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8 ene 2016

Personajes del siglo pasado y el aguinaldo.

Cuando era niño, días antes de Navidad, pasaban por casa distintos personajes típicos de aquella época: el barrendero, basurero, vigilante, sereno y varios mas de diversas profesiones.
Todos ellos llevaban una felicitación navideña con un dibujo de cada uno de sus oficios, con un pequeño verso felicitando las fiestas a los vecinos a cambio de recibir un pequeño aguinaldo.
Los carteros, barrenderos y basureros aun existen, a pesar de los cambios en su profesión.
Entonces, los basureros, recogían la basura en carros tirados por un caballo y el aviso de su llegada por el sonido de un estridente cornetín.
Los carteros llevaban unas enormes carteras de cuero repleta de las numerosas cartas que recibíamos entonces. En cuanto al barrendero tiraba de un pequeño carrito de mano que llenaba con las hojas y papeles que recogía con una escoba y una pequeña pala triangular.
Los que desaparecieron ya hace años fueron el vigilante y el sereno. Ambos ejercían su trabajo por la noche, y en cada barrio tenían su zona de vigilancia. El primero acudía cuando algún vecino le llamaba al grito de "¡Vigilante!", si alguien de la familia estaba enfermo o sufría algún percance. En aquella época apenas había teléfonos y era el "Internet" de la época.
El mas curioso era el "sereno". Este llevaba un enorme manojo de llaves y acudía cuando algún vecino solicitaba su servicio con varias palmada que resonaban en la noche. Poco después oías el sonido de su bastón golpeando el suelo y no tardaba en abrir el portal de entrada a su casa, con una de las llaves de aquel enorme manojo que llevaba.
Todo esto sucedía a mediados del siglo pasado. El cambio ha sido espectacular en estas cosas, en otras, por desgracia, todo continua igual.


3 ene 2014

El misterio delo Stradivarius



Desde niño había visto aquel violín en casa. Lo guardaba mi madre, cuidadosamente envuelto en una tela. Dentro decía: “Antonius Stradivarius Cremonenfis, Anno 1715”, en una etiqueta de papel amarillento por los años.

Cuando mi madre intento saber si era autentico, y la posibilidad de venderlo pues eran unos años de penurias económicas, le recomendaron que no lo hiciera. Se necesitaba dinero para pagar los servicios de un experto y, lo más fácil en aquellos años de la posguerra, era que cuando se lo devolviera no fuera el mismo violín, si era autentico.

Lo más curioso de aquella historia fue como apareció aquel violín en nuestra casa. Mi madre pintaba y era también pianista. Había dado conciertos y ganado un concurso de composición en Ginebra. Un pariente suyo le regaló aquel violín después de tenerlo en su poder algunos años.

Camilo, que así se llamaba, había estado trabajando en Argentina durante un tiempo, (esto sería en 1920 más o menos). A su regreso adquirió un baúl para transportar sus pertenencias, en una tienda de segunda mano. Al guardar sus cosas en él, se dio cuenta de que el interior se veía más pequeño que su aspecto exterior. Al mirar detenidamente el fondo descubrió que había un compartimento oculto: y allí, espectacular, estaba escondido envuelto en aquella tela, aquel instrumento musical, el “Stradivarius”.

Años atrás, cuando escribía las historias de Jan Europa, había pensado realizar una basada en esta historia real. ¿Quién escondió el violín allí?, ¿Por qué?, ¿Qué le sucedió a la persona que lo ocultó? Preguntas que difícilmente tendrán respuesta después de tantos años.

Tiempo después, una especialista en reparar instrumentos de cuerda como aquel, nos dijo que no podía asegurar que fuera auténtico, pero que si se trataba de una falsificación era muy buena.


27 dic 2013

Una anecdota relacionada con un retrato.



Retrato de una niña preciosa. Una adolescente.
Voy a contar una anécdota que me sucedió después de hacer un retrato, precisamente, cuando era muy joven.
Antes de entrar a colaborar en Editorial Bruguera, trabajaba en publicidad.  Hacia los dibujos de “Publicidad Mediterránea” y tenía una relación muy cordial y amistosa con todos los empleados y directivos de la agencia. Por esto, cuando su director, Roldán Martínez, se casó, hice el retrato de la que se convirtió en su esposa, y quedó francamente bien.
Tiempo después me invitaron a cenar a su casa. Sirvieron una cena fría a base de embutidos, quesos y otras delicias. Yo venía de una posguerra con dificultades económicas donde los requisitos brillaban por su ausencia, y era la primera vez que comía  muchas de las cosas que sirvieron en aquella ocasión. Se me hacia la boca agua ante aquel magnifico espectáculo gastronómico.
Después de comer canapés de jamón, distintos quesos, gambas y cremas deliciosas, me llevé a la boca algo que tampoco había visto jamás. Estaba junto al padre de la novia y le pregunté: ¿Qué son esas bolitas negras de este canapé? – Me miró con una expresión entre incrédula y asombrada y me respondió: ¡Caviar, claro...!
Busqué un agujero en el suelo donde desaparecer, pero no había ninguno...


17 oct 2013

Otra anecdota. Esta de una lectora.



                                   Una anécdota de una lectora holandesa.
Durante toda mi vida profesional he dibujado tanto historietas de Fantasía y Acción, como otras para colegialas, y la verdad es que lo he pasado bien en ambos estilos, a pesar de sus notables diferencias.
Naturalmente los lectores que he conocido, aficionados de algunas de estas historias, acostumbraban a ser chicos, en las de Fantasía y Acción (hombres ahora ya), y chicas (preciosas mujeres actualmente) en las historietas femeninas como “Sindy” y todas las que realicé para la revista Tina de Holanda, o para revistas inglesas.

Ya explique que una vez vino a mi estudio un lector sevillano convencido de que las historias de “Jan Europa” no eran una fantasía sino realidad, y que tanto él como yo estábamos vigilados por los “Iniciados Negros”, (los malvados enemigos de “Jan Europa”) y teníamos nuestros teléfonos intervenidos. Fue inútil que le dijera que todo era pura invención: se marchó convencido de que no quería decirle la verdad.
En cuanto a las lectoras, una de las cosas más curiosas que me sucedió fue cuando vino a verme una preciosa chica holandesa. Después de hablar de cuanto le gustaban mis historias, y ver algunos de los originales, al despedirse con un abrazo y un par de besos me dejó con unos ojos como platos cuando me soltó: “Me ha encantado conocerte personalmente, Purito Campos                                    

12 sept 2013

Un timo que merecia un Oscar.





He contado muchas de mis anécdotas de mi época en Bruguera. Esta sucedió antes, cuando tenía unos dieciséis años y empezaba mis primeros trabajos en publicidad.
En casa habíamos pasado los años de la posguerra con estrecheces económicas y, cuando empecé a realizar trabajos de publicidad ya ganaba lo suficiente para tener una vida mejor. Mi madre continuaba dando clases de piano y pintando también.
Un buen día sonó el timbre de la puerta y se presentó un caballero preguntando por ella. Era el director de un orfeón, (no recuerdo si dijo de Vich u otra población algo alejada de Barcelona). Sabía que mi madre era profesora de piano y venía por eso. Le habían ofrecido dar clases particulares al hijo de una familia acomodada, que vivían cerca de casa, y el no podía darlas porqué estaba muy ocupado con su trabajo, y las horas que le quedaban las dedicaba a dirigir el orfeón. Las clases estaban muy bien pagadas y pensaba que a mi madre podían interesarle. Ella estaba encantada y, poco después, tomábamos café y charlábamos de las experiencias musicales de ambos.
El director del orfeón (no recuerdo su nombre) preguntó si podía tocar el piano y se sentó frente a él y comenzó a interpretar algo de Chopin. No lo hacía mal, aunque no era tan bueno como mi madre. Al poco rato tocaban a cuatro manos y cantaban a dúo canciones típicas. Así pasaron un par de horas, tomando café, cantando, tocando el piano ahora uno ahora el otro, y explicando sus experiencias en el orfeón.
Llegó el momento de marcharse y, antes de hacerlo, le dio a mi madre su tarjeta con la dirección de la familia a quien debía dar las clases, y se dirigió a la salida. Cuando la puerta estaba ya a punto de cerrarse, se volvió y comentó: “A propósito, yo me dedico a la venta de aceite de oliva virgen al por mayor. Tengo el almacén aquí al lado, frente al Mercado de San Antonio. Si les interesa una garrafa de cinco litros que venga la chica conmigo y se la entrego. Son tan solo cincuenta pesetas y es un aceite que no se encuentra normalmente. Y además les regalaré unas pastillas de jabón”.
La “chica” era Concha, una muchacha que venía a hacer la limpieza, que se fue a continuación en compañía de aquel simpático director y vendedor. En casa, mi madre satisfecha pensando en las clases tan bien pagadas que iba a dar.
Pasaron veinte minutos, media hora, casi una hora y Concha no volvía. Preocupados ya, fuimos a buscarla al lugar donde aquel hombre había dicho que tenía el almacén. Y allí, sosteniendo el cesto que se había llevado, estaba Concha esperando. Le había dicho que volvía en un instante, con el aceite y el jabón, y no había regresado . Tampoco las cincuenta pesetas que cobró.
Naturalmente fue un pequeño timo, y la verdad es que siempre pensamos que se ganó aquel dinero con todo lo que hizo aquella tarde: tocar el piano, cantar, explicar su vida… Siempre he recordado aquel timo como digno de recibir un premio.

6 sept 2013

Una anecdota para los que habeis leido "Pinceladas", la vida de mi madre



El “Moro Muza” y la Comendadora de la orden de Muza Beni Casi.

                                          La reina Isabel de Inglaterra, tambien es Comendadora.

Los que habéis leído “Pinceladas”, la vida de mi madre, sabéis que estudió magisterio. Entonces, uno de sus compañeros de estudios fue José Almuzara, con quien le unía muy buena amistad. Pasaron bastantes años hasta que volvieron a encontrarse y reanudaron aquella amistad juvenil.
En Cataluña tenemos una frase que sirve para referirse a cualquier cosa rara, incomprensible o extraña: decimos, “esto parece cosa del Moro Muza”, o cosas parecidas referidas a este personaje que yo siempre creí del imaginario popular.
Lo que en casa no sabíamos es que, Almuzara, el compañero de estudios de mi madre, durante estos años había rebuscado en su pasado familiar y había conseguido documentos suficientes que le acreditaban como descendiente directo del “Moro Muza”, el último rey moro que reinó en nuestra tierra hasta que fueron expulsados de esta península. Recordemos que el dominio musulmán duro más de setecientos años.
Cuando nos contó todo esto, y que después de varios años de presentar documentos y pruebas ante los juzgados, fue reconocido como descendiente directo de aquella dinastía y ostentaba el título de  “Su Alteza Real Sidi Jusef de Almuzara Beni- Casi, de Navarro y de Español, deBelldellou, de Bardari y de Bagües. Heredero de la Casa Real de Muza y Beni-Casi.  Y un montón de títulos más que ya no pongo pues llenaría ya todo el espacio. En casa nos quedamos boquiabiertos y no nos pusimos a reír pues el Príncipe estaba completamente serio.
Como que a nosotros todo esto no nos afectaba en absoluto, si era príncipe o no, le seguimos tratando del mismo modo que había hecho mi madre durante su juventud: como a un buen amigo y compañero de estudios a quien apreciaba. Y debo decir que el, a pesar de todos estos titulos, hacia lo mismo y era una persona sencilla y encantadora.
A partir de entonces vino a ver a mi madre, y a todos nosotros, con frecuencia y de un modo habitual. Como que mi madre le apreciaba mucho le hizo un retrato al oleo y se lo regaló, (como había hecho muchas veces con las personas que apreciaba). El quiso que en el cuadro figurara el escudo de su casa Real de Beni-Casi, y mi madre así lo hizo.
Y aquí empieza la segunda parte de esta historia. El príncipe, agradecido, nombró a mi madre “Comendadora de la Orden de Beni-Casi”. El titulo sigue en casa, y la entrega se realizó en la casa de Almuzara, en una especie de recepción a la que asistieron otros “Comendadores”, entre los que había algún militar y distintas personalidades de nuestro país.
Como curiosidad he de decir también que, hasta que mi madre recibió este título, tan solo había una mujer que hubiese sido nombrada comendadora como ella: Isabel II de Inglaterra.
Las personas que no me conocen pueden pensar que todo esto que estoy contando es un guión de Mortadelo y Filemón, del inefable Ibáñez, pero os aseguro que todo es rigurosamente cierto y, mientras escribo esto, tengo ante mí el pergamino con el título.
El Príncipe Almuzara murió hace algunos años y yo ahora tengo la duda de si este título es hereditario o no, pues en caso afirmativo es muy distinto poner en tus tarjetas, o en Facebook, por ejemplo: Edmond F. Ripoll – ilustrador, o poder poner, como Isabel II de Inglaterra, Edmond F. Ripoll, “Comendador de la orden de Beni-Casi”. Como que no quiero que se me considere un usurpador  o un falso heredero seguiré poniendo tan solo “Ilustrador”, pero eso sí, de la Orden de Beni-Casi.