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Hacer ciencia. Teoría y práctica de la producción científica
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Libro electrónico1286 páginas17 horas

Hacer ciencia. Teoría y práctica de la producción científica

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Este libro parte del estudio de la ciencia como actividad y presenta guías prácticas para diseñar proyectos, realizar investigaciones, publicar resultados y participar en la tarea colectiva de construir más y mejor conocimiento.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento15 jul 2024
ISBN9789972573484
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    Vista previa del libro

    Hacer ciencia. Teoría y práctica de la producción científica - Héctor Maletta

    ©Héctor Maletta, 2015

    ©Universidad del Pacífico

    Av. Salaverry 2020

    Lima 11, Perú

    www.up.edu.pe

    HACER CIENCIA. TEORÍA Y PRÁCTICA DE LA PRODUCCIÓN CIENTÍFICA

    Héctor Maletta

    1a edición: noviembre de 2015

    Diseño de la carátula: Icono Comunicadores

    Tiraje: 700 ejemplares

    ISBN: 978-9972-57-339-2

    Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2015-15524

    ISBN e-book: 978-9972-57-348-4

    Digitalizado y Distribuido por Saxo.com Perú S.A.C.

    www.saxo.com/es

    yopublico.saxo.com

    Telf: 51-1-221-9998

    Dirección: Av. 2 de Mayo 534 Of. 304, Miraflores

    Lima-Perú

    BUP

    Maletta, Héctor.

    Hacer ciencia : teoría y práctica de la producción científica / Héctor Maletta. -- 1a edición. -- Lima : Universidad del Pacífico, 2015.

    699 p.

    1. Producción científica

    2. Ciencia -- Filosofía

    3. Investigación científica

    I. Universidad del Pacífico (Lima)

    001.42 (SCDD)

    Miembro de la Asociación Peruana de Editoriales Universitarias y de Escuelas Superiores (Apesu) y miembro de la Asociación de Editoriales Universitarias de América Latina y el Caribe (Eulac).

    La Universidad del Pacífico no se solidariza necesariamente con el contenido de los trabajos que publica. Prohibida la reproducción total o parcial de este texto por cualquier medio sin permiso de la Universidad del Pacífico.

    Derechos reservados conforme a Ley.

    PREFACIO

    Este libro continúa la indagación del autor sobre la naturaleza de la actividad científica, sobre la cual publicó anteriormente un volumen titulado Epistemología Aplicada (Lima: Universidad del Pacífico, Cepes y CIES, 2009). Aquel libro limitaba el examen de la teoría de la ciencia a las principales escuelas de filosofía de la ciencia que florecieron en torno a la mitad del siglo XX: el positivismo, el falsacionismo de Popper, y los aportes de Kuhn y Lakatos sobre paradigmas y programas de investigación científica.

    El presente volumen retoma aquella indagación, pero la amplía y modifica considerablemente. Su parte fundamental radica en los enormes avances ocurridos en las últimas décadas, que han transformado completamente la teoría de la ciencia, que ya no es solo una disciplina filosófica sino una rama de la propia ciencia, una epistemología científica. Ese profundo cambio conceptual permite examinar en forma directa, con datos empíricos, la naturaleza de la actividad científica, y derivar normas prácticas para esa actividad. Quizá el aporte o propuesta central de este libro es precisamente ese: que la antigua filosofía de la ciencia se está transformando en una ciencia de la ciencia.

    Este libro no hubiese sido posible sin el acicate brindado por los estudiantes de posgrado ante quienes fueron expuestos estos conceptos en varias universidades donde el autor tuvo el privilegio de exponer sus interrogantes y algunas de sus conclusiones. Esas universidades incluyeron sobre todo a la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la Argentina, y a la Universidad del Pacífico (UP) en Lima. Adicionalmente, el autor ha dictado cursos sobre estos asuntos en otras casas de estudio de la Argentina como la Universidad del Salvador (Buenos Aires), la Universidad Nacional de Entre Ríos (Paraná), la Universidad Nacional de Salta (Salta), la Universidad Nacional de Cuyo (Mendoza), la Universidad Católica de Córdoba en la ciudad del mismo nombre, y la Pontificia Universidad Católica Argentina (UCA) en Buenos Aires; y también en universidades de Bolivia (Universidad Nacional Mayor de San Simón, Cochabamba) y del Perú (Universidad ESAN).

    Asimismo, el libro no podría haber llegado a su estado actual sin los sagaces comentarios y críticas de varios colegas, entre los cuales sobresalen Jürgen Schuldt, Guillermo Rochabrún y César Guadalupe, así como los anónimos revisores del manuscrito designados por el Fondo Editorial de la Universidad del Pacífico. El Centro de Investigación de la Universidad del Pacífico, dirigido por Cynthia Sanborn, brindó un óptimo ámbito para la preparación del manuscrito, y las responsables del Fondo Editorial de la UP, Liuba Kogan y María Elena Romero, brindaron una paciente e invalorable asistencia para la presente edición del libro. A todos ellos el autor en primer lugar les hace llegar su agradecimiento, y en segundo lugar los excusa de los múltiples defectos que seguramente todavía existen en el texto a pesar de sus esfuerzos.

    CONTENIDO GENERAL

    1. Introducción

    PRIMERA PARTE: TEORÍA DE LA CIENCIA

    2. Filosofías de la ciencia: Positivismo y falsacionismo

    3. Filosofías de la ciencia: El giro histórico

    4. Filosofías de la ciencia: El giro relativista

    5. Ciencia de la ciencia: La Epistemología naturalizada

    6. Ciencia de la ciencia: La perspectiva evolucionaria

    7. La ciencia y las disciplinas científicas

    SEGUNDA PARTE: PRÁCTICA DE LA CIENCIA

    8. Características de la producción científica

    9. El proceso de producción científica

    10. Temas, problemas y proyectos de investigación

    11. La investigación como parte de la producción científica

    12. Argumentación científica

    13. El discurso expositivo científico

    14. La estructura del texto expositivo cientifico

    15. Recapitulación: Una epistemología aplicada

    REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

    CONTENIDO ANALÍTICO

    1. Introducción

    1.1 Aprender a hacer ciencia

    1.2 Ciencia y producción científica: ideas preliminares

    1.3 Producción, investigación, comunicación

    1.4 De la teoría de la ciencia a la práctica de la ciencia

    PRIMERA PARTE: TEORÍA DE LA CIENCIA

    2. Filosofías de la ciencia: Positivismo y falsacionismo

    2.1 Positivismo

    2.1.1 Empirismo y positivismo clásicos

    2.1.2 Positivismo lógico

    2.1.3 Problemas del empirismo y el positivismo

    2.2 Falsacionismo

    2.2.1 El falsacionismo de Karl Popper

    2.2.2 Problemas del falsacionismo

    2.3 Problemas de justificación del razonamiento lógico

    3. Filosofías de la ciencia: El giro histórico

    3.1 Kuhn: Paradigmas y revoluciones científicas

    3.2 Lakatos y la metodología de los programas científicos

    4. Filosofías de la ciencia: El giro relativista

    4.1 Anarquismo epistemológico

    4.2 La inconmensurabilidad de los paradigmas

    4.3 Relativismo posmoderno

    4.4 La ciencia como construcción social

    4.5 La ciencia como mera convención

    4.6 La ciencia como retórica

    4.7 Irracionalismo e intuición

    4.8 Conclusiones sobre el relativismo epistemológico

    4.9 Factores del rechazo de la ciencia

    4.9.1 El carácter contraintuitivo de la ciencia

    4.9.2 Temor a las consecuencias e implicaciones de la ciencia

    4.9.3 Prejuicios sobre temas específicos

    5. Ciencia de la ciencia: La Epistemología naturalizada

    5.1 El concepto de una Epistemología naturalizada

    5.1.1 La justificación en Epistemología naturalizada

    5.1.2 Ser y deber ser en Epistemología

    5.2 Pioneros de la Epistemología naturalizada

    5.2.1 Ernst Mach y las bases biológicas de la ciencia

    5.2.2 Peirce, Dewey y la Epistemología pragmática

    5.2.3 Quine y la Epistemología naturalizada

    5.3 Problemas centrales de una ciencia de la ciencia

    5.4 La Sociología de la ciencia

    5.4.1 Weber: La ciencia como vocación

    5.4.2 Merton y la sociología funcionalista de la ciencia

    5.4.3 Cientometría: el análisis cuantitativo de la producción científica

    5.5 La Economía de la ciencia

    5.6 La Psicología de la ciencia

    6. Ciencia de la ciencia: La perspectiva evolucionaria

    6.1 Procesos selectivos y evolución: su relación con la Epistemología

    6.1.1 Evolución y selección

    6.1.2 Evolución biológica

    6.1.3 La evolución, más allá de la Biología

    6.1.4 La perspectiva evolucionaria en Epistemología

    6.2 Psicología Evolucionaria: la evolución de la mente humana

    6.3 La evolución cognitiva y su relación con la Epistemología

    6.4 Evolución social y conceptual en la ciencia

    6.5 La evolución de la estructura social de la ciencia

    6.5.1 Asociaciones científicas

    6.5.2 Producción científica y formación de científicos

    6.5.3 La microdinámica de la ciencia: Publish or perish

    6.5.4 Problemas y tendencias en el sistema de publicación científica

    6.6 Evolución conceptual: La selección natural de teorías

    6.6.1 Popper y la selección de teorías

    6.6.2 Donald Campbell: Variación ciega y retención selectiva de conocimiento

    6.6.3 Evolución conceptual en la epistemología evolucionaria

    6.6.4 David Hull y la evolución conceptual en la ciencia

    6.7 Conclusiones sobre la naciente ciencia de la ciencia

    7. La ciencia y las disciplinas científicas

    7.1 Unidad y diversidad de la ciencia

    7.2 Ciencias Sociales y Ciencias Naturales

    7.2.1 ¿Un divorcio epistemológico?

    7.2.2 Causales del divorcio: ¿Dualismo metodológico?

    7.2.3 Causales del divorcio: ¿Dualismo cognoscitivo?

    7.2.4 Causales del divorcio: ¿Dualismo ontológico?

    7.2.5 Reconciliación y convivencia

    7.3 Una jerarquía objetiva de temas y disciplinas científicas

    7.4 Las disciplinas científicas

    7.4.1 División y especialización del trabajo científico

    7.4.2 Divisiones sin fundamento epistemológico

    7.4.3 Hacia una organización racional de las Ciencias Sociales

    7.5 Enfoques interdisciplinarios y transdisciplinarios

    SEGUNDA PARTE: PRÁCTICA DE LA CIENCIA

    8. Características de la producción científica

    8.1 La ciencia como contenido y como método

    8.2 El carácter social de la producción científica

    8.3 Raciocinio y evidencia empírica

    8.4 Lógica intuitiva y método científico

    8.5 Naturalismo científico

    8.6 La ética de la ciencia

    9. El proceso de producción científica

    9.1 Macrociencia: la organización de la producción científica

    9.2 Microciencia: El proceso científico a nivel de individuos y grupos

    9.3 Esquema general del proceso de producción científica

    9.4 Circulación y validación de la producción científica

    10. Temas, problemas y proyectos de investigación

    10.1 Estudio e investigación

    10.2 Temas y problemas en la investigación científica

    10.3 Problemas no científicos

    10.3.1 Problemas cotidianos

    10.3.2 Problemas filosóficos

    10.3.3 Problemas sociales

    10.4 Problemas relevantes e irrelevantes

    10.5 Investigación básica, aplicada y tecnológica

    10.6 Ideas, mapas conceptuales y perfiles de producto

    10.6.1 La idea inicial

    10.6.2 Mapas conceptuales

    10.7 Perfil anticipado de productos escritos

    10.8 Clases de problemas de investigación

    10.9 Programas, áreas, problemas, proyectos

    10.10 Resultados y productos de la investigación

    11. La investigación como parte de la producción científica

    11.1 El proceso de investigación

    11.2 Estrategia de investigación

    11.3 La explicación científica

    11.4 Explicación, reducción y propiedades emergentes

    11.5 Investigaciones teóricas y empíricas

    11.6 Diseños experimentales y no experimentales

    11.6.1 Diseños experimentales

    11.6.2 Experimentos naturales

    11.6.3 Diseños explicativos no experimentales

    11.7 Tipos de hipótesis

    11.8 Diseños tecnológicos o de desarrollo

    11.9 Investigación cualitativa o cuantitativa: Una falsa disyuntiva

    11.9.1 Aspectos importantes en la (falsa) disyuntiva

    11.9.2 Criterios metodológicos

    11.9.3 El uso injustificado de métodos cualitativos

    11.9.4 El uso injustificado de métodos cuantitativos

    11.10 Investigación exploratoria

    11.10.1 Cuándo y por qué

    11.10.2 Investigación exploratoria, abducción y generación de hipótesis

    11.10.3 Investigación exploratoria y construcción de indicadores

    11.11 La delimitación de la investigación

    11.12 El plan de trabajo

    11.13 El proyecto como propuesta institucional

    12. Argumentación científica

    12.1 Argumentación y explicación

    12.2 La estructura interna de una argumentación

    12.3 Evidencia probatoria y objeciones

    12.4 El desarrollo de la argumentación

    13. El discurso expositivo científico

    13.1 El discurso expositivo en general

    13.2 Características de los escritos científicos

    13.3 Géneros de discurso científico

    13.3.1 Artículos

    13.3.2 Reseñas

    13.3.3 Otros documentos científicos breves

    13.3.4 Tesis, libros e informes técnicos extensos

    13.4 De la investigación a la producción de escritos científicos

    13.5 Decisiones en la producción de escritos científicos

    13.6 Alcance y contenido del producto escrito

    13.7 La estrategia expositiva

    13.8 Estructura jerárquica del discurso expositivo

    13.9 El esquema de contenido y su desarrollo

    14. La estructura del texto expositivo científico

    14.1 Generalidades

    14.2 Los elementos: palabras y oraciones

    14.3 El párrafo en el discurso expositivo

    14.4 Clases de párrafo expositivo

    14.4.1 Párrafos corroborativos

    14.4.2 Párrafos adversativos

    14.4.3 Párrafos definicionales

    14.4.4 Párrafos descriptivos

    14.4.5 Párrafos enumerativos y clasificatorios

    14.4.6 Párrafos comparativos

    14.4.7 Párrafos de síntesis

    14.4.8 Párrafos conectivos

    14.5 El desarrollo de los párrafos

    14.6 Criterios para evaluar párrafos

    14.7 Cómo mejorar el impacto de un párrafo

    14.8 Desarrollo de secciones y capítulos

    14.9 El ordenamiento secuencial de los temas

    15. Recapitulación: Una epistemología aplicada

    REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

    1. INTRODUCCIÓN

    1.1 A PRENDER A HACER CIENCIA

    La temática de la ciencia y su metodología ha sido tratada tradicionalmente en (por lo menos) tres niveles completamente separados. En primer lugar, existe numerosa bibliografía sobre Epistemología, es decir la teoría de los fundamentos del conocimiento científico. En segundo lugar, existe una amplia bibliografía destinada a tratar los métodos y técnicas de la investigación científica, es decir, los procedimientos para la obtención y análisis de datos científicos. En tercer lugar, hay una copiosa cantidad de manuales sobre cómo escribir tesis, artículos científicos y otros textos destinados a la exposición y circulación del conocimiento científico. Se han definido así en la práctica tres ámbitos temáticos: (a) qué es la ciencia, (b) cómo se hace investigación científica y (c) cómo se comunican los conocimientos científicos. Usualmente estos ámbitos son tratados separadamente, y por distintos especialistas. Las discusiones sobre los fundamentos del conocimiento científico son usualmente conducidas por filósofos; los métodos y técnicas de investigación son presentados por especialistas de las distintas disciplinas; y los manuales sobre cómo escribir textos científicos suelen ser escritos por especialistas en lenguaje y comunicación.

    Ese tratamiento separado de los tres ámbitos temáticos no es conveniente, no es fructífero ni tiene basamento en ninguna metodología. Este libro pretende contribuir a la superación de esa desconexión entre los tres niveles. Su contenido incluye el análisis epistemológico de la actividad científica, las pautas generales de la investigación científica que de él se derivan (incluyendo la elaboración teórica y la investigación empírica) y las que conciernen a la comunicación de los resultados alcanzados por la investigación, todo ello como partes del proceso de producción científica. Tanto la investigación como la comunicación se consideran parte esencial del proceso de producción científica y, por lo tanto, los métodos de ambas están entrelazados y conectados y dependen, ambos, de la Epistemología. Son, precisamente, la aplicación de la Epistemología para organizar la producción científica. La razón fundamental para unir todas estas perspectivas es que la Epistemología nos dice que la ciencia no es algo acabado, algo que se sabe, sino esencialmente algo que se hace, y el proceso de hacer ciencia incluye tanto la investigación propiamente dicha como la comunicación científica. La ausencia de cualquiera de esos elementos mutilaría e invalidaría el proceso de producción científica. Otra razón para unirlas es que los métodos y técnicas para la investigación y para la comunicación científica no son meras convenciones arbitrarias sino que se derivan de la naturaleza de la ciencia y dependen, por lo tanto, de la Epistemología.

    Este libro por eso tiene dos partes. La primera (capítulos 1 al 7) se dedica a estudiar la naturaleza y los fundamentos de la actividad científica, es decir a presentar la teoría de la ciencia (también llamada epistemología). En esa primera parte, se revisan las principales corrientes en la teoría de la ciencia y se enfatiza la transición que ha venido ocurriendo en época reciente desde un enfoque puramente deductivo-especulativo (la "filosofía de la ciencia) hacia un enfoque científico con bases empíricas (la ciencia de la ciencia"). La segunda parte (capítulos 8 al 15) aplica esos conceptos a la práctica de la producción científica, que comprende la investigación y la comunicación científica. En esa segunda parte se presentan principios metodológicos para el diseño y la ejecución de la investigación científica, y para la comunicación científica. Ambos elementos se consideran esenciales pues la ciencia es una actividad colectiva en la que los resultados obtenidos por cada investigador (o grupo de investigadores) son publicados y comunicados en modo tal que puedan ser discutidos, examinados, replicados, validados, o eventualmente corregidos o descalificados, mediante el análisis crítico que realizan otros investigadores.

    La primera parte es, pues, conceptual, y la segunda, eminentemente práctica. El libro se orienta, así, a la formación de los investigadores, ofreciendo no solo una descripción de las reglas prácticas sino también sus fundamentos epistemológicos. Un libro anterior del autor (Maletta 2009) estaba centrado en los aspectos prácticos de la actividad científica, con un tratamiento muy sumario de las cuestiones epistemológicas (que cubría principalmente las obras de filósofos de la ciencia como Popper, Kuhn y Lakatos). Este libro dedica más atención a la epistemología, al análisis de la actividad científica, y sobre todo al desarrollo reciente de una epistemología científica o ciencia de la ciencia, dando por ello un tratamiento algo más breve de los aspectos preceptivos. Sin tener claros esos fundamentos, las reglas prácticas de la ciencia resultarían caprichosas y sin valor.

    1.2 C IENCIA Y PRODUCCIÓN CIENTÍFICA: IDEAS PRELIMINARES

    Una concepción habitual de la ciencia la define como un conjunto de conocimientos. Ciertos conocimientos son reputados como científicos si cumplen ciertos requisitos. Dichos conocimientos consisten en una colección organizada de proposiciones, articuladas en teorías formadas por muchas proposiciones entrelazadas lógicamente. Una teoría de la ciencia sería básicamente una teoría que permita identificar las teorías y proposiciones científicas, y distinguirlas de las teorías y proposiciones no científicas.

    Se podría pensar que las proposiciones científicas son aquellas que son ciertas, que han sido verificadas o comprobadas, mientras que otras proposiciones serían meras opiniones o (peor) serían falsas. Por ejemplo, la proposición La Tierra gira alrededor del Sol sería cierta, y por lo tanto científica, mientras que la proposición El Sol gira alrededor de la Tierra sería falsa y no científica. Ahora bien, a lo largo del siglo XX ha quedado claro que identificar las proposiciones ciertas o científicamente demostradas en realidad es imposible. La ciencia evoluciona, de modo que ciertas proposiciones podrían ser consideradas como científicas en un momento pero descartadas en otro momento posterior (o a la inversa). En muchos temas, por otra parte, la ciencia maneja dos o más teorías incompatibles entre sí, sin poder aún determinar si alguna de ellas es la correcta.

    Como resultado de muchas décadas de discusión en esta materia, casi todas las corrientes de pensamiento están de acuerdo en que las proposiciones de la ciencia se pueden calificar como científicas no ya porque son ciertas sino porque han sido obtenidas mediante la aplicación o uso de ciertos métodos, que configuran el denominado método científico. Por ejemplo, cada afirmación debe estar fundada en datos sobre hechos de la realidad; deben utilizarse técnicas confiables para delimitar, observar o medir esos hechos; se debe aplicar una lógica impecable para extraer conclusiones, y así sucesivamente. Al mismo tiempo, la ciencia está en constante evolución. No solo se descubren nuevos hechos y se elaboran nuevas teorías, sino que algunas teorías y afirmaciones del pasado quedan desacreditadas y dejan de ser consideradas como parte de la ciencia. Estas comprobaciones conducen a dudar de aquel concepto inicial de la ciencia como conjunto de conocimientos, es decir, como un conjunto de afirmaciones y explicaciones que se consideran como ciertas, como científicas o como científicamente comprobadas. El contenido de la ciencia resulta ser mutable, sus teorías pueden ser falibles. Lo que la distingue no es exactamente su contenido sino el método con el cual obtiene resultados.

    La ciencia, entonces, no sería un conjunto de conocimientos, sino la actividad misma de aplicar el método científico, con el cual se obtienen permanentemente nuevos resultados que pueden a veces contradecir o refutar los que anteriormente se consideraban como válidos, y que a su vez podrían ellos mismos ser refutados, corregidos o abandonados más tarde. Por otra parte, también van cambiando los enfoques metodológicos que los científicos utilizan para abordar la realidad: un estilo de investigación científica que se consideraba válido en una época podría ser abandonado más tarde. Si bien el método general de la ciencia parece ser permanente, sus manifestaciones concretas en cada disciplina pueden ir variando: un enfoque metodológico que en 1920 podría haber sido usual en Zoología o en Economía, podría no resultar ya aceptable en 1970 o en 2020.

    En este libro se adopta precisamente esa perspectiva: se estudia la ciencia como una actividad y no como un conjunto de proposiciones o como un cuerpo de conocimientos. Ello enfatiza que la ciencia no es un saber adquirido, sino un hacer. En esta perspectiva, hacer ciencia consiste en producir resultados y productos cognoscitivos mediante ciertos métodos y prácticas, incluyendo la práctica de someter los resultados (así como los métodos e interpretaciones teóricas) al escrutinio y la discusión racional. Son esos métodos y prácticas los que determinan que unas actividades sean científicas y otras no lo sean.

    Lo que tiende a predominar en la Epistemología contemporánea es que la ciencia se define no tanto por su contenido sino por su método, entendido en sentido amplio. La ciencia consiste en estudiar la realidad mediante un método que se denomina, precisamente, método científico. Sus resultados, es decir sus contenidos, pueden ir cambiando a lo largo del tiempo, pero los rasgos esenciales del método científico son siempre los mismos (aunque vayan cambiando los detalles de ese método, por ejemplo los aparatos que se utilizan). La astronomía del siglo XXI es bastante diferente a la de Copérnico, Galileo, Kepler o Newton, pero estos autores clásicos utilizaron esencialmente el mismo método científico que se usa actualmente. Incluso la antigua astronomía de Tolomeo, con la Tierra inmóvil en el centro del universo, también fue desarrollada usando básicamente el método científico. Todas esas teorías difieren entre sí, y de hecho las más antiguas de ellas son consideradas como radicalmente falsas, y sin embargo todas ellas son (o fueron) teorías científicas. La astronomía de Tolomeo era falsa pero ello no la hacía anticientífica o no científica. La astronomía de Copérnico o la de Kepler contenían errores, y ciertamente se contradicen en sus detalles con la de Newton o con la astronomía actual, y sin embargo todas ellas fueron construidas usando el método científico.

    Si esto es así, la ciencia no debería ser definida como un conjunto de conocimientos, sino como una actividad. No como un saber, sino como un hacer: una actividad consistente en aplicar el método científico. Lo que hoy saben los científicos puede ser diferente de lo que sabían los científicos en 1800 o 1900, y probablemente sea diferente de lo que sabrán los científicos del año 2100 o 2200. Pero todos ellos fueron o serán científicos si aplican el mismo método general, que denominamos método científico. La ciencia es entonces definida por el método que se usa para producir una clase de conocimiento que llamamos científico. Este es el concepto de ciencia generalmente aceptado actualmente, y es también el que se utiliza en este libro, dedicado precisamente a dilucidar las mejores formas de hacer ciencia, es decir la metodología de la producción científica.

    El concepto de producción aplicado a la ciencia es un concepto más abarcativo que investigación científica, pues incluye todos los procesos involucrados en la actividad científica, uno de los cuales es la investigación. El concepto de producción así concebido implica que los científicos para hacer ciencia toman ciertos insumos o ingredientes y los transforman en productos que luego pueden ser usados por otros científicos o por la sociedad en su conjunto. Como todo proceso productivo, se trata de un proceso social y colaborativo, donde intervienen diferentes personas y grupos; asimismo, es un proceso que utiliza recursos materiales y recursos humanos; los recursos materiales de la ciencia deben ser primero producidos a través de actividades que pueden ser diferentes de la actividad científica propiamente dicha (por ejemplo, un microscopio es producido en la industria de instrumentos ópticos, donde también se fabrican otros productos no usados por la ciencia); los recursos humanos de la ciencia, por su parte, necesitan ser formados mediante un proceso de educación y de acumulación de experiencia práctica. Los resultados de la ciencia son también insumos para la producción de elementos materiales usados por la ciencia (la teoría de la óptica es usada para fabricar microscopios) y también deben ser aplicados para la formación de científicos (cuya educación debe permitirles comprender la ciencia y entrenarse en la aplicación de sus teorías, sus métodos y sus prácticas).

    Esta primera aproximación deja sin mayor especificación cuáles son los insumos y productos de la ciencia y cómo ocurre la transformación de unos en otros, aunque es bastante evidente que las ciencias toman como principales insumos ciertos datos de la realidad, y que el principal producto de la ciencia es el desarrollo de conocimientos sistemáticos y organizados, plasmados primero en escritos y documentos que registran y comunican los resultados, y luego tal vez en la creación de objetos y el desarrollo de procesos que ponen en práctica dichos conocimientos. Esa actividad de producción de conocimiento opera sobre un sustrato material y social: organizaciones, equipamientos, insumos, capacidades cognitivas personales, formación de personal científico, regulaciones sociales de la actividad científica, y muchos otros elementos análogos que resultan necesarios para concretar el proceso de producción científica.

    1.3 P RODUCCIÓN, INVESTIGACIÓN, COMUNICACIÓN

    Hacer ciencia podría ser entendido, en primera instancia, como hacer investigación científica. La tarea del científico sería la investigación. Sin embargo, la producción científica (si bien incluye la investigación científica) abarca también otros componentes. En esta sección se adelantan algunos conceptos como primera aproximación a este tema que será retomado luego con más detalle.

    Por otro lado, si bien se ha definido la ciencia como una actividad que utiliza el método científico, todavía no hemos definido dicho método. En este contexto, ese concepto no se refiere a las técnicas específicas de investigación de cada especialidad, desde los observatorios astronómicos hasta las encuestas sociológicas, sino a los principios normativos generales que regulan la actividad científica como tal. En esta sección solo se adelanta una definición preliminar que luego será explorada con más detalle. Por el momento, se entiende aquí por científico un tipo de trabajo intelectual formalizado y los productos de ese trabajo, que pretenden ampliar el conocimiento mediante el uso riguroso del razonamiento y de los datos empíricos. El método científico es un sistema de normas que regula la combinación formal del razonamiento lógico con la obtención y examen de la evidencia empírica. Hablamos de un trabajo intelectual formalizado para distinguirlo de la reflexión ocasional e informal de un ensayista, o de la labor creativa de narradores y poetas. El trabajo intelectual del científico tiene una formalidad otorgada por la aplicación rigurosa y cuidadosa del razonamiento lógico, y por la obtención cuidadosa y el análisis sistemático de la evidencia empírica; esos requisitos generales se encarnan luego en los protocolos específicos de investigación desarrollados por cada disciplina. Por ello, los productos científicos no incluyen los productos de la creación poética o literaria, ni las expresiones escritas de la religión o del misticismo, ni los alegatos políticos o doctrinarios, ni las admoniciones morales, ni las reflexiones informales o ensayísticas, ni muchos otros tipos de productos de la mente humana.

    El proceso de producción científica se caracteriza por ser fruto de una actividad racional formalizada lógicamente, y por basarse en el análisis racional y formalizado de hechos empíricos. El puro análisis lógico o matemático se considera parte de la actividad científica, pero la Lógica y la Matemática son ciencias formales, que suministran un lenguaje formalizado y técnico para el razonamiento, referido a objetos abstractos y aplicable en cualquier ámbito del conocimiento. El resto de las disciplinas científicas son disciplinas fácticas, como la Historia o la Química, disciplinas que estudian un determinado sector de la realidad compuesto por objetos concretos. Las ciencias fácticas se basan en la aplicación sistemática del razonamiento combinado con la evidencia empírica: cualquier hipótesis sobre un período histórico o sobre las propiedades de alguna sustancia química deben ser contrastadas con las evidencias empíricas relevantes. En el caso de las ciencias formales, se aplica solo el razonamiento, sin necesidad de contrastación empírica: no hace falta medir físicamente ningún triángulo para demostrar el teorema de Pitágoras.

    La producción científica, por otra parte, es un proceso social, que en las sociedades modernas ocurre de manera organizada o institucionalizada, y que tiene como protagonistas principales a los científicos interactuando en comunidades científicas, es decir, en colectividades físicas o virtuales formadas por científicos de las diferentes disciplinas, que interactúan entre sí para generar, discutir y criticar ideas, datos, problemas, hipótesis, teorías, preguntas y respuestas.

    Ese proceso incluye la elaboración y discusión de conceptos y proposiciones teóricas, la obtención y análisis de datos empíricos, y la circulación de todo ello entre los científicos en forma de documentos que sirven a la comunicación científica. Este texto analiza el proceso de producción científica en un sentido amplio que incluye como elementos nucleares la elaboración teórica, la investigación empírica y la comunicación científica, y que se concreta en productos destinados a la comunicación dentro de la comunidad académica tales como artículos científicos, tesis o libros. La comunicación científica apunta, sobre todo, a la circulación de los productos del conocimiento científico en la comunidad académica especializada, ya que es esa comunidad la que analiza, reproduce, convalida y eventualmente acepta, rechaza o supera los resultados alcanzados por cada investigador. De hecho, es a través de la comunicación científica que un producto de la investigación se convierte en un producto científico, es decir en un aporte al conocimiento colectivo, aceptado como tal por la comunidad científica.

    Los productos científicos son principalmente escritos de carácter expositivo. También existen productos más concretos, como, por ejemplo, en el caso de las investigaciones destinadas al desarrollo de tecnología, que suelen concretarse en prototipos y otros productos físicos. Pero aun en esos casos la producción científica se plasma primariamente en informes, artículos, ponencias en congresos, manuales, tesis o libros en que se exponen los resultados alcanzados, y se describen y explican los prototipos y su funcionamiento. Un prototipo sin un informe que lo describa y analice tendría poco o ningún valor científico o tecnológico, igual que unos restos arqueológicos todavía no analizados ni interpretados por un arqueólogo. Una oveja clonada no sería considerada como un producto científico (o tecnológico) válido a menos que exista un informe que detalle los procedimientos seguidos para producirla, en forma tal que otros científicos puedan evaluar y eventualmente reproducir el proceso. Esta validación de los productos científicos por el resto de la comunidad científica es un elemento esencial de la producción científica, y es por ello que el vuelco de los resultados en escritos expositivos, así como su publicación y evaluación por el resto de los especialistas, es un aspecto fundamental de la ciencia misma.

    La labor de reflexión teórica, así como la búsqueda y análisis de datos empíricos, cuyos resultados luego se han de volcar en productos escritos, es una labor de investigación científica (teórica o empírica, usualmente ambas a la vez). La labor de escribir informes, artículos o libros, en los que se vuelca la creación de conocimiento científico obtenido mediante la investigación, es una labor de comunicación científica o comunicación académica. El conjunto de las dos constituye un proceso indivisible que se puede denominar producción científica. La fase de comunicación es esencial dentro de ese proceso, porque es la que permite validar los resultados científicos, sometiéndolos a la discusión y al juicio de la comunidad profesional correspondiente.

    La producción científica, como lo muestra el esquema anterior, implica una interrelación de investigación y comunicación. Esa interrelación puede ser vista con un énfasis en la investigación o con un énfasis en la comunicación. Por ejemplo, un libro titulado Técnicas de investigación en Ciencias Sociales suele restringirse a la investigación, prestando poca atención a la comunicación, mientras que un libro titulado Cómo preparar una tesis doctoral se centra probablemente en la comunicación científica más que en la investigación. Un tercer libro titulado Epistemología de las Ciencias Sociales generalmente no contiene desarrollos sobre métodos de investigación empírica, ni tampoco reglas prácticas para la preparación de artículos científicos o tesis doctorales, sino que solo discurre sobre las bases filosóficas de esas ciencias.

    En el primer caso, la actividad primaria sobre la que se elabora un discurso metodológico es la investigación como tal, sus métodos y sus técnicas. En este caso, la comunicación académica aparece como una actividad derivada o secundaria. Este es el enfoque que se aplica en muchos textos de metodología de la investigación. El centro de la escena lo ocupa el proyecto de investigación y su ejecución mediante técnicas y métodos de investigación.

    Las actividades de comunicación académica por lo general ni siquiera se mencionan explícitamente en los textos de metodología de investigación o de epistemología: se supone que la investigación conduce a la preparación de productos escritos, pero estos no forman una parte sustancial o esencial del proceso, y escasamente se le dedican esfuerzos de formulación conceptual o metodológica, ni tampoco se desarrollan técnicas específicas para ello. En estos enfoques, no solo los informes quedan implícitos: no se examina en detalle y también queda implícito el proceso de producción de los materiales escritos que reflejen los resultados del proceso de investigación, en forma de libros, artículos, tesis o informes; es visto como una actividad auxiliar que no presenta problematicidad, por lo que no se formula una consideración metodológica especial al respecto. Se sabe que la investigación da origen a informes o escritos de varios tipos, y posiblemente ese aspecto es mencionado, pero se supone que no requiere ser examinado en detalle. Incluso para la fase de diseño, la producción de escritos que reflejen ese diseño (como los proyectos o propuestas de investigación) tampoco recibe una atención especial, concentrándose la atención, en cambio, en los requisitos metodológicos internos de la investigación misma.

    Por otra parte, existen manuales de redacción de escritos científicos, en particular la redacción de tesis, que en general se refieren a los aspectos de estilo y organización del texto, sin mayor referencia al contenido ni al proceso de investigación que antecede a la escritura de los textos. La investigación y la comunicación científicas corren así por carriles separados. En esta concepción, la metodología científica abarca solo las dos primeras fases (diseño de la investigación e implementación de la misma), sin prestar atención a la preparación de informes y comunicaciones.

    Una visión convencional del proceso de producción científica

    Ahora bien, la comunicación académica no es en realidad una actividad auxiliar o irrelevante, sino una parte esencial del proceso de producción científica (o de producción intelectual en general). Es esencial porque esa actividad es fundamentalmente social y no individual. Esto obliga a replantear el esquema precedente, para mostrar a la investigación y a la comunicación como procesos mutuamente relacionados.

    En este nuevo esquema no solo ocurre que la comunicación tiene tanta importancia como la investigación, sino que el proceso además no se limita a un proyecto específico. La investigación continúa con nuevas hipótesis, nuevas preguntas y, por tanto, con diseños de ulteriores investigaciones y propuestas para llevarlas a cabo. La producción científica aparece más bien como un proceso continuo o acumulativo.

    Producción científica: una visión más integrada

    La actividad de producción científica o académica no procede en el vacío, sino en un contexto social e institucional, y no es una labor individual, sino que forma parte de una red de relaciones en la que intervienen otros científicos o investigadores, ya sea dentro del mismo equipo o en otros grupos e instituciones, ya sea en la misma investigación o en investigaciones independientes. Un resultado de investigación que no se da a conocer a esa comunidad académica en la práctica no tiene existencia reconocida. Un proyecto de investigación no brota de la nada: aborda un problema que interesa a los expertos en el tema, y que surge de la revisión del estado del conocimiento en cada rama de la ciencia. Se comienza investigando el estado de la cuestión, y esto puede llevar a escribir revisiones bibliográficas, artículos teóricos, y otros escritos que ayuden a plantear mejor el problema que se va a abordar. Luego se diseña la investigación, se la ejecuta y se obtienen los respectivos resultados, lo cual se plasma en otros documentos escritos: propuesta del proyecto, informes parciales, productos finales para publicación. Estos resultados, plasmados en publicaciones, circulan en la comunidad científica y conducen eventualmente a nuevas investigaciones, tal vez involucrando un replanteo o reformulación del problema y de las correspondientes hipótesis (y métodos para abordarlas). Todo ello desemboca en nuevos proyectos de investigación.

    Aunque los investigadores generalmente trabajan en un proyecto, la actividad de investigación debería ser concebida (como lo sugiere el esquema presentado líneas arriba) como una actividad más permanente, que desborda el marco del proyecto de investigación y que es capaz, incluso, de generar varios proyectos en forma paralela o sucesiva. Cada proyecto concreto de investigación, que usualmente se plasma en la obtención y el análisis de una determinada masa de datos, en la demostración de determinadas aseveraciones y en la producción de algún texto académico donde se reflejen esos resultados, es una instancia parcial de una empresa de más largo aliento, un "programa científico o un programa de investigación" que engloba e informa la labor de un investigador, o de varios investigadores, a lo largo del tiempo, como lo ha formulado el epistemólogo Imre Lakatos, a cuyas ideas se hará referencia en seguida.

    Desde este punto de vista, el científico aparece como parte de una colectividad de científicos relacionados con él por el campo de sus estudios, y cuya labor se encuadra en el mismo programa, o incluso en programas relacionados o en algún programa rival. Su programa lo lleva a la incansable formulación de problemas, preguntas, críticas, debates, análisis teóricos, propuestas metodológicas, recomendaciones prácticas, reanálisis de datos preexistentes, reinterpretación de resultados ajenos y, también, por supuesto, de actividades de investigación en sentido restringido (obtención y análisis de nuevos datos). Todas estas actividades se expresan, en última instancia, en forma de productos escritos, dirigidos a la comunidad académica relevante, que se reproducen y circulan como tales en diversas formas (libros, revistas, boletines, tesis, páginas de Internet, etc.) y solo entonces adquieren el estatus de productos científicos socialmente existentes.

    Entonces la investigación aparece como una etapa intermedia, que generalmente forma parte (pero no necesariamente siempre y en todo momento) del proceso de producción de productos científicos. El proceso fundamental aparecería como un proceso de argumentación lógica que se expresa en forma escrita en documentos de carácter expositivo. La argumentación lógica, a su vez, se basa en conocimientos científicos, ya sea conocimientos preexistentes o adquiridos a propósito para esa ocasión. Esa adquisición o generación de conocimiento no preexistente es lo que se denomina investigación en un sentido restringido. El nuevo conocimiento puede incluir (entre otros componentes) nuevos desarrollos teóricos, nuevos datos empíricos, nuevas maneras de tratar los datos empíricos o nuevas maneras de formalizar matemáticamente las teorías o los datos. La argumentación, a su vez, una vez plasmada en documentos expositivos, es comunicada a la comunidad científica, donde es objeto de críticas, replicaciones, cuestionamientos, y es motivo de replanteos teóricos o metodológicos, corroboración o refutación de hipótesis preexistentes, debates, discusiones y otros intercambios que podrían calificarse como una conversación científica ininterrumpida, en la que permanentemente se van añadiendo nuevos aportes de muchos investigadores que ofrecen sus nuevos resultados, sus comentarios, sus aportes teóricos. La comunicación científica es esencial porque permite la validación de la ciencia por parte de la comunidad científica, a través del examen crítico, la replicación de experimentos, el debate teórico y otros mecanismos similares.

    En la elaboración de los productos académicos intervienen tres elementos concurrentes: (1) el propio conocimiento científico, teórico o empírico, que se pretende transmitir, es decir, el contenido cognoscitivo o científico; (2) la estructura lógica de la argumentación expositiva a través de la que se desarrolla la exposición de ese contenido; y, por último, (3) el uso del lenguaje para la exposición y difusión de los resultados. El siguiente diagrama muestra la interrelación de estos aspectos.

    Los productos escritos reflejan los resultados cognoscitivos de la actividad científica, mediante la conjunción de una estructura lógico-argumentativa con el uso de herramientas comunicacionales. Estas incluyen no solo aspectos estrictamente lingüísticos, sino todos los aspectos comunicacionales del producto científico escrito, a través de los cuales el conocimiento y la investigación son comunicados y por lo tanto socializados, y pueden así consiguientemente ser validados o convalidados por la comunidad científica. Esta convalidación puede no ser inmediata: algunos resultados científicos (o sus implicaciones teóricas) han sido primero mayoritariamente rechazados por la comunidad científica especializada en el tema, pero años más tarde han sido reivindicados por la aparición de nuevos datos, por el desarrollo de nuevas concepciones acerca del problema, o por la acumulación de dificultades de la teoría preexistente. Al revés, algunas hipótesis o teorías científicas han sido inmediatamente abrazadas en forma mayoritaria por la comunidad científica, para terminar luego siendo rechazadas.

    Los tres aspectos mencionados (cognoscitivos, lógicos y comunicacionales) están interrelacionados: no puede haber comunicación científica sin integrarlos debidamente en un mismo proceso y en un mismo producto escrito. A su vez, el conocimiento científico, que es la sustancia de la comunicación científica, es el resultado de la investigación. La investigación interrelaciona los datos empíricos con la teoría científica existente a través de una metodología adecuada a fin de producir conocimiento adicional y original.

    Por otra parte, aunque la investigación científica siempre debe originar una comunicación científica para que sea reconocida como investigación válida, hay que recordar que puede haber comunicación científica sin investigación empírica. No toda comunicación científica es el resultado final de un proceso de investigación empírica, es decir, de un proceso de investigación empírica. Los científicos a menudo elaboran otras clases de productos escritos: ensayos teóricos, reseñas bibliográficas, propuestas de investigación, planteos metodológicos. Estos productos pueden estar vinculados a su actual o pasada investigación, pero no son simplemente el informe final de una investigación, ni encajan adecuadamente en ninguno de los casilleros del diagrama precedente. Para plantear esa visión en un esquema similar hay que dar un paso más y poner a la comunicación académica, es decir, la producción de documentos escritos de carácter académico, como aspecto central, así como a la investigación como una actividad proveedora de insumos para la producción de productos escritos. Obviamente esto no resta importancia a la actividad de investigación, pero subraya mejor el enfoque centrado en la producción de productos escritos.

    El trabajo de producción científica, como otras clases de trabajo, se plasma en productos. Estos productos contienen, esencialmente, conocimiento nuevo. La producción científica o académica consiste en producir conocimiento. La mera repetición de conocimiento existente, o su mero estudio, es una legítima actividad académica, pero no es producción científica en sentido estricto. Ahora bien, el conocimiento nuevo no es necesariamente un conjunto de datos empíricos novedosos. Puede tratarse de un reprocesamiento o reanálisis de datos preexistentes, o de una nueva concepción teórica o metodológica, o una crítica de las conclusiones de otros científicos, o una revisión del estado del arte en determinado tema, o una nueva tecnología para realizar determinadas actividades u obtener determinados fines prácticos. Puede ser incluso una mera propuesta de investigación que se elabora antes de la investigación misma.

    Por otro lado, datos novedosos no es equivalente a datos en general, por más que sean nuevos. La mera presentación de hechos empíricos puede no tener ningún valor agregado como aporte al conocimiento científico, si solo se han obtenido datos adicionales usando instrumentos convencionales y sin por ello plantear ni resolver ningún problema científico. Por ejemplo, si en un hospital se realizan usualmente análisis bioquímicos de los pacientes, los registros de esos análisis, o un resumen estadístico de sus resultados, no constituyen hechos novedosos; un análisis científico posterior podría descubrir algo interesante en esos datos, y hacer así un aporte novedoso al conocimiento científico, pero los datos mismos, aunque provengan de definiciones conceptuales previas que los definen y condicionan, no son todavía un producto científico válido. Del mismo modo, la realización de un nuevo censo de población (en un cierto territorio que es censado periódicamente) sin duda aportará datos, que son potencialmente útiles para un análisis científico, sobre todo si su realización ha seguido protocolos científicos propios de un relevamiento de ese tipo, pero el mero informe estadístico sobre los resultados censales no es una producción científica que aporte conocimiento nuevo en el sentido estricto. El aporte de conocimiento nuevo requiere análisis y elaboración sistemática y rigurosa, que se hace a partir de los datos pero trasciende a los datos mismos.

    Los productos de las actividades de producción científica son básicamente textos escritos que adoptan varias formas: artículos publicados en revistas especializadas (o compilados en forma de libro), ponencias presentadas en congresos y conferencias científicas, libros (incluyendo libros que exponen resultados de investigación, libros de texto y otros libros dedicados al tratamiento expositivo in extenso de diferentes temas científicos), tesis presentadas en universidades (especialmente tesis doctorales) y, a veces también, informes técnicos presentados a diversas instituciones (internacionales, gubernamentales, privadas).

    El presente texto no se refiere en detalle a las técnicas y métodos específicos de investigación en diferentes disciplinas y temas, que son ampliamente tratados en los muchos textos de metodología y técnicas de investigación propios de cada disciplina. Así, por ejemplo, existen técnicas específicas de investigación en psicología, en sociología, en antropología, en agronomía, en epidemiología, en economía, en astronomía, en biología, en química y en muchos otros campos. Aquí no se analizan los métodos estadísticos, ni las técnicas de laboratorio, ni las encuestas, ni las pruebas psicométricas, ni las técnicas de secuenciación de códigos genéticos. Solo se hace alusión a algunas de estas técnicas de manera ocasional y a título de ejemplo, y se trata en mayor detalle solo una técnica que es común a todas las disciplinas: la pesquisa bibliográfica.

    1.4 D E LA TEORÍA DE LA CIENCIA A LA PRÁCTICA DE LA CIENCIA

    El estudio de la ciencia se llama Epistemología. Esta palabra suele ser definida en castellano (por ejemplo, en el Diccionario de la lengua española de la Real Academia Española, 22.a edición, 2001) como la disciplina que se ocupa de "los fundamentos y métodos del conocimiento científico", y en general la usaremos en ese sentido en este libro.¹ La Epistemología fue entendida tradicionalmente como una rama de la filosofía, y de hecho es también llamada filosofía de la ciencia. La filosofía ha sido siempre una disciplina basada en razonamientos deductivos a partir de ciertos axiomas o principios. Si existe la filosofía de la ciencia, es porque se ha considerado que el análisis del conocimiento científico (o Epistemología) debe ser un análisis de tipo filosófico, es decir un análisis deductivo-especulativo. Según ese enfoque, la reflexión filosófica, a partir de primeros principios, evalúa deductivamente la validez de los métodos, las teorías y las proposiciones de la ciencia empírica. Desde que surgió la filosofía en la antigua Grecia, hace más de 2.000 años, se suponía que las conclusiones del puro razonamiento lógico no necesitan otra justificación que su propia coherencia interna, pero las conclusiones de las ciencias empíricas requerían una justificación filosófica.

    En las últimas décadas del siglo XX surgió un proyecto diferente: un estudio científico de la ciencia, y no solo una reflexión filosófica sobre ella. Este viraje tiene una explicación: los intentos de justificar filosóficamente la ciencia empírica mediante el método deductivo de la filosofía han encontrado serios obstáculos; se han sucedido en el tiempo diversas escuelas filosóficas que no han conseguido ofrecer un sólido fundamento lógico para justificar las conclusiones de las ciencias empíricas. Ya en el siglo XVIII el filósofo británico David Hume sostenía que, desde un punto de vista lógico, la acumulación de datos empíricos concordantes no permite formular con certeza una ley general: si bien hemos observado muchos cuervos, y todos ellos eran negros, no podemos formular una ley científica según la cual todos los cuervos son negros: no sabemos si el próximo cuervo será igualmente negro o tendrá otro color; del mismo modo, podemos observar muchas veces que la mordedura de ciertas víboras es seguida por la muerte del individuo mordido, pero no podemos aseverar que la muerte es causada por la mordedura: solo podemos registrar sensorialmente la correlación de ambos eventos, pero no su relación causal (Hume 1739). Otros filósofos han señalado que desde un punto de vista exclusivamente lógico no podemos estar seguros sobre la evidencia de nuestros sentidos: lo que vemos y lo que oímos podrían ser espejismos o alucinaciones; ni siquiera podemos estar seguros de la existencia del mundo que nos rodea. Si nos basamos en el puro razonamiento, la evidencia empírica resulta dudosa; podría estar repleta de posibles errores e ilusiones, a diferencia de la certidumbre que otorga la lógica o la matemática. Según esos enfoques, un teorema demostrado lógicamente no da lugar a dudas pero una generalización empírica será siempre dudosa e incierta.

    La ciencia como emprendimiento intelectual sistemático comenzó en el siglo XVII, con la labor de pioneros como Galileo Galilei o Francis Bacon, que establecieron la idea de que la evidencia sensorial permite formular generalizaciones sobre la realidad. Hasta el siglo XIX predominó (pese a las dudas de Hume y de otros filósofos) el principio de que la acumulación de datos empíricos concordantes daba adecuado fundamento a las afirmaciones de la ciencia. Estos enfoques fueron denominados sucesivamente filosofía natural, experimentalismo, empirismo o positivismo. Su denominador común era la confianza en la capacidad de formular leyes científicas sobre la base de un registro sistemático de la realidad empírica, obtenido por observación o por experimentación.

    A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX surgió incluso un proyecto filosófico (el llamado positivismo lógico) que intentó formular rigurosamente esa concepción a partir de las leyes de la lógica. Su hipótesis era que cuando las afirmaciones de la ciencia se formulan de manera rigurosa, y cada una de ella se basa en hechos observables, lo que resulta es un conocimiento científicamente justificado o verificado. Sin embargo, muchos de sus propios protagonistas llegaron a la conclusión de que ese derrotero justificatorio era infructuoso. Este tema lo analizaremos en detalle más tarde.

    La principal objeción que recibió el positivismo lógico la formuló Karl Popper en 1934, con su libro La lógica de la investigación científica. Popper coincidió con Hume: es imposible verificar (demostrar que es verdad) una teoría o proposición de carácter empírico: el próximo cuervo podría no ser negro. Pero –sostenía Popper– sí es posible refutar una teoría cuando ella no concuerda con los hechos, es decir, cuando esa teoría genera predicciones observables que luego no se cumplen. En tal caso, la teoría debe ser rechazada, o por lo menos corregida y reformulada. Mientras no sea refutada por la realidad, la teoría sobrevive como una conjetura no refutada, y la ciencia sería entonces una colección de conjeturas que todavía no han sido refutadas, aunque ninguna de esas conjeturas haya sido cabalmente verificada, o certificada como verdadera.

    Esta tesis de Popper (el falsacionismo) encontró también objeciones, como la de Quine (1953), basado en las tesis de Pierre Duhem publicadas en 1906 (Duhem 1954): siempre se puede evitar que una teoría sea realmente refutada, por el simple expediente de modificar alguna de las hipótesis auxiliares que hay que adoptar para poder usar una teoría; si surge una anomalía (una predicción que no se cumple) siempre se puede echar la culpa a la imprecisión de las mediciones, a algún supuesto simplificador que puede ser reemplazado por otro, o bien otras estratagemas similares, con tal de no abandonar la teoría principal; aunque sea con remiendos, ella puede así sobrevivir. Sumando Popper y Quine, resultaba que la evidencia empírica no puede ni verificar ni refutar cabalmente una teoría. Desde un punto de vista lógico, cualquier afirmación de la ciencia podía ser falsa o verdadera, y no teníamos posibilidad de decidirlo con certeza.

    Por otra parte, los propios sistemas lógicos fueron puestos en tela de juicio. Por ejemplo, Kurt Gödel (1931) mostró que cualquier sistema lógico (como la Lógica Formal, o la Geometría) es incapaz de demostrar su propia coherencia, de modo que siempre existe la posibilidad de que un sistema aparentemente impecable de axiomas lógicos genere conclusiones contradictorias entre sí. En otras palabras, no solo se carecía de certeza sobre las ciencias empíricas: también reinaba la duda acerca de la validez de la propia lógica. La filosofía no solo resultaba incapaz de justificar la ciencia: tampoco podía justificarse a sí misma demostrando la solidez de sus propias deducciones.

    Este desolador panorama al que se llegó a mediados del siglo XX puso a la teoría de la ciencia en una suerte de callejón sin salida. La reflexión sobre la ciencia abandonó la idea de una justificación puramente lógica y comenzó a observar más bien la forma en que efectivamente se ha desarrollado la ciencia. Autores como Kuhn y Lakatos mostraron que en la práctica los científicos adhieren a ciertos programas científicos o paradigmas, de los cuales derivan sus teorías, y adoptan diversas medidas defensivas para explicar o remediar de algún modo las anomalías que podrían refutar esas teorías; estas pueden finalmente ser abandonadas cuando se acumulen las anomalías no resueltas, siempre que haya otra teoría que resuelva los mismos problemas con mayor facilidad y eficacia.

    El giro histórico de Kuhn y Lakatos (pese a las grandes diferencias entre ambos) muestra a la ciencia como un emprendimiento humano imperfecto, sujeto a condicionamientos sociales y culturales. A partir de allí han aparecido dos derivaciones importantes. Por una parte, surgió una corriente relativista, cuyas formas más radicales tienden a negar toda validez a la ciencia. Si ella está sujeta a tantos condicionantes y a todas las debilidades e imperfecciones humanas, ¿qué valor podría tener?, ¿qué confianza se puede tener en ella? No habría bases para creer más firmemente en la ciencia que en la quiromancia o la astrología. Esta deriva hacia el relativismo reconoce muchas variantes que van desde el moderado relativismo del propio Kuhn hasta formulaciones mucho más escépticas como las ofrecidas por algunos filósofos posmodernistas. En algunas de esas corrientes no solo se formulan cuestiones epistemológicas (¿cómo generar conocimientos válidos sobre el mundo?) sino también ontológicas (¿existe el mundo?). La reflexión filosófica, en sus distintas variantes, a menudo acaba en posiciones escépticas, no solo acerca del conocimiento sino acerca de la realidad misma.

    Por otra parte surgió un proyecto diferente: la ciencia de la ciencia. Esta corriente invirtió los términos del problema; en lugar de pedirle a la filosofía una justificación de la ciencia, o de aceptar que la ciencia no tiene ningún privilegio frente a otras formas de conocimiento, el proyecto de una ciencia de la ciencia tomó como punto de partida el enorme desarrollo alcanzado por la actividad científica y por sus derivaciones tecnológicas. Ese extraordinario y sostenido éxito de la ciencia (y la tecnología de base científica) durante los últimos siglos no puede haber sido fruto de la casualidad; dado que la ciencia efectivamente existe y funciona, los nuevos epistemólogos se propusieron estudiar (científicamente) a la ciencia, para averiguar cómo lo logra. Este estudio científico de la ciencia se ha desarrollado en varias direcciones a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y comienzos del XXI. El esquema siguiente representa en forma esquemática estas etapas históricas o divergencias en la teoría de la ciencia.

    En la primera parte de este libro (caps. 2 a 7), dedicada a la Teoría de la Ciencia, se revisan distintas corrientes epistemológicas que han existido o coexistido durante los últimos siglos, especialmente las grandes discusiones epistemológicas del siglo XX. Si bien muchas de estas corrientes han coexistido durante ciertos períodos, ha habido en general una progresión de teorías, y la presentación sigue un orden aproximadamente cronológico. En el capítulo 2, se examinan el racionalismo y el positivismo que imperaron desde el siglo XVII hasta comienzos del siglo XX (sección 2.1) y el falsacionismo de Popper que apareció en la década de 1930 (sección 2.2) así como los cuestionamientos del enfoque de Popper y de otros aspectos de la filosofía de la ciencia (sección 2.3) que condujeron la filosofía de la ciencia a una especie de callejón sin salida.

    A partir de esa situación, se revisan el giro histórico de Lakatos y Kuhn en las décadas de 1960 y 1970 (cap. 3), las corrientes relativistas o anticientíficas que aparecieron en las décadas de 1970 a 1990 (cap. 4) y la Epistemología naturalista o científica que surgió en los últimos decenios del siglo XX y principios del siglo XXI (cap. 5 y 6). El capítulo 7 examina la subdivisión de la actividad científica en diferentes disciplinas, las posibles discontinuidades entre disciplinas, particularmente entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, y la problemática del trabajo científico interdisciplinario y transdisciplinario. Al inicio de la segunda parte, el capítulo 8 hace una caracterización sumaria de la labor científica, derivada de la primera parte, como preámbulo al examen de la práctica científica, que ocupa el resto de la obra. En la Segunda Parte, que se concentra en la Práctica de la Ciencia, se parte de la comprensión de la actividad científica (surgida en la Primera Parte) para desarrollar su aplicación en la actividad científica.

    PRIMERA PARTE:

    TEORÍA DE LA CIENCIA

    2. FILOSOFÍAS DE LA CIENCIA: POSITIVISMO Y FALSACIONISMO

    La ciencia de la ciencia surgió a finales del siglo XX porque la filosofía de la ciencia había llegado durante ese siglo a una especie de callejón sin salida. El proceso tuvo varias fases. Arrancó con la visión racionalista y positivista que prevaleció entre los siglos XVII y XIX, y que culminó con la formulación rigurosa de sus principios en el llamado positivismo lógico o empirismo lógico a comienzos del siglo XX. Estas corrientes se basaban en el concepto de la ciencia como conocimiento inductivamente verificado, expresado en generalizaciones a partir de observaciones empíricas. Tiene precursores que se remontan a siglos anteriores, como Francis Bacon a comienzos del siglo XVII, e incluso antepasados más lejanos incluyendo algunos autores de los siglos XIII y XIV como Grosseteste y Okham, y otros aun anteriores (tan antiguos como Aristóteles).

    Esta concepción fue cuestionada por Karl Popper, quien destacó (como Hume) que no es posible verificar una proposición mediante el método inductivo; pero añadió que la observación empírica sí puede desmentir o refutar una proposición. La ciencia, según Popper, avanza mediante la formulación de hipótesis refutables (conjeturas). Estas conjeturas, articuladas a su vez en teorías más complejas, generalmente involucran aspectos inobservables, pero de ellas se desprenden consecuencias observables. Si esas consecuencias no se cumplen empíricamente, ello constituye una refutación (o "falsación") de la conjetura o teoría. Si las consecuencias esperadas se cumplen, ello no refuta la teoría pero tampoco la confirma o verifica, ya que otra teoría tal vez podría predecir las mismas consecuencias observables, y otras observaciones futuras aún podrían refutar la teoría. La ciencia, para Popper, consiste en una colección de conjeturas refutables, todavía no refutadas.

    El enfoque de Popper tuvo también problemas, especialmente cuando otros autores (como veremos) alegaron que tampoco es posible refutar una hipótesis o teoría. La inducción, entonces, no permitiría ni verificar ni refutar proposiciones. Este fue el cuello de botella fundamental de la filosofía de la ciencia, tal como se encontraba a mediados del siglo XX. En ese momento, la reflexión sobre la ciencia cambió de rumbo, dando básicamente un giro histórico: pasó a buscar indicios en la historia de la ciencia para determinar la naturaleza del conocimiento científico. Este giro (cuyos exponentes principales fueron Thomas Kuhn e Imre Lakatos) dio lugar más tarde al desarrollo de diversas corrientes de Epistemología naturalista, que buscan los fundamentos científicos de la ciencia, y paralelamente algunas corrientes anticientíficas que (a partir de aquel cuello de botella) descreen de la validez del conocimiento científico.

    2.1 P OSITIVISMO

    2.1.1 Empirismo y positivismo clásicos

    La idea primigenia de los científicos desde el siglo XVII (y de los filósofos de la ciencia que simpatizaban con la naciente ciencia experimental) consistía en la idea de que el conocimiento científico estaba justificado por su verificación empírica. Se los ha llamado justificacionistas (Lakatos 1976a). En su propia época fueron llamados primero empiristas y luego positivistas. El empirismo y el positivismo sostienen que la justificación del conocimiento científico se encuentra en la evidencia empírica, en los hechos comprobables mediante la experiencia sensorial. Esta misma idea general subyace a toda la ciencia conocida, aun en las escuelas que no se declaran empiristas ni positivistas. El positivismo, sin embargo, va más allá de esa idea general: el conocimiento científico estaría constituido por proposiciones empíricamente verificadas. Esto vale para el positivismo clásico del siglo XIX y para su versión formalizada: el positivismo lógico de comienzos del siglo XX.

    La base remota del empirismo y el positivismo es el reconocimiento de la inducción como enfoque metodológico, que aparece ya en los filósofos griegos. La deducción lógica y la inducción a partir de la observación son las dos vías que Aristóteles reconocía para la adquisición de conocimientos. Más aún, en sus Segundos analíticos, Aristóteles sostiene que incluso los principios de la lógica son adquiridos por inducción: cada persona experimenta una y otra vez que A es A, y no B; que cada cosa es o no es, sin ninguna otra posibilidad; que nada puede ser y no ser al mismo tiempo; y de esas elementales experiencias

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