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Volveos a mí: Un llamado urgente de parte de Dios
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Volveos a mí: Un llamado urgente de parte de Dios
Libro electrónico294 páginas7 horas

Volveos a mí: Un llamado urgente de parte de Dios

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En Volveos a mí, el Dr. Miguel Núñez presenta de qué manera a lo largo de la historia redentora el pueblo de Dios se ha rebelado contra el mismo Dios que le ha traído la libertad, y cómo Dios, en medio de la infidelidad de Su pueblo, ha permanecido fiel y ha hecho todos los esfuerzos posibles para llamar a Su pueblo de regreso a Su presencia.  

Desde que Dios formó la nación de Israel miles de años atrás, la tendencia del pueblo de Dios ha sido alejarse de manera recurrente de su Creador y Redentor para volverse a sus malos caminos. Por otro lado, ha sido siempre el deseo de Dios de llamar a Su pueblo de regreso a Él, reconociendo que, alejados de Él, cosecharán grandes y destructivas consecuencias; y solamente en la cercanía con Él pueden experimentar Sus bendiciones. 

Cada uno de los capítulos de este libro considera diferentes momentos de la historia redentora donde el pueblo de Dios se había alejado y donde Dios le llamó de regreso a Su presencia.

“Volveos a mí” es una frase que aparece en Zacarías 1:3 donde Dios dice lo siguiente: “Diles, pues: ‘Así dice el Señor de los ejércitos: “Volveos a mí” —declara el Señor de los ejércitos— y yo me volveré a vosotros” —dice el Señor de los ejércitos. . .”  En este versículo se ve el corazón de un Dios que desea tener comunión con Su pueblo para poderle instruir, dirigir, proteger y bendecir. 

Return to Me

In Return to Me, Dr. Miguel Núñez presents how throughout redemptive history God's people have rebelled against the very God who has brought them freedom, and how God, in the midst of His people's unfaithfulness, has remained faithful and made every effort to call His people back to His presence

Since God formed the nation of Israel thousands of years ago, the tendency of God's people has been to repeatedly turn away from their Creator and Redeemer and turn back to their wicked ways. On the other hand, it has always been God's desire to call His people back to Him, recognizing that, separated from Him, they will reap great and destructive consequences; and only in closeness to Him can they experience His blessings. 

Each of the chapters of this book considers different moments in redemptive history where God's people had fallen away and where God called them back into His presence.

“Return to me” is a phrase that appears in Zechariah 1:3 where God says the following: “Therefore say to them, 'Thus says the LORD of hosts, “Return to Me,” declares the LORD of hosts, “and I will return to you,” says the LORD of hosts . . .” In this verse we see the heart of a God who desires to commune with His people so that He can instruct, direct, protect, and bless them.

IdiomaEspañol
EditorialZondervan
Fecha de lanzamiento2 ene 2024
ISBN9780849919428
Autor

Miguel Núñez Dr.

El Dr. Miguel Nuñez sirve como pastor titular de la Iglesia Bautista Internacional en Santo Domingo, República Dominicana, presidente y fundador de Ministerios Integridad & Sabiduría, miembro del cuerpo de directores de The Gospel Coalition (TGC) y del Concilio de Masculinidad y Feminidad Bíblica (CBMW). Además, es director de estrategia para América Latina del Seminario Teológico Bautista del Sur. Es médico con especialidades en medicina interna y enfermedades infecciosas.  El pastor Núñez y su equipo ministerial son responsables de la conferencia «Por Su causa», la cual reúne a miles de latinoamericanos en la República Dominicana, animándolos a regresar a un cristianismo bíblico e histórico. Miguel ha escrito varios libros, incluyendo Renueva tu mente, ganador del Premio SEPA por Libro del Año 2021 y Mejor Diseño de Portada, Hasta que ruja el León, Por el poder del Espíritu y Volveos a Mí. Él vive en Santo Domingo con su esposa, la Dra. Catherine Scheraldi, quien también practica medicina.

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    Volveos a mí - Miguel Núñez Dr.

    Introducción

    El eclipse de dios

    Para nadie es un secreto que estamos viviendo tiempos de gran oscuridad y confusión. En nuestros días, no importa hacia dónde miremos o qué área del globo analicemos, siempre nos encontramos con un panorama de:

    descomposición social,

    degradación moral y

    desvaloración del ideal que Dios soñó para el ser humano.

    El impacto de estas condiciones ha sido sentido no solo a nivel de la sociedad en general, sino también dentro de la iglesia. El grupo de investigación Barna realizó un estudio en 2014 y determinó que unas 3.500 personas abandonan la iglesia cada día en los Estados Unidos para un promedio de 1,2 millones de personas cada año. Esa estadística por sí sola es asombrosa. Al mismo tiempo, tenemos que admitir que, en Occidente, la iglesia de Cristo no solo ha disminuido en tamaño, sino también en relevancia. Muchos consideran a la iglesia obsoleta o irrelevante. Para una gran mayoría de la sociedad, la iglesia no es la institución en la que depositarían su confianza para un mejor futuro.

    Las razones por las cuales las personas han abandonado y siguen abandonando la iglesia son varias, según la información recibida: pereza, apatía, otras prioridades, tensiones en las relaciones dentro de la iglesia y la falta de respuestas a preguntas fundamentales. Se mencionaron otras razones de más peso como: género/sexualidad, asuntos raciales, visión política, heridas causadas por la iglesia y abusos.¹ En mi opinión, en lugar de ser razones para abandonar la Iglesia, creo que muchas de estas condiciones y tensiones dentro de la Iglesia son el resultado del alejamiento de Dios que ha estado experimentando la población.

    Algunos piensan que la pandemia del COVID-19 terminó afectando a la iglesia de Cristo. Pero es posible que la pandemia tan solo haya revelado lo que ya había dentro de la iglesia. No imagino que las restricciones de la pandemia pudieran ser más gravosas que la cruel persecución de los cristianos en los primeros siglos y las severas restricciones legales bajo las cuales nació, creció y se expandió la iglesia.

    Como dijo en una ocasión el Dr. John Piper, estamos experimentando una hambruna de la gloria de Dios en nuestros días. Creo que ciertamente es así, pero como consecuencia de una hambruna del conocimiento de Dios.

    En una ocasión, en 2016, tuve la oportunidad de entrevistar a uno de nuestros teólogos contemporáneos, el Dr. R. C. Sproul, unos meses antes de su muerte (1939-2017), y le pregunté cuál era, en su opinión, el mayor problema de las personas incrédulas y, sin pestañar, me dijo: Que no conocen a Dios. ¡Lógico! Inmediatamente después, agregó que el mayor problema del creyente es él mismo: que él o ella no conoce a Dios. Y agregó que muchas veces el creyente conoce mucho acerca de Dios, pero carece de un conocimiento íntimo de Su carácter. Me pareció interesante que Piper y Sproul coincidieran en el mismo análisis; pero desde diferentes ángulos.

    El alejamiento de Dios

    Para continuar en esa dirección, quiero referirme a un texto escrito por el profeta Oseas, el profeta que contrajo matrimonio con Gomer, la prostituta, para tipificar la infidelidad de Israel hacia Dios. Oseas tuvo que predicar en uno de los peores períodos del reino del Norte. Su ministerio profético se extendió por unos cincuenta años en un momento en que Israel estaba muy bien económicamente, pero en bancarrota espiritual. En ese contexto, Dios habla a través del profeta y le hace saber a la nación que su bonanza económica no representaba una bendición de Su parte y que su muerte espiritual se estaba dando por falta de conocimiento . . . del conocimiento del Dios de lo alto.

    Israel se había olvidado de Dios; había olvidado Su ley y, como consecuencia, Dios decide olvidarse de Israel como leeremos en el texto de Oseas. Como resultado, toda la nación estaba cosechando los frutos de no caminar con Dios, y así es como Dios mismo describe la condición de Israel en aquel momento en Oseas 4:

    Escuchen la palabra del SEÑOR, israelitas, porque el SEÑOR tiene querella contra los habitantes de la tierra . . .. (v. 1a)

    La Nueva Versión Internacional dice: . . . el SEÑOR entabla un pleito contra los habitantes del país. Mientras que la Nueva Traducción Viviente dice: El SEÑOR ha presentado cargos en tu contra.

    Y estos son los cargos:

    . . . Pues no hay fidelidad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra. Solo hay falso juramento, mentira, asesinato, robo y adulterio. Emplean la violencia, y homicidios tras homicidios se suceden. Por eso la tierra está de luto, y desfallece todo morador en ella junto con las bestias del campo y las aves del cielo; aun los peces del mar desaparecen. (vv. 1b-3)

    Y esta es la consecuencia:

    Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento. Por cuanto tú has rechazado el conocimiento, Yo también te rechazaré para que no seas Mi sacerdote. Como has olvidado la ley de tu Dios, Yo también me olvidaré de tus hijos. (v. 6)

    Prácticamente todo el texto es de suma importancia. Pero quiero llamar la atención sobre dos frases que aparecen en el versículo 6:

    Mi pueblo es destruido por falta de conocimiento (v. 6a).

    Como has olvidado la ley de tu Dios, Yo también me olvidaré de tus hijos (v. 6b).

    La nación entera estaba pagando las consecuencias de haberse apartado de Dios; por lo tanto, Dios tenía una queja contra ella. Israel había olvidado de la ley de su Dios; la ley que reflejaba y refleja Su carácter moral. Al darle la espalda a la persona más importante del universo, Dios, en un intento por hacer que el pueblo regrese a Él, les advirtió que como consecuencia, olvidaría a sus hijos, quienes son las personas más importantes para cualquier padre.

    No podemos olvidar que nadie peca en privado. El pecado de uno nos afecta a todos. En aquel momento, la nación estaba viviendo lo que podríamos llamar un eclipse de Dios. Por esta razón, Israel había perdido su capacidad de representar a Dios como nación sacerdotal ante las demás naciones. De ahí la expresión te rechazaré como sacerdote que aparece en el texto que citamos arriba.

    Dios no se dirigía solo a los sacerdotes, sino a la totalidad de la nación: a todo Israel, escogida como una nación sacerdotal, para representar a Dios ante las demás naciones. Cuando Dios escogió a la nación de Israel, les dio un privilegio muy especial y les dijo: ‘Ustedes serán para Mí un reino de sacerdotes y una nación santa’. Estas son las palabras que dirás a los israelitas (Éx 19:6). Ese fue precisamente el privilegio que Israel perdió: el privilegio de representar a Dios. Al ignorar la ley divina, que para Dios es crucial porque refleja Su esencia, decidió a su vez olvidar lo que para ellos era más importante: sus hijos. Se trata de una forma de advertirles que desatendería a la próxima generación, la cual heredaría los malos frutos de la generación anterior. Que esto nos sirva de lección, recordando las palabras de Pablo en 1 de Corintios 10:11: Estas cosas les sucedieron como ejemplo, y fueron escritas como enseñanza para nosotros, para quienes ha llegado el fin de los siglos.

    Hoy, la iglesia atraviesa una de sus peores crisis en Occidente, como consecuencia de un eclipse de Dios. Cuando Dios se eclipsa, la familia paga el precio; después tanto la iglesia como la nación, donde residen esas familias, sufren las consecuencias.

    En los días de Oseas, el reino del Norte estaba a punto de ser llevado al exilio por el reino de Asiria. La descomposición social y moral era fruto de un liderazgo que había enseñado al pueblo a venerar ídolos representativos de dioses paganos. Los líderes del pueblo y los sacerdotes se habían descarriado en primer lugar y luego arrastraron al pueblo con ellos. Por tanto:

    La ley de Dios no era enseñada.

    El Dador de la ley no era conocido.

    Y la nación entera se había apartado.

    La ausencia de la presencia manifiesta de Dios explica la condición de desorden, irrespeto, inmoralidad y falta de valoración de la vida en una sociedad. Cuando hablo de la presencia manifiesta de Dios, no me refiero a la presencia de señales sobrenaturales en medio de la iglesia o de la nación. Aludo, más bien, a lo que leemos en los primeros capítulos del libro de los Hechos, donde observamos que la iglesia crecía y se expandía; que la iglesia era de un solo sentir y corazón; y donde había unidad entre los hermanos. Había entusiasmo por la Palabra: Jerusalén se llenó de la enseñanza de los apóstoles (Hch 5:28). Samaria se llenó de regocijo con la predicación de Felipe (Hch 8:8). Y los habitantes de la ciudad de Éfeso comenzaron a abandonar sus prácticas ocultas (Hch 19:18-20). Todo lo anterior tiene una sola explicación: la presencia manifiesta de Dios. En contraste, vemos que en la época del profeta Oseas el pueblo de Dios estaba siendo destruido por la falta de conocimiento de ese mismo Dios.

    Se dice que Martyn Lloyd-Jones estaba convencido de que todos los males de la iglesia y de las naciones hoy se deben a una desviación de la Palabra de Dios.² Todos los problemas a los que nos enfrentamos o que percibimos a nuestro alrededor representan, de alguna manera, un alejamiento de Dios y, por ende, de Su verdad.

    El eclipse de Dios

    Por unos diez siglos, antes de la época de la Reforma, la proclamación de la Palabra de Dios había caído en desuso y, como consecuencia, la sociedad experimentó una gran oscuridad. La oscuridad permaneció hasta que Dios, en Su soberanía, encendió un faro de luz en la ciudad de Wittenberg, que iluminaría no solo a toda Europa, sino incluso más allá. Allí nació la Reforma de Lutero. El movimiento Reformado (y reformador) no fue sino el actuar de la mano de Dios, que levantó a Martin Lutero, entre otros, para que la revelación de Dios, que había sido olvidada, fuera proclamada nuevamente hasta que se disiparan las tinieblas. Y así sucedió. Europa experimentó primero un despertar y, luego, una reforma de una magnitud que nuestro continente latinoamericano aún no ha presenciado. Tan evidente fue la transformación que los reformadores acuñaron la frase Post Tenabras Lux (Después de las tinieblas, luz) para referirse a que, tras tanto tiempo en la oscuridad, la luz había vuelto a brillar en el corazón de Europa con la predicación de la Palabra.

    Con esto en mente, los historiadores de la iglesia han destacado que cuando la Palabra de Dios fue rescatada del olvido en el siglo XVI, gran parte de Europa fue iluminada. Menciono todo esto porque creo que en nuestra generación ha comenzado a surgir un fenómeno similar. Durante unos doscientos años, la cultura occidental estuvo profundamente influenciada por los valores cristianos, antes de que surgieran las ideas humanistas y anticristianas del Siglo de las Luces. Lamentablemente, las cosas han venido cambiando desde entonces. El tiempo no me permite detallar cómo sucedió y por eso me concentraré en los eventos más recientes.

    El comienzo del descalabro

    En las últimas décadas, hemos observado cómo la iglesia evangélica en Occidente ha ido perdiendo terreno frente al avance de la secularización social. El cambio ha sido tan acelerado que muchas personas continuamente repiten la frase: ¡Cómo han cambiado las cosas de la noche a la mañana!. Y así fue.

    1960: Tras esta década, que marcó el inicio de lo que se llamó la revolución sexual, muchos dijeron: ¡Cómo han cambiado las cosas de la noche a la mañana!. Y así fue. Los efectos no se hicieron esperar porque, como ha sido dicho, las ideas tienen consecuencias.

    1989: Con la caída del Muro de Berlín, la geopolítica europea experimentó transformaciones significativas que trascendieron más allá de sus fronteras. Y en ese entonces, muchos volvieron a decir: ¡Cómo han cambiado las cosas de la noche a la mañana!. Y así fue.

    2001: Con la caída de las Torres Gemelas en Nueva York a consecuencia de los atentados terroristas, el mundo sufrió un gran choque y quedó inmediatamente asombrado con los nuevos controles de seguridad que entraron en vigor. Por lo tanto, era lógico que se repitiera la frase: ¡Cómo han cambiado las cosas de la noche a la mañana!. Y así fue.

    2019-2020: Comienza la pandemia del COVID-19 y momentáneamente el mundo parece haberse detenido, con cierres de aeropuertos y fronteras, el uso obligatorio de mascarillas y la implementación de vacunas. Y una vez más escuchamos y leímos la frase: ¡Cómo han cambiado las cosas de la noche a la mañana!. Y así fue.

    La realidad es que los cambios a escala europea y, eventualmente, estadounidense comenzaron a partir de la Era de la Ilustración, conocida en inglés como The Age of Reason. Durante ese período, se popularizó la idea de que, entre quienes seguían creyendo en un dios, este ser supremo había creado el mundo y después se había distanciado de él, permitiéndole funcionar de acuerdo con las leyes de la naturaleza. Estos nuevos pensadores fueron conocidos como deístas, para diferenciarlos de aquellos que tradicionalmente habían creído en el Dios Trino revelado en la Biblia y que eran conocidos como teístas.

    Ciertamente, después de cada uno de esos eventos, el mundo nunca volvió a ser el mismo, ni volverá a serlo. Cada cambio experimentado se fundamentó en los cambios dejados por corrientes de pensamiento y experiencias previas. De ahí que hoy abundan las preguntas, la confusión y la preocupación, y muchas veces incluso el desacierto y la desesperación.

    Numerosos estudiosos opinan que la década de 1960 fue un punto de inflexión para la civilización. Esta década se caracterizó por un espíritu de rebeldía y una liberalidad sexual sin precedentes en el mundo occidental. Una de las frases más populares en ese momento era cuestiona la autoridad. Aunque sencilla en apariencia, pero compleja por las repercusiones que trajo. Tal cuestionamiento se ha extendido a todos los ámbitos de la sociedad. El espíritu de rebelión sembrado en el Jardín del Edén ha sido atizado en las últimas décadas. En los últimos veinte años hemos sido verdaderamente testigos de una revolución de valores de dimensiones globales que nadie podría haber anticipado.

    Después de que la Palabra de Dios iluminara y transformara a Occidente, hoy esa luz se ha ido apagando hasta el punto de cambiar las leyes para que la luz de Dios no resplandezca. Peor aún, muchos se enorgullecen de vivir en la oscuridad, pensando que en la oscuridad tienen la oportunidad de vivir con mayor libertad. Sin embargo, no podemos olvidar la historia y el hecho de que, desde la caída de Adán y Eva hasta nuestros días, hemos visto cómo eso que el hombre llama libertad es precisamente lo que le ha llevado a la esclavitud.

    Durante mucho tiempo, la iglesia fue considerada la institución redentora o la entidad en la que la sociedad occidental confiaba para un mejor mañana. Lamentablemente, algunos sectores de la iglesia no dieron el mejor ejemplo y el mundo, en vez de alejarse de los malos ejemplos, se alejó de Dios.

    Con el movimiento de la Ilustración (siglos XXVII-XXVIII), la sociedad empezó a confiar cada vez más en la educación y muchos depositaron su confianza en la universidad, que pasó a ser la institución redentora, entendiendo que si algo nos iba a ayudar en el futuro sería la educación. Cuando la educación no resolvió nuestros problemas, las personas comenzaron a confiar en los gobiernos hasta percatarse de que tampoco podían solucionar nuestros problemas. Es por eso que hoy la sociedad carece de esperanza en medio de la oscuridad en la que nos encontramos. Y esa oscuridad se debe a que la sociedad ha empezado a vivir en medio de un eclipse de Dios, como lo mencionó R. C. Sproul en más de una ocasión. Poco a poco, pero recientemente de forma acelerada, la luz se ha ido apagando hasta prácticamente extinguirse.

    Las condiciones sociales de nuestros días no son un simple accidente; más bien reflejan el rechazo del diseño de Dios para el florecimiento de la civilización. Hoy podríamos decir, como en tiempos de Oseas, que el SEÑOR tiene querella contra los habitantes de la tierra, pues no hay fidelidad, ni misericordia, ni conocimiento de Dios en la tierra (Os 4:1). Nuestros días son oscuros y esta oscuridad ha comenzado a afectar a la iglesia por una razón muy sencilla: nunca ha habido un momento en la historia de la humanidad en el que las condiciones de la sociedad no se hayan infiltrado en la iglesia en mayor o menor grado.

    Dios ha ido desapareciendo de la mente y de la conciencia de muchos de los habitantes de diversas naciones. Se le considera inexistente o, al menos, irrelevante para la vida del hombre moderno. Un gran número de personas no cree que llegará el día en que tendremos que rendir cuentas ante el Juez del universo, y de ahí el deterioro que se observa en todos los ámbitos. Las ideas adoptadas por muchos parecen tan ilógicas que daría la impresión que ha llegado el tiempo descrito en 2 Tesalonicenses 2:11-12:

    Por esto Dios les enviará un poder engañoso, para que crean en la mentira, a fin de que sean juzgados todos los que no creyeron en la verdad sino que se complacieron en la iniquidad.

    Como dijo alguien en el pasado, el problema de esta generación no es que ha perdido la fe, sino que ha perdido la razón. Cuando Dios se aparta del hombre, la razón del hombre se marcha con Dios. Malcom Muggeridge, lo dijo de otra manera:

    La causa fundamental de nuestro problema es que hemos perdido nuestro sentido de un orden moral en el universo, sin el cual no se puede lograr ningún orden en absoluto: económico, social, político. Para los cristianos, por supuesto, este orden moral se deriva de ese momento terrible cuando, como está tan espléndidamente expresado en la Sabiduría de Salomón —uno de los libros apócrifos—, ‘. . .mientras todas las cosas estaban en un silencio sereno, y aquella noche estaba en medio de su rápido curso, Tu Palabra todopoderosa salió del cielo desde Tu Trono Real’. Descendió para habitar entre nosotros lleno de gracia y de verdad. Así fue como nació nuestra Civilización Occidental; no se deriva del ‘El Origen de las Especies’ de Darwin, ni del ‘Manifiesto Comunista’, ni siquiera de ‘La Declaración de Independencia de los Estados Unidos’, sino del gran drama de la Encarnación, tal como se relata en el Nuevo Testamento. Abandonar o repudiar finalmente esta Palabra todopoderosa sería sin duda acabar inexorablemente con dos mil años de historia y nosotros mismos con ella.³

    La falta de la luz de Dios y la consecuente pérdida de la razón no le permiten al hombre de hoy ver las consecuencias que estamos viviendo en medio de un eclipse de Dios, metafóricamente hablando.

    Entendiendo el eclipse

    La palabra eclipse proviene de un verbo griego, ekleipô, que significa desaparecer, abandonar. Cuando ocurre un eclipse total de sol, este desaparece de nuestra vista porque la Luna se ha

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