En 1829, cuando contaba veinte años de edad, Félix Mendelssohn llevó a cabo un largo viaje por Escocia. Las cartas que, con tal motivo, escribió muestran claramente la honda impresión que en su espíritu produjeron las bellezas del paisaje y del ambiente de aquellos lugares, tan pródigos en historia. Las sensaciones de Mendelssohn quedaron reflejadas en dos de sus obras: La Sinfonía Escocesa, en la menor (opus 56) y la Obertura Las Hébridas, también conocida con el nombre de La Gruta de Fingal.
A propósito de este viaje, Mendelssohn escribió desde Edinburgo, con fecha 30 de julio de 1829:
A propósito de este viaje, Mendelssohn escribió desde Edinburgo, con fecha 30 de julio de 1829:
"Hoy, a la hora del crepúsculo, enderezamos nuestros pasos al Palacio en el que vivió y amó la reina María. Hay en él un pequeño recinto al que lleva una escalera de caracol, la misma que subieron antaño los asesinos de Rizzio, a quien tras encontrarlo escondido en su interior, lo arrastraron a lo largo de tres habitaciones continuas, dándole muerte en un rincón sombrío. La capilla paredaña carece hoy de techumbre; la hierba y la hiedra crecen copiosas en su interior. Ante su altar, hoy destrozado, María fue coronada reina de Escocia. Todo en torno son ruinas, todo está marchito, bajo la bóveda derruida a través de cuyos destrozos puede verse un trozo de cielo brillante y sereno. Creo haber encontrado hoy en esta vetusta capilla el arranque de mi sinfonía escocesa...".
María Estuardo, reina de Escocia y de Francia. Rival de su prima Isabel I para ocupar el trono de Inglaterra, estuvo prisionera en la famosa Torre de Londres y más tarde fue decapitada, acusada de alta traición.
Esta visita al palacio real de Holyrood, medio en ruinas, cuyo recuerdo está ligado a la coronación de María Estuardo como reina de los escoceses, constituyó el impulso decisivo para que Mendelssohn compusiera la Sinfonía Escocesa. En ella invirtió -el trabajo se prolongó durante casi trece años- un espacio de tiempo excepcionalmente dilatado, si se tiene en cuenta la fácil inspiración que tenía Mendelssohn.
Comenzada en el invierno de 1830-31, la concluiría en 1842 y estrenada el 3 de marzo de dicho año en la Gewandhaus de Leipzig, bajo la batuta de su autor. El éxito alcanzado fue tan lisonjero que no tardaría en ser representada en Londres ante un público entusiasta. El hecho de haber sido dedicada por el propio compositor a la reina Victoria de Gran Bretaña e Irlanda, muestra muy a las claras el favor general del que gozaba Mendelssohn en Inglaterra, donde se dio en llamársele "el segundo Haendel".
Aunque desde el punto de vista musical su valor intrínseco sea inferior al de la Sinfonía Italiana, es ésta una de las obras más características y personales de toda la producción de Mendelssohn. Tal vez quepa reprochar a la Escocesa cierta monotonía, pero tampoco sería justo regatearle su perfección formal y el fondo subyugador de su melodía. Música descriptiva -el espíritu escocés y su ambiente están recogidas en ella, como rodeados de una bruma poética e impalpable- esta Sinfonía preludia lo que, andando el tiempo, será el poema sinfónico.
Vista panorámica del castillo de Holyrood. Al fondo a la izquierda se ve la capilla en ruinas. El histórico edificio guarda en sus muros misterios y leyendas.
Suave, refinada y lírica, se abre con un brillante y melancólico andante con moto, al que sigue, en forma de sonata, un allegro un poco agitato, en cuyos últimos acordes aparece de nuevo la frase del andante inicial. Seguidamente, y también en forma de sonata, estalla el vivace non troppo, evocador del mundo de los gnomos y trasgos, tan caro al estro poético de Mendelssohn. Auténtica romanza onírica sin palabras es el bellísimo adagio del tercer tiempo, que antecede al al allegro vivacísimo igualmente en forma de sonata y que da paso, a su vez, al solemne allegro maestoso assai, con el que se pone punto final a la Sinfonía.
Pese a figurar como la Sinfonía nº 3, es posterior cronológicamente, a la nº 4 Italiana.
Félix Mendelssohn. Sinfonía nº 3 "Escocesa".