Finca Mallorquina 1925
Anglada Camarasa
Anglada Camarasa
Pero es que es tan aconsejable
para no traicionar lo vivo, que nunca puede ser un instante, como se dejaban
decir otras fórmulas, con aquello de “no
traicionar el instante” (porque cuando vas a decirlo ese instante ha pasado, y
ese mal nombrado “istante” que no es más que “ahora”, que cuando lo dices ya no es
“a h o r a”), tener en la memoria ese recuerdo vivo de palabras queridas, veladas
siempre aquí, nunca muertas, para cuando haga falta sacarlas del hondo sueño o
olvido, y cambiarlas, retocarlas, revivirlas, como tenerlas metidas dentro del
tiempo de la representación como le pasaría
a cualquier obra de teatro, o cuento o novela dialogada donde haya atisbos de que
ahí pasa un tiempo, el tiempo de lo representado. Por eso nos las traemos
estas palabras amadas, sin olvidar que representarlas bien, a cada cosa a su
tiempo, cosa por cosa, es tan importante como tenerlas en la memoria y sacarlas
en el momento justo.
“Las gentes
temen tanto quedarse a solas con uno a quien tienen por loco, siempre
peligroso, como temen entrar a solas en un camposanto. Un loco, creen, es como
un muerto. Y tienen razón, porque un loco lleva dentro de sí mismo a un
muerto…”
OTRO.- Un espejo y una llave no
pueden estar juntos…
(Rompiéndolo y tirándolo).
ERNESTO.-
Vamos, sigue, que me...
OTRO.- No
temas. Me vi entrar como si me hubiese desprendido de un espejo, y me vi
sentarme, donde tú estás...No te palpes, no; no estás soñando eres tú, tú
mismo…Me vi entrar, y el otro…yo…se puso como estoy, como estás (ERNESTO cambia
de postura). Y se me quedó mirando a los ojos y mirándose en mis ojos.
(ERNESTO, inquieto, baja la vista). Y entonces sentí que se me derretía la
conciencia, el alma; que empezaba a vivir, o mejor a desvivir, hacia atrás, a
redrotiempo, como en una película que se haga correr al revés. Empecé a vivir
hacia atrás, hacia el pasado, a
reculones, arredrándome… Y desfiló mi vida y volví a tener veinte años, y diez,
y cinco, y me hice niño, ¡niño!, y cuando sentía en mis santos labios
infantiles el gusto de la santa leche materna…, desnací, me morí… Me morí al
llegar a cuando nací, a cuando nacimos…
ERNESTO.-
(Intentando levantarse) ¡Descansa!
OTRO.- ¿Descansar?¿Descansar yo
ya?¿Pero no me decías que me descargase? ¿Y cómo quieres que descanse sin descargo?
No, no te levantes…, vuelve a sentarte y …guarda la llave. Estoy inerme. ¿O es
que te duele lo del espejito?
ERNESTO.- Es
que…
OTRO.- Sí, es que es peligroso
hallarse encerrado con un loco, con un muerto, ¿no es eso? Pero oye…
ERNESTO.-
Acaba, pues…
OTRO.- Al rato me fue retornado
la conciencia, resucité; pero sentado ahí, donde tú estás, y aquí, donde estoy,
estaba mi cadáver…, aquí, aquí…está! ¡Yo soy el cadáver, yo soy el muerto! Aquí
estaba…, lívido… ( Se tapa los ojos).
¡Aún me veo! Aquí estaba, lívido, mirándome con sus ojos muertos, con sus ojos
de eternidad, con sus ojos en que se quedó, como en trágica placa, la escena de
mi muerte…Y para siempre, para siempre…
ERNESTO.- ¡Pero
descansa, hombre, descansa!
OTRO.- ¡Ah!, no, ya no podré
descansar nunca,…, nunca…, ni muerto, lo cogí y –¡cómo pesaba!, ¡cómo pesa!- lo
bajé ahí, a una bodega, y allí lo encerré y allí lo tengo encerrado…
ERNESTO.-
Bueno…
OTRO.- ¡No hay bueno que
valga! ¡Porque ahora mismo te vas a venir conmigo, a la bodega, a que te enseñe
el cadáver del otro, del que se me murió aquí!… Ahí abajo está, a oscuras,
muriéndose a oscuras…
(…la continuación de la trama hay que leerla en la
novela..)