La hija de un rey improbable
Cuando la futura Isabel II nació en 1926, aún ocupaba el trono su abuelo, Jorge V, y el primero en la línea de sucesión era su primogénito Eduardo, príncipe de Gales. A este le seguía Alberto, duque de York (futuro Jorge VI), quien era 18 meses menor y con quien el rey se mostró estricto en particular.
Alberto tuvo una infancia difícil. Debió soportar que le ataran la mano izquierda por ser zurdo y que le entablillaran las piernas por ser patizambo. Tímido en extremo, enmudecía a menudo a causa de su tartamudez, que en aquel tiempo se relacionaba con una inteligencia escasa. Eduardo era distinto por completo y, a medida que se hacían mayores, la diferencia entre ambos resultaba todavía más evidente. Pese a todo, los hermanos estaban muy unidos entre sí, aunque eso pronto cambiaría.
Eduardo era un joven encantador de vida disipada, seguidor de la moda y amante de la ostentación y la adulación del pueblo. Delgado, rubio, de ojos azules y bonita sonrisa, simpático y galante, encarnaba para muchas jóvenes el ideal del príncipe azul. Por su parte, lejos de las formalidades de sus padres y de la sofisticación de su hermano mayor, Alberto llevaba una vida modélica, tranquila y comedida. Su boda con lady Elizabeth Bowes-Lyon, una joven de la aristocracia escocesa de la que
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