Gansta Gay
Por Indigo Jones
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Te presentamos a Gansta Gay, el justiciero de los gays perseguidos y oprimidos, el vengador, el fondo de tu pantalla, tu ídolo, tu fetiche sexual. Fuerte, duro, sobrenatural. Vive su vida sin complejos, como tiene que ser. Con un pasado de humillaciones que le llevó a ser quien es, unos amigos muy particulares y una sobrina a la que lleva una drag-queen para celebrar su cumpleaños, el protagonista de nuestra historia es un héroe anónimo de la comunidad. Pero qué héroe anónimo: intrépido y valiente, se presenta allí donde hace falta para resolver injusticias en el trabajo o la escuela. Él también tiene una respuesta para ese político intolerante o para ese predicador repelente. Y es una respuesta tajante. Este es un libro empoderante y optimista, que en estos tiempos de regresión hace mucha falta. Y también es un homenaje a Tino Casal, todo un precursor, queer entre los queers, que fue antes que Lady Gaga. ¿Te están acosando esos cabrones en el barrio o en el instituto? No te preocupes: Gansta Gay pronto acudirá a defenderte. Pero no siempre estará ahí para salvarte el culo, así que organízate y lucha. Are you ready to slay another day?
Indigo Jones
Indigo Jones is the pseudonym used by Aristides Solaar for the LGTBQ+-themed books or with main gay characters.
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Gansta Gay - Indigo Jones
—A mí al principio Kylie me parecía muy blanda, muy naif, muy infantil y ñoña para su público, que era el de chicos y chicas menores de edad...
—Que era básicamente el de Neighbours...
—Sí.
—Hasta que se hizo mayor con What do I have to do.
—Sí, se volvió sexy. La niña pasó a ser toda una mujer.
—Luego vino su etapa indie, ¿no?
—Sí, cuando dejó a Stock, Aitken and Waterman. Ahí no me gustaba. Se volvió oscura...
—Pero de esa época tiene temas brillantes, como Put yourself in my place.
—O Conf¡de in me. O Breathe.
—Luego viene la etapa disco... Más luminosa.
—Sí, volvió por sus fueros. Ahí es cuando se consagró como reina...
—Y en icono gay.
—Pero tuvo un disco de transición, ¿no?
—Sí, pero ahí anunciaba por dónde iban a ir los tiros.
—Con Spinning around...
—Se atrevió hasta con alguna con un aire trance, muy Ibiza en verano, On a night like this; en el vídeo salía Rutger Hauer. E hizo uno de los duetos más sexis de la historia, Kids, con Robbie Williams.
—Para sexy glorioso, su tema Slow. ¿Ese fue por la misma época, ¿no?
—No. Ese siguió a Fever, un álbum grabado en su plenitud que no tiene desperdicio.
—Es lo que yo llamo un disco redondo.
—Todavía comprábamos los CDs, ¿te acuerdas?
—Sí. Lo que ha hecho luego no está a la altura...
—Sí. No me gusta tanto.
—Y eso que tiene temones como The One o Timebomb.
—Pero All the lovers fue una cagada.
—Sí, muy flojo.
—Su colaboración con Giorgio Moroder es muy buena.
—O lo que hizo con Taio Cruz...
—Ahora parece que ha vuelto con un poco a sus orígenes...
—Es que es lo que mejor se le da, la música disco...
—Bueno —digo, levantándome—. Os dejo que me ha llegado una notificación. Me necesitan.
Paro un taxi. Subo. El taxista es gordo, calvo, tiene cara de eslabón perdido y apesta a Varón Dandy. Lo poco que había comido en casa se me revuelve en el estómago. Y es que mi estómago para algunas cosas es muy delicado.
El taxista tiene la radio puesta. ¿Y qué va oyendo? ¡Bingo! Un programa de fútbol. De todos modos, esto no es lo peor. Puedo tolerar el ir en un taxi y escuchar un programa de fútbol. Lo que no consiento por nada del mundo es que el taxista trate de involucrarme en ese detestable fenómeno de masas. Pero es lo normal, así que yo me pongo en guardia.
No me equivoco: el taxista me ha tomado por uno de ellos y me hace un par de comentarios sobre la Liga, esperando que yo le dé mi opinión. Yo le ignoro: me limito a mirar por la ventanilla con ojos perdidos. Él insiste. Yo entonces ladeo la cabeza y le miro con un desprecio abismal. Él entonces me pregunta, un poco desconcertado:
—¿No le gusta el fútbol?
A lo que yo respondo:
—Pues no, en absoluto. El fútbol y la heterosexualidad son las dos mayores lacras sociales.
El taxista me mira —de nuevo por el espejo retrovisor, no se atreve a girarse— como si lo que lleva atrás fuera en realidad el octavo pasajero, y no de la jornada precisamente. Como a pesar de todo tonto no es, capta la indirecta y no solo no vuelve a hablar de fútbol sino que incluso cambia de emisora.
Así me gusta, que se adapte a sus clientes.
—Hemos llegado, anuncia al poco.
—Bien.
En la radio sonaban las Sugababes:
Train comes and I don’t know its destination...
Yo conocía el mío. Lo conocía bien. Un billete de ida a una loca situación.
It’s a one-way ticket to madman’s situation
Exacto, chicas. Habéis leído mis labios.
—¡Mariquita!
Pablo corrió, avergonzado como de costumbre. Los que se metían con él tampoco eran una sorpresa. Estaban los más machitos de clase: Dani, Jose, Luis... Los de siempre. Con él eran unos abusones. No había día que no le insultaran o se metieran con él. Hoy se habían limitado a darle alguna colleja