Apericuentos. Bocados de letras
Por ALBA GARCIA
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Los Apericuentos son breves relatos cortos gastronómicos para tomar durante el aperitivo.
Es un libro de relatos, cuentos breves, historias de ficción y alguna canción inspiradas en los sabores, chefs y restaurantes del mundo.
Un libro corto perfecto para superar un bloqueo lector, revivir sensaciones y recuerdos que tenemos ligados a nuestros platos favoritos e incluso salir de tu zona de confort si eres más de novelas y sagas larguísimas.
"En esta colección de brevísimos relatos escritos con frescura, ingenio y cariño" .Un aperitivo literario". _ la periodista Julia Pérez en Gastroactitud.
"El libro mezcla ficción y realidad de manera caprichosa y se convierte en un ejercicio entretenido que puede hacer pasar un buen rato (o unos cuantos ratitos) a cualquier buen aficionado a la gastronomía y a la literatura". _ periodista Lourdes López en Viaempresa.
"Su extraordinaria sensibilidad, su capacidad de observación, la familiaridad de sus personajes, su sutil pero abrumadora melancolía... dotan a todo el libro de un magnetismo exquisito que te absorbe y mantiene pegado a sus páginas."_ Uve
Descubre una nueva forma de disfrutar de la literatura a través del sentido del gusto. Historias cortas que te transportarán a un universo de sabores y de recuerdos que saben a nostalgia. ¡No te lo pierdas!
SINOPSIS: Estás en la cocina con todo preparado y metiendo la cena en el horno, o quizás en ese restaurante tan de moda esperando a tu mejor amiga, esa que siempre llega media hora tarde, como mínimo. En ambos casos, tu móvil está sin batería y sin opción a cargarlo. ¿Qué haces? Te propongo echarte una copa de tu vino favorito, o pedírsela al camarero, sacar tus Apericuentos del bolso y darle unos cuantos bocados a esas letras de sabores hasta que el horno te avise de que la comida está lista o tu amiga entre por la puerta del restaurante con esa mirada cómplice que te obliga a perdonarla una vez más por llegar 45 minutos tarde.
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Apericuentos. Bocados de letras - ALBA GARCIA
APERICUENTOS
Bocados de letras
APERICUENTOS
Bocados de letras
Alba García Marcos
Primera edición: julio 2020
Impresión y encuadernación: Editorial Círculo Rojo
© Del texto: Alba García Marcos
© Maquetación y diseño: Equipo de Editorial Círculo Rojo
© Ilustración de cubierta: Ana Jarén
©SafeCreative: Identifier 2007074682765
Editorial Círculo Rojo www.editorialcirculorojo.com [email protected] Impreso en España Printed in Spain
Editorial Círculo Rojo apoya la creación artística y la protección del copyright. Queda totalmente prohibida la reproducción, escaneo o distribución de esta obra por cualquier medio o canal sin permiso expreso tanto de autor como de editor, bajo la sanción establecida por la legislación.
Círculo Rojo no se hace responsable del contenido de la obra y/o de las opiniones que el autor manifieste en ella.
El papel utilizado para imprimir este libro es 100% libre de cloro y, por tanto, ecológico.
A mi yayo. Espero que estés orgulloso de mí allá donde estés con tus almendras y tu copita de vino tinto. Siento haber tardado demasiado tiempo en escribir este libro.
PRÓLOGO
Los sabores de mi vida
Soy muy chuchera, pero si tuviera que elegir un sabor que definiera mi vida sería el salado, más en concreto el sabor a sal pura, y esto no deja de sorprenderme porque casi todas las comidas que preparo son bastante sosas.
Pero si cierro los ojos y recuerdo sabores, el primero que se me viene a la cabeza es el del agua salada cada vez que una ola me arrastraba y se metía por la nariz y la boca. También la sal gorda del pescado fresco y de la lubina a la sal de cualquier restaurante gaditano.
Guardo otros recuerdos salados de la infancia, como los gusanitos del paquete verde o los bocatas de chorizo del recreo. La sopa de picadillo de mi yaya. Las palomitas del cine viendo por cuarta vez La bella y la bestia, o los macarrones con tomate.
A partir de ahí, todos son sabores a dulces y chocolates. Como los Ferrero Rocher, que indicaban el inicio de la Navidad, junto con las bolitas de coco. Las gominolas rojas que compraba en el kiosco o las chocolatinas de los domingos mientras veía alguna película. Y, por supuesto, esos helados de verano que se derretían en pocos segundos (qué gran descubrimiento fue saber que se podían comer helados durante todo el año).
Otros sabores llegaron tarde a quedarse en mi paladar, como la mantequilla, las croquetas o las lentejas. Supongo que un día cualquiera los redescubres o admites que no sabes cómo has podido estar tanto tiempo sin ellos. Y al reconocer que te gusta lo que antes detestabas, empiezas por querer probar más platos, más cocinas y más sabores diferentes; yo lo llamo madurar la boca.
Y ahora que estoy en esta búsqueda de restaurantes con estrellas y cocineros que no se conforman con hacer en sus cocinas lo de siempre, le vuelvo a dar valor también a los sabores que se pegan en tu memoria y te acompañan a lo largo del camino. Como el picante de la tapa de queso apestoso en el bar más cutre de tu pueblo o la calidez de la copa de vino que brinda sin motivos. El sabor a frito en un chiringuito de playa o la pringue de ese montadito que cuanta más grasa tiene más bueno está.
Los extraño, a todos esos sabores y a los recuerdos ligados a ellos.
PASODOBLE. «Y FUE MI ABUELA CHARI»
Y fue mi abuela Chari quien crio a sus hijos friendo pescado.
Y fue tu abuela Angustias quien guisó las habas que otros han cenao.
Tu abuela Rafaela majaba el salmorejo con aceite y con ajo y con tomate y sal, mientras en Almería
otra anciana migó el pan, y era tu abuela María del Mar.
La abuelita Sebastiana guisaba en Huelva papas con choco,
dando el pecho a diez chiquillos, y su santa leche le supo a poco, le supo a poco,
le supo a poco. Y también, acuérdate, cómo en Sevilla coció el puchero en su fogón
tu abuela Esperanza y, a la vez,
en su cazuela guisó el potaje más malagueño
tu abuela Paula,
y su casa fue su jaula.
En las ollas donde hierve el tiempo dieron las abuelas
su tendón sagrado pal hambre y las penas,
sin otro derecho que su dignidad.
Texto de Miguel Ángel García Argüez
Índice
APERICUENTOS
PRÓLOGO
PASODOBLE. «Y FUE MI ABUELA CHARI»
SABORES ÁCIDOS
EL PAN DE MI ABUELA
EL LIMÓN ATRAGANTADO
EL VINO DE LOS RECUERDOS
VENGANZA DE PICAPICA
LOS CERDOS VOLADORES
LA TARTA DRAMAS DE NUEVA YORK
LA BROMA DEL PUERCO
EL PATO PEKINÉS DE LA LIBERTAD
EL PISTO DE LA FELICIDAD
LAS MANZANAS DEL CASTILLO
DULCES
LA PIÑA DE LA BUENA SUERTE
LOS BOMBON.ES DE CEREZA
EL PASTEL DE MIEL
LA MERMELADA DE NANA
LA SANGRÍA SALVAVIDAS
ODA DULCE AL PUTO PICANTE
LA SEÑAL DEL DULCE DE LECHE
EL GLOBO DE AZÚCAR
EL HELADO MÁGICO
LA DULCE ESPERA
SALADOS
LA SAL DE LA VIDA
LOS PECES DE LA SALA DE ESPERA
EL CIRCO DE CIUDAD Y LAS OSTRAS DE VERANO
LAS COSTILLAS DE LA RESACA
CABALLAS DE MAR
REFLEXIONES CON SABOR A ESPETO
LA CHIRIVÍA DE LA VERDAD
EL RODABALLO DEL ABUELO
LA LANGOSTA DEL PASADO
LOS TORTELLINI DE CHARLIE
PICANTES
LA GUINDILLA Y ÉL
LA MICHELADA IMPROVISADA
EL VINO DEL DESEO
LOS PIMIENTOS DE PADRÓN I
LOS PIMIENTOS DE PADRÓN II
LOS SORBETES DE CACTUS DEL CRUCERO
PAKORA PARA CENAR
EL POSTRE DE LA TORTURA
UNA DECISIÓN EN FORMA DE RAVIOLIS
LA DANZA DE LA CEBOLLA
AMARGOS
LA GOLOSINA DE LA DERROTA
LA CEREMONIA DEL TÉ
LA NARANJA AMARGA
EL SECRETO DE LA SALSA BÉARNAISE
EL PASTEL DE CIRUELAS
PESADILLA EN EL DESAYUNO
EL CHOCOLATE NEGRO
LAS HORMIGAS DE LA LIBERTAD
EL HELADO DE LA PLAYA
EL AMARGO TRAGO DE LOS RECUERDOS
UMAMIS
EL CUADRO BERENJENA
LOS OKONOMIYAKIS DE LA COCINA DE OSAKA
LA CARNE DE CABALLO Y ELLA
LA PRIMERA RATATOUILLE DE ADRIEN
EL RITUAL DE LA SOPA
LA ENSALADA NÚMERO 11
EL SECRETO DEL CANGREJO
LA TEMPURA PORTUGUESA
LAS PLUMAS DE PATO
LOS PRIMEROS PECES
AGRADECIMIENTOS
ANTES DE IRTE
SABORES
ÁCIDOS
«Lo imposible no existe».
Mauro Colagreco. MIRAZUR
EL PAN DE MI ABUELA
Dicen que el sabor del pan depende de sus ingredientes, y siempre me pregunto de qué están hechos esos panes que saben a chicle. Mi abuelo siempre decía que el pan de verdad sabe al pan de la abuela. Y esa es una verdad que por más que pasen los años, y ella ya no esté, nadie puede discutirla, porque jamás he vuelto a probar uno igual.
El pan de mi abuela sabía a toques lácticos, cereal y algo de acidez. A corteza tostada. A la humedad de su miga. A sus manos limpias impregnadas en la masa. Al aceite que presidía la mesa. A la leche caliente de mi vaso. Al tomate aliñado con ajo. A sus besos de café por las mañanas y a la dulzura de sus abrazos.
Y ese sabor tan único se amasaba lentamente con la alegre sintonía que sonaba siempre en la radio a esa hora, con la vista de mi abuelo perdida entre las páginas del periódico y con su voz ronca entonando cada mañana la Oda al pan de Neruda, para sacarle una sonrisa a mi abuela.
Ella amaba la poesía y sentía devoción por su cocina, quizás por eso esa oda era el resumen perfecto de sus pasiones y la señal irrevocable que daba comienzo cada mañana a compartir el desayuno en nuestra pequeña familia de tres.
«La cocina era la excusa, pero lo que era una excusa acabó siendo mi pasión».
Virgilio Martínez. CENTRAL
EL LIMÓN ATRAGANTADO
—¡Vaya! La grabadora se ha quedado sin pilas. Bueno, puedo seguir tomando notas. Solo una última pregunta, ¿cómo llegó a convertirse en el Indiana Jones cocinero?
—¿Seguro que no quiere que paremos para que consiga unas nuevas?
—No, gracias. Soy de la vieja escuela de cuaderno y bolígrafo.
No hay problema.
—Como quiera… De alguna manera, supongo que todo empezó el mismo día que me fracturé la muñeca. He tenido muchas fracturas a lo largo de mi vida, pero ninguna me dolió tanto como la crítica que leí esa misma mañana sobre mi restaurante. Creo que todos intentaron escondérmela, viendo que todas las copias estaban en la papelera y los corrillos que se crean cuando hay algo que ocultar, pero fue un intento inútil porque en esa época yo siempre leía con avidez todas las publicaciones gastronómicas. Han pasado años, pero soy capaz de replicar en mi memoria ese sentimiento de haberme tragado un limón entero y cómo a medida que iba leyendo, su acidez se me iba calando en las entrañas.
No era lo que decía sobre mi actitud altiva, ni siquiera sobre la falta de originalidad de mis platos, lo que más me dolió fue la verdad que escondían sus palabras sobre la falta de identidad de mi restaurante y cómo reflejaba de algún modo todas mis inseguridades. El final de la crítica ponía un broche de oro describiéndolo como un restaurante sin alma. Supongo que ahora incluso tengo que agradecer ese dolor tan ácido que sentí, porque fue el que me hizo despertar y desear contar una historia que jamás fue contada. La historia