domingo, 24 de octubre de 2021

El regalo

- Mira lo que me he comprado.

Recibí en mi móvil aquella foto de Mara con unos leggings efecto cuero sin nada más que la cubriera mientras estaba en el trabajo.

Había vuelto a Barcelona durante unos días y como es habitual, allí solía dar rienda suelta a sus fantasías.

- ¿Qué te parece? - insistió.

Miré a mi alrededor para comprobar que nadie leía la conversación.

- Habrá que comprobar su resistencia - le respondí.

En mi mente ya podía oír el sonido de los azotes en su culo cubierto por el cuero. Resulta curioso como una pieza de tela (y la excitación que ésta produce) es capaz de transformar incluso el silbido del cinturón al restallar contra la piel.

- Pues se te acumula el trabajo - replicó Mara insolente.

Si algo conozco de Mara, es que no suele hablar a la ligera y que cuando lo hace, significa que está dispuesta a dejarse llevar.

Sin poder quitarme aquella foto de la cabeza,   imaginaba sus piernas abrazadas por el cuero, mientras esperaba de espaldas el beso de la palma de mi mano en su culo.

Solo faltaba un elemento. Unos tacones la suficientemente altos para exponer sus nalgas y permitirme acceder a su entrepierna mientras la azotaba. Además, estaba seguro de que regalarle unos zapatos me proporcionaría un motivo para castigarla y no me equivoqué.

- ¿En serio?. Un poco demasiado altos, ¿no crees?. No voy a aguantar con estos tacones. - ya había picado el cebo.

- Puedes ir descalza si lo prefieres. Y ya que caminas como un animal, puedes comer a cuatro patas como lo hacen ellos. - se ruborizó, pues no está acostumbrada a que le hable de manera tan tajante.

No puedo negar que aquellos zapatos junto al pantalón ajustado resultaban extremadamente provocativos, pero me gustaba que la gente la mirara mientras nos dirigíamos al restaurante y ella, al sentirse observada, se mostraba más dócil a la par que excitada. 

Aparqué el coche a un par de calles de distancia para ver su reacción y para mi sorpresa no articuló palabra hasta que estuvimos sentados.

- Me duelen los pies - sollozó. El rojo de sus mejillas delataba que esa era la menor de sus preocupaciones. Se sabía el centro de las miradas y no es algo que le guste.

- Para presumir hay que sufrir - repliqué - Se que tienes la mente llena de perversiones ahora mismo, aunque no quieras reconocerlo.

Su sonrojo aumentó hasta hacerse brillante, mientras apartaba su mirada con esa sonrisilla picarona que tanto me gusta.

La cena transcurrió sin más lamentaciones y el agradable ambiente fue haciendo que se relajara poco a poco.

De vuelta hacia el coche tuve que ayudarla a caminar, era evidente que aquellos zapatos tenían las horas contadas.

- Me los quito ya. He cumplido. - afirmó.

- ¿Tú crees?. - giré hacia la izquierda y me dirigí a las afueras.

- ¿Ahora qué? - su cara delataba el enfado que suele sentir cuando no entiende que ocurre.

Paramos en el aparcamiento del centro comercial que se encuentra al salir de la ciudad. Su cara estaba tensa, no sabría decir si el miedo de la oscuridad había disipado por completo su excitación.

- Fuera - le ordené.

- Ni de coña - respondió reticente.

- Fuera y las manos sobre el capó - al entender lo que pretendía se tranquilizó un poco.

Salió todavía dubitativa y se colocó delante del coche, con las manos juntas sobre el capó. Dejé las luces encendidas y decidí poner el móvil a grabar desde dentro del parabrisas.

Al salir, me sorprendió que ya había separado sus piernas y como me imaginaba, su culo se ofrecía pareciendo rogar ser azotado. Su entrepierna desprendía un intenso calor y acompañaba a mi mano mientras la acariciaba.

- Ahora voy a enseñarte a ser agradecida con los regalos - le susurré al oído mientras tiraba de su pelo.

- Por favor - solo pudo balbucear.

Apenas fueron veinte azotes. El sonido era como mi mente lo había imaginado. A partir del décimo empezó a resoplar y dejar escapar un pequeño sollozo mezcla de dolor y excitación.

- Gracias por enseñarme a ser agradecida - dijo de manera espontánea tras el último azote.

- Y ahora vuelve al coche y ni una queja más hasta que lleguemos a casa.


Y lo que ocurrió en casa, es otra historia.



domingo, 2 de febrero de 2020

Historias IV

Hacía ya un tiempo que me sentía insatisfecha con mi profesión y decidí realizar la carrera que me planteé al terminar la selectividad y no hice porque no tenía salida.
Hay asignaturas comunes por lo que intenté convalidarlas, una en concreto no me la convalidaron y eso es algo que me dio mucha rabia.
Ir a clase no es algo que me guste, ni que haya hecho en mi anterior carrera, pero siempre se me han dado bien los estudios así que solía aprobar. Sin embargo, ahora exigen asistencia en muchos casos, y en esta, era requisito para aprobar, aunque yo en ese momento no lo sabía. Había sacado un 4.8 en el examen y entre 8 y 10 en los trabajos. Como los trabajos eran un 10% de la nota no entendía el por qué de mi suspenso así que me fui a la revisión del examen hecha un basilisco.

Me perdí un par de veces porque la universidad la pisaba poco, pero al final encontré el despacho. Al llegar la puerta estaba abierta. En la puerta había una placa de metal que ponía "Dpto Física" y abajo "Dr. Serra". Me hizo gracia que fuese doctor, seguro que era el típico estirado que luego no tiene ni idea del mundo laboral.

- Buenas tardes - dije extendiéndole la mano al Dr Serra - Mara Portals, vengo a la revisión del examen de estadística
- Buenas tardes Mara - me dijo estrechándome la mano de forma firme - siéntese

Rebuscó entre todos los exámenes el mío y me lo extendió.

- Aquí lo tiene, un cuatro con ocho

Revisé el examen y estaba todo correcto.

- Los trabajos son un 10% y yo tengo muy buenas calificaciones, ¿por qué me ha suspendido? - le dije en un tono que dejaba ver totalmente mi enfado y desaprobación
- La asistencia de esta asignatura es obligatoria, si no tiene al menos un 80% de asistencia, el resto no sirve de nada, y además, para que le cuenten los trabajos es necesario el mínimo de aprobar, requisitos mínimos que usted no cumple
- Solicité la convalidación y me la denegó, ahora me suspende por dos décimas una asignatura que ya he cursado
- No en esta universidad, y a la vista está, que no da la talla
- No he estudiado así que no me diga si doy o no la talla, su asignatura es absurda y de nada sirve, cosa que ya he comprobado
- Es usted muy soberbia señorita Portals
- Mara - odio que me llamen por mi apellido
- No puede venir, además así vestida y exigir un aprobado que no se merece

Bueno, eso era ya lo último que me podía decir para que montara en cólera, primero no me la convalidaba y ahora pretendía que pasase por el aro del nuevo y estúpido sistema que habían creado con el Plan Bolonia que en nada ha mejorado la educación. ¡Y encima juzgando mi vestuario! Iba con una falda de tiro alto de color caqui de ante, un jersey beige y una chaqueta y unos tacones del mismo color, ni que estuviésemos en el siglo pasado. Además la falda no era tan corta como para que me hiciese ese comentario.Si pretendía sacarme de mis casillas, lo había conseguido. El tema de que los profesores eran como la ley ya lo había superado en mi anterior carrera, ya no me daba ningún reparo tratarlos de igual o juzgarlos.

- Mire señor Serra, me molestó mucho que me denegase la solicitud, podrá negarse a aprobarme, pero juzgar mi vestuario no pienso consentírselo, no sé quién se ha creído que es para realizar un comentario de ese tipo
- Su profesor, soy su profesor - dijo muy calmado recostándose en su silla
- Un profesor muy retrógrado. Además si fuese un mínimo de bueno, habría conseguido que fuese a sus clases y estudiase

Se levantó y cerró la puerta.

- No acude a las clases obligatorias, realiza un examen mediocre, tiene la poca decencia de decirme que no ha estudiado ¿y pretende que la apruebe? ¿por qué? ¿por la cara? ¿y qué pretendía viniendo así vestida?
- ¡Lo que me faltaba! ¡Así vestida! Yo no hago comentarios acerca del mal gusto que tiene vistiendo, es usted un maleducado. En vista que tanto le desagrada mi apariencia, ¿por qué no me aprueba y así nos evitamos tener que vernos nunca más?
- ¿Y si quisiera volver a verla?

La respuesta me dejó fuera de juego. Parece que el título de Doctores viene con un palo de escoba metido por el culo, y así, con su actitud de estirado me estaba diciendo que quería volver a verme.

No era muy atractivo, pelirrojo, sin mucho pelo y un cuerpo normal. Era joven, eso sí, no debía de tener más de 36 años. Para su edad vestía francamente anticuado.

- Bien, le diré lo que haremos, le pondré un diez si se queda y durante los próximos veinte minutos acepta hacer todo lo que le pida, si no puede salir por la puerta, se queda con su suspenso y nos veremos el año que viene en clase
- ¿Qué va a pedirme? - se me pasaron mil cosas por la cabeza y ninguna que no estuviese relacionada con el sexo
- Eso sólo puede saber si acepta
- ¿Si quiero parar en algún momento podré irme con el suspenso?
- Sí, por supuesto ni qué decir que aquí no ha pasado nada en cuanto salga por la puerta

Vacilé un rato. Él se sentó y se quedó mirándome, no tengo claro si estudiaba mi lenguaje no verbal o pretendía intimidarme.

- Tómese su tiempo señorita Portals - dijo mientras se mecía en la silla
- Mara
- Tómese su tiempo Mara
- Acepto pero puede tutearme
- ¿Estás segura de tu decisión?

Nunca he entendido a las personas que cuando tomas una decisión importante te hacen dudar preguntando si estás segura, aquel día estaba muy irascible, en el fondo creo que cualquier cosa que hubiese dicho me hubiese molestado.

- Sí - dije lo más segura que pude
- Bien, inclínate y apoya las manos en la mesa en un ángulo de 90 grados.

Dudé un poco. Él me miró arqueando una ceja. Me habría esperado que quisiera algún favor sexual, una felación o algo similar, esa posición me hacía dudar de cómo iba a discurrir el acto sexual. Se puso detrás de mi y me puso la mano en la espalda empujándome hacia abajo.

- He dicho 90 grados, ¿siempre te cuesta tanto entender las cosas?
- No, siempre y cuando no implique dejar mi orgullo a la altura del betún - dije enfadada
- Ese es tu problema, demasiado orgullo

Escuché la hebilla del cinturón y de reojo vi cómo lo doblaba. ¿Realmente iba a azotarme? Pues sí, salí de dudas pronto porque el primer azote llegó en seguida, el segundo, el tercero... perdí la cuenta. Cuando paró me incorporé pero  no fui capaz de girarme.

- No te he dado permiso para moverte Mara

Volví a la posición. Me subió la falda, me bajó las medias y me pasó la mano por el pelo, la espalda y luego el culo. Eran como caricias, en cierto modo lo agradecí porque me escocía un poco. Tiró de mi culot hacia arriba dejando mis nalgas al descubierto, se separó un poco y continuó con la azotaina. Dejó el cinturón en la mesa, me bajó despacio las bragas hasta dejarlas justo debajo de mi culo y me acarició las nalgas.

- ¿Por qué has suspendido?
- Porque no he estudiado
- ¿Y cómo te atreves a exigirme nada sin haber cumplido ninguna de tus responsabilidades? ¿Qué clase de persona eres? - me dijo dándome otros dos azote, esta vez más fuerte y centrándose en el mismo lugar
- He aprobado esta asignatura con anterioridad y no me parece justo lo que has hecho

La respuesta pareció no gustarle porque siguió dándome en la misma zona una y otra vez.

- Eso será en otra facultar, aquí no eres lo suficientemente buena - cambió de nalga y volvió a empezar, fuerte y firme - Así pues, ¿has hecho bien en venir? - otra nalgada.
- No - aquí ya estaba colorada
- Eso está mucho mejor

Me cogió de la muñeca, me giró y se puso a dos centímetros de mi cara, su mano estaba a la altura de mi vagina

- Si la tocara, ¿estaría húmeda? - me quedé paralizada - ¿qué le sucede a tu orgullo ahora?

No respondí y mi cara debió de ponerse del color de mi culo.

- Tu dignidad empieza a caer entre tus piernas, Mara

Me pasó la mano por mi sexo y luego la acercó a mi boca. Eché la cabeza hacia atrás en desaprobación.

- ¿Hace este tipo de guarradas con todas?

Seguía con el cinturón en la otra mano y lo levantó un poco a modo de señal de reanudar. Abrí la boca y lamí sus dedos,

- No, no suelen venir como tú, me estoy empleando a fondo, ¿no querías un diez?
- Si
- Pues aunque no lo creas lo estás haciendo bastante bien

Volvió a pasar su mano entre mis piernas mojadas y a meter y sacar dos dedos en mi boca. Con la otra mano cogió la mía y la puso sobre su pantalón. Podía notar su erección a la perfección. No dejaba de mirarme a los ojos, yo hacía lo mismo.
Desabroché el pantalón, bajé su cremallera y metí la mano en sus calzoncillos. Él bajó su mano a mi vagina y empezó a meter dos dedos, tres. Nos masturbábamos mutuamente. Cerré los ojos y levanté la cabeza como si mirase al techo. Le pasaba la mano por el pene, apretando, firme, de vez en cuando me centraba en la punta y volvía a descender apretando un poco más. Él metía y sacaba sus dedos, hacía presión en una de las paredes mientras con el pulgar masajeaba mi clítoris. Bajé la cabeza, abrí los ojos, aparté mi mano y quité la suya. Le cogí de la muñeca y tiré de él hacia su mesa hasta quedar nuevamente apoyada, al tenerlo delante me puse de puntillas, tiré de él un poco hacia abajo y lo besé. Me senté en la mesa con la falda arromangada y me senté en el escritorio con las piernas abiertas. Siguió masturbándome con una mano y con la otra se masturbaba él mientras no dejaba de mirarme a los ojos. Me cogió de la mandíbula y me hizo mirarle a los ojos.

- Mírame - me ordenó

De forma súbita sacó sus dedos y me la metió entera, buscando profundidad, la unión de las caderas. De vez en cuando hacía pequeños círculos con las caderas, buscando la máxima fricción, notando con su punta el final, notando como se vuelve estrecha y presiona su miembro. Entró y salió unas cuantas veces, de forma rápida, intensa.
Cogí su mano, chupé dos dedos y se los puse en mi clítoris, haciendo presión con movimientos circulares. Me puse de pie y me giré de espaldas a él apoyándome en el escritorio. Le miré de reojo y le dije que termináramos así.

- ¿Qué nota quieres? ¿Un nueve? - dijo pasando su miembro por mi vagina - ¿O un diez? - dijo mientras lo frotaba por mi culo

Me quedé fría, no me lo esperaba. Estaba muy excitada y la respuesta que dí no me la esperaba ni yo misma.

- Si vas a tener cuidado un diez, ¿lo tendrás?
- Siempre lo tengo

Me cogió de los hombros, bajó sus manos por mi espalda, por mis nalgas, las abrió y me puso la mano frente a mi cara

- Escupe

Escupí toda la saliva que pude. Empezó a lubricarme con mis babas y empezó a trabajar mi culo, primero un dedo, luego dos, tres. Mi respiración era entrecortada, pendiente de todos sus movimientos.

- Sexo anal por un diez, dónde has llegado... - me dijo con sorna
- Si me vas a juzgar paramos ahora mismo - dije tajante
- Perdona, no lo haré - dijo mientras me pasaba la mano por el pelo, imagino que a modo disculpa
- Y ahora dime una cosa, ¿te ha excitado azotarme?
- Sí - dijo mientras seguía metiendo y sacando los dedos de mi culo
- ¿Porque te excita azotar a las mujeres? ¿O porque te gusta ponerlas en su sitio? - dije gimiendo
- Me gusta como tu actitud dominante ha bajado a la de ser una mujer azotada - en su tono de voz se notaba la excitación

Empezó a meterla despacio, hasta el fondo, poco a poco aumentaba el ritmo. Con una mano me masajeaba el clítoris. Se podía escuchar el sonido de su cadera al chocar con mis nalgas. Dejó de tocarme y me dio un fuerte azote mientras con la otra mano ahogaba mi grito de sorpresa. La humedad de mi vagina bajaba en forma de gotas entre mis piernas. La sacó del todo y la volvió a meter de golpe mientras me cogía el pelo enredado en su mano. Aumentaba el ritmo y seguía dándome azotes de vez en cuando. Estaba tan excitada que no sentía dolor, solo placer y un leve escozor. Cada vez gemía más fuerte y no podía controlarme. Me volvió a tapar la boca y terminé con gemidos ahogados. Él no tardó en seguirme y se quedó dejando caer parte de su peso sobre mi espalda, podía notar su sudor.

- Tienes un diez - y me dio un beso en la cabeza.



sábado, 11 de enero de 2020

Historias III

Era la segunda vez que íbamos a vernos, la primera fue un encuentro muy escueto en el cual apenas pudimos siquiera mantener una conversación por motivos ajenos a nosotros.

Estaba nerviosa, a pesar de que a diario manteníamos conversaciones de lo más normales, personalmente me imponía. No sé decir si por su altura o porque era todo un gentleman, al menos en apariencia. De hecho en nuestro encuentro fortuito me puse muy colorada como hacía tiempo que no me sucedía.

El tipo de relación con él era mucho más relajada, no habían normas explícitas. Sabíamos de nuestros gustos pero no había nada pactado, simplemente lo íbamos a dejar fluir.

Llevaba vaqueros ajustados, un jersey de lana color crema y un abrigo y unos tacones del mismo color. Eso sí lo dejó claro, quería que fuese en tacones. Lo cierto es que pensándolo no pensaba ir de otro modo porque con sus casi dos metros, cualquiera se pone a su lado en zapatos planos...

Nos saludamos de forma cordial, alegre, como dos amigos de los de hace tiempo que llevan demasiado sin verse. Esta vez había mantenido los colores de mis mejillas a ralla. Era media tarde y dimos un paseo por la ciudad. Fuimos a cenar pronto porque en esas fechas tan señaladas todo se ponía hasta arriba de gente y queríamos estar tranquilos.

Mientras cenábamos hablábamos de cosas triviales, trabajo, planes que teníamos para los días venideros cargados de cenas y comidas familiares, etc. Hasta que en un momento dado, cuando ya habíamos terminado y esperábamos los postres bostezó.
- ¿Qué te pasa Eric? ¿Te aburro o es que al señor mayor ya se le hace la hora de irse a la cama? - le dije entre risas.
- No me aburres nena, la duda ofende, pero vuélveme a llamar señor mayor y verás, advertida quedas.

Hasta el momento habíamos mantenido una conversación muy desenfadada pero de momento se puso muy serio, le cambió totalmente la forma de moverse. Me recordaba a los militares o los policías cuando se cuadran. Antes de irnos pasé por el baño y cuando me acercaba hacia la salida donde él me esperaba escuché al camarero que le decía que "a su hija se le había olvidado la bufanda". Ya estaba detrás de él, así que le cogí la bufanda al camarero.

- Muchas gracias, somos un despiste, ya sabes el dicho, del tal palo, tal astilla, ¿verdad papá? -  y salí del restaurante riéndome.

Su cara de enfado hacía que me riese más, en realidad no era por burla, era nerviosismo, sabía que el comentario no le había gustado.

- ¿Te divierte? - dijo irritado
- Bueno, yo  no he tenido nada que ver, ha sido él quien ha dicho lo de "su hija"
- ¿Te ha hecho gracia que me confundan con tu padre?
- Bueno, no te ofendas, a mi lado uno de 38 también podría aparentar ser mi padre, sólo ha sido una broma
- Pues no ha tenido gracia
- No seas estúpido, sí la ha tenido, piensa en lo positivo, estás con una jovencita
- Una jovencita que hace comentarios de muy mal gusto e insulta, a eso se le llama mala educación
- Yo no he insultado a nadie - dije enfadada, realmente no consideraba que le hubiese insultado
- Estúpido, el comentario jocoso... los jóvenes de hoy en día no tenéis valores, entre que vuestros padres no os educan y que en el colegio son unos blandos sólo se crean que inútiles
- Ya estamos con las tonterías, tú no puedes opinar porque no tienes hijos, así que  no sabes lo que es educar y yo tengo muchos valores, así que te pones un punto en la boca

Me cogió del brazo y empezó a caminar rápido, tanto que a su lado a mi me tocaba medio correr.

- ¡Basta ya, ¿quieres?! ¡Llevo tacones y no tengo las piernas tan largas como las tuyas!

Estaba realmente enojada, los tacones no eran precisamente cómodos, así que solté mi brazo de su mano de un tirón. La gente que iba por la calle miraba de forma descarada pero nadie dijo nada. Me cogió de la mano y se acercó a mi oído:

- Si te comportas como una niñata, te trataré como a una niñata, así que haz el favor de caminar rapidito porque me da igual montar un espectáculo en la calle

Nunca he soportado que la gente se te quede mirando de ese modo, estaba abochornada así que caminé más rápido y él fue condescendiente y bajó un poco el ritmo. Subimos a su habitación del hotel y nos quitamos las chaquetas. Abrió una botella de vino, sirvió dos copas y nos sentamos en el sofá uno frente al otro sin decir nada. Era un silencio incómodo, yo iba tomando traguitos de la copa mientras él me miraba serio, no sabía si estaba enfadado pero estaba como pensativo.

- ¿Qué te pasa? Te veo pensativo...
- Esperaba que la primera vez que abrieses la boca fuese al menos para disculparte
- ¿Por qué iba a hacerlo? No he hecho nada
- Bueno, veo que tendré que enseñarte las cosas de otro modo

Tiró de mi brazo y me puso sobre su regazo mientras yo de forma refleja intenté echarme atrás.

- No, no, ya te dije que esta posición no me gustaba
- Mira Mara, estas cosas no van así, una cosa es provocarme en juego con cualquier chorrada pero los comentarios jocosos como una niñata acerca de mi edad no te los voy a tolerar - dijo mientras empezaba a darme azotes por encima de los vaqueros - además, no te hace tanta gracia que parezca tu padre, pues así enseñaban antes los padres a las niñas maleducadas como tú

Siguió un rato, a pesar de que llevaba vaqueros, tenía unas manos enormes que ocupaban casi toda una nalga así que empezaba a picar. Con la misma facilidad que antes, me levantó, yo estaba roja como un tomate. Estaba muy avergonzada, en cierto modo me sentía hasta ridícula.

- Quítate los vaqueros - me dijo mientras daba otro trago a la copa y me señalada con ese dedo largo los pantalones.

Vacilé un poco pero lo hice, el jersey era largo por lo que tapaba todo el culotte burdeos que llevaba.

- El jersey también

Debajo del jersey llevaba una camiseta en un tono crudo metalizada que era un poco más corta y dejaba ver la ropa interior. Que me mirase de arriba a abajo me incomodaba, la escena me parecía humillante. Supongo que debió de notar en mi cara algo.

- Bueno, así me vale, túmbate

Me quedé mirándolo y no obedecí, estaba como paralizada por la vergüenza.

- Mara si te tumbo yo empezaré sin bragas

De forma automática dí un paso atrás pero alargó ese brazo largo y me volvió a poner sobre sus piernas. Me bajó las bragas justo hasta debajo del culo y volvió con la azotaina, más rápido, más fuerte, disminuía el ritmo, se centraba sólo en un lado, luego en otro. Ya debía de tenerlo super rojo porque yo ya no aguantaba y empezaba a resoplar.

- ¿Ahora te sigue pareciendo gracioso? Si hubieses mantenido esa boca cerrada y te hubieses comportado eso no te habría pasado, pero como a veces eres tan bocazas, mira como acabas, con el culo rojo

No sabría decir si ese tipo de comentarios me gustan, por un lado me excitan, pero por otro me hacen sentir humillada y no acabo de tener claro si los quiero o no.
Ya cuando empezaba a moverme paró y me dijo que me pusiera de pie, me cogió de la mano y me llevó al escritorio. Al menos las bragas al estar ahí no me hacían caminar torpe, que es algo que siempre he sentido ofensivo.
Me puso frente a él y detrás de mí me quitó la camiseta, se separó unos pasos y escuché cómo se quitaba el cinturón.

- Estás muy sexy así, llevas una ropa interior muy bonita, ese color te favorece, veremos si tu culo termina del mismo color.
- No sigas, porfa, no puedo más - me giré para decírselo, cuando estoy en esos momentos se me pone cara de no haber roto un plato - además no tenemos palabra de seguridad.

Se acercó a mí y empezó a pasarme la mano por la espalda, me acarició el pelo y me lo apartó a un lado. Me besó el hombro, el cuello y me susurró al oído que confiara en él.
Suspiré y miré al techo en señal de aprobación.
El primer azote con el cinturón no me lo esperaba, no me había fijado pero si no era de cuero, era un material parecido porque picaba y mucho. El segundo hizo que apoyara las manos sobre el escritorio. Al tercero ya resoplaba y miraba hacia abajo. Necesitaba centrarme en algo para distraerme un poco del dolor, así que moviendo la cabeza el pelo cayó sobre mi espalda y eché la cabeza un poco hacia atrás en el cuarto azote, que largo lo tenía ya, así casi me llegaba a la cintura. En el siguiente ya no pude aguantarme más y me llevé las manos atrás con un "¡joder!" que no pude reprimir.

- Quita las manos
- No puedo

Se acercó, me cogió de las muñecas y me las volvió a poner sobre el escritorio, me dio un beso en la cabeza, imagino que porque por la altura si no le tocaba agacharse.

- Venga nena que lo estás haciendo muy bien.

Me dio dos más rápidos y paró. Se acercó por detrás y me empezó a acariciar el pelo, el cuello, los hombros, la espalda, el culo y a darme besos por el cuello. Yo permanecía inmóvil, no pensé que fuese a ser tan decidido ni tan duro la primera vez, me pareció un descaro por su parte pero estaba excitada.

- ¿No tienes nada que decirme? - yo negué con la cabeza
- ¿Te portarás mejor la próxima vez? - dijo mientras me pasaba dos dedos entre las piernas

Asentí pero seguí quieta, esperando a que sus dedos siguiesen moviéndose y empapándose.

- No sé si te mereces esto...

Me giré de forma brusca, la humillación, el bochorno y la vergüenza en ese estado se habían esfumado. Le cogí la mano y la llevé hasta mi clítoris mostrándole los movimientos que me gustaban, que me hacían gemir de placer.

- Fóllame, ahora - le ordené

Sonrió, me besó en los labios, me besaba una y otra vez, me mordía el labio de abajo tirando un poco de él, a la vez que me masturbaba con su mano, era tan grande que me metía los dedos y hacía presión con la palma en mi clítoris a la vez. Me encantaba. Se quitó los pantalones y hizo un gesto con la cabeza para que se la chupase, así que me senté en la silla y empecé, cuando ya estaba babeando suficiente paré y se la escupí. Sabía que eso le gustaba. Me empujó la cabeza en un par de ocasiones hasta que me dio una arcada tras lo cual me cogió la mano para que me levantase, retiró la silla y me sentó encima del escritorio. Me dio el preservativo para que se lo pusiera y empezó a metérmela de forma brusca, con cada embestida yo gemía, cada vez iba más rápido y yo gemía más fuerte. Lo empujé suavemente, me bajé y lo llevé de la mano a la cama, me puse a gatas y él empezó de nuevo, los dos nos movíamos al ritmo y no tardé en terminar...



jueves, 26 de septiembre de 2019

Historias II


Debatimos entre qué restaurante escoger, por aquella zona la propuesta gastronómica es de lo más variada. Al final nos decidimos por un restaurante con una decoración muy retro que me tiene absorta porque hay objetos viejos que han utilizado de decoración que ni siquiera puedo hacerme una idea de para qué servían. Él me explica cómo ha ido su reunión, parece preocupado. Cambiamos de tema, charlamos sobre el menú y sobre lo despistado que anda el camarero.
  • ¿Qué vas a pedir al final?
  • Mmmm creo que arroz y solomillo – aunque viendo los platos de las mesas de al lado habría pedido sólo un plato porque las raciones son tan grandes que sabía que no me lo iba a terminar
  • Bien
La situación me divierte, ya me ha explicado que habrá veces que él será quien decida qué debo comer, por varios motivos, principalmente porque piensa que como muy mal. Es bastante estricto con las comidas, pero por el momento, conmigo está siendo bastante laxo. Igual es porque le doy mucho la lata con el tema (me estoy riendo al escribirlo porque a veces me quejo por molestar).
Traen los platos y empezamos a comer mientras charlamos sobre temas triviales.
  • Quita el codo – me dice en un tono de voz bajo, con el ruido del local no entiendo lo que me ha dicho pero no le pregunto.
Al igual que es estricto en la alimentación también lo es en cómo comer. No poner los codos sobre la mesa, no coger las cosas con las manos, no comer con la boca abierta, etc.
  • Que quites los codos
Me subió un escalofrío por la espalda, entre otras cosas porque levantó la voz de forma que pudieron escucharle las mesas colindantes, me puse tan roja que no pude ni comprobar si alguien nos había oído. Me excita muchísimo que tenga la poca vergüenza de corregirme en un lugar público de ese modo, aunque en el momento me abochorne. Seguimos comiendo con normalidad y nos fuimos paseando hasta su casa. Al llegar me quité la ropa, me quedé con la camiseta y las braguitas y nos pusimos a charlar en el sofá.
  • Oye Sergio, la próxima vez podrías decirlo más bajito, no sé, dímelo al oído o algo
  • Te lo he dicho bajito la primera vez y no has obedecido
  • Es que no te había oído
  • Pues haber preguntado, de todos modos, ya sabes mis normas
  • Hombre, pero es que seguro que nos han oído las mesas de al lado
  • ¿Los conoces?
  • No
  • ¿Entonces?
  • Pero me da vergüenza, monguer
  • ¿Qué has dicho?
  • Que me da vergüenza
  • ¿Y qué más?
  • Nada
Me cogió del brazo, me puso sobre él a horcajadas y me dio una tanda rápida y fuerte de azotes que ni vi venir pero que picaba de sobremanera. El movimiento de poner la mano fue casi instintivo cosa que no le gustó nada. Me inmovilizó una mano en la espalda y con la otra me bajó las bragas de un tirón y siguió. Intenté incorporarme pero me apretó contra él.
  • Tumbate – su tono de voz era entre enfado y amenazador
No fueron muchos azotes pero los suficientes para dejarme el culo ardiendo y bien rojo.
  • Te he dicho muchas veces que a mí no me hables así, ya esta bien, ¿eh?
  • Si, sí, de verdad, lo siento, es que se me escapa espontaneo
Intenté separarme pero sin hacer demasiada fuerza hizo que me quedase recostada sobre él.
  • Quédate así
Me acarició el pelo un par de veces, la espalda, el culo. Me separé, lo miré y lo besé. Pasó su mano por mi clítoris, por mi coño, hasta meter el dedo entero, estaba realmente mojada y aquello sólo empeoraba la situación.
  • Voy a depilarte, ¿vale?
  • ¿Depilarme el qué?
  • Esto – dijo pasándome sus dedos por la linea recta del vello de mi coño.
  • Pero es que entonces cojo infecciones
  • Lo haré con mucho cuidado y no pasará nada, ya verás
  • Bueno... vale – dije tapándome la boca con los dedos
Fue a la cocina y al baño y trajo varias cosas. Una especie de barreño pequeño con agua, una cuchilla, jabón, una toalla, cojines, etc y lo dispuso todo en la mesa del salón. Me cogió en brazos y me puso sobre la mesa, una vez sentada me abrió las piernas para que quedase en la posición que él quería. La verdad que aquella escena me recordaba a la película “Las edades de Lulú”. Me pareció morboso a la par que me avergonzaba.
  • Si te hago daño me lo dices, ¿vale?
Asentí con la cabeza y él empezó a mojar la zona, ponerme jabón y pasar la cuchilla con mucha suavidad. Me sorprendió, ni siquiera yo tengo tanto cuidado cuando lo hago.
  • ¿Estás bien?
  • ¿Te duele?
  • No
  • ¿Quema el agua?
  • No
  • ¿Te da vergüenza? - Negué con la cabeza
  • Un poquito – me dijo divertido
  • Sí – le dije con una medio risa tímida
En realidad estaba excitada, con mucha vergüenza, pero excitada. Le había mencionado alguna vez a alguna que otra persona que esa escena me excitaba, me parecía muy sumisa, pero nunca nadie se atrevió a hacerla. Me metí en la ducha y al salir me senté en el sofá, él me abrió las piernas y me pasó la mano por encima, acariciándolo.
  • Así me gusta
Me pasó la mano por el coño, me metió un dedo. No sé dónde da o si es por el tamaño de sus dedos pero me produce mucho placer. Me gusta mirarlo cuando lo hace, tan serio, tan imponente. A veces me pregunto en qué piensa cuando te mira así con esos ojos tan azules. El ritmo de sus dedos aumenta, aún noto mi culo calentito de la azotaina anterior y estar sentada me resulta algo incómodo, pero en esos momentos, me da lo mismo... Lo que vino después lo podéis imaginar. 



jueves, 19 de septiembre de 2019

Historias

Estábamos en el salón de su casa, tras ver una película charlábamos distendidamente acerca de temas de lo más variados con una copa de azulo en la mano. No es que beba mucho, ni que fume mucho, de hecho hace diez días que he vuelto a fumar, aunque en contadas ocasiones, pero una copa en la mano y ese sabor dulzón me incita a hacerlo.
  • ¿Puedo? - digo enseñándole el paquete de tabaco.
  • Sí, pero en la ventana.
Estoy asomada a la venta, no hay nadie en la calle y la fría brisa me despeja la cara. Él sigue viendo videoclips en la tele que dice son míticos y yo me río porque, aunque son canciones que sonarían a todos, los bailes y el vestuario son ridículos (para esta época, claro).
  • Son unos craks - me dice animado
  • Sí, claro – le digo entre risas con un tono sarcástico
Al terminar cierro la ventana y me siento a su lado en el sofá, se me queda mirando pensativo, me pregunto en qué pensará, mentiría si dijese que no esperaba un beso en aquel momento. Esbozó una media sonrisa mientras me miraba a los ojos.
  • ¿Qué? - digo un tanto desconcertada
  • Vete a lavarte los dientes y dúchate
  • ¿Ahora?
  • Uff – dije yendo hacia el baño, sabiendo que seguía mis movimientos con su mirada
No me apetecía nada, pero era consciente de que ayer ya había hecho algo que no le había gustado, aunque no me lo dijese, nos habíamos conocido hacía poco pero empezaba a entenderlo. Así que me duché, me lavé los dientes y me sequé el pelo. Una de sus normas es que en su casa siempre tengo que ir en bragas y camiseta, así que iba a vestirme cuando me abrió la puerta del baño.
  • No te vistas
  • ¿No? ¿Por qué?
  • Ve a la habitación y te tumbas bocabajo en la cama, ahora iré yo
Se me pusieron los pelos de punta, no sé si por el frío y de imaginar lo que, en parte, sabía que sucedería. Estaba muy serio, parecía casi enfadado. No tardó en venir. 
  • Elije cepillo o cinturón
  • Cinturón
No hubo precalentamiento, ni caricias, ni sermón previo. Empezó a azotar mi culo fuerte, con ritmo, una nalga, luego la otra, de tal forma que cuando llevaba sobre los diez ya lo notaba ardiendo.
  • ¿Qué te dije ayer?
  • ¿Sobre qué?
  • Ya sabes sobre qué – dijo mientras no dejaba de darme azotes rítmicos en una sola nalga
  • Que no fumara – no me costó responder, sabía perfectamente por qué era el castigo
  • ¿Y por qué lo hiciste? ¿Eh? - me reprochó brúscamente
  • No lo sé
En esos momentos, en los que todo discurre tan rápido, me cuesta pensar, mi mente se disocia, el dolor de mis gluteos seguramente ya muy enrojecidos, el pensamiento de que tengo otra nalga más y más trozo donde azotar y las respuestas a sus preguntas se me agolpan en el cerebro.
  • ¿Que no lo sabes? - eleva el tono de voz, parece realmente enfadado
  • Sí... es que me apetecía mucho, perdona – a esas alturas ni siquiera se me pasaba por la cabeza vacilar, era la verdad, lo hice a sabiendas de que estaba mal y en esos momentos me dio igual.
  • Si te digo que no, es que no
Ya no podía más, me dolía mucho, empezaba a resoplar y era incapaz de estarme quieta. No habían sido muchos azotes, no creo que me diese más de treinta. Todo iba muy rápido. Tiene una forma de azotar que realmente duele, quizá sea por el gran tamaño de sus manos o porque es muy grande y no acaba de medir su fuerza, no lo sé. No podía más y puse mis manos para frenar el siguiente azote.
  • Quita las manos – dijo con una voz súper autoritaria
  • Uff, es que no puedo
  • Quita las manos – me dice elevando el tono de voz
  • De verdad que no puedo – normalmente le echo cuento al asunto, pero esta vez era verdad.
Me coge ambas muñecas y me las sujeta en la espalda con una de sus manos reanudando la azotaina. Son pocos azotes los que me da después, quizá cuatro, no lo recuerdo. Acerca una almohada y la pone bajo de mis caderas para dejar mi culo bien expuesto. No puedo verlo pero tengo la certeza por como me arde que debe estar de color rojo oscuro. Oigo el tintineo de una hebilla, resoplo, nunca me habían azotado así, la idea de no poder seguir pasa por mi cabeza, pero soy consciente de lo que he hecho y, al menos por el momento, no voy a usar mi palabra de seguridad. Me llevo las manos a la cara y la hundo en ellas, el pelo me cubre la cara y se escucha mi respiración entrecortada. El primer azote con el cinturón cae en mi culo cruzándolo prácticamente entero y doy un respingo. No es como lo había imaginado, curiosamente el cinturón me dolía menos que su mano, pero el sonido que hacía al impactar sobre mi piel parecía que fuese peor de lo que en realidad era. Siguieron cuatro más y yo empezaba a resoplar, a modo queja, en un intento disuasorio. Hizo una breve pausa, me acarició el pelo y me lo apartó de la cara.
  • Mírame
Giro la cara con un poco de resignación, la situación me avergüenza, aunque no tanto como esperaba, porque difícilmente puedo centrarme en mucho más que en sus palabras y el dolor. Estoy seria, mi cara refleja arrepentiemiento real, sumisión. La verdad es que en ese momento me hice pequeña y en cierto modo me sentía avergonzada.
  • ¿Tienes algo que decir?
  • No lo haré más
  • ¿No lo harás más? - permanece serio y deja entrever que la respuesta no le convence
  • Bueno, intentaré no hacerlo más, de verdad, te lo prometo
  • Bien – me dice mientras me acaricia el pelo y baja su mano por mi espalda hasta pararse al final sujetándome fíermemente
Una ráfaga de azotes rápidos forman un estruendo, tenso el culo, vuelvo a girar la cara tapándola con mis manos. Cuando creo que voy a llegar a mi límite termina la azotaina. Me quedo inmóvil en esa posición, en cierto modo estoy desconcertada, me he quedado en blanco. En cierto modo lo que acaba de pasar me abochorna. Me acaban de dar una zurra en el culo como si fuese una niña que se ha portado mal. Está feo que diga esto pero, siempre había imaginado esto con hombres mucho mayores que yo, supongo que es porque en mi mente eso le restaba vergüenza a la situación. El hecho de que fuese un chico que me saca pocos años y que, además, me resulta tan atractivo hace que mi sentimiento de humillación sea mayor.
  • ¿Estás bien? - yo asiento con la cabeza, pero soy incapaz de mirarle.
  • Échate a un lado - tras unos segundos que se me hacen eternos me empuja suávemente hacia el otro lado de la cama 
  • Ven
Soy incapaz de hablar, tampoco me ha dado por llorar como pensé que seguramente pasaría. Estoy cortada, retraída. Él intenta rodearme con su brazo pero mi primera reacción es apartarme, no sé muy bien por qué.
  • Ven anda
Me rodea con sus brazos y me lleva hacia su pecho, ambos estamos tumbados, pero es tan grande... que me siento muy vulnerable y pequeña a su lado. Me besa en la cabeza y me acaricia, primero el pelo, luego la espalda y vuelve a besarme.
  • ¿He sido duro?
  • Sabes que te lo merecías, ¿verdad? - su tono ahora es más relajado, diría que compasivo
  • ¿Volverás a ser desobediente?
  • No
Me levanta la cara pero soy incapaz de mirarlo a los ojos así que miro hacia un lado.
  • Mírame – me resulta incómodo hacerlo, la verdad, pero no estoy muy para contrariar
  • ¿Me prometes que serás obediente? Es por tu salud...
  • Lo intentaré
Me besa en labios, en la mejilla, otra vez en los labios. Vuelve a acariciarme la espalda, las nalgas. Mi mejilla se pierde en su torso, no quiero que este momento se termine. Y así, entre las caricias y en sus brazos, nos dormimos.

Siempre pensé que una situación así me generaría excitación al momento. La primera vez que viví algo parecido fue lo que pasó. Si bien es cierto que no me excité en el momento, me he masturbado muchas veces recordando esta escena. Cambiaría cosas, por supuesto, por ejemplo que no fuese tan intenso y corto o la posición pero, como él dice, es un castigo, no pretende que me guste...

viernes, 28 de diciembre de 2018

Tomaduras de pelo


Estaba sentada en la mesa del salón ensimismada en mis pensamientos mientras me enrollaba la falda del uniforme en el dedo. Estudiar con uniforme a los 27 es absurdo y ridículo, pero todo tenía un por qué, me presentaba a unas oposiciones en tres meses y aún no había empezado ni siquiera a leerme el temario, su frase fue “si no te planificas ya como una adulta, tendrás que hacerlo como una niña”. Total que ahí estaba yo con los apuntes en frente y en la parra porque es soporífero hasta que él entró por la puerta.

  • Hola guapa
  • Hola

Se acercó y me dio un beso.

  • Veo que te estás portando bien...
  • Qué remedio, luego eres insufrible si no.
  • Jajaja bueno, ya sólo te queda media hora, tienes mala cara
  • Ya...
  • ¿Tienes fiebre?

Me pasó una mano por la cabeza muy a lo madre.

  • Estás caliente
  • Ya me estoy tomando cosas, pesado

Le quité la mano de mi cabeza y me puse a leer un párrafo, me quedaba embobada, me volvía a intentar centrar... Y así llegó la hora de cerrar los libros.

  • ¿Ya has terminado?
  • Claro, mira el reloj.
  • Vale, pues déjame lo de hoy en el sofá que ahora me lo leo y te pregunto
  • Jajaja ¿Cómo que me preguntas?
  • Digo yo que de algo de lo que has leído te acordarás, ¿no?
  • Pues claro, pero no me tienes que preguntar como si fuese al parvulario
  • Eso lo decidiré yo
  • Pues no pienso entrar en el juego
  • Tú verás
  • Yo tengo la última palabra así que claro que YO veré

Me tumbé en el sofá, tenía la tele puesta, en realidad no la escuchaba pero de fondo me hace compañía, como a las abuelas. Al ratito él vino, me levantó los pies, se sentó y los volvió a dejar sobre él y así nos quedamos mientras se leía el tema que supuestamente me había estudiado. Me estaba quedando frita cuando oí “psst, no te duermas que aún es pronto” y algo que me tocaba los pies. Que me corten ese sueño me pone de muy mal humor.

  • ¡Joder, que manía con controlar cuando duerme y hace las cosas la gente!
  • Cuando acabemos si quieres te vas a dormir pero como me des la lata de madrugada ya sabes lo que te espera.
  • En fin... 
  • Venga, cuéntame
  • ¿Que te cuente qué?
  • Coño, lo que te acuerdas de lo que has leído
  • Que si detectamos algún caso de violencia de género hay que avisar

Hizo un silencio laaaargo mirándome, yo creo que estaba preguntándose si lo vacilaba o es que realmente no me había leído nada en hora y media. Yo lo miraba con cara de “no sé qué esperabas, ya te he dicho que no me preguntaras” pero con cara de no haber roto un plato porque me encontraba regular y no me apetecía nada una zurra, y menos sin final feliz.

  • ¿Te has pasado la hora y media sentada sin hacer nada?
  • Bueno, lo he intentado pero entre el malestar y que el tema este es un infierno... se me ha ido la hora con un par de párrafos
  • Deja que me ponga en medio

Se refería al sofá, ahora me tocaba sentarme porque se le había antojado estar en medio.

  • Bueno pues de esos dos párrafos, ¿con qué te has quedado?
  • Con que si detectábamos violencia de género hay que avisar
  • ¿Sólo eso?
  • Bueno y los signos de alarma del maltrato, hematomas y cosas así
  • Ya, eso no lo pone, yo lo he entendido a la primera y no soy del gremio así que no es tan complicado, ¿te estás quedando conmigo?
  • No, ¿Porqué?

Esto lo decía realmente convencida.

  • Pues porque has perdido una hora y media delante de los libros, que sabes que no es el objetivo del horario y encima con excusas malas.
  • Bueno mira, lo pactado era una hora y media estudiando, me haya cundido más o menos ya es otra cosa, pero no hablamos de eso.
  • Esto no te lo voy a aguantar.

Me cogió de un brazo y acabé rápido sobre sus rodillas con la falda levantada. Me iba dando azotes con la mano en uno y otro cachete, eran rápidos y fuertes, sin precalentar ni nada, así, a pelo. Me bajó las braguitas y siguió con la azotaina.

  • Mira que tengas un mal día lo puedo llegar a entender, pero al menos en hora y media una página te tienes que haber leído y ser capaz de explicar aunque sean tres frases, lo que has hecho es tomarme por tonto

Siguió hasta que mi culo era rojo tomate entero y me ardía.

  • Vete al rincón

Al minuto volvió con algo en la mano, lo sabía porque hacía sombra.

  • Ponte con las manos apoyadas en la mesa

Esas posturas en parte no me gustan nada, por un lado el que no haya contacto físico, parte me alivia, parte no y parte es complicado porque tienes que mantenerte quietecita por ti misma y eso no siempre es fácil. Al darme la vuelta vi que lo que tenía en la mano era una regla de madera, como las de antes.

  • Empieza a contar, ya decidiré yo cuando paro.

Empezó con el primer azote.

  • Uno
Plass
  • Dos..
Plass
  • Tres
Plass

Y así hasta llegar a veintiocho.

  • aaaauuuu para, para, porfa, no puedo más.

Me levanté y me giré frotándome el culo. Su cara era un poema, no tenía claro si era enfado, frustración, sorpresa o todo un poco porque todo eso estaba prohibido durante un castigo.

  • Señorita ponte en tu sitio
  • No, de verdad, por favor
  • Mara, si te lo repito otra vez no te va a gustar

Me senté en el sofá y se sentó a mi lado, en principio pensé que para hablar conmigo e intentar convencerme pero vi el ademán de cogerme del brazo y eso era para ponerme en su regazo y de verdad que no me encontraba como para estar así, así que lo abracé rodeando su cuello con mis brazos y puse cara de pena, enferma y prepucheros mientras apoyaba mi cabeza en su cuello.

  • De verdad que no me encuentro bien, no puedo más.
  • ¿Qué te pasa?
  • Tengo la garganta que no puedo ni tragar saliva, tengo mocos y creo que fiebre a ratos
  • ¿Crees, no te lo has mirado?
  • No, pero no hace falta, me estoy tomando ibuprofeno y paracetamol.
  • Por tu cuenta, como siempre.
  • Sí claro, la última vez que fui por esto es lo que me recetó
  • También te recetó antibiótico
  • Sí pero aún no me hace falta
  • Ponte bocabajo
  • ¿Para qué?
  • ¿Quieres que siga con la regla?
  • No
  • Pues ponte bocabajo

Se fue a por algo, intuía a por qué, pero no era cuento y prefería pasar cinco minutos de bochorno a seguir. Volvió con el termómetro y me lo puso en el culo, como a los niños antiguamente porque eso esta desfasado, esa manía voy a tener que quitársela, tendré que pensar cómo. Tras cinco minutos lo sacó, tenía 37,8. Tampoco era mucho pero lo justo para no encontrarte bien.

  • Bueno, vamos a posponer ese castigo.

Qué bien, me acabé de vestir mientras él se levantaba y traía una caja de supositorios, yo sabía lo que era por los colores de la caja.

  • Te he dicho que nada de juegos, que no me encuentro bien, además ya me he tomado un paracetamol
  • ¿Hace cuanto?
  • Esta mañana
  • A las siete ¿y son?
  • Las cinco
  • ¿Y después de diez hora con ese malestar y esa temperatura no te toca otro?
  • Parece mentira que te dediques a lo que te dedicas...
  • ¡Cállate!
  • No me callo, ya te dije qué pasaría si no te cuidabas
  • Tienes un concepto muy raro de cuidarse
  • Esto no suelo hacerlo porque suelo tenerlo todo muy claro pero voy a dejar que te expliques y hay dos opciones, una que realmente tengas razón y te la daré quedándose aquí la cosa y otra es que te duplique el castigo ya veré cómo
  • Mira que te gusta marear. Pues yo sí me cuido, sé qué tengo aunque no vaya al médico y no soy tonta, son unas simples anginas, no tengo fiebre de más de 38 y no tengo placas de pus, por lo que no necesito antibiótico, el tratamiento en caso de que sea vírico es sintomático, es decir, paracetamol y/o ibuprofeno cada ocho horas para la fiebre, y en caso de que no sea vírico cuando me salgan las placas y tenga fiebre de más de 38 ya iré al médico a por mi antibiótico.
  • Pero no te has mirado la temperatura, ¿no?
  • No
  • Y dime una cosa, si yo te dijese que estoy así, ¿me dirías que fuese a trabajar?

Esta pregunta era complicada... realmente le diría que no fuese, por un día estando a viernes no pasaría nada por no ir y era la única forma de no coger la baja. Si él fuese como yo sabía que las placas acabarían saliendo porque siempre termino así con bastante frecuencia. En esto tenía más tablas que él pero era un tema sencillo y sabría que le miento porque tonto no es.

  • No... te diría que no fueses.
  • Ya, pero tú sí has ido.
  • ¿Y por qué tú sí y yo no?
  • Porque te tengo aprecio y me gustaría que te quedases en casa poniéndote mejor.
  • ¿Y por qué para ti no?
  • Porque yo no soy una floja.

Decir aquello fue una estupidez porque antes de darme cuenta estaba bocabajo con el culo rojo escarlata y esta vez en una silla, la presión de los mocos al estar con la cabeza hacia abajo hacía que eso fuese un castigo doble ya de por sí. Me azotaba con la mano pero ahí empezaba a entender su frase de “créeme que preferirás que use un instrumento y no sólo la mano” porque se estaba alargando una eternidad, paró, me puso el supositorio y siguió. Después de diez minutos y el ardor-dolor empezaba a enfadarme y cansarme de la situación.

  • ¡Para!
  • Ya te he dicho que si tu argumento no me convencía tendrías un castigo doble

Por supuesto, no paró.

  • ¡Pero es que de verdad que estoy enferma! ¡No tienes escrúpulos castigándome sabiendo cómo estoy!
  • Vaya, pensé que no eras una floja.
  • Uff, eres un capullo

Aquello me acabó de sentenciar porque aumentó la intensidad y la velocidad, aquello era insufrible. Empecé a moverme hasta que intenté taparme y me tuvo que sujetar la mano. Por fin paró...

Vete al rincón. Tras cinco minutos, lo sé porque llevaba reloj, me llamó.

  • Siéntate.
  • Mira, esta no es la primera vez que hablamos de esto, ¿verdad?
  • Verdad
  • Y la última vez ya te dije que todo rectal hasta que no fueses al médico y no lo has cumplido. Automedicarse está mal y lo sabes, además siempre crees que lo sabes todo y no es así. Por eso, por cada vez que me entere que te has tomado algo sin mi permiso para yo considerar si tienes que ir al médico o no, tendrás una de estas y, por supuesto, esta vez hasta que no vayas al médico todo rectal y, como eres tan lista, sí, uno cada ocho horas.
  • Jope, ¿de verdad serás capaz de hacerme algo así? Es tan absurdo todo...
  • Habértelo pensado dos veces y haber ido al médico que no te cuesta nada.
  • Pero es que de verdad que me dirán eso.
  • Bueno, cuando te lo digan, volveremos a las pastillas.
  • ¡Joder, es que ni estando enferma me dejas respirar!
  • ¿Te has propuesto que siga Mara?
  • No, no...
  • Y el del horario y timarme con lo de estudiar lo dejaremos para cuando te mejores...
  • Vale...

Nos acomodamos en el sofá, había pasado como media hora y detrás del enfado inicial, me quedé pensando y repasando todo lo que había pensado y estaba muy excitada... tanto que había traspasado mi ropa interior. Le cogí la mano con cariño, le di un beso mientras lo miraba, me dio un beso en el pelo y yo le puse su mano dentro de mis braguitas, esta vez con cara de traviesa...