Profecías
5/5
()
Información de este libro electrónico
Relacionado con Profecías
Libros electrónicos relacionados
Profecías: Las Centurias Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las profecías de Nostradamus - (Anotado): Incluye Las Centurias Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesNostradamus Camino hacia el Apocalipsis Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCaesarem de Nostradamus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las Profecías De Nostradamus: Incluye Las Centurias Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas profecías de Nostradamus Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos grandes mitos y la historia del hombre Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesElogio de la locura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Centurias Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPresagio: Relatos sobre el otro sentido de la realidad Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLas profecias de Nostradamus Calificación: 1 de 5 estrellas1/5El eterno Adán Calificación: 1 de 5 estrellas1/5El libro de los sueños Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa llave del Alquimista Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl príncipe y el mendigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El Libro de Enoc Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Corán: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa vida es sueño Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesERROMANCIA -El Anticristo y la Inteligencia Artificial- "Conversaciones con la I.A."-: Un libro de preguntas-respuestas y apuntes varios Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl libro de Job Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La niña perdida Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCronología Profética de Nostradamus. Tomo 6: 2000/2050 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Las aventuras de Pinocho Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Expulsión de Adán y Eva del Cielo según El Diablo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa Santa Biblia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesSanta Biblia - Reina-Valera Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDragones: Colección Fabulas, #1 Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLos doce trabajos de Hércules Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Project Kabbalah Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuento de Navidad Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Ficción de acción y aventura para usted
Don Quijote de la Mancha Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Así habló Zaratustra Calificación: 4 de 5 estrellas4/5De lo espiritual en el arte Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Moby Dick - Espanol Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Más allá del bien y del mal Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Viaje al centro de la Tierra: Clásicos de la literatura Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El extranjero de Albert Camus (Guía de lectura): Resumen y análisis completo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Canto a mí mismo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Nocturna Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Hojas de hierba & Selección de prosas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El libro egipcio de los muertos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Los Miserables - Edicion completa e ilustrada - Espanol Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La casa de Bernarda Alba Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El retrato de Dorian Gray Calificación: 5 de 5 estrellas5/5A la busca del tiempo perdido I Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Las mil y una noches Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Memorias del subsuelo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las flores del mal Calificación: 4 de 5 estrellas4/5El nacimiento de la tragedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Madame Bovary - Espanol Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El corazon de las tinieblas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Relatos de un peregrino ruso Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Humano demasiado humano Un libro para espíritus libres Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Dublineses Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La máquina del tiempo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Ulises - Espanol Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Frankenstein -Espanol Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Única Verdad: Trilogía de la única verdad, #1 Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Desayuno de campeones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para Profecías
1 clasificación0 comentarios
Vista previa del libro
Profecías - Michel De Nostradamus
vidente.
Nostradamus
Erudición y videncia
Su vida según Jean Aimes de Chavigny de Beaune
Michel de Nostradamus, el vidente más renombrado y famoso de cuantos han sabido interpretar los astros, nació en Saint Rémy de Provence, sur de Francia, el año de gracia de 1503, un jueves 14 de diciembre, hacia el mediodía. Su padre fue Jaime de Nostredame, notario de aquel lugar; su madre fue Renée de Saint Rémy, sus abuelos paternos y maternos eran profundos conocedores de las ciencias matemáticas y de la medicina. Como médicos habían vivido el uno en la Corte de René que, además de Conde de Provenza, era Rey de Jerusalén y de Sicilia; y el otro, en la Corte de Juan, Duque de Calabria a hijo del antedicho René.
Es necesario demostrar la inexactitud de ciertas versiones sobre los orígenes del gran vidente, formuladas por envidiosos de su celebridad o por quienes desconocen la realidad.
La familia de Nostradamus, según algunos, era de origen judío, de la tribu de Isacar, convertidos al cristianismo. Y de ahí que atestigüe nuestro autor haber recibido directamente de sus abuelos el conocimiento de las ciencias matemáticas; y en el prólogo de sus Centurias él mismo afirma que ellos le transmitieron el don de predecir el futuro.
Después de la muerte de su bisabuelo materno, que le había infundido, casi como juego, el gusto por las ciencias de los astros, Nostradamus fue enviado a Aviñón para cursar letras y formarse en humanidades.
Desde Aviñón el joven estudiante pasó a Montpellier, donde frecuentó la célebre universidad estudiando en sus aulas medicina, hasta que una grave pestilencia, declarada en las regiones de Narbona, Tolosa y Burdeos, le dio ocasión de poner al servicio de los apestados el fruto de cuanto había aprendido durante sus estudios. Tenía entonces 22 años.
Después de haber ejercido la medicina durante cuatro años en aquellas regiones, le pareció oportuno volver a Montpellier para conseguir el título de doctor, que obtuvo al poco tiempo con la admiración y el aplauso de todos.
Pasando por Tolosa, llegó a Agen, ciudad situada a orillas del Garona, donde Julio César Scaliger le retuvo junto a sí. Era este hombre un personaje muy erudito y un verdadero mecenas. Nostradamus tuvo con él una extraordinaria amistad que más tarde se tornó en oposición, discordia y divergencia, como suele suceder entre hombres sabios, según atestiguan muchos escritos.
En ese período se casó con una joven de la alta sociedad, de la que tuvo dos hijos, un niño y una niña. Murieron los tres y Nostradamus tomó la decisión de instalarse definitivamente en Provenza, su tierra natal.
De vuelta a Marsella, se instaló en Aix en Provence, parlamento de la región, donde ejerció durante tres años un cargo público ciudadano. Fue entonces, en 1546, cuando la peste azotó terriblemente aquella zona, según describe el señor de Launay en su Teatro del mundo sirviéndose de los relatos que le fueron hechos por el propio vidente. Estos hechos han sido confirmados por la investigación histórica de aquella época.
Desde Aix en Provence llegó a Salonde Crau, pequeña ciudad que dista de Aix una jornada de camino hasta Aviñón y media jornada hasta Marsella. Contrajo segundas nupcias; y fue aquí, en este lugar, donde, previendo los grandes cambios y las trágicas convulsiones que perturbaron luego y revolvieron a toda Europa, las sangrientas luchas civiles y los desgraciados acontecimientos que iban a precipitarse sobre Francia, comenzó, lleno de una exaltada inspiración a invadido de un frenesí irresistible, la redacción de las Centurias.
Centurias y presagios que él guardó por mucho tiempo en secreto, creyendo que la naturaleza insólita del argumento le acarrearía calumnias, envidias y ataques muy ofensivos, tal como luego sucedió.
Vencido, al fin, por el deseo de que los hombres sacasen algún provecho de sus predicciones, las dio conocer. El rumor que suscitaron inmediatamente fue grande y corrió su fama de boca en boca, no sólo entre nosotros, sino también entre los extranjeros que sintieron por el vidente y por su obra una extraordinaria admiración. Esta fama impresionó tanto al poderoso Enrique II, Rey de Francia, que éste, en el año de gracia de 1556, mandó llamar al vidente a la Corte. Después de que revelara un cierto número de acontecimientos importantes que habían de suceder, recibió numerosos presentes y se volvió a su Provenza natal. Algunos años más tarde, concretamente en 1564, visitando Carlos IX las provincias y habiendo concedido la paz a las ciudades que contra él se habían rebelado, vino a Salon y no quiso dejar de visitar al profeta e insigne héroe, mostrándose para con él tan generoso, que lo honró con el cargo de consejero y le nombró médico suyo en la Corte.
Resultaría una tarea excesivamente prolija escribir todo cuanto él predijo, ya en general, ya en particular,y sería superfluo dar el nombre de todos los grandes señores, de los insignes sabios y otros muchos que vinieron de toda la región y de toda Francia para consultarle como oráculo. Lo que San Jerónimo decía de Tito Livio yo puedo decirlo del gran vidente: cuantos venían a Francia desde fuera no se proponían otro objetivo que ir a visitarle.
Cuando vino a verle Carlos IX, Nostradamus, que había sobrepasado los 60 años, estaba muy envejecido y se hallaba gravemente debilitado por las dolencias que le atormentaban desde hacía mucho tiempo, especialmente una artritis y la gota minaban constantemente su salud. Murió el día 2 de julio del año 1566, poco antes de salir el sol, después de una crisis que le duró ocho días y que le causó un acceso de hidropesía consecutivo a un ataque agudo de artritis.
Conoció anticipadamente el día de su tránsito y la hora exacta pues él había escrito, de su puño y letra, en las Efemérides de Jean Stadius, estas palabras en latín: Hic prope morn est, es decir: «Mi muerte está próxima».
Sobre su sepulcro se esculpieron las palabras de un epitafio, compuesto a imitación del de Tito Livio, historiador romano; epitafio que hoy puede todavía verse en la Iglesia de los Cordeleros de Salon, en la que, con grandes honores, fue enterrado el cuerpo de Nostradamus. La inscripción está en latín; traducida dice lo siguiente:
«Aquí descansan los restos mortales del ilustrísimo Michel de Nostradamus, el único hombre digno, a juicio de todos los mortales, de escribir con pluma casi divina, bajo la influencia de los astros, el futuro del mundo.»
Murió en Salon de Crau, en Provenza, el 2 de julio del año de gracia de 1566, a la edad de sesenta y dos años, seis meses y diecisiete días.
Fulgurante carrera de médico
La familia Nostradamus, estaba firmemente vinculada a Provenza y sus descendientes, en vez de circuncidarse, como judíos, habían sido bautizados, lo cual les había permitido adquirir bastantes derechos; sus hijos, por tanto, habían podido dejar las modestas ocupaciones anejas a la artesanía y a la práctica del pequeño comercio y dedicarse por completo al cultivo de las artes liberales. En la familia Nostradamus la medicina constituía una tradición que se transmitía ininterrumpidamente de padres a hijos: el padre de Jaime, Pierre de Nostredame, había sido médico en Arlés, y sólo la envidia de los drogueros y boticarios de aquella ciudad le había obligado a buscar refugio y ayuda fuera de ella, entre los poderosos. Aquéllos, efectivamente, no habían podido tolerar que Pierre curase a sus propios pacientes con remedios y medicamentos que él mismo preparaba; y no dudaron, por consiguiente, en denunciarle como falsificador y contraveniente de su oficio. Destituido de sus funciones de médico ciudadano, Pierre entro primero al servicio del Duque de Calabria, y luego del rey René d’Anjou, que más tarde le nombró médico personal suyo. El venerable y ya anciano sabio, versado en la ciencia de Esculapio y en aquella otra que deduce de los astros la interpretación de los sucesos del mundo, gozó siempre de la máxima confianza del Rey. Fue natural que, cuando el joven Michel tuvo la edad suficiente para escoger su futura profesión, se inclinase por el estudio de la medicina.
En aquel entonces, para quien vivía en Provenza, Aviñón representaba la ciudad or excelencia, era como la meca donde convergían, de todos los rincones de la provincia, cuantos aspiraban a ser alguien, o cuantos deseaban evadirse de la dura brega del campo y hallar en la gran ciudad las comodidades de la vida fácil. Majestuosamente ceñida por sus altas y torneadas murallas, con el Ródano que las acariciaba dulcemente deslizándose bajo sus magníficos puentes, Aviñón era una ciudad donde alternaban palacios suntuosos y callejones de mal olor, señoriales calles por donde paseaban elegantes carrozas y pobres tuguriones en los que se hacinaba una humanidad sin rostro.
A quienes procedían de una tranquila ciudad provinciana les parecía muy atractivo poder mezclarse con la inmensa muchedumbre que llenaba calles y plazas hasta estrujarse; en cuanto a diversiones y tentaciones, hábían proliferado desde el momento en que un nutrido grupo de aventureros y hampones se habían aposentado como en su propia casa, dentro por el libertinaje que reinaba en sus muros.
Nostradamus llegó, pues, a Aviñón y empezó sus estudios con seriedad y tenacidad. El estudio constituía para él una verdadera vocación y aun cuando su edad, porque era todavía muy joven, lo hiciese vulnerable a las seducciones de una vida desordenada y licenciosa, demostró desde el principio una clara tendencia y un verdadero amor a cuanto era introspección y búsqueda de la verdad, ajeno a cualquier tipo de ambición personal.
En la ciudad de los Papas, el joven Michel alternaba su tiempo ocupado en dos actividades principales: los deberes escolásticos y la observación del firmamento estrellado que, desde siempre, había ejercido en él una extraordinaria fascinación. La matemática, la astronomía y la astrología le eran materias muy conocidas, hasta tal punto familiares que podía discutir con profundo conocimiento y perfecta competencia ante cualquier auditorio, que siempre quedaba cautivado.
A este primer período de estudio en Aviñón siguió el segundo en Montpellier, a donde se trasladó Michel para seguir en su universidad los cursos de medicina.
En el siglo XVI, Montpellier gozaba de extraordinario renombre gracias a su facultad de medicina, conocida dentro y fuera de los confines de Francia: era lógico, pues, que Nostradamus frecuentase aquella universidad y prolongase allí su estancia hasta conseguir su doctorado.
Para ello necesitó tres años que aprovechó con extraordinaria aplicación; durante los cuales se hizo dueño y señor de los secretos del cuerpo humano, como más tarde se hizo conocedor de los del espíritu.
La Naturaleza ejercía sobre él auténtica fascinación; y así no se conformó con ser médico, sino que decidió profundizar sus propios conocimientos en el campo de la herboristería y de los remedios que de las hierbas y de las plantas pudieran obtenerse.
Empezó entonces a recorrer todo el país de comarca en comarca para estudiar su flora, deteniéndose, cuando le parecía poder sacar de ello algún provecho, con quienes podían informarle sobre recetas y pociones. No olvidemos sobre el particular que, en aquel tiempo, mediana y herboristería iban de consuno y representaban el único remedio del que disponían entonces los hombres para oponerse a los traidores ataques de la enfermedad que se manifestaba de mil modos distintos.
En la Edad Media y durante el Renacimiento, Europa fue devastada en varias ocasiones por la este: «la bestia selvática», como la definió el médico Galeno. En el correr de cuatro siglos desencadenó unos treinta y dos ataques contra nuestro continente, entre los que se cuenta el tristemente famoso de la «peste negra», que duró dieciséis largos años (1334-1350) y que exterminó 25 millones de europeos, es decir, una cuarta parte de la población total del continente.
Lo mismo que los demás doctores, también actuaba Nostradamus entre la enfurecida peste; pero, a diferencia de sus colegas, prestaba eficacísima ayuda a los desventurados que se debatían entre las garras del terrible morbo. Había en nuestro doctor un algo de taumatúrgico que hacía que, a su paso, se obrase el prodigio de la salud. Él mismo nos ha dejado escritas unas palabras relativas al modo como curaba el mal, en un tratado suyo titulado Excelente y óptimo opúsculo, necesario para quiener deseen conocer varias eficaces recetas.
No es posible hoy, a tantos años de distancia, saber si su medicamento produjo efectos tan maravillosos como para considerar a Nostradamus vencedor del terrible azote; pero sí es cierto e incontestable este hecho: Nostradamus tuvo fama de excelente médico, no sólo por la extraordinaria erudición de su ciencia, sino también por el espíritu misionero con que la ejercía. Los africanos, que durante tantos lustros acudieron a Lambaréné, donde el gran doctor blanco Albert Schweitzer Obraba tan admirables portentos de curaciones físicas y de amor, estarían tal vez en mejores condiciones que nosotros mismos para entender el gran prodigio realizado por el vidente. Sus compatriotas supieron mostrarle su gratitud, bien merecida por cierto: a su paso, la gente se echaba a sus pies y bendecía su nombre; y esta fama de bienhechor y