(FR - Moonshaes.2) (Niles, Douglas) - El Dios de La Muerte
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EL DIOS DE LA MUERTE
Islas Moonshaes, vol.2 Douglas Niles
Se llamar Cymrych y blandir aquella espada. Su destino lo llevar a muchos lugares. Volar sobre la tierra, aunque more en su seno. Viento y fuego, tierra y mar: todos lucharn por l, cuando llegue la hora de reclamar su trono.
Introduccin El llano de Gehenna era un reino desolado y opresivo, hostil a la vida mortal. Era un mundo construido sobre una vasta e interminable ladera de montaa, siempre escarpada y que no llegaba nunca a un fondo o a una cima. Chorros de vapor surgan de la vertiente y ros de lava la recorran, chisporroteando en grandes cataratas, y se depositaban en burbujeantes charcas. Tales eran los dominios de Bhaal, terrible dios de la Muerte. Bhaal era un dios agitado y colrico, a quien le encantaban los actos sangrientos y violentos. A medida que sus devotos se desparramaban por el mundo, matando en su horrible nombre, l se haca mas fuerte. Bhaal buscaba venganza. Un secuaz del dios haba sido asesinado haca casi un ao del mundo mortal, apenas un instante para el dios. Kazgoroth no era el siervo mas poderoso de Bhaal, ni su predilecto. Pero lo haba matado un mortal, y el hombre que se atreva a atacar a un siervo de Bhaal poda atacar igualmente al mismo dios.
La sed de sangre del dios empez como un sencillo odio, un deseo de ver muertos a aquel mortal y a los que lo haban ayudado. Bhaal prevea sus muertes con lgubre placer. Pero aquel hombre era un principe. Y era amado por una druida. Esta mujer tena un poder propio y serva a una diosa que era extranjera y, por ende, odiosa para Bhaal. Y as su necesidad de venganza evolucion y se convirti en algo mucho mas terrible que un complot de asesinato. El prncipe era un lder de su tierra, y la druida protega a aquella tierra. Bhaal crea que no slo los mortales, sino tambin su tierra misma tenan que morir. El dios tena un poderoso instrumento para llevar a cabo su venganza. El secuaz de Bhaal, Kazgoroth, aunque muerto, no haba desaparecido del todo. Un fragmento de la Bestia -su corazn- estaba en poder de uno de sus antiguos servidores, que lo retena desesperadamente. Bhaal tom buena nota del Corazn de Kazgoroth. Pronto lo utilizara. S, decidi. La tierra de aquellos mortales se convertira en una tierra de muerte, en una nacin en que los muertos seran gobernados por los muertos. Ningn ser viviente hara fracasar su empeo. As fue concebida la venganza de Bhaal.
--Entra. El asesino mir a su alrededor pero no pudo ver de dnde vena aquella voz sibilante. No obstante, la pared de piedra que se alzaba ante l se abri, revelando un pasillo ms negro que la noche que los envolva. Murmurando una maldicin, el asesino, vestido con camisa y pantaln de seda, entr y desapareci en la densa oscuridad. Se desliz en silencio por el corredor; sus blandas botas de cuero resbalaban sin ruido sobre el liso suelo de piedra. A su alrededor, la vastedad de Caer Calidyrr dormitaba en la sombra. El asesino entr con cautela en una de las torres del castillo. No vio ms que oscuridad, una penumbra profunda y antinatural. Entonces oy un dbil chasquido de dedos, y la oscuridad se disip. Pero no se hizo exactamente la luz; el efecto fue ms bien un alivio de la oscuridad. Dbiles rayos de luna se filtraban a travs de las estrechas ventanas en lo alto de las paredes, y alcanz a vislumbrar el Consejo. Los Siete estaban sentados alrededor de una larga mesa en forma de U. Se hallaban de cara al asesino, con la mesa abierta ante ste como las fauces de algn animal. Grandes capuchas ocultaban sus
caras. El asesino los mir y apret los dientes; a duras penas reprim un estremecimiento de asco. Saba que el del centro era Cyndre. El jefe de los hechiceros confirm su identidad, contradiciendo con su voz amable los terribles poderes de que dispona. --Fuiste negligente en tu trabajo en Moray. La hija del rey Dynnegall sobrevivi lo bastante para dar una descripcin de tus hombres. El asesino resopl ruidosamente por su ancha nariz. --Los guardias eran ms numerosos de lo que t me diste a entender. Tuvimos que matar a varias docenas de ellos. Y la niera ocult a la pequea en un desvn; tardamos horas en encontrarla. Perd a dos buenos hombres, pero la misin fue un xito: la estirpe de Dynnegall ha terminado, como puse fin el ao pasado por tu encargo a la estirpe real de Snowdown. El asesino recalc su declaracin con un gruido grave e inhumano. --No espero tanto descuido por el dinero que pago -dijo el gran hechicero con suavidad-. Incluso tu madre, la orca, lo habra hecho mejor. Aquel insulto era demasiado. Una daga centelle al salir de la manga del asesino y, con una rapidez extraordinaria, ste la lanz contra el pecho sin proteccin del hechicero. Los otros lanzaron un grito de sorpresa, estremecindose ante el sbito ataque, pero Cyndre se limit a levantar un dedo y pronunciar en voz baja una palabra. Al instante, a slo dos palmos de distancia de su objetivo, la daga se transform. En su lugar, sali volando un gran murcilago que se volvi para lanzarse contra el cuello del asesino. Centelle otra daga, pero sta permaneci en la mano del asesino, que ensart al murcilago con la fina hoja y lo lanz sobre la mesa delante de Cyndre. Pudo sentir que los ojos de ste se fijaban en l desde debajo de la capucha. Durante un instante, todo qued como petrificado en el saln, mientras los hechiceros miraban fijamente a su jefe. El asesino permaneci inmvil delante de la mesa. El hechicero negro hizo un sencillo ademn y el murcilago muerto desapareci. Una risita divertida son debajo de la oscura capucha, y la tensin del saln se extingui poco a poco. --Bueno, Razfallow -sigui diciendo amablemente el hechicero-, pronto podrs volver a Calimshan. Sin embargo, otro rey de las Moonshaes amenaza el poder de nuestro... feudo. Llevars tu banda a Caer Corwell. El prncipe de aquel reino es una especie de hroe local y una amenaza para nuestras ambiciones. El clrigo, Hobarth, nos ha advertido que debemos actuar con rapidez,
pues el prncipe tiene una amada que es igualmente peligrosa. Tenis que matarlos, y tambin al rey. La paga ser el doble de la acostumbrada, y el triple si puedes devolver la espada del prncipe a Caer Calidyrr. Por encima de todo, este prncipe debe morir.
1 Una druida del valle de Myrloch --Vayamos a baarnos! Quieres, Robyn? Hace tanto calor y hemos trabajado tanto... --Querrs decir que yo he trabajado tanto -dijo la joven, detenindose para apartarse de la cara un sudado mechn de cabellos negros-. Lo nico que has hecho t ha sido estorbar. Su compaero, un dragn de color naranja y de apenas tres palmos de largo, que zumbaba como un colibr a su alrededor, frunci el escamoso hocico con momentnea indignacin. --Adems, Newt -prosigui Robyn-, tengo que despejar esta maraa de enredaderas antes que nada. Parecen hacerse cada da ms espesas! No s cmo poda Genna cuidar ella sola de toda esta arboleda. Una vez ms, apart con un grueso palo las enredaderas de un tronco, agarr una de ellas y la arranc del suelo. Despus la arroj sobre un montn de otras enredaderas destinadas a alimentar una fogata por la noche. --Por qu tienes que arrancar estas estpidas y viejas enredaderas? -gru el dragn-. Djalas que crezcan como les place y vayamos a nadar como nos place a nosotros. --Te lo he dicho cien veces, Newt. Este es el bosque sagrado de la Gran Druida de Gwynneth, que me est enseando las reglas de nuestra orden. Parte de esta enseanza es obedecer sus instrucciones y ayudar a cuidar de la arboleda. La explicacin son un poco vaga incluso para Robyn, que haba seguido sumisamente durante casi un ao las instrucciones de su ta y tutora Genna Moonsinger. No era hoy la primera vez que la Gran Druida se quedaba descansando tranquilamente en su cmoda casita mientras su alumna trajinaba bajo el calor del verano. Pero Robyn era una pupila abnegada. Se detuvo y respir hondo, relajndose al exhalar el aliento. Repiti esta operacin como le haba enseado su maestra y pronto sinti que se desvaneca su enojo. Se volvi hacia las espesas enredaderas que amenazaban ahogar el
tronco de un viejo roble. Incluso sinti remordimientos por sus dudas. Genna trabaja siempre duro, se record. Ciertamente merece algn descanso. Robyn estaba trabajando en el borde de aquella zona encantada que era el bosquecillo de la Gran Druida. Cerca de ella estaban los altos setos que limitaban gran parte de la arboleda, y estaba rodeada de macizos robles. Ms cerca del centro del bosquecillo haba un maravilloso jardn y un plcido estanque, y en aqul se levantaba la sencilla casita de Genna. Detrs de la casita, se hallaba el elemento fsico dominante del bosque, que era tambin su corazn espiritual: el Pozo de la Luna. La profunda charca estaba rodeada de un anillo de altas columnas de piedra cubiertas de brillante y verde musgo. Las cimas de varios pares de columnas sostenan travesanos de piedra, levantados y colocados all por el poder de grandes druidas en eras remotas. Era para aprender los secretos de este poder por lo que Robyn estudiaba su oficio con tanta diligencia. Haba demostrado, tanto a su maestra como a s misma, que posea un talento innato para realizar la magia drudica. Era la herencia de la madre, a quien nunca haba conocido. Pero una cosa era el poder heredado, y otra aprender la ciencia y la disciplina necesarias para controlar aquel poder. Robyn tir de una gruesa raz, apartndola del tronco hasta que se rompi. La arroj sobre el montn y agarr otro zarcillo con una mano que se haba vuelto fuerte y callosa durante su adiestramiento. Tambin aquella enredadera se desprendi mal de su grado del roble, pero Robyn tuvo que emplear casi toda su fuerza para vencer la resistencia de la planta. --Bueno, yo te ayudar, para acabar de una vez con esto. Mira, yo tirar de esta enredadera y t agarrars aqulla... --No! -grit Robyn. Pero, antes de que pudiese detenerlo, el dragoncito haba agarrado un cabo suelto de enredadera y tirado de l con una fuerza que contrastaba con su pequeo tamao. Las enredaderas que ella haba desenmaraado con tanto cuidado se soltaron y al instante se enroscaron de nuevo en el tronco del rbol. La fibrosa masa de enredaderas agarr al dragn duende con sus anillos y lo sujet contra el rbol. Lo nico que sobresala de la maraa de enredaderas era la punta movediza de una cola roja y una patita con garras. --Te est bien empleado! -lo zahiri Robyn, mientras empezaba a tirar de nuevo de las enredaderas para desprenderlas del rbol-. Deberas prestar atencin a lo que haces! Newt sac al fin la cabeza de entre la maraa y la sacudi con vehemencia.
--Es la ltima vez que trato de ayudarte -resopl, al quedar libre. Agitando sus alas de gasa, zumb en el aire y se cerni sobre la joven. --Por qu no empleas tu magia con esas enredaderas y acabas de una vez con el trabajo? -pregunt, mirando al rbol con aire beligerante. --Una druida tiene que cuidar del bosque con sus manos y su corazn -respondi Robyn, recitando una de sus lecciones-. El bosque es la fuente de su magia; no puede ser atendido con ella, o la magia perdera su poder. --Yo dira que debe de ser muy aburrido hacer todos estos estudios y trabajos tontos, da tras da, por toda la eternidad. No aoras a Tristn? Y no quieres alguna vez volver a casa? Robyn contuvo el aliento, pues stas eran unas preguntas dolorosas. Haca casi un ao que haba venido al valle y no haba tenido contacto alguno con su anterior hogar. Genna insista en que slo as Robyn poda cultivar debidamente sus dotes. Reflexion con cuidado antes de responder, ms para su propio beneficio que para el de Newt. --Lo aoro muchsimo..., creo que cada da ms. Y deseo estar con l. Tal vez estar algn da. Pero, por ahora, debo aprender lo que pueda sobre la orden de los druidas, descubrir yo misma si estoy destinada a servir, como hizo mi madre y hace mi ta, como druida de las islas. Es algo que tengo que hacer y, si Genna me dice que la nica manera en que puedo aprender es realizando tareas vulgares en su bosque, tengo que hacerlo. --Desde luego -dijo tranquilamente Newt-. En todo caso, Tristn debe de tener mucho que hacer en Caer Corwell. Fiestas y caceras... y todas esas lindas mozas y taberneras del pas. No me imagino, por supuesto, que un prncipe de los ffolk pierda las clidas tardes de verano en una fresca cervecera, pero suponiendo que... --Oh, cllate! -exclam Robyn, con ms dureza de lo que pretenda, pues Newt tena una extraa habilidad para irritarla. Echaba en falta a Tristn. Pero, se record, estaba cumpliendo su deber al seguir los pasos de la madre a quien nunca haba conocido, la madre que le haba dejado un libro y una vara como pruebas de su legado drudico. Acaso no era as? Record la impresin de temor y de asombro con que haba abierto, haca slo un ao, el libro de su madre. Se lo haba dado su padre adoptivo, el rey Kendrick de Corwell, padre de Tristn. En sus pginas Robyn haba empezado a comprender la naturaleza del trabajo que era capaz de realizar. Haba visto que tena poder para servir a la diosa, la Madre Tierra, y emplear la magia drudica para mantener el
equilibrio de la naturaleza en las islas que eran su patria. Ahora record la lisa vara de fresno, sencilla y sin adornos, pero que haba llegado a ser su bien ms apreciado. Tallado por las propias manos de su madre, era tanto receptculo como instrumento del poder terreno de la magia drudica. No slo le haba salvado la vida, sino que haba sido eficaz para rescatar a su reino del terror del Pozo de las Tinieblas. Ahora estaba segura en la casa de la Gran Druida, esperando que ella la necesitase. Con melancola, se pregunt acerca de su madre, como haca muy a menudo. Su ta Genna se la haba descrito con tanto detalle que ahora le pareca por completo familiar. A veces Robyn tena la impresin de que haba conocido realmente a su madre. Como siempre, la invadi una profunda tristeza al pensar que nunca conocera de veras a la mujer que la haba trado al mundo. Un sbito ruido -el chasquido de una rama secainterrumpi sus pensamientos, y Robyn se qued helada. Conoca a todas las criaturas que visitaban el bosque, y ninguna de ellas habra hecho un ruido tan torpe. Incluso Grunt, el arisco oso pardo que viva con ellas en el bosquecillo, mova su mole sin ruido entre las plantas. El chasquido se repiti y Robyn lo localiz en un grupo de arbustos a su espalda. Un fuerte escalofro de miedo recorri su espina dorsal, y la joven agarr el grueso palo que estaba apoyado en un tocn prximo. Se volvi poco a poco. Los arbustos susurraron, indicando que una criatura grande avanzaba en direccin a ella. De pronto, se abrieron para revelar la tambaleante figura de un hombre. Al menos, pens ella, era un ser humano, aunque los enmaraados pelos de la cabeza y de la barba, los sucios y larguiruchos miembros, y los ojos atolondrados y hundidos parecan ms de bestia que de hombre. Aquella criatura avanz como un mono, vestida slo con unos harapos sujetos con un tosco cinturn. Pero un sonido cascado brot de una garganta inconfundiblemente humana al derrumbarse el personaje a los pies de Robyn.
La esbelta proa de la barca surc las negras aguas del estuario de Corwell. La barca armonizaba perfectamente con la noche sin luna, lo mismo que las ocho figuras envueltas en capas que viajaban en ella. Cada personaje empleaba un estrecho remo para alejarla de un enorme galen inmvil anclado en el puerto de Corwell. El puerto estaba en silencio, pues era ms de medianoche. Ninguna ola entorpeca el gracioso movimiento de la barca al deslizarse lentamente hacia la proteccin de un alto muelle. Al llegar a
ste, seis remos fueron retirados y depositados en la embarcacin, mientras los dos restantes empujaban con cuidado la estrecha barca entre los pilotes. Las sombras figuras amarraron la barca. Una tras otra, saltaron al muelle y avanzaron en silencio. Subieron con cautela por la calle de la villa de Corwell y fueron avanzando de un edificio a otro con gran sigilo. El jefe del grupo, ms alto y corpulento que los otros, se detuvo para dejarlos pasar, mientras observaba por si haba alguna seal de peligro. Una mscara de seda negra ocultaba la cara de todos ellos, pero ste la apart a un lado para atisbar con ms eficacia en la oscuridad. Aunque pareca un hombre, no lo era. Tena ancha y roja la nariz, y sus dientes eran brillantes y afilados. Rpidamente, volvi a colocar la mscara en su sitio y se desliz detrs de su banda.
Tristn Kendrick, prncipe de Corwell, estaba un poco borracho. Tal vez ms que un poco, pens al sentir una oleada de nuseas en el estmago. Le dola la cabeza y quera irse a la cama, todo lo cual haca que la discusin fuese mucho ms desagradable. --No te portas como un prncipe! No pareces un prncipe! Nunca estars en condiciones de ser rey de los ffolk! La dura voz de su padre retumb detrs de l, sacudiendo su cansancio. El prncipe se volvi para enfrentarse con el rey. --Hace un ao puse en fuga a un ejrcito de hombres del norte desde estas mismas murallas! -gru, dominando su afn de gritar-. Luch contra la Bestia que se haba metido en nuestro patio. Incluso, padre, encontr la Espada de Cymrych Hugh! Tristn seal el arma poderosa, colgada en un lugar de honor sobre la chimenea y cruzada con la lanza de caza predilecta de su padre. La espada era una reliquia adorada por su pueblo y haba estado perdida durante siglos, hasta que l y sus amigos la haban descubierto en las profundidades de un cubil de los frbolg. --Todas aquellas hazaas fueron buenas y heroicas y... espectaculares -se chance el rey-. Y aquellos mritos te valieron la adulacin de las damas y las bebidas del tabernero. Pero se necesita ms que herosmo para ser rey. Qu sabes t de nuestras leyes y de la administracin de este reino? Puedes juzgar un pleito entre pastores que disputan acerca de unos pastos compartidos o entre pescadores que discuten sobre sus derechos a un amarradero? Hasta que sepas todo esto, no sers apto para gobernar. Ya conoces las costumbres: slo podrs ser rey si la mayora de los nobles te consideran capaz de ello! Dudo de que fuese as si tuviesen
que votar maana! Tristn apret los puos y, por un momento, su irritacin fue tal que apenas pudo contener las ganas de pegar a su padre. Se apart, frustrado, y se dej caer pesadamente en el silln ms grande del estudio. La niebla del alcohol se estaba ya disipando. Pero su padre no quiso abandonar su ataque. --Es sorprendente que el podenquero pudiese traerte a casa -dijo con desdn-. Y dnde est ahora Daryth? --Supongo que en la cama, pero no metas a Daryth en esto! Es mi amigo, y no permitir que lo insultes! --Desde que se march Robyn para ir a estudiar con su ta, te has comportado como un chiquillo en cierto instante y como un bufn borracho en el siguiente. --La amo! Se fue y nada parece importarme, salvo el deseo de volver a verla. Por la diosa, que la echo en falta! Ni siquiera s si volver algn da. Y si decide pasar toda la vida en los bosques, cuidando de algn Pozo de la Luna del valle? El rey pas junto al silln para enfrentarse con su hijo, y el prncipe, con un esfuerzo, aguant la mirada de su padre. --Y qu, si lo hace! Es su privilegio... y tal vez su responsabilidad. Pero t no entiendes de esto, verdad? La responsabilidad nunca te ha... --Padre, he decidido ir al valle de Myrloch y visitar a Robyn. Me marchar en cuanto me haya preparado -lo interrumpi con rudeza Tristn. Haba alimentado esta idea desde haca varios das, pero no haba tenido valor para decrsela al rey. Al menos, pens, esta discusin le haba dado fuerzas para hacerlo. --Eso es exactamente lo que quise decir! T... --Tal vez tienes razn en lo que a m respecta -lo interrumpi de nuevo Tristn, echndose atrs para mirar a su padre-. Despus de las aventuras del verano pasado, la idea de pasar mis das enjaulado... De pronto, la puerta del estudio se abri hacia adentro con un chasquido de madera rota. Tristn vio que su padre miraba hacia la puerta y al instante empujaba con violencia su silln. Entonces el prncipe oy varios clics y sinti que alguna especie de proyectil pasaba zumbando junto a su cabeza antes de que su silln se derrumbara hacia atrs. Se qued sin aliento y lo invadi un pnico fro que expuls de su mente los ltimos vestigios de alcohol. Inmediatamente, Tristn rod del silln y, desde el suelo, observ que una daga de plata pasaba centelleando sobre su cabeza. Vio que su padre se arrancaba un dardo fino del hombro y levantaba una silla de madera para frenar el ataque de una figura vestida de negro. Tristn se puso en pie de un salto, a tiempo de enfrentarse con
otro negro personaje. La cara de ste estaba cubierta con una espantosa mscara negra, y el cuerpo apareca envuelto en una capa de seda tambin negra, pero Tristn slo vio la centelleante daga que pareca venir en busca de su sangre. Desesperado, mir a su alrededor en busca de un arma y en ese instante record que la espada colgaba a tres pasos de distancia. Una mesa baja lo separaba de la chimenea. Fingi lanzarse contra su atacante, pero se dej caer al suelo, rod debajo de la mesa y se puso de nuevo en pie de un salto. Su atacante salt sobre la mesa al mismo tiempo y su daga hizo un profundo corte en la oreja del prncipe. Tristn agarr el arma, la hizo girar y clav profundamente la punta en el pecho del intruso antes de que ste pudiese golpear de nuevo. Vio entonces que su padre se tambaleaba hacia atrs al entrar por la puerta otra figura vestida de negro. Haba otras detrs de ella. El prncipe lanz de una patada un silln en el camino de su nuevo atacante, con lo que consigui detenerlo lo bastante para arrancar la lanza del rey de su sitio encima de la chimenea. --Padre! -grit, arrojando la pesada arma de lado a travs de la estancia. Tristn salt sobre el silln que haba derribado, seguro de que el personaje que tena delante, armado con dos dagas, nada podra hacer contra la centelleante Espada de Cymrych Hugh. Pero una de aquellas dagas choc con su hoja con tal fuerza que casi la hizo saltar de su mano. Slo dando un salto atrs evit el prncipe que las armas se clavasen en su vientre. En realidad, una de ellas le produjo un doloroso rasguo en el abdomen. Todava ms espantoso que aquel golpe casi fatal fue el fuerte y ronco gruido que sali de detrs de la mscara de seda. Aunque los otros atacantes haban parecido humanos, el que se hallaba ante l era ms robusto y ola peor que un hombre. La criatura atac con furiosa intensidad, obligando a Tristn a retroceder contra la chimenea con una serie de golpes fulminantes. Cada estocada iba acompaada de un rugido bestial. El prncipe dese desesperadamente ver la cara que se ocultaba detrs de la mscara negra, para asegurarse de que aquella criatura era en verdad de carne y hueso y no un demonio conjurado de una pesadilla de borracho. Haciendo una mueca, Tristn blandi la espada contra su enemigo, esforzndose en ganar espacio para maniobrar. Una vez ms, el intruso le hizo perder el equilibrio con sus rapidsimas estocadas. El prncipe se apart de la chimenea, conteniendo el aliento al ver que su padre clavaba la lanza en el pecho de otro atacante. El rey cay sobre su enemigo y la pareja yaci inmvil sobre el suelo. Su atacante sorprendi a Tristn al dejarse caer de pronto al
suelo. El prncipe record al hombre de la puerta y, en el mismo instante, se arroj tambin al suelo y sinti silbar sobre la cabeza los mortales proyectiles. Despus se puso en pie y salt hacia su enemigo. En ese momento, oy un grito de dolor en la puerta. Por lo visto, su furioso atacante se sorprendi tanto como l, pues volvi la cara enmascarada hacia la puerta. El prncipe estuvo a punto de alcanzar con la punta de la espada a la criatura, pero sta mir atrs en el ltimo instante y se puso en pie con la agilidad de un gato. Aun as, la punta de la hoja de Tristn golpe la cabeza de aquel ser y le arranc la mscara de seda. El prncipe vi durante un instante aquella cara que no paraba de gruir. La criatura pareca un cruce entre un hombre y una bestia; su cuerpo y sus facciones eran humanas, pero sus fauces estaban erizadas de colmillos, y sus ojos, muy juntos, parecan diablicamente brillantes e inyectados en sangre. Otro grito de dolor son en la puerta, acompaado ahora de gruidos. El prncipe vio que uno de los atacantes entraba tambalendose en la habitacin, con un enorme podenco mordindole el cuello con furia letal, y distingui el destello de una cimitarra que empujaba a un tercer arquero contra la pared. Daryth! El fiel podenquero, hbil en el combate y sigiloso, debi de haber odo el alboroto. Con su ayuda, pens Tristn, las probabilidades en la lucha parecan ms favorables. Daryth entr de un salto en la estancia, pasando junto al perrazo que estaba levantando su cabeza del ensangrentando cuerpo. De pronto, Daryth se qued inmvil, con las morenas y bellas facciones contradas por la impresin. --Razfallow! -dijo al fin, con voz tensa. El enemigo de Tristn se detuvo tambin al ver al podenquero. --Conque es aqu donde viniste a parar, calishita -gru-. No esperabas ocultarte de m para siempre, verdad? --Ya no necesito ocultarme -murmur Daryth, avanzando despacio y agachado-. Y menos aun de un asesino de nios! El monstruo ri entre dientes y, antes de que Tristn pudiese reaccionar, lanz una de sus dagas directamente contra el corazn de Daryth. Pero la cimitarra de plata se movi con rapidez e hizo caer el arma al suelo. Por lo visto, Razfallow comprendi que la batalla estaba perdida. Sin que el prncipe pudiera impedirlo, salt hacia la ventana, que se hallaba a unas diez varas sobre el patio, se volvi a mirar a Tristn, con el odio brotando casi palpablemente de sus ojos carmeses, y se lanz a la oscuridad. --Guardias! -grit el prncipe, corriendo hacia la ventana-. Hay un intruso en el patio! Prendedlo vivo!
El negro personaje haba desaparecido ya en la noche, pero el grito de alarma reson en todo el castillo. Tristn, al volverse, vio que Daryth sostena delicadamente la cabeza del rey. El gran podenco, Canthus, estaba junto a l, olfateando con suavidad el cuerpo inmvil. La nica herida que mostraba el padre de Tristn era la pequea punzada, apenas sangrante, en su hombro. Sin embargo, el podenquero mir al prncipe con profundo dolor y espanto en sus ojos. --El rey de Corwell ha muerto. Como todos los dioses, Bhaal comunicaba su voluntad a sus fieles por medio de sus clrigos: sacerdotes, sacerdotisas, personas santas (o no santas). Estos clrigos extraan su fuerza de sus dioses y muchos de ellos eran capaces de actos de magia que rivalizaban con los de los hechiceros mas prodigiosos. Como dios poderoso, Bhaal tena muchsimos clrigos entre sus fieles. Y se daba el caso de que uno de los ms poderosos se hallaba en las Moonshaes. ste le servira ahora para sus fines. Lentamente, Bhaal traz un plan. Le servira de entretenimiento y podra aumentar su categora entre todos los dioses de los Reinos Olvidados. Era un plan complejo, pero contaba numerosas manos dispuestas a ayudarle. Para empezar, enviara un sueo al clrigo de las Moonshaes. ste lo considerara una profeca o una orden: en todo caso, sera la voluntad de Bhaal. Y Bhaal saba que el clrigo le obedecera.
2 El Consejo de Corwell Largas sombras extendan las torres de Caer Calidyrr en agujas que se proyectaban amenazadoras sobre la villa y, ms all, sobre las aguas de la baha del Pez Blanco. El crepsculo puso fin al trajn del intenso comercio que caracterizaba a la mayor ciudad de las tierras de los ffolk. Despus lleg la noche, con sus propias formas de comercio: venta de la hierba ginyak, importada libremente de Calimshan, o incluso, en los callejones ms oscuros, de jvenes esclavos de Amn o
de Tethyr. El hechicero pas por aquellos callejones, que le eran muy familiares. Por fin, al hacerse completamente de noche, baj por una escalera a un stano, haciendo caso omiso de un viejo que dorma y apestaba a vino barato. Empuj a un lado una cortina que cubra una pared del stano, y entr en una ancha habitacin redonda. La cmara estaba iluminada por grandes braseros de carbones encendidos que emitan un resplandor rojo infernal y mantenan incmodamente caliente el lugar. Un enorme crneo reposaba sobre un altar en el centro de la estancia. Tallado en mrmol blanco, tena tal vez cuatro veces el tamao de una cabeza humana. Unas rayas rojas, que slo podan haber sido trazadas con sangre fresca, salan de los ojos de la calavera y se extendan sobre los pmulos en una chillona caricatura de lgrimas. Un hombre estaba plantado delante del crneo, vuelto de espaldas al hechicero. La gruesa tnica y la capucha del clrigo no podan disimular su enorme corpulencia. El hombre se volvi despacio. --Loado sea Bhaal -salmodi. --Loado sea el seor de la muerte -respondi el hechicero, con una voz suave e incongruentemente amable. --Has actuado ya segn mi profeca? -pregunt el hombrn, apartndose del altar despus de hacer una reverencia a la calavera. --As es, Hobarth -respondi el hechicero-. Estoy seguro de que Razfallow y su equipo los eliminarn en breve. --Pero eso no es todo. No encontrarn en Caer Corwell a la mujer. --No importa. Enviar a Razfallow al ltimo rincn de los reinos si es necesario. --No! -La voz de Hobarth era dura-. Tengo que atraparla yo mismo. Bhaal desea su sangre para alimentar su altar. --Dnde est ella? --Bhaal me ha mostrado, slo a m, dnde puedo encontrarla. Ir en su busca. --Y por qu quiere el dios que la sangre de esa mujer brote de sus cuencas? --Tal vez Bhaal desea que la vctima sea una druida. Ya no hay ninguna que est ms cerca que las de Gwynneth..., gracias a ti y a tu consejo. Cyndre ri entre dientes. --Si no recuerdo mal, t y tu dios tuvisteis algo que ver en la eliminacin de los druidas de Alarn. Ahora los ffolk de Calidyrr carecen de toda gua central espiritual; estn maduros para tus esfuerzos persuasivos. --As es -convino Hobarth, inclinndose ante el altar.
--Te deseo xito. El poder terreno de los druidas puede ser muy enojoso, aunque no puede compararse con el tuyo. --Mi fuerza es la de Bhaal -dijo el clrigo. --Desde luego... Qu descuidado soy! El hechicero se volvi para que su compaero no pudiese ver la sonrisa divertida que torca sus labios. Los clrigos y su fe idiota! --Me marchar maana... Esa druida no ver salir la prxima luna llena.
--Fue como si se hicieran invisibles! -inform Randolph, el joven capitn de la guardia del castillo. El barbudo, que todava no tena treinta aos, no pudo evitar que la frustracin se trasluciese en su voz-. Desaparecieron en el aire! --Nosotros matamos a cinco de ellos -dijo Tristn-. Cuntos pueden haber escapado? --Deban de ser al menos dos -dijo el guardia, apretando furioso la empuadura de su espada-. Encontr a tres de mis hombres muertos en el patio o en la muralla. Uno haba sido degollado; los otros dos, apualados por la espalda. --Una banda muy experta -murmur con amargura Tristn-. Pero, qu queran? Por qu? Mi padre nunca... Se le quebr la voz y no pudo continuar. El guardia no dijo nada. El y el prncipe permanecieron en silencio en el devastado estudio del rey. Juntos contemplaron la rota ventana del patio, observando la lenta llegada de la aurora. En la habitacin contigua, el cuerpo del rey yaca sobre su cama, donde lo haba depositado con gran respeto fray Nolan, el sacerdote de Corwell. El rey Kendrick recibira unas honras fnebres dignas de un lder de los ffolk antes de descansar en el tmulo real. Con creciente dolor, Tristn trataba de aceptar la desaparicin de su padre. La conciencia de su muerte pareca inconstante; la verdad se ocultaba durante un rato y despus, inesperadamente, volva a golpear a Tristn con una fuerza cada vez mayor. A veces, el dolor era casi insoportable. --Dnde est Daryth? -pregunt al fin, esforzndose en sobreponerse. --Estaba dirigiendo la bsqueda -respondi Randolph. Tristn se volvi a mirar la puerta de la habitacin de su padre, mientras el capitn de la guardia se marchaba de la estancia. Tristn oy que la puerta se cerraba y, despus, mir de nuevo al exterior. Le asalt un torbellino de ideas. Se debata entre la culpa y la incertidumbre. Por qu haban sido tan violentos los ltimos
momentos con su padre? Y qu sera de l y del reino? Ahora que su padre se haba ido, Tristn empezaba a darse cuenta de lo mucho que haba dependido de l. Una melanclica sensacin de soledad amenazaba con abrumarlo, y pens tristemente en Robyn, que estaba tan lejos. Ansiaba su presencia con mayor desesperacin que nunca. Empez a andar de un lado a otro, impaciente, deseando que volviese Daryth. Por fin, se dej caer en un silln y clav los ojos en los carbones apagados de la chimenea. Las cuestiones prcticas lo sacaron de su tormenta emocional. Ya haban enviado mensajeros a los seores de los pueblos de Corwell. stos vendran a toda prisa, y se reunira el Consejo para determinar el futuro de Corwell. Se elegira un nuevo rey. La idea de ver al gordinfln Koart o al codicioso Pontswain sentados en el silln de su padre repugnaba a Tristn. Entre todos los pequeos jefes de las tierras de Corwell, el prncipe no poda pensar en ninguno que fuese digno de sentarse en el trono real, de ser su seor. Es el trono de mi padre, pens, de mi padre. O tal vez ahora..., tal vez ahora el mo... Se puso en pie con nerviosismo y se dirigi a la ventana, al darse cuenta de lo mucho que haban cambiado sus sentimientos en las ltimas horas. Mirando la aurora de color anaranjado, Tristn se enfrent a la verdad contra la que, horas antes, haba luchado con vehemencia: quera, s, ser el prximo rey de Corwell.
Robyn lanz una exclamacin ahogada y se arrodill junto a la frgil figura. Un miedo vago le impeda tocarla. Al tender al fin los brazos para volver al hombre boca arriba, ste bizque mirando el cielo. Farfull algo que en nada semejaba un lenguaje articulado, y ella alcanz a ver que tena la lengua hinchada y agrietada. Tom rpidamente el frasco de agua y verti unas gotas entre los labios resecos del hombre. --No lo toques! -le advirti Newt-. Parece peligroso! No me fo de l! Slo entonces Robyn se dio cuenta de que el dragoncito se haba escondido debajo de un montn de hojas al ver llegar al desconocido. Enterrado hasta los ojos, Newt observaba a los dos humanos. --Oh, cllate! -lo amonest ella, vertiendo ms agua en la boca abierta del hombre. ste se atragant y tosi espasmdicamcnte, pero lami con ansiedad las gotas de sus labios, esforzndose en levantar la cabeza para pedir ms agua. Robyn, con mucha delicadeza, hizo que reclinase
de nuevo la cabeza sobre la hierba y le dio ms agua. Poco a poco, pareci aflojarse la tensin del hombre, que cerr los ojos. Su respiracin dej de ser jadeante y adquiri un ritmo ms regular. Al cabo de un momento, pareci que se haba dormido. Ella no saba cmo ayudarlo, tan frgil y dbil pareca. Pero, al mismo tiempo, haba algo en l que la asustaba. --Quin eres? -murmur, examinando al hombre. Tena la piel agrietada y seca, como si hubiese estado largo tiempo expuesta a la intemperie. Los pelos de la cabeza y de la barba eran ralos, pero largos y enmaraados por las ramas y los espinos. Tena las uas sucias y gastadas hasta la piel. Hallaba su comida araando el suelo en busca de larvas y races?, se pregunt Robyn. Su nica vestidura era una capa de cuero, ceida con un tosco cinturn de piel, que apenas cubra su desnudez. Pero eran sus ojos los que le llamaban la atencin y la asustaban. Miraban fijamente durante un instante y, despus, se movan a uno y otro lado como enloquecidos, impulsados por alguna misteriosa combinacin de miedo y de dolor. Robyn observ que el hombre estaba torcido de un modo extrao, con las caderas ligeramente levantadas del suelo, como si estuviese tendido sobre una roca. Con mucha suavidad, trat de hacerle cambiar de posicin y entonces descubri que llevaba una pequea bolsa atada al cinturn, oculta debajo de la rada capa. Era un objeto sucio, que no llamaba la atencin. Sin embargo, atrajo su mirada de un modo irresistible y sinti deseos de observarlo y, al mismo tiempo, miedo de aquella atraccin. Con gran cuidado, alarg la mano, tratando de sacar la bolsa de debajo del hombre. Sus vigorosos dedos tocaron un objeto duro, como una piedra de buen tamao. Pero, en cuanto lo toc, el hombre se incorpor y abri los ojos de par en par. Ella no haba visto nunca una mirada de pnico semejante. El hombre chill, y su voz retumb en los odos de Robyn. Era un sonido penetrante, monstruoso, que le hizo pensar en un gran reptil presto a atacar. Pero l recul como un cangrejo, sujetando la bolsa sobre el pecho. Robyn se levant de un salto al mismo tiempo, sorprendida por la reaccin del hombre, y alz las manos en ademn de que no tocara aquel objeto del desconocido. Pero, qu poda llevar aquel hombre que fuese de tanto valor? --Ven conmigo -dijo con suavidad-. Te llevar a un sitio donde podrs descansar y comer. Lentamente, Robyn asi el brazo del hombre y lo ayud a ponerse en pie. Estaba muy dbil y se tambaleaba como un borracho. Era evidente que se habra cado si Robyn no lo hubiese sostenido de los
brazos. Pero pesaba muy poco y ella no tuvo dificultad en mantenerlo en pie. Newt sali con cautela de entre las hojas y zumb detrs de ellos. Robyn condujo al hombre por el bosquecillo, entre los gruesos troncos de los robles, en direccin a la enredada maleza que creca junto al anillo de arcos de piedra que sealaba el Pozo de la Luna. Al aproximarse Robyn a los arbustos, las ramas fuertemente entrelazadas se separaron sin ruido y formaron un arco algo ms alto que su cabeza, revelando que aquella maraa era un anillo de arbustos y no un matorral espeso. Dentro del anillo, se alzaba el pequeo edificio que era la casita de la Gran Druida. Con su techo de ramas y sus paredes cubiertas de hiedra, pareca haber brotado del suelo. Robyn se detuvo en seco, recordando que su maestra estaba durmiendo una merecida siesta. Decidi hablar a Genna del desconocido cuando se despertase. De momento, poda cuidar ella sola del hombre. --Ven por aqu -dijo, cambiando de direccin-, por entre estos rboles. -Lo condujo a travs de una arboleda de lamos temblones hasta una zona sombreada de verdes hierbas y lindas flores-. Puedes descansar aqu. Ayud al hombre a entrar en el prado y se apoy en un corpulento lamo para descansar. Un sbito gruido son detrs de ella y, al volverse, casi dejando caer al desconocido, vio una pequea montaa de pelo castao que se alzaba de la hierba. Una criatura enorme gru y descubri los blancos colmillos con irritacin. El hombre grit asustado y se apret contra el tronco del rbol. Sus ojos casi se salieron de las rbitas al ver el gran oso. --Cllate, Grunt! -lo ri Robyn, agitando una mano-. No te da vergenza? El oso gru de nuevo, pero se puso a cuatro patas, cruz el prado y desapareci entre los lamos del otro lado. --Lo siento -explic Robyn, apoyando una mano en el brazo tembloroso del hombre-. Se enfada mucho cuando lo despiertan de pronto. Pero olvdate de l: no te har dao. Adems, los animales tienen prohibido atacar a otras criaturas dentro del bosque. Aqu ests a salvo! Dud de que el desconocido la entendiese, pero ste pareci tranquilizado por su tono, pues se colg de su brazo y dej que lo condujese al interior del refugio. ste era en realidad un prado herboso, rodeado y cubierto por unos rboles que entrelazaban sus ramas. Era pequeo, pues no guardaban all animales y slo lo empleaban cuando alguna criatura salvaje lesionada necesitaba el bosquecillo como albergue mientras se recobraba de sus heridas.
Robyn llev al hombre, que pareca ms dbil a cada paso, hasta un lecho de verdes hierbas. Lo ayud a sentarse en el suelo y le ofreci ms agua. Poco a poco el hombre dej de temblar y, por fin, se durmi. Pero, incluso estando inconsciente, sujetaba con fuerza la rada bolsa y su duro contenido contra el pecho. Ella se levant en silencio cuando la respiracin del hombre se hizo ms profunda y regular, y se desliz a travs de la cortina de lamos para dejarlo descansar. All, posado sobre una rama baja, encontr a Newt que la estaba esperando. --Podemos ahora ir a nadar? -pregunt l.
--Eran calishitas -dijo Daryth-. Al menos aprendieron su oficio en Calimshan, en la Academia del Sigilo. La cara morena del calishita estaba tensa de ira, y sus ojos negros centelleaban. --Cmo puedes estar seguro? -pregunt el prncipe mientras sacuda la cabeza para tratar de quitarse la modorra de su breve sueo. De pronto, record el cuerpo de su padre en la habitacin contigua, pero apret los dientes para reprimir toda muestra de emocin. Senta en su interior un fuerte deseo de gritar su dolor a los cielos, de clamar venganza. Daryth lo haba despertado despus de lo que le parecieron unos instantes de sueo, aunque ahora poda ver el sol al otro lado de la ventana. --En primer lugar, por sus ropas -explic Daryth. El prncipe saba que su amigo haba estudiado en la Academia del Sigilo, pero Daryth hablaba raras veces de aquellas experiencias. Era algo, senta Tristn, de lo que el podenquero no estaba orgulloso-. Los asesinos de la Escuela del Baj siempre llevan la seda ms fina de Amnish, como sta. Mostr un trozo de tela arrancada de uno de los atacantes muertos. --Y esos pequeos arcos son el arma predilecta de la lite del baj. Untados con veneno, son infaliblemente mortales cuando se disparan a no ms de quince pasos. -Daryth hizo una pausa-. Lo siento. Es un milagro que no te alcanzasen tambin a ti. Adems, estaba Razfallow. -El calishita hizo otra breve pausa-. Fue maestro mo cuando estuve en la Academia. Entonces yo era joven, pero vigoroso y rpido. Pens que lo que aprendiese en la Academia me permitira una vida de lujo y de bienestar. Pero aquellas
artes..., asesinato a sangre fra, robo, traicin..., tienen un precio. Y Razfallow me hizo ver ese precio. Es uno de los asesinos ms crueles de los reinos. En definitiva, se enfad conmigo. Para m, la solucin ms conveniente era abandonar Calimshan, y as lo hice. --Por lo visto, no lo ha olvidado -observ el prncipe. --Le di buenos motivos para ello -murmur Daryth, pero, a pesar de la mirada curiosa de Tristn, no quiso entrar en detalles. --Qu es l? --Es medio orco. Su madre era una orca de pura raza. Es algo que le duele. --Como si no se advirtiese -murmur el prncipe. --Por ltimo, encontramos a dos guardias en lo alto de la muralla asesinados de una sola cuchillada... aqu. -Daryth dobl la cabeza, sealando con un dedo la base del cuello-. No s de ningn otro grupo de asesinos que emplee esta tctica para matar sigilosamente. --Fue el baj de Calimshan quien envi asesinos a Corwell? -pregunt el prncipe. Tal vez podra encontrar un objeto para su ira. --No lo creo probable. Aunque se adiestraron en Calimshan, les pagaron con esto. Daryth mostr un par de monedas de oro, con el perfil de un castillo almenado en una de sus caras. El prncipe tom las monedas y les dio la vuelta. En el reverso haba una silueta familiar. --Caer Calidyrr? Les pagaron con la moneda del Alto Rey? --As parece -dijo Daryth, asintiendo gravemente con la cabeza-. Uno de ellos fue lo bastante descuidado para llevar su paga consigo; tal vez no se fiaba de sus compaeros. Ahora ya no le sirve de nada, y su presencia en su cuerpo nos dice muchas cosas. Cul es la relacin del Alto Rey con los gobernantes de los ffolk, como tu padre? --El ttulo de Alto Rey es sobre todo honorfico. Al menos desde que Cymrych Hugh fue un verdadero rey que uni a los ffolk bajo un solo caudillo. Ahora lleva la corona de las islas como signo de su autoridad, la corona de oro que forj el propio Cymrych Hugh; pero tiene poca autoridad real, salvo sobre el reino de Calidyrr. En Moray, Snowdown y aqu, en Corwell, le prestamos poca atencin. --Pero, qu significa este honor? --Nominalmente, es el seor de los reyes de Corwell, Moray y Snowdown. El Alto Rey es en realidad el rey de Calidyrr, el reino ms grande de los ffolk. Aunque los otros reyes, entre los que se hallaba mi padre, le deben fidelidad, no hay poder detrs de aquel ttulo. El rey actual de Calidyrr, Carrathal, ha incrementado el comercio con las naciones de la Costa de la Espada. Incluso ha contratado a un consejo de magos de Aguas Profundas y de ms all para que lo asesoren. Sin
embargo, no ha sido capaz de ofrecer un liderazgo fuerte, ni de unir las naciones de los ffolk. Tristn hizo una pausa. Su padre y l haban discutido ms de una vez sobre esto. Como los ffolk no tenan un lder nico y fuerte, los hombres del norte haban sido capaces de conquistar muchas de sus tierras, una a una. No podemos unirnos contra ellos, pens Tristn; en cambio, ellos unen todas sus naciones contra un solo reino. --Tal vez saba que tu padre no tena ambiciones -concedi Daryth-. Pero quiz no era tu padre el objetivo de este asesino. Es posible que slo fuese una vctima por accidente; el verdadero objetivo podra ser uno que el Alto Rey no sabe que es un subdito leal, el mayor artfice de la gran victoria del ao pasado. --Yo? -pregunt Tristn, impresionado. --Desde luego, esto no es ms que una presuncin -confes Daryth-. Pero tu padre no era una amenaza para el Alto Rey. Tal vez t lo eres. --Pero, qu poda ganar matndome? En cambio, el rey tiene enemigos a causa de su posicin. Quin sabe cuntos pequeos seores de los pueblos vendrn para disputar la posicin de mi padre! Uno de ellos podra ser el responsable de esto. --Creo que es muy improbable -arguy el podenquero-. En primer lugar, los graduados de la Academia del Sigilo no trabajan barato; dudo de que uno de aquellos seores pueda pagarles. --Tal vez fueron contratados por el Alto Rey o por algn individuo acaudalado de Calidyrr -dijo Tristn-. No puedo aceptar la idea de que yo fuese el objetivo. Sin embargo, recordaba el empujn que su padre haba dado a su silln y el dardo que lo haba herido. --Est bien -dijo Daryth, encogindose de hombros-. Pero, por si acaso, ndate con cuidado. --Lo har. En todo caso, el prximo Consejo es para m suficiente motivo de preocupacin. Los principales seores de Corwell vendrn al galope en cuanto se enteren de la muerte de mi padre. Despus de las exequias, elegirn al nuevo rey. --Qu piensas hacer? -pregunt Daryth. --Pienso ser el elegido.
La media luna proyectaba poca luz sobre el vasto y salvaje valle de Myrloch. No alcanzaba a traspasar el espeso dosel de hojas de los lamos, de modo que el recinto del refugio estaba negro como el carbn. El personaje que yaca all encogido se volvi y se sent,
respirando profundamente. Haba dormido durante toda la tarde y ahora se senta lo bastante fuerte para moverse. Con exagerada cautela, introdujo una mano parecida a una garra en la rada bolsa y sac de ella una piedra negra. Tena curvo el perfil y lisa la superficie: como una escultura en piedra de un corazn. Algunas de sus facetas eran de un negro puro y fuerte, y otras parecan an ms oscuras. Absorba luz e irradiaba un dbil calor. En su centro, palpitaba con un ritmo profundo y maligno que pocos podan or pero que, para aquellos que podan orlo, lata con fuerza. Observando nerviosamente los rboles que lo rodeaban, el hombre se encorv y apret aquel objeto sobre su pecho. Conejos y ardillas rebulleron inquietos en el bosque, como si alguna agitacin desconocida interrumpiese su descanso. Las flores del jardn cerraron sus ptalos. En el estanque, los lirios se estremecieron y se apartaron de la siniestra presencia, hasta que todas sus flores se apretujaron contra la orilla opuesta como un rebao nervioso de corderos. De pronto, una risita de jbilo brot de los labios del hombre, pero, enseguida, ste se sobresalt. Lleno de pnico, volvi la cabeza, tratando de descubrir si alguien lo haba odo. Envolvi con cuidado el objeto en la sucia bolsa y se tumb de nuevo sobre el herboso lecho. Dentro de la casa, a medio centenar de pasos de distancia, Genna se agit en sueos, al parecer angustiada por una pesadilla. Y Robyn se incorpor de pronto, empapada en sudor, pues tambin acababa de despertar de una horrible pesadilla. Haba soado que el rey, su padre adoptivo, yaca sobre su fretro. Rodendolo y descendiendo muy despacio, haba una niebla negra e indeciblemente amenazadora. No pudo volver a dormir durante el resto de la noche.
--Por el buen rey Kendrick! Que la diosa lo recompense! Pontswain levant su jarra, dejando que la espuma se vertiese sobre la ancha mesa. El Consejo de los Seores se haba reunido en el gran saln de Caer Corwell, pues el estudio real no era bastante grande para recibir a tanta gente. Los seores representaban a los pueblos y ciudades del pequeo reino, desde las diminutas comunidades de las Tierras Altas hasta los florecientes pueblos de pescadores. Beban cerveza negra, brindando por su difunto soberano. Los treinta y un seores de los pueblos de Corwell se haban reunido en el castillo para elegir al futuro gobernante del reino. Tristn, como anfitrin, se hallaba sentado a la cabecera de la mesa.
Daryth se sentaba a su derecha, mientras que Randolph, en su calidad de capitn de la guardia del castillo, estaba de pie junto a la puerta ms cercana. Frente a Tristn, a una docena de pasos, se sentaba fray Nolan, el clrigo de los nuevos dioses que haba hecho proslitos entre algunos ffolk de Corwell. La mayora de los ffolk sostenan todava que la diosa Madre Tierra era la deidad suprema, pero sus representantes, los druidas, rehuan por norma la poltica humana y, por esto, ninguno de ellos estaba presente. Galric se puso en pie, derramando la mitad del contenido de su jarra sobre la falda del ceudo Koart, que estaba sentado a su lado. Como de costumbre, Galric estaba borracho, y Tristn reprimi una sonrisa: al menos uno de sus rivales estaba en malas condiciones para discutir con l. --Por el rey Kendrick! -grit Galric-. Un magnfico gobernante y un hombre excelente! --Bravo! Bravo! El coro aprobador fue seguido de ms ruidosos tragos. Tristn observ a los otros seores, tratando de descubrir cul era su ms posible rival. Cerca de l se hallaban sentados Koart y Dynnatt. Ninguno de los dos se haba portado bien durante la guerra y Tristn confo en que este hecho sera suficiente para calificarlos de incapaces para gobernar. Saba empero que ambos eran ambiciosos y que eran ntimos amigos; tena que estar alerta contra una posible alianza. Ms lejos de l, Galric tena ya la cabeza cada sobre su pecho. Galric gobernaba un pueblo de las Tierras Altas que haba acumulado considerable riqueza de las minas de cobre, hierro y plata. En todo caso, el seor estaba ahora demasiado borracho para presentar su candidatura. Ms all de Galric, se sentaba Pontswain. Era un hombre afable y apuesto, con rizados cabellos castaos que caan sobre sus hombros, y una voz firme y potente que llamaba la atencin. Tena un ingenio agudo, y el tono cortante de su voz haca a menudo que uno se preguntase si haba querido halagarlo o insultarlo. El principe advirti que la jarra de Pontswain permaneca llena. El seor empleaba ms tiempo juzgando a los otros de la mesa que unindose a los brindis. Pontswain gobernaba una extensa y rica regin al sudoeste de Corwell. Tristn saba que era muy ambicioso y lo consideraba el rival ms importante entre los reunidos. Los otros, como Fergus de Kingsbay y Macshea de Cantrev Macsheehan, gobernaban pequeas comunidades que todava se estaban recobrando de la guerra. Tristn consideraba que estos seores, como miembros del Consejo, eran hombres honrados y razonables, abiertos a la persuasin del mejor candidato. Durante un momento, el prncipe pens de nuevo en el objeto de
la reunin. Su padre haba sido enterrado la noche anterior, y l tendra que presentar sus argumentos para suceder al rey. Sinti que las palmas de sus manos empezaban a sudar. Su jarra, como la de Pontswain, estaba casi intacta ante l. --Seores -empez a decir con una voz tan suave que el grupo se vio obligado a guardar silencio para orle-, os doy las gracias a todos por asistir a este importante Consejo. Tambin agradezco vuestra presencia en las exequias la noche pasada. Mi padre sirvi como rey durante veintisiete aos. Con una notable excepcin, fueron aos de paz y prosperidad. Los buques mercantes acuden con regularidad aqu y a Kingsbay. Los impuestos han permanecido bajos, prcticamente inexistentes para aquellos que tienen pocos medios para pagar. Creo que todos estaris de acuerdo en que os permiti gobernar vuestras comunidades con pocas intromisiones. Cuando nuestros vecinos de Moray tuvieron la desgracia de ser invadidos por los hombres del norte, el rey Kendrick y las fuerzas de Corwell fueron decisivos para derrotar a los invasores. Y el verano pasado, cuando nuestro propio reino tuvo que soportar lo ms recio de la invasin, l llev a los pueblos a una victoria definitiva. Tristn no quera exagerar el papel de su padre en aquel conflicto, pues saba que su propia contribucin era la que le daba mayores mritos para sucederlo en el trono. --En aquella campaa, donde los fieles seores Koart y Dynnatt combatieron junto a mi propia compaa, los ffolk de Corwell no slo rechazaron a un ejrcito de hombres del norte, sino tambin a una tropa de jinetes sobrenaturales. Triunfamos, con la ayuda de esta poderosa espada -y seal la Espada de Cymrych Hugh-, sobre la Bestia a quien los hombres del norte llamaban su jefe. El prncipe hizo una pausa, queriendo que cada uno de los seores recordase la Guerra de Darkwalker. --Muchos son los males sufridos en aquella guerra que an hoy permanecen. Galric, cuyo pueblo fue asolado por la hambrienta manada de lobos... Fergus y Macshea, cuyos hogares fueron incendiados por los invasores del norte. El propio Corwell, que pudo salvarse a duras penas. Mientras que otros de los nuestros, como Pontswain, fueron ms afortunados. No slo se libraron de la destruccin de sus hogares, sino que no sufrieron la muerte de su gente en combate. Hizo una nueva pausa, para que los hechos fuesen bien comprendidos. Pero, antes de que pudiese continuar, Pontswain se puso en pie y sonri cortsmente a los presentes, antes de hacer una breve
inclinacin de cabeza en direccin al prncipe. --Mi... prncipe -empez a decir, haciendo una pausa lo bastante larga para que nadie pudiese pasar por alto su significado-, apreciamos en grado sumo tu amable hospitalidad. Sin embargo, es hora de que atendamos al verdadero objeto de este Consejo. Por favor, permite que pasemos a la principal tarea de elegir al prximo rey de Corwell. Pontswain se volvi de nuevo a los seores, recalcando con esta actitud el rechazo del prncipe. Tristn haba estado preparado para alguna clase de maniobra, pero esta brusquedad lo pill por sorpresa. Recobr la voz al momento. --Mi... seor -dijo, imitando a la perfeccin la pausa de Pontswain-. Me he ganado el derecho a asistir a este Consejo, tanto como muchos de los aqu presentes..., tal vez ms que alguno, si este derecho se mide por la sangre vertida por el reino. Vio que los seores que haban sufrido durante la guerra asentan con la cabeza, antes de volver la atencin hacia Pontswain. --Bueno, bueno, muchacho... El tono altivo de Pontswain dio a Tristn ocasin de interrumpirlo. --Dnde te has ganado el derecho a tener esos aires de superioridad? -gru-. Las leyes de los ffolk prevn que mi aptitud para gobernar sea juzgada junto a la suya, viejo, y puede ser que sea considerada superior! En un breve instante, la lista de candidatos a la realeza haba quedado reducida a dos. Ambos lo comprendieron y se observaron un momento antes de proseguir. --Nadie negar -empez Pontswain- que, bajo la gua de tu padre, prestaste algunos servicios notables al reino. Pero tu padre se ha ido... --Y precisamente por eso estamos aqu... -lo interrumpi de pleno Tristn-. Estuve sin mi padre en la Loma del Hombre Libre, donde mis tropas detuvieron a un ejrcito de hombres del norte que nos superaba en nmero a razn de cuatro a uno. Encontr la Espada de Cymrych Hugh sin mi padre, y devolv aquella arma a los ffolk despus de haber estado perdida durante siglos. Mi padre yaca herido dentro de estos muros cuando me enfrent a la Bestia en el patio y la arroj del castillo. Y tambin estaba sin mi padre cuando persegu y mat a la Bestia en mortal combate! --Y desde entonces has perdido el tiempo bebiendo y corrindote juergas, y no has hecho nada ms para mejorar! -lo acus Pontswain. Varios seores se volvieron a mirar al prncipe con ojos un tanto crticos, y ste no respondi de momento. No se le haba ocurrido que su reputacin hubiera podido llegar a odos de aquellos hombres. --Tal vez me he divertido -reconoci al fin Tristn-, pero ha sido a
mi propia costa. No he atesorado una fortuna cargando unos impuestos excesivos sobre los campesinos de Corwell! Ahora, varios seores miraron a Pontswain con aire acusador, pues era bien sabido que se exceda en los impuestos y era tacao en sus gastos. --Mi experiencia como administrador de una comunidad me ha dado ocasin de prepararme para la corona. Mi pueblo ha prosperado mucho ms all de lo normal... --Porque te quedaste detrs de tus murallas de piedra, mientras la guerra asolaba los pueblos de tus vecinos y paisanos! --Esa acusacin es falsa -replic Pontswain- y me alegro de que me des oportunidad de responder. Durante la Guerra de Darkwalker, mis tropas patrullaron con diligencia en la costa sur del estuario de Corwell. Yo mismo cabalgu al frente de ellas para registrar las marismas, buscando hombres del norte o lobos o cualquier clase de enemigo. -La voz de Pontswain temblaba ahora de indignacin-. Tengo yo la culpa de que los invasores no desafiasen mis tierras? Varios seores parecieron convencidos, mientras que otros, como Fergus y Dynnatt, fruncieron el entrecejo con visible disgusto. --En todo caso -concluy Pontswain-, tu falta de madurez deja pocas alternativas a este Consejo. Nuestro rey debe ser un hombre firme, inteligente y responsable. Est claro que te supero en todos esos aspectos. --Tal vez s -dijo fray Nolan, hablando por primera vez-. Y tal vez no. El clrigo se puso en pie y todos los seores esperaron con paciencia a que hablase. Aunque la mayora de ellos no adoraban activamente a los nuevos dioses del devoto clrigo, todos lo consideraban con respeto y con cieno temor. En fin de cuentas, su poderosa magia curativa haba beneficiado a ms de uno. --Yo creo que todos os apresuris demasiado en tomar una decisin. Hay un gobernante por encima de vosotros, incluso por encima de vuestro rey. Acudid a l para que os gue en esta crtica decisin. Dejad que el Alto Rey decida cul de estos hombres debe convertirse en vuestro monarca. --No puedo oponerme con fuerza bastante -gru Pontswain. Fergus se puso en pie de un salto y levant su grueso bigote en una amplia sonrisa. --A m me gusta la sugerencia del fraile. Dejemos que el Alto Rey elija entre ellos. --De acuerdo! -convino Koart-. Dejemos que el Alto Rey decida! Los seores asintieron a coro, y Tristn y Pontswain intercambiaron una rpida y desafiadora mirada. El prncipe volvi a
mirar a los seores, incapaz de interpretar la mirada sombra y confiada de Pontswain. --Viajar a Caer Calidyrr a pedir al rey el trono de Corwell -dijo serenamente Tristn. --Y yo te acompaar... y ganar su aprobacin! -se jact Pontswain. --Asunto resuelto! -farfull Galric, tambalendose borracho al ponerse en pie y levantando su jarra-. Que elija el Alto Rey!
Una vez ms, el Consejo de los Siete se sent alrededor de la mesa en forma de U. Siete velas iluminaban la gran cmara circular. Sus fras paredes estaban cubiertas en varios lugares con lujosos tapices: dibujos abstractos con rayas carmeses que parecan de sangre sobre el terciopelo. Cyndre ocupaba la base de la U. Su voz, agradable y familiar como siempre, reson en la cmara, dirigindose al hechicero sentado a su derecha. --Alexei, creo que eres reacio a nuestros planes. --Podramos equivocarnos al emplear de buenas a primeras al asesino. Temo que no es de fiar. Aquel clrigo gordo podra valerse de nosotros para sus propios fines -respondi el llamado Alexei. --Cmo te atreves a discutir la decisin de nuestro jefe? -lo interrumpi el hechicero sentado a la izquierda de Cyndre. Su voz aguda sali de debajo de la negra capucha. Pareca idntico a todos los presentes, salvo que se permita lucir un pequeo broche de diamantes sobre el hombro. Sus dedos, que tamborileaban con nerviosismo sobre la mesa, resplandecan con toda una serie de anillos de brillantes. --Vamos, Kryphon -lo reprendi Cyndre-. Por favor, manten a un nivel corts la discusin. El jefe de los Siete sonri con benevolencia. Desde luego, ninguno de los presentes pudo ver la sonrisa debajo de los pliegues de la capucha de Cyndre, pero todos la sintieron. --Est bien -respondi Kryphon, ms calmado-. Pregunto a mi colega si la amenaza a nuestro seor, el Alto Rey, debe ser ignorada. --Claro que no -explic Alexei-. Pero la nica prueba que tenemos de la amenaza son las profecas de ese clrigo de Bhaal. --Un clrigo muy poderoso, de un rey muy poderoso -acot Doric. La mujer estaba sentada a la izquierda de Kryphon. Su cara, como las de los otros, estaba oculta debajo de la capucha, pero su voz estaba llena de fra arrogancia. Sus dedos, extraordinariamente largos, golpearon la mesa.
--Cierto. Pero creo que deberamos comprobar, con nuestros propios mtodos, la veracidad de sus afirmaciones. --Crees que soy tonto? -pregunt Cyndre-. Claro que lo he comprobado, empleando medios ms seguros que los que puede usar ese desdichado sacerdote. Por ahora, ese clrigo... y, s, incluso su terrible deidad, sirven para nuestros fines. Si Cyndre advirti los estremecimientos nerviosos de los miembros de su Consejo, no dio seales de ello. El jefe de los magos prosigui, como si hablase a unos nios obtusos. --Los reyes y seores importantes de los ffolk han sido eliminados o neutralizados. Se est aclarando el camino para que nuestro seor gobierne en todas las Moonshaes. --S, jefe -dijo con suavidad Alexei-. Yo... --Silencio. Esta nica palabra de Cyndre son como msica en los odos de los presentes, pero cerr sus labios como un broche de hierro. El jefe hizo un ademn y los Siete supieron que la puerta de la cmara se haba abierto. Pronto oyeron el susurro de blandas botas de cuero en el oscuro pasillo, y entonces tres hombres entraron en la estancia y se quedaron torpemente plantados en el extremo abierto de la mesa. En realidad, slo dos de ellos eran hombres; el tercero pareca un hombre, pero era mucho ms alto que sus compaeros. Tena largos los brazos y grotesca la cara. Al lamerse con nerviosismo los labios, dej al descubierto unos afilados colmillos. --Y bien, Razfallow? Qu noticias traes de Corwell? La pregunta de Cyndre era una mera formalidad, y sin duda el asesino lo saba. El poderoso espejo mgico del hechicero le haba mostrado a ste el resultado de la misin. --Fracasamos, jefe. El rey se sacrific para salvar al prncipe. Entonces intervino el guardaespaldas del prncipe, un graduado de la Academia y ex alumno mo. Perd a cinco de mis mejores... --Esto es lo que pienso de tus mejores. La voz de Cyndre no trasluca la menor amenaza, pero con los dos dedos ndices seal a los hombres que estaban a la derecha y a la izquierda de Razfallow. Como hechizados, se llevaron las manos al cuello y empezaron a jadear. Se tambalearon y cayeron de rodillas y, despus, al suelo. Sus semblantes se tornaron negros, mientras se retorcan en su agona, y murieron al poco rato. Razfallow observ impasible la ejecucin. Por ltimo, el asesino se volvi a Cyndre. --Si has conservado la vida es porque an te necesito -le explic el hechicero-. Srveme bien, y tal vez te conceda el don de vivir tu miserable vida...
--Qu tienes, maestra? Por qu has gritado? Robyn se llev una mano a la boca al ver la cara macilenta de Genna, que la observaba fijamente desde su cama. --Dolor! -gimi Genna Moonsinger, derrumbndose sobre la suave colcha. Mir ms all de Robyn, como si temiese que alguna aparicin se presentase en la puerta. --Puedo ayudarte? Dime lo que necesitas! --Djame, muchacha! Vete! La voz de Gema era aguda y tena una dureza que Robyn no recordaba haber odo nunca en ella. Confusa y asustada, sali tambalendose de la casita y cerr la puerta de golpe. Vio al hombre (segua llamndolo el desconocido) regando las rosas como le haba pedido que hiciese. Robyn se apart de l y dio la vuelta a la casa. Senta la necesidad de estar sola. Oy un fuerte bufido al cruzar el seto que se abri mgicamente ante ella, y Grunt se levant sobre las cuatro patas. La joven le acarici la cabezota con gesto distrado mientras se preguntaba qu extraa enfermedad tendra su maestra. En los ltimos das, Genna se haba mostrado taciturna y malhumorada, y su salud pareca estar deteriorndose. Grunt se frot contra ella, para que le prestase ms atencin, y la hizo caer al suelo. --Maldito seas, torpe zoquete! -grit ella, y se arrepinti enseguida al ver la expresin dolida de sus ojos-. Perdona. No iba por ti... No he querido ofenderte. El oso, apaciguado, acerc el hocico para que lo acariciase ms, y ella repiti su gesto distrado. Volvi a pensar en Tristn. ltimamente haba pensado mucho en l. Con frecuencia, soaba despierta que llegaba de improviso al bosque. Se lo imaginaba galopando entre los rboles, a lomos de su gran semental, Avalen. Le gustaba imaginarse su alegra al verla... y el fuerte beso que le dara como saludo. Estaba segura de que algo andaba terriblemente mal; tema que en verdad el rey estuviese muerto. Se habra marchado de aqu, de no haber sido por la enfermedad de Genna, pues la Gran Druida necesitaba ahora de toda su ayuda. Vagamente ilusionada, se volvi hacia el bosque que se extenda ms all de la arboleda, como si esperase ver llegar el corcel blanco y su apuesto jinete. Pero all slo haba hojas verdes, que oscilaban con suavidad bajo
la brisa.
La diosa, la Madre Tierra, era una deidad que en nada se pareca a Bhaal. Mientras los intereses de este abarcaban planos y universos, los de ella se centraban en las islas Moonshaes. Mientras el medraba con la muerte, ella prosperaba con el crecimiento y la vida. Bhaal se regocijaba con el caos y el desorden, mientras que la Madre Tierra solo deseaba el debido equilibrio de todas las cosas. Las islas haban sido su cuerpo, su vida, desde el principio de los tiempos. Pero el poder de la diosa estaba menguando, pues slo a travs de sus druidas poda su cuerpo sobrevivir y prosperar. La llegada de los hombres del norte, en siglos pasados, haba expulsado a los druidas de muchas partes de las islas. Y un desafo de otro origen, en la gran isla de Alarn, la haba quitado poco a poco esta tierra. No saba lo que les haba sucedido a los druidas de Alarn; slo que sus vidas se haban apagado una a una, como si un cncer devastador se hubiese extendido sobre la tierra. Sus islas de Snowdown y de Moray, pequeas y poco pobladas, cumplan todava con los preceptos de su antigua fe. Sus druidas eran gente devota pero sencilla, y las exigencias de sus tierras, pocas y fcilmente satisfechas. Slo en Gwynneth sus druidas conservaban an un verdadero poder. Y saba, de alguna manera sobrenatural, que necesitara de todas sus fuerzas si quera sobrevivir.
3 El hechicero negro En el vasto paso subterrneo resonaban suaves ecos, mientras cientos de oscuros y pequeos cuerpos se deslizaban por la caverna. Ninguna luz aclaraba las tinieblas, pero aquellas figuras se movan con rapidez y facilidad, evitando las estalagmitas y pasando con cuidado por el borde de unos abismos que se hundan hacia las profundidades. --Estn tus tropas en posicin? Mi tiempo es precioso -dijo Cyndre con suavidad. El hechicero negro se ocultaba como de costumbre debajo de su hbito, pero su actitud y su tono revelaban fastidio.
--Recibirs tu paga! -ladr una de las pequeas criaturas, plantndose junto al mago con irritacin. Slo le llegaba a la cintura. Su cara morena mir con entrecejo fruncido la hilera de figuras que pasaban-. Si tu magia es tan poderosa como dices... Dai-Dak, rey de los enanos negros -los duergar-, desafi al mago con la mirada. No estaba acostumbrado a or quejas. Cyndre levant un dedo y murmur en voz baja una palabra. Dai-Dak, la salamandra de la caverna, se qued helado de pnico. Sus ojos de reptil miraron al hechicero, salindose de sus rbitas. Cyndre hizo otro ademn y el enano se plant de nuevo a su lado, con aire arrepentido. --Procura no poner nunca ms en duda mi magia -dijo el hechicero, con mucha suavidad. Dai-Dak asinti rpidamente con la cabeza. --Como hemos convenido, mi ejrcito guardar los accesos subterrneos a Caer Calidyrr. No dejaremos entrar ni salir a nadie. Y cuando nos llames, estaremos all para servirte! --Muy bien. -El hechicero sonri debajo de su capucha-. Ahora pasemos al ataque. --Mis tropas estn casi en posicin. Danos un momento ms, por favor -suplic el enano. Cyndre mir con desinters la corta y achaparrada columna de combatientes. Todos eras barbudos y tenan la piel oscura cubierta de pelos. Patizambos, caminaban tambalendose pero con seguridad. Unas corazas de metal o de cuero finamente trabajadas protegan sus pechos, y todos llevaban brazales de acero. Los gnomos de las profundidades -los svirfneblin- eran los mortales enemigos de los duergar. La vasta comunidad subterrnea posea valiosos depsitos de oro y de acero, cavernas de hongos de primera calidad y buenos manantiales. Sera una buena adquisicin para los duergar. Y adems, matar a los svirfneblin sera una gran diversin para los malignos y despiadados duergar. Cyndre gozaba con la perspectiva de la lucha, pues su magia asegurara la victoria, y despus los duergar se uniran a las fuerzas que esperaban para avanzar bajo el mando del hechicero. La Guardia Escarlata y los duergar tenan ejrcitos poderosos, y otra fuerza, que ahora esperaba en silencio bajo el mar, se incorporara a estas legiones. --Estamos dispuestos -dijo Dai-Dak-. Sigeme. El enano negro condujo a Cyndre a travs de la entrada de una angosta cueva en la cima de un alto promontorio, todava bajo tierra. Contemplaron una vasta red de cavernas: el reino de los svirfneblin. Grandes columnas de piedra se alzaban desde el suelo hasta el techo,
a unas ciento cincuenta varas de altura. Incrustadas en estas columnas, haba muchas gemas que proyectaban una suave luz amarilla sobre el escenario. Debajo de ellos, las casetas de piedra y techo redondo de los gnomos de las profundidades se arracimaban contra las paredes de la caverna. Los gnomos iban y venan de un lado a otro, atareados como siempre. Alfareros, joyeros, panaderos, granjeros, herreros, todos hacan su trabajo y trocaban constantemente sus productos, pues as es el estilo de vida de los gnomos. Eran unos seres delgados pero fuertes, ms pequeos que los duergar y mucho menos malvolos. Ms all del pueblo, se extendan los vastos bosques de hongos donde los gnomos cultivaban su alimento. Un plcido arroyo discurra entre los enormes hongos, cruzado en diversos lugares por limpios puentes de piedra. La escena, en toda la caverna, era de absoluta paz. Pero esta paz terminara pronto. --Siriax, punjyss, wizsaz... nire! Cynder murmur las palabras de su primer maleficio y levant los dedos. Son un suave silbido a su alrededor y un largo chorro de gas amarillo brot de la punta de cada uno de sus dedos. El gas se extendi y form una enorme masa amarilla, que comenz a descender desde el promontorio hacia el atareado pueblo, all en lo hondo. El gas se filtr por las puertas y ventanas y envolvi a los gnomos que estaban sentados o durmiendo o trabajando. Y a los que tocaba, los mataba. Un centenar de gnomos fueron sorprendidos por la muerte silenciosa y amarilla, y murieron antes de poder gritar para avisar a los dems. El gas sigui extendindose, deslizndose por las calles, pasando de los muertos a los vivos. Un viejo gnomo, que suba renqueando por la calle, con su barba gris casi tocando el suelo, vio aquel horror y grit una sola palabra: Huid!. Entonces el gas lo rode, y el gnomo cay muerto. Al or el grito de alarma, salieron muchos gnomos de los edificios que no haban sido todava alcanzados por la nube asesina. Cientos de aquellas criaturas corrieron a los campos, cruzaron las vastas plantaciones de hongos y se dirigieron a los puentes que atravesaban el plcido riachuelo. Pero, al llegar a ellos, varones, hembras y pequeos fueron recibidos por las armas de los duergar de Dai-Dak. Cyndre vio a un grupo de gnomos -tal vez un centenar- separarse de los otros y correr hacia una estrecha caverna ms all de los hongos. El hechicero murmur una palabra y de inmediato desapareci del promontorio. Al instante siguiente estaba en la entrada de la caverna, seguro de que era una salida secreta. Lanz otro maleficio hacia el interior de la cueva y esper a que los gnomos entrasen en el
pasadizo. De pronto stos se detuvieron, al encontrar cerrado su camino por una slida pared de hierro que se extenda desde el techo hasta el suelo y de una pared a otra del tnel secreto. Todos dieron media vuelta para volver de nuevo a la entrada, pero el hechicero negro estaba ahora plantado all, esperando implacablemente los momentos de mximo terror de los gnomos. --Blitzyz, Dorax zuzz! El nuevo maleficio de Cyndre lanz rayos sibilantes contra las paredes y el techo de la estrecha cueva. Grandes pedazos de roca se desprendieron de ellos y aplastaron a los gnomos atrapados. Cayeron ms y ms piedras, entre una espesa nube de polvo que se extendi hacia las grandes cavernas donde ahora se terminaba la matanza. Cyndre sonri, satisfecho al ver cumplida su tarea. Los enanos negros haban ganado su alimento y sus manantiales y los tneles de las minas. Su insensata sed de sangre haba quedado saciada. Ciertamente, los enanos negros haban conseguido todo lo que siempre deseaban. Y el hechicero negro haba conseguido a los propios duergar. El festn haba terminado y los seores se haban ido, salvo Fergus y Pontswain. Tristn se reuni con ellos, junto con Daryth y Randolph. El fuego se estaba apagando en las chimeneas, y un coro de ronquidos brotaba de varios rincones del saln. Haban concretado los detalles del viaje: Daryth acompaara al prncipe y a Pontswain a Caer Calidyrr. All, se presentaran los dos por separado al Alto Rey y defenderan sus aspiraciones a la corona de Corwell. Convinieron en acatar la decisin del rey. --Muy bien -dijo Pontswain-. Cmo iremos hasta all? --Yo pensaba acompaar a Fergus a Kingsbay, cabalgando por la carretera de Corwell. -Tristn mir al otro seor, que escuchaba impasible la conversacin-. Puedes proporcionarnos una barca para cruzar el estrecho de Alarn? Fergus asinti con la cabeza, sacudiendo con ello su grueso bigote. --Ser un placer. --Muy bien. -Tristn se levant, y los otros lo imitaron-. Saldremos para Kingsbay al amanecer. Daryth y Tristn se dirigieron a sus habitaciones y prepararon sus cosas para el viaje. Daryth se colg la cimitarra del cinturn y ocult un par de largos cuchillos en las mangas de su tnica. Tristn llevaba la Espada de Cymrych Hugh y colg un arco y un carcaj lleno de flechas en la silla de su caballo. Durmieron poco aquella noche y la aurora los sac muy pronto de
sus lechos. Fueron enseguida a las caballerizas, donde Daryth eligi su montura, un caballo castrado de color castao, y Tristn ensill a Avalen, el poderoso semental que tan noblemente le haba servido durante la Guerra de Darkwalker. Fergus y su hijo estaban ya preparados, y poco despus lleg Pontswain. Llevaba una brillante cota de malla y montaba un soberbio corcel negro como la noche. Adems de su espada, Pontswain traa una larga lanza con astil de madera. El otro nico miembro de la expedicin era Canthus, el podenco tan apreciado por Tristn. El perrazo era la mitad de alto que su dueo y pesaba casi tanto como ste. Era un magnfico cazador y un fiel compaero que haba sido adiestrado por Daryth. Fergus esperaba montado en una gran yegua moteada, plantada en el patio. Su hijo, Sean, montaba un pequeo semental de los mismos colores. Cuando Tristn, Daryth y Canthus salieron de la caballeriza, el joven caballo se apart nerviosamente de Avaln. El gran caballo de guerra hizo caso omiso del otro corcel y emprendi un trote corto hacia la puerta del castillo. Canthus salt a su lado. Descendieron por el serpenteante camino del castillo y torcieron hacia el oeste en direccin a la carretera de Corwell. Seguiran esta nica carretera general del reino y atravesaran Corwell hasta el puerto oriental de Kingsbay. Durante la mayor parte de la primera maana, cabalgaron en tranquilo silencio, poniendo sus monturas al paso despus de haber trotado un breve trecho. Fergus viajaba al lado del prncipe, seguidos de los dems. Por fin, el afable seor carraspe y dijo: --Mira, prncipe, esto me recuerda historias que o de los primeros das de los ffolk en Gwynneth y las otras islas Moonshaes. Gwynneth, como sabemos muy bien, era entonces la ms grande de las islas, quiero decir en los tiempos de antes de Calidyrr. Fergus mir a Tristn para asegurarse de que lo estaba escuchando. Satisfecho, prosigui, con su gran bigote subiendo y bajando a cada palabra: --En realidad, yo no estuve en la Loma del Hombre Libre el verano pasado. Llegu al castillo a tiempo de presenciar el asedio y la derrota de los hombres del norte. Jams haba visto un espectculo semejante! Hizo que me enorgulleciese de ser un seor de los ffolk! Y no puedo dejar de pensar que fuiste t quien alcanz aquellas victorias. Fergus se volvi para mirar fijamente a Tristn. --Lo que estoy tratando de decir es que tal vez estamos viendo que un poco de aquella antigua gloria vuelve a Gwynneth. T sers nuestro rey, y tu reinado ser bueno para Gwynneth y para todos los
ffolk. Y yo estar an ms orgulloso por haberte servido -concluy Fergus. Carraspe de nuevo y, desviando la mirada de Tristn, contempl con embarazo el pramo. De momento, Tristn no dijo nada, pero el entusiasmo y la alegra iluminaron su semblante. Tena la impresin de haber nacido realmente para ser rey de los ffolk. En silencio, jur traer nuevos das de gloria a Gwynneth. --Tus palabras son muy alentadoras, seor. Ser un consuelo saber que dejo el reino en manos de hombres como t. Cruzaron varias comunidades, pero la mayora de la tierra estaba dedicada a pastos escasos y pedregosos, o a campos arados de poca extensin. Pequeas casas salpicaban el paisaje a largos intervalos, pero el camino estaba vaca de otros viajeros. Hablaron poco durante el resto del da. Tristn miraba de vez en cuando a Pontswain, que cabalgaba al lado de Sean delante de ellos. El seor hablaba constantemente, con acompaamiento de grandes ademanes. El recuerdo de su jactancia repugnaba a Tristn. Pero, no queriendo que Pontswain aguase su entusiasmo, oblig a su mente a pensar en cosas ms agradables. Robyn: Dnde estaba ahora? Qu estaba haciendo? Pensaba a menudo en l? Una vez ms, sinti aoranza. La echaba tanto en falta! Senta remordimientos por no haber ido a informarle de la muerte de su padre. En fin de cuentas, el rey Kendrick haba sido su padre adoptivo; en realidad, el nico padre a quien haba conocido. Pero, se record, probablemente habra tardado semanas en encontrar el bosquecillo de la Gran Druida, o tal vez ni siquiera lo habra encontrado. En otro momento, esta dificultad habra espoleado su afn de aventuras. Ahora, su misin le impeda gastar tiempo en esta bsqueda. Sinti el deseo egosta e intil de que ella hubiese percibido de algn modo su angustia y viniese a reunirse con l. El viaje a Kingsbay duraba por lo general cuatro o cinco das a caballo, pero la prisa que tenan los del grupo hizo que slo empleasen tres en recorrer aquella distancia. --Con gusto os alojara en mi propia casa -explic Fergus cuando llegaron al pueblo de pescadores-, pero encontraris mucho ms cmodas las habitaciones del Salmn de Plata. All hallaris tambin a Rodger. --Rodger? -pregunt Daryth. --Es el pescador que enviar a Alarn con vosotros. Un hombre de fiar y que sabe mantener cerrado el pico. Con un poco de suerte, cruzaris el estrecho maana por la maana.
El clrigo odiaba el mar. Odiaba el aire espeso y salino que ola a pescado. Odiaba el ruido del agua que chapoteaba contra el casco y rociaba constantemente las tablas. Incluso odiaba la montona vista del mar, que se extenda hasta el infinito en todas direcciones, siempre igual pero lleno de inescrutables detalles. Pero sobre todo odiaba el movimiento del mar, el balanceo marcador, las rtmicas subidas y bajadas que revolvan su estmago y amenazaban con hacer trizas su mente. Por centsima vez, maldijo la llamada que lo haba obligado a servir en estas islas, donde la nica manera expedita de viajar era en barco. Y no era que discutiese los deseos de Bhaal, se apresur a recordarse..., y a recordar a aquellos que pudiesen estar escuchando sus pensamientos. Si Bhaal quera que Hobarth viajase a Gwynneth y volviese con la sangre fresca de la joven druida, el clrigo lo hara sin vacilar. Adems, se consol, el viaje casi haba terminado. Al volver a mirar por encima de la baja borda, vio que el sol se pona sobre el puerto ms oriental de Corwell, Kingsbay. Por fin!, pens Hobarth. Podr acostarme en una cama decente, una cama que no se mueva a cada rfaga de viento. Tal vez, murmur, podr incluso seducir a alguna joven doncella para que haga todava ms agradable el lecho. El robusto sacerdote se acarici los pliegues carnosos del cuello, agradablemente atrado por aquella idea. Sus ojillos -enmarcados entre las espesas cejas y las hinchadas mejillas- centellearon. Varias grandes verrugas -castigos de Bhaal de una poca en que haba sido menos devoto- estropeaban su nariz. Su aspecto era absolutamente grotesco, pero esto no era bice cuando se trataba de cortejar a las jvenes. Un sencillo y pequeo hechizo cegara a las mozas en lo tocante a su aspecto y a su olor, creando admiracin y afn donde antes no haba existido ms que miedo y repugnancia. Por ltimo lleg la barca al muelle. Sujetando su nico bien, la pequea bolsa colgada del cinturn, salt de la barca sin despedirse del inocente pescador que lo haba conducido desde Alarn. Hobarth estaba seguro de que aquel desgraciado se haba divertido observando su angustia. Kingsbay era una poblacin ms pequea que la mayora de las comunidades de Calidyrr. Las casitas estaban cubiertas con redondeadas cpulas de paja en vez de las tablillas de madera corrientes en el estrecho. Pero la villa estaba bien iluminada con lmparas y antorchas, y numerosas posadas atraan al viajero con una msica alegre y el aroma de suculentos asados. Hobarth eligi una llamada Salmn de Plata. Pensaba beber y
comer antes de buscar una doncella, pero sus planes se vinieron abajo al cruzar la puerta. Sentado junto al fuego, retrepado tranquilamente en su silla y hablando con un par de hombres, haba alguien a quien conoca por la misin que le haba encomendado Bhaal. La profeca haba sido tan clara que no poda confundir la identidad del hombre sentado al otro lado de la estancia: era el prncipe de Corwell. Su presencia aqu slo poda significar que los asesinos de Cyndre haban fracasado. Haba poca gente en la posada, por lo que Hobarth no tuvo dificultad en encontrar una mesa cerca del prncipe. Se sent de espaldas a Tristn y pidi en voz baja una jarra de cerveza a una camarera que pasaba. Mientras tomaba la oscura y espumosa bebida, aguz el odo para escuchar la conversacin que se desarrollaba a un par de pasos de distancia. --Entonces, todo est arreglado -dijo uno de los hombres-. Zarparemos con la aurora. --S -gru otro hombre, de ms edad-. Si el tiempo de los ltimos das se mantiene, podremos... El resto de la frase fue ahogada por las carcajadas de los que estaban en el local cuando una camarera dio una bofetada a un cliente atrevido, para ruidosa diversin de los compaeros del hombre. --Eso no har falta -oy el clrigo que deca el viejo cuando hubieron cesado las risas-. El Patito Afortunado es una barca pequea, y enseguida estar preparada. No puedes dejar de encontrarla; est amarrada en el muelle ms prximo. --Podrs cuidar de nuestros caballos hasta que regresemos, Fergus? --Ser un placer. --Muy bien -dijo el que haba hablado primero-. Voy a dormir lo que pueda. Nos veremos por la maana. --Yo me voy tambin a dormir -dijo un tercer hombre. Hobarth vio por el rabillo del ojo que ste era moreno, tal vez un calishita. Tambin advirti que un perrazo se pona en pie y segua a los dos hombres escalera arriba. Hobarth se estremeci, pues, despus del mar, odiaba a los perros ms que a nada. Haba estado pensando en seguir a los hombres a su habitacin y terminar la tarea de los asesinos, pero la presencia del perro lo hizo cambiar de idea. Era probable que su magia matara al prncipe antes de que esa criatura llena de pulgas pudiese reaccionar, pero pens en aquellos largos colmillos clavndose en su carne y un escalofro recorri su espina dorsal. Pero se le ocurri un nuevo plan, incluso antes de haber rechazado el antiguo. Rpidamente, apur su jarra, sali de la posada y volvi al muelle. El Patito Afortunado fue fcil de encontrar.
--Temo que tu fortuna se ha acabado. Patito -murmur, riendo de su propia chanza. Despus de asegurarse de que no haba nadie cerca, se sent en el borde del muelle y empez a murmurar un maleficio de deterioro. Al cabo de un momento, haba terminado, aunque la barca no mostraba ninguna seal externa de haber sufrido dao. Sin embargo, Hobarth saba que Patito Afortunado nunca llegara a la vecina isla de Alarn. Por la maana se asegurara de la ruina de la pequea barca con un maleficio adicional. Ahora volvi pesadamente a la posada. Trat de recordar cmo era la camarera.
--Yo lo podar -gru el hombre, arrastrando los pies para llegar al espeso seto. Robyn lo mir sorprendida, pues era la primera declaracin inteligible que haba hecho en los ltimos cuatro das. Agradecida, dio unos pasos atrs. --Como quieras -dijo, apoyndose en un rbol para recobrar aliento. --Ten cuidado con que no te quite el empleo -le advirti Newt. El dragn, hoy azul en vez de naranja, estaba posado en las ramas de encima del seto y observaba con aire severo a los humanos. El da haba sido fatigoso, tal como lo haban sido todos desde que el desconocido haba llegado al bosquecillo. Estaban junto a una de las grandes paredes curvas de murdago que marcaban la linde ms lejana del bosquecillo de Genna, a ms de quinientos pasos de la casita y del Pozo de la Luna. Los setos servan de muralla contra intrusos, pues sus fuertes ramas entrelazadas estaban erizadas de afiladas espinas. El murdago era una planta poderosa en la magia druida y, as, serva doblemente para proteger la finca de su dueo. Pero los setos requeran cuidado constante durante los perodos de lluvia, y ste haba sido un verano lluvioso. Si no eran atendidos por alguien, cerraran todos los accesos y salidas del pequeo bosque. Robyn, a pesar de sus guantes de cuero, tena pinchadas y araadas las manos y cansados los brazos, pues haba estado manejando una hoz, tratando de reducir los setos a sus debidas dimensiones. El desconocido tom la hoz de sus manos y la sostuvo como si hubiese empleado esta herramienta durante toda su vida. Poco a poco, y con mucha suavidad, empez a cortar las puntas salientes del seto con rpidos movimientos. A Robyn le sorprendi su evidente habilidad. Por primera vez advirti que el hombre estaba mejorando bajo su cuidado. Su cuerpo
se haba llenado ligeramente, y poda mantenerse en pie y caminar sin tambalearse. Ahora, incluso trabajaba. Por un instante, pens en correr a informar a Genna de su xito, pero enseguida decidi no hacerlo. La Gran Druida haba estado malhumorada durante los ltimos das, aquejada de una sensacin de rigidez en los huesos y de fuertes dolores de cabeza. Haba pasado la mayor parte del tiempo en la cama, lamentndose cada vez que la joven druida se acercaba a ella. Por consiguiente, Robyn evitaba la casita siempre que poda, cosa que no era difcil pues su trabajo se haba duplicado a causa de la enfermedad de Genna. --No lo hace mal, por ser un cabezota -coment Newt, en voz baja. Le haba dado por dedicar calificativos poco halagadores al desconocido; Robyn sospechaba que era por celos, ya que ahora la joven no atenda solamente al dragoncito. --Cllate -lo ri ella-. Parece que se est fortaleciendo mucho. Lo nico que necesitaba era un albergue y una comida decente. --Ojal est lo bastante fuerte para largarse de aqu -gru Newt-. Debo aadir que nunca ser demasiado pronto. --Por qu no vas a tomar un bao en los pantanos, si no puedes ser un poco ms corts? El desconocido se detuvo y se volvi para ver si Robyn lo estaba observando. Cuando su mirada se cruz con la de ella, su cara se ilumin con una amplia sonrisa, y asinti entusiasmado con la cabeza antes de volver a su tarea. Durante un buen rato, cort y pod las ramas, hasta que la druida advirti que sus golpes eran menos seguros. --Volver a hacerlo yo -ofreci, alargando la mano para tomar la hoz. El desconocido se volvi de pronto y su cara se contrajo en una mueca bestial, mientras miraba con aire salvaje a su alrededor. Pareca mirar a travs de ella. Pero entonces se relaj y sonri, mientras la miraba con descaro. Le tendi la herramienta y permaneci cerca de Robyn observando cmo reanudaba su trabajo. --Aprtate -le advirti ella-. No quisiera hacerte dao. l se apart, sumiso, pero sigui mirndola como un perrito carioso. Robyn sinti que su mirada fija segua todos sus movimientos, y esta sensacin le produjo un claro desasosiego. --Bien! Bien! -exclam alegremente el hombre, viendo cmo tomaba forma el seto. --Pero, bueno, quin eres t? Robyn interrumpi su trabajo y clav los ojos en el desconocido. No le haba preocupado su identidad cuando no hablaba pero, ahora
que hablaba, quera saber su nombre para llamarlo por l. --Yo... La voz del hombre era insegura, como desconcertada. De pronto abri unos ojos aterrorizados y se alej de ella. Se agach, con el cuerpo encogido y tenso como si fuese a volar... O a atacar? Por un momento, Robyn tuvo miedo del desconocido. Se sinti muy vulnerable. Despus, con un irritado encogimiento de hombros, trat de olvidar esta sensacin. Pero, en su interior, se senta afectada por su temor. Qu poda haber en el pasado de aquel hombre que lo hiciese tan reacio a aceptar la compaa o a revelar su identidad? l la mir de nuevo cuando ella volvi al trabajo. Pero ahora su mirada resigui su cuerpo, no como un perrito, sino ms bien como un lobo hambriento. Robyn se estremeci involuntariamente y sujet con ms fuerza la hoz mientras se volva hacia el murdago.
Hobarth,. sacerdote de Bhaal, estaba ahora en la cima de una baja colina de las afueras del pueblo de Kingsbay. Poda ver con toda claridad la baha y el mar ancho y gris que se extenda hacia el este. Saba que all, en alguna parte, haba salido el sol; pero una capa de nubes bajas ocultaba la aurora a los que estaban en tierra. Media docena de barcas de pesca salpicaban las aguas de la baha, movindose hacia alta mar. All, entre las islas de Gwynneth y Alarn, abundaban los salmones, y aquellos pescadores se ganaban bien la vida. Pero l saba que una barca se haba hecho a la mar, no para pescar, sino para llevar a Tristn Kendrick peligrosamente cerca de los dominios de Hobarth y de Cyndre. O al menos para intentarlo, pens regocijado el clrigo. Medit durante un largo rato, sentado en completa inmovilidad, con los ojos cerrados y erguido el cuerpo. Poco a poco, sinti la presencia de la deidad, y Bhaal respondi a la llamada de su fiel seguidor. El maleficio que tena que lanzar era uno de los ms poderosos. Requera la fuerza directa de su dios, Bhaal, y haca que el sacerdote pudiese dominar las propias sustancias del mundo que lo rodeaba. Bhaal se afan en dar fuerza al hechizo, pues en realidad observaba la misin de Hobarth con ms que un ligero inters. La magia fluy del cuerpo del clrigo hacia el aire. Lenta, pero poderosamente, Hobarth domin las nubes cargadas de vapor de agua, obligndolas a bajar de las Tierras Altas y extenderse sobre la mar. La fuerza de su magia estimul y empuj el
aire y, al cabo, empez a soplar la brisa desde tierra. La brisa se convertira en viento y, despus, en una tormenta, si l poda mantener su maleficio. Y Hobarth saba que podra.
Canthus se sent cmodamente en la proa de Patito Afortunado, mientras Daryth ayudaba a Rodger a izar la nica vela. Pontswain descansaba junto a la borda, contemplando el agua. Se haba quitado su cota de malla y, despus de envolverla en un hule con sus armas, haba depositado el paquete en el fondo de la barca. --Una buena brisa de tierra -coment Rodger-. Si se mantiene, cruzaremos el estrecho en dos das. Tristn no haba confiado mucho en la habilidad del viejo marinero cuando lo haba conocido, pues Rodger deba de tener al menos sesenta aos. Su complexin era ligera y su espalda siempre encorvada recalcaba aquella impresin de fragilidad. Tena la cara curtida, surcada por cientos de arrugas, y no le quedaba un solo diente en la boca. Sin embargo, despus de ver la seguridad con que gobernaba la barca, el prncipe se sinti considerablemente ms tranquilo. Pronto cruzaron la bocana de la baha y entraron en el estrecho de Alarn. Tristn mir un instante, por encima del hombro, hacia Gwynncth. Haba supuesto que se sentira animado e ilusionado cuando dejara atrs su isla natal. Pero, en vez de esto, tuvo que luchar con la impresin de que tal vez nunca volvera a ver su tierra. No quiero pensar en eso, se dijo. Ni en Robyn. Ni en mi padre. Mir con resolucin por encima de la proa. Era hora de que mirase hacia adelante. Observ cmo la esbelta aunque deteriorada proa de Patito Afortunado surcaba las saladas aguas y goz con la vista de la espuma saltando a ambos costados. Se volvi para ver cmo se abra la estela como un abanico de plumas detrs de la barca y advirti que Gwynneth casi se haba perdido de vista. Daryth estaba descansando en el fondo de la barca, con los ojos cerrados y la cabeza apoyada en un rollo de cuerda. --Espero que ese viejo estpido pueda seguir el rumbo debido -dijo Pontswain, acercndose. --Claro que puede! -replic con enojo Tristn. --Debe de ser magnfico tener esa fe en la gente -dijo el seor, mirando de reojo al prncipe. Despus sacudi divertido la cabeza y se tumb en la barca para dormir.
Tristn sigui observando las agitadas olas, pero la experiencia se hizo cada vez menos agradable. Empez a sentir que su estmago suba cuando la barca remontaba una ola, .y amenazaba con ahogarlo al descender aqulla por el otro lado. Y empez a temer la cresta de cada ola, a medida que sus molestias se hacan ms agudas. Su equilibrio se hizo vacilante y la fuerza pareci abandonar sus brazos; intent cobrar nimo. --La primera vez que navegas? -pregunt Rodger, con voz cascada, desde la popa. Tristn slo pudo asentir con la cabeza, pues tena fuertemente apretadas las mandbulas. --Esto no es nada -ri el pescador-. Otras veces lo he pasado muchsimo peor en medio del estrecho. Esta observacin acab de trastornar al prncipe, que sac la cabeza por encima de la borda y envi los restos de su desayuno a los peces. Al menos Pontswain y Daryth siguen durmiendo, pens mareado. Se agarr al costado de la barca, pues el constante movimiento de las olas se haca cada vez ms pronunciado. El largo da pareca interminable, y el tiempo empeor al arreciar el viento. Patito Afortunado pareca volar de la cresta de una ola a la siguiente y el prncipe advirti que stas eran considerablemente ms altas de lo que haban sido al principio del viaje. --Ser mejor que orientes la vela -gru Rodger a Daryth, cuando ste se levant para ver qu suceda-. El mar se est alborotando ms de lo que esperaba. Daryth afloj una cuerda e hizo subir el botaln en el mstil de modo que la parte de vela expuesta al viento se redujo en gran manera. Tristn sinti que la barca aminoraba la velocidad y tuvo la impresin de que el pescador recuperaba su dominio. El viento segua tirando con furia de la lona expuesta, pero Rodger lograba guiar la pequea embarcacin sobre las grandes olas. A pesar de sus nuseas, Tristn no poda apartar los ojos del mar que se arremolinaba a su alrededor. Las olas eran ahora ms altas que los costados de la barca. Trag saliva, seguro de que pronto una de ellas se estrellara contra el casco, inundara la embarcacin y el viaje habra terminado para todos ellos. Pero Rodger era un hbil piloto, y Patito Afortunado surcaba las aguas como un carruaje en un camino de montaa. De vez en cuando daba algunos bandazos, pero segua adelante. De algn modo, Pontswain haba conseguido dormir durante la creciente tormenta. Ahora se despert de pronto, se puso en pie tambalendose y mir aterrorizado el mar embravecido. --Qu clase de marinero eres? -grit a Rodger-. No puedes prever un simple cambio de tiempo?
Tristn quiso reprenderlo, pero temi que si abra la boca volveran a acometerlo las nuseas. Daryth se puso en pie y se acerc al seor. --Deja que el hombre lleve la barca, imbcil! -gru. --Cmo te atreves a insultar...? Pontswain se llev la mano a la empuadura de la espada que sola colgar de su cinturn, olvidndose de que estaba desarmado. Daryth se acerc ms. --Hay algo que no es natural en esta tormenta y, si no estuvieses tan ansioso de culpar a alguien, lo reconoceras. Pontswain pareci palidecer ligeramente cuando los negros ojos del calishita se clavaron en los suyos. Por ltimo, se volvi encogindose de hombros y mir de nuevo el mar. Daryth volvi a su descanso y Rodger sigui conduciendo la barca como si nada hubiese ocurrido. Sin embargo, al atardecer, Tristn percibi que incluso el curtido pescador estaba preocupado. Las olas haban seguido aumentando de tamao y ellos haban recogido la vela hasta dejarla no ms grande que la manta de un beb. --Un temporal as no es natural -gru el viejo-. Ser una larga noche, si no amaina un poco. Por un tiempo, antes del crepsculo, pareci que Patito Afortunado hara honor a su nombre. Mengu el viento y el mar se calm un poco. Pero, cuando el gris opaco de las aguas circundantes cambi a un negro absoluto al cerrar la noche, las rfagas de viento aumentaron de nuevo. Ahora las olas alcanzaban casi dos varas de altura y seguan creciendo. Canthus caminaba ansioso junto al prncipe mientras ste se paseaba de un lado a otro de la barca, buscando no saba qu en el agua. Cuando el podenco empez a gemir, Tristn se detuvo para rascar la cabezota del perro. Rodger agarr con fuerza el timn, mientras Daryth recoga casi por completo la vela. Dej slo la tela suficiente para que el marinero pudiese conducir la barca, pero, incluso as, la pequea embarcacin era lanzada implacablemente hacia adelante. Una enorme pared de agua negra se alz sobre la popa de la barca; un torrente de espuma pas tronando por encima del yugo y dej ms de un palmo de agua en el fondo de Patito. --Achica! -grit Rodger, sealando un gran cubo con un movimiento de la cabeza. Tristn vio que la barra del timn levantaba casi al marinero del casco con la fuerza de la tormenta. Se arrodill con desesperacin, advirtiendo que ya no estaba mareado. Pontswain se agach a su lado, y ambos empezaron a
arrojar cubos de agua por encima de la borda. Tristn tuvo que reconocer, de mala gana, que el seor trabajaba con diligencia y mucha fuerza. Desde luego, era consciente sin duda de que su propia vida estaba en peligro. Siguieron arrojando cubos de agua, achicando frenticamente, pero el agua pareca entrar por encima de la borda ms deprisa de lo que ellos podan achicarla. Tristn llen otro cubo, pero se detuvo al percibir de pronto un sorprendente hedor. Jadeando, dej caer el cubo y se tambale hacia atrs. Montones de gusanos se deslizaban por el fondo de la barca. Quiso gritar, pero ningn sonido brot de su garganta. Surgieron ms gusanos del casco y sinti que la madera se volva esponjosa bajo sus pies. Los blancos y asquerosos bichos seguan saliendo de las tablas hasta que parecieron llenar toda la barca. Un horrible olor a carne podrida brotaba del casco junto con los gusanos. --Hechicera! -grit de pronto el prncipe, recobrando la voz. --Qu magia negra es sta? -gru Pontswain. El seor estaba ms furioso que espantado-. T eres el causante de esto! -aadi, sacudiendo un puo en direccin a Tristn. El prncipe mene aturdido la cabeza y entonces oy chillar a Rodger, que contemplaba horrorizado la destruccin de su barco. El casco cruji al elevarse el centro de la embarcacin mientras la proa y la popa se hundan en las agitadas olas. Una negra pared de agua cay sobre el yugo y cubri a Rodger, que no paraba de gritar. Al retirarse el agua, Tristn vio que la barra del timn oscilaba sin control. No haba rastro del marinero. Daryth pas a gatas junto a Tristn y estir los brazos para agarrar un paquete envuelto en hule. El prncipe record entonces que aquel paquete contena sus armas... la Espada de Cymrych! El casco se parti y el paquete de las armas cay y se hundi en el agua negra. Daryth se lanz tras l y desapareci en la tormenta. Bruscamente, los msculos de Tristn se liberaron de la parlisis que lo haba atenazado, y el prncipe se apart a un lado para evitar el mstil que caa. Se arrastr hasta la popa de la barca, que se mantena justo por debajo de la superficie. Mientras trataba de ver a Daryth oy ladrar a Canthus, cerca de l, pero el calishita y el perro eran invisibles en la oscuridad. De pronto, Daryth sali a la superficie, en el seno de una ola, y Tristn pudo ver que sus manos estaban vacas. Entonces la cresta de la ola se estrell contra los restos de la barca, y lo poco que quedaba de Patito Afortunado se desintegr. El joven prncipe luch por respirar, agitndose desesperadamente bajo la presin del mar enfurecido. Lo nico que pudo encontrar fue una infinidad de agua negra que lo ahogaba.
--Kralax Hiroz Zuthar. Los dedos cortos y giles acariciaron la superficie de un espejo. Una suave luminiscencia pareci brotar del cristal. El hechicero hablaba en voz baja, como si, por su tono, quisiera apaciguar a un gato nervioso. Pero las palabras eran horribles frmulas mgicas. La luminiscencia se hizo opaca y, poco a poco, la imagen de una habitacin apareci en el espejo. Cyndre caminaba despacio de un lado a otro de la cmara del Consejo, con toda su atencin centrada en el alto espejo. Uno de los tapices rojos como la sangre haba sido apartado para descubrir el cristal. El marco de oro pareca captar e intensificar la luz que proceda del interior. El hechicero mir fijamente el espejo y vio el gran saln de Caer Corwell, tal como lo haba visto durante muchos das seguidos. El saln estaba vaco, salvo por un viejo cocinero que recoga los platos sucios de las grandes mesas. --Zuthax Eli. La imagen cambi, como si el observador hubiese salido del saln y empezase a subir la escalera interior del castillo. Durante largo rato, la imagen pas de una habitacin a otra, cruzando sin dificultad las puertas cerradas: Caer Corwell pareca tranquilo, casi abandonado. Cyndre sinti una impresin de contrariedad, pero la borr de su mente. El dominio de s mismo, se record, era lo ms importante. Pens en el sacerdote Hobarth con engreda satisfaccin. Ciegamente fiel a su violento dios, aquel bufn gordo sacrificara su propia vida si su terrible amo se lo peda. Y qu mezquinos eran sus poderes de sacerdote, comparados con la espantosa fuerza de la hechicera!, murmur Cyndre. ste crea a pies juntillas que semejante confianza en los dioses era propia de los tontos y los dbiles de carcter. La imagen pas de la torre del homenaje a la muralla exterior, y all encontr Cyndre a un par de guardias plantados descuidadamente en sus puestos. Uno de ellos, un joven, hizo una pregunta al otro. El hechicero esboz una sonrisa al or las palabras. Su sonrisa se acentu al escuchar la respuesta del otro guardia. Este le haba dicho todo lo que necesitaba saber: el prncipe de Corwell estaba en camino de Calidyrr.
Con creciente inters, Bhaal observo el drama que se desarrollaba en las Moonshaes. Al enfocar las islas con su fuerza de voluntada descubri el Corazn de Kazgoroth, todava guardado fielmente por su siervo. Ya era hora, decidi Bhaal, de que aquel corazn fuese dado a uno que pudiese hacer mejor uso de el. Este se acercaba mas a cada hora que pasaba, y esta proximidad hizo que el deseo del dios se convirtiese en un afn febril. Hobarth tomara el corazn y lo empleara para las tareas que ste era capaz de cumplir si estaba en manos de un poderoso sacerdote. Hobarth ganara su instrumento y Bhaal recobrara el alma misma de su servidor perdido. Esta idea era inmensamente satisfactoria para l. Y as puso Bhaal en movimiento las cosas que enviaran el corazn de aquel que lo llevaba al otro que tendra que poseerlo. Lo nico que tena que hacer era tomar un hombre, ya enloquecido por la proximidad de aquel corazn palpitante, y hacer de l un loco irremediable. Los latidos se hicieron mas fuertes y profundos.
4 Caer Allisynn Su Majestad, el Alto Rey Reginaid Carrathal, soberano de Calidyrr y monarca de todas las tierras de los ffolk, tena un problema muy enojoso, a saber: un grano muy gordo y colorado en la mejilla, que resista con insolencia los ms arduos esfuerzos del rey por quitarlo de all. Su Majestad se apart malhumorado del espejo, haciendo oscilar sus largos rizos, y camin a travs del dormitorio. La gruesa alfombra se hunda bajo sus pies, haciendo fracasar su intento de caminar ruidosamente. Rode una enorme cama con dosel y camin con aire majestuoso junto a una pared de la que penda una fortuna en cortinas de seda. Fastidiado, se dio cuenta de que estaba ahora en pie delante de un espejo todava ms grande, el que estaba colgado sobre su tocador. --Maldita sea! -grit, tomando un Frasquito de excelente colonia calishita y arrojndolo contra el espejo, que se rompi lo mismo que el frasco, antes de volverse para recorrer la habitacin en sentido contrario. --Algn problema, Majestad?
Era la suave voz del hechicero. --Cmo te atreves a entrar en mi dormitorio sin llamar? -buf el rey, mirando irritado a Cyndre. --Iba a llamar cuando o un ruido. Temiendo por la seguridad de Su Majestad, me apresur a acudir a tu lado... La voz del hechicero apacigu y consol, como siempre, al rey. Este sinti que su enojo se desvaneca cuando Cyndre dio un paso adelante. El mago llevaba abierta la capa negra, descubriendo un delicado vestido de algodn bordado en oro. La capucha estaba echada atrs sobre sus hombros, y los rubios y rizados cabellos enmarcaban una cara sonriente y gordezuela de querubn, casi infantil. Alarg una mano para apoyarla en el hombro del rey. --Y bien? -dijo ste-. Por qu queras verme? --Lamento, Majestad, traerte malas noticias. Casi no me atrevo a... --Habla de una vez, maldito! No me vengas con cuentos de malas noticias! El rey casi daba saltos, movido por su ansiedad. Se lami nerviosamente los labios. Cyndre suspir, acentuando su renuencia. --Parece que el usurpador est en camino de Caer Calidyrr. --Qu? -chill el rey-. T me prometiste que... --No tienes que temerle -dijo Cyndre, mirando al rey a los ojos. No aadi todava, aunque lo estaba pensando. Poco a poco, el rey se fue calmando. --Nuestro primer intento de castigarlo por su traicin no dio resultado -explic el hechicero, frunciendo los labios. Un gesto muy marcado para Cyndre-. Sin embargo, estoy seguro de que podremos deshacernos de l con facilidad. --Pero, qu he de hacer yo? Tienes que decrmelo! La voz del rey era temblorosa, y el hechicero comprendi que el monarca estaba perdiendo el poco dominio de s mismo que le quedaba. --Mis... informadores me dicen que viene hacia aqu mientras estamos hablando. Desembarcar pronto en uno de los puertos de Alarn. Sera sencillo detenerlo en cuanto lo haga. Lo nico que tienes que hacer, seor, es declararlo fuera de la ley. --S, claro. Eso es lo que har! Es un delincuente, no? Quiere reclamar el derecho a ocupar mi trono. Har que lo ahorquen! --Muy bien, Majestad. Podemos enviar un destacamento a cada puerto. Ser detenido en cuanto ponga pie en el muelle. El rey Carrathal se volvi, frunciendo preocupado el entrecejo. --Pero, cmo puedo estar seguro de que mis rdenes sern cumplidas? Ese prncipe es un hroe popular. Puedo confiar en la
lealtad de mis hombres para detenerlo? --No es precisamente por esa razn que pagas los servicios de tus brigadas, de unos soldados que slo responden ante ti? El rey palideci ligeramente, pero pareci considerar la idea. --S..., podra emplear la Guardia. Les pago tan bien que... tal vez es hora de que les encargue algn trabajo. -Se fue animando al darle vueltas a la idea-. Pero, cmo s que son dignos de confianza? --La Guardia Escarlata obedecer tus rdenes -dijo Cyndre, tranquilizador-. Te los traje precisamente para que tuvieses unos soldados en los que pudieses confiar por completo. --Pero a la gente no le gustar -replic el rey-. Esos ogros, en particular, ponen nervioso a todo el mundo. En realidad, los ogros ponan nervioso al mismo rey, y ste era el motivo de que no se hubiese valido todava de ellos, a pesar de llevar ms de dos aos pagndoles. Al menos, los hombres del norte no haban molestado a Calidyrr en este perodo. Pero ahora se trataba de emplearlos contra uno de sus propios subditos, y esto no pareca justo. Saba que su pueblo no aceptaba de buen grado que emplease tropas mercenarias, cuando los combatientes de los ffolk eran guerreros perfectamente capacitados. Por qu haba dejado que el hechicero lo convenciese de emplearlos? --No son ms que tus subditos -argy Cyndre, con voz cortante-. Dejars que ellos gobiernen el reino? Te digo que los guardias son tus mejores soldados! --As lo dijiste -repuso el rey- cuando me persuadiste de que los contratase. Cyndre baj la cabeza en un gesto de modestia, y el monarca no pudo ver el brillo de satisfaccin de sus ojos. --Y los seores estn agitados -gimi el rey-. Todos me deben fidelidad, pero no lo confirman con sus actos! No me fo de ninguno de ellos; se volveran contra m, a la menor oportunidad. Como el bandido 0'Roarke, del bosque de Dernall. Aquel rebelde podra servir de ejemplo a esa chusma de traidores! --Tienes a su hermana en tus mazmorras. Por qu no la empleas a ella como ejemplo? Por qu no muestras lo que les ocurre a los que no cumplen tu voluntad? El rey Carrathal se volvi de espaldas. No le gustaba que le recordasen la manera en que haba usurpado las tierras de C' Roarke, ni le agradaba del todo la idea de emplear a la joven para conseguir sus fines. --Si 0'Roarke me conociese... -gimi-. l y sus forajidos veran que slo pienso en el mayor inters del reino! --No menosprecies la importancia del problema -dijo tranquilamente Cyndre-. Bueno, Majestad, qu me dices de ese
prncipe? Hars lo que yo sugiero? --Est bien -suspir el rey Carrathal-. Declarar fuera de la ley al prncipe de Corwell. La Guardia Escarlata lo recibir cuando desembarque. Detendrn al usurpador y me lo traern encadenado.
El agua se agitaba furiosa alrededor de Tristn, ahogndolo y tirando de l hacia abajo. l braceaba y pataleaba, pero no poda alcanzar la superficie. Senta que estaba perdiendo el conocimiento, pero segua luchando con desesperacin. Apenas sinti las fauces que se cerraban sobre su brazo, sacudindolo rudamente. Instantes despus, su cara sobresali del agua negra y aspir el aire, llenndose los pulmones. Entonces se dio cuenta de los dientes clavados en su carne. Mientras mova las piernas para mantenerse a flote y aspiraba ms aire, sinti que se aflojaba la presa sobre su brazo. Pero entonces sinti que lo agarraban por el cuello de su traje y tiraban de l con fuerza irresistible. Por fortuna, su cabeza permaneci fuera del agua. Sinti que un objeto slido le daba un golpe en la espalda; se volvi y se agarr a una larga tabla. Patito Afortunado, pens. Entonces ces la presa en el cuello y, al darse media vuelta, se encontr cara a cara con su jadeante podenco. Canthus chapote a su lado y puso al fin las patas delanteras sobre la tabla. --Gracias, viejo perro -farfull Tristn, pasando un brazo alrededor del grueso cuello del animal-. Casi me has arrancado el brazo, eh, muchacho? -La presencia del can lo anim, pero le dio pocas esperanzas-. Temo que no has hecho ms que retrasar lo inevitable -aadi, al recobrar aliento-. Daryth! -grit de pronto. Dnde estaba el podenquero? La cruda y desesperante realidad se abri paso en su cerebro. Su amigo se haba ahogado, lo mismo que Rodger y Pontswain. Pero no poda resignarse a creer que el aplomo de aquel hombre, su energa natural, hubiesen dejado de existir. --Por la diosa, no! -grit con fuerza. La impresin de que estaba condenado no quera abandonarlo, y tuvo que apretar los dientes y sacudir la cabeza para no ceder a su deseo de soltar la tabla y sumirse en el olvido. Durante todo el resto de la larga noche, el joven y su perro se balancearon, medio muertos, sobre la agitada superficie del estrecho. Tristn perdi una vez el conocimiento y slo lo recobr cuando Canthus lo arrastr de nuevo hasta la tabla. Aunque espantado y temblando, permaneci alerta despus de aquello. Se esforzaba en comprender la destruccin de Patito Afortunado.
Estaba seguro de que era obra de magia negra, pero, cmo? Y por mano de quin? Una y otra vez jur vengarse de la fuerza que haba tratado de destruirlo. Y, poco a poco, su clera le dio nuevos nimos. No voy a morir, se dijo. Estoy demasiado rabioso para morir. Advirti que las olas se iban haciendo ms pequeas y que el viento haba amainado casi del todo. La marejada ya no era tan fuerte. Aunque las crestas de las olas se alzaban todava casi dos varas por encima de los senos, parecan subir y bajar con un ritmo tranquilo y nada amenazador. Ya no se enroscaban en la cima para volcarse y aplastar cuanto tuvieran debajo. El horizonte adquiri un tono gris opaco y Tristn mir a su alrededor, por si vea tierra o una vela o al menos algn otro resto de la destrozada barca. La visibilidad era todava muy escasa y nada pudo distinguir ms all de las ondulantes olas. --Tristn! Oy aquella voz como si viniese de muy lejos, y estuvo seguro de que lo haba imaginado. --Tristn! -repiti la voz-. Aqu! Ahora aguz la mirada sobre la superficie gris, preguntndose si se estaba volviendo loco. All! Vio algo que reluca sobre la cresta de una ola. --Daryth! -grit. Por fin distingui a su amigo, y tambin a Pontswain, balancendose en la cima de una ola. El calishita nad en su direccin, sostenido por un odre lleno de aire y un haz de maderos, arrastrando tras l al empapado Pontswain. --Ests herido? -pregunt Daryth. --Creo que no. Y t? --Slo mojado y con mucho fro. De alguna manera, el calishita encontr fuerzas para sonrer. Los antes elegantes rizos de Pontswain pendan como una manta mojada delante de su cara. Pareca vivo a medias y no advirti la presencia del prncipe. --S -gru Tristn-. Y he perdido la Espada de Cymrych Hugh. Slo la diosa sabe lo lejos que est la tierra de nosotros y qu tierra ser sta. --Pero el mar se est calmando y pronto ser de da. Tal vez veamos una vela. Pero Daryth no pareca tan animado como quera dar a entender con sus palabras. Pontswain tosi dbilmente y trat de incorporarse. Su esfuerzo alej la improvisada balsa y todos tuvieron que luchar por agarrarse de nuevo a ella. --Ten cuidado! -dijo el prncipe, al tiempo que el noble le diriga
una ttrica mirada. --T tienes la culpa! Si no hubieses dejado que aquel viejo imbcil nos llevase en su podrida barca, esto no habra sucedido! --Aquel hombre dio la vida por nosotros! No significa eso nada para ti? --Ha tenido el final que mereca por su incompetencia. Fracas, y esto es lo nico que importa -dijo Pontswain. Cuando el crepsculo dio paso a la aurora y se despejaron las nubes, los nufragos no vieron seales de nada; slo el mar agitado. Saban dnde estaba el este, porque el horizonte se tino con un resplandor rosado y al fin el sol emergi del mar para iniciar su ascensin en el cielo. Pero este conocimiento les sirvi de poco, pues no tenan la menor idea de en qu direccin podan encontrar tierra. --Qu ha sido eso? -pregunt de pronto Daryth. Todos guardaron silencio, porque todos lo haban odo: un dbil rumor que pareca surgir del mismo mar. Era un sonido casi inaudible, pero tan grave y poderoso que, ms que como un sonido en sus odos, lo sintieron como una vibracin en sus huesos. Entonces creci en volumen y en fuerza, hasta que oyeron un ruido como de un trueno que retumbase sin parar. Y el propio mar pareci estremecerse. De improviso, la superficie del mar empez a hacer espuma no muy lejos de donde estaban ellos. El agua se elev y se apart, formando una ola que los oblig a echarse atrs. Un pretil almenado, como la cima de una torre, surgi de la superficie, lanzando una rociada de agua en todas direcciones. Y otra torre, y despus una tercera, emergieron del mar, apuntando al cielo como lanzas gigantescas. Y entonces se apart el agua espumosa, dejando al descubierto una vasta superficie de piedra lisa. Un resplandor rosado brill en una pared, al recibir aquella cosa los rayos del sol de la maana. Ms paredes, y una puerta, y ms torres, siguieron elevndose durante largos momentos, hasta que el enorme objeto qued inmvil, como si descansase sobre la superficie del mar. Tristn, Daryth y Pontswain, mecinciendose el agua y boquiabiertos, contemplaron el castillo ms magnfico que jams haban visto. Enorme e imponente, pareca un monumento a alguna olvidada era de grandeza. El agua se deslizaba por las grandes paredes y se transformaba en una suave niebla que flotaba a su alrededor. Zarcillos de algas pendan del pretil almenado, cubriendo los costados. Toda la estructura estaba extraamente en silencio, como si ningn sonido pudiese expresar la grandeza de su llegada y la majestad de su aparicin. Tambin flua calor del edificio; no un calor fsico, sino una impresin espiritual de poder y majestad. Todos
sintieron aquella mgica emanacin como una bienvenida y al mismo tiempo como un presagio. El castillo continuaba all, y comprendieron que no tenan ms remedio que entrar en l.
--Aqu, seora. Lea! Con una amplia sonrisa, el hombre dej caer un gran montn de ramas y madera seca a los pies de Robyn. --Gracias, Bellota -respondi ella, mirndolo con cierta cautela. Haba decidido llamar al hombre como al fruto del roble, ya que l no poda recordar su propio nombre. Pareca adecuado, ya que tena un carcter infantil, pero Robyn senta que posea una profunda fuerza interior. Y quera alimentar esa fuerza, ver crecer a aquella criatura. Pero, al mismo tiempo, le tena un poco de miedo. --Lo has hecho muy bien -aadi, confusa por el entusiasmo con que l reciba la alabanza-. Ahora, si tienes la bondad de ir a buscar un poco de agua para que pueda aclarar esta ropa, podremos descansar un rato. Bellota corri ansiosamente hacia la cinta de plata de agua burbujeante que discurra a travs del bosquecillo de Genna, pero se detuvo y volvi con aire compungido. --Haba olvidado los cubos! -explic, desternillndose de risa como si aquello tuviese mucha gracia. Con el paso de los das el tosco desconocido se haba vuelto ms lcido y servicial. Era ms vigoroso que un hombre corriente y tena condiciones que eran tiles para cuidar del bosque. Todo esto era una gran ayuda, pens Robyn con preocupacin, pues la enfermedad de Genna se haba agravado de pronto. Haba pasado los ltimos das en la cama, agitndose y delirando a causa de la fiebre y sin poder apenas razonar. Newt tampoco pasaba mucho tiempo en la arboleda. Haba hecho largas excursiones por el valle, visitando incluso en ocasiones los pantanos. Hoy haba ido en busca de Grunt, con seguridad para fastidiar al viejo oso. Grunt tena mal genio y a Newt le encantaba enfurecer al animal con sus sbitos hechizos de invisibilidad. Robyn pens de nuevo en Bellota. Era amable y se mostraba casi patticamente agradecido cuando ella lo alababa, pero, cada da ms, aquel hombre le produca escalofros interiores de inquietud. En un momento dado pareca inofensivo y, un momento despus, ella le tena miedo. Y no saba por qu. --Aqu, seora. El agua! Bellota regres, muy orgulloso, con dos cubos llenos hasta los
bordes. Los dej a los pies de Robyn y movi arriba y abajo la cabeza cuando ella le dio las gracias. Robyn aclar rpidamente las ligeras mantas y las colg a secar, cosa en la que tena mucha prctica, ya que la fiebre haca sudar a Genna y deba cambiar a menudo la ropa de su cama. Trat de hacer caso omiso de la impresin de que Bellota tena la mirada fija en su espalda al estirarse ella para alcanzar el tendedero. --Bueno -dijo, al ver que l la segua pisndole los talones-, por qu no vamos a sentarnos junto al estanque? Tengo algunas zanahorias y manzanas para almorzar. Cruzaron el jardn de Genna, lleno de hierbas y de flores silvestres. En el centro del jardn haba un gran estanque, con una isla herbosa en el centro. En algunos lugares, el fondo arenoso del estanque era suave, perfecto para baarse. En todas panes surgan matas de lirios, que albergaban a innumerables ranas y tortugas. Grandes cisnes blancos nadaban majestuosamente entre aqullos. Mientras contemplaba el escenario, Robyn pens, como siempre, que deba de ser el lugar ms hermoso del mundo. Al acercarse al estanque, el agua se agit un momento y, al instante, un liso puente de arena se alz sobre la superficie. La muchacha no se sorprendi por el fenmeno, tan acostumbrada estaba a las rarezas del bosquecillo, pero Bellota vacil. --Vamos -lo anim Robyn, pisando el slido puente. l la sigui de mala gana hasta la isla, donde Robyn eligi un lugar agradable para almorzar. Ella se sent cmodamente en la blanda orilla, estir las piernas sobre el agua y patale para aliviar la tensin de sus msculos. Bellota se sent a su vez, muy despacio y casi con devocin, a su lado. Robyn advirti, inquieta, que su mirada ya no era de inocencia. Ms bien pareca que se esforzase por ocultar algn secreto pensamiento. --Toma -dijo ella, para disimular su nerviosismo-. Come una manzana. Bellota tom la fruta y la mordi afanosamente, haciendo caso omiso de los fragmentos que salpicaban su barba o volaban por el aire. Termin en un momento y alarg la mano para agarrar otra manzana del cesto que Robyn tena en la falda. Ella pens con tristeza en las comidas campestres que haba compartido con Tristn. Por cierto, no eran como stas! Qu estara l haciendo ahora?, se pregunt. Pensara en ella? La echara en falta? La embarg una terrible depresin y, por un momento, acarici la idea de renunciar a sus estudios y correr a Corwell para verlo. Pero, un instante despus, rechaz la tentacin, sabiendo que no poda desor la llamada de la diosa. Pero, por qu tena que estar tan sola? Mientras coma con aire distrado, se dio cuenta de pronto de la
proximidad de Bellota. Se sinti incmoda, pero no quiso ofenderlo apartndose. Se volvi a mirarlo y se sobresalt al ver que l contemplaba fijamente su cara. Tena los ojos claros, pero parecan arder con espantosa intensidad. --Seora..., me aprecias? Eres mi amiga? Persista el ardor de su mirada. --S, Bellota..., claro que te aprecio. Acaso no...? --Quiero decir que t -la interrumpi con brusquedad-, seora, eres mi dama! De improviso alarg la mano para asirla de un muslo. Se inclin rpidamente hacia adelante para tumbarla de espaldas en el suelo, y busc su boca con la suya. --No! Sultame! -chill ella, empujndolo y rodando hacia un lado. --Ma! -grit l, avanzando a cuatro patas para lanzarse sobre ella antes de que pudiese levantarse. Robyn lo golpe en la cara, pero l sigui agarrndola, con un brillo salvaje en los ojos. La sujet contra el suelo y asi unos pliegues de su vestido. El terror paraliz a Robyn, que se retorci de nuevo para liberarse, pero esta vez l desgarr la mitad de su ropa. Entonces se detuvo, mirndola estpidamente y, en ese breve instante, ella record una de sus lecciones: un breve y sencillo hechizo. --Detente! La orden fue como un ataque fsico: golpe al hombre enloquecido y lo mantuvo en su sitio cuando estaba presto a saltar. Poco a poco, el fulgor de locura se fue apagando en sus ojos. Ella lo mir con rencor e indignacin. Quera golpearlo, patearlo, hacerle algo que le causase dolor. Pero tal vez la compasin por su degradado estado detuvo su mano. Estaba temblando de espanto, de tensin y de rabia, y no quera volver siquiera a verlo. Jadeando, se envolvi en su vestido y se dirigi tambalendose a la casita, dejndolo inmovilizado con su hechizo.
--Vamos! Tristn brace en direccin al castillo incluso antes de que Daryth hablase, demasiado sorprendido para preguntarse si aquella gran estructura era ilusin o realidad. Canthus y Pontswain nadaron a su lado, olvidando su cansancio. Pronto llegaron al pie de la maciza y lisa pared. La brillante superficie de color rosado se alzaba verticalmente delante de ellos y pareca continuar debajo del agua hasta donde alcanzaban sus miradas.
--Cuarzo rosado -murmur el calishita-. Por aqu no podemos subir. --Dnde...? -empez a decir el prncipe, desalentado ante la idea de tener tan cerca de la mano un refugio que tal vez no podran alcanzar. --Probemos la puerta -sugiri Daryth, y se alej nadando a lo largo de la base de la pared. Pontswain lo sigui, mientras Tristn y Canthus jadeaban y pataleaban detrs de ellos. El calishita fue el primero en llegar a la puerta. El prncipe observ cmo sala lentamente del agua y empezaba a trepar por la pared. Con una gil contraccin, el calishita se encaram sobre la puerta y se perdi de vista. Tristn no oy nada durante un momento, pero despus la puerta levadiza empez a bajar chirriando. Al cabo de un instante, pudo ver a su amigo manejando el torno de hierro y desenrollando poco a poco la cadena que sujetaba la puerta. Un momento despus, Tristn, Pontswain y Canthus subieron hasta la entrada y penetraron con presteza en el castillo. --Es real? -pregunt Pontswain. --No lo s -respondi el prncipe, hablando inconscientemente en voz baja. Lo embargaba una sensacin de espanto. Las rosadas piedras del castillo estaban baadas en una plida niebla, que dejaba pasar los rayos sesgados del sol maanero. El lugar era misterioso y, sin embargo, en cierto modo acogedor. --Es un sitio sorprendente! -coment Daryth, mirando a su alrededor los altos balcones, las ornadas columnas y las amplias escaleras que rodeaban el pequeo patio que tenan delante-. Qu ser? --Recuerdo una leyenda que o una vez -dijo muy despacio Pontswain, con voz desacostumbradamente sumisa-. Yo no era ms que un nio, por lo que no puedo estar seguro de los detalles. Se refera a una joven reina, novia de Cymrych Hugh. Creo que se llamaba Allisynn. El rey levant un formidable castillo, lleno de torres maravillosas y de altos balcones, para ofrecrselo como regalo de boda. Pero ella muri al poco tiempo de casarse. Por eso Cymrych no dej un heredero. El rey qued tan afligido por su muerte -sigui diciendo Ppntswain- que orden que el castillo fuese su tumba. ste se levantaba sobre una pequea isla entre Gwynneth y Alarn, y el rey, con ayuda de los Grandes Druidas de todas las islas, orden al castillo que se sumergiese debajo de las olas, de modo de ocultar y preservar
para siempre el lugar de descanso de su amada. --La misma piedra parece sagrada -dijo Daryth-. Como un santuario. --Las leyendas hablan de pescadores y marineros que en ocasiones han visto un castillo en el estrecho, pero ninguna de ellas pudo ser verificada. No recuerdo haber odo nunca que haya sucedido algo como esto -concluy Pontswain con tono reverencial. --Cmo sabes tanto acerca de esto? -pregunt el prncipe, sorprendido por los conocimientos de Pontswain. --Escucho a los bardos -respondi con sencillez el caballero. --Esto es fascinador. Yo slo haba odo vagas historias sobre un castillo en el mar, pero nunca los detalles. --De qu nos servir? -se lament Pontswain-. Si las leyendas son ciertas, el castillo permanecer aqu unas pocas horas y se hundir de nuevo. Volveremos a estar en el agua. --Entonces, busquemos algo que nos mantenga a flote -sugiri Daryth mirando a su alrededor. Charcos de agua cubran la mayor parte de la superficie y haba algas en todas partes. Aqu y all se debata algn pez, con las agallas abiertas, agotando sus ltimas fuerzas sobre las duras piedras. Al otro lado del patio, una escalera envuelta en niebla ascenda hacia un balcn o entrada. La niebla se despej lo bastante como para revelar un par de enormes puertas. --Registremos el interior -sugiri el calishita-. Tal vez podamos encontrar algo que nos sirva de balsa. --O un arma. Llegaron al balcn y vieron un par de grandes puertas de roble macizo con aplicaciones de bronce brillante y no oxidado por su inmersin en el mar. --Podramos probar aqu primero -murmur el calishita, mirando con aire pesimista la maciza puerta. Un torbellino verde fue el primer aviso que recibi Tristn del ataque. Una forma salvaje sali de la sombra de una de las columnas. --Cuidado! -grit el prncipe, dando un salto atrs. Daryth se agach y dio un salto mortal para apartarse del camino de la criatura. Tristn vio que el atacante era un ser parecido a un hombre, cubierto de escamas verdes. Unas anchas agallas se abran como heridas en su cuello, y una larga hilera de pas con lengetas descenda, desde lo alto de la cabeza, a lo largo de su espina dorsal. Sus ojos grandes y blancos estaban abiertos como afligidos por una ceguera espantosa, pero la criatura salt detrs de Daryth como si pudiese verlo bien. Abri la bocaza, mostrando varias hileras de dientes afilados como agujas. Las manos palmeadas y provistas de largas garras buscaron la carne del calishita, mientras los pies, de
configuracin similar e igualmente armados golpeaban las mojadas piedras. Llevaba slo un cinturn de hule, y varios brazaletes de plata cean sus brazos. Enarbolaba un arma parecida a una lanza y se mova vacilante, como si no estuviese acostumbrado a hacerlo fuera del mar. Un segundo monstruo sigui a su compaero, pero Canthus se lanz sobre l y lo derrib. Las garras se clavaron en los flancos del podenco, pero los blancos colmillos de Canthus se hincaron en el cuello de aquella monstruosa criatura. El primer atacante gir en redondo y se volvi para golpear a Tristn con un largo tridente. La horca de tres pas casi se clav en el pecho del prncipe, pero, en el ltimo momento, Pontswain salt hacia adelante. El tridente lo alcanz en la sien y Pontswain cay como una piedra al suelo. Tristn mir fijamente la cara del monstruo, que era lo menos humano de su figura. Era una cara de pez; los ojos blancos y la boca abierta no eran propios de ningn otro animal. Canthus aull cuando su adversario consigui apartarlo a un lado, pero enseguida se lanz de nuevo al ataque con un gruido. La pareja rod varias veces sobre las mojadas losas, sin obtener ninguno de ellos una clara ventaja. El monstruo que atacaba a los dos hombres avanz con ademn agresivo, blandiendo su tridente primero contra uno y despus contra el otro. Olvidado su cansancio, el prncipe se agach para hacerle frente. --Haremos lo mismo que hicimos con los hombres del norte! -dijo, jadeando, a Daryth. El calishita recordaba bien aquel combate. --Listo! -respondi. Tristn salt a un lado y el tridente lo sigui. Al mismo tiempo Daryth se agach y rod. La criatura dirigi el arma contra l pero sta pas limpiamente por encima del calishita, que dej de rodar y golpe con la cabeza el diafragma del monstruo. Tristn se lanz contra ste, agarr el astil de madera y arranc el tridente de manos de la criatura, mientras Daryth la sujetaba. El calishita qued tumbado sobre el abdomen del monstruo, que le clav las garras en la espalda. Tristn cay de rodillas sobre el pecho de aquel ser y baj el astil del tridente pesadamente sobre su cuello. Oy un chasquido de huesos. El monstruo desorbit un instante los ojos antes de inmovilizarse y morir. El prncipe se puso en pie de un salto, dispuesto a correr en ayuda de su perro, pero Canthus se levant del cuerpo del otro hombre-pez y se sacudi. Sus heridas no parecan muy profundas. --Pontswain? -pregunt Tristn, arrodillndose al lado del inmvil seor.
Vio que el hombre respiraba, pero tena los ojos cerrados. Una fuerte moradura se extenda desde la sien hasta la mejilla. --Qu ha sucedido? -pregunt Daryth, reunindose con Tristn. --Me ha salvado la vida. Al menos, recibi un golpe que me estaba destinado. Tal vez lo menospreci. --Es ms probable que lo hiciera sin pensarlo -sugiri el calishita. --Qu eran estas cosas? -pregunt Tristn despus de asegurarse de que Daryth tampoco estaba herido de gravedad. --Nunca las haba visto, pero haba odo hablar de criaturas como stas, llamadas sahuagin. Se presume que viven debajo del agua, aunque a veces salen para asaltar los barcos o la tierra. Son muy sanguinarios. --No dir yo lo contrario. Aunque la lucha lo haba agotado fsicamente, Tristn empez a sentirse ms confiado que nunca desde que se haban hecho a la mar. --Al menos ahora estamos armados -murmur Daryth, tomando el tridente del segundo sahuagin. Transportaron con sumo cuidado a Pontswain a un pequeo hueco en la pared de la torre del homenaje, donde no poda ser visto desde el patio. De momento, era cuanto podan hacer por l. --Entremos en la torre -sugiri el prncipe. Se dirigieron a la puerta y cada uno de ellos agarr una de las grandes anillas de bronce que pendan de aqulla. Para su asombro, las dos pesadas hojas se abrieron sin esfuerzo. Vieron ante ellos un largo pasillo con charcos de agua sobre las baldosas, y varias puertas a lo largo de cada una de las paredes. Entonces cayeron. En un primer momento, Tristn pens que el castillo haba empezado a hundirse de nuevo, pero pronto vio que slo l, Daryth y Canthus estaban cayendo..., no todo el castillo. Caan a plomo por un ancha abertura, una trampa que se haba abierto al entrar ellos en la torre, dedujo Tristn. Bruscamente, dieron con un pozo de agua fra y golpearon la superficie con fuerza aturdidora. Tristn sinti que el tridente se escapaba de sus manos al luchar por emerger. Daryth y Canthus aparecieron rpidamente a su lado, aqul sosteniendo todava su tridente. Toser y jadear fue lo nico que pudo hacer Tristn para mantenerse a flote. --Ha sido una estupidez! -gru el calishita-. Hubiese debido notarlo hasta con los ojos vendados. Maldito sea mi descuido! --Busquemos la manera de salir de aqu -dijo el prncipe-. Y no te eches la culpa; yo tampoco advert nada. Estaban en una pequea caverna, de unos diez pasos de anchura. Las lisas paredes eran demasiado verticales para trepar por ellas, y no
haba puertas ni otra salidas. --Yo dira que nos han pillado -gru el calishita.
Lejos de Gehenna, exista una regin de paz y de salud, una tierra donde los dioses se fortalecan con actos de virtud y de bondad, no con asesinatos. Una de estas deidades tena, como Bhaal, adoradores en todos los Reinos olvidados y tambin en todos los dems planos del universo. Su nombre era Chauntea, diosa de la agricultura y de las mieses. Era patrona de todas las cosas buenas y saludables. Chauntea tena grandes concentraciones de poder en muchas tierras, lugares donde sus sacerdotes predicaban a todos la doctrina de su fe. Aquellas tierras, sin excepcin, gozaban de su benvola naturaleza. Y a otros lugares, donde Chauntea no era todopoderosa o donde no era plenamente conocida, enviaba sus misioneros para difundir las palabras y los actos de su fe. Uno de estos lugares eran las Moonshaes.
5 La reina muerta El agua negra pareca penetrar en la carne de Tristn, helndolo y paralizndolo. Tena pesados los brazos de tanto moverlos sin parar en el agua para mantenerse a flote. Saba que morira en este castillo, pues pareca no haber salida de la trampa. Los plidos rayos del sol se filtraban por el largo agujero que se abra en el techo de la cmara. ste era abovedado, de piedras toscamente talladas, y descenda hasta el agua, donde rodeaba a los prisioneros. Por vigsima vez, Daryth respir hondo y se sumergi. El prncipe observ cmo se hundan los pies de su compaero y esper ansiosamente, contando los latidos de su corazn. Seguro que ningn hombre poda contener tanto rato la respiracin. Pero el calishita volvi a la superficie con un fuerte chasquido y flot boca arriba unos instantes para recobrar aliento. Una dbil sacudida de su cabeza respondi a la muda pregunta de Tristn. --Nada -jade al fin-. Todo es de roca slida, y tan profundo que
no he podido llegar al fondo. --Reserva tus fuerzas -dijo el prncipe, dndose cuenta de que su propia resistencia se estaba agotando. El perrazo, Canthus, nadaba en crculos, y Tristn comprendi que el podenco no podra permanecer a flote mucho tiempo. --Acrcate al costado -sugiri Daryth, nadando hacia la pared con giles brazadas-. Si logras encontrar algn saliente en el muro o algo a lo que agarrarte, no te cansars tan pronto. Con torpeza, Tristn hizo lo que el otro le deca y encontr unas oquedades en la piedra que eran suficientes para que pudiese introducir en ellas las puntas de los dedos. Al menos poda ahora mantener la cabeza fuera del agua sin esforzarse demasiado. --No podemos morir aqu! -grit de pronto Daryth. --No moriremos -dijo Tristn. De pronto su pie resbal en un agujero de la pared y sinti que una corriente tiraba de l. Se apart haciendo un esfuerzo y aspir profundamente varias veces. --Hay un agujero en la pared -consigui decir al fin-. Sent una corriente que tiraba de mi pie. El calishita se desliz junto a Tristn, nadando como una foca, y se sumergi de inmediato para investigar el lugar. Permaneci un tiempo debajo del agua antes de salir a la superficie. --Hay una salida! -dijo, con una dbil sonrisa-. La estoy ensanchado. Dentro de poco podremos irnos de aqu. Daryth descans un momento apoyndose en la pared, mientras Canthus nadaba entre ellos, como percibiendo su esperanza. --Adonde ir a parar esa salida? Podra estar siempre por debajo de la superficie. --No. Si el agua fluye en aquella direccin, all el nivel debe de ser ms bajo. --Y si es un conducto todo lleno de agua? -replic Tristn. --Entonces nos ahogaremos y nadie sabr lo que ha sido de nosotros -respondi el calishita con sencillez. Daryth se sumergi una vez ms, y ahora cont Tristn los latidos, detenindose slo tras llegar a doscientos. Y su amigo no sala an. El prncipe se acerc ms, seguro de que el calishita se hallaba en apuros. Por fin Daryth sali a la superficie y respir hondo. --Ya est -dijo-. No pude ver ninguna luz al otro lado, pero o gorgotear el agua. Esto significa, probablemente, que hay algn espacio con aire. Lo probamos? --Por supuesto -dijo Tristn-. Yo ir primero. --Bien -dijo el calishita-. Enviar a Canthus detrs de ti. Procura no perderlo de vista, si es que puedes.
--Te espero en el otro lado -dijo el prncipe. Lamentando no haber pasado ms tiempo aprendiendo a nadar, se dirigi al agujero, sorprendido de lo grande que era ahora. La piedra saturada de agua deba de estar muy erosionada, pues Daryth haba desprendido una gran cantidad de ella. La corriente arrastr a Tristn, que, con las manos extendidas delante de l, pudo evitar darse de cabeza contra una slida pared de piedra. La propia corriente lo llev a lo largo de un estrecho cuello de botella y a un espumoso salto de agua. Se desliz hacia abajo, pero la pendiente era suave y pronto pudo salir del agua y detenerse sobre una roca inclinada. El agua flua con fuerza a corta distancia. El prncipe tuvo apenas tiempo de advertir en el tnel un dbil resplandor, que pareca venir de lo alto, cuando vio a Canthus debatindose desesperado. --Ven aqu! -grit, metindose en el agua para agarrar por el grueso cuello al aterrorizado podenco. Luchando contra la fuerza de la corriente, consigui llevar al perro a la orilla, un poco ms abajo del lugar donde se haba detenido al principio. Daryth no tard en salir del pasadizo subterrneo y con un gil salto se sent a su lado. De alguna manera, haba logrado llevar consigo el tridente a lo largo del ondulado tnel. --No est mal -observ-. Adonde vamos ahora? --Arriba -dijo el prncipe. Seal la abertura que haba estado examinando. Era la fuente de la luz que entraba en el tnel, y ascenda en un ngulo relativamente suave. --Apuesto a que lleva a la torre del homenaje. --Cierto -asinti el calishita-. Y el agua de nuestra trampa no es la nica que alimenta este riachuelo. Mira cmo llega ms desde otros sitios del castillo. Daryth seal hacia ms all del pasadizo por donde haban pasado y Tristn vio que la corriente subterrnea se mezclaba con otras en la oscuridad. --Chitn! -murmur Daryth, sealando hacia la pendiente de la cascada. Miraron fijamente ro abajo y, poco a poco, Tristn distingui un movimiento en el agua. Una columna de criaturas remontaba despacio la corriente. La banda se acerc ms y Tristn reconoci a los sahuagin. Avanzaban amenazadores en el suave salto de agua, retorcindose como salmones que volviesen a las charcas de desove. Varias de aquellas criaturas marinas se detenan para escudriar con cuidado el tnel, mientras las otras pasaban nadando por su lado. Entonces, otro grupo montaba guardia, corriente arriba, y los primeros
se sumergan y seguan chapoteando. Aquellas criaturas -Tristn cont al menos dos docenas- se deslizaban a una docena de pasos de ellos. La luz del tnel se reflejaba con ms intensidad en el agua prxima a donde ellos se hallaban, y esperaron que su resplandor cegase a los vigilantes de modo que no advirtiesen su presencia en la sombra. Uno de los hombres-peces mont la guardia al pie de la pendiente donde ellos se escondan. Sus ojos saltones parecan escudriar todas las oquedades y grietas al volver lentamente su cabezota. Su mirada pas por delante del tro y volvi atrs. Por un largo momento, se clavaron en la oscuridad que los rodeaba. Despus el sahuagin mir hacia el frente de la columna y fue a reunirse con sus compaeros. Pronto la banda de monstruos se perdi de vista. --Vaymonos de aqu -murmur por fin al prncipe, y salieron los tres de su escondite. Agachados, avanzaron por la pendiente en direccin a la boca del tnel ascendente. --Yo ir adelante -susurr Tristn. Daryth era con mucho el mejor escalador y, yendo detrs, podra agarrar al prncipe o al perro si uno de stos resbalaba. Tristn se introdujo en la abertura, que tena poco ms de un paso de ancho y pareca subir en un ngulo inclinado. La roca del interior era resbaladiza pero spera, y comenz a subir agarrndose donde poda. Apoyndose en las rodillas, impuls el torso hacia arriba y encontr agarraderos ms altos. Despus de un largo esfuerzo lleg casi a la cima, con las rodillas contusas y las uas rotas. De pronto, su mano resbal de una protuberancia mojada de la roca, y Tristn empez a deslizarse hacia abajo. Arque por reflejo la espalda y, apoyando sta en la parte alta del tnel y los pies y las manos en el suelo, consigui detenerse. La tosca piedra le ara la piel y la sal le hizo escocer las heridas, pero no perdi mucho de la altura tan duramente alcanzada. Tras detenerse un momento para recobrar aliento, continu subiendo poco a poco y por fin salt a gatas a lo que pareca ser un corredor y se tendi en el suelo. Haba una hilera de slidas puertas de hierro en una de las paredes, y las superficies de stas aparecan toscamente talladas. El corredor estaba bien iluminado, pues haba varias estrechas ventanas cerca del techo. Al cabo de otro momento, Canthus sali de la abertura, seguido de cerca por Daryth. Descansaron unos breves instantes, mientras los dos hombres buscaban una manera de salir de all. --Por ah? -sugiri el calishita, mirando hacia la derecha. --Todo parece indicar que el pasillo va hacia arriba -dijo Tristn. Se pusieron en pie y avanzaron despacio por el corredor. Las
puertas de hierro estaban en la pared de la izquierda, separadas unos diez pasos una de otra. Ningn ruido sala de las habitaciones. La primera puerta estaba cubierta de algas y llena de herrumbre. --Deja que pruebe aqu -propuso el prncipe. Dio un paso adelante y eligi un par de barras que parecan las ms oxidadas. Agarrando una de ellas con cada mano, contrajo los msculos de sus anchos hombros y apret los dientes. Poco a poco, las dos barras se separaron, hasta que una de ellas se rompi en su base. La abertura resultante era lo bastante ancha para que pudiese deslizarse por ella. --Buen trabajo -murmur Daryth. Con el tridente extendido delante de l, se dirigi a la puerta que daba al exterior y mir a travs de una de las rendijas. Pestae cuando una fuerte luz hiri sus ojos, pero pronto pudo distinguir suficientes detalles para saber dnde estaba. --All est el patio -dijo en voz baja-. No estamos lejos de la puerta que tratbamos de abrir cuando camos en la trampa. Aquella otra -y seal la otra salida del cuarto de guardiaparece conducir a la torre de homenaje. El calishita tom de nuevo la delantera, esta vez con Canthus a su lado, y se deslizaron a travs de la estrecha salida sin intentar abrir ms la puerta. --Sin duda chirriara -explic Daryth. Entraron en una cmara iluminada por la luz del sol que se filtraba por estrechas ventanas emplazadas en lo alto de la pared. Altas columnas se alzaban alrededor del vasto saln, sosteniendo pesadas vigas de madera que parecan haberse librado de algn modo de los efectos destructores de su prolongada permanencia bajo el agua. Un ancho corredor se abra en el otro lado de la estancia, en direccin al interior del castillo, mientras que otro pasillo ms estrecho se bifurcaba hacia la izquierda. --Esto debi de ser una gran sala de baile o el saln de recepciones -dijo Tristn, bajando la voz sin darse cuenta. Nunca en su vida haba visto algo tan impresionante. --No deberamos ir en busca de Pontswain? -pregunt Daryth, recordando de pronto a su inconsciente compaero. Tristn se encogi de hombros. --Est tan seguro como nosotros. De improviso, el suelo retumb ligeramente debajo de ellos, y al prncipe le dio un salto el corazn. Iba el castillo a hundirse? Pero aquel ruido sordo ces y el castillo no pareci moverse. --Tenemos que salir pronto de aqu! -dijo Tristn. --No he visto nada que pudisemos emplear como una barca, o al menos como una balsa -dio Daryth.
--Parece que tiene que haber muchas ms cosas en este castillo. Tal vez podamos encontrar algo en su interior. Tristn empez a cruzar el vasto saln, mirando alrededor de las gruesas columnas que flanqueaban dos de las paredes. Canthus lo acompa, mientras Daryth observaba el otro lado, en direccin al corredor ms ancho. El prncipe se acerc al pasillo ms estrecho de la izquierda. --Aqu hay una escalera -dijo Daryth en un murmullo fcilmente audible a travs del saln-. Ves algo? --Todava no. Tristn se detuvo delante del pasillo estrecho. A duras penas se contuvo de entrar de inmediato en l. Percibi vagamente la presencia de Daryth, que investigaba la escalera. Y entonces Tristn camin por el pasillo, alejndose del gran saln. No haba decidido hacerlo de un modo consciente; sin embargo, saba que iba en la direccin debida. Aceler el paso, olvidndose de Daryth, en direccin a un destino desconocido pero que lo atraa. Pas por debajo de un estrecho arco de piedra y baj por otro pasillo corto. Canthus lo sigui, silencioso y alerta. Se encontr ahora delante de un arco parecido al primero, ms all del cual haba una habitacin bien iluminada. Sin embargo, aquella luz pareca ms suave que la del sol que penetraba por las altas ventanas del castillo. Intrigado, Tristn pas por debajo del segundo arco y se encontr en una habitacin redonda. El techo abovedado estaba adornado con incrustaciones de oro y las paredes mostraban tallas de sorprendente complejidad, que representaban escenas pastoriles. Los detallados perfiles haban permanecido limpios y bien definidos, a pesar de haber estado siglos debajo del agua. Pero el elemento dominante del saln estaba en su templo, donde una larga urna de cristal descansaba sobre una base slida, parecida a un altar. Una luz blanca y fra brotaba de la tapa de la urna, cuyos lados estaban revestidos de tapices purpreos colgados en la parte interior del cristal. Tristn avanz, olvidndose de todos los peligros. Tambalendose ligeramente, casi hipnotizado, lleg al lado de la urna y mir en su interior... ... y a punto estuvo de llorar. La propia urna pareca relucir con un suave y sobrenatural resplandor y en ella descansaba una mujer joven, frgil. Su delicada cara era de una belleza inverosmil y largas trenzas rubias se extendan a los lados de su cuerpo. Vesta un traje sencillo, bordado con finos hilos de oro. Su piel era tan blanca que pareca translcida. Tena los ojos cerrados y yaca perfectamente inmvil, como lo haba estado durante
siglos. Tan hermosa, pens Tristn, y tanto tiempo muerta... Entonces ella se movi. Daryth subi un largo tramo de escalera. Lo atenazaba un sentimiento de urgencia, pero no vea en parte alguna algo que pudiese servirles de balsa. Saba que Tristn registraba todava el gran saln, pero no se atrevi a llamar a su amigo. La escalera terminaba en un largo balcn, con pasillos que se perdan a lo lejos en ambos lados. Vio varias puertas abiertas que daban al balcn, y mir rpidamente dentro de cada habitacin mientras recorra el pasillo de la derecha. Aquel piso superior estaba bien iluminado por estrechas ventanas, pero los interiores de las habitaciones eran bastante oscuros. En todo caso, slo vio ruinas en cada cmara. Las puertas se haban podrido sin duda haca tiempo y, de manera parecida, los muebles que haba habido all eran ahora un montn de desechos. Oy ruido en una habitacin al pasar corriendo por delante de ella y crey haber visto que algo se mova. Se apret de inmediato contra la pared exterior de la estancia, sosteniendo el tridente, presto a atacar. Su precaucin qued justificada cuando otro sahuagin sali por la puerta, y atisbo con sus ojos de pez muerto hacia el pasillo. Antes de que pudiese reaccionar, Daryth lanz con violencia su arma contra el cuello del monstruo. Las agallas del sahuagin enrojecieron de ira, pero la pa central del tridente lo alcanz en el cuello. El calishita apret con fuerza mientras las manos palmeadas del monstruo agarraban el astil del tridente. Pareci que iba a escabullirse, pero la pared opuesta a la puerta detuvo su retirada. Daryth sinti que la punta del arma atravesaba la piel escamosa de aquel ser. Una sangre de pez, roja y grasicnta, brot del cuello del monstruo, que resbal al suelo, se agit varias veces y despus qued inmvil. Daryth mir con cautela a su alrededor, pero no vio ms seales de movimiento. Se volvi deprisa y prosigui su veloz recorrido a lo largo del pasillo. Pas por delante de habitaciones parecidas a las que ya haba visto, y al cabo de un rato se detuvo. Se encontraba ahora ante una puerta de roble slida y barnizada. Una cerradura de plata no oxidada por el mar pareci invitarlo a manejar sus instrumentos. Despus de lanzar otra mirada a su alrededor, Daryth se arrodill delante de la puerta y tom una fina ganza de su cinturn. Aplicando el odo junto a la placa de plata, introdujo con cuidado el rgido alambre y hurg con l la cerradura. Momentos ms tarde fue
recompensado por un fuerte chasquido. Empuj la puerta y sta se abri suavemente. La habitacin estaba seca. Y contena ms tesoros que todos los que l haba visto durante su vida. Unas lmparas de cristal iluminaban la habitacin con un resplandor blanco y sedoso. Platos de oro y de plata estaban amontonados en el suelo y unos candelabros con incrustaciones de piedras preciosas parecan esperar las velas, centelleando bajo la mgica iluminacin. Varias coronas estaban tiradas en el suelo, todas ellas incrustadas con ms gemas de las que jams haba visto el calishita. La estancia pareca alfombrada con monedas de oro, y trozos de cuerq, de cristal y de metal brillante indicaban que haba todava ms tesoros enterrados debajo de aqullas. Un arma atrajo su mirada, y se qued boquiabierto al reconocer su propia cimitarra. No puede ser, se dijo, pero el arma era inconfundible. Observ una espada junto a ella y la tom, seguro de que era el arma de Pontswain. Entonces busc la Espada de Cymrych Hugh, pero no vio rastro de ella en la habitacin. Apart algunas monedas con el pie y descubri un par de suaves guantes que parecan de su medida. Cediendo a un impulso, el calishita dej la espada y se calz los guantes. stos adquirieron al instante un color exactamente igual al de su piel. Incluso la punta de cada dedo tena una ua artificial. Nadie habra dicho, salvo mirando muy de cerca, que llevaba guantes en las manos. Eran finos, calientes y muy cmodos. Entonces advirti otro trozo de cuero, casi enterrado debajo de las monedas; tir de l y se encontr con una bolsa lisa y fuertemente cosida. Vio otra parecida y la tom tambin. Con un poco de suerte, podran resolver su problema de flotacin. Recogiendo sus cosas, sali de la estancia. La puerta se cerr tras l. Con una impresin de profundo estupor, Tristn vio que la mujer se levantaba. sta se sent despacio y slo entonces el prncipe advirti que la urna de cristal no tena tapa. Ella abri los ojos y, aunque su piel era plida como la muerte, aquellos ojos eran de un castao oscuro, bellos y amables. Entonces ella sonri y a Tristn le temblaron las rodillas ante la belleza de su semblante. Inconscientemente, se arrodill a su lado y cerr los ojos ante tanta maravilla. --Mi seora -jade. Ella lo observ con curiosidad; luego extendi la mano y le dijo a media voz.
--Esposo mo, has venido a buscarme? La joven guard silencio y observ al prncipe durante un momento. Luego sacudi la cabeza y cuando habl de nuevo, lo hizo en tono ms seguro. --Levntate, prncipe, y acrcate. Su voz era todava ms adorable que su sonrisa. Tristn se levant con torpeza y se acerc vacilando al lado de la urna. --Esto ser de nuevo tuyo, hasta que encuentres a su verdadero dueo. Le tendi un objeto que haba estado a su lado. Tristn recobr el sentido al ver el objeto que ella le tenda, con la empuadura por delante. Era la Espada de Cymrych Hugh, la espada que l haba perdido al hundirse la barca! El prncipe no trat de adivinar cmo haba llegado el arma a poder de ella, sino que la tom devotamente y se arrodill, ahora por su propia voluntad. --T eres la reina Allisynn -adivin l-. No s por qu has hecho este gran milagro para m. Pero mi espada estar a tu servicio durante el resto de mis das! Por un momento, la cara exquisita de ella pareci triste. --Ay, pero qu lejos estoy de necesitar espadas! Esta... tumba es toda la proteccin que siempre necesitar. Suspir y falt poco para que a Tristn se le rompiese el corazn. --Pero t s que necesitars esta espada, y muy pronto -sigui diciendo ella-. Por eso te la he devuelto. La perdiste, no es verdad? --S. Cre que por toda la eternidad. --No digas eso. T no tienes idea de lo larga que es la eternidad. -La reprimenda estaba slo en las palabras, pues su tono era todava amable-. Ests aqu por una razn, prncipe, y te la explicar para que puedas marcharte. No tienes mucho tiempo, sabes? Tristn asinti con la cabeza y ella prosigui: --Tienes un destino marcado, prncipe Tristn Kendrick de Corwell. Y mi misin es decirte cul es. Es por eso que se te ha devuelto tu espada. Su voz se hizo solemne y grave. --Los reinos de los ffolk tienen que unirse de nuevo, como fueron unidos por mi marido, Cymrych Hugh. Tienen que unirse en tu tiempo y en tu presencia. Y ahora, ste es el destino que te sealo: Tienes que encontrar al prximo Alto Rey de los ffolk, el que llevar a nuestro pueblo a una era nueva. Tienes que encontrarlo y entregarle tu espada. El corazn de Tristn palpit al or estas palabras. Ver a los ffolk de nuevo unidos bajo un poderoso Alto Rey! Encontrar al que sera este Alto Rey! Asi con orgullo la Espada de Cymrych Hugh y levant
la cabeza para mirar los ojos de la reina muerta, aunque sigui de rodillas ante ella. --As lo har, mi seora, aunque tenga que emplear en ello todo el resto de mi vida. Pero dime, cmo conocer a ese rey? --Lo conocers con tu corazn. Pero ser mejor que recuerdes esto al buscarlo: Su destino lo llevar a muchos lugares. Volar sobre la tierra, aunque more en su seno. Viento y fuego, tierra y mar: todos lucharn por l cuando llegue la hora de reclamar su trono. Acab de hablar y pareci muy fatigada. Tristn se puso en pie de un salto y vio que se tenda de nuevo en la urna, para descansar su cuerpo en el silencio eterno de la muerte.
El desfile de la Guardia Escarlata era todo un espectculo para la vista y el odo, pero causaba espanto. Los ciudadanos de Calidyrr se escabulleron en los edificios ms prximos cuando los mercenarios del rey formaron en el corazn de la ciudad. Cada una de las cuatro brigadas de la Guardia se reuni en el barrio que le corresponda y, despus, marcharon hacia la gran plaza que haba al pie del imponente y majestuoso Caer Calidyrr. En todas las torres del castillo ondeaban banderas con el soberbio emblema de cada una de las doce compaas de la fuerza. Primero, tres brigadas de mercenarios humanos, soldados curtidos en los campos de batalla, entraron en perfecta formacin en la plaza y se colocaron en posicin de firmes en tres de los cuatro lados de aqulla. Todos los miembros de estas brigadas, compuestas de tres compaas cada una, llevaban una capa de brillante color escarlata y un alto casco con penacho de plumas carmeses. Sus armas haban sido pulidas y resplandecan bajo el sol del medioda. Fieros e implacables guerreros, estos mercenarios humanos eran temidos en toda la Costa de la Espada. Ningn crimen era demasiado odioso, ninguna accin de muerte o de rapia demasiado horrible para la Guardia Escarlata. Pero ninguna de estas tres brigadas poda igualar, en fuerza o en terror, la reputacin de la cuarta. El rey Carrathal estaba de pie sobre la muralla de Caer Calidyrr, con el primer consejero, el hechicero Cyndre, a su lado. Su pulso lati
con fuerza al contemplar aquel espectculo. --Oh! Es sencillamente magnfico! Parecen tan... --Su Majestad busc la palabra adecuada- tan militares! --As es, seor -asinti el hechicero. A Cyndre le complaca tambin aquella escena, pero no revel sus emociones con tanta franqueza como su seor. --Pero, no tiene que haber otra? -dijo el rey Carrathal, contando las tropas formadas ante l. --Creo que la brigada Ogro llegar pronto, Majestad. El suelo comenz a temblar con las fuertes pisadas de la tropa que se acercaba. Ahora ya no se vea a ningn vecino de Calidyrr, pues aquel estruendo era inconfundible. La brigada Ogro entr en una larga columna en la plaza y ocup el lugar de honor delante del castillo. Los ogros se cuadraron, pero evidentemente no eran muy diestros en esto; ms bien destacaban por agitar los pies, escupir, gruir y hurgarse la nariz. Cada uno de aquellos brutos tena al menos dos varas y media de estatura, piernas zambas y gruesas como troncos de rboles, y cuerpo vigoroso y encorvado. Sus caras eran bestiales, con altas frentes que descendan sesgadas hasta unos ojos brillantes como abalorios. Tenan ancha y respingada la nariz, mostrando las fosas enormes, y la boca era todava ms ancha. Unos colmillos afilados surgan entre las comisuras de los labios. Estos monstruos brutales procedan de todos los rincones de los reinos, atrados y disciplinados -a duras penas- por la buena paga de sus jefes humanos. Y en verdad, eran ogros lo que necesitaba la Guardia. Fuertes e intrpidos combatientes, podan aplastar a cualquier grupo de humanos que se atreviese a hacerles frente, y con igual indiferencia atravesaban con su lanza a un nio o a un adversario armado con espada. Los ogros disfrutaban con las funciones de la Guardia, pues matar y mutilar eran sus mayores satisfacciones, y las misiones de la brigada les daban oportunidad de hacer ambas cosas. --No s por qu, pero nunca me haba dado cuenta de que fuesen tantos -dijo el rey, en tono vacilante-. Son toda una fuerza, no? --Por cierto, Majestad. Son el ejrcito ms poderoso de las Moonshaes, y slo harn tu voluntad. El hechicero sonri afectadamente al decir esto. --Ser mejor que los enviemos de una vez, verdad? -farfull el rey-. Crees que podrn atraparlo? --Estoy seguro de ello, seor. La visita del prncipe de Corwell a Alarn ser muy corta. Muy corta, en verdad.
--Maestra, tengo miedo. Robyn dijo esto en voz baja, pues no estaba segura de que Genna estuviese despierta. La Gran Druida yaca envuelta en una colcha, aunque el da era caluroso. Su respiracin regular era su nica seal de vida. --Es por Bellota -sigui diciendo Robyn, arrebujndose en su chai, an perturbada por el recuerdo de lo ocurrido. Supona que el desconocido continuaba hechizado, plantado estpidamente junto al estanque. Sin embargo, haba corrido el cerrojo de la puerta al entrar, pues saba que el hechizo acabara perdiendo su poder. Genna abri los ojos y se volvi a mirar a su discpula. Los cabellos grises, apartados de la cara, acentuaban su grave expresin. Trat de incorporarse y Robyn la ayud, colocando unas almohadas detrs de su espalda. --Malo! -susurr, sin apartar la mirada de Robyn, aunque sta tuvo la impresin de que miraba a travs de ella-. Es malo! -repiti. Era la declaracin ms articulada que haba hecho en muchos das. --Bellota? -dijo Robyn-. Pero yo crea que... Oh, Genna, qu tengo que hacer? Aydame! Esta vez la vieja mir a su sobrina con tal intensidad que Robyn se estremeci. Genna tosi una vez, con una tos spera y seca, antes de hablar de nuevo. --Tienes que matarlo!
Bhaal observ con atencin el Corazn de Kazgoroth, sintiendo su palpitante poder. Aquel pedazo de la Bestia haba empezado su trabajo. Ahora terminara pronto la tarea. Tom nota de la dbil magia terrena de la druida y ri burlonamente. Su fuerza y el poder de la diosa moribunda no prevaleceran contra l, como haba demostrado en Alarn. All haba ordenado a su sacerdote que destruyese a los druidas, Hobarth se haba valido del ambicioso hechicero para que lo ayudase, convenciendo incluso a Cyndre de que el plan haba sido idea del propio brujo. Uno a uno, los druidas de Alarn haban muerto, aniquilados por el poder de Hobarth, muertos por la magia o por el fro acero del asesino. Sus cuerpos mutilados haban sido empleados para contaminar y profanar los Pozos de la Luna, de los que tomaban gran parte de su poder.
Ahora aquel poder haba sido destruido para siempre. Los prximos en caer seran los druidas de Gwynneth, los custodios del valle de Myrloch.
6 Alarn Los furiosos ladridos de Canthus sacaron a Tristn de su ensimismamiento. El suelo tembl entonces bajo sus pies y sinti que se tambaleaba hacia adelante. Se volvi y corri como un borracho, apartndose de la tumba de la reina Allisynn mientras la superficie de mrmol se alzaba y oscilaba. Baj por el corto pasillo y entr de nuevo en el gran saln. Canthus saltaba delante de l, corriendo hacia la gran puerta doble que conduca al patio. Daryth acababa de llegar junto a ella y Tristn vio que ahora llevaba una espada. --Es todo lo que he podido encontrar -jade, mientras Tristn corra a su lado para ayudarlo a abrir la enorme puerta. El calishita abri mucho los ojos al ver la Espada de Cymrych Hugh colgada de nuevo del cinto del prncipe, pero no dijo nada. El castillo tembl una vez ms, hacindolos tambalear. La puerta se abri con un chirrido de protesta. Tristn iba a cruzarla cuando la voz de Daryth lo detuvo: --Espera! El calishita golpe con el tridente las losas que tenan delante. Las pas de hierro chocaron varias veces contra la superficie y Tristn se sorprendi al or un sbito chasquido. Dos losas cedieron hacia adentro, dejando al descubierto un pozo oscuro y profundo. El prncipe se ech erviosamente atrs. --Una bonita trampa -dijo el calishita. Pas gilmente por el lado del pozo. El prncipe salt tras l y ambos cruzaron la puerta sin dificultad. Encontraron a Pontswain donde lo haban dejado. El seor estaba sentado, frotndose el lado contuso de su cara. --Dnde habis ido? -pregunt-. Dejarme as... --Cllate! -gru el prncipe, arrepintindose enseguida de su brusquedad-. Bueno, gracias..., ya sabes, por haberme ayudado. El otro pareci sorprendido pero no replic y se puso en pie con
esfuerzo. El castillo empezaba a hundirse. El agua entraba ya por la puerta. Haban dejado bajada la puerta levadiza despus de entrar, y el agua del mar penetraba por la ancha abertura e inundaba el patio. Ellos estaban en una galera delantera de la torre, un poco por encima del patio, y observaron cmo el agua suba lentamente los escalones. --No podemos salir por la puerta contra la corriente -dijo Daryth-. Tendremos que esperar a que el agua llegue a lo alto de las murallas y tratar de alejarnos flotando de aqu. Tomad esto y llenadlo de aire -sigui diciendo, y tendi una bolsa de cuero a cada uno-. As nos mantendremos a flote. Tristn tom la bolsa con expresin escptica y sopl con fuerza. La bolsa apenas se hinch. Sigui soplando, una y otra vez, hasta inyectar mucho ms aire del que hubiese debido bastar para llenarla. --Est agujereada -dijo, echando un vistazo al agua que segua subiendo. Daryth sopl en su bolsa. --Yo tambin lo crea al principio. Pero retienen todo el aire que les inyectamos. --Cmo? -dijo Tristn, mirando la flaccida bolsa. --Estas bolsas son mgicas. Las encontr en el cuarto del tesoro del castillo. Retienen ms aire del que su tamao parece indicar. Bueno, seguid soplando! Todava no muy convencidos, continuaron tratando de hinchar las bolsas. Poco a poco, la de Tristn empez a crecer y, por fin, adquiri bastante consistencia. Daryth sac un bramante de la bolsa que llevaba colgada del cinto y at las tres, apretando el cordel alrededor de la boca de las bolsas. Momentos despus, el agua haba alcanzado el nivel de la galera y pronto les lleg hasta la cintura. Las bolsas se elevaron a su lado cuando el agua los levant del suelo y Tristn se asombr al ver lo bien que flotaban. Los hombres perdieron pie, pero flotaron fcilmente sobre el patio. Pudieron incluso llevar a Canthus en su improvisada balsa. El agua que estaba llenando el patio an no haba llegado al borde de la muralla cuando el agua del exterior salt por encima de sta. Olas furiosas los envolvieron, amenazando con arrancarles las bolsas de las manos. Aferrndose a ellas con desesperacin, Tristn trat de ver si Canthus estaba todava con ellos, pero slo distingua el agua y la bolsa bajo sus manos. Al verterse ms agua en el patio, la superficie se fue calmando poco a poco, y Tristn se tranquiliz al ver que Canthus, Daryth y Pontswain seguan aguantando. Un instante despus, flotaban de nuevo en medio del mar. --No se ve ninguna vela -dijo Daryth-. Volvemos a estar como
esta maana. --No exactamente -dijo Tristn-. Ahora vuelvo a tener la Espada de Cymrych Hugh! Pens si deba contarles la profeca de la reina muerta. Pero, al ver la cara recelosa de Pontswain, decidi no hacerlo. Tal vez ms tarde se lo explicara todo a Daryth.
--Tenemos que discutir un problema, mi seor. --Hemos de hacerlo ahora, Kryphon? Estoy muy cansado. Su Majestad estaba hoy de muy mal humor. Cyndre se volvi para mirar a Kryphon. Haba estado contemplando en el espejo un escenario submarino. Kryphon observ la verdosa imagen de una plida ciudad luminiscente que se perda de vista poco a poco. Distingui varias figuras que parecan peces y llevaban armas, desfilando con lentitud por el espejo antes de que la imagen se desvaneciera por completo. --Podra tener gravsimas consecuencias para nosotros, mi seor -dijo precipitadamente Kryphon-. Alexei ha sido desleal. --Condenaras t a un hermano hechicero, Kryphon? Me sorprendes. --La acusacin est justificada! Trat de convencer a Doric de que has sido manipulado por el sacerdote. Por fortuna, ella me lo dijo apenas concluida la conversacin. Y he venido enseguida en tu busca! --Ests seguro de eso? Te ha dicho Doric la verdad? Kryphon asinti enrgicamente con la cabeza. --La somet a un hechizo mientras hablaba, y me dijo la verdad. Habra estado charlando toda la noche, si no la hubiese hecho dormir. Cyndre se acarici la barbilla con aire pensativo. --Has hecho muy bien -dijo al fin-. Temo que hemos perdido a nuestro camarada Alexei. Ahora debemos procurar que su prdida no nos cause perjuicios. --Es Razfallow la solucin? --No, Kryphon. Tengo otros planes para el asesino. Pero podemostener paciencia en el asunto de Alexei. Esperaremos. l no har nada durante un tiempo: no es hombre de accin. Ya llegar nuestra hora. Cuando vuelva el sacerdote de su misin en Gwynneth, Alexei lo estar esperando, presto a ofrecer su sangre como lgrimas de Bhaal.
Robyn se dirigi, vacilando, al estanque. Haba reemplazado su rasgado vestido por un jubn de cuero. No puedo matarlo!, se repeta. Por una vez, su maestra le haba pedido que hiciese algo que era incompatible con su fe. O era una especie de prueba? Quera Genna comprobar su devocin a la diosa, su obediencia? No importa!, se dijo, furiosa. No puedo matarlo! Pero tampoco poda permitir que Bellota se quedase en el bosquecillo. No se le ocurri ninguna otra opcin. El aire de loco de aquel hombre, sus manos vidas, volvieron vividamente a su memoria, producindole escalofros en la espina dorsal. Por fortuna, haba podido detenerlo con su hechizo de druida. Resolvi expulsarlo de aquel bosque, echarlo de all con la orden de no volver jams. No era lo que le haba mandado su maestra, pero no tena valor para matarlo. Es malo, haba dicho Genna..., y lo era. Pero Robyn tena la impresin de que no era enteramente responsable de sus actos. Cruz el jardn y anduvo entre los grandes robles, en direccin al estanque. Al pasar por el lugar donde haba estado arrancando las enredaderas, advirti que el grueso palo que haba empleado para ello estaba ahora tirado al pie del corpulento tronco. Lo recogi, con una vaga sensacin de inquietud. Dese la presencia de Tristn con sbita y sorprendente intensidad. Saba que al prncipe no le costara cumplir la orden de Genna. Sali de entre los robles, esperando ver a Bellota todava inmvil en la ribera. Pero el desconocido haba desaparecido. Su inquietud aument. Avanz con cuidado a lo largo de la herbosa orilla, observando el suelo en busca de huellas del hombre. Aquella ribera era una estrecha franja de terreno flanqueada por el ro a un lado y por espesos matorrales al otro. El ro tena unos unos buenos doce pasos de ancho aunque solo uno de profundidad. Sus aguas cristalinas se deslizaban sobre piedras de colores y formaban el lindero sur del bosque de la Gran Druida. De pronto oy un movimiento entre la maleza y, al volverse, vio que Bellota vena hacia ella con los ojos brillantes y enloquecidos. Farfullaba palabras ininteligibles, mientras avanzaba ms deprisa de lo que pareca permitir su endeble constitucin. Ella levant el palo y pronunci de nuevo aquella sola palabra: --Detente! Bellota se detuvo, pero no por efecto de su hechizo. El loco empez a patalear y a rer desaforadamente, y enseguida se qued inmvil mientras miraba a Robyn con intensa concentracin. Aquella mirada era lo ms espantoso que ella hubiese visto jams. Cuando l empez a murmurar palabras que sonaban como una
frmula mgica, el miedo de Robyn se convirti en terror. Se qued boquiabierta. Bellota no poda lanzar maleficios... O tal vez s? Qu significaban sus palabras? Y entonces comprendi que aquello era magia drudica, pues, al pronunciar Bellota la ltima palabra, un zumbador enjambre de insectos brot de su mano y se lanz sobre ella. Robyn sinti una dolorosa punzada en la mejilla y vio que ms insectos caan sobre ella, buscando trozos descubiertos de su piel. El ruido del enjambre era tan ensordecedor que crey que iba a volverse loca. Domin el impulso de gritar: no se atreva a abrir la boca. Entonces se volvi, corri hacia el ro y se arroj de cabeza en el agua fra con los ojos cerrados. Nad ro abajo, esforzndose en permanecer el mayor tiempo posible sumergida. Cuando por fin sali a la superficie, vio que la masa de insectos se estaba extendiendo poco a poco sobre el ro. El dolor de las picaduras haba menguado un tanto, pero le arda la piel. Una pequea parte del enjambre vol hacia ella cuando sali del agua, pero Robyn efectu un sencillo hechizo, con un rpido ademn. Las avispas pasaron furiosamente por encima de ella y empezaron a volar en crculos, incapaces de cruzar la mgica barrera que ella haba levantado para protegerse. Bellota avanzaba por la orilla, riendo y tambalendose. Robyn nad hacia la ribera, esperando salir del agua antes de que l la alcanzase. El loco volvi a detenerse, y de nuevo sinti Robyn aquella intensa concentracin que slo poda significar que se estaba preparando para lanzar un maleficio. Al subir a la orilla, empapada en agua y jadeando, se sinti muy vulnerable. Se agarr a una raz para incorporarse, y, de pronto, la raz se retorci en su mano. El extremo de aqulla se alz, y tena ahora ojos y unos largos colmillos. Robyn se ech atrs antes de que la serpiente -indudablemente venenosa- pudiese morderla, y los afilados colmillos se hundieron en la blanda manga. Ms serpientes se deslizaron hacia ella desde una maleza que, antes del hechizo de Bellota, slo haba contenido tallos secos. Sinti que se acercaban serpientes desde todos lados. Se detuvo, sac un ramito de murdago del cinto y pronunci unas pocas palabras en voz baja mientras aplastaba la planta. Percibi la emanacin a su alrededor y supo que se haba hecho completamente invisible a las serpientes y a todos los otros animales del mundo natural. Los reptiles pasaron serpenteando y Robyn sinti un nudo en el estmago al ver varias lenguas bfidas que se agitaban buscndola. El loco segua viendo a la joven druida delante de l, pero advirti tambin que las serpientes no podan encontrarla. Su cultivada
disciplina, aquel dominio de s mismo que le haba permitido hacer uso de poderes largo tiempo enterrados, empez a flaquear bajo la frustracin de los ataques fracasados. De improviso, aull de rabia y se lanz sobre Robyn con las manos estiradas, buscando su garganta. Su aullido se convirti en una voz aguda e inarticulada al llegar junto a ella. Robyn, al ver que el hombre iba a atacarla, haba agarrado el grueso palo con ambas manos. Ahora lo levant y lo descarg como un hacha sobre el loco. Nunca haba golpeado tan fuerte en su vida! Sinti la vibracin del cuello roto a travs del palo hasta sus muecas y sus brazos. El hombre se derrumb sin emitir ningn sonido, con la cabeza grotescamente torcida sobre el hombro derecho. Robyn se estremeci. Se tambale hacia atrs y se sent pesadamente, mareada. Los ojos de Bellota la miraban desde aquella cabeza torcida de un modo antinatural, y ella vio que se iban apagando. Pero haba sentido en su interior el poder de la diosa y sus propias fuerzas no se haban agotado. Dej de temblar y se acerc al cuerpo cado. Bellota estaba muerto, sin duda alguna. Su piel haba palidecido ya y la cabeza segua torcida en aquel ngulo absurdo. Sin embargo, ella se arrodill, escuch para saber si respiraba y le tom el pulso. Estaba muerto. Entonces se fij en la bolsa. Haba olvidado la rada bolsa y su contenido, atesorado por Bellota mientras haba estado con ella. Pero ahora record el miedo del hombre cuando ella haba tratado de tocarla. Robyn busc de nuevo la vieja bolsa y solt el cordn: pareca contener una piedra del tamao de un puo. La volvi boca abajo y la sacudi. Una piedra negra cay junto a sus rodillas. Era redondeada y lisa y tena una forma extraa. Pareca vagamente un corazn humano tallado por algn artesano en un pedazo de duro carbn. Sinti su calor incluso a travs de su pantaln de cuero. La piedra era sorprendentemente grande para su peso. Su densidad era ms propia de una madera blanda de pino que de una piedra. Trat de apartar la mirada de ella y se encontr con que no poda hacerlo. De mala gana, pero al mismo tiempo con un hormigueo de excitacin, alarg la mano. Sus dedos tocaron al fin la suave y negra superficie... ... y perdi el conocimiento.
un lado a otro buscando algo, cualquier cosa, que despertase su inters. El aire del bosque era denso y pesado, y la abulia aumentaba su fastidio. Sigui el camino de la alameda, pey no tena prisa. Sin un motivo urgente, el dragn duende no poda viajar en lnea recta, de manera que poda tardar horas o das en llegar a cualquier parte. Ahora alcanz la orilla de un gran estanque y se cerni en silencio sobre l, agitando sus alas de gasa. Lentamente, se pos en una rama de un pino y mir a su alrededor. El dragn haba descubierto que los abrevaderos eran lugares donde poda encontrar sus presas. Y, en efecto, pronto vio un cervatillo que se miraba en el agua clara al otro lado del estanque. De inmediato, Newt se agazap y estir la cola. Cuando estuvo completamente seguro de pillar por sorpresa al animal, actu. Lanz un sencillo hechizo sobre el reflejo del joven venado. La desdichada criatura vio un horrible monstruo de piel purprea y largos colmillos que pareca que iba a salir del agua con las fauces abiertas. Lanzando un chillido de terror, el cervatillo cay hacia atrs y rod agitando las delgadas patas. --Ja, ja, ja! -ri Newt mientras la pequea criatura se pona al fin en pie y saltaba con torpeza para refugiarse en el bosque-. Es para morirse de risa! -chill. A punto estuvo de caerse de la rama al resbalar y quedar suspendido de las patas de atrs. Las lgrimas nublaban su visin cuando logr encaramarse de nuevo. --Oh! No ha sido maravilloso? -se jact, mirando hacia el bosque-. Nada como una buena broma para pasar el da! Decidi que deba contar a Robyn la divertida historia. Ella gruira con desaprobacin, como siempre que gastaba una broma a un lindo e indefenso animal, pero sospechaba que, en su interior, se sentira regocijada. Y, sencillamente, tena que contarlo a alguien! Saltando al aire, el dragn duende agit las alas con tal fuerza que stas zumbaron. Vol como una flecha sobre el estanque y penetr en el bosque del otro lado. Movindose entre las copas de los rboles, se dirigi hacia el bosquecillo de Genna. Pero, cuando lleg al ro del borde sur del bosque, vol ms despacio. Perciba que algo no andaba bien. Lanz un grito ahogado cuando vio los cuerpos sobre el suelo y descendi a toda velocidad para posarse sobre la espalda de Robyn. Aliviado, sinti que ella respiraba, aunque muy despacio. Y vio, un poco sorprendido pero sin lamentarlo, que el hombre estaba muerto. --Oh, Robyn, despierta! -suplic, saltando al suelo y rozndole el hombro con el hocico-. Por favor! Soy yo, Newt! Qu puedo hacer? Sacudi frenticamente la cabecita, buscando a su alrededor
alguna respuesta a su pegunta, y entonces distingui la piedra negra al lado de Robyn. Algo en aquella piedra pareca antinatural, repulsivo. Su vivo cerebro relacion de inmediato la piedra con la inconsciencia de su amiga. Agarrando aquella piedra repelente con ambas patas delanteras, salt en el aire. Agit con furia las alas y se elev, sintindose como un vigoroso cndor. Vol despacio sobre el ro y se alej del bosquecillo de la Gran Druida. Al cabo de un buen rato dej caer la piedra en el bosque y volvi al lado de Robyn. Vio, con alivio, que ella empezaba ya a moverse.
--Una vela! Tristn, una vela! El prncipe sali de su modorra. Levant la cabeza de la bolsa hinchada y la sacudi para despejarla. Pestaeando para limpiar sus ojos de agua salada, sigui la direccin indicada por el dedo de Daryth. --Ya la veo! Viene directamente hacia nosotros! --Parece que las cosas empiezan a marchar -dijo sonriendo el calishita. --As sea! -gru Pontswain, con un destello de esperanza en los ojos. --Estn muy lejos -dijo Daryth-, pero vienen en nuestra direccin. En efecto, la pequea nave se estaba acercando. Tena un solo mstil y una vela con los colores del arco iris. La proa era alta, por lo que no podan ver el interior de la embarcacin. Pero, al acercarse, oyeron las notas de una cancin entonada por una clara voz femenina: Conoc a una viuda alegre, segn sus vecinas recatada, pero todos los chicos que la vean decan que no lo crean. Yo no puedo decir que estaban en lo cierto (pero tampoco que estuviesen equivocados). Y ahora s que la viuda alegre no poda... --Pero, qu es eso? -La cancin se interrumpi con brusquedad y una cara resplandeciente y curtida por la intemperie se asom de pronto sobre la borda-. Tres ratas ahogadas... y vaya una embarcacin! Las palabras de saludo se extinguieron en la boca de Tristn, tan asombrado qued por la pregunta y la respuesta. La que haba hablado era una mujer robusta, al parecer de unos cuarenta aos. En su cara redonda se dibujaba una sonrisa tan ancha como el mar. Un llamativo sombrero, festoneado por uvas, manzanas y grandes flores,
cubra su cabeza y le llegaba casi hasta los hombros. --Bueno, subid a bordo antes de que siga mi ruta! -grit, antes de desaparecer tras la borda. Un instante despus, una cuerda serpente en el aire y fue a caer en el agua entre ellos, y todos se agarraron a ella mientras la barca pasaba a poca distancia. Tristn vio que era una embarcacin de unas siete varas de eslora, baja de puntal, pero de lneas esbeltas. Los hombres siguieron agarrados a la cuerda mientras la nica ocupante de la barca arriaba la vela y aqulla se detena lentamente. La mujer -que llevaba un lad colgado de la espalda- alarg una manaza roja y tir de Tristn. En cuanto ste se dej caer en el fondo de la barca, Canthus, Pontswain y por ltimo Daryth, cayeron tambin junto a l. --Me llamo Tavish -dijo su salvadora, con los brazos en jarras y escrutando a sus pasajeros. Era ms baja que Tristn, aunque pareca pesar tanto como l. Su cara era bonita, a la manera de las campesinas. Era imposible no sentirse animado por su resplandeciente sonrisa. Su rostro se volvi pensativo al ver la espada en el cinto de Tristn. Observ con atencin la sencilla empuadura de cuero, la gastada vaina que dejaba ver parte de la brillante hoja de plata y sus antiguas inscripciones. Tavish volvi a mirarlo a la cara. --Y, a juzgar por tu arma -dijo-, sospecho que eres el prncipe de Corwell.
Hobarth marchaba con paso regular a travs de los prados y los bosques del valle de Myrloch. Era insensible a la belleza que lo rodeaba, interesado slo en llegar al bosquecillo de la Gran Druida. Su dios le haba dicho que all encontrara a la druida joven. Y Bhaal no se equivocaba nunca. Ni siquiera se le ocurri al corpulento sacerdote que podra tener dificultades en arrancar a Robyn del cuidado de su maestra. Hobarth haba empleado sus poderes contra druidas otras veces y la dbil magia de stos nada poda contra el poder de Bhaal. Cuando se haba aliado con el Consejo de los Siete, el poder de Bhaal haba sido suficiente para echar a los druidas de Alarn. Cierto que estos bosques parecan ms eternos que los que quedaban todava en Alarn; pero rechaz la idea de que la magia drudica fuese una fuerza con la que haba que contar. Empez a sentir la proximidad de su punto de destino, y, con ello, un fuerte y arcano llamado. Algo estaba en el bosque de su parte. Irradiaba una impresin de fra malignidad que el sacerdote encontr
muy agradable, incluso estimulante. Se detuvo un momento, mirando con curiosidad entre la maleza. Fuese lo que fuere, el origen de la llamada haca sonar una cuerda sumamente sensible en el pecho del clrigo. No poda desorla. Hobarth se abri paso entre los arbustos, empujando a un lado zarzas y brezos. Saba que se acercaba a la fuente de la llamada, pero esto slo fortaleca su afn. De pronto lo vio, al pie de un roble muerto. En el suelo haba una piedra negra y reluciente que lo atraa de un modo extrao. Hobarth avanz y la asi. La sinti muy caliente y suave en su mano, como si le perteneciese. Sorprendido, hizo saltar aquel objeto de una mano a otra. Despus, sonriendo, volvi atrs y continu su marcha. Hobarth no conoca bien la naturaleza y no advirti que todas las plantas en un amplio radio alrededor de la piedra estaban marchitas y muertas. Al cabo de otra hora, lleg a la orilla de un riachuelo. Algo le dijo que era la linde del bosquecillo de la Gran Druida. Al entrar en el ro, pretendiendo vadearlo, un sbito golpe en el cuerpo lo hizo caer sobre la orilla. Ponindose en pie de un salto, mir a su alrededor, buscando a su atacante. Pero no vio nada. Avanz ms despacio y toc la barrera invisible con la que haba chocado. Pareca extenderse a lo largo del riachuelo y era slida como el hierro. Maldiciendo, consider esta prueba de poder drudico. Observ que un pajarillo cruzaba volando el ro y vio que la barrera no lo afectaba. Pero, cuando l trat de seguir adelante, la muralla invisible lo detuvo en seco. Salmodi una breve frase y la magia se difundi en todo su cuerpo. Se alz muy despacio del suelo y ascendi en el arie unas cinco varas, pero se encontr con que la barrera protectora alcanzaba al menos aquella altura. No quiso elevarse ms, pues esto lo habra llevado por encima de las copas de los rboles y no deseaba que pudiesen observarlo. Frustrado, volvi a bajar al suelo y ech a andar por la orilla del riachuelo. No estaba acostumbrado a fracasar y se sinti presa del furor. Aquella tosca proteccin drudica era por cierto un engorro! Se pregunt si apelando a todo el poder de Bhaal podra destruirla, pero decidi retrasar el experimento. Con un hechizo semejante, podra llamar la atencin. Oy voces detrs de l. Se agach rpidamente entre los matorrales y avanz con cautela, amparndose en las sombras de los rboles para doblar un recodo del riachuelo. Entonces vio ante l a su presa. La druida a la que buscaba estaba de rodillas junto a la corriente, remojndose la cara. Uno de aquellos dichosos dragoncitos que
abundaban en las Moonshaes estaba con ella, revoloteando a su alrededor como una niera preocupada. Hobarth consider, entusiasmado, sus posibilidades, y entonces se enfri su entusiasmo. Cmo iba a sacarla del bosquecillo, si no poda entrar en l? Consider y rechaz varias sencillas posibilidades. No poda esperar que, con su magia, consiguiera hacer salir del bosque a la mujer. Senta que la druida sera muy resistente a sus hechizos en la tierra sagrada de su maestra. Y l, o, mejor dicho, Bhaal, la quera viva; su sangre deba llegar fresca al altar de su dios. Por consiguiente, no poda emplear un maleficio para matarla, y otro para levantar y sacar de all su cuerpo. No; tendra que utilizar una tctica ms sutil. Hobarth acarici la piedra negra con aire distrado. Sus ojos como abalorios centellearon en las profundas y grasientas cuencas, mientras miraba a su alrededor buscando una solucin. Entonces vio el cadver tendido al lado de la druida, y una idea tom forma poco a poco en su cerebro. S, se dijo sonriendo. Aquel cuerpo le sera de gran ayuda. Rezando devotamente a su dios, concentr toda su energa en el cadver. La joven druida estaba arrodillada de espaldas a ste, remojndose la cara. Y entonces el poder siniestro de Bhaal -o era el poder malfico de la piedra negra?pas del sacerdote al cuerpo inerte, sin que Robyn lo advirtiese. Todava estaba arrodillada, cuando el cadver empez a moverse. --Conque queris ver la gran ciudad, eh? -dijo Tavish, riendo entre dientes. --S -respondi Tristn, continuando la historia que se haba inventado-. Nunca he visto la isla de Alarn. Dicen que no se parece en nada a Gwynneth, que tiene ms fincas y ms habitantes. Y la ciudad de Calidyrr, y el propio Caer Calidyrr... Quiero ver el palacio ms esplndido de los ffolk. Durante un momento, Tavish pareci casi triste. --Son obras esplndidas, s, pero hay que considerar el esplendor de tu propio reino, los bosques salvajes, las rocosas Tierras Altas; todo esto hace que Calidyrr palidezca en comparacin con ello. Yo prefiero la tierra de Corwell. --Viajas mucho por estas islas? -pregunt Daryth. --Pues, s. No os he dicho que soy una trovadora? --No; no nos lo habas dicho -respondi, sin sorprenderse, el prncipe. --Pues lo soy. Hace tiempo que no visito Corwell; tal vez diez aos o ms. Recientemente, he pasado mucho tiempo en Moray. Pero esto es una triste historia...
--Qu quieres decir? -pregunt el prncipe. --El rey y varios de sus fieles seores fueron asesinados el ao pasado. Nadie parece saber quin est detrs de esto, y ningn seor pretende ocupar el trono vacante. Quin querra hacerlo? --Es verdad -dijo Pontswain-. Moray ha sido siempre una tierra triste y rida. No hay ms que ovejas y tundra. Pero dirigi una mirada de soslayo a Tristn, una mirada de alarma. El prncipe sinti como si le clavasen un cuchillo en el vientre al or la noticia. --Pero hay mucho ms -dijo la trovadora, con firmeza-. Ahora el pas est sin un caudillo, y el misterio no tiene solucin. Da pie a muchos rumores y sospechas. Tavish hizo una pausa, mirndolos fijamente. --Las cosas que se dicen de Snowdown no son mejores -prosigui-. El rey desapareci durante una cacera y nada ms se ha vuelto a saber de l. Nadie gobierna all... y todo el reino est alborotado! Tristn recibi la informacin con el mximo inters. Moray era otra de las tierras de los ffolk, nominalmente bajo la soberana del Alto Rey. Y all, como en Corwell, el rey haba muerto en manos de misteriosos asesinos, mientras el ltimo rey de los ffolk, a excepcin del propio Alto Rey, haba desaparecido de Snowdown. --Ahora vuelvo a mi tierra de Alarn -sigui diciendo Tavish-. Y no es que esto me alegre tanto como antao. --Por qu? Tavish suspir. --Tambin all hay dificultades. El Alto Rey parece temer mil amenazas contra su trono. Quin poda imaginar que un hombre tan aprensivo llegase a ceir la corona de las islas? Ms de un noble bueno y honrado ha sido encerrado en las mazmorras reales y ha visto confiscadas sus tierras, slo porque el rey crey que tena motivos para temerle. La trovadora condujo en silencio la barca durante un rato, mientras sus compaeros coman y descansaban. Tristn sinti que volva el vigor a sus cansados msculos, pero su mente permaneci agitada. La informacin de Tavish, junto con la profeca, provocaba en su mente fuertes dudas sobre el Alto Rey. Cuando llegasen a Caer Calidyrr, qu podran decir a un hombre que vea traicin en todas partes? --Tierra! -grit Daryth, sealando una franja verde en el horizonte oriental. --Echad un vistazo a Alarn, amigos! -ri Tavish-. Amarraremos en el muelle al anochecer! Los malos augurios se borraron de la mente del prncipe.
--Ardo en deseos de llegar -observ, con un sincero suspiro de alivio. --Os recomiendo el Delfn Saltarn: buena comida, buena bebida y una msica maravillosa. Yo estar tambin all, sabis? Los hombres rieron y prometieron escuchar a la trovadora en la posada. Al cabo de un tiempo, pasaron junto al rompeolas y Tristn se plant en la proa, ansioso de ver por primera vez la isla de Alarn. La tierra era verde, salpicada de blancas casas de campo y de limpias cercas de piedra. La ciudad de Llewellyn era la comunidad ms grande que jams haba visto Tristn. Su primera impresin fue de una blancura que lo abarcaba todo. Las paredes de piedra, los edificios enlucidos, las casas de madera; todo estaba pintado de blanco. Tavish dijo que casi cinco mil personas vivan en la ciudad. La impresin de asombro no abandon a Tristn mientras se deslizaban hasta un liso muelle de piedra. Tavish salt a tierra, tirando con fuerza de la embarcacin hasta adosarla a los parachoques de madera. Los pasajeros desembarcaron y miraron a su alrededor. Tristn se esforz en disimular su falta de experiencia como viajero. Todo pareca tan diferente! El muelle de Llewellyn consista en una zona grande y parecida a un hermoso parque, rodeada de una multitud de tiendas. Las cerveceras despertaron de inmediato la sed de Tristn. Vio vendedores de manzanas, cerezas y otras frutas ms exticas pregonando su mercanca. Tajadas de carne chisporroteaban sobre una pequea parrilla en un establecimiento. Vio collares y chucheras, copas de cristal y armas de acero en los escaparates de pequeas tiendas. Calles estrechas, flanqueadas de edificios de dos plantas, se dirigan hacia el sur, hacia el norte y hacia el este. Varias docenas de transentes, unos pocos caballos y media docena de carros discurran por all. --El Delfn est en aquella direccin -dijo Tavish, sealando calle arriba-. Id e instalaos. Yo no tardar. Dicho esto, la trovadora volvi a su barca. Pronunci una sola palabra, que Tristn no pudo entender, y pareci, por un instante, que haba destruido su embarcacin. La quilla se dobl y la proa y la popa se elevaron para encontrarse. La barca, levantada as, no se hundi, sino que las partes de proa y de popa se doblaron hacia abajo, reduciendo su tamao a la mitad. Tavish la sac entonces del agua; pareca una tabla ancha de poco ms de dos varas de largo. Sigui doblndose sobre el muelle hasta quedar reducida a una caja que apenas habra podido contener un par de pesadas botas. --Nos veremos dentro de un rato! -grit la mujer, dirigindose resueltamente hacia la avenida del norte.
--Esa dama es algo ms de lo que parece -murmur Daryth, siguiendo con la mirada a la trovadora-. Me alegrar de volver a verla. --Vayamos en busca de esa posada y bebamos algo -dijo el prncipe-. Tengo sed! --No lo dudo -dijo Pontswain con tono sarcstico-. A m no me vendra mal una comida caliente. Las calles de Llewellyn estaban atestadas, al menos en comparacin con las de Corwell, pero los ffolk con quienes se cruzaban parecan desacostumbradamente silenciosos. El aire jovial y amistoso a que estaba habituado el prncipe brillaba por su ausencia. El Delfn Saltarn estaba a poca distancia del parque. La fachada encalada mostraba los efectos de la intemperie y haba perdido su brillo, y los anchos escalones que conducan a la entrada tenan seales de haber sido reparados muchas veces. --Aqu no se admiten perros -gru un hombrn de barba negra al ir a cruzar Tristn la puerta. El hombre surgi de las sombras y avanz con presteza para bloquear la entrada. El prncipe se detuvo, contrariado. Pero Daryth habl antes de que Tristn pudiese regaar al hombre. --Nos esperar aqu. Sintate, Canthus! -dijo, sealndole un rincn del ancho porche. Canthus se meti en l y se dej caer pesadamente sobre la panza. Apoy la cabeza en las patas delanteras y se qued inmvil. El hombre se apart a un lado y Daryth empuj al prncipe a travs de la puerta. Tristn se volvi a su amigo en cuanto hubieron entrado en la gran posada. --Por qu has hecho eso? No tena derecho a... --En realidad, es una costumbre en casi todas partes -dijo el calishita-. Corwell es el nico lugar que conozco donde los perros son tan bien tratados como las personas. A Tristn le dio vueltas la cabeza. Su ingenuidad haba estado a punto de ponerlo en ridculo. Vaya un futuro rey que era! --No te preocupes por eso -ri Daryth-. Yo cuidar de ti! Ahora, vayamos a comer algo.
Los Siete estaban de nuevo sentados alrededor de la ancha mesa. Seis caras encapuchadas de negro se alzaron fascinadas, absorbiendo las palabras del sptimo personaje, el hechicero del centro del grupo. --El asesino llegar en breve. Le encomendaremos la tarea, y el ltimo hroe de los ffolk ser eliminado. Entonces podremos dedicar toda nuestra energa a tareas ms productivas, tales como doblegar
las otras tierras bajo la voluntad de nuestro seor. La ltima palabra, llena de irona, flot pesadamente en el aire al ser pronunciada. Alexei, sentado a la derecha de Cyndre, guardaba silencio. Observaba a su jefe con los prpados entornados, reflexionando. Cunto odiaba a Cyndre! Cunto ambicionaba el poder que el egosta amo guardaba para s, mientras slo reparta migajas a los magos que eran de su agrado! Despus mir a Kryphon y su odio aument, amenazando con ahogarlo. Era un gusano! Estaba seguro de que Kryphon trataba de engatusar al jefe para despojar a Alexei de su lugar a la derecha de Cyndre. Alexei soaba con el da en que viera a los dos retorcerse, corromperse y morir. Y Doric! La esbelta mujer sentada al otro lado de Kryphon volvera a ser suya... como lo haba sido antao y estaba destinada a ser. La idea de Kryphon desahogando su lujuria con la mujer que era de Alexei por derecho de conquista avivaba las llamas de sus celos hasta ponerlos al rojo. Los otros tres, Talraw, Wertam y Kerianow, eran los miembros ms dbiles del Consejo. Alexei estaba seguro de que los tres magos, que apenas haban pasado del aprendizaje, seguiran al lder ms fuerte. Su corazn palpit al pensar en la venganza, en el dolor y la humillacin que infligira a su antiguo seor. --Alexei... La voz suave lo volvi a la realidad. --Seor? La palabra casi se atragant en su garganta. Cyndre volvi ligeramente la cabeza, dirigiendo a su ayudante una mirada de fro inters. --Alexei, has hecho muchas preguntas..., sobre el sacerdote, sobre mi juicio. Por qu? Dudas de mis facultades? Alexei palideci y sinti un nudo de pnico en el estmago. No! Era demasiado pronto..., todava no estaba preparado! Mir a Cyndre a los ojos -lagunas de un plido azul, duros como el cielo del rtico- y no supo encontrar respuesta. Se esforz en hablar, pero ninguna palabra brot de sus labios. --Puedo estar seguro de ti, Alexei? Puedes darme alguna prueba de tu lealtad? Lo sabe, pens. Alexei enrojeci y no pudo responder. La verdad lo condenara, y no poda obligar a sus labios a mentir. --Muy bien -dijo Cyndre, con voz pesarosa. El hechicero hizo un ademn y unos rayos de luces de colores brotaron de las puntas de sus dedos y giraron alrededor del recalcitrante lugarteniente. La capucha de Alexei cay hacia atrs, y
sus rgidas facciones reflejaron un terror inmenso. El mago era alto y delgado, pero las sombras misteriosas del maleficio dieron a su cara un aspecto macilento, cadavrico. Abri la boca en un grito inaudible, o tal vez el ruido que hizo no lleg a odos del Consejo por impedirlo la cortina de luces. Las largas y finas manos de Alexei se cerraron sobre los brazos del silln, pero ya su imagen era confusa. Momentos despus, se haba desvanecido, desterrado, como saban los otros hechiceros, a una prisin solitaria en un lugar que slo conoca su seor. Unas horas ms tarde, el asesino y su banda cruzaron los patios de Caer Calidyrr al galope sobre sus caballos negros. Cabalgando en la noche, atronaron las calles de la ciudad y pronto desaparecieron por la carretera real, en direccin al sur. Chauntea oy el desafo de Bhaal y vio el juego del dios malfico. Reflexion brevemente sobre cmo deba responder. Las Moonshaes eran un pequeo reino sin importancia a escala de sus dominios. Vala la pena enzarzarse en un conflicto por ellas? Sin embargo, las islas eran prometedoras. Sus habitantes, los ffolk, eran buena gente, fuertes y devotos a su manera. Le entristeca pensar que podan convertirse en esclavos del malfico Bhaal. Ademas, las acciones del dios del mal tenan que ser contrarrestadas, o lo haran demasiado poderoso y soberbio para la seguridad de todos los planos. Si Bhaal haba elegido las Moonshaes para su juego, y Chauntea era la nica diosa del Bien que tena poder all, no deba resistirlo? Chauntea, como Bhaal, tena sacerdotes entre los ffolk. Aunque tal vez no tan poderosos, y ciertamente no tan mortferos, como los servidores de Bhaal, sus sacerdotes tenan facultades propias: ensalmos y poderes benficos. Tal vez uno de ellos podra ayudar a los jugadores en este juego. Eligi a varios de sus devotos, sin saber de cierto lo que deparara el futuro. Tal vez uno de ellos tendra oportunidad de cumplir sus rdenes. Chauntea dio a conocer sus deseos a estos sacerdotes valindose de un sueo.
La Guardia Escarlata Robyn respir hondo y sinti que su cuerpo se relajaba al exhalar. Se senta dbil pero muchsimo mejor que cuando se haba despertado. Fuera cual fuese la naturaleza de la piedra negra de Bellota, haba sido mucho ms poderosa que su habilidad para protegerse. Tena los dedos llenos de ampollas, aunque las lesiones no parecan ser tan serias como para dejar cicatrices. Volvi a salpicarse la cara con agua fra. Se levant y se estir despacio, tratando de borrar un sentimiento de culpabilidad por la muerte de Bellota. No haba tenido alternativa. Sumamente inquieta, se pregunt qu haba provocado aquella sbita transformacin del hombre. Es verdad que la haba puesto nerviosa con anterioridad, pero, qu lo haba impulsado a atacarla? Por qu, cuando ella haba resuelto dejarlo marchar en paz, se haba mostrado tan cruel? Y una pregunta ms profunda y todava ms espantosa surgi en su cerebro: cmo haba aprendido Bellota la magia drudica? --Qu hiciste con aquella cosa..., con aquella piedra? -pregunt a Newt, que zumbaba preocupado sobre su hombro. --Oh, aquella piedra horrible! Me repugnaba y la llev lejos de aqu. No era buena para ti! Espero que no te hayas enfadado... Slo quise ayudarte! El dragoncito se estremeci al recordar la piedra, y mir esperanzado a Robyn. --No; hiciste lo que debas -dijo ella para tranquilizarlo-. Pobre Newt! Te preocupas demasiado, como una vieja niera. --Bueno, yo slo quera que te despertases! Y debo decir que no siento en absoluto que nos hayamos librado de ese tipo asqueroso. Tal vez debera sentirlo, pero no es as. Creo que todos estaremos mejor ahora que est muerto... Huy! Newt chill aterrorizado, se apart de Robyn y se cerni sobre el riachuelo, sealando por encima del hombro de ella. Robyn gir en redondo y pens que se estaba volviendo loca. El desconocido estaba muerto; lo saba, porque lo haba comprobado con minuciosidad. Entonces, qu era aquella cosa que avanzaba hacia ella? El cadver estaba slo a tres pasos de distancia, arrastrando los pies y cojeando. El cuello estaba todava roto, pues la cabeza penda grotescamente sobre el hombro. Una lengua negra e hinchada sala de la boca abierta, y los ojos, opacos y vidriosos, seguan abiertos. Pero tenda ansiosamente las manos hacia ella; cada dedo era como una serpiente viva, sedienta de su sangre. Aquella cosa dio otro paso adelante, y otro, mientras ella permaneca paralizada, demasiado
aterrorizada para poder siquiera gritar. --Corre! -grit Newt. De alguna manera, el aviso del dragoncito le devolvi el dominio de s misma, y se volvi y ech a correr por la orilla del ro. Jadeando y temblando de miedo, se volvi para mirar. Aquello avanzaba despacio hacia ella arrastrando con torpeza los pies, pero sin detenerse. Robyn sinti deseos de gritar, pero se mordi la lengua y emple la mente. Cmo poda luchar contra aquel ser que ya estaba muerto? --Corre, Robyn! -grit Newt, volando en crculos a su alrededor. Despus se alz en el aire, entre ella y aquel cadver animado, agitando con furia sus patas delanteras. --No, Newt! -grit la joven, adivinando que se estaba preparando para uno de sus hechizos. La magia de Newt, aunque imprevisible, la haba salvado otras veces de sanguinarios enemigos, pero tema que servira de poco contra esta pesadilla. Llamas multicolores brotaron del suelo delante de la tambaleante figura y la rodearon al instante de un anillo de fuego con todos los colores del arco iris. El cadver vacil, pero slo un momento, y Robyn comprendi que no se dejara amedrentar por la ilusin de Newt. Aquel cuerpo pas entre la cortina de fuego, sin dejar de agitar los dedos. Robyn se ech atrs, dando traspis, tratando desesperadamente de pensar algo, cualquier cosa, para repeler aquel ataque antinatural. Mir a su alrededor buscando un palo o una piedra, pero el campo se burl de ella, ofrecindole slo flores silvestres. Corriendo de nuevo, se alej de aquella cosa y se detuvo para recobrar aliento en la orilla del bosque. El cadver, incansable, segua avanzando. Tratando de calmar su respiracin, Robyn apel a su fe en la diosa. Senta el cuerpo de sta debajo de sus pies. Con sumo cuidado, tom una hoja de murdago de su cinto y dej que fuese llevada lentamente por la brisa mientras murmuraba uno de sus ms poderosos hechizos. Surgieron plantas del suelo alrededor del cuerpo de Bellota. Tallos de hierba y matas de tupidas hojas ascendieron y envolvieron al resucitado. Pero las plantas se marchitaron y cayeron al suelo al establecer contacto con aquella criatura; se apartaron a ambos lados y le dejaron el camino abierto. Una vez ms, se volvi ella para huir y se agach para pasar por debajo de las ramas de un rbol que le cerraba el paso. Pero, en su prisa, no se agach lo bastante y sinti un fuerte dolor en el crneo al chocar contra una gruesa rama. Aturdida, se apoy en el tronco del rbol, mirando con ojos
confusos al monstruo, que se hallaba ahora a slo dos pasos de distancia. Vio que Newt se precipitaba contra la cara de aquella cosa y que una mano del muerto cruzaba el aire. Lanzando un dbil gemido, el dragn duende cay al suelo. Robyn trat de correr, pero las ramas del rbol la tenan atrapada. El monstruo se acerc y ella se agach como un gato, resuelta a luchar hasta el fin con las manos desnudas. De pronto, una forma se movi detrs de la criatura y Robyn oy un fuerte gruido. El muerto se ech a un lado, volvindose a medias, y entonces ella vio una forma parda, de grandes dientes blancos, que golpeaba el brazo extendido de la criatura. El miembro dio un fuerte chasquido y cay al lado del monstruo. Robyn observ cmo Grunt haca caer al monstruo de rodillas con un golpe en la cadera y despus lo tumbaba en el suelo con un terrible zarpazo en el cuello ya roto. Vio que el oso agarraba al cadver con sus poderosas fauces, sacudindolo como a un mueco antes de arrojarlo de nuevo al suelo y desgarrarlo con sus largas y curvas uas. El cadver dej de moverse, pero Grunt se ensa con l, arrancando trozos de carne y arrojndolos a un lado hasta despojarlo de toda apariencia de cuerpo humano. Robyn, cojeando, se acerc al oso y se apoy en su ancho costado, tratando de que l le comunicase su vigor. Su aturdimiento dio gradualmente paso a un terror irracional. Por ltimo, y por primera vez en muchos aos, estall en sollozos irreprimibles. Hobarth se agazap entre las ramas de un espeso arbusto, sin reparar en las espinas que le punzaban. No se atreva a moverse, por miedo a poner sobre aviso a la druida que estaba al otro lado del riachuelo. Haba observado su lucha contra el muerto resucitado. Aunque contrariado por el resultado de sta, tena otros planes. Apret la piedra negra en su mano, sin apartar la mirada de la mujer. La piedra, como corazn del mal que era, pareci responder a su presin con una clida caricia propia. Hobarth observ cmo sala Robyn tambalendose del claro, apoyndose en el oso, hasta perderse de vista. El sacerdote record su propia sorpresa cuando haba realizado el maleficio para hacer revivir el cadver. Semejante maleficio requera normalmente la disciplina de la fe de Hobarth, junto con el poder de Bhaal. Una vez efectuado el hechizo, su frmula debera haberse desvanecido de su memoria hasta que un perodo de oracin a su deidad le hubiese permitido recobrarla. Pero, de alguna manera, el negro corazn haba cambiado esto. El
poder de reanimar el cadver haba brotado de la piedra, no de Hobarth. Conservaba el recuerdo del maleficio. Saba que poda reclutar otro cadver de entre los muertos; en realidad, todos los cadveres que pudiese encontrar. Hobarth abandon su posicin en la maleza, entusiasmado por las posibilidades que se ofrecan a su mente. Cadveres. .., cientos de ellos, formando un ejrcito de muertos vivos! Necesitaba cadveres! El sacerdote ignoraba que era Bhaal quien le inspiraba estas imgenes. Slo saba que quera tener un ejrcito como aqul bajo su mando. El sentido comn le dijo a Hobarth que deba buscar los cadveres en lo que hubiese sido un campo de batalla. No era historiador, pero conoca algo la historia local. Haca un ao que se haba desarrollado una batalla a pocos das de marcha de donde se encontraba. Con presteza, ansiosamente, el corpulento sacerdote se encamin hacia el sur. Apelara a la sabidura de su dios para que le mostrase el camino exacto, pero saba que sa era la direccin aproximada de la Loma del Hombre Libre.
Genna abri los ojos y observ a Robyn con una mirada tierna y comprensiva que su alumna no haba visto en muchas semanas. Se puso en pie y la joven vio que la druida haba recobrado la fuerza de sus msculos. Tratando de desterrar su persistente sensacin de horror, abraz aliviada a Genna. La puerta de la casita tena echado el cerrojo y Grunt montaba guardia en el exterior. Pero ni siquiera el agradable fuego de la estufa y las cortinas de blonda que filtraban el sol de la tarde podan tranquilizarla por entero. --Qu poda ser aquello? -pregunt a Genna. --Una criatura reanimada de la muerte, un zombi -le explic Genna-. Pero no puedo imaginarme cmo estaba aqu. --Me sent impotente -dijo Robyn-. Mi magia era intil! --Los poderes de los druidas son de vida y de plenitud. No tenemos poder sobre la muerte o las criaturas muertas. Genna mir hacia la alameda y recorri con los ojos el agua del estanque y las flores del jardn. --Fuera cual fuese el origen de esa abominacin -dijo-, debemos tener mucho cuidado de que no vuelva a ocurrir. Los resultados podran ser desastrosos. --Y es cristal autntico de los famosos hornos de Thay. Observa el detalle, los colores y las formas. El viejo marinero se inclin, eructando discretamente, para examinar el brillante objeto. El pequeo vendedor
acentu su propaganda: --Esto viene de muy lejos, muchas lunas en galera a travs del Mar de las Estrellas Fugaces y en camello a travs del gran desierto de Anauroch. Ha pasado por las manos de piratas y bandidos y mercaderes. Es una pieza nica en las Moonshaes, tal vez en toda la Costa de la Espada! --Cristal de Thay, eh? -murmur el marinero, interesado a su pesar. Mir con ojos nublados al pequeo vendedor, que sostena en la mano la bola de cristal. Era un halfling, uno de aquellos seres menudos, de la mitad del tamao de un hombre. --Por qu lo has trado a Llewellyn? -pregunt con recelo. --Eres un tipo listo -dijo el halfling, con un guio-. En verdad, no tena intencin de detenerme en Llewellyn, y mucho menos de vender el cristal. He llegado a apreciarlo mucho, sabes? El halfling, despus de lanzar una mirada a su alrededor con sus grandes ojos castaos, se acerc ms al hombre. --Tuve un pequeo lo en Calidyrr. Tuve que salir a toda prisa de la isla. El dinero me lo permiti. --Quin eres? Cul es tu pas? --Me llamo Pawldo y soy de Lowhill -dijo el halfling con naturalidad-. Vengo de Corwell. Oh, no fue nada grave lo que me hizo salir pitando de all. Fue, por si te interesa saberlo, a causa de una joven. El marinero ri entre dientes, como buen conocedor, y examin de nuevo la brillante esfera de cristal. --Cinco monedas de oro, eh? -murmur el viejo marinero, volviendo la fascinante esfera en todas direcciones y observando cmo captaba la luz de un farol prximo y la difunda en un milln de colores y dibujos. Acababa de cobrar su paga y, aunque el precio representaba el salario de media estacin, aquel objeto no se pareca a nada de lo que haba visto hasta entonces-. Me lo quedo! --Trato hecho. Me duele separarme de l, pero el cristal es tuyo -dijo el halfling, con una voz que pareca llena de pesar. El marinero le dio las monedas y se puso en pie con esfuerzo. Apret codiciosamente la esfera sobre su pecho y sali tambalendose a la calle, deseoso de mostrar aquel objeto a sus camaradas. Pawldo cont el dinero, mordi una moneda un poco descolorida para asegurarse de que era realmente de oro, y sonri para s. Levant la bolsa de lona que haba colocado debajo de la mesa, teniendo cuidado de no derramar su contenido. Haba en ella varias docenas ms de esferas de cristal, cada una de las cuales pensaba vender como nica en su gnero. Se abri paso entre un grupo y, subiendo a un taburete, coloc con cuidado una moneda de plata sobre el
mostrador. No pagara con oro: aquellos pequeos seres haban aprendido haca tiempo a ocultar su riqueza a los humanos, en particular si estaban borrachos o no eran de fiar. La taberna estaba llena de tipos de ambas clases. El Viejo Marinero era un antiguo establecimiento en uno de los peores barrios de Llewellyn. Las rias y los robos eran el pan de cada da. Pero el halfling saba que all su pista podra borrarse con facilidad y, para el caso de que dos de sus compradores se encontrasen por casualidad despus de una venta, necesitaba permanecer en el anonimato. Sorbi cerveza de una jarra y se volvi a mirar a los otros parroquianos. Un par de hombres del norte estaban echando un pulso en el centro de la estancia y la mayora de los parroquianos se haban agrupado a su alrededor, para apostar y animar a su favorito. Pawldo pudo ver poco de la contienda. Los voluminosos cuerpos de los humanos formaban una barrera infranqueable para un ser de su estatura. En cambio, vio que se abra la puerta y entraba una mujer robusta. Tena ancha la cara y redondas las mejillas, pero era muy atractiva a su manera. Se acerc confiadamente al grupo que rodeaba a los contrincantes y el halfling vio que llevaba un lad colgado sobre la espalda. De pronto interesado, Pawldo observ cmo se una a los mirones. Sin duda los conoca, a juzgar por el pellizco familiar que dio a uno de ellos. Habl un momento con l y se march. Los halfling son sobre todo curiosos (salvo en lo tocante a la magia), y Pawldo quiso saber lo que haba dicho la trovadora. Salt al suelo, asi su bolsa y se acerc al marinero a quien ella haba pellizcado. --Sabes dnde podra escuchar algo de msica? -pregunt. --Eh? S, claro, esta noche hay una fiesta en el Delfn Saltarn. Parece que el prncipe de Corwell est en la ciudad y... Maldita sea! El marinero volvi a prestar atencin a los contendientes. Uno de ellos acababa de doblar el vigoroso brazo del otro sobre la mesa. Murmurando una nueva maldicin, cont tres monedas de plata y se las dio a un marinero que estaba a su izquierda, antes de volverse. Le sorprendi no ver a nadie all. --Bueno, adonde habr ido ese pequeajo? --Por Rodger! -dijo Tristn, levantando su vaso con aire solemne. --Por Rodger! -dijo Daryth. Pontswain no los imit, sino que agarr otra gruesa costilla de jabal y mordi con ansias la suculenta carne. Un jugo rojo salpic su barba, pero sus cabellos, peinados de nuevo, haban recobrado su
elegante ondulacin. Momentos ms tarde dejaron de golpe los vasos vacos junto a las jarras tambin vacas. Tristn se senta vagamente culpable. Era la primera vez que haba pensado en el pescador que haba dado la vida para llevarlos a Alarn. --Ni siquiera averig si tena familia -dijo. --Era viudo, y sus hijos son mayores -replic Daryth-. Nos lo dijo en Kingsbay. Tristn sinti otra punzada de culpa. Haba bebido tanta cerveza esa noche que apenas recordaba la conversacin. --Har que sean recompensados -dijo, levantando la cabeza, y esta idea hizo que se sintiese un poco mejor. Mir a su alrededor. La posada del Delfn Saltarn estaba llena de gente agradable y las conversaciones eran animadas. Lindas doncellas iban de un lado a otro, llenando las jarras, los vasos y los platos. Gruesas vigas de madera oscura se entrecruzaban en el techo y los brillantes faroles permitan apreciar que el lugar estaba limpio y bien cuidado. La enorme piel de un oso de las cavernas serva de alfombra delante de la amplia chimenea y la cabeza de un monstruo marino estaba suspendida sobre la campana. Daryth mostr a sus compaeros los guantes que haba encontrado en el castillo y les dijo cmo haba descubierto sus armas en el cuarto del tesoro. --Dnde encontraste tu espada? -pregunt a Tristn. El prncipe sonri. Los vapores del alcohol hacan que su secreto le pareciese an ms agradable. Se senta mejor que en muchos das. Se retrep en su silla y puso un pie sobre la mesa. --Magia -dijo con afectacin. La cerveza era un poco aguada para su gusto, pero esto no haba evitado que apurasen cuatro jarras. En realidad, Tristn era el que haba bebido ms. Daryth haba llenado pocas veces su vaso y Pontswain estaba an en el primero. --Otra, caballeros? -pregunt una camarera pecosa. Una gran mata de cabellos rojos caa sobre sus hombros. Su cara era bonita, aunque Tristn le prest poca atencin. Le intrigaba ms su figura rolliza, aprisionada bajo las apretadas ballenas de su corpino. Pero, aunque tena nublada la cabeza, capt la mirada de aviso de Pontswain; era evidente que el noble desaprobaba sus excesos. Esto bast para que desease pedir ms bebida, y a punto estuvo de indicar a la adorable camarera que se la sirviese. --No por ahora! -declar una voz. Tavish se acerc a la mesa, llevando una jarra en cada mano. Dio la espalda a la camarera y sonri a Daryth cuando ste se levant para ofrecerle una silla.
--Qu, os gusta este lugar? -pregunt, mientras Tristn segua con la mirada a la camarera. Entonces el prncipe pens con tristeza en Robyn y se volvi a sus compaeros. --Al principio haba poca gente, pero parece que se est llenando -observ. --Oh, son muchos los que acuden aqu -dijo Tavish, con una risita reservada-. En especial en noches como sta! --Qu tiene esta noche en particular? -pregunt Daryth. --Entre otras cosas, msica. Sonri, pero no quiso decir ms. Un sonido estridente hizo que mirasen hacia la chimenea, alrededor de la cual haba varios gaiteros afinando sus instrumentos. --Me encantan las gaitas! -grit Tavish, para hacerse or sobre el ruido-. El pblico siempre espera algo diferente cuando enmudecen. Tristn observ a los gaiteros con ojos algo nublados, mientras stos tocaban una rpida jiga que hizo que varios bailarines, entre ellos Daryth y Tavish, se pusiesen en pie. Siguieron otras canciones y Tristn advirti que, al terminar cada una de ellas, eran ms los clientes que miraban hacia su mesa. Por ltimo, uno de ellos grit Tavish! y, al cabo de un momento, el saln temblaba con todas las voces que llamaban a la trovadora. --Soy muy popular -dijo Tavish, sonriendo ante las miradas de sorpresa de sus acompaantes. Tom tranquilamente su lad y se dirigi al improvisado escenario desocupado por los gaiteros. Pulsando unos pocos acordes suaves, se asegur de que el instrumento estaba afinado. Al sonar las primeras notas, Tristn reconoci la cancin. Canto al lejano Corwell, en la salvaje Gwynneth, una historia de hroes, demonios, druidas y guerra. Y de la Bestia que surgi sombra de aguas negras y profundas y acecha en todo Corwell desde antiguo y siempre... La clara voz de Tavish llev la Cancin de Keren a una altura que Tristn no haba odo jams. Cantaba casi sin acompaamiento, empleando el lad slo para subrayar de vez en cuando las palabras con un acorde. Aquella cancin devolvi a Tristn el recuerdo de la guerra y, con ella, el verano de la batalla, bajo una luz dramtica, casi potica. No vea ms que una imagen: Robyn, con sus negros cabellos ondeando al viento, plantada sola en la cima de la alta torre de Caer Corwell, empleando la vara de su madre para conjurar las fuerzas de la
naturaleza misma y lanzando rayos sobre las filas de los Jinetes Sanguinarios, que, de no haber sido por eso, los habran matado a todos. El cielo escupi fuego de muerte, el Jinete cay fulminado, mientras cargaban los caballos blancos... --Alto! La ronca voz de mando restall como un trueno en el saln. Todos miraron hacia la puerta. Un hombre alto estaba plantado all, mirando con arrogancia a su alrededor. Vesta una gruesa capa roja, con galones de oro sobre los hombros, y llevaba sobre la cabeza un casco de acero que no alcanzaba a cubrir su cara. Blanda con la diestra una brillante y larga espada de acero. --Detengo al prncipe de Corwell en nombre del rey! -declar-. Acusado de traicin contra la Corona! Pawldo corri por la calle, casi olvidndose de guardar su bolsa. Tristn!, pens. En Llewellyn! Cunto se alegraran los dos viejos amigos! Desde luego, el prncipe habra trado probablemente consigo al calishita, pero Pawldo haba llegado a confiar en Daryth, por lo que todo estaba bien. Un largo ao de viaje estaba tocando a su fin, y el halfling estaba ansioso de hablar de su pas con viejos compaeros. Encontr el Delfn Saltarn y subi corriendo la escalera, pero fue a dar con un corpulento personaje. Retrocedi rpidamente al ver aquella cara de largos colmillos. Un ogro! --Cerrado -murmur el monstruo, dando al halfling un pequeo empujn que lo hizo caer dando tumbos. Pawldo, aturdido, mir a su alrededor y vio a una docena de ogros, todos ellos armados y prestos al ataque. Entonces vio una forma conocida en un rincn. --Canthus! -murmur, y el gran podenco agit la cola a modo de saludo. Pero no levant la cabeza que tena apoyada en las patas delanteras, sino que se limit a desviar sus ojos castaos para mirar con tristeza hacia la puerta de la posada.
El sacerdote de Chauntea dorma a pierna suelta, seguro en el clido abrazo de su diosa. Era la hora cumbre de la noche y su respiracin era profunda y lenta. Por fin, la diosa comprendi que estaba en condiciones para recibir su sueo.
El sacerdote so que despertaba y encontraba una espada en la escalera de su capilla. Aunque no entenda de armas, reconoci en la hoja una maravillosa obra de artesana. Pero el arma estaba estropeada. Su hoja argentina estaba empaada, mellada y torcida. La punta haba saltado. Su suave empuadura de cuero estaba gastada y medio desprendida. El sacerdote llev el arma a la capilla, que de pronto se haba convertido en una fragua. Aunque aquel oficio era nuevo para l, tom un martillo y calent la fragua. El mango del martillo era suave y se adaptaba bien a su mano. Tendi la espada sobre el yunque y la golpe suavemente con el martillo. Poco a poco, fue recobrando aqulla su forma primitiva. La hoja de metal se enderez y la punta se afil poco a poco. La empuadura se repar por s sola; desapareci la mugre, y el cuero recobr su solidez y su grosor. La hoja haba recobrado su esplendor. El sacerdote la levant, exponindola al sol, y su reflejo casi lo ceg. El patriarca Trevor se despert de improviso y se sent en la cama. Su respiracin era ahora entrecortada, y le palpitaba el corazn. Lleno de entusiasmo, salt al suelo y se arrodill devotamente delante de una estatua de su diosa. Haba tenido una visin! No saba lo que significaba el sueo, pero estaba seguro de su naturaleza. Tendra que esperar.
Tristn vio ira en las caras que lo rodeaban. No ira contra l, el presunto traidor, sino contra el oficial que estaba en la puerta. Gruidos de descontento brotaron de muchas gargantas, y observ que algunos hombres acariciaban sus armas. --Chusma mercenaria! -grit un hombrn, ponindose en pie de un salto-. Cmo te atreves a hablar en nombre de un rey de los ffolk? El capitn hizo un leve gesto con la cabeza hacia la izquierda y una ventana salt en pedazos hacia adentro. Los impresionados clientes se volvieron para observar la maliciosa cara de un ogro cuyos colmillos amarillos resplandecan sobre un enorme arco. Una gruesa flecha se clav en el pecho del hombre que se haba puesto en pie y lo lanz, muerto, por encima de dos mesas. Ms ogros repugnantes se colocaron en la puerta detrs del oficial, mientras otros irrumpan en la estancia desde la cocina. Las ventanas restantes se rompieron hacia adentro y al menos media docena de macizos arcos apuntaron a la multitud. Durante un momento, Tristn mir las pesadas vigas del techo y las sombras que haba ms all. Escapar! Pens que deberan dar un rpido salto, agarrarse los tres a la viga y desaparecer en la oscuridad, pero entonces se balance ebrio hacia atrs y slo el fuerte
brazo de Pontswain impidi que cayese al suelo. La mirada de desprecio del seor se clav en las entraas de Tristn, que se apart. Otros ffolk se estaban poniendo ahora en pie, y una visin extraordinariamente clara se abri paso en el nublado cerebro de Tristn. Vio una matanza de aquellos bravos pero impotentes ffolk, una matanza de la que l sera -aunque de un modo indirectoresponsable. Desprendindose del brazo de Pontswain, se mantuvo erguido haciendo un gran esfuerzo. --La acusacin es falsa! -declar, consiguiendo hablar con claridad. Se dirigi al soldado-. Te acompaar y la refutar delante del propio Alto Rey. Por un instante, pens que los clientes de la taberna iban a luchar; pero, poco a poco, se afloj la tensin. Los tres visitantes se acercaron a aquel hombre que los miraba con expresin burlona. Los ojos negros del capitn centellearon sobre la afilada nariz aguilea y los bien cuidados bigote y barba. --Tenis que entregarme vuestras armas -dijo, tendiendo una mano. Tristn lament por un momento su decisin, pero vio de nuevo los brutales arcos levantados contra los inocentes parroquianos. Mal de su grado, se desabroch el cinto y entreg el arma. El principe de Corwell volvera a empuar la Espada de Cymrych Hugh, se jur Tristn.
El corazn de Kazgoroth daba a Hobarth toda la fuerza y la resistencia que necesitaba. Su camino lo condujo hasta un puerto rocoso de montaa, a lo largo de serpenteantes gargantas; sin embargo, nunca vacilo en su ruta hacia un lugar que nunca haba visto. Parte de su confianza se deba a su fe en Bhaal, pues el dios le mostraba visiones de su destino. Pero otra parte proceda del negro corazn, como si aquella piedra quisiera que encontrase el campo de batalla por sus propias razones. Despus de varios das sin comer ni beber, pero tambin sin detenerse, descendi por el centro de un valle ancho y boscoso. Ante l se extenda un amplio campo con una colina redondeada en el otro extremo. Saba que aquella colina era la Loma del Hombre Libre y que haba dado su nombre a la batalla que se haba desarrollado all el ao anterior. El robusto sacerdote se encamin a la cima del fnebre montculo, acariciando la Piedra Negra. Dej el corazn en el suelo y record el hechizo que le permita animar a los muertos. Como antes, el conocimiento del maleficio
proceda de su mente, pero el poder de practicarlo emanaba de la Piedra Negra. Era un poder mucho mas grande de lo que cualquier otro sacerdote poda generar. Hobarth reprimi un escalofro de entusiasmo al sentir que el suelo temblaba bajo sus pies, al ser desgarrado por grandes grietas que se abran entre la hierba. El olor a tierra mojada que surgi de aqulla pronto se extingui ante otro olor mas fuerte: un hedor a carne muerta y corrompida. Hobarth vio movimiento en el fondo de una de las grietas. Crneos boquiabiertos se elevaron hacia l y manos de huesos araaron la tierra, y esqueletos enteros salieron de sta. Los huesos repicaban cuando aquellas criaturas comenzaron a alzarse del suelo como un enjambre de insectos surgiendo de un estrecho agujero. Se arrastraban los unos encima de los otros, sin importarles los que eran arrastrados hacia abajo y enterrados de nuevo. Cada vez eran mas los que salan al ahondarse las grietas. Los esqueletos se apartaban de las fosas para formar en desiguales filas. Despus vinieron los zombies. La carne de aquellos cuerpos no se haba corrompido del todo, pero colgaba suelta, en grandes jirones de carroa: agarrndose al borde de la grieta con dedos tendinosos y despellejados, los zombies salan de sus tumbas obedeciendo la orden de Hobarth. Cuencas vacas se abran en caras hinchadas y deformadas. Lenguas negras salan de bocas sin labios, colgando de mandbulas podridas. Como los esqueletos, los zombies formaron en filas desordenadas, apartndose de la fnebre colina profanada y extendindose por el campo. Y el ejrcito de Hobarth segua brotando de la tierra.
8 Los cristales de Thay Pawldo, con ojos desorbitados, observ desde la sombra cmo Tristn, Daryth y otro prisionero eran empujados a travs de la puerta del Delfn Saltarn. Mantuvo una mano sobre el cuello del podenco. Uno de aquellos brutos empuj con brusquedad al principe, y Canthus gru en lo ms hondo de su cavernoso pecho. Pawldo acarici el erizado cuello y murmur palabras apaciguadoras al odo del perro. Un momento despus, los presos haban bajado la escalera y su escolta los condujo rpidamente calle arriba. Y pronto desaparecieron en la noche.
Una docena de ogros se quedaron alrededor de la posada, mirando con aire amenazador a travs de las puertas y ventanas, y empujando a todos los que intentaban entrar o salir. Hasta que al fin se cansaron de aquello y se alejaron: pero el halfling permaneci quieto largo rato. Al empezar a salir los clientes de la posada, se levant y se sacudi el polvo. Pawldo tena algunas cosas que hacer. Encontr algunos trapos viejos, envolvi cada uno de los cristales de Thay con varias capas de aqullos y los introdujo de nuevo en su bolsa. Despus sac una gruesa guerrera de cuero que se adaptaba perfectamente a su torso. Por ltimo, tom una fina hoja y la introdujo en su cinto. Aquella hoja, no ms larga que la daga de un hombre, haba vertido la sangre de ms de un enemigo. Por fin se volvi de nuevo al perro, que haba permanecido inmvil mientras l terminaba sus preparativos. --Tristn? -dijo Pawldo, inclinando la cabeza hacia la calle. El perrazo se levant de inmediato y salt de la entrada a la calle; por un instante se detuvo para husmear el suelo sin empedrar. Trot en la direccin que haban seguido los ogros, y Pawldo tuvo que correr para no quedarse atrs. Canthus avanzaba con paso largo y silencioso, como una sombra, por las calles de Llewcllyn. El camino seguido por el perro los condujo a la periferia de la ciudad. En una encrucijada, el can estuvo dando vueltas durante un tiempo, permitiendo que Pawldo recobrase el aliento mientras l buscaba la pista de su amo. Por ltimo, encontr de nuevo el rastro, gir hacia la izquierda y empez a subir una cuesta. Pawldo lo sigui, todava resoplando. De pronto, el perro se dirigi a una garita emplazada en un alto muro apartado unos pasos de la calle. Dentro de la garita haba un enorme ogro. --No! -susurr Pawldo, tirando del perro en el momento en que ste iba a alcanzar el crculo de luz proyectado por la antorcha del ogro-. Por aqu -murmur, apartndose a toda prisa de la garita e introducindose en un callejn que discurra a lo largo de la finca. All encontr un corpulento roble. Ningn jardinero haba podado las ramas ms bajas. El halfling encontr unos matorrales en las cercanas y orden a Canthus que se tumbase all, donde nadie podra verlo. Entonces se encaram con agilidad por el nudoso tronco hasta llegar a un punto desde el que poda mirar por encima del muro. Vio una gran casa seorial dentro del recinto, rodeada de cuidados jardines y de plcidos estanques. Varios ogros andaban por all, vigilando la zona. En alguna parte, all dentro, estaba el prncipe de Corwell.
--Ya era hora de que despertases! El tono hiriente de Pontswain sac a Tristn de su modorra. El prncipe se incorpor con torpeza, tratando de olvidar las pesadas esposas que sujetaban sus manos y restringan sus movimientos. Le dola la cabeza. Daryth, tambin esposado, lo mir, taciturno. --Qu ha pasado? -gru el prncipe. --No te acuerdas? Pontswain se apart de la ventana enrejada y se plant delante del prncipe. Tristn se sent en la dura litera y mir al seor, irritado y pesaroso. --Claro que recuerdo lo que pas! -replic-. Quiero decir, cmo supieron los guardias que estbamos all? Estaban esperando que desembarcsemos? Slo haca unas pocas horas que habamos llegado. --Las suficientes para que te emborrachases. --Est bien! -gru Tristn, ponindose en pie. La cadena que sujetaba sus muecas chirri ruidosamente-. Comet un error, lo siento. Ahora, no hables ms de eso, o por la diosa que te har tragar los dientes! Esper que Pontswain le pegase; en realidad, habra encontrado en ello un desahogo fsico. Quera golpear a alguien, y el arrogante noble pareca un buen blanco. Para su sorpresa, Pontswain se encogi de hombros y se apart. --Estoy empezando a comprender -dijo Daryth, en voz baja. --Entonces, quieres explicarte? -dijo el prncipe. El calishita se levant y empez a andar, desalentado, por la pequea celda. Por fin se reuni con Pontswain junto a la nica ventana, y Tristn se uni a ellos. Observaron los bien cuidados Jardines y la gran casa seorial. --No lo ves? Nuestra detencin, tal vez incluso el sabotaje del Patito Afortunado, han sido intentos para impedir que veas el Alto Rey. --Entonces, crees que al Alto Rey me tiene miedo? -replic Tristan-. Por qu? --Los otros reyes, el de Moray, el de Snowdown, fueron asesinados o desaparecieron, y tu padre fue tambin asesinado. T eres el nico que queda. --Y en qu puede amenazar un principe provinciano al Alto Rey? -pregunt Tristn. --Ciertamente, con tu victoria en la Guerra de Darkwalker, podras parecer una amenaza, en especial para un rey dbil de carcter -dijo Daryth-. Los soldados de aqu te estaban esperando. No como a un
seor o un rey rebelde. Y de alguna manera, saban que ibas a llegar... Todos guardaron silencio al percibir las implicaciones de las palabras del calishita. Tristn asinti con la cabeza y se pregunt si las paredes estaban escuchando... o vigilando.
--Estas plumas la equilibran y la guan en su vuelo. Los msculos de las alas son lo bastante vigorosos como para que pueda levantar un conejo grande del suelo. El aguilucho estaba posado tranquilamente sobre la falda de Genna mientras la Gran Druida estiraba una de sus largas alas. Robyn observ con atencin cmo su maestra levantaba la graciosa ave. --Desde luego, sta es todava pequea -aadi Genna-. Debe crecer para poder intentar algo tan ambicioso. Estaban sentadas en un banco del jardn, entre flores rojas y purpreas y los majestuosos troncos de unos cuantos robles aosos. Gordas abejas iban perezosamente de una flor a otra, chupando el nctar. --Tiene los ojos ms agudos de todas nuestras criaturas -sigui diciendo Genna-. Y velocidad! Su forma es una de las ms adecuadas para viajar con rapidez de un lugar a otro. --Me encantara intentar eso! -exclam Robyn, imaginndose lo que gozara volando-. Ver todo el valle..., todo el mundo! --Pronto, muchacha -dijo Genna, para su sorpresa-. Has progresado mucho en tu aprendizaje, a pesar de mi reciente... letargia. Ests casi en condiciones de aprender los secretos de los animales, de adoptar sus formas cuando lo necesites. --Maestra... -dijo Robyn, vacilando antes de formular la pregunta que tanto la haba preocupado-. Tu letargia, tuvo algo que ver con la presencia del desconocido en el bosque? Genna hizo una larga pausa antes de responder. Durante un rato, Robyn no supo si haba odo su pregunta. --No puedo culpar de mi dolencia al desconocido..., al menos, no del todo -explic Genna al fin-. Mira, me estoy haciendo vieja..., mucho ms vieja de lo que parezco, si he de decirte la verdad. Las enfermedades de los aos me afectan a veces profundamente. Al principio, pens que sta era la nica causa de mi estado. Sin embargo, desde la llegada del desconocido, sent algo mucho ms siniestro: la presencia de un antiguo y poderoso enemigo, un enemigo al que crea acabado, al menos en esta vida. Su presencia me infundi una especie de locura. Levant una mano al ver la expresin sorprendida de Robyn.
--No, no el propio extranjero. Ahora s quin era: un poderoso druida del valle de Myrloch. Se llamaba Trahern de Oakvale. Crea que haba muerto durante la guerra. Pero no fue Trahern quien caus mi dolencia. Fue una presencia que lleg con l, algo que agot mis fuerzas y me aterroriz. Tal vez estaba dentro de l, o tal vez era algo que traa consigo. --Por qu no me lo dijiste? --No poda -explic la Gran Druida-. Aquella locura no me permita hablar. Tema aquella presencia, pero no poda articular las palabras para avisarte. Ahora ya ha pasado, o al menos ha perdido mucha fuerza. --La piedra negra! -exclam Robyn. --Qu? Qu piedra negra? Por qu no me hablaste de eso? -pregunt Genna. --No saba nada de ella..., al menos, hasta que l muri. Quiero decir, la primera vez que muri. Entonces habl a Genna de la rada bolsa que llevaba Bellota y describi la piedra que cay de ella despus de morir l. --Dnde est ahora? -pregunt Genna. --Newt se la llev cuando yo estaba sin conocimiento. No s con exactitud dnde la puso. Newt! El dragoncito apareci a pocos pasos de distancia. Haba estado revoloteando por el jardn, invisible, sacudiendo los tallos de las flores cuando las abejas intentaban aterrizar en sus ptalos. --Es hora de almorzar? -grit, saltando ansiosamente sobre el banco-. La maana ha sido larga y calurosa. Hoy os estis mostrando muy pesadas. Qu hay para almorzar? Dnde est la comida? No veo ninguna! --Espera -grit Robyn, levantando una mano-. Pronto comeremos. Pero primero tienes que decirme dnde llevaste aquella piedra negra. Newt se estremeci con nerviosismo y volvi el gil cuello para mirar en todas direcciones, como si esperase que furiosos enemigos saliesen del bosque en cualquier momento. --La escond! -explic, con un susurro teatral-. La llev al bosque y la dej caer. --Pero, dnde? -insisti la joven druida. --Por all, en alguna parte -respondi el dragn duende, sealando irritado hacia el sur-. Y ahora, podemos comer? Robyn no tuvo ms remedio que rerse y asentir. Se volvi para ir a la casita en busca de pan, queso y frutas. Slo entonces advirti la preocupada mirada que Genna diriga al bosque, en la direccin que haba indicado Newt.
Pawldo estaba a punto de saltar del rbol al estrecho callejn. El sonido que lo inmoviliz era poco ms que el de unos pies al arrastrarse en el suelo, indistinguible del del viento al agitar las hierbas o de otros muchos ruidos corrientes. Pero el halfling aguz los odos, maldiciendo las nubes que ocultaban la luna. Aqu estaba otra vez! No estaba solo en el callejn. Un desgarrn de las nubes dej pasar un poco de luz y el halfling vio unas sombras oscuras que se movan en su direccin. De pronto, se dio cuenta de que eran unos hombres a caballo, pero, por qu no poda or el ruido de los cascos de las monturas? Los caballeros se detuvieron al pie del rbol donde se esconda Pawldo, y ste cont seis hombres, envueltos en capas negras. Cada uno de ellos montaba un caballo negro como la noche que llevaba los cascos cubiertos con unas bolsas de grueso cuero. A Pawldo no le gustaron aquellos personajes, aunque no saba quines eran ni qu buscaban. Adems de desagrado, sinti miedo al ver que los jinetes desmontaban. Procurando no hacer ruido, se encaram todava ms, aunque estaba seguro de que las palpitaciones de su corazn lo delataran. Vio entonces que los hombres se agarraban a su rbol y empezaban a subir. Uno se qued abajo, cuidando de los caballos, pero los otros cinco continuaron subiendo. Pawldo estaba tendido sobre una gruesa rama, unas tres varas por encima de los siniestros personajes. Temblando de miedo, se apret contra la rama, esperando confundirse con las sombras. --Estar en una de las habitaciones de la torre -susurr un hombre. --Cmo lo sabes? -pregunt otro. --Eran ogros -respondi el que haba hablado primero-. Siempre guardan sus tesoros y sus presos a la mayor altura que les es posible. Los hombres se deslizaron a lo largo de un par de gruesas ramas que daban sobre el recinto de la casa seorial. Pawldo estuvo seguro de que hablaban de Tristn. --Rasper, toma esto -dijo el primer hombre, que por lo visto era el jefe de la banda. Pawldo no pudo ver el objeto que cambi de manos, pero oy algo ms-: Bebe esto antes de que saltemos al otro lado del muro. T irs en cabeza, pero sers invisible. Procuraremos no encontrarnos con los ogros, pero, si tropezamos con ellos, nosotros cuatro los entretendremos. T ya sabes lo que has de hacer. --No temas -dijo Rasper-. El prncipe es hombre muerto! Asesinos! Pawldo, aterrorizado, estruj un trozo de corteza del rbol. El pedacito de madera casi no hizo ruido al romperse, pero la conversacin se interrumpi de inmediato.
Pawldo observ un ligero movimiento y se dio cuenta de que algunos de los hombres se haban trepado hasta su rama, mientras otros permanecan debajo de l. En absoluto silencio, los asesinos se desplegaron para cerrar el cerco. Apretando los dientes para no chillar de miedo, Pawldo se arrastr hacia afuera sobre la rama. Las que estaban encima de l eran muy delgadas, por lo que nada ganara si se encaramaba a ellas. Haba hombres debajo y entre l y el tronco; pareca, pues, que slo tena una salida. La rama se adelgazaba hacia la punta y empez a doblarse bajo su peso. Oy que alguien daba rdenes en voz baja en medio de la fronda. Balance los pies en el espacio, sujetndose con fuerza al extremo de la rama y sinti que sta se doblaba ms bajo su peso. Toc con los pies una rama ms baja y se solt, confiando en su sentido del equilibrio. A duras penas consigui agarrarse a la rama inferior, pero sta se dobl tambin. De pronto, vio movimiento en el callejn, debajo de l, y record al sexto asesino, que se haba quedado con los caballos. Vio que una figura oscura se acercaba para recibirlo cuando cayese al suelo. --Canthus! -grit mientras se soltaba y caa despatarrado. El asesino se irgui amenazador delante de l y, de pronto, se ech a un lado. Pawldo vio que el gigantesco perro derribaba al hombre al suelo y le clavaba sus largos colmillos blancos en el hombro. --Vaymonos de aqu! -grit el halfling, ponindose en pie de un salto y corriendo hacia los caballos. El perro lo sigui, y su vctima qued gimiendo en medio de un charco de sangre que se extenda poco a poco. Pawldo corri entre los caballos que se agitaban nerviosos. --Arre! -grit, golpeando a uno de los corceles en la grupa. Agarr los estribos de otros dos y tir de ellos con fuerza. Espantados, los seis caballos se lanzaron al galope por el callejn y salieron a la calle, con el halfling balancendose alocadamente en uno de los estribos. Canthus corri detrs, atizando con sus ladridos a los caballos que se rezagaban. --Alguna otra idea? -pregunt Pontswain. Por una vez, el tono de su voz no era sarcstico. Tristn haba tratado de doblar los barrotes de la ventana. --Yo no puedo hacer nada en la cerradura sin mis instrumentos -dijo Daryth, apartndose de la puerta-. Se llevaron mis ganzas y mis sondas antes de encerrarnos aqu. Tristn pase arriba y abajo mientras los otros se dejaban caer sobre los colchones. El prncipe odiaba el encierro, algo que no haba
experimentado nunca antes de ahora. La habitacin pareca hacerse ms pequea a cada momento y la tensin amenazaba con consumirlo. Senta que pronto estrellara su cabeza contra la puerta de hierro en su busca insensata de libertad. Haciendo un gran esfuerzo, reprimi aquel impulso primitivo. La dbil luz de las estrellas se filtraba por la ventana, y aquellos puntos luminosos parecan burlarse de su aprieto. --Crees que el Alto Rey est ansioso de escuchar tu peticin? -pregunt Pontswain-. Por cierto, se ha tomado mucho trabajo para que no perdieses tiempo en llegar hasta l. Tristn gir en redondo para enfrentarse con el noble, pero se detuvo. No saba si aquel hombre lo zahera o le haca una pregunta sincera. A juzgar por la curiosa y ligeramente divertida expresin de su semblante, tampoco Pontswain lo saba. --No es probable -dijo Daryth, a media voz. --Por qu? -pregunt el prncipe. --Despus de una tentativa de asesinato, o dos, si cuentas el naufragio de nuestra barca, no es probable que te lleven hasta Calidyrr. --Si me quieren muerto, por qu no me han matado ya? --Tal vez porque no se atrevieron a hacerlo en un lugar pblico -terci Pontswain-. Recordis cmo estaban los nimos en la posada? Daryth asinti con la cabeza y se puso en pie, casi tropezando con la cadena que sujetaba sus esposas. Lanzando una maldicin, separ las manos... y se qued boquiabierto al ver que una de las anillas resbalaba sobre su mano y caa al suelo. --Cmo lo has hecho? -pregunt Tristn. --No lo s. Daryth estaba visiblemente confuso. Tir de la otra mano y tambin sta se desliz a travs de la fuerte y herrumbrosa anilla. Mir a Tristn mientras arrojaba las esposas sobre la cama. De pronto, se ech a rer. --Estos guantes estaban en el castillo del mar! -exclam, levantando las manos-. Saba que haba algo especial en ellos. Son mgicos! Se sac uno de los guantes y lo mir. --Veamos -dijo el prncipe, preguntndose si los guantes produciran un efecto parecido en sus manos. Trat de calzarse uno de ellos, pero era demasiado estrecho-. Oh! Qu es esto? -pregunt al examinar el guante y advertir una bolsa diminuta en su interior. --Qu es qu? -pregunt el calishita, tomando el guante. Mir dentro de l y sac un fino alambre rgido de la disimulada bolsa-. Una ganza! -anunci-. Os sacar de aqu en menos que canta un
gallo! Daryth se arrodill al lado del prncipe e introdujo el alambre en la cerradura de la esposa derecha de Tristn. Al cabo de un momento de hurgar con cuidado, la anilla se abri, y el prncipe tuvo libres las dos manos. --Esto es magnfico! -dijo Tristn, ponindose en pie de un salto-. Ahora vamos a... --Shhhht! -susurr de pronto Daryth, levantando una mano. Haba odo un dbil roce de metal contra metal. Mir ansiosamente hacia la puerta. Con un gesto, Daryth imit la accin de forzar una cerradura. Alguien estaba hurgando en la de su celda.
Pawldo se agazap cerca de la casa del guarda, dicindose que estaba loco. Su temerario plan no tena la menor probabilidad de xito. Antes al contrario, era seguro que iba a morir, sin duda aplastado como un insecto por la bota de algn ogro. El prncipe de Corwell era un buen amigo, pero en parte alguna se deca que la amistad significaba sacrificar la vida de un modo absurdo por un camarada que probablemente estaba ya muerto. Y el amigo de Tristn, Daryth, tena bien merecido su destino! Al menos, stos eran los argumentos que pasaban por el cerebro del halfling. Pero era intil. Pawldo haba decidido que no tena otra opcin. Sera lo ltimo que hiciese en la vida, pero tena que hacerlo. Pondra a prueba su plan. Tom uno de los cristales de Thay y lo hizo saltar unos momentos en la palma de la mano hasta que adquiri el grado adecuado de desenvoltura. Trat de silbar alegremente, pero slo despus de lamerse varias veces los labios pudo emitir unas pocas y dbiles notas. Por ltimo se dispuso a actuar. Sali de entre las sombras y ech a andar por la calle, silbando una jiga y haciendo saltar el cristal en el aire como si nada le preocupase en el mundo. Canthus lo sigui, pisndole los talones. Se acerc tranquilamente al ogro que estaba en la casa del guarda, cerrando la entrada de la finca. El monstruo lo mir sorprendido y pestae, con sus grandes ojos nublados. Los colmillos amarillentos, que brotaban de su mandbula inferior, parecan letales. Pawldo esper que aquella mirada fuese ms de curiosidad que de irritacin. Dej de silbar al acercarse al ogro. --Hola! -dijo, haciendo una reverencia-. Quieres comprar una bola de cristal? Es la nica de su clase en las Moonshaes!
El ejrcito de muertos se arrastraba por el pas como un organismo vivo. Como no necesitaban comer ni beber y eran incansables e insensibles al dolor, aquellas criaturas pisoteaban las flores y las plantas espinosas con igual indiferencia. Pero las plantas no sufran slo los efectos de las pisadas. Al avanzar los muertos, todas las briznas de hierba y los tallos de las flores que estaban en su camino se volvan pardos y mustios. Las plantas moran incluso antes de ser tocadas por los monstruos. Los arbustos y los rboles se deshojaban al pasar el ejrcito cerca de ellos. Las ramas tiernas se doblaban inertes. Los zombies marchaban a la vanguardia del ejrcito. Un sbito chaparrn les haba limpiado la tierra, y su carne podrida penda en grandes pliegues cubiertos de sangre coagulada. Algunos de ellos llevaban armas oxidadas. Otros no tenan ms arma que sus manos, pero incluso stas eran formidables, pues la mayor pane de la piel y de la carne de los dedos se haba corrompido, dejando solamente unas garras de hueso retorcidas. Los ojos se haban podrido en las cuencas de la mayora. Pero esta falta no pareca diferenciarlos de los dems. Todos ellos se movan arrastrando los pies, trastabillando y tropezando a menudo, pero levantndose de nuevo para seguir adelante. Con frecuencia, dejaban un trozo de carne rancia colgando de una rama espinosa o de una roca afilada. Curiosamente, los zombies conservaban todos sus cabellos, salvo en los sitios donde la carne se haba desprendido. As, algunos de los hombres tenan mechones en la barba y muchas mujeres conservaban largas trenzas que pendan revueltas. Tambin los esqueletos haban sido limpiados por los chaparrones. Como los zombies, algunos de ellos llevaban armas o fragmentos de oxidada armadura. Pero no tenan carne que pudiese ser arrancada por los espinos. Las cuencas vacas de sus ojos miraban adelante mientras aquella fuerza de ultratumba avanzaba tropezando. Marchaban sin descanso, pues los muertos no se fatigaban ni tenan necesidad de dormir. Y, en el caso de Hobarth, el Corazn de Kazgoroth se haba convertido en su sustento. El ejrcito avanzaba y todo lo que pisaba se ennegreca y mora. A su paso qued una estela de muerte valle arriba, desde la Loma del Hombre Libre, a travs del alto puerto, y en la falda de la montaa, hasta el valle de Myrloch. La vanguardia del ejrcito, dos veintenas de figuras fantasmales que haban sido antao hombres del norte, chapotearon en una charca poco profunda. Las moscas zumbaban alrededor de los zombies, posndose en ellos y chupando con avidez, pero aquellas criaturas no
se daban cuenta. Algunos siguieron andando pesadamente, con las caras tan cubiertas de moscas que hubirase dicho que les haban crecido de pronto barbas negras y zumbantes. Al pisar los muertos el fango de la charca, el agua se volvi ftida y negra. Finas volutas de vapor acre se alzaban a cada paso, y los peces flotaban panza arriba en la superficie. Los primeros zombies cruzaron la charca con agua hasta la cintura y subieron por la fangosa orilla del otro lado. Entraron en un campo resplandeciente de flores, y los ptalos cayeron al suelo como copos de nieve, y, al cruzarlo el resto del ejrcito, muri todo lo que haba en l; la tropa dej un erial cenagoso de muerte a su paso. Un zombie, que casi haba perdido la pierna de un hachazo de un hombre del norte, cay de pronto al suelo al ceder aquella pierna bajo su peso. Los que iban detrs, tanto amigos como enemigos, pisaron indiferentes aquel cuerpo que se retorca y lo hundieron en el barro hasta que slo pudo verse una mano contrada sobre el suelo. Los animales del valle presintieron el horror que se acercaba y huyeron arrastrndose, galopando o volando. El ejrcito cruz un bosque inanimado. Pronto, so Hobarth, la joven sera suya.
Tristn y Daryth se plantaron uno a cada lado de la puerta. Pontswain, todava esposado, se sent en un colchn delante de aqulla. Hizo una sea a los otros dos y stos le comprendieron: tratara de distraer al que intentaba introducirse en su celda. El dbil ruido de la ganza indicaba que perteneca a un ladrn muy hbil: nada de movimientos intiles o de torpes ensayos. O un asesino, adiestrado en la Academia del Sigilo, pens Tristn. Al cabo de un momento, cedi el pestillo. Los hombres contuvieron el aliento, sintiendo aumentar su tensin mientras esperaban a ver quin irrumpa en su celda. Con un sordo crujido, la puerta empez a abrirse. Daryth se movi como una serpiente y alarg un brazo por la abertura para agarrar de la camisa a quienquiera que estuviese en el exterior. Pero su mano se cerr en el vaco. Sorprendido, acab de abrir la puerta para descubrir al intruso; pero no vieron a nadie en el pasillo... hasta que bajaron la mirada. --Pawldo! -exclam el prncipe, agachndose para abrazar con cario a su amigo-. Cmo has llegado hasta aqu? --Si te lo contase, no lo creeras -respondi el halfling en un tenso murmullo. Mir ansiosamente por encima del hombro-. Vamos, de
prisa, tenemos que salir de aqu! --Slo un momento! -dijo Daryth, pasando junto a Pawldo para mirar con cautela el pasillo. Volvi junto a Pontswain y desliz la ganza en una de las esposas. Despus de vacilar un momento, Pawldo se uni a l y trabaj en la otra manilla. --Gracias -dijo el noble, frotndose con fuerza las muecas. --Salgamos! -susurr Pawldo, dirigindose a la puerta. Tristn percibi una nota de pnico en la voz de Pawldo. --Qu quieres decir? Qu sabes? --Asesinos! -murmur Pawldo-. Han venido a matarte! Estn en esta casa, tal vez subiendo ahora la escalera! --Espera! -exclam Tristn-. Tengo que encontrar la Espada de Cymrych Hugh. No puedo marcharme sin ella! Pawldo pareci que iba a discutir, pero por fin se volvi con un suspiro de resignacin. --Est bien. Tengo una idea de dnde pueden guardarla. Hay un ogro de guardia en la puerta de una de las habitaciones de abajo. --Maldicin! -dijo Tristn-. Cmo vamos a entrar en ella? --ste es el menor de nuestros problemas -dijo Pawldo. Tom la delantera y sac su corta espada mientras bajaban en silencio por la escalera de caracol. Dieron tres vueltas antes de llegar al nivel del suelo, donde una puerta conduca a un nicho contiguo al gran saln de la casa seorial. Al asir Pawldo el tirador de la puerta, oyeron el ronquido inconfundible de un ogro al otro lado. --Cmo vamos a luchar con ese monstruo? -murmur Daryth, desesperado-. Con slo esta pequea ganza entre los tres! --Esta hojita ha matado a algunos grandes cerdos -declar Pawldo-. Ahora, callad y seguidme! Antes de que los hombres pudiesen reaccionar, el halfling empuj la puerta y pas por delante del enorme ogro que estaba al otro lado. Tristn y Daryth se dispusieron a lanzarse detrs de su amigo: no podan dejar que muriese solo. Pero el ogro no se movi. Pawldo se volvi despus de dar unos pasos, les hizo ademn de que lo siguiesen y continu andando. Tristn, pasmado, esper una reaccin del ogro. El monstruo agarraba una bola de cristal con sus manazas velludas, mirndola fijamente mientras le daba vueltas. No levant la mirada cuando el incrdulo tro pas de puntillas. Tristn mir hacia atrs y vio que el ogro segua absorto en la brillante esfera. Mientras tanto, Pawldo haba descorrido la cortina del nicho y entrado audazmente en el gran saln. Tambin aqu haba ogros, tres de ellos. Los monstruos estaban sentados en el suelo, despatarrados, y cada uno de ellos tena los ojos clavados en una bola de cristal que
pareca igual a la del primer ogro. Sorprendidos por su buena fortuna, los hombres siguieron a Pawldo a travs del saln hasta una puerta de madera. Aunque el halfling pas con todo descaro por encima de la pierna estirada de uno de los ogros, los hombres no se atrevieron a rebasar los lmites de su buena suerte. Por consiguiente, se deslizaron en silencio a lo largo de las paredes hasta llegar junto a Pawldo. El halfling haba sacado ya una ganza de una bolsita de cuero. Tendi su espada a Daryth y se arrodill, concentrando toda su atencin mientras empezaba a hurgar en la cerradura de la maciza puerta de roble. --sta estaba custodiada -murmur-. Apuesto a que es aqu donde est tu espada. Al cabo de un instante, se solt el pestillo y Daryth arque las cejas con admiracin. Pawldo se encogi de hombros y trat, sin conseguirlo, de disimular una sonrisa de orgullo. Con un gesto arrogante, empuj la puerta. --Miserable imbcil! Te orden que llamases... -chill el capitn de nariz aguilea, levantndose. Pero interrumpi bruscamente su reprimenda al darse cuenta de que los intrusos no eran torpes ogros. Llev la mano a la empuadura de su espada, pero no antes de que Daryth pudiese actuar. El calishita salt por encima de Pawldo y se agazap como un gato en mitad de la estancia. La corta espada de Pawtdo tembl cuando Daryth la alz sobre su cabeza, disponindose a lanzarla. --No te muevas, o eres hombre muerto -dijo, con voz ronca. El capitn pareci que iba a desenvainar su espada, pero entonces mir la fina daga y levant la mano de la empuadura de su arma. Tristn corri a su lado, se apoder de la espada y la volvi contra su dueo. --Dnde estn nuestras armas? El oficial seal con la cabeza un armario contra la pared del saln, y Pawldo se apresur a abrirlo. Sac de l las dos espadas y la cimitarra, y a punto estaba de cerrarlo cuando algo le llam la atencin. Tom una bolsa de cuero que haba en el suelo y la hizo saltar varias veces en la mano para or un tintineo satisfactorio, antes de cerrar el armario y tender la Espada de Cymrych Hugh a Tristn: --Tomad -dijo el halfling, tendiendo las otras armas a Pontswain y Daryth-. Desde luego -dijo al calishita-, esto no podrs lanzarlo, pero te servir de mucho. Daryth se ech a rer. --Tampoco habra podido lanzar esta cosita. Slo le hice creer que poda hacerlo. Sonri al capitn, mientras devolva el arma a Pawldo.
--Registrad el saln -dijo Pontswain, acercndose a la mesa. El capitn estaba en pie detrs de sta, con ojos enrojecidos por el odio. El seor lo mir a su vez fijamente, mientras se detena delante del hombre. Con la rapidez del rayo, desenvain su espada y atraves con ella el pecho del hombre y su corazn. El oficial cay de inmediato al suelo, y la sangre brot a raudales de la mortal herida. Pontswain se volvi y se dirigi a la puerta. --Por qu lo has hecho? -pregunt Tristn, furioso-. No iba a detenernos! --No hasta que hubisemos salido. Pero, en cuanto nos hubisemos perdido de vista, habra lanzado a todos los ogros de la ciudad sobre nuestra pista. Ahora, tendremos al menos algo de ventaja. --Has quitado la vida a un hombre para ganar uno poco de tiempo? El prncipe todava no poda comprenderlo. l haba matado otras veces en combate, pero la accin de su compaero le pareca... despiadada. --S! -respondi Pontswain-. Y ser mejor que aprovechemos el tiempo para escapar en vez de discutir! --Tiene razn -dijo Daryth, abriendo la puerta-. Seguidme! Los ogros siguieron sentados, perplejos, mientras el halfling corra hacia el gran vestbulo contiguo al saln. Haba all un par de enormes puertas cerradas. --Tienes algn plan? -pregunt el prncipe al halfling. --Un plan? -gru Pawldo, divertido-. Estaba seguro de que iba a morir. Por qu necesitaba un plan? Sin embargo, tom la precaucin de hacerme con seis caballos veloces y ocultarlos detrs de la esquina. Por aqu es por donde entr -explic el halfling, levantando la aldabilla y abriendo una de las puertas. Cruzaron una ancha galera de piedra, alegrndose de que la luna permaneciese oculta por las nubes. Un ogro estaba sentado en la escalinata, contemplando absorto su bola de cristal. Bajaron y echaron a andar por un sendero que serpenteaba a travs del grande y cuidado jardn, avanzando con cautela entre los altos setos. --Dej a Canthus all, en la casa del guarda -dijo Pawldo, sealando el gran edificio que se alzaba ante ellos. No vieron el movimiento hasta que fue demasiado tarde. El camino que conduca a la casa del guarda haba estado despejado, pero, un momento despus, se haban materializado cuatro figuras negras que salieron de entre los arbustos y les cerraron el paso. Negras capas de seda envolvan sus cuerpos, pero Tristn reconoci al voluminoso personaje que se adelant a los otros. --El prncipe de Corwell y Daryth de Calimshan! -dijo Razfallow,
con voz grave y refinada-. Raras veces, tal vez nunca, me han dado dos muertes tanta satisfaccin como me darn las vuestras! El jefe se quit la mscara de seda en el mismo momento en que la luna apareci entre las nubes, derramando una luz lechosa en el jardn. Las facciones bestiales del medio orco se contrajeron burlonas, pero la voz sigui siendo suave. --Y ese pequeajo que nos espi..., qu deliciosa sorpresa! Ves lo amable que ha sido al esperarnos, Rasper? No te dije que los encontraramos aqu? Uno de los asesinos asinti con la cabeza. Pero el pequeo arco que tena en la mano no dej de apuntarles. El arma era idntica a la que haba matado al padre de Tristn. ste vio otro arco igual sostenido por un segundo asesino. Con stos podan matar a dos de ellos antes de que pudiesen moverse. --Bueno, Razfallow -dijo amablemente Daryth-. Veo que sigues trabajando para el mejor postor. --As es -respondi el medio orco-. Y t habras podido unirte a m y tener una vejez feliz. Eras bueno. Habra hecho de t mi lugarteniente en vez de mi vctima. --Trabajar para gente como t no me interesa -declar Daryth con sencillez. Razfallow se encogi de hombros, con indiferencia, y se volvi al asesino del arco. --Bueno, Rasper, a quin mataremos primero?
La fuerza de la diosa estaba centrada en el valle de Myrloch. En ningn otro lugar estaba tan concentrado su poder. En ningn otro lugar eran tan poderosos sus druidas y tan dbiles las fuerzas del mal. Sin embargo, ni siquiera aquel poder era suficiente para resistir la plaga de muerte que se extenda por su reino ms sagrado. Cada paso antinatural -y se daban miles de ellos cada instante- causaba un dolor terrible al alma de la diosa. Cada una de aquellas criaturas muertas era una blasfemia contra la vida misma, un catico trastorno del equilibrio de todas las cosas. Se encoga y sufra, pues no tena poder sobre el ejrcito de muertos; se consuma y estremeca bajo aquellas pisadas, temiendo la llegada del sacerdote y de su dios del mal. La diosa no careca de aliados. Sus hijos eran sus mas firmes defensores, a los que poda acudir en momentos de extrema necesidad. Pero el mayor de ellos, el Leviatan, haba muerto en manos de la Bestia. La numerosa manada de lobos habra podido ayudarla contra aquel ejrcito, pero estaba dispersa en cien cubiles en todas las
islas. Quedaba solo uno de sus hijos, que haba sufrido terriblemente en la guerra contra la Bestia. Pero no poda dejarlo descansar. Y as, la diosa llam una vez mas a Kamerynn, el unicornio.
9 Fugitivos Los asesinos levantaron sus arcos y Tristn pudo sentir, casi fsicamente, el dardo que apuntaba a su pecho. Estaba a punto de saltar desesperado a un lado -convencido de que su muerte era inminente- cuando Daryth lo sorprendi con un largo y grave silbido. --Ahora acabo de comprenderte, Razfallow -dijo con suavidad el calishita, y silb de nuevo. El dardo de plata del arco se desvi un poco para apuntar a Daryth. Razfallow, el medio orco, dijo: --Eres muy divertido, calishita. -Ri entre dientes y, por un momento, pareci reacio a dar la orden de matar-. Bueno, har que te maten el ltimo para mostrarte mi gratitud. A Tristn le haba intrigado el silbido de su amigo, pero de pronto record algo que haba dicho Pawldo. Al instante, comprendi el plan de Daryth. Tiempo! Tenan que entretener a los asesinos solo un poco ms. --De todos modos, soy hombre muerto -dijo el prncipe, esperando ardientemente equivocarse-. Entonces, dime, por qu haces esto? Quin te ha dado la orden? Razfallow ri, y su risa fue como la crepitacin de una fogata. --Por cierto, eres hombre muerto, y yo no pierdo el tiempo hablando con los muertos. El medio orco hizo una sea con la cabeza a sus hombres, y los dos levantaron sus arcos de plata. --Me est cansando este juego -dijo el asesino-. Larrell, t matars al del cabello rizado. -Hizo una sonrisa burlona a Pontswain-. T, Rasper, dispara contra el prncipe. Apuntad bajo. Tristn vislumbr un rpido movimiento a la luz de la luna, detrs de los asesinos. Daryth levant despacio una mano como en ademn de splica, pero el prncipe observ que el dedo de su compaero apuntaba directamente al arquero. De nuevo vio movimientos en la calle, ahora ms cerca. --Canthus, mata!
La breve orden de Daryth fue seguida al instante de un salto del perrazo. El adiestrado podenco atac sin ruido y con furia. Rasper se tambale hacia adelante a causa del brutal impacto y, aunque trat de disparar el dardo mortal contra Tristn, el ataque del perro le hizo perder la puntera. El proyectil vol inofensivo en la noche, mientras el hombre se volva desesperado para agarrar las poderosas fauces que buscaban su cuello con avidez. El llamado Larrell se volvi ligeramente, sorprendido. Pontswain se dej caer sobre el sendero en el momento en que el asesino soltaba su dardo. El prncipe no pudo ver si ste lo haba alcanzado. En el mismo instante, Tristn, Daryth y Pawldo saltaron hacia adelante, desenvainando sus armas. Los tres asesinos se agazaparon para recibirlos; Larrell tir su arco y sac una fina y corta espada. Los asesinos retrocedieron despacio, mientras Rasper chillaba de dolor. Se debata y retorca bajo los dientes del perro, que desgarraban su cara. Enzarzados en una batalla mortal, ambos rodaron fuera del camino, dejando a los dos tros enfrentados a unos tres pasos de distancia. Daryth mir vivamente hacia Tristn; en realidad, detrs de ste. Tristn lanz una rpida mirada atrs y slo vio a Pontswain a la luz de la luna. El noble se puso en pie con esfuerzo, aturdido pero ileso, y el prncipe y el calishita se volvieron de nuevo contra los asesinos. --Cuidado! -grit el calishita, girando de nuevo hacia el prncipe. Tristn se volvi sorprendido y entonces lanz un grito de dolor al sentir que una afilada hoja se clavaba en su espalda. Pero all no haba nadie! El prncipe se dobl hacia adelante y cay al suelo presa de la agona. Tosi y se qued helado de espanto al ver que escupa sangre. Daryth salt para repeler el ataque. Como a travs de una espesa niebla, Tristn alcanz a ver que lanzaba una estocada... al aire! La espada de Daryth avanz recta, y entonces desapareci la punta. Volvi a verla cuando el calishita tir de la espada, y ahora goteaba sangre. Oy un gemido y algo pesado pero invisible cay entre sus piernas. Tristn apret los dientes para no gritar y se esforz en no perder el conocimiento. La espada invisible se haba clavado profundamente en su espalda. Con seguridad lo habra matado si el aviso de Darith no lo hubiese hecho volverse en el ltimo instante. Vagamente, se dio cuenta de que un asesino invisible se haba deslizado detrs de ellos. Pawldo corri hacia adelante para mantener a raya a los tres asesinos, y el calishita acudi en su ayuda. Pontswain se puso en pie, blandiendo la larga espada, y atac. Daryth lanz una furiosa estocada a la cara de Razfallow, pero el asesino la esquiv con facilidad y estuvo a punto de cortar la oreja del
calishita en su contraataque. Uno de los otros trat de aprovechar la ventaja de su jefe con una furiosa estocada, pero no dio en el blanco. El tajo hacia abajo del arma de Daryth le cort el brazo por el codo, y el hombre se tambale y cay de rodillas, sujetndose aterrorizado el ensangrentado mun. Pawldo atacaba con furia. El calishita se agach y se lanz contra Razfallow, pero ninguno de los dos poda conseguir ventaja. Pontswain se deslizaba junto a ellos, buscando una abertura para intervenir en la refriega. De pronto, el halfling grit alarmado: su atacante acababa de hacer saltar la hoja de su mano. Pawldo se agach, al tiempo que el asesino descargaba un terrible tajo contra su cuello. Este ataque fue el ltimo error del hombre, pues Pontswain vio su oportunidad y atraves el cuello del hombre con una sbita y rapidsima estocada. Razfallow se lanz contra Daryth, pero el calishita par con destreza el golpe. Las dos hojas chocaron una y otra vez mientras los dos combatientes se atacaban con violencia. Mientras Pawldo se arrastraba por el suelo para recorar su espada, el furor contrajo la cara de Razfallow en una odiosa mscara de odio. Escupi a Daryth a la cara y salt hacia atrs, gruendo. --Volveremos a vernos, calishita! Su voz era un ronco aullido inhumano; el hombre se volvi y se perdi corriendo en la oscuridad. --Ese cara de mono me las pagar... -mascull el halfling, al encontrar por fin su espada. Se lanz detrs del medio orco, pero Daryth lo agarr por el cuello de la camisa y tir de l hacia atrs. --Admiro tu valor -dijo con sinceridad-. Pero te matara... o me matara a m! La oscuridad es su elemento: quiere que vayamos tras l! Adems, nuestro compaero necesita ayuda. Tristn vio que su amigo se acercaba a l... y luego nada ms.
--Ven aqu, amiguita. Sabes que no te har dao. Para la mayora de los oyentes, la voz de Genna habra sonado como una mezcla de gorjeos, chirridos y chasquidos. Sin embargo, Robyn no tuvo ninguna dificultad para comprender lo que deca. Y, por lo visto, tampoco la tuvo la ardilla roja, pues la pequea criatura salt del extremo de una larga rama y se pos en la mano que la Gran Druida le tenda. Despus se encaram en su hombro y husme con curiosidad su odo, mientras Genna sonrea a Robyn. --En verdad, pienso que los mamferos son los animalitos ms divertidos -dijo-. Desde luego, son los que ms se parecen a nosotros. Y creo que son las criaturas ms amables..., cuando quieren.
--Comida? -susurr la ardilla. --Ay, siempre mendigando! -suspir con resignacin Genna, sacando una bellota del bolsillo de su holgada bata. Robyn levant de pronto la mirada, al ver moverse ligeramente una rama cerca de Genna. --Estte quieto, Newt! El dragn se hizo visible y frunci el entrecejo. Encaramado en la rama sobre la ardilla, haba estado a punto de pellizcarle la cola; una broma que sin duda habra hecho que el animalito subiese, chillando aterrorizado, a las ramas ms altas del rbol. --No te da vergenza? -lo ri Genna. --No puedo evitarlo -se disculp el dragn, bajando las alas y la cola con gesto lastimero-. Estoy tan aburrido! Vosotras dos no tenis un momento para divertiros. Siempre lecciones sobre esto y enseanzas sobre aquello y ejercicios sobre lo de ms all! Y siempre me estis chillando! -aadi, a la defensiva-. Newt, dnde estas? o No hagas eso, Newt o No comas ms, Newt! u otras cosas parecidas. --Hemos trabajado mucho -dijo Genna, mirando a Robyn-. Supongo que he querido recuperar el tiempo perdido. Por qu no vamos a almorzar junto al estanque? Podemos beber una botella de vino y pasar una tarde tranquila. --S, s, s, s! -chill Newt, entusiasmado y hacindose invisible, para reaparecer zumbando un momento despus. --Hoy iba a presentarte a los murcilagos -dijo Genna, cuando se encaminaron hacia la casita-. Pero eso puede esperar. En todo caso, son ms parlanchines por la noche. Robyn caminaba pensativa. Se senta tranquila por primera vez, desde la llegada del desconocido. Y cuando Newt se haba llevado del bosquecillo aquella piedra en forma de corazn, le haba parecido que se desvaneca todo un mundo turbulento. Pero otra cosa la preocupaba ahora, y pens que poda hablar de ella. --Maestra, estoy inquieta por un sueo que he tenido varias veces durante las ltimas semanas. Estoy segura de que es una visin que me enva la diosa. Genna la mir, curiosa. --Es sobre mi padre..., el rey. Y tambin sobre Tristn. Temo que ha ocurrido algo terrible! Me necesitan! --Quieres interrumpir tus estudios? -pregunt Genna con suavidad. --No! Pero debo saber lo que ha pasado, debo ir a su encuentro! Me perdonars si te dejo por una temporada? Genna sonri con tristeza. --No habra nada que perdonar. Eres una discpula aprovechada y
cabal, capaz de tomar tus propias decisiones. Si tienes que marcharte por un tiempo, vete. Slo espero que regreses. --Volver, Genna! -prometi Robyn-. Y gracias! Experiment una sensacin atolondrada de alivio y anticipacin. Viajara a Corwell con la mayor rapidez posible! Casi haban llegado las mujeres a la casita cuando oyeron un lastimero balido a lo lejos. Se detuvieron y lo oyeron de nuevo. Aquel sonido vena del sur, al parecer del borde del bosquecillo, y se estaba acercando. --Eso parece anunciar algo malo -dijo Genna, frunciendo el entrecejo y volvindose para correr en la direccin de los balidos. Robyn la alcanz y adelant pronto a su maestra. Corri a travs del jardn y entre los robles y a punto estuvo de darse de cabeza con una cierva aterrorizada. Detuvo a la temblorosa criatura en su huida y la abraz, murmurndole palabras apaciguadoras. Arrodillada junto al animal, sinti que menguaban sus temblores, aunque no desaparecan del todo. Al cabo de unos momentos, Genna se reuni con ellas. --Qu sucede, pequea de ojos castaos? -susurr en una voz tan baja que Robyn apenas pudo orla. La cierva bal de nuevo, en un tono que Robyn no pudo interpretar concretamente pero en el que reconoci con facilidad el terror absoluto de la cierva. El animal tena los costados y la panza sucios de barro, y las patas cubiertas de muchos pequeos rasguos. Genna mir a su alumna, y las arrugas de preocupacin alrededor de sus ojos se hicieron ms profundas. Dio varias palmadas a la cierva y sta se fue calmando poco a poco. No se levant hasta que la criatura empez a pastar tranquilamente la dulce hierba del bosquecillo de la druida. --No s qu es lo que la ha asustado -dijo-. Pero nunca haba visto un terror tan duradero. Parece llevar varias jornadas corriendo. --Que vamos a hacer? -pregunt Robyn. El pnico de la cierva haba despertado un profundo sentimiento de clera en su pecho. Quera castigar a quien haba atormentado tanto a aquella criatura. --Ir a echar un vistazo -dijo la druida. --Deja que te acompae! -suplic Robyn. --No, todava no puedes hacerlo. Evocar poderes que an tienes que aprender, aunque tu capacidad aumenta da a da. -Su maestra le sonri y le dio unas palmadas tranquilizadoras en el hombro-. Mientras est ausente, quiero que permanezcas aqu. Es posible que otras criaturas vengan en busca de nuestra ayuda. Cuando acab de hablar, una gran bandada de pjaros negros apareci graznando. Miles de ellos cruzaron el cielo a toda velocidad
hasta encontrarse a salvo dentro de los confnes del pequeo bosque. All se posaron, todava agitados, en las ramas ms altas de los corpulentos robles. Robyn y Genna advirtieron que tambin ellos venan del sur.
La muerte alarg sus fros dedos en busca del prncipe de Corwell. Tristn slo sinti vagamente su helada presencia a su lado, pues todas sus sensaciones estaban envueltas en una niebla gris. El rtmico golpeteo de los cascos del caballo penetraban a duras penas en su conciencia, y no senta los brazos de Daryth que lo sujetaban sobre la silla. El dolor de la herida haba cesado haca mucho rato. Su nica molestia era el esfuerzo del pulmn herido para aspirar el aire. Durante un tiempo, el prncipe estuvo dispuesto a entregarse a la oscura figura que cabalgaba a su lado. La lucha por respirar era demasiado agotadora, y el alivo prometido por el personaje que le tenda los brazos pareca ser el nico recurso. --Tristn. Mrame, mi prncipe! Por un momento, no reaccion a aquella voz lejana. Cuando lo hizo, fue como si su cuerpo estuviese empantanado en un fango espeso: no poda abrir los ojos ni volverse sin un enorme esfuerzo. Pero por fin, vio. Un mar de niebla se extenda a su alrededor, apagando el ruido de los cascos del caballo. La andadura de ste se hizo suave, incluso cmoda. Pudo ver que estaban cabalgando a travs de una espesa bruma y, entonces, sta se levant y apareci un ancho y tranquilo lago. Le pareci que estaban galopando a lo largo de la orilla, aunque no poda ver el suelo debajo de ellos. En realidad, no mir hacia abajo. --Tristn. La seductora voz son de nuevo en su mente, y l se esforz en ver quin le estaba hablando. Entonces distingui la figura blanca, plantada serenamente sobre las aguas del lago. Tena los brazos extendidos, llamndolo. La reina Allisynn estaba all, a una incierta distancia. Pareca estar muy lejos y, sin embargo, pudo ver lgrimas en las comisuras de sus ojos. Tambin poda or su voz, aunque hablaba en un susurro muy suave. Qu hermosa era! Sus cabellos rubios ondeaban como una bandera bajo la ligera brisa, mientras su vestido blanco como la nieve semejaba ms lo lquido que lo slido al adaptarse a su cuerpo. Pareca muy triste, y el prncipe sinti deseos de abrazarla, de consolarla. Y entonces comprendi su tristeza. l haba fracasado en su misin! La haba defraudado. Lo atenaz
un sentimiento de desesperacin y, una vez ms, vio el espectro de la muerte sentado a su lado. Con desesperacin, luch por llegar hasta la reina, pero su cuerpo era demasiado lento. Brot un sollozo de su garganta y la imagen de ella se hizo vaga. --Mi reina! -gimi. Quiso alargar una mano, para que ella pudiese asirla y atraerlo a su lado. --Qudate donde ests! -grit ella, ahora con voz severa-. No vengas a m. No debes venir a m! El no respondi, pero sinti un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lgrimas. La angustia de observar cmo ella se alejaba era insoportable. Pero de alguna manera, aunque su caballo fantasmal galopaba como el viento y la reina permaneca inmvil sobre el agua, ella segua estando a su lado. --Debes seguir adelante, mi prncipe. -De nuevo oa su voz. Su imagen empez a desvanecerse, pero aquella voz era ms fuerte que nunca-. Ve a Caer Calidyrr. Slo de labios del propio Alto Rey aprenders el secreto de tu destino. Y gurdate de su hechicero, prncipe. Gurdate de Cyndre! Casi haba desaparecido su visin y la desesperacin amenaz con ahogar al prncipe en el pozo de su congoja. --Mi seora... -gimi. --No -dijo ella y, de improviso, su imagen fue de nuevo clara-. Tu dama es otra..., una mujer que te necesita y que puede ayudarte. Llama a tu dama, mi prncipe, no a m! Entonces desapareci y, en su lugar, Tristn vio a una druida de ojos verdes y largos cabellos negros. Su belleza hizo que se le encogiese el corazn. Por la diosa, cunto necesitaba a Robyn! Deba verla de nuevo! Tena que vivir! --Robyn -murmur en voz baja, y la palabra se convirti en un sollozo. En ese momento sus compaeros aflojaron el paso, al empezar a fatigarse los caballos negros. Y volvi el dolor lacerante en el pecho y en la garganta y, con l, la angustia. El sabor de la sangre era amargo en su boca. Pero, con el dolor, recobr la conciencia, el convencimiento de que quera vivir, de que tena que cumplir una misin. Con esta comprensin, desterr al espectro de la muerte de su lado. El prncipe no adverta nada de lo que lo rodeaba; no sinti que sus compaeros lo levantaban de la silla y lo introducan por la destartalada puerta de una pequea capilla rural. Pero tena conciencia de su vida. Y estaba resuelto a conservarla.
El cortesano se acerc con timidez al gran trono; su peluca empolvada temblaba a su paso. --Majestad -empez a decir, con voz entrecortada-. No..., hum..., no hemos podido hallar al hechicero en parte alguna. --Imbcil! -ladr el rey-. Fuera de mi vista! Idiota! No vuelvas hasta que lo hayas encontrado! El rey se levant y baj la escalera del trono. Al llegar al pie de sta, se volvi a un lado, muy agitado, y el manto se le enrosc en las piernas, hacindolo tropezar. --Fuera! -grit-. Marchaos todos! Los cortesanos, los bufones y las damas de honor que se hallaban en el vasto saln salieron corriendo hacia las puertas. Poco despus, slo qued el rey en la gran estancia. Y otra persona. Cyndre estaba en pie al lado del trono, con la negra capa ondulando alrededor de su cuerpo. El rey volvi atrs y, de pronto, lo vio. Lanz una exclamacin ahogada y se tap la boca con la mano, pero se irgui con presteza y subi la escalera del trono con aire majestuoso. --Dnde estabas? He enviado en tu busca a todos los mensajeros del palacio. Por qu no puedes estar donde se presume que ests? --He venido en cuanto he podido, seor. Estaba sumido en una meditacin arcana. Interrumpirla habra sido demasiado peligroso. El hechicero hizo un ligero ademn, casi imperceptible. El rey encogi los hombros y se volvi para sentarse cansadamente en su trono. --Estaba muy preocupado! -gimi-. Hay alguna noticia de ese advenedizo de Corwell? --Hemos sabido que ha llegado a Llewellyn. Un fuerte destacamento de la Guardia Escarlata est apostado all. Estoy seguro de que pronto tendremos noticias de su captura. La voz del hechicero era tranquilizadora, y el rey empez a calmarse. --Siento haberte gritado, Cyndre. Mis nervios no son lo que solan ser. El hechicero no replic y su divertida sonrisa fue disimulada por su capa. --Cuando lo capturen -prosigui el rey Carrathal-, quiero que me lo traigan de inmediato. Siento curiosidad por ese prncipe. Quiero saber por qu aspira a mi trono. --Har que te lo entreguen cuanto antes, seor -respondi Cyndre
y aadi para sus adentros: Su cadver no te dir gran cosa. --Me protegers de l, verdad? --Naturalmente, seor. Sabes que no tienes nada que temer. Tal vez necesitas algo que borre de tu mente esta pequea confusin. Quizs una ejecucin. Hay algn preso a quien te gustara matar? Tal vez la hermana de aquel forajido, 0'Roarke? --No, todava no! -dijo con firmeza el rey-. Todava espero hacerlo entrar en razn. Y no podra conseguirlo si ella muriese! El hechicero hizo un breve ademn y murmur algo al odo del rey. --Muy bien -suspir Carrathal-. Haz que la ejecuten por la maana. Durante un momento, una expresin de horror se pint en el semblante del rey. Una vez ms vio los fantasmas alineados frente a l y sinti que su nmero iba en aumento. Pero enseguida bostez con indiferencia. --Gracias, Cyndre. A veces me pregunto qu hara sin... El rey no pudo terminar la frase, pues se haba quedado ya dormido.
--Slo estar un da ausente -explic la Gran Druida. Sus modales eran solemnes-. Procura impedir que se peleen. Habla con los jefes; ellos te ayudarn. Robyn asinti con la cabeza, tratando de disimular sus dudas. El bosquecillo de la Gran Druida se haba llenado, de la noche a la maana, de animales aterrorizados. Muchos ciervos, jabales, conejos, ardillas, ratones y otros pequeos mamferos corran nerviosamente de un lugar a otro, con el fin de evitar a los pocos lobos, zorros, tejones y comadrejas que haban venido tambin en busca de proteccin. Pero proteccin, de qu? Todava saba muy poco de lo que amenazaba al bosque, salvo que haba producido un miedo sin precedentes entre las criaturas salvajes. --Si es necesario, pide ayuda a Grunt -dijo Genna-. Protestar, pero puede ser tu mejor aliado. --As lo har -dijo Robyn. En verdad, el viejo oso pardo era un compaero arisco y malhumorado, pero ella saba que poda confiar en l. --Tengo que darme prisa -aadi la druida-. Cudate mucho, hija ma. Genna se volvi hacia el sur y su cuerpo bajito se hizo borroso y se transform ante los ojos de Robyn. La druida se fue volviendo ms pequea y su vestido castao se convirti poco a poco en una capa de
plumas doradas. Sus brazos se transformaron en alas, y su nariz en un pico. La cabecita, que ya nada tena de humana, se volvi a mirar a Robyn y la joven druida vio una bendicin en los ojillos negros. Entonces las alas se movieron con fuerza hacia abajo y la gran guila en que se haba convertido Genna Moonsingcr se elev majestuosamente en el cielo, sin vacilar, trazando crculos sobre el bosque hasta no ser ms que un punto en el cielo meridional. Una agobiante sensacin de amenaza fue invadiendo a Robyn a medida que progresaba el da, haciendo que no sintiese la menor satisfaccin al realizar sus tareas cotidianas. Al principio pens que aquella impresin era producida por la amenaza al valle y, ciertamente, sta debi de tener algo que ver en ello. Sin embargo, descubri que la imagen de Tristn no se apartaba de su mente. En vez de la acostumbrada sensacin de placer que su recuerdo le ocasionaba, ste aumentaba su ansiedad. Y este sentimiento se haca ms agudo cada vez que pensaba en el prncipe, que era casi en todo momento. No poda librarse de la impresin de que Tristn se hallaba en terrible peligro. Luch con la fuerte tentacin de huir del bosquecillo y abandonar todo en su afn de encontrarlo. Pero, aunque hubiese sabido dnde estaba -y tena la seguridad de que era lejos de Corwell-, no habra podido olvidar sus obligaciones para con la diosa. Y as, una vez ms, volvi a sus muchas tareas. Pero el trabajo le pareca hoy vano e insignificante. Y estaba segura de que este sentimiento no proceda de dentro de ella misma. Entonces sinti que se extenda una paz extraa en el bosque. Cesaron los chillidos y graznidos de los animales, y ella levant la cabeza. Algo haba entrado en el bosquecillo. Era una presencia poderosa, pero serena. Robyn camin rpidamente entre los robles y al fin empez a correr. Presumi la identidad del visitante incluso antes de que ste saliese de entre los rboles para mirarla. Crey ver una sonrisa benvola en su cara, cuando ella grit de alegra y corri para echarle los brazos al cuello. Desde luego, la sonrisa fue fruto de su imaginacin, pues, aunque tambin l sinti una gran alegra, no era de esperar que Kamerynn, el unicornio, sonriese.
Una fresca y fuerte brisa soplaba continuamente hacia el norte, produciendo grandes olas ondulantes en las aguas del estrecho. Tavish luchaba contra el viento, virando de bordo, pero slo avanzaba con gran lentitud en direccin a Corwell. Por centsima vez se pregunt si estaba haciendo lo que deba.
En fin de cuentas, se dijo, qu podra haber hecho ella para rescatar al prncipe? A pesar de su afliccin, su sentido prctico le adverta que ella no era una buena luchadora: una audaz escapada del corazn de la fortaleza del enemigo era algo que nunca habra podido realizar. El nico lugar que pareca ofrecer una posibilidad de ayuda era la propia tierra del prncipe. No saba qu clase de auxilio podran prestar los seores de Corwell, pero no tena otro sitio donde acudir. Y el viento segua soplando y levantando olas grises.
--Entradlo aqu -dijo el menudo sacerdote, apartando una cortina de lana y mostrando una pequea habitacin. El nico mueble era una cama estrecha, pero Daryth y Pawldo se alegraron de poder tender en ella a Tristn. Pontswain permaneci en el exterior, apercibida la espada, mirando arriba y abajo de la larga cinta de la oscura y vaca carretera. El sacerdote volvi a la puerta de su capilla y vio que el camino estaba desierto. Las negras horas de la noche empezaban a dar paso a la maana. --Cowan! -llam-. Ven aqu! Momentos ms tarde, un muchacho de unos quince aos sali de un rincn, frotndose los ojos y bostezando. Pestae con curiosidad al ver a los visitantes y abri mucho los ojos al advertir al prncipe ensangrentado y plido como la muerte, tendido en la cama. --Cuida de los caballos, muchacho! -orden el sacerdote. Cowan sali rpidamente de la capilla, mientras el hombre se volva de nuevo a los recin llegados-. Soy el patriarca Trevor, sacerdote de Chauntea -dijo, acercndose a Tristn. El hombre se mova con suave y fcil delicadeza. Tom la mano de Tristn en una de las suyas y aplic la otra sobre la frente del prncipe. --Est muy grave. El seguir ms a lomo del caballo lo habra matado. El patriarca cerr los ojos, sin dejar de tocar la mueca y la cara del prncipe, y fu murmurando una larga plegaria ritual. Un clido resplandor pareci envolver al prncipe, visible como una dbil luz para los que observaban. Daryth experiment un sentimiento de profunda reverencia y estuvo a punto de hincarse de rodillas. Resisti con terquedad este impulso y se qued mirando, como hechizado, mientras el clrigo practicaba su ensalmo. --Chauntea -dijo devotamente el sacerdote. Tristn se estremeci y agit sobre el estrecho colchn. Un sbito chorro de sangre roja brot de su boca y salpic al clrigo, pero el
patriarca hizo caso omiso de ello. Daryth llev la mano al puo de su espada; tema por el prncipe, pero el clrigo hizo un ademn tranquilizador y el calishita se calm. El prncipe gimi y se retorci en la cama. Tena los ojos abiertos, pero tan vueltos hacia arriba que slo era visible el blanco de ellos. El sacerdote murmur de nuevo y el suave resplandor se hizo ms brillante y despus se extingui muy despacio. Al abrir por fin el clrigo los ojos, el pecho de Tristn empez a subir y bajar con una respiracin regular y profunda. Poco a poco, el color fue volviendo a su cara. --Se ha dormido -explic el sacerdote-. Ahora, hablemos. Daryth y Pawldo lo siguieron a otra pequea habitacin. Trevor sac una botella de vino de un arca de madera y les hizo ademn de que se sentasen a una mesita. --Sois fugitivos -dijo por fin-, pero, de qu hus? Pawldo y Daryth cambiaron una rpida mirada, visiblemente asombrados por la franca pregunta. Por ltimo, el halfling dijo: --Los ogros del Alto Rey prendieron al prn..., a mi amigo, bajo una falsa acusacin. Nosotros lo ayudamos a escapar, pero l fue herido durante la huida. --Ogros de la Guardia Escarlata! -gru el patriarca, con sorprendente rencor-. La chusma de los mercenarios! -Y, al ver la mirada sorprendida de los otros, explic-: La Guardia es otro ejemplo de las calamidades que parecen azotar a nuestra tierra. Hace unos das los vimos pasar por Grady, que es este pequeo pueblo. La visin de la gente acurrucada en sus casas, temblando de terror, me parti el corazn. Recordad que son tropas de su propio rey. Y yo os pregunto: qu clase de rey impondra un terror semejante a sus subditos? --Estos reyes abundan ms de lo que te imaginas -dijo Daryth-. Aunque es sta la primera vez que he odo hablar de un monarca semejante en las Moonshaes. Por lo que he podido ver, los ffolk han sido siempre gobernados con una liberalidad muy superior a lo corriente. --Cierto -convino Pontswain, entrando por la puerta-. La carretera est tranquila. Cmo sigue el prncipe? --Vivir -dijo el patriarca. El noble no hizo ningn comentario y se sent en la nica silla disponible. Daryth se pregunt si Pontswain consideraba buen?, o mala la noticia. --Por qu no se han levantado los seores de Calidyrr contra el rey? -pregunt el seor-. Estoy seguro de que, en Corwell, no habramos tolerado tal comportamiento. --Lo han intentado. Varios de ellos han desaparecido y otros han ido a parar a las mazmorras. A los que desaparecieron les confiscaron
sus tierras, y repartieron sus bienes entre los aliados del rey. Uno de aqullos, Roarke, se ha convertido en un proscrito y lucha furiosamente en el bosque contra su destino, pero nada puede hacer para remediar la situacin. --Por qu no se ha rebelado el pueblo? -insisti Pontswain. --No lo s -dijo el sacerdote, encogindose de hombros-. Tal vez porque no tienen un caudillo vigoroso. O, quiz, porque los ffolk estn aterrorizados. El patriarca pareci considerar su declaracin y su situacin. Guard silencio durante un tiempo. --Me alegro de haber podido ayudaros, pero tenis enemigos poderosos. Puedo ocultaros aqu hasta el anochecer, pero entonces tendris que seguir vuestro camino. No temo por m, pero todo el pueblo sera sin duda destruido si os encontrasen aqu. --Lo comprendemos -dijo Daryth-. Y te estamos agradecidos por lo que has hecho. --Pero debis decidir adonde iris desde aqu -les advirti el sacerdote-. O acaso lo sabis ya? --A Caer Calidyrr, a ver al Alto Rey. La voz vena de la puerta y, al volverse, vieron al prncipe de Corwell plantado all, observndolos con aire grave. --Tristn! -exclam Pawldo, ponindose en pie de un salto, mientras los otros miraban asombrados al prncipe. Estaba apoyado en la puerta, con el semblante contrado de dolor. Pero el color haba vuelto a su cara y sus ojos brillaban resueltos y colricos. --Tendras que estar durmiendo -dijo Trevor, levantndose para ofrecer su silla al prncipe. --Pronto lo har. Pero antes debemos trazar un plan. --Ests seguro de que quieres ir a Caer Calidyrr? -pregunt el patriarca. --S. --Muy bien. La carretera real, la que habis seguido desde Llewellyn, seguro que estar fuertemente vigilada; si viajaseis por ella, no creo que pudierais evitar ser capturados. Pero hay otros caminos, en realidad senderos, que conducen al oeste desde aqu y, despus, hacia el norte, a travs del bosque de Dernall. Los soldados del rey no suelen aventurarse en el bosque, pero ste tiene sus peligros. En primer lugar, los senderos son pocos y difciles de seguir. --Estamos acostumbrados a los bosques -dijo el prncipe-. Viajaremos por esos senderos. --Puedo daros un mapa y algunas instrucciones. Por lo dems, tendris que confiar en vuestro buen sentido como gua. -El sacerdote dibuj una telaraa de senderos serpenteantes sobre un trozo de
pergamino-. T estars muy dbil durante varios das -advirti a Tristn-. Estoy seguro de que esa herida habra significado la muerte para la mayora de los hombres. Por consiguiente, cudate mucho y descansa cuando lo necesites. --Gracias. As lo har -dijo el prncipe-. Pero quiero hacerte una pregunta: por qu has hecho todo esto por nosotros? --Los designios de mi diosa son incomprensibles para los mortales, incluso para sus sacerdotes. Yo slo cumplo sus rdenes. Sobre todo, recuerda esto: Chauntea es tu aliada. Espera que triunfes en tu misin y te ayudar en todo lo que pueda. Ahora que ests aqu, lo comprendo. Tu misin en Caer Calidyrr..., no, no me digas ms acerca de ello. Pero s que un rey que alquila monstruos para protegerse de su propio pueblo no puede trabajar para el bien de este pueblo o de su tierra. Este rey es ofensivo para mi diosa y, por consiguiente, ella bendice tu misin. 0jal cabalgues como el viento y no puedan alcanzarte! -concluy el patriarca Trevor. Las palabras del sacerdote parecieron surtir un efecto beneficioso en Tristn; sinti una ola de calor en todo su cuerpo, y lo invadi un sentimiento de buena voluntad. --Gracias por todo -dijo, estrechando con fuerza la mano del patriarca. Has dado nueva esperanza a nuestra misin! --Como la habis dado vosotros a la ma -dijo a media voz el sacerdote. Despus se echaron todos a dormir y, cuando anocheci, montaron en sus caballos negros y se sumergieron en la noche, con el gran podenco trotando alerta delante de ellos.
Bhaal se revolc en el pozo de fuego de Gehenna, gozando del contacto sensual de la lava alimentada con sangre fresca. El dios de la muerte, amante de todos los actos asesinos, estaba de buen humor. Sus devotos, e incluso sus adversarios, actuaban de consuno para divertirlo. Pero, mas que diversin, cada accin mortfera daba nueva fuerza a Bhaal y aumentaba su influencia entre los dioses y su capacidad para intervenir en los asuntos de los hombres. Y as observ Bhaal los acontecimientos que se desarrollaban ante l. Se estremeci de placer al ver desfilar el ejrcito de muertos por el valle de Myrloch. Ellos seran su gran hazaa; crearan una legin de muerte que pondra toda la tierra bajo su fatdico gobierno. Bhaal se refocilaba pensando en la sangre de la joven druida que calentara su vientre cuando Hobarth realizara el sacrificio ritual.
Observ con menos inters los sucesos de Alarn, pero tom nota de los cadveres que el prncipe fugitivo iba dejando tras l. Mas de una vez haba pensado que la muerte del prncipe era inminente, pero siempre los mortales se haban librado de ella... por los pelos. Pero Bhaal tena paciencia.
10 Cambio de forma El unicornio acerc afectuosamente el hocico al hombro de Robyn. La druida no dijo nada, pero pareci que se aligeraba el peso de responsabilidad que le haba trado este da. Se ech atrs y mir a la gran criatura, hijo de la propia diosa. La espesa barba blanca de Kamerynn penda de su mandbula inferior, y su impresionante cuerno de marfil, de una vara de largo, brotaba orgulloso de su frente. Sus grandes ojos eran brillantes y claros, y Robyn murmur una oracin de gracias por el milagro. Slo haca un ao que el gran unicornio haba sido cegado, escaldados sus ojos y su piel por el poder de la Bestia, pero su curacin pareca completa, y su ancho ollar resoplaba, como despreciando los daos que haba sufrido. --Kamerynn, el gran caballo! -grit con alegra Newt, al entrar volando en el robledal y ver a su viejo amigo. Se dirigi como una flecha al unicornio y se pos orgulloso en el largo cuerno de Kamerynn-. Demos gracias a la diosa de que ests aqu! -dijo-. Robyn lo ha pasado muy mal con los animales. Oh, hace lo que puede, sabes?, pero todava es muy joven. Ahora que ests t aqu, estoy seguro de que podr hacer que todos estos... Kamerynn volvi la ancha cabeza hacia atrs, interrumpiendo la explicacin de Newt, y el dragn tuvo que agarrarse con ms fuerza al cuerno para no caerse. Los arbustos que haba detrs de l se separaron ligeramente, y una carita menuda mir con timidez a Robyn. El unicornio hizo una seal con el cuerno, y la pequea criatura dio un paso al frente. Robyn vio que pareca un hombre menudo, de media vara de estatura; pero tena una alas sutiles que brotaban de cada hombro, y unas orejas largas y puntiagudas. Cuando la criatura se inclin en una reverencia, Robyn advirti en su frente algo parecido a las largas antenas de un insecto. Entonces comprendi que era un duende del
bosque. Vesta tnica y gorro verdes, y llevaba un pequeo arco y un carcaj en las manos, y una daga en el cinto. --S bien venido en nuestro bosque -dijo Robyn. --Yazilliclick! -exclam Newt, saltando del cuerno para revolotear delante del duende-. Tambin t ests aqu! Deberamos celebrar una fiesta! -Se volvi hacia Robyn, cernindose a la altura de sus ojos-. Podemos celebrar una fiesta, Robyn? Por favor! --No! No ves que ocurre algo grave, Newt? Estaba francamente irritada con el dragn. No la haba ayudado en absoluto mientras trataba de controlar a los animales. Newt pareci amoscado unos momentos, pero enseguida volvi a posarse en el cuerno de Kamerynn para observar con inters lo que pasaba. --Yo... tengo que avisarte del peligro -dijo el duende, en una voz aguda y musical que contrastaba de un modo extrao con la gravedad de su mensaje. Robyn comprendi su nerviosismo. Los duendes eran las criaturas ms tmidas del valle. Aunque haba muchos de ellos en los bosques circundantes, era el primero que vea. Estuvo segura de que haba tenido que hacer un gran acopio de valor para presentarse all. --Es un peligro te... terrible! -dijo el duende-. Hemos visto el ejrcito que desfila por el valle. Viene hacia ac! --Un ejrcito! -jade Robyn. --Y eso no es lo peor..., no es lo peor! -sigui diciendo Yazilliclick-. No es un ejrcito de hombres, ni de llewyrr, ni siquiera de frbolg. Es un ejrcito de cadveres! --De cadveres? Pero cmo...? Robyn estaba demasiado pasmada para pensar. No era posible que el duendecillo dijese la verdad! Yazilliclick asinti con la cabeza, haciendo vibrar sus pequeas antenas. Pareci que estaba a punto de llorar. --Yo no... no... no s! -gimi-. Pero vienen hacia ac..., hacia ac! Y son malos! Malos! Ninguno de ellos vio la gran guila que descenda sin ruido del ciclo crepuscular, hasta que se pos en el suelo al lado de ellos. El guila se transform y, de pronto, fue Genna Moonsinger la que estaba a su lado. Incluso bajo la dbil luz, Robyn vio que estaba plida. Empez a hablar, y su voz era tensa, como si tuviese que esforzarse en controlarla. Era evidente que haba odo la ltima observacin del duende. --Se acercan sin detenerse... Estarn aqu dentro de dos das, como mximo. He enviado a los gorriones a convocar a los otros druidas del valle. Nos reuniremos aqu lo ms rpidamente posible. Tal vez podamos combatir juntos esa fuerza... de algn modo.
Los druidas del valle, en nmero de varias docenas, cuidaban de sus respectivos bosques sagrados, repartidos en toda la superficie de Gwynneth. Aqu, en el de la Gran Druida, se reunan cada tanto para celebrar sus consejos, pero eran en su mayora hombres y mujeres solitarios, que rehuan la compaa humana. Genna se volvi a Yazilliclick y sus ojos se ablandaron. --Gracias, pequeo, por venir aqu. S lo mucho que te habr costado. --Yo me... me quedar, para ayudar -farfull el duendecillo, que pareci lamentar enseguida su ofrecimiento. Despus, la Gran Druida levant la barbilla y mir a los ojos a su discpula. --Robyn, tienes que quedarte un tiempo aqu. S lo preocupada que ests por el rey y por tu prncipe, pero aqu eres necesaria. Robyn percibi una orden en las palabras de su maestra, pero esta orden no era necesaria. Saba cul era su deber, y asinti con la cabeza. No tena alternativa.
El mapa del patriarca fue para ellos de un valor incalculable, mientras los negros caballos los transportaban en la noche. Cambiaban con frecuencia de monturas, permitiendo que dos de los corceles anduviesen sueltos, mientras los otros cuatro cargaban con Tristn, Daryth, Pontswain y Pawldo. Dando as descanso a sus monturas, podan avanzar a gran velocidad. Sin embargo, las horas sobre la silla eran muy penosas para Tristn; el dolor de la herida se extenda, aumentando, a toda su espalda. No deca nada, por temor a que sus compaeros aflojaran el paso, pero se sinti aliviado al acercarse la aurora y empezar ellos a buscar un lugar donde esconderse durante el da. Haba pocos sitios adecuados en los serpenteantes caminos de la regin. Alarn -al menos, en esta parte- pareca desprovista de vegetacin y, sobre todo, de extensos terrenos boscosos. Por fin dejaron el camino y cabalgaron a travs de varios campos, cruzando numerosas cercas de piedra, antes de encontrar una pequea arboleda en una hondonada solitaria. All desmontaron, comieron un poco de pan y frutas que les haba dado el sacerdote, y se dispusieron a descansar. Pawldo se apart de los tres hombres para ir a llenar de agua su pellejo en un arroyo prximo, y despus se sentaron todos y guardaron silencio durante un rato. --Supongo que te habrs dado cuenta de que nuestra primitiva
misin carece ya de importancia -dijo, repantigndose, Pontswain. Tristn lo mir con recelo. No poda dejar de sospechar de los motivos del noble, pero asinti con la cabeza. --Por cierto, me sera difcil pedir la aprobacin de un hombre que orden que me detuviesen y matasen. --Entonces, volvamos a Corwell, y dejemos esta casa de locos a los que moran en ella! -dijo Pontswain-. Qu esperas conseguir aqu? --Puedo vengar la muerte de mi padre! Puedo obligar al rey a confesar sus crmenes contra los ffolk! Tal vez pueda enderezar incluso algunos entuertos! --Ests loco! l ha tratado ya de matarte! Quieres ahora meterte en su fortaleza y decirle que no te gusta lo que ha hecho? No tienes ninguna posibilidad! --Al contrario, creo que tengo una buena ocasin. Hasta ahora, nos hemos librado de sus trampas. Y adems, tengo que hacer algo! No puedo dejar de vengar la muerte de mi padre! --Tu estpida venganza har que nos maten a todos! --Eres libre para volver a Corwell cuando quieras. Podemos continuar sin ti -lo desafi Tristn. Pontswain frunci el entrecejo y no dijo nada ms. Pawldo volvi con un chorreante pellejo lleno de agua y lo pas a los otros. Bebieron en silencio, mientras el halfling se dejaba caer en el suelo al lado de ellos. --Cmo piensas entrar en el castillo? -pregunt Daryth, mientras se tumbaban en sus improvisadas camas. --No lo s -confes el principe-. Pero si hay siempre una manera de escapar de un sitio, como t me dijiste, entonces debe de haber tambin siempre una manera de entrar en l. --Lo contrario de la escapada es la captura -observ Pawldo. --Hemos de llegar all, antes de preocuparnos por la manera de entrar -dijo el calishita-. Y, por el aspecto de este pas, parece que no podemos dar aquello por seguro, sobre todo cuando hay tropas que nos estn buscando. --Pero las tropas del Alto Rey parecen no ser muy populares en esta parte del pas, a juzgar por lo que dijeron los ffolk del Delfn Saltarn y el sacerdote Trevor -dijo Tristn. --Sin embargo, procuremos que no nos vean -advirti el halfling-. No quisiera tener que rescataros otra vez! --Quera preguntarte esto -dijo el prncipe-: cmo te las arreglaste para... distraer a los ogros? Pawldo ri entre dientes, no poco orgulloso. Cont la historia de los asesinos en el rbol y de su entrada en la casa del guarda. Por una vez, slo adorn ligeramente los detalles. --Fue una suerte que un amigo como t estuviese acechando en la sombra -ri el prncipe, y Pawldo sonri, contento con la alabanza.
--Ahora, dime -pregunt el halfling-: qu hiciste, pillastrn, para ponerte fuera de la ley? Robar la leche a un nio de teta? O tal vez te encaprichaste de la joven hija de un seor local? --Nada tan sencillo -dijo Tristn. Y le explic el asesinato del rey Kendrick y su misin en Alarn. Despus de vacilar un largo rato, describi el castillo de la reina Allisynn y la profeca que haba escuchado all. --Lamento lo de tu padre -dijo Pawldo. Tristn sinti un sbito pesar, pero ste se extingui con la misma rapidez. Se dio cuenta, con una punzada de culpa, de que haca muchos das que no haba pensado en su padre. Pero ahora senta que en parte la haba expiado. --Fue ms que una pequea venganza lo que hicimos en Llewellyn -dijo-. Estoy seguro de que los hombres que iban con Razfallow eran los mismos que lo haban acompaado a Corwell. --Ojal no hubiese escapado ese diablo sanguinario! -dijo con furia Daryth-. Pero al menos hemos reducido el nmero de hombres de su banda. --Lamento que no pudisemos poner fin a su carrera criminal -dijo el prncipe-. Pero estoy seguro de que tendremos otra oportunidad. --Sobre todo con tu plan sutil -salt Pontswain. Haba estado escuchando la conversacin, con la cabeza reclinada sobre una silla de montar. Pero ahora se incorpor. --Yo no te ped que vinieses! -replic, amoscado, el prncipe. --No; la decisin fue ma. Y ahora que estoy aqu, me pregunto qu clase de locura ests tramando! --Mi seor Pontswain: esta lucha es ma... y se ha convertido en un asunto personal. Ni busco ni me place tu intervencin en ella! Si tienes preocupaciones que puedan resolverse mejor en otra parte... --Por cierto que las tengo, prncipe. Quiero que nuestro reino prospere, que recobre la gloria que tuvo en tiempos lejanos. Si llego a ser rey, creo que lo conseguir. Tal vez pueda ocurrir lo mismo bajo tu gobierno. Pero an no he visto ninguna prueba de ello! Tristn enrojeci y llev impulsivamente la mano al puo de su espada. La clera brillaba en sus ojos al cruzar su mirada con la tranquila de Pontswain. La cara de ste era inexpresiva. --Oh, manejas bien la espada... Ciertamente, mejor que yo -sigui diciendo Pontswain-. Pero me pregunto si manejas tan bien la mente! Tristn domin su irritacin, pero aquella observacin lo hiri profundamente. En un rincn oscuro de su cerebro, comprendi que Pontswain se haba acercado demasiado a la verdad. Qu ideas tena que ofrecer? Qu clase de plan haba urdido? --Tal vez aprender a la sombra de tu sabidura! -replic,
tratando de corresponder al sarcasmo de Pontswain. Pero el reto son a hueco, incluso para l mismo. --Con esta alegre idea, voy a descansar un poco -dijo Daryth. Los otros se envolvieron tambin en sus mantas. Tristn estaba todava plido. Acudan a su mente numerosas observaciones que lamentaba que no se le hubiesen ocurrido a su debido tiempo. Pero, al enfriarse su clera, lo acometi una idea extraa. Por primera vez, vio en Pontswain, no slo un rival para el trono, sino tambin un hombre que se preocupaba de verdad por el reino. Este conocimiento lo turb, y lo acompa hasta que lo invadi el sueo. Aquella noche cabalgaron de nuevo, desvindose poco a poco hacia el norte. Ahora vieron que entraban en unas tierras ms salvajes, aunque todava plcidas en comparacin con Corwell. La herida an le dola al prncipe, pero no pareca haber empeorado. Esta vez no les cost encontrar un lugar resguardado donde pasar el da y, la noche siguiente, alcanzaron el bosque de Dernall y entraron en l. --Al menos aqu estamos un poco ms seguros -observ el prncipe, mientras trotaban por un oscuro sendero del bosque. Canthus, como de costumbre, corra delante de ellos-. Aqu no nos ser difcil encontrar un lugar donde escondernos durante el da. Todos se sentan ms tranquilos bajo las espesas y protectoras ramas. Aunque brillaba una media luna, el dosel de las hojas haca que el camino estuviese casi por completo a oscuras. Pero esto cambi de pronto. El nico aviso fue un gruido sordo de Canthus, que se qued como petrificado, mirando fijamente la oscuridad. Unas palabras duras, en una lengua extraa, rompieron el silencio de la noche. --Magia! -grit Pawldo, alarmado, y al instante se ilumin el suelo, con una luz fra y brillante. El pequeo grupo se detuvo, claramente destacado por aquel fantstico fulgor e imposibilitado de ver nada ms all de su crculo. --No os movis, extranjeros -dijo una voz en la oscuridad. Era una voz firme y autoritaria. Los ojos de Tristn se adaptaron por fin a aquella luz, lo bastante para distinguir unos cuerpos que avanzaban hacia ellos desde todos lados. Vio hombres armados con los arcos ms grandes que jams haba conocido, formando un crculo a su alrededor. Cont varias docenas a primera vista y advirti que cada miembro de su propio grupo era apuntado por un arma. El prncipe tir de las riendas, tratando de escapar; pero el anillo de arqueros era slido... y muy amenazador. Haba algo terrible en la frialdad que detect en ellos, como si fuese su trabajo cotidiano. S, pens; estaban cautivos otra vez.
--La Piedra Negra ha desaparecido -dijo Newt, muy afligido. Yazilliclick asinti con la cabeza-. Alguien debi llevrsela! Todo ha sido por mi culpa! El dragoncito estaba a punto de llorar. Encogi las alas, compungido, cuando se pos en el banco al regresar de la misin que Genna le haba encomendado. --Nos fuiste de gran ayuda cuando te la llevaste del bosquecillo -dijo Genna-. No tienes que culparte de nuestra desgracia. Robyn acarici la cabeza y el largo cuello de Newt, sorprendida de su contricin. Nunca, hasta ahora, haba visto al dragoncito expresar algo que pudiese parecer remordimiento. --Ahora -sigui diciendo Genna, dirigindose a las criaturas que se haban reunido delante de su casita- debis escuchar todos con mucha atencin. A su alrededor se hallaban Kamerynn, el unicornio; el gran oso pardo, Grunt, y ms de un centenar de animales, los ms fuertes y avisados entre la multitud de sus congneres. La Gran Druida trat de calmar el miedo y de mitigar las tensiones de aquellas salvajes criaturas. Necesitaba que permaneciesen tranquilas durante la noche, pues Robyn y ella no podran vigilarlas. Por ltimo, termin su discurso y los animales se dispersaron para ir a reunirse con los suyos. --Newt, Yazilliclick -dijo la Gran Druida-: debo pediros que cuidis del bosquecillo durante nuestra ausencia. Los otros druidas llegarn pronto; debis decirles a dnde hemos ido. Lo haris? El duendecillo hizo un gesto de asentimiento. --No me permites que os acompae? -suplic Newt-. Vais a... --Te necesitamos aqu -lo consol Robyn-. Tienes que ayudarnos. --Lo har -dijo el dragn, con un suspiro de resignacin. Subi sobre el cuerno de Kamerynn y mir a otra parte. --Bueno, querida, ha llegado el momento -dijo Genna en voz baja, volvindose a Robyn. Las dos druidas entraron en la casita. Y en ella, Genna destap varios tarros de arcilla y sac de ellos unos fragmentos de acebo y de murdago. Robyn tom su larga vara, herencia de su madre. Sostena con reverencia el liso palo de fresno, agradeciendo la poderosa magia que contena. Era la nica arma con la que tal vez podra retrasar al ejrcito antinatural que se acercaba por el valle. --Vamos. La Gran Druida sali de la casita, seguida de Robyn. Cruzaron el ahora silencioso bosquecillo hasta su centro, un lugar sagrado al que ni siquiera los animales se atrevan a ir. Aqu, el Pozo de la Luna
iluminaba el crculo de columnas de piedra con un suave resplandor lechoso. Aqu, el poder de la diosa era ms accesible a sus druidas que en parte alguna. --Mujer, debes concentrarte como jams lo hiciste. Debes darte cuenta de que tu juventud y tu falta de experiencia hacen que esto sea an ms peligroso que de ordinario. --Lo comprendo, maestra -dijo solemnemente Robyn. --Ni siquiera te permitira pensar en esta accin, si no fuese tan grande nuestro aprieto. Y confieso que las muestras de talento que me has dado hacen que te crea capaz de esta hazaa. Ahora, sostn tu vara y escchame. Robyn plant la vara a su lado y la sujet con fuerza con la mano derecha. Oy que Genna murmuraba algo..., una plegaria privada a la diosa. --Recuerda tus lecciones -salmodi la Gran Druida-. Recuerda los ojos brillantes. Recuerda los largos y finos huesos... y las plumas. Piensa en el pico y en las garras, tan duros. Concntrate! Robyn lo recordaba bien. Se imagin el ave poderosa sobre la falda de su maestra, y vio todos los detalles de su gracioso cuerpo. No sinti la magia de la Madre Tierra envolvindola, ni siquiera la sbita transformacin de su cuerpo; tan abstrada estaba su atencin. Slo sinti como si estirase los brazos para no caerse. Bajando las poderosas alas, sinti que sus pies se elevaban del suelo. Mir a su alrededor y vio el Pozo de la Luna en todos sus detalles, hundindose debajo de ella. Una y otra vez extendi las alas, consciente de que Genna se elevaba a su lado, pero slo lentamente se hizo la luz en su cerebro. Era un guila. Estaba volando!
Alexei pasaba los das y las noches en silencio, encadenado a la pared de una celda de piedra. La locura se acercaba cada da ms a l, y el mago tena pocas armas con las que luchar por la cordura. Slo unas horas despus de ser encarcelado, Cyndre y un cruel torturador lo haban visitado en la celda. El torturador era un experto de Calimshan que se haba regocijado fracturando las manos de Alexei, teniendo buen cuidado de romper todos los huesos. Durante un tiempo, el terrible dolor de aquellas heridas haba absorbido toda la atencin de Alexei, pero, poco a poco, los huesos se fueron soldando. Sus dedos quedaron convertidos en garras retorcidas, intiles para los delicados ademanes de hechicera requeridos por su oficio. Al curarse, mengu el dolor, y la oscuridad y la soledad fueron el nico consuelo de Alexei.
Ahora, el dolor haba desaparecido por completo, y slo el odio lo alentaba para seguir viviendo. Y l alimentaba este odio, acaricindolo en su mente, fomentndolo y acumulndolo para el momento en que pudiese darle rienda suelta. Odiaba al rey y a Kryphon; estaba seguro de que lo haban traicionado. Y odiaba al torturador que le haba roto las manos. Pero, sobre todo, odiaba a Cyndre. El mago pensaba una y otra vez en la manera de destruir a su antiguo seor. Gozaba pensando en la muerte del hechicero, una muerte lenta, para la que empleara diferentes mtodos, en su mayora mgicos. Pero, aunque hubiese sido capaz de emplear sus manos, no habra podido hacer un maleficio, pues Cyndre haba encerrado su celda dentro de un cono de silencio. Ni un trozo de piedra que cayera al suelo, ni el grito ronco de una garganta aterrorizada, produciran el menor ruido en aquel silencio horrible. Durante un tiempo, el mago se pregunt por qu Cyndre le haba perdonado la vida, en vez de matarlo en el acto; pero entonces record al espeluznante dios del sacerdote Hobanh y su ensangrentado altar. Sangre mgica flua por las venas de Alexei y, cuando volviese Hobanh de su misin, el altar de Bhaal recibira de buen grado a Alexei en su noche eterna.
--Bienvenidos, viajeros. Un hombre alto salt gilmente desde la rama de un rbol al charco de luz mgica. Vesta pantaln castao y una larga camisa verde, y su cara, orlada por una tupida barba roja, era altiva, aunque no hostil. Habl de huevo: --La verdad es que deberais tener ms cuidado. Mira que viajar por los caminos del bosque de Dernall en una noche tan oscura! Tristn mir al crculo de arqueros que los rodeaban. Ninguno haba movido un msculo. --Tendras tal vez la bondad de proporcionarnos una escolta? -pregunt. --Ja, ja! -El hombre hizo un amplio ademn, como invitando a sus hombres a compartir su regocijo, pero stos continuaron prestos para disparar-. Eres audaz, y eso me gusta. Tal vez podris libraros con unas cuantas monedas! Tristn se sinti un poco aliviado. Eran bandidos, y el encuentro iba a costarle dinero. Pero no eran soldados y, por consiguiente, no era probable que los entregasen a los mercenarios del rey. Mas no era una banda de desharrapados. La disciplina mostrada por los arqueros era propia de una compaa de veteranos, y adems contaban con uno o
ms hechiceros, segn lo demostraba aquella mgica luz. Estaba seguro de que aquellos hombres podan ser muy peligrosos. --Y ahora, caballeros, si tenis la bondad de entregarnos vuestras bolsas, podremos dar por terminada esta pequea entrevista. Vamos, no seis tacaos! Tristn vio que Pawldo frunca el entrecejo y pens que el halfling deba de llevar una bolsa bien repleta de monedas. Ni el prncipe ni Daryth tenan mucho que perder pagando a los bandidos, pero el halfling haba sacado sin duda un buen provecho de sus esfuerzos durante el ltimo ao. Adems, Tristn record que se haba llevado la bolsa del capitn de la Guardia Escarlata. --Puedo preguntar, seor, qu arcas van a llenar estas ganancias mal adquiridas? --Mal adquiridas? -El jefe de los bandidos pareci afligido-. Me ofendes, seor! Llamadlo un peaje, si queris... Un peaje por mantener estos caminos libres de la chusma del rey! Vuestras aportaciones irn a parar a las arcas de Hugh 0'Roarke, y se soy yo! El nombre no dijo nada a Tristn. --Nosotros tampoco somos amigos del rey. Si cabalgamos por estos caminos del bosque es precisamente para evitar a la chusma a quien te has referido. --Acaso sois fugitivos? La expresin de 0'Roarke era ahora de ligera curiosidad. --Podra ser. En realidad, tenemos una bolsita de oro del rey que te daremos de buen grado, a cambio de que nos dejes pasar por tus dominios. Quiz puedas darnos tambin una informacin que nos sera til para el cumplimiento de nuestra misin. --Eh! -susurr Pawldo-. Esto es mo! No puedes... --Cllate -gru el prncipe, torciendo la boca. --Unos viajeros con una misin, eh? Echaremos un vistazo a esa bolsa y tal vez podamos hablar. --Mi escudero la tiene en sus alforjas. Pawldo, paga a ese hombre. Maldiciendo en voz baja, Pawldo sac la bolsa que haba tomado del arca del oficial y la arroj a 0'Roarke. Entonces Tristn se dio cuenta de que no haban comprobado que aquella bolsa contuviese oro. Pero el metal amarillo fue ahora claramente visible bajo la brillante luz, e incluso alguno de los arqueros desvi su atencin hacia las relucientes monedas que saltaban en la mano del bandido. --Muy bien -dijo ste, esbozando una amplia sonrisa por encima de su barba roja-. Podis contar con nuestra proteccin durante un tiempo. -Mir sus armas y, por lo visto, le gustaron-. Puede que haya un lugar para vosotros en nuestra banda de asesinos. La ltima observacin preocup ms a Tristn que todo lo dems que haba dicho el bandido. Se pregunt si tendran alguna
oportunidad de escapar de all. El hechicero se apart del espejo y camin con furia de un lado a otro de la sala del Consejo. Su fra indiferencia se haba desvanecido en el instante en que se haba enterado de los sucesos de Llewellyn. El prncipe se haba e se opado ! Con un gran esfuerzo, Cyndre domin sus emociones. Saba que slo reflexionando con calma podra trazar un plan eficaz para acabar con el joven advenedizo. Hasta que hubiese quitado al prncipe de en medio, no tendra ocasin de extender su poder. Calidyrr le resultaba ya demasiado pequeo... y Corwell era el prximo paso lgico en los sueos de conquista del hechicero. Por un instante, se pregunt si la profeca de Bhaal, que le haba avisado del peligro que entraaba el prncipe de Corwell, significaba mas de lo que haba presumido. Era posible que el prncipe estuviese destinado a frustrar todos los planes del Consejo? Claro que no! Cyndre saba que el joven haba tenido mucha suerte en varas ocasiones. Y que el asesino Razfallow le haba fallado por ltima vez. El medio orco estaba marcado para la muerte, aunque la del prncipe deba tener prioridad. Ya habra tiempo para liquidar al asesino. --Kryphon. El hechicero hizo esta llamada en voz muy baja, y su destinatario estaba durmiendo profundamente en otra parte del castillo. Sin embargo, Kryphon se materializ instantes despus al lado de su amo. Arque las negras cejas en un gesto inquisitivo, y su cara estrecha adopt una expresin de inters, mientras esperaba que su jefe le explicase el motivo de su llamada. La fina barba negra que orlaba su mandbula inferior tembl nerviosamente, y el hombre se lami los finos y casi inexistentes labios. --Kryphon, nuestro amigo Razfallow nos ha defraudado una vez mas. Tendremos que encargamos en persona del asunto. --S, maestro -dijo el joven mago. Trat intilmente de disimular una sonrisa de anticipacin. Con aire distrado, acarici uno de los resplandecientes broches de diamantes que gustaba de lucir sobre su manto. --El prncipe escap de la Guardia Escarlata en Llewellyn; por consiguiente, debes empezar all. Yo seguir buscndolo en el espejo. Cuando lo encuentre, te har saber dnde esta. --Me gustara llevar a Doric conmigo. Sus poderes pueden ser de gran ayuda en un trabajo como ste -dijo Kryphon. --Cierto -convino Cyndre, aunque mir con atencin a su subordinado-. Tengo la impresin de que no es slo su magia lo que
quieres. Esta bien, Doric te acompaara. Y otra cosa, Kryphon -aadi Cyndre, bajando la voz. --Maestro? El hechicero mir con serenidad a Cyndre, pero su corazn se estremeci al ver la expresin de aquellos ojos de un plido azul. --Procura no defraudarme t tambin.
11 Doncastle La alegra del vuelo no dur mucho. Robyn adquiri muy pronto el control de su cuerpo de ave, elevndose y deslizndose con las corrientes de aire. Observ que, mientras Genna ascenda con poco esfuerzo, ella se vea obligada a agitar continuamente las alas para ganar altura. Poco a poco, al ver que la Gran Druida aprovechaba cada remolino de aire ascendente, comenz a imitar los movimientos de su maestra. Le encantaba la sensacin del vuelo. Pero entonces mir hacia abajo. Haban volado una gran distancia en el poco tiempo transcurrido desde que haban emprendido el vuelo, o al menos as le pareci a la joven druida. Y ahora vio ante ellas, perdindose en la brumosa lejana, un pardo rastro de destruccin y podredumbre. Los rboles muertos haban perdido todas sus hojas y la hierba se haba marchitado en un amplio radio. Incluso el aire se haca denso con un hedor a corrupcin. El camino que haba seguido el ejrcito era fcil de ver, pues era como si hubiese matado la tierra a su paso. Se diriga hacia el norte, y Robyn pudo observar que aquella direccin conduca directamente al bosquecillo de la Gran Druida... y al Pozo de la Luna. Justo debajo de ellas, cientos de figuras diminutas se arrastraban metdicamente hacia adelante. Incluso desde aquella altura, poda distinguir la naturaleza inhumana de aquellas criaturas. Los esqueletos se destacaban blancos y fantsticos sobre el marchito suelo. Todos los muertos se movan dando bandazos y arrastrando los pies, con una andadura que le recordaba al zombie que la haba atacado en la arboleda>El propio espritu de los bosques pareca gritar angustiado ante el avance de los desenterrados, que ampliaban los lmites del erial, marchando siempre hacia el norte. Robyn observ que cientos de figuras que parecan extraamente humanas avanzaban con resolucin en la misma direccin. Sus agudos
ojos distinguieron varias formas ms grandes entre ellas, y sus plumas se erizaron al ver que eran frbolg. El ejrcito entr en un pequeo bosque de lamos temblones, cuyos troncos blancos y hojas plateadas resplandecan bajo la luz del sol. Horrorizada, vio que las hojas se volvan pardas y caan como copos de una nieve muerta. La corteza blanca tomaba un color castao y se desprenda de los rboles, y la alameda pareca lanzar un triste suspiro al morir. Vapores espesos se elevaban en el aire, amenazando con ahogar a Robyn. El hedor de los cuerpos, el hedor a muerte que brotaba de la tierra misma, haca que el aire fuese pesado y venenoso. Vol a travs de aquel ftido ambiente, buscando una rfaga de aire fresco, pero fue vano su esfuerzo. Cuando el ejrcito sigui adelante, dej rida y profanada la alameda. Robyn vio que Genna agitaba las alas y se dejaba caer en picado hacia la tierra. Un instante despus, Robyn la imit, cayendo con vertiginosa rapidez. Extendi desesperada las alas al ver acercarse el suelo y se sorprendi al ver que se deslizaba velozmente por encima de ste. Tuvo que describir un crculo para posarse junto a la Gran Druida,a unos cientos de pasos del ejrcito de desenterrados y directamente en su camino. El montculo rocoso que haba elegido Genna se acerc con rapidez; Robyn se retorci angustiada para evitar una pea que sobresala y amenazaba con poner un brusco final a su vuelo. El aire se desliz de debajo de sus alas y de pronto sinti un fuerte dolor en el ala izquierda, al chocar con fuerza contra el suelo. Respirando despacio, orden a su cuerpo que volviese a su forma natural. Estaba segura de haberse roto el brazo. Pero, al estirarse y crecer, el dolor de su miembro se desvaneci y sinti que recobraba su condicin humana. Una vez ms tena su vara en la. mano y, poco a poco, se puso en pie. Tambin Genna haba tomado la forma humana, y ahora estaba de pie, mirando hacia el sur. Robyn vio que la Gran Druida haba elegido una colina rocosa y redondeada, casi desnuda de rboles. El accidentado terreno retrasara la marcha de los desenterrados, y los hechizos de las druidas no podran causar un grave dao al bosque. --Recuerda -dijo Genna- que no debes usar la vara a menos que sea absolutamente necesario. Debemos conservar su poder para nuestra defensa final. Esta noche, nuestro objetivo es frenarlos y hostigarlos. --Y despus? --Escaparemos. T te transformars cuando yo d la seal. Entonces te seguir. Debemos volver al bosquecillo lo ms deprisa posible! Genna se volvi hacia el sur y Robyn sigui la mirada de su
maestra. Gradualmente, entre los espaciados troncos de los robles de la base de la colina, vieron aparecer la vanguardia de la horrible tropa. Unos cuantos zombies aparecieron entre los rboles arrastrando los pies. --Por qu? -murmur Robyn-. Por qu hacen esto? Por una vez, su maestra no pudo responderle. El horror de Robyn se fue convirtiendo en clera. Quera destruir a aquellas criaturas antinaturales, borrarlas de la faz de Gwynneth. Sujet con fuerza su vara y apret los dientes al ver que se acercaban. --Protgete, querida -dijo Genna en voz baja. La Gran Druida murmur un sencillo encantamiento dirigido a ella misma, y Robyn hizo lo propio. El hechizo endureci su piel sin cambiar su aspecto ni su flexibilidad. Esperaban que no fuese necesario, pues no pretendan acercarse al enemigo lo bastante como para que las alcanzaran las garras de los zombies, pero pareca una sensata precaucin. --Toma -sigui diciendo la maestra, tendiendo a Robyn un puado de bellotas-. Las he encantado; no tienes ms que arrojarlas. Robyn sinti que las bellotas que tena en la mano desprendan calor, y el conocimiento de que dispona de un arma poderosa calm su nerviosismo. Los monstruos haban llegado ahora a la base de la colina y empezaron a subir entre las peas, arrastrando los pies. Genna los mir fijamente y, por un instante, Robyn vio centellear los ojos de la Gran Druida. sta pestae despacio y su cara se convirti en una mscara de concentracin. Varias docenas de zombies suban ahora con torpeza por la falda de la colina, tropezando y ponindose de nuevo en pie. Su propio hedor los preceda y Genna sac de un bolsillo unas hierbas trituradas. Se frot la nariz y el labio superior con parte de la olorosa mezcla y entreg el resto a Robyn. La joven druida repiti la operacin y advirti que el hedor se haba vuelto imperceptible. Le impresion la clara diferencia entre aquellos zombies, que llevaban un ao muertos, y el cuerpo reanimado de Bellota. Haba credo que nada poda ser ms horrible que el cuello roto y la cabeza colgante de aquel hombre; pero ahora vea los espantosos colores -negro, gris e incluso verde- de la carne de los atacantes. De vez en cuando apareca un hueso entre jirones de carne corrompida, ora una frente, ora una mandbula. La mayora no tenan ojos ni orejas, y muchos haban perdido miembros en la batalla en que haban muerto o a causa de la corrupcin que haba seguido a su muerte. Otros cadveres los seguan, pero stos no tenan carne alguna: no eran ms que esqueletos ambulantes. Vistos desde lejos, pens Robyn, aquellos esqueletos parecan an ms antinaturales que los
cadveres reanimados. Comprendi que estos humanos haban estado largo tiempo muertos y, de pronto, supo de dnde procedan. Poda ver los largos cabellos rubios y las hirsutas barbas de los hombres del norte y crey reconocer los cuerpos ms robustos de sus propios ffolk. Recuerdos de la Guerra de Darkwalker acudieron a su mente, en especial el papel que haba representada ella en la batalla de la Loma del Hombre Libre. Y supo que este ejrcito proceda de aquel campo: trgicos guerreros condenados a combatir una vez ms, pero ahora en el bando enemigo. Los monstruos debieron sentir la presencia de las druidas en la colina, pues apretaron el paso y comenzaron a subir hacia la redondeada cima en vez de continuar su marcha directa hacia el norte. Robyn se pregunt si obedecan alguna orden o si slo trataban, por instinto, de atacar a unos seres humanos que se interponan en su camino. Quera sacudir a Genna o gritarle, para obligar a la Gran Druida a entrar en accin. Pero no se atrevi a distraer a la maestra de su concentracin. El zombie ms prximo estaba a menos de seis pasos cuando Genna dio por fin una sola y fuerte voz de mando. El propio suelo pareci estremecerse bajo aquella orden y Robyn vio que grandes piedras se desprendan y rodaban cuesta abajo. Docenas y despus cientos de grandes piedras saltaron de la tierra seca y parecieron cobrar vida, con fuerza explosiva, al precipitarse sobre la horda de desenterrados. Vio que una roca, grande como un caballo, aplastaba a un zombie y se estrellaba despus contra un grupo de esqueletos, rompiendo huesos como si fuesen palos secos. El zombie que se hallaba ms cerca de ellos trat de esquivar una piedra, pero se movi con demasiada lentitud. El gran canto rodado choc contra su cuerpo y le aplast las dos piernas y la mitad del pecho. Sin embargo, cuando la piedra sigui rodando, el zombie retorci y alarg los brazos hacia las druidas, arrastrando el aplastado cuerpo. Al verlo, Robyn sinti fuertes nuseas. Todas las rocas de la cima de la colina se liberaron bajo el hechizo de la Gran Druida. Saltaron y rodaron con vida propia, desvindose incluso de su camino para derribar a los desenterrados. El aire se llen de grandes estruendos, ms horripilantes aun en contraste con el silencio de los atacantes. Pero al fin el hechizo perdi su eficacia. Muchas docenas de zombies y esqueletos yacan aplastados y otros muchos se esforzaban en moverse, pero estaban tan destrozados que no podan hacerlo. Sin embargo, otros cientos salieron de entre los rboles abrindose paso entre los montones de piedras y de cuerpos al pie de la colina y
siguieron subiendo implacables la mellada vertiente. Robyn oy unas pisadas a su izquierda y estuvo a punto de chillar cuando vio que un zombie caa en un hoyo dejado por una roca. Su cara corrompida mostraba trozos del crneo y las manos que se agitaban afanosas parecan garras de animal. Robyn lanz una de las bellotas que le haba dado Genna. El proyectil alcanz al monstruo en el pecho, y al instante estall en llamas. El zombie se detuvo, estpidamente, mientras el fuego devoraba su pecho. Abri la boca y, un momento despus, se derrumb convertido en un montn de miembros humeantes. Otro zombie se acerc, seguido a cierta distancia de una docena de esqueletos. Robyn arroj otra bellota. Esta dio en el suelo, a los pies de la criatura, que se vio de inmediato envuelta en llamas. El cuerpo se tambale y se agit y cay al fin al suelo, donde se convirti en una grotesca escultura de carbn. Robyn advirti que Genna salmodiaba otro hechizo. La joven druida se tap los ojos en el preciso instante en que una brillante cortina de llamas surga del suelo, delante de ella. El poder de la diosa haba respondido a la llamada de la druida, enviando aquel fuego brotado de las entraas de la tierra. Las llamas anaranjadas ascendieron seis varas o ms, y formaron un anillo alrededor de las dos druidas. Los esqueletos que se acercaban fueron alcanzados por el fuego y muchos de ellos ardieron, convinindose en cenizas. Para su extraeza, Robyn no senta el calor de las llamas, aunque stas la rodeaban y estaban slo a diez pasos de distancia. Pero era indudable que aquel fuego quemaba; la maleza de la colina se inflam y ms esqueletos se desintegraron al ponerse insensatamente a su alcance. --Ven -dijo Genna. Robyn se sorprendi al ver que la Gran Druida echaba a andar con resolucin cuesta abajo, en direccin al ejrcito de desenterrados. La sigui, apretando su vara contra el pecho, pero levantando con orgullo la cabeza. Las llamas se movieron con ellas. El anillo de fuego mantena a Genna en su centro mientras las dos druidas avanzaban cuidadosa pero decididamente sobre el desgarrado suelo. Genna tropez una vez y las llamas menguaron de pronto, pero Robyn la asi de un brazo y la sostuvo, y el fuego se reanim. En poco tiempo llegaron al anillo de rocas del pie de la colina. Varios desenterrados haban sido incapaces de evitar el infierno que se les vena encima. Robyn ayud a Genna a pasar entre las piedras, mientras el fuego continuaba ardiendo a su alrededor. Entonces, al apartarse de las rocas y dirigirse hacia el centro del ejrcito, el fuego se apag con la misma rapidez con que haba surgido. Genna jade y se tap la boca con una mano.
--Qu es esto? -pregunt Robyn, de pronto muy asustada. --No lo s! Algo ha interrumpido mi... La Gran Druida abri mucho los ojos al ver algo detrs de los desenterrados. Robyn mir en la misma direccin y vio un cuerpo voluminoso entre los zombies, que avanzaba hacia ellas de un modo extrao. No se mova dando bandazos como los otros... --Debemos huir! -susurr Genna-. Transfrmate, nia! Ahora! Robyn ahog un grito al distinguir con claridad al personaje. Era un hombre! Un hombre vivo entre un ejrcito de muertos! --Deprisa! -la apremi Genna, ponindose delante de Robyn. La joven vio que el hombre caminaba arrogante hacia ella. Sostena un objeto delante de l, apretndolo con fuerza extraordinaria. Era una cosa pequea, como una piedra. La visin de aquel hombre llen a Robyn de escalofros de terror, y se qued plantada en silencio, vindolo acercarse. Ahora poda distinguir su cara: sonrea con diablico regocijo. La muchacha sacudi de pronto la cabeza, recordando la orden de Genna. Inhalando profundamente, se esforz en recobrar la calma, y pens en el nuevo cuerpo, el cuerpo en el que iba a transformarse. Sinti que caa hacia delante y se apoy en unas firmes patas delanteras. Sus labios se torcieron en un aullido, que era una mezcla instintiva de miedo y de furor. El cuerpo gil del lobo gris era veloz y vigoroso. Genna mir hacia atrs y vio que Robyn se haba transformado. La Gran Druida cerr con presteza los ojos, concentrndose, pero entonces se tambale bajo el impacto de un zombie que la atacaba. La criatura la golpe de nuevo y Genna cay al suelo. Robyn se horroriz al ver que el zombie se lanzaba sobre Genna. Otros ms se estaban acercando con afanosas zancadas. El lobo gris se encogi y un fuerte gruido brot de su pecho. La Gran Druida dio una patada al zombie, pero volvi la cabeza hacia su alumna. --Huye, Robyn! Huye mientras puedas hacerlo! Pero Robyn salt hacia adelante y la fuerza de su embestida hizo caer al zombie de costado. Ardiendo de rabia canina, Robyn no sinti asco al clavar los dientes en el brazo de la criatura. Con un mordisco salvaje, arranc el miembro y lo arroj a un lado. Otros zombies se acercaban, pero Robyn oy un gruido detrs de ella y comprendi que Genna se haba transformado. Dando media vuelta, corri al lado de otro lobo, ms grande y canoso, pero todava muy veloz. Como dos fantasmas grises, corrieron entre las torpes criaturas, hasta que hubieron cruzado las filas del ejrcito. Pero, incluso al quedar atrs el enemigo, los dos lobos siguieron corriendo hacia el
--Kralax withyss, torral. El aire resplandeci de pronto bajo la influencia combinada de los hechizos de Kryphon y de Cyndre. Y entonces el hombre ms joven fue transportado, con Doric, desde la cmara de Caer Calidyrr a un lugar a muchas jornadas de distancia hacia el sur. Kryphon era capaz de transportarse l mismo, pero el hechizo de Cyndre haba sido necesario para trasladar a Doric, pues sta no tena an esta facultad. La pareja lleg a un pequeo establo. Su aparicin sorprendi al asesino, que despert de pronto. Razfallow ech mano a su daga, pero Kryphon estaba apercibido. --Dothax, myllax hiroz -dijo a media voz, haciendo un rpido ademn. Razfallow se tranquiliz y se puso en pie. --Me alegro de volver a verte, amigo mo -dijo. --Y yo de verte a ti -respondi Kryphon. Esboz una leve sonrisa, no porque le agradara el reencuentro, sino por comprobar que su hechizo haba dado resultado. --Ahora, sigue durmiendo -orden Kryphon-. Ms tarde te dir lo que has de hacer. Se volvi a Doric, que estaba en silencio a su lado. El amo no estaba y Alexei haba sido puesto a buen recaudo. Por fin tena a la mujer para l solo. Alarg una mano y se ech atrs la capucha; su fina sonrisa se convirti en una mueca torcida y lasciva. Doric le sonri a su vez. Sus cabellos negros orlaban el fino semblante y sus ojos verdes brillaban de excitacin. Era casi tan alta como Kryphon, y muy delgada. La mayora de los hombres habran dicho que estaba demacrada, pero el hechicero pensaba que era el ser ms deseable del mundo..., al menos de momento. --Hermosa ma, ahora me servirs a m, slo a m. Yo har que tengas un poder indescriptible. Doric frunci los prpados y lo mir con frialdad. El tuvo la desagradable impresin de que el hechizo que haba empleado para seducirla haba perdido su eficacia. Sin embargo, ella no daba muestras de desagrado. --Todava no puedes ofrecerme tal poder -dijo, en tono ligeramente burln-. Pero tal vez mis deseos no son muy diferentes de los tuyos. Se dej abrazar sin oponer reparos, y el calor de su cuerpo era como el de un horno. Su misin poda esperar.
--No es el mejor lugar de las islas, pero esto nos gusta -dijo con sencillez Hugh 0'Roarke, sealando el profundo valle que se extenda ante ellos. --No lo comprendo -dijo Tristn-. Dnde est Doncastle? --All -dijo el bandido, sonriendo y sealando hacia el centro del valle. Tristn vio un extenso bosque verde que cubra todo el valle a excepcin del curso de un brillante y serpenteante ro que discurra entre los rboles. 0'Roarke haba dicho que su ciudad era grande y que se hallaba en el corazn de ese profundo y boscoso valle. Sin embargo no haba all seales de nada que no fuese la ubrrima naturaleza. --En realidad, muchas de nuestras casas estn en las copas de los rboles -se jact el jefe de bandoleros. --Nunca haba odo hablar de viviendas en los rboles. No es un poco incmodo? -pregunt el prncipe. --Tal vez s cuando uno vuelve tambalendose de la taberna a casa por la noche, pero resulta muy conveniente cuando las tropas del rey se disponen a atacar. --Habis resistido al ejrcito del Alto Rey? -pregunt, sorprendido, Pontswain. --Ya lo creo! Sus legiones vinieron de los bosques, pero estbamos preparados. La batalla fue una carnicera... para las tropas del rey! Nunca ha vuelto a molestarnos! Algo en la bravuconera del bandido sonaba a falso, y el prncipe dud de que dijese toda la verdad. Se pregunt si los bandidos no habran luchado contra un pequeo destacamento. --Legiones, eh? -dijo Pontswain, hacindose eco de las dudas de Tristn. Hugh frunci el entrecejo, pero despus se encogi de hombros. No dijo ms, y Tristn no quiso arriesgarse a contradecir a su anfitrin. En vez de eso, observ el paisaje mientras se acercaban a las afueras de Doncastle. Cabalgaron por un camino despejado que serpenteaba a travs de un bosque de altos robles que formaban una bveda verde sobre aqul. Toda la maleza entre los rboles haba sido arrancada, haciendo que el bosque adquiriese una belleza tranquila y que fuese fcil viajar por l. Slo cuando lo observ ms de cerca advirti el prncipe que, a un centenar de pasos del camino, no slo no haban arrancado la maleza, sino que haban favorecido su crecimiento hasta formar una
alta maraa de ramas impenetrables. Cualquiera que se acercase a la ciudad se vera casi obligado a hacerlo por la ancha senda. --El ro Swanmay -dijo el bandido, sealando la plcida corriente mientras cabalgaban un breve trecho por la ribera. Crculos concntricos de ondas marcaban la superficie en los lugares donde emergan las truchas para cazar incautas moscas. Despus, la senda se alejaba de la orilla para adentrarse de nuevo en el bosque. --Y sta es la Puerta del Druida. Tristn observ de pronto que haba viviendas entre los rboles. Vio una pared de tablas y varios tejados cubiertos de enredaderas. Brotaba humo de varios tocones, y descubri que stos eran chimeneas hbilmente disfrazadas. Ahora vio numerosas casas redondas con techos de barro donde creca el csped. Tambin vio casitas de madera, construidas contra los troncos de los robles. Y estaban concebidas con tanto ingenio que, desde lejos, parecan parte del mismo rbol. Sin darse cuenta, se encontraron dentro de la ciudad, aunque el lugar segua pareciendo salvaje. Tristn vio gente que se mova de un lado a otro, vestidos con sencillas prendas de lana o de cuero. Algunos miraron a los viajeros y saludaron a Hugh con la cabeza, sin decir palabra. Vio pocas mujeres y nios, aunque oy llorar a un pequeo en alguna parte. Tuvo la impresin de que haba entrado en una comunidad normal, aunque ligeramente empobrecida, de los ffolk. Cuando mir hacia arriba, distingui grandes formas en los rboles y largas ramas que se extendan a travs del frondoso dosel. Se dio cuenta de que eran puentes que enlazaban entre s a muchos de los rboles. Hugh los condujo a un bosquecillo de lamos temblones. Las hojas plateadas resplandecan bajo una suave brisa y los troncos estaban tan prximos los unos a los otros que incluso a un hombre pequeo le habra costado moverse entre la alameda. --Las caballerizas -anunci Hugh, volvindose al prncipe. Para su sorpresa, varios troncos se apartaron de pronto a un lado. Y vieron que, en realidad, estaban sujetos entre s para formar una puerta, aunque parecan rboles vivos y arraigados. Detrs de ella, pudieron contemplar un corral hbilmente disimulado. Un hombre, vestido de cuero verde y castao como los otros bandoleros, mantuvo la puerta abierta para dar paso al caballo de Hugh y a las seis monturas de los compaeros. --Tenemos que estar sobre aviso -declar 0'Roarke-. Nunca sabemos cundo volvern a atacarnos. --Por qu os ataca el rey? -pregunt el prncipe. --Supongo que querrs decir por qu hago de bandido aqu en el
bosque -replic Hugh. Tristn se encogi de hombros. --No siempre ha sido as. Antao fui un seor, un seor leal, de Calidyrr. Mis posesiones no eran grandes, pero s bastante prsperas. Pero el rey decidi que mis tierras podan ser mejor administradas por uno de sus lacayos, un tipo que supongo que le fue llevado por su hechicero. Se apoder de mis tierras, de mi familia, de todo. Fue una suerte que yo me hallase entonces de caza; por eso no ca en su red. Cuando volv, me encontr con que las tropas del rey estaban en mi casa, y me enter de que me haba declarado fuera de la ley. Mi hermana haba sido llevada a Caer Calidyrr..., no s si todava estar viva..., y ya no tena a nadie de quien cuidar, salvo de m mismo. Si el rey haba declarado que era un proscrito, sera un proscrito. Por eso estoy aqu. --A cuntos seores ha despojado el rey de sus tierras? -pregunt Tristn. --Quin sabe! -dijo Hugh, encogindose de hombros-. Algunos desaparecieron; otros fueron asesinados por la noche. Se dice que sus asesinos campan por sus respetos en todas las tierras de los ffolk, no slo en Calidyrr. --Tambin yo o contar... algo de eso -dijo el prncipe. Decidi irse un poco de la lengua. Tal vez 0'Roarke, con su visible afn de venganza, podra ayudarlos. --Por eso hemos venido a Calidyrr. Queremos enfrentarnos con el rey y pedirle una explicacin de lo que ha hecho. --No lo conseguiris -dijo 0'Rourke-. Los asesinos no son la peor defensa del rey. --Qu quieres decir? -pregunt, alarmado, Pawldo. --Siete hechiceros le juraron fidelidad. El ms poderoso de ellos, Cyndre, es un brujo dotado de terribles poderes. --Sin embargo, queremos intentarlo -dijo el prncipe. 0'Roarke lo mir con extraa intensidad. Tristn no pudo leer las emociones en el rostro inescrutable de aquel hombre. --Bueno -dijo Hugh 0'Roarke, pareciendo extraamente divertido-. Ya hablaremos de eso, eh?
Los lobos grises corrieron sin parar durante la larga noche. Por fin, jadeando y cojeando, llegaron al riachuelo que marcaba la linde del bosquecillo de la Gran Druida. Fatigados, se dejaron caer sobre la herbosa ribera. Primero Genna y despus Robyn, cambiaron de forma. La joven druida yaci de espaldas sobre el colchn de blanda hierba. Se senta mejor; su cansancio y el dolor de las patas y las
caderas se haban desvanecido con el cuerpo canino. --Ven, muchacha; tenemos mucho que hacer -dijo Genna, ponindose rpidamente en pie. De pronto se detuvo y se volvi a la joven-. Gracias -dijo a media voz-. Fuiste muy valiente. E hiciste el cambio con mucha ms facilidad que cualquiera de mis discpulas anteriores. Tienes facultades para hacer grandes cosas por la diosa, y temo que ahora necesitaremos de toda tu fuerza, adems de la ma. Y aun as, no s si podremos triunfar. Genna entr en el agua y Robyn la sigui. Tuvo que apresurarse para seguir el paso resuelto de su maestra. --Aquel hombre... -empez a decir-. Quin o qu era? Por qu estaba con los muertos? --No s quin es. Debe de ser sacerdote de un dios poderoso y muy malfico, a juzgar por su propio poder. --Quieres decir que aquel ejrcito era suyo -dijo Robyn, reprimiendo un estremecimiento. --Creo que s. Fue su magia la que extingui mi crculo de fuego. Y lo hizo con facilidad. --Qu podemos hacer nosotras? -pregunt Robyn, sintiendo que el pnico la acometa. --Hacer? Bueno, querida, podemos luchar! Salieron del riachuelo, pero no perdieron tiempo en enjugarse mientras entraban en el bosque. Robyn lanz un grito de sorpresa al ver una figura humana plantada junto a uno de los rboles, pero se tranquiliz al observar que era otra druida. --Gracias, Isolda -dijo Genna, abrazando con fuerza a su amiga-. Tu ayuda me hace mucha falta. --Desde luego, vine en cuanto recib el mensaje. Qu sucede? Isolda era una druida poderosa que estaba al cuidado de Wintergien, un bosquecillo de la orilla norte del valle. Era alta y resuelta, con una mata de brillantes cabellos rojos que se negaban a estar encerrados debajo de la capucha. --Ven; te lo contar en cuanto lleguemos al Pozo de la Luna. Cuntos ms estn aqu? --Tal vez ocho o diez. Yo llevo aqu varias horas, esperando tu regreso; por eso no estoy segura. El duende del bosque me dijo que habas ido hacia el sur. Un pequeo gorrin vol entre ellas y se pos en el suelo. Rpidamente creci y se convirti en un hombre envuelto en una capa de color castao, como la de Isolda. --Waine, ven con nosotras, por favor -dijo la Gran Druida, sin detenerse siquiera cuando el hombre se les uni. Robyn se rezag, un poco atemorizada ante aquella reunin de druidas poderosos. Por ser la ms joven de la orden, era la primera
vez que asista a un consejo drudico. Genna los condujo entre los grandes arcos de piedra que cercaban el Pozo de la Luna, y all encontraron a otros diez druidas que esperaban pacientemente a su jefe. Genna avanz hasta el borde de la charca. All la ilumin el resplandor lechoso del agua sagrada, incluso bajo el sol de la maana. Todos los druidas se volvieron hacia el pozo y se inclinaron, murmurando en voz baja una plegaria a la diosa. Robyn esperaba ver un rito, una dramtica afirmacin de su fe y una impresionante evocacin por parte de Genna del peligro que los amenazaba. Por eso se sinti decepcionada cuando su maestra habl apresuradamente a los druidas del ejrcito que marchaba contra ellos, recalcando la inminencia del peligro. Con unas ltimas palabras de esperanza, los envi a las orillas del bosquecillo, a hacer todos los preparativos que pudiesen antes del ataque. Robyn emple su poder para levantar altos setos de espinos en los claros y entrelazar las ramas de los rboles y arbustos que no estaban muy separados. Newt y YaziIliclick montaron guardia para avisar del horror que se acercaba. Por fin qued cercado el bosquecillo y Robyn volvi junto a Genna. Se encontr con que sta haba enviado a la mayora de los animales hacia el norte. Slo se haban quedado los lobos, los zorros, los tejones y las comadrejas -todas ellas criaturas de afilados dientes-, as como varios robustos ciervos y osos pardos y, desde luego, Grunt. Legiones de halcones, buhos y mirlos surcaban el cielo, volando hacia el sur y trazando ruidosos crculos sobre la fuerza enemiga. Al terminar el da, haban llegado todos los druidas del valle de Myrloch, en un total de casi tres docenas. Y, al anochecer, la enorme bandada de aves se fue acercando desde el sur. Sus chillidos y graznidos pudieron orse con claridad desde el bosquecillo. El ejrcito caera sobre ellos esa noche.
Bhaal sali de su bao de lava humeante, desde el que haba estado contemplando el drama que se desarrollaba en el valle de Myrloch. El dios se alegraba de ver que ahora era Hobarth quien llevaba el Corazn de Kazgoroth. Una baba acre cay silbando al suelo, cuando el dios contempl a la joven druida acosada por la muerte. Cuando Hobarth la depositase sobre el altar de Bhaal, su sangre sera un dulce alimento para ste. Y tambin sera otro paso importante en el esfuerzo por librar a las islas de los druidas. Cuando el poder de los nuevos dioses se impusiese poco a poco en la fe de los ffolk, se entablaran fuertes
luchas por la primaca. Se creara, efectivamente, un nuevo panten de dioses. Y Bhaal reinara sobre todos ellos.
12 Profanacin --Ah vienen...! Ya vienen...! -Yazilliclick agarr su pequeo arco y lo arm nerviosamente con una de sus finas flechas-. N... Newt, despierta! -dijo, dando un codazo al dragoncito. --Hola! Es hora de comer? Newt levant la cabeza y pestae. --No..., no! Debemos avisar a Genna, avisar a Genna! Ellos vie... vienen! --Espera! Newt atisbo en la oscuridad que preceda a la aurora. Los ojos agudos del duende haban visto con claridad las figuras que se acercaban, pero el dragn tuvo que aguzar la mirada y observar con cuidado. Por fin vio varias figuras tambaleantes avanzando a travs del bosque. Un continuo susurro de la maleza le dijo que otras muchas venan detrs. --Tengo una idea! -dijo-. Sigeme. Ser muy divertido! Hacindose invisible, Newt salt de la alta rama y vol en direccin al ejrcito de desenterrados. --N... no! Espera! Detente! -murmur Yazilli- click, pero el dragn ya no poda orlo. Las pequeas y afiladas orejas del duendecillo temblaron de inquietud. Sus dos antenas se estremecieron de angustia. Pero, entonces, tambin l se hizo invisible. Pudo ver la silueta de Newt delante de l y vol frenticamente detrs de su temerario amigo. El dragn se pos en una gruesa rama y Yazilliclick, temblando de miedo, se detuvo a su lado. --N... Newt, vaymonos de aqu! Tenemos que avisar... avisar a Genna! --Mira! -murmur el dragn. Un hombrn sali de la oscuridad. Yazilliclick crea que todos los humanos eran gordos y feos, pero, incluso en comparacin con la mayora de ellos, ste era excepcionalmente repulsivo. Tena rollos de grasa alrededor del cuello y varias grandes verrugas brotaban de su
nariz bulbosa. --Observa esto! -dijo Newt, saltando de nuevo al aire. Esta vez baj hasta el suelo, justo delante del hombre! Yazilliclick gimi en voz baja y, una vez ms, agarr su arco y sus flechas. Vio que el hombre pestaeaba, como saliendo de un trance. Recorri el suelo con la mirada y, de pronto, la fij en Newt. El dragn era invisible, pero, de algn modo, aquel hombre poda verlo. --Ahora! -exclam el dragn, forzando su voluntad para crear una ilusin en el suelo. Este se abri y llamas azules brotaron de lo ms hondo de la grieta. Una mano fantstica sali de la sima para agarrar el pie del hombre al acercarse ste a su borde. Pero el pie pis tierra firme y la imagen de la sima se desvaneci de inmediato. Sin aflojar el paso, el hombrn camin a travs del fuego ilusorio, que desapareci tambin. Entonces el hombre apunt con un dedo al contrariado dragn y salmodi una palabra en voz baja: un hechizo que era mucho ms que una ilusin. Pero, en el mismo instante en que brot el rayo mgico, el hombre lanz una maldicin y se volvi, para arrancar una pequea flecha de su hombro. El proyectil parti como si fuese una cerilla, pero la distraccin haba sido suficiente: su rayo mgico silb en la oscuridad, ms all de Newt, y alcanz a uno de los esqueletos. El dragoncito se elev con presteza, en el momento en que el esqueleto estallaba en un montn de huesos fragmentados. --Has visto eso? -se lament Newt-. No ha hecho caso! Ni siquiera ha andado ms despacio! Bueno, esta vez le dedicar un hechizo que no podr... Huy! Huy! Newt quera seguir hablando, pero Yazilliclick le apretaba la boca con demasiada fuerza. El duende tir del dragn y se elev con l a gran velocidad, agitando frenticamente las alas para alejarse de aquel lugar. Desde luego, Newt no hizo ms que lamentarse hasta que llegaron al bosquecillo.
Espesos setos de espinos entrelazados hasta gran altura rodeaban ahora el bosquecillo sagrado. Los druidas haban trabajado durante todo el da y la mayor parte de la noche, levantando todas las barreras que haban podido. Pero el dragn y el duende les haban dado la noticia y ya no quedaba tiempo para ms preparativos. Dentro de muy poco, llegara el momento del combate.
--Desde luego, todos sabis que debis buscar al sacerdote -dijo Genna-. No ser fcil. Supongo que se quedar atrs y dejar que luchen sus criaturas. Pero, si podemos abatirlo, el ejrcito se quedar sin direccin. Creo que es nuestra nica esperanza de detenerlos. Unos a m para un momento de oracin. La diosa estar con nosotros. Que su fuerza nos sostenga en esta lucha. Y nos d la victoria, pens Robyn. Los druidas se situaron con Genna cerca del riachuelo. A cada uno de ellos se le haba asignado una porcin del bosquecillo para defenderla. Genna e Isolda, junto con Grunt, ocuparan el centro. Otros ocuparon lugares prximos: hombres como Ryder Greenleaf, que cuidaba de un bosque en la orilla occidental del Gwynneth, y Gadrric Deepglen, un viejo druida que todava ejerca sus funciones en una regin de caones y riscos en el borde norte del valle de Myrloch, cerca de los dominios de los hombres del norte. Una joven druida, Eileen de Aspenheight, estaba directamente detrs de la Gran Druida, presta para llevar mensajes o acudir en ayuda de su superiora. El resto de los druidas, hombres y mujeres, en nmero de casi tres docenas, se hallaban a ambos lados en una larga hilera. Cada uno de los druidas recibira la ayuda de algunos de los animales ms vigorosos: lobos, jabales y venados, que daran sus vidas por la causa de la diosa. Robyn luchara junto a Kamerynn, Newt y Yazilliclick. Genna le haba asignado un puesto lejos del centro, donde esperaba que la lucha no fuese tan encarnizada, pero ella haba suplicado a su maestra que reconsiderase su decisin. La vara de su madre, observ Robyn, le daba capacidad para realizar hechizos poderosos, unos hechizos que podan significar la diferencia entre la victoria y la derrota. La Gran Druida haba accedido a regaadientes. Y as esperaron. Lucharan contra el ejrcito de desenterrados con su magia. Cuando sta se hubiese agotado, emplearan gruesos garrotes, hoces afiladas e incluso sus manos desnudas. Todos los druidas eran impulsados por una sola idea: deban mantener a los profanadores lejos del Pozo de la Luna.
Por fin fue el muchacho quien cont lo sucedido. El viejo sacerdote haba resultado demasiado terco, incluso para un torturador tan hbil como Razfallow. El hombre haba muerto, pero, incluso en el ltimo momento, slo haba abierto los labios para murmurar una oracin a su diosa. En cambio, el muchacho fue mucho ms susceptible al cuchillo persuasivo del asesino, en particular despus de haber observado la
muerte indeciblemente dolorosa de su maestro momentos antes. Unos cuantos pinchazos rpidos en la mejilla del chico hicieron que ste soltase la lengua. --Y adonde se dirigieron desde aqu? -pregunt Kryphon. --Al bosque! -jade el muchacho, sealando hacia el norte-. l les dio un mapa del bosque de Dernall. Huyeron hacia all! --Otra vez! -dijo Doric, con voz entrecortada. Estaba en pie junto a Kryphon, con los ojos brillantes-. Otra vez, con el cuchillo! -pidi. Razfallow mir a Kryphon, como preguntndole. El hechicero sacudi ligeramente la cabeza, lamentando tener que defraudar a Doric. Pero necesitaba la informacin. --Ya has sufrido bastante, chico. Dinos la verdad y podrs marcharte. --Estoy diciendo la verdad -solloz el muchacho-. Mi maestro los ayud; uno de ellos estaba herido. Entonces les dio un mapa y les seal el camino del bosque. --Cunto tiempo hace de esto? --Menos de tres noches. Si os dais prisa, podris alcanzarlos! El chico estaba todava aterrorizado, pero ahora haba en su voz un destello de esperanza. --Qu camino siguieron despus? --No lo s! -gimi el muchacho, y abri mucho los ojos cuando Razfallow acerc la hoja ensangrentada a su piel-. Mi maestro no me lo dijo! --Muy bien -dijo Kryphon, volvindose para mirar hacia la capilla. --Ahora? -dijo Doric. El mago asinti con la cabeza y se alej, sumido en sus pensamientos. No oy los lastimeros y estremecedores gritos del muchacho cuando Razfallow le dio muerte con gran crueldad. Saba que Doric estara sumamente excitada por el espectculo, y esto era una recompensa suficiente para l. Una vez que el joven hubo muerto, Kryphon decidi un curso de accin. Primero empleara un hechizo para mantener a Razfallow fuera de su camino. Despus... Doric corri hacia l, sacndolo de sus meditaciones, y le asi con fuerza el brazo, con ojos centelleantes. Juntos se alejaron de la morada y lugar de adoracin del clrigo. La presin del cuerpo de la mujer contra el del hombre era enloquecedora. La visin de la sangre la haba enardecido de una manera que Kryphon encontraba deliciosa. --T qudate de guardia -orden al asesino, tirando de Doric hacia la oscuridad. Ella lo sigui de buen grado, y se arrojaron al suelo cuando el asesino no poda ya verlos. Su pasin fue breve pero explosiva. Gozaron como animales en celo; ella le clav las uas en la espalda y la respuesta de l fue violenta, rpida y satisfactoria, como
una explosin de poderosa magia. --Ahora debemos ponernos en camino -dijo l con brusquedad, arreglndose la ropa. --Espera -dijo Doric, levantndose y estirndose perezosamente-. Puedo emplear mi hechizo? Su tono era suplicante, pero haba en l una tensin subyacente que desaconsejaba la negativa. --Est bien -convino l-. Pero date prisa. Con un ahogado chillido de regocijo, Doric se volvi y levant un dedo, sealando a la capilla. Razfallow estaba a cierta distancia, sin protestar por la demora del mago. Bien, pens Kryphon, mi hechizo lo ha distrado por complet. --Pyrax surrass Histar! -grit Doric, salmodiando las palabras para dar ms fuerza a su hechizo. Una bola pequea y brillante brot de la punta de su dedo y vol despacio hacia el edificio. Doric tena los ojos muy abiertos, y sus labios estaban torcidos en una espeluznante mueca, descubriendo los dientes. La bolita, del tamao de una china, entr por la puerta abierta de la capilla. --Byrassyll! -chill Doric. La negrura de la noche fue invadida por un resplandor anaranjado que estall dentro de la pequea capilla. Kryphon se imagin el edificio como un enorme crneo: sus ventanas eran cuencas fulgurantes y la puerta, desprendida de sus goznes, era una boca abierta que gritaba. Y entonces las olas de fuego arrancaron el techo y devoraron las paredes. Una hinchada bola de llamas se elev en el aire y se convirti en una enorme esfera de calor a treinta varas de altura. El calor los alcanz, haciendo brillar los ojos de Doric. Su cara estaba tensa, en una mscara repugnante de regocijo. Su visin disgust de pronto a Kryphon, que la agarr con rudeza del brazo y la apart de all. --Vaymonos -gru. Ella lo mir furiosa. l resisti su mirada, desafiandola a enfrentarse a l; pero ella se apart y ech a andar en la noche.
Robyn mir hacia el crculo de arcos de piedra, invisible en la oscuridad y la distancia. Se imaginaba vividamente las aguas lechosas resplandeciendo con la benvola presencia de la diosa. La idea de la profanacin del Pozo de la Luna la llenaba de espanto. La inquietud de la joven druida creci al mirar el riachuelo que se deslizaba hacia el sur. La espumosa superficie era visible en unos pocos lugares, pero todo lo dems estaba oscuro. Espesas nubes ocultaban la luz de las estrellas.
El primer aviso fue una agitacin casi sin ruido de los cientos de grandes aves que esperaban en las ramas de los rboles. Buitres, guilas, halcones y grandes buhos se movan all arriba, estirando las garras y las alas, preparndose para la lucha. Robyn advirti tambin que los jabales estaban extraamente quietos. Mir a su maestra y vio que la cara de Genna palideca. La Gran Druida se llev una mano al pecho, y Robyn contuvo la respiracin. Genna dej caer la mano a su costado. Cerr los ojos y sus labios se movieron murmurando una oracin. Robyn sinti que el suelo se mova y supo que la magia de su maestra haba empezado a funcionar. Percibi el fresco olor a tierra hmeda y oy un ruido sordo, como de algo que se rasgase. Vio una forma voluminosa y vagamente humana que surga de la tierra y se plantaba delante de la Gran Druida. Incluso en la oscuridad, alcanz a distinguir los terrones que constituan los miembros de aquella cosa y las ramas rotas y pedazos de piedra que contribuan a la textura de su piel. Pareca la estatua de un gigante, encorvado y estpido, pero muy poderoso. Sus miembros eran gruesos como troncos de rboles, y Robyn pudo sentir que el suelo temblaba cuando aquella criatura cargaba el peso de su cuerpo de un pie a otro. --Vulvete! -grit Genna, sealando hacia el sur-. Ataca! --Un elemental -susurr pasmada Robyn. Haba visto con anterioridad una de esas enormes criaturas, un ser conjurado por el poder de la magia drudica del cuerpo de la propia Madre Tierra. Se necesitaba un gran poder para hacerlas venir de su lejano reino de tierra y piedra al mundo de los hombres, y eran un poderoso aliado contra cualquier enemigo fsico. Sin embargo, Robyn se sorprendi ante la sbita aparicin y el enorme tamao de aquella criatura. Aunque slo tena dos veces la estatura de un hombre alto, pareca una montaa ambulante al caminar en la oscuridad. --Ahora es el momento de que te acuerdes de tu vara, muchacha. --S, desde luego. Robyn se desliz sin ruido entre la maleza y se dirigi al puesto que su maestra haba elegido para ella. La fresca madera de su vara le daba una impresin de fuerza, pero el bosque pareca tenebroso.
Tristn y sus tres compaeros pasaron la mayor parte del da reposando sobre blandos colchones de plumas bajo el techo de una acogedora posada. Descansados, pasaron el atardecer dando vueltas por la ciudad, autorizados por 0'Roarke para visitarla. En cambio, no haba dicho nada acerca de su marcha, y el prncipe haba decidido no preguntarle, al menos por el momento.
En muchos aspectos, Doncastle se pareca a cualquier otra comunidad de los ffolk. Haba varias posadas, donde servan comida buena y sencilla, y en las que en ocasiones haba un arpista o un trovador para entretener a los parroquianos. Vieron una floreciente herrera con un par de herreros trabajando en forjas resplandecientes y macizos yunques. En varias chozas haba tejedores, y los olores a laca fresca y a tinte eran agradablemente familiares. Un arroyo desembocaba en el ro Swanmay cerca del corazn de la ciudad y, all, una represa proporcionaba el agua que haca girar una rueda grande, aunque no se vea trigo en parte alguna. Todava faltaba un mes para la siega, record Tristn a sus amigos, aunque ignoraban si Doncastle tena tierras labrantas en sus alrededores. --Tal vez roban tambin su grano -dijo Pontswain. Pero los ffolk a quienes vieron parecan trabajar de firme. Se mostraban sonrientes y amistosos al paso de los extranjeros de Gwynneth. El panadero les ofreci una hogaza tierna; el herrero, afilar algn arma que estuviese embotada. La mayora de las casas estaban a ras del suelo; slo alguna casita pequea y una gran posada haban sido construidas en los rboles. Los otros edificios, tiendas y posadas estaban hbilmente ocultos entre la flora o bajo tierra. Los ondulados montculos herbosos que parecan como diminutas colinas en toda la ciudad eran en realidad viviendas con los techos de tierra, muy parecidas a las madrigueras de los halfling. Toda una red de pasarelas conectaba a la ciudad elevada, extendindose de unos rboles a otros como puentes suspendidos. Es algunos lugares, los edificios estaban lo bastante cerca los unos de los otros como para formar verdaderas manzanas. Pero, por lo general, estaban tan bien disimulados por el espeso follaje que un observador poda plantarse delante de una casa y no darse cuenta de que tena vecinas prximas. Los cuatro hombres no vieron al jefe de los bandidos aquella noche ni el da siguiente. Pasaron las horas diurnas explorando los alrededores de la comunidad. --Es ideal para la defensa -observ Daryth. --Y para una emboscada -aadi Pawldo-. Ningn atacante se dara cuenta de que aqu hay una fuerza hasta que fuese alcanzado por las flechas. --Toda la ciudad es increble! -dijo Tristn-. Tanta gente viviendo aqu..., tan escondida y bien defendida. Y parece bastante prspera. --Cierto -convino Pawldo-. Aunque faltan algunas comodidades que yo echo en falta. Haban visto muy pocos artculos de metal, y las existencias de las
posadas que haban visitado se limitaban a unas pocas clases de cervezas y a carne de animales salvajes para la comida. --Es injusto que hayan tenido que esconderse aqu! -exclam el prncipe, sorprendido de su propio entusiasmo-. Son ffolk trabajadores y honrados. No est bien que un rey haya condenado a una gente semejante al exilio. --O a algo peor -murmur Daryth. --Creo que deberamos hablar a 0'Roarke de nuestra misin. Con un poco de suerte podramos persuadirlo de que nos ayude -declar el prncipe. --Eso es una locura! -objet Pontswain-. Ese hombre es un bandido. No podemos confiar en l. --Es un bandido, cierto. Pero, acaso no quiere lo mismo que nosotros, es decir, poner fin al reinado de este rey? --Pontswain tiene razn en lo tocante a 0'Roarke -dijo Daryth-. Cuanto ms sepa de nosotros, ms peligroso ser. Tristn pase la mirada de su amigo a su rival. Pawldo guardaba silencio, escuchando la discusin. --Qu crees t? -pregunt el prncipe al halfling. --Creo que vale la pena intentarlo. No puedes meterte en Caer Calidyrr y decirle al rey que no te gusta que hiciese matar a tu padre. Y 0'Roarke, por mucho que desconfiemos de l, parece ser nuestra mayor esperanza para conseguir ayuda. --En fin de cuentas, hars lo que quieras -dijo Pontswain, con disgusto-. Sin embargo, es una locura! --Espero que te equivoques -dijo el prncipe-. Hablar con 0'Roarke a la primera oportunidad. --Eh! Hombres! Un joven de cara fresca corri hacia ellos a lo largo de la muralla. --Me alegro... -empez a decir, pero se interrumpi para recobrar aliento- de haberos encontrado al fin... El seor 0'Roarke os invita a cenar. Os he estado buscando por todas partes. Tem que hubieseis abandonado la ciudad. --Y si lo hubisemos hecho? -pregunt el prncipe, arqueando las cejas. El muchacho pareci confuso. --Bueno, l habra enviado a alguien en vuestra busca, naturalmente. --Aceptamos encantados. Dnde y cundo? El muchacho les dio la direccin y vieron que era la posada que haban visto en las copas de los rboles al explorar la ciudad. Tenan que estar all al ponerse el sol; faltaba menos de una hora. Llegaron puntualmente a la posada, cruzando un ltimo puente que se balanceaba de un modo alarmante a impulso de la brisa.
Pudieron ver a su anfitrin antes de acabar de cruzar aqul, pues la posada no tena paredes en aquel lado. 0'Roarke sonri e hizo ademn de que se acercasen a su mesa. Un momento antes de reunirse con l, una joven sali de la sombra y empez a pulsar un arpa. Tristn advirti, con sbita emocin, que la trovadora se pareca a Robyn, al menos en sus largos cabellos negros y su serena actitud. Pero Robyn era mucho ms hermosa, pens, sintindose de pronto solo. Se la imagin descansando en el buclico recinto del bosquecillo de la Gran Druida. La echaba mucho en falta. Un sbito escalofro de alarma recorri su cuerpo. Estaba ella en realidad descansando? O la acechaba tambin el peligro que pareca cernerse sobre los reinos de los ffolk? Trat de convencerse de que el valle de Myrloch era el lugar ms seguro de las islas, el que estaba ms a salvo de depredadores venidos de fuera. Pero su preocupacin se aferraba a l como un buitre posado sobre sus hombros. Distrado de esta suerte, apenas oy a 0'Roarke que les hablaba desde el otro lado de la estancia. --Acercaos, por favor -dijo el bandido de barba roja. Otros dos hombres estaban ya sentados con 0'Roarke. Este seal con la cabeza a uno de ellos, un hombre musculoso, afeitado con pulcritud y de piel muy tostada. --Os presento a Annuwynn. Tal vez no lo recordis, pero es el que hizo el hechizo que os ilumin tan bien la otra noche. Hugh ri de su propia chanza, mientras Tristn saludaba con la cabeza al mago. Annuwynn correspondi al saludo y una fina sonrisa se dibuj en sus labios. --Y ste es Vaughn Burne, nuestro sumo sacerdote -dijo 0'Roarke. El otro hombre se levant e hizo una reverencia. Vaughn Burne era un personaje alto y plido y llevaba afeitada la coronilla. Vesta con sencillez y su fino semblante revelaba poca emocin, salvo en los ojos. stos centellearon con inters y energa, mientras esperaba a que se sentasen los recin llegados. --El motivo de que os haya invitado a venir aqu -dijo al fin O Roarke- es que quera deciros que me gustara que os quedaseis con nosotros en Doncastle. Tristn sinti que le palpitaba el corazn, pero trat de disimular sus emociones. Era lo peor que habra podido decir el bandido para iniciar su conversacin. --Necesito hombres valientes -sigui diciendo Hugh-. Y s que vosotros lo sois. La mayora de los viajeros se echan a temblar y gimen cuando se tropiezan con nosotros. Ninguno de vosotros mostr el menor temor. 0s ofrecer puestos en mi milicia. No es numerosa, pero mis
hombres son leales y luchan bien. Podrais aspirar a posiciones de mando; me interesan hombres que tengan experiencia de combate. Y aqu estarais a salvo. Sois forajidos, fugitivos de las tropas del rey. No hay un lugar en Alarn donde pudieseis estar ms seguros. La voz de 0'Roarke se hizo ms tensa al ver que sus invitados no saltaban de gozo para aceptar su ofrecimiento. --Mi seor Roarke -empez a decir Tristn, eligiendo con cuidado las palabras-, estoy seguro de que hablo en nombre de mis compaeros al decir que nos honra tu ofrecimiento y la confianza que has puesto en nosotros. Pero tal vez podemos ofrecerte una manera mejor de corresponder a esta confianza, prestndote un servicio todava mayor que mandar una compaa de tus hombres en combate. Hugh O'Roarke permaneci impasible, esperando a que el prncipe continuase. Slo el ligero fruncimiento de sus tupidas cejas delataba sus emociones. --Vinimos a Caer Calidyrr con una misin, una misin que podra ser no slo en beneficio nuestro, sino tambin de todos los ffolk -prosigui Tristn. Hugh lo apremi con un ademn para que continuase. --Soy un prncipe de los ffolk, Tristn Kendrick, de Corwell. --El que mat al Darkwalker? -pregunt ORoarke. Tristn asinti con la cabeza y advirti que el sacerdote sentado al otro lado de la mesa lo miraba con inters. Entonces Vaughn Burne se volvi a su seor, con un movimiento casi imperceptible de la cabeza, en seal de asentimiento. --Pero, cmo te has convertido en un forajido? --Mi padre, el rey Kendrick, fue asesinado. El Consejo decret que el Alto Rey eligiese entre Pontswain y yo para ser su sucesor. Iniciamos nuestro viaje a Calidyrr para pedir al rey que decidiese, pero fuimos atacados en el camino y detenidos por los soldados del rey al llegar a Llewellyn. Naturalmente, nuestra misin cambi despus de estos sucesos. Todava pretendo que el Alto Rey me reciba en audiencia. Tendr que darme una explicacin satisfactoria de estos acontecimientos -aunque dudo de que sta exista- o morir por mi espada! 0'Roarke se qued boquiabierto. --Ests loco! -silb. Tristn se enardeci. --Creo que puedo hacerlo con tu ayuda. T conoces este reino! Aydanos a entrar a Caer Calidyrr. Nosotros haremos lo dems. Piensa en los beneficios. Si arrojamos al Alto Rey de su trono, recuperars tus tierras. Ya no tendrs que esconderte en el bosque, esperando el prximo ataque. Hugh frunci el entrecejo, pero despus los sorprendi con una
carcajada. --Realmente, ests loco. Os dejar marchar, para que sigis adelante con vuestra estpida misin, pero no os ayudar. Y me quedar con vuestros caballos, en pago de las molestias que me habis causado! En aquel momento tan inoportuno, aparecieron varias doncellas trayendo platos de patatas y de estofado. Hugh se desatendi de sus invitados, mientras se llevaba una y otra vez el tenedor a los labios. Tristn maldijo al hombre en su interior, pero no insisti en el tema. Haba jarras de aguamiel sobre la mesa, y su lengua estaba ansiosa de probar la espumosa bebida. Pero domin su anhelo y slo bebi un poco. La comida discurri despacio y en silencio. Casi haban terminado cuando un joven entr en la posada e hizo una sea a Hugh 0'Roarke. Vesta un traje de cuero verde, salpicado de barro, como si llegase de un largo viaje a caballo. El seor se levant, llevando consigo el vaso lleno de cerveza, y se acerc al hombre. ste le dijo algo en voz baja. De pronto, el jefe de los bandoleros gir sobre sus talones y arroj el vaso contra la pared, donde se hizo aicos. --Alguna novedad? -pregunt Tristn a media voz, arqueando las cejas. Por un instante se pregunt si el bandido iba a atacarlo, tan rojo era su semblante. 0'Roarke blandi los puos en el aire y volvi con paso lento a la mesa. --Mi hermana ha sido ejecutada por el Alto Rey! -gru-. Estaba cautiva en su castillo y, hace dos das, el rey la conden a muerte! Un manto de silencio envolvi la estancia. 0'Roarke pareca desafiar a todos con la mirada, para tener alguien sobre quien descargar su clera. Pontswain baj la cabeza, extraamente abatido. Tristn sinti una punzada de dolor por el proscrito y ms odio contra el Alto Rey. --Pero, por qu? -pregunt el prncipe. --Por qu? -grit Hugh, con voz entrecortada por la angustia-. Tal vez para sacarme de Doncastle y atraerme a algn lugar donde la Guardia Escarlata pueda luchar con ventaja contra m. Tristn empez a ver una oportunidad en aquella tragedia, una posibilidad de emplear el dolor del jefe de los bandoleros en su propio beneficio... y tal vez en el del propio Hugh ORoarke. --Hay un recurso mejor. Puedes ayudarnos a entrar en Caer Calidyrr, donde me enfrentar a ese rey! --Y despus, qu? Aun suponiendo que pudieses llegar hasta all, cosa que creo imposible, qu esperas conseguir? --Podremos vengar a tu hermana. Y yo podr vengar la muerte de mi padre, j Piensa, hombre! Tenemos que hacer algo! No podemos
permanecer en el bosque, escondidos en tu agradable y pequea ciudad. Aydanos! --Sois unos asesinos, capaces de entrar a hurtadillas en su castillo y matarlo mientras duerme? --No soy un asesino -dijo Tristn-. No lo matar... a sangre fra. El rey tendr oportunidad de defenderse contra mis acusaciones. Y si no puede hacerlo, podr defenderse contra mi espada! --Te digo que es intil! -insisti 0'Roarke, dejndose caer en su silla. Haba perdido su energa... Pareca desalentado y derrotado. --No somos unos ineptos -dijo Daryth con suavidad. --No, no lo sois. Pero los cuatro casteis en mi sencilla emboscada. Y podis estar seguros de que las trampas de Cyndre, el hechicero, sern mucho ms mortales! Tristn enrojeci, no saba si de rabia o de vergenza. Despus dijo: --Tenemos que intentarlo. T has perdido una hermana y tu seoro. Yo perd a mi padre..., a mi rey. Qu ms hemos de perder para que te decidas a actuar? Hugh guard silencio durante largo rato. Una vez ms, frunci las pobladas cejas. --Te ayudar -dijo al fin-. Pero con una condicin. Uno de vosotros se quedar aqu, como prenda contra una traicin. Conocers a mi agente ms valioso en Calidyrr. Si le ocurre algo, tu hombre morir tambin! --Esto es inacep... -empez a objetar Tristn, seguro de que tena las de ganar. Pero Pontswain lo interrumpi. --Yo me quedar -dijo. Tristn mir sorprendido a Pontswain, preguntndose si tendra miedo de enfrentarse al Alto Rey. O tal vez esperaba que el prncipe muriese y le dejase libre el camino para reclamar el reino. Sin embargo, resolva el problema. Y Tristn saba que no echara en falta la compaa de aquel hombre. --Muy bin! -convino. --Podemos disfrazaros -ofreci 0'Roarke, como aliviado de haber tomado una decisin-. E introduciros en Calidyrr en una barca de pesca que regresar al puerto al terminar el da. Ser arriesgado, pero es nuestra mejor oportunidad. --Por qu una barca? -pregunt con recelo Daryth. --Porque las murallas son altas y las puertas de la ciudad estn guardadas de da y de noche. Una barca que regresa al puerto con el mismo nmero de hombres con que sali por la maana, puede librarse de una inspeccin. --Y cuando estemos en la ciudad? -pregunt el prncipe.
--Tengo gente en la ciudad -dijo el jefe de los bandoleros-. Harn cuanto puedan por vosotros. Mi agente, Devin, os introducir en el castillo. Si hay un camino, l lo conocer! --Cundo podremos salir? -pregunt Tristn. --Maana. Montaremos a caballo al amanecer.
En medio de un barullo de chillidos y graznidos, las aves de rapia levantaron vuelo. Los halcones, las guilas y los buhos se alzaron juntos de sus ramas y volaron en lnea recta en direccin al riachuelo, hacia el todava invisible enemigo. Las aves salieron de la oscuridad y se lanzaron contra el ejrcito de desenterrados; atacaron a picotazos y con las garras a la vanguardia de zombies. Arrancaban carne de las caras muertas y miembros de los cuerpos, pero los muertos seguan adelante. Caan aves, chillando de dolor, cuando los dedos como garfios de los desenterrados se clavaban en sus pechos plumosos o rompan sus alas poderosas. Y cuando las aves caan, los esqueletos se echaban sobre ellas y levantaban del suelo a las criaturas que se retorcan, para hacerlas pedazos. Tambin cayeron unos cuantos zombies, desgarrados. Pero el destino de los pjaros fue mucho peor. Pronto qued diezmada la bandada. El ejrcito entr en el riachuelo. En la otra orilla, extendindose en la oscuridad, estaba el bosquecillo de la Gran Druida. Y en su centro se hallaba la charca sagrada del Pozo de la Luna.
Las grandes cavernas de Dwarvenhome resplandecan con una radiacin verde irreal bajo la luz que brotaba de los hongos que crecan en las altas paredes. Estalactitas colgantes goteaban como colmillos babosos en lo alto de la vasta cmara del consejo, donde cientos de pequeos personajes se haban reunido alrededor de una alta plataforma. Tres enanos, que parecan casi idnticos detrs de sus erizadas barbas, estaban plantados en aqulla, destacando de sus compaeros. Oyeron la aclamacin de su comunidad de enanos de abultado pecho. Las voces eran fuertes y graves, y cantaban lo mismo:Finnnnelleen! Finnnnelleen!. Un personaje del tro dio un paso al frente y contempl aquel mar de caras barbudas. Su mentn saliente tena un aire agresivo, pero al parecer le gust lo que estaba viendo, pues asinti despacio con la cabeza.
--Enanos negros en las Moonshaes? Estarn all dentro de cinco das, segn calculo; aproximadamente el mismo tiempo que tardarn mis combatientes en marchar hasta all, o no me llamo Finellen! El coro se convirti en un rugido y, despus, los enanos se dispersaron en busca de sus armas y armaduras. Dentro de otra hora formaran como un ejrcito para seguir a su heroica jefa -la verdadera campeona de la Guerra de Darkwalker, segn saban todos los enanosa travs de las vastas y oscuras cavernas. Su camino los conducira por debajo de la tierra y del mar; durante toda la marcha, no veran un rayo de sol. Y, cuando llegasen a su destino, caeran sobre sus odiados enemigos, los enanos negros, con toda la furia de que eran capaces. El resultado sera sangriento pero glorioso.
Robyn apret despacio la madera de su vara, sacando como siempre fuerza y seguridad del regalo de su madre. Sostuvo la vara de fresno delante de ella y escuch. Momentos ms tarde, oy un ruido como de chapoteo que le dijo que los zombies haban salido del riachuelo. Se acercaban a ella, cruzando el pequeo prado. Kamerynn estaba a su lado. Robyn saba que Newt segua posado sobre el cuerpo de aqul, aunque no poda ver al pequeo dragn. Tampoco poda ver a Yazilliclick, pero saba que el duende estaba junto a ella, presto a lanzar una rociada de proyectiles diminutos con su pequeo arco. Y entonces vio las formas que salan de la oscuridad y capt el hedor de la horda de zombies. Aunque la noche era espantosa, dio gracias a la diosa por ahorrarle el espanto de ver a los desenterrados en todos sus horripilantes detalles. Robyn elev una muda plegaria a la diosa y sinti la respuesta de la Madre Tierra vibrando en su vara. Haba poder y paz en aquella respuesta, pero tambin furor. Robyn encauz aquel poder en un hechizo, ayudada por la vara, y lo lanz sobre los esqueletos cuando stos salieron de la oscuridad y avanzaron tambalendose hacia ella. Y el furor de la diosa se convirti en fuego que brot del suelo, una pared de llamas que se extendi a lo ancho del claro. Robyn vio que Genna haca el mismo hechizo a cierta distancia. Otras paredes de fuego surgieron ante ella, al encender los druidas su primera lnea defensiva. Los zombies avanzaron entre las llamas, chisporroteando bajo el intenso calor. Los monstruos tropezaron y cayeron al suelo, donde se retorcieron en silenciosa tortura mientras su carne se ennegreca. Antes de que se extinguiese el fuego, sus cuerpos se encogieron en
bultos deformes, rgidos como estatuas talladas en carbn. Tambin los esqueletos sufrieron con el intenso calor. Los huesos se astillaban al lamerlos las lenguas de fuego anaranjadas, y los cuerpos se derrumbaban convertidos en montones de cenizas. Las aves que haban estado hostigando a los monstruos se elevaron y alejaron cuando el fuego se alz, pero Robyn se afligi al ver que algunas volaban demasiado despacio. Las vidas llamas alcanzaron las plumas de algunos buhos y halcones. Los pjaros chillaron y se retorcieron de agona cuando el fuego los arrastr hasta el suelo y los consumi. Pero alguna orden muda estaba apartando al ejrcito de autmatas del fuego. Los zombies se desviaron hacia la izquierda; los esqueletos, hacia la derecha, y los desenterrados siguieron avanzando. Las paredes de fuego eran limitadas, no lo bastante largas para rodear a todo el bosquecillo, y los monstruos pasaron ahora por el costado de aqullas. Bajo la espeluznante luz, la joven druida vio moverse un montn de tierra: era el elemental que responda a la orden de Genna y se mova para cerrar el paso a los esqueletos. Enormes apndices como puos brotaron de los costados de aquella cosa, que los emple como cachiporras para aplastar a una docena de desenterrados al primer ataque. Desde donde se hallaba Robyn, el elemental pareca un gigante de piel spera. Luchaba sin parar e implacablemente. Durante un momento, ces la presin de los esqueletos; aunque los desenterrados no conocan el miedo, el elemental los destrua sin darles tiempo a avanzar. Pero entonces un torbellino de hachas de plata surgi de la oscuridad. Las brillantes hojas resplandecan con una luz interior. Los mangos eran largos; las hojas, pesadas, y llenaron el aire como otras tantas navajas afiladas. Cientos de estas armas giraron alrededor del elemental, arrancndole pedazos de tierra. Por un instante Robyn se pregunt qu fuerza extraordinaria las mantena en el aire. Magia! El elemental se inclin a un lado con una pierna cortada y cay al suelo, donde las afiladas hojas lo hicieron pedazos. Ahora los zombies haban rebasado por completo la pared de fuego y avanzaban deprisa en direccin a Robyn. Todava eran hostigados por las aves, y ahora los lobos y los jabales se lanzaron al ataque. Pero los animales eran pocos en comparacin con el nmero de desenterrados y pronto cayeron muertos o fueron obligados a retroceder, gravemente heridos. Al volverse los lobos y echar a correr, Robyn se volvi para huir tambin, pero su pie se enganch en una raz. Cay de bruces y oy las pisadas de un zombie cerca de ella. El terror se apodero de la joven
druida, pero consigui retener su vara mientras se pona en pie de un salto y corra en la oscuridad. Vio que Genna y los otros druidas corran tambin con sorprendente agilidad hacia el centro del bosquecillo. Grunt saltaba junto a la Gran Druida, volvindose para rugir furioso contra los desenterrados que lo perseguan. Jadeando de horror y de miedo, Robyn corri detrs de ellos, preguntndose cmo podran detener a aquella pesadilla antes de llegar al Pozo de la Luna. Cyndre se planto delante del gran espejo, mientras los tres magos sentados a la mesa lo observaban con atencin. El jefe se volvi a mirarlos: el alto y delgado Talraw, el moreno Wertam y una mujer baja y fea llamada Kerianow. La imagen del espejo era un vasto campo verde. Las copas frondosas de los arboles oscilaban bajo la brisa. Slo despus de un examen mas minucioso los hechiceros lograron ver las casas hbilmente escondidas entre el follaje y el humo que surga de disimuladas chimeneas. --Habis visto cmo este prncipe burl al asesino mas hbil del pas -dijo Cyndre-. Ahora lo persiguen nuestros colegas Kryphon y Dorio. Esperemos que tengan mas suerte. --Sabemos que esta en Doncastle. -Talraw vacil al hablar-. Por qu no destruimos simplemente aquella ciudad y acabamos con l... y con ella? --Recuerda -dijo con amabilidad el hechicero, pero dando a entender a los dems que la pregunta de Talraw era una estupidez-. No sera nuestra fuerza quien triunfe sobre los ffolk. Debe parecer que actuamos slo como consejeros del rey. Slo a travs de ste podemos adquirir el poder que por cierto merecemos. Cuando ese poder sea nuestro, podremos actuar cuando queramos. Pero ese da esta prximo. Tened paciencia y escuchadme bien: uno de vosotros debe permanecer siempre aqu, observando el espejo. Hemos encontrado al prncipe de Corwell y no volveremos a perderlo. --S, maestro -dijeron a coro los dems, abrumados por la responsabilidad que l los obligaba a asumir. En realidad, no estaban preparados, pero haban perdido a Alexei, y Kryphon tena una misin propia. --Y es posible que veis a uno que os mira desde el espejo -dijo el hechicero, bajando la voz a modo de advertencia. Describi a quien buscaba y observo cmo los tres magos intercambiaban miradas temerosas-. S lo veis en el espejo, tenis que avisarme de inmediato. Pues pretendo hablar con el sahuagin.
13 Calidyrr Uno tras otro, los druidas salieron tambalendose de la oscuridad circundante y se reunieron en el Pozo de la Luna. Se apoyaron desalentados en las gruesas columnas de piedra y recobraron sus fuerzas. El agua lechosa resplandeca con suavidad. El crculo de arcos, en el centro del bosquecillo, estaba dbilmente iluminado por la luz del Pozo de la Luna. Robyn sinti ms que vio a los otros druidas a su alrededor. Y supo que el ejrcito de la muerte estaba muy cerca. Algo blanco se movi en la noche y se plant a su lado, y ella rode con los brazos el grueso cuello de Kamerynn. La presencia del poderoso unicornio reforz su confianza. --No tendremos que esperar mucho -dijo Genna, saliendo de la oscuridad y acercndose a su discpula. --Has visto al... hombre? -pregunt Robyn, dudando de que el jefe de semejante ejrcito pudiese ser en verdad un ser humano. --No, pero fue su hechizo lo que destruy al elemental. Lo lanz desde la otra orilla del riachuelo. Tal vez la barrera le impide todava entrar en nuestros dominios. --Una barrera? -Robyn estaba sorprendida-. Nunca he visto una barrera en la linde del bosquecillo. --Nadie puede verla. Y slo un ser como l, consumido por el mal, puede sentirla. No puede atravesarla, para entrar aqu, pero temo que su ejrcito la haya estropeado lo bastante como para que en definitiva pueda hacerlo. Robyn vio que Eileen de Aspenheight y el vigoroso Gadrric avanzaban fatigados hacia ellas. Sus vestiduras pardas estaban desgarradas, y sus brazos y piernas desnudos, cubiertos de araazos sangrantes. El garrote de Gadrric y la hoz de Eileen estaban manchados de sangre coagulada. --Entonces, cmo pueden cruzarla los desenterrados? -pregunt Eileen. --Estas pobres e inconscientes criaturas no son en realidad malas. Slo estn impulsadas por su maligno jefe. Por eso la barrera no surte
efecto en ellos. -Genna suspir con tristeza-. Lo nico que quieren es volver a la muerte. La cruel verdad es que el sacerdote los ha privado de lo nico que tenan: la paz del eterno descanso. Robyn no haba credo posible sentir compasin de los espantosos invasores, pero ahora se apiad de pronto de su situacin antinatural y odi al sacerdote que era causa de ello. --Y ahora, todos a vuestros puestos -orden Genna con suavidad-. Recordad que hay que defender los arcos a toda costa! Traz un gran crculo con el brazo para indicar los doce arcos. Ellos constituan el nico acceso al Pozo de la Luna. Los druidas haban preparado con anterioridad sus defensas, llenando los espacios entre los arcos con una maraa infranqueable de espinos. Ahora, cada arco sera defendido por varios druidas y los animales defensores que quedaban. Eileen estrech la mano de Robyn y dio un rpido abrazo a la Gran Druida antes de volverse hacia la orilla del Pozo de la Luna. Gadrric las mir gravemente a las dos, hizo un gesto con la desgreada cabeza gris y se alej a toda prisa. --Espera, Robyn -dijo Genna. Mir con ternura a la joven druida cuando sta se volvi hacia ella. --Toma -dijo la Gran Druida, entregndole un puado de bellotas. Robyn sinti su calor en la piel-. Pueden serte tiles. --Gracias. --Y esto... -Genna hurg en un bolsillo de su tnica-. Lo hice para ti. No est terminado, pero puedes necesitarlo. La Gran Druida le tendi un palo, tal vez de medio vara de largo. Estaba cubierto de intrincadas entalladuras en la madera, de un extremo a otro. Robyn lo tom con suavidad, y tambin lo encontr caliente al tacto. --Son inscripciones sagradas? -pregunt con reverencia. Tom el talismn drudico y toc las entalladuras. Saba que Genna haba tallado cada una de ellas con su pequeo cuchillo. El palo estaba cubierto de imgenes, como un mural en espiral de la tierra que las rodeaba. Los ojos de Robyn se llenaron de lgrimas. Un palo tallado con inscripciones sagradas era el regalo mejor y ms significativo que poda hacer un druida a otro. --Lo guardar como un tesoro -murmur. --Espero que lo uses -dijo sonriendo su maestra-. Ellos estn ya muy cerca. Genna se volvi y ech a andar por la orilla del Pozo de la Luna. Se reuni con Grunt en el arco del sur. Robyn se qued con Kamerynn, Newt y Yazilliclick en el arco del norte.
--Desde aqu no veremos nada -se lament Newt posndose sobre el soberbio cuerpo de Kamerynn. --Ten... tengo miedo -gimi Yazilliclick, que estaba junto a Robyn y se apoyaba inconscientemente en su pierna. --Cumplamos nuestro deber -dijo Robyn, con la mayor serenidad que le fue posible-, y recordad que la diosa est con vosotros. Entonces, Kamerynn se apart de ellos para plantarse delante de los doce arcos que rodeaban el Pozo de la Luna. Gruesas paredes de espinos y de troncos entrelazados de rboles jvenes cerraban ahora los accesos del pozo. Grunt estaba plantado, imperturbable, debajo de uno de los arcos; Genna se hallaba en el siguiente y, en el otro, Kamerynn. Robyn y Newt ocuparon el arco contiguo. A ambos lados, los arcos eran guardados por pequeas bandas de duendecillos armados con diminutos pero poderosos arcos, y por otros que lucharan con sus espadas de plata. La mayora de los duendes eran invisibles. Los pocos lobos y jabales que quedaban guardaban los arcos del fondo del crculo, donde era menos posible que atacase el ejrcito enemigo. Robyn record la bendicin de su maestra y estuvo segura de que la diosa se hallaba a su lado. Estaba muy tranquila, aislada de algn modo de la locura que la rodeaba. Tambin se senta muy fuerte. Y, mientras se dispona a proteger el lugar ms sagrado de las islas, su tranquilidad se fue convirtiendo en un furor potente y controlado. --Tengo miedo -gimi Newt, posndose en su hombro y acercando la cabeza a la de ella. --Tambin yo, amigo mo -le confi Robyn, dndose cuenta de que no era verdad, de que no tena miedo. Entonces sinti una ligera vacilacin, como un temblor, en el poder de la diosa. La noche le pareci de pronto ms negra y ms fra, como si se acercase una amenaza invisible. --l ha entrado en el recinto -murmur, sin estar segura de cmo lo saba. Pero el suelo pareca firme bajo sus pies, y el contacto de la vara en sus curtidas manos la tranquiliz.
--Cmo ha podido escapar? -chill el rey Carrathal. Se quit de la cabeza la Corona de las Islas y la sostuvo en la mano mientras se enjugaba el sudor de la frente con un pauelo delicadamente bordado. Tena los ojos desorbitados de terror. --Es muy hbil -dijo Cyndre, encogindose de hombros-. Y mucho ms afortunado de lo que cualquier hombre tiene derecho a ser. El rey se volvi y ech a andar muy agitado de un lado a otro del
saln del trono. Haba presumido que todo marchara bien; sin embargo, pareca que su problema se haca ms difcil da a da. --Mira cmo el usurpador trata de refugiarse en Doncastle. Te he pedido, seor, que borres del mapa aquel nido de rebeldes. Seguramente ahora ves lo necesario que es. --Debemos hacer algo! -gimi el rey, acercndose de nuevo al hechicero. --Tengo a mi ayudante ms fiel sobre su pista. --Cundo lo prender tu hombre? -pregunt el rey. --Estoy seguro de que muy pronto. Y ahora, por qu no dejas de pensar en esto? Haz algo para divertirte. Te gustara que ejecutsemos a otro prisionero? El rey sacudi irritado la cabeza. Nunca lo confesara al hechicero, pero la ejecucin de Darcy 0'Roarke lo haba estado inquietando durante varios das. Soaba en su risa desafiante frente al hacha del verdugo. Haba jurado que su hermano la vengara. En verdad, el rey tema la clera de 0'Roarke y de todo su clan de forajidos casi tanto como la implacable amenaza del usurpador de Corwell.
Los zombies, como presintiendo la proximidad de su objetivo, avanzaron ms deprisa. Muchos tropezaban y caan, pero los otros seguan automticamente adelante buscando a tientas el sustento que resplandeca ante ellos. No hacan ms ruido que el de sus pies arrastrndose sobre el suelo. Genna y Grunt estaban en la arcada. El resplandor del pozo proyectaba su alentadora luz contra sus espaldas, mientras aquella pesadilla surga de la oscuridad delante de ellos. Una mano como una garra se alarg. La piel corrompida dejaba al descubierto los duros msculos y los tendones, y un hueso blanco sobresala del ltimo nudillo, donde la carne haba desaparecido por completo. El hueso capt la luz del pozo y, entonces, Grunt se alz sobre las patas traseras, cerrando el paso a la luz. Grunt dio un zarpazo a aquella cosa y sus grandes uas arrancaron la mitad del cuerpo. ste se tambale a un lado y se derrumb. Con un fuerte rugido, el enorme animal se lanz adelante y aplast a otro cadver con sus patas. Sus mandbulas se cerraron sobre el crneo desnudo de un esqueleto e hicieron aicos los huesos. El monstruo se desplom, aunque continu retorcindose y sacudindose en el suelo. Ms zombies pasaron sobre los cuerpos de sus compaeros, para ser recibidos por Genna y su larga hoz. La Gran Druida haba gastado toda su magia, pero sus msculos eran impulsados por el poder de la
diosa al esgrimir el arma. Genna no trataba de destruir a cada zombie, pues para eso habra necesitado demasiado tiempo, demasiados golpes. En cambio, golpeaba las rodillas, las pantorrillas, los muslos y las caderas, para inmovilizar a las criaturas. Los otros druidas, acompaados de lobos o jabales, se vieron enzarzados en la lucha al extenderse el ataque a lo largo de la arcada. Isolda de Wintergien vio acercarse aquel horror. Con la ayuda de cinco lobos grises, rechaz con furia a los desenterrados. Hoces, varas y cachiporras se oponan a las garras de hueso, pues ahora todos los druidas haban agotado su magia. Y, por ltimo, las criaturas llegaron hasta el arco de Robyn, que era el ltimo. Esqueletos y zombies surgieron de la noche, buscando su carne y su sangre. La visin de las cuencas sin ojos, mirndola desde unos crneos horribles, ya no la aterroriz. Levant una mano y arroj una de sus bellotas -semillas del fuego- contra los primeros enemigos. Alcanz al zombie que iba en cabeza, que se convirti en cenizas. Apuntando bien, fue arrojando las otras. Cada una de ellas se encendi a los pies de un atacante y lo abras. Entonces agarr su vara y la descarg sobre el crneo del esqueleto ms prximo. ste cay al suelo y ella golpe rpidamente a otro. Kamerynn corcoveaba y coceaba a su lado; destroz a un esqueleto con sus cascos delanteros antes de atravesar a un zombie con su cuerno. Arroj el cuerpo flaccido a un lado y se lanz sobre ms esqueletos, aplastando crneos a derecha e izquierda con sus furiosas coces. Newt vol hacia adelante y arranc con sus garras y sus agudos dientes jirones de carne de los zombies y grandes trozos de piel y de msculo de los cadveres en putrefaccin. Entonces el dragn se cerni en el aire y, tras un rpido pestaeo, fij la mirada en el suelo y enton una breve cantilena. Un monstruo purpreo sali del suelo delante de varios zombies. Garras verdes y resplandecientes se alargaron buscando aquellos cuerpos corrompidos y unos dientes negros se erizaron en las abiertas fauces cuando la ilusin se lanz sobre los atacantes. Pero la ilusin requera que el miedo fuese real, y los zombies no conocan el miedo. Avanzaron para atacar aquella cosa y, al no encontrar nada, siguieron adelante, tambalendose, para lanzarse contra lo que estaba detrs..., que era Newt. El dragoncito volvi a hacer uso de sus dientes y sus garras, y arranc trozos del brazo del zombie que iba en cabeza hasta que el miembro cay al suelo. Yazilliclick, blandiendo su pequea daga, estaba junto a Robyn. Chill de miedo al acercarse un zombie, pero se adelant para desjarretarlo. Robyn golpe a aquella cosa con su vara cuando sta
cay al suelo. De alguna manera, las fuerzas de la diosa repelan al ejrcito de la muerte en cada uno de los arcos. Robyn sangraba de media docena de heridas producidas por las garras de los desenterrados, pero el montn de cuerpos creca ms y ms frente a ella. Entonces vio al sacerdote y se qued helada. Sus ojos brillaron en la oscuridad mucho antes de que ella pudiese verlo del todo. Por ltimo, su cara se hizo visible. Robyn observ la lengua que se mova rpidamente entre los gruesos y hmedos labios y esto le record una serpiente. La expresin de la cara hinchada de aquel hombre la espant todava ms que todo su fantasmal ejrcito. El hombre se acerc a ella, caminando muy despacio. Robyn tom su vara y la mantuvo cruzada delante de ella. Estaba terriblemente asustada. El sacerdote levant las manos y las extendi, con las palmas hacia abajo. Canturre una dura palabra, un sonido lleno de terror y de violencia. El suelo tembl bajo los pies de Robyn, y enseguida se elev y la lanz hacia un lado. La cabeza choc contra una columna de piedra y la joven druida se derrumb como un rbol cado y permaneci inmvil en el suelo.
Kerianow observ al prncipe en el gran espejo. Dorma profundamente bajo el techo de la posada de Doncastle. Por qu -se pregunt- no poda hacer ella lo mismo? Golpe con sus rollizos dedos la mesa que tena delante, maldiciendo el destino que siempre pareca tratarla de un modo injusto. Por ejemplo, su cuerpo. Era baja, gorda, nada atractiva, ni siquiera para ella misma. Y, como miembro ms nuevo del Consejo de los Siete, era tiranizada por los otros, en particular por Talraw y Wertam, los dos magos de menor categora. As, al disponer los turnos de vigilancia, le haban asignado el de medianoche hasta el amanecer. Se esforzaba en permanecer despierta, deseando que hubiese algo ms interesante que observar en el espejo. Pero las rdenes de Cyndre haban sido explcitas. Ahora que haban encontrado de nuevo al prncipe, no podan perderlo. Y as, sigui mirando fijamente la imagen inmvil en el espejo. Kerianow pensaba en Cyndre. Qu poderoso era! Recordaba la manera en que la haba descubierto durante su aprendizaje en Waterdcep. La haba trado a Calidyrr y admitido en su Consejo, despus de ensearle muchos de sus propios hechizos. Ahora ya no era una aprendiza; era una hechicera, aunque no tan poderosa como su seor y ni siquiera como Kryphon o Doric.
El maestro haba tenido mucha paciencia al darle lecciones, ayudndola a desarrollar su potencial. Le haba enseado que la piedad era un credo de imbciles, que slo por medio de la fuerza y de la crueldad se poda llegar a ser realmente poderoso. Como le ocurra a menudo, Kerianow empez a pensar en Cyndre como hombre. Su fra confianza la excitaba. Su dominio -de ella, del Consejo- la enardeca. Pequeos escalofros de placer recorrieron su espina dorsal cuando, perdida en sus meditaciones, dej caer con suavidad la cabeza sobre la mesa. Con un ligero suspiro, se qued dormida. Se despert sobresaltada y vio que las primeras luces de la aurora se filtraban por las largas y estrechas ventanas. El espejo estaba en blanco. --Kraalax, Heeroz -salmodi rpidamente. La imagen volvi al espejo. De nuevo vio Doncastle y la tranquila posada. Pero la acometi un rpido fro al mirar hacia la cama. El prncipe de Corwell haba desaparecido.
La vista de la barca hizo que el prncipe recordase todos los detalles de Patito Afortunado y de su azaroso viaje martimo. La pequea embarcacin pareca hecha por el mismo artfice; el casco tena la misma forma, aunque no era tan grande. La Golondrina era tambin ms vieja y gastada por el tiempo que Patito. --Te llevar sin apartarse de la costa -le explic 0'Roarke, percibiendo su inquietud. Despus de cabalgar un da y medio, haba llegado a la playa de esta amplia baha. De alguna manera, Hugh haba concertado una cita, pues la pequea embarcacin y su joven capitn los estaban esperando all. Dos hombres y un halfling haban saltado de la barca, para ser reemplazados por Tristn, Daryth y Pawldo. Los pescadores haban trado un podenco con ellos, y el perro desembarc con el tro, para que Canthus pudiese entrar en el puerto con sus compaeros. --Toman nota del nmero de ffolk que se hacen a la mar por la maana -explic el joven capitn-. Si el mismo nmero regresa por la noche, la Guardia Escarlata no presta atencin. --Volveremos a Doncastle cuando hayamos terminado nuestra misin -dijo Tristn, tendiendo la mano a Hugh 0'Roarke. El bandido pareci sorprendido, pero estrech la diestra del prncipe. --Estoy seguro de que as lo espera Pontswain, vuestro amigo. Tristn hizo un leve gesto de asentimiento. Se haba preguntado muchas veces sobre los motivos de Pontswain. Y la nica conclusin
que haba podido sacar era que esperaba que l muriese, con lo que no tendra rival que le disputase el trono. Tristn se senta asqueado, pero tambin traicionado. Esta idea lo inquietaba ms de lo que haba credo posible. Navegaron a buena velocidad hacia el norte, a lo largo de la costa de Alarn. La tierra, al oeste, era verde y ondulada, mucho ms frtil que Gwynneth y mucho ms poblada. El agua en la que navegaban era tambin verde y se extenda hacia el este hasta ms all del horizonte. Tristn se estremeci de un modo extrao al pensar que la tierra ms prxima en aquella direccin era la Costa de la Espada, a muchos das de viaje. Pawldo y Daryth dorman plcidamente, porque el viaje a caballo haba sido agotador, pero Tristn permaneca ansioso en la proa, contemplando con admiracin la tierra y el mar que lo rodeaban. Canthus estaba a su lado, sintiendo la excitacin de su amo. A las pocas horas, doblaron la ancha punta que marcaba la entrada de la baha del Pez Blanco. Ahora torcieron el rumbo hacia el sudoeste, y Tristn mir fijamente hacia adelante. Muy poco a poco, apareci a lo lejos su lugar de destino. Por ltimo, pudo ver el vasto puerto, protegido por un firme rompeolas levantado por los druidas. Detrs de l estaba la ciudad ms importante de los ffolk, rebosante de actividad, de comercio, de vida. La rodeaba una muralla de piedra blanca, que serpenteaba junto a los edificios y las calles que remontaban las colinas, ms all de la costa. Una nube de humo se cerna sobre el barrio martimo de la ciudad, pero el sol brillaba sin estorbos sobre el resto de sta. Tristn vio soberbios edificios de piedra y casas seoriales con columnas en los porches. Se imagin los jardines y las fuentes que deba de haber entre ellas. Pero mir ms arriba, ms all de las mansiones y de las tortuosas calles de la ciudad. Pues ahora el prncipe slo tena ojos para la estructura que se alzaba all arriba, dominando la ciudad. Todo lo que haba odo e imaginado en su vida no lo haba preparado para el esplendor de Caer Calidyrr. La fortaleza se extenda sobre tres colinas y era, ella sola, ms grande que muchas poblaciones. Las altas murallas de piedra, rematadas por altivas torres, resplandecan bajo el sol de la tarde. Parecan de una lisura inverosmil, como si hubiesen sido pulidas aquella misma maana. Su cima era almenada, y varias altas puertas daban acceso al interior del recinto. Todas ellas estaban protegidas por un puente levadizo y fuertemente custodiadas por la guardia. Banderas de colores ondeaban en las torres ms altas, pregonando el linaje del Alto Rey, mientras varios estandartes, colocados ms abajo, daban fe de los seores que haban jurado fidelidad al trono. En una esquina del castillo ondeaban tambin unas
banderas rojas como la sangre. Al acercarse la barca al rompeolas, Tristn advirti una torre que era de piedra ms oscura que todo el resto del castillo. Era alta y esbelta, y se alzaba sola en el extremo ms alejado del edificio. Aunque el sol de la tarde derramaba sus brillantes rayos sobre toda la fortaleza, aquella torre pareca envuelta en una sombra propia. Tristn no pudo decidir si sus paredes no estaban tan limpias como las otras o si eran de piedra de un color diferente. Doblaron la punta del rompeolas y entraron en el extenso puerto. Docenas de barcas de pesca estaban regresando al tocar el da a su fin. Varios galeones comerciales y dos largos barcos de guerra estaban anclados en el puerto, y el prncipe vio un gran astillero a un lado, donde un par de barcos grandes parecan estar casi terminados. Los muelles bullan de actividad. Gras mecnicas, con aparejo de poleas, extraan los peces de las barcas y los transportaban a las numerosas fbricas de conservas alineadas en los muelles. Aqullas reciban las redes llenas de pescado, y el olor de su contenido se extenda por todo el puerto. Incluso en medio de toda aquella actividad, eran claramente visibles los uniformes de la Guardia Escarlata. Oficiales humanos, provistos de pergaminos, comprobaban los nombres de las barcas que regresaban y contaban las cabezas cuando aqullas se acercaban al muelle. Enormes ogros miraban con recelo a todo el mundo, acariciando sus grandes espadas. Por fin, la Golondrina se acerc al muelle y la gra se balance sobre ella. Tristn comprob que el capitn y su tripulacin haban conseguido llenar la barca con una cantidad de peces respetable, antes de recoger a los viajeros. Canthus salt a tierra, y Tristn, Daryth y Pawldo lo siguieron. El prncipe mir a su alrededor, sin saber exactamente lo que buscaba; pero Hugh haba prometido que alguien los estara esperando en el muelle. De pronto, se dio cuenta de que l y sus compaeros estaban a menos de seis pasos de un ogro que los miraba de soslayo. La bestia frunci el entrecejo y dej que la gruesa y roja lengua colgase de su boca abierta. Canthus gru al monstruo y ste dio un paso adelante, mientras llevaba la manaza al puo de su espada. Entonces, una linda doncella corri hacia el principe, lo abraz y lo bes cariosamente en los labios. l se puso colorado, pero correspondi a su abrazo. --Oh, Geoff! -dijo sin aliento-. Estaba tan preocupada por ti! Siempre lo estoy, pero hoy lo he estado ms que nunca. Mi madre ha preparado un estofado para ti... Oh, y tienes que traer a tus amigos! La muchacha tendra tal vez diecisis aos. Sus rojos cabellos orlaban una cara pecosa, de brillantes ojos castaos. Llevaba una bata
roja y blanca, de un gnero ordinario, pero muy limpia. Sonri con amabilidad a Daryth y a Pawldo, mientras apretaba el brazo del prncipe con gesto afectuoso. ste se dej llevar por el muelle y sus amigos fueron tras l. Sinti la mirada del ogro clavada en su espalda, pero no se atrevi a volver la cabeza. La doncella lo condujo por delante de varias pescaderas y despus lo hizo entrar en una de las fbricas. Ola a bacalao en todas partes. El lugar estaba oscuro, y el suelo, resbaladizo de aceite. --Deprisa! -dijo ella, empezando a correr. Cruzaron el edificio, salieron por una puerta carcomida y se encontraron en un callejn lleno de basura. La joven no dijo ms, pero los condujo por el callejn y, despus de doblar una esquina, por una calle estrecha. Por ltimo llegaron a una casa destartalada. La muchacha mir arriba y abajo, para asegurarse de que no haba nadie en la calle, y subi corriendo los peldaos. Abri la puerta de un empujn e hizo entrar a los compaeros. Crepitaba el fuego en un pequeo hogar, pero la casa estaba por lo dems a oscuras. La joven condujo a los fugitivos a travs de la primera habitacin y por un estrecho pasillo. All apart una estera y levant una pesada trampa. --Abajo -dijo, sealando la empinada escalera. Canthus salt por la abertura secreta; la muchacha fue la ltima en bajar, y cerr la trampa detrs de ella. Se hallaban en el stano de la casa. La habitacin era grande, con varios huecos oscuros. Unas linternas llenaban el aire de un humo espeso, y un fuego rugiente calentaba la estancia. Un hombre de edad mediana se volvi de la mesa en que estaba trabajando al orlos bajar. Se enjug las manos en un delantal de cuero y frunci el entrecejo. --Soy Devin. sta es mi hija, Fiona -dijo. La barba castaa ocultaba su mentn, y la cabeza era casi calva. Seal a su alrededor y Tristn vio que estaban en una especie de herrera. En un rincn, haba varios catres estrechos. --No nos enteramos hasta ayer de vuestra inminente llegada -explic Devin con sencillez-. De ah que no pueda ofreceros ms comodidades. --Lo que has hecho por nosotros es ms que suficiente -replic Tristn-. Cmo podemos pagrtelo? --No podis. Haced simplemente lo que tengis que hacer, y despus marchaos y dejadnos en paz a m y a mi hija. -El hombre se encogi de hombros-. Mi seor Roarke me ha pedido que os ayude en todo lo que pueda. Y as lo har. --Muy bien -dijo Tristn-. Haremos nuestros planes y nos marcharemos lo antes que podamos.
El prncipe se asombr de la fidelidad de Devin al jefe de los bandidos y del riesgo que corra por ellos. Como leyendo sus pensamientos, el hombre lo mir a los ojos y explic: --Yo era capitn de la guardia de mi seor Roarke antes de que la Guardia Escarlata atacase sus dominios. Mis hombres resistieron y murieron todos. Mi seor, yo y unos pocos ms, incluida Fiona, pudimos escapar. Nosotros dos vinimos a Calidyrr y, ahora, servimos a nuestro seor en todo lo que podemos. Si podis devolverle sus tierras y derrocar al mueco que se sienta en nuestro trono, dar por bien empleada mi ayuda. Pero, si tratis de traicionar o perjudicar a mi seor, podis estar seguros de que os alcanzar mi venganza! La amenaza dej estupefacto a Tristn, pero respondi: --Debes saber que tu seor y yo perseguimos los mismos objetivos. Ayudndonos a nosotros, lo ayudas a l. --Muy bien. Fiona, trenos algo de beber. Nuestros invitados comern en cuanto hayan descansado un poco. En cuanto a entrar en el castillo, puede haber una manera...
Robyn jadeaba, tratando de ver a travs de una niebla floja. Quera mover los msculos, pero stos no respondan a las rdenes de su mente. Con ojos desorbitados, sintindose como un pez arrojado sobre la playa, observ cmo el voluminoso sacerdote avanzaba pesadamente en su direccin. Los gordos labios de ste se abrieron en una mueca de placer y ella mir aquella boca. Era como mirar las fauces de un dragn hambriento. La tierra volvi a agitarse y a arrojarla a un lado. De nuevo se elev el suelo, y Robyn sinti dolor cuando unos terrones le golpearon la cara. Aquella sacudida la haba dejado sin aliento. Abriendo mucho los ojos, vio acercarse a aquel hombrn. --Basta! La orden de Genna hizo que cesara de inmediato el temblor del suelo. Robyn trat de arrastrarse y apartarse de la figura que avanzaba, pero se mova con angustiante lentitud. l haba llegado casi al arco. Dentro de unos momentos, entrara en el crculo! --Por la madre! Caed! Por segunda vez vibr en la noche la voz aguda de Genna y, ahora, Robyn sinti una profunda tensin en el suelo, un esfuerzo de la tierra en cumplir la voluntad de la diosa. El sacerdote se detuvo. Robyn pudo ver que las grandes piedras transversales de muchos de los arcos drudicos -en realidad, de todos los que abarcaba su campo visual- empezaban a tambalearse. Apoyadas con firmeza en las
gruesas columnas, no se haban movido durante las convulsiones del terremoto, pero ahora se torcan y oscilaban. Con enorme estruendo, una de aquellas piedras cay al suelo y aplast a una veintena de esqueletos que haban empezado a avanzar. Despus fueron cayendo las otras, y su cada tritur a todos los desenterrados y levant una barrera delante de cada uno de los arcos. La piedra transversal del arco que Robyn guardaba choc contra el suelo con tal fuerza que hizo saltar en el aire a la joven. Vio que la cara del sacerdote se torca en un gruido de frustracin, mientras saltaba hacia atrs para no ser aplastado. Newt se pos en el suelo delante de la joven druida y la mir ansioso a los ojos. --Robyn, ests bien? Ha sido horrible! Viste la cara que pona? Pero Genna le ha dado una leccin... Cuando cay aquella piedra, pens que iba a hacerlo pedazos. Pero an no hemos triunfado. Levntate, Robyn, debemos seguir luchando! --Dnde est l? -jade la joven, recobrando por fin el aliento. Agarr la vara que haba cado al suelo a su lado y se levant tambalendose. Se apoy en el bloque de piedra para sostenerse y mir por encima de l a la oscuridad. No haba seales del sacerdote. Pero saba que estaba cerca. Olvidando su miedo, sujet con fuerza la vara. Lo encontrara y lo matara. --Vamos! -grit, saltando sobre la piedra-. Tenemos que detenerlo! --A l! -grit Newt, volando tras ella. --Es... esperad! -tartamude Yazilliclick, saltando tambin detrs de ella. --No! -oy Robyn que deca Genna, pero sus palabras no se registraron en su mente, tan absorta estaba en la persecucin del odiado intruso. Corri sobre el ancho bloque y salt al otro lado. Pero, antes de tocar el suelo, choc con algo slido, con un objeto al que no poda ver, pero que le cerraba el paso como una pared de piedra. Un golpe invisible le dobl la cabeza hacia atrs y la vara se escap de sus dedos. Cay hacia adelante, pero un brazo poderoso la sostuvo. --Qu es lo que...? La pregunta de Newt fue interrumpida por un manotazo invisible que lo hizo caer del aire. --Uf! Oh! -grit Newt. Agit las alas y se levant del suelo, pero vol sin rumbo de un lado a otro antes de caer de nuevo-. Vuelve! -chill, saltando como una ardilla detrs de un cazador invisible. -- Newt! -grit Robyn, debatindose con desesperacin. Nada poda contra la presa de... qu? Aquella cosa no haca
ruido, pero la sujetaba con tal fuerza por el pecho y la cintura que apenas poda respirar. Era como si estuviese aprisionada por las anillas de una enorme serpiente. Pero ninguna serpiente habra podido arrastrarla tan deprisa. Su capturador se mova suave y rpidamente, como si levitase sobre el suelo. La transportaba lejos del Pozo de la Luna a una velocidad vertiginosa. Ella tena las manos libres, y golpeaba sin parar a su atacante. Sinti una piel dura y correosa debajo de sus puos, pero aquella cosa era extraordinariamente suave. Pareca no tener pelo, ni escamas, ni apndices. No ola, no haca el menor ruido. Al empujar el miembro que la aprisionaba, sinti que ste se apartaba, pero otro le ci de inmediato la cintura, casi aplastndola. Cuando ella atacaba, su capturador invisible se desvaneca, pero al instante tomaba una nueva forma que la sujetaba como una grapa de hierro. La extraeza de aquella cosa la aterrorizaba, hacien- do que renovase frenticamente sus esfuerzos..., pero en vano. Y segua llevndola sobre el suelo sin ninguna sacudida, como si no tuviese pies. Golpe de nuevo aquel cuerpo con las puntas de los pies y, estirando los brazos hacia arriba, martille la piel hasta donde poda alcanzar. Pareca no tener fin; aquella cosa era con seguridad mucho ms grande que ella. Robyn luchaba con ferocidad, araando, pateando, incluso mordiendo, pero nada pareca surtir efecto. Se retorca y debata, gruendo de desesperacin y de ira; pero la cosa slo apretaba ms fuerte, hasta que ella sinti como si su cuerpo estuviese atrapado en un torno.
--No es justo! -protest Pawldo por vigsima vez. Daryth y Tristn no le hicieron caso y se envolvieron en las brillantes capas rojas que Devin les haba entregado momentos antes-. No podis hacer esto sin m. Seguro que fracasaris! --Lo siento, pero no creo que la Guardia Escarlata tenga muchos uniformes de oficial de la talla de un halfling -le explic el prncipe. En realidad, Devin les haba dicho que todos los oficiales de la Guardia, incluso los que mandaban la brigada de ogros, eran humanos; despreciables brutos la mayora de ellos, pero humanos-. Adems, alguien tiene que quedarse con Canthus y ayudarnos a escapar. --Daos prisa! -los apremi Devin-. Debemos llegar a la puerta al amanecer. Tenemos el tiempo justo para ir hasta la puerta del este. All es donde se renen los oficiales despus de una larga noche en la ciudad. Slo pueden entrar cuando cambia la guardia, exactamente
antes de la aurora. --Y tenemos que portarnos como si hubisemos estado bebiendo toda la noche? -pregunt Daryth. --S. Las medidas de seguridad son muy flojas con los oficiales de la guardia, al menos a esta hora. -Y, volvindose a Tristn, agreg-: Tienes el plano? --S. Estoy seguro de que llegaremos a la zona de la guarnicin sin tropezar con los puestos de guardia. --Cuando lleguis a la residencia real, tendris que apaaros solos -dijo Devin-. Ninguno de los mos ha sido capaz de entrar all..., dira mejor, de salir de all, con una descripcin del lugar. Dos de mis hombres se jugaron la vida por conseguir estos uniformes. --Apreciamos su sacrificio -dijo el prncipe-. Habis hecho ms de lo que podamos esperar. --Estoy dispuesto -dijo Daryth, ponindose en pie. Pareca un tpico y arrogante joven oficial de la Guardia Escarlata, pens Tristn. El alto sombrero, con su pluma carmes, acentuaba su capa roja y sus pantalones oscuros. Las brillantes botas negras, que le llegaban por encima de las rodillas, parecan adecuadas para pisotear a gente de menor categora. --Y yo -dijo el prncipe, ajustndose la guerrera. La talla era casi perfecta. La Espada de Cymrych Hugh penda flojamente de su costado. --Tened cuidado! -les advirti Pawldo, mirndolos con expresin grave-. Esta vez no estoy seguro de que pudiese rescataros! --Que tengis suerte -dijo Fiona, besndolos a los dos en la mejilla. Devin mir ceudo a su hija y despus los precedi escalera arriba y a travs de la casa silenciosa. Se detuvo en la puerta y observ la calle antes de indicarles que saliesen. Bajaron a toda prisa la escalera y echaron a andar por la calle, sin ver a nadie. --Al doblar la prxima esquina, veris la puerta. Es probable que haya algunos oficiales esperando. No debis llegar demasiado pronto, pues tendrais que hablar con ellos. Cuando se marche la guardia, la puerta permanecer abierta durante unos momentos; entonces debis entrar con los otros oficiales. No olvidis que debis portaros como si conocieseis el lugar. Tristn mir a Devin y se pregunt sobre los motivos que impulsaban a aquel hombre visiblemente asustado pero valeroso. Devin pas una mano sobre sus ralos cabellos y mir a su vez con nerviosismo al prncipe, deseoso de apartarse de l y de su amigo. --S que te hemos puesto en peligro -dijo Tristn-. Y lo siento. Tal vez, si tenemos xito, podrs volver al pueblo del que te expulsaron. Gracias.
Devin lo observ con una expresin en la que se combinaban el escepticismo y la esperanza. --Que tengis suerte! -dijo al fin-. Ojal quiera la diosa darte la razn! Entonces se volvi y se march calle abajo, pasando de una sombra a otra como una criatura de la noche. La pareja ech a andar, sostenindose mutuamente y tropezando, como si hubiesen bebido demasiado. Doblaron la esquina y vieron una docena o ms de oficiales, con uniformes parecidos a los suyos, plantados en un lado de la calle. Cuando hubieron pasado, otro grupo, que aguardaba en el otro lado de la calle, entr en el castillo. Entonces, los oficiales que esperaban siguieron a la guardia a travs de la alta puerta. Genna se ech atrs al ver a un par de zombies que se arrastraban sobre la piedra cada. Dio dos tajos con su hoz, y dos cabezas cayeron al suelo. Los cuerpos se retorcieron, inofensivos, y se cayeron de la piedra, pero cuatro esqueletos subieron a ella. Isolda estaba plantada en el arco siguiente. Sus lobos yacan muertos a sus pies, y un crculo de zombies se cerr a su alrededor. La druida alzaba y dejaba caer su grueso garrote, aplastando cada vez a un atacante, pero garras de hueso le araaban las piernas, los muslos, la cintura. Todava golpeando, cay bajo un mar de muerte y desapareci debajo de los cadveres corruptos y las espantosas fauces de los zombies. Una docena de stos se agolparon a su alrededor, buscando la oportunidad de morder o clavar sus garras a la druida. Por ltimo, el garrote de Isolda se desprendi de su mano ensangrentada y sin vida. Genna, todava golpeando con la hoz, retrocedi del arco. Tambin los otros druidas fueron poco a poco apartados de sus puestos. La luz del Pozo de la Luna llegaba clida a la espalda de la Gran Druida, pero sta saba que ni siquiera el poder de la diosa podra detener el implacable ataque. Ahora eran menos de veinte los druidas supervivientes. La batalla slo poda tener un resultado. O acaso no? La Gran Druida se volvi hacia un zombie que avanzaba y observ que la mitad de su cara haba ya desaparecido. Aquel crneo pareca burlarse de su situacin desesperada, y la clera dio ms fuerza a los brazos de la mujer, que abri de un tajo la cabeza, el cuello y el pecho del monstruo. No; ellos no podan ganar esta batalla. --Oh, diosa, madre nuestra! -dijo lenta y devotamente la druida, mientras levantaba la hoz para golpear a un esqueleto que atacaba-. No permitas que nos venzan!
Ya no poda ver las aguas del Pozo de la Luna detrs de ella, pero sinti que la lechosa superficie empezaba a latir con el poder de la tierra y pudo ver la luz brillante que se extendi de pronto sobre el bosquecillo. Todos los druidas haban sido empujados hacia el borde de la charca, donde hacan su ltimo esfuerzo para mantener aquel horror lejos del agua sagrada. Las aguas del Pozo de la Luna empezaron a burbujear, como en plena ebullicin, y a lanzar espuma al aire. Los desenterrados se detuvieron y retrocedieron, mostrando miedo por primera vez. Creci la espuma y, de improviso, el centro del pozo se convirti en un surtidor de agua blanca, que ascendi y se derram sobre los druidas. Cuando el agua resplandeciente salpicaba a los desenterrados, los monstruos se retorcan y tambaleaban, abriendo la boca en muda agona; pero cuando caa sobre los druidas, produca un efecto diferente. Genna vio por ltima vez al sacerdote que se acercaba, saliendo de la oscuridad, y despus se detena temeroso ante aquella manifestacin del poder de la Madre Tierra. Entonces el agua cay sobre ella y ya no sinti ms. Por ltimo, las aguas dejaron de burbujear y de hervir y se recogieron de nuevo en el Pozo. Los muertos permanecan acobardados alrededor de los rboles, incapaces de acercarse. Slo Hobarth se atrevi a avanzar y presenci lo que haba hecho la diosa. Vio que los druidas estaban an en pie, curiosamente inmviles, alrededor de la charca. Se acerc con cautela y despus con ms resolucin, y por fin se detuvo delante de la Gran Druida. Levant el puo para golpearla, pero entonces volvi la cabeza y lanz una carcajada. Sus estruendosas risotadas llenaron el bosque y enviaron olas de terror a lo largo del valle de Myrloch. Pero Genna no poda orlo, como tampoco lo oan los otros. Pues los druidas del valle de Myrloch se haban convertido en estatuas de piedra lisa y blanca.
Tristn mir a su alrededor al cruzar la casa de la guardia; casi no poda creer que haban logrado entrar en Caer Calidyrr. Las altas e imponentes murallas los rodeaban, y tuvo la impresin de que se hallaba en una profunda garganta rocosa y no en una fortaleza construida por los hombres. La luz de la naciente aurora coloreaba de rosado las piedras alabastrinas de las cimas de las torres y los muros, aunque los patios y los pasadizos estaban todava en penumbra. La columna de guardias que haba entrado con ellos en el castillo march a travs de un amplio patio hasta un grupo de largas casas de madera.
Incluso sin el plano de Devin, Tristn habra identificado aquellas estructuras como cuarteles. Mientras tanto, los oficiales que volvan se dividieron en pequeos grupos y se encaminaron en diferentes direcciones. Tristn y Daryth esperaron a que pasaran los otros y, entonces, eligieron una direccin que no haba seguido ninguno de aqullos. Cruzaron una segunda puerta alta, que estaba abierta. Dos guardias se cuadraron al pasar ellos y Tristn se sinti un poco aliviado al ver que su disfraz era lo bastante bueno para engaar a los soldados. Daryth y l se encontraron en un pasillo del alto techo, donde advirtieron varios rastrillos parcialmente bajados. El lugar sera fcil de defender, aunque un gran ejrcito consiguiese franquear la muralla exterior. --Las caballerizas estn all arriba -dijo el prncipe, recordando el plano que les haba dado Devin. --Y ms all, en alguna parte, est la residencia del rey, no? El prncipe asinti con la cabeza. Por fin salieron del pasillo a otro patio. Las caballerizas eran inconfundibles, no slo por su estructura, parecida a la de un henil, sino tambin por el olor distintivo de sus habitantes equinos, difundido a travs del patio por una ligera brisa. Cruzaron el patio a toda prisa y pasaron por el costado de las cuadras, advirtiendo que los mozos haban empezado ya a atender a los caballos. La aurora iluminaba el cielo, pero el sol no se haba elevado an cuando llegaron a una torre grande y alta, que se alzaba ms all de las caballerizas. Se estaban acercando al centro del castillo. --Vamos, deprisa! Aquella voz vena de detrs de la esquina de un gran edificio y los sobresalt a los dos. No haba un sitio donde esconderse; por consiguiente, Tristn y Daryth confiaron en sus disfraces y siguieron andando como si tal cosa. Un grupo de media docena de soldados sali de detrs de la esquina. Vestan uniformes parecidos a los de los dos amigos, aunque sin el galn dorado y el alto sombrero empenachado. Pero su oficial, un joven de cabellos y barba negros, s que los luca. Su uniforme era idntico al de los dos intrusos, aunque la pluma de su sombrero era negra y no roja. --Eh! Hombres! No podis estar aqu! -grit, mirndolos con recelo-. Slo la Real... --Silencio! -gru el prncipe, acercndose al arrogante gallito de pelea. A Tristn le haba dado un salto el corazn al aparecer aquel hombre, pero al instante decidi pasar a la ofensiva-. Quin eres t para hablar as al capitn del Real Cuerpo de Inspeccin? Responde,
hombre! --Qu Real Cuerpo de Inspeccin...? --Ests sordo? Dame tu nombre, y ms te vale que lo hagas deprisa! --Pe... pero -tartamude el oficial, tratando de recobrar su aplomo. --Est bien, imbcil! Pero cuida de guardar el debido respeto en lo sucesivo! Hemos venido a inspeccionar la cocina del rey. Ha habido muchas quejas ltimamente. Dnde est? Vamos, hombre! --All -explic el oficial, sealando en direccin al arco de un patio contiguo-. La puerta de la izquierda. El suspiro de alivio del joven fue casi audible, mientras se volva para llevarse a su compaa. Tristn y Daryth pasaron por debajo del arco y se encontraron en un pequeo patio. Un fuerte olor a basura brotaba de un montn de corazones de frutas, huesos, cortezas y otros desperdicios. Una nube de gordas moscas negras zumbaban en el aire. Daryth abri la puerta y entraron ambos en la dependencia. Se hallaron en un amplio zagun, del que arrancaban varios pasillos en direcciones diferentes. Daryth ech a andar por uno de ellos y el prncipe lo sigui. Pronto llegaron a una puerta abierta en el extremo del corredor, y all el calishita se detuvo y se arrim a la pared para no ser visto. Durante unos instantes, oyeron ruido de movimiento en el interior. Chocaban cacerolas sobre una cocina de hierro y algo chisporroteaba en una sartn. Pronto lleg a la puerta un olor a suculento tocino. --Deja que pruebe yo esta vez -murmur Daryth. Tristn asinti y el calishita entr en la cocina. Toda la actividad ces al instante cuando ellos cruzaron la puerta con aire decidido. La cocina era grande, con largos tableros y varios hornos. Unos cuantos hombres y mujeres de mediana edad andaban de un lado a otro, y un grupo de doncellas colocaban platos en bandejas, en un rincn de la cocina. --T! -dijo Daryth, sealando a un hombre corpulento y de sonrosada sotabarba-. Dime. Quin es la desgraciada que prepara el desayuno para el rey? --E... sa de all, seor -dijo el hombre, aliviado al poder distraer la atencin del oficial. Seal con un dedo acusador a una rolliza matrona que estaba junto a uno de los hornos. La mujer palideci. --Ven aqu -dijo Daryth, en tono ms suave. --S, seor -dijo ella, acercndose sumisa. Se qued mirando el suelo, balancendose nerviosamente sobre los pies.
--No tengas miedo -sigui diciendo el calishita-. Estamos buscando a una de las criadas. Cul de ellas llev ayer el desayuno al rey? --Sheila! -chill la mujer, volvindose para sealar a una moza de cabellos negros. Ahora fue la desdichada chica quien palideci-. Ven aqu de inmediato! Sheila se acerc aturdida a los hombres y Tristn lament tener que causar tanto miedo a aquellos ffolk. Los ojos de la joven, muy abiertos, se estaban llenando de lgrimas. Sin embargo, el prncipe tena que continuar su juego. --Ven con nosotros! -orden. La joven asinti torpemente con la cabeza y sali de la cocina tras ellos. En el pasillo, los dos hombres se volvieron hacia la muchacha, que se apoy de espaldas en la pared y empez a temblar como una cierva aterrorizada. --Hemos descubierto un complot que puede causar grave dao al rey -dijo Tristn con expresin severa-. Te ha hablado alguien de la comida que tienes que llevarle? --No, seor. Nadie! --Muy bien. Es posible que los conspiradores estn siguiendo otro camino. T puedes ayudarnos a descubrir quines son y dnde estn. Comprendes la importancia que tiene esto? Ella asinti, temerosa. --Tienes que indicarnos, con exactitud, el camino que seguiste para llevarle ayer su desayuno. Cada escalera, cada pasillo, cada puerta. Entendido? --S -dijo ella, chillando como un ratn asustado. Los condujo desde la cocina a un amplio vestbulo. Se detuvo delante de una ancha escalera y se mordi el labio. Vacilando, seal un hueco cubierto con una cortina debajo de la escalera. --Yo... entr ah, so... slo un momento -gimote-. Garrick, el hijo del sastre, me esperaba all. Slo estuve un momento! l me hizo entrar. Forceje con l y sal. De veras! Tristn reprimi una sonrisa, confuso por haber descubierto el pequeo secreto amoroso de la moza. --Muy bien -dijo con brusquedad-. Y despus? Ella empez a subir la escalera, acalladas sus pisadas por la gruesa alfombra roja. Al llegar arriba, se volvi y ech a andar por un largo pasillo. Las paredes eran aqu de mrmol brillante, y altos espejos las adornaban a frecuentes intervalos. En ambos extremos, sendos ventanales con vidrieras de cristal tallado descomponan la luz de la maana en una serie de colores.
--Llev la comida ah -dijo la doncella sealando la nica puerta que haba a lo largo del pasillo. --Lo has hecho muy bien -dijo el prncipe-. Ahora vuelve a tu trabajo. La moza se escabull hacia la escalera y se perdi de vista. Tristn alarg una mano para asir el tirador y abrir la puerta, pero lo pens mejor. En vez de eso, llam con fuerza al lustroso panel. La puerta se abri inmediatamente y apareci un sorprendido y joven soldado de la Guardia Escarlata. --No podis... -empez a decir. --S que podemos -gru Daryth, que, en un abrir y cerrar de ojos, haba acercado la punta de su espada al cuello del hombre. --Tenemos una audiencia con el rey -declar Tristn, cruzando la puerta. La espada de Daryth toc ligeramente el cuello del joven, que desorbit los ojos. --S, seor -dijo, con voz temblorosa. El guardia estaba en una pequea habitacin. Detrs de l, otra puerta, sta dorada, conduca a las cmaras reales. Cruz tambalendose la estancia y la abri. Tristn y Daryth entraron pausadamente. El prncipe de Corwell se detuvo, impresionado. Ni siquiera su alocada imaginacin lo haba preparado para la visin de la extravagante figura sentada ante l. Poda ese hombre, con su peluca rizada y empolvada y su cara maquillada en exceso, ser en realidad el Alto Rey de los ffolk? La ciudad mas grande de las islas Moonshaes no era Calidyrr, como pensaban los humanos. Era una comunidad que slo conocan unas pocas personas de las que respiraban aire; una vasta metrpoli, mas antigua que cualquier ciudad de los ffolk. Ocupaba ms de lo que la vista alcanzaba. Sus barrios mas densos llenaban el fondo de un estrecho y profundo can, pero sus estructuras mas elegantes colgaban precariamente en los lados de la quebrada. Grandes jardines se extendan a ambos lados de la garganta, en lo alto de la fisura, y los cazadores y guerreros de la ciudad haban de alejarse varias jornadas para buscar presas y botn. Pero ningn hombre vivo haba estado nunca all. Pues era una ciudad en el fondo del mar. Era una ciudad de coral, con altas torres verdes y edificios bajos y redondeados. Sus colores eran verdes, azules y rojos, con toda variedad de matices. Las cpulas en forma de cebolla de sus torres se elevaban a menudo a trescientas varas o ms del fondo del mar,
alcanzando las mximas alturas de la quebrada, a muchos cientos de varas a su vez debajo de la superficie. Grandes galeras pendan de los lados escarpados del can. Colgaban de ellas multitud de algas, dando al lugar un aspecto de jungla. Tiburones nadaban lentamente entre las algas, pues eran los centinelas de la ciudad; protegan a sus habitantes y atacaban a sus enemigos. Los jardines de la ciudad eran de flores marinas y de anmonas. Sus monumentos eran los cascos de los bosques naufragados, ..y/os muertos de su tripulacin. Estos monumentos esquelticos rodeaban las altas cpulas y adornaban las vastas galeras. El oro y la plata robados a estas naves servan de ornamento a las moradas mas elegantes o de joyas a los ciudadanos ms eminentes. En toda la ciudad, los huesos de los marineros muertos sostenan portales y arcos, o eran tallados para fabricar utensilios curvos. Su nombre era Kressilacc y era una ciudad de los sahuagin, la raza submarina que gobernaba sus dominios con mano dura e implacable. Los sahuagin haban vivido en Kressilacc desde el nacimiento de su raza, y su ciudad haba crecido en dimensin y esplendor, mientras ellos crecan en poder y en nmero. Los sahuagin eran gobernados por su rey, Sythissall, y su Suma Sacerdotisa, Ysalla. Ambas criaturas, malvadas en extremo, se haban cansado de su dominio absoluto del mar. Buscaban otros reinos que conquistar y saquear; otros paisajes para distraerse. Sythissall tena como residencia el gran palacio situado en la cima de la pared del canon. Rodeado de sus cien concubinas, los enormes pulpos que constituan su guardia y los crneos de sus enemigos, Sythissall se sentaba en el vasto saln del trono. Como sahuagin mas corpulento, el rey tena proporciones casi de gigante. Sus dientes y sus anchas y rojas agallas daban a su cabeza una apariencia brutal. Sostena un enorme tridente de barbas de ballena. Con l haba matado una vez a seis prisioneros, sahuagin rivales, de un solo golpe. Las pas que tena el rey en la cabeza y a lo largo de la espalda, alcanzaban ms de una vara de largo cuando Sythissall se excitaba. Gobernaba a los sahuagin desde haca siglos, y los hombres-peces estaban satisfechos de su liderazgo. Torturaban y mataban por su rey y, bajo su direccin, haban conquistado o destruido a todos los otros grupos de sahuagin en jornadas a la redonda. Para celebrar su ltima victoria, haca de esto diez aos, Sythissall haba ordenado que mil prisioneros fuesen torturados lentamente y arrojados despus a los tiburones. Haba sido el espectculo ms grande de la historia de los sahuagin. Ysalla, la Suma Sacerdotisa, viva en su extenso templo, en el lado del can opuesto al palacio del rey. Como Guardiana de los
Huevos, la influencia de Ysalla entre los sahuagin era casi tan grande como la del rey. Como hembra que era, careca de afiladas pas en la cabeza y la espalda. Su piel escamosa, como la de sus sacerdotisas, era de un amarillo brillante, en contraste con el verde natural de las de su especie. Elamarillo, distintivo de orgullo y castidad, era prueba de que las sacerdotisas no procreaban. Guardianas de los huevos, no producan ninguno propio. Las sacerdotisas de los sahuagin se adornaban con brazaletes, diademas, cinturones y ajorcas en los tobillos, todo ello de oro. Nadaban entre los de su especie con arrogancia imperial, pues ningn sahuagin se atreva a hacer dao o insultar a una sacerdotisa. Como otros de su orden en los mundos de los hombres, los orcos y los ogros, estas sacerdotisas adoraban a Bhaal. Sythissall guardaba su mas preciosa reliquia en el saln del trono. El Espejo Mgico era un artefacto mstico, tallado por los sahuagin en el amanecer de su raza del hielo del mas lejano norte y forjado al fuego de los mas profundos volcanes submarinos. Sythissall guardaba y era dueo del Espejo Mgico. Pero slo Y salla saba como usarlo. La Suma Sacerdotisa poda servirse del Espejo ayudada por el inmenso poder de Bhaal. A travs de l, Ysalla y Sythissall podan ver todo lo que quisieran en cualquier parte. Estudiaban el mundo del sol y del aire, y aunque lo consideraban desagradable, con su calor y su horrible sequedad, vean en l muchos objetos que deseaban para su ciudad y para ellos mismos. Y, tambin a travs del Espejo Mgico, descubrieron al hechicero Cyndre. ste los haba estado observando y esperando, pues saba que el Espejo Mgico acabara llevando a los sahuagin a su propio espejo. Sythissall se enfureci al ver que un ser humano lo estaba mirando. Pero Ysalla era mas paciente. Aprendi que el hombre poda hablarles y que ellos podan comprenderlo y hablarle a su vez. Los estridentes sonidos de su conversacin resonaron en el inmenso saln del trono, con sus columnas de coral y sus tapices de algas. La clera de Sythissall se extingui al or las palabras del negro hechicero, que prometa oro, huesos y sangre. El plan que les expuso Cyndre despert su inters. Sythissall vio una manera de extender su influencia a unos reinos que hasta entonces haban sido intocables para l. Ysalla vio una manera de servir a su dios y alentar a sus seguidores. El suave susurro de la voz de Bhaal lleg a sus odos, dicindole que aquel humano sera un instrumento til para los designios del dios. Y Bhaal observ, escuch y sonri.
14 La mazmorra Kamerynn corcoveaba y coceaba, aplastando zombies y destrozando esqueletos. Se haba apoderado de l la locura del combate, y el gran unicornio mataba por el gozo de aniquilar a los enemigos de la diosa. Haba empezado a luchar junto a Robyn en el arco, pero su sed de sangre lo haba incitado a galopar furiosamente entre los atacantes. Ahora estaba a cierta distancia del Pozo de la Luna y se volvi para regresar al anillo defensivo. Pero entonces sus sensibles odos detectaron un ruido inquietante. Se detuvo un momento y sacudi la cabeza, haciendo que su crin blanca flotase como una nube a su alrededor, mientras buscaba otras vctimas. Sinti la vibracin anormal del terremoto provocado por el sacerdote, aunque se mantuvo a distancia del suelo que temblaba. Vio que varios druidas y desenterrados tropezaban y caan. Entonces observ cmo Genna haca caer las piedras transversales de los arcos de piedra para cerrar los espacios abiertos entre stos. Salt sobre el bloque que haba cado delante de l y, una vez ms, se encontr dentro del crculo, buscando ms enemigos a quienes matar. En ese momento, oy la voz de Robyn, que gritaba de dolor. Vio que la joven druida era levantada por una fuerza invisible y llevada rpidamente lejos de all. Con un bufido de rabia, el unicornio salt sobre el bloque de granito y emprendi el galope en persecucin del capturador de su amiga. Apenas se fij en Newt y YaziIliclick, aunque alcanz a distinguir que el dragn haba recibido un golpe y el duendecillo lo estaba atendiendo. Cruz el bosquecillo con la rapidez del rayo, pero la cosa que se llevaba a Robyn se mova todava ms deprisa. Aunque Kamerynn haba perdido de vista a su presa, sigui adelante y cruz el riachuelo. Su enorme cuerpo levant cortinas de espuma al salir de la corriente para plantarse, tenso, en la ribera sur. Su ancha nariz tembl buscando el olor de su presa. Y un dbil soplo de la brisa le trajo lo que buscaba: el suave olor de Robyn, procedente del bosque que tena delante, un poco a la izquierda. Lanzando otro bufido, el unicornio se lanz al galope.
Robyn sinti que los brazos de su capturador invisible se aflojaban un poco, y se retorci con desesperacin, pero slo consigui que aquellos miembros como tornos se cerraran con ms fuerza sobre ella. Entonces aquella cosa se detuvo de pronto, como si hubiese llegado a su destino. Sinti el ancho cuerpo ante ella, como una pared infranqueable que la mantena inmvil en medio de un pequeo claro del bosque. Su corazn lati ms despacio, aunque palpitando todava, y se pregunt qu sera la cosa que la haba capturado. Haba odo hablar de servidores invisibles. Trabajaban para el mal o para el bien, siguiendo las rdenes de un sacerdote o de un hechicero poderoso. No le caban dudas de que ste trabajaba para el mal. Entonces oy el estruendoso ruido de unos cascos de caballo y, al volverse esperanzada, vio una forma blanca que sala de entre los rboles. Bajo la luz creciente de la maana pudo ver al unicornio que galopaba hacia ella. --Kamerynn! -grit. El unicornio gir en direccin a Robyn y baj la cabeza. Su blanca crin se arremolin como una capa sobre su cuello, mientras los duros cascos pateaban la tierra. Con un bufido, la enorme criatura salt hacia la cosa invisible que segua manteniendo inmvil a la joven druida. El cuerpo de Kamerynn se hizo borroso. Su cuerpo, como una flecha blanca, golpe el cuerpo que Robyn no poda ver. Por lo visto, esto no era una dificultad para el unicornio, pues su cuerno se clav sin vacilaciones en la invisible presencia. Robyn sinti que aquella cosa se echaba atrs por la fuerza del impacto... Y de pronto qued libre. Cay al suelo y, al mirar hacia arriba, vio que el unicornio se encabritaba, doblando los anchos hombros para clavar profundamente su cuerno, una vez ms, en su adversario. Era un ataque extrao, pens Robyn. Normalmente, el unicornio habra empleado los cascos en un combate cuerpo a cuerpo. Tal vez haba presentido que slo su cuerno poda herir a un enemigo sin duda mgico. Una y otra vez hundi Kamerynn el asta de marfil en aquella cosa. La criatura moribunda no haca el menor ruido, pero Robyn sinti de algn modo su agona y, por ende, un gran alivio. Por fin el unicornio dej de atacar y se qued plantado, respirando con fuerza. Baj la cabeza y busc aquella cosa invisible en el suelo, sin encontrar resistencia. Fuera lo que fuese, se haba desvanecido en el aire. Robyn consigui ponerse en pie con esfuerzo y se acerc al unicornio, para sacar fuerzas del contacto con su ancho flanco. Se abraz a su cuello y lo estrech, dndole las gracias en silencio por
haberle salvado la vida. Kamerynn volvi la cabeza blanca y acarici el hombro de Robyn, que cay agotada al suelo.
--Ne... Newt? Ests bien? Yazilliclick mir las pupilas dilatadas del dragn y le acarici con suavidad la escamosa cabeza. --Yazikilill... Yazillikillikk... Yazilliclick... -El dragn pestae-. Qu ha pasado? Dnde est Robyn? --Te golpearon, te golpearon! -dijo el duendecillo-. Ro... Robyn ha desaparecido. Y un ligero temblor lo recorri al pensar en su amiga llevada lejos de all por una cosa invisible. --Bueno, vayamos a buscarla! Yo le mostrar a esa cosa estpida cmo lucha un dragn! Tengo un hechizo que... El dragn se interrumpi, pasmado por un sbito resplandor blanco que se extendi desde el Pozo de la Luna hasta la oscuridad que los rodeaba. La pareja estaba sentada en el suelo, justo fuera del crculo de arcos. Al brotar aquella luz, ambos saltaron sobre la piedra que tenan al lado, la piedra que, hasta haca poco, haba estado en lo alto de uno de los arcos drudicos. Ambos se quedaron pasmados. Incluso Newt guard silencio mientras las aguas espumosas del Pozo de la Luna salan de la charca hirviendo y silbando, para envolver a los druidas, y se retiraban despus dejando a los druidas convertidos en estatuas de piedra. Los desenterrados se tambalearon ante aquella explosin y luego retrocedieron cuando el agua salpic su piel corrompida o sus huesos desnudos. --Qu le ha ocurrido a Genna? --No lo s -dijo Newt, confuso... y lleno de curiosidad-. Vayamos a verlo! El duendecillo mir entristecido a los druidas y sacudi la cabeza. De pronto, tuvo una idea, que era tambin una manera de apartar a Newt de ese peligroso lugar. --Va... vayamos en busca de Robyn. Hemos de encontrarla! -dijo, en tono apremiante. Newt estaba perplejo por aquella metamorfosis, pero nada poda hacer. --Est bien. Hacia adonde fue? Yazilliclick seal, y las dos criaturas alzaron vuelo en busca de su amiga.
Robyn se despert sobresaltada. Llena de nerviosismo, mir a su alrededor. El gran unicornio estaba alerta junto a ella, y el sol brillaba en lo alto del cielo. Vio que se hallaban en un pequeo prado florido, cerca de una charca de agua clara que reflejaba las imgenes verdeazuladas de los pinos. La joven druida se puso en pie y se estir. De pronto, record la batalla... y aquella cosa que se la haba llevado. --Kamerynn, tenemos que volver al bosquecillo! Se agarr a la crin del unicornio, disponindose a montar en l, cuando oy una voz excitada que la llamaba desde el bosque. --Robyn! Ests aqu! Hemos estado buscndote por todas partes! -Newt, seguido de Yazilliclick, vol hacia ella y se pos en su sitio predilecto: el cuerno de Kamerynn-. Tendras que haberlo visto! El Pozo de la Luna se volvi blanco y espumoso y el agua roci a Genna y a los druidas. Y los convirti a todos en estatuas! Robyn lanz un grito ahogado. --Quieres decir que Genna, que todos ellos, se convirtieron en piedra? Yazilliclick baj al suelo. --En pie... piedra, s. Blanca y lisa. No se movan..., no se movan! Robyn gimi y volvi a sentarse pesadamente en el suelo. Haban perdido la batalla! Su impetuosidad la haba apartado de all en el momento crucial! --No llores -dijo el duendecillo, agitando las antenas y mirando a Robyn con expresin grave-. No hubieses podido hacer nada..., nada, para impedir aquello. T eres la nica que se libr. Ahora debes volver all y arreglarlo..., arreglarlo! Robyn sinti que estaba a punto de estallar en sollozos. Nunca se haba sentido tan perdida, tan sola. Los desenterrados se haban apoderado del Pozo de la Luna, y Genna y los otros druidas estaban atrapados y convertidos en estatuas. No tena idea de lo que poda hacer. Un suave susurro de viento en el prado atrajo su atencin, aunque no sinti el menor soplo de brisa. El agua de la pequea charca ondeaba como acariciada por una dbil corriente de aire. Giraba muy despacio, con una fuerza hipntica, casi como si se hubiese formado un torbellino debajo de la superficie. Robyn olvid su cansancio y su desesperacin al ver que una forma surga del agua. Contuvo el aliento mientras observaba la imagen de una hermosa mujer que se elevaba lentamente en el centro de la charca. Sus rubios y sedosos cabellos le cubran los hombros, y llevaba un peto de plata que mostraba abolladuras producidas por
muchos golpes. Pero su piel era clara como el marfil, y no tena huellas de la edad o de penuria alguna. Por ltimo, la mujer se qued como plantada sobre el agua, aunque sta no la haba mojado. Su mirada autoritaria oblig a Robyn a levantar los ojos y fijarlos en los suyos. Robyn se pregunt si aquello sera alguna especie de engao, pero de inmediato rechaz la idea. La visin de aquella mujer le infunda un sentimiento de profunda reverencia. No crea que esta emocin pudiese ser causada por algo ilusorio. --Quin eres? -pregunt, ponindose en pie y acercndose a la charca. Kamerynn se volvi para observar impasible a la mujer, con Newt todava posado en su cuerno. Yazilliclick se haba hecho invisible en cuanto haba visto la aparicin. --Soy alguien que se preocupa por ti, por tu prncipe y por tu tierra -dijo la mujer, en un tono anhelante que hizo que a la druida le doliese el corazn-. Soy el espritu de una mujer que muri hace tiempo y que espera que su vida adquiera un significado a travs de tus actos. --Pero... --Druida del valle -dijo la mujer. Su voz era serena, pero autoritaria-, tu prncipe est en peligro. Le espera la muerte en Alarn, pero t puedes ayudarlo. --Tristn? Le espera la muerte? Qu quieres decir? -jade Robyn, sintiendo que el miedo atenazaba su garganta. --Debes ir con l. Te necesita. --Dnde? Dnde puedo encontrarlo? --Bscalo en el corazn del bosque de Dernall. Y ahora date prisa, o no llegars a tiempo! Dichas estas palabras, la mujer se hundi lentamente en la charca y desapareci en pocos momentos. --Pero, cmo puedo encontrarlo? -grit Robyn. Su nica respuesta fue el lento remolino del agua; despus, ste se extingui y la charca volvi a quedar inmvil como un espejo. El extenso bosque de Dernall era un laberinto de caminos y senderos, cualquiera de los cuales habra podido ser seguido por su presa. Sin embargo, Kryphon confiaba sobre todo en la habilidad de Razfallow para seguir rastros, y en su propia intuicin para lo dems. Estaba casi seguro de que el prncipe y sus acompaantes viajaran hacia el norte, y se dej guiar por esta conviccin. Pero el prncipe deba de llevarle ventaja. Kryphon comprenda el valor de su presencia en Doncastle. La ciudad haba sido un problema engorroso para
Cyndre y el Alto Rey. Todos sus ataques a ella haban sido frustrados por los firmes defensores, as como por una ayuda mgica de origen desconocido. El hechicero y sus compaeros viajaban con cautela. Razfallow y Doric iban en cabeza, buscando huellas de los seis caballos y del gran podenco. Kryphon los segua a un centenar de pasos de distancia, oculto por un hechizo de invisibilidad. De ese modo podra librarse de cualquier emboscada contra sus compaeros y quedar en condiciones de rescatarlos o de vengarlos, segn fuera el caso. De todas maneras, l estara a salvo. Marcharon hacia el norte a travs de los oscuros bosques durante dos das y, poco a poco, las huellas de su presa se fueron debilitando. Durante la mayor parte del segundo da, se movieron por puro instinto, sin nada que les indicase que seguan la verdadera pista. Kryphon empez a inquietarse; tema la clera de Cyndre si el prncipe se les escapaba. Pero entonces intervino el destino, cuando ocho hombres salieron de entre los matorrales y rodearon a Doric y a Razfallow, blandiendo espadas y arcos. Kryphon, invisible, observ la escena con inters, mientras se acercaba sin ruido a ellos. Instantes despus, se haba acercado lo bastante para or lo que decan. --Oro! -pidi uno de los desconocidos-. Lo entregaris de buen grado o tendremos que quitroslo? --Tendris lo que peds -dijo despacio Doric. Con deliberada lentitud, empez a hurgar en los bolsillos de su tnica. Se estaba tomando mucho tiempo, pero los bandidos parecan no tener prisa. Tenan fija la atencin en ella desde que haba abierto su tnica y haba descubierto una de sus piernas. Kryphon sonri para sus adentros al llegar cerca de ellos, todava seguro en su manto de invisibilidad. Todo sera muy fcil. Sac una pulgada de arena de su traje y dej que los granos se deslizasen despacio entre sus dedos, mientras se concentraba en un sencillo hechizo. --Dormid, muchachos -dijo con tono burln. Entonces ocurrieron varias cosas: se hizo visible para todos los que estaban en el camino del bosque y siete de los ocho bandidos se tambalearon y cayeron al suelo, respirando con fuerza pero profundamente dormidos. El octavo bandido, el que haba pedido el oro, se volvi impresionado hacia Kryphon. Su corta espada tembl cuando el hombre se ech hacia atrs. --De dnde... de dnde has...? Se le quebr la voz y guard silencio. Kryphon sonri. --Tranquilzate, amigo -dijo con suavidad, mientras realizaba
varios ademanes con las manos-. No pretendo hacerte dao. El hechizo, el mismo que haba empleado para encantar a Razfallow, le dio excelentes resultados. El bandido se calm, baj la espada y sonri, indeciso. --Lo siento. Slo es que..., bueno, me sorprendiste. --Lo comprendo -dijo con benevolencia el mago-. Estamos buscando a... unos amigos. Creemos que pueden haber pasado por aqu. Describi el grupo del prncipe, hablando sin prisa, aunque el corazn le palpitaba con fuerza. Sabra algo til aquel hombre? --Has dicho un halfling? -pregunt el bandido-. S..., estaban en Doncastle ayer por la maana. Kryphon se esforz en mantener tranquila la voz. --Doncastle, eh? Cmo podemos encontrar ese lugar? El hombre pareci rebosante de satisfaccin al poder ayudar a su nuevo amigo. --Bueno, est a pocas horas de aqu. Yo mismo puedo llevaros! Kryphon sonri, con los labios apretados.
Tristn sinti una extraa mezcla de emociones al encontrarse ante el Alto Rey. Su deseo de venganza arda dentro de su pecho, pero era amortiguado por el conocimiento de que aquel hombre era su legtimo seor. Sin embargo, su ridculo aspecto y el miedo que se reflejaba claramente en sus ojos desmentan la tradicin. De inmediato el prncipe de Corwell decidi que aquel hombre no mereca su respeto. --Quin... quin eres t? -pregunt el rey, con un ligero temblor en la voz, mirando con incredulidad al intruso. --Soy Tristn Kendrick, prncipe de Corwell! --Eh...? Cmo...? --Es cierto que hiciste matar a mi padre? -pregunt Tristn. No desenvain, ni siquiera empu su arma, pero el Alto Rey se encogi, como si lo hubiese atacado fsicamente. --No! No lo hice! Se le quebr la voz y empuj su silln hacia atrs. Su desayuno se derram en el suelo. --Entonces, por qu encontr tus monedas en las ropas de los asesinos? Tristn dio un paso adelante. Sinti, ms que vio, la tranquilizadora presencia de Daryth detrs de l, vigilando la puerta. --No me mates! -chill el rey-. El reino es tuyo! A cambio de mi vida!
--El reino? De Corwell? --No..., mi reino! -Por un momento, el rey pareci perplejo-. Es eso lo que quieres, no? --Quin te lo ha dicho? -pregunt el prncipe. --Pues..., cre que todo el mundo lo saba. Por eso has venido aqu, no? Para reclamar mi trono! Tristn dio un salto hacia el rey, demasiado aprisa para que el monarca pudiese esquivarlo. Agarr del cuello al msero hombrecillo y lo sacudi. --He venido -gru- para castigar a la persona responsable de la muerte de mi padre. El rey boque y se retorci, pero no poda escapar. --Si no fuiste t, quin fue? -continu Tristn. --Tal vez es a m a quien buscas. La voz, suave y sinuosa, vena del otro lado del vasto saln. Tristn y Daryth se volvieron sorprendidos, y vieron a una persona envuelta en una capa negra, plantada ante ellos. Un momento antes, no haba estado all. --Quin eres? -pregunt el prncipe, sin soltar el cuello del rey. El desconocido no contest. En vez de eso, sac con la mano izquierda una piedrecita gris de un bolsillo, mientras extraa de otro, con la derecha, una pulgarada de lo que pareca polvo. --Wissath Duthax. Hisst! -dijo el hombre, echando el polvo sobre la piedra. Tristn sinti de pronto que se caa de cabeza. La estancia dio vueltas a su alrededor cuando l solt al rey y trat de levantar las manos para protegerse la cabeza al caer. Choc contra la dura superficie de piedra y el aire escap de sus pulmones. Durante un latido, tuvo la impresin de que l y el rey yacan en el techo de aquella estancia. Entonces, el peso de los cuerpos volvi a ser normal. Haba estado en el techo. Ahora se estrell contra el suelo, donde se qued aturdido. El ruido de un golpe, detrs de l, le dijo que tambin Daryth haba cado en la trampa de aquel hechizo. --Guardias! -grit el rey, apartndose de Tristn. El prncipe tena los msculos paralizados y senta fuertes latidos en la cabeza. La extraa cada lo haba dejado casi inconsciente. --Korass, Sithtu... -empez a decir el hechicero, sacando ms cosas de los bolsillos. --No! -grit el rey, ponindose en pie con dificultad y plantndose delante del hechicero-. No lo mates... todava. Tristn no poda ver la cara del hechicero, oculta por la capucha, pero la sbita tensin del cuerpo del mago revel lo mucho que lo contrariaba la orden del rey. Sin embargo, se contuvo.
--Est bien -dijo, con voz calma. Tristn pens que aquella voz tan suave pareca incongruente en un hombre dotado de un poder tan arcano. La puerta se abri de golpe y entraron doce guardias en el saln. --Prendedlos! -orden el rey, y los dos aturdidos intrusos fueron agarrados con presteza por manos vigorosas-. Los interrogar personalmente! -grit-. Encerradlos en la mazmorra!
La puerta de hierro se cerr de golpe, dejando a Tristn solo en la oscuridad de su celda. Daryth haba sido llevado a otra pane; al parecer, las celdas abundaban en el vasto calabozo. El prncipe tir con furia de las cadenas que sujetaban sus muecas y tobillos a la pared de piedra. Rechinaron con sus movimientos, pero no cedieron. Alargando con torpeza las manos hacia atrs, toc el engaste de cada cadena. Estaban slidamente fijados en mortero seco. Su mirada se fue adaptando a la oscuridad de la pequea celda. Como en Llewellyn, una terrible sensacin de asfixia amenazaba con ahogarlo. Pero esta vez, la sensacin era intensificada por la oscuridad y por el hecho de estar encadenado a la pared, solo en una celda. Grit en la noche, y se debati para librarse de las cadenas, tratando de arrancarlas de la pared a viva fuerza. Pero lo nico que consigui fue lastimarse las muecas y distenderse los msculos. Pens en Robyn, deseando tener una manera de enterarla de su aprieto. Pero entonces se imagin los poderes drudicos de la joven enfrentndose a la magia del hechicero del rey, un hombre que poda invertir la propia gravedad! Saba que Robyn plantara cara al hechicero, con su valor y su fe inquebrantables. Y se vera condenada por el poder de aqul a una muerte horrible. Slo la fortuita intervencin del Alto Rey, pens, los haba salvado a Daryth y a l. Por qu haba querido el rey conservarle la vida, despus de haber puesto homicidas y hechiceros en su camino? Por cierto, la persona -fuera quien fuese- que haba hecho naufragar el Patito Afortunado no haba querido que siguiese vivo para interrogarlo. Como tampoco lo haban querido Razfallow y su banda de asesinos. Y qu haba dicho el hechicero al aparecer de pronto en la habitacin del rey? Tal vez es a m a quien buscas, o algo parecido. Tena que habrselas con el hechicero del rey, y no con el propio Alto Rey? --Tristn -dijo una voz suave y musical. --Eh? -gru tontamente l, abriendo los ojos y levantando la dolorida cabeza.
Una figura blanca estaba delante de l, resplandeciendo con un brillo cegador. El prncipe pestae varias veces y vio unos cabellos rubios extendidos sobre un peto de plata. El corazn le dio un salto al reconocer a su visitante. --Mi reina! -balbuci-. Gracias a la diosa que has venido! desencadname, por favor! Lo ojos de la reina Allisynn brillaban todava ms que la primera vez que la haba visto. Y estaba aqu, en la celda, con l. Ansiaba alargar las manos y tocarla, pero ella no se le acerc. Su cuerpo estaba envuelto en una luz que haca que sus cabellos resplandeciesen como fuego. l la mir a la cara y el dolor de su cabeza desapareci bajo el calor benfico de la mirada de ella. --No puedo liberarte -dijo ella con tristeza-. Mi poder es intil contra el hierro fro que te atenaza. Tristn gimi y baj la cabeza, derrotado. --No desesperes, mi prncipe! Has aprendido lo que ms teme tu enemigo, y este conocimiento es muy valioso. --Aprendido? -dijo l apesadumbrado-. Aprend que soy un imbcil! No merezco ser ni un simple soldado del ejrcito de Corwell, y mucho menos su rey! He sido hecho prisionero como un ratn cado en una trampa! Su ira amenazaba con consumirlo, y la reina se estremeci al ver la intensidad de su furor. --No tengo derecho... -prosigui Tristn-. Olvid por un momento dnde estaba. Podrs perdonarme la lstima que siento de m mismo? --Temo que das demasiada importancia a mi aprobacin -dijo ella-. Hay una moza en Gwynneth que se sentira terriblemente afectada por tu situacin. Tal vez deberas luchar por ella. Tristn se mordi el labio, con un sentimiento de culpabilidad. Ante la gloriosa presencia de la reina, haba olvidado a la mujer a quien amaba y con la que quera compartir su vida. --Pero t... --Yo... soy demasiado vieja para ti -dijo ella, con una fra sonrisa-. Aunque tu afecto me conmueve en lo ms hondo. Ha pasado mucho tiempo desde que un hombre me mir con tanto... amor. --Yo te amo, mi reina! -exclam. De pronto sinti una profunda humillacin por su encierro-. Ojal quiera la diosa que pueda demostrrtelo algn da! --Creo que querr. Piensa en lo que has aprendido. Y ahora, descansa, mi prncipe. Se fue desvaneciendo lentamente, pero l no pudo llamarla para que se quedase. Se haba sumido ya en profundo sueo. Se despert cuando la puerta de su celda se abri con estruendo.
Levant la cabeza y, bajo la sbita luz de una antorcha, vio que dos personajes entraban en la sucia mazmorra. El primero de ellos era el encorvado y malicioso carcelero que haba sujetado las cadenas a sus muecas y tobillos. El otro era el Alto Rey. El carcelero se apart a un lado, sosteniendo la antorcha. El monarca pas por delante de l y avanz hacia el prncipe, pero se detuvo fuera de su alcance. Pareca ms confiado que durante su primer encuentro, aunque distaba mucho de parecerse al Alto Rey que Tristn haba imaginado antes de conocerlo. Llevaba un largo manto purpreo, ribeteado de blanco. Su rizada peluca lo haca parecer muy alto, aunque era al menos un palmo ms bajo que el prncipe. Luca un fino bigote retorcido, debajo de la larga y afilada nariz. --Me tienes intrigado, prncipe de Corwell -dijo el rey, mirando a Tristn con fijeza. El prncipe no respondi-. Dices que viniste aqu para vengarte? --S. --Y que no viniste a Caer Calidyrr para reclamar el trono del Alto Rey..., mi trono? --Desde luego que no! No s quin pudo meter esa idea en tu cabeza. --Esto es muy interesante. Aunque, como es natural, no s si he de creerte... --Majestad? -dijo un hombre desde la puerta. El rey se volvi en redondo, sorprendido, cuando un personaje envuelto en un hbito negro entr en la celda. --Cyndre! Hablaremos ms tarde! Ahora, djame! La voz del rey era autoritaria, aunque algo temblorosa. --Temo que esto no puede esperar, seor. Si he venido a tu encuentro, es porque se trata de un asunto sumamente urgente. Tristn vio, a la vacilante luz de la antorcha, que las mano del hechicero hacan una serie de delicados movimietos. El rey experiment un ligero estremecimiento y suspir con resignacin. --El usurpador...? -pregunt con suavidad el hechicero. --l... l es... El rey pareca tener dificultad para concretar sus pensamientos. --Quieres decir que es una amenaza -concluy el hechicero. Tristn estaba horrorizado por la manera en que el hechicero manipulaba al soberano. Por primera vez, temi realmente por su vida. --Es hora de que muera -termin Cyndre, siempre con su voz musical. --Est bien -respondi el rey, a media voz. Y mir a Tristn mientras hablaba.
Las cadenas que sujetaban a Daryth de Calimshan no eran menos fuertes, ni sus engastes menos slidos, que las del prncipe de Corwell. Pero el calishita tena una ventaja que no tena el prncipe: llevaba los guantes que haba tomado de la cmara del tesoro de Caer Allisynn. Los guardias que lo haban registrado no haban reparado en los guantes, que se adaptaban a la perfeccin a su piel morena. Daryth sigui esperando despus de que se hubiesen marchado los guardias. Oy que llevaban a Tristn a otra celda ms en el fondo de la mazmorra. Y luego oy como los guardias se acercaban de nuevo. Uno de ellos meti una antorcha entre la pequea reja de la puerta e ilumin la celda. Satisfecho, al parecer, en lo tocante a la seguridad del preso, se marcharon. Daryth dio un suave tirn con la mano derecha, que se desliz en la herrumbrosa argolla. De igual manera, solt la mano izquierda. Sac uno de los largos alambres rgidos ocultos en los guantes y se agach para examinar los cierres de las argollas que sujetaban sus tobillos. Sus sensibles dedos localizaron la pequea cerradura, a travs del fino cuero de los guantes. Tard mucho rato en soltar el mecanismo que atenazaba su pie derecho. El izquierdo qued libre bastante ms rpido. Daryth esper unos momentos, casi sin atreverse a respirar. La mazmorra estaba en silencio. Cruz con cautela la celda, cuidando de no tropezar con algo en aquella absoluta oscuridad y hacer ruido. La puerta fue fcil de encontrar, aunque la cerradura result ms difcil que los cierres de las esposas. Tard mucho rato en comprender cmo era el complicado mecanismo, pero al fin descubri su secreto y pudo forzar la cerradura. Abri la puerta poco a poco y observ el pasillo. La dbil luz de una antorcha resplandeca en un lugar lejano, pero todo lo dems estaba a oscuras. Las fras piedras goteaban de humedad y el aire ola fuertemente a moho. El calishita sali a hurtadillas al pasillo y comprob que no se oa ruido en ninguna direccin. Daryth saba que haban llevado a Tristn a una celda de ms abajo en el corredor, hacia la izquierda. La titilante antorcha estaba a cierta distancia hacia la derecha, mientras que todo estaba oscuro en la otra direccin. Comprendiendo que necesitaba alguna luz, Daryth recorri en silencio la treintena de pasos que lo separaban de la antorcha, que chisporroteaba en un soporte de la pared. La tom y retrocedi hacia las profundidades de la mazmorra. Pero entonces pens en sus armas, en especial en la Espada de Cymrych Hugh. Haban llegado demasiado lejos con ellas para dejarlas
abandonadas all. Sosteniendo la antorcha delante de l, ech a andar pasillo arriba, resuelto a investigar al menos el puesto de guardia ms prximo. Dobl con cautela una esquina y reconoci la escalera por la que haban bajado. El cuarto de guardia, donde les haban quitado las armas, estaba en la cima de aquella escalera. Subi los peldaos de tres en tres y se detuvo antes de llegar arriba, para observar. Maldijo para sus adentros al ver una puerta de hierro cerrada en el pasadizo. Detrs de ella, un guardia dormitaba sentado en una silla, y a sus espaldas, las armas pendan de un gancho en la pared! Daryth apoy con cuidado la antorcha en un escaln y extrajo la ganza de su guante. Procurando hacer el menor ruido posible, introdujo aqulla en la cerradura. Al cabo de unos momentos, el pestillo se descorri con un fuerte chasquido. El hombre se puso en pie de un salto, abriendo mucho los ojos, cuando Daryth empuj la puerta y entr en el cuarto de guardia. El puo del calishita alcanz la mandbula del guardia en el mismo momento en que ste abra la boca para gritar. El grito de alarma se extingui en su garganta y el hombre se derrumb inconsciente contra la pared. Daryth se volvi hacia las armas y descolg deprisa su cimitarra. Se ci el arma, tom las otras y cerr la puerta a su espalda. Haba algunas puertas a lo largo del pasillo, segn advirti al pasar por delante de su propia celda. Se detuvo ante cada una de ellas y aplic la antorcha a la reja de hierro situada al nivel de los ojos para iluminar el interior, en busca de su amigo. Las cuatro primeras celdas que examin estaban vacas. Pero en la quinta haba un hombre. Estaba encadenado a la pared y tena baja la cabeza, por lo que Daryth no poda verle la cara. Aquel hombre no pareca Tristn; pareca ms bajo que el prncipe, pero el calishita no poda estar seguro, habiendo tan poca luz. --Tristn! -susurr. No recibi respuesta, ni el hombre dio la menor seal de vida. Maldiciendo, Daryth dej la antorcha en el suelo y empez a hurgar en la cerradura de la celda. Su habilidad fue recompensada y la puerta termin por abrirse. Entr en la celda, pero el hombre permaneci inmvil. Sosteniendo la antorcha delante de l, Daryth avanz despacio. De pronto, el hombre levant la cabeza y mir al calishita con una expresin de desesperado anhelo. No era Tristn; este hombre era ms viejo, ms bajo y demacrado. Sus flaccidas mejillas se agitaron como si tratase de hablar, pero ningn sonido brot de su garganta. Daryth se dio cuenta de que sus manos eran como unas garras
retorcidas: haban sido horriblemente mutiladas. El hombre pestae varias veces, dndose por lo visto cuenta de que Daryth no era un guardin que vena a atormentarlo. Movi la boca, sin emitir tampoco el menor sonido. En realidad, todo era silencio a su alrededor. Sus cadenas no hicieron ruido al sacudirlas Daryth. Su respiracin entrecortada era por completo inaudible. --Quin eres...? -empez a decir Daryth, pero no pudo or su propia voz. Hechicera! Los pelos de la nuca se le erizaron al darse cuenta de que la celda estaba bajo algn efecto mgico que eliminaba todo ruido. El hombre lo mir ahora con resolucin y Daryth vio valor y dignidad debajo de la macilenta expresin de su cara. Record historias de seores fieles y ciudadanos leales que haban sido encarcelados por el Alto Rey. Sin comprender del todo por qu perda el tiempo en esto, el calishita se acerc y empez a abrir los cierres de las esposas del preso. Hobarth pas el da entre arranques de entusiasmo y accesos de frustracin. Los druidas haban sido derrotados! Su ejrcito de la muerte haba alcanzado una gran victoria! El ejrcito de muertos de Bhaal, se record, inclinando reverente la cabeza; el ejrcito de Bhaal, pero bajo su mando. Pero se haban visto privados del placer de la matanza. Estaba seguro de que, encerrados en sus prisiones de piedra, los druidas lo observaban y se burlaban de l. Examin una a una las pulidas estatuas de tamao natural, convencindose de que todas ellas eran de piedra slida. Levant una pesada hacha tomada de un zombie y la descarg contra una de las estatuas, tratando de cortar el brazo levantado de una druida, pero, en vez de la piedra, fue la hoja del hacha la que salt en pedazos. Con un hormigueo en las entumecidas manos, dej caer el arma intil. Sin embargo, el golpe le haba dado cierta satisfaccin. Haba gozado golpeando a la druida, aunque sta no hubiese podido sentirlo. Un borborigmo de hambre sacudi su enorme panza, y Hobarth, con regocijo casi infantil, decidi darse un banquete para celebrar la victoria. Su mesa sera el bloque de piedra que haba cado de uno de los arcos. Su alimento sera la carne y el vino del propio Bhaal. Dejando caer el mango del hacha, Hobarth se volvi a la piedra y salmodi un sencillo encantamiento. Al instante, la superficie de la piedra qued cubierta de suculentas tajadas de carne roja, frutas maduras y grandes hogazas. Arroj su frasco de vino vaco sobre la piedra y murmur otro hechizo. Entonces levant el frasco y bebi
largos tragos del lquido spero y fuerte. Una ola de calor se extendi por todo su cuerpo despus de engullir un gape con el que se habra podido alimentar a cuatro hombres. Haba creado vino varias veces mas y la cabeza le zumb agradablemente cuando lo hubo consumido todo. Hobarth contempl despus el escenario del combate. Cuerpos de sus desenterrados yacan por todas partes, destrozados hasta tal punto que era como si hubiesen muerto por segunda vez. Aquellos cuerpos ya no le servan. Pero muchos haban sobrevivido a la lucha y estaban ahora en pie o sentados, como estatuas de carne y hueso, alrededor del Pozo de la Luna y de los rotos arcos, esperando las rdenes de su seor. Varios druidas haban muerto durante la lucha, y mir sus cuerpos con inters. Vio que uno de ellos, un cuerpo de mujer, haba sido destrozado por los zombies. De su cara y sus miembros slo quedaban los huesos y faltaban los ojos en las ensangrentadas cuencas. Los zombies tenan tendencia a arrancar los ojos a sus vctimas. Hobarth sac de su bolsa el Corazn de Kazgoroth y lo sostuvo en la mano, mientras contemplaba con fijeza el cuerpo de la druida. Concentrndose, hizo que la fuerza de Bhaal entrase en aquel cuerpo. Primero se estremeci una pierna. Despus se movi la mandbula inferior y colg flojamente. El sacerdote se concentr mas. El cuerpo de Isolda de Wintergien se incorpor despacio y se puso en pie tambalendose.
15 Alexei Tristn mir al rey y, despus, al hechicero y al carcelero. El Alto Rey no pudo resistir su mirada; baj con torpeza los ojos y los fij en el suelo. El grotesco carcelero lo mir con expresin sanguinaria, mientras gotas de saliva brotaban de sus labios. El hechicero se ech atrs la capucha y sonri con frialdad. --Esta tarea es demasiado importante para dejarla al verdugo -dijo Cyndre-. O incluso a la magia. Lo har yo en persona. Sac una daga de mango negro de debajo de su hbito y dio un paso hacia Tristn. El prncipe sacudi frenticamente las cadenas, pero stas no cedieron. El rey se volvi de espaldas, mientras el carcelero levantaba la antorcha para proyectar ms luz sobre la presunta vctima de Cyndre. Entonces cay al suelo la antorcha, y la cabeza del carcelero vol
por el aire mientras el cuerpo se doblaba y caa al suelo. Tristn vislumbr un destello de acero plateado y Cyndre lanz un aullido de rabia y se volvi, encogindose como un gato. La antorcha chisporrote sobre las losas mojadas y la luz mengu, aunque no se extingui. Una figura salt dentro de la celda y el prncipe vio de nuevo el brillante centelleo del arma. El hechicero grit y cay hacia atrs al serle arrancada la daga, que rod por el suelo. El mago se agarr la mano derecha, mientras manaba sangre de su puo crispado. El rey chill aterrorizado y sali corriendo mientras Cyndre se esforzaba en evitar al atacante. Tristn oy los gritos de auxilio del monarca desvanecindose a lo lejos, en el pasillo de la mazmorra. Mientras tanto, el hechicero se movi con sorprendente agilidad, hurtando el cuerpo. El prncipe reconoci ahora a Daryth, mientras el calishita blanda su cimitarra con gran habilidad, tratando de acorralar a Cyndre en un rincn. El calishita lanzaba tajos sin descanso, obligando una y otra vez al hechicero a agacharse y esquivar sus golpes. De pronto, Cyndre se irgui de un salto y se lanz contra Daryth; lanz un grito cuando la cimitarra de ste lo alcanzo en su antebrazo levantado. Pero la acometida hizo perder el equilibrio al calishita y, antes de que Daryth pudiese dar un golpe mortal, el mago cruz de un salto la puerta y sali de la celda. All casi derrib a otra persona, una persona en quien Tristn no haba reparado hasta entonces. Todava silbando de rabia, el hechicero ech a correr por el pasillo, en la misma direccin que el rey. --Deprisa! -apremi el desconocido a Daryth-. Debemos soltarlo y largarnos. La guardia caer sobre nosotros dentro de unos momentos. Daryth arranc las llaves del cuerpo del carcelero decapitado y encontr la correspondiente a las esposas de Tristn. --Por qu no emple su magia? -pregunt el prncipe. --La herida -dijo el desconocido, volvindose a mirarlo. Incluso bajo la dbil luz, Tristn pens que aquel hombre pareca ms muerto que vivo. La piel de su cara se haba pegado a los huesos, dndole el aspecto de una calavera, y sus manos eran como garras retorcidas. Al advertir su mirada, el hombre levant aquellas manos y sigui diciendo: --Los magos necesitan sus manos para hacer hechizos. La cimitarra caus el dao suficiente para impedir los de Cyndre; un hecho al que debemos la vida. Pero en cuanto visite a un sacerdote, el dao ser reparado, y vendr en nuestra bsqueda. Tristn mir fijamente al hombre mientras Daryth abra la ltima cerradura.
--Tus manos... Eres tambin un hechicero? --Lo fui, hasta que mi maestro -y escupi esta palabra- decidi que amenazaba su fuente de poder. --Perteneces al Consejo de los Siete? -pregunt el prncipe, recordando la informacin que le haba dado ORoarke. --Perteneca al Consejo -dijo el mago-. Me llamo Alexei, y har todo lo que pueda para frustrar sus designios. Lamentarn no haberme quitado la vida. --Vamos -murmur Daryth, apremindolos-. Podemos hablar ms tarde! Tristn contrajo los msculos y vio que todava poda moverse, aunque estaba dolorido. --Adonde iremos? -pregunt. --Seguidme! -dijo Alexei, saliendo de la celda-. Las plantas altas del castillo estarn sin duda cerradas, pero los hechiceros tienen aqu pasadizos secretos. Tal vez podamos deslizamos por uno de ellos antes de que los guardias nos descubran. --Magnfico -murmur Daryth-. Guanos. El calishita tom la vacilante antorcha, que volvi a alumbrar ms al ser levantada del suelo. Esper a que Tristn siguiese al hechicero y march en la retaguardia. Alexei los condujo en direccin contraria a la que haban seguido el rey y Cyndre. El mago caminaba con dificultad y, de pronto, tropez y cay de bruces. --Vamos -lo anim el prncipe, levantndolo. Aquel hombre no pesaba ms que un mueco de paja. Entonces oyeron ruido detrs de ellos. Detenindose un momento, escucharon pisadas de botas y un sonido metlico de armas a lo lejos. Haba empezado la persecucin! Obligando al mago a caminar ms deprisa, Tristn y Daryth apretaron el paso en el resbaladizo pasillo. --Ms despacio -les advirti Alexei. El hechicero examinaba las mojadas paredes del corredor mientras avanzaban con cautela por l. Pareca estar buscando algo y, al fin, levant una mano. --Aqu! -dijo, sealando unas piedras ennegrecidas que no parecan diferentes de las otras que formaban las paredes del tnel. Alarg un brazo y trat de hacer girar una pequea protuberancia en la piedra. Lanz una maldicin cuando comprob que sus manos rotas no podan agarrar la pequea y resbaladiza piedra. --Ayudadme -murmur, decepcionado. Daryth se adelant e hizo girar aquel pomo de piedra. No ocurri nada. Prob de nuevo, movindolo a un lado y otro hasta que, de pronto, oyeron una especie de chasquido dentro de la pared.
Con un dbil chirrido, la pared de piedra se abri y dej al descubierto un pasadizo de la altura de un hombre y de apenas un paso de anchura. Justo cerrada la puerta a sus espaldas oyeron las fuertes pisadas de los guardias perseguidores al entrar en el corredor.
--Pronto llegaremos a Doncastle. Te aseguro que te quedars pasmado! El seor Roarke es muy ingenioso; todas las defensas fueron idea suya. El bandido, que haba dicho llamarse Evan, charlaba por los codos bajo la influencia del hechicero. --Y sois proscritos todos los que vivs all? -pregunt Kryphon. Le fastidiaba la locuacidad del hombre, pero su informacin era ciertamente valiosa. --Todos -se jact Evan, como si ser un bandido fuese un honor-. El rey y sus hechiceros han tratado muchas veces de conquistar nuestra ciudad, pero siempre los hemos rechazado! --Cmo os enfrentis a la magia del ejrcito del rey? --Nosotros tenemos tambin un mago y un sacerdote. Adems, tenamos el apoyo de los druidas, hasta que el rey y sus hechiceros los arrojaron de aqu... o los mataron! Kryphon sonri para sus adentros, celebrando aquel triunfo personal. Las batallas contra los druidas haban sido encarnizadas, pero los hechiceros haban prevalecido. --Me gustara conocer a alguno de estos... encantadores. Tal vez podras presentrmelos cuando llegsemos a la ciudad. Pero antes de que Evan pudiese responder, Kryphon sinti un tirn familiar en el brazo, acompaado de la lnguida presin del cuerpo de Doric. Haban estado caminando durante varias horas y Kryphon saba que ella estaba fatigada. --No podemos detenernos un rato? -murmur Doric, con voz gemebunda-. Nos conviene descansar un poco. Y todava llegaremos a esa ciudad antes de que anochezca! --No -silb l, apartndole la mano. Comprendi que se estaba cansando de Doric. Su constante necesidad de atencin se estaba convirtiendo en una carga. Ella lo solt, malhumorada, y camin delante de l. Kryphon estaba sorprendido, y un poco divertido, de la rapidez con que se haba enfriado su afecto por aquella mujer. Ahora la miraba y vea un flaco espantapjaros donde antes haba visto a una mujer esbelta y deseable. En el pasado, habra vencido el carcter arisco de Doric mediante el desahogo fsico o permitindole satisfacer su incesante necesidad de crueldad. Ahora la encontraba fastidiosa e
irritante. Tal vez, murmur para s, podra encontrar a una joven ms de su gusto en Doncastle. Alexei apenas si poda creer en su buena suerte. Liberado! Sonri ante la irona de su situacin: lo haban salvado aquellos a quienes su maestro se haba empeado en destruir! Olvid su cansancio y su dolor mientras caminaba arrastrando los pies junto a Tristn y Daryth. Tena el cuerpo entumecido por el esfuerzo de la marcha, pero su mente arda al considerar las posibilidades. El odio que lo haba sostenido en la oscuridad de su celda alcanzaba ahora su plenitud, alimentado por el fuego de la oportunidad. Cyndre, el Consejo, Hobarth, incluso el Alto Rey, todos pagaran lo que le haban hecho! Y de momento, poda hacer algo mejor que ayudar a quien Cyndre consideraba como su ms peligroso enemigo? Desde luego, Alexei sera capaz ms adelante de llevar a cabo l solo su propia venganza, pero ahora necesitaba aliados y el destino le haba proporcionado dos, y bien dispuestos. Lo primero que necesitara, decidi Alexei, seran instrumentos que lo ayudasen a recobrar parte de sus poderes perdidos. Por eso haba conducido a los hombres a este pasadizo secreto y les peda ahora que se apresurasen. Saba dnde encontrar aquellos instrumentos.
El unicornio parece triste, pens Robyn, mientras Yazilliclick, Newt y ella se despedan. --Ojal pudieses venir tambin, viejo amigo. Pero sin alas... Kamerynn baj la cabeza. Robyn llevaba el palo de las inscripciones mgicas en la mano. Era lo nico que tena, desde que haba soltado su vara junto al arco. Yazilliclick le haba dicho que el Pozo de la Luna estaba todava rodeado por los desenterrados, por lo que no se atrevi a ir a buscarla. --Espranos aqu, Kamerynn! Volveremos pronto, no es verdad, Robyn? Te traeremos un bonito recuerdo de Alarn. Y Tristn estar con nosotros, Entonces celebraremos una fiesta! -exclam Newt, mirando con reproche a Robyn. --Adis de nuevo -dijo la druida, dando unas palmadas en el cuello al unicornio-. Cuidars de Genna y de los otros hasta que regresemos? Conteniendo las lgrimas, se volvi a los dos duendes.
El dragn y el duendecillo del bosque se elevaron rpidamente, mientras Robyn, asiendo el palo de las inscripciones, cerraba los ojos y se concentraba. Una vez ms sinti que su cuerpo se encoga y se inclinaba hacia adelante y, como un acto reflejo, abri las alas para no caer al suelo. Pero esta vez advirti unos cambios ms sutiles. Sinti que se aceleraban los latidos de su corazn. Abri los ojos, y not que su visin de guila se haba agudizado todava ms. Y vol con el dragn y el duendecillo. stos parecan haberse empequeecido, en comparacin a la gran envergadura de sus alas, pero revoloteaban fcilmente a su alrededor. Los tres volaron hacia el este, en direccin a Alarn.
Daryth caminaba el primero por el estrecho tnel. Este descenda con brusquedad, a veces tan empinado como una escalera. El suelo lleno de cascotes haca que las pisadas fuesen inseguras. El algunos lugares, el agua que goteaba de las paredes y flua en pequeos riachuelos haca el suelo resbaladizo como el hielo. --ste es un camino de los hechiceros -explic Alexei-. Desconocido por los guardias del castillo, aunque tiene sus peligros! --De dnde eres t? -pregunt el prncipe, al cabo de uno momento-. No pareces un ffolk. Alexei sacudi la cabeza. --Ninguno de los hechiceros es de vuestras islas. Cyndre reclut su Consejo en todos los reinos, y nos trajo aqu para lograr lo que ambiciona. --Y qu ambiciona? Qu es lo que quiere..., y qu poder tiene sobre el Alto Rey? -pregunt Tristn. --Desea gobernar un gran reino. Supongo que los reinos de los ffolk eran los ms adecuados para saciar aquella ambicin: un monarca dbil, unos pueblos divididos y una tierra grande y rica, lista para su explotacin. Hace tiempo que el rey fue presa de un sencillo hechizo. Cyndre aumenta constantemente su dominio sobre el miserable gusano, hasta el punto de que el rey no hace nada en absoluto sin contar con su aprobacin. --Y tu funcin...? Los ojos de Alexei centellearon de ira. --Yo era su mano derecha, el primero que reclut en Thay, donde Cyndre haba hecho tambin su aprendizaje. Yo observaba a mi maestro mientras practicaba sus malas artes. Est conchabado con un poderoso sacerdote; se imagina que lo controla, aunque yo tengo mis dudas. Pero, juntos, constituyen una fuerza poderosa.
Alexei no aadi que estaba enterado de la misin de Hobarth: la captura de la druida enamorada del prncipe. No le convena distraer a Tristn, ahora que lo ayudaba a escapar. Llevaban una buena marcha. El pasadizo se ensanch, convirtindose en una cueva de unos diez pasos de anchura, todava con una fuerte inclinacin. Al cabo de un rato, Tristn calcul que habran descendido unos trescientas varas por debajo del nivel del suelo. Se pregunt cundo empezaran a subir. --Aqu -dijo el mago, sealando de pronto una cueva ms estrecha a la izquierda-. Reconozco este lugar. Dejaron que pasara delante. Camin deprisa un centenar de pasos y se detuvo cuando el estrecho pasadizo desemboc en una enorme cmara. Pendan estalactitas del techo y en el suelo haba varios charcos de un agua tan clara que era casi invisible. La antorcha chisporrote y resplandeci, creando sombras movedizas que dieron al lugar un aire amenazador. Pero lo ms extrao estaba en su centro. Una mesa y una docena de sillones de piedra descansaban sobre un trecho plano del suelo. Aquellos muebles de confeccin evidentemente humana parecan por completo fuera de lugar en un sitio de tanta belleza natural. Alexei advirti las miradas de asombro de sus compaeros. --ste es un lugar secreto de reunin para el Consejo -explic-. Para cuando Cyndre no quiere que nos reunamos en el castillo. Se emplea muy raras veces; dudo de que los hechiceros ms jvenes conozcan siquiera su existencia. --Sorprendente -murmur el prncipe, observando con admiracin la belleza de la cueva. --Y la razn de que nos hayas trado aqu? -pregunt Daryth. --Ah, s! Aqu! -Alexei pas alrededor de la mesa, levantando la antorcha-. Veis aquel cofre? Los otros dos se acercaron en l. Seal un gran cofre de madera cerca de la pared del fondo de la cueva. Estaba en el centro de un crculo de tierra lisa, de unos diez pasos de largo. --Si podemos llegar hasta aquel cofre, dejar de estar tullido -explic el mago. --Ver lo que puedo hacer -ofreci Daryth, dando un paso adelante. --Espera! -Alexei agarr a Daryth del hombro con una de sus manos como garras, y tir del calishita antes de que pisara aquel trozo de suelo liso-. Hay trampas! --Deb suponerlo -gru Daryth-. Pero, es muy importante lo que hay en ese cofre? --Puede marcar la diferencia entre la libertad y nuestra muerte -dijo el mago con aire grave.
--Qu sabes de las trampas? --En primer lugar, el suelo es falso; es un pozo profundo lleno de polvo blando. Te hundiras hasta el fondo y te asfixiaras: una muerte horrible. Y el propio cofre tiene una trampa, algo en la cerradura. --Ests seguro de que necesitamos esos tesoros? Alexei se encogi de hombros, eludiendo el tema. Tristn no dijo nada. Todos saban que Daryth era el nico que tena la habilidad necesaria para forzar la cerradura y, tal vez, para evitar la trampa que haba en ella. Era l quien deba decidir... --Bueno, le echar un vistazo -murmur el calishita-. Pero, cmo llegar hasta all? --Podramos tender la mesa sobre el pozo -sugiri el prncipe. En efecto, las tablas tenan la longitud necesaria para alcanzar desde el borde del pozo el cofre que estaba en el centro. --Parece que estis todos empeados en que me mate -gru Daryth. Sin embargo, se volvi para levantar un extremo del slido tablero de la mesa. Alexei sostuvo la antorcha mientras Daryth y Tristn se esforzaban en colocar debidamente el pesado tablero. En una ocasin, uno de sus ngulos toc la superficie del suelo. No encontr ms resistencia que si hubiese tocado agua, y una nube de polvo fino flot en el aire. Daryth tom la antorcha y se acerc con cuidado al cofre. Se arrodill para estudiar el mecanismo de la cerradura. Tristn se dio cuenta de que la antorcha se estaba consumiendo, pero no se atrevio a decir nada para no interrumpir la concentracin de su amigo. Poco a poco, el calishita sac la ganza ms fina de su guante. Apretando los dientes, la introdujo en el ojo de la cerradura, inclinndola en un ngulo en vez de empujarla directamente. El dbil chasquido fue apenas audible para Tristn, pero vio, a la luz de la antorcha, que una brillante aguja de plata sala de pronto de la cerradura. Por muy poco no alcanz la mano que Daryth haba apartado. Incluso desde la distancia, el prncipe alcanz a distinguir una sustancia verdosa en la punta de la aguja. Daryth se inclin de nuevo sobre la cerradura y, cuando al cabo de unos momentos se solt el cierre, levant la tapa del cofre. --Es esto lo que tiene que salvarnos la vida? -pregunt con incredulidad. Sac tres rollos de pergamino envueltos en fundas de cuero. Desconcertado, los entreg a Alexei. --S! -dijo el mago-. Ya he recobrado parte de mi poder! Aunque el estado de mis manos me impide efectuar hechizos, todava conservo los ojos! Slo tengo que leer el hechizo de uno de estos
pergaminos y ser como si lo hiciese yo mismo. --Cmo sabas que estaban ah? -pregunt el calishita. --Cyndre me lo dijo. Se presuma que slo deban emplearse en casos urgentes. -Su rostro demacrado se torci en una fra sonrisa-. Yo dira que ste lo es. --Bueno, debemos seguir adelante -lo apremi el prncipe-. La antorcha se acabar pronto. Adems, si Cyndre recuerda que conoces este lugar, podramos recibir una visita molesta dentro de poco. --Tienes mucha razn -convino Alexei-. Venid, por aqu. El mago, ahora con visible confianza en s mismo, los condujo desde la cmara hasta la caverna de la que haban venido. Despus continuaron bajando, mucho ms rpidamente que antes. Pero la antorcha haba quedado reducida a un pequeo cabo que en breve se consumira. --Pronto se har de noche -dijo el prncipe, sealando lo que quedaba de la antorcha. --Tal vez yo pueda arreglar esto -dijo el mago, desenvolviendo uno de los rollos. Lo examin con una rpida mirada, lo dej a un lado y cogi otro. Por lo visto encontr lo que buscaba, pues empez a leer, murmurando extraas palabras. Mientras lea, una pequea parte del pergamino que tena en las manos pareci inflamarse. Aquel fuego azulado se extendi sobre la hoja y quem las letras de cada palabra a medida que sta era pronunciada, aunque el propio pergamino permaneci indemne. Cuando termin, una parte del rollo estaba en blanco. Pero el cabo de antorcha resplandeci con una luz fra y blanca, mucho ms brillante que la de las llamas que se haban extinguido. --No est mal, para empezar -confes el calishita. Alexei asinti con la cabeza y se meti los rollos bajo el brazo. Echaron a andar y su progreso se hizo an ms rpido, ya que tenan ahora una iluminacin adecuada. Pero seguan bajando. Varias veces tuvieron incluso que salvar pequeos riscos al descender la cueva en una pendiente todava ms fuerte. Tristn se senta cada vez ms preocupado por la distancia que los separaba de la superficie; tenan que estar muchos cientos de varas bajo Caer Calidyrr, o quiz bajo el mar circundante. Habra una salida segura? Slo cuando sus compaeros se detuvieron, Tristn advirti que haban entrado en una vasta cmara. No pudo reprimir un silbido de asombro. Esta gran caverna haca que la del cofre pareciese pequea. Difcilmente podra alcanzar la mgica luz los rincones ms lejanos. Pero esto no haca falta, pues la cmara tena su propia iluminacin. El suelo estaba cubierto de enormes hongos, algunos ms
altos que Tristn, que proyectaban una luminiscencia de un verde plido. De cerca, sta era casi invisible, pero toda la cmara estaba iluminada con aquel verde fulgor irreal. Flotaba una niebla en el aire, y pudieron or -y vislumbrar- un salto de agua en la caverna. Caa desde un centenar de varas altura sobre la pared del fondo, desde un origen invisible y hacia un invisible destino. La mayor parte de las paredes de la caverna estaba cubierta de musgo, que daba al lugar el aspecto de una oscura jungla. --Es sorprendente -dijo, pasmado, Daryth. --No puedo creer que todas esas plantas puedan vivir a tal profundidad y sin la luz del sol -aadi el prncipe. Alexei se volvi hacia ellos, preocupado. --Esto no era as hace aos, cuando visit por ltima vez este lugar. No creo que un jardn tan frondoso haya podido brotar sin alguna clase de ayuda. --Quieres decir jardineros? -pregunt Tristn. --As es. Y haremos bien en evitarlos. Deben de estar aqu con el conocimiento y la aprobacin de Cyndre. Encontraron anchos paseos, como trazados deliberadamente, entre los enormes hongos. Siguieron el ms recto hacia el centro de la cmara, haciendo el menor ruido posible. El fantstico resplandor verde empezaba a parecer siniestro, pero era ahora su nica iluminacin, pues Alexei haba guardado la antorcha debajo de su hbito. El suelo era esponjoso, y se dieron cuenta de que estaba cubierto de una gruesa capa de mantillo y de musgo. Alguien haba trabajado de firme para crear esta riqueza de vegetacin subterrnea. Estaban cerca del centro de la caverna cuando los vieron: una docena de pequeos personajes de piel negra que se encontraban en el camino delante de ellos. Tenan poco ms de una vara de estatura, barba desaliada y ojos chispeantes y malignos. Parecan enanos corrientes, salvo por su oscura piel y sus grandes ojos estticos. Cuando Tristn y sus compaeros se detuvieron, otra banda de criaturas sali de entre los hongos para cerrarles la retirada. Estaban copados, puesto que su talla les impeda el paso entre los hongos. Tristn avanz un paso, cuidando de no hacer ningn ademn que pudiese interpretarse como provocativo. --Hola -dijo-. Estbamos... admirando vuestro jardn. Uno de los enanos escupi al suelo y descolg un hacha de su cinto. Todos los dems llevaban armas, desde martillos y espadas cortas hasta pesadas hachas. Y las criaturas se acercaron, murmurando en una lengua que el prncipe no comprendi. Tristn era reacio a desenvainar su espada. Entre otras razones,
porque estaban en terrible inferioridad numrica. Sin embargo, la decisin ya no dependi de l cuando uno de los enanos arroj su hacha, apuntando a la cabeza del prncipe. ste se agach con un rpido movimiento y el arma le pas por encima sin rozarlo. Pero los restantes miembros de la banda rugieron enfurecidos y atacaron: una masa furiosa de gente menuda que blandan sus armas, sedientos de sangre. El prncipe desenvain la Espada de Cymrych Hugh y los enanos se detuvieron, momentneamente cegados por la hoja resplandeciente. Y entonces oy a Alexei que deca: --Sorax, Frgius Newll... Ariith! Sinti como una rfaga a su izquierda, y el aire se enfri de improviso. Una luz azul opaca ilumin la caverna. No era intensa, pero permiti ver las expresiones de terror que se pintaron en las caras de los enanos. La mayora de los que estaban delante de l jadearon o chillaron durante un instante, despus, se derrumbaron, rgidos como tmpanos de hielo. Su carne adquiri un tono azul plido y de inmediato empez a condensarse una escarcha sobre su piel descubierta y sobre las armas y los accesorios metlicos de sus vestiduras. Una mgica explosin en forma cnica lo haba helado todo a su paso, despejando el camino para que pudiesen escapar los hombres. Tristn oy aullidos de clera a su espalda, seguidos de choques metlicos: Daryth estaba protegiendo la retaguardia del grupo. Varios de los enanos haban evitado los efectos del hechizo y, en vez de correr aterrorizados, atacaron con incrementada furia. La espada de Tristn parti casi por la mitad al que estaba ms prximo, mientras el prncipe daba un salto a un lado para esquivar un martillazo contra su rtula. Gir sobre sus pies para golpear el cuello del que llevaba el martillo, y continu este movimiento hasta trazar un crculo entero. La espada cort la cabeza a un tercer enano, y el camino qued despejado ante ellos. --Corre! -grit, empujando a Alexei. El mago vacil, pero enseguida obedeci, mientras los dos hombres contenan con la espada y la cimitarra a sus furiosos atacantes. --Vamos -gru Tristn, mientras los enanos retrocedan para reagruparse. Los dos hombres dieron media vuelta y corrieron detrs de Alexei, perseguidos por la vociferante horda de sus e enemigos. --Deben de ser al menos cien los que ahora nos persiguen! -jade Daryth cuando alcanzaron a Alexei. Los tres hombres llegaron pronto al otro lado de la caverna, donde -segn recordaba el mago- sta tena una continuacin.
--Hay un puente un poco ms arriba -murmur el hechicero, avanzando ms despacio-. Si podemos cruzarlo, tengo una frmula mgica que har que se derrumbe cuando hayamos pasado. --Bien -gru el prncipe, volvindose para mirar atrs. No vio a sus perseguidores; sus cortas piernas los haban dejado muy atrs de los hombres que corran. --Aqu -dijo el mago, detenindose para cobrar aliento al ensancharse el tnel en una amplia cornisa. Una profunda quebrada les cerraba el paso, y pudieron or el estruendo del agua que se precipitaba en el fondo. El techo segua siendo bajo y, cada tanto, un hongo en las paredes difunda la ya familiar luz verde. Esta no era brillante, pero, aun as, les permiti ver el extremo ms prximo del puente. Pero esto fue todo lo que vieron, pues el resto del puente haba desaparecido. A juzgar por los deteriorados soportes, la madera se haba simplemente podrido y derrumbado. Estaban atrapados en la cornisa, mientras un centenar de sanguinarios enanos cruzaban corriendo la caverna detrs de ellos.
--Ojal pudieses hablar! -exclam Newt-. Esto es muy aburrido. Cunto ms tendremos que volar? Ests segura de saber adonde vamos? Me estoy cansando! En verdad, tambin Robyn lamentaba no poder hablar, aunque slo fuese para decirle a Newt que cerrase el pico. Tambin ella se estaba fatigando. Las aguas verdes del estrecho de Alarn ondulaban debajo. Haca muchas horas que volaban por encima de ellas, aunque no saban con exactitud cuntas. El continuo viento de cola los haba ayudado, pero Robyn no estaba segura de hasta cundo podra seguir volando. --All! Veo algo! -grit de improviso Newt-. Es aquello? Tiene que serlo! Oh, que as sea! Los ojos de guila de Robyn lo vieron tambin. Ahora no era ms que una mancha parda en el horizonte del nordeste, casi en el lmite justo de su visin. Pero aquella mancha se fue haciendo ms clara, y vio extensiones de bosque y montes y campos. Pronto estaran sobre Alarn.
El agua verde presionaba con fuerza el fondo del mar. Restos gigantescos yacan all; los rotos cascos de barcos naufragados estaban desparramados sobre el lecho de arena, como esqueletos de
criaturas de increble tamao. Otras cosas vivas descansaban sobre el fondo o estaban enterradas en su arena: calamares, ballenas azules y criaturas ms oscuras que nunca se aventuraban en aguas iluminadas por el sol. Un sonido recorri aquellas aguas negras. Empez en Kressilacc como una vibracin lenta y pulstil, una nota grave que habra sido imperceptible para un odo humano, pero que poda sentirse en el mar como una autoritaria orden. Tiburones y barracudas huyeron nerviosamente de aquel sonido. Ballenas y marsopas subieron a la superficie, buscando con desesperacin aguas menos profundas. Pues haba empezado el Canto de las Profundidades. Sythissall inici la cancin, sentado en su enorme trono hecho con el casco de un barco de los hombres del norte. Sus anchas agallas -dos cortes de dos palmos de largo en los lados de la roma cabezase abran y cerraban rtmicamente. Sus concubinas y sacerdotisas captaron la llamada y, muy pronto, todos los sahuagin de la ciudad se sentaron o flotaron inmviles, salvo por la flexin de sus propias agallas. Las vibraciones se extendieron a travs del agua, a lo largo del fondo del can y por encima de sus bordes, y se difundieron en las mas oscuras profundidades del mar con creciente intensidad. Desde aquellas regiones tenebrosas y desde todos los otros lugares del fondo del mar, los sahuagin respondieron a la llamada. El mensaje reson a travs de la tierra misma convocando a todos los monstruos. Las musculosas piernas y os anchos y palmeados pies impulsaron a los sahuagin hacia Kressilacc con la rapidez de cualquier pez. Empuando tridentes y lanzas, y con redes de ganchos colgando de sus cinturones de plata, los guerreros se apresuraron a obedecer la orden de su rey. Todos los sahuagin se vieron afectados por la antigua cadencia. Sus ojos blancos y planos se abrieron al mximo y las erizadas pas de los machos se alzaron amenazadoras. Poco a poco, los sahuagin se sumieron en un terrible frenes. Sythissall e Y salla estaban satisfechos. Y tambin lo estaba Bhaal.
16 Los enanos La turba de enanos negros aull y avanz hacia ellos. Tristn mir
el abismo a sus pies: tendra al menos trescientas varas de profundidad y casi cien de anchura. La cornisa donde se hallaban terminaba bruscamente por ambos costados. Tena unos tres pasos de ancho y seis de largo. Todo el lugar estaba iluminado por el resplandor verde y lechoso de los permanentes hongos. --Maldicin! -exclam, volvindose a mirar hacia el tnel. Daryth vigilaba en la boca de aqul, que tena poco ms de dos pasos de anchura. Pareca un buen lugar para hacer frente a la horda de atacantes. Pero, aunque cada uno matase a veinte enemigos, Tristn saba que stos acabaran por superarlos. --Detenedlos unos instantes, si podis -dijo Alexei, desenrollando uno de sus pergaminos. Pareca extraordinariamente despreocupado por su situacin. --Lo haremos -dijo con tono irnico el prncipe-. No creo que tengas una frmula mgica para construir un puente, verdad? --Puede que tenga algo mejor -dijo el mago. Antes de que Tristn pudiese preguntarle qu quera decir, aparecieron los primeros enanos, corriendo por la cueva. Sus ojos tenan un brillo salvaje y sus estridentes gritos de guerra resonaron enloquecedores en la cmara. El prncipe se puso al lado de Daryth. Recordando por lo visto la muerte de sus camaradas en el jardn de los hongos, los enanos aflojaron el paso y dejaron que su nmero aumentase hasta llenar toda aquella parte de la caverna. Algunos, que eran ms altos, se pusieron al frente de la horda. Levantando sus hachas, avanzaron con cautela hacia la pareja. Debido a la estrechez del lugar, slo tres enanos podan atacar al mismo tiempo. --Dwithus Soarax. Alti! Tristn oy el sonsonete detrs de l. Incluso vio, por el rabilo del ojo, el resplandor azul que mostraba que Alexei estaba leyendo un hechizo en el pergamino. Los eres enanos se detuvieron. Pero nada ocurri. --Dwithus Soarax, Alti! De nuevo la cantilena y el resplandor azul, y tampoco esta vez advirti Tristn ningn efecto. Daryth se ech ligeramente atrs, dejando que Tristn defendiese solo el tnel. Los enanos levantaron sus hachas y atacaron. --Dwithus Soarax, Alti! De nuevo la frmula mgica. Tristn golpe con la Espada de Cymrych Hugh y detuvo por un momento a los atacantes. La fuerza de su golpe le hizo dar una vuelta completa y, de pronto, se sinti suspendido en el aire, esforzndose en tocar de nuevo el suelo con los pies. Sinti que alguien tiraba del cuello de su camisa y lo levantaba
alejndolo de los enanos. Su asombro fue tal que casi dej caer su espada. Al mirar hacia abajo vio la blanca espuma del agua en el fondo del can. La cornisa se alej a unas diez varas debajo de l, mientras los enanos salan corriendo del tnel. Sus gritos de rabia redoblaron su fuerza. Poco a poco, Tristn se dio cuenta de lo que haba ocurrido. Estaba volando ! Se volvi con torpeza para mirar atrs, y el techo pareci bajar hacia sus pies. Sinti que se hunda en el can, pero levant la cabeza y ascendi de nuevo; por muy poco, consigui evitar la spera pared de la quebrada. Su vuelo lo llev ms all de los enanos. Vio que varias hachas volaban hacia l y se retorci para esquivarlas. Un instante despus, estaba fuera de su alcance y observ que las armas se perdan en las profundidades del can. El prncipe trat de detenerse y dio varias vueltas completas sobre s mismo antes de recobrar el control de sus movimientos. Daryth y Alexei estaban ligeramente encima y por delante de l. El calishita se mova con la misma vacilacin que caracterizaba el vuelo del prncipe. En cambio, Alexei se deslizaba seguro en crculos sobre sus cabezas. Tristn mir hacia arriba y extendi las manos a ambos lados para mantener el equilibrio. Se elev muy despacio. Descubri que, moviendo las manos, poda cambiar la direccin de su vuelo. Se desvi fcilmente a un lado y se elev con cuidado hasta cernirse encima del mago y del calishita. --La frmula mgica del vuelo! -dijo Alexei-. Un mecanismo maravilloso para escapar. Por fortuna, haba varias de estas frmulas en uno de los pergaminos. Emple una para cada uno para elevarnos hasta aqu. Omiti decir que, si hubiese habido menos de tres frmulas, habra abandonado a sus salvadores. Los tres se alejaron de los frenticos y frustrados enanos. Los gritos de stos se fueron extinguiendo, sofocados por el estruendo del torrente, a medida que aumentaba la distancia entre los perseguidores y sus presas. Al cabo de un rato, los hombres estaban sobre la entrada de la caverna, al otro lado. --Esto me gusta -exclam Daryth, detenindose al lado de sus compaeros. Como Tristn, estaba aprendiendo deprisa a controlar sus movimientos. --El hechizo slo dura un tiempo limitado -explic el mago, mientras los tres pendan en el aire sin esfuerzo-. Por consiguiente, sugiero que avancemos lo ms que podamos. --As nos desplazamos con mayor velocidad -convino Tristn. Alexei se hundi en la caverna, seguido por el prncipe y el
calishita. Volaban sin esfuerzo encima del spero suelo. El techo de la cueva era lo bastante alto como para que incluso Tristn y Daryth, que an no controlaban del todo su vuelo, pudiesen viajar rpidamente a lo largo de la caverna sin sufrir dao. As discurrieron a travs de un laberinto de cuevas y cavernas. Riachuelos de aguas claras y saltarinas fluan en muchas de las cuevas, mientras otras estaban llenas de pilares de piedra hmeda que sobresalan como dientes del suelo o pendan como dagas de los techos. En algunos lugares, los dientes y las dagas se haban unido para formar gruesas columnas, ms adornadas que las que hubiesen podido construir el hombre o la magia. Los hongos luminiscentes eran all corrientes, de manera que gran parte del camino estaba lo bastante iluminado como para que pudiesen viajar con seguridad. En las cavernas donde reinaba la oscuridad, Alexei sacaba el resplandeciente cabo de hacha de debajo de su hbito, con lo que llevaban una luz propia con ellos. Sin embargo, en estos casos, tenan que reducir un poco su velocidad para evitar los obstculos que aparecan de improviso dentro del crculo de luz. Tristn empezaba a disfrutar con la sensacin del vuelo. Senta una libertad de movimientos que nunca haba experimentado. Alexei se detuvo de pronto y se cerni delante de ellos. --No nos queda mucho tiempo. El hechizo no durar mucho ms, y quisiera encontrar la salida hacia arriba antes de que tengamos que posarnos en el suelo. --Tal vez deberamos bajar ahora para estar seguros -sugiri Tristn. Pero Alexei lanz de repente un grito de alegra. --All..., all est lo que buscaba! Vol a lo largo de una cueva estrecha, llevando su luz delante de l. Tristn y Daryth lo siguieron, y los tres se detuvieron en la base de lo que deba de ser un pozo gigantesco. --Daos prisa! -apremi Alexei. El mago emprendi de inmediato la ascensin, y Tristn y Daryth fueron tras l. Subieron por un pozo de paredes lisas de unas quince varas de anchura. La cueva que les haba dado acceso a la base del pozo pareca ser, hasta ahora, la nica entrada. Ni siquiera haba una cornisa en la que hubiesen podido posarse en los lados del cilindro. Si el hechicero perda su eficacia mientras estaban all, nada podra impedir que se estrellasen contra las rocas del lejano fondo. Tristn confiaba en que Alexei supiese lo que estaba haciendo. Pero suban a gran velocidad, mucho ms deprisa de lo que habran podido hacerlo a pie por otro camino, y cada palmo que ascendan los llevaba ms cerca del mundo iluminado por el sol.
--Bueno, nos estamos acercando a la cima -dijo el mago. Un momento despus, se aproxim a un lado del pozo y descans sobre una ancha cornisa de piedra lisa. El borde de sta estaba marcado por unas columnas colgantes de piedra; parecan carmbanos o, en una comparacin ms siniestra, colmillos babeantes de una bestia sobrenatural. Daryth y Tristn se posaron rpidamente al lado de Alexei. --Hemos llegado justo a tiempo -explic ste-. El hechizo no habra durado mucho ms. --Dnde estamos? -pregunt Tristn. --A alguna distancia fuera de las murallas de Calidyrr, dira yo -respondi el hechicero-. Aunque no s con exactitud dnde. Esas cuevas de arriba deberan conducirnos a algn lugar del campo de Alarn. --Tenemos un compaero en Calydirr! -objet Tristn-. No podemos abandonarlo all! --Lo siento -respondi, impertrrito, Alexei-. Mi objetivo era salir de la ciudad. --Pawldo estar bien -dijo Daryth, dndose cuenta de que no haba manera de volver a la ciudad. Pero Tristn no estaba convencido. --No podemos elegir -insisti el mago-. No esperaba encontrar una comunidad de duergar debajo del castillo del Alto Rey. En todo caso, nos cierran el camino subterrneo de regreso. --Cmo los has llamado? -pregunt el prncipe. --Duergar, los enanos negros. Son la hez de las tinieblas. Son ambiciosos y malignos, y luchaban por esclavizar a todas las razas que moran fueran del alcance de los rayos del sol. Hemos tenido suerte de que su nmero no fuese mayor, o no habramos escapado de all con vida. --Pero, por qu estn debajo de Calidyrr? -pregunto Daryth-. Tiene Cyndrc algo que ver con eso? --Estoy seguro de que s. Busca aliados entre todos aquellos que son malos y brutales, incluso los que viven bajo tierra o en el fondo del mar. Como aliados suyos, los duergar impedirn que alguien pueda atacar el castillo desde abajo. --Desde abajo? -dijo Tristn, con incredulidad-. Quin tratara de hacer pasar un ejrcito por esas profundidades? --Nosotros. La voz, procedente de las sombras del tnel, hizo que todos se pusiesen en pie de un salto. Tristn y Daryth desenvainaron sus armas y se agacharon, mientras Alexei sostena en alto la luz. Media docena de achaparradas figuras les cerraban el paso. --Estn en todas partes -murmur Daryth, reconociendo que
tambin eran enanos. --S, pero no son duergar -dijo el prncipe, irguindose y envainando su espada-. Eres quien creo yo que eres? -pregunt, mirando fijamente al enano del centro. --Tendra que haber adivinado que eras t -gru el enano, saliendo a la luz. En realidad, era una hembra, aunque la barba no corresponda a su sexo. Llevaba una cota de malla y un hacha de guerra. Levant la cabeza para mirar al prncipe y, torciendo la boca, escupi un largo chorro de jugo de tabaco. --Finellen! -exclam el prncipe, cayendo de rodillas para abrazar con cario a la enana. --Basta! -gru ella, aunque estir un brazo para dar dos palmadas en la espalda del prncipe. Tambin Daryth guard su arma y sonri. Los otros enanos -ahora pudieron ver que eran ms de una docena- salieron de la sombra, con expresiones que variaban entre el regocijo, el recelo y el fastidio. Todos iban armados y acorazados, prestos para el combate. --Vuelvo la espalda durante un ao, y otra vez te metes en los! -murmur Finellen. --Temo que s. Pero Corwell sigue estando a salvo, gracias a vuestra resistencia contra los firbolg en la casa de la guardia! -Tristn se volvi a Alexei y le explic-: Finellen y compaa combatieron con nosotros contra Kazgoroth, la Bestia. Derrotaron a una banda de gigantes firbolg. No hubisemos podido encontrar un grupo de soldados tan valerosos como ellos! --Bueno, no se necesita demasiada inteligencia para luchar contra los firbolg -gru la enana-. No son como los duergar. Habis tenido una agarrada con ellos? El prncipe explic su huida de la mazmorra, mientras los enanos escuchaban con atencin. Rieron entre dientes cuando cont su escapada por el aire. --Pero, qu os trae aqu? -pregunt por fin el prncipe-. Esto est muy lejos de Gwynneth, y no puedo imaginarme que hayis venido en barco a Alarn. --No haca falta. Esas cavernas en las que habis estado volando son slo una parte del mundo subterrneo de las Moonshaes. Yo me dirig hacia ac con dos de mis mejores compaas cuando me enter de la actividad de los duergar. Al principio cremos que erais exploradores suyos -confes-. A punto estuvo de costaros el pellejo, a no ser por la prudencia y la paciencia de su jefe..., es decir, de m. --Gracias por haber esperado -dijo Alexei-. Parece que somos aliados en la misma causa. --En cierto modo -reconoci Finellen-. Aunque a m no me
preocupa demasiado lo que ocurre en el mundo de arriba. Tenemos suficientes problemas aqu abajo. --Vuestra misin es atacar a los duergar? -pregunt el prncipe. --Eso lo decidir yo. No sabemos lo que se proponen, pero parece que no es cosa buena. Y ahora dime, qu hiciste para que el Alto Rey te encerrase en la mazmorra? --Qu vamos a hacer? Dmelo! La voz del rey Carrathal subi una octava, mientras paseaba arriba y abajo en sus habitaciones. --Ahora es el momento de que impongas tu dominio! -dijo Cyndre-. El prncipe andar perdido por el campo. Te aseguro que volver a Doncastle. A qu otro sitio puede ir? Si te decides a aplastar aquel cubil de forajidos, l caer tambin en tu red. -El hechicero baj la voz-. Si no lo haces -concluy-, temo que pronto habr en el bosque una fuerza capaz de ponerte en grandes dificultades. --Pero..., cmo sabes que ir a Doncastle? -chill el rey. --Fue ayudado por un agente de 0'Roarke. Lo he sabido por mi espejo. Ha fracasado en su empeo de enfrentarse contigo, y ahora est en franca huida. Doncasdees el nico sitio donde puede suponer que estar seguro! --Pero, por qu atacar ahora, de un modo tan precipitado? --Los bandidos de 0'Roarke se han contentado hasta ahora con esconderse en sus bosques y roban a los mercaderes que pasan por all. Yo conozco a ese prncipe. Y sospecho que no dejar que contine esta situacin. Piensa lo que podran hacer esos bandidos si fuesen dirigidos por un hombre ambicioso... como el prncipe de Corwell! --Pero, cmo puedo yo detenerlos? -pregunt el rey. Cyndre murmur, en tono persuasivo: --Con la Guardia Escarlata, seor. Enva la Guardia, las cuatro brigadas, contra Doncastle. Piensa en esto. Majestad: el prncipe, 0'Roarke, todos tus enemigos..., muertos de un solo golpe! --Pero... El rey buscaba a tientas un argumento en contrario. El plan era tentador, pero un vestigio de responsabilidad trataba de levantar la cortina mgica que lo tena atrapado. Enviar mercenarios contra su propio pueblo... era un crimen! Pero estaba confuso y, ahora, la voz de Cyndre, suave y melodiosa, volvi a tender la cortina sobre su conciencia. --Ahora se est acercando a la ciudad mi ms fiel lugarteniente. Podemos hablar con l, hacer que trabaje como agente nuestro antes de que empiece el ataque. Sus defensas estarn arruinadas cuando demos el golpe!
--Est bien -suspir el rey, dejndose caer en su enorme cania-. Llama a tu hombre. Cyndre sonri para s y murmur una sola palabra. Pas un momento y, de improviso, otro hechicero negro apareci en la cmara del rey. El monarca se incorpor y se llev una mano a la boca, sorprendido. --S bien venido, Kryphon! -dijo Cyndre. --Maestro, Majestad... El mago se inclin ante cada uno de ellos. --Qu noticias traes? -pregunt el rey. --Estar en Doncastle dentro de poco. Tengo un gua que ha prometido mostrarme las cosas ms interesantes de su ciudad. Tambin me indicar a los ciudadanos ms importantes; en particular, el mago y el sumo sacerdote. --Y las defensas? -pregunt Cyndre. --Puedo preparar un mapa y trartelo maana. Queris que elimine al forajido 0'Roarke? El rey mir a Cyndre, en busca de consejo. --No -dijo el presidente del Consejo-. Es mejor que conserve el mando durante un tiempo. Su eliminacin podra dar ocasin a que otro ms inteligente ocupase su puesto. --Muy bien, maestro. Ahora debo volver all enseguida, para que mi... amigo no se d cuenta de mi ausencia. --Apresrate, pues; pero infrmanos maana. Kryphon asinti con la cabeza y se puso la capucha. Dijo una palabra en voz baja y desapareci al instante. Al rey le pareci que la imagen de sus diamantes permaneca en el aire durante un momento, despus de que el mago se hubiese ido. --Esto es magnfico, seor -dijo Cyndre-. Con esta informacin y el sabotaje de Kryphon, nuestro xito es seguro! --Est bien -dijo el rey Carrathal, desviando nerviosamente la mirada-. Enviaremos a la Guardia Escarlata contra Doncastle. --Esta vez -murmur el hechicero-, no quedar un rbol en pie cuando hayamos terminado! Los msculos de las alas de Robyn empezaban a flaquear a causa de la fatiga, y empez a deslizarse a ratos sin moverlas, para ahorrar fuerzas. Sin embargo, su progreso era rpido. Haban dejado atrs buena parte de las tierras labrantas de Alarn, y ahora apareci ante sus ojos una vasta zona verde: slo poda ser el bosque de Dernall. --Mira todos esos lagos! No sera bueno darnos una zambullida? Creo que deberamos bajar y descansar un rato, y nadar un poco. Vamos, Robyn, hoy ya hemos volado bastante!
Newt, que llevaba un buen rato sin hablar, empez a charlar de nuevo. Por toda respuesta, Robyn encogi las alas e inici un lento descenso. De pronto, el ruido de roncos graznidos atrajo su atencin, y vio cientos de cuervos que se elevaban de los rboles alrededor del claro. Chillando enfurecidos, los negros pajarracos volaron hacia ella. La druida conoca bien a los seres selvticos, y comprendi su furor. Vean slo un guila que se cerna sobre su terreno y, como todos los cuervos, se elevaban en bandadas para echar de all a la intrusa. Robyn tendra que aterrizar en otra parte. Con cansancio, agit las alas, tratando de alejarse del claro. No se haba dado plena cuenta de su agotamiento y ahora lo sinti al esforzarse en ganar altura. Con una creciente sensacin de pnico, vio que los cuervos se acercaban a gran velocidad. Momentos despus, la rodearon y alargaron sus afilados picos para arrancarle plumas de la cola y de las alas. Retorcindose con desesperacin, comprendi que el pesado cuerpo de guila no poda rivalizar con los giles cuervos. Chill de espanto y de dolor mientras la sangre comenzaba a manar bajo los picotazos, y ms plumas volaron en el aire. Newt y Yazilliclick trataron de proteger a la druida. El dragn se meti entre los cuervos e hinc en ellos los dientes afilados y las uas. Yazilliclick vol entre la bandada, golpeando con su pequea daga. Pero eran demasiados para que pudiesen ponerlos en fuga. Robyn giraba a un lado y otro, pero sinti que descenda poco a poco. No vea manera de escapar y, entonces, un pico afilado se clav en uno de sus ojos. Lanzando un grito estridente de dolor, cay en picado y fue a estrellarse, inmvil, en un prado lleno de brillantes flores rojas.
--ste es el permetro exterior -explic Evan, aunque Kryphon slo poda ver el bosque natural a su alrededor. --Comprendo -dijo, sorprendido por la perfeccin del camuflaje. --All arriba se instalan las filas de arqueros -dijo con orgullo el hombre, sealando una larga serie de gruesas ramas-. Aqul es mi puesto. --Y ah est la ciudad? -pregunt el mago, al ver varias casas de madera delante de ellos. Su primera impresin fue la de un pueblecito en pleno bosque. --Slo una pequea parte de ella. Ves, all arriba, las barreras en los rboles? Podemos bajarlas y convertirlas de inmediato en murallas. De esta manera, podramos contener durante horas a cualquier
atacante. Kryphon hizo una pausa, estudiando con cuidado las defensas. Empezaba a comprender por qu los mercenarios del rey haban sido rechazados otras veces. La ciudad se extenda hacia lo lejos, en todas direcciones. Pequeos bloques de toscas casas de madera se alzaban entre los corpulentos robles. Doric se desliz detrs de l, cuando observaba con ms atencin, y le hizo una caricia ntima. l se volvi enfurecido, pero se esforz en calmarse. --Por qu no nos buscas una habitacin... dos habitaciones para nosotros? -dijo, asindola con fuerza de los brazos-. Quiero ver algunas cosas ms. Ms tarde me reunir contigo. --Por qu no me acompaas? -murmur ella, haciendo pucheros. --Tengo trabajo! -gru l-. Ahora, vete! La mujer se alej en direccin a una hilera de casas con rtulos de posadas: el Prado Verde, el Jabal Rabioso y unos cuantos ms. --Y ese hechicero de Doncastle? -pregunt Kryphon a Evan-. Dijiste que se llama Annuwynn, verdad? Donde podemos encontrarlo? --Vive en una hermosa mansin cerca de aqu -dijo el bandido-. Te llevar hasta l. Momentos ms tarde, se detuvieron ante un seto espinoso. Los arbustos estaban entrelazados alrededor de una valla de firmes arbolitos que formaban una slida barrera. Ni siquiera podan ver algo a travs de ella. --Espranos en el Jabal Rabioso -dijo el mago, despidiendo a Evan. El bandido se detuvo, sorprendido y contrariado, pero vio que el hechicero le haba vuelto ya la espalda. Con la cabeza gacha, Evan se dirigi a la taberna. El hechicero y Razfallow se refugiaron en una pequea arboleda contigua a la casa de Annuwynn. --Vanyss, Dwyre -dijo Kryphon, y desapareci de improviso. Su voz repiti la frase, pues no se haba movido de all, y Razfallow se hizo tambin invisible. El asesino mir nerviosamente a su alrededor. Le inquietaba levantar la mano y no verla, pero se esforz en dominar su desconcierto. Oy que el hechicero pasaba por su lado y vio que se movan las ramas del seto al examinarlas Kryphon. --Ariath dupius, cancyck -salmodi el mago, y los rboles y espinos que tena delante se apartaron, dejando una abertura de casi un paso de ancho. El seto era espeso, pero ni un hbil jardinero habra podido abrir un arco ms perfecto.
Kryphon asi del brazo a Razfallow. No podan verse, y deseaba permanecer en comunicacin silenciosa con el asesino. Pasaron por el agujero del seto y de inmediato sintieron la presin de un aire clido y hmedo. El sol brillaba ahora con gran intensidad. Kryphon observ una diversidad de plantas. Haba palmeras cargadas de cocos sobre sus cabezas, y por todas partes crecan arbustos selvticos de hojas lanceoladas. Enredaderas de gruesos zarcillos pendan de los rboles, y brillantes flores silvestres resplandecan por doquier. Oy el gorjeo de muchos pjaros, todos ellos variedades tropicales impropias de las Moonshaes. Aquel hombre haba creado un habitat absolutamente tropical. Lisos senderos empedrados discurran entre las frondosas plantas. Siguiendo uno de ellos, la pareja pudo moverse en absoluto silencio. A su pesar, Kryphon estaba impresionado. Se necesitaba muchsimo poder para controlar el clima y, por lo visto, este mago lo haba conseguido. Haba creado con magia este jardn tropical en medio de un bosque de zona templada. Un chorro de agua se alz sobre los arbustos que tenan delante y, al doblar una curva del camino, vieron a Annuwynn, el hechicero. El mago de Doncastle era un hombre apuesto y de aspecto agradable. Su cara era delgada, pero el mentn era cuadrado y enrgico, e iba pulcramente afeitado. Sali de un ancho estanque y se sacudi, para secarse, sobre las lisas baldosas. Tena muy tostado el cuerpo e iba desnudo. Annuwynn sacudi sus largos cabellos negros y se enjug el agua de la cara. Camin con paso gil junto al estanque, movindose como un lobo al acecho, y de pronto, se volvi para sentarse... en algo. Un silln invisible recibi al mago al dejarse caer ste, y lo sostuvo con facilidad. --Glynnis! -llam-. Treme vino, por favor. --Enseguida, mi seor -respondi una voz musical. Kryphon distingui la silueta de la casa del hechicero, casi oculta por el espeso follaje de ms all del estanque. Apret el codo de Razfallow, en una muda orden. El mago sinti que Razfallow se alejaba, pero no oy el menor ruido de ste al hacerlo. Una linda doncella, no ms vestida que su seor, sali de la casa, llevando un vaso que haba empezado a empaarse a causa del aire hmedo, y se acerc a la figura reclinada de Annwynn. Pero Razfallow lleg primero. El hechicero sinti tal vez acercarse al enemigo, pero era demasiado tarde. Los ojos de Annwynn se desorbitaron y una profunda herida se abri de pronto en su cuello, debajo del mentn. El hechicero agonizante se agit en su silln. Torci con desesperacin los dedos... pero ya no pudo efectuar ningn hechizo.
La doncella chill y solt el vaso. Annwynn cay hacia atrs y su sangre se verti sobre las losas... y sobre el asesino. Razfallow se agach y gru cuando la sangre marc su forma invisible. Vio que Glynnis abra mucho los ojos, y se dej llevar por su instinto. Lanzando un aullido, hundi la hoja en su corazn. La muchacha se tambale, con una expresin sorprendida en el semblante, y cay al estanque. El agua se arremolin a su alrededor en ondas carmeses, mientras una bandada de pjaros de brillantes colores se elevaba chillando de los matorrales. Razfallow limpi su arma y volvi junto al mago. Salieron en silencio del jardn tropical. La abertura del seto susurr y se cerr detrs de ellos. Y el jardn se fue enfriando poco a poco. La gran forma yaca entre las flores silvestres, con un ala doblada extraamente sobre la espalda. Al descender Newt al lado de Robyn, el ave alete y se retorci, mientras creca en tamao. Cuando el duende del bosque se pos junto a ella, Robyn segua echada, pero ahora como una joven mujer. Una de sus manos sujetaba el palo de las inscripciones sagradas. Yazilliclick se lo quit, vacilando, y lo introdujo en su carcaj, teniendo buen cuidado de que no pudiese caerse de all. Pero ella no se mova. Yazilliclick gimi dbilmente al ver que manaba sangre de su nariz, pero comprendi, por el rtmico movimiento de su pecho, que an viva. Los cuervos, satisfechos de haberse librado de la amenaza, volvieron a los rboles que rodeaban el claro, haciendo caso omiso de la mujer, del duende de los bosques y del pequeo dragn. --Robyn! Des... despierta, por favor! -grit Yazilliclick, desesperado. Estaba en una tierra extraa, ms lejos de su hogar de lo que haba estado en toda su vida. Quin podra ayudarlo? Muy afligido, salt sobre una rama del roble muerto en el que haba pretendido posarse Robyn y baj las antenas, tratando de reflexionar. Entonces vio movimiento en el claro. Varios hombres se acercaban! Eran cazadores, pens, vestidos de cuero pardo y armados con arcos. Cont seis de ellos. --Newt! Sube! Sube! -grit al dragoncito, que estaba olfateando en el prado, volando a cierta alturadel suelo. Newt subi deprisa a su lado, para ver lo que pasaba. --Mi... mira...! -murmur el duendecillo. --Cay por aqu -dijo uno de los hombres, sealando hacia el lugar donde yaca Robyn-. Era muy grande. Tal vez no est muerto.
--No cuentes con ello -dijo otro, siguindolo cansadamente. Newt y Yazilliclick permanecieron invisibles sobre la rama, esperando a ver qu haran aquellos hombres. --Que me aspen! -exclam el que iba delante, abrindose paso entre las altas hierbas y acercndose a Robyn-. Una mujer! --Est viva? -pregunt el segundo, mirando asombrado al llegar junto a su compaero. --S -dijo el primero-. Pero no s si va a durar mucho tiempo. --Ser mejor que la llevemos a Doncastle. Tal vez el sacerdote pueda curarla. Y el seor Roarke querr saber sin duda lo que ha pasado. Una mujer cada del cielo! --Habra jurado que era un guila -dijo el primero, cargndose a Robyn sobre la espalda y echando a andar hacia el bosque. Volando sin ruido encima de ellos, el duende y el dragoncito siguieron a los hombres y a la druida.
--Que tengis suerte -dijo el prncipe, estrechando la mano enguantada de Finellen. Estaban en la encrucijada de varios pasadizos subterrneos. Desde all, la enana coordinara su ataque contra los duergar, y los humanos iniciaran su largo viaje subterrneo hacia Doncastle. Podan seguir el camino subterrneo porque Finellen les haba dado un mapa detallado y explicado que haba una cueva cerca del centro del bosque de Dernall. La enana se encogi de hombros. --No necesitaremos mucha; ellos no pueden ser ms de doscientos. Y no hay un solo duergar capaz de enfrentarse a un verdadero enano! -Su voz se hizo ms grave- . Pero vuestra tarea parece un poco ms difcil que darles una paliza a los duergar. --Quieres decir destronar a un rey? Tristn trataba de tomarse a la ligera su objetivo, pero ahora vea las cosas ms claras, despus de varias charlas con Alexei. No haba otra solucin para sus males y para los males de su tierra. Haba que destituir al rey y a su Consejo de negros hechiceros. --Nosotros resolveremos nuestro problema en pocos das -dijo con voz decidida la enana-. Tal vez nos detengamos para ver cmo marchan las cosas all arriba. --Tu ayuda es siempre bienvenida -respondi Tristn-. Ahora nos vamos a Doncastle, pero no s cunto tiempo estaremos all. En todo caso, espero volver a verte pronto, amiga ma. --Ahora tengo que ganar una batalla -dijo con sencillez la enana-. Que os vaya bien!
Dio media vuelta y se dirigi con aire resuelto hacia sus tropas, que esperaban en formacin de combate en el fondo de la caverna. Daryth, Tristn y Alexei echaron a andar. El hechicero pareca haberse recobrado bastante. Dos das de libertad, aunque pasados enteramente bajo tierra, haban hecho maravillas en l. La vitalidad de Alexei se haba incrementado de un modo inconmensurable mientras planeaban cmo atacar al rey. Tristn estaba seguro de que tanto el mago como ellos necesitaran de todas sus fuerzas en los prximos das.
Ysalla, Suma Sacerdotisa de los sahuagin, no permaneci en su ciudad mientras el rey reuna sus fuerzas. Estaba al servicio de Bhaal -a su manera, tan devota e implacable como Hobarth- y estaba resuelta a obedecer las rdenes de su dios. Bhaal le haba mandado hacer algo, y ella lo haca sin replicar. A diferencia de Hobarth, no tena un poderoso artefacto maligno para ayudarla en su esfuerzo. Pero, tambin a diferencia de Hobarth, tena muchos discpulos que le prestaran ayuda de buen grado. Las sacerdotisas de los sahuagin se contaban por cientos y cumpliran sus rdenes como ella cumpla las de Bhaal. Y as salieron nadando las sacerdotisas de Kressilacc; sus formas amarillas se alejaron de la ciudad, entre la multitud de cuerpos verdes que llegaban sin parar. El Canto de las Profundidades empujaba a las sacerdotisas a su tarea, de la misma manera que atraa a los guerreros sahuagin. Las sahuagin amarillas, brillantemente ataviadas con ornamentos de oro y plata, avanzaron a lo largo del fondo del Mar de Moonshae, los estrechos de las islas e incluso el Mar Sin Camino. Buscaban barcos naufragados. En el mar abierto, descubrieron cascos solitarios; alrededor de promontorios y cabos particularmente peligrosos, encontraron grandes cementerios submarinos. La propia Ysalla, acompaada de una docena de sus mas fieles discpulos, se dirigi a un lugar prximo a Kressilacc, un sitio que los sahuagin visitaban a menudo. All, un barco de los hombres del norte y un galen calishita haban naufragado, despus de combatir en la superficie. Sus tesoros haban sido saqueados haca tiempo; al menos, los tesoros metlicos. Pero ahora Ysalla buscaba una clase diferente de tesoro. Se acerc al cuerpo de un hombre del norte, inmovilizado por la muerte en el fondo del mar. La barba amarilla y los cabellos desgreados flotaban alrededor de su cara, hinchada y aterrorizada. Sus ojos -todo un manjar para los sahuagin- haban sido devorados.
La Suma Sacerdotisa pronunci un hechizo, con voz chillona, en las aguas profundas, y el cadver se movi y se levant. Los prpados se abrieron sobre las horribles cuencas vacas, y los pies calzados con botas buscaron con torpeza el apoyo del fondo arenoso del mar. Qued plantado delante de la sacerdotisa y esper. Uno a uno, Ysalla y sus discpulos devolvieron a los ahogados una apariencia de vida o, al menos, de animacin. Los hombres del norte y los calishitas se agruparon y siguieron a las sacerdotisas, en una lenta marcha hacia Kressilacc. A travs del Mar de Moonshae y tambin alrededor de las islas, las sacerdotisas sahuagin levantaron a los marineros que descansaban all, y otro ejercito de la muerte, el de los muertos en el mar, se hizo realidad.
17 Regreso a Doncastle Era avanzada la tarde cuando Devin entr jadeando de repente en su casa, con el semblante enrojecido. Se dej caer en una silla, y Fiona y Pawldo se pusieron en pie sobresaltados. Canthus se levant tambin, gruendo, y mir, con los pelos erizados, hacia la puerta de la entrada. --No quera asustaros -dijo Devin, recobrando al fin el aliento-. Pero traigo noticias urgentes. --Qu noticias? -pregunt Pawldo. Tena los nervios de punta. Tristn y Daryth haban entrado en Caer Calidyrr haca varios das, y no haban sabido nada de ellos desde entonces. --El Alto Rey ha ordenado la movilizacin general de la Guardia Escarlata. Todo el ejrcito ha sido llamado de sus puestos en todo el reino y ahora se est reuniendo en Calidyrr. --Por qu? Hay ms informacin? Las noticias parecan confirmar los peores temores de Pawldo. --Rumores..., tal vez esperanzadores. Se dice que el rey teme que le usurpen el trono, y que el usurpador estuvo hasta hace poco preso en las mazmorras del Alto Rey. Ahora se ha escapado. --Tristn y Daryth? -pregunt Pawldo. --Ojal -respondi Devin-. Pueden ser ellos o puede ser una noticia falsa. No son ms que rumores. -Enseguida prosigui-: Y, desde luego, se habla de que se est reuniendo un ejrcito rebelde en el bosque de Dernall. El rey cree que va a estallar una guerra civil en
todo el pas. --Bueno, no es as? -pregunt Fiona. De pronto, Canthus se levant de un salto y lanz un ronco gruido. Pawldo corri hacia la ventana y mir con cautela por una rendija de la cortina. Le flaquearon las rodillas. --Ogros! -murmur, palideciendo-. Y vienen hacia ac! Devin palideci tambin y se dej caer en la silla, desesperado. Pero un instante despus se puso en pie. --Por aqu -susurr, agarrando a Fiona de un brazo y abriendo una trampa en el suelo. Empuj a su hija por la empinada escalera, pero ella cay gilmente de pie en el stano. El hombre se volvi y se arrodill, acercando su cara a la de Pawldo. --Scala de la ciudad. Id a Doncastle y explicad a 0'Roarke lo del ejrcito. Deprisa! --Ven con nosotros -dijo el halfling, tomando una mano de Devin entre las suyas-. Podremos escapar! --No -dijo con impaciencia el hombre. Ellos saben que estoy aqu; sin duda me han seguido. No dejarn de buscar hasta que me encuentren. Os har ganar un poco de tiempo. Y ahora, vete! Pawldo se volvi, irritado, sabiendo que Devin tena razn. Empuj a Canthus hacia la trampa y el gran podenco salt por el agujero. El halfling se desliz por la abertura y oy que la trampa se cerraba sobre l en el mismo instante en que la puerta de la entrada saltaba en pedazos bajo el impacto de las cachiporras de los ogros. Fiona abri mucho los ojos. --Dnde est mi padre? --l... se ha quedado. Ha dicho que era nuestra nica posibilidad de escapar. Vamonos! --No! No puedo dejarlo! -dijo corriendo hacia la escalera. Pawldo la asi con firmeza del brazo y Fiona se detuvo. Oyeron gruidos arriba, y la voz encolerizada de Devin. Entonces son un fuerte grito de dolor, seguido de risotadas de los ogros. Fiona se volvi al halfling, sollozando con desesperacin. Pawldo la sostuvo torpemente, maldiciendo en su interior la brutalidad de los mercenarios del rey. No saba qu decir, por lo que se qued plantado, dejndola llorar. Por ltimo, ella se enjug los ojos y levant la cabeza. Alz la barbilla con aire resuelto, aunque sus ojos estaban llenos de dolor. --Por aqu -dijo en voz baja. Lo condujo al fondo del escondrijo subterrneo, hasta una pared hecha con tablas de pino toscamente talladas. Au:rcando la mano a uno de los nudos, hizo girar algo y la puerta se desliz, dando paso a un estrecho pasadizo.
--Es nuestra salida secreta -explic. Haba una antorcha, un pedernal y un trozo de acero justo detrs de la puerta. Al cerrarse sta sin ruido detrs de ellos, Fiona hizo saltar una chispa y encendi la antorcha. La muchacha andaba en cabeza y Canthus, en la retaguardia. Durante un tiempo, caminaron en silencio a lo largo de un tnel de poca altura. Entonces, Fiona afloj de improviso el paso. Tendi la antorcha a Pawldo y avanz arrastrndose, sin reparar en el barro que manchaba su vestido. Pawldo la oy gruir a causa del esfuerzo y, entonces, sinti una rfaga de aire fro y hmedo en la cara. Ella haba abierto una puerta que daba a otro pasadizo. --Es la alcantarilla de la ciudad para cuando descarga alguna tormenta -explic, al devolverle l la antorcha. Haba levantado una trampa en el suelo del tnel, que conduca a una tubera ms grande. La tubera era redonda, de unos tres pasos de anchura. Haba charcos de agua en el fondo, algunos bastante hondos. Haca fro, pues el aire hmedo se colaba por la abertura. Fiona se desliz la primera por la trampa, colgndose de las manos antes de dejarse caer gilmente en el fondo del conducto. Pawldo y Canthus oyeron su chapoteo contra el barro, y enseguida la siguieron. Fiona tom la antorcha y abri la marcha a paso vivo. Por fin vieron el final del tnel, donde la tenue luz del crepsculo brillaba sobre la baha. Fiona apag la antorcha, y avanzaron con cautela hacia el extremo del conducto. Unas olas verdes batan sobre la costa, a media docena de pasos debajo de ellos. La tubera terminaba en la pared del alto rompeolas. El halfling mir hacia arriba, pero no pudo ver cul era su altura. La barrera haba sido construida con piedras lisas, desgastadas por el mar, y estaba ahora cubierta de algas y musgo. Slo con un gran salto podan esperar librarse de las rocas del pie del muro. --Sabes nadar? -pregunt Pawldo. --S. La cuestin es si no habremos muerto helados antes de llegar a la costa. --Slo hay una manera de averiguarlo -dijo el halfling, encogindose de hombros. Salt del conducto y se zambull en el mar, que ondeaba suavemente. Se estremeci de fro y, al salir a la superficie, oy que Fiona y Canthus se reunan con l. Fiona empez a nadar a lo largo de la costa con fuertes brazadas. Pawldo no poda ver mucho a la luz del crepsculo, pero tuvo la impresin de que se estaban alejando del puerto. Su cuerpo empezaba
a entumecerse. --La han trado esta tarde -explic Evan, mientras tomaba la cerveza a la que acababa de invitarlo Kryphon-. Cassidy vio caer algo del cielo y jura que era un guila. Atacada por los cuervos; ya sabes de lo que stos son capaces, no? Pero entonces fue hacia all para hacerse con las plumas... y no haba ninguna guila! En cambio, una mujer yaca en el suelo, magullada y sangrando. Evan estaba seguro de que su relato era muy interesante. El mago se ech atrs en su silla y lo mir con expresin vagamente divertida. --Un cuento de hadas -dijo el mago, sonriendo y disimulando su curiosidad-. Seguro que el hombre haba estado bebiendo. --No es ningn cuento de hadas! Ha sucedido otras veces; los druidas lo han hecho siempre: convertirse en pjaros y en cosas parecidas. --No me digas! Entonces, esa mujer es una druida? Ahora Kryphon estaba realmente intrigado. Una druida en Alarn? El bandido se encogi de hombros. --Quin sabe! Pero Cassidy tiene la vista y el odo ms agudos que conozco. -Evan baj la voz-. Me dijo que alguien ha matado a Annuwynn! --El mago? El hechicero de Doncastle? --El mismo. -La voz de Evan se hizo grave-. Su prdida es un duro golpe para nosotros. Alguien lo asesin en su jardn, a plena luz del da! --Pero con seguridad tenis otros firmes defensores. Me hablaste de un sacerdote..., cmo se llamaba? --Vaughn Burne. En efecto, vale ms que una o dos compaas de soldados! --Y dnde puede estar? Quiero decir que espero que est a salvo. --Oh, no te preocupes. Est atendiendo a aquella moza voladora de la que te hablaba. Al final de esta calle. Suspir satisfecho al terminar su vaso de cerveza, y Kryphon pidi otro. --O decir que la haban llevado a la posada del Roble Negro -prosigui Evan-. All tienen buenas habitaciones, muy cmodas. Kryphon dej una gruesa moneda de oro sobre la mesa, lo bastante para apagar la sed de Evan durante toda la tarde, y le dijo que se quedara con el cambio. Dio unas palmadas en el brazo del bandido.
--Ahora tengo que irme. Qudate aqu y divirtete! Evan sonri tontamente, sopesando la moneda. Ni siquiera advirti que Kryphon se levantaba de la mesa. El mago sali de la taberna y subi a su habitacin. All encontr a Doric tumbada lnguidamente en la amplia cama, llevando slo su cinturn. --He de ver al sacerdote -anunci el mago, haciendo caso omiso de la mirada de deseo de ella. En realidad, durante los das que haban estado juntos, se haba hartado de la manera en que Doric lo persegua, sin dejarlo un momento en paz. Al principio, haba sido un agradable aspecto de su misin. Pero ahora deseaba poder enviarla de nuevo a Caer Calidyrr. --Llvame contigo -suplic ella, viendo su falta de inters. --No; esto tengo que hacerlo solo. Cuando lo haya localizado, dejar desde luego que me ayudes a eliminarlo. --Entonces, qudate un rato conmigo -le pidi ella, volvindose en la cama. La vista de su cuerpo flaco y sus hundidas mejillas repugno a Kryphon, que no pudo disimular su desagrado. --Pues vete! -chill ella. Agarr una de sus botas y se la arroj, pero se estrell contra la puerta que l haba cerrado ya de golpe al salir. La posada del Roble Negro era fcil de encontrar. Era una casa muy grande, con portero en la entrada y una gruesa alfombra roja en el vasto saln principal. Las paredes de madera y las vigas del techo haban sido lijadas, y las mesas y las sillas tenan detalles ornamentales y haban sido sin duda importadas de Waterdeep o de Amn. Un criado acompa a Kryphon a una mesa cerca del fuego, y una doncella, que llevaba un vestido corto, rojo y negro, le pregunt qu iba a tomar. Su cuerpo rollizo, en contraste con el de Doric, le interes, y el mago la sigui con la mirada cuando ella se alej hacia el bar. Despus, observ el local. Haba una docena de clientes, en su mayora parejas, sentados alrededor del tranquilo y elegante saln. En el fondo de ste vio una escalera parcialmente cubierta con un biombo. La puerta principal y la de la cocina eran las otras nicas salidas. La doncella volvi con el vino. --Quisiera ver una de vuestras habitaciones -dijo-. Tal vez me quede aqu. Ella se encogi de hombros. Qu le importaba si se quedaba o no? Adems, no le gustaba la manera en que l la miraba. --Estn arriba -dijo, volvindose para atender a otro parroquiano. Kryphon apur su vaso de vino y se dirigi hacia la escalera, que
estaba en consonancia con el lujoso saln: una alfombra roja cubra el suelo y la barandilla era de roble cuidadosamente tallado. Subiendo la escalera sin ruido, lleg a un corto pasillo en la segunda planta de la posada. Vio que haba tres puertas a cada lado del corredor. Abri la primera y se encontr con que la habitacin estaba vaca. En la segunda, oy a dos hombres que conversaban en voz alta. Pas a la tercera puerta y no oy nada. Probando con cuidado el tirador, descubri que estaba cerrada con llave. --Eriath, gorax -dijo con suavidad, agitando una mano delante de la puerta y llamando una vez. La puerta se abri sin esfuerzo. Una joven se incorpor sobresaltada en una mullida cama de plumas. Sus largos cabellos negros estaban despeinados, y la cara, llena de rasguos y moraduras. Sin embargo, su belleza era innegable. --Quin eres? -murmur. Tena hinchado y cerrado el ojo derecho. --Disclpame; parece que me he equivocado de habitacin. -Arque las cejas, como preocupado, mirndola a la cara-. Ests bien? Cruz la puerta y ella se encogi asustada contra la almohada. --S..., estoy bien. Vete, por favor. Kryphon jug con la idea de matarla all mismo, pero lo pens mejor: aunque fuese una druida, no poda ser una amenaza en su actual estado. Decidi que le servira de otra manera, mucho ms satisfactoria. Entonces se abri la puerta contigua y salieron dos hombres al pasillo. Miraron fijamente al hechicero, que estaba todava en la puerta de la habitacin de la mujer, y se dirigieron a la escalera. --Disclpame. -Kryphon se inclin en una reverencia y sali de la habitacin, cerrando la puerta. Maldijo a los hombres que lo haban visto, pues no poda permitir que lo observasen, en especial si algo malo le ocurra a la druida. S, pens, debo tener paciencia. Estaba seguro de que la druida estara all durante un tiempo. Poda esperar hasta maana. Unas figuras negras giraban a su alrededor, atacndola con picos como agujas y afiladas garras. Robyn sinti como si le arrancasen la piel. Se sinti morir. Y entonces se despert, empapada en sudor, de aquella pesadilla, y suspir aliviada. De pronto, vio que la puerta se abra. Mir boquiabierta a un hombre alto y barbudo que la estaba observando.
No slo estaba sorprendida; sino tambin asustada, pues tena la seguridad de que Vaughn Burne haba cerrado la puerta al salir. El hombre dijo algo; ella le respondi mientras su espanto iba en aumento. Quera gritar. El intruso pareca un hombre corriente a primera vista, pero descubri algo siniestro en sus ojos. Entonces l cerr la puerta y desapareci. Ella salt de la cama y corri el cerrojo, asegurndose de que la puerta estaba bien cerrada. Despus volvi a refugiarse entre las sbanas. Necesit mucha meditacin para relajarse. Evoc el poder de la Madre Tierra para apaciguarse, pero este poder era muy dbil. Por fin pudo aflojar la tensin de su cuerpo y se sumi en un sueo profundo y sin imgenes. No advirti la presencia del duende invisible posado en la cabecera de su cama. Yazilliclick se haba alegrado al verla despierta, pero no haba querido molestarla. Sigui velando por ella cuando se hubo dormido.
--La encontraste? -pregunt Doric. Kryphon se encogi de hombros. --Encontr a una vieja bruja, medio muerta, y a la que no vala la pena rematar. El sacerdote es la persona a quien debemos encontrar! La mujer asinti con la cabeza, contrariada. Entonces tuvo una sbita idea. Se incorpor y examin con disimulo la cara del hechicero. Le haba mentido! Ahora tena la certidumbre de que Kryphon estaba mucho ms interesado en la druida de lo que pretenda. La habra matado, privndola a ella de este placer? No, decidi. Pareca preocupado, como si quisiera algo. Como si quisiera... A la druida! Esta conviccin le produjo una oleada de celos, y estuvo a punto de sacar su daga y clavarla en el corazn de Kryphon; pero logr dominarse. --Qu sucede? Ocurre algo malo? -pregunt el hechicero. --Me siento... indispuesta -respondi ella, tratando de disimular su rabia. Clavara su daga en un corazn, pero no sera en el de Kryphon. --Quieres echarte un rato? -pregunt l. --Puedes ir a buscar al sacerdote sin m? -dijo tmidamente ella. --Desde luego! Esta noche slo me propongo informarme. Vendr a buscarte cuando sea el momento de actuar. --Muy bien. Te esperar aqu. Haciendo caso omiso de su mirada de disgusto, ella le pellizc una pierna. Sinti un pequeo escalofro de placer al engaarlo.
--Buscar su capilla. Ms pronto o ms tarde tendr que ir all -dijo Kryphon, y se march. Doric esper todo el tiempo que pudo soportar. Despus se levant y sali de la posada a la calle oscura, sedienta de sangre. Acarici su fina daga y se encamin rpidamente a la parte de atrs de la posada del Roble Negro.
--Mi seor ORoarke os pide que os reunis con l en el comedor -dijo el guardin a Tristn, Daryth y Alexei. Slo haca una hora que haban entrado en Doncastle y anunciado su llegada, y el jefe de los bandidos no haba perdido el tiempo en enviarlos a buscar. Su viaje por el laberinto de cavernas haba sido duro y fatigoso, pero sin incidentes. El mapa de Finellen haba sido perfecto, por lo que haban podido hacer el viaje en dos das. 0'Roarke y Pontswain estaban sentados junto a una larga mesa bien provista de carne, pan y queso. --Bienvenidos -dijo el proscrito de barba roja. Pontswain esboz un fro saludo y arque las cejas, como sorprendido de su regreso. --Y el halfling? -pregunt, cuando todos se hubieron sentado. Tristn les cont su entrada en la ciudad y en la fortaleza, su captura y su huida, y que Pawldo se haba quedado all por necesidad. Present a Alexei, explicando cmo se haba unido a ellos. --Un hechicero del Consejo? -pregunt el bandido, frunciendo el entrecejo-. Cmo fuiste a parar a la mazmorra? Alexei aguant su mirada. --Mi ex maestro y yo reimos -dijo, apretando los dientes-. He jurado hacer todo lo posible para destruirlo... Tal vez podra serte de alguna utilidad. --No habramos podido escapar sin l -dijo el prncipe-. Conoca el tnel secreto por el que salimos del castillo y su frmula mgica de vuelo nos salv en la caverna cuando... Tristn se interrumpi, impresionado, aunque nadie pareci advertirlo. Sus propias palabras resonaron en su mente mientras se llevaba la comida a la boca. Volar sobre la tierra, aunque more en su seno! Era, textualmente, la profeca de la reina Allisynn. Poda la profeca referirse a f? No, pens, pues ella haba dicho que su nombre sera Cymrych. Sin embargo, la coincidencia era extraa y perturbadora. Forzando a su mente a volver al presente, oy que 0'Roarke enviaba un mensajero en busca de Vaughn Burne, el sacerdote.
--Y qu me dices del Alto Rey? -pregunt Hugh-. Aparte de su presumible enfado por vuestra escapada. --Teme por su corona -dijo el prncipe-. En realidad, le haban dicho que yo haba venido aqu para reclamarla. --Y es verdad? -pregunt ORoarke con brusquedad. --Claro que no! La negativa de Tristn fue un poco forzada. --Qu vas a hacer ahora? -pregunt Pontswain. --Los ffolk no pueden sobrevivir teniendo como caudillo a un hombre como ste. Destronar a este rey. Lo matar, si es necesario! --Saba que estabas loco -gru Pontswain. --Qu alternativa tenemos? Volver a Caer Corwell y esperar a la prxima pandilla de asesinos? O quedarnos aqu, aguardando a que el rey se canse de nuestra presencia y enve a la Guardia y a sus hechiceros contra nosotros? --Hemos luchado otras veces contra ellos, y los rechazaremos de nuevo! -rugi el seor proscrito. --No te engaes -dijo el prncipe-. Si lanzasen un ataque bien preparado contra este lugar, estarais perdidos! --Nuestras posibilidades son todava mejores que las vuestras. Rebelaros contra el rey? Con qu? -pregunt 0'Roarkc. --Con tu ayuda -dijo el prncipe, bajando la voz pero manteniendo firme el tono-. Pontswain, si quieres regresar a Corwell y reunir a los seores, podremos tener aqu un ejrcito a primeros de otoo. Mi seor Roarke, convoca a tus hombres y desafa al rey! Te prometo que otros seores se unirn a ti! --Qu derecho tienes a lanzar a mis hombres a la guerra? -rugi O'Roarke, ponindose en pie-. No har tal cosa! El prncipe vio una extraa emocin en su semblante. No era clera, ni era traicin. Era miedo. --Tampoco yo -dijo Pontswain, volvindose de cara al prncipe. Tristn no vio miedo en sus ojos; slo una fra resolucin de frustrar sus planes. Entonces dejaron de hablar, pues se acerc a ellos un hombrecillo bajito y de cabellos grises, vestido con sencillez. Llevaba la cabeza tan afeitada como la cara. --ste es nuestro sacerdote, Vaughn Burne -explic ORoarke a Alexei, antes de volverse al propio clrigo-. Espero, patriarca, que puedas ayudar a este hombre. Ha prestado un gran servicio a mis amigos y, como puedes ver, ha sufrido mucho en manos de nuestros enemigos. --Har todo lo que pueda -dijo sonriendo el sacerdote-. El poder de Chauntea es grande para los actos de curacin. --Oh, y cmo est nuestra otra invitada?
--Descansando. Vivir. Sus facultades de recuperacin son enormes. --Te has enterado de algo ms acerca de ella? -pregunt Hugh. --Como sospechabas, es una druida. Por lo visto, ha volado hasta aqu desde Gwynneth en forma de guila. Tristn segua la conversacin con creciente inters. --Me gustara ver a esa druida. Sabes su nombre? --No me lo ha dicho; estaba muy dbil. Pero aun as -y el clrigo sonri-, es muy hermosa. Y joven, con unos cabellos largos y negros como las plumas de los cuervos. Tristn se puso en pie de un salto. --Tengo que verla! Dnde est?
Finellen maldijo las angosturas del mundo subterrneo, que le impedan desplegar sus tres compaas. Los duergar haban escogido bien su cubil. Tena tres puntos de acceso, pero en todos ellos la entrada era muy estrecha y fcil de vigilar. Hasta ahora, ninguno de los enanos de Finellen haba podido introducirse para explorar el lugar. Tenan una idea aproximada de sus dimensiones, a juzgar por el emplazamiento de las entradas. Finellen estaba segura de que no habra ms de trescientos duergar, y esto representaba una ventaja para sus propios trescientos combatientes. La guarida de los duergar era un conjunto de cavernas centrales rodeadas de estrechos tneles. En uno de ellos, una profunda garganta cerraba el camino, mientras que, en los otros dos, haba que subir empinadas cuestas para entrar en la fortaleza de los duergar. Finellen haba apostado una compaa delante de cada entrada. Un escalofro recorri su espina dorsal cuando las trompetas dieron la seal para atacar. Las tres companas se lanzaron al ataque, y oy chocar los aceros en las tres cavernas. Maldijo la responsabilidad que la mantena apartada de la lucha, esperando con varios mensajeros en una interseccin de las cuevas, pero comprenda que era necesario. En cualquier batalla era difcil controlar a unas formaciones diseminadas, pero, en un conflicto subterrneo como se, la comunicacin visual era imposible. De aqu que tuviese que esperar noticias de los avances o retrocesos de cada una de las tres compaas, para poder enviar inmediata ayuda donde fuese necesaria. Los ruidos del combate se hicieron ms dbiles: una buena seal ya que significaba que los enanos haban cruzado las primeras barreras de defensa en cada tnel. Durante una angustiosa hora, Finellen oy poco, y creci su esperanza de que haban ganado la batalla.
Pero entonces el estruendo de las armas se hizo distinto. El ruido se hizo ms y ms fuerte en los tneles. Ahora oy gritos de los heridos y el tremendo estrpito del combate en todas direcciones. Lo que pasaba era evidente. Sus compaas se estaban batiendo en retirada.
Robyn no poda dormir. Las imgenes de los pjaros negros y de afilado pico la atormentaban cada vez que cerraba los ojos. --Robyn... --Yazilliclick? -Mir a su alrededor-. Dnde ests? --Oh, me alegro de que ests despierta -exclam el duendecillo, hacindose visible a los pies de la gran cama-. Estaba muy preocupado por ti, Robyn. Aquellos hombres te trajeron aqu, y yo no poda detenerlos; pero confi en que te ayudaran. Creo que lo han hecho..., s, lo han hecho. Ella levant una mano, pero no pudo dejar de sonrer. --Gracias por quedarte conmigo -dijo-. Dnde est Newt? --Dnde iba a estar? Ha ido a buscar algo de comer..., para nosotros! --Tendremos suerte si nos trae algo ms que los huesos -suspir la druida, satisfecha de tener amigos junto a ella en aquel extrao lugar. Despus se ech a rer al ver al dragn cernindose delante de la ventana, tratando de no perder altura y de sostener al mismo tiempo un gran pedazo de carne asada. Ella se acerc a la ventana y le abri; tom la carne de cordero de manos del dragn, y ste entr y se derrumb sobre la cama. --Oh, qu mal genio tena aquel cocinero! No sabis las cosas que me arroj cuando yo estaba atareado buscando alguna cosita para la cena! -Newt reprimi una carcajada-. Pero no pudo conmigo. Hubieseis tenido que ver la cara que puso cuando emple uno de mis hechizos! --Qu hiciste? -pregunt Robyn, un poco inquieta. --Le hice crecer que salan gusanos de toda su carne. Menudo susto se llev! Fue muy divertido! Y ahora, podemos volver a casa? O ir en busca de Tristn?O hacer alguna otra cosa? Me estoy aburriendo! --Ne... Newt! Deja descansar a Robyn! -dijo Yazilliclick con severidad. --S, temo que necesito descansar antes de que nos vayamos de aqu -dijo la druida, sentndose en la cama-. Pero vosotros... Robyn se qued boquiabierta al ver entrar una sombra negra en
su habitacin, a travs de la ventana. Una cara blanca le hizo una mueca, y tuvo la horrible visin de un esqueleto resucitado, que vena a atormentarla. Pero los ojos de la aparicin tenan vida, y sus labios rojos estaban torcidos en una mueca cruel. Aquella figura vestida de negro era una mujer que volaba hacia ella. Robyn distingui sus manos delgadas y huesudas, y sus desgreados cabellos negros. Pero lo que Robyn vio sobre todo fue la daga de acero de la mujer, que apuntaba a su corazn. Desesperada, agarr una almohada de la cama y se acurruc tras ella en el preciso instante en que la mujer se le echaba encima. Volaron plumas por el aire cuando la daga rasg la funda de la almohada. La joven druida aprovech el impulso de su atacante para lanzarla fuera de la cama y darle al mismo tiempo una patada en el estmago. La atacante choc contra la pared mientras Robyn apartaba la sbana y se pona en pie de un salto. Todava con aquella diablica mueca en el semblante y mostrando los largos dientes, la mujer blandi su daga. De pronto, Newt cruz la habitacin y dej en su mejilla la marca ensangrentada de sus garras. Yazilliclick desenvain su pual de plata y se meti en el fregado. Lanzando un salvaje grito de rabia, la mujer se volvi hacia el dragn. --Shinah, drake -susurr, sealando con un dedo. Brot de ste algo que pareca un cordel y se enroll sobre el dragoncito, sujetndolo, as como al duendecillo. Ambos quedaron atrapados en la pegajosa red de una telaraa gigantesca. Una hechicera! Bufando como un gato negro irritado, la mujer se arrastr hacia Robyn y levant amenazadoramente la daga. --Centus, hirith! -dijo Robyn en voz baja. Al instante, la hoja del pual brill con un rojo resplandor. La mujer lo dej caer, con un aullido de dolor. --Magius, golpea! -chill. Una flecha luminosa sali de la punta de su dedo y alcanz a Robyn en el pecho, donde desgarr la piel y quem la carne. El dolor sacudi el cuerpo de la druida mientas un segundo y luego un tercer proyectil mgico se clavaban en su pecho sangrante. La fuerza de los golpes la lanzaron contra la pared de la habitacin. Robyn se apoy pesadamente en la ventana mientras la maga se plantaba de espaldas a la puerta. Newt y Yazilliclick se debatan dentro de la telaraa, pero estaban inmovilizados por sta. Robyn sinti flaquear sus fuerzas y vio que la sangre manaba a travs de la tela de su bata. Sacudi dbilmente la cabeza mientras la mujer sacaba una bolita de debajo de su vestido. Un olor a azufre llen el aire. --Pyrax, surrass histar -se refocil la maga, con ojos
centelleantes. La bolita estall de pronto en llamas que comenzaron a avanzar muy despacio hacia Robyn. Azufre? Fuego mgico! Desesperada, Robyn se llev las manos a la cara y enseguida las dej caer junto a su cuerpo. --Proteccin, Madre... -suplic. Antes de que pudiese acabar el canto ritual, una llama anaranjada envolvi su cuerpo. La bola de fuego se hinch junto a la ventana, iluminando la noche, y quem la mitad de la habitacin. Doric estaba de pie en la otra mitad de aqulla, riendo mientras el fuego -mucho ms caliente que el fuego natural- consuma la cama las paredes y el suelo. La druida ya no era visible en el brillante centro de la explosin. Pero, entonces, los ojos de la maga se desorbitaron al ver que su enemiga sala de la hoguera. La diosa de Robyn haba escuchado su plegaria. Haba rodeado a su druida de una barrera fra, manteniendo a raya las fuerzas de la magia negra. Doric se qued boquiabierta ante lo que vea. La druida se acerc ms y la ira que arda en sus ojos hizo que, en comparacin con ella, palideciese el calor sobrenatural de la bola de fuego. Robyn agarr el cuello de la maga con sus manos vigorosas y encallecidas por el trabajo en el bosque. Apret ms y sinti que la trquea de su enemiga se cerraba bajo la firme presin. Robyn era mucho ms fuerte que aquella frgil mujer, pues el poder de Doric para aterrorizar y destruir slo proceda de su magia. De pronto, Robyn quiso que la maga muriese por la magia y se llevase a la tumba una muestra definitiva del poder de la diosa. Tena una frmula para curar y saba que, si inverta el orden de las palabras, invertira el efecto del hechizo. --Matri, terrathyl..., wrack -gru, aflojando ligeramente su presa. Sinti que el cuello de la mujer se retorca, tenso, y por fin se rompa. La hechicera cay muerta. Las llamas haban hecho ya presa en un lado de la posada del Roble Negro cuando Tristn entr corriendo en la casa. Los aterrorizados huspedes salan por las puertas y las ventanas para ponerse a salvo. Con desesperacin, Tristn se abri paso hasta el saln principal, empujando a los que se le ponan delante. Subi la escalera de cuatro en cuatro y se encontr en un pasillo lleno de humo. De pronto, se abri una de las puertas y alguien sali tambalendose al corredor, llevando un bulto. Tena vuelta la cara para evitar las arremolinadas nubes de humo, pero sus largos cabellos
negros eran inconfundibles. --Robyn! -grit Tristn, corriendo hacia ella para estrecharla en sus brazos. Ella lo mir con incredulidad. Tena la cara tiznada y llena de araazos y moraduras, pero nunca le haba parecido tan hermosa. Tristn la sujet y la ayud a llegar hasta la escalera, advirtiendo que el bulto era en realidad Newt. El dragn estaba envuelto en una extraa red y Tristn crey ver otra pequea figura tambin enredada en ella. Robyn se apoy contra l. El prncipe la ayud a bajar la escalera y ambos salieron juntos y dando traspis de la posada. Ella trat de desprenderse de Newt y Yazilliclick para abrazarlo, pero no lo consigui. Tristn tir tambin de los gemebundos duendes, tratando de deshacer el pegajoso lo. --Robyn, ests aqu -dijo tontamente. Ella le sonri y brotaron lgrimas de las comisuras de sus prpados. Una vez ms, l trat de librarse de Newt, pero desisti al fin. Tom a Robyn entre sus brazos, con duendes y todo, y la bes en los labios. Ella le correspondi calurosamente, estrechndolo con fuerza y haciendo caso omiso de las miradas de los ffolk que haban acudido para observar el incendio.
La diosa vio el espectro de Bhaal cernindose sobre el horizonte del mundo y sinti, con dolor, el ruido de sus pisadas al acercarse. Pero sus sentimientos estaban amortiguados. Haba gastado casi toda su fuerza en proteger a sus druidas, y slo lo haba conseguido en parte. Los druidas del valle de Myrloch no estaban muertos, pero haban perdido todo su poder. Ciegos e insensibles, slo podan permanecer dentro de sus crceles de piedra, esperando ser rescatados o destruidos. El espectro de Bhaal sonri, regocijndose con la desesperacin de la Madre Tierra. Desde el punto de vista de Bhaal, las cosas marchaban ciertamente bien. El ejercito de desenterrados, bajo el mando de Hobarth y ayudado por el Corazn de Kazgoroth, haba realizado todo lo que el esperaba... y mas. No slo estaba en sus manos el Pozo de la Luna del valle, sino que los druidas se haban sacrificado tontamente en un esfuerzo por protegerlo. Los sahuagin, mandados por su devota Suma Sacerdotisa, estaban reuniendo una imponente fuerza de destruccin. Los muertos del mar, levantados por sus fieles sacerdotes, seran otro ejrcito al que lanzar contra las islas Moonshaes. Incluso Cyndre, su inconsciente
servidor en Alarn, actuaba como deseaba Bhaal. Su actuacin, fuera cual fuese el resultado, atraera sin duda ms cuerpos a la causa de Bhaal. Bhaal se volvi ligeramente y advirti una nueva fuerza. Gozaba con la muerte en todas sus formas y la batalla subterrnea entre los enanos le divirti. Bhaal se sorprendi al ver que los enanos negros aparecan en nmero creciente, hasta que una enorme horda de ellos atac en la oscuridad, amenazando a todo lo que se cruzaba en su camino. Los enanos negros eran secuaces de otros dioses del mal, y Bhaal no tena ningn sacerdote entre ellos. Pero eran sanguinarios y numerosos. Bhaal pens que deba de haber una manera de utilizarlos para sus fines.
18 Escaramuzas Canthus lanz un gruido de aviso y Pawldo no esper a confirmar las sospechas del perro. --Abajo! Escndete! -susurr. Pero Fiona se haba metido ya en la fangosa zanja. El chapote a su lado y sinti que el podenco se acurrucaba junto a ellos. Los cascos de los caballos resonaron con fuerza a lo largo del camino al acercarse una columna de jinetes. Pawldo apret la cara contra el barro. Despus de una eternidad, pasaron los jinetes y se alejaron al galope. Pawldo y Fiona salieron de la zanja, todava ms fros y desdichados que antes. --Ojal pudisemos encontrar un caballo! -exclam Fiona. La joven se haba vuelto ms irritable cada da que pasaba. Se rebelaba contra el rey y los ogros, y se lamentaba de su propia situacin. --Tengo los pies gastados hasta las rodillas! Pawldo asinti con la cabeza, mirando a los jinetes en la lejana. --Esto lo dice todo. Tienen que ir a Doncastle. Durante tres noches haban caminado en direccin al bosque, pasando el da en heniles o cobertizos aislados, y viajando slo despus de ponerse el sol. Tenan fro y estaban hambrientos y cansados. Una sensacin de peligro los segua a todas partes, pues los jinetes de la Guardia Escarlata haban salido en masa. Algunos patrullaban en los campos, pero la mayora cabalgaban hacia el
sudoeste, en direccin al bosque... y a Doncastle. Ellos caminaron durante toda la noche y llegaron a las cercanas del bosque antes de la aurora. --Sigamos andando -sugiri el halfling-. Podemos llegar a Doncastle al anochecer. Detenindose slo para beber en una clara charca del bosque y comer un poco de pan que Pawldo haba adquirido el da anterior, continuaron su marcha.
El rey Carrathal se despert de pronto, lanzando un dbil grito de alarma. Mordindose la lengua, sinti que la carroza daba bandazos debajo de l. Dnde estaba? Qu ocurra? Levant la Corona de las Islas, que haba resbalado sobre sus ojos. Las cortinas rojas de seda tean el sol de la tarde de un color de sangre al filtrarse sus rayos por la ventanilla. El asiento almohadillado y cubierto de pieles estaba empero duro y le resultaba incmodo. Haba sitio para una docena de personas en el amplio vehculo, pero el rey Carrathal viajaba solo. Ah, s!, record. La guerra. Apart a un lado la cortina y se asom a la ventanilla. Ms all de los seis caballos que tiraban de la carroza real, pudo ver las compaas de la Guardia Escarlata extendindose en la lejana. Por fortuna, el tiempo era fresco y hmedo, por lo que no haba mucho polvo en el camino. La carroza oscil de pronto, y el rey se volvi y vio a Cyndre. El hechicero no haba estado all un momento antes. Su sbita aparicin a su lado hizo que el corazn del monarca palpitase con fuerza. --Y bien? -dijo el rey Carrathal, sin tratar de disimular su contrariedad. --Tendremos provisiones cuando lleguemos a la comunidad de Bounty. --Bien. Tuviste que...? -dijo el rey, desviando la mirada. --No. Parece que la suerte de la comunidad de Lehigh es ya conocida en todas partes. Dudo de que encuentres ms seores reacios a pagar los impuestos reales. El rey Carrathal no pareci satisfecho por la noticia. La destruccin de toda una comunidad, realizada con entusiasmo por sus ogros, pesaba mucho sobre su conciencia. Por supuesto, el hechicero haba hecho que sonase como una buena idea. Y, en verdad, desde entonces no haban tenido ms dificultades con los otros seores. Les haban suministrado comida y bebida sin chistar en el pueblo siguiente donde haban acampado. La columna continu su marcha a travs de la llanura central de
Alarn. La brigada de ogros marchaba pesadamente en cabeza. Jinetes de escolta, con sus guerreras rojas visibles desde mucha distancia, protegan los flancos de la columna. La seguan varias carretas llenas de provisiones, y la carroza del rey rodaba detrs de aqullos. En ltimo trmino, cientos de pasos ms atrs, avanzaba con estrpito otra carroza, an ms grande. Esta era tirada por ocho caballos negros. En ella viajaban Talraw, Wertam y Kerianow: el resto del Consejo de los Siete. Y tambin Cyndre viajara en ella.
Pasaron juntos la mayor parte de la noche abrazados. Se intercambiaron las promesas y lamentaciones que ambos aoraban y necesitaban. Tristn no poda creer que Robyn estuviese en Doncastle. Pasar un ao sin verla, aorndola todos los das, y que llegase ahora en secreto a la ciudad, tan lejos de su pas..., pareca imposible. Sin embargo, el calor de su cuerpo y la luz de su sonrisa le decan que era verdad. Ella le explic que haba venido porque tema por l. Tristn escuch, pasmado, la visin que ella haba tenido de la mujer en la laguna. Le habl de su padre, que tambin haba sido como un padre para Robyn, y la abraz mientras ella lloraba por el rey. Entonces l le cont su viaje a Calidyrr y su decisin de luchar contra el rey. Le explic la profeca y sus dudas sobre su significado. Y concluy con la negativa de Pontswain y de 0'Roarke a unirse a l. Ella describi, a su vez, su pesadilla de muerte y profanacin. Tristn se qued aturdido; Robyn lo haba necesitado desesperadamente, y l no haba... --No te culpes -dijo ella, consciente de sus sentimientos-. Cada uno de nosotros tena un trabajo que hacer, y lo hicimos. Tal vez t tendrs ms xito que yo. --Tenemos que esperar... Y luchar! Volver a Corwell para montar un ejrcito! Con Robyn aqu, Tristn senta crecer su confianza. --Pero recuerda una cosa -dijo ella-. Esto es ms que la obra de un rey, incluso ayudado por la magia negra. Tiene que ser el designio de un dios incalificable! Una llamada a la puerta los interrumpi. --Quin es? -pregunt el prncipe, asiendo su espada. --Un recado de mi seor 0'Roarke, prncipe -dijo una voz-. El halfling ha vuelto de Calidyrr, y trae noticias! --Pawldo? -pregunt Robyn-. Est tambin aqu?
Entraron corriendo en el gran saln de la posada, donde Daryth y 0'Roarke haban estado hablando durante la mayor parte de la tarde, y vieron a Pawldo sentado en un blando silln delante de la chimenea, y una joven, a quien Tristn reconoci como Fiona, plantada muy seria a su lado. Canthus estaba tambin all. El podenco dio un ladrido de alegra y salt sobre el prncipe, casi derribndolo. Despus salt sobre Robyn, todava con ms entusiasmo, retorcindose y meneando el rabo. --Robyn! -exclam el halfling, empujando al perro a un lado para abrazar a la druida-. Qu has..., quiero decir, cmo has...? --Tambin yo me alegro de verte -dijo ella, sonriendo y soltndose-. Tengo entendido que has cuidado muy bien de mi prncipe! --Cuando l me ha dejado -dijo, enfurruado, el halfling-. Entonces, l y Daryth se largaron y dejaron que me apaase solo, sin molestarse en decirme que volveran aqu. Por consiguiente, yo... --Lo siento, viejo amigo. Pero hubo algunas complicaciones en palacio. --Tambin me lo ha dicho Daryth. Al menos os habis tomado el trabajo de preparar vuestras historias. En fin de cuentas, habis aprendido algo de m! Pawldo mir de pronto a Fiona, que segua cabizbaja. --Siento tener que daros malas noticias -empez diciendo-. El padre de Fiona nos dijo que el Alto Rey estaba movilizando su ejrcito. Pero alguien debi traicionarlo, porque atacaron su casa, y dio la vida para salvarnos a Fiona y a m. Los otros inclinaron un momento la cabeza, en homenaje al camarada cado. Hugh 0'Roarke se acerc a Fiona y la abraz. --Tu padre era un valiente. S que estara muy orgulloso de ti. --Slo estar orgulloso si t y tus hombres hacis algo -grit ella, sbitamente furiosa. Se desprendi irritada del abrazo. Sus cabellos rojos se agitaron alrededor de su cabeza y sus ojos echaron chispas-. Y no creo que esto sea probable, mientras tengas este agujero en el bosque para esconderte! --La otra noticia -terci Pawldo- es que toda la Guardia Escarlata marcha sobre Doncastle. Hugh mir como aturdido al halfling y pareci quedarse sin aliento. Se dej caer en una silla y hundi la cabeza entre las manos. De pronto, mir furioso al prncipe. --T tienes la culpa! -gru-. Has atrado esta maldicin sobre mi ciudad! --No seas ridculo -dijo Robyn con vivacidad-. Hay una maldicin que pesa sobre todas nuestras islas, atormentando a los ffolk, y es mucho ms terrible que las acciones de este lastimoso rey. Parece que
el peligro se cierne ahora sobre tu ciudad. Por consiguiente, lucha! Tienes aqu bravos guerreros! Dejad de perder el tiempo y disponeos a defenderos! --En tiempos pasados, tuvimos al hechicero Annuwynn a nuestro servicio -observ Vaughn Burne-. Ahora no lo tenemos, y un asesino anda suelto en la ciudad. --Yo cre que haba muerto al atacar a Robyn -dijo Pontswain-. Aquella bruja de la que nos hablaste. --Sospecho que el asesino est todava aqu. El ataque contra la druida fue mucho menos sutil, ms tosco que el que sufri Annuwynn. No puedo creer que la misma hechicera hiciese ambas cosas. El sacerdote no mencion que haba tenido un sueo -estaba seguro de que haba sido una visin de Chauntea- en el que haba visto al asesino como un hombre resplandeciente de joyas de diamantes. --Lo encontraremos! -grit 0'Roarke. Guard silencio unos momentos y, despus, lanz un profundo suspiro y mir a Robyn-. Tienes razn. Podemos defendernos... y lo haremos. Convocar a mis capitanes y trazaremos un plan. Lucharemos contra ellos desde cada rbol, en cada camino del bosque! -Se volvi a Tristn-. Mi prncipe, creo que estaba equivocado. Participars en nuestra lucha? Me vendran muy bien tu capacidad y tu experiencia. Tristn asinti con la cabeza.
Kryphon reflexion disgustado sobre la perspectiva de volver a su cama, donde con seguridad lo estaba esperando Doric. Y entonces pens en la druida y decidi al instante ir en su busca. Las llamas se haban extinguido ya cuando lleg a la posada del Roble Negro, pero estuvo seguro de que el fuego se haba originado en la habitacin de la druida o muy cerca de ella. El incendio haba sido una cruel coincidencia que lo privaba del placer que haba imaginado. Fuego. Pens de nuevo en Doric; siempre que vea fuego pensaba en la sacerdotisa. sta era, en muchos aspectos, como su fuego mgico: voluble, codiciosa y peligrosa. Y ahora, este incendio, por una rara casualidad, le haba robado la satisfaccin del placer que esperaba obtener de la joven druida. Pero, era una casualidad? Record el sbito cansancio de Doric. Volvi deprisa a su habitacin. Cuando lleg a ella, vio que haba adivinado la verdad. La ausencia de Doric confirmaba su sospecha: la bruja tema su clera despus de matar a la druida. Pero no poda saber dnde se esconda. Despus de pasear arriba y abajo por la habitacin, decepcionado,
se rindi al fin a su propio cansancio y durmi durante varias horas. Cuando se despert, pas varias horas ms estudiando su libro de hechizos. Haba gastado mucha magia en los ltimos das, y el estudio lo ayud a recobrar energas arcanas. Pens con amargura en Doric. Su traicin hera su orgullo y lo encolerizaba. Haca bien en esconderse. Irritado, llam a Razfallow. --Voy a buscar al sacerdote en su capilla. T investigars en otros lugares; por ejemplo, la posada en que se alberga 0'Roarke. Si lo ves y tienes oportunidad, mtalo. Si no, ven a buscarme y llvame hasta l. El medio orco asinti con la cabeza. No le gustaba andar por esta ciudad de hombres -los medio orcos eran raros en las Moonshaes-, pero hara lo que le mandaban. El asesino se march y Kryphon cerr su libro de hechizos y se dispuso a salir. Era medioda cuando volvi a la capilla del sacerdote. Al cruzar Doncastic, advirti que se estaban haciendo muchos preparativos en la ciudad. Muchas personas, en especial ancianos, nios y enfermos, estaban metiendo sus cosas en mochilas, alforjas y carretas. Aquellos ffolk estaban abandonando la ciudad, al parecer huyendo. Por qu? Vio pocos transentes, pero muchos hombres armados se reunan en grupos de veinte o ms. Al pasar unos arqueros, vio una cara conocida. --Evan! -grit, volvindose para caminar junto al grupo. El bandido, todava bajo los efectos del hechizo, lo mir y sonri con alegra. --Vamos a luchar -declar, con orgullo. --A luchar? --Hay rumores de que el ejrcito del rey marcha sobre Doncastle. Mi compaa se dirige a los bosques. Los hostigaremos durante todo el camino. Vertern mucha sangre en el bosque de Dernall! --Quin es tu capitn? -pregunt el hechicero-. Podra hablar con l? --El capitn Cassidy? Est all. Evan seal una zona amplia y despejada, una plaza cubierta de csped. Kryphon vio que ms de cien arqueros se hallaban reunidos all. --Dile que tengo que darle una noticia importante -murmur el mago-. Lo esperar al pie de aquel rbol. Se refugi a la sombra de un roble corpulento, y observ cmo Evan corra hacia la plaza y hablaba con un hombre montado a caballo. El oficial trot en su montura hacia el roble, con una expresin de mal humor en el semblante. Desmont gilmente y se acerc a Kryphon. --Qu quieres? No tengo tiempo para... Se interrumpi de pronto, cuando Kryphon empez a mover una mano.
--Dothax, Mylax Hiroz -dijo ste, repitiendo la frmula mgica que tan buenos resultados le haba dado. Sac un dije de diamantes de debajo de su hbito y lo hizo oscilar muy despacio. El capitn se detuvo, confuso, y mir con recelo al hechicero. Con esfuerzo, llev la mano al puo de la espada corta colgada de su cinto, con el rostro contrado como resultado de la lucha de su mente contra la magia. --Capitn Cassidy, amigo mo -dijo con suavidad el hechicero-, me alegro de volver a verte. El oficial lo mir sin comprender, pero al fin esboz una sonrisa. La magia haba triunfado de su mente. --Se ha cometido un error -sigui diciendo Kryphon en tono apremiante-. El ataque vendr del sur; tienes que llevar all tu compaa. Cierra los accesos a Doncastle; pero recuerda: en el sur! El capitn Cassidy asinti con la cabeza y estrech la mano del mago. --Gracias! -dijo sinceramente, antes de saltar sobre su caballo y galopar hacia la plaza. Kryphon sonri para s, antes de reemprender su camino. La capilla de Vaughn Burne no estaba lejos.
El sacerdote se arrodill devotamente, meditando. Su diosa respondi a su peticin de fuerza, infundindole su poder vital. Saba, como l, que la inminente batalla pondra a prueba toda su energa. Vaughn Burne sinti una ligera alteracin en el ritmo de sus meditaciones. De inmediato supo que alguien, algn malvado, haba entrado en su santuario. Una presencia oscura produjo un escalofro en su espina dorsal. El sacerdote interrumpi su meditacin y se levant para agarrar su maza de plata de guerra. Se acerc a la fna cortina que separaba su cuarto de meditacin de la capilla, y mir a travs de aqulla. La puerta de entrada estaba abierta, pero el amplio recinto, con sus docenas de bancos, estaba vaco. O no lo estaba? Vaughn Burne hizo un mgico ademn, pasndose una mano por delante de los ojos. Ahora mir el santuario y lo vio tal como era en realidad. A lo largo de la pared del fondo, se deslizaba un hombre invisible. El intruso se haba encubierto mgicamente, y no llevaba armas. El clrigo dedujo que era un hechicero. Y anillos de diamantes brillaban en sus dedos: era el asesino de su sueo. El sacerdote se encoleriz,
sabiendo que aqul era el hombre que haba matado a su amigo Annuwynn... y que ahora pretenda matarlo tambin a l. No se confo. Saba que, de no haber sido por el aviso que le haba dado Chauntea, probablemente habra sido asesinado durante su meditacin. Pero ahora estaba en una situacin ventajosa y el hechicero no era el nico que entenda de magia. Vaughn Burne murmur un hechizo y se hizo tan invisible como el mago. Sorte la cortina, cuidando de no mover la tela, y se acerc a hurtadillas al intruso. Levant sin ruido la maza de plata que, como l, era invisible. Pero una tabla del suelo cruji bajo sus pies y el hechicero se detuvo. Sus negros ojos se volvieron hacia el sacerdote y parecieron clavarse en la carne de Vaughn Burne. Pero sin duda el mago no poda verlo! De pronto, ste sac de debajo de su hbito una vara delgada y resplandeciente, un tubo de cristal con diamantes incrustados. Apunt aquella cosa hacia un lugar a la izquierda del sacerdote, como si no supiese con exactitud dnde se encontraba Vaughn Burne. --Blitzyth, Dorax zuth -salmodi. Un rayo de energa brot del tubo y restall a travs de la capilla. Chisporrote en el aire y agujere la pared, lanzando una nube de polvo y astillas a la calle. Vaughn Burne se ech a un lado al estallar el rayo, pero el calor y el fuego se proyectaron sobre su pecho. Sinti como si sus pulmones fuesen consumidos por las llamas, tropez con los bancos vacos y qued tendido inmvil en el suelo. Su hbito haba desaparecido, quemado, y volutas de humo brotaban de su piel. Los duergar salan de sus cubiles como un ejrcito de insectos. Su nmero pareca ilimitado y seguan avanzando mientras las compaas de Finellen se retiraban. La retirada amenazaba en convertirse en desbandada, pues incluso los ms valerosos enanos, la mayora de ellos veteranos de una docena de campaas, se acobardaban ante aquel furioso ataque. Con grandes dificultades, su capitana mantuvo reunidas las formaciones, coloc una retaguardia y consigui impedir que la moral de sus tropas se quebrantase por completo. Se haban topado con una vasta nacin de enanos negros, no con el pequeo destacamento que Finellen haba presumido. De alguna manera, los duergar haban roto el natural equilibrio de fuerzas que serva para mantener la paz en el mundo subterrneo; haban destruido o expulsado a sus vecinos en nmero bastante para poder disponer de grandes recursos alimenticios. Con la comida asegurada,
era poco lo que poda interponerse en su camino. Finellen temi por su gente, por los enanos de Gwynneth. No deba retirarse con sus compaas hacia las tierras de su clan, o toda la poblacin sufrira un destino inenarrable. Por consiguiente, dirigi la retirada lejos de Gwynneth, lejos de las cavernas que conducan a su pas. Slo tena una esperanza, aunque muy dbil: tratara de hacer que los duergar subiesen a la superficie, donde su fuerza se debilitara. Tal vez si poda atraer a la horda perseguidora bajo la luz del sol, podra hacerle frente y morir con honor. Esto era lo nico que poda esperar.
Alexei fue uno de los primeros en llegar a la humeante capilla. Vio el agujero en la pared y percibi el olor distintivo que flotaba en el aire. Y observ en silencio cmo un grupo de hombres sacaba una camilla de entre las ruinas. Oy un ruido de cascos de caballo detrs de l y, al volverse, vio llegar al galope al jefe de los bandidos. El semblante de 0'Roarke reflejaba su clera y su impresin al desmontar. --Sabes qu ha pasado? -pregunt, mirando con aire sombro la camilla que haban sacado del santuario. --Estoy seguro de que un hechicero ha ejercido la magia del rayo. Los daos causados en la capilla y ese olor en el aire son buena prueba de ello. El sacerdote no ha muerto, pero est gravemente herido. --Cul es su gravedad? El dolor se reflejaba en los ojos de 0'Roarke, aunque su voz permaneca firme. --Quedar lisiado y ciego, a menos que tengas aqu otro sacerdote capaz de curarlo -dijo sin rodeos Alexei. --No hay ninguno en Doncastle. Este es un golpe terrible. Ahora tendremos que enfrentarnos al ataque sin un sacerdote o un hechicero. --Tal vez no -dijo Alexei-. Vaughn Burne us conmigo sus ensalmos la noche pasada. El mago levant las manos. Todava estaban retorcidas y llenas de cicatrices, pero poda mover los dedos con algn control. La mueca que torci su semblante demostr que el esfuerzo le causaba mucho dolor. --Tambin me prest los libros de hechizos de Annuwynn, y los he estado estudiando. --Y bien?
--Creo que puedo emplearlos. --Empieza descubriendo quin ha hecho esto! --Ser un placer -dijo Alexei. --Estar con las tropas en la Puerta del Rey. Cuando descubras algo, hzmelo saber -dijo 0'Roarke. Ahora Alexei poda empezar a urdir su venganza. Se vengara de Cyndre, de Kryphon, de todo el Consejo que lo haba expulsado. Y empezara con el que haba causado tanto dao en Doncastle. Tena una buena idea sobre la identidad del atacante, pero entr en la capilla y reconstruy rpidamente el ataque para estar seguro. El hechicero se dirigi al lugar donde se haba lanzado el maleficio. Registr el suelo y encontr lo que buscaba: trochos de la vara que haba sido empleada para el hechizo. Y aprendi ms de lo que se haba atrevido a esperar. Los fragmentos no eran de vidrio, ni siquiera de mbar, materiales que habran sido empleados para el maleficio por la mayora de los magos. Los brillantes fragmentos eran inconfundiblemente diamantes.
--No me gusta aquel lugar! -declar Newt-. Toda esa gente corriendo de un lado a otro... No puedes encontrar algo que comer sin pedrselo a alguien. Y siempre dicen que no! --Tam... tampoco a m me gusta aquella ciudad -replic el duende-. Pe... pero echo en falta a Robyn, a la joven Robyn! Newt baj la cola y se pos sobre la rama de un roble del bosque de Dernall. --Por qu has tenido que decir eso? -pregunt con tristeza-. Yo tambin la aoro! Por qu crees que no ha querido venir con nosotros? S que le gustan los bosques. --Yo... yo creo que fue por el prncipe..., su prncipe. Newt sorbi por la nariz. --Bueno, volveremos all para verla dentro de unos das. Pero, de momento, tenemos un gran bosque que explorar! Dicho lo cual, vol como una flecha entre el frondoso dosel, buscando algo que le interesara. Todava abatido, el duende vol tras l.
Daryth sali de la herrera y pas un dedo encallecido sobre el filo de su cimitarra. Cortaba sin ejercer sobre ella la ms ligera presin: aquel hombre haba hecho un magnfico trabajo! El calishita ech a andar por las sombreadas callejas de
Doncastle, de vuelta a la posada. Esperaba que esa noche la comida fuese buena. Haba resuelto comer mucho, sabiendo que tal vez tardara algn tiempo en poder sentarse de nuevo a una mesa. La Guardia Escarlata estaba muy cerca; todos los rumores indicaban que maana se entablara el combate. Se detuvo en seco al ver salir de una taberna una figura conocida, justo delante de l. Razfallow se detuvo tambin cuando su mirada se cruz con la del calishita. El medio orco llevaba una chaqueta de cuero de cuello alto y un sombrero tambin de cuero, con el ala bajada. Este disfraz tena sin duda por objeto ocultar su raza, pero Daryth clav los ojos en su cara bestial. --Otra vez, calishita? -dijo el asesino, mostrando sus afilados dientes al sonrer divertido. --Ser la ltima. Razfallow se volvi rpidamente y ech a andar, y Daryth lo sigui a corta distancia. Haba aprendido bien la leccin del asesino cuando lo haba tenido por maestro en la Academia del Sigilo: No dejes de aprovechar tu ventaja cuando la tengas. Era como si el medio orco lo tentase al darle la espalda, desafilndolo a descargar el golpe que habra de matarlo. Daryth llev con cuidado una mano a su cimitarra. Poda ver el hueco entre el sombrero del asesino y su chaqueta, pero algo lo oblig a contener su mano. Tal vez quera mostrar a Razfallow que, en fin de cuentas, haba superado las antiguas lecciones. O tal vez quera demostrarse a s mismo que poda vencer a Razfallow en buena lid. En aquel momento, el asesino ri entre dientes y se plant en medio de la calle. Gir sobre sus pies en un solo y gil movimiento, y su espada corta silb en el aire apuntando al cuello descubierto de Daryth. Pero el arma choc con la cimitarra que, con la misma rapidez, haba sido levantada para parar el golpe. Daryth atac y Razfallow lo esquiv saltando a un lado. El calishita avanz agachado, lanzando cuidadosos mandobles y recobrndose al instante para parar los tajos con que replicaba el asesino. Mandobles y tajos. El medio orco avanz de pronto y Daryth se ech atrs y tropez en un bache. Se tambale y vio que la espada sala disparada hacia su pecho. Par con desesperacin el golpe a un par de dedos de su piel. El movimiento hizo que perdiese el equilibrio e hincase una rodilla en el suelo; salt hacia atrs antes de que Razfallow pudiese golpear de nuevo. Tajos y mandobles. Daryth hizo retroceder al medio orco con una rapidsima serie de golpes. Su cimitarra giraba como una bailarina en el aire, apenas visible para los ojos ms agudos. Pero, de alguna
manera, la pesada hoja del asesino paraba todos los ataques. El calishita se detuvo por un momento, jadeando. Vio que el sudor brillaba en la cara del medio orco. Una vez ms atac Razfallow, pero esta vez Daryth no cedi terreno. Resisti los golpes de la hoja y lanz un furioso tajo contra el antebrazo del medio orco. Su cansancio desapareci y, ahora, llev l la iniciativa, golpeando y esquivando, y empujando al asesino calle abajo. Se haba formado un grupo de curiosos para presenciar la lucha. Ahora vio que los contraataques de Razfallow eran ms lentos. El cansancio retrasaba las paradas del asesino. Cada uno de los tajos de Daryth se acercaba ms al blanco, y ambos presentan el fin inevitable del combate. Por primera vez, el calishita vio algo parecido al miedo en los ojos de su enemigo, y esta visin le satisfizo. De pronto, Razfallow se volvi y rod por el suelo apartndose de Daryth, se puso en pie y salt hacia el grupo de mirones. Agarr el brazo de una mujer rolliza y tir de ella para que le sirviese de escudo. Pero el alumno reaccion con presteza a la maniobra de su ex maestro. La cimitarra de plata de Daryth sigui los movimientos de Razfallow, salv la distancia con un salto y lo alcanz en el momento en que agarraba a la mujer. Alarg su cimitarra junto a la aterrorizada cara de la hembra y la descarg en el cuello de Razfallow. ste se puso rgido y lanz un sonido gutural, mientras su espada corta resbalaba de los ya invlidos dedos. La sangre man a raudales de la yugular cortada y la boca se abri de par en par. Por fn, el medio orco se tambale, cay al suelo y muri. Daryth enjug la cimitarra en la camisa del muerto, haciendo caso omiso de las miradas de espanto de los fflk. Dio media vuelta y se alej de all. Haba sido un buen augurio para la batalla, pens.
Aquella tarde, comieron carne de venado fra y discutieron sobre la inminente guerra en la alta galera de la posada predilecta de Hugh. Tristn y Robyn, junto con Pawldo, Daryth, Alexei, Pontswain y Fiona, se haban reunido con el jefe de los bandoleros. 0'Roarke explic su plan. La mitad de los defensores se apostaran en la Puerta del Rey, al nordeste de Doncastle, ya que por all vendra la Guardia Escarlata. Los dems se distribuiran entre las otras tres puertas. --No tendrs una fuerza de reserva? -pregunt Tristn. --No tengo suficientes hombres -dijo el bandido-. Adems, los arqueros de Cassidy ya los habrn diezmado cuando lleguen a la
puerta. Los recibiremos con nuestras espadas y los pondremos en fuga. --No ests tan seguro -arguy Tristn-. Si no huyen, si son demasiado numerosos, retrate hacia el ro. No sacrifiques toda la ciudad a una sola carta! --Basta! Nadie te ha pedido que te quedes; mrchate si lo deseas. Pero si te quedas, luchars de acuerdo con mi plan. Tristn tuvo ganas de agarrar al hombre por el cuello de la camisa y sacudirlo para infundirle un poco de sensatez, pero la presencia de Robyn a su lado lo tranquiliz de alguna manera. --Claro que me quedar -dijo. --Muy bien. -Hugh 0'Roarke se volvi a Fiona-. T debes marcharte de Doncastle esta noche, si es posible. Las mujeres y los nios han ido ya a refugiarse en caadas y cuevas secretas. --No lo har! -grit la joven, dando un puetazo sobre la mesa-. Participar en la lucha! Mi padre me ense a esgrimir la espada y disparar el arco. Dame una de estas cosas, y formar en tus lneas! El bandido vio que era intil discutir. --Tendrs una espada. Pero no tienes que apartarte de mi lado en todo el da. Entendido? Fiona asinti con la cabeza. --Estis locos! -dijo Pontswain, mirando con incredulidad alrededor de la mesa-. Pensar en enfrentaros a ese ejrcito y a sus hechiceros, con slo una banda de forajidos, en los bosques! --No tenemos alternativa! -gru 0'Roarke. --S, s que la tenis! Todos la tenemos! Podemos ir a Corwell. Es posible que el rey no nos persiga; pero, si lo hace, podremos hacerle frente con hombres de armas en un castillo! Volvi a pasear la mirada en torno a la mesa, buscando con desesperacin alguien que estuviese de acuerdo con l. Pero no encontr ninguna mirada de apoyo. Con un gruido de frustracin, se puso en pie y sali de la estancia.
Ni una sola flecha haba volado desde los matorrales durante la larga marcha a travs del bosque. Esto, pens Cyndre, era de buen augurio para su ataque. En el pasado, las cercanas de Doncastle haban sido una pesadilla de escaramuzas con los arqueros y de imprevistas emboscadas. Esta vez, los ogros marchaban en vanguardia, prestos a aplastar brutalmente cualquier seal de resistencia. No se haba producido ninguna. --Por qu nos hemos detenido? El rey asom la cabeza a la ventanilla de su carroza, pestaeando
adormilado. --Ha llegado el momento de desplegarnos para el ataque -le explic Cyndre. --Ah, muy bien. Entonces... desplegaos! Cyndre camin hasta el centro del vasto claro del bosque, donde se le unieron los otros magos y los cuatro capitanes de las brigadas de la Guardia Escarlata. --Atacaremos Doncastle desde dos direcciones -explic Cyndre-. El capitn Dornthwait tomar por asalto la puerta nordeste con dos brigadas. Yo har que el ataque vaya precedido de un maleficio, que despejar el camino de manera que podis irrumpir en la ciudad. Cuando Dornthwait haya entrado, los dems lo seguiris con vuestras compaas. La ciudad tiene que ser destruida. Apoderaos de lo que podis llevar, pero quemad todo lo dems! La brigada de ogros de la guardia, acompaada de los otros hechiceros, se infiltrar a travs del bosque y atacar la ciudad desde el noroeste. Esperaris hasta dos horas despus del primer ataque. Entonces se habrn marchado todos los defensores de vuestro sector. Atacaremos maana por la maana, una hora despus del amanecer. Emplead el resto del da para ocupar vuestras posiciones; quiero que todas las unidades estn dispuestas al ponerse el sol. Los capitanes se dispersaron para organizar sus unidades. Cyndre pas la larga tarde asegurndose de que cada comandante haba comprendido el papel que deba representar en el plan. Slo la brigada de ogros, que tena que hacer una larga marcha a travs de los bosques hacia el noroeste, se enfrentaba con un verdadero desafo. La larga noche dio poco a poco paso a la aurora y el hechicero calcul el transcurso de una hora despus de salir el sol. Sinti la masa de la legin del rey detrs de l y se adelant para hacer el maleficio, el maleficio que esperaba que les diese paso libre hasta el interior de Doncastle. --Siriax, punjyss withsath, forel Frente a l, el bosque se llen lentamente de un humo amarillo. No haba viento, pero la humareda, dejando tras ella un horrible hedor, empez a deslizarse hacia Doncastle. Se espes, hinchndose sobre el suelo al moverse, y se alej del ejrcito del rey. Al pasar a travs del bosque, las ardillas, los pjaros y todos los otros animales cayeron muertos. Todava creci ms, burbujeando y agitndose como un ser vivo enfurecido. Volutas teidas de verde se alargaban afanosamente hacia las afueras de la ciudad. Cyndre saba que haba defensores camuflados entre los rboles, delante de l. Pero la nube mortfera los encontrara.
El Canto de las Profundidades reson, creciendo en intensidad y volumen. En toda la ciudad, a lo largo de las paredes del can, en jardines y galeras, los sahuagin se agruparon cautivados. Miles de ellos fijaron su poder en la cancin, que se hizo ms apremiante a cada estrofa. Gradualmente, empezaron a agitarse y salir de su tensin. Pasando junto a las grandes cpulas de Kressilacc, los sahuagin azotaron el agua como un gigantesco remolino, hasta que el propio impulso del mar empuj la cancin y a los cantores a travs de su gran crculo. Y el Canto de las Profundidades sigui aumentando. Los muertos del mar marcharon por el fondo. Conducidos por las sacerdotisas de Y salla, se reunieron alrededor de la ciudad. Largas filas de huesos blancos, carne plida y cuencas vacas avanzaron siguiendo las rdenes de aqullas. Sin saberlo, estaban dispuestos a hacer cuanto ellas les dijesen. Entonces, el rey Sythissall levant una mano palmeada y erizada de garras, y ces el Canto. El frenes de los sahuagin estall hacia arriba y miles de cuerpos verdes y escamosos salieron de la ciudad, pataleando para subir rpidamente a la superficie. Un enjambre armado de lanzas y tridentes. La masa de sahaugin rompi la superficie, levantando turbulentos surtidores de espuma. Nadando vigorosamente, rasgaron la superficie con sus pas y, rodando entre la espuma como una oleada amenazadora, se acercaron a la costa de Alarn, al reino de Calidyrr. Y los muertos empezaron a marchar despacio por el fondo del mar. Conducidos por las sacerdotisas de escamas amarillas, vencan todos los obstculos, todos los montes o valles submarinos que encontraban a su paso. Hacia la luz, el aire y la tierra.
19 Viento --Un guila, eh? El halfling estaba visiblemente impresionado por el relato del viaje de Robyn a Alarn. Daryth, Tristn, Robyn y l estaban vigilando en la Puerta del Rey de Doncastle. Debajo de ellos, los defensores de la ciudad se mantenan en sus puestos. --Y una vez, un lobo -aadi ella, con orgullo.
Su piel volva a ser suave y sin manchas; ya no haba araazos ni quemaduras en su cara. Slo la roja cicatriz en uno de sus prpados revelaba los daos que haba sufrido. --En el ltimo ao he aprendido mucho -confes-, pero os he echado terriblemente en falta. Acarici la mejilla de Pawldo y ste se volvi, confuso. Despus estrech la mano de Tristn y, por un momento, l se olvid de todo, salvo de que ella volva a estar a su lado. Esto aument su confianza; la fuerza de Robyn sera de gran ayuda en el inminente combate. En efecto, necesitaran toda la ayuda posible, pens, observando la posicin en que se hallaban. La Puerta del Rey no era en realidad una puerta. Era una ancha avenida a travs del bosque, que daba acceso al barrio nordeste de la ciudad. La mayora de las defensas consistan en profundas y fangosas zanjas delante de vallas de estacas aguzadas. Compaas de hombres armados de largas lanzas cerraban los huecos entre las zanjas. Encima de ellos, se extendan puentes que enlazaban entre s a varios grandes robles. En todos ellos 0'Roarke haba desplegado sus compaas de arqueros. En algunos sitios, se haban levantado altas y slidas empalizadas entre las zanjas y las otras defensas. Tristn y sus compaeros estaban en una de stas, una frme plataforma, levantada a unas tres varas del suelo, a la izquierda de la puerta. 0'Roarke y Pontswain estaban en el extremo de la derecha. --Qu es eso? -pregunt Robyn, oliendo el aire. Frunci la nariz con desagrado, pero Tristn no pudo oler nada fuera de lo corriente. --Mirad! -grit de pronto Pawldo, sealando hacia el frente. Vieron una niebla verde que se levantaba del bosque delante de ellos. Avanzaba, tanteando el suelo con una especie de zarcillos parecidos a serpientes, hacia las posiciones mantenidas por los resueltos hombres a pie de 0'Roarke. Los compaeros sintieron, ms que vieron, el pnico que se apoderaba de los defensores de Doncastle. Aquella niebla pareca tan maligna que nadie poda dudar de su naturaleza, incluidos los desgraciados soldados que se hallaban a su lado. Algunos hombres trataron de aguantar en su puesto. El estandarte del Oso Negro onde con valenta sobre un grupo de lanceros, pero el humo envolvi a los soldados, y los compaeros observaron cmo caa el estandarte y desapareca tambin en la fatdica niebla. Al acercarse la nube mgica, gritaron horrorizados. Los cuerpos desparramados en el suelo estaban espantosamente retorcidos. Aquellos hombres haban muerto en la ms terrible de las agonas, con la piel abrasada y destrozada.
--Por la diosa, qu hechicera es sta? -jade Tristn. --Slo puede ser obra de Cyndre -murmur Daryth. --Salgamos de aqu mientras estemos a tiempo! -aconsej Pawldo-. Ninguna tropa humana puede resistir un ataque como ste! --Esperad -dijo con calma Robyn. De todos ellos, era la nica que pareca tranquila delante de aquella ola letal que avanzaba. Los compaeros observaron cmo la nube se diriga hacia el borde exterior de la lnea de defensa y se acercaba a la base de la empalizada donde ellos se encontraban. Se haba abierto ya un hueco de un centenar de pasos en las filas de los defensores. Robyn sac de debajo del vestido el palo extraamente tallado por Genna y que Yazilliclick haba recuperado para ella. Sostuvo el palo con ambas manos y pas los dedos sobre las inscripciones grabadas en un extremo. De pronto, blandi el palo como un arma, apuntando a los zarcillos verdes que empezaban a subir por la empalizada. El prncipe sinti una arcada cuando el olor del gas lleg hasta l y sus ojos empezaron a lagrimear. Canthus aull y corri frenticamente de un lado a otro de la ancha plataforma. Por un momento, Tristn temi que el perro saltara, pero Daryth lo tranquiliz apoyando una mano en su lomo. Otros hombres vieron los efectos de la nube asesina y no fueron tan valientes o tan locos. Se volvieron y echaron a correr al acercarse los zarcillos de gas. Algunos conservaron sus armas al retirarse, pero otros lo tiraron todo y huyeron hacia el interior de la ciudad. Momentos despus, el centro de la lnea haba desaparecido, muertos o en fuga sus hombres. El humo verde se extendi a ambos lados y se elev ms en el aire. Los compaeros vieron defensores atrapados en los rboles prximos a los que la niebla, enroscndose en los troncos, les haba cortado la retirada. Despus subi, lenta e inexorablemente, hacia los hombres que se apretujaban en las plataformas. Algunos de estos arqueros, que llevaban el estandarte del Jabal Rojo, saltaron y huyeron antes de que el gas los rodease. Otros se mantuvieron en sus puestos, buscando blancos para sus flechas, pero murieron sin poder lanzarlas. La niebla sigui avanzando, dejando tras ella cadveres grotescos y retorcidos. De pronto pareci aclararse cuando una ligera brisa comenz a soplar entre las copas de los rboles. Robyn describi un crculo con el palo y el viento se arremolin. La niebla se apart de la plataforma al aumentar la fuerza del viento. Robyn cerr los ojos, concentrndose y sosteniendo el palo como un talismn de esperanza, y el viento sigui aumentando. La niebla ejerca presin desde todos lados, pero el aire soplaba hacia afuera
desde la plataforma, manteniendo la zona libre de la mortfera bruma. Tristn y los otros observaban, pasmados, cmo avanzaba y retroceda la niebla, en su batalla con el aire claro del hechizo de Robyn. La lucha pareci durar una eternidad, pero al fin empez a disiparse la niebla y termin por desvanecerse en el aire. --Ya vienen -dijo Daryth en voz baja. Vieron a lo lejos manchas carmeses que iban aumentando a cada momento. La cadencia militar de los tambores se hizo cada vez ms audible, y pronto pudieron ver claramente docenas de filas de soldados. --La Guardia Escarlata -confirm Pawldo. --Vamos! -grit el prncipe. Salt escalera abajo y corri entre los desparramados defensores, con la Espada de Cymrych Hugh en alto. Sus compaeros lo siguieron. --Hombres de Doncastle, venid conmigo! -grit Tristn-. El poder de la diosa ha roto el maleficio del hechicero. Luchad por vuestra ciudad, por vuestro pueblo! Pero los gritos de batalla de la Guardia Escarlata resonaron en la puerta; largos y estridentes aullidos que habran sacudido la moral de los ms firmes defensores. --Tal vez no es ste el lugar adecuado para resistir al enemigo -dijo Daryth-. Mira a tu alrededor. El prncipe vio que nunca podran reunir suficientes combatientes para defender una posicin tan ancha como la Puerta del Rey; haban muerto muchos a causa de la nube letal y la mayora de los supervivientes haban huido. --El ro! Tenemos que formar una lnea en el ro. Entonces, algo llam la atencin de Robyn. --Mirad! La bandera del Jabal Rojo! Vieron una cara cautelosa que atisbaba entre dos casas. Perteneca a un joven de aspecto temeroso que llevaba un largo palo en cuyo extremo ondeaba el estandarte de una unidad derrotada por la nube asesina. --Aqu, hombre! -grit Tristn, y el joven sali indeciso de su escondite-. Dnde estn los otros, el resto de la unidad? El hombre seal hacia el centro de la ciudad. --Todos se han ido -farfull-. Echaron a correr... Y yo tambin! Slo una cosa poda hacer Tristn. --Ven con nosotros -dijo-. Hay que reunirlos bajo el estandarte. El hombre los acompa de mala gana, sosteniendo en alto la bandera. El smbolo del Jabal Rojo onde flojamente en el aire. --Hombres de Doncastle, hombres del Jabal Rojo! -grit Tristn, blandiendo su espada-. Unios bajo vuestro estandarte!
Repiti la llamada mientras se movan a lo largo de la lnea y, poco a poco, los guerreros fugitivos salieron de sus refugios en las casas y los callejones. Pero, por desgracia, eran muy pocos. --Ahora tenemos que mantenernos juntos mientras retrocedemos hacia el ro. Daryth, puedes...? Tristn se interrumpi de pronto. Oy un estruendo de cascos y vio a Hugh 0'Roarke, montado en su corcel y galopando hacia ellos. --Qu estis haciendo? -grit 0'Roarke-. Por qu no estis en las puertas? --Los hechiceros nos enviaron una nube, una nube que mataba a todos los que la respiraban. La cara de 0'Roarke palideci de ira. Mir frenticamente a su alrededor, desesperado. --Tenemos que resistir su ataque aqu! Retirar las guarniciones de las otras puertas... No podemos permitir que entren! --Esto har que el desastre sea peor -arguy el prncipe-. Hay que elegir un buen terreno, y luchar all. Retrocedamos hacia el ro, y establezcamos una lnea de defensa! All tendremos una posibilidad de resistir! --Nunca! -grit Hugh 0'Roarke-. No podemos ceder ni un palmo de terreno sin luchar! --Si sacas a los hombres de las otras puertas, no tendrs ninguna posicin que defender. Un segundo ataque por parte del ejrcito del rey, y te pillarn por la retaguardia! Pero 0'Roarke ya no lo escuchaba. Las lgrimas corran por sus mejillas mientras contemplaba los restos de la compama del Jabal Rojo. Hizo dar la vuelta a su caballo, dispuesto a llevar adelante su plan. --Hombres del Jabal Rojo! Escuchadme! Detendremos a la legin del rey... aqu! Blandi su espada y los hombres respondieron con una aclamacin entrecortada. El seor proscrito no mir atrs al alejarse galopando. Iba a sacar a sus hombres de todos los lugares de la ciudad, para oponer resistencia en un lugar escogido por su orgullo, no por su razn.
La vara de diamantes identific al enemigo. Pero ahora Alexei tena que encontrarlo. La magia lo ayudara, pero era l quien tena que buscar. Alexei se sorprendi de su propio afn de encontrar a Kryphon para matarlo. Aquel hombre haba sido su amigo; los dos haban sido lugartenientes de confianza de Cyndre. Ahora Kryphon representaba lo que odiaba en el Consejo que lo haba expulsado.
Antes de empezar su bsqueda, Alexei ejecut dos hechizos sobre s mismo: uno para detectar aureolas mgicas y otro que le permitira ver objetos invisibles. Entonces se dirigi a la Puerta del Rey, la entrada al nordeste de la ciudad. Era donde se haba reunido el grueso de los defensores y donde se esperaba el ataque de la fuerza principal del rey. Alexei camin entre los defensores, prestando la mxima atencin. Escudri todas las defensas y recorri despacio todas las calles de aquel barrio de la ciudad. Vio a Tristn y a sus compaeros sobre la alta empalizada. Sinti la ominosa presencia del ejrcito del rey, en alguna parte de las profundidades del bosque. Pero no encontr a Kryphon. Ni haba seal alguna de magia en las empalizadas o las barricadas ni en ningn otro lugar. O el mago se esconda muy bien, esperando a que empezase el ataque, o estaba en otra pane. Alexei corri hacia la Puerta del Seor, la entrada en el noroeste de la ciudad. Se preguntaba si llegara a tiempo, antes de que empezase el ataque. Aunque los defensores no eran aqu tan numerosos, vio que las empalizadas y las zanjas estaban guarnecidas por tropas dispuestas a defender su ciudad hasta la muerte. Mientras caminaba entre las barricadas, empezaron a circular entre los hombres rumores de un desastre en la defensa de la Puerta del Rey. Observ, impresionado, cmo el propio Hugh 0'Roarke galopaba a lo largo de la profunda zanja, gritando a todos los hombres apostados all: --Seguidme! Se ha abierto una brecha en la Puerta del Rey. Tenis que correr all para recuperarla! Aclamando a su jefe, las tropas de la Puerta del Seor abandonaron sus posiciones. Salieron corriendo, sin orden ni concierto, ansiosos de intervenir en la pelea. Un sbito movimiento atrajo la atencin de Alexei hacia la entrada de una casita de madera. Una figura se mova con cautela amparndose en las sombras. Llevaba un hbito negro, con una capucha gris que le cubra los hombros como una capa. Por fin, el personaje sali de la sombra. Camin junto a la zanja vaca, acariciando las afiladas puntas de las estacas que haban sido colocadas apresuradamente all. Ech atrs la cabeza y solt una carcajada, y, cuando la capucha descubri su barbudo y tenso semblante, Alexei reconoci a Kryphon. Su enemigo estaba a ms de un centenar de pasos, entre los troncos de dos enormes robles. Los rboles estaban unidos por un slido puente fortificado, de seis metros de altura. Alexei mir hacia all y empez a ejecutar un hechizo.
--Xor-thax, teray. En un abrir y cerrar de ojos, Alexei se teletransport al centro de la fortificacin, materializndose en un lugar al desvanecerse en otro. En cuanto sinti la dura madera del puente bajo sus pies, inici el siguiente hechizo. Pero las largas vigas del puente crujieron bajo su peso. Alexei no se entretuvo en ver si Kryphon haba advertido el ruido; termin su hechizo y se apart a un lado. Un instante despus, una rfaga de energa mgica estall en medio de la fortificacin y los dos extremos del puente, faltos ahora de apoyo, cayeron al suelo. Alexei salt. En el aire, pronunci uno de sus ms sencillos hechizos, un hechizo que producira un efecto inmediato. Hechizado de esta suerte, flot y descendi al suelo con la ligereza de una pluma. Kryphon no haba esperado a identificar a su atacante y, ahora, Alexei no vio seales de l. Entonces oy una voz grave detrs del tronco de uno de los rboles. Al posarse en el suelo, reapareci Kryphon, envuelto en un resplandeciente globo de luz verde. Kryphon abri mucho los ojos al reconocer a Alexei, plantado frente a l en el suelo. --Bueno, camarada -dijo-. Me sorprende ver que todava ests vivo. --Y parece que t has vivido ya demasiado. Kryphon se ech a rer. --Ya veremos quin ha vivido demasiado. Alexei sospech la naturaleza del globo que envolva a su enemigo, y esto lo inquiet en gran manera. Pero poda ser una ilusin y tena que saberlo. Levant con un rpido gesto la mano derecha y apunt al corazn de Kryphon. --Magus, golpea! Cinco sibilantes rayos de energa mgica brotaron en rpida sucesin de la punta del dedo de Alexei, en direccin al sonriente Kryphon. Y todos se extinguieron al establecer contacto con la esfera verde. --Debo decir que estoy impresionado -reconoci Alexei. A pesar de su aparente calma, debata en su mente una serie de planes desesperados, pero los iba rechazando uno tras otro como ftiles. --Y a m me tiene absolutamente sin cuidado -se burl Kryphon. Agit una mano, preparndose para lanzar un maleficio. --Has tenido una agradable aventura con Doric? -pregunt Alexei, apelando a aquel antiguo tema mientras segua buscando un plan. --Bah! Pronto se hizo muy fastidiosa. --La enviaste a matar a la druida? Ya sabrs que fracas.
Kryphon se detuvo, sorprendido. --Fue sin mi permiso. Ha tenido miedo de volver a m..., sin duda por un doble motivo, si es que fracas. Alexei solt una carcajada. --No volvi aqu, porque no poda hacerlo. La druida la mat! Alexei esperaba provocar una fuerte reaccin de su enemigo, pero no fue as. Kryphon se encogi de hombros y, de pronto, frunci el entrecejo, concentrndose. Con cuidado, agit los dedos en el aire. --Sheeriath, drake -susurr. Alexei salt a un lado al or estas palabras, y los pegajosos hilos de la red pasaron muy cerca de l. Se ocult detrs de un rbol, todava concentrndose. El globo de invulnerabilidad protega a Kryphon de la magia de Alexei. Su enemigo tena todas las ventajas: lo atacaba mientras l slo poda apartarse de su camino. Y cmo poda contraatacar sin emplear su magia? Sin emplear su magia contra Kryphon, se record. El hechicero asesino se acercaba; Alexei poda or el dbil ruido de sus pisadas. Vio un destello de la pantalla mgica junto al rbol y supo que su enemigo estaba casi encima de l. Sobre su cabeza, un extremo del destrozado puente penda flojamente. Kryphon se acerc ms y, ahora, Alexei lo vio. Las manos de Kryphon estaban levantadas, preparadas para un maleficio definitivo y mortal. Alexei levant una mano, urdiendo su propio hechizo. Vio la sonrisa confiada de Kryphon: el hechicero negro se senta seguro detrs de su pantalla mgica. Pero el hechizo de Alexei no iba dirigido contra el mago. Sac una pequea vara de cristal, muy parecida a la de diamantes que Kryphon haba empleado para lanzar el rayo contra Vaughn Burne. --Blitzyth, Dorax zuthl Un rayo brot del dedo de Alexei, que no apuntaba a Kryphon, sino directamente encima de l. Kryphon abri mucho los ojos, sorprendido, y vacil con las palabras de su propio maleficio al levantar la cabeza para mirar hacia arriba. En un suspiro, vislumbr la pesada fortificacin balancendose sobre su cabeza. Observ que el rayo caa sobre ella y cortaba los pocos puntos de apoyo que an sujetaban los restos del puente del rbol. Y chill cuando aquella masa de madera retorcida cay sobre su envoltura mgica, y le aplast el crneo y el pecho. Pero su grito de agona fue ahogado por los chasquidos y golpes de aquella masa al estrellarse pesadamente contra el suelo. El montn de ruinas cruji y retembl aparatosamente antes de inmovilizarse. Una tumba annima adecuada para Kryphon, pens Alexei. El sbito fnal de la lucha lo dej tembloroso y dbil. Se senta un poco
frustrado por la rapidez de la muerte de Kryphon: se haba esperado saborear un poco ms aquel momento. Se apoy en un spero tronco y fue resbalando despacio hasta quedar tumbado en el suelo. As permaneci hasta que un ruido de pisadas lo despert de su ensoacin. Vio las almenas vacas y, ms all, como burlndose de l, una lnea de soldados carmeses que avanzaban hacia la puerta. Alexei se qued detrs del rbol, observando. Los soldados parecan, a primera vista, estar muy cerca; pero entonces se dio cuenta de que era su enorme tamao lo que daba esta impresin. Pues no eran seres humanos los que marchaban, en filas de a cien, en direccin a la puerta indefensa de Doncastle. Era la brigada de ogros.
Las tropas de Doncastle resistieron con valenta en la Puerta del Rey. Una brigada de mercenarios humanos se estrell contra las picas y las espadas de los hombres de 0'Roarke. La Espada de Cymrych Hugh mat a una docena o ms de mercenarios. 0'Roarke galopaba como un loco, dirigiendo a su corcel hacia lo ms duro del combate y blandiendo su enorme tizona. Pareca haber nacido para la guerra. Pero entonces marcharon los ogros contra la retaguardia de los defensores. Al atacar el resto de la Guardia Escarlata la rota posicin, Hugh 0'Roarke lanz un ftil contraataque. Docenas de sus hombres cayeron a su alrededor para que pudiese salvarse su jefe. Por ltimo, ste fue arrastrado en desbandada con los pocos hombres que haban sobrevivido a la sanguinaria embestida de los ogros. El desastre tard poco en producirse. Despus de la primera aparicin de la monstruosa tropa, empez a circular entre las filas el rumor de que la batalla estaba perdida. Sin esperanza de victoria, los hombres de Doncastle eran reacios a enfrentarse con su destino. Huyeron a travs de las calles abandonadas de la ciudad, alejndose de las alas envolventes del ejrcito real. En pleno caos y confusin, aquella masa presa de pnico sali por la Puerta del Druida para internarse en la espesura del bosque de Dernall. Tristn y sus compaeros aguantaron hasta que la lnea se derrumb a su alrededor. Era fcil prever el resultado inevitable del ataque; por consiguiente, Tristn decidi de nuevo mantener a sus amigos juntos y vivos, en vez de hacer una resistencia heroica pero intil. --Permaneced juntos! -grit, sujetando la mano de Robyn. Daryth y Pawldo acompaaron a la druida, mientras Canthus corra detrs de ellos.
Cientos de hombres, con los ojos desorbitados de terror, se apretujaban a su alrededor. Robyn fue apartada de Tristn por la fuerza de la muchedumbre en retirada. l vio sus cabellos negros mientras la multitud la arrastraba y, presa de pnico, desenvain la Espada de Cymrych, dispuesto a abrirse camino hasta ella, si era necesario. Pero, de algn modo, la druida consigui detenerse; se qued plantada, con los ojos cerrados, y, milagrosamente, los soldados en desbandada la evitaron, dejndola como una isla en la tumultuosa corriente de la retirada. Empezaron a correr de nuevo, arrastrados por la multitud, y, de pronto, el prncipe reconoci una desgreada mata de cabellos rojos. Se abri paso entre dos espadachines cubiertos de barro y asi a Fiona de un brazo. --Sultame! -grit ella. Entonces lo reconoci-. Qu ha pasado? No esperaba verte huir corriendo. --Vamos -dijo l, obligndola a reunirse con sus compaeros. --Puedo apaarme sola! -Blandi su espada corta-. Me quedar aqu para clavarla en el corazn del rey en cuanto aparezca! --Ven con nosotros. Tendrs otra ocasin para hacerlo! -dijo Tristn, sin soltarla, mientras eran empujados por aquella oleada humana. Salieron por la Puerta del Druida cuando el humo empezaba a llenar el aire. Una vez fuera de la ciudad, Robyn se puso en cabeza. Los soldados seguan los caminos del bosque, pero ella condujo a sus amigos a travs de la espesura. Pareca que se abra paso agitando una mano delante de ella. --Han incendiado la ciudad -murmur Daryth, mirando atrs. Era evidente que el calishita lamentaba su fuga. --Y ahora qu? -pregunt Robyn-. Los rebeldes no pueden seguir corriendo eternamente. Tratarn el rey y sus hechiceros de matarlos a todos? Tristn no pudo resistir su mirada. --Estoy seguro de que el mago no descansar hasta haber aplastado toda resistencia del pueblo de Alarn. --Y despus, de Gwynneth..., o tal vez de Moray? Tristn, no podemos permitir que eso suceda! --Qu quieres que haga? -pregunt l. Robyn seal hacia el bosque. --Puedes reagrupar el ejrcito y seguir luchando. Nosotros estaremos contigo! --Tienes razn -dijo Daryth, con ojos brillantes-. Los hombres de Doncastle no han sido exterminados; han huido. Renelos de nuevo, y tendrs un ejrcito que volver a luchar!
--Tienes que hacerlo -grit Fiona, enardecida-. Mi padre muri por informar sobre esa tropa. Doncastle ha sido destruida por tratar de detenerla. No puedes dejar que estos sacrificios hayan sido en vano! --Las legiones del rey son demasiados numerosas. Esta fuerza nunca ser capaz de detenerlas. --No hablaste as en la Loma del Hombre Libre -dijo Robyn, con cierta acritud. --Y por qu supones que el rey atac slo con la Guardia Escarlata? -insisti Daryth-. Puede ser que sus otros seores no sean tan fieles y que una victoria contra el rey haga que an lo sean menos. --Y tal vez que se unan a la causa rebelde -aadi la druida. Tristn mir a sus compaeros y comprendi que tenan razn. No saba cmo podra reagrupar a aquella fuerza dispersada, pero s que tena que intentarlo. --Muy bien -convino, serenamente-. Tenemos que actuar deprisa y adelantarnos a las tropas. Escogeremos un lugar para reuniras... y veremos lo que pasa.
--Una batalla esplndida! Un combate maravilloso! Estas victorias hacen que a uno le hierva la sangre! Oh..., mirad las llamas! El rey Carrathal estaba fuera de s. Pareca que haba aplastado la rebelin de un solo golpe. Se haba apeado de su carroza en la Puerta del Rey y estaba contemplando el saqueo de la ciudad. --Ahora volvamos a Caer Calidyrr. Quiero dar una fiesta para celebrar la victoria! Todava entusiasmado, subi a su carroza. Cyndre, que acababa de volver de una reunin con el Consejo, fue tras l. --Seor, temo que an no ha terminado nuestro trabajo. --Eh? Qu quieres decir? --El usurpador no ha sido encontrado entre los muertos. En cambio, lo ha sido uno de mis hombres, Kryphon. Y estoy seguro de que tambin una de mis magas ha muerto en la ciudad, pues ciertamente la habra encontrado si estuviese viva. Ahora, el prncipe tiene una deuda personal conmigo... y me la pagar! Todava hay aqu fuerzas poderosas de rebeldes, y no podemos descansar hasta que haya sido apagada para siempre la chispa del motn. --Buscad de nuevo el cadver del usurpador! -chill el rey-. Tiene que estar aqu! Apagad los incendios... Si se quema su cuerpo, nunca lo encontraremos! --Yo digo que vive! -silb el mago. --Y yo te digo que te equivocas! -grit el rey. Mir las columnas de humo que se elevaban desde todos los
barrios de Doncastle y los cadveres que yacan en el suelo. Su mente estaba sorprendentemente lcida, y aborreca lo que vea. --Djalos que se vayan -arguy el rey-. Les hemos dado una leccin. Volveremos a mi palacio y celebraremos una fiesta como jams se ha visto en Calidyrr. --No, Majestad. Debemos... --Qu has dicho? -El rey Carrathal torci la nariz-. Has dicho no? A m..., a tu seor? Cyndre lanz una maldicin. La magia negra hirvi dentro de l como el preludio de una erupcin volcnica. Su voz se quebr en un gruido. --Eres un infeliz gusano! Todo lo que tienes te lo he dado yo, y ahora no tienes gratitud para pagrmelo, sin siquiera sentido comn para comprender la prudencia de mis palabras. --Soy el rey! No puedes hablarme de esta manera! Ahora, mrchate. Yo dar en persona la orden de volver a Calidyrr! La magia negra del hechicero estall y envolvi al monarca en un manto invisible. El rey palideci. Despus se derrumb en su asiento, con los ojos abiertos pero vidriosos. Aturdido, mir a lo lejos. La Corona de las Islas se torci hacia adelante, resbal sobre su cabeza y cay pesadamente al suelo de la carroza. --Yo dar la orden -silb el hechicero-. Y no ser la de volver a tu castillo.
Hobarth, sacerdote de Bhaal, comi y bebi con creciente impaciencia. Esperando algn mensaje de su dios, se divirti animando los cuerpos de los doce druidas que haban cado en la batalla, formo su ejrcito de desenterrados en compamas separadas y puso un druida reanimado al mando de cada una de ellas. Entonces condujo el ejrcito de zombies y esqueletos, de un lado a otro, por el bosquecillo de la Gran Druida, aplastndolo todo. Los arboles moran a su paso, y las hojas marchitas se desprendan y se hundan en el fangal. Slo el Pozo de la Luna y las veinte estatuas de piedra que lo rodeaban conservaban cierto aspecto de pureza. Y entonces lleg el mensaje de Bhaal, y Hbarth sonrio al recibir las instrucciones de su dios. Orden a las compaas de desenterrados que recogiesen los cuerpos de sus camaradas cados: los zombies y los esqueletos que haban cado bajo las garras, las armas o la magia de los defensores. Y ellos transportaron aquellos cuerpos y los arrojaron en el Pozo de la Luna. Cada uno de los zombies dos veces muertos produjo un ruido
sibilante al chocar con el agua tranquila, y se retorci hasta desaparecer en un remolino de burbujas. Y cada esqueleto cruji y se rompi al sumergirse en las aguas sagradas. Y, poco a poco, se difundi la muerte en el Pozo de la Luna, apagando la pura luz de sus aguas, y calentando la fra magia de la Madre Tierra. A cada muerto que caa, el agua iba perdiendo su blancura, volvindose primero gris y despus parda. Y la luz se extingui completamente. Y el agua se volvi negra.
20 Fuego Los enanos salieron por la boca de la ancha cueva y anduvieron despacio bajo la luz del sol. Iban encogidos por el cansancio, con las canosas cabezas gachas despus de la derrota. Finellen fue la ltima en salir. Los enanos negros odiaban el sol, pero ella saba que los perseguan de cerca en busca de la victoria final. Y podan alcanzarla. El corazn de la capitana se encogi al mirar a sus guerreros. Los enanos haban formado en lneas, esperando a su jefa, pero slo quedaban la mitad de los primitivos trescientos. --Busquemos un lugar para acabar con esto -dijo, en voz lo bastante alta para que la oyesen todos. Ninguno se haca ilusiones sobre su inevitable destino: los miles de duergar que los perseguan no los dejaran escapar. La boca de la cueva estaba cerca del mar, en la costa occidental de Alarn. Se hallaban sobre una punta rocosa, con muchos promontorios salientes. En algunos lugares, altos acantilados se alzaban sobre la costa batida por las olas. Finellen no vio de momento ningn lugar donde organizar la resistencia, por lo que se volvi de nuevo a los fatigados enanos. Volvindose hacia el norte, con el mar a su izquierda, la maltrecha columna ech a andar, arrastrando los pies, a lo largo de la costa.
Los compaeros huyeron durante un da y una noche a travs del bosque, siguiendo el camino abierto por Robyn, antes de pararse a descansar. Entonces se tumbaron en un oscuro y pequeo pinar, hostigados por el recuerdo de la batalla y de la derrota. Durante buena parte de su huida, los gritos de los moribundos haban resonado en el bosque detrs de ellos. Saban que la Guardia Escarlata estaba
persiguiendo al derrotado ejrcito. --Qu vamos a hacer? -pregunt Daryth, quitndose las botas para frotarse los hinchados pies. Pawldo y Fiona se haban dormido ya, pero Robyn y Tristn estaban sentados sobre un cojn de hojas, descansando sus doloridas piernas. Canthus estaba alerta en la orilla del pinar. --He estado pensando -dijo el prncipe, en un tono de voz que delataba su agotamiento- que nuestra nica posibilidad es encontrar el mayor nmero posible de supervivientes y tratar de reorganizarlos. Tendremos que buscar un pueblo o un cruce de caminos y esperar all. --Hemos ido muy deprisa -dijo el calishta, asintiendo con la cabeza-. Estoy seguro de que nos hemos adelantado a la mayora de los hombres de Doncastle. Tristn se dej caer sobre la espalda. Su plan pareca tan incierto que no poda reprimir un sentimiento de fracaso. Pero era lo nico que tenan. Descansaron durante una hora, antes de ponerse fatigosamente en pie para continuar la marcha. Al poco rato, encontraron un sendero que se diriga hacia el sudoeste, y lo siguieron. Otro camino se uni a ste y, al cabo, llegaron a un amplio valle. All encontraron un pueblecito rodeado de pastizales. El bosque continuaba despus, salvo hacia el norte; donde unas tierras bajas, cubiertas de rboles muertos, se extendan hasta perderse de vista. --Esto fue inundado -dijo Robyn entristecida. Entraron en la pequea aldea. Una docena de casitas con techo de paja estaban arracimadas en medio de los pastizales, junto a la orilla de un riachuelo serpenteante y tranquilo. Robyn march en cabeza por el enfangado camino. --Dnde est la gente? -pregunt Pawldo. No se vea a nadie. Incluso el ganado haba desaparecido de los campos. Robyn se detuvo y escuch. Tristn no oy nada. --Mirad! -grit Fiona, sealando hacia el camino del bosque de Darnell. Una hilera de hombres apareci all, caminando con esfuerzo por el sendero. Los soldados abatidos y cubiertos de barro se tambaleaban, agotados. Poco a poco, los fatigados hombres de Doncastle llegaron al campo despejado y se detuvieron para descansar. Pero entonces sali del bosque un personaje que no se detuvo y que no marchaba encorvado por la derrota y el agotamiento. --Alexei! -grit el prncipe, corriendo al encuentro del hechicero. --Me alegro de que estis... vivos -dijo el mago-. Muchos no han tenido tanta suerte.
--Y 0'Roarke? -pregunt Tristn. --No lo s. Tal vez est con el grueso de su ejrcito. --Pero, dnde? Yo pens que se reuniran aqu. --El ejrcito del rey inici enseguida la persecucin -explic Alexei, sacudiendo la cabeza-. La mayora de los hombres fueron empujados hacia el sur. Creo que Cyndre quiere hacerlos salir del bosque, donde pueda encontrarlos con ms facilidad. --Hacia adonde huirn? -pregunt Robyn. --Quin sabe! -respondi el mago-. Hacia el sur, a travs del llano, o en direccin oeste, hacia la costa. --Pero la isla no es muy grande -dijo Tristn-. El ejrcito del rey los acorralar indefectiblemente. Y los sacrificar como corderos! Tenemos que reagruparlos de nuevo, y resistir en alguna parte. Tristn se volvi hacia los fugitivos. Muchos de ellos haban seguido con inters la conversacin, pero Tristn no pudo leer en sus semblantes. Lo seguiran? --Hombres de Alarn! -empez a decir-. Nuestra causa no est perdida. La diosa est con nosotros, y el poder del rey ha sido debilitado. Uno de sus ms poderosos hechiceros se ha unido a nuestra causa. Unos a m! Reuniremos las fuerzas de Doncastle y urdiremos un plan. Nos enfrentaremos al rey y lo venceremos. Todava no es demasiado tarde! --Quin eres t, que quieres que nos maten a todos? -pregunt un hombre. --Soy Tristn Kendrick, prncipe de Corwell! -declar ste. Vio sorpresa e inters en todas las caras. --Corwell? -gru el hombre-. En qu te apoyas para querer mandar a hombres de Calidyrr? --En algo que es vlido para todos los fifolk. En un smbolo de nuestra grandeza pasada y futura: La Espada de Cymrych Hugh! Desenvain con presteza la espada y la alz sobre su cabeza. Los rayos del sol se reflejaron en la hoja de plata, centelleando sobre los hombres reunidos. Unos cuantos ms parecieron interesados, pero la mayora expresaba todava escepticismo o desconfianza. El que haba hablado primero respondi por ellos. --Entonces, es verdad lo que se dice: llevas el arma de nuestro rey ms grande. Pero aun as, no tenemos posibilidad de resistir a la Guardia Escarlata! --Vosotros.... y yo... resistimos bien en la Puerta del Rey. Fue slo el error de otro hombre lo que nos llev a la derrota! Quera presionar a aquellos hombres, amenazarlos; pero saba que esta tctica los alejara an ms. Sin embargo, la expresin
agotada y derrotada de sus semblantes indicaba, mejor que las palabras, lo vano que era su empeo. --Mirad! -grit un hombre, ponindose en pie de un salto. Todos se volvieron hacia el norte, y Tristn lo vio tambin: un destello carmes entre los rboles muertos. Aparecieron otras manchas del mismo color y el prncipe comprendi de inmediato lo que suceda: una compaa de la Guardia Escarlata haba rodeado a los hombres que se retiraban y ahora galopaba hacia Hickorydale para cerrarles el camino. --La Guardia! Huid, por vuestras vidas! -grit aterrorizado alguien, y los aturdidos supervivientes contemplaron, incrdulos, la muerte que se les vena encima. Varios empezaron a correr hacia los bosques. --Esperad! La voz firme y autoritaria de Robyn reson en el claro. Una suave brisa hizo ondear sus cabellos, al plantarse ella con los brazos en jarras. --Os ofrezco un reto..., una posibilidad de vengar vuestra derrota! --Cmo? -pregunt un fornido espadachn. Su camisa y sus brazos estaban cubiertos de sangre seca. --Si puedo detener a esos mercenarios del rey -dijo, sealando la lnea roja que se acercaba-, os uniris a nosotros? El espadachn se ech a rer. --Desde luego. Otros asintieron con la cabeza, seguros de que no podan perder. Robyn se volvi y ech a andar a travs del pastizal, al norte de Hickorydale, hasta que lleg a la orilla del bosque muerto. Los soldados de la Guardia estaban a varios cientos de pasos y avanzaban sin parar, en lnea continua. Empuaban sus lanzas, tendidas ante ellos: una pared erizada de mortfero acero. La druida sac del cinto el palo de las inscripciones sagradas y desliz los dedos sobre una parte de l. Toc las inscripciones con reverencia, sosteniendo el palo ante ella, con los brazos extendidos. Entonces hizo un amplio movimiento, como trazando una lnea a lo largo de la orilla del bosque. Tristn la observaba, pasmado por su aplomo y su confianza. El grupo de hombres la miraba tambin; el prncipe escrut sus caras y vio en ellas expresiones que iban desde la incredulidad y el escepticismo hasta una fe ciega y una humilde plegaria. Entonces, Robyn grit. El sonido lleg claramente a los hombres, aunque la palabra que haba pronunciado era ininteligible. Los lanceros de la Guardia Escarlata apretaron el paso y avanzaron hasta tener a la druida casi al alcance de sus armas.
Pero no pasaron de all. Una cortina de llamas anaranjadas brot del suelo a lo largo de la orilla del bosque muerto. Una ligera brisa las llev hacia los rboles resecos, y aquello se convirti de inmediato en un infierno. El fuego devor el borde del bosque y se propag hacia el norte. Las llamas y el humo ocultaron a los hombres de la Guardia, pero los que observaban comprendieron que nadie poda sobrevivir en aquel horno. Los lanceros que no haban huido hacia el norte deberan de haber muerto en el incendio. El vigoroso espadachn lanz un grito de triunfo. --Soy un hombre de palabra -dijo-. Mi espada es vuestra. --Ms vale morir con amigos que solo -dijo otro. Unos cuantos ms se pusieron en pie, imitados por la mayora de los restantes. Slo una docena se quedaron atrs. Los otros, en nmero de casi cien, siguieron al prncipe y a sus compaeros, alejndose de Hickorydale y del bosque de Dernall, hacia un punto de destino que todos ignoraban.
--Yo... yo voy a volver all -anunci de pronto Yazilliclick. Estaba sentado en la herbosa ribera de un riachuelo y levant la cabeza, mirando a Newt. --Volver, adonde? -pregunt perezosamente el dragn, posado en la rama de un rbol sobre las claras aguas. Newt se aburra. --Ven conmigo, Newt. Busquemos a Robyn... Busquemos a Robyn! --Buscar a Robyn? Ser divertido! Vamos all! Volaron a travs del extenso bosque, en direccin a Doncastle. Tardaron todo un da en acercarse lo bastante para saber que algo andaba mal. --Hu... humo? -pregunt el duendecillo. --Tambin yo lo huelo! Apuesto a que esto no le habr gustado a Robyn... Un gran fuego apestando en todo el bosque! Lstima que no hayamos podido verla... Newt se interrumpi, pasmado, al salir de entre los rboles. --Don... dnde est la ciudad? -jade Yazilliclick-. Dnde est Ro... Robyn? Ante ellos se extenda un erial de cenizas y carbn. Volutas de humo brotaban de montones de madera quemada. El ro Swanmay, que serpenteaba plcidamente en medio de aquella desolacin, estaba lleno de basura y de cadveres.
--Vamos! -grit Newt-. Tenemos que encontrarla, y pronto! Sospecho que estar en apuros, en alguna pane! El duende y el dragn recorrieron toda aquella tierra arrasada y se metieron en el bosque. No saban adonde haba ido Robyn, pero la buscaran en todas partes hasta encontrarla. Durante otro da, volaron sin descanso, descubriendo grupos de refugiados de Doncastic y compaas de la Guardia Escarlata. Pero no encontraron rastro de la druida ni de sus amigos. Por ltimo, llegaron al borde occidental del bosque. Ante ellos se extenda una franja de terreno verde y pantanoso y, ms all, pudieron ver las olas grises del Mar de Moonshae. --No la hemos encontrado..., no la hemos encontrado! -gimi el duendecillo-. Tenemos que volver atrs y seguir buscando! --Espera! -dijo Newt, mirando atentamente hacia las marismas-. Qu es aquello? Antes de que Yazilliclick pudiese responder, el dragn se hizo invisible y vol hacia aquellas cosas que le haban llamado la atencin. El duendecillo lo imit y lo sigui de mala gana. Pronto vieron que eran criaturas, pero no las humanas que estaban buscando. Yazilliclick quera volver a los bosques, pero Newt sigui adelante. --Parecen conocidos... Ya s, son enanos! Yo conozco a muchos enanos... Son bastante desabridos, pero tal vez nos divirtamos! El contrariado duende sigui a Newt, que se plant delante de la columna en marcha. El dragn se hizo de pronto visible, lo que provoc una exclamacin de sobresalto en el enano que iba en cabeza. --Eh, Finelles! -dijo-. Soy yo, Newt! Dime, has visto a Robyn en alguna parte?
La banda de rebeldes fue aumentando a medida que atravesaban el bosque hacia el sudoeste. Encontraron muchos grupitos desperdigados de fugitivos que se unieron a ellos de buen grado al ver que su fuerza numrica era importante. Robyn abra camino en el bosque, y ellos continuaban avanzando a mayor velocidad que sus perseguidores. Tristn oy que algunos de los hombres que se les haban unido en Hickorydale referan el hechizo de fuego practicado por Robyn. La historia se fue adornando cada vez ms hasta que, segn los narradores, toda una brigada de ogros haba sido puesta en fuga. Le gust or aquellos relatos exagerados, que hacan que los hombres se sintiesen tambin ms animados. La moral de todo el
grupo iba en aumento a cada paso y a cada nuevo grupo de fugitivos que reclutaban. Por fin llegaron al trmino del bosque, empujados casi hasta la costa por el conocimiento de que eran perseguidos por la Guardia Escarlata. Tristn orden un descanso y todos se tumbaron sobre la hierba, intercambiando alentadores comentarios. Vio que muchos de los hombres iban desarmados y les orden que cortasen y afilasen estacas. Las lanzas improvisadas podran serles tiles. --Parecen ya ms animados -observ Robyn. --S. Si podemos eludir al ejrcito del rey durante unos das ms, creo que tambin nosotros tendremos nuestra propia tropa -dijo Tristn-. Descansaremos aqu una hora y, despus, seguiremos adelante. Es la mejor manera de conseguir ms reclutas. --Me parece que no har falta. Mira! La druida seal hacia el sur, a lo largo de la costa. La destrozada banda que avanzaba hacia ellos arrastrando los pies estaba formada, evidentemente, por hombres de Doncastle; varios cientos de ellos. Al acercarse ms, Tristn reconoci a dos de los que iban en cabeza. --0'Roarke y Pontswain -dijo a media voz. Robyn y Fiona se unieron a l cuando sali con aire decidido al encuentro de la banda que se acercaba. El jefe de los bandidos se detuvo para esperarlos y sus hombres se dejaron caer fatigados sobre la hierba. --Prncipe de Corwell -dijo el proscrito, mirando a Tristn con mal disimulada hostilidad-, veo que has reunido a algunos de mis hombres. --Ya no son tuyos, mi seor Roarke -respondi framente Tristn-. Perdiste el derecho a mandarlos cuando los llevaste al desastre en Doncastle. Es cierto que eras el seor de aquella ciudad; pero la ciudad ha dejado de existir. Si quieres, les preguntaremos a quin de los dos quieren seguir, y estoy seguro de que dirn que a m! --As, pues, como no has podido usurpar el trono del rey, quieres llevarte a mis hombres, eh? --No seas estpido! -salt Fiona, ponindose delante del prncipe para plantarse frente a O'Roarke-. Ha hecho ms en una semana, para combatir al rey, que lo que has hecho t en toda tu vida! Ahora debes ayudarlo. Es tu nica oportunidad de hacer que el sacrificio de mi padre haya valido la pena! --Cmo te atreves...? Hugh se atragant, encolerizado. --Cmo te atreves t a pretender mandar a estos hombres? -grit el prncipe-. Tu terquedad ha costado la vida a cientos de sus compaeros. Tu negativa a proyectar la batalla de una manera racional... conden a toda tu ciudad a ser pasto de las llamas!
Las palabras del prncipe se clavaron como un cuchillo en el pecho de Hugh O'Roarke. El conocimiento de su culpa lo haba acompaado desde el final de la lucha, pero nadie se haba atrevido a echrsela en cara con toda franqueza. --Todava existe una esperanza de victoria -insisti Tristn-. T y tus hombres podis uniros a m. Podris vengar la derrota, enfrentaros a la Guardia Escarlata. Unmonos y luchemos! Un destello del antiguo espritu de O'Roarke brill en sus ojos, y pase la mirada de su banda de agotados fugitivos al grupo de Tristn, que estaba tallando afanosamente lanzas. --Dejad que os lleve a todos a la victoria -dijo con voz serena Tristn. Hugh O'Roarke desenvain la espada con rpido movimiento, se arrodill y ofreci la empuadura al prncipe. Tristn mir la hoja con gratitud y alivio. --Levntate, mi seor, y nete a nosotros! Brotaron aclamaciones de ambos grupos, y los hombres de 0'Roarke se apresuraron a reunirse con los de Tristn. La pequea fuerza era ahora de ms de quinientos hombres. --Pontswain? -Tristn se volvi alr seor, que haba permanecido enfurruado durante toda su conversacin con 0'Roarke-. Quieres t tambin probar fortuna con nosotros? --No tenis esperanza..., ninguna en absoluto -dijo Pontswain, mirando con desesperacin la destrozada tropa-. Luchar y morir aqu, ya que no tengo alternativa! Pero debes saber una cosa, mi prncipe. Nuestra suerte, la tuya y la ma, significan la muerte de toda esperanza para Corwell. T quisiste entablar tu batalla aqu, en Calidyrr. Por mi propia estupidez, mi lucha est ligada a la tuya...; y ahora nuestro reino se ve privado de liderazgo! Pontswain pas por su lado y se dirigi hacia los grupos de hombres. --Est equivocado -dijo Robyn, a media voz-. Hay en esos hombres una fuerza que t puedes gobernar. Podemos vencer! --Tienes razn. Estoy empezando a sentir que es posible, que tal vez an podamos triunfar. Si podemos disponer de unos pocos das ms para aumentar nuestro nmero y descansar un poco, tendremos un ejrcito capaz de enfrentarse a la Guardia Escarlata y destrozarla! Despus de dos horas de descanso, reanudaron la marcha y siguieron avanzando entre el bosque y el mar. La lnea de la costa era poco elevada y descenda hasta el mar en una herbosa pendiente. La playa estaba cubierta de toscas y pequeas piedras. Encontraron ms grupos de fugitivos a lo largo de la costa y todos se incorporaron a sus filas. Por ltimo, en su marcha hacia el sur,
llegaron a una elevacin y vieron un pueblecito de pescadores: Cantrev Codfin, segn uno de los soldados. No haba seales de actividad alrededor del pueblo. --Quedaos aqu con los hombres -dijo Tristn a Daryth y 0'Roarke-. Ir a echar un vistazo. --Llvate algunos hombres -le aconsej 0'Roarke. --Estaremos seguros -dijo Robyn-. El peligro est ms lejos. Tristn y Robyn descendieron la suave cuesta hasta el pueblo. Desde lejos, haban visto algunos detalles; pero, al acercarse, entraron en un escenario horrible. Tumbados grotescamente, haba cien o ms cadveres. Ffolk desgarrados y mutilados yacan inmviles en las casitas y patios. No haba alma viviente en el pueblo. Hombres, perros, gallinas..., todo haba perecido bajo unas garras terribles. --Quin puede haber hecho esto? -pregunt Tristn con el semblante plido-. No los ogros. Ellos no habran desgarrado los cuerpos de esa manera y en cambio habran incendiado la poblacin. --Ni siquiera los hechiceros habran hecho una cosa as! -murmur Robyn. Estaba segura, de una manera misteriosa, de que aquel ataque haba sido parte de un plan ms amplio. --Pero, qu..., o quin, lo habr hecho? --No lo s -dijo la druida, pero seal una parte del suelo en la arena que estaba hmeda. Vean en ella muchas huellas de pies palmeados y con garras. Aquellos pies le parecieron familiares al prncipe, que record de pronto dnde los haba visto. --Los sahuagin han venido del mar.
--Qu est haciendo aqu un dragoncito chiflado? -gru Finellen, que no estaba para charlas intiles. --Buscar a Robyn, naturalmente! Pensaba que incluso una enana hubiese debido advertirlo. Pero, qu ests haciendo t? sta s que es una buena pregunta! Finellen estaba demasiado cansada y desanimada para discutir. --Hemos huido de un campo de batalla y estamos buscando otro, otro en el que podamos morir con honor! --Bueno, eso me parece un plan muy tonto. Quiero decir que parece que ests proyectando una batalla perdida. No sera mucho mejor encontrar a Robyn y a Tristn y hacer algo divertido? --Qu sabes del prncipe de Corwell? -pregunt la enana-. De prisa, gaznpiro, habla!
--Bueno, en realidad no estoy dispuesto a hablar con alguien que me interpela en esos trminos. Gaznpiro! Si no fueses amiga de mis amigos, hara un hechizo que te... --Habla! -gru Finelle en un tono que no admita rplica. Yazilliclick, invisible a cierta distancia, temi por la vida del pequeo dragn. --Bueno, la cosa empez cuando volvimos a Doncastle...
Al da siguiente, Tristn calcul que su improvisado ejrcito era de casi mil hombres. Al propio tiempo, algunos fugitivos informaron de una persecucin ms empeada por parte del ejrcito del rey. Aquella tarde, jinetes vestidos de rojo los avistaron. Los siguieron durante el resto del da, y el prncipe comprendi que la tropa no tardara mucho en agruparse para el ataque. En efecto, al llegar a la cima de un monte, poco antes de ponerse el sol, vieron al sur toda una brigada de mercenarios humanos -lanceros y espadachines- de la Guardia Escarlata, en apretadas filas. --Maldicin! Tristn, en cabeza de su fuerza, se detuvo. --Y eso no es todo -dijo 0'Roarke, ponindose a su lado. El jefe de los bandidos haba colaborado con gran energa haciendo que sus tropas marchasen junto con las del prncipe, y Tristn le estaba agradecido-. All, hacia el norte! El prncipe mir hacia atrs y vio ms figuras vestidas de rojo saliendo del bosque. Eran formas enormes y ruidosas: los ogros! --Estamos atrapados -dijo con amargura. Tenan el mar al oeste, y las brigadas de la Guardia estaban hacia el norte y hacia el sur. Al este, la tierra se elevaba en una brusca pendiente al apartarse de la costa. Si los hombres trataban de huir en esa direccin, se dispersaran inevitablemente en el abmpto terreno y seran destruidos. Pero incluso esta opcin dej de ser posible cuando otra hilera de uniformes carmeses apareci sobre la cresta: la tercera brigada de la Guardia Escarlata haba completado el cerco. Alexei, Daryth, Pawldo, 0'Roarke y Robyn se unieron al prncipe, mientras ste trataba de urdir un plan. --Mi prncipe, qu es aquello? -pregunt Alexei, sealando hacia el sur. Tristn mir ms all de las filas de lanceros que estaban en lo alto de la empinada cuesta, en el promontorio rocoso donde haba pensado al principio en vivaquear. Unas pequeas figuras avanzaban hacia un punto debajo de ellos. Por lo visto, los mercenarios no se haban dado cuenta de que haba un grupo detrs de ellos.
--Quines son? -pregunt Robyn. --No lo s... Pero, qu es aquello? Tristn observ, pasmado, cmo aquellos pequeos personajes arrancaban y empujaban las peas de la cima. Varias de stas se soltaron y rodaron contra la brigada del rey que estaba debajo. Piedras ms y ms grandes fueron empujadas desde la cresta y cayeron rodando hasta chocar con la lnea de la Guardia Escarlata. Pronto se produjo un gran desprendimiento de tierra en el costado de la elevacin y una avalancha de rocas rod cuesta abajo. Fuera quienes fuesen los que estaban all arriba, les haban prestado un gran servicio. Pero ahora Tristn tendra que aprovechar la oportunidad. --Al ataque! -grit-. Hacia la cima! Sus hombres lo aclamaron con speros gritos y lo siguieron, mientras l blanda la Espada de Cymrych Hugh sobre su cabeza. Mil voces clamaron por la sangre de la Guardia, y los rebeldes de Doncastle avanzaron como una marea hacia las rotas filas carmeses. Apenas se haba posado el polvo del desprendimiento de tierra cuando los hombres de Doncastle llegaron a la base de la elevacin. Muchos de los lanceros vestidos de rojo haban muerto, aplastados por las rocas, y el resto se haba dividido en pequeos grupos al tratar de librarse de aqullas. Estos grupos fueron presa fcil para los atacantes. Tristn dirigi el ataque hacia una banda de tal vez ochenta lanceros. El gran podenco grua y saltaba a su lado, y los hombres de Doncastle se desplegaron detrs de l. El prncipe se abri paso a tajos y estocadas hacia el centro de la fuerza enemiga, haciendo caso omiso de una docena de dolorosas heridas. El grupo de lanceros cay muy pronto bajo aquel ataque y el prncipe vio que sus hombres reducan el impulso de su carga. --Adelante! Hacia la cima! -grit, saltando entre las piedras y empezando a subir al montculo rocoso. Se detuvo y mir hacia atrs. La brigada de ogros avanzaba y los mercenarios del este descendan hacia la playa. Pero su fuerza haba cruzado a travs de la destrozada brigada del sur y ascenda por la loma. Llegaran a la cima antes de que los otros guardias pudiesen unirse a la lucha. Y all, sonriendo tras la erizada barba, estaba la intrpida Finellen.
Mil hombres de Doncastle y ciento cincuenta resueltos enanos estaban ahora en la cima del rocoso montculo, observando cmo se hunda el sol en el Mar de Moonshae. Aquella elevacin era un buen
lugar para combatir: tena empinadas vertientes al norte, al este y al sur, mientras que una pennsula se adentraba en el mar al oeste. Una estrecha lengua de tierra, de apenas quince pasos de ancho y flanqueada de altos acantilados, una el promontorio a la tierra firme. ste sera su ltimo reducto. Los cantiles protegan su posicin de un ataque desde el mar. Sin embargo, el entusiasmo de Tristn mengu cuando Finellen le hizo notar que la ayuda de los enanos traa consigo su propio precio: la masa mvil del ejrcito duergar era claramente visible hacia el sur. Los enanos negros que marchaban en vanguardia estaban alcanzando ya la base del montculo, aunque una breve lluvia de flechas de los arqueros de Doncastle los hizo retroceder para ponerse a cubierto. Al anochecer, los enanos negros hicieron varios intentos y retiradas, pero cada vez que trataron de subir la cuesta fueron obligados a volver atrs por sus propios jefes. Era lgico: todos los ejrcitos enemigos atacaran por la maana y Cyndre no permitira que los enanos atacasen solos -y sufriesen posiblemente un sangriento revs- antes de que estuviese dispuesto el resto de sus tropas. La brigada de ogros haba bajado desde el norte para acampar en la base de su loma, mientras que los mercenarios humanos de la Guardia Escarlata lo haban hecho en el este, cortando la retirada tierra adentro. El prncipe de Corwell saba que la victoria sobre la fuerza del rey tendra que producirse aqu, si es que llegaba a alcanzarla. Pero se enfrentaba, con triste resignacin, al hecho de que era mucho ms probable que la batalla representase la muerte para todos ellos.
El duro suelo impidi que Alexei durmiese cmodamente, como haba hecho en las ltimas noches. Se despert mucho antes del amanecer, rgido y fro bajo su manta de lana, escuchando los sonidos del campamento dormido. Y entonces sinti algo ms: una presencia, no en su campamento, pero cerca de l. Y esta impresin lo inquiet tanto que ya no pens en dormir. Se levant y se ech una capa sobre los hombros, temblando bajo el fro de la inminente aurora. Sospech la naturaleza de su inquietud, pero permaneci inmvil, mirando hacia el norte para asegurarse. Cyndre estaba cerca. Alexei haba estudiado y aprendido los libros de hechizos de Annuwynn. Sus manos, aunque no tan giles como antes, se haban recobrado lo bastante como para permitirle emplear su magia con destreza y rapidez.
Ahora haba llegado el momento. Un sorprendido centinela vio que Alexei desapareca de su vista. Nadie lo vio reaparecer en otro lejano paraje, a gran distancia hacia el norte, en un lugar vaco de la costa. Su intuicin no lo haba engaado: oy el ruido de carretas y de fuertes pisadas en las cercanas. El mago, invisible, camin hacia la columna que poco a poco se haca visible en la oscuridad. Se apart a un lado para evitar a un Jinete que se acercaba al galope. El hombre no refren su montura al pasar, pero el caballo lanz un relincho de sorpresa al captar el olor del hechicero, al que no poda ver. Alexei se detuvo a una treintena de pasos del camino y observ al ejrcito del rey. Vio pasar a los ogros y, despus, al resto de la Guardia Escarlata. Apareci la carroza del rey y vio la aureola verde que la envolva. Pero esto no importaba: tena otro objetivo en su mente. Por ltimo, vio los ocho caballos negros y la larga carreta que transportaba al Consejo de los hechiceros. Muchas veces haba viajado l en aquella carreta con sus compaeros, en cumplimiento de algn antojo de Cyndre. Esperaba que ahora estuviesen Wenam, Talraw y Kerianow all. No haban hecho nada en particular para despertar la clera de Alexei, pero esto tena poca importancia: sus muertes enfureceran a Cyndre, y sta era una razn suficiente para el hechicero. --Pyrax surass Histar -dijo, sealando el vehculo. La bolita de fuego brot de la punta de su dedo y se dirigi hacia la carreta del Consejo. Esper a que la mancha luminosa tocase el techo de aqulla. --Byrassyll. La oscuridad se ilumin de pronto, proyectando largas sombras sobre los miembros del ejrcito del rey. Sigui un calor abrasador cuando la bola de fuego se dilat para abarcar la carreta y sus caballos. La intensidad del fuego era tal que sus vctimas slo pudieron lanzar un brevsimo grito de agona. Momentos ms tarde, el vehculo y sus ocupantes no eran ms que montones de ceniza sobre el suelo. El pnico cundi en la columna y los jinetes de la escolta se desplegaron para buscar al atacante. Pero ste ya no estaba all.
Bhaal alarg una mano hacia adelante. El dios atizaba con impaciencia a los miembros de su equipo. Las cosas marchaban esplndidamente y el dios se regocijaba al pensar en su prxima y definitiva victoria.
Los sahuagin hormigueaban en el mar frente a una docena de pueblecitos de la costa occidental de Calidyrr. Emergan torpemente de las rompientes y caminaban tambalendose sobre las pedregosas playas, esforzandose en adaptar sus branquias al aire atmosfrico. Pronto lo conseguan, abriendo aquellos anchos rganos mientras se deslizaban entre las casas y los muelles de los pueblos. Mataban con rapidez y sin emocin. Todo hombre, mujer o nio que encontraban a su paso mora bajo sus garras y sus afilados dientes, o empalado. Los cuerpos ms jvenes eran devorados, y los objetos de oro o plata tomados como botn. Despus, los sahuagin volvan al mar. Se desparramaron, a lo largo de la costa, y al fin se reunieron con su rey en un promontorio de aqulla. Los seres reanimados se haban dirigido lentamente hacia aquel lugar durante varios das y, al llegar a l, subieron del fondo a las aguas menos profundas y emergieron al aire. A hora avanzada de la noche, se reunieron con los sahuagin en el alto promontorio. Sythissall fue el primero en surgir de las olas hinchando el pecho, y avanz pavonendose hacia el hombre que lo esperaba en la playa. El enemigo, le dijo el hechicero, estaba en la cima de la loma. Cuando los iluminase el sol, los sahuagin, los muertos reanimados, los enanos negros, los ogros y los humanos de la Guardia Escarlata atacaran y mataran a todos sus adversarios. Cyndre dijo que su plan se estaba desarrollando magnficamente. Y Bhaal ri entre dientes al orlo. Era en verdad su plan?
21 Tierra y mar --Mi prncipe. Tristn se despert de inmediato y llev la mano a su espada. Se tranquiliz al ver a Robyn de pie a su lado. --No poda dormir -se disculp ella, arrodillndose junto a l-. Y entonces vi aquello. -La druida seal hacia el norte y Tristn vio un fuego que resplandeca a lo lejos-. Estall de pronto..., como por arte de magia, no como un fuego normal. El prncipe se levant y mir. Aquel fuego era lo nico que rompa la oscuridad. La luz de la luna se reflejaba en el mar, pero esto no era ms que una vaga perturbacin de las sombras. --Has estado levantada toda la noche? -pregunt Tristn.
Robyn asinti con la cabeza. --Hay algo... algo mas all, aparte de los duergar y de la Guardia Escarlata. Lo sent hace varias horas, y esta impresin se ha ido acentuado. Tengo miedo, Tristn. Aqu hay algo horrible, todava ms horrible que la Bestia o los desenterrados! l la apret sobre su pecho, mientras negros pensamientos pasaban por su mente. Saba que ella tena razn. Y su situacin era ya desesperada al comenzar la noche. La haba trado consigo para enfrentarse con la muerte en una costa lejana y rocosa. Para qu? Por una causa fracasada y efmera. Y maldijo su locura. --Robyn -murmur-. Te amo... Por la diosa, que te amo! La bes y la estrech con mas ferza y, por un instante, se sinti lleno de gozo. Sinti una especie de serenidad invencible que le hizo olvidar el mundo real. Pero enseguida record su situacin. No poda dejarla marchar. --Te ech tanto en falta cuando te marchaste que pens que me volvera loco. Incluso estuve dispuesto a ir al valle y, si poda encontrarte, tratar de convencerte de volver a Corwell. Ella le sonri a travs de sus lgrimas y l prosigui, torpemente: --No puedo pedirte que renuncies a tu vocacin. S que tienes sealado un destino: servir a la diosa. Pero, si puedes hacer un poco de sitio en tu vida para un marido... Ella le dio un rpido beso, casi en broma. --Me gusta la idea de ser reina -murmur-. Una reina druida! Pero, desde luego, tienes que ganar primero el reino para m... Durante un rato, no dijeron nada. El cielo se ti de rosado y despus de un plido azul, al ascender el sol desde el horizonte. Entonces oyeron gritar a un centinela, y enseguida una segunda voz de alarma en otro sector del campamento. Por lo visto, iba a empezar la batalla.
--Por la diosa, qu son sos? -gru 0'Roarke. Daryth mir, en la penumbra que preceda a la aurora, y vio movimiento al pie de la loma. Cosas que parecan seres humanos surgieron entre la niebla, avanzando a tropezones. Pero no se movan como hombres y no hacan el menor ruido. Entre ellos, vio las figuras parecidas a peces de los sahuagin, con sus escamas amarillas adornadas con brazaletes y tocados de oro. --Son muertos! -jade Pawldo, adelantndose a Daryth para ver mejor. --No! Eso es imposible! -exclam Pontswain, mirando impresionado aquellas formas que andaban arrastrando los pies, de
ojos vacos y dedos como garras. Su piel era blanca como la cera... donde la conservaban. Muchos eran esqueletos desnudos, que caminaban como marionetas, mientras otros tenan restos de carne hinchada por la larga inmersin. Trozos de carne podrida caan de ellos a cada paso, dejando al descubierto huesos blancos o tendones blanquecinos. A lado de los muertos, tan ominosamente silenciosos, aparecieron de pronto las enloquecidas figuras de un millar de duergar lanzados al ataque. Al llegar a la mitad de la cuesta, empezaron a aullar. Aquel ruido estridente y antinatural se extendi por el campo de batalla, helando el corazn a los que encontraban a su paso. Blandiendo hachas y espadas sobre sus cabezas, los duergar movan las rechonchas piernas sobre la rocosa cuesta, subiendo como una ola monte arriba. --Ahora! -grit 0'Roarke. Como tenan proyectado, los hombres de Doncastle que guarnecan el borde sur de la cima empujaron los montones de piedras que haban preparado durante la noche, y stas rodaron cuesta abajo. Los muertos del mar no advirtieron la cada de las piedras, salvo aqullos alcanzados directamente por los rodantes proyectiles. Los cadveres eran aplastados por las rocas ms grandes y derribados por las ms pequeas. Los esqueletos caan como bolos, y muchos de los muertos aumentaban la confusin al caer sobre los compaeros que los seguan. Pero este lado de la loma no era tan empinado ni rocoso como el otro. Daryth y los dems combatientes empujaron todas las piedras que pudieron, pero no se produjo un desprendimiento de tierra como el que haba alcanzado a la Guardia Escarlata el da anterior. Pronto se agotaron las piedras, y los duergar, rugiendo, continuaron su avance. Ahora estaban lo bastante cerca para que los hombres de Doncastle viesen sus ojos enloquecidos, sus erizadas barbas y sus negras cejas fruncidas. Cuando llegaron al fn hasta los defensores, sus hachas y sus espadas cortas chocaron con las lanzas de stos. Al instante el estruendo alcanz proporciones de huracn, al mezclarse los gritos de guerra de los duergar con las roncas voces de desafo de los humanos, los lamentos de los heridos y el ruido de las armas al chocar entre s o con los escudos. Daryth estaba sobre una roca ancha y plana con Pawldo. Ciegas cuencas sin ojos miraron hacia arriba mientras los esqueletos alargaban sus manos como garras hacia los defensores, tratando de despedazarlos. El calishita lanzaba tajos y mandobles con su cimitarra de plata. Cort la cabeza de un empapado cadver y, de un golpe violento hacia abajo, parti un esqueleto en dos mitades, que cayeron
retorcindose a ambos lados de la roca. Pawldo estaba detrs de l, rechazando una cosa blanca y carnosa que trataba de encaramarse a la roca. Le dio dos cuchilladas sin resultado, pero entonces le propin una patada en la cabeza y a punto estuvo de vomitar cuando su pie se hundi en la blanda carne de aquella cosa. Una mano esqueltica agarr un tobillo de Daryth. El calishita se tambale y resbal hacia el borde de la roca, pero la hoja de Pawldo cort limpiamente la mueca de la criatura, arrancando chispas de la piedra. Vio, detrs de l, la cara de Pontswain, todava boquiabierta de espanto. El seor no haba desenvainado an su espada. Los aullidos de los enanos negros eran ahora frenticos y Daryth advirti, con creciente pnico, que haban roto la lnea de los rebeldes. Chillando como locos, tres docenas de duergar corrieron hacia la cima. Pero Hugh ORoarke, rugiendo y con su barba y sus rojos cabellos llameantes, se lanz con una docena de hombres a la brecha. Esgrima una enorme espada con ambas manos y lanzaba un grito de desafo cada vez que mataba a un duergar. Uno tras otro caan los enanos negros, y pronto los supervivientes se retiraron para reunirse con los suyos, y la brecha qued cerrada. Pero seguan saliendo ms duergar de entre la niebla, como si su nmero fuese infinito. --Cundo vendrn? Me estoy aburriendo! Baja a hablar con ellos, Robyn, y diles que queremos que esta batalla empiece de nuevo. Newt miraba ceudo a los ogros plantados en hilera al pie de la loma. Junto a los brutos, los sahuagin se deslizaban y agitaban en la tierra pantanosa. Los hombres-peces no parecan individuos, sino el cuerpo gigantesco y escamoso de alguna bestia inverosmil, tan apretados estaban. Tristn, Robyn, Alexei y Finellcn estaban plantados en la cima, con Newt y el invisible Yazilliclick sentados en el suelo delante de ellos. Canthus, tenso y con los pelos erizados, permaneca al lado del prncipe. Todos esperaban que empezase el ataque. Podan or el ruido de la batalla entablada en el otro lado entre los duergar y los hombres de Doncastle. El prncipe deseaba con desesperacin ver lo que suceda all, pero no poda estar al mismo tiempo en todas partes. Haba dejado el mando a 0'Roarke y slo poda esperar que ste fuese capaz de organizar la defensa. Daryth y Pawldo estaban luchando al lado de 0'Roarke y sus firmes espadas tenan que serle de gran ayuda. De pronto se vislumbr una mata de cabellos rojos a su lado y, al mirar hacia abajo, vio los ojos centelleantes de Piona fijo en l. --Quiero luchar! -dijo la joven, desafindolo a contradecirla.
Antes l le haba dicho que se quedase en un lugar relativamente seguro: la cima del montculo. Pero, con su espada corta enarbolada, pareca tan capaz como muchos de sus combatientes y ms resuelta que la mayora de ellos. --Est bien -dijo l. Fiona tendra que cuidar de s misma. Los sahuagin avanzaron, deslizndose hacia la cuesta y encaramndose en las rocas, aunque muchas de aquellas criaturas cayeron hacia atrs. No estaban acostumbrados a caminar en tierra firme y mucho menos a trepar, y eso retrasaba bastante su avance. Pero los ogros cargaron de pronto en el pie del montculo y subieron con facilidad por la empinada cuesta. Los enanos lanzaron unas cuantas piedras contra ellos, pero las haban gastado casi todas el da anterior. Los pocos ogros que cayeron bajo los cantos rodados dejaron pequeas brechas en la lnea que pronto fueron cerradas por los que venan detrs. --Esto ser un placer -gru Finellen, acariciando su hacha mientras se diriga a su compaa- Vamos all, enanos! Las achaparradas criaturas formaron una lnea propia, una sola lnea contra las dos de los ogros, y bajaron de la cresta en direccin a los monstruos atacantes. stos era pesados y lentos y ahora gruan y jadeaban al subir, que era precisamente lo que quera Finellen para luchar contra ellos. Tristn se alegr al ver que los sahuagin resbalaban hacia atrs casi con la misma rapidez con que avanzaban. --Los ogros..., son demasiados! -grit Robyn. Tristn vio que la brigada de ogros se desplegaba en una lnea, una sola hilera, pero lo bastante larga para envolver fcilmente a la de los enanos. Finellen haba colocado su compaa para resistir de frente el ataque, pero los enanos no eran lo bastante numerosos para enfrentarse a los enormes ogros. stos continuaron subiendo con esfuerzo la cuesta hasta encontrarse a slo una veintena de pasos de los enanos. De pronto, stos se volvieron y marcharon hacia la derecha. --Qu estn haciendo? -pregunt Robyn. --Finellen est desviando la lnea de manera que slo puedan envolver uno de sus flancos. Es una hbil maniobra, pero no creo que puedan salvarse! --Yo podra ayudarlos, Tristn -dijo Robyn-, ya que Yazilliclick salv esto del fuego. Le mostr el palo de las inscripciones sagradas. --Vamos all! -grit Tristn. Veinte combatientes de Doncastle los siguieron monte abajo en direccin al flanco izquierdo de la lnea de los enanos.
--Al ataque! A ellos! -grit una voz estridente, y Newt apareci, aferrado a los pelos erizados del podenco, como un lancero apercibindose para el combate. Los ogros iniciaron un trote, contando con su enorme peso para arrollar a los insignificantes enanos. Al acercarse a la lnea de Finellen, Tristn pudo sentir que el suelo temblaba bajo sus pies. Por un momento, lament su imprudente accin. Ahora se enfrentaban a una compaa de docenas de ogros. Las caras bestiales de los atacantes se torcieron en muecas al ver a los temerarios humanos. El prncipe desenvain su espada con un floreo y se qued plantado. Saba que tena hombres valientes a ambos lados, pero se qued boquiabierto al ver que Robyn se le adelantaba. sta se detuvo, sola, a una docena de pasos de los ogros. Los monstruos aullaron regocijados, y avanzaron corriendo. La druida grit algo que Tristn no pudo or y agit el bastn tallado cerca del suelo, a sus pies. Despus dio un gil salto hacia atrs y se coloc al lado del prncipe. La rocosa cima de la colina se elev y abri ante l. Dos formas enormes, mucho ms grandes que los ogros, salieron del suelo y se plantaron ante ellos. Eran de tierra negra y roca gris, moldeados en una forma vagamente humana. Robyn seal con un dedo y las dos cosas avanzaron hacia los atnitos ogros. --Elementales -dijo ella-. La magia de la Gran Druida contenida en el palo mgico. ste fue el regalo de despedida que me hizo Genna. No poda disimular su pasmo ante el poder de este hechizo. Genna haba infndido al palo la fuerza de llamar a dos poderosos elementales. Tristn observ, asombrado, cmo aquellas figuras de tierra se lanzaban contra la hilera de ogros. Puos enormes y duros como rocas aplastaron crneos y pechos cuando los elementales se lanzaron al ataque. La compaa de ogros se descompuso; muchos de los monstruos se agruparon para luchar contra los elementales, mientras unos pocos los sortearon para atacar a los compaeros. Tristn dio un salto adelante y descarg su afilada hoja contra la frente de un ogro. El monstruo cay al suelo como una piedra y el prncipe se volvi para herir a otro en el pecho. Los hombres de Doncastle y Canthus participaron en la refriega, movindose gilmente entre los torpes atacantes. Seis ogros se detuvieron, perplejos, al surgir una fuente de colores de la hierba delante de ellos. Se quedaron paralizados ante la ilusin de Newt, mientras la lucha era cada vez ms encarnizada a su alrededor. Un ogro de grandes comillos pareca estar al mando de la compaa, pues no paraba de gritar rdenes. El prncipe de Corwell lo atac como enloquecido y logr hacerle caer la cachiporra de la mano
al primer tajo. El segundo se hundi profundamente en el antebrazo que haba levantado el monstruo para defenderse, y el tercero hizo que los intestinos del ogro se esparciesen sobre la fangosa hierba. Pequeas flechas surcaron el aire para clavarse en los ojos o los labios de los ogros, mientras Yazilliclick revoloteaba invisible a su alrededor. Los proyectiles eran demasiado pequeos para hacer algo que no fuese irritar a los brutos, pero distraan y confundan al enemigo. Uno de los elementales cay al suelo, pero el segundo continu golpeando a los ogros. Cado su jefe y con su nmero menguado a gran velocidad, los ogros se hartaron al fin de la pelea. Como una masa, la compaa que luchaba contra los compaeros dio media vuelta en busca de la presunta seguridad de su propio ejrcito. La furia de Tristn se fue aplacando, y el prncipe se apoy en su espada y jade para recobrar aliento. Pero entonces advirti un tumulto a su derecha. Los enanos de Finelle combatan con bravura, pues docenas de ogros yacan muertos en el suelo. Pero lo estaban pagando caro y retrocedan lentamente delante de la monstruosa turba. Entonces oy gritos de dolor y chillidos de horror a su izquierda, gritos humanos. Vio que los sahuagin se acercaban a la cima y se enfrentaban a la dbil lnea de defensores. De una experta estocada hizo caer la lanza de un sahuagin y hundi la punta de la espada en el pecho del monstruo. Pero, al caer ste hacia atrs, otros dos ocuparon su sitio. Ms y ms hombres-peces suban al montculo. Y, de pronto, la lnea de los ffolk cedi cuando los sahuagin la rompieron por doce sitios distintos. Y el estrecho camino hacia el promontorio, su nica va de retirada, qued de pronto abierto ante los sahuagin atacantes. Blancos ojos de pez miraban inexpresivos desde lo alto de la loma. Un centenar de sahuagin haban roto la dbil lnea de defensores para ganar el terreno ms alto. Y all se quedaron plantados en crculo, formando un brillante anillo de armas con sus afilados tridentes y las lanzas capturadas. Lenguas sonrosadas y rgidas vibraban entre las mandbulas erizadas de dientes; eran su nica seal de miedo o de excitacin. Otros sahuagin siguieron subiendo para ocupar la brecha que haban abierto los primeros. Sin embargo, hombres de Doncastle acudieron de todas partes para llenar aquella lnea, y rechazaron el segundo ataque. Pero el anillo de hombres-peces conservaba la cima y poda decidir el resultado del combate atacando donde mejor les pareciese. --Retroceded hacia el promontorio! -grit el prncipe, y la orden
se transmiti a lo largo de la lnea. Los hombres de Doncastle se retiraron ante los enanos negros y los hinchados y corrompidos desenterrados, pero se mantuvieron firmes contra los sahuagin, por miedo a que ms hombres-peces pudiesen irrumpir en su posicin y cortarles la retirada hacia la alta pennsula. --Finelle, tenemos que romper aquel anillo! -apremi el prncipe. Los sahuagin les cortaban el camino para la retirada. Los monstruos tenan que ser expulsados de all para que la fuerza rebelde pudiese cruzar el estrecho cuello de botella que conduca al promontorio. --Al ataque! -grit la enana, y su compaa, de ahora menos de cien, lanz un grito ronco de desafo. Corriendo sobre las piernas regordetas y enarbolando las hachas, se precipitaron contra los hombres-peces . Pero otro grito de reto son a la izquierda del prncipe, y ste vio que Hugh 0'Roarke, al frente de una banda de sus hombres, se incorporaba a la defensa. El jefe de los bandidos luchaba como un demonio, rugiendo y descargando su tizona. Los sahuagin, golpeando y silbando, se lanzaron contra los atacantes humanos, pero entonces los enanos arremetieron contra el otro lado del anillo. Los hombrespeces combatan sin descanso, pero pronto la cima del montculo qued teida de su sangre roja y fra. Tristn vio a Pontswain en medio de una multitud de duergar. La espada del noble estaba ensangrentada y, aunque tena los ojos desorbitados por el pnico, luchaba como un loco y, de alguna manera, mantena a raya a los enanos negros. Ahora los hombres de Doncastle retrocedieron a travs de la lengua de tierra. All, donde el promontorio tena apenas quince pasos de ancho, la pennsula estaba flanqueada por acantilados verticales de ms de treinta varas de altura. Ms all, el promontorio se ensanchaba, pero tambin estaba rodeado de altos acantilados. Los rebeldes desfilaron a lo largo del cuello de botella, mientras los enanos y pequeos grupos de hombres mantenan a raya a los atacantes. Tristn estaba con Finellen, y Canthus ladraba y luchaba junto a ellos. Los sahuagin amenazaban con arrollarlos en cualquier momento, pero ambos peleando espalda contra espalda, conseguan de algn modo contenerlos. El prncipe tena los brazos entumecidos y brotaba sangre de sus mltiples heridas. Estaba empapado hasta los codos en sangre de sus enemigos, y sus movimientos se haban vuelto automticos. Pero segua levantando y descargando su todava resplandeciente espada, una y otra vez. 0'Roarke y Daryth estaban con sus hombres en el otro lado del
montculo, rechazando a los enanos negros y a los muertos del mar. Tambin ellos luchaban con precisin automtica y los cadveres se amontonaban ante ellos. Por ltimo, el grueso de la fuerza cruz el paso hacia el promontorio y los hombres de la retaguardia retrocedieron hacia la lengua de tierra; Tristn, Daryth, Finellen y Hugh 0'Roarke estaban juntos en el centro de la lnea. Luchaban contra un confuso grupo de duergar, sahuagin, cadveres, hombres de la Guardia y otros. Un ogro horrible y babeante se lanz contra el prncipe, y la fatiga entorpeci la reaccin de Tristn. La enorme cachiporra claveteada del monstruo iba a darle en la cabeza, pero, entonces, una espada ancha choc con el arma y la desvi de su objetivo. El ogro lanz un rugido contra Hugh 0'Roarke, que se haba adelantado para desviar el golpe. Antes de que ste pudiese recobrarse, el golpe del tridente de un sahuagin lo hizo tambalear. Tristn salt adelante y clav mortalmente la espada en el pecho del ogro, mientras agarraba a 0'Roarke de un brazo para impedir su cada. Pero otro hombre-pez alarg sus horribles zarpas y tir del otro brazo de Hugh. Tristn gir en redondo para evitar el hacha de un duergar y, de pronto, 0'Roarke desapareci. Oy el rugido de desafo de Hugh cuando una docena de sahuagin se arrojaron sobre l, y vio que al menos dos de stos caan muertos bajo los ltimos golpes del bandido moribundo. Y entonces sinti que la tierra oscilaba bajo sus pies, y el mundo empez a desintegrarse a su alrededor.
Cyndre estaba sentado sobre el techo de la carroza real, observando el avance de los ogros y de los sahuagin. No poda ver la otra brigada de la Guardia Escarlata, ni a los duergar, ni a los desenterrados, pero confiaba en que la batalla se desarrollaba de acuerdo con su plan. Pronto llegara su momento, cuando todos estuviesen ocupados. Esperaba una seal de Alexei. Con frecuencia, en un combate como ste, el mago que se revelaba primero era el que primero mora. Pero Alexei era cauteloso. Esto no preocupaba demasiado a Cyndre, ya que saba que su poder era mucho mayor que el de su ex lugarteniente. Pronto llegara la hora de actuar. Debajo de l, sentado en la carroza, el rey babeaba y parloteaba tontamente. Su mente estaba ya trastornada por completo, y slo con gran dificultad Cyndre haba logrado ocultar este hecho a los hombres de la Guardia Escarlata. Despus de su victoria, eso ya no importara. Ahora, decidi, encontrara a Alexei y lo matara. Despus cuidara
de ganar la batalla de una manera adecuada. Cyndre hizo un rpido ademn y desapareci en un abrir y cerrar de ojos.
Alexei observaba con aire distrado la lucha que se desarrollaba a su alrededor. Estaba sobre la ms alta elevacin del promontorio, separado de la batalla ms encarnizada por la estrecha pennsula. Desde all, buscaba seales de magia visible o cualquier otra indicacin del paradero de Cyndre. A salvo del estrpito del combate y tenso por la emocin de su inminente venganza, Alexei se imaginaba a su ex maestro retorcindose bajo el atormentador impacto de sus maleficios. Cundo aparecera Cyndre? Por centsima vez, sus ojos escrutaron el campo de batalla, buscando una llama o una nube de gas que delatase a su antiguo maestro. El nerviosismo se apoder de l. Ahora que se acercaba el momento de su venganza, tema que su poder fuese insuficiente para desafiar al poderoso hechicero. Pens brevemente en teletransportarse a algn lugar lejano, pero entonces record sus das de tormento, sus manos aplastadas y su espritu destrozado, en la celda. Y se jur llevarase a cabo su venganza, costara lo que costase. De pronto sinti la misma presencia amenazadora que lo haba despertado, y esta vez estaba muy cerca. Saba que su ex maestro estaba a punto de actuar. Pero, dnde? Alexei se volvi en redondo, a tiempo de ver materializarse a Cyndre a cinco pasos de distancia. El jefe del Consejo se ech atrs la capucha, lo bastante para que Alexei viese sus plidos ojos azules, helados como la muerte. Alexei no pudo evitar echarse atrs. Cara a cara con Cyndre, dud de pronto de sus propios poderes. Busc con desesperacin un maleficio, un acto que pudiese salvarlo de su destino. --Stupakhl -dijo Cyndre con una sonrisa despectiva, y Alexei vio el desastre en esta nica palabra. Una aturdidora ola de magia lo envolvi, absorbiendo el aire de sus pulmones y hacindolo caer al suelo. All yaci sobre la espalda incapaz de mover un msculo; pero sus ojos y sus odos seguan funcionando, y vio que Cyndre se acercaba poco a poco. Alexei comprendi lo que haba sucedido. Su mentor haba pronunciado una de las palabras de poder, una palabra que paralizaba a los que la escuchaban. Impotente, se pregunt por qu Cyndrc no haba empleado el vocablo que lo habra matado en el acto. Pero el brujo negro respondi a su muda pregunta detenindose junto al cuerpo inmvil de Alexei y mirndolo con regocijo. --Bueno, discpulo, veo que aprendiste bien mis lecciones.
-Cyndre toc apenas el costado de Alexei con la suave punta de una de sus botas-. Me has causado muchos disgustos en los ltimos das y has matado a gente que me era muy fiel y contaba con mi proteccin. Por supuesto, morirs por esto. Pero tu muerte no bastara para expiar tus crmenes. Es justo que presencies primero la eliminacin del ejrcito rebelde, de esos pobres estpidos que quisiste que te ayudasen contra m! Entonces sers llevado, vivo, a Calidyrr. Slo cuando el altar de Bhaal est dispuesto para recibirte, la sangre vital ser extrada lentamente de tu corazn. Hasta entonces, te tendr en lugar seguro, y esta vez sin esperanza de escapar. Cyndre sonri con crueldad. Alexei poda mirarlo a los ojos desde su posicin en el suelo, pero poco ms poda hacer. El hechicero negro empez a pronunciar un maleficio de perdicin. Alexei senta cada palabra como un golpe fsico, y lo ms horrible era que conoca el maleficio, que saba lo que iba a suceder. Cuando Cyndre dijese la ltima palabra, su alma sera arrancada brutalmente de su cuerpo, condenada a un encierro de infinito sufrimiento, hasta que el hechicero decidiese liberarla con la muerte.
Robyn sostena con firmeza el palo de las inscripciones sagradas. Haba empleado tres de sus elementos -viento, fuego y tierra-, los tres que comprenda. Permaneca el cuarto, el agua, pero la joven druida no saba lo que sucedera si apelaba a l, y por eso sujetaba el palo como un talismn, sin decidirse a utilizarlo. Impvida, pero prctica, se mantena apartada de la lucha contra los ogros; su garrote no sera una amenaza para aquellos brutos, mientras que un fuerte golpe de un ogro poda matarla. Asa de un brazo a Fiona, para impedir que la muchacha se metiese en el fragor de la lucha. --Esa espada slo servira para irritar ms a un ogro -le dijo, y se sorprendi al ver que Fiona le haca caso y renunciaba a lanzarse de cabeza al ataque. --Si quieres luchar -le aconsej Robyn-, toma tu arma y nete a los que van a enfrentarse con los sahuagin. All somos pocos y puedes ser de utilidad. --Lo har! -declar la joven pelirroja, aceptando gozosa la misin. Trep por la mellada vertiente, para unirse a los hombres que estaban ahora encendiendo teas y hachas en espera del ataque de los hombres-peces . Robyn retrocedi con cuidado sobre el removido suelo, subiendo
la cuesta. Poco a poco, el panorama de la lucha se despleg ante sus ojos. A la derecha, el prncipe de Corwell esgrima su espada en brillantes remolinos de acero. Saltaba hacia adelante y hacia atrs, volvindose sin cesar para librarse de enemigos a su espalda. Y, uno tras otro, caan los corpulentos ogros, muertos de un solo y rpido tajo. Robyn lleg a la cima del montculo, movindose como aturdida. A su alrededor se haba desencadenado la locura del combate. Hombres de la Guardia Escarlata luchaban para conquistar la cresta del este; los enanos negros y las horribles criaturas muertas del mar eran lentamente obligados a retroceder hacia el sur. Y los ogros y los sahuagin presionaban contra hombres y enanos en el norte. Vio que las criaturas-peces rompan la lnea. Una de ellas avanz hacia la druida, con las fauces abiertas y sus ojos turbios e indiferentes y al mismo tiempo consumidos por una sed de sangre. Y, en ese momento, un hombre de Doncastle acuchill a aquella cosa, que cay retorcindose y boqueando como un pez en un anzuelo. Vio una figura solitaria sobre una elevacin del promontorio. Alexei! Pero de pronto el hechicero cay, y desapareci detrs de la cresta. Entonces sinti miedo y su aturdimiento se desvaneci; corri a lo largo de la lengua de tierra y subi por la suave pendiente hasta la cima de la pennsula. Se qued helada al alcanzar la cresta. Vio a Alexei tendido en el suelo sobre la espalda. De inmediato comprendi que el personaje vestido de negro que se inclinaba sobre l deba de ser Cyndre. Jadeando para recobrar aliento, apel a su magia de druida. Extendi los brazos, hablando a la hierba y al aire. --Thesallest yu, rotherca... a m! Al instante la rode un zumbido y un aleteo de alas diminutas. Robyn junt los brazos, sealando a los hechiceros, y el enjambre de avispas, mosquitos, abejas y moscas dainas volaron como una sola entidad en la direccin que ella les indicaba. Cyndre, sumido en la meditacin de su maleficio, no sinti el enjambre que se acercaba hasta que los aguijones perforaron su piel en doce lugares distintos. Lanzando un grito, el hechicero negro retrocedi, agitando los brazos y tambalendose hacia atrs. Robyn avanz corriendo, apartando los insectos de Alexei mientras Cyndre trataba de librarse de aquella nube. Tena que impedir que terminase su maleficio! De nuevo se detuvo y se arrodill sobre la hierba. --Madre, tus hijos han nacido: haz que crezcan! De inmediato, tallos como serpientes y firmes arbolitos brotaron del suelo alrededor del hechicero. ste volvi a chillar, luchando por librarse de la vegetacin que lo envolva, pero las plantas lo sujetaban
con fuerza. El hechizo haba dado resultado: haba inmovilizado momentneamente al mago, mientras ella buscaba una idea. De repente, sinti un temblor bajo sus pies. La cima del montculo sufri una ligera sacudida, y Robyn se tambale. El suelo tembl otra vez y la druida cay sobre las rodillas y las manos. Pareca que la tierra se estuviese estirando. Una fuerte sacudida la levant del suelo, y cay de espaldas. Slo vea el cielo, pero oy un ruido parecido al de una sbana al desgarrarse. Rod con presteza sobre s misma y se puso a cuatro patas. Una fisura dentada se abri en la cima del montculo revelando un abismo de profundidad insondable. Cyndre vio tambin la fisura y lanz un alarido de espanto. Pues la fisura se prolongaba en su direccin. Como las fauces abiertas de un enorme monstruo inverosmil, la tierra se abri en toda la cima. En el centro de aquel desgarrn del suelo estaba la vegetacin que sujetaba con firmeza a Cyndre. Alexei yaca, plido y paralizado, a un lado. Por ltimo el bosquecillo se parti por la mitad al abrirse el suelo. Cyndre, todava sujeto, patale y se debati mientras los arbustos y los arbolitos comenzaban a inclinarse hacia la grieta. Los terrones de tierra se fueron soltando y, poco a poco, se desprendieron las races de las matas. Por un instante sobrecogedor, las plantas pendieron de unos pocos y dbiles zarcillos... hasta que stos se desprendieron tambin. El hechicero alarg con desesperacin una mano y agarr una punta del hbito de Alexei. Los ojos del mago paralizado se desorbitaron al sentirse arrastrado hacia la grieta por su ex maestro. Robyn trat de asir la mano de Alexei pero no pudo alcanzarlo, y ste desapareci en el abismo. El alarido de Cyndre brot de la fisura como el grito de un demonio y se fue extinguiendo a medida que la abertura se cerraba. De pronto, Robyn tuvo una idea. Estaba tumbada en el suelo, con la cara apretada contra la tierra, y no supo si la inspiracin era suya o si haba brotado de la tierra misma. Rpidamente, se sent y sac el palo de las inscripciones sagradas de su bolsa. La fisura casi se haba cerrado, pero an persista una grieta cerca de ella. Arroj el palo y contuvo el aliento mientras ste caa en el vaco. Entonces la fisura se cerr del todo. Poco a poco, Robyn se puso en pie. Camin con cautela hacia el lugar donde se haba abierto la tierra, pero no haba seales de la fisura en el herboso suelo. Cyndre, Alexei y las plantas que haban atrapado al hechicero haban desaparecido. Entonces sinti un nuevo fragor ms profundo y ms espantoso..., una angustia fundamental en el cuerpo de la diosa. Pasmada y
aterrorizada, cay de rodillas y rez. En todo el campo de batalla, el frenes de los combatientes se extingui cuando el suelo comenz a temblar. Los que estaban ms cerca de los acantilados fueron lanzados a la muerte como gotas de agua al sacudirse un perro mojado. En todas partes, ogros, hombres, enanos y sahuagin caan sobre las rodillas y las manos y se apretaban contra el suelo en busca de apoyo. Slo los desenterrados, sin saber lo que suceda, permanecan en pie; pero el terremoto los hizo rodar por la pendiente. El mar ruga contra los acantilados al pie del escenario del combate. Montaas grises de agua chocaban contra las rocas, y stas se desprendan y caan al mar. Las olas, cada vez ms altas, eran lanzadas contra la tierra por una fuerza invisible. El suelo se estremeci de nuevo y un gran trozo de acantilado se parti, devolviendo al mar un centenar de sahuagin. Otro temblor sacudi la lengua de tierra donde el prncipe haba mantenido la lnea. Aqulla se desmoron por ambos lados, dejando su anchura reducida a la mitad, y arrastr a la muerte a docenas de ogros vociferantes, homres de la Guardia y duergar. --Atrs! -grit Tristn, percibiendo el inminente peligro. Daryth y Pawldo se apartaron de la lnea de cadveres que marcaban su campo de batalla, arrastrando al prncipe con ellos. Tambin Canthus salt atrs al ver que se hunda el suelo. Rpidamente, los hombres de Doncastle se pusieron a salvo en el promontorio, tambalendose y tropezando, en su esfuerzo de cruzar el tembloroso suelo. Al estrellarse las gigantescas olas contra ambos lados del cuello de botella, la lengua de tierra se derrumb y dej a los ffolk de la fuerza de Tristn en la cima de una pequea isla que, momentos antes, haba sido una pennsula. El agua irrumpi a travs de la abertura para seguir chocando contra la tierra firme. El prncipe de Corwell estaba pasmado, sin sentir la oscilacin del suelo. El nico sonido era el ruido sordo de la tierra y del mar. Incluso los duergar haban cesado en sus aullidos. El estruendo aument y Tristn observ que las tropas enemigas empezaban a huir del acantilado, primero vacilando y, despus, con desesperacin. Ogros, enanos negros, seres humanos y sahuagin se volvieron, presas de pnico, y echaron a correr. Pero tardaron demasiado. El agua del mar bata implacable la base del acantilado y, de pronto, grandes fragmentos de roca empezaron a desprenderse de la cara de aqul. Con un estruendo que hizo que el prncipe cayese de rodillas, el rocoso montculo se derrumb en el mar. Toneladas de tierra, rocas y cuerpos cayeron en la espumosa rompiente. Y el
terremoto segua sacudiendo la tierra. Algunos sahuagin se aferraban a las rocas temblorosas por unos instantes pero luego resbalaban y caan de los cantiles. Muchos cuerpos escamosos se estrellaron contra las dentadas rocas, pero otros saltaron al aire y se sumergieron en el mar. Los hombres-peces que sobrevivieron a la cada nadaron frenticamente para alejarse del acantilado que se derrumbaba, buscando la seguridad de las profundidades. Despus cedi la tierra debajo de los ogros. Las enormes criaturas araaban y daban zarpazos buscando un suelo slido, pero el acantilado continu cediendo, arrastrando a toda la brigada de ogros a su destino. Sus cuerpos saltaban y se revolvan en el espacio, en su lenta cada hasta el agua. Y se estrellaban en la espumosa rompiente con fuerza bastante para quitarles los pocos vestigios de vida que podan quedarles despus del terrible resbaln en los cantiles. Los enanos negros corran como ratas, huyendo en todas direcciones, pero el terreno acababa siempre cediendo debajo de ellos. Cientos de pequeos personajes se aferraban con desesperacin al borde del precipicio, hasta que otro temblor de tierra los obligaba a soltarse. Y caan como piedras rodantes, aullando hasta chocar contra el agua. Y sus aullidos eran tan estridentes que podan orse sobre el estruendo sordo de la tierra. Los mercenarios humanos de la Guardia Escarlata mantenan sus formaciones, mientras se retiraban en bloque blandiendo sus lanzas y sus espadas contra los ogros y los enanos negros presas de pnico que los atrepellaban. Pero ni siquiera su disciplina poda salvarlos. La tierra cedi bajo un grupo numeroso de hombres. Toda la formacin resbal en el borde del precipicio y descendi por la fangosa ladera hasta desaparecer en la hirviente rompiente. Ms barro y ms rocas cayeron encima de ellos y enterraron por completo a los mercenarios. Una a una cayeron las otras compamas de hombres vestidos de rojo, hasta que los ltimos rompieron filas y corrieron aterrorizados para alejarse del mar. Pero incluso esta escapada fue tarda, porque el agua atac la reducida cima de la loma y absorbi lo que quedaba de ella. La tierra se derrumb y cay ms deprisa de lo que podan correr los hombres, y los ltimos encontraron su destino en una vorgine de agua, polvo y rocas. Serpentearon fisuras en la tierra, y las laderas del montculo imitaron a la cima, sumergindose en el mar. Las olas devoradoras siguieron afanosas su camino, tomando an ms tierra, hasta alcanzar a los ltimos restos del ejrcito en fuga de Cyndre, que fueron absorbidos por las grises y codiciosas aguas. Por fin, al cesar la violencia de la tierra, slo quedaba un
elemento del ejrcito del rey: una carroza negra y brillante, con rojas cortinas de satn y un tiro de nerviosos y agitados caballos. Se desprendi un cantil y el carruaje qued en el borde de una amplia baha que se haba abierto de pronto en la costa. Los caballos relincharon y se encabritaron, presas de pnico. El carruaje se balance peligrosamente y, entonces, una rueda resbal en el borde. Otra hizo muy pronto lo mismo, y la carroza se inclin, arrastrando a los impotentes caballos. El vehculo dio tumbos en el aire, hasta que tambin se estrell contra el agua y desapareci. Entonces, la tierra dej de temblar. Los hombres de Doncastle estaban en una pequea isla, rodeada de peascos. Un ancho mar los separaba ahora de la nueva y alejada costa. Donde haba estado el montculo rocoso, surga una amplia baha. Las gigantescas olas se fueron calmando, hasta que el mar se convirti en una extensin gris ondulada, plcida en la superficie, pero en constante movimiento. Y de poder eterno.
--Habis visto eso? -dijo Newt-. Ha sido en verdad fantstico! Espero que estuvieseis mirando, porque es probable que nunca podis volver a ver una cosa igual. --Espero que as sea -dijo el prncipe. Estaba sentado en el suelo, todava inseguro de que fuese completamente slido, junto a Robyn y Canthus. Daryth, Pawldo, Fiona y Finellen haban ido a hacerse cargo de la situacin. Tambin Pontswain haba sobrevivido a la batalla. Ahora estaba sentado, rumiando a solas en el borde del acantilado, como si lamentase que sus predicciones de desastre hubiesen sido errneas. De pronto, Newt y Yazilliclick se hicieron visibles ante ellos. El dragn revolote en el aire, mientras el duende del bosque se posaba al lado de Robyn y agitaba inquieto las antenas al mirar al prncipe. --No temas -lo tranquiliz la druida-. Es un amigo. --Ya... ya lo s! Luch por l... por l! Pero parece muy asustado... asustado! Tristn se ech a rer y la tensin de su cuerpo se afloj. --Gracias, pequeo, tus flechas sorprendieron realmente a aquellos ogros! Daryth, Pawldo y Finellen se reunieron con el grupo que estaba sentado sobre la hierba. Fiona lleg tambin y se sent en silencio. Tristn pens que, por primera vez, la muchacha pareca cansada. Sus cabellos pendan en mechones alrededor de su cara. Llevaba un vendaje ensangrentado en la mueca, y la piel de las piernas y de la cara estaba llena de araazos y moraduras. Sin embargo, sus ojos
conservaban su intenso brillo. Tambin Pontswain se reuni con ellos, aunque evitaba que su mirada se cruzase con la del prncipe. Contemplaba el campo de batalla y la vasta baha azul donde haba estado antes el ejrcito enemigo. Su expresin oscilaba entre la incredulidad y una reflexin enfurruada. --El promontorio es escarpado, pero podemos bajar por un par de sitios -dijo Daryth-. El agua es ms peligrosa, pero hay unos cuantos buenos nadadores entre nuestros hombres. Si podemos atraer a una barca de pesca o de otra clase, los enviaremos a tierra firme para conseguir un par de embarcaciones grandes. --Cuntos hombres nos quedan? -pregunt el prncipe. --Unos trescientos -dijo el calshita. Tristn sinti una profunda tristeza a causa de los muertos. Record con particular dolor el sacrificio de 0'Roarke. --Y setenta y nueve de mis enanos -dijo Finellen, mirando al suelo. Despus levant la cabeza con expresin resuelta-. Pero son ms de los que pens que sobreviviran en esta lucha. Amigo mo, tienes algunos amigos muy poderosos. El prncipe mir a Robyn y le asi una mano. Ella se desliz a su lado y se apoy en l. Se daban fuerzas mutuamente. --La profeca -dijo ella con suavidad-. Recuerdas lo que me dijiste? Tristn sacudi la cabeza. --No he pensado en ello. --Viento y fuego, tierra y mar, todos lucharn por l, cuando llegue la hora de reclamar su trono. Tristn se irgui, recordando la magia del palo de las inscripciones sagradas de Robyn. --El viento se llev el gas en Doncastle. Y el fuego puso en fuga a la Guardia Escarlata en Hickorydale. --Y yo vi aquellos gigantes de tierra salir del suelo y aporrear a los ogros! -dijo Newt-. Estuvieron realmente magnficos, pero lo mejor ha sido el terremoto! Lo habis visto? Habra sido una lstima perdrselo! --Y el terremoto -dijo Robyn- lo produjo el mar al golpear los acantilados y llevarse consigo la tierra. Tristn sacudi de nuevo la cabeza. --Es una coincidencia sorprendente, pero no puede tratarse de m. Recuerda que la profeca empezaba as: Se llamar Cymrych. Finellen resopl, divertida. --Habis conocido alguna vez a alguien que se llamase Cymrych? -pregunt. --A nadie, en toda mi vida.
--Bueno, yo tampoco..., es decir, en vuestra vida. La verdad es que no tengo mucho trato con los humanos..., no por nada personal, entendedlo bien..., pero quien ha vivido cuatro siglos tiene algunos conocimientos. Tristn se sorprendi al enterarse de la edad de la enana. --Cuando yo era joven, la mitad de los hombres de Gwynneth se llamaban Cymrych. Por supuesto, haban tomado el nombre de Cymrych Hugh. Hasta el punto de que no podan distinguirse los Cymrych del oeste de los Cymrych del sur y de..., bueno, ya me entendis. Pero, por lo visto, los nombres fueron cambiando, alterndose poco a poco, de manera que se pudiera saber de qu rama de la familia se estaba hablando. --Alterndose, de qu manera? -pregunt el prncipe. --De muchas maneras. Cymrych... -dijo despacio ella, para pronunciar correctamente la palabra-. KimRick se convirti en Kimball, Cambridge, Kincaid...-y, despus de una pausa, agreg-: Y Kendrick. --As pues, tu nombre es Cymrych, en cierto sentido -dijo Pawldo, dando unas palmadas en la espalda del prncipe-. Enhorabuena, Majestad! Qu te parece un ttulo de caballero para tu fiel compaero halfling? Tristn se ech a rer, pero estaba demasiado perplejo para responder. Haba querido llevar a los ffolk a un perodo de unidad y de fuerza. Pero haca una hora que haba estado seguro de que iba a morir. El cambio era demasiado sbito para que su mente lo captase del todo. --Mirad! -exclam Fiona, ponindose de improviso en pie. Se plant en el borde del precipicio y seal hacia abajo-. Qu es aquello? El prncipe corri a su lado, mirando desde lo alto del acantilado de hacia las olas verdes que ondulaban al pie de aqul. Un crculo de blancura, como un resplandeciente remolino, haba aparecido en la superficie del mar y se iba ampliando, calmando las olas a su alrededor. --Es ella -dijo Robyn con aire misterioso. El crculo de agua estall de pronto hacia lo alto, en un geiser de espuma, y se elev ms y ms, como un surtidor que brotara a chorros. Cinco, diez, mas de veinte varas, y segua subiendo. No haba seales de algo que no fuese aquella agua espumosa y turbulenta. Pero Tristn comprendi lo que Robyn quera decir. Por fn, el surtidor alcanz el nivel de ellos y se detuvo. Durante un momento contemplaron pasmados el espectculo. Los hombres y los enanos supervivientes se agruparon alrededor de sus jefes, formando un semicrculo en la cima del acantilado y preguntndose la
causa portentosa de aquella fabulosa exhibicin. El acantilado era all tan vertical que el surtidor estaba a menos de seis pasos de ellos, aunque surga recto del mar. Y entonces se inclin y los roci a todos de agua salada y extraamente caliente. Los que observaban se echaron atrs, escupiendo y enjugando el agua de los ojos. Cuando pudieron ver de nuevo, el surtidor haba desaparecido. Se haba hundido sin dejar rastro en el mar verde y ondulado. Pero ante ellos, sobre la hierba mojada del borde del promontorio, haba un objeto que antes no estaba all: un objeto de oro brillante e iridiscente. Gotitas de agua permanecan adheridas a su resplandeciente superficie, captando y reflejando los rayos del sol en mil vivos colores. A pesar de su precioso metal, era un objeto sencillo: un aro de oro, con ocho puntas que sobresalan a lo largo de su borde. --La Corona de las Islas -murmur Robyn, hincndose de rodillas. Tristn sinti que le flaqucaban las piernas y se arrodill tambin delante de aquel aro de oro. Robyn tom con delicadeza la corona, cerr los ojos y rez en silencio una breve plegaria, y despus coloc la corona sobre la cabeza del prncipe. Tristn estaba tan aturdido que no poda hablar. Pero se puso con cuidado en pie, consciente del peso precioso que gravitaba sobre su cabeza, y se volvi a los hombres de Doncastle. Su aclamacin son como un grito de combate. --Viva el rey! Viva el rey Kendrick! El grito reson en la plcida baha y en la costa de la tierra firme, y volvi reflejado hacia ellos, mientras creca en volumen y entusiasmo. Robyn abraz a Tristn y lo bes, y ste crey enloquecer de gozo. Pero entonces se desprendi con suavidad del abrazo y mir tiernamente los ojos de ella, hmedos de lgrimas. Mir a los hombres que lo aclamaban y vio las caras resplandecientes de Daryth y Finellen. Y mir hacia el mar, ms all de las ondulantes olas grises que lo separaban de Corwell. Robyn percibi su inquietud y volvi a abrazarlo. --Tienes razn -dijo, leyendo en su mente-. El peligro no ha pasado. Ven conmigo a liberar a los druidas del valle. --Desde luego; en cuanto tengamos una embarcacin. --Yo ir tambin! -dijo Pawldo. --Y yo -declar Daryth. --ste es el nico plan sensato que has propuesto en este viaje! -dijo Pontswain, alegrndose visiblemente ante la perspectiva de volver a Corwell. Mir de soslayo la corona de oro y sus ojos brillaron de deseo.
--A m me vendr de paso -farfull Finellen-. Supongo que podr hacer un alto en el camino para ver el bosque sagrado. --Volvemos a casa? -dijo Newt, fuera de s. Incluso Yazilliclick se puso en pie de un salto y aplaudi. Robyn mir a Fiona, invitndola a unirse a ellos. --Mi lugar est aqu, en Calidyrr -dijo la joven. Se apart los negros y sucios cabellos de la cara y sonri-. Alguien tiene que dar la noticia del nuevo rey! Estos hombres de Doncastle y yo cuidaremos de que Caer Calidyrr est preparado para recibirte cuando regreses. Robyn sinti un nudo en la garganta y desvi la mirada, escrutando la vasta superficie del mar. Las plcidas aguas parecan ominosas, como si disimulasen una amenaza que ellos todava no podan comprender. Tengo miedo, pens, estremecindose. Pero guard el miedo para s.
Bhaal vocifer su frustracin en todo el reino de Gehenna. Descarg su puo como una maza contra la ladera de la montaa y rompi grandes pedazos de roca, que se desprendieron y rodaron por toda la eternidad por la pendiente sin fin. El llano fue sacudido por explosiones de lava y de vapor, al compartir el reino el disgusto de su dios. Pero la clera de Bhaal fue fugaz. No dudaba de que triunfara en definitiva. Hobarth y su ejrcito de muerte ocupaba todava su posicin estratgica. El Pozo de la Luna, en el corazn del valle, se haba vuelto espeso y negro y estaba lleno de cadveres. Su reino de muerte estaba firmemente establecido en Gwynneth. Y ahora, haba mucha muerte en el mar. Cadveres de ogros, enanos negros, seres humanos e incluso sahuagin flotaban y se estrellaban contra la spera costa o se deslizaban sin rumbo sobre el fondo rocoso del mar. Haba miles de cadveres inanimados, cuerpos que slo esperaban la orden de Bhaal. La mayora de los sahuagin vivan an. Ahora los hombres-peces nadaban entre los cuerpos de sus antiguos aliados, frenticos y hambrientos. Las vibraciones del Canto de las Profundidades seguan resonando en sus pechos. Bhaal no quera que este poder menguase. Ysalla se apart nadando del cadver hinchado de un ogro. Otras sacerdotisas se cebaron en l. La Suma Sacerdotisa haba reclamado para s el mejor bocado, que eran los ojos, antes de retirarse. De pronto se detuvo, moviendo delicadamente los brazos y las piernas en el agua, como aletas, para estabilizarse. Oy la orden de su dios y obedeci. Su maleficio, pronunciado con voz fuerte y estridente, asust a
las otras sacerdotisas, que se apartaron del ogro. Cuando termin, las cuencas sin ojos del ogro se volvieron de pronto hacia arriba. El cuerpo se agit con torpeza antes de ponerse en pie sobre el fondo del mar. Las otras sacerdotisas se apresuraron a seguir a su superiora, y ms ogros y enanos negros y hombres de capa roja de la Guardia Escarlata se sumaron poco a poco a las filas del ejrcito submarino. Bhaal vio sus tropas y se sinti complacido. Las llevara, decidi, contra Gwynneth. El pas del nuevo rey sera el primero en perecer. Y, muy despacio, pero con fatdica e inquebrantable resolucin, el ejrcito de la muerte inici su marcha a travs del fondo del mar.