En 1859 veía la luz El origen de las especies, obra en la que Charles Darwin (1809-1882) postulaba que todos seres vivos emanan de un mismo tronco común, que la ciencia de hoy sitúa en el primer ser pluricelular surgido durante la explosión cámbrica, hace alrededor de unos 540 millones de años. A partir de ahí, un largo proceso de evolución, a través de la selección natural, habría permitido la aparición de cada una de las especies que pueblan la faz de la Tierra. La idea que vulgarmente se ha popularizado como que “el hombre viene del mono”, significa en realidad que el ser humano está filogenéticamente emparentado con los primates al descender de un ancestro común. En su época, este hallazgo generó una gran controversia, fragmentando a la comunidad científica contra la religión, que no podía aceptar que el hombre no fuera producto de la creación de una divinidad. Hoy, más de siglo y medio después, la controversia entre evolucionistas y creacionistas, continúa…
Y SE HIZO EL CREACIONISMO…
Antes de que Darwin apareciera en escena, había que remitirse a la Biblia para saber algo acerca del origen del mundo y la aparición de las distintas especies sobre la Tierra. Es lo que se conoce como creacionismo: una explicación del origen del mundo a partir de una interpretación literal del Génesis. Fue el arzobispo protestante irlandés (1581-1656), en su obra (1650), el primero en estimar, con sorprendente exactitud, la fecha de la creación del cielo y la tierra: un sábado 22 de octubre del 4004 a.C., hacia la tarde noche para ser exactos. Mientras que la expulsión de y del paraíso se (1642-1727), quien, tras revisar los cálculos de Ussher, estimó que la Tierra era todavía… ¡quinientos años más joven!