Litio
Por Malén Denis
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A medida que avanza la trama, donde lo que importa es lo que no se ve, lo que no se dice, lo que permanece oculto, comenzamos a entender un árbol familiar de supresiones: una madre suicida, un padre que formó otra familia y envía dinero para lavar culpas, un ex novio violento internado en una institución psiquiátrica, una tía aferrada a su pasado de bailarina en París. En este tejido, la protagonista, una chica de veintitantos, se debate entre ser un gato bebé que no se puede parar sobre sus patas, o la gata-madre-leona que es capaz de matar por proteger a su cría.
En Litio, la cabeza de esta chica es una constelación de recuerdos de distintos espesores. Una cabeza contando una cabeza, que explora el terror al bienestar, como amenaza potencial, que cuestiona la esencia del cuidado: ¿qué es cuidar/se? ¿Qué es una madre? ¿Existe un instinto de preservación? ¿Somos autodestructivos por definición? Litio es el terror a olvidar el terror que nos conformó como individuos.
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Litio - Malén Denis
Denis, Malén
Litio / Malén Denis. - 1a ed - Ciudad Autónoma de Buenos Aires : Concreto Editorial, 2024.
Libro digital, EPUB
Archivo Digital: descarga y online
ISBN 978-987-82813-6-0
1. Literatura. 2. Narrativa Argentina. 3. Novelas. I. Título.
CDD A863
© 2019, Malén Denis
© 2021, Concreto Editorial
Maure 4109
(1427), CABA, Argentina
concretoeditorial.com.ar
Dirección Editorial Afri Aspeleiter
Diseño de tapa / maquetación Afri Aspeleiter
Fotografía de tapa Ailín Moreno
Corrección Catalina Guerrieri
Primera edición: marzo 2019
Segunda edición: junio 2019
Tercera edición: marzo 2020
Cuarta edición: octubre 2020
Quinta edición: noviembre 2021
ISBN 978-987-82813-6-0
El litio (en griego: λιθίον, ‘piedrecita’) es un metal alcalino blanco plateado, blando, dúctil y muy ligero, se corroe rápidamente al contacto con el aire y no existe en estado libre en la naturaleza, sino solamente en compuestos; se emplea especialmente en aleaciones conductoras del calor, en baterías eléctricas y, sus sales, en el tratamiento del trastorno bipolar.
En su forma pura, es un metal blando, de color blanco plata, que se oxida rápidamente en aire o agua. Su densidad es la mitad de la del agua, siendo el metal y elemento sólido más ligero. Acercado a una llama la torna carmesí pero, si la combustión es violenta, la llama adquiere un color blanco brillante.
Wikipedia
Bajo cero
Escupías fuego por la boca cuando te conocí. Debería haber intuido el peligro: un chico de dieciséis años sin remera, tomando sorbos de nafta en el medio del campo helado para escupir llamaradas. El pasto grisáceo estaba cubierto de escarcha, a vos te caía, por el surco que dejan tus pulmones en tu pecho pálido, un hilo de kerosene. Brillabas por partes, un Vermeer caprichoso. La noche y la intemperie te quedan bien, algo de leñador que tenés, una actitud de resolver a la fuerza, a hachazos.
Ese invierno intentaron convencerme de que el frío era un estado en la mente. Es una sensación y una sensación siempre es psicológica, lanzó un pequeño Einstein que desconocía el concepto de hipotermia. No quería tener que discutir con un varón, además, hubiera dado todo por dejar de temblar, así que, sentada en un tronco bajo, hacía fuerza para encontrar telepáticamente el calor, hecha un bollo dentro de mi saco azul. Te encantaba ese saco, decías que era del color exacto. Nunca supe exacto respecto de qué.
Cuando caminaste recto hacia mi dirección, juraba que había alguien justo detrás de mí. ¿Estás borracha?, lanzaste mientras tomabas forma humana, rígida. Limpiabas tu pecho con una toalla de mano decorada por un bordado en cursiva y el dibujo de una manzana. Con velocidad magistral, te calzaste un suéter grueso de lana sobre la piel desnuda, seguro picaba, pero no emitiste queja alguna. Un fruncimiento de cejas te dejó la cara en penumbras: no lo hagas más, vos no sos como esas chicas, a vos no te queda bien. Te miraba como Sailor Moon a Toxeedo Mask, como un gatito tierno de internet, y vos ya conocías esa mirada.
Lo que me cautivó fue tu capacidad de ser definitivo. Yo con suerte tenía el límite de la ropa para determinar que era un ser humano, pero vos ya estabas completo, claramente cortado del fondo por un troquel del cual te habías desprendido hacía tiempo ya, parecías saber mucho de todas las cosas. Y qué honor no ser como esas chicas
, aunque no tuviera idea de quiénes eran. Y qué honor ser elegida para un consejo. La alegría me invadió el cuerpo como un látigo eléctrico.
Tacto
El sentido del tacto siempre me dio curiosidad: su funcionamiento. Una vez dijiste que no me puedo dar cuenta de que soy suave porque tengo las palmas de las manos ásperas. ¿Sentís? Me hiciste tocar primero tus manos, jabonosas y frías, como peces, para que tuviera punto de comparación. Las tuyas son como un papel, concluiste. Me costó darte la mano desde ese entonces.
El eje del problema del tacto se da cuando me intento sentir a mí misma, cuando intento evaluar mi propia textura. ¿Cuál es la parte que está percibiendo? ¿Cómo sé cómo me siento de verdad? No es un problema cabal, con el exterior no tengo dudas y este vestido es definitivamente agradable, es una espuma.
Intento hallarme en las compras. Bajo la luz mortuoria del probador no hay forma, soy gris, una refugiada huérfana de la Segunda Guerra Mundial. La necesidad de gastar aparece en estos momentos, con la sensación de que hay que llenar los minutos, las horas, el tiempo-hasta-que. Como siempre, para no llegar tarde terminé llegando excesivamente temprano. Por eso me metí al local, por eso y por el aire acondicionado.
Si bien algo me cautiva en mi imagen de huerfanita famélica, es inviable que alguna vez vaya a usar un vestido celeste, un vestido de chica que va al campo de tus padres y hace ensaladas. Mi mamá decía que en el espejo de casa nos vemos siempre mejor, que hay espejos que tenemos domesticados. Los demás son salvajes, indomables. Espejos que nos devuelven bestialidad.
La réplica del Guernica en el hall. Espero que me abra Delia para buscar las llaves, aunque ya sé que no va a traerlas con ella y que voy a tener que subir. Con la mente ya estoy arriba e imagino la última remodelación. Tiraron una pared para ampliar el consultorio. Doblar en tamaño, más precisamente.
Repaso los cortes geométricos de los cuerpos, siempre encuentro un detalle nuevo: un filo que sale con urgencia de lo que pareciera ser la boca de un caballo enojado. El mismo frío de siempre, la frescura del mármol, catacumba de cerámica oscura. Ascensor: no se habla. Me invita a sentarme y de inmediato me trae un vaso de agua. Se acuerda de mis súbitas bajadas de presión, en verano hay que estar hidratada.
Ya vengo con intuiciones, tu madre entra como una actriz a su living-escena, agita brazos. Querida esto, querida lo otro, esta situación, no querían asustarme, pediste por mí, prefieren que no vaya, Violeta está contenida. Cierta artificialidad que no sabría a qué atribuir, si al léxico: contenida
, a los movimientos: firmes pero calculados, coreográficos, como si supiera imprimir la dosis esperable de dramatismo. Violeta está con sus papás, no piensa volver, y los gatos tuvieron cría.
Estoy sentada en el borde del sillón y temo dejar una huella de sudor porque las piernas me tocan directamente con el cuero, cuero de verdad. Te imaginás, advierte, que yo a los gatos no me