Todo el Zodiaco. Capricornio
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Todo el Zodiaco. Capricornio - Equipo de expertos 2100
Introducción
Las estrellas Aldebarán, del Toro, Fomalhaut, del Pez, Antares, del Escorpión, y Regulo, del León, fueron llamadas reales por los sacerdotes sumerios 9.700 años a. de C. porque dividían la bóveda celeste en cuatro partes aparentemente iguales. En China las llamaron estrellas de las estaciones, y se guiaban por ellas para la conformación de su calendario.
En realidad, sus implicaciones fueron mucho más lejos, pues sobre ellas se sostiene el colosal edificio de la magia y de los poderes sobrehumanos, incluyendo en él un piso, toda la planta reservada al estudio de las fuerzas que determinan la personalidad, las posibilidades, las luces y las sombras de cada ser humano desde nace hasta que muere… y aun después.
POR LOS ASTROS CAPTAMOS Y EMITIMOS EL AURA UNIVERSAL
Para comprender la mecánica de la inyección de efluvios astros a seres, partamos del hecho comprobado de que toda mujer y todo hombre irradian una fuerza de carácter semifísico, periespiritual, comparable a las manifestaciones electromagnéticas, en relación con la condición de su cuerpo, pero de manera muy particular, con su mente y con la de su espíritu, manifestándose así como fuerza psíquica, generadora de ondas vitales, conocidas hasta hace unas décadas con el nombre de fluido magnético, o aura.
Se trata de una energía que capta, aprovecha y emite toda materia, ya sea orgánica o inorgánica —a partir del hecho de que todo lo creado fue originalmente luz—, pero que en los seres humanos cobra características distintivas por obra de lo que desde la Antigüedad bíblica se denominó soplo divino.
Se trata de la energía conformada por todo lo que toca a su paso a partir de una fuente original que, ciertamente, no son precisamente los planetas, sino la fuente de la que estos mismos brotaron.
Reconocemos, sin embargo, que los cuerpos celestes dan a este hálito infinito un tono distintivo, pero se trata siempre de la misma esencia. Esta, al ser reflejada por Marte, pongamos por caso, tiene en la Tierra efectos violentos, radicalmente opuestos a los que le impone Venus. Y lo propio sucede con cada planeta, con la Luna y con el Sol.
Pero, es la suma de todos los efluvios energéticos de todos los cuerpos celestes lo que se entreteje momento a momento y que, al posarse sobre la irradiación pura, blanca, de todo ser vivo, en el momento en que brota del huevo o del vientre materno, se condensa sobre él como un manto especialísimo, cubriéndolo en lo mental, en lo físico y en lo espiritual y formando sobre él un diseño único e irrepetible con el que le confiere una forma de ver y entender cuanto percibe, así como de darse a ver y entender ante los demás que le rodean habitualmente.
LOS PRIMEROS CULTIVADORES DEL AURA ASTRAL
Los primeros en resaltar la importancia universal del aura y de su fuente humana —el periespíritu, medio de unión y sujeción del espíritu al cuerpo, del que emana y en el que permanece hasta poco después de extinguida la vida mortal— fueron precisamente los eruditos sacerdotes de una tribu de la Media, antigua Persa.
Estos sabios actuaban como cultivadores y cuidadores del espíritu de los hombres en base a sus conocimientos del aura y su dependencia de las influencias astrales, ocupándose de limpiar esta emanación de las manchas que ofendían a las divinidades (origen del concepto de mancha dado al pecado), que degradaban el destino del pecador, destruían su suerte en el trato con su prójimo, quebrantaban la salud y lo hacían insignificante e indeseable para cuantos debían tratar con él o sólo mirarlo.
Y se trata de manchas auténticas, no de términos metafóricos. Manchas que actúan como interferencias y ocasionan que la persona sólo capte las influencias negativas de sus astros y pierda —por bloqueo o interferencia— las positivas, desequilibrando su naturaleza y obligándolo a padecer el penoso aislamiento del pecador y todos los perjuicios que eso conlleva, particularmente en relación con su capacidad para relacionarse con los demás, captar el mandato de los dioses y recibir sus favores en esta y en la otra vida.
LOS SABIOS QUE SEÑALARON EL ÓVALO LUMÍNICO ASTRAL
Aquellos eruditos investigadores de la Media, que cumplían esencialmente funciones sacerdotales gracias a la inmortalidad del periespíritu y de su aura —cuya dimensión fijaban en un metro aproximadamente en torno a la piel, como un huevo de luz y color que envolviera al hombre o a la mujer— fueron los primeros en ser llamados magos (en realidad, el término es una descomposición del gentilicio medo) y conocidos por su potencia para realizar prodigios que después pasarían a enriquecer el patrimonio sacerdotal egipcio.
De hecho, la etimología y los alcances de la palabra mago siguen siendo inciertos, pero el vocablo designaba ya una especialidad en aquella época repleta de hechos y circunstancias que trascendían todo concepto de materialidad, y tenían como base general la astrología, en la que ponían toda su devoción los sacerdotes medos, pilares de la grandeza de la naciente Persia.
MAGO: INVESTIGADOR DE LO VELADO A LA MAYORÍA
Entonces los magos eran necesariamente astrólogos —pues no se concebía, ni se concibe el estudio de la naturaleza sobrehumana si no es sobre la base astrológica— y eran tenidos, pues, por practicantes de una ciencia inaccesible e incluso intencionadamente velada al pueblo.
Con el transcurso de los siglos el término mago pasó a designar al hechicero culto, al esforzado investigador de todas las posibilidades de la materia y del espíritu (y el periespíritu) a partir de su relación con los astros, a diferencia de las brujas y hechiceros comunes, que de los hallazgos de los antiguos sacerdotes tomaron muchas de sus más potentes y asombrosas fórmulas.
En síntesis, el mago evolucionó de sacerdote a científico y de aquí a rival de la ciencia materialista, lo que no sólo le ha hecho causante del olvido de muchas facultades que fueron otorgadas a los hombres, sino que le ha reportado la imagen contradictoria y lamentable de sabio ignorante.
Pero en realidad, el mago clásico, el discreto o semioculto iniciado, no ha desaparecido del todo. Gracias a él la vieja ciencia continúa viva, pero en estado latente nebuloso, casi indefinible, como la propia condición del aura siempre cargada y recargada por determinados astros y sobre la que basa su sabiduría.
PRIMERAS REVELACIONES DE LA ACTUALIDAD
Esta gran ciencia, lo mismo que el aura en que se basa, ha sido negada, erradicada, redescubierta, utilizada, rechazada, readmitida, reutilizada y nuevamente ocultada. La historia, desde los registros bíblicos, está llena de referencias a magos que viajaban con el pensamiento, aparecían y desaparecían a voluntad y daban lugar a poderosos encantamientos.
Historia, mito y realidad del signo de Capricornio
TRAS EL MISTERIO DEL SÍMBOLO DE CAPRICORNIO
La cabra montesa es enumerada en la Biblia entre los animales puros. La hembra es denominada gacela. La especie de Palestina (Capra beden), habita particularmente en los roquedales junto al mar Muerto (I Samuel 24. 3; Salmos 104. 18), tiene un color más claro que el de la cabra montesa de los Alpes y la curvatura de sus cuernos es distinta. Lo que sigue siendo idéntico en ambas es su naturaleza huraña. Hay que señalar, no obstante, que la gacela fue punto de comparación para el prototipo de la mujer más atractiva de los tiempos bíblicos, la más graciosa, cuyos pechos, además, según el Cantar de los Cantares, eran como cabritillos.
Los símbolos zodiacales no son obra humana
«La cabra siempre tira al monte», dice el viejo proverbio, y dice bien, por más que nadie se haya preocupado demasiado por desentrañar esta verdad cargada de implicaciones. De hecho, las cabras llevan sobre cabeza y cuernos un formidable fardo que sólo los iniciados saben lo que contiene y pesa, pero del que ya asoman hechos tan innegables como los que condujeron a la confirmación arquetípica del signo de Capricornio.
No sin razones de índole mágica los egipcios adoraban como dios al macho cabrío de Mendés, ciudad del Bajo Egipto, y los judíos ofrecían cabras en los sacrificios que denominaban pacíficos.
Los antiguos griegos, que un su mitología guardaban muchos secretos iniciáticos, señalaron que, por haber amamantado a Júpiter, la cabra Amaltea fue colocada con sus dos cabritos entre las constelaciones.
TRAS EL DILUVIO QUEDÓ EN EL BARRO LA MONEDA DEL CONOCIMIENTO
Se ha querido ver en la elección de figuras zodiacales meros raptos de fantasía o un empeño por representar un conjunto de características humanas mediante figuras alusivas. No es así.
Al menos no todo es así, pero sólo unos cuantos privilegiados son conscientes de la formidable carga sobrenatural que como un éter trascendental envuelve a nuestro planeta y que puede llamarse mágica con absoluta propiedad, ya que fueron sacerdotes medos —y de medo deriva el término mago— quienes se ocuparon primero de lavar el barro posdiluviano que cubría esta cara de la moneda.
Posteriormente, la maraña de acontecimientos e intereses (no necesariamente humanos en el sentido estricto) hicieron que la moneda quedase mostrando al hombre sólo la otra faz, de modo que todo vestigio de la Era Sobrematerial, o Era Mágica, quedó borrado, u oculto provisionalmente detrás del episodio del diluvio, del silencioso dominio de las aguas y detrás de las diversas mitologías.
SE HA INICIADO LA ERA DE LA REVELACIÓN ASTROLÓGICA
El milagro de la simbología astrológica aún está por ser comprendido en toda su formidable trascendencia. De hecho, lo será muy pronto. Y esta serie de doce volúmenes destinada a cada uno de los signos tendrá el privilegio de haber estado entre los iniciadores del despertar astrológico, del levantar de los párpados y del enfoque de las pupilas a los secretos de la más vieja de las realidades.
Pronto se acabará con la superchería en nombre de los astros; los medios de comunicación dejarán de emitir secciones astrológicas y los científicos serán capaces de reconocer y mostrar las conexiones de las diversas disciplinas científicas con las verdades planteadas por los sacerdotes de la Antigüedad y planteadas en la obra de los grandes herederos de la cultura mesopotámica, como fue Hermes Trimegisto, el dios Thot de los egipcios, del que aún habrá de saberse y admirarse mucho.
Y precisamente Hermes Trimegisto fue, según la mitología, el padre del dios Pan, asociado también como precursor del signo de Capricornio. Y de su madre se afirma que fue Penélope, pero seguramente no aquella que fue esposa de Ulises.
De cuando la existencia de todos luchó por el ser
Su nombre se cree que provino de la contracción dórica de paon, pastor, pero los eruditos consideraban además la existencia de un término iniciático que significaba «todos» y que no sólo se pronunciaba directamente «pan», sino que aludía al hecho de que la vida (la existencia de «todos») había liberado su gran batalla por permanecer en el planeta justamente en las alturas rocosas, donde los pastores disfrutaban de la soledad (característica capricorniana) recostados entre rocas para disfrutar del Sol y tocar la flauta (la musicalidad capricorniana es proverbial, como la de Géminis y la de Piscis, a las que se debe la casi totalidad de la música popular de arraigo internacional). Sólo que entonces las cumbres eran invadidas por las olas del mar, por lo que la cabra arquetípica capricorniana tiene la cola de pez. En ella se unían las condiciones más altas y las más bajas de cuanto era vital sobre la Tierra.
LA BÚSQUEDA DEL SÍMBOLO IMAGINADO POR LOS DIOSES
En la Antigüedad, los sacerdotes magos vivían consagrados a la comprensión de los lazos universales con la Tierra y de lo material con lo espiritual. La astrología se hallaba en su gran período de investigación.
Se medían y verificaban los alcances, se afinaban los símbolos a fuerza de ajustarlos constantemente a los nuevos hallazgos sobre las propiedades de cada una de las 12 casas en que, esto sí, ya se había comprobado que se dividían las influencias celestiales: la rota geniturae, o ciclo órfico de los nacimientos, como la denominaría después Prisciliano.
Todo esto se hacía a partir de un convencimiento que después quedó olvidado en calidad de error garrafal y que hoy volverá a cobrar su valor: el cerebro es el receptáculo esencial de las influencias astrales, a la vez que un órgano de captación y reemisión de tales energías. Veamos cómo puede operarse este prodigio que une a cada persona con la totalidad de la Creación, haciéndole exactamente a imagen y semejanza de ella, de modo que todos, hombres y mujeres, sean precisamente minúsculos universos en seguimiento de un destino marcado por los colosos celestes, ya brillantes, ya opacos u oscuros.
Cómo se imprime en uno mismo el sello de los astros
Es un hecho ya indiscutible que cuanto existe posee una cualidad electromagnética que mantiene la armonía de sus componentes entre sí y en relación con el resto del Universo, de manera que sea cual sea su composición o función está integrado por la misma esencia que forma, mueve y es la razón de ser. Tal energía se manifiesta de manera particular en todo ser viviente —y aún más por lo que respecta al humano— emitiendo un aura distintiva que es impresionada por los astros en el momento mismo de su llegada al mundo, lo que se traduce en influencias que no sólo son de carácter físico, sino que de manera muy especial imponen pautas muy reconocibles a la personalidad y al funcionamiento del organismo, determinando puntos fuertes y débiles en uno u otro aspecto.
Burbuja energética de comunicación astral
Resulta, pues, de enorme importancia conocer la combinación y la intensidad del sello que los astros han impuesto a cada persona (signo zodiacal), particularmente por lo que respecta a los astros que se encuentran en su casa natal, que en el caso específico de quien nació bajo el signo de Capricornio es la décima, gobernada por Saturno.
Asimismo, hay que considerar siempre los fuertes o tenues matices característicos de los demás astros o planetas, que suman o restan posibilidades al sello del planeta regente de manera permanente u ocasional, como sería, por ejemplo, el caso de la Luna y de Marte.
Para entender mejor la mecánica y la función de los efluvios astrales en funcionamiento del cuerpo, suele aludirse a esta emisión de energía como si fuese una segunda humanidad que poseyera cada persona.
Generalmente se la conoce como aura, aunque sus posibilidades son infinitamente mayores que cuantas se le hayan calculado popularmente, por lo que en esta obra dedicada a Capricornio ofreceremos las primeras revelaciones sobre la capital importancia del aura como receptáculo y conexión directa entre usted y los astros; burbuja energética de comunicación con la totalidad del Cosmos.
USTED TIENE DOS CUERPOS: EL MATERIAL Y EL ÁURICO
De hecho, ha sido definido entre los iniciados como un segundo cuerpo, o cuerpo energético. Y es este precisamente el que se encendió y empezó a resplandecer en el instante mismo en que cada persona se apartó del aura materna para pasar a constituir una individualidad única e irrepetible en toda la extensión y la historia del Universo.
La naturaleza de esta energía bioplásmica del recién nacido recibe el sello de los efluvios astrales que dominan el ambiente, imponiéndole así las características que los