Rumbo al fracaso sin olvido de Alberto Fernández, la derecha sueña con un nuevo turno dispuesta a todo, como si fuera su última oportunidad de exterminar al peronismo y así entregar, por fin, lo que queda. Antiproyecto sin proyecto que lo reemplace, el antiperonismo no se cansa de fracasar, porque ese fracaso es la victoria de sus mandantes. Y aunque justamente por eso el peronismo siempre vuelve, a pesar de eso, la derecha también.
LAS RUINAS CIRCULARES
“De todos modos los interventores habrán visto por esta
muestra que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que
abrir la boca”.
José de San Martín (carta a Tomás Guido después de Vuelta
de Obligado).
“Seamos libres, y lo demás no importa nada”.
José de San Martín (Orden General del 27 de julio de
1819).
Lo que en la Argentina llamamos la derecha -por englobar
de alguna forma a los sectores locales asociados a los intereses extranjeros
que saquean el país desde su fundación-, sólo tiene éxito a la hora de
fracasar. Fracasos que son la victoria de sus verdaderos mandantes, pero...
Desde Bernardino Rivadavia, cuyo único triunfo fue para
la Baring Brother; hasta el último gobierno macrista, pasando por Mitre y su Triple
Alianza, el golpe del 30 y su década infame; la Fusiladora y sus 18 años sin
peronismo; la dictadura cívico-militar-eclesiástica y su genocidio, Menem y su
Cavallo, De la Rua y su Cavallo y sus muertos… todos fueron fracasos, siempre
muy redituables para los grandes enemigos del país.
A partir de 1945, esa derecha adoptó un mote más amplio,
y se llamó antiperonismo, incorporando así a sus luchas, socialistas,
comunistas, anarquistas y lo que venga, con la sola premisa de enfrentar al
peronismo. Ya no era un obstáculo proclamarse de izquierda para unirse a la
derecha. Los siguientes fracasos parecían asegurados. Lo que restaba de Gran
Bretaña, y los surgentes Estados Unidos, se llenaban de esperanzas.
Pero una y otra vez, el peronismo volvía. Algo fallaba.
Con la debida obediencia de los dirigentes, la bendición
de la Iglesia Católica, y los redobles triunfales de los grandes medios, una y
otra vez los saqueos se llevaban a cabo sin demoras. Se destruían la moneda y
la industria, y por lo tanto el movimiento obrero organizado; se remataban los
recursos naturales, se precarizaba la economía, se vaciaban las reservas, se
fugaban los activos, y se endeudaba al país una y otra vez asegurando así la eterna
sumisión política. Todo salía bien. Pero el peronismo volvía. Algo fallaba.
En 1976 intuyeron que el problema era el pueblo, así que
decidieron eliminarlo. Una tarea asas pretenciosa, pero con subordinación y
valor -y el apoyo de los Estados Unidos, la bendición de la Iglesia, y el encubrimiento
de los medios-, creyeron poder, y se largaron a matar. Y mataron y desaparecieron
miles y miles de personas, quizás 30.000, quizás más… y aunque todavía quedaba
bastante gente viva, se dieron por vencedores. Hasta que el peronismo volvió, y
fueron todos a la cárcel, o murieron en el oprobio o todavía desfilan por los
tribunales. Otra vez algo había fallado.
Sin embargo, después, la derecha también volvió. Con la
fuerza de los medios y sus jueces, montados en inmensas mentiras (el asesinato
de Nisman, La Morsa Aníbal, la corrupción que siguen probar), un día volvieron
y llevaron el saqueo más lejos que nadie. Encadenaron al país a la Casa Blanca
por más de cien años, destruyeron la industria, persiguieron, espiaron y
encarcelaron adversarios políticos, y otra vez asesinaron (Santiago Maldonado,
Rafael Nahuel), pero el peronismo volvió. O eso parecía.
Porque hoy la historia nos encuentra bajo un gobierno que
no sería de derecha, pero como tampoco es peronista, resulta una suerte de suma
cero cuyo letargo alienta al antiperonismo, que ahora sueña otro retorno dispuesto
a un fracaso definitivo que así les garantice una definitiva victoria a sus verdaderos
mandantes. Como si fuese la última chance, como si no hubiese un mañana…
Ya no habrá “gradualismo”, avisan, “haremos lo mismo pero
más rápido”, se jacta Il Capo, “esto va a doler”, advierte la Bullrich, “a la Provincia
hay que entrar con metra”, amenaza una tarada que la sigue, mientras todos compiten
contra todos en un torneo de ferocidades que sería cómico de no ser dramático… Esta
vez nada puede -debe- fallar, saben. Pero…
Porque, valoraciones aparte, el peronismo es un proyecto de país, mientras el antiperonismo,
como su nombre lo indica, es un antiproyecto, sin proyecto que lo reemplace.
Entonces vendrán, y harán, como siempre, mucho daño. Con
sus medios y sus jueces cumplirán como sea con lo que resta del saqueo, y cada 4
de julio les servirán su copa en la Embajada… pero justamente por todo eso, más
antes que después, el peronismo volverá… Y es que otra vez fallará lo de
siempre: el pueblo.
El de las dos invasiones inglesas, el de la Semana de Mayo,
el de la Vuelta de Obligado, el del 17 de octubre, el de los 18 años de resistencia,
el del 30 de marzo y el del 15 de junio del 82; el único pueblo que juzgó a sus
genocidas; el de diciembre de 2001, el del 2x1, el del último agosto en
Recoleta… ese pueblo que la derecha ignora, y porque ignora, la desbarata. Es
fácil de entender.
Más complejo y no del todo posible, es responder por qué la
derecha, que siempre fracasa, también siempre vuelve… ¿Qué es lo que falla?... ¿Debilidad del peronismo? ¿Banalidad popular?
¿Locura colectiva?... ¿O es acaso la suerte de las colonias?, que pueden lograr
tiempos mejores, pero como no son de verdad libres, lo demás no importa nada...
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