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miércoles, 23 de mayo de 2012

LA GUERRA DE LOS DIOSES

Imagen sacada de Google

Miró a su alrededor; una ciudad en ruinas se hundía a sus pies; “la guerra de los dioses” (la tercera guerra mundial) había terminado diez años atrás, pero el planeta no era capaz de volver a emerger.
Guerras civiles en la mayoría de los antiguos países ricos, dictadores en busca de poder, la falta de energía, el petróleo se había consumido completamente. (La misma guerra que comenzó por él, terminó con él).
El agua tendía a desaparecer, al igual que lo hizo toda la flora, para comer solo quedaban perros y ratas, que también comenzaban a escasear; las turbinas de oxigeno se fueron deteniendo una hora al día; luego dos… ahora se paraban cinco horas.
Un vigilante pasó volando cerca de él, sin verle. 
Sibil entró al sótano de la iglesia abandonada buscando algo que pudiese servirle para comerciar en el mercado negro.
Hacia muchos años que aquellos lugares estaban desiertos; nadie creía ya en Dios; nunca existió, y si alguna vez lo hizo, estaba muerto.
El arma resbaló de su hombro, cayendo contra el suelo y retumbando por toda la galería. Se agachó escondiéndose entre las sombras. Unas voces sonaban con gran agitación; pudo reconocer que una de las personas que hablaba era una mujer.
–Nos han encontrado-. Dijo la voz femenina.
– No te pongas nerviosa, no sabemos que ha sido ese ruido-. Sonó la voz de un hombre, fuerte y enérgica –bajaré con Rocco al sótano haber que pasa. Seguro que no es nada.
Sibil, agarró su rifle fuertemente, mientras unos paso pesados resonaban en la escalera. Eran de un hombre grande; puso la culata sobre su hombro y miró por el objetivo. Todo estaba oscuro, salvo una pequeña luz que provenía de la parte de arriba, un haz de luz bajaba por la escalera, tras él, un hombre de unos ciento veinte kilos, y un metro ochenta de altura, con una pistola en la mano.
Sibil apuntó a su cabeza; despacio, sin hacer un ruido. Había oído que bajarían dos personas, pero solo bajaba una.
Colocó el dedo sobre el gatillo; no estaba dispuesto a preguntar por el otro tipo a un hombre como aquel.
Apretó la culata más a su cuerpo para sostener mejor el rifle. Una gota de sudor resbaló por su frente; no era la primera vez que iba a matar a alguien, pero esta vez sentía algo extraño. Pronto ese gigantón le descubriría y podría tener problemas.
De un solo disparo, entre las cejas, acabaría con él. Secó su frente y volvió a colocar el dedo sobre el percutor; el hombre bajó el último escalón y giró hacia su posición. Era el momento exacto.
De repente un gruñido a su derecha llamó su atención. Unos brillantes ojos le miraban fijamente. La luz de la linterna alumbró su cara, cegándole momentáneamente.
– ¿quién eres tú? Preguntó el hombre, mientras le apuntaba con la pistola.
Sibil se dio cuenta que aquel gigante estaba más asustado que él. Pudo comprobar que los gruñidos provenían de un perro grande, negro, con unos enormes colmillos. Sibil bajó el arma.
 –No quiero problemas-. Dijo mientras levantaba las manos –pensaba que aquí no vivía nadie. Creo que será mejor que me valla y os deje tranquilos. Se giró despacio para salir por el hueco por donde había entrado.
–Oye ¿Cómo te llamas?
–Me llamo Sibil-, dijo este, sin girarse.
–Espero no equivocarme, algo me dice que eres buena persona y creo qué estarás muerto de hambre-.
El gigantón levantó una mano y el perro dejó de gruñir – ¿Quieres comer algo?
Llevaba dos días sin comer, y lo último que había probado fue un manojo de gusanos que encontró sobre un trozo putrefacto de carne, que no quiso averiguar a qué o a quién pertenecía.
–No quisiera importunar a nadie, será mejor que me valla.
– ¿Ir?, ¿a dónde? Ya es de noche, y en la calle hace frio. Permíteme que te invite a cenar.
Sibil sonrió al hombre y se acercó al él estirando la mano
– ¿Y tú, cómo te llamas?
–Todos me llaman “Gran Danés”, bueno, me llamaban; ahora solo quedamos mi mujer y yo. Y este es Rocco-, dijo señalando al perro, que se colocó junto a Sibil. –Vamos, te presentaré a mi mujer.
Subieron las escaleras detrás del perro. El hombre sacó una llave y abrió una puerta al final de la escalera. Entraron en una pequeña habitación completamente vacía, salvo una pequeña cruz de madera y dos puertas; imaginó que sería la sacristía. “Gran Danés” cerró la puerta y con otra llave abrió otra puerta que se encontraba enfrente.
Al abrir la puerta, Rocco cruzó la nave corriendo, dio un par de vueltas y se tumbó en medio del atrio. El hombre echó la llave y se dirigieron hacia el presbiterio. Sibil pudo observar que en los laterales de la nave había unas jardineras repletas de plantas y hortalizas. Un agradable olor a comida inundaba la iglesia.
Llegaron al presbiterio; en el altar mayor una mujer menuda, vestida con un vestido ancho, rezaba frente una imagen de Jesús crucificado (En un mundo donde se debía matar para no morir, un hombre había dado su vida por los demás, para no conseguir cambiar nada; una absurda mentira).
–Cariño, ya estoy aquí-, dijo “Gran Danés”.
 La mujer quedó unos segundos de rodillas, se levantó con una sonrisa y se giró dirección al marido. Al ver tras él a un tipo con un arma colgada del hombro, se asustó y retrocedió un par de pasos.
Sibil pudo comprobar que era una mujer preciosa, tenía unos profundos ojos azules, su mirada se clavó en Sibil como una daga.
–Cariño, este es Sibil-. Dijo su marido, para tranquilizarla.
La mujer mostró una sonrisa forzada, se acercó a él y le tendió la mano. –Me llamo Sofía.
Sibil notó una mano pequeña y suave; estaba fría y notaba como temblaba a acusa del miedo. Él le sonrió con una amplia sonrisa para que no se sintiese asustada.
–He invitado a Sibil a comer, creo que lleva varios días si hacerlo y comer algo caliente le vendrá bien.
La mujer le miró con cara inquisitiva, –bien, que coma algo y luego que se vaya-. Era una mujer con carácter.
–Será mejor que me vaya, no quiero causar problemas-, dijo Sibil, mirando a la mujer, tenía un extraño bulto en el estomago; Sibil se dio cuenta que estaba embarazada; entonces comprendió porque estaba tan asustada. El gobierno se llevaba a las mujeres en su estado para hacer experimentos con ellas y con sus bebes.
–Sibil, no te preocupes, vamos a cenar tranquilamente-, dijo el gigante mirando a su mujer con un acto de ternura, –mi mujer esta un poco asustada, eso es todo.
Haciendo un cortés gesto, dejó que pasase Sibil primero; él se lo agradeció con una sonrisa, la mujer fue unos pasos por detrás de ellos.
Llegaron a uno de los oratorios. Situada en el centro una pequeña mesa circular, alrededor, unas antiguas cajas de plástico hacían a modo de sillas, un bote en el centro de la misma con dos rosas daban color al lugar.
“Gran Danés” invitó a Sibil a sentarse en una de las cajas, mientras él se sentaba en otra. La mujer colocó sobre la mesa una olla, y una especie de cuencos, uno para cada uno. El hombre metió el cuenco de Sibil dentro de la olla y lo sacó lleno de sopa, haciendo lo mismo con el cuenco de su mujer y el suyo.
Sofía y “Gran Danés” se dieron las manos, tendiendo las otras hasta la posición de Sibil. No sabía que pretendían con eso, pero les cogió las manos. Bajaron sus cabezas y él les imitó cerrando los ojos. Benedícite Dóminum, his cibis sumatur, et recipere sanita te mundi, amén-. Dijo “Gran Danés” con una voz sobria.
Sibil no entendía ni una palabra de lo que decía, pero imaginó que era una forma de dar gracias a su Dios, o algo parecido.
Levantaron la vista y comenzaron a comer; Sibil degustaba la comida con deleite, no recordaba haber comido nada tan bueno en su vida; en pocos minutos había apurado su plato.
–Échate un poco más-, dijo la mujer, que parecía que estaba más tranquila.
– ¿Os puedo hacer una pregunta?-, soltó de repente Sibil, -no os enfadéis.
–Dispara-, dijo el hombre.
 – ¿Vosotros sois…?  
-¿”Farsantes”?, sí-, dijo Sofía, –pero  preferimos que nos llamen creyentes, o religiosos, nosotros no engañamos a nadie. (A las pocas personas que todavía creían en alguna de las religiones se les llamaban “farsantes”, porque hace algún tiempo intentaban convencer a los demás de que su religión era la buena; ahora estaban perseguidos bajo pena de muerte).
Sibil bajó la cabeza; arrepentido.
–No te preocupes, estamos acostumbrados.
–He visto un vigilante antes de entrar aquí-, dijo Sibil, mirando a la mujer.
–Nos han encontrado-, gritó ella, asustada.
–Seguro que solamente estaba haciendo una ronda-. Digo “Gran Danés”, intentando tranquilizarla; pero se notaba en su voz un temblor de miedo.
Sibil les miró a los dos; él sabía que los vigilantes no hacían rondas, él los había diseñado. Para eso estaban los humanos. Con aquella flora era cuestión de minutos que los detectara el radar del vigilante y entrase el ejercito en tromba a arrasar con todo y con todos.
–Debemos salir de aquí ya-, susurró sibil, mirando hacia uno de los vitrales. Se veía una sombra sobrevolando el edificio; los habían encontrado. “Gran Danés” miró donde miraba Sibil, en ese momento el vigilante entró destrozando los cristales.
–Rápido Sofía, escóndete en la sacristía-. Gritó el gigante. La mujer salió corriendo y desapareció en un momento.
Un grupo de cinco hombres entraron derribando la puerta principal. Rocco saltó sobre uno de ellos mordiéndole la garganta y arrancándosela de cuajo antes de recibir un tiro que acabó con su vida. Sibil cogió su arma y disparó contra el vigilante, mientras aquella maquina siguiese volando seguiría mandando soldados. El aparato cayó con un estruendo. Los soldados miraron atónitos al vigilante en el suelo. Era casi imposible destruir esas maquinas y ese hombre había acabado con ella de un disparo. Sibil apuntó a uno de los militares y disparó volándole la cabeza. “Gran Danés” comenzó a disparar, pero se veía que no había disparado nunca. Una de las balas perdidas impacto en el corazón de un soldado antes de que una ráfaga de balas entrasen en su cuerpo. Sibil le miró ya en el suelo.
–Cuida de mi mujer, por favor-. Fue lo último que dijo.
–Te lo juro por tu dios-. Pensó. Sibil. Comenzó a disparar contra los soldados, pero otro grupo entró de inmediato. No tenía salida.
Corrió hasta la sacristía; la puerta estaba cerrada, pegó una patada y la abrió. En un rincón se encontraba la mujer; llorando.
–Vámonos de aquí-, gritó Sibil. La mujer se levantó y  le agarró de la mano. Rompió la puerta que daba al sótano y bajaron por las escaleras saliendo por el agujero que había en la pared. La puerta principal estaba atestada de militares, pero por la parte de atrás no había nadie, era un fallo que siempre cometía el ejercito, y él lo sabía.
Salieron corriendo entre las sombras.
Ahora el Ex teniente Sibil fresh, además de cuidar de el mismo, había jurado que cuidaría de aquella mujer embarazada.
   

viernes, 30 de diciembre de 2011

HISTORIAS DE MUNDO PROFUNDO VII (FINAL)

Y para terminar el año termino con las "historias de mundo profundo" espero que os haya gustado.
Un abrazo y feliz año nuevo.

****

Hormel llegó hasta Serina, la ciudad del poder. Todos en esa ciudad conocían la historia
de la piedra, pero nunca nadie había conseguido bajar de la montaña con vida, pero sabía que su espada, su alforja y él bajarían intactos. Lo sabía desde el mismo instante en que vio a su bestia terminar con Sorana con una simple orden suya. El Armiol era un animal fuerte e inteligente.
Le dio pena ver morir a Sorana pero ya se lo había advertido y Hormel era un hombre de palabra. –No vuelvas a engañarme, o por Falet que acabare con tu vida.
Pronto descubrió porque la montaña de la Pena se llamaba así; una gran tristeza se apoderó de su alma; nunca había llorado, pero se le hizo un nudo en la garganta, no tenía ganas de continuar andando pero su bestia empujaba de él para subir a la cima.
A escasos metros de la cima una saeta le rozó la oreja haciéndole un profundo corte del que manaba un chorro de sangre, el pequeño Armiol se puso nervioso, el olor a sangre humana le excitaba.
Pesadamente Hormel se dio la vuelta y vio que Sorana se acercaba cojeando y maltrecha; andaba despacio y parecía que estaba llorando.
La bestia comenzó a gruñir, estaba dispuesto a abalanzarse sobre ella, pero un cansado gesto de Hormel le detuvo. Sorana se sentó a unos cien metros de Hormel que mando a su mascota que fuese a por ella.
Sorana sacó su falcata al ver acercarse a la bestia, pero se le cayó de las manos sin fuerzas, el animal se acercó a ella y comenzó a lamerla las manos. Sorana se agarró como pudo al cuello de la bestia y el Armiol cargó con ella hasta la posición donde se encontraba Hormel.
Llorando le pregunto por qué la intento matar, pero Hormel no contestó, sentía una un profundo pesar por lo que había hecho, intento pedir perdón, pero las palabras no salían de su boca.
Se agarró al animal y le ordenó que subiera hacia arriba. Poco a poco iban recuperando su estado de ánimo, según se acercaban a la cima. Se soltaron del animal y continuaron a pie con las fuerzas renovadas. Subieron a la cima; la piedra brillaba con todos los colores; Hormel la cogió con las dos manos mientras una falcata brillaba antes de teñirse de sangre.  
La piedra se le escapó de las manos cayendo por la montaña y haciéndose mil pedazos mientras el Armiol se lanzaba al cuello de Sorana, apretando hasta que dejó de respirar.
El animal se tumbó junto a su amo, mientras aullaba mirando a la luna.  

jueves, 29 de diciembre de 2011

HISTORIAS DE MUNDO PROFUNDO VI

Se quedó impresionada al ver la magnífica estatua del dios Sudok,
Mediría unos dieciséis pies de alto, era de oro macizo y sostenía el su mano una esmeralda del tamaño de un huevo de avestruz.
Trepó por la estatua hasta llegar a la gran mano ayudándose con su daga, se apoderó de la piedra preciosa y la metió en la alforja.
Al llegar al suelo escuchó un crujir metálico a su espalda, se giró y en ese mismo momento la estatua de oro cobró vida.
Sorana armó su arco con una saeta y disparó, la flecha rebotó en la escultura como si le hubiese caído una miga de pan.
Colocó otro dardo en el arco, apuntando al ojo, pero obtuvo el mismo resultado que el anterior.
El dios estatua avanzaba hacia ella a grandes pasos, sacó su espada mientras retrocedía.
Sudok lanzó una mano intentando golpear a Sorana, pero esta la esquivó echándose al suelo, intentó clavar su espada en el pie de la estatua, pero solo consiguió arañar un poco el oro.
Dos guardianes que escucharon el ruido entraron en el templo a la carrera; al ver a la estatua moviéndose se quedaron asombrados, se arrodillaron y comenzaron a rezarle. Sudok fue hacia ellos y los pisó con su pie derecho, dejándolos aplastados contra el suelo y sin vida.
La mujer aprovechó ese instante para correr hacia el interior de la sala llegando al pedestal donde antes descansaba la estatua. Vio una inscripción en la que antes no se había fijado: “Una piedra me da la vida, la….” El dios llegó a ella rápidamente y lanzó un puntapié, pero Sorana se movió deprisa y solamente la rozó en el costado. Lo suficiente para dejarla un momento sin aire. La mujer intentó recuperar la respiración, la estatua soltó un puñetazo que Sorana esquivó con dificultad. El golpe creó un socavón en el piso, haciendo temblar todo el templo.
Las paredes comenzaron a agrietarse, los pilares se derrumbaban, todo el templo parecía que se iba a venir abajo.
Sorana volvió a encontrarse frente al pedestal: “una piedra me da la vida, otra me la quita”.
El gigante dorado saltó al lugar donde se encontraba la mujer, pero pudo pasar entre sus piernas; al girarse nuevamente observó que la estatua tenía un rubí del mismo tamaño que la esmeralda, en el omoplato derecho.
El templo se iba desmoronando poco a poco, los pilares caían uno a uno. Sorana escaló por uno de ellos y de un salto felino se colocó en el hombro derecho de la estatua. El gigante dorado daba vueltas sobre sí mismo intentando quitarse a la mujer de encima. Sorana tuvo que agarrarse fuertemente para no caerse y con la punta de su falcata hizo palanca sobre el rubí haciéndolo saltar de su sitio. El dios se quedó parado y comenzó a caer a la vez que se desquebrajaba el ultimo pilar del templo.

martes, 27 de diciembre de 2011

HISTORIAS DE MUNDO PROFUNDO V

Era noche cerrada; corría un fuerte viento del este; Hormel seguía el camino que llevaba a Bidós. Le hervía la sangre; Sorana le había vuelto a engañar, no le gustaba hacer daño a las mujeres, pero ella era el mismo diablo.
A dos millas de la entrada de Bidós, le salieron al paso tres Animols.
Los Armiols eran una especie de animal mitad pantera, mitad oso,
Eran  grandes como osos, pero ágiles como panteras y muy feroces.
Se pusieron los tres obstruyendo el camino, mientras le gruñían.
Hormel sonrío con su sonrisa ladeada, estaba muy enfadado y había encontrado contra quien descargar su rabia.
Los tres animales le rodeaban mientras Hormel sacaba su espada.
Las bestias intentaban oler el miedo, pero el miedo no existía en Hormel.
Veía los ojos brillantes de los animales y sus grandes colmillos blancos.
Uno de ellos se acercó a él y le levantó sobre sus patas traseras poniendo su hocico a escasos centímetros de su cara, echándole el aliento en el rostro, el pestilente aliento. Eso hizo enfurecer aún más a Hormel que clavó su espada entre las costillas del animal  haciéndole caer al suelo redondo. Antes de sacar la espada del animal, otra de las fieras se lanzó contra él tirándole contra el piso, desarmado, el Armiol intentaba morderle el cuello, pero Hormel con un movimiento rápido le agarró de las mandíbulas y haciendo un esfuerzo sobrehumano se las arrancó de un solo tirón, se levantó rápidamente.
El último animal daba vueltas alrededor de él, gruñendo, tenía miedo, pero tenía más hambre.
Hormel sacó la espada del primer Armiol y se puso en guardia esperando el ataque. La bestia hacia los círculos cada vez más estrechos y Hormel giraba siguiendo los movimientos del animal.
El Armiol se detuvo un momento y miró hacia un lado, se oía algo parecido al llanto de un bebe. Hormel saltó sobre la bestia y hundió su espada en el lomo del animal, este se puso de pie dando un tremendo alarido y haciendo caer al hombre de espaldas.
Los lloros del niño cada vez eran más fuertes, Hormel se acercó y vio que no era un niño, si no una cría de Armiol. Hormel levantó su espada para acabar con el pequeño animal, pero le vio la carita y le dio pena.
Saco un mendrugo de pan y un trozo de cecina de jabalí y se lo dio al animal. Después de devorar con avidez la comida se acercó al hombre y le empezó a lamer la mano. Aunque acababa de matar a toda su familia el animal mostraba signos de cariño. Hormel le acaricio la cabeza un momento y reanudo su viaje, la pequeña bestia le seguía unos metros por detrás. Hormel vio que le seguía, le espero a un lado del camino. El Armiol se pegó a él y continuaron los dos juntos el camino a Bidós. Era el comienzo de una gran amistad.

viernes, 23 de diciembre de 2011

HISTORIAS DE MUNDO PROFUNDO IV


Despertó y ella no estaba,
Sorana se había vuelto a ir, y esta vez se llevó su alforja. Salió por la ventana, pues no le dejo ni dinero para pagar la habitación.
–¡Maldita zorra!- Otra vez le había robado y esta vez le enfureció de verdad.
Sorana se dirigía a Bidós siguiendo el mapa, todavía quedaba mucho para llegar a la piedra.
Al llegar a Bidós vio el templo del gran Salir, el sumo pontífice, el rey supremo del país.
Contaba la leyenda que en el centro del templo se hallaba una estatua del dios Sudok; era una estatua de oro macizo que en su mano sujetaba una gran esmeralda, esa esmeralda, ¡Por Falet!, que sería suya.
Hormel iba en una carreta de unos mercaderes de lanas que se dirigían a Porvell; le dejarían en el reino de los Holós, desde donde seguiría a pie hasta Denin.
El sol caía desde lo alto, calentando levemente. Hormel se quedó dormido un instante.
Le despertaron unos gritos que provenían del margen de la carretera; unos bandidos atacaban a los mercaderes. Saltó de la carreta, empuño su espada y atacó.
El primer bandido se encontró sorprendido con una estocada por la espalda que le salió por el estomago, al segundo ni siquiera le dio tiempo a girarse cuando recibió un puñetazo en la cara que le hizo caer al suelo, Hormel levantó su espada por encima de su cabeza con la punta hacia abajo y la bajó con furia contra el cuerpo del bandido.
El tercer ladrón se arrodilló frente a él suplicando su perdón.
Hormel nunca mataba a nadie que suplicase por su vida, pero unos de los mercaderes no pensaba lo mismo. Agarró un bastón y le golpeó en la cabeza hasta que quedó tumbado en el suelo, con la cabeza postrada en un charco de sangre.
Hormel se subió a la carreta y continuaron su viaje hacia Holás.
Cayó la noche; Sorana estaba escondida tras los arbustos que rodeaban el templo. Colocó una flecha en el arco y la lanzó contra el vigilante de la puerta clavándosele en el corazón. Agarró el cuerpo inerte del guardia y lo metió entre los arbustos, le quitó las llaves y abrió la puerta.
Cuando entró se quedó impresionada al ver las riquezas que allí se encontraban.
Había oro y diamantes por todas las habitaciones del templo.
Abrió la alforja de Hormel y comenzó a echar en ella todos los objetos de valor.
Allí estaba; enfrente de ella; la estatua del dios Sudok.
   

jueves, 22 de diciembre de 2011

HISTORIAS DE MUNDO PROFUNDO III

Dedicado a Elysa, que parece ser a la única persona que le gusta esto.
Un besazo.

Sorana notó su propia espada en el cuello. Oyó una voz que le dijo:
–Te he estado buscando por todo Mundo profundo, ¿sabes?
Se giró despacio; la voz le resultaba familiar. Delante de ella estaba Hormel; de pie con su falcata en la mano y con cara de pocos amigos.
Ella sonrió y le invitó a sentarse en su mesa; él  se sentó y se sirvió una jarra de vino.
–Tienes algo que me pertenece ¿Dónde está mi mapa? sabes que es mío –dijo Hormel, mientras se llevaba la jarra a la boca.
Sorana clavó sus ojos azules en los negros de Hormel.
–Deberías tener cuidado cuando te acuestes con alguien que apenas conoces. No todas las personas son buenas –contestó ella, –ahora el mapa es mío y la piedra también será mía. No me gustaría tener que matarte; me caes bien.
Mientras discutían, un hombre corpulento se acercó a ellos y apoyándose en la mesa le dijo a Sorana:
–Rubia ¿Por qué no dejas a este despojo humano y te vienes conmigo y mis tres amigos a nuestra mesa? –Nosotros te daremos lo que te hace falta, bonita.
Sorana sonrío; le cogió la mano y con un rápido movimiento le rompió la muñeca, haciéndole caer al suelo.
Antes de que pudiese levantarse le dio un rodillazo en la cara que le dejó tumbado.
Los compañeros de mesa que lo habían visto todo, se levantaron y fueron a por la chica. Agarró su falcata, se puso en posición de defensa y miro a Hormel.
–¿No me piensas ayudar? –Le gritó mientras comenzaba a luchar contra el primero.
Hormel seguía sentado; apurando su vino y viendo la pelea con cara divertida.
Sorana metió un palmo de falcata en el pecho de su contrincante y le empujó contra los otros, haciéndoles caer al suelo. El resto de personas de la posada comenzaron a reír haciendo enfurecer aun mas a los dos hombres que se abalanzaron sobre ella con más fuerza. Hizo un movimiento y esquivó a uno de ellos quedando detrás de ella; el otro hombre intentó clavar su daga, pero ella se agachó y clavó la espada en su estomago, dejándole con las tripas fuera y cayendo hacía atrás.
El último hombre levantó su cimitarra para asestarle un golpe en la cabeza, pero Hormel sacó su espada y le atravesó las costillas, mientras seguía bebiendo de su jarra.
Sorana se sentó de nuevo en la mesa y pidieron comida, trajeron un cochinillo y dieron buena cuenta de él.
Después de comer y de mucho beber se fueron a dormir juntos. Baco se apoderó de sus almas y pronto quedaron dormidos.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

HISTORIAS DE MUNDO PROFUNDO II

Imagen sacada de google


Se encaramó a un Sauce milenario desde donde se podía divisar el reino de Konglol.
Les tenía pisándole los talones y necesitaba un poco de margen para poder disparar su arco.
Era perseguida por un pequeño grupo de Eslibes, que querían recuperar la corona de la diosa Ceribel.
Fue robada la noche anterior, mientras todos dormían y lo peor de todo; se la robó una mujer.

Los Eslibes son humanos pero de baja estatura y con los brazos un poco más largos, pero grandes luchadores y grandes estrategas en las guerras.

Apuntó al corazón del rastreador y soltó la flecha. La saeta hizo blanco y salió por la espalda del guía.
Los otros perseguidores se quedaron desconcertados sin saber desde dónde había disparado. Formaron un círculo para intentar encontrar a la ladrona.

Era la mejor arquera de su tierra y seguramente la mejor de todo Mundo profundo.

Silbó otra flecha y se incrustó en el ojo de uno de ellos, rompiéndole el cráneo. El hombrecillo cayó inerte como un árbol recién cortado.
Puso otro dardo en el arco y lo lanzó contra los Eslibes, acertándole a uno de ellos en la pierna izquierda, haciéndole saltar y romper el círculo.
Ató su cuerda a una flecha y la lanzó contra un árbol haciendo una liana y pasando por encima de sus cabezas con su falcata en la mano, cortando miembros y cabezas a mansalva.
Subida a otro sauce vio como los pocos Eslibes que quedaban salían corriendo; rezando a su diosa para que les perdonase la vida por no poder recuperar la corona.
Bajó del árbol, recogió la cuerda y las saetas perdidas, y las devolvió al carcaj.
Cruzó el bosque de las Ánimas perdidas a paso rápido; no quería encontrarse con nadie más por el bosque y estaba anocheciendo.
Llegó al reino de Konglol pasada la media noche; busco una posada para dormir. El día había sido muy largo.
Se sentó en una mesa mientras los hombres la miraban con ojos de deseo.
–Una mujer como tú, no debería estar sola, a estas horas, en un sitio como este –dijo el posadero, mientras dejaba una jarra de vino sobre la mesa. Le miró con cara de odio y el posadero retrocedió asustado.

Es rubia, 1´80, pecho voluminoso, se llama Sorana y es una ladrona, pero busca algo, busca una piedra, una piedra con todo el poder.
Una mujer sola en la noche solo puede encontrar problemas.
Sorana no tiene  miedo a ningún hombre; tampoco tiene miedo a ningún dios.
Es la mejor arquera de su tierra; seguramente de todo Mundo profundo y usar la falcata tampoco se le da nada mal.    

martes, 20 de diciembre de 2011

HISTORIAS DE MUNDO PROFUNDO

Esta historia consta de siete capítulos y este es el primero, espero que os guste:


CAPITULO 1

Se llama Hormel y viene de lejos; de muy lejos.
No es un guerrero, o por lo menos nadie le enseñó a luchar, pero él aprendió.
En este mundo o aprendes a luchar o aprendes a morir y a él no le apetecía morir.
Busca una piedra; una simple piedra que tiene todo el poder concentrado en ella.
Solo sabe que aún se encuentra muy lejos de ella.
Se halla en el reino de Brarna. Reino de  los Brarnos; unos seres de dos metros, peludos y con poca inteligencia, pero muy salvajes.

Solo lleva su espada y una alforja de piel de cabra. El único recuerdo que guarda de su madre.
Ella murió siendo muy niño. Los Lordos la mataron después de violarla y torturarla durante semanas.
Él fue esclavo del sumo sacerdote de Lordia, hasta que con dieciséis años clavó una daga en su corazón y logró escapar, no sin antes robar el mapa donde estaba escondida la piedra y una espada  con esmeraldas incrustadas en el mango y acero del país de Surmo, que se decía que era el mejor acero de mundo profundo.

Pero los caminos de esta tierra son peligrosos y un hombre solo es buena presa para  los Brarnos cuando tienen hambre.
Andaba por los bosques de Flerca cuando cuatro Brarnos le salieron al paso.
–Humano, suelta tu espada y prepárate para ser devorado –gritó uno de ellos, que parecía ser el jefe.
Hormel los miró uno a uno y sonrío con esa sonrisa ladeada que presagiaba que algo iba a ocurrir.
Los Brarnos le rodearon. Sus únicas armas eran unos garrotes, pero con su fuerza sobrehumana  eran capaces de arrancar la cabeza de un hombre de un solo golpe.
Hormel sacó su espada lentamente mientras se movía en círculos, esperando el primer ataque. No tardó mucho en llegar; uno de ellos se abalanzó hacia él girando el garrote sobre su cabeza. Cuando soltó el primer golpe Hormel lo esquivó con un rápido movimiento de cintura y clavó su espada en la garganta del monstruo, lanzando un grito desgarrador que retumbó en todo el bosque.
Otros dos fueron hacia él. El primero recibió una estocada en el estomago haciéndole caer de rodillas mientras el segundo soltaba su garrote con rabia. Hormel solamente dio un paso lateral. El garrote le rozó el brazo y terminó incrustado en el cráneo del Brarno arrodillado; se giró sobre sí mismo y de un golpe certero cortó la cabeza del segundo Brarno.
El jefe salió corriendo pero Hormel lanzó su espada con todas sus fuerzas, clavándose en la espalda del hombre-animal.
Agarró su espada, la limpió y volvió a sonreír con su sonrisa ladeada.

Los caminos de Mundo profundo son peligrosos, pero Hormel no teme a nadie, ni a nada.
Quizá no sea un guerrero, pero él aprendió a luchar.
En mundo profundo o aprendes a luchar o aprendes a morir. Y a él no le apetece morir; al menos todavía.

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