Hola, Rockzone.
Ayer estuve en el concierto de Sum 41 en Madrid y me gustaría compartir con vosotros mi opinión, aunque luego no se publique.
No voy a hablar de cómo tocó el grupo. Escucho a Sum desde los 11 años y para mí sonarían bien hasta en las duchas de mi gimnasio. En parte, me gustaría que publicarais esto para que ciertas personas lo leyeran.
No he estado en muchos conciertos en mi vida, he visto a Fall Out Boy, a Billy Talent y a Linkin Park en estos últimos años y sé perfectamente cómo va la cosa: no hay espacio vital, pero es algo lógico. Miles de fans intentando ver de cerca a sus ídolos... Nada bueno puede salir de ahí. El odio se puede incluso masticar. Puedo entender eso. Puedo entender que lo normal es saltar como loco, fliparse, tocar la guitarra en el aire... Pero no logro entender esta forma peculiar de disfrutar un concierto y cuyo nombre sólo puede ser: “vamos a hacer el gilipollas y a comportarnos como un enjambre de abejas, y los demás... QUE SE JODAN”. Sí, un nombre muy largo, pero es que es algo difícil de explicar. ¡Ah! Y la cosa no termina aquí. Siempre está el típico “efecto dominó” que hace que las personas sean pisoteadas y (aún más) aplastadas. Creo que estoy desarrollando un sexto sentido que me ayuda a mantenerme de pie en los conciertos gracias a estos fenómenos.
Cualquier veterano me diría “Esto es un concierto de rock. Si no te gusta, vete a la ópera”. YA. Pues perdona si lo que defiendo es que la gente pueda ver y DISFRUTAR el espectáculo, porque ni yo (ni mucha gente) lo disfrutan por el comportamiento infantil de egoístas como tú. Y no, no disfruto sentada en una silla; disfruto saltando y gritando hasta llegar a casa con voz de camionero (si es que queda algo de ella). Pero no disfruto pegando codazos o aplastando a gente ADREDE. Porque ese es el problema. Que tú lo haces aposta, sin importarte el resto de la gente.
Sé que es inútil quejarse de este tipo de cosas porque son inevitables, pero tenía que decirlo. Ayer cumplí el sueño de ver a un grupo con el que he pasado toda mi adolescencia y lo primero que pensé al entrar en el bullicio fue “quiero salir de aquí”. Acabé en las zonas más vacías de la sala intentando amortizar los 27€ y, sobre todo, las 11 horas había estado haciendo cola en balde.
Esto va para todos aquellos que ayer se dedicaron a comportarse como cabestros. Gracias a vosotros sé que Einstein tenía razón. Los bakalas no son un caso aislado: la estupidez humana es infinita.