DIVIDIDO ENTRE CERO -3a
Con siete años, mientras curioseaba en la casa de un pariente, Renee se había quedado hechizada al descubrir los cuadrados perfectos de las suaves baldosas de mármol que formaban el suelo. Una sola, dos filas de dos, tres filas de tres, cuatro filas de cuatro: las baldosas encajaban entre sí formando un cuadrado. Por supuesto. Se mirase por el lado que se mirase, daba el mismo resultado. Y lo que era más, cada cuadrado era mayor que el anterior en un número impar de baldosas. Fue una epifanía. La conclusión era necesaria: la acompañaba una sensación de ser apropiada, confirmada por el tacto suave y frío de las baldosas. Y la forma en que éstas encajaban entre sí, con unas líneas increíblemente finas donde se encontraban; ante esa precisión, había sentido escalofríos.Más tarde vinieron otras percepciones, otros logros. La asombrosa tesis doctoral a los veintitrés, la serie de artículos aclamados; la gente la comparaba con Von Neumann, las universidades se la disputaban. Nunca le había prestado demasiada atención a todo eso. A lo que sí que prestaba atención era a aquella sensación de ser apropiado que poseía cada teorema que aprendía, tan insistente como la fisicidad de las baldosas, y tan exacta como su encaje.
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