SIN FLORES NI CORONAS en ABC
Miguel Sánchez-Ostiz firmaba no hace mucho esta reseña en las páginas del suplemento cultural de ABC:
Sin flores ni coronas. Auschwitz-Birkenau, 1944-1945 es uno de esos libros sobre el mundo concentracional cuya lectura es difícil borrar de la memoria. No es uno más porque en ese asunto no cabe el «unomás». Todos son pocos. Su autora, Odette Elina (1910-1991), una joven militante comunista y oficial de la AS, el ejército secreto francés, fue detenida por la Gestapo como consecuencia de una denuncia anónima, en abril de 1944, y deportada como judía y resistente.
Un libro escrito para despertar en sus lectores, nacidos después de la Liberación, el horror del nazismo y «la esperanza en el porvenir del hombre». En ese sentido, Sin flores ni coronas es paralelo al memorable Especie humana, de su contemporáneo Robert Antelme. Un libro breve, descarnado más que escueto, contundente, sin retórica literaria, que rescata momentos esenciales de la vida en el «campo» que diesen cuenta de la degradación y la vileza a la que puede llegar en las víctimas el ejercicio del sometimiento humano extremo por parte de sus verdugos. Se habla poco de los verdugos. Aquí se habla más de las condiciones de ferocidad y sonambulismo de las víctimas.
Allí, en Auschwitz, el lugar de la rutina y la tristeza sin retorno, la espera de lamuerte que se desea no ya como un mal menor, sino como un bien apetecible, no hay otra ley que la de la supervivencia. La supervivencia material y física, y la rebelión ante la voluntad del aniquilamiento de todo aquello que nos hace personas: la ternura, la humanidad, la belleza para que el horror no lo disuelva todo. Una voluntad de supervivencia que la autora cifra en el aferrarse a un pañuelo sin otro objeto que el llevarlo como un guión de dignidad hasta la Liberación, y hasta mucho después, cuando el dolor corre el riesgo de hacerse humo.Un canto a la dignidad, a la fraternidad, a la esperanza de la recuperación de la condición humana.
Sin flores ni coronas. Auschwitz-Birkenau, 1944-1945 es uno de esos libros sobre el mundo concentracional cuya lectura es difícil borrar de la memoria. No es uno más porque en ese asunto no cabe el «unomás». Todos son pocos. Su autora, Odette Elina (1910-1991), una joven militante comunista y oficial de la AS, el ejército secreto francés, fue detenida por la Gestapo como consecuencia de una denuncia anónima, en abril de 1944, y deportada como judía y resistente.
Un libro escrito para despertar en sus lectores, nacidos después de la Liberación, el horror del nazismo y «la esperanza en el porvenir del hombre». En ese sentido, Sin flores ni coronas es paralelo al memorable Especie humana, de su contemporáneo Robert Antelme. Un libro breve, descarnado más que escueto, contundente, sin retórica literaria, que rescata momentos esenciales de la vida en el «campo» que diesen cuenta de la degradación y la vileza a la que puede llegar en las víctimas el ejercicio del sometimiento humano extremo por parte de sus verdugos. Se habla poco de los verdugos. Aquí se habla más de las condiciones de ferocidad y sonambulismo de las víctimas.
Allí, en Auschwitz, el lugar de la rutina y la tristeza sin retorno, la espera de lamuerte que se desea no ya como un mal menor, sino como un bien apetecible, no hay otra ley que la de la supervivencia. La supervivencia material y física, y la rebelión ante la voluntad del aniquilamiento de todo aquello que nos hace personas: la ternura, la humanidad, la belleza para que el horror no lo disuelva todo. Una voluntad de supervivencia que la autora cifra en el aferrarse a un pañuelo sin otro objeto que el llevarlo como un guión de dignidad hasta la Liberación, y hasta mucho después, cuando el dolor corre el riesgo de hacerse humo.Un canto a la dignidad, a la fraternidad, a la esperanza de la recuperación de la condición humana.
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