Un supermercado en California


Qué cosas pienso de ti esta noche, Walt Whitman, porque caminé
por las calles laterales, bajo los árboles con dolor de cabeza y
consciencia de mí mismo mirando la luna llena.
En mi hambriento cansancio, y en busca de imágenes que
comprar, entré al supermercado de frutas de neón, soñando con tus enumeraciones!
¡Qué melocotones y qué penumbras! ¡Familias al completo
haciendo la compra por la noche! ¡Pasillos llenos de maridos!
¡Esposas donde los aguacates, bebés donde los tomates!
— y tú, García Lorca, ¿qué estabas haciendo tú allá abajo junto a las sandías?
Te vi Walt Whitman, sin hijos, viejo mendigo solitario, hurgando
entre las carnes del refrigerador y echándole el ojo a los muchachos de las verduras.
Te oí hacerles preguntas a todos: ¿Quién mató las chuletas de cerdo? ¿Qué valen los plátanos? ¿Acaso eres tú mi Angel?
Yo anduve entrando y saliendo de entre las brillantes montañas
de latas siguiéndote, perseguido en mi imaginación por el detective del almacén. Caminamos a grandes zancadas por los abiertos corredores,
juntos en nuestro solitario capricho catando alcachofas, poseyendo
cada una de las exquisiteces congeladas, y sin pasar ni una sola vezpor caja.

ALLEN GINSBERG



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