Calixto - Tejas Arriba (A - B - C)
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COLECCIN H O M I L A S Comentarios Bblicos que iluminan el Nuevo Milenio. Tomo I Adviento - Navidad P Cndido Lizarrag Comentarios Bblicos que iluminan el Nuevo Milenio. Tomo II Cuaresma - Pascua P. Cndido Lizarrag Comentarios Bblicos que iluminan el Nuevo Milenio. Tomo III Tiempo Ordinario P Cndido Lizarrag Comentarios Bblicos que iluminan el Nuevo Milenio. Tomo IV Feriados del Tiempo Ordinario P Cndido Lizarrag Comentarios Bblicos que iluminan el Nuevo Milenio. Tomo V Domingos del Tiempo Ordinario Ciclos A , B, O P. Cndido Lizarrag Tejas Arriba. Comentarios al Evangelio del domingo. Ciclo A . B. C. Calixto
Calixto
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PRTICO
Cristianos del siglo XXI
La teologa tradicional defini al hombre con la palabra "viator", la cual significa viajero. Y en este caminar por el tiempo y el espacio, los discpulos del Seor mantenemos adheridas al alma dos irrefutables convicciones: el amor de un Dios Padre y nuestra condicin de pecadores. La primera identifica nuestro credo, frente a las dems religiones. La segunda explica humildemente quines somos. Porque un Dios que no supiera perdonar sera un cacharro ms, entre los escombros de ideologas y reinos que amontona la historia. Y un pecador sin esperanza, equivaldra a una grotesca marioneta en el teatro de lo absurdo. Por fortuna, Dios es mucho ms generoso que cuanto podemos sospechar. Y toda culpa, mucho menor de cuanto declara nuestro miedo.
ISBN Libro: 958-669-228-0 ISBN Coleccin: 958-669-171-3 Primera Edicin, 2001 Instituto Misionero Hijas de San Pablo Carrera 32 A Ns 161A-04. Telfono: 671 1298 Fax 670 6378 E-mail: pauliedi@co(1 .telecom.com.co Bogot, D.C. - Colombia Prohibida su reproduccin
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En tiempos del Levtico, tambin los judos adivinaban algunos rasgos de ese Dios bondadoso, mientras el mal les apretaba el corazn. Y cada siete aos, al toque del shophar que resonaba por valles y montaas, las eras descansaban durante doce meses y las parcelas volvan a su primer dueo. Los cautivos quedaban libres y Dios provea de alimento al pueblo escogido, garantizando la fidelidad de su promesa. Nosotros, iluminados por el Evangelio - Buena Noticia de Dios - al iniciar un nuevo siglo, descansamos del mal. {(, Sentimos que se rompen nuestras cadenas. Y regresamos
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a nuestra condicin de hijos, "en espritu y en verdad ", porque los brazos amorosos de Dios nos estrechan contra su pecho. Empujados por tan grande alegra realizamos un viaje a la mitad del corazn, con una renacida esperanza.
A l acercarnos a la Palabra de Dios, que cada domingo llega a nuestros odos en la celebracin eucarstica, encontraremos la ruta de ese viaje, la fuerza para caminar da y noche, y otras seales que explicarn los enigmas del sendero. El siglo que comienza nos invita a presentar nuestra vida, desnuda y temblorosa, ante Dios, nuestro Padre, para empezar a ser criaturas nuevas.
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adornos de Navidad, le darn al hogar un rostro nuevo, para ayudarnos a estrenar alegra, sinceridad, acogida, ilusin. Sencillez de vida: nos dejamos manipular de la sociedad de consumo y gastamos irracionalmente. Muchas familias necesitan lo que para nosotros es superfluo. N o profanemos los aguinaldos haciendo de ellos un insulto a nuestros hermanos ms necesitados, ni menos una comedia donde cada uno quiere ser ms ostentoso. Nuestros obsequios pueden perder su capacidad de comunin y
Segundo domingo
de dilogo.
Acercamiento a Dios: al hacerse hombre, El se puso a mitad de camino y aguarda que nosotros recorramos lo que falta. Nos acercamos a El, cuando ponemos en orden la conciencia. Cuando hacemos un balance sincero y humilde de nuestro ao. Cuando contamos a los hijos la historia que sucedi en Beln aquella primera Navidad. Cuando perdonamos y buscamos el perdn. Cuando celebramos los sacramentos, y participamos en la liturgia. Todos podemos construir una Navidad nueva y distinta. Para que Dios se haga visible en cada institucin, en cada hogar, en cada conciencia. Descubriremos entonces una forma indita de alegra, ms difana y serena. Nos sentiremos ms capaces de comunicacin y ms comprometidos con nuestros hermanos. En vez de tanta algaraba escucharemos mansamente a Dios que habla con nosotros de temas de amistad y de progreso. Es t o d o ello, una edicin renovada de lo que sucedi en el pesebre hace muchos siglos: cantaron los ngeles, se acercaron los pastores, Mara y Jos adoraron al Nio y el mundo empez una nueva era de justicia y salvacin.
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Sera muy fcil ser cristiano, si bastara ceirse a la tica profesional. Pero se trata de vivir la profesin como un <| servicio a la comunidad.
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Sera muy fcil ser cristiano, si nos contentramos con no hacer mal a nadie. Pero se trata de salir al encuentro de quienes nos necesitan. Sera muy fcil ser cristiano, si consistiera solamente en no tener pecado grave. Pero se trata de imitar a Jesucristo en la vida personal y social. Sera muy fcil ser cristiano, amando a Dios sobre todas las cosas. Pero en el mismo rengln del Evangelio se nos invita a amar al prjimo como a nosotros mismos. En este tiempo de Navidad grita con voz grave el Precursor. Clamar en el desierto? Pero tambin muchas otras voces nos predican la conversin: la situacin social del mundo, donde la ciencia y la tcnica no salvan, nos pide un cambio urgente. La sangre a diario derramada en tantos lugares del mundo nos llama a convertirnos. Los problemas econmicos que afectan a la mayora de los habitantes del planeta nos dicen: cambia de vida. Las parejas que fracasan en su matrimonio nos avisan con angustia: custodia los valores de tu hogar. Los problemas de la juventud nos llaman a una ms cuidadosa educacin de los hijos. N o celebremos esta Navidad intilmente. El Seor, que est cerca, nos sugiere un modo nuevo de mirar la vida y una forma distinta de vivirla.
Tercer domingo
Eres T el Mesas?
"Dos de los discpulos de Juan le preguntaron a Jess: Eres t el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? Jess les respondi: Vayan a anunciar a Juan lo que estn viendo y oyendo". San Mateo, cap. 11.
En Navidad, parece que la felicidad estuviera ms cerca de nosotros. Si algn extraterrestre nos observara desde el firmamento, nos mirara rer, abrazarnos, beber y celebrar, llenar nuestra casa de regalos, soar... Soar que siquiera una tarde habamos alcanzado
la dicha.
Porque nuestra historia es la lucha continuada y repetida por ser felices, o al menos, por aparentar serlo. De ah que cada maana aguardemos la llegada de un Mesas que mejore nuestra suerte. Para unos la felicidad consistir en casarse. Para otros en separarse. Este desea ser nombrado embajador, realizar un viaje a Taiwan, cambiar de carro, terminar la casa campestre, recibir al fin la jubilacin, pagar la ltima cuota del televisor, comprarse un vestido, comer siquiera dos veces a\ da, procurarse una manta, calmar un poco los dolores de la artritis, drogarse para ignorar las propias desgracias... En resumen, ser feliz es una frase equvoca y multiforme que cobija desde el sonajero que un nio monglico agita en su cuna, hasta el cohete que se acerca a los anillos luminosos de Saturno. Pero nuestra fe tiene acaso una palabra sobre la felicitiene y muy concreta. El Maestro nos indic los caminos de la dicha en el Sermn de la Montaa. Desde el comienzo de su predicacin, cuando le interro^
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gan los discpulos de Juan, el Maestro responde sealando los frutos de su venida: los ciegos ven, los invlidos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, a los pobres se les anuncia la buena noticia. N o viene entonces Jess a aniquilar nuestra existencia humana, sino a perfeccionarla. Viene a ensearnos cmo se es feliz en el matrimonio, como se lucha por superar los conflictos familiares. Nos anima a cumplir fielmente nuestra vocacin en la sociedad. Nos seala el valor relativo del automvil o del apartamento. Nos aade a la jubilacin el gozo del deber cumplido. Nos aclara que la televisin, el vestido y todo lo dems, valen la pena, si no opacan otros bienes ms excelentes. El Seor se hace presente en nuestra angustia para que lo llamemos Padre, para que confiemos en El. H o y siguen desfilando ante nosotros muchos otros Mesas. Se anuncian de muchas maneras. Se llamaran progreso, deporte, tcnica, cultura, arte, retorno a la naturaleza, nueva era. Es natural que nos deslumbren y nos atraigan. Cada uno de ellos posee un reflejo de Dios y es un sedante para nuestros dolores. Pero ninguno puede compararse con Jess, el Dios hecho hombre. Son apenas humildes precursores que podrn afirmar como Juan Bautista: detrs de m viene otro que puede ms que yo. Y no soy digno de desatarle la correa de sus sandalias.
Cuarto domingo
Emmanuel
"Todo esto sucedi para que se cumpliese lo dicho por el profeta: miren: La Virgen concebir y dar a luz un hijo y le pondr por nombre Emmanuel que significa Dios con nosotros. San Mateo, cap. 1.
La Biblia llama a Dios de muchas maneras. En tiempo de los patriarcas el poder del Seor se manifestaba en lo ms alto de los montes. Su voz se escuchaba en el monte M o r i a , junto a la zarza del Horeb. Su majestad se mostraba entre relmpagos, sobre la cumbre del Sina. Entonces los patriarcas llamaron a Dios "El Sadday", el Dios lejano, el Dios de las Montaas. Ms adelante aparecen los profetas. Son hombres que transmiten los mensajes del Seor. Predicen la guerra y anuncian la paz, reprenden a los injustos y orientan la conducta del pueblo. En ese tiempo la Biblia nos habla de "Yavh", el Dios que se acerca. En la plenitud de los tiempos, locucin bblica para expresar el cumplimiento de los planes de Cielo, Dios se hace hombre, nacido de una mujer, sujeto a la ley. Se realiza entonces el anuncio de Isaas: "La Virgen concebir y dar a luz un hijo y le pondr por nombre Emmanuel, que significa Dios con nosotros". San Juan, en el prlogo de su Evangelio tambin lo cuenta: "La Palabra de Dios se hizo carne y acamp entre nosotros". Los judos, que haban vivido la mayor parte de su historia como un pueblo nmada, podan entenderlo muy bien. Cuando un extranjero se aproximaba al campamento, se le daba el abrazo de paz, ofrecindole un lugar para plantar su tienda. Con l se comparta el pan, el vino, el pescado, los higos pasos, la miel y el agua, tan preciosa y escasa en % muchos lugares de Palestina.
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Dios quiso ser viajero, peregrino y visitante, para que le acogiramos como amigo. Quiso acampar entre nosotros para que compartiramos con El todo lo que nos haba dado de antemano. La Navidad es la fiesta de Dios con nosotros. Pero en la realidad s le hemos acogido? Alguno deca que los cristianos hacemos tan mala propaganda a Dios que actualmente se ve obligado a viajar de incgnito. Un da, cuando celebramos el sacramento del matrimonio, lo invitamos al hogar, pero ahora no queremos vivir en su compaa. En ciertos ambientes no conviene hablar directamente de vida cristiana: nos contentamos con mencionar valores. Sentimos miedo de ensear a los hijos la fe: nos limitamos a proponerles la honradez. En la empresa nos da vergenza promover algo directamente religioso y lo disfrazamos de promocin humana. En sociedad nos molesta aparecer como amigos de Cristo: es preferible ser considerados como buenas personas. A a d e San Juan en su Evangelio: " A l mundo vino la Palabra, pero el mundo no la conoci. Vino a su casa y los suyos no la recibieron". Estara san Juan hablando de nosotros?
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Pudo ser influencia de la doctrina de Filn?. A u n q u e en el Evangelio este Verbo tiene una fuerza mayor, est ms cerca de la inmensidad de Dios. Y tambin de la pequenez de los hombres. Pero adems San Juan quera decirnos cmo es Jess: una Palabra eterna que convoca a la humanidad a otra manera de vivir, de entender el mundo y de buscar la plenitud. Como la palabra de alguien a quien no vemos todava nos anuncia su presencia, as Cristo es la manifestacin visible de Dios que permanece an invisible. La palabra encierra todos los matices del amor: es grito, gemido, reclamo, rechazo. Puede modular la ternura, traducir el gozo, reforzar la esperanza, consolar la angustia. Jess es Palabra de Vida para el hombre. Por ella el mundo cambia, en ese proceso admirable que se llama la Salvacin. Finalmente, la palabra es aliento, calor y vida que proceden del corazn. Jesucristo es el amor del Padre, hecho visible. Pronto comenzaremos un nuevo ao. Una alegra y al mismo tiempo una responsabilidad. Q u bueno que ste fuera el tiempo sealado para acoger a Jesucristo!
La Sagrada Familia
Confiarnos al misterio
"El ngel del Seor se apareci en sueos a Jos y le dijo: Levntate, coge al nio y a su madre y huye a Egipto. Cuando muri Herodes, el ngel se apareci de nuevo en sueos a Jos". San Mateo, cap. 2.
Nuestra vida transcurre en el misterio, aunque a veces tratemos de evadirlo. Misterio es algo que en parte podemos entender, pero que no alcanzamos a comprender plenamente. Es algo claro y a la vez oscuro. A l g o cercano y al mismo tiempo infinitamente distante. Misterio es el calor del sol, que desciende hasta el surco para que la raz pueda absorberse los jugos de la tierra. Es el agua que trae fecundidad al suelo, salud al rostro de los nios y descanso a las manos fatigadas. Misterio son la vida, el amor, la ilusin, el viaje, la amistad, el arte, la alegra. La Sagrada Familia de Nazaret, nos ensea a vivir en el misterio: sencillos y pobres, pero confiados en el poder de Dios. En la Biblia las grandes noticias se comunican al hombre en el misterio del sueo: un ngel se presenta en sueos a Jos, para avisarle que Herodes busca al nio para matarlo. Cuando ya el rey Herodes ha muerto, nuevamente el ngel se aparece. Y Jos, tomando al nio y a su madre, regresa a Galilea y se establece en un pueblo llamado Nazaret. Nuestra vida de familia limita continuamente con el misterio. Son misterio la fecundidad, las leyes genticas, el nacimiento, la primera palabra del nio, la transmisin de la fe, la comunicacin del amor, la educacin, la salud, la vocacin, la historia particular de cada hijo, resultado de mltiples factores.
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Nunca alcanzamos a medir los efectos de nuestro ejemplo, la dimensin de nuestra palabra, los alcances de nuestros proyectos, la amplitud de nuestros deseos. Sembramos y muchas veces no logramos ver la cosecha. Nos esforzamos sin alcanzar las metas anheladas. Luchamos por la estabilidad y armona del hogar, pero nadie puede afirmar que las haya conseguido plenamente. Confiamos ms en el poder de la escuela que en nuestro ejemplo, ms en la tarea del orientador que en las imgenes de padre y madre, ms en la eficacia de la ciencia y del deporte... Quiz olvidamos a Dios. Confiarnos al misterio es confiarnos al Seor. Su accin invade nuestra vida, con la sutileza de una radiacin que vence todos los obstculos. Pero a veces tenemos blindado el corazn. Confiarnos al misterio es mantener encendida la esperanza. Es madrugar cada da con el alma limpia, a amar, a cultivar, a estar presentes, a compartir. Confiarnos al misterio es conservar la paciencia, porque el da y la hora de la cosecha no podemos sealarlo a nuestro antojo, sobre las pginas del calendario.
Ao Nuevo
"Los pastores se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que haban visto y odo". San Lucas, cap. 2.
H o y comienza la tierra a dibujar un nuevo anillo alrededor del sol. Un nuevo ao. Palabra que se deriva de annulus, anillo. Comienza un ao nuevo y nos damos al ejercicio de la esperanza o de la ilusin. Esperar consiste en creer que todo puede ser mejor. Ilusionarse es imaginar que todo marcha bien. Aferrmonos ms bien a la esperanza. Como aquellos pastores que regresan del portal de Beln, contmosle a la gente lo que hemos visto y odo: un Dios hecho nio porque quiso acampar entre nosotros. Se iniciaba esa noche una era nueva. Desde entonces fuimos transformados en gente capaz de mejorar el mundo. Unidos a ese Nio que nos salva, somos en cierto modo omnipotentes. Segn cuenta el Libro de los Nmeros, los sacerdotes judos acostumbraban terminar la liturgia del A o Nuevo con estas palabras: El Seor te bendiga y te guarde, el Seor te muestre su rostro y te conceda la paz. Pero si alguien sabe bendecir, bien decir, desear cosas buenas, es la madre. Por eso el papa Pablo V I , quiso que el primer da del ao recordramos a Mara, Madre de Dios y de la Iglesia. ^
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Recojamos esas palabras del Antiguo Testamento y pidmosle esta bendicin a Nuestra Seora bajo aquel
ttulo que, para nombrarla acostumbramos en familia: la Inmaculada, laChi nca, la del Carmen, Nuestra Seora de las Mercedes, M a ra Auxiliadora, la Milagrosa... Por Ella el Seor nos guarde de todo mal, del cansancio en la fe, de la ambicin y la mentira, del egosmo y de la soledad. Por Ella el Seor nos muestre su rostro. Ese rostro invisible que tom cuerpo con la sangre y la carne de Mara. En su rostro de Madre, adivinamos la amable compasin de Dios, una expresin que combina la seguridad con la ternura. Por Ella el Seor nos concede la paz. Aquella que inaugur Cristo en Beln rodeado de ovejas y pastores. Con el tiempo se cierra el crculo de este ao, pero vuelve a comenzar otro nuevo como sucede en la espiral. Ojal no regresemos al mismo punto de partida, donde permanece anclada nuestra pequenez. Ojal por la bondad de Nuestra Seora, alcancemos un punto superior, ms elevado, ms luminoso, ms lleno de esperanza. Hoy se inicia para todos los hombres un nuevo A o de gracia.
Babushka era una anciana, que viva sola en los ms profundo del bosque. Una tarde de invierno, mientras pona a hervir el agua en su tetera, escuch que tocaban a la puerta. Quin es?, pregunt asustada. Somos viajeros, que hemos extraviado el camino, respondi desde afuera una voz clida. Sigan, dijo entonces Babushka, mientras abra la aosa puerta de roble.
Tres hombres amables entraron. El uno era muy joven y llevaba del brazo a otro mayor. El tercero tendra unos cuarenta aos. M i e n tras la anciana pona la sopa al fuego, los visitantes le contaron que andaban en busca de un prncipe recin nacido. "Su estrella nos mostraba la ruta. Pero la nieve ya no permite ver el cielo". N o se preocupen, repuso la anciana. Cuando hayan comido, yo les dir el camino. Entonces ya no tendrn que preocuparse de contemplar el cielo. Es usted muy gentil, respondi el ms joven. Pero solamente la estrella puede guiarnos a donde est ese nio.
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Sobre este cuento de Chejov, aprendemos que la vida del creyente transcurre entre peregrinajes, estrellas que iluminan desde lo alto y extravos en el bosque de nuestras preocupaciones. Pero de todos modos, es necesario avanzar a la luz de una ^ estrella.
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La narracin de san M a t e o , nos habla de tres hombres de Oriente. Una expresin que cobijaba las naciones situadas ms all del Jordn. Sus mercaderes venan con frecuencia a Palestina. El Evangelio nos habla de unos magos, mitad sabios, mitad hombres religiosos que observaban el giro de los astros. Se haban enterado del nacimiento del futuro libertador de Israel, del cual hablaban con frecuencia los rabinos judos y los sacerdotes. Entonces no dudaron en ponerse en camino. Muchos das de marcha hasta llegar a Jerusaln. El Rey Herodes sera el ms indicado para informarles sobre el nio. El monarca, averiguando con los letrados judos, les dijo que fueran a Beln, mientras el miedo le apretaba el corazn. Alguien habra nacido para quitarle el trono? Aquellos peregrinos tomaron el camino del sur y la estrella continu guindolos a donde estaba el N i o , en un pequeo pueblo. A l llegar, se postraron y entregaron los presentes que traan desde lejos: oro, incienso y mirra. Elementos muy preciados entonces. San M a t e o resalta, que Jess ha nacido como salvador de todos los hombres. Ese encuentro con los magos rompe las barreras ideolgicas del pueblo judo, que mantena a Yavh como propiedad exclusiva. Pero la salvacin de Cristo est condicionada a nuestra bsqueda. Es necesario todos los das, retomar el camino, el cual no siempre es llano y espacioso. Est sujeto a errores y extravos. Por lo tanto, nunca podemos dejar de contemplar el cielo. De paso, como en el cuento de Babushka, muchos nos dirn que la vida puede vivirse dentro de otros moldes. Q u e existen muchos mapas de ruta, para llegar al mismo punto. Pero los discpulos de Cristo, sabemos que todas las cosas adquieren su verdadera dimensin, solamente a la luz del Evangelio.
Esta enseanza la resume el concilio Vaticano II en una pgina, que valdra la pena esculpir a la entrada de nuestros templos: "Cree la Iglesia que, fuera de Jess, no ha sido dado a la humanidad, otro nombre en el cual sea posible salvarnos. Igualmente cree que la clave, el centro, el fin de toda la historia humana se hallan en su Seor y su Maestro. Q u e bajo la superficie de lo cambiante hay muchas cosas permanentes, que tienen su ltimo fundamento en Cristo, quien existe ayer, hoy y siempre . ( G . S . 1 0 ) .
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enseando podando la via y abonando el trigo. Pero tal vez nunca goz de ser hijo de Dios.
A l comienzo de su vida pblica, Jess se acerca al precursor para pedirle el bautismo. El rito con el cual los discpulos de Juan iniciaban un cambio de vida. Entonces se escuch una voz del cielo: "Este es mi Hijo amado . Es cierto que el Seor no necesitaba convertirse, pero empezaba entonces una vida distinta. Dejaba en Nazaret a su madre Ma na, el taller de artesano y los parientes, para ser un profeta andariego. Los biblistas sealan tambin que, con aquel gesto, Jess le daba al futuro bautismo de los cristianos un poder especial. Pero conviene distinguir entre el rito durante el cual el sacerdote nos baa, declarando que pertenecemos a la Iglesia, y la experiencia interior. Hijos de Dios por creacin, somos entonces reconocidos por el Padre del Cielo. Si nos quedamos, nicamente con el rito y un documento, slo con el rito y un documento de poco nos servir el bautismo. Pero un cristiano de verdad llena el corazn de alegra y la mente de confianza. Para l la vida y la muerte, el dolor y el pecado, el presente y el futuro se tasan con medida muy distintas. De otro lado, los sacramentos son como miniaturas de la paternidad de Dios. Aquello tan extraordinario, tan excelente, que no puede explicarse con palabras, se hace gesto, plegaria, signo en nuestros ritos. Pero alguien pudiera sospechar que una fe as, de hijos muy amados por el Seor, nos llevara a vivir descuidados, ante un Dios alcahuete. Todo lo contrario: el amor verdadero es ms exigente que todos los cdigos y leyes. Y segn los siclogos y los ascetas, el sentirnos amados alcanza cambios insospechables en cualquiera de nosotros.
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Uno piensa que este sacerdote, habra luchado toda su vida contra el mal. Se habra gastado en la era del Seor,
Tal vez el Padre Tobas se esforz con angustia por no pecar. Tal vez a ratos am al Seor. Pero no imagin que ser cristiano es sentirse infinitamente amado por el Padre de los cielos. Y en su delirio final, querra empezar nuevamente el camino de Cristo.
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A veces, la tentacin no presentar unos perfiles definidos. Nos sentiremos empujados, no tanto a realizar lo ilcito cuanto a romper unos moldes, a quebrar una marca de libertad, a afirmar nuestra autonoma, para compensarnos de ciertas frustraciones inconscientes. A veces desconocemos la tentacin, pues nos dejamos llevar de todo impulso. Pero enseguida el remordimiento nos har comprender que obramos mal. A otros, como en el caso de Jess, la tentacin no los conducir al pecado. Pero siempre ser una prueba, una cruz, una angustia, una atraccin de polos distintos, una pesada oscuridad. Tentados de diversas maneras y conscientes de nuestra dbil condicin, sentimos un deseo tenaz de abandonar nuestra vida ordinaria, nuestras ocupaciones y correr a\ desierto. Pero por extraa coincidencia, all fue donde Cristo se encontr con el mal. Ese desierta, es nuestra propia intimidad, nuestra soledad personal. Rilke nos dice: N o es que el hombre est solo. Es que sencillamente es solitario. Por eso los acontecimientos ms solemnes de nuestra historia transcurren siempre en nuestro desierto interior. Sin embargo, desde nuestra pobreza, podemos invocar al Padre de los Cielos con una antigua oracin de la liturgia: Seor, en el conflicto s para nosotros ayuda, descanso en el camino, sombra en la cancula, abriso en el fro y en la lluvia, vehculo en el cansancio, refugio en la adversidad y en el naufragio puerto seguro.
Segundo domingo
Las transfiguraciones
Jess tom consigo a Pedro, a Santiago y a Juan y se los llev aparte a una montaa. All se transfigur delante de ellos. San Mateo, cap. 17.
Dice un proverbio chino que cada hombre, lleva detrs de su cabeza un pedazo de cielo. Sin embargo, casi nunca volvemos la cabeza para mirar su luz. Pero si, invitados por el. Seor, apartamos de las circunstancias de nuestros ideales, podremos mos entonces cerca de Dios y luminosa. como Pedro, Santiago y Juan, nos ordinarias y ascendemos, en busca contemplar ese cielo. Nos sentirenuestra vida se tornar ms clara y
En esos momentos de transfiguracin tambin hemos exclamado: Q u bueno es estar aqu! As nos sucede pronto en el hogar. Todo a nuestro alrededor adquiere un nuevo brillo, no nos pesa el trabajo y parece que vale la pena todo esfuerzo. O t r o da la conciencia nos transforma. Nos hemos reconciliado con Dios, quien nos renueva en lo interior y todas nuestras relaciones logran otra dimensin y otra forma de alegra. Nos transfiguramos tambin, cuando compartimos lo que somos y tenemos: ciencia, experiencia, capacidad de apoyo y de consuelo, bienes materiales. Todo adquiere una nueva y ms amplia perspectiva y alcanza otra manera de ser y de colmar el corazn. Lo mismo pasa cuando somos capaces de perdonar. Esa % bondad profunda que todos guardamos aflora de pronto
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a la superficie, nos ilumina el rostro y nos hace ms parecidos a Dios. Cuando avivamos la fe, tambin se transfigura nuestra vida: ante el nacimiento del hijo y en la ardua tarea de transmitirle valores para que sea persona digna. Pero adems en el arte: el escritor, el dibujante, el msico, el que amasa el barro, talla la madera, labra la piedra o funde los metales. El que cultiva un rbol, edifica una casa, cose un vestido o teje una red. Todos ellos comprenden que su vida adquiere otra razn de ser. Alumbra otro ideal por el cual vale la pena competir. Unos ocho das despus, dice Lucas al referirnos la transfiguracin de Cristo. Seis das despus, precisan Marcos y M a t e o . En ninguna otra pgina fuera del relato de la pasin, se muestran los evangelistas tan cuidadosos en puntualizar una fecha. El lugar de referencia son los episodios de Cesrea de Flipo, cuando Pedro proclama al Maestro hijo de Dios y Jess anuncia su prxima muerte. El Tabor es la contraparte para unos discpulos asustados. La recompensa a nuestras confesiones de,fe. Para nosotros es lumbre en las horas de sombra. Porque la vida humana presenta de forma alternativa sus dos fases: cara o cruz. N o olvidemos levantar, de cuando en cuando los ojos, para ver la cara de Dios que nos mira de cerca. Ese trozo de cielo que todos llevamos a la espalda.
Tercer domingo
Un humilde adjetivo
Lleg Jess a un pueblo de Samara llamado Sicar. Cansado del camino, se sent junto al manantial. Era alrededor del medio da. San Juan, cap. 4.
San Juan, nos ha conservado en su Evangelio una palabra que equivale a una reliquia de la humanidad de Jess: un humilde adjetivo, guardado con cario igual que la fotografa de un hermano ausente, o aquella nota marginal que un amigo coloc en nuestro libro predilecto. Jess "cansado" del camino, se sent junto al pozo. La escena est enmarcada en una sobria sencillez. Es medioda. Hace calor. Jess descansa junto al brocal del pozo, donde una vez Jacob abrev sus rebaos. Desde el pueblo cercano, va a llegar de pronto una mujer para llenar su cntaro de agua. Pero antes, podramos adelantarnos para reunir a cuantos estamos agobiados por mltiples cansancios. Quienes perdimos, toda esperanza de deshacernos de algo que nos hace dao. Esposos, fastidiados uno del otro, a punto de renegar del amor y del ideal. Padres de familia, cansados en la lucha por sus hijos. O tal vez inmensamente angustiados ante alguno de ellos tarado, vicioso o enfermo. Jvenes desorientados, sin nadie que les tienda la mano. Q u e ya no esperan nada del futuro. Apstoles tensionados o pesimistas, porque creen infructuosa su tarea y slo ven oscuridad por todas partes. Los que confesamos llanamente Ti nuestra equivocacin al elegir al cnyuge, pero sentimos 33 y la necesidad de seguir adelante con la responsabilidad de ^s--
una familia. Los que gastamos la vida al cuidado de los enfermos y dolientes, tentados contra la paciencia y la perseverancia. Los enfermos crnicos y los moribundos a la espera de una muerte demasiado lenta, demasiado dolorosa. Los que hemos pecado mucho y ahora, hastiados, venimos de regreso pero sin saber hacia dnde. Los cansados de adquirir cosas y de gozar comodidades, sin gusto para ninguna generosidad e incapaces de todo esfuerzo. Los hartos de doctrina social, poltica o religiosa, que anhelamos solamente actitudes concretas, realistas y eficaces, que transformen un poco el panorama del mundo. Todos tenemos derecho a acercarnos a Cristo, quien nos ha invitad o : Vengan a m todos los que estn cansados y sobrecargados y yo les dar descanso". Encontraremos un Dios fatigado y por lo tanto humano, amable, amigo, compasivo. Pero es necesario, como la mujer de Sicar, detenernos un poco, escuchar qu nos pide, contarle nuestra propia situacin, dejar a un lado nuestro cntaro, donde guardamos esa agua comn que no quita la sed, y regresar luego llenos de esperanza a nuestro diario trabajo. Entonces se cumplir en nosotros la palabra de Cristo: El que bebe del agua que yo le dar no tendr nunca sed. Porque ella se convertir en su interior en un surtidor que salta hasta la vida eterna.
Cuarto domingo
Nuestro barro
Jess vio a un hombre ciego de nacimiento. Y escupiendo en la tierra, hizo barro y se lo unt en los ojos. El ciego fue a lavarse en la piscina de Silo y volvi con vista. San Juan, cap. 9.
Los hebreos amaban el barro. El autor del Gnesis les ense, con oportuna pedagoga, que en el principio Dios haba formado de barro al primer hombre. En Egipto, el pueblo escogido pas (argos aos de esclavitud fabricando ladrillos y luego, en la Tierra Prometida, levant tambin con barro ciudades y fortalezas. En la cultura hebrea, la alfarera ocupaba un lugar preeminente. De barro se fabricaban tinajas, platos, vasos y lmparas. Y San M a t e o no deja de apuntar en el captulo 2 7 , que los sumos sacerdotes, con las treinta monedas de Judas, compraron el llamado "Campo del Alfarero", donde se sepultaba a los peregrinos. Cristo sana a un ciego de nacimiento, untndole en los ojos barro amasado con saliva. Una mezcla no muy digna tal vez, segn nuestra manera de apreciar las cosas. As el Seor nos ensea que an la tierra humilde, al influjo de su poder, puede realizar maravillas. Algunos, han visto en ese pasaje un anuncio de los sacramentos. Dios nos salva por medio de elementos materiales: agua, aceite, dilogo, pan y vino... y amor de hombre y mujer. A estas cosas humanas les da el Seor un poder y les confiere un misterio. Pudiramos pensar en la carta de un amigo lejano que, aparte del papel y la escritura, encierra su presencia. O en un billete de banco que, a pesar de su fragilidad, contiene una eficacia multiforme: abre puertas, doblega voluntades, domina las conciencias. Se convierte en ciencia, salud, <jj poder, en paz y en guerra. Abarca el universo.
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As son los sacramentos. Dios entra a nuestra vida a travs de cosas humanas. Son ellas la consecuencia lgica de un Dios encarnado, de un Dios que encierra todo su poder dentro de los pequeos lmites de un hombre. Pero a nosotros, quiz nos han parecido ordinarios los sacramentos. Los quisiramos ms fastuosos, ms distantes de los objetos que manejamos cada da. En esta curacin del ciego de nacimiento, Dios nos dice que El no siente vergenza de trabajar con barro y con saliva. Nos explica a nosotros tan exquisitos, que nada de este mundo fuera del pecad o , es ajeno a su plan de salvacin. Las personas mediocres que nos rodean, los oficios corrientes que realizamos, las circunstancias ordinarias en que vivimos, las cualidades normales que ejercitamos... all esconde el Seor su presencia, su poder de transformacin, su posibilidad de alegra, para cada uno de nosotros. Ese Cristo no cura a\ invidente con luz del Tabor, ni con polvo de los astros, nos sanar a nosotros con lo que somos y tenemos. Con tal de que, en algn recodo del camino, postrados como el ciego, le digamos: Creo, Seor!
Quinto domingo
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biente de inmediatismo y deprisa: queremos resultados apenas iniciado un proyecto. N o respetamos el ritmo con que el otro explora su camino. N o sabemos escuchar los pasos de Dios que son suaves y lentos, pero siempre inteligentes y seguros. La historia de Lzaro nos muestra a Jess, hombre y Dios, que ama, consuela, compadece y pone todo su poder al servicio de sus amigos. Sin embargo, esta historia comienza por una introduccin desconcertante: Le haban llamado de Betania y cuando llega hasta la aldea, Lzaro llevaba cuatro das de enterrado. Cuando se acercan al sepulcro Marta, desconsolada, le advierte: Seor, ya huele mal". A q u , vale la pena preguntarnos: Cmo se ve ms claro el poder del Seor: sanando oportunamente a su amigo, o resucitndolo? A veces, le insistimos a Dios que nos sane, cuando su intencin es resucitarnos. Por eso dentro del plan de Dios caben todas nuestras penas, nuestros fracasos y tambin nuestros pecados. Comprendemos lo que es resucitar. Es nacer a una vida nueva. Lo cual pretende Dios para muchos de nosotros que estamos sumergidos en hondos problemas. Llammosle con nuestra oracin filial y confiada, pero contando con que El acostumbra obrar despacio. Sepamos esperarlo. Recordemos lo que dice San Pablo a los hebreos: Ayer como hoy Jesucristo es el mismo y lo ser para siempre.
Domingo de Ramos
La Semana Santa cuyo comienzo hoy celebramos, se parece a aquellos actos sacramentales, que se representaban en la Espaa de antes. Los mejores literatos de la poca vertan en ellos su sentido cristiano y el pueblo que asista masivamente, renovaba su fe. Se senta exhortado a las buenas costumbres. Porque celebrar, significa participar, estar penetrado de los acontecimientos que recordamos, dejarse influir por Dios que se hace presente en la liturgia. Nos cuenta el Evangelio la entrada triunfal de Cristo a Jerusaln. Jess se presenta en la capital, y en forma desacostumbrada, se deja aclamar como rey. Manifiesta abiertamente su condicin de Mesas. Este acontecimiento atrae a muchos, alegra a sus amigos y enoja a los prncipes y fariseos. Pero no se le escapa al evangelista un detalle pintoresco. Cerca al camino real, junto a la casa de un amigo del Seor, estaba una borrica atada, con su poli ino. Jess manda traerlos con un recado para el dueo: el Seor los necesita. Tambin en estos das, Dios necesita de nosotros. Necesita el ejemplo de los padres de familia. Por l aprendern sus A hijos una adecuada escala de valores, hasta comprme terse con Jesucristo. 39
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Necesita que acudamos al templo, escuchemos su Palabra y la meditemos en silencio. Necesita que nos sintamos pueblo escogid o , que participemos en la asamblea litrgica y le aclamemos pblicamente en las procesiones. Necesita que revisemos nuestra conducta y prevengamos las catstrofes. Q u e celebremos los sacramentos como remedio y fortaleza contra nuestras fallas. Necesita que en vez de huir de El, escondiendo en las diversiones nuestra mediocridad, le busquemos con sentimientos de confianza. Necesita que ante las circunstancias que nos rodean pongamos la contraparte de una actitud de fe, de una vida cristiana comprometida con los necesitados. Una esperanza basada en nuestra responsabilidad. Necesita que cada familia, cada grupo, tome conciencia. La nica salvacin es regresar a Dios con una fe sincera y optimista. Para esto es la Semana Santa. Para volver a colocar a Cristo en nuestra vida como centro, como clave, como base nica e inconmovible.
"Cuando Jess lleg al recinto, escribe Martn Descalzo, haba all un fuerte olor a grasa y a especias picantes. El dueo de casa le mostr la sala preparada, preguntndole si quedaba a gusto y el Maestro respondi con una sonrisa agradecida". Pedro y Juan haban trado el cordero degollado en el templo, y asado luego en un horno de ladrillo. Ayudados de las mujeres, llevaron tambin el pan sin levadura y el vino que, por aquellos das, vendan los levitas a los numerosos peregrinos. Se trataba quiz de la tercera Pascua que los apstoles celebraban con el Maestro. Pero aquella noche todo era distinto. Un amargo presentimiento se cerna sobre el grupo y el rostro del Seor se haba vuelto taciturno. El ritual se llev a cabo con ciertas variaciones. A l comienzo, Jess quiso lavar los pies de sus discpulos. Segn las costumbres de Israel, los esclavos lo hacan con sus amos antes de la cena. Pero los siervos judos estaban dispensados de este oficio. A n t e la resistencia de Pedro, el Seor declara que es condicin para compartir su amistad, aceptar este lavatorio y aprender su significado. Segn su costumbre, el 4 Seor primero realiza un signo y luego presenta una
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enseanza. A q u nos motiva a servir con humildad a todos los hermanos. La celebracin pascual segua adelante. Los presentes compartieron el cordero asado, el pan sin levadura y las legumbres mojadas en vinagre. Varias copas de vino circularon entre los asistentes, acompaadas de salmos. Cuando algunas mujeres avivaron los braseros, Jess proclam, de manera solemne la ley fundamental del Nuevo Testamento: " O s doy un mandato nuevo: Q u e , como yo os he amado, as os amis tambin vosotros'. Un mandamiento nuevo que supera todas las tradiciones judas. Un amor que no se basa en la bondad del otro, sino en la propia generosidad. Un precepto que camina a la zaga del amor que Jess demostr hacia nosotros: "Como yo os he amado . Pero adems, aquella noche, Jess hizo entrega de su misin a los apstoles: "Tomen y coman de este pan. Tomen y beban de este cliz. Hagan esto en memoria ma". N o era claro para los apstoles este deseo de Cristo. Sin embargo, unas semanas ms tarde, reunidos con los primeros creyentes, comenzaron a repetir ese gesto de Jess ante el pan y el vino, y comprendieron que durante su despedida, el Seor les haba compartido su sacerdocio. De a\\\ en adelante seran los continuadores de la obra de Jess, por su presencia en las comunidades, el anuncio de la Buena noticia y el servicio a todos los hombres. Por la seal de la santa Cruz, de nuestros enemigos" . . . A s aprendimos a rezar desde nios. Pero antes de la Cruz del Seor, la seal que nos distingue a los cristianos es el amor: "En esto conocern que sois mis discpulos, si os amis los unos a los otros . Un amor que alimentamos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Un amor que alcanza aun al enemigo. Un amor que el Maestro sigue enseando en cada comunidad creyente, por medio de nuestros sacerdotes.
Viernes Santo
En la catedral de san Salvador, un sencillo sepulcro guarda los restos de monseor Osear Arnulfo Romero. Solamente una cita del evangelio seala su grandeza: Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos" ( Jn 1 5 , 1 3 ) . A travs de la historia cristiana, muchos han aceptado la muerte en beneficio de los prjimos: Madres de familia, soldados, socorristas. Igualmente los mrtires, que entregaron la vida por la causa del Seor. Durante la segunda guerra mundial, san Maximiliano Kolbe, un sacerdote franciscano polaco acept morir, canjendose por su compaero de prisin en Auschwitz. La liturgia de hoy nos sumerge en la tragedia de Jess, quien era Dios, quien no estaba manchado por ninguna culpa, el que am a los suyos hasta el extremo de entregarse por ellos. Nos dice Albert Reville: "La crucifixin era la cima del arte de la tortura: Atroces sufrimientos fsicos, prolongacin del tormento, infamia, una multitud reunida presenciando la agona del crucificad o . N o poda haber cosa ms horrible que la visin de este cuerpo vivo, respirando, viendo, oyendo, capaz an de sentir y reducido, empero, a la condicin de un de un cadver por la forzada inmovilidad y el absoluto desamparo". Muchas escuelas ascticas procuraron hacer el inventario de los dolores externos e interiores que sufri el Maestro durante su pasin. V luego presentaron cierta simetra
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entre esos tormentos y los pecados de la humanidad. Por ejemplo: Nuestro orgullo habra producido que los soldados vistieran a Jess como un loco y lo coronaran de espinas. Como literatura religiosa esto es vlido, pero en la pasin de Cristo no se dio ante todo, una suprema manifestacin del amor de Dios a los hombres. "Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los am hasta el extremo'. Tampoco es correcto afirmar que Cristo nos ha sustituido la cruz, padeciendo en lugar nuestro el castigo que merecamos. Dicha proposicin pertenece a la teologa luterana. Porque quin es aquel Padre de los Cielos que necesita un hijo inocente destrozado para perdonar a los hombres? Q u clase de Dios necesita otro crimen, como fue el asesinato de su H i j o , para perdonarnos? La verdadera causa de \a muerte del Seor no fue \a maldad de algunos judos, ni la cobarda de Pilatos. Jess muere para ensearnos a amar. "La cruz, por s misma, no tiene ningn sentido,como manifestacin de ese amor mximo que consiste en dar la vida por los amigos, nos dice Luis Gonzlez Carvajal, tiene todo el sentido del mundo. Pero adems Jess muere para encontrarse con nosotros. "En la medida en que el hombre se distanci de Dios, fue ste acercndose ms y ms a l, hasta llegar al mite extremo. Hasta encontrarlo en su ltima y ms desamparada madriguera, que es la muerte". A s escribe Jos Mara Cabodevilla. Por todo ello, los discpulos de Cristo no podemos menos de capitular frente a su amor. Porque "amor con amor se paga". Y aade un poeta religioso: ' Muveme, en fin, tu amor y en tal manera, que aunque no hubiera cielo yo te amara y aunque no hubiera infierno te temiera .
Sbado Santo
Ciclo B
"Mara la Magdalena, Mara la de Santiago y Salom compraron aromas para ir a embalsamar a Jess. Entraron al sepulcro y vieron a un joven vestido de blanco, que les dijo: Buscis a Jess el Nazareno? No est aqu. Ha resucitado". San Marcos, cap. 16.
Ciclo C
"El primer da de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que haban preparado. Mientras estaban desconcertadas, dos hombres con vestidos refulgentes les dijeron: No est aqu. Ha resucitado". San Lucas, cap. 24.
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Cuando uno est pequeo, no conoce la muerte. Tal vez le cuenten que algn pariente ha fallecido en un pueblo lejano. O quiz un lunes, al regresar a clase, el compaero que se haca a mi lado no vino. O esa ancianita que venda flores en la esquina ya no est. Pero uno va creciendo. Se le mueren los padres, los amigos, los hermanos. Entonces ya no se trata de la muerte. Es mi muerte. Y cada vez que acompaamos a un ser querido que inicia ese viaje sin retorno, melanclicamente nos corremos un puesto, en esta antesala que es la tierra. Por lo tanto, quermoslo o no. Creamos o no, la vida nos coloca cara a cara, frente a este misterio del morir. Un da, sus alumnos le preguntaron a Marx: "Maestro, qu es la muerte?" Y el sabio respondi: "Morimos" y continu hablando de otro asunto. Sin embargo la religin cristiana puede responder, de forma adecuada, a este enigma. Una respuesta que se afianza en Jess, muerto y resucitado. nuestra fe se fundamenta en Jess de Nazaret, un profeta inocente a quien mataron en cruz. Segn el libro de Los Hechos, as explicaba Festo al rey Agripa las acusaciones de los judos contra san Pablo: "Son discusiones de su propia religin y sobre un tal Jess, ya muerto, de quien Pablo afirma que est v i v o " . La liturgia de esta noche quiere presentar a nuestros ojos y a la fe de la comunidad a ese Jess que rompi las cadenas de la muerte. Despus de veinte siglos, nosotros recorremos tambin en esta noche, ese mismo camino de aquellas mujeres que volvieron al sepulcro del Seor. Llegaban del desconsuelo y encontraron el gozo. Venan del desconcierto y hallaron la certeza. Venan de la tragedia y fueron consoladas al ver al Seor. " N o est aqu, les dicen los ngeles. Ha resucitado". El fuego nuevo que hemos encendido, el pregn Pascual que es un himno de alabanza a quien venci la muerte. Las lecturas, con las cuales repasamos cunto ha hecho f Dios por nosotros. El agua bendecida que nos hacer renacer a la gracia y ante la cual renovamos los compro-
misos bautismales. La fe comunitaria alrededor del Cirio Pascual, smbolo del Maestro. Todo ello va tejiendo la esplndida liturgia de esta noche. S, el Seor ha resucitado de entre los muertos. En un pequeo hospital, agonizaba un joven vctima de la desnutricin y de paludismo. Cuando la fiebre comenzaba a opacarle la mente, llam afanosamente al sacerdote: "Padre, por favor, jesuseme". Se trataba de que el sacerdote le repitiera al odo: Jess, Jess, Jess". Una plegaria ctue lanzaba un puente levadizo sobre el abismo de esa muerte ya prxima. A ese mismo Jess que se alz del sepulcro, el primer da de la semana, ante el asombro de aquellas piadosas mujeres, confiamos ahora nosotros nuestro presente y nuestro porvenir. " Q u noche tan feliz, cuando se une el cielo con la tierra, lo humano y lo divino. En la cual, arrancados de la oscuridad del pecado, somos restituidos a la gracia!".
Toda
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TIEMPO PASCUA
siempre, sin recordar sus negaciones. Para los viajeros de Emas es un compaero de camino. Esa tarde, reunidos en el cenculo, los apstoles, excepto Toms, pueden verlo y contemplar sus cicatrices. Todo esto sucedi aquel domingo, el primer da de la semana, el primer da de un mundo nuevo, de una historia renovada Y nosotros? Vengan a ver", nos dirn los ngeles que custodian la tumba, despus que los guardas han huido. Antes estaba en el sepulcro, ahora le hallamos glorioso en los cielos y vivo en su Iglesia. Se adivinaba su presencia en la fortaleza de los primeros mrtires. H o y lo descubrimos en la abnegacin de una obrera y en la paciencia de un moribundo. Habit en las catedrales romnicas y gticas, hoy tambin acompaa la sencilla comunidad cristiana bajo un techo pajizo. Hablaron de El los padres de la Iglesia, los telogos medioevales, los pensadores, los novelistas. H o y los traduce la fe de una madre de familia. Lo muestra la esperanza sobre el corazn de un joven que regresa despus de insufrible travesa. Cristo, vive y nos transforma. Viaja en la historia, adherido como la luz al calor, como la velocidad al movimiento. Lo hallamos en la doctrina de los concilios, en el cmputo de nuestros almanaques, en el taller de los orfebres, en la osada de los misioneros. Lo hallamos en el amanecer de este domingo, que ilumina los sepulcros de nuestros seres queridos y le da otro resplandor, otra figura, otro poder, otra proporcin a nuestra propia muerte. Algunos an no lo hemos empezado a buscar "donde le han puesto". Otros ya lo encontraron. Pero todos sentimos que el universo es distinto de hoy en adelante, porque "1 El ha resucitado verdaderamente de entre los muertos. 49 %
Primer domingo
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Segundo domingo
Creer hoy tampoco es cosa fcil. Algunos proclaman que es mejor evitar toda rplica, esquivar toda pregunta y dedicarnos a asuntos
Gracias, Toms.
"Los otros discpulos decan a Toms: Hemos visto al Seor. Pero l les contest: "Si no veo en sus manos la seal de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo. San Juan, cap. 20.
Toms, hermano nuestro: tus dudas nos han beneficiado. Hubiera sido ms hermoso creer de inmediato la noticia. Cerrar los ojos e imaginar que ya habas tocado las manos del Maestro y palpado sus cicatrices. S, ms hermoso, pero menos humano. Te comprendemos perfectamente. Tambin a nosotros nos han defraudado muchas veces. En vez de amor nos entregaron un manojo de leyes. Cuando pedimos pan nos comprometieron con una ideologa. Y al buscar ser nos respondieron con teoras sicolgicas. H o y ms que nunca es necesario ser precavidos. La lnea que divide el bien del mal, lo verdadero de lo falso, se ha cambiado en un rasgo ambiguo y diluido que no ayuda al discernimiento. H o y es difcil saber si estamos a favor de Dios, o en su contra, si pretendemos liberar al hombre o subyugarlo. N o nos escandaliza tu reclamo. Imaginamos que hablabas sin ira, con voz serena y firme y anhelando con toda el alma abrazar al Maestro. Adems tus dudas no iban contra Cristo. Se apoyaban en ese enorme parecido que tena el Seor con los dems hombres de su tiempo. Nos sentimos identificados contigo, apreciado Toms. A p r e n d i mos una fe que no prevea nuestra inmensa capacidad de pecado, ni tena en cuenta las limitaciones de la Iglesia, ni tampoco las crisis que a todos nos golpean. Nos motivaron demasiado para mirar al cielo y por eso los problemas de la tierra nos amilanan y nos escandalizan.
ordinarios, como edificar un rascacielos, labrar la tierra, o negociar con valores de bolsa. Pero el corazn nos avisa que Jess est cerca y que si acudimos al cenculo, El nos llamar por nuestro nombre, nos invitar al abrazo y saldremos de all transformados. N o cuenta el Evangelio, si tambin los otros discpulos dudaron. Suponemos que s. Es parte de nuestra ndole humana. Pero tu historia es la ms diciente, la ms parecida a nuestras situaciones. Muchas veces, le hemos planteado a Dios la necesidad de su presencia visible. Nos cuesta tanto mantener encendido el fuego del hogar, ser fieles a nuestros compromisos, permanecer como hijos sinceros de la Iglesia. Vemos tambin en tu lenguaje una forma de orar. Sobre el contexto de tu desafo se dibuja, sin embargo, un gran amor y una delicada esperanza. Las palabras ms duras, cuando se las decimos a Dios con cario, adquieren la vibracin de una plegaria. Gracias, Toms, hermano nuestro!
Tercer domingo
El viajero que se les junt en el camino escuchaba atentamente su relato, comprobando que sus interlocutores no eran testigos del Maestro. nicamente desconcertados reporteros: si esa historia de Jess de Nazaret termin mal, ya ellos curaban en salud. Si hubiera culminado con xito, habran procurado sacarle algn provecho. Una actitud que nos retrata a muchos cristianos: poco o nada interesa que Jess sea Dios o no lo sea. Nos deja sin cuidado relacionarnos con El en la comunidad creyente. Nos bastan los amigos, los negocios y un trabajo ejercido con mediana honradez. Otras facetas del Evangelio nos dejan sin cuidado. Sin embargo, en favor de aquellos descorazonados discpulos para nuestra situacin- el Seor interviene. Aunque ellos no lo haban reconocido. El discurso del Maestro, aunque san Lucas no lo consigna por extenso, explica, "comenzando por Moiss y los profetas", todo el programa del Mesas y luego hace ademn de seguir adelante. Pero los dos discpulos ya interesados en revisar su experiencia de Jess", le apremian: "Qudate con nosotros porque ya atardece". Entraron el evangelista no describe el lugar- y all compartieron el pan a la usanza juda, luego de hacer la accin de gracias. Entonces a los dos viajeros se les abrieron los ojos y el corazn. Pero el Seor haba desaparecido. Lstima no seguir gozando de su presencia. Sin embargo, no importa. Ya se haban transformado, de simples reporteros, en testigos: "Levantndose al momento volvieron a Jerusaln, donde encontraron reunidos a los O n c e . Y ellos contaron cmo lo haban reconocido al partir el pan '. El Seor nos invita a no apartarnos de l, a pesar de los desconciertos. Pero si nos marchamos de Jerusaln en busca de una vida ordinaria, ms segura quiz, se hace el encontradizo en el camino. Sin embargo para reconocerlo es necesa1 rio escuchar su palabra y compartir con muchos otros el pan. ' 53 y r-
La narrativa de san Lucas es superior frente a los dems evangelios. Su redaccin es ms gil, recoge detalles ms pintorescos. Describe con mayor propiedad los lugares, las personas, los acontecimientos. Lo comprobamos en el relato de aquellos discpulos que, luego de la fiesta de Pascua, regresaban a Emas. Una aldea distante de Jerusaln unas dos leguas. El evangelista, resalta el nimo quebrantado de aquellos caminantes: "Nosotros esperbamos que Jess fuera el liberador de Israel". Segn ensean los Biblstas, esta pgina corresponde a un hecho real, retocado por los catequistas de entonces, y recogido por san Lucas hacia el ao 7 5 de nuestra era: Los primeros cristianos vean retratados aqu a quienes siguen al Seor, pero sin encontrarse con El personalmente. Segn el texto Jess. Cuentas acompaado al se quedaron un de san Lucas, estos discpulos saban mucho de hechos y apreciaciones personales. Tal vez haban Maestro en sus andanzas. Por qu entonces no da ms en la capital?
Todo ocurri con tal rapidez que sin pensarlo, el mundo se les vino encima. Es cierto que unas mujeres contaban haber visto al Seor. Pero no apuntara todo ello a sanar un dolor incurable? Aos antes, tambin otros profetas haban engaado al pueblo. Este sera uno ms?. Y el corazn se les hunda en la desesperanza.
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Cuarto domingo
ss, apenas nacido en Beln, llama hasta el pesebre a unos pastores que dorman a campo raso y velaban durante la noche sus rebaos. (Le. 2 , 8 ) .
El lbum familiar
El Buen Pastor conoce a sus ovejas. Las va llamando por el nombre y stas conocen su voz y lo siguen. San Juan, cap. 10.
El lbum familiar guarda con cario la imagen del abuelo, el recuerdo de una excursin a la montaa, o a la orilla del mar, los rostros de los nios, la silueta de la casa de campo, el itinerario de un viaje y la alegra de un amigo ausente. Tambin el Evangelio conserva las distintas escenas de la vida del Seor. M a t e o , Marcos, Lucas y Juan nos retratan a Jess de muy diversas formas: como esposo, como agricultor, padre de familia, viajero, negociante de perlas, buscador de tesoros, maestro, mdico, o pastor... Pero el afecto pudo ms que la memoria. De ah las repeticiones en el relato, las metforas, muy del estilo hebreo, ciertas inexactitudes que no deslucen la verdad de su historia, los lugares comunes y un agradable desorden que no coincide cronolgicamente con la vida de Jess. Pero volvamos a la metfora del pastor. Israel era un pueblo de pastores Nosotros somos tus siervos, pastores desde nuestra infancia, lo mismo que nuestros padres, le dice Jos al Faran ( G n . 4 7 , 3 ) . Pastores fueron muchos de sus jefes: Moiss, que guardaba el ganado de Jetr, sacerdote de Madin (Ex. 3 , 1 ) . David a quien Vahv sac de los rebaos para que apacentase a su pueblo, ( 1 S. 1 6 , 1 1 ) . Amos, que proceda de los rebaos de T c o a " ( A m . 1 , 1 ) . Dos rasgos nos llaman la atencin en este Buen Pastor del Evangelio: Cristo conoce sus ovejas y a todas las llama por su nombre. Todos tenemos un ansia infinita de individualidad. Ninguno quiere ser tratado como cosa. Porque no somos artculos producidos en serie. Somos- personas con una historia ntima, en un proceso muchas veces glorioso, otras atormentado. Con una insondable intimidad, pocas veces conocida an por nosotros mismos. Para avanzar hacia la cumbre, basta que llegue alguien que nos conozca ntegramente.. Dios es para nosotros como el artista que conoce su instrumento y sabe pulsarlo sabiamente. Adems, el Seor conoce a cada uno por su nombre. Pascal, quien supo conjugar en su vida la rudeza con la ms delicada ternura, se conmova pensando en la gota de sangre de Dios derramada por el individuo Blas Pascal. Como San Pablo, quien a pesar de hablar casi siempre en plural, les escribi a los cristianos de Galacia: M e am y se entreg por m.
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Y Es lgico entonces que el Antiguo Testamento anuncie al Mesas con rasgos sacados de la vida pastoril. Y Je-
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Quinto domingo
- H e logrado, dijo un albail, conseguir unas tejas, un poco de cemento, arena que me trajo la creciente del ro y algunas piedras.
En casa de mi Padre
"Dijo Jess: En casa de mi Padre hay muchas moradas, si no, se los habra dicho. Me voy a prepararles un sitio. No pierdan la calma. Creen en Dios; crean tambin en m. San Juan, cap. 14.
Cuentan que una vez el Seor quiso conversar cara a cara con sus hijos. - Yo, se quej un pescador, slo tengo unos troncos y unas hojas de palma... - Construyete una choza, dijo Dios. Cuando llegue el invierno, recoge nuevamente tus aparejos y chate a andar en busca de otra tierra. Como los pescadores, muchos de nosotros caminamos de ideologa en ideologa, de una actitud ante la vida a otra actitud, siempre nmadas. El Seor sabe nuestra zozobra. Pero si le buscamos sinceramente, al acampar aqu y all, vamos edificando como dice el prefacio de difuntos, una mansin eterna en el Cielo. - Seor, dijo un obrero sin trabajo, apenas he logrado levantar un cuartucho, con cartones y una madera vieja que me dio el ltimo patrn. - Pero no te quedes ah, dijo el Seor amablemente. Lucha, aspira, busca, no te resignes. O t r o s , nos parecemos a los obreros cesantes. Nunca tuvimos una educacin religiosa. Apenas logramos defendernos en la vida con una fe incipiente, semejante a un instinto religioso. El p ,, Seor nos dice que no debemos quedarnos ah. Es nece\j 56 ^ s a r 0 luchar, aspirar a ms, buscar, no resignarnos.
- Fabrcate una alcoba. Pero le abrirs una ventana hacia el oriente. Una vivienda sin ventanas slo mira hacia dentro. A l l cerca plantars un rbol y con l crecer tu esperanza. Algunos de nosotros apenas logramos improvisar un aposento para abrigarnos. El Seor nos invita a abrirnos a la luz, a la vida, a la confianza. - Yo, explic un empleado, pude comprar a plazos un terreno. Q u puedo hacer? - Puedes levantar una casa poco a poco, para albergar a tu familia. Pero acoge tambin all la paz, la alegra, el amor. Quienes hemos recibido el don de la fe y una adecuada formacin cristiana ya hemos edificado una casa. Estamos pues, llamados a vivir plenamente el bautismo, el gozo de la Pascua, la vocacin de la familia, el dilogo constructivo y fraterno. -Y yo Seor? (Este era un hombre rico) - Debes levantar una torre. A l l podrs vivir con los tuyos y compartir con los dems. N o cierres nunca el corazn porque secaras la fuente de tu dicha. A l recibir ms de lo ordinario, otros tenemos, el deber de acoger a los dems, de repartir con ellos, de tenderles la mano y edificar un mundo distinto. En casa de mi Padre hay muchas moradas. Muchos modos de ser, muchas formas de amor, muchos senderos que conducen a igual plenitud. Muchas frmulas para construir a la persona, muchas recetas para fabricar la felicidad. Cuando me vaya y les prepare un lugar, los llevar conmigo. Ese da no habr sobre la tierra desigualdad ninguna. Va los hombres no habitarn en tiendas de campaa.
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Sexto domingo
bast una presencia impersonal y relativa. Por eso, al principio de su misin, se escogi doce amigos. V luego los envi a predicar su mensaje por todos los rincones de la tierra. Continuadores de los apstoles son nuestros sacerdotes. Su oficio es representar al Seor. Son su remplazo, su recuerdo viviente. Ellos anuncian, apoyan, iluminan, aconsejan, celebran los sacramentos. Acompaan, orientan y consuelan. Los encontramos cada da a nuestro paso. Son miembros de nuestra comunidad, quiz parientes cercanos. Pero frecuentemente ignoramos su vida, su tarea, sus actividades, su labor muchas veces, silenciosa, pero siempre fecunda. Cuando los miremos de cerca, los apreciaremos mucho ms y estaremos de acuerdo: son amigos de tiempo completo. Ms all del arte, de la tcnica, del deporte, del mundo de los negocios o de las relaciones internacionales, se coloca la vocacin sacerdotal como un servicio noble y eficaz a la comunidad humana. Muchos jvenes lo han comprendido y por eso los seminarios vuelven a llenarse. Hagamos hoy patente nuestro aprecio hacia los sacerdotes, quienes enriquecen la comunidad por el servicio de la fe y de los sacramentos.
Mientras vamos de paso por la tierra, es nuestra vida veloz, frgil, veloz y deleznable. Sin embargo sobre tal pobreza se levanta un deseo, jams interrumpido, de supervivencia. De eternidad. " De l brota el empeo por conformar una familia, por entregar a la posteridad un libro, fundar una ciudad, o al menos grabar nuestras iniciales sobre la corteza de un rbol. Los primitivos pintaron en la roca sus escenas de cazas. Los egipcios levantaron pirmides. Leonardo nos leg la sonrisa enigmtica de la Gioconda. Mi guel ngel extrajo de la roca a David y a Moiss. Y Beethoven se hizo inmortal con sus sinfonas. El Seor Jess, hecho igual a nosotros en todo menos en el pecado, tambin sinti ese deseo de perpetuidad para que su plan de salvacin se continuara en la historia. N o los dejar desamparados. Ustedes me vern porque sigo viviendo. Aceptamos la presencia de alguien cuando le miramos sentado a nuestra mesa, cuando escuchamos su voz familiar y sentimos su afecto. Pero hay otras formas de presencia. La de los padres que siempre se hallan presentes en los hijos. La del maestro que nos ense las primeras letras. Estn presentes tambin en nuestra ruta el amigo, el consejero. El mdico que ha curado nuestros A. males. De estas maneras, pero en su calidad de Dios, Cristo vive presente entre nosotros. Sin embargo, a El no le
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Domingo de Pentecosts
Un profesional, un sacerdote, una madre de familia tienen un algo en comn. La gente acude a ellos con su problema, su historia dolorosa. Saben comunicar la paz, la alegra, el deseo de seguir luchando. Poseen el Don del Consejo. Un cientfico madruga cada da a su laboratorio. Hoy, aisla un virus, maana, ensaya una vacuna, luego supone un antdoto, siempre con el ansia rebelde de ayudar a la humanidad. Lo mueve el Don de Ciencia. Un alcohlico, un drogadicto, una joven desesperada, advierten de pronto, que la imagen de un Dios padre no se ha borrado an de su memoria. Sienten miedo de perder su bondad. Guiados por el Temor de Dios, emprenden el camino de regreso. Unos esposos ven su hogar en peligro. O r a n , buscan ayuda, sufren, luchan. Hasta que un da las cosas empiezan a cambiar. Como si de repente, todo se hubiera vuelto nuevo. Los ha sostenido el Don de la Fortaleza. Los integrantes de un grupo juvenil descubren la fuerza de la oracin. Cada semana emplean un buen rato para comunicarse con Dios. El Seor les habla, llega a sus vidas, los transforma. Los anima el Don de Piedad. Nadie puede decir: Jess es el Seor, si no es bajo la accin del Espritu Santo. Hay diversidad de dones, pero un mismo Espritu,hay diversidad de servicios, pero un mismo Seor. H a y diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. A s enseaba San Pablo a los fieles de Corinto.
La vida de Jess, su manera de ser, el ncleo de su doctrina, la parte comunicable de su persona, lo ms ntimo de sus deseos y sentimientos, su poder transformante... Todo esto que podemos encerrar en la expresin Espritu de Jess", se fue comunicando a los apstoles desde el primer encuentro con el Seor. Por medio de la amistad y del dilogo, el Maestro trat de conformar a los discpulos a su imagen y semejanza, para hacerlos continuadores de su misin. Tambin nosotros, desde el bautismo, comenzamos a recibir la influencia de Dios en nuestra vida. Isaas nos habla en el captulo XI de los dones, por medio de los cuales se hace tangible la presencia del Espritu de Dios. San Pablo, en sus cartas, les explicar luego a los cristianos cmo obra el Seor en cada uno. Un profesor de catequesis se siente entusiasmado en su trabajo. Encuentra cada da nuevos recursos para transmitir el Evangelio. Quiz no lo advierta, pero el Don de Sabidura lo acompaa. De un obrero se dice que tiene sentido comn. Para l son claras las ms complicadas situaciones, les encuentra la . solucin adecuada. Le ha sido dado el Don de Enteny dimiento.
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masa, en el Pastor Bueno que busca la oveja extraviada, en el padre que espera todos los das a su hijo ausente y reprende con mansedumbre al presumido hijo mayor. Cristo nos revela a un Dios H i j o , Redentor y Salvador: lo explica a Nicodemo dicindole que El ha venido al mundo, para que cuantos crean en El tensan la vida eterna. N o s lo ensea cuando multiplica los panes, da vista a los ciegos, limpia leprosos, resucita muertos. Cuando se acerca a los publcanos y pecadores, sin miedo de contaminarse. Cuando repite que nadie tiene ms amor que quien da la vida por sus amigos. Cristo nos motiva a entender a Dios, Luz, Verdad, Fuerza, Espritu: cuando explica a la mujer de Samara otra manera de creer ms limpia y sincera. Cuando cambia el corazn de Zaqueo, o revela en las Bienaventuranzas la frmula de la felicidad. Cuando, con paciente pedagoga, resume a los apstoles los puntos claves de su doctrina. Cuando enva a sus amigos a predicar, por todos los confines de la tierra. Cristo vino a ensearnos a encontrar a Dios desde el andamiaje de nuestra humanidad, apoyndonos sobre nuestro escaso entendimiento, sobre nuestro amor contagiado de egosmo. Basta abrir el postigo de nuestra ventana y aceptar el torrente de luz que viene de lo alto. Basta, soar con la fuente, junto a nuestro pequeo manantial. Basta suspirar por su calor, cerca a nuestra lumbre incierta y vacilante.
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Por qu le buscamos?
"Dijo Jess a los judos: Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo. Quien come de este pan vivir para siempre". San Juan, cap. 6.
Podramos pensar: Hemos estudiado a fondo el Evangelio? Q u sabemos, fuera de algunas noticias de prensa, sobre la vida de los cristianos? Cuando la Iglesia se esfuerza por ensearnos y promovernos, verbigracia ante el bautismo, la confirmacin, la primera comunin de nuestros hijos, comentamos con amargura que el colegio o la parroquia se han vuelto demasiado exigentes. Q u e "ahora t o d o lo complican". Para el matrimonio buscamos el cursillo ms corto, porque "para eso no tenemos tiempo". Tal vez buscamos el matrimonio religioso porque da cierto lustre social. Lo dems no es bien elegante. Exigimos que la Iglesia nos preste todos sus servicios, sin revisar cul es nuestro aporte econmico a nuestra comunidad cristiana. Cul nuestra presencia en las actividades pastorales. Cul nuestra cercana al sacerdote. N o es todo esto tener a la Iglesia como un supermercado? El Evangelio de hoy termina con una bella frase que explica a fondo qu es la Iglesia: " Y o soy el pan de vida,- el que viene a m no pasar hambre y el que cree en m no pasar nunca sed". Cristo es para nosotros, a travs de la Iglesia, la despensa y la fuente, pero es necesario que vayamos, a El. N o basta creer en Jesucristo, hay algo ms hondo y prometedor: creerle a Jesucristo y atenerse a las consecuencias.
Deca Eric Fromm que la sociedad contempornea ha crecido, no junto al templo, al castillo, o la fbrica, sino alrededor del supermercado. La revolucin del siglo X V I I I la llevaron a cabo los ciudadanos, mientras que las de hoy las agitamos los consumidores. Q u desea usted? Electrodomsticos, automviles, trajes, abonos, herramientas, obras de arte, cosmticos, anticonceptivos, muebles de todos estilos, pasajes a crdito, discos compactos, diversiones, influencias, intrigas?.. Quiz pensamos que la Iglesia de Cristo es un factor ms de esa sociedad de consumo, que nos opaca la mente y apaga los nobles ideales. Como si aadiramos al listado anterior: se ofrecen sacramentos, tranquilidad del alma, relaciones amistosas, equilibrio moral, fidelidad conyugal, dignidad humana, pasajes para el cielo... Todo de ptima calidad, a bajos precios, indiscutible garanta... Se atiende tambin a domicilio. En el discurso sobre el Pan de Vida, que nos trae san Juan, el Seor les reprocha a sus discpulos: ustedes me buscan, no por lo que soy, sino por las cosas que puedo dar, por el pan que les repart en el desierto hasta saciarlos. Nuestras actitudes hacia el Seor y la vida cristiana son tambin con frecuencia, utilitarias. Somos cristianos cuando esto nos produce ventajas, no por amistad con Jesucristo. A la ; 1 hora del esfuerzo, la religin se nos queda en teora y v] 64 ,p obramos como los paganos. A veces ni siquiera como
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ellos.
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TIEMPO ORDINARIO
cialmente nos envuelven, para encontrarnos cara a cara con nuestra propia realidad. Con razn se ha comparado al hombre con una insignificante cebolla. Numerosas capas nos envuelven y al final, qu descubrimos dentro? Si pudiramos deshacernos de nuestros condicionamientos culturales, de los convencionalismos que modelan toda conducta, de nuestras excentricidades, de los personajes que representamos cada da, de las mscaras que usamos ante los dems, de aquellos sueos que hemos convertido en realidad para apoyarnos... Entonces sentiramos mucho fro. Pero comprobaramos que somos demasiado pequeos. Tal vez no entendamos todava la esencia del pecado. Mas lo importante no es comprenderlo, disecarlo en una definicin, ni siquiera identificarlo, como si se tratara de una bacteria peligrosa. Lo importante es aceptarnos pecadores, dbiles, limitados y mirar con esperanza al Seor que puede sanarnos. A Cristo que quita el pecado del mundo. El pecado existe en nosotros como deficiencia, como inclinacin, como acto, como actitud, como clima que insensiblemente nos contamina. El discpulo del Seor no es un hombre sin pecado. Jos Mara Cabodevilla nos lo dice en atrevida frase: Sera demasiado triste, sera intolerable, no poder pecar: ello supondra que no podemos amar a Dios libremente. Y la liturgia pascual llama feliz nuestra culpa, porque nos mereci un Redentor tan generoso. El cristiano es un hombre que busca a Jesucristo y de su mano empieza cada da el camino prolongado y difcil, hacia regiones ms frtiles, ms limpias y resplandecientes.
Segundo domingo
El Cordero de Dios
"Al ver Juan a Jess que vena hacia l, exclam: Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esto suceda en Betania, al otro lado del Jordn. San Juan, cap. 1.
En arameo una sola palabra, "tala , se traduce por siervo y por cordero. Juan Bautista presenta al Maestro como el "cordero de Dios". Jess es "el siervo de Vavh" que se entrega para salvarnos. Y a la vez, el remplazo del cordero que se sacrificaba en la celebracin de la Pascua. El Precursor seala que el Seor habra de quitar el pecado del mundo. Los libros de moral estn repletos de conceptos sobre el pecado. Lo definen, lo clasifican, lo interpretan, escudrian sus causas, su gravedad, enumeran sus efectos, nos revelan su historia, sus variaciones. Pero no es fcil aplicar esta doctrina a nuestra vida prctica. El pecado sigue oculto en el misterio, agazapado en los estratos ms hondos de nuestro ser, escondido bajo las formas ms diversas y cambiantes. Alguien escribi que para entender perfectamente el pecado, sera menester haber comprendido qu es el amor de Dios. Y sera tambin necesario comprender los planes del Seor, la conciencia, la libertad, el destino del hombre. En esa ruta, apenas si hemos avanzado algunos pasos.
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O t r o mtodo para conocer el pecado, sera desnudarnos, poco a poco, de las muchas cortezas que superfi-
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Tercer domingo
Diramos que el Seor, se ensaya a pescador. Y arroja una carnada que disfraza el anzuelo: "Vengan conmigo y los har pescadores de hombres". La pesquera era lo suyo para estos galileos, a la madrugada y a la tarde. Pero habra que atrapar a la gente. En Jeremas se lee que Dios enviara pescadores a capturar los hijos de su pueblo. Ese oficio de pescar hombres slo podra ser tarea de Yavh. Sin embargo, advirtamos que previamente a ese llamado, uno de cada par de hermanos se haba entrevistado con el Maestro. Lo cuenta el cuarto evangelista. Andrs y el mismo Juan haban sido discpulos del Bautista. Y cuando ste seal al carpintero de Nazaret como el cordero que quitara los pecados del mundo, ambos se acercan a Jess le preguntan muchas cosas y pasan con El toda la tarde. Tan convencidos quedan que Andrs le asegura a su hermano Simn: hemos encontrado al Mesas y lo acerca enseguida al Seor. Tambin Juan convencera a Santiago, su hermano y compaero de faena en el lago. De la conducta de estos cuatro discpulos, aprenden los que han sido llamados a un estado especial en la Iglesia. Pero tambin todos los cristianos. El seguimiento de Cristo es un proceso que comienza de muy variadas formas, segn las circunstancias y el temperamento de cada quien. A veces brota tiene origen en un deseo de una vida menos prosaica. O en el deseo de compartir lo que somos y tenemos. O tambin desde un sentimiento de frustracin personal. Pero enseguida, en la mitad de nuestras inquietudes comienza a dibujarse un rostro. Y llenos de alegra exclamamos: es el Seor. N o basta entonces, ser buenos simplemente. La vocacin cristiana consiste en avanzar. Para compartir con muchos A cuanto sabemos de Jess. Lo que sentimos en su com|#-j paa y la manera tan hermosa como El nos ha cambiado 4 69 >>
Pescadores de hombres
"Paseando Jess junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simn y a Andrs. Y ms adelante vio a Santiago y a Juan, hermanos tambin, y los llam". San Mateo, cap. 4.
A quienes cultivan ilusiones, con cierto menosprecio, los llamamos ilusos. Olvidando que para ser persona humana y mucho ms para triunfar en la vida, son indispensables los sueos. A l fin y al cabo, como seala un escritor, el hombre se compone de cabeza, tronco, extremidades y utopa. Paseando junto al mar de Galilea, nos dice san M a t e o , Jess vio a dos hermanos: Simn y Andrs, que echaban las redes. Y pasand o adelante hall a Juan y Santiago que tambin eran pescadores. El Seor les dijo: vengan conmigo. Y, ellos le siguieron. Toda invitacin corresponde a una ilusin que mantenemos escondida en el alma. De lo contrario, sonara en los odos pero no alcanzara a resonar dentro del corazn. Q u clase de ilusiones alentaran estos hombres del lago? Quiz pesca abundante. Buen mercado para la misma. Una mujer amable, muchos hijos en una casa rodeada de vias y trigales. De pronto, un viaje a Mesopotamia o a Fenicia. Y una vejez tranquila cuando ya el Mesas hubiera llegado. Jess les presenta a estos pescadores un proyecto que coincide con su tarea del lago, pero que incluye una variante, la cual ellos no entienden de inmediato: el v y objetivo de sus redes sera la humanidad.
la vida.
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Cuarto domingo
En el discurso de las Bienaventuranzas, era una palabra limpia y sonora, como una campana para despertar a los hombres a orar, a trabajar todos los das, sin remordimientos ni rencores. Pero nosotros hemos contaminado la pobreza con interminables dialcticas, la hemos mancillado con odio, la hemos privado de su capacidad de comunin, la hemos convertido en un arma para dividir a la humanidad. La hemos falseado confundindola con la miseria, el orgullo, la agitacin, la rebelda hacia todo y contra
todo.
La pobreza ha perdido su elegancia inicial, su apellido evanglico, su simpata, su ministerio de edificar el Reino de Dios sobre la tierra. N o vivimos la pobreza. Los que no tenemos, perseguimos un ideal falsificado de persona. Nos fatigamos en busca de muchas cosas superfluas, nos acosa la envidia y no encontramos la felicidad prometida por el Seor. Quienes gozamos de bienes vamos siempre a la defensiva. Porque olvidamos amar segn el Evangelio y nos tranquilizamos al entregar lo que nos sobra. Tampoco de este modo alcanzamos la bienaventuranza. El Seor nos invita a devolver a la pobreza su salud. Para que vuelva a ser atractiva, traduzca los sueos y los deseos de Dios, acerque a la gente, invite a sonrer y empuje las manos hacia el saludo y los abrazos.
Quinto domingo
Somos sal y luz por la palabra. Nuestra enseanza la reciben los odos y la mente del prjimo y desde all comienzan a transformarlo. Conocemos hogares, comunidades creyentes donde no brilla mucha ciencia acadmica, pero todo marcha como quiere el Seor. San Pablo, escribiendo a los corintios, distingua entre un saber humano y ese conocimiento de Dios que cambia al hombre: "Cuand o vine a ustedes a anunciarles el testimonio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia, pues nunca entre ustedes me preci de saber cosa alguna, sino a Jesucristo y ste crucificado. Para que su fe no se apoye en la sabidura de los hombres, sino en el poder
Cuando ya amaneca, los pescadores de Genesaret regresaban al puerto. Haban amontonado sus redes en la proa, y los pescados en la mitad de la barca. Enseguida, hacan su desayuno con pescado a las brasas y pan, mientras iban salando la mercanca ya asediada por los mercaderes del vecindario. Jess, que conoca esta labor, compar con la sal la actividad de sus discpulos, amplindola ms all de la geografa palestina: "Ustedes son la sal de la tierra". El Seor recordaba igualmente las costumbres del hogar judo: al llegar la noche, alguien colmaba de aceite una lmpara y, encendida, la situaba en un lugar alto, de donde pudiera iluminar toda la casa. Tambin el Maestro nos dijo que el buen cristiano se parece a la luz: "Ustedes sois la luz del mundo". Se trata, en primer lugar de preservar al mundo de la corrupcin y adems darle sabor a la vida. Se trata de conocer el camino seguro, e iluminar a los dems hacia la meta. Somos sal y luz por el ejemplo. A l rededor de quien vive el Evangelio, muchos se congregan para encontrarle sentido a su existencia. Para poder avanzar sin tropiezos. El secreto? Son gente que ha encarnado el Evangelio y lo expresa en actitudes. Isaas nos ensea: "Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que va desnudo f y no te cierres en tu egosmo. Entonces brillar tu luz en y las tinieblas y tu oscuridad se volver medioda".
de Dios".
Sin embargo, descubrimos que no es fcil llevar a cabo este proyecto de ser sal y luz. Muchas dificultades nos estorban. Ser distinto, en una sociedad donde no ha calado el Evangelio es un riesgo. Aparecemos como seres extraos. Gente que a todas horas camina en contrava. Pero tal ha de ser nuestro empeo. Con serenidad y confianza. Con prudencia y amabilidad. Lleg una vez un profeta a una ciudad y empez a gritar que era necesario cambiar de vida. A l comienzo algunos le escucharon, pero nadie quiso enmendar sus costumbres. Sin embargo, aquel hombre continu predicando, a veces sin auditorio alguno. Un da, un curioso le pregunt. Por qu sigues gritando / si nadie quiere orte, nadie desea cambiar su vida?. Si no gritara, respondi el profeta, la gente del entorno ya me habra cambiado a m
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Sexto domingo
O nos dejamos llevar del mal humor. Entonces la verdad se torna spera y amarga y no convence ni promueve.
S o no
"Dijo Jess: A ustedes les basta decir s o no. Lo que pasa de ah viene del Maligno. San Mateo, cap. 5.
En un principio, el hombre construy su lenguaje con seales de humo y redoble de tambores. Ms tarde, dibuj sobre las rocas, ide jeroglficos, invent el alfabeto y los nmeros para alcanzar despus a las maravillas de la moderna electrnica. Una necesidad vital. Comunicarse es realizar un arriesgado viaje, por medio de los cinco sentidos hasta el alma de nuestro hermano. Pero no solamente hablan los labios o resuena la risa. Tambin gritan los colores, los aromas y esencias modulan ideas y sentimientos. Crean mensajes las sensaciones del tacto, los sabores preguntan y responden. Y adems, los ojos dialogan en silencio. Pero en cada jornada de esta travesa, al encuentro del otro, nos acechan diversos obstculos. Por esto nuestra relacin no es siempre fraternal y evanglica. Cristo nos dice que nuestro lenguaje ha de ser sincero y transparente. Q u e digamos s o no. Q u e lo dems viene del Maligno. Pero en nuestro dilogo, nos motiva con frecuencia el inters. N o llegamos a una plena comunicacin de verdad y de bien. Solamente entregamos una mercanca, para despus recobrarla con sus dividendos. Otras veces nos mueve la adulacin. Disfrazamos la verdad para halagar los odos ajenos y conseguir favores. Si nuestro nico ideal es el dinero, somos capaces de adulterar el mensaje. A s sucede con frecuencia en los medios de comunicacin.
N o s presentamos ante los dems revestidos de superioridad, c r e y n d o n o s dueos d e una v e r d a d , q u e misericordiosamente. Cuenta la leyenda que la verdad era un espejo grandioso y reluciente, que iluminaba a todos los hombres. Pero un da, por la envidia del diablo, se precipit sobre la tierra rompindose en mil pedazos. Cada uno de los hombres sinceros logr rescatar un pequeo fragmento. Desde entonces es necesario ser humildes y reconocer que la verdad plena no es patrimonio de ninguna persona, de ninguna institucin, partido, raza, o grupo religioso. El Concilio Vaticano II nos ensea en su Decreto sobre ecumenismo Muchsimos y muy importantes elementos y bienes de los que constituyen y vivifican a la Iglesia pueden encontrarse fuera de su recinto visible". ( 3 , 2 ) . Por lo tanto si con nimo afable nos acercamos al hermano, conseguiremos una verdad ms amplia y luminosa. compartimos
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Sptimo domingo
Probablemente no hemos llegado a venganzas escandalosas. Pero hay venganzas y venganzas. Basta a veces pronunciar una palabra, hacer un gesto, arrugar el ceo para deshacer el prestigio del ofensor, para herirlo definitivamente. Tambin se da la venganza elegante, sin ira, acompaada de una serena compasin por el prjimo. A s se duplica mi superioridad y el otro queda dos veces afrentado. Haba un rey dueo de un brillante de mucho valor. Decidi adjudicarlo a aquel de sus hijos que, un da determinado, realizara una accin ms heroica. Despus de algunos meses, los tres hermanos regresaron a casa. El mayor haba dado muerte a un dragn que amenazaba a los subditos del reino. El segundo cont que, desarmado, haba vencido a diez hombres fuertes. El pequeo habl en tercer lugar y dijo: sal esta maana y encontr a mi mayor enemigo dormido e indefenso. A p u r el paso para seguir de largo. El rey se levant del trono, abraz a su hijo menor y le entreg el brillante. Existe otro sabor, otra alegra que no buscamos porque no la hemos conocido. Brota del perdn y del olvido de las ofensas. Animmonos a buscarla.
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Octavo domingo
solidarios. Entonces el Seor le dar por aadidura un sentido y una plenitud a nuestra vida.
Pjaros y lirios
Miren a los pjaros: no siembran, ni siegan y su Padre Celestial los alimenta. Fjense cmo crecen los lirios del campo: no trabajan ni hilan. San Mateo, cap. 6.
Alguien afirmaba que si fuera necesario escoger algn trozo de todo el Evangelio, se quedara con el captulo sexto de San M a t e o . En l Cristo coloca a los pjaros y a los lirios como maestros de nuestro comportamiento para con Dios. Nos ensean a no andar agitados e inquietos por el alimento y el vestido. A trabajar con esfuerzo y honradez, pero confiados en Dios. El toma a cuestas una parte esencial de nuestra vida. Dejmosle lugar a su tarea. Jess nos dice que seamos sencillos como las flores. Salomn con toda su riqueza nunca alcanz a vestirse como ellas, cuya hermosura prescinde de todo lo superfluo. Adems, si Dios cuida las aves, con mayor razn se afanar por nosotros. Sintamos entonces el cario y a compaa del Seor, afirmndonos en ese derecho de ser amados, que El nos regal al hacerse hombre. La fe nos motiva a compartir con El confiadamente nuestros proyectos y problemas. La verdadera oracin es un lenguaje simple, sin formas rebuscadas y solemnes. Es el idioma llano y sin pretensiones de un hijo ante su padre. Si hemos recibido el mensaje evanglico, expresmoslo entonces en actitudes concretas. En esto consiste esa bsqueda del Reino de Dios y su justicia: ser austeros y
Esta pgina de san M a t e o nos alienta a vivir con serenidad el presente, porque el maana permanece en manos del Seor. "Bstele a cada da su afn". Nuestra agresividad y nuestra angustia nacen frecuentemente de una desmedida preocupacin por el futuro. Pero sucede que nuestra confianza es dbil. Nos hemos quedado con un concepto de la paternidad de Dios, sin tener la experiencia de su cario. Las Hermanitas de los Pobres acostumbran mantener a la puerta, un alimento para todos cuantos lleguen. Nunca se les pregunta quines son ni de dnde vienen. Tal generosidad es un modo admirable de atar el corazn de Dios para que responda por nosotros.
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Noveno domingo
en el Padre de los cielos. Acepta las pruebas en actitud de hijo. Y nos ensea a vivir de esta manera. Entre las parbolas del Maestro, existe una, la del Padre Misericordioso, que proclama solemnemente esta enseanza. Ella nos muestra que ningn fracaso ser definitivo. Q u e siempre habr caminos de regreso hasta el hogar donde Dios nos aguarda. De este primer valor se deriva, por generacin espontnea, un segundo: la fraternidad. Jess vino a enseamos quines somos. Q u sentido tiene la sociedad humana, qu mtodos son los ms acertados para avanzar de forma comunitaria. Porque todos somos hijos del mismo Padre, "que hace salir su sol sobre buenos y malos y llover sobre justos e injustos". Ahondando en la palabra del Seor, descubrimos que la fraternidad sera vana, si no la convertimos en solidaridad. Quienes han hecho el bien en forma generosa, encontrarn muchas manos tendidas, si los visita la desgracia. En trminos de economa el compartir nunca es un gasto. Es una inversin, que renta sobre todo en los tiempos difciles. Y Jess adems, en su palabra, nos motiva a la trascendencia. U n trmino que podramos comprender como esperanza. Extraa que ciertas personas, aun de Iglesia, se preocupen demasiado por mantener la fe y fortalecer la caridad. Pero a veces ni viven, ni difunden en derredor la esperanza. Esta adhesin a Dios, el dueo de la historia, nos ayuda a sentir y entender que, aunque arrecie la lluvia y se salgan los ros de su cauce. Aunque soplen los vientos, los sembrados se aneguen, se hunda nuestra casa y nosotros mismos naufraguemos en el mal, el Seor puede cambiar nuestra suerte. Aunque pase por valles tenebrosos, nos dice el libro de los salmos, ningn mal temer porque t vas conmigo, tu vara y tu cayado me sosiegan".
Prevencin de desastres
"Dijo Jess: El que escucha mis palabras y las pone en prctica se parece a un hombre prudente que edific su casa sobre roca ". San Mateo, cap. 7.
Despus de algn fracaso, todos resultamos peritos en diagnsticos: hubo sobrepeso en las losas. N o era el momento de lanzar ese producto. Se enganch a empleados irresponsables. Ese colegio era un desastre. Los papas nunca estuvieron con ella. Cmo se te ocurri esa corporacin? El Seor nos presenta una frmula para que no se desplome nuestra casa. Para que nuestros proyectos fructifiquen. Para que cada hogar sea prspero y estable: escuchar su palabra y ponerla en prctica. A l g o muy terico, que es necesario profundizar y llevarlo a la prctica. Pero si preguntamos a muchos bautizados sobre la enseanza de Jess, no seran muy alentadoras las respuestas. Cuando participan en la misa escuchan de paso la Palabra de Dios, pero sin digerir su contenido. Y otros cristianos nunca han puesto los ojos sobre una Biblia, ni cultivan su fe con alguna lectura religiosa. En pocas pasadas se nos descubri el Evangelio como conjunto de mandatos. Pero es ms real y pedaggico entenderlo como la presentacin de unos valores. El Seor pocas veces ordena. Casi siempre invita, ofrece, propone. Y entre todos los valores que Jess nos ense^ a, el primero de todos es su actitud de hijo. Jess siempre se comporta como H i j o de Dios. Ora y confa
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Dcimo domingo
Quiz el primer evangelista sinti rubor al contar su propia historia y por esto, lo hizo as de paso. O pensara que era ms impactante este sobrio relato, donde muestra su espontnea adhesin al Seor. Enseguida, este hombre de los tributos invit al Maestro a su casa. Y esa misma tarde, escribe el mismo M a t e o , "muchos publcanos y pecadores se sentaron con Jess a la mesa". Naturalmente los grandes de Jerusaln se extraaron una vez ms, de la actitud del Seor, y preguntaron molestos a los discpulos: Cmo es que su maestro se porta de este modo?. Jess, que oy el reproche, se adelant a responder: " N o tienen necesidad de mdico los sanos, sino los enfermos. N o he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Las grandes personalidades y tambin ciertos profesionales, cuand o nos conceden una cita, la marcan para dentro de semanas o de meses. De acuerdo, no tanto con la urgencia del problema, sino en razn de nuestro anonimato y falta de influencias. Pero el evangelio nos entrega una noticia desconcertante: si somos pecadores. Si en nuestra hoja de vida presentamos pocas oscuras y buen nmero de culpas, tenemos derecho a un encuentro inmediato con Dios. Si somos enfermos y pecadores, El ha venido para nuestro remedio. Este pasaje de san Mateo nos motiva a ingresar en la Iglesia de la misericordia. A l l no se niega la importancia de las leyes y de las estructuras. Pero se valora, hasta las ltimas consecuencias que el objetivo e la comunidad cristiana es el hombre: su majestad la persona humana. Con sus miserias y sus glorias. Con su presente oscuro y su luminoso porvenir.
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Undcimo domingo
El tambin me llam
"Entonces Jess llam a sus doce discpulos y les dio autoridad para expulsar espritus y curar toda enfermedad. Estos son los nombres de los doce apstoles: Simn y su hermano Andrs". San Mateo, cap. 9.
Aunque reconocemos que ciertas pginas de nuestra historia personal son tan complejas y oscuras, que es difcil all descubrir tales personajes. Solamente la fe viene ayudarnos para seguir creyendo en un Dios bueno y providente, y en un hombre libre, cuando todo en derredor nos grita lo contrario. Pero cuando decimos vocacin, no reservamos el trmino para ciertos servicios especiales que algunos llevan a cabo en la Iglesia, como el sacerdocio y la vida religiosa. Hablamos de esa vocacin amplia, que Dios seala a todos sus hijos, para que avancen y se realicen dentro de su camino particular. Seala san M a t e o , que Jess, luego de llamar a los Doce, sobre los cuales iba a edificar una nueva historia, les dio autoridad contra los malos espritus y las enfermedades. Hoy, estas fuerza negativas y esas dolencias se presentan bajo otros signos. Diversas ciencias, como la medicina y la sicologa, inspiradas tambin por el Seor, llevan a cabo una tarea no imaginada en tiempos de Jess. Pero siempre, nos queda a los cristianos el encargo de aportar fuerza y luz contra los poderes extraos que, de muchas maneras, atormentan al hombre. En consecuencia, ninguna vocacin se concibe si no es un servicio, amable y generoso, para el bien de los
A l comienzo de la Iglesia, los libros del Nuevo Testamento circulaban en las comunidades cristianas, en rollos de pergamino o de papiro. Haban sido copiados pacientemente por algn escriba, quien, de pronto, aada esta frase o aquella explicacin, en favor de los futuros lectores. Nosotros hoy, podramos tambin agregar algunos comentarios nacidos del corazn, sobre la Biblia que manejamos diariamente. Para consignar la resonancia que la Palabra de Jess proyecta en nuestra vida. Como aquel joven, que luego de los nombres de los Doce que traen los evangelistas, coloc el suyo con este apostrofe: el tambin me llam. En ciertos mbitos se habla del destino. Sera ste una fuerza impersonal que mueve de forma inapelable, la conducta de los hombres. Pero los cristianos preferimos referir todo lo nuestro a un plan amoroso de Dios, dentro del cual se sita la vocacin de cada persona. Un llamado de lo alto, en el cual intervienen innumerables actores causas segundas, las llam la filosofa tradicional- e infinitas circunstancias. y 84 w *bp v Sin embargo, sobre estos elementos, se destacan los dos protagonistas principales de toda vocacin: el Seor y nuestra libertad,
dems.
Esto, nos hace recordar a don Rubn, un hombre mayor, maletero en algn aeropuerto. Siempre de buen humor. Siempre con un chiste a flor de labios. Alguien le pregunt, una vez: Rubn, nunca te cansas? Cansarme, respondi, diez o quince veces cada da. Pero me voy de viaje en las maletas de todos los viajeros. Y enseguida regreso, con la ilusin de seguir ayudando. Quien me cont esta historia aada: vamos a pedir la canonizacin de don Rubn. Es un santo que le caera muy bien a nuestro mundo calculador y egosta.
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Duodcimo domingo
Una maestra rural rehusa su traslado a la ciudad, porque sabe que nadie vendr a reemplazarla. Un estudiante de bachillerato, rechaza un dinero que tiene por objeto comprar su conciencia. Un sacerdote emprende una obra social sin recursos, contando nicamente con la providencia. N o puede esperar que los nios sigan padeciendo. Un abogado gana menos, pero se siente mejor defendiendo la causa de los pobres. Nos ponemos de parte de Dios, cuando en nuestra conciencia tomamos partido por la paz, la honradez, la justicia, el progreso. Cuando luchamos por un slido cambio social, comunitario y cristiano. Cuando unimos nuestras inquietudes a las de nuestros amigos para defender la dignidad de nuestro pueblo. Cuando mentalizamos de evangelio nuestro hogar, nuestra clase, nuestro grupo, nuestro crculo de amistades. Recordemos que nos aguarda una admirable recompensa: Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo tambin me pondr de su parte ante mi Padre del Cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo tambin lo negar ante mi Padre del cielo.
De parte de Dios
S uno se pone de mi parte ante los hombres, yo tambin me pondr de su parte ante mi Padre del cielo. San Mateo, cap. 10.
Yo no entiendo, explicaba un joven. A uno le nacen deseos, iniciativas, pero la gente no ayuda. Ahora todo se reduce a dinero y diversiones. Si yo les cuento a mis amigos que trabajo los sbados en un barrio pobre, me van a decir que soy un tonto. Alguna vez he pensado ser sacerdote para ayudar a los ms necesitados. Pero ni en mi casa me van a entender. Los primeros cristianos debieron confesar a Cristo ante los tribunales del imperio romano. H o y nos toca a nosotros ponernos de parte de Jess en circunstancias diversas, pero siempre difciles. Monseor Dominique Tang, administrador apostlico de Cantn, pasa veintids aos como prisionero en una crcel china. Monseor Helder Cmara se coloca de parte de los pobres, de los oprimidos, aunque tenga que sufrir amenazas y persecuciones. El doctor Avery se sumerge en un campo de refugiados de Somalia. A l l todo escasea menos la muerte. El consumo diario de agua se limita a tres cucharaditas por persona. Otros mdicos llegan, pero regresan a los pocos das, desconsolados ante tanta miseria. El doctor A v e r y permanece. Se ha colocado definitivamente de parte de Cristo. En la junta directiva de una empresa, alguien defiende a los ms dbiles, aunque los intereses de los dueos corran riesgo.
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Decimotercer domingo
Perdimos nuestra capacidad de acogida. Nos convertimos en usuarios, vecinos, votantes, copropietarios, televidentes, feligreses, contribuyentes, dueos de una pliza, posibles compradores, destinatarios de una revista que se edita cada mes sobre la proteccin del medio ambiente. Carecemos de una historia propia. Pero existen unas relaciones humanas segn el Evangelio: El que reciba a un profeta porque es profeta, tendr paga de profeta. Y qu anuncia ese profeta? Q u e todos somos hijos de Dios y por lo tanto, hermanos. Anuncia que hemos de llevarnos las cargas unos con otros. Q u e no es bueno que el hombre est solo. Q u e nadie es totalmente persona si no est en compaa. Y sta es la paga por haber acogido al profeta: toda la bondad escondida en el otro se me participa. M i capacidad de acogida se ampla. M i alegra se duplica y crece a diario mi generosidad.
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Decimocuarto domingo
cada, doble y suficiente, que tiene el corazn lleno de intenciones torcidas. De disimuladas ambiciones. En los prrafos anteriores de este mismo captulo de San M a t e o , Jess se ha quejado de una gente afectada que no quiere recibir su enseanza: los que no haban escuchado a Juan Bautista, los habitantes de Corozan y de Betsaida, hermticos ante el mensaje, a pesar de los milagros. Dice un autor que Dios no se revela a quienes son como una casa sin ventanas. Necesita ms aire. A aquellos de corazn abierto les regala su ciencia escondida, a veces, intraducibie en palabras humanas. Con ella podemos posiblemente interpretar la vida, darle sentido a los diversos acontecimientos, dirigir el hogar, comprender al prjimo, superar (os problemas y aun hacer de los propios pecados una escalera para subir al cielo.
La gente sencilla
"Dijo Jess: te doy gracias, Padre, Seor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla". San Mateo, cap. 11.
Podra haber un lugar, tal vez situado en la ciudad del sol que imagin Toms de Campanella, donde reinara plenamente la sencillez del evangelio. A l l estaran prohibidas las coronas, an las de laurel, los abrigos de visn, los anillos de diamantes, los ttulos honorarios, las condecoraciones, los superlativos, los panegricos, las charreteras, las procesiones que no sirvan para expresar la fe comunitaria, los doctorados "honoris causa", el anti-arte, los pitos estridentes, las boutiques y los pavos reales. N o se prohiben las pizarras, las flores campesinas, las cometas, el algodn de azcar, la risa de los nios, ni tampoco los trompos de colores. Los habitantes de aquel pueblo seran simples, nobles, igualitarios, fraternales, capaces de reconocer sus errores, llenos de entusiasmo ante la vida y ante el progreso. Autnticos y agradecidos hijos de Dios. A l l el Seor revelara a diario estas cosas" a cada uno de los hombres, con esa intensidad serena del sol, de la lluvia, del viento que barre las nubes. Pero esto no es una novela futurista. Estamos nicamente suponiendo que el Evangelio se vuelve realidad. /\ El Seor acostumbra esconder sus secretos a los sabios y entendidos y revelarlos a la gente sencilla. N o est Dios y en contra de la ciencia, de la cultura, de la civilizacin, del progreso. Pero s est en contra de la gente compli-
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Decimoquinto domingo
Antiguo Testamento supieron emplearlo con maestra. A n en tiempo de Cristo muchas parbolas brotaban en la escuela rabnica. Su lenguaje figurado gusta a la imaginacin, mueve los sentimientos y ayuda a la memoria a grabar el mensaje. Sin embargo, nosotros olvidndonos del mtodo del Maestro, nos refugiamos para transmitir su mensaje en una teologa rida y abstracta, cuando no caemos en un realismo sin alma. Lo cual podra reflejarse en nuestra vida: no pasamos de una teora estril o nos quedamos en la vulgaridad. Queda una va intermedia: hacer de nuestra vida una parbola, sencilla, transparente, motivadora. Alguno pudiera escribirla de este modo: haba una vez un hombre, capaz de sorprenderse ante las cosas ms sencillas, ansioso por vivir en comunidad, desvelado por conocerse a s mismo. Ambicionaba el fuego de los dioses, pero ms que todo soaba con vivir eternamente. Podra crear utensilios, promesas, proyectos y argumentaciones. Su grandeza radicaba en que saba amar y conoca su propio pensamiento. Mas sobre todo esto, aunque sonara extrao, era un hijo de Dios...
San M a t e o nos entrega en este captulo siete parbolas de Cristo. La parbola es una comparacin, tomada de la vida ordinaria, con la cual se da un mensaje generalmente religioso. El Seor, explicaba as su plan de salvacin: sali el sembrador a sembrar... El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembr buena semilla en su campo... se parece a un grano de mostaza... es semejante a la levadura que tom una mujer... o a un tesoro escondido... a un mercader que anda buscando perlas finas. Es como una red que recoge toda clase de peces... Jess habla, probablemente en una de las pequeas bahas del Lago de Genesaret, cerca a Cafarnam. La serenidad del agua, la limpieza del cielo, la paz que refleja el paisaje, todo se presta para predicar al aire libre. El Maestro est sentado en la barca, a pocos metros de la playa donde se agolpa el auditorio. Este, era el sitio donde Jess se reuna frecuentemente con sus discpulos, para dialogar con ellos en paz, libre del amontonamiento de las ciudades, lejos de la gritera de los mercaderes. Del ladrar de los perros y de la vigilancia de los fariseos. La parbola evanglica se diferencia de la fbula porque conserva siempre una admirable sencillez y nunca pone . animales en escena. Sin embargo, este gnero parablico '/ no es original del Maestro. Era ya muy usado por judos y griegos. Sin citar a Salomn, muchos autores del
Decimosexto domingo
existen problemas que nosotros aparentemente no sufrimos. A quien no luce nuestro estilo de fe, ignora nuestro color preferido y desdea nuestra moda ideolgica. Hemos catalogado injustamente como cizaa a muchos hermanos nuestros, para declararnos a la ligera, trigo inmaculado. A l obrar as, nos hemos vuelto sordos al anuncio de salvacin que ellos podran hacernos. N o hay ningn inconveniente, dice J . Cabodevilla, en que aun fuera de la Iglesia, ms all de sus fronteras, tambin en la regin de los infieles, en la calle, en los laboratorios y en la efusiva y airada literatura del pueblo, pueden darse fragmentos de divina revelacin, la profeca exterior a la cual los pastores debemos prestar odos. Quin sabe cmo seran de extraos un campo sin cizaa, un mundo sin posibilidad de mal, un hombre sin experiencias de pecado, una Iglesia en la cual estuviramos irremediablemente obligados a salvarnos. Entre las muchas variedades de trigo, existe una adaptable a todos los climas de la tierra, con capacidad de convivir y fructificar junto a la cizaa.
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A quien critica nuestros defectos y seala sin prevenciones las fallas de nuestra Iglesia. A aquel en cuya familia
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Decimosptimo domingo
Y San Pablo escriba a los fieles de Corinto: "Llevamos la vida de Dios como un tesoro guardado en vasija de barro .
Este Reino de Dios es ante todo una forma de ser, una manera de vivir. Se parece a un tesoro escondido, porque tiene un valor inapreciable que muchos con frecuencia desconocen. Pero algunos de repente lo descubren. De all todo el esfuerzo por tomarlo para s. El deseo de comprar aquel campo donde se halla guardado. A veces nos extraan ciertas actitudes: Por qu este amigo nuestro desdea ganancias ocasionales? Por qu una joven con un futuro promisorio, se encierra en un convento? Por qu hay enfermos que parecen, ganar alegra en su dolor? Por qu hay personas que pudiendo, no intrigan para escalar posiciones? Por qu algunos arriesgan su tranquilidad en defensa de unos principios? Por qu encontramos gente de otra parte, que no se contamina? Son hermanos que ya descubrieron el tesoro. Todo su afn se encamina ahora a vender lo que tienen, llenos de ilusin, para hacerse dueos de aquel campo.
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Decimoctavo domingo
Hambre
'Jess les replic a los discpulos: No hace falta que la multitud se vaya. Denles ustedes de comer. San Mateo, cap. 14.
Las gotas de lluvia se deslizan por las races de los rboles hasta formar el manantial. Las hojas arrancadas por la brisa se juntan, para morir en compaa y producir el humus annimo y fecundo. Los granos de arena del desierto se confan al simn y levantan, all lejos, las dunas, sobre las cuales se apaga el sol y se alzan los espejismos. A s tambin las noticias que giran por el mundo en todas direcciones, se detienen de pronto sobre la mente de algn sabio, junto a la pluma de un escritor, para transformarse en historia. Actualmente, la mayora de esas palabras noticiosas no difunden alegra. Hablan de sangre, de violencia, de injusticia, de odio, de miseria. O si queremos titular con una'sola palabra nuestra historia actual: hambre. Hambre de pan, hambre del corazn y de la mente. Cristo explicaba su mensaje y el dilogo se prolong ms de la cuenta. Entonces los discpulos se acercaron a decirle: estamos en despoblado y es muy tarde. Despide a la gente para que vayan a la aldea y compren alimentos. Jess les replic: no hace falta que vayan, denles ustedes de comer. A u n q u e luego el Seor multiplicara los panes y los pescados, les plantea el problema a sus discpulos. De parte nuestra, acostumbramos hacer amable transferencia de los deberes sociales: al gobierno, a los ricos, a los polticos, al sistema, a la Iglesia...
En las afueras de la ciudad, un alud deja sin casa a seis familias. N o podemos hacer nada, porque la semana entrante nos vamos para Europa. Un da nos roban los limpiabrisas del carro. Nos llenamos de ira, sin ahondar en las causas del problema. Nos llaman de una entidad caritativa. Nuestro aporte ser un poco de dinero. Comprometernos en algo personal nos produce dolor de cabeza. Escuchamos la palabra solidaridad: Fantstico! Y de inmediato pensamos en nuestros vecinos y en los empresarios de la competencia. En fin, somos maestros en el arte de escurrir el bulto, de ignorar nuestra realidad social, de evitar con astucia todo compromiso. El milagro de la multiplicacin de los panes y los pescados no lo realiz Cristo solo, ni tampoco querr repetirlo sin nuestra colaboracin generosa. Dios se cruza de brazos con frecuencia, porque espera que muchos de nosotros, ante la sombra realidad que nos envuelve, tomemos valientemente la iniciativa.
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Decimonoveno domingo
se borran los contornos amables del otro. Su presencia se convierte en cansancio y el dilogo se cambia en una forma de explicar el
hasto.
Como un fantasma
La barca iba muy lejos de tierra, sacudida por las olas. De madrugada, se les acerc Jess andando sobre el agua. Los discpulos, vindole se asustaron y gritaron de miedo pensando que era un fantasma. San Mateo, cap. 14.
Frecuentemente las catstrofes y las penas nos empaan los ojos. Entonces consideramos la fe como un refugio para gente cobarde y la esperanza cristiana, como un pretexto para alentar a los tmidos. Tambin el sacerdote y la religiosa padecen crisis. De pronto los perfiles de su propia identidad se diluyen y su vida aparece deshumanizada e intil. Pero detrs de cada crisis est oculto el Seor. Y desde la oscuridad podemos avanzar hacia una fe mejor cimentada, a un amor ms valiente, a una entrega ms decidida. La experiencia del eclipse nos hace humanos, realistas, ecunimes y ms capaces de tender la mano a los dems. Jess les dijo enseguida a los discpulos: ' A n i m o , soy y o , no tengan miedo". Y en cuanto subi con Pedro a la barca, amain el viento. Y aquellos hombres asustados se postraron ante El diciend o : realmente eres H i j o de Dios. Recordemos que, como dice monseor Sheen, la crisis tiene un sentido de revelacin: nos muestra lo que somos. Pero tambin lo que podremos ser.
Los pescadores, que madrugaban al lago Genesaret descubrieron, tal vez una maana, que ste tena la forma de una ctara. De ah su nombre: Kinneret, derivado de "kinnor"que, en hebreo, significa ctara. A u n q u e tambin el Evangelio lo llama Tiberades, o M a r de
Galilea.
Cristo se ha retirado, desde la vspera, a orar en un monte cercano. Los apstoles, a la cuarta vigilia, es decir cerca de las tres de la maana, luchan desesperadamente con un viento contrario. Entonces el Seor viene en su ayuda, caminando sobre el mar. Pero ellos, al verlo, gritan asustados, creyndolo un fantasma. La soledad, las extraas figuras de las olas, el estruendo del vendaval, llenan el panorama de la gente del mar de seres misteriosos. Pero esa madrugada, era Cristo en persona quien caminaba hacia la barca. Para seguir al Seor, no basta escuchar su palabra, recibir su perdn, presenciar sus milagros, participar de su pan multiplicado. A veces es necesario luchar en las tinieblas, lejos de su visible compaa. Cuando el amor que nutre la amistad, que alimenta el hogar, que edifica la fe, entra en crisis, todo nuestro horizonte se puebla de fantasmas.
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\- 100 . l^==M Si alguien que se dice ser cristiano nos hiere, miramos a | a Iglesia como una sombra que persigue nuestra felicidad y viola nuestros ms ntimos derechos. En la familia, fc i
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Vigsimo domingo
Jess, aade un elemento nuevo a nuestra relacin con el Creador: una actitud de hijos.
Pero para lograrla, cada uno deber retocar la imagen de su propio padre, guardada en la memoria. Olvidar sus yerros, mejorar su rostro, aumentar a una escala mayor sus cualidades. Aadir tambin ternura maternal, como explica Isaas en el captulo 6 6 . Despus de esto tendr una idea, una experiencia aproximada de la bondad de Dios. Todo comenz aquella vez cuando el Seor decidi amarnos primero. As entendemos la humilde terquedad de aquella mujer de Canan, su oracin repetida, su constancia y el gozo ante su hija, curada de repente. La fe no reposa en una regin etrea y nebulosa. Vive y se agita en nuestra vida diaria, aporreada por los obstculos, oscurecida de pronto por nuestros pecados, amenazada de mil modos, pero tendiendo siempre hacia, El. Sin embargo a muchos nos estorba esa vida de fe al creernos muy grandes o muy inteligentes. O se nos van los das en definir a Dios ms que en amarlo. Recordemos aquellos versos de Unamuno: Agranda la puerta, Padre, porque no puedo pasar. La hiciste para los nios. Yo he crecido a mi pesar. Si no me agrandas la puerta, achcame, por piedad .
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Vigesimoprimer domingo
Esta parece una pgina arrancada del libro de nuestra propia vida. A pesar de ciertos entusiasmos sinceros, hemos negado nuestra condicin de cristianos. Pero la historia humana, al contacto con Cristo se ha vuelto historia de salvacin. Pero el Seor, que mezcla la luz con las tinieblas para regalarnos la penumbra, nunca deja las cosas a mitad de camino. En todas las reas del universo teje gloriosas sntesis con elementos humanos. Nos invita a encontrarlo, cuando despejamos las incgnitas de cada episodio equivocado. Por eso en el captulo 2 1 de san Juan hallaremos la rehabilitacin de Pedro, para quien la generosa imaginacin de sus colegas ya habra elegido un sucesor. Estando a la orilla del lago, Jess le dice al apstol: "Simn, hijo de Juan M e amas ms que stos?" El dilema planteado es torturante. Si responde que s, sus compaeros le tacharn de mentiroso. Si responde que no, le llamar embustero su propio corazn. Entonces el pescador rudo y veraz, sincero y simple, encuentra la frase precisa para desenredar la situacin: "Seor, T sabes todo. T sabes que te amo". Cristo lo confirma enseguida como jefe del grupo: "Apacienta mis corderos, apacienta mis ovejas". Se realiza la sntesis de Dios.
La teora de Hegel
"Jess les pregunt: Y ustedes quin decs <que soy yo? Simn Pedro tom la palabra y dijo: T eres el Mesas, el Hijo de Dios vivo. San Mateo, cap. 16.
A q u e l sabio filsofo alemn nos ense que la vida y la historia, se desenvuelven en tres estadios consecutivos: tesis, anttesis y sntesis. Primero planteamos lo que parece una verdad irrefutable. Surge entonces otra verdad contradictoria. Pero luego, estas dos se reconcilian, para dar origen a una tercera verdad, ms slida y serena. Menos belicosa y estridente. Se levanta un reino, que ms tarde es vencido por una dinasta enemiga. Nace de all un imperio, que aprende de toda la anterior experiencia a comprender mejor al hombre y a encauzarlo. En el principio fue la oscuridad del caos. Luego el Seor cre la luz. Y en un tercer estadio, hubo da y hubo noche, siguiendo su turno riguroso. Cuando Jess lanza a sus amigos esta pregunta directa: quin dicen ustedes que soy y o , Pedro tomando la vocera del grupo, responde con valientes palabras: "T eres el Mesas, el Hijo de Dios vivo". El entusiasmo del apstol se parece al que mostr en el huerto de Getseman, cuando hiri a Maleo, el criado del pontfice. Sin embargo, unas pginas ms adelante leeremos la anttesis de este pasaje: en el atrio del sanedrn, una criada seala a Pedro: Ciertamente t tambin eres de ellos, pues tu mismo dialecto te descubre. Cuenta san Marcos que ^ el apstol comenz a jurar y a echar imprecaciones: Yo no conozco a ese hombre.
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Vigesimosegundo domingo
Cuando pierdo un examen, gano la experiencia de mis limitaciones, la conciencia de mi falta de esfuerzo y la oportunidad de superarme. En esencia eso es vivir: el secreto consiste en saber elegir entre lo que gano y lo que pierdo. Slo el balance final me dir si gan o perd la vida. En este momento ya no habr manera de rehacer lo hecho, de volverme atrs, de anular el compromiso. Ganar consiste en sacrificar los valores presentes ante unos valores superiores. En un leprosorio de Oceana, una religiosa curaba las llagas de un enfermo. La visitante que la contemplaba, exclam impresionada: Yo no hara esto por un milln de dlares! Yo tampoco, contest, serenamente la hermana. Porque hay maneras y maneras de ganar...
Ganar o perder
"Dijo Jess: De qu le sirve al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?" San Mateo, cap. 16.
Hay maneras y maneras de ganar. Surgen a diario, distintas formas de acumular dinero, de acaparar tierras, de dominar al otro, de sobornar conciencias, de hacerse a una cuota de poder. Cada uno con fama, con dinero, con prestancia, con subterfugios, con palabrera, se fabrica un pedestal. Pero al final de todo esto, ms de una vez, hemos perdido el alma: ya no tenemos paz, ni alegra, ni capacidad de admiracin. Ya no sabemos gozar con las cosas pequeas y ordinarias. Se nos volvi duro el corazn. De repente, la amistad degener en compraventa. N o s rodea la soledad. Los que antes se nos acercaban confiadamente, ahora nos miran desde lejos. Observan nuestras casas de ventanas cerradas y puertas de seguridad. Ya no tenemos tiempo para compartir, ni siquiera en familia. Somos extranjeros en nuestro propio territorio. Giramos velozmente, cautivos en un extrao carrusel. Slo escuchamos voces imperiosas que, an durante el sueo, nos interrogan: Cunto? A qu termino?. Con qu tasa de inters? Cremos haberlo ganado casi todo, cuando casi todo lo hemos perdido. Porque supusimos ingenuamente que existan negocios en los cuales se ganaba o se perda. Cuando en realidad en toda transaccin se gana y se pierde a la vez. Si vendo la casa paterna a cambio de una suma convencional, entrego mis recuerdos, la historia de mi infancia, una porcin de sueos e inocencia. Cancelo la posibilidad de volver a sentirme nio.
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Vigesimotercer domingo
Raras veces nos reunimos en nombre del Seor. Por eso no sentimos su compaa. Nos encontramos como socios, compaeros, colegas, vecinos o cmplices, pero pocas veces como amigos y
Amigos y hermanos
"Dijo Jess: Porque donde dos o tres estn reunidos en mi nombre, all estoy yo en medio de ellos". San Mateo, cap. 18.
hermanos. Los socilogos nos hablan de relaciones primarias y secundarias Aquellas se basan en lo que somos. Estas, en lo que hacemos o tenemos. El hogar, el grupo de amigos, el colegio, la empresa, no alcanzan a ser comunidad, cuando apenas nos unen relaciones secundarias. Nos interesa lo que el otro hace, lo que pudiera darnos. Nuestra convivencia, semejante a la de un hotel, no ayuda al crecimiento, a la alegra, a la plenitud. Vivimos como las piedras de un muro, yuxtapuestas pero incomunicadas. N o nos conocemos a fondo, ni nos queremos. Bajo la luna del desierto, un viejo pastor rabe pregunta a sus hijos: Cmo es posible adivinar en la noche, que ya se acerca la maana? Si advierto que entre las sombras se mueve un perro y no un
Mientras avanzan maravillosamente las tcnicas de comunicacin masiva, cada uno de nosotros, aunque parezca extrao, padece una angustiosa soledad. En medio de nuestras ciudades, abrumadas de mensajes visuales y auditivos, somos desesperadamente solitarios. Nacimos de una comunidad de amor: Dios es comunidad. Tambin lo es la familia que nos trajo a la vida. Y en nada podemos prosperar, sin la ayuda de la comunidad. El estudio, el arte, los negocios, los viajes, el deporte, la religin, el descanso, tienen un sentido iniDal v suponen compaa. Solos, permanecemos incompletos, a nombre es un ser en relacin. El Evangelio es un llamado a vivir comunitariamente. Ya no por un instinto tribal, ni menos an por egosta conveniencia. Es una invitacin a ser personas, dentro de un grupo concreto, reunidos por los vnculos de un amor purificado. Seguros de \a presencia de Jess. Cuando Jos vacila ante el nacimiento de Jess, M a t e o nos recuerda una frase de Isaas: "Este nio ser llamado Emmanuel, que significa Dios con nosotros ". M s tarde Jess explica que, donde dos o tres estemos reunidos en su nombre, El nos har compaa. Y antes de enviar a A sus apstoles a predicar por todo el mundo, repite su promesa: " Y o estar con ustedes hasta el fin de los 108 siglos .
chacal, dice uno. Cuando descubro que cerca a las palmeras corre una oveja pequea y no un cabrito, responde el otro. Estn errados, replica el anciano. Si al que viene hacia m por el sendero lo distingo como un amigo y un hermano, es porque empieza a amanecer.
Vigesimocuarto domingo
Pero esta conducta es poco humilde y por lo tanto no muy cristiana. El perdn enseado por Jess exige reconocer que somos ignorantes y capaces de ofender. Por tanto, acreedores de los
Cerremos el museo
"Pedro le pregunt a Jess: Si mi hermano me ofende cuntas veces le tengo que perdonar? Hasta siete veces? Jess le contesta: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete". San Mateo, cap. 18.
El captulo 4 del Gnesis recoge un canto brbaro en honor de Lamek, un hroe del desierto: Can ser vengado siete veces, pero Lamek lo ser setenta y siete. Ms tarde, los rabinos judos enseaban que el justo poda perdonar solamente tres veces. De ah que Pedro se crea excesivamente misericordioso. Cuando, propone perdonar siete veces. Pero el Seor le ensea que sus discpulos han de hacerlo setenta veces siete: una locucin bblica que significa indefinidamente. Reconozcamos que no es fcil alcanzar este ideal. Nos hemos acostumbrado a coleccionar las ofensas recibidas para guardarlas en un museo interior. Y en ocasiones especiales, las mostramos ante los mejores amigos, con cierta agridulce complacencia. Cada ofensa se guarda all con su fecha precisa y su historia particular, contada a nuestro modo, de tal suerte que siempre salgamos bien librados. Nos estimula sentirnos compadecidos y a veces admirados como mrtires. A l final de aquella galera hay una ltima sala La de los perdones. Nuestros visitantes quedarn asombrados al conocer, al descubrir que, a pesar de la maldad del prjimo, nosotros nos hemos dignado perdonarle. A l menos de labios para afuera.
golpes ajenos. El nos invita a perdonar simplemente. Reconociendo que tales ofensa fueron reales y por lo tanto dolorosas. Sin fingir, por la condicin del otro no nos hieren. Nos sugiere perdonar admitiendo las cualidades del hermano, no obstante sus errores. Nos dice que perdonar es un camino para ser libres. Una manera eficaz de avanzar y de reconciliarnos con la vida. Nos dice adems, que existe una medida segn la cual El perdonar nuestras culpas: la misma con la cual nosotros perdonemos. Toda ofensa lastima, se marca en la memoria con tinta indeleble, resuena en nuestra rea sentimental, inhibe el cario, paraliza las manos, congela en la boca las palabras, arroja semillas de resentimiento. Pero es necesario ir adelante, para ser felices. Arranquemos, con la ayuda de Dios, la cizaa, declaremos el perdn, dmonos la mano, reavivemos el cario. En resumen: cerremos el museo
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Vigesimoquinto domingo
En cambio, para Dios cuenta la sinceridad, el reconocimiento de nuestras fallas, el cumplimiento de nuestra annima tarea, el trabajo por El, sin pensar a cada paso en el salario, el compartir con entusiasmo con quienes llegan a la via un poco ms tarde que nosotros. Presenta la Iglesia una cara visible cuyas estructuras detectamos fcilmente, cuyos signos alcanzan a nuestros sentidos, cuya presencia advertimos a primera vista. Pero adems cuenta con un rea invisible: all el Seor realiza prodigios cada da sin pedirnos permiso, all peregrinan numerosos hijos de Dios, hermanos nuestros, cristianos sin matrcula conocida, para quienes tambin madruga la preocupacin de la Providencia. De ellos nos habla el papa Paulo V I . Esconden junto a su dureza una innegable ternura, cerca a su tragedia una infinita inocencia, bajo sus deslucidas apariencias, el misterio de una desconcertante
Al terminar el concilio Vaticano II, Paulo V I se dirige al mundo en su estilo pulcro y sereno: La Iglesia se preocupa del hombre tal cual hoy se presenta: del hombre vivo, del hombre cubierto de innumerables apariencias, del hombre trgico en sus propios dramas, del hombre frgil, falso, egosta, verstil, siempre dispuesto a declamar cualquier papel, del hombre sagrado por la inocencia de su infancia, por el misterio de su pobreza, por la piedad de su d o l o r " . . . Quiz nosotros que nos decimos Iglesia no hemos tenid o una constructiva preocupacin por este hombre concreto. Casi siempre pensamos en un hombre idealizado a nuestro modo, filtrado a travs de nuestra lente, disecado en nuestro laboratorio particular. Con un irrefrenable instinto maniqueo, hemos dividido a la humanidad: elevamos al cielo a nuestros amigos y dejamos de lado, con insolente descuido, a los dems. La parbola de los jornaleros se alza contra toda segregacin. A l terminar el da, el dueo de la via hace pagar a todos con la misma moneda. Cuando se trata de valorar al hombre, los criterios de Dios son diferentes a los nuestros. Se usa contabilizar nuestro tiempo de afiliacin a la Iglesia visible, repetir el sonoro nombre de la cofrada que nos congrega, sus obras visibles. Todo ello lo declamamos, con un peculiar tono de voz y ese aire de ortodoxia que difunde todo nuestro ser.
bondad.
Todos ellos llegaron tambin a la via. A u n q u e ya por la tarde...
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Vigesimosexto domingo
nuestra imagen: de un lado las palabras, del otro una vida sin marca de cristianos. N o sabemos si infortunadamente, o por fortuna, todo camina en este mundo, dentro del ser, o no ser" que expres Hamlet. Todos somos a medias, o mejor dicho, intentamos ser cada da. Pero Dios sabe, de que pasta somos hechos. La bondad de alguien es el resultado de una diaria reconciliacin, entre lo que deseamos y lo que hacemos, entre nuestros ideales y nuestros pequeos \osros. O mejor an: entre a inmensa bondad de Dios que nos apoya y el esfuerzo de nuestros pasos vacilantes.
El dilema de Hamlet
"Un hombre tena dos hijos: dijo al primero: Ve a trabajar a la via. El contest: No quiero, pero despus se arrepinti y fue. Al segundo le dijo lo mismo y este respondi: Voy, seor, pero no fue". San Mateo, cap. 21.
Ser, ,o no ser. Hamlet lo declar con intenso dramatismo. Es nuestro problema y tambin el de todos los hombres. Somos a medias. H o y nos acercamos al ideal, maana lo perdemos de vista. H o y confesamos nuestra fe en Cristo, maana renegamos de ella. H o y somos fieles a nuestros deberes, maana quebrantamos los ms serios compromisos. Jess conversa con los sumos sacerdotes y los ancianos, en las afueras del templo de Jerusaln. A l l les cuenta la parbola de los dos hijos. Y luego les pregunta: Quin de los dos hizo la voluntad del padre? - El primero, respondieron. A cul de los dos nos parecemos nosotros? Casi siempre al segundo. Hacemos bautizar nuestros hijos, pero no los educamos en la fe. Luchamos por matricularlos en un buen colegio, pero somos avaros de nuestro tiempo para formarlos. Deseamos que se casen por la Iglesia, pero no les damos imagen de matrimonio sacramento. N o proyectamos un amor maduro y responsable. Nos preocupa la situacin social que atravesamos, pero no evitamos todo compromiso. Se supone que pertenecemos a la A Iglesia, pero nuestra relacin con ella es de nombre.
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Otros rechazan de entrada la invitacin de Jess. N o sern ms sinceros que nosotros? Quiz les desconcierta
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Vigesimosptimo domingo
cin. Les conb'a su mensaje. Lrea una comunidad de escogidos. Les ensea unos signos. Muere y al tercer da resucita. En la historia particular de cada uno se repite, en miniatura, esa misma historia general de salvacin. El Seor, en frase de Isaas, conserva nuestros nombres escritos en sus manos. Un da nos llama a la vida. De entrada nos regala la libertad. Se arriesga amorosamente a perdernos, buscando que lo escojamos libremente. Nos adopta por hijos en el bautismo. Nos invita a una comunidad de fe, de amor y de esperanza. Seala nuestro camino con los signos de su presencia que son los sacramentos. Se disfraza, para hacernos compaa, con el rostro de quienes nos aman. Nos enva profetas que hablan nuestro mismo lenguaje, sienten lo mismo que nosotros, son de nuestra tribu. Sufre y muere con nuestros dolores y nuestros fracasos. Resucita en el rbol que retoa, en el da que -regresa, en el hijo que madura. Para avisarnos a cada paso que El es la Vida. Por qu, entonces, esta via amada y escogida que somos nosotros, produce tantas veces frutos amargos?
La cancin de la via
"Dijo Jess: Haba un propietario que plant una via, la rode con una cerca, cav en ella un lagar, construy la casa del guarda, la arrend a unos labradores y se march de viaje". San Mateo, cap. 21.
En oriente, las vias se rodeaban de cactus o con cercas de piedra. El lagar, generalmente excavado en la roca, estaba al final del sembrado. Y la torre, edificada en piedra y poco elevada, serva de atalaya para defender la via de ladrones y animales dainos. Jess repite, casi al pie de la letra, la cancin de la via que nos trae Isaas en su captulo V. Es un poema compuesto por el profeta al principio de su ministerio, teniendo en cuenta quiz alguna cancin de la vendimia. Para el profeta, el pueblo israelita es la via amada y escogida por Dios. El texto hebreo expresa adems que se trata de una cepa especial, distinta por el color de sus racimos. Esta parbola recapitula en pocas frases todo el esmero y la solicitud del Seor para su pueblo. Alguien ha escrito que el amor de Dios no se define con simples adjetivos. Se describe con verbos: el Seor crea. Acompaa al hombre en su camino. Se muestra a Abraham y lo saca de Caldea. Hace alianza con los patriarcas. Se acuerda de la esclavitud de su pueblo. Lo rescata de Egipto. Lo conduce a travs del desierto. Le regala una tierra prometida que mana leche y miel. Suscita profetas. Organiza un reino.
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Se hace hombre en las entraas de Mara. Busca un grupo de amigos. Comparte con ellos su poder de salva-
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Alguien se ha enamorado?
"El Reino de los Cielos se parece a un Rey que celebraba la boda de su hijo. Mand criados para que avisaran a los convidados, pero estos no quisieron venir". San Mateo, cap. 22.
Otras veces, amarnos equivale a colonizarnos mutuamente. Luchamos por imponer nuestras propias ideas, nuestros esquemas personales, nuestra limitada visin de la vida. O simplemente dejamos morir el amor. N o entendemos que es necesario regarlo, abonarlo, cuidarlo, podarlo para que crezca y se renueve. Hace tiempos que el Seor nos invita a su fiesta. A l l nos dar sabidura para entender al otro, para tenderle la mano y llevarlo adelante, a pesar de sus limitaciones. Aprenderemos que el amor humano no brota al acaso. Procede de una especial iniciativa de Dios. Es la rplica de su vida infinita, es la copia de su modo de ser, la publicidad de su presencia entre nosotros. Hemos errado por tantos caminos. Con razn sentimos sed, cansancio, hasto, escepticismo. Pero no desistimos nunca de buscar el amor. Recordemos entonces que esta invitacin a la fiesta de Dios, no tiene fecha de vencimiento.
Un caricaturista espaol nos entrega el siguiente dilogo: Pedro le comenta a Jess: "Desengate. H o y la gente ya no habla de ti, ni de religin. Ahora se ocupan nicamente de poltica, de droga o de la televisin en colores. Jess le pregunta: Pero, yeme, cuando se enamoran, tampoco se acuerdan de Dios?" Este era un rey que celebraba las bodas de su hijo e invit a muchos. As, cada vez que alguien se enamora, es invitado a participar en la fiesta del rey. Porque una vez, el Hijo de Dios se enamor de la humanidad y se cas con ella. En el seno de una madre virgen se llev a cabo el desposorio. Desde entonces, adquirimos una nobleza y una importancia inigualables. Somos de la familia de Dios. Pero sucedi que aquellos invitados no quisieron venir. H o y sucede lo mismo: muchos no queremos vivir el amor. A veces slo conjugamos un egosmo a do, que limita nuestros horizontes. Otras, olvidamos que todo amor exige como trmino final un tercero. En l se complementan todas las iniciativas y todas las batallas se recompensan. El amor de los padres tiene su plena realizacin en el hijo. Adems, para cuantos caminamos en la fe, ese Tercero tambin es el Seor. O vivimos el amor por departamentos. Hemos olvidado muchas regiones del otro, donde se esconden inapreciables riquezas. O a donde es necesario huir en tiempo de guerra.
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Vigesimonoveno domingo
da del impuesto. Le llevan un denario romano, una pieza de plata de cuatro o cinco gramos. En el anverso presentaba la figura del Cesar de entonces, Tiberio. Por el reverso, una expresin alusiva al mismo. Jess pregunta nuevamente: "De quin son esta efigie e inscripcin?". "Del Cesar", le responden. Si el Maestro declaraba ilcito el tributo pagado a los romanos, se habra expuesto a la muerte y an no haba lemelo su hora. Pero ante esa moneda, el Seor les echaba en cara a sus enemigos, que la invasin romana era un hecho aceptado por la mayora. Ms an, algunos judos sacaban se lucraban de ella, oprimiendo al pueblo. A los cristianos de hoy Jess nos ensea que el Reino de Dios va ms all de las estructuras econmicas y polticas. Bajo cualquier rgimen civil podemos y hemos de dar a Dios lo que es suyo: nuestra fe, nuestra obediencia. Ms adelante los apstoles declararan ante los tribunales judos: hemos de hacerle caso a Dios, antes que a los hombres. Amamos pues a Dios, viviendo en comunin con el trabajo, el dinero, las autoridades civiles, el mundo real que nos rodea. Todo ello edifica la ciudad terrena, que es base y fundamento de la Jerusaln celestial. Y aquella capital del tiempo de Jess, con su maravilloso templo, no pudo existir sin los mercados de Cafarnam, la esforzada pesca del Tiberades, los rebaos de Beln y las cosechas de Galilea. San Pablo, escribiendo a los fieles de Tesalnica, les dice: "Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar la actividad de su fe, el esfuerzo de su amor y el aguante de su esperanza, en Jesucristo nuestro Seor". Por la fe en el Maestro vivimos y ^ avanzamos a pesar de todas las circunstancias.
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El Seor se molesta y antes de responder, les dice: hipcritas, por qu me tientan? Mustrenme la mone-
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Trigsimo domingo
me rechazo a m mismo. Y como resultado lgico, soy incapaz de amar a los dems.
Este amor a m mismo es consecuencia de un inventario real de lo que soy, de lo que puedo, de lo que tengo. Y, desde un anlisis sereno, de un amor humilde, capaz incluso de hacernos rer de nuestras fallas. De expresar, con cierta alegre irona, nuestros desaciertos. Un amor que valora las propias capacidades para cultivarlas y orientarlas. Q u e nos hace sentir distintos a los dems, pero no superiores. Autnticos, pero no extravagantes. A p t o s para convivir, pero sin nunca perder nuestra originalidad. Escondemos a veces nuestra incapacidad de amar detrs de una asctica errada, o cierta filantropa de baja ley. O tratamos de proteger al otro, colmndolo de ddivas y cariosamente, para buscar seguridad y colocarlo a nuestro servicio. Pero esto no es amar. Amar es conocernos a nosotros y al prjimo, en la medida de lo posible. Juntar con las suyas nuestras cualidades, para que en compaa, se acrecienten. Es vivir en una constante actitud de respeto y crecer juntos, que equivale a caminar unidos, alegrndonos del bien que Dios nos hace. Manteniendo en comn una reserva de esperanza. A q u e l da Jess le explic a su auditorio que es lo fundamental de su mensaje: retoma un pasaje del Deuteronomio y lo presenta de una forma nueva, frente a la maraa de preceptos que agobiaban a los judos de entonces. Y una cosa queda en claro: lo fundamental no es comprender a Dios. Es amarlo. Y a la vez: en el amor al prjimo, comprometido y prctico, se hace patente el amor al Padre de los Cielos.
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Trigesimoprimer domingo
Como si tratramos evitar que Dios se entere. Sin embargo, la primera condicin para que El nos perdone, es reconocer con llaneza que somos pecadores. Tambin nos dice el Evangelio que no hemos de buscar, como los fariseos, los primeros lugares en el templo, en el mercado, en la universidad, en las diversiones, en el trabajo. N o es esto abdicar a nuestro esfuerzo de superacin. Pero s es no opacar a los dems, presentndonos siempre como los importantes. Como aquellos que tienen la palabra sobre todo tema. Se puede mezclar tanto farisesmo en nuestra conducta que urge revisar la propia vida a cada paso, mirndola a la luz del Evangelio. Esto requiere valenta. Pero el Seor est pronto a ayudarnos. Por la sinceridad, sera nuestra vida ms limpia y ms feliz. Cuando nos convirtamos a la sinceridad, caminaremos por nuestras ciudades y nuestros campos quiz con una escalera muy larga a cuestascambiando la nomenclatura de esta tierra que un da aprendi a mentir. Tendramos entonces la calle de la Verdad, la avenida de la Autenticidad, el camino de la Amistad, la plaza de la Veracidad, el 'Bar del S y el N o " . . . y esta ciudad se llamara... como t quisieras.
A s presentaba un escritor el mundo en que vivimos: Existe a\\ la calle de la Falsedad, la plaza de la Apariencia, la avenida de la Simulacin, la discoteca "Los Fariseos", el bar "La Falsa M o n e d a " , el camino de la Mentira la vereda del "Engao'... y muchos sitios ms donde quiz nos sentiremos cmodos. Como en la propia casa. Mas el Evangelio nos invita a la sinceridad. Nos prohibe parecernos a los fariseos del tiempo de Jess: muchas palabras y poco testimonio. Frecuentemente, como padres de familia, novios, empleados pblicos, obreros o patronos, no podemos exhibir una vida con sello de autenticidad. Aunque en las reuniones sociales hablemos mucho de manos limpias, de honestidad, de equidad, en nuestro interior las cosas no caminan tan bien como parece. Pero hay otra hipocresa peor, porque nos separa de la ayuda de Dios. Es aquella que se encarga de bautizar los propios pecados con nombres decentes. A l no reconocer nuestras fallas, las envolvemos en papel de fantasa. Esto s es blanquear los sepulcros, que continan por dentro llenos de podredumbre. A l orgullo lo nombramos dignidad, al engao le decimos viveza, a la _^ injusticia la llamamos prudencia. Por otra parte, nadie acepW tara haber cometido un adulterio. Solamente ha tenido
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una aventura.
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Trigesimosegundo domingo
La historia cristiana nos presenta en su prtico a una M a d r e Virgen, Nuestra Seora. La maternidad es un valor que casi t o d o el mundo comprende. Mientras pocos alcanzan a valorar la virginidad, por ignorar que sta no agota en s misma su existencia. Vale en razn de un ms all. Ser entonces inagotable capacidad de ternura, inocencia que no hiere sino que acoge. Alianza ininterrumpida con Cristo y humana cercana a todas las alegras y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres. Las otras formas de virginidad pueden resultar necias: endurecen el alma, clausuran el corazn, desfiguran el rostro, no revelan a Dios y causan compasin o rechazo. Por el contrario, las vrgenes prudentes congregan a muchos en derredor. Son recursivas, no se pierden en elucubraciones teolgicas intiles, ni se dejan vencer por el cansancio. Se alegran a cada momento de ser vrgenes, en orden a unos valores ms excelentes. Todo lo anterior puede aplicarse a la fidelidad mal entendida, a ciertas formas de piedad, a algunas maneras de inocencia, a la perseverancia en determinados estados religiosos, ideologas o criterios. En fin, la virginidad y el herosmo valen la pena, si logramos vivirlos entre el cincuenta por ciento de los sensatos.
La mitad de los hroes, como la mitad de las vrgenes, suelen ser necios, asegura un autor. Y Cristo en su parbola nos advierte: no basta solamente ser virgen. Hace falta prudencia, previsin, oportunidad, aceite suficiente en las lmparas, constancia para esperar la llegada del esposo. De estas diez doncellas, cinco son calificadas de necias. En otro lugar nos habla el Evangelio de eunucos, que lo son por un defecto natural, o por la malicia de los hombres. Pocos de ellos por el Reino de los Cielos. Tambin existe una virginidad que no es por el Reino: por incapacidad, por cobarda, por autosuficiencia o por orgullo, por falta de oportunidades, por asepsia... Cristo alaba la virginidad que respalda su plan de Salvacin, es decir la que ilumina a los dems, vela en compaa, espera confiada hasta muy entrada la noche. Esto de aguardar al esposo podra traducirse: vivir a cada instante la virginidad como una boda. Una boda con el Seor y con los ms necesitados. Entendindola como un signo de otros valores ms hondos, intraducibies muchas veces al lenguaje verbal. Pret 4 ~i sentarla a los dems como la piel de una alegra inefable: la \ de sentirse amado por muchos y al amarlos entraable126 mente, hacer amables todos los recodos del camino.
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Trigesimotercer domingo
Cuando el Seor se marcha, nos sentimos desconcertados. Antes el amor era un ideal. Ahora es una realidad prosaica, opaca, desabrida. Antes ramos incondicionales de toda causa noble. Ahora no encontramos razn para luchar, para perseverar. A veces ni siquiera para vivir. Antes, mirbamos el porvenir con ilimitada esperanza. Ahora cuando ya hemos logrado la meta, nos sentimos insatisfechos y nos asedia el egosmo. Todo esto sucede cuando el Seor se marcha. Quisiramos que El no se ausentara, que no hubiera repartido responsabilidades. Q u e permaneciera a nuestro lado, solucionando nuestros ms mnimos problemas. Pero es ms hermoso y ms fecundo el tiempo de su ausencia. Entonces crecemos, ejercitamos la libertad, probamos nuestra madurez, acrecentamos nuestra fidelidad, realizamos sus planes. A El no le gusta trabajar con nios mimados y sobreprotegidos. Realiza sus programas con gente curtida en la brega, capaz de soportar crisis, de superarse, de esperar pacientemente, de sentirse alegre en ese tiempo oscuro, que corre desde la ausencia del Seor hasta su retorno.
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Trigesimocuarto domingo
enfermo o en la crcel y te socorrimos?" Y el Seor les respond e , "Cuando lo hicisteis con uno de estos mis humildes hermanos . La cercana de Dios, su amor por cada uno de nosotros, ha poteru ciado admirablemente nuestra humanidad, comunicndole poderg s sorprendentes. Nuestras manos de barro abren, de par en par, | a puerta de los cielos. Nuestras palabras frgiles hacen vibrar e | corazn de Dios. Nuestra mirada taladra la inmensidad de sus misterios. Nuestros pasos destruyen la distancia que existe entre |Q tierra del pecado y el pas de la vida. Dios es un rey magnfico, generoso, increble en el modo de retribuir a sus amigos. Mucho ms esplndido que aquel que tena un palacio de diamantes, una tienda hecha del da y un rebao de elefantes. Sospechamos que el poeta haba ledo el Libro de los Salmos: "Dios mo, qu grande eres. T despliegas los cielos lo mismo que una tienda, haces de las nubes tu carro, te deslizas sobre las alas de los vientos . Tambin nosotros construimos una tienda luminosa y eterna con los opacos elementos de esta tierra. Por el poder de Dios.
El 3 de agosto de 1 4 9 2 , Cristbal Coln se haca a la mar desde el puerto de Palos de Moguer. Muchos afirman que su propsito era hallar una ruta ms corta, hacia los legendarios territorios de Oriente, donde crecan el clavo, la canela y la pimienta. Pero unos meses ms tarde, las tres carabelas tocan tierra en Guahanan, la cual es bautizada Isla de San Salvador. Coln haba descubierto un nuevo continente. En las cosas de Dios tambin se dan. sorpresas, que exceden las ms ambiciosas esperanzas. Nos vemos entonces obligados a convocar amigos y vecinos para decirles: "El Seor ha hecho en m maravillas". N o solamente se cumple la promesa del Evangelio: todo el que busca encuentra, o quienes llegan por la tarde reciben igual paga que los jornaleros madrugadores. Cada da, la mujer desconsolada vuelve a encontrar su dracma y el pastor diligente recupera la oveja extraviada. Damos un vaso de agua fresca a un profeta y participamos de su recompensa. A n ms: quienes realizan el bien como por instinto natural, se sorprenden: Dios se iden130 tifica como el que recibe su ayuda. Entonces preguntan: "Cundo, Seor, te vimos con hambre o desnudo o
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FESTIVIDADES y OTROS
Nuestra Seora de la Candelaria
do el promedio de vida. Estn en esa edad los abuelos, los tot, los empresarios retirados, los jubilados, los religiosos que ya cumplieron su misin, los asilados. Cristo llam al pesebre a los pastores. Luego invit a los magos. A los doce aos visitar a los doctores en el templo. A q u se encuentra con la tercera edad. Edad que tiene su propio afn: angustia ante la muerte, sentimientos de inutilidad y marginacin, fro, achaques, soledad.
Estaba ordenado en el captulo 1 3 del xodo: todo primognito ser consagrado al Seor. Ser rescatado por la ofrenda de una res menor. Pero los pobres presentarn dos trtolas o un par de pichones. Para cumplir la ley, Mara y Jos suben al templo con el N i o y entregan la ofrenda de los pobres. El ritual judo no habla de llevar alguna luz. Pero los artistas dibujaron a nuestra Seora con su Hijo en los brazos y una cera encendida en la mano. Es Santa Mara de la luz, la Virgen de las candelas, Nuestra Seora de la Candelaria. La tradicin y el arte unieron en la escena la presentacin del Nio y el grito del anciano Simen: "Ahora, Seor, puedes dejar que tu siervo se vaya en paz, porque han visto mis ojos la salvacin... luz para iluminar a- las naciones". Como en el pasaje de los Magos, tambin aqu el evange_ lista recalca que el Mesas viene a salvar a todos los homT bres. Pero la presentacin del N i o en el templo y su \ 132 ,- encuentro con el anciano Simen y la profetisa A n a son %=m tambin el encuentro de Cristo con la tercera edad.
Sin embargo, los ancianos disponen de una enorme riqueza: la experiencia. Ella es sabidura, serenidad ante los golpes, paz, clarividencia, reconciliacin consigo mismo y con el prjimo, beneficio de perspectiva para juzgar los acontecimientos y las cosas. Adems, los ancianos gozan de un gran tesoro: tienen tiempo. Aunque este pueda ser doloroso en los insomnios y en las tardes en que nadie viene a visitarlos. La presencia de Cristo puede transformar la existencia de tantos ancianos. La tercera edad es tiempo para un balance imparcial y sincero, ms all de toda comedia y fantasa. Es tiempo de oracin y de intercesin. Y es tiempo de preparacin. El anciano espera pacientemente en la antesala del cielo. De pronto, el Seor abrir la puerta para invitarlo a la bienaventuranza. Entonces sus ojos, como los del anciano Simen, se iluminarn de salvacin. Bajo la mirada amable de Mara, Simen y A n a descubrieron al Seor. Q u e ella nos gue hasta gozar de esa luz que jams tiene ocaso.
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Los que vivimos aturdidos por la algaraba e intoxicados d e bullicio, qu podemos hacer, qu podemos hacer? Hay un silencio que se puede fabricar, an viviendo entre la gente. Los santos lo llamaron el silencio interior. Se construye cuando serenamos nuestras preocupaciones, cuando aplacamos un poco las tensiones del trabajo o del estudio y empezamos a mirar nuestra vida desde dentro. Entonces las cosas que nos rodean aparecen en su verdadera dimensin y encontramos a Dios en el fondo de nuestra conciencia. El campo es tan hermoso porque all todava reina el silencio. Lstima que los campesinos no lo sabemos disfrutar y los de la ciudad, cuando nos refugiamos en l, solemos llevar con nosotros nuestro equipaje de ruido. El lugar de este silencio interior es el hogar. A l regresar a casa, podemos construir el silencio. Es la voz dulce de la esposa, el dilogo amable y carioso con los hijos, el examen sereno y manso de nuestra conciencia. Entonces como una brisa que se adentra de puntillas hasta lo ms hondo del ser, Dios llega a nosotros. Hay otro silencio que tambin vale la pena fabricar. Consiste en no decir la palabra inoportuna, callarnos cuando el prjimo no est dispuesto para la correccin, no hacer el comentario que destruye la fama ajena, no responder con ira cuando nos ofenden... En este silencio tambin se encuentra a Dios. Nuestra vida pudiera ser ms serena y feliz, y ms plcida, si aprendiramos un poco a callar. Kaloni Kienga, aquel misterioso navegante de una novela de Morris West, nos dice: "Despus de cada faena soy como una cuerda deshilachada. Entonces me siento en silencio a trenzarme de nuevo,- miro hacia dentro y sueo. Permanezco en silencio, porque cada palabra es un hilo que le arranco a mi cuerda." A
Fbrica de silencio
"Isabel dio a luz un hijo. Y a Zacaras se le solt la lengua y alababa a Dios". San Lucas, cap. 1
En el primer libro de los Reyes, encontramos a Elias deseoso de hablar con el Seor. Subi hasta el monte Horeb y all retumbaba el huracn. Pero el Seor no estaba en el huracn. Despus hubo un gran terremoto. Pero el Seor no estaba en el terremoto. Luego fulgur el rayo. Pero el Seor no estaba en el retumbar de los truenos. Finalmente lleg una brisa tan blanda que pareca tejida de silencio. Y Elias se tap la cara con el manto porque all hablaba Dios. Hoy celebramos el nacimiento de san Juan Bautista. Apareci un gran profeta. Entre los nacidos de mujer ninguno como l, nos dice el Evangelio. Y como preparacin a su alumbramiento misterioso, Zacaras, el esposo de la anciana Isabel, se queda mudo durante nueve meses. Las maravillas de Dios se preparan en el silencio y slo se pueden contemplar en el silencio. El Bautista es un hombre fuera de lo comn. Asombra su sinceridad. N o se apropia las grandezas ajenas y declara llanamente que l no es el Mesas, apenas su precursor. Dice la verdad sin adornos. A los ricos: compartan sus bienes con los pobres. A los cobradores de impuestos: no exijan ms de lo debido. A los soldados: no molesten a nadie con falsas denuncias. A Herodes: no te es lcito tener la mujer de tu hermano. * ^ Su voz es firme y vibrante. Es el hombre del desierto, amigo del silencio. Sabe hablar, porque ha aprendido a callar.
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docio se interrelacionan armnicamente y comparten la responsabilidad de servir a los creyentes. Los bautizados que no hemos recibido ningn ministerio oficial de la Iglesia, tenemos tambin una tarea particular. Cumplmosla con dedicacin y eficacia en beneficio de toda la comunidad y as anunciamos a Cristo. Pensemos en el bien que pueden hacer los responsables de una empresa, los gobernantes, los lderes sindicales, polticos o deportivos, los que tienen poder decisorio en los medios de comunicacin, los cientficos, los artistas. Cada uno de ellos tiene un don, una cualidad que, en lenguaje cristiano se llama carisma. Es la capacidad de iluminar el mundo, de cultivar la belleza, de unir a los hombres, de dar la mano a los ms necesitados. Todos tenemos la capacidad - nos la dado el Seor de abrir a todos la verdad o guardarla con avaricia. Podemos trazar caminos de superacin o encerrar a muchos dentro de su propia miseria. En nuestro mundo hay tantos desesperados, cansados de aguardar su liberacin, que nos preguntan con desconcierto: Quin tiene las llaves? Con razn interpelaba Gandhi a los cristianos: Ustedes que dicen tener la luz, qu han hecho de la luz?
Iglesia.
Sin embargo, este ministerio que tuvo el primer papa, no es patrimonio exclusivo del pontfice romano. Su encargo de ensear, de promover, de conducir la Iglesia a travs de la historia, lo ejerce en compaa de todos los obispos de la tierra. Lo cual se llama la colegialidad. A s se contina la presencia de Cristo entre nosotros. Po, Benedicto, Paulo o Juan Pablo presiden la Iglesia, para ensearnos, regirnos y santificarnos. Cada obispo es ayudado a su vez, en su Iglesia particular, por los presbteros, los diconos y los dems ministros. Esta es la jerarqua: los diversos grados del sacer-
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nuestros males. Es parte integral de nuestro yo. Es nuestro hermano gemelo, ms dbil, pero fiel, humilde y generoso cuando sabemos motivarlo.
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nador: ausencia de Evangelio. Tratan entonces de ahondar en la vocacin misionera, que recibieron en el bautismo. Comprenden muy bien que "misin es compartir". Tomar lo que hemos recibido del Seor y ponerlo en comn con nuestros hermanos. Dios nos regala la vida, la fe, el hogar, los bienes de fortuna, invaluables capacidades de transformar el mundo, poder de decisin ante la industria/ ante el gobierno, en os negocios. Compartamos. A s seremos misioneros. A los hombres de hoy nos amenaza una enfermedad an ms grave que las plagas de nuestros cultivos: el egosmo. H o y , D o mingo Universal de las Misiones, por qu no mirar ms all?. Por qu no abrir la mente a las necesidades ajenas, hacer de nuestro amor un amor internacional', tender la mano a quienes all lejos esperan de nosotros? Ser misionero es vivir de la esperanza, porque Dios quiere seguir salvando con nosotros. Es amar a los prximos y a los lejanos. Es continuar creyendo que el mundo todava tiene remedio.
Misin es compartir
"Acercndose a ellos, Jess les dijo: Vayan y hagan discpulos de todos los pueblos, ensendoles a guardar todo lo que les he mandado". San Mateo, cap. 28.
De madrugada, donde termina la ciudad, un nio se muere de hambre silenciosamente. Desconcertado ante las discusiones de sus padres, un joven abandona el hogar. Vaga, minado por las drogas y vicios, para terminar luego en la sala de algn hospital. En una vereda distante, la gente carece de escuela, de energa elctrica, de salud, de esperanzas. Nadie les da a mano. En a remota selva, una tribu indgena est prxima a desaparecer por la desnutricin, el consumo de coca y las epidemias. Una aldea, a la orilla del mar, agoniza en \a incomunicacin y en la ignorancia. Los llamados cinturones de miseria se extienden y se multiplican. A l l miles de hermanos nuestros pierden la dignidad humana, la fe en Dios y el sentido de la vida. Muchos jvenes, al terminar su bachillerato, no logran iniciar una carrera. En una sociedad donde hacen faltas profesionales, muchos de ellos no encuentran un trabajo adecuado. Por otro lado, las posibilidades econmicas de muchas familias aumentan da a da. Con frecuencia se acumula riqueza intilmente. Otros viven hastiados, sin saber cmo emplear sus capaciA dades y su tiempo.
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Pero hay gente de buena voluntad que descubre en todas estas situaciones un angustioso y comn denomi-
Afirman algunos que nuestra labor asistencial retarda el cambio de estructuras. Seamos realistas. En los lugares de misin generalmente falta todo. Debemos cumplir muchas labores de suplencia . Es fcil criticar al misionero que reparte pan, que traslada en su viejo jeep a un enfermo, que recoge del barro a un moribundo. A la misionera que aplica inyecciones, que improvisa en la selva un dispensario elemental, que limpia las llagas de un leproso, que atiende a una mujer a punto de ser madre. Pero podremos dejar esto de lado? El programa de Cristo comprende un mejoramiento total de los hombres. Si no realizamos estos oficios, los pobres no entenderan que Dios los ama, no creeran que nosotros los amamos. En Calcuta, un moribundo le deca a la Madre Teresa: Repteme eso otra vez, porque me hace mucho bien. Siempre he odo decir que a los parias nadie nos quiere. Es maravilloso saber que Dios nos ama. Dmelo otra vez!". En este nuevo siglo, la Iglesia de nuestro continente, est llamada a anunciar a Cristo por todos los rincones de la tierra, compartiend o la fe y edificando el reino de Dios. Nos comprometemos en esta urgente tarea? Hoy, Da Universal de las Misiones, la Iglesia invoca la generosidad de todos sus hijos. Los anima a orar y a colaborar econmicamente en a difusin del Evangelio. Llama a la juventud a entregar su vida a las Misiones, como sacerdotes, como religiosos o como laicos, asegurndole que esta vocacin es un camino cierto de realizacin y de servicio a los ms necesitados.
Enseamos a amar
"Dijo Jess: Vayan por todo el mundo, proclamen la Buena Nueva a toda la creacin" San Marcos, cap. 16.
En un aeropuerto parisiense, un joven profesor de la Costa de Marfil observaba con estupor las voluminosas cajas que se empacaban en un avin carguero. De pronto, apoyando la frente contra el ventanal, empez a sollozar. Se acordaba de los nios y los ancianos de su patria. A q u e l enorme cargamento consista en alimentos para gatos y perros. Frente a semejantes injusticias existen tres caminos: el primero, quedarnos en silencio, luchar por la propia subsistencia y esperar que se haga justicia ms all de la muerte. O t r o camino: lanzar a los hombres a la violencia: prender su corazn como una bomba incendiaria, armar a\ pueblo para que derribe el sistema. La Iglesia aprendi de su fundador un tercer camino: sembrar el amor entre quienes todo lo tienen y aquellos que todo lo necesitan. Invitarlos a encontrarse fraternalmente en un lugar intermedio de la frontera, donde se hable el idioma del Evangelio. "Nosotros enseamos a amar, deca un misionero. N o logramos cambiar las estructuras. Anunciamos que muchas de ellas son injustas, pero cambiarlas de raz nos quitara mucho tiempo. Mientras tanto, se nos puede morir un nio por falta de un vaso de leche. Nuestra vocacin es anunciar a Jesucristo que vive y ama por nuestro ministerio.
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Ha llegado la hora
"Dijo Jess: Vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio a todos los hombres. El que crea y se bautice se salvar". San Juan, cap. 16.
Los fieles de aquella parroquia rural se han juntado en el templo. Despiden a una religiosa de su comunidad cristiana que se va a Mozambique. A l l estar muchos aos al servicio de una pequea comunidad cristiana. Pero qu pensaramos de una dicesis que enviara a su obispo y a su vicario general a un remoto lugar de misin? Sera un hecho inslito. A las misiones van los misioneros. Los "otros cristianos" permanecemos en lo "nuestro": en nuestra familia, en nuestra parroquia, en nuestra Iglesia. Sin embargo el captulo 1 3 de los Hechos de los Apstoles, nos certifica lo inslito. La comunidad cristiana de Antioqua enva a Pablo y a Bernab a Chipre, Perge e Iconio, donde muchos esperaban el anuncio del Evangelio. Eso era en los primeros tiempos, dice alguno. Cosas del Espritu Santo, agrega otro. Eran cristianos de verdad, comenta un tercero. H o y la Iglesia est en bsqueda de sus races. Tambin vive con nosotros el Espritu y pretendemos ser cristianos de verdad. Sin embargo aparecemos divididos en dos grupos diversos: quienes slo procuran la conservacin de la fe en los ya bautizados y los llamados misioneros: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, comprometidos a anunciar el Evangelio a quienes no lo conocen todava.
Lo grave del asunto es que Jess fund una Iglesia nica que es por naturaleza" misionera. De ah el gesto de los cristianos de Antioqua. Prescinden de sus mejores pastores para cumplir el mandato del Seor: ir por todo el mundo y anunciar a todos la buena noticia. Las estadsticas nos dicen que slo la cuarta parte de la humanidad ha recibido el anuncio de Cristo. Q u hemos hecho nosotros por esa gran masa que representa el 7 5 % ? Tradicionalmente la tarea misionera era encomendaba a grupos especializados: los misioneros. Pero el Concilio Vaticano II nos recuerda que el compromiso misionero es algo propio de cada bautizado. Q u e toda la Iglesia ha de anunciar el Evangelio, hasta los confines de la tierra. Amrica Latina se cuenta en la actualidad con el 5 1 % de toda la Iglesia catlica. Pero es necesario que de Iglesia misionada nos convirtamos pronto en Iglesia misionera. Entonces, cada comunidad cristiana se sentir comprometida con otras Iglesias distantes. Dice el prrafo 3 6 9 del documento de Puebla: "Para Amrica Latina ha llegado la hora de proyectarse ms all de sus propias fronteras. Es verdad que nosotros mismos necesitamos misioneros. Pero deb emos dar desde nuestra pobreza".
cualidades. Su fe en Dios, amenazada muchas veces por la desconfianza. Su fidelidad, quiz no inquebrantable pero s perseverante. En fin, la obra maravillosa de un Dios artesano, orfebre y paisajista que nos modela, nos pule y embellece con su fuerza sobrenatural. Esta se apoya sobre todo lo natural que poseemos y nos proyecta a una dimensin ms excelente. Como resultado, admiraramos a un santo de carne y hueso, pariente cercano nuestro, vecino de nuestra parroquia y por lo tanto, capaz de motivarnos y de alentarnos. Sera la historia de alguien que busc ser feliz y lo logr por los mtodos paradjicos, pero eficaces, que predic Jess en el monte de las bienaventuranzas. Convendra tambin tener en cuenta aquellas pequeas historias de santidad que no alcanzan a un volumen. N i siquiera a un opsculo. Tal vez llenen a medias una pgina. Las que narran nuestros elementales esfuerzos por perseguir al Seor: la plegaria de un nio, un deseo sincero de cambiar de conducta, aquel mirar a Dios desde nuestra conciencia atormentada, el rechazo espordico de alguna tentacin, una accin generosa realizada en el anonimato. Todo esto podra configurar una microcoleccin de santidad, la cual tendra la ventaja de incluirnos a muchos de nosotros que apenas hemos empezado a convertirnos. Adems nos presentara unidos, en grupo, como un pueblo que busca a su Seor.
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dice el libro de J o b . Sin embargo, es condicin de toda vida el morir a cada instante. Morimos y vivimos en los hijos, en el amigo que se va, en cada eleccin que significa una ruptura. Morimos en cada viaje que emprendemos y concluimos. Cristo resucitado es nuestra piedra segura. Nuestra esperanza. El nos conduce a una vida, donde la sntesis perfecta nos dar una felicidad perdurable. A l l no se opondrn ni los trminos del silogismo, ni los cuatro elementos primigenios, ni el da ni la noche, ni tampoco los puntos cardinales, ni el tiempo y el espacio, ni mucho menos el bien y el mal. Vivimos en continua incertidumbre frente al hecho de morir, porque tal vez la Resurreccin del Seor no ha calado en nosotros. Podramos leer nuevamente lo que nos dej Walt Withman: Dime: Q u piensas t que ha sido de los viejos, de los jvenes, de las madres, de los nios que se fueron?. En alguna parte estn vivos esperndonos. La ms pequea hoja de hierba nos ensea que la muerte no existe,- que si alguna vez existi fue slo para producir vida,- que no est esperando ahora el final del camino para detener nuestra marcha; que ces en el instante de aparecer la vida. Todo va hacia adelante y hacia arriba. Nada perece. Y el morir es una cosa distinta de lo que algunos suponen y mucho ms agradable.
Muchos temas dejaron hoy de ser tab. N o as la muerte. Nuestra sociedad la disfraza y maquilla, la oculta de mil modos. A nada teme tanto el hombre contemporneo como a la muerte. El hombre primitivo pensaba de distinta manera. Para l la muerte era algo natural y familiar. Comprenda que la vida es esencialmente evolucin. El agua se convierte en vapor, ste se transforma en nube que enseguida cae en lluvia generosa. Se cambia la oruga en crislida y sta en mariposa. Muere el grano de trigo bajo la tierra hmeda y oscura, pero luego reverdece en los tallos, se levanta en la espiga, se trueca en blanca harina en el molino y en el horno se cuece como pan. La vida presente, pobre y peregrina, se cambia ms all de la muerte en vida perfecta y segura. O en otras palabras: el amor viajero e incierto halla una patria, toca un puerto definitivo, alcanza una dimensin absoluta. Cristo, en aquel paisaje palestino, surcado de senderos que iban del ro al mar, por entre vias y trigales, no encontr otra manera para revelarnos el misterio de la muerte: Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda l solo,- pero si muere da A mucho fruto.
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Nosotros somos la angustia ante la vida presente, que resbala ms veloz que un navio cargado de frutas, como
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Desde el comienzo de su predicacin, Cristo nos explica el Reino de los Cielos. Es otra manera de vivir en la cual proyectamos todo lo que somos y tenemos hacia una dimensin ms elevada. Y el padre Teilhard nos habla de la "Cristosfera", ese nivel donde todas las realidades del mundo se perfeccionan y completan. Porque la fe no conspira contra la inteligencia. La conduce ms all del raciocinio. La oracin se eleva por encima del dilogo. La caridad se coloca ms all del altruismo. La castidad se revela como una forma especial de amar. La esperanza se traduce como una calidad ms firme de ilusin. El servicio se convierte en una etapa ms cristiana del trabajo. La justicia se muestra como un estrato ms profundo de la ley. La humildad nos ensea un realismo alegre e inteligente. Los griegos para designar la plenitud empleaban una hermosa palabra: "Pleroma". San Pablo en su carta a los Efesios desea que nos llenemos de esta plenitud de Dios. A s podremos conocer cul es la anchura, la longitud, la profundidad del amor de Cristo. Es una ciencia que excede todo conocimiento. El Seor tiene el poder de realizar todas las cosas incomparablemente mejor de lo que podemos pedir o pensar. Y enseguida aade el apstol: " Y o , preso por el Seor, los exhorto a que vivan de una manera digna de la vocacin a que han sido llamados". Vivir se vuelve una carga si no buscamos elevarnos a regiones ms altas. Nos aburren nuestras riquezas y capacidades cuando no las proyectamos a otra dimensin ms excelente. Si tenemos vocacin de estrellas Porqu terminar clavados en la tierra?
La llena de gracia
"El ngel salud a Mara: Algrate llena de gracia. El Seor est contigo. No temas porque has hallado gracia delante de Dios". San Lucas, cap. 1.
Quin a los dieciocho aos no ha soado con una mujer incomparable? Aquella que ser luego la amiga, la novia, la esposa, la madre de sus hijos? Q u mujer no ha luchado por acercarse, en alguna forma, a ese ideal? Un ideal que cambia en lo exterior segn la poca, pero conserva unos valores inmutables. Porque mujer siempre significar vida, ternura, complemento, intuicin, compaa, calor de hogar. En la historia de nuestra fe, al inicio del Nuevo Testamento, encontramos a Mara, la madre de Jess. A s la mencionan con frecuencia los evangelistas, en directa relacin con su H i j o . Luego la Iglesia nos la presenta como la mujer ideal, la llena de gracia. A mediados del siglo pasado el papa Po IX ratific la tradicin de muchos siglos, declarando solemnemente que Mara fue concebida sin pecado original. Llena de gracia, la saluda el ngel en Nazaret. La devocin popular la llama: Inmaculada, la Pura y Limpia, Nuestra Seora de la luz. Lo primero que en Ella descubrimos es su capacidad de acogida. Recibe al ngel que le trae del cielo un recado de Dios. Est disponible para quienes la necesitan. A c u d e a acompaar a su prima Isabel que va a tener un nio.
Acompaa: Beln, Egipto, las rutas de Galilea, el camino del Calvario, el cenculo, la Iglesia naciente. N o podemos sacar a Nuestra Seora de la situacin real que vivi en Nazaret: un pueblo humilde, una familia pobre, vecinos que ignoran el misterio, circunstancias adversas. Rudo contraste entre el proyecto de Dios y unos recursos demasiado humanos. Tales condicionamientos nos acercan a Nuestra Seora. La hacen participante en nuestra historia, como alguien que nos da compaa, presencia, intercesin. En una palabra, como madre. Apelando a lo ms personal, a lo ms ntimo, dejemos de lado las frases hechas, los moldes gastados y encontrmosla disponible siempre y cercana, en la mitad de nuestra vida. Mara, la M a d r e de Jess, la llena de gracia.
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Sabe desaparecer oportunamente. Nunca le hace sombra a Jess. Adivina e intuye las necesidades ajenas, como } / en las bodas de Cana. Y le sugiere a su Hijo el reme-
dilanas.
TIEMPO ADVIENTO
Primer domingo Llega el Seor
"Miren, vigilen; pues no saben cuando es el momento. Lo que les digo a ustedes, lo digo a todos: Velen". San Marcos, cap. 13.
En Aviento Dios repite a los hombres que El ha venido a la tierra y que luego volver a visitarnos. Por lo cual las lecturas bblicas insisten: " M i r e n , vigilen, pues no saben cuando es el momento. Lo que les digo a ustedes, lo digo a todos: velen".
Qu puede significar lo del momento? Muchos lo han relacionado con la muerte repentina. Pero un mejor significado lo hace equivaler a aquellas ocasiones en que Dios se nos muestra. El libro del Cantar nos presenta al Seor como ese amado que "salta por los montes, semejante a una gacela, o a un joven cervatillo. Se para detrs de nuestra cerca. Mira por las ventanas, atisba por las rejas".
Muchos creyentes pueden asegurar: un da Dios lleg hasta mi vida, entr en mi interior y todo empez a cambiar en mi entorno. Los judos dividan la noche en tres vigilias. Los romanos, en cuatro. Y san Marcos, quien escribe para gentiles, nos dice que el dueo de casa puede llegar al atardecer, a la media noche, al canto del gallo, o a la aurora. Q u e es preciso mantenernos alerta. Ese dueo de casa es el Seor que vendr de improviso. Sin embargo, ante ese encuentro con Dios, algunos se sienten temerosos. Y su respuesta es la huida. "Tuve miedo, SeA or, y me escond", dijo Can despus de haber matado a su hermano. " Q u e no nos hable Vahv, porque moriremos", rogaban los israelitas a Moiss.
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O t r o grupo, para esquivar al Seor, se refugia en la superficialidad: Diciembre. Vacaciones. Divertirse es su nica meta. Corre el tiempo y ellos se quedan como aquellos trabajadores, que nadie contrat para la via: " Q u hacen all todo el da ociosos?". Otros presienten que Dios se acerca, pero procuran posponer la cita. Recordamos la pelcula de Bergman: un caballero que volva de las cruzadas, supo que Dios lo buscaba. Se lo avis la Muerte. Asustado, la invit entonces a una playa desierta, para echar una partida de ajedrez. Si ganaba, podra exigir un plazo, que le permitiera llenar su vida de buenas obras. Los cristianos conscientes entienden que el mejor modo de esperar a Dios es salir a su encuentro. El 1 9 5 5 , estando en Nueva York, el padre Theilard de Chardin siente estallar su corazn. Slo alcanza a decir: " M e voy al que viene" y termina su vida serenamente. 'Seor nuestro, restaranos. Q u e brille tu rostro y nos salve". Q u e llegue a nuestra vida y nos transforme. Es la splica que elevamos en este primer ominso de Adviento. Imaginamos a Dios como un sabio restaurador. Conoce el valor de cada pieza, n y al cabo somos su obra maestra. Y con manos de artista enamorado, enmienda todo lo nuestro: los recuerdos amargos que nos martirizan. Las malas tendencias del corazn. Apaga los rencores. Convierte en experiencia los fracasos. Terminada su paciente tarea, hace brillar su rostro sobre nosotros. Sonre con amor, porque nos reconoce nuevamente como sus hijos, seguros de vivir junto a El para siempre. "Seor nuestro, restaranos".
Segundo domingo
Ocurri un 6 de agosto
"Apareci Juan Bautista, diciendo que deban cambiar de actitud". San Marcos, cap. 1.
H o y admiramos la energa atmica, puesta al servicio del progreso. Pero antes no fue as. El 6 de agosto de 1 9 4 5 , una bomba singular cay sobre la ciudad de Hiroshima, provocando una catstrofe nunca inaudita.
Pablo VI ense que todo ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor. Q u e nuestra conciencia es un campo de batalla, donde se enfrentan dos inmensos poderes: el Bien y el M a l . A l l se escucha el fragor de las armas y los gritos de los combatientes.
La alternativa del cristiano, consiste en orientar todas sus fuerzas d e acuerdo al Evangelio. Somos hijos de Dios, pero el mal habita en nosotros. Tal vez no ha generado catstrofes que nos sealen como hombres pervertidos. Pero cada da comprobamos nuestra inmensa capacidad de egosmo, de avaricia, de venganza. A l comienzo de su relato, san Marcos pone en escena al Bautista. Su carta de presentacin es aquel texto de Isaas: "Una voz grita en el desierto: convirtanse. Preparen el camino del Seor". M u c h o s discpulos se acercaban a Juan, reconocan sus culpas y se hacan bautizar. Un signo para expresar su intencin de ser distintos. Kazantzakis, aquel gran novelista, nos dice "En nuestros das, la conversin consiste en bres, luchar con Jos hombres. Acompaar a hasta el Glgota, para que sea crucificado. das,- no slo el viernes santo". en uno de sus libros: convivir con los h o m Cristo tocios os das, Digo: todos los
Bien sabemos que convivir con los dems no es cosa fcil. Muchas veces se nos vuelve hostil la familia, la
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empresa donde trabajamos, el medio social que nos rodea. M a n tener el equilibrio y la generosidad en tales circunstancias equivale a una conversin admirable. Luchar con los hombres es otro ideal cristiano que a muchos atrae, pero que pocos se atreven a ensayar. Cuando alguien escucha a Dios en su interior, se siente movido de inmediato a colaborar con los otros. N o importa que se merme nuestra comodidad. N o importa que nuestra seguridad se exponga. El sello que garantiza una verdadera conversin es el compromiso fraterno. Vendra luego el programa de acompaar a Cristo, todos los das, hasta el Calvario. Seguirlo cuando todo va bien es poca cosa. Imitarlo cuando su cruz nos oprime los hombros, es vida cristiana autntica. C o n frecuencia, buscamos convertimos aadiendo actos piadosos a nuestra vida. Puede servir de algo. Pero la conversin de buena ley brota de adentro. A q u e l da en que yo pongo mi alma desnuda ante el Seor. Cuando comprendo todo lo que El me ha amado. Cuando reconozco mis fallos, entonces empieza a germinar en mi interior un hombre nuevo. En Adviento cambiamos de actitud. El mentiroso no vuelve ya a mentir. El iracundo es hoy un hombre manso. El perezoso se ofrece para ayudar a los dems. Todo ello prepara los caminos, por donde llega Dios con su alegra. Esa que ya nadie podr arrebatarnos.
Tercer domingo
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Juan Bautista dio testimonio de la luz: por su austeri- 4, dad. "Iba vestido de piel de camello, una correa de
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cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y de miel silvestre' . En nuestra socieda dde consumo, somos capaces de vencer esta fiebre de derroche y apariencias? Por la entereza. " N o te es lcito tener como mujer la de tu hermano", le replica a Herodes, as le cueste la vida. Tenemos nosotros el valor de proclamar la verdad, el deber, ante quienes se reirn de nosotros, o nos tratarn de pusilnimes? Por la sinceridad: " Y o no soy el Mesas, soy apenas el que prepara sus caminos". Queremos aparentar ms de lo que somos o tenemos? Como el pjaro aquel de la fbula, que gustaba vestirse con las plumas ajenas. Por su modestia: "Conviene que El crezca y que yo disminuya". Llegada la hora, cede el puesto al Mesas y se esconde serenamente en el silencio. Sabemos ceder el paso a los otros, a los hijos, a los ms jvenes, en la empresa, en los cargos pblicos, en la direccin de ciertos asuntos? Antes de celebrar la Navidad, el Precursor llega a nuestras vidas para invitarnos a la autenticidad. Si lo escuchamos, Dios cumplir en nosotros sus promesas. Y nuestra vida se llenar de verdad y alegra. Se colmar de luz, ms que el reloj de aquella vieja catedral.
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Tal vez los cristianos, somos culpables de que mundo no aguarde al aguarde al Salvador. Porque ansiamos que El venga a establecer un reino de abundancia material, de
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paz y de justicia social, entendidas a nuestro modo. Sin embargo, todas las cosas que puede soar el "hombre econmico del momento, no llegarn sin una conversin interior que nace de acoger a Cristo como el nico Salvador. Cristo, nace en nosotros cuando vivimos plenamente el amor del hogar. Cuando somos sinceros, sin tener nada que ocultar. Cuand o luchamos por ayudar al prjimo. Cuando compartimos generosamente con los que tienen menos. Cuando oramos en familia. Cuando buscamos los sacramentos, no como un impuesto que se paga al Seor, sino como un encuentro con El, nuestro Padre. Es Navidad. La lista comprometedora de aguinaldos para amigos y parientes? Un tiempo gris e ineficaz como tantos del ao? La excursin y las vacaciones? Un programa egosta que nos dejar un balance de tedio? Una fiesta ms? O sentimos realmente que nos ha nacido un Salvador? Porque si Cristo no nace hoy en nosotros, seguiremos perdidos... Hasta cundo?
El ltimo Evangelio
"En el principio exista la Palabra, y la Palabra exista junto a Dios y la Palabra era Dios". San Juan cap. 1.
Antes del Concilio Vaticano II, al final de la Misa, decan que el rito ya se haba terminado. Y el sacerdote se volva al altar para leer el "Ultimo evangelio". Muchos an lo recordamos. Pero ese evangelio era el primero de todos, el primer cap tulo de San Juan, el que leemos en esta Navidad. A l l el evangelista nos dice mil cosas hermosas y profundas, que para explicarlas, exigiran muchas pginas. San Juan, ensea que Dios existe desde el principio. Nuestra historia es pequea y fugaz. Cuando dejemos esta tierra, nos grabarn sobre la tumba dos fechas: ese fue nuestro tiempo. Pero Dios no es as. El no est contenido en el tiempo. Antes de nuestros padres, de nuestros abuelos. Antes de tantas generaciones que ya no son. En ese "antes Dios exista amando. Y una vez, por as decirlo, se asom a la ventana del tiempo, y cre el universo, hace millones de aos. "En el principio ya exista la Palabra y la Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios . Unos biblistas traducen la Palabra. Otros hablan del Verbo, el Hijo de Dios. Despus, san Juan aade que por El fueron hechas todas las cosas. Nuestro lenguaje humano es inexacto. Pero as indica el evangelista que todo tuvo origen en Dios. Enseguida el evangelista explica que Dios es vida y es (< luz. Luz que brilla en las tinieblas. Pero stas no lo han
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recibido. Sin embargo, "a cuantos lo recibieron les dio poder para ser hijos de Dios, porque han credo en su nombre". Y llega el momento, en que san Juan nos declara el acontecimiento que hoy celebra toda la tierra: " Y la Palabra se hizo carne y acamp entre nosotros y hemos contemplado su gloria". En las grandes catedrales, las campanas se lanzan a vuelo. Una comunidad campesina se recoge bajo la humilde capilla. Las jvenes danzan a la media noche en una aldea africana. Los pescadores se acercan al pesebre con sus dones. Los nios despabilan el sueo para mirar a Jess recin nacido en el pesebre. Y a todos se nos llena el corazn de gozo. Dios acamp entre nosotros. Dios nos ha dado poder para ser sus hijos. "Pues, siendo tan gran Seor tenis corte en una aldea, quin hay que claro no vea, que estis herido de amor?", cantaba Diego Corts, hace ya varios siglos. Todo e/o se resume en aquel prrafo de san Pablo a Tito: " H a aparecido la bondad de Dios y su amor a los hombres". Un grupo juvenil discuta sobre el acontecimiento cumbre de toda la historia. Alguno dijo que la invencin de la escritura. O t r o , que el descubrimiento de la penicilina. Otros sealaron la conquista de la luna. N o , dijo uno de ellos: N o entendemos que el hecho ms importante de toda la historia fue cuando Dios se hizo hombre?. "El Verbo se hizo carne y hemos visto su gloria".
La Sagrada Familia
"El N i o escribe un autor ira a la escuela con los dems de su edad,- pero no para ser nio prodigio", ni el preferido del maestro. Se las arreglara, a su modo, para que el profesor a veces entendiera y otras no, sus respuestas. En la clase de matemticas, Rab Isacar, con una barba muy blanca y muy bblica, le pregunta una vez al hijo del carpintero: Si un pastor tiene cien ovejas y se le pierde una, cuntas ovejas le quedan? Si es mal pastor, responde el N i o , le quedan noventa y nueve. Pero si es buen pastor, ir y no parar hasta que encuentre la extraviada y tenga otra vez ciento. Grandes risas de toda la clase, hasta del rab, a quien la respuesta no le ha parecido del todo matemtica". A s son las matemticas de Dios. En la reparticin de su tiempo sobre la tierra, un gran desequilibrio: treinta aos en familia y tres para salvar el mundo. Nosotros creemos que el mundo se salva desde fuera. El Seor nos dice lo contrario: se salva desde dentro. Desde el seno de la
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familia.
Nosotros inauguramos escuelas, creamos hospitales, formamos grupos financieros, sostenemos partidos polti\ eos, promovemos institutos culturales, fomentamos el de-
porte, ampliamos nuestro comercio exterior, revisamos las leyes, defendemos la niez desvalida... y la familia? Est bien, gracias! Podramos responder con esa frase sosa, con la cual defendemos la intimidad del hogar frente a los extraos. Parece que intentamos edificar la sociedad comenzando por los techos. Queremos salir al encuentro de los problemas del hombre, cuando ste ya tiene dieciocho aos. Pero antes, qu le dio la familia? Cuntas son las entidades cvicas, sociales, econmicas, culturales, an religiosas, que tienen como objeto educar la familia en cuanto tal? Podramos consolarnos si pensamos que todo lo social contribuye, a su manera, al bien de la familia. Pero quitmonos la mscara. N o es as. Ms bien se dan numerosos factores que conspiran contra la familia: la sociedad de consumo, los medios de comunicacin, las campaas publicitarias, las ideologas forneas, la manipulacin de la mujer, etc. y yo, como persona, que hago por mi familia? Yo que soy poltico famoso, competente industrial, eficaz obrero, profesor tan sabio, profesional calificado, prestante dama, o mujer de tanta influencia social, qu he hecho por mi familia? "El Nio Jess creca y se robusteca y se llenaba de sabidura y la gracia de Dios le acompaaba". Por qu ser que todos nuestros nios no les pasa lo mismo? ".
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Es tiempo de siembra: el nio hace amistad con los libros. El adolescente entierra en su campo una ilusin. El adulto colecciona sus crisis. Los esposos profundizan en su relacin. El anciano poda sus recuerdos. Es tiempo de abono y regado: el nio aprende de ausencia y de dolores. El adolescente, de soledad y desconcierto. El adulto, de golpes e ingratitudes. La pareja se problematiza. El anciano aora tiempos mejores. N o siempre la cosecha tiene la misma medida de la esperanza. Este ao que comienza nos llena de incertidumbre: lo econmico, lo social, lo poltico, la salud, la familia, el trabajo, los estudios. Pero escribamos en la primera pgina de nuestro almanaque aquella frase de San Juan: La Palabra era la luz verdadera que alumbra a todo hombre. A cuantos la reciben les da el poder de ser hijos de
Dios.
Y volvamos a repetir, con el alma en los labios, como all en nuestra infancia: "Santa Mara, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte".
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A s conocimos por primera vez los camellos, sentimos la soledad del desierto, aprendimos el valor del oro, el olor del incienso y el sabor de la mirra. Melchor, Gaspar y Baltasar estn entre los primeros evangelizadores de nuestra inocencia. Profesaban una fe abierta al mundo. De ah que traspasen las barreras de su pas y de su cultura, para venir a adorar al Rey de los judos. N o pretenden saberlo todo. N o se creen propietarios exclusivos de la verdad. Comprenden que Dios puede revelarse ms all de su paisaje natal. Nos dan ejemplo de bsqueda. Comprenden el llamado de Dios y aceptan el riesgo. De otra parte, Herodes existe hoy, multiplicado en las pginas de nuestra historia. Lo encontramos en todo aquel que no respeta la vida. En todo aquel que desconoce los valores del hombre. Pero el Seor sigue hablando. Sus mensajes no s\o se escriben en el cielo, como la luz de una estrella. Brillan tambin sobre la casa de los pobres, igual que sobre la morada de Mara y Jos en Beln. Los escuchamos en la noche, al revisar nuestra conciencia. A los Magos, Dios les aconseja volver a su tierra por otro camino y ellos saben obedecer. Finalmente esta visita de los viajeros de oriente nos muestra que Cristo es patrimonio de todos los hombres. A quienes ya conocemos a Jess nos toca entonces compartir su persona y su mensaje con quienes viven a oscuras. Con muchos, cuya pobreza le impide buscar un camino para encontrar a Dios hecho hombre para salvarnos.
Hombres de Cristo
"Entonces lleg Jess de Galilea para que Juan lo bautizara. Apenas sali del agua, vio rasgarse el cielo y al Espritu bajar hacia l como una paloma". San Marcos, cap. 1.
Hasta hace algunos aos se acostumbraba bautizar a los nios con nombres del calendario cristiano. A l l se consignaba una larga lista probablemente extractada del Martirologio, libro oficial de la Iglesia que rene a todos los santos canonizados. Esto explica por qu nuestros abuelos llevaron nombre extraos pero cargados de piedad. Los cristianos viejos comprendan que el bautismo nos consagraba a Cristo, y una nuestras personas con aquellos que nos precedieron en la fe. San Marcos, presenta a Jess en pblico el da de su bautismo en el Jordn. Entonces se abri el cielo y el Espritu baj sobre el Seor en forma de paloma. Se oy una voz tambin: "T eres mi Hijo amado". Este hecho quiz no tuvo resonancia entre el grupo inicial de los discpulos, pero las primeras comunidades lo comprendieron con mayor profundidad. El rito del agua lo haban usado, tanto el pueblo judo como sus vecinos, en las ceremonias de iniciacin religiosa. Quien era sumergido en el agua, sala de all como criatura nueva, comprometido a una conducta distinta. Cuando Jess se acerca al Precursor para hacerse bautizar, contagia de forma simblica, todo su ser de Dios
Hombre al agua que mojar, en tiempos venideros, la cabeza de sus discpulos en el rito bautismal. Apenas conformada la Iglesia, los apstoles repiten este gesto del bautismo para todo los que habiendo escuchado de Jess de Nazaret, lo aceptan como Hijo de Dios y salvador. A quienes de nios nos dieron el Bautismo parece que poco nos importa tal acontecimiento. Casi nadie recuerda en qu fecha tuvo lugar. Ese da empezamos a ser oficialmente hijos de Dios. Lo ramos ya por creacin, pero cuando la comunidad Iglesia nos acogi, declaramos por boca de los padrinos que nos interesaba la fe cristiana y que segn ella, bamos a enrutar nuestra vida. En la primitiva Iglesia, como hoy en muchos lugares de misin slo se acepta a adultos para este sacramento. Y luego de una preparacin de varios aos. La prctica del bautismo para los nios naci en tiempos de creciente mortalidad infantil y a causa de una teologa no muy exacta, que vetaba el ingreso al cielo a los no bautizados. En un comienzo adems, el sacramento de la Confirmacin no se tena como algo distinto del Bautismo. H o y lo celebramos cuando los jvenes poseen una relativa madurez. Entonces, ante el obisp o , el padre de la fe en cada comunidad, ellos confirman su compromiso cristiano. Expresan pblicamente que conocen a Jesucristo y desean vivir de acuerdo a su enseanza. El mundo actual, tan acelerado y complejo, dista mucho de aquellos mbitos donde nuestros abuelos vivieron su fe. H o y somos apenas sobrevivientes en estas selvas de cemento y de contaminacin, agobiados de preocupaciones y peligros. Pero tambin en estos espacios es posible vivir el Evangelio. El hombre urbano de hoy sabe descubrir con entusiasmo a Jess de Nazaret como nico modelo de vida. Bastara recordar qu es un cristiano. Lo seal el Padre Astete hace ya cinco siglos: "Hombre que recibi la fe de Cristo y est consagrado a su santo servicio".
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dia en las familias, la infidelidad conyugal, las leyes que van contra la verdad y la injusticia. Y muchas cosas ms. Pero el demonio no trabaja solo. Lo hace en equipo y todos, ms o menos, podemos ser colaboradores y quinta columna de su ejrcito: cuando no cumplimos el deber, si no actuamos generosamente, o escogemos el camino ms fcil. Si no hablamos a tiempo, no corregimos, o no sacrificamos nuestros intereses en bien de la comunidad. Cuando el Evangelio nos cuenta que Jess resisti al tentador en el desierto, nos ensea que su victoria puede renovarse a diario en cada uno de nosotros. Con la oracin alcanzaremos que el poder de Cristo apoye nuestra flaqueza. Somos dbiles, pero Dios "nunca permite que seamos tentados ms all de nuestras fuerzas", como escribi san Pablo a los corintios. A n ms: la tentacin puede llevarnos a un encuentro ms ntimo con Dios, nuestro Padre. Lo explic, con lujo de detalles, san Lucas en la parbola del Hijo Prdigo De otro lado, ningn cristiano tiene que negociar con el demonio en busca de riquezas, de poder o de eterna juventud. "Toda ddiva buena y todo don perfecto vienen de lo alto, descienden del Padre de las luces". Nos lo ensea el apstol Santiago.
Segundo domingo
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Pero quiz otros hermanos nuestros no han gozado esta experiencia maravillosa. N o tuvieron la suerte de sentir a un Dios cercano, ni descubrieron a Cristo en su hogar.
O el viento de la vida los arrastr muy lejos de la fe. Pero a quienes hemos visto al Seor, nos nace el antojo de plantar nuestra tienda all en el monte. N o vale quedarnos embelesados, financiados espiritualmente por la luz de Dios. Conviene regresar a la penumbra del valle, para hablar con los hermanos de ese Cristo que se nos ha revelado tan generosamente. Muchos esperan nuestra palabra, nuestra voz animosa y el apoyo de nuestras manos amigas. A veces tambin pretendemos que los dems suban a la montaa por el mismo camino nuestro. Como si la esencia del cristianismo consistiera en determinadas formas: en mi devocin, en mi apostolado personal, en mi gesto, en mis costumbres familiares. A Cristo se puede llegar por muy distintas sendas, siempre que estn iluminadas por el Evangelio. Tampoco despreciemos a quienes no han comenzado todava el ascenso. Cuntas veces en nombre de Jess hemos ahuyentado, con nuestra suficiencia y vanidad, a los que dudaban all abajo, antes de emprender la cuesta. Hay muchos hermanos que han cado en los baches del camino. A otros les cuesta mucho subir ya por la tarde, aunque estn convencidos de que la luz est en la cumbre. Si nos volvemos hacia el prjimo, volveremos a encontrar al Seor transfigurado. Sea esta reflexin de hoy un aviso para caminantes. Es bueno gozar la luz de Dios, pero es mejor compartir la lucha de os que buscan al Seor, entre las oscuridades y vericuetos del camino.
Tercer domingo
El enojo de Cristo
"Jess, haciendo un azote de cordeles, ech a los vendedores dicindoles: No conviertan en un mercado la casa de mi Padre". San Juan, cap. 2.
Este Evangelio nos pone a pensar. En el Levtico, Dios ense a su pueblo, cmo habran de ser los sacrificios de bueyes y de ovejas, las ofrendas y cada uno de los ritos del templo. Pero ahora, Jess se molesta ante quienes venden los animales para los sacrificios. Los acusa de haber convertido en un mercado la casa de su Padre. La fe cristiana tambin se vive dentro de una aparente contradiccin. De un lado, las imgenes, las procesiones, los escapularios y las medallas. De otro una religin fra y descarnada y hasta cierto punto intangible. Si deseamos comprender la actitud de Cristo, hay que recordar que la venta de animales haba invadido el templo. Q u e los sacrificios materiales haban suplantado, para gran nmero de judos, la religin de la mente y el corazn predicada por los profetas. Por eso el enojo de Cristo: un justo rechazo a la desviacin de la fe. Jess vena a instaurar un nuevo orden en las relaciones con Dios, a purificar al hombre, a recordarnos el verdadero sentido del culto y del templo, desde una nueva alianza. Por lo tanto, el cristiano no puede quedarse con lo externo. Hay que ir ms hondo: a la religin de la mente y del corazn. Nos lo ensean quienes habla n de "trascendencia". Nos ^ dicen que los signos religiosos, han de ir ms all de s mismos. Han de propiciar convicciones, actitudes inte\ riores, criterios y fuentes de inspiracin. De lo contrario,
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el Seor nos podra recriminar por el profeta Isaas: "Este pueblo me honra con los labios, pero su corazn est muy lejos de m . Cabra entonces preguntarnos: Por qu guardamos ciertas normas morales? Por amor a Dios o solamente por no perder imagen? Por qu oramos? Por qu recibimos los Sacramentos? Por qu realizamos ciertos ritos? Si todo ello trasciende a una religin interior, vale la pena. De lo contrario seran gestos vanos y falsas apariencias. El otro extremo sera pretender una religin carente de signos exteriores: una Iglesia invisible, sin templos, sin reuniones, sin Sacramentos, sin palabras. Sera una religin extraterrestre y pecaramos contra la antropologa. Para ser cristianos necesitamos, unos ms, otros menos, las frmulas, las procesiones, las imgenes, las flores, las luces y los cnticos. Antes se defini al hombre como animal racional. Ahora se dicen cosas ms hermosas y ms verdaderas. Somos un espritu en ntima comunin con la materia. Esta es la razn de los smbolos y la explicacin de nuestra trascendencia. Es oportuno revisar nuestro cristianisjno, para ver si en la mente y en el corazn vive el Seor. Y si esta experiencia la manifestamos convenientemente por medio de lenguajes exteriores. Cuidmonos de convertir la religin en una farsa. Pero tambin cuidmonos de alejarla de todo lo visible, hasta convertirla en algo abstracto. Tendramos un cristianismo muy puro, pero semejante a aquel caballo de la leyenda: posea todas las cualidades y un solo defecto: no exista realmente.
Cuarto domingo
Yo anuncio a Jesucristo
"Tanto am Dios al mundo, que le entreg a su Hijo nico para que no perezca ninguno de los que creen en El, sino que tenga vida eterna". San Juan, cap. 3.
Pertenece a un grupo de Taiz. Es una joven francesa que se hospeda en un hogar de colombianos. - Cmo te llamas?, le preguntan. - M e llamo Josiane. - Q u haces? - Estudio trabajo social, responde con sencillez. Pero fundamentalmente, yo anuncio a Jesucristo... El Evangelio nos habla de cmo Dios am tanto al mundo, que le dio a su Hijo nico. Y seala que este mensaje maravilloso se lo da Jess a Nicodemo, un hombre rico que, temeroso, va a buscarlo de noche. Hay algo en Nicodemo que rechazamos: sus temores. Sin embargo, muchos creyentes de hoy, compartimos con l su ambigua prudencia. Vivimos a escondidas la fe. Mientras ms se definen quienes dicen no creer, menos capaces somos nosotros de proclamar el Evangelio. Disfrazamos la catequesis de relaciones humanas. La oracin la hemos convertido en dinmica de grupo. N o tenemos el valor de ser distintos. De decir no al materialismo, a la tibieza, a la injusticia, a las componendas, a la inmoralidad, al egosmo. Miramos de reojo a Nicodemo, olvidando que nos parecemos a l. Para el Maestro su visitante no es rico ni cobarA de: es alguien por quien el Padre de los cielos ha entre gado su Hijo nico. Por quien muy pronto Jess dar <| 181 > su vida.
Este judo de buena voluntad es acogido por Jess sin condiciones, para darle uno de los mensajes ms profundos y hermosos del Evangelio. Es nuestra primera enseanza de hoy: veamos en el prjimo a un hermano, a quien "Dios am tanto que le entreg a su Hijo nico para que no perezca". Pero hay otra leccin en esta pgina: Dios solamente nos pide que preguntemos por El y lo busquemos con corazn sincero, aunque sea por la noche. Y preguntar por El es participar en la Misa, acercarnos a los Sacramentos, leer la Biblia en familia, regresar hasta la conciencia, despus de muchas tempestades. Buscarlo es compartir con el pobre, llamar a un amigo a quien tenemos olvidado, ser justos con los que nos colaboran, no slo perdonar, sino tambin olvidar, que no es lo mismo. Es, sobre todo, saber valorar nuestros triunfos y nuestros fracasos, bajo la luz del Seor que nos ama. Ojal - c o m o Josiane pudiramos decir sin cobarda: soy trabajador de planta, asesor jurdico, carretillero, estudiante, ejecutivo, barrendera, mujer profesional, empleada, profesora, ama de casa. Pero fundamentalmente, encontr a Jesucristo, escucho su palabra y la anuncio con alegra a mis hermanos.
Quinto domingo
Qu ves t?
"Varios griegos se acercaron a Felipe para pedirle: Queremos ver a Jess. Felipe habl con Andrs y los dos fueron donde el Seor a decrselo". San Juan, cap. 12.
Entre las pginas de una Biblia, abierta al azar en un hotel, encontr una tarjeta de color magenta, con una pregunta en la parte de arriba: Q u ves t? En el centro, muy destacada en blanco sobre el color, una serie de lneas verticales y horizontales, aparentemente sin ningn significado. Despus de darle vueltas en un sentido y en otro, le pregunt a un nio qu vea l. Sin vacilar, me respondi: ah dice JESS. A pesar de su explicacin, tuve dificultad para identificar la palabra, hasta lneas, hasta que al fin descubr, casi en relieve, el nombre de Cristo. San Juan nos cuenta de unos griegos que haban venido a Jerusaln, con motivo de la Pascua y queran ver al Seor. Pero quiz no lo distinguan entre la turba. O tal vez tenan recelo de acercarse, pues probablemente eran paganos. Entonces acudieron a los buenos servicios de Felipe y Andrs. A u n q u e el evangelio no cuenta cmo fue la entrevista, san Juan coloca enseguida un prrafo sobre el grano de trigo del cual dice el Maestro que muere para multiplicarse. Y aade el evangelista que, de pronto, se oy una voz del cielo que acreditaba a Jess como el Mesas.
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Nosotros tambin, como aquellos extranjeros, desea- <| 183 > mos ver al Seor. Pero hacemos todo lo necesario por & i
lograrlo? O quiz lo hemos buscado donde l no se encuentra, dentro de unas estructuras que no tienen nada de cristianas. Nos cuesta distinguirlo, porque no tenemos los ojos limpios ni dispuesto el corazn, para acogerlo con sencillez y confianza. Es entonces cuando pudiramos pedir ayuda a quienes ya le conocen, para decirles: queremos ver a Jess. Aprendamos a verlo tras el semblante e\ enfermo, del pobre, del ignorante y en el travieso rostro de los nios. En las rebeldes e inciertas manifestaciones de la juventud y en la opaca, pero sincera tradicin de los ancianos. Si de verdad queremos ver a Jess, busqumoslo entre las pginas del Evangelio, aunque al principio su lenguaje nos parezca confuso e incomprensible. Despus de leerlo muchas veces, esos caracteres formarn con claridad la maravillosa imagen del Maestro, que nos ensear quines somos, de dnde venimos, y cul es el sentido de nuestro paso por la tierra.
Domingo de Ramos
Con su vestimenta multicolor y su cara mofletuda, esos cuatro seores del naipe me impresionaban desde muy nio. Tan feos y tan intiles. Privados de todo gobierno, ineptos para conquistar cualquier territorio. Incapaces de levantar un dedo para mejorar el mundo. Ser tambin Jess un rey de fantasa? El Maestro nos ense a ser mansos y humildes, a no quebrar la caa cascada, a no apagar la mecha que an arde, a no arrancar la cizaa muy temprano, porque se puede lastimar el trigo. Y cuando el pueblo, entusiasmado por sus milagros quera proclamarlo rey, entonces se esconda. Q u clase de rey es el Seor? El Evangelio nos cuenta la entrada triunfal de Jess a Jerusaln: caballero en un pollino, a la usanza de los reyes de su tiempo, por un camino alfombrado de mantos y de palmas y entre los gritos de jbilo de sus admiradores. Dnde estaba ese da el humilde profeta? Lo cierto es que en esa maana de Nizn, Jess y sus amigos ponan en prctica una vieja verdad. A l g o que la antropologa ensea hoy, como si fuera un descubrimiento: t o d o lo que est en nuestro interior, lo celebramos con signos exteriores. Los amigos y discpulos d e Jess manifiestan externamente, en grupo, entusiasmados, con alegra contagiosa, la llegada de aquel que viene en nombre del Seor.
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Durante esta semana, quienes seguimos a Cristo conmemoramos su pasin, muerte y resurreccin. Cmo cele-
brar estos misterios? Guardamos algo en nuestro interior hacia esos acontecimientos? Traducimos en actos externos nuestra adhesin al Seor? Son muchos los elementos que pueden ayudarnos a celebrar cristianamente la Semana Santa: un dilogo en el hogar sobre la persona de Jess, algunos das de retiro,, escuchar msica religiosa mientras pensamos en el Seor, confesarnos despus de una preparacin conveniente. Participar en las funciones litrgicas, ojal en familia, visitar los monumentos, no por solamente por curiosidad. Colaborar con la parroquia en los actos litrgicos. Profundizar en el significado de la Pascua cristiana. H o y comenzamos \a semana mayor de nuestra fe. S e\\a nos habla nicamente de descanso, excursin, diversiones, este gran signo de la Iglesia, habr perdido para nosotros su razn de ser. Se habr vuelto algo insignificante. Va no tendramos fe en Jesucristo, el cual sera intil y anacrnico, igual que el Rey de Bastos.
TRIDUO SACRO
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eternidad: no teman a los que pueden matar el cuerpo pero no pueden quitar (a vida. La vida la verdadera vida se ha fortalecido en m cuando, a travs del Padre Teilhard, aprend a leer el Evangelio. El proceso de la resurreccin empieza con la primera arruga que nos sale en la cara,- con la primera mancha de vejez que aparece en nuestras manos,- con la primera cana que sorprendemos en nuestra cabeza, un da cualquiera; con el primer suspiro de nostalgia por un mundo que se desle y se aleja, de pronto frente a nuestros ojos. A s empieza la resurreccin, no eso tan incierto que algunos llaman la otra vida", sino lo que es en realidad la V i d a " . "Dicen que estoy amenazado de muerte. Quin no lo est? Mas en todo esto hay un error conceptual. N i yo, ni nadie, estamos amenazados de muerte. Estamos amenazados de vida, amenazados de esperanza, amenazados de amor". La liturgia de hoy, con la luz, con el agua, el amanecer de un nuevo da y la figura inmensamente gozosa y gloriosa de Cristo Resucitado, nos leva a descifrar el sentido de la vida y el sentido de la muerte corporal. Para el cristiano, la muerte es el paso'a la vida. El fracaso no es algo definitivo y fatal. La enfermedad es la cercana de la resurreccin, y la pena, agua rega que purifica el metal de la dicha. Si nos tomramos siempre el trabajo de esperar los tres das, como la anciana vendedora de flores, florecer la esperanza cristiana sobre tantas angustias que nos desconciertan. Nuestra vida es el espacio diminuto de tres das, entre un viernes santo luctuoso y opaco y la maana del primer da de la semana, de la Eternidad. Conviene correr, como Simn y Juan, hasta el sepulcro. Porque las vendas dobladas aparte y el sepulcro vaco, nos prueban V que el Seor, el A m i g o , el Maestro y tambin nuestro destino y nuestro fin, estn ms all de la sombra, ms y all de la muerte.
Segundo domingo
El arte de perdonar
"Entonces Jess exhal su aliento sobre los discpulos y le dijo: Reciban el Espritu Santo; a quienes les perdonen los pecados les quedan perdonados". San Juan, cap. 20.
Del arameo al griego. De all al latn y luego a nuestros idiomas nacionales, ha pasado el envo que Jess hizo a sus apstoles despus de la resurreccin: "Como el Padre me envi, as yo los envo a ustedes". San Juan sita la escena al atardecer del da primero de la semana, estando los discpulos encerrados por mied o a los judos. A a d e el evangelista que Jess se present ante ellos y luego de saludarlos desendoles paz, sopl sobre ellos. En las culturas orientales, el aliento significa comunicacin de la fuerza personal de alguien. Jess les entreg entonces el poder de perdonar los pecados. Como quien dice: conmigo pueden vencer el mal, y acercar a los hombres, para que Dios ejerza en ellos ese arte maravilloso del perdn. Nosotros de pronto convertimos ese perdn de Dios, especialmente en el sacramento de la reconciliacin, en un hecho jurdico. Y a la vez instantneo. Se suspendera el castigo merecido por el pecador y nada ms. Pero la reconciliacin, a la cual Dios nos llama es algo ms. Es un cambio interior, mediante un proceso lento que nos cambia. Las palabras "Yo te perdono tus pecados" realizan lo que significan, ha afirmado la teologa tradicional. Pero este hecho ha tenido su prehistoria, desde el momento en que alguien reconoci haberle fallado. Luego relacionamos con Dios este convencimiento. Y al instante desea-
mos que aquello no hubiera sucedido. La nostalgia nos invade el corazn y nos sentimos dbiles hacia el porvenir. Por todo ello verificamos la necesidad de una ayuda de lo alto. "Padre, he pecado contra el cielo y contra t i ' . En esa frase del joven que derroch su herencia, se inscribe todo arrepentimiento que tenga sabor cristiano. El sacramento de la Reconciliacin se ha transformado, a lo largo de la historia cristiana. En un comienzo todas las confesiones eran pblicas. Pero recordemos que la Iglesia primitiva era un pequeo grupo, donde la mayora viva su fe a profundidad. Slo podra recibirse el sacramento una vez en la vida, ya que la teologa de entonces los sealaba como nica tabla de salvacin para quienes hubieran pecado. Por esto muchos apenas buscaban confesarse en la hora final. La confesin frecuente comenz en aos posteriores, cuando los cristianos crecieron en nmero y decrecieron en calidad. Los monjes que evangelizaron el norte de Europa llevaron a los pueblos las costumbres de sus monasterios, donde el sacramento se celebraba con ms frecuencia. Pero comprendemos que lo importante para un discpulo de Cristo no es confesarse con frecuencia, sino iniciar un camino progresivo de conversin. De lo contrario nos hallaramos frente a un signo mgico que nos conmovera el sentimiento, pero en seguida no nos dir gran cosa. Cabra aqu adems un sentimiento filial hacia el Seor. N o solamente nos perdona, sino que nos da la seguridad del perdn por un signo visible. Creamos en Dios pero a la vez cremosle a El. Un da dijo: "Hgase la luz". O t r o \a, cuando volvemos a El, nos susurra: hijo, yo te perdono.
Tercer domingo
Shalom
"Mientras los discpulos hablaban, se present Jess en medio de ellos y les dijo: Paz a ustedes". San Lucas, cap. 24.
"Esta es mi paz", dijo el Seor. Y los siete colores del arco iris se curvaron sobre el horizonte. Pocos das antes haba regresado hasta la diminuta ventana del arca, ya serena sobre un monte, una paloma con un ramo fresco de olivo. La tierra comenzaba a gozar de la paz, mirando la placidez del mundo renacido. Pero an muchas gentes no han podido asimilar plenamente la paz. Por eso Cristo nos vuelve a decir hoy: la paz sea con ustedes. A s saludaba El, y as saludan todava los judos: Shalom. Una palabra suave y fuerte a la vez, como las manos de un amigo. La Iglesia, adems nos invita, en cada Eucarista, a darnos el saludo de \a paz, como un augurio de este don de Dios para cada uno de nosotros. Sin embargo, "la paz no se encuentra, se construye". Se construye paso a paso, da a da, cuando respetamos los derechos inviolables de cada hombre. Nuestros muchachos adornan su alcoba con afiches de paz. Pero, dentro de su alma, en las familias, en la universidad y en la fbrica, an no existe una paz verdadera. Las naciones celebran tratados, realizan conferencias en la cumbre y hasta hacen guerra, para lograr la paz.
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Pero esta no es el fruto de palabras, ni de alianzas efmeras, ni de afiches multicolores, ni de la autoridad de los hombres, ni del imperio de los fusiles: es un
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regalo de Dios a\ hombre que decide convertirse en su corazn a\ bien y a la verdad. Cmo se construye entonces la paz? Se construye en nosotros mismos cuando somos rectos, equitativos y honrados. Cuando desarrollamos nuestros talentos individuales y colaboramos en \a promocin del hombre. Se construye en nuestra relacin con los dems, si vivimos en armona dentro del hogar, si educamos a los hijos en el ejemplo, les brindamos amor y aleara. Los motivamos a \a justicia. Se hace siempre que luchamos para que cuantos trabajan a nuestro lado vivan en una forma acorde con su dignidad de seres humanos. Cuando valoramos sus esfuerzos y somos solidarios con ellos, en la creacin de una sociedad ms justa y fraterna. Construimos \a paz cuando comprendemos que hemos sido creados para vivir y trabajar en grupo, para formar comunidad. Entonces, cada uno de nosotros se convierte en arquitecto de \a paz y nuestra mano tendida hacia el otro repite con Cristo: Shalom! La paz sea contigo, la paz sea con nosotros.
Cuarto domingo
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H e conocido sacerdotes entregados a la obra misionera de la Iglesia. Tambin son elices. Han buscado aquellos grupos humanos en donde Cristo no ha sido anunciado. Renunciaron a una familia, a su patria, a sus propias costumbres, a su lengua, pero hallaron otra familia tan numerosa como las estrellas del cielo, como las arenas del mar. H e hablado con los misioneros, he escuchado sus historias y los he visto plenamente hombres y enteramente cristianos. Ser sacerdote en el mundo de hoy vale la pena. Ojal este mensaje llegue a muchos jvenes: bachilleres, universitarios, obreros, empleados, campesinos, soldados. Ojal muchos sientan hoy la posibilidad de servir a la Iglesia como ministros de los sacramentos y animadores
de la fe.
Pensemos en nuestros sacerdotes. A veces estn muy solos porque los seglares no entendemos su ministerio. Creemos que la Iglesia depende solamente de ellos y nos les ofrecemos nuestra colaboracin. Sin embargo, ellos son sacerdotes para nosotros, y es cristiano demostrarles nuestro agradecimiento carioso. Por qu no saludarlos hoy, aunque sea por telfono? Cada familia tiene un prroco, o un sacerdote amigo, aquel que nos cas, aquel que ha bautizado a nuestros hijos, aquel a quien hemos acudido en nuestros problemas de hogar. Por qu no hacerle comprender, este domingo, que agradecemos su servicio y su ministerio? Ellos se han propuesto ser como el Buen Pastor. Ayudmoslos con nuestro afecto, nuestro respaldo y nuestra oracin. Recemos para que la esperanza de Juan Pablo II se cambie pronto en alegra y gozo. Para que muchos jvenes entiendan la grandeza de la vida cristiana, la importancia del servicio sacerdotal, Para que la Iglesia abunde en buenos pastores al servicio de toda la K humanidad.
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unidos a Cristo es mantenernos unidos a la Iglesia? A esta Iglesia nuestra en continuo proceso de renovacin. A veces declaramos: lo nico que vale es el Evangelio. Para m, nada significan las leyes, ni la jerarqua, ni las estructuras. Lo cual equivale a sostener que nada nos dice hoy la Iglesia. Otras veces afirmamos: me entiendo con Jesucristo, pero no admito dogmas, ni sacerdotes, ni tampoco ritos. Esto tambin es no aceptar la Iglesia. Reflexionemos ms despacio: Todo es bueno en la Iglesia de hoy? N o . Por esto Paulo V I nos amonest para que los obispos, los sacerdotes, los religiosos, los seglares, viviramos en espritu de constante conversin. Todo es malo en \a Iglesia? Tampoco. Afirmarlo llanamente sera simpleza y adems injusticia. Q u gana nuestra Iglesia si nos empeamos en desacreditarla sistemticamente? Un hijo bueno y fiel se complace en la bondad de su madre y pasa por alto sus defectos y limitaciones. Permanecer en Cristo es permanecer como hijos fieles y adultos de la Iglesia, estudiar nuestra fe, dar testimonio de ella con nuestro ejemplo, aconsejar prudentemente, denunciar las fallas con mansedumbre cuando sea necesario, anunciando a la vez los posibles remedios. En la Iglesia est Cristo bajo los humildes accidentes del hombre contemporneo. La virtud de la esperanza, nos dice que el desierto puede florecer, que la estril se alegrar con su hijo, que la higuera dar frutos nuevamente y que los panes se multiplicarn para saciar el hambre de todos. Basta apagar un poco el ruido que nos cerca, entornar los ojos con cario y aguzar el odo amorosamente. Entre el agitado mundo del presente se escuchan, suaves y rumorosos, los pasos del Seor que camina con su
Sexto domingo
Iglesia.
Pero Cristo sobrepas la escala. Dio la vida, no slo por sus amigos, sino tambin por sus enemigos. Esta mxima demostracin de amor, nos la ense Jess con su vida y con su sangre. Entre nosotros se habla y se discute todos los das de amor y de amistad. Interiormente tenemos en gran aprecio estos valores. Pero muchas veces no llegamos a una vida honda de amor. Y sin embargo el cristianismo se identifica como una prctica sin reticencias del amor. Una amistad profunda con Dios y con el hombre, iluminada por el Evangelio. Hagamos un recuento de las personas que amamos. Quiz no sean muy numerosas. Pero cul es nuestro estilo de amor? Somos capaces de amar en libertad, sin oprimir al hermano, dejndolo crecer, buscando para l lo mejor? O pedimos al otro que nos hipoteque definitivamente su vida, sus valores, para que nos produzcan intereses? La amistad y el amor son la razn de ser de la existencia. Si hay tantas vidas marchitas y sin entusiasmo, no ser porque olvidamos amar o, por el contrario, nunca lo aprendimos? La amistad irradia entusiasmo y alegra. Es una simbiosis por la cual las personas se comunican sus valores, su espritu, su misterio. Las penas compartidas se dividen. Las alegras se duplican. Nos viene a la mente aquella cancin de Roberto Carlos: "T eres mi amigo del alma en toda jornada, sonrisa y abrazo festivo a cada llegada, me dices verdades tan grandes con frases abiertas, t eres realmente el ms cierto en horas inciertas" Para ser cristiano, vive el amor y la amistad dentro del hogar, y con los de fuera, en sinceridad, humildad y verdad. Llena el corazn de amigos, la memoria de nombres y ejercita cada da tu x generosidad con todos.
Necesitamos el xtasis
"Jess se apareci a los discpulos y despus de enviarlos al mundo entero, ascendi al cielo y est sentado a la derecha de Dios". San Marcos, cap. 16.
En 1 9 6 7 , un cazador filipino descubri al sur de Mindanao a los Tasaday. Se trataba, segn los noticieros, de la tribu ms primitiva conocida hasta entonces. El cazador les regal a sus huspedes diversos utensilios, que ellos nunca haban visto, los cuales fueron agradecidos con la rama de un rbol alucingeno que, en castellano, se llama "betel". Y quien narra el suceso concluye: podemos vivir mucho tiempo sin cuchillos, ni lanzas, ni arcos. Pero nunca sin xtasis. Venida del latn, esta palabra significa subir ms all de lo real y ordinario. Es cierto, nadie puede vivir sin esperanza de algo futuro y mejor. Por esta razn amamos, trabajamos, luchamos. Por esta razn creemos. La fe cristiana es por lo tanto una invitacin al xtasis. Hacia all nos empuja la virtud de la esperanza. Quin no aspira a un lugar donde no haya muerte, ni luto, ni llanto, ni fatigas, como dice el Apocalipsis? Cuando celebramos bien nuestra liturgia no ensayamos un poco a ese xtasis que slo tendr su plenitud despus de la muerte. Porque creer sin esperar sera un ejercicio demasiado oneroso. Porque amar a Dios incluye, irremediablemente, una tendencia a gozar de su eterna compaa. r Los discpulos del Seor abandonaron muchas cosas para 199 escuchar su Palabra y ser testigos de sus milagros. Pero su [L
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generosidad no exclua algo ms. El premio que el mismo Jess ofreci muchas veces: "Todo aquel que haya dejado casas, hermanos, hermanas, padre, madre, hijos o hacienda por mi nombre, recibir el ciento por uno y heredar la vida eterna . Sin embargo, la pasin y muerte del Maestro haba derrumbado la confianza en sus discpulos. La mayora de ellos se escondieron, con excepcin de Pedro que se arriesg para protagonizar un doloroso espectculo. Por esto la principal tarea del Maestro, luego de la resurreccin consisti en reunir nuevamente al grupo para reconstruir su esperanza. San Marcos nos cuenta que al final, el Seor se les apareci nuevamente y los envi a predicar por todo el mundo. Enseguida "ascendi al cielo y est sentado a la derecha de Dios". Otros evangelistas sealan que esto sucedi en Galilea, sobre la cumbre de un monte, que los biblistas no alcanzan a identificar. Lo cual no importa. Lo esencial fue que entonces Jess ratific ante el grupo, su condicin de Mesas. Y los discpulos comprendieron aquello que les haba dicho durante la cena de despedida: "Cuando haya ido y les haya preparado un lugar, volver y les tomar conmigo para que donde yo est, estn tambin ustedes". Este hecho de la ascensin es el final de una asombrosa historia. "El Verbo se hizo carne", haba escrito san Juan. Pero quien acamp entre nosotros era el mismo Dios. El que acamp entre nosotros era el mismo Dios "El que camina sobre las alas del viento", como seala un salmo. A n t e Jess, que se iba perdiendo entre las nubes, los discpulos se sintieron en xtasis. Comprendieron desde el fondo del alma que, a pesar de la dureza del camino, de los guijarros que nos hieren a diario, nos aguarda un destino feliz ms all de los astros. . i ^ 2001}
Pentecosts
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Los Hechos de los Apstoles nos lo cuentan: reunidos ^j 201 ^ & en Jerusaln, con Mara la Madre de Jess, los discpu-
los oraban y se animaban fraternalmente. Un domingo muy temprano, vino sobre ellos el Espritu del Seor Jess. Dios lleg a ellos, para darles a entender que de ah en adelante estara de una manera nueva con su Iglesia: como luz, como fuerza. A l g o que las primeras comunidades llamaron Espritu Santo Movidos e iluminados, los apstoles cambiaron desde ese da y la comunidad cristiana empez a crecer y a difundirse. Movidos e iluminados por el Seor, tantos hombres y mujeres han realizado maravillas: los mrtires, los misioneros, los cientficos de la teologa, los lderes de la caridad y del desarrollo cristiano, los ignorados prrocos de aldea, las silenciosas madres de familia, los jvenes comprometidos, los que rigen los pueblos con sentido de amor y libertad, los obreros que luchan por su dignidad con valores evanglicos. Es la accin del Espritu Santo que cambi sus vidas, les entreg sus dones: sabidura, entendimiento, consejo, ciencia, fortaleza, piedad, temor de Dios. Cada uno de nosotros ha recibido esa fuerza y esa luz, principalmente por los sacramentos. Por esto al creyente no le oprime el corazn aquella soledad del poeta espaol. Hemos nacido para la comunidad, para la compaa, y la fuerza de Dios hace ms profunda nuestra unin y ms alegre nuestro compartir. Podra comenzar desde hoy nuestro Pentecosts para alegrar a todos los de casa, a los amigos y vecinos, con el cario cristiano que se vuelve saludo, sonrisa, consejo, perdn, alegra y paz. El mundo sera desde hoy ms hermoso, porque "la gracia de nuestro Seor Jesucristo, el amor del Padre y la comunin del Espritu Santo estn con todos nosotros".
Santsima Trinidad
S, creemos!
"Vayan y hagan discpulos de todos los pueblos, bautizndolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espritu Santo". San Mateo, cap. 28
Cuando Nern incendi a Roma en el ao 6 4 , se culp a los cristianos de este crimen y se les persigui a muerte. Sin embargo, estos primeros fieles demostraron que estaban convencidos de la presencia del Seor en la comunidad cristiana. Tal era su fidelidad y testimonio. Cmo entendemos nosotros a Dios? Cul es nuestro compromiso con El? Quiz vemos a Dios como una fuerza que empuja el universo. O como una idea abstracta, que ha obsesionado al hombre en las diversas etapas de su evolucin histrica. O como un juez, listo a todas horas para castigarnos. Pero Dios no es as. Cristo en el Evangelio Padre, Hijo y Espritu Santo: una comunidad tros, una familia. Y en el Evangelio de San repetidas veces la definicin de Dios: Dios es nos revela a Dios de amor, un nosoJuan encontramos amor.
Si nos grabramos esto en el fondo del corazn y obrramos en consecuencia, seramos cristianos verdaderos. Acaso lo somos? Decimos tener fe. Cuando nos preguntan si creemos en el misterio de Dios, si pensamos que El vive en nosotros, A contestamos con firmeza: "S, creemos en Dios, Padre, Hijo y Espritu Santo". ^ 203
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Pero esa fe cambia nuestra vida? Nos lleva a vivir en forma diferente? Se afectan nuestro matrimonio, nuestro trabajo, nuestra relacin con los dems, porque creemos en un Dios Tres Personas? O seguimos c u l t i v a n d o nuestra c o m o d i d a d individualista e intranscendente? En qu nos diferenciamos de aqul que "no cree en eso?". Cuando nuestra fe es autntica, puede transformar nuestra vida y volverla cristiana. Dios Padre vive en m, cuando mis manos amasan con amor el pan, cuando mi corazn de artista revela la belleza escondida, cuando mis brazos fuertes siembran, cultivan y cosechan. Cuando mi palabra denuncia la injusticia y concientiza a mis hermanos, cuando mi entusiasmo motiva y mi alegra hace brotar la dicha. Cuando como padre y educador ayudo al otro a ser persona... Yo soy creador con Dios mi Padre. Dios Hijo vive en m. Cuando tiendo mi mano al necesitado, redimo al pobre de su miseria, perdono las ofensas y brindo al otro esa "segunda oportunidad". Cuando enseo al que no sabe, liberndolo de su ignorancia, cuando me solidarizo con los que sufren por la justicia, cuando pongo mi vida toda al servicio de mis hermanos... Yo redimo con Jesucristo, mi Hermano. Dios Espritu Santo vive en m. Cuando me inclino con ternura hacia el que pide amor, cuando comparto intensamente en la amistad, en la sorprendente aventura del noviazgo y en la plenitud del matrimonio. Cuando asumo con amor, paz y mansedumbre los mltiples quehaceres de una familia. Cuando construyo una sociedad nueva y vivo para la comunidad... Yo amo en el Espritu de Dios. H o y es la fiesta de la Santsima Trinidad. Detrs de esa expresin, quiz desgastada por el tiempo, se esconde todo el misterio de Dios. Uno en esencia y Trino en Personas. De un Dios que nos enva hoy para hacer discpulos de todos los pueblos, creando con el Padre, redimiendo con el H i j o , y amando con el Espritu Santo.
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Por esto Jess, la noche de su despedida, escogi el pan y el vino "frutos de la tierra y del trabajo del hombre" para expresarnos su amor y significar su presencia. "Este es el sacramento de nuestra fe", repetimos durante la celebracin eucarstica. Una fe que nos acerca a Dios, pero que luego nos empuja a compartir con el hermano. Porque no basta colocar nuestras ofrendas sobre el altar. Es preciso retomarlas para convertirlas en pan, ayuda al barrio pobre, escuela para el que no sabe, salud, aliment o , vivienda. A g u a , luz, vas de comunicacin... De lo contrario nuestra eucarista sera una relacin incompleta del hombre con Dios. Sera reconocer a nuestro Padre, e ignorar a nuestros hermanos.
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Cuenta san Juan que estos discpulos, apenas vieron donde viva el Seor, "se quedaron con El... Seran las cuatro de la tarde", aade el evangelista. Jess comenzaba entonces su vida pblica. Ms tarde afirmar que las zorras tienen madrigueras y los pjaros nidos. Pero el H i j o del Hombre no tiene dnde reclinar su cabeza. H o y se hospeda en casa de Simn, maana se sienta a la mesa de Zaqueo, otro da se acoge a la intimidad de Betania. Ese mismo Jess, cuando regrese al cielo, comenzar a habitar en cada comunidad creyente. Y en su compaa nosotros iniciaremos un cambio de costumbres, aprenderemos a compartir lo que somos y tenemos, demostrando nuestra fraternidad. El libro de los Hechos, en los captulos segundo y cuarto, nos cuenta cmo vivan las primeras comunidades cristianas: Acudan asiduamente a la enseanza de los apstoles, a la fraccin del pan, a las oraciones. Repartan sus bienes segn la necesidad de cada uno. Tenan un solo corazn y una sola alma y gozaban de la simpata del pueblo. Podemos preguntarnos si a los hombres de hoy les interesa saber dnde y cmo vivimos los cristianos. Es decir, dnde habita ahora Jess. La Iglesia es la casa del Seor, la comunidad de los amigos de Cristo, que se hace visible en la familia, en el trabajo, en el grupo apostlico, en la amistad, en \a vida ordinaria. S vern en nosotros gente alegre, capaz de acogida, generosa y, sobre todo, hombres y mujeres simpticos? El evangelista contina su relato contando cmo And res, luego de comprobar quin era este profeta de Galilea, convence a su hermano Simn. Avanza \a cadena de comunicacin entre quienes creemos en Jess y procuramos vivir como verdaderos discpulos. Luego de a experiencia de Dios por Jesucristo, no podemos no hablar. Es imposible callarnos ante la maravilla de 2 0 8 f haber conocido al Seor. ^
Tercer domingo
Si te inclinas por la arquitectura, si tienes un novio que te parece reunir todas las cualidades, si tienes dotes para la msica, para la pintura, para el trabajo social o el deporte, para los negocios o la poltica... Todo esto no sucede al acaso. Detrs de esos deseos est la voz silenciosa del Seor. Todas las personas nos movemos por la tenaz y amorosa fuerza de Dios. N o somos marionetas incapaces de pensar y de amar. Somos libres e inteligentes y podemos colaborar activamente en los planes de Cristo. Cuando nos resistimos, el se pliega serenamente a nuestra negativa. Cada llamada de Dios nos quiere conducir a nuestra felicidad. Por qu no la escuchamos? Mucha gente desconoce el sentido de la vida. Por lo cual es tarea de quienes tienen ms luz e inteligencia, reflexionar con el hermano, con el amigo, con el compaero de estudios o de trabajo. Ayudarlo a descifrar su jeroglfico, colaborarle en la interpretacin de los planos de su propia existencia. En compaa es ms fcil escuchar la voz del Seor. La cual a veces no omos por estar saturados de ruido. A s como a Pedro, Andrs, Santiago y Juan, hoy vuelve el Seor a llamarnos para mejorar el mundo.
Cuarto domingo
Hace algunos aos las agencias internacionales comunicaban una noticia impresionante: un alienado mental haba golpeado la Piet de Miguel n g e l , causndole serios destrozos. Hubo conmocin mundial. Un loco haba mutilado esta obra maestra. Sin embargo si Miguel ngel Buonarrotti hubiera hecho lo mismo, nadie habra tenido derecho a reprenderlo. El era su autor. Tena autoridad sobre la obra. A s mismo el nico que tiene autoridad sobre los hombres es Dios, autor y dueo de nuestra existencia. Pero El ha delegado su autoridad y sus derechos en algunas personas: los padres de familia, los maestros, las autoridades religiosas, civiles y militares. Sin embargo stas no cumplirn con su deber, sino en la medida en que respeten la dignidad del ser humano, y trabajen para lograr su plena realizacin. Vivi mos hoy una crisis de autoridad. De un lado, muchas personas no la ejercen de una manera honesta y en servicio de los dems. Aprovechan su situacin para dominarlos, oprimirlos y explotarlos. De otro lado, quienes deberan estar sujetos a la autoridad, no la acatan. Se convierten en rebeldes que todo lo estropean y
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Q u hacer entonces? Si reflexionamos a la luz del Evangelio, descubrimos que Cristo no solamente era au-
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toridad, sino que tena autoridad. Como Dios, era la suprema autoridad, y como Hombre-Dios, por su conducta y por su ejemplo, se mostraba digno de ser obedecido. Muchos, en cambio, son autoridad en el gobierno, en la Iglesia, familia, en las instituciones... Pero su modo de vivir, lo hace dignos de ella? Para tener autoridad se requieren tres cosas: La verdad. Cristo era la Verdad. Nunca enga a nadie. Los hombres necesitamos poder confiar en nuestros dirigentes. Por eso rechazamos en ellos toda la hipocresa. Luego, el ejemplo. Cristo practic siempre lo que predicaba, y conden duramente a los fariseos como personas que decan una cosa y practicaban otra. Por ltimo, el servicio. La verdadera autoridad est siempre atenta al servicio del hombre y de la comunidad. Nos hemos preguntado alguna vez si ejercemos la autoridad con la verdad, la respaldamos con el ejemplo y la vivimos como un servicio a los dems? Cristo no vino a ser servido sino a servir.
La fiebre es un sntoma, es decir un aviso de cosas que pueden ser muy graves. Pero existe tambin una fiebre moral, aviso y sntoma de nuestro mal interior. El Evangelio de hoy nos invita a pensar que la fiebre y la curacin de la suegra de Pedro, son sntomas de cosas muy graves, pero a la vez muy hermosas. A l curar a los enfermos, al dar la vista a los ciegos, al resucitar a los muertos, Jess nos da a entender que El es Dios. Dueo de unos poderes mayores an, que pueden cambiar totalmente nuestra vida. En su tiempo, toda enfermedad se entenda como signo del poder del mal y del pecado. Nosotros hemos cambiado esa visin fatalista y negativa. Sabemos que la mayora de las enfermedades son consecuencia de nuestra conducta, de la herencia, la contaminacin... Pero a la vez sabemos que el Seor es capaz de hacer milagros para sanarnos. El mismo ha dado al hombre poderes en contra de esos males: la ciencia, los descubrimientos de la medicina, los mil secretos que le hemos arrancado a la naturaleza para ponerla a nuestro servicio. Pero todos los das necesitamos del poder y la intervencin de Jesucristo, en el rea de nuestro mal moral. A 1 A l l , en lo ms hondo de nuestro ser, tenemos regio213 > nes en las cuales no nos sentimos bien. A l l es donde H nos domina el mal, donde no somos buenos del t o d o ,
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donde se hunden las races del egosmo, de la ira, de la soberbia. Hasta all tambin puede llegar el Seor para sanarnos. Muchas veces obramos mal, aun sin quererlo, y sentimos tristeza. Hubiramos querido ser tan pacientes, tan generosos, tan bien educados y fallamos. Jesucristo puede enderezar nuestra vida, orientar nuestra conducta definitivamente hacia el bien. Recibimos su influencia transformadora, cuando rezamos con esas palabras interiores que nacen del corazn. Cuando recibimos los sacramentos, por los cuales unimos nuestra vida con el Seor. Quien san a la suegra de Pedro, cur los leprosos, dio vista al ciego de Jeric, perdon a Magdalena, dio la fe a la Samaritana y prometi al buen ladrn el paraso, es el mismo con quien hemos comprometido nuestra vida. Ser cristianos es estar con El. Estar amarrados a su Ser y a su vida, con los vnculos de amor y de la fe. Por qu ser que algunos tenemos a Dios, solamente como un hacedor de milagros exteriores? Es verdad que El puede sanarnos fsicamente, pero tambin espiritualmente. Entonces, como la suegra de Pedro, desde una vida nueva, podremos servirle a El y a nuestros hermanos. Ese es el Milagro.
Sexto domingo
La voluntad de Dios
"Jess, sintiendo lstima del leproso, extendi la mano y lo toc diciendo: Quiero, queda limpio". San Marcos, cap. 1.
Cmo ser Dios? Cul su modo de ser, cules sus planes y su voluntad? Es difcil saberlo. La teologa nos ensea que todo lo que pensamos o decimos de Dios es apenas imagen, aproximacin, analoga y sombra de lo que El es: la V i d a , el Bien, el Amor. Tampoco tenemos ideas claras sobre la voluntad de Dios. Algunos la confunden con el sufrimiento del hombre. En la mitologa azteca encontramos a Huitzilopochtli, un dolo a quien se le ofrecan los corazones de los vencidos. Mientras la sangre fiumana corra sobre el altar de piedra, el dios, en cuya frente se alzaba un penacho de plumas de colibr, sonrea ferozmente. O t r o s imaginan a Dios como alguien caprichoso, que desea una humanidad sometida ciegamente a sus mandatos. Ignoran la razn de sus preceptos, los cuales se miran como una manera continua de amargarnos la vida. Algunos ms piensan en Dios celoso, que impide el progreso del hombre, guardando con avaricia los secretos de la naturaleza y de la historia. N o sea que un da el hombre llegue a suplantarlo. Pero el Evangelio nos ensea que la voluntad de Dios es nuestro bien. "Quiero: queda limpio", le dice Jess al leproso. Quiero: sean limpios, sanos, santos, felices, perfectos, nos d i c e Dios cada da. El, como un padre bueno, no tiene otro =^=i
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N o es lgico achacarle al Seor los efectos de nuestra ignorancia, de nuestros errores y pecados. N o es voluntad de Dios el accidente de trnsito producido por el alcohol y la irresponsabilidad. Tampoco las catstrofes que nuestra ignorancia o nuestra ciencia todava tan miope/ no previeron o no quisieron evitar. Los efectos de nuestros pecados no pueden ser voluntad del Seor. Pensemos en las taras genticas, en tantas enfermedades causadas por los vicios, en los dolores que producen en la familia y en la sociedad el egosmo, y la violencia de algunos. Pero nuestro Dios es bueno. Es capaz de sacar bien de los mismos males, aunque a diario destrocemos sus planes. Con paciencia como de jardinero - el Evangelio lo llama frecuentemente agricultor- sigue regando, podando, arrancando la cizaa. E inventa proyectos nuevos para lograr nuestra plenitud. Jess se acerc bondadosamente al leproso. Lo toc, lo cual estaba prohibido por la las leyes judas. Y al instante el enfermo qued sano. Seremos nosotros tan tercos para no dejarnos alcanzar por el Seor, cuando El se nos acerca?
Sptimo domingo
Un Dios de vacaciones
"Unos letrados que estaban all pensaron para s mismos: Quin puede perdonar fuera de Dios?". San Marcos, cap. 2.
Los mismos letrados y fariseos nos lo ensean: entre las muchas tareas de Dios: crear los mundos, sealar su ruta a cada estrella por el inmenso espacio, despertar el sol cada da sobre justos y pecadores, alimentar de madrugada las aves, vestir los lirios con ms lujo que Salomn, est el oficio de perdonar el pecado del hombre. Pero si la tarea de Dios fuera tan slo perdonar pecados, entre nosotros, El seguira de vacaciones. Por qu? Todos estamos libres de culpa y de pecado? N o . Por lo contrario: porque muchos hemos perdido el sentido del pecad o . Ya no nos preocupa ni molesta, ni creemos en l. El antroplogo dir que el pecado es un condicionamiento ya superado, gracias al avance de la cultura. El siclogo aadir que el complejo de culpa ha sido eliminado, por medio del sicoanlisis y otras terapias. El socilogo responder que la culpa es siempre de los otros: de quienes se han apropiado injustamente de ios medios de produccin. El economista dir que muchos conspiran contra las polticas de concertacin, el encaje bancario, los reajustes tributarios y la retencin en la fuente. Pero nosotros, si no queremos esconder la cabeza como el avestruz, reconoceremos humildemente sin tapujos que hemos pecado. C o n solo examinar nuestro interior, descubriremos fallas, errores, malas intenciones, rebeldas
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contra Dios. Nos hemos apartado frecuentemente de la justicia, de la sinceridad, del cario, de la compasin, del deber. Si en la sociedad que nos rodea abundan la violencia, la irresponsabilidad en el trabajo, el lujo excesivo, la vanidad y la ambicin, ser todo ello un espejismo y el fruto de la imaginacin? El que est sin pecado que arroje entonces la primera piedra, dijo un da el Seor ante la turba que acusaba a la mujer sorprendida en adulterio. H o y podra decirnos otro tanto. Sin embargo, nuestro pecado no es del todo trgico y definitivo. Jesucristo vino a quitar del mundo el pecado. Lo que importa es acercarnos a El. El Evangelio nos cuenta el afn de aquellos amigos del paraltico. Como no podan acercarlo a Jess, a causa del gento, quitaron las lozas del techo para descolgar al paraltico delante del Seor. A s nosotros, aunque sea venciendo mil barreras, mil obstculos, aunque sea rompiendo el corazn, busquemos al Salvador. Esto de romper el corazn, ante Dios que es nuestro Padre, es lo que llamamos contricin.
Octavo domingo
La Biblia utiliza con frecuencia las figuras del novio y de la novia, para referirse a las relaciones de Dios con su pueblo. Y en el Evangelio de hoy, Jess se identifica con ese novio, que comparte con sus amigos la alegra de su boda. Recordemos que los judos observaban religiosamente sus ayunos, desde la salida del sol hasta la noche. Pero Jess advierte: tales prcticas no tienen ya una importancia definitiva. El ha venido para ensear otras maneras de acercarnos a Dios. Podemos entender el ayuno en un sentido estricto: privarnos de algunos alimentos. A s lo usaban los primeros cristianos, muy cercanos a las leyes judas. De este modo mortificaban su cuerpo, dedicndose con ms libertad a la oracin. Desde una visin actual de la fe, comprendemos que el alimento nos fortalece para el trabajo diario. Es un regalo de Dios que conviene usar con agradecimiento y moderacin. Pero la caridad contina siendo la reina de todas las virtudes. Por lo tanto el ayuno ha de promover nuestra capacidad de amor y de servicio. Ayunar en un sentido amplio equivale a apartarnos del mal, del egosmo. D e todo aquello que deteriora nuestra vida cristiana. Es no estallar en el hogar, cuando las cosas se complican. N o amargarnos sistemticamente, tratar a los <| dems con amabilidad, aunque ese da estemos de mal
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genio. Hacer favores sin esperar que nos los pidan, contagiar alegra a los que sufren. Privarnos del mal, tambin exige purificar nuestro interior por el sacramento de la Penitencia. Pero despus de pensarlo despacio y hablar muchas veces a solas con Dios. Es decir, que el dilogo con el sacerdote sea la etapa final de un encuentro profundo y sincero con Dios nuestro Padre. En tiempos pasados, muchos cristianos identificaron la fe cristiana con la mortificacin. La vida de austeridad y retiro iniciada por los primeros monjes, pareci ser el modelo obligado para cuantos quisieran vivir el Evangelio. Muchos cristianos valoraron este estilo de vida, pero empezaron a sentirse incapaces de imitarlo. Entonces surgi otra forma de cristianismo, ms reconciliada con la realidad y en comunin con todo lo del mundo que no excluye la enseanza de Jess. Porque repetimos: ayer y hoy la esencia de nuestra fe es el amor a Dios y al prjimo. El sacrificio nos educa la voluntad y nos dispone para la cercana de Dios. Pero ante todo hemos de ejercitar la caridad, lo cual exige no pocas privaciones. A l discpulo de Cristo, lo que le importa de verdad es "estar con el novio". Hacia all han de tender todas sus preocupaciones. Y nada tan preciso para encontrar a Dios como la casa de los hombres, apunta un escritor. A s alcanzaremos tener "los mismo sentimientos de Cristo" como ensea san Pablo". Es decir, que todo lo nuestro est iluminado por el Evangelio. Sobre el particular es famosa aquella ancdota de santa Teresa: yendo de viaje, le ofrecieron en la cena unas sabrosas perdices. La compaera, sintiendo escrpulo, le pregunt: madre, no ser mucho regalo?
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Noveno domingo
Algunos se preguntan: El Maestro se interes por lo que hoy llaman promocin humana, o nicamente por "la salvacin de las almas?". Porque el hombre es un ser unitario. N o es posible trasformar alguna de sus dimensiones, sin modificar de inmediato las restantes. Pero Jess no ide ningn proyecto para mejorar la economa del pas. N o present estrategias hacia la cobertura escolar de Palestina. N o revel el secreto que cambiara las estructuras sociales de entonces. Sin embargo, con su palabra y sus actitudes, nos ense qu es la persona humana, presentndola como el valor fundamental en cada momento de la historia. Y seal la esencia del Evangelio: el hombre como hijo de Dios, desde todas sus circunstancias. Comprendemos entonces que las cosas que llamamos sagradas tienden a promovernos en un sentido pleno. La ley juda ordenaba cesar cualquier tarea el da de sbado. Un descanso en honor de Yavh, ordenado por Moiss bajo graves penas. Pero en tiempos de Jess, los doctores haban exagerado las normas de manera inconcebible. Prohiban encender fuego en casa, o caminar ese da ms de mil pasos, an para ^ A socorrer a un enfermo, ^ ooi ^ d >
,. La santa, mujer siempre equilibrada y humana, le res220, f pondi: "Hija, cuando perdiz, perdiz y cuando peni^ / tencia, penitencia". v ,
San M a t e o y san Lucas cuentan que los apstoles, yendo de camino, arrancaron espigas de un trigal. Y desgranndolas entre las manos, remediaban el hambre. Lo ilcito all no era tomar los granos ajenos. Segn el Deuteronomio, los frutos cercanos al camino eran del caminante. La violacin del sbado consista en desgranar espigas, lo cual equivala para los doctores a un trabajo servil. San Marcos simplifica el hecho, narrando slo que los acompaantes de Jess "iban arrancando espigas". El Maestro se sita ms all de tantas nimiedades y declara, como lo ha hecho en otras ocasiones: "El sbado se hizo para el hombre y no el hombre para el sbado". Y aade un ejemplo de la tradicin juda, cuando David, con sus hombres entraron al templo y comieron los panes sagrados, lo cual slo podan hacer los sacerdotes. Descubrimos entonces que la conducta de cada grupo humano corresponde a la imagen de Dios que guardan en su interior. Y esa imagen se opaca o ilumina de acuerdo con el cristal con que se mire: cultura, formacin, Iglesia en la cual caminamos. Los letrados, contemporneos del Seor haban multiplicado los preceptos frente a un Dios, guardin del orden establecido que acentuaba el temor de sus devotos. El Maestro nos descubre a un Dios Padre y cercano. El que aguarda con cario al hijo prdigo. El que acta en tantos otros relatos del Evangelio. Jess seala como nico mandamiento el del amor y nos invita a vivir en consecuencia. "Ama y haz lo que quieras", escribi san Agustn. Desde el amor cristiano podramos examinar los 6 1 3 preceptos 222 }j, que exiga el judaismo en tiempos de Jess. Y casi todos quedaran reducidos a cenizas.
El discpulo de Cristo acta entonces movido por una ley de amor. Y su comportamiento, en cada circunstancia, se mantiene referido a Dios, quien "tanto am al mundo que le dio a su H i j o , para que todo el que crea en l tenga la vida eterna". Una ley de amor que es a su vez, una ley en libertad.
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Dcimo domingo
que no contempla a Dios como un Padre bueno y poderoso. Y en parte, por situaciones sicolgicas. Es ms cmodo atribuir a otro nuestros yerros, que reconocer las propias culpas. Pero tambin es ms eficiente iluminar la vida con Jess, para que huyan todas las tinieblas. Aquellos paisanos de Jess se llevaron un chasco cuando lo hallaron dentro de una casa, rodeado de mucha gente. Le enviaron entonces un recado: tu madre y tus hermanos estn fuera y te buscan. Pero el Maestro respondi: estos son mi madre y mis hermanos. Los que cumplen la voluntad de mi Padre. Tal cercana a Jess, por la acogida que damos a su palabra, nos convierte en familiares suyos. A la par que su madre y sus hermanos. Una enseanza que luego dara san Pedro en una de sus cartas: "Somos partcipes de la naturaleza de Dios". N o porque el Seor rechazara a su propia familia. Quera ensearnos que sus discpulos se unen a El con lazos irrompibles, como los de la sangre.
San Pablo al explicar su adhesin a Cristo, escriba a los de Corinto: "Todo es para nuestro bien. N o nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve. Lo que se ve es transitorio, lo que no se ve es eterno. Aunque se desmorone nuestra morada terrestre en que acampamos, sabemos que Dios nos dar una casa eterna en el cielo, no construida por hombres". Es el camino para vencer todos nuestros demonios. Aunque algunos desde lejos dirn: no est en sus cabales.
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Undcimo domingo
Tiempo de sementera
"El Reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. El duerme de noche y se levanta de maana. La semilla germina...". San Marcos, cap. 4.
Leemos en el Evangelio que el Reino de Dios se empieza a construir desde pequeas cosas. "Se parece a un hombre que echa una semilla en el campo". Tambin habla el profeta Ezequiel de una rama pequea, que el Seor arranc y plant, para que se volviera un cedro noble. Los judos entendan de dos maneras la transformacin que el futuro salvador realizara. Unos, por medio del poder y de la guerra. El Mesas habra de derrotar a los romanos, para reconstruir un reino invencible. Otros, por el contrario, comprendan que el Reino de los Cielos llegara, con pasos vacilantes, por pequeas acciones, mediante limitados esfuerzos, Pero que al fin Dios lograra realizar su plan entre los hombres. Jess coloc su proyecto sobre el segundo esquema. A p o s t por las cosas sencillas. De cada situacin y de cada persona, rescat lo rescatable. Como aquel da, luego de la multiplicacin de los panes, cuando pide a los apstoles que recojan las sobras. Por esta razn Jess seala el grano de mostaza. En l se admira el poder de lo alto: "Es la semilla ms pequea, pero despus brota, se hace ms alta que las dems hortalizas y echa ramas tan /fc grandes que los pjaros vienen a anidar en ellas'. El Antiguo Testamento habla repetidas veces de los pobres de Vvh. Una expresin que seala a la gente
sencilla, que ha puesto en Dios su confianza. De ese grupo se reconoce Nuestra Seora, sintindose a la vez depositara de las maravillas del Seor. Pero, de otro lado, esta comparacin con la semilla, nos invita a cultivar nuestra propia era con esmero y cario. San Marcos explica: "El labrador duerme de noche y se levanta de maana. Mientras tanto la semilla va creciendo sin que l sepa cmo. La tierra va produciendo la cosecha: primero los tallos, luego la espiga, despus el grano. Mas tarde vendr el tiempo de la siega". N o cabe entonces el desnimo para quienes cultivamos este Reino, cuyo crecimiento Dios respalda. Pero si alguien, al mirar su sementera, no contempla sino cardos y espinas?. Pudiera ser efecto de miopa. Q u e se acerque un poco ms: debajo de las zarzas est brotando con vigor el trigo. A u n que es verdad que el enemigo arroja malas hierbas sobre el surco, mientras rueda la noche. Si es necesario, hay que cavar ms hondo. Abonar con la plegaria, con el dilogo y de pronto tambin con las lgrimas. Pero nunca abandonar el surco. El Seor dijo que hasta el desierto puede florecer. Volvamos a esperar cada maana el sol vivificante. Y cada tarde, la lluvia fresca y la eficacia de Dios que dirige las galaxias, pero a la vez cuida los pajarillos, viste los lirios y sigue despertando buenos deseos en el corazn del hombre. Nosotros sembramos, otro nos ha ayudado a regar. Pero es slo Dios quien dar el incremento.
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Duodcimo domingo
Jess se incorpor serenamente. Orden al viento y a las olas y se hizo una gran calma. Pero reprendi a los discpulos: "Por qu son tan cobardes? A n no tienen fe? El relato de san Marcos es simple. Pero el acontecimiento fue algo espantoso. N o sabemos si alguno de los discpulos le preguntara a Jess: Seor: Q u hubiera pasado si nos hubisemos hundido? O tambin: De qu manera se vence con la fe la tempes-
La noche sosegada
Al atardecer dijo Jess a sus discpulos: Vamos a la otra orilla. Y dejando a la gente, se lo llevaron en la barca". San Marcos, cap. 4.
Aquellos monjes del desierto, cuya historia escribieron ciertos cronistas fantasiosos, habran sufrido terribles tentaciones. Sobre todo en materia sexual. De ah sus exagerados ayunos y sus continuas penitencias. Pero a los cristianos de hoy tambin otros halagos nos asedian. A cada rato podemos pecar contra la caridad, la justicia, la paciencia, la honradez, la verdad. Y tambin contra la esperanza. hn otras pocas gozamos de una gran tranquilidad. Y entonces se nos olvida que \a fe no equivale a un seguro contra los vendavales. Por lo cual las cadas imprevistas nos desconciertan. A s les sucedi a los apstoles. Da a da iban conociendo mejor al Maestro. Estaban contentos en su amistad. Admirados de sus milagros. Pero una tarde Jess les dijo: "Vamos a \a otra orilla del lago'. Y mientras iban, se desencaden un fuerte huracn y las olas rompan contra la barca, casi hasta hundirla. Mientras tanto, como anota san Marcos, Jess dorma en \a popa. El cansancio del da lo haba sumido en un sueo profundo. Los discpulos se miraron unos a otros aterrados: Habra que despertar al Seor? El peligro debi ser extremo, cuando aquellos experimentados pescadores se vieron perdidos. Sencillamente estaban a punto de naufragar. . 2281^ De inmediato los hijos del Zebedeo, o tal vez Pedro, despertaron a gritos a\ Maestro: "Seor, slvanos que perecemos'.
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Algunos autores religiosos aseguraron que cada cual posee un temperamento, segn la combinacin de humores en su cuerpo. Y repartieron adems con mucha exactitud las tentaciones: a los sanguneos los acosaran la ira y la soberbia. La avaricia y la pereza, a los flemticos. La gula sera el peligro de los amorfos. Y los melanclicos tendran que vencer la envidia y la lujuria. Pero hoy no vale tal clasificacin. Como tampoco es objetivo afirmar que los cristianos de hoy somos ms inclinados al mal que nuestros abuelos. Conviene recordar la historia de la Iglesia. "Bstale a cada da su afn", leemos en san M a t e o . Cada poca ofrece disyuntivas para el bien y para lo perverso. Pero ayer y hoy, Jess nos ensea que con su ayuda venceremos el mal. A l g o que no es fcil comprender mientras la tempestad nos golpea. Pero que se convierte en gratificante certeza cuando, con la ayuda de Dios, hemos superado el peligre. Existe una seal de que Dios est con nosotros: si en medio de la tempestad no perdemos la calma. Esa serenidad, ubicada en los estratos ms profundos del alma, no disulvelos miedos, ni mitiga del todo la angustia. Es una paz inexplicable, como aquella que experiment san Juan de la Cruz, cuando en medio de sus tribulaciones nos habl de "la noche sosegada".
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Decimotercer domingo
date de m". Pablo es derribado del caballo, cuando persegua a los cristianos, Eva Lavallire se postra como Magdalena a los pies de Jess. En un rincn ya famoso de Notre Dame de Pars, Paul Claudel recibe la luz. El agresor de Mara Goretti se convierte... La nia que no convena en el colegio, aquella por quien nada se poda hacer, es ahora una mujer entregada al servicio d e los ms necesitados, el hijo prdigo retorna al hogar, el alcohlico encuentra un amigo que le tiende la mano. El Seor ha vuelto a decir: no temas: basta que tengas fe, anulando as un decreto de muerte. Nuestra vida es la trama, muy compleja y hermosa, de la accin entusiasta del hombre y del amor desvelado y constante del Seor. Cuando nos sentimos vencidos porque hemos mellado todas nuestras armas, cuando nos dicen que ya no hay para qu molestar al Maestro, todava falta que manifieste la fuerza tenaz de Dios, llamada por la oracin que va ms all de nuestros brazos y ms all de nuestros horizontes. Pensemos en la hija de aquel jefe de la sinagoga que se llamaba Jairo. Dios tena sobre ella sus planes que son siempre de amor y de esperanza. Y aunque el Evangelio no nos vuelve a decir nada sobre esta joven, si Cristo la resucit fue porque la necesitaba, y como Freud, aunque enfermo de cncer poda hacer mucho todava. Esta Palabra del Seor es un llamado a la vida, a la conversin, mientras esperamos la voz y la mano de Cristo que tambin nos dice a cada uno: no temas, basta que tengas fe,- yo puedo darte la vida, la inocencia, el perdn y la dicha.
Sigmund Freud, atormentado por un cncer del paladar, responda a su hija que le reprochaba tantas horas de trabajo: "Si an estoy vivo es porque puedo hacer algo". El Evangelio es siempre un llamado a la vida, al servicio. Pero a menudo no lo entendemos ni vivimos as. Cuntas veces pronunciamos sentencia de muerte frente a nuestros hermanos. "Es la oveja negra de la familia". "Toda la vida, un enemigo de la Iglesia". "Seora: su nia no le conviene de ningn modo el colegio '. Esto se acab de una vez, hijo. Haga de cuenta que yo no existo para usted". "Fulanita? Ya no tiene remedio, lo que se hereda no se hurta". Son sentencias humanas, sentencias de muerte... Pero alguien habido a buscar al Seor, alguien ha rezado, alguien ha suplicado por ese que "ya no tena remedio". Quiz alguna religiosa en el silencio de su clausura, un grupo de oracin, una anciana ignorante en una Iglesia de aldea, una madre que nunca pierde la esperanza, un nio de rodillas al borde de la cama. Alguien ha tenido fe, alguien ha buscado a Jesucristo. z^v Y el Seor se pone en camino. Se abre paso por entre el gento curioso y displicente que siempre rodea al ' difunto", lo toma de la mano y lo llama. Entonces el ladrn se arrepiente, vuelve el rostro y exclama: Acur-
Decimocuarto domingo
No es ste el carpintero?
"La gente de Nazaret se preguntaba con asombro: No es ste el carpintero, el hijo de Mara, hermano de Santiago, de Judas y Simn ?" San Marcos, cap. 6.
Desde el comienzo de la Iglesia, los telogos y pensadores cristianos se han preguntado con insistencia: Quin es Jess de Nazaret? A comienzos del Siglo V, Nestorio y Eutiques explicaron, cada uno a su modo, su pensamiento sobre el Seor. Pero no lograron integrar en \a persona del Maestro, de una manera conveniente lo divino y lo humano.
El culto cristiano, aunque muchas veces no comprendido, nos acerca al Seor. Tambin lo hace la religiosidad popular que es un esfuerzo por encontrar a Dios, a travs de la compresin de los sencillos. Pero otras veces nos colocamos en el extremo opuesto. N o s confunde que Jess sea verdadero hombre. Quisiramos excusarlo de haber asumido toda nuestra pobre humanidad. Mas sin ella no habra existido redencin. Cuando comprendemos integralmente a Jesucristo, nuestro cuerpo, unido con el suyo, se diviniza, como tambin la cuna de Beln, las barcas del Tiberades, el perfume de Magdalena, la moneda del tributo, los panes y los peces, las camillas de los enfermos, el lodo para ungir el ciego, el pan y el vino, el madero de la cruz, las cien libras de ungento que embalsaman al amigo difunto y esos viejos pergaminos en los cuales unos judos no muy letrados consignaron, la historia del Maestro. Santa Teresa adverta a sus monjas con su natural gracejo castellano: "Dios anda entre los peroles". Ese Di os infinito que se hizo hombre en Jess camina por todos los rincones de mi casa y les ha dado a las cosas, a mi cuerpo, a mi trabajo, a mis manos, al arte, a la liturgia, un misterioso poder sacramental. N o es ste el carpintero? S, porque Dios no se disfraz de hombre. Se hizo hombre para acercarnos a su divinidad y as Dios entr definitivamente en la historia del hombre y cada uno de nosotros, en la historia de Dios.
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Decimoquinto domingo
Un bastn y nada ms
"Jess les encarg que llevaran para el camino un bastn y nada ms; pero ni pan, ni alforja, ni dinero, ni tnica de repuesto". San Marcos, cap. 6.
Para encontrar la pobreza que aconseja el Seor, conviene en primer lugar analizar el medio humano en que vivimos. N o estamos en un pas rico, donde todo el mundo tiene lo necesario y an un poco ms. En nuestro entorno, lo que algunos les sobra, lo que se despilfarra de modo irresponsable, les hace falta a muchos para apenas sobrevivir. Juan Pablo, durante su primera visita a Mxico nos dijo: "La propiedad est gravada siempre por una hipoteca social, as los bienes servirn equilibradamente a la destinacin que Dios les ha dado . Revisemos honradamente nuestros gastos, nuestros lujos, nuestro nivel de vida. De otro lado, pobreza cristiana es ante todo una eleccin personal. N o esperemos que la Iglesia o las leyes nos sealen una medida exacta frente a los bienes temporales. Nos consta que en la mayora de los pases, los grandes capitales permanecen en manos de unos pocos. Los cuales a su vez controlan los medios de produccin, las comunicaciones y todo el engranaje poltico. Es hora entonces de escuchar a Paulo V I quien escribi en la "Populorum Progressio": " H a y que actuar pronto y a profundidad. Hay que poner en prctica transformaciones audaces, profundamente innovadoras. Hay que emprender sin esperar ms, reformas urgentes'. Estas palabras se dirigen a todos, pero principalmente a quienes tienen mayor influencia en nuestra comunidad: los dirigentes, industriales, profesionales, maestros y comunicadores. Los que pueden abrir sus manos y su corazn para crear desde hoy mismo una sociedad ms justa y ms cristiana. Si leyendo estas reflexiones sentimos un deseo sincero de ser ms sobrios en nuestra vida personal y familiar, de cambiar de una vez las polticas de nuestra empresa para servir mejor al hombre, el Evangelio toca a nuestras puertas. El Seor nos har conocer sus caminos. Q u e su sabidura, mayor que la de Bas, tiene el poder para cambiar el mundo.
Cuando Ciro el Grande asediaba, a mitad del siglo V I a. C , la ciudad de Priene, todos los habitantes huan llevando a cuestas sus posesiones. Slo Bas, uno de los sabios de Grecia, abandonaba la ciudad serenamente sin ningn equipaje. A sus paisanos que lo interrogaban extraados, respondi el sabio: "Todo lo llevo conmigo . Cargaba a cuestas su sabidura. El cristiano de hoy, tambin en camino, no tiene como ideal la acumulacin de bienes materiales, porque busca otra mejor riqueza dentro de otra jerarqua de valores. All ocupa lugar preferencial la sencillez de vida, que nos seala cuntas cosas pueden esclavizarnos. Esto supone al mismo tiempo una fe en la providencia de Dios y una mayor libertad para servir ms a los dems. La pobreza es tema de actualidad en la Iglesia de hoy. Cuando los obispos se reunieron en Puebla, all optaron por los pobres. Pero qu es la pobreza a la luz del Evangelio? Para algunos consiste nicamente en actitudes interiores, y dada la ocasin, en un posible desprendimiento. Otros desean instaurar una pobreza rayana en la miseria. Llegan casi a negar el dogma de la creacin que nos explica cmo Dios cre al hombre y lo hizo rey del universo. Pero, como siempre sucede, la verdad est en el medio. Podemos poseer porque somos seres racionales. Pero no es lcito desbordarnos de manera egosta, oprimiend o a los otros.
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Decimosexto domingo
predicado la conversin, sanando muchos enfermos y expulsando los demonios. Bien se merecan un descanso. Nosotros podemos preguntarnos sin nuestros ocios corresponden a un trabajo serio y responsable.
Si descansamos de una manera honesta y cristiana, si empleamos bien nuestro tiempo. O por el contrario, si procuramos 'matar el tiempo de cualquier manera. A l tiempo por qu lo queremos matar? Tal vez nos estamos situando dentro de una nueva clase social: la clase ociosa. Y esto es injusticia, porque muchos de nuestros familiares, amigos o vecinos nos necesitan. Adems, numerosas obras sociales nos estn esperando. Aguardan de nosotros un poco de tiempo, nuestra capacidad de iniciativa, nuestra compaa y entusiasmo, nuestra experiencia, aquello que indiscutiblemente cada uno, y solamente cada uno de nosotros, puede dar. N o matemos el tiempo, que no es cristiano el hacerlo. Por otra parte, el tiempo camina ms all de la tierra, entre el girar de los planetas, cerca al nacimiento de las galaxias, bajo el brillo de las constelaciones y un da se cambiar en eternidad. N o es tan fcil matarlo. Si lo intentamos, se nos ir muriendo el alma por la pereza, mientras nos asfixiamos de tedio. Para el cristiano, cada tictac de su reloj es un Kairs, tiempo de salvacin, tiempo de amor, tiempo de cristiana ilusin y de servicio.
Los griegos, tan sutiles en su filosofa, usaban dos trminos para designar el tiempo. Cronos era la vida que se desgrana en el reloj de arena, se desle entre los nmeros del calendario, se va muriendo un poco cada da de la semana, se despierta con el sol y se duerme al caer la noche. Por el contrario, Kairs es la ocasin, la oportunidad, el momento propicio, el tiempo favorable, aquel presente amplio e indefinido para sembrar el surco, edificar la casa, emprender un viaje, fermentar el vino, cocer el pan, y arrojar las redes, muy de maana en el remanso. Por esto, los escritores cristianos nos ensean que para los amigos de Jess, el tiempo no es la medida rutinaria y prosaica de Cronos, sino un Kairs, colmado a todas horas de ntima alegra y esperanza. El tiempo del cristiano es para amar, construir el mundo, reconciliar a todos los hombres, compartir generosamente nuestros bienes, promover la justicia y la paz, realizar la propia vocacin de ciudadanos de la tierra y peregrinos hacia el cielo. El Eclesiasts nos ensea con gran sabidura: "Hay tiempo de plantar, tiempo de sanar, tiempo de construir, tiempo de rer, tiempo de buscar, tiempo de callar, tiempo de hablar, tiempo de amar, A t tiempo de nacer y tiempo de morir". Un da Jess invita a sus discpulos a reposar un poco. Regresaban de su primera correra, durante la cual haban
Decimosptimo domingo
Hagamos como Andrs. Llamemos al otro, pongamos a su disposicin lo que somos y tenemos, pidindole a la vez lo que l es y tiene.
La vocacin cristiana incluye marchar con el otro hacia el Seor: el esposo y la esposa, los padres y los hijos, los patronos y los obreros, los sacerdotes y los laicos. Entonces Cristo saldr a nuestro encuentro y el mundo ya no tendr ms hambre.
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Decimoctavo domingo
Por qu le buscamos?
Dijo Jess: "Me buscan, no porque hayan visto signos, sino porque comieron pan hasta saciarse". San Juan, cap. 6.
Podramos preguntarnos si estudiamos a fondo el Evangelio. Si sus criterios nos iluminan la vida. Cuando la Iglesia se esfuerza por ensearnos y promovernos, verbigracia ante el Bautismo, la Confirmacin, la Primera Comunin de nuestros hijos, comentamos con amargura que el colegio o la parroquia se han vuelto demasiado exigentes,- que "ahora todo lo complican . Para el Matrimonio buscamos el cursillo ms corto, porque "para eso no tenemos tiempo". Casi que escogemos el matrimonio catlico porque da cierto lustre y buen tono. Casarse por lo civil no es elegante en nuestro medio todava. Exigimos que la Iglesia nos preste todos sus servicios y no revisamos cul es nuestro aporte econmico a la parroquia, cul nuestra presencia en las diversas actividades pastorales, cul nuestra cercana al sacerdote y nuestra preocupacin por la vocaciones. N o es esto tener la Iglesia como un supermercado? El Evangelio de hoy termina con una bella frase: "Yo soy el pan de vida; el que viene a m no pasar hambre y el que cree en mi no pasar nunca sed". Cristo es para nosotros, a travs de la Iglesia, la despensa y la fuente, pero es necesario que vayamos a El. N o basta creer en Jesucristo, hay algo ms hondo y comprometedor: creerle a Jesucristo y atenerse a las consecuencias.
Deca* Eric Fromm que la sociedad contempornea est situada en torno a un supermercado. N o alrededor del templo, del castillo, de la universidad o del estadio. La revolucin del siglo X V I I I la llevaron a cabo los ciudadanos, mientras que las de hoy las agitamos los consumidores. Q u desea usted? Electrodomsticos, automviles, trajes, abonos, herramientas, obras de arte, cosmticos, anticonceptivos, muebles de todas las tallas, pasajes a crdito, discos, diversiones, influencias, intrigas...? Tal vez imaginamos que la Iglesia de Cristo es un factor ms de esta sociedad de consumo que opaca mentes y apaga los ideales. Como si aadiramos a la lista anterior: se ofrecen sacramentos, tranquilidad del alma, relaciones pacficas, equilibrio moral, fidelidad conyugal, dignidad humana, pasajes para el cielo... Todo de ptima calidad, a bajos precios, indiscutible garanta... Se atiende tambin a domicilio. El Seor les reprochaba a sus discpulos: ustedes me buscan no por lo que soy, sino por las cosas que puedo dar. Por el pan que les repart en el desierto hasta saciarlos. Nuestras actitudes hacia el Seor y la vida cristiana son tambin con frecuencia utilitarias. Somos cristianos cuando nos proA duce ventajas, no por amistad por Jesucristo. A la hora del esfuerzo, la religin se nos queda en teora y obra240 mos como los paganos. A veces ni siquiera como ellos.
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Decimonoveno domingo
Hay otra comparacin muy sencilla para explicar la conciencia. Es semejante a un semforo. Nos indica unas normas que custodian nuestra vida. Nos ayuda a respetar al prjimo. Le da armona a la convivencia ciudadana. Sera una locura desatender sus rdenes. En este misterio hondo, a la vez rudo y suave, de la conciencia,
Discpulos de Dios
Dijo Jess: "Est escrito en los profetas: Sern todos discpulos de Dios. El que escucha lo que dice el Padre, aprende y viene a m". San Juan, cap. 6.
habla Dios a sus hijos. Dichosos nosotros cuando sabemos escucharlo. Quien sigue la conciencia se hace sabio porque se hace discpulo de Dios. Dijo San Agustn: "Le muestras a una oveja un ramo verde y se ir
Erasmo de Rotterdam, en su "Elogio de la Locura", nos deja sin saber si la ciencia humana es tontera. Si la ignorancia es el mejor camino para ser sabio. Pero Cristo nos dice en su Evangelio que la ciencia de Dios es mejor y muy distinta. El ensea a todas horas a quienes lo escuchan. Si estamos atentos, como explic Isaas en el captulo 5 4 : "El pueblo de Yavh no temer la opresin y se mantendr firme, y todos sus hijos sern instruidos por el Seor'. y cmo ensea Dios? Cul es su escuela? Leyendo el nuevo Testamento, aprendemos que Dios ensea de muy variadas maneras: por la creacin, por la conciencia, por la Biblia, por Jesucristo, por la Iglesia... Reflexionemos ahora sobre la conciencia. En la infancia aprendimos que la conciencia es la voz de Dios. Despus, entre las dificultades y tentaciones de la vida, ms de una vez la hemos tenido como enemiga y hemos ahogado sus clamores. Pero Dios nos ensea de una manera paternal. Los padres realizan hacia los hijos una forma de comunicacin que muchas veces no necesita las palabras. Ellos transmiten su vida y sus valores, como por ley de osmosis hacia los de casa, la conciencia de los hijos. "Conciencia es..."Todos recordamos un rostro, un tono de voz. Entonces nos naca el temor de disgustar a quien se ama, un deseo de imitacin, de avance hacia unos vales. A s aprendemos de nuestro Padre Dios
tras de ti,- unas nueces a un nio y se te acerca: a nosotros solamente nos arrastra el amor, con lazos que atan el corazn'. Bien sabe todo esto la pedagoga del Seor.
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Vigsimo domingo
El pan y su misterio
"Dijo Jess a los judos: Yo soy el pan que ha bajado del cielo; el que come de este pan vivir para siempre". San Juan, cap. 6.
Giovanni Papini habla en una de sus pginas del misterio del pan. Desde los pesados bueyes que araron el campo bajo un sol abierto, hasta los sembradores y segadores, molineros y panaderos, todos han trabajado en cadena de esfuerzos, para darle a mi hambre un pedazo de pan. El pan encierra un misterio. Es el vigor del surco, el hombre con su cansancio y su ilusin, ilusin. Es el calor de la vida... El Evangelio de hoy est tomado del final del captulo sexto de San Juan. Los evangelistas no alcanzaron a escribir las palabras textuales de Jess. Pero en su relato se destacan unas frases que los biblistas sealan como "palabras mismas de Jess". Sin embargo, nos llama la atencin que, en un prrafo corto, se nombre siete veces el pan y siete veces se prometa la vida a quien lo coma. Es la insistencia del Seor para explicarnos el misterio de su pan. Tal vez nos hayamos preguntado si tiene razn de ser la Eucarista en este momento de la historia. A n t e un mundo tecnificado que quiere desentraar el porqu de cada cosa, el Sacramento del Pan sigue escondido en el misterio. A n t e los progresos de la qumica y de \a fsica, los telogos siguen sosteniendo la presencia real de Cristo, bien sea con un lenguaje nuevo. A n t e un mundo azotado por el hambre, Dios calla y la Iglesia presenta el Evangelio y ofrece, sobre una mesa escueta, un trozo de pan y un sorbo de vino. Qu significa hoy la Eucarista? La pedagoga de Dios es muy distinta a \a pedagoga humana. Los hombres ensean por medio de frmulas, definiciones, teoremas, cl-
culos y silogismos. Dios ensea por signos. Usa los acontecimientos para revelarse. N o entrega sus mensajes de una vez, sino que nos coloca delante d e las cosas, de los acontecimientos, para que all descubramos su palabra. El misterio del pan eucarstico es semejante al del pan cotidiano. Pero es un misterio ms hondo, ms elevado y excelente. El pan puede llegar a lo ms ntimo del hombre. Se coloca ms all de la compaa, d e la vecindad. Va ms all de la palabra, del beso, de la misma amistad... A s Dios anhela estar en comunin continua con nosotros, porque su amor es ms profundo que el de los amigos, los hermanos, los esposos. Se cuela hasta la conjuncin del alma con los huesos. Este pan nos declara en su minscula dimensin, que el hombre va ms all de la qumica y la fsica. Cuando los obreros, empleados, profesionales, campesinos o industriales nos entregamos al trabajo cada da, estamos haciendo un trueque doloroso que el amor convierte en alegra. Estamos cambiando vida por pan. En la Misa, Jesucristo nos cambia pan por Vida. Vida que es amor ante el egosmo, energa ante la tentacin, luz en la sombra, examen de conciencia ante nuestro pecado, unin en las tensiones d e familia, deseos de seguir mejorando el mundo, cuando muchos se refugian en la desesperanza... Vida que es vida eterna: " Y o lo resucitar en el ltimo d a ' .
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Vigesimoprimer domingo
La samaritana se atrevi a conversar con aquel extranjero, que prometa una fuente de agua viva. Zaqueo, incapaz de ver a Cristo desde su pequenez, se sube a un rbol y esa noche el Maestro se aloja en su casa. Nosotros tambin hemos abandonado al Seor. Nos hemos marchado por causas muy diversas: el trabajo, la lejana de los que amamos, la ausencia de una madre buena que saba hablar de Dios. Sin entender mucho de cristianismo, nos hemos engolfado en doctrinas extraas y sacamos en claro que Cristo no vala la pena. Tambin abandonamos a Cristo por sentimientos: Ese roce, aquel incidente, algn mal ejemplo del prjimo que nos hiri tan dolorosamente. O nuestros propios vicios: nos duele el Evangelio si nos empuja hacia la rectitud. Y decimos en coro: "Dura es esta doctrina,- quin puede hacerle caso?". Tenemos la humildad de acercarnos al Evangelio para entender en qu consiste ser cristiano? La frase de Pedro pudiera ser nuestra oracin este domingo: "Seor: a quin iramos? T tienes las palabras de la vida eterna". Esa sed escondida, ese clima de tedio, ese malestar interior inconfesable... tienen un nombre propio: ausencia de Dios. Nos defendemos tratando de dura su doctrina. Pero El podra decirnos: es ms duro tu propio corazn.
Ms duro, el corazn
"Muchos discpulos dijeron: Dura es esta doctrina; quinpuede hacerle caso? Jess dijo a los Doce: Tambin ustedes quieren marcharse?". San Juan, cap. 6.
Francisco Pizarro, despus de muchos descalabros, sigue obstinado en conquistar el Per. En la isla del Gallo saca la espada, traza una lnea en tierra y les dice a sus hombres: por aqu se va al sur: es el camino de las penalidades. Por aqu a Panam, donde la comodidad los espera. Slo trece soldados dan un paso hacia la gloria. En la vida de Cristo hay un episodio semejante. Era la incursin de Dios en la historia del hombre. Pero en cierto momento, muchos discpulos lo abandonan. El captulo seis de San Juan nos cuenta la multiplicacin de los panes. La gente aclama: ' Este s que es el profeta que tena que venir al mundo". Un poco ms adelante, Cristo los invita a creer en El. La gente pregunta: Y, qu signos haces t para que te creamos?" Q u mala memoria tenemos frente a los beneficios del Seor. Despus Jess les habla de otro pan maravilloso: "Si no comen la carne del Hijo del Hombre, no tendrn vida en ustedes". La reaccin no se hace esperar: "Dura es esta doctrina,- quin puede hacerle caso?". Los amigos de Cristo no tienen tiempo ni humildad, para pedir una explicacin y dialogar con el Maestro antes de abandonarlo. Nicodemo tuvo tiempo para dialogar con Jess, as fuera en la noche.
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Vigesimosegundo domingo
La caja de Pandora
"Dijo Jess: Nada que entre de fuera puede hacer impuro al hombre". San Marcos, cap. 7.
Narra una leyenda que Pandora, una mujer de la mitologa griega, llev a la tierra una caja misteriosa que contena todos los males. Cuando la caja fue abierta, las calamidades se esparcieron por el mundo y slo qued dentro la esperanza. El corazn del hombre se parece a esta caja funesta. "De l proceden los malos propsitos, las fornicaciones, los homicidios, las codicias, la envidia, la injusticia..."Pero ese corazn guardar todava la esperanza? La contaminacin ambiental nace del humo de las chimeneas, de los gases nocivos, de los desechos, los residuos industriales y puede envenenar al hombre. La contaminacin moral viaja al revs. Nace de nuestro corazn y va intoxicando las empresas, las escuelas, los campos y las fbricas. Por lo contrario, \a vocacin del bautizado consiste en orientar toda la creacin hacia el bien comn, hacia la salvacin. Un empeo que se hace ms claro y obligante desde el Bautismo, donde somos consagrados como sacerdotes, reyes y profetas. El agua y el petrleo, el pan, los minerales, el aire, los jugos de las plantas, las estrellas y el mundo inexplorado del mar tendrn, por el hombre, un poder de salvacin. Pero poseemos a la vez la triste capacidad de contaminar el universo con nuestro pecado. San Pablo lo explicaba a la Iglesia de Roma: que si la creacin algunas veces produce el mal, no es culpa suya, sino del hombre que la ha desviado de los caminos rectos.
Se nos vuelve a plantear el antiguo problema de ser justos apenas de apariencia. Aunque ninguno quisiera declararse fariseo. N o obstante, todos somos en nuestro comportamiento lo somos un poco. Alguien podra afirmar: "Es todo un caballero". "Una exce lente dama". Pero... y el corazn? Cristo puede crear en nosotros un corazn nuevo. David despus de su culpa de adulterio y homicidio or al Seor con humildad: O h Dios, crea en m un corazn nuevo,- un corazn quebrantado y humillado T no lo desprecias. N o me rechaces lejos de tu rostro . Porque dentro de cada corazn, aun el ms extraviado, se esconde siempre gozosa esta esperanza: Jesucristo es mi salvador.
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Vigesimotercer domingo
pintor, escultor y arquitecto. Q u e viva con plenitud de gozo y esperanza el misterio de la maternidad. Q u e el pap no termine nunca de admirarse de su paternidad. Q u e mire cada da a su esposa con ms amor y ms ternura. Q u e oren juntos, tomados de la mano, por el porvenir de los hijos. Q u e los jvenes no cesen de admirar su propia juventud. Q u e se marav'iWen de su cuerpo y de su mente, respetndolos porque son una obra de arte de Dios y la esperanza del mundo. Q u e el carpintero admire a Dios en la madera, con sus vetas y sus nudos, en donde la savia se detuvo unos momentos para cambiar de ruta. Q u e el minero cierre los ojos en el silencio de la sima y escuche al Seor que fragu las rocas y las coloc all abajo, luego de inmensos cataclismos. Q u e no olvide el agricultor admirar a Dios y agradecerle por los azahares del limonero y la flor del cafeto, por las espigas del maz y del trigo, por la exuberancia de las races, la generosidad de los frutales... Q u e los arrieros reconozcan al Seor en el amanecer, en el sol, en \a lluvia y desde los vericuetos del camino clamen a Dios que es el padre de los cielos. Y que todos, pobres y acomodados, ignorantes y sabios, jvenes y ancianos, procuremos con nuestros pensamientos y deseos, con nuestras luchas y plegarias, alabar y bendecir a Dios. Q u e nos esforcemos en terminar este mundo que el Seor nos dej comenzado. Porque an as, es obra negra, es tan hermoso.
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Vigesimocuarto domingo
Compartir los dolores con el prjimo, nos ayuda a llevar la cruz con sentido cristiano y nos hace entender que otros sufren ms que nosotros. Es cristiano no detenernos sistemticamente en las penas que soportamos. A Dios no le gusta que por la viudez, la muerte de un hijo, un fracaso econmico, un pecado personal, nos sentemos junto al muro de las lamentaciones sin mirar todo lo bello que hay en nuestra vida. Sera una injusticia con los nuestros y una ingratitud con el Seor que nos ha dado tanto. Finalmente el Seor nos invita a seguirlo. Vamos todos llevando nuestra cruz: algn defecto fsico, alguna enfermedad, el trabajo diario, la pobreza, la ingratitud, los propios errores... Pero no caminamos detrs de Cristo. Seguir a Jess comunica cierta elegancia, da a los dolores un resplandor que se llama esperanza, cicatriza los propios pecados, produce entusiasmo en el trabajo, nos hace capaces de sonrer, abiertos a los otros. Dice San Agustn que junto a Cristo no hay dolor y si lo hay se convierte en amor. Es decir, el amor le pone rodachinas a la cruz. Cristo sufri en la cruz apenas unas horas. Luego fue el Seor resucitado, con las heridas transformadas en luz y con la voz siempre y amiga que nos dice: no teman.
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Vigesimoquinto domingo
Lo que ensea Jess no es anarqua, sino que ante Dios todos somos iguales. Q u e las relaciones del cristiano con sus prjimos no son ni dominacin ni inters, sino servicio. Nadie por muy brillante que sea en dotes y cultura, aunque ocupe puestos de mucho renombre, deje de ser sencillo. N o exija que se le rinda pleitesa, hable sin solemnidad, sepa gozar con las cosas ordinarias. Mzclese de igual forma con los ricos y los pobres, con la gente ilustrada y con los ignorantes. Sintase con todos a gusto y todos estarn contentos en su compaa. Sepa exigir con mansedumbre. Nunca discuta sobre su propia importancia. Esa es tarea de Dios y de quienes nos rodean. Dmosle la razn al epitafio del Cardenal Portocarrero: un puado de polvo, un poco de ceniza, casi nada... pero capaces de hacer felices a los que viven con nosotros.
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Y dnde quedan entonces la autoridad en la familia, el organigrama de la empresa, las directivas del colegio y el respeto a los mayores?
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Vigesimosexto domingo
ya superadas, en las que se condenaba todo aquello que no fuera gestado en la filosofa aristotlica, en el derecho cannico, en la liturgia romana y la cultura occidental. El Concilio Vaticano II, en bsqueda de las fuentes evanglicas, nos hace comprender que los cristianos no tenemos la exclusiva de lo justo y lo humano, ni el monopolio del bien y la verdad. Tal reflexin nos ha hecho humildes. Nos ha enseado que ms all del M o n t e de la Bienaventuranzas tambin puede Dios alumbrar, porque El es la Luz y se ha revelado de muchas y muy variadas formas. Esto sin desconocer que Jesucristo es la plenitud de la revelacin. Cristo les dice a sus apstoles que no impidan a quienes hacen el bien, as no estn matriculados en su escuela. Quien realiza obras buenas tiene ya comenzada su amistad con Jesucristo. La palabra de Jess nos ha hecho menos speros, para acoger a los peregrinos que todava no han encontrado al Maestro. N o s ha dado mayor capacidad de comunin y de amistad. Esta es la razn por la cual los ltimos papas dirigen sus enseanzas, no slo a los bautizados en la Iglesia, sino a todos los hombres de buena voluntad. Nosotros, muchas veces, nos hemos credo los nicos amados del Seor, los nicos rectos, los nicos santos. El Evangelio nos est pidiendo un poco de sensatez y de realismo. El Seor nos ama y nos llama a todos. Si ya tenemos luz, si escuchamos a Cristo, si nos alimentamos con los sacramentos, tenemos mayor obligacin con los alejados, con los que todava no conocen a Jess, pero nunca la obligacin de rechazarlos.
De la Iglesia y el mundo
"Dijo Juan a Jess: Hemos visto a alguno que echaba demonios en tu nombre y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros". San Marcos, cap. 9.
En el concilio Vaticano II, el documento "Alegra y Esperanza" se llam en un comienzo "De la Iglesia y el M u n d o " . Pero luego obispos opinaron que sera ms teolgico titularlo: "De la Iglesia en el M u n d o " . Porque M u n d o e Iglesia no son dos realidades lejanas. La Iglesia es pasajera en este viaje de la historia y el mundo es, a su vez, la materia prima de la Iglesia. A n con sus pecados. Algn telogo afirma que es condicin primaria formar parte de la Iglesia, el ser pecador. De esta regla se exceptan los santos. Desde los primeros prrafos de este documento nos llaman la atencin su humanidad y su realismo. Con razn los peritos no lograron redactarlo perfectamente en latn. Esta lengua no daba los matices y las precisiones para hablar del mundo contemporneo. Tuvieron que recurrir al francs, el idioma de la exactitud y la diplomacia. Jess en el Evangelio nos hace entender que no es correcto separar la Iglesia del mundo. Como tampoco conviene separar la cizaa del trigo antes de la cosecha, ni las ovejas de los cabritos, si no ha llegado la hora del juicio. Porque el cristiano reconoce que existen muchsimos valores, actitudes honestas, progresos y conquistas que no nacieron del seno de la Iglesia. H u b o pocas, por suerte
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Vigesimosptimo domingo
N o desconocemos sin embargo la crisis actual del matrimonio. Huracanes muy fuertes azotan el amor comprometido. Mas ser humano y cristiano y valiente renunciar entonces al ideal que nos propuso Dios? Si renegamos en forma masiva y oficial del amor conyugal indisoluble, cmo marchara luego la sociedad? Cul sera el futuro de los cnyuges ms dbiles, ms frgiles o ms ignorantes? Q u sera de los hijos en un hogar cimentado sobre la inseguridad? Existira el amor si lo declaramos siempre fugaz y caprichoso? O si hacemos de l una inversin para sacar dividendos, una aventura, o uno de tantos objetos desechables? Entre las causas de los fracasos matrimoniales se mira una inadecuada educacin en el amor y por lo tanto, una insuficiente preparacin para el matrimonio. En este sentido podramos orientar nuestros esfuerzos como familia, como sociedad y como Iglesia. Una reflexin final para las parejas en conflicto: que no se sientan solas. Las crisis no significan que se acab el amor. Slo estn denunciando que ste es humano y por lo tanto se fatiga en el camino. Q u e llamen en su ayuda a una pareja amiga, a un consejero, a un sacerdote. Q u e oren juntos al Seor e invoquen a Nuestra Seora de Nazaret, en cuyo hogar tambin abundaron los momentos de angustia. Por el amor, por nuestra plenitud personal, por el futuro de los hijos, vale la pena luchar un poco ms. Con nosotros est siempre el Seor.
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Vigesimoctavo domingo
Q u piensan de t o d o esto nuestros jvenes? Este sombro panorama se desborda casi siempre en violencia, rogadicn y muerte. Si esta realidad te estruja e) alma, puede brotar en el corazn de un joven un deseo rebelde de iluminar, siquiera un palmo este adolorido planeta. Cristo es quien te invita a emplear tus fuerzas al servicio de los ms necesitados. Sers entonces mdico, arquitecto, jurista, ingeniero, agrnomo, sacerdote, economista, comunicador... pero nunca con las manos y el alma amarradas a la injusticia, al egosmo, a la mentira. Habrs de ser como Jesucristo, embajador de Dios, para anunciar lo bueno y lo justo en todos los ambientes, para dar testimonio de fe ante la gente y remediar las estructuras sociales con el vigor de tus brazos y de tu corazn. Deca Pascal que la peor guerra que pudiera llegar a una nacin, sera una paz intil y soolienta. Q u sera entonces de nuestra juventud domesticada, sin ideales, sin deseos de arriesgar su vida por un futuro mejor? Los jvenes tienen la palabra.
Un deseo rebelde
"Cuando sala Jess al camino, se le acerc uno corriendo, se arrodill y le pregunt: Maestro bueno, qu har para heredar la vida eterna?". San Marcos, cap. 10.
Era un muchacho que deseaba heredar la vida eterna. Tena razn. Es un hermoso sueo, muy propio de toda juventud, el vivir para siempre. Nos estamos acordando del Fausto de Goethe. El Seor responde al joven, explicndole que el tesoro del cielo se alcanza desde la vida presente. H o y no nos pide el Seor, como en los das de Francisco de Ass, repartir todos los bienes en las plazas pblicas, hasta quedarnos desnudos. Nos pide hacer un inventario riguroso de nuestros bienes y capacidades y ponerlos todos al servicio del prjimo. N o es un despojo sino un compartir generoso y alegre. Este joven que desde nio haba cumplido todos los mandamientos, al buscar otras metas ms altas se mereci el cario de Cristo, quien mirndolo le dijo: "Ven y sigeme". Deseamos que este mensaje llegue muy especialmente a los jvenes. Existen en el mundo muchos pueblos marginados. Innumerables nios mueren por falta de atencin mdica, sin contar los que no logran vivir por causa de enfermedades, por desnutricin o por descuido de sus padres. M u y poco jvenes alcanzan una enseanza secundaria. Y ms escasos todava quienes acceden a la universidad. El dficit de vivienda, a nivel mundial, es alarmante. Si hablamos de la falta de empleo, las cifran nos espantan.
Vigesimonoveno domingo
Y despus qu?
"Los hijos del Zebedeo se acercaron a Jess para pedirle: Concdenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda. Jess replic: no saben lo que piden". San Marcos, cap. 10.
dos, alcanzar la meta. En lo cual se adivina un gran cario hacia Jess y una dosis no escasa de confianza. Ellos dos, con Pedro, eran los ms allegados al Seor, los testigos de la transfiguracin en el monte. N o entendemos del todo la respuesta de Jess: "El cliz que yo beber lo bebern. Pero sentarse a mi derecha y a mi izquierda no me toca a m asignarlo sino a mi Padre". Una frase donde el Maestro vuelve a colocar todo su plan en manos de su Padre. La historia de Juan y de Santiago nos cuenta que ambos, a su debido tiempo, cumplieron lo prometido, al entregar la vida por Cristo. Y el Seor los premiara all en la gloria. El corazn del hombre no sospecha - escribe san Pablo - lo que Dios prepar para quienes le aman . Hay una estrofa de un autor religioso que a muchos incomoda: " N o me tienes que dar porque te quiera, pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera". La entendemos como expresin potica, nacida de un excelente amor. Sin embargo, quienes no somos todava ni amantes consumados, ni cristianos perfectos aguardamos desde ahora muchas cosas. Quin puede amar sin la esperanza de algo? Los discpulos de Cristo esperamos que El, nos regale la paz de la conciencia. Y adems un hogar firme y amable. Una adecuada comprensin de nuestra historia, estabilidad econmica, capacidad de perdn. Y con toda razn, la vida eterna. Pedro le pregunt un da al Seor: "Nosotros lo hemos dejado todo para seguirte. Q u recibiremos pues? " La promesa de Jess fue generosa: "Recibirn el ciento por uno y la vida eterna".
Pirro fue un valiente guerrero en tiempos de Alejandro. Un da le comparti a Cineas su proyecto: - Primero voy a conquistar a Grecia. - Y despus?, le pregunt su amigo. M e har dueo de frica. Y despus? - Pasar al Asia y someter a los rabesY despus?. Llegar a las Indias. Y despus? Despus descansar. Cineas hizo entonces una ltima pregunta: Y por qu no descansas ahora mismo? Ciertamente las aspiraciones de Juan y de Santiago no eran las mismas de aquel conquistador. Pero demuestran un inters, concreto, luego de haber dejado al padre y las redes junto al lago. Le ruegan a Jess un lugar, uno a su derecha y otro a su izquierda, all en la gloria. Habra que preguntar a estos discpulos qu entendan por gloria. Tambin ellos esperaban un Mesas temporal, como tantos judos? Lo cierto es que desean ser recompensados y no de cualquier modo. El texto de san M a t e o presenta a la madre de los Zebedeos como la peticionaria ante Jess. Y el Seor, antes de responder, pone una condicin a aquellos hijos: "Pueden beber el cliz que yo voy a beber". En el contexto evanglico esto equivale a soportar las mismas pruebas del Maestro. Ellos de inmediato se atreven: "S podemos". Eran jvenes y a la vez generosos y deseaban, de todos mo-
Trigsimo domingo
dimiento nos aterra. Cuando todo es absurdo y nosotros un estorb o para los que amamos. Jess entonces se detiene. Se detiene y nos llama. Y nosotros, como Bartimeo, soltamos el manto del mal que nos envuelve y de un salto, nos acercamos al Seor que nos cura y nos salva. Ese da todo cambia. Es la comunin de nuestra vida con la luz. Empezamos a ver todas las cosas desde una inocencia recuperada. El mundo aparece ms limpio. Los de casa ms capaces de amor y de alegra. Nosotros mismos ya no estamos atados a una continua frustracin y saltamos de gozo porque nos ilumina la esperanza. Ese da, la comunidad que nos rodea se convierte en el lugar donde el Hijo de Dios viene a nosotros por el mismo camino polvoriento.
El hijo de Timeo
"Bartimeo, el hijo de Timeo estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al or que era Jess Nazareno, empez a gritar"... San Marcos, cap. 10.
"Dale limosna mujer, que no hay nada como la pena de ser ciego en Granada". As se lee en un rincn de La Alambra. Bartimeo, tambin ciego, estaba sentado junto al camino. Para l no existan ni la luz, ni los colores. Se orientaba tal vez por las voces y el ruido, y tendra un bastn gastado y nudoso para medir los pasos. N o haba otra solucin a su problema sino estarse all y depender ciegamente de los dems. N o seremos nosotros muchas veces como el hijo de Timeo? Nada vemos de las cosas de Dios. Nos doblega una pobreza de actitudes cristianas. A s el obrero que. cada semana se refugia en la embriaguez. La esposa cuyo nico aliciente son el juego y saln de belleza. El adolescente que busca ahogar sus tensiones en el vicio. El cnyuge que comienza a destruir el amor. La joven que no advierte el abismo en que se hunde con la droga. El empresario que lesiona los derechos ajenos. El funcionario pblico que se deja sobornar... Pero un da Bartimeo oy hablar de Jess. Ms an, sinti que llegaba precisamente por su camino, entre el tropel de la gente. Y comenz a gritar, aunque muchos le rean para que callase. Q u bueno gritarle a Dios alguna vez, cuando nos abruma el cansancio de vivir, en los ratos de insomnio donde no vemos nada sino nuestra miseria. Q u bueno llamar al Seor desde lo hondo del pecado, cuando el remor-
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A El y al prjimo
"Amars al Seor tu Dios con todo tu corazn, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser". San Marcos, cap. 12.
Estamos en noviembre Cmo se pasa la vida tan callando, reza la copla de Jorge Manrique. Despus de los das, de las luchas, de las cicatrices, no queda sino el amor a Dios y los frutos del amor al hermano. Son mltiples, como las estrellas del cielo, los motivos para amar al Seor. Tambin nico y simple este motivo: porque El es nuestro Padre. Porque todo cuanto tenemos nos vino de sus manos. Porque nos manda la alegra para invitarnos desde ahora a la fiesta del cielo. Porque alguna vez permite que el dolor se nos acerque, para que no extraviemos la senda. Ammosle porque sale el sol y porque llueve. Porque nos permite ver, or, oler, gustar, tocar: esas cinco maneras de construir el universo. Porque nos sac de la nada. Porque permite que los dems nos quieran. Porque tenemos dos manos y dos pies. Porque nos regala un arado, y tierra frtil ante nuestros pasos. Porque los grandes personajes del mundo, despus de tanto hablar, a ratos se ponen de acuerdo. Porque tenemos un poco de alimento en la despensa. Porque sabemos sumar, restar, multiplicar, y dividir. Porque si t quieres, pasado maana compartirs el Reino de los Cielos. Porque existe el radar, las computadoras, las guitarras y las estrellas, los lpices de colores y el pasto verde, silencioso y humilde. Porque nos ha dado como Madre a Nuestra Seora. Porque todava estn vigentes las cinco vocales que aprendimos cuando nios. Porque has perdonado y olvidado nuestros pecados. Ammosle. Si somos personas inte266 resadas, porque esto nos traer mucho provecho. Si no lo somos, porque El tampoco lo es...
Y a nuestro prjimo. Una leyenda rusa nos pinta a un Dios que no es el nuestro: tuvo Demetrio que salir hacia un lugar en la estepa, para celebrar all una importante reunin con Dios. En el camino encontr a un viajero cuyo carruaje se haba atascado. Se detuvo a ayudarlo mucho rato. Luego retom su camino deprisa. Cuando lleg jadeante al lugar de la cita, Dios no lo haba esperado. Nuestro Dios no acostumbra a citar a sus hijos en la estepa. El viaja por todas las sendas bajo la forma de caminantes menesterosos. Podemos reconocerlo de inmediato en el herido por los ladrones, o en el vencido por la fatiga, en el que no tiene alimentos para continuar la escalada. Simn de Cirene mir a un condenado a muerte. Se ofreci a ayudarlo cargando la cruz. Era el Hijo de Dios. En la tarde de la vida, dice San Juan de la Cruz, seremos examinados sobre el amor. Amor a Dios? S. Pero tambin amor a los hambrientos, a los sedientos, a los desnudos, a los enfermos, a los encarcelados...
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Trigesimosegundo domingo
All en Dar-es-Salam
"Dijo Jess: Os aseguro que esa viuda ha echado ms que nadie. Los dems han echado lo que les sobraba, pero ella, lo que tena para vivir". San Marcos, cap. 12.
pastoral especializada. Va no tiene contacto con la gente. Por eso habla de laicado, estamentos, programas y objetivos. Se ha olvidado de los nombres propios. A s la maestra de escuela, amiga un tiempo de los nios y padres de familia. Llega a ser la directora y entonces se refiere a reas, al estudiantado, la comunidad educativa... y ya no es invitada a la mesa de los pobres. El ejecutivo joven se codeaba con el obrero en la sala de mquinas, pasa ahora ante l con un Buenos das" indiferente. Y habla del personal, olvidando que personal viene de persona. El poltico en germen que alternaba con el campesino, se aparta con el tiempo de su gente y por eso lo preocupan las masas, el conglomerado y el partido. A todos nos sucede. Adquirimos cosas y con ellas, alarmas, rejas y porteras para defenderlas. Y nos quedamos solos y distantes. Decimos: es inevitable. Q u lstima, es la vida !Ya no podemos comprometernos. Nos limitamos a contribuir. Sin embargo, hay personas que, en medio de las responsabilidades, los cargos y los ttulos viven a plenitud el Evangelio. Pero volvamos a aquella viuda pobre. Como padres de familia, nos limitamos a dar vestido, alimento, educacin,- o sabemos comprometer nuestra tranquilidad y nuestra paz con cada uno de nuestros hijos? Como amigos, sabemos sacrificar nuestro descanso por ayudar a otro, por acompaar su soledad, por confortar su desaliento? Nuestro tiempo, nuestro precioso tiempo, lo sacrificamos para ensear, aconsejar, para curar, para luchar por un mundo mejor? yy, En una palabra: vivimos nuestro cristianismo como un compromiso o apenas como una contribucin pasajera?
En frica se cuenta a los nios esta historia alrededor del fuego: salieron de paseo una gallina y un cerdito. Sin darse cuenta, se fueron acercando a la ciudad. En la vitrina de un restaurante se lea: Desayuno: jamn y huevos. - Entramos? Pregunt entusiasmada la gallina. - Un momento, respondi el cerdito. Yo tengo que pensarlo muy bien. Lo que para ti es una contribucin, para m... es un compromiso. Existe tambin para nosotros, cristianos, una gran diferencia entre contribuir y comprometernos. Esta viuda del Evangelio no se limita a contribuir con sus reales: compromete su subsistencia. Q u nos sucede cuando empezamos a adquirir cosas, propiedades, ttulos o cargos? El proceso es el mismo. Nos habamos comprometido con el Evangelio. Pero luego, nos limitamos a contribuir de vez en cuando. Un joven mdico hizo su ao rural en un pueblo sin nombre. Se sacrificaba por sus enfermos. Era amigo y consejero de todos. . Luego se especializ en el exterior. Ahora su consulta vale mucho dinero. Camina deprisa: que ningn inoportuno lo detenga. Va no tiene amigos. Tan slo tiene pacientes. Detrs de tantos muros se ha quedado solo. Contribuye, claro. El cheque lo /A entregar su secretaria.
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Igual cosa puede sucederle al sacerdote. Comenz su trabajo en una aldea. Luego orienta un programa de
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Trigesimotercer domingo
Los cristianos nos distinguimos siempre por una fuerza de esperanza. N o caminamos despreocupadamente, como afirmaba Nietzsche, sobre los campos de batalla, con una flor entre los labios. Somos sujetos pacientes y dolientes de todas las catstrofes humanas, pero nunca dejamos extinguir la confianza. En todos los calvarios adivinamos la alegra luminosa de la resurreccin. N o afirmamos que los dolores y tragedias son el nico escenario para el advenimiento del Seor. Pero nos consta de las costumbres de Dios: como el buen samaritano se detiene para aliviar al que est cado en el sendero. Igual que el Buen Pastor, deja las noventa y nueve ovejas para buscar la extraviada. O como el peregrino de Emas, se junta con los desconsolados en el camino, para darle sabor a sus desabridos pensamientos. En cada noche podemos encontrar su palabra segura, su mano que apoya la nuestra, el calor de su amistad y su cercana que es descanso. Alguno que haba sufrido mucho escribi para nosotros: Durante 3 0 aos, camin en busca de Dios, y cuando al final abr los ojos, descubr con sorpresa que era El quien andaba buscndome. Quienes han madurado en la fe se saben de memoria la teologa del fracaso.
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Trigesimocuarto domingo
Yo no me acuerdo
"Pregunt Pilato a Jess: Eres t el rey de los judos? Jess le contest: Dices esto por tu cuenta o te lo han dicho otros de m?. San Juan, cap. 18.
Ser el rey si le amamos, si lo situamos en la mitad de nuestra existencia. Como explicaba un joven con mucha originalidad: "Cristo es para m como el eje en que se apoyan los radios de mi bicicleta. M i s estudios, mis preocupaciones, el amor a mi novia, el dinero, el futuro, aun mis pecados van hacia El, dicen una relacin viva, fuerte, continua, con El. A n t e cada una de estas cosas yo me acuerdo de Cristo, el A m i g o " . Lo haba dicho el Eclesistico con otras palabras: " U n amigo es defensa, es remedio y tesoro". Ser el reo si buscamos deshacernos de El. N o queremos condenarlo, pero nos vence el miedo. Como a Poncio Pilato, cuando le gritaron: Si sueltas a se, no eres amigo del Csar. Entonces entreg a Jess para que le crucificasen. Es mejor despedir a Cristo porque su presencia y su compaa nos complican la vida. Seala un autor: Si se trata de Cristo, nunca sabe uno cundo empieza ni cundo y dnde acaba la aventura. Cuando uno se embarca con El, lo mismo puede sobrevenir una tormenta a punto de naufragio o una pesca milagrosa, con riesgo de romperse las redes y hacer agua la barca. Entonces es mejor que se vaya, aunque sea por el camino de la cruz. N o hay ms remedio. Un buen da, casi sin darnos cuenta, Jesucristo se ha ido de verdad y ya no significa nada para nosotros. Lo hemos declarado insubsistente, lo hemos desalojado como a un inquilino estorboso. Y cuando nos pregunten: Q u opinas t de Jesucristo, aquel profeta que ilumin tu vida, cuya fe recibiste en el bautismo?. Q uiz slo podremos responder: J esucristo... Jess d e Nazaret?... Yo no me acuerdo.
Anatole France imagina un dilogo con Pilato, al final de su vida. Su interlocutor, un amigo de los tiempos de Palestina, le pregunta: -Te acuerdas de aquel incmodo episodio con ese profeta galileo, que mandaste a la cruz por complacer a sus acusadores? Si mal no estoy, se llamaba Jess de Nazaret. -Jess... Jess de Nazaret? - responde Pilato - Yo no me acuerdo... Sin embargo, los cristianos recordamos a diario, con encendido corazn, a ese profeta de Nazaret, mientras que el nombre de Pilato ningn documento profano lo consigna. Tal vez alguna piedra que haya sido descubierta ltimamente. Nos cuenta el Evangelio que el gobernador interroga a Jess, lo remite a Herodes, lo presenta al pueblo coronado de espinas, lo pone en competencia con Barrabs y finalmente lo condena a la cruz, por temor al Csar. Pilato y Jess son el rey y el reo. Pero a travs del dilogo que San Juan nos transmite, se van invirtiendo los papeles. Lafi gura de Pilato desaparece de la escena y de la historia, como si fuera un rey de fantasa y el reo se convierte en nuestro Rey.
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Cristo puede ser en nuestra vida el rey o el reo. Cada cual libremente le asignar un papel.
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CICLO
ponindolo a nuestro servicio? Puede acaso ser libre quien lesiona los derechos ajenos? Cuando Jess se presenta en la sinagoga de Nazaret y enuncia su programa, seala que ha venido "a dar la libertad a los oprimidos, a proclamar el ao de gracia del Seor . Pero es extrao que, cuando hacemos uso de la libertad, de inmediato nos atamos a algo. Si optamos por el matrimonio, quedamos ligados para siempre al ser amado. Tomamos un avin y estamos sujetos a su destino. Escogemos libremente una profesin y dependemos de ella todo el resto de nuestra existencia. Comprendemos entonces que ser libres, en un contexto cristiano brota de haber elegido al Seor, tomando partido por los valores del Evangelio. Advierte san Lucas: "Tengan cuidado: no se les embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupacin del dinero y se les eche de repente el da final. Mantnganse en pie junto al Seor". Y el evangelista contina, en un estilo apocalptico, hablando de guerras y desastres. Pero seala de inmediato al Mesas como el vencedor de tantas catstrofes. Slo el Seor puede salvarnos cuando hemos comprobado que nuestra vida se ha convertido en ruinas. Sin embargo, muchos cristianos pudieran contarnos: yo viva prisionero en mis rencores. M e acerqu al Seor y l me ayud a vencerlos. Yo estaba cautivo por los vicios. Vol vi a rezar y ahora soy libre. El sexo me esclaviz durante muchos aos. Regres a los sacramentos y me siento noble y fuerte. Los remordimientos carcoman mi vida. Ahora soy un hombre nuevo por la presencia de Jess. Y un enfermo terminal aadira: ya no temo la muerte. ' A ti, Seor - clamaba el salmista - levanto mi alma. El Seor es bueno y recto y ensea el camino a los pecadores". Q u e en el camino de Beln descubramos la nica ruta que conduce hacia la verdadera libertad.
Segundo domingo
Un estudiante termina su examen, entre preocupado y alegre, y se va repasando las respuestas. A esto lo llamamos esperanza. Un desempleado entrega su solicitud y empieza a aguardar la llamada de la empresa. A esto lo llamamos esperanza. Un ambicioso compra el billete de lotera y comienza a fabricar castillos en el aire. A esto lo llamamos esperanza. Pero en Navidad, es bueno mirar ms all de estos anhelos pequeos y temporales. Porque los discpulos de Cristo somos profesionales de una esperanza mayor, total y plena. El Evangelio nos habla de elevar los valles, allanar los montes y
colinas, enderezar los caminos torcidos"... Toda una ingeniera espiritual, que nos ayudar a proyectar nuestra esperanza hacia cosas ms altas, sin descuidar las pequeas y ordinarias. Pero cuando el cristiano alcanza cierto ideal religioso, ya no aguarda de Dios sus bondades. Espera a Dios. ' N o quiero tus dones, no. Lo que yo quiero es a t i " , como dijo el poeta. Lo cual no se alcanza nicamente por nuestro humano esfuerzo. Es una hermosa y misteriosa conciliacin de dos actitudes: del amor de Dios y de nuestra correspondencia. Somos siervos intiles, pero El ha querido hacernos a la vez, a la vez, siervos indispensables. En esta espera del Seor, el verdadero discpulo no aguarda maravillas. Bruce Marshall en su novela El Milagro del Padre Malaquas, hace decir a un cardenal: A la Iglesia de Cristo no le gustan mucho los milagros. Una fe
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autntica se complace ms bien en esas cosas simples que Dios realiza para nosotros diariamente. Cosa simples que, para el creyente, son lenguaje cifrado que le descubre al amoroso autor. N o es menos divina y paternal la providencia rutinaria del Creador en cada semilla, en cada cuna, en cada amanecer, en cada pacto de amor, en cada conciencia. Providencia que puede parecemos usual y gris, pero que madruga cada da a alimentar los pjaros y a vestir los lirios. Sobre ella se apoya nuestra esperanza fatigada e inerme, que no cesa de rezar el Padrenuestro en medio de muchas distracciones. Todo este descubrimiento del Dios de las bondades y de las bondades de Dios comenz en la primera Navidad. Ahora nos toca pintar con estos viejos colores de Beln todo este mundo dolorido y enfermo. En otros trminos, es necesario regresar a Dios Elevamos los valles cuando levantamos las manos y el corazn para suspirar por un mundo nuevo, bajo la luz del Evangelio. Allanamos los montes y colinas, si renunciamos a nuestro orgullo y capitulamos de tantos egosmos. Enderezamos los caminos torcidos cuando regresamos a la oracin y los sacramentos. El Seor nos invita a acercarnos a la Iglesia. Entonces se har realidad nuestra esperanza. "Esta es nuestra confianza escriba san Pablo a los filipenses: que quien ha inaugurado una empresa buena entre nosotros la llevar adelante hasta el da de nuestro encuentro con Cristo Jess. Llegaremos entonces irreprochables y cargados de frutos de justicia ".
Tercer domingo
Entonces qu hacemos?
"La gente preguntaba a Juan: Entonces qu hacemos? El contest: El que tenga dos tnicas que se las reparta con el que no tiene. San Lucas, cap. 3.
Nuestras ciudades se parecen al desierto. En ellas domina la aridez, atormentan la sed y la fatiga, acosa el miedo y habita la ms dolorosa soledad. Pero al llegar A d v i e n t o , revive tambin sobre nuestros desiertos, la figura de Juan el Bautista, el profeta grave y adusto que nunca traicion la verdad. A quienes le interrogaron sobre cmo deban proceder, los invitaba a una sincera conversin: " A los ricos les deca: el que tenga dos tnicas que se las reparta con el que no tiene,- y el que tenga comida que haga lo mismo. Unos publcanos le preguntaron: Maestro, qu hacemos nosotros? El les contest: no exijan ms de lo establecido. Unos militares le preguntaron: Q u hacemos nosotros? El les contest: no hagan extorsin a nadie, ni se aprovechen con denuncias, sino contntense con la paga". Empezamos a convertirnos cuando somos de nuestra propia vida y de las circunstancias que nos rodean. Quienes tienen medios econmicos que revisen sus gastos de fin de ao, ante el hambre y la pobreza de los dems. Si pertenecemos a la industria, la justicia nos exige promover a nuestros empleados y obreros hacia un desarrollo cristiano.
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Si somos comunicadores, nuestra vocacin es denunciar el mal, anunciar la verdad y participar en la bsqueda de soluciones.
Somos educadores? Preparemos a la juventud para que forje un maana ms justo, ms hermoso y ms feliz. Profesionales de la ciencia? Pongamos nuestra tcnica al servicio del hombre, especialmente del ms necesitado. Y los gobernantes. Q u e busquen la liberacin y el progreso del pueblo y excluyan todo propio beneficio. Los obreros. Q u e trabajen con amor y responsabilidad. Q u e defiendan sus derechos sin odio y sin violencia. Los estudiantes. Preprense con seriedad y alegra para tomar las riendas del maana. Somos campesinos? Luchemos por nuestros derechos pero amando la tierra, el surco y la semilla. Si somos sacerdotes, prediquemos a Cristo, su mensaje y su misterio. Pero ms que con la palabra, con la vida. El Seor est cerca. Q u e todo el mundo conozca y se alegre ante tan maravillosa noticia. Q u e cada uno, en algn rato de sinceridad, examine su conducta, ya se termina este ao. Lo hemos vivido como desea el Seor? Llega de nuevo Navidad y con ella la bondad y la misericordia de un Dios hecho hombre. Arrepintmonos antes de acercarnos al pesebre. A l l encontraremos \a luz y \a inocencia que transformarn nuestras vidas. Entonces, como dice san Pablo a los filipenses: La paz de Dios, que sobrepasa las medidas de la razn, custodiar sus corazones". Resumiendo: en medio de las tinieblas que nos cubren, encendamos una luz de esperanza. Hagamos de esta no-
Cuarto domingo
La Virgen va de viaje
Mara se puso en camino y fue aprisa a la montaa; entr en casa de Zacaras y salud a Isabel. San Lucas, cap. 1.
A 3 . 2 6 5 metros de altura sobre una cumbre de los Alpes, Juan Pablo II bendijo, hace algunos aos, una imagen de Nuestra Seora. Bajo el fro y la nieve, el papa enviaba al mundo este mensaje: Hacia ella, Mara, dirijan su mirada llena de amor y de esperanza todas las Iglesias, todas las tierras, todos los hombres. y en Navidad, todos los creyentes volvemos a contemplar a M a ra, la madre de Jess. Ella que un da se fue de viaje hasta A i n Karim donde su prima Isabel, esperaba un hijo. Despus ira a Beln, a cumplir el decreto de Cesar Augusto. Ms tarde a Nazaret, a Egipto, a Cana, a Jerusaln, a Efeso... Nuestra Seora visitar nuestros hogares en esta Navidad. Es ella la Madre de la Iglesia, y no podra estar ausente de esa comunidad cristiana que es la familia. A l l su imagen nos la recuerda y nos hace ms viva su presencia. Ella viene a decirnos que fue pobre. El pan era escaso. Nos dir lo que sabe de ausencia, de angustia, de enfermedad, de la incomprensin de los vecinos, de \a soledad de la viudez. Nos contar lo que sinti en la huida a Egipto, cuando condenaron a muerte a Jess, cuando se vio desamparada... Pero tambin sabr sonrer, enjugando una lgrima de gozo, si le preguntamos por la noche de la primera Navidad y por el da de la Resurreccin. La Virgen Mara nos ensear a rezar, a tener fe en Dios a todas horas, a vivir simplemente.
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Su visita nos har mucho bien. Para algunos ser madre que comparte las penas. Para otros vendr como Salud de los Enfermos y Consuelo de Afligidos. Para muchos como Refugio de Pecadores. Tod os necesitamos de su cario maternal. Para olvidar un pasado que todava nos hiere. Para reconciliarnos con nuestra historia personal. Para soar un futuro mejor de honradez y de sinceridad. Es tan santo el Seor y tan limpio de culpa el Pesebre de Beln, que quiz no nos atrevamos a acercarnos bajo el fardo de nuestros pecados. Pero Mara tiene sus manos y su ministerio maternal, para engalanarnos el corazn y la conciencia. De lo contrario, no podramos mirar al N i o de Beln. Ni la bondad de Dios que se refleja en los ojos inocentes de nuestros nios, cuando llega de nuevo Navidad. Mara va de visita a nuestra casa. Abrirle de par en par la puerta es vivir a plenitud la Navidad. Jos Luis ngel que mejor una "Gloria in
Haba visto en el cielo a Jess resucitado, a Nuestra Seora y a los santos, e imaginaba que todos los hombres eran maravillosos. Pero con gran tristeza, pudo comprobar lo contrario. Aunque era Navidad, encontr a mucha gente que segua siendo egosta, avara, violenta. Pero algo ms: en una concurrida calle, un taxista lo atropello, fracturndole una pierna. Nuestro ngel se regres entonces en muletas a la Gloria y despus de una amarga experiencia: a pesar de la encarnacin de Cristo, la humanidad sigue siendo depravada y mezquina. San Juan nos dijo en el prlogo de su Evangelio: " A cuantos lo recibieron, Cristo les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre". Esta es la gran noticia en estos das de Navidad: Dios se ha hecho hermano nuestro y quienes lo aceptamos por la fe podemos alcanzan un nivel superior de existencia. Todo el prlogo de san Juan explica el encuentro maravilloso entre Dios y nosotros. Estos prrafos son como un cntico, donde se alaba el poder del Seor, reflejado en el mun- ,-^gvdo. Pero el evangelista no oculta el lado negativo de la A _ historia: "La luz brilla en la tiniebla y la tiniebla no la ^ }
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recibi". "Dios vino a los suyos y los suyos no lo recibieron . Aunque ms adelante aade: "La palabra de Dios acamp entre nosotros y hemos contemplado su gloria, propia del Hijo nico del Padre, lleno de gracia y de verdad . De un lado, estn entonces aquellos que no reciben a Cristo. De otro, quienes lo acogen. En aquel tiempo se aceptaba al peregrino brindndole bebida y alimento, y un espacio donde plantar su tienda. Nosotros acogemos a Cristo cuando tratamos de conocer su persona y su mensaje. Cuando procuramos acomodar nuestra vida a su enseanza. Cuando lo amamos y amamos en su nombre a nuestros prjimos. Es Navidad. Y Cristo, Dios y Hombre, resuena por todos los rincones de la tierra. Las celebraciones, los villancicos, las plegarias, las lecturas sagradas, las comunicaciones de todo orden que envuelven al planeta ... Porque es Navidad. Q u e no sea esta fecha un da pasajero, que se esfuma en el tiempo sin dejarnos su huella. Levantemos los ojos al Seor. El Se hizo hombre para que nosotros, de alguna forma, furamos divinos. San Pedro escribi en una carta que por la gracia participamos de la naturaleza de Dios". Lo cual es posible, en la medida en que aceptemos a Jess como Salvador. Es necesario probarle a Galael, el ngel cojo, que no todos los hombres hemos olvidado a Jesucristo. Q u e El nos ha cambiado el corazn a muchos habitantes de la tierra. Q u e desde aquella N a vidad, cuando l cant el "Gloria in excelsis" por muchos valles y colinas, el mundo ha empezado a ser distinto. " A cuantos lo recibieron, dice san Juan, Cristo les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre .
Los hijos no obedecen: imitan. Es el lema de un curso para padres de familia. Y Jess vive hacia nosotros este mismo principio. Por esto, se hace hombre, comparte las alegras y los aprietos de una familia pobre, forma un grupo de amigos, convive con ellos. Los adoctrina ms que con sus palabras, con sus actitudes. Los invita a imitarlo en unos gestos que tienen el poder de renovar el mundo: los Sacramentos. Da su vida por ellos... La teora de Cristo vendra despus, cuando sus discpulos comentaron en las comunidades las obras del Maestro y consignaron su historia sobre pergaminos. En la fiesta de la Sagrada Familia, aplicamos a nuestros hogares el principio enunciado anteriormente. Y los que tenemos la hermosa y grave vocacin de padres de familia no dejamos de sentir cierta zozobra: nuestros hijos no obedecen: imitan. A veces deseamos que el hogar funcione bajo el mismo mecanismo de la escuela, el equipo de ftbol, la junta directiva, el sindicato, la accin comunal, la convencin... Damos nosotros unas normas. Y a los hijos les tocar cumplirlas. La autoridad es nuestro ministerio. Para eso ya tenemos en caja la experiencia, hemos aprendido mucho de la vida sobre derrotas y triunfos. Por eso somos guas y formadores de A nuestros hijos. Pero recordemos que ellos no obedeW ^ cen. Imitan. { 287 >
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La familia se convierte entonces en un desafo continuado, no a nuestras palabras, a nuestras teoras y principios, sino a nuestra conducta, a nuestro ejemplo. Cmo era el hogar de Nazaret? Una familia donde nunca faltaban el amor, la fe, la esperanza. Esta Sagrada Familia nos ensea a ser formadores de personas por el amor, educadores en la fe y promotores de un mundo ms justo, en la esperanza cristiana. En un hermoso templo, mientras la madre oa Misa, el nio se extasiaba mirando los vitrales multicolores. La luz de la tarde reviva los tonos del arco iris, proyectando sobre la nave espaciosa las figuras de los Apstoles. Cuando en la clase le preguntaron al nio qu era un santo, no vacil en responder: un santo es un hombre que deja pasar la luz. Esta es nuestra vocacin de padres y de esposos: dejar que el Seor pase por nuestras vidas hasta el corazn y el entendimiento de los hijos. Con nuestro ejemplo ellos podrn captar a Dios, su paternidad, su fuerza, su ternura, sus planes, su amistad siempre dispuesta al perdn. Pero qu imagen estamos dando a nuestros hijos? Seremos en verdad hombres y mujeres por donde pasa la luz del Seor?
Lo ms importante
"Entonces los magos entraron en la casa. Vieron al nio con Mara, su madre y cayendo de rodillas lo adoraron". San Mateo, cap. 2.
El sobrio relato de san M a t e o , sobre los Ma gos fue completado a travs de los siglos, por la imaginacin popular. Se empez a ensear que eran tres aquellos hombres de Oriente que visitaron a Jess en Beln. Se les dio nombre propio: Melchor, Gaspar y Baltasar. Se les hizo representar las razas blanca, cobriza y negra. Y en seguida se les llam reyes. Sin embargo, en las ms antiguas pinturas cristianas, los hallamos sin corona. Y en el templo de san Vidal en Ravena, aparecen como simples mercaderes. En tanto que la piedad anglosajona los denomin hombres sabios". " N o s si eran reyes, no s si eran tres. Pero lo importante es que fueron a Beln", as canta un villancico espaol. Ms datos para nuestra curiosidad ni existen, ni valen la pena. El Evangelio se limita a lo esencial: "Apenas nacido Jess en Beln de Jud, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusaln preguntando: Dnde est el Rey de los judos que ha nacido? Hemos visto alumbrar su estrella y venimos a adorarlo". Y aqu la palabra magos no seala a quienes hacen magia. En el antiguo oriente significaba practicantes de cierta religin hombres, de cierta religin o tambin hombre de alguna prestancia econmica. Guiados bajo esa luz, llegaron a la casa de la Sagrada Familia. A l l vieron al nio con Mara su madre, y cayendo de rodillas, le adoraron. , Lo esencial de estos peregrinos es su encuentro con Jess. Abandonaron su tierra y sus bienes. Se atrevieron
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bajo la luz de un astro nuevo, por los caminos que se extendan bajo sus ojos. Dejaron de un lado sus cabalgaduras y los camellos cargados de provisiones. Entraron a la casa, cayeron de rodillas y adoraron al Salvador. Adorar significa etimolgicamente, llevar algo respetuosamente hasta los labios. Por eso \a adoracin es de la familia del beso y de la plegaria. Y anuda el temor de Dios con el cario. O j a l llegue un da en que nosotros, desnudos de tantos convencionalismos que nos disfrazan, nos encontremos cara a cara con El para adorarle. Comprenderamos entonces que nada valen ttulos, condecoraciones y ropajes. Nos sentiramos limpios de tanta mentira institucional y reconciliados con la verdad de Dios. Comprobaramos que slo El colma nuestras esperanzas. Mientras tanto, caminemos esforzadamente hacia el Seor. Q u e el ansia de poder no nos detenga entre los grandes. Atrevmonos ms all de Jerusaln, hasta Beln. Q u e el oropel de la casa de Herodes no nos empalague los ojos. Se ve mejor bajo la luz de Dios, y sobre todo, se alcanza a distinguir con claridad la verdadera estatura de las personas y de las cosas, como les sucedi a los Magos. "Levntate, - le dice el profeta Isaas a Jerusaln y ahora a nosotros -. Porque llega tu luz. La gloria del Seor amanece sobre ti. Entonces lo vers, tu corazn se asombrar y se ensanchar".
oveja perdida, la moneda extraviada, el hijo prdigo, el buen samaritano y aquel salteador de caminos que se arrepiente cerca a la cruz, donde tambin agonizaba el Maestro. Sin embargo, nuestra calidad de hijos de Dios supone una tarea igualmente importante de la familia y de la comunidad cristiana: la educacin en la fe.
TIEMPO CUARESMA
Primer domingo No nos dejes caer
El nio que, al terminar la ceremonia, sale del templo en brazos de sus padres, espera, se le ayude a vivir al estilo de los cristianos. Un programa que incluye estabilidad en el hogar, amor, dilogo, ejemplo, comunicacin de una doctrina y la vivencia de unos valores que nos distinguen. A q u es donde con frecuencia fallamos. Realizamos la ceremonia con sincera alegra y en ambiente de fiesta. Vale la pena celebrar el que el Seor nos adopte por hijos. Pero luego no educamos a nuestros hijos en la fe. Dios quiere trabajar en equipo con nosotros. Si la sociedad y la Iglesia no marchan, esto se hace imposible. Seremos colaboradores responsables del Seor? La mayora de nosotros hemos sido bautizados con agua. Sin embargo, nuestra conducta no demuestra la accin del Espritu Santo.
Jess volvi del Jordn y durante cuarenta das, el Espritu lo fue llevando por el desierto, mientras era tentado por el diablo. San Lucas, cap. 4.
A n t e una botella de vino dirn los pesimistas que est medio vaca. Nosotros preferimos afirmar que est an medio llena. Nos lamentamos demasiado de la sociedad actual. Pero conviene reconocer tambin las amplias posibilidades,que ella tiene de vivir en justicia y libertad. Y cuando reflexionamos en las tentaciones de Cristo en el desierto, podemos descubrir caminos de cambio y de resurreccin. Si eres el H i j o de Dios dile a esta piedra que se convierta en pan. Una tentacin de utilitarismo que tambin hoy nos empuja a buscar solamente comodidad y apariencias. Y no slo de estas cosas se vive. Para ser personas, para ser cristianos, necesitamos amor, estmulo y capacitacin. Con frecuencia los objetos ahogan la posibilidad de dilogo, la capacidad de servicio, el sentido d e comunicacin y de entrega al otro. Y perdemos definitivamente la alegra. Si te arrodillas delante de m, t o d o esto ser tuyo. Una nueva forma de idolatra que hoy nos acosa. Somos adoradores del dinero, del qu dirn, de la posicin social. Entonces la autoridad deja de ser servicio y se convierte en tirana, mientras los otros enferman de rebelda y ambicin.
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Si eres Hijo de Dios trate de aqu abajo. Somos tentados de temeridad y nos hemos expuesto a peligrosas aventuras. Creemos que se puede cosechar sin sembrar. Nos distanciamos de los amigos, de los hijos, por el mucho trabajo o las diversiones. Dejamos el hogar indefenso, sin oracin, sin vida de sacramentos. Le encargamos la felicidad personal a los compromisos sociales o a las terapias sicolgicas. N o educamos para el amor y la libertad y enseguida nos destruye la carga negativa de la sociedad contempornea. Hemos separado sexo y amor, a los que Dios uni desde el principio y nos asustan luego la paternidad irresponsable y el egosmo que nos cerca. En este tiempo de renovacin, la Cuaresma, tratemos de superar estos problemas. Los venceremos teniendo ms en cuenta las personas que a las cosas. Traduciendo a Dios en nuestra vida de una manera amable, que contagie y atraiga a los que nos rodean a una vida evanglica. Viviendo con ms intensidad la vida de familia. As nuestro mundo actual, podr cambiar de rumbo hacia mejores puertos.
Segundo domingo
En un mundo cambiante
Mientras Jess oraba en la montaa, su rostro se cambi y sus vestidos brillaban de blancos. San Lucas, cap. 9.
Vivimos en una sociedad en trnsito. Los cambios acelerados y profundos nos arrastran del medio rural al medio urbano, de lo primitivo a lo tcnico, de lo sacral a lo secularizado. Cambian las costumbres, se transforma el ambiente fsico y moral, avanzan las investigaciones y los conocimientos. Antiguamente los cristianos tambin acostumbraban transformarse: se preparaban de varias maneras para la gran fiesta de la Pascua. Cuando hoy nos habla San Lucas de la transfiguracin de Cristo, pensamos que cada uno de nosotros puede tambin transfigurarse. "Mientras Jess oraba en la montaa, el aspecto de su rostro cambi". Nosotros mejoraremos nuestro rostro con la alegra, la confianza en el Seor, con la paz de una conciencia que se asoma a los ojos. "Sus vestidos brillaban de blancos". Reconozcamos que nuestros hbitos no siempre son limpios. Pero en Cuaresma podremos cambiar: Ensayemos a ser personas justas. Acojamos amablemente a quienes nos necesitan. Hagamos presencia real en el trabajo y en el hogar, buscando siempre dar, antes que recibir. "Los apstoles se caan de sueo, pero despabilndose vieron la gloria de Jess". Muchos de nosotros mantenemos los ojos cerrados y por esto no hallamos al Seor. Si alguna vez los abrimos, lo encontraremos ms cerca de lo que sospechamos. El no se hace presente tan slo en la
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liturgia, en los sacramentos. Se manifiesta en tantos sacramentos ms simples que nos salen al paso: el amor de los hijos, la amistad, el aprecio de quienes nos rodean, esas amables sorpresas que nos depara la vida a cada rato. A u n q u e pequeas, guardan siempre escondida una revelacin de Dios. Porque El habita en ese interior de nuestro ser, donde moran la paz y la alegra. Brota tambin all ese otro sacramento que nos purifica: el remordimiento. Longfellow en el "Salmo de la V i d a " nos habla de aquellos que dejaron sus huellas sobre las arenas del tiempo. Son los que se transfiguraron y lograron as transfigurar la tierra. Q u le estamos aportando al inseguro y ansioso mundo que nos rodea? En l fracasarn o triunfarn nuestros hijos. Por ellos podemos transfigurarnos.
Tercer domingo
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cabalmente. Y en cuanto a las catstrofes naturales, nuestra ciencia todava es incapaz de prevenirlas. Cmo resolveremos entonces estos infinitos porqus que a todos nos atormentan? Partamos de una base segura: Dios es bueno, es Padre, es A m o r Infinito. Pero quiso, desde el comienzo del mundo, trabajar en equipo con las causas segundas: con la naturaleza y con el hombre. Nosotros y la creacin que tambin sufre nuestro pecado, le echamos a perder con frecuencia sus planes. Pero El es alfarero paciente, y restaurador silencioso, que vuelve a remendar su obra y a enrutarla a cada paso hacia el triunfo definitivo. Dios no responde de inmediato. Le encarga al tiempo la tarea de hacerlo. Le pide que haga reverdecer los rboles despus del bombardeo, que cambie en cicatrices las heridas del alma, que nos seque las lgrimas, nos ayude a mirar la vida con alegra y confianza y descifre poco a poco nuestros enigmas. La respuesta a todos nuestros porqus nos la da despus de cada tragedia, el gozo de la fnaana pascual. Cristo encontr ese da la respuesta a su angustiosa pregunta del viernes santo: Dios mo, por qu me has abandonado? Todos nuestros porqus se despejarn en el encuentro final con la Verdad, el da de nuestra Pascua. Mientras tanto, nos ayudan a seguir batallando esas pequeas resurrecciones que alegran la vida, a cada paso, y son fragmentos de \a Pascua de Cristo, ocultos entre el polvo del camino.
Cuarto domingo
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Mas la principal enseanza de esta parbola nos la entrega la figura del padre. Cuando el Evangelio habla de los lirios, de los dos pichones que se venden por una moneda, de la red y las perlas, de la oveja que se extravi en el campo, nos est mostrando un boceto de la cara de Dios. Pero esta pgina del hijo prdigo es el autorretrato del Seor. A s es El. Lo acusaron de ser amigo de pecadores y de comer con publcanos y prostitutas. N o poda hacer menos. Lo acusaban de ser Dios, de ser capaz de perdonar y transformar el corazn de los hombres. Algunos de nosotros hemos abandonado su amistad y estamos desvalidos y harapientos, muy lejos del amor, apenas con la riqueza de un recuerdo: la casa paterna y el rostro bondadoso del Padre. Otros permanecemos junto a El, pero encerrados en nuestra autosuficiencia, incapaces de compartir, viviendo una fe sin alegra, haciendo continuamente el inventario de las culpas ajenas y excluyendo sistemticamente a quienes no caminan por nuestra senda. Mientras tanto, mientras regresan los prdigos y se cambia el corazn de los hijos fieles, Dios sencillamente est all. Es decir: ama y espera y guarda torrentes de alegra para derramarlos cuando sus hijos se conviertan.
Quinto domingo
La ley o la vida
Le traen a Jess una mujer sorprendida en adulterio y le dicen: Maestro, la ley de Moiss nos manda apedrear a las adlteras. T qu dices? "San Juan, cap. 8.
Un abogado descubre con sorpresa que el culpable en el caso que investiga es el novio de su hija. Todo est listo para la boda. La joven se entera y una noche interroga entre lgrimas a su padre: Para qu son las leyes? Para destruir o para rehacer al hombre? N o podra yo rehabilitar a Jaime? Los fariseos colocan a Cristo en un delicado parangn: si perdona a la adltera podrn acusarlo de obrar contra la ley. Si ordena apedrearla en dnde estn su comprensin y mansedumbre? Jess apela a la conciencia de los acusadores, con una respuesta decisiva: El que est sin pecado que le tire la primera piedra. Y mientras tanto, escribe con el dedo en el suelo. Quiz recordaba a los acusadores la lista de sus delitos. San Juan no omite un detalle interesante: Se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los ms viejos. A veces los adultos somos los ms culpables por nuestras actitudes de injusticia. Gozamos de experiencia y de poder decisorio, pero no deseamos arriesgar nuestros privilegios. Jess no niega la culpabilidad de la mujer, pero tampoco ordena darle muerte. La salva. Es su tarea: rehabilitar al hombre. Tampoco yo te condeno. A n d a y en adelante no peques ms. Nosotros no actuamos como Jess. Casi siempre pedimos que se aplique la ley hasta sus ltimas consecuen-
cias, sin preocuparnos por las situaciones que dieron origen al delito. Una ley que muchas veces no salva sino que destruye. O rasgamos las vestiduras con gesto de comediante ofendido. O escondemos la cabeza como el avestruz, en la amable tibieza del hogar, en nuestras cuentas bancarias, o en una altiva confesin: Yo no soy como los dems hombres. Pero las actitudes serias, las medidas audaces y cristianas, las acciones comprometidas para salvar al hermano, para mejorar nuestra sociedad, en dnde estn? A l correr de los das siguen creciendo nuestros hermanos sin pan, sin techo, sin escuela, sin atencin mdica, sin amor. Es imposible ser bueno cuando se nace marginado de todo, mirando desde lejos a quienes todo lo tienen y estn ciegos y sordos en su abundancia. Al tomar la piedra para destruir al hermano, recordemos que alguna vez nos vamos a encontrar solos frente al Seor, como dice al final el evangelista: " Q u e d solo Jess, y la mujer en medio, de pie.
Domingo de Ramos
Platero y El
"Llevaron el borrico a Jess y le ayudaron a montar y los discpulos entusiasmados se pusieron a alabar a Dios a gritos: Bendito el que viene como rey!" San Lucas, cap. 19.
Impregnemos un poco nuestra reflexin de poesa. Ella tambin, como escribe un autor, es una forma de fe. Imaginemos que Jess llega a la ciudad sobre los mansos lomos de Platero, aquel borriquillo de Juan Ramn Jimnez que se dira todo de algodn. N o viene a caballo como un centurin romano, ni tampoco sobre el camello, a la usanza de los soberanos de Oriente. As, casi a ras de tierra, en humildad, sencillez y mansedumbre. N o ha venido a guerrear sino a perdonar, no llega a triunfar sino a servir. Cristo es amigo de los pobres, de los sencillos, de los que no tienen respeto humano para aclamarlo por las calles y arrojar al suelo sus mantos. Pero tal vez nosotros, hemos soado con un cristianismo de lites, nicamente para letrados e ilustres. Hemos despreciado la religiosidad popular por sentimental y poco teolgica. La fe exige adems expresiones externas. N o basta creer a solas, en la propia conciencia o en la intimidad del hogar. La fe necesita airearse, celebrarse en comunidad, resonar en los signos visibles, contagiar las artes, las culturas, la creacin, el universo. Y nos hemos quejado porque alguna procesin nos interrumpe cuando vamos de paseo. Y nos da pena que los amigos sepan que vamos a misa y participamos de las ceremonias de la parroquia.
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Dios se deja querer del pueblo judo. N o importa que dentro de poco ellos mismos griten ante Pilato: crucifcale. El Seor no rechaza esta ovacin, la aprueba y la acepta. Nos conoce muy bien y para el viernes santo ya nos tiene preparada una excusa: Padre, perdnalos porque no saben lo que hacen. A l comprender todo esto busquemos a Dios, aunque probablemente volveremos fallar. Los sacramentos no se dan como premios, sino como remedio ante nuestras culpas. Comienza esta semana santa. Entran en juego nuestra pereza y la bondad de Dios, nuestra apata y su misericordia. La victoria final se llama Pascua, la fiesta de la vida, del gozo y de la luz. Cristo lleva las de perder. nicamente podr darle el triunfo el corazn humilde de cada uno. A los creyentes nos toca responder si tienen alguna validez para nuestra existencia, la pasin, la muerte y la resurreccin del Seor.
TRIDUO SACRO
Cuando nos damos un bao de tumba en el sepulcro de Jess, toda nuestra vida, las penas, las tragedias, los pecados, la propia muerte, adquieren otra forma de herir y otra forma de ser. A q u e l primer domingo de Pascua se inici en Jerusaln una curiosa romera. Los soldados buscaron el sepulcro, para mirar si estaba custodiado. Las mujeres madrugaron llevando aromas, para ungir otra vez al Maestro. Pedro y Juan acudieron tambin con el alma suspendida entre el desconcierto y la esperanza. Y el cuerpo de Jess no estaba all. "*&?'
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Muchos de nosotros somos cristianos de sepulcro vaco. Nuestra fe en la Resurreccin es terica: nunca nos hemos encontrado personalmente con Jesucristo Resucitado, porque nunca hemos salido a buscarlo. V un cristianismo huero se muestra en una vida de hogar sin entusiasmo, en un trabajo rutinario, en un continuo temor a la muerte. Busquemos afanosamente a Jess. A veces no es fcil hallarlo. Tiene la propiedad de pasar desapercibido. Mara Magdalena lo confunde con el jardinero. Los apstoles en el lago creen que es un fantasma. Los de Emas lo toman por un peregrino. Pero hay un signo que nunca nos engaa: lo reconoceremos en el partir del pan. Si caminamos con El podremos compartir su mesa, presentarle nuestras incertidumbres, mirar las cicatrices de los clavos, tocar sus manos y sus pies y recibir la fuerza de su Espritu. Entonces amanecer sobre nuestra vida un gozo indescriptible y podremos anunciarle al mundo de hoy: Hemos visto al Seor que ha resucitado de entre los muertos!
Segundo domingo
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mis manos. Trae tu mano y mtela en mi costado y no seas incrdulo, sino creyente". N o culpamos a Toms. Seguir a Cristo todos los das no es tarea fcil. Nos asalta la duda, nos vencen los propios pecados, nos fatiga el esfuerzo sin recompensa. Los dems se convierten en una carga insoportable. Aunque a veces nos digan llenos de entusiasmo: Hemos visto al Seor, nosotros no lo vemos. Pero el Seor nos comprende. Tambin aqu aprendemos la manera de acompaar al amigo que lucha y que se aleja. Como lo hicieron compaeros de Toms. Antes de que el Seor le muestre a nuestro prjimo sus manos y sus pies, antes de que pueda palpar las cicatrices, es nuestro ministerio continuar anunciando que Dios le ama y le aguarda en el cenculo, en medio de la comunidad gozosa, cerca del pan que une y fortalece. El Evangelio termina con una alabanza para todos nosotros: Dichosos los que crean sin haber visto. En ese grupo nos hallamos los que los que no sabemos teologa, los que vivimos un cristianismo prosaico, los que luchamos, con muchas dificultades, en nuestra vida de familia, los que pecamos,, los que somos mediocres sin querer serlo. Creemos en Jess, a pesar de no haberlo visto todava. Y, a pesar de tantas vacilaciones, lo llamamos con todo el corazn: "Seor mo y Dios mo". Una plegaria que brota de ese rincn del alma donde todo hombre es bueno. Pero tambin un grito que abarca todas nuestras negaciones y desconciertos.
Tercer domingo
Quiz imaginamos que despus de Pascua todo sera distinto. Pero la vida nos convence de lo contrario. Volvemos a sentir la fatiga, las tentaciones, las dificultades con el prjimo. Volvemos a sentir el cansancio de nuestra pequenez interior. Entonces la Pascua para qu? N o s dice San Pablo que, mientras luchamos en la tierra, las cosas de Dios aparecen como en espejo y en adivinanza. Hay que esperar aquella hora en que nuestro amor y el de Dios puedan unirse, ya sin alambradas, en la felicidad perfecta. Pero si miramos despacio, no t o d o sigue igual. En la orilla del lago despierta otras madrugadas. A l l est el Seor y ha tenido el detalle de prepararnos pan y pescado a la ^ brasa.
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Cuando celebramos la Pascua, lo invitamos a El a compartir con nosotros la vida. A q u est su respuesta se ha hecho presente en nuestro trabajo cotidiano, pero no como mero espectador, sino como amigo comprometido en nuestro esfuerzo. Si en toda a noche no hemos cogido nada, lancemos nuevamente la red.
Cuarto domingo
As vale la pena
Dijo Jess: Yo soy el Buen Pastor. Mis ovejas escuchan mi voz y ellas me siguen y yo les doy la vida eterna. San Juan, cap. 10.
Nos conmovi, hace algunos aos, el asesinato de monseor Osear Arnulfo Romero. El heroico arzobispo de San Salvador mora realizando perfectamente la misin del Buen Pastor: dar la vida por sus ovejas. Todos nos enteramos de su compromiso con el pueblo, de su valenta cristiana, su vida plenamente sacerdotal, su fe y su mansedumbre, su amor a todos sin distingos, su entrega hasta la muerte. Por esos das comentaba un estudiante: As s vale la pena ser cura! H o y miramos a Cristo, Pastor supremo de nuestra comunidad, y consideramos el trabajo arduo, comprometido y meritorio de nuestros sacerdotes. Ellos reemplazan al Seor en su tarea pastoral. Nos ensean la fe, nos dan los sacramentos y nos muestran ideales superiores de paz y de justicia. San Pablo nos describe al sacerdote como un hombre, sacado de entre los hombres y constituido al servicio de todos, en aquellas cosas que se refieren a Dios. Los sacerdotes son personas comprometidas ms de cerca con Cristo y con la Iglesia. Unos realizan su tarea en las parroquias, en la accin caritativa, en la catequesis, en la universidad, en la investigacin teolgica, en las oficinas eclesisticas, en los medios de comunicacin social. A Otros han dejado su tierra y su gente, para sembrar el Evangelio en los lugares donde la Iglesia no ha empeza-
Antes, las tentaciones nos parecan invencibles. Ahora despus de haber meditado sus dolores y su muerte, es casi imposible ofenderlo.
Antes, trabajbamos sin sentido. Ahora sabemos que con El estamos mejorando el mundo. A u n q u e dudamos y a veces tropezamos y este es nuestro misterio, lo hacemos con entusiasmo y gozo. Todo es igual y todo no es igual. Lo dice aquella estrofa de San Juan de la Cruz: M i l gracias derramando pas por estos sotos con premura y yndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dej de su hermosura. El Seor no acostumbra cambiar de manera visible nuestro panorama exterior. Hay que volver al lago. La pesca sigue esquiva. La madrugada no es demasiado luminosa. Pero all est El. Basta mirarlo, escrutando en la sombra. Mejor, adivinarlo con el corazn. A l l se oye su voz. A l l , a su palabra, se llenan las redes con ciento cincuenta y tres pescados grandes... Q u importa seguir embarcados en la noche, cuando las madrugadas nos aguardan con la sorpresa de su presencia?
do todava. Son los misioneros, la expresin viva de unas comunidades cristianas ms ali de las fronteras. En este da del Buen Pastor, Cristo invita a los jvenes, esperanza del mundo y de la Iglesia, a reflexionar sobre \a vocacin sacerdotal y misionera. Quiz este llamado no haba llegado antes a su mente y a su ilusin. Va\e la pena ser sacerdote hoy, en este mundo cambiante y pluralista, agitado por tan variados problemas, pero a la vez rico en posibilidades y sostenido por las manos amables del Padre. Es meta de gente valiosa seguir los pasos del Buen Pastor: conocer sus ovejas, llevarlas a los mejores pastos, defenderlas del lobo, dar la vida por ellas. Respaldemos a nuestros sacerdotes, con nuestro agradecimiento y nuestro cario. Cada familia puede hablar a sus hijos sobre la posibilidad de llegar a\ sacerdocio. Los educadores pueden presentar a sus alumnos la vocacin sacerdotal y misionera, con su enorme tarea de servicio a la Iglesia y de plenitud personal. Q u bueno que cada parroquia sepreocupara efectivamente, por ayudar a los jvenes que se sienten llamados al servicio de la Iglesia, dentro del ministerio sacerdotal!. Por la oracin y por nuestro testimonio cristiano, tendremos muchos y santos sacerdotes.
Quinto domingo
Iglesia exige demasiado, y que definitivamente el cristianismo es obsoleto. Incapaz de ajustar su conducta a la moral, se fabrica una moral para su conducta. Es el suyo un cristianismo de fachada. Slo tiene con el cristiano genuino un lejano parecido. El cristiano falsificado es an ms peligroso. Peca contra el amor. Se siente dueo de la verdad, rechaza, condena, ignora, margina. N o espera, no cree, no comprende, no perdona, no sonre, no acompaa. Da gracias a Dios todos los das, porque no es como los dems hombres. Los no cristianos y una juventud educada en la crtica y en la investigacin, detectan la falsedad del producto. Entonces los cristianos pierden imagen, engaan y desacreditan el nombre del Seor. Por esto, la comunidad cristiana de hoy, con sus tradiciones seculares, su historia, sus estructuras, su ciencia, sus obras de arte, su liturgia, su etiqueta... nada vale, si no es un signo vivo de amor. Nada grita su voz, si no alcanza a llamar a los pecadores. Ninguna importancia tienen todos sus signos, si no significan misericordia, paz, reconciliacin, comunin, compaa. Nada es la Iglesia, si no se traduce en actitudes de hombres y mujeres que se aman. Ser discpulo del Seor es sacar, de lo ms hondo del corazn, el amor que Dios all sembr y repartirlo generosamente a los hermanos. Cada uno de nosotros descubre a quin, cundo, donde, por qu, y para qu. Este amor autntico, sentido y ejercido es nuestra marca de fbrica.
Sexto domingo
La paz ardiente
"Dijo Jess: La Paz les dejo, mi paz les doy. No se las doy como la da el mundo. Que no tiemble su corazn ni se acobarde. San Juan, cap. 14.
En pocas pasadas, era evidente y clara la diferencia entre guerra y paz. Cuando amenazaba el enemigo, los ejrcitos marchaban al campo de batalla, dejando en soledad los hogares y sin semillas las tierras de sembradura. A l renacer la paz, el mundo se transfiguraba. Volvan desde lejos los ausentes, madrugaban otra vez los arados a trabajar el surco y todos, vencedores y vencidos, maldecan de nuevo la guerra. H o y casi no alcanzamos a distinguir la guerra de la paz. Las confusas circunstancias de nuestro mundo construyen una paz ficticia, colmada de zozobras, de violencia y de muerte. Es la guerra fra, que quiz podra llamarse con ms propiedad, una paz ardiente. Jess, despus de su resurreccin, saludaba a sus amigos desendoles la paz. Porque la paz es un regalo de Dios. Solamente El puede darnos esa serenidad que nace de la aceptacin amorosa del prjimo, con sus capacidades, sus limitaciones y sus circunstancias. El mundo, entendiendo por mundo las cosas que no llevan a Dios, no puede dar la paz. N o la da el dinero, ni las leyes que no promueven al hombre, no la da la fuerza de unos grupos, contra otros grupos. La paz viene de Dios, pero el Seor trabaja sobre esa larga educacin para la paz, que comienza en la familia. La familia nos ensea la paz cuando nos educa en la ver- A dad. Nos la ensea cuando nos educa en la justicia, en 7~y un respeto al otro, que le deja vivir su propia vida, ^ 315 > progresar y realizarse.
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La familia nos ensea la paz, cuando nos hace capaces de cumplir a conciencia nuestros deberes y no slo de reclamar nuestros derechos. Nos la ensea cuando nos capacita para afrontar conflictos. Una vida de familia, armoniosa y sincera, nos prepara frente a las dificultades, de tal modo que ellas no rompan nuestro equilibrio personal y comunitario. Nuestra seora la Virgen Mara ha sido invocada tradicionalmente como Madre y Reina de la paz. Lo expres Paulo V I : A l hombre contemporneo La Virgen Mara ofrece una visin serena y una palabra tranquilizadora: la victoria de la esperanza sobre la angustia, de la comunin sobre la soledad, de la paz sobre la turbacin, de la alegra y de la belleza sobre el tedio y la nusea, de la vida sobre la muerte. A Ella, presente de tantas y tan variadas maneras en nuestra vida de cristianos, encomendemos la construccin de una paz slida y amable que a todos nos cobije.
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La Iglesia es ante todo una comunidad. Es un grupo donde nos conocemos, nos queremos y nos ayudamos. Y algunas veces, no es posible vivir como Iglesia sino en un pequeo crculo, por ejemplo en familia. Esta Comunidad - Iglesia presenta cuatro caractersticas. Es comunidad de fe. Vive iluminada por Dios. Su trabajo no se basa solamente en la tcnica o en la razn, sino en todo lo que el Seor revela a cada paso. Es comunidad de culto. El amor a Dios y a nuestros hermanos se expresa con elementos materiales, seales visibles. Jess nos dej unos signos oficiales que se llaman los Sacramentos. Es comunidad de caridad. Los bautizados hemos de distinguirnos por el amor, la lucha porque otros estn bien, el trabajo por la paz y la justicia. Todo ello produce una interior satisfaccin, imposible de explicar a quienes nunca la han sentido. Es comunidad apostlica. Los que tratamos de vivir el Evangelio procuramos, a toda costa, anunciar a Jesucristo. Nos volvemos apstoles, cada uno en su medio. Algunos de tiempo completo: Los seglares comprometidos, los religiosos, los sacerdotes. N o es hora de estar desconcertados, mirando hacia las nubes, como los apstoles despus de la Ascensin. Es hora de construir nuestra Iglesia, con toda la fuerza de nuestra conviccin y t o d o el dinamismo de nuestra esperanza.
Pentecosts
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El Dios de M i s Ejrcitos. Con su bendicin unos pases se alzan contra otros y cada quien se siente autorizado para destruir a su enemigo.
Santsima Trinidad
Querido Dios
El Dios socorrista. Slo acudimos a El si arde el almacn, cuando se muere un ser querido, o cuando aparecen las consecuencias de nuestros pecados. Dios no es eso. Por favor. Dios es Amor. A m o r absoluto y substancial que se hizo hombre en Jesucristo y en Pentecosts, invadi la Iglesia y todo el universo como un fuego y como un huracn. Dios es Amor y podemos decir de El todos los adjetivos que soporta el amor: dulce, tierno, constante, amable, generoso, creador, perdonador. Tiene para quienes nos esforzamos en buscarle, todo el vigor de su poder y todas las sorpresas de su bondad. Es Amor. Amor csmico y trascendente, pero a la vez delicado y fecundo como un corazn maternal. Recio y seguro como las manos de un padre. Camina entre los astros, por los altos andamios de las flores" como canta Joan Manuel Serrat, y entre el recinto amurallado de las conciencias. El es Amor. N o sabemos decir ms de Dios, de su Espritu Santo. Cuando las palabras humanas se acercan a tanta grandeza, se quiebran como un frgil cacharro de arcilla.
"Dijo Jess: Cuando venga el Espritu de verdad, los guiar hasta la verdad plena y les comunicar lo que est por venir. San Juan, cap. 16.
Cuando nosotros, cristianos comunes y corrientes, pasamos por la escuela, aprendimos muchas cosas de Ti. Nos dijeron que eras un slo Dios en Tres Personas. Q u e al Padre se atribua la creacin, que Jesucristo tena dos naturalezas, que el Espritu Santo era el Parclito y a la vez el alma de la Iglesia. Para serte sinceros, de todo esto entendimos muy poco. A l paso de los aos casi todo se nos borr de la memoria y hoy no nos dicen nada esos misterios. Tu amor y tu presencia, envueltos en un lenguaje arcaico y filosfico, permanecan abstractos y distantes y te sentamos lejos de nuestros problemas concretos y de nuestras preocupaciones ordinarias. Pero est sucediendo aqu en la tierra algo de maravilla. A pesar de las guerras, los odios y el egosmo de muchos, el papa y los cristianos autnticos, esparcidos por todos los rincones del mund o , estn desenterrando el Evangelio. Se hallaba oculto bajo el polvo de las bibliotecas, entre mucha palabrera escolstica. Nuestra falsedad y rutina lo haba cubierto con esa ptina que embellece los metales y las estatuas, pero que oscurece tu revelacin y tu mensaje. Entonces hemos empezado a abrir los ojos. Comenzamos de nuevo a descubrirte, a la luz de la fe que ensayan nuestros hijos. Algunos afirman que la juventud anda mal. Creemos que hay ms fallas en nosotros los adultos, porque no supimos dar testimonio de Ti. Nuestros jvenes, aunque a veces por caminos errados, no cesan de buscarte. Todo
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esto nos llena de gozo y de esperanza. Te acuerdas que as comienza un documento del ltimo concilio? Hoy, el misterio de tu Trinidad ya no nos suena a los odos como un teorema aritmtico. Comprendimos que T eres una familia, una comunidad plena y perfecta. Nos alegra saber que toda paternidad, aunque no alcanza ni de lejos a copiarte, se parece a Ti: el origen de la luz, las valencias de los tomos, las esporas que viajan en \a brisa, la evolucin de las especies, el amor fecundo que nos dio el ser. Todo esto te revela, te traduce y te acerca. Sentimos a Jess como un hermano, un amigo al alcance de todos. Su presencia resplandece en todos los que nos rodean, pero ms en los pobres y en aquellos que nos necesitan. A l Espritu Santo lo entendemos como un A m o r muy grande y con mayscula. Nos impulsa hacia las cosas buenas y nos muestra caminos eficaces para lograrlas: la rectitud moral, la realizacin personal, el equilibrio, la madurez, la simpata, la generosidad, el civismo. Todo aquello de sustancia personal, inefable y trascendente se lo dejamos a los telogos. Te habrn contado que a veces nos hablan con un lenguaje tan rebuscado y tcnico, que casi no entendemos tu palabra. Leyendo el Evangelio de hoy hemos pensado: de veras, este Dios amable que vive tan cerca de nosotros nos gua a la verdad, nos habla muchas cosas en su oportuno momento y con El, no sentimos angustia ante las sorpresas del futuro. Con un saludo filial y carioso, ^A_ Tus hijos.
Los hombres creyeron que el Seor slo habitaba en las montaas. Ms tarde comprendieron que toda la creacin est encinta de Dios. Lo que San Pablo explicaba en sus cartas: "En El vivimos, nos movemos y existimos . Jess de Nazaret nos convence de esto con su enseanza y sobre todo con su vida. Cuando sana enfermos, o multiplica el pan y los pescados, nos explica que la presencia de Dios, que su fuerza, nos acompaa siempre. Aunque tambin algunas veces, por medio de ciertos signos, se manifiesta y se hace ms tangible. La vspera de su pasin, mientras cenaba con sus discpulos, les insiste: cada vez que repitan este gesto de compartir el pan y el vino en memoria ma, estn seguros de mi presencia entre ustedes. Despus de Cristo, los escritores y los catequistas de cada poca nos presentaron la Eucarista, haciendo nfasis en uno u otro aspecto del Sacramento del Altar. Unos la sealan como el sacrificio de la nueva alianza, otros como la fuente de donde brota el cristianismo. Algunos escriben largos tratados sobre la presencia real, la gracia sacramental y sus efectos en quienes comulgan. ltimamente se ha insistido en la fuerza social de la Eucarista. Todo esto es valioso. Pero a veces corremos el peligro de quedarnos en una teora elaborada y colocarnos al margen de la vida. De la vida de Dios que se esconde bajo A 323 > las especies sacramentales.
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H o y se nos habla del sentido ascendente de los sacramentos y de su sentido descendente. Es una manera profunda de comprender que aquellos son un signo maravilloso de Dios, presente en cada lugar de la tierra. Antes, entendamos solamente el sentido descendente de los sacramentos. A s afirmbamos que Cristo baja del cielo hasta el altar, en el momento de la Misa. Q u e la comunin es un contacto con Dios, quien viene de lo alto a santificarnos. Del mismo modo que las nubes descargan la fuerza del rayo, sobre la cima de algn monte. Pero es ms hermoso y ms de acuerdo con el amor de Dios, el sentido ascendente de los sacramentos: bajo la corteza terrestre existen millones de toneladas de materia incandescente. Durante miles de aos, nadie sospech su existencia. Pero de pronto, alguna montaa se coron de fuego e ilumin la noche. Un signo demasiado pequeo, si lo comparamos con la realidad significada. Pero algn hombre que lo alcanz a contemplar desde lejos capt aquel mensaje. Cuando nos acercamos a la Eucarista y compartimos en amistad aquel trozo de pan y aquel sorbo de vino, comprendemos que Dios invade todo el cosmos. Slo que algunas veces se nos hace tangible y manifiesto por un signo pequeo, adecuado a nuestra pequea dimensin de mortales. Este es el Sacramento de nuestra fe.
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queda vino. Con su intuicin y su ternura detecta todas nuestras carencias. Y all en Cana descubrimos unos hombres de fe. Dispuestos a llenar las tinajas y a llenarlas hasta arriba. El mundo cambiar si cada uno de nosotros sigue aportando agua, que es la materia prima para ese vino del Seor. El mundo cambiar si no escuchamos a los sensatos, a los realistas. A los supuestos sabios que nos dicen: Para qu, si esto ya no tiene remedio?. Y t sigues creyendo en la Iglesia? Pero si hoy nadie tiene fe...!. Si continuamos llenando las tinajas, entonces Cristo har sus signos y se realizar el misterio. Pero qu es el misterio? Es el poder del Seor, que va ms all de nuestras posibilidades. Poder de Dios que convierte el agua en vino. Tantas veces cuando se escaseaba nuestro vino, hemos prescindido del misterio. Le hemos quitado el misterio a lo religioso. Pretendemos explicarlo t o d o . Reducirlo a nuestra condicin limitada y humana y darle una dimensin cientfica. Le hemos robado al sexo su misterio, porque hemos pretendido convertirlo en una ciencia y ensearlo como una tcnica. Lo hemos disociado del amor y de la vida. Recmosle entonces a Mara para que, por su intercesin y con la gracia de Cristo, el agua de nuestros esfuerzos se convierta en el vino generoso de una vida plena y feliz.
Tercer domingo
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voca procurando estrenar la libertad, hemos de llevar la buena noticia de Jess, con frases de amor y de esperanza. En determinados momentos, cada uno de nosotros comprueba que es pobre, que est cautivo, que sufre en la opresin, que lo aqueja una ceguera interior. Quin no ha sufrido en soledad y ha deseado una palabra, una voz, un rostro que lo anime, que le diga que no todo anda mal, que no es tan pecador como se cree, que todava hay remedio? Q u hay Alguien que lucha a nuestro lado? Alguien que ve lo pesado de nuestra cruz y lo doloroso de nuestro cansancio? Jess habl del A o de gracia del Seor. Un ano se vive en cada minuto. En cada instante en que los hombres de buena voluntad anunciamos las buenas noticias de Jesucristo. Buenas noticias que madrugan a visitar a todos los pobres y oprimidos, por el ministerio de las manos amigas, de las palabras optimistas y de las caras amables de quienes tratamos de vivir el Bautismo apoyados en la fuerza del Seor.
Cuarto domingo
Almacn de milagros
"Al or esto, todos en la sinagoga, se pusieron furiosos y lo empujaron fuera del pueblo. San Lucas, cap. 4.
En Navidad, un pequeo le escriba al Nio Dios: Te agradezco mucho tu venida. Pero a veces slo pienso en los regalos y no en Ti. Los cristianos tambin somos con frecuencia infantiles. Como este nio de la carta. Y como los paisanos de Jess, que admiraban al hijo de Jos y aprobaban su doctrina, pero pedan deprisa los milagros. Cuando Cristo explica que estos no son lo esencial en su programa, se ponen furiosos y lo empujan fuera del pueblo. Quiere el Seor que aceptemos su mensaje, confiando siempre en t i y tomando a cuestas nuestros deberes ordinarios. Pero no quiere que le tengamos como un almacn de milagros. Vamos de viaje y apenas estamos ensayando la vida en este teatro del mundo, como ensea San Pablo. Ser cristiano no es estar como Alicia en el Pas de las Maravillas. Dios es fuente y origen del milagro, pero a la vez nos regala cada da dones maravillosos y nos anima a realizar nuestros propios milagros: el milagro de la vida. Procuremos rodearlo de mucho amor, de responsabilidad y de respeto. t i milagro de la alegra. Vivir alegres, no obstante los dolores, las enfermedades, los problemas, es un don del SeA or. Nuestra alegra forja la infraestructura para las tres virtudes teologales. 4 329
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Dios admira el milagro de nuestra monotona. Esa que tiene el hermoso nombre de fidelidad, porque es hermana pequea de la fe. A l Seor le subyuga nuestro esfuerzo por seguir amando, a pesar de las fallas ajenas, de las propias, del peso de la vida y los fracasos. Dios se complace en el milagro de nuestro entendimiento, cuando nos abrimos en comunin a la luz, a la ciencia, al espacio infinito, a la incgnita del futuro y a la magia de las palabras. Dios se pone feliz ante el milagro de la paz. Cuando resolvemos convertir los fusiles en instrumentos de labranza, borramos del corazn los recuerdos amargos y nos sentimos otra vez hermanos. Somos nosotros los protagonistas de numerosos milagros. El Seor sabe que ese poder y mucho ms, nos viene de su mano, pero se hace el desentendido. N o nos damos cuenta de tantas maravillas y a ratos creemos que nuestra vida no vale nada. Seguimos siendo nios.
Quinto domingo
Al final de la noche
"Al ver tanta pesca, dijo Pedro a Jess: Aprtate de m porque soy un gran pecador. Jess le contest: No temas; desde ahora sers pescador de hombres. San Lucas, cap. 5.
Deca un campesino al cura del lugar: esta finquita es ma, padre, y de Nuestro Seor Jesucristo. Pero si le viera el abandono cuando El solo la administraba. Es maravilloso el trabajo del hombre, respaldado por el poder constante e invisible de Dios. De esto nos habla el Evangelio. Nos describe dos momentos: el de los discpulos que trabajan solos toda la noche, sin poder coger nada. Y aquel en que el Seor los invita a echar las redes. Y la pesca es tan abundante que la barca se hunda. Pedro, entonces, se llena de miedo y suplica a Jess: aprtate de m, porque soy un pecador. tambin nosotros como Pedro, le pedimos a Dios que se aleje, cuando alcanzamos xito en alguna tarea. Pedro lo hizo por humildad. Nosotros lo hacemos por suficiencia. Le decimos: ya no me queda tiempo para ti. Tengo unos planes donde t no cabes. De hoy en adelante, me las arreglo solo y tu presencia me complica la vida. Qu imagen tenemos de Dios? Sabemos quiz reconocerlo cuando los dolores nos golpean, en las dificultades, en las penas. Cuando las cosas no andan bien decimos que el Seor A nos enva una prueba. Pero El tiene adems unos paJ ^ nes, que acostumbra revelar en los xitos. Cuando Pe- ^: 331 > dro, aunque temeroso, se alegra con la barca llena de 1!
pesca, el Seor le anuncia que de ah en adelante ser un pescador de hombres. Si nuestro hogar es feliz, Cristo nos invita a acompaar a otros para que vivan ellos tambin plenamente la vocacin de la familia. Cuando los dems nos aceptan y nos valoran, es porque podemos compartir con ellos nuestra fe, lo que somos y lo que tenemos. Si logramos culminar una carrera, el Seor nos enva a servir a los ms necesitados. Cuando nuestras finanzas marchan bien, El nos insina compartir con los que no tienen, realizar iniciativas concretas en favor de los ms desamparados. N o cerremos los ojos ni el alma, porque los planes del Seor nos salen al camino todos los das, disfrazados en los acontecimientos. En los triunfos y en las alegras, llegan esos deseos de Dios, vestidos de gala. Son invitaciones indeclinables a vivir nuestra vocacin de hombres y de cristianos. El mundo espera el entusiasmo, el gozo, la conviccin amable, la fuerza de las manos y el corazn que se fatigaron muchas horas, pero que pueden, por la palabra de Jess, colmar la barca de pescados, al final de la noche.
Sexto domingo
La piedra filosofal
"Jess, levantando los ojos hacia sus discpulos, les dijo: Dichosos los pobres, porque suyo es el Reino de Dios". San Lucas, cap. 6.
Los alquimistas medioevales soaron con la piedra filosofal, a cuyo contacto se cambiaran en oro todos los metales. Entonces la humanidad sera feliz. Nosotros descartamos este sueo, pero seguimos persiguiendo la felicidad. A u n q u e , un poco ms realistas, ya no la ambicionamos tan completa. La relegamos a algunas reas de nuestra existencia. Es una dicha ms modesta, pero al fin y al cabo, ms asequible: diversiones, vestuario, mesa, amistades, viajes... Se la consigue por mdicas cuotas mensuales, o capitalizando poco a poco. Si en el ndice de una Biblia buscamos la palabra felicidad, se nos remite a muchos lugares: entre ellos el captulo V I de San Lucas. Jess proclama, sobre una colina, cules son sus mtodos para que el hombre llegue a ser feliz. Sin embargo, este texto ledo a la ligera, ms parece una pgina de un poeta oriental, llena de contraposiciones. Y nos desconcierta que, segn el Evangelio, la dicha se alcance por la pobreza, el hambre, el llanto, y el odio padecido a causa del bien. Sin embargo, si leemos despacio, descubrimos que son pobres aquellos que carecen o se despojan de unos bienes aparentes y fugaces. Pero alcanzan otros bienes enmarcados en el Reino de Dios. Les sabe bien el pan, disfrutan con las cosas A sencillas, son libres en sus relaciones no condicionadas por el dinero, el poder o la fama. Duermen tranquilos y ^ l 3 3 3 cada amanecer les trae la sorpresa de sus pequeos logros *k ^ r
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Comprendemos que tienen hambre los que no estn satisfechos ni de sus virtudes, ni de lo que saben, ni de sus posesiones. A q u e llos que nunca se graduaron, que siempre estn en camino, que trascienden. Y el Seor se encargar de saciarlos. Lloran quienes sienten que el mundo no est terminado todava. Los que no archivan el dolor de sus hermanos, los que no sepultan en las estadsticas el desempleo, la desnutricin, el analfabetismo, la contaminacin. Su recompensa est escrita en el salmo: La boca se les llena de risa" cuando el Seor, con ellos, pone remedio a tantos males. Son odiados y marginados los que no se venden, los que no claudican, los que cumplen su palabra, los que son minora. Los que dicen la verdad, los que llaman a las cosas por su nombre, lo que hablan por los pobres. Los que denuncian y anuncian. El Seor les garantiza un premio de profetas. Q u bueno que muchos de nosotros ensayramos, corriramos el riesgo. Existe la bienaventuranza. Nos lo asegura la palabra del Seor. Esta pobreza que Jess nos ensea, esa hambre, el llanto la persecucin, son de veras la piedra filosofal.
Sptimo domingo
Ir contra la corriente
"Dijo Jess: Amen a sus enemigos, hagan el bien a los que los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los injurian". San Lucas, cap. 6.
El Sermn de la montaa se prolonga ms all del texto de las Bienaventuranzas. O quiz los evangelistas acercaron a esta enseanza clave de Jess, otros discursos, pronunciados en distintas ocasiones. Entre ellos aquel del mandamiento del amor que, segn san Juan, el Maestro ampliara durante la cena de despedida. El relato de san Lucas nos ayuda a distinguir cuatro niveles de amor, lo cual hace ms comprensible el mensaje. En el primero se trata del amor a los enemigos. La ley juda era muy clara sobre el tema, pero en otro sentido. "Han odo: amars a tu prjimo y odiars a tu enemigo, les recuerda el Seor a sus discpulos. "Pero yo les digo a los que me escuchan: amen a sus enemigos. Hagan el bien a los que los odian". A m e n : lo cual va ms all de renunciar a la venganza. A m e n : una actitud que supera la sola convivencia. Amar es algo ms: ofrecer al otro el corazn para hacerle bien, en la medida de nuestras posibilidades. En el segundo nivel, el Seor nos invita a aplicar este amor a situaciones concretas: "Al que te pegue en una mejilla, presntale la otra,- al que te quite la capa, djale tambin la tnica". Y Jess asemeja a los judos legalistas, que mucho hablaban pero no tenan amor, con los pecadores: "Porque si aman * slo los que los aman, qu mrito tienen? Tambin los pecadores aman a los que los aman". San M a t e o los < 335 ^ > compara con los mismos publcanos. Es A
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Luego el Seor nos motiva a no juzgar y a no condenar, actitudes que en el contexto hebreo se identifican. N o hemos de rechazar a nadie definitivamente. El cristiano ofrecer siempre al prjimo una nueva oportunidad. Y, finalmente, el Seor nos motiva a orientar nuestra conducta hacia una continua generosidad. N o es extrao que los creyentes apliquemos a nuestras relaciones humanas, criterios de mercadeo: Este hermano qu ganancias me reporta? Cunto puedo perder con este amigo? Jess explica que, si somos generosos, el Seor nos dar tambin "una medida generosa, colmada, remecida y abundante". Hablaba aqu el Maestro del celemn, o de otros recipientes, con los cuales se medan entonces el trigo y la cebada. Y termina dicindonos. "La medida que usen la usarn con ustedes . Para el auditorio de Cristo, toda esta palabra era nueva. Cada judo haba aprendido de memoria los frecuentes versculos de venganza que traan los salmos. Ahora escuchaban una doctrina nunca oda. Porque el Seor quera llevar a sus oyentes, a una dimensin donde fuera posible afirmar: "En esto conocern que son mis discpulos, si se aman unos a otros . El cristiano se identifica entonces, no por una cultura, un idioma, un conjunto de gestos. N i siquiera por un cdigo. Es el amor quien lo distingue. Y un amor, al estilo de Jess: "Como yo los he amado". Un caricaturista religioso se pregunta: "Y si nos expulsaran de la Iglesia a todos los que no amamos suficientemente?
Los libros sapienciales aparecieron en Palestina cuando la sabidura griega junt su reflexin con la herencia juda de muchos siglos. Y esta sabidura se plasm en proverbios, frases cortas y parbolas que los padres enseaban a sus hijos y tambin se repetan en las asambleas religiosas. Todo esto lo comprobamos en La Sabidura, El Eclesistico, El Eclesiasts y otros libros del Antiguo Testamento. Dentro de esta metodologa es en la cual Jess enmarca la mayor parte de su enseanza. Un da le pregunt a la gente: ' Puede un ciego guiar a otro ciego? N o caern juntos en el hoyo?". El Seor se refera probablemente a los jefes religiosos de entonces. Se tenan a s mismos por sabios y puros, y no aceptaban ayuda de nadie. Pero llevaban al pueblo hacia el abismo. Haban convertido la religin en un negocio, o en una telaraa de observancias intiles. Esta palabra del Seor se dirige tambin a nosotros. Como padres del familia, lderes o dirigentes, quiz creemos ser buenos, pretendiendo tener siempre la razn, mientras conducimos a otros al fracaso. De ah la necesidad de iluminar cada da nuestra conducta con la persona de Jess y su Evangelio. En otra ocasin, el Maestro enseaba: "Por qu te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas la viga que llevas en el t u y o ? " . La mota que otros traducen por pelusa, era algo frecuente en los ambientes ^ 337
campesinos. Luego de haber segado el trigo y durante el trabajo de la criba, el viento se alzaba con el polvo y los deshechos. Jess contrapone ese pequeo estorbo que molesta los ojos, a la viga que sostiene un tejado. Y aade que muchos soportamos nuestra viga, pero nos ofrecemos de modo hipcrita, a purificar los ojos del hermano.
Noveno domingo
La fe de un pagano
"Un centurin tena enfermo a un criado a quien estimaba mucho. Y al or hablar de Jess, le envi unos ancianos de los judos, para rogarle que fuera a curar a su criado". San Lucas, cap. 7.
Aquellos "ancianos de los judos" eran quiz rabinos o jefes del pueblo. En las culturas orientales los mayores gozan de autoridad y son consultados en muchas circunstancias. Los enviados representaron bien al centurin. A n ms, refuerzan su pedido ante el Ma estro: "Merece que le sanes a su criado. Porque tiene afecto a nuestra gente y nos ha construido una sinagoga". N o era extrao que algunos funcionarios romanos respaldaran, aun con dinero, las instituciones judas. Lo extraordinario era que la comunidad de Cafarnam aceptara el donativo, algo contrario a la conciencia nacional. Lo habran hecho quiz por la actitud amable del centurin, quien no exiga ninguna contraprestacin inconveniente. Sin embargo, el centurin conoce bien los prejuicios de este pueblo y no se atreve a ir personalmente donde Jess, del cual contaban maravillas. Compartira este profeta el orgullo de sus compatriotas?. N o le hara un desaire por su calidad de extranjero? Se vale entonces de algunos amigos, que rueguen al Maestro venga a sanar a su criado. Pero enseguida el capitn se inquieta. Aceptar Jess pisar la casa de un pagano y mancharse con los impuros? Pero sobre sus dioses del imperio haba uno superior. Y ste le habra dado al Maestro un poder inexplicable. Por lo tanto no es necesario que Jess venga a su casa. Tena experiencia de que muchas cosas pueden hacerse 339y ^U
O t r o da el Maestro dijo a su auditorio: " N o hay rbol bueno que d fruto daado, ni rbol daado que d fruto sano". En san M a t e o encontramos un texto semejante. Pero all se comparan estos frutos malos con la enseanza de los falsos profetas, que contamina el ambiente: "Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos?". N o es posible una transmutacin de las especies vegetales, como tampoco que un hombre malo produzca frutos segn el Evangelio. Y Jess concluye: "De lo que abunda el corazn habla la boca". El Seor reclama la importancia de situar una religin verdadera en lo interior del hombre. A l contrario de los que haban hecho tantos hombres de su tiempo, vistindose de apariencias, pero manteniendo el corazn lejos de Dios. Toda esta pgina de san Lucas es una invitacin a realizar una sntesis personal, alrededor de los valores de Cristo. Es un llamado a evitar toda hipocresa, esa distancia cruel entre lo que pensamos y lo que hacemos. Todo lo cual se logra cuando nos acercamos al Seor. Un mstico ingls sola repetir: 'Dios no ve lo que eres, ni lo que has sido, sino lo que hoy quisieras ser".
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mediante una palabra. Y explica: "Cuando a un soldado le digo: ve. El va. Al otro: ven. Y viene. Y a otro: haz esto y lo hace . Bastar entonces que el Maestro d una orden y su criado quedar sano. Manda entonces una segunda misiva: "Seor, no te molestes para entrar en mi techo. Dilo de palabra y mi criado quedar sano Cuando al Seor le cuentan este segundo discurso del centurin, como cuenta san Lucas, "se admir" y dijo a la gente: les digo que ni en Israel he encontrado tanta fe". Los enviados bajaron a casa del romano y encontraron que el criado ya se haba curado. Siempre la fe necesita signos. Nuestro cristianismo brot en un hogar donde Dios se manifestaba de muchas maneras. Luego recibimos otras seales, ms personalizantes, quiz ms intangibles diramos. Pero de pronto, todas ellas se esfumaron y vimos a abocados a creer en la penumbra, sin el apoyo de ningn heraldo que continuara hablndonos de Dios. A n ms sentimos que haba que creer a pesar de todos los antisignos que nos ofuscaron los ojos. Entre ellos nuestra propia fragilidad y nuestros pecados. La fe de aquel centurin era una fe valiente. Inasible, pero fuerte. Lo empuj a desnudarse de todo su pasado para asomarse a una ventana donde hablaba el Dios de los dioses. Una fe que naci ante el temor a la muerte. Pero que fue ms all hasta reconocer que Jess de Nazaret posea un poder sobrehumano. Se nos antoja que este centurin pudo ser el mismo que en la tarde del Viernes Santo exclam ante el cadver de Jess: 1 ^ "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios". R
Dcimo domingo
El cordero expiatorio
"Sacaban a enterrar a un joven, hijo nico de su madre. Se acerc el Seor al atad y dijo: Muchacho a ti te lo digo, levntate. El joven se incorpor y empez a hablar. San Lucas, cap. 7.
Nos cuenta la Biblia que en el rito de expiacin de los judos, se tomaba una vctima, se le imponan \as manos para descargar sobre ellas todas las culpas del pueblo y en seguida se la abandonaba en el desierto. En el mundo de hoy quiz hemos hecho algo parecido con los jvenes: los hemos convertido en nuestro cordero expiatorio. A n t e la rebelda de los jvenes, su comportamiento sexual, la heavy music, los adultos nos replegamos a nuestros cuarteles. Y desde all lanzamos anatemas contra la juventud, sin preguntarnos previamente: Por qu sucede esto? Q u culpa nos cabe en esta problemtica? que Jess obra de otra manera: se acerca al fretro y llama al que haba muerto: muchacho, a ti te lo digo, levntate. Y muchos de nuestros jvenes han escuchado la palabra del Seor, para levantarse a estrenar nueva vida. A difundir la noticia de un profeta que lo ha resucitado. Antes, la juventud miraba la vida cristiana como una exigencia de ritos sin sentido y una represin sexual sistematizada. H o y su presencia en los templos nos acerca a una liturgia renovada. Ellos han aprendido a integrar la fe con el amor y la alegra. Antes, los jvenes se consideraban a s mismos como
Olvid amos
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H o y saben que son una fuerza transformante. Tienen una misin: darle empuje a este mundo y a la historia. Se sienten smbolo en una Iglesia que se rejuvenece. Antes, muchos jvenes no pensaban sino en sus problemas individuales, en su carrera, en su futuro personal. Hoy, por la fuerza del Seor y los medios de comunicacin social, se sienten ciudadanos del mundo, solidarios con toda la humanidad y comprometidos con los marginados. Antes caminaban a ciegas en busca de valores que no discernan. H o y saben distinguir entre libertad e inconformismo, entre autenticidad y rebelda, entre riesgo y compromiso. Cristo confa en sus jvenes y espera de ellos una ayuda eficaz para construir la civilizacin del amor. Confiemos en ellos tambin nosotros. Creamos que la juventud ha comprendido la llamada que le hace la vida, como lo expresaba Juan Pablo II a los jvenes de Mxico: Compromtanse humana y cristianamente en cosas que merecen esfuerzo, desprendimiento, generosidad. N o es posible permanecer indiferentes ante los grandes problemas de Amrica Latina. La Iglesia apoya en ustedes su esperanza.
Undcimo domingo
La casa de Simn
Rogaba un fariseo a Jess que fuera a comer con l. Y una pecadora vino con un frasco de perfume y se puso a ungir los pies de Jess. San Lucas, cap. 7.
Un hombre llamado Simn invita a Jess a su casa. Y, al anochecer, el Maestro se sienta a su mesa. N o sabemos qu pretenda este fariseo al convidarlo. Hacer alarde de generosidad y dinero? Aumentar su prestigio, convidando a su casa al profeta milagroso? Comprometerse con Cristo, a quien admiraba con lejano respeto? El Seor cumple su tarea de visitar al hombre. En los palacios y en las chozas. A los enfermos y a los que dicen estar sanos. En las bodas y en los funerales. Les habla de otra cosa, de otra compaa, de otro modo de ser. Del Reino de los Cielos. Pero Simn ignoraba que Cristo llegara con su squito de pecadoras y publcanos, de enfermos y de necesitados. Entre ellos, una mujer que no tena sino un poco de lgrimas, mucho amor, y un frasco de perfume. Tampoco saba aquel fariseo generoso que, cuando el Seor se deja invitar, nos invita a la vez a disponerle un lugar para los otros. Esto pasaba en casa de Simn. Y en la nuestra? Es elegante invitar a Cristo cuando el bautismo o la primera comunin de los hijos, como a un visitante distinguido. Pero con El se nos mete en el alma mucha gente incmoda. Aquellos que nada nos pueden aportar. Gente incmoda y problematizada. * N o s quitarn el t i e m p o , su angustia nos dejar traumatizados, su compaa deteriora tal vez nuestra ima- <j 343 gen social.
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Porque ellos no comprenden que nosotros somos distintos: en casa no ha habido jams problemas. Ningn desliz, ningn mal ejemplo. Q u ha cambiado en tu casa, luego de haber invitado al Seor? A veces no qued ningn signo que nos seale como familia, cristiana. Muchos hogares se han convertido poco a poco en hotel, gerencia, caja fuerte, bunker, museo, madriguera de soslayados egosmos... Para los de afuera tampoco tenemos una acogida amable que les hable de Dios. Mientras ms espacio poseemos, menos hospitalidad, mientras ms cosas coleccionamos, menos posibilidad de aceptar las personas. En cambio, las casas de los pobres, como no tienen cerrojo, permanecen abiertas para todos. Nuestro corazn se asemeja a nuestros hogares. En l no cabe ningn husped. Si alguien llega a buscar all al Seor, encontrar en la puerta un letrero: no hay vacantes. A l final del banquete, Cristo le explica a Simn cmo en sus planes hay una correspondencia casi matemtica entre amor y perdn. Tanto amas, tanto se te perdona. Tanto has sido perdonado, tanto amars de ah en adelante. Como una noria que nos vierte agua de salvacin, para que construyamos desde aqu y desde ahora la ciudad de los Cielos.
Duodcimo domingo
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Un padre de familia rechaza con entereza la ocasin de enriquecerse comerciando con droga: Tengo un pequeo inconveniente, dice. Una esposa y cuatro hijos. Los quiero demasiado.
Una joven acepta con valor y nobleza el ser madre soltera. Se prepara pacientemente a recibir a su hijo. Lucha, reza y sufre. N o piensa n por un momento en deshacerse de la criatura. El padre Robert F. Drinan S J . llevaba cinco perodos en el Congreso de los Estados Unidos. A n t e la palabra de sus superiores, que no ven conveniente su presencia en la poltica, obedece con serena humildad. Una meritoria maestra descubre, en la muerte de su nieta, un llamado de Dios a favorecer a otros nios. Y as nace en Medelln la "Fundacin Carla Cristina". Podramos llenar muchas pginas con historias de tantos que, con la vida, le han respondido a Jess aquella pregunta: "Ustedes quin dicen que soy yo? Tendramos entonces unos Hechos de los Apstoles en lenguaje moderno. Responder al Seor es un desafo y a la vez un honor. En ello nos va la vida, y con mucha frecuencia tambin, la de aquellos que caminan con nosotros. Recordemos la frase de monseor Helder Cmara: Mira cmo vives. Quiz sea ste el nico Evangelio que tu hermano lea.
Decimotercer domingo
De qu espritu somos?
"Algunos discpulos entraron en una aldea de Samara. Pero all no los recibieron. Entonces Santiago y Juan dijeron a Jess: Quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?" San Lucas, cap. 9.
Sobre las guerras afirma algn autor que todas se llaman justas. Y esto sucede por partida doble: cada uno de las partes defiende la razn de su bando. Y a la vez, "cada faccin afirma que ha tomado partido a favor del hombre, del blanco, del negro. En defensa de los pobres colonizados, o en ayuda de los pobres colonizadores, vctimas de la descolonizacin". Los seguidores de Mahoma han sido sinceros al incluir la guerra santa dentro de su credo. En cambio, nuestra Iglesia que anuncia la paz de Cristo, peca no pocas veces de intransigencia hacia sus propias comunidades. Y tambin hacia los dems hombres. Cualquier da muchos bautizados y tambin grupos apostlicos, institutos religiosos, nos hemos sentido los mejores y los nicos y con derecho a atropellar a otros hermanos. Se acercaba la Pascua y Jess enva algunos discpulos a prepararle hospedaje en algn pueblo de Samara. La subida hasta Jerusaln se realizaba en varias jornadas. Pero cuenta san Lucas que los samaritanos le negaron al Maestro y su grupo. Tendran entonces que dormir al descampado, o seguir caminando en la noche, en medio de peligros.
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A s entendemos la reaccin de Santiago y Juan. Llenos de clera, se acercan al Seor: "Quieres que mandemos bajar fuego del cielo para que acabe con ellos?"
Haca ya muchos siglos que samaritanos y judos se odiaban cordialmente, y en sus ritos rogaban al Seor exterminara a sus enemigos. La respuesta de Jess aquellos discpulos fue dura. Unos biblistas traducen que los reprendi. Otros aaden que les dijo: " N o saben de qu espritu son". El Seor no aprobaba estas airadas reacciones, ms propias de los tiempos de Elias, el profeta que hizo bajar fuego del cielo sobre los holocaustos del Monte Carmelo. Y luego orden que todos los sacerdotes de Baal fueran degollados. Pero muchos cristianos no hemos asimilado todava la tolerancia que ensea el Evangelio: conviene mantener los principios. Es necesario distinguir a todas horas entre el bien y el mal. Pero hemos de ser comprensivos y amables con los yerran, tratando de respetar las personas y sus circunstancias. El mundo de hoy padece de una gran intransigencia. Los poderosos de todos los estamentos polticos, sociales y religiosos, confunden fcilmente la verdad con su propia verdad y en nombre de sta, arman guerras de todos los colores. Aquellos tres ideales de la revolucin francesa: libertad, igualdad y fraternidad vuelven a sonar al odo de cada generacin. En nombre de estos postulados, nos dice la historia, se han encendido muchas s^r^s, pero tambin se han firmado numerosos armisticios. Llega la hora en que nosotros vivamos en mensaje de Jess que suaviza los roces y rene en comunin a las partes contrarias. Una tarea que requiere gran honradez y humildad perseverante. Un artista ha pintado a Dios ante el mar Rojo, cuando A sepulta al ejrcito egipcio que persegua alcanzar a los ' ^ . hebreos fugitivos. El pueblo escogido ha quedado ya a 348 y salvo. Pero Vavh rompe a llorar. Aquellos enemigos de Israel tambin son sus hijos.
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Decimocuarto domingo
A veces nos sucedern cosas extraas. N o sern fruto de nuestro poder convincente, ni de nuestras virtudes. Es el misterio del Seor que se sirve de nosotros para realizar cosas grandes y maravillosas. Dmosle gracias con sencillez. En seguida volveremos a sentir el peso ordinario de la vida. A l fin y al cabo estamos hechos de barro. El Seor quiere que as vivamos sus amigos, imitando cada da sus costumbres. Algunos, muy sabios y entendidos, podrn copiar a Dios ms claramente. Nosotros apenas s seremos imgenes borrosas. Pero unos y otros procuramos agradarle. Tiene Dios otra costumbre. Vuelve a abrir cada tarde el Libro de la Vida y escribe lentamente, con letra hermosa y legible, las acciones grandes y pequeas de sus hijos. Y El mismo nos ensea que estar all inscritos, vale ms que realizar todas las maravillas del universo.
Decimoquinto domingo
Tambin es mi prjimo
"Ypregunt un letrado: Quin es mi prjimo? Jess le respondi: Bajaba un hombre de Jerusaln a Jeric"... San Lucas, cap. 10.
En esto de caminos, de viaje y desventuras, era experto el Seor. De nio tuvo que huir a Egipto. En su vida pblica, iba de pueblo en pueblo para conversar con la gente y escuchar sus consejas. Cuando un letrado le pregunta: Quin es mi prjimo?, respondi con cierta historia de un samaritano, narrada por algn caminante. Una parbola que ensea a arriesgar lo nuestro a favor de los dems, sin clculos ni reservas. Nos hemos preguntado algn da: Quin es mi prjimo? N o ser aquel pariente, la oveja negra de la familia? Probablemente nuestro cario y comprensin no lograrn regenerarlo. Pero algn da comprender, a travs de nuestras actitudes, la misericordia del Seor. M i prjimo es el sacerdote que tropieza. Sus fallas no excusarn las mas. Pero mi amistad cubrir sus errores, con un manto de silencio. M i presencia cariosa tratar de ayudarle. El amigo que me ha ofendido tambin es mi prjimo. Jess me invita a sentir mas su falta que mi herida. A no desor sus posibles excusas. Si alguien peca pblicamente, el Evangelio nos dice que no lo excomulguemos definitivamente. Es un viajero con otra clase de heridas. Y cada uno de nosotros es capaz de idnticos pecados. <|
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Si vemos que otros no cumplen con su compromiso de Buen Samaritano, tampoco los condenemos. Animmoslos ms bien con nuestro ejemplo. Recordemos que la palabra prjimo viene de prximo. Estamos acostumbrados a buscar al prjimo all lejos, mientras l se halla codo a codo con nosotros. Es prximo quien nos trae el peridico. El que barre la calle. La empleada del banco. El conductor del bus. El polica que nos informa. La ascensorista. La vendedora de frutas de la esquina. Todos ellos son caminantes y han sido despojados de algo: de su tiempo, de su salud, de su juventud, de su dignidad, de su alegra, de su vida de familia. A todos los hemos encontrado a la vera del camino. Hemos hecho algo por ellos? N o . Casi siempre damos un rodeo y pasamos de largo. N o podemos alegar que somos pobres, que no tenemos aceite, ni vino, ni cabalgadura, ni dinero para pagar al dueo del mesn por la convalecencia del prjimo. El ms desposedo de nosotros tiene en su alforja palabras amables, calor de abrazo, capacidad de mirar con misericordia, fe en Jesucristo, y una enorme reserva de entusiasmo.
Decimosexto domino"
La leccin de Betania
"Dijo Jess: Marta, andas inquieta y nerviosa por tantas cosas. Slo una es necesaria. Mara ha escogido la mejor parte. San Lucas, cap. 10.
Las religiones orientales le han enseado a Occidente el valor de la contemplacin. Pero el ambiente en que vivimos nos precipita a un activismo desbordado y destructor. Nos impide escucharnos y escuchar a Dios. Sin embargo, para vivir como personas todos necesitamos frenar de vez en cuando la actividad, escuchar y contemplar. El estudiante, fatigado de su esfuerzo, se pierde en una sala de cine. La madre de familia anhela reconstruir sus fuerzas frente al mundo ficticio de una telenovela. El comerciante, el profesional, se van al campo, en busca de la naturaleza que les habla otro lenguaje. Para otros el deporte, el juego o la embriaguez, son el refugio para evadir sus cansancios. Algunos se reconstruyen en un retiro espiritual o, en un encuentro de esposos, clarifican y refuerzan su relacin como pareja. Todos anhelamos soltarnos de la rueda, a la cual vamos atados y sentirnos nuevamente libres y dueos de nosotros mismos. Trabajamos demasiado y hemos dejado de existir como esposos, como padres, como amigos. La mayora de nuestras relaciones se basan en el hacer y pocas veces en el ser. Se han convertido en un intercambio de trabajo, de dinero, de favores. Nos hemos olvidado de celebrar la vida en comn, compartiendo. A En las afueras de Betania, Mara a los pies del Seor, % atenta a su palabra, nos ensea esa actitud de escucha,
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de contemplacin, de misterio, que es la esencia de todo intercambio humano. Sin esta forma de relacin, la vida va perdiendo sentido y sin darnos cuenta, un buen da, nos encontramos a mil aos luz de aquellos que nos rodean. Nos hemos vuelto extraos. Cuando detenemos nuestro ajetreo diario y hacemos silencio en derredor, le damos audiencia a Dios, y El nos habla. Ilumina y clarifica las cosas que nos rodean, nos da otra imagen de quienes viven con nosotros y nos proyecta hacia valores plenos y definitivos. La liturgia hunde sus races en esta necesidad humana de colocarnos en otra dimensin. Suspender el trabajo, hacer consciente la presencia del Seor, tomar las cosas, volverlas signos, ensearles a cantar alabanzas y accin de gracias y celebrar juntos, amigos y hermanos, la fe y la alegra de ser hijos de Dios. Pero existe otra liturgia pequea y personal, semejante a aquella de Betania. En ella se celebra la amistad, el gozo de tener los mismos ideales, de compartir los mismos anhelos, de luchar en la misma trinchera. A s los amigos, los hermanos, los esposos. Entonces las penas se dividen por dos y las alegras por dos se multiplican. Esos ratos de contemplacin, de silencio, de comunin en el ser con los otros, nos curarn de muchas tensiones intiles, nos ayudarn a corregir el rumbo equivocado y darn a nuestra vida un sentido verdaderamente humano.
Decimosptimo domingo
Cuatro palabras
Dijo Jess: " Pidan y se les dar, busquen y hallarn, llamen y se les abrir. San Lucas, cap. 11.
Toda la enseanza de Jess podra resumirse en cuatro palabras: Dios es mi Padre. A n t e ese Padre bueno y misericordioso se vuelven una sola todas las pginas del Evangelio. Ese Padre de, cual nos habla largamente san M a t e o en el captulo sexto de su Evangelio. Y tambin san Lucas, en el captulo undcimo. Jess nos ense a acercarnos al Padre, con palabras simples y en actitud de hijos. Para exponerle nuestras necesidades del cuerpo y del alma. Ms tarde el padre Astete, en su famoso "Catecismo de la Doctrina Cristiana , escribira que, para orar, necesitamos tres actitudes fundamentales: humildad, confianza y perseverancia. Lo cual san Lucas nos explica en detalle. A l l el Seor se compara con alguien, a quien cierto amigo busca en la noche, para que le proporcione tres panes. Le ha llegado visita y no tiene nada qu darle. Las casas judas raramente guardaban alguna provisin para maana. El otro le responde de su alcoba, que ya es muy tarde. Sus nios se han dormido. Las puertas de su casa ya estn con cerrojo. Sera mejor no importunar a esas horas. Pero Jess seala que si este hombre no socorre a su amigo, por el hecho de serlo, al menos para que lo deje tranquilo, se levantar, dndole cuanto necesite. El se puso en lugar de aquel hombre, a quien a un amigo ha buscado. Pongmonos nosotros en el lugar de quien necesita algo urgente, e insiste, an siendo pesado con sus ruegos. N o es importuna entonces esa oracin que pretende fatigar a Dios.
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y el discurso de Cristo contina para alentarnos en nuestras splicas: "Pidan y se les dar, busquen y hallar, llamen y se les abrir. Porque quien pide recibe, quien busca halla y al que llama se le abre". Y aade uno de los prrafos ms hermosos y consoladores de todo el Evangelio: " Q u padre entre ustedes, cuando su hijo le pide pan, le dar una piedra? O si le pide un pez le dar una serpiente? O si le pide un huevo, le dar un escorpin? ". El Maestro concluye que si esto hacen los padres de la tierra, cunto ms har por nosotros el de los Cielos. Porque el Seor sabe lo que necesitamos, pero le interesa que nuestra peticin llegue confiada hasta su corazn. So que caminaba por la playa con el Seor, contaba una madre a sus hijas. M i vida se vea reflejada contra el horizonte. En cada escena aparecan sobre la arena las huellas de dos personas. Pero me preocupaba ver que, en los momentos ms duros y difciles, en los das de angustia y derrota, tan slo se vea un par de huellas. Entonces pregunt: Seor, me prometiste que caminaras siempre conmigo. Por qu me abandonas cuando ms te necesito? Hija ma, respondi, cuando nicamente ves un par de huellas, es porque te llevo entre mis brazos. Este el Dios que Jess vino a revelarnos. Un Dios que a todas horas nos acompaa, aunque no le veamos. Un Dios que, en los momentos ms difciles, nos toma entre sus brazos.
Decimoctavo doimnuu
Tener o no tener
Un hombre rico tuvo una gran cosecha y se dijo: tienes bienes acumulados para muchos aos, come, bebe, date buena vida. San Lucas, cap. 12.
Hemos convertido insensiblemente el dilema de Hamlet: Ser o no ser, en uno menos noble y ms prosaico: Tener o no tener. Un da inventamos la rueda, los espejos ustorios, la plvora, la televisin, los computadores, los cohetes espaciales... Pero, nos ha servido todo esto para ser mejores? Algunas veces. Cuando no nos hemos convertido en seres extraos, rodeados de cosas, con la mente colmada de ambicin y el corazn enfermo de egosmo. El Evangelio nos cuenta el solemne fracaso de un hombre: sus cosechas haban sido abundantes. A m p l i entonces sus graneros, y cuando esperaba alcanzar la felicidad, lleg la muerte con pasos silenciosos. Lo que haba acumulado con tantos esfuerzos, para quin sera? Todos luchamos por el pan de cada da, la vivienda, el vestido, la salud, el estudio de los hijos, la seguridad del maana. Pero no es cristiano acumular bienes materiales sin pensar en los dems. Dios nos entreg el universo para que lo dominramos y lo compartiramos fraternalmente. Cuando el Seor comunica a ciertos elementos materiales un poder especial e inventa as los Sacramentos, nos invita a conferirle a cada cosa una fuerza de salvacin. Entonces el mundo fsico se torna en alfabeto de un idioma variado, hermoso y rico que se llama caridad. As nuestros bienes ensean en las escuelas de los barrios alejados, capacitan a los jvenes de los tugurios,
llevan medicinas a los remotos caseros, levantan casas para las familias que viven bajo los puentes, juegan en los parques con los nios que no saban rer y ayudan a los marginados a sentirse personas. Muchos de nosotros no hemos experimentado nunca la alegra de servir a los dems. Es una dicha ms honda y duradera que aquella que nos da la compra de un apartamento, de una casa de campo, el viaje a Europa, el automvil ltimo modelo. Un da moriremos. Pero nuestros bienes pasarn la aduana de la muerte, si los hemos usado para el servicio de nuestros hermanos. Entonces esos dones de Dios y el fruto de nuestro trabajo se convertirn en un tesoro que no roe la polilla, ni amenazan la herrumbre o los ladrones. Jess lo dijo con mucha claridad: si hemos dado de comer a los hambrientos, de beber a los sedientos. Si hemos vestido a los necesitados y les hemos enseado a vivir y a triunfar. El fracaso del rico aquel que nos cuenta el Evangelio no ser el de nuestra vida. Habremos resuelto a favor nuestro otro dilema: Amar o no amar. En l se juega la grandeza del hombre.
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Va a venir el Seor. N o sabemos si al principio de la noche, un poco ms tarde o a la madrugada. Ojal nos encuentre velando, construyendo un mundo mejor, llenos los ojos de luz, cansadas las manos de hacer misericordia. Aguardmosle con ilusin, como se espera la visita de un amigo. Si nos encuentra velando, nos har sentar a la mesa y su presencia iluminar todas las cosas. Cicern nos dice que la amistad es una sociedad de cosas humanas y divinas. Si mantenemos la luz, el Seor asociar a nuestra vida todo lo que El es. Porque ha querido iluminar el mundo desde nuestro candil, tan frgil y humano ante las sombras y las tempestades.
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El fuego que sabe dormir bajo el rescoldo, en el fogn de los humildes, aprendi a volverse casi espritu en la electricidad y a conquistar la ms honda intimidad de los tomos. A s es el Seor: no desdea las cosas humildes y ordinarias, pero sabe llegar hasta lo ms profundo de cada ser. Para invadir los ms remotos y escondidos territorios de la nuestra persona. La liturgia cristiana invit desde el principio al fuego, para que la Vigilia Pascual simbolizara al Maestro resucitado. Y las lmparas votivas se le aprestaron a sealar a los fieles que en la Eucarista, el Amigo vive y ama continuamente. Se encienden los cirios para acompaar al nio en su entrada a la Iglesia por el bautismo. Iluminan al moribundo en su hora final, y alumbran luego sus despojos, anunciando la luz perpetua que aguardamos. Mas no podemos olvidar el fuego del sol, dibujante y pintor los arreboles de la tarde y a la madrugada, sobre las gotas roco, las montaas nevadas, las hojas tiernas y las cabezas de pjaros. Esa esfera de fuego que los nios gustan de pintar en cuadernos, con sus crayolas elementales. en de los los
Vigesimoprimer domingo
La puerta estrecha
"Dijo Jess: Esfurcense por entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarn entrar y no podrn". San Lucas, cap. 13.
Seor gerente, doctora, lustre diputado, capitn, monseor, reverenda madre, maestro... Tengamos en cuenta que los ttulos son, al fin y al cabo, unas slabas ms para el epitafio, como deca Clemente XIV. Los amigos de Cristo no podemos vivir de solas apariencias. La matrcula en un grupo apostlico, la etiqueta de una obra social, el pertenecer a determinado sector de la Iglesia, el haber conocido alguna vez al Seor, o el llamarlo a gritos en la ltima hora, no bastan para entrar en su casa. Para ser su amigo hay que vivir a profundidad el evangelio. Un da se nos examinar de los hechos, no tanto de los planes. Valdrn entonces las actitudes y poco las buenas intenciones. Contarn nuestro amor a Dios y al prjimo, y casi nada nuestras hermosas deas y nuestras bonitas palabras. "La Puerta Estrecha" es una novela de A n d r G i d e . Alissa, la protagonista, aleja dolorosamente a Jerome en aras de su incapacidad para conciliar el amor de Dios con el noviazgo. El autor concluye que no podemos franquear de dos en dos la puerta de los Cielos. Pero G i d e no tena razn. Por la puerta del cielo podremos entrar de la mano con todos los que amamos. Es estrecha la puerta, porque no caben por ella nuestros egosmos, tantas cosas intiles con que nos hemos rodeado, y el aparato de nuestra solemnidad y suficiencia. Para entrar nos toca volvernos pequeos, reducirnos ^
A s es Dios: a cada uno adorna con un tinte especial, un matiz singular, una tonalidad irrepetida, y goza infinitamente cuando nosotros, con trazos vacilantes e infantiles, tratamos de copiarlo en nuestra vida. El Seor desea que su fuego arda en el mundo. Q u hemos hecho sus amigos para encender su verdad, atizar su amor, e iluminar a todos con su mensaje?
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a la dimensin de lo que somos, pero con el gozo de ser plenamente nosotros mismos. Imaginemos la alegra del sol cuando se vuelve pequeo, pero a la vez radiante y voraz, en el rayo de luz que recoge con avaricia una lente convexa. Imaginemos el triunfo del copo de algodn que se cambi en madeja y luego en cordel muy fino y resistente para la reciedumbre del velamen y la asechanza de la red. La del cielo es una puerta estrecha. Porque esta vida de la tierra se encarga de despojarnos cada da. Primero quedan atrs los sueos, se diluyen enseguida las ilusiones, muchos gloriosos proyectos se desvanecen en la nada, se tronchan de improviso las mejores amistades. Lo que llamamos ciencia se resume en un convencimiento de nuestra incapacidad de entender. Los deseos de comunin interpersonal se rebajan a un poco de sed y a un miedo inconfesable de soledad. Entonces todo el universo nos cabe en el cuenco de la mano, entre el espacio reducido del propio corazn. Y as podemos caminar mejor hacia Dios: despojados de todo, menos de un ansia inmensa de conocerlo y de un deseo inocente de sentirnos sus hijos.
El ambiente de hoy nos invita a subir en la escala social, a ganar puntos, a ampliar el radio de nuestra influencia. Para ello se necesita buscar los primeros puestos en los banquetes, aparecer en las pginas de los diarios, traficar con influencias. Pero el Seor nos gua a otros caminos de realizacin y crecimient o : "Todo el que se enaltece ser humillado y el que se humilla ser enaltecido". "Cuando te inviten a una boda ve a sentarte en el ltimo puesto. Entonces te dirn: amigo, sube ms arriba". Cuando nos urge un ansia de compaa, deseamos compartir lo que somos y tenemos. Y para lograrlo invitamos a los que tienen ms que nosotros. Llamamos a los que nos aprecian. El resultado es obvio: nos invitarn la prxima semana, e remos subiendo en la escala social de la apariencia. Pero en el fondo continuamos solos. El Evangelio ensea que hay una forma escondida de amistad, una compaa ms honda y misteriosa. El Evangelio es para nosotros luz en el desierto. Nos ayuda a salir de los esquemas comunes, de nuestras intrigas, de una vida estril y ordinaria. Nos invita a abrirnos a Dios y los hermanos. Entonces, aprendemos a soar un hermoso sueo que alienta en el cansancio y reconforta la vida. Entonces Jesucristo se hace visible ante nuestra esperanza.
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Parece que no. Hemos educado para el futuro con una visin del pasado. Hemos educado en una sociedad de consumo, a quienes van a vivir en un mundo austero. N o
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descubrimos en nuestro mundo ni estructuras ni mtodos para una educacin en el amor. Los resultados saltan a la vista. La torre airosa que soamos un da se ha quedado trunca, y salimos derrotados en la batalla de la vida. Este era un rey: el hombre. Se senta dueo de todo el universo, porque el Creador se lo haba dado en administracin. Un da lo encontraron desvalido, fracasado en el amor, enfermo y cautivo en una jaula de hormign, bajo un cielo contaminado y turbio. El demonio que iba de camino coment burlonamente: este rey imprudente que no prepar su porvenir, quiso elevar la torre y se qued en los cimientos. Quiso dar una batalla y fue derrotado de modo vergonzoso.
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Vigesmoquinto domingo
y busca con cuidado hasta encontrar su moneda?" Y luego se llena de gozo: Felictenme, dice a sus vecinas, he encontrado la moneda que se me haba perdido". Sintamos los ojos de Dios puestos sobre nosotros, porque nos ama con amor infinito. Pero a la vez no perdamos esa capacidad de bsqueda, reducida ante las maravillas del progreso. La calculadora nos ayud a muchas cosas, pero somos incapaces de afrontar un problema de familia. Las noticias nos llegan en tropel y las juzgamos superficialmente. Los medios audiovisuales nos lanzan a un admirable mundo de fantasa, pero recortan nuestra creatividad. Los medios de locomocin acercan las distancias, pero impiden unas relaciones humanas serenas y profundas. Las comodidades de la tcnica nos hacen ms fcil la vida, pero atrofian nuestra capacidad de admiracin y de gozo. San Pablo le contaba a Timoteo en su primera carta cmo el Seor se compadeci de l y lo llam del judaismo al conocimiento de Jess. Para que l mismo fuera en busca de sus hermanos. Dejmonos encontrar por Dios, pero a la vez, emprendamos el camino en busca de la oveja que falta. Examinemos la casa con cuidado, cuando se nos ha perdido una moneda. Si nos sentimos financiados y orgullosos de lo que somos y tenemos, sin embargo nos falta algo que no se ve, que no se compra en las tiendas, ni por cuotas: La sencillez y la inocencia. Se nos quedaron en el camino una oveja pequea y una simple moneda que tena la cara
El Seor es siempre original. Cuando enciende las estrellas de Orion y empina el tronco de las palmeras, cuando disea las alas transparentes de la liblula, o pule cuidadosamente los colmillos del elefante, trabaja sobre modelos propios sin copiar a ningn artfice anterior. Crea con amorosa originalidad el corazn de los hombres, su mente, sus huellas digitales, el color de sus ojos y su capacidad de entrega y de victoria. Dios no acostumbra hacer a los hombres con papel carbn. Jess, en su doctrina y en la forma de transmitirnos su mensaje, tambin es admirablemente original. Para ensearnos ese amor limpio que alcanza el perdn de los pecados, invita a una mujer pecadora al banquete de Simn. Se sirve de un hereje samaritano, para darnos leccin de misericordia con el hermano que sufre. Nos ilustra sobre cmo forzar las puertas de los cielos, con el ejemplo de un ladrn crucificado. Y en el pasaje de hoy llama a un administrador injusto para ensearnos prudencia y sagacidad. Por el contrario nuestra fe cristiana se distingue casi siempre por su falta de empuje, de ingenio y novedad. Nietzsche A dice: Los cristianos se parecen mucho todos ellos, tan J r ^ pequeos, tan redondos, tan complacientes, tan aburr- ^ 371 dos. Y otro escritor aade: Es extrao cmo las causas
de Dios.
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pequeas atraen tantos adeptos, mientras que las grandes causas encuentran tan poco entusiasmo y participacin. En resumen, carecemos de fantasa. Generalmente sta nace ms del amor que de la inteligencia. Quien ama de veras inventa mil maneras de realizar sus intenciones. Ser que nuestro amor es pusilnime o permanece dormido? Examinemos nuestro compromiso cristiano: creemos en la Iglesia, pero no somos corresponsables en sus actividades. Simpatizamos con algunos sacerdotes, pero no les colaboramos. Sentimos compasin por los pobres, pero no lastimamos nuestras cuentas bancarias. Somos profesionales de la anestesia, prestidigitadores de ideas muy hermosas pero inocuas, traficantes de somnferos. Examinemos nuestros movimientos apostlicos. N o contagian, no llaman la atencin, no se hacen sentir en la sociedad. Se han convertido a veces en museos donde se guarda una fe muy ortodoxa, pero cubierta de polvo y de silencio. A q u e l mayordomo malicioso invent una curiosa manera de hacerse amigos para un maana incierto.
Vigesimosexto domingo
Este pasaje de san Lucas parece una ilustracin para la portada de un libro que podra llamarse "Incoherencia de la satisfaccin del rico frente a la miseria del mendigo'. Cuando Cristo habla en contra de los ricos, no se refiere directamente a quienes poseen bienes materiales. Ser rico, en el lenguaje evanglico, significa mantener el corazn cerrado a Dios y cerrado tambin a los hermanos. Pero sucede con frecuencia que cuando poseemos riquezas, se nos cierra el corazn poco a poco, casi sin darnos cuenta. Entonces comenzamos a justificar lo poco o mucho que poseemos. Defendemos nuestras actitudes y suavizamos el rudo mensaje del Seor. Acabamos poniendo como divisa de nuestro egosmo aquella frase de san Francisco de Ass: Dios mo y todas las cosas, pero entendida de otra manera. Sin embargo, la palabra del Seor es dura e incisiva: Yo les aseguro... "les lo repito.... En otro pasaje nos advierte que es ms fcil a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de los Cielos. Chesterton apunta con mucha gracia que, para explicar satisfactoriamente ese texto, hemos pedido ayuda a los industriales y a los zootecnistas. Los primeros se han puesto a fabricar una aguja enorme, a travs de cuyo ojo pudiera 4 pasar holgadamente, como bajo un arco del triunfo, un
camello. Los zootecnistas, por su parte, se han esforzado en producir una raza de camellos minsculos, que pudieran entrar fcilmente por el ojo ampliado de una super-aguja. Pero la palabra del Seor nos invita a un serio anlisis: Somos ricos? Reflexionemos sobre el esquema que nos presenta Emmanuel Mounier: Rico es sinnimo de hombre a quien nada se le resiste. Se cree dueo del mundo, pero es porque lo ha ido suprimiendo poco a poco. El mundo ha dejado de existir para l,- no tiene en cuenta sino su dinero y sus planes. La riqueza le reviste de un estilo fatuo y prefabricado. Es su actuacin mecnica y estereotipada su sonrisa. N o puede tener amigos, nicamente socios y a veces, cmplices. Para l slo cuentan las juntas directivas, los proyectos econmicos, los planes de produccin. Jess desea abrirnos el corazn a la esperanza y al servicio del prjimo. Tambin nuestros bienes materiales tienen un lugar en los planes de Dios. El nos ha regalado la oportunidad de compartirlos con tantos Lzaros que esperan, junto a nuestras casas. M u y cerca de nuestras ciudades.
Medir la fe por granos de mostaza es tan extrao como tasar en millas la paciencia, o en metros la humildad. Pero dice el Seor que, si tenemos fe, podremos cambiar las cosas de este mundo: ordenarle a una morera, o a un monte, que se traslade al mar. Se cuenta que san Gregorio Taumaturgo tuvo la ocurrencia de correr, con su bastn de peregrino, una colina que estorbaba la construccin de un templo. Pero nuestra fe no se arriesga a semejantes aventuras. Ser ms pequea que un grano de mostaza? Q u es la fe? Hemos odo muchas definiciones. Escojamos una, simple y elemental, para nuestra reflexin: Fe es contar con Dios en nuestra vida. Una pareja regresa al hogar, despus del nacimiento del primognito. Todo es igual en derredor, pero a la vez todo comienza a ser distinto. Hay una presencia que invade desde la mente y el corazn de los padres, hasta los ms remotos rincones de la casa. Ellos dos han empezado a contar con el hijo. Llega desde lejos un amigo a visitarnos. Por l reorganizamos nuestros quehaceres y reformamos nuestro horario. Nos esforzamos en compartir con l, en atenderlo. Contamos con l en nuestra vida. A
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U^f-J A s es la fe. N o consiste en adherirnos framente a una \ serie de conceptos teolgicos. Tampoco es la fe un sen-
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tido de la ley, que trata de orientar nuestra conducta. N i menos an la prctica de un conjunto de ritos. La fe tiene ante todo un elemento indispensable: el amor. Como ciertos medicamentos que contienen un estimulante. De lo contrario daaran el organismo. Nuestra fe es con frecuencia un ensayo incipiente. N o alcanzamos todava a contar con Dios" y esto a veces nos desalienta. Salimos de viaje a la madrugada, aramos la tierra, alzamos los brazos al cielo, aprendemos a soar y a sufrir, inventamos fetiches de uso personal, escrutamos el firmamento, gritamos en la noche. Pero slo podemos contar con Dios cuando El se revela a nuestro asombro. Pudo ser un da en que triunfamos. Comprendimos que tantos dones slo podran ser obra de sus manos. O nos lleg su amor a travs de un amigo, por la presencia amorosa del cnyuge
o del hijo.
O tal vez el golpe de una pena nos apart las vendas de los ojos. Entonces despertamos a un mundo maravilloso y nuevo. Comprendimos que El estaba cerca haca ya tiempo y nos levantamos de nuestra sombra para estrecharlo en una alianza perdurable. V i mos con inmensa sorpresa que Dios tena rostro de hombre, porque haba nacido de una mujer, Santa Mara la Virgen. Reorganizamos nuestros quehaceres para contar con El y modificamos nuestro horario en beneficio de nuestros hermanos. Ser nuestra fe mayor que un grano de mostaza? Quin lo sabr?. Pesarla en la balanza es tarea del Seor. De El, nos dice el libro de J o b que conoce el peso de los vientos y sabe a perfeccin cunto miden las aguas del abismo.
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t n nuestro entorno muchos gritan que somos indignos, y esto nos paraliza el corazn. O imaginamos tambin que el Seor es insensible como la mayora de los humanos.
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Sin embargo, el Jess que nos pinta el Evangelio es muy distinto. Los leprosos le llaman. El no vocifera. Se acerca y les dice con serenidad: Vayan a presentarse a los sacerdotes. Cuando Dios se hizo hombre nos dio a quienes le buscamos \a capacidad de unir a los hombres con Dios, y de juntar la tierra con el cielo. Cada cristiano posee entonces una capacidad sacerdotal. De donde se inicia una tarea diaria por la cual somos puentes, entre tantos que miran desde lejos al Seor y su b o n d a d misericordiosa. Nos toca entonces invitar a quienes permanecen alejados para que acudan ante el consejero prudente, al cnyuge que aguarda aquella confidencia, al profesor que sabe escuchar, a la visitadora de la empresa, a ese amigo que tiene el don especial de comprender situaciones difciles. Adems Cristo nos dej en su Iglesia a los sacerdotes ministeriales para el servicio de la fe y de los sacramentos. Quiz nos hemos alejado de ellos. Pero el Seor nos enva nuevamente a ellos. Jess es el Seor. Una palabra que san Pablo repite con frecuencia en sus cartas. Jess es el Seor, una frase que puede iluminarnos el camino de regreso, cuando el pecado, como una lepra nos abruma. "Si morimos con l, escribe el apstol a Timoteo, viviremos con l. Si perseveramos, reinaremos con l " . Q u e nunca se nos borre de nuestra memoria pecadora la persona de Jess, muerto y resucitado para salvarnos.
Vigesimonoveno domingo
El juez y la viuda
"Haba un juez en una ciudad, que ni tema a Dios ni le importaban los hombres. Y una viuda sola ir a decirle: Hazme justicia frente a mi adversario. San Lucas, cap. 28.
Muchos padecimos la tortura de memorizar aquellas frmulas matemticas de la ra^ cuadrada y de la raz cbica. Sin hablar de los logaritmos, con su caracterstica y su mantisa. La electrnica actual ha relegado todos estos tormentos a\ museo de la historia, facilitando de manera admirable los procesos de aprendizaje en todas las reas. Pero este avance quiz ha bloqueado en muchos educandos su capacidad de esfuerzo. Sin embargo, permanecen otros campos del saber y de la vida, que desafan nuestra capacidad de constancia. Por ejemplo, el caudal de erudicin que hoy se ofrece a alguien medianamente culto. O tambin las montonas tareas que la mayora de las empresas nos imponen. En la vida cristiana, \a tenacidad es condicin indispensable si queremos alcanzar alguna meta. El bien obrar nos exige perseverancia. El amor a los hermanos. Y de igual manera la prctica de la oracin. Jess, que saba de nuestra inconstancia, les cont una vez a sus discpulos una parbola, que refleja ciertas conductas de su tiempo. Era la historia de una viuda que rog a un abogado le ayudara en su problema. Quiz alguien procuraba arrebaA tarle la herencia de su esposo. O le haban invadido una huerta. O el vecino, a quien ha vendido una ovejas, ahora se niega a pagar. ^jj 379
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y sucedi, igual que hoy, que el juez se haca sordo a los reclamos de la viuda. Estara ocupado en otras causas que le reportaran mejor ingreso. Pero la viuda, al fin y al cabo mujer y necesitada, insista maana y tarde. Hasta que un da aquel hombre se dijo: es cierto que yo no temo a Dios ni me importa la gente. Pero esta mujer se me ha vuelto insoportable. Tendr que solucionarle su pleito. Y Jess mismo saca la conclusin: si este hombre inicuo obr as, qu no har el Padre de los cielos con sus hijos? De inmediato se nos viene a la mente aquel prrafo de otro lugar del Evangelio: "Quin de ustedes, si su hijo le pide un pan, le dar una piedra? y si le pide un pez le dar una culebra? Si pues ustedes, siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, Cunto ms su Padre que.est en los cielos!". Pero con cierta razn nos preguntamos. Durante cunto tiempo hemos de perseverar, para que conseguir lo que pedimos? A q u erramos, al enmarcar las cosas de Dios dentro de nuestras medidas humanas. Nuestra continuada peticin, a veces no alcanza lo deseado, pero nos mantiene unidos al Seor y nos transforma la vida. El Seor quiso compararse con aquel juez inicuo. Elevemos nosotros este esquema, un nivel superior: El es un Padre y nosotros sus hijos. Recordamos entonces el captulo 1 7 de Jeremas: "Bendito aquel que pone su esperanza en el Seor. El nunca defraudar su confianza. Es como un rbol plantado a las orillas del agua. Nunca dejar de dar frutos".
Trigsimo domlnfp
Para algunos que tenindose por justos, despreciaban a loi de ms. Cristo nos dedica personalmente esta parbola. Porque muchos de nosotros empleamos a las mil maravilla! lof mecanismos de defensa, que ensea la sicologa. Frente a cualqulff enemigo, alguno de ellos nos protege. Exageramos entonces nueitrtl cualidades, nos comparamos con los peores de nuestros amigol, bautizamos nuestras fallas cot nombres aceptables y sonoros. A la injusticia la llamamos viveza, al orgullo, dignidad. A l adulterio, aventura. A l despilfarro, gastos de representacin. O en otro campo: libertad a nuestra pereza. Autenticidad a la mala educacin. Prudencia a la avaricia. Constancia a la terquedad y a nuestra mediocridad, equilibrio. A n cuando hablamos con Dios, utilizamos hbilmente los mecanismos de defensa. Como el fariseo de la parbola, que oraba en un lugar destacado del templo "Seor, te doy gracias porque no soy como los dems: ladrones, injustos, adlteros,- ni como ese publieano". Cristo desea transformarnos, pero nos pide reconocer llanamente lo que somos. Por esto alaba la actitud del publieano: va al encuentro con Dios, no busca un lugar especial en el templo. Se reconoce pecador y ruega al Seor lo compadezca.
Es la otra cara de la moneda. A l aceptar sencillamente lo que somos lograremos, en el plano sicolgico, una valiente reconciliacin con la realidad. Esto nos librar de tensiones y angustias. Apareceremos ante la comunidad sin pretensiones ni prejuicios y nuestra relacin ser amable y fraterna. Delante de Dios alcanzaremos la medida exacta de nuestra grandeza: una enorme posibilidad de mal, pero tambin una inmensa capacidad de pecado. Somos criaturas limitadas, pero ante todo, hijos de Dios. Su obra maestra. Si a un rbol, aun al ms vencido, le arrancamos la hiedra, pronto se llenar de retoos y de frutos. A s sucede cuando nos despojamos de nuestros disimulos y capitulamos ante el Seor. Q u bueno que al recibir esta carta de Dios cambiramos, como en lgebra, los signos de nuestra vida, para rezar sencillamente: perdn, Seor, porque soy como los dems hombres. Y en ciertas ocasiones he sido an peor. La credencial para acercarnos al Seor es siempre un corazn sincero. Jess que comprendi la injusticia de Lev, el desorden sexual de la samaritana, y aun la violencia de un ladrn crucificado junto l, nunca pudo admitir la hipocresa de los fariseos.
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Los evangelistas no sealan que Zaqueo gritara o llamara la atencin del Seor. Pero lo cierto es que Jess lo descubri, a causa de su instinto peculiar para encontrarnos, cuando somos pecadores. Quiz tambin unos muchachos hacan burla de este hombre rollizo, instalado en su mirador. Su pose era en verdad ridicula. Pero nuestro personaje no haca caso y cuando el Seor pasaba tom las cosas por lado positivo, como es su costumbre. Saba que aquel hombre era rico. Se sentira honrado recibindolo. "Zaqueo, baja pronto, le dice el Maestro, porque hoy tengo que alojarme en tu casa . Deprisa, el publicano descendi del rbol y recibi a Jess con alegra. A l ver esto, muchos murmuraban: Q u clase de profeta es ste que entra en casa de un publicano? San Lucas transcribe unas palabras del anfitrin, no sabemos si al comienzo, o al final de la cena: "Seor, la mitad de mis bienes la doy a los pobres y si de alguno me he aprovechado, le restituir cuatro veces". El Maestro aadi de su parte: " H o y ha sido la salvacin de esta casa,- tambin este es hijo de Abraham". Zaqueo se libera entonces de una carga de injusticia y de riquezas que le oprima el corazn. Ahora ya respira libremente. A l contar este episodio, san M a t e o quien haba sido tambin publicano, anota: "Jess les dijo: " N o necesitan mdico los sanos, sino los enfermos". De un lado, nos admira la bondad del Seor, pero a la vez el esfuerzo de Zaqueo por encontrarlo. La misericordia de Dios permanece para siempre, como dice algn salmo. Pero nosotros si tratamos de buscarla?
Sobre esto hicieron escuela los discpulos de Sadoc, un sumo sacerdote, contemporneo de Salomn. Estos saduceos, habiendo odo algunas enseanzas de Cristo, quisieron interrogarlo sobre la resurreccin. Maestro, le dicen: Moiss orden que si una viuda ha quedado sin hijos, ha de casarse con su cuado, para darle al finado descendencia. Sucedi que una mujer, al quedar viuda, se despos con el hermano de su marido. Pero este tambin muri y ella se cas sucesivamente con los dems hermanos, hasta contar siete matrimonios. Cundo llegue la resurreccin, de cual de todos ellos ser esposa? El Seor escuch atentamente. Y cuando los saduceos 4 esperaban que optara por defender el derecho del pri-
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mero, o quiz del ltimo marido, les respondi de forma desconcertante: "En esta vida los hombres y mujeres se casan,- pero los que sean juzgados dignos de la vida futura y de la resurreccin, no se casarn". El Maestro explicaba que nuestros amores de esta tierra son apenas ensayo y prlogo de otros ms excelentes, que viviremos ms all de la muerte. Son amores solamente en borrador. En un proceso semejante al del gusano que se transforma en oruga, para luego cambiarse en mariposa. En seguida, Jess afirma que s habr una vida futura. Y se apoya en aquella palabra de Moiss, quien ante la zarza que arda sin consumirse, llama al Seor "Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob". Si estos son hombres muertos, no valdra relacionarnos
Trigesimotercer domingo
En tierra de Hus
Se alzar pueblo contra pueblo y reino contra reino; habr grandes terremotos y grandes signos en el cielo. Pero ni un cabello de su cabeza perecer. Con su perseverancia salvarn sus almas". San Lucas, cap. 21.
con Yavh.
Comprendemos entonces que esta vida y todos sus amores, han de lograr su plenitud en ese maana de la resurreccin. San Pablo escriba a los corintios: "El amor nunca muere... Cuando venga lo perfecto, desaparecer lo imperfecto. . Ahora permanecen la fe la esperanza y el amor. Pero el mayor de los tres es el amor". Todo esto nos motiva para examinar y calificar nuestros amores. Calificar significa llenar de valores todas nuestras actitudes. Y san Pablo aada: "El amor es paciente, es servicial. N o es envidioso. N o le gusta aparentar, ni se hace el importante. N o acta con bajeza, ni busca su propio inters. N o se deja llevar por la ira, sino que olvida las ofensas y las perdona". Sii en nuestra vida de familia, aplicramos estas enseanzas del Seor, todos nuestros hogares seran comunidades de alegra y de paz. Si viviramos el amor, bajo el signo de la resurreccin de Cristo, de donde ha de brotar la nuestra, ya no estaramos amand o en borrador.
San M a t e o , san Marcos y san Lucas, antes de contarnos la pasin del Seor, nos hablan de futuras y grandes tribulaciones: "El sol se oscurecer,- se alzar pueblo contra pueblo,- habr en diversos lugares hambre y terremotos". N o es fcil la interpretacin de este pasaje. Algunos lo refieren a la toma de Jerusaln por Tito. Otros prefieren relacionarlo con la destruccin del mundo, que segn algunos preceder al reino definitivo de Dios. Pero Cristo vino a explicarnos que su Reino no llegar despus de una catstrofe. Es ms bien el fruto de una transformacin larga y laboriosa. Aunque al mirar objetivamente la historia de todos los tiempos, encontramos siempre las guerras, las catstrofes y los crmenes. Definitivamente el mundo est manchado por el mal. Sin embargo, la actitud de un cristiano ante los problemas que nos rodean, no puede ser de indiferencia. Nuestra fe nos compromete con el mejoramiento del mundo. N o s motiva a orar, a apoyar iniciativas. A detectar las races del mal y dejando de lamentar sus efectos. Cada uno de nosotros puede reunir las fuerzas dispersas, puede anunciar, puede denunciar. Adems, enseguida de tan duras profecas, los evangelistas colocan una palabra de esperanza: el Seor est cerca.
hst cerca, porque tantos dolores nos preparan para un cambio decisivo y profundo. Ojal sea el de nuestro propio corazn. Nos preparan para que entendamos la vida de otro modo, les demos a las cosas su valor relativo, comprendamos la dignidad de nuestro hermano, volvamos a Dios, a sus preceptos, a la confianza en sus promesas. Tambin est cerca, porque en medio de tanta oscuridad nunca nos abandona. La frase de san Lucas viene a fortalecernos. " N i un cabello de su cabeza perecer". Entonces recordamos otra frase del Maestro: " N o se venden dos pajarillos por una moneda? Y sin embargo ninguno caer por tierra sin el permiso de su Padre . Y volvemos a descubrir la accin continuada de Dios. A pesar de los odios, de las venganzas, de todo el mal que nos inunda, mezcla sobre el surco cada da humedad y calor para que reviente la semilla. Combina con sabidura los cromosomas para regalarle a un nio unos ojos color de aceituna. Fecunda cuidadosamente las rosas y coloca una espora sobre la brisa para que el musgo comience a abrigar las rocas. Haba en tierra de Hus un varn llamado J o b , hombre ntegro y . recto, temeroso de Dios y apartado del mal...'As cuenta la Biblia, y el ltimo captulo del libro' nos dice: "Vvh restableci a J o b en su estado y acrecent hasta el duplo todo cuanto antes poseyera... Porque este hombre, a pesar de haber conocido el dolor hasta el extremo, nunca dej extinguir en su pecho la esperanza.
Por qu ser que la mayora de los poemas nos hablan del recuerdo? Es l una parte del alma donde guardamos huellas de los seres amados. Una pequea regin de nuestro ser, donde le hemos consagrado un altar al amigo, a cuya sombra nos protegemos de tantas soledades. Para esta labor, amable y ardua a la vez de recordar, le hemos pedido ayuda a la materia. Levantamos obeliscos, fundimos el bronce, labramos la madera y el mrmol. Grabamos un corazn y un nombre en la corteza de aquel rbol. Seala el evangelista que uno de los ladrones crucificados con Jess conoca el valor del recuerdo. Quiz alguna vez volvi a encontrarse con la mujer que amaba y comprob que el recuerdo le haba fortalecido en las ausencias. Pero este profeta nazareno que agonizaba a su lado, tendra capacidad de algn recuerdo ms limpio, ms fuerte, ms lleno de esperanza? A l fin y al cabo el recuerdo nace del amor y contaban que el Nazareno amaba de una manera extraordinaria, aun a sus propios enemigos. Q u pasara si este vecino agonizante se acordara de l, cuando los dos marcharan por ese camino inexplorado de la muerte? Entonces, desde su dolor y su agona, le grit al Maestro: Jess, acurdate de m cuando ests en tu reino. El Evangelio acostumbra narrar las cosas ms altas, con sencillez extraordinaria. "Jess le respondi: hoy estars conmigo en el paraso".
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A m a d o ervo nos dice en su poema de la "Hermana A g u a " , que ella toma la forma de los vasos que la contienen. A s tambin la oracin. Se reviste de muy variadas formas, segn el corazn de los nombres. A veces fluye como suave alabanza. Otras veces es splica, reclamo, grito, gemido, accin de gracias, peticin repetida o incansable. t n otras ocasiones, es apenas \a expresin de una duda que nos taladra, \a queja que traduce nuestra angustia interior, o nuestro desconcierto. Pero a cada paso necesitamos decirle algo a\ Seor. Pedirle que se acuerde de nuestra pequenez. Necesitamos sobre el corazn de Dios un espacio, aunque sea muy pequeo, que nos pertenezca totalmente, que est marcado con nuestro propio nombre. Pero el Seor sabe hacer cambios admirables. Es su manera de negociar con nosotros. Un da en Cana, troc el agua en vino. Lambi el corazn de un cobrador de impuestos por el de un apstol evangelista. Otra vez, convirti la peticin de un recuerdo en un derecho para poseer de inmediato el paraso. lodos los das puede el Seor cambiar nuestra oracin, pobre y quebrantada, en gracia y en paz perdurables. El secreto es que El nos ama y nunca se olvidar de nosotros. Nos lo dijo por boca de Isaas: Acaso olvida una mujer a su nio de pecho? Pues aunque ella lo olvide, yo nunca me olvidar de mi pueblo. Porque lo tengo tatuado aqu en mis manos".
NDICE
Prtico
CICLO ( A ) TIEMPO ADVIENTO
Primer domingo. Una Navidad distinta Segundo domingo. Sera muy fcil Tercer domingo. Eres T el Mesas? Cuarto domingo. Emmanuel Natividad del Seor. En el principio era el Verbo La Sagrada Familia. Confiarnos al misterio Solemnidad de Santa Mara Madre de Dios. A o Nuevo Epifana del Seor. A la luz de una estrella Bautismo del Seor. Las angustias del Padre Tobas 9 1 1 13 15 17 19 21 23 26
TIEMPO CUARESMA
Primer domingo. Nuestra dbil condicin Segundo domingo. Las transfiguraciones Tercer domingo. Un humilde adjetivo Cuarto domingo. Nuestro barro Quinto domingo. Dios no tiene prisa Domingo de Ramos. Dios necesita de nosotros 29 31 33 35 37 39
TRIDUO SACRO
Jueves Santo. La vspera de su pasin Viernes Santo. Nadie tiene mayor amor Sbado Santo. Noche de lumbre y gozo 41 43 45
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T I E M P O PASCUA Primer domingo. Dnde lo han puesto? Segundo domingo. Gracias, Toms Tercer domingo. Los reporteros de Emas Cuarto domingo. El lbum familiar Quinto domingo. En casa de mi Padre Sexto domingo. Amigos de tiempo completo Domingo de Pentecosts. Nuestro Espritu Santo Solemnidad de la Santsima Trinidad. La intencin de Jess Solemnidad del Corpus Christi. Por qu le buscamos? 48 50 ...52 54 56 58 60 62 64
Vigesimocuarto domingo. Cerremos el museo Vigesimoquinto domingo. Aunque ya por la tarde Vigesimosexto domingo. El dilema de Hamlet Vigesimosptimo domingo. La cancin de la via Vigesimoctavo domingo. Alguien se ha enamorado? Vigesimonoveno domingo. El problema del fisco Trigsimo domingo. Dios sigue conversando Trigesimoprimer domingo. Una ciudad llamada hipocresa Trigesimosegundo domingo. Una virginidad condicionada Trigesimotercer domingo. Cuando el Seor se marcha Trigesimocuarto domingo. Una tienda hecha del da
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TIEMPO
ORDINARIO 66 68 70 72 74 76 78 80 82 84 86 88 90 92 94 95 98 100 102 1 04 106 1Q8 TIEMPO ADVIENTO 157 159 161 A ||r^ CICLO B FESTIVIDADES y O T R O S Nuestra Seora de la Candelaria. Nuestra Seora de la Luz San Juan Bautista. Fbrica de silencio San Pedro y San Pablo. Quin tiene las llaves? Asuncin de Nuestra Seora. Nuestro compaero inseparable Domingo Universal de las Misiones Misin es compartir Da Universal de las Misiones (Ciclo B) Enseamos a amar Da Universal de las Misiones (Ciclo C ) Ha llegado la hora Todos los Santos. Ciertas vidas de santos Conmemoracin de los difuntos. Como el grano de trigo Dedicacin de la Baslica de Letrn. Es otra dimensin Inmaculada Concepcin de Mara. La llena de gracia 144 146 148 150 152 142 132 1 34 136 138
Segundo domingo. El Cordero de Dios Tercer domingo. Pescadores de hombres Cuarto domingo. Las palabras enfermas Quinto domingo. El riesgo de ser distintos Sexto domingo. S o no Sptimo domingo. La ley del Talin Octavo domingo. Pjaros y lirios Noveno domingo. Prevencin de desastres Dcimo domingo. Su majestad, la persona humana Undcimo domingo. El tambin me llam Duodcimo domingo. De parte de Dios Decimotercer domingo. La paga del profeta Decimocuarto domingo. La gente sencilla Decimoquinto domingo. Las parbolas del lago Decimosexto domingo. Ser cizaa o parecerlo Decimosptimo domingo. En busca del tesoro Decimoctavo domingo. Hambre Decimonoveno domingo. Como un fantasma Vigsimo domingo. Una mujer cananea Vigesimoprimer domingo. La teora de Hegel
(Ciclo A)
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Primer domingo. Llega el Seor Segundo domingo. Ocurri un 6 de agosto Tercer domingo. Haba un reloj de sol
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Cuarto domingo. Navidad, para qu? Natividad del Seor. El ltimo Evangelio La Sagrada Familia. Las matemticas de Dios Santa Mara Madre de Dios. Despunta un nuevo ao Epifana del Seor. Melchor, Gaspar y Baltasar Bautismo del Seor. Hombres de Cristo
Sexto domingo. La voluntad de Dios Sptimo domingo. Un Dios de vacaciones Octavo domingo. Por Dios, pongmonos al da! Noveno domingo. El cristal con que se mire Dcimo domingo. N o estaba en sus cabales Undcimo domingo. Tiempo de sementera Duodcimo domingo. La noche sosegada
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TIEMPO CUARESMA
Primer domingo. Aquellos pactos con el diablo Segundo domingo. Aviso para caminantes Tercer domingo. El enojo de Cristo Cuarto domingo. Yo anuncio a Jesucristo Quinto domingo. Qu ves t? Domingo de Ramos. Esos reyes del naipe Triduo Sacro (ver pg. 4 1 ) 175 177 179 181 183 185
Decimotercer domingo. Basta que tengas fe Decimocuarto domingo. N o es ste el carpintero? Decimoquinto domingo. Un bastn y nada ms Decimosexto domingo. A l tiempo lo van a matar? Decimosptimo domingo. Mis cinco panes y mis dos peces Decimoctavo domingo. Por qu le buscamos? Decimonoveno domingo. Discpulos de Dios Vigsimo domingo. El pan y su misterio Vigesimoprimer domingo. Ms duro, el corazn
T I E M P O PASCUA Domingo de Pascua. Amenazados de resurreccin Segundo domingo. El arte de perdonar Tercer domingo. Sbalom Cuarto domingo. Esperanza, alegra de vsperas Quinto domingo. Para comprar un dromedario Sexto domingo. La escala del amor Ascensin del Seor. Necesitamos el xtasis Pentecosts. Por el fuego y el viento Santsima Trinidad. S, creemos! Solemnidad del Corpus Cbristi. Nuestro pan y nuestro vino 205 187 189 191 193 195 197 199 201 203
Vigesimosegundo domingo. La caja de Pandora Vigesimotercer domingo. Admire, por favor! Vigesimocuarto domingo. Una cruz con rodachinas Vigesimoquinto domingo. Quin ser el mayor? Vigesimosexto domingo. De la Iglesia y el mundo Vigesimosptimo domingo. Felices por incompatibilidad Vigesimoctavo domingo. Un deseo rebelde Vigesimonoveno domingo. Y despus qu? Trigsimo domingo. El hijo de Timeo Trigesimoprimer domingo. A El y al prjimo Trigesimosegundo domingo. All en Dar-es-Salam Trigesimotercer domingo. Teologa del fracaso Trigesimocuarto domingo Yo no me acuerdo
TIEMPO ORDINARIO
Segundo domingo. Maestro dnde habitas? Tercer domingo. Un verbo con mala ortografa 207 209 21 1 213
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Tercer domingo. Entonces qu hacemos? Cuarto domingo. La Virgen va de viaje Natividad del Seor. La fbula del ngel cojo La Sagrada Familia. Los hijos no obedecen; imitan Epifana del Seor. Lo ms importante Bautismo del Seor. A l estilo de los cristianos
Sptimo domingo. Ir contra la corriente Octavo domingo. A l estilo sapiencial Noveno domingo. La fe de un pagano Dcimo domingo. El cordero expiatorio Undcimo domingo. La casa de Simn Duodcimo domingo. Pedro obtiene las mejores notas Deci :imotercer domingo. De qu espritu somos?
335 337 339 341 343 345 347 349 351 353 355 357 359 361 363 365 367 369 371 373 375 377 379 381 383 385 387 389
TIEMPO CUARESMA
Primer domingo. N o nos dejes caer Segundo domingo. En un mundo cambiante Tercer domingo. Cuando Dios no responde Cuarto domingo. El pequeo hermano mayor Quinto domingo. La ley o la vida Domingo de Ramos. Platero y El Triduo Sacro (Ver pg. 4 1 ) 293 295 297 299 301 303
Dec:imocuarto domingo. Las costumbres de Dios Deci :imoquinto domingo. Tambin es mi prjimo Dec, :imosexto domingo. La leccin de Betania Deci :imosptimo domingo. Cuatro palabras Dec, :imoctavo domingo. Tener o no tener Dec, :imonoveno domingo. La lmpara encendida Vigsimo domingo. Teologa del fuego Vigesimoprimer domingo. La puerta estrecha Vigesimosegundo domingo. N o sabemos soar
T I E M P O PASCUA Domingo de Pascua. Al amanecer, junto al sepulcro Segundo domingo. El amigo que duda Tercer domingo. Todo sigue lo mismo Cuarto domingo. As vale la pena .. Quinto domingo. Nuestra marca de fbrica Sexto domingo. La paz ardiente Solemnidad de la Ascensin. Y ahora qu hacemos? Pentecosts. Las imgenes de Dios Santsima Trinidad. Querido Dios Solemnidad del Corpus Christi. La vspera de su pasin 305 307 309 31 1 313 31 5 317 319 321 323
Vigesimotercer domingo. Este era un rey Vigesimocuarto domingo. Una mujer y diez monedas Vigesimoquinto domingo Nos falta originalidad Vigesimosexto domingo. Este era un hombre Vigesimosptimo domingo. Como un grano de mostaza Vigesimoctavo domingo. Quienes miramos desde lejos Vigesimonoveno domingo. El juez y la viuda Trigsimo domingo. Carta por recomendado Trigesimoprimer domingo. Un hombre de baja estatura Trigesimosegundo domingo. Amor en borrador Trigesimotercer domingo. En tierra de Hus Trigesimocuarto domingo. El valor de un recuerdo
TIEMPO ORDINARIO
Segundo domingo. Las llenaron hasta arriba Tercer domingo. Arriba las buenas noticias!
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Cuarto domingo. Almacn de milagros Quinto domingo. A l final de la noche Sexto domingo. La piedra filosofal
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