lunes, 22 de septiembre de 2014
Fotografías
Me encanta la fotografía, cuando me voy de viaje siempre hago cientos de fotos, aunque sólo me vaya por unos días. Desde que existen las cámaras digitales y no es necesario gastarse el dinero para hacer más y más fotos no paro de hacer pruebas, buscar diferentes ángulos, diferentes luces y colores, cualquier detalle que el resto del mundo pueda pasar por alto. Tengo miles de instantáneas clasificadas en carpetas y me gusta volver a verlas de vez en cuando. Aún así, hay ciertas imágenes que nunca pude captar con una cámara, imágenes mucho más valiosas y extrañas, pues si otra persona pudiese haberlas visto congeladas en un papel no las habría comprendido. Tengo exactamente setecientas quince fotografías y vídeos de un viaje muy especial que hice a Valencia en enero de este año; algunas fotos son nítidas, bien encuadradas, con buena exposición y otras no tan buenas; unas con más significado y otras con menos. Hay vídeos graciosos y otros tiernos. Me encanta ver todo, revivir todo, pero no hay imágenes más vivas que las que retengo en mi memoria, como esos momentos en los que podíamos ver y contar las estrellas tumbados en la cama, abrazados, simplemente mirando el cielo sobre aquellas sábanas suaves y blancas. Esas estrellas que parecían por momentos bailar para nosotros y envolvernos con su silencio, pero que aún así nos contaban historias de amor.
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