481, 482, 546, 548. 550 . Armisticio: De 1917: (R11sia). 719. De 1918: ( A11stria) . ... 733, 801. De 1918: (Alemania}. '"734, 735, 771, 777. De Villora Vneto . ... 80. De 1940: (Francia). ""1155, 1162. De 1943: (Italia). ""f206, 1210, 1211. De 1944: (R11ma11a) . .. "1216. ARNDT ...14. ARNIM. conde de. "371. Arta, golfo de. *87. Artois. '"672. Arzab. puerto. " !007. ASllDURTON. 20 l. Asia (en general). 3, 99, JOS. lll, 116. 179. 224, .. 362, 391, 401, 438, 442, 454. 463: 538 a. 540. 542. 546. 579, 6:5. "*649, 682, 814, 822, 830, 893, 919. 1021. 1028. 1217, 1228, 1237. 1?~9. 1241, 1259. 1261. Asia Central. .. 357, 399, 403, 422, 465, 504, 505, 577. Asia Menor. 87. "457. 469, 476, 491. 494, 510, 518, 527, 547, 550, 560. 597, 62!, 635, 675. 677, 678, 1240. Asia O nen tal. 249, 496, 505, 576, 583 . fi83. 767, 897, .... 1028, 1029, 1031, ! 182. 1185. 1222. Asia del Sudeste . . . . 665, 815, .... 1028, 1029, 1194, 1240, 1241, 1254. Asociaci11 general de A/sacia - Lorena. 343. . Asociacid11 Internacional del Congo. "400. Assab, bah fa de. 27 ! , .. 399, 983. Atenas . . . 679. "Atila", plan . .... 1160. Atlntico. ocano. 0 106, 115, 278, 400, 437, 469, 481. 497, 509, 560, 576. 587.
1278
INDICE ALFABETICO
INDICE ALFABETICO
1279
... 667. 690, 897, 915, 1021. 1023, 1101, 1154, 1166. 1169 a 1171, 1183, 11S6, 1190, 1197, 1198. Atlntico, batalla del. 1151, 1152, 1156, 1165, 1175, 1119, 1186. A TILE.E, pol!tico ingls. 962. A TfOLico. embajador italiano en BerHn. 1136. Auo SAN. jefe nacionalista birmano. * 1243. AUGUSTENDURGO. Federico de. * 137, 283, 284, 287. AURtOL, VINCENT; diputado . 800. Australia. *105, 213, 336, 432, 439, 567, 576, ... 659, 668, 836, 838, .. 1190. Austria. 3, 1 l, !4, 17. 18, 20, 26. 27, 30, 31, 37, 39, 40, 43 a 49, 54, 59, 61 a 65, 70, 83 a 85, 87, 96, 99, 104, 113, 114, 118, 119, 121, 127, 129. 131 a 133, !38, 139, 143, 145, 147, 150,. 152, 154, 155, 158 a 164, 166 a 177, 204, 205, 213 a 215. 218, 235, 239 a 242, 255, 258 a 262, 264 a 266, 268, 283 a 290, 292, 293, 295, 296, 299, 303, 305, 308. 316 a 31Q. .. 339, 346, 402, 446, 457, 468, 501, 526, 533, 605, 607, 121, 730, 732, 733, 774, 776. 778, 790, 798, 826. 828, 870, 872; 928, 934, .. 945, 948, 949, 952. 957, 958, 986 a 990, 992, 994, 995, 998, 1001 a 1003, 1018, 1034, 1036, 1038 a 1041, 1059, 1060, 1095, 1219, 1229, 1232. 1261. Austrilli-Hungrfa. 3, 159. 301, 308, 309, 311 a 314, .. 337. 345, 347, 350, 353, 354, 356, 368, 380 a 389, 399, 402, 406 a 418, A20, 425, 426, 441. 443, 447, 451, 457, 463, 468, 469, 482, 485, 487. 489, 505, 512 a 514, 516 a 518. 520 a 522, 526 a 528, 531, 580, 595, 598, 602, 605, 608. 611, 612, 615, 617 a 627. 636, ... 650 a 653, 658 a 664, 674 a 676, 679, 680, 682, 707, 708, 713. 715, 720, 721, 725, 728 a 733, 735, 740, 742, 747, 768, 774, 801, 803, 828, 869. 870, .... 1059, 1262. AUTARQUA. 954, 1169. Au;-;erre. *293. AVERESCU. general. ... 876. Ayacucho, batalla de. 69. AZEGLIO, MASSIMO D. * 130, ) 31. Azerbayn o Azecbejn . . . . 889, .... 1248, 1249. Azores, islas. . . . . 1166, ! 168. 1179.
B
Bab-el-Mandeb. estrecho de. 270. BACH, ALEJANDRO (Presidente del Consejo austraco). *204, 239. Baden, Gran Ducado de. 44, 100, 303, 304. BADOGUO, mariscal . . . . . 1136, 1206, 1208 a 1212.
Bagdad, ciudad . . . 492, 500, 510, 517, 546, 548. 550, 597, ... 659, 674, 786, 878, 885, .. 1250. Bahamas, islas. ! 166. Bahla, ciudad. 688. Bahla, estado de. S66. Baha, sbs de la. 198. Bahmo. 321. Bahrein, islas. 881, 886. Baikal, lago. 497 . BAINVll.LE, JACQUES. 462, .,799. Bak. 213. 782, 863, 889, '"1118, 1233. BAKUNIN, MIGUEi.. "546. Balatn, lago de. * 141. BALDO, CSAR. '130. BALilo, mariscal. .. '888. Balca,nes. J, 23, 29, 86, 146, 163, l 69, 235, 240. 308, 317, 318, .. 350. 353, 354, 356, 357,' J 79 a 381, 383. 385, 387, 401, 407, 410, 411, 414 a 418, 438, 440, 444, 446, 466. 469, 482, 485, 512, '.r14, 515, 517, 51;;; 520, 521, 528, 531, 589, 594, 611. 615, 619, 621, 623, 625, 636, ... 651, 661, 662. 664, 678, 681, 682, 774. 791, 813. 869, 870, 874, 875, 877, 1048, 1073, 1130, 1134, 1171. !176, 1177, 1199, 1200, 1211, 1213, 1214, 1266. BAI.CESCU, N. '138. Baldensperger, Fernand. '18. BALDWIN, STA:<LEY; prmer minstro ingls. ... 852, 865, .... 967 a 969. 1057. Baleares, islas. 504, 1021, 1022, 1026. BALFOUR, ARTIIUR JAMES. 500, 502. Balta-Liman, arncrda de. '97. Bltico, nar. 97, 162, 165, 238, 242, 245, 287, 292, 529. 613, 622, 657, 661, 774, 1082. 1126. Bltico, cuestin del. 774, 1082. Blticos, pases . . . 613, no. 752, 774, 859, 923. 1077, 1078, 1084, 1085, 1!78, 1196, 1199, 1232. BA-MAw, poltico birmano. .. "1243. Banato de Temesvar. .. 615, ... 662, 679, 790. Bancos. ..544, 573, 575, 584, 601, 605, 608, ... 667. 668. 688, 689, 698, 704, 749. 772, 816, 832, 837. 848, 866, 875. 905, 910 a 912, 928, .... 947. 949, 953, 960, 972, 982. 990. 1024, -1235. Bangkok, ciudad. ..403. Banka, islas . . . 542. Ba11kers A:isaciatan . .. 439. Banque Industrie/le du Japan. **573. Ba11que Natia11ale de Crdit. ""'949. Barbarroia, pla11. .. 1174, l l 76. Barcelona. ' 1020. Bardo, tratada dei. .. 399. BARDOUXt JACQUES. ..348, 432. Bariltg, oa11ca. "201.. Barmen. 16. Barrera contra Francia. "51. 55, 57. BARRERE, CAMILO. 464. 499. BARRS, MAURICIO . . . 343, 448. 459. BARROT, DILON. 35, 60.
BARROT, TEPILO. ]80. 1 BERT, PAUL. **342. BARn1ou Lou1s; ministro francs. 300. BERTIIBLOT, M.; ministro fran~s. "*485. .... 1000, 1001, 1004. BERTIIBLOT, PHIUPPE; diplomtico. ...833, Basiln, isla de. *187. 854, 871. Basora. ciudad. 550. BERTIER DE SAUVIONY, F. de. 43. BASTTAT, FEDERICO. *125. BERTIN, EMILIO. * 0 364. BAsno!l, ministro francs. 0 166, 167. Besarabia. *137, 0 385, 388, ... 662, 792, BATIENDERO, ALEJANDRO; prncipe de Bul657, 865, 873, 876, .... 1043, 1085, 1086, garia . . . 388, 389. 1175, 1196, 1216. 1232, 1258. BAITISTT, CSARE. 446. Bethleem Steel Corporation. ..585. Batum, ciudad. *384, 385. BETIILEN, conde; poltico hngaro. 873. Baumont, Maurice . . . 601, .. 937. BETHMANN-HOLLWEO. canciller a 1e m n. Baviera. *65, 100, 134, 172, 174, 285, 286, **457, 459, 511, 519, 520, 597, 625, 290, 303, 740, 847, 861, 929. 108, 737, 753. Bayaz:id, ciudad. ..384, 385. BETIBLHEIM, CHARLES . . . . . 1094. Bayona. 22. BEUST, ,ministro austrQhngaro. ~308, 309, BEAUDOIN, PAUL; m nis t ro f r ane s. 312, 314. t J62. BEVIN, E. ; poltico ingls. ... 970. BEAYERBROOK, lord. ... 1180. Beyruth. *234, 510, 687, .... 1158. BEcK. coronel y ministro polaco. 993, BEZOBRAZOF, negociante ruso. . .466, 497. 994, 1013, 1042, 1043, 1078. Bhamo, ciudad. 403. Beck, general alemn. .. .. 1090, 1092, Bialystok, ciudad. ...790. 11! 1112. Biarritz. entrevista de. 289, 295. 0 Beln. 234. BIEGELEDEN, diplomtico. *290. Bclfort. '274. Bilbao. 1022, 1024. Blgica. *51 a 57, 99, 113, 116, 121, 122, Birmania. '224, 252, 253, 321, 403, 431, 151, 214, 259, 285, 293, 299, 310, 357, 541, 542, *'**l 181, 1190, 1242; 1243, 400, 436, 457, 528, 530, 557, 560, 598, 1245, 1246, 1254. 618, 620, 627, ... 651, 654, 682, 693, Birmingham. 454. 700, 709, 710, 733, 736, 749, 777, 783, "Bismarck", acoraza.do. 171. 803, 832, 849, 850, 924, 952, 953, BISMARCK, HERDERT VON. **422. 969, 1015, 1041, 1064, 1066, 1067, 1073, BISMARCK, TTO VON. *218. 219, 223, 240, 1106, 1125, 1130 a 1132, 1196, 1228, 241, 271. 283, 284, 286 a 290, 294 a 1229, 1259. 296, 298, 299, 301 a'304. 306, 307, 309. Belgrado, ciudad. **515, 520, 607, 619, 312 a 314, 317, 320, 323, 324, 337 624, ... 677, 873, 1176, l 177. a 399, 341, 34Q a 352, 354, 356, 357. Belize. '197, 199. 360, 370 a 378, 386, 387, 396 a 400, 403, Belukistn. 431, 404, 406 a 422, 428, 444, 520, 601, 631, Bellevue, castillo de. 7Jo. 797, 1022, 1271. BENCKENDORFP, diplomtico ruso. ..505. BISSOLATI, polftico italiano. . . .663. BENEDICTO XV, pontfice. 709. Bizerta, ciudad. 1155, 1156, 1158. BENES, EDUARDO. *.. 653, 729, 871, 920, Biorkoe, tratado de. **503, 504, 518. 933 . . . . . 1034, 1035, 1043, 1046. BLAINE, JAMES. **362. Bengala, ciudad . . . 540, 541, .... 1246. BLEICHRODER, banquero. 378, 601. Bengala, golfo de. *253. BuoNIERES, conde : diplomtico francs. 394. BENNIGSEN. *285,. 299: Bcrchtesgaden, ciudad. .. 036, 1038, Bloqueo naval. *279, 668, 669, 679, 1060, 1088, 1090, 1153. 695, 697, 738, 739, 742, 933, 972. BERCHTOLD, ministro austrohngaro. 469, l 120. 1136, 1139, 1162. 527. 528, 619, 632. BLUM, LEN. 1008, 1022. 0 Beresina, ro. *678. BLNTSCHLI, KASPAR. . . 339. Berln. *38, 114, 159, 287, 296, 297, 372, Bodega, bahfa de. 0 27. 377. 407, 410, 457, 513, 519, 527, 591, Berf. 399, 477, 555, 556, 760, 809. 608, 623, ... 651, 689, 693, 715, 716, 720, Bers, guerra de los. 477, 481, 555. Bogot. 913, 727-, 738. 742, 753, 819, 851, 860, 861, 865. 934, 949, 974, 989. 990, 996, Bohemia. "16, 114, 139, 140, 176, 298, **457. 526. 652, 729, 752, 790, 1039, 1049, 1060, 1061, 1065, 1069 a 1053, 107::!. 1071, 1073, 1074, 1078, 1082, 1084, 1085, 1089, 1112, 1145, 1176, 1185, 1219, 1220, BOISDEFFRE. general De. 422. 425, 426. 1226, 1232. Bms-LE-COMTI!. *87, 88. Berln. Congreso de . .. 385 a 387, 389, 397. BOISSONNADE, jurista francs. 0 *366. Bermudas, islas . . . 360, .... 1166. BoLIVAR, SIMN. "69, 79, 80, 323, 324. Bolivia. **565, 566, 568. 688, 910, 914, Berna. "153, 449, ... 692, 752, .... 1219, 915, .... 949, 1235, 1237. 1224. Bernn, Co11ferendas de. 615, ... 752. Bolona. 16. 62. Bombay, ciudad. '*540. BERNHARDI, general von. ..613.
1280
INDICE ALFABETICO
lNlllCE J,LFABETICO
1281
BONAPARTB, JOS. 0 22. Bonn, islas. ..364. BoNNET, GEORGl!S; minstro francs. 1041, 1047, 1062, 1065. Bonnet-Ribbentr.op, Acuerdo. .. 1080. BONOMI, polltico italiano. .. .. 1208. BORAH, senador norteamericano . . . . . 1079. BoRBN-PARMA, Lms DE. 73. Borbones, dinastia de los. n, 73, 74, 151. Bordighera, ciudad . . . . . 1154. BORIS, rey de Bulgaria. . . . . 1213, 1214. , Borneo. 187, 542, 1028. BoRODIN, djplomtico ruso. .. 898, 899, 903. BORSIO, industrial. Jl 4. BosE, CHANDllA ; nacionalista hind. ..... 1245, 1246. Bsforo. 0 26, 87, 88, 96, 101. 102, 235, 353, 402, 417, 482, 492, 597, 657, 658, 682, 786, 879, 1068, 1125, 1201. Bosnia (y bosniacosJ. 0 87, *"379, 380 a 382, 384, 385, 387, 411. 512, 513, 517, 519, 521, 526, 615, 623, 677. Boston. 0 72. BoULANGBll, general. 0 376 a 378. Boulangerismo. *-343, 462. Boulogne. 0 100. Boulogne, conferencia de . .. 0 843. BOURGET, PAUL. 00 448. Boyardos. 0 138. Bxers, gue"a de los. , .. 479, 480, 496, 0 0 898. Brandeburgo. 0 31. Brasil. 69, 70, 74, 80, 323, 562 a 568, 584, 633, ... 905, 910, 911, 917 ..... 1168, 1235 a 1237, 1264. BRASSEY, TOMS. 0 123. BRAUANV, J. *308, 679, 680. 876. BRAUCHITSCH, general von . . . . . 1049, 1106. BRAY, poltico bvaro. 0 303. BRAZZA, SAVORGNAN de. 0 *557. Brazzaville. .. .. 1238. Bierna o Bremen. 357, 360. Brennero, paso de. ...675,, 776, 791, 0 991. 995, 1003, 1137, 1l39. Breslau. . . . . 1112. Brest-Litovsk, ciudad. 0 719, 721 a 724, 730. 737, 774, 790. Brest-Litovsk, tratado de . ... 719, 721, 725 a 727, 733, 739, 774, 792. Bretaa . . . . . 1141. BRIAND, ARfSTIDES. 709, 832, 833, 844, 849, 851 a 855, 871, 872, 915, 921 a 923, 933, 988, 1036. Briand-Kellog, pacto. .. 853, 920. Briey, ciudad. ..708, 709. Brindisi. .. .. 1212. BROCKDORPF-RANTZAU. diplomtico alemn. ... 861. BROGLIB, duque de. 0 67. BROQGBVn.LE, conde de ; polltico belga. 0 530. BRNINO. canciller a 1 e m n. .. 855, .... 987. Brunswick, ciudad. 1053. Brunswick, ducado de. 0 63.
Bruselas. 0 16, 53, 193, 268, 530, 560, .. .. 1033, 1074. Bruselas, conferencia de. ...843. BRUSILOV, general. 0 673, 716. BRYAN, W. J., secretario de Estado. 581, 582, 667, 668, 699. BRYCB, JAMl!S. . .568. Bucarest, 0 82, 159, 169, .. 383, 528, 122. 739, 792, .... 1017, 1035, 1207, 1214, 1226. . Bucarest, tratado de . .. 516, 528, 531, 594, 596, 607, ... 661. Buccari, puerto de. t 70. Bucovina. 0 137, 388, 662, 679, 680, tl75, 1215, 1216, 1232. Buchanan, secretario de Estado. 0 195. BUCHEZ. 0 13, 117, 124 Budapest. .. 346, 612, .. 653, 680. 728. 733, 871, 873, 929, .... 1214 a 1216, 1226. Buena Esperanza, cabo de. 106, 186, 492, 1022. Buenos Aires. 562, 564, ... 688. Buenos Aires Central Railway. 566. Buftea, ciudad . . . . 722. BUGEAUD, mariscal. 150. BUJARIN, comunista ruso. ...722 a 724. Bulgaria. . . 353, 379 a 381, 384. 385, 388, 389, 391, 411, 413, 415, 417, 418, 428, 481, Sl4, 516, 528, 531, 595. 600. 607. 608, 619, ... 661, 662, 664, 673, 677, 678, 680 a 682, 708, 722, 774, 792, 803, 869, 876. 0 998, 1035, 1047, 1176, 1200, 1213 a 1215, 1218, 1232. Bulgaria (Gran). ..384 a 386, 482. Blgaros. *353, 379, 382, 514. 516, 594. ... 752. Blgaros de Macedonia. 379, 481, 594, ... 752, 876. BOww. prlncipe de . . . 459, 484, 486 a 488. 493, 494, 502, 513, 520, 533. BULWER, sir HENRY; diplomtico. *197, 268. BuLLITT,' WILLIAM; diplom. norteamericano. 779. .. .. 1046. Bull-Runn. batalla de. 0 277. Bund. 173. Bundesrat. 446. Buoi., canciller. *240, 241. BUPOW~ R. T. 1223. Burdeos. . . 338, 1143. BURGESS, JoHN; profesor americano. 362. 582. BURGUIBA. jefe del Destour t u n e c i n o. .... 1253. Burschenschaft. 0 14, 44, 63. BusOI, diplomtico alemn. 412. BYRNES, secretario de Estado de EE. UU. 1259. BYRON, lord. 20.
e
CABET. 116. Cabinda. 400, 556, 55'J, 560.
0
Caho, El; cudad . . . 431, 455. 477. 556, 558, .... 1156. Cadiz. *69, 71, .. 761. Cotz, duque de. t49. Caen. ciudad. 601. Caiffa, ciudad. ...888, CAILLAUX. JOSEPll. * *464, 509. 609. Ca1ro, El, ciudad, .. 395, 396, 431. 455. 500, 554, 558, ... 760. 886, 1215, 1216, 1253. Cu1a de la Deuda: E11 Tnez . .. 392, E11 Egipto. **393. En Turqua. 492. Calais. paso de. 525, .. ,655, 770, 776, 1!31, 1145. Calcula, ciudad. "540. CHEU CusHtNG, diplom;i11co. 184. California. *68, 190. 195, 196, 206, 207. 213, 323. Call'nismo. 51. Callao. El ; ciudad. 566. CALLES, presdente de Mjico. '907. Ctimara de los Comunes . .. 402. CAMBON. }ULES. <liplom. francs. "444, 509. 550, 603, 621. 623, 634. CAMllON. PAUL. .. 463, 498. 499, 509, 526, 560, ""1266. Camhoya. 252, 1253, Camhndge. .. t J 10, Camern. '400, 509, 556 a 558, "799 Campania, 114. Canad. 190, 193. 275, 279, "567, '*668. 818. 836 . . . . . 1120, 1153, 1163, 1236, 1247. Canal de la A mt!rica C,ntra/, * 196, 197. 280. Cc11wl intaocetin'ico "480, 481. 495 a 497, 584. Can;mJs, islas. *504, .... 1022. 1153. CA!'ARIS. almirante akmcin. " " 1153. C111111es. conferencii/ dt:, "8]5, 847, 848. 351. C'NNJSG, estadista ingls. 34, 49, 74, 77, 78. 84 a 86, 323. Camon, !79 a 181. 183 a 185, *403, ., q l l, 823, 898. 899, .. 1030. e As Tu. CsAR. 128, Ca>ita/t's. i111ersiv11 de. 336, 358. 365 366, 391 a 395, 437, 438, 440 a 442, 456, 460. 461. 465, 477, 500, 501, 542, 546, 556, 56J, 564, 573. 581, 582, 585. 586, 604 a 609, ... 665, 666, 688, 697, 743, 749, 750, 849, 871, 885, '890, 903, 906, 907, 912. 924. 925. 928, 947 a 955, lll25, 1120, 1185, 1234 a 1237, 1257, 1258. 1267, 1269 Cap11ales. 111ov1m<'llfO internacional de lus. '*565, 631, "Hl267, 1269, Capitulaciunes. rgitncn de. 392. 880. Caporetto, bati/lla de. *"731. CAPR!VI. cancilkr akm;in. "421, 422, 459 Caracas. 688. Carbonaros. *44. 61, 62. Carelia. "857. Caribes, islas. 481. 579,
nENOU\'tN. II.-81
0 91. CARLOS ALBERTO. rey de Piamonte-Cerdea." 62, 63, lJI. 159 a 161, 163. 164, 166, 167, 170. CARLOS I, emperador de Austria y rey de Hungra. 707, 708, 715, 728 a 733. CARLOS X. *20, 35, 88, CARLOTA. cmperatrtz de vfjico. *282. Ca~sbad. !034. Carlsbad, conferenca de. *46, 64. Camege, Dorac1n. 594. (' amcgie, Fw1d1u;i11. 642, 92 l. C ARNOT, SADI. .. 461. CAROL DE RUMANIA. '*388, 528, 662, 679, .. .. 1035, 121'3, Carolina del N-Ortc. 2{8. 578. Carolina del Sur. 228, 230. Carolinas, islas. *432. Cirpatos, montes . . . *680, 783. CARRANZA. poltico mejicano . . . . 688, 689, 907. Carso. comarca. "673. Carta del Arl111ico . .... 1180, 1196, 1258. Curta .de las Naciones Unidas. 1196. Cartismo. *115, 147. Casablanca, cn1dad. 555, .... 1156, 1198. Casablanca, re1111/11 de . .... l !98, 1218. CASEMENT, sir RoGER, .. 591. Casibila, ciudad . . . . . 1211. Caspio. mar. to, !06, ... 889, 890. t 247. Castelfidardo, batalla de. 263. CASTELLAN, GEOltGES . . . . . 1055. CASTELLANO, general italiano. .. .. 1211. Castcllorzo. isla. 596 . CASTILLO. DoMtSGO: escrttor. .. 584. CASTLEREAGH. es1adista ingls. 9, 33, 37 a 39, 44. 48, 49, 70, 74. Catalua. .. 102 l. "C(Jt/ioliL World", .. 1195. C(Jtolicsmo. 51. 52, 57, 58, 116, 119, 130. 152, 153. 371. 451, 526. 537. 546, 548, 551. 590, 656, 885, .... 956, 1112, J 136, 1195. "Carurce P11111b1" dd nresidente Wilso11. .. 713. 731. 734. 742. ,43. 748, 752. 760, 765, 769, 775, 776, 786, 788, 792, 797. CATfANEO, CARLOS, * 125, Clucaso. to6, 243, 402, 686. .. no. 86J, 889. C\V,'1GNAC. general. * 166. Ca valla. '93, *792, CnouR. C. 18, 217 a 219. '.'.23, 239, 241. 242, 257. 258. 260 a 26 . 317, 323, 324, CECll., lord ROBEHT. 454. .. '793. CEc11.1.E. almirante. '184. Ccilfo, sla. .. '* l 238 . Clcbcs, islas. 542. Ccrdca. *255, 262, J208. CtANO, conde ..... 1024. 1038 a !040, !053. :5, 134, 1136 1056. 1060. 1080, 1096. a 1138. 1207, 1209, l~,Cilicia. 785, 879. Cipayos, s11blevaci11 de o:;. 260.
1282
Cirenaica.
INDICE ALFABETICO
INDICE AI.FABETICO
1283
"'415, 510, 527, 553, ... 760, 884, 888 ..... 1171. CLARENDON, lord. 92, 236, 238, 294. 309. CLAU7.EL, general. 89. CLAYTON, secretario de Estado. 197, 199. Clayton-Bulwer, tratado. 200, .. 481. 497. CLEMENCEAU. GEORGES . . . 568, ... 724, 726, 732, 742, 773, 776 a 778, 784. 785. 799, . . 801, 803, 806, 810, 834, 844..
CLEVELAND. presidente de los EE.
de de de de de de
la Santa Alian:a (v. Santa Alianzai. Sa11tago (1923) . ... 916. Troppau. *46, 47, 49. Verol1a. ~8. 73. 74. Vie11a. 3, 9, 14, 26, 29, 51, 82, 147. Washi11gto11 (1921-22). 895, 897
(v. tambin los nombres de las ciudadc~l.
Chahar, provincia china_ .... 1030, 1032. CHAMBl!RLAIN, AUSTEN; mm1stro ingls.
.. 480.
uu.
Clyde, rfo. 114. CoBDEN. RICARDO. *113, 121. 122, 125. 148,
165, 237 . . . 337. Coburgo, familia. J49, ... 677. CocKERILL, JUAN: negociante. 53. Cochinchina. *253, 254, .. 360, 541. Co-lio11g, sociedad. *180, 181, 185. COLBERT. 267. Colombia. *69, 79. 80, 197 . . . 494. 565, 566, ... 688, 907, 910, 913 . . . . . 949. Colonia. ciudad. *285. Colo11iaismo. 359, 375, 555 a 557, 559, ... 756, 757 ..... 1239, 1240, 1265. Colonias, en general. 358, 375, .... 1265. Columbia Britnica. * 196. Comit de ayuda a los aliados. 1169. Comit de i11dependencia en Jma . .... 1244. Comit de liberacin de Aiba11ia . .... 1214. Comit Francs de Uberaci11 Nacional. .... 1194, 1238, 1242. Comit Polaco de Liberaci11. 1194, 1196, 1198 a 1202. Comits italianos de liheracin. .. .. 1230. Compmia de l11dias (i11glesa). 181. Compmila de la Baha de Hrulson. *195. Compmiia del f. c. sudmaQcl111riano . .. 574. Compromiso austrohrlngaro de 1867. )08. Comunismo . ... 929, 960, .... 1008, 1010, 1011. 1021. 1023, 1025. !030, 1060. 1085, 11 l l. 1201 a 1203. 1207, 1213. 1214. 1230, 1234, 1239, 1243, 1244, 1263, 1269 (v. tambin lnternacio11al Co1111111ista). Condomi11io franco-i11gls en Egipto . .. 394. 395, 397. Confederacin germnica. 14. 26, 29, 61, 64. 65. 100. 135. 137, 147, 156, 158, 162, 173, 175, 176. Confere11cia: de Berln. ..400. de Cannes . ... 835, 847, 848. de Edimburgo. *451. de embaiadores. 1876. 382. 386. 1882. *395. l 920. 859. de Gachinc:ov. .. 873. de Gnova. .. 860 a 862. de Laf1sana. 880. 881. de Laybach. 46, 47. 49. de La Habana (1928) . ... 917. de La Paz (1919) . ... 788. 790, 791, 797, 799, 802, 807 a 809, 834, 861, 893. de Panam. so, 196. de Pars. 242. de Portorosa. .. *873.
Conferencias Panamericanas. 94, 915, 916. . Congo belga. .. 357, 400, 404. 478, 509, 51 !, 556 a 560. Congo francs. .. 509, .. 799. Congo, regin del. *400, 401. 556, .. 0799 Congo, rio . . . 560. CON NEA U. doctor. 259. Conseio Nacional Polaco de Liberacin. .... 1200 a 1202. CONSIDRANT, VfCTOR. * 125. Constantina. 0 90. CONSTANTINO. rey de Grecia. ..482. 531, 678, 679, 880. Constantinopla. '29, 82, 87, 96, 235, 237, 267, 293, 00 379, 381 a 383. 386, 391, 395, 482, 515, .550. 597, 616, 625, ... 678, 682, 785, 786. 880, .... 1214. Constituci11 de Wri:11ar . ... 819 Convencin: A 111ericano-iapo11~sa dr 1908 .. 587. A rrglo-alcmana de 1913. 560. Anglo-italiana de 1887 . .. 415, 418. 42J. Anglo-rusa de 1885. ..403. Austro-rusa de 1877 . .. 382. Anglo-rusa de 1907 . .. 491. 499, 505. Anglo-turca de 1878. ..386. Chino-iano11esa de 1885. 0 365. Franco-alemana de 1872. 0 *370, 371. Franco-alema11a de 1911 . .. 509. Franco-i11glcsa de 1896. *404, 8f3. Fra11co-inglesa de /904 . .. 493, 498, 499, 501. Franco-ltalia11a de 1902 . .. 498, 499, 501, 527. Franco-rusa de l 892. 0 425. 426. 626. Germano-rusa de 1887. 00 416. 521, 524. de Londres (1841). "101, * 0 353, 402. 506. Mediterr1ea de 1907. 0 *504 (v. tambin Alianzas, Pactos. Acuerdos v Tratados). de "Setiembre" (1864). 0 266. de Tefas (1845). 194. Co11venio comercial: Convenio Alemania-Rumania, 1935 y 1938. .. .. 998. 1072. Comenio A 1 e man i a - R u si a. 1940. .. .. 1130. Conl'enio Alemania - Yugoslavia. 1934. .... 998. Convenio Gran Brelmia-Noruega. 1940. .. .. 1127. Co11venio de Roma. 1934. 995_ COOPER, UFF; polf;ico ingls . 970. Concnhague, ciudad . . . 424, 425, ... 657. 661. Copcnhaguc, Congreso de . .. 450.
498, 539, 571, 574, 577, .... 1122, 1201; 1223, 1260. Corf. 264, .. 595, ... 681, 874, 876. Corn Laws. 121. CORRADINI, E.NR1co_ .. 468. "Corredor polaco". . . . . 1082, 1089, 1090, 1217. Costa de Oro_ 556. Costa Rica (rep. de). 199, ... 905_
.. .. 967, 969, 1027, 1038, 1039, 1044, 1045, 1047, 1057, 1062 a 1065. 1070, 1073, 1074, 1083, 1084, 1110. Chamount, tratado de. 38Champagne. ...672, 715, 726, 736. Chanak. 880. Changtung (v. Shantung). COUDENHOVE-KALERGI, conde; escritor aUS CHANG-TUN-SUN, filsofo chino . . . . 762. trlaco. ...921. CHANo-Tu-Srn, .comunista chino. u824. CoURcEL. barn de; diplom. francs. . . 374, Chan-Si, provincia del. u535_ Chantilly, conferenda de. 693_ 375. 398, 399. 1 CowoiuY. lord; negociante ingls. 0 586.' CHAPDBLA'INB, Revdo. padre. 249. 0 Cracovia. 12, 141, 142_ Charleroi. 0 16. Ciuw, JAMES; polftico irlands. 591; CHARLEs-Roux, embajador de Frall!Cia. .... 1162. Creditanstalt, banco. .. 949_ CHASSELOUP-LAUBAT. *253. Crefeld. * 16. Creta. 93, 101, 212, 235, .. 481, 482. 514. ' Chataldja, ciudad. ..383 . Creusot. Le. Sdad. metalrgica . .. 606, 607, CHATEAUBRIANO. *35, 73. 845. 871. Chatt-el-Arab, rfo . . . 550_ CR~VY. Presidenie francs. . . 378. Chawnont, tratado de. *38. Crimea. 212, 222, 238, 241, 316, 1201. CHAUTEMPS, CAMILLE: mmtstro francs. CR!PPS. sir STAFFORD. *'*1058, 1245. 1036, 1141, 1142, 1147. Crisis econmica 1929-1933. ..947 a Chauvinismo . .. 614, 619, .... 1082. 955, 960, 963, 966, 967, 971, 982, 987, Checos. 139, 140, 142, 159, 176, 338, 526, ... 652, 653, 659, 693, 726, 727, 1028, 1109, 1114. CRISPI, F.. polltico italiano. 357, 359, 733, 752. 774, 790. 859, 869, 995, 1035, 1042, 1047, 1072. 361, 417, 501, 619. Cristianismo. 128, 236, .. 379, 381, 382, Checoslovaquia. ...733, 774, 790, 794, 625. 635, .... 1268. 798, 799, 820, 826, 832, 844, 851, 859 Croacia, y croatas. 19, 142, 160, 469, 869, 870, 873, 920, 928, 945, 952: 512, 526, 615, ... 729, 730, 752, 774, 998, 1017, 1034, 1035, 1040 a 1047, 1049, 792, 801, 875, 1213. 1064, 1066, 1067, 1072 a 1074 1095 1111, 1232. ' ' CROCE, BENEDETT. . . 447_ Cheljabinsk, ciudad. 726. CROMER. lord. 554. Cronstadl. 97, .. 423. CHELMSFORD, lord ; virrey de la India. 758. Cudruple Alianza. 43, 44. 0 CHERBMISSOV. general. ...718. Cuquero.!'. 124. Cuba. 78, 79, 200, .. 480, 494, 906, CHEVALIER. MIGUEL: economista. 113. 215, 267, 320. 913. CUNO, poltico alemn. H*825. CHIANG-KAl-CHEK, estadista chino. 898. Curlandia . . . . 709, 710, 720, 721. 899, 901, 903, 932, .... 1030 a 1033 1121, 1181. Curzon, lnea . ... 790, 857, 858, .. J196, Chicago_ .... 1069. 1199, 1200. CURZON, lord: ministro ingls_ ... 790, 835, CHICHERIN, estadista ruso. 861. Chile. *69, 80, 564 a 568 . . . . 688 910, 880, 890, 891. ~13, 914, 916, 1235, 1236. CusTINE. marqus de. "19. Chma. *4. 105, 113, 122, 179, 180 a 186, Custozza, batalla de_ *159. CZARTORYSKI, prncipe_ 21, 61. 207, 224 a 226, 231, 244, 245, 247, 249, 250 a 254_ 280, 321, 323. 363, 365, CZERNIN. conde : diplom. austrohngaro. ..528, ... 709, 710, 715. 721. 728_ 401, 403, 432. 448, 454, 476 a 480, 496, 510, 540, 541, 544, 545, 573 a 575, 577, 585, 587, 629, 633, 636, ... 669, 682, 683, 685, 710 a 712, 749, 755, 762 a CH 765, 783, 784, 813, 818, 822 a 824, 830, 838, 839, 893 a 903, 931, 932, 964, 965, 973, 977 a 980, 998, 1020, 1027, Chaco, territorio del. .. 915. Chad, lago . . . 477_ !029, 1030, 1031, 1033, 1061, 1081, 1118, 1121 a 1123, 1169, 1180 a 1185, 1188, CHABOD. FEDERICO. 205, .. 346. 1203, 1222, 1225, 1238, 1241 a 1243_ CHAFAR!K. 139, 141.
1284
INDICE ALFABETICO
1~85
China Association. 0 119. Chinos en Sudfrica. ...159. CWos, isla. ..596. Chipre, isla de . . . 386, 397, ... 878, 888, "* 00 1159. Chittagong. 253. CHURCHILL, WINSTON. ..586, 590, 621, 0 962, 970, 1025, 1039, 1078, 1097, 1110, 1143; 1146, 1149, 1180, 1188, 1194, 1195 a 1200, 1202, 1204; 1207, 1218, 1232, 1258. Church Missionary Society. 551, 559. Chu-San, islas de. 251.
D
D.rnLERus. industrial sueco . . . . . 1089, 1091. DAHLMANN, escritor alemn. 0 134.
"Daily Mair'. .... 1039. "Daily Telegraph". !014. "Daily Worker" . .... 1014. Daimos. *226, 227, 248. Dakar, ciudad. 0 558, .... 1155, 1157, 1158, 1253. DALADJER, EooUARD. ****1047, 1062. DaJmacia y dlmatas. 0 316, 380, 381, 469, 526, 653, 675, 677, 769, 791, 801, 874, 875. Dalny, ciudad. ..574. DALWIGK, polftico akmn. *303. Damasco. 0 95, 234, 270, n804, 885, .... 1250. DANEFF, polltico blgaro. 607, 677. Daneses del Slesvig. 652. DANILEVSKY, escritor ruso. 353, 466. Dantzig, ciudad . . . 782, 783, 928, .... 989, 1043, 1061, 1081 a 1083, 1088 a 1090. Danubio, ro. *88, 167, 170, 239, 285, .. 383, 384, *658, 783, 1258. Daii(lanelos. *26, 29, 87, 88, 96, 101, 102, 234, 235, 238, .. 353. 402, 510. 596, 0 657, 658, 672. 673, 678, 682, 786, 879, 880; 1068, 1125, 1201.
DARLAN, almirante y poltico francs.
.... 1155, 1158, 1162, 1164. Darmstadt, ciudad. *213, 303, u843. "Darmstadter Bank", 0 213, .... 949. DARU, ministro francs. *305. DAUTRY, RAOUL; politico francs . . . . . 1144.
DAVIS, JEPFERSON, presidente de los Estados confederados. 277, 278. Dawes,. plan . .. *849, 850, 853, 928. DEAK, FRANZ. 0 114. DE BONO, general italiano. .. .. 984. DECAZES, duque de. *47, 73, 372, 373,
Demografa . .. 442, 456, 579, ... 633, 768. 818 . . . . . 963, 1054, 1115, 1263, 1264, 1269, 1272. DENIKIN, general. ... 779, 782. 889. DERBY. lord. 277, 297, 372. DROULDE. PAUL. 343. 361. DERVIBU, banquero. 395. Desarme, conferencia del . .... 989. Desarme de Alemania . ... 869. 928. Desmilitariwcin de Renania. .. .. 957. 1011, 1012. DESSOLLES, general y poltico francs. 73. "Destur'', parrido polfico. 760, 884, 1253. Deudas intera/iadas. ...924 a 926. 933. DEWEY, almii:ante. 0 496. DEWEY, Jo1rn; filsofo americano. 762. Diarbekir. ciudad. 54 7. "Diario de Mosc" . .... 1048. DIAZ, PORFlRIO; presiden/e Je Mjico. 0 586. DIEBITSCH. general. 59. DIMITRIEVICH, coronel. 619. Dinamarca y daneses. 137, 162, 165. 173, 283. 287, 291, 292, 341, 424, 445, 529. 657, 661, 818, 1166. Diplomacia del dlar. 470, 472. 494. 581, 582, 584, 585, ... 689, 912, 913, 917. H*1269. DISRAELI. !65, 201, 220, 277, 297, 320, .. 354, 357, 372, 381 a 385, 393, 398, 631. . Djibuti, ciudad. 492, .... 985. 1001. 1062, 1138, 1254 . Djubaland, ciudad. .. *983. DMOVSKI, poltico polaco. 445. Dnieper, ro . . . . . JI 18. Dniester, ro. ...792. DoeaovsKY. escritor chccq. 139. Dobrudja. ..384, 385, 662, 722. .. 1035, 1176 . Doctrina Je Monroe (v. MoNROE). "Doctrina Je J..fonroe" (asitca). .. 1031. Dodecaneso, islas del. 527, 550 .. 596, ... 675. 801 > . . . . 1134. Dogger Bank. *503. DoLLFUSS. canciller austriaco. .. 986, 990. 995. 1036. Domincai:a, Repblica. ..494, .. 906. 912. Donetz. regin del. .. 344, 436, 465, .... 1178. 1233. DORTEN, doctor. ... 847. Dos Sicilias. reino de las. *46, 47, 61. 62. 113. 127. 154, 204, 242. 255, 256, 263. DOUDARD DB LAGRE, oficial francs. 254, 321. DoUMERGUE, GAsroN. ..609, 618, 622, 996. Dover, puerto. '*968. "Dragn Negro", sociedad . . . . 669. "Drang nach Oste11". 353, 469. Drave. rlo. ...790. Dresde, conferencia de. * 175. DREYPUS. capitn. <it>O, 478, 486.
cordiale" /ranco-mg/esa. *61, 68, l "Entente 98. 148 a 151, 194, 203, 238. **499, 502
1
E
EuERT. presidente del Rccli. .. 861. Ecuador . . . . 910, 914. Echo de Pars. L' 1015. EDEN. ANTHOl'Y. poltico ingles . . . . . 970,
1003, 1014, 1027, 1038. 1039, 1063, 1064, 1078. 1250. "Edes", grupo gr 1 ego de resisrencia.
1214.
267, 268. 273, 324, "374. 383. 391 a 397, 415. 432, 455. 477, 478, 483, 493. 498, 502. 597, 619. ...665, 686, 687, 759, 765, 786, 809, 823, 878. 880, 881. 884, 886, 888, 891. 932. 985, 1067. l 152. 1156, 1251. 1252, 1264. Eifcl. macizo del. * 16. ElSENllDWER. general. ... 1210. Eje Berln-Roma. .. to 17, 1027, 1031, )036, 1059, 1060, 1069, 1076, 1081, l 153. 1154, 1180. 1194, 1206, 1249. "Ekka", grupo griego de resistencia. .. .. 1214. El Azhar, Universidad. '"886. Elba, ro. .. "1232. ELGIN. lord: diplomtico. '250. El Havre. 115, 186. ELLIOTI, CARLOS; diplomtico. * 193. Ems. *302. ENPANTIN. "113, 267. Enfida. temtono del. 398. ENGELS, F. 320. ENRIQUE DE PRUSIA, prncipe . . . 525. Ente/lle (Aliados) . .. 641. ... 651, 654, 657, 662, 663, 670. 673, 675, 677, 679 a 681, 683, 684. 686. 687, 692, 693. 697 u 699, 701. 704 a 707, 712, 72(; 728, 730, 752 827. .
a 504, 506, 509, 513. 519, 521, 525, 560. "E11te111e" de los tres Emperadores . .. 350, 406, 41 l, 416. ENVER-PACll. 673, 674. Enzdi. ciudad. 889 . . . . . 1247. EoTVos. escritor hngaro. 141. Epro del Norte. '*595. Erfurt. *172. Ertrea. ..400, 558. 675. ... '983. 984, 1007. Ersatz Reserve . .. 340. ERZUERGER. diputado alemn. .. 709. Escalda, rfo. *53, 55, **347. Escandina va. .. 528. 664, .... 949. 1125. 1128. 1129. Esclavitud, en los Estados V11idos. '75, 189, 191, 193,. 194, 196, 200, 229. 230. Escoca. *'500. Eslavos, eslavismo. ''340, 381, 386 *'*650 662, 675. 769, 791. ' Eslovacos. **652. 692, 729. 869 ..... 1072. Eslmacos de Hw1gria. **'652. 869. Eslovaquia. . . . . 1214. Eslovenia. 526, .... 1213. Esloienos. '142, .. 469, 512, 526. 615. 652, 730, 752, 774, 792, 801. Esmirna. ciudad . . . 546, ... 785, 875. 879. "Espacio vital". 469, .... 1082. 1088. 1094, 1106. Espaa, 3, 9, 22, 28. 37, 41, 44 a 46. 48, 69 a 76, 78. 79, 91, 92, 96. l 49; 200, 213. 280. 281, 301, 302, 306, 311, **415, 443, 479, 480, 481. 483, 493, 494, 504. 528, 530, 531. 598, 605, ... 653. 664., 820. 878, 886. 887, .... 1020, 1021, 1023 a 1027. 1034, 1038, 1089. 1113, !142, 1145. 1146. 1151 a 1156, 1163. l 177, 1207, 1218, 1261, 1262. ESPARTERO. general. 92 . ESSAD-BEY, poltco albans. ..596. Esscn. '114. Estados kfayores. conversaciones entre los. 1003. 1010. 1070, IOe4, 1086, 1104 1105, !168, 1187. ' Estndos Undos. 3, 4. 28, 70, 72. 74 a 81. 105, 106. 111. l 13 a 115, 122. 124 .. 154. 179, 180. 184 a 187, 189 a 191, 193, 195 a 197. 199 a 203, 206. 207 214, 2!5. 224. 228, 231, 244, 246. 249: 253, 2)4. :;73 a 275 .279 a 281. 320 a 323. *'327. 336, 362 a 364, 366, 367. 432, 436 a 439. 442. 444, 448. 469 a 473, 477, 479 a 481. 491, 494. 496 a 498. 553, 559. 568. 570, 573. 575 a 587. 589. 603,. 605, 629. 633. 634 .641, ... 655, 657. 665 a 670. 672, 684 a 686, 688, 689, 692, 693. 695 a 707. 709 a 712. 719, 723 a 727, 732. 734 a 736. 74i 7471 a. 750, 753. 756. 762. 770 773; 775, 776. 778. 782. 784. 785, 791, 800, 802: 804, 806 a 809. 813. 815 a 818. 830. 832. 835 a 837. 839, 844, 849, 850, 853, 863, 886. 893 a 897, 900: 901. 903, 905 a 907, 910 a 917, 920 a 926, 931 a
1286
INDICE ALFABETICO
INDICE ALFABETICO
128=7
934, .... 947, 948, 950, 951, 953, 956, 963, 964, 970 a 974, 982, 983, 987, 1007, 1031 a 1033, 1042, 1046, 1054; 1058, 1061. 1065. 1069. 1070, 1076, 1079, 1080, 1097, 1101, 1106, 1108, 1110, 1115, 1118 a 1123. 1137, 1142 a 1144, 1151, 1153, 1154, 1160, 1165, 1166, l 168 a 1171, 1174, l 177, 1179 a 1186, 1188 a 1190, 1194 a 1204, 1208, 1210, 1211, 1.213 a 1216, 1218, 1222, 1224, 1225, 1232, 1234 a 1237, 1239, 1240, 1245, 1247 a 1249, 1251, 1254, 1257 a 1260, 1262 a 1264, 1269. Estados Unidos de Eurooa. 124, 125, c!l4, ~2Z, 339, 753, 754. Estambul (v. Constallfnopla). Es1CRHAZY, conde; p o 11 ti e o hngaro. ... 730. Estiria. 17, 114, .. 652. Estocolmo . . . . 710, 717, .... 1125, 1129, 1198, 12!7, 1218. Estokaviano, idioma. * 140. Estonia. ...721, 726, 727, 774, .... 952, 1086, 1175. Estrasburgo. 100, .... 1015. Estrechos otomanos. 234, 235, 237, 240, 242, 353, 381. 383, 415, 432, 484, 514, 515, 597, 616, 660, 673, 785, 878, 880, .... 1068, 1176, 1201, 1217 (v. Bsforo y Dardanelos}. ETll!NNE, EUGENE, poltico francs. 359, 461, 463, 493. Etiopa . . . 361, 401, 431, 476, 491, 492. 501, 553, .... 977, 983, a 985, 998. !001. 1005 a 1007, 1009, 1012, 1017, 1018, 1020, 1026, 1038, 1054, 1067, 1068. 1081, 1208, 1228, 1230. Eu, entrevista de. t49. Eufrates, rlo. 335_ EUGENIA, emperatrz. 259, 280, 289, 292, 293. Eupen-Malmedy, territoi:io. 851. Europa (en general). *3, 4, 22, 23, 26, 37, 46, 48, 49, 51, 59, 60. 69, 72. 78, 82. 99, 102, 104, 105, 107, 112, 120, 122 a 125, 143, 151 a 153, 155, 156, 163, 172, 179, 212, 222, 246, 259, 261, 273, 292, 293, 301, 320, 324, .. 327, 335, 336, 339, 357, 36~ a 368, 382 a 384, 386. 391. 414, 437, 442, 458. 460, 462, 494. 507, 517, 533, 537, 538, 544, 563, 567, 570, 573, 580, 589, 602, 605, 629, 630, 641, 672, 683, 690, 69~ 705, 710, 748, 749, 754, 766, 773, 774, 787, 800, 813, 814, 817, 857, 905. 926. 930. 931. .... 947 a 949, 1002, 1003. 1011. 1052. 1121, 1224, 1228, 1229. 1231, 1234, 1250, 1257, 1262. Europa Central. *214, 243, 283, 316, 317, 324, 336, 658, 659, 692, 751, 790. 928, 948, 986. 987. 995, 998, 1003, 1004, !020, 1033, 1035, 1039, !059. 1061. 1064, 1071, 1199, 1204, 1215, 1228, 1258, 1259. 1266. Europa danubiana. ..353, .. *768, 813, 869 a 871, 873, 876. 877, .... 952, 958,
960, 961, 963, 969, 994, 996. 998, 1001. 1002, 1004, 1018, 1035, 1048. 1096, 1199, 1213, 1214. Europa Orienta l. ... 709. 774, 922, 1011. 1087. 1119. . Europa, o;ga111~act11 de (v. Estados U ntdos de Europa}. Extremo Oriente. * 105, 106, 115, 122, 179, 180, 184, 206, 207, 224, 228. 231, 244, 254, 255, 267, 316, 320, 323. 366, 455, 465, 466, 476. 478, 482, 488, 489, 497, 498, 502, 504, 510, 576, 582, 585 a 587, 605, 634, ... 667, 669, 670, 672, 682, 683, 685, 686, 703, 710 a, 712, 747, 763, 784, 786, 815, 837, 893 a 895, 897, 899, 931, 945, 947, 965, 977, 981, 1028, 1031, 1033, IQ69, 1087, 1169, 1181, 1183, 1184, 1186, 1201, 1203, 1222, 1241, 1260, 1261, 1262 (v. tambin Chi11a y Japn). EYCK, ERICH . . . 341.
FERNANDO DE SAJONIA-COBUROO\. rey de Bulgana. ]89, 418, 514, 531, 607 a 609,
677, 678.
Fernando Poo, isla de. .. 1153. Ferrara. J27, 130, 155. FERRERO, GUILLERMO. * 930. FERRY, ]ULES. **342, 352. 357 a 361, 374 a 376, 398, 400, 461, 463, 493, 631. Fez. 150, .. 508. FICHTE. filsofo alemn. 12, 134. Fi!ipnas. islas. *180, 4/9. 480, 585, 587,
F
FAnRY, JEAN; polftico francs. 1010. FAcTA. polltico italiano. 827. FALK, senador norteamericano. ...689. FAI.KENllAYN, general. 673. Famagusta, ciuiiad. 888. FARINI, LUIS. J28. FARUK, rey de Egipto. 1252.
Fascismo . ... 820, 827, 828, 876, 886, 888, 96Q, 961, 965. 975, 983. 995, 1003, 1021, 1022, 1054, 1056, 1058. 1058, 1085, 1) 14. ! 133. 1137, 1139, 1159, 1206 a 1210, 1269. . Fashoda.. 478, 483 a 486. 634. FAVRE. JULIO. 282, 292, 312. 314. FAY<;:AL. cmr (v. FcsalJ. FEDAIEY, escritor ruso . . . 353, 466. Federacin danubiana. 11 CJ9 Frderacin de Estados Malal'Os. 1244. FEDERICO ll de Prnsia . . . . . 1271.
FEDERICO FEDERICO. FEDERICO FEDERICO 111 de Alemania . 422. Kronprinz. 341. VII, rey de Dinamarca. 283. Gull.LERMO JII, rey de Prusia.
31, 64.
FEDERICO GUIU.ERMO IV, rey de Prusia. .. 146, 147. l52 a. 156, 160 a 162, 164,
"Flix" (operacin!. .... 1154. Feltre. cudad . . . . . 1209, 1210. Feng-Tieu, territorio. 683. Ferghana, provincia. 540. FERNANDO! I. emperador de Austria. rJ43. FERN~NDO I, rey de las Dos Sicilias. 47_ FERNANDO II, rey de la< Dos Scilias. 62. FERNANDO VII, rcv de Espaa. 9. 22, 44 a 47, 69, 70, 72. 73, 91. FERNANDO. rey de Rumana. 679.
.... 1120. 1187, 1188, 1222, 1240, 1244. Fines de guerra en 1914-1918. . . . 651, 658, 728, 731. Finlandia y fineses. *127. 239, 657, 661, 721. 752, 774, 857 . . . "'*949, 1017, 1077, 1084. 1125 a 1129. 11~4. 1232. FISKE, JoHN; es e rito r norteamericano. *362. Fiume, cuda.d. 774. 791, 801, 874. Flamencos. 51, 52. Fbndes. 51, 52, ... 659. FLANDlN, PIERRE-ETIEN'<E. 966, 1004, 1158. Florencia. 132, 155, 160, 262, 676, .... 1208. Florida. 75, 189, 190, 195. FLOURENS, ministro francs. 376. FocH, mariscal. .. *715, 734, 740, 742, 775, i82, 800, 858. . Fonscca, baha de. 197, 584. Formosa. isla de. 479, 571, 574, 684, 816, .... 1122. FoURNEL, ingeniero francs. *267. Francfort. *63, 135, 159, 160, 163, 165. 166, 176. 314, 335, 843. Francfort, Dieta de. *14, 63, 64, 172, 176. Francia. 3, 9, 15 a 20, 22, 34 a 44, 46 a 49, 51, 53 a 57, 59 a 63, 65, 70 a 74, 77, 78, 82 a 84, 86 a 92, 94, 96, 98 a 101, 104 a 107, 112, 114 a 117, 121, 122, 124, 131, 135, 149, 151 a 153, 155, 156, 158, 162 a 170, 172, 174, 176, 177, 180. 184 a 187, 190, 191. 200 a 202, 205, 212 a 214, 218 a 223, 230, 236 a 242, 245, 248 a 253, 257, 258, 260 a 262, 264 a 267. 269 a 271. 273 a 276, 278. 279, 281. 282, 285, 286. 289, 292, 293. 295 a 299. 303 a 313, 316 a 319, 32!, 323, ..335 a J39, 341, 342, 346, 349 a 352, 354, 357, 359, 360. 361, 364. 368 a 378, 391, 392, 394 a 404, 407, 408, 410, 412, 413 a 415, 417, 418, 420, 422 a 424, 426 a 428. 430 a 432, 436, 440, 442, 444, 449, 450, 455, 459 a 461, 463, 464, 468, 476, 478, 482, 484 a 489, 491 a 494, 496 a 511. 513, 518, 521, 522. 524 a 527, 529 a 531, 534, 537. 544, 548, 553. 557, 560. 568, 590, 597, 598. 600 a 602, 604, 605, 608, 609, 611. 612, 614, 616, 618, 620, 622, 624, 626, 627, 629, 632, 635, 641, ... 650, 651. 653 a 655, 657, 660. 665. 668, 669, 672, 673. 678, 679, 682, 686, 690, 693, 695 a 702, 704, 705, 708 a 710. 712, 715, 718. 719, 724 a 727, "29, 73 !, 733, 735, 742, 743. 747 a i5 I,
754 a 756, 769 a 771, 775 a 777, 779, 782 a 786, 797 a 804, 809, 810, 814, 817 a 820, 823, 825, 826, 829, 831 a 835, 842, 844, 846, 849 a 855, 857, 859, 860, 862, 864 a 866, 869, 870, 872, 873, 875 a 880, 886 a 888, 895, 896, 901, 914, 920, 923 ' 925, 928, 929, 932, ....949, 952 a 954, 956, 958, 961, 965 a 969, 972 a 974, 977, 984 a 988, 991, 992, 994, 996, 997, 1000, 1002, 1004 a 1008, 1010. 1012 a 1014, 1016 a 1018, 1022, 1027, 1031. 1034, 1035, 1038, 1040 a 1049, 1055, 1060 a 1074, 1076, 1077, 1079 a 1087, 1090, 1091, 1096, 1097, 1101, 1104, 1106 a 1110, 1113, 1115, 1116, 1120, 1123, 1125, 1127, 1129, 1131 a 1134, 1136 a 1138, 1141 a 1149, 1151. 1152, 1155 a 1157, 1159 a 1162, 1164, 1165; 1180, 1181, 1196, 1201, 1207. 1216, 1218, 1228, 1229, 1231, 1233, 1253, 1258, 1259, 1261, 1262. "Francia Combatiente" (movimiento) "vase Francia Ubre). "Francia Libre" (movimiento). nol, 1149, 1154, 1163, 1165, 1231, 1253. FRANCISCO Il, emperador. *30.
FRANCISCO FERNANDO, heredero de AustriaHungria . . . 526, 623. FRANCISCO Jos I, emperador. *241, 290,
291. 309, .. 354, 380, 388, 406, 469, 488, 707, 728, 730. FRANCO, general. 1020. 1021, 1023 a 1027, 1145, 1146, 1152, 1153. FREILIGRATH. escritor alemn. * 134. FREYCINET, DE; ministro francs. 395, 396. Frente alemn en ei Sarre_ 992. Frente 'de liberacin nacional gr i e g o. .... 1214. "Frente Popufor" . .... 1011. 1020 a 1023, 1025, 1055, 1056. FRERE-RBAN, estadista belga. *310. FROUDE, escritor ingls. ..358. Fu-Kien, provincia china. 585, ... 684. Furukawa, Trust. 571,
FUSTEL DE CoULANGES, historiador francs.
322, 338.
G
-G~BRIAC,
DE; diplomtico francs. * 0 349. GAGERN, FEDERICO von. *64. GAJ, LUIS. *140. GALBIATI, _general italiano. .. 1210. Galitzia. *59, 138, 140 a 142, 260. 292, 309,
445, 526, 591, 594, 650, 652, 673, 674, 680, .... 1077. Gallas, pas de los . . . . . 1007. GA!l!BETTA; LEON. **352, 374, 395, 399, 423, A64. Gambia~ .. 556. GAMELIN, general. .... 1016. 1042, 1043. Gandemax, tratado de . .. 401. GANDHI, MmAn.iA. 555, 759, 766, 931. 932, * 1245. 1246.
1288
INDICE ALFABETJCO
INDICE ALFABETICO
1289
Gante. 16, 53. GARCIA CALDERN . . . 564, 568, 584. GARlfiALDI. *204, 257, 263, 265, 266, 308,
*546,
585.
Gorizia. ciudad. 663,
.. 339.
GARNll!R, fRANCIS ; oficial francs.
67':!,
675,
681,
Grande. ro. * 190, 196. Grandes lagos de Afnca. 400. Grandes lagos de Amrica. 1&9,
europea de 1914 . ... 641, 672 a 694, 701, a 705, 709, 710, 712, 715. 755, 768,
229,
254,
.... 1214.
Gorlice, ciudad (v. Gorltz). Gorlitz, ciudad. 672. GORRES, poltico akman. * 14. GORTCHAKOFF, canciller. 291, 313, **345.
699.
GRAND!, ministro i1al'ano.
321.
GARRISON, escritor americar o. *229. Gastein, convenio de. *284, 289, 290. GAULLE, CHARLES de; gem al. .... 1149,
960, 1038.
1207.
Gen1/eme11's Agreement . .... 1026. GENTZ, F. de. 38. GEORGB, DAVID LLOYD. 590 621. 101.
723. 726, 731, 738, 742, 769, 772, 775 a 777, 779, 782 a 785, 786, 800. 801, 803, 806, 809, 810. 834, 844, 852, 859, 864, 880, 881, 891. GEORGE, HENRY . . . 546. Georgia.. estado de (EE.UU.). *:!28. GERVAIS, almirante. *423. Gestapo. 959, 12 l 9. Giarabuh, oasis de. ***888. Gibraltar. *82, 91, 150, 264, 360, 492. 522. 878, 887, .... 1021, 1022, 1117, 1145, 1146, 1151 a 1153, 1156, 1160, 1175. GIERS, A. de; ministro ruso. **345. 416, 422 a 424, 426. Gila, ro. 196. GILBERT, PARKER. U928. Ginebra. *124, 217. 822. 836. 855, 915. 919 a 921, 924, 926..... 980, 982, 1003, 1007, 1008. Ginebra, Conferencia de (1922). 862 a 864: Conferencia de 1927. ..926, *982. Conferencia de 1932. 988. G~QBERTI. *129 a 131, 133, 159, 171, 205, !'56. GIOLITTI, GIOVANNl. .. 517, 527, u663, 664, 674, 676, 827. G1RAUD, general. .... 1231. GJUSTI. G. *128. GLADSTONE. 75, 277, 278. 297, 309. 312, 314. 320, 338, 354, 357, 360, 372, 381, 394, 403, 453, 454, 631. GLATZ. conde de. 290. GLEASON. EVEREIT. ** .. 1188. GLUCKSBURGO, CRISTIN de. *137, 283. GOBINEAU, escritor francs. 212. Godesberg, ciudad . . . . . 1045. GOEBBELS, ministro alemn. .. .. 1161, 1218. GoERDELER, burgomaestre de Le i p z i g. .... 1112. 1219. GoERING, ministro alemn. u992, 1024, 1053, 1060, 1072, 1091, 1175, 1207. GOKALP, ZIYA; escritor turco . . . . 764. GOKHAL, poltico hind. *543. Goleta. La. ..398.
GoLUCHOWSKI, m i n i s t ro austrohngaro.
469.
99, 102, 104 a 107. 111, 112. 114, 116, 121 a 124, 127. 146 a 148, 150 a 156, 16~, 165 a 170, 173, 176, 179 a 181. 183, 184, 186, 187. 190 a 193, 195 a 197, 199 a. 203, 206. 213 a 215, 218. 223, 231. 233 a 236, 238 a 242, 245, 248 a 252, 255, 257, 258, 260, 262, 264, 265, 267 a 269, 271. 273 a 281, 291 a 294, 309. 311 a 314, 311 a 319. 321, 322, 335 a 339, 346 a 348, 350, 352 a 354, 356 a 361, 364, 365. 368. 372 a 376, 380 a 387, 391 a 404. 409, 410, 413 a 418, 423. 431, 432. 436, 442, 449, 450, 453 a 455, 458, 459, 461. 463. 464, 468, 476 a 479, 481 a 484. 486 489, 491 a 494. 496, 497. 499 a 507, 510. 511, 513, 517 a 522, 524, 525, 527 a 531, 537, 540, 543, 544, 548. 550. 551. 553, 560, 565, 567, 575 a 577. 579. 585 a 587, 590, 597, 598. 601 a 605, 613. 615. 621. 622, 624 a 627. 629. 634 a 636, ... 651, 653 a 657, 659, 660, 662, 666. 668 a 670, 672, 673, 678, 769. 682, 686. a 688. 690, 693. 695 a 702, 704, 705, 708' a 710, 712, 718. 719, 723, 726. 729, 731, 735, 742, 743, 747 a 756. 758, 759, 765, 769, 770, 771, 775, 778. 782 a 786, 788, 798, 801 a 804, 806, 817 a 819, 821, 823, 826, 829 836, 842 a 847, 849, 851, 852, 857, 859, 860. 862, 864 a. 866, 869, 870, 876, 878 a 881. 884, 886, 887. 889 a 891. 894 a 896, 900, 901, 903, 910, 911, 914, 920, 922 a 924, 929. 933. .. *948 a 954, 956 a 958. 961, 964 a 966. 969. 970, 972 a 974. 977, 981 a 988, 996, 1000. 1002 a 1010, 1012 a 1018, 1022, 1025, 1026, 1031 a 1033, 1035, 1036, 1038 a 1041. 1043 a - 1049. 1054, 1056 a 1071, 1073. 1074. 1076. 1077. 1079, 1081 a 1087, 1089 a 1093, 1097, 1101, 1104, 1106 a 1110, 1113, 1115, 1116, 1118. 1120, 1123, 1125 a 1129, 1131 a 1!34, 1136 a 1139. 1142. 1143, 1146. 1148 . 1149, ~151, 1153 a 1157, 1159 a,1163, 1165, 1166, 1169 a 1172, 1174 a' 1177. 1179, 1185, 1186. 1188 a 1190, 1194, 1195, 1197 a 1204. 1210, 1211. 1213 a 1216, 1218, 1222, 1228, 1229, 1231. 1233. 1235, 1240, 1243, 1245 a 1254, 1258, 1261, 1262.
379, 380, 385, 482, 514, 516, 531, 595, 596, 600, ... 662, 664. 677 a 679, 681, 774, 785, 792, 822, 869, 874 a 876, 878, 879, 920, 1073, 1101, 1125, 1152, 1153, 1176, !194. 1200, 1206, 12!3, 1214, 1218. 1231. GREGOR!O XVI. papa. * 116. 130, 132, 185. GREVY, J. *378. GREY, sir EDWARD . . . 455, 504 a 506, 5 l l, 525, 560, 561, 62~. Greytown. *197, 199. Griegos de Macedonia . .. 514. 516, 546, 594, .. *752. GRIMM. diputado SULO. 710. GR!MM, }ACODO; escritor alemn. * 134. Grodno. ctudad . . . . 790. Groenlarnlia. .. .. 1166. GRONER, mariscal. *740.
GROS, barn. diplom11co . .*250. Guadalupe-Hidalgo, tratado de. *196. 197. Guam. isla. 479, 480, ... *1190. GUARIGLIA. mnislro italiano. H 1210.
1211.
Guatemala. *197, 199, ... 906. Guayana (v. G11ya11aJ. GUECHOFf, poltico blgaro. 677. Guelma, ciudad. J253. G11erra a11glo-afga11a de 1882, 401. 402. Guerra a11srro-pnrna11a (1866). *287 a 291. 295 a 299. Guerra c11'il: de China, 1917 .. '711. 762, 823. de llaiti, 1915 . .. *689. de Miico. 1916 . ... 688. 689. de R11sia. 1918-1919 779, 829, 858,
77!. 782, 787, 837, 893, 931. (1870-1871). '307, 310. 312, 339 . greco-/11rca. *483. ita/o-t11rca. s10, 514. ruso-finesa. ' l 126, J J27, 1134. ruso-japonesa. 502, 503. rnso-polaca. 1920. '829, 858. rnso-t11rca de 1877. 386. s11bmart11a. 654, 660, 695 a 697, 704, 706, 742, 1128, 1151, 1154. 1165, 1171. s11dafrica11a de 1899 . .. 481. G11erras ch/110-japonesas. 4 7 9, 4 8 3, .. .. 1028. de /os Balca11es (1912-1913). *595, 597. 607, 661. GuERRAZ!, F.: escritor italiano. * 128. GUlLLEDAUD, c. W. 1095. GUILLERMO I, emperador alemn. *302, 311, 357, 370, 386, 407 a 409. GUILLERMO ll, emperador alemtln. ..357. 420 a 422, 427. 430, 432. 458, 459. 463, 477, 482. 484, .487, 493, 503, 504, 509, 516, 519. 520. 525, 533, 596, 620 a 622, 631, *678, . 696, 716. 72 l. 734, 735. 738. Gu1LLERMO I, rey de los Paises Baos. * 15, 51, 52. 54. Gu1LtE!O I, rey de Prusia. *289, 303. 306, 307. Gunea. 556. Guinea espaola. 509, 556. Gu1zoT. 122, 148 a 153, 155, 156, 187. 194. GuTrRREZ, poltico mejicano. *280. Guyana britnica. *480, * 1166.
fra11co-alemana
878. 889.
espa1iula 11936-1939) . ... ' 1020 a 1027,
H.uKON Vil, rey de Noruega . . . 528, 529. }-[3bana, La . . . . 916, 917. l!absburgo, di11as1a. *64. Habshurgo, m o 11 a r q 11 i a de los. *286,
1034, 1036, 1059 Guerra: c/i110-fra11cesa de 1885 . .. 374. chi1101apo11esa de 1894. *'571, 574. ele Cnm<'a (/85.J-1856). 200. 212, 222, 233, 240, 241. 249, 268. 316. de Espaia (1823). '48. de independencia de /as co/011ias espatiolas. *69. r:.. 74 a 76. 189. de i11depemfr11cia i111/ia11a ( 1859). *259 a 266. . del opo (1840-18./2). *181, 182, 184, 186, 225, 242, 244. de los bxers . .. 496. del "So11derb11ncf' (18.J7J. '152 a 154. ele Mjico ( 1862-1866). 280 11 282. de St'C!'sin (1861-1865). *4. 228. 231, 273, 275, 279 a 282, 320, 321. 362, 367.
... 790.
HACHA, gobernante checo . . . . . 1072. HAILE SEL'ASSI. ~mperador de Etiopa.
984. 1007.
Haiti. **494, 584, 689, 906. !IALDANE, lord; m1mstro ngls . . . 519, 52 l. HALDER, general alemn. * .. * 1049, 1106. 1-lALIPAX. lord . . . . . 1014, 1039. 1064, 1065,
*'862.
llankcu. ::.:>.6, 249. 544, 574. 575, H*683,
1190
INDICE ALFABETICO
INDICE ALFABETJCO
1291
Hannover. 0 3 J, 172, 286, 292, 293, 297, .... 1053. Hanoi. .... 1243. HANOTAUX, GABRIEL; ministro f r a n c s. 463, 484 a 487, 506, 518. Hansa, ciudades de la. f33. HANSSEN, gobernante sueco. .. f !26. HANSSEN, JULIO: diplomtico. 424. Han-Yeh-Ping. 683, 824, 896. HARDENBERO. 3). HARDINO, presidente de EE. UU. 894. HARMSWORTII, ALFRED; periodista. 444 (v. lord Northcliffe). HARRISON, w.; presidente. f 93. HARTIO, poltico austriaco. f43. HARTINOTON, poltico ingls. 402. HARTWIO. diplomtico ruso. 515. Harvard, Universidad de. .. 982. HASSE. ERNST; profesor alemn. 457. Hassclt, ciudad . . . . . 1132. HAVLITCHEK, polltico checo. 139. Hawaii, islas. J05, 106, 181, 187. 207, .. 432, 479, 585, 587, 1120. 1189. Hawley, tarifa. 952. Haya, La. 449, 753, 854; 862, 919. HAYASHI. general japons. . . . . 1028. Hayeh-Ping, regin. 575. HAYES, presidente de los EE. UU. 481. I-IA YMERL~. ministro austrohngaro. 4 O. Ha.y-Pauncefote, Tratado. 481, 497. HEARST. WILLIAM RANDOLPH; periodista. .. 444. 893. Hedjaz. 93, 755, 765, 785, 807, 886. HEGEL. *21, 22, 134. HEINE. ENRIQUE. 20, 134. Heligoiand, isla. 458. Hendaya, ciudad. J 146, 1153. l 154. 1156. HENDERSON. ministro ingls. .. .. 1069' 1074, 1089. HENLEIN. jefe de los alemanes de los Sudetes. .. 1040, 1045. Heraclea, ciudad. 547. Herat. ] 06, 402: HERRIOT, .presidente del Consejo francs. 987. HERWEG, escritor alemn. 134. Herzegovina. 379 a 382. 384, 385. )87. 411, 512, 513, 517. 519. 521, 615, 677. HESS, RODOLFO: polftico alemn ..... 116 t. Hessc. *175, 297, 299. Hesse-Cassel. *16, 31, 65, 172. Hesse-Darmstadt. 112. 286. Hessc electoral. *63, 65. Hesse renano. *299. "Hetaira", sociedad griega. *82. HIEN-FONG. emperador. * 186. HIMMLER, ministro alemn. * ... 1049. HINDENBBRG, mariscal. 680, 735, 736, 854. Hiroshima, ciudad. * 1223, 1225. 1226, 1259. HITLER, ADOLFO. .. *945, 954, 956, 958, 959, 961, 966, 968, 970. 971, 973 a 975, 989. 990. 992. 996. 9Q7, 1004, 1011. 1012. !018, 1022, 1027, 1034, 1036, 1039, 1043,
1045, 1047 a 1049, !053, 1056, !060. 1065, 1072, 1074, 1079, 1081 a 1092, 1095 a 1097, 1101, 1105, 1106, 1110, 1113, 1128, 1130, 1137, 1139, 1145. 1146, 1148, 1151, 1153, 1156, 1157, 1159 a 1163. 1165, 1170, 1174 a 1180, 1189. 1206 a 1209, 1214, 1215. 1217 a 1219, 1231. 1271. HOARE: SAMUEL. *1006. Ho-Cll!-MINH, na e ion a 1 is! a anamita. 1243. HODZA. presidente del Consejo checo. .... 1035, 1046, 1047. HoHENLOHE, CLOVIS von; canciller alemn. 303, 373, 377, 486. Hohenzollern. dinastla. *30, 64, 218, 301. .. 388. 528, ... 662, 737. Holanda (v. Paises Baio.Jj. Holandeses. *51, 52. Holstein. *135, 137, 161, 283, 284, 287. 290, 321. HoLSTEtN, BARN FRtTZ von. *421, 422, 486, 488. 533 . "Home R11/e". ..445, 454, 589, 590, 656. Homs, ciudad. *548, *804. Honan. *226, .... 683, 824. Hondo, isla de. 226. Honduras. *199, *906, 912. Hong-Kong, isla de. 183, 187, 245. 251, .. 360, 437, 544 . . . . . 981. 1184, 1190. H0No-S1l'.u-Tnt1A.;. 225, 226. 249. HooYER, HERDERT; presiden:e de EE. UU. 911. ... 982. Hopei, territorio. .. 902, 1030. HoPKINs, JoHN H.1169. 1172, 1199. Hornos, cabo de. * 105, 186. HORTY. regente de Hungra. .. .. 1213, 1215, 1216, 1218. HoRTY. STEFEN (hiio del regente). J214. Hot-Springs, conferencia. .. .. 1239. HOTZENDORPF. general Conrad von. 531. HousE. coronel. .. 618, 622, 667, 695. 699, 700. 723. 724, 742, 743. 810. HousTON, SAMUEL: presidente de Texas. *191. 193. Huan-Ping. ... *1030. Huc. Rvdo. padre: misionero. *186. Hu-Cm~. filsofo chino. .. 763. H11elgas:' en Berlln. no. en Italia. 802. en el R11hr. 451. en Viena . ... 720. Huelva . . . . . 1022. HUERTA, presidente de Mjico . . . 586. f88. Huo1res, secretario de Estado. 702, 836. 916. l!UGO. VfcTOR. * 156. 224, 339_ HULL. CORDELL. *1070, 1187. HUMBERTO. rey de Italia. 501 . . . . . 1266. Hungrla. 114, 138, 141, 142. 158. 160. 161, 168 a 170. 172, 176, 177, 261. 308, 309, **339, 345. 428, 457, 468, 526. 605. 652. 653. 680. 728. 730, 733. 790. 813, 829, 869 a 871, 873, .... 949, 961.
!035, 1066, 1083, 1176, 1213 a 1215, 1232. HUSSEIN. emir del Hedjaz. 687, 765, 785, 804, 886.
Q9~.
IBNSAUD, rey de Arabia. ..*765, 886, .... 1250. IBRAH!M BAJ. *86. IDRISS, MOHAMED S.uo. .. 884. IGKATIEV, diplom1ico ruso. *381, 383, 384. IKKI, KITA. escritor japons. .. 838. Ili, rio. *321. Ili, valle del. 321, 401, Iliria, 9, 142. lmbros, isla. *596, ... 880. Imperialismos. 343, 402, 476, 477, 484, 491. 512. 587, 615, ... 754, 756, 963, 1170, 1248, 1253, 1265. Imperialismos coloniales. 357. 391 a 404, 476. 477, 491, 512, 1265. Imperio: Alemn. *172, 316, 335, 337, 349, 352, 354, 369, 388, 406, 410, 411, 417, 432, 446, 456, 458, 525, 526, 591, 614, 652, 658, 682, 709, 733, (34. Austraco. *176, 205, 321. **354, ... 728 a 733, 870 . Rnrnico. 215, 360, 605. 757, 833, R80, .... 1057, 1089. 1111, 1152, 1170. Chino. 364. 401. 431, 465, 479, 559, .. 762, 918. 1261. Del Gran Mogol . .... 1261. De los aztecas . .... 1261. De los incas . .... 1261. Espaol. *22, 3Z, 50, 70. 72, 74, 75, 79, ~ 1262. . . Otomano. *9, 22, 23, 26, 29, 67, 82 a 35. 87, 93 a 97, 101, 107, 138, 150, 215. 234 a 236, :!41, 242. 267, 270, 353, 357, 379 a 386, 391, 410, 438, 443, 454, 481 a 483, 514 a 517, 546 a 548, 605. 611, 616 . . . . 659, 672, 673, 678. 682, 693, 764, 765. 774. 785, 804, 821, 878. 879, 1261. Ru<n. *205, 218, **464, 465, 602, 625, .. 651, 656, 673, 787. India. *3, 95, 106, 115, 179, 260, 274, ..401 a 404, 431, 442, 454, 486, 491, 498. 504, 505, 539 a 541, 543, 551, 555, 567. 577, 629, ... 665, 749, 755, 757, 758, 76~. 785, 786, 804, 809, 822, 830, 818, 8~9. 931. 932, .... 1238, 1240, 1245, 1246, 1254. India. factoras francesas de la. ... 1149. lndion lndependence Act. .... 1246. Indias eerlandesas. *184, **542, 570, 579, 634 . . . . 761, 818, .... 1110, 1122, 1153, 1181, 1183, 1186. 1190, 1222, 1241, 1244. Indico, ocano. *270, 391, 401, 432, 539, .... 1176. lndcd1ina. 0 4. 224, 152. 357, 399. 403, 431. 432, 498, 539, 541, 543. 544, ... 749,
....
760, 809, .... 1181 a 1183, 1185, 1187, 1188, 1222, 1240 a 1242. lndonema. 1185, 1243. Inglateua (v: Gran Bretaa). Institute o/ Pacific Re/arion<. ***1239. lnsulindia . . . 357, 1151, 1228, 124l. Internacional Comunista . ... 751, 757, 761, 798, 820, 824, 825, 829, 830, 865, 881, 889, 899, 929, 932, 9~4. 1011, 1087, 1243. . INUKAI, ministro japons..... 1028. Irn. ...830, 879, 881, 889, .... 1179, 1247 a 1249, 1260 (v. tambin Persia). Iraq o Irak . . . . 755, 809, 881, 885, 886, 932, 1161. 1246 a 1250, 1254. lravadi, rlo. *253, 321, ,..403. Irlanda, 0 116, 119, U,7, 129, 212. . . 415, 445, 589 a 591, 650, 6511'; 752, 894, .. 1228. Irlanda, mar di:. .. 695. Irlandeses de EE. VV . .. 699. ISABEL II, reina de Espafia. 91, 1'J9. lsHn, vizconde; estadista japons. . . . 71:2. Islam. *23, 94, 236. 394, 537, 551, 635, .. *665, 674. 687. 755, 760, 765, 822, 879, 886, .... 1238, 1254, 1261, 1266. Islandia. . . . . 1179. Isly, batalla del. *150. lsMAIL, jedive. ..391 a 394. Isonzo, rfo. ..680. Ispahn, ciudad. **551. Israelitas (v. ludios). Istria. 652, 663, 675, 769, 791. IsvoLSKY, ALEJANDRO. . . 467, 505, 506, 513, 545, 632. Italia. 3. 11, 16, 18, 39, 41, 44 a 47, 61 a 63, 68, 85, 104, 113 a 115, 118, 127, 128, 130 a 132, 138, 142, 151 154, 155, 158 a 164, 166, 170, 172, 177, 204. 205, 213, 214, 216, 217, 220, 222, 241, 255 a 266, 270, 271, 289.' 292, 293. 295, 308, 312, 316, 317, 321. 322, 337 a 339, 346, 353, 357, 361. 368, 391, 392, 397 a 399, 404, 408. 411; 412 a 417, 423, 431, 436, 442, 450, 463, 467, 468, 473, 476, 478, 492, >494. 498, 499, 501, 507. 509, 510. 516, 520, 526, 527, 553. 595. 600. 601, 605, 613, 615. 619, 633, *653. 662 a 664, 672, 674 a 677. f.79. 681. 682, 706 a 709, 717, 723, 7'.11, 733, 742. 743, 747. 749 a 751, 760. 768, 769. 772, 776. 783. 785, 786, 790, /91, 798, 801 a 804. 823 a 825, 827. 628, 851, 863, 869, 872, 874 a 880 .88i. ~88. 895. 896, 924. 926, 929, 945, 952, 956 a 958, 960, 961, 965, 967. 969, 970, 983 a 986, 993. 995, 996, 1000 8 1002, 1004 a 1009. 1012, 1017, 1018. 1020 a 1027. 1035. 1036. 1038, 1049, 1054, 1056, 1058 a 1061. 1063, 1066, 1068, 1069, 1071. 1073. 1080, 1081, 1089, 1101. 1115, 1119. 1125, 1133, 1134, 1136 a 1139, 1142, 1145. 1149, 1151, 1155. 1160, 1161. 1174, 1176, 1180, 1206 a 1208. 1210 a 1216. 1220, 1228 a 1230; 1249, 1250, 1252. 1266.
1292
INDICE ALfABETICO
INDICE ALFABET!CO
1293
653, 752, 769, 791, 801. Italianos del Trentino. *316, .. 345, 413, 615, 653, 752, 791. Italianos de Tries/e. 316. 345, 413, 553, 615, 0 653, 752, 791. ITRBIDE. 0 70. lWAKURA, prncipe. 365. !WASAKI, barn . . . . 838, 839.
JUREZ, poltico mejicano. 279 a 28 t. Judos. ~423, 548, 657, 673, 699, 884,
143,
158.
KOLPJNG. 'l 17. KOLTCHAK, almrame . . . . 782. lCOLLAR, escrtor checo. J 39. Konich. baralia de. 96. Konoptsch. dudad. *621. KONOYE. pnmer mn1s1ro 1apons. 1182.
*139.
K
Kabala. *677, 678. Kachubes, regin de los. ...787. 788. Kagoshima. 247. K:anardji, tratado de. 84, 234, 241. K:algan. *251. lCALLAY, presidente del Consejo hngaro.
L:-.nsing-lshii, tratado. ...712. Laos. **403, 404, 541. La Paz, ciudad. '*914. La Plata, rlo de. 68, 69, 71, 72. LARNAUDE. jurista francs. 800. LARROQUE, ALBERT. . . 568. Lauenburgo, ducado d:. * 135. Lausana. 510, .. *875, 880, .... 987. Lausana, co11/ere11cia de . ... 880. Lausana, tratado de 1912. **510, .. *875.
... 987.
J
JACKSON, general. 75. JACOBY, poltico prusiano. 0 115. JACQUES, AMDE. ..568. Jachimov, ciudad. .. 873. Jaffa, ciudad. 885. JAGOW, von; ministro alemn . . . 591. Jamaica, isla . . . . . 1238. Jameson, "raid" de .. 477. Japn, 0 4, 105, 180, 181, 206, 207, 224,
0
204, 261.
KoTZEBUE. periodista alcman. '44. Kowcit. , .. 881, 886. KRAUSE, CARLOS; escrtor alemrin. 21. Krediranstalt. 213. Krcuznach, cudad. 709. KRILENKO. general. 722 . KRIVOCllEJNE, mnislro ruso . . . 602. Kronstadt (v. Cronstadt). KRPP, ALFREDO. \ !4. KRUPP, f,; industnal alemn. 607. Kuang-Chen-Uan, ciudad. 479. Kuang-Si, provincia de. 225, .. 403. Kuang-Tung. tcrritono. .. 574. Kub1schev, ciudad. .. .. 1~33 KU11LMANN, RICHARD \'OS . . . . 710. 715, 721,
.... 1215.
Kallet-ez-Zeituna: acuerdl-. ... 761. KAMENEV. poltico so Vi l i e o. .. 722 .... 1055: Kamawaga, tratado de. *245. Kansas, Estado de. *230. lCANT, MANUEL. *20. lCARAVELOF, poltico blgaro. ..389. Karlsruhe. 304. Karput, 'ciudad. **548. Kars, ciudad . . . 384. 385. K:artum. ..554. 558. K:atanga . . . 557. lCATKOF. periodista ruso . . . 416. ICHO, barn: poltico japons. .. 683. lCATSURA. poltico japons. 577. KAUTSKY, socialista alemn. ...768. Kazakstn. .. 1118. K:azn. ..537. lCEITEL, general. .... 1174, 1175. Ke/zal Club. 838. lCELLOGO. FRANK B.; sccre1ario de Estado. 853, 900, 917, 921. KEMAL, MUSTAF. 764, 766, 823, 879,
226, 227, 231, 244 a 247, 252, 253, 323, 324, 0 327, 363 a 366, 436, 438, 442, 448, 449, 472, 473, 478. 479, 484, 491, 494, 496 a 498, 502, 504. 510, 539, 543. 570, 572, 574, 376 a 579, 585 a 587, 589, 632, 633, 635, 667, 669, 682 a 685, 703, 710 a 712. 726, 749, 762, 764. 767, 768, 783, 784, 813, 815, 816, 818, 838, 839, 893, 894, 896, 897, 901, 903, 932, 945, 956, 963, 973, 977, 979. 981, 982, 1020. 1027 a 1033. 1059, 1060, 1069, 1081, 1089, 1101, 1121 a 1123, 1174, 1176, 1177, 1180 a 1189, 1194, 1195, 1201, 1203, 1222 a 1225, 1240 a 1242, 1244, 1259, 1262. ,
Jartum, ciudad (v. Kartum). JASPERS, lCARL. 0 1269. Java, isla. 358, 542, .... 1244. Jccker, bonos. 0 280, 281. JEFF!UtSON, estadista norteamedcano.
736, 737.
K11!111rkampf. 371, .. ' 1266. K110111intang, partido . . . . 823, 897 a 901,
61.
LEMONNIER, CHARLES : publicsta francs.
903 .... 964 1121 Kurd~s. 481: 546 .. Kurilcs. islas. 364 ..... 1189.
Kuznc1s, ciudad . . . 539. Kyoto . .,...,~ 247
L
LADD. \V.; urista americano. * 124. LA FARINA, poltco italiano. '257. L.\ FERRONNAYS. ministro francs. *86, 87. LAFFITTE, presidente del Consejo. * 16. 56. LAGARDE. PAUL DE. escritor. .... 959. L;. GRANDIERE, almiranie de (v. Grandire). LAGREN, diplomtco. * 187 .. Lalla-Marnta, tratado de. *150. LA MARMORA. poltico italiano. 260. LAMARTINE. A. DE. mmistro de Negocios Ex1r~n1cros en 18.JS. '156, 163, 164, 166, 224. LAMllRUSCl!!SI. cardenal. * 130. LAMENNA!S, f, DE. * 116. LAMSDORF. conde: ministro ruso. ..467,
880.
00
'
.. ,-666 771
583.
Jehol. 574, .585, 971, 978, 1029. JELLICOE, almirante. u705, Jemmapes, batalla de. 51. Jena, "139. JENKES, M. 215. Jerusaln. 234, 765, 885. Jesuitas. *269. 559. J1NNAH, jefe de la "Liga musulmana" hind . . . . . 1245, 1246. JooL, general alemn . . . . . 1174. JOHANNET, REN. ... 1008. JOINVILLB, prlncipe de. *150. Jol, archipilago de. 0 187. Jnicas, islas. 0 82, 87. JoNNART. poltico francs. 679. JORGE 111, rey de Inglaterra. 32. JoROE IV, rey de Inglaterra. 32. JORGE V, rey de Inglaterra . . . 525 "Joumal de Moscou" (v. Diario de Mosc). Joven Europa. 120, 129. Joven Italia. 0 129. JUAN, prncipe de Portugal. 7Q.
Kentucky, Estado de. *228. 1Cenya. 556. ~ERENSKY, estadista ruso . . . . 716 a 719. lCETTELER, monseor. 1J7. KBYNES. ]OHN MAYNARD. 850. 928.
**339. LENIN, V. ***656, 692, 707, 715, 716, 718, 722 a 724, 726, 750, 756, 757, 782, 829, 830, 859. 864. 899. Leningrado. .t 1118, 1178. LEN Xlll. pontificc. 411, 412, 451. LEOPOLDO I, rey de Blgica. '57, 99, 150. LEOPOLDO lI. rey de Blgica. '*357 a 359, 400. LEOPOLDO Ill, rey de Blgca. 1042, 1066, 1130 a 1132.
LEOPOLDO DE JIOIJE'IZOLLERN. prncipe.
.... 951.
so3,
271, .. 395.
Letonia. '774, *952, 086, 1!75. LEYSKI. jefe de la insurreccin blgar::i. .. 380. Lhasa. ciudad. 545 L1AO-TUNG. peninsula. 479, 574. Lbano. *27~. .. 067. 1250, 1251. Libnalismo poltico. '49, 52, 62, 63, 65,
686, 897.
lC!DERLEN 'WACHTER, ministro alemn .. 533. 1(100, poltico japons. tt 1223, 1224. K:iel. *137, 162. 284, 287, 292, .. 739. Kienthal, ciudad. 692. K:iev. ciudad. 602. 7 2 O. i 2 9,
.... 1178.
Kioto. 227. lC!PllNG, RUDYARD. **359. K:iruna, ciudad. 1126. lCITCHENER, general. **478, .. *687. lCIYINO, virrey de Cantn. *186. K:lagenfurt. ***790. K:lessheim, ciudad. .. 1218. lConA YASHI. poltico japons. .. .. 1181. Kob, isla. 895. KOOALNICEANU. escritor rumano. ! 38. 1Co1so. diplomtico japons. .. * l 223.
505.
Lancashire. *114. 179. 273, 541. LANCKEN, diplomtico akmrin. ..709. Landtag de Alsac1a-l.oren:1. '446. LASGER. \\'11 LlAM . . . . . ! 188. Langson, batalla de . .. 403. LANSllllRY, poli1co ingls 970. LANSDOWSE. lord; llllllhlrO ingls. ..484,
488, 502.
LANSISG. secretario de Estado.
668,
67. 91, 120, D2. 146. 154, .. 359, 444. 820, 1093. Liberia, Repblica de. 553. Libatad de los 111ares. *274, ... 696, 742, 933. Libia. ..675, 760. 783, oJ9, 884, 888, 932. *960. 1067. lll, 1145, 1151. 1152, 1156, 1158, il60, 1161, 1208. !246. 1252 a 1254. Librt'cambismo. 125. 147, 2.16, '*337, 358, ,, .. 916.
1294
INDICE ALFABETICO
INDICE ALFABETICO
1295
u653,
Llr.ja. 0 16. 53, 54 . . . . 693, 709, 710. Liga: Arabe . .... 1251, 1253. Checoslovaca. .. 729. de la enseanza . .. 342. de los B orbones. 151. de los neutrales. 312. 313. de patriotas. ..343, 376. para la independencia de A 11 na m. . 1242. 1243. Llguria. 16. LiUe. 123. Lima.. .. 566, ... 913. Lirnburgo. 56, 57. LIN: virrey de Cantn. ( 81. LINCOLN, ABRAHN. 230, 274, 276, 278, 279. Liorna. .. 662. Lippe, principado de. 3 l. Lisboa. 70, .. 559, .... 1163. 1210, l2ll. LIST, FEDERICO; economista lemn. t t 3, 118. LI-TA-CHAO, escritor chino. ...763 824. 897. . Lituania y lituanos . .. 673, 709. 710, 720, 721. 7~4. 788, 858, .... 1072, 085, l 130, 1175, d78, 1217. L1TV1Nov. di p 1 o m tico ruso. s86, 914, 1043, 1044, 1068, 1078 1084 1085. . . . Livonia . . . 338, ... 721, 726, 727, Livorno (v. Liorna). Lr-YuAN-HONG, polftco chino . . . . 71 l. LOBANOF, prncipe. . . 467. Locarno, tratados de. 350 a 852, 865, 866, 921- 922, 930, 933, 945, 968, 1005, 1012. 1014, 1040, 1044, 1057, 1063, 1064, 1067. LOCKART. diplomtico ingls . . . . 726. LoDGE; senador norteamericano. .. 806 a 808, 920. Log, ro. ..401. Lomba.rda. 16, 18, 154, 167. 256, 316, .... 1228. Lombardo-Vneto. 17, .18, 118, 127, 130. 131, 138, 142, 153, 155, 159, 163, 166, 168. 170, 260, 316. Londres. 33, 60, 67, 99, !28, 169, 179, 191. 193. 2!5, 268, 275, 308, 309, 314, 384, 409, 410, 453, 483, 500, 504, 505, 513. 515, 518, 530, 531, 604 a 606, 629, ... 661. 688, 689, 705, 708, 748, 753, 791. 802, 803, 819, 848, 859, 864, 901, 906, 934, 961, 1009, 1023, 1032, 1038, 1044, 1062, 1065, 1069. 1073, 1074, 1078, 1083, 1089, 1097, 1149, 1163, 1194, 1196, 1197. 1201, 12!0. 1213, 1215, 1217. 1218, 1229. Londres, declaracin dt'. 660. Londres, pacto de ... 191. Londres, tratado de 1827. s5. tratado de 1852. 283. tratado de 1915. "*661, 675, 769. Longwy, ;iudad. *600. Lorena. *310, 316, .. 343, 361, 369, 374,
375, 377, 398, 589, 591, 601, 693, 740, 803 (v. tambin Alsacia-Lorena). Lotena, Casa de. 262. 312. Lorcna francesa. 312, 316, .. 342, 361, 375, 377, 600 (Y. tambin Alsacia-Lorena). LORIMER, JAMES; juris1a ingls. .. 338.
LORNSEN. ( 3 7. LOUCl!EUR, Lours;
Malaca, pennsula, 252, .... 1190. Malasia . . . 579, 634, .... 1185, 1186, 1241
a 1246.
MALINOFF, ministro blgaro. . . 607, 608. M:ilta, isla de. 82, 264, 269, 360, 391,
729. 399. Materias primas. ...653, 654, 668, 690, 818, 864, 926, .... 970, 1024, 1053, 1108, 1115, 1120, 1151, 1166, 1177, 1182, 1183, 1185, 1222, 1228, 1231, i233, 1235 a 1237, 1241. MATHIEU, -48. MATSUOKA, diplomtico japons. . . . . 1183. MAURIN, general y ministro. . . . *1016. MAURRAS, CHARLES. 459. MAX DE. BADEN, canciller alemn; 735, 740. ,. MAXIMILIANO, emperador de Mjico. *281, 282.
Ma.ssaua, ciudad.
.. 801, 929.
m i n ist ro
francs.
Lovccn, montaa. 619. Lublin, ciudad. ... 1200. 120 l. LUCQUES. duque de. 73_ LUOENDORFF, general. ... 680, 716, 726, 734 a 736, 738 a 740. Luis XIV. 149, .... 1262, 1271. Luis XVIII. 0 42, 44, 47, 48. Luis FELIPE l. 36. 51, 54 a 57, 62, 65,
67, 89, 98 a 101, 123, 148 a 150. 152, 154, 156, 158, 162, 163, 171, 201, 202. 220, 310, 323, .. 389, . LUIS NAPOLEN (v. Napolen l:l). Luisiana. 74, 190, 195. Lulea, ciudad. J 126 a 1128. Lutzow", crucero. * 1130. Lustania, torpedeamiento del . ... 697. Luxemburgo. 56, 57, 216, 299, 302. 310, 375, 457, .... 952, 1017. Lvov. ciudad . . . 446, 594. LYAumv, general. 555, ... 760. Lnm. 128, .. 601.
LYTTON. presidente de Manchuria. 919. la comisin para
M
MAcc10, diplom. i1aJiano. 398. MAC[JQNALD, RAMSAY. poltico
ingls.
MAc DoUGALL. senador americano. 207. Macedonia. 384, 446, 481, 514 a 516,
594, ... 662, 677, 713, 752. 792, 876 .. 1213. MAC-MAllON. mariscal. .. 371, 373. 407. Madagascar. 224, **357, 360. 399 .. .. 1231. ' MADERO, presidente de Mjico. 586. MADISON, presidente de los EE. UU. 75. Madrid. 45, 70, 72, 73, 92, 151, .. 531. 161, 1020. 1022, 1145, 1153 . Maestricht, ciudad. ... ! l 32. MAFFEY. diplomtico ingls. .. 986. Magallanes, estrecho de. ..587.
Maghrcb {v. Moglrreb). Magiares. JJ9, 138, 141, 142, 154, 159 a 161, 168 a 170, 176, 212. 308, 311, 313, 345, 353. 354, 527, ... 653, 658, 752, 774, 790, 872, 928. Maginot. linea . .... 965, 1107. 1131. Magnitogorsk, ciudad . . . . . l 233. MAHAN, ALFRED: almiranle . . . 362, 971. MA!IDI. ..431. Maine, Estado del. 0 190, 201. Malaca, estrecho de. 105, .... 1181.
ns, 128, 129, 160, 171, 176, 204, 256, 263 Me Aooo, secretario del Tesoro de Estados Unidos. 905. ti! Meca, La. *635, 687, 886. Mediterrneo. *27, 29, 49, 83, 86, 88 a 95, 101, 102, 107, 149, 150, 156, 235, 237, 255, 265, 267, 269, 271, 318, 319, 352, 353, 357, 383, 391, 415, 416, 432, 465, 468. 485, 504, 510, 522, 530, 550, ...658, 659, 662, 695, 747, 769, 785, 786, 801, 828, 832, 869, 874, 878, 887, 888, .... 960, 963, 1006, 1009, 1018, 1021 a 1024, 1026, 1027, 1034, 1038, 1040, 1067, 1068, 1073, 1088, 1101, 1125, 1133, 1134, 1141, 1145, 1148, 1151, 1152, 1154 a 1156, 1175. 1177, 1194, 1195, 1206, 1208, 1240, 1249, 1260, 1262. Mediterrneo, batalla del . .... 54 a 1156, 1159 a 1161, 1163, 1171, 1175, 1177, 1194, 1206. MEHEMET. ALf. 0 267, 324. MEHEMET SAID, jedive. *267. Mein. 174, 296, 299, 305, 319. "Mein Kampf'. 957, 958, 960, 963, 965, 966; 968. 977, 989, 990, 992, 993, 1004, 1035, 1053. 1085, 1087, 1093, 1141, 1174. Mjico. 69, 71, 79, 80.~105, 111, 189, 190 a 193, 195 a 197, 202, 220, 222, 244, 269, 275, 279, 280 a 282, 298, **472, 570, 584, 586, 666, 688, 689, 703, 905, 907, 914, 1120. Mjico, golfo de. **472. Mekong, ro. 2s2 a 254, **403, 404. MELBOURNE, lord. 100. M~LINE, polftico francs. ..337. MELNIK. nacionalista ucraniano. .. .. 1178. Memel, territorio de. .. 1012. Menam, rfo. *403, 404. MF.NCHIKOFF. diplomtico ruso. 235, 239.
MENSDORFF-Pouuv.
0
ministro
austraco.
290.
1164.
Merv, oasis de . . . 401.
1296
INDICE ALFABETICO
(
INDICE ALFABETICO
1297
Mesina, estrecho de. 263, 265. Mesopolamia. u492, 550, ... 687, 786, 804, 10. 29 a 31, 38, 39, 44, 46, 47. 54, 61. 62. 64, 6~. 67, 82, 91, 97, 132, l33, 142, 143, 145 a 147, 152, 153, 155, 156, 158, 161 a 163, 204. 322. ' METIERNICH. RICARDO DE. J.23, 292, 293. Mzieres, ciudad. 736. MICHELET. JULIO. *20, 212. l'rf igraciones interco111menta/es. .. 367, ... 885. MIGUEL, pretendiente de Portugal. *91. MIGUEL, rey de Ruma.nia. H*1213. 1216. MIHAILOVICH, general yugoslavo . . . . . 1213. MIKLAS, presidente de Austria . . . . . 1035, 1036. METIERNICH. prncipe de. M1KOLAIZYK, presiden!" del Comit nacional polaco. uu1200.
MOLTKE. mariscaJ. 288, 291, 302, .. 61 l. MoMMSEN, T., historiador aleman. *322. Monastir, ciudad. ..607. MONCHOUX. * 19'. Nankin, tratado de. *184 a 186. NAPIER. lord. 294.
885.
MuNSTER, embaador alemn. ..376. MURAVIEFP, general. 206, 244, .. 485. Murmansk, ciudad. ."657, 686, 779 782
i\foneda. 814, 816, 844, 846, 848, 853, 949, 951, 952, 954, 968, 1028. Mongolia (v. Mogo/ia). MoNROE. 15: 76, 78, 79, 190. Monroe, doctrina de. 78, 105, 194. 197, 199, 202. 231, 273, 275, 281, .. 362. 471 . so1. 905, 914, 916. 917, .... 1031. Mons. *54.
MoNTAGU, secretario de Estado ngls.
... 758.
MONTALEMBERT. *166, 294, MoNTANELLI, poltico italiano. 15'9. Montaas Rocosas. !95, 196. . . 362. Montdidier. ciudad. .. 716, 734. Montecitorio. ..675. Montenegro. ..379, 380, 381, 384, 385, MONTESQUIEU, barn de. 546. Montevideo. .. 688. Montgomery, congreso de. 228. MONTIGNY. di:l!omt1co. *253. MoNntoRENCY, M.: ministro francs, 48. Montoirc, e11treds1a Je. .. .. 1156, 1157, Montpellier, cudad . . . . . 1154. MoNTPl!NSIER, duque de. t49. Montreux, convenio de. )068,
MURPHY. diplom. norteamericano ..... 1168. Murphy-Weygand, acuerdo. H 1!68. MURRAY, DAVID. . . 366. MURRl. abate . . . . 663. MussOLINI. BENITO. . . . 663, 676, 732, 751. 801, 828, 863, 864, 872 a 874, 884, 888, 889, .... 952. 961, 96::!., 984, 985, 991, 995, 1001 a 1003, 1005, 1006. 1009, 1017, 1018, 1021. 1023, 1026. 1027, 1036, 1039, 1054, 1059, 1060, 1062, !072. 1074. 1079, 1080, 1081, 1089, 1106, 1117. 1133. 1136 a ! 139, 1148, 1154, 1177, !180. 1189, 1206 a 1210, 1212. 1217. 1271. MuTSUHTO, emperador dei' Japn. 366.
1129.
.. 651.
al e m n.
s6.
Mil. expedicin de los. *263. Miln. no, 164, .. 676. .. 1026. 1136, 1207. Milanesado. 16. MILANO, rey de Serbia. 443. 512. MILINKOFF. ministro ruso . . . . 707, 717.
M1LI.ERAND,
N
Nacionalidades. * 117, 321, 322. 338, 339, 379, 468, 508, 526, 527, 589, 591. 594, 615, 624, 636, 637, 650, 65~ 653, 658, 707, 712, 713, 718. 724, 728 a 733, 752, 758, 763, 765, 769, 773, 775, 776, 786 a 789. 792, 820, 821, 872, 889, 932 ..... 989, 992, 1174, 1214, 1252, 1262. Nacwnalismos. 322, 323, .. 337, 340, 359, 389, 394, 395, 444, 451. 468, 498, 512, 514, 516. 517. 526, 543, 556, 580, 589, 590, 591, 594. 596, 615, 616, 618, ... 650, 653, 657, 658. 686, 687, 712, 713, 728, 752, 755. 758, 760, 761, 763, 764, 767, 768. 786, 791, 798, 809, 820, 822, 823, 826, 851, 879, 884. 889, 893, 897, 932, .... 954. 955, 981. 1028, 1057, lli9, 1214, 1238, 1240. 1242 a 1245, 1249, 1252. 1254. 126~ Naco11es Unidas. 1252. NADIR KHAN. .. 891. NADOLNY, diplom. akm<ln . . . . . 974. Nagasakt, 221 . . . . . 1223. NAHAS, primer ministro egipcio, .... 1250. 1252. Namur. 16, ... 693, .. 1132: Nancy, ciudad. 600. c. Nank!n. ! 83, 184, 226, 249, 250 . . . . 898 a 901 ..... 1030, 1031, !033. 1121. NAPOLEN l. 37, 40, 71, 73, 149, 273, .. 372, .... 1271. NAPOLEN Ill. 168. 169, 171, 173 a 175, 205, 215. 218. 220. 222, 237, 239, 241 a 243, 251. 253, 255. 257 a 262, 264 u 271. 275, 277 a 282, 289, 291 a 299, 301. 302, 304 a 312. 318, 319, 323, 324, 337, 1087. 1271 . NAPOLEN-JERNIMO. pr!ncpe. 259, 262, 292. Npolcs. 44, 46, 47, 49, 114. 151, 160, 263 a 265, .. 0 1212. Narvik. ciuda.d . . . . . 1127, 1128. Natal, colonia de . . . 477, 555, 556, ... 759, .. .. 1254.
RC!'OOU\'JN.
620.
A.;
presidente
de
Francia.
... 844. 871. Millspangh, misin. 890, .. 1248. Minas Geriies, estado de. 566. Mincio. ro. *262. Minsk, ciudad. ...858. MINTO. lord. 155. MtQUEL. poltico prusiano. *285. Miqudn, isla. 360. MIRAMN, poltico mejicano. 279, 280. MIRANDA. 79. Mrntnl!L, general De. 4is. Misones religiosas. 106, 185, 186, 187, 432. 546, 548, 551. 559. Mississipp, do. 72. 74, !05. ..362. Mi,jlene, isla. **596. Mfovitsa, ciudad. *607. Mitsubislii. Trust. **571, 578, .. *838. MITSUI, barn. **57!. *839. "'Millela/rika" 561. "Mittekuropa". *285. 65 l. Mobilc, puerto de. 75. Mdcna, ducado de. t4, 61, 1:!.7. 132, 155. 261, 264. ~foghreb. 492, 553, !253. Mogolia. ! 80, 25 f. 510, 545, .... 973, 1030, 1032. . MOHAMED-ALf. jedive. 93, 94, 95, 96, 97, 98. lOO, 101. MOHAMl!D IDRISS. ***760. MOHAMl!D MIRZA, sha. 106.
MoHRENHEIM. barn de; diplomtico ruso.
1159 a 1162.
1125.
1176, 1201.
Morava, rio. 353, 384. Moravia 114, 139, 140 . . . . . 1072. MORAZI!, CHARLES . . . . . 1257. More a. s3 a 87, 93. Morgan, banca. 585, 698. 704, 848,
907.
!\1oRNY. duque de. 220. 258. 280. MORROW. DWIGHT . . . . 907. Mosc. ~779, 820, 829, 861, 866. 889, 899. 929. .. .. 1004. 1005, 1040. 1048,
**427.
MOLA, general espafiol. H"*1022. Moldavia. *87, 88. 104. 137, 212, 234, 258.
1 1
293, 321, 792. Mout presidente del Conseo .francs. 192. MOLOTOV, mmtstro ruso. t078, 1084 a 1086, 1176. 1202.
1062, 1069. 1077, 1078, 1084, 1085, 1175, 1178, 1179, 1189. 1196-1200, 1216. Mosela, ro . . . . . 1042. Mosquitos, costa de los. *197, 199. ~'10SSADEQ, poltico ocrsa. .. .. 1248 Mosul, ciudad. ...785, 804. 885 a 887. 'vfOTZ. 18, 65, 118. 'Vfozambique. n477, 556, 559. 560. Mudania; armisticio de. 880. Mudros, isla . . . . 742. Muharrem, decreto de . . . 541. Mukden, ciudad . . . 497, 978. Mulhousc. *123. MLLER. HERMANN; p o 1 ti e o alemn. ... 798, 853. Mnchengratz, acuerdos de. 67. 92. 96, 1 105. 145. Munich, *285, 303, 620, .... 1112. Munich, conferencia de . .... 1035, 1041, 1047, 1049, 1062, 1065, 1066, 1068, 1073, 1074. 1080, 1087, 1091. 1097, 1113, ! 121.
Nazismo . ... 945, 959, 960, 967, 974. 986, 989 a 991, 1010. 1034, 1052. 1085, 1094, 1111, 1113. 1180, 1215, 1219, Nedjed, Estado del. .. 765, 886. NEF. JoHN. .. 1268. Negro, mar. 10. 83, 96, 97, 101. 233, 238, 239, 242, 313, 314, 353, 415. 417, 482, 510. 547. 548, 792. NEHRU, PANDHIT . . . . . 1245, 1246. NEKLUDOV, diplomt1co ruso . . . 515. NEMOURS, duque de. 56 . Neo-giiel/Jsmo. *256 (v. Gioberti). NESSELRODI!, canciller ruso. *76, 162, 294. N estoranos. .. 551. Nettuno, ciudad. ...874. 875. Neuilly, tratado de . ... 747, 792, 876. Neutralidad. 297, 313, 350, 409, 410, 416. 520, 613, 647, 648, 654. 660. 662 a 664. 667. 669, 675, 679. 695 a 698, 700. 702, 703, 706, 718, 972, 1069, 1087. 1125, 1126, 1130, 1131, 1136, 1137. 1142, 1162, 1165, 1216. 1247, 1248. Neutralidad. leyes en los EE. UU .... 66'1. 972, 973, 1007, 1069, 1097. Nevada, Estado de. J96. Newcastle. "277. "New Dea/", .... 951, 953, 954, 971. Nczib, batalla de. 0 96. Nicaragua. 0 196, 197. 199, .. 584. H906, 912, 917. N1coLs !, zar. 28. 54, 85. 97, 98, 145, 146, 165, 168, 169, 174 a !76, 205. 206. 234, 236 a 238, 240, 241. NICOLS II de Rusia . . . 427, 465, 466, 497, 503, 515, 617, 636, 657, 707. 729. Nrcoum, G. B.; escritor italiano. *128. NICllOLS. H. G ..... 1010. NtEUUllR. escritor alemn. 63. NIEL, mariscal. *301, 310. N IEMOLLER. pastor aleman. .. .. 1112. NIETZSCHE, filsofo alemn. ' ' 959. Nger, r!o. "399, 454, 477, 558. Nigeria . . . 399, 477, 556. Nilo, ro . . . 431, 432, 476 a 478 . . . ,884. Nilo Azul, rio . .,492, .. ,.984, 985. 1067. Ningp, 'ciudad. .. 544. Ningp, batalla de. *183. NINTCll!TCH, polflico yugosla.vo. ..,875. N1rr1. estadista Jlaliano. ...827. Niza. 265, 316. '414, 0 . . 1062. Nobel, "trust'', ... 863. "No intervencin". (v. guerra c:vi/ espaola). Nou, FAN . . . . 875. Normandfa. 274 . . . . . 1199, 1200; 1216. Normanda. desembarco en . .... 1199. 1200, 1216 a 1218, 1220, 1223. Norte, mar del. 285, .. 347, 458, 521, 613, ... 657, 695, .... 1131.
NORTIICLIFFI!. lord; periodista ingls. 444.
II.-83
1298
INDICE ALFABET!CO
INDICE ALFABETICO
1299
Noruega . . . 528, 529, 661, .... 1017, 1125 a 1128, 1136, 1137, 1194. NoULENS, embajador de Francia. .. 126. Novara, batalla de. t 60, 170, 17 !. Novibazar. 381. 385. Novorossik. 97. Nueva Granada. 22, 197. Nueva Guinea. 432, 542. Nueva Inglaterra. 189, 229, 580, *666, Nueva Orlens. tos, 277. Nueva York. 72, 115, 268, 690, 698, Nueva Zelanda. tos. 186, 0 576. Nuevo-Mjico. * 196. Nuremberg. .. 938. NURY-SAID, presidente iraqul. " 1250,
698.
Ortodoxos. *318, .. 4SI, S27, 537, 548. 551. 636, 6S2, 752, 769, 792, 875, 885. Osaka. *227, 247. Oslo, ciudad . . . . . 1017, !!27, 1129 Ostrava, ciudad. 790, 859. Otranto, canal de. ..595, 0 * 0 675. 874. .... 1073. Ottawa, acuerdos de . ... 0 9S2, 1028. Orro DE HABSDURGO. archiduque ..... 1215, Ouenza, minas de. 5.54. OWEN. RouERTO. 116.
p
PABLO, regente de Yugoslavia . . . . . 1061. Pacffico, ocano. '4. 27, 28, 105, 106, i 11.
1251.
NYE. senador norteamericano. .. "972.
o
Obersalzberg, conferencia del (v. Berchtes-
garden).
Obock. 270, .. 399. OBREGN, presidente de Mjico . . . . 907. 0BRENOVICH, Miguel. .. 380. ODRENOVICH. Milano. 387, 388. 0DRENOVITCH, MILOCH. *23. OBRUTCHEV, general. .. 426, 427. Oceana. *105, .. 362, .... 1237. O'CoNNELL, poHtco irlands. 0 127. Oder, rlo. 1200. Odesa. *42, 82, 233, 674, 779. .. 1109. Ogasawara, islas.. 364. Ogon, rfo. 400, 401. Ohfo, Estado de . . . 580. Ohfo, rfo. *229. 0KADA. almirante japons. .. .. 1028. Okinawa, isla de. 1222, 1223. OKUDO, estadista japons. *247, 324, .. 364,
365.
OKUMA. estadista japons. 578. Oldemburgo, principado de. 0 31, 133. Olmtz, puntos de. "173, 17S, .205. 240. 0LLIVIER. EMILIO. 0 302, 304, 305, 312. 0NCKEN, HERMANN. 00 457. Opio, g1terra del (v. Guerra del opio). Oppeln, ciudad. 1200. Orn . . . 461. .... 1145, 1153. Orange-Nassau. dinasta de. *S 1. RANGE, prncipe de. 56. Oran(e. Repblica de. 455, 477, 555, 556,
180, 186, 187, 189. 195, 196, 206, 244, 250, 323, 357, 366, 432, 437, 479 a 481, 497, 539, 576, 581. 585 a 587, 686, 703, 711. 768, 783, 836, 838. 894 a 897, 915, 1032, 1061. 1101, 1121 a 1123, 1149, 1177, 1180, 1183, 1186, 1189, 1190, 1194, 1195. 1204, 1222 a 1224,.1234, 1239, 1244. 1263. Pacifismo. 469, .. 655, 753, 920. Pacto: de Cor/, 1917 .. 0 730. de las Naciones Unidas . .... 1196, 1252. 1253. de Londres, 1914 . .. 0 808, 810. de renuncia a lp guerra. 1928. .. 9~ l. 933. franco-sovitico ( 1935 }. 974. germano-sovitico. 1082. tripartito. (A lema ni a - ltalia-Jar1i::, 1116, 1184. "Pacto de acero". 1079, 1081, 11:\8, 1207, 1210. Pacto de Familia. n. PACHITCH. N.: estadista serbio. 619, ...730.. . Padres blancos . .. 559. Padres de/ Espritu Santo. 00 559.
Pagny-sur-Moselle, ciudad. 377. PAHLEVI, REZA, Sha de Persia . . . . . 1247. Pafses Bajos. 12. 15, 40, 51, 53 a 57. 69.
155, 156, 163, 165, 167, 168, 170, 173, 182, 186, 191, 193, 201, 237, 242, 248, 265, 267, 268, 275, 277, 294, 3~2. 323. Pampa argentina. 0 202, 562. Panam, canal de. 494 a 497, 586, 587, 666, .... 1120. Panam, istmo. 837. Panam, repblica de. 427, 494, 905, 906. Panamericanismo. 74, 80, 202, .. 583. Paneslavismo .. 353, 381, 527, 636. Pangermanismo. 457, 4S8, 559. PAPEN, canciller alemn . . . . . 988. Paraguay. 0 *566, 915. Paraguay. rfo. 915. PARDO. EDUARDO; escritor. .. 583. Pars. 54; 60, 67, 70, 82, 99, 104, 124, 128, 138, 150, 151, 184, 191, 193, 243, 268, 275, 289, 376, 418, 423, 427, 447, 500, 501, 503, 513, 518, 530, 548, 604 a 606, 608. 609, 618, 627, 689, 693, 708, 723, 753, 773, 775, 803, 853, 854, 859, 864, 906, 933, 988, 1003, 1005, 1009, 1014, 1015, 1044, 1046, 1062, 1065, 1069, 1070, 1073, 1077, 1078, 1097, 1157, 1159, 1220. Pars, protocolos de . .... 1158, 1161, 1164, Pars, segundo tratado de. 38, 39, 42. Parma, ducado de. * 14, 61, 127, 155, 258, ' 261, 264. Paro obrero. .. 818, 8 6 4, 9 2 6, 9 2 9, ... 950, 964, 1160, 1252. PASKIEVITCH, general. *60. PAULUS, general alemn. 1197, 1217. PAYER, vicecanciller alemn. ...734. Paz de San Stfano. 384. Paz. tentativas de (1914-1918), 677, 681, 692, 706 a 710, 713, 715 a 725, 730, 731, 733 a 737. "Peace Ballott" . .... 1009. Pearl Harbour, rada. 0 1180, 1184 a 1189, 1190. PECQUEUR, CONSTANTINO. 124. PEDRO. de Portugal. 10, 91. PEDRO EL GRANDE, de Rusia. 975.
PEDRO KARAGEOROEVITCH, rey de Serbia.
Perm, ciudad. 607. J>ERROUX, FRANCISCO. 954. PERRY, comodoro. 245, 364. PERsHING, general norteamericano . . . . 689,
.... 1046.
00 402, 431, 491, 505, 518, 550. 551, 687, 806, 881, 889 a 891, .... 1176. Prsico, golfo. *95, 106, ..431, 485, 491, 492, 511, 550, 551, 687, 804, 878, 881, 1247, 1249. PmtstoNY, polftico francs. *174, 258, 277. Per, 0 69 a 71, 80, .. 564 a 566, 584, .. 688, 910, 913, 914, .... 1235, 1236. Pescadores, islas de los. 479. PETAIN, mariscal. ... 884, .... 1147, 1148, 1154, 1157, 1161 a 1163. Petchili, golfo de. 0 183, ..432, 479. "Petit Parsien" . .... 1041. Petrogrado. 218, 0 716, 718, 721, 722 (v. tambin San Petersburgo y Leningrado). -. Petrleo. 817, 863, 881, 885 a 887, 915, .... 1009, 1073, 1118, 1120, 1151, 1153, 1181 a 1184. 1186, 1188, 1208, 1235, 1236, 1240, 1246, 1247, 1265. Petropavlosk. *244. Petsamo, ciudad. 1129. PETIERS, KARL; explorador alemn. 457. "Pfarrernotbund" . .... 1112. PFIZER, publicista alemn. 64. Piamonte, regin . . . . . 1228. Piamonte-Cerdefla, reino de. * 16, 62, 113, 114, 118, 127, 129 a 131, 151, 161. 163, 166, 167, 170, 172, 204, 217, 239, 256 a 259, 265, 380. PtATAKOV, comunista ruso. t05S. Piave, rio. .. 733, 801. Picarda. ..726. PICHON, STEPHEN ; ministro francs. 511, 513, 521. Pilcomayo, rfo. 915. P1LSUDSKI, JosEPH; polftico polaco. 446, S94, s20, 993, 994. Pinsk, ciudad. 0 858. Pfo IX, pontffice. 133, 160, 256, 266. Pfo X, pontfice. 451. Pirineos. 306, * 1022, 1027. Pisa. *16. Plebiscitos. 719. 720, 773, 783, 788, 790, 881, .. .._.991, 992, 1034. Plevna. ciudad. 383. Plombieres. 255, 260, 261, 2f4. Po, rlo. 0 127, * 0 1230.
..512.
PEEL, SIR ROBERTO. 122, 148. Pecncmnde, ciudad. .. *1217. Pei-Ho, rfo. 0 249. Pekfn. *182 a 185, 226, 249, 250, 2SI, 253,
... 760
Orange, rfo. 477. Oregn, territorio del. 190, 196, 201, 202. Oremburgo . . . 486, 539. Organizacin Internacional de Ay1tda a los
87. 21S. 245. 293. 338, 358, 432. 457, 542, 570, 613, ... 661, 761, .... 952. 953. 1017. 1071. 1073. 1106. 1107. 1180, 1194, 1229, 1244, 1254, 1259, 1261, 1262, 1264. Palatinado. 63, 100. 174, ... 775, 847 . Palatinado bvaro. "229. .. 775. PALATSKY, historiador checo. * 139, 142.
PAL~OLOGUE,
479, 544, 573, 684, 711, 763, 823, 898, 899, 901, 903, .... 1030.
PELLETAN, EUGENIO; polftico francs.
.. 461.
Pendjab, provincia. ..401, 540. Pendjeh, oasis de. ..402, 403. Pennsula Ibrica. .. *1174, 1228. Pensilvania. 0 114, 229, 277. PEPOLI. conde; polltico italiano. *26 L
PorNCARI!,
RAYMOND;
presidente
francs.
MAURICE; di p 1 o m t e o.
871.
Palestina. *234, .. 548, ... 735, 755. 759,
Ref1tgiados. .. 1241. Oriente, cuestin de. *242, 3 D ... 379, 380, 386. Oriente Medio . . . . . 1110, 1151. ORLANDO, estadista italiano. ...772, 776, 791.
786. 804, 809, 878. 884, 888, 1057, 1250, 1251. Palikao, batalla de. "249. PALMERSTON. 34. 55. 59, 67. 91. 92 CJ7. 99, 100, 101, 122, 147 a 149, 152. 1~3.
Pequea "entente" . ... 870 a 873, 876, 928, .... 961, 963, 987, 995, 998, 1000, 1004, 1017, 1061. PEREIRE, hermanos. 0 220.
PER!ER, CASIMIRO; presidente del Consejo.
464, 521. 545, 550, 605, 618, 632, 832, 844, 845, 847, 848, 853, 854. Poitiers. 6 t. POKROVSICI, }listoriador ruso. 975, Polacos de: Alta Silesia. u340, 445, 591, ... 6S2, 734, 783. 787. AltStria. 445, ***731. 774. Checoslovaquia. 774. Estados Unidos. "699. Lituania. *788.
1300
INDICE ALFABETICO
INDICE ALFADETICO
1301
Prximo Oriente. ...686, 765, 769, 785, Rusia. 292, ..445, 594, .. 650, 652. 786, 804, 806, 822, 832, 878, 881. 887, 657, 659, 673, 693, 718, 720, 782, 889, 891, .... 1125, 1130, 1240, 1247, ..... 1178. 1249, 1251, 1260. Teschen. 774, 790, 1042. Prusia. 16 a 20. 30. 31, 35, 37, 39, 40, POLIONAC, prncipe de. 77. 87 a. 90. 46, 54, 55, 59, 63 a 65, 67, 70, 87, 99. Pouns, N1cos ; poltico griego. 920. 100, 113, 116, 118, 133, 134, 142, 145, Pouc. presidente de los EE. UU. 194, 196, 147, 150, 152, 154, 156, 160, 162, 164, 197, 202. 165, 172 a 176, 204, 205, 218, 239 a 241, Polonia. 9, 18, 57 a 61, 63, 116, 119, 260 a 262, 283, 284, 286, 281, 289 a 121, 129, 139 a 142, 145, 162. 164, 169, 301 a 308, 310 a 314, 316 a 318, 299, 176, 291 a 293, 319, 321, .. 340, 404, .. 445, 636, 658, 661, 737, 782, 788, 445, 526, 589, 594, 651, 659, 682, 799, 826, 851, .... 1262. 693, 709, 710. '713, 721, 752, 774. 782. Prusia Oriental. ..445, 591, ... 650, 652, 787 a 790, 793, 794, 798, 800, 820, 826, 674, 787, 799. 1081, 1200. 829, 832, 835, 844, 851, 855, 857 a 859, Pruth, rio. 792. 861, 865, 923, 928, 945, 958, 961, Przemysl, ciudad. 790. 974, 989, 990, 993, 994, 1004, 1011, Pskov, ciudad . . . . 718. 1013, 1014, 1042 a 1044, 1062, 1071 a "Public opinion quarter/y". 1170. 1074, 1076 a 1078, 1081, 1082, 1085 a Puebla. 0 281. 1091, 1096, 1101, 1104 a 1106, 1111, Puerto Rico, isla de . . . 480. 1112, 1114, 1119, 1130, 1131, !136, 1196, PUUTZE.ll, JosEPH; periodista americano 1200, 1202 a 1204, 1215, 1218, 1219, 444. 1228, 1232 a 1234, 1262. PUTIANIN. almirante. *245. Polonia, cuestin de. 0 57, 162, 164, 176, Putiloff, fbricas de. ..606. 291 a 293, 319. 321, 526, 589, 591. 594, Pu-Y1. jefe de Estado del Manchukuo. *651, 659, 693, 713. 728. 731, 734. .... 978, 980. 752, 775, 787 a 789. 0 PoLZER-Hoon:z; poUtico austriaco. .. 730, 732. Q PoLLto, general. ..620. 0 PoMAR, reina de Tahi. 106. 187. Quarnero. costa de. .. 874. Pomerania. 00 1200. Quebec. . . . . 1199. "Popo/o d'ltalid' . .... 1003, 1073, 1134. 0 Quertaro. 282. Poros, conferencia de. 86, 87. QUINET. EooAR. !9, 20, 568, Port-Arthur, ciudad. ..479, 483, 496 a Qu1sLING, poltico noruego. .. .. 1128. 498, 574, 634. *683. 896, 1201. Portorosa. conferencia de. 873. Portsmouth, tratado de. 498, 573, 577. Portugal. 0 70, 91, 400, 443, 477, 531, R 598, *664, .827, ... 1168, 1261, 1262, 1264. Rabat . .. 555, .... 1156. PosnaQia. 0 59, 162, 164, 176. 292, 445, Racismo. .. .. 956, 1074. 631,illoo776, 782, .... 957, 989, 1217. 0 RADETZKY. mariscal. 239. Pot. puerto de. 88. 0 Radicalismo. * 115. Potsdam. ciudad. 518. 519, 520. .. 1224. RADOSLAVOFF, presidente del consejo blPotsdam. conferencia de. !224, 1225. garo. 607, 608. Porr1NGl!R, diplomtico ingls. 0 184. RADOWITZ, diplomtico prusiano. J 72 a POUTHAS, CHARLES. *100, 265. 174. Pozzo DI Boaoo. diplomtico ruso. 70. RAFDER. gran almirante . . . . *1151, 1175. Praga. *139, 159, 160, 284, 299, 729, RANC. A.; ~scritor polltico francs. 352. 790. 832. .. .. 1034, 1035. 1040, 1041, RANDON. mariscal. 298. 1046, 1047, 1061. 1072. 1074, 1078. Rangn. 253. Praga, congreso de. 466. RANKE, historiador alemn. 0 63, 134. PRAIT, HODGSON: pacifista ingls. 449. Rapallo, ciudad. .. *860 a 862, 864, 865, Prstamos v arriendo. Le.v de. ... * 1170, .... 1005. 1171, 1181, 1197, 1235, 1247, 1249, 1259. RATIIENAN, w.; politico alemn. .. 653, PRVOST-PARADOL. *301. 861. PRIMO DE RIVERA, general. 761, 820. RAITAZZI, poltico italiano. 257. Prncipes. isla de los. 383. RA TZEL, escritor alemn. 959. PRITCHARD, onsul ingls. *106, 150, 187. Reaseguros. u423. Protestantismo. * 152, .. 451, 546, 548, 551, RECLUS, MAUllICE . . . 462. 559, 636, 656, 1112. RECHBERG. A. VON; ministro austraco. PROUDHON, J. * 124. 0 289. 290. 293. Provenza desembarco. u .. 1200. Provincia' marltima rusa (en Asia) . . . 363, , REDLICH, Jos; escritor austriaco. 730. 1 REDMOND. JoHN; polltco irlands. 656. 465. ... 973, 1033, 1119.
n.
R.:gina. acuerdo de . ... 884. Roma. *130, 155, 160, 171. 172, 255, 257, Reichsbank. .. 949, 988, 1065, 1095. 266, 308. 318, .. 346, 411, 527, 596. 619, Reichstag (parlamento alemn). 301, .. 340, 676. 760. 785, 791, 803, 820, 876, 584, 36G, 36i, 369, 376, 377. 413, 420, 4}0, 888, 929, .... 962, 1001, 1021, l06U u 446. 459. 518. 557. l 1, 616, ... 709, 1062, ! !36, 1137, 12ll. 1209, 1211 a 1214, 736 a 738, 974, 1080, 1081. 1226, 1230. Rcms. 737. Romanticismo poltico. 0 205. RENAN, ERNESTO. *212, 322, 568. Roma.na. 61, i33, 154, 255, 256, 261, 263, Renania. 12. 17. 18, 87, 114, 123, 154, 264. 174. *598, ... 739, 775, 786. 834, 847, RoosEVELT, FRANKLIN: presidente de Es1a850, 852, 853, 855, 861, 920, 957. dos Unidos. 951, 953, 970. 971. 982, 965. 1012 a 1014. 1016. 1017, 1056, 1131. 1007. 1046, 1069. 1070, 1079. 1083, 1097, Reparaciones. '778, 819, 843, 850, 869, 1121. 1142, 1143, 1166. 1168 a 1171, 1179, 924, 925, 928. 987. 1180, 1185 a 1189, l 194, l 196 a 1199, Responsabilidades de la g11erra. ...778, !202 a 1204, 1207. 1218. ... 1093. 1094. RoOSEVELT, THEODOR, presidente de los Rethondes, armisticio de. .. *734, 742. Estados Umdos . . . 362, 471, 494, 496. Revisin de tratados de paz. 318, 960, 582 a 584, 587, 633, .. 700, 702, 771, 966, 969, 970, 1070, 1076. 912, 917. 920, *971. Revolucin china (1911-1912). 544 a 546. Roo T. EuHU; secretario de Estado . . . 587, Revol11cin rusa de 1905. *466. ... 700. 920. De 1917. 687, 718, 719, 722, 723. ROSAS, dictador argentino. 202. "Rev11e des De11x /'dondes" .... 1018. RosEDERY. lord; pnmer ministro ng!Cs. REYNAUD, estadista f r ane s. .. "1017, .. 402 a 404. 1106, 1141. ROSENDERG, ARTllUR. .. .. 1178. REYSCHER. 135. Rosinkai, Sociedad . ... 839 . REZA, MOHAMMED, Sha de Persa . 1247. "Rote Kapel/e", organizacin. ... 1111. Rl!ODES, CECIL. negociante ingls. 43 , ROTl!ERMERE, periodista y poltico ingls. 455, 477, 555. .. .. 969, 1009. R!DDENTROP, ministro alemhi. J049, Rothschild, banca. 152 , 220, 393, 1054, 1065, 1072, 1073, 1080, 1086. 1091, Rotterdam, cmdad. 598. 1093, 1096, 1106, 1137, 1139, 1153: 1154, Rougcr 1nisin. * 1163. 1160. 1161, 1174, 1176, 1177. !210, 1217, RouotER. profesor francs. .. .. Jl63. 1218. Rou11ER, E.: mimstro de Estado. 277. RIBOT, ALEXANDRE; ministro francs . 423. RousTAN, D.; diplom11co francs . . . 398, 424, 614, ... 709. 399. RICARDO, economista. 122. 1 ROUVIER. MAURICE, presi<iente del ConseRicc1oni, -ciudad . . . . . 995_ jo francs. 464, 493, 494. RICl!EL!EU, duque de : presidente del ConRoyal D11tch . .. 565, 566, .. *863. sco. 35, 42, 43, 72, 73, 76, 77. Royal Empire Society. Hl238. RtDOLFI, CStMO. * l 32. Run. * 125. Riff, montes del. 492, ... 884, 886. Ruatn. isla de. *197. Riga, ciudad. 858. RUGE, ARNOLD. * 115. Riga. tratado de . ... 858, .. 1196. Ruhr. 16, ! 14. 122. 336, 457, 600, 601, Rin, rlo, *55, 87. 174, 260, 262. 285, 292. 843 a 849, 929, .... 1053. 296 a 298 312 . . . 374. 620. 738, 739. Rumania y n11m11ws. 137, 141 .. 160. 212. 1042. 1097. 1201. 142, 843, 852. 234. 308. 321. .. 379. 380. 383 a 385, Rin, orilla izquierda du: '293, 374. 601. 387 a 389, 417, 516. 517, 526, 528, 531. 658, 682, 775. 799. 595, 600, 619, 653. 662. 664. 673, Ro, Comisin de . ... 916. 674, 679 a 682, 693, 708, 722, 774, 782, Ria de Janeiro. *70 . . . 566, 688. 790, 792, 800, 803, 857, 858. 865. 869, Rlo de la .Plata. 202. 870, 872. 873, 923. .. .. 949, 952, 998. Ro Grande (Mjico). * 190, 196. 1004. 1011. 1035. 1042. 1043. 1048. 1072 Ro Grande do Sul. Estatlo de. *563, 566. a 1074, 1077. 1078. 1109. 1!15. 1117. RtTTER, GERl!ARD. t049, 1111. 1125, ll.J4, 1175, 1176, 1200. 1213 a Riu-Ku, islas. 364 . 12!5, 1218, 1232. RIZA, KHAN, coronel. .. '889 a. 891. Rumanos de Besarabia. "*792. 857. RIZA, MOHAMED; Sha de Pcrsia . . . . 890. Rumanos de Transi11a11ia. 258. 308, .. 345. ROlllllNS, diplomtico ingls. 726. 652, 653, 674, 679, 680, .752. Rocosas. Montanas. *362. Rumclia. 384. 385. 388, 411, 417. Rodas, isla . . . 888. RUNCIMA;, polltco ingls . . . . . 1045. RoECl!Ll:-<G. industrial alem;in. .. *992. Rusgertol-g. empresa,. .. 862. Ro10. mar. '95, 106, 107, 269 a 271 .. 399 Rus11. diplomtico americar>o. 77. 553, 783 ..... 983, 986, 1001, 1062 . Rusia. *3, 4, 15. 17, 18. 26, 28 a 30. 32. Roo. ria. 254. 321. 35. 37 a 40, 42, 54, 55, 59. 60. 67. 70, ROLLAND. ROMAIN, cscrilor francs. 448. 82 a 88, 95 a 99, 10' 102. 104, 105,
1
96s.
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INDICE ALPABETICO
1303
113, 120, 121. 127, 138, 139': 142, 145, 146, 154, 156, 158, 162 a 165, -167 a 169, 174, 175, 177, 180, 202, 205, 206. 214 a 216, 233 a 245, 249 a 251, 260, 268, 278, 285, 287, 291 a 294, 297, 301, 308, 310 a 314, .317 a 319, 321, 324, .. 335 a 337, 343, 344, 350, 352 a 354. 356, 357, 364, 365, 368, 372, 373, 379 a 389, 398, 401, 402, 404. 406 a 418, 420 a 425, 428, 430 a 432, 436, 438, 441,. 442, 444 447, 450, 456, 464 a 467, 476, 479, 482, 484 a 486, 488, 491, 492, 494, 496 a 499, 502 a 506, 513 a 518, 520 a 522, 524. 525, 529, 533, 544, 545, 550, 573, 574, 577. 578. 580, 585, 597, 598, 600, 602, 605, 606, 608, 611, 612, 614 a 618, 622 a 627, 634 a 636, 641, ... 650 a 652, 657. 659 a 661.. 667, 672, 673, 677 a 679, 681, 682, 686, 687, 693, 695, 699, 700, 706 a 708, 710, 715 a 720, 722 a 724, 726 a 730, 747 a 749, 752, 769, 770, 774. 775. 779, 782, 783, 786, 789, 790. 792, 798, 800, 803. 813. 818. 820, 824. 826, 828 a 830, 852 857 a 859, 861 a 866, 869, 873, 878, 880, 887, 889, 890, 895, 896, 898, 899, 903, 922, 923, 925, 929, 931, .... 947, 956, 957, 969, 974, 975, 993, 994, 1000, 1004; 1005, 100~. 1011, 1016, 1024, 1031 a 1033, 1035, 1040, 1042 a 1044 ,1047, 1048, 1054, 1058, 1060, 1061, 1068, 1069, 1071. 1074, 1076 a 1079, 1085 a 1088, 1097, 1101. 1105, 1109, 11 !5, 1118, 1119, 1125 a 1127, 1129, 1130, 1134, 1136, 1152, 1160 a 1162. 1164, l 174 a 1177, 1179, 1183, 1184, 1186, 1187, 1189, 1190, 1194 a 1204, 1208. 1209, 1214 a 1219. 1222, 1224, 1228, 1232, 1234, 1247 a 1249, 1257 a 1263, 1266. Rusia Blanca. *789. 790, 829, 858, .... 1077, 1232. Rusia Subcarptica . . . . . 1072. Rusos de Besarabia . ... 792. Rusos de Lituania, "*788. RussELL, Jomi. *264, 275, 277, 278, 297. R utenia. .. .. 1035. Rutenos. "140, 581, ... 718, 789. Rutenos de Galitzia. "*445, 652, 718. 789.
RUYSSEN. THEODORE; mariscal pacifista polaco. francs. .. .. 1083.
.. 360,
de.
"' 1183,
l6.
1244.
Saint-Cloud. "298. Saint-Germain, tratado
San Wenceslao, Corona de. 140. Sao Paulo, Estado de. ..563, 688. Saracvo, ciudad. . . 607, 623.
747,
872.
Saint-Jean-de-Mauricnne, ciudad.
'*769,
785, 801.
SA!NT-MARC GIRARDI!". puhlic1sta. * 19. Saint-Naz.aire. 833. SAINT-PIERRE, abate de. 20. Saint Pierre, isla. 360. Saint-Quentin. 736. SAINT-SIMON, ENRfQUE. *21, 124. SAINT-VALLIER. conde de; diplomtco. SajaHn, isla de. 206, .. 364. 498, .... 1201. Sajonia. *63, 65, 87, l 14; 123, ! 72. 204,
285, 286, 292, 308, **847, 861. poltico italiano. 663, 676. Salcrno. bah fa de . . . 1212.
SALANDRA. SALISBURY,
674,
**449.
R YDZ-SMIGLY,
s
Sabine River. *190. Sabaya, anexin de. *2!5, 265, 294, 316. Sabaya, Casa de. *130. 131, 161, 166, 17!, 205 255, 25(';, 260 a 263. SADUROP, diplomtico rurn . . . 410. SACHKIEVITCH, eclesistico ruteno. * 141. SADOUL, capitn. 726. Sadowa, batalla de. *284, 296 a 298. 301,
~18. 319. s~hara . . . . . 1145.
lord; estadista ingls. *397, 398, 414. 415, 417, 453, 455, 482, 488, 500, 632. Salomn, islas de. 432, *1194, 1222. Salnica. 353, 381, 385, 469, 607, 672. 678, 679, 876. Saluen, rlo. *252. Salvador, El. 906. 916, 917. SELVEMINI. G.: escritor italiano. ...732. Salzburgo . . . . . 1209, 1218. Samoa, archipilago. **432, 585. Samsun, ciudad. *548. Samurais. *226. 244, 245, 247. Scmciones (S. D. N.). 85 l. 933. 934. *982, 1006, 1007. 1010. IOJJ. 1126. SANDERS, LIMAN VON . . . 597, 617. SANDLER, ministro sueco. .. .. 1126. San Esteban. Corona de. *142. San Francisco, ciudad. *195, 207. 322. Sangha, regin. .. 511. SAN GtULIANO. m-:istro italiano. *517. 527. San Juan River. ! 96. 197. SANJURJO, general. 1020. SAN MARTN, general. *69, 70, 324. San Pedro. isla de. *360. San Petersburgo. * 104, 238. 243. 268. 308. *374, 484, 505. 524, 608, 627. San Remo. conferencia de. *843 san Stfano. tratado de . .. 384 a 386. 391. Santa A/ian:a. 10. 20. 37. 38, 40, 41, 44, 48, 49. 67, 78, 83, 322, 323. Santa Elena, isla. 360. Santander. .. 1024. SANTAROSA. revoluC:onaro piamonts. *44. Santa Serle. <J, 61. 62. 116, 127. 129, 130. 133. 17\. 204, 237, 255. 259. 260. 263. 265, 266. 312, 316. . . 346, 410. 412. 451, 663. 709. 710 . . . . . 1136, 1266. Santiago ciudad. 916. i Santi-Quaranta. ciudad. **595, ... 874. Santo Domingo (v. Domnican(1). Santos Lugares. *234, 2:15. rn. ***886. ... 1250:
"Sarekat Islam", sociedad musulmana. 543, ... 761, 823, .... 1244. SARRAIL, general. 679. SARRAUT, estadista francs. .. .. 1015. Sarre, territorio del. *114, 285, 299, 682, 776, 777, 803, 853, 854, 989, 991 a 993. Sarrelouis, ciudad. ...777. SARTOR!US, J.; jurista alemn. * 124. SATSUMA, daimfo de. 245, 247, *364. Save, rlo. *23, Saveme, ciudad. 591. SAVIONY, jurista alemn. * 134. Savona, ciudad. **601. SAVORGNAN DB BRAZZA. **400. Sazn, islote. **675. SAZONOV, ministro ruso. **467, 515, 525, 594. 617. SBRIK (investigador). *158. SCELLE, EORGES : jurista francs. *934. Scorr, WAL1'ER. 20. ScHACHT, presidente del Reichsbank. 1065, 1094, 1095. ScHLIEFFBN, general von . . . 427, 533. ScHMID!T, PAUL. . . . . 1146, ScHNOEDEL~. policla francs. 377.
ScHOEN. barn de; diplomtico alemn.
'*618.
ScHUSCHNIGG, canciller austraco. .. .. 991, 1034 a 1036, 1039. SCHUVALOFF, conde; diplomtico ruso.
**386.
FLIX. 160, 161, -167, 169, 170, 172, 173, 175, 176, 204. SEBASTIANI, general. 56, 60. Scbastopol. *97, 238, 239, 241, 674. Secesin (v. Guerra de Secesin) . Sedn, batalla de. *312. SEECKT, general von . . . . 825, 861. Seistn, provincia de. 551, *881. Seyukai, partido iapons. 685, 839. SEMAOEN, comunista javans. ...761. ScHWARZENBERG, Semlin, puerto de. no. Senegal, regin. *224, **431, 558. Senegal, ro. 558.
Senustas, secta. *760, 884. Serbia. 353, 379 a 381, 384, 385, 387, 389, 443, 512 a 514, 516, 517, 520, 527, 531, 594. 595, 600, 607, 619 a 621, 623 a 625, 627, *651, 654, 661, 662, 664, 673, 675, 677, 679, 708, 752, 792, .... 1213. Serbia, "la Gran". **516, 517. Serbia, principado de. *87, **353, 379, 380. Serbios en Austria-Hungra. 469. 514, 526, ***652, 729, 730, 752, 774. 801. SERRANO SER, ministro espaol. .... 1153. Servidumbre en Rusia. *243. Setif, ciudad . . . . . 1253. SEuo. lBN; emir del Nedjed. 765. Seul. ciudad. *365. Sevres. tratado de. ...785, 879, 880.
SBwA.IlD, secretario de Estado. 276, 278. SBYMOUll, lord. *235. SBYSS-INQUART, polltieo austdaco. . . . . 1034, 1036. SPORZA, ministro italiano. 827. SHAKBSPBARB. *20. Shangai "183, 207, ~26, 250, 544, 574, 575, *824, 899, 900, 978, 981, 1020, 1030, 1033. Shantung, .. 226, 479, ... 670, 683, 686, 711, 783, 784, 893, 896, 902. SHBLLBY. *20. SHIDBHARA, ministro japons. . . . 839, 901, 902, 963, 977. Shogun o Sogn. *226 a 228, 245 a 247. SHOTWBLL, JAMES T. ***921. SHUSTBR, financiero americano. 551. Siam. *252. 253, 403, 404, 431, 432. Siberia. 180, 206, 244, 250, 363, 465, 539, 542; 633, no, 726, 727, 779. 782, 838, 895, 896, 1118, 1183, 1233. Sicilia. *91, 257, 262, 263, 265, .. 3!J., 398, ... 878, .... 1133, 1208, 1209, 1211. Sicilia, desembarco de 1860 en. *263. Sierra Leona. **556. Sigfrido, linea . .... 1042, 1104, 1136. SIKORSKI, general polaco. . . . . 1198. Silesia. *I 14, 123, 139, 140, 285, 290, 292, 591, ***782, .... 1053, 1200. StLISJlllA. 516. S1ME6N II, rey de Bulgaria . . . . . 1214. Simia, tratado de. ..545. SIMON, JoHN; ministro ingls. 1010. Simonoseki, estrecho de. *247. Simonoseki, tratado de. 479, 484. Sind, regin. **540. , Singapur. 360, 1181, l184, 1190, 1243. Sing-Tao, base naval. 672, 682. Sintosmo. u472_ Siracusa. 121 l. Sir-Dara. rlo. 539. Siria. *95. 96, 101; 234, 269. 271, 280, 517, 546, 548. 550. 687, 755, 759, 785, 799, 804, 806. 878, !l85 a 887. 9<2, 1067, 1107, 1158, 1161, 1231, 1250, 125 l, 1254, 1264. StSMONDI. *89. Sitka. *27. Sncro DE BoRBN-PARMA, prlncipe. . . . 708, 731. Skagerrak, estrecho de. 162. Slesvig. *135, 137, 161. 165, 176. 212. 283, 284, 287, 291, 340, 445, 529, 652, 661, 776, 957 . SuoBLL. agente americano sudista. *277. SMITH, ADAM. *122. SMUI'S, general sudafricano. u731, 756. Sobrani. parlamento blgaro. **388, 389. Sodalismo. *123, 124, 132, **450, 616, 650. 655. 656, 663, 692. 707, 710, 716, 717, 728. 737, 738, 750, 751, 767, 775, 776. 799. 825, 956. 960. 990. 1008, 1011, 1015, 1018, 1055, 1111. Sodedad de Naciones. u713, '743, 753. 756, 770, 771, 775, 776, 784, 785, 793
1304
INDICE ALFABETICO
INDICE .\LFABETICO
1305
a 795, 800, 803, 806 a 809, 814, 821, 826 a 828, 834, 836, 849, 850, 852, 865, 866, 872, 914 a 916, 919 a 924, 926, 928. 933, 934, .. .. 955, 960 a 962, 969, 970. 974, 977 a 985, 989, 991, 993, 998. 1000, 1001, 1003, 1004. 1007 a 1010, 1013 a 1015, 1017, 1033, 1041, 1044, 1063, 1067, 1068, 1126, 1127, 1131. Sociedad, islas de la. 105, 187. Sociedad General de Navegacin Italiana. 602. Sociedad Nacional, en Italia. 257, 263, 285. Sol!KARNO (v. Sukarno). Sofa, ciudad. ..389. 515, 607 a 609, 677, 876. . . . . 1216. Solferino. 0 261. Sol,' archipilago (v. Jol). Somalia francesa. t 00 l. Somalia italiana . . . . . 983 a 985, 1001, 1007. SOMllART, w... 438. Somme, ro. 672, 673, 680. **** 1042, 1141. Sonda. islas de la . . . 539. Sonderbund (v. Guerra del Sonderbund). SoNNINO. estadista italiano. ...676, 724. Sopron, cudad. ...790. 8oREL, ALBERTO. *222. Spa, ciudad . . . *735. SPENDER. 11.; escritor ingls. . . . 934. SPENGLER. SWALD. * .. 751. Splitz, ciudad . . . . . 1214. STAEL, madame. *19, 20, 0 *340. STALIN. ***722, 829, 830, 861, 864, 866, 867, 929, .... 1010, 1044, 1078, 1079, 1084, 1085, 1087, 1194, 1196 a 1200, 1202. Stalingrado. IJOI, 1194, 1197, 1214, 1217, 1220, 1233. STAMBULISKI, poltico blgaro. ...677. Standard Oil. ..585, ... *863, 900, 906. STANLfX. HENRY; explorador. 400. STANLty, ministro ingls. to65. Stanley Pool. **400. STEFANIK, poltico y general checo. 653. STEIN, estadista prusiano. t4. STENDHAL. *20. Stettin, ciudad. .. 1200. STIMSON, secretario de Estado. 982, 983. 1188. ST!NNES Huoo; industrial alern:in. ***798. STIRBEY. diplom. rumano; ** ... 1215. SroUR, Luis; escritor eslovaco. *141. STOYADINAVITCH. estad 1 s ta yugoslavo. 1061 107l Stresa., co~feren~ia de. 952, 1000 a 1002, 1004 a 1009, 1017. 1018, 1038, 1040. S11ll!Sl!MANN, Gusnv: estadista alemn. 825, 826, 846, 849, 851 a 853, 855. .866. STil.ONG, JOSIAH. U362. STOLPNAGl!L, general alemn . . . . . 1106 Stuttgart. t 60, 303, 305, .. 1220. Stuttgart, conferencia de. *133. Stuttgart, Congreso de. **450.
Egipcio. 431, 454, 884, 1252, 1253. Sudn niltico. *93, **432, 477, 478. 483, 556. Sudetes. ..468, ... 778, 873, .... 1034, 1035, 1040 a 1045, 1047. Sueca. 212, 239, 242, .. 528, ... 653. 661, 818, .... 1109, 1115, 1125 a !129, 1198. 1218, 1228. Suez, istmo Y ca.na! de. *94, 106, 186. 267, 270, 320, **391 a 395. 397, 510, 540, 672, 674, 686. 755, 786, 804, 878, 884, 986, 1006, 1009, 1026, 1068, 1151. 1175. Suiza. *152, 153, 155, 268, 285, **337, 338, 375, 457, U692, 709, 803, .. **952, 953, 1073, 1107, 1218, 1228. $UKARNO, nacionalista indonesio ...... 1244. 1245. SUKllOMLINOV, general. 617. Sumatra. **542. Sund, estrecho del. t 62. SUN YAT SEN. estadista chino. **546. 575, 111, 762, 766, 824, 897, 898. SUSAK, arrabal de Fiume. 0 791. Sushima, isla de . . . 497 (v. Tsushima). SUZUKI, almirante . . . . . 1223. Suzuki. Sociedad. 816. Suvaraj, partido hi11d1i. 932. SzECHENYI. conde, poltico hngaro. * 141. 143. Sudn
... 1199,
1200,
1201. 1204, 1248. Tejai;. '78, 190, 191. 202, 228, 322. 578. Tell, regin del. **554.
193
a.
195, 200,
Tell-d-Kbir, batalla de. J94. Temeovar. *137, 161, **'790. Tencdos, sla. 596, **'880. Tennessee, Estado del. *74. 75. 190. 191,
228.
Tepltz, enlrev1s1a de. *97. TERETSCHENKO. m1111stro ruso. 101. Tern1, ciudad. **601. Tcrranova, sl:1.. '*'> l J66. Terruorios en arriendo. *'479, ... 670, 682,
... 1010.
1ol. de Wangh1a ( 1844). * 185. de Whamroa (1844). 185. Traiados fdc 187! a 1914];
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Transilvania.
T
T/.AFFE. EDUA1l,DO: presidente del Consejo austraco. **446. Tacna, ciudad. 566, 914. Tachkent, ciudad. ..486, 539. TADJURA, sultn de. *270. TAFT, W!LLIAM. **581 a 583, ... 753. Tahitf. 'isla de. *105, 106, 150. Taipings. revolucin de los. *224, ::'.26, 228.
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684, 686. 690. 897. 901 . . . . . 938, 979, 1030, 1181, 11S2, 1185 1187, 1223. 1225,
1226.
Toln, puerto. **427, 430, .. "1155, 1160. Tm1~rsEo. N 1co1..~s. '129 Tomsk, ciudad. 539. Tonk1n. 254, .. 351, 358. 403. 4.11. 541, 543. Toscana. '14, !13, 127. 131, 15.J, 161. 171, 256, 261, 262. 26.J. '''*1211. TOSCANO. 1'.fAHIO . . . 684. Tourn:d. 53 Tours. ciudad. "i 141 TOYNUEE. ARNOl D. ""951.
1306
de de de de de de de
INDICE ALFABETICO
INDICE. ALFABETICO
1307
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general. .... 974, 1031. 1043, 1055. Tnez. 91, 98, 271, .. 351, 357, 360, 374. 391, 392, 397 a 399, 413. 501, 554. ... 760, 804. 884, 887' 888. 932, ... , 00 l. 1062, 1156, 1159, 1161, 1208, 1209, 1231, 1253. Turanc. 253, 254. Tur!n. 44, 130, 154, 155, 159, 163, 263, '2.64, ... 676, "**1207. Turingia. .. *861. Turquestn. t06, 251, 321, 401, 404. 431. 432, 465, 486, 539, 542, *"867, .... 1130. Turqua. 59, 86, 146, 215, 233, 235, 237, 238, 293, ''379, 380, 383, 384, 386, 418, 482, 515 a 517, 531, 550, 596, 616, 619. ...661, 662. 664, 672 a 674, 677, 681, 682, 742, 764, 765, 792. 822. 823, 869. 875, 880, 885, .... 1067, 1068, 1073, 1125. 1!34, 1152, 1176, 1177, 1215, 1248, 1249 (v. tambin Imperio 010111a110!. Turqua asitica . . . 385. 548 a 550. TYLER, JUAN: presidente de los EE. UU.
Urga. 231, 543, URQHARDT, diplomtico ingls. 97. Urmia, ciudad. 55 L Uruguay. ..564, 566, 568, ... 910, 911,
V
VAILLANT. mariscal. 260. Valaquia, 87, 88, 104, 137, 159, 169, 212, Valmy. 1011. Valona, ciudad . . . . 675, .. to73.
.... 949, 990, 991, 1034 a 1036, 1039, 1213. Viena, acta de. 46, 240, 293. Viena, arbitraje de . .... 1213. Viena, asamblea de . .. 346. Vien-Tian_ 253. VJGNY, ALFREDO DE. 20. V1G6N, general espaflol. .... 1145. "Vigilenta", torpedeo del ... 696. Vilna. 60, 6()2, 678, 788, 858. VILLA, general mejicano. ..688, 689. ViUafranca, armisticio de. 255, 262, 264, 295. ' Vil/a-Giusti, armisticio de. 733, 742 . VILLAMARINA, diplomtico italiano. 258. VILLELE, presidente del Consejo. 35, 47, 73, 74, 77, 78, 84. VJLLJERS, JORGE. 92 (v. tambin Lo1d Clarendon). Virginia, Estado de. 193, 207. Vlstula, rfo. 59, VrrnoLI.ES, polltico francs. 43.
Vittorio-Veneto. sol. Vizcaya. 91. Vladivostok. 251. .. 402, 465 . Volga, rlo . . . . . 1055, 1118. Volinia. {egin . . . . . 1178. Volksgeist. 111 .
t93.
u
Uahbitas. secta. "765, 886. Ual-Ual. ciudad. "'*985, 986.
UANG CHING-UEI, polltico chino . '898,
858, 929, .... 952, 990, 1004, 1077, 1078. Venecia. 130, 161, 164, 167, 171, 255, 261. 289, 290, 292, 293, 295, 316,
* 1230. Venecia Julia, regin . . . . . 1230. Vneto . . . . 675 (v. tambin 'Lombardo-Vi'-
neto).
Venezuela. 69, 72. 80, .. 494, 500, 564 a
653, 663, 674, 675. . Trada. Sociedad de la. ''225. 226 Trbnon, tratado dd. 747. 791, 870 a
Trveris, ciudad . . . . . 992. 872.
.... 1121, l 188. Ubangui, ro. *476. Ucciali, tratado de . .. 431. Ucrania . . . . 720. 721. 722. 725, 729. 739 .. .. 993, 994. 1062, 1069, 1177, 1178. 1198. 1218. U-Chong. 226. Uenza, minas de. "601.
Uerga, rlo. " 834. Uganda. ..556. UGARTE, M A:<UEJ. , escritor. 568. 584. UKHTOMSKl. prncipe; periodista rus o.
"Volkischer Beobachter". .. .. 1250. Volo, golfo de. "87. VOLPI!, GIACHINO. "263. VOROCHILOV. mariscal Tuso..... 974, 1084.
566, 584, ... 688, 907, 910, 911, 915, .. .. 1235. Vene~11elian Oil Concessions . .. 566.
VE:<17ELOS. presidente del Consejo griego. 514, 531, 596, 678. 679, 880,
w
WAODINGTON. F.; ministro francs . . . 395,
881.
Tribunal permanente de Justicia 11ternacional. ... 915, 919, 920 . . . . . 988. Triestc. 82, 147. 316. *346, 527. *'663. 675. 768, 995. Triple A licu1~a. **408. 412 a 415, 421. 423 a 426. 430, 432, '463, 468, 473. 484. 486. 487. 499, 501. 508, 513, 520. 531, 595. 596, 608, 617. 619. 621, 662. 675. Triple Entente . .. 506. 508, 513. 524. 528. 529. 531, 621. Trpoli, ciudad de Siria. .. 548. Tripolitania. 93, .. 413 a 416. 501. 510, 515, 516. 527, 547, 550. 553. 613. *'"760. 884 ..... 1158. TROJA. CARLOS. * 128. TROTSKY, LEN.. . . *721 a 726, 82Q. 830. 365. 867' 929. TRUBETSKOI, prncipe ruso . '658. TRUMAN, presidente de ls EE. UU. '"**1204, 1222. TnUMBITCH, poltico . . . *730. Tsing-Tao, base naval (v. Sing-Taol. Tsushima. 497.
T1'\'<Cm-Jt:1. r:ol1i~o c'iino.
Ven Tian, principado. "253. Veracruz. 192. Verdun. ciudad. .. 672, 673. VERKHOVSKY, general. 118. VERMEIL, EDMUNDO. . . . . 959. Verana. 46, 261. Versalles. "61, 316, ... 776 a 778.
397. Wafd. Partido nacionalista e g i pe i o. ... 1252, 1253. Waldeck, principado de. 31. WALDERSCE. general von. 420, 462.
WALEWSICY, conde de: ministro de Asuntos extranjeros. 221, 238, 258 a 260,
Unin Francesa. * t 238. Unin Latina" * 1207 "Unin nacional 11crania11n'' " J 178. Unin Sudafricana. *i59. "Unin y Progreso", _:ociedad ! urea.
11
Uniatas. t41. Unin aduanera alemana (v. 7.o/licrein). Unin aduanera a11stro-alema11a. .. .. 948. 987' 988.
tratado de. 316, *747, 776 a 784, 787, 788, 797 a 803, 806, 807, 826, 832, 833, 835, 842, 843, 846, a 851, 854, 855, 857, 860, 872. 893, 896. 923, 928, 945, 977, 991 a 996 a 998, 1012, 1013, 1107. Vervicr'. 53, 54. VESl:<ET. abogado. "125.
Vcr~alles,
277.
WANGENHEIM. diplomtico alemn . .. 597. Wanghia, tratado de. 185.
VlcTOR MANUEL 11, rey de Italia. 241, 255, 259. VlcTOR MANUEL III de Italia. ..501,
.... 1136.
*"764.
Unkiar-Skclcssi. trotado de
96 a 98. 101,
. . . . 1229.
UPSllAR. secrelano de Fstado. '194. Ural. "539. ""1118, 1233. Urales, montes. '17. 723, .... 1233.
"7l l.
149, 221, 297, 320, 341, 354. 404, 414, 415. Vichy, gobierno de . .... 1151, 1154, 1155, !157. 1160 a 1165, 1168, 1181, 1231. Viena. Js. 64, 82, 140. 159. 241. 268. 293. 305, 308, 374, 384, 387 a 389, 409, 513, 596. 607. 612, 615. 627, ... 651. 653, 675, 680, 715, 716. 720. 722. 73),
V!CTORJA, reina de Inglaterra.
Wartburg, fiesta d1 Ta. 44. Washington. '74, 191, 192, 276, 277, .. 483, ...665, 689. 697. 701, 705, 810. 836, 894, 901, 9 J a 913. 916. 917, 921, u981, 1032, 1153, 1179. 1180, 1181, 1185; 1186, 1195, 1197, 1210. 1215, 1218, 1248. Washington, conferencia de. ...895, 897. WASHINGTON, GF.ORGE. . . 583, 666, u77J. Washington, tratados de ....933, .... 1033 Waterloo, batalla de. 37. WEBSTER, CHAllLES K. 79, 92.
WEDEL, "statthalter" de Alsacia-Lorena.
..446, 591.
Wei-Hai-Wei; ciudad. 479. WEJlL-RAYNAI, E. ... 848, 854. Weimar, asamblea de . ... 797. Weimar. ciudad. ...797. V.'emar. constituri11 e!:-, "'*-t81'>.
P:!~
1308
INDICE ALFABETICO
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Yal, ro . . . 497. Yang-Se-Kiang, ro. 181 a 183. 226. 249 a 251, ..479, ... 899, 901, .... 1030, 1033. Yawata, ciudad . . . 572. Ycdo (v. Tokio). Yemen . . . . . 983, 1251. Yokohama. 364. YONAY, estadista japons. . . . . 1182. Young, plan . ... 854, 928, .... 987. YPSILANTI, A. 0 82. YUAN-CHl-KAI, presidente de China . . . 510, 545, 546. 575, 585, 683 a 685. Yuang-Cheu. 226. Yugoslavia. 469,. 516, .. 730. 32, 769. 774, 790, 791, 801, 869, 870, 872 a 877, ....998, 1017, 1048, 1059. 1061. 1073, 1109, 1176, 1194, 1201, 1206, 12!'.l a 1215, 1230, 1233. Yugos/avos. 469, 512. 516, 526, 531, 581, 619, 623, ... 659, 662, 693, 729, 31, 733, 774. Yunan. *226, 321, 403.
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192
z
ZAGLUL PACH. 554, 759, 766, 823, 884, 932. Zagreb. J40. Zarnbez, rlo. . . 401, 560. ZANARDELLI, poltico italiano . . . 501. Zeeb(ugge, ciudad. 109. ZELIGOVSKI, general polaco . . . . 858. Zemtvos. 242. ZfA-ED-DIN, periodista persa. .. 889. ZIMMERMANN, secretario de Estado al.:m3n. .703, 704. ZIMMERN, ALFREDO, 934, .... 955. Zirnmerivald, ciudad . . . 692. ZINOVIl!V, comunista ruso. .. 830, 899,
199
6.
355
Osterreich,
Segn K. G. HUGELMANN: Das Na1iona/itiite11hecl11 des a/ten W. Braumlkr, edil.; Viena, 1934. 7.
PROYECOS DE APERTURA DE UN CAN.\L INTEROCENICO
495
Segn G. MAcK;
8.
Europe.
the
World's
banker.
Urnv.
592
593
X
X eno/obia en Asia oriental.
to55.
9.
MAPA ETNOGRFICO DE
MAP.\
MACEDONIA. DE
u 1242.
y
Yakutsk, ciudad. u539, Ylta. conf<>rencia de. .. 1201 1224. 1249. a
1203,
Z1YA-ED-DtN, polltico persa . . . . . 1248. ZtYA GoKALP, escritor . . . . 74. Zoo. AHMED (o Zoo 1); rey de A Iban.a. 875, J073. Zollverein. 18, 65, 118, 121, 133. 134, 156, 173, 176, 215, 220, 236, 253, 283, 285 a 287, 290, 294, 302, 318, 322. Zulficar, paso de. ..402, 403.
9 bis.
ETNOGRFICO
MACEDONfA:
Estos mapas se han hecho a la "Enquctc sur les Balkans", Fundacin Carncgic. 1914.
10.
EL TRFICO EN EL RIN FN 1912 Segn los Trarnux d11 Co111itd el" E/11.J<''- :omo 1. Atlas. Pars. ! 918. El Atlas se ha cstabkcido ba10 Ja direcc1,in de Emmanud de Martonnc. PLANES ALIADOS PARA EL REPARTO DE TURQUA (1915-1917) ......
S~gn
599
12.
Pg. HOWARD: Tht! Partilio11 oj Turkey, 1913-1923, pg. 48. Unversny of OkJahoma Prcss.
TERRITORIOS CONTROLADOS POR LOS BOLCHEVIQUES EN AGOSTO DE
691
13.
14.
l 918 . . .
780 781
Segn el croquis hecho por Mlle. Saninc. bibliotecaria de la "Bibliothequc de documentation internationale et contemporaine".
15.
789
INDICE DE MATERIAS
Tornado de La Po/ogne: son histoire, son organisatlon, sa de. Payot, Lausana, 1918. Esta obra fue redactada en Varsovia, entre 1914 v 1916, por un Comit de sabios polacos. '
16.
RESULTADO DE LAS ELECCIONES PRESIDENCIALES EN LOS ESTADOS UNIDOS EN 1916 Y 1920 ... ... ... ... ... ... ... .. . ... . .. ... ... ... ... ...
805
Segn
PAULLIN:
17.
19.
EL MUNDO ISLMICO HACIA 1925 .. . .. . .. . .. . .. . .. . Segn H. A. R. Grnn: Wldther Islam. V. Gollancz Ltd. CAPITALES INVERTIDOS POR LOS ESTADOS UNIDOS EN A~IFRl\A DEL SUR EN 1918 ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ...
882
l.
908
SIGW XIX
DE 1815
A
1871
Segn HALSEY: lnvestmBnts in Latln and Amerca and the Britrsh West /ndies, Washington. Dcpartrnent of Cornrnerce. 1918.
. .. Pg ..
20.
CAPITALES INVERTIDOS POR LOS ESTADOS UNIDOS EN AMRICA DEL SUR EN 1928 ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... .. .......
909
Segn MAX WINKIER: lnvestmrnts of U. S. Capital In Latn America. World peace Fo11ndation, Boston, 1930.
EL ACUERDO DE MUNICH . . . . . . . . . LA EUROPA ORIENTAL EN MARZO DE
LIBRO
9
11
1939 .............. .
1939 l 940
1075 1135
1167 1192
T.- -LAS FUERZAS PROFUNDAS ... ... .. . ... ... ... . ... ... .... l. Europa continental, pg. 11.-II. Los nuevos horizontes, 22.-Bibliografia, 25.
LAS POLfTICAS NACIONALES ...
26
l.
1942
12:!1
(1818-1823).
., :
37
l.
1830-1832 EN EUROPA .. i
51
69
l. Los intereses econrrtcos y polfticos, vg. 71.-11. Los litigios, 76.-Bi-. bliografla, 8 l.
CAP. Vl.-LAS TRANSFORMACIONES MEDITERRNEAS . .. . . . . . . .. . .. . .. ... ... .. .
82
La independencia griega, pg. 82.-11. El Mediterrneo occidental, 88.111. Las crisis egipcias, 93.-Bibliografla, 102. Conclusin del libro J. ... . . . ... .. . .. . .. .. .. .. . . .. .. . . .. ... . .. .. .
l.
LIBRO
104
Las fuerzas econmicas y espirituales, pg. 112.-11. Las consecuencias pollticas, 119.-Bibliografla, 126.
l.
CA~. VIIJ.-Los MOVIMIENTOS NACIONALES ........ , ......... ,.. ... ... ... ...
127
l.
El Mov:miento Nacional Italiano. pg. 127.-11. El Movimiento Nacional Alemn, 133.-111. El Movimiento Nacional de los principados rumanos, 137.-TV. La cue,tin de las nacionalidades en el Imperio rumano, 138.-Bibliografa. 143.
INDICE DE MATERIAS
145
I. Las potencias "conservadoras", pg. 145.-11. Las potencias occidentales, 148.-lll. Los sntomas de la crisis, 152.-Bibliografla, 157.
?'CAP. X.-R.EPBRCUSIN INll!JtNACIONAL DB LOS MOVIMIBNTOS REVOLUCIONAllllOS BUROPBOS . . . . . . ... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
SIGW XIX
II.
DE
187'1
A.
1914
327
158
lNrnoDUCCIN ... ... ... . ..
El apogeo de Europa
l. El impulso revolucionario, pg. 161.-ll. La escisin de las fuerzas revolucionarias, 165.-III. El fracaso, 168.-Bibliografla, 177.
CAP. Xl.-Cli!NA SE ABRE A LA INFLUENCIA OCCIDBNTAL . . . . . . . . . . . . . . .
179
l. ~ intereses europeos, pg. 179.-Il. La "guerra del opio", 181.III;, Nuevas condiciones del comercio extranjero, 183.-Bibliograffa, 188.
LIBRO
~JI.-LA BXPANSIN TERRITORIAL DB LOS EsTADOS UNIDOS ..... . l. La cuestin de Tejas, pg. 190.-II. La guerra entre los Estados Undos y Mjico, 195.-111. Amrica Central, 196.-Bibliografla., 203. Conclusin del libro II . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
CAP. LIBRO
336 357
369
205
NUEvos
POSTULADOS . . . . ..
379 391
233
l. Mviles de la poltica rusa, pg. 233.-II. .La resistencia franco-inglesa, 236.-lll. La derrota rusa, 238.-Bibliografa, 243.
CAP. XV.-LAs TRANSFORMACIONES DEL Exl'RE,Mo RIENrn . . . . . . . . . . . . . . .
244
l. La apertura del Japn, pg. 244.-H. La expedicin a China en 18581860, 248.-III. La apertura de Indochina, 253.-Bibliografia, 254.
''
420 430
CAP.
255
I. La formacin del reino de Italia, vg. 255.-11. El Canal de Suez, 267.Bibliograffa, 271.
C\P. XVIL-R.EPBRCUSIONES ll'ITERNACIONALES DB LAS CRISIS AMERICANAS ... i! l. La guerra de Secesin y Europa., pg. 273.-II. La aventura meji-
273
Introduccin al libro II . .. .. . . ..
CAP. VIII.-LAS FUERZAS PROFUNDAS . . . . . . . . . . . . . . .
436
..
283
CAP. !X.-F!SONOMA
DE
LOS
GRANDES
ESTADOS
...
453
l. La polftica de Bismarck, pg. 302.-11. Europa ante el conflicto francoalemn, 307.-Bibliografla, 315.
(1893-1901) ... Los intereses tvales, pg. 476.-II. Las relaciones polticas entre las grandes potencias, 483.-Bibliografla. 489.
l.
AGRUPAMlENI'O DE LOS Esnoos EUROPEOS
476
. . . . . . . . . . . . . . . . ..
316
491
Conclusin general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
320
Los choqu'es entre los imperialismos, pg. 491.-II. Los nuevos acuerdos entre Estados europeos, 498.-Bibliografla. 507.
l.
CAP. XII.~LAS "PRUEBAS i)E FUERZA"
508
Los liligios. pg. 508.-II. La consolidacin de los "bloques", 517. Bibliografa, 523.
l.
CAP. Xlll.~LAS POL{TICAS NACIONALES
524
533
INDICE DE MAITRIAS
. . . . . . . . . . . . . . . . ..
537 539
CAP. XIY.-Los INTERESES EUROPEOS EN ASIA . . . . . . . . . . .. Bibliografa, pg. 552. CAP. COLONIZACIN EUROPEA EN AFRICA . . . . .. Bibliograffa, pg. 551.
CAP. Y.-LA DECADENCIA DE EtROPA ... l. La crisis europea. p,g. 748.--11. La suerte de los imperialismos europeos, 754.-Bibliografa, 766. CAP. Yl.-LA CONFERENCIA DE LA PAZ . l. Los intereses en presencia, pg. 76 7 -11. El carcter de las soluciones, 773.-111. Las lagunas, 786.-Biblografa, 795.
748
xv...._,r_A
767
CAP. XVI.-LAS INFLUENCIAS EUROPEAS EN LA AMRICA LATINA ... Bibliografa. pg. 569. CAP. XYlI.-Los RIVALES DE EUROPA ........... . Bibliograffa, pg. 587. CAP. XVIll.-EUROPA EN LA PRIMAVERA DE 1914 ... I. Los sentimientos nacionales, pg. 589.-II. Las rivalidades econmicas y financieras, .598.-Bibliografa, 609. CAP. XIX:.-Los ESTADOS y LOS PUEJJLOS ANTI> LA AMENAZA DE GUERRA ... l. La psicologa co)ectiva, pg. 611.-ll. Los planes de los gobiernos, 616. lll. La crisis de ulio de 1914; 623.-0ibliografa. 628. Conclusin del libro I!f ................. . Conclusin general ...
56 2
570 589
CAP. YJI.-LAS DISCREPANCIAS ENTRE LOS VfNCF.DORF.S ... Bibliografla, pg. 808. Conclusin del libro II ... LIBRO lll.-Europa y el mundo desde Introduccin al libro IlI
797
809
1920 a 1929:
813
611
CAP. Ylll.-lAS NUEVAS INFLUENCIAS 814 l. La recuperacin econmica, pg. 814.-11. Las tendencias de la p5i- 41! cologfa colectiva, 819.-111. Las polt:cas nacionales, 825.-Bibliografa. 839. CAP. IX.-LA CUESTIN ALEMANA ... ... ... ... . .. . .. l. Los conflictos franco-alemanes (1920-1923), pg. de conciliacin (1924-1930), 849.-Bibliograf[a, 856. 842 842.-11. El intento
629 631
CAP. X.-RUSIA y EUROPA (1920-1929) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. l. El fracaso del "cordn sanitario", pg. 857.-II. El rceonocimiento del Estado sovitico, 859.-III. Las nuevas dificultades, 864.-Bibliograffa, 867. CAP. Xl.-LA ZONA DANUBIANA Y BALCNICA ... I. La poltica francesa y la Pequeila Entente, 870.-IL La polftica italiana en los Balcanes, 874.-Bibliograffa, 877. CAP. XII.-EL MEDITERRNEO y EL ORIENTE PRXIMO .. . ... .. ... , . I. Los nacionalismos musulmanes, pg. 879.-11. Las rivalidades entrf' los intereses europeos, 886.-Bibliograffa, 891. 64/
6~0
857
DE 1914
1929
64 J
869
878
'
Introduccin al libro I . . . . . . . .. CAP. l.-LAS FUERZAS PROFUNDAS l. Los Estados beligerantes, pg. 650.-11. Los neutrales de Europa, 6(,tJ. III. Las perspectivas mundiales, 665.-Bibliografa. 670. CAP. 11.-LA GUERRA EUROPEA (AGOSTO DE 1914-FEBRERO DE 1917) I. Los nuevos beligerantes europem;, pg. 672.-ll. El debilitamiento de las mflucncias europeas en el mundo, 682.-0ibliografia, .. 694. CAP. Jll.-LA ENTRADA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN LA GUERRA l. Las causas de la intervencin, pg. 695.-Il. El alcance de la ntervencin, 705.-Bibliograffa, 713. CAP. IY.-Los DERRUMJJAMIENTos ..... . l. La paz por separado de Rusia. pg. 716.-11. La di~lo~ac1r: de Am-. tria-Hungra, 729.-lll. La derrota de Alemania. 7JJ.-01hl1ogrnia, 740 Conclusin del libro l LIBRO 11.-EI acuerdo de paz (De 1919 a 1920): Introduccin al libro JI ..
CAP. XIII.-Los NACIONALISMOS EN EXTREMO ORIENTE ... l. El "alto" al Japn, pg. 893.-IL Los mov;mientos nacionalistas en China, 897.-Bibliograffa, 903. CAP. XIY.~LA POSICIN INTERNACIONAL DE LA AMRICA LATINA ..... r. Las relaciones econmicas y financieras, pg. 906.-II. Las-relaenes polticas, 911.-Bibliograffa, 918. CAP. XY.-LA ORGANIZACIN DE LAS RELACIONES INTERNACIONALES .. . . . . . .. I. La insuficiencia de la seguridad colectiva, pg. 919.-U. El fracaso de la cooperacin econmica y financiera, 924.-Bibliografla, 927. Conclusin del libro III . . . ... ... ... . . .. . . . . .. . . . Conclusin general . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ..
893
905
672
919
928
695
931
74 2
11. DE 1929
194-5
747
INTRODUCCIN ... ... ... ... ... ... . ............... ''' ... Advertencia de la segunda edicin, pg. 938.-Bibografla, 938.
937
!. El arm1st1c10 italiano. pg. 1206.-II. La dcscrcn de los "satlites". 12!3.-Ill. El derrumbamiento de Alemania. 1216.-lV El derrumbamiento del Japn. 1222.-Bibliografla, 1226.
CAP. X!V.-EL MUNDO EN 1945 .......... ..
1228
l. La crisis econmica de 1929-1933, pg. 947.-11. Los Estados y su polltca, 955.-Bibliografa, 975.
CAP,
l. El destino de Europa, pg. 1228.-II. La prosperidad amencana, 1234. l ll. Nuevas perspectivas, 1237 .-Bibliografa. 1254.
1257
1261 1271
Il.-LOS
I.
Las iniciativas japonesas, pg. 977.-11. Las iniciativas italianas en Africa Oriental, 983.-111. Las iniciativas alemanas, 986.-Bibliografla, 999.
CAP.
Ill.-EL VIRAJE. DE 1935 ............................. . l. La formacin del '.'frente comn de Stresa", pg. 1000.-11. La disolucin del "frente de Stresa", 1005.-111. La recuperacin de la zona renaria;-llU.h= Bibliografa, 1018.
l. La &!!erra espaola, pg. 1020.-11. La guerra chino-japonesa, 1026. 111. La expansin alemana en Eucopa Central, 1034.-Bibliografla, 1050.
1000
CAP. IV.--PRIMERAS AMENAZAS DE GUERRA GENERAL ... ... ... ... ... ... ...
1020
(Al'. V.-LA CARRERA DE LOS ARMAMENTOS Y LA FORMACIN DE LOS "BLOQUES" . .. . .. . . .. .. . .. . .. . .. . .. . . . .. . .. . .. . .. . .. . . .. l. La polltica. de armamentos, pg. 1052.-11. Los compromisos diplo-
1052
1072
l. La lucha diplomtica, pg. 1072.-11. La crisis polaca del verano de 1939, 1081.-III. La decisin alemana. 1088.-Bibliografla, 1092. Conclusin del libro I ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . .. ... ... ... ...
LIBRO
1093
1939-194-0 ......... : .. .......................................... l. Los paises escandinavos, pg. 1125.-11. La U. R. S. S., 1130.-111. Blgica, 1130.-IV. Italia, 1133.-Bibliograffa, 1140.
CAP. IX.-LA DERROTA FRANCESA
1125
1141
BRETAA ... ... ... ... ... ... ... ... ...
GRAN
1151
l.
1
La batalla del Mediterrneo, pg. 1151.-11. La batalla del Atlntico y la neutralidad de los Estados Unidos, 1165.-Biblio"rafa, 1173.
1174
CAP. XJ.-LAs NUEVAS FUERZAS ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... . ... ... ...
1.-El conflicto entre Alemania y la U. R. S. S., pg. 1174.-ll. La entrada de los Estados Unidos en la guerra, 1179.-Bibliografia, 1190.
CAP. XIl.-EL MANTENIMIENIO DE LA "GRAN ALIANZA" Bibliografla, pg. 1204. CAP. XllI.-LA DERROTA DE LAS POTENCIAS DEL "Ere"
1194
1206
SERIE: TEXTOS
TITULOS PUBLICADOS
V. V. Struve Historia de la antigua Grecia Max Aub Manual de historia de la Literatum Espaola Chester G. Starr Historia del mundo antiguo Luis Garca Ballester Historia social de la medicina en Espaa, siglos XIII-XVI Antonio Pesenti Manual de economa poltica I y II Julio Caro Baroja Las formas complejas de la iida religiosa (Religin. sociedad y carcter en la Espaa de los siglos XVI y XVII) S. l. Kovaliov Historia de Roma Edicin de Domingo Plcido
-------.
Roberto Carballo, Antonio G. Temprano, Jos A. Moral Santn, y otros Crecimiento econmico y crisis estructural en Espaa (1959-1980)