El nido: No hagas promesas que no puedes cumplir
Por Kenneth Oppel y Jon Klassen
4/5
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Para algunos chiquillos, el verano no es sino un soleado periodo de diversión. Pero para Steve es una temporada más de preocupaciones. De angustia por su pequeño hermano recién nacido, quien lucha día a día por sobrevivir; de inquietud por sus padres, titubeantes y devastados ante la perspectiva de un futuro terrible; de insomnio ante la ominosa presencia de un avispero en el tejado de su casa. Así que, cuando la reina de las avispas anida en sus sueños, ofreciéndole allí sanación para su pequeño hermano, Steve mira en el suceso la solución a todos sus males. Lo único que tiene que hacer es aceptar, decir "sí". Pero en esa palabra se esconde gran poder y peligro. Y una vez que se pronuncia, ¿será posible dar marcha atrás?
Acompañado del ilustrador Jon Klassen, el aclamado escritor Kenneth Oppel esculpe una inquietante obra maestra que aborda la problemática de la incapacidad, de los temores y sueños en la búsqueda permanente de una justa diversidad. De lo que, al final, construye y sustenta a una familia.
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Comentarios para El nido
154 clasificaciones12 comentarios
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5I have no idea who I would recommend this book to: kids that like "A Child Called it?" Anxious kids who need bibliotherapy? Or adults who miss creepy fairy tales? In essence, this is a book about changelings. It's a horror book for kids. And for those of you who think wasps are the freakiest things ever...it's a vindication. In all honesty, I expected Klassen's illustrations to be eerier, but they actually gentled the creepiness of the text. Except for the baby illustration. I'm going to have nightmares about that one.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Narrated by Gibson Frazier. Frazier packs a powerful performance with this increasingly creepy horror story. An undercurrent of foreboding shadows his soothing voice and even pacing. It's particularly effective when he voices the wasp queen quietly and sweetly persuading Steve to agree to her plan to replace the baby. After hearing the wasp invasion, listeners won't look at wasps in the same way again.
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5"When wasps come to Steve in a dream offering to fix his sick baby brother, he thinks all he has to do is say yes. But yes may not mean what Steve thinks it means"-- Provided by publisher.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Highly recommend for fans of A Monster Calls. Same eerie, dark feeling flows through this beautifully written book.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5This was a really interesting book about a boy who has to contemplate what is "broken" and what is "perfect" when it comes to people he knows and loves. He feels broken, his baby brother is broken, and he has the opportunity to "fix" the baby, but at what cost? The books was thought-provoking, however it also got very intense and likely scary for many when the boy has to defend himself, his baby, and his home against a huge swarm of wasps. I was captivated, scared, and wondering what my students would think about it. I have made a note in my catalog system to alert students to the potential scare factor and make sure they know what they are getting in to before reading it. It would be a great book for discussion topics.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5This book was terrifying... and I loved it! Brilliantly written and illustrated, I have a new pick for students asking for "a scary book".
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5I have not read a contemporary book that is more Kafkaesque than this! Strange, fascinating, and just a bit disturbing.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Read it straight through. Had to. I let it sit for a while but still have questions, and I’m ok with that.
- Calificación: 3 de 5 estrellas3/5An enigmatic modern fairy tale that blurs the line between what is good, what is evil. I'm still not sure who would be considered the villain in this story, if anyone could actually be viewed a villain.
- Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Steve has always had vivid dreams and anxiety issues. Now is family is in turmoil following the birth of his baby brother, Theo. Theo has congenital birth defects and his survival is in doubt. In his dreams, a strange wasp tells him that he can help his brother. In real life, these unusual wasps are infesting his home. Unclear where reality ends and dreams begin, Steve knows he must face his fears and help his baby brother.
- Calificación: 5 de 5 estrellas5/5The Good Stuff
Once again Oppel excels at writing a story that both children, critics and educators will love
Oppel is one of those rare and gifted writers who writes books that don't talk down to children. This my friends is a rarity
Not a word wasted
Hauntingly beautiful and wonderfully creepy
Simple, yet complex. So many layers and the story will mean so much more as a child ages. This is one to keep and read again as a child grows older
Honest and real (yes in spite of the paranormal aspect)
The cover and art work, make this a treasure that you will want to highlight
Steve is such a beautifully flawed and lovely little boy that I just want to take in my arms and say, its going to get better. Such a brave and wonderful little boy.
Ok, silly I know, but I geek out a little when an author makes a mention of a Canadian city or landmark
The Not So Good Stuff
I am already creeped out by wasps dammit
Favorite Quotes/Passages
" I knew I was broken too. I wasn't like other people. I was scared and weird and anxious and sad lots of the time, and I didn't know why. My parents thought I was abnormal, I was pretty sure. They said I wasn't, but you don't get sent to a therapist if you're normal."
"It couldn't, because it was so perfect that it wouldn't even understand what it was like not to be perfect. it could never know weakness or fear."
4.25 Dewey's
I received this at the Fall Indigo Insiders Harper Collins Preview and don't have to share my thoughts at all, just like to share awesome reviews - Calificación: 3 de 5 estrellas3/5A young boy who suffers from anxiety attacks and perhaps other unspecified emotional problems becomes overwrought when his newborn baby brother turns out to have significant health problems. He is visited in his dreams by a wasp queen, who promises to "fix" baby Theo. At first Steve is thrilled about this but he soon learns that what the wasps have in mind isn't so nice. I saw a lot of reviews around LT lately praising this book highly as creepy but not scary. I didn't find it to be much of either, even allowing for the fact that it is aimed at a YA audience. None of the human characters had much depth and the story as a whole seemed to be trying too hard to make a point. I was kind of rooting for the wasps, to be honest.
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El nido - Kenneth Oppel
La primera vez que las vi creí que eran ángeles. ¿Qué otra cosa podían ser con esas pálidas alas como de gasa y la música que producían y la luz que irradiaban? De inmediato tuve esa sensación de que me habían estado observando, a la espera, que me conocían. Aparecieron en mis sueños a los diez días del nacimiento del bebé.
Todo se veía un poco borroso. Yo estaba en una especie de cueva hermosa con paredes brillantes como tela blanca iluminada desde afuera. Los ángeles me miraban desde arriba, mientras flotaban en el aire. S ólo una se acercó, luminosa y blanca. No sé cómo, pero supe que no era uno, sino una. Fluía luz de ella. No la veía con precisión, pero no parecía nada humana. Tenía unos enormes ojos oscuros y una especie de melena hecha de luz. Al hablar, yo no veía una boca que se moviera, pero percibía sus palabras como una brisa sobre mi rostro, y las entendía perfectamente.
—Hemos venido a ayudar —dijo—. Estamos aquí por lo del bebé.
Había algo en el bebé que no andaba bien, pero nadie sabía qué era. Ni nosotros, ni los doctores. Tras una semana en el hospital, Papá y Mamá pudieron traerlo a casa, pero casi todos los días tenían que volver para hacerle más estudios. Cuando regresaban, había nuevas noticias, nuevas teorías.
No era un virus, algo de lo que el bebé se recuperaría. No era ese tipo de enfermedad. Podía ser más bien una especie de enfermedad de la cual uno nunca mejora. Era posible que nunca llegara a hablar o a caminar. Que nunca fuera capaz de comer solo. Que no sobreviviera mucho tiempo.
Cuando nació el bebé, Papá llegó a casa y me contó el problema. Había algo que no funcionaba bien en su corazón y en sus ojos y en su cerebro y probablemente habría que operarlo. Muchas cosas andaban mal con el bebé.
Y seguramente había cosas que Papá y Mamá no me decían, y a Nicole no le habían contado nada de nada. Ella pensaba que al bebé le estaban poniendo todas sus vacunas a la vez, y que eso era normal… que un recién nacido fuera al hospital todos los días y a veces se quedara a dormir allí.
Por las noches, a veces oía retazos de la conversación de mis papás, palabras o fragmentos de oraciones:
—… algo muy raro…
—… el pronóstico no es bueno… no saben…
—… ¿Degenerativa?
—… nadie sabe mucho de nada…
—… congénito…
—… ya habíamos pasado la edad adecuada, no debimos…
—… nada qué ver con eso…
—… el doctor no supo…
—… seguro que no va a tener un desarrollo normal…
—… no se sabe… nadie sabe…
Durante el día, Mamá y Papá se la pasaban averiguando cosas en libros y en la computadora, leyendo y leyendo. A veces eso parecía ponerlos contentos, pero otras veces los entristecía. Yo quería enterarme de qué trataba todo lo que leían y qué estaban aprendiendo, pero ellos no hablaban mucho del tema.
Tenía mi sueño de los ángeles en la cabeza, pero lo mantuve en secreto. Sabía que era un sueño tonto, pero me hacía sentir mejor.
Ese verano había sido especial para las avispas. Eso decían todos. Por lo general, aparecían en agosto, pero este año habían llegado más pronto. Papá ni siquiera había instalado sus avisperos de papel. Tampoco es que esos avisperos falsos funcionaran muy bien para disuadirlas. Un verano ensayamos unas trampas líquidas, las llenamos a medias con limonada para atraerlas y que cayeran dentro y se ahogaran. Se fueron acumulando allí. Yo odiaba las avispas, pero ni siquiera por eso me gustó verlas en esa especie de fosa común donde morían; las pocas que sobrevivían trepaban por encima de los cadáveres, en un intento inútil por escapar. Era como esa imagen del infierno de ese viejo cuadro que había visto en un museo y que no había podido olvidar. El caso es que ahora teníamos un montón de avispas revoloteando alrededor de nuestra mesa, sobre todo cerca de la jarra de té helado. Yo no las perdía de vista ni un momento.
Era domingo y estábamos en el jardín trasero. Todos estábamos cansados. Nadie decía gran cosa. El bebé dormía la siesta en su cuarto, y el monitor para oírlo estaba sobre la mesa, al máximo volumen para poder percibir hasta el menor ruido. Bebíamos té helado bajo la sombrilla que nos protegía del sol. Nicole estaba sobre la hierba, donde Mamá le había extendido una manta, y allí tenía su castillo de Lego con algunas figuras de acción. Ahí estaban sus caballeros y su enorme Lego y su teléfono de juguete. Le encantaba ese teléfono. Era anticuado, de plástico, y los números se marcaban haciendo girar un disco transparente. Había sido de Papá cuando era niño, y seguía en perfecto estado. Papá decía que él había cuidado mucho sus juguetes.
De repente, Nicole interrumpió su ataque al castillo y levantó el auricular del teléfono de juguete, como si acabara de timbrar. Habló un poco, se rio y luego frunció el entrecejo, como un médico que estuviera enterándose de noticias graves.
—Muy bien —y colgó.
—¿Cómo está el señor Nadie? —le pregunté.
—Bien —contestó ella.
Lo del señor Nadie era un chiste familiar. Hacía cosa de un año, justo antes de que Mamá quedara embarazada, al menos una vez al día sonaba el teléfono y al otro lado no se oía más que silencio. Cuando contestábamos, nadie hablaba. ¿Quién podía ser? Papá fue a quejarse ante la compañía telefónica, y dijeron que iban a averiguar, pero siguió sucediendo, así que tuvimos que cambiar de número. Las llamadas dejaron de suceder por un tiempo. Luego de unas semanas, sin embargo, regresaron.
Nicole comenzó a decir que era el señor Nadie quien llamaba. El señor Nadie se entretenía llamando a nuestra casa para luego guardar silencio. El señor Nadie se sentía solo, nada más. Era un bromista. Quería tener amigos. Nicole empezó a incluirlo en sus oraciones de antes de acostarse. A su lista de personas a las que les mandaba bendiciones agregaba: Y también al señor Nadie.
—¿Te contó algún chiste, Nicole? —le pregunté desde lejos—. ¿O alguna novedad interesante?
Nicole puso los ojos en blanco, dando a entender que yo era un tonto.
Dos avispas revolotearon alrededor del borde de mi vaso. Lo moví, pero ellas lo siguieron, les gustan los líquidos dulces. Jamás me había picado una avispa, pero me aterrorizaban, desde siempre. Yo sabía que era algo irracional y cobarde pero, cuando las sentía cerca, mi mente se llenaba de un ruido caliente y no podía dejar de manotear en todas direcciones.
Una vez, antes de que naciera el bebé, fuimos de excursión al monte Maxwell. Estábamos admirando la vista desde arriba cuando una avispa empezó a revolotear junto a mi cabeza y no se iba. Salí corriendo en dirección al precipicio. Papá me frenó y me gritó que hubiera podido matarme. ¡Contrólate!, gritó. Siempre recordaba esa palabra cuando veía una avispa. Había un montón de cosas que se suponía que yo debía aprender a controlar, pero no me iba muy bien con eso.
Una tercera avispa se acercó. Era diferente de las otras dos. En lugar de las franjas amarillas y negras en su cuerpo, ésta era casi enteramente blanca, con unas cuantas franjas de color gris plateado. Tenía la misma forma que las otras, pero era algo más grande. Las dos primeras se alejaron y la recién llegada se posó en el borde de mi vaso.
Al tratar de espantarla, se volvió hacia mi cara y yo me eché para atrás en mi silla con tal brusquedad que ésta cayó al suelo de un golpe.
—Déjala en paz, Steve —dijo Papá—. Si haces mucho alboroto hay más probabilidades de que te pique.
No lo podía evitar. Lo que menos me gustaba era cuando me revoloteaban frente a la cara.
—¿Dónde está? —pregunté.
—Ya se fue —contestó Mamá.
No se había ido. La sentí caminar sobre mi pelo.
Con un alarido traté de aplastarla, y de repente sentí algo ardiente que me perforaba la palma de la mano. Retiré la mano a toda prisa. En la parte carnosa cerca del pulgar había un punto rojo brillante, y la piel alrededor ya se sentía caliente.
—¿Te picó? —preguntó Mamá.
No pude contestar. Sólo me quedé mirando.
—¡Por favor! —gruñó Papá, mientras se acercaba a ver—. Ven adentro y te lavamos.
La mitad inferior de mi mano empezó a sentirse más gruesa, igual que al entrar en la casa luego de un día muy frío de invierno, cuando me empezaba a calentar de repente.
—Se ve un poco hinchada —dijo Papá.
Comparé ambas manos, aturdido.
—Está muchísimo más colorada que la otra.
—Vas a estar bien.
No me sentía nada bien. Una oleada de calor me corría por el cuerpo. Empezaba en el centro de la espalda, y desde ahí irradiaba hacia los hombros y me bajaba por los brazos. Sentí que mi corazón empezaba a acelerarse.
—No me siento bien —me senté.
—¿Crees que sea alérgico? —oí que preguntaba Mamá preocupada. Señaló—: Mira.
Yo tenía puesta una camiseta, y en mi brazo vi que había aparecido un grueso salpullido.
—¿Tienes comezón? —preguntó Papá.
—No sé —contesté, atontado.
—Que si te dan ganas de rascarte… —insistió con impaciencia.
—¡Sí! ¡Tengo comezón!
—Tiene las manos hinchadas. Deberías llevarlo —dijo Mamá.
—¿Al hospital? —de sólo decir la palabra sentí que un choque eléctrico me recorría de arriba abajo. El corazón me latía con fuerza. Me sentía caliente, hirviendo—. ¿Voy a morir?
Papá suspiró.
—No, Steve, no vas a morir. Tan sólo tienes un