¡A La Mesa! El Canibalismo Como Argumento Literario

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A LA M ESA!. EL CANIBALISM O COM O ARGUM ENTO LITERARIO.

Qu nadie se rasgue las vestiduras, y vamos a ver, que nos cuentan otros, sobre el tema. La antropofagia en la literatura es ms comn de lo que pensamos y en el continente americano ha tenido un desarrollo decididamente importante (caso del modernismo brasileo y del surrealismo literario). Se supone que por las ms que evidentes? muestras de canibalismo entre las poblaciones indgenas de algunas regiones precolombinas e, incluso -segn varios estudios-, por la propia actividad de canibalismo entre los exploradores que llegaron al nuevo mundo, bien como muestra de dominio o bien como una forma de legitimar sus actos de depredacin, saqueo y crimen. En cualquier caso, hay muchos testimonios en ambos sentidos, incluso alguno de la mano del propio Cabeza de Vaca (una autojustificacin por el estado de necesidad de los exploradores en el nuevo mundo). El tema es que ha quedado como una memoria de prcticas canbales en el continente que parece justificar la mayor abundancia de textos sobre el tema que en otras partes del mundo Una curiosidad que redunda en esto ltimo expuesto: se supone que la etimologa de "caribe" (nombre que los indios se daban a s mismos antes de la llegada de Coln) se encuentra en la palabra "canbal". Algo de ello refleja Shakespeare en su obra "Tempestad" Durante siglos y siglos de literatura, el canibalismo ha estado presente en ella de forma constante, aunque siempre con un halo de misterio y el sabor atvico de lo que est impreso en los albores de la presencia del hombre en la tierra. Sin embargo, hasta tratados temticos se han escrito. En 1928, un tal Oswald de Andrade redactara un Manifiesto antropfago y desarrollara buena parte de su obra con el transfondo de la antropofagia. Poco antes, Francis Picabia tambin ofrecera un Manifeste Canibale.

Se conocen trabajos con el mismo tema de fondo a B. Traven (autor de obras muy conocidas como "el tesoro de Sierra Madre" ), o de otros autores de renombre, entre los que, evidentemente, encontramos al mismo marqus de Sade e, incluso, a otros como Herman Melville, Giovani Papini, Poe, Jonathan Swift Pero podramos retroceder en el tiempo y, adems de las claras tendencias a la antropofagia de nuestros parientes lejanos en las cavernas, el cenit de la cultura en la Grecia clsica nos ha dado muestras ms que suficientes para entender estos usos en la tradicin literaria. As, a todos nos viene a la cabeza, de la misma Teogona, la imagen de Cronos devorando a sus hijos (Saturno); o las Metamorfosis, de Ovido, con la singular leyenda de las hermanas Procne y Filomela que para vengarse de Tereo -marido de la primera y violador de la segunda- dieron muerte a su hijo Itis -su propia madre y su ta-, lo despedazaron y lo cocinaron, ofrecindoselo a Tereo que lo ingiri sin saber de dnde proceda aquella carne. Cuando el hombre pregunt por su hijo, Procne esclam: "Tienes dentro a quin reclamas" y, para mayor escarnio, Filomela le trajo su cabeza. Otro caso aparece en el mito -relatado por el mismo Sneca- de Tiestes y Atreo (hermanos). La esposa de Atreo (Arope) cometi adulterio con Tiestes. La venganza de Atreo fue ofrecer a su hermano un comida homenaje en la que le sirvi a sus tres hijos (glao, Calileonte y Orcmeno). Tiestes no se dio cuenta de lo que coma hasta finalizado el banquete aunque la intuicin de aquello le fue llevando a la locura, manifiesta cuando Atreo le mostr las cabezas de los nios (la similitud con el mito anterior es evidente). Ms presencia del canibalismo en la literatura la encontramos en la leyenda de Drcula, que se alimenta de la sangre de sus vctimas en un acto que conlleva, adems, la extensin de la prctica canbal pues sus vctimas son infectadas de la necesidad antropofgica para su supervivencia, aunque sea en un mundo a caballito entre la fantasa y la realidad. Al hilo de la historia de Drcula, me viene a la cabeza la presencia de ritos canbales y antropofagia en la literatura infantil. No hay cuento infantil que no termine en banquete, con algn sonrosado querubn como plato principal del da. Desde los lobos y ogros que, tomando aspecto humano y participando de actividades slo humanas, no dudan en merendarse a los nios (a veces con tinte de castigo, cuando el ogro se come a los nios malos, y otras, por el mero hecho del disfrute que supone al antropofagia, como el caso de la dulce caperucita), hasta la vorgine de las brujas (humanas) que no tienen problema alguno en almorzar carne fresquita, as sea presentada en el paisaje idlico de un bosque y de una casita de chocolate. Pero hasta ahora me he referido a la presencia del canibalismo en la literatura como algo malvolo o sujeto a necesidad (es comn que, en momentos de necesidad extrema, se justifiquen las prcticas antropofgicas) pues nos trae a la mente una idea de salvajismo, de primitivismo, de incultura, de bestialismo que repugna, no slo al gusto esttico, sino, mucho ms, a nuestras convicciones ticas. Sin embargo, exento de esa interpretacin, tambin est presente de una forma evidente y aceptada en toda nuestra historia, en nuestra literatura, y en todo el pensamiento filosfico y, sobre todo, en el pensamiento religioso. El acto mximo de amor que identificamos a la luz de la religin es la comunin con la divinidad -en un acto simblico de canibalismo-. Claro est en religiones arcaicas y con tradiciones seculares en las que se ofrece el sacrificio humano a la divinidad para entrar en comunin con ella (as, muchos pueblos con culturas politestas y estados de civilizacin primitivos, adems de la ofrenda a la divinidad, participaban tambin en lo que en todas las religiones se ha dado en llamar banquete de los dioses, con la ingesta, en muchos casos, de los corazones de las vctimas, normalmente con un fin claramente expiatorio). Pero el exponente mayor de canibalismo religioso lo encontramos en las prcticas cristianas. La Eucarista se fundamenta en la ingesta (simblica) del cuerpo y la sangre de Cristo. Dios se hizo carne para ofrecer el sacrificio de la carne y eso, adems, lo simbolizamos en cada acto litrgico llevndolo al extremo en la comunin del cuerpo y la sangre de dios. Como en las culturas primitivas, la ingesta del corazn de las vctimas tena una intencionalidad expiatoria, algo parecido la intencin Cristiana de la Eucarista. Pero incluso podemos ir un paso ms all, pues la propia biblia recoge actos de canibalismo ms "humano", as, segn el Levtico (26:27-29), en caso de desobediencia a Dios, los israelitas seran

castigados con grandes calamidades incluyendo el comer carne de sus propios hijos. Relatos similares son encontrados en el Libro de los Reyes, por ejemplo, o bajo la pluma del historiador Josefo, que tambin nos relata hechos parecidos. Alejndonos un poco de esta esfera religiosa y de la tradicin ancestral del mito, as como de la propia literatura, hoy por hoy, el cine nos da fiel reflejo de la presencia del canibalismo en el pensamiento del hombre actual, y lo vemos en pelculas tales como: Bad Taste; La matanza de Texas; Cuando el destino nos alcance; Indiana Jones y el templo maldito; El perfume (basado en el libro del mismo ttulo); Viven!, la historia del equipo de rugby -creo que uruguayos- sobreviviente a un accidente areo en los Andes; la ya mentada historia del vampiro, Drcula, en sus muchas versiones; Holocausto canibal (que pretendieron vender como real); o la historia de Hannibal Lecter en el silencio de los corderos. Por mucho que nos rasguemos las vestiduras ante algo que tildamos de inhumano, o ms que de inhumano, de infrahumano, resulta que est presente, de forma secular y aceptada, en todo el acervo cultural de los hombres. Ms connatural con nosotros mismos de lo que nosotros mismos pensamos y de lo que nosotros mismos estamos dispuesto a aceptar, aquel homo antecessor de Atapuerca, al que todas las evidencias muestran como canibal, no ha abandonado la tribu y an hoy, miles y miles de aos despus, sigue sintiendo la llamada de la sangre y de la carne de sus congneres. Tanto que, si pensamos bien, el hecho est incorporado a nuestra cotidianidad, en el propio vocabulario diario. Nos comeramos a besos a la persona amada, identificamos con el sabor las sensaciones placenteras que nos producen otros seres humanos (la persona bella est buena, o rica y se nos hace la boca agua su presencia, en una clara analoga con el hecho de la insalivacin que nos produce el anuncio de comida). Tal vez no estemos tan lejos como creemos de nuestros hermanos primitivos y las prcticas que no queremos ni aceptar en ellos. Tal vez.

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