Intuí el fallecimiento de mi madre dos meses antes de que se produjese.
Ella estaba como siempre: mejor del azúcar, con sus dolores de huesos, caminando torpe, cansada... Pero algo sucedía diferente.
Algunos meses después de que comenzase la pandemia, mi mami retomó el tabaco. Su hábito de media vida volvió. Salía a comprar su paquete al estanco del barrio, a escondidas, con su tacataca o bien le birlaba a mi hermano y fumaba. Ella se relajaba así. Mi madre era fumadora. Nunca dejó de serlo, aunque lo dejase por un susto que le dio a su salud, allá con sesenta y cinco años, más o menos. Ahora, por el agobio de estar encerrada, volvió a fumar y ni siquiera le preocupó tener puesta una endoprótesis vascular.
Mi madre fue una víctima más de la pandemia. Ni siquiera llegó a las vacunas. Murió dos meses después de mi presentimiento. Se llevó fumando todo el verano pasado. Yo la reñía en mi casa, porque me aterrorizaba verla fumar y con qué despreocupación lo hacía.
Fue curioso aquel presentimiento; yo lo traducía claramente, como un mensaje de mi abuelo Juan: El abuelo me está diciendo, de alguna forma que no logro entender, "no quiero que la niña fume". Eso creía yo que me decía el finado, al que ni siquiera conoció mi madre, ya que murió cuando ella tenía cinco años. "No quiero que la niña fume"... Y no sabía yo que era un presentimiento sobre lo que iba a suceder.
Un mes antes de que mi mami falleciese, estuve en su casa con ella unos días y se lo dije : "Mamá, que el abuelo Juan, tu padre, no quiere que fumes. Está preocupado".
Yo no entendía, ni entiendo aún, por qué yo me expresaba así. Creo que, efectivamente, intuí lo que iba a pasar. Ella me contestó: "Chiquilla..., si yo no conocí a mi padre", y hacía un gesto de apartar aire con una mano.
Mami...
Se le paró el corazón y amaneció dormidita. Un año sin ella. Cuánta pena. ¡Cuánta pena desgarradora y honda!
"Mariquilla"