La rana viajera
Por Julio Camba
()
Información de este libro electrónico
Publicada por primera vez en 1921, La rana viajera supone el reencuentro del incansable viajero con su "charca", donde todo sigue exactamente igual que cuando la dejó: la misma gente, las mismas ideas, las mismas costumbres se reproducen y perpetúan de un modo cansino.
Tiene el lector en las manos un libro divertido y triste a la vez, sagaz a la par que incómodo, no exento de una crítica mordaz y de una voluntad de crear polémica desde el humor y con un estilo ingobernable, un libro que invita a repensar los problemas de este país desde una óptica distinta y que, conforme avanza, nos convence de la tremenda actualidad de Julio Camba como escritor: no es ya que algunos de sus artículos parezcan escritos anteayer, es que muchos podrían pasar, perfectamente, por ser la columna de pasado mañana.
Lee más de Julio Camba
Aventuras de una peseta Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa ciudad automática Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLA RANA VIAJERA: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con La rana viajera
Libros electrónicos relacionados
Dos relatos: El jorobadito y Las fieras Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Los nadie de la Guerra de España Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLluvia de agosto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesModesta dinamita Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesArrepentimientos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl cuarto de las estrellas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Planes para conquistar Berlín Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMEJORES CUENTOS ALEMANES Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas primaveras de Verónica Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDesguace americano Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAhora y en la hora de nuestra muerte: Ultimos rescoldos de unas vidas que se apagan Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El sueco Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El círculo de los Mahé Calificación: 3 de 5 estrellas3/5El hijo del presidente Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos cuatro jinetes del Apocalipsis Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa lluvia en la Mazmorra Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTuyo es el mañana Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTres días en Orán Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa guardia Blanca Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJuan Marsé: Periodismo perdido (Antología 1957-1978) Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesJulio Camba: Obras 1916-1923 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl juguete rabioso Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesArdiente secreto Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones¿Cómo perdiste el brazo, Balchowsky? Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTodo lo que necesitamos del infierno Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos papeles de Admunsen Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPost Mortem Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Viajes para usted
Reflexiones Viajeras Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Do You Speak English? - Versión en Español Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Aprende inglés desde cero Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los secretos de las calles de Madrid: Descubra las curiosidades más relevantes de la Villa y Corte Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLibro de las maravillas del mundo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesViaje a Japón - Turismo fácil y por tu cuenta Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Secuencia De La Compra: The Buying Curve Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesAdministración de negocios gastronómicos: El ABC de las operaciones de restaurantes y establecimientos afines Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCómo viajar barato Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Vivir viajando Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCatedrales góticas de España: Guía en cuerpo y alma Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos viajes de Marco Polo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Guía Japón Todo lo que Necesitas Saber Para Viajar a Japón: Guías de Viaje y Guías Turísticas con las Mejores Rutas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRumbo a Tartaria: Un viaje por los Balcanes, Oriente Próximo y el Cáucaso Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Cuadernos perdidos de Japón Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Lado Oscuro De Disney Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Nueva York, guía ligera Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesViaje a Nicaragua Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesViajar Para Trascender: Sobrepasa Los Limites Culturales Para Descubrir Tu Verdadera Identidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesRutas sorprendentes por Barcelona Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGuía de Edimburgo: Edición 2020 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesGuía Francia Todo lo que Necesitas Saber Para Viajar a Francia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa aventura del Amazonas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesY… ¿Qué Esperas Para Irte De Viaje? Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesComo sacar una tarjeta de credito en Estados Unidos Calificación: 1 de 5 estrellas1/5El péndulo de la fortuna Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLago Del Garda: Español Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFlorencia Responsable Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCerdeña y el mar Calificación: 4 de 5 estrellas4/5
Categorías relacionadas
Comentarios para La rana viajera
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
La rana viajera - Julio Camba
Julio camba
la rana viajera
© 2008 by Herederos de Julio Camba
© de la
ilustración de cubierta, 2008 by MNAC Museu Nacional d’Art de Catalunya. Barcelona. 2002
Fotógrafos: Jordi Calveras,
Marta Mérida, Joan Sagristà.
© de esta
edición, 2020 by Alhena Media
Director editorial: Francisco
Bargiela
Director de la
colección: Juan de Sola Llovet
ISBN: 978-84-18086-10-6
Publicado por:
alhena media
Rabassa, 54, local 1
08024 Barcelona
Tel.: 934 518
437
www.alhenamedia.info
Alhena Media ha intentado contactar, infructuosamente, con los propietarios de los derechos de esta obra.
Desde aquí les invitamos a contactar con Alhena Media.
Reservados todos los
derechos. Ningún contenido de este libro podrá ser reproducido, ni total ni parcialmente, sin la autorización previa y por escrito de los titulares del copyright
Indice
Prólogo
Mi nombre de charca
ESPAÑA REENCONTRADA
I. Psicología crematística
II. El templo de la eternidad
III. Se enciende una estrella
IV. Una nueva teoría del clima
V. El temple y el espacio
VI. La mujer, país exótico
VII. Las casas
VIII. La huelga de cuernos caídos
IX. Experiencias de un atropellado
X. La juerga heroica
XI. Julio Antonio
XII. La piedra filosofal
XIII. La peseta
XIV. Escultura kodak
XV. Un admirador
XVI. Literatura patológica
XVII. Una tempestad en una taza de té
XVIII. La taza de té
EN LA TIERRA DE LOS POLÍTICOS
I. El viaje
II. Los políticos
III. La gracia gallega
IV. La raza
V. El idioma
VI. El acento
VII. Un amigo de Míster Borrow
VIII. El arado virgiliano
IX. Propiedad, abogadismo, política
X. El celta migratorio
XI. Grandes hombres
XII. ¿Quién soy yo?
XIII. El Camino de Santiago
XIV. El «botafumeiro»
XV. Cabezas de cerdo
XVI. La «vieira»
XVII. Opiniones políticas y literarias de la Rosario
EN EL PAÍS DE LA RULETA
I. Los temas literarios
II. El treinta y cuarenta
III. Los bolsillos y el espíritu de propiedad
IV. Un nuevo sistema planetario
V. Rousseau y Anatole France
VI. El jugador objetivo
EN EL RINCÓN DE LOS MILLONARIOS
I. El hierro
II. El hombre que se vendió brea a sí mismo
III. El vascuence
LOS MÉDICOS
I. En defensa del resfriado
II. El virtuosismo de la cirugía
III. La viruela obligatoria
IV. Croydon y Madrid
V. Microbios a sueldo
VI. Juventud, divino tesoro...
ENTRE CABALLEROS
I. Los desafíos y el médico
II. Los desafíos y la técnica
III. Los desafíos y el honor
LA POLÍTICA
I. Cerebros artificiales para uso de diputados
II. La industria electoral
III. Una carta
IV. El autor necesita un distrito
V. España, emporio del parlamentarismo
VI. Los ministros nuevos
VII. Un artículo ministerial
VIII. El engaño de las crisis
IX. Acción política de los mariscos
X. Arrasamientos
XI. El congreso, a cuarenta grados
XII. Optimismo
LA ANTIPOLÍTICA
I. El nuevo decorado del mundo
II. Los proletarios de levita
III. el sindicalismo como base de una nueva antropología
IV. La magia del dinero
V. El delito de ser ruso
VI. La tiranía del trabajo
VII. Asesinos manuales y asesinos intelectuales
Prólogo
Mi nombre de charca
Un día el director de un periódico donde yo trabajaba me metió algunos billetes en el bolsillo y me mandó a París. Mis artículos de entonces, como los que más tarde escribí desde otras capitales, tenían la pretensión de estudiar experimentalmente el carácter nacional; pero el único sujeto de experimentación que había en ellos era yo mismo. Yo estoy en mis colecciones de crónicas extranjeras como una rana que estuviese en un frasco de alcohol. El lector puede verme girar los ojos y estirar o encoger las patas a cada momento. Lo que parecen críticas o comentarios no son más que reacciones contra el ambiente extraño y hostil. Yo he ido a París, y a Londres, y a Berlín, y a Nueva York con una ingenuidad y una buena fe de verdadero batracio. Y si lo que quería mi director era observar el efecto directo de la civilización europea sobre un español de nuestros días, ahí tiene el resultado: una serie constante de movimientos absurdos y de actitudes grotescas.
Ahora el poeta vuelve a su tierra, es decir, la rana torna a la charca. Pero, y sin que haya llegado a criar pelo, ya no es la misma rana de antes. Con un poco de imaginación nos la podríamos representar menos ingenua y algo más instruida —que no en balde se ha pasado tanto tiempo en los laboratorios—, muy tiesa sobre sus zancas y hasta provista de gafas. ¿Qué efecto le producirán las otras ranas a esta rana que está transformada de tal modo? ¿Cómo encontrará su charca la rana viajera, después de una ausencia de tantos años?
Mientras he estado en el extranjero, yo he tenido un punto de referencia para juzgar los hombres y las cosas: España. Pero esto era únicamente porque yo soy español y no porque España me parezca la medida ideal de todos los valores. Ahora, y para hablar de España, me falta este punto de referencia. Forzosamente haré comparaciones con otros países.
Y no sólo resultará que España no puede ser un modelo para las otras gentes, sino que no sirve apenas para los mismos españoles. La rana encontrará su charca muy poco confortable.
ESPAÑA REENCONTRADA
I. Psicología crematística
La primera impresión que nos produce España es un poco confusa. Al principio no reconocemos exactamente a nuestro país, no lo encontramos del todo igual al recuerdo que teníamos de él. ¿Es que España ha cambiado? Es, más bien, que la miramos desde otro punto de vista y con unos ojos algo distintos a como la mirábamos antes. Los españoles, por ejemplo, ¿qué duda cabe de que no han disminuido de estatura? Sin embargo, ahora nos parecen pequeñísimos. Hombres muy pequeños, bigotes muy anchos, voces muy roncas...
—¿Por qué están tan enfadados estos hombres tan pequeños? —me pregunta un extranjero que ha sido compañero mío de viaje.
Yo le explico a duras penas que no se trata de un enfado momentáneo, sino de una actitud general ante la vida. Mi compañero se esfuerza en comprender.
—¡Ah, vamos! —exclama, por último—. Es que los españoles no tienen dinero...
Y aunque esta explicación de la psicología nacional me resulta excesivamente americana, yo, obligado a hacer una síntesis, la acepto sin grandes escrúpulos.
—Sí. Es eso, principalmente...
—De modo que si nosotros metiésemos aquí algunos millones de dólares, ¿cree usted que sus compatriotas se calmarían?
—Yo creo que sí. Creo que estas voces ásperas se irían suavizando poco a poco y que las mesas de los cafés no recibirían tantos puñetazos. Creo, en fin, que cambiarían ustedes el alma española. Siempre, naturalmente, que los millones no se quedaran todos en algunos bolsillos particulares...
Hay muy poco dinero en España. Poco y malo.
El primer tendero a quien le doy un duro lo coge y lo arroja diferentes veces sobre el mostrador con una violencia terrible. Yo hago votos para que, si no es de plata, sea, por lo menos, de un metal muy sólido, porque, si no, el tendero me lo romperá. La prueba resulta bien; pero al tendero no le basta. Con un ojo escudriñador y terrible, que parece salirse de su órbita, examina detenidamente las dos caras del duro. Luego vuelve a sacudirlo, y, por último, lo muerde. Lo muerde con tal furia que debe de mellarlo. Y el duro triunfa.
España es el país del mundo en donde un duro tiene más importancia. Claro que el gesto de coger un duro y echarlo a rodar despectivamente sobre la mesa para que el camarero lo recoja es un gesto muy español; pero ese gesto no le quita prestigio al duro, sino que se lo añade.
—He aquí un duro —parece decir el hombre que va a echarlo a rodar—. ¿Conciben ustedes nada más grande que un duro? Si yo no tuviera un alma heroica y caballeresca, ante la cual carecen de poder las sugestiones de la fortuna, yo depositaría este duro sobre la mesa tomando para ello precauciones infinitas, a fin de que no se rompiese, o bien se lo entregaría al camarero en propia mano, religiosamente, como si se tratara de un rito. Pero yo desprecio los bienes terrenales, y no me preocupo del porvenir. ¿Ven ustedes este duro? Pues ahí va...
Y hecho esto, el hombre aguarda la vuelta, cuenta las perras gordas una por una y se las guarda en un bolsillo profundo...
Poco dinero y malo. Hombres furiosos. Señoras gruesas, siempre sofocadas, o por el calor o por los berrinches, que se abanican constantemente. Muchos curas. Muchos militares... Grandes partidas de dominó y de billar. Cuestiones de honor. Toros. Juergas. Broncas. Nubes de limpiabotas, de vendedoras de décimos de la Lotería, de gitanas que dicen la buenaventura, de músicos ambulantes, de ciegos, de cojos, de paralíticos... Indudablemente, España no ha cambiado. Y es posible que nosotros mismos no hayamos cambiado tampoco.
II. El templo de la eternidad
Henos aquí en Madrid, en nuestra casa, como quien dice... Bernard Shaw, para demostrar que en los music-halls no se ha operado evolución alguna, cuenta que una noche estaba en uno de ellos viendo a un prestidigitador que hacía ejercicios con unas bolitas. Aburrido, Bernard Shaw se fue a la calle, y diez años después volvió a entrar en el mismo music-hall.
—El prestidigitador —añade Bernard Shaw— continuaba todavía allí jugando ante la audiencia con las mismas bolas...
A mi vez, yo diré que una noche me despedí de unos amigos con los que había estado cenando en un café de la Puerta del Sol. Creo que les dije que iba a volver en seguida y volví siete años más tarde; pero ¿qué son siete años en un café de Madrid? Los amigos estaban todavía allí y la discusión continuaba. Las ideas eran las mismas y la media tostada que Fulánez mojaba en el café dijérase también la misma media tostada que siete años atrás y en mi propia presencia le había servido el camarero. Uno de los amigos pretende leerme un drama. El amigo está igual y del drama no ha sido cambiada ni una sola coma.
—Va a estrenarse dentro de quince días —me dice mi amigo.
¡Lo mismo, exactamente lo mismo que hace siete años!
El camarero me llama por mi nombre:
—¡Hola, don Julio! ¿Qué va usted a tomar?
Elijo una paella, como plato castizo, y del que me encontré privado durante mucho