Mi barrio se sale

noviembre 25, 2024


No fue mi primera opción, siempre he sido muy trianera de corazón pero finalmente mi hogar está en la zona puerto y debo reconocer que me encanta. Por un lado, porque aunque está muy céntrico y cerca de Las Canteras y la zona comercial de Mesa y López, justo mi zona sigue manteniendo ese aire de barrio con edificios bajos y tiendas de siempre. El otro gran motivo es la gastronomía. Puedo ir andando a muchos de mis restaurantes favoritos y eso es un plus. Hoy les voy a contar algunos de esos lugares que suelo frecuentar y también mis platos favoritos. Más de una vez he recibido un mensaje preguntando dónde comer por la zona, pues ahí va una lista y así ya la tengo preparada para la próxima consulta. 


Empiezo por Anteo, uno de los restaurantes que amo y a solo unos pasos de mi casa. Me gusta su cocina y también las personas que están en ella. Cuando el local es bonito, el servicio amable, la comida rica y encima son buena gente, no se puede pedir más. Su carta cambia, pero te cuento los platos que a día de hoy nunca dejamos de pedir: los huevos rotos reimaginados (amor incondicional), ya no están en carta pero fuimos muy fans de las gyozas de ropa vieja y del falso canelón de aguacate y puntillitas de calamar (quizás vuelvan algún día), pero cuando un plato se va haces hueco para probar otras cosas y entonces llegaron a mi vida la ensaladilla, las setas cuando es temporada, el curry verde de lubina cuando lo hay y el carpaccio de chuletón madurado. Ah, y hay que dejar sí o sí hueco para el postre. Nosotros somos incapaces de resistirnos a la torrija, pero todos están de vicio. 


Seguimos con más buena cocina y gran amistad. Iba a decir que Lucira fue amor a primera vista pero en realidad lo fue a segundo vistazo. Pasamos un par de veces por la calle antes de animarnos a entrar a su primer local pero cuando lo probamos ya no había marcha atrás, estábamos enganchados. Hace ya un tiempo que se han mudado a un local más amplio y aunque tampoco debes coger mucho cariño a los platos de temporada porque los cambian a menudo, puedes enamorarte hasta el fondo de sus imprescindibles. En nuestra comanda nunca faltan las gyozas, las croquetas (tan diferentes a cualquier otra, mucho más líquidas y cítricas), el singapur chili crab y su saam de panceta. ¿Y de postre? Todos, aunque debo reconocer que el coco-yuzu me robó el corazón hace tiempo y la tarta de queso con foie es de los postres más sorprendentes que he probado. 


¿Que también son amigos? Pues sí, pero qué le vamos a hacer. Cuando me gusta un sitio, voy tantas veces que acaban entrando en mi vida. Qué mala suerte, tanto amigo chef (jajajajaja). Hablamos ahora de El Bento Japonés. Siempre recordaré la primera vez que vi el cartel, mucho antes de que abrieran. Aún no lo conocía y ya estaba deseando probarlo. Un restaurante japonés (posiblemente mi cocina preferida) y a dos pasos de casa. Cada vez que pasaba por la puerta, preguntaba a Teresa (por ese entonces no sabía su nombre) cuándo abrirían. Ella no lo recuerda, la primera imagen que tiene de mí en su memoria es la de una señora que le hacía fotos (creo que pensó que estaba algo loca, y no se equivocaba). Deseaba con todas mis fuerzas que aquel pequeño restaurante me gustara, pero fue mucho más que eso. Me enamoró y la historia de amor continúa hasta hoy. De la carta me gustan muchísimas cosas, pero no te voy a contar ningún plato porque mi recomendación es que no pidas a la carta, sino que te dejes llevar por la chef y te pongas en sus manos, o lo que es lo mismo, que te sumes al omakase. El factor sorpresa hace la experiencia mucho más divertida. Por cierto, que sus cócteles también son memorables y ahora puedes disfrutar de ellos en su nuevo local de copas, Mizu, uno de los más bonitos de la ciudad. 

Más personas queridas, Camino al Jamonal. Madre mía, ¡qué rico está! Si eres fan del jamón, no puedes dejar de pedir su montadito de la casa, muy buena su ensalada de tomate y aguacate, su arroz al cuadrado una maravilla (a mí me mola el de carne), la mejor ropa vieja del mundo... y si tienen atún, patudo o medregal, tírate de cabeza a por él. Todo está rico y el trato de lo más familiar. No suelo llegar con hueco para el postre pero solo para vivir la experiencia de que te los cuenten uno a uno merece la pena pedirlo. Es un lugar que nunca falla. 


La verdad es que no solo se come rico en nuestro barrio, es que además se puede disfrutar de cocina de casi cualquier lugar del planeta. La primera vez que fui a La Picantina fui sola porque a Julio (mi pareja) supuestamente no le gusta o, mejor dicho, no le gustaba la cocina mejicana. Bueno, como iba contando, fui sola al primer local con apenas tres mesitas y me gustó tanto que decidí llevarme un tupper a casa para intentar que su visión de la cocina mejicana cambiara, y así fue. La Picantina es otro rollo, más casero quizás, con más guisos, no tan tex mex como habíamos probado hasta entonces. Hubo cambio de local a nuestra mismita calle y, claro, rara es la semana que no pasemos por ahí. 

Sin salir de mi calle, mi hamburguesa preferida. También se mudaron no hace mucho de local aunque dentro del mismo barrio. No soy muy fan de las hamburguesas, no diríamos que es mi comida preferida, pero si hay que comerla, mi opción siempre es Moo Moo



Cuando el cuerpo te pide una experiencia más elegante y algo más clásica aunque con ese toque de autor, nuestra opción es Nakar. Un bello restaurante con cocina abierta de la que disfrutar de platos deliciosos. A mí me tira más el mar así que suelo decantarme por pescado, moluscos o mariscos pero todo está bueno. El otro día pedí por primera vez la alcachofa (creo que ahora no está en carta) y un espectáculo. Para una cita especial suele ser mi lugar en el barrio. 


Para comida viajera y algo más desenfadada, aunque con un increíble currazo detrás, Maraca. Me encanta este sitio y sus propietarios y cocineros. Ella, de Aranda; él, canario, y tras el paso de ambos por restaurantes del considerado como mejor chef del mundo, Dabiz Muñoz, crearon su propio espacio en la capital grancanaria. Como es habitual en muchos de los restaurantes que me gustan, las cartas cambian continuamente, mejor no enamorarse de ningún plato aunque lo hice de su original pad thai, sus vieiras, el taco de oreja, la ensaladilla y las alitas de pollo a la brasa, deshuesadas pero con piel, y de postre, pavlova.
 
 
Cuando busco algo sano, cocina reconfortante y un lugar donde cuidan y miman tu salud pero sin renunciar al sabor, voy directa a Llévame al huerto. Adoro sus patacones, la burrata del maestro, sus ceviches y tartares. Ideal también para desayunar o merendar. Ademas, Cristina y su equipo son puro amor.

Otra opción sana en la zona es Luwak. Un curioso local con dos conceptos. Cocina vegana de día y cantina mejicana de noche. Cuando cae el sol, Luwak se transforma en Mazu.


Y nombrando los patacones, la mente se va directa a Bululú. Desde que lo conocí, no he dejado de ir de vez en cuando. Con raíces venezolanas, soy muy fan de sus pollitos lacados, su vuelve a la vida, los diferentes hummus y últimamente me he hecho algo adicta a su arroz con leche de coco. Para una intolerante a la caseína de la leche de vaca, esto es maravilla pura. No bebo café, pero Julio sí y su modo de servirlo en su propia minicafetera italiana me flipa. 

Para café hay un par de sitios de especialidad como Cuptural Coffee y Kafema. Ya he dicho que no me gustá el café (un defecto quizás a remediar, pero de momento...) pero sí el té y siempre hay opciones. Y en Kafema ya soy famosa como la señora de los canelés. Rara es la semana que no arrase con toda la producción del día. Estoy enganchada, lo reconozco. 

Para antojos dulces soy muy fan también de Lava y Salt. Sus tartas no dejan de sorprenderme. 

Y para cafeterías más tradicionales, dos instituciones: Café Suecia y La Cafetera. 


Pero volvamos a los restaurantes. Vamos con algunos que no hace tanto que llegaron al barrio. Entre ellos, Borneo y Kop Kun. El primero con cocina de raíces filipinas. Su nasi goreng es el mejor que he probado, delicioso su curry de lubina, el sisig para los más atrevidos (una explosión de sabor), los pinchos de pollo... se me hace la boca agua solo de pensarlo. Muy ricos también sus postres. Y en el caso de Kop kun, cocina tailandesa. Dicen quienes han estado en ese país asiático, que su cocina es muy auténtica. Yo no he estado nunca en Tailandia, así que no puedo refrendar esa opinión, pero sí decir que está delicioso y muy bien de precio.  

Para antojos de ramen, dos opciones muy diferentes entre sí pero ricas ambas: Don don Ramen y Zhang Lala

Si se trata de clásicos me encontrarás especialmente en La Bulla, un andaluz que ha conquistado mi estómago y mi corazón por muchos motivos, entre ellos sus boquerones al limón y su solomillo al whisky; La Travesía del Puerto con sus verdinas y su solomillo de cordero cuando los hay en carta; y alguna vez también en La Viña del Puerto. 

Y no es un restaurante pero es uno de los lugares donde más me encontrarás, y ese sitio es Lambada Records Bar. Es rara la semana que no caiga por ahí más de una tarde o mediodía para el aperitivo. Sé que su especialidad es el vermú, pero como no bebo alcohol, lo mío va hacia la Fritz kola y las papas chips aliñadas. 


Otro lugar para aperitivo o tardeo, la bella Valentina; y para para disfrutar de un mágico atardecer, La Bikina. 


Cuando el cuerpo me pide cenar algo desenfadado como una rica tabla de quesos y embutidos mi sitio es Itaca.


Les he contado algunos de los sitios a los que más voy pero la oferta por gastronomías del mundo no acaba aquí. El barrio tiene varios restaurantes libaneses como El coto libanés o El rincón libanés, varios coreanos como Miso, Kim o Wasabi & Kimchi, o Yori si es para llevar. Lugares de comida india como Casa Tandori que además incorpora platos nepalíes; deliciosa cocina italiana casera en Cachuk; pizzerías por supuesto como el rinconcito creado por mi querida Manuela Pizzería Gourmet Al'Italiana con pizzas de base finísima y sus deliciosas crostatas; la pizzería Arte y Sano (no sé cómo es el local porque siempre pido a domicilio) y, recién llegada al barrio, un monumento a la exquisitez: Kesito. Incluso puedes comer o cenar con estrella en Tabaiba. ¿Se puede pedir más?

Talento, pasión y toques asiáticos

agosto 27, 2023


Hay lugares que te atrapan. A Mikel Asiain le ha pasado al menos dos veces. El primero fue Asia, el gran amor de su vida, donde vivió casi 7 años. Llegó por primera vez recién estrenados los 22  como turista. Allí descubrió a otros jóvenes que vivían y trabajaban en el Sudeste Asiático, y pensó, ¿por qué yo no? Estudió cocina y con 25 años emprendió un viaje hacia lo desconocido. Asia era para ese joven Mikel como un inmenso parque de atracciones muy diferente a todo lo que conocía, con mucho que ofrecer y mucho que aprender. Todas las cosas que le atraen reunidas en un lugar. Además, la filosofía y el modo de vida le atrajeron desde el primer instante. De allí se vino con una maleta cargada de experiencias, sabores y olores que ahora traslada a su cocina en el restaurante 222

El segundo lugar, afortunados nosotros, es Gran Canaria. También vino por primera vez en unas vacaciones. Aquí se sintió bienvenido y feliz, y a los lugares en los que se ha sido dichoso siempre hay que regresar. Asegura que la isla es el único lugar que le recuerda lo feliz que fue en Asia. Tanto, que la primera vez que cogió un avión de vuelta, tras unos días fuera, cuando estaba aterrizando y veía la isla desde el Binter, estaba feliz de volver a casa. Una sensación que no había experimentado antes, y pensó: "Este es el sitio". En la isla se siente cuidado y querido, "La vida es bella aquí", afirma. 

Adora la adrenalina

Alguien que venía del ejército, fue buzo, encontró en la cocina ciertas similitudes entre ambos mundos. No solo por la disciplina y el orden que requieren, sino sobre todo por el trabajo en equipo, que es vital. Algo que le recuerda, y en cierto modo comparte, con la visión que el chef Anthony Bourdain tenía de las cocinas, a las que describía como barcos piratas en pleno abordaje, con cuchillos incluidos. Mikel se considera un nostálgico de esas cocinas antiguas y su modo de trabajar. Para él lo más gratificante es el servicio. Adora esa adrenalina, que cada día sea diferente y que siempre tenga algo que aprender. 

Asegura que más que pasión por la cocina, siempre ha sentido una enorme pasión por comer. Su familia ha tenido mucho que ver. Su hermana y su cuñado tuvieron toda la vida un restaurante hasta la jubilación, y su madre cocinaba para una familia y le enseñó a comer bien, algo por lo que le está muy agradecido. Le cambia la voz cuando recuerda esos platos de su madre: alubias de Tolosa con piparras, ajoarriero con bacalao o alitas de pollo al ajillo son los que le trasladan directamente a su infancia. 

Su origen, procede de un pequeño pueblo a cuatro kilómetros de Pamplona llamado Villava (de donde también es Miguel Indurain, y las raíces que ha ido adquiriendo en los lugares en los que ha vivido, forman parte de sus creaciones culinarias que podemos disfrutar si vamos a visitarle a Patalavaca, en el sur de la isla. 

Debilidad por el curry

Más que un producto favorito, siente debilidad por los encurtidos, la acidez, las grasas y, sobre todo, el picante. Le obsesionan los currys y los estudia a conciencia. Habla de ellos con un absoluto respeto, tanto a sus ingredientes como a su modo de cocinarlos y el orden que hay que respetar para hacerlo correctamente. Un mundo mucho más complejo de lo que pensaba antes de acercarse a ellos. Le inspiran las diferentes culturas, descubrir nuevos ingredientes. En la isla, se enamoró enseguida de los quesos, el almogrote, los mojos y, por supuesto, del pescado local. "La vieja y el cherne, qué alegría", dice.  

En su cocina se respira presión y responsabilidad, pero también buen rollo y compañerismo, a pesar de las altas temperaturas que soportan (lo he podido comprobar), en la mise en place se escucha música que les pone las pilas, y durante el servicio, concentración absoluta. Otras curiosidades sobre él, no soporta los paños de cocina mal doblados ni las líneas rectas ni los números pares en los emplatados. 

Admira a muchos chefs, pero destaca a algunos como Koldo Rodero, del restaurante Rodero; José Luis Espino, de Bevir; Patxi Zumarraga, en el futuro Haramboure, o Pepe Dasi, en el Jim Thompson de Bangkok. Por sus valores, dentro y fuera de la cocina, por su forma de entender la gastronomía, son, asegura, un espejo en el que mirarse. Resalta de ellos su humildad, conocimientos, pasión, compromiso, constancia y sacrificio. 

Dónde le encontrarás

Asegura que no tiene todo el tiempo que quisiera para ir a restaurantes y su lista de sitios que visitar sigue creciendo, pero en los pocos momentos que puede disfrutar de las cocinas de otros compañeros de profesión  podemos encontrarle en Bevir o La Aquarela, que considera sus dos grandes casas. Le encantaba también el antiguo Borneo de Cristina Monge, que pronto abrirá nuevo restaurante, en esta ocasión en la capital de la isla. Fuera de Gran Canaria, destaca Kuoco en Madrid y Goxoa en Tenerife. A la hora de elegir, le gusta visitar restaurantes que hagan cosas opuestas a la suya o donde mezclen culturas y gastronomías. 

Y terminamos con dos recomendaciones de Mikel, dos libros, Confesiones de un chef de Anthony Bourdain y Thai food de David Thompson. 

El cielo mide catorce metros cuadrados y se llama Direkte

febrero 23, 2023


2023 es el año de mis 50. Aunque es en mayo, he decidido ir haciéndome regalos anticipados. Uno de ellos ha sido la cena en Direkte, en Barcelona. Desde que descubrí ese pequeño rincón gastronómico en la serie documental 'En busca del sol' estaba deseando ir y por fin, hace muy poco, se hizo realidad el sueño. La cita no defraudó. Fue, sin duda, una experiencia inolvidable. Como dije en la publicación que hice en redes, "El cielo mide 14 metros cuadrados". Es increíble comprobar cómo en tan poco espacio se puede crear esa magia. En la barra, apenas ocho comensales, y tras ella, hasta cuatro cociner@s a la vez realizando sus elaboraciones en una coreografía perfecta. 

No fue hasta semanas después de hacer la reserva que nos dimos cuenta que habíamos reservado para cenar un 14 de febrero, y eso que nosotros nunca hemos celebrado SanValentín. Aún así, la experiencia es tan diferente que convertiría hasta la jornada más fastidiada en un día especial. 

Cada pequeño plato que te iba llegando era una sorpresa. El menú no está en la web, así que no sabíamos qué íbamos a comer. La idea era ponerse en las manos del chef Arnau Muñío. Ese día no pudimos conocerle, pero está claro que estábamos en buenas manos. 

Nos gustó todo, pero debo reconocer que tengo un preferido, la sopa de fideos de tripa de bacalao con fricandó y yema trufada. Por el sabor de ese caldo, por la textura de esos 'fideos'... aún retengo su sabor en mi memoria y creo que ahí quedará fijado para siempre. 

De los platos dulces, también elijo uno. No sólo porque estaba delicioso, sino porque fue muy divertido ver cómo sacaban ese curioso utensilio para hacer en directo el granizado de leche de almendras que ellos mismos realizan. Un granizado que coronaría una deliciosa mandarina con orégano y dátiles. 

Hay muchos protagonistas en Direkte, desde el espacio, la vajilla, hasta esa cocina abierta que ves tan, pero tan de cerca desde la barra, hasta cada uno de los platos sorpresa que iban saliendo, pero si me quedo con algo, es con sus fondos, con los caldos, simplemente maravillosos. 

Creo que es un restaurante al que ha que ir al menos una vez en la vida, y si es posible mejor dos veces al año. En estaciones inversas, como nos recomendaron. 

Sin más, infinitas gracias al equipo Direkte por hacernos soñar. 
















restaurantes

Lucira, una propuesta con personalidad

marzo 08, 2022


Empiezo este post con una confesión. No soy, o quizás ahora tenga que decir que no era, fan de los menús degustación largos. Principalmente porque no solía llegar al final, a mitad me llenaba y ya no disfrutaba de los últimos platos, y porque siempre había alguna cosa que no me gustaba tanto, pero debo reconocer que Lucira ha cambiado mi opinión. Me gustaron todos y cada uno de los 16 platos de su menú, y aunque sí quedó llena mi panza, llegué hasta el final. Aún sigo flipando con su menú de inauguración. Menos mal que fui, me habría arrepentido de perderme la experiencia. Porque eso fue, una experiencia en muchos sentidos. Los describiré, pero no por orden de importancia, sino por orden cronológico. La propuesta del nuevo Lucira rezuma la personalidad de sus propietarios. Nada más llegar, me gustó el local. Estaba lleno de pequeños detalles en los que María y Samuel estaban totalmente presentes. Lo segundo, su vestimenta, tan personal y diferente como ellos, y ya después llegó el momento gastronómico, un viaje por el mundo a través del paladar. El menú fue como un concierto perfecto, donde todos los instrumentos estaban afinados y sonaban en armonía a la perfección. Con cada plato, procedente de un país diferente, sonaba música acorde a su procedencia. Nada más llegar a tu mesa, entraba por la vista, y cuando te lo llevabas a la boca, la sorpresa ya era total. Qué habrá en esas cabecitas para crear cosas tan maravillosas!!! De momento, hemos conquistado los oídos, la vista y el gusto, pero además hubo tacto. En los seis primeros entrantes no había ni siquiera cubiertos, tocaba comer con las manos. A eso ya nos tenían acostumbrados estos chic@s, a chuparnos los dedos de manera literal, pero esta vez dieron un paso más, hasta hacernos lamer los platos. Como lo oyen, no es una metáfora. De hecho, hubo una mesa de unas señoras que nos miraban como preguntando si sería cierto y los demás también estaban chupando el plato o las estarían vacilando a ellas; pero no, era muy cierto, a lengüetazo limpio. Y así, como diría Lluvia, comensal de la mesa de al lado, la velada transcurrió entre lametones y juegos. Sus propietarios, muy fans de los juegos de mesa y los escape rooms, incluyeron algún que otro entretenimiento en la propuesta. Hubo un momento en que llegó un cofre, con candado incluido. Tras un rato buscando cómo abrirlo, y mirando cómo lo hacían los demás, nos llegó la clave. Una carta con un mensaje "Si a Francia quieres viajar, bajo el mármol negro debes buscar". Y allí estaba la llave, escondida debajo de cada mesa. El menú fue una sorpresa tras otra, desde el ambiente, la música, la presentación de los platos...; hasta, por supuesto, el sabor. Ya he comentado que me gustó todo, pero hay un plato en concreto que no puedo quitarme de la cabeza. Lo llamaron Cristal Marino y eso parecía. Llegó sobre una copa tan transparente como el propio 'cristal' que colocaron encima. Un pedacito de cielo con tantos sabores y matices que sería imposible describirlo con palabras. Sabía a camarones, a manises..., el Pad Thai más original que he probado jamás. No extraña que las dos almas de este proyecto hayan vivido en Tailandia y amen ese lugar. Bravo, chefs, por la reapertura y por entregar tanto de ustedes en cada proyecto. El nuevo Lucira habla a voces de la personalidad de ambos.