La expedición libertadora
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El estudio de la Expedición Libertadora, con sus múltiples actores, planos, geografías, intereses, formaciones militares/milicianas y respuestas locales sugiere la idea de una independencia intermitente. El derrumbe de un imperio secular abrió las puertas a un proceso de descolonización con una variedad de expresiones a lo largo y ancho del Perú. Los 23 artículos aquí reunidos están signados por un nuevo enfoque, que entiende la Expedición Libertadora como un proceso multidimensional donde se combinan desde perspectivas continentales hasta la microhistoria de un pueblo o un personaje que participa de una gesta de la cual hay aún mucho por investigar. El lector comprenderá en estas páginas la forma cómo se imbricaron las tramas de la historia local, nacional, regional y global, quedando evidenciados los claroscuros y las ambivalencias de un proceso único, como fue la independencia del Perú, en la historia americana e incluso global.
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La expedición libertadora - Jaime Arrambide
Serie: Estudios sobre el Bicentenario, 7
© IEP Instituto de Estudios Peruanos
Horacio Urteaga 694, Lima 15072
Telf.: (51-1) 200-8500
Correo-e:
Portal: www.iep.org.pe
Primera edición digital: Lima, julio de 2021
ISBN digital: 978-612-326-069-9
ISSN: 2304-3830
Hecho el depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú: 2021-07189
Registro del proyecto editorial en la Biblioteca Nacional: 31501132100333
Corrección: Daniel Soria
Asistente editorial: Yisleny López
Diagramación: Gino Becerra
Diseño de carátula: Gino Becerra
Cuidado de la edición: Odín del Pozo
Prohibida la reproducción total o parcial, por cualquier medio mecánico o digital, sin permiso del Instituto de Estudios Peruanos
Arrambide, Víctor.
La Expedición Libertadora: entre el océano Pacífico y los Andes. Víctor Arrambide, Carmen McEvoy y Marcel Velázquez. Lima, IEP, 2021. (Estudios sobre el Bicentenario, 7)
W/01.04.03/B/7
1. HISTORIA; 2. INDEPENDENCIA; 3. HISTORIOGRAFÍA; 4. EXPEDICIONES; 5. DESCOLONIZACIÓN; 6. ASPECTOS POLÍTICOS; 7. ASPECTOS CULTURALES; 7. SIGLO XIX; 8. LIMA; 9. PERÚ; 10. CHILE
Índice
INTRODUCCIÓN. REPENSANDO LA INDEPENDENCIA
AGRADECIMIENTOS
Parte I. PERSPECTIVAS DESDE EL ATLÁNTICO. INDEPENDENCIA SUDAMERICANA. CHILE. MEMORIAS ESTATALES
Del Atlántico al Pacífico. Dilemas y decisiones en las guerras de independencia.
Marcela Ternavasio
La Expedición Libertadora y la independencia sudamericana
Beatriz Bragoni
San Martín y O’Higgins: los preparativos de la Expedición Libertadora del Perú
Ana María Stuven
La Expedición Libertadora en el ciclo de los centenarios y bicentenarios: identidad nacional, intereses locales y diplomacia
Pablo Ortemberg
Parte II. REDES Y ASOCIACIONES. CONSPIRACIONES Y NEGOCIACIONES
Incertidumbre entre dos océanos: el gobierno de Vicente Gil de Taboada, intendente de Trujillo, durante el colapso del Antiguo Régimen, 1791-1823
Frank Díaz Pretel
Una maquinaria política itinerante: sociedades secretas y logias en la independencia peruana
Gabriel Cid
Tramando la independencia. Los agentes secretos del general San Martín en el Perú (1817-1820)
Víctor Peralta Ruiz
Una fogata en Cuzco: el general John Thomond O’Brien y la reputación de los oficiales extranjeros en el Perú de la posguerra
Tim Fanning
Parte III. LIMA: CENTRO POLÍTICO Y TEATRO DE NEGOCIACIONES, MIEDOS Y CONJURAS
En el centro de la controversia: el virrey Pezuela y la Expedición Libertadora
Ascensión Martínez Riaza
Lima en vilo. Temores y angustias ante el arribo de la Expedición Libertadora a la capital
Claudia Rosas Lauro
Una negociación imposible: el republicanismo en el Perú y la posición monárquica de San Martín
Cristina Mazzeo
La guerra doméstica: los bandos, proclamas y periódicos de la imprenta del ejército libertador, 1820-1821
Víctor Arrambide
Una reflexión en torno a las limitaciones de la independencia controlada
. Discurso y quehacer político en Lima, 1821-1822
Carmen McEvoy
Parte IV. EXPEDICIONES MILITARES Y NAVALES. NUEVA CULTURA POLÍTICA. REGIONES
¡Historiadores… historiadores!
La Expedición Libertadora del Sur y la independencia en la sociedad regional de Huamanga, 1820-1822
Nelson E. Pereyra Chávez
La Expedición Libertadora y el puerto de Paita: discurso, imagen y realidad
Elizabeth Hernández García
La Expedición Libertadora: guerra, patria y gobierno en los Andes
Gustavo Montoya
Impacto de la primera Expedición Libertadora a la sierra central en 1820
Pía Mendoza Villanueva
La participación de la sierra norcentral en la campaña libertadora.La formación del batallón Huánuco
Gonzalo Zavala Córdova
Cuzco en el contexto de la expedición libertadora: 1814-1820
Margareth Najarro
El partido de Chancay en la estrategia sanmartiniana para tomar la capital del virreinato peruano (1820-1821)
Luis Alberto Rosado Loarte
Para que no queden relegados al olvido
. La participación de los amazonenses en la guerra de independencia
Juan José Rodríguez
Comerciantes, contrabandistas y corsarios en Arequipa durante las guerras de independencia, 1821-1824
Víctor Condori
Lo que vino después: la aventura republicana en la Hispanoamérica del siglo XIX
Hilda Sabato
DE LOS AUTORES
Introducción
Repensando la independencia
La libertad hija del siglo va a descender sobre vuestras hermosas regiones; y a su sombra llegareis a ocupar entre las naciones del globo el alto rango que os destina vuestra opulencia. La escuadra chilena que tenéis a la vista de vuestros puertos, solo es la precursora de la expedición que va a fijar vuestra independencia. Ya se acerca este momento deseado de todos los corazones generosos […]. ¿Que aguardáis pues peruanos? Apresuraos a romper vuestras cadenas, venir a firmar sobre la tumba de Túpac Amaru y Pumacahua de estos ilustres mártires de la libertad, el contrato que ha de asegurar vuestra independencia y vuestra eterna amistad.
Bernardo O’Higgins, el supremo director de Chile a los habitantes del Perú, 1819
Pocos eventos históricos son tan complejos, dramáticos y —si consideramos el difícil cruce de los Andes— épicos como lo fue la Expedición Libertadora. Ciertamente, la historiografía del siglo XIX se ha referido a este momento clave como un esfuerzo conjunto para lograr la independencia del Perú, asegurando en el proceso la de Chile y las Provincias Unidas del Río de la Plata. La expedición
, señaló Francisco de Paula Santander en 1820, tenía como objetivo afianzar la libertad en la región; porque mientras los tiranos
se mantuviesen en América del Sud
, la suerte de Chile y de las otras jóvenes repúblicas sería incierta. La inédita operación anfibia, seguida con interés desde Bogotá por Santander, tuvo por finalidad arrojar
a los restos de españoles acogidos en Lima
. El primer presidente de la República de la Nueva Granada confiaba en la calidad de las tropas libertadoras y en la acreditada reputación
del general San Martín, 1 quien luego de la victoria en Maipú (1818) fue nombrado coronel mayor de los ejércitos en Chile y general en jefe del Ejército Unido. A propósito de ello, cabe recordar que la expedición tuvo un carácter eminentemente chileno, impronta establecida por el Congreso frente a la cual San Martín guardó respetable distancia, cuando buscando su autonomía y la de su círculo más cercano se nombró Protector del Perú. Fue en la capital del antiguo virreinato donde el veterano de las guerras napoleónicas junto con su mano derecha, Bernardo Monteagudo, ensayaron un esquema inédito de gobernabilidad posrevolucionaria mientras las tropas del general Arenales penetraban la sierra y activaban decenas de focos guerrilleros, atizando la reacción realista, tal como en su momento ocurrió con el almirante Cochrane en sus varias incursiones a lo largo de la costa peruana.
El 20 de agosto de 1820 partió de Valparaíso la Expedición Libertadora del Perú. Desde un lugar privilegiado de la bahía y probablemente recordando su juventud transcurrida en el poderoso virreinato vecino, Bernardo O’Higgins pasó revista a una sucesión de naves que atiborraban un pequeño recodo embanderado del océano Pacífico. En fila y siguiendo con un protocolo previamente establecido, desfilaron la Galvarino, el O’Higgins y el Lautaro, seguidas de una corbeta, algunas fragatas, 13 bergantines y 11 lanchas que exhibían la insignia tricolor de la Expedición Libertadora. Respecto al contingente humano, se calculan unos 6000 hombres embarcados, tres cuartas partes de ellos chilenos. La mayoría imaginaba una campaña que podía durar alrededor de dos años, y que, luego de logrado el objetivo, la liberación del Perú los llevaría de regreso a la patria. En la emotiva despedida invernal, nadie pensó por un momento en la opción protectoral, la que, es bueno recordarlo, no estuvo contemplada en las instrucciones otorgadas a San Martín por el Congreso de Chile. Por otro lado, eran muy pocos los que estaban al tanto del alto costo de la expedición, aproximadamente 600.000 pesos, que meses después se convertirían en una onerosa carga para una república recientemente fundada. En el emotivo adiós al viejo amigo, originario de Misiones, y a sus miles de compatriotas, O’Higgins tampoco consideró la factura política que la audaz apuesta por una guerra transnacional le pasaría a su gobierno, y mucho menos que algunos años después se vería obligado a emprender un viaje similar, esa vez sin retorno, al Perú.
El estudio de la Expedición Libertadora, con sus múltiples actores, planos, geografías, intereses, formaciones militares/milicianas y respuestas locales —como ocurrió en el caso peruano— sugiere la idea de una independencia intermitente,2 además de la presencia de un gran laboratorio para historiadores dispuestos a transitar por el territorio de la contingencia más absoluta. Desprenderse del relato nacionalista, al cual hemos estado acostumbrados, ayuda, por otro lado, a acceder al campo de una historia conectada inevitablemente marcada por una multiplicidad de procesos políticos, sociales y económicos, tanto a escala local como internacional. Todo lo anterior ocurrió en el marco del derrumbe de un imperio secular que abrió las puertas a un proceso de descolonización con una variedad de expresiones a lo largo y ancho del Perú. ¿Cómo abordar la independencia desde una perspectiva renovada que, por lo mismo, obliga a entenderla en múltiples niveles, para lo cual no existen fórmulas fáciles y mucho menos frases previsibles?; esas que hace cincuenta años, en plena celebración del sesquicentenario, capturaron la imaginación de muchos, pero que, sin embargo, ahora nos muestran sus grandes limitaciones.
En el marco de las tradiciones historiográficas sobre la independencia se pueden distinguir algunas líneas principales. El paradigma de la independencia concedida
se definió hace casi medio siglo y cumplió un papel significativo en la batalla historiográfica y la disputa de las interpretaciones, pero hoy se ha convertido en un lugar común que ya no posibilita ni el avance de las investigaciones ni la comprensión de diversos fenómenos más allá de lo meramente económico. El modelo de las revoluciones atlánticas, que abre el lente y coloca el énfasis en las rupturas derivadas de las invasiones napoleónicas y la Constitución de Cádiz, como una nueva cultura política, enfatiza una novedosa experimentación subjetiva del tiempo convulsionado, la participación de sectores populares y las tradiciones jurídicas reformuladas. La historia conceptual, por su lado, ha tenido un gran impulso a partir del proyecto Iberconceptos, que mediante diversos diccionarios ha contribuido a comprender desde el uso del lenguaje y su democratización los imaginarios político-culturales de las repúblicas iberoamericanas. Por otro lado, la importancia de la ruralización de la política
, concepto acuñado por Tulio Halperin para señalar los procesos que marcan la construcción de soberanías locales, atrae cada vez más a historiadores de la región; así como también ocurre con la noción del republicanismo, cívico y militar, que ha colaborado en identificar un vocabulario y un conjunto de prácticas políticas que marcarán la teoría y la praxis del convulso siglo XIX.
La propuesta de este libro, que se nutre tanto de la extraordinaria Colección documental de la independencia del Perú como del arduo trabajo de los historiadores peruanos y extranjeros que nos precedieron, coloca en el centro del estudio a la Expedición Libertadora como un proceso multidimensional y capital para las independencias y la fundación de la era moderna. La Expedición Libertadora integra todas las facetas de una campaña militar, además de política y cultural. Esa travesía de soldados, naves e ideas significó un parteaguas que, como bien sabemos, provocó un repliegue de las tropas realistas, el inicio del fin del último bastión y como consecuencia el triunfo bélico de la opción revolucionaria sobre la todopoderosa administración imperial.
Lo que es importante subrayar es el carácter colectivo de la propuesta de este libro, tal como lo fue el evento que analizamos desde múltiples perspectivas conceptuales, la dinámica de los actores y los escenarios continentales y regionales. Y acá nos referimos específicamente a imperios, como España y Portugal, pero también a Gobiernos independientes, actores político-militares, pueblo organizado, lenguaje político, erosión de jerarquías culturales, soportes materiales de la prensa, bloqueos navales, guerra de recursos en tierra y, por si no fuera suficiente, la construcción de una memoria y un legado republicano, que con sus luces y sombras todavía pervive en Hispanoamérica. En breve, este texto, que es el primer análisis contemporáneo sobre la Expedición Libertadora, intenta visibilizar un verdadero caleidoscopio que aquilata las densidades y rugosidades de un proceso social, político, económico y cultural donde, por ejemplo, Tarma o Chachapoyas viven las consecuencias de decisiones tomadas en Buenos Aires o Santiago, sin dejar de redefinir dicho impacto de acuerdo con sus propias historias e intereses locales. De tal modo, en estos artículos se combinan desde perspectivas continentales hasta la microhistoria de un pueblo o un personaje que participa de una gesta de la cual hay aún mucho por investigar. En efecto, postulamos que este es el inicio de un proyecto de largo aliento, donde sea posible imbricar las tramas de la historia local, nacional
, regional y global para, de esa manera, evidenciar los claroscuros y las ambivalencias de un proceso único, como fue la independencia del Perú, en la historia americana e incluso global.
Este libro se divide en cuatro secciones. La primera ofrece una mirada continental y presenta a los actores globales directos e indirectos, que con sus acciones u omisiones influyeron en el curso de los acontecimientos. Además, en esta sección se incluyen reflexiones teóricas, análisis contrafácticos y la celebración del centenario, que materializa en edificaciones y actos simbólicos, una forma, también, de leer el proceso de la independencia. La sección empieza con el artículo de Marcela Ternavasio, donde analiza el papel que jugó la alternativa de una alianza contrarrevolucionaria entre España y Portugal en los procesos de toma de decisiones que desdoblaron la estrategia guerrera entre el Atlántico y el Pacífico desde 1816 hasta 1820, cuando se concretó la Expedición Libertadora a Perú. Se trata de un ejercicio que aspira a restituir algunos de los dilemas que experimentaron las revoluciones hispanoamericanas en el tablero internacional durante la primera Restauración europea y a poner en diálogo el campo de la guerra, la política y la diplomacia.
Por su parte, Beatriz Bragoni propone una relectura de la expedición militar al Perú con el objeto de interpretar el complejo arco de instrumentos tácticos y argumentos que gravitaron en el diseño y puesta en marcha de la estrategia militar y política destinada a afianzar la independencia en el subcontinente. Se hace hincapié especialmente en tres aspectos centrales: las prácticas de guerra ensayadas e inscriptas en lo que la historiografía ha caracterizado como guerra de recursos
, la sedimentación de identidades políticas nacionales y la vigencia o reinvención del principio monárquico como instancia transaccional de la emancipación, incitada por el contexto internacional y la firme convicción del círculo íntimo del Libertador del Sur acerca de que solo la monarquía constitucional podía dotar de estabilidad a las flamantes comunidades políticas resultantes del colapso imperial en la América del sur.
Ana María Stuven estudia las tensiones entre los gobiernos de Chile y Argentina y la relación entre San Martín y O’Higgins; ambos en posiciones políticas muy frágiles, y que encontraron en la campaña de la Expedición Libertadora una solución transitoria a sus dilemas y a las amenazas que los cercaban. Por otra parte, esta salida determinó una correlación entre guerra e identidad nacional chilena que se prolongó en el siglo XIX. Finalmente, el trabajo de Pablo Ortemberg reflexiona de manera comparada sobre los modos de celebrar los procesos de independencia latinoamericanos en los centenarios con respecto a la segunda oleada de ciclos de festejos bicentenarios, que todavía no concluyen. Desde este amplio marco temporal, pone en perspectiva la compleja trama de apropiaciones de la Expedición Libertadora según intereses del presente en los centenarios y bicentenarios en la región. Analiza así similitudes y diferencias en los modos de celebrarlos, así como disensos y convergencias en este caso particular de invención de tradición
local, nacional y trinacional. En efecto, cada celebración trabaja sobre la arcilla del acontecimiento móvil
de la Expedición Libertadora, cuyo despliegue abarcó originalmente un espacio continental y prodigó una miríada de hitos cronológicos. Así se reescribe un guion que pone en evidencia usos diferenciales del pasado, que deja siempre abierta la posibilidad de construcción de un horizonte compartido entre las naciones de Argentina, Chile y Perú.
La segunda sección incluye un conjunto de artículos que estudian el conjuro de las palabras, las asociaciones públicas y secretas, las conspiraciones, los emisarios transfronterizos, las redes familiares y la imbricación de lo político en la alta jerarquía militar. Además, ofrece una singular historia de vida de un irlandés, el general John O’Brien, actor de las guerras de independencia y de las consiguientes ventajas comerciales posteriores para los oficiales vencedores. El conjunto deja constancia de los diversos tramados organizativos políticos, como la Logia Lautaro; la tensión entre la familia y el individuo, o la interacción entre el rumor y la hoja volante.
Frank Díaz Pretel estudia las redes del virrey Francisco Gil de Taboada, con énfasis en las actuaciones de su sobrino, Vicente Gil de Taboada, que desempeñó el cargo de intendente de Trujillo (1791-1820). El texto analiza este grupo familiar de gallegos, las circunstancias de su nombramiento en las jurisdicciones americanas, las políticas de gobierno y el despliegue de sus redes de poder para la colocación de parientes consanguíneos en altos puestos de la burocracia y la administración provincial del virreinato peruano. Asimismo, describe críticamente el gobierno de la intendencia trujillana a partir de la biografía de su segundo titular, sus obras y motivaciones personales, las coyunturas nacionales e internacionales concatenadas con su vida y su trayectoria por el ámbito del imperio español durante el proceso de crisis.
El trabajo de Gabriel Cid aborda el papel de las sociedades secretas en las revoluciones hispánicas, analizando el caso de la Logia Lautaro en el proceso de independencia y en la gestión política y militar de la Expedición Libertadora. El trabajo examina la conformación de una maquinaria burocrática itinerante que se movilizó en paralelo al desarrollo de las campañas militares, suministrando los cuadros para gestionar el poder en los territorios liberados, tanto en Chile como en Perú. Ese modelo de organización, que coordinó la empresa expedicionaria, terminó colapsando en Lima por las desavenencias políticas, ideológicas y militares en su seno, consecuencias del desgaste del modelo de sociabilidad secreta que promovía y por la mayor incidencia de las dinámicas locales abiertas tras la declaración de independencia peruana que se enfrentaron a las lógicas transnacionales de la Logia.
Víctor Peralta Ruiz inscribe novedosamente el tema de los emisarios sanmartinianos en el enfoque de las redes políticas transfronterizas bajo las cuales tuvieron que actuar. Así, otorga importancia a una conexión de agentes secretos rioplatense-chileno-peruana fomentada por el general José de San Martín como estrategia para emprender la guerra de zapa
contra los últimos gobiernos virreinales. Se presta especial atención al espionaje practicado durante el bloqueo naval del Callao por parte de la escuadra de lord Cochrane. Por su parte, Tim Fanning nos ofrece un artículo acerca de la historia de vida de O’Brien, un militar irlandés que no solo participó en las acciones armadas más significativas de la independencia, sino que buscó dejar constancia de ello en textos publicados después. La lógica del posterior beneficio comercial por estas acciones son también otro campo de batalla, como lo prueban sus actividades en el ámbito comercial en el Cuzco y su encendida rivalidad contra el inglés William Miller.
La tercera sección gira alrededor de un espacio fundamental en este proceso, el centro del poder virreinal, la fuente de la contrarrevolución. La ciudad de Lima no solo posee una dimensión material, sino, sobre todo, una simbólica en el proceso de la independencia americana; ocupar dicho espacio y mantener el poder desde allí eran decisivos para el logro de la independencia americana. De este modo, se analiza la perspectiva realista, el miedo social, el papel de los impresos y las hojas volantes, los límites políticos de San Martín, la figura de Monteagudo y las fracturas de una independencia controlada
condenada, por sus inmensas contradicciones, al fracaso. Todos estos procesos y juegos de los actores políticos en pugna dan cuenta de un genuino protagonismo de las élites criollas limeñas en su afán de obtener la independencia sin perder sus privilegios.
Ascensión Martínez Riaza, a partir de la documentación generada por el virrey Pezuela y los altos oficiales que enfrentaron a la Expedición Libertadora, analiza cuál fue la diversa y fragmentada posición realista ante la intervención de San Martín. La crisis intensificó las tensiones internas que ya existían desde la asunción del mando por parte de Pezuela. El texto estudia dos momentos y sus respectivas variables. El primero presenta cómo el virrey fue recibiendo e incorporando rumores y noticias sobre la Expedición, cuáles fueron sus decisiones y estrategias, y cómo, sin descuidar otros posibles objetivos, identificó la defensa de Lima con la del Perú. El segundo advierte cómo el enemigo no era solo San Martín. También lo fue la opinión pública, que Pezuela alertaba se decantaba progresivamente hacia la independencia. Además, los altos oficiales, que el virrey fue convocando a la capital con sus tropas, estuvieron en desacuerdo con sus decisiones, y luego tuvieron ocasión de reunirse y preparar la deposición del virrey en el pronunciamiento de Aznapuquio. Este motín exitoso fue justificado por la conducta política y militar del virrey, y tuvo a la Expedición Libertadora como detonante.
Claudia Rosas analiza los temores y las esperanzas desatadas en la población de Lima por la llegada de la Expedición Libertadora a la capital. Para ello, divide en cuatro acápites su análisis: el primero trata sobre las ansiedades y esperanzas que generó la campaña de propaganda y persuasión desarrollada por San Martín antes de la partida de la Expedición Libertadora de Valparaíso; el segundo relata la incertidumbre y los temores que provocó el desembarco de la expedición y su presencia muy cerca de Lima; el tercero estudia el impacto en la población limeña por la partida del virrey La Serna hacia el Cuzco y el vacío de poder que produjo en la capital hasta el ingreso de San Martín en ella; y finalmente se cierra esta coyuntura estudiando cómo se pasó del miedo al proyecto monárquico de San Martín al odio a su ministro Bernardo Monteagudo, líder de los despojos a los españoles limeños.
El trabajo de Cristina Mazzeo confronta la posición monárquica de San Martín con el republicanismo clásico que mantuvieron los ideólogos peruanos. Se explican las razones que llevaron al Libertador a pensar que en el Perú se podría aplicar un gobierno monárquico sustentado en un Congreso Constituyente. Las vicisitudes de la guerra tanto en el Río de la Plata como en Chile y los conflictos que aparecieron luego de las independencias de dichos países lo llevaron a pensar que la única forma de gobierno que podría mantener el orden era una monarquía constitucional. San Martín soñaba con crear un mundo americano que estuviera a la par de los gobiernos europeos en ese entonces. El gobierno de San Martín coincidió con el Trienio Liberal en España, y eso le dio pie a intentar en tres ocasiones llegar a un acuerdo entre las partes en lugar de un enfrentamiento bélico. Pero la idea del republicanismo ya había sentado sus raíces en el Perú, y no pudo lograr su objetivo. Luego de dos años de conducir el gobierno y después de convocar al Congreso Constituyente, se alejó definitivamente del Perú.
Víctor Arrambide analiza cómo se fue desenvolviendo la guerra doméstica
con el inicio de la publicación de proclamas, bandos y periódicos a través de la imprenta del ejército libertador, y cómo rompió con la censura impuesta por el Gobierno español luego de la abolición de la Constitución de Cádiz, desafiando el monopolio de la Gaceta del Gobierno de Lima. El Gobierno virreinal, a pesar de tener a disposición una mejor imprenta, no pudo hacer frente a la distribución de los impresos patriotas ni a la red de información que se había formado desde antes de la llegada de la Expedición Libertadora. Prosiguiendo con esa línea de análisis, Carmen McEvoy retoma su concepto de la independencia controlada
para analizar el pacto político tácito entre la élite limeña y la vanguardia expedicionaria. A través de un estudio detallado de Lima justificada, un texto con resabios virreinales publicado a raíz del motín contra Monteagudo que determinó su caída y la del Protectorado, la autora devela la virtualización de la política debido a la decisión de obtener una independencia sin sangre
y, en consecuencia, emprender una guerra de opinión. La incorporación de Lima dentro de la gama de respuestas locales a la presencia sanmartiniana en el Perú brinda interesantes pistas en torno a una estrategia de sobrevivencia ante el embate protectoral contra la hegemonía limeña, que combinó las ideas republicanas con el viejo discurso de excepcionalidad virreinal. Este constructo fue acompañado de una política de la calle
capaz de remover autoridades utilizando, entre otras cosas, la condena moral. A diferencia de otras regiones, en especial la sierra peruana, en Lima no se vivieron jornadas revolucionarias sangrientas, situación que sienta las bases para una cultura política de la negociación, el acomodo, la contención e incluso del transfuguismo.
El impacto de la presencia y las transformaciones político-culturales acarreadas por la Expedición Libertadora es el foco del análisis de la cuarta sección. Las tropas argentinas y chilenas, los reclutamientos forzosos, la incorporación de los esclavos, la campaña naval del buque a cargo de Cochrane, entre otros tantos temas, son cubiertos poniendo particular énfasis en las campañas militares y las incursiones navales; asimismo, el papel de las regiones (Paita, Chancay, Cuzco, Huamanga, Tarma y toda la sierra central, así como la región amazonense) es crucial, y así se amplía el lente sobre esta campaña político-militar, iluminando a otros personajes claves y colectivos sociales no siempre reconocidos. El pueblo organizado y las acciones de los grupos populares, principalmente en la región andina, adquieren otra dimensión en este conjunto de acontecimientos vertiginosos que retratan la enorme irradiación de las banderas de la libertad, obviamente reconceptualizada, en ámbitos culturales y sociales muy diferenciados.
Nelson Pereyra estudia la presencia de la expedición de Antonio Álvarez de Arenales en Huamanga y los efectos de la independencia en el territorio de la intendencia serrana. Él postula que las reformas borbónicas y los repartos afectaron los circuitos mercantiles y la economía de Huamanga y ocasionaron perjuicios económicos y sociales especialmente entre españoles, criollos, mestizos e indígenas de la zona de Pampa Cangallo. Sin embargo, el liberalismo también impactó en la región, al movilizar a diferentes actores de la sociedad regional. Por un lado, los miembros de la élite aprovecharon la oportunidad para demandar la autonomía regional, sin renegar del fidelismo, o para transitar con comodidad hacia los nuevos puestos políticos que la república instauraba, mientras los campesinos plantearon demandas relacionadas con la ciudadanía y llegaron a ocupar los espacios de poder local que en una coyuntura normal les eran negados.
El artículo de Elizabeth Hernández pretende ser un acercamiento a la manera como se dio el primer contacto entre la Expedición Libertadora, al mando de Thomas Cochrane, y uno de los puertos más importantes del virreinato del Perú, como fue el de Paita. Se analiza así el modo en que se vivieron los acontecimientos previos a ese primer contacto desde la perspectiva oficial, así como las circunstancias que ensombrecieron el discurso patriota independentista que trajo la expedición, sobre todo para la élite, en virtud del comportamiento de los denominados patriotas de Chile
. Otra perspectiva que se trabaja es el comportamiento del estamento indígena paiteño frente a la Expedición Libertadora, el cual fue motivo de enorme preocupación entre las autoridades del puerto, dado que el peligro de un desborde social bajo el amparo de Cochrane se asomó como una posibilidad cercana.
En su artículo, Gustavo Montoya exhibe los principales eventos políticos y militares en la Intendencia de Tarma por efecto de la presencia de la Expedición Libertadora. También explica la militarización de esta región, el establecimiento del gobierno patriota y la conformación de milicias civiles en favor de la independencia. Pío Mendoza estudia cómo, ante la presencia de la Expedición Libertadora en la sierra central, las dispersas fuerzas realistas, agobiadas por las deserciones, optaron por escoltar a los funcionarios virreinales en su desesperada fuga, mientras el ejército de Álvarez de Arenales avanzaba alentado por el caluroso recibimiento de las poblaciones indígenas, ambiente propicio para la proclamación de las independencias en Ica, Huamanga, Tarma y Cerro de Pasco; en esta última, después de la victoriosa jornada militar del 6 de diciembre de 1820. En estos dos meses de presencia patriota, que fue definiendo la presencia de un Estado
alternativo, se dictaron medidas favorables a la nueva administración, y para defenderla se organizaron partidas de guerrillas y montoneras.
En esa misma línea, Gonzalo Zavala estudia los sucesos que llevaron a la formación del batallón Huánuco, así como la participación de la población durante los años finales del proceso independentista. De la misma manera, se tratará de delinear los conflictos internos y las luchas de poder que se dieron entre los dirigentes políticos y militares de la región. Discute así con la historiografía peruana que se ha ocupado de las guerras de independencia, y ha centrado su atención principalmente en las grandes batallas y los grandes héroes, dejando de lado y soslayando la participación de la mayor parte de la población, relegándola a ser mera espectadora de los cambios que ocurrieron durante las primeras décadas independientes de las repúblicas americanas.
Margareth Najarro examina los sucesos ocurridos en Cuzco entre 1814 y 1820, cuando se dieron una serie de hechos relevantes a influjo de las acciones realizadas por San Martín a partir de 1814, año en que empezó la organización del Ejército de los Andes en Cuyo. En esta perspectiva, este artículo intenta mostrar que después de la revolución del Cuzco en 1814 el espacio cuzqueño continuó siendo un lugar convulsionado influido por los sucesos revolucionarios bonaerenses. Y no solo eso, los movimientos que se gestaron obligaron a las fuerzas realistas a enviar un contingente armado hacia las zonas rebeldes, en momentos cruciales en que San Martín venía organizando e implementando una serie de estrategias de acción, las cuales le permitieron lograr victorias importantes, como en Chacabuco y Maipú, para consolidar finalmente la independencia peruana y americana.
Luis Rosado Loarte estudia la presencia del Ejército Unido Libertador del Perú en la antigua provincia de Chancay, que durante ocho meses jugó a favor del éxito de la estrategia sanmartiniana para conseguir que el cabildo limeño se decida por la independencia del Perú. Su presencia en esta provincia contó con el decidido apoyo de los criollos —quienes brindaron los recursos necesarios para el sostenimiento del ejército— y de la población indígena como milicianos y también como proveedores de recursos y trabajo, necesarios para el sostenimiento del ejército durante tan larga presencia. Esta no siempre tuvo escenarios positivos, ya que las tropas vieron marcado su accionar por circunstancias determinadas por sus reveses y éxitos. Acá el autor se refiere a la consolidación del norte peruano como espacio patriota, con ciertas limitaciones en su estrategia, situación que llevó a San Martín a reestructurar su plan inicial a mediados de enero, momento en el cual el accionar de las guerrillas de Yauyos y Huarochirí jugó un papel determinante para el retiro de las tropas realistas de la capital del virreinato.
Juan José Rodríguez estudia la participación amazonense en la independencia a través de la memoria de un modesto ciudadano patriota, José Portocarrero, quien conserva los recuerdos de los sucesos de una batalla y, más importante aún, de los hombres y mujeres que estuvieron presentes. Este ciudadano ya entrado en años remite una carta a su antiguo compañero de armas residente en la capital, Mariano Zamora. En dicha carta le pide que se esfuerce en hacer recordar a los capitalinos los hechos de armas que ocurrieron en los campos de Higos Urco, donde los hombres y mujeres amazonenses contribuyeron con su sangre a liberar el nororiente del control realista. Por otro lado, el artículo de Víctor Condori intenta darle una mirada particular al proceso de independencia de Arequipa a partir de una actividad económica: el comercio de importaciones, que durante estos años de guerra experimentó un notable crecimiento en la región, favorecido por las circunstancias bélicas, que convirtió a la Intendencia de Arequipa en el principal punto de enlace entre la corona española y el último virreinato de América, así como en la principal puerta de ingreso para el comercio extranjero. Por eso, la región se tornó un importante destino para numerosos comerciantes extranjeros, británicos, franceses y alemanes, quienes gracias a permisos especiales se establecieron progresivamente en la ciudad, todavía bajo control realista. Al cabo de unos pocos años, ellos abrieron sendas casas comerciales, permitiendo que la economía arequipeña se vincule directamente con otras regiones del mundo.
Finalmente, el libro cierra con el artículo de Hilda Sabato, que traza las formas de gobierno que adopta el republicanismo en tierras americanas y las comunidades políticas que crea conforme avanza el siglo XIX. Su perspectiva de hondo calado traza las continuidades, pese a las adversidades y limitaciones, de un proyecto político que abrió paso a nuestra modernidad, heterogénea y compleja. Las nuevas repúblicas, afirma Sabato, resultaron de un proceso de experimentación constante que involucró no solamente a quienes las formaron en las filas de las dirigencias, sino al resto de la población que intervino en la vida política de múltiples maneras. En una región caracterizada por la diversidad, la variedad y el cambio, la autora detecta ciertas constantes; entre ellas, el reconocimiento de la república como un punto de llegada compartido por todas las exunidades del imperio español, para lo cual fue necesario la creación de marcos legales e institucionales nuevos, diferentes e incluso contradictorios. A manera de ejemplo, la adopción del principio de soberanía popular exigió la invención del pueblo
. Así, presa de su propia lógica endógena, la república se expuso, desde sus inicios, a ser invalidada por sus propios creadores/criaturas. Un segundo dilema, de acuerdo con Sabato, fue la creación de una línea divisoria entre gobernantes y gobernados. La vida política activa involucró a hombres y mujeres, quienes participaron de diversas maneras: procesos electorales y ejercicio cotidiano de la crítica por medio de la prensa, pero también a través de movilizaciones de todo tipo, incluso radicales y revolucionarias. No sorprende, entonces, que la competencia entre proyectos y aspiraciones diferentes desembocara en conflictos no necesariamente pacíficos.
La incertidumbre y la inestabilidad, elementos característicos de toda experiencia humana colectiva, muestran lo azaroso de la trayectoria que devino en las emergentes y precarias naciones hispanoamericanas. Desde otro enfoque complementario, la independencia es una serie de aporías, imposibilidades que se vencieron o se sortearon con la concurrencia simultánea de un espacio político en movimiento, diversos tiempos socioculturales y lenguajes heterogéneos. El orden jurídico-político, las creencias tradicionales, las actividades económicas, las relaciones de parentesco, la esclavitud... todos los complejos sistemas sociales se vieron desafiados por la emergencia de una nueva acción social, un insólito lenguaje y una novedosa experiencia cultural que estaba construida, muchas veces, con los retazos recombinados y transformados de sus adversarios: nuevos usos de viejas prácticas y reconfiguración del sentido de las palabras y del vínculo sociopolítico. La Expedición Libertadora condensa la potencia de lo contingente y la superación de las aporías con la concurrencia simultánea y heterogénea de prácticas complejas, voces enmarcadas e imaginarios múltiples.
Hablando de lo inestable y azaroso de la experiencia republicana, es importante recordar un viejo texto de Jorge Basadre que puede ayudarnos a revisitar la independencia del Perú menos obsesionados con una teoría o una frase ingeniosa que la englobe totalmente, y tal vez más preocupados con el análisis puntual de una multiplicidad de hechos que permitan pensar históricamente en su fascinante complejidad. En El azar en la historia y sus límites, un texto que pareciera estar escrito para aproximarse a la contingencia que definió el tránsito de la colonia a la república, el historiador tacneño recordó que la historia, en su esencia, es imperfectamente racional. Esto debido a que pertenece a un tiempo contingente, es decir, ajeno a las características del tiempo racional, que es lineal, homogéneo y en teoría previsible. La contingencia, que es lo que en esencia aborda esta obra colectiva, implica incluso la posibilidad de que un hecho pueda realizarse o no. Y es que la historia, sugiere Basadre, se orienta en un sentido obvio al porvenir. Y este es muy rico en casos posibles e incluso aún no ha diseñado sus formas exactas, porque la historia es una creación de ellos mismos; en breve, un acto de libertad. Debe ser vista como una sucesión de fenómenos dentro de la que el individuo —y acá añadiríamos los colectivos sociales— puede pensar, intuir e incluso escoger sus acciones. A causa de esta circunstancia, opina Basadre, el acontecer humano es en lo fundamental energético
. En este volumen hemos intentando dar cuenta de esta energía humana que hace doscientos años se encaminó a la conquista de una libertad interpretada de múltiples maneras a lo largo y ancho en el territorio de lo que más adelante se denominó la República del Perú.
1. Francisco de Paula Santander a Bernardo O’Higgins, Bogotá, 1 de diciembre de 1820. En Biblioteca Nacional de Chile, manuscritos de don Diego Barros Arana, tomo 63, pp. 53-54.
2. Esta idea ha sido sugerida por Margareth Najarro.
Agradecimientos
Este libro ha contado con la generosa ayuda de diversas instituciones y personas. Los artículos aquí reunidos provienen de las ponencias presentadas en el congreso Entre el océano Pacífico y los Andes: la Expedición Libertadora en perspectiva histórica 1820-2020
, el 25 y 26 de noviembre de 2019, que congregó a académicos de Argentina, Chile, España, Estados Unidos, Irlanda y Perú en el Centro Cultural de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, antiguo Convictorio de San Carlos, espacio histórico que fue uno de los lugares emblemáticos del pensamiento ilustrado e ideas precursoras. La realización de este evento fue posible gracias al apoyo de muchas personas e instituciones. En primer lugar, el apoyo del Proyecto Especial Bicentenario de la Independencia del Perú y de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Agradecemos a Gabriela Perona Zevallos, directora ejecutiva del Proyecto Especial, y al doctor Orestes Cachay Boza, rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, por acoger la idea de realizar este evento y sumar esfuerzos para llevarlo a cabo. La presencia de los ponentes provenientes de Argentina, Chile e Irlanda fue gracias al apoyo de Pluspetrol, la Embajada de Chile en el Perú y la Embajada de Irlanda en Chile, respectivamente. En la organización logística del evento, nuestro agradecimiento a Sandy Arrué, Jair Jaguande y Verónikha Chávez. A Carla Zapata por el diseño del póster alusivo a la Expedición Libertadora. A los jóvenes estudiantes que brindaron su tiempo para apoyar en las dos intensas jornadas, en tiempos aún premascarillas y prepandemia. La publicación de este libro ha sido posible por la generosa acogida que tuvo el manuscrito en el Instituto de Estudios Peruanos. En estos tiempos de muerte e incertidumbre, vale la pena regresar a un hecho histórico extremadamente difícil y complejo, que sirvió de preámbulo a un proceso independentista que a nuestro entender fue una tarea colectiva marcada por sombras, pero también por múltiples luces, algunas poco conocidas, que ahora más que nunca es importante relevar y divulgar entre las nuevas generaciones de peruanos prestos a celebrar el Bicentenario de la independencia y la fundación de la república.
Lima y Sewanee, octubre de 2020
Parte I
Perspectivas desde el Atlántico.
Independencia sudamericana. Chile. Memorias estatales
Del Atlántico al Pacífico. Dilemas y decisiones en las guerras de independencia
MARCELA TERNAVASIO
¿Qué habría ocurrido con la estrategia bélica e independentista del Pacífico si a partir de 1814 se hubiera concretado una alianza militar entre España y Portugal para reprimir los focos revolucionarios del Atlántico Sur? Responder a esta pregunta nos enfrentaría a un ejercicio contrafáctico en torno a las probabilidades que se abrieron en aquella coyuntura para imaginar futuros que no fueron. Los historiadores somos por lo general reacios a transitar esos caminos; se supone que estamos abocados a investigar lo que efectivamente aconteció, y cualquier desvío que conjeture sobre potenciales derroteros, frustrados por diversos factores, suele ser descalificado y condenado al terreno especulativo. Pero si despojamos al interrogante formulado de su dimensión contrafactual y nos ubicamos en los años que continuaron al desmoronamiento del imperio napoleónico, la hipótesis de una alianza bélica luso-hispana representó una opción por la que varios actores apostaron, y muchos temieron sus consecuencias.
A partir de dicha hipótesis, en las siguientes páginas me propongo hacer este ejercicio: analizar el papel que jugó la alternativa de unidad de las coronas ibéricas en los procesos de toma de decisiones que desdoblaron la estrategia guerrera entre el Atlántico y el Pacífico desde 1816 hasta 1820, cuando se concretó la Expedición Libertadora a Perú. Por tratarse de un breve ejercicio que aspira a restituir algunos de los dilemas que experimentaron las revoluciones hispanoamericanas en el tablero internacional durante el sexenio de la primera Restauración europea, la exposición estiliza al máximo las tramas acontecimentales, las cuestiones historiográficas que las subtienden y el aparato erudito en el que se apoya.1
En el punto de partida de esta reflexión postulo dos premisas. La primera es que no es posible comprender los avatares de este periodo sin incluir el papel que jugó la monarquía portuguesa instalada en Brasil desde 1808 y el de sus íntimas conexiones con la monarquía borbónica, con el concierto de potencias europeas y con el dividido bloque revolucionario rioplatense. La segunda consiste en desacoplar analíticamente el fenómeno revolucionario respecto del fenómeno independentista, sin que esto implique deslindarlos desde el punto de vista del proceso histórico. Como han demostrado las visiones historiográficas más renovadas, las independencias no estaban necesariamente inscriptas en el punto de partida de las revoluciones, sino que fueron su punto de llegada, y en el periodo aquí estudiado ese punto de llegada no se visualizaba como inexorable, sino como una alternativa capaz de ser defendida, negociada, renunciada o aplastada.
El tablero de juego
Para presentar muy brevemente los escenarios del relato que continúa, es ilustrativo acudir a la metáfora del juego: los procesos de toma de decisiones se producen en el marco de interacción entre los agentes que definen estrategias en un tablero en el que pueden participar n
número de jugadores, y lo que interesa indagar no es el resultado del juego —que ya conocemos—, sino las condiciones y expectativas bajo las cuales se movieron las fichas, las trastiendas de las jugadas y el impacto que generaron entre los participantes.
Desde esta perspectiva, el tablero o cancha en el que se despliega la arena de las contiendas está desdoblado entre Europa y América. A los jugadores podemos, en principio, definirlos en dos grandes equipos: el revolucionario, conformado por los focos insurgentes que para el momento de la Restauración se mantienen en pie, y el contrarrevolucionario, integrado por España y Portugal en el marco del nuevo concierto de potencias constituido en el Congreso de Viena. Las reglas del juego no son claras, o en todo caso están en constante redefinición: hay reglas normativas que las define el derecho de gentes, que regula las relaciones internacionales y el derecho de guerra; reglas políticas, que son las que están en ebullición con reclamos divergentes en torno a la definición de los sujetos de imputación soberana; y reglas pragmáticas, que se adoptan sobre la marcha. Las estrategias tenemos que evaluarlas en función de diversas variables como la cantidad y la calidad de información que cada participante posee; si el juego es de suma cero —en el cual lo que un jugador gana es lo que el otro pierde— o si la ganancia de un jugador no necesariamente implica la pérdida del otro; si estamos ante juegos cooperativos, en los que se pueden trabar negociaciones y alianzas; o juegos no cooperativos, que pueden derivar en contiendas totalmente competitivas.
A partir de estas variables repasemos la situación de los equipos para 1815. En el bando revolucionario, las insurgencias de Nueva España han sido aplastadas; en Venezuela y Nueva Granada la campaña de reconquista del general Pablo Morillo viene barriendo con los sueños independentistas de Simón Bolívar; el bastión leal de Perú ha demostrado su capacidad para reprimir los focos rebeldes que lo rodean; y la rica región del Alto Perú y Chile están bajo el dominio realista. El único foco revolucionario que queda en pie es el del Río de la Plata, que en junio de 1814 ha logrado expulsar a las fuerzas realistas parapetadas en Montevideo, donde se asentó hasta ese momento el apostadero naval español. Pero dicho foco se encuentra dividido entre el poder de José Gervasio Artigas, que lidera un proyecto de tipo confederal expandido desde Montevideo por todo el Litoral rioplatense, y el poder del gobierno con sede en Buenos Aires que propugna un proyecto centralista.
En el equipo contrarrevolucionario, Fernando VII regresa luego de seis años de cautiverio en Francia y toma dos decisiones cruciales: la primera es reinstaurar el absolutismo en España y dar por tierra con el ensayo constitucional de las Cortes de Cádiz; la segunda es responder a las insurrecciones americanas con una guerra de alta intensidad enviando sus ejércitos ahora ociosos y disponibles. El Gobierno de Portugal, aliado de España desde 1808 en la guerra antinapoleónica, se encuentra instalado en Río de Janeiro, observa con inquietud los movimientos revolucionarios que lo rodean, pretende convertirse en el enclave legitimista en América y no muestra señales de querer abandonar su nueva sede tropical. El gabinete español avanza en negociaciones diplomáticas para obtener el apoyo portugués en Brasil y sellar una alianza bélica contra las insurgencias rioplatenses. Las primeras tratativas las inicia en 1814, cuando tiene que definir el destino de la Expedición Pacificadora al mando de Morillo, y que, contrariamente a lo que todos creían, cambió el rumbo previsto, y en lugar de desembarcar en el Río de la Plata lo hizo en Venezuela.
En la partida que se está desplegando en el tablero del Atlántico Sur parece presentarse una situación de suma cero: la expulsión de los realistas de Montevideo no clausura las disputas entre las tendencias revolucionarias rivales que vienen contendiendo en ese terreno, ni significa la renuncia por parte de España de avanzar sobre el centro rebelde, ni implica tampoco la renuncia de Portugal a las viejas apetencias que tiene sobre la región al aspirar a lo que considera las fronteras naturales
de su imperio luso-americano. A primera vista nadie puede ganar la contienda sin la colaboración —o al menos la neutralización— de alguna de las fuerzas en pugna, y cualquier avance de alguna de esas fuerzas implicaría el retroceso del resto.
Para 1815, no se sabe si la partida derivará en un juego de tipo cooperativo con las previsibles alianzas de jugadores (revolucionarios versus contrarrevolucionarios), si se ensayarán alianzas menos previsibles o si derrapará hacia una contienda competitiva que no reconoce posibles cooperaciones. Por ahora los jugadores son tres —los gobiernos de Buenos Aires, la Banda Oriental y España— con un cuarto posible jugador —la monarquía portuguesa— que nadie atisba a descifrar si quiere o no participar. Por tal razón, las definiciones que adopte la Corte de Braganza son decisivas.
Primer momento: 1816-1817
En el mes de julio de 1816 se producen tres acontecimientos simultáneos de suma relevancia: la declaración de independencia de las Provincias Unidas de Sud América en la ciudad de Tucumán, el inicio del cruce del Atlántico de las dos princesas de Braganza para celebrar las bodas con sus tíos Borbones y el avance de las tropas portuguesas desde Brasil sobre la Banda Oriental del Uruguay. Es precisamente el momento en el que el director supremo de las Provincias Unidas, Juan Martín de Pueyrredón, acude al encuentro de José de San Martín en la ciudad de Córdoba para definir el futuro curso de la guerra. La propuesta sanmartiniana de desplazar la estrategia bélica del Alto Perú hacia el Pacífico y los preparativos para cruzar la Cordillera de los Andes desde Cuyo con el objeto de liberar Chile se ponen en marcha.
Poco antes de que ocurran estos acontecimientos, las noticias del pacto de familia para concretar el doble matrimonio de dos hijas de João de Braganza y Carlota Joaquina de Borbón con el rey Fernando VII y el infante Carlos María Isidro encienden la alarma sobre una alianza bélica contrarrevolucionaria. Así lo entiende Tomás Guido, en contacto permanente con San Martín, que vuelca sus pareceres en una Memoria para ser entregada al Gobierno en la que expone el diagnóstico de situación. En ella advierte sobre el peligro de que España establezca un acuerdo con Portugal, en el marco de los contratos matrimoniales, para unir sus fuerzas en el Río de la Plata y atacar cuando nos considere más débiles y consternados
. En esa hipótesis destaca la conveniencia de liberar Chile para contar con un asilo permanente y nuestra independencia nacional no vacilaría en la incertidumbre de sucesos de la caprichosa fortuna
.2 En ese contexto, el avance de las fuerzas portuguesas al mando de Carlos Federico Lecor sobre la Banda Oriental, que está en poder de Artigas desde comienzos de 1815, es un acontecimiento inesperado para todos los jugadores. La marcha del ejército luso se trama muy sigilosamente en la Corte de Río de Janeiro, y aunque nadie desconoce sus apetencias sobre la región, lo que resulta imprevisible es que la ocupación se produzca de manera unilateral sobre un territorio que España reclama como parte de su imperio en el mismo momento en que se van a concretar las bodas entre las dos familias reinantes. Por esta razón, las primeras reacciones a ambos lados del Atlántico especulan con un acuerdo secreto entre España y Portugal para repartirse la tarea restauradora en América. Así lo interpretan las Cortes europeas, la prensa británica, las legaciones extranjeras y los propios embajadores lusos en el Viejo Mundo. También lo entiende en esa clave el Gobierno de Buenos Aires, aunque Artigas y los opositores al Directorio en la capital porteña comienzan a expandir la hipótesis de complicidad entre el Gobierno de las Provincias Unidas y Brasil para desalojar al artiguismo de la Banda Oriental.
Lo cierto es que en los meses siguientes, despejada la hipótesis de un acuerdo secreto, Portugal recibe la condena de todas las potencias y España amenaza con una guerra en territorio europeo: si la Corte de Brasil no se aviene a declarar que la ocupación se hace en nombre de los derechos de Fernando VII, los ejércitos del monarca español podrán avanzar sobre el territorio portugués de la Península. El equilibrio instaurado en Viena está en peligro y las Cortes concentran más su atención en el conflicto que se desata entre las coronas ibéricas por la Banda Oriental que en los procesos revolucionarios americanos. España pide la mediación de las cinco grandes potencias —Gran Bretaña, Rusia, Austria, Francia y Prusia— que se reúnen en la Conferencia de París, donde emerge la amenaza de la Santa Alianza de intervenir en favor de España, tanto en Europa como en América.
El litigio entre las casas de Borbón y de Braganza no aplaca, sin embargo, la desconfianza del Gobierno de Buenos Aires en relación con un posible arreglo que procure mantener el orden legitimista en América. Sobre esa desconfianza se van trazando proyecciones y cursos de acción, como el que promueve el Congreso de las Provincias Unidas y el representante plenipotenciario criollo en Río de Janeiro, Manuel José García, de lograr la protección portuguesa a través de una monarquía constitucional independiente encarnada por un Braganza. Pueyrredón, por su parte, a cargo del poder ejecutivo, se resiste a apoyar la propuesta de una opción dinástica bragantina, y así se lo transmite a San Martín en una carta fechada el ٣ de marzo de 1817:
Los portugueses han manifestado ya su mala fe […] sus miras están ya descubiertas y no son otras que agregar a la Corona del Brasil, la Banda Oriental, si nosotros proclamamos por Emperador al Rey Don Juan, y admitirnos, como por gracia, bajo su soberano dominio. ¡Bárbaros miserables! Tenemos más poder y dignidad que ellos, y jamás las Provincias de Sud América, tendrán un monarca tan subalterno. Vea Ud. mi manifiesto de ayer y gradúe por él mis sentimientos. El nombre americano y nuestro noble amor propio debe sentirse humillado. Yo deseo un soberano para nuestro Estado, pero lo quiero capaz de corresponder a la honra que recibirá de mandarnos: es decir, quiero alguno que sea más grande que Don Juan, y lo quiero para solo nosotros.3
El destinatario de la misiva, que coincide con el director supremo en la necesidad de establecer una monarquía constitucional en el nuevo orden independiente, expone su parecer respecto de la ocupación de la Banda Oriental a Tomás Guido en diciembre de 1816: Yo opino que los portugueses avanzan con pies de plomo, esperando a su escuadra para bloquear Montevideo por mar y por tierra, y en mi opinión se la meriendan. A la verdad no es la mejor vecindad, pero hablando a Ud. con franqueza la prefiero a la de Artigas
.4 La inesperada entrada de Portugal en el tablero de juego complica a todos los contendientes del frente Atlántico. Por un lado, en el equipo contrarrevolucionario, es una incógnita si las monarquías ibéricas llegarán a un arreglo con el posible reparto territorial de los territorios ultramarinos en disputa. Por otro lado, el dividido bloque revolucionario se encuentra ante la disyuntiva de una alianza cooperativa contra Portugal o de ensayar alianzas con algún jugador del equipo contrario. En esa crucial coyuntura, el director supremo promueve una acción belicista contra Portugal mientras intercambia enviados con el gobierno artiguista para trabar una alianza contra las fuerzas de Lecor. Pero todas las misiones conciliadoras chocan con el veto personal, intransigente e irreconciliable de Artigas, que ostenta el título de Protector de los Pueblos Libres. Por su parte, el diagnóstico que el Congreso hace suyo para inclinarse a negociar con Portugal es que si no lo hacen y le declaran la guerra se reavivará la potencial y temida alianza con España. Frente a ese escenario, optan por lo que consideran el mal menor
, y depositan toda la expectativa en la campaña del Pacífico.
En las divergencias que exhiben los dos poderes de las Provincias Unidas —entre los que se reparten las decisiones sobre los asuntos exteriores— se ponen de manifiesto dos miradas sobre la ubicación del nuevo orden independiente en el tablero internacional. La de Pueyrredón es más europea y vinculada a los apoyos y reconocimientos que puedan obtener de las potencias de primer orden; la del Congreso, en cambio, es más americana, y mira el nuevo ethos imperial portugués como una alternativa contra la Vieja Europa. En cualquier caso, lo que se pone en evidencia es que las posibles alianzas no siguen el guion de una partida en la que los principios ideológicos —independencia versus absolutismo— deriven en un juego colaborativo entre los dos equipos (revolucionario y contrarrevolucionario), sino todo lo contrario.
Mientras fracasan las negociaciones entre el gobierno directorial y Artigas, las fuerzas de Lecor avanzan y entran a Montevideo en enero de 1817. El Cabildo de la capital oriental le entrega las llaves de la ciudad al jefe de las tropas lusas y Lecor termina enarbolando la bandera portuguesa y organizando el nuevo gobierno rodeado de criollos opositores al artiguismo y refractarios a regresar a una dominación hispana. La ocupación de Montevideo coincide con el inicio de la marcha de San Martín con todo su ejército hacia Chile, y en febrero de 1817 se produce la victoria de las fuerzas patriotas en Chacabuco.
Según los informes de Lecor, esta victoria estimula a Pueyrredón a renovar sus aires belicistas contra Portugal. Y en efecto, durante todo el primer semestre de ese año, el director supremo exige a Lecor que evacúe el territorio oriental, amenaza con empeñar al gobierno hasta en los últimos sacrificios y continúa sus acercamientos con los artiguistas ordenando que se envíen armamentos y recursos al frente oriental con la expectativa de alcanzar una reconciliación del bloque revolucionario. Pero el silencio y el rechazo de Artigas a iniciar tratativas si el gobierno de las Provincias Unidas no se aviene primero, y sin condiciones, a declararle la guerra a Portugal conduce a Pueyrredón a indagar la posibilidad de avanzar las negociaciones con los jefes y oficiales orientales que comienzan a tomar distancia —y que en varios casos se rebelan— del Protector de los Pueblos Libres por su intransigencia a conciliar una alianza con Buenos Aires contra la Corte de Brasil. Todos los intentos, no obstante, vuelven a fracasar.
La guerra abierta entre el Directorio y las fuerzas artiguistas no parece tener retorno, y, a fines de 1817, Pueyrredón envía al Congreso un proyecto de armisticio con Portugal que se trata en el mayor sigilo en sesiones secretas. El proyecto revela el cambio de rumbo del director supremo, inclinado ahora a apoyar la propuesta que venían promoviendo los diputados del poder constituyente y legislativo: aniquilar el artiguismo con el apoyo de las fuerzas de Lecor. No obstante, en el debate sobre el borrador de armisticio se expresa la incertidumbre respecto del futuro de las relaciones entre España y Portugal; no solo se teme su potencial alianza, sino también las consecuencias de una ruptura definitiva entre ambas monarquías trasladadas al territorio del Río de la Plata. Este doble temor se alimenta de las contradictorias noticias que arriban sobre las tratativas desarrolladas en la Conferencia de París: por un lado, circula la versión de un posible arreglo entre la casa de Borbón y la de Braganza para repartirse los territorios en disputa y la tarea restauradora del orden; por el otro, la de una ruptura definitiva que desplazaría la guerra a Montevideo con la intervención de la Santa Alianza. Cualquiera de estas alternativas sería letal para los revolucionarios rioplatenses, que, a pesar de las amenazas, continúan divididos y