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Al menos flores, al menos cantos
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Al menos flores, al menos cantos
Libro electrónico65 páginas56 minutos

Al menos flores, al menos cantos

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Sepa e imagine el lector que aquí la respiración se abriga con la anécdota de lo vivido para de inmediato
trascenderla y convertirla en experiencia de todos los mortales. Advertirá que mediante la revelación
más confidente se hilvanan las quejas de la memoria a modo de diario de lo perdido, la verdad que sin
piedad lacera, las noches sin luna, los besos sin nombre... O, si se prefiere, hasta este volumen se allega
la hora de un balance de existencias a través de un polifónico lamento que claman la pérdida, la
ausencia y el desamor. En momentos preñados de derrota surge la voz cívica, social, y se hace canto
junto a la nostálgica de lo que fue un día infancia y junto a la neorromántica del extravío —cuando "el
amor ya no es nada sino espera /y ya no tiene paciencia de esperarte", dice Beatriz Gimeno—, esa que
es profundamente ronca y daña hasta muy adentro, la única que dilata los ecos de la ruina del presente y
de la belleza del desastre, del quebranto y del duelo, de los lances y las exequias del amor. Al menos
flores, al menos cantos. Al fin y al cabo, versos para Violeta.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento8 mar 2016
ISBN9788493964658
Al menos flores, al menos cantos

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    Al menos flores, al menos cantos - Beatriz Gimeno

    DIFÍCIL

    DESDE EL OTRO LADO DE LA FRONTERA

    Aún se queja su alma vagamente,

    El oscuro vacío de su vida.

    Más no pueden pesar sobre esa sombra

    Algunas violetas,

    Y es grato así dejarlas,

    Frescas entre la niebla,

    Con la alegría de una menuda cosa pura

    Que rescatara aquel dolor antiguo.

    LUIS CERNUDA

    Lo dijo con finura aquel poeta que anduvo esperando un dios entre innumerables días para crear su propio amor a ima­gen divina: mas el amor, como el agua, arrastra afanes a su paso. Las amantes sintieron frío y por eso decidieron inven­tarse el amor. Luego, los afortunados del verbo observarían cómo vecino de horas próximas a la desembocadura se ase­mejaba a un inmenso río, ya sin márgenes, que fluye hasta otra frontera con su inventario de variado acarreo. Acontece cuando comienza a recordarse la efímera belleza de las flores malva. Beatriz Gimeno en este preciso instante de la escritura da fe de ello y del después, cuando definitivamente ya que­brado -ceniza de la noche hacia la noche-, germinará, vol­vamos a aquel poeta, con el vivo embeleso de la memoria.

    Los versos de este libro iniciático de Izana editores pro­nuncian instantes entrañables en racimo, que elevan los poe­mas sucesivos sin cortes ni descansos en intensidad poética creciente. V éanse en el reino del endecasílabo, del exacto ale­jandrino, del fogonazo heptasilábico; escúchense aun en voz baja como esclavos del ritmo interno que modula el eco de la muy generalizada silva libérrima; léanse a modo de una leta­nía sujeta a las recurrencias que cualquier plegaria demanda

    -los mundos verbales del dolor, de la derrota, de la tristeza, del rechazo, del ansia todavía, del vacío metafórico de la muerte, de los miedos, de la separación, de la soledad e... -; de­clámense como oración convertida en canto de los nombres, de los espacios de antaño o del ahora, de la distancia que tiene por medio un océano, de los tiempos de lluvia y del crepús­culo y de lo que irremediablemente ya nunca pudo ser. Des­pués de leída y pensada la sombra del recuerdo y de la actual existencia, sin piedad alguna consigo misma la voz poética se imanta con rumores plurales: los de los ojos girados hacia dentro, hacia los rincones entrañables de la imaginación -es el momento de cerrar los ojos y de cantar tu nombre-: o aquel afónico que se desborda en la increpación de un yo ven­cido a merced del cuerpo que se siente morir con su dueña dentro, de quien yéndose en batalla

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