Cosas de niñas
Me gustaría poseer mi propio idioma de infancia para poder convocar aquellos años con apenas una frase. Tengo algo parecido. Existen en mi recuerdo palabras deformadas, melodías y sonidos. Comparto con mi hermana casi unpersistente porque siempre llueve en mi niñez, pero dentro no hacía frío, gracias a la calefacción central que daba dolor de cabeza y sed de Fanta de naranja. Mi recuerdo es casi una región, pero nada tan rico, concreto y poblado como el país y la lengua que Andrea Abreu recrea en . «El Sinson era el perro de Chela, se llamaba Sinson, como Jómer el de los Sinson, y tenía un ojo de menos porque una vez salió a caminar por el barrio y un bemeta metalizado que iba chillando goma lo atropelló y llegó a la venta con el ojo por fuera y Chela gritó ay mi madre ya me desgraciaron al perrito. Y dijo perrito como quien siente cosas bonitas por los perros, pero lo cierto es que si algo tenían en común las viejas de mi barrio era que no querían a los perros ni un fisquito, les tenían como asco, los trataban como les hubiese gustado tratar a los maridos, que se pasaban el día en el bar».
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