Hoy se dedica la sección
Grandes personas con bigote al actor Edmund Lowe.---------Un señor maduro, con clase y un punto melancólico que hoy apenas sería recordado si no fuese por su participación en el género fantástico, que como los fans estamos todos medio locos, pues no nos cuesta nada magnificar e idolatrar desaforadamente a cuantos intervienen en él.
Procedente del cine mudo, en el que fue galán sin paliativos y primera figura, Lowe incursionó en el sonoro como secundario para recalar después en los infiernos de la serie B y las producciones de los estudios pobres de Hollywood. La televisión de los cincuenta lo rescató y le proporcionó digna jubilación. Lowe tuvo al menos tres papeles protagónicos en el género de géneros, casualmente haciendo de mago en todas las ocasiones: en The Spider (1931) y en las dos que echaron ayer en Canal Desván; voy ya con ellas.
CHANDÚ THE MAGICIANDirector: W. Cameron Menzies y Marcel Varnel. Con Edmund Lowe, Bela Lugosi, Irene Ware, Henry B. Walthall. USA, 1932 Nada menos que don Guillermo Cameron Menzies, el mayor genio de
la puesta en escena que el cine ha dado, interviene en
Chandú el Mago como codirector. Basta que recuerden algunos de sus logros más sonados (
El ladrón de Bagdad 1924,
La vida futura 1936,
Esmeralda la Cíngara 1939) para que se den cuenta de que gracias a él nos encontramos ante uno de los grandes títulos del fantástico de los treinta, depurado y magnífico.
Basada en un serial radiofónico, la película narra el enfrentamiento entre Chandú, el yogui bueno, licenciado en magia por la Escuela Superior de la India,
y Roxor, nigromante malo que aspira a hacerse con un rayo destructor capaz de reventar ciudades enteras, casualmente inventado por el cuñado de Chandú. Todo muy en la línea de una época fascinada por la magia, la prestigitación a lo Houdini, el espiritismo o los Seres Superiores que madame Blavatsky, la fundadora de la Teosofía, había descrito como amos secretos del destino humano y residentes en el Tíbet.
Antes de crear el clásico del cómic
Mandrake el Mago (1934), Lee Falk debió de verse varias veces esta película, porque su personaje es idéntico en físico, poderes y orígenes a Chandú.
Mezcla afortunada de exotismo colonial -turbantes, zocos, mercado de esclavos- con ciencia ficción y terror -maquinarias frankesteinescas
con chispas y centellas-, de desarrollo folletinesco sin que falten gloriosos lugares comunes como la hipnosis, los templos subterráneos o las estatuas vivientes, el filme se beneficia de grandes intérpretes además de Lowe: San Bela Lugosi construye uno de sus mejores personajes, exagerado, gesticulante, demoníaco, puro arquetipo. Y el gracioso, personaje habitual del fantástico de los treinta, es aquí un borrachín con fez a quien se le aparece continuamente su Mini Yo en escenas de indudable fuerza bizarra.
Puro zumo de pulp concentrado, sin colorantes ni conservantes.
THE STRANGE MR. GREGORYDirector: Phil Rosen. Con Edmund Lowe, Jean Rogers, Donald Douglas, Marjorie Hoshelle. USA, 1945
Mago a lo Aleister Crowley, por quien tanta devoción se tiene en este Desván; como él, perverso y decadente es el personaje encarnado en esta ocasión por Mr. Lowe.
Gregorio el Grande le llaman en los escenarios donde efectúa inocuos números de prestidigitación para ganarse el pan; hipnotizador e investigador de la magia negra y la animación suspendida en su peligrosa vida privada, lo que realmente apasiona a Mr. Gregory es lanzar sobre las mujeres su mirada magnética para perturbarlas hasta la raíz y despertar en ellas los instintos más primarios. Y no para hasta conseguirlas, justo como acostumbraba Crowley en el mundo real. El hecho de encapricharse de una dama casada no hace sino complicar la existencia del mago, obligado para conseguir su objetivo a mantenerse como muerto por espacio de tres meses que pasa enterrado en una cripta y metidito en su ataúd. Una retorcida trama que no tengo intención de desvelar se sigue a este
gimmick inicial;
grave, sobreactuado y sin la sombra de Lugosi sobre él, Lowe se crece en un doble papel al que llena de majestad y misterio.
Es una producción Monogram, con todo lo que esto conlleva: austeridad de medios, gran pulso narrativo, guión al borde del absurdo, solventes intérpretes, ausencia de alardes de ningún tipo.
A medio camino entre el filme de terror y el policial extravagante, lo que para los amantes del género significa placentera garantía. Como la dirección del prolífico Phil Rosen, otro de los Hombres de Una Sola Toma capaz de facturar cine entretenido y sin pretensiones en apenas un par de semanas de rodaje, como demuestra en esta serie Z fresca aún como una lechuga, por tantos conceptos ejemplar.