“Me pongo una máscara y estoy en presencia total, entregada a la historia”

Lourdes Herrera estrena este viernes “Estado de Gracia”. La poética del clown, la irreverencia de las máscaras, la potencia del teatro físico y las posibilidades de la ciencia ficción se ponen al servicio de un espectáculo que invita a cuestionar y desenmascarar el poder. En charla con Blog Teatro, la actriz especializada en clown, máscara y bufón, comparte la experiencia de un viaje geográfico y personal, se posiciona frente al sentido del arte y revaloriza el juego como experiencia de vida.

Foto: Federico Paiva

Por Hernán Salcedo

“La fórmula para la creación es simple. Basta identificar nuestros impedimentos y desembarazarnos de ellos, como dejamos en el suelo una maleta sobrecargada que hemos estado llevando desde hace demasiado tiempo. Si somos libres e imperturbables, como las nubes, cualquier creación que tengamos adentro saldrá para afuera en forma natural y simple”. La cita, que pertenece a “Free Play”, el ensayo de Stephen Nachmanovitch sobre la improvisación en la vida y en el arte, es una puerta de entrada para pensar la experiencia personal de la artista Lourdes Herrera que culminó en la obra que desde este viernes se podrá ver en el Archibrazo, en el barrio porteño de Almagro. 

Es común recurrir a la metáfora del viaje para pensar los procesos creativos pero en este caso la aventura fue literal. La actriz había dejado la Argentina para vivir su sueño de mochilera cuando en una escala en San Cristóbal de las Casas, México, tuvo salmonella. “Fue porque tomé agua del grifo para el mate, cosa que en esa ciudad no se puede hacer porque la fábrica de Coca-Cola que está cerca contaminó y contamina a diario el agua, al punto de que ni para lavarse los dientes es recomendable usar”. 

La enfermedad le abrió la puerta a otros malestares. Fue un golpe en el cuerpo que alcanzó niveles espirituales. Luego vinieron tres meses de recuperación, que incluyeron una estadía en la selva, en un rancho en Chilón, un tiempo que pasó entre dolores y reflexiones en torno al sufrimiento. “Lloré y sané”, resume, como quien aliviana el peso de su equipaje en pleno viaje.

Ese fue el inicio de un gran desafío. “Comprendí que tenía que escribir una historia que pudiera expresar algo de lo vivido -recuerda-. Traducir en arte el proceso que estaba haciendo, no contarlo literalmente”. Sentada frente a un gran ventanal que daba a la ladera de una montaña y ante el silencio desolador del paisaje surgió en papel un boceto de lo que hoy es “Estado de Gracia”.  

Foto: Federico Paiva

Hizo funciones en medio de su travesía y cuando regresó a la Argentina convocó a Lucía Schaab, quien la acompañó como creadora y directora en esta nueva etapa del viaje, ahora sí metafóricamente creativo.

¿Cuál es el planteo general de este espectáculo?

En la obra se dan las circunstancias planetariamente exactas para que acontezca un hecho de ciencia ficción, que es que unas máscaras puedan tomar el cuerpo de un ser vivo para intentar lograr la paz mundial. Si lo logran pasan a ser seres sintientes. Si no, serán objetos inertes por toda la eternidad.

¿Cuántos personajes aparecen en escena y cómo se relacionan entre sí?

Interpreto tres personajes que se necesitan unos a otros para existir, para cumplir sus metas como esencias y sobre todo se precisan para descubrir sus propias verdades. 

Ahí entra en juego el poder, que es tema central en la obra.

El poder y la ambición que conlleva, que muchas veces mueve medios nefastos. 

¿Cuáles son esos medios nefastos?

El poder muchas veces deja de lado la humanidad. Esto en la obra se ve específicamente cuando una máscara, para lograr su cometido, debe arremeter sobre la integridad de otro de los personajes y lo hace sin ningún tipo de escrúpulos.

¿Qué otros temas trata la obra?

La manipulación, los discursos extremos, la mentira, el hacer política y los vínculos aparentes.

¿Con esas temáticas de fondo, cuál es el recorrido que hacen esos personajes en el relato?

Cada uno va creciendo y revelando sus verdaderas intenciones. Se vive una fuerte tensión con respecto a lo que logran o no los otros. Es de vida o muerte. Una crece en poder mientras otra al ver eso desarrolla el horror y el miedo frente a los medios que utiliza para lograrlo. Y otro es simplemente un segundón que todo líder manipulador necesita para llevar a cabo sus planes macabros.

En un mundo atravesado por la guerra, el hambre, la desigualdad y otras formas de violencia, ¿cuál creés que es el papel de los mundos de ficción? 

Decir de un modo poético que siempre hay esperanza mientras un corazón noble lata en este mundo. Y que el primer paso puede ser individual pero cobra relevancia cuando inspira e invita a los demás. Sobre todo con el lenguaje del clown, que tiene una búsqueda siempre de la poética universal, esas cosas que nos conectan con lo más puro de cada persona. 

Foto: Federico Paiva

A partir de tu formación y experiencia teatral, ¿en qué radica el poder de la máscara como artilugio actoral?

Es un viaje espectacular. Me pongo una máscara y estoy en el mundo del no control, de presencia total, de la entrega a la historia. Cuando se logra incorporar aspectos técnicos de las máscaras todo lo que sigue después es disfrute. En un mundo de tantas pantallas, estar ahí en un escenario sintiendo y jugando es un regalo que cada vez me hace crecer un poquito más como actora y hacedora de mi presente.

Hay algo interesante en abordar temas tan profundos como el poder y sus medios y al mismo tiempo disfrutar de estar creando una ficción en escena ¿Qué significa para vos jugar con los temas profundos y oscuros de la humanidad?

Para mí el único modo de ser luz es habiendo tocado groso las propias oscuridades, habiéndolas mirado a las ojos, nombrado, aceptado, abrazado, agradeciéndolas y liberándolas. Muchas veces temas profundos que no nos gustan, los obligamos a permanecer en las penumbras y eso hace que nuestro sentir sea hondo de un modo negativo. 

Siento que el teatro me da la posibilidad de mirar todo con los ojos amorosos que un proceso alquímico requiere. Algo de la frase de Carl Jung: "lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma". Muchas veces en la vida real hay cosas densas que me cuestan y en el escenario me siento como pez en el agua. Con la nariz roja como estandarte puedo hablar de amor, de muerte, de poder y mostrarme vulnerable frente a esto, porque es el juego el que guía y dejo todo en manos de mi niña interior, que siempre está ahí para alumbrar con pureza y ternura. Siendo ecuánime, sin juicio sobre temas profundos, se produce un efecto cómico porque no hay peso, sólo presente y complicidad con el sentir de la gente. Si una se muestra despojada, sucede la empatía y ahí no hay vuelta atrás. Público y artista en la misma danza, en el arte no del hacer, sino del ser.

Foto: Federico Paiva

Las funciones son los viernes de mayo, a las 20, en El Archibrazo, ubicado en Mario Bravo 441, CABA. Entradas: $2500 (general) y $3000/$3500 (solidaria). Promoción 2x1: $4500. En venta en la web del teatro


Estado de Gracia 

Autoría: Lucía Schaab y Lourdes Herrera 

Actuación: Lourdes Herrera 

Asistencia: Carolina Schnaider 

Vestuario: Ana Julia Figueroa 

Fotografía: Federico Paiva 

Colaboración en dramaturgia: Damián Alejandro Sinópoli y Carolina Schnaider 

Diseño de luces: Alejandro Velázquez 

Diseño gráfico: Damián Alejandro Sinópoli 

Diseño redes: Karen Schnaider 

Voz en off: Maqui Figueroa 

Prensa: Dafne Strobino Niedermaier 

Dirección: Lucía Schaab

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