Botánica oculta
Por Joan Perucho
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Con una imaginación totalmente exenta de trabas, lo cual proporciona de repente una genial e inusual dimensión a sus textos; maestro de la cita literaria y de lo inverosímil, este libro es un estudio de las más importantes plantas mágicas, de la relación del hombre con ellas, y una especie de diccionario de botánica no conocida, que sorprende con las propiedades medicinales y virtudes mágicas de especias tan fantásticas como reales. En si, sin duda, constituye un homenaje a los magos, que atesoran el saber antiguo, y entre ellos, en especial a Paracelso, padre de la botánica oculta. En pocas ocasiones la imaginación y el saber han ido tan estechamente unidos, y aún más raramente han dado como fruto una obra deslumbrante.
Cuando se cumple el centenario del nacimiento de este autor, recuperamos una de sus obras emblemáticas que también podéis encontrar en la Trilogía mágica, obra en la que se recogen las tres grandes obras de Perucho sobre la botánica, bestiario mágico e historias de balnearios. Una obra mágica del autor que os descubrió a Lovecraft.
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Botánica oculta - Joan Perucho
BOTÁNICA OCULTA
JOAN PERUCHO
En nuestra página web: https://www.edhasa.es encontrará el catálogo completo de Edhasa comentado.
Diseño de la cubierta: Edhasa, basada en un diseño de Pepe Far
Ilustración de la cubierta: Dibujo de mandrágora, estilo fantasía,
basado en las películas de Harry Potter.
Primera edición: julio de 2020
Primera edición en e-book: julio de 2020
© 1981, Maria Lluïsa Cortés, heredera de Joan Perucho.
Derechos negociados a través de Ute Körner Literary Agent.
© de la presente edición: Edhasa, 2020
Diputación, 262, 2º 1ª
08007 Barcelona
Tel. 93 494 97 20
España
E-mail: [email protected]
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los titulares del Copyright, bajo la sanción establecida en las leyes, la reproducción parcial o total de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, y la distribución de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo público. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos, www.cedro.org) si necesita descargarse o hacer copias digitales de algún fragmento de esta obra. (www.conlicencia.com; 91 702 1970 / 93 272 0447).
ISBN: 978-84-350-4769-2
Producido en España
JOAN PERUCHO: EL MAGO QUE VEÍA MÁS ALLÁ DEL ESPEJO
Al gran escritor italiano Alberto Savinio (Atenas, 1891 - Florencia, 1952), de obra y creencias literarias muy paralelas al catalán Joan Perucho (Barcelona, 1920 - 2003) y también al que fuera su buen amigo el gallego Álvaro Cunqueiro (Mondoñedo, 1911- Vigo, 1981), raros experimentadores de lo fantástico en territorios tradicionalmente muy pegados a lo real, le gustaban tan poco las enciclopedias convencionales que decidió crear una a su manera: «Me siento tan poco a gusto con las enciclopedias –manifestó– que me he hecho una propia, para mi uso personal. También Schopenhauer estaba tan descontento con las historias de la filosofía que se creó una para su uso personal».
Con esa lapidaria declaración, Savinio dio paso a una de sus más célebres, imaginativas y exquisitas creaciones: La nueva enciclopedia, en la que trabajó durante cuarenta años, hasta el mismo momento de su fallecimiento. Una enciclopedia llena de ironía, finísima inteligencia y capacidad infinita de disfrute, que rápidamente se convertía en un autorretrato: el autorretrato de alguien disconforme con los saberes irrefutables y tradicionales; alguien que percibía que en la llamada «razón» siempre, sin cesar, se abrían grietas insólitas y apasionantes, imposibles de no ser observadas, admiradas, escudriñadas o incluso vislumbradas con espanto. Y, si no con espanto, al menos con un leve escalofrío, como le gustaba siempre subrayar al gran y añorado escritor que fue Joan Perucho.
Por otro lado, hay que decir que aquella enciclopedia ideada por Savinio cumplía mucho con las reglas, por así llamarlas, mantenidas por Perucho en sus escritos. Por un lado, como buenos ilustrados ambos, mostraban siempre un enorme respeto por las lecturas absorbidas en una vida de larga erudición. Es decir, por todo aquello que se consideraba normalmente como signos de sabiduría y conocimientos irrefutables. Pero, por otro, amantes del juego literario y de los campos infinitos abiertos por la imaginación, también mostraban una no menos fascinada comprensión e interés por los saberes menos aceptados, o al menos más puestos en duda, por la universalidad académica y canónica. En todo ello persistía sin descanso un infatigable y perenne sentido del humor que hacía de la lectura de cualquiera de sus textos un verdadero regalo y una experiencia inolvidable.
Del mismo modo, a la manera de Savinio, en ese plano de reelaboración de obras, diccionarios o enciclopedias admiradas, Joan Perucho decidió dedicar en su día también su personal homenaje al genio visionario que fue Paracelso. Como diría el poeta, narrador, crítico literario y de arte, memorialista e incatalogable ensayista y articulista que fue Perucho –uno de los más grandes autores de nuestro tiempo sin duda, incluido por Harold Bloom en su Canon occidental–, en el prólogo a su libro Botánica oculta o el falso Paracelso, de 1969, su obra tenía mucho que ver, desde el inmenso respeto y admiración que le provocaba el modelo original, en ofrecer una respuesta, a su manera, al fascinante e ingente trabajo del que sería el padre histórico, el primer y originario pilar, de la muy maravillosa y sorprendente Botánica oculta. Estamos hablando del médico, alquimista, teórico de las «fuerzas sobrenaturales» y cirujano innovador, así como filósofo de la naturaleza y personaje central del Renacimiento europeo, el gran humanista suizo Paracelso (1493-1541). De él sobrevivió una extensa y variada obra de contenido no sólo médico, sino también astrológico, teológico y metafísico. En esa obra inmensa, impregnada toda ella por la «magia natural» propia del Renacimiento, se encontraban ya inscritas algunas de las ideas principales y más innovadoras que iban a impulsar, o al menos a prefigurar, las búsquedas ulteriores de numerosos médicos. Doctores y experimentadores de todo tipo que seguirían el camino iniciado por Paracelso en el análisis de las enfermedades, en la extracción de principios activos presentes en determinadas substancias, en el uso de ciertos medicamentos «químicos» o bien, de forma muy revolucionaria, en remedios y curas de carácter «psicoactivo».
Paracelso dio el paso decisivo desde la medicina del romano Galeno (citado igualmente en la obra Botánica oculta de Perucho) hacia la medicina moderna basada en la bioquímica. Con ello desestabilizó los majestuosos y sagrados templos hasta entonces conocidos del saber galénico y aristotélico, abriendo la vía a la fisiología experimental. El homenaje que le hace un autor contemporáneo de enorme erudición y bagaje cultural como fue Joan Perucho, impregnado de literatura por los cuatro costados, y más que nada con alma de poeta por encima de todas las cosas, es realmente cautivador y deslumbrante en cada pequeño rincón y capítulo de este espléndido volumen. Un libro que tenía por centro los relatos de plantas, más o menos mágicas e improbables, así como un diccionario final de algunas de las especies más conocidas. Dotado de una ironía que se conjuga sin cesar con un amor sin límites por las formidables piruetas que proporciona una fantasía e imaginación desbordantes, hablara bien de la legendaria mandrágora, de las domésticas rosa y mejorana, de un ansiado talismán antidiablos como la apamarga, de la maliciosa y seductora dama del velo negro, de «las plantas mágicas de Barcelona» reseñadas escrupulosamente por fray Gerundio o de la llamada «planta bebé», Botánica oculta se convertía en un libro tan admirable como singular dentro de toda la amplia producción literaria de Joan Perucho.
Si tuviéramos que elegir, dentro de su muy nutrida, variada y versátil obra, quizá la sección, o apartado, por así llamarlo, que conforman tanto su Monstruario fántastico (1976), igualmente de extraordinaria originalidad, como su Botánica oculta, posiblemente ambos representen de lo más cautivador, adictivo y emblemático de su quehacer. Libros que, junto a otros suyos importantes y de gran proyección en su día, como fueron el Libro de caballerías (1957), Las historias naturales (1960) o Las aventuras del caballero Kosmas (1981), lo revelaron, entre otros muchos publicados en vida, como un autor prácticamente único e inimitable en su época. Y su gusto por lo fantástico y las aventuras más descabelladas, repartidas entre las más diversas épocas y continentes; su ironía, que jamás descansaba, dejada caer a través de apuntes breves y sutiles, con giros inesperados y carcajeantes, de una comicidad apoteósica, lucirían en Botánica oculta con todo su esplendor.
Poeta en sus inicios, y se puede decir que a lo largo de toda su vida, la poética de Juan Perucho sería siempre, fundamentalmente, la de lo invisible y lo intemporal. Ya fuera en sus libros de poemas, en sus prosas de variada inspiración o en sus relatos fantásticos, como es el caso, por poner sólo unos ejemplos, de Diana y la mar muerta (1953), Galería de espejos sin fondo (1963), Rosas, diablos y sonrisas (1965), Nicéforas y el grifo (1968), Los emperadores de Abisinia (1989), Historias secretas de balnearios (1972), Museo de sombras (1981), Los laberintos bizantinos o un viaje con espectros (1984), Los misterios de Barcelona (1988), Detrás del espejo (1990), El basilisco (1990) o Los jardines de la melancolía: Memorias (1993), se trata siempre de una poética y una obra de inspiración sumamente libre, que mezcla géneros sin cesar. Una poética y una obra que destruye de forma ininterrumpida, desde el comienzo de su trayectoria, todos los conceptos y reglas firme y trabajosamente levantadas por el andamiaje estricto de lo académico y racional, en ambientes dominados de forma constante por el realismo y la literatura costumbrista.
Porque ¿qué representaba para Perucho a fin de cuentas lo fantástico? Es decir, ese gusto por lo maravilloso, que nunca, desde el principio, abandonaría a este gran autor en lengua catalana que, salvo en contadas ocasiones, siempre se tradujo a sí mismo al castellano. Él mismo se responderá en el texto La montaña que habla, de su libro Rosas, diablos y sonrisas: «A mí me parece que lo que en el fondo representa toda la literatura fantástica es la pura y simple reivindicación de la poesía y lo maravilloso ante la racionalidad excesiva de la vida. Me parece que el elemento fantástico es aquello que hace salir al hombre de lo habitual, de lo cotidiano, de lo antifantástico». O, si se prefiere, de lo antirrealista. Así lo declara en su prólogo a Botánica oculta: «El mundo de las plantas mágicas es un mundo fascinante, extraño y antirrealista». Las hay que lo son por sus numerosas cualidades y propiedades, pero las hay también que lo son «por su misma naturaleza inverosímil». Estas últimas, nos aclara Perucho, «son las que más repugnan a los racionalistas y tienen la virtud de sacarlos fuera de quicio».
Para encuadrar mínimamente la marginalidad y excepcionalidad en su día de Joan Perucho, hay que recordar el momento en el que irrumpió en el panorama literario no sólo español sino también europeo. En aquellos tiempos, los años de la posguerra, tanto él como su gran amigo, el citado Álvaro Cunqueiro (cuyas dos primeras novelas, de género fantástico, Libro de caballerías y Merlín y familia coincidieron, sin conocerse aún, en el año 1957), lo mismo que Dino Buzzati o Italo Calvino en Italia, destacarían como auténticos titanes solitarios enfrentados al neorrealismo, o realismo a secas, en el que muchos de sus compatriotas se hallaban mayoritariamente instalados, marcando en gran medida el gusto del público de la época. Todos ellos se enclavaban en una órbita rebelde, inasible e indomesticada que giraba indistintamente, de atrás a delante o contemporáneamente, en torno a autores geniales como Queneau, Gómez de la Serna, Edward Lear, Sterne, Swift y, si no, sobre las ironías y creaciones fantásticas de Borges y también de Bioy Casares, o sobre esos sarcasmos demoledores que reconstruyen los mundos imaginarios de un Stanislaw Lem. Como otros grandes contemporáneos –Borges, por ejemplo– Perucho practicará de forma magistral la yuxtaposición culturalista, las parodias y bromas de una imaginación iluminada y paradójica, que construye y a la vez diluye historia y obras en una mezcla sistemática de recopilación, reinterpretación, giros y círculos interminables. Mentes sumamente libres y en movimiento perpetuo, estos autores rebasan el género, devoran lecturas, percepciones, pensamientos y sentidos del juego literario. Se les podría llamar anarquistas respetuosos, muchos de ellos precursores del surrealismo y las vanguardias de este siglo, o bien experimentadores, en general, de mundos híbridos, siempre entre «dos orillas»: la realidad y la fantasía. Es decir, todo lo que de continuo collage, hermafroditismo, fusión y experimentalismo artístico ha vivido nuestra época.
Repartidos entre historias fascinantes protagonizadas por plantas, flores y vegetales de toda especie, o a través de microbiografías entre reales y simuladas de los más diversos personajes históricos o de ficción –ya fueran Nerón, Juliano el Apóstata, san Jerónimo, Maquiavelo, el duque de Rochefoucauld, Isabel II, Jasón y su vellocino de oro, el escritor y ocultista italiano Emilio de Rossignoli, el dramaturgo francés René de Obaldia, Cecil B. de Mille y su película El mayor espectáculo del mundo, el mago Belarmino de Arriaza, el general Custer, los cronistas de Indias, los diversos eruditos españoles del XVIII establecidos en Italia o la célebre Madame Blavatsky y su brillante seguidora Annie Besant–, abundan en Botánica oculta algunos de los protagonistas preferidos por Perucho. Protagonistas que yo llamo, genéricamente, «eruditos de lo maravilloso», y que eran una de sus marcas más reconocibles. Eruditos y aventureros, viajeros e investigadores al mismo tiempo, pertrechados de los saberes y curiosidades más extravagantes y estrafalarias, no temían afrontar los más arriesgados desafíos que